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COLECCIÓN
DE DOCUMENTOS INÉDITOS
PARA LA HISTORIA DE ESPAÑA.
COLECCIÓN
l)E
DOCUMTOS INÉDITO
PARA LA HISTORIA DE ESPAÑA
POR
EL MARQUÉS DE LA FUENSANTA DEL VALLE,
D. JOSÉ SAKCHO RAYÓN K D. FRANCISCO DE ZABAIBÜRÜ.
TOMO LXXI.
MADRID
IMPRENTA DE MIGUEL GINESTA
Cnile de Camponianes, núm. S
187 9
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ADVERTENCIA.
En este volumen concluyen los importantes Apéndices
con que ha ilustrado la vida del obispo de Chiapa, Fray
Bartolomé de las Casas, nuestro docto y buen amigo
el Excmo. Sr. D. Antonio María Fabié.
Para completar el tomo publicamos además dos curio-
sas relaciones que creemos verán con gusto nuestros
lectores; es una la del viaje en 1603 á Inglaterra del
Condestable de Castilla, D. Juan Fernandez de Velasco.
para tratar de las paces entre ambas Coronas, cuyo ori-
ginal existe en nuestro poder, y aun cuando no se dice
en ella quién fuera el autor, por su contexto se ve fué
uno de los que le acompañaron. En ella se dan curiosas
noticias sobre trajes, bailes y regalos.
Copiada la otra del códice H. 55 de la sala de Ms. de
la Biblioteca Nacional, nos da á conocer la vida de uno
de aquellos soldados españoles de los siglos xvi y xvii,
cuyas hazañas y proezas han dejado en la historia nom-
bre imperecedero.
APÉNDICE XXI.
BREUISSIMA RELACIÓN
DE LA
DESTRUYCION DE LAS INDIAS
COLEGIDA POR EL OBISPO
DO m\ BARTOLOMÉ DE LAS CASAS Ó CASACS
DI U ORDEK DE SiCTO DOMIKGO
ANO 1552.
(50 hojas en 4.°, signadas a-fi
Toso LXII.
ARGÜMITO DEL PRESENTE EPITOME.
Todas las cosas que han acaescido en las Indias desde su
maravilloso descubrimiento, y del principio que á ellas fueron
españoles para estar tiempo aledaño; y después en el proceso
adelante, hasta los dias de agora, han sido tan admirables y tan
no creíbles en todo género, á quien no las vido, que parece haber
añublado y puesto silencio , y bastantes á poner olvido , á todas
cuantas, por hazañosas que fuesen, en los siglos pasados se vieron
y oyeron en el mundo. Entre estas son las matanzas y estragos
de gentes inocentes , y despoblaciones de pueblos , provincias y
reinos que en ellas se han perpetrado, y que todas las otras no de
menor espanto. Las unas y las otras refiriendo á diversas perso-
nas que no las sabían, el Obispo D. Fray Bartolomé de las Casas
ó Casaus , la vez que vino á la Corte después de fraile , á informar
al Emperador, nuestro señor (como quien todas bien visto había),
y causando á los oyentes con la relación de ellas una manera de
éxtasis y suspensión de ánimos, fué rogado é importunado que
de estas postreras pusiese algunas con brevedad por escrito. El
lo hizo, y viendo algunos años después muchos insensibles hom-
bres que la cobdicia y ambición ha hecho degenerar del ser hom-
bres , y sus facinerosas obras traído en reprobado sentido , que
no contentos con las traiciones y maldades que han cometido,
despoblando con esquisitas especies de crueldad aquel orbe, im-
4
portunaban al Rey por licencia y autoridad para tornarlas á
cometer, y otras peores (si peores pudiesen ser), acordó presentar
esta suinma, de lo que cerca de esto escribió al Principe, nuestro
señor, para que su Alteza fuese en que se les denegase; y pare-
cióle cosa conveniente ponella en molde , porque su Alteza la
leyese con más facilidad. Y esta es la razón del siguiente Epítome
ó brevísima relación.
FIN DEL ARGUMENTO.
PRÓLOGO
DBL OBISPO DON FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS Ó CASaUS,
PARA EL MUY ALTO Y MUY PODEROSO SEÑOR EL PRÍNCIPE
DE LAS ESPAÑAS, DON FELIPE, NUESTRO SEÑOR.
Muy alto é muy poderoso Señor :
Como la Providencia divina ten^a ordenado en su mundo, que
para direcion y común vitalidad del linaje humano, se consti-
tuyesen en los reinos y pueblos , Reyes, como padres y pastores
(se^un los nombra Homero), y, por consiguiente, sean los más
nobles y generosos miembros de las repúblicas: ninguna dubda de
la rectitud de sus ánimos reales se tiene, ó con recta razón se debe
tener; que si algunos defectos, nocumentos y males se padecen
en ellas, no ser otra la causa sino carecer los Reyes de la noticia
de ellos. Los cuales, si les contasen con sumo estudio y vigilante
solercia estirparian. Esto parece haber dado á entender la Divina
Escriptura en los proverbios de Salomón: Rex qui sedet w solio
iudicit, dissipat omne malum intuitu suo. Porque de la innata y
natural virtud del Rey , asi se supone (conviene á saber) que la
noticia sola del mal de su reino es bastantísima para que lo disipe,
y que ni por un momento sólo en cuanto en sí fuere lo pueda su-
frir. Considerando, pues, yo (muy poderoso Señor) los males y da-
ños, perdición y jacturas (de los cuales nunca otros iguales ni
semejantes se imaginaron poderse por hombres hacer) de aquellos
tantos y tan grandes y tales reinos, y, por mejor decir, de aquel
vastísimo y nuevo mundo de las Indias , concedidos y encomen-
dados por Dios y por su Iglesia á los reyes de Castilla para que
se los rigiesen y gobernasen , convertiesen y esperasen temporal
y espiritualmente , como hombre que por cincuenta años y más de
experiencia, siendo en aquellas tierras presente los he visto co-
meter; que constándole á vuestra Alteza algunas particulares
hazañas de ellos , no podria contenerse de suplicar á su Magestad
con instancia importuna, que no conceda ni permita las que los
tiranos inventaron , prosiguieron y han cometido, que llaman con-
quistas. En las cuales (si se permitiesen) han de tornarse á hacer;
pues de sí mismas (hechas contra aquellas indianas gentes, pa-
cíficas, humildes y mansas que á nadie ofenden) son inicuas,
tiránicas, y por toda ley natural, divina y humana condenadas,
detestadas y malditas, deliberé por no ser reo, callando, de las
perdiciones de ánimas y cuerpos infinitas que los tales perpetra-
ran, poner en molde algunas y muy pocas que los dias pasados
colegí de innumerables que con verdad podria referir, para que
con más facilidad vuestra Alteza las pueda leer.
Y puesto que el arzobispo de Toledo , maestro de vuestra Al-
teza, siendo obispo de Cartagena, me las pidió y presentó á vues-
tra Alteza; pero por los largos caminos de mar y de tierra que
vuestra Alteza ha emprendido, y ocupaciones frecuentes reales que
ha tenido, puede haber sido que, ó vuestra Alteza no las leyó, ó
que ya olvidadas las tiene, y el ansia temeraria y irracional de los
que tienen por nada indebidamente derramar tan inmensa copia
de humana sangre , y despoblar de sus naturales moradores y po-
seedores, matando mil cuentos de gentes, aquellas tierras grandí-
simas, y robar incomparables tesoros; crece cada dia importu-
nando por diversas vías y varios fingidos colores que se les
concedan ó permitan las dichas conquistas (las cuales no se les
podían conceder sin violación de la ley natural y divina, y por
consiguiente gravísimos pecados mortales, dignos de terribles y
eternos suplicios), tuve por conveniente servir á vuestra Alteza con
este sumario brevísimo, de muy difusa historia que de los estragos
y perdiciones acaecidas se podria y debería componer. Suplico á
vuestra Alteza lo resciba, y lea con la clemencia y real benigni-
dad que suele las obras de sus criados y servidores , que pura-
mente por sólo el bien público y prosperidad del estado real servir
desean. Lo cual, visto y entendida la deformidad de la injusticia
que á aquellas gentes inocentes se hace , destruyéndolas y des-
pedazándolas sin haber 'Causa ni razón justa para ello, sino por
sola la cudicia y ambición de los que hacer tan nefarias obra»
pretenden: vuestra Alteza tenga por bien de con eficacia suplicar
y persuadir á su Magostad que deniegue á quien las pidiere tan
nocivas y detestables empresas, antes ponga en esta demanda
infernal , perpetuo silencio , con tanto terror , que ninguno sea
osado dende adelante ni aun solamente se las nombrar. Cosa es
ésta (muy alto señor) 'convenientisima y necesaria para que todo
el estado de la corona real de Castilla, espiritual y temporalmente
Dios lo prospere y conserve y haga bienaventurado. Amen.
BREVlSIlii RELACIÓN DE LA DISlRllTClOfi DE LAS INDIAS.
Descubriéronse las Indias en el año de mil y cuatrocientos y
noventa y dos; fuéronse á poblar el año siguiente de cristianos
españoles , por manera que há cuarenta y nueve años que fueron
á ellas cantidad de españoles ; y la primera tierra donde entraron
para hecho de poblar, fué la grande y felicísima isla Española,
que tiene seiscientas leguas en torno. Hay otras muy grandes é
infinitas islas al rededor por todas las partes de ella , que todas
estaban , y las vimos las más pobladas y llenas de naturales gen-
tes, indios dellas, que puede ser tierra poblada en el mundo. La
tierra ñrme, que está de esta isla por lo más cercano doscientas y
cincuenta leguas , poco más , tiene de costa de mar más de diez
mil leguas descubiertas , y cada dia se descubre más; todas llenas
como una colmena de gentes , en lo que hasta el año de cuarenta
y uno se ha descubierto, que parece que puso Dios en aquellas
tierras todo el golpe ó la mayor cantidad de todo el linaje hu-
mano. Todas estas universas y infinitas gentes , á toto género crió
Dios los más simples, sin maldades ni dobleces, obedientisimas,
fidelísimas á sus señores naturales y á los cristianos , á quien sir-
ven: más humildes, más pacientes, más pacíficas y quietas: sin
rencillas ni bollicios, no rixosos^ no querulosos, sin rancores, sin
odios , sin desear venganzas que hay en el mundo. Son asimesmo
las gentes más delicadas , flacas y tiernas en complicion , y que
menos pueden sufrir trabajos , y que más fácilmente mueren de
cualquiera enfermedad; que ni hijos de príncipes y señores, entre
nosotros criados en regalos y delicada vida, no son más delicados
que ellos , aunque sean de los que entre ellos son de linaje de la-
bradores. Son también gentes paupérrimas, y que menos poseen
ni quieren poseer de bienes temporales , y por esto no soberbias,
10
no ambiciosas, no cabdiciosas. Su comida es tal, que la de loa
Sautos padres en el desierto no parece haber sido más estrecha ni
menos deleytosa ni pobre. Sus vestidos comunmente son en cue-
ros, cubiertas sus vergüenzas; y, cuando mucho, cúbfense con una
manta de algodón, que será como vara y media ó dos varas
de lienzo en cuadra. Sus camas son encima de una estera, y
cuando mucho, duermen en unas como redes colgadas que en len-
gua de la isla Española llaman hamacas. Son eso mismo de lim-
pios y desocupados y vivos entendimientos , muy capaces y dó-
ciles para toda buena doctrina, aptísimos para recibir nuestra
«anta fe católica y ser dotados de virtuosas costumbres, y las
que menos impedimentos tienen para esto que Dios crió en el
mundo, y son tan importunas desque una vez comienzan á tener
noticia de las cosas de la fe para saberlas y en ejercitar los sa-
cramentos de la Iglesia y el culto divino , que digo verdad que
han menester los religiosos para sufrirlos ser dotados por Dios de
don muy señalado de paciencia ; y, finalmente, yo he oido decir á
muchos seglares españoles de muchos años acá, y muchas veces,
no pudiendo negar la bondad que en ellos ven: cierto, estas gen-
tes eran las más bienaventuradas del mundo si solamente cono-
cieran áDios. En estas ovejas mansas y de las calidades susodi-
chas, por su hacedor y criador así dotadas , entraron los españoles,
desde luego que las conocieron, como lobos y tigres y leones
crudelísimos de muchos dias hambrientos. Y otra cosa no han
hecho de cuarenta años á esta parte hasta oy , y oy en este dia lo
hacen, sino despedazarlas, matarlas, angustiarlas, afligirlas,
atormentarlas y destruirlas por las extrañas y nuevas y varias, y
nunca otras tales vistas ni leídas y oídas maneras de crueldad;
de las cuales algunas pocas abajo se dirán, en tanto grado, que
habiendo en la isla Española sobre tres cuentos de ánimas que
vimos, no hay oy de los naturales de ella doscientas personas.
La isla de Cuba es quizá tan luenga como desde Valladolid á
Roma; está oy quasi toda despoblada. La isla de San Juan y la
de Jaraayca, i.slas muy grandes y muy felices y graciosas, am-
bas están asoladas. Las islas de los Lucayos que están comarca-
nas á la E.spañola y á Cuba por la parte del Norte, que son más de
11
sesenta con las que llamaban de Gigantes y otras islas grandes y
chicas , y que la peor de ellas es más fértil y graciosa que la
huerta del Rey de Sevilla y la más sana tierra del mundo, en las
cuales habia más de quinientas mil ánimas ; no hay oy una sola
criatura. Todas las mataron trayéndolas y por traerlas á la isla
Española, después que velan que se les acababan los naturales de
ella. Andando un navio tres años á rebuscar por ellas la gente
que habia , después de haber sido vendimiadas porque un buen
espía no se movió por piedad para los que se hallasen convertir-
los y ganarlos á Cristo , no se hallaron sino once personas , las
cuales yo vide. Detras más de treinta islas que están en comarca
de la isla de San Juan , por la misma causa están despobladas y
perdidas. Serán todas estas islas de tierra más de dos mil leguas,
que todas están despobladas y desiertas de gente. De la gran
tierra firme somos ciertos que nuestros españoles, por sus. cruel-
dades y nefandas obras, han despoblado y asolado, y que están
hoy desiertas, estando llenas de hombres racionales más de diez
reinos mayores q ue toda España , aunque entre Aragón y Portu-
gal en ellos, y más tierra que hay de Sevilla á Jerusalem dos veces,
que son más de dos mil leguas.
Daremos por cuenta muy cierta y verdadera que son muertas
en los dichos cuarenta años, por las dichas tiranías é infernales
obras de los cristianos, injusta y tiránicamente, más de doce
cuentos de ánimas , hombres y mugares y niños, y en verdad que
creo, sin pensar engañarme , que son más de quince cuentos.
- Dos maneras generales y principales han tenido los que allá
han pasado , que se llaman cristianos, en estirpar y raer de la haz
de la tierra aquellas miserandas naciones. La una por injustas,
crueles, sangrientas y tiránicas guerras. La otra después que
han muerto todos los que podrían anhelar ó sospirar ó pensar en
libertad, ó en salir de los tormentos que padecen, como son todos
los señores naturales y los hombres varones (porque comunmente
no dejan en las guerras á vida sino los mozos y mugeres) opri-
miéndoles con la más dura, horrible y áspera servidumbre en que
jamás hombres ni bestias pudieron ser puestas. A estas dos ma-
neras do tiranía infernal se reducen y se resuelven ó subalternan
12
como á géneros todas las otras diversas y varias de asolar aque-
llas gentes, que son infinitas.
La causa por que han muerto y destruido tantas y tales y tan
infinito número de ánimas, los cristianos, ha sido solamente por
tener por su fin ultimo el oro y henchirse de riquezas en muy
breves dias y subir á estados muy altos y sin proporción de sus
personas (conviene á saber) por la insaciable cudicia y ambición
que han tenido , que ha sido mayor que en el mundo ser pudo,
por ser aquellas tierras tan felices y tan ricas , y las gentes tan
humildes , tan pacientes y tan fáciles á sujetarlas , á las cuales
no han tenido más respecto ni de ellas han hecho más cuenta ni
estima (hablo con verdad por lo que sé y he visto todo el dicho
tiempo), no digo que de bestias (porque pluguiera á Dios que
como á bestias las hobieran tratado y estimado), pero como y
menos que estiércol de las plazas. Y asi han curado de sus vidas
y de sus ánimas, y por esto todos los números y cuentos dichos
han muerto sin fe y sin sacramentos. Y esta es una muy notoria
y averiguada verdad, que todos, aunque sean los tiranos y mata-
dores, la saben y la confiesan , que nunca los indios de todas las
Indias hicieron mal alguno á cristianos , antes los tuvieron por
venidos del cielo, hasta que primero, muchas veces, hubieron
recibido de ellos ó sus vecinos muchos males, robos, muertes,
violencias y vejaciones de ellos mismos.
DE LA ISLA ESPAÑOLA.
En la isla Española, que fué la primera, como decimos, donde
entraron cristianos y comenzaron los grandes estragos y perdi-
ciones de estas gentes , y que primero destruyeron y despoblaron;
comenzando los cristianos á tomar las mugeres é hijos á los indios
para servirse y para usar mal de ellos , y comerles sus comidas
que de sus sudores y trabajos salian; no contentándose con lo
que los indios les daban de su grado, conforme á la facultad que
cada uno tenia, que siempre es poca, porque no suelen tener más
de lo que ordinariamente han menester y hacen con poco trabajo,
13
y lo que basta para tres casas de á diez personas cada una, para
uu mes, corae un cristiano y destruye en un dia, y otras muchas
fuerzas y violencias y vejaciones que les hacian, comenzaron á en-
tender los indios que aquellos hombres no debian de haber venido
del cielo. Y algunos escondian sus comidas, otros sus mugeresy
hijos, otros huyanse á los montes por apartarse de gente de tan
dura y terrible conversación. Los cristianos dábanles de bofetadas
y puñadas y de palos , hasta poner las manos en los señores de los
pueblos. Y llegó esto á tanta temeridad y desvergüenza, que al
mayor rey señor de toda la isla, un capitán cristiano le violó por
fuerza su propia muger. De aquí comenzaron los indios á buscar
maneras para echar los cristianos de sus tierras; pusiéronse en
armas , que son harto flacas y de poca ofensión y resistencia y
menos defensa (por lo cual todas sus guerras son poco más que
acá juegos de canas y aun de niños): los cristianos con sus caba-
llos , y espadas y lanzas comienzan á hacer matanzas y crueldades
extrañas en ellos. Entraban en los pueblos, ni dejaban niños, ni
viejos, ni mugeres preñadas ni paridas que no desbarrigaran y
hacian pedazos , como si dieran en unos corderos metidos en sus
apriscos. Hacian apuestas sobre quién de una cuchillada abriael
hombre por medio, ó le cortaba la cabeza de un piquete, ó le
descubría las entrañas. Tomaban las criaturas de las tetas de
las madres por las piernas, y daban de cabeza con ellas en las
peñas. Otros daban con ellas en rios por las espaldas , riendo y
burlando y cayendo en elaguadecian, «bullís cuerpo de tal;» otras
criaturas metian en la espada con las madres juntamente , y to-
dos cuantos delante de sí hallaban. Hacian unas horcas largas
que juntasen casi los pies á la tierra, y de trece en trece, á ho-
nor y reverencia de nuestro Redentor y de los doce Apóstoles,
poniéndoles leña y fuego los quemaban vivos. Otros ataban 6
liaban todo el cuerpo de paja seca, pegándolo fuego, así los que-
maban. Otros y todos lostjue querían tomar á vida cortábanles
ambas manos , y de ellas llevaban colgando y dicíanles : « andad
con cartas » (conviene á saber), llevad las nuevas á las gentes que
estaban huidas por los montes. Comunmente mataban á los seño-
res y nobles de esta manera: que hacian unas parrillas de varas
14
sobre horquetas, y atábanlos en ellas y poníanles por debajo fuego
manso, para que poco á poco, dando alaridos en aquellos tormen-
tos desesperados, se les salían las ánimas.
Una vez vide que, teniendo en las parrilllas quemándose cuatro
ó cinco principales y señores (y aun pienso que habia dos ó tres
pares de parrillas donde quemaban otros), y porque daban muy
grandes gritos y daban pena al capitán ó le impedían el sueño,
mandó que los ahogasen; y el alguacil que hera peor que ver-
dugo que los quemaba (y sé como se llamaba, y aun sus parientes
conocí en Sevilla), no quiso ahogarlos; antes les metió con sus
manos palos en las bocas para que no sonasen , y atizóles el fueg'o
hasta que se asaron despacio como él quería. Yo vide todas las
cosas arriba dichas , y muchas otras infinitas. Y por que toda la
gente que huir podia se encerraba en los moiites y subia á las
sierras , huyendo de hombres tan inhumanos , tan sin piedad y
tan feroces bestias, estirpadores y capitales enemigos del linaje
humano, enseñaron y amaestraron lebreles, perros bravísimos,
que en viendo un indio le hacían pedazos en un credo , y mejor
arremetían á él y lo comían que sí fuera un puerco. Estos perros
hicieron grandes estragos y carnecerías , y porque algunas veces
raras y pocas mataban los indios algunos cristianos, con justa
razón y santa justicia, hicieron ley entre sí, que por un cristiano
que los indios matasen, habían los cristianos de matar cien indios.
LOS REINOS QUE HABÍA EN LA ISLA ESPAÑOLA.
Había en esta isla Española cinco reinos muy grandes princi-
pales y cinco reyes muy poderosos , á los cuales cuasi obedecían
todos los otros señores, que eran sin número, puesto que algunos
señores de algunas apartadas provincias no reconocían superior
de ellos alguno. El un reino se llamaba Magua, la última sílaba
aguda, que quiere decir el reino de la vega. Esta vega es de las
más insignes y admirables cosas del mundo , porque dura ochenta
leguas de la mar del Sur á la del Norte. Tiene de ancho cinco
leguas y ocho hasta diez , y sierras altísimas de una parte y de
15
otra. Entran en ella sobre treinta mil rios y arroyos , entre loa
cuales son los doce tan grandes como Ebro y Duero y Guadalqui-
vir. Y todos los rios que vienen de la una sierra, que está al Po-
niente , que son los veinte y veinticinco mil , son riquísimos de
oro. En la cual sierra ó sierras se contiene la provincia de Cibao,
donde se dicen las minas de Cibao, de donde sale aquel señalado
y subido, en quilates , oro que por acá tiene gran fama. El rey y
señor de este reino se llamaba Guarioner. Tenia señores tan
grandes por vasallos que juntaba uno de ellos diez y seis mil
hombres de pelea para servir á Guarioner , y yo conocí algunos
de ellos. Este rey Guarioner era muy obediente y virtuoso y na-
turalmente pacífico , y devoto á los reyes de Castilla, y dio ciertos
años su gente, por su mandado, cada persona que tenia casa, lo
hueco de un caxcabel lleno de oro , y después , no pudiendo hen-
chirlo, se lo cortaron por medio y dio llena aquella mitad porque
los indios de aquella isla tenian muy poca ó ninguna industria de
coger ó sacar el oro de las minas. Decia y ofrecíase este cacique
á servir al rey de Castilla con hacer una labranza que llegase
desde la Isabela, que fué la primera población de los cristianos,
hasta la ciudad de Santo Domingo , que son grandes cincuenta
leguas, porque no le pidiesen oro, porque decia, y con verdad,
que no lo sabian coger sus vasallos. La labranza que decia que
haria sé yo que la podia hacer y con grande alegría, y que valiera
más al rey cada año de tres cuentos de castellanos, y aun fuera tal
que causara esta labranza haber en la isla hoy más de cincuenta
ciudades tan grandes como Sevilla.
El pago que dieron á este rey y señor tan bueno y tan grande
fué deshonrrallo por la muger, violándosela un capitán, mal cris-
tiano , el que pudiera aguardar tiempo y juntar de su gente para
vengarse , acordó de irse y esconderse sola su persona , y morir
desterrado de su reino y estado á una provincia que se decia de
los Ciguallos, donde era un gran señor su vasallo. Desde que lo
hallaron menos los cristianos no se les pudo encubrir : van y ha-
cen guerra al señor que lo tenia, donde hicieron grandes matan-
zas, hasta que en ñn lo hobieron de hallar y prender, y preso
con cadenas y grillos lo metieron en una nao para traerlo á Cas-
16
tilla. La cual se perdió en la mar, y con él se ahogaron muchos
cristianos y gran cantidad de oro, entre lo cual pereció el grano
grande que era como una hogaza, y pesaba tres mil y seiscientos
castellanos, por hacer Dios venganza de tan grandes injusticias.
El otro reino se decia del Marien , donde agora es el puerto
real al cabo de la vega , hacia el Norte , y más grande que el
reyno de Portugal; aunque, cierto, harto más felice y digno de
ser poblado, y de muchas y grandes sierras, y minas de oro y
cobre muy rico, cuyo rey se llamaba Guacanagarí, la última
aguda, debajo del cual habia muchos y muy grandes señores, de
los cuales yo vide y conocí muchos , y á la tierra de éste fué pri-
mero á parar el Almirante viejo que descubrió las Indias, al cual
recibió la primera vez el dicho Guacanagarí, cuando descubrió la
isla con tanta humanidad y caridad, y á todos los cristianos que con
él iban , y les hizo tan suave y gracioso recibimiento , y socorro
y aviaraiento (perdiéndosele allí aun la nao en que iba el Almi-
rante) que en su misma patria y de sus mismos padres no lo
pudiera recibir mejor. Esto sé por relación y palabras del mismo
Almirante. Este rey murió huyendo de las matanzas y cruelda-
des de los cristianos ; destruido y privado de su estado, por los
montes perdido. Todos los otros señores, subditos suyos, murieron
en la tiranía y servidumbre que abajo será dicha.
El tercero reino y señorío fué la Maguana ; tierra también ad-
mirable , sanísima y fértilísima, donde agora se hace la mejor azú-
car de aquella isla. El rey del se llamó Caonabo, éste en esfuerzo,
y estado, y gravedad, y ceremonias de su servicio, excedió á todos
los otros. A éste prendieron con una gran sutileza y maldad, es-
tando seguro en su casa. Metiéronlo después en un navio para
traerlo á Castilla , y estando en el puerto seis navios para se par-
tir, quiso Dios mostrar ser aquella con las otras grande iniquidad
y injusticia, y envió aquella noche una tormenta que hundió
todos los navios , y ahogó todos los cristianos que en ellos estaban,
donde murió el dicho Caonabo cargado de cadenas y grillos. Tenia
este señor tres ó cuatro hermanos muy varoniles y esforzados
como él; vista la prisión tan injusta de su hermano y señor, y
las destrucciones y matanzas que ios cristianos en los otros reinos
17
hacían, especialmente desde que supieron que el rey, su herma-
no, era muerto, pusiéronse en armas para ir á acometer y venf^arse
de los cristianos ; van los cristianos á ellos con ciertos de caballo
(que es la más perniciosa arma que puede ser para entre indios),
y hacen tantos estragos y matanzas, que asolaron y despoblaron
la mitad de todo aquel reino.
El cuarto reino es el que se llamó de Xaragua, este era como
el meollo ó médula, ó como la csrte de toda aquella isla; excedía
en la lengua y habla ser más polida , en la policía y crianza más
ordenada y compuesta en la muchedumbre de la nobleza y ge-
nerosidad , porque habia muchos y en gran cantidad señores y
nobles, y en la lindeza y hermosura de toda la gente á todos los
otros. El rey y señor del se llamaba Behechio, tenia una hermana
que se llamaba,Anacaona. Estos dos hermanos hicieron grandes
servicios á los reyes de Castilla, y inmensos beneficios á los cris-
tianos, librándolos de muchos peligros de muerte; y después de
muerto el rey Behecbio , quedó en el reino por señora Anacaona.
Aquí llegó una vez el Gobernador que gobernaba esta isla , con
sesenta de á caballo y más trescientos peones , que los de caballo
solos bastaban para asolar á toda la isla y-la tierra firme; y lle-
gáronse más de trescientos señores á su llamado seguros , de los
cuales hizo meter dentro de una casa de paja muy grande los
más señores por engaño , y metidos les mandó poner fuego y los
quemaron vivos. A todos los otros alancearon y metieron á espada
con infinita gente, y á la señora Anacaona, por hacerla honra,
ahorcaron. Y acaescia á algunos cristianos , ó por piedad ó por cu-
dicia , tomar algunos niños para mampararlos no los matasen , y
poníanlos á las ancas de los caballos, venia otro español por detras
y pasábalo con su lanza ; otro, si estaba el niño en el suelo, le cor-
taba las piernas con la espada. Alguna gente que pudo huir de
esta tan inhumana crueldad, pasáronse á una isla pequeña, que
está cérea de allí, ocho leguas en la mar, y el dicho gobeniador
condenó á todos estos que allí se pasaron , que fuesen esclavos
porque huyeron de la carnicería.
El quinto reino se llamaba Higuey ; y señoreábalo una reina
vieja que se Ikmó Higuanama. A ésta ahorcaron, y fueron inflni-
ToMO LXXI. 2
18
tas las gentes que yo vide quemar vivas, y despedazar y ator-
mentar por diversas y nuevas maneras de muerte y tormentos; y
hacer esclavos todos los que á vida tomaron ; y porque son tantas
las particularidades que en estas matanzas y perdiciones de aque-
llas gentes ha habido, que en mucha escritura no podrían caber
(porque, en verdad, que creo que por mucho que dijese uo pueda
explicar de mil partes una), sólo quiero en lo de asi guerras suso-
dichas, concluir con decir y afiraiar que, en Dios y en mi con-
ciencia, que tengo por cierto que para hacer todas las injusticias
y maldades dichas , y las otras que dejo y podria decir, no dieron
más causa los indios , ni tuvieron más culpa que podrían dar ó
tener un convento de buenos y concertadoá religiosos para robar-
los y matarlos, y los que de la muerte quedasen vivos ponerlos
en perpetuo captiverio y servidumbre de esclavo». Y más afirmo,
que hasta que todas las muchedumbres de gentes de aquella isla
fueron muertas y asoladas , que pueda yo Ct-eer y conjeturar , no
cometieron contra los cristianos un solo pecado mortal que fuese
punible por hombres , y los que solamente son reservados á Dios,
como son los deseos de venganza , odio y rencor que podian tener
aquellas gentes contra tan capitales enemigos como les fueron
los cristianos, estos creo que cayeron en muy pocas personas de
los indios, y eran poco más impetuosos y rigurosos, por la mucha
experiencia que de ellos tengo , que de niños ó muchachos de diez
ó doce años; y sé por cierta y infalible ciencia, que los indios tu-
vieron siempre justísima guerra contra los cristianos , y los cris-
tianos una ni ninguna nunca tuvieron justa >iontra los indios,
antes fueron todas diabólicas é injustísimas, y mucho más que
de ningún tirano se puede decir del mundo, y lo misuio afirmo
de cuantas han hecho en todas las Indias,
Después de acabadas las guerras y muertos en ellas todos los
hombres, quedando comunmente los mancebos, y mugeres y
niños, repartiéronlos entre sí, daudo á uno treinta, á otro cuarenta,
á otro ciento y doscientos , según la gracia que cada uno alcan-
zaba con el tirano mayor, que decían gobernador, y así reparti-
dos á cada cristiano, dábauselos con esta color que losenst-ñase en
las cosas de la fe católica , siendo comunmente todos ellos idiotas
19
y hombres crueles , avarísimos y viciosos , haciéndolos curas de
ánimas. Y la cura ó cuidado que de ellos tuvieron fué enviar los
hombres á las minas á sacar oro , que es trabajo intolerable; y
las mugeres ponian en las estancias, que son granjas, á cavar
las labranzas y cultivar la tierra, trabajo para hombres muy fuer-
tes y recios. No daban á los unos ni á las otras de comer sino
yerbas y cosas que no tenian sustancia , secábaseles la leche de
las tetas á las mugeres paridas , y asi murieron en breve todas
las criaturas , y por estar los maridos apartados , que nunca veian
á las mugeres, cesó entre ellos la generación, murieron ellos en
las minas de trabajos y hambre , y ellas en las estancias ó granjas
de lo mismo ; y así se acabaron tantas y tales multitudes de gen-
tes de aquella isla , y así se pudiera haber acabado todas las del
mundo. Decir las cargas que les echaban de tres y cuatro arrobas,
y los llevaban ciento y doscientas leguas, y los mismos cristianos
se hacían llevar en hamacas, que son como redes, á cuestas de
los indios , porque siempre usaron de ellos como de bestias para
cargas. Tenian mataduras en los hombros y espaldas de las car-
gas, como muy matadas bestias. Decir asimismo los azotes, palos,
bofetadas , puñadas , maldiciones y otros mil géneros de tormen-
tos que en los trabajos les daban, en verdad, que en mucho tiempo
ni papel no se pudiese decir , y que fuese para espantar los hom-
bres. Y es de notar que la perdición de estas islas y tierras, se
comenzaron á perder y destruir desde que allá se supo la muerte
de la serenísima reina Doña Isabel , que fué el año de mil quinien-
tos y cuatro , porque hasta entonces sólo en esta isla se hablan
destruido algunas provincias por guerras injustas, pero no del
todo; y estas, por la mayor parte, y cuasi todas, se le encubrieron
á la reina, porque la reina, que aya santa gloria, tenia grandí-
simo cuidado y admirable celo á la salvación y prosperidad de
aquellas gentes, como sabemos los que lo vimos y palpamos con
nuestros ojos y manos los ejemplos de esto. Débese de notar otra
regla en esto: que en todas las partes de las Indias donde han ido
y pasado cristianos, siempre hicieron en los indios todas las cruel-
dades susodichas, y matanzas y tiranías, y opresiones abominables
en aquellas inocentes gentes, y anadian muchos más y mayores, y
20
más nuevas maneras de tormentos, y más crueles siempre fueron,
porque los dejaba Dios más de golpe caer y derrocarse en repro-
bado juicio ó sentimiento.
DE LAS DOS ISLAS DE SAN JUAN Y JAMAYCA.
Pasaron á la isla de San Juan y á la de Jamayca (que era
unas huertas y unas colmenas), el año de mil y quinientosy nueve,
los españoles con el fiu y propósito que fueron á la Española; los
cuales hicieron y cometieron los g-randes insultos y pecados suso-
dichos , y añadieron muchas, señaladas y grandísimas cruelda-
des , más matando , y quemando , y asando , y echando á perros
bravos; y después oprimiendo, y atormentando, y vejando en las
minas y en los otros trabajos , hasta consumir y acabar todos
aquellos infelices inocentes que habia en las dichas dos islas más
de seiscientas rail ánimas , y creo que más de un cuento , y no
hay hoy en cada una doscientas personas , todas perecidas sin fe
y sin sacramentos.
DE LA ISLA DE CUBA.
El año de mil y quinientos y once pasaron á la isla de Cuba,
que es, como dije tan luenga como de Valladolid á Roma (donde
habia grandes provincias de gentes), comenzaron y acabaron délas
maneras susodichas, y mucho más y más cruelmente. Aquí acaecie-
ron cosas muy señaladas. Un cacique y señor muy principal, que
por nombre tenia Hatuey , que se habia pasado de la isla Española
á Cuba con mucha de su gente, por huir de las calamidades y
inhumanas obras de los cristianos ; y estando en aquella isla de
Cuba , y dándole nuevas ciertos indios que pasaban á ella los cris-
tianos, ajuntó mucha ó toda su gente, y díjoles: «ya sabéis como
se dice que los cristianos pasau acá, y tenéis experiencia cuáles
han parado á los señores fulano, fulano y fulano, y aquellas gen-
tes de Hayti (que es la Española), lo mismo vienen á hacer acá,
¿sabéis quizá por qué lo hacen?» Dijeron: «no, sino porque son de su
natura crueles y malos.» Dice él, «no lo hacen por sólo eso, sino
21
poique tienen un Dios á quien ellos adoran y quieren mucho , y
por haberlo de nosotros para lo adorar nos trabajan de sojuzgar y
nos matan.» Tenia cabe sí una cestilla llena de oro enjoyas y dijo:
«veis aquí el Dios de los cristianos, hagámosle si os parece Arey-
tos (que son bailes y danzas) y quizá le agradaremos, y les man-
dará que no nos hagan mal.» Dijeron todos á voces: «bien es, bien
es . » Bailáronle delante hasta que todos se cansaron; y después dice el
señor Hatuey: «rairá, como quiera. que sea, si lo g-u ardamos, para
sacárnoslo al fin nos han de matar , echémoslo en este rio. » Todos
votaron que así se hiciese , y así lo echaron en un rio grande que
allí estaba. Este cacique y señor anduvo siempre huyendo de los
cristianos desde que llegaron á aquella isla de Cuba, como quien
los conoscia, y defendíase cuando los topaba; y al finio prendie-
ron, y sólo porque huia de gente tan inicua y cruel, y se defendía
de quien lo quería matar y oprimir hasta la muerte , á sí y á toda
su gente y generación , ló hubieron vivo de quemar.
Atado al palo decíale un religioso de San Francisco , santo
varón , que allí estaba , algunas cosas de Dios y de nuestra fe ; el
cual nunca las habia jamás oído, lo que podia bastar aquel po-
quillo tiempo que los verdugos le daban, y que si quería creer
aquello que le decía que iría al cielo, donde habia gloria y eterno
descanso , y si no, que habia de ir al infierno á padecer perpetuos
tormentos y penas. El, pensando un poco , preguntó al religioso si
iban cristianos al cielo, el religioso le respondió que sí, pero que
iban los que eran buenos. Dijo luego el cacique sin más pensar,
que no quería él ir allá sino al infierno, por no estar donde estu-
viesen, y por no ver tan cruel gente. Esta es la fama y honra que
Dios y nuestra fe ha ganado con los cristianos que han ido á las
Indias. Una vez, saliéndonos á recibir con mantenimientos y re-
galos diez leguas de un gran pueblo, y llegados allá nos dieron
gran cantidad de pescado, y pan y comida con todo lo que más
pudieron ; súbitamente se les revistió el diablo á los cristianos , y
meten á cuchillo en mi presencia (sin motivo ni causa que tuvie-
sen ) más de tres mil ánimas que estaban sentados delante de
nosotros, hombres, y mugeres y niños. Allí vide tan grandes
crueldades, que nunca los vivos tal vieron ni pensaron ver. Otra
22
vez , desde há pocos dias , envié yo mensajeros , asegurando que
no temiesen, á todos los señores de la provincia de la Habana,
porque tenian por oidas de mi crédito , que no se ausentasen sino
que nos saliesen á recibir, que no se les baria mal ninguno; por-
que de las matanzas pasadas estaba toda la tierra asombrada; y
esto hice con parecer del capitán ; y llegados á la provincia salié-
ronnos á recibir veinte y un señores y caciques, y luego los
prendió el capitán, quebrantando el seguro que yo les había dado,
y los queria quemar vivos otro dia, diciendo que era bien, porque
aquellos señores algún tiempo hablan de hacer algún mal. Vídeme
en muy gran trabajo quitarlos de la hoguera . pero al fin se esca-
paron. Después que todos los indios de la tierra desta isla fueron
puestos en la servidumbre y calamidad de los de la Española,
viéndose morir y perecer sin remedio , todos comenzaron unos á
huir á los montes , otros á ahorcarse de desesperados , y ahorcá-
banse maridos y mugeres y consigo ahorcaban los hijos; y por las
crueldades de un español muy tirano (que yo conocí) se ahorca-
ron más de doscientos indios; feneció de esta manera infinita
gente. Oficial del rey hubo en esta isla que le dieron de reparti-
miento trescientos indios, y al cabo de tres meses habían muerto
en los trabajos de las minas los doscientos y setenta, que no le
quedaran de todos sino treinta , que fué el diezmo. Después le
dieron otros tantos y más , y también los mató , y dábanle y más
mataba, hasta que se murió y el diablo le llevó el alma. En tres
ó cuatro meses, estando yo presente, ,'murieron de hambre por
llevarles los padres y las madres á las minas , más de siete mil
niños. Otras cosas vide espantables ; después acordaron de ir á
montear los indios que estaban por los montes , donde hicieron
estragos admirables, y asi asolaron y despoblaron toda aquella
isla, la cual vimos agora poco há , y es una gran lástima y com-
pasión verla yermada y hecha toda una soledad.
DE LA TIERRA FIRME.
El año de mil y quinientos y catorce pasó á la tierra firme un
infelice gobernador, crudelísimo, tirano , sin alguna piedad ni aun
23
prudencia, como un instrumento del furor divino, muy de pro-
pósito para poblar en aquella tierra con mucha »ente de españoles;
y aunque algunos tiranos habían ido á la tierra firme, que habian
robado y matado, y escandalizado mucha gente, pero habia sido
á la costa de la mar, salteando y robando lo que podian. Mas éste
excedió á todos los otros que antes del habian ido, y á los de todas
las islas, y sus hechos nefarios á todas las abominaciones pasadas
no sólo á la costa de la mar, pero grandes tierras y reinos despo-
bló y mató, echando inmensas geutes que en ellos habia á los
infiernos. Este despobló desde muchas leguas arriba del Darien,
hasta el reino y provincias de Nicaragua, inclusive, que son más
de quinientas leguas, y la mejor y más felice y poblada tierra
que se cree haber en el mundo; donde habia muy muchos grandes
señores, infinitas y grandes poblaciones, grandísimas riquezas de
oro, porque hasta aquel tiempo en ninguna parte habia parecido
sobre la tierra tanto, porque aunque de la isla Española se habia
henchido casi España de oro , y de más fino oro , pero habia sido
sacado con los indios de las entrañas de la tierra de las minas
dichas, donde, como se dijo, murieron. Este gobernador y su
gente inventó nuevas maneras de crueldades y de dar tormentos
á los indios porque descubriesen y les diesen oro ; capitán hubo
suyo que en una entrada que hizo por mandado del , para robar y
estirpar gentes, mató sobre cuarenta mil ánimas, que vido por
sus ojos un religioso de San Francisco que con él iba, que se lla-
maba Fray Francisco de San Román , metiéndolos á espada , que-
mándolos vivos y echándolos á perros bravos , y atormentándolos
con diversos tormentos; y porque la ceguedad perniciosísima que
siempre han tenido hasta hoy los que hao regido las Indias en
disponer y ordenar la conversión y salvación de aquellas gentes,
la cual siempre han pospuesto (con verdad se dice esto) en la
obra y efecto , puesto que por palabras hayan mostrado y colorado
ó disimulado otra cosa, ha llegado á tanta profundidad que hayan
imaginado , y practicado , y mandado que se les hagan á los in-
dios requerimientos que vengan á la fe, y á dar la obediencia á
los reyes de Castilla, si noque les harán guerra á fuego y á
sangre , y les mataráu y les captivarán , etc. Como si el Hijo de
24
Dios que murió por cada uno die ellos , hubiera en su ley mandado
cuando dijo: Juntes docete omnes ge7ites, que se hiciesen requeri-
mientos á los infieles pmcificos y que tienen sus tierras propias, y
sino la recibiesen luego sin otra predicación y doctrina, y si no
se diesen asimismo al señorío del rey que nunca oyeron ni vieron
especialmente, cuya gente y mcnsar^eros son tan crueles, tan
despiadados y tan horribles tiranos , perdiesen por el mismo caso
la hacienda y las tierras, la libertad, las mugeres é hijos, con
todas sus vidas, que es cosa absurda y estulta, y digna de todo
vituperio, y escarnio y infierno. Así que como llevase aquel triste
y malaventurado gobernador instrucción que hiciese los dichos
requerimientos , para más justificarlos , siendo ellos de si mismos
absurdos, irracionables ó injustísimos, mandaba ó los ladrones que
enviaba , lo hacían cuando acordaban de ir á saltear y robar algún
pueblo de que tenían noticia tener oro , estando los indios en sus
pueblos y casas seguros ; íbanse de noche los tristes españoles
salteadores hasta media legua del pueblo , y allí aquella noche
entre si mismos apregonaban ó leían el dicho requerimiento di-
ciendo: «caciques y indios de esta tierra firme, de tal pueblo, ha-
cemos os saber que hay un Dios, y un Papa , y un rey de Castilla
que es señor de estas tierras , venid luego á le dar la obedien-
cia etc., y si no, sabed que os haremos guerra, y mataremos y
captivaremos, etc.» Y al cuarto del alba, estando los inocentes
durmiendo con sus mugeres é hijos, daban en el pueblo poniendo
fuego alas casas, que comunmente eran de paja, y quemaban
vivos los niños y mugeres, y muchos de los demás antes que
acordasen matábanlos que querían, y los que tomaban á vida
mataban á tormentos porque dijesen de otros pueblos de oro, ó de
más oro de lo que allí hallaban, y los que restaban herrábanlos
por esclavos; iban después, acabado ó apagado el fuego, á buscar
el oro que había en las casas. De esta manera y en estas obras se
ocupó aquel hombre perdido con todos los malos cristianos que
llevó, desde el año de catorce hasta el año de veinte y uno ó
veinte y dos , enviando en aquellas entradas cinco y seis y más
criados , por los cuales le daban tantas partes ( allende de la que
le cabia por capitán general) de todo el oro, y perlas, y joyas
¿o
que robaban , y de los esclavos que hacia. Lo mismo hacían los
oficiales del rey , enviando cada uno los más mozos ó criados que
podia; y el Obispo primero de aquel reino enviaba también sus
criados, por tener su parte en aquella grangería. Más oro robaron
en aquel tiempo de aquel reino (á lo que yo puedo juzgar) de un
millón de castellanos , y creo que me acorto, y no se hallará que
enviaron al rey sino tres mil castellanos de todo aquello robado,
y más gentes destruyeron de ochocientas mil ánimas. Los otros
tiranos gobernadores que allí sucedieron hasta el año de treinta
y tres, mataron y consintieron matar con la tiránica servidumbre
que á las guerras sucedió los que restaban.
Entre infinitas maldades que éste hizo y consintió hacer el
tiempo que gobernó fué, que dándolo un cacique ó señor de su
voluntad, ó por miedo {como más es verdad), nueve mil caste-
llanos , no contentos con esto prendieron al dicho señor , y átanlo
á un palo sentado en el suelo, y extendidos los pies pónenle fuego
á ellos porque diese más oro, y él envió á su casa y trajeron otros
tres mil castellanos, tórnanle á dar tormentos, y él no dando más
oro porque no lo tenia ó porque no lo quería dar, tuviéronle de
aquella manera hasta que los tuétanos le salieron por las plantas,
y asi murió. Y destos fueron infinitas veces las que á señores
mataron y atormentaron, por sacarles oro. Otra vez, yendo á sal-
tear cierta capitanía de españoles, llegaron á un monte donde es-
taba recogida y escondida, por huir de tan pestilenciales y horri-
bles obras de los cristianos , mucha gente , y dando de súbito
sobre ella tomaron setenta ú ochenta doncellas y mugeres,
muertos muchos que pudieron matar. Otro día juntáronse muchos
indios , y iban tras los cristianos peleando por el ansia de sus
mugeres y hijas , y viéndose los cristianos apretados no quisieron
soltar la cabalgada sino meten las espadas por las barrigas de las
muchachas y mugeres, y no dejaron de todas ochenta una viva.
Los indios que se les rasgaban las entrañas de dolor, daban gritos y
decían: «¡hó malos hombres, crueles cristianos, á las yras matáis!»
yra llaman en aquella tierra á las mugeres, quasi diciendo, ma-
tar las mugeres señal es de abominables y crueles hombres bes-
tiales. A diez ó quince leguas de Panamá estaba un gran señor
26
que se llamaba Paris , y muy rico de oro ; fueron allá los cris-
tianos y recibiólos como si fueran hermanos suyos , y preseutó al
capitán cincuenta mil castellanos de su voluntad; el capitán y los
cristianos, parecióles que quien daba aquella cantidad de su gracia
que debia de tener mucho tesoro (que era el fin y consuelo de
sus trabajos), disimularon y dicen que se quieren partir, y tornan
al cuarto del alba y dan sobre seguro en el pueblo , quémanlo
con fuego que pusieron; mataron y quemaron mucha geute, y
robaron cincuenta ó sesenta mil castellanos otros ; y el cacique o
señor escapóse, que no le mataron ó prendieron. Juntó presto la
más gente que pudo, y á cabo de dos ó tres dias alcanzó ios cris-
tianos que llevaban sus ciento y treinta ó cuarenta mil castellanos,
y da en ellos varonilmente y mata cincuenta cristianos y tómales
todo el oro , escapándose los otros huyendo y bien heridos. Des-
pués tornan muchos cristianos sobre el dicho cacique, y asoláronlo
á él y á infinita de su gente, y los demás pusieron y mataron en
la ordinaria servidumbre. Por manera que no hay hoy vestigio ni
señal de que haya habido allí pueblo ni hombre nacido , teniendo
treinta leguas llenas de gente de señorío. Destas no tienen cuento
las matanzas y perdiciones que aquel mísero hombre con su com-
pañía en aquellos reinos (que despobló) hizo.
DE LA PROVINCIA DE NICARAGUA
El año de mil y quinientos y veinte y dos ó veinte y tres pasó
este tirano á sojuzgar la felicísima provincia de Nicaragua, el
cual, entró en ella en triste hora. Desta provincia, ¿quién podrá
encarecer la felicidad, sanidad, amenidad y prosperidad y fre-
cuencia, y población de gente suya? Era cosa verdaderamente de
admiración ver cuan poblada de pueblos, que cuasi duraban tres y
cuatro leguas en luengo , llenos de admirables frutales que cau-
saba ser inmensa la gente. A estas gentes (porque era la tierra
llana y rasa, que no podian esconderse en los montes, y deleyto-
sa, que con mucha angustia y dificultad osaban dejarla, por lo
cual sufrían y sufrieron grandes persecuciones, y cuanto les era
27
posible toleraban las tiranías y servidumbre de los cristianos , y
porque de su natura era gento muy mansa y pacífica) hízoles
aquel tirano con sus tiranos compañeros que fueron con él , todos
los que á todo el otro reino le habían ayudado á destruir, tantos da-
ños, tantas matanzas , tantas crueldades, tantos captiveriosy sin
justicias que no podría lengua buena decirlo. Enviaba cincuenta
de caballos , y hacia alancear toda una provincia mayor que el
condado de Rusellon, que no dejaba hombre ni muger, ni viejo ni
niño á vida por muy liviana cosa, así como porque no venían tan
presto á su llamado, ó no le trahian tantas cargas de mahíz, que es
el trigo de allá, ó tantos indios para que sirviesen á él ó á otro de
los de su compañía. Porque como era la tierra llana no podía huir
de los caballos ninguno ni de su ira infernal. Enviaba españoles
á hacer entradas, que es ir á saltear indios á otras provincias, y
dejaba llevar á los salteadores cuantos indios querían de los pue-
blos pacíficos y que les servían. Los cuales echaban en cadenas,
porque no les dejasen las cargas de tres arrobas que les echaban
á cuestas. Y acaeció vez, de muchas que esto hizo, que de cuatro
mil indios no volvieron seis vivos á sus casas, que todos los de-
jaban muertos por los caminos. Y cuando algunos cansaban y se
despeaban de las grandes cargas , y enfermaban de hambre y tra-
bajo y ñaqueza, por no desensartarlos de las cadenas les cortaban
por la collera la cabeza, y caía la cabeza á un cabo y el cuerpo á
otro; véase qué sentirían los otros. E así, cuando se ordenaban se-
mejantes romerías , como tenían experiencia los indios de que
ninguno volvía, cuando salían iban llorando y suspirando los
indios, y diciendo, aquellos son los caminos por donde íbamos á
servir á los cristianos; y, aunque trabajábamos mucho, en fin vol-
víamonos á cabo de algún tiempo á nuestras casas, y á nuestras
mugeres y hijos; pero agora vamos sin esperanza de nunca ja-
más volver ni verlos, ni de tener más vida. Una vez porque quiso
hacer nuevo repartimiento de los indios, porque se le antojó (y
aun dicen que por quitar los indios á quien no quería bien y
darlos á quien le parecía), fué causa que los indios no sembrasen
una sementera , y como no hubo pan , los cristianos tomaron á
los indios cuanto mahíz tenían para mantener á sí y á sus hijos,
28
por lo cual murieron Je hambre más de veinte ó treinta mil áni-
mas; y acaeció mup^er matar su hijo para comerlo, de hambre.
Como los pueblos que tenian erau todos y una muy graciosa huerta
cada uno, como se dijo , aposentáronse en ellos los cristianos cada
uno en el pueblo que le repartían (ó como dicen ellos) le encomen-
daban , y hacia en él sus labranzas manteniéndose de las comidas
pobres de los indios , y así les tomaron sus particulares tierras y
heredades, de que se mantenían. Por manera que tenian los españo-
les dentro de sus mismas casas todos los indios, señores, viejos,
mujeres y niños, y á todos hacen que les sirvan noches y dias
sin holganza; hasta los niños, cuan presto pueden tenerse en los
pies, les ocupaban en lo que cada uno puede hacer, y más de lo que
puede, y así los han consumido y consumen hoy los pocos que han
restado, no teniendo ni dejándoles tener casa ni cosa propia en lo
cual aún exceden á las injusticias en este género que en la Espa-
ñola se hacian. Han fatigado y opreso y sido causa de su acele-
rada muerte de muchas gentes en esta provincia, haciéndoles lle-
var la tablazón y madera de treinta leguas al puerto para hacer
navios y enviarlos á buscar miel y cera por los montes , donde
los comen los tigres ; y han cargado y cargan oy las mugeres pre-
ñadas y paridas como á bestias. La pestilencia más horrible que
principalmente ha asolado aquella provincia , ha sido la licencia
que aquel gobernador dio á los españoles para pedir esclavos á
los caciques y señores de los pueblos. Pedian cada cuatro 6 cinco
meses, ó cada vez que cada uno alcanzaba la gracia ó licencia
del dicho gobernador, al cacique cinquenta esclavos con amenazas
de que si no los daban lo habia de quemar vivo ó echar á los perros
bravos. Como los indios comunmeute no tienen esclavos, cuando
mucho un cacique tiene dos ó tres ó cuatro, iban los señores por
su pueblo y tomaban lo primero todos los huérfanos, y después
pedian á quien tenia dos hijos uno, y á quien tres dos, y desta
manera cumplía el cacique el número que el tirano le pedia, con
grandes alaridos y llantos del pueblo, porque son las gentes que
más parece que aman á sus hijos. Como esto se hacia tantas veces,
asolaron desde el año de veinte y tres hasta el año de treinta y tres
todo aquel reino, porque anduvieron seis ó siete años cinco 6 seis
29
navios al tracto llevando todas aquellas muchedumbres de indios á
vender por esclavos al Panamá y al Perú, donde todos son muer-
tos. Porque es averiguado y experimentado millares de veces, que
sacando los indios de sus tierras naturales luego mueren más fácil-
mente, porque siempre no les dan de comer y no les quitan nada
de los trabajos, como no los vendan ni los otros los compren sino
para trabajar. Desta manera han sacado de aquella provincia indios
hechos esclavos, siendo tan libres como yo, más de quinientas mil
ánimas. Por las guerras infernales que los españoles les han he-
cho y por el cautiverio horrible en que los pusieron, más han
muerto de otras quinientas y seiscientas mil personas hasta oy, y
oy los matan. En obra de catorce años todos estos estragos se han
hecho. Habrá oy en toda la dicha provincia de Nicaragua obra
de cuatro ó cinco mil personas, las cuales matan cada dia, con los
servicios y opresiones cotidianas y personales , siendo (como se
dijo) una de las pobladas del mundo.
DE LA NUEVA ESPAÑA.
En el año de mil y quinientos diez y siete se descubrió la
nueva España, y en el descubrimiento se hicieron grandes escán-
dalos en los indios y algunas muertes por los que la descubrie-
ron. En el año de mil y quinientos y diez y ocho la fueron á robar
y á matar los que se llamaban cristianos, aunque ellos dicen
que van á poblar ; y desde este año de diez y ocho hasta el dia de
oy, que estamos en el año de mil y quinientos y cuarenta y dos,
ha rebosado y llegado á su colmo toda la iniquidad, toda la in-
justicia, toda la violencia y tiranía que los cristianos han hecho
en las Indias, porque del todo han perdido todo temor á Dios y al
re^'' y se han olvidado de sí mismos. Porque son tantos y tales los
estragas y crueldades , matanzas y destrucciones , despoblacio-
nes, robos, violencias y tiranías, y en tantos y tales reinos de
la gran tierra firme , que todas las cosas que hemos dicho son
nada en comparación de las que se hicieron ; pero aunque las di-
jéramos todas, que son infinitas las que dejamos de decir, no son
30
comparables, ni en número ni en gravedad, á las que desde el dicho
año de mil y quinientos y diez y ocho se han hecho y perpetrado
hasta este dia y año de mil y quinientos y cuarenta y dos ; y oy en
este dia del mes de Setiembre se hacen y cometen las más graves y
abominables. Porque sea verdad lare^laque arriba pusimos, que
siempre desde el principio han ido creciendo en mayores desafue-
ros y obras infernales. Así que, desde la entrada de la nueva Es-
paña, que fué á diez y ocho de Abril del dicho año de diez y ocho,
hasta el año de treinta, que fueron doce años enteros, duraron
las matanzas y estragos que las sangrientas y crueles manos y
espadas de los españoles hicieron continuamente en cuatrocientas
y cincuenta leguas en torno cuasi de la ciudad de Méjico y á su
rededor, donde cabrán cuatro y cinco grandes reinos tan grandes
y harto más felices que España. Estas tierras todas eran las más
pobladas y llenas de gentes, que Toledo, y Sevilla, y Valladolid,
y Zaragoza juntamente con Barcelona, porque no hay ni hubo
jamás tanta población en estas ciudades cuando más pobladas
estuvieron , que Dios puso y que habia en todas las dichas le-
guas , que para andarlas en torno se han de andar más de mil y
ochocientas leguas. Más han muerto los españoles dentro de los
doce años dichos en las dichas cuatrocientas y cincuenta leguas,
á cuchillo y á lanzadas, y quemándolos vivos, mugeres y niños,
y mozos y viejos, de cuatro cuentos de ánimas; mientras que du-
raron (como dicho es) lo que ellos llaman conquistas, siendo in-
vasiones violentas de crueles tiranos condenados no sólo por la
ley de Dios pero por todas las leyes humanas , como lo son y muy
peores que las que hace el turco para destruir la iglesia cristiana;
y esto sin los que han muerto y matan cada dia en la susodicha
tiránica servidumbre , vejaciones y opresiones cotidianas. Parti-
cularmente no podrá bastar lengua ni noticia y industria humana
á referir los hechos espantables que en distintas partes , y juntos
en un tiempo en unas, y varios en varias, por aquellos hostes
públicos y capitales enemigos del linaje humano se han hecho
dentro de aquel dicho circuito, y aun algunos hechos, según las
circunstancias y calidades que los agravian: en verdad que
cumplidamente apenas con mucha diligencia y tiempo y escritura
31
no se pueda esplicar. Pero alguna cosa de algunas partes diré,
con protestación y juramento de que no pienso que esplicaré
una de rail partes.
Entre otras matanzas hicieron esta en una ciudad grande, de
más de treinta mil vecinos, que se llama Cholula: que saliendo
á recibir todos los señores de la tierra y comarca, y primero to-
dos los sacerdotes, con el sacerdote mayor, á los cristianos en pro-
cesión y con grande acatamiento y reverencia, y llevándolos en
medio á aposentar á la ciudad y á las casas de aposento del señor
ó señores de ella principales , acordaron los españoles de hacer
allí una matanza ó castigo (como ellos dicen) para poner y sem-
brar su temor y braveza en todos los rincones de aquellas tierras,
porque siempre fué ésta su determinación en todas las tierras que
los españoles han entrado (conviene á saber), hacer una cruel y se-
ñalada matanza porque tiemblen de ellos aquellas ovejas mansas.
Así que enviaron para esto, primero, á llamar todos los señores y
nobles de la ciudad y de todos lugares á ella subjectos con el señor
principal , y asi como venian y entraban á hablar al capitán de
los españoles , luego eran presos sin que nadie lo sintiese que
pudiese llevar las nuevas. Habíanles pedido cinco ó seis mil indios
que les llevasen las cargas , vinieron todos luego y mótenlos en
el patio de las casas. Ver á estos indios cuando se aparejan para
llevar las cargas de los españoles , es haber de ellos una gran
compasión y lástima , porque vienen desnudos, en cueros, sola-
mente cubiertas sus vergüenzas, y con unas redecillas en el hom-
bro con su pobre comida, pónense todos en cuclillas como unos
corderos muy mansos. Todos ayuntados y juntos en el patio con
otras gentes que á vueltas estaban , pónense á las puertas del pa-
tio españoles armados que guardasen, y todos los demás echan
mano á sus espadas y meten á espada y á lanzadas todas aque-
llas ovejas, que uno ni ninguno pudo escaparse que no fuese tru-
cidado. Al cabo de dos ó tres dias salían muchos indios vivos lle-
nos de sangre que se hablan escondido y amparado debajo de los
muertos (como eran tantos); iban llorando ante los españoles pi-
diendo misericordia que no los matasen, de los cuales ninguna
misericordia ni compasión hubieron , antes, así como salían los
32
hacían pedazos. A todos los señores , que eran más de ciento , y
que tenían atados, mandó el capitán quemar y sacar vivos en pa-
los hincados en la tierra. Pero un señor, y quizá era el principal y
rey de aquella tierra, pudo soltarse, y recogióse con otros veinte,
ó treinta, ó cuarenta hombres al templo grande que allí tenían,
el cual era como fortaleza que llamaban Duu,-y allí se de-
fendió gran rato del dia. Pero los españoles á quien no se les
an para nada, mayormente en estas gentes desarmadas, pusie-
ron fuego al templo y allí los quemaron, dando voces: «¡hó malos
hombres! ¿qué os hemos hecho? ¿por qué nos matáis? andad que á
Méjico iréis donde nuestro universal señor Motencuma de vosotros
nos hará venganza.» Dícese que estando metiendo á espada los
cinco ó seis mil hombres en el patio , estaba cantando el capitán
de los españoles: «Mira Ñero de Tarpeya á Roma como se ardia; gri-
tos dan niños y viejos, y él de nada se dolía. » Otra gran matanza
hicieron en la ciudad de Lepeaca, que era mucho mayor y demás
vecinos y gente que la dicha, donde mataron á espada infinita
gente, con grandes particularidades de crueldad. De Cholula ca-
minaron hacía Méjico , y envíándoles el gran rey Motencuma mi-
llares de presentes , y señores , y gentes , y fiestas al camino, y á
la entrada de la calzada de Méjico , que es á dos leguas, envióles
á su mismo hermano acompañado de muchos y grandes señores,
y grandes presentes de oro y plata y ropas. Y á la entrada de la
ciudad, saliendo él mismo en persona en unas andas de oro con
toda su gran corte á recibirlos, y acompañándolos hasta los pa-
lacios en que los habia mandado aposentar. Aquel mismo día,
según me dijeron algunos de los que allí se hallaron, con cierta
disimulación, estando seguro prendieron al gran rey Motencuma,
y pusieron ochenta hombres que le guardasen, y después echáronlo
en grillos. Pero dejado todo esto en que habia grandes y muchas
cosas que contar, sólo quiero decir una señalada que allí aquellos
tiranos hicieron. Yéndose el capitán de los españoles al puerto de
la mar á prender á otro cierto capitán que venía contra él , y de-
jado cierto capitán, creo que con ciento pocos más hombres, que
guardasen al rey Motenguma, acordaron aquellos españolea de
cometer otra cosa señalada para acrecentar su miedo en toda la
33
tierra , industria (como dije) de que muchas veces han usado. Los
indios y gente y señores de toda la ciudad y corte de Motencuma,
no se ecupabau en otra cosa sino en dar placer á su señor poderoso;
y entre otras fiestas que le hacian era en las tardes hacer por
todos los barrios y plazas de la ciudad los bailes y danzas que
acostumbraban, y que llamaban ellos Mitotes, como en las islas
llaman Arey tos , donde sacan todas sus galas y riquezas , y con
ellas se emplean todos, porque es la principal manera de regocijo
y fiestas , y los más nobles y caballeros y de sangre real , según
sus grados , hacian sus bailes y fiestas más cercanas á las casas
donde estaba su poderoso señor. En lamas propincua parte á los
dichos palacios estaban sobre dos mil hijos de señores , que era
toda la flor y nata de la nobleza de todo el imperio de Motencuma.
A estos fué el capitán de los españoles con una cuadrilla de ellos,
y envió otras cuadrillas á todas las otras partes de la ciudad donde
hacian las dichas fiestas , disimulados como que iban á verlas, y
mandó que á cierta hora todos diesen en ellos. Fué él, y estando
embebidos y seguros en sus bailes, dice: «¡Santiago y á ellos!» y
comienzan con las espadas desnudas á abrir aquellos cuerpos des-
nudos y delicados, y á derramar aquella generosa sangre, que
uno no dejaron á vida; lo mismo hicieron los otros en las otras
plazas. Fué una cosa esta que á todos aquellos reinos y gentes
puso en pasmo , y angustia , y luto, y hinchó de amargura y
dolor; y de aquí áque se acabe el mundo ó ellos del todo se acaben,
no dejarán de lamentar y cantar en sus areytos y bailes, como en
romances (que acá decimos), aquella calamidad y pérdida de
la sucesión de toda su nobleza, de que se preciaban de tantos años
atrás. Vista por los indios cosa tan injusta, y crueldad tan liunca
vista en tantos inocentes sin culpa perpetrada, los que habían su-
frido con tolerancia la prisión no menos injusta de su universal
señor, porque él mismo se lo mandaba que no acometiesen ni
guerreasen á los cristianos, entonces pénense en armas toda la
ciudad y vienen sobre ellos, y heridos muchos de los españoles
apenas se pudieron escapar. Ponen un puñal á los pechos al preso
Motencuma, que se pusiese á los corredores y mandase que los
indios no combatiesen la casa, sino que se pusiesen en paz. Ellos
Tomo LXXI. 3
34
no curaron entonces de obedecerle en nada, antes platicaban de
elegir otro señor y capitán que guiase sus batallas; y porque ya
volvia el capitán que habia ido al puerto con victoria, y trahia
muchos más cristianos, y venia cerca, cesaron el combate obra
de tres ó cuatro dias, hasta que entró en la ciudad. El entrado,
ayuntada inñuita gente de toda la tierra, combaten á todos juntos
de tal manera, y tantos dias, que temiendo todos morir acordaron
una noche salirse de la ciudad. Sabido por los indios mataron gran
cantidad de cristianos en las puentes de la laguna, con justísima
y santa guerra, por las causas justísimas que tuvieron, como
dicho es. Las cuales, cualquiera que fuese hombre razonable y
justo las justificara. Sucedió después el combate de la ciudad, re-
formados los cristianos, donde hicieron estragos en los indios,
admirables y extraños, matando infinitas gentes y quemando
vivos muchos y grandes señores. JJespues de las tiranías grandí-
simas y abominables que estos hicieron en la ciudad de Méjico,
y en las ciudades, y tierra mucha (que por aquellos alrededores
diez, y quince, y veinte leguas de Méjico, donde fueron muertas
infinitas gentes), pasó adelante ésta su tiránica pestilencia, y fué
á cundir y inficionar y asolar á la provincia de Panuco, que
era una cosa admirable la multitud de las gentes que tenia, y los
estragos y matanzas que allí hicieron. Después destruyen por la
misma manera la provincia de Lututepeque, y después la pro-
vincia de Ypilcingo y después la de Colifna, que cada una es más
tierra que el reino de León y que el de Castilla. Contar los estra»
gos y muertes y crueldades que en cada una hicieron, seria
sin duda cosa dificilísima y imposible de decir, y trabajosa de
escuchar.
Es aquí de notar que el título con que entraban, y por el cual
comenzaban á destruir todos aquellos inocentes, y despoblar
aquellas tierras que tanta alegría y gozo debieran de causar á los
que fueran verdaderos cristianos con su tan grande y infinita po-
blación, era decir que viniesen á subjetarse y obedecer al rey de
España, donde nó, que los habían de matar y hacer esclavos, y
los que no venían tan presto á cumplir tan irracionables y estul-
tos mensajes, y á ponerse en las manos de tan inicuos y crueles
36
y bestiales hombres , llamábanles rebeldes j alzados contra el
servicio de su Majestad; y así lo escribían acá al Rey, nuestro
señor, y la ceguedad de los que regían las ludias no alcanzaba
ni entendía aquello que en sus leyes está expreso y más clara
que otros de sus primeros principios (conviene á saber), que nin-
guno es ni puede ser llamado "nbelde si primero no es subdito.
Considérese por los cristianos y que saben algo de Dios y de
razón, y aun de las leyes humanas, qué tales pueden parar los co-
razones de cualquiera gente que vive en sus tierras segura y no
sabe que deba nada á nadie y que tiene sus naturales señores, las
nuevas que les dijeren así de síipito : «daos á obedecer á un Rey
extraño que nunca visteis ni oísteis, y si nó sabed que luego 03
hemos de hacer pedazos,» especialmente viendo por experiencia
que así luego lo hacen, y loque más espantable es, que á los
que de hecho obedecen ponen en aspérrima servidumbre, doude
con increíbles trabajos y tormentos más largos y que duran más
que los que les dan metiéndolos á espada, al cabo cabo perecen ellos
y sus mugeres y hijos y toda su generación. E ya que con los di-
chos temores y amenazas, aquellas gentes 6 otras cualesquiera, en
el mundo vengan á obedecer y reconocer el señorío de Rey extraño,
¿no ven los ciegos y turbados de ambición y diabólica codicia que
no por eso adquieren una punta de derecho? Como verdadera-
mente sean temores y miedos aquellos cadentes inconstantísimos
víros, que de derecho natLral y humano y divino es todo aire
cuanto se hace para que valga, si no és el Reatu y obligación que
les queda á los faegos infei'oales y aun á las ofensas y daños que
hacen á los Reyes de Castilla, destruyéndole aquellos sus reinos y
aniquilándole (en cuanto en ellos es) todo el derecho que tienen
á todas las Indias; y estos son y no otros los servicios que los es-
pañoles liau hecho á ios dichos señores Reyes en aquellas tierras,
y hoy hacen.
Con este tan justo y aprobado título envió aqueste Capitán
tirano otros dos tiranos Capitanes, muy más crueles y feroces,
peores y de menos piedad y misericordia que él á los grandes y
florentísimos y felicísimos reinos de gentes plenísimameute llenos y
poblados (conviene á saber), el reino de Guatimala, que está á la
36
mar del Sur, y el otro d,e Naco y Honduras ó Guaymura , que está
á la mar del Norte, frontero el uno del otro, y que confinaban y
partían términos ambos á dos trescientas leguas de Méjico. El uno
despachó por la tierra y el otro en navios por la mar con mucha
gente de caballo y de pié cada uno. Digo verdad que de lo que am-
bos hicieron en mal y señaladamente del que fué al reyno de Guati-
mala, porque el otro presto mala muerte murió, que podría espre-
sar y colegir tantas maldades, tantos estragos, tantas muertes,
tantas despoblaciones, tantas y tan fieras injusticias que espanta-
sen los siglos presentes y venideros, y hinchese de ellas un gran
libro ; porque éste excedió á todos los pasados y presentes, así en
la cantidad y número de las abominaciones que hizo como de las
gentes que destruyó y tierras que hizo desiertas, porque todas
fueron infinitas. El que fué por la mar y en navios hizo grandes
robos y escándalos y aventamientos de gentes en los pueblos de
la costa, saliéndole á recibir algunos con presentes en el reino de
Yucatán, que está en el camino del reino susodicho de Naco y
Guaymura donde iba ; después de llegado á ellos envió Capitanes
y mucha gente por toda aquella tierra que robaban y mataban y
destruían cuantos pueblos y gentes habia, y especialmente uno
que se alzó con trescientos hombres y se metió la tierra adentro
hacia Guatimala, fué destruyendo y quemando cuantos pueblos
hallaba, y robando y matando las gentes de ellos; y fué haciendo
esto de industria más de ciento y veinte leguas, porque si envia-
sen tras él hallasen los que fuesen la tierra despoblada y alzada y
los matasen los indios en venganza de los daños y destrucciones que
dejaban hechos. Desde á pocos días mataron al Capitán principal
que le envió, y á quien éste se alzó, y después sucedieron otros
muchos tiranos crudelísimos que con matanzas y crueldades es-
pantosas, y con hacer esclavos y venderlos ,á los navios que les
traían vino y vestidos y otras cosas, y con la tiránica servidumbre
ordinaria, desde el año de mil quinientos y veinticuatro hasta el
año de mil quinientos y treinta y cinco , asolaron aquellas pro-
vincias de Naco y Honduras, que verdaderamente parecían un
paraíso de deleites y estaban más pobladas que la más frecuen-
tada y poblada tierra que puede ser en el mundo; y agora pasa-
37
mos y venimos por ellas, y las vimos tan despobladas y destrui-
das, que cualquiera persona por dura que fuera se le abrieran las
entrañas de dolor. Más han muerto en estos once años de dos
cuentos de ánimas , y no han dejado en más de cien leguas en
cuadra dos mil personas, y estas cada dia las matan en la dicha
servidumbre. Volviendo la péndola á hablar del grande tirano
Capitán que fué á los reino.? de Guatimala, el cual, como está
dicho, excedió á todos los pasados y iguala con todos los que hoy
hay desde las provincias comarcanas á Méjico, que por el camino
que él fué (según él mismo escribió en una carta al principal que
le envió) están del reino de Guatimala cuatrocientas leguas, fué
haciendo matanzas y robos, quemando y robando y destruyendo
donde llegaba toda la tierra con el título susodicho (conviene á
saber), diciéndoles que se sujetasen á ellos, hombres tan inhuma-
nos, injustos y crueles, en nombre del rey de España, incógnito y
nunca jamás de ellos oido, el cual estimaban ser muy más injusto
y cruel que ellos, y aun sin dejarlos deliberar, cuasi tan presto
como el mensaje llegaban matando y quemando sobre ellos.
DE LA PROVINCIA Y REINO DE GUATIMALA.
Llegado al dicho reino hizo en la entrada del mucha matanza
de gente, y no obstante de esto salióle á recibirle en unas andas y
con trompetas y atabales y muchas fiestas el señor principal, con
otros muchos señores de la ciudad de Altatlan, cabeza de todo el
reino, donde le sirvieron de todo lo que tenian, en especial
dándoles de comer cumplidamente y todo lo que más pudieron;
aposentáronse fuera de la ciudad los españoles aquella noche
porque les pareció que era fuerte y que dentro pudieran tener
peligro ; y otro dia llama al señor principal y otros muchos seño-
res, y venidos como mansas ovejas, préndelos todos y dice que le
den tantas cargas de oro. Responden que no lo tienen, porque
aquella tierra no es de oro. Mándalos luego quemar vivos sin otra
culpa ni otro proceso ni sentencia. Desque vieron los señores de
todas aquellas provincias que hablan quemado aquellos, señor y se-
38
ñores supremos, no más de porque no daban oro, huyeron todos de
sus pueblos, metiéndose en los montes y mandaron á toda su gente
que se fuesen á los españoles y les sirviesen como á señores, pero
que no los descubriesen diciéndoles dónde estaban. Viéneuse toda
la gente de la tierra á decir que querian ser suyos y servirles como
á señores. Respondia este piadoso Capitán que no los querian reci-
bir, antes los hablan de matar á todos si no descubrían dónde esta-
ban sus señores; decían los Indios que ellos no sabían dellos, que
se sirviesen de ellos y de sus mugeres y hijos y que en sus ca-
sas los hallarían, allí los podían matar ó hacer dellos lo que
quisiesen; y esto dijeron y ofrecieron y hicieron los indios mu-
chas veces. Y cosa fué ésta maravillosa , que iban los españoles
á los pueblos donde hallaban las pobres gentes trabajando en sus
oficios con sus mugeres y hijos seguros, y allí los alanceaban y ha-
cían pedazos. Y á pueblo muy grande y poderoso vinieron (que es-
taban descuidados más que otros, y seguros con su inocencia), y
entraron los españoles -, y en obra de dos horas casi lo asolaron,
metiendo á espada los niños y mugeres y viejos con cuantos ma-
tar pudieron, que huyendo no se escaparon. Desque los indios
vieron que con tanta humildad, ofertas, paciencia y sufrimiento
no podían quebrantar ni ablandar corazones tan inhumanos y bes-
tiales, y que tan sin apariencia ni color de razón y tan contra
ella los hacían pedazos, viendo que así como así habían de morir,
acordaron de convocarse y juntarse todos y morir en la guerra,
vengándose como pudiesen de tan crueles é infernales enemi-
gos, puesto que bien sabían que siendo no sólo inermes, pero
desnudos, á pié y flacos, contra gente tan feroz á caballo y tan ar-
mada no podían prevalecer sino al cabo ser destruidos. Entonces
inventaron unos hoyos enmedio de los caminos donde cayesen los
caballos y se hincasen por las tripas unas estacas agudas y tosta-
das de que estaban los hoyos llenos , cubiertos por encima de cés-
pedes y yerbas que no parecía que hubiese nada, una ó dos veces
cayeron caballos en ellos, no más, porque los españoles se supie-
ron dellos guardar; pero para vengarse hicieron ley los españo-
les , que todos cuantos indios de todo género y edad tomasen á
vida echasen dentro en los hoyos , y asi las mugeres nroñndas y
39
paridas, y niños y viejos, y cuantos podian tomar echaban en los
hoyos hasta que los henchían , traspasados por las estacas, que
era una gran lástima de ver, especialmeute las mugeres con sus
niños. Todos los demás mataban á lanzadas y á cuchilladas,
echábanlos á perros bravos que los despedazaban y comian , y
cuando algún señor topaban por honra quemábanlo en vivas lla-
mas. Estuvieron en estas carnicerías tan inhumanas cerca de
siete años , desde el año de veinte y cuatro hasta el año de treinta
ó treinta y uno. Juzgúese aquí cuánto seria el número de la
gente que consumirían. De infinitas obras horribles que en este
reino hizo este ínfelice malaventurado tirano y sus hermanos, por-
que eran sus capitanes no menos infelices é insensibles que él con
los demás que le ayudaban, fué un harto notable, que fué á la pro-
vincia de Cuzcatan, donde agora ó cerca de allí es la villa de San
Salvador, que es una tierra felicísima, con toda la costa de la mar
del Sur, que dura cuarenta y cincuenta leguas; y en la ciudad de
Cuzcatan, que era la cabeza de la provincia, le hicieron grandí-
simo recibimiento, y sobre veinte ó treinta mil indios le estaban
esperando cargados de gallinas y comida. Llegado y recibido el
presente , mandó que cada español tomase de aquel gran número
de gente todos los indios que quisiese para los dias que allí estuvie-
sen servirse de ellos y que tuviesen cargo de traherles lo que
hubiesen menester. Cada uno tomó cieuto ó cincuenta, ó los que
le parecía que bastaban para ser muy bien servidos , y los inocen-
tes corderos sufrieron la división y servían con todas sus fuerzas,
que no faltaba sino adorarlos. Entretanto este capitán pidió á los
señores que le trujeseu mucho oro, porque á aquello principal-
mente venían. Los indios responden que les place darles todo el
oro que tienen, y ayuntan muy gran cantidad de hachas de cobre
(que tienen, con que se sirven) dorado, que parece oro porque tiene
alguno. Mándales poner el toque, y desque vido que era cobre
dijo á los españoles: «dad al diablo tal tierra; vamonos, pues que
no hay oro , y cada uno , los indios que tiene que le sirven échen-
los en cadena y mandaré herrárselos por esclavos.» Hácenlo así y
hiérranlos con el hierro del ley por esclavos á todos los que pu-
dieron atar , y yo vide el fijo del señor principal de aquella ciu-
40
dad herrado. Vista por los indios que se soltaron y los demás de
toda la tierra tan gran maldad, comienzan á juntarse yá ponerse
en armas. Los españoles hacen en ellos grandes estragos y matan-
zas y tiSrnanse á Guatimala, donde edificaron una ciudad, la que
agora con justo juicio con tres diluvios juntamente, uno de agua
y otro de tierra , y otro do piedras más gruesas que diez y veinte
bueyes, destruyó la justicia divinal. Donde muertos todos los se-
ñores y los hombres que podian hacer guerra , pusieron todos los
demás en la sobredicha infernal servidumbre, y con pedirles es-
clavos de tributo y dándoles los hijos y hijas , porque otros escla-
vos no los tienen , y ellos enviando navios cargados dellos á ven-
der al Perú, y con otras matanzas y estragos que sin los dichos
hicieron , han destruido y asolado un reino de cien leguas en cua-
dra y más, de los más felices en fertilidad y población que puede
ser en el mundo. Y este tirano mismo escribió que era más po-
blado que el reino de Méjico, y dijo verdad; más ha muerto
él y sus hermanos con los demás , de cuatro y de cinco cuen-
tos de ánimas en quince ó diez y seis años, desde el ano de
veinte y cuatro hasta el de cuarenta, y hoy matan y destruyen
los que quedan , y así matarán los demás. Tenia éste esta cos-
tumbre, que cuando iba á hacer guerra á algunos pueblos ó pro-
vincias, llevaba de los ya sojuzgados indios cuantos podia, que
hiciesen guerra á los otros; y como no les daba de comer á diez
y á veinte mil hombres que llevaba , consentíales que comiesen á
los indios que tomaban , y así habia en su real solenísima carne-
cería de carne humana , donde en su presencia se mataban los
niños y se asaban , y mataban el hombre por solas las manos y
pies, que tenian por los mejores bocados. Y con estas inhumani-
dades, oyéndolas todas las otras gentes de las otras tierras, no
sabian dónde se meter de espanto. Mató infinitas gentes con hacer
navios, llevaba de la mar del Norte á la del Sur, ciento y treinta
leguas , los indios cargados con anclas de tres y cuatro quintales,
que se les metian las unas de ellas por las espaldas y lomos; y
llevó desta manera mucha artillería en los hombros de los tristes
desnudos , y yo vide muchos cargados de artillería por los cami-
nos angustiados. Descasaba y robaba los casados, tomándoles las
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mugeres y las hijas, y dábalas á los marineros y soldados por te-
nerlos contentos para llevarlos en sus armadas ; henchía los navios
de indios, donde todos perecían de sed y hambre. Y es verdad,
que si hubiese de decir en particular sus crueldades , hiciese un
gran libro que al mundo espantase. Dos armadas hizo de muchos
navios cada una, con las cuales abrasó como sí fuera fuego del
cielo todas aquellas tierras. ¡O cuántos huérfanos hizo, cuántos
robó de sus hijos , cuántos privó de sus mugeres , cuántas mugeres
dejó sin maridos, de cuántos adulterios, y estupros, y violencias
fué causa, cuántos privó de su libertad, cuántas angustias y ca-
lamidades padecieron muchas gentes por él, cuántas lágrimas
hizo derramar, cuántos suspiros, cuántos gemidos , cuántas sole-
dades en esta vida, y de cuántos dannacion eterna en la otra
causó , no sólo de indios que fueron infinitos , pero de los infelices
cristianos de cuyo consorcio se favoreció en tan grandes insultos,
gravísimos pecados y abominaciones tan execrables; y plegué á
Dios que del haya habido misericordia y se contente con tan
mala fin como al cabo le díó !
DE LA NUEVA ESPAÑA Y PANUCO Y XALISCO.
Hechas las grandes crueldades y matanzas dichas , y las que
se dejaron de decir, en las provincias de la nueva España y en la
de Panuco, sucedió en la de Panuco otro tirano insensible, cruel,
el año de mil y quinientos veinte y cinco , que haciendo muchas
crueldades , y herrando muchos y gran número de esclavos de las
maneras susodichas, siendo todos hombres libres, y enviando
cargados muchos navios á las islas Cuba y Española, donde
mejor venderlos podía , acabó de asolar toda aquella provincia; y
acaesció allí dar por una yegua ochenta indios, ánimas racionales.
De aquí fué provehido para gobernar la ciudad de Méjico y toda
la nueva España , con otros grandes tiranos por oidores , y él por
presidente, el cual, con ellos, cometieron tan grandes males,
tantos pecados, tantas crueldades, robos y abominaciones que no
se podrían creer ; con las cuales pusieron toda aquella tierra en
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tan última despoblación , que si Dios no los atajara con la resis-
tencia de los religiosos de San Francisco , y luego con la nueva
provisión, un audiencia real, buena y amiga de toda virtud, en
dos años dejaran la nueva España como está la isla Española.
Hubo hombro de aquellos, de la compañía deste, que para cercar
de pared una gran huerta suya, trahia ocho mil indios, traba-
jando sin pagarles nada, ni darles de comer, que de hambre se
caian muertos súpitamente , y él no se daba por ello nada. Desque
tuvo nueva el principal desto que dije que acabó de asolar á Pa-
nuco, que venia la dicha buena real audiencia, inventó de ir la
tierra adentro á descubrir donde tiranizase, y sacó por fuerza de
la provincia de Méjico quince ó veinte mil hombres para que le
llevasen , y á los españoles que con él iban , las cargas ; de los
cuales no volvieron doscientos , que todos fué causa que muriesen
por allá. Llegó á la provincia de Mechuacan, que es cuarenta le-
guas de Méjico, otra tal y tan felice, y tan llena de gente como
la de Méjico; saliéndole á recibir el rey y señor de ella, con pro-
cesión de infinita gente, y haciéndole mil servicios y regalos,
prendió luego al dicho rey porque tenia fama de muy rico de
oro y plata, y porque le diese muchos tesoros comienza á darle
estos, tormentos el tirano. Pónelo en un cepo por los pies, y el
cuerpo extendido y atado por las manos á un madero ; puesto un
brasero junto á los pies, y un muchacho con un hisopillo mojado
en aceite , de cuando en cuando se los rociaba para tostarle bien
los cueros ; de una parte estaba un hombre cruel , que con una
ballesta armada apuntándole al corazón; de otra, otro con un muy
terrible perro bravo echándoselo, que en un credo lo despedazara;
y asi le atormentaron porque descubriese los tesoros que preten-
día, hasta que avisado cierto religioso de San Francisco, se lo quitó
de las manos, de los cuales tormentos al fin murió. Y de esta
manera atormentaron y mataron á muchos señores y caciques en
aquellas provincias porque diesen oro y plata. Cierto tirano, en
este tiempo, yendo por visitador, más de las bolsas y haciendas
para robarlas de los indios, que no de las ánimas ó personas, halló
que ciertos indios tenían escondidos sus ídolos , como nunca los
hubiesen enseñado los tristes españoles otro mejor Dios , prendió
43
los señores hasta que le dieron los ídolos , creyendo que eran de
oro ó de plata; por lo cual, cruel é injustamente, los castigó; y
porque no quedase defraudado de su fin , que era robar , constriñó
á los dichos caciques que le comprasen los ídolos, y se los com-
praron por el oro ó plata que pudieron hallar, para adorarlos
como solian por Dios. Estas son las obras y ejemplos que hacen,
y honra que procuran á Dios en las ludias los malaventurados
españoles. Pasó este gran tirano , capitán de la de Mechuacan , á
la provincia de Xalisco, que estaba entera y llena como una col-
mena de gente poblatísima y felicísima , porque es de las fértiles
y admirables de las Indias ; pueblo tenia que cuasi duraba siete
leguas su población. Entrando en ella salen los señores y gente
con presentes y alegría, como suelen todos los indios, á recibir.
Comenzó á hacer las crueldades y maldades que solia, y que to-
dos allá tienen de costumbre , y muchas más por conseguir el fin
que tienen por Dios, que es el oro. Quemaba los pueblos, prendía
los caciques, dábales tormentos, hacia cuantos tomaba esclavos.
Llevaba infinitos atados en cadenas, las mugeres paridas yendo
cargadas con cargas que de los malos cristianos llevaban , no
pudiendo llevar las criaturas por el trabajo y flaqueza de ham-
bre, arrojábanlas por los caminos, donde infinitas perecieron.
Un mal cristiano, tomando por fuerza una doncella para pecar con
ella, arremetió la madre para se la quitar, saca un puñal ó es-
pada y córtale una mano á la madre, y á la doncella , porque no
quiso consentir matóla á puñaladas. Entre otro3 muchos, hizo
herrar por esclavos injustamente, siendo libres (como todos lo son),
cuatro mil y quinientos hombres y mugeres, y niños de un año, á
las tetas de las madres , y de dos y tres y cuatro y cinco años,
aun saliéndole á recibir de paz, sin otros infinitos que no se con-
taron. Acabadas infinitas guerras , inicuas y infernales y matan-
zas en ellas que hizo, puso toda aquella tierra en la ordinaria y pes-
tilencial servidumbre tiránica que todos los tiranos cristianos de
las Indias suelen y pretenden poner aquellas gentes , en la cual
consintió hacer á sus mismos mayordomos y á todos los demás,
crueldades y tormentos nunca oídos , por sacar á los indios oro y
tributos. Mayordomo suyo mató muchos indios, ahorcándolos y
44
quemándolos vivos, y echándolos á perros bravos, y cortándoles
pies y manos , y cabezas y lenguas, estando los indios de paz, sin
otra causa alguna más de por amedrentarlos para que le sirvie-
sen y diesen oro y tributos ; viéndolo y sabiéndolo el mismo egre-
gio tirano, sin muchos azotes crueles, y palos y bofetadas, y
otras especies de crueldades que en ellos hacian cada dia y cada
hora ejercitaban. Dicese del, que ochocientos pueblos destruyó y
abrasó en aquel reino de Xalisco, por lo cual fué causa que, de
desesperados (viéndose todos los demás tan cruelmente perecer),
se alzasen y fuesen álos montes y matasen muy justa y digna-
mente algunos españoles. Y después, con las Injusticias y agra-
vios de otros modernos tiranos que por allí pasaron para destruir
otras provincias que ellos llaman descubrir, se juntaron muchos
indios haciéndose fuertes en ciertos peñones , en los cuales agora
de nuevo han hecho en ellos tan grandes crueldades , que cuasi
han acabado de despoblar y asolar toda aquella gran tierra, ma-
tando infinitas gentes; y los tristes ciegos, dejados de Dios ve-
nir á reprobado sentido, no viendo la justísima causa y causas,
muchas llenas de toda justicia, que los indios tienen por ley na-
tural, divina y humana de los hacer pedazos si fuerzas y armas
tuviesen, y echarlos de sus tierras, y la injustísima y llena de toda
iniquidad , condenada por todas las leyes que ellos tienen para
sobre tantos insultos y tiranías , y grandes é inexplicables peca-
dos que han cometido en ellos, moverles de nuevo guerra, pien-
san y dicen y escriben que las victorias que han de los inocentes
indios asolándolos, todas se las da Dios, porque sus guerras
inicuas tienen justicia. Como se gocen y gloríen y hagan gracia
á Dios de sus tiranías , como lo hacian aquellos tiranos ladrones
de quien dice el Profeta Zacarías, capítulo 2.°: Pasee pécora
ocissionis quce qui occidebant non dolebant sed dicebant: benedictus
Deus quid divites facti sumiis.
DEL REINO DE YUCATÁN.
El año de mil y quinientos veinte y seis fué otro infelice hom-
bre , provehido por gobernador del reino de Yucatán , por las
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mentiras y falsedades qae dijo y ofrecimientos que hizo al rey,
como los otros tiranos han hecho hasta agora , porque les den ofi-
cios y cargos con que puedan robar. Este'reino de Yucatán estaba
lleno de infinitas gentes, porque es la tierra en gran manera sana
y abundante en comidas y frutas mucho (aun más que la de Mé-
jico), y señaladamente abunda de miel y cera, más que ninguna
parte de las Indias de lo que hasta agora se ha visto. Tiene cerca
de trescientas leguas de boja ó en torno el dicho reino. La gente
del era señalada entre todas las de las Indias, así en prudencia y
policía como en carecer de vicios y pecados más que otra , y muy
aparejada y digna de ser trahida al conocimiento de su Dios, y
donde se pudieran hacer grandes ciudades de españoles y vivie-
ran como en un paraíso terrenal (si fueran dignos de ella); pero
no lo fueron por su gran codicia y insensibilidad y grandes peca-
dos, como no han sido dignos de las otras muchas partes que
Dios les habia en aquellas Indias demostrado. Comenzó este ti-
rano con trescientos hombres que llevó consigo á hacer crueles
guerras á aquellas gentes buenas, inocentes, que estaban en
sus casas sin ofender á nadie, donde mató y destruyó infinitas
gentes. Y porque la tierra no tiene oro, porque si lo tuviera,
por sacarlo en las minas los acabara, pero por hacer oro de
los cuerpos y de las ánimas de aquellos por quien Jesucristo
murió , hace abarrisco todos los que no mataba , esclavos , y á
muchos navios que venían al olor y fama de los esclavos, en-
viaba llenos de gentes, vendidas por vino y aceite y vinagre,
y por tocinos, y por vestidos, y por caballos, y por lo que él y
ellos habían menester, según su juicio y estima. Daba á escoger
entre cincuenta y cien doncellas una de mejor parecer que otra,
cada uno la que escogiese por una arroba de vino ó de aceite ó
vinagre , ó por un tocino; y lo mismo un muchacho bien dispuesto
entre ciento ó doscientos escogido , por otro tanto ; y acaesció dar
un muchacho que parecía hijo de un príncipe por un queso,
y cien personas por un caballo. En estas obras estuvo desde el
año veinte y seis hasta el año treinta y tres , que fueron siete
años, asolando y despoblando aquellas tierras, y matando sin pie-
dad aquellas gentes , hasta que oyeron allí las nuevas de las ri-
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quezas del Perú , que se le fué la gente española que tenia , y
cesó por algunos dias aquel infierno ; pero después tornaron sus
ministros á hacer otras grandes maldades , robos y cautiverios,
y ofensas grandes de Dios, y hoy no cesan de hacerlas, y cuasi
tienen despobladas todas aquellas trescientas leguas que estaban
(como se dijo) tan llenas y pobladas. No bastarla á creer nadie, ni
tampoco á decirse los particulares casos de crueldades que allí se
han hecho, sólo diré dos ó tres que me ocurren. Como an-
daban los tristes españoles con perros bravos , buscando y aper-
reando los indios, mugeres y hombres, una india enferma, viendo
que no podia huir de los perros que no la hiciesen pedazos como
hacian á los otros , tomó una soga y atóse al pié un niño que te-
nia de un año, y ahorcóse de una viga, y uo lo hizo tan presto
que no llegaron los perros y despedazaron el niño, aunque an-
tes que acabase de morir lo bautizó un fraile. Cuando se sa-
lían los españoles de aquel reino, dijo uno á un hijo de un señor
de cierto pueblo ó provincia que se fuese con él, dijo el niño que
no quería dejar su tierra. Responde el español, vete conmigo si no
cortarte he las orejas: dice el muchacho que nó, saca un pu-
ñal y córtale una oreja y después la otra , y diciéndole el mu-
chacho que no quería dejar su tierra, córtale las narices, riendo
como si le diera un repelón no más. Este hombre perdido se
lo oí; jactó delante de un venerable religioso desvergonzadamente,
diciendo que trabajaba cuanto podia por empreñar muchas muge-
res indias, para que vendiéndolas preñadas por esclavas le diesen
más precio de dinero por ellas. En este reino ó en una provincia
de la nueva España, yendo cierto español con sus perros á caza
de venados ó de conejos, un día, no hallando qué cazar, parecióle
que tenían hambre los perros , y toma un muchacho chiquito á su
madre, y con un puñal córtale á tarazones los brazos y las pier-
nas, dando á cada perro su parte, y después de comidos aquellos
tarazones échales todo el corpecito en el suelo á todos juntos.
Véase aquí cuánta es la insensibilidad de los españoles en aque-
llas tierras , y cómo los ha trahido Dios in re'prohus sensiis, y en
qué estima tienen á aquellas gentes , criadas á la imagen de Dios
y redimidas por sus sangre ; pues peores cosas veremos abajo.
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Dejadas infinitas y inauditas crueldades que hicieron los que se
llamaban cristianos en este reino, que no basta juicio á pensarlas,
sólo con esto quiero concluirlo ; que salidos todos los tiranos in-
fernales del , con el ansia que los tiene ciegos de las riquezas del
Perú , movióse el padre Fray Jacobo , con cuatro religiosos de su
orden de San Francisco , á ir á aquel reino á apaciguar y predicar
y traher á Jesucristo el rebusco de aquellas gentes que restaban
de la vendimia infernal y matanzas tiránicas que los españoles
en siete años hablan perpetrado, y creo que fueron estos religiosos
el año de treinta y cuatro; enviándoles delante ciertos indios de la
provincia de Méjico por mensageros, si tenian por bien que entra-
sen los dichos religiosos en sus tierras á darles noticia de un solo
Dios, que era Dios y señor verdadero de todo el mundo. Entraron
en consejo y hicieron muchos ayuntamientos , tomadas primero
muchas informaciones , qué hombres eran aquellos que se decian
padres y frailes, y qué era lo que pretendían, y en qué diferian de
los cristianos, de quien tantos agravios é injusticias hablan reci-
bido; finalmente, acordaron de recibirlos , con que sólo ellos y no
españoles allá entrasen. Los religiosos se lo prometieron, porque
así lo llevaban concedido por el Visorey de la nueva España; y co-
metido que les prometiesen que no entrarían más allí españoles,
sino religiosos , ni les seria hecho por los cristianos algún agravio.
Predicáronles el evangelio de Cristo , como suelen , y la intención
santa de los reyes de España para con ellos; y tanto amor y sabor
tomaron con la doctrina y ejemplo de los frailes , y tanto se hol-
garon de las nuevas de los reyes de Castilla (de los cuales en
todos los siete años pasados nunca los españoles les dieron noti-
cia que habia otro rey sino aquel que allí los tiranizaba y destruía),
que á cabo de cuarenta dias que los frailes hablan entrado y pre-
dicado , los señores de la tierra les trajeron y entregaron todos
sus ídolos que los quemasen , y después de esto sus hijos para
que los enseñasen, que los quieren más que las lumbres de sus
ojos ; y les hicieron iglesias, y templos , y casas, y los convidaban
de otras provincias á que fuesen á predicarles y á darles noticias
de Dios, y de aquel que decian que era gran rey de Castilla. Y
persuadidos de los frailes, hicieron una cosa que nunca en las
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Indias hasta hoy se hizo, y todas las que se fingen por algunos
de los tiranos que allá han destruido aquellos reinos y grandes
tierras son falsedad y mentira. Doce o quince señores de muchos
vasallos y tierras, cada uno por sí juntando sus pueblos y to-
mando sus votos y consentimientos, se subjetaron de su propia
voluntad al señorío de los reyes de Castilla, recibiendo al Empe-
rador como rey de España, por señor supremo y universal, y hi-
cieron ciertas señales como firmas, las cuales tengo en mi poder,
con el testimonio de los dichos frailes. Estando en este aprove-
chamiento de la fe, y con grandísima alegría y esperanza los
frailes de traher á Jesucristo todas las gentes de aquel reino, que
de las muertes y guerras injustas pasadas hablan quedado, que
aún no eran pocas, entraron por cierta parte diez y ocho españo-
les tiranos, de caballo, y doce de pié, que eran treinta, y traben
muchas cargas de ídolos , tomados de otras provincias á los indios;
y el capitán de los dichos treinta españoles , llama á un señor de
la tierra, por donde entraban , y dicele que tomase de aquellas
cargas de ídolos, y los repartiese por toda su tierra, vendiendo
cada ídolo por un indio ó india para hacerlo esclavo , amenazán-
dolo que si no lo hacia que le habia de hacer guerra. El dicho
señor, por temor forzado, distribuyó los ídolos por toda su tierra,
y mandó á todos sus vasallos que los tomasen para adorarlos , y
le diesen indios y indias para dar á los españoles para hacer
esclavos. Los indios, de miedo, quien tenia dos hijos daba uno,
y quien tres daba dos , y por esta manera cumplían con aquel tan
sacrilego comercio, y el señor ó cacique contentaba los españo-
les si fueran cristianos. Uno de estos ladrones impíos , infernales,
llamado Juan García, estando enfermo y propincuo á la muerte
tenia debajo de su cama dos cargas de ídolos , y mandaba á una
india , que le servia , que mirase bien que aquellos ídolos que allí
estaban no los diese á trueque de gallinas, porque eran muy
buenos, sino cada uno por un esclavo. Y, finalmente, con este
testamento y con este cuidado ocupado, murió el desdichado, y
quién duda que no esté en los infiernos sepultado? Véase y con-
sidérese agora aquí cuál es el aprovechamiento, y religión, y
ejemplos de cristiandad de los españoles que van á las Indias, qué
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honra procuran á Dios , cómo trabajan que sea conocido y adorado
de aquellas gentes , qué cuidado tienen de que por aquellas ánimas
se siembre, y crezca, y dilat» su santa fé? Y juzgúese si fué
menor pecado éste que el de Jeroboam , qui peccare fecit Israel,
haciendo los dos becerros de oro para que el pueblo adorase , ó si
fué igual al de Judas ó que más escándalo causase. Estas, pues,
son las obras de los españoles que van á las Indias , que verdade-
ramente muchas é infinitas veces, por la codicia que tienen de
oro , han vendido y venden hoy en este dia , y niegan y reniegan
á Jesucristo. Visto por los indios que no habia salido verdad lo
que los religiosos les hablan prometido (que no hablan de entrar
españoles en aquellas provincias, y que los mismos españoles les
trahian ídolos de otras tierras á vender , habiendo ellos entregado
todos sus dioses á los frailes para que los quemasen , por adorar
un verdadero Dios), alborótase y indígnase toda la tierra contra
los frailes , y vánse á ellos diciendo: «¿por qué nos habéis mentido
engañándonos que no habían de entrar en esta tierra cristianos?
Y ¿por qué nos habéis quemado nuestros dioses , pues nos traben
á vender otros dioses de otras provincias vuestros cristianos? ¿Por
ventura no eran mejores nuestros dioses que los de las otras na-
ciones? Los religiosos los aplacaron lo mejor que pudieron, no
teniendo que responder. Vánse á buscar los treinta españoles , y
dícenles los daños que habían hecho ; requiérenles que se vayan,
no quisieron, antes hicieron entender á los indios que los mismos
frailes los habían hecho venir allí, que fué malicia consumada.
Finalmente, acuerdan de matar los indios los frailes , huyen los
frailes una noche, por ciertos indios que los avisaron; y después
de idos , cayendo los indios en la inocencia y virtud de los frailes
y maldad de los españoles, enviaron mensajeros cincuenta leguas
tras ellos, rogándoles que se tornasen, y pidiéndoles perdón de
la alteración que les causaron. Los religiosos , como siervos de
Dios y celosos de aquellas ánimas, creyéndoles, tornáronse á la
tierra , y fueron recibidos como ángeles , haciéndoles los indios
mil servicios, y estuvieron cuatro ó cinco meses después. Y por-
que nunca aquellos cristianos quisieron irse de la tierra, ni pudo
el Visorey con cuanto hizo, sacarlos, porque está lejos de la nueva
Tomo LXXI. 4
50
España (aunque los hizo apregonar por traidores), y porque no
cesaban de hacer sus acostumbrados insultos y agravios á los in-
dios , pareciendo á los religiosos que tarde que temprano con tan
malas obras los indios se resabiarían y que quizá caería sobre ellos
especialmente , que no podían predicar á los indios con quietud
de ellos y suya, y sin continuos sobresaltos por las obras malas
de los españoles , acordaron de desmamparar aquel i'eino , y así
quedó sin lumbre y socorro de doctrina, y aquellas ánimas en la
oscuridad de ignorancia y miseria que estaban, quitándoles al
mejor tiempo el remedio y regadío de la noticia y conocimiento
de Dios, que iban ya tomando avidísimamente , como si quitáse-
mos el agua á las plantas recien puestas de pocos dias , y esto por
la inexpiable culpa y maldad consumada de aquellos españoles.
DE LA PROVINCIA DE SANTA MARTA.
La provincia de Santa Marta era tierra donde los indios te-
nían muy mucho oro, porque la tierra es rica y las comarcas, y
tenían industria de cogerlo ; y por esta causa, desde el año de
mil y cuatrocientos y noventa y ocho hasta hoy año de mil y
quinientos y cuarenta y dos, otra cosa no han hecho infinitos ti-
ranos españoles sino ir á ella con navios y saltear y matar y robar
aquellas gentes por robarles el oro que tenían, y tornábanse en los
navios que iban en diversas y muchas veces, en las cuales hicie-
ron grandes estragos y matanzas y señaladas crueldades, y esto
comunmente á la costa de la mar y algunas leguas la tierra
dentro, hasta el año de mil y quinientos y veinte y tres. El año de
mil y quinientos y veinte y tres fueron tiranos españoles á estar de
asiento allá, y porque la tierra, como dicho es, era rica, sucedie-
ron diversos capitanes, unos más crueles que otros, que cada uno
parecía que tenia hecha profesión de hacer más exorbitantes cruel-
dades y maldades que el otro, porque saliese verdad la regla
que arriba pusimos. El año de mil y quinientos veinte y nueve
fué un gran tirano muy de propósito y con mucha gente , sin te-
mor alo-ano de Dio=! ni compasión dp humano liníiif!. o] riml h'zo
con ella tan grandes estragos, matanzas y impiedades, que á todos
los pasados excedió; robó él y ellos muchos tesoros en obra de seis
6 siete años que vivió. Después de muerto sin confesión y á,un
huyendo de la residencia que tenia, sucedieron otros tiranos ma-
tadores y robadores que fueron á consumir las gentes que de laíi
manos y cruel cuchillo de los pasados restaban. Extendiéronse
tanto por la tierra dentro, vastando y asolando grandes y muchas
provincias, matando y cautivando las gentes de ellas por las mane-
ras susodichas, de las otras dando grandes tormentos á señores 3'
avasalles porque descubriesen el oro y los pueblos que lo tenían,
excediendo, como he dicho, en las obras y número y calidad á todos
los pasados, tanto, que desde el año dicho de mil y quinientos
veinte y nueve hasta hoy han despoblado por aquella parte más
de cuatrocientas leguas de tierra que estaba así poblada como
las otras.
Verdaderamente afirmo, que si en particular hubiera de refe-
rir las maldades, matanzas, despoblaciones, injusticias, violencias,
estragos y grandes pecados que los españoles en estos reinos de
Santa Marta han hecho y cometido contra Dios y contra el Rey
y aquellas inocentes naciones, yo haria una muy larga historia;
pero esto quedarse há para su tiempo, si Dios diere la vida. Sólo
quiero aqui decir unas pocas de palabras de las que escribe agora
al Rey, nuestro Señor, el Obispo de aquella provincia, y es la he-
cha de la carta á veinte de Mayo del año de mil y quinientos y
cuarenta y uno, el cual, entre otras palabras, dice así: «Digo
sagrado César, que el medio para remediar esta tierra es que Vues-
tra Magostad la saque ya de poder de padrastros y le dé marido,
que la trate romo es razón y ella merece, y éste con toda breve-
dad, porque de otra manera, según la aquejan y fatigan estos tira-
nos que tienen encargamiento de ella , tengo por cierto que muy
ayna dejará de ser, etc.» Y más abajo dice: «Donde conocerá Vues-
tra Magostad claramente como los que gobiernan por estas partes
merecen ser desgobernados para que las repúblicas se aliviasen,
y si esto no se hace, á mi ver, no tienen cura sus enfermedades, y
conocerá también como en estas partes no hay cristianos, sino
demonios; ni hay servidores de Dios ni de Rey, sino traidores á su
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ley y á su Rey. Porque, en verdad, que el mayor inconveniente que
yo hallo para trabar los Indios de guerra y hacerlos de paz, y á
los de paz al conocimiento de nuestra fe, es el áspero y cruel tra-
tamiento q.ue los de paz reciben de los cristianos, por lo cual es-
tán tan escabrosos y tan avispados que ninguna cosa les puede
ser mas odiosa, ni aborrecible que el nombre de cristianos, álos
cuales ellos en toda esta tierra llaman en su lengua yares, que
quiere decir demonios; y sin duda ellos tienen razón, porque las
obras que acá obran ni son de cristianos ni de hombres que tienen
uso de razón, sino de demonios, de donde nace que, como los in~
dios ven este obrar mal, y tan sin piedad generalmente, así en
las cabezas como en los miembros , piensan que los cristianos lo
tienen por ley, y es autor de ello su Dios y su Rey; y trabajar de
persuadirles otra cosa es querer agotar la mar, y darles materia
de reir, y hacer burla y escarnio de Jesucristo y su ley; y como
los indios de guerra vean este tratamiento que se hace á los de
paz, tienen por mejor morir de una vez que no de muchas en poder
de españoles. Sélo esto, invictísimo César, por experiencia, etc.»
Dice más abajo en un capitulo: «Vuestra Magestad tiene más ser-
vidores por acá de los que piensa, porque no hay soldado de
cuantos acá están que no ose decir públicamente que si saltea, ó
roba, ó destruye, ó mata, ó quema los vasallos de vuestra Mages-
tad porque le den oro, sirve á vuestra Magestad á título que diz
que de allí le viene su parte á vuestra Magestad , y por tanto se-
ria bien, cristianísimo César, que vuestra Magestad diese á enten-
der, castigando algunos rigurosamente, que no recibe servicio en
cosa que Dios es deservido.» Todas las susodichas son formales
palabras del dicho Obispo de Santa Marta, por las cuales se verá
claramente lo que hoy se hace en todas aquellas desdichadas tier-
ras y contra aquellas inocentes gentes. Llama indios de guerra
los que están, y se han podido salvar huyendo de las matanzas
de los infelices españoles, por los montes; y los de paz llama los
que después de muertas infinitas gentes ponen en la tiránica y
horrible servidumbre arriba dicha, donde al cabo los acaban de
asolar y matar, como parece por las dichas palabras del Obispo; y,
en verdad, que explica harto poco lo que aquellos padecen. Suelen
53
decir los indios en aquella tierra, cuando los fatigan llevándolos
con cargas por las sierras , si caen y desmayan de flaqueza y tra-
bajo, porque allí les dan coces y palos, y les quiebran los dien-
tes con los pomos de las espadas porque se levanten y anden sin
resollar: «anda que sois malos, no puedo más, mátame aquí, que
aquí quiero quedar muerto,» y esto dícenlo con grandes suspiros
y apretamiento del pecho, mostrando grande angustia y dolor.
¡O quién pudiese dar á entender de cien partes una de las afliccio-
nes y calamidades que aquellas inocentes gentes por los infelices
españoles padecen! Dios sea aquel que lo dé á entender á los que
lo pueden y deben remediar.
DE LA PROVINCIA DE CARTAGENA.
Esta provincia de Cartagena está más abajo cincuenta leguas
de la de Santa Marta, hacia el Poniente y junto con ella la del Cebú
hasta el golfo de Uraba, que ternán sus cien leguas de costa de
mar y mucha tierra , la tierra dentro , hacia el Mediodía. Estas
provincias han sido tratadas, angustiadas, muertas, despobladas
y asoladas desde el año de mil y cuatrocientos y noventa y ocho
ó nueve hasta hoy, como las de Santa Marta, y hechas en ellas
muy señaladas crueldades y muertes y robos por los españoles,
que por acabar presto este breve sumario quiero decir en par-
ticular y por referir las maldades que en otras agora se hacen.
DE LA COSTA DE LAS PERLAS Y DE PARIA
Y LA ISLA DE LA TRINIDAD.
Desde la costa de Paria hasta el golfo de Venezuela exclusive,
que habrá doscientas leguas, han sido grandes y señaladas las
destruiciones que los españoles han hecho en aquellas gentes,
salteándolos y tomándolos los más que podían á vida para ven-
derlos por esclavos. Muchas veces tomándolos sobre seguro y
amistad que los españoles habían con ellos tratado, no guardando-
b4
les fe ni verdad, recibiéndolos ea sus casas como á padres y á
hijos, dándoles y sirviéndoles con cuanto tenian y podian.
No se podrían, cierto, fácilmente decir ni encarecer particulari-
zadaraente cuáles y cuántas han sido las injusticias. Injurias,
agravios y desafueros que las gentes de aquella costa de los es-
pañoles han recibido desde el año de mil y quinientos y diez
hasta hoy. Dos ó tres quiero decir solamente, por las cuales se
juzguen otras innumerables en número y fealdad que fueron
dignas de todo tormento y fuego. En la isla de la Trinidad, que
es mucho mayor que Sicilia y más felice , que está pegada con la
tierra firme por la parte de Paria, y que la gente della es dé la
buena y virtuosa en su género que hay en todas las Indias: yendo
á ella un salteador el año de mil y quinientos y diez y seis con
otros sesenta 6 setenta acostumbrados ladrones, publicaron á los
indios que se venian á morar y vivir á aquella isla con ellos. Los
indios recibiéronlos como si fueran sus entrañas y sus hijos, sir-
viéndoles señores y subditos con grandísima afección y alegría,
trayéndoles cada dia de comer, tanto, que les sobralja para que
comieran otroá" tantos, porque ésta es coniun condición y libera-
lidad de todos los ¡indios de aquel nuevo mundo, dar excesiva-
mente lo que han menester los españoles y cuanto tienen. Hácen-
les una gran casa de madera en que morasen todos, porque así
la quisieron los españoles, que fuese una no más para hacer loque
pretendían hacer é hicieron. Al tiempo que ponían la paja sobre
las varas ó madera y habían cobrido obra de dos estados, porque
los de dentro no viesen á los de fuera, so color de dar priesa á
que se acabase la casa, metieron mucha gente dentro della y re-
partiéronse los españoles , algunos fuera, al derredor de la casa
con sus armas para los que se saliesen y otros dentro, los cuales
echan mano á las espadas y comienzan amenazar los indios des-
nudos que no se moviesen, si nó que los matarían, y comenzaron
á atar, y otros que saltaron para huir hicieron pedazos con las es-
ijadas. Algunos que salieron heridos y sanos, y otros del pueblo
que no habían entrado , tomaron sus arcos y flechas y recógense á
ijtra casa del pueblo para se defender , donde entraron ciento ó
doscientos dellos, y defendiendo la puerta pegan los españole»
ó5
fuego á la casa y quémanlos todos vivos, j con su presa, que se-
ria de ciento y ochenta á doscientos hombres que pudieron atar,
vánse á su navio y alzan las velas y van á la isla de San Juan,
donde venden la mitad por esclavos, y después á la Española, donde
vendieron la otra. Reprendiendo yo al capitán de esta tan insigne
traición y maldad, á la sazón , en la misma isla de San Juan me
respondió: «anda señor, que así me lo mandaron y me lo dieron por
. instrucción los que me enviaron , que cuando no pudiese tomarlos
por guerra que los tomase por paz.» Y en verdad que rae dijo que
en toda su vida habia hallado padre ni madre sino en la isla de la
Triuidad, según las buenas obras que los indios le hablan hecho.
Esto dijo para mayor confesión suya y agravamiento de sus peca-
dos. Destas han hecho en aquella tierra firme infinitas, tomándolos
y cautivándolos sobre segura. Véase qué obras son estas, y si aque-
llos indios así tomados si serán justamente hechos esclavos. Otra
vez acordando los frailes de Santo Domingo, nuestra orden, de ir
á predicar y convertir aquellas gentes que carecían de remedio y
lumbre de doctrina para salvar sus ánimas, como lo están hoy
las Indias; enviaron un religioso, presentado en teología, de gran
virtud y santidad , con un fraile lego, su compañero, para que
viese la tierra y tratase la gente, y buscase lugar apto para ha-
cer monasterios. Llegados los religiosos, recibiéronlos los indioa
como á ángeles del Cielo , y óyenlos con gran afección y atención
y alegría las palabras que pudieron entonces darles á entender,
más por señas que por, habla, porque no sabían la lengua. Acaes-
ció venir por allí un navio, después de ido el que allí los dejó, ^¡
los españoles del, usando de su infernal costumbre, traen por en-
gaño, sin saberlo los religiosos, al señor de aijuella tierra, que se
llamaba Don Alonso, ó que los frailes le habían dado este nombre
ú otros españoles , porque los indios son amigos y codiciosos de
tener nombre de cristiano, y luego lo piden que se lo den, aun
antes que sepan nada, para ser bautizados. Así que engañan al
dicho señor Don Alonso para que entrase en el navio con su mu-
ger y otras ciertas personas , y que les harían allá fiesta. Final-
mente, que entraron diez y siete personas con el señor y su muger,
con confianza de que los religiosos estaban en su tierra, y que lo?
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españoles por ellos no harían alguna maldad, porque de otra ma-
nera no se fiarían dellos; entrados los indios en el navio alzan las
velas los traidores y viénense á la isla Española y véndenlos por
esclavos. Toda la tierra, como ven su señor y señora llevados,
vienen á los frailes y quiérenlos matar. Los frailes, viendo tan
gran maldad queríanse morir de angustia, y es de creer que die-
ran antes sus vidas que fuera tal injusticia hecha, especialmente
porque era poner impedimento á que nunca aquellas ánimas pu-
diesen oír ni creer la palabra de Dios. Apaciguáronlos lo mejor
que pudieron , y dijéronles que con el primer navio que por allí
pasase escribirían á la isla Española, y que haria que los tor-
nasen su señor y los demás que con él estaban. Trujo Dios por
allí luego un navio para más confirmación de la dannacion de
los que gobernaban, y, escribieron álos religiosos de la Española;
en él claman, protestan una y muchas veces, nunca quisieron
los oídos hacerles justicia , porque entre ellos mismos estaban re-
partidos parte de los indios que asi tan injusta y malamente ha-
bían prendido los tiranos. Los dos religiosos que habían prometido
á los indios de la tierra que dentro de cuatro meses venia su señor
Don Alonso con los demás , viendo que ni en cuatro ni en ocho vi-
nieron , aparejáronse para morir y dar la vida á quien la habían
ya antes que partiesen ofrecido. Y así, los indios tomaron ven-
ganza de ellos justamente, matándolos, aunque inocentes, porque
estimaron que ellos habían sido causa de aquella traición. Y por-
que vieron que no salió verdad lo que dentro de los cuatro meses
les certificaron y prometieron, y porque hasta entonces ni aun
hasta agora supieron , ni saben hoy que haya diferencia de los
frailes á los tiranos y ladrones y salteadores españoles por toda
aquella tierra. Los bienaventurados frailes padecieron injusta-
mente, por la cual injusticia ninguna duda hay, que según nues-
tra fe santa, sean verdaderos mártires , y reinen hoy con Dios en
los cielos bienaventurados. Como quiera que allí fuesen enviados
por la obediencia , y llevasen intención de predicar y dilatar la
santa fe, y salvar todas aquellas ánimas, y padecer cualesquiera
trabajos y muerte que se les ofreciese por Jesucristo crucificado.
Otra vez , por las grandes tiranías y obras nefandas de los cris-
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tianos malos, mataron los indios otros dos frailes de Santo Do-
mingo, y uno de San Francisco, de que yo soy testigo porque
me escapé de la misma muerte por milagro divino , donde habia
harto que decir para espantar los hombres , según la gravedad y
horribilidad del caso. Pero por ser largo no lo quiero aquí decir
hasta su tiempo, y el dia del juicio será más claro, cuando Dios to-
mare venganza de tan horribles y abominables insultos como
hacen en las Indias los que tienen nombre de cristianos. Otra vez
en estas provincias , al cabo que dicen de la Codera , estaba un
pueblo cuyo señor se llamaba Higoroto , nombre propio de la per-
sona, ó común de los señores del. Este era tan bueno, y su gente
tan virtuosa , que cuantos españoles por allí en los navios venian
hallaban reparo , comida , descanso y todo consuelo y refrigerio;
y muchos libró de la muerte que venian huyendo de otras pro-
vincias donde hablan salteado y hecho muchas tiranías y males,
muertos de hambre, que los reparaba y enviaba salvos á la isla de
las Perlas, donde habia población de cristianos, que los pudiera
matar sin que nadie lo supiera, y no lo hizo; y, finalmente, lla-
maban todos los cristianos á aquel pueblo de Higoroto , el mesón
y casa de todos. Un malaventurado tirano acordó de hacer allí
salto, como estaban aquellas gentes tan seguras, y fué allí con
un navio y convidó á mucha gente que entrase en el navio, como
solia entrar y fiarse en los otros. Entrados muchos hombres, y
mugeres y niños, alzó las velas y vínose á la isla de San Juan,
donde los vendió todos por esclavos , y yo llegué entonces á la
dicha isla y vide al dicho tirano, y supe allí lo que habia hecho.
Dejó destruido todo aquel pueblo , y á todos los tiranos españoles
que por aquella costa robaban y salteaban les pesó , y abominaron
este tan espantoso hecho , por perder el abrigo y mesón que allí
tenían como si estuvieran en sus casas. Digo que dejo de decir
inmensas maldades y casos espantosos que desta manera por
aquellas tierras se han hecho, y hoy en este dia hacen. Han
traído á la isla Española y á la de San Juan , de toda aquella
costa, que estaba poblatísima, más de dos cuentos de ánimas sal-
teadas, que todas también las han muerto en las dichas islas,
echándolos á las minas y en los otros trabajos ; allende de las
multitudes que ea ellas , como arriba decimos , habia ; y es una
gran lástima y quebrantamiento de corazón de ver aquella costa
de tierra felicísima , toda desierta y despoblada. Es esta averi-
guada verdad, que nunca traen navio de indios, así robados y sal-
teados , como he dicho , que no echan á la mar muertos la tercia
parte de los que meten dentro, con los que matan por tomarlos en
sus tierras. La causa es, porque como para conseguir su fin es
menester mucha gente para sacar más dineros por más esclavos, y
no llevan comida ni agua , sino poca, por no gastar los tiranos
que se llaman armadores , no basta apenas sino poco más de para
los españoles que van en el navio para saltear, y así falta para
los tristes , por lo cual mueren de hambre y de sed , y el remedio
es dar con ellos en la mar. Y en verdad que me dijo hombre dellos,
que desde las islas de los Lucayos , donde se hicieron grandes
estragos desta manera, hasta la isla Española, que son sesenta ó
setetenta leguas, fuera un navio sin aguja y sin carta de marear,
guiándose solamente por el rastro de los indios que quedaban en
lámar, echados del navio muertos. Después, desque los desem-
barcan en la isla donde los llevan á vender, es para quebrar el
corazón de cualquiera, que alguna señal de piedad tuviere verloá
desnudos y hambrientos , que sé caían de desmayados de hambre,
niños y viejos , hombres y mugeres. Después, como á unos cor-
deros , los apartan padres de hijos y mugeres de maridos, haciendo
manadas de ellos de á diez y de á veinte personas, y echan suer-
tes sobre ellos para qué se lleven sus partes los infelices armado-
res, que son los que ponen su parte de dineros para hacer el
armada de dos y de tres navios , y para los tiranos salteadores
que van á tomarlos y saltearlos ea sus casas, y cuando cae la
suerte en la manada donde hay algún viejo ó enfermo, dice el
tirano á quien cabe: «este viejo daldo al diablo, ¿para qué me
lo dais? ¿para que lo entierro? Este enfermo, ¿para qué lo. tengo
que llevar? ¿para curallo?» Véase aquí en qué estiman los es-
pañoles á los indios y si cumplen el precepto divino del amor del
prójimo, donde pende la ley y ios profetas. La tiranía que los
españoles ejercitan contra los indios en el sacar ó pescar de las
perlas, es una de las crueles y condenadas cosas que pueden ser en
59
el mundo, no hay vida infernal y desesperada en este siglo que
se le pueda comparar, aunque la del sacar el oro en las minas sea
en su género gravísima y pésima. Métenlos en la mar en tres y
en cuatro y en cinco brazas de hondo , desde la mañana hasta
que se pone el sol ; están siempre debajo del agua , nadando sin
resuello , arrancando las ostras donde se crian las perlas. Salen
con unas redecillas llenas dellas á lo alto y á resollar, donde está
un verdugo español en una canoa ó barquilla, y si se tardan en
descansar les da de puñadas y por los cabellos les echa al agua
para que tornen á pescar. La comida es pescado, y del pescado
que tiénejí las perlas y pan cazabi, y algunos mahiz (que son los
panes de allá), el uno de muy poca sustancia y el otro muy tra-
bajoso de hacer , de los cuales nunca se hartan. Las camas que
les dan á la noche es echarlos en un cepo en el suelo, porque no
se les vayan. Muchas veces zambúllense en la mar á su pesque-
ría ó ejercicio de las perlas y nunca tornan á salir, porque los
tiburones y marrajos, que son dos especies de bestias marinas Cru-
delísimas que tragan un hombre entero, los comen y matan. Véase
aquí si guardan los españoles, que en esta granjeria de perlas
andan desta manera, los preceptos divinos del amor de Dios y
del prójimo , poniendo en peligro de muerte temporal y taínbien
del ánima, porque mueren sin fe y sin sacramentos á sus próji-
mos por su propia codicia, y lo otro, dándoles tan horrible vida,
hasta que los acaban y consumen en breves dias; porque vivir
los hombres debajo del agua, sin resuello, es imposible mucho
tiempo, señaladamente que la frialdad continua del agua los pe-
netra , y así todos comunmente mueren de echar sangre por la
boca por el apretamiento del pecho que hacen por causa de estar
tanto tiempo y tan continuo sin resuello, y de cámaras que causa
la frialdad. Conviértense los cabellos , siendo ellos de su natura
negros, quemados como pelos de lobos marinos, y sáleles por las
espaldas salitre que no parecen sino monstruos en naturaleza de
hombres ó de otra especie. En este incomportable trabajo, ó por
mejor decir ejercicio del infierno , acabaron de consumir á todos
los indios lucayos que habia en las islas cuando cayeron los es-
pañoles en esta granjeria, y valía cada uno cincuenta y cien cas-
60
tellanos y los vendían públicamente, aun habiendo sido prohibido
por las justicias mismas, aunque injustas, por otra parte, porque
los lucayos eran grandes nadadores. Han muerto también allí
otros muchos sin número de otras provincias y partes.
DEL RIO YUYA PARÍ.
Por la provincia de Paria sube un rio que se llama Yuya Pari,
más de doscientas leguas la tierra arriba: por él subió un triste
tirano muchas leguas el año de mil y quinientos y veinte y nueve
con cuatrocientos ó más hombres, y hizo matanzas grandísimas,
quemando vivos y metiendo á espada infinitos inocentes que es-
taban en sus tierras y casas sin hacer mal á nadie descuidados, y
dejó abrasada y asombrada y ahuyentada muy gran cantidad de
tierra. Y en fin , él murió mala muerte y desbaratóse su armada,
y después otros tiranos sucedieron en aquellos males y tiranías, y
hoy andan por allá destruyendo y matando y infernando las áni-
mas que el hijo de Dios redimió con su sangre.
DEL REINO DE VENEZUELA.
En el año de mil y quinientos y veinte y seis, con engaños y
persecuciones dañosas que se hicieron al Rey, nuestro señor,
como siempre se ha trabajado de le encubrir la verdad de los da-
ños y perdiciones que Dios y las ánimas y su Estado recibían en
aquellas Indias , dio y concedió un gran reino mucho mayor que
toda España, que es el de Venezuela, con la gobernación y juris-
dicción total, á los mercaderes de Alemania con cierta capitula-
ción y concierto ó asiento que con ellos se hizo. Estos, entrados
con trescientos hombres ó más en aquellas tierras, hallaron aque-
llas gentes mansísimas ovejas como y mucho más que los otros
las suelen hallar en todas las partes de la ludias antes que les
hagan daños los españoles. Entraron en ellas, más pienso sin
comparación cruelmente que ningunos de los otros tiranos que
Gl
hemos dicho , y más irracional y furiosamente que crudelisimos
tigres y que rabiosos lobos y leones. Porque con mayor ansia y
ceguedad rabiosa de avaricia y más exquisitas maneras y indus-
trias para haber y robar plata y oro que todos los de antes , pos-
puesto todo temor á Dios y al Rey, y vergüenza de las gentes,
olvidados que eran hombres mortales como más libertados, po-
seyendo toda la jurisdicción de la tierra, tuvieron. Han asolado,
destruido y despoblado, estos demonios encarnados, más de cua-
trocientas leguas de tierras felicísimas, y en ella grandes y admi-
rables provincias , valles de cuarenta leguas , regiones amenísi-
mas , poblaciones muy grandes , riquísimas de gente y oro. Han
muerto y despedazado totalmente grandes y diversas naciones,
muchas lenguas que no han dejado persona que las hable , si no
son algunos que se habrán metido en las cavernas y entrañas de
la tierra huyendo de tan extraño y pestilencial cuchillo. Más han
muerto y destruido y echado á los infiernos de aquellas inocentes
generaciones, por extrañas y varias y nuevas maneras de cruel
iniquidad y impiedad (á lo que creo) , de cuatro y cinco cuentos
de ánimas , y hoy en este dia no tesan actualmente de las echar.
De infinitas é inmensas injusticias, insultos y estragos que han
hecho y hoy hacen , quiero decir tres ó cuatro no más , por los
cuales se podrán juzgar los que para efectuar las grandes des-
trucciones y despoblaciones que arriba decimos , pueden haber
hecho. Prendieron al señor supremo de toda aquella provincia,
sin causa ninguna, más de por sacarle oro dándole tormentos;
soltóse y huyó y fuese á los montes; alborotóse y amedrentóse
toda la gente de la tierra, escondiéndose por los montes y breñas;
hacen entradas los españoles contra ellos para irlos á buscar;
hállanlos, hacen crueles matanzas y todos los que toman á vida
véndenlos en públicas almonedas por esclavos. En muchas pro-
vincias y en todas, donde quiera que llegaban , antes que pren-
diesen al universal señor, los salian á recibir con cantares y
bailes y con muchos presentes de oro en gran cantidad; el pago
que les daban, por sembrar su temor en toda aquella tierra, ha-
cíanlos meter á espada y hacerlos pedazos. Una vez , saliéndoles
á recibir de la manera dicha, hace el capitán Alemán, tirano,
62
meter eu una gran casa de paja mucha cautidad de gente y há-
celos hacer pedazos; y porque la casa tenia unas vigas en lo alto,
subiéronse en ellas mucha gente huyendo de las sangrientas
manos de aquellos hombres ó bestias sin piedad y de sus espa-
das, mandó el infernal hombre pegar fuego á ía casa, donde
todos los que quedaron fueron quemados vivos. Despoblóse por
esta causa gran número de pueblos, huyéndose toda la gente
por las montañas, donde pensaban salvarse. Llegaron á otra
grande provincia en los confines de la provincia y reino de Santa
Marta , hallaron los indios en sus casas , en sus pueblos y hacien-
das, páciflcos y ocupados; estuvieron mucho tiempo con ellos
comiéndoles sus haciendas y los indios sirviéndoles, como si las
vidas y salvación les hubieran de dar, y sufriéndoles sus conti-
nuas opresiones é importunidades ordinarias, que son intolerables,
y que come' más un tragón de un español en un dia , que bastaría
para un mes una casa donde haya diez personas de indios. Dié-
ronles en este tiempo mucha suma de oro de su propia voluntad,
con otras imnumerables buenas obras que les hicieron. Al cabo
que ya se quisieron los tiranos ir , acordaron de pagarles las po-
sadas por esta manera: mandó el tirano Alemán, gobernador (y
también á lo que creemos hereje, porque ni oia misa ni la dejaba
oir á muchos , con otros indicios de luterano que se le conoscie-
ron), que prendiesen á todos los indios con sus mugeres é hijos
que pudieron , y métenlos en un corral grande ó cerca de palos
que para ello se hizo, y hizoles saber que el que quisiese salir y
ser libre que se habia de rescatar de voluntad del inicuo Goberna-
dor, dando tanto oro por sí , tanto por su muger y por cada hijo, y
por más los apretar mandó que no les metiesen comida hasta que
le trugesen el oro que les pedia por su rescate. Enviaron muchos
á sus casas por oro y rescatábanse según podiau , soltábanlos é
íbanse á sus labranzas y casas á hacer su comida; enviaba el
tirano ciertos ladrones salteadores españoles que tornasen á pren-
der los tristes indios rescatados una vez; traíanlos al corral, dá-
banles el tormento del hambre y sed, hasta que otra vez se res-
catasen. Hubo muchos de estos que dos ó tres veces fueron presos
y rescatados; otros que no podían ni tenían tanto, porque le ha-
63
bian dado todo el oro que poseiau , los dejó en el corral perecer
hasta que murieron de hambre: de esta hecha dejó perdida , y
asolada , y despoblada una provincia riquísima de gente y oro,
que tiene un valle de cuarenta leguas , y en ella quemó pueblo
que tenia mil casas. Acordó este tirano infernal de ir la tierra
adentro con codicia y ansia de descubrir por aquella parte el
infierno del Perú : para este infelice viaje llevó él y los demás,
infinitos indios cargados con cargas de tres y cuatro arrobas, en-
sartados en cadenas ; cansábase alguno ó desmayaba de hambre
y del trabajo y flaqueza, cortábanle luego la cabeza por la co-
llera de la cadena por no pararse á desensartar los otros que iban
en las colleras de más afuera y caia la cabeza á una parte y el
cuerpo á otra y repartían la carga de éste sobre las que llevaban
los otros. Decir las provincias que asoló, las ciudades y lugares
que quemó, porque son todas las casas de paja, las gentes que
mató , las crueldades que en particulares matanzas que hizo
perpetrar en este camino, no es cosa creíble, pero espantable y
verdadera. Fueron por allí después por aquellos caminos otros
tiranos que sucedieron de la misma Venezuela , y otros de la
provincia de Santa Marta , con la misma santa intención de des-
cubrir aquella casa santa del oro del Perú , y hallaron toda la
tierra , más de doscientas leguas , tan quemada y despoblada y
desierta, siendo poblatísima, y felicísima, como es dicho, que
ellos mismos, aunque tiranos y crueles, se admiraron y espan-
taron de ver el rastro por donde aquel habia ido , de tan lamen-
table perdición. Todas estas cosas están probadas con muchos
testigos por el Fiscal del Consejo de las Indias , y la probauza
está en el mismo Consejo, y nunca quemaron vivos á ninguno de
estos tan nefandos tiranos. Y no es nada lo que está probado, con
los grandes estragos y males que aquellos han hecho , porque
todos los ministros de la justicia que hasta hoy han tenido en las
Indias , por su grande y mortífera ceguedad no se har ocupado
en examinar los delitos y perdiciones y matanzas que han hecho
y hoy hacen todos los tiranos de las Indias, sino en cuanto dicen
que por haber fulano y fulano hecho, crueldades á los indios ha
perdido «1 Rey de sus rentas tantos rail castellanos, y para argüir
64
esto poca probanza y harto general y confusa les basta, y aun
esto no saben averiguar, ni hacer, ni encarecer como deben,
porque si hiciesen lo que deben á Dios y al Rey, hallarían que
los dichos tiranos alemanes más han robado al Rey de tres millo-
nes de castellanos de oro , porque aquellas provincias de Vene-
zuela con las que más han extragado, asolado y despoblado , más
de cuatrocientas leguas (como dije), es la tierra más rica y más
próspera de oro, y era de población que hay en el mundo, y más
renta le han estorbado y echado á perder, que tuvieran los Reyes
de España de aquel reino , de dos millones en diez y seis años
que há que los tiranos enemigos de Dios y del Rey las comen-
zaron á destruir; y estos daños, de aquí á la fin del mundo no
hay esperanza de ser recobrados, si no hiciese Dios por milagro
resucitar tantos cuentos de ánimas muertas. Estos son los daños
temporales del Rey ; seria bien considerar qué tales y qué tantos
son los daños , deshonras , blasfemias , infamias de Dios y de su
ley , y con qué se recompensarán tan innumerables ánimas como
están ardiendo en los infiernos por la codicia y inhumanidad de
aquestos tiranos animales ó alemanes. Con sólo esto quiero su
infelicidad y ferocidad concluir , que desde que en la tierra en-
traron hasta hoy (conviene á saber), estos diez y seis años han
enviado muchos navios cargados y llenos de indios por la mar á
vender á Santa Marta y á la isla Española, Jamayca y la isla de
San Juan por esclavos , más de un cuento de indios , y hoy en
este dia los envian , año de mil y quinientos y cuarenta y dos,
viendo y disimulando el audiencia real de la isla Española, antes
favoreciéndolo, como todas las otras infinitas tiranías y perdi-
ciones (que se han hecho en toda aquella costa de tierra firme,
que son más de cuatrocientas leguas, que han estado y hoy
están estas de Venezuela y Santa Marta debajo de su jurisdic-
ción), que pudieran estorbar y remediar. Todos estos indios no
ha habido más causa para los hacer esclavos, desoía la perversa,
ciega y obstinada voluntad , por cumplir con su insaciable codi-
cia de dineros de aquellos avarísimos tiranos, como todos los
otros, siempre, en todas las Indias han hecho, tomando aquellos
corderos y ovejas de sus casas y á sus mugeres y hijos , por las
65
maneras crueles y nefarias ya dichas, y echarles el hierro del
Rey para verf^erlos por esclavos.
DE LAS PROVINCIAS DE LA TIERRA FIRME
POR LA PAUTE QUE SE LLAMA LA FLORIDA.
A estas provincias han ido tres tiranos en diversos tiempos,
desde el año de mil y quinientos y diez , ó de once , á hacer las
obras que los otros , y los dos dellos en las otras partes de las
Indias han cometido por subir á estados desproporcionados de su
merecimiento , con la sangre y perdición de aquellos sus prójimos,
y todos tres han muerto mala muerte , con destruicion de sus
personas y casas que habían edificado de sangre de hombres en
otro tiempo pasado ; como yo soy testigo de todos tres ellos , y su
memoria está ya raida de la haz de la tierra como si no hubieran
por esta vida pasado. Dejaron toda la tierra escandalizada y
puesta en la infamia y horror de su nombre , con algunas matan-
zas que hicieron , pero no muchas , porque los mató Dios antes
que más hiciesen, porque les tenia guardado para alli el castigo
de los males que yo sé y vide que en otras partes de las Indias
hablan perpetrado. El cuarto tirano fué agora postreramente , el
año de mil y quinientos y treinta y ocho , muy de propósito y con
mucho aparejo; há tres años que no saben del ni parece; somos
ciertos que luego, en entrando, hizo crueldades , y luego desapa-
reció, y que si es vivo, él y su gente que en estos tres años ha
destruido grandes y muchas gentes, si por donde fué las halló,
porque es de los marcados y experimentados , y de los que más
daños , y males , y destruiciones de muchas provincias y reinos,
con otros sus compañeros ha hecho. Pero más creemos que le ha
dado Dios el fin que á los otros ha dado. Después de tres ó cuatro
años de escrito lo susodicho , salieron de la dicha tierra Florida
el resto de los tiranos que fué con aqueste tirano mayor, que
muerto dejaron ; de los cuales supimos las inauditas crueldades y
maldades que alli en vida, principalmente del y después de su in-
felice muerte , los inhumanos hombres en aquellos inocentes y á
Tomo LXXI. 5
66
nadie dañosos indios, perpetraron, porque no saliese falso lo que
arriba yo había adivinado , y son tantas , que afirmaron la regla
que arriba al principio pusimos, que cuanto más procedían en des-
cubrir, y destrozar, y perder gentes y tierras, tanto más se-
ñaladas crueldades é iniquidades contra Dios y sus prójimos per-
petraban. Estamos enhastiados de contar tantas y tan execrables
y horribles y sangrientas obras , no de hombres , sino de bestias
fieras, y por eso no he querido detenerme en contar más de las
siguientes. Hallaron grandes poblaciones de gentes muy bien
dispuestas, cuerdas, políticas y bien ordenadas. Hacían en ellos
grandes matanzas (como suelen) para entrañar su miedo en los
corazones de aquellas gentes. Afligíanlos y matábanlos con echar-
les cargas como á bestias; cuando alguno cansaba ó desmayaba,
por no desensartar de la cadena donde los llevaban en colleras
otros que estaban antes que aquel, cortábanle la cabeza por el
pescuezo y caía el cuerpo á una parte y la cabeza á otra, como
de otras partes arriba contamos. Entrando en un pueblo donde
los recibieron con alegría y les dieron de comer hasta hartar , y
más de seiscientos indios para acémilas de sus cargas y servicio
de sus caballos, salidos de los tíranos vuelve un capitán, deudo
del tirano mayor , á robar todo el pueblo estando seguros , y mató
á lanzadas al señor y rey de la tierra, y hizo otras crueldades. En
otro pueblo grande , porque les pareció que estaban un poco loa
vecinos del más recatados, por las infames y horribles obras que
habían oído dellos, metieron á espada y lanza chicos y grandes,
niños y viejos, subditos y señores; que no perdonaron anadie. A
mucho número de indios, en especial á más de doscientos juntos
(según se dice) que enviaron á llamar de cierto pueblo , ó ellos
vinieron de su voluntad, hizo cortar el tirano mayor desde las
narices con los labios hasta la barba, todas las caras, dejándolas
rasas. Y así, con aquella lástima, y dolor, y amargura, corriendo
sangre, los enviaron á que llevasen las nuevas de las obras y mi-
lagros que hacían aquellos predicadores de la santa fe católica,
bautizados. Juzgúese agora qué tales estarán aquellas gentes,
cuánto amor ternán á los cristianos , y cómo creerán ser el Dios
que tienen bueno y justo, y la ley y religión que profesan, y de
67
que se jactan inmaculada. Grandísimas y extrañísimas son las
maldades que allí cometieron aquellos infelices hombres , hijos de
perdición. Y asi, el más infelice capitán murió como malaventu-
rado, sin confesión, y no dudamos sino que fué sepultado en los
infiernos, si quizá Dios ocultamente no le proveyó según su divina
misericordia , y no según los deméritos del por tan execrables
maldades.
DEL RIO DE LA PLATA.
Desde el año de mil y quinientos y veinte y dos ó veinte y
tres han ido al rio de la Plata , donde hay grandes reinos y pro-
vincias, y de gentes muy dispuestas y razonables, tres ó cuatro
veces capitanes. En general sabemos que han hecho muertes y
daños; en particular, como está muy atrasraano de lo que más se
tracta de las Indias, no sabemos cosas que decir señaladas. Nin-
guna duda, empero , tenemos que no hayan hecho y hagan hoy
las mismas obras que en las otras partes se han hecho y hacen,
porque son los mismos españoles, y entre ellos hay de los que se
han hallado en las otras, y porque van á ser ricos y grandes se-
ñores como los otros , y esto es imposible que pueda ser sino con
perdición, y matanzas, y robos, y disminución de los indios, se-
gún la orden y vía perversa que aquellos como los otros llevaron.
Después que lo dicho se escribió, supimos muy con verdad que
han destruido y despoblado grandes provincias y reinos de aque-
lla tierra, haciendo extrañas matanzas y crueldades en aquellas
desventuradas gentes, con las cuales se han señalado como los
otros , y más que otros , porque han tenido más lugar por estar
más lejos de España , y han vivido más sin orden y justicia,
aunque en todas las Indias no la hubo, como parece por todo lo
arriba relatado. Entre otras infinitas se ha leido en el Consejo de
las ludias las que se dirán abajo. Un tirano gobernador dio
mandamiento á cierta gente suya que fuese á ciertos pueblos de
indios, y que si no les diesen de comer los matasen á todos. Fue-
ron con esta autoridad, y porque los indios, como enemigos
suyos, no se lo quisieron dar, más por miedo de verlos y por
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huirlos que por falta de liberalidad, metieron á espada sobre
cinco mil ánimas. ítem , viniéronse á poner en sus manos y á ofre-
cerse á su servicio cierto número de gente de paz , que por ven-
tura ellos enviaron á llamar, y porque ó no vinieron tan presto,
ó porque como suelen y es costumbre dellos vulgada, quisieron
en ellos su horrible miedo y espanto arraigar , mandó el goberna-
dor que los entregase á todos en manos de otros indios que aque-
llos tenian por sus enemigos. Los cuales, llorando y clamando,
rogaban que los matasen ellos y no los diesen á sus enemigos; y
no queriendo salir de la casa. donde estaban, allí los hicieron pe-
dazos; clamando y diciendo: «venimos á serviros de paz y matáis-
nos; nuestra sangre quede por estas paredes en testimonio de
nuestra injusta muerte y vuestra crueldad.» Obra fué ésta, cierto,
señalada y digna de considerar , y mucho más de lamentar.
DE LOS GRANDES REINOS Y GRANDES PROVINCIAS
DEL PERÚ.
En el año de mil y quinientos treinta y uno fué otro tirano
grande con cierta gente á los reinos del Perú, donde entrando con el
titulo y intención y con los principios que los otros todos pasados
(porque era uno de los que se hablan más ejercitado y más tiempo
en todas las crueldades y estragos que en la tierra firme desde
el año de mil V quinientos y diez se hablan hecho), creció en
crueldades y matanzas y robos sin fe ni verdad, destruyendo
pueblos, apocando, matando las gentes dellos y siendo causa de
tan grandes males que han sucedido en aquellas tierras, que bien
somos ciertos que nadie bastará á referirlos y encarecerlos hasta
que los veamos y conozcamos claros el dia del juicio, y de algunos
que queria referir la deformidad y calidades y circunstancias que
los afean y agravian , verdaderamente yo no podré ni sabré enca-
recer. En su infelice entrada mató y destruyó algunos pueblos y
les robó mucha cantidad de oro. En una isla que está cerca de las
mismas provincias que se llama Pugna, muy poblada y graciosa,
y recibiéndole el señor y gente della como á ángeles del cielo , y
69
después de seis meses habiéndoles comido todos sus bastimentos
y de nuevo descubriéndoles las troxes del trigo que tenian para
sí y sus mugeres é hijos, los tiempos de seca y estériles, y ofre-
ciéndoselas con muchas lágrimas que las gastasen y comiesen á
su voluntad , el pago que les dieron á la fin fué que los metieron
á espada y alancearon mucha cantidad de gentes dellas, y los que
pudieron tomar á vida hicieron esclavos con grandes y señaladas
crueldades, otras que en ellas hicieron, dejando casi despoblada
la dicha isla. De allí vánse á la provincia de Túmbala, que es en
la tierra firme , y matan y destruyen cuantos pudieron , y por-
que de sus espantosas y horribles obras huian todas las gentes,
decían que se alzaban y que eran rebeldes al Rey. Tenia este ti-
rano esta industria, que á los que pedia y otros que venían á dar-
les presentes de oro y plata y de lo que tenian, decíales que tru-
jesen más, hasta que él veia ó no tenian más ó no traían más, y
entonces decía que los recibía por vasallos de los reyes de España,
y abrazábalos y hacía tocar dos trompetas que tenía, dándoles á
entender que desde en adelante no les habían de tomar más ni
hacerlos mal alguno, teniendo por lícito todo lo que les robaba y
le daban por miedo de las abominables nuevas que del oían antes
que ellos rescibiesen el amparo y protección del Rey, como si des-
pués de recibidos debajo de la protección real no los oprimiesen,
robasen , asolasen , destruyesen, y él no los hubiera asi destruido.
Pocos días después viniendo el rey universal y Emperador de
aquellos reinos, que se llamó Atabalíba , con mucha gente desnuda
y con sus armas de burla , no sabiendo cómo cortaban las espa-
das y herían las lanzas , y cómo corrían los caballos y quién eran
los españoles ( que si los demonios tuvieran oro los acometieran
para se lo robar), llegó al lugar donde ellos estaban , diciendo:
«¿Dónde están esos españoles, salgan acá, que no me mudaré de
aquí hasta que me satisfagan de mis vasallos que me han muerto
y pueblos que me han despoblado y riquezas que me han robado?»
Salieron á él, matáronle infinitas gentes, prendiéronle su persona
que venia en unas andas , y después de preso tratan con él que
se rescate , promete de dar cuatro millones de castellanos y da
quince; y ellos prométenle de soltarle; pero al fin no guardando la
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fe ni verdad (como nunca en las Indias con los indios por los es-
pañoles se ha guardado), levántanle que por su mandado se jun-
taba gente, y él responde que en toda la tierra no se movia una
hoja de un árbol sin su voluntad, que si gente se juntase creye-
sen que él la mandaba juntar y que preso estaba y que lo mata-
sen. No obstante todo esto, lo condenaron á quemar vivo, aunque
después rogaron algunos al capitán que lo ahogasen y ahogado
lo quemaron. Sabido por él, dijo: «¿Por qué me quemáis, qué os
he hecho ? ¿ No me prometistes de soltar dándoos el oro , no os di
más de lo que os prometí? paes que asi lo queréis, envíame á
vuestro rey de España.» Y otras muchas cosas que dijo para gran
confusión y detestación de la gran injusticia de los españoles, y,
en fin, lo quemaron. Considérese aquí la justicia y título desta
guerra , la prisión deste señor y la sentencia y ejecución de su
muerte, y la conciencia con que tienen aquellos tiranos tan gran-
des tesoros, como en aquellos reinos á aquel rey tan grande y á
otros infinitos señores y particulares robaron. De infinitas haza-
ñas señaladas en maldad y crueldad en estirpacion de aquellas
gentes, cometidas por los que se llaman cristianos, quiero aquí
referir algunas pocas que un fraile de San Francisco, á los princi-
pios vido y las firmó de su nombre, enviando treslados por aque-
llas partes y otros á estos reinos de Castilla, y yo tengo en mi
poder un treslado con su propia firma; en el cual dice así: «Yo,
fray Marcos de Niza , de la orden de San Francisco , Comisario
sobre los frailes de la misma orden en las provincias del Perú,
que fué de los primeros religiosos que con los primeros cristianos
entraron en las dichas provincias, digo, dando testimonio ver-
dadero de algunas cosas , que yo con mis ojos vi en aquella
tierra, mayormente cerca del tratamiento y conquistas hechas á
los naturales. Primeramente, yo soy testigo de vista, y por expe-
riencia cierta conocí y alcancé que aquellos indios del Perú es
la gente más benévola que entre indios se ha visto, y allegada y
amiga á los cristianos. Y vi que ellos daban á los españoles en
abundancia oro y plata , y piedras preciosas , y todo cuanto les
pedían que ellos tenían , y todo buen servicio , y nunca los indios
salieron de guerra, sino de paz, mientras no les dieron ocasión con
71
los malos tratamientos y crueldades, antes los recibían con toda
benevolencia y honor en los pueblos á los españoles y dándoles
comidas y cuantos esclavos y esclavas pedían para servicio. ítem
soy testigo y doy testimonio, que sin dar causa ni ocasión aque-
llos indios á los españoles, luego que entraron en sus tierras,
después de haber dado el mayor cacique Atabaliba más de dos
millones de oro á los españoles, y habiéndoles dado toda la tierra
en su poder sin resistencia, luego quemaron al dicho Atabaliba,
que era señor de toda ]a tierra, y en pos del quemaron vivo á su
capitán general Cochilimaca , el cual habia venido de paz al Go-
bernador con otros principales. Asimismo, después destos, dende
á pocos dias quemaron á Chamba, otro señor muy principal de la
provincia de Quito, sin culpa ni aun haber hecho por qué. Asi-
mismo quemaron á Chapera, señor de los canarios, injustamente.
Asimismo, á Luis, gran señor de los que habia en Quito, quema-
ron los pies y le dieron otros muchos tormentos porque dijese
dónde estaba el oro de Atabaliba, del cual tesoro (como pareció)
no sabia él nada. Asimismo quemaron en Quito á Cocopanga,
gobernador que era de todas las provincias de Quito, el cual por
ciertos requerimientos que le hizo Sebastian de Benalcázar, capi-
tán del Gobernador , vino de paz , y porque no dio tanto oro como
le pedían, lo quemaron con otros muchos caciques y principales,
y á lo que yo pude entender, su intento de los españoles era que
no quedase señor en toda la tierra. ítem, que los españoles reco-
gieron mucho número de indios y los encerraron en tres casas
grandes, cuantos en ellas cupieron, y pegáronles fuego y quemá-
ronlos á todos sin hacer la menor cosa contra español ni dar la
menor causa. Y acaeció allí que un clérigo que se llama Ocaña,
sacó un muchacho del fuego en que se quemaba, y vino allí otro
español y tomóselo de las manos y lo echó en medio de las llamas,
donde se hizo ceniza con los demás, el cual dicho español que así
habia echado en el fuego al indio , aquel mismo día, volviendo al
real , cayó siíbítamente muerto en el camino y yo fui de parecer
que no lo enterrasen. ítem, yo afirmo que yo mismo vi ante mis
ojos á los españoles cortar manos , narices y orejas á indios é in-
dias, sin propósito, sino porque se les antojaba hacerlo, y en
72
tantos lugares y partes que seria largo de contar. É yo vi que
los españoles les echaban perros á los indios para que los hi-
ciesen pedazos, y los vi asi aperrear á muy muchos. Asimismo vi
yo quemar tantas casas y pueblos, que no sabria decir el nú-
mero, según eran muchos. Asimismo es verdad que tomaban
niños de teta por los brazos , y los echaban arrojadizos cuanto
podian, y otros desafueros y crueldades, sin propósito, que
me ponian espanto, con otras inumerables que vi, que se-
rian largas de contar. ítem, vi que llamaban á los caciques
y principales indios que viniesen de paz seguramente, y
prometiéndoles seguro, y en llegando, luego los quemaban.
Y en mi presencia quemaron dos , el uno en Andón y el otro
en Túmbala, y no fui parte para se k) estorbar que no los que-
masen con cuanto les prediqué. E según Dios y mi conciencia
cuanto yo puedo alcanzar, no por otra causa, si no por estos ma-
los tratamientos, como claro parece á todos, se alzaron y levanta-
ron los. indios del Perú, y con mucha causa que se les ha dado.
Porque ninguna verdad les han tratado ni palabra guardado,
sino que contra toda razón y injusticia, tiranamente los han
destruido con toda la tierra, haciéndoles tales obras, que han
determinado antes morir que semejantes obras sufrir. ítem,
digo , que por la relación de los indios hay mucho más oro escon-
dido que manifestado , el cual por las injusticias y crueldades
que los españoles hicieron no lo han querido descubrir ni lo des-
cubrirán mientras recibieren tales tratamientos , antes querrán
morir como los pasados. En lo cual Dios, nuestro Señor, ha sido
mucho ofendido, y Su Magestad muy deservido y defraudado en
perder tal tierra, que podia dar buenamente de comer á toda
Castilla , la cual será harto dificultosa y costosa, á mi ver, de la re-
cuperar.» Todas estas son sus palabras del dicl;o religioso, forma-
les, y vienen también firmadas del obispo de Méjico, dando tes-
timonio de que todo esto afirmaba el dicho padre fray Marcos.
Háse de considerar aqui lo que este padre dice que vido, porque
fué en cincuenta ó cien leguas de tierra , y á 'nueve ó diez años,
porque era á los principios y habia muy pocos, que al sonido del
oro fueron cuatro ó cinco mil españoles , y se extendieron por
73
muchos y grandes reinos y provincias , más de quinientas y sete-
cientas leguas, que las tienen todas asoladas, perpetrando las di-
chas obras y otras más fieras y cueles. Verdaderamente, desde
entonces acá hasta hoy , más de mil veces más se ha destruido y
asolado de ánimas, que las que ha contado, y con menos temor
de Dios y del Rey y piedad ha destruido grandísima parte del li-
naje humano. Más faltan y han muerto de aquellos reinos hasta
hoy (y que hoy también los matan), en obra de diez años, de cuatro
cuentos de ánimas. Pocos dias há que acañaverearon y mataron una
gran reina, muger de Elingue, el que quedó por rey de aquellos
reinos , al cual los cristianos por sus tirauías , poniendo las manos
en él lo hicieron alzar y está alzado, y tomaron á la reina, su
muger, y contra toda justicia y razón la mataron (y aun di-
cen que estaba preñada) solamente por dar dolor á su marido. Si
se hubiesen de contar las particulares crueldades y matanzas que
los cristianos en aquellos reinos del Perú han cometido, y cada
dia hoy cometen , sin duda ninguna serian espantables, y tan-
tas, que todo lo que hemos dicho de las otras partes se oscure-
ciese y pareciese poco, según la cantidad y gravedad de ellas.
DEL NUEVO REINO DE GRANADA.
El año de mil y quinientos y treinta y nueve concurrieron
muchos tiranos , yendo á buscar desde Venezuela y desde Santa
Marta, y desde Cartagena el Perú, y otros que del mismo Perú
descendian á calar y penetrar aquellas tierras , y hallaron á las
es[)aldas de Santa Marta y Cartagena trescientas leguas, la tierra
dentro , unas felicísimas y admirables provincias , llenas de infi-
nitas gentes mansuetísimas y buenas como las otras, riquísimas
también de oro y piedras preciosas, las que se dicen esmeraldas. A
las cuales provincias pusieron por nombre el nuevo reino de Gra-
nada , porque el tirano que llegó primero á estas tierras era na-
tural del reino que acá está de Granada. Y porque muchos inicuos
y crueles hombres de los que allí concurrieron de todas partes
eran insigues carniceros y derramadores de la sangre humana, muy
74
acostumbrados y experimentados en los grandes pecados susodi-
chos en muchas partes de las Indias, por eso han sido tales y
tantas sus endemoniadas obras, y las circunstancias y calidades
que las afean y agravian, que han excedido á muy muchas, y
aun á todas las que los otros y ellos en las otras provincias han
hecho y cometido. De infinitas que en estos tres años han per-
petrado y que agora en este dia no cesan de hacer, diré algunas
muy brevemente de muchas ; que un gobernador ( porque no le
quiso admitir el que en el dicho nuevo reino de Granada robaba
y mataba, para que él robase y matase), hizo una probanza con-
tra él de muchos testigos , sobre los estragos y desafueros y ma-
tanzas que ha hecho y hace, la cual se lej'ó y está en el Consejo
de las Indias. Dicen en la dicha probanza los testigos, que es-
tando todo aquel reino de paz y sirviendo á los españoles , dándo-
les de comer de sus trabajos los indios continuamente , y ha-
ciéndoles labranzas y haciendas , y trayéndoles mucho oro y
piedras preciosas , esmeraldas y cuanto tenian y podian , repar-
tidos los pueblos y señores y gente dellos por los españoles
(que es todo lo que pretenden por medios para alcanzar su
fin último , que es el oro), y puestos todos en la tiranía y servi-
dumbre acostumbrada, el tirano, capitán principal que aquella
tierra mandaba, prendió al señor y rey de todo aquel reino, y
tüvolo preso seis ó siete meses, pidiéndole oro y esmeraldas,
sin otra causa ni razón alguna. El dicho rey , que se llamaba
Bogotá, por el miedo que le pusieron dijo que él daria una casa
de oro que le pedían , esperando de soltarse de las manos de
quien asi lo afligia, y envió indios á que le trajesen oro, y por
veces trajeron mucha cantidad de oro y piedras, pero porque no
daba la casa de oro decíanlos españoles que lo matasen, pues
no cumplia lo que habia prometido. El tirano dijo que se lo
pidiesen por justicia ante él mismo; pidiéronlo así por demanda
acusando al dicho rey de la tierra , él dio sentencia condenán-
dole á tormentos si no diese la casa de oro. Dánle el tormento del
tracto de cuerda, echábanle sebo ardiendo en la barriga, póneule
á cada pié una herradura hincada en un palo y el pescuezo atado
á otro palo , y dos hombres que le tenian las manos , y asi le pe-
75
gabán fuego á los pies , y entraba el tirano de rato en rato y le
decia que asi le había de matar poco á poco á tormentos, si no le
daba el oro. Y asi lo cumplió, y mató al dicho señor con los tor-
mentos, y estando atormentándolo, mostró Dios señal de que detes-
tabaaquellas crueldades, en quemarse todo el pueblo donde las per-
petraban. Todos los otros españoles, por imitar á su buen capitán,
y porque no saben otra cosa sino despedazar aquellas gentes,
hicieron lo mismo, atormentando con diversos y fieros tormentos
cada uno al cacique y señor del pueblo ó pueblos que tenian en-
comendados; estándoles sirviendo dichos señores con todas sus
gentes, y dándoles oro y esmeraldas cuanto podian y tenian,
y sólo los atormentaban porque les diesen más oro y piedras de
lo que les daban , y asi quemaron y despedazaron todos los se-
ñores de aquella tierra. Por miedo de las crueldades agregiaa
que uno de los tiranos particulares en los indios hacia , se fue-
ron á los montes, huyendo de tanta inhumanidad , un gran señor
que se llamaba Daytama, con mucha gente de la suya, porque esto
tienen por remedio y refugio (si les valiese), y á esto llaman los
españoles levantamientos y rebelión. Sabido por el capitán, prin-
cipal tirano , envia gente el dicho hombre cruel (por cuya fero-
cidad los indios que estaban paciflcos y sufriendo tan grandes
tiranías y maldades se hablan ido á los montes), el cual fué á
buscarlos, y porque no basta esconderse en las entrañas de la
tierra, hallaron gran cantidad de gente, y mataron y despedaza-
ron más de quinientas ánimas, hombres y mugeres y niños, por-
que á ningún género perdonaban, y aun dicen los testigos, que
el mismo señor Daytama habia, antes que la gente le matasen,
venido al dicho cruel hombre y le habia traido cuatro ó cinco mil
castellanos, y no obstante esto, hizo el estrago susodicho. Otra
vez, viniendo á servir mucha cantidad de gente á los españoles y
estando sirviendo con la humildad y simplicidad que suelen, se-
guros , vino el capitán una noche á la ciudad donde los indios
servían, y mandó que á todos aquellos indios los metiesen á es-
pada, estando dellos durmiendo y dellos cenando y descan-
sando de los trabajos del dia. Esto hizo porque le pareció que
era bien hacer aquel estrago para entrañar su temor en todasi
76 .
las gentes de aquella tierra. Otra vez mandó el capitán tomar ju-
ramento á todos los españoles , cuántos caciques y principales y
gente común cada uno tenia en el servicio de su casa , y que
luego los trajesen á la plaza, y allí les mandó cortar á todos las ca-
bezas donde mataron cuatrocientas ó quinientas ánimas, y dicen los
testigos que desta manera pensaba apaciguar la tierra. De cierto
tirano particular dicen los testigos que hizo grandes crueldades,
matando y cortando muchas manos y narices á hombres y muge-
res, destruyendo muchas gentes. Otra vez, envió el capitán al
mismo cruel hombre con ciertos españoles á la provincia de Bo-
gotá á hacer pesquisa de quién era el señor que habia sucedido
en aquel señorío , después que mató á tormentos al señor univer-
sal , y anduvo por muchas leguas de tierra , prendiendo cuantos
indios podia haber , y porque no le decian quién era el señor que
habia sucedido , á unos les cortaba las manos y á otros hacia
echar á los perros bravos, que los despedazaban, asi hombres como
mugeres, y desta manera mató y destruyó muchos indios ó indias.
Y un dia, al cuarto del alba, fué á dar sobre unos caciques ó capita-
nes y gente mucha de indios ; que estaban en paz y seguros, que
les habia asegurado y dado la fe de que no recibirian mal ni daño,
por la cual seguridad se salieron de los montes donde estaban es-
condidos á poblar á lo raso , donde tenian su pueblo, y así, estando
descuidados y con confianza de la fe que les habian dado, prendió
mucha cantidad de gente, mugeres y hombres, y lesmandaba poner
la mano tendida en el suelo, y él mismo con un alfange les cortaba
las manos,- y decíales que aquel castigo les hacia porque no le que-
rían decir dónde estaba el señor nuevo que en aquel reino habia
sucedido. Otra vez, porque no le dieron un cofre lleno de oro los
indios, que les pidió este cruelcapitan , envió gente á hacer guer-
ra, donde mataron infinitas ánimas , y cortaron manos y narices á
mugeres y á hombres que no se podrían contar, y á otros echaron
á perros bravos, que los comían y despedazaban. Otra vez,
viendo los indios de una provincia de aquel reino que habian
quemado los españoles tres ó cuatro señores principales, de mie-
do se fueron á un peñón fuerte para se defender de enemigos
que tanto carecían de entrañas de hombres; y serian en el peñón
77
y habría (según dicen los testigos) cuatro ó cinco mil indios. Envía
el capitán susodicho á un grande y señalado tirano (que á muchos
de los que de aquellas partes tienen cargo de asolar hace ven-
taja) con cierta gente de españoles para que castigase , diz que
los indios alzados que huían de tan gran pestilencia y carnicería,
como si hubieran hecho alguna injusticia, y á ellos pertenecía
hacer el castigo y tomar la venganza, siendo dignos ellos de todo
crudelisimo tormento , sin misericordia , pues tan ajenos son de-
Ua y de piedad, como aquellos inocentes. Idos los españoles al
peñón , sílbenlo por fuerza , como los indios sean desnudos y sin
armas, y llamando los españoles á los indios de paz, y que les
aseguraban que no los harían mal alguno, que no peleasen,
luego los indios cesaron ; manda el crudelisimo hombre á los
españoles que tomasen todas las fuerzas del peñón , y toma-
das, que diesen en los indios. Dan los tigres y leones en las
ovejas mansas, y desbarrigan y meten á espada tantos, que
se pararon á descansar, tantos eran los que habían hecho
pedazos. Después de haber descansado un rato mandó el capitán
que matasen y despeñasen del peñón abajo, que era muy alto,
toda la gente que viva quedaba, y así la despeñaron toda; y dicen
los testigos que veían manada de indios echados del peñón abajo
de setecientos hombres juntos que caían , donde se hacían peda-
zos. Y por consumar del todo su gran crueldad, rebuscaron todos
los indios que se habían escondido entre las matas , y mandó que
á todos les diesen de estocadas , y asi los mataron y echaron de
las peñas abajo. Aún no quiso contentarse con las cosas tan
crueles ya dichas , pero quiso señalarse más y aumentar la hor-
ribilidad de sus pecados , en que mandó que todos los indios é
indias que los particulares habían tomado vivos (porque cada
uno en aquellos estragos suele escoger algunos indios y indias, y
muchachos para servirse), los metiesen en una casa de paja (esco-
gidos y dejados los que mejor le parecieron para su servicio) y
les pegasen fuego, y asi los quemaron vivos, que serian obra de
cuarenta ó cincuenta. Otros mandó echar á los perros bravos,
que los despedazaron y comieron. Otra vez, este mismo tirano,
fué á cierto pueblo que se llamaba Cota, y tomó muchos indios,
78
y hizo despedazar á los perros quince ó veinte señores y princi-
pales, y cortó mucha cantidad de manos de mugeres y hombres,
y las ató en unas cuerdas y las puso colgadas de un palo á la
luenga, porque viesen los otros indios lo que habia hecho á aque-
llos , en que habría setenta pares de manos , y cortó muchas na-
rices á mugeres y á niños. Las hazañas y crueldades deste hom-
bre, enemigo de Dios, no las podria alguno explicar, porque son
innumerables y nunca tales oidas ni vistas , ha hecho en aquella
tierra y en la provincia deBuatimala, y donde quiera que ha
estado, porque há muchos años que anda por aquellas tierras
haciendo aquestas obras, y abrasando y destruyendo aquellas
gentes y tierras. Dicen más los testigos en aquella probanza, que
han sido tantas y tales y tan grandes las crueldades y muertes
que se han hecho y se hacen hoy en el dicho nuevo reino de Gra-
nada , por sus personas los capitanes , y consentido hacer á todos
aquellos tiranos y destruidores del género humano que con él es-
taban , que tienen toda la tierra asolada y perdida y que si Su
Magostad con tiempo no lo manda remediar (según la matanza
en los indios se hace solamente por sacarles el oro que no tienen,
porque todo lo que tenían lo han dado), que se acabará en poco de
tiempo, que no haya indios ningunos para sustentar la tierra, y
quedará toda yerma y despoblada. Débese aquí notar la cruel y
pestilencial tiranía de aquellos infelices tíranos; cuan recia y
vehemente y diabólica ha sido , que en obra de dos años ó tres
que há que aquel reino se descubrió, que (según todos los que
en él han estado y los testigos de dicha probanza dicen) estaba el
más poblado de gente que podía sor tierra en el mundo , lo hayan
todo muerto y despoblado tan sin piedad y temor de Dios y del
rey, que digan que si en breve Su Magostad no estorba aquellas
infernales obras no quedará hombre vivo ninguno. Y asi lo creo
yo, porque muchas y grandes tierras en aquellas partes, y visto
por mis mismos ojos que en muy breves dias las han destruido y
del todo despoblado. Hay otras provincias grandes que confinan
con las partes del dicho nuevo reino de Granada, que se llaman
Popayán y Cali, y otras tres ó cuatro que tienen más de quinientas
leguas las han asolado y destruido por las maneras que esas otras,
79
robando j matando con tormentos y con los desafueros susodichos
las gentes dellas, que eran infinitas, porque la tierra es felicísima;
y dicen los que agora vienen de allá que es una lástima grande
y dolor ver tantos y tan grandes pueblos quemados y asolados,
como vian pasando por ellos , que donde habia pueblo de mil y
dos mil vecinos no hallaban cincuenta, y otros totalmente abra-
sados y despoblados. Y por muchas partes hallaban ciento y dos-
cientas leguas, y trescientas todas despobladas, quemadas y
destruidas grandes poblaciones. Y, finalmente, porque desde los
reinos del Perú , por la parte de la provincia del Quito , penetraron
grandes y crueles tiranos hacia el dicho nuevo reino de Granada,
y Popayán, y Calí, por la parte de Cartagena y Tizaba; y de
Cartagena otros malaventurados tiranos fueron á salir al Quito, y
después otros por la parte del rio de San Juan , que es á la costa
del Sur (todos los cuales se vinieron á juntar), han estirpado y
despoblado más de seiscientas leguas de tierra , echando aquellas
tan inmensas ánimas á los infiernos, haciendo lo mismo el dia de
hoy á las gentes míseras, aunque inocentes, que quedan. Y
porque sea verdadera la regla que al principio dije, que siempre
fué creciendo la tiranía, y violencias, y injusticias délos españo-
les contra aquellas ovejas mansas, en crueza, inhumanidad y mal-
dad lo que agora en las dichas provincias se hace, entre otras cosas,
dignísimas de todo fuego y tormento, es lo siguiente: Después
de las muertes y estragos de las guerras , ponen , como he dicho,
las gentes en la horrible servidumbre arriba dicha, y encomiendan
á los diablos auno doscientos, y á otro trescientos indios. El
diablo comendero diz que hace llamar cien indios ante sí , luego
vienen como unos corderos, reunidos hace cortar las cabezas á
treinta ó cuarenta dellos , y dice á los otros , lo mismo os tengo
de hacer si no me servís bien, ó si os vais sin mi licencia. Consi-
dérese agora por Dios , por los que esto leyeren , qué obra es esta
y si excede á toda crueldad y injusticia que pueda ser pensada, y
si les cuadra bien á los tales cristianos llamarlos diablos, y si
seria más encomendar los^ indios á los diablos del infierno, que es
encomendarlos á los cristianos de las Indias. Pues otra obra diré,
que no sé cuál sea más cruel, y más infernal, y más llena de fe-
80
rocidad de fieras bestias, ó ella, ó la que agora se dijo. Ya está
dicho que tienen los españoles de las Indias enseñados y amaes-
trados perros bravísimos y ferocísimos para-matar y despedazar
los indios ; sepan todos los que son verdaderos cristianos , y aun
los que no lo son, si se oyó en el mundo tal obra, que para man-
tener los dichos perros traen muchos indios en cadenas por los
caminos, que andan como si fueran manadas de puercos, y matan
dellos y tienen carnecería pública de carne humana ; y dícense
unos á otros: «préstame un cuarto de un bellaco de esos para
dar de comer á mis perros hasta que yo mate á otro , » como si
prestasen cuartos de puerco ó de carnero. Hay otros que se van
á caza las mañanas con sus perros, y volviéndose á comer, pre-
guntados cómo les ha ido, responden, «bien me ha ido, porque
obra de quince ó veinte bellacos dejo muertos con mis perros.»
Todas estas cosas y otras diabólicas vienen agora probadas en
procesos que han hecho unos tiranos contra otros , que puede ser
más fea, ni fiera, ni inhumana cosa. Con esto quiero acabar hasta
que vengan nuevas de más agregias en maldad (si más que estas
pueden ser), cosas, ó hasta que volvamos allá á verlas de nuevo,
como cuarenta y dos años há que las vemos por los ojos sin cesar,
protestando en Dios y en mi conciencia , que según creo y tengo
por cierto, que tantas son las perdiciones, daños, destruicioues,
despoblaciones, estragos, muertes y muy grandes crueldades,
horribles y especies feísimas dellas, violencias, injusticias y ro-
bos , y matanzas que en aquellas gentes y tierras se han hecho
(y aún se hacen hoy en todas aquellas partes de las Indias) que
en todas cuantas cosas he dicho, y cuanto lo he encarecido, no he
dicho ni encarecido , en calidad ni en cantidad, de diez mil partes
(de lo que se ha hecho y se hace hoy) una. Y para que más com-
pasión cualquiera cristiano haya de aquellas inocentes naciones,
y de su perdición y condenación más se duela y más culpe y
abomine y deteste la codicia y ambición y crueldad de los espa-
ñoles, tengan todos por verdadera esta verdad con las que arriba
he afirmado, que después que se descubrieron las Indias no hi-
cieron mal á cristiano sin que primero hubiesen recibido males y
robos y traiciones dellos. Antes siempre los estimaban por in-
81
mortales y venidos del cielo , y como á tales los recibian , hasta
que sus obras testificaban quién eran y qué pretendían. Otra cosa
es bien añadir, que hasta hoy, desde sus principios , no se ha te-
nido más cuidado por los españoles de procurar que les fuese
predicada la fe de Jesucristo á aquellas gentes que si fueran per-
ros ú otras bestias ; antes han prohibido de principal intento á los
religiosos con muchas aflicciones y persecuciones que les han
causarlo, que no les predicasen, porque les parecía que era impe-
diniento para adquirir el oro y riquezas que les prometían sus
codicias, y hoy en todas las ludias no hay más conocimiento de
Dios, si es de palo, ó de cielo ó de tierra, que hoy há cien años
entre aquellas gentes , si no es en la nueva Kspaña donde han an-
dado religiosos, que es un rinconcillo muy chico de las ludias, y
así han perecido y perecen todos sin fe y sin sacramentos. He in-
ducido yo, fray Bartolomé de las Casas ó Casaus, fraile de Santo
Domingo , que por la misericordia de Dios ando en esta corte de
España procurando echar el infierno de las Indias y que aquellas
infinitas muchedumbres de ánimas redimidas por la sangre de
Jesucristo no perezcan sin remedio para siempre, sino que conoz-
can á su Criador y se salven, y por compasión que hé de mi pa-
tria, que es Castilla, no la destruya Dios por tan grandes peca-
dos contra su fe y honra cometidos, y en los prógimos por algunas
personas notables , celosas de la honra de Dios y compasivas de
las aflicciones y calamidades ajenas, que residen en esta corte,
aunque yo me lo tenia en propósito y no lo habia puesto por obra
por mis continuas ocupaciones. Acábela en Valencia á ocho de
diciembre de mil y quinientos y cuarenta y dos años, cuando
tienen la fuerza y están en su colmo actualmente todas la violen-
cias, opresiones, tiranías, matanzas, robos y destruiciones, es-
tragos, despoblaciones , angustias y calamidades susodichas, en
todas las partes donde hay cristianos de las Indias. Puesto que en
unas partes son más fieras y abominables que en otras; Méjico y
su comarca está un poco menos malo, ó donde al menos no se osa
hacer públicamente, porque allí, y no en otra parte, hay alguna
justicia (aunque muy poca), porque allí también los matan con
infernales tributos. Tengo grande esperanza que porque el Empera-
Tomo l.XXI. 6
82
dor y Rey de España, nuestro señor, D. Garlos, quinto deste nom-
bre, va entendiendo las maldades y traiciones que en aquellas gen-
tes y tierras , contra la voluntad de Dios y suya se hacen y han
hecho (porque hasta agora se le ha encubierto siempre la verdad
industriosamente), que ha de estirpar tantos males y ha de reme-
diar aquel nuevo mundo que Dios le ha dado, como amador y cul-
tor que es de justicia , cuya gloriosa y felice vida y imperial es-
tado , Dios Todo poderoso , para remedio de toda su universal
Ig^lesia y final salvación propia de su real ánima, por largos tiem-
pos Dios prospere. Amen.
Después de escrito lo susodicho fueron publicadas ciertas leyes
y ordenanzas que Su Majestad, por aquel tiempo, hizo en la ciu-
dad de Barcelona, ano de mil y quinientos y cuarenta y dos, por
el mes de Noviembre, en la villa de Madrid, el año siguiente, por
las cuales se puso la orden , que por entonces pareció convenir,
para que cesasen tantas maldades y pecados que contra Dios y
los prógimos y en total acabamiento y perdición de aquel orbe
convenia. Hizo las dichas leyes Su Majestad después de muchos
ayuntamientos de personas de gran autoridad , letras y concien-
cia , y disputas y conferencias en la villa de Valladolid. Y, final-
mente , con acuerdo y parecer de todos los más que dieron por
escrito sus votos y más cercanos se hallaron de las reglas de la
ley de Jesucristo , como verdaderos cristianos , y también libres
de la corrupción y ensuciamientos de los tesoros robados de las
Indias , ios cuales ensuciaron las manos y más las ánimas de mu-
chos que entonces las mandaban, de donde procedió la ceguedad
suya para que las destruyesen sin tener escrúpulo alguno dello.
Publicadas estas leyes , hicieron los hacedores de estos tiranos,
que entonces estaban en la corte , muchos treslados dellas (como
á todos les pesaba porque parecía que se les cerraban las puertas
de participar lo robado y tiranizado), y enviáronlos á diversas par-
tes de las Indias. Los que allá tenian cargo de las robar, acabar
y consumir con sus tiranías, como nunca tuvieron jamás orden,
sino toda la desorden que pudiera poner Lucifer , cuando vieron
los treslados, antes que fuesen los jueces nuevos que los hablan
de ejecutar , conociendo (á lo que se dice y se cree) de los que
83
acá hasta entonces los habían en sus pecados y violencias susten-
tado que lo debían hacer, alborotáronse de tal manera, que
cuando fueron los buenos jueces á las ejecutar, acordaron de
(como habian perdido á Dios el amor y temor), perder la vergüenza
y obediencia á su Rey. Y asi acordaron de tomar por renombre
traidores, siendo crudelísimos y desenfrenados tiranos, señalada-
mente en los reinos del Perú, donde hoy, que estamos en el año
de mil y quinientos y cuarenta y seis, se cometen tan horribles
y espantables y nefarias obras, cuales nunca se hicieron ni en las
Indias ni en el mundo, no sólo en los indios, los cuales ya todos
ó cuasi todos los tienen muertos , y á aquellas tierras dellos des-
pobladas; pero en si mismos unos á otros, con justo juicio de
Dios, que pues no ha habido justicia del Rey que los castigue,
viniese del cielo permitiendo que unos fuesen de otros verdugos.
Con el favor de aquel levantamiento de aquellos en todas las otras
partes de aquel mundo, no han querido cumplir las leyes, y con
color de suplicar dellas están tan alzados como los otros porque
se les hace de mal dejar los estados y haciendas usurpadas que
tienen y abrir mano de los indios que tienen en perpetuo cauti-
verio. Donde han cesado de matar con espadas , de presto mátan-
los con servicios personales y otras vejaciones injustas y intolera-
bles, su poco á poco , y hasta agora no es poderoso el Rey para
lo estorbar, porque todos, chicos y grandes, andan á robar, unos
más otros menos , unos pública y abierta , otros secreta y paliada-
mente, y con color de que sirven al Rey deshonran á Dios y ro-
ban y destruyen al Rey.
Fué impresa la presente obra en la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla,
en casa de Sebastian Trujillo, impresor de libros. A nuestra Señora de Gracia,
año de mil y quinientos y cincuenta y dos.
ISTORIA SUMARIA
\ antCION BRnlSIMA l verdadera de lO QDE VIO V ESCRIBIÓ
EL RE6EREN00 PADRE
FRAY BARTOLOMÉ DE LA PEÑA
DE LA ORDEN DE LOS PREDICADORES,
DE LA LAMENTABLE Y LASTIMOSA DESTRUIGION DE LAS INDIAS,
ISLAS ¥ TIERRA FIHME DEL MAR DEL NORTE.
AÑO DE M. T D. Y XL. Y IIX.
PROHEMIAL.
Introducción en que primero requenta las birtudes, propie-
dades y excelencias y naturales ynclinaciones de los indios, y
su manera de bivir, bestir, comer y dormir, y su simplicidad
é ynocencia, y en qué tiempo se descubrieron las Indias, y fue-
ron primero á ser despobladas de los españoles y cristianos, y
robadas, y sus moradores y naturales ubieron de ser muertos
y destruidos.
Descubriéronse las Indias en el año del adbenimiento del Se-
ñor, de mil y quatrocientos y noventa y dos, y fuéronse á poblar
de cristianos españoles cinco años más andados adelante, conbiene
á saber , año de mil y quinientos y nobenta y siete; pasaron pues á
ellas ciertos españoles , y la primera tierra donde entraron para
hecho de la poblar, fué la grande y populosa ysla Española, que
tiene seiscientas leguas de largo y de ancho, y otras muchas yslas
y probincias al rrededor ; y yo, cierto, las vi tan pobladas y llenas
de jente que puede ser tierra en el uniberso; y la tierra firme , que
está de la otra parte de esta ysla , tiene por lo más cercano cin-
quenta leguas de costa de mar, y ocho mil descubiertas, y de
cada dia se descubren más, que son como una colmena de abejas,
tantos son los naturales dellas, que en sólo lo que se a descu-
bierto desde entonces hasta el año de mil y quinientos y quarenta,
parece que puso Nuestro Señor en ellas todo el golpe ú la mayor
parte del linaje umano y á esta ynñnidad de jentes , y de tal jéne-
ro, crió nuestro Dios las más simples y apartadas de maldades y
dobleces y codicia que á toda esta criatura de la unibersal rredon-
dez , obedientisimas y leales á sus señores y muy umildes á los
cristianos que sirben , pacientes, pacíficos, mansos, quietos, sose-
gados y sin rencillas , no bindicatibos ni bulliciosos, é sin rren-
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cores; así mesmo son la jeute más delicada, flaca y de tierna com-
plision , y menos sufridores de trabajo , y que más presto mueren
de qual quiera dolencia ú enfermedad; y asi los hijos de los prín-
cipes y grandes señores que allá llaman caciques, como los otros
tales son los indios, que acá los más criados en toda delicadeza y
regalo que puede ser no lo son más, y los que menos le agradan
bienes de fortuna , que ni los quieren ni se trabajan por abellos;
su comer es por estremo poco y cosa no creedera y marabillosa
de onbres, que con tan poca blanda bivan y se sustenten, y que
puedan engendrar ; esto les haze morir presto, y ser para tan
poco trabajo ; su bestir comunmente es cueros de fieras animalias
que disformes y de muchas maneras ay en aquellas partes, los
más gruesos que pueden aber, y con ellos cúbrense bien sus ber-
güeucas, otros con una manta de algodón quadrada, de bara y
media de ancho y de largo; sus camas son en unas esteras,
quando mucho , como redes colgadas de la pared , que en su len-
gua llaman hamacas, y así mesmo, limpidísimos en su trata-
miento , bibos de entendimiento y de subtiles y claros ingenios,
ábiles y á maravilla y dispuestos para rescibir qualquiera doc-
trina, ende más el enseñamiento de nuestra santa fe. que pro-
viene de ser dotados de buenas y birtuosas ynclinaciones natural-
mente, y así lo son sus costumbres, y tan ymportunos desque una
bez á gustar comiencan de la suavísima miel de la predicación de
nuestra creencia, y á preguntar y á querer saber sus misterios,
que digo, cierto, que a menester los rrelijiosos para los sufrir es-
pecial gracia de Dios, Nuestro Señor; finalmente, e oído decir á
españoles que más tiempo les tratan, que, cierto , ellos no podían
negar su bondad y birtud,y que los tubierau por las más bien
aventuradas jentes de todo el mundo si tubieran la fe y conocie-
ran á Dios.
CAPITULO I.
De la manera que se an vido los españoles que pasaron á Indias
con los naturales de ellas , en lugar de los conbertir á la santa fe.
Los mezquinos, con serquales abéis oydo, no ubieron bentura
de oyr predicación ni de ser cristianos , y en estas obejuelas man-
sas , dotadas por su hacedor de las calidades y birtudes ya di-
chas, los españoles, que nombre de cristianos tienen y las obras
muy al rrevés , siempre con ellos se an abido como lobos han-
brientos y rrabiosos tigres , y leones crudelísimos , y otra cosa no
an hecho de quarenta años á esta parte, y oy en dia, que angus-
tiallos, matallos y despedacallos y aflijillos , destruillos y ator-
mentallos , por estrañas y nunca bistas ni oydas , y diversas ma-
neras, con nuevo uso de fierezas, y el más cruel y desapiadado
que jamás, quanto a que el mundo es mundo , se bió ni se oye
de cruel tirano que en él aya sido, quale abajo se berán, y sépase
que las peores yslas ú probincia de quantas diremos , y otras tier-
ras apartadas, son más fértiles y abundosas que la uerta del Rey
de Ñapóles, y todos juntos á una mano, la más sana tierra de todo
el uniberso, mas de tan poblada y llena de gentes como ya oystes;
pasado que an por ellas los españoles de mil partes de población
la una no queda, y de las jentes totalmente muertas y estirpadas
que en el pueblo que más yndios quedaron después de todos des-
truidos, fué así, que un bueu cristiano se mobiócon piedad para
los que se hallasen , conbertillos y ganallos á Jesucristo , y requi-
ridos y bien buscados, de diez mil becinos que el pueblo tenia,
no fueron halladas de onze personas arriba, y aun oy en dia, por
todas esas comarcas , crueles y codiciosos onbres andan con pes-
tífera agonía y ansia rabiosa, y estremadamente solícitos, á cau-
tivar y rebuscar destas jentes , después de bien bendimiadas , y
es ansí berdad, que de lo despoblado, parte dello despoblaron los
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mesmos yudios, mas esto no sin gran causa que los cristianos les
dieron , huyendo de los estragos que en ellos acian, fuéronse á los
montes.
CAPITULO II.
De lo que fué causa de tan gran mal y estrago en el mundo, y de dos
principales maneras que tubieron los cristianos para destruir y
asolar las Yndias y á sus naturales.
Que causa de todos estos daños y mortandades que los espa-
ñoles en los yndios an hecho y fieras crueldades en los miserables
cuerpos de los naturales de aquellas tierras , y su último fin al-
cancar el oro y enriquecerse y hartarse del y en pocos dias subir
á altos y grandes estados , y sin proporción de sus personas y
sangre, con ser todos de muy poca suerte y valor, éste a sido su
principal y atento y motivo la soberbia y anbicion que con esto
tomaron tan grande y mayor qu3 de otras naciones que en el
mundo áyanse ido así , que por su mayor mal , fueron aquellas
tierras tan riquísimas y las jentes dellas tan pacientes y mansas,
pues para las subjetar, ubo muy poco que hazer sin que respeto
alguno se tubiese á Dios y sin hazer de ello tan poca conciencia
ni estima, como á perros de la calle , y muy peor, hablo con ber-
dad, porque sé y e bisto todo este tienpo que, no de bestias, por-
que pluguiera á mi Dios que como á tales los ubieran tratado y
estimado, y no como á menos que estiércol de las placas, y asi an
curado por sus almas como por sus bidas, por ende los que an
muerto sin fe ni sacramentos no tienen número, con ser notoria
y aberiguada bordad que los mesmos crueles gobernadores lo di-
zen, que en ninguna parte de las Indias por jamás los yndios
hizieron daño alguno á los cristianos , antes los llaman hijos del
sol y los tienen por venidos del cielo hasta que de ellos muchas
ubieron rescibido robos, fuercas y prisiones ; dos maneras princi-
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pales, generalmente, los españoles que allá an pasado, que se
llaman cristianos, an tenido, sin otras ynfinitas, para destruir y
raer de la az de la tierra estas sinplicisimas jentes ; la una por
ynjustas y crueles y sangrientas tiranías y guerras ; la otra en
orrible serbidumbre y opresión , con ásperos y brabos tormentos
é ynsufribles penas que padescer les hazian y en ellas morir , y á
todos los caciques , Principes y naturales señores de ella , porque
comunmente á todos davan la muerte , sino los mocuelos y las mu-
geres que tomaban á prisión , á los quales oprimian con tales tra-
vajos, que no en onbres umanos, mas en bestias, nunca fueron
puestos ; á estas dos maneras de tiranía ynfernal , se resuelben y
redüzen todos los otros géneros de destruir y matar que usaron,
que son ynfinitos.
CAPITULO III.
Como comentando los españoles á descubrir su codicia y á maltratar
los yndios, les fué forQado acojerse á sus armas para se defender,
y de qué tales ellas eran.
Siendo , pues , la ysla Española la primera donde los cristianos
entraron , como ya dige , luego en ella se comencaron los gran-
des estragos y perdiciones de aquellas gentes , y fué lo que antes
que otra destruyeron y despoblaron ; tomáronles lo primero los
cristianos las mugeres á los yndios y tanbien los hijos; las mu-
geres para aprobecharse dellas mal y los hijos para su serbicio;
tomávanles después las haziendas y manteníanse de sus sudores
y travajos y de lo que para sus casas y familia tenían ; y esten-
diéndose su hecho á más, y no contentando con esto, que ya los
yndios les davan de su grado , conforme al poder y facultad que
cada uno tenia , que siempre es poco , porque no suelen mandar,
saibó aquello que escusar no pueden y forcado an menester, esto
es del mantenimiento que sin ser manera de dezir, lo que basta
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á tres casas de diez yndios para un mes come un español y des-
truye en un solo dia, y otras muchas fuercas y bejaciones que
después les hizieron, en que entendieron los pobres yndios que
aquellas jeotes no eran hijas del sol ni debian venir del cielo,
pues tales obras hazian, y unos escondían sus hazieudas, otros á
sí mesmos y á sus mugeres é hijos, y dejando sus moradas,
y vanse á los montes por huir de onbres de tan brava y cruel con-
dición; los cristianos á los que podian dávanles bofetadas, puña-
das, palos, coces y hasta poner las manos y prender á sus caci-
ques y mayores no paravan ; y en poco tienpo que allá andubieron
se atrebieron á lo hazer, y á mayor desorden y desbergüenca
vinieron que, al cacique y mayor señor de toda la ysla , un Ca-
pitán, mal cristiano, le llebó por fuerca su muger abiéudosela pri-
mero biolado en su presencia; entonces comencaron los yndios
á buscar formas y maneras como pudiesen echar á los españoles
de sus tierras y pusiéronse en armas, que todas son flacas y poco
enpecibles y de menos resistencia , porque las guerras que entre
sí mesmos an, son muy poco más que acá los juegos de cañas, y
aun menos que de niños, porque no saben qué cosa son langas, ni
espadas, ni caballos, por ende los cristianos hizieron en ellos estra-
ñas mortandades y matancas crudelísimas; tras esto entravan por
los pueblos y no dejavan niños ni biejos que no despedacasen , ni
mugeres casadas ni solteras doncellas que no escarneciesen , y
como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos hazian
apuestas sobre quién de una cuchillada abria el onbre p'or medio
del cuerpo ú cortavala caveca á un niño de un piquete, toma-
van las criaturas de los pechos de las madres por las pernecuelas,
y ondeando las davan con ellas de caveca en las peñas, otras en los
rrios, friendo ellos y mofando , los echavan y decían: «bullís aun
pesara á tal si bivís,» y arrojábanles al agua lo que en las manos
tenían, á otras pasaban por hilo de espada juntamente con las
madres y á quantos alcancavan á manos.
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CAPITULO IV.
Como ya sueltamente los cHstianos, desbergoriQándose , hizieron
muchos daños y perdiciones y muertes en la ysla Española.
Hazian y más muchas horcas en ringle, tan largas, que no
juntasen los pies al suelo los que ahorcasen, mas que con las pun-
tas llegasen á él porque penasen doblado , y ahorcavan en bezes
á cientos y á cinquatos los yndios , y abian muy gran plazer los
malos porque tan ayna no acavavan, y yo bí á treze caciques
ahorcados en horcas más altas que dezian los cristianos aberlos
asi ahorcado á onor y reverencia de Cristo , nuestro Redentor , y
de sus doce apóstoles; mirad en qué tal hecho y tan birtuoso y
bueno, santo, lareberencia buscaban; á estos ponian leña muy
resequida y mucho junto á ellos , asi que antes eran hechos cenica
que ahorcados, y para mayor lástima de si mesmos eran los que
tomavan á vida , ca los cortavan las manos , y echándoselas al
cuello las suyas á cada uno decíanles: «anda con cartas», que
tanto querían dezir como bé con las nuevas á tus compañeros, que
están huidos, de lo que acá pasa ; mas á los caciques y mayores
señores comunmente los matavan ; de aquesta manera hazian
unas parrillas de barras de hierro sobre horquetas y atávanlos en
ellas y ponian fuego manso debajo para que poco á poco, con
alaridos que al cielo ronpiesen en el pavoroso tormento , acaba-
sen; y yo bi una bez que, teniendo en las parrillas cinco caci-
ques quemándose , y aunque si bien me acuerdo pienso que abia
otras parrillas donde se quemaban otros caciques menos princi-
pales , por davan tales gritos, que gran pena causavan al Gober-
nador , y no ubiera en el mundo oubre á quien lo mesmo no acaes-
ciera; mandó que los ahogasen, y el crudo alguazil, que peor
que berdugo era , que los maltratava , cuyo nonbre yo callo , aun-
que le conosci muy bien y aun á sus parientes en Sebilla, no
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quiso el perberso ahogallos porque no acavasen tan presto sus
tormentos , mas con sus manos , palos les puso en las bocas por-
que las bozes doloridas tanto no sonasen , y dejóles el fuego hasta
que se asasen despacio como él quería ; y porque los yndios que
huir podían se acojian á los altos montes y en las sierras temiendo
la ynumanidad de los cristianos y de su crueza y ferocidad y
apartarse de los enemigos del linaje umánal, mas ellos enseñavan
lebreles y mostravan á perros brabisimos, que en hiendo un
yndio , en un momento lo hazian pedacos, y mejor arremetían al
yndío y le travavan de la oreja ú se lo comían que si fuera un
toro ó un puerco ; estos canes rabiosos hizieron grandes estragos
y mortandades y carnecerías en los pobres yndios, y porque al-
gunas bezes, muy pocas, matavan los yndios algunos cristianos,
hizieron los españoles ley entre sí, que por un cristiano que los
yndios matasen abían de morir cien yndios , esto contando gene-
ralmente como se ubieron los cristianos con los yndios en aquella
tierra después que los ubieron robado quauto tenían.
CAPITULO V.
De Jas marabillusas excelencias del reino de la bega ,• uno de los
cinco ricos reinos de la ysla Española , quyo cacique y señor se
llamava Garionex.
-Contando esto más partícularízadamente, en esta ysla Espa-
ñola avia cinco rey nos muy grandes, mayores que otros muchos,
y cinco caciques y señores principales, así mesmo sin otros mu-
chos de menos estado que habia poderosos obedescian, puesto
que algunos en apartadas provincias, no reconoscían superior; Ua-
raávase el primer reyuo Magua, la última sílava aguda, que
tanto quiere decir; como el reyno de la bega, que asi está él, si-
tiado en la falda de una fermosa vega , que es de las admirables
cosas del mundo porque dura ochenta leguas de la mar del sur
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á la del norte , y de ancho beinte , y altísimas sierras de una parte
y de otra , y entran en ella sobre treinta mil rrios y arroyos que
la rriegan , entre los qualos , son los doze mayores , tan grandes
cada qual como Duero y Guadalquibir danvos juntos, y todos des-
cienden de una ensalcada sierrra que está al poniente, y ?on ri-
quísimos de oro y plata, perlas y piedras preciosas, corales, que
las sus pedrezuelas y arenas se crian; y la sierra donde ellos na-
cen es en la provincia que dicen del Cibao , ú las minas del Ci-
bao , donde sale aquel ascendrado y subidísimo oro en quilates,
que ace tanto codician por su gran fama y hermosura ; el ca-
cique y señor deste reino se llamava Garionex, éste tenia otros
caciques y señores por basallos, que ajmntava qualquier dellos,
muy sin quiebra suya , diez mil ombres de pelea para servir al
Garionex, su señor; éste Garionex era naturalmente buenoy bir-
tuoso, y pacífico príncipe, estremadamente deseoso de serbir á
los reyes de España, y sábese que les enbió este Garionex, en be-
zes, muchos dones y ricos presentes, y por su mandado, sus yn-
dios , cada persona que mantenía casa y familia , le dava en re-
conocimiento lo hueco de un cascavel de oro; mas después, no
p adiendo henchir el cascabel, fué cortado por medio y dieron
llena aquella mitad porque los yndios de aquella probincia tie-
nen muy poca ó ninguna industria de sacar el oro y cojerle de las
minas ; y halló el almirante biejo por su cuenta , que los que da-
van este tributo y cascabel de oro , fueron un cuento y cien mil
ánimas; por otra parte, y dezia y ofrecíase este Garionex de serbir
al rey de España , con hazer una labranca que tomase desde la
Isabella, que fué la primera población de cristianos, hasta la
ciudad de Santo Domingo , que son largas cinquenta leguas , por-
que no le pidiesen oro, que jurava, y con berdad que no lo sa-
bían sacar sus basallos, y la labranca que decia sábese que la
podía hazer, y que con gran alegría la acavara, que baliera más
el fruto que della se cojiera al rey de España de dos mil castella-
nos cada año de oro , y dos cuentos de plata , y aun fuera tal esta
labranca que causara aver en la ysla más de cinquenta ciudades,
si mayores no, tamañas, podemos decir, como Sebilla.
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CAPITULO VI.
En que los españoles al pr mataron y fuertes tormentos dieron, así
al Garionex como á otros dos caciques, llamados GuacanagaHj y
Caonabo , señores de los reinos del Marien y Maguaña y á todos los
suyos, y dellos hiciero7i cativos.
Las gracias y paga que le dieron los españoles á este cacique
Garionex, que tan bueno y birtuoso principe era, y tan gran se-
ñor de oro y tierra, fué dessonrallo por la mujer, biolándosela
un capitán, mal cristiano, que dije, delante de sus ojos y llebársela,
por lo cual el Garionex, al tiempo que habia de juntar su jeute y
bengar tal injuria , acordó de yrse furtivamente y esconder su
persona, huyendo á morir desterrado y fuera de su reino y seño-
río, á una probincia en la misma ysla, que dicen de los Ciquayos,
que era de otro cacique, su basallo; los cristianos, aliándolo me-
nos, no se les pudo encubrir dónde el Garionex estava, y como si
en ello les fuera la bida, aziendo cruda guerra, fueron luego con-
tra el cacique de los Ciquayos, y grandes matancas y nunca bis-
tas ni oydas que allí cometieron; al fin hallado el Garionex, preso
y con cadenas y grillos lo metieron en una nao para lo traer á Es-
paña, la qual se perdió en la mar, y junto con él muchos cris-
tianos y gran suma de oro, entre lo cual peresció el grano grande
que era tamaño como una hogaca y pesava treinta mil y seiscien-
tos castellanos, por azer Dios, Nuestro Señor, castigo conoscido
de obra tan sin justicia.
El otro reino se llamava del Marian , donde agora es el puerto,
al cavo de la gran bega ázia el norte , mayor que el reino de Por-
tugal, á marabilla aparejado para todo, ermosa población, donde
muchas y grandes sierras y minas de oro y de todo lo otro abia,
y el cacique y señor del, avia nombre Guacanagarij, la última sí-
l;iba aguda , el qual tenia asi mesmo á su mandado otros muchos
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caciques, que yo por mis ojos vi como ayudaban con parias al
Guacanagaríj , y como el Guacana^aríj los defetidia por gerra de
quien les quisiese hazer daño, quatido era menester: y á este reino
fué primero á parar el almirante biejo y gran barón que descubrió
las Indias; y este Guacanao-arij murió andando en huida y por
crueldades de los españoles, destruido y despojado de su reino,
y por los montes como fiero y bruto animal acavó su bida, y por
el consiguiente , todos los caciques sus subditos y basallos en la
tiranía y servid utnbre que avajo será contada.
El tercero reino se llamava Mao'uana, tierra también admira-
ble y sanísima, fértil y abundosa por estremo, y ay es agora
donde el mejor acucar nace y se haze y se adova que en otra
parte que sepa ; y el cacique ú rey desta tierra uonbravan Cao-
nabo: este Caonabo en esfuerco y estado, y presunción y cerimo-
nias de su serbicio, excedía á los dos caciques de quien emos
abhido, y prendiéronle los españoles con una sutil maña, ú trai-
ción por mijor dezir; estando comiendo en su casa bien descui-
dado, porque le abian dado seguro que no vonian á le hazer mal,
tomáronle con sobresalto, y metiéndolo también en un navio para
le traer á España, estando en el puerto para partir con otros
quiso Dios, Nuestro Señor, mostrar á la clara quán gran sin razón
aquella fuese, y enbió esa noche tan brava tormenta y tempestad,
que hundió todos los nabíos sin que uno quedase, y Caonabo car-
gado, cargado de yerro murió en el agua, y así cristianos como
yndios muchos con él; tenia este Caonabo quatro ermahos, tan
fuertes y esforcados como él lo era, qu(" bisto el acaepcimiento de
su ermano y oyendo" los estragos que los españoles en los otros
reinos avian hecho, mayormente quando supieron ser muerto,
muy ayrados pusiéronse en armas y fueron contra los cristianos
por lo, vengar; los españoles salieron á ellos, y con pocos de aca-
vallo, que es la más brava y perniciosa arma que pena entre yn-
dios puede ser, tal mortandad -•mi pIIor bizieron, que despoblaron
V robaron todo el reino.
Tomo LKXl.
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CAPITULO VII.
De las grandes crueldades que hizieron los españoles en el quarto
reino Dexarragna, que era del cacique Behechio, y como á su ermana "
Ancaona, que le sucedió en el estado, escarnecieron y ahorcaron
y talaron toda la tierra.
El quarto reino, probíncia en aquella ysla, se llamava Dexar-
ra^ua, que era como el meollo ó médula de la ysla Española, que
excedía a los otros en la len^^ua y habla ,scr más pulida, y en cor-
tesanía y crianca más adornada y conpuesta á causa de la mu-
chedunbre de jente y su g-enerosidad y nobleza, y en la apostura
de los onbres y hermosura de las mujeres; el cacique y señor de
aquesa tierra abia uonbre Behechio; éste tenia una ermana mu-
cho hermosa llamada Ancaona , y de aquestos dos ermanos Behe-
chio y Ancaona, se sabe que hizieron muchos y grandes serbi-
cios á los reís de Espjuia y hartos beneficios á los cristianos que
en su tierra llegavan; murió Behechio de su muerte naturtil, y
por no dejar hijos que le sucediesen quedó por sucesora y señora
de la tierra su ermana Ancaona; estando, pues, ay el Goberna-
dor de lo.-4 cristianos con setenta de acavallo y más de trecientos
peones , que los de á cavallo solos bastavan asolar toda la tierra,
por la muerte de Behechio, llegaron en ese pueblo quatrocientos
caciques y principales señores, á los quales metieron los españo-
les por enjj^año en un pajar, diziendo que ay estava la señora
Ancaona, y cerrando las puertas pusiéronle fuego por muchas
partea y quemáronlos á todos bivos, saibó los que pudieron huir,
á los quuics, pasados algunos días, alanearon y pasaron por cuchi-
llo, y á la señora Ancaona por le hazer mayor oura, después que
la escarnecieron, la enforcaron; y acaeció así que algunos de los
Cfistianos, ó }>or piedad ó por codicia tomaban los niños para an-
]iarallos que no muriesen, y llebávanlos eu las aucas de sus
cauallos , mas ¿qué los balía? que venia otro español por detras y
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de un bote de lanca lo pasava de parte á parte , y aun estando el
niño en el suelo le cortava las piernas y los bracos y lo menu-
caba tropelláiidole con las herraduras del cavallo , y las jentes
que pudieron huir desta crueldad fuéronse á los montes; otros
se pasaron á una ysletilia cerca, que distaría de ay ocho leguas
á dentro en el mar, mas el sobredicho Gobernador condeuó á
todos los que así se huyeron de tal carneceria que les fuesen to-
madas sus haziendas como á traidores.
CAPITULO VIII.
De cómo se acabó de destruir la probincia con muerte de la Muda,
reina, Higuanama, señora de el quinto reino de Higuey , y de quál
de las dos naciones podia tener justa queja para aber de perseguir
á la otra.
Y á la quinta probincia ú reino, que se llamava Higuey,
mandávalo una reina biuda, bieja y de mucha edad, que abia
nonbre Higuanama; y pasando los españoles á esta probincia,
poco ubieron que hazer en prender á esta reiua que no se ponía
en defensa ni aun tenia quien la amparase, y á ésta enforcaron,
y á la muchedunbre de sus gentes no perdonaron á bida , sin que
precediese culpa , á todos los mataron de yuflnitas maneras de
muertes, quemándolos bivos y despedacándolos á tormentos di-
bersos y espantables, y catibos y esclavos hizieron á los que de
ay á algunos dias bivos pudieron tomar, que harto más les baliera
la muerte, porque son tantas las malas benturas que en la con-
tína serbidumbre y sejucion que aquellas jentes an ávido, que
en mucha y muy larga escritura no se podria esplicar ni méuos
caber, y seria comencar ystoria prolixa, enojosa y sin fin, loque
yo en ninguna manera quería, sino mostrar querré brevemente
pudiese, la destruicion de aquellas tierras y los ñnes de sus gen-
tes, y cierto, creo, que por mucho que diga, no declaro de mil
partes la una de lo que fué, y así quiero concluir en lo de las
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guerras con dezir y afirmar, que en conciencia tengo por aberi-
guado, que para hazerse en las susodichas guerras tales traicio-
nes y crueldades , los siuples yndios no dieron más causa ni tu-
bieron más culpa que pudieran dar ó tener un conbento de buenos
y concertados relijiosos para los robar y darles terribles muertes;
y á los que nó, por malos de sus pecados, tenellos en perpetuo
catiberio padesciendo en ynsufrible serbidumbre; y más digo,
que hasta que todas las jentes de aquella ysla fueron muertas y
asoladas , aquellas tierras una tan sola culpa, por pequeña que
fuese y punible, los yndios contra los cristianos jamás cometie-
ron, saibó los reserbados á sólo Dios, Nuestro Señor, como son
los deseos de benganca que podian tener, y con mucha racon,
contra sus mortnles enemigos ; y aun esto creo que cayó en muy
pocos, porque son así tudos yupetuosos é bindicativos no más que
niños, que por mucha expiriencia y tratar con ellos lo tengo co-
noscido. y por cierto si que los yndios tubiesen siempre justísima
queja y de los cristianos y los españoles una ni ninguna racon
que buena fuese contra los sinples yndios; ca fueron sus obras
para con ellos diabólicas y nunca pensadas ni ymajinadas más
que de algún tirano, por mucho, que ny a sido mentado de cruel
en el mundo, y lo mismo digo de quantos después acá á las In-
dias an pasado en todas las partes que poblaciones se an descu-
bierto.
CAPITULO IX.
De cómo los españoles repartieron entre si los catibos yndios que
tomaron á'bida, y usaban de ellos como de bestias , y peor; sin otros
géneros de tormentos que les davan.
Acabadas las crudelísimas guerras y pasadas las sangrientas
batallas , y muertos en ellas todos los más de los yndios , y los
menos fueron presos, que solamente quedaron los mocuelos y
mugeres y niños, y repartiéronlos entre si, dando el Gobernador
á cada uno treinta, quarenla, cinquenta, ciento, según que en las
crueldades se abian señalado ú alcancaban gracia con él, y repar-
101
•
líalos con esta color que los enseñasen y dotrinasen en las cosa»
de la santa fe católica, siendo todos elloa ydiotas, onbres biciosos
y malos, y malos , hazieudo curas de ánimas á quien el cuidado
que dellos tubieron fué enbiar los moCos á las minas á sacar oro,
que es trabajo mortal para ellos ; y á las mugeres á las estancias,
que son las c^ranjas, á labrar, cavar y cultivar la tierra dura y
estéril , trabajo harto grabe para onbres, y aun de los más fuertes
y rczios, y no les davan á comer á los unos ni á los otros sino
yerbas y cosas que no tenian sustancia, y así se les beuian á se-
car la leche en las tetas á las mugeres y perescian miserable-
mente las criaturas; y de los que murieron así en las minas como
en las labrancas, fueron todos hechos tres partes, y así fenescie-
ron todas las jentes de aquella ysla , como fenesceríau todas las
del mundo si tal tratamiento les hiziesen ; ca les echavan cargas
de tres y quatro arrovas hasta seis á los más fuertes á sus espal-
das, y las llevavan ducientas leguas de tierra , y aun los mesmos
cristianos se hazian llebar de los yndios en hamacas, que son
como camas de redes, aquestas que an u^ado y usan de ellos
como de bestias, y así como á bestias se les hazian en los onbros
grandes llagas y mataduras del terrible é yncouportable peso, el
qual si á jubar no podian, como á bestias les daban palos j. aco-
tes y los aguijoneavan porque andubiesen , cosa orrible y abomi-
nable de onbres para con otros ; y es de notar que la perdición
destas primeras tierras y jentes fué desde que se supo la lamen-
table muerte de la muy alta y esclarecida reina doña Isabel , de
gloriosa memoria, que fué el año de mil y quinientos y quatro,
porque hasta entonces que comencaron á ser destruidas no seabia
hecho daño alguno en esas partes ni en otras; ca la noble reyna,
que santa gloria aya, tenia especial quidado y zelo de la salba-
cion de aquellas ahnas: como yo e bisto por ejenplo en todas las
partidas de las Indias donde ay oro que ayan pasado á ellas es-
pañoles que sienpre an hecho y hazen matancas y crueldades y
opresiones en las ynocentes obejuelas, añadiendo de cada dia mu-
chas mayores y nuevas maneras de tormentos, y quanto másyban
eran más crueles; ca la ceguera de la codicia los hazia caer de
golpe derrocándose ellos mesmos en reprobado juizio.
, 102
CAPITULO X.
De cómo pasaron los cristianos á las yslas de San Juan y de Ja-
maica y á la grande ysla de Cuba, donde un gracioso y lastimero
hecho acaesció antes de ser despoblada.
Pasaron los españoles á las yslas de San Juan y Jamaica en el
año de mil y quinientos y diez, que danvas eran grandísimas y
llenas de uertas y colmenas , y semejantes crueldades hicieron y
mucho mayores que las que habéis oydo: abrasan talando y ma-
tando , echando á los perros quanto y quantos delante de sí ha-
llaban , y oprimiendo con tormentos yntolerables en las minas y
estancias, hasta consumir y anichilar casi todas esas criaturas, que
abia en estas dos yslas más de setecientas mil ánimas y ay oy en
dia ducientas personas ; y lo que es más de llorar, perescer sin fe
ni sacramentos, y de grandísimas y muy pobladas que ser solian
están agora asoladas, y sin cosa enhiesta en ellas; y dos años an-
dados adelante entraron los cristianos en la ysla de Cuba, que es
tan grande, y antes más que menos, cómodos Valladolidá Roma,
donde otras muchas provincias abia; más como comenoando los
españoles su costumbre ala destruir con fiereza, y acabáronlo
como las pasadas, y más cruelísimamente , donde acaescieron co-
sas que más son espantables que creederas; de las cuales las
menos contaré: abia un cacique ú gran señor en esta ysla que se
llamaba Hatauey , éste habia parado ay, y se biniera de la ysla
Española por huir de las calamidades é ynhumanas obras de los
cristianos; pues como supo el Hatauey que venian contra él sus
enemigos, ayuntando todos los suyos, les dijo con infinitas lá-
grimas y mayor ansia y quejura de su corazón, así: «buenos ami-
gos y queridos mios, y leales vasallos, bien abéis oydo como
nuestros mortales enemigos, los cristianos, bienen acá, y enten-
déis así mesmo qaáles an parado á los caciques fulano y fulano,
aquellas de Hatay, que así llaman en su lenguaje á España,
103
cierto es que lo mesmo querán azer con nosotros, ¿quién sabe
quál es su yiitencion ú por qué lohazen?» y unos d(>cian que
no era otra cosa sino ser ellos por naturaleza crueles y mnlos:
«ay, dijo el Hataiiey, con un g-rau sospiro, que no lo hazen
por eso, sino porque tienen un Dio'^ á quien ellos adoran y
se sacrifican, y quiérenlo alcanctu* de nosotros, })or éste nos per-
siguen y matan, nms amigos, beis aquí el dios de los cristianos,
si os parece acáraosle arreitos (que quiere decir bailes y dancas),
que quizá le contentaremos y les mandarán que nonos hagan mal. o
Y con esto, tomando on sus manos una castilla llena de oro y
plata, perlas y piedras preciosísimas que cabe ^í tenia, dijo, «beis
aquí el dios de los cristianos, á quien ellos andan á buscar, ¿qué
parece que debemos hazer ?» Todos respondieron en altas bozes que
muy bien ablara, y que así hacerse debia; y así, teniendo el Ha-
tauey en sus manos la cestilla, los yndios bailaban y dancaban
al rededor della, é inclinándose á ella deziaii que a.sí aplacava la
su yra, mas el Hatauey, pasado un rato que así saltaron, dijo:
«locos , este Dios ¿qué bien ni qué mal nos po Irá hazer que no ha-
bla ni se bulle aunque resplandece? los perros cristianos al fin
nos han de matar, hac^ámosles este pesar que no cobren su Dios de
nosotros, y pues que más no podemos, echemos sele en nuestro
rio , 9 y tornando á decir todos que así era bien, ca no sabían ni aun
qué hacer de si echaran la cestilla en el rio.
CAPITULO XI.
De cómo por las maldades y fierezas [le los cristianos, los yndios se
huían á los montes y altas sierras , y de otro caso no menos notable
que doloroso, y cómo comenzó á haber repartimientos.
No por esto escapó este cacique Hatauey de mano délos espa-
ñoles , como quier que algún tiempo le durase la bida, siempre an-
duvo huyendo desde que los cristianos llcniron á aquella Isla;
antes como aquél que los conocía, jamás quiso con ellos paz aun-
104
que se la ofrecieron , y algunas bezes por guerra, sre defendió de-
llos, mas al fin le prendieron, y porque huya.de- jente tan yu-
ümauu y se defendía de quien le quería matar, é. los suyos dieron
amargas nauertes, y á él quemaron bivo atado á un palo, y es-
tando así le decia un relig'ioso de San Francisco, santo barón, cosas
de Dios y de nuestra fe, á quien nunca las habia oydo lo que po-
dia bastar aquel pequeño espacio y angustiado trance" que los
bcrdugos le otorgaban, y que siqueria creer en aquello que le
decia, que yria al cielo, donde habia gloria eterna y descanso,
si uo, que supiese cierto que su alma yria al infierno á padecer
para siempre perpetuos tormentos; y el Hatauey, abiendo estado
un poco pensando, preguntó al relijioso que si iban cristianos al
cielo, replicó el relijioso que sí si eran buenos , y tornó tan presto
el cacique, «pues padre no quiero yo yr allá aunque todo eso sea,
por no estar con tan cíuel canalla,» y no le pudieron quitar desto
el religioso por más que dijo y hizo, el Hatauey murió; tal es la
fama y onrra que Dios y nuestra santa fe an ganado con los es-
pañoles que á las Indias, pasaron por su mayor daño; y una bez,
estando en la compañía del gobernador que entonces era, bí como
llegando á cierto pueblo le salieron á rescibir los yndios, sus mo-
radores del , deilos con mantenimientos y otras cosas necesarias, y
dallos con ramos de oliba en sus manos en señal de paz con
grande alegría, cantando en altas bocés, ofreciéndose por suyos;
mas el diablo que en ellos entró, y sin ninguna otra razón ni cau-
sa, pudieron á cuchillo en mi presencia quantos yndios ay be-
nian, que serian más de tres mil, en los quales hizieron tales
crueldades, que otras así jamás fueron vistas ni oydas; donde á
pocos días el gobernador embió mensageros á. todos lo's caciques
y mayores señores de aquella probincia, diciendo que no temie-
sen ni se ausentasen, que pasado fuese lo pasado y biniesen, y
que oyrian la palabra de Dios; y hiñiendo todos los susodichos
de muy buena boluutad, el gobernador mesmo los prendió y
quer a otro dia quemarlos bivos, diciendo que así era bien por-
que estos eran muy poderosos, y en algún tiempo podriau hazer
daño, y bíme, cierto, en gran trabajo por librallos; pero poco hacer
pude; los yndios, bieudo que tal burla les azian, los que presos
105
noí'uerou, viéndose padecer y morir siu remedio, uuos huiaa á
los montes y otros desesperados se ahorcaban, y unos á otros, ma-
ridos á mujeres y mup^eres á hijos y ermanos áermanos, todo por
la crueldad y braveza de los españoles malditos, se ahorcaron en
mi presencia más de ducientos yndios , y oflcial ubo del Rey en
esta ysla que le dieron de repartimiento trescientos yndios,. y al
cavo de quatro meses en las minas y estancias se le abiau
muerto los ducieutos y sesenta, que solos cuarenta le habian que-
dado, que casi era el diezmo; después le dieron otros tantos que
también mató, y dábanle más y matava más, hasta que él murió
y el diablo le llevó el alma.
CAPITULO XII.
De cómo los españoles yban á ca^ar y montear los yndios que estavan
huidos con perros brahísimos que enseñados tenían, y de otros
muchos males que cometieron.
De ay á tres meses , estando yo en la mesma ysla , porque les
llebaron las madres á las estancias ú labrancas, por mejor decir,
murieron de pura hanbre ocho mil niños, y otras cosas muy es-
pantables que acaecieron; después acordaron de yr á montearlos
yndios que estavan huidos en las altas sierras, con rabiosos per-
ros, en que se hizieron estrag-os nunca pensados ni y marinados y
así asolaron y despoblaron aquella ysla, cual yo bí pocos años a,
que según como solía ser, cosa es de muy gran lástima; mas el
año de mil y quinientos y catorce pasó á la tierra firme un go-
bernador crudelisimo, y sin alguna piedad ni aun prudencia, que
pareció, cierto, acote del furor divino, él yba muy de propósito á
poblar la tierra con infinita gente de cristianos españoles, y aun-
que algunos otros capitanes crueles abian ay pasado, que robaron,
y mataron, y escandalizaron mucho, fué todo ala costa de mar,
pero lo deste fué la tierra adentro, que excedió con gran parte
en crueza á todos sus antecesores con sus nefandas abominacio-
106
lies; éste, tiende á muchas leguas arriba del Darien, que así se
llama un estrecho en las ludias, muchas tierras y grandes reinos
dejó yérraos y despoblados, todos, hasta la gran probincia de
Nicaragua , ynclusibe , que serian trescientas leguas , la más fértil
y hermosa tierra que se creeaber en el mundo, donde abia muchos
caciques, príncipes y señores, y grandes poblaciones, é ynesti-
mables riquezas de oro, plata, perlas y piedras preciosas f cora-
les, porque hasta aquel tiempo en ninguna parte de las Indias
abia parescido sobre la haz de la tierra en tanta abundancia, que
aunque de la ysla Española fueron muchas y grandes las riquezas
que con los yndios sacaron de las concabidades y entrañas de la
tierra, donde, como dicho es, todos los más de los yndios murie-
ron, abia en esta ysla muy más fino el oro y más acendrado; y
aquí ynbentaron nuevas y nunca bistas maneras de crueldades
los cristianos, que en los miserables cuerpos de los yndios fueron
cumplidas, y tormentos porque les diesen ú descubriesen oro; y
capitán ubo en esta gente que en una entrada sola que hizo ])or
mandado de su gobernador á robar y saquear una probincia, mató
sobre quarenta mil ánimas que bió por sus ojos un relijioso que
cou él iba, llamado fray Francisco de San Román, pasándolos por
ñlo de espada, quemándolos bibos, echándolos á perros brabos,
atormentándolos con dibersos y espantables tormentos ; y porque
la ceguedad perniciosísima de los que rejian las Indias que cayó
en sus corazones y la su codicia era grande y desordenada, per-
dieron de todo el cuidado de disponer y ordenar cerca de la sal-
vación de tanta muchedumbre de jentes que á cargo llebavan, y
despreciando sienpre esto, según que por la obra y efeto della se
abien parescido, aunque por palabra digan otra cosa, y a llegado
á tanta desbergüenca , que ay an platicado é ymaginado que se
hagan requirimientos á los yndios que bengan á recibir la santa
fe y á dar la obediencia á los reyes de Castilla, si nó que les ha-
rían cruel guerra á fuego y á sangre, y los robarían, cativarian y
matarían, como si el hijo de Dios que murió porcada uno de ellos
lo ubiera en su ley mandado quando dijo: eiinks yn mwidum uni-
bersum et predicatc, evangelium hoc omni crcaturoR qui crediderit et
halimlus fiierit salbus erit, qui bero no crediderit condcnabilur, que
107
se hiziesen requirimientos á los ynfieles, y que siendo ellos pací-
ficos y quietos y poseyendo sus propias tierras sin hazer mal á
naide , si la fe no recibiesen luego, sin otra predesecion de doctrina,
y si no se diesen á señorío de príncipe que nunca bieron ni oyeron
dezir, mayormente siendo los mensajeros y predicadores tan cra-
delísimos y desapiedados, que muriesen por ello, y con tal género
de muertes y que los que bibos quedasen por el mismo caso perdie-
sen la hacienda, tierras y la libertad suya y de sus mujeres y
hijos , y estubiesen en tan orrible serbidunbre y tiranía, cosa ab-
surda y nefanda, si no para abominar della.
CAPITULO XIII.
De los diabólicos requirimientos que los cristianos á loi' yndios hazian
para los poder robar y matar á yei ro y á fuego y á sangre, y de tales
muertes qaal la dieron á un cacique, declara.
Como el malabenturado gobernador tal comisión o ynstruccion
llebase de hazer los requerimientos para justificación suya, man-
dava que se hiziesen otro dia antes de quando acordavan de yr á
robar y saquear algún pueblo de quien teniau noticia que sus
moradores poseian oro, mas por no los abisar y se pusiesen en
defensa y se probeyesen por poder jurar que hizieron los requiri-
mientos, usavan de una cautela diabólica y hacíanlos á media
noche estando los yndios en sus casas seguros y bien descuidados
durmiendo, ybanse los ladrones so la sonbra y oscuridad de la
noche, y llegando á media legua del pueblo pregonavan entre sí
mesmos, y leian un pergamino escrito que ellos ordenaran , cuyo
tenor era tal:
«Caciques, yndios, príncipes y altos onbres desta probincia,
salud y gracia: sepades que ay un Dios trino en personas y uno
en esencia, y un Papa en su lugar en la tierra y un rey de Casti-
lla, y lo mesrno de toda España^ que es emperador y señor destas
Indias; por ende vos someteos á su ley obediencia, donde uó teneos
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por dicho que os mataremos , destruiremos , robaremos y catiba-
remos,» " .
Tal era el requirimiento que á esa ora apreg'ouaban , porque
binieudo á ser é querer ser cristianos, leyéndolo en público, no
perdiesen de los robar y matar, y como el alva esclarecia , entra-
van de rebato en el pueblo, que no ay tal que tenga puertas ni lo
acostunbran, y poníanle fuego por muchas partes á las casas, que
lo más dellas es paja, y quemaban bivos á los yndios, cubres y
raugeres y niños antes que despertasen de su sueño, y los que to-
mavan á bida, menos se escapavaude la cruel muerte, calos ma-
tavan tanbien á tormentos porque dijesen de otros pueblos donde
ubiese oro; y los que destos dejavan, herrávanlos por esclavos en
el rostro, y muerto el fuego yvan á cabar y buscar el oro; en tales
obras se ocupó el perberso gobernador y los suyps un tienpo, que
fué desde el año de nueve hasta el de catorce , y dende el de ca-
torce hasta el de beinte y uno, y porque no los pusiesen cerco
con que los amenazaban en jeneral á todos los soldados, daban los
yndios multitud de joyas de oro y plata, y perlas y piedras pre-
ciosas, corales, almicques y ánbáresy otros infinitos olores, y esto
sin más riquezas que en particular davau al gobernador; y él
porque sus soldados le diesen oro, davales de los cativos yndios,
y elios los tomavan de grado, porque con ellos sacavan de las
minas mucho más, y el oro que robaron de aquella fecha fué un
millón de castellanos, y aun yo oy muy corto, que esto fué sólo
lo que ellos confesaron; pero aberiguase que más de otros dos mi-
llones saquearon antes que salien de aquella probincia; y otros go-
bernadores que después sucedieron hasta el año de treinta y tres,
rebuscando esta tierra mataron con sus tiranías y servid unbre los
pocos yndios que quedavan; entre muchas maldades que éste hizo,
no costumbrava á hazer en el tienpo que gobernó, fué, que dán-
dole un cacique de su propia boluntad ú de miedo , según se cree,
ocho quentos de castellanos, no contento con esto, prendió al dicho
cacique, y atado á un palo, hincado en el suelo estendidos los
pies, mandóle dar fuego por ellos porque diese más oro, y él en-
biando por más á su casa, por se ber libre, trajéronle otros tres mil
castellanos; estos:tomó el gobernador, mas por esto no harta su
109
haübre, y mandóle dar otros tormentos, y el lastimado cacique no
dando más oro, porque no le tenia, tubiéroule de aquella manera
hasta que los tuétanos se asaron y le salieron por las plantas de
los pies y ubo de acavar, y así hizo á otros con la misma rabia y
codicia.
GAPTIULO XIV.
De una entraña crueldad que contra las doncellas yndias usaron los
cristianos entre otras muchas, y cÓ7no fueron bencidos y muchos de-
líos muertos por el Parijs, cacique de Panamá, al qual aprovechó
poco goce, al fin murió él y los suyos.
Otra bez, yendo á saquear y robar una capitanía de españoles
que- el gobernador les dio licencia para ello, lles-aron á cierto
monte donde estava recqjida y huida de la pestilencia y obras de
los cristianos much-i gente de yndios, y dando de súpito sobre
ellos mataron quantos pudieron, onbres y mujeres, y viejos, y
niños, y tomando setenta donzellas llebávanlas para cumplir sus
malos deseos; y juntáronse otra gran conpaña de yndios con sus
armas, que ovendo los dolorosos gritos que las donzellas por el
monte yban dando, acudieron, y con rabiosa ansia fueron por les
quitar sus mujeres y hijas , y aun biéndose los españoles tan apre-
tados de los yndios, que en ninguna manera podian llebar la presa
por ser muchos menos que ellos, no la quisieron soltar, ca no era tal
subirtud; mas usaron espantablísima crueldad con las sin ben-
tura, ca les metieron las espadas por el bergoncoso lugar y dejá-
ronlas muertas, y no una tan sola á vida; béase agora si nunca
los godos, los alanos , los suevos, los unnos, los silingos^ los bán-
dalos, los longobardos, los herulos y cuantas naciones a abido en
el mundo crueles y bárbaras, hizieron otro tanto por mucha que fué
su fiereza; quando los yndios aquesto bieron, con alaridos que al
cielo llegavan, carpían sus rostros y arañávanse con sus uñas se
bolbian sangre, y vertiendo infinitas lágrimas decían: a ¡o malos
y crueles onbres á las hiras matáis ! » que así llaman en su lenguaje
no
á las doDzellas, mostraudo como sea villauía pouer las manos en
mujer, y sospiraudo y jimiendo á esconderse, tornaron más; de-
jando agora aquesto, contaros emos como á quinze leguas de
Panamá, abia un cacique ú gran señor que llamaban el Parijs,
riquísimo de oro y plata, perlas y piedras preciosas, corales, hal-
micques, ánbares y de todo lo al, y pasando allá los cristianos,
rescibiéndolos el Parijs estremadamente de bien , y con ynflnita
alegría presentó al gobernador cinquenta mil castellanos, de su
boluntad, ó más; él y los suyos, paresciéndoles que quien tanto
daba de su gracia, apremiándole que daria mucho más y que debia
tener gran tesoro, que era el consuelo de sus trabajos, disimularon
y dijeron quererse partir al quarto del alva y tornarse, y partidos
buelben y dan sobre el cacique y pueblo, y prendiendo ynflnita
jente robaron quanto hallaron, que cosa era ynstimable, y al pue-
blo alcasaron con fuego y el Parijs se les escapó huyendo, que no
le pudieron prender de aquesa bez; y él, juntando presto la más
jente que pudo, como animoso y esforcado que era, dende en seis
dias tornó á ellos, y alcancándolosquese bolbian, llebando ciento
y treinta y tres mil castellanos, por un desconbrado, y mucha otra
presa de yndios, y dando en ellos con marabilloso esfuerco, según
su natural flaqueza , mataron cinquenta españoles y tomáronles
todo el oro y presa que lleva van, y escaparon los otros bien heri-
dos, huyendo por uña de cavallo; mas fué así que los cristianos se
rehicieron , y rebolbiendo sobre el Parijs robaron y asolaron su
tierra, y más dieron crueles muertQS á sus naturales , y algunos
que tomaron á bida fué para ponerlos en la ordinaria servidum-
bre de las minas y labrancas, por manera que no ay agora besti-
jio ni señal que allí aya abido población ni onbre nacido, teniendo
antes trescientas leguas de sólo poblado; tales estragos y mortan-
dades aquel miserable gobernador y los suyos en aquellos reinos
hizieron.
iil
CAPITULO XV.
De la hermosura y fertilidad de la fresca probincia de Nicaragua,
y lo mucho que sufrieron los de ella por no la dejar de los dcsapie-
dados españoles que á ella pasaron, que poco les aprobechó.
El año de mil y quinientos y beinto se pasó á ^anar la mara-
billosa probincia de Nicaragua, en la qual entró el gobernador de
que hablavamos , pues quien podria contar la deleitosa y fértil
frescura desta probincia y encarecer como era razón su compos-
tura y su mucha jente, que admirable cosa era de ber quán po-
blada y hermosa estar solia, con pueblos que no abia de uno á
otro cinco leguas y estas llenas de eusalcados y frondosos árboles,
á marabilla espesos, y muchos sabrosos frutales, y berdes y oloro-
sas flores y plantas, aves y animales de estrañas y difereute-
maneras y dibersas formas, é ynnumerables fuentes de dulcesi-
mas y claras aguas manantiales, y la tierra de suj'O llana como la
palma, y tan rasa que no se hallaban escondrijos en los montes,
tal era ella que con terrible ansia y angustia la dejavan los yn-
dios quando dejarla les fué forcado , que con gritos horadando el
cielo la besaban y abracaban con rabia dolorida lo que podían, y
por la morar sufrieron mayores persequciones y daños que los de
las otras partes, y quanto fué posible enduraron las tiranías y
serbidumbre' en que los españoles los ponian por no dejar la
tierra, mas por la mesma manera el cruel tirano y gobernador los
hizo que compañía tubiesen á los otros , y como quior que la
jente mansísima y pacifica fuese en tiempo pasadado ayudaran
estos yndios de Nicaragua á que otros fuesen destruidos, mas
entonces por la mesma bentura ubieron de pasar; enbiaba el go-
bernador en beces jente á caballo á la jineta que alanceaban y
destruiaiv una probincia tamaña como el condado de Ruysellon
que no dejavan onbre biejo, ni niño, ni mujer con la bida, y esto
por muy lijera causa, así como porque tan presto no beniau á su
112
llamada ó no traia,u tantas car^^as de mahíz, que es el trigo de
allá, ú tantos yn^ios corno quisiera que á él y á los suyos sirbie-
sen, porque como era la tierra tan llana, ninguno podia huir ni
menos esconderse de los de á caballo é yban los cristianos á hacer
sus entradas, que es á saquear y robar otras probincias, y aun á
los mesmos yndios consentía el gobernador que prendiesen y lle-
basen para hender, y á los que los serbian echavan en cadenas y
arp:ollas á las gargantas porque no se les fuesen y les dejasen
cargas de quatro y cinco arrobas que á sus hombros les ponian, y
acaesció hez de muchas que esto hizieron que, de seis mil yndios
ocho no bolbieron bivos de aquel camino, que muertos los dejaban
por do quier que iban; quando algunos Cansaban despeándose y
del gran peso enfermavan de pura hanbre y trabajo y flaqueza,
por no los desensartar de las cadenas, que trabajo y tardaiica me-
nester fuera, de tal suerte los traían, cortábanles las cabecas por
los .collares y caían ellas á un cabo y los cuerpos á otro; béase
agora lo que sentir podrían quando se ordenaban seuiejautes ro-
merías , teniendo espiriencia que nirjguno de ellas bolbia; y así,
cuando salían yvan llorando, sus ojos echos fuentes de lágrimas,
dando alaridos que al cielo suben, y si se pudiesen matar, cierto es
que lo harían, aunque es la jeute del mundo que mas teme la
muerte, y no ubiera onbre que lo biera que no se le quebrara el
coracon de dolor, salvo los de aquellos enternegados españoles,
que más que de acero debían ser: «ay, decían los sin bentura, que
aquellos eran buenos caminos quando serbíamos á los cristianos,
que aunque penávamos, bibiamos y bolbíamos algún tienpo á ver
siquiera nuestras tierras y casas, mas agora hamos sin alguna es-
peranca de bibir, muriésemos luego sin penar lo que de penar y
pasar nos queda.»
113
CAPITULO XVI.
De la bida que davan los cristianos á los yndios en esta probincia
y de la general hanbre y terrible carestía que en ella sucedió y tal
que con dolor y lágrimas á la madre fuese forjado matar su hijo á
quien dava leche para comer, y de quién fué la causa desto.
Quiso una bez este gobernador hacer nuevo repartimiento de
los yndios porque se le antojó ó por respeto, se»un algunos dije-
ron, de quitar los yndios de poder de quien no queria bien y
darlos á quien le plazía; esto dio causa que los yndios no sem-
brasen un año una sementera, y como faltase pan en el tienpo
sucediente, tomaron los españoles á los yndios quanto mahiz y
•^robision teuian para sustentar sus mujeres y hijos y familia, por
lo qual murieron de hanbre más de beinte mil ánimas, y aun esto
fué como nada, pues acaesció mujer matar su propio hijo, á
quien antes daba leche y su propia sustancia, para comérsele con
la rabia de la gran hanbre; los pueblos de esta probincia, que
eran como una deleitosa uerta, y aposentáronse en ellos los cris-
tianos, cada qual en el que le repartian, y sin hazer en ellos sus
labrancas ni costalles algo, se mantenian de las probisiones de
los pobres yndios ; otros les tomavan sus propias tierras y ereda-
des, de suerte que tenian en sus casas los yndios, biejos y mogos,
y mujeres y á todos sus muebles y raízes para de todo se aprobe-
char, y á todos los hazian serbir noches y dias sin tomar alguna
holganca, hasta los niños chiquitos, quan presto se podían tener
en sus pies, los ocupaban en todo lo que hacer pudiesen; asi los
an consumido como se be oy dia en los pocos que quedan, no
consintiéndoles ni dejándoles tener co-^a propia, tratándolos con
mayores tiranías y sin justicias que á los de la ysla Española mu-
rieron; otro sí, lasjentesde esta probincia, haciéndoles llebar la
tablazón y madera de treinta y cincuenta leguas al puerto para
hacer nabios, y en enbiallos á buscar miel y cera por las altos mon-
ToMo LXXI. 8
114
tes doude eran comidos y despedacados de los tigres,» que muchos
ay en aquella tierra, pues á las mujeres preñadas no le calavan
más cortesía, antes las cargavan como á bestias, y principal-
mente lo que ha dado causa á ser destruida y asolada aquella
probincia tan grande y en tan brebe tiempo fué la licencia que el
mal gobernador dló á los suyos para pedir esclavos álos caciques,
que á cada señor de un pueblo demandavan cada mes cincuenta
esclavos con crueles amenazas, si no se les diesen que los abian de
quemar bibos y echar á los perros brabos; y como los yndios co-
munmente no tienen siervos, que ellos mismos se sirbeu, yban
los caciques por sus pueblos y tomavan primero los uérfanos y
después demandaban á quien tenia dos hijos el uno, y á quien
tenia tres los dos, j dándoselos ellos con terribles gritos y doloro-
sas boces y llanto de todo el pueblo, porque son las jentes del
mundo que más entrañablemente parece que aman á sus hijos;
de aquesta manera cumplian el número de cinquenta que el ti-
rano demandava, y como esto se hiciese muchas bezes, asolaron
con tales solenidades desde el año de beinte y tres hasta el de
treinta toda esa tierra, porque andubieron siete años cinco nabíos
al trato de muchedumbre de yndios y de otras cargados que yban
á Panamá y al Perú á se vender, y á otras muchas partes doude
luego son muertos, porque es aberiguado que en sacando los
yndios de su naturaleza y llevándolos á tierra caliente luego
mueren; por esto dijeron algunos que su muerte estava en sus
manos, y que podian morir quaudo ellos querían súbitamente,
mas, esto no es ansi. que onbres son y mortales como nosotros, pero
de la gran cal ura, que es contra su complision, y de que les davan
poco y malo á comer, les benia; y esto siendo tan libres como
cada qual los an hecho esclavos con las contiims o ynfernales
guerras que si<'m])re les an dado y penoso catiberio en que los
pusieron y lo mesnio se a hecho de catorze años á esta parte que
en la susodicha probincia de Nicaragua, escasas habrá quatro mil
personas, y aun destas matan cada dia con los serbicios continos
y opresiones ordinarias.
115
CAPITULO XVII.
De en qué tiempo se descubrió la probincia de la Nueva España
y pasaron los cristianos á ella, y de lo que acaesció en el su
descubrimiento.
Benido el año de mil y quinientos y diez y siete, descubrióse
la Nueva España y su tierra, en cuyo descubrimiento grandes es-
cáüdalos y muertes se hicieron en los yndios por los que la des-
cubrieron, y en el de mil y quinientos y diez y ocho la fueron
españoles cristianos á robar y destruir, y catibar los yndios que
en ella se hMlhisen; ellos decianque la yban á poblar, más dende
entonces, quasi hasta en estos tiempos, a llegado asertan grande
su maldad y tiranía que perdiendo el temor á Dios y al Rey así
mesaio con más berJad se han perdido y destruido que á los ju-
díos podemos decir, porque tales y tantos fueron los estragos,
crueldades, y matancas y destruiciones, que los reinos de la
tierra firme, que son tantos que todos los que e dicho son como
nada en su comparación, en mucho menos los han tornado; pero
dejarlos emos de decir que son infinitos, y las horribles y nefan-
das obras que cometieron, porque berdad sea lo que arriva dije,
que siempre y de cada dia más an crecido y crecen en hazer
mayores fierezas y mortandades desde la tomada de la Nueva
España, que fué á diez y ocho dias del mes de abril del año de
mil y quinientos y treinta, doce años enteros gastaron en ella
haciendo estragos y crueles matancas, é ynbentando mañas y
falsas traiciones lo acabaron este continuamente que quatrocien-
tas y cincuentas leguas y más que hay al rededor de la gran
ciudad de Méjico y por toda esa probincia, que tanto es maravi-
llosa su grandeza y latitud que cabrán bien en ella cinco reinos,
y cada uno mayor que toda España y todas sus tierras, así eran
pobladas y llenas de gentes como Sevilla y Granada y Caragoca,
y Barcelona y Valladolid todos juntos, porque ni ay ni ubo ja-
116
más en estos pueblos la jente que ay en los que decimos , los
qunles para los andar en torno an de pasar más de tres mil y
quinientas leo^uas, que en todo este tiempo an muerto los cristia-
nos acuchillo y á laucadas y quemando bivos, bicjos y mocos, y
niños é niujeri's y duucellas, más de diez quentos de ánimas
mientras que duraban las que ellos llamaban conquistas, siendo
invasiones, violencias y crueles tiranías, no solamente condena-
das cerca de Dios, mas reprobadas quanto á las leyes de los
onbres , y mu}'' peores que las que haze el o-ran turco para des-
hazer y anular la religión cristiana, porque fueron de tres partes
las dos de susodicha muchedumbre y aun ahora matan de los
que quedan con las opresiones malditas, y, cierto que no podria
bastar lengua umana á referir sus hechos particularmente, ni in-
dustria umana para mostrar la esquibeza y horribilidad suya que
indistintas partes y juntas en un mismo tiempo por aquellos ca-
pitales enemigos del linaje umano se an cometido, que según sus
circunstancias y calidades que los agravan; en verdad, que con
mucha dilijencia y escritura apenas cumplidamente le podria ex-
plicar; pero algo de algunas partes diré, con protestación y jura-
mento que no creo que declaro la una de mil partes de lo que fué.
CAPITULO XVIII.
De la paborosa crueldad y carnescería que los españoles en los yndios
hizieron en la ciudad de Choleda , y de lo que más fué.
Y es asi, que entre otros muchos estragos y mortandades que
los españoles hizieron en una gran ciudad de aquestas, de más de
treinta mil bezinos, llamada Choleda, saliéndolos todos los caciques
de la comarca á rescibir con el sacerdote mayor de los cristianos,
llevándolos los yndios en medio, los metieron en su ciudad y apo-
sentaron en las casas del principal cacique; acordaron los cristia-
nos de hazer allí un castigo cruel , como ellos dizen , para poner
espanto y senbrar con tal brabeza toda esa probincia, y para esto
117
enbiaron á llamar á todos los más nobles de laciudady jenerosos,
y de todos los lugares á ella subjetosy al cacique mayor de todos,
y así como benian, que luego obedecieron, y entravan á hablar al
gobernador y á ber lo que les queria, eran luego presos , sin que
onbre de ellos lo biese ni alguno lo entendiese que tal de los otros
fuese; abíanles demandado, según paresció ser los españoles, seis
mil yndlos que les llebase las cargas como hazémilas, quando de
alguna parte á otra se mudasen, y metiéndolos á todps en un gran
patio de la casa, y á todos pasaron por cuchillo como á mansos
corderos, y á la puerta del gran patio se pusieron muchos cristia-
nos armados á guardar que naide salir pudiese, y ni uno solo que
escapó que todos paresció que murieron; mas pasado ese dia, al
otro salian muchos yndios cubiertos de sangre de los muertos,
que debajo la muchedumbre se habian escondido, donde otros
ahogados fueran y muertos sin heridas; los bivos llenos los rostros
y cuerpos de sangre quajada yban llorando y con lastimeras hoces
ante los cristianos pidiendo misericordia y que no los matasen, en
los quales ninguna piedad hallaron, antes, así como salian y á
ellos llegavan descabeñados y llorosos, enronquecidos del mucho
gritar, como perros rabiosos y que les obiesen hecho el mayor
daño del mundo, ellos mesmos con sus espadas los despedacaban
y á los caciques y mayores señores, hincados palos en tierra y
atados á ellos, los mandaba el gobernador asar bibos ; el cacique
principal por gran bentura pudo soltarse y acojerse con otros
beinte yndios á un tenplo grande que era como fortaleza, que 11a-
mavan el Qun, y allí se defendió entero medio dia; mas los espa-
ñoles pusieron fuego por todas partes al tenplo, y allí los abrasa-
ron, dando ellos tales alaridos y boces, que el cielo rompían di-
ciendo; «malas y crueles bestias ¿qué os emos hecho porque así
nos matéis? mas no podéis hazer otra cosa que yr á la ciudad de
Méjico donde nuestro señor Motencuma nos bengará destas muer-
tes;» y porque esto se lebantó de las cargas que les abian de llebar,
bien es saber y considerar cómo se aparejan los pobres yndios
para el trabajoso oficio, cosa de muy gran lástima, cabienen des-
nudos en cueros , solamente cubiertas sus bergüencas con unas
redezillas y su muy poca comida en un sacillo ú talego en el
118
ombro atado al cuello, y hállase por berdad, quequando estavan
pasando por espada los yndios en el patio, el gobernador pestífero
mirándolo con buen plazer, que cantava aquella canción que dizen:
Mira Ñero de Tarpeya
Á Roma cómo se ardía,
Gritos dan niños y biejos
Y él de nada se dolía.
Y otra muy mayor crueldad que aquesta, silo puede ser, hizie-
ron en la ciudad de Toponea, que era mayor, que yo dejaré de
contar por escusar prolijidad y fastidio.
CAPITULO XIX.
Cómo dejando robada y destruida otra ciudad los cristianos pren-
dieron ni poderoso cacique MoteiiQuma y hizieron la famosa matai^ca
de la nobleza y generosidad yndia en la ciudad de Méjico, que oy
día es llorada.
Depenca, la muy noble é ynsinne ciudad, quedó asolada y
destruyda, y todos sus naturales y moradores muertos; y pasados
los españoles á la opulentísima de Méjico, porque el rey Moten-
cuma los enbiara á llamar con sus embajadores, que muchos y
dibersos presentes de riqueza y probision les llebaron por g-analles
las boluntades, y á la entrada de la ciudad salió el mesmo Moten-
cuma á los recibir con toda su corte, haciendo llebar su persona
en andas y en onbros de los más principales yndios de los suyos.
Finalmente, él salió con toda la más majestad que pudo, para les
mostrar su grande estado, que era mayor él que quantos caciques
y príncipes emos dicho con gran parte, aunque los queuten todos
juntos; y si muchas fiestas y alegrías abian hecho sus yndios á
los cristianos hiñiendo por el camino , muchas más les hizieron
entrados en la ciudad y de mayor alegría , que fueron tantas y
119
tales, que los españoles y su gobernador eran muy maravillados.
Motencuma los aconpnñó hasta eu los grandes y reales palacios
donde él moraba, y allí con mucho plazer los mandó aposentar;
mas la paga que le dieron por tan gran hourra, según me certificó
quien se halló presente, fué, que con cierta cautela ú traición, es-
tando Motencuma seguro, lo prendieron y echaron unos grillos á
los pies, y cargado de cadenas lo pusieron en una torre y eu su
guarda ciento de los más principales de entre sí, y grandes cosas
pasaron en esto y mucho de contar; pero todo lo dejaré por de-
cir, de una de las menores, la más señalada que acaesció, y fué
asi: que yendo el gobernador al puerto á prender á otro capitán
que contra él benia, dejó á otro tercero capitán en guarda de Mo-
tencuma con los cien onbres , estos acordando de acrescentar el
miedo en aquella tierra que dellos abia, por tal manera, como lo an
usado y usan siempre los yndios de la corte de Motencuma no se
ocupavan de otra cosa que en dar plazer á su señor en la torre
donde estava preso, y entre otras fiestas que le hizieron fué una
por todos los barrios y plazas de la ciudad con danzas y bailes, que
llaman ellos mitotes ú arreitos, donde saca van todas sus galas y
riquezas , y se empleavan de gana por ser la principal y más re-
gocijada manera de sus fiestas y alegrías, y los más nobles y ca-
valleros de sangre hazian sus dancas y bailes más cerca de la
torre donde estava su señor Motencuma, y junto á ella mil hijos
de caciques y grandes señores que eran la flor de la corte de Mo-
tencuma , y generosidad contra estos ; fué este capitán con una
quadrilla de españoles , y á todos los otros repartió también por
quadrillas y embiólos á los otros barrios de la ciudad donde se
hazian las fiestas, como que iban á verlos, según otras veces, con
armas escondidas y concierto que á tal ora que se hiziese cierta
seña todos diesen sin duelo en los cuitados, que enbebecidos en sus
bailes estarían, y así se hizo con «Santiago y á ellos» como si entra-
ran por medio una gran batalla deynfieles muy armados, que con
sus espadas desnudas en las manos á gran priesa comencaron á
ronper y herir los miserables cuerpos desnudos en hiendo la seña,
despedacando los delicados yndios y derramando aquella sangre
yllustre que uno solo con la bida no dejaron , y lo mesmo hizieron
120
todos los otros en las otras plazas, ¡qué hacaña que á todas esas
comarcas puso en gran pasmo y cubrióse de luto y angustia y
amargura esa problncia, y aun oy dia en sus bailes y dancas y
cantares , sienpre la mentan y hazen mención de la pérdida desta
nobleza!
CAPITULO XX.
De cómo los yndios que quedavari hizieron gran daño en los cristia-
nos en bengan^a de la nobleza perdida , y cómo si supieran los des-
hizieran de forma que al menos aquesos más no los molestaran ni
se enriquescieran con sus aziendas.
Vista, pues, por los ynocentes yndios cosa tan espantable y
fiera, y nunca oyda otra tal que en jeute sin culpa perpetrada
fuese, aunque el cacique Motencuma, su señor, biéndose preso
mandado abia á sus yndios que por cosa alguna, ni mal que los
cristianos los obiesen hecho, auuque fuese mucho el daño, no se
bolbiesen contra ellos, so graves penas ; no le obedecieron enton-
ces, como quier que muy temido era, antes se alborotaron todos,
y puestos yufiuitos dellos en armas, rrebuelben sobre los españo-
les con tal esfuerzo y fortaleca, que mucho fué poder escapar en
la torre donde Motencuma preso estava ; los yndios aparejaran
de los convatir ü de poder entrar en la torre , ca eran muchos, y
los cristianos pusieron un puñal á los pechos del preso Motencu-
ma, diziendo que se pusiese á una bentana de la torre y man-
dara sus yndios no los conbatiesen , si no que se tubiese por
muerto , y Motencuma lo hizo ansí con el miedo grande de la
muerte, que llegándose á la bentana con harto dolor de su cora-
ron y lágrimas de sus ojos , y sollozos y jemidos que uno á otro
se alcancaban, y annusgándosele en la garganta lo que hablaba,
lea dijo: «amigos y basallos mios, si queréis que yo biba, naide
conbata la torre, si no, podéis creer que luego seré muerto.» Mas
con todo esto los yndios no le curaron de obedecer, tanta era su
rrabia; y platicaban entre sí de elejir otro mayoral y cacique
121
que los gobernase y acaudillase sus batallas; y ya que tenian en
grande estrecho á los españoles , que no podían dejar de morir
estorbó que no alcanzasen ellos tan deseada bitoria , la tornada
que sabían que tornaba el gobernador que fuera al puerto, que
abia bencído al otro capitán , trayendo muchos más cristianos que
llevara, y que estaban muy cerca; ansí obieron de dejar el con-
bate é yr á resistílle, y en buena ordenanca le aguardaron en
una estrechura por do forcado de pasar abia, y pelearon unos con
otrosbalentisimamente, y murieron muchos de dambas partes,
que los yndios sin armas peleaban como onbres lastimados, y
que poeo se les daba por morir, y así fué muy peor álos españo-
les; por ende, estando los unos de los otros rretirados y en treguas
los cristi^uos, pensaron de una noche se yr á otra tierra, pues
tan mal et aquella les yba, y como lo pensó, quan calladamente
pudiesen , í.si lo hizieron , mas no tan encubierto que los yndios
no lo supiesen, y que antes no los atajasen cave unarria, y tantos
no matasen dallos con justísima queja, pocos dejaron bibos, y
esos muy mal parados; mas la su simpleza fué grande en no se-
guir el alcance, que si los siguieran, entonces los acabaran de
desarraigar, pero -^otno los dejasen por tomar holganca, los espa-
ñoles se rehicieron y bolbieron á Méjico, y diéronle un muy fuerte
conbate , y no le puaiendo entrar , fueron puestos en mucha con-
goja por faltarles el rLa,ntenímiento, hasta que con cierto ardid de
guerra, y traición por raijor dezir, la tomaron, y en los yndios hi-
cieron nunca bistas ni oydas ni aun pensadas crueldades, después
de ser bien robada y saqueada con cien leguas al rededor della,
hasta la probincia del Panuco , toda admirable y escelente tierra
y población , hasta hay se esV3ndió la mortal pestilencia, ynflcio-
nando el aire de aquesa rejion , y contar el estrago que en estas
se hizo y como fueron robadas seria nunca acabar.
122
CAPITULO XXI.
De cómo fueron asoladas las probincias de el Tatulepique é Hipil-
zingo y Columna, que de deñr particularmente deja por contar de las
de Guatimala y de el de Naco.
Por lo raesmo dejaré agora también de dezir cómo fueron aso-
ladas y destruidas las probincias del Tatutepique é Hipilzin^o y
Colunma, que cada una de ellas es más tierra que los r'einos de
Castilla y León, dambos juntos, aunque es de saber títuTo con que
entravan á robar y matar jentes y destruir y despoblar tierras
que tanta alegría y gozo debieran causar á los vercaderamente
cristianos ; y era que viniesen á se sujetar y obedec3r al rrey de
Castilla, donde nó que no dejarian yndio á bida ni cosa que to-
mada no les fuese; algunos yban luego con el grao miedo, mas los
que tan presto no benian á ponerse en las manos de onbres que
bestiales sabían ser, ó quicá porque no oyeron mas aiua el pregón,
llamávanlos rebeldes contra el serbicio de Su Magestad; tal era la
ceguedad de los que las Indias rregian que no lo alcanzaban, ü si
lo entendían tomábanlo por achaque, siendo contra las leyes dibi-
nas y umanas que naide se puede llamar rebelde que primero
no aya sido subdito ü abisado: bean, pees, los que saben como la
jente que está segura sin deber nada á naide, que tieue sus natu-
rales señores y en su tierra oyendo tin estrañas nuevas que les
digan de súpito conbiene que obeaeccais á tal rrey que nunca
bieron ni conoscieron, mayormente abiendo esperimentado por
su mal cómo los de aqueste rrey los trataban, si no son irraciona-
les lo an de hazer; y lo que es más espantable, á los que luego
obedecían ponerlos en tan áspera serbidumbre y cruel trabajo y
terribles tormentos. ¿Quién ay que con tales amenazas, y sabiendo
que al fin an de morir quiera obedecer á otro? ¿No veu los ciegos y
turbados sus ojos con ambición y codicia diabólica, que no por esto
allegau así punto de justicia, y que es todo aire cuanto se haze
123
para que balga , y que sólo les queda el reatu y oblig'acion á los
ynfernales fuegos y aun al daño que hazen á los rreyes de Casti-
lla destruyendo sus reinos y perdiendo por si todo el derecho y
acción? Tales son los serbicios que los que á Indias pasaron au
hecho á los rreyes de Castilla; y con tal título enbió este tirano
gobernador á otros dos capitanes, muy más desapiedados aun que
él á los grandes y fértiles rreinos de Guatimala, que es á la mar
del sur, y el otro del de Naco, que está á la mar del norte, frontero
lo uno de lo otro, que confinan y parten términos ambos á dos á
trescientas leguas de Méjico; al uno despachó por mar en nabios,
y al otro enbió por tierra con gran jente de á caballo y de á pié, y,
cierto, que mucho mal hicieran estos, mayormente el que fué por
tierra al rreino de Guatimala, que el otro presto mala muerte mu-
rió ; mas, ¿quién podria deziros de los estragos y mortandades, y
fieras cruezas que éste hizo sin espantar los siglos presentes y
por heñir, haziendo de todo un gran volumen, que tal seria por
cierto, ca éste sobrepujó á todos los capitanes pasados en brabeza y
ferocidad y en la cantidad de los daños y estragos y abominacio-
nes que hizo, que fueron sin número? El que fué por la mar en los
nabios hizo también ynfiuitos rrobos y asolamientos de pueblos y
jentes; y saliéndoles á rescibir los yndios con rriquísimos pre-
sentes en el rreino de Yucatán, que está en el camino del otro
rreino del de Naco, y después de llegados y rrescibidos los presen-
tes acordaron de rrepartirse disimuladamente, y rrepartidos rro-
baron y saquearon y destruyeron toda esa tierra, y mataron
quautos en defensa se le opusieron, y aun quantos no, mayormente
que el otro en la tierra de Guatimala, que fué quemando, ta-
lando, abrasando quantos pueblos hallaba, y matando la jente
de ellos de industria, más de ducientas y veinte leguas adentro,
llebándolo todo arreo y abarrisco sin dejar cosa, porque si otros
capitanes biuiesen á esa tierra á lo mismo, la biesen toda asolada
y sin probecho, y muchos de los que con él pasaron en esta ha-
cienda fueron muertos á manos de los yndios , mas el maldito ca-
pitán siempre bibia.
124
CAPITULO XXII.
De las maneras fuera de toda orden de naturaleza que tuvieron los
cristianos para destruir estas tierras.
De ay á pocos dias mataron, no se supo quién, que aunque
quedado habia en Méjico el que á este raalbado capitán y al otro
su compañero, enbió, salió también por la tierra á escullar oro
siubiesemás; sucediéronle otro y otros capitanes crudelisimos,
que con raatancas espantosas y con hazer esclabos á loa yndios y
bendellos á los de los nabíos que les traían bino y bestidos y otras
cosas necesarias, y con la tiranía y servidumbre ordinaria, desde
el año de mil y quinientos y beinte y quatro hasta el de mil y
quinientos y treinta y seis, desppblaron todas aquellas pro-
bincias, que verdaderamente un paraíso terrenal parescian , que
mucho más era que la más poblada y frecuentada tierra que
puede ser en el mundo; mas poco ha, que siendo yo de buelta en
estas partes, y las bí tales que qualquiera por de fuerte y duro co-
racon que no fuera, le tomara muy gran lástima, considerando
que an muerto más en estos doze años de doze quentos de perso-
nas, qué no dejaron en más de seiscientas leguas en quadro dos
mil rracionales criaturas, y aun de estás matan cada dia con sus
obras acostumbradas; pues bolbieudo á hablar del otro capitán
que fué por tierra al rreiuo de Guatimala y excedió á todos los
pasados en descomunal brabeza por el camino que fué, según que
escribió al gobernador que tal cargo le diera, no sabiendo que
muerto fuese, á quatrocientas leguas del rreino de Guatimala
comentó á hacer rrobos, muertes y destruiciones en toda la tierra,
do quier que allega va, con título que se sujetasen á éU siendo
onbre tan ynumano, eu'nombre del rrey de Castilla que no conos-
cian ni jamás oyeron dezir, y aun sin dejarlos determinar, casi más
presto quel mensa.je llegaba, quemando y talando davan sobre
125
ellos; beuido, pues, este capitán en el rreino de Guatimala, hizo
luego á la entrada cruel raatanca de jenteyndia; pero no obstante
esto , salióle á rescibir con trompetas y atabales y con muchas
fiestas y aleg-rías el cacique y señor principal de la ciudad de
Hutadlam, haziéndose llevar en andas de otros caciques que a
ella, como á cabeca de todo el rreino abian benido, y diéronles de
lo mejor que para sí tenian quan cumplidamente pudieron, y se
aposentaron en el campo por los dejar ellos sus casas y su ciudad
por les hazer mayor onrra; mas los españoles sospechosos hizierou
lo mismo, ca les páreselo mal caso entrar dentro de sa ciudad y
quedar ellos fuera; y otro dia, llamando al cacique principal y
á todos los otros, hiñiendo ellos á salba fe, que siempre ansí lo
hazian, préndenlos sin dejar á nadie, diziendo que les diesen
tantas cargas de oro y que los soltavan, si no que no esperasen
libertad; y respondiendo ellos que les era ymposible aunque todos
muriesen porque no criava oro aquesa tierra, como era la ber-
dad, los mandó en continente quemar bibos sin que otra culpa
tubiesen y así se hizo en los de menor estado ; y quando los otros
principales caciques esto bieron, no osando más aguardar, huye-
ron á los altos montes y subiéronse en las sierras, dejando manda-
do á sus yndios que se fuesen á los capitanes cristianos y los
sirbiesen como á naturales señores , pero no los descubriesen ni
dijesen dónde estavan; entonces se vinieron todos al capitán, y
diziendo que querían ser suyos y serbirle, replicaba el clemen-
tísimo capitán no los queriendo rescibir , y dezia que antes
entendía de mandarlos matar si no dezian dónde estavan sus seño-
res: respondían los yndios que no lo sabían, mas que si le plazia
se sirbiesen dellos y de sus mujeres y hijos, y que en sus casas
los hallarían, que bien los podían yr á matar ú hazer de ellos lo
que quisiesen ; esto dezian esforcándose mucho , que fué, cierto,
cosa de maravillar que yban los españoles á los pueblos donde
hallaban los pobres yndios trabajando en sus casas y labrancas
donde, sin mudarse de uñ lugar, los unos ante los ojos de los otros
los hazian pedacos, y llegando á un pueblo muy grande donde
estavan los yndios bien descuidados de tal traición y beuida á
deshora, y h todos pasaron por espada, que con las mujeres y biejos
126
y niños y sin los que tomaron á prisión, llegavan á cien mil, por-
que no perdonaron á nadie, y los que pudieron huir fueron muy
pocos y aun estos después no escaparon.
CAPITULO XXIII.
Como pasados los cristiauo» á la probincia de Onzacatan los yndios
defendían con sus armas no ser de ellos destruidos , y con ingenios
que armavan, según su saber, y cómo con todo esto baler no se pu-
dieron , y ubieron Üe morir.
Biendo pues los yndios que con umildad, ni paciencia, ni dádi-
bas, ni ofrecimientos no podian ablandar la dureza de los coracones
de los cristianos que contra toda rrazon y justicia los martiriza-
ban, entendiendo ya que de qualquier suerte que hiciesen abian
de morir, acordaron de ponerse en armas y beng-arse como mijor
pudiesen, ú siquiera diferir su mala bentura el tiempo que defen-
derse pudiesen, puesto que biau que eran no sólo sin armas, pero
desnudos y á pié contra tan armada y brava jente y á cavallo, no
podian en manera alguna prebalescer sino ser destruidos, yumaji-
naron hazer por los caminos por donde los españoles abian de
pasar ondas fosas en que sus cavallos cayesen, y hincaron agudas
estacas en tierra, en las quales, si destapasen las hoyas, que con
cañerías esta van sobre cubiertas de céspedes, tan berdes que sin
alguna diferencia del otro canpo parescian, y dos bezes ó tres
cayeron los caballos de los cristianos en ellas , y no más porque
después supiéronse guardar bien, más ¡ay de aquellos yndios á
quien después de esto los españoles asian ! que todos quantos po-
dian prender echaban en las fosas, biejos y mocos, mugeres y
niños, doncellas y preñadas, hasta que poco falta va para hen-
chirse, cosa dolorosa y lastimera de oyr que derrocavan sobre ellos
toda la tierra que de allí abian sacado, y bibos los soterraban,
(iando ellos alaridos que los cielos querían rronper, y macávanla
¡>or cima hasta ygualarla al otro suelo; otros alancavan y despe-
127
dacavan á cuchillo y echavau á los perros brabos, y aun les espe-
taban en las estacas que ellos mesinos abian hincado por los pechos
á las espaldas, y si alguno topaban que fuese de alta sangre, éste
abrasábanle en bibo fuego, y en tales carnecerías y hechos buenos
se detubieron siete años enteros, desde el año de mil y quinientos
y beiute y quatro asta el de mil y quinientos y treinta y uno; béase
agora aquí quán maña seria la gente que en tan largo tienpo con-
sumirían; mas délos espantosos y orribles hechos que el suso-
dicho capitán y gobernador y los suyos hizieron, fué uno más no-
table que ynbentaron en la probiucia de Quzacatan, donde agora
es la billa de San Salbador, que es tierra escelentísima con toda
su costa de mar, y muy abundosa quanto más cerca del sur,
lo que dura ciento y cinquenta leguas, y hasta la ciudad de Cu-
zacatan, que es la boca y entrada de la probincia donde ello
se hizo.
CAPITULO XXIV.
El engaño que hizieron los yndios á los españoles, por lo qual de
padecer ubieron.
Que este solenísimo rrescivimiento que á este capitán se le
hizo por más de treinta mil yndios que esperándole estavau, car-
gados de gallinas y capones y perdizes, faisanes, alcarabanes, tór-
tolas, grúas, ánsares, butres, golochos y otra infinidad de cosas
de mantenimiento deste género, y llegado el presente, mandó que
cada español de los que con él yban tomase de aquel número los
yndios que quisiese para su serbicio y para traer su rrequaje y
hazieudas quando de un cavo á otro se mudasen, bien como si
camellos ú acémilas ú dromedarios fueran, y como á tales; quál
tomó ciento, quál cinquenta. y de cinquenta ninguno tomó menos,
antes má^ de loá que podiau bastar para ser serbidos, y los yndios
sufrieron con paciencia la división de sí , teniéndose por dichosos
que no los mandara matar como acostunbrava luego que los to-
tomava lo que le traían ú le podían y sorbían con todas sus fuer-
cas , y tal rreberencía querían los cristíanoa que los yndios les
128
hiziesen, que era casi adorallos como á dioses; pero fué así que el
gobernador demandó á los caciques de aquesa tierra tanta cantidad
de oro y plata, perlas y piedras preciosas, corales, adraizques,
ánbares, algaleas y otros olores ecesibamente , ellos diciendo que
eso podian dar que tenian y no más, trujeron muchedumbre de
alhajas de cobre con que se serbiau, sobre doradas, asi que pro-
piamente del más fino y ascendrado oro parecían, que el goberna-
dor fué muy marabillado de tan gran riqueza, y con desordenada
codicia las mandó guardar para si, mas el que las guardaba, que
mijor conoscimiento tubo las puso al toque, y hallando ser de co-
bre díjolo al gobernador, el qual muy enojado contra los misera-
bles yudios bolbió su yra y ellos lo ubieron de pagar de aquesa
bez lo que no tibian hecho de lo pasado , y yo oy dezir al gober-
nador por su boca: «dad al diablo esta tierra, pues no ay oro en
ella, y bámonos á otra , y cada uno los yndios que tiene para su
servicio , écheles alfollas y cadenas porque no se les hayan , y yo
mandaré que los señalen por si se les fueren, y yo bí herrado y
señalado en el rostro á hijo del cacique mayor de la tierra; por
esto lo digo; y que bista por los yndios tamaña maldad, juntá-
ronse, y puestos en armas, van contra los españoles; pero ellos
sábense poco rcjir y gobernar , y sus enemigos los destruyeron y
hicieron en ellos grandes estragos, y bolbiéronse á Guatimala,
donde fundaron una ciudad que agora, por justo juicio, con otros
tres dilubios destruyó Nuestro Señor Dios, y allí murieron los ca-
ciques y cubres que podian, y los demás pusieron en contina ser-
vidumbre; de tributo les demaudavan esclabos y oro y todo lo
demás, y ellos les davan sus hijos y hijas con harto dolor, mas
oro no, que no lo tenian , y los cristianos navios cargados de ellos
enbiavan á hender á Panamá y al Perü , con lo qual y con otras
matancas an destruido y asolado un rreyno de cien leguas en
quadro, délos más fértiles y abundosos qiie pueden ser, que este
gobernador mesmo dijo que era mayor que el rreino de Méjico, y
cierto que decía bordad, mas tal priesa se dieron él y sus ermauos
á lo destruir, que en diez y seis años, desde el año de mil y qui-
nientos y beinte y cinco hasta el de quareuta y uno, pasan de seis
quentos de ánimas las que an muerto.
129
CAPITULO XXV.
De cómo herrados los yndios en los rrostros por esclabos , los cris-
tianos los enbiavan á hender á dibersas partes, y cómo querían
ser rreberenciados , y de las brabezas y bestialidades que con
ellos usaban.
Tenia este gobernador, de quien ois por costa nbre, que quando
yba á hacer guerra algunos pueblos, llebava en su ejército de los
sojuzgados yndios quantos podia para que se matasen, y con los
otros, y no les dando á comer á beinte mil indios que llevaba con-
sigo, consentíales que de hanbre pura comiesen de la carnes de loa
otros que matasen, cosa nunca bista ni oyda de otro onbre en el
mundo ; y así abia en su rreal gran despensa y carnecería de carne
umana, y en su presencia se matavan muchedunbre de yndios , y
esto no era mucho áutes común fruta de los gobernadores, y delante
de sus ojos se asaban manos y pies, y caberas y quartos enteros, y
de todo comia él los primeros y mejores bocados; porque no se es-
candalizasen los yndios de las otras tierras, oyendo tal ynnuma-
nidad; aguardaban tenblando bibiendo tal bida qual podéis pen-
sar quando otro dia biniese por ellos, y no sabían dónde se meter
ni qué hacer de sí muchos; otros mató haziéndoles llebar andas
de quatro y cinco arrobas y seis quintales que por los oubros se
les metian, cargados de artillería, y treinta leguas de andadura
muchas veces, y si enbiaba yndios y otras cosas á hender á otras
tierras, las yndias doncellas dava á los marineros para que con
ellas ubiesen que ver, por tenellos contentos en su serbicio, y,
cierto que es así, que si ubiese de escribir particularmente sus
crueldades y perniciosas obras, muy mayor libro se haria que
aqueste, y tal, que á todo el mundo espantase; dos armadas hizo
de ynfinidad de nabíos, con los cuales, como si rrayo del cielo
fuera, abrasó todas esas comarcas; ¡o quántos uérfanos y sin padre
hizo y quántos onbres, y sin hijos dejó, á quántas puso en triste
Tomo LXXl. 9
130
biuded y de quántos adulterios y estupros fué causa ; á quántos
quitó la libertad y á quántos aquejó con angustia, quántas lá-
grimas por él se derramaron, quántos jemidos, quántas soledades
y quántos en este mundo trajo á condenación eterna, nó solos los
ynnumerables yndios y sin bentura, más á ynfinitos cristianos,
que enpedernidos en tales obras y pecados, acabaron sus bidas!
Plega á Dios que de ellos aya ávido misericordia, y contentán-
dose con los malos fines que al cabo ubieron.
CAPITULO XXVI.
De cómo fué asolada la provÍ7icia de el Panuco, y de los orribles
y abominabks hechos que ay los españoles cometieron, el menor
de los quales por exemplo se quenta.
Hechas, pues, las crueldades susodichas y las que se dejan de
dezir, por no hacer sin fin la escritura, en la probincia de la nue-
va España y en la del Panuco se levantó otro cruel tirano por
gobernador, y el año de mil quinientos y veinte y siete, haziendo
ynfiuitas crueldades, ynnumerables esclavos, todos aherrojados los
cuerpos y herrados los rrostros, según que arriba dijimos, siendo
no menos libres que él, estos enbiava en los nabíos á las yslas de la
nueva España y de Cuba, y por otras bías pudo asolar toda aque-
lla probincia, y allí se bió dar ochenta yndios, siendo ánimas
rracionales, por una yegua; dende aquí el que tanbien lo merecía,
fué probeido por gobernador á la ciudad de Méjico y de toda la
nueva España con otros capitanes que él tomó, y él y ellos co-
metieron tan abominables hechos , que no son creederos , robos é
Insultos, con lo qual pusieron á toda aquella tierra en el estremo
de calamidad ; y si milagrosamente no lo atajaran con fuerte re-
sistencia los padres de San Francisco, dos años que durara más la
cosa, dejaran aquesa ysla como las pasadas, y onbre obo de los
déla conpañía de éste, que para cercar de pared un uerto que
tenia, traia ocho mil yndios sin pagarles ni dalles mantenimiento,
131
así que de hanbre , desustanciados, en la obra muertos caian , de
lo que á él muy poco se le da va, y el gobernador supo de esto
que dezimos; y como acavara de asolar el Panuco, y aunque él
era el principal no le osando aguardar, entróse la tierra adentro á
descubrir más tierra donde tiranizase; él abia sacado forcosa-
mente de la probincia de Méjico veinte mil hombres , y ya siendo
harto mejores cristianos que el que llamavan los gargos, y de ellos
no bolbieron de aquella jornada la tercia parte bivos; llegado,
pues, á la probincia de Mechuagcan , que dista de donde partió
quatrocientas leguas , que tierra tal y tan buena como la mejor
que abéis oído era, salióle á rrescibir el cacique y señor della con
procesión de ynflnita jeute, haciéndole muchos serbicios y presen-
tes, mas él luego prendió al dicho cacique porque tenia fama de
rriquísimo de oro y plata y todo lo demás, y porque le diese
quanto tenia terribles tormentos le mandó dar; hízole poner en
un cepo el cuerpo estendido y atadas las manos á un poste y un
brasero lleno de brasas á los pies, y un muchacho ay junto con un
ysopillo en las manos, que mojando en un caco de azeite herbiendo
de quando en quando le rruciava el cuerpo , y para tostalle las
carnes un otro onbre cruel estava de la otra parte , y otros dos á
los lados uno con una ballesta armada y un pasador apuntalándole
al coracon, y otro con un brabísimo perro de trailla que forceja va
por yr á le despedacar ; el azeite entrava casi hasta las entrañas,
que gritos sensibles y dolorosos le hazia dar , todo porque los te-
soros descubriese que el gobernador ynferual pretendía; y así lo
tubo hasta que un rrelijioso de los de San Francisco con muchos
rruegos se lo quitó de las manos, mas al fin murió de aquellos
tormentos, y lo mismo hizieron ocho caciques señores de esa co-
marca, y multitud de súditos suyos sin que poca ni mucha can-
tidad de oro ü plata ni otra cosa do ay sacar pudiesen.
132
CAPITULO XXVII.
De cómo entrados los cristianos en la probincia de Mechuagcan la
rrobaron y destruyeron, y de lo que ay pasó sobre los ydolos de los
yndios, con otro caso espantable.
Siendo este gobernador harto de hazer matancas y los suyos
bien contentos de executar obras de crueldad, pasó á esa tierra otro
fiero tirano, que so color de yr á bisitar y rremediar lo pasado,
su bisitar fué la hacienda y bolsas de los pobres yndios, y halló
que alg-unoá de los caciques y mayores señores tenían escondidos
sus ydolos como nunca hasta ay mostrado los ubiesen, y luego lo
primero que hizo fué prenderlos seberísimamente , creyendo que
de oro ü do plata fuesen, hasta que se los ubieron de dar, mas casr
tigólos crudamente por no quedar defraudado de su fin, quando
bió que no eran sino de madera y de peltre, y costriñó á los di-
chos caciques que rrescatasen sus dioses por cierta cantidad de
oro, y ellos lo hizieron; tales son sus obras y enxenplos, y ésta es
la onrra que á Dios , nuestro Señor , y á nuestra saucta fe an pro-
curado los cristianos que pasaron á Indias. Tornando al propósito
de Mechuagcan, pasó á la probincia de Xalisco, que estava entera
y como una colmena de abejas llena de jentes, y era de las mijo-
res y más escelentes de todas las Indias, que abia en ella pueblo
que tenia siete leguas de largo, que no es manera de dezir, y en-
trando dentro, saliéronle á rrescibir todos los caciques y grandes
señores con presentes rriquísinios é ynflnita alegría, como lo acos-
tumbran; más él, rrescibidos los presentes, no ubo bien entrado
quando comencó sus acostumbradas maldades y cruezas, por al-
cancar oro quemava pueblos, prendía los caciques, dava amargas
muertes, y sin acetacion de persona á naide tomava á bida, sino
biejos y mujeres y niños que ponía en cadenas y cargava de hierro,
do pasándolos de un cavo á otro; las madres con rrabiosa ansia
dejavan las criaturas por los caminos por no los ber ser raanteui-
133
miento de otros, j otros desenecidos perescian; entonces faé cuan-
do un mal cristiano tomó furiosamente una doncella de clara san-
gre, por lo qual se notó más este maldito hecho, porque muchas
heces semejantes obras se hacían; él la queria para pecar con ella,
mas la madre de la donzella que lo bió , con mucha mayor yra
arremetió á ella para se la quitar, mas él saca su espada y de un
golpe le cortó una mano con que la tenia asida, y á la doncella,
porque no queria consentir y se tardava, matóla también á puña-
ladas ; y á quatro mil y quinientos onbres hizo el gobernador
herrar esa hez por sólo quiere los rrostros poner sus armas.
CAPITULO XXVIII.
De cómo pasados los españoles á la gran probincia de Xalisco, los yn-
dios los hhieron algunos daños , más al fm fueron muertos y presos,
y rrobada y abrasada su tierra.
Las guerras acavadas é ynfernales matancas que en ellos se
hizieron, puso á toda la jente de aquella tierra en la postrera y
ordinaria serbidunbre, y consintió á los suyos que hiciesen lo
mismo por poder forcar á los yndios á sacar oro de las minas , y
aun entre estos ubo un capitán que mató ynfinitos de ellos ahor-
cándolos y quemándolos bibos y echándolos á los perros brabos, y
cortando los pies y manos y cabecas y lenguas para maltratallos
de suerte que tubieseu por mejor partido serbir sacando oro de las
minas; y no sólo lo bia y consentía esto el gobernador, mas hazia
lo mismo, y aun dejó acotes y crueles palos y sin cortesía bofetadas
que sobre si continuamente traían, y sábese por bordad que ocho
pueblos asolaron y destruyeron en aquella probincia de Xalisco, y
fué causa que desesperados, bíéndose tan cruelmente perecer
todos, fuéronse á los montes y en pasos estrechos mataron algu-
nos españoles; como ellos pasasen á assolar y rrobar otras probin-
cias, lo que llamaban ellos descubrir tierra, en ciertos peñones mu-
cho se aprobecharon de ellos los yndios . mas los cristianos acá-
134
varón de asolar toda esa probincia, y matavan quautos hallavan
de los tristes yndios, ciegos y sin saber quán ynjustamente y con-
tra leyes umanas y dibinas esto hazian, despedazándolos y echán-
dolos por fuerza de armas de sus tierras. jY que piensen con esto
que sirben á Dios en las bitorias que alcancan, y que las tierras
que destruyen él se las depara, y que le hagau gracias por aque-
llo de que el diablo es ynstrumento como los ladrones de quien el
Profeta dize así: ¡Pasee pécora ccasionis quo qui ocidebant non dolé-
bant seddicebant, sitbenedictus Deus quiadibües facti sumus! Y en el
año de adelante fué otro probeido por gobernador en el rreino de
Yucatán, por las mentiras y falsedades que dijo y ofrecimientos que
hizo al Emperador, como todos an hecho, por alcancar el oficio y
cargo con que puedan rrobar; este rreino de Yucatán estavamás po-
blado con gran parte de jentes que el de Xalisco, porque es la tierra
á marabilla sana y hermosa y fructífera , especialmente de cera y
miel, más que otra de todas las Indias, y délo que hasta agora se
a bisto, tiene trescientas leguas y más de aloxamiento, y la jente
deste rreino es más señalada que las de las otras partes, en pru-
dencia y pulideza de hablar y tratamiento, y muy apuestos y
aparejados para ser yndustriados cerca del conoscimiento de Dios,
donde pudieran hazer grandes ciudades y pueblos los españoles, y
bivieran como en un paraíso terrenal , si fueran dinos y merece-
dores de la morar; mas uo lo fueron por su ynsaciable codicia,
como así mesmo.lo estorbaron sus pecados para uo lo ser de las
otras tantas y tales y tan hermosas como hasta ay Dios Nuestro
Señor mostrado le abia.
CAPITULO XXIX.
De cómo fué asolada la probincia de Yucatán , con muchas cruelda-
des, traiciones de los cristianos y ofensas á su Dios, y de otros hechos
de grande espanto que ay se cometieron.
Grandes é ynnormes crueldades coracucó á hazer este goberna-
dor en las aynplicísimas jentes luego que fué llegado, y tales,
que, como muy descuidados estuviesen, á todos puso en grau so-
135
bresalto y alboroto ; él mató y prendió y destruyó ynnumerable
jentío, y porque la tierra do llebava oro, de los cuerpos y ánimas
de aquellos, por quien Nuestro Señor Jesucristo murió, lo quiso
sacar haziendo de todos quantos no matava esclavos abarrisco
con que enbiava cargados nabíos á bender, ó trocados por bino ú
azeite, tocinos, cavallos, bestidos, al fin por todo aquello que
abian menester, y dava á escojer entre cien donzellas una de me-
jor parecer que otra, que cada qual escojiese la que más le a,gra-
dase por media cántara de bino ú una arroba de azeite, ó tal qué
cosa, y lo mismo hazia de un moco bien dispuesto entre doszien-
tos escojido por dos tozinos ó un cavallo, y yo bí dar un muchacho,
que iiijo de un príncipe páresela, por un queso, y cien yndios de
peor dispusicion, por dos cavallos; en estas obras estando desde el
año de beinte y siete hasta el de treinta y tres , que fueron seis
años, asolando y despoblando aquellas tierras , y matando sin al-
guna piedad y atormentando las jeutes , se supieron las nuevas
de las grandes y admirables rriquezas de la probincia de el Perú,
donde luego pasó la gente española, aunque primero se abstuvie-
ron de hacer matancas y crueldades por sus ministros; después se
entregaron de hazer mayores rrobos y efensas á Dios de lo que oy
en dia no cesan, baste que quatrocieutas leguas dq población ta-
laron de aquella probincia, y naide, cierto, podria creer y menos
podria dezirse los sacomanos y rrobos que allí se an hecho; sólo
diré como andaban los cristianos con perros bravos de traillas
buscando los yndios, y á biejos, mujeres y niños los amizcavan,
los que podian huian con miedo de la muerte; mas una yndia en-
ferma, como huir no pudiese y biese estos perros llegar muy cerca
de sí, atóse prestamente un niño, su propio hijo, que tenia en sus
bracos así mesmo con determinación de arrojarse con él de unas
bravas peñas abajo, pero no lo hizo tan presto que primero no lle-
gasen los perros que á ella y al niño despedacaron ; otra hez , sa-
biendo que sallan los españoles de aquella tierra, dijo cierto onbre
de ellos á un hijo de un cacique que se fuese con él , mas respon-
dió el niño que no quería dejar su naturaleza ; replicó el cristiano
«bete conmigo si no cortarte hé las orejas,» porfió el muchacho á
dezir nó; entonces sacó el español la espada y corta al niño una
136
oreja, y después la otra á rraiz de la cabeca, y aun diciendo el niño
que no queria ir con él, cortóle el malo y cruel oubre las narices;
rriendo muy de gana como si, le ubiera dado un rrepelon; tal era
este pestífero barón, que delante un benerable rrelijioso se jatava
de sano y fuerte, porque quando estava de espacio que no an-
dava en guerras ni conquistas, trabajaba por enpreñar quantas
mugeres yndias podia, á efeto que bendiéndolas preiaadas le
diesen más por ellas ; yendo cierto español castellano á caca con
sus perros, llevándolos haubrientos , tomó un niño chiquito de los
pechos de su madre, y delante sus ojos con un cuchillo córtale á
taracones de las piernas y brazos , y da á cada perro su parte, y
como aquello acavaron , échales el corpanchillo , y biérados todos
juntos á qual más podia asir la mezquina carne con sus agudos
colmillos; béase aquí qué tales son los cristianos y qué tales se
bülvieron pasados á Indias, y quánta era su fiereza contra los que
poco podían ni se sabían defender, ni menos reusavan de ser cris-
tianos, y en quán poco estimavan aquellas jentes formadas áymajen
y semejanca de Nuestro Señor Dios , y redimidas por su preciosa
sangre; mas dejaremos agora de contar las fierezas y crueldades
que en este rreino los que cristianos se llamaban hizieron, por
dezir como salidos de aquella tierra ubiera de ser destruida, si otra
capitanía de cristianos no se pusieran en su defensa.
CAPITULO XXX.
De cómo fuera rrestaurada y rremediada esa tierra por la buena
diligencia y santo zelu de los frailes menores, si otra capitanía de
cristianos no lo estorbaran y trayendo á los yndios nuevos ydolos
que adorasen.
Remedió Dios, Nuestro Señor, la fértilísima y hermosa tierra,
yuspi raudo y con gracia dando fervor en los coraQoues de los
frailes de San Francisco, quareuta de ellos que eran, llebando por
guia y mayoral al rrebereudo padre frai Jacobo Lugdumense; el
137
qual, hiendo que los españoles fou deseo de, las grandes y admi-
rables rriquezas del Perú que los tiene ciegos, desamparado abian
aquesa tierra, y allá se pasaran, moblóse con santo zelo á yr en
aquel rreino á predicar y ganar en Jesucristo la rebusca de las
simples jentes que quedavan de la bendimia ynfernal que tuvo
largos siete años, y fueron estos religiosos en el año de mil y qui-
nientos y treinta y quatro, enbiando delante otros yndios de la
probincia de Méjico, con mensaje si teruiau por bien que ellos en-
trasen en sus tierras á darles noticia de un solo Dios berdadero,
que era criador y rredentor y señor de todo el mundo, y los yn-
dios ubieron su acuerdo y hizieroh muchos ayuntamientos, y
tomadas ciertas ynformaciones de qué onbres eran aquellos que
Uamavan padres ó frailes , y muchas seguridades de qué era lo
que pretendían , y en qué diferian de los otros cristianos que
tantos daños les abian hecho; finalmente, quisieron admitirles
solos á ellos sin que otros cristianos con ellos entrasen ; los reli-
giosos se lo prometieron que tal mandado llebavan del birrey de
la nueva España, y les certificaron que no llebarian consigo cris-
tianos, salvo si fuesen rreligiosos, y que estos no les hazian mal
alguno, antes yncomparable bien, ca les predicarían el evangelio
como se suele hazer y era la ynstrucion santa de los rreyes de Cas-
tilla para con ellos; y tanto saber y deleite tomaron en la doctrina
y enjenplos de los rreligiosos, y tanto holgaron de la nueva de los
rreis de Castilla, de quien en todos siete años nunca los españoles
les dijeran cosa, ni les dijeran que abia otro rrey sino el tirano y
crudo gobernador que tan malamente los trataba, que al cavo de
quareuta dias que los frailes á predicar comencaron, los caciques
y principales señores de la tierra les entregaron todos sus ydolos
que los quemasen, y á sus hijos que los enseñasen con quererlos
más que á la lunbre de sus ojos, y hiziéronle casas y yglesias, y
aun de otras probincias los conbidavan y enbiavan á rrogar que
fuesen á les predicar y á dezirles del rrey de Castilla; y persuadi-
dos de los rreligiosos , hizieron una cosa que jamás yndios tal la
cometieron ni en quantas se fijen, y fué así que quince caciques
de muchos basallos, cada uno por sí y juntamente con sus pue-
blos, de común consentimiento y espontánea boluntad , se sujeta-
138
ron á los rreis de Castilla , y hizieron ciertas señales y firmas
dello, que tube en mi poder guardadas con el testimonio de los
dichos rreligiosos, y estando en este ensalcamiento de fe con yn-
finita alegría y grandísima esperanca de traer á Jesucristo todo
aquel rreiuo y á los que de las muertes y guerras pasadas abian
escapado, que muy pocos eran en comparación de los que se
perdieran, entraron por otro puerto no conocido, diez y ocho
capitanes cristianos, dellosácavalloy dellos ápié, que traían yn-
numerables ydolos que tomaran en otras probincias , y convocados
por el mayoral de aquestos , los yndios de aquella tierra á su ca-
cique, dijo que tomasen aquellos ydolos y que los repartiese entre
los de sus señoríos; esta buena ayuda hazia aquel escelente barón
para la salbacion de sus almas, y aun no gratis y de balde, sino
un yndio por cada ydolo , amenazándolos cruelmente si no lo
hazian, que los guerrearían á fuego y á sangre; así que el cacique
con demasiado temor, contra toda su boluntad tomó los ydolos y
repartiólos por su tierra, mandando á todos los suyos que los to-
masen y adorasen y les diesen yndios é yndias para darlos á los
españoles; los basallos, con el mismo miedo que el cacique, el que
tenia dos hijos daba uno, y el que tenia tres los dos, y por esta
manera cumplieron el mandamiento de su cacique y la boluntad
de los españoles, y aun con todo esto los fatigavan por otras bías
terribles; entre estos rrodadores beuia uno llamado Garci Juanes,
trocado el nombre que era Juan García; éste, estando muy pro-
pinquo á la muerte tenia debajo de su cama muchos destos ydolos,
y dezia á una yndia que le serbia que mirase no diese aquellos
dioses, no los diese á trueque de gallinas aunque fuese para que
él comiese sino cada uno por un esclabo, porque eran mijores que
otros algunos y que los de sus compañeros; al fin, con tal cuidado
é brebe, murió el sin bentura, pues su ánima bien creeréis que en
los ynfiernos sepultada fuese.
139
CAPITULO XXXI.
De como los yndios se benian á quejar á los rreligiosos de que
les faltaran lo prometido y del dafio que rrescibian, y cómo frailes
é yndios murieran si los españoles no se pasaran al Perun.
¡O, pues, considerad agora quáles son los aprobechamieutos y
enxenplos para augmento de la cristiandad , de los que á ludias
pasaron y lo que an procurado y cómo trabajan porque sea co-
uoscido Dios, Nuestro Señor, en aquellas tierras de sus naturales,
y qué es lo que hazen para la salbacion de aquellas almas y cómo
acrescientan la santa fe! Juzgúese si fué menor pecado éste que
el de Jeroboan que ynduzió á pecar al pueblo de Isrrael hazién-
doles bezerro de oro para que le adorasen , ú si fué igual el de
Judas ; tales son las obras de los cristianos que berdaderamente
con la desordenada codicia yufinitas bezes benden y niegan á Je-
sucristo, Nuestro Señor; bisto, pues, por los yndios que no habia
salido berdad lo que los rreligiosos les prometieran, que no entra-
rían otros cristianos en esa tierra en quanto ellos predicasen; mas
que los niesmos cristianos les traían ydolos, ybanse á ellos llorando
y diziendo, ¿por qué nos abéis mentido engañándonos que no abian
de entrar en esta tierra otros cristianos sino vosotros? ¿por qué nos
quemasteis nuestros dioses? Y armados y alborotados dezían que
no querían la creencia de Dios verdadero: mas, tornadnos nues-
tros dioses, dezían, por bentura, ¿no eran mijores que los que vues-
tros compañeros á bender nos trujeron? Los rreligiosos los aplaca-
van lo mijor que podían, no teniendo qué responder y buscando
á los españoles dezianles con muchas lágrimas los daños que
hecho abian, y encargándoles las conciencias, y requiríéndolos de
parte de Dios que se fuesen; y rriendo no lo quísiendo hazer; per-
suadieron á los 3'ndios que los mismos frailes los abian llamado y
hizíeran benir allí, que era ynorme traición; al fin acordando estos
malos onbres de matar á frailes y á yndios, algunos de los rreli-
140
giosos huyeron, que ciertos yndios les abisaron lo que ellos con su
ynocencia hazer no supieron y padecieron amargas muertes; mas
otros yndios conosciendo la bondad de los rreligiosos y maldad de
los cristianos mensajeros, les hizieron de treinta leguas, rogándo-
les, que se tornasen y demandándoles perdón por la alteración
pasada; los frailes, como siervos de Dios que eran y zelosos del
bien y probecho de aquellas almas, tornaron luego allá y fueron
rescibidos de los yndios con mucho plazer y alegría, y allí estu-
bierou macho tiempo, que aunque de donde estaba el bicerrey les
enbi^ron á rogar con mucha ynstancia que allá se pasasen que
abia grande nescesidad de ellos para ynstruir y rreformar en la fe
ynflnito número de yndios, no lo quisieron hazer ni partir de ay
por el muy grande amor que los yndios de allí les tenían , ni el
bicerrey con quanto podia y mucho más que hizo, por jamás de ay
los pudo sacar, tanbien porque está lejos de la nueva España aun-
que los hizo pregonar por traidores. . .
CAPITULO XXXII.
De cómo los santos treligiosos dejaron tan sin lumbre de fe aquella
probincia como antes eslava, á causa de los españoles y la rriqulsima
de Santa Marta fué destruida.
No por esto cesaban él y los suyos de hazer sus acostumbra-
das crueldades y fuercas á los mezquinos yndios, y si algo estor-
barlos pudo fué la heñida de aquestos santos rreligiosos en esa
tierra, que fué, pasado ese tiempo, oyendo dezir de los estragos y
mortandades que en los yndios azian, por si lo pudiesen atajar
este gran daño; pero también les mobió á mudar asiento ber que
tarde ó temprano de ay les convenia salir, ca no podían predicar
con quietud y sosiego, sin continuos rrebatos y sobresaltos que
cristianos que ay benian atemporadas les davan, paresciéndoles
que los yndios no podían dejar do rresabiarse por el jjnucho mal
que rescibian y quicá ellos se herían en peligro, acordaron de des-
141
amparar aquella tierra, y como lo acordaron así lo hizieron, j así
quedaron los de ella sin lumbre de berdad y las quitadas ánimas
en las tinieblas de la ynnorancia y miseria en que antes estavan,
porque el mijor tiempo y por muy poco que los dejaran les fué
quitado el rremedio y estorbado el rocío de la gracia de Dios,
Nuestro Señor, que sobre ellos no cayese, el qual iban ya tomando,
y con mucha boluntad así les acaesció, como si del agua de rega-
dío quitásemos á las plantas rrecien traspuestas, todo por la gran
maldad de los españoles y por su desordenada codicia; y la pro-
bincia de Santa Marta, que es más adelante, otra tierra de ynfiuito
oro, y tal que los yndios de ella lo poseían, rriquísima que en
todas sus comarcas y términos tenían yndustria y aliaban formas
y maneras como lo cojer, á la qual causa, desde el año de mil y
quatrocieutos y treinta y ocho hasta el de mil y quinientos y
quarenta y seis, otra cosa no han hecho los nuestros españoles
sino ir allá y benir de allá en nabíos, y saltear y robar y matar
aquellas jentes por les tomar quanto oro podían, y tornábanse á
enbarcar, en lo qual grandes matancas se hicieron y señaladas
crueldades, é iban y benian muchas bezes , siempre robando á la
costa del mar; y algunas, la tierra adentro, hasta el año de mil y
quinientos y beinte y seis, en el qual acordaron los cristianos de
hazer en ella su asiento porque era riquísima, allí sucedieron
dibersos capitanes ú tiranos y crueles gobernadores, unos en pos
de otros, y uno más cruel que otro, y todos muy malos, que pare-
cía tomar por nueba presa de hazer en ella quantos males y da-
ños pudiesen, ynmíijinar nuebas maneras de tormentos y de
crueldades ; el año de mil y quinientos y beinte y nuebe pasó á
ella un mal abenturado gobernador muy de propósito y con mu-
cha jente de pié y á caballo, que sin algún temor de Dios ni com-
pasión umana, tales crueldades y matancas hizo en ella, que
excedió á todos los pasados; rrobaron él y los suyos tesoros muy
grandes en obra de siete años que bibió en ella; después murió
huyendo de hazer rresidencia do el gobernador, que muy mala la
tenia, pero sucediéronle otros muy peores, que parece que esto
tubo por desculpa, que acabaron de consumir toda la jente y oro
de aquella tierra á cuchillo y sacomano , y estendíanse tanto por
142
la probincia , y asolando muchas ciudades y billas, rrobando y
matando las jentes sus naturales por las maneras susodichas, y
dando grabes y terribles tormentos á caciques y á basallos por
que descubriesen oro y los pueblos que le tenian, sobrepujando,
como dicho es, en el número y calidad de las crueldades cada
gobernador que sucedía á los pasados, tanto, que desde el año de
mil y quinientos y beinte y nuebe hasta el dia de oy, an despo-
blado por aquella parte quinientas leguas y más de muy ermosa
tierra, y la onrra que por esto le hizieron fué que la dejaron muy
mas despoblada que otra ninguna en todas las Indias de ese cabo.
CAPITULO XXXIII.
En el qual solamente se rrequentan palabras de una carta que el ■
obispo de Santa Marta escribió al Emperador sobre la rrestauracion
y rremedio de la perdición de las Indias.
T si por partiqularidades todo aquesto escribir obiese , y las
mortandades y biolencias que los españoles en los rreiuos de la
probincia de Santa Marta an hecho estragos y derramamientos de
sangre de aquellas ynocentes naciones , cierto que yo abria co-
mencado ystoria sin fin ; baste que todas fueron obras contra Dios,
Nuestro Señor, y contra la ynperial magostad, pero esto quédese
por agora, que sólo referiré rrazones que el Obispo de aquella
probincia escribió al Enperador en carta, cuya hecha es á diez y
nueve dias del mes de mayo del año de mil y quinientos y qua-
renta y uno, aunque el capítulo más largo sea, que entre otras
así dicen:
S. C. C. I. M.
«El berdadero medio que se puede dar para rremediar esta
tierra, es que dejando buestra magostad todos los que hasta aquí
se an buscado, que antes son entradas para mayores daños, la
saque de poder de crueles padrastros y le dé padre íi marido que
143
la trate como es rrazon j ella merece , quan brevemente ser pu-
diese, porque de otra suerte, según la fatigan y maltratan estos
ministros de satanás , enemigos de la umana naturaleza que de
ella se an señoreado, tengo por cierto que presto dejará de ser tal,
en lo qual buestra raagestad claramente conociera como los que
gobiernan estas partes desgobernadas merecen ser; esto se haze,
á mi ber, porque no tienen manera sus dolencias y enfermedades
de suceder mejoría, antes van de mal en peor, ca no son cristia-
nos sino demonios; ni temen á Dios ni rreconocen rrey , traidores
al uno y al otro son ; y el mayor ynconbeniente que beo para
apartar los yndios de la guerra y traellos á la paz y á conosci-
miento de nuestra santa fe, es el áspero y cruel tratamiento que
de los españoles resciben; por esto están tan escabrosos, que nin-
guna cosa más aborrecible les puede ser que el nombre de cristia-
nos, que en su lenguaje llaman yares, que tanto quiere decir como
diablos; y sin duda que ellos tienen rrazon que sus obras no son
de otros; y los yndios que ben su mal obrar tan sin piedad , asi á
las cabecas como á los miembros , piensan que sólo el nombre de
cristianos traiga tan cruel ynclinacion consigo , ú que lo tengan
por ley trabajar, pues de quererlos persuadir otra cosa es pen-
sar agotar el mar y darles que reir, burlar y escarnecer de Jesu-
cristo, Nuestro Señor, y de su creencia; y como los yndios de
guerra ben tal tratamiento en los de paz, tienen por mijor morir de
una bez que no de tantas y en poder de españoles ; pero esto , yn-
bictiwisimo, aquesto e visto por expirieucia.» Dijo más abajo en
otro capítulo: «Yconoscido que buestra magostad tiene por acá más
serbidoresdelos que piensa, ca no ay soldado de quantos en las
Indias están, que no ose dezir públicamente que si saltean , rroban
y matan, queman y destruyen los basallos de buestra magostad
porque les den oro y todo lo demás; que en ello le sirba más que
en que nolohiziesen, pues de lo que rroban le biene su parte, por
ende seria bien, cristianísimo Carlos, que buestra magestad se diese
á castigar algunos rrigurosamente, y no rescibiese serbicio en cosa
que tanto nuestro señor Dios ofende.»
Todas estas son formales palabras de el dicho obispo de Santa
Marta, enbiadas al Enperador, por las quales ebidentemente mués-
144
tra lo que en aquellas tierras se haze contra los simples yndios, y
llama aquel Obispo yndios de guerra á los que se pudieron esca-
par de los españoles huyendo y se subieron á las altas montañas,
y llama yndios de paz á los que después de muertos ynflnitos de
ellos quedavau en la tiranía y orrible serbidumbre donde los aca-
vavan de asolar, como por las palabras de la carta del dicho Obis-
po parece, y aun en berdad que no dezia lo medio de lo que pade-
cer suelen.
CAPITULO XXXIV.
De el mal tratamiento que hazian los españoles á Jos yndios, sirhién-
dose de ellos como de bestias , y cómo la probincia de Cartajena
fué asolada.
Castigávanlos más en que llevando, que llevavan ellos las car-
gas si caian y desmayaran con flaqueza y del gran trabajo, dán-
doles palos, coces y quebrantándoles los dientes con los pomos de
las espadas porque se lebanten y anden sin aliento tomar , « ay
malos, que no podemos más,» decían ellos con tantas lágrimas,
que lástima y grande angustia tomara qnalquiera que los biese;
amatadnos, que mejor nos es quedar aquí mueríos. » ¡O , quién pu-
diese encarecer y por palabras mostrar la mínima parte de 1^ que
fué ! Dios sea en que lo pueden lo quieran remediar ; pero si es-
tragos y muertes y mucho daño hizieron en esa probincia de Santa
Marta, sin conparacion le hizieron mayor y más atroces en la pro-
bincia de Cartajena, donde, tornando al propósito, después se bi-
nieron, que está cinquenta leguas más abajo que la donde salie-
ron, y junto con ella es la de Helconum hasta el golfo de Brava,
que tendrá dos tantas leguas de costa de el mar, y mucha tierra
adentro que ba házia el Mediodía; estas dos probincias an sido
tratadas y angustiadas y muertas las gentes de ellas como las de
las otras, y mucho más cruelmente desde el año de mil y quatro-
cientos y nobenta hasta en el que fueron acabadas de despo-
145
blar; luego, tras la de Santa Marta, más por acabar presto esta
breve suma, no tanto me detendré en las cosas que en ellas hizie-
rón, por decir de las maldades que en las otras partes se an hecho
y hazen desde, la costa de Paria hasta el golfo de Benecuela
exclusibe, en que abría doscientas leguas grandes y señaladas;
an sido las mortandades y destrulciones que los cristianos an
hecho, rrobando, matando y talando quanto podian, y hendiendo
quantos yndios tomavan con la bida, y las más bezes sobre segura
amistad y tregua que los españoles habian puesto con ellos, pren-
díanlos y poníanlos en tenebrosas mazmorras y suétanos y cala-
bocos, no les guardando jamás fe ni bordad, rrescíbiéndolos antes
los yndios en sus casas como á más que berdaderos ermanos, dán-
doles y sirbiéndoles cada dia quanto tenían, ofreciéndoles por
suyo, que cierto no se podría dezir ni encarescer, particularmente
quáles y quántos agrabios y desafueros las jentes de aquesta
tierra de los españoles an rescibído desde el año de mil y qui-
nientos y diez hasta el día de oy; dos ó tres quiero contar tan so-
lamente, por los quales los otros se sacarán y juzgarán sí de cruel
castigo eran merescedores, que ynnumerables fueron en la isla de
la Trinidad que mucho es mayor que Sicilia, porque está pegada
con tierra por la parte de Paría, cuyas jentes son de las buenas y
bírtuosas en su género que ay en todas las Indias, donde acontes-
cieron, pasando allá los cristianos, un capitán con sesenta soldados
el año de mil y quinientos y diez y seis, donde publicaron que se
benian á morar con ellos en esa isla , y los yndios los rescibieron
con ynfinita alegría y hizieron muestras de que olgaban mucho
con ellos, sirbiéndolos así caciques como subditos con grande
amor y boluntad, trayéndoles cada día presentes, dádivas y cosas
de comer tan espléndida y largamente que sobrara aunque do-
blados fueran, ca es común condición la liberalidad en todos los
de aquel nuebo mundo, en quanto an menester los más nece-
sitados.
Tomo LXXI. 10
146
CAPITULO XXXV.
De los grandes males y estragos que hiñeron los cristianos desde la
probincia de Helconum hasta el golfo de Brava, todos por la costa de
Paria, y como los frailes predicadores, ynspirados por dibinal gracia
tomaran por enpresa conbertir los yndios en la ysla de la Trinidad.
Ellos les hizieron luego una gran casa en que todos morasen,
porque así lo quisieron los cristianos con pensamiento de hazer lo
que agora oyreis, y fué al tienpo que ponian la paja sobre la ma-
dera; ya que cubierto abrían obra de dos estados, porque los de
dentro no biesen á los de fuera y los de fuera menos á los de den-
tro estubiesen, so color de dar priesa á que la casa se acabase,
metieron muchedumbre de yndios adentro , y rrepartidos los es-
pañoles, pusiéronseles alrredor de la casa con sus armas para los
que se saliesen, y otros, entrando dentro, echando mano á sus es-
padas comencaron de herir y matar los cuitados yndios, otros los
mesavan y davan crueles acotes, dizieudo que naide se mudase
ni se fuese si no que todos moririan, y dando dolorosos gritos al-
gunos que saltaron por huir, los de afuera los hazian pedacos;
mas otros que no abian entrado, tomando sus armas se acojieron
á una casa del pueblo para se defender, y serian doscientos de
ellos que defendieron la puerta á los españoles que contra ellos
binieron algún tienpo, los quales, hiendo quán bien los yndios se
defendían, cosa no duecha, pegan fuego á la casa por todas partes
y quemáronlos bibos sin les baler alaridos y hoces que al cielo
llega van , ni que uno tan sólo escapase, y con presa, que serán
otros ducientos dellos y grandes rriquezas se tornaron á su
nabío, y enharcándose luego tomaron la bía de la isla de San Juan,
y allí por esclavos hendieron la mitad, y pasando adelante en la
otra ysla, cuyo nombre no se sabe, hendieron la otra mitad; y
reprehendiendo yo al Capitán por este tan gran daño, hallándome
en aquesa mesma ysla, rrespondióme: «auda, padre, que así
147
me lo mandaron y me dieron tal ynstrucion quando me enbia-
ron acá, que si no pudiese tomar los yndios por guerra los
tomase por engaño, y así los tratase como á yrracionales bes-
tias;» y aun en bordad que me dijo que en toda su bida abia
hallado quien bien le hiziese sino entre yndios, que tales obras
de ellos rescibiera, que mejores que de padre y madre se podían
decir; y no beia el mal abenturado que quanto más dezia todo
era para mayor ynproperio y confusión suya y agrabamiento de
su culpa y de todos los que tales cosas a hecho y cometido en
aquella tierra firme, catibándolos sobre seguros; béase, pues, qué
obras eran estas , y si eran justamente esclabos los tiranizados
de aquesta manera; y no mucho tiempo después acordaron los
frailes del glorioso Santo Domingo de yr á predicar y conbertir
aquellas jentes que de luz carescian y de doctrina y rremedio
para la salbacion de sus ánimas, y enbiaron un rreligioso, presen-
tado en teoligia, de ciencia y conciencia y birtud y gran santidad,
con otro fraile para que biese la tierra y entendiese la jente y
buscase lugar aparejado para hazer monesterios, y llegados los
rreligiosos, rrescibiéronlos los yndios asi alegremente como á todos
suelen hazer, y oyanlos de muy buena boluntad y con mucha
atención eso poco que de nuestra habla entonces entendían , que
gloria y gran consolación era verlos oyr y preguntar con tanta
gana lo rescibian.
CAPITULO XXXVI.
De como tanbie7i esa segunda hez los espaTioles fueron causa que toda
esa ysla á Dios no se conbirtiese , y que los relijiosos se Mesen en
peligro de la muerte, y algunos la padecieron.
Acaesció que asi que arribó ay un nabio , y después de ido el
que le trujo, cristianos que en él quedaron, usando su condición y
costunbre, traen ay el cacique de la tierra que llamaban Don
Alonso, diziendo que grandes cosas abia en el nabío que ber, y
148
maguer que ya cristiano fuese, préndenlo por otra sutil traición,
los frailes le abian puesto este nombre quando lo cristianaron,
porque los yndios, luego que quieren oir la predicación, piden
que les pongan nombres de cristianos y se los dan aunque no
sepan nada para ser bien batizados, así que, engañando al dicho
Don Alonso á que entrase en el nabío con su mujer y hijos y mu-
chos otros yndios , diziéndoles los españoles que les mostraria á
Dios berdadero , como cosa más ber no deseasen, á escuso de los
rrelijiosos que no los bieron entrar , ni los yndios se lo dijeron , el
entrar en el nabio y el ser presos todos ellos todo fué uno, y sin
más tardar aleando belas los traidores biuieron con ellos á la isla
Española . donde á todos los hendieron por esclabos ; pues quando
los de la ysla de la Trinidad buscando á su señor Don Alonso no lo
hallaron y supieron de quien lo bió todo lo pasado, biniéronse para
los frailes y queríanlos matar, diziendo que ellos abian sido de con-
cierto con los del nabío, pues que por yr á ber aquel de quien les
predicavan les biniera daño tan grande, y no ybau fuera de rrazon
si berdad fuera: los relijiosos se querían dejar morir , con pesar y
angustia bertian ynflnitas lágrimas y desculpavan su ynocencia, y
es de creer que dieran antes sus bidas que se cometiera tal hecho,
especialmente que era poner obstáculo para que los yndios más
no creyesen y tubiesen por engañadores; mas apaciguáronlos lo
mejor que pudieron , diziendo que con el primer nabío que para
allá pasase escribirían á la ysla Española el peligro en quedavan,
requiriéndoles de parte de Dios que les enbiasen al dicho Don
Alfonso y á los suyos, como lo hizieron, enbiando procuradores á
la audiencia rreal, clamando y presentando muchas bezes su que-
rella, y por jamás los oydores les quisieron hazer justicia; esto
porque entre ellos mesmos estavan los yndios repartidos, y sobre
todo, prendieron á los procuradores de los frailes y enbiaron á
dezir á los otros que dijesen á los yndios que presto bolbería su
señor; mas ellos que hasta ay con tales cartas y mensajes abian
detenido su ira, quaudo bieron que Don Alonso, su señor, no tor-
uava ni onbre ni mujer de los que con él llebaron en espacio de
año que aguardaron, tubiéronse por burlados, y á quantos allá
estavan, así relijiosos como seglares , dieron amargas muerte»,
149
heneándose en quien ninguna culpa les tenia, y como ellos les
faltavan la palabra, justamente piensan los yndios de aquella
probincia que los frailes y los ladrones salteadores sean todos unos;
mas de los relijiosos que ay murieron bien se puede tener por
cierto que seo^un su fe y santa yntiucion , que fueron berdaderos
mártires, y que rreinan con nuestro Señor Dios en los altos cielos;
á él pluguiera que yo de ellos fuera , que aunque ay biniesen por
la obidiencia , pensamiento y deseo Ilebaron de predicar y salbar
aquellas ánimas, y de padescer y sufrir qualesquiera trabajos y aun
muerte, que en la y da no es toda les sucediese, y gozarse con
ella por Jesucristo á quien serbian.
CAPITULO XXXVII.
De cómo la probincia de Co^adena fué rrobada y destruida, y muerto
el bueno y biríuoso cacique Bahigoroto y los más de los suyos, que
muy pocos presos quedaron.
Muerto este gobernador, vino á sucederle otro tal que por su»
grandes é ynormes tiranías y hechos nefandos , de los suyos ma-
taron los yndios otros dos rrejigiosos de la orden de nuestro glo-
rioso padre Santo Domingo, y uno de San Francisco, de lo qual
yo soy buen testigo porque me escapé de la misma muerte , á mi
creer, por gran milagro de Dios, donde abia harto que dezir para
espantar á los onbres, según que fué la calida del caso; pero por
no ser largo no lo quiero contar hasta en el final dia del juicio,
cuando más clara y manifiestamente se berán, que tomará Nuestro
Señor Dios benganca de las abominaciones é ynjustos que los es-
pañoles en las Indias an hecho; éste paso en otra probincia que
dizen de Cocadena, al cabo de la qual abia un pueblo cuyo señor
ú cacique se llamaba Bahigoroto, nombre propio de la persona y
común djs todos los caciques que el pueblo mandavan ; éste era
tal y tan bueno , y su jente tan birtuosos , que cuantos cristianos
arribaban á aquella costa , hallavan en los yndios todo rreparo y
150
rrefrijerio y mantenimiento de muy buena bol untad, y á muchos
libró este cacique de la muerte que beniau huyendo de otras pro-
bincias donde hablan hecho grandes daños ; y aunque el Bahigo-
roto los amparaba, bien sabia qué tales eran sus obras y enbiáva-
les sanos y salvos á la ynsola de las Perlas, que era lo que ellos
deseavan, donde abia población de cristianos, pudiéndolos matar
sin que nadie lo supiera , mas no lo hazia, por lo qual Uamavan
todos á aquella tierra el mesón del bien, y, cierto, que les sobrava
rrazon; pero un maldito capitán no lo dejó mucho tiempo perma-
nescer acordando de hazer allí su salto; como estubiesen aquellas
jen tes tan seguras y descuidadas, pasó allí con un nabío, y como
bió á mucha jente que entrasen en él, y como aquesos yndios so-
lian en todo fiarse de los cristianos por las obras que les hazian,
entraron en el nabío ynflnitos, pero no fueron bien entrados
quando prestamente los españoles alean sus belas y biénense con
ellos á la ysla de San Juan, donde á todos pasaron por benta; yo
llegué á esa sazón á la dicha ysla y supe lo que hecho abia este
capitán en ella, y como la dejava destruida de tal forma que á
todos los otros capitanes que asta ay por la costa se entravan so-
brepujó con maldades, cruecas y rrobos; y este espantoso hecho
hizo perder el abrigo y rrefugio que allí todos los marcantes
tenían; y dejo de dezir aun mayores males y extragos que por
otras capitanes se an hecho y hazen, mayormente en la ysla Espa-
ñola de San Juan, y casos tales que las yslas que estavan pobla-
das de quentos de ánimas, no paresce oy una tan sola, antes está
todo tan desierto y iermo, que mucho fui espantado; y ase ave-
riguado por bordad que nunca tubo nabío cargado de yndios que
no echase en el mar la tercia parte de los que dentro yban, y la
causa era porque como en sus tierras ay tanta ynñnidad de ellos,
precia más sus probisiones y bastimentos que no les tienen por
mal hendidos quando por ellos los an , y quien en lo más que te-
uer dineros ni á ellos por esclabos ; esto, no de un capitán ni dos
ni tres , sino de todos generalmente ; otros mueren de hambre por
no los sustentar los cristianos, como saben que los yndios son de
tan poco comer y que para diec de ellos ahondara lo que para dos
españoles, hazen pequeña probision para ellos que presto biene á
151
faltar , y no siendo rremediados, ca los cristianos no les dan de la
buena que para sí tienen, así que de sed y de hambre desenescidos
mueren; y, cierto, que me dijo onbre de ellos que desde las yslas
de los lucayos, donde grandes estragos se hicieron, hasta la ysla
Española, que son más de setenta leguas, fué un nabío sin aguja
ni carta de nabegar, guiándose solamente por el rrastro de los
yndios que del nabío echaran al mar, pues álos que dejaban la
bida quaudo desembarcaban en la ysla donde los llebaban á hen-
der, herios desnudos y hambrientos que se caen con desmayo
biejos y niños y mujeres, y como en hato y rebaño de obejas apar-
tan los hijos de las madres y las mujeres de sus maridos, hazieu-
do mandas de ellos de diec y beinte personas, y echar suertes para
los armadores que son los que ayudan con gasto y espensa á la
armada de tres y quatro nabíos que su parte suelen llebar, es la
mayor lástima y compasión del mundo, que coracones de acero
harían menuzar de dolor, y tanta parte que los igualan con los
otros soldados que de sus tierras los han á rrobar: quando cae la
suerte en algún yndio biejo ú enfermo, dize el capitán: «¿á quién
cabe este embarace?» y rreplica presto cuyo a de ser: «daldo al
diablo que no hay para qué sea, ¿éste para qué me lo dais, para que
le eche del nabío abajo ú para que le sotierre vivo?» Ved agora en
qué estiman los cristianos á los yndios y si cumplen bien el manda-
miento de Dios nuestro señor , cerca del amor de el próximo donde
toda la ley nuestra pende y los profetas consisten.
CAPITULO XXXVIII.
De la penosa manera con que los cristianos hazian á los yndios sacar
el oro de las minas, y la muy más temerosa que tenian para pescar
las perlas debajo del agua, en lo qual consumieron todos los lucayos.
Quanto á en lo que los españoles á los yndios después de
abidos los exercitavan, es en sacar oro de las hondas minas y
pescar las perlas, que es una de las más crueles penas que en el
152
mundo se pueden ynmajinar, y no ay bida, por ynfernal y deses-
perada que no sea, que se le yguale en este suelo, que aunque la
del sacar el oro y piedras preciosas de las minas sea grabísima y
muy peligrosa, es como nada á pos del pescar las perlas, ca an de
entrar en la mar en quatro ú cinco bracas de hondo, y desde la ma-
ñana hasta que el sol se pone estar en ella debajo del agua nadando
sin resollar y arrancando las ostras donde las perlas se crian con
grandísima fuerca, porque muy mayor que la suya era menester,
y salen después con unas redecillas llenas de perlas en las manos
á tomar aliento á la orilla, porque, cierto, se ben yr á la muerte;
mas si se tardan en descansar no sólo no los aguardan por lo que
por ellos se ponían , mas ay es su mayor mal tratamiento, sacán-
dolos por los cabellos y témanles lo que traen y hácenlos volber
al agua á pescar más; su comer es el pescado que el piñón de las
perlas á sí pegado traia y panes de cacabí y algunos de mahíz, que
son los mejores de allá, el de cacabí de muy poca sustancia y el
de mahíz muy bajoso de hazer, dambos que nunca hartan; las
camas que les dan á la noche es echalles en un cepo en el suelo
y frígidísima tierra, tendidos porque no se les bayan, pero mu-
chas bezes quando entran en la pesquería y exercicio en la mar:
á son de pescar las perlas, desesperados y aborrecidos de tal bida,
métense á lo hondo y ú se ahogan ó son despedazados por los
tiburones y tragados por las marrajas, que son dos especies de
bestias ñeras marinas crudelísimas de aquellas partes, que aunque
los yndios quisiesen tornar á salir no los dejarían, donde los cris-
tianos pierden hartos de ellos y guardan bien en la susodicha
granjeria de las perlas el amor de Dios y del próximo, poniéndo-
los en peligro de muerte temporal y espiritual, porque mueren
sin fe ni sacramentos, y tan cierto dándoles bida terrible hasta
que se acaban de consumir en muy pocos dias, porque bibir los
onbres debajo del agua y sin anhélito algún tiempo, por pequeño
que sea, mayormente que la gran frialdad del agua le penetra los
tuétanos, y así todos, por la mayor parte, mueren de apretamiento
del pecho y echando sangre bíba por la boca , que se cansa de
estar tanto sin anhelar, y biene quando menos y mejor es de
andar continuo debajo del agua se les muda la color de lo» ca-
153
bellos, que de negros que ellos son por naturaleca, se les buelbeu
quemados y de color de lobos, que les crecen tanto que sólo de
esacongoja bienen á sudar salitre, que berdaderamente mons-
truos parecen en tan yncomparable trabajo, ó, por mejor dezir,
ynsufrible yuflerno; desta arte consumieron todos los vndios lu-
cayos que en esa probincia abia, y quando cayeron los españoles
en esta granjeria, bino á baler cada yndio cinquenta y cien cas-
tellanos , muy al contrario de como solian, que se bendian públi-
camente, abiendo sido proibido por las justicias, que por otra
parte ynjusticias eran; esto es lo que ganan por ser grandes na-
dadores, y aun sin los lucayos así lo an hecho en otras probincias;
en tierra de Paria suben un rrio muy grande y caudaloso que
llama Yuyaparij, más de duzientas leguas en alto, y por esto subió
un capitán el año de mil y quinientos y beinte y nuebe con cua-
trocientos onbres de pelea eu nabíos, que saliendo en tierra hizo
grandes estragos y mortandades quemando y saqueando pueblos,
y pasando por espada la jente de ellos, tomándolos desnudos y
desquidados y sin hazer mal á nadie, y dejando rrobada y asolada
toda la tierra, y muerta y ahuyentada la jente della; partió de
ay, mas no dejó el sin bentura de morir mala muerte, que su ar-
mada fué desbaratada por cosarios piratas, rrobadores de mar,
donde le tomaron todas las rriquecas que traia, y acabó misera-
blemente aquel que acabar hizo tantas ánimas que Cristo, Nuestro
Redentor, rredimió por su preciosa sangre, y lo mismo acaesció á
todos los que en sus maldades le siguieron.
CAPITULO XXXIX.
De como por los alemanes fué rrobada y destruida la rriquisima pro-
vincia de BeneQuda, y de las fierezas y crueldades que en el cacique
y natural de ay hizieron.
Benido el ano de mil y quinientos y beinte y ocho , con enga-
ños y hablas y persuasiones falsas que hicieron al nuestro Enpe-
rador y rrey como siempre an hecho y trabajado por encubrir la
154
berdad de los daños y estragos que los de allá rresciben, y ofensas
que á Dios se hazen, concedió un gran rreino mayor que toda Es-
paña, que es el de Benecuela, con la gobernación y jurisdicion
total á unos mercaderes de Alemania, con concierto capitulado y
asientos que con ellos se hizo, los quales, entrados con quinientos
onbres en aquellas tierras , jen tes tan mansuetisimas hallaron,
como si obejas fuesen, que pueden ser en todas las Indias; y sin
rescibir daño alguno, sin conparacion más cruelmente entraron en
ellas que ningunos otros que allá ayan pasado hicieron, y con más
fiereza que como yrracionales y crudelísimos tigres con ellos se
an ávido, y como rrabiosos lovos y bravos leones, porque con ma-
yor ansia y ciega codicia más esquistas maneras y formas nunca
bistas buscaron para aber oro ú plata , piedras preciosas y todo
lo otro de los pobles yndios, que más que todos los que antes fue-
ron, pospuesto el temor de Dios y la bergüenca, de quantos sus
hechos oyesen y de su rrey, obligados que eran onbres mortales y
no menos libres, los alemanes los señoreaban por fuerza de armas
y crueles crueldades que hizieron, y poseyeron toda la tierra muy
á su sabor por un tienpo , asolando , rrobaiido y matando como
diablos encarnizados y onbres bestiales y enbiciados en matar,
que de quatrocientas leguas de tierra admirables y más de treinta
rejiones y bailes y hermosísimas poblaciones de ynestimable rri-
queza bien abastada, an muerto muchas y dibersas naciones do
yndios de disbariadas y diferente maneras de gestos y lenguajes,
no an dejado persona, sino algunos que se escondieron en las en-
trañas de la tierra en cabernosas cuebas , huyendo del crudo y
pestilencial cuchillo, echan al infierno muchedumbre de ánimas
por barias y nuebas maneras de muertes, y de ello aun oy en este
dia no cesan, que siempre ban y bienen por aficiones yndiretas
maneras; prendieron luego al cacique y señor de aquella probincia,
y si alguna rrazon ni causa más de por sacalle lo que tubiese, y
queríale el capitán mandar terribles tormentos, pero él soltóse por
gran bentura de la prisión y huyó , y fuese á los montes ; de esto
muy turbados, todos los de la tierra se alborotaron y se escondían
donde podían , entre las breñas y otros en los frondosos uertos y
arboledas y espesuras ; mas hizieron sus entradas contra ellos los
155
alemanes para yrlos á buscar , y hallándolos , ningún género de
muerte se puede ymajinar que en ellos no se exequtasen, y los
que tomavan ábida, hendían en públicas almonedas é donde quier
que llegavan: antes que al cacique principal prendiesen, le salian
á rescibir los yndios con cantares y bailes y muchos presentes de
oro y plata, mas el pago que por esto después les davan, por sen-
brar espanto y acrecentar temor en toda esa tierra , que era la
menor crueldad de las que hazia, pasávalos á todos por filo de es-
pada; y fué así, que saliéndoles una hez á rrescibir de la manera
susodicha, á ese capitán alemán que se dezia ser hereje , hizo á
multitud de yndios que eran por engaño, que entrasen en una
casa pajiza, y mándalos desmenbrar si dentro de una ora no des-
cubriesen qualque rriqueza y tesoro , y porque la casa tenia unas
higas por lo alto y se subian en ellas muchos dando bozes y alari-
dos por guarescer y huir- de los rrabiosos matadores, el capitán
mandó poner fuego á la casa á todas partes, así que á quantos es-
capar pensaban, quemó bibos en grandísimo fuego , que poco les
balía á los miserables el trepar, que de las brabas llamaradas eran
presto alcancados, y por esta ñera hazaña se despoblaron muchos
pueblos de la comarca, huyendo todas lasjentes dellos, por salbar
las bidas ybanse á las montañas y bibian hechos salbajes.
CAPITULO XL.
De cómo los alemanes* asolaron otra gran probincia no conoscida
que está frontero de la de Santa Marta , á las espaldas , con mayores
y más diabólicas crueldades que en ella hizieron.
Con sus alemanes este capitán así yendo, rrobando , talando y
matando quanto hallavan, sin que nada se les escapase, llegó á
otra probincia que está frontero de la de Santa Marta, que danvas
confinan la una con la otra, donde hallaron los yndios en sus pue-
blos y casas, asaz pacíficos y ocupados en sus labranzas ; allí es-
tubieron algún tienpo comiéndoles de sus haziendas y sudores, que
156
era el menor pecado que ellos hazian, aun sin se declarar su
horrísima y dañada yutencion encubierta ; los yndios los serbian
con tanta afición y ley, como si supieran que las bidas en ello les
iba, y sufriendo mucho trabajo en el serbicio, porque no los mata-
sen, guisábanles las comidas que comian más uno de ellos en un
dia que diez yndios en dos , en el qual tienpo diéronles de su bella
gracia gran suma y cantidad de oro en bezes, mas al cabo, que-
riéndose yr los alemanes , acordaron de le pagar las posadas con
descubrir juntamente sus secretas yntinciones malditas de aques-
ta manera; aquel capitán alemán, que hereje se supo que fuese,
porque ni oya missa ni dejava oír á los suyos , con otros yndicios
claros que se le conoscian, mandó prender á todos esos yndios y
á sus mujeres y hijos, y hecho ansí mandólos meter en un corral
grande, y dijo que el que salir quisiese , él mesmo de rescatar se
abia según su boluntad y albedrío, dando tanto oro cada cual por
sí y tanto por su mujer y tanto por su hijo, y por más los apretar
con angustia, mandó que entre tanto que no se rescatavan no les
metiesen con que se sustentasen hasta que le trujesen el oro que
él les demandava por su rrescate, si no que muriesen de hanbre;
entonces enbiaron muchos de ellos á sus casas , y rrescatáronse
trayendo quanto oro tenían, y soltándolos ybanse á sus labranzas;
mas pasados algunos dias , tornávalos á prender el hereje gober-
nador, estando de rrazon seguros, pues con ese oro que tenían se
abian rrescatado , y tornávanlos al corral y dávanles el tormento
de la hanbre y sed, que por más terrible tenían, hasta que otra
hez se rescataron; y ubo muchos de estos que tres bezes los pren-
dieron y tantas se rescataron, mas otros qvre no tenían oro que lo
abian todo dado, dejávalos en el corral perescer hasta que con
rrabíosa hanbre unosá otros se mordían y despedacavan, de esa
hecha, por tales maneras y otras peores , dejó el hereje capitán
asolada y destruida una gran probincía rriquísima de qro y pobla-
tisima de jente ; después acordó de entrar la tierra adentro con
ynfernal codicia de descubrir y hallar el Perú, para el qual biaje
llebaron él y los suyos ynfiinítos yndios cargados con peso de
cuatro y cinco arrobas, ensartados con cadenas y argollas gruesas
á las gargantas , y si cansava alguno y desmayava con hanbre,
157
por no los desensartar de como los llebaban, cortábanle luego la
cabeca por la collera, y caia el cuerpo á una parte y ella á otra,
y repartían la carga de éste sobre los otros; dezir, pues, de las pro-
bincias que destruyó y ciudades que dejó yermas y comarcas
abrasadas y jentes muertas cruelmente, y los tormentos que yma-
jinó y hizo, cosa es no creedera, y seria, contarlo, nunca acabar,
ni aun oirlo querrian.
CAPITULO XLI.
De como aun ílespues de los alemanes, españoles binieron á estas tres
probincias, que también rrobaron y hizieron crueldades en lo que
quedava corriendo tras su deseo.
Otros capitanes binieron después tras deste á la mesma pro-
bincia de Beneguela, y ala de Santa Marta con la misma intincion
de descubrir el Perú, y hallaron toda la tierra más de quatrocien-
tas leguas talada, siendo ella antes demasiadamente poblada,
mucho más que ninguna de las que abemos mentado, y tanbien
crudelísimos y sin alguna piedá , que malamente se espantaron
oyendo las abominaciones del ereje , y se dolian ynfinito de ber
por los caminos por donde el alemán abia ydo rrastro bien ancho
de sangre, que todas las quatrocientas leguas duraba, ó quigá
puede ser por no aber sido ellos los que tal la pasaran; todas estas
cosas y muchas más están probadas con ynfluitos testigos por el
fiscal del consejo de las Indias , y la probanca en el mismo con-
sejo, y el castigo aun por azer, con ser, cierto, poco lo que está pro-
bado según lo que fué esto, porque los ministros de la justicia que
an entendido en lo de las Indias hasta oy , tanbien con ciega y
desordenada codicia no se an puesto en examinar de rraiz y de
beras los orrendos delitos, sino quanto dizen que por aber fulano
y fulano hecho crueldades en las Indias y rrobado de las tierras
de su magostad tantos mil castellanos, que para rredargüir esta
probanza harto general y confusa les basta, y aun eso aberiguan
158
como Dios sabe, porque si ynquiriesen bien y buscasen de beras,
hallarian que solos los alemanes an rrobado al rrey, nuestro se-
ñor, largos tres mil castellanos, sólo el oro , porque son aquellas
probincias de Benecuela, con las que más an asolado y destruido,
quinientas leguas de tierra la más rrica y próspera de oro y plata,
perlas y piedras preciosas, y corales y almizques, ánbares y todo
lo demás que puede aber en el uniberso, y lo mismo era de pobla-
ción , y doblada rrenta an estorbado de benir acá que se coje del
rreino de Castilla, ó, por mejor decir, de España, desde que los
alemanes enemigos de Dios y del rrey á destruir la comencaron; los
quales daños á la fin del mundo no ay esperanca de ser rrecobrados
si no hiziese nuestro Señor Dios notorio milagro rresucitando tantos
millares y quentos de cuerpos para la rrestitucion , y ésto quanto
á los daños temporales, que bien seria considerar quáles y quántos
abrán sido los de las blasfemias contra Dios y contra su ley,
adulterios y estupros, y con qué se rreconpensarian tantas ánimas
perdidas que están agora ardiendo en el ynfierno, que es lo más, y
todo por la desordenada codicia é ynnumanidad de los españoles;
pues, ¿qué seria si dezir obiésemos de quántos de nuestra nación
an pasado á Indias que son muertos? Pero esto se quedó, dejándolo
á quien lo sabrá bien premiar y castigar, que sólo con esto, con la
ferocidad y braveca de los cristianos quiero concluir , y con su
hanbre, que desde que en tierra de Indias entraron ynnumerables
son los nabíos que cargados de sus naturales enbiaron á dibersas
partes á bender y hazerlos oro, y ningún género de muerte se a
ymajinado quanto a que el mundo es mundo que en ellos no se
probase, y antes los an sienpre faborecido , y quantas tiranías se
an hecho por mar y por tierra las an todas disimulado los de la
rreal audiencia, estando todas estas yslas debajo de su jurisdicion,
y pudiéndolo muy bien rremediar , que no los an puesto más estor-
bo para que no hiziesen esclabos y cativos los que crió libres
nuestro Señor Dios, ni para que no se fuesen tras su bestial deseo
é ynsaciable hambre de oro que quántos allá pasaron an seguido,
y á los simples y mansos corderos señalarles los rrostros con las
armas del gobernador.
159
CAPITULO XLII.
De como por los españoles fué asolada la ysla Florida con terribles
crueldades y mañosas traiciones que hizieron.
A la ysla Florida asimesmo au pasado muchos capitanes en
diversos tiempos, desde el año de mil y quinientos y diez, otros
como principales gobernadores y todos tres murieron en muy poco
tiempo, y sus suntuosas casas que habian edificado con sangre de
los pobres yndios y grandes mayoradgos y haciendas que abian
juntado para perpetuar sus nombres baños, salieron sus pensa-
mientos que ya su memoria es perdida y rraida de la haz de la
tierra como si nunca ubieran allá pasado ni aun sido en el mundo;
pero dejaron la tierra asolada y bien esquismada y toda la jente
della alborotada y puesta en armas con mucho escándalo por el
grandísimo miedo que con sus diabólicas obras les pusieron, por
eso los mató Dios, Nuestro Señor, antes que más mal hiciesen, ca
los tenia guardado para allí su castigo: de lo que sé yo bien que
en otras partes de las Indias hizieron, y fué otro postrero destos
el año de mil y quinientos y treinta y ocho, muy de propósito y
con grande aparato de jentes y nabíos, mas quanto á qué pasó
aquel año á hasta agora, tanto a que del no se sabe ni en alguna
otra parte jamás se supo , créese que se anegó porque quedar en
alguna ysla no pudiera ser tan remota que del ú de alguno de los
muchos que con él yban no se supiera; pero diriayo, que pues más
no a parescido tal debia ser y no mijor que los otros, y que pues
tanto se probeia y con tanta jente que á mal tenia ojo, esto es á no
pensadas crueldades y á obras aborrecibles á Dios Nuestro Señor,
por eso le confundió y mató y á qu antes con él yban, y quiso que
de ellos más no se supiese ; quatro años ha que salieron de esta
ysla Florida, con mucha rrazon así llamada por su beldad y fres-
cura ; el resto de los tres capitanes principales, con otro que de
entre ellos fué elegido, y en tal parte se pasaron de las Indias que
el nombre de la tierra no e pudido alcanzar á saber dónde, si de
160
berter sangre umana y de riquezas tenían bien por entero cum-
plieron su boluntad, que tales fueron los estragos y tantos daños
hizieron que me torno afirmar en lo que arriba dije, que mientras
más tierra descubrían más crescian en crueldades y fiereza; cierto,
que estoy enhastiado de contar las orribles obras y sangrientas
mortandades que, nonobres, mas bestias brabas y desatinadas
hizieron ; por esto no me detendré en ellas, sólo se sepa que halla-
mos aora de benida grandes poblaciones de jentes de las más
apuestas y sabias y bien habladas que puede ser, en las quales
abian hecho grandes matancas y estragos por poner miedo en toda
esa tierra, que entrando en un pueblo donde les dieron más de
seiscientos yndios para que les Rebasen sus cargas y para su ser-
bicio, sólo porque no les hiciesen mal, y salidos de ay paresce
ser que contentos no yban, pues no se abiendo alejado beinte le-
guas del pueblo, bolbió otro menor de entre ellos con su escua-
drón ú capitanía, mudados los bestidos y armas que acostumbra-
ban y le rrobaron y saquearon, estando los pobres yndios tan
seguros y desquidados como podéis pensar que estarían abiendo
pagado su pecho; mataron á laucadas al cacique y señor del pueblo
y á sus süditos con terribles y diversos tormentos y hechas yn-
finitas crueldades y rrobos, dejando, tal qual entenderéis, el
pueblo; pasóse adelante muy presuroso y no menos deseoso de
hallar en quien otro tanto hiziese y tanta rriqueza hallase.
CAPITULO XLIII.
De cómo fué hallada la gran probincia de el Rio de la Plata y de su
ynstimable rriqueQa, y cómo los españoles la rrobaron y destruyeron.
Sucedióle bien su deseo á este malo y cruel capitán, que para
condenación suya permitió Dios, Nuestro Señor, que hallase lo
que buscava, y fué un puesto mayor dos tanto que el otro por
grande que era, y paresciéudole que estaban los yndios del algo
rrecatados y con temor y rrecelo por las nuevas que del otro ya
tenían, sin entrar dentro ni hazerles saber de su benida, de luego,
161
dando de recio en ellos, yban hiriendo y matando quantos en las
casas y fuera dellas hallaban, y por cuchillo y lanca pasó biejos
y niños y mujeres, basallos y señores, que á nadie perdonaron, y
así fueron los muertos de entonces y nnumerables; á otros hazia el
crudelisimo capitán cortar desde las narices abajo hasta la barba,
y dejábalos sin labios, los rrostros rrasos, y con lástima tan lasti-
mosa que mucho es de doler y qual nunca nadie oyó, y corriendo
biba sangre los enviaba á que las nuevas de su brabeza y cruel-
dad álos otros llebasen, de los que dezian que á predicar benian
la santa y católica fe; juzgúese agora quáles estarán aquellas
jentes en el amor con los cristianos que tales obras les hazian, 'y
cómo creerán en el tan bueno y justísimo Dios en que ellos creen;
grandes maldades hizo este traidor en esta probincia, pero bien
las pagó, que estando más á su sabor y contentamiento, á desora,
con tósigo que le dieron , mas aberiguado está que si Dios, Nues-
tro Señor, no le perdonando sus grabísimas culpas, que el que sin
confesión acabó su bida su ánima arderá para siempre en los yn-
flernos; mas dejando agora aquesto, prosiguiendo nuestro quento
adelante, digo que desde el año de mil y quinientos y beinte y
seis au ydo al Kio de la Plata ynfinitos capitanes en diversos
tiempos, no sólo de España, mas de otras naciones donde ay mu-
chos rreinos y grandes probincias de jentes muy apuestas y sabias,
y un caudalosísimo rrio mayor con mucho que el de Yuyaparíj,
que arriba dijimos, que rriquísima plata se criaba á sus orillas,
aunque á marabilla menuda y entre las piedras de su hondón é
granos tan gruesos como de trigo, dellos quadrados y dellos es-
quinados algo larguillos que verdaderamente paresce que labra-
do los ayan, y ésta es la más fina plata que ser puede, y cójenla
los yndios, y no otros porque la propiedad del agua, que como de
finísima plata es su color, es á nuestra complision muy contraria
y moriría de yelo quien en ella entrase , mas no los yndios aunque
llegan al suelo y de la mesma manera sacan la plata como dije
que azian las perlas y priedras preciosas, y la misma probincia
no tiene otro nombre sino el que toma deste grande y rrico rrio,
y los capitanes que allá an pasado todos an procurado de la ma-
nera que escrita es, con tormentos aber desta plata, cada qual
Tomo LXXI. U
162
quanta más pudiese, y hazer crueldades, despoblaciones y daños
yrrecuperables; mas marabilla fuera si tales obras no salieran de
sus manos, siendo los mismos cristianos y muchos de los que en
otras partes de las Indias en tales obras se abian bien ejercitado,
y teniendo el mesmo deseo de hazerse rricos y grandes señores, lo
que esymposible esto que pueda ser sin daño y gran perjuicio de
los simples yndios que aun no querrán ser sus prójimos aunque los
tratan con muertes y rrobos y los ponen en continua serbidumbre.
CAPITULO XLIV.
De cómo descubrieron los cristianos la rriqulsima tierra del Perú
que tanto huscavan, y cómo rroharon y arruinaron la fresca ysla
de Pugna.
Con esta perbersa manera que abéis oydo que los crueles es-
pañoles tenian, fueron destruidos muchos rreinos y señoríos en
esta probincia con grandes cruezas que se exequtaron en los sin
bentura yndios, que se echaron más de ber que las pasadas por
rrazon de estar más lejos de acá, aunque lo contrario más berda-
dero parecca, ubiéronse más sin orden y sinjusticia que ningunos
otres capitanes que á las Indias pasasen; de estas ynflnitas se an
visto en el consejo de las Indias y están probadas del gobernador
que consintió á cierto partido de jentes y les dejó que fuesen á las
poblaciones, y si no les diesen quanto ellos demandasen por sus
bocas, que á todos diesen amargas muertes y que con tal autori-
dad sin numero de ánimas enbiaran á los ynflernos, y que se be-
nian los yndios á poner en sus manos ofresciéndose á su serbicio,
y que porque no benian tan presto ú porque querian y arraigar
su temor en la tierra, como acostumbraban, mandara el goberna-
dor que los entregasen en poder de otros yndios que eran sus
mortales enemigos; ellos lloraban y aleaban clamores que al cielo
querian llegar , suplicando al gobernadar que antes los mandase
matar que en poder de sus mortales enemigos los pusiesen; mas
estando diziendo unos á otros, venid ermanos de pa(} á ser muer-
163
tos de buestros propios ermanos y derrámese baestra mezquina
sangre por estos campos en testimonio de buestra ynnocencia, los
otros los hizieron pedacos delante del gobernador; en aquese
mesmo año otro capitán con mucha jente pasó á los rreinos del
Perú, donde entrando con dañada yntencion y con los mesmos
principios que los otros todos, porque era uno dellos y que más
tiempo se abia exercitado en hazer crueldades y rrobos en la tier-
ra firme, desde el año de mil y quinientos y doze, en quantos
daños estragos allí se abian hecho y an caescido; abia el buen
capitán en la fuerza de fiereza y condicia, sin alguna birtud, éste
entró quemando y rrobando, destruyendo y matando quantos
pueblos y á sus naturales hallaba, y siendo grandes males causas
y escándalos que sucedían en aquellas tierras que naide bastaría
á las referir ni encarecer cómo ellos fueron hasta que claros se
bean en el postrimer dia del juicio los hechos de los que con con-
tinua guerra los molestaron, cuya deformidad y calidades y cir-
cunstancias los afeavan mucho más, y agravaban de tal manera,
que berdaderamente páresela que jamás fueron ynventados ni
ymaginados mayores ni más crueles géneros de ynumanidad;
este gobernador destruyó muchos pueblos y mató ynfinitos yndios
y rrobó gran suma de rriquezas, y en una ysleta que está cerca de
aquellas comarcas que se llama Pugna, muy poblada y á maravilla
hermosa y fresca, rrecibiéndolos el cacique y yndios della tan
bien que mejor no podía, pasado medio año que ay moró, abiéndo-
les gastado y comido quanto bastimento para sí tenían y trojes de
mahiz para los tiempos estériles y de seca sustentar sus familias,
ofreciéndolas los yndios con ynfinitas lágrimas que las gastasen
y se aprobechasen dellas á su boluntad, el pago que después le
dieron fué pasarlos por filo de espada á los más en una sola noche,
y á los menos que tomaron á bida hizieron esclavos, y rrobada y
saqueada toda ysla partieron de ay y pasáronse á la probincia de
Trunbala, que es ya en tierra firme, y mataron y destruyeron y
rrobaron quanto pudieron, y porque de sus espantables obras
huían todos los mezquinos yndios y cada cual donde podía se es-
capaba, dezian que eran rebeldes á la corona rreal, y que contra
ella por buscar algún color para hazerles cuanto daño pudiesen.
164
CAPITULO XLV.
Como destruida la probincia de Trumbala por los españoles, el gran
cacique Atabalíba con mano armada salió á ellos, y fueron bencidos
y muertos él y los suyos.
Tenia este perberso gobernador por costunbre que los que be-
nian á él con abes y presentes de oro y plata y otras riquezas,
deziales que trujesen más , porque mientras más trajesen y no
cesasen, más serbidores eran de su magestad y á él tendrían más
contento, hasta que poco más ó menos entendia que no debian
tener más; entonces dezia que los rrescibia por basallos del en-
perador , y abracándolos al son de dos tronpetas que mandava
sonar, dándoles á entender que desde entonces eran del rrey de
Castilla, que como por ellos pasase tal cirimonia no les deman-
daria más tributo , ni de ay adelante no les baria mal alguno , y
tenian por licito todo lo que les llebavan y rrobavan de aquesta
manera por miedo de lo que les oyan antes que los rrescibiese so
el anparo y protección del standarte ynperial, como si después de
rescibidos no los oprimiesen mucho más; pasados algunos dias hi-
ñiendo el cacique y señor principal de aquella probincia que abia
nonbre Atabaliba, con mucbedunbre de yndios desnudos y sus
armas á sus oubros, no sabiendo cómo cortaban las lanzas y espa-
das ni qué tales heridas con ellas se davan , ni cómo corrían los
cavallos de los españoles, ni aun quienes ellos eran, que no lo abian
esperimentado, ni como si los malinos espíritus oro ó plata ú otra
rriqueza tubieran allá abajo á los abismos y zehanal rrejion los
fueran á conquistar y destruir para se lo rrobar , cou el esfuerce
que les da la mala codicia, y diziendo: «¿dónde están estos cativos
cristianos, salgan á mi si osaren, que no me mudaré de aquí hasta
que me paguen los muchos daños que me an hecho y las muertes
de mis basallos tome cunplida benganza?» Llegó al lugar donde
^os españoles alojados estavan , los quales luego salieron contra
165
Atabaliba y mataron- ynfinitas de sus jentes y prendieron la per-
sona del mesmo Atabaliba que benia en unas rriquisimas andas,
que yndios de los suyos más principales en onbros traían, y
después que fué preso trataron con él que se rrescatase , y el
Atabaliba prometió de dar quatro millones de castellanos por su
rrescate, y contentándose los cristianos, le prometieron que dando
los dichos quatro millones le soltarían, y el Atabaliba podía muy
bien dar todo aquesto y aun quedar tan rríco qual nunca fué rrey
ni enperador en el mundo, y así los dio; más como nunca la au
guardado los españoles con los yndios quanto a que sus tierras
pasaron, á Atabaliba no le guardaron la fe de lo prometido, antea
como sabían que era señor de todas las probincías del Perú, fué
puesto en muy mayor rrecado que Motencuma ni ningún otro
cacique ó príncipe yndio jamás estubo, lebantándole que por su
mandado se junta va jente de armas en esa tierra ; mas el Ataba-
liba, entendiendo bien lo que era y conoscíendo su gran maldad,
aborresciendo su bida rrespondió que berdad era que sin su bo-
luntad en toda su tierra, quan grande la bian, tan sola una hoja
de un árbol no se mobia quanto ni más sus yndios, y que creye-
sen que si jente se ayuntava, que el grande Atabaliba así lo debía
mandar, y que preso y bien aherrojado lo tenían, que hiziesen de
él lo que quisiesen ; pero con todo esto acordaron los españoles
quemar bibo al dicho Atabaliba , y aunque algunos rrogaron por
él al gobernador que no le mandase dar tan cruel muerte y que
fuese ahogado, óvose dehazer; quando esto supo Atabaliba, sus
ojos hechos dos fuentes de lágrimas dezia: «¿Por queme mandáis
matar? ¿no prometisteis soltarme dando la cantidad de oro que de-
mandastes? yo os di más, pues lo que de mí queréis, enbiad á
bvestro rrey, y si él me mandare dar la muerte, benga en buen
ora ; » y otras palabras muchas dezia el afortunado príncipe Ata-
baliba, biéndose derrocado de su trono y caído de la gran prospe-
ridad y rriqueza de estado en que ser solía y tan bezíno á la
muerte, que mucha lástima era de le oyr, y para mayor confusión
de los crudelísimos cristianos; pero poco le aprobecharou.
166
CAPITULO XLVI.
De cómo destruyeron los cristianos la probincia del Quito , y rróba-
ron y dieron la muerte al cacique de los canarios y á otros caciques
con todos los suyos, y de un espantoso hecho que allí acaesció.
Puedo agora , que algo más me beo desenbaracado , contar de
las ynflnitas azañas de bestialidad y codicia que los que se 11a-
mavan cristianos en aquellas partes hizieron, algunas que uu
fraile de San Francisco bió por sus ojos, y como testigo de bista
osaré bien afirmar lo que del parte oy y parte supe de treslados
que enbió por probincia con la su propia firma, que decian asi:
«Yo, fray Marcos de Nieca , de la orden del bien abenturado
San Francisco, comisario de los padres de la misma orden en las
probincias del Perú, quefuy de los primeros que en ellas entraron,
dando testimonio de algunas crueldades que bi en aquella tierra,
digo cerca del mal tratamiento y conquistas hechas á los naturales
della; prosubpóngase primero la certísima expiriencia que ay de
ser aquellos yndios del Pera la jente mas benibola y mansa de
todas las Indias, y más amiga de los cristianos ; yo por cierto bi
como dieron á los españoles una gran suma de oro y de otras
rriquezas quanto les demandavan, que muy poco les quedó, y les
hazian estremado serbicio tratando con ellos sienpre de paz y
nunca de guerra mientras no los fatigaron ni dieron ocasión con
ynsufribles trabajos y muertes , antes los hazian demasiada onrra
y rreberencia, y los festejavan con banquetes y bailes, y, cierto,
que no sabían los yndios cosa en que los cristianos ubiesen plazer
que no lo hiziesen, que les faltaba sino adorallos; y bí más, que sin
dar causa ni ocasión alguna aquellos sinples yndios á ios cristia-
nos, luego que entraron en sus tierras después de les aber dado
su mayor cacique Atabaliba los millones susodichos y toda la
tierra en su poder, aquesa gran probincia que él señoreava, sin
aber quien se lo estorbase ni tal osadía tubiese, quemaron bibo al
167
Atabaliba que era monarca de todas esas probincias; y lo mismo
hizieron á su general capitán Cacechilamaca , el qual con otros yn-
dios principales de paz abian benido al gobernador de los españo-
les con cierto mensaje, y así mesmo bí que taubien quemaron bibo
á Chanba, otro cacique principal en la probincia de el Quito, sin
culpa ni causa alguna , y otrosí sin aber hecho por qué ; de la
mesma suerte se ubieron con Sacha para cacique de los canarios,
y sin alguna rrazon Albiis, el mayor y más poderoso cacique de
los sujetos al grande Atabaliba, que tantos tormentos le dieron
porque dijese dónde estaban los tesoros de Atabaliba , que se le
binieron á caer los dedos de los pies y de las manos, y las orejas y
narizes, y el mienbro genital, del qual tesoro, como después pa-
resció, muy poco el Albiis sabía , y poco menos que esto acaesció á
Zapanga, gobernador en las probincias de el Quito, el qual por
ciertos rrequerimientos que le hizieron de parte de Sebastian de
Benalcázar , capitán del gobernador que abia benido de paz , y
porque no le dio las rriquezas tantas como él quería, al fin le mató;
y no á ese sólo, mas á otros muchos caciques y grandes señores; y
á lo que yo puedo entender, su yntento era que no quedase caci-
que ni señor principal en toda la tierra; y bí que los cristianos
prendieron muchedunbre , y dellos que encerraron en unas casas
grandes quantos en ellas cupieron , y que pegándoles fuego por
muchas partes quemarlos á todos bibos sin que alguno huir pu-
diese ni aber hecho la menor cosa del mundo contra el menor de
los españoles, y acaesció allí que un clérigo, natural del rreino de
Toledo, nascido en la billa de Ocaña, cuyo nonbre no se sabe, por
escaparlo sacó un mocuelo pequeño del brabo fuego, mas juntán-
dose prestamente con él otro español, no catando que era sacer-
dote de misa, tomándosele con furiosa brabeza y dando al clérigo
un enpujon, arrojó al mocuelo entre las llamaradas donde presto
fué hecho ceniza con todos los otros ; pero el mezquino cristiano
que esto hizo no se loó mucho tiempo de ello , que bolbiendo que
se bolbian él y sus conpañeros al rreal , cayó súpitamente muerto
en el camino , y aun yo fuy de parescer que no le enterrasen , y
así se hizo. >•
168
CAPITULO XLVII.
De cómo los españoles asolaron la noble ciudad de Rachanza,
que fué la primera en aquesa probincia donde se adoró el m,adero
de la Santa Beracruz.
Rachanzo se llamava el pueblo donde yo estava quando vi lo
que está contado, y cómo los españoles cortavan manos y narizes
y orejas á los pobres yndios sin propósito ni causa alguna , sino
porque se les antojaba pasar el tienpo en eso y ber la manera
cómo pasa; y en quántas partes y lugares, si dezir se obiese seria
nunca acabar, bí á los cristianos echar á los tristes yndios á los
perros brabos para que los hiziesen pedacos , y asimismo quemar
y derrocar tantas casas y despoblar tantos pueblos, que el nú-
mero es ynñnito, y es Dios berdad que bí como los españoles to-
mavan los niños de teta de los bracos de sus madres, y ondeándo-
los por las peruecuelas, arrojarlos con quanta fuerca podian contra
las duras peñas, y otros ynfinitos desafueros y crueldades sin
algún propósito, que grande espanto pondrían, y que aunen pen-
sarlo solamente rrespeluzar harian los cavellos; y vi que el gober-
nador si mijor no peor que los suyos, con los yndios se abia ; él
enbiava á llamar á los caciques y principales señores que binie-
sen de paz y seguramieuto , y como biniesen á su llamado con
mucha obidiencia, prendialos y con dibersos y crueles tormentos
los manda va atormentar hasta que muriesen , y en su presencia
quemaron bibo un poderoso cacique en Trunbala, y á otros muchos
menores en estado; yo lo quisiera estorbar, mas el demonio estava
en ellos yntruso y poco pude hazer ; y según Dios y conciencia , á
quanto yo pude colegir, no fué por otra causa, como claro después
páreselo, el alearse y alborotarse todos los caciques é yndios
grandes señores del Peruu, porque una ni ninguna berdad jamás
los españoles con ellos an contratado ni guardádoles palabra que
dádoles obiesen, si no contra toda rrazon y justicia tiránicamente
169
los an destruido, con tales obras, que mucho áutes determinaron
morir que sufrirlas; mas según me dijeron en gran secreto los
mcsmos yudios, mucho más oro sin conparacion ay escondido en
aquesas partes que descubierto, porque por las ynormes cruelda-
des y muertes que los cristianos en ellos an hecho no lo an que-
rido ni los que oy biben lo quieren descubrir , mientras tal trata-
miento rrescibieren más querrán morir como los pasados, en lo
qual grande es la ofensa que á Nuestro Señor Dios an hecho , ni
quánto la magestad umana a sido deserbida y engañada en perder
tal tierra que buenamente podia mantener á toda Castilla, que
agora seria harto dificultosa y aun costosa de rrecobrar.
Tales eran las palabras formales del dicho fray Marcos de
Nieca, las quales dejó firmadas de su nonbre y las enbió al arco-
bispo de Méjico y á otras tales personas , y ase de considerar bien
lo que aqueste padre dize que bió , que fué sólo en cient leguas de
tierra, que puede aber quince ú diez y seis años, porque era poco
después que fué descubierto el Perun, y quando de quinientos es-
pañoles-arriba allá no abia, pues ¿qué abrá sido pasados allá tanta
y tan ynnumerable muchedumbre de ellos afana y al sonido del
oro, que aun acá en sus orejas rretañia, que se estendieron por toda
la tierra? ¿qué podrán aver hecho en tanto tienpo quanto a que fue-
ron parescidas? pues todas están que las personas dellas, sobre ser
tan pobladas como abéis oido , pueden contar con el dedo y aun
en ello no harán mucho de asoladas y destruidas que , con poco
temor de Dios y menos del Rey , an menguado gran parte de el
linaje umano, no se dando manos á rrobar y enrriquescer , y muy
pocos años a que mataron á palos á la noble rreina , muger del
Chalinque , que fué el que sucedió por principal cacique en todas
las probincias del Perun después de el grande Atabaliba, que los
cristianos por sus tiranías le hicieron alear y que se rebelase como
a estado hasta poco a; al Chalinque, no le pudieron aber por enton-
ces, mas á la rreina su muger le tomaron, y por le dar pesar y
mortal sentimiento, porque sabiau que entrañablemente la araava,
matáronla como está dicho, y si de contarse ubiesen en particular
la mínima parte de lo que los españoles en los rreinos del Perun an
hecho, quanto abéis oydo, como nada os paresceria.
170
CAPITULO XLVIII.
De cómo muerta la rreina, mugerdel Chalinque, los españoles hallan
muy grande y nueva tierra, la qual con mayores crueldades, muerto
su cacique, Bogotá, en poco tienpo destruyeron, y la nonbraron
el Nuevo rreino de Granada.
Que el año de mil y quinientos y treinta y nuebe fué muy
grande el concurso de los capitanes que á estas Indias acudieron,
y comentando á rrebuscar su deseo desde las probincias de San-
ta Marta y de Benecuela házia las rriquísimas del Perun , y des-
de Cartajena y otras más bajas calaron y penetraron las más
altas tierras, y hallaron á las espaldas de la de Santa Marta y Car-
tajena duzieutas leguas de tierras adentro, admirables probincias,
y tan llenas de jentes que páresela no caber más de pies , y á ma-
rabilla mansas y bien condicionadas como las otras, y no menos
rricas de oro y plata, perlas y piedras preciosas que dizeu esmeral-
das; como quier que de todas las otras maneras tanbien obiese, á la
qual tierra pusieron nonbre el nuevo rreino de Granada , porque
el primer capitán que ay llegó era natural del rreino de Granada
de acá, y muchos de los que allí concurrieron arto bien acostum-
brados eran á despoblar y rrobar y matar y derramar sangre
umana, ca se abian hallado en destruir otras muchas partes de
las Indias, y por esto an sido tan endemoniadas sus obras y cali-
dades de ellas, que sobrepujan á todas las que en otras probincias
se an hecho ; y de ynfinitos que los años pasados an entrado á
deshacer aquella tierra, algunas cosas diré de uno tan sólo, quau
brebemente pudiere: un capitán de estos, porque no le quiso admi-
tir el principal que en la Nueva Granada rrobava y matava, para
poder él tanbien rrobar y matar, hizo una probanca harto berda-
dera y bastante contra el que licencia no le daba , de que rrobase
y matase, por hazerlo él sólo, sobre los estragos y mortandades que
abia hecho de ynflaitos testigos que el dia de oy está el pleyto
171
pendiente en el Consejo de las Indias , los quales en sus dichos
dizen: que estando todo aquel rreino de paz, sirbiendo sienpre los
yndios á los españoles y dándoles quanto menester abian y diber-
sas rriquezas, en gran cantidad, de olores y bailamos, rrepartidos
los pueblos y jente de ellos con sus señores y caciques entre los
cristianos, que es todo lo que pretenden para alcanzar su último
fin , y puestos todos en la servidumbre ordinaria y acostunbrada
tiranía, prendió al cacique y señor de la probincia, y le tubo preso
siete meses, demandándole rriquezas y olores, que ay más que en
ninguna otra parte de las Indias se crian, y que le dezia, tenién-
dolo así preso: «Bogotá, que así se llamava el cacique, dame de
esto ú de esto qual tu quisieres y más dar pudiéredes ; si no , sá-
bete que jamás saldrás de prisión. » Bogotá, por el gran miedo que
le pusieron^ dijo que él daría un casa de oro que le demandasen,
esperando salir de las manos de quien así lo aflijía, y enbio á di-
bersas partes á que le trujasen el más oro que pudiesen, y cierto,
que en bezes le trujeron yncreible suma de rriquezas así de oro y
plata como de perlas y pedrería .preciosa y corales , mas porque
no daba la casa de oro que prometiera no lo soltara , y que antes
abia ynduzido á los suyos que buscase forma de quejarse del para
darle muerte, y que ellos lo hizieran diziendo que debia morir,
pues no cunplia, y que el gobernador abia dicho que se lo pidiesen
por justicia ante él para que no le culpasen, y que ello se abia
hecho así por demanda, acusando al dicho Bogotá, y que por
quanto no daba la casa de oro que habia dicho , el gobernador le
sentenciara al trato de cuerda y á otros ynsufribles tormentos , ca
le echaron pez y rresina en la barriga, y le pusieron cada pié en
una herradura hincada en un palo y el pescueco atado á otro , y
esposas á las manos , y que así le dieran fuego yntolerable por
bajo, y que entraba el gobernador de rato á rato donde estava el
lastimado Bogotá en el tormento, y le dezia: «duélete miserable
Bogotá y da la casa de oro que dijiste, si no créete que morirás
poco á poco, penando aun en más terribles tormentos que te están
aparejados;" y no bia el triste que con mordaca en la lengua que
el Bogotá tenia poco podía rresponder , y que así como el gober-
nador tirano lo abia dicho, que no mirando que era cosa ynposible
172
dar casa de oro, hasta que murió el triste Bogotá nunca le deja-
ron de atormentar ; mas estando en el tormento el Bogotá mos-
tró Nuestro Señor Dios ebidente milagro de quánto le desplazen
tales hechos , que la cibdad se abrasó y mucha rriqueza que en
ella abia.
CAPITULO XLIX.
De cómo conquistando y destruyendo la tierra los españoles, mataron
el cacique Daptama y á todos los suyos que se abian huido á las
montañas.
De tal manera se abrasó todo , que los españoles y su gober-
nador, con gran pérdida de joyas deprecio ynstimable y de mucha
moneda della, se ubieron de salir ; esto por castigo de que así él
como los suyos se desbelavan en cómo serian más crueles contra
quien ninguna parte de crueldad ni brabeza tenia, que de la mes-
ma suerte que á Bogotá, mataron á otro cacique tan principal; dejo
los de menos quento que fueron ynnumerables , no les baliendo á
los pobretes darse á si mesmos y hazer de sí y de sus haziendas
quanto los cristianos quisiesen, pero con todo no se contentaban;
quando no tenian ya que les dar los matavan y despedazaban; y así
los acabaron de consumir; y ¿qué les aprobechara quedar rricos,
quanto más no ganar el uniberso mundo, si sus míseras ánimas
an de padescer detrimento perpetuo? Y que por las grandes cruel-
dades que uno de los capitanes del gobernador en losyndios azia,
se abian aleado é ydose á las montañas multitud de ellos , y un
principal cacique que abia nonbre Daptama , lo qual tenian por
postrimer rremedio; y que desta rrebelion supiera el gobernador,
y enbió en su seguimiento mucha de su gente con el dicho capi-
tán cruel , por cuya ferocidad los yndios que estavan pacíficos y
sosegados, como quier que sufriendo lo que no se puede pensar,
tanto era de fuerte cosa y desbentura para ellos, se huyeran á los
montes ; y no bastando esconderse en las concabidades y caberno-
sas cuebas de la tierra , hallándolos ynflnitos dellos mataran y á
173
desplegadas banderas, biejos y mocos, y niños y mugeres, que á
ninguno perdonavan , y aun dizen más los testigos , que aqueste
mesmo cacique Daptama abia entregado poco tienpo antes desto
al capitán cruel cinco mil castellanos , y con todo no se rrefrenó
de hazer rrica en ellos ; otra bez binieron á serbir al gobernador
gran multitud de yndios de cierta comarca, ofreciéndose á sí pro-
pios con mucha gana para esclavos de los suyos , á siempre los
serbir y nunca cansar, bino este capitán cruel no estando ay el
gobernador, y mandó, sin más causa, que á todos pasar por filo de
espada, como se hizo una noche estando ellos durmiendo y des-
cansando del ynsufrible trabajo en que los mesmos cristianos les
abian puesto; ¿y quién duda que no holgara este rrenegado capi-
tán bañarse, si ser pudiera, en la sangre jenerosa de los ynocentes
yndios, y que el malbado gobernador que tal sufria qu-e no qui-
siera que con el bino que de beber ubiese se la mezclasen , y que
las carnes de los sin bentura fuesen guisadas con los manjares
que comiese? Esto hizo el crudelisimo capitán , por parescelle que
era bien en tan paborosa forma arraigar su miedo y espanto en
toda esa tierra; heñido el gobernador, parescióle bien lo hecho, y
mandó jurar solenemente á todos los suyos quántos caciques
tenia cada uno á su serbicio en rrepartimiento, y ellos, no solólo
juraran, mas trajéronles á la plaga, y hizieron paresciencia dellos
delante de todo el pueblo, y el gobernador, sin más acá ni más
acullá, los mandó á todos cortar la cabega , que murieron bien
quatrocientas ánimas de aquella hecha; y dizen los testigos que
de tal arte pensava él apaziguar la tierra ; y de otro capitán con-
pañero de éste se habla que hizo yguales crueldades que él, ma-
tando muchos yndios y arrancándoles los dientes y sacándoles los
ojos y cortándoles sus mienbros genitales; éste bino á la probincia
de aquel cacique Bogotá á hazer pesquisa sobre quién abia suce-
dido en aquel rreino por cacique después de la muerte del Bogotá,
y and ubo muchas tierras prendiendo quantos yndios podía, to-
mando por achaque que no le dezian quién era el cacique y señor
de la tierra; á unos cortaba las manos, á otros los pies, á otros
mandaba echar á los perros bravos , asi hombres como mujeres y
niños, de la qual manera mató ynnumerablcs dellas.
174
CAPITULO L.
De cómo prví^eguian adelante las matanzas y bestiales ^eregas los
españoles, rrobando y talando esa probincia, que muy grande era.
Un dia, al quarto del alba, fué este cruel capitán contra unos
yndios que estavan ó lo pensavan estar muy seguros, porque él
mesmo los abia asegurado y dicho que de él que en ningún tienpo
rrescibiesen daño, y así de ello su fe y palabra les abia dado, por
la qual seguridad ellos se salieron de las espesuras y decendieron
de los altos montes donde escondidos por su miedo abian estado,
y biniéranse á poblar sus pueblos y á morar sus casas , estando
como antes donde sin tal pensamiento en confianza de lo prome-
tido no se rrecelaban, y mató muchos dellos, y los que tomava á
bida prendíalos y hazíales poner la mano tendida en el suelo , y
él mesmo con un gran cuchillo de un golpe le cortaba los quatro
dedos, y dezíales que hacia esto porque no le descubrían quién
era el que abia sucedido en el señorío del al cacique Bogotá ; otra
temporada, porque no le dieron á este cruel capitán un cofre lleno
de joyas de oro que él los abia bisto y les demandaba, hizo jente
en forma contra ellos, y grandes estragos; á los onbres pasaba por
filo de espada, y á los biejos y mujeres y niños cortávales las
lenguas y narices y orejas, y delante de sus ojos las echaba á los
perros, y otras obras que no son de dezir ni pensar; oyendo, pues,
los yndios de aquesa probincia que en otra su bezina los españoles
abian quemado á seis caciques principales de la tierra, fuéronse
de miedo á un peñón fuerte por se defender de sus mortales ene-
migos, que según los testigos dizen, pasaban de tres mil y quatro
mil no llegavan, y que el gobernador enbiara contra ellos 4 dicho
cruel capitán , que muchas de aquellas partes corridas y asoladas
tenia, con mucha jente, el qual para los poder prender y matar
con rrazon, á su parescer, como que sienpre él la buscase, pero
hallarla esto era lo malo, dezia que los yndios que por tal pesti-
175
lencia y carnescería se huían , rehusaban de benir al serbicio de
la cesárea magestad, y que no le querían obedescer; como si ubíe-
ran hecho los mayores males y daños del mundo subieron los
cristianos por fuerca el peñón, sin bastar los yndios á le rresistir,
y más brabos que leones ni tigres dan en ellos , el crudelíssimo
capitán delante de todos, hiriendo y matando quantos podian,
hasta que de muy cansados cesaron la sangrienta matanca , hecha
como en obejas , que mucho menos se sabian defender , y más de
los medios murieron allí , y los bibos davan bozes tan terribles y
lastimeras y gritos tan dolorosos, que horada van el cielo, y quanto
los españoles holgaron un poco, el capitán mandó , porque no les
diesen pena con tales gritos, que los yndios afortunados que bibos
quedaran, les echasen del peñón abajo, y así se hizo el lastimoso
espectáculo, tal qual podéis pensar, que como el peñón fué altísi-
mo, cada cuerpo de yndio se tornó mil pedacos; y así afirman los
testigos que bieron caer del peñón abajo manada de yndios de más
de trezientos de ellos juntos, y dar en otros menores peñascos
donde menucos se hazian, y que por cumplir en todo con su bru-
talidad, rrebuscaran los yndios que huyeran y se pudieran escon-
der entre las espesas matas y los davan de estocadas , y que aun
no contentos con hazer tantas crueldades , quiso este capitán se-
ñalarse más y añadir espanto á espanto, y así pena por sus peca-
dos, con mandar que todos los yndios é yndias que los particulares
habían tomado bibos, porque cada uno en tales rrebatos escojian
para su serbicio los que les parescian bien , que los metiesen en
una casa pajiza y los pusiesen fuego y muriesen, y así fué hecho.
CAPITULO LI.
De cómo los cristianos abrasaron un gran pueblo llamado Colado,
y rrobaron otras dos probincias de Popayan y Calii.
Bien pensavan los yndios mezquinos que harto y enhastiado
estaría este cruel onbre de matar en ellos y destruir su tierra, y
aun sus mesmos soldados deseaban ya más rreposo, mas él no
176
acavó bien lo susodicho, quando pasó en otro pueblo que se lla-
maba Cotado y prendió muchos más yndios como á niños; tan
poco habia que hazer como en mandarles dar muertes, como lo
hizo, á treinta caciques principales señores de él, cortava manos
y pies y poníales colgados á la larga en unas varas , porque me-
jor los otros yndios biesen lo hecho abia; y las crueles hazañas de
este onbre no creáis que bastarla naide á las contar como ellas
fueron, nunca bistas ni oydas de otras semejantes en todas las
Indias, do quier que capitanes an pasado, muchos años a que an-
dando haziendo estas y otras tales obras en aquella probiucia que
es muy gran marabilla, cómo Nuestro Señor no lo confundió y
permitió que tanto tiempo bibiese, ó lo quiso dejar para su mayor
mal, pues él no lo dejó: dizen más los testigos en la probanca,
que an sido tantas y tales las matancas y estragos que se an
hecho en la probiucia de la Nueva Granada por los españoles, con-
sintiéndolo su gobernador, que la tierra está asolada y muy ame-
drentada esa poca de jente que a quedado y perdido todo; si Su
Magostad con tiempo no lo remedia, según las mortandades en los
yndios se an hecho sin hazer ellos por qué, sino sólo por les sacar
lo que poseían, y aun abiéndolo dado todo no los creian y entre-
gábanse en despoblar y matar, y asi no abia yndio que por este
temor parar osase ; y es de notar la crueldad de aquellos gober-
nador y capitanes quán fuerte y diabólica a sido, que en solos tres
años después que esa tierra se descubrió, que conforme á lo que
dizen los que en ella se hallaron y á los testigos de la probanca,
solia ser la más poblada de gente que podia estar tierra en el
mundo, y que la despoblaron y saquearon y robaron, y á sus na-
turales mataron sin alguna piedad ni temor de Dios ni del Rey, que
digo que si Su Magestad en brebe aquellas ynfernales obras no
estorba, no quedará yndio á bida en aquellas partes; y para mí
así lo creo cierto, porque e bisto por mis ojos muchas y grandes
tierras en tan pocos dias ser despobladas y destruidas : con aquel
rreino confinan otras probincias que llaman de Popayan y Calii y
otras tres que tienen quinientas leguas de espacio, y todas las an
asolado y talado, de la manera que alas demás, rrobando y matando
á puros tormentos y con la presión continua y ordinaria serbi-
177
dumbre que ya está dicha , las gentes de aquellas tierras, que yn-
finitas eran, y han hecho que la tierra que era á marabilla abun-
dosa, frutífera y fértilísima, totalmente, segün dizen los que agora
de allá bienen que es grandísima lástima y dolor es ber la secura
y esterilidad suya, de la qual son mucho espantados, que pro-
biene de no aber sido squilmada y labrada de muchos tiempos, y
tantos pueblos asolados y destruidos , agora pasan por ellos y
donde abia dos mil y tres mil bezinos y no hallaron cincuenta, y
otros todos abrasados sin persona en ellos, y así andando por mu-
chas partes, guando menos menos, hallavan treszientas, quatro-
zientas leguas de despoblado.
CAPITULO LII.
De cómo los españoles rrobaron y destruyeron otra gran tierra que
es á la costa da la mar del Sur y la despoblaron con crueldades
que á todo el mundo espantar pueden.
Grandes crueldades se hizieron en esas quatrocientas leguas,
no sólo por este cruel onbre, mas por otros muchos capitanes no
mijores que él, los quales, desde la probincia del Perun calaron
todo aqueso hasta tierra del Quito, penetrando este nuevo rreino
de Granada y los de Popayan y Calii por la parte de Braba y
Cartajena, exercitándose en crudelísimos hechos, que fueron á
salir á la parte del rrio de San Juan, que es á la costa del Sur, y
otros por el Quito; mas es berdad que á juntarse binieron después
de aber hecho mucho daño los unos y los otros , cada quales por
su cavo, haziendo obras nefandas y dinas de ynfierno, que en sete-
cientas leguas de población no dejaron pueblo, quemando y ta-
lando, rrobandoy matando, porque saliese berdadera la rregla de
yr siempre cresciendo en brabeza y crueldad y codicia contra obe-
juelas tan mansas que por sí no sabían bolber; y aun después de
las muertes y rrobos otro jénero de mal ynbentó el gobernador, y
fué que encomendava los yndios á sus soldados, auno ducientos,
Tomo LXXI. 12
178
á otro trecientos, y así cada señor quando quería hazía benir
delante de sí los tristes yndios que le encomendaron , que era
como la obeja al lobo , y mandaba cortar las caberas á treinta ú
cuarenta dellos delante de los que bibos dejava, á los quales de-
zia: «bien abéis bisto lo que e hecho destos, pues lo mismo tengo
de hazer de bosotros si no me serbís bien ú si os fuéredes, que en
ninguna parte os me podéis esconder que no os halle;» tal era el
cuidado que de ellos tenían, dándoselos al gobernador y rrescibién-
dolos ellos con título y color de mostrarles el camino de la salba-
cion; considerad, pues, agora, por rreberencia de Dios los que oís
aquesto , si ay otra obra ú otro género de crueza de mayor mal-
dad que pueda ymaginarse , y si les quadra bien á los tales cris-
tianos el nombre de diablos, ú si seria peor encomendar á esos
demonios los simples yndios que á los españoles : pues aun otra
obra diré, que no se quál será peor, ella ú la pasada, que más es
de brutas fieras del campo que de ombres rracionales y umanos,
que tienen los españoles ensañados y amaestrados perros muy
grandes y ferocísimos para matar y despedacar los sin bentura
yndios; y sepan todos los que son berdaderos cristianos si jamás
en el mundo se oyó de otra tal ynnumanidad, que para mantener
los dichos perros traían muchos yndios en cadenas y por los cam-
pos y caminos que andan, como si fuesen manadas de puercos ó
cabrones, y matan de ellos y tienen carnescería pública de carne
umana, y dízense uno á otro; «por buestra bida prestadme un
quarto de un bellaco oy si tienes algunos muertos para mis perros,
que en matando yo de los míos prometo de os lo pagar, » como si
se prestasen quartos de puercos ú de carnero ; otros ay que se van
á caca á las mañanas con sus perros, y bolbiéudose á comer pre-
guntar unosá otros; «¿cómo os a ydo en la caca?» y rresponden:
«bien me a ydo, que de beinte y cinco ü treinta bellacos dejo
muertos en tal y tal parte que hallé encobados, mas mis perros los
sacaron del rrastro, que son excelentes, y de más de una legua
uele el bellaco.» Todas estas cosas y aun más malas si lo pueden
ser bienen agora acá probadas en procesos fulminados que unos
gobernadores contra otros an hecho.
179
CAPITULO Lili.
De cómo en las Indias se publicaron las pregmáticas y ordena-
mientos que Su Magestad hizo para rremedio de tantos males, y cómo
estando en esperanza de bien, fué muerto el gran PiQarro por el
mariscal Almagro y todo se rrebolbió.
No pasaron muchos dias que en las Indias pasado habia lo su-
sodicho, se publicaron ciertas capitulacioaes y ordeuancas que Su
Magestad por aquel tiempo hizo, estando en la muy nombrada ciu-
dad de Barcelona en el año de mil y quinientos y quarenta y dos,
que se ordenaron en Cortes, en la villa de Madrid el año siguiente,
en las quales se puso aquella orden cerca de los hechos de las In-
dias que por entonces paresció conbenir, para que las crueldades y
tiranías cesasen y los pecados contra Dios, Nuestro Señor, y con-
tra los próximos y entre ellos su Rey ; y porque tan hermosa
tierra de perder no se acabase, hizo estas leyes Su Magestad, des-
pués de muchos ayuntamientos y disputas de personas de grande
autoridad y letras, que conforme á conciencia lo confirieron en la
noble villa de Valladolid; finalmente, con acuerdo y parescer de
todos, que por escrito dieron sus botos conformes á la ley de Je-
sucristo, como verdaderos cristianos y libres de la corrupción y
ensuciamiento de los tesoros y rriquezas robados de los cuitados
yndios, que no sólo ensuciaban las manos, mas las ánimas, de
donde procedia su ceguedad para se destruir á sí y á ellos, ya que
no lo dejaran por temor de Dios ú del Rey, hiziéranlo de ber-
güen^a de los mismos malos hechos; publicadas, pues, estas deter-
minaciones y estatutos en las Indias, hizieron treslados de ellas,
hazedores de los tiranos que entonces se hallaron mostrando
como á todos les pesava de ellas, porque les parescia que por ay
se les cerravan las puertas y caminos para participar de lo rro-
bado; y, cierto, así era ello, que no quisieran que las cosas délas
Indias ordenadas andubiesen , porque siempre en bicio y gran
180
desorden an bibido ; quando allá estubleron las leyes enbiadas
por su fatores probaron de se alterar , mas el gobernador que á
la sazón era, hizo justicia mayor, que á los alborotadores pren-
diese y á los otros tubiese debajo de correscion y temor á Diego de
Almagro, onbre muy rrico y aposesionado en las Indias, de
grande ánimo, que también era de los crueles y natural de las
partes de acá ; éste castigó á muchos de los alborotadores y apa-
ciguó y sosegó las j entes, y cierto que á los principios el Diego
de Almagro se ubo bien , y rrejía su cargo rectamente y se daba
buena maña á ello, mas la enemiga y contraria fortuna que á las
mayores esperancas de quietud y alegría su rueda suele dar sus
arrebatadas bueltas y acostumbradas mudancas , para que mejor
los onbres conozcan su bariable condición , trocar qualquier pros-
peridad en un solo ynstante; bien, asi acaesció, que quando bida
más holgada á los miserables yndios y más esperanca de alibios,
y los españoles estorbo para su crueldad se les prometía, fué
hecha la muerte del ynclito en aquellas partes Francisco Picar-
ro, que llamavan Marqués , por mano de este mesmo Diego de Al-
magro, que con gran traición lo mató, él que tan querido era de
los yndios quanto amado de los cristianos , tan esmeradamente
de bien, que no más que su muerte se supo no fué parte el go-
bernador, ni mucho menos Diego de Almagro, para que asi los unos
como los otros no se alborotasen y se pusiesen en armas, donde
fueron las guerras más crueles que nunca , y sangrientas matan-
cas de cristianos contra cristianos, faborescieiido unos la parte del
Pigarro, otros teniéndola del Almagroy gobernador, por cuyo man-
dado presumieron algunos que el Francisco Picarro fué muerto,
pues que de ello no le pesó; mas quál de las dos partes tubiese rra-
zon y defendiese justicia, y por qué fué, beráse, si pluguiere á
Dios, el último dia del juicio, que hasta oy la rrealidad de la ber-
dad, aunque muchas y dibersas cosas dizen, como suele acaescer,
naide la a alcancado , lo es cierto que al fin quebró la soga por
lo más delgado que se halla, que todo fué peor para los infor-
tunados yndios.
181
CAPITULO LIV.
De cómo rrenobadas las guerras los establecimientos no fueron
obedescidos y ubo grandes crueldades, cristianos contra cristianos,
y fueron despobladas las probincias de Pampa y preso el capitán
Benalcüi'ar del Mariscal.
Renobadas las crueldades y estragos con súpita njuerte del
marqués Francisco Picarro, de tal manera se rrebolbió la cosa,
que no querían obedescer las leyes ni por pensamiento, y el temor
de Dios y el de Su Magestad era del todo perdido; los unos y los
otros tomaron rrenombre de traidores crudelisimos contra los ca-
tivos yndios que nuebos tormentos fueron inbentados y executa-
dos en ellos, mayormente dende los rreinos del Perun hasta ay,
dende entonces hasta el año de mil y quinientos y cuarenta y
seis se an cometido las mayores y más orribles crueldades que
jamás se hizieron, sustentando cristianos contra cristianos los dos
bandos ó partidos, y siendo siempre peor para los pobres yndios,
que no casi todos fueron muertos en tales rrebatos, guerras ú. con-
petencias, y muchas tierras despobladas con justo juicio de Dios,
Nuestro Señor, pues no a habido justicia del Rey que los castigase,
permitió que unos cristianos berdugos de otros fuesen ; y por otra
parte el gobernador ni el Diego de Almagro tampoco quisieron
obedescer las leyes con color de suplicar dellas; ni más ni menos
se alearon, y rrelebaron con los otros , ca se les hacia muy questa
arriba dejar los estados y rriquezas que usurpadas tenian y soltar
los yndios de la tiranía y serbidumbre en que estaban; lo qual
bisto por el capitán Sebastian de Benalcacar que tenia el partido
del marqués Picarro, que era el crudelisimo onbre de quien abe-
mos hecho mención, abiéndole dejado el Francisco Picarro en
la billa de San Miguel para que la rrijiese y gobernase, la gente
española que ay estaba, como oyó de su muerte, sin llamar otros
capitanes menores suyos que por otras partes andavan, con la flor
182
de la gente con que se hallava se puso en camino para donde sa-
bia que el gobernador estava, y llebando muchos naturales con-
sigo, quiero dezir yndios de aquella tierra, y ba la bía del Quito
en la qual murieron todos los más; vino otrosí esto á oídos del
mariscal Almagro, que bisitando andava las probincías de Pampa.
que estaban asimesmo rrebeladas, temiendo que el Benalcacar
benia al Quito por bengar la muerte del marqués Francisco Pi-
Qarro, como era la berdad, enbiólo á dezir al gobernador quan
presto pudo, y no le osando aguardar, con doze onbres á caballo
partióse por la posta para donde se pensaba baler; mas acaesció
así que el Diego de Almagro ubo de aliar solo al Sebastian de
Benalcacar bien apartado de su exército en una hermosa bega al
qual quijera llebar preso delante el gobernador, y si lo dejó de
hazer fué porque le rrogaron de los mesmos que con el Diego de
Almagro benian que le perdonase por aquesa hez , y también por-
que el Sebastian de Benalcacar juró asimesmo de no bengar la
muerte del marqués Francisco Picarro ni tomar tal empresa con
el grande miedo que entonces tenia; y hechos amigos el Diego de
Almagro le soltó y fuese á donde estaba el gobernador.
CAPITULO LV.
De cómo suelto el BenalcoQar fundó una ciudad, ¿pasado en la pro-
hincia de Pillaro y él y el adelantado Albarado acordaron de ganar
para sí, y destruyendo las ciudades mayores sus capitanes hizieron
huir al su cacique Oromina.
Muy alegre quedó el capitán Sebastian de Benalcacar hiéndese
libre de las manos de el mariscal Almagro, y así quando bolbió á
los suyos les contó la manera como pasara, de que ellos fueron
muy espantados y atemorizados ynflnito ; y partiendo de ay , lle-
garon junto al rrio Banba, que es á la entrada de la probincia del
Quito , donde fundó una buena ciudad que llamaron Santiago; y
quando allí se quiso yr hizo un concierto con el adelantado Alba-
183
rado , y á rruego suyo y de otros muchos, salido de aquel pueblo
acordaron ambos de dejar la enpresa y venganca que querían ha-
zer sobre la muerte de el Picarro y de conquistar y ganar para
sí; por lo cual, echando fama que yban por pacificar y poblar
cierta parte de una probincia y sojuzgarla, que rebelde estava
el uno del otro se apartaron, y el Benalcacar, que con mucha y
buena jente se bia, pasóse á la probincia de el Pillare con mu-
chos españoles é yndios, de la qual era señor un muy poderoso
cacique llamado Oromina ; mas ni el cacique ni ninguno de los
suyos le saliesen á rescibir de paz como á otros capitanes azian,
el Benalcacar no tuvo en nada esta amena ca, como loco y sober-
bio que era, por más que el Oromina era afamado de sabio y guer-
rero príncipe ; mas fuese con todos los suyos á unos pueblos que
llamavan Aubata, y Quiza, y Prueba, y Pasa, y entróse en ellos
con grande ynpetu y feroscidad, robando, matando y destru-
yendo quaijto delante de sí hallaban ; y un capitán suyo llamado
Felipe Sánchez , por su mandado ahorcó muchos yndios é yndias
al rrededor de la casa de el cacique de Prueba, y otros quemó bi-
bos sin que los indios supiesen por qué los matase ; y rreprehen-
diéndole algunos de esta crueldad , rrespondió el dicho Benalca-
car que aquello era muy bien hecho , y la razón que más mansos
yndios ayna se harían ellos rricos mientra ubiese; pasada esta
crueldad, fué contra otro cacique que llamaban Charba, y ha-
biéndole poco antes asegurado que de él no rescibirian mal alguno,
y á todos los suyos con él mandó prender y hazer sacomano de
quanto en su poder hallasen , sin curar de repartimientos, cada
uno tomase lo que pudiese; pero el cacique no le prendieron,
que no era ende porque estava en una granja ó casa de plazer
cerca de ay; quando esto supo el Benalcacar, dio de salto sobre
él una noche, ala media della pasó un rrio que delante de la casa
corría , y de la otra parte , en un prado , hallaron muchedumbre
de yndios é yndias durmiendo, echados sobre la yerba berde,
que yban á hazer sus labrancas , y entró por ellos con tanta bra-
beza , que á más de dos mil hizo gustar la muerte antes que des-
pertasen; mas algunos,, aunque soñolientos, biéndose así tratar y
tanta jente sobre sí , davan alaridos terribles y dolorosas boces
184
dicitíudo: «¿por qué nos matáis? ¿el gobernador no nos enbió á
hazer sementeras para bosotros? ¿qué os hemos hecho?» Pensaban
los cuitados que esos que los matavan fuesen de el g'oberuador;
mas los del crudo Benalcagar no se les dando nada por lo que de-
zian , siguieron su matanza adelante , y buelto el Felipe Sánchez á
Pillaro donde estaba el Benalcacar, contóle lo que hecho habia, pero
no que hubiese pudido prender al cacique, y el Benalcacar se con-
tentó y se lo loó ynñnito, y dijo que por ello leharia muchas mer-
cedes; otro dia, de gran mañana, tornóse el Felipe Sánchez ala
granja sin pensamiento de hallar ay al cacique, que como se huyó
se bolbió luego, porque pensó que allano tornaria; mas el Felipe
Sánchez bolbia por esquilar qualesquier riquezas si ubiese, pero
como bió al cacique prendióle, y lo mismo hizo á fray Tomás de
la Torre y á fray Hernando de Alamos, de nuestra orden, que anda-
van con el cacique trabajando dele convertir, y lo mismo hizie-
ron á ciertos onbres y mugeres cristianos que con elbs estavan
por oyr la predicación y santa doctrina de los doctísimos padres,
y todos los trujo presos á Pillaro, donde el maldito Benalcacar de
asiento estava.
CAPITULO LVI.
De cómo el BenalcaQar y sus sequaces abrasaron la ciudad de Quiza
y destruyeron al cacique Copozopanca con toda su tierra y á los
suyos , dellos mataron y dellos hizieron catibos.
Andados algunos dias este capitán Sebastian de Benalcacar y
aprestamente con todos los suyos en Quiza, y entró en la población
alanceando quantos podia, y á los yudios que benian con él hicie-
sen lo mismo á sus conoscidos y parientes : ya podéis pensar con
qué boluntad, por el ynconparable miedo que habian, entravan
en las casas que estavan llenas déjente y dejábanlas bazías, entre
los cuales murió su propio cacique y señor; y dejando la comarca
toda rrobada y destruida, pasando adelante salieron al camino á
yuüumcrables yndiüs que con rramos de oliva cu las manos, lio-
185
ran do agrámente y demandándole misericordia, y sus mugeres
con sus hijuelos pequeños á los pechos , y habiéndolos rescibido
con buena boluntad y tomádoles rriquísimos presentes que les
traian , quando fué noche hizo yr á muchos de los suyos donde
los yndios estaban , mandándoles que á todos los pasasen por cu-
chillo, y asi se hizo; mas á las mugeres y á sus hijuelos mandó
meter en una casería bieja y poner fueg-o por muchas partes, y
allí los quemó á todos bibos, y á los que no cupieron diéronles de
estocadas, y álos niños torcíanles los pescuecos por más presto
hazer, como á palominos, y arrojávanlos lejos de ay; parece ma-
nera de dezir, y que no sea berdad ello y todo lo pasado; mas tes-
tor Deum, que nos redimió, que no he dicho tanto quanto ello es;
después de esto, un cacique llamado Copozopanca, cierto es que
de miedo de sus diabólicas obras le enbió mensajeros suplicán-
dole mucho que pasase en su tierra, que si se asegurara de
mal á él y á los suyos, que vendría á le besar las manos, trayén-
dole sus más rricas joyas y le serbiria con ellas , y más, le daria
un dotor que preso tenia y á su cavallo, y todos los yndios é yn-
dias que quisiese para su serbicio, ca le certificava que se halla-
ría muy bien en aquella tierra ; el Benalcacar lo prometió así como
Copozopanca lo demandava, partiendo luego para donde Copozo-
panca estava; quando fueron á vista el uno de el otro, que espe-
rándole estava el cacique que rrescibiese de paz como entre ello
se había concertado, mandó subir ciertos soldados al muro y que
tirasen á los de dentro ; Copozopanca y sus yndios que aquesto
bieron, defendiéronse luego luego y muy bien; mas benida la no-
che españoles subieron sin ser sentidos á la cerca y comenzaron
de herir y matar ; el Copozopanca y los yndios que pudieron hu-
yeron de la cruda muerte, mas los cristianos, abiendo robado el
pueblo, poniéndole fuego por muchas partes abrasáronle todo; y
rretraidos los yndios y Copozopanca á otro pueblo, como bieron
que el capitán de los españoles no les abian mantenido berdad,
mataron al dotor y á su cavallo, que aunque sabían por su mal
quánto las tales bestias balian, no curaron de le guardar, que no
osavan subir en ellos.
186
CAPITULO LVII.
Cómo el BenaküQar y sus capitanes destruyeron al cacique Loyssa,
y mataron al Copozopanca y Quingalunba y á Oromina, el que huyera,
y talaron y despoblaron sus tierras.
Tornado el Sebastian de Benalcagar con todos los suyos á Pi-
llaro, enbió luego á llamar á otro cacique que avia nonbre Loyssa
con un capitán suyo llamado Juan de Enpudia, y el Loyssa usando
de demasiada cortesía vino con mucha umildad él y muchos yndios
que le eran sujetos, y presentóse ante el Sebastian de Benalcacar,
que con seberidad al que pensó que por venir luego á su llamado le
baria mijor tratamiento, mandó luego prender y á todos los su-
yos , y á él dar muchos y muy terribles tormentos de fuego, pi-
diéndole oro; y al otro cacique Chanba, que el Felipe Sánchez abia
traido preso, mandóle quemar bivo, y ansí peresció el que á otros
beinte caciques subjetos le eran, y más enbió á otro capitán, lla-
mado Pedro Puellas, con mucha jente de armas al Puerto biejo,
que llebó presos mas de tres mil yndios naturales de Pillaro, y
diciéndole los yndios con lágrimas que no los llebase á tierra ca-
llente, ca todos serian luego muertos, no lo queriendo hazer el
Pedro de Puellas , en saliendo de la probincia, tierra natural suya,
murieron todos que no escaparon beinte y dos dellos; en este
tienpo el dicho Sebastian de Benalcacar se paso de Pillaro al Quito,
donde agora es la billa de San Francisco, y de allí comeagó á hazer
guerra muy cruda á fuego y á sangre á los naturales , sin que an-
tes ni después della les hiziese saber que abia Dios y Rey, que
ya aquellas tierras fuesen ni los rrequiriese si querían paz pren-
dieron al caccique del pueblo , que era el Oromina, aquél de quien
arriba oystes, hallándolo bien desqüidado , y vino otrosí á ponerse
en su poder, pensando por allí ablandar su fiereza y salvar su
vida ; el caccique llamado Copozopanca y otro caccique a avia
nonbre Quingalunba y los más principales señores y caciques de
187
aquella tierra, y á todos los echó en prisiones, que eran los más
poderosos treze, y hízoles dar muchos tormentos y yntolerahles
penas, demandándoles oro, y porque no le dieron tanto como él
quería y aun no le tenian, á todos, delante sus ojos, hizo quemar
bivos, saibó al Copozopanca, que teniendo del más enojo por lo pa-
sado, le mando atenazar, y al Oromina, que tanbien lo avia eno-
jado, que lo asaeteasen , y ansí salieron muy contrarios suspensa-
mientes , y los de los otros todos que con la misma yntencion se
binieran á poner en sus manos; y aun después destos, estando ay
de asiento con sus capitanes, Agustiu de Añasco y Juan de Enpu-
dia, con mucha jente que le abia traido Andrés de Alvarado, que
era ermano del adelantado Alvarado, su grande amigo, porque no
les dava su capitán yndios, dijéronle que les diese licencia y
aquella jente por lo que le abian serbido , y que yrian á buscar de
comer, y el Sebastian de Benalcacar se lo concedió , y dijo que
buen probecho les hiciese quanto ganasen y rrobasen.
CAPITULO LVIII.
De las tiranías que usava el Sebastian de Benalcacar , aun con los
que le ayudavan á los rrobos y crueldades , y cuino se pasó al Quito.
Estos capitanes, á su propia costa, sin que el dicho Sebastian de
Benalcacar les ayudase más de lo pasado, de la jente yndia que
llevaron y cunplidamente para su serbicio , partiéronse á su aven-
tura, y el Sebastian de Benalcagar quedó aderecándose para yrse
á Santo Domingo de la Nueva España á bibir de asiento; estando ya
de partida llególe una carta del su capitán , Agustin de Añasco,
en que le hacia rrelacion de la hermosa tierra que abian descu-
bierto y aliado, encaresciendo infinito la rriqueza della ; esta carta
rrescibió á la costa, estando para se enbarcar, por la cual causa-
dio la buelta con toda su jente , que abia traido y aun parte de la
de los bezinos del Quito j gran cantidad de yndios, y tomó el
mesmo camino que su capitán Juan de Enpudia llebara, haziendo
188
mortal daño y estrago en los naturales, sin perdonar á un sólo yn-
dio, antes echándolos celadas, ynbentando súbtiles ardides y
traiciones para los prender y matar sin que de ellos tuviese nes-
cesidad alguna, sino por sólo su plazer, ca en derramar su sangre
y atormentarlos se deleitava, y á todos los suyos dio liciencia que
quantos yndios prender pudiesen echasen en cadenas, y ansí pren-
dió ynfiuitos dellos , en esto entendiendo y no los dejando sen-
brar vino carestía y grande éstirilidad en toda la tierra , y aun
cristianos se hallaban muertos por los caminos de la pura hanbre,
mas de yndios no abia quenta, pues tomando el dicho Benalcagar
todo el oro , plata , perlas , piedras preciosas , corales y olores
que sus soldados abian saqueado y rrobado en aquellas probincias
de el Quito , sin dar á naide un solo peso de oro ni de otra cosa,
que todo lo quería para sí, pues con ello al ciezco y dejándolo á
buen rrecaudo acordando de se bolber conpró cavallos y herraje
y rropa, y más quanto le agradó de Tumbez, y buelto al Quito con
estas mercaderías , hendió el herraje á los soldados á ocho, costán-
dole á él á quatro la dozena, y los cavallos á trecientos pesos, cos-
tándole á él setenta ; bed como no enrriquesgería y en yr y benir
á la costa , trayendo todo este peso los pobres yndios á sus espaldas
mató mas de diez mil dellos, que no escapó uno de los que en ello
trabajaron, por ser la tierra callente y del gran trabajo; y como
llegó al Quito dejó , den Guaiquil veinte y cinco oubres dolientes
que no le podían seguir , sin darles para armas ni para cavallos
ni aun para comer, que es lo peor, y por teniente á un tronpeta,
onbre bil y de poca suerte, como él lo debía ser, pues que sienpre
de los tales fué amigo ; y pasando adelante alborotóse toda la tier-
ra por su miedo , y los yndios muchos españoles mataron aquesa
hez y huyeron luego á los montes , y el Sebastian de BenalcaQar
los siguió por el mesmo camino que fueran, en el qual halló á su
capitán Juan de Eupudia en la rrigaa tierra que ya andava con
los yndios enbuelto, y rrescibiéndose danbos muy bien, juntos se
fueron un a jornada adelante para descubrir más tierra.
189
CAPITULO LIX.
De los nuevos estragos y mortandades que el BenalcaQar liazia,
y rrepartimientos de los yndios bihos entre los suyos.
Plugo á Nuestro Señor Dios que hallasen tanto estos dos malos
onbres en que executasen su dañada yntincion, que cosa no cree-
dera fuese que se hallase; hizieron grandes crueldades, estragos y
rrobos, muy mayores que los dejavan hechos en el Quito, matan-
do, abrasando, derrocando las casas del depósito que tenian los
yndios de maíz, tomándoselo todo y consintiendo hacer gran daño
é en las obejas , los dos más principales mantenimientos , porque
para sacar solos los sesos de las obejas y de los carneros, apetito que
le dio el diablo para que en todo hiziese mal, consentía matar cada
bez trezientos y quatrozientos dellos, y echavan la carne á mal que
los yndios no la podian bastar á comer ; tales diabluras les hazla
ymaginar y poner en execucion la ociosidad , el bicio y rregalo,
y otras mayores que dejo de dezir, porque ellos no comian otra
cosa; y asi, para dos onbres matavan beinte y cinco carneros, y
para quatro cinquenta , y asi vino á baler cada uno veinte pesos
de oro; con tal desorden bibiendo muchos dias, murieron más de
quinientas mil cabecas de ganado, de que unibersal daño en toda
la tierra vino, y de maíz lo mismo, que vino á baler una hanega
más de veinte pesos de oro y un carnero otro tanto ; partiéronse
otra vez estos dos capitanes, y el Sebastian de Benalcacar, cuyos
hechos voy contando , porque en ser más crueles á todos los capi-
tanes que á esa sazón en Indias estaban sobrepujó, fuese en busca
de á quién hiziese más mal, y sacó mas de duzientos yndios para
pelear á pié donde no pensavan que treinta se abrian, y con mu-
chos más de á cavallo, y dio licencia á los suyos que sacasen los
caciques de los rrepartimientos con todos los yndios que quisiesen,
y ellos lo hizieron ansí , que el Felipe Sánchez dio por lista un
cacique y cien yndios con sus mujeres y hijos, y por el consiguien-
190
te Rodrigo Cobo, su sobrino, dos caciques y más de ciento y cin-
quenta yndios, que era su sobrino, y muchos otros que sacavan
sus hijos, porque todos se morían de hanbre; y asimesmo sacó
Sancho Mora duzientas persona's , y así hizieron todos los otros
soldados, cada uno como podia; ellos preguntaron al dicho Sebas-
tian de Benalcacar si les daria licencia que hechasen aquellos yn-
dios é yndias en prisiones, porque no querían descubrir nada, y
el Benalcacar rrespondió que sí , hasta que muriesen ; rrespuesta,
cierto, de clementísimo capitán, tal qual del se esperava, y pala-
bra dina de salir de boca de tal barón y él de ella; con tal pro-
pósito y deseo de hallar algún saco andubieron por su camino
adelante.
CAPITULO LX.
Del poco agradecimiento que el Benalcacar á los yndios tenia con
quanto lo serbian, y de tres portentos que entonces acontescieron.
Llegó Sebastian de Benalcacar y sus capitanes á un pueblo
que dezian Otobolaque; estava en el rrepartimíento de uno de los
capitanes que consigo traya ; el Benalcacar demandó al cacique
del pueblo que le diese duzientos onbres para la guerra, y dió-
selos con temor de ser destruido, aunque entre ellos muchos yndios
principales y van, y él parte desta gente rrepartió entre los solda-
dos por los tener contentos, y los demás llebó consigo; dellos car-
gados y dellos en cadenas y algunos sueltos para que sirbíesen y
los soldados atados con sogas; quando salieron desa probincía
sacaron de aquesta manera más de seis mil yndios é yndias que
llevaron, y de todos ellos no bolbieron á sus tierras mil, que todos
fueron muertos con los ecesivos travajos en que los pusieron, y en
las tierras callentes fuera de su naturaleza; y acaesció en este tienpo
que Felipe Sánchez, aquel capitán de Benalcacar, de quien mu-
chas bezes emos dicho, pasando el Sebastian de Benalcacar por
cierta enbiólo á ver qué querían ynnumerables mugeres y mucha-
chos que cargados de cosas de comer y abes , que se aguardavan
191
en un canpo rraso , mas esto era para se lo dar porque los bien
tratase, y llegando al Felipe Sanz ( Sánchez) y rrescibido el pre-
sente que le traían, aun sin aguardar el mandado de Sebastian de
Benalcacar, á todos los pasó por cruel filo de espada, por saber
que le conplazía; y acaesció ay un misterio de Dios Nuestro Se-
ñor, que un soldado, dando de cuchilladas á un yndio , del primer
golpe se le quebró la mitad del espada, y del segundo le quedó
sola la eupuñadura, sin que herir lo pudiese; y otro con un puñal
de dos filos, queriendo dar de puñaladas á una yndia, del primer
golpe se le quebró el puñal quatro dedos de la punta , y rresur-
tiendo hazia arriba la mesma punta dióle en un ojo y quebróselo,
y al tienpo que el dicho Sebastian de Benalcacar salió la postrera
bez del Quito, porque más á él no tornó , sacando tanta multitud
deyndios, desonrrándoles las mugeres, salió una yndia con un
niño chiquito en sus bracos, diziendo á muy altas bozes que no
le llebasen á su marido porque tenia tres niños que el mayor no
llega va á quatro años y que no los podria criar y se le morian de
hanbre, bisto que la primera bez le rrespondieron mal y que
tornando á demandar la segunda á su marido con mayores bozes
y porfía, diziendo si forcado abia de ver la muerte de sus hijos,
y que no se lo querían dar ni aun rrespondella , la misma madre
dio con el niño un gran golpe en las piedras, que le hizo pedacos,
y tornóse por donde abia venido dando bramidos de más que rra-
biosa leona.
CAPITULO LXI.
De los grandes y rricos presentes que los pueblos de las Indias hazian
á Benalcacar, y cómo desdobló las probincias de Lilii,
Poco se le dava al buen Sebastian de Benalcacar de que esto
y otras peores cosas acaesciesen, como él tubiese ya su pegujar
echo y ánima sepultada en los ynfiernos, y pasándose á las probin-
cias de Lilii, cave un lugar llamado Pallo, tornóse otra bez á topar
con su capitán Juan de Enpudia , de quien no avia mucho que se
192
partiera, que abia rezien pobbla una billa que de su nonbre llamó
Enpudia, y abia puesto por ordinarios alcaldes á Antonio Solano
y á Rafael de Quiñones , y ocho rrejidores , y bió como toda la
tierra estava segura y de paz ; el Sebastian de Benalcacar le fué á
ver á su billa y muy gran plazer que ubieron con uno otro , biendo
que así la bentura á juntar los tornava; los caciques é yndios de
aquesa probincia, quando supieron que el Benalcacar ay estava,
trujéronle muchos y muy rricos dones de Pamundi , y Pallo, y
Solimán, y Bolo y de otras probincias; mas porque no traían mahíz
que él abia menester aquella sazón que oro, mandó yr á muchos
españoles que con sus yndios fuesen , hiziesen cala , y de donde
quiera que lo hallasen se lo trujesen, y asi fueron á Bolo y á
Pallo , do hallaron á los yndios bien seguros y descuidados, y los
cristianos, no sólo hizieron cala para el mahiz , mas para rrobar
quanto oro y plata , perlas y piedras preciosas , corales , ánbares y
olores hallasen, "como lo hizieron , hasta la rropa que los pobres
yndios tenian, y aun á muchos dellos prendieron, y dejando á los
otros mesándose y arañándose con sus manos los rrostros, mayor-
mente á sus mujeres y hijos , que ya podréis ver si con gana lo
harían, y dando gritos y alaridos que al cielo querían llegar, y
trajéronlo al Sebastian de Benalcacar; bisto pues por los yndios el
mal tratamiento que los españoles les hazian, fuéronse á quejar al
mismo Benalcacar, diziendo que le: mandase tornar quanto los
suyos les abian tomado, que no podían bibir sin ello, mas ni aun
los quiso escuchar, quanto más hazer que se lo bolbiesen, y ellos
desconsolados se tornaron con esto; y quando ya libres estar pen-
saban, bolbieron los españoles de ay á cinco días á rrobar más
mahíz, y á buelta dello los rrobaron ese poco de axuar que que-
dádoles abia; quando los yndios bíeron la poca berdad que les era
guardada, alborotóse y lebantóse toda la tierra, y entonces fué
quando se hizo mortal daño en ellos y mayor deserbicío de Dios
y del Rey por el mismo Sebastian de Benalcacar y por los suyos,
en manera que después de bien rrobada la tierra , se vino á des-
poblar porque la jente della es muy sincera y nada belicosa, y
huyéronse todos á los montes, y bian andar los tristes yndios y á
sus mujeres y hijos hechos salbajes , y ellos á los de los pueblos
193
sus amigos , que uo sabían donde se esconder , y loa unos y lo»
otros perescian de hanbre; y bino esto á tanto estremo y afinco,
que el que más podia al otro comiese.
CAPITULO LXII.
De las cédulas y pribilegios que el BenalcaQar á los yndios dava,
y cómo despobló las probincias de Potii.
Con su capitán y grande amigo Juan de Enpudia estubo Se-
bastian de Benalcacar algunos dias, al cabo de los quales se des-
pidió del y partió de ay y fuese páralos aposentos de Lilii y Potii
con más de trezientos yndios sin los que él contino consigo
traia, que nuebamente abia hecho presos ; él enbió los capitanes
que le quedaron á hazer cruda y sangrienta guerra á los natura-
les ; estos mataron muchedumbre de yndios y les quemaron sus
casas y rrobaron quanto tenian, la qual persecución duró tanto
tiempo, que hiendo los caciques y principales yndios de la tierra
que los matavan y no los dejavan un solo punto holgar, grandes y
rricos presentes enbiaron al Sebastian de BenalcaQar, demandán-
doles de merced que no así los tratase, que mejor le serbirian por
bien que por mal; él estava en un pueblo que abia nonbre Yzoile;
por aber los rricos presentes mandó soltar todos los yndios que
por entonces los suyos tenian presos, pero de ay á pocos dias
los tornó á prender y á rrobar más de lo que rrobado les abia, y
al cabo, por remate, darles crudelísimas 'muertes y quemar sus
casas y arar de sal sus pueblos; dende pasó á otro pueblo llamado
Tolibi; el cacique j señor del qual pensó por ay mejor abenirse
con el Sebastian de Benalcacar, y salióle á rescibir con sus yndios
trayéndole muy ricos dones; el Sebastian de Benalcacar los tomó y
más yndios que le dieron y al cacique que le dijo que no tenia más
de aquello, que si más tubiera más truj.3ra y que de ello, de él y de
sus yndios se sirbiese; el Benalcacar lo hizo así, cosa no duecha,
y dando al cacipue y á los suyos á cada uno una cédula de cómo le
abia dado oro ese tal yndio y firmada de su nonbre, é iba también
Tomo LXXI. 13
194
el nombre del yndio porque le creyesen, en que mandava que libre
le dejasen andar; y todos ellos guardavan estas cédulas como rre-
liquias, como aquellos que en cada una pensaban que les iba la
blda y sabían muy cierto que no más que las perdiesen no más
tiempo bibirian, y así, en queriendo algún soldado prender ó ma-
tar algún yndio, mostrava el yndio la firma de Sebastian de Be-
nalcacar y dejávalo luego libre, y si no la mostraban entendían
que no debia de aber dado oro, y luego era muerto ó preso al mi-
jor librar, con temor de lo qual todos los yndios que tenian oro ú
qualque rriqueza se lo dieron y recadaban las cédulas, y los que
nó, huyeron á las montañas ; el Sebastian de Benalcacar enbió
á dezir al cacique que mandase á sus yndios del pueblo que lla-
maban Dagua, que le diesen oro porque le hazia saber que no le
abian dado, y el cacique rrespondió que no lo podia hazer porque
eran sus capitales enemigos entonces; el Sebastian Benalcacar
ayuntó su escuadrón y fué contra los yndios Dagua, y tomado el
pueblo sin mucho trabajo fué hecho sacomano y rrobo de quanto
en él hallaron, y presos sus moradores y bezinos y echados en
hierros, donde murieron los más de pura ansia y angustia, y los
cristianos, por mandado de su capitán, dávanlos al cacique de
Tolibii para que los comiesen sus yndios, con juramento que lo
harían porque eran sus mortales enemigos-
CAPITULO LXIII.
De cómo el Benalca(:.ar y sus capitanes destruyeron y mataron
al cacique Bitaio y despoblaron la gran prohiucia de Bruvz.
Después se partió para las probincias de Lilü sin tomar lengua
ni saber por dónde abia de yr, que ay sabia que su capitán Juan de
Enpudia andava campeando, y rrobando y salteando y descubrien-
do de cada dia más tierra por la parte de lebante, y haciendo mucho
estrago y daño en los naturales por do quier que pasava, y danvos
supieron el uno del otro; Sebastian de Benalcacar se fué por otro
camino liazia él y Juan de Enpudia házia una probincia, cuyo cací-
195
que llamado Bitato, para se defender de los que contra él sabia que
venían, hoyos muy grandes en tierra, á trechos y cubiertos por
cima con cañerías y céspedes como allá los llaman, donde dos ca-
vallos murieron, uno de Lope Redondo y otro de Mateo Marqués,
que esto mandó el dicho Juan de Enpudia que prendiesen y ma-
tasen quantos más yndios pudiesen, y juntándolos todos lo echa-
ron en los mesmos hoyos que ellos abian hecho y la tferra encima,
y así los soterraron bibos y quemáronles y derrocáronles todas
las casas sin que cosa enhiesta quedase, y en un pueblo grande
sin que mal ni de bien con los yndios del cosa tratasen, alancea-
ron y mataron ynfinitos dellos , pues hallándose ya otra bez el
Enpudia y el Benalcacar, como podria yo dezir, que se rrescibie-
ron de alegremente los malaventurados conmilitones en la perdi-
ción de las almas; el Juan de Empudia dijo al Sebastian de Be-
nalcacar lo que hecho abia en Bitato y quánta gente era la que
abia echado en los hoyos; y el Benalcacar le respondió que era
muy bien hecho y que él le enbiaria al rrio Bamba, pues tan buena
maña se sabia dar; esto pasado dejando ay al Juan de Enpudia,
dio la buelta Sebastian de Benalcacar y fuese donde agora está la
iglesia mayor de San Juan, que allá llaman la probincia delBruuz,
y porque el dicho capitán Benalcacar preguntava á los yndios
por señas por házia donde salia el sol, no sabiendo aun sus españo-
les por qué lo preguntase, dezian los yndios á bozes, «anzer, anzer»
señalando adelante, diciendo que más adelante era el oriente del
sol, que anzer llaman en aquella tierra; é Benalcacar y los suyos
fueron allá y yen hallaron los españoles muchos pozos de sal, y á
estos pusieron por nombre acrumos y entraron por la tierra ha-
ziendo sangrienta y cruda guerra á los bezinos y naturales della,
y hasta los acrumos .de la sal les rrobaron, y todo lo enbió ade-
lante; y así lo fué él siempre rrobando y cruelmente matando á
los naturales; veníanse los yndios ante él á manadas haziendo se-
ñales y dando clamores que querían paz, y que si querían los
cristianos oro y á sus mujeres y hijos y quanto demandase les
darían con que ellos les dejasen las bidas, y no los quiso oyr,
antes dijo que estaban borrachos y que se quitasen delante, que
no los entendía.
196
CAPITULO LXIV
De cómo ílespoblava el BenalcaQar los pueblos que sus capitanes
• poblaran y los poblava de quien quería.
Así como entró el capitán Sebastian de Benalcacar en aquesa
probincia, así poco á poco se fué saliendo de ella, haziendo muj
erada guerra á los naturales y no naturales, rrobaudo, saqueando
quantos pueblos hallava y matando la gente dellos, y cierto que
mataron más de aquella hecha de dos mil yndios, y bolbiéndose á la
probincia de Calii , si algún yndio ó yudia de los muchos más que
presos llevava en el camino se cansaba ú adolescia en manera
que no pudiese andar, cortávanle la caveca estando en la cadena
por no se parar á la abrir, y porque los otros hiendo aquello no
se hiciesen perecosos, y así murieron todos por esos caminos y se
perdió tanta jente quanta sacó del Quito y de otras muchas partes
para canpear, que era gran muchedumbre, que de madrugada en-
trava en los pueblos con grande alboroto, matando y prendiendo
quantos podia, y dentro de veinte dias poco más ó menos pasó
mucha tierra y un gran rrio que convino así para yr al pueblo de
Calii, que una legua de la otra parte del rrio estava, y sin pacifi-
car ninguna cosa de la tierra que toda estaba alterada, antes la
alborotó más, allí fundó una ciudad y dejó por juez de agravios
en olla á Lúeas Muñoz porque era cercano deudo suyo y onbre de
poco valor y menos saber y experiencia; baste que ni leer ni es-
cribir sabia y onbre trabajador del campo ; hecho esto , como no
fuese su condición el sosiego no parando ay tornóse á las probin-
cias de Lilii y pasó por la billa de Enpudia que su capitán allí fun-
dara y despoblóla por su solo antojo, y cierto, así parescia él no bien
asesado; y entre tanto q le en esto entendía embió á dezir á su ca-
pitán Juan de Enpudia q "• prendiese quantos yndios hallase y se
los trújese, que de alguno dellos se podría aprobechar para las
cargas porque toda la gente que de allá trujera se le habia muerto,
197
y el Juan de Enpudia le enbió tres mil personas, pero no vino
con ellas porque entendía en rrobar y saquear para sí, y el Sebas-
tian de Benalcagar tomada toda la ^ente que le venía y pobló la
villa de españoles, y tomó de los naturales otra tanta cantidad
como paresce por los pocos yndios que an quedado, y partióse
para el rreyuo de Popayan, que nunca un año le bieron estar
quieto ni sosegado, y en el camino dejó dos españoles bibos y per-
didos porque no podían andar tanto como los otros, que se llama-
van Martin de Aguirre y Lorenzo Albarez, que harto por él avian
hecho .
CAPITULO ÚLTIMO.
En que se da fin á la presente obra con la muerte y bien merescido
castigo de el perberso y crudelésimo capitán Sebastian de BenalcaQar.
Venido en el rreyno de Popayan comencó á saquear y robar y
molestar los yndios de aquellas comarcas, y moró en el principal
pueblo con la mesma desorden que lo abia hecho en otras partes;
allí hundió todo el oro y riquezas que traía, y por ver si avia más
por esas partes, mandó yr á saquear y á rrobar sin tener quenta
ni racou con_ soldado suyo ni pagarle su sueldo , queriéndoselo
todo para si y dejando á todos los suyos descarriados como de él
86 espera va; viendo que de aquesa tierra era ymposible sacarse
más oro, como aun con quanto abia rrobado no obiese apagado su
hambre , dijo que yba al Cuzco y á la nueba Granada á dar
quenta ásu gobernador, y partióse para el Quito que era el camino
donde prendió los muchos yndios que después murieron en di-
bersas partes; los suyos audávanle esperando y rrobavan cada
qual por su parte sin dar de lo rrobado como él lo hazia , mas el
Sebastian de Benalcagar, como no tubiese poderes del gobernador
para poblar ni rrobar, no osó yr al Cucco y quedóse en el Quito, de
cuya gobernación Su Magestad abia hecho merced al licenciado
Gaspar de Espinosa con todo lo de Cartagena, y fué asi bien
porque el bestial Sebastian de Benalcacar biniese al pagadero quo
198
él no pensara, ni aun tenia apagada la su canina hambre de oro y
de derramar sangre : el licenciado Espinosa le prendió luego por
las nuevas y señas que del tenia, con muy gentil manera diferen-
ciada de quantas él abia hecho para sacar oro, y preso hízole mu-
chas preguntas de en cuyo poder abia hecho tantas crueldades,
rrobos y estorsiones como del se probavan , y no lo mostrando el
Benalcacar porque no lo tenia, hízole otras preguntas el licenciado
Espinosa que dijese dónde tenia los grandes tesoros y rriquezas
que rrobado habia, y aun coominaciones de grabes tormentos para
ello, hiendo que siempre callaba sin confesar ni negar, por cosas
que le dijesen ni hiziesen; hízole enforcar de una almena á los
ochenta años de su edad, en los quales bibió sin tener alguna en-
fermedad, también acomplisionado era si el mal abenturado lo su-
piera agradescer á Nuestro Señor Dios, que, cierto, fué muy poca
pena según el castigo que grande merescia, pero sus secaces que
él dejó todos andan oy dia rrobando en diversas partes de las In-
dias, unos más otros menos, pública y abiertamente, con color que
sirben al Rey, y los gobernadores lo saben y no lo estorban, antes
quiccáhazen lo mesmo.
Con esto quiero concluir, protestando en Dios y en mi concien-
cia, que tengo por cierto que tantos son y an sido las destruiciones,
perdiciones, despoblaciones y estragos, fierezas, atrocidades,
muertes y crueldades orribles y espantosas biolencias, f aereas y
traiciones y rrobos; finalmente, ynjusticias que en aquellas tier-
ras y gentes se an hecho y se hazen, y yo e dicho de mil partes
una de lo que fué, ni lo e encarescido en calidad y en cantidad
según que ello pasó, y béase si son abominables y malos los cris-
tianos, que nunca rescibieron daño de yndio alguno por mal que
les obiesen hecho para tratallos muy peor que á enemigos , que al
sabio y discreto lector dejo que lo juzgue, y por ende fui yo yndu-
cido y mobido á escribir esta brebe rrelacion por si pudiera echar
el ynficionado fuego de las Indias que tanta multitud de ánimas
rredimidas por la preciosa sangre de Jesucristo Nuestro Señor, no
pereciesen, sino conoscieseu á su Criador y por las conciencias de
los cristianos y gran compasión de mi patria, que es Castilla, y
temor no la destruya Dios por tan grabes culpas, crímenes y pe-
199
cados contra él y contra sus próximos cometidos, y por estorbar la
penosa bida en que los yndios quedan, que aunque no son muer-
tos en las espantables crueldades pasadas , sónlo con angustias y
aflicciones y presiones continas que no me da más, así que, así
pues mueren sin fe ni batismo, y fué, cierto, marabilla poder yo
hazer y acabar esta obra según mis continas ocupaciones y pro-
lijas enfermedades, que no consequtibamente unos hechos de otros
ordené aunque lo parece, mas como lo bí ú alcancé á saber, echólo
todo á Dios, sin el qual no se haze nada, y da para lo bueno es-
fuerzos, y así tengo gran esperanca que mediante la gracia de Dios
Nuestro Señor, el ynbictísimo Carlos augusto, Emperador César, y
Rey y defensor de nuestra santa fe, y quinto deste nombre, como
aquesto sepa pondrá el rremedio que requiere el tal caso, y con
brebedad, pues que es contra el servicio de Dios á quien él ber-
daderamente sirbe y suyo, y hará todo lo posible por aquel nuevo
mundo que Dios en su encomienda y guarda dejó como amador y
guardador de justicia, cuya bida é 3'mperial y rreal estado rrogue-
mos á Dios conserbe y acresciente por muchos y largos años para
rrefugio y amparo de la católica Iglesia romana y por la berda-
dera salud de todas las almas á la Sacratísima Virgen María, nues-
tra abogada, que nos lo quiera alcanzar de su benditísimo Hijo que
con el Padre y Espíritu Santo bibe y rreyna por todos log giglos
de los siglos para siempre, Amen.
a XXX Uüb.
Hñu m. d. xxxxx.
APÉNDICE XXII.
APOLOGIAS Y DISCUKSSÜS
DE LAS
CONQUISTAS OCCIDENTALES
POR
DON BERNARDO DE VARGAS MACHUCA,
GOBERNADOR Y CAPITÁN GENERAL DE LA ISLA MARGARITA,
EN CONTROVERSIA DEL TRATADO
DESTRUICION DE LAS INDIAS
ESCRITO POK
DON FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS,
OBBISPO DE CHIAPA EN EL AÑO DE 1552,
niRIGIDO AL EXCHO. SEÑOR DON JUAN DE MENDOZA T LUNA, MARQUÉS DE MONTES CLAROi
V M'.RQOÉS DE OASTIL DE BAYUELA. SEÑOR DE LAS VILLAS DE LA HIGUERA DÉLAS DUEÑAS,
EL COLMENAR, EL CARDOSO, EL VADO Y VALCONETE, VIREY LUGARTINIENTE DEL RKT
NUKBTRO SEÑOR, SU GOBERNADOR Y CAPITÁN GENERAL DE LOS REYNOS T PROVINCIA»
DFX PIRÓ, TIERRA FIRME T CHILE, ETC.
(Hay un escudo.)
203
DIREGION.
Sabemos , aunque oculta la virtud , la operación que hace la
piedra imán, cuia propiedad al justo y conparatiuamente se halla
en todo Príncipe, porque si bien se considera se arevatan y llevan
tras de sí las voluntades; y si todas vezes no se manifiestan, es por
falta de ocasión, y avnque es verdad carezco della, no e querido
perder tienpo acogiéndome á las muchas virtudes de que natural-
mente V. ex'.* fué doctado, perflcionadas con tan gran prudencia,
que la fama pregona y los honbres se an de acoger á la virtud
como á lugar sagrado , de donde no pueden ser escluidos , y sola
la opinión de la virtud halaga y atrae, esta piedra ymán me lleua
engolfado en demanda de V. Ex.* ofreciéndole el trauajo deste
tratado yntitulado Defensa de las conquistas occidentales, y estoy
cierto que hiéndese fauorecido le crecerá el atreuimiento de na-
vegar por todo el rresto del mundo , ques su primer yntento , si-
guiendo al que escriuió Don Frai Bartolomé de las Casas ó Casaos,
obbispo de Chiapa, año de 52 ; y avnque estoy cierto de muchas
lides que se le ofrecerán, así dentro de España como fuera, y quel
obispo hallará ynumerables deffensorcs y padrinos yncitados
de la enemiga que á nuestra nación tienen, y que los de casa mi-
rarán con mejores ojos las racones de vn obispo religioso y docto
que las de vn soldado conquistador , con todo, en su defensa, des-
pués de la que terna de V. Ex.', le señalo por padrino la verda-
dera razón que consigo lleua, y en las cosas grandes a de poder
más la razón que la auturidad, porque suplico á V. Ex/ le reciua
devajo de sfP[)rotection , que espero en Dios le serán agradables
las razones en que se funda, y consecutiuamente á todo varón que
204
la conprehenda; y yo diré, biéndole favorecido, que no pudiera
hallar auparo más á la medida de su yntento, y V. Ex.* cosa que
más le toque defender, como quien a tenido y tiene presente
todo el govieruo de Indias con tan larga expirencia y conocimiento
con el supremo mando en todas ellas; guarde Dios á V. Ex.» como
puede y éste su criado desea. De la Margarita, y Agosto 10 de 612
años. — Bernardo de ^Éjík
i El resto de la firma, mutilada por la cuchilla del encuadernador.
2o;
AL LECTOR.
Siendo, como es , cosa natural la propia defensa , no e podido
escusar de boluer por mi particular onor y por el común de nues-
tra nación, que con rrostro y aparengias pias, le pretendió deslus-
trar el docto Obispo de Chiapa Don Frai Bartolomé de las Casas
ó Casaos, en el discurso que escriuió, año de 52, con aquel yndig-
no titulo Destruicion de las Indias, en que pretendió prouar por
crueldades los castigos jurídicos en todas las Occidentales que los
conquistadores executaron y executan en los yudios por ynormes
delitos que cometieron y cometen cada dia. Y a fecho tal efecto
entre los ügonotos, que siguiendo su antigua malicia, menospre-
ciando la mucha cristiandad de España, han hecho estanpas donde
descriuen las Indias con varias formas de crueldades , citando al
obispo de Chiapa por los capítulos de su tractado, vnas que ver-
daderamente escriuió y otras que yn ventaron, y al pié dellas es-
critas palabras contra la buena opinión, clemencia y piedad cris-
tiana; y avnques verdad que la causa principal de semejante
motiuo la dio el Obispo por aver escrito tan desnudamente y dado
tan cruel nonbre á los castigos jurídicos, ávn no es bien que así
lo entiendan , sino que antes se les deue remuneración de permi-
tidos y justos allanamientos; y si por las relaciones quel Obispo
tubo, siendo como fueron, siniestras, las afirmó por verdades, con
quánta más razón podré yo con propias espirencias defenderlas
por no ser justo que dañen todo vn común los particulares peca-
dos de vn conquistador, quel Obispo alcanzó desalmado y ponien-
do en condición de tantos y tan ylustres varones , los ynsignes
nonbres que á costa de su sangre tan dificultosamente alcanzaron
206
y con tan peligrosos travajos defendieron, que quando en sí la
verdad y justicia no constara con tan grande evidencia, las rra-
zones que se hallan en las discretas conjeturas , fácilmente lo en-
señarán, que si el primer yntento que los conquistadores tubieron
en sus poblazones se considera no fué otro que reducir almas al
cielo, vasallos á su Rey, como para sí propios honor y hazienda,
que acavando los yndios como el Obispo lo dize , con crueldades,
zesara todo sin grangear almas para el cielo ni para el rei vasa-
llos, ni para sí ningún provecho, zevándose tan solamente en ti-
ranías por sólo su cruel apecticto. Esto es lo que me a obligado,
como á parte ynteresada , á hazer semejante discurso en defensa
del hecho de las conquistas y reputación de la nación española,
como quien tiene tan larga espirencia dellas, avnque para dispo-
ner la satisfacion y descargo , me alio falto de elegancia , y con
temor de sacar á luz esta defensa por ser materia difícil, pero per-
suadido de gente graue la tomase á mi cargo , me resoluí á ello;
si azertare á satisfazer, atribuyase á la diuina providencia, consi-
derando que soy soldado y que siguo vn intento bueno y descargo
cristiano, que para en este caso vastará considerar la razón , pues
con ella no ai criatura que no le juzgue, y como dize el consulto
que vasta por ley y desta es el alma. Y porque el doctor Ginóg
de Sepülveda, coronista del enperador Carlos quinto, sustentó el
derecho real en controbersia del supra escrito Obbispo , y no es-
criuió el hecho de las conquistas por carezer del, y á mi conpetir-
me por las razones referidas, me a parecido, para mejor manifestar
la defensa, ponerlas objeciones que sobre ello ai por principio,
pues es conuiniente el derecho para quel hecho sea justificado,
no poniendo en dispucta los primeros principios sobre que se funda,
sino presuponiéndolos por ciertos y llanos y que pudieron justa-
mente los reics Despaña azcrlas, como consta de bulas de Su San-
tidad , provando solamente el modo que tubieron los españoles
en ellas y que no fueron tiranías. De suerte quel (¡uod quid est
de la justicia y causa de la guerra dejo, y sigo el hecho y rrazon,
201
pidiendo al discreto lector reciua este tratado en su buena gra-
cia, &', advirtiendo á, que si topare otro, en verso ó prosa, que trate
deste yntento, ynpreso en España ó fuera della, algunos años antes
es mi travajo y pensamiento, porque a 15 años que hurtaron éste
mismo libro, enviándole á ynprimir á la ciudad de Lima, en el
Pirü, estando governando á Puerto Velo, cuia advertencia me a
parecido vien azerla por aver tenido algunas claras boyas en
el caso para quel letor que topare por dos avtores esta defensa,
conozca su berdadero dueño , aunque la misma obra le manifes-
tará la berdad, que no puede ser ascondida por largo tienpo, &.*
208
DE FRAI PEDRO DE DMAÜA, DE LA ORDEN DE PEDRICADORES.
SONETO.
Bernardo en el valor , en ciencia Apolo ,
Cicerón elegíante, agudo Escoto;
Éuclides español, Séneca docto,
Nueuo Platón en nuestro mundo solo.
Tu fama que del vno al otro Polo
Publica tu virtud , al más rremoto
Me traxo á verte y á cunplir vn bocto
Sobre los honbros del furioso Eolo.
El voto fué ser tuio eternamente ,
Y a^ora que e mirado tu sujecto
Y el fructo de tu yngenio peregrino,
Promecto publicar de xente en xente
Tu nobleza , valor y ser perfecto ,
Con que aspirando vas á lo diuino.
DE FRAI ADRIANO DE PADILLA, DE LA ORDEN DE PEDRICADORES.
SONECTO.
Las armas viste y juega de la espada
En el tienpo de Alfonso venturoso ,
Bernardo el agrauiado y animoso ,
Por boluer por su España atribulada.
Y bos, Bernardo, enbuestra mano osada,
En tiempo de Philipo milagroso.
Tomáis la pluma de boluer ganoso
Por la honrra despañoles derribada.
Igual tendréis la fama con Bernardo,
Pues el espada y la pluma son yguales,
Y ofrecen premios de corona y gloria.
Y avnque os alauo tarde, no soy tardo
En conozer Bernardos ynmor tales
Y dedicar mi estilo á su memoria.
209
DE FRAI REIMIDO DE CÁRDENAS, DE U ORDEN DE PEDRICADORES.
SONETO.
Eminente virtud, prudencia y arte,
Bernardo y lustre, gloria deste suelo,
Lo qual en* vos en ninguno puso el cielo
Las partes juntas que á sólo vos reparte.
Quen exercicios del sangriento Marte ,
Vuestro linaje dio el más alto buelo ,
Y de buestro cristiano y santo zelo
El orue lleno está de parte á parte.
La fama en pregonaros se desvela
Al magno os ygualando en la grandeza,
Y en agudeza á todo el siglo nuestro,
De vn polo al otro vuestro nombre buela ,
Tendréis de docto la suprema alteza ,
Como se be en este libro buestro.
DE FRAI FRANCISCO MANSO DE CONTRERAS, DE LA BORDEN DE PEDRICADORES.
SONETO.
Asi del manso Ganxes hasta el Nilo ,
Y desde el rráudo Tarsis hast»el Ebro,
Sobre molduras de sibel y enebro
En planchas de oro y losas de virilo ,
La fama escriua con mayor estilo,
Que mi ynorancia do el yntento quiebro
Quando en mis versos tu valor zelebro ,
Bernardo ynsigne , afrenta de Camilo ,
Te rruego que obligado al valor tuyo ,
Cuia palabra, avnque de Rei no sea,
Cunplas ques justo, pues te sobran méritos,
Y darás á la fama lo ques suyo ;
Luz á tu libro aciendo , eterno sea
En los tienpos fvturos y pretéritos.
Tomo LXXI. U
210
epístola í parecer del licmciabo zoyl diez flores
Fiscal en la Real audiencia de Panamá, del Reyno de Tierra Firme,
al gobernador Don Bernardo de Bargas Machuca , en que aprueua
la controversia en fauor del hecho de las conquistas occidentales
por la parte afirmatiua, y reprueua la negatiua según y como en él
se contiene.
Quando aquella tan celebrada proposición del enperador Jus-
tiniano 2.*, en el principio del proemio de sus instituciones legales,
que la magestad ynperial , no sólo ha menester estar decorada de
armas , sino tanvien armada de leyes para poder bien gouernar
en arabos tienpos, guerra y paz, su ynperio, saliendo vitorioso de
los enemigos en las batallas, y extirpando por lijítimos medios las
ynjustas obras de los calumniadores, quedando con esto tan rreli-
gioso con la justicia, quanto triunphante con la Vitoria, no estu-
viera tan prouada, no solamente con la autoridad de su autor, sino
con muchos exemplos y fuertes razones por tan doctos barones
que sobrella han escripto rreferidos, el que V. md. oy nos da en
estas sus apologías y el libro de milicia yndiaua bastará por su-
flgietísimna probanza avñ experimental demostración, porque en
este subjeto se bee experimentado que la misericordia y berdad se
encontraron, y la justicia y paz se dieron beso de verdadera vnion
como ya dijo el Propheta real *, «por auer nacjido la uerdad de la
tierra y mirado desde el cielo la justigia.» Pues en él, con estilo
graue rrepresentando los casos subcedidos en las conquistas que
nuestros españoles an echo en estas tan estendidas provincias de
las Indias, tan poco conocidas de los antiguos, de la manera que
sucedieron, ha mostrado con clara ebidencia quán en confuso y á
bulto las an rreferido y rrefleren aquellos que por obscurecer la
* Psalmo 84.
211
gloria de nuestra nación , envidiada de muchas por sus hazañas,
dieron nombre de tiránicas crueldades á los que an sido permiti-
dos y ávn necesarios castigos y más dignos de general aprouacion,
por el fin y gelo sancto de plantar en tan fértiles y espaciosos
campos la viña del Señor, que del vituperio con que trata dellos
el autor, que dando más crédito con menos examen que deviera á
rrelaoiones apasionadas ó de poco fundamento, le puso para que
algunos estrangeros poco debotos de nuestras cosas y menos de
la cathólica ffee se ayan atreuido á estanpar por orrendos espe-
táculos de ynvmanidades lo que se deue pintar por dechado de
todo manso y piadoso gouierno; y avnque con el escudo de tan
berdaderas rrazones queda tan vien defendida la justificación con
que se a procedido en estas conquistas; que en quanto á los hechos
no ay cossa que les pueda offender. Por auer V. md. mostrado,
como tan buen testigo , el cierto discurso dellas en estas sus Apo-
logías y fiel ystoria , y antes en el curioso libro de la MilÍQÍa yn-
diana, siendo ambos libros dos yrrefragables testimonios de ser no
menos valeroso y prudente capitán que curioso y discreto corte-
sano, y ansí podrá pareger superfino tomar en añadir más funda-
mentos y trauajo, todauía e querido no rreusar éste por dos muy
preQiosas causas. La primera , por testificar con estos barones el
deseo que tengo de rreconoQer la general obligación que todos los
españoles tenemos á la defensa de los que tanta honrra y prouecho
ganaron para España con sus conquistas, á tanta costa de su
sangre. La segunda, por manifestar que no todos los estranjeros
las ofenden, mas antes muchos y muy granes au tomado muy á
cargo, no sólo defendellas ^, mas ávn ensalcallas. Y viniendo á la
quistion, si au sido lícitas ó no, por la parte negatiua, hace que
no se pueda mouer guerra contra los ynfieles, solamente por
sello y porque se buelban christianos como lo trae Inocencio , ni
en la ley vieja se halla que el pueblo de Isrrael aya mouido
guerra contra los estranjeros por sólo este rrespecto, sino por
otras rraQonables causas, y porque no pareze concurrir los rro-
quisitos de la justa guerra, principalmente que los mismos ynfle-
Las dichas conquistas.
212
les yndios lo ayan merecido por alguna causa , y porque nuestro
señor Jesu-Christo y sus Apóstoles no hacían la guerra con po-
tencia de armas, sino con piadosas persuaciones y predicaciones
evangélicas, cuyo exenplo deuieran seguirlos españoles, enviándo-
les primero predicadores del Evanjelio como se hico en la primi-
tiua Iglesia, porque á la ffee^nadie deue ser conpelido por fuerca,
pues sólo se admite el que viene de su boluntad; á lo qual se
puede añadir que los niños de los yndios no pueden ser forsados
á rrezeuir la fee según la común opinión de los doctores.
Mas no obstantes los dichos fundamentos y otros que se pue-
den traer, tengo por más verdadera la parte afirmatiua, porque
consta que estas gentes son de su naturaleza bárbaras y sin pruden-
cia alguna, contaminadas con barbáricos vicios como en las ysto-
rias dellos se lee^; y ansí, pudieron ser por armas forcados y la
guerra de derecho natural es justa contra los tales, pues los que
no tienen de su naturaleca ánimos yngénuos para poder ser Indu-
cidos con la dotrina de las palabras, es necesario ponellos como
vnas bestias en el yugo y apremialles con el rrigor de las leyes, y
obrando bien, avnque así apremiados con la costumbre de bien
hacer, al cavo salen buenos porque de obrar muchas vezes según
rrazon se imprime la forma de la rracon en la virtud appetitiua,
la qual ympresion no es otra cosa sino vna virtud moral con que
los vigios se han desechando, y como trae el diuino Agustino en
el libro quinto de la Qudad de Dios , cap. 12, y el evangélico doc-
tor Sancto Tomás en el Hbro 3 del Rrégimen de los Príncipes, cap. 4,
por esto fué lícito el ymperio que los romanos tubieron en las
otras gentes y adquirido por boluntad de Dios.
Mayormente, estantes los detestables delictos de los yndios, en
matar en sus sacrificios ynocentes , y adorar ydolos , por lo qual
• Cortés en süs Cartas al Enperador. Omedo, en su Sumario, c. 9 fojas 41,
plana 1.", Historia moderna, ynpresa en Ambares, por Minuncio, año 1550, fo-
jas 291 ; y al fin, Gabriel Laso, en su Mexicana, auto 1.", &. siguientes, y vno que
basta por todos, el padre .loseplí de Acosla, en su Historia natural y moral de
yndiox, lib. 5, c. 19 y 20, y lib. 7,c. 24 y 25; y en otros C. Arist 1.°, Polit.. c. 2.
de Q éí. el bicur 1 0 de 1 1. D. C. en su his matici; 23 q.^ 6, c. ñ &. quis nos et tibí.
Ar«hil Joan Ap. in c. 2.* deheret in 6.
213
destruyó Dios omnipotente tantas gentes, y permitió que el pueblo
mismo de Isrrael fuese cautibo , y ávn asolado en la captiuidad
babilónica y vnibersal Diluvio , por la adoración del becerro, los
quales preceptos, si fueron guardados antes que Cristo viniese,
¡quánto más se deuen guardar después de su benida! Y que sea
justa causa de guerra la extirpación de los ydólatras se prueba
en el Deutoronomio, cap. 12; como lo hizo Esechias, 4; rregmim 18,
Josias; 4, rregnum; 23, Danielis, 14. Porque los ynfieles que pecan
contra la ley de naturaleca , y adoran ydolos, están devajo de la
potestad del Papa que es Vicario general de Christo, que la dejó
en la tierra á su Vicario , es ásauer, á Pedro y á sus sucesores, y
ansí pueden por él ser castigados, aviendo oportunidad i, Y rres-
pondiendo á los fundamentos contrarios , no obsta que no se pueda
mouer guerra á los ynfieles por la ynñdelidad, porque esto es
verdad por sola la ynñdelidad , mas es al contrario si no guardan
la ley de naturaleza y adoran ydolos , pecando con la ley natu-
ral , despreciando al berdadero Dios ; luego ligítimamente pudie-
ron ser conquistados, no para hazellos esclavos ópriballos de sus
vienes , sino para quitallos de tales vigios , especialmente del ne-
phando de sacrificar ynocentes, en que sólo se dige enlaysla Es-
pañola que sacrificauan cada año mas de veynte mili, y licita es la
guerra, quaudo por ella más fácilmente se yudugen los uenQidos
á vnion de piedad y de justicia.
No obsta, lo que se dize del exemplo de Christo y de sus Após-
toles, porque se deue entender, si desta manera pudieran atraellos;
mas fuérales á los españoles ynposible si primero no les uviera
conquistado, porque les ympidian muchas dificultades el pedricar
en sus tierras así como matar los pedricadores , el no entender las
lenguas, ni consentir que se comunicasen para yllas entendiendo,
la mucha distancia de las poblaciones y grandeza de las Indias,
y mucho tiempo que se rrequeria, con otros muchos ynconbinien-
tes que pudieran suceder, y ansí pudieron justamente vsar de las
conquistas ávn según la parábola del Evanjelio 2, de los convidados
1 C. ut tradunt Doct. in c. super his dei uoto anch. &. Host col 3 &. Heurr
Boic&.Auchin c. gaudemus de di. nortüs.
3 6. Lucse, 24.
214
á las bodas , donde se manda conpeler á los postreros, como bee-
mos en Costantino que convirtió la rromana República de los
peruersos ydólatras ala uerdadera fee de Christo, Nuestro Señor,
á que se puede añadir lo que por decreto del santísimo Pontífice
Gregorio fué loado en Genaudio varón christiauíssimo por auer con
guerra traydo á la debocion de los christianos á los paganos yn-
fieles, no subjetos al ymperio, para que ansí, conquistados más
fácilmente se atrajesen á la christiana rrelijion; y esto se comprueba
por lo que escriño el diuino Augustino , que fué diferente aquel
tiempo de los Apóstoles, y que todas las cosas tienen el suyo, pues
entonces ávn se cumplia lo que dijo el Propheta: «porque bramaron
las gentes y los pueblos pensaron banidades , assistieron los rreyes
de la tierra , y los príncipes se juntaron contra el Señor y contra
su Christo», porque ávn no se tratava entonces lo que poco des-
pués en el mismo Psalmo^ se dice: «y agora rreyes, entended
y aprended los que juzgáis la tierra. w De esta manera Cario
Magno conquistó los sajones que eran ydólatras forzándoles
á rreQeuir del todo la fee de Christo y lo mismo á los españo-
les hasta que enteramente la rreciuieron ; alliende de lo dicho,
las guerras mouidas por los españoles fueron con avtoridad
del Papa Alejandro 6 , con caussas justas para que fázilmente
se yntrodugese en las yslas y tierras de las Indias el nombre
de nuestro Saluador y Señor Jesu-Christo, el qual no se podía
predicar si primero no se ueneflciaran estas gentes de su natu-
raleza bárbaras, como los mismos subcesos lo mostraron; pues
después que fueron subjetos luego rreziuieron el nombre de Christo
y su Evangelio; y ^ierto es, que el Papa puede justamente hazer
que se mueua guerra contra ynfieles, y quien lo coutrario afirmase
del Papa no quedaría sin nota de eregia, y así queda claro auerse
lícitamente movido las guerras contra los bárbaros destas rre-
ñiones por la authoridad del Sumo Pontífice, y por derecho de
justa guerra poseerse lícitamente los lugares é yslas por los espa-
ñoles que las ganaron, pues en la bulla del Papa pareze de su
propio motuo, liberalidad, Qierta s(?ienQia y plenitud de la auto-
í Psalmo V
215
ridad apostólica Silla, aber concedido y donado al serenísimo
rey D. Fernando estos lugares é yslas; y lo que fué admirable y
nuebo, poniendo sus términos en el Qielo y ayre, es á sauer; fa-
bricando y haQiendo vna rraya desde el polo Ártico, dicho sep-
tentrión, hasta el polo Antartico, dicho medio dia, como más largo
en el previlegio de la concession se contiene, de los quales lugares
de nueuo descubiertos afirma Gerónimo de Monte Brigiano, en su
Tratado de términos, que en tiempo del dicho Papa Alexandro sesto
fueron puestos términos en el cielo y ayre entre portugueses y
castellanos, devidiendo las yslas en las Indias de nueuo entonces
descubiertas por lineas y grados del cielo; de manera que todo lo
que se descubría á la parte del Oriente era de portugueses y á la
parte del Poniente de Castellanos. No se puede poner duda que esta
congession de conquistas valió, puesto que ávn no estubiesen las
tierras conquistadas ni ávn descubiertas, sino que se pretendian
descubrir y conquistar, y assí nunca ubiesen sido de christianos
como expresamente en la misma concession se dize por estas pa-
labras formales, que se concede lo que por otro rey ó príncipe
christiano no aya sido actualmente poseído hasta el dia de la
Natividad de Nuestro Señor Jesu-Christo próximo passado, porque
todos los doctores, sin descrepar, tienen que la cosa que siempre
vuiere sido de enemigos se puede dejar y mandar devajo de con-
diQion si fuere conquistada, por ser honesta la esperanza desta
condición, como el rey de Aragón hizo donagion áel ospital de San
Juan del castillo del Calbario con sus términos, en que caya Ro-
sellis que eran lugares de ynñeles y nunca fueron de christianos
con coudigion si los ganase á los ynñeles ^; y de la donación hecha
por el Papa de las tierras poseydas por los ynfleles, que alguna
hez fueron de christianos: que valga sin dificultad, lo traen los
doctores, y ansí el captibo por la esperanza de la libertad puede
ser ynstituido por heredero *.
Y, finalmente, no obstante decir que nadie a de ser forgado &
rrezeuir la fe, porque los yndios no fueron á esto forjados , sino
1 Pertx in c. sane de re judicata in.
• C. d. 1. id quod d. 1. illa ia sti tu."* L, qui apud iiosles. H. De herede inst.
216
que las guerras se les movieron porque no ympidiesen la pedriea-
Qion y la propagación de la fee de Christo, y admitiesen á los que
viniesen á ynstruillos en ella com piedad, y después de su bo-
luntad, creyendo se convirtiesen como sucedió, que á manadas se
dice benian á rreceuir el baptismo; porque consta que ávn antes de
los tiempos de Constantino no se podia sin peligro de muerte pe-
dricar la fee; y según lo que trae Santo Tomás *, muchas vezes se
muebe guerra contra yufleles por no hazellos creer por fuerza,
sino por forQallos á que no ynpidan la fee; y asi el orden que se a
tenido y mandó tener en estas conquistas se les rrequiere con la
paz y se les pide oygan lo que de parte de Dios y del rrey se les
ba á degir; y á los que esto escuchan y no rresisten ninguna vio-
lengianifuerca se leshage, sino que en toda su libertad seles dejaua,
mas á los que rresistian y sallan de guerra sin querer oyr ni en-
tender lo que se les qUeria déQir ni admitir contratación alguna,
como á verdaderos enemigos y personas que no querían oyr ni
entender por no hacer vien, y huyan de la luz porque no se au-
yentase sus tinieblas, justamente se les podia y deuia hager la
guerra y conpelelles á la paz para quitar los ynpedimentos que
ellos ynjustamente ponian á la pedricacion evangélica y á la .
execucion de lo ordenado por el Papa, Vicario de Christo, cuya
juridigion es suprema para podellos compeler y por fuerza de
cuchillo material, con la mano del principe seglar y sus ministros,
á quien lo quiso cometer, quien más mal a sentido destas con-
quistas la confiesan y fundan largamente, especialmente el mis-
mo obispo de Chiapa en su tratado comprouatorio del ymperio
soberano, y principado vnibersal que los rreyes de Castilla y de
León tienen sobre las Indias desde el principio por todo él, y más
en particular y largamente en la conclusión y proposición coro-
laria que el poder de los ynfieles en sus rreynos no es dado por
Dios, según lo rreferido del dicho Psalmo y por Oseas en el capítu-
lo 8: «ellos Reynaron y no con mi avtoridad,» por los quales y otro»
muchos fundamentos que por evitar prolijidad dejo, siguieron
esta opinión por más cierta el eloqueníe y docto Juan Xinés de Se-
» 2i,q.« 10. ar.* 8.
217
pülueda, coronista de la majestad del Emperador Carlos quinto,
en el tratado y disputas y apologías que sobre ello hizo contra el
obispo de Chiapa, y después el doctíssinao barón frai Francisco de
Victoria en particular tratado, y vltimamente, de los estrangeros
el gran jurista Marquardo de Susanis, natural de la Qiudad de
Oteua, en el señorío de Benecia, tratando de los yndios y otros yn-
fieles en el cap. 14 de la primera parte principal, á quien e que-
rido particularmente rreferir porque se bea como la fuerca de la
rrazon le a hecho, con ser estrangero, no sólo aprouar la opinión
que vmd. en estas sus apologías con la verdad del hecho defiende,
mas á defendellas y conprouallas con tantas y tan eficaces au-
thoridades de los derechos y Sagrada Escriptura, y viéndose en
este su libro el hecho y derecho tan vien defendidos, den les con-
quistadores por bien empleados sus trauajos, y los conquistados
alaben bien á Dios que de su ceguedad les sacó á la luz de la fee
cathólica por medio de ellos, y todo el rreyno de la militante ca-
thólica yglesia á cuya correction someto lo dicho, por las crecidas
mercedes que en vno y otro les a hecho, suplicándole que á todos
nos de gragia "para qua acertemos á conquistar el de la triun-
fante donde está el cumplimiento y perfection de todos los bienes.
Amen.
218
DISCURSOS APOLÓXICOS
en controversia del ti'atado que escriuió Don Frai Bartolomé
de las Casas, obispo de Chiapa, año de 1552, yntitulado destruÍQÍon
de las Indias, reproiiaíido el hecho dellas, á cuya defensa
se opone el avtor.
EXORTACION.
La fortaleza es vna virtud según la aprueua el sentido de los
doctos y propia diflnicion, que tiene por oficio pelear siempre de-
fendiendo lo que es justo, como también lo dize Cicerón *, cuio pen-
samiento principalmente me a obligado á enprender tal contro-
versia, teniendo por mui cierto defender causa justa, como así lo
pensaría Don Frai Bartolomé de las Casas ó Casaos, obispo de
Chiapa, provingia conprehendida en el continente de la Nueua
España, cuando escriuió su libro yntitulado, Destruicion de las
Indias OQidentales, ynpreso en el año de mil y quinientos y cin-
quenta y dos, en que zertifica cómo los españoles descubrieron la
isla Española, año de mil y quatrocientos y nobenta y dos, y que
la fueron á poblar el siguiente, como asi fué. Asimismo dixo ques-
ta ysla tiene seiscientas leguas en circunferencia, como también
trata de todas las demás sus circunbecinas, así á varlovento como
á sotavento, y que hasta el año de quinientos y quarenta y vno,
que eran descubiertas diez mil leguas de costa de tierra firme, y
todo lleno de jente como se suele hallar vna colmena llena de ave-
jas, á donde parecía aver Dios puesto el maior golpe del linage
humano, según la grande cantidad de yudios quen todas ellas se
vieron y hallaron, y que todos fueron acavados por tiranías y cruel-
dades de nuestros conquistadores. Aquí será fuerza yr conzedien-
do y negando, siguiéndole conforme depusiere en lo que fuere de
Cicerón, Officiosr.
219
esenQia, porque haciéndolo ansí quedará la uerdad más clara, y si
fuere en razón puesto, será convioiente concederlo por ser necesa-
rias en todas las cosas la rrazon y la obra, como dize Hugo *, y
faltando della negárselo con los más fuertes argumentos y pruebas
que podamos; lo que se le concede yiniendo al caso, es el tiempo
del descubrimiento en' que dize se pobló la isla Española y tierra
firme.
Negamos las diez mili leguas que dize de costa de tierra firme
y la ynnumerable gente en general, por cuyas rrazones conocere-
mos los demás particulares de que se tratará, porque siendo en
parte falto, lo propuesto debe ser presuupQion, lo será en el todo:
dize que estauan descubiertas diez mili leguas de costa firme
hasta el año de quarentay uno, que todo lo descubierto, según lo
que en su tratado apunta, es desde la Florida hasta el rrio de la
Plata, hagiendo la Florida diferente tierra de lo que es, en que
llanamente se conoce aber andado á tiento, pues tomando la Flo-
rida de lo vltimo desde la caueza de los Mártires que está en veyn-
te y Qinco grados septentrionales hasta el rrio de la Plata, que
está en treinta y ginco australes, corriendo la costa con sus propios
rrumbos y el conpás en la mano, hallaremos que no ay más de dos
mili y ochocientas, que rrestadas con diez mil que dize, faltan siete
mil y decientas de tierra, y esto no es cossa que en sí puede rrezeuir
duda, sino que qualquiera, avnque no lo aya navegado, hallará en
la carta de marear y derroteros el mismo número que e señalado; y
quando quisiere meter en la quenta las dos costas del mar del Sur
y del Norte, avnque él no lo declara, vienen á ser las que ay en
todo seis mili que ávn faltan quatro mili leguas. Pues á lo que dize
estaba todo lleno de yndios como vna colmena de abexas, los más
gauen que todas aquellas costas ó la mayor parte á la banda y mar
del norte son montañas y boscages que llaman arcabucos y mangla-
res, y esta tierra, de buena rrazon, no puede ser habitada por dos
causas; la vna, por la grande maleca, y la otra, por mala calidad,
causada de ser ympedido el byento de la espesura , que es ecelsa
y muy ferrada, con que no puede vañar la tierra y lo mismo los
Hugo, lib. S. Didascalorum.
220
rrayos del sol , á quien tanbien niega la entrada , por cuya causa
las humidades y bapores gruesos lahagen enferma; y no parezca
encarecimiento demasiado decir que al sol ympide la entrada el
alteca y espesura de los árboles, que para el que no lo vuiere visto
y dudare, tengo por abonador á Plinio en su natural ystoria, que
afirma en partes del oriente ay árboles de tanta sublimidad , que
con vn tiro de ballesta no se alcanca la cima dellos, como asi es
en estas, con que el viento ni el sol no hacen efecto, y las pobla-
ciones que ay abitables son en tierra rrasa y limpia, y si algunas
ay en estas montañas y carcabucos, de rrazon an de ser enfermas
y de poco número de gente, ecepto parte de la costa del Darien y
Beragua, que tuuo alguna cantidad de tal calidad , que mudán-
dose de temple diferente del de su población y terruño, enferma-
uan y morian; pues si vien consideramos estas dos mili y ocho-
cientas leguas , como atrás dijimos , hallaremos de quatro partes
las dos ocupadas destas montañas en el modo rreferido , y despo-
bladas grandes trechos de cinquenta leguas, á ciento y á ducien-
tas; y adviértase aquí en esta quenta entrar tanvien toda la costa
del Brasil, que son seiscientas y sesenta leguas hauitadas de por-
tugueses, donde los castellanos no tubieron que hazer, ni los que
habitan tan poco en rrazon de conquistas, porque allí no simen
'los yndios, ni los portugueses se aprouechan dellos, saibó en
materia de rrescates, pues rrebatidas esta cantidad de leguas
conforme á la quenta no ai más de las referidas, y destas no se
hallan de costa poblada las mili , porque todo lo demás son arca-
bucos y despoblados, como así se hallaron quando los nuestros los
descubrieron, y que sea esto así uerdad, y que no ayan sido des-
pobladas estas partes rreferidas por nuestros españoles , sanemos
que en los demás de estos despoblados, avnque los an reconocido
no an puesto en ellos los pies para en hecho de poblar, porque el
español no puebla ni auita la tierra disierta por muy sana y rrica
que sea de oro y plata, y hauita y puebla donde halla yndios,
aunque sea pobre y falta de salud , porque no teniendo yndios de
repartimiento , no se puede gocar de lo que la tierra offreoe ansí
en los venas como en la cima della, ni será de ningún aprouecha-
miento la población, siendo despoblada de indios, ni se podrá
221
llamar conquista, y si se llamare, arguye que ay gente que de-
fiende la tierra , y déuese creer que en estas partes montuosas y
ocarcabucos asi de Tierra Firme como de yslas rreferidas será
mal sana , aunque es verdad se hallaron poblaciones de naturales,
pero pocas, y las que se poblaron por nuestros españoles se an
desminuido en parte, y en algunas en el todo; esto esenquanto á
la costa, porque quando tratemos de la tierra adentro, rreferire-
mos el gran número que hubo y ai de naturales, y porqué caussa
los abia y dexa de auer ; pero concluyendo con esta costa llena
como vna colmena, y donde dize halló el mayor golpe del género
humano, digo que por boto de los muy práticos de ella, se hallará
que fué mucho menor , y de la disminuicion daremos adelante la
rrazon más llana.
En la costa de la mar del sur , que es del Pirú , Tierra Firme
y Nueua España , en parte se halló gran golpe de gente, como
adelante diremos ; pero en otras , como es del estrecho de Maga-
llanes hasta el puerto de Valdiuia, y de las Esmeraldas hasta Bal-
cano , y de Mariato hasta Cartago y Esparca, y del puerto de la
Concepción hasta las Californias y punta de San Agustín y cauo
Mendocino , que es mucha suma de leguas , nunca los españoles
hasta agora lo an acauado de conquistar , por ynpedimentos que
lo han estoruado y estorban.
Dize más, que es la gente á quien Dios crió la más simple del
mundo, sin maldades ni doblezes, obedientes, fidelísimos, pacífi-
cos , ñacos de cumplision , y que más fácilmente mueren de una
enfermedad , y que son sinceros y nada cobdiciossos y muy ene-
migos de poseer vienes temporales, y de tanta abstinencia en su
comer y dormir que la que tubieron los Santos Padres en el di-
sierto no parece auer sido más; al fin, los hace de tantas y buenas
costumbres y tan uirtuosos , que conforme á nuestra santa fee yo
no podria dudar que qiialquiera que vbiere rrezeuido el sancto
vauptismo se dejase de sainar avnque viua muchos años ; y por-
que hablemos verdades y no yronías y retocando en lo que me a
parecido dellos, sin lebantarles falso testimonio, pues estimo yo en
tanto mi saluacion como el Obispo la suya, y comencando, digo,
que él los haze dueños de todas virtudes y yo falto dellas, y
222
es lenguaje general en todas las Indias entre gente especulatiua,
que quando el yndio se bee libre j sin temor , no tiene ninguna
virtud, y quando se halla opreso y temeroso hace muestra de te-
nellas todas juntas; esto lo deue de caussar que yo e ttratado
sienpre con yndios libres y sin temor ansí en paz como en guerra,
por cuya causa los e hallado faltos de todo género de virtud, como
he rreferido, y al contrario, auer tratado el Obispo con domésticos
de sus monasterios, rrendidos á la servidumbre de muchos años, y
es ansí que los que frecuentan los monastsrios , ora forcados, ora
de grado , no son ydólatras ni bellicossos , y aunque lo ayan sido
lo encubren , ó que ya lo an perdido con la comunicación chris-
tiana y rreligiosa, mostrando notable humilldad con que tapan los
muchos vigios que tienen ; quisiera yo saber si el Obispo entró
sólo á pedricarles el sancto Evangelio antes de las conquistas , y
si los halló tan humilldes como los pregona ; á esto me digera si
fuera bibo que no lo auia prouado, y yo estoy cierto que si prouara
que quedaran llenos de virtud de la carne de su cuerpo, y quando
no comieran carne humana, á lo menos estoy gierto le mataran
con vn millón de tormentos, haciendo puente de su cuerpo en las
ciénegas y arroyos, como ya se a uisto y encontrado algunos reli-
giosos que anim9sa y sanctamente se an ofrecido con determina-
ción al martirio por pedricarles el sancto Evangelio; por dar certi-
ficaQion de algunas de las partes donde los an hallado echos puen-
tes, digo, que en Carare, prouingia del Sollo, rriberas del rrio
grande de la Magdalena, y esto no es cossa extraordinaria, por-
que en todas las Indias a subgedido , y si no en todas en mucha
parte dellas; y porque viene á propósito, por principio se advierta
lo que le subcedió en Cumaná y Cumanagoto quando el obispo,
siendo clérigo, vino á España á persuadir é ynportunar á la ma-
gestad del enperador Carlos quinto, de gloriosa memoria, con
largos rrazonamientos y persuasiones, baupti^ados con sanctos
exemplos, que le diesse labradores desarmados con sus mugeres
y hijos para que poblasen aquellos yndios, que eran vnos corde-
ros, y que hechasen de allí á Gonzalo de Ocampo y á sus soldados
que poblados estavan , á quienes ynputó de crueles porque no
entrando con el rrigor y extratagemas de güera, sino con la bon-
223
dad y sanidad aldeana, que los yndios serian muy contentos
y domésticos , y no yntentarian traycion alguna , como ya otras
vezes auian hecho, y que guardarían la paz; y su magestad,
aunque deuió sentir otra cossa , porque no se atribuyese á jéuero
de rrigor, hussando de su acostumbrada clemencia, se lo concedió
y dio comission, nauíos y peltrechos para ello , y él hizo la gente
rreferida, y se enbarcó y arriuó á la costa y saltó en ella, donde á
el punto tomó la posesión, y echó fuera al capitán y gente que
abitaua en el pueblo , y ellos se salieron bien ciertos de lo que
después subgedió , y él se quedó manifestándosse á los yndios con
grandes caricias. Pobló, ó despobló por mejor degir, la tierra, que
esperando los yndios á que descansasen algunos dias, y que se rre-
higiesen de la esterilidad de la mar, y hiendo que ya abian cobrado
carnes, los yndios se juntaron y dieron en ellos con mucho rigor,
matándolos y comiendo los más dellos, y fué á tiempo que el sin-
zero obispo estaña en Sancto Domingo y real audiencia en nego-
cios de su rrepública *, y no faltó á este tiempo quien contrahiziese
las zeremonias relijiosas, trayendo de ordinario el breuiario en la
mano, y todos se vistieron las rropas y vestidos aldeanos , toman-
do las formas de sus propios dueños, hicieron mili martirios en
ellos y en sus mugeres tan ynormes, que quando fueron al castigo
las hallauan por las playas podridas metidos cuernos por las partes
bajas; y esto seria después de auerse aprouechado dellas, pereció
toda esta gente, sin que escapase criatura. E traydo este subceso
para exemplo del daño que hace y puede hacer vna ynoran^ia,
aunque sea enbuelta en aparencia de santidad; y si es verdad que
son yguales en la culpa el que comete delito y el que da la causa
próxima á él, culpado fué el obispo, por cuyo suceso tomó el abito
dominico y boluió á España, que fué quando se ocupó en escriuir
el tratado rreferido, y después vino á ser obispo de Chiapa; y digo
que fué culpado en este hecho, pues por su rrespecto se hizo
aquella población con tanto daño, certificando bondad donde no
la auia ni ay, ni nunca menos se a uisto en los naturales de aques-
i Para saber la verdad de lo ocurrido en Cumaná es preciso tener en cuenta
lo que sobre el asunto dice Las Casas en su Historia general.
224
tas partes, porque si ay gente cruel en el mundo lo es ésta , asaí
por la experiencia que tenemos de las cossas que ynteutan y hazen,
como adelante se yrán rrefiriendo , y es cossa natural hallarse en
ánimos cobardes la crueldad , porque quanto son cobardes tanto
son crueles, vicio de fieras, y estos yndios lo muestran bien , y de
aquí nace quando se been vencidos y que tienen miedo ser vnos
corderos, pero quando les falta, y sobra la libertad conbenimiento,
no ay tigres que tan brabos sean; y así, si acuden á la ubidencia
y doctrina del sancto Evanjelio, es mirando la fuerca de soldados
á la uista, que hasta oy no se a entendido en las Indias oQidenta-
les auer hecho efeto religiossos en ellos, entrando solos sin campo
de gente que ya se an hecho muchas prueuas en el caso y dejan sus
bidas, y si alguno a sido en yndios cansados de la guerra y de-
seosos ya de la paz , y viendo gerca los soldados que están mos-
trándose con las armas; daré mi voto como hombre que tanto los
he tratado y que tiene experiencia dellos en las conquistas y fuera
dellas, y créanme, como á christiano que soy, que para que se
conbiertan conbiene que entren á la par los religiosos y la gente
de guerra, porque será mas breue la conuersion , y más almas las
que se salvarán, pues todo este mundo no se puede estimar en
tanto como el valor de vna sola ; y si se hallaren algunos yndios
de loable condigion, se deven estimar en mucho, aciéndoles buen
tratamiento y onrra como ájente amiga, en quienes reconozerá el
conquistador buena acojida con segura paz , porque teniendo es-
traordinarias costumbres y naturaleza, será cosa mui cierta en
ellos estraordinarios efectos ^.
* Contra estas aseveraciones de Vargas Machuca está lo ocurrido en Togu-
lullán, donde los dominicos, dirigidos por Las Casas, trajeron de más á los in-
dios, que por cierto eran de los más indómitos y belicosos de toda América.
.í¿5
DISCURSO É APOLOGÍA PRIMERA
en fauor de ta particular conquista de la ysla Española.
La malizia del demonio hordiuariamente pretende quitar la
rrazou á los humanos , para que queden convertidos en brutos ani-
males, por cuyo camino a poseido tanto tiempo estos yndios y
veese bien por lo que escriue el mismo Obispo de Chiapa en su Tra-
tado de la ysla Española, en que tuvieron á los españoles por hi-
jos del Sol, y desengañándose que no lo eran, se huyan á los arca-
bucos, adonde acabañan como bárbaros, y yo lo confieso así; y
demás desto dize que fueron ynnumerables las crueldades que
en ellos hizieron los españoles , de que les hizo primeramente
cargo que les comian los bastimentos á los fugitiuos, y á los de-
mas obligauan á que les diesen sustento hordinario, y ansí mismo
que en los aleados hacian grande daño , matando giento por vn
soldado que de los nuestros matauan, con que por tiempo vinieron
todos acauar miserablemente ó la mayor parte ; quenta tanbien
hauer cinco rreynos poderosos en la ysla Española , sin otros yn-
numerables que eran ynferiores ; y dize más, que se balian lo»
españoles de perros para acabarlos de todo punto , cebándolos en
ellps y que con rrigor los despedazasen; dize más, que se apro-
uechauan de las mugeres de los señores, desonrrándolas y ha-
biéndoles offensa , cuyo estímulo de honor era causa aborregerse
los yndios, é yrse á morir por los arcabucos y montañas. En
quanto lo aquí referido se couzede en alguna parte, y se niega
en todo lo demás como yremos dando bastantes rrazones , assí en
particular como en general, que para lo de adelante será conui-
niente y auer hecho este apoyo y prigipio en que nos vamos fun-
dando.
En quanto tener los yndios á los españoles por hijos del Sol y
de vna pieca cauallo y cauallero , á la primera bista generalmente
a sido en todas las Indias , y es lo mesmo oy en las nueuas con-
ToMo LXXI. 15
22(>
quistas, de donde se conoce bien su barbaridad , pues no hayian
ni ha^en discurso ni consideraban la división de los dos cuerpos;
y si se mostraron humilldes , mansos, obedientes y serbiQiales,
fué mediante esta yma^inaQion y aprehensión que hicieron, y el
temor que les causauau los furiosos cauallos y espantosos true-
nos de los arcabazes, pareciéndoles rrayos rri^urosos del Qielo;
pero desengañándose con el tiempo , y conociendo que heran hom-
bres mortales, subjetos á el morir como ellos, de todo punto per-
dieron el rrespecto cobrando brío de tomar las armas contra loa
nuestros , y aquella primera obediencia , y forjando en su maliQia
diversos géneros de trayciones , puniendo en execucion las que les
fueron pusibies , y aquellas que no consiguieron el efecto fué la
caussa ser descubiertos y castigados en tiempo , con que vsó su
mal yntento, pero los que an executado an hecho crueldades yn-
humanas puniendo fuego á los pueblos de españoles, quemando
primero las yglesias y dentro el santo Sacramento , martiricando
los rreligiosos con varios y diferentes géneros de tormentos y
muertes , comiéndolos asados y cocidos, trayendo á muchos hom-
bres y mugeres aviéndoles sacado los ojos , baylando por las bor-
racheras y juntas que hazen con un cabestro que les ponen por un
agujero que hazen por deuajo la barua que corresponde á la len-
gua, y de estos, vnos ponen á engordar para comellos, y otros
para que guarden sus labrancas de los papagayos , dando vopes
todo el dia para que no las coman subidos en vnas barbacoas he-
chas en alto, con quatro palos, sufriendo este rriguroso tormento
hasta que mueren; á otros queman y hazen zeniza para beberlos
enchicha, que es un vino que hazen y de los huesos flautas
para la guerra, y del casco de la caneza escudilla para comer, á
modo de triumpho; en efecto, á todo tranzo es la gente más cruel
del mundo , pues quanto son brutos , tanto son crueles, y es mi
opinión y de muchos que los an tratado, que para pintar la cruel-
dad en su punto y con propiedad , no ay más que rretratar vn
yndio ; pues viniendo á su trato y comunicación es cierto que no
dizen verdad, ni jamás supieron guardar fee ni palabra ni término
bueno , á quien dellos se fió; obliga á creherlos ser en general
g«nte sin honrra ni estimaQion, y verifícase esta verdad sauerpor
257
vierto que venden la uiuger, la hija y la hermana á qualquier es-
pañol para que use torpemente della, de donde se ynflere ser
gente sin rrazon , visgiosa y sin honrra, que sin ella no puede sus-
tentarse la virtud por ser el primer fundamento la vergüenca,
pues la onrra es vna dignidad adquerida con virtud, de suerte que
es madre de la onrra y entra en su difinigion como cosa sustan-
cial, porque la uirtud es aquella que pone en obra lo que es
bueno ; pues siendo todos sus actos malos, sigúese que no tienen
onrra, y á quien le faltare lo mismo será la virtud, y á gentes que
estas dos cossas falta, considérese quál podrá ser; y no sé para qué
me canso en disponer más la materia, pues sanemos comen ásus
propios hijos y vassallos; y para que se uea su brutalidad , podré
deQir que desobedegen y traspasan las leyes de la misma natura-
leza, que generalmente obliga á la conseruacion del hombre y ape-
tecer la muy larga vida, huyendo de la muerte, y ellos bolunta-
ri amenté , y por leues caussas se ahorcan; pues gente que tal haze
puédese creer que es sin fee y sin Dios, y no sólo digo del berda-
dero Criador, pero aun de otro de la gentilidad, porque si alguno
tuvieran , le rreconocieran , porque el hombre es vna real pose-
sión y eredad del mismo Dios, á quien haze ynjuria quando se
quita la uida, como lo baria el esclauo á su amo matándose con-
tra su boluntad.
Pues no sólo para en esto, pero aun son más brutos que los
animales y rragionales , pues vemos que procuran aumentar y con-
seruar su especie, y no hay ninguno que sus hijuelos no ame y
sustente y porque viuan se pone á peligro de la uida en su de-
fensa, y estos báruaros yndómitos, contraviniendo á esta ley
uniuersal de naturaleza, deseosos que se acabé su generación,
porque á sus defendientes no les obliguen yr á la dotrina y ser-
uir á los españoles , en naciendo las hembras las ahogan; y esto
se ha visto algunas vezes en las prouingias de los panches y coli-
mas , y en otras muchas; al fin, aunque se hayan bautizado, los
más son ydólatras y hablan con el Diablo, y según su ynclina-
^ion se puede entender que morirán como an viuido ; todo esto y
muchas otras cosas de no menos grauedad que dejo de deQir por
no cansar ny ser tenido más por apasionado que autor verdade-
228
ro; y el Obispo passó en silencio esto porque su yntento princi-
pal fué abonarlos ynputaudo al español de cruel y tirano, y á los
castigos jurídicos de que en su lugar trataremos, dio jmjusto
nombre de crueldades, sin considerar ni dar rrazon de las caussas
antecedentes ni el motiuo de los españoles, porque muchas cosas,
no bien miradas y en su principio mal conogidas se haze mal
juicio dellas. Y confirma esta verdad lo que subQedió á un clérigo
en vna de aquellas prouincias : deseoso que la doctrina evanjélica
sus feligreses la aprehendiesen y amasen , observándola con gelo
christiano, les trajo á la memoria, en un sermón que les hizo, las
rrigurosas penas del Purgatorio , y después de encarecidas lo que
pudo, les vino á decir que las mostrarla á quien herías quisiese;
al punto dos yndios curiosos, ó, por mejor dezir, bachilleres, pi-
dieron al dotrinero se las mostrase, y el bueno del clérigo los ató
á vn palo questaua hincado en el suelo que seruia de picota, ó
rrollo, y al rrededor, desviado dos pasos, hizo vn zerquito de leña
y deuió de ser bueno por el efecto, que pegándole fuego por todas
partes con ánimo y yntento de quando se calentaran con algún es-
tremo deshacer el cerco de la lumbre y desatallos; él hizo esta
figura, y no la pudo deshacer, porque quando acudió al rremedio
era tarde ü se cortó ú el diablo aticó demasiado el fuego , que los
yndios murieron. El Arzouispo desta parte, sauiendo el casso, en-
vió por el preso, y él se descargó con su sinplicidad, y conoQiendo
que no auia sido con malicia, sino con sana ynocencia, después de
hauer hecho las diligencias al caso necesarias, se voluió á su doc-
trina y curato con saludable castigo. Este sucesso conogida cossa
fué no ser crueldad , pues está claro passaria la ynstancia del pro-
ceso por vn tan docto y christiano tribunal; pero ¿quién duda que
al que le contasen descalzamente este hecho, que vn Sacerdote
ató do8 yndios y los cercó de leña y les hecho fuego y quemó, no
dijese que era gran crueldad? pero contándolo con sus circuns-
tancias , no lo diría, antes conozeria semejante sinpleza.
Haze cargo que los españoles comian el vastimento á los yn-
dios y les obligauan á sustentar la rrepública española , y no pu-
diendo cumplir de miedo se huyan por los arcabucos y montes
donde morian en cantidad. Esto ello se está satisfecho, pues es ley
229
natural que en tiempo de nezesidad y tan graue como la que en-
tonces padecían los nuestros todos los vienes fuesen comunes y se
pudiesen aprouechar dellos como propios, pues no tenian socorro tan
dispuesto que dentro de breue terminóle pudiesen esperar, ni donde
poderlo comprar, ni tampoco el matalotaje que sacaron quando se
hizieron á la uela en España les auia de durar para suplir la hanbre
de tierra tanto tiempo , y que era fuerca el sustentarse y obligar á
los yndios á que trajesen vastimentos, pues estando en parte tan
estraña y para ellos tan yncógnita y no sauida, hera justo y ne-
cesario auer de constreñirlos á ello , porque todas las cossas
vence el hombre y no la hambre , pero ellos son de tal calidad y
naturaleza, que por no trauajar se ponen en peligro de perder la
uida de hanbre, comiendo frutas y rray^es siluestres, quanto más
doblar el trauajo en las sementeras para sustentar los huéspedes,
pue? de creer es que los españoles , quando lo quisieran trauajar
por sus manos, ni entendían el arte ni la sacón de la tierra , y asi
era justo forcallos á que alargasen las sementeras, y oy se haze
avnque más christianos y amigos sean, porque si el encomendero
á cuyo cargo está la administración de vn pueblo no lo haze y la
justicia no lo mandase, no se podria sustentar assí la rrepública
de españoles como la de yndios ; quisiera yo saber qué culpa terna
el español y la justicia si ellos de olgacanes se alean cada dia y se
esconden por los montes, comiendo y sustentándose de frutas sil-
uestres y rrayces como queda rreferido ; y son de tal coudiQion,
que quando se alean y hazen cimarrones , ellos mismos queman
PUS cassas y talan las comidas y árboles frutíferos que tienen
dentro de sus labrancas con determinación de morir en el campo,
y que el español no goQe dellas, y es cierto que como muden de
temple, por poco que sea que en aquellas partes subgede dentro de
dos ó quatro leguas, luego enferman y mueren miserablemente;
y la rrazon es, porque en tierras calientes y costas de mar se an
consumido los yndios: lo primero, por la mala dispusicion de la
tierra y ser enferma de suyo, y lo segundo, porque se flan en que
es tierra caliente y que en qualquier parte que les tome la noche
pueden dormir sin que les falte agua y vn palmito, que avnque
eg dulce y gustoso al comer, es pestilencial ; y porque tanvien en
230
estas taleá partes tieuen sus viuieudas divididas; lo que uo subcede
en tierras frías por estar congregados en rrepúblicas donde se
pueden curar, y no osan ni se aticuen á desamparar sus cassas,
assi por esto como porque otros no se las ocupen , temiendo la
mala vezindad del frío, y por ser las tierras frías faltas de comidas
siluestres, son los yudios mayores trauajadores; y asi en ellas se an
conseruado y conseruan de tal manera, que probaremos que ay oy
maior multiplico dallos que quando los españoles entraron , como
adelante daremos rracones evidentes, bien es berdad que algunos
en tierras calientes se conseruaron, pero con poco trauajo se an y do
consumiendo, por la calidad de la tierra que en la caliente, a sido
rregla general, demás de otras enfermedades que les sobrevienen.
Tanvien hace cargo que los españoles les toman álos caciques
las mugeres y las hijas, aprouechándose dellas y siruiéndose ma-
nualmente de su trauajo ; á esto rrespondo con vna verdad muy
conocida, que los yndios, el modo de sus matrimonios sienpre fué
vn tácito consentimiento y conformidad de boluntades , sin que
para ello precediese otras zeremonias , husando de esta liuertad
hasta tener veynte ó treynta mugeres, y entre ellas suele aver la
hermana, sobrina y la hija, y de todas se aprou echan , sin perdo-
nar la madre, y á la más querida rrespetan y siruen las demás, y
cada noche hacen elecion de aquella con quien an de dormir, pues
viéndose treynta mugeres casadas con vn solo hombre, y que
entre ellas es vna la querida, las demás como desdeñadas no es
mucho que pongan los ojos en los españoles , y con libertad los
soliciten y prouoquen , por lo qual uo es delito tan culpable vn
hombre yncitado de vna muger acudir á su yntento , y assí es
diuersa cossa rregiuir un hombre á vna muger eu su cassa, ó yrla
á sacar de la suya, y si el dotrinero ó encomendero español para
el seruicio de su cassa le toma alguna, no es mucha ofensa , pues
teniendo el cacique tantas que le siruan, vna le hará poca falta,
aunque esto subcede raras vezes, y si el cacique está cassado
conforme á nuestra rreligion, es cosa muy cierta y verdadera que
no ay encomendero ni soldado que le aya quitado la muger como
lo sepa; pero si este cacique ó otro yndio, demás de la que vuo por
mano del sacerdote tiene otra docena de mugeres, y entre ellas la
231
hermauH, hija ó sobrina con quien duerme sin rrespecto de Dios y
de la que es lejitima, obra meritoria seria que se la quiten y apar-
ten, pero es el daño que ay muchos encomenderos que por no
desgustar sus caciques lo disimulan y no lo remedian, y conozco
yo algunos dignos de muy grandes castigos por disimulallo, pues
^on yguales en la culpa el que la comete y el que la fauorege; pues
decir que les toman los hijos, yo lo quiero confesar, avnque tam-
bién subcede rraras vezes , antes se les deue poner culpa á los
encomenderos, porque no lo hazen generalmente con cuydado, y
se les habla de permitir, porque de ha§ello resultarían vn millón
de vienes: lo primero, ser vien dotrinados en cassa del español,
así en nuestra santa fee como en todas las demás buenas costum-
bres; lo segundo, que andan bien bestidos y mantenidos; lo ter-
cero, que deprenden la lengua española y aquerenciándose con
el trato de los españoles de tal manera , que ellos mismos lla-
man á sus padres y parientes báruaros. Por estos domésticos y
criados españoles se an descubierto muy grandes alzamientos
que los yndios an yntentado, y se an rremediado á tiempo que
no an passado adelante , como tanvien si el hijo del cacique y
señor hereda, sale de casa del encomendero con buenos rrespetos
y puligia , y es cosa mui ^ierta que gobiernan mejor su gente,
haciéndola amigable con los españoles, mostrando lo mucho que
les deben, y yo lo e oydo á ellos propios algunas vezes, y pocos
abrán estado en las Indias que ygnoren esto, que si los españoles
no fueran en aquella tierra, se condenaran todos como ydólatras
y bárbaros , y demás desto que no supieran ninguna parte de la
pulitica, como es andar á cauallo y bien vestidos, ni tener basti-
mentos tan buenos y abundosos ni el arte del canto y música,
leer y escreulr y sauer tomar vna espada , ni supieran pintar tan
curiosamente ni labrar de plata y oro ny los demás artes y offlgios,
y todos los demás ejercicios pulíticos y vrbanos, y de esto se trata
mucho entre algunos yndios que alcanzan agradecimiento y algo
de nobleza, que las buenas obras son prisiones de los nobles cora-
zones, y como dize San Agustín ^, el agradecimiento a de ser tal
' San Agustín. Lib. Solüoq. c. 18.
232
qual fué la buena obra rreceuida. Este es el daño que los espa-
ñoles hazen en seruirse de sus hijos como exagera el Obispo de
Chlapa, pues si es henbra, quando los padres la piden para casa-
lia, el encomendero gusta dello por lo vien que le está, porque
entre las demás yndias se estienda el trato j comunicación chris-
tiana, y las buenas costumbres y exercicios que lleua deprendidos
de su ama.
Assí mismo dize que ponen manos en los yndios , castigán-
dolos ; esto se le concede , pero no el yntento con que lo dize.
porque él lo rrefiere por rrigor de crueldad, y no es sino castigo
y corretion fraterna, y ésta no hecha generalmente por todos
los españoles, sino particular por el administrador, su encomen-
dero, á cuyo cargo están, y si ésta es culpa, la mesma será en la
que caen los frayles y clérigos dotrineros, pues ellos y sus fiscales
los castigan sobre obseruar la dotrina con celo de su aprouecha-
raiento, cuj^o rigor conviene rrespecto de su mala ynclinacion, y
las causas del castigo son porque se huyen siendo christianos, y
dejan de acudir á la dotrina los días de fiesta , y porque tanbien
entre semana no envian sus hijos á ella por la mañana y tarde,
como es costumbre, antes los retiran y ausentan porque no uayan;
y a contecido estar vn dotrinero haciendo dos años vna dotrina,
y al cauo dellos topar con mocuelos é yndias que todo este tiempo
se los encubrieron y fueron ocultos; otras vezes los castigan por
quejas de sus caciques, porque les son ynobedientes y no atre-
uerse á castigarlos, y otras por sauer que vsan mal de sus madres
y hijas, echándose con ellas, y tanbien por cosas no menos culpa-
bles, con que al fin obliga á rrigor su mal modo de proceder y
poca cristiandad; pues si á los rreligiosos dotrineros con ser tan píos
es permitida cossa castigarlos , ¿ porqué por las mismas caussas y
otras justas á sus encomenderos y administradores se les carga
culpa, si alguna vez an puesto ó ponen las manos en ellos, pues
están á su cargo y corren por su quenta las mismas obligaciones
quando vinieren á su noticia los tales delictos, si ya no pueden yr á
la justicia por estar algo lejos y desviados , ebitando otras más y
menos granes que penden del gobierno y puligía de su pueblo? Y
así no es mucho que alguna vez y promouidos á cólera, yncitadoi
233
de libertades y desbergüencas que en su presencia cometen , que
les den dos mojicones , y no será cossa de gran admiración , pues
en España se suele hazer en los domésticos de cassa, y esto sólo
el encomendero administrador lo hace, sin que otro se atreua ni
los yudios lo consienten, porque sanen esagerar vieu á la justicia
su queja, pues emos visto y sanemos que si rreziuen vn bofetón
de qualquier particular se dan ellos otros y de puñadas en las
narizes, con que se hazen correr sangre, se untan el rrostro, ca-
misa y vestido, y desta manera se ban á la justicia, haciendo mili
alharacas y ademanes, porque son por estremo grandes ynbincio-
neros; y el español, por quitarse de la ynquietud de la justicia
que por este camino el yndio busca, se compone con él pagándole
en oro ó mantas, que es su modo de uestido lo que ansí conciertan,
porque el yndio no pretende sino ynteres, que su querella no es
cbn ánimo que castiguen al español de quien fingió ó acriminó la
ofensa , sino por la paga á que solamente aspiran , que por ynteres
de dinero ó rropa ó otra cossa que sea de valor venderán hijas y
mugeres, y biene bien esto con lo que dize el Obispo, que no son
ynteresables; y sónlo tanto, que delante de Dios digo, que á mí
me a subcedido, caminando en tierra de paz, llegar á dos caminos y
no sauer quál auia de seguir para mi propósito, y preguntar á yn-
dios que se hallauan cerca quál de los dos caminos era , y rres-
ponderme «daca paga;» y tengo por muy cierto son pocos los
españoles que ayan cursado aquestas partes, á quien no les aya
susebdido lo mismo. Pues pregunto yo si ay ynteres vmano que
pueda ser mayor en el mundo, pues aun las cossas de gracia
quieren venderlas, lo qual otra ninguna nación haze, antes se
mueben á conpasion del que no saue y pregunta, á que graciossa-
mente enseñan y rresponden, pues, á término semejante que seria
bueno que hiziese vn español honrrado sin conocimiento del ca-
mino que deseaua acertar, paréceme que siendo algo flemático le
pagaría la enseñanca y declaración del, pero siendo colérico, que
le ynbistiria con su cauallo y le atrepellarla y haria se lo dijese á
su pesar, y porque no le mintiese y le descaminase, hecharle mano
y hazerle seruir de guía hasta topar persona que le asee-uraiSfi ano
yua bien.
234
Pues en las cossas de su cassa y comida, si vn español lleg:a
necesitado y sin dineros y pide algo que aia menester, yo sé bien
que boluntariamente no la darán sin paga aunque más le repre-
sente la necesidad , si ya el español no se determina á tomarlo por
fuerca, que á tal tiempo callan y lo dejan llenar, y desto no ay
nayde que pratique las Indias que no confiese que es verdad
todo lo rreferido, y es lenguaje general por estas cosas y otras
peores llamarles la jente bellaca, y se tiene por cierto que estas
malas obras y peores costumbres, el demonio les a mandado las
exerciten; rrespecto que faltando la buena comunicación con el
español no siguieran nuestra santa fee perfectamente y ellos se lo
an prometido y lo cumplen bien, porque es muy ordinario hablar
con él; y el demonio es tan perberso que ni puede hazer bien ni
dezirlo ni ymaginarlo, sino es devajo de presupuesto que tiene de
engañarnos siempre que nos agradaremos de sus tratos; y así ve-
mos que no oluidará el yndio el mal que le ayan hecho sino fuere
por vna de dos cosas, ó por miedo que tenga á la persona de quien
lo rreziue ó por yuteres, y quando a lugar el interés y no el temor
tienen ynflnitos enbustes; y para que se bea lo que son contaré vno
que susedió en la ciudad de la Trenidad, prouincia délos Mussos,
que es el nueuoreyuo de Granada, para exemplo de lo que boy pro-
bando: y fué, que siendo gouernador eu aquella prouincia y lugar,
y rrecien llegado á él un cauallero que oy blue, cuyo nonbre es
Juan Juárez de Zepeda, criado de vn encomendero y conquista-
dor de la prouincia y ciudad, que se llama Alonso Ruiz Lanchero,
acaso dló dos coces ó puñadas á un yndio, y no fué más porque
asi pareció en la comprouagion del caso. El yndio, auiendo tomado
el freno entre los dientes, se desesperó de tal manera, que se hizo
cargar á tres ó quatro parientes suyos y que le llcbaran á casa
del gouernador fingiéndose muerto, y fué con tal estremo que el
gouernador se alborotó grandemente, y haciendo diligencias ordi-
narias y extraordinarias para rresucitar á su yndio, nunca pudo,
mostrando el cuerpo macilento, los ojos bueltos, los miembros des-
coyuntados y tan discuydados los braQos y piernas, que de la ma-
nera que se los ponian se quedauan , con que puso al gouernador
en suma confusión, con que se rresolbió á prender al encomendé-
236
ro y á su criado á quien hagian agresor, y presos comencó á pro-
ceder contra ellos con gran rigor, y advirtiendo más al caso, hizo
llamar vn médico y rreboluiéndolo á vna parte y á otra, haciendo
sus diligencias, le halló bueno el pulso; y afirmándose que no era
muerto, el gouernador vsó de vna estratagema vien acertada,
pues descubrió la uellaquería y enbuste, y primero que la come-
tiese le hizo un parlamento ofreciéndole si tornaua en si, ha§er le
diese el encomendero vn presente de rropa para él y su mujer que
fuese de ymportancia, y habiéndole traer unas conseruas, vino y
vna escudilla de caldo adrezada, y echándoselo enla uoca lo rreber-
tia y babeaba como persona difunta, y uieudo que este yntento le
fué baño, vsó del primer pensamiento, que fué sacar un haz de
paja y cercándole delia lo puso fuego y al punto que lo comenQó
á sentir dio un bramido, y poniéndose pn pié echó á huir, y no fué
tan ligero que no le pezcasen el cuerpo; y el gouernador yndig-
nado y con rrazonle azoto y cortó los cauellos, acompañándole
en el castigo los cómplices del enbuste y que le cargaron y testi-
ficaron le auia muerto el mayordomo del comendero á porrazos
con un palo, de lo qual el médico , quando hagia diligencia no le
halló señal ninguna. Sucedió al mismo gouernador venirle á de-
zir auian muerto yndios los administradores en diferentes partes
castigándoles, y que quedauan enterrados y lo juraban y señala-
uan el sitio, y quando enuiaba con ellos alguaciles y escriuanos
no hallauan ánayde aunque cauauanla tierra, y después parecían
huidos y cimarrones los enterrados; aviriguada la vellaquería
castigaua á los delatores y testigos falsos, y con hazer justicia en
ellos no podia evitar semejantes testimonios y enbustes. En fin á
este modo descubrió y dio su punto á la verdad, sainando un mi-
llón de trayciones, aparencias y engaños que, como dice San Agus-
tín i, «la malicia y maldad no puede florecer por mucho tiempo y
ansimismo que las cosas mentirosas y fingidas que buelven muy
presto á su naturaleza.» Lo propio subcedió algunas veces al licen-
giado Salacar, persona que por más antiguo hacia officio de presi-
dente en la real audiencia de aquel rreyno, traer á su presencia
* San Agustín, Siip. ps. ('I.
236
yndios muertos por malos tratamientos de soldados españoles, y
remanecer biiios, cosa que tienen ellos por bicarria y costumbre,
y en esta gente jamás se uió verdad desnuda de engaño ó mentira,
y seguirán esta condición tanto quanto siguieren al demonio con
sus ydolatrías y sacrificios, por cuyo rrespecto se ahorcan y ma-
tan por momentos. Á este mismo gouernador le subQedió otro
casso notable que viene á propósito para exemplo de lo que va-
raos prouando; y fué, que tiniendo auiso de la rreal audiencia de
Santa Fee que entraña vn oydor llamado el doctor Francisco Gui-
llen Chaparro á visitar la tierra para castigar los exgesos que se
obiesen cometido contra los yndios, cumpliendo con la Jjoluntad j
cédula rreal, aperciuió en la ciudad una cassa que le pareció có-
moda en que posase, y el dueño della, llamado Marmolejo, para dar
mejor y más anchuroso ospedaje, se fué con toda su familia á vn
pueblo de yndios que tenia ?erca, de donde era encomendero, de-
jando para guarda de la cassa vna yndia que era de su seruigio
recogida en vn aposento de la cocina, y para que diese rrecaudo
al nuevo huésped con buen orden para su sustento: pues sub^edió
que al punto quel oydor y visitador yba enti-ando en la cassa, se
comenzó ella á horcar en su aposento, y buscando la yndia para
que dispusiese cossas de la cocina, la hallaron ya muerta y col-
gada de vna viga; escandalicóse tanto el visitador de esto, que
pensó perder el juicio considerando que yba á castigar excesos
aparentes, causados por culpa de los encomenderos y que se le
representó á los ojos así como se apeó semejante espectáculo; envió
á llamar al gouernador aceleradamente, y llegado le mandó pro-
cediesse en el caso y hiciese justicia; el gouernador le respondió
que lo haria con mucho cuydado , pero como á tan gran letrado
que era, le suplicaua le advirtiese contra quién procedería, si seria
contra el amo que la dejó para guarda de la casa y para que
diesse rrecaudo en el ospedaje ó contra su md. que lo rreziuió, ó
contraía mesma yndia que se ahorcó por no ospedar gente nueba,
ó contra el conquistador ó poblador de la Qiudad. El oydor y vis-
sitador quedó tan confuso, que hasta oy no se.rresoluió, ni tanpoco
pienso se rresoluiera el Obispo avnque escriuiera este hecho por
crueldad; y ¿quién dejará de juzgarlo por tal, si le escriuiera lissa-
237
lueute (le que se ahorcó esta y ndia eu cassa del español su eucomen-
dero, sin contar el casso como pasó, como así escríuió todas las
crueldades que dize y narra en su tratado, sin contar el método y
rraQon dellas?
El oydor, avnque chapetón en la tierra , este casso le hizo
abrir los ojos de la consideración á todos los que se le ofrecieron
de castigo, ó que aparando cossas halló muy poca culpa en los es-
pañoles, trayendo consigo al goueruador, que era un gran caua-
llero y christiano, vaquiano y muy diestro de la tierra y por exem-
plar las cossas muchas de engaños y cautelas que los yndios con
él aulan querido húsar como haQen con todos quantos gouiernan
las Indias, y si no yo los presento por testigos para que depongan
en esta materia, porque conocidas de los yndios sus marañas, yn-
binciones, cautelas, mentiras y engaños, no ay nadie que les dé
crédito como tenga rrazonable discurso, y espero en Dios que los
que acauaren de leer esta satisfa^ion hallarán patente el engaño
del obispo.
238
PROSIGUE EL apología PRIMERA
declarando más los cargos que el Obispo haze á los conquistadores,
y con satisfactorio descargo se rresponde á ellos.
El engaño siempre tiene color de bien, y devajo del, lo fué el
Obispo en las delaciones que le hiQieron apasionados y malinos
pechos, haciendo cargo á los conquistadores , que quando salen á
algún castigo, por vn español que los yndios aian muerto, matan
los soldados conquistadores ciento, y que en la venganza se zcuan
tan solamente de crueldades, matándolos á puñaladas y hacién-
dolos pedazos con perros, para cuio efecto los llevan hechos y zeba-
dos, ahorcando á vnos y empalando á otros, y que atemorizados se
huien á los arcabucos, donde acavan y perezen miserablemente.
Aqui se deue satisfazer á lo que dize que pagan ciento por vno y
diferencias de muertes vautizadas en crueldades , con que los yn-
dios, atemorizados, se huyen y acaban por los arcabucos. Quanto
al primer punto, yo confieso que mueren ciento por vno quando
se sale eu algún castigo, y no entregan los dilinquentes, porque
si los entregan, es cierto que no muere otro ninguno más de tan
solamente el agresor, aunque por marauilla azeu muertes despaño-
les, ni queman yglesias que no sea auiendo primero hecho junta
de toda la tierra y principales della , ó el cagique que lo yntenta
de toda su gente, sin que quede fuera de la conjuración y borra-
chera ninguno de sus sugetos , y como son todos en el hecho, to-
dos son en sustentarlo, arriscando las vidas con las armas en las
manos , como así todos lo prometen antes que las tomen y lleguen
á rromper la paz , y de qualquier alzamiento que subcede, al punto
llega la nueua á noticia de la justicia, audiencia ó gouernador
á quien toca el rremedio , y al ynstante da comisión á vn caudillo
para que conjunta de soldados parta á la paziflcacion y allana-
miento, con cargo de que castigue culpados jurídicamente, y esto
bazen en los que son y salen á ello oon vna breucdad yucreyble.
2:íy
porque si se detiibiesen en el despacho los daños que los yndios
hacían , son yrremediables , como ya lo emos visto muchas é di-
uersas vezes, y que suelen de^ir que en la tardanza está el peli-
gro , y con presteza se ataja con poco daño de vna parte y otra.
Estos Comisarios salen y hallan la tiera alzada , las poblaciones
quemadas, y los españoles que en ellas asistian, muertos ó ahor-
cados, ó ya comidos, si es que comen carne humana, dexando los
corpanchones sin piernas ni sin bracos , que es lo que ellos apetoi-
Qen, tendidos por aquellos campos , y por señal del delito dejan
asoladas y destruydas las estancias de los españoles , y muertos
los yndios ladinos do su seruigio , no dejando perro ni gato á uida
y flechados y alanzeados los caballos y yeguas y los demás gana-
dos, y visto por el caudillo y Comisario semejantes estragos,
ha?e sus autos y proceso , y fulminado , sigue el rrastro y camino
por donde se rretiraron , porque á tal tiempo no sirue llamarlos
por pregones, por cuya consideraQion los van buscando, lleuando
la barua sobre el hombro con buena orden, y las armas listas por-
que los yndios son vigilantísimos en la guerra, y así por do
quiera que los soldados andan , les quentan los pasos para alean-
zalles el disinio y cuydado con que se portan, y si les pueden
ganar por la mano, y quitarles la uida, no se discuydan nada,
hechándoles vna y muchas envoscadas, vsando varias estratajemas,
y procuran é yntentan hazer de noche , sin ser sentidos, y faltando
de esto, si se hallan con fuerca de gente, acometen de dia á
campo avierto , y pelean hasta ver desbaratado el vn bando, aun-
que esto en caciques particulares subcede pocas veces , porque
como no sea toda la tierra la que se junta en el alzamiento, sólo
ponen su cuydado en rretirarse, donde no los hallen , ni topen con
ellos; porque para los pérfidos y traydores ninguna parte ni lugar
ay seguro , y asi en estas rre tiradas que hazen por tierras mal sa-
nas é ynauitables, y sin comidas, ban acauando y pereciendo
todos, y de tal manera subcede en ellos la hambre, que si comen
carne humana como emos referido , el cacique ba matando la gente
menuda, y él y sus subjetos se la van comiendo y sustentándose
el tiempo que les dura la hambre.
Estos son los cruelísimos tiranos , quiriendo más comerse vnos
240
á otros y acauar y perecer, que guardar y conservar la paz, caus-
sándolo su mala ynclina^ion y natural ; y en esto como en lo que
e dicho delante de Dios que no les leuanto testimonio, porque de-
más de auer sub^edido , á otros muchos caudillos , y en sus em-
presas , y á mí me a subcedido auiéndose aleado en la Qiudad de
los musos, que es en el mismo reyno de Granada, vn cacique lla-
mado GuaQara, con toda su población y subjetos, y hechas mu-
chas muertes y estragos, se fué rretirando en vnos grandes y espa-
ciosos arcabucos, parte dellos ynabitables y parte déjente carine
y de guerra , que llaman los cagares , y auiendo yo hecho jente y
salido al castigo y rreducion , al cauo de más de dos meses que le
andana buscando y siguiendo , nos venimos á encontrar por vna
notable estratajema que no hace á nuestro propóssito; assí como
le rreconogí fué acometido, y dentro de vna ora desvaratados
él y muchos de los suyos fueron presos; hizele proceso y averi-
güele hauer muerto y comido de su propia gente que le seguia
más de quarenta personas de barones y hembras déla más ynútil;
hallé mucha carne della en gecina, y doy fee que hallé y vi yndio
entero asado y enbuelto en hojas de bihao y muy liado , y sobre
la baruacoa, que es como vnas grandes parrillas, pero hechas de
madera berde y altas de los pies y deuajo lumbre, que con el salto
que le di no pudo ser comido; y desto se puede considerar que si
en mes y medio o dos que se auia aleado auia comido quarenta
personas, que si estubiera un año ú dos acauara toda la gente y á
todos sus subjetos; al fin , con el castigo que se hizo , se rremedió
el daño presente y se evitó el poruenir, y fué causa que la mayor
parte de su gente quedase rreduQida como oy lo está, porque la
demás se mermó con la enfermedad que le sobrevino por aquellos
desiertos antes que yo la encontrara , y después en el rrecuentro
tanvien faltarían algunos como es ordinario en las batallas y esca-
ramuzas ; desta suerte peregen y acauan muchos , buscando ellos
su propia muerte, sin que el español sea principal caussa, como
dize el obispo, sino culpa suya propia, porque el deseo de los
nuestros no es otro que. tener seguridad y paz en las prouinQias
que auitan , y éste no es rriguroso de creer en hombres rraQiona-
les, pues sabemos que ávn los vrraQionales brutos guardan la paz
241
y se huelgan con ella, quanto más los que tienen entendimiento
y discurso para sauer es cierto y uerdad yndubitable, que es
mejor la segura paz que la esperada Vitoria , y lo que dize San
Agustin ^, «que con la paz y concordia se adornan y conseruanlas
Qiudades, y con la discordia se destruyen y acauan,» assi que nin-
gún español dexa de considerar y tener por cierto quán vien les
está tener paz con los naturales, pues mediante ella gocan de vida
segura y tienen hacienda y descanso, y algada la tierra pierden
estas tres cossas y se les ofrecen ynmensos trauajos, hambres y
exQesiuas calores, fatigas y cansancios , y sin esto, que es ynsu-
frible , continuos peligros , enfermedades, heridas y muertes; y
pues es bordad muy conocida que el español no desea la guerra
ni la procura, como lo haze el yndio , yntentando por momentos
trayciones y alcamientos, cometiendo rrobos y muertes con yn-
Qendios de yglesias y pueblos , como emos dicho y adelante se
dirá; no es mucho como dize el Obispo que mueran cien yndios
por vn español que ellos matan ; y quiero confesar como es así,
pero déuese entender y considerar en qué manera , para que se
salue de tal culpa á los nuestros, que aunque es verdad que en
aquellas partes se estima en tanto la uida de vn español , por la
mucha falta que ay dellos y sobra de contrarios , y que conviene
conserbarla para no perder lo edificado; con todo eso, quando assi
acontesze matar vno ó muchos devajo de paz, el castigo que se
haze es con tanta consideración, que si merecen la muerte ciento
con justicia, no excede de vno ó dos arriua , porque si tanvien no
se conseruasen las vidas de los yndios , no auia para qué poblar,
porque la tierra sin ellos no es de fruto al español, como ya pro-
uaremos adelante; pero si los yndios primero que se rrindan. á este
castigo hazen su defensa y se rresisten con las armas en las manos ,
como también después de desbaratados y huydos por los arcabu-
cos mueren á ciento por vno, ¿qué culpa se les puede ynputar á
los españoles dello? yo pienso que es permisión divina que mue-
ran tan gran número por lo mucho malo que cometen contra su
dibina Magostad, porque el español jamás tiene rrigor fuera de la
* San Aguslin, Epíst. 5.
Tomo LXXI. 16
242
ocasión de la guerra y las armas en las manos, antes se muestra
piadoso, conbersable y conpañero assí con el rrendido como con
el que ávn no lo está, guardando siempre rrazon, justicia y chris-
tiandad, porque aquel haze bien las cosas piadosas que saue pri-
mero guardar la justicia por ser vn grado de piedad la fee , de
suerte, que siendo assí verdad, no pueden dejar de ser los chris-
tiauos piadosos, cuyo rrespecto les obliga quando hazen algún
castigo proceder con justicia, haciendo cargo á los principales
agresores por sus términos de la ley, aunque mas breües, confor-
me á la costumbre de la guerra y breuedad del tiempo, criándoles
defensor, y rresultando calpados y dignos de muerte, son conde-
nados á ella; y ésta á ninguno hasta oy se le dio que no fuese pri-
mero convencido del delicto; y si dize que la muerte que les dan
es enpalallos haciendo desto vn gran cargo de crueldad , yo con-
fiesso que es uerdad que en algunas prouincias an seguido ese
modo de castigo, como en otras el de ahorcar; pero si se considera
la manera de enpalalles , hallaremos que no se haze demasía en el
castigo, porque primero se les da garete, y después, así como
en nuestra España, quando an ahorcado á vno le hazen quartos y
ponen cada quarto en su palo, en las guerras de aquellas partes,
por no se detener á hazer diuision de vn cuerpo, ni tanpoco andar
prolijeando en el monte buscando tanto palo, se ponen en vno; ya
es berdad que a sucedido en algunas partes ponerlos bibos y
después hazellos flechar ¿5 arcabuQear, pero esto yncitados los es-
pañoles á benganca de ber sus mugeres y hijos y parientes muer-
tos y comidos con ynumanidad yncreible, y esto a sucedido
quando no son bauptiQados y quieren morir como y dólatrasynbo-
cando al diablo; y de esto el delito suyo puede ser tan escanda-
loso y cruel, que como en España encuban bibos y atenacean y
asaetean, y en Francia los queman y ponen en una rrueda, que-
brándoles piernas y bragos estando bibos, y en Alemania y Flan-
des les dan otras mas rregurosas mjiertes , en las Indias , en al-
gunas partes, en la guerra , an hussado destos castigos ; pero son
y an sido muy raras vezes , y sy vbieran de castigar conforme á
las crueldades que vsau, yo pienso que era muy poco atenazeallos;
pero los españoles no lo hacen, assí por ser de su natural piadosos
243
como por temer la justicia de Dios y de su Rrey, y si an salido
deste limite a sido muy secreto, porque si la justicia lo supiesse
lo castigaría, y si el tal hecho cometido por algunos soldados en
la guerra merece castigo, los caudillos tienen el propio cuydado
de castigarlo; y confieso que algunas vezes veen los caudillos cosas
que les parecen crueles y no lo pueden rremediar, porque en
muchas ocasiones lleban yndios amigos que con sus armas van
en ayuda de los nuestros, y estos tales suelen cometer crueldades
manifiestas en que los españoles no tienen culpa ni lo pueden es-
torbar, porque se les rebelarían y correrían riesgo. Y para con-
prouacion desto, no obstante que lorrefiero en el libro de laiWi/í-
Qia yndiana, diré vn subceso que yo propio lo condeno por ynhu-
mano, y fué: que auiendo yo salido á un castigo con horden de la
real audiencia de Santa Fee en el nuebo reyuo de Granada, contra
vnos yndios que se auiau aleado, saqueando la tierra, matando y
captibando los yndios de serbidumbre, quemándoles las poblacio-
nes y llebando cautibos más de ciento , los seguí algunos dias, y
aviéndoles dado alcance, puestos en resistencia y peleando, se
trabó escaramuca en la qual los yndios amigos que eran como
giento y cinquenta lanzeros, se dieron tan buena priesa por su
parte, que fueron los contrarios desbaratados , presos y muertos
dentro de dos oras; pues discurriendo yo por la refriega , hallé á
TU yndio amigo que tenia á faerca de bracos tendido en tierra á
uno de los enemigos , y le estaua degollando como á vn carnero, y
como le saha la sangre la yba bebiendo , y hallándole io tan en-
sangrentado manos y rrostro, le rreprehendi yncrepándole de
ynvmano, me respondió con vn piadoso sentimiento: « pues si á mí
me quieres estorbar esto , ¿por qué no les as estorbado á estos
perros que no comieran mi padre , madre y hermanos, muger y
hijos, que sólo yo escapé de toda la parentela? y si nosotros somos
christianos, ¿por qué no nos auparais destos caribes?» Y diciendo
esto se le saltaron las lágrimas de los ojos, y sauiendo ser verdad
lo que decia con sus lágrimas y rraCones , me enternecí de tal
manera que le boluí las espaldas, y dejándole fuy discurriendo por
la batalla. A este tiempo vn soldado que me acompañaua en esta
ocasión, me dijo: «conuiene mucho disimular con los amigos y
244
apretar con los enemigos, porque si se les estoruase la uenganca,
boluerian las armas contra nosotros, y quando no lo hagan con
salirse y dejarnos solos , seremos perdidos , porque suena ya el
socorro y viene cerca ; y para que no cause admiración lo visto,
si boluemos los ojos veremos la obra que trae, Tain, cacique, y
su gente en hazer carne. » Yo boluí y vi mas de cinquenta yndios
amigos con cauecas y otros con quartos de los enemigos puestos
en una rrueda, cantando ya por aquella parte la uitoria ; y aunque
yo quisiera estoruar tal venganca como en esto tomauan, fuera
inpusible; yo rre^eul gran pena de vello, pero me fué forgoso
dissimular, y comencando á rrecojer mis soldados españoles , en-
derecé á vn caney ó buhyo donde los cauptiuos aun no comidos
tube noticia estaban y se auian recojido y hechos fuertes por no
correr rriesgo, así del yndio como del español , que en la rrefriega
pudiera subceder, avnque algunos varones salieron en mi fauor
sin armas, vnos baliéndose de piedras y otros con armas que yvan
ganando, dando vozes cada uno diciendo que eran christianos,
saqué la jente que hallé y la rrecoji á la placa á donde no me
podia baler della arrodillada á mis pies ; á este tiempo y al so-
corro les yba entrando por vna parte de la población , y como lo
vieron todo desbaratado y puestos los españoles en orden y ansi-
mesmo los yndios amigos que al punto se me fueron rrecogiendo,
ge comencó á retirar el contrario , y arrojándole vna esquadra de
gente española é yndios amigos, se puso en huida.
Estos cautibos referidos me contaron muchas crueldades hechas
como de gente tan carnicera , que si las oyera el obispo de Chiapa
fuera de parezer que se hizieran muy extrahordinarios castigos en
ellos ; hube á las manos algunos y tanvien el cacique de quien hize
justicia conuencido del delito confesado por él mismo, y ahorcán-
dolo dentro de dos oras, no quedó memoria del, que en lugar de
triunfo los yndios amigos se lo llenaron á pedagos , y pienso que
oy en dia cada vno guarda lo que le tocó ; y boluiendo á los
cauptiuos, digo, que se auian comido de las cien personas dentro
de dos meses setenta, y si yo tardara más , no quedara ninguna;
estos yndios es vna gente en aquella tierra tan braua y carine,
que tiene carnizería pública de carne humana, y para sustentalla
245
an despoblado de todo punto vn valle que se dize de Neyua , que
corre sesenta leguas prolongado su tierra, comiendo toda la gente
que la auitaba, que se auerigua que auia ducientos mili yndios en
tiempos passados, y áuu después que los españoles entraron, se
an consumido y comido más de los Qien mili, pesándolos públi-
camente sin podello rremediar los nuestros, aunque se a procurado
siempre con las armas en las manos, y muerto en su demanda en
vezes más de mili españoles. Y boluiendo al propósito , así como
yo no pude estorbar á los yndios amigos lo demasiado que se en-
sangrentaron en los contrarios, abrá subcedido lo propio en muchos
caudillos; de manera que el obispo no atribuye la crueldad sino
al español, sin hazer primero la quenta y distinción della, y de-
uiera considerar que del español es el castigo y del yndio la
crueldad y venganza, que en ellos es muy natural buscafr la
uenganca, y la muerte llamar á la muerte, porque esto corre entre
ellos toda la uida , comiéndose y matándose vnos á otros.
Queda de satisfazer á lo que dize el obispo que los soldados an
quemado muchos yndios bibos y ansi mismo que traen perros
geuados para que los hagan pedazos; á esto diré con mucha bre-
uedad solo dos exemplos, y la rragon para que traen los perros
dexaré para adelante: en quanto á quemarlos sucedió á an caudi-
llo, que auiendo salido á vn castigo de yndios salteadores que
llaman los carares, por grandes rrouos y muertes que auian hecho
en españoles soldados y frayles pasajeros que subían por el rrio
grande de la Magdalena, que corre del nueuo reyno de Granada á
Cartagena, que está en la costa, más de dugientas y cinquenta
leguas de su nacimiento, y vana su tierra y poblaciones, y auién-
dolos buscado con poco número de soldados, dio vn dia en ellos sin
ser sentido, á quienes halló en junta y borrachera en dos grandes
cañéis con placa en medio; hiciéronse fuertes y pelearon balerosa-
mente por troneras, porque los soldados tomaron luego la placa y
cercaron los buhios, y como los yndios veyian vien por las trone-
ras hacian su puntería con arco y flecha, y enpleauan los más de
sus tiros, y como ellos no pudiesen ser uistos, los que les tirauan
no les offendian, hallándose los más de los soldados heridos de vna
pestífera y mortal yerba; pues hiendo el caudillo el extrago que
246
hacían y el poco efecto de sus soldados y arcabuzes, y que si se
detenían mucho en rrendíllos perecerían todos, demás quel socorro
de los contrarios se esperaba en breue por estar las poblaciones
gercanas y que no podían tardar porque luego tienen avisso, ó por
algún yndio que en estos trances queda fuera del gerco, ó porque
se oyen las rrespuestas délos arcabuzes, él se determinó de pega-
lles fuego con particular consejo de los suyos, y fué rresolucion
conuiniente, que si no lo hiciera no escapara ninguno de sus sol-
dados, porque allí no auia sino muerte ó Vitoria por estar cinquen-
ta leguas de poblaciones christianas para tener socorro y el daño
que rreciuian era mucho, y el socorro del contrario se esperaua por
momentos; y el hechalles fuego fué con yntento de que se rrindie-
ran ó salieran á campo rraso donde fueran parejos en el pelear,
aprouechándose cada vno de su balor para esto; el mismo caudillo
con harto rriesgo de su persona llegó y puso el fuego y ellos fue-
ron tan pertinages que, avuque salieron vnos, se quemaron otros
dentro sin querer salir á pelear ni rrendirse como los demás.
Aquí ¿qué culpa se podrá ynputarálos españoles si su yntento no
fué más que de echallos fuera para asegurar sus vidas, vsando de
este permitido ardid en rrefriega y casso tan apretado y sin du-
das las perdieran si no pusieran fuego? Y yo creo que el obispo de
Chiapa hiziera lo propio arrimándose á la ley natural si no qui-
siera morir mártir , y de este parecer fué el frayle con quien se
confesó el caudillo que enprendió lo rreferido, de que hiziera lo
propio por sainar su vida y las demás si á su cargo fuera la con-
pañía y gentes; por este camino y otros muchos aparentes an sub-
cedido en las Indias casos, que contados sinplemente son cruel-
dades, pero rreferidos con sus cii*cunstancias y como ellos subge-
dleron quedan sainos de tal nonbre.
Al propio caudillo le subcedió en esta misma ocasión y entrada,
que aviendo coxido yndios y yndias y trayéndolos presos en su
poder, discurriendo por la tierra para que saliesen de paz los cagi-
ques y entregasen los delinquentes y fuesen castigados y reduci-
dos á paz y seruidumbre, se juntó toda la tierra para dar en loa
españoles y acabarlos, comiendo los que en aquella tierra lo an
acostumbrado, como lo hizieron con otro caudillo y su compañía
247
pocos años antes deste subceso, entrándolos á castigar; que des-
cuidándose vna noche las centinelas , fueron todos muertos pere-
ciendo 4 manos de los yndios, y pensando hazer lo propio con este
caudillo y su conpañía, los persiguieron tanto con envoscadas y
rrecuentros, que se vieron en muy grande estrecho, pues subcedió
que vna noche los cercaron, y el caudillo, viéndose en vn mal
sitio y con tanto rriesgo, se previno y fortaleció lo mejor que pudo,
y á poco rrato se comencó á oyr el mormollo del enemigo por todas
partes que poco á poco se yba entrando sin poder ser rresistido;
pues subcedió que entre los yndios é yndias que de la tierra con-
sigo trayan para el efecto rreferido, abia seis ó siete que estañan
paridas y con criaturas á los pechos , las quales , sintiendo tan
cerca los suyos, y deseando hiziesen efecto para por aquel camino
librarse, comencaron á pelliscar fuertemente á los hijos, y ellos,
sintiendo el dolor de los pelliscos, leuantaron vn clamor y llanto
tan grande, que las centinelas y postas dobladas que se habían
puesto perdieron el sentido del oyr y dauan vozes díziendo «el ene-
migo entra, y no podemos hazer buena preuencion si no se sosiega
tan gran rrumor como ay;» con esto y las demás turbaciones de la
gente, el caudillo no sauia qué rresolucion tomar, porque siapor-
reaua las yndias porque hizieran callar los hijos, fuera porque
tanuien lloraran ellas y darian gritos porque fuera mayor el ruido
y los yndios entendiesen estauan allí; al fin , por consejo de vn
cacique yndío, christíano y amigo, que fué bueno , según el sub-
ceso como en semejantes trances de conquistas é castigos suelen
darlos y ser rreceuidos, que dicen que no ay mejor cuna que
del mismo palo, ni mejor remiendo que del paño propio , por-
que, como dezimos, el consejo en la guerra sea de rrezeuir de
hombre de expiríengía; el yndio fué díziendo estas palabras:
«Capitán, ¿por qué no mandas quitar á vna yndia destas el hijo
y que le ahoguen en ese rrio? y verás como las demás callarán sus
hijos, temerosas que harán lo propio con ellas , y sosegado este
aluoroto, avnque es malo el sitio, nos defenderemos ;» forjado el
caudillo del peligro que tan cerca tenia, por saluar su gente así
lo mandó, con que primero fuera bauptíssado, como se hizo, y de
la manera que el cazique lo propuso se executó ; con esto zesó
248
todo el rrumor, y avnque ya por vna o dos partes se auia decla-
rado el enemigo, tubo por bueno rretirarse , porque rreconoció el
alerta y cuydado y defensa de los españoles , y esta prebencion
fué parte para escapar de aquella tierra, haciendo muchas suertes
en los yndios y castigos, con que por algún tiempo cesaron los
rrouos y muertes que aquellos salteadores hacian ; este caudillo
comunicó con vn teólogo el hecho, y en la conflssion le absoluió,
y después en la conuersacion que tuuieron le dijo y dio á enten-
der ser permitido quitar vna vida por evitar tantas muertes, y el
daño que rresultara de no hazello, por lo que se a de temer ser
contra charidad si rrecoupensares con la paz muchos escándalos,
porque mejor es que perezca vno que no toda la humanidad; pues
si este hecho se dijera y contara así sólo, lo condenara qualquiera
por yníquo y malo, y si el obispo de Chiapa tomara la rrazon de
todo lo que escriuió tan desnudamente , tanbien lo absoluiera , y
con ella todos quantos lo leyeran hizieran lo propio.
En quanto á lo que dize que los conquistadores dieron en cebar
perros para despedacar los yndios, tanuien pudo degir que pasa-
ron arcabuces para matarlos, que es más Qierta la muerte con ellos
que con perros; pero assí como el arcabuz tiene su fin , para es-
pantar, ofender y defender, así la ynbencion de perros , que en la
guerra de aquellas partes se a usado es buena, porque con ella se
an allanado presto muchas prouincias más de lo que cardaran y
hubiera costado muchas vidas, así de los nuestros como de los su-
yos, y de la manera que dellos se siruen y el obispo lo ynoró como
quien no era soldado, sino vn pío rreligioso, que si á mí mes per-
mitido el arcabuz en paz y en guerra, ¿por qué no lo será vn perro
mientras no se husare mal del? y al que saliere de la onesta per-
misión, que le castiguen, que por eso ay Dios, Rey y justicia, y
quando usan dellos es en tierra de montañas, porque en la rrassa
y limpia de arcabucos y boscaje en manera ninguna siruen , por-
que tienen otros modos y extratajemas de que se valen , y estos
perros traen para saluarse de muchos peligros , y descubrir las
envoscadas que los yndios suelen echar en tierra montuossa , que
en descubierto no son de daño á la gente , y para que belén el
campo, porque sienten de lejos al yndio por el olor de la vija, que
249
es un color y trementina con que el yndio de guerra se pinta
rrostro y cuerpo para parecer más feroz ; y sentida la gente , sale
ladrando á ella, y el yndio se detiene , porque en estremo los te-
men, y los nuestros á tal tiempo toman las armas y se ponen en
arma y alerta, y antes que usaran de perros nos desvaratauan
muchas vezes por dar de noche en nosotros sin ser sentidos, qu©
en aquellas partes de suyo son mucho mas escuras las noches que
en estas de España, porque la esfera es rrecta y no ay crepúsculos
del sol como en la ohlíqua, y assí por esta rrazon no se a puesto
el sol quando es de noche, y, por el contrario, en España auiéndose
puesto es de dia cerca de vna ora ; pues si de suyo es tan oscura
la noche, mucho más lo será en tierra de boscajes, esto se entiende
no auiendo luna, porque alumbra más que en estas partes, por
arrojar rrectamente su luz; pues siendo assí con tan gran escuri-
dad y en montana, y los yndios en cueros y que tan súbtilmente
pisan, que quando an de hazer vn asalto todos vienen arrastrando
las barrigas por el suelo como culebras, y con vna flema que ellos
son dotados, á cuya causa , de nuestra parte abrá nezesidad de
gran preuencion en las armas, como dicho es, y en las envoscadas
donde son de consideración y prouecho los perros para dar alcange
á vu yndio quando se huye , y de cojelle rresultan muchos vienes
para que la tierra no se alce si acaso es espía ó prisionero que se
soltó, con que se asegura el buen subceso de lo que se pretende;
también son de prouecho en algún desvárate de alguazauara ó
rrecuentro que se aya tenido para detener la gente que huye y se
pueda prender algunos, que acertando á ser yndios principales ó
caciques es causa para sosegar la tierra; y no quiero negar de que
algunas vezes salgan los yndios mordidos de los perros, pero están
enseñados, que como el yndio no se defiende y se postre ó derribe
no haze más de ladralle hasta que llega el soldado que siempre le
uan siguiendo para hacer la presa, y porque el perro no haga daño
con ellos se an defendido muchos pueblos nueuos y estancias de
que los yndios no lleguen á quemallos por el temor que los tienen,
y como los sienten y guelen, les salen al camino y así no llegan,
y con ellos se an quitado muchas presas á los yndios de gente
cautiua y de cauallos que llenan á los nuestros , así de españoles
250
como de yndios christianos, aunque fuese ya la presa á dos y tres
leguas por los montes; y si dijese á seis y ocho no seria encareci-
miento ; para lo qual ponen á los perros en la parte por donde
comentó el enemigo la retirada, siguiendo el rrastro tan puntual-
mente que vienen á dar con la presa, y si acaso an atrauesado
algún grande rrio , es cosa marauillosa ber lo que á las orillas
hazen los perros, que no falta sino hablar; al fin, los soldados á la
dispassion del rrio, ó házen puente ó balsas ó lo passan á nado ó
buscan bado, y pasando tornan á tomar su rrastro; para esto que
e rreferido y otras más ó menos cossas de prouecho se ayudan los
españoles y conquistadores dellos; y justa guerra se puede llamar
la que es necesaria, y esta ynbincion de los perros lo es por las
rrazones dichas, y no para cometer crueldades, porque no se pa-
gan déllas los christianos ni ban á esso, ni es eso su yntento, sino
de estender la fee de Cristo , y tras esto balerse de la tierra; y
como no aya yndios ni se consigue lo vno ni lo otro, y así, le está
vien y es fuerza conserbar los que hallan y descubren; pero en-
tiéndese esto ante todas cossas, sustentando sus vidas los poblado-
res, porque la defensa íiatural es permitida avnque sea en. con-
quistas nueuas, porque si los yndios yntentan matar los españoles
y comiengan á ejecutallo, no es mucho que los maten á ellos de-
fendiéndose, y en los que an dado la paz y obidiencia, y rreci-
uiendo el Santo Evanjelio y bauptismo si se algan y queman las
yglesias y matan los vezinos del pueblo español ó parte dellos, es
lÍQito y muy justo el castigo; como dize Erasmo *, «el castigo es
muy justo para los que ofenden y dañan de su boluntad.»
Aquí se deuen considerar tres géneros de yndios; vnos que no
tienen noticia de españoles y los españoles la tienen de ellos y de
ques buena gente y mucha, y la tierra sana y abundossa, por
cuyo respecto se enprende la conquista ; á esta gente se le entra
con toda la blandura del mundo, puniéndoles por delante la paz
y ofreciéndosela juntamente con algunos presentes que se les yn-
bian, y los más de estos yndios y prouincias, que, ó necesitados
del fauor de los españoles contra enemigos suyos , ó que de su
< Erasmus, In epist.
251
naturaleza son buenos y se ynrlinan á la mistad, como ya diremos
adelante, sin que jamás la ayan quebrado, estos son tratados
amigablemente y se les hazen muchas caussas y ventajas, y si es
gente que quiere pelear y no rreceuir el Sancto Evanjelio ni la
amistad, aquí no se haze más de defender , y defendiéndose , es
fuerza ofender con armas en las manos , y como se haze esto y
juntamente se les ba ofreciendo la paz, la uienen á rreceuir y la
sustentan.
Ay otro género de yndios que los españoles , avnque tengan
noticia dellos, no los uan á buscar por ser pocos y en tierra muy
enferma, donde no se puede conserbar la gente si la poblasen, y
que justamente son carines y de mala yncliuacion, y que comen
carne humana; estos salen á saltear caminos y hacer muertes, sin
que los busquen ni los ynquieten; estos tales merecerán bien el
castigo que se les diere jurídicamente, y no sólo castigo, sino que
se dieran por esclauos; el otro género de yndios es, que dada la
paz con cautela y obidiencia , y rreceuido el Santo Evangelio y
vauptismo, se al^an con grande estrago y crueldades que hazen
en los españoles que cojen á manos , como se a dicho , quemando
yglesias y pueblos, y luego se huyen á las montañas y arcabucos
donde vienen á perecer por las rracones atrás rreferidas ; de este
género an sido todos los yndios ó los más de la ysla Española,
Cuba y San Juan de Puerto-Rrico y la Trenidad y otras circum-
vecinas, entre las q nales ay algunas donde son yndios caribes
que corren las costas de Tierra Firme é de yslas con sus piraguas
á rrouar y matar, asi yndios christianos de paz como españoles, y
en las flotas que llegan de viaje á Tierra-Firme y Nueua España
que suelen surgir en ellas á hacer agua, como es en la Deseada y
Dominica, Matalino y otra, donde a subcedido hazer mucho daño
en la gente que salta en tierra, y se a uisto llegar á nauíos solos
y surtos en la costa de sus islas, y tanuien en otras, y entrar de
noche en ellos y hallar durmiendo la gente y degollarla toda y
comérsela y echar á fondo los nauios después de saqueados y lle-
narse hombres y mugeres, y oy se simen de los que se an esca-
pado de la muerte ; estos son de quien el Obispo dize en su tratado
que los españoles hacian esclauos, y cierto, de mi boto no se deuia
252
estorbar, sino permitirlo , para acauar de quitar gente tan mala y
caribe y que tanto daño hage; que, como dieron por junta de
grandes theólogos los chichemecos en la Nueua España, por
diez años de esclauitud, y los pijaos en el nueuo reyno de Grana-
da lo mismo, como también en la India oriental; en algunas partes
fuera muy justo se dieran estos carines perniciosos y dañinos, que
aunque lo son esotros mucho , no tanto ; y los chichimecos de la
Nueua España, como diremos en su lugar, están ya llanos cansa-
dos de tanto como los an apretado; y boluiendo álaysla Española
para rematar, aunque ya e dicho la causa como se an menoscauado
de todo punto, no por las rragones que da el Obispo , y para más
ponderar y exajerar esto dize que auia (jinco reyes poderosos , sin
otros ynnumerables señores y nferiores , y que tanvieu acauaron;
aquí se aduierte que no eran reyes, sino caciques, y los demás
señores, que eran como dize capitanes su3^os, con parcialidades,
parentelas y gouernadores de algunos pueblos, y es donaire que-
rer darles nombre de rreyes en aquestas partes que á solos dos se
les pudo dar legítimamente, que fueron á Monteguma en la Nueua
España, y Atabalibpa en el Pirú, por ser tan poderosos y con
ánimos rreales en su trato, rriquegas y pulicía; lo demás es rrisa,
porque si á todos los caciques se les diese nombre de rreyes, pienso
que fueron más de ginquenta mili los que vuo y ay en las Indias
OQidentales, y este no es modo de encarecimiento ni palabra
ypérbola, que si todos merecieran titulo de rreyes, pudieran bien
dezir que yo y mis soldados abiamos subjetado y rrendido más de
quinientos; estos cagiques, hablando berdades, después de ser vnos
saluajes, si es tierra caliente andan en cueros y duermen en el
suelo en vnas camas ó en hamacas colgados, siendo su comida bien
desastrada , sobre paja que tienden en la tierra, echando la comida
en vnas totumas ó mates que hazen de calauagas y sin género de
manteles; y las rreyuas tanbien andan en cueros como los rreyes,
y si con la demás gente tienen alguna diferencia , es porque son
más belicosos y valientes, porque por marauilla se guardaua sub-
gesion, que todas eran tiranías entre ellos; y si algunas vezessub-
cedia el berdadero subgesor, era por ser belicosso; avia cagique
destos que subjetaua á veynte mili yndios y otros á diez mili , á
253
quatro mili y á dos mili , y otros de ciento y de diez , y si dijese
menos no será engaño, porque es la verdad, y no eran más en av-
toridad el de diez mili que el de giento ; véase aora este modo de
reyes . Yo confieso que los cinco que el Obispo dize deuian de tener
á más de diez mili, pero ninguno dellos pudo poner en campo de
quatro mili conbatientes arriua , y el que los ponia era muy pode-
roso , esto se entiende en la ysla de Santo Domingo y en tierras
calientes, asi de las yslas como de Tierra Firme, porque en tierras
frías es gente bestida, como emos dicho , y los caciques son más
poderosos de gente , y los dos que merecieron título de rreyes,
como se a rreferido, sujetaron vn muy gran número de vasallos;
pero en los demás de las yslas y tierras calientes, passa y a passado
como lo digo; pues nótese á quien les da título de rreyes, pues
querer dezir que por los castigos que en ellos hazian, y que que-
riendo llenar algunos caciques á España, permitía Dios que se
ahogasen los españoles con ellos dentro de los nauíos , antes se
deue creer que fuese la uoluntad de diviiia que no escapase gente
tan ydólatra y perbersa, y que quería que en aquella tierra se
plantase su santa fe, poblándola gente christiana y que fuese es-
pañola; y esto vien se echa de uer por los pasos por donde caminó
Christóual Colon y descubrió las Indias , siruiéndose de que vn
piloto portugués, viniendo de la India oriental á España, padeciese
vna gran tormenta, y tan durable, que viniese á rreconocer la ysla
de Santo Domingo , que fué á tiempo quando la descubrió, que
toda la gente del nauío estuuiese durmiendo , y marcada que tubo
la tierra con su aguja , y tomada el altura , mandó amurar las
uelas tomando otra derrota para que nayde sino él la pudiese uer
ni dar noticia dellas , como así fué , guardando el secreto , y que
este piloto viniese á morir en casa de Colon, á quien lo descubrió,
y tomando rrelacion cumplida lo experimentó , para cuyo efecto
fué á Portugal y Francia, y ninguno de los rreyes Iq dio crédito,
y últimamente le pusiese Dios en el coracon á los rreyes católicos,
D. Fernando y Doña Isabel, de gloriosa memoria, que le armasen
con nauíos para ello, y puesto en punto subiaje, ¿quién conside-
rará los conbates de tormentas así de mar como de la gente , lle-
gando á tanto estrecho, que oy le echan á la mar, ya lo dejan para
254
mañana, ya para la tarde, tiniéndole por un enbaydor y quime-
rista ? Esta ejecución lá fué Dios dilatando de ora en ora , hasta
tanto que le dio la tierra en las manos con puerto seguro y
apacible; pues aquí manifiesta fué la boluntad diuina dispuniendo
toda cosa por tan estraños arcaduQes , que si otra fuera su bolun-
tad , como á quien le son presentes todas las cossas , ahogara á
Colon en la mar y á los demás conquistadores que con él yuan, y
quando quisiera estorbar alguno de los medios que para ello pro-
cedieron, por donde se fué dispuniendo su viaje lo hiziera, y tan-
bien que no se ahogaran los caciques ny murieran los demás yn-
dios que dize; yo me atengo, sin ser teólogo, que no se menea la
hoja en el árbol sin la boluntad diuina, que á los que aman á Dios
todas las cossas las conuierte en vien, y si eá bordad que fauorece
los españoles en aquestas partes y desfauorece los yndios ydóla-
tras, los vnos se conserbaran y los otros acabaran miserable-
mente, que la uerdad es hija del tiempo, el qual siempre la
descubre.
255
DISCURSO Y apología SEGUNDA
descargo satisfacion que se pretende hacer al hecho de las conquistas
del rey no de Nueba España.
Si es berdad que por derecho comuQ es prohiuido ser vno en
vna mesma causa fiscal para acusar y juntamente juez para sen-
tenciar , como el Obispo, contrabiniendo á esta justa dispusicion
quisso húsar destas dos facultades, acusando generalmente á todos
los conquistadores y pobladores que an tenido y tienen las In-
dias Ocidentales é islas de barlobento y sotauento sin eceptar nin-
guna, que an sido, como he dicho, vn grandísimo número, sin los
cinco generales, como se a dicho y adelante diremos á su tiempo
y lugar, y así mismo sentenciar como juez á perpetuo ynñerno á
todos ellos sin excetar ninguno , y este poder compete á vn sólo
Dios que saue el que es precito y el ques predestinado y es justo
juez que haze el cargo y rreciue el descargo, vsa de justicia y
juntamente de su dibina misericordia, y assí, mediante ella, avnque
fueran tan malos, perbersos, y inicuos los conquistadores como los
haze, todos pueden esperar su saluacion; y acudiendo á nuestro
yntento, digo que el Obispo ua siguiendo con su tratado en la
Nueua España al baleroso don Hernando Cortés y sus compañe-
ros, cuya entrada fué año de mili y quinientos y diez y ocho, y
trátala tan en confuso y en general como a hecho lo demás, tro-
cando los términos de la tierra y costas en su libro, como en él
se podrá ber, así por las distancias, poblaciones, número de gen-
tes, subcesos y crueldades con que dize asolaron y destruyeron los
españoles todo este rey no, como así mismo dos mili leguas de la
prouinzia de Tierra Firme que dize; pues aquí bien sanemos y nos
consta con evidencia que en ella nunca los españoles an hollado
más de setenta leguas que ay de longitud del este oeste desde los
confines de Vraba, yndios que jamás se conquistaron, hasta Vera-
gua ; los vnos caen entre Cartagena y los otros entre esta prouin-
256
cía de Tierra Firme y Verag-ua ; y si quiere meter en la quenta esta
prouincia de Veragua le podremos añadir más cinquenta leguas,
que por todas son ciento y veynte; pero do se llama Tierra Firme
aunque está subordinada á la rreal audiencia de Panamá, pues de
ciento y veynte leguas á dos mili, la rresta de la tierra que falta son
mili y ochocientas y ochenta; tiene de latitud la distancia norte
sur de diez y ocho á veynte leguas por lo más estrecho, que es de
Puertovelo á Panamá, y lo que ay de la mar del Norte á la del
Sur y por lo más ancho, no tiene de treynta arriba, y todo ocupado
de montañas y arcabucos; y si algunas cananas ay son pocas, por
donde se conocerá después de la poca distancia de tierra , los po-
cos yndios que la podian hauitar, y los que la hauitauan corre-
rían la propia rraQon y quenta que los de la ysla de Sancto Do-
mingo, por quanto es el propio temple y disposición de tierra, y ávn
peor en quanto á ser de tan mala calidad y tan enferma y estar en
menos altura ; y de que es tan estrecha esta Tierra Firme todo
el mundo lo saue, y si no probémoslo, pues ay cerros en el medio
de esta tierra de donde se descubren entrambas mares , por cuyo
rrespecto la llamaron Tierra Firme, porque como los descubrido-
res primeros viesen desde lo más alto entrambos mares , pensando
auer estrecho de agua y que pasaba de vna mar á otra, y descu-
briendo este pensamiento hallaron que nó y que continuaua la
tierra, y asi la llamaron Tierra Firme; y bolviendo alas cruelda-
des de que ynputa á estos descubridores, digo que pone á el en-
tendimiento humano en diuersos é barios pensamientos de su
modo de escreuir y de tan grande escándalo como a caussado y
caussará, que, como dize San Bernardo *, «muy mal se rremedia vn
escándalo con otro;» de manera, que si algún desalmado particular
le causó, como pudo ser , no hera justo que en general átodo el
mundo se escandalicara con vn tan general y tan grande , á mi
parecer, y pienso que dio armas á qualquiera enemigo para que
quando menos le hiriese en el honor de su patria; en esto tendrá
cada vno el parecer que su juicio le ditare viendo mi descargo y
satisfacion.
San Bernardo, Praecep. dis ciplin.
257
La entrada de don Hernando Cortés en la Nueua España se
puede muy bien entender que Dios la dispuso, hordenó y guió, y
por los subcesos y fines se pueden juzgar los principios y medios,
porque el fin de las cosas es maestro de ignorantes : pues beamos
el prinzipío de esta entrada , y quién es el que la hizo y su birtud
y costumbres y en qué manera la fauoreció Dios , y el fin que
tubo. Salió, pues, don Hernando Cortés de Santiago de Cuba á diez
y nueue de.Nouienvre de mili y quinientos y diez y ocho años,
con su armada en descubrimiento de la Nueua España; llegó á
ella con prósperos tiempos sin desastre ni mal subceso; quiere
Dios que del primer enquentro dé en vna tierra llamada Cocumil
donde en tomándola salió vn cacique llamado Calahuni , hacién-
dole agradable acogida, y tras de él la tierra adentro vn español
llamado Aguilar, que en aquella costa se auia perdido muchos
años auia con otros que ya eran muertos ; éste estaua aquerencia-
do con los yndios , siruió de lengua como también Marina, su
mujer, y quando tomó estas lenguas por tan estraño modo, por
ser obra de Dios , los casó por mano de clérigo para más facilitar
su yntento, y fué su padrino el mismo don Hernando Cortés;
pues anparado de las lenguas yntérpretes, discurrió su costa dis-
p uniendo la proa en San Juan del üaerrio de la Uera Cruz, puerto
más cercano de la ciudad de México , como si de atrás lo supiera
ó hubiera visto en alguna carta, derrotero ó mapa la descripción
de la tierra; saltó en ella, y siendo vien rrezeuido de los yndios,
púsole Dios en el pensamiento de echar los nauios á fondo; esta
obra y determinación fué del cielo, porque de honbre vmano yo
dubdo lo pudiera ser, porque no sania dónde estaua ó lo que le
podia rresultar, ó la necesidad que dellos pudiera tener, y es de
mucho prouecho el atreuimiento si le acompaña la discreción y
sauiduria ; tiene pues noticia de México donde estaua y rresedía
Montecuma, el mayor señor de aquella parte; fué en su demanda,
dale Dios en el camino quien le fauorezca y guie, asi en el conoci-
miento de la tierra y sustento de su canpo, como en la guerra
que luego le comencaron á hazer, hallóse fauorescida de toda vna
prouincia de yndios los mejores de aquellas partes en condición y
respetos, corteses y valientes, llamados tascaltecas, y la prouingia
Tomo LXXI. 17
258
Táscala, en quien duró la paz y amistad y durará por largaos años;
rreciiiieron lué^o nuestra santa fee cathólica mejor que otros nin-
gunos, y la pulida y tratos hidalgos como ellos lo son y se tienen
desde el primer dia por tales , gocando por concesión Real de tal
preuilegio y gracias, y están en esto tan conformes ellos y los es-
pañoles, que ni ay yndio que injurie ni disguste á español ni es-
pañol que los ofenda, y de tal manera passa, que si vn español
no conociéndole en la ciudad de México o en los caminos echa
mano de alguno para algún seruicio que le conuiene y el yndio le
dize, «señor, yo soy hidalgo, soy tascalteca , » el español, no sólo
lo deja, pero lo rrespeta con particular gusto, y esto lo e visto
yo muchas vezes y á mí propio me ha subcedido ; aquí podemos
aplicar que la uirtud es patrimonio para los subcesores y que al
estraño haze natural, y el vicio al natural estraño á quien estos
tascaltecas se cumple vien , que siendo gente menos viciosa que
ningunos otros yndios los ygualamos en el trato con nosotros, y
los tenemos por naturales con hidalga correspondencia, porque
lo merecen la buena acojida y ayuda que nos a dado; la mucha
fee que an mantenido sin prebaricar, que, como dice San Agustin ^,
«la uerdadera amistad es vínculo y atadura de todas las cosas, y
las buenas obras son prisiones de los nobles coracones»; y en estos
biene vien la opinión que el obispo de Chiapa tubo y publica su
tratado de las virtudes generalmente de todos los yndios, de donde
podremos sacar vna rracon, y á mi pacezer coucluyente, para
nuestro descargo ; pues con estos jamás, por ser de condición loa-
ble y noble , el obispo ni nosotros pudo ni podremos alegar cruel-
dades ni castigos. Al fin, don Hernando Cortés fué con su ayuda,
entrando en México y conserbado, que si Dios no le deparara esta
tan buena gente, sin duda se perdiera; tras esto sanemos que en
sus rrequentros y batallas, hallándose con tan poco número de es-
pañoles y tascaltecas, rrespeto del tan grande del enemigo, quiso
Dios que fuese fauorecido muchas vezes del señor San Pedro y
Santiago, patrón de España, y aquesto fué patente á los del vno y
otro bando; y luego para rreforcar la uitoria y estauilidad, llegó
San Agustin, De flde rerum invisibil.
259
á la mayor necesidad Panfilo de Narbaez, como quenta su ystoria,
con vn buen número de españoles sin los aguardar para su socorro,
ni entender el principal disinio de su entrada, que fué por extraor-
dinario modo ; y rredújolos á su gouierno: hemos de considerar lo
hordenó Dios ansi por querrer su divina boluntad se estén en
aquellas regiones la santa fee, porque su mucha christiandad lo
deuió de merescer; tras esto le dio todas las demás prouincias de
la Nueva España rrendidos en tan breue tiempo con titulo de Mar-
qués de *, conserbándole la subcecion con tan gran fama y nom-
bre en seruicio suyo y del Rey , nuestro señor. Este tan gran ca-
uallero y christiano, ¿porqué mereció titulo de cruel tirano? pues
las obras y muestras fueron tan corteses que correspondieron
bien con su alcurnia, tratando con tanto rrespeto la rreligion, y
enseñando á los yndios de tal manera, que como le viesen muchas
vezes quando topava vn cacerdote apearse de su cauallo y vesarle
la mano hincada la rrodilla en tierra , ellos acian lo propio, que-
daron con tan buena costumbre, que siempre lo an hecho y hacen,
acordándose de su maestro, de tal manera, que oy le lloran los yn-
dios antiguos; y dize San Agustín, «que el ánima del hombre, ó es
rregida de Dios ó del demonio », pues de creer es que la del buen
Marqués lo seria de Dios y no aria cosa que no fuese en su ser-
uicio ; y si entendiera el obispo las estratagemas de la guerra y
sus preuenciones , pienso que se couuenceria que, como dize Ve-
jezio, «la ocasión en la guerra suele aj'udar mejor que la misma
virtud y fortaleza», pues como al Marqués le tocaua la couserua-
cion y salud de su campo, no sólo le era necesario prevenir á lo
presente, pero lo porbenir, porque si no lo hiziera no mereciera
título de buen caudillo y gouernador. Seruirnos a para exemplo el
llegalle aviso de sus espías, ó por parte del español ó de yndios
amigos, de que se estaua haziendo una junta para dar en él y su
gente, y él aberiguando esto y satisfecho, antes que se rreforzaran
más, envistió con ella, y como astuto capitán la desbarató; no seria
este hecho fuera de tiempo ni de proposito, antes preuencion de
buen gouierno, que como dize hicieron promureua; el quegouier-
El título de Marqués está escrito en el margen y lo ha mutilado la cuchilla.
260
na no sólo a de aduertir á lo que se hace, sino también lo que está
por venir, y para atajar grandes males se deue hazer á los prin-
cipios, porque si tienen omisión y discurso se perderá el que
se oluidare de mostrar rrigor en la guerra y clemencia en la
paz, castigando al malo y premiando al bueno, pues son las que
dize Demócrito: «dos cosas gouiernan el mundo, premio y castigo»,
el premio tienen los tascaltecas por su virtud y fee, y castigo los
que an dado la paz , receñido la fee y la quiebran con estorsiones
y muertes ; aquí dice Libio que de no castigar á su tiempo lo que
conviene, se siguen muchos daños y males, pues si por hacerle se
ponen en defensa pretendiendo matar al que ba á castigarlos , y
tras él los demás, forcjossa cossa será faborecerse de las armas. Y
porque con lo dicho abremos cumplido y satisfecho á todas las
prouincias destereyno, por ser todo vu lenguaje, pasando luego
al Pirú, acauaré de satisfacer al gran número de yndios que vbo
y ay en la Nueua España , y á los pocos que dize el Obispo an
quedado con sola vna rrepartida y queuta tan cierta y clara que
satisfaga á todo el mundo. Luego que los yndios se sosegaron y
no quisieron prouar más las armas con los nuestros, así españoles
como tascaltecas , se rrepartió la tierra dando á cada soldado es-
pañol en rrepartimiento y encomienda por dos vidas los pueblos
como sus magestades de los rreyes y emperador Carlos quinto ansí
lo auia hordenado y mandado, según la calidad y mérito de cada
vno, y para el sustento de los nuestros se mandó que cada yndio
encomendado acudiese en cada vn año á su encomendero y adminis-
trador con vn tanto, conforme se tasó y rretasó, puniéndole al en-
comendero las cargas generales de que les diese doctrina á su
costa y defendiese en sus pleytos , curase en sus enfermedades,
rrecogiese los fagitiuos y otras de más y menos ynportancia, en
quienes se hallara mayor multitud y que está más llena la tierra
de estos yndios el dia de oy que en aquel tiempo, porque el espa-
ñol encomendero que á los principios tenia quatro de rrenta y
entrada en cada vn año de solo el tributo á quel yndio estaua
obligado; esa misma rrenta tiene sin auer alterado tassa ni rreta-
Bsa, y conforme á esto no falta gente. Pues yo quiero probar que
ay más en muy gran número; hágase, pues, qucnta de los mesti-
261
zos ó montañeses que llaman hijos de españoles y de yndias, ques
muy gran número, y tanvien de tanto cambahigo, que son hijos
de negros y de yndias, que tanvien es multiplico y llenan la tierra,
y ansí mismo de tantos yndios ladignos y anaconas que sirben
como domésticos en las ciudades de españoles , cada vno á quien
bien les parece, que. estos no entran en la quenta de los tributa-
rios que tanbien hinchen la tierra, assí barones como hembras, que
es -vna grande cantidad, y hágasse quenta de tantos offlciales que
en las ciudades hauitan que son ynuumerables en todo vn rreyno
que no entra en el número de los tributarios que tanvien ocupan
la tierra, y hágase quenta asimismo de los yndios que andan ba-
gando fuera de sus pueblos originarios ocupados en tierras es-
trañas, en estancias de ganados é yngenios de acucar ó en minas
y otras granjerias mayores y menores y en jornadas, que tanvien
multiplican el número y acrecientan la tierra , y no se acuerdan
los caciques dellos ; en tributo tanbien se deue hazer de muchos
yndios que los caciques ocultan, que el encomendero no saue si
son bibos ni muertos ni jamás los conoció , porque estos tales los
caciques los reseruan para tener dellos vn particular tributo y
serbidumbre, tanbien pueblan la tierra; pues estas quentas siem-
pre están llenas, y quando falte en parte, la vna suple la otra, no
obstante de los que pueden morir por algún demasiado trauajo
que en tierra fría y templada por marauilla subcede, saluo de las
enfermedades generales que les suele dar, como es vn cocoliste,
dolor de costado, vnas viruelas y cámaras de sangre que suele
barrer muy gran número, y son tan ordinarias , que no ay lugar
que se escape; sólo los españoles naturales de España son los que
se libran dellas, que aun en esto quiere Dios mostrar se sirbe más
de que estén pobladas aquellas partes de españoles que de los
mismos naturales, porque acontece morir vn millón de yndios en
todos tres reynos con una enfermedad general que viene, y no
morir della Qinquenta españoles; y si estas enfermedades no vinie-
ran tan amonudo, fuera tanta la multiplicación, que no cupieran
en todas las Indias; con todo, con las muchas que ay, está la
quenta que e rreferido en pié , y estará si viniese vna tan grande
que acauase con todos, que en esto se conocería ser de todo punto
262
la uoluntad de Dios de que no quedase ninguno; y advierto que en
tierras calientes no corre por esta quenta sino por la que dixe
quando traté de la ysla de Santo Domingo y costas ; aquí se cono-
cerá que no son muertos los yndios sólo por el trauajo , como dize
el Obispo, antes rresultan muchos vienes y prouechos para ellos,
como queda dicho, porque la ociosidad es el principio de los ma-
leficios, como dize San Crisóstomo *, que enseña y muestra toda
malicia, pues el cargar los yndios á cuestas cargas, y desnudarse
para el efecto parte de su rropa , como es costumbre suya y tan
antigua, que ellos propios se ofrecen algunas vezes por ganar su
alquiler, y por tener sus yeguas y cauallos descansados gustan de
cargarse ellos, dejándolos en el prado, y esto no lo hacen por ser
aficionados al trauajo, sino por rreserbar del sus cabalgaduras,
tiniéndolas en más que sus propias personas; y yo confieso que
algunas vezes son compelidos á llebar las cargas pagándoselo y
han muy contentos, ansí por su ynteres como por estar avituados
á ello desde que el mundo es mundo, como en España lo están y
en las demás partes los ganapanes á llenar cargas aquestas y
muchas mayores, y tanbien se ue en los yndios que esto hazen
algunas vezes, hauiendo receñido la paga , en medio del camino y
despoblado, como que ban á sus necesidades, dejar la carga y per-
derse , y si ba el español con él , quedarse sin poder yr atrás ni
adelante ; al fin la hambre le hace esconderla y llegarse al pueblo
más Qercauo á buscar remedio para passalla, y subcede las más ve-
zes perderse como se a dicho, por fiársela á los yndios; y si es vino,
sanen muy vien quebrar la botija y bebérselo, y después de borra-
chos no parezen en vn mes y dos. Estos yndios de la Nueua España
son los más pulíticos de todas las Indias , como se a echado vien de
ber en todos los offlcios y artes, con quanta perfecion los siguen y
aprenden, al fin son yngeniosos más que otros, por cuyo rrespecto
an perseuerado en la consideración christiana , siendo cuydadosos
en el seruigio del culto divino, y tinieudo gran ardor en los tem-
plos, todos probeidos copiossamente de música y las iglecias
y monesterios con muy grandes y lustrosos edificios , y en sus
1 San Chrisostomo, Suj). Aom. U.
263
cofradías muestran toda pulicia , cuydado y preuencion para las
procisiones con danQas de macho arte y en gran^número, y osaré
dezir que vn dia de Corpus, en la Qiudad de Méjico, es tan solem-
ne y señalado que no le ay en todo lo que ciño la christiandad,
que sin alargar son más de ducientas danzas las que sacan los
yndios , y cada vna con su pendón , y si aora a venido esto en
diminución, en mi tiempo pasaua lo que e dicho; pero yo bí tan-
bien arraygada en ella nuestra sancta fee, que estoy cierto abrá
ydo en aumento ; faltan las ydolatrías y sacrificios que antigua-
mente abia más en aqueste rreyuo que en los demás rreferidos,
porque heran tantas las víctimas que cada dia sacrificauan, como
afirman todos los historiadores que dello an tratado , que nunca
tal se uió ni oyó dezir en ninguna parte del mundo ygualasen á
éste; de tan gran mudanza de vn estremo á otro se arguye hauer
tenido buenos y santos maestros religiosos, y que la caneca pri-
mera daria principio á ello como tan gran cauallero y christiano,
y como todos sanen fué el marqués del Valle, de quien fácilmente
se hechará de uer el fin que tubo en su gouieruo , para que juz-
guemos el medio y principio, hallaremos en él vn gran nombre de
christiano, virtuoso, discreto, prudente y caritativo , fidelísimo á
su rrey, de altiuo pensamiento, de baleroso y valiente, de famoso,
de bien afortunado, de gran consejo y astuto, de clemente, de
magnánimo, de diligente, cuydadoso en proueer en la guerra y en
la paz , dejando todo el rreyno ñorido tan rrico y abundante de
todas cossas, y á el yndio conocimiento de Dios, pulítico en la
uida humana , calcado , bestido y harto , con más adorno de sus
casas y bibiendas de lo que solían tener, cauallos en que andar y
dineros que gastar, posesiones y grangerías á nuestro modo, la
ciencia del escreuir y leer, la de la música en estremo; al fin, no
ay cosa que el español alcance que el yndio no partizipe; á los
conquistadores por su rrespecto les a sobreuenido nobleca, ha-
zienda y contento, y á nuestra España, rriqueza tanta, que es
vien ynbidiada de estrangeras naciones ; á los subcesores de este
tan gran cauallero estados, y sobre su blasón la fama que para
siempre les durará; el triunfo y gloria conforme la uida que en este
mundo tubo se puede esperar la terna en el otro de ventura. Á
264
quien le pareciere que me e alargado bea sus ystorias y haga
especulación de sabio, y hallará mucho más de sus virtudes de las
que yo con mi corto entendimiento e dejado de dezir, y aseguro
que no me a mouido más de tan solamente la uerdad , porque no
le alcancé ni conocí, ni yo ni los mios jamás rrezeuimos veneficios
suyos, y puedo dezir que no he hablado jamás á ninguno dellos;
pero yo pienso que mediante ella ninguno en el mundo es más su
aficionado, porque la virtud dura hasta los últimos subcesores y
jamás deja de ser ymbidiada.
265
DISCURSO Y APOLOGÍA' TEKCERA
descargo y satisfacion que se pretende hacei' de las conquistas
del reyno del Pirú.
Assí como en g-eneral abemos dicho de la Nueua España , pa-
reciendo ser cansada cossa tratar dello en particular , por ser todo
vn lenguaje j modo de conquistas; y si juntamente se considera
que tal qual fué la espresion, correspondieron los demás caudillos
despachados por él; trataremos, pues, lo que toca tan solamente
al rreyno del Pirú, yncluyendo en vno todas sus prouincias, ece-
tando al rreyno de Chille, porque deste es muy conuinieute dezir
más; por esto abrebiando lo más pusible que sea, pues ya la mayor
fuerga del descargo está hecha, y para que no cansemos á el lector
digo: que el Pirú fué descubierto y conquistado por Don Fran-
cisco Pizarro el año de mili y quinientos y treynta y cinco , y si
mucho escaudalicaron las crueldades que el Obispo escriue de las
yslas de barlouento y sotavento y la Española, y assimismo de la
Tierra Firme de Nueua España , mucho más admiración ara las
que escriue pasaron en el rreyno del Pirú, desde el dicho año
hasta el de cinquenta y dos, y que fueron más sin comparación; y
porque él ni yo no nos hallamos presentes á tal tiempo , abremos
de sainar las aparencias con ynformaciones legítimas y exemplos
los más fuertes que podamos, pues como. hombre que e seguido á.
aquel reyno y los de aquellas partes de más de treynta años, assí
en paz como en guerra, podré legítimamente dar mi rracon en la
defensa que pretendo , y vien pudo hauer algunas crueldades de
las quedize, questas yo no puedo sainar en particular; pero ha-
blaré en general, como lo hace el Obispo , sin eceptar persona al-
guna de gouernadores y conquistadores, haciendo despoblado todo
el Pirú de los naturales por ella misma repartida , multiplico y
quenta que en la Nueua España, y aun donde se considera que es
verdad que no ay tan gran número de yndios como en ella, es
266
porque nunca los vbo en su prosperidad y passado tiempo ; pero
de los que se aliaron á su principio está en pié á su rrcspecto todo
el número de yndios, y si algunos an padecido, que fueron pocos,
a ssido en los alzamientos y conspiraciones de los españoles con
las ynquietudes y trauajos que semejantes alteraciones causan;
pero esto no se deue atribuir á crueldades, porque á tal tiempo
generalmente padecen assí españoles como yndios; y acudiendo
al yntento de nuestra defensa, siguiró la entrada que los españo-
les hizieron en tierras del Pirú, que fué en la Pugna primera que
tomaron, aunque aquí difieren los coronistas que deste descubri-
miento tratan, como tanvien en la conquista desta ysla, porque
vuos dizen que los naturales rresistieron con gran fuerca y guerra
la entrada de los nuestros , y para ello tuvieron grandes estrata-
jemas, ardides, cautelas y trayciones, con que obligaron al gene-
ral y soldados á ensangrentar vien las armas hasta que se allana-
ron de todo punto, de donde passaron á la Tierra Firme, que de
allí está como seis ú ocho leguas, á vn puerto que se llama Tun-
bez, y el obispo de Chiapa dize que rreziuieron en esta ysla á los
nuestros con toda caricia, haciéndoles buen seruicio y ospedaje,
proueyendo de todo lo necesario, y que el pago que les dieron
antes de la partida fué alancearlos y prouar en ellos los filos de
las espadas, de tal manera, que la ysla quedó despoblada y aca-
uada con ynauditas crueldades, y á los que escaparon con bida
hizieron esclauos y se los licuaron. En estas diferentes relaciones
y tan encontradas como la del obispo de Chiapa , ympresa el año
de quinientos y Qinquenta y dos, y la de Agustin de Cárate en el
de quinientos y cinquenta y cinco, yo me arrimo á la del Obispo
en quanto al buen receuimiento, tratamiento y ospedaje, por ser
ansí berdad; dello tube muchas relaciones en la propia ysla, como
asimesmo en Guayaqui, ciudad más cercana, donde hize pesquisa
con cuydado y curiosidad, y en quanto á la mala paga que los
nuestros les dieron, no se puede dejar de negar, por ser muy al
contrario el hecho y lo que pa^^só; y si fuera lo que dize de gente
tan mala y desagradecida, no se pudiera esperar cossa buena,
porque la yngratitud es obra ynfernal y enemiga cruel de la gra-
cia, porque vn tan buen ospedaje como él , coufiesso no se deuia
267
pagar si no con vna eróyca y bneua correspondencia, mostrando
ánimo noble, virtuosso y agradecido, pues la buena obra es vna
virtud liberal del Perú; yo e oydo en la misma ysla, no vna vez
sino muchas, vien diferente al señor y cacique della, llamado Don
Francisco Tómala, siendo su huésped como amigo suyo muy par-
ticular, esta ystoria de quando llegó Don Francisco Picarro con su
armada, porque es nieto de Tómala, el cacique y señor natural
que fué el que le rreciuió á más quenta, y es voz general entre los
yndios y españoles de la ciudad de Guayaqui, que está cerca del
rriü arriua, y en algunas ystorias del Pirú. serrefiere, que llegada
la armada fué bien rrezeuida, haciendo al general y soldados
grandes caricias y agasajos , rregalándolos todo lo pusible á cada
vno en particular , conforme á la calidad de su persona ; esto es lo
que yo puedo decir, y si es berdad que de parte del yndio hubo
algún mal pensamiento para offender los nuestros, se debió rre-
mediar con mucha brebedad, sin tantos muertos y destroces como
dize el Obispo, y esto se echa vien de ber y se conoce seria el cas-
tigo lebe, y que el cacique y señor no fué conprehendido en él ni
halló en la junta que se hizo para matar los christianos, como
Agustín de Cárate escribe en su ystoria, que lo yntentaron y co-
mentaron á poner por obra.
El señor desta ysla, no sólo se contentó con el buen ospedaje,
pero en persona con mucha parte de su gente se metió en el ser-
uicio Real como los talcatecas en laNueua España, y guiando al
armada los españoles, saltaron en Tunbez en la tierra firme,
donde los esperaron los yndios con n}ano armada; y en esta oca-
sión el cacique Tómala fué de mucho beneficio á los nuestros, y
por el seruicio , hospedaje y buena obra que del rreziuió el gene-
ral, hizo rrelacion á su magostad, donde rresultó el hacérsele
merced á él y á sus subcesores de la propia ysla con plena juris-
dicion, sin que vbiese otra justicia fuera de la suya, ni encomen-
dero ni administrador; y asi lo es todo el cacique don Francisco
Tómala como lo an sido sus antepasados y serán los subcesores,
por cuya gracia y concesión los yndios le son tributarios y no á
otro ninguno : este cacique rrepresenta señoría, y para que sus
partes mejor se consideren, quanto á lo primero es gran christiano.
268
vicarro y g-alaií, vistiéndose siempre á nuestra vsanca cortesana
con calca, capa y gorra , espada y daga dorada con tiros borda-
dos y gran música de bihuela, y en el danzar muy experto ; es
buen hombre de á cauallo y en las armas diestro , gran cortesano
en nuestro lenguaje y ceremonias, muy amigo de españoles, de
tal manera, que si llega á laysla qualquier nauío español y viene
en él algún cauallero criado del Rey, le ba á buscar y le lleua á
su cassa donde le hospeda y rregala el tiempo que da lugar la
partida, y este ospedaje como señor, porque tiene vngran palacio
muy bien colgado de paños de corte y tafetanes todos los quartos
del ; es muy vien seruido y ouedecido de sus basallos y domésti-
cos, y se cassó con vna señora española dama de buen parecer y
noble, murió á cauo de algunos años; después hizo gran senti-
miento. Este caQique tiene vnas atarazanas de jargias para nauios
que pienso no ay otras en toda la mar del Sur, tiene algunos
suyos y gente española que sirue en ellos y los trae en trato por
aquella mar y costas; estos beneficios rreceuidos son de España en
rretorno de los que él hizo, y no tiene menos fuerga buena amistad
que parentesco. Aquí podrá juzgar cada vno al discurso de su talento
las crueldades que los españoles hizieron á esta ysla , considerando
las demás que escriue de todo el Pirü el ynfrascripto Obispo, por
relaciones que tomó, que si vbiéramos de tratar bien por menudo,
salbáramos de todo punto apariencias ; pero con lo rreferido pienso
bastará y lo que adelante trataremos.
Llegados que fueron los españoles á Tumbez y en su fauor el
cacique Tómala, como ya dijimos, y desbaratados los yndios que
se les antepusieron de guerra y mucha fuerca de gentes que en
su ayuda vinieron de los lugares circunvecinos , poblaron y fun-.
daron la ciudad de Sammguet con estos yndios. Le subcedió á
Francisco Pigarro, que hauiendo hallado en la ysla de la Pugna,
que poco a dijimos, más de seiscientos cautibos entre barones y
hembras de sus naturales , con un principal Capitán suyo, los sacó
del cautiuerio, y dos dias antes que partiese el armada desta ysla
para Tumbez los embió al cacique y señor dellos con tres solda-
dos españoles, pensando por esta buena obra hallar buen hospe-
daje y correspondencia conforme lo merecía, y fué todo al contra-
269
rio, que al punto que los españoles pusieron los pies en Tumbez,
el cacique y señor á quien yban guiados, avnque muy alegre y
gocosso de ber sus bassallos libertados del cautiberio, sacrificó á
sus dioses á estos tres desdichados españoles; pues llegado que
fué Francisco Picarro dentro de tres ó quatro dias con su armada
le pusieron en tanto aprieto que para saltar en tierra se uió en
gran trabajo y peligro, donde le mataron y hirieron algunos sol-
dados ; pero al fin la tomó y se señoreó della; y sauido el sacrificio
de sus tres soldados trató de hacer el castigo tan bien merecido; y
viendo el cacique y señor de aquella prouincia quer pagauan con
la muerte muchos de los suyos teniendo él la culpa , antes que le
cogieran á las manos, porque le seguían y procurauan con mu-
cho cuydado, ofreció la paz y obedencia y fué admitida y perdo-
nado su delicto y crueldad, que pienso y tengo por cierto que de
ninguna otra nación lo fuera, y lo mereciera vien su mala corres-
pondencia.
En este medio don Francisco Picarro tubo noticia de Ataba-
lipa, rey de parte del Pirú, ó por mejor decir tirano, porque el
berdadero señor de aquellos reynos lo hera por derecha subcesion
su hermano mayor Guascar Inga , que á la sacón residía en el
Cuzco. Este Ataualipa, no sólo se le alzó con la prouincia del Quito,
pero después de señorearse della boluió con su exército apoderán-
dose de mucha y gran parte del reyno , hasta llegar á Caxalmaca,
á donde hizo pié y asiento : desde allí envió á sus capitanes con
parte de su exército al Cuzco, donde residía su hermano , verda-
dero Rey y señor, y fueron tan belicosos, diestros y balientes que
todas las prouincias por donde pasauan las allanavan y dejavan
reducidas al basallaje de su señor Atabalipa ; y puestos por él
caciques y gobernadores, llenando de cada prouincia en su ayu-
da gran golpe de gente y combatientes , de tal manera, que llega-
dos que fueron á donde ya les esperaua el rey Guascar con su
exército, por la noticia que por momentos tenia de su venida,
puesto en batalla con su ejército se la dio, y aunque difieren los
coronistas sobre si fué desbaratado á la primera ó segunda, al fin,
como quiera que sea, él fué preso por los capitanes de Ataualipa
y desvaratado su ejército, y puesto en huida y muerto la mayor
270
parte del, por cuyo subceso les fué luego rrendida toda la tierra;
y aviendo dado asiento á todas las cosas en nombre de Ataualipa
Inga, se fueron retirando y marchando áCaxamalca, donde resi-
día , lleuando preso á su hermano Guascar, de que no yban poco
bitoriosos y gocosos, si la fortuna no se les atrauesara en el ca-
mino con la tan aciaga nueua que tubieron de la entrada de los
españoles en tierras del Pirú y tan cerca de Caxamalca donde les
era fuerca buscar á su señor. Esta nueua no fué tan secreta que
no la supiese el desdichado rey Guascar , y aunque preso y con
tanto recato como le trayan , tubo medio para despachar sus en-
vajadores á Tumbez , donde el gouernador don Francisco Picarro
estaba, como emos dicho, allanando la tierra, al qual, después de
dalle el bien venido á su modo y lenguaje, y hecho los ofreci-
mientos como de persona real, avnque preso, con muchas cortesías
y palabras recaladas le hizo vna larga relación de su origen y
rreynado, y como por línia recta de barón quedó por sucesor y
rey vnibersal de aquellos rreynos, porque su padre, yendo conquis-
tando la tierra que corre al norte , murió en Quito donde quedó su
hermano menor Ataualipa Inga que yba con él, el qual se alQÓ con
aquellas prouincias , avisándole dello y pidiéndole tubiese por
bien , pues no auian sido heredadas de su agüelo, sino ganadas por
su padre y que no tenian á ellas más de derecho vno que otro, á
quien respondía las dejasse ynclusas en la corona real y le señala-
ria prouincias donde viniese y sustentase como tal persona y her-
mano suyo; y no satisfaciendo esta promesa le avia hecho guerra
de tal manera que él y sus capitanes le uinieran ganando toda la
tierra hasta desbaratalle de todo punto y prender su persona y de
cómo le licuaban preso á Caxamalca donde residía su hermano
Atabalipa; y que pues él era el berdadero Rey y subgesor le pedia
y suplicaua con encarezimiento le amparase y fauoreciese, pues
tenia potengia para ello, de que él estaua bien ynformado, y que
en rretorno le ofrecía toda hermandad y buena correspondencia y
con este derecho podia muy bien ensangrentar las armas.
Quando estos envajadores llegaron al gouernador don Fran-
cisco PiQarro, dejando con algún asiento la ciudad de San Miguel,
avia partido para Caxamalca, donde ya tenia noticia estaua Ata--
271
balipa Inga. Los envajadores le alcancaron y dieron la envajada, y
el gouernador prosiguió su camino y Ataualipa le estaua esperan-
do muy en orden, que es quaudo dize el obispo quele prendió don
Francisco Picarro y le mató y degolló mucha gente, continuando
tan grandes crueldades que certifica fray Marcos de Niza que se
halló presente y fué testigo de todas, y pudo ser que el dicho
fray Marcos fuese parte á que prendiesen al dicho Atabalipa y le
matasen tanta gente; porque vu fraile que se halló en esta oca-
sión con don Francisco Picarro , llamado fray Vicente de Valver-
de, déla orden de Santo Domingo, llegó Atabalipa y le puso vn
misal en las manos diziendo que aquellos eran los evangelios de
Dios y que venia á predicárselos á él y á toda la tierra, y como
tomó el libro, hauiéndole mirado y rrebuelto, lo arrojó al suelo
como bárbaro, y el buen fraile sin prudencia, comengó apellidar
los christianos haciendo grandes esclamacioncs de berlo, con que
metió en cólera á los españoles poniendo mano á las armas, y los
yndios hicieron lo propio ; trauóse esta rrefriega siendo principio
della y de las demás este rreligioso con celo del seruicio de Dios.
Los sacerdotes en los campos y guerras been acometer el peligro
y el daño receuido de una y otra parte , pero no la causa y rracon,
porque los caudillos, que es á quien toca el remedio y salud de su
exército, sólo consultan lo conuiniente con los de su consejo de la
guerra y gente prática en las armas, y muchas vezes toman rre-
solucion sólo porque asi conuiene, y yo no puedo persuadirme á
que aya anido caudillo en todas las Indias Ocidentales que aya
hecho daño, assi en castigos sinples como en regurrossos, á que
el obispo llama crueldades, que no haya sido con ocasión dada
por los yndios, ora antepuniéndose y ganando por la mano á su
mala yntencion ó en la execucion della ú después de passada, que
como escriue en la uei'dadera destreca, el único don Luis de Nar-
baez que el diestro a de considerar tres heridas para tomar bien
el fundamento de las armas: la primera antes de tiempo, la se-
gunda en tiempo y la tercera después de tiempo, porque si faltase
este conocimiento no terna entera destreca y correrá rriesgo en la
batalla con su contrario ; la misma quenta se deue hazer en las
guerras y conquistas, y con el mismo conocimiento se a de proce-
272
der en ellos, porque si se alcanca y rreconoze el yntento del ene-
migo se deue desbaratar antes del mouimiento, y si faltare desto
en el mismo movimiento, y si desto después del mouimiento, atri-
buyese mayor destreca á la herida antes de tiempo , reconocida la
yntencion, y después á la en el tiempo y la vltima después del
tiempo por el rriesgo que corrió ó pudo correr después del.
Compete al general de la guerra y no á los frayles estos tres
puntos, los quales se an executado en las conquistas de las Indias,
y por la mayor parte se a usado la postura después del mouimiento
ó tiempo, y en ésta así han perdido mucho nuestros españoles, por-^
que quaudo se sale á hacer el castigo an rrezeuido el daño, y si no
considérase quantos españoles an muerto en diuersas partes de las
Indias á manos de yndios, confiados en vna falsa paz que siempre
offrecen; y para que no cansemos, adviértase las vezes que la an
quebrado los araucanos en las prouincias de Chille, como adelante
diremos en el prezedente capitulo. Acauado lo de Caxamalca,
donde se dio principio en forma á las conquistas de los reynos del
Pirú, y comencaron las crueldades que dize el Obispo , passaron
conquistando los llanos y sierra del Pirú , hasta llegar donde po-
blaron la ciudad del Cuzco; y boluiendo á la costa de Lima, fun-
daron la ciudad de los Reyes que es caneca del rreino y prouin-
cias del Pirú, pacificamente, y todo lo demás de los llanos y sierra,
sin que vbiese guerra ; y si algunas vbo fueron muy pocas y no
de consideración, y quedó toda la tierra quieta y segura sin ocas-
sion de ningún castigo ni trauajo para los yndios, hasta que
entre los españoles comentaron, como dicho es, las conspiraciones
y alcamientos, que sin ellos, ni los yndios vbieran tenido trauajo
ni los españoles se lo dieran, por ser gente de tan buena ynclina-
cion, que en realidad de verdad, quitados los tascaltecas de la
Nueua España, son los mejores de las Indias, y á quien se les
puede dar en alguna manera titulo de generossos , fieles , agrade-
cidos, y asi aman á los españoles y se an conseruado y ellos son
amados más que otros fuera de los que emos señalado , que esta
fuerca tiene la rrazon, como dize Cicerón ^ es vn binculo de toda
* Cicer'on , Offíc.
273
amistad vmana, pues no diferenciamos en otra cosa con los brutos;
y á lo que yo alcanco , ninguno ay tan malo que no tenga que
loar. Reconocen los bienes que por los españoles les an sobrebeni-
do y que gocan de más libertad que tenían con sus propios seño-
res, que los pribauan de la caca y comer della y de ponerse man-
tas finas, que sólo los nobles y priuilegiados podian bestir como
quisiesen, cacar y comer á su gusto y libertad, y estos heran
pocos, y para los demás convenia particular licencia, y en ellos
se hallaron crueldades ynauditas, porque hubo Ynga que por des-
cargar la tierra de gente sin prouecho, juntaua de todo su señorío
los cojos, mancos, ciegos y viejos , y los metia en grandes buhios
de paja y les echaua fuego; opiniones ay qué esto subcedió sola
vna bez y otras que muchas, y aunque fué gentilidad, no por esso
deja de ser gran crueldad; y que an escapado de tiranías como las
rreferidas y otras mayores, y que por ellas eran señores los Yngas;
y aora en los rreyes de España hallan toda la clemencia y justi-
cia y en sus ministros y españoles mucho amor y buena corres-
pondencia, como desde el primer dia se a tenido con ellos , y para
considerarlo entre la gente digna no falta entendimiento, y ay
algunos muy súbtiles y de grande yngenio , aunque los bocales
llamamos bárbaros; por cuyo rrespecto quando vn español quiere
motejar á otro , dize : « Fulano es vn yndio ; » lo qual supo muy
bien dezir vno de los Yngas en el rreyno del Pirú, de que hera
señor ó de parte del, que auiendo rrezeuido vna carta del virrey y
gouernador que á la sazón hera, llamado á vn español que la le-
yese y diciéndole que no sania, le rrespondió: «pues tan yndio
eres tú como yo.» Aquí si yo vuiera de sentenciar, trocara las na-
ciones dando título de español al yndio y de yndio al español,
como se lo dio con tanta agudeca ; y aunque me desuie algo del
propósito, para que se uea los yngenios que entre algunos señores
y caciques ay, diré lo que subcedió á un cacique: que pasando
por su pueblo vn mestico , hijo de vn español y de yndia , gente
que está rrespectada por españoles , vn yndio de aquel pueblo á
quien el mestico deuia cient pesos, como no los pudiese cobrar, se
fué al cacique, y dándole quenta dello y pidiéndole mandase pa-
gar, el cacique le envjó á llamar con vn alguazil al tanbo ó mesón
Tomo LXXI. 18
274
donde se apeó, y como viese que el cacique le llamaua y le man-
daua pareciese ante él, se rrió mucho como lo hiziera otro qual-
quiér mestico ó español , por ser cosa estraordinaria conbencerlos
ante justicia de yndios, y rriñéndole, rrespondió con palabras
ásperas que si queria algo el caQique que viniese al tanbo , y esto
en modo de fiero. Sauida la rrespuesta por el cacique, enbió á uno
de los alcaldes con más de cinquenta yndios, al qual, y aunque se
rresistió, lo trajeron atadas las manos, y puéstole la demanda en
su presencia y él con vicaría confesando la deuda, le echó en va
cepo y le condenó á que pagase la mitad della antes que saliese
del por lo que tenia de yndio y por la otra mitad lo rremitia al
corregidor de españoles más cercano para que en el casso hiziese
justicia por lo que le tocaua de español. El mestico, pronunciada
esta sentencia despachó á el audiencia Real querellándose del ca-
cique; sauido el casso por los oydores é ynformados bien, confir-
maron la sentencia, la qual se solenigó mucho porque el cacique
mostró en ella gran subtilega; y en rrealidad de uerdad alcaucan
entendimiento algunos de los ladignos que an cursado entre nues-
tros españoles, assi de la gente vmilde coaio de la noble. Y bol-
biendo á mi yntento, digo que acabado lo de Caxamalca y aviendo
muerto Atabalipa Inga por sentencia , asi por delación que del
hizo Filipillo, yndio, y se le prouó de que tenia tratado y congre-
gada gente para matar los españoles, como tamvien porque mandó
matar á su hermano Guascar Inga, como le mataron en el camino
trayéndole preso á Caxamalca, como ya emos dicho que venia,
cuia muerte mandó hacer á los capitanes que le trayan preso, te-
meroso de que si llegaua bibo á Caxamalca, el gouernador don
Francisco Picarro sabria todo el hecho de su tiranía, de donde no
le podría rresultar ningún probecho ni bien, con estas dos muer-
tes quedó puesto en sosiego y quietud por entonces el Pirú, con
que hubo lugar de facilitar los conquistas; y así el gouernador
Francisco Picarro comentó á despachar sus capitanes por los dos
caminos que aya la parte del Sur por los llanos y sierras, poblan-
do en ella el Cuzco y en los llanos la ciudad de los Reyes, que
por otro nombre llaman Lima, y subcesiuamente otras muchas
ciudades que por no ha^er apropóssito no trato dellas. En este
275
mismo tiempo despachó al capitán Benalcacar á la conquista de
Quito que es á la banda del Norte de Caxamalca, como ya referi-
mos ; esta prouincia cae en la misma cordillera general del Pirú,
á un grado de la línea equinocial al austrio, tierra sana, abundante
y de muchos naturales. Quando llegó, halló á vn capitán yndio que
se llamaua Ruminagui, apoderado della, porque assí como supo
la muerte de Ataualipa Yuga, su señor, se aleó y tiránico la tierra
y formó su exército puniéudose en defensa y opuesto á la entrada
que ya yba haciendo Benalcacar. De que Ruminagui dende el
primer dia tubo noticia venia en su demanda, juntados los dos
ejércitos, vsando cada Capitán de sus ardides y extratajemas, se
rrencontraron muchas y barias veces en diferentes partes con gran-
de mortandad, más del parte del yndio que de la nuestra, y siempre
le fué ganando tierra el capitán Benalcacar , que después vino á
ser gouernador y adelantado; llegó ganándole las tierras hasta la
ciudad principal de Quito ; allí le dijeron á Benalcazar como Ru-
minagui antes que llegase á ganar la ciudad, juntó todas las mu-
jeres, que heran vn gran número, y les dijo: « aora abréis placer
que vienen los chistianos con quien podéis holgares»; y que ellas
pensando que se lo decia por donayre se rrieron y que les costó
tan caro la rrisa que las hizo descabecar á todas , y luego tras
esto se pusso en huida, poniendo primero fuego á vna casa suya
que llena estaua de muy rrica rropa dende el tiempo de Guanicapa,
padre de Ataualipa Ynga, que es el que murió en Caxamalca, de
quien atrás emos tratado. Entrado que fué en la ciudad de Quito
comencó á correr la tierra á unas y á otras partes y prouincias,
vnas se le allanauan y subjetaban á la primera vista sin rresisten-
cia y otras se rresistierou con gran fuerca de armas y fortalecidas
de palenques y fuertes, á cuyo socorro bajó del Cuzco don Diego de
Almagro, avnque algunos coronistas dizen que uajóáTumbez á de-
fenderla entrada de don Pedro de Albarado, governador de Gua-
temala , que venia en descubrimiento del Pirú con gruessa armada
de que auia tenido noticia, y que llegado que fué á Tumbez , no
teniendo nueba y saviendo la necesidad en que estaua el capitán
Benalcacar en la conquista de Quito , fué en socorro, y auién-
dose juntado, allanaron en breue tiempo la tierra, y dejándole con
276
título de gouernador se bolbió á la ciudad del Cuzco de donde
passü á conquistar el reino de Chille, quedando don Franzisco Pi-
carro , su compañero , en el gouierno del Pirü. En todo esto me
remito á las ystorias que dello hablan , pues no hacen á mi yn-
tento, que sólo lo traygo á fin de probar la facilidad que tubieron
las conquistas deste reyno, donde se colije no liauer ávido las
crueldades que dize el obispo de Chiapa, ni ocasión de rrigurosos
castigos, y si algunos hubo fué mediante la causa vrgente dada
por los naturales, como atrás queda vien referido, y adelante yre-
mos tratando más largamente; y es firme verdad que en esta pro-
uincia de Quito el gouernador Benalcacar pacificamente la poseyó
y allanó passados los primeros enquentros, y después acá siem-
pre an guardado la fee y amistad y obediencia á su magestad, en
cuya paz se an conserbado y conserbarán largo tiempo, según
juzgamos de sus naturales y auitadores, mediante el fauor diuino;
y lo propio se entiende de la gouernacion de Popayan , que ade-
lante está á la banda del Norte; que fué conquistada por el mismo
gouernador Benalcacar, ó la mayor parte della, donde tubo y
alcancó titulo de adelantado: aquí, aunque hubo rresistencia por
los naturales con algunos rrecuentros y muertes sucedidas en su
defensa, no hubo castigos ni ocasión de crueldades, y si algunos
hubo, no fueron de consideración para tratar de ellos; yo confieso
que á una parte y á otra desta gouernacion y prouincia ay yn-
dios muy belicosos, y donde los españoles an metido vien las
manos, como adelante daremos la causa dello, por tratar primero
de los famosos araucanos en el reyno de Chile.
277
DISCURSO Y apología CUARTA:
descargo y satisffaccion que se pretende hager de las conquistas
y pa^ificaQiones del reyno de Chile.
Comparatiuainente y por excelencia podremos llamar más crue-
les que tigres de Yrcania y que leones de Getulia y osas de Libia,
y más que la misma crueldad á los yndios del reyno de Chile, en
quien jamás se halló piadoso ánimo ni rrastro de clemencia, donde
se acomoda bien aquella rrazon de Séneca ^: «que la crueldad no es
officio de hombres sino rrabioso de fieras, pues es gocarse con san-
gre y llagas y dejar la naturaleca vmana y conbertirse en ani-
males silbestres.» Mucho e dicho de todos los yndios atrás referidos
y queda por decir quaudo tratemos del nueuo reyno de Granada,
que será en el discurso siguiente; y pudiérase vien escusar con
sólo tratar de estos yndios araucanos, pues con ellos probaremos
bastantemente nuestro yntento en controversia del nombre que el
obispo de Cliiapa da al español, llamándole de tirano y cruel, y al
yndio de pío y clemente, sin otros muchos atributos que en su
tratado y discurso les agrega y afirma por bordad; y pongo por
testigo al omnipotente Dios, que de mejor gana tomara la lauca
contra ellos que la pluma, y cumpliera más con la obligación de
soldado conquistador; y pienso que áqualquiera que leyere este
discurso le yucitara á cólera y veuganca la yndubitable rracon, y
porque lo tengo prometido á mayor abundamiento justificando el
descargo y satisfacion que pretendo, suplico al discreto lector le
lea con algún cuydado y consideración, por estar cierto hallará de
parte del español un berdadero descargo con celo de seruir á Dios
y á su rrey, deuajo de cuio disinio hallará barias extratajemas y
ardides de que an vssado y se au balido los gobernadores que an
gouernado este rreino, assi para concluir la guerra sin sangre
1 Séneca. De clem.
278
como para conserbar la paz, por ponerlo en execucion les a subQe-
dido así á ellos como a sus soldados mui grandes derramamientos
de sangre, arriscándose por puntos y momentos hasta perder las
vidas, rresultaudo con sus muertes grandes asolamientos de ciu-
dades y haciendas, siguiéndose de parte del yndio en aquestos
trances la Vitoria con furor diabólico , sin perdonar piante ni ma-
mante, y esto conynauditas crueldades que para ellos el dejarlas
de seguir, ni les obliga religión, ni la decrépita senectud, ni la
ynocencia infantil, ni feminil hermosura, ni ]a servil diligencia,
ni el yuteres de rrescate prometiendo , ni el Cielo en premio , ni
del ynñernoel temor, ni la buena obra rrezebida, ni vizarria de
ánimo, ni el deseo de nobleca y fama, sólo podré decir que siguen
un desordenado apetito, el qual los guía alguna vez á hazer cosas
que tienen apariencia de bien, que después que Dios vino al
mundo no se a visto nación que deje de encontrarse con la virtud
por alguno de los caminos rreferidos, y en sola ésta se a bisto, por-
que en ella jamás cupo agradecimiento, amor ni temor, piedad
ni templanca, bergüenga ni buena boluntad, ragon ni rruegos,
paciencia ni perdón, fee ni esperanza, dolor ni humilldad, castidad
ni deseo, compasión ni obediencia, y, sobre todo, ningún género de
honrra ni acto virtuosso, ni cossas que lo parezca, saibó quaudo se
mueben con vn desenfrenado apetito, como hemos referido. Sobró-
les á estos Chilonos el atrevimieuto y crueldad, como adelante se
berá, el engaño, la desesperación, la yra, la yngratitud, la yn-
credulidad, las lisonjas, las mentiras y malicias, la ociosidad y trai-
ciones y soberbia, la sospecha y venganca , y, finalmente, todo gé-
nero de vicios por allanar á esta nación yndómita, herida de la
ynfiuencia de estrella no couoQida; los acometieron barias veges
sus propios rreyes yugas, tan famosos en aquellos rreynos del
Pirú, á quien todas las naciones de aquellas partes se abasallauan
y rrendian: estos los reuatieron y maltrataron tantas quantas ve-
zes por ellos fueron acometidos, quedándose tiranicadamente sin
señor á quien obedeciesen, siendo todo behetría su govieruo, diui-
didos en muchas parcialidades y parentelas, rrigióndose por el
más furioso y determinado, y assí lo muestran el dia de oy. Con la
entrada del español se pensó rreducirlos á buena serbidumbre, y
279
quien de rrepente les puso el yugo de obediencia fué don Pedro
de Baldiuia dando principio á este allanamiento y conquista; rres-
petároule más que á hombre humano, juzgando ser ynmortal él
y su gente, mostrándose con gran admiración y espanto de los
cauallos y arcabuzes; con que estubieron enfrenados por algún
tiempo, hasta en tanto que se desengañaron de la ynmortali-
dad que pensaron tener los nuestros ; y fuera esta amistad que
dieron más cierta y más estable, si no se hubieran engañado
con tal pensamiento y que sólo se rindieran en su principio
á las armas que , como dice Cicerón , el engaño repugna
grandemente á la amistad , porque borra la uerdad , sin la
qual es falsa, y en esta gente se a echado Yien de uer, porque
llegados que fueron á este punto del desengaño, como caballos
furiosos y desbocados, tomaron el freno entre los dientes y dieron
por los montes y sierras, conbocándose vnos á otros, donde hizie-
ron sus juntas, conjuraciones y borracheras, preuiniéndose de
armas y demás pertrechos de guerra, dejando hechas algunas
muertes y daños con que cimentaron su alcamiento y rrebelion, y
con que dieron principio á la guerra, por bien lenes causas como
como adelante se dirá: y esta guerra a sido tan porfiada y san-
grienta, que jamás se a uisto, sustentándola hasta el dia de oy,
y pienso, según corren los medios della, la sustentarán por largo
tiempo, que, aunque es bordad que algunos de los gobernadores
que an gouernado aquel reyno, an sido muy grandes, famosos y
balerosos capitanes, y en gran manera con su balor, ardides y
estratajemas la rresistieron y rreducieron la mayor parte de paz,
siempre quedó armada la ballesta de parte del yndio, para nuevos
alcamientos, muertes y destrozos como breuemente se berá, sólo
por su mala ynclinacion y apetito desordenado, como ya rreferire-
mos. Y acudiendo á nuestro yntento, digo, que luego como entró
don Pedro de Baldiuia, conquistó y allanó parte de aquel reyno
donde pobló las giudades de Santiago, cauega de aquella gouer-
nacion, la Serena, la Concepción, la ynperial Valdiuia, Villarrica,
Angol, Tucapel, y ansí mesmo una casa fuerte en el Valle de
Arauco y otra en Puren, siruiéndole los yndios de sus términos
en cada vna de estas ciudades; comencáronse á rebelar y alear
280
los yndios de Tucapel, abrá tienpo más ó menos de cinquenta
y quatro años; la causa de su alcamiento fué, que auiendo dejado
el dicho don Pedro de Yaldiuia tres yanaconas de su seruicio, dos
negros, vn mestizo y vn español, con copia bastante de naturales,
asi yndios como yndias por ser costumbre de la tierra tanto y más
el trauajo de la hembra que el del JDaron, haciendo vna cassa fuer-
te en Tucapel, y el rretirádose á la ciudad de la Concepción, sub-
cedió que andando pissando el barro las yndias, vien arremanga-
das como suelen ha^er, lo que podemos decir que á tal tiempo
andan en cueros, porque sólo se tapan las partes deshonestas con
vnas panpanillas que llaman, hechos de algodón, que les cubren
de la cintura avajo como palmo y medio; y estando en esta obra,
ora por gusto del mestico ó de alguno de los negros ó yanaconas,
questo no se pudo aberiguar, ni del español tal se puede presumir
por ser acto tan deshonesto y vicioso, les mandaron quitar las
panpanillas para que andubiesen en ese ejercicio del pisar más
libres, cosa que se hecha bien de ber que fué más por el gusto y
vicio de quien se lo mandó que otra cossa, y obedeciendo el man-
dato las yndias, ora por no sauer lo que hacian, ora que fuese
porque gustauan de semejante deshonestidad, ellas se las quita-
ron, y viniendo tras esto á la obra algunos yndios parientes suyos,
afrentándose de uer el casso, se desconpuso vno en palabras contra
el mestico que presente estaua , de tal manera que les puso las
manos, y aquella noche siguiente los yndios hicieron su junta, y
antes del dia pusieron fuego á la cassa y á toda la rranchería, ma-
tando á el español, al mestico, negros é yanaconas; y tiniendo
dello nueua el gouernador, que como emos rreferido se auia rreti-
rado á la ConQepgion, salió al castigo con cinquenta y tres solda-
dados y tres mili yndios amigos; y yendo marchando por el cami-
no, echó adelante seis soldados corredores á quienes mataron
los yndios en una enboscada, y quitándoles las canecas dejaron
los cuerpos en el camino, rretirándose á fortalezer y prebenir de
más gente y á esperar al gouernador y sus soldados de que toma-
ron lengua benia gerca, y llegado que fué á donde los cuerpos
estañan, rreconoció su pérdida; pero como baleroso capitán y
caballero, se resolbió á pasar adelante y dalle la batalla al enemi-
281
go; y trauada á campo avierto , le rretiró aviendo peleado muy
gran rrato, de manera que ya los cauallos mostrauan bien el can-
sancio; á este tiempo vn paje de lanca yanacona de don Pedro de
Valdiuia que le traya cauallo de rrefresco, que se decia Lautaro,
antes de mudarle y que se lo pidiesen, biendo los suyos que á
más priessa se rretiraban, dio de espuelas al cauallo dándoles
voces: «volbed, volbed, que vuestra es la uitoria si della os sabéis
aprouechar, porque los españoles traen tan cansados los caballos
y tan mal heridos, que no se pueden rodear; con poca fuerca que
hagáis los acabareis á todos;» los yndios le reconocieron , y fiándo-
se de su consejo boluieron y trauaron de nueuo la pelea; consi-
guieron la uitoria prometida por Lautaro; murieron en esta rre-
friega los cinquenta y tres soldados españoles y los tres mili
yndios, ecepto tres que se escaparon y llevaron la nueua á la
Concepción, y don Pedro de Valdiuia á quien prendieron junta-
mente con un clérigo capellán y confesor suyo; y tratando de su
rescate bibieron en su poder dos dias, hasta en tanto que vn yndio
mouido de sólo su gusto, los mató con una macana contra la
boluntad de Lautaro, que á la sacón ya le auian hecho Maese de
campo general. Esta es relación muy berdadera , y son quentos
decir en algunas ystorias que le mataron echándole oro derretido
por la boca haciéndoselo beuer. Hecha que fué esta muerte, Lau-
taro se rresoluió passar á la ciudad de la Concepción, como asi lo
hizo asolándola de todo punto con vn millón de estragos y cruel-
dades, no dejando piante ni mamante, y todo quemado y abrasado
se rretiró con su campo á vn lugar y sitiollamado'Mataquito. A
este tienpo, tinieudo nueua dello Francisco Villagran, que estaua
gouernando la ciudad ymperial, como capitán della salió á su
alcance, que con algunos soldados que vinieron de la ciudad de
Santiago juntarla como trescientos hombres, y vna noche, alquar-
to del alba, dio en el campo del enemigo y le desbarató con pér-
dida de muchos de la vna y otra parte ; murió en este rrecuentro y
asalto Lautaro, el famoso que tan nombrado es en la Araucana;
rretiróse con esta vitoria Francisco de Villagran á la ymperial
de donde salió. Bien pudieran los yndios escusar este alcamiento
y rrebelion, tantos estragos, crueldades y muertes, pues la causa
282
fué tan leve, que con dar della noticia al gouernador, se tenia por
muy cierto de su balor y christiandad lo castigara con gran rrigor
y justicia, que ésta no saben ellos qué cossa sea, y assí no se
aprouechan della, quanto son crueles, y la crueldad es enemiga
de la justicia y de toda rracon y peor pecado que la soberbia; pero,
como su naturaleca sea tan mala y tan ynpia, sin género de
causa, no se pudiera esperar otra cosa, y bastárale por ejemplo la
entrada que hizo en el Valle de Copiapo, á los primeros lances
destas conquistas, para no discuydarse con ellos vn punto; pues,
sabemos con verdad, que luego como entró en él le dio la paz el
señor y cacique llamado Copiapo, de donde tomó el nombre el rre-
ferido valle á quien el desafortunado de Valdiuia rregaló con gran-
de extremo, dándoles muchos presentes ds valor, y viendo quáu
obligado le dejaua y él le auia prometido la buena corresponden-
cia, aunque fingida como se descubrió dentro de breve término, se
rresolbió de dejar en aquel valle al capitán Juan Bohan con sesen-
ta soldados, como assí lo hizo ; y despidiéndose de su cacique y
amigó, y rreforcando las prendas de amistad con dones estimables,
aun no bien vueltas las espaldas, vna noche se los degolló todos sin
escapar ninguno^ ni tener causa la menor del mundo para paliar y
dorar su traycion, y á la amistad exemplo deviera ser este caso
para no fiarse más de ningún yndio de las Indias, y particu-
larmente deste reyno, pues exceden á todos los demás en tray-
ciones, crueldades y vicios, como largamente queda referido, y es
así, que es perberso el honíbre que sabe receuir beneficios y jamás
correspondió en hazellos.
Con la desgraciada muerte de don Pedro de Valdiuia, y dejan-
do aquel reyno tan turbulento con guerras, no por culpa suya
porque así en el tiempo de conquistas como del gouierno , tubo
muy gran aprouacion, y como tan gran caballero y christiauo, era
amado y querido grandemente de los suyos, y los yndios tenian la
misma obligación si no la borrara su mal natural como al remate
deste discurso se berá, quedó gouernando Francisco de Villagran
por nombramiento suyo, en el entretanto que se probeya de gouer-
nador ; y auiendo anido en esto algunas mudanzas que no hacen
á nuestro propósito, y mouimientos en la guerra, assí como llegó
283
el marqués de Cañete á la ciudad de Lima ólosRre^^es, caneza del
reyno del Pirú, que fué por virrey de aquellas partes, despachó á
dou García de Mendoza, su hijo, que después fué virrey pasados
algunos años con gran aparato y poderes de gouernador de este
reyno de Chille, y llegando á él con seiscientos españoles y entre
ellos mucha nohleca del Pirú y caualleros muy prósperos en
hacienda y balor, hallando alzada la mayor parte de la tierra y
comencando á llamar de paz los algados y rrebeldes, le rrespon-
dieron con vna y machas batallas. Quiso Dios llenarle de su anti-
guo balor; con dichossa estrella salió de todas con Vitoria zélebije,
y tanta, que no se puede dezir del que tubiese mala suerte ni des-
gracia; los yndios reconocieron estrella y balor en este tan gran
cuuallero, le dieron la paz obligados de temor; éste fué general
en todo el reyno, avnque como queda dicho en su ánimo dellos
armada la ballesta para hazer tiro en la primera ocasión, como
assí lo hizieron y adelante diremos. P'ste gran cauallero reedificó
todas las ciudades y cassas fuertes que fueron asoladas y des-
manteladas, y más pobló de nueuo otras; reedificó la ciudad de
la Concepción, la de Angol, la de Tucapel, y las cassas fuertes de
Arauco y de Puren, arruinadas con la luuerte de Valdiuia; pobló
de nueuo la ^iudad de Osorno y de la otra parte de la cordillera
neuada las Qiudades de Mendoza y San Juan de la Frontera, que
oy están en pié, gocó de este reyno el tiempo que en él asistió con
toda paz y tranquilidad, hasta en tanto que tubo nueua que su
magestad Carlos quinto, de gloriosa memoria, auia proueydo por
gouernador á Francisco de Villagran , de quien atrás emos hecho
mención; y al mismo punto como la tubo, se rresoluió dejar el
gouierno y vajarse al Pirú, dejando á R.* de Quiroga gouernador
en su lugar. Dejó este rreyno á buen tiempo sin aberle subcedido
acar ninguno, y como prudente no le quiso esperar, porque de nin-
guna cosa se deue menos fiar que de prósperos subcesos , y nece-
sario es para que dure la prosperidad ponerle tasa, como dou G.» de
Mendoca la puso a sus subcesos buenos, porque aún no hubo
bien buelto las espaldas al reyno, quaudo se comencaron alear
los yndios matando sus encomenderos sin caussa alguna ni yndi-
cio della que se entienda los mouieseu á semejante traycion, mas
284
de tan solamente faltalles la f aerea de la estrella que seguía á don
G/ de Mendoca, y estas muertes las comencaron á hazer con
muchas represalias y crueldades que en sus ánimos tenian.
Llegado Francisco de Villagran á este reyno, donde tomó la
posesión de su gobierno , halló la guerra trauada , encendida y
muy sangrienta, tanto, que hasta el dia de oy, siempre se siguió
de parte del yndio, con gran valor y fuerza, que destas dos partes
solas les a dotado el cielo, y no se les puede negar, como se a
visto por experiencia, lo mucho que a que dura la guerra con
gran pérdida y daño de los nuestros, no quedando ellos releua-
dos , porque del daño siempre les alcanca la mayor parte; j aun-
que esto passa asi, an rresistido con valor, y pienso lo harán por
largo tiempo, según los medios que de nuestra parte se an to-
mado con tanta suauidad; porque esta llaga está muy cancerada
y tiene necesidad de cáusticos fuertes y rrigurosos; pues blandu-
ras sanemos no son de consideración con esta gente. Este gouer-
nador hizo la guerra los años de su gouierno con gran balor y
arriscamiento, y aunque era gran Capitán de expiriencia, en
aquella guerra tubo muchas pérdidas con barios subcesos , hasta
que murió despoblando en su tiempo por segunda vez la Concep-
ción, Tucapel, Arauco y Puren. Subcedióle Pedro de Villagran,
tanvien gran soldado y de experiencia, y tras él Rrodrigo de Qui-
roga, el qual tubo algunos buenos subcesos. Reedificó la Con-
cepción y á Tucapel, en diferentes sitios entró tras él la Real
Audiencia , presidiendo y gouernando el licenciado Brauo de Sa-
rauia, el qual, por su persona, asistió á la guerra mucho tiempo,
y por la mayor parte assistian su Maestre de campo y Capitanes.
En este tiempo tuuieron algunos malos subcesos, quemándoles
los yndios á Tucapel y los fuertes de Arauco y Puren por tercera,
bez, despoblándolo todo : con estos mouimientos barios entraron y
salieron algunos gouernadores en el reino. En este medio entró el
capitán Francisco Draque, en la mar de Sur, á cuya nueua y
aniso, el rey Philipo segundo de gloriosa memoria, despachó
para el rreparo deste reyno con fuerca de gente á don Alonso de
Sotomayor, cauallero del háuito de Santiago , por la mucha satis-
ffacion que de su persona tenia, con sus Reales poderes, el qual
285
partió de España con la presteca y brevedad pusible el año de
ochenta y uno, en conserba de la armada que á cargo llenaba
Diego Flores de Valdés, con orden de poblar el estrecho de Ma-
gallanes, el cual , con grandes temporales y pérdidas de naníos
y jente , no pudiendo tomarle desde quarenta y dos grados, arribó
al Brasil, donde ynbernó don Alonso de Sotomayor; antes de estas
tormentas se metió con su armada y jente en el rio de la Plata,
con mucha felicidad y buena fortuna, como siempre la tubo. Lle-
gado que fué á buenos Ayres echó su gente en tierra , y previ-
niéndola de todo lo necesario atrauesó con ella los llanos del
Paraguay y Tucuman , abriendo nuevos caminos por no ser tra-
table ni conocida esta trabesía del Rrio de la Plata al rreino de
Chile, avnque se tenia noticia della, pero confusa, á cuya causa
padeció muchos trauajos, hambres y rriesgos, assí de su persona
como de sus soldados. Caminó por estos caminos desusados de
quinientas leguas en que ocupó siete meses y más, donde al cano
dellos tomó y arribó á Chile con quatrocientos y treynta soldados,
buena gente, sin la que se le murieron en mar y tierra de enfer-
medades que les sobrebinieron. Llegado que fué, y hallando la
guerra vien trauada, con muchos y malos subcesos de nuestra
parte, y tomando possesiou del gobierno, continuóla guerra diez
años sin cesar un punto , hauiendo tenido con ellos muchos rre-
quentros, guajabaras y asaltos, sacando de todos Vitoria con
dichosas suertes, sin hauer tenido subceso malo que notable fuese,
porque fuera de los soldados que morian en la guerra con las
armas en las manos, muy pocos ó ningunos le cojieron ni mataron
fuera della, ni le despoblaron ni quemaron ningún pueblo, antes
rredució de paz gran número de naturales, como fué todos los tér-
minos de la Villa Rica, Baldiuia, Osorno, Castro, y los de la Ym-
perial, Angol y Chillan , por la parte de la cordillera nebada, con
muchas muertes y consumo del henemigo, siguióle esta tan felice
estrella hasta el fin de su gobierno, sin que los yndios tuviesen
lugar de enplear su antigua costumbre, metiéndose á manos llenas
en la sangre de los nuestros , con las crueldades atrassadas y con
las que adelante subcedieron. Prueua de gran virtud y balor y
conocimiento de la guerra de aquestas partes, en la qual, desde el
286
primer día se le conoció como si toda su vida la huuiera esperi-
mentado en aquel reyno, que el arte de la guerra le enseña quien
más la usa, y el juez de la guerra es el fin della, y assí, con-
forme á esto, cada uno juzgue por el fin que tuvo, pues ni en el
medio ni el principio tubo mal subceso, antes muchos buenos,
prósperos y destimacion, ni jamás se le reconoció por dicho de
muchos soldados suyos que podemos decir tenia rreconocida su
estrella por los efectos, después del fauor diuino. Diré lo que rae
contó un soldado suyo para prueba desto: que auiendo reconocido
de paz los términos de las ciudades Baldivia , Osorno y la Vi-
llarrica , con mucha parte de la Ymperial , y ansí mismo Angol y
Chillan, como queda rreferido, y obligado á gran parte destos yn-
dios con el rrigor de la guerra á bajarse de las sierras á poblar á
los llanos donde les fué señalado sitio, y estando actualmente po-
blados con sus casas y sus sementeras, sin obligazion de serbi-
dumbre ninguna, pidieron para que pudiesen mejor conserbar la
paz y obligar á los que faltauan de benir, convenia se hiciese vn
fuerte en el Valle de Puren, porque del y de una ciénega que
estaua arrimada al mismo valle, no saliese el enemigo á hacer la
guerra y á leuautarlos , y con este pedimiento, y en conformidad
de su voto, ayudando ellos de su parte, lo comenzó; y viéndole ya
empeñado y las manos en la obra , con ánimo diabólico, aviéiidose
prevenido en este yntermedio de armas y demás pertrechos de
guerra se leuantaron, y para no perder la ocasión asentaron, pri-
mero con los yndios de paz que seruian á la ciudad de Angol, en
que les diesen aniso quando la ciudad estuviese con falta de
gente para su defensa, y estando la mayor parte de los vezinos
con su gouernador en el referido fuerte se lo dixeron, y al punto
se juntaron tres mili yndios, y con los demás confederados mar-
charon sobre la ciudad de Angol, y acometiéndola con rrepentiuo
asalto la pusieron fuego por quatro partes; y preuiuiendo Dios de
rreipedio, subcedió que aquella noche que la pusieron fuego, á la
prima, auia llegado el gouernador que venia del rreferido fuerte,
que como se a dicho, se estaua haciendo en el valle de Puren con
sesenta soldados de su compañía, que acaso sacó consigo, y dizen
le oyeron dezir, acostándose en la cama, «vendito sea Dios, que
287
dormiré una noche seguro y con sosiego,» y con esta conflanca se
dejó dormir, y al primer sueño el enemigo yva ya entrando por
la giudad , como emos referido, pegando fuego por todas quatro
partes, y acertando á dar el mayor golpe de gente en la cassa del
valiente Cañuman, que tan nombrado es en la Araucana, se le-
uantü, y echando mano de su lanca comenzó á dar vozes, dicien-
co; «¡Ah traydores , que aquí está el apo que me vengará de bos-
otros! » Y mostrando vien con la lanca su vicarría antigua, avnque
ya viejo, los retubo por aquella parte gran rrato, y fuéles grande
freno el rreconocelle; y como ya vbiese llegado la boz al gouer-
nador y tocádosse arma por toda parte , azertó venir peleando con
su gente por donde resistía el valiente biejo y por donde cargaba
la mayor fuerca del enemigo , y aviendo reparado con gente los
demás puestos donde convino , se trauó de vna y otra parte la
pelea con gran fuerca, donde guarecido de su antiguo valor, jun-
tamente con la fuerca de tan gallardos soldados como le siguieron
en aquella ocassion , reuatieron en breve tiempo al enemigo, pu-
niéndole en huyda y siguiendo el alcance seis leguas, sin poder
dar con el golpe de la gente y mayor tropa , así por ser la noche
tan obscura , como porque luego se comencaron á diuidir unos de
otros ; pero siendo ya de dia , dieron con una tropa de ducientos
yndios, en culo rrequentro prendieron y mataron la mayor parte
dellos. Los que quedaron en la Qiudad tubieron harto que hazer
en apagar el fuego que tan estendido y furioso andana por todas
partea. Aquí pudiera echar de uer el Obispo de Chiapa la poca
fee de estos naturales yndios , pues ellos pidieron se hiziesse la
casa y fuerte atrás dicha , con todo gusto y contento para ser an-
parados de los españoles contra los yndios de guerra, y ellos pro-
pios fueron parte para que pegasen fuego, viniendo en su ayuda,
pareciéndoles que desbaratada esta ciudad lo seria con mucha
facilidad la cassa y fuerte. Yo estoy cierto se rreconocerá bien
•esta poca ffee, y quien no lo rreconociere , le suplico pase ade-
lante por este discurso, donde hallará un cierto desengaño quando
tratemos de Martin García de Loyola, cauallero del hábito de Ca-
latraua, con el qual subQeso cerraremos y probaremos por él todo
lo que emos dicho destos yndios y de que no tienen cossa buena,
288
saluo el balor y fuerca, como emos ya dicho, que ésta es tanta,
que para manifestarlo, sólo diré como en el valle de Paren, en
una rrefriega que trauaron el gouernador y sus soldados con el
enemigo, á vn soldado suyo, llamado Alonso Sánchez, le atraue-
ssó vn yndio con vna lauca el cuerpo de parte á parte , estando
armado con dos costas y vna cuera de ante, que son seis dobleces,
y certifican le atrauesó el cuerpo y pasó una gran parte de lanca,
y queriendo sauer con curiosidad la faycion del hierro, hallé que
era vna daga buyda que auian quitado y ganado por muerte de
vn español en otro recuentro antes deste.
Cumplidos los diez años del gouierno de don Alonso de
Sotomayor, como emos referido, vajó al Pirú á verse con el
virrey don García de Mendoca para procurar el fin desta guer-
ra , de quien se tenia grandes esperanzas en todo el reino de
Chile la acabarla con mucha más brebedad que otro alguno
que á la sacón lo pudiese yntentar, con tal que el virrey le so-
corriese del Pirú con copia bastante de jente , armas , municio-
nes y demás pertrechos, y pensando bolber probeydo de todo
á medida de su deseo, le cortó la fortuna el hilo de su pensa-
miento, hallando quando llegó á giudad de los Reyes nueva
de la prouision que su magostad hizo en Martin García de Lo-
yola de nueuo gouernador, y besando sus manos, se partió
para Chile y tomó la possesion del gouierno de aquellas prouin-
cias, donde comencó á hazer la guerra con vn pensamiento que
tomó vien estraño de lo que rrequeria su mala calidad de los yn-
dios, y fué que este cauallero era casado con una dama, nieta del
Inga rey y señor de todos aquellos reynos del Pirú , á quien 11a-
mauan la Coia, y generalmente, los yndios la rrespetauan por tal,
como si dijéssemos, la señora de la tierra; y pareciéndole que
este cassamiento les obligarla á que le obedeciesen , sin hagelle
género de traycion, como assí se lo comenzó á dar á entender á
todos los yndios en varios y dibersos parlamentos que con ellos
tubo, y los yndios, que bien enterados estauan dello, le respon-
dían que él era su berdadero apo, y que como á tal siempre obe-
decerían en todo como lo beria. Con estas palabras y otros actos
cabilosos, envueltos con serbidumbre y humildad, le obligaron á
2Sy
tratarlos con los medios más suabes que pudo hallar en su enten-
dimiento, ocupando el tiempo con dádivas que les hacia, prome-
tiéndoles libertad más de la que al presente gocauan ; y como les
estaua también , ybanlo recibiendo, dándole á entender que por
aquel camino seruirian todos, como lo comentaron á poner por
obra; y creyéndose desto el buen cauallero, estimo mucho más la
yndustria que las armas, y assí fué cuidándose della y dejando
de aquel reyno muchos soldados, desabrigándose también de
algunos capitanes esperimentados que tenia, comunicando los
yndios con tan poco recato como si estuvieran de cincuenta años
de paz, la qual no se podia presumir ni esperar dellos, si es verdad
la sentencia de Casiano ^ , que dice : « la paz verdadera es tener
concordia con las buenas costumbres y guerrear contra los vicios;"
pues de creer es que en esta gente no la podia auer que fuesse
verdadera, pues repugnan de todo punto esta sentencia, y ésta
tanbien la deuia conocer, pues la guerra es causa de la paz, la
qual no se puede conserbar en diferentes entendimientos y diuer-
sos pareceres. Con esta comunicación cautelosa le fueron hurtando
muchos cauallos y ganado, y estando bien proueydos le fueron
matando algunos yndios amigos y soldados españoles; y viendo
que no hacia castigo y que vivia con toda seguridad , fiándosse
dellos y admitiendo qualquier disculpa, ora con buen pecho que
tubiese ó que quisiese hacer del ladrón fiel, dissimulándoles los
excesos y muertes que hacian, pudo tanto la malicia y su mal
natural , que aguardándole en ocasión acomodada le mataron con
cincuenta y más capitanes y soldados, de la mejor jente que en
su campo tenia, festexando sus vorracheras con la caneca deste
desdichado cauallero. Con este subcesso se leuantó cassi toda la
tierra , mataron tras él mas de quinientos soldados españoles con
azerbas crueldades, y como fuesen de victoria, talauan, destroga-
uan y asolaban todo quanto por delante cojian , quemando ciuda-
des, yglesias y monesterios, y matando sus sacerdotes con varias
muertes y martirios, sin perdonar á ninguno por chico que fuese,
quanto duraba el furor d§ las armas; y pasado aquel mouimiento,
1 Cassianus, Ps.
Tomo LXXI. 19
290
llenaron cautiuas algunas mujeres, sin obligarles cossas, más de
tan solamente siguir vn váruaro apetito, como siempre le siguen
sin fee ni rracon, como se a visto por el subceso atrás dicho, que
la ffee no saue qué cossa es fealdad ; entiende lo que no alcanca
la rracon, comprende las cossas obscuras , abraza las ymnensas,
entiende las futuras y encierra en su manera toda la eternidad.
Murió este tan uirtuoso cauallero, y es tan leal compañera la vir-
tud, que nos acompaña hasta la muerte, y aquí se hecho vien de
uer, pues el henemigo á su fin le confesó por tal , que siendo ya
muerto, llegó vn yndio que de fuera venia saviendo su muerte,
lamentándosse y dando vozes, dijo: «¿Qué abéis hecho, estáis bor-
rachos, que abéis muerto á nuestro padre? Ya no tenéis que es-
perar sino trauajos, aflicsiones, desbenturas y muertes.» A esto
podemos dezir fué pronóstico verdadero, y que sea , como de aquí
viene dezir, que no ay ninguno tan malo que no tenga algo bueno*
y yo assí lo confieso, ni tan bueno que no tenga algo malo; y
tiene tanta fuerza la virtud que aun en nuestros enemigos nos
aplaze, como aplació la virtud deste buen cauallero, de la qual no
sé si se satisfaciera el obispo don fray Bartolomé por el engaño,
que tan dueño era de su pensamiento, y engaño manifiesto es rre-
zeuir en sí el hombre lo que no puede voluer á su ser.
291
DISCURSO Y APOLOGÍA QUINTA
descargo y satisffadon que se pretende en las conquistas del mieho
reyno de Granada ^
Obedezer la rrazon es liuertad del ánimo, porque elige lo que
á él le parece que lo es , y obedezella y guardalla no será libertad
del entendimiento, pues a de yr subjeto á ella en todas sus ope-
raciones, sin exceder sus límites, con la qual yo me hallo esfor-
cado para probar que el hecho de las conquistas de las Indias no
merece título tiránico ny cruel como el Obispo le da, y porque
en su prueua emos áicho la mayor parte en cuanto á las yslas de
Varlovento y Sotabento, Mar del Norte, y Tierra Firme y Nueua
España, Pirú y Chile, que fueron los primeros reinos que defen-
dieron y conquistaron los españoles en las Indias Ocidentales,
aora por postre trataremos del nuevo reyno de Granada, con que
haremos nuestro descargo, donde hallaremos suficientes exemplos
y rrazones para lo que pretendemos defender. Este fué el tercero
reyno que se descubrió y donde son más recientes y continuas las
guerras y conquistas ; después duran hasta oy y durarán muchos
años, donde será fuerza que nos alargemos en la ystoria y des-
cargo, concluyendo para oyr sentencia de vista en este mundo y
en el otro de revista, recusando primero, y ante todas cossas, á el
Obispo, en lo que se muestra ser juez; y tachando la parte de
acussador, porque las cosas que narra en su tratado difieren tanto
de lo que realmente es y fué, que nezesaria y forzosamente le
emos de considerar lleno de passion ú de facilidad en dar crédito
á tantas rrelaciones siniestras como tomó, haciéndolas justas y
verdaderas, arrimándolas su autoridad; y si son ú no, los que
son prácticos de aquesta tierra lo echarán bien de ber como yo,
porque son tantos los hierros conocidos en que cae su tratado, que
* 4536 años.
292
ninguno dejará de rreconogerlos y por ellos estimar lo rrestante;
y los que no tubiereu esta espirencia , si quieren considerar su
cargo y este descargo, también lo advertirán, porque no sólo
tiene vn engaño, sino muchos, porque avnque el engaño tiene
color de vien , es cossa muy natural que al engaño se enlaza
otro y otro con que se descubre el primero y los demás. Pues
vamos al punto, y veamos quien descubrió este nueuo rey no de
Granada, y qué guerras hizo en él y las crueldades que cometió
él y los demás conquistadores que fueron sucediendo desde el
año de mili y quinientos y treynta y nueve que se pobló, el qual
fué don Gonzalo Ximenez de Quijada: aviendo subido por el rrio
grande la Magdalena, con gran fatiga y trauajo, assí por ser vn
viaje tan largo y prolijo , que sin salir del fueron ducientas y más
leguas de camino y de mala tierra, enferma y muy caliente, y
con muy gran plaga de mosquitos y falta de comidas, por ser
todo arcabucos y boscajes, como por yr sin ninguna guía, á donde
se conocerá que la guía fué la diuina Prouideucia , que con topar
tantos y tan grandes rrios que se apartauan á vn lado y otro,
siempre acertó á tomar el conviniente para dar en el reyno, y
esta porffia de navegación fué hasta topar con lastro de buena
tierra, que llegó con el fauor diuino á donde se aparta vn rio que
llaman Carare, que naze en las prouincias de los Musos, y su-
biendo por él á seis ü ocho jornadas, saltó en tierra tomando la
vanda siniestra ; avnque en el acertamiento fué diestro, porque
si tomara la diestra, fuera la siniestra , con que de ninguna ma-
nera se dejara de perder por auer de dar en unas provincias de
yndios que llaman Musos , que poco a nombramos , tan brabos y
caribes, con tanta y tan pestífera yerba, que sin género de duda
no escapara ninguno. Aquí se conoce fué Dios la guía, como lo
fué en la conquista de Nueva España y Pirú , dando á los prime-
ros encuentros quien guiase y fauoreciese nuestro partido. Sal-
tado que vbo en tierra, hallo vnas pequeñas sendas , las quales fué
siguiendo; y aunque entre tan grandes arboledas y tan espesas, al
cauo de quatro días vino á salir á tierra rasa y limpia que llaman
cananas, y creciendo allí el camino, les vino á meter al cauo de
otros quatro dias en unas grandes poblaciones de yndios que ya
293
tenían noticia venían, y con el admiración de uer gente tan estraña
y de tan diferentes aspectos que de los suyos se juntaron los prin-
cipales , y se rresoluieron vnánimes y conformes de receñirlos
vien y hacerles todo buen acojimieuto, como assi lo hicieron. Me-
tió en esta tierra el dicho general, de soldados que consigo traya,
número de ciento y sesenta, y la mitad de ellos enfermos, abién-
dosele muerto en el camino los restantes , hasta en cantidad de
mili, que fué el número que sacó en demanda de su biaje; mu-
riéronsele de enfermedades y de hambres que en tan largos cami-
nos les sobrevino. Aquí se rreformaron de su mucho trauajo y
calamidad, que, como dize Platón ^: «Dios siempre es causa del
vien y no del mal;» y esto se hecha vien de uer, pues quiere que
estos yndios se le deparen á la entrada de esta tierra para su rre-
paro, mostrándoseles tan vmildes y de tan buena disistion , de tal
manera que los curaron de sus enfermedades mucho más que si
fueran sus hijos. Trayanles al principio muchachos de á ocho y á
diez años para que comiesen ; y como vieron que no comían
carne humana, les trajeron venados, y como comiesen dellos,
fueron continuándolo juntamente con las frutas y rrayces que la
tierra tenia sin menguar más vn día que otro; y como el general
allí tomase lengua de tanta gente á diez, á quinze y á veinte le-
guas como el reyno tiene, y viese ya sus soldados rreformados,
pobló allí vna giudad con gusto y consentimiento de los caciques,
á la qual llamó Velez, aviendo descubierto y poblado primero
la ciudad de Santa Fee , en la prouincia de Vogota , que era el
más nombrado en todas aquellas prouincias y rreino. Aquí , en
esta ciudad de Velez , no hubo crueldades, ni los yndios jamás
dieron ocasión para ellas ni para castigos , porque la paz y feo
dada la sustentaron y guardaron para siempre. Desta Qiudad como
á dos leguas y menos está vn rrio, y en él está una peña que haze
frente, tajada, llana y lisa, y en ella, esculpida y labrada, vna
cruz, y yo la e visto; y quiriendo el dicho general saber este se-
creto della, marauillándosc mucho de hallarla, le fué hecha rrela-
cion por yndios muy viejos, que dello más que otros tenían noti-
* Plalou , Uü Rcpub.
294
fia de sus padres y antepasados, que de mano en mano devia
venir de más de mili y quinientos años, conforme á la quenta que
dauan por lunas , como si dijésemos meses , porque otra no la
tienen ni vsan , de que passó por aquella tierra un hombre con
vna barba larga, y su bestido y traje era conforme ellos lo husa-
ban , que al parecer de muchos , assi en el cauello, vestido y za-
patos , si algunos los traen , es como nos pintan el de los Apósto-
les , y si difiere algo es muy poco, y que traya en la mano una
insignia semejante á la que allí estaua en aquella peña , la qual
señaló él mismo con la uña mayor de su mano derecha , y que
pretendió dalles nueua doctrina y diferente de laque ellos teniau;
y como no la rreciuieron se fué habiéndoles dicho que bernia
tiempo en que se ueria toda aquella tierra poseyda de una gente
estrangera, por quien siguirien la doctrina y religión que él les
predicaua, y que ellos tenían por cierto que era ya cumplido el
tiempo con la entrada de los christiauos y tanvien de que deuia
ser toda vna doctrina y ley. Y aunque es verdad que no tenemos
escriptura divina ni humana que nos diga que pasaron" Apóstoles
á las ludias Ogidentales , piadosamente se puede creer pasaron
Apóstoles á predicar el Santo Evanjelio ó algunos de sus discípu-
los, y este indicio y señal es evidente, demás de otras que se au
hallado, aunque no hacen la fee questa, porque Montccuma y
Atabalipa é otros señores muy viejos dixeron tenían abiso por sus
ídolos, que christiauos avian de poblar aquellas sus tierras; y no
es mucho que el demonio propheticase esto, pues como tan gran-
de escripturario podrá aver sauido que estaua predicho por el
propheta Abdias, en la trasmigrazion de Yherusalen, en la pala-
bra Bosfor; y declarando este lugar el doctíssimo maestro fray
Luis de León, dize: «que la palabra Bosfor, se entiende por el es-
trecho de Gybraltar,» y hablando el mismo propheta adelante,
dice: «que deste estrecho ó bosfor, que es lo mismo, llebaron án-
geles el Evangelio á las ciudades del Austro, que es á nuestras
Indias, y que allí se p"íedicaria á vnas gentes desnudas, menos-
preciadas, y que no teman barbas en sus rrostros;» y da las señas
de las tierras y su disposición como aquel que hablaba con lum-
bre del Espíritu Santo: podráse ber explicado este lugar é autori-
295
cado en el tratado que hizo sobre el propheta Abdias. Pues sien-
do assí, parece ser la boluntad divina, siguiendo á ella tantos
milagros como Dios a obrado en ayuda de los nuestros en sus
entradas y en sus recuentros, ayudados, en vnas partes de
Nuestra Señora, y en otras del Señor Santiago, patrón de Espa-
ña, como se bió en Chile, cuya ayuda de la Madre de Dios estorbó
á que no se despoblase aquel reyuo, pereciendo todos los nuestros;
y considérese juntamente las conquistas de todos estos tres
reynos, Nueua España, Pirú y nueuo reyno de Granada, y ha-
llaremos que á la entrada de cada uno deparó la boluntad de
Dios quien fauoreciese nuestro yntento, guiándolos y ayudando
con las armas en las manos contra sus propios naturales y con el
sustento y servicio; pues esto vien nos da á entender que Dios no
es deseruido de las conquistas y conquistadores , como el Obispo
manifiesta con tan gran pasión. Y acudiendo á nuestro yntento,
savemos que llegó á el valle de Vogota , y algunos de los yndios
primeros en su ayuda y seruicio, y el cacique primero de consi-
deración con quien topó, que fué Suesca, allanó luego su tierra,
y tras él el mayor de todos , que fué Bogotá, donde se pobló la
ciudad de Santa Fee, cabeza de aquel reino; y luego sucesiua-
mente, Chia, Cajica y Ontivou y los demás circunvezinos, que
fué vn gran número; y auiendo buelto á los primeros yndios que
toparon, poblaron en ellos, como dicho es, la ciudad de Velez,
Estos indios fueron desgraciados en no quedar libres como los
yndios de la Pugna en el Pirú y Tascaltecas en la Nueva Espa-
ña, pues en la bondad lo's siguieron, y la rracou, á 15 que yo e
podido alcancar, de noquedallo fué porque eran muchos los caci-
ques y señores que señoreaban aquella parte, que en las rreferi-
das de la Pugna no avia más de vno; y si en Táscala avia más,
heran poderosos, y en estos yndios de la ciudad de Velez no hubo
lugar por está rracou y porque no hubo cagique que tomasse la
mano', J los españoles ó gouernador tanpoco trataron dello por
ser muchos, los señores y caciques, y pocos los que cada uno sub-
jetaua; además, que como no -tenían guerras trauadas no se
mostraronen la conquista tanto como los demás, ni su trauajo fué
de tanta consideragipu que obligase á ello. Luego salió á poblar la
296
ciudad de Tumja, y de camino se fueron allanando Guata, Vita,
Choconta y Turmeque, y el cacique Sodamoso, grande en poder
y fama ; y subcesivamente se poblaron muchas ciudades que es-
tañan en este nueuo reyno, y todas ellas sin género de g-uerra,
porque no fué necesaria , excepto las de Tierras Calientes, como
adelante diremos. Pues donde no vbo guerra, justo será que crea-
mos que no vbo crueldades ni castigos, ni raenoscauo de los yn-
dios, donde se deue guardar la rrepartida y quenta que hizimos
en la Nueva España acerca del multiplico, con que quedará pro-
uado que no hubo ninguna diminuicion, ni la tierra estar despo-
blada como dice el Obispo que lo está por guerras y crueldades;
pues vien se saue, y es cierto generalmente, que en esta tierra
que e referido no vbo género de guerra, y que está poblado
tanto quanto estaua al tiempo que la entraron los españoles, con
más el dicho multiplico, como pareze por el pueblo de Boca y
otros muchos en quien se halla oy mayor copia de tributarios que
al principio quando los nuestros entraron en estas prouiucias;
pues querer decir que hazian crueldades por que no dañan los
yndios el oro y esmeraldas que tenian y demás piedras precio-
sas, y quel general las hizo muchas y diuersas vezes por este
respecto. Lo que podré decir deste general, que fué, como se» a
referido, don Gonzalo Ximenez de Quesada, á quien su magostad
hizo adelantado de aquel reyno por sus seruicios , el qual , ha-
llándose con su campo en los pueblos de Suesca, porque vn sol-
dado quitó vna manta á vn yndio y le pidió oro, con tener tan
pocos españoles consigo , lo ahorcó; no fué este ánimo de hombre
cruel, porque si lo fuera, á trueque de no perder un soldado con-
sintiera muchas, puesto que le era ympusible el socorro para
suplir la falta de los soldados.
Dize avia piedras preciosas y esmeraldas , por cuya caussa
eran apretados los yndios: á este tiempo, en aquel reyno ni en
otra parte no las avia , salvo en las prouincias de los musos , en
vn zorro que llaman Ytoco, y no fueron descubiertas en más de
treynta años después que se conquistó aquel reyno, ni vbo otras
piedras preciosas; y si agora las ay en otras dos partes, en aquel
reyno, en Somondoco y en el Pirü, en Puerto Biejo, no so labran
297
ni se labrarán jamás, de manera que ya no se podían hacer crael-
dades en el tiempo que dize el Obispo se hacían por las esmeral-
das y piedras preciosas.
Despu^ se fueron poblando Tocayma y Vague , y Maryqui-
ta, Muco y la Palma, Pamplona y Mérida, Neyba y el pueblo de
la Plata y el de los Ángeles, Tímana y otros pueblos; rronpieron
la paz los Musos y la Palma , Mariquita , y todos los pueblos del
baile de Neyba, que todo es tierra caliente , donde se comenoó la
guerra con grandissimo rrigor, de tal manera, que de vna parte
y otra costó muy gran número de vidas, por ser gente tan be-
licosa como es ; en vnas partes se acabó breucmente , y en otras
duró algún tiempo, y en otras permanece oy en día y durará en
adelante. En esta tierra caliente se an meuoscavado los yndios por
las razones dadas; en la ysla de Santo Domingo, assí en las guer-
ras como en las rretíradas que hacen á los arcabucos, donde son
acosados de la hambre y enfermedades , y después de reducidos á
la paz se ban saliendo á seruir algunos á las ciudades de tierra
templada, que llamamos fría, cuyas caussas referidas an ssido
parte para que en alguna prouíncia que avia quatro aya quedado
en dos y menos, y por este número y quenta a corrido toda la
tierra caliente , que en la fría cumplido se está el número con el
multiplico referido de la Nueua España.
Entró á conquistar las provincias de los musos vn capitán lla-
mado Pedro de Orsua , que fué el que mató en el Marañen el ti-
rano Lope de Aguirre. Este caudillo, viéndose en la prouincia ya
dicha , hauióudole dado la paz los caciques y señores della, pobló
la ciudad de Tudela, y aviéndosele reuelado toda la tierra y
muértole algunos soldados, quiso hazer castigo dello, y apretá-
ronle tanto con las armas que le fué forcosso despoblar y salirse
della con daño y muerte de más de la mitad de su jente , por ser
la tierra muy áspera y los naturales velicosos y grandes guerre-
ros y húsar de yerbas de veynte y quatro oras. Pasando algún
tiempo, el capitán Luis Lanchero, caballero principal de aquel
reyno, hallándose con más comodidad que otro, á rrespeto de vn'
pueblo de yndios que tenía cerca destos musos referidos, que se
dice Susa, con poderes de la Real audiencia entró al castigo vien
298
preuenido de gente y demás pertrechos convinientes para poblar
la dicha ciudad desmantelada; y aviando arribado al propósito
con rresistencia de los naturales, y no paregiéndole á propósito,
pasó adelante como quatro leguas, y encontrando abe^j^tajadas co-
modidades pobló la ciudad de la Trenidad con nuebo consenti-
miento de los caciques y señores que ya avian dado la segunda
paz; pero no oluidando su mal natural é ynclinacion, no passó
muchos dias quando se alearon, aviendo hecho algunas muertes
de españoles fuera de la ciudad, rretirándose á sitios fuertes de
naturaleza. Aquí, viendo el caudillo y soldados su mala paz, sa-
lieron al castigo por la tierra ; y para hacerle y cojer á las manos
los caciques y culpados, necesariamente avian de menear las
armas, pues el yndio hizo berdadera demostración de guerra, y
no fué tan leue esta porfía, paciflcazion y castigo que no durasse
muchos dias y años y que en ello muriesen gran número de gen-
te de vna parte y otra, y de tal manera se auiuieron los naturales,
que en más de veynte y cinco años no se bió llana la tierra de
todo punto, porque quando vna prouincia se mostraua de mala
paz otra de buena guerra, de tal manera que en todo este tiem-
po siempre hubo nuevas ocasiones de castigos , porque ningún
cacique se alzaua que no hiziese primero muertes de españoles,
ynce'ndios y quemas de yglesias , y el postrer castigo que se hizo
le executé yo, que fué el que atrás dije del cacique Guazara.
Estos yndios coraian carne humana , por cuya razón eran y son
velicosos ; es jente de flecha y hie^'ba cruda y rrigurosa, más que
de otra ninguna parte que se sepa, y assí a sido parte que ayan
muerto gran suma de los nuestros españoles en las pacificaciones;
husauan della en las flechas y en las púas que hincauan por los
caminos para herir los pies, y en estacones en hoyos en el suelo
solapados, donde se hundían y estacauan los que por cima pasauan
para herir en los pechos, y tanbien los poniau entre las ramas de
los árboles; aquí, viéndose los españoles tan lastimados de la
yerba y que los yndios eran yndómitos y grandemente cautelosos
y traydores, dieron en aprouecharse del vso de los perros, que
ya en la guerra de Guali y otras partes se hauian hussado por
las mismas consideraciones, y fueron de tanto prouecho en el
299
modo de valerse de ellos , como ya emos dicho, que se rreconoció
muy apriesa *su fruto; y los yndios, viendo la envencion de los
perros dieron en un pensamiento, que fué talar todas las comidas
de la tierra y no sembrar, sustentándose de rrayces siluestres y
frutas para que los conquistadores, constreñidos de necesidad y
hambre, despoblasen y se saliesen; y como durase dos años ó más
esta prueua , murieron de ellos mismos de hambre y enfermeda-
des gran suma por los arcabucos; y conociendo su daño y que el
español tenia socorro por diuersos caminos , acordaron de boluer
á senbrar y cultibar la tierra con deliberación que comiesen todos
y andubiesse la guerra, como áfesí lo hizieron, y si solian senbrar
vna ffanega, en adelante seubraban dos, la una en nombre de
nuestros soldados , cossa que después que el mundo es mundo
no se a uisto ni oydo que aya ávido nación que se ocupe en sem-
brar labranzas, señaladamente para el enemigo, con quien á
todas oras se convate y tiene guerra. Desta rresoluzion que toma-
ron dieron auiso á los españoles , diciendo que querían no les
faltase la comida de ninguna manera y que anduviese la guerra
hasta que los vnos ó los otros quedasen vencedores ; y pues esto
era su ynteuto, que se conservasen los senbrados en general. Los
nuestros azetaron el partido, y asi lo obseruaron. Esta fué mues-
tra de gran coraje f fortaleza , con que de nuestra parte se puso
en duda la pacificazion por el presente en aquellas provincias;
pero al fin , como cada dia nos entraua nuevo socorro de gente y
la suya yba menguando, aunque con espacio de tiempo comenca-
ron á reducirse; pero en discurso deste tiempo, quien considerase
las quemas de las yglesias , las muertes despañoles con tan estra-
ñús modos y crueldades que el yndio husaba , no se deuíera es-
pantar de que los nuestros usaran rrigurosos y estraordinarios
castigos en gentes tan malvadas y carnizeras. Pues por este
mismo camino, ó casi semejante, an sucedido las más de las pa-
cificaciones. Pues véase aora la mansedumbre de los yndios y la
crueldad de los nuestros , como dice el Obispo, ynfamando su
nación y confesando generalmente que ni vbo ni ay conquista-
dor que sea y aya sido tirano y cruel ; mas , como en derecho es
rreceuido por manifiesto yndigio de qualquier hecho el negarlo ó
300
confesarlo en todo y por todo de poco crédito, no perjudicará la
coufision y declarazion que hizo, avnque a sido d^ manera que
no ay naciones estranjeras que no tengan á los españoles por la
gente más cruel que tiene el mundo; tanto, que yo e visto en
Francia , en la ciudad de París , pintados liencos con las cruelda-
des que el Obispo escribe en su libro; y no sólo e visto la estam-
pa, pero traydola para manifestar el escándalo que a causado
semejante tratado, exagerando y creciendo el hecho, y éste a ve-
nido á multiplicarse en la estampa y rrelaciones que en ella es-
criben, de tal manera, que por muy rreportado que un hombre
sea, dubdo yo dejar de perder paute de paciencia; pero como la
paciencia sea compañera de la sabiduría , como dice San Agus-
tín ^, «cada vno la terna á medida de su talento. » En estas prouin-
cias los yndios son de tal calidad, que por qualquier enojo que
ayan rrezeuido se ahorcan, y assí mueren muchos por este modo.
Aquí vssan grandemente de veneno, y con él an muerto mucha
gente de la nuestra ; hera muy ordinario hallar en el tiempo de la
guerra cociendo en las ollas de sus cassas carne humana de los
soldados , y llegar vn soldado á comer dellas con la hambre, y
topar con la mano y pió, y quioá era de su camarada. Aquí, en
esta provincia y ciudad de los Musos, llamada la Trenidad, sub-
gedió el enbuste del que ya contamos que eg* de tener en la me-
moria , que no referiremos , por boluer á tratar del nuebo reyno
en cuias provincias son los naturales de la más mala naturale-
za de todas las ludias; de tal manera que si fueran belicosos,
como los musos de quien acabamos de hablar, ympusible podellos
reducir á la paz , á más del gran número; pero proueyó Dios de
que fuesen faltos de este valor de ánimo; su yncliuacion es sólo
ser mercaderes, y son tan súbtiles en sus tratos, que no ay yn-
dios de señal que más lo sean, por donde son pacíficos y tienen
mansedumbre más que otros de aquellas partes , y la propia tu-
vieron los de Quito y sus provincias, pues casi no hicieron guer-
ra á los españoles que los poblaron y subjetaron , y si hubo, fué
poca ó cassi ninguna; y los unos y los otros siguen mucho las
i San Agustín, De Sap., o. í.
borracheras y son o:randes herbolarios y hechiceros y mohanes;
tienen grandes santuarios debajo de tierra con grandes rriqueztis
de oro, por lo que secretamente an sido algunos santeros apreta-
dos y maltratados , á fin de que los descubran ; pero ellos son de
tal condición , que antes morían hechos pedazos que tal hagan,
porque quieren más obserbar el mandato del diablo que el pro-
uecho suyo ni del christiano , y si algún daño an rrezevido de los
españoles a sido á esta causa : lo primero, por excusar que no aya
templos ni adoraciones al demonio; y lo segundo, que aquel te-
soro que el diablo tiene allí entretenido con tanta ydolatría sea
de prouecho en este mundo; y pienso que el Obispo no deuió de
topar con ningún santuario el tiempo que en aquestas partes au-
dubo, que si topara con ól yo estoy cierto de su mucha chris-
tiandad procurara desbaratalle y evitar las ydolatrías y sacrificios
que en ellos se hacen, y el oro lo sacara y hiziera dello ornamen-
tos para los templos, para que este thesoro que estaua aplicado
para el culto del demonio se convirtiese para el de- nuestro Dios
verdadero, 6 lo diera á pobres ó aplicara para algún ospital.
También an hecho los españoles algunos otros daños causados
del descuido de algunos juezes poco práticos en aquestos reynos
que llamamos Chapetones, que como llegan Despaña sin conoci-
miento de los naturales de aquestas partes, \uieren faborecelles
tanto y desfaborezen los españoles, pareciéndoles que con ellos
les rreducirán á virtud: con este favor pierden el rrespeto á Dios
y al rey, aleándose, cometiendo vn millón de muertes y desvcr-
güeuQas notables con que en sintiéndose el daño quedan los tales
juezes atajados y el rremedio viene siempre tarde. Y dejando los
alzmieutos y muertes que por este rrespecto muchas vezes an
subcedido, contaré al propósito vn caso que subcedió en estos
yndios, y sirba de exemplo. sin otros mili que an subcedido en
toda parte de Indias , y fué que estaudo vn soldado en vn pueblo
llamado Hontibon, á dos leguas de la ciudad de Santa Fee, caue-
za de aquel reyno donde reside la audiencia Real, sobre ciertas
diferencias que tuvo con vn yndio le dio vnos mojicones, y dando
gritos este yndio se juntó todo el pueblo y acudió á la defensa
del ; y hallándose el soldado cercado de tantos, metió mano á su
302
espada , y no pudiéndose defender de tanta multitud , fué rrendi-
do, y atándole de pies y manos y maltratándole muy malamente
su persona , tomaron rresolucion de cargallo sobre vn caballo y
llevallo al Presidente. Llegado á su presencia, le maltrató de pa-
labra, echándolo en la cárcel, le condenó en dinero y luego le
soltó sin rreprehender los yndios semejante atrevimiento, de donde
vienen á perder el respecto y miedo, principio para alzarse, que,
como dice Demócrito, «el atreuimiento es principio del hecho,» y
escusárase el daño que el soldado hizo si obrara la Providencia,
porque después de suelto, hallándose afrentado del caso, dentro de
pocos dias se apercibió de vn caballo y dineros y conpró vna ba-
llesta con cincuenta jaras , y aguardando la luna llena para gozar
bien della, una noche, á la prima, se salió de la ciudad, y passanilo
por el mismo pueblo deHontibon, que está á dos leguas, se metió
en vna puente de vn rrio, otra legua adelante, camino del Pirú,
y en ella amarró su caballo y en ella rregistraua todos los yndios
que passauan , que como la tierra es templada y haga clara la
noche , en toda ella no zesan de pasar yndios por ella á sus gran-
gerías, labrancas y ganados, y como fuese vno sólo, no le per-
donaba armando con tiempo su vallesía, y con vn tema que tomó,
que fué decir «jaiba,» que quiere decir «¿de dónde sois?» y si
rrespondia el yudio,#<(de Hontibon.» le atrauesaua con la jara,
que siempre, quando llegaua la tenia aperceuida, y en cayendo
le echaua al rrio, y si el yndio se nombraua de otra parte le de-
jaua pasar; desta manera pasó casi toda la noche, hasta tanto
que no le quedó jara que no la emplease, y visto que le sobraua
tiempo é yndios, se rremitió á la espada, hasta que la ensangren-
tó bien; y pareciéndole que venia el dia, arrojó la vallesta al rrio,
y subiendo en su cauallo caminó para el Pirü. Quando otro dia se
hecho de ber el castigo, se dio noticia al Presidente, y primero
que se hizo la pezquisa y se dio en la quenta que pudo ser el sol-
dado, ya llebaua dos dias de ventaja, que en ellos fué bastante
tiempo para salir del reyno sin que le dieran alcanze, y más el
que dejaua hecho semejante estrago que de dia y de noche no
dormiría; él se escapó y el pueblo quedó muy lastimado y todo
el reyno muy espantado del casso, cosa quél y el Presidente pu-
303
diera vieu estorbarlo con castigar á los yndios por semejante
atrevimiento y desvergüenza, que en aquestas tierras lo es más
que en España labradores maltratar á vn señor de vassallos v
de título, y al español detenello algunos dias preso, quanto se le
pasara la cólera, en demostración de castigo, sin darle otra pena.
Con esto el Roldado, visto el castigo de los yndios, evitara qual-
quier mal pensamiento que tuviera y atajárase al principio con
castigo y prudencia tanto daño como subcedió, que, como dize
Libio 1, «de no castigar á su tiempo lo que conviene, se siguen
muchos daños y males,» como subcedió en los alcamientos que
por ser frlbolos los castigos ó sus principios vienen después á ser
mayores; y si se siguiera el parecer del Obispo no vbiera quedado
español bibo en todas las Indias, assí por su mucha piedad como
por la mala naturaleza del yndio, como lo tenemos por exeraplo
de muchas prouincias que oy están alzadas y más caribes quel
primer dia, y esto por discuydo y falta de castigo en tiempo,
como lo vemos en la prouincia de los Fijaos, á donde se an des-
truydo y asolado tantos pueblos de españoles, con tantos daños y
crueldades que an cometido; y si el Obispo fuera vibo, holgara
mucho preguntalle la pena que merezian yndios que an consu-
mido de todo punto tantas ciudades de españoles que al rrededor
tenian, cassi sin escapar criatura en todas ellas, quemadas y pro-
fanadas las yglesias, comidos los sacerdotes sin perdonar cien mili
yndios sus naturales que tenia el valle-de Neyba, y juntamente
pedirle que fuera juez de los yndios , pues lo fué de los conquis-
tadores, sin querer aduertir á su descargo que el juez no a de sen-
tenciar ni determinar la justicia sin oyr primero ambas partes,
y estoy cierto que oyéndolas hallará á los yndios tan crueles y
carniceros , mucho más de lo que yo digo. Y no son quentos de
Amadis, que son y pasan de cien mili arriba la quenta de los que
an muerto y pessado en su carnezería , que tienen pública como
nosotros la de carneros y vacas, que quien entra por aquel valle
de sesenta leguas de longitud y considera tan apassible tierra, tan
llena de ganado vacuno sin tener dueño por hauer perecido todos,
i Libius. L. 8 de C. I.
304
como dicho es, y considera tanto asiento de pueblos, assí de es-
pañoles como de yndios, poblados en tierra de tan grandes mine-
rales de oro j plata, tan grasa y abundante de mantenimientos,
caca y pesca de los rrlos, y aora lo ue todo despoblado, si tiene
discurso y entendimiento , no es posible que deje de enternecerse
deseando la ocassion para ofrecer su vida en venganca de tanta
destruysiou y asolamiento. Y assí, no se deue espantar que en la
guerra y castigos que se ban siguiendo, el que se coje á las ma-
nos le den de puñaladas y le dejen en las quebradas sepolturas, y
al otro le ahorquen y enpalen, que son todas las crueldades que
esajera y pondera más el Obispo; y si con otra nación lo ubieran,
yo pienso y tengo por cierto , que no tubicran con ellos la piedad
que tiene la española, porque merecen muy estraordinarias y rri-
gurosas ynvenciones de muertes ; y tengo por cierto que en esta
gente acauara más presto el allanamiento, el rrigor que la clemen-
cia, por quanto es llaga afistolada, que si no se le aplican cáusticos
fuertes , más se ba encaucerando; que aquí no sirbe el yngüento
regalado, que esto sólo es bueno para gente de nueua conquista;
que como digo lo uno, diré lo otro; como yo lo e husacíb en con-
quistas nuebas como fué en las prouincias de los andaquíes, donde
poblé la ciudad de Cimancas, ayudado de vn cacique llamado Cam-
ponay que con su gente me salió á rrezeuir y buscar, y me guió y
enderezó en todo. Con estos tales es vien que se liuse de blandura y
buenas obras, y con los cfue se conquistaren asi mesmo, porque la
buena obra es vna virtud liberal del ánimo; pero con el yndio que
daba la paz y obedieugia á su magostad y rreziuia el Santo Evan-
gelio y vauptismo, y después se alcana con muertes y daños, no
avia rrayo que más presto fuese en acometelles que yo, avnque me
hallase con poca gente, por tener larga espiriencía dellos que son
de la condición del cocodrillo ó cay man, como en Indias se llaman,
que es terrible perseguidor de los que le huyen, y es fugitivo y
cobarde para los que con atrevimiento le siguen y acometen; y
con tal presteza la tierra se sosegaua y quedaua quieta, y el
yndio libre; que el hombre, si es bueno, es libre avnque sirba, y
puedo decir y afirmar, como soldado y christiano, de que en
todas mis jornadas no e tenido mal sucesso, mediante, después del
305
favor diuino, la presteca en el castigo y guerra y el buen trato en
la paz, y lo mismo pienso hazen todos los caudillos, que el ánima
es vn Dios por huésped del cuerpo humano, y esto se entiende en
todo christiano, por cujo rrespecto son perdonados muchas vezes
en sus alzamientos por ber si se enmiendan; pero como gente
yngrata no rreconozen esta clemencia, y puédese dezir bien que
es yngrato el que después del perdón peca, y en estos castigos con
ser tan justificados el hacerlos en ellos sus administradores y en-
comenderos, los defienden todo quanto es posible, y esto se puede
bien creer, porque quantos más yndios murieren en el castigo,
tanto menos terna de hacienda; y a contecido librallos el enco-
mendero vna, dos y tres vezes de la muerte, y ellos propios, en
agradecimiento, dársela á el encomendero. Entra aquí vien lo que
dize el Obispo que los yndios nunca hicieron mal sin primero ha-
uerle rrezeuido: quisiera yo sauer si esta rretribucion es justa,
que al amo que le dio la vida tantas vezes darle por ello la muerte.
Yo alio por mi quenta que en la más perbersa nación del mundo y
más cruel se halla nobleca para salbar al cautibo de quien se a rre-
zeuido vn notable veneficio, y en ésta hasta oy se a uisto ni pienso
se berá en ningún tiempo, y en esto tenemos grandes exemplos; y
no por cansar al lector, beamos lo que subcedió en la prouincia de
Santa Marta, qué mal hizieron á los yndios dos santos frayles, lla-
mados fray Pedro Montano y fray Francisco de Solis , de la or-
den del Señor San Agustín. Inflamados del Espíritu Sancto se en-
traron á pedricar entre ellos de su avtoridad el Santo Evangelio
por las yglesias que tenian como á christianos que ya eran , y al
cauo de algunos dias, estando actualmente pedricando, los fle-
charon y martirioaron hasta que dieron á Dios las almas. Tan-
bien fué esta buena rretribucion en esta gente ; no se halla menos
agradecimiento que éste ni jamás rreconozio obligazion , y desta
su naturaleza diré que si se alquilan con intervenzion de justi-
cia, con su salario justo por mano de terzero ó de su propia vo-
luntad, y para cumplir el tiempo y coger su dinero le falta sólo
vn dia de seruicio y en éste se puede huir, ó le da en la caneca
el hacerlo, se huje y pierde su salario y va muy contento y go-
coso ante sus amigos y parientes de que dejó de cumplir aquel dia,
Tomo í,\X1. 20
306
y muchas vezes, no sólo pierden de su boluntad el salario, pero
ávn las mantas con que se cubren, dejándolas por no poder cojer-
las, por cuia condición necesario es tenerles prendas tomadas. Al
fin no pierden tiempo si le rreconozen, aunque sea en su daño por
qualquier modo y camino que sea, como sugerida por el demonio
de quienes no se puede esperar cosa buena; y á todo deue aduertir
todo conquistador, j juntamente que quando se determinare á
hazer alguna conquista á que a de cumplir primero con el ser-
uicio de Dios , lo segundo con el del rey, lo tercero con el suyo,
porque a de entrar con ánimo de perpetuarse en la tierra, fundan-
do haciendas, que de otra manera no tendrá buen subcesso, que
perpetuándose en ella a menester conserbar al yndio, porque fal-
tándole le faltará de todo punto el buen ñu y blanco que le obli-
gó á hazer la conquista, conservando juntamente los conquista-
dores , porque es el berdadero estribo sobre que a de fundar su
edificio, sin apasionarse ni hacerse parcial, disimulando qualquier
emulación y hazerse desentendido de toda mala querencia ; pues
sanemos que siempre la administración de qualquiera república
trae consigo ciertas enemistades y odios, que esto las más bezes
hacen al caudillo desanparar la población, con que se lo echan
todo á perder: verdad es que también le mete espuelas aquel
deseo de boluer á su patria á contemplar aquellas pissadas que
dauan quando niños y el amor de la parentela, y con ánimo de
mostrarse engrandecido, cossa que si uien se considera el fruto
que dello se saca, hallarían que es vien poco, y los rriesgos y
daños muchos, y aunque pareze fuera de nuestro yntento y de
propósito, no lo es , pues lo traygo á fin de persuadir á todo con-
quistador y poblador que no desanpare lo poblado por las rrazo-
nes rrezeuidas, porque en desan parando el caudillo su población,
es cierto se viene á despoblar y perder la tierra que tanto trauajo
y rriesgo le costó; y esto emos visto aver sub^edido muchas y di-
uersas vezes, y el fruto que se saca, como dicho es, en desanpa-
rar el pueblo por boluer á dar vna pavonada á la patria, es nin-
guno, que siendo noble en su patria tanvien lo será en las ludias,
y si no lo fuere, mejor lo desimulará en ellas que en la patria, á
más que allá adquieren nobleca por los privilegios concedidos en
307
racon de las conquistas. Créanme, señores conquistadores, y
esténse quedos y conserben lo que Dios les vbiere dado y gocen
de tan buenos temples de tierra , de tanta abundancia de mante-
nimientos y de tanta rriqueza, que con verdad podemos decir,
que el que rreside en Indias está seguro de tres cosas, que es:
hambre, pobreza y pestilencia, que España ni otra ninguna parte
en el mundo no lo asegura, y esousen tanto rrigor de mar y la
mala querencia y mal nombre que en España cobra cada vno con
su benida; porque si vino rrico, no hay hermano, sobrino y pa-
rientes , y todos sus amigos y criados antiguos , propios , suyos v
dellos, huéspedas y criadas, ministros de justicia, en cualquier
caso que se le ofrezca de importancia, que no lo sea, que no
quiera y pretenda participar y que rreparta con él lo que trae, y
si es mucho y acierta á ser generosso, serán tantas las sacaliñas,
que quando cayere en la cuenta se hallará pobre, y rrepartido
entre muchos, ni á ellos ni á él puede lucir, pues aseguróle que
quando esto le aya subcedido y ubiere menester socorro dellos,
que no lo hallará y quedará pobre y mal quisto, porque siempre
quedan celosos sobre que dio más á Pedro que á Juan ; y lo peor
es que ora aya quedado pobre, ora lo aya benido de las Indias,
por desgracias que le ayan subcedido, no le quieren creer ni se
pueden persuadir á ello, porque tienen por cierto que es todo oro
lo que pisan, y quantos juramentos hiziere y muestras diere de
pobreza, tantas vezes dirán que son vnos mezquinos y miserables
los yndianos ; y este es vn lenguaje tan general , que no ay en
toda España hombre ni muger que no lo diga, sin consideración
que el pobre yndiano a passado seis mili leguas de agua con el
credo en la boca á la yda y venida, y que lo poco ó mucho que trae
le cuesta, después de vn millón de rriesgos, peligros y trauajos,
vn millón de gotas de sangre bertidas, assi por heridas como por
sudor, y que será justo se sustente y trate onrradamente para
conseguir sus pretensiones, si las tiene, o para biuir en su patria.
Yo e conocido muchos venidos de las Indias en la corte , y des-
pués de repartido lo que trajeron , morir miserablemente y enter-
rallos de limosna , que nunca á este tiempo se hallan parientes
que tomen á su cargo el entierro; pues querer dezir que murie-
308
ron de ahitos de los rregalos que les proveyan , yo no lo osaré á
dezir, de suerte que los vienes de los yndianos me pareze que están
en las parentelas de España confiscados.
Para exemplo de todo lo rreferido diré lo que me contó vn
cavallero aragonés, amigo mió, que subcedió en su presencia á
vn hidalgo del propio reyno, natural de la villa de Epila, que
hauiendo passado á las Indias y auiéndole dado Dios buena for-
tuna de rriqueza, bolbió en su tierra passados doze anos, el qual
dio en vn pensamiento estraño de entrar en su pueblo á pié rroto
y destrozado, fingiéndose del pobre , el qual debajo de vn abito
miserable llenaba gran rriqueza en oro y plata y piedras de esti-
ma , diamantes y otras de gran valor, y acasso con vna enferme-
dad que rrepresentaua bien la nezesidad para probar los suyos, y
enderecándose á casa de vn hermano mayor, llego á su puerta,
y declarando quién era á vna criada, le pidió dijese á su herma-
no questaba allí, la qual, dando cuenta á su amo, que á la sacón
estaña en cassa, del traje que traya y color; él que desde vna
ventana le vio á hurta-cordel , la mandó dijese que no estaua en
cassa y que se fuese con Dios , que no le conocían ni sabia quién
era: con esta respuesta passó á cassa de otro segundo, y tanvien
fué desconocido; y tiniendo vn tio, acordó de yr allá, el qual,
como quiera que sea, le rrezibió con los bracos abiertos, mirán-
dole la caveca si traya orejas, y como se las bió, le dijo que fuese
muy bien benido que como trajese orejas, en su cassa no le falta-
ría vn pedaco de pan mientras él viviesse. Agradósse tanto desto
el yndiano, que le dijo: « Dios quiere que mi fortuna sea buestra;
pues mis hermanos no supieron gooar della; yo traygo para todos,
y vengo tal, que si Dios no vsa de milagro, viviré muy poco.»
Y assí fué , que avnquel tio lo regaló con estremo, él murió dentro
de pocos dias , dejándole por heredero, el qual gozó de la partida
referida por la buena acojida que hizo. Los hermanos quedaron
desta su desdicha tan arrepentidos y con tanto dolor, que no lo
puedo ponderar, á quienes por su onrra no los nombro ; y el arre-
pentimiento no fué por auer faltado en la virtud y hermandad,
sino por hauer herrado tan buena fortuna de ynteres. Casso fué
que obliga á abrir los ojos y escarmentar en caneza ajena , que es
309
de discretos el hazerlo: al fin, son sus amigos quanto dura el di-
nero, y en faltando son enemigos. Tendria yo por muy cuerdo al
que teniendo persona nezesitada de obligazion, padre ó madre ó
hermanos, los socorra con lo que pudiere onrradamente conforme
á su calidad y pusivilidad; y de los demás hermanos y parientes,
si gustare de favorecer algunos, envié por ellos y allá los fauo-
resca, cumpliendo con la obligación en casso que pueda; y el que
todauía viniere á España sin poder escusarlo, venga rrico y no
poco para cumplir con todos, porque donde nó, más le baldria no
yntentarlo, porque á los corazones generosos afrenta y lástima le
será yr á ber cosas que no puedan remediar.
:JU
APÉNDICE XXIII.
OBJECIONES Y RESPUESTAS RELATIVAS AL DEMOCRATES ALTER.
Biblioteca Nacional.— Ms.—Q.— 98.— Foi, .309.
Summa quKstionis ad bellum barbaricum, sive indicum pertinentis,
quam latius persequitur Genesius Sepúlveda in libro, quem de
justis belli causis conscripsit in qua omnes objediones Salmanticce,
et comphUi factce proponuntur, et solvuntur.
Quseritur utrum barbari, quos indos vocamus , Christianorum
Hispanorum imperio jure subjiciantur, ut barbaris moribus, et
culta idolorum, ac impiis ritibus sublatis, ad accipiendam cliris-
tianam religiouem ipsorum animi prseparentar. Qui negant, bis
ratiouibus ducuutur. Primum ita dísserunt, bellum, quo isti bar-
bari in christianorum ditionem rediguntur , non est justum , non
igitur jure debellantur, antccedens probatur, justa bella deñuiri
soleut (utinquit August.) 23, q. 2, c. dominus, quiB ulciscuntur
injurias, isti autem barbari nulla injuria Cliristianos affecerunt,
non igitur jure bis bellum infertur.
Secundo, bellum, quod ad tradendam religiouem pertinet,
non potest esse justum, religionis igitur príetextu bellum barba-
ris juste inferri non potest, antecedens probatur, ad fldem nemi-
nem esse cogendum, testis est Augt. ^ in epístola ad Petilianum,
habetur 23, q. 5, ad fldem, et Concilii Toletaui 4, decretum est,
ad credendum nemini esse vim faciendam, de quo est in c. de Ju-
deis dist 45, et' c, majores de bapt. et ejus effectu. ídem testatur
Gregorius in epístola ad Pascasium, de qua est in eadem dist. c.
qui sincera.
' Lib. 'i. AdvíTsus iilcras Pdüiani.
312
Tertio, hoc bellum fifc coutra Christi, efc apostolorum exem-
plum, qui persuasionibus tantum. nulla oranino vi adhibita, reli-
gionem tradiderunt , non igitur juste infertur , cum oranis Christi
actio debeat esse nostra instructio, Áuctore Paulo Rom. 15.
Quarto, fini.s huic bello propositus, s. barbarorum couversio
ad fldem, alia ratione, et sine armis commodius obtiueri posset. s.
per evangelii prsedicationem, missis Apostolis, seu prsedicatoribus,
ut in primitiva ecclesia factum est, non igitur est bellum inferen-
dum. Nam bellum, ut testatur August. 23, q. 2. c. noli necessi-
tatis esse debet, id est cum nulla alia ratione belli finem, pacemque
consequi datur.
Quinto, nulli genti bellum est inferendum, nisi antecedente
monitione, et coguita pertinacia, nam obtemperantibus injus-
tissime vis adhibetur. Quanvis igitur idolorum cultum deponere,
et prsedicatores admitiere nolentibus, jure posset bellum inferri,
prius tan ut hoec facerent essent admonendi, ut non aliter, quara
spreta admonitione pertinacibus bellum iuferretur. Hoc autem
numquam factum est ab hispauis in hoc bello, numquam igitur
juste hoc bellum iutulerunt.
Sexto, fieri non potest, aut certe difflcillimum est, ut bellum
hoc sine pecatis, multisque malis geratur, ut res ipsa docuit,
numquam enim gestum est, sine injuria, et maleficio, magnisque
in commodis , et jacturis barbarorum, non est igitar gerendam,
ne spe quidem boni quamlibet magni, quod eventurum esse
videatur, non enim facienda mala sunt, ut eveniant bona. Auctore
Paulo ad Rom. 3.
Séptimo, non pertinet ad Papam, de paganis quibus raorlbus,
aut legibus utantur, inquirere Auctore Paulo qui ad cor, 6. quid
inquit, ad me pertinent, de iis qui foris sunt judicare, non igitur
eos potest propter idolorum cultum bello lacessere.
Contra híec faciunt Sanctorum Patrum apertissima testimonia,
et ecclesiffi decreta, factum, atque declaratio.
Respondetur, óptimo jure isti barbari a christianis inditionem
rediguntur. Primum quia sunt, aut eraut certo antequam in chris-
tianorum djtionem veuirent, omnes moribus, plerique etiam
natura barbari sine literis , sine prudentia, et multis barbaricis
313
vitiis contaminati, ut testatur historia generalis de ipsis scripta,
et auctoritate indicii consilii grobata, lib. 3, c. 6, barbari enim, ut
ait Thom, Polit, 1.° lecti. 1.*, simpliciter nominantur, qui ratione
defflciunt, vel propter regionem cceli, ex qua hebetes magna ex
parte inveniuntur, vel propter aliquam malam consuetudinem,
qua homines fiunt quasi brutales. Hujusmodi autem gentes jure
naturíB debeut humanioribus, prudentioribus, et prsestantioribus
parere, ut melioribus moribus, et institutis gubernentur, sed si
admouiti iinperiun recusent, posunt armis cogí, et id bellum erit
justurnjare uaturse, ut Auctor est Aristot. 1." Polit. c. 3, et 5
et Tho. ibidem, quo factum est, ut imperium Romanorum iu alias
gentes fuerit justum, et volúntate Dei qusesitum, ut testatur
August. lib. 5, de civitate Dei. c. 12, et deinde Romanis iuquit
concessit Deus máximum, et illustrlssimum imperium ad doman-
dum gravia mala multarum gentium, qui Romani propter glo-
riam multa vitia comprimebant, et virtutes colebant, ergoeadem,
potioreque ratione Hispani possunt indos in suam ditionera redi-
gere. Hoc idera asserit S. Tohmas de reg. Prim. lib. 3, c. 4, et
deinde allegaus Augustinum.
Secundo, isti barbari implicati erant gravissimis peccatis contra
legem natura?, cujus ignoratio nemiui suffragatur, propter qure
Deus delevit gentes peccatrices, quse terram promisionis incole-
bant, cuncti enim idolorum cultores erant, et plrerique omnes
inmolabant victimas humanas. Namquod deus non occulto judi-
tio, sed propter hujusmodi idololatriam deleverir eas gentes, tes-
tatur scriptura diviuf , non obscuris, sed verbis apertissimis , sic
enim scriptum est in deut. c. 9. ne dicas cum deleverit eos do-
minns tuus in conspectu tuo, propter justitiam raeam introduxit
rae Deus, ut possiderem terram hauc, cum propter impietates
suas istse deletaí sin nationes, et. c. 12. omnes abominationes,
quas aversatur dominus fecerunt diis suis offerentes filies, et
filias, et comburentes igni, et. c. 18, explicans scriptura impie-
tates propter quas delsetse sunt gentes, sic ait, Quando ingressuf?
fueris terram, quam dominus deus tuus dabittibi, cave ne imitari
velis abominationes illarum gentium , nec inveniatur iu te , qui
lustret filium suum aut filiam duceus per ignem, aut qui ariolos
314
sciscitetur, et observet somnia, atquc auguria, uec sit malefi-
cus, nec incautantor, nec qui Pythones consulat, nec divinus, et
quserat a mortuis veritatem, omnia enim hsBC abominatur dominus,
ct propter istius modi scelera delebit eos in introitu tuo, quibus
testimoniis aperte declaratur, has gentes propter idolorum cultum
fuisse deletas, omnia enim peccata , qusehic memorantur Theolo-
gorum consensa ad idolorum cultum, aut impiam superstitionem
referuntur idem prope traditum est levit. 18. et 20 et ps. 105. ítem
ob eadem peccata populum israeliticum magna ex parte fuisse
deletum , et in servitutem , et captivitatem abstractum , testatum
est eodem psalmo commixti sunt, inquit, ínter gentes et didi-
cerunt opera eorum , immolaverunt filios suos , et filias suas de-
moniis, et iratus est furore dominus in populum suum , et tra-
didit eos in manus gentiun. Adjuvat quod est sapientiaj 12
et exod. 32. Quibus rebus declaratur eis peccatis lex naturíB vio-
lar!, cum ob eadem utrlque fldeles, et infideles puniti fuerint.
Quare eisdera de rebus memorans Cyprianus in exhortatione ad
martirium addit, quod si ante adventum Christi circa deum colen-
dum, et idola spernenda, hsec príficepta servata sunt, quanto
magis post adventum Christi servanda, quse verba habentur. 23.
questio 5. c. si audieris, cui plañe astipulatur Amb., ut est 23.
questio 5, c. remittuntur. His testimoniis cum idolorum cultus
modo per se, modo accedentibus humanarum victimarum sacriflciis
causa justi belli, ac internicionis fuisse memoretur, aperte decla-
ratur idololatria per se satis magnam, et justam causam prsebere
fidelibus ad bellum idolatris inferendum, ut líicolas Lyrse ussum
est numer. c. 31, illud prsecipue ex deut. 12. citanti, subvertite
omnia loca, in quibus gentes, quas possessuri estis, coluerunt
déos suos. Quod etiam Divi Thomaí doctrina , et testimonio com-
probatur, qui cum 2/ 2.® q. 10. ar. 8. sccripsisset, infideles posse
bello ab fidelibus compelli , non ut credant, sed ut fidem non
impediant blasphemiis, . vel malis persuasionibus , aut persecutio-
nibus, post hsec q. 94, ar. 3, idololatria magnam blasphemiam
contineri, et fidem opere impugnar! testatur. Quam doctrinara se-
cutus Lyra, quo loco diximus, una, inquit, justi belli causa est
contra terram, in qua Deus por idololatriam blasphematur.
:U5
Itaque August. iii epístola 50 , quaí est Biouif, docens pios
Reges serviré deo idolorum cultum oppugnando, sic(inquit) Eze-
chias servivit domino lucos , et templa idolorum, et excelsa, qusB
contra prseceptum del fuerant constructa, destruendo 4. Reg. 18.
et losias eadem faciendo á° Regum 23. sicut Rex ninivitarum ad
placandum dominum universam civitatem compeliendo Jo. 3,
sicut servivit Darius idolum frangendum in potestate Danieli
dando. Daniel. 14, sicut servivit Nabuchodonosor et ceteris. Nam
quod Caietanus infideles negatjure posse á Christianis ob infideli-
tatem debellari, intelligendum est ob solam infidelitatem puniendi
gratia non autem si fuerint simul idolorum cultores, aut alia ra-
tione non servent legem naturíB , qui si aliter sentiret , non esset
audiendus , atque eo magis quod in confirmatione suse sententice
bis ibidem lapsus est, quod stropha utitur hsereticorum de christi
exemplo, qui neminem coegit, ab Augt. multis inlocis confutata,
et quod de causa delendi gentes peccatrices contraria tradit, ut
docuimus, scripturíB sacrse.
ítem , alia ratione probatur concessumesse christianis bello
persequl idolorum cultores auctoritate publica, et Pontificia,
Christo enim secundum humanitatem data est omnis potestas in
ccelo, et in térra, ut est Mat. ult.° Hanc autem potestatem Chris-
tus Petro vicario suo, et successoribus communicavit , ut docet
Thom., de regim. Prin, lib. 3, c. 10 et 12, quse potestas proprie
versatur in iis, quse pertinent ad salutem animse, et bonis spiri-
tualibus, licet a temporalibus , quatemus ordinantur ad spiritalia
non excludatur, ut est in eodem lib. c. 13. Habet igitur Papa
potestatem ubique gentium , non solum ad prsedicandum evan-
gelium, sed etiam ut gentes, si facultas adsit, cogat legem natu-
ras, cui omnes homines subjecti sunt, servare, ut Inocent. et
Ostien. gravissimi auctores tradiderunt in cap. quod super
his. de voto, quibus lan. Andreas, et Panor. sufragantur. Nam
Christus qui sic prsecepit apostolis Math. ult.' docete omnes
gentes, qusecumque mandavi vobis. ídem naturas leges, quíe
decálogo, et dilectione proximi continentur, in primis servari jus-
sit. Qui autem idolacolunt, ii máxime violant legem naturíB. lure
igitur idololatr^e bello possunt a christianis coerceri , ut ipsorum
316
imperio subjecti , ex lege naturte vivere cogantur , ne ve per ido-
lorum cultum ab ipsis Deus blasphemetur , et offendatur. Legem
autem natura} ab idolorum cultoribus minime servari dubitari
non poterit, si legetn naturse ab aliqua gente non servari , quid
sit intelligatur, quamqueenimomniapeccata mortalia sint contra
legem naturse, ut esse docet Aug. contra Faust. lib. 22, non tam
siqua in gente peccata mortalia patrantur , protinus hi dicendi
suut legem naturse non servare, ut luniores quidam Theologi falso
putaruut, nam eo quidem modo nusquam gentium lex naturu;
servaretur. Causa enim publica publicis moribus, et institutis
dijudicanda est, ut docet Aristot. pol. 3, non singulorum recte
aut perperam factis , sed ea demum gens legem naturse non ser-
vare intelligenda est, apud quam peccatum aliquod mortale
in rebus turpibus non habetur, sed publice probatur, ut apud
hos barbaros homicidium innocentium , qui multis in regionibus
immolabantur, et ubique apud eosdem idolatria, quod est pec-
catorum gravissimum. Quibus rationibus plañe intelligitur,
non peculiari Dei volúntate , et occulto judicio, sed communi
lege naturse, propter memorata flagitia, quse pertinent omnia
ad idolorum cultura, illas gentes fuisse deletas. Itaque his
divinse historise et sacrorum doctorum testimoniis colligitur,
hos barbaros propter suas impietates , si jure summo agendum
esset, potuisse , et vita, et terris ac bonis ómnibus mulctari ad
justam punitionem, quanto igitur magis jure possunt chris-
tianorum imperio subjici , non ut talia patiantur (nam posses-
sionibus eos, aut libértate privare vetitum est, lege Regum
hispanorum) sed ut christianorum imperio subjecti a talibus fla-
gitiis, quibus máxime deus offenditur, abstinere cogantur, et
meliorum rerum consuetudine, et piorum commertio ad veri Dei
cultum, et religionem accipiendam preparentur. Huc quoquc
pertinet, quod est Deut. 20, si quando, inquit accesseris ad ex
pugnandam civitatem offeres ei primum pacem, si receperit, et
aperuerit tibi portas, cunctus populus, qui in ea est salvabitur, et
serviet tibi sub tributo, sin autem, etc. Deinde sic, inquit, facies
cunctis civitatibus, quie a te procul valde sunt, 1. quse sunt
diversíE religionis ut glossa interlinearis exponit, quod in idolola-
317
tras máxime convenit. Itaque idolorum cultores desiguat, quorum
iniquitates non essent completse, ut Amorrheorum, ut melioribus,
et piis hominibus parentes ad veri Dei cultura ipsorum vel doc-
trina, vel exemplo dirigerentur. Tertio , innocentes homines, ne
indigna morte trucidentur, servare omnes homines jubentur lege
divina et naturali, si faceré id possint, sine magno suo incommo-
do. Cum igitur isti barbari singulis annis multa inocentium
hominum millia ad impias demoniorum aras mactarent , constat
enim in sola nova hispania singulis annis, amplius viginti millia
inmolari sólita, idque prohiberi hac una ratione posset, si probo-
rum et a talibus , et tam in manibus flagitiis abhorrentium homi-
num, quales sunt Hispani, imperio subjicerentur, quis dubitet vel
hac una ratione, justissime barbaros potuisse, et posse a chris-
tianis in ditionem redigi.
Quarto, homines periculosissime errantes, et ad suam certam
perniciem contendentes , seu ignorantes id, seu scientes faciant,
revocare, adque etiam invites ad salutem retrahere, juris est
divini et naturalis, et offlcium quod sibi etiam invitis prsestare
omnes homines sanie mentis vellent (omnes autem homines qui
extra christianam religionem vagantur seterna' morte perire
siquis dubitat, non est christianus). Jure igitur isti barbari salu-
tis suce causa ad justitiam compelluntur. Hoc autem officium
dupliciter prajstari potest, uno per doctrinara tantum et exhorta-
tionem, altero in quadam adhibita, et poenarura metu, non ut
credere cogantur, sed ut tollantur impedimenta, quse obesse pos-
sent fidei prsedicationi, et propagationi. Priore modo usus est
Christus et apostoli, secundo usa est ecclessia. Postquam Regum,
et Principura Christianorum potentia, et prsesidio munita est, et
utrumque factura, ut docet Augustinus divino et evangélico
prsecepto, quod convivii sirailitudine continetur Lucse 14. Nam,
cum primi invitati venire noluerint , secundi per raonita, et doc-
trinara fuerint ad epulas divinas introducti. Postremi ut intrent
compelli jubentur. Qua de re Augustinus, epístola ultima et habe-
tur ^. c. displicet 23, q. 4, cum ipsi primorum temporum ratio ab
Las palabras de letra bastardilla están entre líneas y de distinta mano.
318
hseretico Donato objiceretur, non attendis, inquit, quod tune
Ecclesia novo germine pullulabat nondum completa fuerat illa
prophetia, adorabunt eum omnes Reges terree, omnes gentes ser-
vient ei. Quodutique quanto magis impletur, tanto majore Eccle-
sia utitur potestate, ut non solum invitet, sed etiam cogat ad
bonum, ad cujus confirraationem subjicit parabolam evaugelicam
de qua dixi. Nam quod est in concilio Teletano, et c. majores de
baptismo et ejus effectu, neminem ad credendum cogí deberé,
planum, et apertum habet iutellectum, neminem, necvi, aut bello
nec nimis compellendum esse ut christianus fiat, baptismumque
suscipiatínvitus. Cujus ratio est, quoniam ea vis esset innutilis,
nemo enim volúntate quse cogi non potest repugnante, potest efflci
fidelis. Itaque doctrina, et persuasionibus utendum est. Cffiterum
ut quisque deponat omnia impedimenta ut superbiam , licentiam-
que peccandi , quíB obesse possent tradendíB doctrinse nimis et
psenarum metu justissime cogitur Auctoribus August. Amb. et
Gregor. nam quod est in Concilio Toletano idem August. qui vim
probat multo ante dixerat, ad fidem inquit, nemo cogendus est, nt
dicitis, alloquitur autem hereticum Petilianum 23, q. 5, ad fidem,
sed vos imperatoria lege non benefacere cogimini, sed malefacere
prohibemini. Nam benefacere nemo potest, nisi elegerit quod est in
libera volúntate. Cum aliquid ergo adversus vos leges constituunt,
admoneri vos credite, ut cogitetis, quare ista patiamini, Et idem
in epistoia ad Vincenti. ut habetur 23, q. 6, vides sic scribit, vides
inquit non esse considerandum, quod quisquam cogitur, sed quale
sit illud ad quod cogitur. ütrum bonum an malum, non quod
quisquam bonus possit esse invitus , sed timendo quod non vult
pati, vel relinquit impedientem animositatem , vel ignoratam
compellit agnoscere veritatem, ut timens, vel respuat falsum, de
quo contendebat, vel quterat verum quod nesciebat, ut volens
jam teneat, quod nolebat. Nam licet contra híereticos hsec disse-
rat Agust. tamen rationes ipsius contra paganos si mlliter valere
idem ipse August. docet in eadem epistoia ad Vine, ubi de legibus
contra utrosque latis memorat declarans neutris vim factam fuisse
íi Christo vel Apostolis, postea vero utrisque illatam ab Ecclessia,
potentia et legibus imperatorum chistianorum munita, ut habe-
319
tur 23, q. 4, c. non invenitur, in qua epístola docet, eisdem
rationibus justara esselegem latam adversus sacriñcia paganorum
etab ómnibus christianis laudatam, qufe habetur in c. de paganis
et eorum sacrificiis, 1. 1.' ibi euim constituta est poena capitalis,
etbonorum publicatio, siquis amplius sacris et ritibus paganicis
uteretur, quam legem et vim, ut piam et justissimam pugnacis-
sime defendit Ambr. apud imperatorem Valentinianum episto-
lis 30 et 31. Gregorius autem in epístola ad Aldibertum Brítano-
rum Regem, quíE est noni lib. LXhsec de rebus eisdem tradít sic
ením Constantinus quondam píissímus Imperator Romanara remp,
a perversís ídolorum cultoribus revocamus, oranípotentí Deo do-
mino nostro Jesu Chrísto secura subdidít etc., nec interst sub-
jecti, sint paganí imperio cbristíanorum an secus, quibus vis
salutífera est inferenda, nam SísíbutusRex Hispanise, qui judseos
ut christiani fierent coegit, in sibi subjectos vira intulit, tamen
factura ejus non perinde probatur, quia talís vis simpliciter, sivc
directo ad christianísmura corapellens inutilis habetur, quia vo-
luntatera cogeré nequit, et pertinaciores facit. Prohibere autem a
malo quod fit lege Constantíni, maguura beneflcium est, et quod
si absque in coraraodo nostro possumus, oranibus hominibus, ut
proxímis irapendere jubemur lege divina, et naturali. Mandavit
Deus unícuique de próximo suo. Hsec igitur est ratío ex evangé-
lica parábola, et August. Arab. et Gregorii doctrina, paganos, ut
ad Christi epulas intrent, corapellendi. Ut primum cbristíanorum
imperio, si fieri sine magno in commodo nostro possit, qui non
sunt subjecti subjicíantur. Deinde ut lege Constantíni convenien-
ter ídolorum cultu, et ómnibus ethuicís ritibus prohibeantur,
collanturque omnía irapedímenta , quse obesse possent evangelicse
prsedicationi. Quibus rationibus, et testímoníis edoctus Divus
Thomas 2." 2.^, q. 10, ar. 11. Ritus infidelium prseterquara judeo-
rum negat esse uUo modo tollerandos, si facultas adsit, quanvis
aliquem, iuquit, fuerintab ecclessia tolerati, cum. s. erat magua
infidelium multítudo. i. antequam esseut Príncipes Christiani,
qui cogeré possent. Hís autem rebus confectís,nullapr8eterea vis,
nuUus metus, quo christiani flant est adhibendus, sed ita prffipa-
rati doceri debent, et fldeí príedicatione ut christianismum volen-
:32(»
tes suscipiant, induci ut sapientissimi, ac sanctissimi Pontificis
Gregorii decreto seu testimonio declaratur, quod habetur 23.
qusestio 4, si non quo in loco Gennadiura virum optimum, etchris-
tianissimum laudat, et ab ómnibus laudari testatur, quod gentes
paganas haud dubie non subjectas in christiauorum ditioncm
bello redigendas curaret, non ob aliam causam nisi ut cum esseut
debellatse facilius in christianam religiouem per liberam fidei
prsedicationem inducerentur. Nam Gennadium scribit ubique
laudari quod bella frequenter appeteret, non inquit desiderio fun-
dendi sanguinis , sed tamen dilatandse causa Reip. in qua deum
coli conspiciraus, quatenus Christi nomen per subditas gentes
fldei prsedicatione circumquaque discurrat. Loquitur autem non ut
quídam somniaruutde saracenis, sive mahumetanis, qui eo tem-
pore uulli dum erant, nec ut alii de Vandalis, qui jam fuerant a
Bellisario deleti, nec ut alii de hsereticis, qui puniendi erant, non
debellandi, nec gentium alieno nomine vocandi, sed de gentibus
in África interiore Romano Imperio finitimis, ut declaratur in ex-
tremo ejusdem epistolse quEe primi libri est 73, nec denique quod
christianos infestarent , ut falso quidam causantur hoc eaim ex-
clusum est a Gregorio per verbum tamen sed ut a Christianis
debellati fldei prsedicationem , et propagationem non impedirent.
Hoc est enim quod Thomas ait 2.* 2.° q. 10, ar. 8, frequenter,
inquit, Christi ñdeles ; contra infideles bellum movent non qui-
dem, ut eos ad credendum cogant, sed ut compellant, ne fldem
impediant, explicans videlicet causam cur Gennadius, pium
bellum inñdelibus frequenter inferret. Nam gentes, qute non sunt
christiauorum imperio subjectse, multifariam fidem, ejusque pro-
pagationem, si quis eam inducere velit impediunt. Primum que
publicam ejus pra3dicationem non admittunt, ut constat etiam
Autore Thoma, libro 3 de reg. Princ. c. 16 , numquan ante cons-
tantini tempus sine mortis periculo publice fldem prsedicare
licuisse, deinde quia príedicatores etiam ocultos occidunt, et
nequi suorum convertantur obsistuut, et conversos persuasioni-
bus , aut etiam persecutionibus avertere conantur, ut síepe et a
raultis ante Constantini Principatum factum est, et passim initio
ecclesise flebat. Accedit ouod infideles christianis subjecti fací-
321
lias adducuDtur, ut nostros mores, et religionem sequautur.
Non igitur sola prsedicatione, et disputatione utendum est, nec
iu paganos , nec in hsereticos , ut ia primitiva Ecclesia cum nullus
Principum crediderat, sed cuín facultas adsit, vis utilis, et per-
missa quemadmodum exposuimus adhibenda. Hsec enim expedi-
tissima ratio est gentes ad Christi fidem couvertendi , ut omni
seculo res ipsa , et exempla docuerunt. Quse exempla vim habent
demonstratiouis teste eodem Aug." in eadem ad Vine, epistola
cijjus verba traslata sunt 23 , q. 6." vides. Mea primitus , iuquit,
sententia erat, neminem ad Christi, et Ecclesiae unitatem esseco-
gendum, verbis esse agendum, disputatione pugnandum, ratione
vincendum. Sed hsec mea opinio non contradicentium verbis, sed
demonstrantium superabatur exemplis. Nam primum opponeba-
tur mihi. Mea civitas, quse cum tota fuisset in parte donati ad
unitatem catholicam legum imperialium timore conversa est.
Quam nunc videmus ita animositatis vestra3 perniciem detestari,
ut in ea uunquam fuisse credatur, et item alite multae. Thomas
queque de RegiminePrin. lib. 3, cap IT5, quo auno, inquit Cous-
tantinus conversus est ad fidem, baptizata sunt circa partes Ro-
manas plusquam centum millia hominum. Quod evenire constat
eodem modo in hac Indorum conversione, qui cum fueriut in
ditionem redacti, et impiis sacrorumritibusprohibiti, vis evangé-
lica prsedicatione audita, agminatim conflaunt baptismum postu-
lantes, sic enim fere hominum more, ac natura comparatum est,
ut victi facile in morem victorum , et imperantium transeant, et
facta ditaque eorum libenter imitantur. Itaque hac ratione paucis
diebus plures, et totius ad Christi ñdem couvertuntur, quam for-
tasse trecentis annis, sola prsedicatione couverteretur. Fieri enim
non potest , ut Philosophus ait (ethicorum 10), aut non facile flt,
ut ea verbis rautentur, et extrudantur, quse impressa sunt mori-
bus temporeque diuturno retenta. Itaque vi opus esse ait, unde
natse sint leges, quse vim cogeutem habent. Cui naturali dogmati
máxime convenit August. Ambrosiique doctrina, et ecclesise atque
Gregorii sapientissimi Papse, ^decretum in memorato cap. si non
quod solum per se potest omnem coutroversiam in hac causa
communi lege, rationeque dirimere, Congruit etiam lo. Scoti doc-
ToMo LXXÍ. 21
322
trina, qui majorem etiam vim in tradenda religione iofidelibus,
et filiis infidelium adhiberi censet. 4, Sententiarum D. 4, quíestio
ultima. Et loan. Majoris 4, Sententiarum D. 44, q. 3, qui hanc
iu barbaros expeditionem nominatum probat.
Quas rationes, atque decreta secutus Alexander sextus Papa
anno Christi, 1493. Fernando et Isabellse, regibus nostris ab exi-
mia religione catholieis cognominatis oraculum, et sententiam
Sedis Appostholicse juxta tradita deut. 17 et cap. per venerabilem
qui filii sint legitimi, sciscitantibus, volentibusque et suo jure
petentibus, rescribeus negotium dedit, et magnopere hortatus est,
ut hos barbaros imperio suo subjicerent, et ad Christi fidem redu-
cendos curarent, bis verbis, qu86 ex Bulla plumbata descripta
sunt. ünde ómnibus diligenter, et prsesertim fidei catholicse exal-
tatione et dilatatione, prout decet catholicos Reges, et Principes
consideratis more progenitorum vestrorum, ciarse memorise Regum
térras firmas, et Ínsulas prsedictas, illarumque Íncolas , et habi-
tatores vobis divina favente clementia subjicere, et ad fidem
cotholicam reducere proposuistis. Nos igitur hujusmodi vestrum
Sanctum, ac laudabile prepositura plurimum in domino commen-
dantes, ac cupientes, ut illud ad debitum finera perducatur, hor-
tamur vos quam plurimum in domino, et per sacri lavacri sus-
ceptionem, qua mandatis Appostolicis obligati estis, et viscera
misericordise domine nostri lesu Christi atiente requirimus, ut
cum expeditionem hujusmodi omnino prossequi, et asumere
prona mente orthodoxse fidei zelo intendatis, popules in ejusmodi
insulis, et terris degentes ad . christianam religionem suscipien-
dam inducere, velitis et debeatis, nec pericula, nec labores ullo
unquam tempere vos deterreant, firma spe fidutiaque conceptis,
quod Deus omnipotens conatus vestros feliciter prosequetur. Hsec
Alexander Pontifex, cui et similibus decretis non solum stare
christiani homines eo decreto jubentur, sed siquis non paruerit,
aut coutradixerit ipso jure per dictum caput per venerabilem
excomunicatur, et alioquim Christi vicarium, ut in libro de dis-
pensatione testatur Bernardus, taraquam ipsum Christum in üs,
qua.' non sunt aperte contra Dcum, audire debemus. Cujus decreta
et rescripta in iis, qu» fidera, aut mores atlingut, contemnere
hfereticum esse magui tlieologi tradideruut. Vide Sylvium iü
verbo cauouizatio. Quo igitur jure Christi vicarias potest gentes
omnes ab idolorum cultu, si facultas adsit, prohibere, et ad pra3-
dicationem evaugelicaiu audiendam compellere, eodem valetipsas
imperio Christianorum per se, aut principes christianos subjicere.
Cum hac via expeditissima sit et comodissima , ad ea perficienda,
et salutem animar um comparandam. Nam licet potestas, quam
Cliistus communicavit vicario suo in rebus spiritalibus potissi-
mum, ed ad salutem Animarun pertinentibus versetur, non tam a
temporalibus excluditur, quatenus hsec ad spiritalia diriguntur,
ut Thomas testatur de Reg. Prin., lib. 3,, c. 13, juncto c. 10. ut
supra diximus.
Coeterum quidam docti quidem liomines, sed non perinde usu
rerum periti oportere tradiderunt, ut antequam bellum pararetur,
missis legatis admonerentur barbari, ut ab idolorum cultu desis-
tcrent, et christianíE religiouis prfedicatores publicae admiterent,
ut si postulatis adquiescerent, ipsorum animarum saluti citra
bellum consuleretur, sin autem hsec ab ipsis impetrar! non pos-
sent, tune justis armis debellati imperata faceré compellereutur,
quse admouitio, fateor, si absque magnis dificultatibus, et utiliter
fieri posset, non erat repudianda, nec omittenda. Est. n. similis
ei, quam Christus fieri jubet in fraterna correptioue priusquam
ad denuntiationem procedatur, Coeterum quemadmodum in fra-
terna correptione, iuutilis admonitio omittenda est Theologorum
consensu, et ad denuntiationem, si res prsesertim publica postu-
let, procedendum, sic est de liujusmodi admonitione, in hoc
bello barbárico statuendum, ut omittatur omniuo, si prudeuter
existimantibus iuutilis fore videatur. Nam debet, qui arat arare
inspefructus percipiendi, auctore Paulo 1, cor. 9, et quod est
inutile pro nullo habetur, ut declarat caput inter corporalia de
trauslatione Episcopi. Hanc autem admonitionem esse inutilem in
tali causa, ac idcirco nunquam factamfuisse, multifariam declara-
tur. Primun quia est factu difficilis, et erat difficillima initio belli
tot enim nationes tan barbaras immenso occeani, et terrarum
intervallo distantes, nullo linguse commercio adire, et admouere,
nec solum quod responderent, sed etiam, quod facerent expec-
324
tare, res esset tam difficilis, tanti sumptus, tam longitemporis, ut
facile Principes omnes christianos a tali conatu deterreret. Ita-
que hanc admonitionem , ut necessariam inducere, nihil aliud
erat quam expeditionem piam, et barbaris salutiferam, ac proinde
ipsorum conversionem , quse finis belli est penitus impediré. Est
igitur inutilis, et proinde omitenda. Nam quse ordinantur ad
finem, híec rationem boni, utThomas 2.* 2.®, q. 33 art. 6 ad, 3.™
tradit. Deinde hsec admonitio, et si superatis difñcultatibus fieret
nihil tamen, aut parum proficeret, esset igitur inutilis, et omit-
tenda. Probatur antecedens quia nec est probabile, nec verosimile
gentem aliquam per solam admonitionem, et externse nationis
exhortationem adduci posse, ut insitam, et a mojoribus acceptam
reiigionem relinquat. Nam, ut est in epístola Augustini ad Vin-
cent. si docerentur infideles, et non terrerentur vetustate consue-
tudinis obdurati ad capessendam vian salutis, pigrius moverentur.
Si quis autem dicat non verbis solum admonendos esse barbaros,
sed etiam metu admoti exercitus terrendos, ut metu saltem im-
perata faciant, jam hoc esset difflcultatem admonitionis plurimum
augere, et vin faceré propter quam vitandam ipsi admonitionem
inducunt, quse vis si facienda est, non est omittenda utilissima,
quse imperium christianorum accipere cogat. Prseterea quanvis
barbari metu impulssi prsedicatores admitterent, et cultum ido-
lorum ad tempus deponerent, vel potius deponere simularent, ta-
men non dubium est quin timore sublato essent ad pristinos
mores reversuri, et prsedicatores ejecturi, aut ipsos etiam, et ab
ipsis conversos nisi ad pristinam impietatem redirent occisuri, ut
initio nascentis Ecclesise ñebat. Quse orania incommoda , et diffi-
cultates, debellatis barbaris facillime tolluntur, et sic plus uno
mense in ipsorum conversione proficitur, quam centum annis per
solam prffidicatiouem , non pacatis barbaris proficeretur. Non
enim arbitror, nostri temporis prsedicatores sine miraculis plus
efficerent, quam quondam Apostoli domino cooperante, et ser-
mone confirmante sequen tibus signis. Quse signa, jam non sunt a
Deo postulanda, cui nobis liccat, prseceptum ejus sequentes pru-
denti consilio barbaros ad convivium evangelicam , qua diximus
ratione compellere. Accedit quod barbarorum snbjectio, cansa est
325
mafjüi christianorum concursus, quorum illi commercio , et con-
suetudine facilius convertuntur, etconversi, commodiusedocentur,
coustantius ia acepta fide persistunt, nec in hsereses labi permit-
tuntur, et facilius barbariem exuunt , humanioribus, et christianis
moribus induuntur.
Cum igitur duse vise sint, quibus ad barbarorum conversiouem
procedi posse videatur, altera per monitionem solum doctrinam-
que, et prsedicationem, difficilis longa, et multis periculis, et la-
boribus impedita, altera per subjectionem barbarorum facilis, bre-
vis, et cum multis barbarorum commoditatibus expedita. Utra
progrediendum sit, non est prudentis hominis dubitare, prsBsertim
cum Augustinum auctorem habeamus, qui expeditiore proge-
diendum esse, aperte verbis illis, quaj Paulo aute citavimus decla-
rat. Si docereutur inquit, et non terrerentur vetustate consuetu-
dinis obdurati ad capessendam viam salutís pigrius moverentur,
quibus plañe docet Augustinus non doctrinara, agendumesse, sed
vim et salutiferam, quse viam doctrinai muniat adhibendam. His
rebus explicatis superest, ut ad objecta respondeamus,
Ad primum igitur respondeo bellum, quod idololatris infertur,
non tam hominum, quam Dei injurias, quaa multo graviores suut
vindicari, et alioqui injuriara infert postulauti, qui justa postu-
lata non facit, et qui parere alteri debet, is si admonitus impe-
riüm recuset, injuriosus est, ut appereat hoc bello humanas
quoque, non solum divinas injurias vindicari nam injustum be-
llum, nec inferre, nec illatum, si recte fuerit indictum propulsare
licet,'sine injuria; non euim solum coutameliam inferre, sed
ut cumqae injusto iu quemque faceré injuria est. Ad secundum,
fateor, nemiuem esse ad fidem cogendum, ut invitus credat, iu-
vitus bapticetur, ut poenis, aut metu cbristianus fieri compellatur,
quse suma est decretorum, et testimonioram objectorum. Esset
enim inutilis, et irrita opera, nam credere voluntatis est, quse
cogi non potest. Idolorum autem cultores christianorum imperio
subjicere, ut impiis ritibus abstinere, et legem naturse servare,
evaugelicos príedicatores, sublatis impedimentis audire cogantur,
justum est ac pium, et ab Ecclesia comprobatum, et factiim
eorumdem sacrorum Doctorum testimonio. August. 23, q. 4, c. non
326
invenitur , Gregorius in epístola ad Adibertum quse es libre noni
sexagessima.
Ad Tertium Cristi facta, sive actiones, si possumus imitari fas
est et pium. Sed ita nisi Christus aliter statuat. Quamquam igitur
Christus nullum nec paganum, nec hsereticum ad epulas evangé-
licas, hoc est ad fidem compuiit, nec ipse, nec Apostoli, idem
tameu cum Regum, ac principum Christianorum facultas esset,
ut utrosque , qua ratione diximus compelleremus , príecepit in
evangélica parábola, ut Agustinas, Ambrosius, Gregoriusque ex-
ponunt, et ita factura est ab Ac'clesia tempore Constantini, et
Ítem Gennadii, cujus bella Gregorius máxime laudat, ut supra
memoravimus. Hanc tertiam objectionem accuratissime confutat
Augustinus in epístola quinquagesima, quíE est ad Bonifatium,
Non considerant, inquit, aliud tune fuisse tempus, et omnia suis
temporibus agí. Quis enim tune in Chrístum crediderat Imperato-
rum etc. Quod ergo quídam cavíllantur, evangelicam illam com-
pulsionera, ad exemplorura et miracolorum vín esse referendam,
commentitium est, et stropha haereticorum ab Augustino in eadem
ad Bonifatium epístola confutata.
Ad quartum negó commodius barbaros per solam prsedicatio-
nem ad fldem inducí, quam si prius fuerint debellatí, quiu potius,
nisi debellentur, multíe et magnje difñcultates obsunt príedica-
tioni, et conversión!, de quibus supra diximus, Quse omnia impe-
dimenta tolluntur, si prius gentes fuerint in christianorum ditio-
nem redactse. Itaque bellum est necessarium ad pra^dicationem, et
conversionem, non quidera simpliceter, sed quia recte, hoc est sine
magnis dífficultátibus res fieri non potest, nisi gentibus debellatis.
Nam cum necessarium quinqué modis dicatur, Auctore Aristotele
Metaphisjcorum 5." uno modo necessarium id esse intelligitur,
sine quo res, aut omnino, aut recte fieri non potest. Bellum igitur
necessarium est, nisi forte barbari volúntate, et sine armís in di-
tionem redigerentur. Nam vía prsedicationis sine ulla vi longa est,'
et multis dífficultátibus impedita.
Ad quintum dúplex hoc in bello intelligi potest admonitío,
una qua pax offertur, si fecerint imperata, ut preeccpitur Deut.
capitulo 20 , his verbis. Si quando accesseris ad expugnandam
327
civitatcm, offeres ei prímum pacem, si receperit , et aperuerit por-
tas, cunctus populus, qui in ea est salvabitur, et serviet tibi sub-
tributo. Qu86 admonitio non in hoc solum, sed in orani bello juste
iuferendo necessaria est, si forte ratione, aut denuntiatione pcri-
culi, sine sanguine hostes ad deditionem compellere, et quod
petitnus assequi detur. Alia esset admonitio, de qua supra memo-
ra viinus, et quam itiutilem fore, ac proinde omissam, et omiten-
dam esse demostravimus.
Ad sextura Respondeo, istam rationem nihilo magis contra hoc
bellum faceré , quam contra caetera,- quaqumque ratione faerint
illata, vix enim unquam bellum gestum est, sine magnis incom-
moditatibus, et jacturis sine aliqua injuria, et maleficio. Cíeterum
non si difficileest, bellum etiam ex causa justa gerentem, inju-
rias, et maleficia cavere, protinus est impossibile, nec principi
cujus justa, vel injusta causa bellum justum facit, aut vicissim
iüjustum, asignanda sunt crimina a militibus praíter ejus volun-
tatem admissa, nec ea ex causa justa injustam faciunt, sive dam-
uamdam. Quod si pericula etiam, et peccandi occasiones Chris-
tianis legibus vitare jubemur, non tamen cum majus alterum
malum vitare eodém tempere necesitas adhortatur, aut si alior-
sum vocet publica, et magna commoditas. Nam licet nemo possit,
in eas angustias compelli, ut peccare sit illi necesse, si -triduo
prsecepta simul urgeant, qufe simul adimpleri nequeunt, qui gra-
viori paretj altero praitermisso, non peccat. Ut concilii Toletani
decreto, et Gregorii testimonio docemur. Dist. 13. c. Dúo mala
et cap. nerui. Et Gersonis regula morali, et Aristotel. doctrina
Ethicorum 3.° Quse ratio in bellis potissimum est ineunda, ut do-
cet Ídem loan. Gerson. auctor gravisimus ibidem. Sic enim dis-
serit. c. de avaritia in bellis faciendis quíe malis in numeris plena
sunt, nunc ad istos innocentes, nunc adulos sola utilitas Reip. ex-
cusat a mortali, aut evitatio damni publici notabiliter pejoris,
quam sit damnum privatum ex bello proveniens. Ex hoc igitur
príEcepto, si mala et bona, quae hoc bellum, barbaris importat ad
cálculos revocemus haud dubie mala bonorum multitudine, et
gravitate prorsus obruautur. Summa enim malorum est quod
principes mutare coguntur, nec eos omnes , sed quos oportere vi-
328
sum est, et bonis movilibus ma^na ex parte privantur, auroet ar-
gento, quse metalla, apud ipsos in parvo precio erant, quippe qui,
nec aureis, nec argentéis numis utebantur, et per his ab hispanis
ferri metallum, quod ad vitse plurimos usus longo comrnodius est,
accipiunt, prseterea triticum, hordeum, legumiua frugiferarum ar-
borum, et olerum multa genera, sequos, muías, arinos, oves, boves
capras, et alia multa barbaris uunquam visa, qusB bine allata
felicissime proveniunt in illis regionibus. Quarum rerum singula-
rum commoditate, utilitas, quam barbari ex auro , et argento .
accipiebant, longe superatur. Adde nunc literas , quarum barbari
funditus erant expertos, legendi, et scribeudi prorsus ignari.
Adde bumanitatem, óptimas leges, et instituta, et quse sola vincit
omnes omnium cseterarum rerum commoditates, veri del cogni-
tionem, et religionem Cristianam, quibus rebus cognitis, et ani-
madversis, qui hanc expeditionem impediré conantur, ne barbari
veniaut in christianorum ditionem, hos ego non barbaris humane
favere, ut ipsi videri volunt. Sed eisdem plurima, et máxima
bona crudeliter Inviderecontendam, quse bona ignava, et impor-
tuna ipsorum sententia, veltolluntur omniuo vel plurimumretar-
dantur. Ñeque tamen negaverint, posse tempus incidere, cum sit
a subjectione barbarorum, licet cogendi facultas adsit, teraperau-
dum, ut si quis Princeps cum sua civitate, aut gente, non metu,
et simulatione, sed sua sponte bona fide spiritu dei afflatus ma-
gistros Christianse religionis a nostris postularet, si quo ve alio
casu recta ratio in máxima rerum humanarum varietate, quam
una regula metiri non possumus, barbarorum saluti aliter consu-
lere ad hortaretur, legibus, n. adque prfficeptis, quod in queque
genera magna exporte fieri oporteat, constituitur. Cíetera, qua3
extra ordinem accidunt, justorum Principum, et proborum viro-
rum, qui rebus gerendis prsefuerint prudentiaí prout ratio boni
publici postulabit, administranda relinquatur, ut Philosophus
Politicorum 3.°et eticorum lib. 1." declarat.
Ad septimum negó antecedens ad conflrmatiouem iterum an-
tecedens negatur nam quod Paulus ad se pertinere negat, de eis
qui foris sunt judicare hunc habet intellectum non esse muneris
Appostolici, ut a christiauis, sic ab eis qui extra ñdem sunt vit»
329
rationem poseeré, et ut christiane vivant postulare. C^eterum daré
operam, ut iidem ad Christi fidem convertantur, ac eis evange-
lium príBdicare: et omnia qu£e ad hoc commode príestandum con-
ducunt pro facúltate conari , proprium esse muneris Apostoliis
non solum ejusdem Pauli, sed omnis omnium Apostolorum vita,
et ob id oppetita mors testificatur.
Quod vero pertinet ad editionem libri in quo belli faciendi
justitia et ratio et quid jure, quod injuria fiat declaratur, et cru-
deliter, atque avare facta vituperantur, siquis miles, aut pr£efec-
tus per ocassionem libri se peccase dixerit, is per ignorantiam
affectatam, seu per scandalum phariseorum deliquisse facile con-
viucentur. Contra vero ex editione libri hcec máxima commoda con-
sequentur. Tolletur magnum scandalum, et infamia Regum nos-
trorum et nationis, qui vulgo propter falsam, aut male intellectum
quorumdam Theologorura doctrinam injuste, et tyraunice hos
barbaros in suam ditionem redegisse putantur, ut quídam nuper
impudentissime prodidit. Deinde qui ex hac expeditione aurum,
vel argentum retulerunt quid juste quid injuste paraverint, quid
jure retiñere possint, quid restituere debeant, facile, et ab ipsis,
et a sacerdotibus, quibus peccata confitentur intelligetur. Nunc
enim utrique in magna juris iguoratione versantur.
331
APÉNDICE XXIV.
ARGUMENTÜM APOLOGÍA R."' DOMINI FRATRIS BARTHOLOMEl A
CASAUS, EPISCOPI QUONDAM CHIAPENSIS ADVERSUS GENESlüM
SEPULVEDAM, THEOLOGUM CORDUBENSEM.
(Fragmento á modo de specimen.)
Anno a partu Virginis millesimo quingentésimo quadrage-
simo secundo, Carolus, Csesar Hyspaniarum rex sempiterna
hominum memoria dignus, edoctus Hispanos cíedibus, TÍolentia
tyranide longe lateque grassari per Indias, servitute premere
maximisque incommodis afficere Indos Occeani mariacolas, qui
Romani pontificis decreto ad imperium supremum CastillisB et
Legionis pertinent, solemne quoddam concilium Pintise sive
Valisoleti indixit, advócate ex omni senatu lectissimo ac doctis-
simo quoque, his injunxit ut cognoscerent an atrocia illa, quaj
ad se delata fuissent, vera essent, utque oportune remedium
excogitarent, quo tantis malis obviam iretur, ita ut Indi pris-
tiñse SU8B libertati restituerentur, simulque novus ille orbis salu-
taribus legibus ac prudentibus institutis compositus in poste-
rum gubernaretur. De hac re per plures dies magnis est dispu-
tationibus agitatum, ac deuiqae leges qusedam sancitíe sunt,
quibus Hyspanorum bellicfe expeditiones adversus Indos, quas
conquistas vulgo appellaverant, prohibitse sunt; simulque cau-
tum est, ut Indi omnes servitute pressi ab eis quibus facta divi-
sione, id est repartimiento sive comenda (inventione quidem
sathanica nunquam antehac audita), adjudicati perperam fue-
rant, restituerentur in libertatem, atque in regum Hyspaniarum
universalem ditionem Indi universi redu'cerentur, regibus et
dominis naturalibus in sua potestate et jurisdictionc rcmaucu-
332
tibus. Hsec res vehementer pupugit ánimos Hyspanorum , qui-
bus Indi prajda opima erant et quorum facultates violentiis,
rapinis et Indorum direptioue crescebant , indignabundique et
irato animo frementes deplorabant a Csesare sese facultatibus
propriis spoliari, ac si, non predones sacrilega príeda, sed legí-
timos rerum dóminos justa rerum possessione deturbaret, ut
nonulle nullum non lapidem moventes quo suis rebus consule-
rint, impudenter a Csesare defecerint adversus Cessarem rebe-
Uarint. Alii ad viros doctrinse opinione claros confugerint, ut
solidis juris argumentis cíBsareas constitutiones opugnarent, ut
tándem Csessar, legum iniquitate permotus, vel aboleret vel
saltem suspenderet earum observationem, ut in aliquibus earum
factum est , non quod non essent equissimaj justissimseque sed
quod cognita rebellione a proditoribus illis maius aliquod ma-
lum ac atrocior seditio timeretur.
Repererunt hi suse opinionis defensorem doctum quendam,
qui hic certe parum eruditum sese prestat. Is fuit Genesius
quídam Sepulveda regius hystoriographus, quí opusculum elo-
quentite floribus adornatum, cui titulum fecit De justis belU
causis f composuit: in quo totis viribus lias novas leges opug-
nat, minime quidem earum expressam mentionem faciens, sed
Hyspanorum in Indos pretérita ac futura bella et expeditiones
defendens, comprobansque servitutem, it est divisionem sive
comendam, qua Indi ab Hyspanis opressí vel moriuntur vel
morte duriorem vitam agunt, divisi in partes ac sí armenta vel
pécora essent, nimirum divisi ínter Hyspanos et unicuique us-
que ad certum numerum assignati, ut ipsis serviaut. Has enim
primo conquistas sive invasiones, secundo divisiones et assig-
nationes, quse regionatim ex certo Indorum numero per totum
illum orbem fiunt, semper Hyspani ab eo die quo nobis prímum
novus ille orbis apertus est fieri curarunt. Adfert Sepulveda
fucata qua3dam argumenta quibus avarissime tyranorum cupi-
ditatí favet, detorquens sacrorum voluminum autorítates sane-
tissimorum patrum prudentium ac pliilosopliorum decreta. Re-
ferens Indorum crimina ac vitia naturalia, edoctus (scilicet) ab
Hyspanis illis infensissimis Indorum hostibus falsisquo illis de-
333
lationibus innixus; falso quidem traducit maiorem humani ge-
neris partera, quam divini numinis providentia in ea Indiarum
spatia yastissima dispersit.
Episcopus Cliiapensis, cum cognovisset opusculum illud a
Genesio conscriptum faisse , et in eius manus venisset compen-
dium eius operis hyspanice descriptum (latinum enim codicem
tum temporis haberenon potuit), intelligens quse esset opinío
Genesii, apologiam sequentem elucubravit in eos Indoriim, qui
pacifice absque alterius nationis degebant injuria invasores
oppresoresque, qui Indos oppressos detinent et ad mortem adi-
gunt, cupiens illos ab omni injuria tueri defendereque. Apolo-
giam autem dicayit serenissimo principi nostro Philipo, tum
temporis huius regni gubernatione ab invictissimo Csessare Ca-
rolo patre cum imperio prefecto. Continebat apologia respon-
sionem ad quatuor causas, quibus Sepulveda tuebatur eas Hys-
panorum expeditiones et assignationes, quarum titulo Indos ser-
vitute premebant. Cum autem episcopus Sepulvedam Compluti
confutasset totaque illa celebris academia Sepulvedae opinionem
damnasset sen parum sanam, vetans hac ipsa expressa causa
ne opus excuderetur. Hec episcopi ac Sepulvedse disceptatio ad
aures Csesaris in Germania tum agentis peryenit, qui anno sa-
lutis humanse quinquagesimo primo supra millesimum et quin-
gentesimum jussit ut convenirent in unum insignes tehologi ac
jureconsulti simul cum senatoribus indiani pretorii, et ut tam
episcopum quam Sepulvedam audirent statuerentque quod e re-
publica máxime foret, data est primo Sepulvedfe copia fandi per
unum diem. Episcopum vero per quinqué dies dicentem audie-
runt, qui totam hanc Apologiam seriatim recitavit, ac denique
multis hinc inde habitis disceptationibus , judicarunt expeditio-
nes, quas vulgo conquistas dicimus, iniquas esse illicitas et in-
justas, atqueideo inposterum omnino prohibendas. De asigna-
tionibus vero, quas vulgo appellamus repartimientos, nihil
decreverunt. Durabat enim rebellio quorundam tyranorum in
peruranis regnis, tumultuabanturque alise provintise.
:r¿4
SUMARIUM SEPULVEDiE.
Opus quod Sepulveda, thcologus regius hystoriographus,
adversos Indos composuit hsec in suma continebat argumenta,
.quibus expeditiones bellicas adversus Indos justas esse tuetur,
duramodo bellum legitime et rite inferatur, sicuti reges Hyspa-
nise hactenus inferri preceperunt.
Primo profert quod illse gentes barbarse sunt literarum et
politise rudeSj, prorsus expertes, brutseet omnino indóciles nisi
ad artes mechanicas, vitiis obrutse, crudeles, ac eo ingenio ut
aliorum arbitrio natura doceat illas esse gubernandas, sicuti
variis temporibus multi homines fide digni, interposito sacra-
mento, asseruerunt, qui illos et cum eis familiariter convixe-
runt, et sicuti etiam apparet ex libro 3, c. 6, generalis Indiarum
hystorise excuss'de et approbataj per supremum senatum in-
dianum
335
APÉNDICE XXV '.
PROPOSICIONES TEMERARIAS, ESCANDALOSAS Y HERÉTICAS QUE
NOTÓ EL DOCTOR SEPULVEDA EN EL LIBRO DE LA CONQUISTA
DE INDIAS, QUE FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS, OBISPO QUE
FUÉ DE CHIAPA, HIZO IMPRIMIR «SIN LICENCIA» EN SIVILLA,
AÑO DE 1552, CUYO TÍTULO COMIENCA:
Aquí se contiene una disputa ó cojitroversia.
Sufriendo y callando, pensé de alcancar del señor obispo de
Chiapa que me dexase vivir en paz y entender en otros estudios
sin cuidado de viejas dissensiones, aviendo ya dado el fin que
deseaba á la disputa y controversia que con él , y por causa suya,
con algunos theólogos doctos tuve sobre la justicia de la con-
quista de Indias , y por eso no avia respondido á las réplicas que
hizo contra la respuesta que yo di en la congregación de los
Consejos á doze obiectiones suyas «ad caninos latratos quibus
mean famam lacessere conatus est», diziendo que escrivo cosas
escandalosas contra toda verdad evangélica y contra toda xpian-
dad, y llamándome fautor de tiranos, estirpador del género hu-
mano, sembrador de ceguedad mortalíssima ; y todo esto, porque
defiendo la verdad contra el error que él sembró, del cual, nas-
cieron grandes males acá y en el mundo nuevo : mas, según veo,
ni él puede estar en paz ni dar a los otros sosiego, «qui non satis
liabuit virus acerbitatis suíg apud paucos viros gravissimos quos-
1 Este opúsculo está copiado de un ms. que posee el Sr. D. Pascual de Ga-
yangos y que consta de veintisiete hojas en cuarto español, de letra, al parecer,
do fines del siglo xvi ó principios del siguiente. Este escrito, no contenido en las
ol)ras completas de G. de Sepúlveda, no sé que fuera hasta ahora conocido, y su
autenticidad resulta indudable de su mismo contenido.
336
que patientiam abusus est offendisse nisi in presentí bello etiam
homiues preclari facinoris testes, et spectatores constituere.»
Assí que me ha puesto en necesidad de responder por mi honrra,
«nequis silentium conscientiam interpretetur.» Aunque mi parti-
cular injuria todavía la sufriera y disimulara, si no fuera mezcla-
da con la causa común y afrenta y desacato que él haze á Dios
sembrando doctrinas impías ,. y á nuestros reyes y nascion atri-
buyéndoles tiranía y público latrocinio por público pregón de
escríptura impresa, sin licencia, y así no responderé más de
aquello que á esto principalmente toca.
Pero antes de todo, me pareze cosa necessaria, porque él cuen-
ta de palabra y por escripto muchas cosas deste negocio, como le
place, referir en breve, flel y verdaderamente lo que pasa, tomán-
dolo del principio.
Al tiempo que ciertos religiosos vinieron de Indias , enviados
de los españoles conquistadores que allá estavan, al Emperador y
Rey, nuestro señor, sobre ciertas ordenancas que avia hecho, como
esto fuese causa que se hablase mucho en la corte de la justicia
de la conquista de Indias, é el Rmo. Cardenal y Arcobispo de
Sivilla, presidente del Consejo de Indias , aviendo oydo dezir al
doctor Sepúlveda que él tenia por justa y sancta la conquista,
haziéndose como se devia y como se suelen hazer las guerras
justas, y lo provaria muy á la clara, le exhortó que escriviese
sobre ello, que haría servicio á Dios y al Rey; y así escrívió un
libro en pocos días , el qual , como fué visto y aprovado de todos
los que lo leyeron en la corte , lo presentó en el Consejo real de
Castilla, pidiendo licencia para imprimirlo, é dióse á examinar
primero, al doctor Guevara, del mesmo Consejo; tras él á fray
Diego de Victoria, y después al doctor Hoscoso, porque el doctor
Sepúlveda lo pidió assí, que se cometiese á muchos por más au-
toridad; y como por cada uno de ellos fué aprovado estándose
para dar licencia, se interpusieron ciertas personas de autoridad
del Consejo de Indias , diziendo: que aunque el libro fuese muy
bueno no convenía por entonces se imprimiese. Puesto este impe-
dimento, el doctor Sepúlveda escrivió al Emperador dando quenta
de lo que pasava, y su Magestad le respondió muy humana-
337
mente y le embió vna cédula para el Consejo real en que manda-
va que se viese bien el libro, y no aviendo en él cosa substancial,
porque no se hiziese, se diese licencia para imprimirlo; entonces
se cometió de nuevo al licenciado Francisco de Montalvo, y tam-
bién le aprovó. A este tiempo Aegó de las Indias el Obispo de
Chiapa, y sabiendo con favor y ayuda de otros á quien pesava de
la impresión del libro, hizo que el libro se cometiese de nuevo,
con pensamiento de hazer con arte y negociaciones lo que hizo.
Cometióse á Salamanca y á Alcalá, donde el Obispo, con nego-
ciaciones y fictiones y favores hizo lo que quiso. Así que los de
Alcalá respondieron que les parecia que el libro no Se devia im-
primir, y no dieron razón dello aunque les avia sido mandado por
la carta del Consejo real. Los de Salamanca respondieron lo
mismo , y dieron las razones tales que fueron ávidas en el Consejo
real por frivolas y de poco peso. El doctor Sepúlveda se quexó
deste agravio y suplicó al Consejo real y al Príncipe, nuestro señor,
mandase venir de Salamanca y Alcalá los más doctos theólogos
que huviese iustructos, á disputar con él aquella question delante
del Consejo real y de algunos theólogos doctos que fuesen juezes:
después desto, el Emperador, que por ventura fue consultado
sobre ello, mandó que se juntasen con el Consejo de ludias, cier-
tas personas de todos los otros Consejos y quatro theólogos , los
quales todos vinieron señalados como avian sido nombrados de acá
por el Consejo de Indias, y de los quatro theólogos, los tres eran
frayles dominicos, hombres doctíssimos , pero tan sospechosos
en la causa por aver escrito y predicado que la conquista era
injusta, que el fiscal del Consejo real se opuso de palabra ypor
peticiones, diziendo que el Emperador avia sido engañado en
nombrar aquellos padres, que pedia entrasen otros theólogos en
lugar dellos, ó á lo menos acompañados, y nombró algunos, y
entre ellos al doctor Hoscoso y al doctor Sepúlveda ; pero al fin se
concluyó que no se innovase nada contra la comisión de su Ma-
gestad , salvo que el doctor Sepúlveda entrase en la congrega-
ción, no por juez, sino á dezir lo que sentía en lo que su Ma-
gostad mandava que se tratase en la congregación y diese las
razones dello , delante de aquellos señores , y así lo hizo en la pri-
ToMO LXXI. 22
338
mera sesión, en dos ó tres horas que habló delante de aquellos
señores. A la segunda sesión vino el Obispo de Chiapa con un
libro de noventa pliegos , y pidió que lo oyesen , y leyó en su
libro cinco ó seis dias, hasta que cansados de oyirle mandaron
que no leyese más y se sacase la summa de aquel libro, y sacóla
en nueve pliegos fray Domingo de Soto , que era uno de los qua-
tro theólogos ; desta se dio copia á todos aquellos señores y al
doctor Sepúlveda , el qual respondió á ella en tres pliegos, y desta
respuesta se mandó dar y dio también copia á todos aquellos se-
ñores , y ordenóse que los pareceres se diesen después de algunos
meses , que fueron seis ó siete , y se fueron aquellos padres á sus
monesterios y el doctor Sepúlveda á Córdoba. El qual, vuelto al
tiempo como le avia sido mandado, halló que el Obispo de Chiapa,
sólo ó acompañado, avía replicado á su repuesta en veinte y un
pliegos, á los quales él entonces no respondió porque no habia
necesidad, que á todo estava respondido, y halló que aquellos se-
ñores avian hecho tan poco caso de las réplicas que pocos ó nin-
guno las avian ley do, aunque á todos las avian dado. Mas tornó á
entrar el doctor Sepíilveda en la congregación , y tuvo luenga
disputa y altercación con aquellos padres Reverendos sobre las
razones que dava y las bullas de Alexandro y de Paulo que allí
llevó; y, finalmente, aunque en el primer congreso huvo diversos
pareceres, pero después, á la postre, todos los señores juristas
de los Consejos se resolvieron en seguir la opinión de sus docto-
res canonistas, en el capítulo: «Quod de super his,» donde
determinan ser justas las guerras que los xpianos. hazen á los
infieles por ser ydólatras ó no guardar de otra manera la ley na-
tural como los indios para subjectarlos y hazérsela guardar, que
es una de las quatro razones que trae el doctor Sepülveda en su
libro; cada una por bastante para justificar la conquista, y muy
pocos huvo que no las admitiesen todas, y anssí lo dezian todos
públicamente, que por esta causa tenian la conquista por justa,
aunque no oviese otra, y que no avia dellos ninguno que esto dub-
dase: de los quatro theólogos, el uno se fué al Concilio, el otro
no quiso dar su parecer, por ventura por no dezir contra lo que
sentía ó por no offender á sus amigos ; y fray Bernardino de Aré-
339
valo , hombre insigne en doctrina y sanctidad , diólo luego escrip-
to, conforme en todas quatro razones á la sentencia del doctor
Sepülveda, y más presentó un libro, que en confirmación desta sen-
tencia doctissima y gravíssimamente avia escripto, y quedó que
cada uno dellos avia de dar por escripto su parecer para enviarle
al Emperador como se les avia mandado, y que todo lo sobredicho
sea verdad , son testigos aquellos señores de la Congregación y
toda la corte, y son cosas públicas y notorias.
Con esta verdadera narración respondo á las falsas que al prin-
cipio y por todo el libro del Obispo de Chiapa cerca del hecho se
contienen, y quanto al derecho de la conquista, digo que á todo
quanto él pudo collegir en Alcalá y Salamanca y de todos los
que an querido deffender su opinión , está respondido muy ente-
ramente en un libro que anda por toda España, por muchos tras-
lados que se mandaron hacer en la corte, Salamanca y Alcalá, y
en la suma del, que se imprimió en Roma, y por eso noay ne-
cessidad de rrepetir una cosa mili vezes como él haze, «putans
suo multiloquio exaudiri vel tenebras effundi posse apud vulgus
imperitum splendori veritatis more seditiosorum tribunorum
turbas concitando.»
Assí que dexado todo lo demás, solamente responderé siatisfa-
ciendo á lo que toca á la honrra de Dios y de nuestros Reyes y
nación, como soy obligado, y á la mia; lo qual todo se hará jus-
tamente , dando razón de lo que dixe en ciertas respuestas á sus
obieciones, que me páresela que algunas cosas escrive que no se
pueden sustentar entre christianos, salva «fide catholica,» los
quales errores en sus réplicas quiere deffender á espada y capa.
Viniendo, pues, al propóssito, remitiéndome en todo al juicio
de los que más saben, y principalmente de la Iglesia cathólica,
digo que: En el tercero punto de la siimma que del libro del
Obispo de Chiapa sacó fray Domingo de Soto, dize : « que aunque á
Christo, en quanto hombre, le es toda universidad de los hom-
bres subjecta en potencia, pero no loes «inactu.» «Hsec pro-
possitio est herética, quia est perspicuo contra illud Evangelii,
Mat. 28. Data est mihi omnis potestas in coelo et in térra. » Porque
estas palabras claramente dizen que á Xpo., en quanto hombre,
340
fué dado poder y jurisdicción en todo el mundo, y que realmente la
tiene; y dezir que no la tiene <án actu», es dezir que no la tiene,
porque esta es buena consecuencia según todos los philósofos: «non
habet actu erj^o non habet,» como señala el Philósofo en el 9 de la
Metliaphysica. Y á lo que dize en la sexta réplica, que nunca dixo
tal cosa, léase en este mesmc ''bro impreso en el lugar arriba ci-
tado déla summa donde se dizí claro, y aun las palabras que en
esta réplica pone, lo dizen, cou\l( ne á saber: que los infieles no son
subietos actuales de Xpo., y la evasión que da que él entendió sub-
iectos por la fee y charidad es vana y fuera de propósito y de hombre
alcancado de quenta que no sabe lo que dezir; pues se habla del
poder y jurisdicción que Xpo. tuvo en cuanto hombre, y dio en
San Pedro á la Ig-lesia sobre los fieles é infieles, y él quiere escu-
sar su error, diziendo que hablava de la subietio «per fidem
forraatam charitate,» la qual subieccion se tiene á Xpo. en quanto
Dios más que en quanto hombre.
En la mesma réplica dize el Obispo de Chiapa. Más digo, que
por buenas y probables y casi convenibles razones , se puede
persuadir no ser contra ley natural , ofrezer á Dios verdadero ó
falso en sacrificio víctimas humanas; y poco más adelante, con-
firmando esto, dize: «Que muy pocas naciones huvo que no vsasen
ofrecer á los Dioses sacrificios de víctimas humanas, inducidas por
la racon natural. » Por estas palabras y por lo que está en la sum-
ma, fol. 16, 6, claramente dize que sacrificar hombres inocentes
á Dioses falsos no es contra la ley natural. La qual proposición
ser impía y herética se prueva desta manera.
«Hffic assertio perspicuo approbat idolorum cultum et contra-
dicit Scripturse divinse, ergo est impia et plusquam herética,
consequentia p. an. probatur: Si non est contra legem natura)
inmolare victimas humanas falsis Diis; ergo pagani olim qui hoc
faciebant non pcccabant; consequentiam probo, quia pagani non
peccabant nisi faciendo contra legem naturse, quia nulli legi
divine subiecti erant pretor naturalem conseusu Theologorum, de
quo D. Tho. 12, q. 98, ar. 5.: probo minorem: inmolare victimas
humanas falsis Diis damnat diviuis scripturis veteris et novi Tes-
tamenti ut peccatum gravisaimun, ergo pugnat cura scriptura
341
divina non esse peccatum anuo domini 53, quod damnet ut gra-
vissimum peccatum probo idolatría et homicidium passim in
scriptura sacra daranat ut gravissima peccata quod clarius est
quam ut probari debeat. Vide. C. Cüm ómnibus, cum glosa 32,
q. 7. Inmolare autem victimas humanas homines innocentes
falsis Diis est precipuo idolatria et homicidium ergo habet propo-
situm.» Y así, la Sagrada Scriptura llama estos sacrificios, «impie-
tates» Deut, cap. 9; item «abominationes», cap. 12, «Omnes inqnit
abomiuationes quas adversatur dominus fecerunt Diis suis asse-
rentes ñlios et filias et comburentes igni.» Y por estos peccados
dize fueron destruidos, cap. 9 et 18. ítem, si sacrificar de rapiña
es abominación cerca de Dios , quánto más por homicidio-, y así,
en otro lugar, Ecclesiastici 34, se encarece lo primero por lo
segundo. «Qui offert iuquit sacriftcinra ex subtantia pauperum
quasi qui victimat filium in conspectu patris sui. Preterea si pa-
gani ratione naturali ducti victimas humanas falsis Diis innio-
labant ergo recte et iuste et sine errore homicidiis idola cqlebant,
quaí assertio est impia et nefaria; consequentiam probo qui i-a-
tioni naturali ducitur is legem eternam sequitur quipe cuius
propria imago est rei naturalis.»
Assí que es tanto como dezir, que se conformavan con aquello
del psalmo 4 «sacrificate sacrificium iustitie sperate in domino
multi dicunt quis ostendit nobis bona signatura est super nos lu-
raem vultus tui domine quia lumem esse rationem naturalem coh-
scntiens est sanctorum doctorum interpretatio: de quo D. Tho. 12:
q. 19, art. 4, adñnem.» Assí que estees un error impío y de hombre
que sabe poco de Theología ó temerario, ó siente muy mal de la feo
católica dezir que sacrificar hombres á Dioses falsos no es contra
ley de naturaleza, siendo ydolatría y homicidio, y que no ha ve-
nido á su noticia que los preceptos del decálogo son todos leyes
naturales, y quien haze contra alguno dellos haze contra ley de
naturaleza por consentimiento de todos los theólogos , de lo qual
habla S. Thomás 12, q. 100, art. 1." et 8 et art. 11, y en el de-
creto, cap. Non est; g his itaque; dist. 6. Scotus et ceteri Theo-
logi 3. sen. dist. 37; pues sacrificar hombres inocentes á Dioses
falsos , claro está que es contra el primer precepto del Decálogo,
342
«De colendo unum Deum» y contra el dehomicidio. Y á lo que dize
que muchas gentes lo vsarou , digo que eran todos bárbaros , y si
alguna vez lo hizo alguna gente política y humana, en aquello no
lo fué sino bárbara ; como los hombres virtuosos algunas vezes
pcccan por passion ; y en aquello no son virtuosos ni se an de
imitar. Como S. Pedro por temor negó á Xpo., y David «victus
libídine molitus est mortem Uriíe.» Y muchas veces los hombres
sabios no pueden resistir la ceguedad del vulgo. Assí que dezir
que lo hizieron por razón natural , es mayor error y blasphemia
que lo primero, porque es dezir: «Quod recte et sapienter facie-
bant cum sequant lumen naturalis rationis quse est una perfectio
rationis. Ut ait D. Tho. 12, q. 68, art. 2. Et regula humaníB vo-
luntatis, q. 71, art. 6. Quod igitur idolatres faciebant per repro-
bum sensum in quem traditi suut. Ut Paulus ait Rom. 1. propter
sua peccata id naturali ratione fecisse affirmat quod est stultura
et impium et plusquam heret'cura.»
Dize más en la mesma réplica 11 , que los idólatras de tal ma-
nera son obligados de derecho natural á honrrar los Dioses falsos
que tienen por verdaderos, que si no lo hazen hasta si fuese me-
nester poner las vidas por la defensa de sus ydolos peccan mortal-
mente.
«Hebc quoque assertio est impia, et herética, etconveuit cum
superiore deffendit, n. idolatriam ut recte factum,» porque aun-
que la consciencia errante de que él dize les obliga á idolatrar y
deffender la ydolatria, que, aunque es peor obligalles que hazién-
dola, no dexande peccar; pero dezir que son obligados por derecho,
natural, es dezir, «quod recte et iuste sapienter quam faciunt.»
«Nam qui legi naturali .servit is eterui legi scrvit, a qua deri-
vatur de quo D. Tho. 12. q. 91. art. 2; itaque roete et iuste et
sapienter facit idola colendo ac proinde placet Deo et probatus
hominibus ex doctrina Pauli Rom. 14. quod est impium et nefa-
riura asserere.»
La racon que da para probar que la mayor parte de las gentes
inducidas por razón natural sacrificaban hombres á sus dioses, es
porque esto y más se debe á Dios, que es decir en substancia,
«quod est iusitum naturali ratione hominibus Deum preciosissima-
343
rum rerurn sacrificio colere quod ipsi liberter fateiuur, sed ex hoc
colligere quod iusitum sit ratione ítem naturali eodem modo co-
lendum esse a quoque, quod putat esse Deum hominis est iu
rebus clarissimis halluciuantis et prima physiCEB moralis fuada-
menta quantum est in ipso convellentis.
»Nam eodem modo colligere licebit si iusitum sit omuibus lio-
miuibus ratione naturali omne quod bonum est sequendum esse
statim iussitum, esse ratione naturali sequeudum esse cuique quod
bonum esse putat quo dogmate corruit tota doctrina moralis sic
n, fiet, ut quod homines iutemperatis simi in profundum malorum
deiecti qui bonum putant esse malum et malum bonum ratione
naturali in res turpissimas et Yoluptates, quas putant esse bona
et felicitatis efñciencia consectentar, et malum pro bono per cor-
ruptam rationem eligentes : qui error intelligendi fons est et origo
omnis pravitatis. Ut Philosophus ethi, 3, declarat quamquam, n.
voluntas verum bonum appetit natura, tam malum quam bonum
esse putat perverso et contra naturam expetit. Ut idem Philosophus
ad Eudemum, lib. 5, testatur; ergo quo raagis pudendseac nefarias
assertionis vitium et puto fiat intelligendum est id quod Aristóteles,
in libro de motu animalium docet hominem in omni actione quam
considérate edit. Uti quodam sylogismo eius couclusio est ipsa ope-
ratio. Homo igitur pius et probus vt recto Deum colat vtitur huius-
modi sylogismo quidquid Deus est, coli debet optimarum rerum
sacrificio hoc autem est Deus et ha3C sunt optimíB tum pro illa con.°
hoc ergo colendum est harum rerum sacrificio verum Deum rebus
optimis. Virtutibus et pietati coli et nihil falsi assumat probo nam
recte pie quod consequeutiam facit cultor autem idolorum vtitur
quidem syllogismo sed minore falsa quse creaturam Deum esse
dicit qui error impietatem, vt pro Deo creaturam colat ipsum ira-
pellit itaque'^non ratione naturali quse voluntatis regula est duci-
tur sed errore et reprobo sensu precipitatur. Qui error dúplex est in
victimas humanas inmolantibus creaturam Deum esse putant et
impium et nefarium sacrificium iure naturali et divino damnatum
pium esse existimaut cum nullum animal minus aptum natura sit
vt inmoletur quam homo teste Philosopho Polit. 2, cap. 2, et item
scriptursB sacríc testimonio qui huiusmodi sacrificia aboniin atienes
344
esse dicit quas Deas adversatur, Deut. 19. Nam vt cenam lau-
tam et opiparam si quis regio apparatu vellit verum principem
accipere rebus preciosissimis debet instituere sed ex genere da-
pium mensis aptarum non carnibus equinis si quera forte habeat
eqiim cunctis dapibus preciosiorem sic ex animalibus óptima quje
quam inmolare. Deo fas esset sed excogenere quod sacrificiis sit
aptum non quod Deus in sacrificiis adversetur quamquam si ve-
ruin quEeriraus nullum animal uec Deo quidem vero inmolare iube-
mur iure nature aliter n. non esset per legem Evangelicam et
christianum morem abrrogatum nedum honimem q. lex quoque
vetus detestabatur. » Quanto más que los idólatras que adoraban
nuestros Dioses, no tenian de Dios el concepto universal que le
convenia, que es «Deus optimus Maximus Omnipotens, omnium
bonorum auctor,» el qual conviene á un solo Dios, porque el que
esto no tiene no es Dios, y esto no lo puede tener sino uno, y los
idólatras que adoraban por dioses, aves y bestias y serpientes,
como dize San Pablo, Rom. 1, por alguna virtud que en las tales
cosas imaginavan, claro está que se engañavan, no solamente en
pensar que aquellos animales fuesen dioses, mas también en no
entender en qué consiste" ser Dios.
Pongamos un exemplo para todo. ftOmnes horaines felicitatem
iure naturse consertari verum est nom tamem hic sequitur Epicú-
reos qui in voluptatibus corporeis fíelicitatem esse ceusent iure
naturse scortari licere. Et in sylloxismo illo practico quo iidem
utuntur omnia fíelicitatis efficiencia admittenda sunt scortar
autem est faílicitatis, efñciens, ergo scortandum mihi est maior
quoque ad ipsorum intelligentiam falsa est qui fíelicitatem non
aprehendunt vt vtar verbis D. Thomae nisi nonime tenus et equi-
voco Ídem accidit idola colentibus qui falsam die Deo intelligen-
tiam habent ut idola colendo verum Deum non aprehendant preter-
quam nomine tenus et equivoco sed creaturas cum aliqua virtute
C. prestantia ut si qviis solem exempli gratia propter excellens
luraem et calorem plantis et animalibus salutarom Deum esse
putans ipsum in statua victimas humanas veneraret is Deum
verum non apreheuderet quippe quem nec per se nec per acci-
dens coleret sed statuam per accidens solem vero hoc est exce-
345
lentem creaturam per se. Nam si quis ex gentibus iu áurea
C. in argéntea imagine Jovis nomine Deum verum ut bonorum
omnium auctorem primam q. rerum omnium causam vt intelli-
gebat Phillosophus piamente venerabat is non erat idolare cultor
nec n. idolatriam nomem aut imago facit Deus u. pluribus nomi-
nibus per nationes appellatur et nos quoque Xpiani imaginibus
ytimur.»
Allende desto, la conciencia errante impropiamente se dize
obligar, lo qual es proprio de la lej iusta, pues la tal conciencia
no escusa de pecado, el qual pecado no está en no hazer lo que
ella dicta y manda , sino en el menosprecio que interpretamos
que haze á la recta razón, por no conformarse con lo que piensa
que lo es, que mayor peccado es hazello, mayormente en cosas
prohibidas por la ley natural , como esto de que hablamos. «Pec-
catigitur qui facit contra errantem conscientiam sive falsam ratio-
nem non quia non facit et eius proscripto sed quia quantum est
in se legem divinam violat aut rectam rí;*ionem contemnit qua-
que facit prohibita putat. »
Assi que de muchas maneras va por tierra el pertrecho que
para defender su impío error el assertor armó sobre palillos de la
conciencia errante, y agrava mucho este impío error y pone más
sospecha en el auctor dezir lo que quiere «et sine conditione sive
suppositione.»
Dize cerca del principio de la réplica vndécima, que no sabe
lo que Dios juzga de los idólatras que sacrifican hombres inocen-
tes; porque dubdar del juizio de Dios en cosa que manifiesta-
mente es contra la fee chatólica y contra los preceptos del decá-
logo, es argumento de no ser Xpiano, ó carecer del conocimiento
y común sentido de los hombres cuerdos, porque quién sabe que
según la ley Evangélica y natural. Dios condena á los idóla-
tras homicidas, como son los que sacrifican hombres inocentes á
dioses falsos , es dezir, que no sabe lo que Dios juzga dellos , es
dezir, por consequencia, que dubda de la ley Evangélica y aun de
la natural, porque aquí saber se toma por certidumbre de fee,
según el común entendimiento de los hombres doctos, en el qual
se an de tomar estas palabras « Cap. ex his de Spou » . Y no por
346
saber por demostración posterioristica si quisiere evadirse con esta
cavilación pueril.
También en la vndécima réplica dize estas palabras: «Afflrmo
más, que nunca serán obligados (conviene á saber los infieles) á
creer algún predicador de nuestra sancta fee , yendo acompañado
de gente de guerra, robadores y matadores.»
Esta assercion que los infieles no son obligados á creer á los
predicadores de la fee de Xpo., es impía y herética, porque es
expresamente contra aquello (Evangelio, Mar. 16.) aEuntes iu vni-
versum muudum, predicate evangelium omuicreaturae, qüicredi-
derit et baptizatus fuerit, salvus erit; qui vero non crediderit con-
demnabitur, » porque á ninguno condena Dios por no hazer lo que
no es obligado , pues la escusa de ir acompañados de soldados y
malos hombres, y que llevan más intención de robar que de otra
cosa, no relieva nada, porque la guerra que por sí es justa no
dexa de serlo porque los soldados lleven mala intención , é si van
más por saquear que para executar la justicia, peccan como dize
San Augustin, mas no por eso son obligados á restituir lo que
saquearen, como testifica S, Thomás (22, q. 66, art. 8); y así la
predicación no pierde nada de su santidad por la compañía de los
soldados que van, no á predicar, sino á subiectar á los bárbaros
y á asegurar los predicadores que no reciban injuria; y para esto
no es menester que sean sanctos, que desa manera tampoco serian
obligados los herejes á creer á los predicadores en los auctos de
Inquisición, porque están allí los soldados y ministros déla justi-
cia seglar para llevarlos á quemar en acabándose la predicación
si no se convirtiesen ó si son relapsos , y aunque los predicadores
mismos fuesen con tan ruin intención como los soldados que
llevan mala intención , eran obligados los infieles á creerles, pues
no dexa la predicación por sí de ser justa y sancta; como la Missa
y Baptismo y los otros Sacramentos no pierden su fuerza y sanc-
tidad por ser los ministros pecadores y malos, ni de la tal predi-
cación a de pesar á los buenos christianos ; pues Sant Pablo se
gozava con ella. «Quídam inquit per invidiara et conteutionem
quídam autem propter bonam voluntatem Christum predicant». Et
Paulo post: «Quid euini dum oumimodo sive per occasionem, sive
347
per veritatem Xpus. anuutiet in hoc gaudeo et gaudebo» (ad
Philip 1.°) y que la buena doctrina también se baya de tomar de
los malos malos, como de los buenos Xpiaos.: «ipse docet iu
Evangelio Math. illis verbis: super cathedram Moysi sederunt
scribfe et Pharisei qusecumque ergo dixerint vobis facite sine
vero opera eorum nollite faceré dicunt n. et non faciunt.»
En la 12 réplica dize, que todas las conquistas de Indias que
hasta ahora se an hecho, aunque se ayan guardado en ellas todas
las instructiones , an sido injustas, tiránicas é infernales.
Esta assercion es errónea , escandalosa y fundada en una te-
meridad herética, porque se funda en dezir que el decreto é in-
dulto que Alexandro, papa VI, instituyó ó concedió á los reyes
chatólicos de subiectar á los indios á su señorío, y tras esto ha-
berles predicar el Evangelio, é que la bulla y rescripto del, que es
como las otras estravagantes, no tiene fuerza ni se deve obedezer,
porque el Papa no tuvo poder para ello: lo qual dezir es condem-
nado por la yglesia como heregía. Cap. Nulli, dist. 19, cap. Vio-
latores, et cap. Generalis 25, q. 1. con su glossa; y que se funde
en esta temeridad, pruévase porque el asertor sabe muy bien, y
es notorio, que todas las conquistas desde el principio van fun-
dadas en aquella bulla y decreto, la qual bulla , si tiene fuerca y
autoridad, está claro que la conquista es justa, lo qual niega el
asertor; pues que él tenga por cierto que el Papa no tuvo poder
para hazer aquel decreto é indulto, muéstralo muy á la clara
porfiando que la Iglesia no tiene jurisdicción sobre los infieles ne-
gativos, y éste es principal fundamento en que funda su error de
ser injusta la conquista, como parece por la quinta y sexta réplica
y por estas palabras que dize en la 12 réplica: los infieles, antes
que se baptizen no son subditos de la Iglesia, ni la Iglesia les
puede quitar ni poner Señor, ni ellos obedecer, que es directa-
mente contradezir la bulla y donación; y la cubierta que trae para
cubrir esta temeridad es decir, que la bulla no da autoridad ni
aprueva que aquellos paganos sean subiectos y después enseña-
dos, ni tal cosa dize; lo qual es una gran burla y desvergüen-
za intolerable querer con cavilaciones cegar los entendimien-
tos de los hombres en cosas manifiestas ; pues manifiestamente
348
alaba el Papa por sancto y loable el propósito de los reyes
chathólicos: «quod gentos illas vellint sibi divina favente cle-
mentia subiicere et ad fidem chatholicam reducere.» Y exhór-
tales en grande manera á ello , encomendándoles que, pues
quieren con zelo de la fee hazer esta expedición (que quiere de-
zir, conquista y guerra, como saben todos los que entiendan
latin), trabaxen de hazerlos convertir á la fee chatólica, porque
éste es el fin último y principal, y porque lo hazen más libremen-
te; y con mayor ánimo les haze gracia á ellos y á sus successores
de todas aquellas islas , tierras firmes con todos sus señoríos , cib-
dades, villas, lugares, derechos y jurisdicciones ó pertenencias. E
diziéndolo la bulla tan abiertamente, dize el asertor que no se
dize, como si hablase con niños ó hombres que no tienen entendi-
miento ni entienden latin. Assí, que dezir que no dize la bulla lo
que dize tan claro, es dezir por todo á la clara que esto es burla y
que el Papa no lo pudo hazer, aunque no lo osa dezir tan expresa-
mente, en la qual temeridad propriamente tienen Ingar los de-
cretos arriba alegados. Porque ya que fuese lícito dezir que el
Papa puede errar « extra fidem et in decretis moralibus , desertus
ab spiritu sancto at eius ductu guberuat Ecclesiam;» pero no es
verisimille , ni se deve pensar que yerra , y afirmarlo es grande
temeridad á personas particulares , y trae grande sospecha que
siente mal del poder de la Iglesia el que lo affirma , y por eso se
condena como hereje en los capítulos citados, solamente puede
dezir otro Papa, que representa la persona de toda la Iglesia, ó
un concilio general , que es lo mismo, para enmendarlo y consti-
tuir lo justo y verdadero, mas los juezes y personas particulares
no an de juzgar de las leyes ó decretos ya hechos, sino juzgar
conforme á ellos (Cap. 1 In istis, dist. 4), mayormente de decreto
de tanta importancia perteneciente á la vniversal administración de
la Iglesia y á la manera que se a de tener en convertir á la fee
chathólica vn mundo nuevo: en lo qual pensar que el Spiritu sancto
dexase errar al Papa y sentir mal de la fee, en especial contradi-
ziendo por la mesma artificiosa temeridad de cavillaciones el de-
creto de S. Gregorio, Papa (cap. Si non 23, q. 4), en el qual cla-
ríssimamente dize que las guerras que los xpianos. hazen á los
349
gentiles solamente para dilatar la yglesia y fee, y para que ha-
viéndolos subietado les prediquen el Evangelio y nombre de Xpo.
son justas y sanctas, lo qual hazia Genadio Exarcho de África
con las gentes finítimas al imperio Romano en la África interior,
porque dezir que lo hazia por otras causas es vna desvergüenza
de cavillacion ; pues el mesmo S. Gregorio díze que lo hazia so-
lamente por esto de subiectallos para que les predicasen cómoda-
mente el nombre de Xpo,
A lo que dize de su Confessionario y juntamente de mi libro,
remitiéndome á lo que dixe en la prefación que es la verdad,
torno á dezir que nunca el Consejo real determinó cosa ninguna
contra mi libro, más de dilatar la licencia de imprimir, y después
de impreso en Roma, examinado y aprovado por el Vicario del
Papa y de Maestro del Sacro palacio y de vn avditor de Rota, y
alabado por el común parecer de los doctos de Roma , no lo tuvo
por mal, aunque por otras vías vvo contradicción, alegando que
pues se habia impresso, «lite pendenti» sobre la impresión no se
devia consentir que anduviese impreso: mas nunca esto se execu-
tó, si no fué en Salamanca por inportunacion del Obispo de Chia-
pay de sus amigos apassionados; ni por eso no dexaron de andar
públicamente por la corte muchas copias sin que nadie más lo
contradixese ni á mí se me hablase palabra, aunque las tenia y
dava á leer publicamente á quien quería, y lo tuvieron y leyeron
aquellos señores del Consejo real y de la congregación y todos
los doctos de la corte. Mas el Confessionario, como vino á noticia y
á manos del Consejo real , lo mandó ver y examinar y fué ávido y
juzgado por falso, escandaloso y temerario, y él fué llamado al
Consejo real sobre ello, y reprehendido ásperamente del señor
Presidente delante de aquellos señores , y mandado buscar y re-
coger el Confessionario por toda Castilla por los monasterios,
como se hizo, y lo mismo se proveyó se hiziese en las Indias, y
también se sabe y es público, que éste mi libro que por traslados y
sumas se a divulgado por toda la Xpiandad. a sido causa que se
conozca el error de los que antes de mí avian escripto lo contra-
rio, y después ayan escripto en favor de la conquista de Indias
ocho hombres de los más doctos theólogos y canonistas de nuestra
350
nación , siguiendo diversas razones con gran doctrina é ingenio;
pero todos se reduzen y caen debaxo de alguna de las quatro que
yo puse desde el principio en mi libro, cada vna bastante para
justificar la conquista, los quales son: fray Alonso de Castro, fray
Luis de Carvajal, fray Bernardino de Arévalo, franciscanos, el
doctor Honcala, canónigo de la cathedral de Avila, excelentes
theólogos , y el señor obispo de Menchoacan que avia estado mu-
chos años en las Indias, el licenciado Gregorio López, del Conseja
de Indias, el Arcediano de Mallorca y otro doctor Mallorquín, gran-
des canonistas.
A lo que dize que quatro Maestros y dos Presentados , que
nombra, de los más doctos y de más autoridad de su orden, firma-
ron su Confessionario dando también estos errores , digo que no
es de creer que hombres tan doctos y tan graves firmasen tales
disparates de tan mala doctrina, ó leyeron el libro con poca atten-
cion y lo firmaron por importunación y mañas, que no faltan al
autor; y, por ventura , como vno firmase desta manera, los otros
se fueron tras aquél , por no leer todo el libro que es grande y
pesado, y estando sin sospecha de tan perversa doctrina, sin con-
siderar más del puncto principal ; y así lo mostró vno dellos de
los más principales, que preguntado de otro religioso muy docto
y muy grave que habia leydo mis annotaciones , se maravilló
oyéndolo referir, y dixo que él nunca tal havia visto, ó á lo menos
considerado. Y fray Domingo de Soto, quando summó el libró,
viendo y rehuyendo la mala doctrina, yva colorando y remen-
dando aquellos lugares; «sed irrita opera uam in morbo incura-
bili parum proficit medicorum diligentia presertim cum egrotantis
cseca temeritas morbi iudulgens artis medicinae precepta contem-
nit,» como le acontecia en las réplicas después de aver yo más
descubierto las llagas. «Nam inter fomenta solicite nisi quod ma-
lura erat insanabile et diligenter adhibita iu pristinum subinde
furorem erumpebat. » Assí, que aunque él procura mañosamente
con sus contiendas particulares, que nunca le faltan , hazcrlas co-
munes, ttut seditiosi solent tum miraret equidem si quisquam esset
modus sanus qui vellet suam bonam cum illius perdita causa et
audicatia precipite miscendo conmaculare.»
351
Hasta aquí e respondido por la honrra de Dios y de nuestros
revés y nación ; ahora quiero bolber por la raia en pocas pala-
bras , porque bastará descubrir el arte y mañas que el Obispo de
Chiapa siempre a vsado contra mí. Y es, que viendo todas las
racones que trae para contradezir la verdad que yo defiendo, son
vanas y de muy poco peso, determinó de ponerlo todo en revuel-
ta con calumnias y ficciones faera de propósito, porque lo que yo
afirmo y tengo escripto es en summa, que la conquista de ludias
para subiectar aquellos bárbaros y quitarles la ydolatria y hazer-
les guardar las leyes de naturaleza aunque no quieran, y después
de subiectos predicarles el Evangelio con la mansedumbre XpianM
sin fuerca ninguna, es justa y sancta, y que aviéndolos subiec-
tado no los han de matar ni hazer esclavos ni quitarles las ha-
ciendas, sino que sean vasallos del rey de Castilla y pagar su
tributo conveniente como está determinado y mandado de nues-
tros reyes, y por sus instrucciones dadas á los Capitanes generales
que an embiado , y que lo que contra esto se haze es mal hecho y
grave peccado de que se a de dar estrecha quenta á Dios, y lo
tomado por fuerza, fuera del derecho de la guerra, es robo y se a
de restituir, y nuestra question está en si esto es verdad, como yo
lo tengo escripto ó no; y el Obispo de Chiapa, aviendo esto lejáo
mili vezes en mis escriptos, en lugar de confutarlo, gasta toda la
vida en contar las crueldades y robos que los soldados an hecho
y aun los que no han hecho , diziendo falsamente que yo los fa-
vorezco y apruevo los males, sabiendo él como dixe, y todos los
que an leydo mi libro, divulgado por toda la chistiandad, lo con-
trario, y que los males me parezen á mí peor que á él y los re-
prendo tan ásperamente como se deve en mi libro, aunque en
ello no gasto tanto tiempo como él, que nunca esto fué del pro-
póssito de la question, porque las crueldades y robos y injurias y
peccados que los soldados hazen casi en todas las guerras , no
quita nada de la justicia de la guerra , si ella por sí es justa, y lo
que por derecho della se toma no es robo ni ay obligación de
restituirlo, como dize S. Thomás (22, q. 66, art. 8); assi que todo
lo que me impone es falso como saben todos los que an leydo mi
libro, y él mejor que nadie.
352
Auieudo uisto la censura del doctor Jínés de Sepúlveda, hom-
bre insigue y famoso en letras en nuestros tiempos , que hico á
algunas proposiciones y sentencias que el obispo de Chiapa, don
fray Bartolomé de las Casas dixo en el tratado que hico de la
Conquista de las ludias , por ser tales que merecen mucha califi-
cación , rae pareció notar lo siguiente :
En la 1/, donde dice que aunque á Christo, en quanto hom-
bre, le es toda la vniversidad de los hombres subiecta, es en po-
tencia, pero no le es en acto; esto dixo el obispo de Chiapa, para
dezir que los infieles indios no son miembros de la Iglesia en acto
y assi no están subiectos á ella, y por esto no es Christo, nuestro
Señor, Señor en acto de los tales infieles , sino en potencia, y no
siendo Señor en acto Christo nuestro Redemptor, menos lo es el
Romano Pontífice. Esta proposición tiene todas las calidades quel
doctor Sepúlveda le da, porque degir que Christo, nuestro Señor,
no es actual Señor de todos los hombres, assi fieles como infieles,
es herejía; la razón es de aquel lugar. (Math. 28) «Data est raichi
omuis potestas in coelo et in térra». Esto dixo Christo después de re-
sucitado y quando se quería subir al cielo, y dice: «data est,» no
dice «dabitur,» luego en acto y no en potencia es Christo Señor de
todos los hombres en lo que.toca al bien espiritual, y de lo tempo-
ral en cuanto se ordena á lo spiritual.
La 2/ razón por ques herejía, es esta: en acto tiene Xpo. las
llaves y todo el poder directo y coercitibo, y en acto las tiene su
Vicario el Romano Pontífice. ílsto se prueba de aquel lugar:
(Math. 16) tttibi dabo claves,» y el Concilio Trident., en la sec-
ción 6, canon 21, dice: «Xpus. dominus non solum ut Redemptor
datus est hominibus üt ei fidant sed ut legistator ut ei obediant.»
En acto fué Redemptor y la redempcion se aplica á todos los que
la quieren en acto, luego en acto es Señor de todos y en acto le
deben todos los hombres la redempcion , y el derecho actual de
redemptor y legislador le tiene Xpo. en propiedad, possesion y
señorío, como hijo vnigéuito de Dios y Señor de todos los hom-
bres , como parece, psal. 2.", donde el real propheta dice ques
heredad de Xpo. y herencia suya todos los hombres del mundo.
Assi lo entiende S. Agus. y S. Hieron., glosando aquel psal., en
353
aquel verso, « dabo tibi gentes hereditatem tuam,» y en el
psal. 71, donde el real propheta dice que á Xpo., nuestro Señor, le
es dado todo el imperio: «A mari usque ad mare,» sin ecceptar
persona, estado ni reino alguno, y que como rei y señor tiene la
jurisdicción para sentenciar á todo el mundo: eso es lo que dice
en aquel verso: aDeus juditium tuum regi da.»
Demás desto, ésta es verdad chatolica y recibida de todos,
quel Papa tiene suprema potestad en acto sobre todos los reies y
reinos del mundo y sobre todos los hombres fieles é infieles i
sobre todo lo temporal, en quanto se ordena al fin y bien spiri-
tual; y decir lo contrario es error ain fide,» como se prueba de
aquel texto Mathe. 16: «quemcunque solueris et ligaberis super
terram, » i de aquel texto Joa. 21 , «pasee oues meas,» donde se
da autoridad sobre todos los hombres á S. Pedro é á sus succeso-
res , sin ecceptar persona alguna , ora sea fiel , ora infiel ; assí se
declara está authoridad, C. solite. de maior. et obedien.
La euassion que da el Obispo de Chiapa diciendo que los in-
fieles indios no son subiectos actuales ni miembros de Xpo., por-
que no tienen fe ni caridad, y ex consequenti, no son subditos del
Papa, es fuera de propósito, que aunque es assí verdad, pero de
fe es como queda probado que por auerlos Xpo. redimido, quedó
Señor actual de todos «jure redemptionis , » y assí tiene actual
jurisdicción sobre todos ellos , y con esa condena á los infieles
idólatras que no quieren creer ni guardar la lei natural y diuina
ni recibir la euangélica, y con justicia les comdemna, y comde-
nar con justicia no se puede hacer sin tener actual jurisdicción
sobre todos.
La 2," proposición, demás de las racones y lugares alegados con
que se prueba ser impía, herética y blasfema, ái otros muchos tex-
tos sagrados.
Primero, se a de aduertir la proposición, la qual es disiuntiba,
i dice assí: que se puede persuadir por racones buenas y proba-
bles y casi inconuencibles no ser contra lei natural offrecer sa-
crificio de víctimas humanas á Dios verdadero ó falso, si es teni-
do por verdadero. Para la uerdad de la proposición disiuntiva se
requiere que la una parte sea uerdadera, y para la falsedad , que
Tomo LXXI. 23
354
ambas partes sean falsas. La 1.' parte que dice que se puede
persuadir con razones no ser contra lei natural offrecer hom-
bres con muerte en sacrificio á Dios uerdadero : lo 1 ." es falsísi-
mo porque no ai principio natural ninguno, ni de los que son
primeros ni segundos, del qual ü de los quales se pueda inferir
tal conclusión, ni probable ni demostratiba que conuenga, porque
del primer principio «bonum esse persequendum et malum fugien-
dum,» j del otro: «quod tibi non vis alteri ne feceris;» de ninguna
manera se puede deducir tal conclusión.
De los segundos principios , que son el decálogo y son expli-
cación del derecho natural , menos se puede inferir; de manera
ques falsa doctrina en principios naturales decir que por racones
se puede probar no ser contra lei natural matar hombres para ofre-
cérselos áDios; demás de ser falsísima es herética, porque con
mandato expreso y prohibición clara fue vedado y prohibido por
Dios el sacrificio de víctimas humanas : (Leuit, 8.) «Sbmentuum
non dabis trahiciendum per ignem. (Hierem. 19.) Eue ego inducam
aflictionem super locumistumeo quodrepleverunt illudsanguine
inocentum: locus ille appelabatur Tophet atimpanis que pulsabant
ne pater misere eialans fllli noces audiret;» porque los padres no
olesen las uoces de los niños quando los quemaban , tenian sona-
jas y adufes, exsecró y abominó Dios al ídolo Moloh, porque le
sacrificaban víctimas humanas, i lo maldixo con particular maldi-
ción. (Deuteren. , c. 2, v. 4, reg. 22, Here. 32.) ¥A delito del rei
Manases, porque quemó un hijo suio en sacrificio al ídolo Moloh, le
llamó Dios abominación (4 reg. 21.) Semejante sacrificio ofreció
el rei Achaz de otro hijo suio, y le quemó uiuo (4 reg. 16.) En el
psal. 105 está condenada esta abominación.
Es también la dicha proposición impía y blasfema , porque es
poner en Dios crueldad y atribuirle que recibe contento de uer
derramar sangre inocente i que se huelga de muerte de inocentes,
i esto es impiedad , crueldad y inumanidad , siendo verdad cierta
que Dios «non delectat iu perditione morientium,» tanto que con
ser la muerte de Xpo. el sacrificio que aplacó á Dios, porque los
judíos derramaron aquella sangre inocentíssima, los castigó y
castiga temporal i eternamente con tormentos eternos.
355
Y decir que por racones buenas y prouables se puede probar
ques bueno ofrecer á Dios víctimas humanas, fuera bien que
dixera el Obispo de Chiapa alguna ra^on, i dixera de qué princi-
pios y premissas antes se deducia, y aunque se quiere ualer del
sacrificio de Abraham , que por mandado de Dios se le mandó sa-
crificar á su hijo, es fuera de propósito, porque Abraham enten-
dió que quien le mandaba aquello era el verdadero Dios , y no
quiso ponerse á rabones con él sino obedecerle; y por eso es tan
calificada la fe de Abraham, quanto más que Dios quiso examinar
la obediencia de Abraham, y asi como la conoció, no permitió que
aquel sacrificio se hiciese , ni quiso tal muerte.
La otra parte de la proposición, que por razones probables se
puede persuadir ser conforme la leí natural ofrecer sacrificio de
victimas humanas al dios falso, tenido por verdadero, es también
falsa, porque aunque á «natura est iüsitum» el sacrificar, como
lo dice Arist.: «in rethorica ad Alexand., c. 2, ibi dicimus sacri-
fitia seruanda esse presentí statu; et in c. 37, ibi., sacrifitia facie-
mus ad déos quidem pie; et lib. 3, Polit,, c. 10 ibi relictum est
regibus üt cerimoniarum erga Deo haberent facultatem; et lib. 6,
Polit., c. 7. Alia Spes curationis est circa rem diuinam;» i sancto
Thomás (22, q. 85, art. 1.") aunque el sacrificar lo dicte la natu-
raleza; pero sacrificar víctimas humanas, ques matar hombres
inocentes, es directo contra racon natural, como dice Arist. en
el c. 37, allegado «sacrifitia ad Déos pie sunt facienda.» Qué maior
impiedad ni crueldad que quemar uiuo á un inocente?
Lo 2.°, Eusebio Panphil, lib. 4 de Preparaciones evangélicas,
c. 7, dice tratando destos sacrificios i vítimas humanas que
ofrecían los jentiles á los dioses falsos : « incipiaraus obstendere
quantus error quantaque impietatis putredohumanarumjenus de-
tinebat» error y impiedad llama á los tales sacrificios.
Lo 3.", que los jentiles que ofrecían víctimas humanas al dios
falso, tenido por verdadero, peccaban mortalmente, i no por otra
causa sino porque hacían contra la lei natural, porque no tenían
otra lei que les obligase sino la natural, y la culpa no era porque
sacrificaban hombres ; y esto ni la naturaleza lo podía enseñar ni
Dios lo inspiraba, y así dice S. Pab. (ad Roma. 1.°), que no tie-
356
nen escusa los que ignoran la lei natural , y es común consen-
timiento de todos los theólogos que no se puede dar ignorancia
invincible de la ley natural , la qual ignorancia escusa de pec-
cado; y asi , decir que por racones se puede probar ser conforme
á lei natural sacrificar yictimas humanas, es hacer escusables á
los que las offrecian y que no peccaban : esto es error en la fe,
porque S. Pab. los llama inexcusables, y todos los theólogos tie-
nen que no son excusables ; y assi , aunque sea el sacrificar á
dioses falsos tenidos por uerdaderos, la raoon no puede ditar tal
manera de sacrificio por ques derechamente contra la lei natural.
En la 3/ proposición dice el de Chiapa, que no sabe lo que Dios
juzga de los idólatras que ofrecen honbres inocentes al dios falso;
esta es herejía specialiter contra textos expresos de los euangelios,
porque los idólatras y infieles dice Xpo. por S. Juan, c. 13, «qui
non credit iam judicatus est,» i decir un christiano, i más theólogo,
que no sabe lo que Dios juzga de los infieles idólatras, estando
obligado á sauerlo, como lo estaña el obispo de Chiapa, es herejía
expresa decir que no sabe lo que Dios juzga de los infieles, porque
es de fe chatólica que á los infieles que no creen los tiene ya Dios
juzgados y condenados.
En la 4.*, dice que no están obligados los infieles á creer
algún predicador de nuestra fe , si ua acompañado de jente de
guerra, robadores i matadores; también ésta es herética, porque
si condena Dios á los infieles porque no quieren creer, luego
obligados están á creer quando se les propone la fe, y si ay pre-
cepto de predicarla, como consta de los lugares del euangelio,
luego ay precepto de oiría que obliga en conciencia , y decir que
no están los infieles obligados á creer el predicador, uése claro
ques herejía ; i lo que dice que escusa á los indios de creer por ir el
predicador aconpañado déjente de guerra, es de «per accidens,»
porque aquel miedo a de ser «cadens in virum constatem» para
que excuse, y aquí no corre esto, porque el miedo no les quita la
libertad para que dexen de poder creer.
Dice más, que todas las conquistas que hasta agora se an
hecho y se aian guardado en ellas todas las instrucciones de los
reies chathólicos y del Papa, an sido conquistas tiránicas, injustas
357
y infernales. Entendido el sentido desta proposición absoluta-
mente, demás de ser escandalosa es herrónea, porque condemna lo
que con autlioridad apostólica se hico , que fué dar el Papa aquellas
conquistas á los reies cathólicos para que por su orden se predi-
case el evangelio en aquellas partes , y condemnar esto es escán-
dalo y ofensa que hace al Papa y á los reies cathólicos sanctos.
Miradas y consideradas las censuras del doctor Jinés de Se-
púlveda, y estas que aquí de nuebo se ponen, i el modo de proce-
der que tubo el Obispo de Chiapa, sin duda se podrian reducir á
concordia y no á tanto rigor.
En la 1." proposición de que Xpo. no es señor actual de todos
los hombres del mundo, así fieles como infieles , el Obispo de
Chiapa dice en la 5.» foja del tratado comprobatorio del imperio
que tienen los reies de Castilla sobre las Indias , y son palabras
formales en el rrenglon II, columna 2.*, por manera, que según las
autoridades alegadas y otras que dexamos, cierta potestad y po-
derío se atribuie á Xpo. en acto y alguna en potencia ó en hábito
por respeto de los pecadores infieles y malos Xpianos., y así los
infieles son solamente subiectos á Xpo. en potencia y en hábito:
por este camino parece que el Obispo de Chiapa se puede euadir,
aunque si se mira el rigor, no habla lisamente en este artículo.
En la 2.* proposición, la intención del Obispo es poner excusa
eu la gente común y plebeya de los indios, y destos dice, que po-
drian tener escusa, porque hacen lo que sus maiores, y sus reies y
sacerdotes les enseñan en el sacrificar víctimas humanas; pero á
los maiores y á los caciques no les puede excusar, y esta euasion
puede dar á lo dicho; pero agora no disputamos si la excusa será
suficiente ú no, si no calificamos qué calidad tiene en materia de
fe decir ques conforme á racon natural ofrecer víctimas humanas
al Dios verdadero ó falso, y eso queda calificado.
En la 3.' puede tener alguna salida, porque él pretendió decir
que la predicación no se auia de hacer con miedos y amenazas, y
á esto parece que alude el Obispo de Chiapa.
En la última proposición, mirando el orden de proceder en que
ua hablando el Obispo, quiso decir que los conquistadores eran
tiranos, pero no condemnó la predicación.
358
Todo el punto destas proposiciones del Obispo de Chiapa es,
que la conquista de las Indias, por sólo ser los indios ydólatras y
sacrificar hombres, y comer carnes humanas y no guardar la ley
natural, no se pudo hacer, y que si se hi^o, se hizo injustamente;
pero dice clara y distinctamente en muchas partes de su suma quel
Papáes señor universal de todo el mundo, y que Xpo., nuestro
Señor, le dio este poder en acto y de hecho como lo tiene el mesmo
Xpo., Señor nuestro, y que así el Papa Alexandro justamente dio
las Indias á los reies chathólicos para que embiasen predicadores
y que los indios fuesen basallos y tricbutarios de los reies de Cas-
tilla, y fundado en esta doctrina dice muchas cosas que las pudiera
excusar.
El doctor Jinés de Sepülveda, como tan grande philósopho
natural y moral , tubo otro principio, que fué que los indios por
ser idólatras y bárbaros y no guardar la lei natural y comer car-
nes humanas y sacrificar hombres á los demonios, pudieron ser
justamente conquistados, y quel Papa en ragon desto dio la con-
quista á los reies de Castilla; y por este camino ua fundando toda
la justicia que los reies de Castilla tienen para ser señores de los
indios y para que se les concediese el embiar predicadores. Des-
tas dos opiniones, la del doctor Sepülveda a sido la más recibida
y que las escuelas de Alcalá y Bolonia la aprobaron y muchos
theólogos otros , y asi el derecho que los reies de Castilla tienen en
las Indias es justo sin haber anido tiranía en él; lo uno, porque el
Papa se lo pudo dar, y desto nadie a dudado, y lo otro, porque los
indios perdieron el señorío y dominio de sus tierras por ser ma-
tadores de inocentes y comer carnes humanas y otras inumani-
dades que usaban.
Esta materia es latíssima, io no la determino, sino hago esta
resolución por seruir al señor doctor Baldecañas Arellano, del
Consejo de S. M. y su oydor en la real chancillería de Granada,
que Dios guarde, en 8 de Octubre de 1571 años, en sant Francisco
de Granada.
359
DECLARACIÓN
de cómo las excusas de los errores del libro del Obispo de Chiapa
no son bastantes ni relievan nada.
El primer error es decir que los infieles no son subiectos á
Xpo. «in actu,» lo cual es contra el Evangelio. «Data es mihi om-
nis potestas in Qoelo et in térra. » Mat. vlt.' La excusa es que él
entendió no ser subiectos «per fldem et charitatem , » lo cual va
fuera de propósito, porque nuestra cuestión es de la jurisdicción
y foro de la Iglesia y de Xpo. ; y desto habla el Obispo, como pa-
rece, folio 86, 6. y fol. 38 b., assi que es pura cavillacion y
escusa frivola.
El segundo error es dezir que los gentiles, inducidos por razón
y derecho natural sacrificaban hombres á los dioses falsos que
tenían por verdaderos: la escusa es dezir que el Obispo mesmo
dize que no quiere escusar en esto de pecado á los infieles, lo qual
es falso, porque claramente trabaja de escusarlos diziendo pri-
meramente, fol. 47 b., que w sabe lo que Dios en este caso
juzga dellos, lo cual dubdar no es de Xpiano. Después dize, que
padecen error probable , y tras esto que por buenas y probables
y casi inconvencibles razones se puede persuadir, que sacrificar
hombres á los ídolos tenidos por dioses verdaderos es conforme á
ley natural, porque si las razones son buenas y probables verda-
deramente concluyen; y después dize, fol. 48 a, que la mayor
parte de las gentes sacrificavan hombres á sus Dioses inducidos
por la razón natural , lo qual todo es escusarlos y aprobar lo que
hazian, pues lo que ellos hacían «erroreetignorantiajuris naturse
quo iurse naturse iubemur unum verum Deum colere,» dize que lo
hazian «inducti iure naturse quod est impium et nefarium.»
Pues dezir que supuesto un pecado mortal se sigue otro «iure
naturse est falsissimum» porque aomne peccatum mortale est
contra jus uaturse consensu Theologorum,» é implica contradic-
ción ser peccado mortal y hazerse «iure naturse hoc igitur est
360
impía in errore constantia vocare ius iiaturse» ; lo qual no se sufre
entre hombres doctos y chathólicos.
El 3." error difflere poco del segundo, y assimesmo la escusa
es pura cavillacion, como largamente tengo probado en las anno-
taciones.
El 4." error dize que los infieles no son obligados á creer á los
predicadores del Evangelio si van acompañados de gente de guerra,
robadores y matadores; lo qual es contra aquello del Evangelio
«qui crediderit et baptizatus fuerit salvus erit; qui vero non cre-
diderit condemnabitur;» lo que se trae en escusa desto, que no son
obligados los infieles á creer á los predicadores á la primera pala-
bra ó denunciación, no haze nf da por el Obispo; porque él dize,
folio 46 b., que no son obligados á creer á la primera vez ni á
muchas, y, folio 60 dize, que de aquí al dia del juicio nunca serán
obligados ni quanto á Dios ni quauto á los hombres á creer á los
predicadores, mientras no fueren los denunciadores y predicado-
res varones virtuosos, y en la vida verdaderamente Xpianos,; los
predicadores, aunque vayan sus soldados no serán obligados los
gentiles á creerles, lo qual todo tengo provado ser falso é implo;
lo demás que se dize en la escusa de la manera que deve tener en
el predicar el Evangelio, ninguno lo niega, y esa tienen los pre-
dicadores que allá van, y el Obispo no oppone nada desto ni es
al propósito. El exemplo que yo puse de quando se predica en los
actos de inquisición tiene lugar en los que sin ser relapsos son
pertinaces en su yerro, del qual trabaxa de sacarlos el predicador.
El quinto error es, que todas las conquistas de Indias que
hasta oy se an hecho, aunque se ayan guardado todas las instruc-
ciones, an sido injustas y tiránicas, lo cual es escandaloso y fun-
. dado en temeridad condenada por heregia (cap. Nulli. dist. 19,
et cap. Generali et cap. Violatores 25, q. 1), porque se funda en
decir que el Papa no tuvo poder para el decreto y donación que
hizo á los reyes chathólicos por la bulla: la escusa es que, el
Obispo dice en otro lugar quo bien puede el Papa subiectar los yn-
dios al Rey de Castilla con tanto que no se quiten los señoríos á loa
caciques si no impiden la predicación y conversión, y que por lo
raesmo no se les podia hazer guerra, y que desta manera se a de
361
euteuder la bulla. A lo qual respondo, que en este libro impreso
de que tratamos, llanamente dize que la yglesia no tiene jurisdic-
ción sobre los infieles, ni les puede poner ni quitar señores, ni
ellos son obligados á obedecer, que es contradecir directamente
la bulla, como tengo provado, y esta glosa que añade condiciones
es ficticia y sin fundamento y contra la disposición de la bulla, la
qual da facultad de subyectar á aquellos bárbaros por guerra si
fuere menester, no para castigallos porque nos hayan ofendido,
sino porque éste es medio convenientíssimo para su conversión,
que es el fin principal, como hazia Genadio Exarcho de África, á
quien tanto alaba S. Gregorio. (Cap. Si non 23, q. 4.) Assí que estos
errores son inexcusables entre hombres doctos y graves, y querer-
los excusar «est abuti ingeniosa solertia, quod si est amicus
Plato tamem fas et ius est magis amicam esse veritatem. »
363
APÉNDICE XXVI.
TESTIMONIO DE LA CONSAGRACIÓN DEL OBISPO FR. BARTOLOMÉ
DE LAS CASAS, CELEBRADA EN LA IGLESIA DE SAN PABLO
DE SEVILLA, EN LA DOMINICA IN PASSIONE , DE 30
DE MARZO DE 1544 ^
Didacus de Loaysa , Dei et Apostólicas sedis gratia episcopus
Modrusiensis , Universis et singulis presentes litteras attestatio-
nis inspecturis lecturis pariter et audituris , salutem in domino
serapiternam 5 noueritis quod Reuerendus in Xpo. Pater et do-
minus frater Bartholomeus de las Casas, electus episcopus
ecclesisB ciuitatis Regalis quasdam litteras Santissimi domini
nostri domini Pauli PP. tertii cum cordula canapi vera bulla
plúmbea ipsius domini nostri Papse more Remanse curise inipen.
buUatas. Si quidem sauas integras non cancellatas ñeque in
aliqua earum parte suspectas , sed omni prorsus vitio et suspi-
tione carentes , ut in eis prima fatie apparebat nobis presentar!
fecit, quas nos cum ea qua decuit reuerentia recepimus huius-
modi sub tenore: Paulus, episcopus, servus servorum Dei: Di-
lecto filio Bartholomeo, electo Ciuitatis Regalis, salutem et
apostolicam benedictionem. Cum nos pridem ecclesise Ciuitatis
Regalis tune certo modo Pastoris solatio destitutse de persona
tua nobis et fratribus nostris ob tuorum exigentiam meritorum
acepta, de fratrum eorumdem consilio Apostólica auctoritate
promouendum presitiendo te illi in Episcopum et pastorem
prout in nostris inde confectis litteris plenius continetur. Nos
ad ea quse at tuse commoditatis augmentum cederé valeant
fauorabiliter intendentes, tuis in hac parte supplicationibus
* Archivo de Indias, Sevilla.
364
inclínati tibí ut a quocumque malueris catholico antistite gra-
tiam et communionem appostolicsB sedis liabente , accitis et in
hoc sibi assistentibus duobus vel tribus catholicis episcopis
símiles gratiam et communionem habentibus munus consecra-
tionis recipere valeas, ac eidem antistiti ut recepto prius per
eum a te nostro et Romanee ecclesise nomine fidelitatis debitse
sobio juramento juxta formam presentibus annotatum munus
predictum auctoritate nostra impenderé libere tibi possit ple-
nam et liberam earum tenore presentium concedimus faculta-
tem. Volumus autem et autoritate predicta statuimus et de-
cernimus quod si non recepto a te per ipsum antistitem predicto
juramento idem antistes munus ipsum tibi impenderé , et tu
illud suscipere presumpseritis , dictus antistes a pontificalis
offitii exercitio et tan ipse quam tu ab administratione tam spi-
ritualium quam temporalium ecclesiarum vestrarum suspensi
sitis eo ipso; preterea volumus quod formam liuiusmodi ate
tune prestiti juramenti nobis de verbo ad verbum per tuas
patentes litteras tuo sigillo munitas per proprium inuitium
quam totius destinare procures. Preterea per hoc venerabili
fratri nostro Archiepiscopo hispalensi cui Ecclesia ipsa metro-
politico jure subesse dignoscitur, nullum in posterum preiudi-
tium gereret et forma juramenti per te prestandi talis est : Ego
Bartholomeus electus Ciuitatis Regalis ab hac ora in antea
fidelis et obediens ero beato Petro Sanctseque Apostolicse Ro-
manee EcclesiiB ac domino nostro domino Paulo tercio suisque
succesoribus canonice intrantibus, non ero in consilio vel
consensu aut facto ut vitam perdant aut membrum, seu ca-
piantur mala captione aut in eos manus violenter quomodo
libet ingerant vel injurise aliquse eis inferant quovis quesito
colore consilium vero quod mihi credituri sunt per se aut nun-
tios seu litteras ad eorum damnum me sciente nemini pandam
papatum Romanum et Regalía Sancti Petri , adiutor eis ero ad
retinuendum et defendendum contra omnem hominem, lega-
tum apostólica) sedis ineundo et redeundo lionorifice tractabo
et in suis necesitatibus adiuvabo. Jura, honores et príuilegia
et auctoritatem Romanae Ecclesíse et domini uostri Papse ac
365
succesorum predictorum conservare, defenderé, augere et pro-
mouere curabo, nec ero in consilio facto vel tractu iniquibus
contra ipsum dominum nostrum vel eandem Romauam eccle-
siam aliqua sinistra vel preiuditialia juris, honoris, status et
potestatis eorum machiuerit; etsi talia a quibuscunque tractari
vel procurare nouero impediam hoc proposse et quantoquidem
potero commode significabo eidem domino nostro Papse vel
alteri per quena ad Ipsius notitiam peruenire possit. Regulas
Sanctorum Patrum, decreta, ordinationes , sententias, dispo-
sitiones , reseruationes , prouisiones et mandata apostólica totis
viribus obseruabo et fatiam ab alus obseruari ; heréticos seis-
matices et rebelles domino nostro et succesoribus predictis
proposse persequar et impugnabo. Vocatus ad sinodum veniara
nisi prepeditus fuero canonina prepeditione; Apostolorum limina
Romana curia existente citra singulis anuis ultra vero montes
singulis bienniis visitabo aut per me aut meum nuntium nisi
appostolica absoluar licentia; possessiones vero ad mensam
meam pertinentes non vendam ñeque donabo ñeque impig-
norabo ñeque de novo infeudabo vel aliquo modo alienabo,
etiam cum consensu capituli Ecclesise mese inconsulto Romano
pontifico; sic me Deus adiuvet et híEC Sancta Dei Euangelia.
Datis Romee apud Sanctum Marcum anno incarnationis domi-
nice millessimo quingentessimo quadragessimo tertio; tertio
décimo Kalendas januarias; pontificatus nostri anno décimo.
Post quarum quidem litterarum attestationem , presentationem
et receptionem nobis et per nos ut premititae factas, Nos Dida-
cus de Loaysa prefatus adhibitis nobiscum et accitis hispalensis
residens ac gratiam et comunionem sedis apostolicse habens
auctoritate apostólica predicta Reuerundum patrem et dominum
fratrem Bartholomeum de las Casas, electum episcopum Ciui-
tatis Regalis in preinsertis litteris notatum coram nobis perso-
naliter constitutum in ecclesia sancti Pauli, ordinis predicato-
yum, prestito prius per eum in manibus nostris et per eum
recepto sólito fidelitatis in forma sólita juramento juxta formam
superius annotatam cum solemnitatibus et cerimoniis in simi-
libus fieri solitis et consuetis, juxta formam et ritura sanctse
366
Romanse Ecclesiíe consecravimus sibique munus consecrationis
iü similibus dari solitum et consuetum impedimus ipsumque
dominum fratrem Bartholomeum episcopum per presentes con-
secratum fuisse et esse denuntiamus : in quorum omnium fidem
presentes litteras per notarium nostrum subscriptas fieri feci-
mus, nostrique sigilli soliti iussimus appen. coiri. Datum et
actum Hispali in dicta ecclesia sancti Pauli sub anno a nativi-
tate Domini millessimo quingentessimo qimdrag'essimo quarto,
indictione secunda, die vero dominica in passione trigessima,
mensis Martii, pontificatus santissimi domini nostri Pauli tertü,
divina providentia Papse, anno décimo; presentibus ibidem
Francisco Fernandez et Johanne Baptista clericis in predicta
civitate hispalensi, commorantibus testibus ad premissa vocatis
et rogatis. D. Episcopus Modrusiensis. — Et ego Bernardinus
Delgado, clericus toletanse diócesis, notarius publicus apposto-
licus, ómnibus et singulis premissis dum sic ut premittitur
fierent et agerentur una cum nominatis testibus presens fui,
caque omnia et singula sic fieri vidi et audivi ac in notam
scripsi, id circo has litteras patentes prenominati Reveren-
dissimi domini mei domini Didaci de Loaysa episcopi Modru-
siensis manu mea scriptas subscripsi , signum nomem cogno-
menque apposui rogatus in fidem. (Hay un signo d cuyo pié se
lee: veritas p. oculis).
367
APÉNDICE XXVII.
CARTA Y MEMORIAL DE F. BARTOLOMÉ DE LAS CASAS *.
Muy Reverendos y charlssimos padres mios:
Nuestro Señor sea siempre en las ánimas V. p.^^^ y alumbre
sus entendimientos, y encienda sus voluntades con su amor, como
desean , para que con su sancta vida y clara y christiana doctri-
na den claridad y animen á que yndios y españoles dése su apos-
tolado cognozcan sin error al verdadero nuestro Dios y Señor, y
el camino para hallalle y gozalle, corriendo por los mandamientos
divinos cada dia con crecimiento de la gracia divina.
Los días pasados, padres mios, embié á V. R.^^ una carta
grande , que quando en Inglaterra un pecador de los tyranos del
Perú, llamado D. Antonio de Ribera comencó á engolosinar al
Rey, nuestro señor, viéndole necesitado de dineros , offreciéndole
muchos millones de castallanos ó ducados, porque les vendiese los
repartimientos ó encomiendas de las gentes de aquellos reynos,
la qual venta , si passara, no quedara yndio en todas esas Indias
que no fuera enagenado y vendido, si Dios no lo impidiera por
medio del maestro Miranda *, su ministro , — una carta digo que
escrivi al dicho maestro respondiendo á ciertas preguntas sobre
las obiecciones que allá le ponian los que la venta procuravan,
porque como no tuviese plena ynformacion del hecho ni aun del
* Así dice la copia de donde se ha tomado la presente, propia de D. Pascual
Gayangos, y hecha de su mano, según asegura, del original; pero es claro que ésta
no es más que una carta, y no hay en ella indicación que fuese aneja á ningún
memorial en las varias acepciones que tiene esta palabra,— F.
« F. Bartolomé de Carranza y de Miranda, que luego fué arzobispo de Tole-
do y murió preso en la Inquisición.
368
derecho, parece que atollava en la materia, no se le offreciendo
las soluciones á la mano tan presto. Yo, para mostrar, según lo
que cerca desto me parece por muchos aver colegido, que el Rey,
con quauto poder Dios le a dado en la tierra, no podria, sin gran-
de offensa de Dios y perdición desas gentes, tratar de tan gran
mal y menos ponerlo en effecto: considerando que toda esta venta
se fundava en aquellas encomiendas llevándolas adelante con
perpetuidad, como ellos nombran y desean : procuré de probar, á
mi parecer, ser malas y detestables intrinsice et sic habere pravita-
tem annexam.
Esta carta vieron, primero los regentes de nuestro colegio *,
que agora son maestros los padres fray Felipe de Meneses y fraj"^
Juan de la Peña y otros doctos colegiales , á los quales , plati-
cando y disputando algunas vezes en coloquios familiares, no
podia convencellos, porque nunca ó pocas vezes desta manera se
averiguan, ó al menos se conceden, las verdades: pero después que
vieron la carta me vinieron á conceder que yo tenia razón, y que
eran las dichas encomiendas de sí malas. Vino en estos días el
maestro Cano ^ á ser regente superior al Colegio, dile la carta que
la viese: vídola y leyóla, y dixome; basta, que V. S.^ tiene evi-
dencia dello. Embié la carta al padre maestro Miranda, y escri-
vióme fray Joan de Villagarcía , su compañero, que era y es muy
docto' y también cathólico christiauo, aunque todavía está preso
hasta quel negocio del Arzobispo se acabe, el qual no es hereje,
por la misericordia de Dios ', me escribió estas palabras: «mili
vezes emos hablado el padre maestro y yo en vuestra carta grande,
y dize que en su vida vido cosa que más le agradase.» Y el maes-
tro me escrivió: «vide vuestra carta y ame parecido muy bien ; y
digo que tengo lo que vos tenéis, y deseo lo que vos deseays.» Y
no sé yo, padres , qué hombre medianamente docto y aun indocto,
si entiende los términos, avrá que, viendo el thenor y forma de las
cédulas de las encomiendas , que dizen: «Encomiéndoseos á vos,
i San Gregorio de Valladolid.
* F. Melchor Cano habia sido ya catedrático de Salamanca desdo 1647.
* Nótese esta afirmación do las Casas sobre el arzobispo Carranza.
369
fulano, el seuor ó cacique y Daturales de los pueblos, etc., para
que os sirvays dellos en vuestras ^rangerías y minas, etc.,» que
supuesto quod sic res se habeat como la cédula dize , que no se
diga á vozes 'que son intrínsecamente malas.
Así que aquesta carta embié á V. R."^ creyendo que hazia
algo en avisar de lo que sentia para que mirasen por sí. Escrivié-
ronme V. R.»^ su parecer del capítulo provincial de Guatimala, y
después del de Chiapa; luego como vi sus cartas, propuse de res-
pondelles á su tiempo largo, porque luego no pude por lo mucho
que siempre tengo en que ocuparme ^. Lo qual, queriendo agora
comenzar, torné á ver mi carta grande; y como por ella y por las
respuestas V.^ R.*^ cognoscen que tenia suficientes razones para
persuadilles lo que tengo entendido y aun probado; y que con dos
o tres argumentos truncados y particulares , trabajan probar lo
contrario en cosa tan pesada mice padres, dexeme deste cuidado
creyendo queste trabajo seria en vano.
Yo creo, padres mies, que con saucta y virtuosa y charitativa
yntencion se mueven á dezir é escrevir lo que alcanzan, y que
más se holgaran de sentir conmigo, porque sé que me aman, si
fuera materia que sus entendimientos lo pudieran sufrir, que no
por el contrario, y cierto, yo digo de mí lo mismo, porque perso-
nas que yo tanto estimo m utroque honor e, y por acatante ensalmo
arrearme ya yo mucho, que lo que digo ó escrivo les contentasse
y fuesse por ellos aprobado; pero, padres, a sesenta y un años *
que vide comenzar estas tiranías é ir creciendo siempre y aug-
mentándose hasta oy; y sé que oy en todas las Indias se cometen,
y sélo como si presente fuese por las muchas y contiuas cartas y
relaciones y clamores que de muchos cada dia recibo de todas
esas partes (si no es desa provincia que deben estar los comende-
ros sanctiflcados), y así tengo, más que otro noticia y sciencia del
hecho, y a cuarenta y ocho anos que trabajo de idquirir é estu-
1 Esto confirma que no estaba retirado en S. Gregorio, sino que nuncí qnizá
filó más activa y eficaz su intervención en las cosas de Indias.
3 Según este dato, la carta es del año de iriSa, pues el 1501 empezaron las
encomiendas.
Tomo LXXI. 24
370
diar y sacar en limpio el derecho; creo, si no estoy engañado,
a ver ahondado esta materia hasta llegar al agua de su principio.
Yo e escripto muchos pliegos de papel y passan de dos mili en
latin y en romance , de los quales an visto muchos los más doctos
theólogos de acá * y se an leydo á la letra en las cáthedras de las
universidades de Salamanca y de Alcalá, y en nuestro Colegio
muy largamente. Y el maestro y padre Fray Domiugo de Soto,
que aya gloria, todo lo que acaecía ver ó oyr de mis escriptos lo
aprobava y dezia, que él no sabria en las cosas de las Indias dezir
más que yo, sino que lo pornia por otro estilo 2, el qual se halló
con el maestro Miranda y el maestro Cano , en la Congregación
que el Emperador mandó juntar en el año de 1551 , donde leí la
apología que hize contra Sepúlveda ^, que tiene sobre cient pliegos
de papel en latín y algunos más en romance ^, en la qual tuve y
prové muchas conclusiones que ante de mí nunca hombre las osó
tocar ni escreuir , é una dellas fué , no ser contra ley ni razón na-
tural se cliisa omni lege positiiia humana vel divina; offrecer hom-
bres á Dios falso ó verdadero , tenido el falso por verdadero en sa-
crificio : con otras que contuvieron todo lo más dificultoso , duro
y que más escueze acá y allá desta materia, y él y todos los
theólogos con los demás juristas , quedaron muy satisfechos y aun
podía con juramento affirmar (sin temor de caer en arrogancia
vana), que algunos se admiraron. Y porque después el dicho
padre maestro ^ (que Dios aya) escribió la obra de justltia etjure.
* Curiosísimo dato que demuestra la actividad y facundia de las Casas y su
perseverancia en defensa de los indios.
2 No esta probado que las opiniones de las Casas y Soto, en materia de indios,
fueran idénticas.
3 .Se reunió la Junta en Valladolid, pero no hay que confundirla coala
de <543 en que se ordenaron las Nun^as leyes.
■* Hasta ahora no ha parecido esta apología, de la que sólo hay un extracto en
el tratado impreso en Sevilla en 15ü2, y que tiene por epígrafe Aquí se contiene
una controversia 6 dispula, etc. — Escrita esta nota hace un año, tengo la gran
satisfacción de decir que esta apología ha sido hallada por el Sr. More! Fatio entre
IOS manuscritos españoles de la Biblioteca nacional de .París, y he recibido á
tiempo copia de su principio, que constituye el Apéndice XXIV.
5 .Soto.
371
y después sobre el 4.°, quien tuviere noticia de todo lo pas-
sado por los dichos sus escriptos lo cognoscerá muy cognos-
cido ^
Así que, charissimos padres , si glorian coram Deo oportet: sed
non expedit qiiidem: seguu la imperfección mia y del mundo, al
menos alguna ocasión ternia para ello ; considerando no aver dado
Dios á hombre bivo ni muerto (y esto por sola su bondad y sin
merecimiento mió) que tuviese noticia y ciencia del hecho y del
derecho, por los muchos años que dixe, sino á mi en las cosas de
esas Indias. Y por tanto, padres mios, no deven estar V. R.*^ sin
temor que podrá aver sido que yo aya descubierto un poco más de
peligro de las consciencias de los españoles de esas Indias y de los
que los confiessau: que vras. R.^^ que les faltan muchos quilates
para llegar á lo puro del derecho y millares para experimentar
todo el hecho. Porque esto no está assi expreso en las partes de
Sancto Thomás , puesto que ninguna proposición desta materia
affirmo, por rigurosa y dura que sea, que no la prueva por prin-
cipios cogido de su doctrina.
Esto suppuesto, porque querría ahorrar papel y tiempo, quiero
responder en breve á sus soluciones de mis argumentos ó mani-
festación de lo que en este negocio sienten.
Echaron primero mano V.* R.*^ del exemplo que puse (con-
viene á saber), que así como el logrero que Uevava ciento antes 3'-
después queriéndose justificar ó pensando que se jastiñcava, Ue-
vava diez, era obligado á restitución de los diez como de los cien-
to; asi los comenderos que antes robavan mili, y después, ó por los
sermones de los religiosos ó porque los dictava la consciencia ó
porque se los tassavan, mal que les pesase, en mucho menos , de-
terminaron de llevar y llevaron ciento , son obligados á restitución.
A esto dizen vras. r.'* quel exemplo conceden porque cpncluje,
pero niegan la semejanca y dan la razón; porque los tributos an-
tiguos eran tyránicos, ynfernales y sin tassa excesivos, y los de
agora son justos porque son muy tassados y limitados. Aquí, padres
* En el capítulo 1.° del libro II de esta obra pueden verse las opiniones de
Solo á que aquí se alude.
372
miog, falta entender el fundamento de por qué son justos los de
aofora y tiránicos los passados. Y si vras. r." mandan, poco haze
al caso ser muchos ó excessívos y no tassados ó pocos y tassados
los tributos, porque el ladroil, aunque le tassaseu que no pudiere
hurtar más que diez (como ovo leyes entre algunas gentes bárba-
ras del mundo), no por eso dexava de cometer hurto y ser de mala
fe poseedor de lo ageno. Así que, á mi parecer, no se avia de negar
la similitud que es más propria que la de un huevo á otro: sino el
supuesto sobre que se funda. Y de no advertir quál es éste, padres,
a procedido la ceguedad y herrores intolerables que han sido
causa de estar soterrada la justicia de esas gentes y de robarse y
tyranizarse y asolarse todas esas Indias, y por consiguiente de la
perdición de tantas ánimas de los matadores por su malicia y ty-
ranía, y de los tristes muertos, que por caer en tan crueles manos
como las nuestras fueron infelicíssimos ; porque si no les quitára-
mos el espacio do su conversión y penitencia , quicá en algún
tiempo los remediara Dios: conforme á aquello que Christo dixo,
qida si in Tiro et Sidone et c. forte penitentiarh egissent, etc.; y por
estos pecados que los comenderos, siendo primero conquistadores:
an en esas gentes cometido , temo ne forse facial Deus vobis pa-
ires adherere Iviguam vestram palato quia illi non merentur ex
preccdentibm sceleribus illiiminari et aiidire veritalem.
Es el punto, padres, que aquí se suppone aver entrado los
españoles en todas las partes de esas Indias como crueles tyranos
que an sido; y hecho las obras que yo e visto y vras. r.*^ an oydo,
de la manera quicá que se ay en las fábulas ó patrañas de Ama-
dis de Gaiüa: y, por consiguiente, a sido todo cuanto en ellas se a
hecho de derecho natural divino y humano ?Jw//o inane, inválido y
como si lo hiciera el diab'o, como, en la verdad, lo hizo tomando por
ministros á esos tyranos. Lo que esto, paires, suppone pueden
vras. R." adevinarlo, y si lo adevinan serles a esta question más
que la lumbre clara. Y esto pretendo yo dar á entender en la 7.*
regla, razón primera de mi Confessionario, y si esto es verdad,
como lo es , y V.* R.'^ no mostraran el contrario, y plega á Dios
que por ella ó por su semejante sea yo sacrificado , ni una blanca
sola pueden llevar los comenderos, si no es usurpada; y esto,
373
aunque uo tengan entrada ni salida en los pueblos en mucho ni en
poco, como V.* R." pintan, los encomenderos des;is provincias de
Chiapa y Guatimala, y algún tiempo ueremos esta verdad clara ^
al menos, el dia que nos muriéremos ó el del juicio fiual.
Y si ser comenderos dése distrito el dia de oy no es otra
cosa (según V.* R.*^ dizen), sino tener ación y titulo para cobrar
lo que el Rey avia de aver. Yam paulo ante tacite huic articulo
responsum dedivus. Pero sepan V.* R/^ que en todas las Indias
no es ser comenderos el dia de oy sino lo que yo afflrmo , y lo que
era oy a cinquenta y cinco ó seis años, quando estas tyránicas
y mortíferas encomiendas, yo presente, se enstituyeron. Y que
quanto al hecho passe así cada dia, tengo mili testimonios y cla-
mores de todas esas Indias, de aquellos á quien yo soy obligado
á creer. Quanto al derecho que sean malas de sí, patet: Tum primo,
porque los señores y Reyes naturales están despojados injusta y
tyránicamente de sus señoríos , de sus jurisdicciones, derechos y
de sus vasallos, y biven la más triste y desventurada y abatida y,
desamparada vida que nunca hombres que decayesen de sus legí-
timos estados jamás bivieron. Tum. 2.", porque todos los pueblos
y los vezinos delios tienen perdida su libertad, estando debaxo de
un pharaónicoy peor captiverio, recognosciendo por superiores, y
sirviendo á los comenderos, quodjura horrent: qiioi dicunt intercssc
suhditorum non habere plur^s dominus et quod eorum dominus sit
liber: y sobra para prueva desto las seis razones que puse en la
carta grande para el maestro Miranda, respondiendo á su segundo
supuesto, y mucho más que abundante las veynte.
Y que en ese distrito, padres, aya tanta santidad, y que sin
perjuizio de los caciques y señores biuan los comenderos, yo me
marauillo, mayormente yéndose todos, ó los más, á estar las qua-
resmas en los pueblos de los yndios, como me escrive el padre
fray Thomás de Cárdenas, difinidor del mismo capítulo; gentil
devoción les ensenarían en especial si lleuavan sus mujeres con-
sigo. Iten, el padre fray Thomás de la Torre me escrive que están
opresos. Iten, díganme V.« R.^^ cómo se compadece lo que el
mismo P.® fray Thomás de la Torre me dize, lo que no seria sin
parecer d*:^ los más de V.^ B..^\ y es verdad, porque yo tengo
374
sciencia dello, que toda la perdición desa tierra temporal y espi-
ritual é empediraento de la doctrina a causado quitar álos caci-
ques y señores naturales el j^ovierno de sus yndios. Dirán vues-
tras R.«* ques culpa del audiencia y no por las encomiendas que
teniendo sobre sí los comenderos los caciques y señores, los
subditos an de recognoscery tener obediencia á muchos, y esto es
perjuicio de todos ellos y de su libertad, y por consiguiente, gra-
vantur onere muUipUci. E ansí, aunque se les diese su govierno, los
señores naturales ni los pueblos y maQeguales no son libres avien-
do comenderos; tomando las encomiendas como ellas siempre an
sido y oy son, fuera dése districto, estando á lo que V.^ R.»» dizen
y afñrman. Confírmase lo dicho: porque los señores y los subdi-
tos tienen á los comenderos por sus inmediatos señores y tiem-
blan delante dellos como si tuviesen presentes á todos los diablos
bivos y visibles, y por esto están y estarán subjetos; y callarán
no osando quexarse de quantos robos y vexaciones, no sólo los
comenderos , pero sus esclavos negros quisieren hazerles , como
tenemos antiquíssima esperiencia; reconfírmase, por exemplo, que
en la Nueva España an dado el audiencia á los señores naturales
algún gobierno de los pueblos, y por no sufrir las angustias y ty-
rannías que por mili maneras padecen de los comenderos y testi-
monios que les levantan que roban á los maceguales, an ydo al
audiencia á dexar los ofñcios, diciendo que no quieren serlo.
Pues todo esto, ó la mayor parte dello, no es remediable, porque
las| audiencias favorezcan los caciques y castiguen los comende-
ros que hizieren agravios á ellos y á sus yndios, según tengo
muy bien provado y hago evidencia dello en la 7.* razón de mis
veinte suppuestos, según dixe que las encomiendas tengan su ser
según siempre an tenido. Luego iniquíssimas son las encomiendas
intriusice.
Y porque esto se dio á entender muy claro, y por razones y
autoridades al Emperador en la congregación del año 1842, en
Valladolid, hizo las leyes por las quales mandó quitar las enco-
miendas, y porque se levantaron aquellos tyranos juntamente
con ser traydores en el Perú, cessó la ejecución dellas, y, por
consiguiente , padres , tenellas oy es permisión y poco escusa á
375
los dése distrito que en paz bivan. Todos los ladrones y tyranos
desean y procuran bivir en paz, y así querer el Rey quitar las di-
chas encomiendas, prueva muy suficientemente ser malas de sí.
Y para esto lean V.^ R.^Ma 19.* razón de las veyute, y verán
quántas vezes y con quánto acuerdo fueron detestadas y manda-
das revocar. Y si lo que allí se toca, V.^ R.^^ ovieran bien visto
y considerado no me escriuieran algo de lo que en aquella su carta
dizeu.
Si todas, padres, las encomiendas do las Indias se tornasen
como las que V." R.^^ dizen dése districto que los encomenderos
no tengan en los pueblos entrada ni salida más de rescebir los
tributos que el Rey les da en los yndios, ya, padres, dexarán de
ser encomiendas en sustancia, y sólo ternáu nombre de encomien-
das; y así, supponiendo cosas, cierto que, V.* R.»^ devrian de huir
la conclusión que pretenden , podría alguna razón tener, y quizá
más declararé abajo.
«Et tune insurgit talis questio: Utrum Rex noster aliqua
tributa indis imponere possit et ea concederé hispanis. Hispani
autem salva conscientia recipere ac sibi retiñere. ítem, alia
questio an indi teneautur in conscientia et si non tributa ordi-
naria prestare saltem aliquam recompeusam faceré hyspauis,
supposito quod aliquorum presentía esse censetur ad commodum
ipsorum indorum necessaria. Rursus3.°non inmérito potest queri
an esto quod indi nolint contribuere pro illa compensa licite
possint ad eum reddendam compelli.
»Ad primam dico salua veritate ñdei et juris uaturalis et di-
vini : Regem nostrum nullo modo posse tributa indis envitis im-
ponere. Probatur primo ea ratioue de qua supra scilicet nullitatis
Tum 1." propter injustum ingresum et tyranicum hyspanorum a
principio delectionis istius orbis quia per bella et invassiones in-
justas et Omni damnatus juri in quamlibet eius partem. Tum. 2."
propter eorum progresum id est gubernatiouem iniquam et veré
tyranicam qua semper passi sunt diram servitutem scilicet repar-
timiento vel comendam quam vocaruut , ad quam eis miseris gen-
tibus subsecuta sunt infinita gravissimaque nocumenta et iueffa-
bilia mala, ut apparet per earum diminutiouem tci-rarumque ac
376
magnarum regionutn qüse pleuissime mortalium erant populatio-
uem. Et hsee sola ratio est sufñcientissima : 3.' probatur quam
omnia illa facinora perpetrata sunt per gentem hyspauicam quam
misit vel iré permisit Rex noster ad orbem illum ob quod ínclitas
Rex naturali divino et humano jure tenetur pro ómnibus danuis
iucomodis rapinis, spoliis, violentiis , injuriis, stragibus usurpa-
tis domiuiis vastationibus, terrarum , vniversis regnis populis et
incolis eorum per hyspanos illatis resarciré atque satisfacere.
Nara post quam curara prefati orbis a summo Christi vicario
siiper propriüs humeros assumpsit, ad quam per sollicitationem
propria sponte se illi obtulit et obligauit prefecto tenebatur Rex
noster gentes illas pacificas máxime a nostratum sevitia preser-
vare et tales uuntios vel ministros destinare qui eas in pace fove-
rent, non bellis et violentiis turbarent et irritarent. Adducerent
mansoetudine vitaque christiana ad Dei cultum et devotioneni
regis nostri non autem ab hujusraodi execrabilibus operibus
longe fugareut. Non injuriis et damnis afficerent aut propriis
bonis et dominiis libertateque spoliarent: sed donis siue mune-
ribus ad amorem christianorum allicerent et in justitia et propriis
juribus conservarent. Quaraquam enim regibus nostris hyspania-
rum semper displicuerint violentise rapiníB et tyrauides quse gen-
tes illi perpesse sunt a nostratibus: non propterea a restitutione
sunt deobligati. lucumbebat enim celsitudini suae prospicere in-
colis et habitatoribus naturalibus ipsius orbis ne paterentur
talia. Potissiraum quia non semel aut bis et iterum dumtaxat,
sed millies significatum, et aclamatum est regibus nostris totum
orbem illum perditum iré propter tyramnidera nostratum quíe
per sexaginta et plures anuos usque in presentera diem duravit,
nec tamen remedium appositum est efficax. Omne namque com-
misum et negletum in re quam quis accepit in curara suam non
est culpa vacuum /. in re mandata C. mandati, et C. si culpa de
injur. et dam. dato. Tcnentur igitur Reges nostris de ómnibus
damnis rapinis, thesauris cedibus, etc.', satisfacere integraliter
gentibus illis tot tamtaque mala passis etiara si de raptis et
usurpatis nihil comraodi ad celsitudiuera suam prorsus perve-
nisset. Quanto fortius quod infinita et inopinabilia pondera
377
auri et argenti lapide preciosi ingentes que divitiee ad eos ex
hac tyranide pervenerunt. Impiitantur n. ei qui opere malorum
hominum utittur ff. de actio et obliga , 1. ex maleficio et insti de
obliga, quce ex quas i delic. nascuntur g. finali. Sibi n. debet im-
putare qui tales elegit aut misit. ff. de minor 1. cum mandati
et C. de pericul nomina 1. única lib.' 11.°: Et probantur etiam
haec per ea quae leguntur et no in c. 1 de resti. spolia ubi, I. an.
post Hosti in verbo hominibus domiuum teneri de violentia per
homines suos illata. Quemadmodum episcopus tenetur adrestitu-
tionem damnorura injusto datorum vel injurióse per Ticarium
suum longe amplius prinicipes seculi tenentur de delictis suorum
offlcialium vel hominum cum potentiones sint ad obviandum
malo. Ex hac ratione conceduutur represalice quandoque a jure
naturali et gentium contra dominum vel civitatem non facientem
justitiam de suis qui extráñeos damnificaverunt , ut in C. domi-
nus noster, 23 , q. 2 et in C. si pignotationes de injuria et dam.
da lib. 6, cum utrobique nota per doctores, circa predicta videa-
tur Sanctus Doctor. 2.*, 2.®, q. 62, art. Cum iyitur. Rex noster
hyspaniarum ad tot tamtaque restituenda : et pro damnis illatis
satisfaciendum teneatur populis et incolis prefatis orbis quse ta-
men uuuquam etiam si regua propria venderet poterit ad purum
neo restituere nec pro eis in ininimo quidem satisfacere: sequitur
Regem nostrum nullo modo posse tributa indiis invitis imponere
nec ab eis exigere vel unum obolum, sed reges hyspaniarum
obligantur de necesítate salutis, summa cum diligentia procurare
omnem utilitatem spiritualem et temporalem illarum gentium
quse extant usque ad finem mundi propriis sumptibus quantum-
que fuerint magoi. Quod si aliquid ab incolis invitis exigerent
violentum et tyranicum erit, et addetur raagnun crimen crimini-
uibus maximis. Ex quibus patres mei liquido apparet suppositum
vestrum scilicet licere regi nostro- ab ipsis uationibus tam lesis
commodum aliquod reportare esse falsum. Apparet queque non
posse presumí pro rege ut dicitis cum evidenter per predicta cons-
tet dé contrario.
»Ex quibus sequitur 1 .' corolario talia tributa vel quidquid
exactum vel extortum fuerit regem nostrum hyspauis non porse
378
concederé probatur quia nemo plus juris transferrein aliudpotest
qu86 ipse habet: ff. de regul jw\ 1. nemo facit 1. traditio ff. de
adqui rerum domi: et species furti est de aliano largiri utra do-
míDi voluntatem ut ff. de furtis 1. si pignore. §. I. Sequitur 2.*
nec ipsos hyspanos tributa illa posse retiñere per regem sibi asig-
nata probatur quia sunt res aliana ab invitis dominis injusta
extortíB sive sublatse. Unde hyspaui ea recipientes, ut sibi reti-
neant, furtum committunt eas propriis dominis inuitis contrac-
tantes ff. de fur. 1. I, et in c. /." eo titulo , per doctores.
»Ad 2-'^"' questionem am dicimus suppouendo hanc distinctio-
nem scilicet quod hyspani qui tributa illa suscipiunt aut sunt vel
fuerunt de numero eorum qui prsenominata mala gentibus illi3
intulerunt, Et tune indi nihil eis tenentur in conscientia ; quim
potius hyspani ipsi cum patratores extiterint et rei predictoruní
omnium malorum et principales in criminibus , ut pote contra
leges regias mandata et prohibitiones illa committerent, et proinde
potius quod Rex noster ad restitutionera et satisfactionem jam
dictam quilibet eorum in solidura indis lesis obligentur manifes-
tum est, post integrara vel sibi posibilem restitutionera male abla-
torum et damnorum satisfactionem, teneri de necesítate salutis
incolatum perpetuum eligere in iilo orbe at que perpetuo habitare,
in ibi propriis expensis in illis potissimum provintiis vel lilis
propinquioribas quarum habitatores necarunt vel alias opprese-
runt et damnificaverunt. Probatur primo quia sicutilli fuerunt in
causa quod Christus et sancta eius ecclesia tot millibus hominum
nationibus propinquissimis ad fidem carerent; qui nisi eas ne
careut toUentes eis spacium conversionis et penitentia , Deuui in
brevi cognoscerent , Deum laudarent ei que servirent : atque
proinde doraus sactse fuissent constructíe (id est) ecclesise in qui-
bus divina celebrarentur misteria : íta isti (licet máxime peccato-
res estiterint) saltera per id quod sibi possibile est satisfaciant in
hoc quod assistant alus fidelibus et ministris evangelii et cultus
divini jugiter coraittentur quatenus ecclesise construantur et jam
constructse non deserantur; ne honor divinus minuatur ipsis hys-
panis recedentibus sicut jam factura conspexiraus. Mauifcstum
enim est quod licet impossibile cia sit resarciré damua exequo
379
quse ftdei et ecclesise Dei intulerunt et etiam gentibus tot millibus
ob eis occisis et quse modo sunt in inferno, ut puta quia in sua
infldelitate decesserunt: tamen ad satisfacieudum modo sibi posi-
bili obligati permansenrunt. Sic docet S. Thomas, 2.' 2.® q. 62
ar° I."" Tum. 2.", quia sicut propter scelera et crudelia opera
hyspanorurn fides cotholica infamis facta est apud nationes illas,
et nomem et Christi horribilem atque blasfemabilem reddiderunt:
nec non faerunt efflcaci impedimento ne per totum illum orbem
facile diletaretur sed potius sub quara paucissimis limitibus
evarectauerunt inquam tum in eis fuit : ita huiusmodi homines
peccatores teuentur in vi necessariíe atque posibiles satisfactionis
perpetuo propriis sumtibus absque hoc quod ab indiis vel a Rege
nostro vel unum obolum accipiant , residere in eisdcm provintiis
quas vastarunt aut in earundem convicinis aut saltem in aliqua
parte illius Indiarum orbis daré que operara totis viribus quate-
nus exemplis bonis auxiliis exhortationibus laboribus et etiam
pecuniis si abundaveriut fides Christi ab incolis magni pendatur,
ut pote primum et magnum Dei donum et divinum nomen reve-
reantur et c' his consonant quse in 6.' et 7.* et 8.* confessionarii
nostri regulis quamuis satis lente et remissse diximus.
»Si antera hyspani quibus ordinaria tributa exacta vel potius
extorta ab indis ordinatione regís nostri deputantur, nihil indis no
cuerunt aut in expeditionibus injustis quas vocant conquistas: vel
alias, en los repartimientos ó de otra manera; sed quod de nouo ad
illum uobum orbem gratia quserendi victum et sibi aggregandi
divitias transmigrar unt in illo vel ad tempus vel perpetuo habita-
turi, tune si hujusmodi homines ñde óptima se ad habitandum
perpetuo In aliquo loco cura cseteris astringerent puto indos prop-
ter comraodo sui ipsorum spirituales at temporales hyspanis eius-
modi : vel in assignandis terris pro ediflciis erigendis aut pecori-
bus suis pascendis: vel in aquiis dividendis (scilicet) fluminibus
ad publicura vel pri untura usura vel in pecuniis si ve in aliquibus
suppellectilibus ad recompensara aliquam in conscientia teneri.
Lege naraque natura obligamur benefactoribus uostris vicem red-
dere ac benefacere. Huic nimirum horainum genere fatemur Re-
gem nostrum posse ac deberé aliquam remunerationem faceré in
380
stipendium de bonis si quse in eiusmodi orbe legitime habaret.
Nam nisi de volúntate libera reguní vel dominorum naturalium
et populorum nemo hispauorum juste habere potui nec potest
passum pedis térra aut aliquid eorum quge in toto illo indiarum
orbe continentur absque pacato furti aut rapinse vel damnatse
tyrannidis prout alibi late scripsimus. Nec obstanthis ea quse in
nostro tractatido comprobatorio ad roborationeni universalis prin-
cipatu regura hyspaniarum super orbeni ipsum disservimusquam
illa vera quidem sunt et locura habere iutelliguntur si hyspano-
rum iugresus et progresus non tyranicus sed legitimus fuisset et
in utroqne servatus esset ordo naturalis juris quíe res seraper
déficit. De quo alias plenius idcirco patres mci aiiinadvertite:
quod nondum ad fundum huius tara periculosse tamque couterapta?
acpro nihilo reputatse questionis venistis.
»Ad S.*"" vero questionem respondemus quod in casu quo indi
nolent predictam recompensara faceré; non licebit alicui propterea
eos ad eam compellere aut super huiusmodi molestare. Probatur
hoc primo per rationera illam universalera (scilicet) nullitatis. 2.*
probatur qui a precepto Christi iubemur Adera quam gratis
accepimus gratis daré alus Malhe. 10. Solum n. concesit pre-
dicatoribus fidei suse cibum a volentibus daré accipere in
quamquraque civitatera intraueritis et susceperint vos mandú-
cate quíE apponuntur vobis: et cúrate infirmes. Luc. 10, ubi
patet uniuscuiusque audientium predicationen fidei arbitrio de
cibo predicatoribus dando reliquisse. Nec adhibuit penas si
cibura negarent hoc apparet per apostolum 2 ad Corinthos IL°
qui non excomunicauit chorinthos nec iuflexit eis penara ullam
temporalcm nolentes ex avaritia prouidere apostólo et sociis de
necesariis. ünde ad verecundiam eorura de huiusmodi gloriabatur
in domino dicens; quam gratis euangelium Dei euangelizari vobis.
Alias ecclesias spoliavi accipiens stipendium id est cibura ad rai-
nisterium vestrura. Et cura esscm apud vos et egerim, uulli one-
rosus fui. Nam quod mihi decrat supplcueruut fratres qui venerant
ex Macedonia. Et in ómnibus sine onere me vobis seruaui et ser-
uabo etc.* Interdura quoque laborauit manibus quícrens cibum ct
alia necesaria pro se et sociis ; ue quibus predicabat grauis ha be-
381
retur. Actam 20. Argentura et aurum aut vestem nullius concu-
piui sic ipsi scitis , quam adea quse mihi opus erant et his qui
mecum suut miuistrauerunt mauus istai. Omnia ostendi vobis:
quam sic laborantes oportet siiscipere iufirmos etc." 3." probatur
Christus noQ adiecit peuam temporalem vel spiritualem in hoc
mundo lucendam sed in alio; si non reciperent predicatores nec
ipsam fidem. Math. 10, 'si non receperint vos exeuntes foras domo
vel ciuitate: excutite puluerem de pedibus vestris , amen dico
vobis etc." et Marci ult.° qui vero non crediderit condemnabitur.
Ergo nec si predicatoribus vel hyspanis predicatores comitantibus
pro quibuscumque beueficiis in se collatis vicen non redideriat,
aut recompensatiouem non facereut, suut compellendi aut moles-
tandi indi, peccarent certe indi predicatoribus necesaria vitse non
ministrando: peccatum tamem illud per homines non est punibile:
sed in alio seculo per ipsum Deum dumtaxat, etc.*
»Quod autem vestrse patérnitates addumt Regem posse aliquam
partem venderé indigenaruru cura jurisditione re vera patres mei
ego demirari vestram probitatera et prudentiam non cesso; qua-
liter ausi estis talia et quidem mente cogitare nedum ore proferre
manu que scriberé: cum nimirum tyranicaexistant: utpote contra
communem populi utilitatem qui et finis cuiuscumque vel politicse
vel regalis gubernationes et sic adversari naturali et gentium
inmo et divino juri: et omnium saue sententiíe doctorum tam
theologorum quam jaristarum, Et hoc non modo alienare velle
mínimum quicquam de indigenis istius orbis in quo valde tenue
jus Rey noster adipisci noscitur, verum etiam in reguis his hjs-
paniurum super quse jas piugisius videtur ab antiquis temporibus
habuisse: Sed patres charissimi quia vos video carere de hac ma-
teria primis principiis: nolo amplius circa huiusmodi contenderé
vobiscum. Capiatis tándem obsecro unum non minus notum in
omni juri quie triaiígulum habere tres ángulos, etc.', geometris:
videlicet: nulli principum aut regum quamtumcumque supremo
de mundo licere vel statuere vel ordinare aliquid in prejudicium
aut detrimeutum populi sine subditorum eorum cousensu libero
non requisito. Quod si fecerit nihil omnino valebit de jure, etc.*
Supponitis patres dilectissime idem importare et esse: venderé
382
aut alienare homines liberes cum jurisdictione quod jurisdictionem
delegare vel commitere. In quo apparet qualiter acu. rem ipsam
attingitis vel appreheuditis utdicitur.» Válete.— Fr. Bartolomé de
las Casas ^
* En éste, como en todos los demás documentos, hemos conservado la orto-
grafía de los que nos han servido de originales, aunque estos sean copias de los
primitivos, para no alterar á título de correcciones, aunque parezcan naturales,
los conceptos del autor tales como han llegado hasta nosotros.
383
APÉNDICE XXVIIl.
CARTA DE BARTOLOMÉ DE LAS CASAS AL PADRE CARRANZA
DE MIRANDA.
(Bibl, Nac. de París. Mss. Esp. 325, í." 451-170, y Esp. 277, f." 98-134. El
texto del D." 325 no tiene título; el n.* 277, trae éste: «Sigúese una carta que
el obispo de Chiapa escribió al padre Miranda, estando en Inglaterra con el Rey,
respondiéndole á ciertas dudas que le embió á preguntar gerca de la materia de
los yndios, quando se tratava de venderlos». El ms. 277 es el que sirvió á Lló-
rente (véase su Colección de las obras del venerable obispo de Chiapa, 1. 1, p. 79.
La copia del ms. 325, de letra más antigua que la del ms. 277, es la que se
publica aquí).
Mu¡/ E.'^" y charissimo padre nuestro:
La carta de V. paternidad, de seys de Junio, de Antoncort.
recibí á 20 deste mes de Julio, por manera que tardó mes y
medio; harto me pesa de tanta tardanza, porque aunque e es-
crito á V. p. muy largo y al padre fray Juan, y agora, poco a,
con un hombre honrrado, procurador de la Isla Española, que
se llama Balthasar García, si la ouiera antes recibido, antes
ouiera respondido á los puntos que V. p. toca en ella , que son
de grande importancia : no dexando de creer que al rey y á V. p.
tengo escrito lo mismo, sino que yo no soy digno, por mis pe-
cados y por los de las Indias , de saberlo bien declarar, y nin-
guna duda yo tengo, sino que es acote que Dios nos da, por las
ofensas que en ellas le emos hecho , que esta verdad tan clara
uo la Toamos desnuda de mili embaragos , sino enmarañada y
enbuelta eu tupida y tapiada confusión.
Primero que comience á responder á los puntos de la carta
de V. p., quiero dezir y presupponer quatro cosas: la primera,
que considere V. p., por amor de Dios, y persuada haziendo en-
tender al rey , que tenga este negocio de las Indias , que quiere
384
agora determÍDar, por la cosa más importante y más peligrosa,
y de donde más daño y más bien temporal se le a de recrecer
de quantas hoy tiene príncipe fiel ó infiel de los del mundo. Y
en quanto á lo espiritual , de donde más riesgo le a de venir á
su ánima y más también podrá merecer, y que es también la que
quigá tiene Dios más gercana á sus ojos (si así se pudiese dezir),
y que está esperando á dónde vá á parar la determinación del
rey, para por allí medirle la felicidad ó infelicidad suya.
La segunda es, que no oluide V. p. de proseguir con todas
sus fuergas el principio que Dios le inspiró del estor'vo que puso
á la perdición de aquel orbe , que se celebrará en Inglaterra,
si V. p. no dificultara el negocio, y dificultándolo no fuera causa
de que se embiara á tratar en España; y esto en gran manera
conviene que Vuestra p. procure que en Inglaterra ni en
Flandes no se determine , sino que venido el emperador ó el
rey acá, acá se junte toda España, y que cosa tan grande se
haga con grandes personas presentes y en presencia de la per-
sona real, y con morosa y morossísima deliberación. ¿Quién
no terna por sospechosa y dudosa la determinación, immo más
que temeraria presumpcion , si algo se determina en Inglaterra,
donde el rey tiene tres ó quatro personas que le consejan, que
sabemos que son hombres, y no previlegiados de Dios, que no
puedan errar en perjuizio y daños irreparables de aquel orbe
tan grande , donde tantas gentes y generaciones ay, y que tan
agrauiadas y anichiladas tan gran parte dellas han sido, y oy
son las que restan , sin ser oydas , llamadas ni defendidas, trac-
tándose de entregarlas perpetuamente á sus capitales enemigos
que las an destruydo? ¿Y que estos consejeros, ni sepan el he-
cho ni tampoco el derecho , dexando el propio consejo que el
rey tiene en España para sólo aqueste negocio constituydo, que
cada hora trata del hecho por infinitas relaciones .que de allá le
vienen y estudia el derecho, al menos más que los que están en
Inglaterra y van entendiendo algo ya dello , aduertiendo en la
gran ceguedad que hasta agora han tenido? ¿Si este tan gran
negocio se yerra será escusado por ignorancia inuoucible?
A sesenta años y uno más que se roban y tiranizan y asue-
385
lan aquellas inocentes gentes, y quarenta que reyua el empe-
rador en Castilla, y nunca las a remediado sino á remiendos,
después que yo vine á desencantar lo que tenían los tiranos,
que acá estauan por sus propios intereses encantado ; ¡ y que se
c|uiera agora tractar con tanta priesa de su colorado y fingido
remedio , arrinconándose en Inglaterra ó en Flandes los reyes
de Castilla ! Creo que aunque se acertase , seria de los hombres
por gran hierro tenido y de Dios aborrecido y punido. Quanto
más que soy tan cierto que cosa buena en este negogio , en
Flandes ni en Inglaterra no se determine, como lo estoy que
Dios, como sea verdadera justicia y no menos infalible, a de
quitar las Indias á los reyes de Castilla, si lo que pretenden
los infelices que tal les aconsejan, ignorantes del bien de Dios
y de lo que temporal y espiritualmente conviene á sus príncipes,
que por sus ojos y por su lumbre lo escogieron , aquello se
determina. Porque escripto está: Regnumagente ingentem trans-
fertur propter iniustitias et iniurias et contumelias ao diuersos do-
los. ¿Dónde tantas ni tan calificadas injusticias, iniurias, contu-
melias y tan diuersos y varios , ni tan nepharios dolos y malda-
des, y ni en tanta variedad ó diferencia de estados y sexos y
condiciones y edades y personas cometidas , como los de los
reynos de España cometieron y cometen en las gentes inocen-
tes de los reynos de las Indias? Quiten, padre, Su Mag. ' y Su
Alteza los ojos de seis ó siete millones, que sacar pretenden de
los pellejos, vidas y ánimas de los yndios, para supplir sus ne-
cesidades y desempeñar la corona de España, y entonces no se
darán tanta priesa á determinar la total destruycion de los re.
yes de las Indias en Flandes ó en Inglaterra? ¿Y qué obligación
tienen, padre, los desdichados, oppresos, tiranizados, anichila-
dos , paupérrimos , los que nunca otros tan pobres de muebles y
rayzes jamás en el universo mundo se vieron ni oyeron ni fue-
ron, vezinos de las Indias, para llorar y supplir las necesidades
de los reyes y desempeñar la corona de Castilla? ¿No tienen
harto que gemir y llorar y pedir á Dios justicia y venganca de
los mismos reyes de Castilla, que con su autoridad, aunque no
por su voluntad (pero esto no los escusa), an sido hasta agora.
Tomo LXXI. 2j
38G
desde que las ludias fueron descubiertas, hechos pedacos por
las guerras injustíssimas, inuasos ó acometidos contra toda ra-
zón y justicia, que á todas las guerras de los infieles y bárba-
ros , y de las mismas bestias, en crueldad, en fealdad, en injus-
ticia, en iniquidad, en horror y espanto han excedido, y después
dellas los pusieron en tan miseranda y deploranda, y nunca
otra pensada, infernal seruidumbre que es este repartimiento
de hombres , como si fueran bestias , que los tiranos doraron con
llamarlas encomiendas; en el qual sobre veynte quentos y
veynte y cinco de ánimas an sin fe y sin sacramentos perecido;
y que agora tracten de nuevo los reyes de dexarlos en ellas per-
petuamente para que no quede dellas memoria ni vestigio ! ¿No
avria, padre, quien desengañase á estos nuestros cathólicos
príncipes y les hiziesen entender que no tienen valor de un real
en las Indias que puedan Ueuar con buena conciencia, consin-
tiendo así, no digo permitiendo, sino consintienáo consensu ex-
preso non, interpretativo padecer tan amarga y desesperada vida
en tan ultimado captiuerio, sin las muertes y perdiciones pasa-
das á tantas multitudines de gentes y pueblos de yndios? Pero
vamos adelante.
Lo 3.°, padre, digo, que mire V. p. que todos los que le ha-
blan de medios en esta materia, no pretenden poner remedio
en las Indias , sino fúcar y dorar ó encubrir el veneno de la
tiranía de los que millones an prometido que puede sacar el
Príncipe, ó por su temeraria presumpcion y ceguedad, ó por la
parte que piensan de auer para sí ó para sus deudos, criados ó
amigos de lo que se repartiere en las Indias, y para esto dificul-
tan á V. p. el verdadero remedio y tractan de medios que son
nefarios y dañados por toda ley y razón estreraos, y querrian
blandearlo para que concuerde con ellos. Estépor Dios V. p. rc-
catatíssimo y muy aduertido.
Lo 4.° presuppongo que reduzga V. p. á su memoria lo que
muchas vezes en la cáthedra ouo leydo tractando de prudencia
y es el Philósopho en el 0.° de las ííthicas y en otras partes,
que como el fin sea optimum quid in rebiis, ita error circafinem
est omnimn pessimus, y este error cerca del fin verdaderamente
387
a sido la causa eficacíssima de la destruycion de las Indias, y
así agora parece que perseuera para las acabar en Inglaterra.
El fin, padre, de auer podido jurídicamente los reyes de Cas-
tilla tener que entender en las Indias, ¿no es la conuersion y
saluagion de aquellas gentes y todo su bien y prosperidad espi-
ritual y temporal? Creo, dirá V. p., que no fué ni pudo ser otro
el fin, y así lo dio por escrito á aquel hidalgo que le pidió pare-
cer de lo que auia de hazer en las Indias, que acá me remitió,
conuiene á saber: que los españoles que pasan á las Indias an
de pasar por bien de los mismos yndios, etc. De manera, que
el poder embiar el rey gente alguna á las Indias española, y
querer tener (no digo tomar) la superioridad de la jurisdicion
sobre los reyes naturales de las Indias y entrar y estar españo-
les en las ludias y todo lo que de más liiziere, ordenare y pro-
ueyere, a de ser todo medio y medios ordenados para prouecho,
no del rey ni de los españoles, sino del bien espiritual y tempo-
ral de los yndios, y no en una punta de alfiler a de ser ni puede
ser para perjuicio dellos. Y si el prouecho del rey y de los es-
pañoles se pone por hito y por fin, y los yndios y tan grandes
reynos y tierras agenas, y tantas generaciones y multitudines
de hombres racionales, y tan infinitas policías muy mejor orde-
nadas que todas las nuestras (salva la fe que lo perfigiona todo),
sino en quanto sin fe pueden biuir y biuieron siempre todos los
que carecieron della gentiles, por medio para conseguir el traer
al rey millones de las Indias y los españoles ser allá todos reyes
en servicios y en riquezas,- este error péssimo y horrendo, tirá-
nico é infernal, será condenado por toda razón natural y hu-
mana, y mucho más por la christiana philosophía; y esto no
auiendo riesgo ninguno de las personas de las gentes infinitas,
ni abatimiento de sus estados, ni perdimiento de sus haziendas,
si sin esto digo pudieran ser medio para aquel ñnper imposiHle,
sólo por la desorden que se siguia contra la razón natural que
el contrario dicta , fuera error péssimo y de hombres que usan
de razón y justicia no digno. Pues, padre, que esta preposteri-
dad y horribilidad tan errada y de Dios tan contraria é indigna
de pretender el prouecho del rey y las riquezas y grandeza de
388
los españoles por fin ultimado, etiam postpuesto Dios y toda la
uniuersidad de aquellas naciones y reynos, se aya tomado por
medio, como si fueran cabras ó cabrones que estuuieran en los
campos sin dueños, desde que las Indias, en mala ora para Es-
paña, se descubrieron hasta oy inclusiue, ¿será bien ponerlo en
c^sputa si a sido? Que oy se mire con el ojo derecho en Ingla-
terra ni en Flandes á tomar y pretender el que es fin por fin y
el medio por medio, á V. p. lo remito.
Que repartiendo los Indios á los Españoles como se han re-
partido y reparte oy el rey desde Inglaterra, como á D. Fran-
cisco de Mendoca y aun D. Juan de Alagon (después diré la
historia deste), y los que dio también á Alderete, sea usurpar el
fin por medio y medio por fin, no quiero agora dezir otra razón,
porque después diré otras, sino que se considere el fructo y
efectos que della para la salud espiritual y temporal de los yn-
dios a salido, pues tantos millares de leguas an despoblado los
Españoles llenas de gentes por este repartimiento que an pere-
cido. Millares de leguas digo, porque pasan de tres mili, de
tres mili digo y torno á dezir, porque V. p. dize en su carta
que son muertas tantas gentes como yo digo. Qiertamente no
ay razón de que hombre se maraville, que lo que digo sea in-
creíble, pues lo dixo primero el Spíritu Sancto por Abachuch:
Opusfactum ese in diehns nostris qiiod nemo credet cicm narra-
hitur. Y creo que no se escrivió más para otra cosa que para
encarecer la gran maldad desta tan uniuersal jactura del linaje
humano, que tan gran parte del por estos repartimientos a pe-
reQido; y harto mal es y a sido que aya quarenta años que yo
estas despoblaciones afirmo delante reyes y príncipes y sus
consejos, millares de vezes diziendo por ellas ser todo el mundo
tirano, y que no se haya puesto diligencia en aueriguar el con-
trario, y aueriguado constreñirme a, en confusión mia, medes-
dezir de lo afirmado. Pero, mire padre, como aun está hiruiendo
la sangre de los vezinos y moradores que ayer no cabian en
muchas partes, regiones y reynos de las Indias, y son biuos mu-
chos de los matadores y destruydores del linaje humano que
las despoblaron, y están los archivos del rey llenos de processos
389
y relaciones y residengias, y otros innumerables testimonios
destas matancas y de los innúmeros millares que auia en la
ysla Española, mayor que toda España, y Cuba y Jamáyca y
otras más de quarenta yslas que de gentes rebosauan, que no
ay en ellas oy mamante ni piante. En las quales ay más tierra
que de aquí á Persia en quadra^y dos vezes más en la tierra
firme, y oy en este dia lo mismo se comete, lo mismo se asuela,
lo mismo se destruye y tiraniza con este repartimiento, y todo
aquel orbe se va cundiendo y acaba : no ay hombre biuiente,
sino fuere mente capto, que ose negármelo ni que lo contrario
diga. Así que V. p. crea que no encarezco una de diez mili, y
que no excedo en llamarlos á todos grandes tiranos , toque á
quien tocare, pese á quien pesare : porque si este nombre de
tiranos yo con el. rigor que e tenido (si parece ser rigor á los
que lo oyen), no. lo ouiera entablado, aunque se a hecho poco
en quarenta años, oviérase hecho nada llenarlo blandeando
como juego de niños, y es verdad que no a, creo, que quiuzc
dias que me fué dicho por persona del consejo de las Indias,
espantado de lo que en él agora destas tiranías horribles se vee
y oye y se tracta, que me lo auia de demandar Dios, porque no
hazia, en no dar cada hora clamores al mundo é yr á Inglater-
ra con un bordón mendigando, la mitad de lo que era obligado,
pues Dios, me auia puesto negocio tan pío y tan arduo en las
manos. ¡O, qué dixera, si ouiera visto, padre, lo que cerca de
sesenta años ante mis ojos corporales a passado y se a perdidol
Así que, tornando al propósito desta primera razón en que
digo que se consideren los effectos que an salido deste reparti-
miento, que son de tantas tierras y reynos totales despoblaciones
y estragos, y que para no matarlos no an bastado millares de
leyes , instructiones , mandamientos , amenazas y penas que los
reyes an siempre embiado, deueria ésta sobrar para que en dexár-
selos un dia sólo, quanto menos perpetuárselos, no se pensase.
Dixe arriba : querer tener los reyes de Castilla, no tomar, la
superioridad de la jurisdicion sobre los reyes naturales de las
Indias; porque quererla tener suppone llenar para entrar en
ella el camino que Dios por su ley euangelica tiene ordenado, y
390
por donde el Hijo de Dios primero anduuo y sus Apóstoles le si-
guieron, y la Ig-lesia universal tuuo siempre de costumbre (con-
uiene á saber), por paz y mansedumbre, proponerles el fin á
que todo se a de ordenar, y á lo que los reyes de Castilla embian
gente allá; y que por las obras exteriores conozcan de la gente
que no ay otro intento, falsedíljl y maldad, ni matar ni robar.
El tomar la tal superioridad, suppone violencias y guerras,
robos, estragos y matanoas, que es la puerta y principio y ca-
mino por la que se a entrado, comencado, proseguido y andado
hasta oy. Suppone también impedimento y destruicion del fin,
ei qm destruü finem desiruü omne bonum, según dizen los que
philosophan ,• y, por consiguiente, usúrpase y peruic^rtese la or-
den natural, haciendo del fin medio y del medio fin; y así ahi-
tittir fotesiate sihi concessa sew tradita, etproinde etc; tmde quod
favore illarum gentium, immofidei amfUande ac ecclesie catho-
* lice düatande jpie acprouide constitutum est, in earum odmm,
dis^endium et excidinm mrsum est contra jiiris comunis regu-
lam, que dicit: «Quod favor e qnorumdam constitmn est quihus-
dam casíbus ad lesionem eorum nolumus inventum tideri;» et
alibi: « Nulla juris raiio aut equitatis henignitas patitur, utque
saluiriter fro utilitate homimim introducimtur, ea nos duriore
inter'pretatio7ie contra commodum ipsorum p'oducamus ad seiieri'
tatem.» Ilis crgo sufpositis ad vestre ]}aternitatis supposita
sermo vertendus est.
A lo primero que V. p. suppone que aquí no se a de boquear
de vender ñi comprar los indios, sino que todo lo que se oviere
de hazer sea graciosamente lo que conuenga más á la gouer-
nagion y perpetuidad de la tierra, y con fin do premiar los que
en ella an soruido á Dios y al Rey, y dar salario para la susten-
tación de los que fueren necesarios para la conseruagion de la
religión. A lo primero respondo, padre, que vox hec, vox qui-
dem Jacob est, manus autem Esau. Apostaría yo de acertar de la
mina donde éste otro salió y el crisol ubi conjlatumfuit. ¿Sabe
V. p. qué industria entre otras tenian y tienen oy en las Indias
para vender los repartimientos de que tractamos una y cient
vczes? Quando alguno de aquellos tiranos se quiere venir á
391
estos rcyüos, desque tiene ya la bolsa herrada y ios indios deso-
llados que vende ^ierta hazienda que tiene ó labranzas, ó huer-
tas, ó ganados, 6 yeguas, ó caballos, que valdrá mili ó dos mili
ó quatro mili castellanos á lo más, y dale el otro por ella diez y
doce y quinze y veynte mili castellanos por ella, y liazen su
carta de venta pública que le vende tal y tal hazienda por tan-
to, y lo principal que le vende es los indios, que se tracta entre
solos ambos á dos. Entra el nuevo comendero hambriento y se-
diento de la sangre de aquellos desdichados inocentes. Juzgue
V. p. si pensará y trabajará de sacar dello sólo lo que le costa-
ron, y esto se haze cada dia y cada ora, y sabiéndolo y dissi-
mulándolo y aun dando licencia secreta para ello las justicias
que el rey tiene allá , que algunas vezes tienen en la venta
parte ó arte. Lo mismo Iiazen de los indios particulares que
tienen por criados libres y véndenlos por esclauos, dizieudo que
le vende la camisa que aquel indio tiene vestida por quarenta
6 cinquenta castellanos. Mire V. p. qué escarnio de la ley na-
tural y diuina y de la justicia que el rey á tener en aquellas
indias es obligado. Así que, padre, parégeme lo mismo que así
quieren confitar la venta de los indios á su alteza y mg i ., esos
que ay le siruen y aman; que todo se quiere hazer graciosa-
mente lo que conuenga más á la gouernacjion do la tierra, y
esto es entregar perpetuos á los matadores de los indios des-
mamparados, y por esta sola den nos los tiranos seys ó siete
millones el primer año , después será lo que Dios quisiere al
segundo y tercero y al quarto. ¿Qué mayor afrenta se puede
hazer á Dios y á su ley por un príncipe christiano? ¿Qué mayor
ni más digno de temporal y eternal punición, vituperio j escar-
nio? Y este trabajo, padre, ¿no lo ve Dios, aunque venga en-
mascarado? Y ¿puédcnlo ignorar aquellos que llamamos de
sayago? Marauillado estoy de V. p. si este artificio no a pene-
trado; y si sí, ¿cómo me lo a boqueado? No es este el camino
para que sea la tierra perpetuada, sino para que la que resta
por despoblar en breues días quede yermada.
A la segunda palabra que dice V. p. ó dizen los zelosos del
seruicio de sus Mag.'« de sainarles las ánimas y desempeñarles
392
á España (conviene á saber) con fin de premiar los que en la
tierra an seruido á Dios j al Rey, ecce pater, otro pernigiosís-
simo engaño. Ruego yo á Dios que en todos quantos serui(;!Íos
los españoles an hecho en las Indias á Dios y al Rey, ni en
quantos en todo el universo mundo semejantes se hazen, nunca
fray Bartholomé de las Casas tenga grande ni chica parte. Ya
e dicho é afirmado á su Alteza muchas veces, y lo dixe y afirmd
á Su Magostad, por sacarlos de tan grande error, otras muchas,
que sobre mi conciencia, y que el dia de mi muerte y en el úl-
timo del juizio yo se lo pagase, si se engañasen en tener y creer
por infalible verdad auer hecho los españoles á los reyes de
Castilla en las Indias, desde luego que se descubrieron hasta oy
inclusiue, los más nogiuos , más dañosos , más perniciosos á su
hazienda y á su ánima y á su fama, deseruicios que jamás á
sus príncipes hizieron vassallos, y que ^si se sufriera con la pie-
dad christiana á tanta multitud hazerlos quartos , los males y
daños que les an hecho, no le pagaran. Por eso, pierdan cuida-
do los reyes de Castilla de pensar que á hombre de quantos en
las Indias an sido conquistadores y que han sido en subiectarle
indios, deuan de remunerarles valor de un quarto ; antes los
reyes an de ser de Dios castigados porque rigurosamente no
los an castigado. A sólo el que las descubrió y no á otro son los
reyes de Castilla en inextimable cargo, lo qual no le an pagado.
Mucho deuen á los que an sustentado su real nombre en el Perú
contra los traydores que se le an leuantado, pero n oles an de
pagar con darles los tristes indios desmamparados para que los
pesen en la carnecería, como si fuesen nacas ó puercos 6 otros
ganados, y si V. p. tuuiere por bien leer este capítulo á su Al-
teza, y aun toda esta carta me reholgare dello.
La otra palabra que contiene este primer suppuesto , que
dize: «salario para sustentar los españoles que fueren allá ne-
cessarios» después tractaré dello.
Al 2." suppuesto, que dize ser necesario dar asiento en la
gonernagion de las Indias espiritual y temporal , y si no que
como se a destruido tan grande parte dellas , con la que oy ay
so destruirán todas, y que para esto es de ver qué orden terna
393
indnos inconuenientes , porque qualquiera que se diera terna
alg-unos. A esto, padre, respondo: que si en brebe no se pone
orden y remedio perpetuo en la gouernacion de las Indias, todas
en breues años quedarán tan rasas y desiertas como quedó
y está la grande isla Española, donde conocí yo ginco reyes y
cinco reinos mayores cada uno que el reyno de Portugal, y
sobre tres quentos de ánimas , y así más de tres mili leguas en
las otras partes, que, como e dicho, están despobladas y perdi-
das. Pero añado, padre, que la orden que tiene menos inconue-
nientes y contiene el verdadero remedio de tantos males , y los
reyes de Castilla, creo yo , como creo en Dios , ser de precepto
diuino á ponerla y por guerra, mano armada, si no pudiere por
paz, etiam, con riesgo y peligro de todo lo temporal que tienen
en las Indias, obligados, es sacar los indios de poderío del diablo
y ponerlos en su pristina libertad, y á sus reyes y señores natu-
rales restituirles süs estados. Tres cosas tengo aquí de probar:
La 1.% que sacar de poder de los españoles los indios, que es
reuocar todas las encomiendas ó repartimientos sea el vedadero
remedio de tantos males: pruduolo por muchas razones. La 1.*,
porque por ellas an perecido tantas gentes y despobládose tantas
tierras, como está dicho y todo el mundo sabe. La 2.^, porque
suppuesta la ambición y cudicia incurable y nunca sanable de
los españoles, es imposible dexarlos de consumir y matar, ni bas-
tarán leyes ni penas, como nunca bastaron muchas que seles
an puesto, para se lo impedir, como prueuo por euidentes y ne-
cesarias razones en la 7.* razón de mis veynte que V. p. allá
tiene, y por charidad que la vea, y vea lo que dize el consejo real
en su parecer, que el otro dia le embié con el susodicho procu-
rador de la ysla Española, y mire V. p. que no soy yo el que
digo aquello , ni me hallé yo en estos reynos el año de v.einte y
nueue que aquello se hizo.
La 3.*^, porque sin causa ninguna justa son priuados de su
libertad natural, siendo pueblos y gentes libres, y teniéndolos
repartidos en los españoles, hombres y mugeres, uiejos y niños,
sanos y enfermos, chicos y grandes, señores y subditos, son re-
duzidos á missérrima seruidumbre, y no sólo de un señor, que
394
es el tirano comendero, pero á sus mocos y á sus esclauos ne-
g-ros, á sus hijos y á todos quantos á aquellos en familiaridad y
servicio y parentesco pertenecen. Todos los roban, todos los
comen, todos los aflixen, todos los amedrentan, de todos tiem-
blan y á todos siruen , y sobro todos los angustian y atormen-
tan y desuellan, quando las señoras mugeres de los infelices
comenderos se van á holgar y recrear á los pueblos , que con
ellos verdaderamente no se an menos cruelmente que si fuesen
bíuoras ó tigres. A acaecido señora destas dar tantos acotes con
sus mesmas manos , teniendo delante á quien pudiera mandar-
lo, á una india, hasta que la india espiró, antes que ella do
darle acotes se hartase.
Lo 4.", porque los reyes y señores naturales son priuados de
sus señoríos y dignidades y estados reales , y puestos en el más
abjecto y vituperioso estado que se puede imaginar, y si algo de
los seruigios y tributos los oppresos y desuenturados indios fal-
tan que no pueden cumplir ó en ello se tardan , los caciques,
reyes y señores á palos y bofetadas y gepos y cadenas y agotes
lo suelen llorar, y quien tenia diez y veinte mili y dozientas y
trezientas mil ánimas de hombres subditos, se va por leña
al monte, y la reina, su muger, al rio por el agua, y los prínci-
pes é infantes, tan príncipes é infantes como los de Castilla,
salua la fe que los de Castilla tienen y bondad christiana, van
á cauar, no con azadas, porque no las alcanzan, sino con un
palo tostado y con sus mismas manos hazer sus misérrimas y
paupérrimas labranzillas y sementeras de grano para tener un
poco de pan ; y Boecio dize : Infelicissimtím genus inforiunii est
fuissefelicem. Y este tormento les deuiera bastar, sin que tu-
uieran más. No se puede, padre, encarecer lo que allá passa,
ni entender ni creer acá.
Lo 5.**, porque tener los españoles los indios repartidos, que
llaman encomendados, es les impedimento eficacíssimo para
recibir la fe y ser christianos por muchas razones; pero baste
dezir tres por no alargar. La una, porque no tiene Dios mayo-
res contrarios ni enemigos de su fe en esto que los mismos á
quien están repartidos o encomendados, porque resisten á lo?
395
frayles y no los pueden más ver que al diablo , porque no vean
sus tiranías, impiedades y robos, y palos y agotes, y afligiónos y
muertes que en los indios hazen; y como los indios conocen que
no ay quien los mampare sino los frayles, descúbrense á ellos.
Los frayles claman á las justicias ó lo escriuen acá, y así se
sabe y dan algunos remedios , aunque no aprouechan nada y
es todo burla, como se los dexen y no se los quiten; y por esto
mueren y trabajan los tiranos que en los pueblos que tienen no
entren frayles. Y no a muchos días que un tirano dixo á un
frayle bueno de Sant Francisco en Guatimala, que liazia pleyto
omenaje á Dios, que si no salia de su pueblo dentro de dos oras
que le liabia de dar de puñaladas, y así se ouo de salir con su
compañero el frayle, y para cumplir con la predicación y dezir
que tiene proueydos sus indios de quien les enseñe , para estor-
uar de que no le entren frayles, toma un clérigo idiota á quien
da ciento 6 ciento y cinquenta castellanos, que, dexadas las
abominaciones que hazen Tendiendo los sacramentos pública-
mente y mili malos exemplos dando, es el que más cruelmente
los roba y aflige y amedrenta y tiraniza con nombre y ofigio de
padre. ¿Será mentira, padre, ó gran pecado nombrar á estos
comenderos por su tan propio y deuido nombre, tiranos?
La otra , porque andan todos comunmente tan corridos y
desterrados de sus pueblos y casas, por los montes y tierras
agenas, alquilándose y trabajando y muriendo por llegar
y traer los tributos, que no tienen un momento de espa-
cio para vacar á oyr la predicación y doctrina, ni á oir missa
y recibir los santos sacramentos. ¿Qué diré de mantener sus
mugeres y hijos? Y así muchos andando en esto cómenlos
tigres, y desterrados de sus casas y hijos perecen. Digo verdad
delante de Dios que sabe que la digo, que pasando por un pue-
blo donde auia un monasterio de franciscos, el padre fray Ro-
drigo y yo, nos dixo el guardián á ambos ó á raí, que auia con-
fesado aquellos dias diez y nueue biudas, que auia un año y dos
que sus maridos auian ydo á buscar los tributos, y que nunca
más auian buelto. ¿Parece á V. p. que se consigue bien el fin
que Dios pretende sacar de la superioridad de los reyes de Cas-
396
tilla y de la yda de los Españoles á las Indias (que pluguiera á
Dios que nunca ellos ouieran ydo) con estos repartimientos que
baptizaron con nombre de encomiendas? La 3.^, porque con
estas manifiestas maldades^ tan crudas oppresiones, tan desafo-
radas injusticias, tan contrarias á nuestra santa fe y religión
christiana, blaspheman della y no es posible, sino por nueuo v
diuino milagro, como me an escrito nuestros religiosos que están
en Chiapa, que los indios crean, viendo la contrariedad tan
execrable y tan pública y manifiesta de las obras de los chris-
tianos, á lo que se predica de la rectitud y suauitud de la ley
euangélica, cognosciendo ser tres ó diez 6 veynte frayles abiec-
tos, pobres, rotos, vestidos de xerga, que mendigan lo que an de
comer, y toda la multitud de los que se llaman cliristianos , ri-
cos, vestidos de seda, en poderosos cauallos , á quien todos re-
uerencian y acatan y temen, hazer el contrario de la ley de Dios
y que prohibe la fee. ¿Gdmo aquellas gentes, padre, an de creer
y no blasphemar della, teniéndola por horrible, dura, pesada,
mentirosa y tiránica? Y así, todos estamos sospechosos , que no
ay en ellos verdaderos christianos , y que de puro miedo nos
muestran que creen, si no son á los que Dios quiere preuenir
y infundir su fe por esquisito (porque así lo diga) y nuevo y
diuino milagro.
Lo 6.° principal es, porque por los dichos repartimientos les
an quitado y derrocado totalmente su regimiento, gouernacion
y política. Porque como á los reyes y señores despojaron de sus
estadps y jurisdicion y los abatieron á, ser cotuo uno de los más
opressos y malauenturados, antes más que ninguno abatidos,
amenguados, afligidos y atormentados, quedaron todas las mul-
titudines de sus subditos y vasallos sin caudillos y sin á quien
tengan acatamiento, temor ni respeto , sin regla y sin ley des-
manparados ; y como* saben que los españoles no tienen más
cuydado sino de se seruir dellos y auer los tributos y prouechos
que pretenden de sus trabajos, cada uno es libre para idolatrar y
para cometer qualesquiera vigios y peccados, sin que persona
del mundo les vaya á la mano. No quiero traer más razones por
no hazer muy largo tratado j pero estas considere V. p. que son
397
Qiertas, verdaderas y tan manifiestas, que ninguno de todos
quantos an y do á las Indias las ignoran, ni es possible auerlas
ignorado.
Esto, padre, es, y en esto consisten las encomiendas y repar-
timientos de yndios en aquellas tierras, muy differentes de
Calatrava, ó Alcántara, 6 Santiago, y porque á menos palabras
reduzga la deffinicion ó descripción dellas : el repartimiento y
encomiendas que en las Indias , de yndios á los Españoles da-
dos , desde el año de mili y quinientos y quatro , que se co-
mencó, hasta agora dura y a durado, es, todas las gentes man-
sas, humildes, pacíficas, sin offensa de nadie, vezinos y
moradores libres, naturales de muchos y grandes reynos que
tenian, sus reyes y señores naturales que las regian y gouer-
nauan; después de sojuzgadas por guerras crueles , sin justicia
ni legítima causa , por gente otra estraña más fuerte y armada,
por carecer ellas de cauallos, hierro y artillería y armas para
defenderse, fueron y sou repartidos y despartidos sin differen-
cia , reyes y subditos y vasallos , y puestos en seruidumbre
duríssima, en la qual noches y dias, hasta que las vidas acaban,
son ocupados y imposibilitados á vacar en exerQicio de racio-
nales hombres, y mayormente de la fe christiana. Estas, padre,
son las propiedades que loco generis et diferencie, la natura y
ser de las dichas encomiendas y repartimientos esencialmente
declaran, y no me lo crea V. p. sino se lo prouare. El testigo sea
Hernando Cortés , que después , por estas obras , hizieron mar-
qués del Valle. El qual, en las gédulas de las encomien-
das que él daua, dezia así: «Por la presente se deposita ^ en
vos , Pero Martin Aguado , vecino de la villa de Sant Estéuan
del Puerto , al señor y naturales de los pueblos de Tanto-
gueue, y Guanchimar, y Tancucei, que visitó Francisco Ra-
mírez, para que os siruays dellos y os ayuden en vuestras
haziendas y grangerías, conforme á las ordenanzas que sobre
esto están hechas y se harán , y con cargo que tengáis de los
* Unas veces poniaa en las cédulas: os deposito, otras: os encomiendo, otras:
os doy en encomienda.
398
industriar en las cosas de nuestra sancta fe cathólica, ijoniendo
en ello toda vigilancia y solicitud possible y necessaria. Hecha
en esta villa de Santistéuan del Puerto, á primero de Marco
de 1523 años. — Hernando Cortés. — Por mandado de su merced,
Alonso de Villanueua.» — Note V. p. qué doctrina y predicación
podia hazer y dar Pero Martin Aguado á gente infiel que a
rudimentis Jídei auia de ser enseñada. Otra quiero referir más
antigua, de la isla Española, en tiempo del Rey don Fernando,
el año de quatorze, quando ya se andaua per el rebusco, aca-
bada la vendimia de aquella ysla.
«Yo, Eodfigo de Alburquerque, repartidor de los caciques é
yndios en esta ysla Española , por el rey é la reyna nuestros se-
ñores , por virtud de los poderes reales de sus Altezas que tengo
para hazer el repartimiento é encomendar los dichos caciques é
yndios, y naborías* de casa á los vezinos y moradores de la
dicha ysla; con acuerdo y parecer, como lo mandan sus Alte-
zas, del señor Miguel de Passamonte, tesorero general en estas
yslas y tierra firme, por sus Altezas; por la presente os enco-
miendo á vos, Ñuño de Guzman, vezino de la villa de Puerto de
Plata, al cacique Andrés Naybona, con un nitayno ^ suyo que se
dice Juan de Barahona, con treynta y ocho personas de seruicio,
hombres veynte y dos, é mugeres diez y seis. Encomenddsele
en el dicho cacique siete viejos que registró que no son de ser-
uicio. Encomendósele en el dicho cacique cinco niños que no
son de seruicio, que registró. Encomendósele así mesmo dos
naborias de casa que registró ; los nombres de los quales están
declarados en el libro de la visitación y manifestación que se
hizo en la dicha villa ante los visitadores é alcaldes della. Los
quales vos encomiendo para que vos siruais dellos en vuestras
haziendas, y minas, y grangerías, según é como sus Altezas
lo mandan, conforme á sus ordenanzas, guardándolas en todo
y por todo , según é como en ellas se contiene, é guardándolas
1 Naborías eran los que seruian noches y dias y más ordinarios á los Espa-
ñoles en sus casas.
2 Nitayno era un principal ó cauallero que tenia vasallos 6 gente que le
seguia y obedecia.
399
vos los encomiendo por vuestra vida y por la vida de un here-
dero, hijo ó hija, si lo tuviéredes; porque de otra manera sus
Altezas no vos lo encomiendan, ni yo en su nombre vos lo enco-
miendo, con apercibimiento que vos hago, que no guardando
las dichas ordenanzas vos serán quitados los dichos yndios. El
cargo de la conciencia del tiempo que los tuuiéredes y vos
siruiéredes dellos, vaya sobre vuestra conciencia y no sobre la
de sus Altezas , demás de caer é incurrir en las otras penas di-
chas y declaradas en las dichas ordenancas. Fecho en la ciudad
de la Concepción, á veynte dias del mes de diciembre de mili y
quinientos y catorce años. — Rodrigo de Alburquerque. — Por
mandado del dicho señor repartidor, Alonso de Arze.»
Si supiese V. p. qué ordenancas eran estas, holgarse ya de
verlas ; las quales tengo yo aquí é impresas en aquel tiempo de
molde. Todas, ó injustíssimas ó impossibles, ó las que en favor
de los yndios eran nunca guardadas. Una dellas era, que los
yndios que no trabajauan en las minas , sino en cauar y hazer
labrancas de los Españoles y otros inmensos trabajos, les diesen
los domingos y pascuas una libreta de carne , y todos los otros
dias cacabí, que es el pan de rayzes, y ajes , que son como na-
bos, y axí, que es la pimienta, ¿Parece á V. p. que estarían
aquellos estómagos bien fortificados para gufrir estar todo el
dia al sol y toda la vida cañando?
¿PareQe á V. p. que era granado el rebusco que de la ven-
dimia quedaua , quando de tan grandes y poderosos pueblos
que auia en la Española, encomendaua el año de catorce veynte
y dos hombres, y diez y seis mugeres, y siete viejos, y cin^o
niños que no eran de trabajo? ¿Parécele que aprouechó algo la
superioridad de los reyes de Castilla sobre aquella isla y las
demás , y la entrada de los Españoles en ellas á tantos quentos
de almas que para siempre arderán en biuas llamas?
Y sepa V. p. , que después que yo ando en estos negocios,
que es desde el año susodicho de catorze , an añadido á las cé-
dulas de las encomiendas y repartimiento , cada gouernador
en la provincia que asoló , giertas clausulas coloradas , menos
feas en las palabras, como ésta: «Os encomiendo á vos, fulano,
400
el señor de tal pueblo con sus subiectos, para que os ayudéis
dellos en vuestras minas y grangerías», y otros vocablos hermo-
seados que pareQia justificarlas; pero la substancia que ser de
la encomienda jamás se a mudado, sino antes cada dia a apeo-
rado, y así está oy, y poco aprouechan leyes ni prouisiones, ni
penas que embiamos, ni horcas que embiásemos.
Podríamos inferir de la definición ó descripción susodicha,
si como queda puesta es verdad, ser la dicha encomienda
intrinsece mala, itaque %uUo modo et in nullo casu fossüjíísti-
Jicari atque per consequens per nullam pofestafem Immanam posse
concedí vel dari. Et nimirum pars afirmatiua mihi, nifallor,
estinduUtaHUs,mdeUcei fore de se et intrinsece mala. Quam
sic censeo esse prouandam. Primo Ule modws guiernandi homi-
nes Uleros est de se et intrisece malus, per \quem liieri homi-
nes sine justa causa priuantur sua naturali libértate. Sed fer
dictas commendas, distribuciones siue repartimiento Indorum ad
Hispanos, gentes Ule uniuerse priuantur sine causa justa sua
naturali libértate, imo toto esse quod habent, utpatetper theno-
rem schedularum que dabantur de dictis comendis et per rationes
su'pra'positas . Ergo dicte comende siue distributiones o reparti-
mientos suni de se et intrinsece male. Quod autem sine justa causa
clarior est ratio quam iU indigeat frobari. Non enim propter
causamjídei aut religionem christianam introducendam vel pro-
palandam, cuius potissima omnium estin omntbus ratio, quinpo-
tius per ejusmodi comendas Jides non modo eficaciter impeditur,
vei'um etiam generaliter blas^hematur, ut est supra prouatum;
ñeque propter illarum gentium politias meliorandas , cum modus
predictus regendi homines liberos sit manifesté tiranicus, imo ir-
rationabilior cunctis barbaricis et prorsus bestialis. Ut pote qui
cunetas Indorum politias turbauerit, confuderit, labifactauerit
et certo certius deleverit omnes. Secundo Ule modus regen-
di^ etc., est de se intrinsece malus¡ qui naturales reges, principes
et dóminos a suis dejicii regiis honoribus et dignitatibus, priuat
dominiis et jurisditionibus eiponit in horrenda seriiitute et ama-
risssima calamitate. Sed comende Ule ac distributiones sunt
huiusmodi. Ergo, etc. Tertio Ule modus gubernandi populas est
401
de se et intrinsece malus, perquemfides impedUur, religio cliris-
tiana infamatur, Cliristus verus CTiristianorum deus tam^uam
iniquus et crudelis legislator habetur odio ab infinitis foj^uUs^
lingnis et nationibus et innumeris viis hlas'^Jiemaiwr , etc. Ethoc
modo ex multís sup'a relatis multi^lex alia ]^otest formari ratio
ad predictam fartem afirmatinam proiiandam; sed de his satis.
Las quales razones entiendo que militan para que por ninguna
vía ni en ning-un caso , ni con quantas limitaciones , leyes ni
penas ni colores quisieren adornar y embadurnar las dichas
cncomieíjdas, ni el rey puede darlas, ni los que las reciben de
yr á los infiernos serán escusados. Non ohstat, padre, dezir que
acá los caualleros tienen vasallos, porque éste es diabólico en-
gaño. Q,uia licet siipponamiis in his regnis potuisse aiiiiguis
íemporibus a regihus Ris^paniarum concedí talia et posse modo
íolerari, de illis tamen longe diuersa est et distantissima , nec
non muUiplex ratio , y una dellas es , y no la potíssima, que tie-
nen sus reyes y señores inmediatos, á quien no se les puede en
un pelo perjudicar en sus estados y señoríos, gouernaciones y
jurisdiciones. Al propósito dizen los Juristas: interest subdito-
rum non Iiabere plures dotninos et quod eorum dominiís sit líber ;
y ansí sóbrales la soberana jurisdicion de los reyes de Castilla
ó superioridad, gm vix potest tolerari, como no aya otra cosa
para tolerarla sino la predicación de la fe; y mire V. p. en esto
que aquí digo, que ay mucho que pensar y penetrar, si emos
de reglarnos por la ley christiaua, que no consiente un solo
pelo ó repelo en nuestros actos si nos hemos de sainar; y, por
charidad, que V. p. en esto me desengañe si estoy engañado.
Páseme á lo segundo que tengo de prouar, conviene á saber:
que sacar los yndios de poder de los Españoles, sus matadores,
tenga menores inconuenientes. Para prueua de lo qual, suppon-
go aquello que arriba queda tractado y prouado; y V. p. tiene
por verdad aueriguada (conuiene á saber) que el título que los
reyes de Castilla fuñieron y tienen para tener que entender en
las Indias , y el fin que an siempre de pretender y procurar,
postponiendo su propio interesse y de toda España, quanto más
el de los particulares Españoles que allá pasan , es la utilidad
Tomo LXXI. 2íí
402
y bien común, espiritual y temporal de los yndios. Este es el
hito al qual todos los actos de su entrada y estada, 6 embiada
y gouernagion allá son obligados á ordenar y enderecar, y de
tal manera , que an de tener siempre aqueste fin por principal,
que si algún riesgo se atrauesase á perderse algo , ó al dicho
bien y utilidad de aquellas indianas gentes, y á sus rey nos
spiritual, corporal ó temporal, ó al bien y utilidad de los reyes
de Castilla, temporal, y de los Españoles temporal., corporal ó
spiritual, se a de postponer lo temporal de los reyes, y lo tem-
poral , corporal y espiritual de los Españoles , para galuar lo
temporal, corporal y espiritual de aquellos reynos y naciones.
Deuerse postponer lo temporal y corporal , por sainar lo espiri-
tual, eso nadie que sea christiano lo duda, si sabe qué sea orden
de charidad. Lo temporal, por lo temporal, en este caso la ra-
zón misma lo dicta por lo que está dicho ,• pues todo lo temporal
de los reyes y de los Españoles an de ser medios ordenados
para la consequcion del bien, aun temporal y corporal, quanto
más espiritual de los Indios, que es el fin á que todo (como di-
cho es) se a de enderecar. Ay otra razón: porque lo temporal y
corporal de los Españoles , es en sí poco , y estiéndese á pocos,
ceteris fariiiís y como ellos sean pocos, aunque sea toda España.
Pero lo temporal y corporal de aquellas naciones comprehendc
á innumerables números de pueblos y pobladores de aquel tan
gran orbe , en cuya comparagion es un rinconcito toda España.
Puédese añidir tercera razón , porque lo temporal de los Es-
pañoles es todo anido en los reynos y tierras de los yndios,
donde ellos no tenian por justigia y derecho cosa, y los reyes de
los yndios justamente les pudieran prohibir en ellas la entrada
y estada, y el sacar dellas su oro y su plata y cosa de provecho
alguna, como el rey de España prohibe y deue prohibir quando
le paregiere, sin dar qaenta á nadie, que no se saquen de sus
reynos cauallos, ni oro ni plata, ni cosas semejantes para Fran-
cia, lo mismo el rey de Francia de los suyos no se saque para
España nada.
Pero que el rey de Castilla pueda y dcua postponer la salud
corporal y espiritual de los Españoles, á lo corporal y espiritual
403
de los yndios, vezinos y moradores de aquel orbe, quando am-
bas no pudiessen saluarse, á prima haz esto duro parecerá quicá
á algunos, mas si bien se mira, no es duro. La razón es más de
una; la primera, porque la conuersion y salud espiritual y corpo-
ral de los yndios de todos aquellos tantos reynos tienen encomen-
dada los reyes de Castilla por fin principal allá, como éste sea el
título y caussa final para los reyes poder tener que hazer en
aquellos reynos, como está dicho, y no la de los Españoles allá
ni á la espiritual tampoco acá. Porque á los reyes, principal ni
directamente no incumbe tener cuydado de las ánimas de los
subditos más de lo que toca á la paz y buenas costumbres mora-
les, y no todas, sino las civiles que disponen á buen biuir políti-
camente, como ni las leyes que hazen pretenden más, puesto
que el rey christiano mucho deue hazer en quanto pudiere por
escusar pecados y en ello ayudar. Pero el cuidado, cargo y ofi-
cio que se ha dado y cometido á los reyes de Castilla por la
Iglesia, y ellos por su voluntad y poligitagion solemne sobre sí an
tomado, es principal y directamente para trabajar con suma di-
ligencia, potspuestas todas las cosas, de convertir y salvar aque-
llos millones de millones de ánimas que para ser conuertidas y
ganadas para Jesuchristo están muy aparejadas, proueyendo y
embiando á todos los rincones de aquel orbe, y teniendo en ellos
predicadores, perlados y todo género de ministros espirituales,
haziendo yglesias y monasterios, hospitales y lo demás que
para plantación y conseruaciou, honrra, fauor y authoridad del
culto diuino y de la religión christiana fuere conueniente y no
sólo necesario. Todo á fin y principalmente euderecado (des-
pués de á honrra y gloria de Dios) á la conuersion y salud de
aquellas indianas ánimas. La 2." razón es: porque como Jhesu-
Christo, hijo de Dios, aya igualmente por los yndios, también
como por los Españoles derramado su sangre, y se crea que de
todas las gentes la diuiua bondad y misericordia esté determi-
nada coger y sacar el número do sus predestinados, nec apud
ipsam existat ullo modo acceiUio fersonarum; considerando y
comparando también el excesso del infinito número de aquellas
ánimas al tan poquito de los naturales deste rincón de España,
404
parege poder piadosamente creer que sin comparación exceda el
número de los que Dios de los yndios a dispuesto saluar al de los
que ordenó lleuar al gielo de España. Y así parece que los reyes
de Castilla tienen mayor obligación, aunque faltara la razón y
obligagion especial precedente, á procurar la conuersion y salud
de aquellas gentes que la de los Españoles, ceúeris paribus.
La S.*^, que de todas las contrarias obieciones será y es pe-
remptoria, es e'sta: que como los Españoles que an ydo y están
en las Indias (no puedo dezir con verdad absolutamente, por la
mayor parte, sino todos; porque si uno o diez ó ciento desta
maldad se ayan escapado, que no osaría afirmar ser tantos, no
es de hazer caso, porque qmd ;parum vel qwasi nihil est nihil
videtur esse) ayan cometido y cometan oy fropria sponte, y por
su propia culpa tantas y tan grandes y crueles injusticias con-
tra aquellas gentes que nunca los ofendieron ni se lo merepie-
ron, les ayan hecho tantos daños, muertes y males como está
dicho y al mundo es manifiesto, por las quales merezcan mili
muertes, necessariamente se sigue que queriendo el rey de Cas-
tilla remediar los agrauios y males que los Yndios de los Espa-
ñoles reciben y librarlos del captiuerio y oppresion que padecen,
deue postponer qualquiera riesgo que á los Españoles tan deli-
quentes y culpados pecadores temporal 6 corporal y espiri-
tual venir les pudiere, por librar aquellos tan grandes reynos y
gentes tan infinitas inocentes de las manos de aquellos sus op-
presores y matadores, que son causa que tantas gentes perezcan
temporal y corporal y espiritualmente. Todo esto así suppuesto,
fácil cosa será ver quál es la orden que tiene menores inconue-
nientes, que no es otra sino librar aquellas gentes de las
manos de los Españoles, que cada dia las destruyen y matan,
postpuesto qualquier riesgo y pérdida temporal del prouecho
que los reyes de Castilla en las Indias tienen, y todo lo tempo-
ral y corporal, muertes de los cuerpos, y también damnación de
las ánimas de los Eápañoles, pues ellos mismos son la causa de
su misma pérdida temporal y corporal y espiritual por su pro-
pia malicia, como por lo dicho parece. Y esto se confirma por-
que regla es diuina y della se diriua razonable regla humana,
405
que todo goueruador 6 prouisoriiniuersal permite justa y sabia-
mente menores inconuenientes, males y daños en su república
(como V. p. apunta) por excusar las más perniciosas, y mayores.
Manifiesto es ser menores inconuenientes auenturar y perder
el Rey todo lo temporal que tiene en las Indias» y los Españo-
les lo corporal, que son las vidas, pues son dignos de cruel muer-
te, y lo espiritual, que son las ánimas, pues biuen siempre en
pecado mortal; lo uno por tener tiranizadas todas aquellas gen-
tes y matarlas y destruirlas, y lo otro por no obedecer los man-
damientos y leyes de su rey que queria ponerles orden y librar
los oppresos de su tiránico poder, como parece por las legres
nueuas por el Emperador hechas, y por conseruarse en su tira-
nía se leuantaron y leuautan contra él, que dexarlos perseuerar
en su malicia, perpetrando tan afrentosa é ignominiosa para
Dios y su christiana religión y para el Rey, jactura y perdición
de tan gran parte del linage humano, matando y asolando tan
infinitas gentes, despoblando tantos y extendidos reynos como
se contienen en todo aquel nueuo mundo, echándolos á los in-
fiernos por morir sin fe y sin sacramentos, y esto claro, creo, que
más que el sol está; y baste lo dicho para prueua de lo se-
gundo que dixe que prouar queria.
La prueua de lo tergero, conuiene á saber, que el rey sea
obligado de precepto diuno á poner con efecto y ludgo la orden
susodicha, que es sacar aquellos pueblos y gentes de poder de
los Españoles, etc., traerla para V. p. seríame imputado con ra-
zón á gran yerro; pero para si algún cauallero seglar esta carta
viere agora ó en algún tiempo, traygo las presentes autoridades
y razones.
«Et quidem 1." illud ísay 1.'* Qiwiie iudicium, swbuenlte op-
fresso, iucUcate m])¿llo , defendite viduam, etc. Et Hieremie 21:
Exp'esse domiims loquejis regibus, ¿nqtcii, iudicaúe ina?ie Judi-
cium et eruite vi oppressum; et capitulo sequenti: Ilec dicit do-
miims: facite iudicium et jmticiam et libérate vi oppressum de
manu calumniatoris et aduenam et ])upil'um et vidnam nolite con-
tristari neq^ne oprimari inique, etc. Ubi Hieronimus in com-
mentariis, lib. 4.", ex quo habuit ortum capitulum illud. Reguní
406
officium 23, q. 5. Regum officium est propium faceré judi-
cium et justiciam et liberare de manu calumniantium vi oppres-
sos et peregrinis et viduis que facilius opprímuntur a potestati-
bus prebere auxilium. Et ut curam eis preceptorum dei majorem
injiceret, intuli^: nolite contristan, ut non solum eripiatis sed
ne patiamini quidemut vestra coniuentia, id est interpretativo
consensu , negligencia vel simulatione eueniat eos ab alus con-
tristari, etc. Si, inquit, hoc feceritis, o reges Juda tenebitis
pristinam potestatem. Hec Propheta et Hieronimus, ítem, Pro-
uer. 24. Erue eos qui ducuntur ad mortem et qui trahuntur ad
interitum liberare non cesses. Si dixeris vires non suppetunt, qui
scrutator est omnium ipse intelligit et conseruatorem anime tue
nihil fallit, reddetque liomini iuxta opera sua; et Ecles. 4: libe-
ra eum qui iniuriam patitur de manu superbi. Et Ezechicl 34:
cxprobatur a domino pastoribus, id est principibus et rectoribus
populorum secundum glosam ibi. Qui quod infirmum erat non
consolidabant , quod egrotum non sanabant, quod confractam
no aligabant et quod abiectum non reducebant et quod perierat
non querebant. Et disperse sunt, inquit, oues mee et facte sunt
in deuorationcm omnium bestiarura , id est predonum et crude-
lium tiranorum. Quod si rex pius et christianus legibus utens
impediré tot mala tantaque facinora et vastationem vehemen-
tissimam illius orbis nec non purgare regua illa tam scelestibus,
iniustis et nociuis predonibus, liostibus quidem et jactura gene-
ris humani non potest, necesse habet ut armorum prouidentia
et rigore impediat, purget et toUat. Ferro enim necesse est ut
abscindantur vulnera que fomentorum non recipiunt medici-
nam. Regia n. raaiestas legibus et armis decorata utroque tem-
pore bellorum scilicet et pacis recte habet popules gubernare,
quatenus princeps in regno non solum legibus calumniarum
iniquitates expellat sed in hostilibus preliis victor euadat et fiat
tam juris religiosissimus quam victis hostibus magnificus trium-
phator, uthabctur in prohemio institutionum. Manifestum est u.
quod si legibus rex inhibere mala et oppressioues siuc calum-
nias subditorura propter inobedentiam velpotentiam tyranorum
non potest , tenetur per violentiam , potentiam et vires bellicas
407
etiam persoualiter bello assistendo et cum suo periculo illa tolk-
re. Nam si in hoc belli certamine fideliter mortuus fuerit regna
illi celestia ex his qui ei obtemperauerint minime negabuntur,
Et propterea Eccles. 7: noli querere fieri judex nisi yaleas vir-
tute irrumperei niquitates, ne forte extimescas faciem potentis et
pones scandalum in agilitate tua. Virtute quidem in regibus
armorum qua possit sibi subiugare superbos et rebelles ac dissi-
pare omne malum intuitu suo. Pouerb. 20. Et ibi dissipat impios
rex sapiens et incuruat super eos fornicem , id est triumphat de
eis. Fornix n. erat arcus triumphalis qui antiquitus erigebatur
victori, etc.; ut patet 1.° Regum 15, in gestis Saulis. Quod si
rex hec adhibere tempestiue remedia neglexerit seu simulauerit,
profecto apud Deum rerum tot malorum et perditionis tam im-
pie et uniuersalis effici dubitabit nemo. Mortem namque lan-
guentibus probatura infligere qui hanc cum possit non excludit.
Et error cui non resistitur approbatur et consentiré videtur er-
rantibus qui ad resecanda que corrigi debent non occurrit. Et
non solum qui faciunt sed etiam qui consentiunt participes iudi-
cantur. Et libat domino prospera qui ab aflictis pellit aduersa.
Negligere n. cura possit perturbare perucrsos nihil n. est aliud
quam fouere ; nec caret scrupulo consensionis oculte qui mani-
festó facinori desinit obuiare, et probat odisse se Yitia qui conde-
nat errantes et latum pandit delinquentibus aditum qui jungit
cum prauitate consensum. Et nihil prodest alicui non puniri
proprio qui puniendus est de alieno, etc., ut 83 dist. per totum
et 86 dist.»
Perdone V. p. tanto hablar en algarauía, la qual sabe mejor
que yo; no sé como en ello me e descuydado. Finalmente, digo,
padre, que ninguna duda tengo ni creo que terna hombre que
no tenga interese en las Indias ó dellas le espere , si sabe las
cosas de allá, que ningún remedio ay para extirpar las malda-
des y matancas que los Españoles hazen en aquellas gentes y
para que del todo no las acaben, sino que el rey señoree los Es-
pañoles, no sufriéndoles sus facinorossísiraos peccados y des-
truicioues en aquellas miserandas gentes, ni por ruegos ni
blanduras como a parecido, sino por guerras terribles sojuzgan-
408
dolos, pues es poderoso para ello y gaste todo lo que de allá
quiere que acá le venga, pues un solo real de allá no puede acá
traer hasta que esté remediado y bien governado aquello. Y
tengo por cierto y por averiguada verdad que estas dos cosas,
la una sojuzgar por guerra á aquellos tiranos del Perú, porque
en todas las otras partes de todas las Indias no ay langa en-
hiesta ni la puede auer por estos muchos años, aunque sean
^ierto contra el rey, sino que todos se escudan y fauorecen
con los del Perú, suppuesto que no hay otro remedio, y sojuz-
gados, poner los yndios en su libertad y reformar tanta des-
orden y confusión como an puesto en aquellas tierras, y la otra
no traer blanca de allá hasta que el remedio dicho se cumpla,
no puede el rey dexar de hazer, so pena de gran pecado mor-
tal. Por eso tengamos encantado al rey y su confesor échese á
dormir á plazer, y a de tener el rey una guarnición de qui-
nientos hombres que binan con él, á quien dé salario para con-
serbacion de su justicia, como tiene acá mandando, so pena de
muerte, que nadie tenga arcabuz si no los de la guarnición, y
ansí no abrá hombre que ose pensar en alearse, y séame Dios
testigo y el mundo todo, que si desta manera desde luego no
se sojuzgan aquellos traydores, juntamente con ser tiranos crue-
les por guerra y destruyendo, los digo que se an de engrosar
de tal manera que quando el rey acuerde le echen del todo
fuera, y será justo juizio de Dios. Un exemplo quiero traer
aquí notable que cuenta en su historia el sancto arzobispo de
Florencia, 3 par. tít. 22, c. 7, infrvic.., que á ruego del empe-
rador Sigismundo el papa Martino V cmbió por legado al
cardenal Ragusmo, sancto hombre, á Bohemia para conuertir y
reducir á la fe los herejes que entonces coraencauan y allí auia;
el qual, no pudiendo hazer fruto en ellos y viendo su obstinagion
y durezade ceruiz, persuadió al Emperador que los metiesse
todos á cuchillo antes que más creciesen y inficionasen toda la
región. Pero el Emperador, por compasión que ouo dellos ó por-
que era su propio reyno, pensó, el tiempo andando, sin guerra
poco á poco atraerlos; pero ellos, de tal manera crecieron, que
ayuntando grande exército hizieron tales extragos y cruelda-
409
dea en los que su error no consentían, que aquel reyno en breve
tiempo fué todo herético, no por más de porque con tiempo,
quando eran no muchos, no los trabajaron de sojuzgar por
guerra como el sancto cardenal legado dezia. Y esto quanto al
2.° presuppuesto de V. p., de los demás en breue me expediré.
Quanto al 3.° que V. p. suppone que se an de distinguir las
gouernaciones, la temporal para el rey y la spiritual para los
obispos, digo, padre, que este suppuesto suppone un gran en-
gaño que an hecho entender á V. p. No es, padre, menester
distinguir las gouernaciones, porque distinguidas están. El
engaño es dezir ó pensar que las dichas encomiendas 6 reparti-
miento ouiese auido origen para que los Españoles enseñasen
los yndios en la doctrina christiana. Esto es falso; sino por el
contrario, conuiene á saber, que quien lo intentó, estando yo
presente el año de mili y quinientos y quatro, no pretendió
proueer á los yndios de doctrina, porque bien sabia él que se-
glares mundanos, viciosos, idiotas como todos los Españoles
entonces eran, y que tenían tanta necesidad ó muy poquita
menos de doctrina, y con más dificultad al menos de sus cos-
tumbres corruptas se auían de conuertir que de su infidelidad
puré negatiua los yndios, que no tenían en la ysla Española
memoria de ídolos ni de otro vicio que les impidicsse, porque
eran todos simplicíssimos. No pretendió, digo, proueer á los
yndios de doctrina, sino á los Españoles de riquezas y seruicío
con destruícion de los yndios; porque cada uno via que se dimi-
nuían y nunca les puso remedio; porque si no era sacarlos de
aquella tiranía, otro remedio no tenían, y para sustentarlos en
ella dióles este color que les enseñasen el Aue María. ¡Mire qué
doctrina para los que no entendían sí era palo, ó piedra, ó de
comer ó beuer el Awe MariallLsXo verá V. p. largo en la undé-
zima razón de las veynte que allá tiene. Así que, padre, no ay
necesidad de tratar de distinguir las gouernaciones, porque
ellas se están distintas, sino de quitar aquel oprobrio de la fe y
pestilencia del linaje humano, vastatiuo como está dicho.
A lo 4." que V. p. suppone (conviene á saber) que los se-
ñores naturales de los yndios, reyes y caciques an de ser resti-
410
tuidos en sus señoríos antiguos, en su libertad y señorío de sus
haziendas ellos y los yndios. Este suppuesto, padre, es tan
verdad que el cielo no es mas verdaderamente cielo, ni yo más
verdaderamente hombre, y así es imposible aliter se hahere, se-
gún la ley natural y la ley positiua, vieja y nueua de Dios. Por
tanto, si no son restituydos como el suppuesto suena, no ay po-
der-humano sobre la tierra que de uiolentíssimo y tiránico y
lleno de toda injusticia y malicia y pecados grauíssimos morta-
les lo pueda escapar. Pero, padre, si los reyes naturales y se-
ñores de los yndios an de ser restituydos en sus señoríos anti-
guos y libertad y señorío do sus haziendas, como V. p. suppone
y es gran verdad, ¿cómo se compadece que al rey de Castilla
le an de dar el salario que dauan á Montencuma, tan gran rey
como aquél y á otro semejante señor? Si al rey de Castilla dan
aquel salario, 6 se lo quitan á Montencuma, ó sin aquel los va-
sallos de Montencuma siruen con otro tanto al rey de Castilla.
Si lo priuan del, ¿cómo se le restituye su estado real y señorío
y libertad y señorío de su hazienda? Si á los vasallos de Mon-
tencuma se les impone otro tanto, ¿cómo se podrá cufrir con ley
christiana y equidad natural que subdiii Jiomines liberi cliii^lici
grauentuT onere, que aun las leyes humanas de los emperado-
res gentiles lo aborrecen y prohiben, porque cognoscieron ser
contra razón y ley natural? Pero pasóme de aquí al 5." sup-
puesto de V. p.
Dice V. p. en el 5." suppuesto, que el rey de Castilla a de
ser recognoscido por supremo señor de todas las Indias descu-
biertas para fundar y conseruar la religión christiana , y para
esto y por ello le an de dar su salario como lo dauan á Mon-
tencuma ó á otro señor. Quanto á la 1.*^ parte deste suppuesto,
digo, padre, quel rey de Castilla a de ser recognoscido en las
Indias descubiertas por suppremo príncipe y como emperador
sobre muchos reyes , después de conuertidos á la fe y echos
christianos los reyes y señores naturales de aquellos reynos y
sus subditos los indios, y auer sometido y subiectado al yugo
de Christo consigo mismos sus reynos de su propia voluntad, y
no por violencia ni fuerza, y auiendo pregedido tractado y con-
411
ueuiencia y asiento entre el rey de Castilla y ellos, prometiendo
el rey de Castilla con juramento la buena y útil á ellos superio-
ridad, y la guarda y conseruacion de su libertad, sus señoríos
y dignidades y derechos y leyes razonables antiguas. Ellos (los
reyes y pueblos digo), prometiendo y jurando á los reyes de Cas-
tilla de recognosger aquella superioridad de supremo y prínci-
pe, y obediencia á -sus justas leyes y mandamientos. Quanto á
la 2.*^ parte, que es del salario que Y. p. dize, lo que yo, según
ley natural y derecho y costumbre siempre y universalmente
guardada y usada de todas las gentes de muchos años acá, muy
pensado y leydo y estudiado y prouado, e hallado y entendido,
es que los reyes de las Indias, suppuesto que la susodicha supe-
rioridad de los reyes de Castilla les es útil y prouechosa á sí
mismos y á sus reinos, para recognosgimiento della y uniuersal
principado y señorío sobre ellos de los reyes de Castilla, con
sola una joya, con que cada año les siruan , tiene cumplido.
Como el rey de Túnez quedó por vasallo del Emperador con
seruirle con ciertos cauallos ó ciertas joyas que llaman parias,
con que cada año como á superior le seruia. Y los reyes pasados
de Castilla recibían parias muchas yezes en señal de vasallaje
de los reyes de Granada, y no tenian más que hazer con ellos
ni con sus subditos y pueblos. Y cierto, harto differente era el
derecho que los reyes de Castilla tenian al reyno de Granada,
pues era suyo y aquellos reyes moros usurpado le tenian , y el
el Emperador al rey de Túnez , pues le auia con su poder y
gentes y expensas restituydo en el reyno , que el derecho que
oy tenemos al señorío uniuersal de las Indias. Y si los reyes de
las Indias quisieren traspasar en los reyes de Castilla el derecho
y señorío que tienen sobre las minas de oro y plata , perlas y
piedras, y las salinas que son suyos propios, como se an comun-
mente por todas las gentes por derechos reales á los reyes esta-
blecidos, harán á nuestros reyes señalados seruicios. Y estas
minas y mineros y salinas á nuestros reyes concedidos por los
reyes de las Indias , no les pueden llenar justamente más un
marauedí de seruigio sin su voluntad á ellos ni á sus subditos
indios. Y ansí parece, creo, euidentemente que ni se les puede
412
quitar sus rentas y seruicios á Monten^uma ni á los otros reyes
y caciques, ni agrauiar con dos cargas á sus subditos los indios,
y pueden reseruar para sí justamente ciertas minas , las que les
paregiere, para sí mismos, y de las que dieren á los reyes de
Castilla, si hizieren sacar metales para sí, 6 los indios sus sub-
ditos los cogeren, no serán obligados á pagar quintos ó derechos
á los reyes de Castilla, si los reyes y los pueblos de las Indias
no consintiesen expresamente de su propia voluntad en abdicar
de sí é ceder todo el derecho que ellos tenian y se obligasen á
pagarlos dichos quintos á los reyes de Castilla; pero no ce-
diéndolo expresamente, por ningún contrato ni obligación ge-
neral que de sí hiziesen, quedando ingenuos y libres, como lo
son, auer gedido y abdicado el dicho derecho no serian vistos.
Concedidos los dichos mineros á los reyes de Castilla , y los al-
moxarifazgos y derechos de la mar y de la tierra que pagan los
españoles de las mercaderías, y los quo más pagaren los espa-
ñoles vezinos, y otros mili prouechos que an y aurán de aque-
llas tierras que son de los indios, asaz quedan bien salariados
los reyes de Castilla, por el cuydado que tuuieren de intro-
duzir y conseruar la fe en aquellos reynos de las Indias; por-
que no es razón ni lo quiere Jesu Christo por su ley que más
cara se les notifique la fe á los indios que se predicó y notificó
á nagion del mundo y á nosotros los de Castilla. Los gastos que
hazen ó hizieren los reyes de Castilla en poner audiencias, vi-
sorreyes, gouernadores y otros ministros de justicias no lo ha-
zen, padre, por los indios,^ que son pacíficos y simplicíssimos;
porque con un gouernador que estd en quinientas leguas sobra
á los indios^ porque no de las justicias y del rey, sino de sus
reyes y caciques an do ser regidos; y porque les an quitado su
gouernacion y puesto españoles, los an totalmente destruido. Así,
que no por los indios, que no an menester audiencias, sino por
los españoles, que nunca biuen quietos, y sin barajas y pleytos,
haziendo mal unos á otros , an menester los reyes de Castilla
poner audiencias y vireyes y otras muchas justicias, y son á
ponerlas obligados y muchas más cada dia para defender los
indios de los españoles, que, como consta á todo el mundo, los
413
roban, oprimen, aflgen y fatigan, destruyen y matan, como lo
an echo hasta agora, cada dia más que puede ser creydo; y por
tanto, los reyes de Castilla tienen obligación grardíssima, ácosta
suya y no de los indios, de proueer las dichas justicias para
defensa de los indios, pues tal gente, tan mal morigerada, in-
quieta, indómita, escandalosa, tan cudigiosa y soberuia y que
tanta ansia tiene de usurpar lo ajeno y oprimir las gentes libres
que le ponga en necesidad de poner tantas justicias, consiente
passar á las Indias.
Esta, padre, si no soy bestia , es la puerta para entrar en
qualquier principado y señorío legítimamente, de la que,
lo annis 10, habló Christo; por esta entrando y por las reglas de
justicia conuersando con los subditos; el principado y señorío
os de Dios y de todas las leyes diuinas, razonables y humanas,
en todo tiempo y lugar aprouado, y cada dia más y mejor pros-
perado; pero del que entra aliunde saltando por los corrales, dize
Saut León, papa : Princifatus quem aut seditío extorsit aut ain-
litio occupmiit, etiam si moribus aut actíbus non offendit (quan-
to magis si actihus et moribus grauissime offendit ijpsius tamen
initii sui est peruiciosus ejemplo. Et difftcile est ut bono pera-
gantur exitii que malo sunt inclioata principio, i. q, i. c, prin-
patus. Por aquella puerta auian de entrar los reyes de Castilla
en las Indias, pero no entraron, sino por la muy demasiadamente
contraria, y por el contrario camino an andado y conuersado,
aunque no por culpa de sus reales personas , sino por auer sido
perniciosamente deseruidos y engañados de los que hasta agora
les an aconsejado; y V. p. penetre y considere y amplié á lo
justo y bien largo que es lo que según Dios y recta justicia de
lo probado en buenas consequencias se sigue ó seguir puede, y
seria gran seruicio que al rey, nuestro señor, se le haría, que
V. p. y todos los que le amamos sin propio interesse nuestro y
deseamos su real prosperidad, deste parologismo le desengañá-
semos, porque comience á pensar en remendar tan irreparables
sanos, y no á coaceruar de nueuo á las viejas, por España caue
dadas en aquellas infelices gentes, otras mayores, y la última de
las calamidades é injusticias.
■414
Al 6" suppuesto de V. p., que contiene que son los Espa-
ñoles para los indios y para su policía necessarios , especial-
mente para la religión , digo que también deseo que Dios nos
guarde de otra ceguedad y maldad diabólica que coloran ésta
su execrable tiranía por sí mismos los Españoles inuentada;
auiendo infamado á los indios que son bestias, por hallarlos tan
húmanosos y tan pacíficos , y sin cauallos y armas de hierro
para resistirles; y, como dixe arriba, pluguiese á Dios, que en
lo que toca al temporal regimiento, España estuuiese como las
Indias estañan, tam bien regida y tuuiessen tan buena policía.
¿Dónde mayores poblaciones, ó al menos tantas en número y
muy grandes ouo en lo poblado del mundo como en las Indias?
La gran ciudad de México , que contenia sobre doszientos mili
vezinos, y la do Táscala y Meuchuacan, y Tepaca y Tezcuco,
y otras infinitas de la nueua España y Guatimala, y la de Cuzco
y en todas las partes de las Indias, donde se contenian tantos
quentos de gente y comunidades, de infinitas multitudes ayun-
tadas , que biuian en compañía en sus pueblos y giudades , si
no tuuieran policía, que no es otra cosa sino orden de todos los
estados, conformes unos con otros y exercicio de justicia, ¿cómo
tantos años se pudieran en aquellos tan grandes ayuntamien-
tos y compañías pacíficas conservar? ¿Halláramos, quando allá
por nuestros pecados y por nuestro mal entramos , tan grandes
ayuntamientos de gentes juntas en sus pueblos y ciudades, si no
tuuieran orden de policía, paz y concierto y justicia? No se
puede conseruar ni declarar república ó ciudad alguna, ni biuir
multitud de hombres juntos sin las dichas virtudes , como pa-
rece por el philósopho en sus Ethicas y Políticas, y á todo
hombre prudente será notorio ; luego no tienen , padre , los in-
dios necesidad para su policía de los Españoles. Luego dezir,
los que dicen y afirman que tienen necesidad los indios dcllos
para su policía , ¿qué otra cosa es, sino achaques y fictos colores
para robarlos y oprimirlos, y tenerlos en seruidumbre y con-
seruarse en las encomiendas y sus tiranías? Antes digo á V. p.
con verdad, que para tener los indios enteros y restaurarse en
sus humanas y temporales poligías, no auia de quedar hombre
415
español en las Indias , y, ¿quién a confundido y desordenado
y dejarretado , y totalmente anichilado las policías humanas de
las Indias, y buenas, según podian tener gentiles, sino los es-
pañoles, hauiendo puesto tanta confusión y desorden, qual nunca
fué puesta en el mundo en estos ni en los pasados siglos? Así
que, padre, no preste V. p. á tanta falsedad y maldad oydos,
Quanto á lo de la religión, también digo que si fuera posi-
ble distinguir y apartar esta repugnancia de términos , estar y
no estar los Españoles en las Indias, estar para manutener y
conscruar la superioridad y señorío soberano en ellas de los re-
yes de Castilla, y no estar, porque no impidan y corrompan la
fe y religión de Christo con sus obras corruptissiraas y exem-
plos mortíferos, echarlos todos allá, sino fuesen algunos escogi-
dos, para que recibieran los indios la fe y costumbres christiauas
y se arraygaran en ella ; afirmo delante de Jhesu Christo ser
uecessario y que fuera la cosa mejor proueyda que pensar se
podia. Porque vea Vuestra Paternidad quán ne^essarios an
sido y oy son los Españoles para conseruar en la religión los
indios. La prueua desto arriba la e dicho; y porque suele Dios
tener de costumbre en estos negocios , por muchas vías y ma-
neras prouar todo lo que digo, como millares de veces, des-
pués que ando en esta demanda, e visto, con esta embió una
carta que recibí oy a quatro dias de la Nueva España, de un reli-
gioso augustino, varón sancto, y que es cauallcro de la sangre
del Emperador , flamenco , y que siendo seglar tuuo mucha au-
toridad en su corte, según acá me an dicho, por la qual bien
cognoscerá Y. p. quáles son las encomiendas, y qué fructo sale
dellas y las obras de los Españoles, y quán necessarios son para
plantar la religión christiana en aquellos desdichados indios.
¡O, quán léxos, padre, están en Inglaterra destas verdades los
que presumen dar consejo á su rey en esta materia de Indias!
Por manera, que por fuerca an de confesar los adversarios, de
la misma verdad compelidos, ser los Españoles, no sólo no pro-
uecliosos en las Indias, pero perniciosos para la policía de los
indios, y para que sean traydos á la fe y en la religión chistiana
enseñados , perniciossíssimos. Resta luego solamente auer ne-
416
cesidad dellos en las Indias para sustentar y conseruar en ellas
el principado y soberano señorío y jurisdicion uniuersal de los
reyes de Castilla. Sólo deste bien, y no de otro alguno, partici-
pan los indios ocasionalmente de la estada de los Españoles en
las Indias. Si por esto an de ser obligados los indios á mante-
ner y enrriquezer con su sangre , y en tantas oppresiones y an-
gustias , perdiendo las vidas y consumiéndose todo aquel orbe,
á todos los Españoles que yan de Castilla , no creo que hombre
que crea en Dios y no sea priuado de razón aura que esto diga.
Pues pereciendo, padre, como perecen todos y tan gran parte
han perecido , sin fe y sin sacramentos y desesperados , y según
tememos aun los vaptizados en aborrecimiento de Jesu Chisto,
por ser Dios de los Españoles, ¿qué bien reportaran, que se les
aura pagado de auer estado Españoles en las Indias y tenido
dellas el señorío uniuersal los reyes de Castilla y soberana
superioridad?
De todo lo que queda dicho se puede colegir lo que se deue
responder á este punto, y digo assí; Que para sustentación del
señorío y superioridad de los reyes de Castilla en las Indias no
se requiere ni es menester que vayan ni moren en ellas todos los
millares de Españoles que rabian por yr de Castilla. Basta para
esto que en cada reyno aya tres ó quatro pueblos proporgiona-
blemente con tantos vezinos, según las comarcas y el número
de las poblaciones que tal reyno tubiere de indios. Guatimala
es un reyno de setenta ó ochenta leguas en quadra, y auia
en él inmensidad de pueblos de indios, y ay tres pueblos en
todo de Españoles: la ciudad de Santiago, de obra de (jiento y
pocos más vezinos, y Sant Saluador de oinquenta, y Sant Mi-
guel de treinta, y aun no creo passan de veynte y cinco ; y el
reyno de Chiapa tiene quasi otras tantas leguas, y no tiene más
de la ciudad de Chiapa, que será de QÍnquenta, y aún creo que
no llega á tantos vezinos. Para gente desnuda en cueros, padre,
y sin armas algunas, pocos exéryitos son menester para tener-
los pacíficos, mayormente á naQion tan humiide y mansa de su
naturaleza como son los indios. A estos españoles, padre^ que
no son muchos ni son menester muchos, suppuesto que los re-
417
yes y señores naturales de las Indias traspasan el derecho que
tienen á sus minas de oro y plata y piedras preciosas y salinas
y otros derechos reales en los reyes de Castilla, y por esta cau-
sa tienen muchos interesses y prouechos de aduanas y almoxa-
rifazgos como se dixo arriba, y otros muchos que pueden tener
y ternán cada dia, obligados son los reyes de Castilla á darles
de las rentas que del oro y plata y de las otras cosas tuuiereu
alguna parte con que se ayuden y comiencen á grangear, y no
son obligados los indios. La razón es y no una.
La primera : porque por esta causa final se concedió á los
reyes de Castilla aquella honorífica dignidad real , y quasi como
imperial, de ser sobre muchos reyes soberanos príncipes.
La 2.^: porque por esta misma causa final les traspasan los
dichos derechos de los mineros, que son riquezas infinitas, los
reyes de las Indias. La 3.': porque por esta misma causa final
se da lugar á que binan los Españoles en las Indias, reynos
ágenos, donde gozan de las tierras de los indios que son feli-
císsimas, en las quales hazen grandes y ricas heredades, edi-
ficios, ingenios de acucar, plantan huertas, ponen morales de
que hazen seda, y árboles de cañafístola y otras espeQies de arbo-
ledas, ocupan grandes tierras y campiñas para sementeras,
toman montes y florestas, sacan rios y aguas, crian inmensidad
de ganados y de toda especie de bestias y otras infinitas mane-
ras de grangerías que tienen , de que aquellas tierras son capa-
ces, de donde amontonan grandes riquezas que nunca ellos ni
sus pasados las tuuieron; luego bien y sobre bastantemente pa-
gados los tienen los indios, si algún prouecho de estar allá
indirectamente les viene. Lo 4.°: porque los reyes de Castilla
son obligados estrechíssimamente á sobrellenar los indios reyes
y subditos de toda carga y pesadumbre de pedirles dineros,
como todos altos y báxos sean paupérrimos, porque no estimen
que la fe y prodicagion della se les vende, como oy lo tienen y
y siempre lo.an tenido por cierto, y por cuitar esto S. Pablo
trabaja de sus sudores y por sus manos mantenerse, porque
pidiéndolo á los que predicaua temia poner offendículo y estor-
uo al EuangeliOj y los infieles que venian á la fe para su con-
ToMo LXXI. 27
418
uersíon y salvación tuuiesen impedimento. En lo cual siempre
la iglesia universal a tenido muclio tiento, y escripto está por
el concilio 4 cartaginense : Necesse est ut ab illis eorum ])erditio
requiratur, quorum spoUa pertimescentes a iaptismi gratia etsic
afide se suhtraxerunt. La 5.*: que quita toda duda de que los
indios no sean obligados á sustentar el número limitado de los
Españoles que son necessarios para conseruacion del dicho
principado universal de los reyes de Castilla , ni á dar ó con-
tribuir para ello un marauedí, sino los reyes de Castilla, es auer
traydo los reyes tan estupendos é inauditos thesoros y millones
de oro y plata y perlas y riquezas de aquellas Indias, con tan
espantosos y no creibles daños, estragos y perdición de tantos
millones de gentes y pueblos y reinos, que por esta causa sin
culpa suya ni razón an peregido; y á esto, en razón y fuerga de
necessaria restitución y satisfacion, son los reyes de Castilla
constreñidos.
Y esta sustentagion para el número de los españoles que
fueren necessarios, será mucho menos costosa do lo que la hazen
los que muestran seruir mucho al Rey, los que pluguiese á Dios
no le disiruiesen más y destruyesen la hazienda que podia tener
lícitamente. La razón de no ser costosa mucho, padre, es ésta,
y auísela V. p. al Rey que mire en ella, porque si la pone, des-
de luego cpgnoscerá que es verdadero y fixo señor de las Indias.
Ponga en México trezientos hombres de guarnición, á quien
dé á dozientos y trezientos ducados cada año, y tierras y montes
y aguas y otras cosas que se podrán dar sin perjuizio de los
indios, según la calidad de la persona de cada uno , que aura
allá y acá diez mili que alcen las manos á Dios; y estos no per-
petuos, por eso no engañen al Rey, sino temporales por su vo-
luntad, hasta que el Rey vea lo que durarán, según las necesi-
dades, prohibiendo, como arriba dixe, so pena de muerte, que
ninguno tenga arcabuz sino estos criados del Rey. Y estos pa-
gará con lo que tienen de renta diez 6 doze comenderos , y para
esta primera necesidad, aunque los indios no son obligados á
pagarlo, como tengo prouado, ellos de su propia voluntad los
darán, persuadiéndolos los fraylcs hasta que el Rey tenga bien
419
subiectos los españoles. Y esta guarnición puesta, ponga todos
los indios en libertad, y con esta alegría le seruirán con la san-
gre si fuere menester , y le darán dos ó tres millones. Y de los
españoles que ya están ricos, quererse an venir algunos á Cas-
tilla, quitados los indios , y dexarán vendidas sus haziendas,
porque no las pueden traer consigo, y comprarlas an otros, los
quales de necessidad an de poblar en la tierra; otros se querrán
quedar sin hazer mudamiento, y así estará poblada la tierra con
sólo tener el Rey allí esta guarnición que le haze señor della.
Y estos trezientos hombres, no sólo tienen dozientos ó trezientos
pesos ó ducados que el Rey les diere , porque no es como acá
que dándole tres ducados á cada uno de las guardias, no tiene
más, porque allá con solos estos puede entender en mili gran-
gerías de tierras y sementeras y mercaderías , donde se hazen
los hombres ricos con poco caudal que tengan, por la grossedad
de las tierras. Estos solos bastan para tener seguros desde el
principio de la Nueva España hasta Nicaragua, que son qui-
nientas leguas. En el Perú, sojuzgados aquellos tiranos y trai-
dores por guerra ó por otra vía, a de poner quinientos, y aquellos
bastan para toda la tierra que tienen poblada, ó, por mejor dezir,
destruida, los españoles donde binen. Este es, padre, el verda-
dero y primer medio y remedio para ser señores los reyes de
Castilla de las Indias, y poder sacarlas de tiranía y assentar la
orden y gouernacion que mejor les pareciere, y que tiene, como
está dicho, menores inconuenientes, y así se perpetuará la tierra.
A lo 7.° y postrero que V. p. dize, por las cosas dichas pa-
rece claro la respuesta (conuiene á saber), no ser medio sino
diabólico, pernicioso y condenado por toda la ley y razón y
extremo, dar uno ni ningún repartimiento perpetuo ni tempo-
ral, aunque fuese por una ora, porque es priuarlos de su liber-
tad y á los reyes y señores de sus señoríos , con todas las otras
deformidades que en sí contiene , como arriba queda dicho , y,
finalmente , no es otra cosa sino entregarlos á frenéticos que
tienen en las manos agudos cuchillos. Y, portante, el Rey ni el
Papa no tienen poder más que una persona priuada para ello,
y desengáñese del todo V. p. y los que á V. p. engañan y al
420
Rey, con decir que no dándoles jurisdicion ciuil ni criminal
sobre los indios estarán remediados, que fué la, cautela y maldad
con que engañaron al confessor, el padre fray Pedro de Soto, y
al Emperador, auiendo tres vezes despedido los que no hablasen
en el repartimiento, auiendo venido de las Indias salariados de
los tiranos de México contra los indios , al menos dáuanles un
ducado para comer cada dia, y los desdichados de los indios
quedasen desmamparados, que nadie viniese á defenderlos, obra
proporcionada á quien se llamauan christíanos, los quales hizie-
ron entender al confesor, que si bien miraua no pedian nada,
pues no pedian jurisdicion ciuil ni criminal, como si la ouieran
tenido los tiranos hasta entonces ó la ouieran menester para
destruirlos como los an en todas las Indias destruido. Y así al-
cancaron una cédula y cédulas, quebrantando las leyes, cuya
tinta aun no enxuta estaua, que no espirasen las encomiendas
en la primera vida como disponían las leyes, y otras cosas iní-
quas que el dia que ambos se murieren verán la candela que
para atinar al camino del cielo entonces adquirieron. Esta his-
toria, ya en otras cartas al Rey y á Vuestra Paternidad la e es-
crito. Todas las otras condiciones y leyes y penas que Vuestra
Paternidad dize, por charidad que no cure dellas , porque son
inuentadas por Sathanás y sus ministros para offuscar ó encan-
dilarlos en esta miserable jactura del linaje humano inexpertos,
y encubrir la poncoña mortífera deste repartimiento y nephan-
das encomiendas. Quando Vuestra Paternidad quisiere, ó el
Rey, que todo lo que en esta carta ó tratado digo tocante al
derecho se lo dé prouado por toda ley natural y diuina, y tam-
bién por humanas y canónicas leyes, yo lo daré más cumplido,
que lo afirmo, y lo que toca al hecho, poco trabajo costará sacar
millares de testimonios de los archines deste consejo. A lo demás
que V. p. toca en su carta, en otra responderé, que va distincta
desta, y así acabo por Ag-osto de 1555.
El ms. 237 aüade. «Finis Epislole (id. esL) parui libelli.»
421
APÉNDICE XXIX.
REPRESENTACIOISr DIRIGIDA POR EL PADRE LAS CASAS AL
EMPERADOR CARLOS V K
S. C. C. M.
Manifiesto es á todo el mundo (muy sagrado César), los delic-
tos é insultos inexpiables que los españoles á Dios, nuestro Señor,
an hecho en las Indias, é deservicios incomparables ó daños a
V. M., destruyendo é matando aquellas tantas y tan innumera-
bles mansas é domésticas gentes, y despoblando tan grandes tier-
ras, robando infinitos thesoros que no bastaria principe del mun-
do á los recompensar, solamente por exercitar su cruel tyranía
para alcanzar el fin que an tenido por Dios, que es hartarse de
oro contra todas las leyes naturales, diuiuas y humanas é contra
la voluntad y sin sciencia de V. M. Por los quales estragos,
muerte y robos y pecados nefandissimos ninguno ignora de los
que estudian la ley de Dios, y aun los estudiosos de las leyes hu-
manas, merecer los tales delinquentes é grandes pecadores perder
no solamente una vida pero muchas que tuviesen , é ser priuados
de muchos y grandes bienes y estados que suyos proprios y he-
i Posee el original de este documento, sin lugar, fecha ni firma, el Sr. Dou
Pascual de Gayangos. Que es del P. Las Casas lo prueban las siguientes razones:
í.* El decir que él propuso los remedios en la junta de Valladolid, cuando cita
el sétimo de ellos, de donde se deduce también queja escribió no mucho después
de aquella junta, y casi seguramente en el año 1543. 2." El uso que hace cons-
tantemente del pronombre, pareciendo indicar que estaría ya consagrado ó cuan-
do menos electo Obispo de Ciiiapa, á pesar de que está escrita en España antes
de marchar á su diócesis. 3.* Cotejada la letra de este documento con la indubi-
tada del P. Las Casas, parecen una y otra escritas por la misma mano, y las
enmiendas y adiciones que tiene el manuscrito hacen creer que fué el borrador
ó minuta formada por el mismo autor. Es uno de los escritos más importantes
y cariosos del P, Las Casas.
422
redados de legítimo patrimonio oviesen y alcaücasen ó posse-
yessen ; y pues esto es assí verdad, y ningún cristiapno y fiel á
Dios é á V. M. lo ignora ni podria en buena consciencia dezir
á V. M. otra cosa, mucho (más) y con mejor título y con mayor jus-
ticia y merecimiento delante del acatamiento de Dios puede V. M.
quitalles todas las haziendas que tienen sin dexallos un maravedí
á tan grandes offensores de Dios y de V. M. , pues no son suyas,
sino que las an robado á los vasallos de V. M., y por consiguien-
te á su real patrimonio; porque todos aquellos thesoros los oviera
V. M. de los yndios poco á poco, que se los dieran con toda ale-
gría de su propria voluntad si ellos no se los ovieran robado. Y,
sobre todo, aviéndoles muerto y destruido tan injustamente y con
tanta crueldad, tan infinitos pueblos y tan innumerables subdi-
tos ; por lo qual bien claro y averiguado parece que V. M. les
hará grandes y señaladas mercedes con solamente dexalles y
perdonalles las vidas, despojándoles todas las haziendas que
tienen usurpadas, y, como dicho es, no son suyas sino de V. M.;
y esto es complir y hazer V. M. justa é recta y sancta justicia.
Pero porque en todo se aya V. M. piadosamente con ellos , orde-
nará y establecerá esta ordenación y constitución cathólica y
justa : que todos los conquistadores de todas las Indias den la
mitad de todos los bienes que tienen , de quien no ay bivos los
dueños (ó sus herederos como bienes que no son suyos , sino roba-
dos y tiranizados de los vasallos de V. M., y que si quisieren que-
dar y bivir en la tierra, V. M. los dexará, teniendo para ello au-
toridad del Papa); la otra mitad, aviendo respecto solamente á la
piedad que dellos tiene, aunque ellos á quien los robaron y por
robárselos y sacárselos de sus cuerpos, sudores y trabajos nunca
la tuvieron, pero sino quisieren bibir en la tierra, sino venirse á
Castilla, piérdanlos todos, excepto que V. M. los haga merced
de dalles alguna cosa con que aquí pobremente bivan y aun esto
en verdad, cathólico príncipe, que estamos en duda si V. M,,
según la ley de Dios se lo pueda conceder ni pueda dispensar en
ello. Pero de los bienes, cuyos dueños son bivos ó sus herederos,
V. M. a de mandar que á los proprios dueños se restituyan. Toda
la dicha mitad de todos los dichos bienes sea luego aplicada para
423
los gastos de los pobladores que se an de enviar de acá la parte
que'^aere ó estuviere en dineros; y la que estuviere en ganados ó
en haziendas , repartirse a por los que á cada villa ó ciudad fueren
dedicados ó señalados á poblar. Y así hará V. M. la más grande
y señalada población de todo el mundo, y que nunca los romanos
así la acertaron á hazer ni hizieron ni pudieron, como podrá y
hará V. M., y esto parece más claro las cosas que discimos en los
remedios que emos dado ^. Que sea cathólica é justa esta tal or-
denación y constitución , prevámoslo por las siguientes razones:
la primera, porque todos los bienes que todos los conquistadores
en todas las Indias tienen , todos son robados y por violencias
enormíssimas y gravíssimas ávidos, y tomados á sus proprios
dueños y naturales proprietarios y poseedores que eran los yn-
dios : y esto todo el mundo lo sabe , y ellos mismos lo cognoscen
y confiessan , y á V. M. es razón que por todo lo susodicho ya
conste. Y pues es público y notorio , y no sólo ya passado sino de
actos continuos y permanentes quehazen el hecho evidentíssimo y
absolutamente indubitable, en el qual ninguna orden de derecho
deve ser guardado ni deve admitirse negación, ni escusa, ni ape-
lación , ni son menester testigos ni acusadores , según todas las
leyes canónicas y civiles: por ende V. M., como príncipe justo y
juez supremo, es obligado á hazer justicia en su real foro y man-
dar compelerlos á que restituyan á sus proprios dueños todos los
dichos bienes robados á los que del] os fueren bibos ó á sus here-
deros. Porque manifiesto es , que si todos los yndios fuesen segu-
ros de alcanzar justicia de los robos y daños y calamidades que
de los christiauos tan injustamente an rescibido, que se quexarlan
y claraarian con clamores que llegasen al cielo y pedirían justi-
cia é satisfacción dello ante V. M-, y V. M. en ninguna manera
negársela podría, y ahora que á V. M. le constan es obligado, ó
á sin pedilla ellos hazelles justicia, ó maudalles avisar y assegu-
rar que les guardará su derecho si quieren pedirla. Pero de los que
no fueren bivos ni tuvieren herederos, V. M. es obligado á appli-
* Aquí alude á los remedios que propuso en la junta de Valladolid de ^542,
de los que publicó el octavo, formando coa él uno de los opúsculos impresos en
Sevilla en 1352.
424
callos, teniendo la dicha licencia y autoridad del Papa, á la mejor
y más favorable restitución que sea posible; y porque ninguna
restitución puede ser más conveniente y favorable como es la po-
blación de aquellas .tierras : lo uno por ser en favor de la fe que
en ellas se a de plantar en las gentes que an quedado y quedaren
de las muertes que aquellos delinquentes hazen y an hecho, y en
•las que ay en otras tierras donde aun la pestilencia de su san-
griento cuchillo no a llegado: lo otro, porque convenga ó cor-
responda la restitución con sus delitos, conviene á saber, que
pues destruyeron y despoblaron provincias i matando y talando
los hombres y pobladores dellas, por ende justissima y muy ra-
zonable cosa es, que con los dineros que de aquellos, insultos y
pecados grandes ovieron , se tornen á reformar y poblar de otros
hombres llevados destos reynos las dichas despobladas y destrui-
das tierras y provincias ; y en esto V. M. no puede dispensar con
todo su poder, como la restitución de lo robado y tiranizado, -y^
satisfacción de las injusticias, daños y agravios hechos á los
inocentes, sea mandada de ley natural y derecho- divino, qual-
quiera de los quales V. M. no puede relaxar, ni afloxar, ni dis-
pensar en ellos. La 2." razón que haze justa la tal ordenación es:
porque si V. M. no los constriñe á hazer esta restitución y contri-
bución, seria causa que delictos tan nefandos y cosas tan enormes
y. malas y tan dignas de detestación y abomina.cion y de todo
último suplicio, no se tuviesen por los delinquentes pecadores y
obradores dellas y destruidores de tantas gentes por malas, ni cog-
nociesen sus grandes pecados: y sucedería de aquí que los crí-
menes gravíssimos remaneceriau no punidos, y los malhechores
reportarían galardón y provecho de sus iniquidades, y, por con-
siguiente, tomarían incentivo y esfuerzo ellos y otros para hazer
aquellos y otros mayores , y así quedarían todas las cosas desor-
denadas, y aquellas y las que cada dia se descubren y descubri-
rán infinitas repúblicas, quedan y estarán en muy grandes pe-
ligros de ser destruidas, robadas y oppressas, y al cabo des-
hechas sin ningún ser : antes raydas de la haz de la tierra como
todas las otras que vimos enteras tan poco tiempo a y agora vemos
sin quedar señal que en algún tiempo fuesen , del todo estirpadas y
425
perdidas ; todo lo qual es causar grandes inconvenientes de todas
las leyes reprovados, humanas y divinas. La 3/ razón es, porque
ya que fueran los dichos bienes suyos proprios , V. M. pudiera
justamente pedirles cierta' parte dellos y ellos fueran obligados á
darla de derecho natural y divino, como sea para effectuar la pre-
dicación y dilatación de la fe y propagación de la religión cris-
tiana y salvación de tan infinitos próximos; y así lo hazia Sant
Pablo , que de unas ciudades y provincias de christianos pedia é
tomaba dineros para los gastos que eran necesarios hazerse para
convertir y predicar a otros, como parece, 2, ad chorintios, 11;
la .razón désto es porque la Iglesia , como sea un cuerpo á seme-
janza de cuerpo natural , y la naturaleza cuando falta la virtud en
un miembro lo socorre y ayuda con los humores y virtud tomada
délos otros miembros, assí la persona que la Iglesia, ó parte
della govierna, tiene lugar y officio de la naturaleza, que quan-
do fáltala virtud temporal (o espiritual según el estado), officio
y comisión que en la Iglesia tiene, puede justamente pedir y tomar
de .unos para socorrer á otros, y ellqá tienen obligación de lo dar
y comunicar, y ésta es^ sentencia 'y doctrina sancta y verdadera
de los sanctos. La 4/ razón es : porque como todos los sobre-
dichos conquistadores y los que después se an aprovechado de los
yndios y los án oprimido y fatigado y muerto por les robar , ó
por coger con ellos oro, en ninguna manera se puedan salvar sino
restituyen todo lo que así an robado, adquirido y tan mal ganado,
si V. M. á.la susodicha restitución no los constriñe, nunca jamás
restituirán, y así nunca serán salvos. Luego gran bien y merced
V. M. les haze compeliéndolos á la dicha restitución y constribu-
cion, y por consiguiente es cathólica y justísima la susodicha
constitución y ordenacioíi que arriba pésimos. Y restarles a llorar
todos los dias que bivieren por sus grandes pecados, juntamente
por no poder sacar las ánimas que echaron á los infiernos, y por
los otros danos que á tantos próximos hizieron, que devieran de
amar como á sí mismos, los quales son tantos y tan imposibles de
recompensar, que aunque tuviesen dos estados tan grandes como
el de V. M. y los pusiesen en almoneda , no bastarían á satisfa-
cerlos: luego bien tienen que llorar todos los dias de su vida.
426
Puede V. M. también tener con ellos una buena industria , si
es servido llevar este hecho por mayor blandura y equidad, con-
viene á saber: que para los bienes que tuvieren, cuyos dueños ó
sus herederos no se hallaren , V. M, consulte al Papa informándole
muy particularizadamente de los daños y males que los christianos
en las Indias an hecho con la sciencia y voluntad de V. M. y los
cathólicos reyes pasados; y que porque V. M. agora que los a
sabido quiere remediar y reformar las Indias, para lo qual son
necessarias grandes sumas de dineros, que su Santidad conceda
una general composición que comprehenda á todos aquellos que
parte ayau tenido , como quiera que sea, que constituya en escrú-
pulo y cargo de restitución en los bienes ávidos en las Indias ó de
las Indias, señalada y especialmente á los que han sido participan-
tes en hazer los daños y males dichos y los an robado y mal to-
mado á los yndios ; y que señale que paguen la mitad de todos los
dichos bienes los que fueron por consejo , ayuda y favor inmediate
perpetradores de ios dichos robos, daños é insultos, que todos estos '
se dicen principales ; y los que por otras vías an sido participan-
tes en aver y gozar de los dichos bienes den á la composición la
quinta ó la sexta parte, y desta manera se podrán sacar de los de
allá y de los que ya están acá inmensa suma do dineros para los
gastos de la conversión y predicación , y será inextimable el bien
y la merced que á todas las Indias y á estos rey nos V. M. con
esto hará, asegurándoles las consciencias, no sólo délos seglares, y
que los dichos males an hecho y de los que parte an tenido en el
oro robado, de los quales todo este reyno está inficionado; pero á
todos los confesores que por esta causa biven en gran sospecha, si
hazen lo que deben, y turbación. Cosa es ésta que muchos de los
mismos delinquentes desean y á nosotros de muchos años acá nos
lo an platicado, y aun agora, viniendo para acá el obispo de Gua-
timala, nos lo dio en memoria ^, y rogó y encargó que lo nego-
* E! obispo de Gualimala de que aqni so habla era el P. Marroqnin y la ex-
presión «agora viniendo para acá» prueba que las Casas escribió este papel á poco
de llegar de dicho punto con encargo de llevar frailes de su Orden, y para dar
noticia al Emf)erador de loque en las Indias pasaba, esto es, hacia el año do 1542
ó 43, y antes de haber sido electo obispo de Chiapa.
427
ciásemos, y también lo escribió y suplicó á V. M. , y nosotros truxi-
mos la carta.
Pero los bienes que tuvieren , cuyos dueños fueren bivos ó sus
herederos, V. M, se los mandará restituir y tornar, como arriba
descimos, porque es oblij^ado á hazer justicia; y después de res-
tituidos á los yndios que fueron los despojados ó proprietarios se-
ñores, ó á quien de derecho los aya de aver, sabiendo los yndios
las mercedes que V. M. les haze y que an de estar seguros y en
su paz, ellos pagarán de aquel oro sus tributos adelantados, y
allende de los tributos, los frayles los inducirán á que presten
á V. M. el resto dello, haciéndoles entender como no se han de
gastar sino en su pro é utilidad, y cada año se pueden disminuir
de lo que de tributo avian de pagar, y así, dándolo junto y ade-
lantado, ternán algún descanso por algunos años, y desta manera
con la ayuda de nuestro Dios, V. M. terna muchos dineros para
los gastos de la dicha conversión de los yndios y población de los
christianos que se o vieren de enviar de acá y para suplir muchas
de las necesidades que acá tiene.
Y porque los christianos que están en el nuevo reyno de Grana-
da, que agora poco a que se descubrió, an hecho y oy hazen seña-
ladas y espantosas crueldades y matanzas en aquellos inocentes
yndios, vasallos de V. M. , justa cosa es que ninguna piedad V.M,
con ellos use , en dejalles un solo maravedí de quanto an robado
y roban oy, sino que todo se lo tome absolutamente , y solamente
V. M. les dexe las vidas, mandándolos desterrar á todos perpetua-
mente de todas las Indias, y en su lugar se pornáu en aquella
provincia otras personas que pueblen aquella tierra de las menos
culpadas que en las otras provincias oviere, y de las que de acá se
enviaran. Y en esto V. M. les haze muy grandes mercedes , con-
viene á saber , con dexalles las vidas , porque verdaderamente sus
delictos son tan grandes y de tanta ofensa de Dios y deservicio
de V. M., que con mili vidas que cada uno tuviese y con un reyno
tan grande como el de España, no los podrían satisfacer y pagar.
De lo susodicho se sigue que porque todos los thesoros y ri-
quezas que an traído de las Indias á estos reynos los que fueron
y se llaman y glorían de conquiatadores , que por sus manos los
428
robaron á los yiidios, son de V. M. y á nadie pertenecen después
de á los yndios sino á V. M. , como dicho es dezimos y affirma-
mos que se los pudo justamente tomar quando V. M. mandó to-
mar los dineros en Sevilla á, los que veuian de las Indias , y que
los juros que por ellos V. M. les dio, no se los pudo ni debió dar,
y si les hizo merced dellos fué subrreticia é invalida de derecho,
creyendo y estimando que les tomaba prestado lo que, era suyo,
no lo siendo sino de V. M. por avelle hasta agora celado y encu-
bierto la verdad los que eran obligados y tenian por oficio de de-
zírsela, y hazelle clara y cierta relación y información, así del
derecho como del hecho , según que^ en lo vno y en lo otro era y
pasaua, pues para esto comían su pan; y por esta razón justísima
y christiana y meritoriamente V. M. les puede tornar á tomar los
dichos juros que les dio , restituyéndolos á su real corona, y dé-
beles de bastar lo que' dellos hasta él punto que se los quitare se
ovieren aprovechado; y por esta manera desde luego desempe-
ñará V. M. muy gran parte de su real patrimonio , y en nuestras
consciencias decimos que V. M. lo puede y deve así hazer, lo
cual probaremos muy abiertamente delante de qudlesquiera le-
trados que V. M. mandare para ello juntar, loqual entendemos de
los que se llaman conquistadores, y no de los mercaderes , porque
otra razón es la de estos, aunque para delante del juicio de Dios,
no queden los mercaderes sin ser á mucha restitución, y aun algu-
nos con grandes culpas, como pro varemos, obligados.
^íío ignoramos que avrá quien diga á V. M. que tomar asi estos
dineros á los chistianos y compelellos á que restituyan lo que á
los yndios an robado y tiranizado, ya que la razón los convenza á
confesar que todo lo que en las ludias se a hecho aya sido muy
malo y que sean por ello obligados los delinquentes á restitución;
pero no embargante esto, dirán que V. M. no lo debe hacer por-
que dello se seguirán grandes inconvenientes. Uno de los quales
es que V. M. les ha dado licencia y provisiones para conquistar
aquellas gentes, y a enviado con sus poderes los Capitanes y Go-
' Al margen : «Las objecciones y contrarios que á lo de arriba se puede op-
poner.»
429
bernadores que an hecho las guerras , y en las guerras no puede
ser sino haver robos y males y crueldades; y ya que parezca
agora aver sido injustas, pero an sido hechas con autoridad de
príncipe, que es V. M., y que á lo menos, quanto al foro judicial,
ellos deven de ser seguros, y lo que V. M. una vez ovo aprobado
y con título de la tal aprovacion se a adquirido, no lo deve des-
pués reprovar, al menos de los que con la dicha autoridad y títu-
lo alguna cosa adquirieron, como quiera que ayan ya adquirido
derecho y les aya sido traspasado el dominio. Iten, V. M. dio el
hyerro para herrar los esclavos , por lo qual presuponía que podían
las dichas guerras ser hechas; y así, con esta confianza herravan
los esclavos, y al menos los yndios que erraron, tomados en las
guerras , no les deven de ser contados en el número de lo mal ga-
nado, al menos en el foro de V. M. El 2° inconveniente es, que
quanto á los yndios que an tenido encomendados y el oro que con
ellos an ávido, de las minas sacado ó dado de tributos , como este
sea beneficio y merced hecha por V. M., que es supremo Prínci-
pe, deve de ser perpetuo y permanecedero, porque de otra manera
es derogar á la dignidad real de V. M., y por tanto, si V. M. se lo
revocase, cosa indecente á V, M. seria, y á ellos seria perjudicial,
y en alguna manera parecería que por V. M. eran defraudados y
engañados por hazer confianza y tener seguridad de sus cartas
y poderes reales : que todas estas cosas de Príncipe chvistiano y
sapientíssimo dezirlas y aun sentirlas es gran crimen. El 3." in-
conveniente es, que si V. M. atentase quitalles los dichos bienes
provable cosa es que nasceria en todas las Indias gran escán-
dalo, y como los delinquentes son muchos, porque son todos
quantos españoles en las ludias ay, sacando muy pocos, podría
ser que hiziesen algunos alborotos, y muchos ó todos se amotina^
sen y perdiesen la vergüenza y obediencia á V. M., de donde
sucederían grandes males, peores quizá que los que ellos an
hecho, y esto todas las leyes lo aborrecen y repruevan, diciendo
que el Príncipe y el que gobierna en semejante caso, quando los
malhechores son muchos, por el escándalo que puede nascer, deve
de tolerar y dissimular el castigo y la punición , etc.*. Así que
dirán algunos que por evitar los dichos inconvenientes y otros, que
430
bien pensándolos podrían ofrecerse, V. M. no debe de tomallea
nada de lo que ya tienen ávido, aunque inicua é injusta y mala-
mente ávido; sino fuese quicá por la vía ya dicha de la composi-
ción, porque en ésta no ay duda que no sea segura á V. M. y
deseada por ellos.
A las quales objeciones respondemos generalmente, y dezimos
que los dichos inconvenientes alguna apariencia tienen delante de
los ojos de aquellos que tienen nuves muy gruessas de ceguedad
en sus entendimientos , porque cayó el huego de la avaricia y
ambición y de la crueldad sobre ellos , y no vieron el sol de la
justicia y verdad y de la ley divina, ni la claridad y horribilicjad
de las condenadas obras y hechos en aquellas inocentes gen-
tes cometidos , ni la corapassion que deven tener á los ya agra-
viados y la charidad que á tener son obligados para los que
están por salvar próximos, ni tampoco á la prosperidad del es-
tado real de V. M. y de todos estos reynos; pero á los que
tienen los ojos limpios destos ya dichos impedimentos y saben y
meditan la ley de Dios noches y dias , desvelándose sobre pospo-
ner todas las cosas que no son Dios, y aun á los que tienen algún
cuidado de servir fielmente á V. M. y aprovechar su real estado,
y se duelen de los detrimentos que vienen y pueden venir á su
patria y posponen su particular interese al bien común, otra
cosa parece y parecerá , pensándolo aun no con mucha indagación
y trabajo.
En particular, respondemos á cada argumento ó inconvenien-
te. Al primero dezimos que la intincion principal de V. M. y de
los reyes pasados no a sido que hagan guerras de principal in-
tento, sino que trabajasen por todas las vías y maneras que pu-
diesen de traer de paz aquellas gentes para que oyesen la predi-
cación de la fe principalmente, y después que se subjetasen al
real dominio ó regimiento de V. M., y esto llevaron todos los Go-
bernadores y Capitanes en sus provisiones ; y si alguna, por ven-
tura, llevó ó contenia otra cosa , fué subreticia y contra la scien-
cia y consciencia y poder de V. M. y por engaños y falsas suges-
tiones é informaciones ávida y alcanzada, y por tanto condenada
por la ley divina, y no fué de algún valor ni autoridad ni se pudo
431
de derecho por ella hazer cosa válida ni legítima , y de todas las
provisiones é instrucciones que les fueron dadas que contenian la
justa y recta y christiaua voluntad de V. M. y de los susodichos
señores reyes passados, una ni ninguna jamás nunca guardaron,
antes las hizieron todas frustratorias y defraudaron la intincion
real y de V. M., haciendo siempre el contrajo dellas; por manera,
que no solamente todas las guerras que hicieron fueron hechas
sin autoridad y licencia y sin poder de V. M. y de los reyes pa-
sados , pero todos los actos y obras que hizieron cerca y contra
los yndios , fueron carecientes de la dicha real licencia y poder y
autoridad, como estamos aparejados á provar cada y quando que
V. M. fuese servido que lo hagamos. De aquí se sigue que todas
las guerras fueron iníquas, injustas y semejantes á las que hazen
los ladrones quando andan á saltear, y, por consiguiente repro-
vadas y dañadas, no solo en el foro de Dios y de la consciencia,
pero también en el foro judicial de V. M.; y que no tuvieron tí-
tulo ni tienen á cosa de quantas robaron y malamente ovieron ni
adquirieron derecho, ni se traspassó en ellos dominio ni pudo tras-
passarse , porque en lo ávido por robos y tyranías no es posible
traspassar dominio ni adquirir derecho, como quiera que todo lo
que en todas las Indias au g-anado, si ganar se puede dezir, lo
ayan ávido ó robado en las dichas injustas y malvadas guerras,
con violencia despojando y robando y matando sus justos y natu-
rales poseedores, ó haziéndolos esclavos y vendiéndolos por lo
que los davan, ó echándolos y matándolos en las minas para
coger oro, ó después oprimiendo los demás con durísima servi-
dumbre, con la qual, como pestilencia mortífera an consumido á
V. M. nueve y diez cuentos de ánimas y despoblado más tierra en
la gran Tierra Firme que ay de Sevilla á Hierusalem dos vezes,
sin muchas islas de maravillosa grandeza.
A lo del hierro decimos lo arriba dicho , que con falssísimas
suggestiones é inníquas y mentirosas informaciones y con impor-
tunación grande y casi por violencia, lo han sacado á V. M.,
haziéudole entender que era menester hazer guerra á los yndios
para atraellos á Dios y á V. M. ; y este es error y heregía dañada
contra la ley de Jesu-Cristo y contra sus obras y palabras y doc-
432
trina, y contra la doctrina de Sañt Pablo y canónica, y contra toda
la apostólica costumbre de toda la universal iglesia. Ítem, yaque
á sabiendas y de cierta sciencia diera V. M. el dicho hierro, lo
cual es falso, entendíase conceder V. M. el dicho hierro, supuesta
la justicia y rectitud de las guerras, y no para que injustamente
los guerreasen ni herrasen á los hombres inocentes y que nunca
hizieron ni hazenmal anadie, y que justamente hazen guerra de
defensión natural contra gente tan desalmada y cruel como son
los cristianos que alas Indias an ido, que tan cruel é inhumana-
mente y tan sin misericordia y sin causa los han perseguido y
destruido, solamente por roballos y sacallos oro ; y, por tanto, no
solamente V. M. no aprovó cosa de todas cuantas los cristianos en
las Indias an hecho , pero reprovólas tácitamente por sus reales
cédulas, provisiones é instrucciones, mandando el contrario, y
muchas se hallarán por las quales V. M. las reprovó expressa-
mente, y es muy cierto que cada y quando que á noticia de V. M.
llegaran las reprovara en particular, como de necessidad lasa
dereprovar, pues son reprovadas de Dios y de toda ley justa,
humana y razón natural; y, por consiguiente, á ninguno de los
que hizieron esclavos tan injusta y tiránicamente tienen derecho
ni á cosa de todas las que por esta vía ovieren , ni traspasó ni
pudo traspassar dpminio en ellos , antes son obligados á satisfazer
á los yndios que hovieron esclavos , todo lo que con ellos ganaron
y las grandes injurias y daños que en hazellos esclavos les hizie-
ron como los anichilasen y matasen civilmente, á la qual calami-
dad ninguna es comparable, y por ello incurrieron en grandes
penas que los derechos dan á los plagiarios, los quales escedieron
á quantos en el mundo plagiarios fueron, allende de las grandes
matanzas que dellos an hecho poniéndolos en las minas, donde an
muchos cuentos de hombres perecido : por lo qual á V. M. deven
devdas infinitas que jamás las podrán pagar por averie destruido
tan infinitos vasallos.
Al segundo argumento respondemos en quatro maneras: la
vna, que si V. M. les hizo merced y beneficio de los yndios enco-
mendados , fué fundada sobre falsíssimas y dañadas suggestiones
é informaciones, y por tanto surepticia é invalida de derecho,
433
porque hizieron entender á V. M. que la avian servido y echado
cargo, aviéndole deservido y ofendido más gravemente que hom-
bres nunca jamás offendieron y desirvieron á ningún Principe,
por los quales deservicios y offensas, si V. M. fuera de la verdad
avisado', está claro que no les hiziera mercedes, antes los puniera
y castigara como ellos eran merecedores con crueles castigos , y
por tanto, agora que V. M. sabe la verdad, puede justamente re-
vocar el dicho beneficio y merced , y tomar todos los fructos que
della an sucedido como cosa agena , ó de los mismos á quien se
robó y usurpó si viven, ó de V. M, que sucede en los bienes va-
cantes, si no son vivos los yndios cuyos eran ó sus herederos, y
justamente los puede aplicar para la población y reformación de
las tierras y reynos que ellos an destruido , porque la intincion
del Principe se a de presumir que no es otra de la que según ley
y razón debe de ser. ítem, el privilegio y merced ó gracia y con-
cesión del Principe, nunca se estiende ni se entiende estender á
los casos no pensados ni imaginados, como es éste, y por tanto
ninguna gracia, ni merced, ni beneficio, ni privilegio á quien no
se estiende ni llega la scicncia ó intincion del Príncipe es válida
de derecho, porque no tiene fundamento, que es la intincion y
voluntad del príncipe. La segunda dezimos, como éste sea bene-
ficio, ó, por mejor dezir, maleficio tan perjudicial que destruye
todas aquellas gentes y asuela y despuebla todo aquel mundo, al
momento debe de ser quitado, y el mismo derecho y ley natural y
divina lo anulla é invalida como si no fuese concedido; porque
todo privilegio, gracia ó merced que comienza á ser dañoso, luego
por el mismo derecho muerto es, revocado ipsojure: y el derecho
vivo y animado que es V. M. lo debe luego de revocar por obra
y de hecho, y porque desde luego que se concedieron los yndios,
y antes que se concediesen, por las injustas guerras comenzó á
ser dañoso y destruitivo del linaje humano , cuya mayor parte
está en las Indias, y desde luego el derecho natural y divino lo
anuló, y en cuanto en sí fué lo revocó ; por tanto, todo lo que por
vía ó causa de dicho privilegio , ó gracia ó merced se adquirió,
fué robado y mala é injustamente ávido, así como careciente de
fundamento y auctoridad jurídica y de toda justicia; y por con-
Tojio LXXI. 28
434
siguiente, cosa decentíssima y justissima y necesaria es á V. M.,
no solamente revocar luego y de hecho tan dañosa y pestilencial
gracia y merced, como cosa que le destruye tantos reynos y gen-
tes, pero todo lo que della a salido y con ella ó por ella se a adqui-
rido y ganado , y esto es conforme á todo derecho , y así no los
engaña ni defrauda V. M. ni haze perjuizio como no les quite
nada de lo suyo, antes ellos an engañado y defraudado y deser-
vido á V. M., y robado y destruido sus vasallos y despoblado sus
tierras ; y justa cosa es, y de principe cristiano , que los fuerze á
hazer la debida restitución, sin la qual no podrán salvarse como
arriba diximos. La 3.'' razón es, porque dado que esta conce-
sión , ó merced , ó gracia, ó privilegio, fuera licito dársela , lo qual
negamos como por las razones dichas parece, y por otras veinte
razones inconvencibles que leímos en los memoriales ante la con-
gregación que V. M. mandó ayuntar ^, porque an usado mal
della y con tantas ofensas de Dios y daños de sus próximos y
deservicios de V. M., y perdición del patrimonio real, indigníssi-
mos eran de gozar más de dicho beneficio, gracia ó privilegio,
conforme á los derechos comunes fundados en razón natural y
divina; y, por consiguiente, nodeve de ser duradero, antes si du-
rase por su abuso ó mal usar dellos, seria acabar de consumir todo
aquel mundo , y permitillo V. M. no podria ser sin gran ofensa
de Dios y peligro muy cierto de la imperial y cristiana ánima
de V. M. La 4.* razón es , porque todo el tiempo passado des-
pués que se descubrieron las Indias, al menos de quarenta y
dos años acá de que somos testigos *. hasta oy, a sido todo tiempo
de tyranía, y no qualquiera, sino la más horrible y cruel y endia-
blada tyranía de quantas en el mundo acaecieron : como V. M. sea
justissimo rey y aya y deba de reformar aquellas tan grandes
quiebras y roturas y perdiciones , al menos en quanto le fuere
1 Se alude á la primera junta de Valladolid, celebrada, como se lia dicho,
én 1542, y las veinte razones de que aquí se habla, son las alegadas en apoyo
del 8.* remedio en ollas propuesto, y que consiste en la libertad do los indios,
2 Este dato corrobora la fecha que'hemos asignado á este papel, pues habien-
do llegado Las Casas á la Española en 1301, en el do 1643 llevaba cuarenta y dos
afios do ser testigo de lo que en las Indias pasaba.
435
possible, porque tantas gentes no podrá resucitar ni sacarlas
ánimas que arden en los infiernos , ni mandalles satisfacer los
grandes agravios temporales y corporales que an rescibido ; y
quiera V. M. poner orden y justicia en aquellas tierras, donde
nunca la a ávido, y por consiguiente sobrevenga tiempo felice de
justicia, y reformación, y orden y paz. Entre las cosas que V. M.
a y deve de hazer, lo principal es declarar por injustas y tiráni-
cas, y malas y nefandas é invalidas de derecho quantas cosas
en las Indias se an hecho y cometido y mandar restituir y satis-
fazer y tornar en su prístino estado á todos los agraviados, en
quanto fuere posible , y por consiguiente, es y será revocado el
dicho beneficio y merced como cosa nociva, injusta, tyránica y
destruidora de aquellas gentes, y sacada y ávida de V. M. por
falsas é iníquas suggestiones: y allende desto todos los bienes
que V. M. les tomara para la susodicha restitución , población y
reformación parecerán no ser suyos sino ágenos , y ellos aver sido
hasta agora injustos detentores y de mala fe poseedores, como en
la verdad lo son, y V. M. sonará por los oydos de todo el mundo
justo y cathólico Rey y cultor de toda justicia, príncipe y resti-
tuidor de la paz y sosiego y consolación de sus vasallos , des-
truidor y desterrador de tan brava y cruel tyrania, aplacador de
la ira que Dios por tan grandes estragos y pecados tiene sobre
toda España, y áperejador de los caminos legítimos y reales para
que crezca y se dilate su santa fé cathólica y culto divino .
Quanto al 3." argumento dezimos que en dos partes ó reynos no
más en estos tiempos de agora podria aver peligro en todas las Indias
de inovediencia, ó motin ó rebelión: el uno es en la Nueva España
y el otro en las provincias ó reynos del Perú, porque en todas las
otras partes no ay aparejo para que hombre alce la cabeza contra
la voluntad de V. M., antes sólo iir^ bachiller con poder y cartas
de V. M. los sojuzgará todos. La razón es esta: porque en todas las
otras partes donde ay cristianos españoles, son pocos y no se po-
drán atrever á hazer ningún alboroto ni levantamiento que no sean
luego atajados, presos y sojuzgados. Para los dichos reynos Nueva
España y el Perú tenellos V. M. seguros será desta manera. En
la Nueva España lo primero que se debe hazer es sacar de la ciu-
436
dad de México y de la ciudad de Guaxaca y de la de Mechuacan
doze ó quince y veinte personas , los más peligrosos y vulliciosos
hombres y que más presumpcion de si mismos y de los yndios
y riquezas que poseen tienen, enviando V. M. cédulas en blanco
al visorey, por las quales los envié á llamar diziéndoles que V. M.
se quiere informar dellos ó que toca á su servicio hablalles, y vno
agora y otro otro dia, y vno embarcado, al otro que se le noti-
fique la real cédula, de manera que en dos meses ó tres podrán
salir la mitad dellos ó todos, que el uno no sepa del otro, ni el
otro del otro ; y después de venidos á esta corte V. M. les dilatará
su propósito hasta que todos sean venidos y salidos de aquellas
tierras, y entonces declaralles a como no es su voluntad que tornen
á las Indias, y podrá V. M. hazellos merced acá de alguna cosa
en que vivan, y tomalles a toda la hazienda que .allá dexaren
para su fisco muy justamente, y luego mandarse a apregonar en
Sevilla que ningún maestre de navio, ni piloto, ni marinero sea
osado de llevar ninguna persona que no sea vista y examinada
con sus ojos de los officiales de la casa de la contratación de Se-
villa , y á los dichos officiales mandalles en particular y secreta-
mente que no dexen pasar hombre de aquellos , todo esto so gran-
des penas. Estos salidos, segura queda la Nueva España y sin
ningún peligro, governándola el visorey con el audiencia real, al
qual dexe V. M. el cargo, que no se dormirá en la providencia y
governaciony guarda dellos como le conste que la determinada
voluntad de V. M. es ésta. Porque como los yndios le amen
mucho, por el favor que les a dado y defensa de las tyranias que
padecen que les a hecho, sabiendo y experimentando después de
la merced que V. M. les haze en los incorporar en su real corona,
V. M. crea que no bastará español ninguno á levantarse, que los
mismos yndios con el favor del visorey, y cognosciendo que sir-
ven á V. M., no lo sojuzguen y reduzgau al servicio de V. M., y
no será mucho que en algún tiempo asi pase y Dios asi lo ordene
en pena y pago délos testimonios que muchas vezes los cristianos
les an levantado, haziéndolos levantadizos por hacellos esclavos, y
por hazer entender á V. M. que tiene gran necessidad dellos para
que tengan segura la tierra, todo á fia que no se los saquen de
437
su poder por oprimillos y servirse dellos y ser siempre señores con
la sangre de sus próximos.
En quanto á los reynos del Perú, lo primero que nos parece
que se deve hacer es, que V. M. mande luego reformar el Audien-
cia real que está en Panamá, que desde su principio estava de-
dicada para que estuviese y se asentasse en el Perú, y por avella
allí detenido el Cardenal * an acaecido los grandes males passados
y presentes , y V. M. a sido en ello muy malamente deservido; y
mandará V. M. poner en ella personas muy egregias y de mucha
virtud y justicia, porque las que agora en ella están no son per-
sonas dignas de estar en ella ; la cual , reformada y perfecta en su
número, luego la mande V. M. passar al Perú y asentarse en la
ciudad de los Reyes; y tomada toda la suprema jurisdicción de
aquellos reynos mansa y prudentemente , lo qual más fácilmente
y mejor se hará si Vaca de Castro es bivo ^ y está apoderado por
V. M. en la tierra, como esperamos en nuestro Señor que será:
mostrará la dicha Audiencia á todos voluntad de hazer justicia y
desagraviar de las cosas pasadas , y por obra lo cumpla en lo
que tocare á pleytos civiles y determine en ellos lo que con-
viniere, y oigan en los criminales y nunca determinen, espe-
cialmente en los graves , cerca de las pendencias de entre Pizarro
y Almagro, sino que todo lo á esto tocante remitan acá á V. M.,
porque si allá se determinase alguno, quizá podria recrecerse es-
cándalo. Entre tanto, tengan los oidores ojo y consideración á las
personas que son bulliciosas y peligrosas, y las que dellas se qui-
sieren venir, á estos reynos con qualquiera color que pretendieren
denles libremente ligengia y favorézcaulos para ello, y aun finjan
que los envian con alguna relación ó para que informen á V. M.
acá si vieren que conviene , y envien á llamar á las personas prin-
i No caigo en el Cardenal á que se refiere aquí Las Casas , aunque debe ser
Granvella que gobernó el reino á título de Gran Canciller.
2 Nuevo dato para fijar la fecha de este escrito, pues Vaca de Castro salió
de Castilla en -1541: durante su Vireinato llegaron á su colmo los desórdenes del
Perú, y desembarcó en Lisboa en 1545 y estuvo preso en Arévalo doce años,
saliendo al fin libre y restituido en sus honores y premiado con una encomienda:
su hijo, D. Pedro, fué Arzobispo de Sevilla.
438
cipales del Cuzco y del Quito y de las otras partes ínás distantes
para vellas y comunlcallas y teuellas allí en palabras alc^un tiem-
po, como que quieren informarse dellas de las cosas de aquellas
tierras, et., ct.*; y porque el secreto es la cosa más principal y
sustancial y necossaria en este negocio, V. M. deve enviar entre los
otros oydores uno muy señalado, y á éste dalle poder de presidente
entre ellos, hasta que V. M. otra cosa provea, y á éste tal se fie
este secreto y lo que más se deva de fiar, porque quizá alguno de
los otros no tome amistad con alguno de la tierra ó se corrompa
con dineros ó de otra ilícita manera; y todos estos oidores deven
ser escogidos que no tengan pariente ni devdo alguno en aquella
tierra, señaladamente el que V. M. oviese de hazer principal
entre ellos. Esta Audiencia apoderada en la tierra y exercitando
la jurisdicción real, V. M. deve proveer y mandar muy secreta-
mente, no fiando este negocio sino de su real persona y de pocos
que lo sepan, que vaya el visorey D. Antonio de Mendoca , y passe
á los dichos reynos del Perú con poder complido de V. M. sobre
el Audiencia real y sobre todos ; y passado allá él ordenará toda
aquella tierra y la assegurará y assentará sacando los que en ella
no conviniere estar, conviene á saber el hijo de Almagro princi-
palmente, y todos sus allegados y los que presumieron de favo-
recer y se oviereu señalado por qualquiera de las partes, Pifarro
ó Almagro, porque no convienQ que hombre tocante á cualquiera
de las dos parcialidades viva ni quede en toda aquella tierra, ni
hombre de los que por sí se oviere mostrado presumir de capitán, ó
cabeza de vando, ni hombre bullicioso ó peligroso; y para los echar
de la tierra y enviar á V. M. á Almagro, el dicho visorey terna
maneras diversas y buenas para los entresacar y mandarle a en-
viar V. M. algunas cédulas en blanco para que allá en esta
materia se aproveche dellas, como diximos en lo de la Nueva Es-
paña. Echadas las personas peligrosas y escandalosas de la tierra,
assentará el dicho visorey las governaciones y porná personas en
ellas no poderosas , fastuosas, como agora las ay en las Indias,
sino como diximos en el 7." de los universales remedios, perso-
nas moderadas y mediocres, que sean corregidores de la manera
que lo pueda ser un honrado vezino , por cscusar gastos de V. M.
439
y muertes y tyranías que los Gobernadores , más que otros,
suelen en los yndios y aun en los españoles cristianos, por-
que solas las audiencias reales conviene que tengan la jurisdic-
ción universal, y todos los otros muy limitada y siempre el freno
en la boca, y esto es cosa que mucho toca al servicio de V. M. y
prosperidad de aquellas tierras. Todo lo susodicho puede hazer el
visorey en dos años , y se podrá tornar á la Nueva España , y en-
tonces podrá muy bien disimuladamente y sin escándalo ó incon-
veniente alguno traer consigo el hijo de Almagro á la Nueva Es-
paña, y de allí enviallo á V. M., si quicá antes no le pareciere
que se offrece caso y coyuntura, en la qual lo pueda enviar desde
el Perú, lo qual su discreción lo podrá ver y juzgar.
Conviene que V. M. envié al dicho visorey á ordenar las quie-
bras y desórdenes del Perú: lo uno por su mucha prudencia y sa-
biduría y experiencia que ya tiene de los españoles que están en
las Indias ; lo otro, porque está muy cerca y á mano que en obra
de ocho ó quince dias puede estar desde la Nueva España en el
Perú; lo otro, porque no haya estruendo ó sonido, y quando no se
cataren estará con ellos ó dará sobre ellos; lo otro, porque ahorra-
rá V. M. muchos gastos que hará acá, si desde luego oviese en
esta coyuntura de enviar persona desde acá ; y por otros muchos
provechos que dello se cognoscerán ; y para que la Nueva España
quede con el resuello del visorey, mande V. M. passar allá á su
hijo D. Francisco, que diz que es persona prudente y que parece
bien á su padre , el qual podrá quedar en su lugar ayuntado y
acompañado de la real audiencia que está en México y pierde
V. M. della cuidado. Todo esto emos dicho sin saver lo que Vaca
de Castro a hecho , pues no se sabe si es bivo, porque si es bivo,
según lo que allá él pudiere hazer, lo qual creemos que será mu-
cho con los poderes de V. M., entonces podrá V. M. mandar pro-
ueer lo que á su real servicio fuere necessario.
Después de vuelto el visorey á la Nueva España, ó para el tiem-
po que se deva de bolber, conforme á la voluntad de V. M,, man-
dará V. M. prever de la persona que fuere servido para que sea en
aquellos reynos del Perú visorey. Este a de ser persona de gran
calidad, prudencia y sabiduría, discreta, generosa, temerosa de Dios
440
y muy fiel á V. M., y que ten^a acá mucha hazíenda en estos rey-
nos, que sea como prenda de su fidelidad, y la principal prenda será
ser de generosa sangre, como un hermano ó hijo de algún grande
de Castilla á quien V. M. más ame y cognozca que mejor lo hará.
A esta tal persona mande V. M. dar muy suficiente salario, y no le
haga mercedes allá, sino acá se las haga muy largas á él y á sus
hijos, si los tuviere: porque todo esto se requiere que concurra en
la persona que V. M. á de enbiar á reformar y governar aquellos
reynos del Perú. Estas cosas, guiadas y efectuadas por la manera
susodicha, V. M. esté seguro que cessarán todos los inconve-
nientes ó escándalos que podrían offrecerse é inventarse , y así
parece que el tercero argumento ó inconveniente cessa del todo
con esta provisión , y V. M. seguramente podrá mandar remediar
y reformar sus Indias, y acrecentar y asentar y perpetuarse an
sus rentas y thesoros, los que agora no tienen sino nada ó quasi
nada en todas las Indias , por la gran culpa de los que las an go-
vernado; y averse an gran suma de dineros desde luego, así para
los gastos de la dicha población de cristianos y conversión de los
yndios , como para complir muchas de las necessidades que V. M.
padece acá.
Todas las cosas susodichas que arriba emos escripto cerca de
aver V. M. los dichos dineros y tomallos á los que en las Indias
los an robado y usurpado á los yndjos , vasallos de V. M., y sacá-
doselo de sus sudores y vidas por sus tyranías y opressiones, para
empleallos de la manera que dezimos , afflrmamos y certificamos
á V. M. que lo puede hazer V. M. con sana y sancta consciencia;
y nosotros dezimos que sobre nuestras consciencias lo puede y
deve V. M. hazer, y que merecerá ante el acatamiento de Dios
grandíssimos premios en la vida eterna.
441
APÉNDICE XXX '.
PARECER DE D. FR. MATIA.S DE SAN MARTIN, OBISPO DE CHAR-
CAS, SOBRE EL ESCRÚPULO DE SI SON BIEN GANADOS LOS BIENES
ADQUIRIDOS POR LOS CONQUISTADORES, POBLADORES Y ENCO-
MENDEROS DE INDIAS. — RESPUESTA DADA AL ANTERIOR ESCRÚ-
PULO, POR EL OBISPO D. FR. BARTOLOMÉ DE LAS CASAS.
Visto por nos , frai Mathías de san martin, maestro en santa
theología j Obispo de las Charcas, el gran escrúpulo de coDCiencia
que con razón se tiene de los bienes ganados en Indias , especial
en el descubrimiento dellas, y en las primeras conquistas de in-
dios bárbaros é infieles, para quietud de la conciencia de los
confesores, que xpiaua. y catliólicamente sienten de dios y lo ne-
cesario á la salud eterna, pareció convenir hacer un epílogo ó capi-
tulación abrebiado de lo que por experiencia he visto en indias, en
espacio de veinte y cinco años, de agravios que en aquellas pro-
vincias se hacen á los naturales, para que el confesor discreto
tome pulso, quándo a de mandar restituir, dónde y cómo, para
poder absolver al penitente que ansí se le ofreciere , é se ha de
informar de los capítulos siguientes:
Primeramente, si es conquistador, descubridor de los prime-
ros que conquistaron ó descubrieron las provincias ó reynos del
Perú, de cuyos bienes ha gozado, ó si es sucesor de los primeros
que allá llaman pobladores encomenderos; porque los primeros
conquistadores é descubridores, según verdadera xpiandad. y
cathólica theología se deve tener por averiguado , que cuanto
poseen é han llevado por tributo de los bichos indios que ansí des-
cubrieron ó conquistaron, son mal llevados, é que no los pueden
llevar, porque no guardaron las condiciones de buena guerra , ni
* Archivo de Indias de Sevilla.
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conquistaron guardando ley natural ni divina ni umana , canó-
nica ni civil por seguir su propio interese; por tanto, la culpa
de estos es irremediable umanamente, y es causa de los agravios
y culpas que se cometieren contra los dichos indios in poster sem-
piternus; porque allende de no guardar ley como dicho es , tam-
poco guardaron lo que el rey les mandó por instrucción , ni los
daños que hicieron se pueden tasar; y sujetaron la tierra, y á
los moradores hicieron tributarios, no sabiendo el rey ni sus suce-
sores los capítulos en que herraron , poséenlo como cosa propia y
pasa ya como juzgada y averiguada, y pasará hasta la fin del
mundo que las indias del Perú sean sujetas al rey de spaña; y á
esta causa, los que agora poseen , guardando las leyes é condicio-
nes que el rey les pone en la cédula de encomienda, paréceme que
pueden llevar los tributos con buena conciencia tasados y mode-
rados , tratando bien á los indios que ansí le fueren encomendados,
y dotrinándolos en policía, natural é xpiana.; y en aquello que
faltaren , serán obligados á restitución y en este capítulo me quiero
declarar más, porque es materia que lo pide.
Por tanto, digo que los primeros conquistadores fueron tan
amigos de su interese , que en todo lo que hicieron yva delante el
interese, de suerte que ellos propios con sus hurtos y robos justi-
ficaron la causa á los propios naturales para justamente defen-
derse y no dar crédito á cosa que dixesen ; é ansí sujetaron la
tierra, robando y matando y no guardando, no digo ley divina,
pero ni aun natural; ya estos murieron , y si algunos quedan no
son parte para deshacer lo mal hecho que todos hicieron , porque
puesto que sabemos de muchos particulares el nefando modo que
se tuvo en el descubrir y poblar , no puede haber probauza bas-
tante y caval para que los reyes de spaña, legítima y jurídica-
mente no posean y tengan sujetos aquellos reinos , y por tributa-
rios á los naturales dcllos; y por tanto entienda bien el lector
que esto leyere, que los reyes de spaña poseen jurídicamente los
reynos del Perú y las demás indias descubiertas, porque las
poseen bona fide y no puede aver probanza bastante en contrario ni
suficiente; pero no obstante esto, los que fueron causa que los
reynos se ganasen como se ganaron y sujetarse como se sujeta-
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ron, son obligados á restitución de todos los males consentidos, la
cual culpa tengo por irremediable, como dicho es, y si alguna per-
sona obiere que diga ó afirme que los indios infieles se pueden
conquistar é sujetar é hacerlos tributarios, sólo por no ser xpianos,
y por ser bárbaros . digo y afirmo que le pueden quitar nombre
de xpiano., é que del se podrá decir que no tiene entendimiento,
pues no entiende con quánta libertad quiere Dios que el hombre
se torne xpiano., y á su tiempo porné por concluso, que sola ley
natural es la que muestra á los hombres quándo son dignoá de
ser conquistados y tributarios , y quándo nó ; de donde el discreto
confesor podrá entender la diferencia que hay entre el primer con-
quistador de indios y segundo sucesor, porque el primero proce-
dió abrrutamente y sin discreción y prudencia y temor de Dios en
la conquista , guiándole su propia codicia é interese ; el segundo
poblador y sucesor , posee por cédula real de encomienda de su
rey y señor natural y principe universal , el cual posee aquellos
reynos boiia fide y descarga su real conciencia con cédula de en-
comienda especial á fulano, ó á fulano, Pedro, Juan ó Martin, en-
comendándole tal ó tal repartimiento con que tenga cuidado délos
indios que se le encomendaren , en criarles en policía natural é
xpiana. y ampararles é defenderles é mirar por ellos, y por este
cuidado los tributos que el propio rey avia de llevar los traspasa
por cédula real en el encomendero; é ansí, si el encomendero guar-
dare las condiciones é leyes de la cédula de la encomienda real,
podrá llevar los tributos con buena conciencia tasados y modera-
dos, y sino nó, porque, como es dicho, en aquello que faltare será
obligado á restitución: y á lo que yo entendí , por lo que tantos
años he visto y por experiencia he conocido , bien creo que ay
pocos que cumplan la cédula de su raag.'* , y por esto es muy
necesario que los confesores sean discretos y sabios , y más los
predicadores; é que á indias no dexen pasar clérigos ydiotas ygno-
rantes, porque los defetos que en este caso cometieren yrán á cargo
de quien les diere licencia para pasar y para confesar y pedricar.
Lo segundo , ha de preguntar el discreto confesor, si es el tal
penitente encomendero en el Perú ó en otras partes , de los que
gozaron de sus repartimientos sin tasa real, é qué tiempo é añosj
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gozó del dicho repartimiento sin tasación, sino á sabor de su volun-
tad pedia á los indios por tributo la cantidad que se le antojaba,
porque si ansí es, todo aquello que les llevó fuera de razón y tri-
buto moderado conforme á la calidad de los indios y á la posibilidad
dellos, y el rescate dellos y á los frutos que sus propias tierras dan,
será obligado absolutamente á restitución, lo qual se podrá bien
entender por la tasa real que después se dio, y ésta faltando por la
discreción de buen varón, entendido el número de indios del repar-
timiento y la calidad de la tierra y provincia donde moran, y los
frutos della y los rescates y trato de los dichos indios, é entendido
la cantidad é millares de dineros de que se aprovechó, y el tiempo
é años de que de los dichos indios se servio, fácilmente se podrá
conocer lo que será obligado á restituir: esto sea entendido guar-
dando siempre las condiciones de la cédula real de la encomienda.
Y si el tal encomendero y señor de repartimiento de indios,
no oviere gozado de los tributos y servicios dellos sin tasa real, sino
con tasación hecha y con autoridad real, han se le de preguntar
los capítulos siguientes:
Primeramente , si se aprovechó de los dichos indios en cosas ó
en más que la tasa le dava licencia , ó si les pidió mayor cantidad
de oro ó plata, ó ropa, ó ganado ó comida, é lo que ansí fuere
demasiado mandarlo restituir.
Yten, si les pidiólos tributos ansí tasados en cosa determinada,
conviene á saber: si la tasa decia que tal repartimiento fuese obli-
gado á dar cada un año á su encomendero amo y señor veinte mil
ducados en oro ó en plata , si viendo el encomendero ó sus mayo-
res que pidiendo la paga de los veinte mil ducados, no en oro ni en
plata , sino en comida , conviene á saber , en mays , en coca ó en
ohuno, ó en quinna y en otras diferentes comidas de indios le
vernia mayor provecho , y dixese á los indios no quiero la paga
de los tributos en oro ni en plata , sino en la tal comida ó en al-
guna parte della; por tanto, págame en coca ó en mays, ó en otra
comida los tributos deste ano al precio que en vuestra tierra vale;
pagado ansí ha de notar el discreto confesor el gran daño y
grande agravio que se les hace á los pobres indios, porque allende
de no poder ellos granjear en sus propias sementeras por pagar
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los tributos en la comida á que su amo les pide , acontece, é yo lo
he visto , morirse gran cantidad de indios de hambre que pasaban,
en número de más de veinte mil , porque los amos le sacaron la
comida, é compravan cada anega á dos pesos, y se la hacian lle-
var á las minas de los Charcas , y las anegas que los propios in-
dios darian en su tierra á dos castellanos al dicho encomendero,
su amo, las vendia él ó su mayordomo en las Charcas á quarenta
ó cinquenta castellanos; esta es fuerza, y allende de ser grave
pecado , está obligado á restitución á los dichos indios de toda la
demasía que subió el precio con. el trabajo de los dichos indios, y
con dar ellos su propia hacienda ; é yo vi en las provincias del
Collao, por lo sobre dicho, todos los caminos arados y cabados de
los propios indios, moradores de aquellas provincias, buscando
raíces de yerbas para sustentarse y morir de hambre por los cami-
nos , porque sus propios amos le avian sacado la comida en el
modo sobre dicho.
Yten , si les demandó indios para hechar á minas , y que nú-
mero de indios ; aquí ay dos cosas , si eran minas de oro ó plata
que estaban fuera del temple de su naturaleza, conviene á saber:
si siendo sus indios de tierra caliente los echaba en minas á sacar
oro ó plata en tierras frias, ó, por el contrario, si siendo de temple
ó calidad fria la tierra de los propios indios , les hacia ir á sacar
oro ó plata á tierra caliente, como en las minas de Caravaya,
donde fué fama que murieron en los rios de Caravaya sobre más
de cinquenta ó sesenta mili indios; esto el discreto confesor ó juez,
savrá quán gravísima culpa es é quán mal llevada la pecunia
que tal sudor y tales vidas cuesta.
Yten, si hechando indios á minas los dio algún xpiano.
español que anduviese con ellos, con quien tuviese hecho con-
cierto ó compañía, en tal manera que de todo lo que hiciese sacar
á los indios, trabajando desde por la mañana hasta la noche, le
cupiese al dicho mayordomo, que allá llaman calpiste ó sayapaya,
laquarta ó quinta parte; el qual mayordomo, porque le quepa
más , hace que los indios trabajen en la mina sin levantar cabeza
desde la mañana hasta la noche y sin dejarles un punto des-
cansar, é á esta causa se han muerto muchos.
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Yten , si trayéndolos á las minas les dava jornal por su trabajo,
ó si les dava comida bastante, ó si les ponia determinada tasa en la
que cada dia avian de sacar y dar, por cuya causa muchas veces
los pobres indios, por grandes pluuias, ó por indisposición propia
no podian sacar la tasa ordinaria , que ellos allá llaman qrulla,
y vendían sus propias ropas y hacienda ó la pedian de limosna
entre sus amigos para pagar á sus amos , por miedo del castigo.
Yten, en las sementeras se ha de pedir lo mismo , porque allá
se ha usado hacer compañía el encomendero con el expiano., cal-
piste ó mayordomo que ponen en las sementeras; que de todo
aquello que hiciese sembrar y cojer á los indios, le dará quarta ó
quinta parte, &., éste es el mismo caso de arriba.
Yten, preguntará el discreto confesor, si eccedió en el número
de indios que pidió para hechar á minas , conviene á saber : si el
repartimiento era de mili indios, avia de dar cient indios para mi-
nas ó ciento y cinquenta si les pedia mayor cantidad, á cuya causa
agraviava á todo el repartimiento, porque dejaban de hacer sus se-
menteras y sus haciendas para cumplir la voluntad de su amo.
Yten, si andaban en las minas los indios á costa del encomen-
dero ó á su costa propia, como se suele hacer, contra toda justicia
y razón , y lo mesmo se ha de preguntar de los indios que vienen
á servir de sus tierras á la ciudad donde sus amos viven , porque
se suele acostumbrar venir los pobres indios á servir de léxos
tierras á sus amos , á su costa y andando, sirviendo y ocupados en
el servicio ordinario , acabárseles el caudal para poderse mantener,
y morir en el propio camino de hambre á la buelta.
Yten, se ha de preguntar si á los indios que ocupó en meusa-
ges ó en cosas particulares, si les pagó su jornal, lo convenido
con ellos , lo qual allá se suele pocas veces pagar.
Yten , se ha de preguntar en los rescates, si hizo tomar á los
indios cosa por fuerza para que se la rescatasen ó vendiesen , que
es lo mesmo, ó se la trocasen por carneros, conviene á saber, pasa
desta manera : que viene el encomendero ó su mayordomo á su
repartimiento de indios, y hace llamar á los principales curacas del
y dales de beuer , y contentos háceles un parlamento en esta ma-
nera: «curacas, ya sabéis que os tengo por hijos, é puesto que tengo
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necesidad de dinero , no os quiero pedir más tributo del que me
aveis dado en este año, pero por hacerme placer, que toméis estos
cien cestos de coca , y me los hagáis rescatar entre vuestros indios
á trueque de carneros ó de ovejas,» entonces los curacas ó caciques
por miedo de no desagradar á su amo, huelgan de tomar los
dichos cestos de coca, y repártenlos entre los principales para
que cada uno dellos haga tomar por fuerza á los pobres indios,
vasallos y subditos la coca que les parece , y tómale las ovejas
que le halla; y de doscientos ó trescientos ducados que le pudieron
costar los dichos cestos de coca, hace sacar de valor, con esta fuerza
y alabo engañoso , más de mili castellanos ; y lo mesmo el discreto
confesor terna entendido que podrá acontecer en cualquiera otra
mercaduría que con los indios se tenga.
Yten , se ha de preguntar al tal encomendero , si en tiempo de
visitación si hizo quemar casas de indios para que no se entendiese
poseer tan gran repartimiento y no se le acortasen los tributos ni
aminorase en la ren|a, y en tiempo de la tasa , quando querían
tasar los tributos, afirmaban con juramento tener más indios de
los que tenian , porque los echasen más tributo , que es muy gran
cargo de conciencia.
Yten , aviendo de confesar verdad , como se deve el mesmo
penitente, haciéndole el cargo el confesor de las circunstancias
sobredichas , abrirá puerta y materia por donde se conoscan otras
muchas mañas y cautelas que contra los indios usan los encomen-
deros y han usado para aprovecharse de sus bienes , como se
conoscerá bien en los casos siguientes:
Tiene un encomendero un repartimiento de indios en las Char-
cas, allende de servirse de ellos é llevarles sus tributos, busca
mañas y manera para aprovecharse sin que pareza que les pide
nuevos tributos ; y es ansí sabido que en la ciudad del Cuzco vale
ó valia la coca á doce pesos , y que en las minas de Potosy valia á
quarenta ó cinquenta pesos ; usan de mercaduría y han usado, por
donde todos se han enrriquecido , ó los más en esta manera, piden
á sus caciques é curacas carneros é indios de trabajo, é ruéga-
les que les vayau al Cuzco por cierta coca que él tiene mercada
ü por vino al puerto de Arequipa ó al de Arica, házecelo saber, y
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allende del trabajo de los indios, que siempre eligen los curacas
los más pobres , trabóse la mercaduría á costa de los indios é de
sus ganados, é goza el encomendero de la mexoria, como si dixe-
semos que el asistente de Sevilla ruega á un vecino della que le
preste sus acémilas y negros para traer trigo , aceite ó vino del
lugar donde menos vale á Sevilla, á donde se vende por mayor
precio ; y el vecino, por miedo que no le venga mayor mal, le diese
sus acémilas é negros , de los quales se aprovechase en aquel car-
ruaje medio año ó uno, claro está que será obligado á restitución
de las acémilas y negros que en el tal trabajo se le muriesen,
siendo del vecino y sirviéndole á él, sólo por el autoridad de su jus-
ticia ó asistente ; ansí, allá pagados los tributos los indios tasados
á sus encomenderos, siendo tasados por tasa real, no le deverá más.
Pero háse de notar lo que allá se usa é ha usado, especialmente en
los Charcas , que toman á los indios principales y couténtanles
con que quiera , y ruégales que les presten trescientos ó cuatro-
cientos carneros de carga para ir por tierra á los llanos de A.rica o
á otras partes, porque tienen entendido que cada anega de trigo
vale en los llanos treinta é cinco é treinta ducados menos que en las
minas de los Charcas , é oyendo los principales curacas esto , por
agradar á su amo , buscan la dicha cantidad de carneros, y lo que
peor es, que no los toman ni buscan entre los indios más ricos, sino
entre los pobres y que menos pueden , é al pobre indio que no
tiene carnero, háccnle ir en guarda de los carneros, é ansí, si van
quatrocientos carneros, acabada la jornada no buelven á poder de
los pobres indios sino desmayados é muertos, é lastimados ó flacos,
é de suerte que los indios ponen su hacienda y el trabajo de sus
personas, é van é vienen á su costa , que es lo peor, y dexan de
hacer sus haciendas y sementeras , y no se les quita una blanca
del tributo ordinario: esto se ha usado en las Charcas é Cuzco.
Yten , del Cuzco é Guamanga ó generalmente de toda la sierra
á la ciudad de los Reyes y puerto de Lima , que toman doscientos
ó trescientos indios, y envíanlos al puerto de la ciudad de los Reyes,
que son ciento y veinte y cinco leguas, donde vale el vino comun-
mente cuando vienen navios á siete, á nueve, ádiez castellanos el
arroba, y lleva cada indio una arroba á cuestas de vino, y todo lo
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que duran las cuestas de los llanos hasta la ciudad de Arequipa,
van muriendo de calor y sudando sangre de trabajo , é desde allí
adelante van muriendo de frió y helándose las manos, y per-
diendo los dedos de los pies para aprovechar á sus amos, y en cada
arroba de vino gana el encomendero sus veinte é cinco ó treinta
ducados de que menos, y van los pobres indios y vienen á su costa;
é de que los ve venir el encomendero , da gracias á dios diciendo
que de aquella hecha queda rico, confiésase con un clérigo ydiota
y asuélvele á placer, sin dalle descontento alguno porque le inbie
un asumbre de vino á su tasa, por tenerle propicio en casos
fortuytos.
Es otro caso: enbian estos dichos encomenderos de la sierra á
sus fatores que tienen en la ciudad de los Reyes ó de Arequipa, con
quien tienen hecha compañía, trescientos ó quatrocientos indios, ó
los que ha menester el mercader para que suban mercaduría de
compañía arriba á la sierra , por caminos agros y cuestas y cor-
dilleras , y suvénla arriba , donde ahorra de gasto de acémilas y
negros y carruaxes gran cantidad de pesos de oro: y en estos tra-
tos y maneras de granjerias se han enriquecido muchos de los
que han venido á spaña , y si lo quieren bien notar se podrán con-
tar los que destos se logran, y entender en qué paran sus hacien-
das ; y podránse aprovechar los que esto leyeren aquel adagio y re-
frán antiguo: «bien aventurado es aquel que escarmienta en cabeza
agena. »
Es otro caso: fulano encomendero está ya pagado délos tribu-
tos deste año ; y acaso parió su muger ó amiga , la que él más
quiere, que es hija del cacique ó sobrina ; llama á sus caciques y
curacas y dales á bever vino de Castilla, al qual ellos aman mucho
y se mueren por ello , y díceles quando ya han beuido y están
contentos, «mirad hijos, fulana, mi muger ó vra. parienta a parido,
bien será que le hagáis una vaxilla y le hagáis su tapicería, que
en ñn a de venir á ser vro. amo,» y con esta plática y buena
muestra de razonamiento, prometen la ofrenda y otorgan la peti-
ción y hácense deudores de nuevo de lo que no devian.
Es otro caso: tiene fulano un repartimiento de indios, y ofré-
cesele tener huéspedes de Castilla, amigos ó parientes; quiéreles
Tomo LXXI. 29
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aprovechar é que se hagan á la tierra, díceles: «señoresj idos á mis
indios y allí os proveerán de todo lo necesario, corderos, perdices,
mays para vros. caballos y darles eis verde y engordarlos eis, y
aprovechareys os de mis indios en lo que pudiéredes,» hásenlo
ansí , y á costa de los pobres indios se suelen estar en sus pueblos
un año, dos años, tres años, y aun desde allí los tales vagamun-
dos hacen algunnos saltos de hurtos de ovejas y de ganados de
estrauos repartimientos, porque no se sienta , á causa que corren
la tierra á modo de cazadores , y saben los pastos de los ganados y
los corrales que los indios tienen escondidos en los desiertos ó des-
poblados por miedo de los xpiaños., é ansí despoblaron la gente
desta calidad vagamundos la sierra de Quito al Collao, descen-
diendo á los llanos á vender, de'str'uyendo y matando, y comiendo
sobre más de quatro millones de ovejas; y digo que á lo que
siento en Dios y en mi ánima, sónlo poco; éque en mi tiempo un
soldado que yo bien conocí , mató un dia quarenta ovejas por har-
tarse de tuétanos, y desta suerte lian destruidola tierra los vaga-
mundos della , que han y do despaña é de otras partes, y todo va
á cargo del «ncoraeudero que envía á sus huéspedes y- amigos á
su repartimiento para que se aproveche. .
Es o.tro caso : quando se levantan algunos indios ó son rebel-
des á sus amOs, porque mataron algún xpiano. por el mal trata-
miento que les hacia, ó por otras causas, nombran un capitán
con cierta gente que vaya á castigar aquellos indios que culpa
tuvieron ; van entrando en la tierra de los indios en esta manera,
aprovechándose de las sementeras y niandandó á sus ánacouas,
que son indios de servicio,' que vayan á ranchear, que en buen
romance es yr á hurtar, y van é trayn todo lo que hayan del ga-
nado é ropa de los indios, é oro é plata si la hallan , é al fin de la
conquista que han castigado á los malhechores , digo los que ellos
llaman malhechores, buscan todo el ganado del campo que pue-
den hallar, é repártenlo entre sí, é vienen los más victoriosos é los
más contentos del 'mundo á sus casas; pues no digo nada de los
daños, que hacen por los caminos llevando á los indios con carga
é no dándoles de comer, dexándolos muertos por los caminos y
hechándolos en cadenas; estos son pecados públicos é claros que
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qualquiera se sabrá confesar de ellos, uno sólo quiero contar, que
fué en mi tiempo, antes que los indios se tasasen: un encomendero
en el Collao tenia un repartimieutiO de buenos indios, y fuese á hol-
gar á sus pueblos, }' llevó consigo algunos jugadores, los cuales
se holgaban y recreavan á costa de los indios, porque allá se usa
ansí, y en aquel tiempo trató el dicho encomendero y recaudó
todos sus tributos, que en aquella demora me parece que sería la
tercera parte hasta nueve ó diez mili ducados, é como se los paga-
ron en oro y plata , que hera tributo de quatro meses , regocijóse
mucho y estúbose en los indios otros tres ó quatro dias ; en este
comedio llegó un soldado que se llamava Vadillo, el qual hera
jugador, é y va conmigo á una escuela que plantava en Chucuyto,
pueblo del rey ; é sabido que aquel encomendero estaba en sus
indios, con otra compañía del mesmo jaez é oficio, determinó de ir
á verse con ellos para provar su ventura, é sentóse á jugar con el
dicho encomendero, é ganóle los tributos que los indios le avian
dado, é quando el encomendero se vio perdido, llama á los caci-
ques é pídeles de nuevo tributo, é sácales cinco mili carneros , los
quales jugó con el dicho Vadillo é le ganó gran parte dellos, los
quales trajo el mesino Vadillo á un pueblo que se llama Puno, ó
siéntase á jugar é piérdelos todos con un soldado que allí estava,
é quando llegó al Cuzco no llevava blanca de lo que avia ganado.
E ofrecióse cierto caso por donde Gonzalo pizarro se enojó con él,
y éste fué el primer hombre á quien el dicho Gonzalo pizarro
ahorcó en su tiranía y rebelión ; é por este caso se puede entender
en qué paran los bienes mal ávidos de los pobres indios, y esto
baste por el presente.
RESPUESTA DEL OBISPO D. FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS,
AL OBISPO DE LAS CHARCAS SOBRE EL ANTERIOR
PARECER.
Rmo. Sr.: Dos .cartas e recibido de pocos dias acá de V. S.' y
con cada una un parecer d« V. S.* cerca de la hacienda que traxo
Lope de Mendieta, que Dios nuestro señor perdone ; y por sus
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cartas V. S.* manda que le escriva mi parecer; yo quisiera tener
más espacio y mejor dispusicion para lo hazer, porque aun en la
cama me tomaron las primeras cartas y las segundas, un dia creo
que después que me levanté: pero por hazer lo que V, S.* manda
y porque no piense que á sabiendas no quiero responderle como
abajo diré , brevemente referiré algo de lo que me pareciere.
En la diferencia que V. S.* haze entre conquistadores y pobla-
dores que no conquistaron , tiene V. S.* mucha razón , porque así
es justo hazerse ; porque los conquistadores que son los que se
hallaron en las guerras hechas por españoles contra indios , fueron
tiranos, injustos, íníquos, más injustos y más iníquos é impíos
que son los turcos que conquistaron á los pueblos xpianos,; por-
que más nephandas y deformes de razón y más contra ley natu-
ral y divina y humana fueron sus obras y con mayores ofensas
de Dios, porque son más infamatorias de la fee y ley de ihesu-
christo y cometidas con mayor y más inexpiable crueldad ; y estos
tales, no solamente son obligados á restituir de lo que robaron y
ayudaron á robar «insolidum» digo, y los daños y estragos que
en aquellas tierras hicieron y destruicion de tantos reinos, para
cuya restitución y recompensa no bastaría , si un Rey vendiese su
reino délos de acá de la xpiandad. para que ellos restituyesen; pero
son también obligados á todos los tributos tasados y no tasados, y
robos y daños que hazen y hicieron los encomenderos, agora y
hasta la fin y perdición y acabamiento de aquellas tiranizadas
gentes que presto se acabarán , como an despoblado ellos y sus
tiranos antecesores en los otros reinos y provincias de los indios
sobre más de tres mili leguas de tierra, que estaba poblatisima. Así
que ésta es la ethimología ó interpretación de los conquistadores.
Lo que toca á los comenderos, quasi claro V, S.' cognocer po-
drá la obligación general que á restituir tienen, por lo tocado
quanto á las particularidades y exquisitas maneras de tiranizar y
agraviar á aquellos indios que tan cruelmente y ynfernalraente an
tenido, que si añaden ala gravedad de su general pecado, muy
bien me parece lo que V. S.* notifica dellas; porque ninguno las
podrá adivinar ni aun ymaginar, como V. S.* que las á visto, las
refiere, y es bien que el confesor discreto 6 necio que se pusiere
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á confesar hombre que trae dineros de las Indias las sepa; porque
no comiendo ni beviendo dellos , se vaya al ynfierno con él. Así
que, señor, los comenderos que solamente son comenderos y lo an
sido hasta agora, y no conquistadores, no se engañe V. S.* y
téngalos por tiranos muy averiguados; y la razón es, porque su-
cedieron en la tiranía de los tiranos conquistadores, y la razón
desta razón fundamental es ésta. Porque aquellas gentes son
libres de ley y derecho natural , y no deven ni devieron cosa al-
guna á los españoles, ni á otra nación alguna; y por guerras in-
justísimas fueron sojuzgadas cruel y tiránicamente , y después de
asi sojuzgadas y tiranizadas, fueron puestas, contra justicia natu-
ral y divina , en la más extrema servidumbre que pudo ser yma-
ginada , como es el repartimiento y las encomiendas , que ni los
diablos del ynfierno pudieron otra tal inventar: y V. S.* declara
bien esto por las particulares vexaciones que dellas refiere que a
visto, y si las que yo sé juntásemos con ellas, no avrá hombre
que las crea, que no juzgue ser obras de puros diablos, pero
nadie las creerá, las cuales encomiendas de sí mismas son malas,
pravas y de intrínseca deformidad, discordantes de toda ley é
razón, porque dar ó repartir hombres libres contra su voluntad,
ordenándolos para bien y utilidad , aunque fueran santos , como
si fuesen atajos de ganados, y no diez ni ciento, ni un lugar de
veinte vecinos, ni una ciudad de diez mili, ni una provincia, ni
un reino solamente, sino ciento y doscientos reinos, y todo un orbe
mayor y mucho mayor que el de acá, y á bueltas de estos pri-
varles á los Reyes de sus reinos y Príncipes y señores naturales
de sus señoríos, ¿qué mayor pravidad, deformidad y iniquidad,
impiedad y tiranía infernal? Y como todo esto se aya hecho así,
la entrada ó ingreso que fueron las conquistas, como el progreso
que es el dicho infernal repartimiento y encomiendas, en tan
grandes perjuicios y tan estupendos y nunca oidos otros tales
daños imposibles de reparación , de todos aquellos reinos y gentes
dellos, sin ser llamados, oydos, defendidos ni vencidos, y sin causa
alguna justa ni colorada de justicia , más de la pura y ciega am-
bición y avidísima codicia de los españoles, todo quanto se a hecho
en todas aquellas conquistas a sido perpetrado contra todo derecho
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natural, divino y humano; y, por consiguiente, a sido nullo nin-
guno y de ningún momento y entidad, como si lo hiciera el turco;
asi como el turco quando nos usurpa alguna ciudad ó tierra ó reino
de la xpiandad. en la entrada es tirano, que también llama él con-
quista y nos es obligado á restitución de lo que nos roba y daños
que nos hace , y también de los tributos que nos lleva después de
sojuzgados; y si asi nos repartiese entre sus turcos y encomendase
' á ellos como hazemos y emos hecho á los indios , lo qual aun no
lo haze tan mal , siempre serian poseedores de mala fe y tiranos,
violentos y obligados á restitución : asi de la misma manera son
los comenderos violentos, tiranos y poseedores de mala fe y obli-
gados á los indios á restitución. No digo de los tributos dema-
siados y sin tasa y de las exquisitas maneras de robar y oprimir
á los indios, como V. S." dice y yo sé otras muchas más, que
destos ¿quién podrá dudar? sino de los tributos que estuviesen
tasados y puestos en razón y que no llevasen más una blanca de
ellos, destos digo que son obligados á los restituir á los indios
hasta el último cuadrante : « Tum primo quia primus ingresus his-
pano fuit tiranicus, violentíssimus; tum secundo quia talis modus
distribuendi homines liberos repugnante omnium consensu jure
ipsa ratione naturali quo addiuntur perpetua ac detorriraa servi-
tute, unde ordinaturadalios homines perinde atqueanimalia bruta;
quo etiam principes ad reges nat-uralis propiis sedibus spoliantur
seu pessuntur: injustus iniquus, tiranicus et deterrimus est; est
etiam repletas q. plurimis alus deformitatibus infrenccris que ipsun
redunt iniquissimum et impiissimum et omni gcnerali flama plus
q. dignum, quod dico verissimum non solum quia factum hoc
fuit sine aliqua regia aüctoritate sed propria tiranorum temeritate,
de quo nullus dubitat; sed ctiam si fulti fuissent per imposibile
omnímoda regis nostri facúltate seu etiam potestate; nihil etiam
omnia sic facta de jure valerent, ratio est: quia princeps q. tuns-
cum q. supremus nihil faceré vel ordinare potest'contra id quod
prohibetur lege naturali et divina nec in damnum totius populí:
ergo minus in prejudicius et detrimentus totius tan vasti orbis.
Astringitur nanque princeps sicut quilibet privatus servare natu-
ralo dictamen rationis ct quod precepit lex divina et c. q. si quid
455
contra huiusmodi leges facit : periude nullum et nullius mo-
menti est ac si feciaset privatus hec n. tam vera sunt mo. et ve-
riora quoque principe efe hominem et sicut non potuit princeps a
principio autoritatem suam impartiri (eo q. nullam ad hoc ha-
buit) ut tales ingresus qui fuit latronum et predonum jure fieret:
nec similiter progresus (hoc est) ut taliter nationes ille veluti
greges armentorum dividerentur inter hispanos per prefatas com-
mendas et si dediset nihil de jure factum, fuiset: itaque si post
factum probaset aut disimilaset (sicut actenus simulavit) aut per-
misiset; nihil ex inde juris q. ante prefatis predonis et sucesore
eorum in predictis commendis tiranicis habuissent, cuius ratio est:
q. princeps q. tumcumq. supremus spiritualis vel temporalis:
non potest de nihilo aliquid faceré id est id quo est nullum vel
nihil secundumjus naturalis: nullatenus potest validare, unde
clausulaque a principibus solet appons: suplentes omnes defectus
inteligitur dumtaxat de defectibus juris positivi: non autem potest
supiere defectus jure divini aut naturalis secundum communiter
doctores juristas in multis locis juris utriusque, unde si ab hinc in
nulle annos dicte commehde vel indorum distributio prefata dura-
rent q. tumcum q. rex noster vellet vel permitiere vel etiam de
plenitudine potestatis eas justificare aut aprobare nihilominus fo-
rent tiranice atque jure naturali et divino damnate, quia non firma-
tur tractus temporis quod de jure ab initio non subsistit et fuit
nullus ut dicitur in regula juris ñeque lonquinqua usurpatio jus
aliquod facit ut q. dist. c. illud et. 100. dist. c. contra moren, etc.
et in c. principatus i. q. i. dicitur principatus ques aut seditio ex-
tortius aut ambitus ocupavit etiam si moribus aut actibusnon ofen-
dit: ipsius tamen initii sui est pernitiosus exemplo, et dificile est
ut bono peragantur exitu; que mala sunt iucoata principio.
Quanto más, señor Obispo, ofendiendo tanto no sólo en el princi-
pio, pero en el medio y fin : y ojala ubiesen fin sus ordinarias y
continuas tiranías y maldades de esos tiranos. Así que tenga
V. S.' á los comenderos por puros y averiguados tiranos por lo
dicho, y añada para más claridad que , queriendo el Rey sacarlos
de la tiranía en que estaban poniendo los indios en libertad , por
aver sabido de muchos letrados, que ayuntó para ello, que era
456
obligado á hacerlo, porque si no lo hiciera, no se podia salvar, no
obedecieron sus leyes y mandamientos, antes con mano armada
se desvergonzaron ale restituir dellos abiertamente; y todos, chi-
cos y grandes, de secreto, por no dejar de la mano los indios, y
puesto que algunos después fueron en ayudar que los traidores
fuesen vencidos , considere V, S." si lo hicieron de balde y los
que quedaron sin paga, juzgue si la quisieran en indios recibir.
Por manera que la permisión ó disimulación que al presente
ay por el rey , no haze justo lo iníquo, porque «quod permitimus
non approbamns, sed tolleramus inviti quia malas hominum
voluntates coerceré non possumus» como dice el decreto. Si quses-
tio 1, c, hac ratione, y así siempre están en pecado mortal; y por
que sea yr contra torrente, como V, S.* dice, decir que los tribu-
tos no son lícitos, no porque se calle ó no se quite dexarán de ser
tiranos violentos, y muriendo en aquel estado que viven, teniendo
los indios y llevándoles los tributos, sin hacer penitencia y sin
restituirlos, se yrán á los ynfiernos, y los confesores con ellos que
los asolvieron y los obispos que los pusieren; y sepa más V. S.\
«que violentia tirani semper est iu fieri et in actu permanenti,» y
nunca se purga la tiranía, porque los opresos se estén quietos, por-
que si lo están es por falta de fuerzas: lo que es manifiesto en los
indios, y lo que V, S.* dice, más que decir que no pueden llevar los
tributos los tales , es por la mesma razón afirmar que el rey no
puede tampoco llevarlos; esto, señor, es muy herrado paralogismo
porque «non est eademratio de rege et dehispanis particularibus:
qui contra jusa et leges ac instrucciones regales semper omnia
fecerunt: uno sine lege procul dubio semper vixerunt;» y aun ne-
gando también que en caso y casos que el rey no les guardase
justicia, y no les librase de la opresión y tiranía que padecen,
que pueda llevar los tributos, no se sigue que se niega tener justo
título y ser supremo Príncipe y tener la universal jurisdicción
sobre todas las Indias. En estas cosas muchos errores y cegueda-
des an en muchos acaecido , y sepa más, que el concurso de le-
trados y sabios que a ávido y V. S.^ dice, siempre an determinado
y concluido, y abominado, y detestado estas pestilentes enco-
miendas. Holgarme ia que V. S.* viese unas veinte razones im-
457
presas que andan por allá mías, y aun para esto bastaría que
viese las treinta proposiciones que V. S.* aquí vido y firmó y
dixo; que lo contrario dellas eraheregía. Por todo lo dicho, V. S.*
verá si verlo quiere, lo que se deve determinar en la hacienda de
Lope de Mendieta, porque creo que dello e hecho evidencia: la
restitución se a de hacer en el Perú á los mismos despojados que
son todos ó muchos vivos, ó á sus herederos, ó á los pueblos
dellos ó á los más cercanos, ó quando todo esto faltase, en la
mesma tierra en obras públicas de que muchos de los indios que
por allí oviese se aprovechasen, y esta es sentencia de Santo Tomás,
en el 4, seu dist. is. q. e. ar. s. q.«* s. s.°^ hacerla acá es burlería
y tornarlos á robar otra vez, y guay del letrado ó confesor que tal
aconseje. Con lo dicho creo que e respondido á lo que V. g.' cerca
de su compendio me escrivió que le estíriviese , y esto es lo que
por verdad evangélica tengo, todo lo contrario tengo por error
diabólico y engaño pernicioso de las ánimas que quizas se conver-
tirían, digo de los tales tiranos que sin duda ellos se van álosyn-
fiemos, y dudar desto, no dudo sino que es dudar de lo que nos
enseña la fe de la verdad evangélica. — El obispo, Don Fray Bar-
tolomé de las Casas.
4D9
APÉNDICE XXXI.
PARECER DE FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS.
Cerca de los indios.
En lo que toca al remedio de los indios de todas las Indias, y á
la manera que se debe tener para que sean cristianos y se conser-
ven en las vidas y en su libertad, y no los acaben de destruir los
españoles , no hay otro camino , ni modo , ni orden , sino que Su
Majestadlos encorpore en su real corona , como sus vasallos que
son, quitando todas las encomiendavS que están hechas en todas
las Indias, y no dando uno ni ningún indio á. español por enco-
mienda, ni por vasallo, ni enfeudo, ni de otra cualquiera manera,
porque ségun la larga y muy cierta espiriencia que se tiene, de
cualquiera manera que a españoles se den, los han de matar y
destruir por sus cudicias de aver oro y riquezas, y por tanto
hacer el contrario es contraía ley de Dios y ^gran pecado mortal,
y en grandísimo perjuicio y destruicion del patrimonio real de Su
Magestad.
Cerca de la vivienda de los españoles.
La población y vibienda 'de españoles en las Indias es muy
necesaria, asi parala conversión y policía de los indios, como para
sustentar el estado y señorío de Su Magestad y de los reyes de
Castilla en las Indias. Esta población y vivienda de los españoles
en aquellos reynos y tierras se puede muy bien hacer y susten-
tar sin encomiendas ni servicio de indios, como en todas las otras
partes del mundo se hicieron las poblaciones sin servirse de indios,
porque no se lee en ninguna escriptura que los que iban á poblar
á tierras nuevas tiranizasen y oprimiesen a las gentes que en ellas
460
hallaban, y se sirviesen de ellas contra su voluntad y en perjuicio
y detrimento de su libertad, y de sus vidas propias, y de sus muje-
res y hijos, si no fuesen tiranos y crueles y robadores como lo era
Hembroth, que oprimía los hombres, y como hasta hoy se ha hecho
y hace en las Indias. Es, pues, la manera que en sustentar la dicha
población y vivienda de los españoles se debe tener: que Su Magos-
tad haga muchas mercedes á los tales pobladores especialmente
labradores y gente trabajadora y provechosa, dándoles muchas y
muy largas tierras y aguas y montes, no quitando á los indios las
que tienen y hobieren menester para su sementeras y sustentación,
y dándoles también algunas vacas y ovejas , y bueyes y carros, y
azadas y rejas , y libertades por veinte años, y otras muchas cosas
que decimos en particular en el décimo octavo remedio de los que
dimos. Dárseles a también por mercedes, que los indios les hagan
las casas y el pueblo donde hubieren de poblar ; y esto hagan los
dichos indios en lugar de los tributos que han de dar á Su Mages-
tad por tanto tiempo , no pagando otro tributo , cuanto pareciere
que es justo y razonable y no agraviable, según juicio de las
audiencias y del obispo y de los religiosos que en ello hobieren
de entender, para que los indios sean relevados y consolados.
Afirmo en este caso , que en muchas partes de las Indias, con
solamente el tercio de los tributos y provechos que agora tiene
y lleva á los indios un cristiano , se hará un pueblo de cuarenta
vecinos que tenga al menos ciento y veinte personas, y en muchas
partes habrá personas que con el dicho tercio de lo que llevan se
hagan dos pueblos. Y así, Su Magostad llevará las dos partes
desde luego de provecho que hoy no lleva, y por un cristiano ó
poblador que, por más verdad decir, antes destruye que puebla,
porná y meterá en sus Indias ciento y veinte y doscientos pobla-
dores, que verdaderamente poblarán la tierra, y no serán despo-
bladores y destruidores de ella. Y este tercio basta gastallo por
dos años con los dichos labradores y pobladores, y pasados los dos
años llevarlo há todo Su Magestad , y así parece asaz claro cuan
inestimablemente provechosa será á Su Magestad esta población,
y cómo será servido de infinitos indios y de grandes números de
cristianos, no como agora que lo uno y lo otro se le destruye.
461
Podrá Su Magestad dar por algunos años á algunas personas
señaladas, y hacer merced á uno de cincuenta mil maravedís, á
otro de ciento, á otros de más y á otros de menos, para que se
ayuden en la tierra á poblar, hasta que en ella se arraiguen: y
también mandalles prestar ó fiar algunos esclavos negros que les
paguen dentro de tres 6 cuatro años, ó como su Real voluntad y
merced fuera, en lo qual recibirá muy grandes ayudasy mercedes,
puesto quel dar de los dineros no es muy necesario para la dicha
población, porque sin ellos se hará, puesto que confessamos que
por algún tiempo dallos será provechoso y crecerá más la dicha
población, y en caso que Su Magestad haga la dicha merced, sea
que sus Oficiales paguen los dichos dineros y no los libren en los
indios, por queno tomen los cristianos ocasión dehacelles agravios.
Cerca de los esclavos.
Lo que toca á los esclavos por hacer, Su Magestad ha de man-
dar inviolablemente y constituir por pragmática sanción, prego-
nada en las gradas de Sevilla y en todas las Indias, que por nin-
guna causa ni razón de aquí adelante perpetuamente no se haga
esclavo alguno aunque cometan cualesquiera crímenes, por graves
que sean, y se levanten contra Su Magestad, sino que se les dé á
los culpados ó más culpados otras penas que según derecho y
justicia se les deban de dar , y que los hierros que hoy hay se
quiebren y deshagan , y que ninguno sea osado á usar de ellos so
pena de muerte , porque por esta prohibición y pragmática se es-
cusarán grandes insultos y pecados de los cristianos que hasta
agora han hecho por el ansia que tienen de hacer esclavos, y gran-
des y muchas muertes y estragos y perdiciones de cuerpos y áni-
mas de los indios, y gran diminución de los vasallos indios y pa-
trimonio real de Su Magestad.
Quanto á los esclavos ya hechos, porque todos cuantos hay en
las Indias hechos hasta hoy , han sido hechos contra toda ley y
justicia y contra las espresas provisiones y mandamientos de Su
Magestad y de los Reyes passados, Su Magestad es obligado de
precepto y ley divina á los declarar todos por libres, porque lo son,
462
como aquí en su Real presencia probaremos, y aun mandalles
satisfacer el captiverio é injurias que han padecido, y lo que han
servido después que injustamente los hicieron esclavos : pero por-
que hacer esto de golpe quizá causaría alj^una gran turbación ó
escándalo, paréceme que será bien que Su Magestad lo someta y
encargue y mande con mucha eficacia á las audiencias reales ó al
Presidente de ellas, que todas las vías y maneras que fueren po-
sibles tengan para los libertar y los. liberten y declaren por tales
cada y cuando y donde quiera que vieren que se puede hacer
sin notable escándalo, y no por cualquiera sino por grande.
Cerca de las conquistas y descubrimientos.
Este término 6 nombre conquista para todas las tierras y
reinos de las Indias descubiertas y por descubrir, es término y vo-
cablo tiránico, mahomético, abusivo, improprio é infernal. Porque
en todas las Indias no ha de haber conquistas contra moros de
África ó turcos ó hereges que tienen nuestras tierras , persiguen
los cristianos y trabajan de destruir nuestra sancta fe, sino pre-
dicación del evangelio de Cristo , dilatación de la religión cris-
tiana y conversión de ánimas , para lo cual no es. menester con-
quista de armas,. sino persuasión de palabras dulces y divinas, y
ejemplos y obras de.saucta vida. Y, por tanto, no son menester los
condenados requirimientos que hasta agorase han hecho, ni esta
negociación no se ha de llamar conquista, sino predicación de la '
fe y conversión y salvación de aquellos infieles que están apare-
jados sin tardanza alguna para recibir á Jesucristo por universal
Criador, y á Su Magestad por católico y bien aventurado Rey: y
este es su proprio y cristiano nombre deste negocio de las Indias.
Las tierras y gentes que están por descubrir y son totalmente
incógnitas por mar y poy tierra, bien es que Su Magestad á su
costa siempre tenga navios que las descubran, enviando en ellos
seis señalados religiosos y veinte ó treinta marineros, no cuales-
quiera, sino escogidas personas con un capitán. Y descubierta
cualquiera tierra, tomen la posesión jurídicamente, porque nin-
gún rey cristiano se pueda entremeter con derecho en ella. Y en
463
lo que toca á saltar en tierra y tractar con las gentes de ella, no
se hac^a cosa que no sea con parecer y determinación de los reli-
giosos. Y llevarán resgates ó del Rey ó de compañía de las per-
sonas que allí fueren para resgatar , y de lo que se hobiere podrá
Su Magestad pagar ó ayudarse para pagar los gastos , y lleven
cierta cantidad para que se den de parte de Su Magestad á los
señores y principales, para que se inclinen y animen á le amar y
desear coguoscer y servirle. Y sobre todo han de trabajar de
dejarlos muy contentos y amigos, y no darles chica ni grande
ocasión de escándalo ni desabrimiento , mandando Su Magestad
que el que lo diere incurra en muy grandes penas. Y si á los reli-
giosos pareciere que se deben quedar en la tierra como apóstoles
de Dios, quedarse an, y el navio se tornará á dar las nuevas á la
audiencia real que lo hobiere despachado, para que de allí se haga
saber á Su Magestad.
Cuanto á las tierras descubiertas ya, pero no penetradas, y
que no se saben las gentes y secretos que en ellas hay, comién-
cense á convertir y á ganar por religiosos , con predicación y bue-
nas obras y ejemplos , dándoles dádivas y dones de resgates de
parte de Su Magestad; y después de quitado el horror y miedo
que tienen de las crueldades é infamias de los cristianos , comen-
zarán á contractar los cristianos con ellos , por vía de resgates,
comercio y contractacion , y así cobrarán amor y amistad con
ellos; y comenzando desde la más propincua provincia ó pueblo
de cristianos esta conversión y predicación y pacificación, po-
dríín, el tiempo andando, hacer pueblos de cristianos más aden-
tro de la tierra , según la disposición y felicidad y riqueza hobiere
en la tierra , hasta que se cundan y penetren todas las entrañas
de la tierra firme , y se traigan las gentes de ellas al cognosci-
miento de su Dios y nuestro , y á la subjecion y señorío de Su
Magestad, según que más largamente degimos en los remedios
de ella. Desde la isla de la Trenidad se ha de comenzar esta pre-
dicación y conversión para muy muchas leguas de tierra , y desde
Cumaná, que es en las Perlas, y desde el Cabo de la Vela; y desde
Venezuela y las otras poblaciones que por allí hay, y desde el
nuevo reyuo de Granada, tirando aquellos tiranos que allí agora
464
destruyen y asuelan aquellas tierras y gentes, y desde Nata por la
costa de Sur, y desde Nicoya, y por Nicaragua, y en el Perú por las
partes convenientes, y asi en todos los otros reynos de tierra firme.
Háse de mandar, con grandes penas y rigor esecutándol as que nadie
haga escándalo ni mal ni daño á los indios por ninguna manera.
Las tierras donde están capitanes conquistando con quien Su
Magostad con falsas informaciones tomó asiento y hizo capitula-
ción, como ellos estén matando, y robando, y destruyendo, y es-
candalizando aquellas gentes inocentes , y por consiguiente inex-
piablemente ofendiendo á Dios y desirviendo á Su Magostad,
conviene que Su Magestad luego los mande cessar de las dichas
injustas guerras y tiranías que hacen, y que si es tierra para po-
blar pueblen en ella trabajando de apaciguar los indios cuanto les
fuere posible, y vivir allí por vía de resgates y contractacion hasta
que Su Magestad lo que fuere su servicio provea, y si no quisie-
ren poblar, se salgan luego de la tierra y se vayan á poblar á
cualquiera de las otras provincias donde cristianos españoles
hobiere. Su Magestad no es obligado á guardar ni cumplir alguna
ni ninguna de las dichas capitulaciones ni asientos : lo uno, por-
que son fundadas en falsas y malas informaciones, y por consi-
guiente son invalidas de derecho. Lo otro, porque se ejercitan loa
que las tomaron en grandes ofensas de Dios y pecados mortalíssi-
mos y en destruicion de aquellas gentes y del patrimonio y seño-
río real de Su Magestad. — Fray Bartolomé de las Casas.
VIAJE Á INGLATERRA
DEL CONDESTABLE DE CASTILLA
DON JUAN FERNANDEZ DE VELASCO
PARA TRATAR DE LAS PACES ENTRE AMBAS CORONAS, EN 1603. '
[ Ms. de la Biblioteca del Marqués de la Fuensanta del Valle.
Tomo LXXI.
30
467
RELACIÓN
DE LA JORNADA QUE HIZO Á INGLATERRA EL CONDESTABLE
DE CASTILLA, JUAN FERNANDEZ DE VELASCO, EL AÑO DE 1603,
Á EL AJUSTE DE LAS PACES CON INGLATERRA Y ESPAÑA.
Movido el Rey Católico de España, Felipe III, de la buena
amistad que tuvo la Majestad de su padre con el serenísimo Ja-
cobo, rey de Escocia , y de las obligaciones que heredó , y deudo
con el dicho Rey y la serenísima Reina, por la Casa de Austria,
envió á congratularse con ellos de su sucesión en la Corona de los
reinos de Inglaterra é Irlanda. Y para esto escogió S. M. á Don
Juan de Tassis, conde de Villamediana, su Gentil-hombre de Cá-
mara y Correo mayor, caballero afable, cortesano y entendido,
cual convenia para semejante oficio. Y así, partió para este efecto
por la posta desde Valladolid , corte de S. M., por el mes de Mayo
de 1603; y el de Setiembre siguiente llegó al reino de Inglaterra,
y tuvo grata audiencia de los dichos serenísimos Reyes en Vin-
cestre; y á vueltas de las visitas y cumplimientos, que recibieron
con grande afecto de gusto y estimación, mostraron también de-
seo de que la amistad que por el reino y corona de Escocia hablan
tenido ambos Reyes, se continuase con vínculo más estrecho y
extiéndese á los dichos reinos de Inglaterra é Irlanda ; y hallando
en el conde de Villamediana no menos buena disposición para esto,
de parte de su Rey, se dejaron entender de los ministros del de In-
glaterra que era necesario orden de S. M. para tratar de ello, á
quien luego dio cuenta de todo lo que pasaba.
Con estas nuevas , el Rey católico , como Príncipe santo , con-
sideró los daños y accidentes de la guerra, y como tan justo, la
poca ocasión de hacella á el dicho rey de Inglaterra , y el bien
universal de la cristiandad y particular de los vasallos de ambos
Reyes ; y mirando en el personaje y caudal y nombre que pedia
tan grave negociación, acordó encomendar su dirección, con auto-
ridad suprema de hacer y deshacer en todo , como bien le pare-
468
cíese, al Condestable de Castilla, Juan Fernandez de Velasco, duque
de Frias, conde de Haro, etc., de los Consejos de Estado y Guerra
de S. M., y Presidente de Italia, etc.; el cual, con el celo y valor
que siempre sus antecesores acudieron al servicio real, y él en
diferentes empresas de gobierno y guerras , aceptó su comisión
sin reparar en su flaca salud, ni el desconsuelo que habia en su
casa por el accidente de una prolija enfermedad de el conde de
Haro , su único hijo , ni en haber perdido en aquellos mismos dias
en que se trataba la jornada un nitto solo que tenia, heredero y
sucesor de su Casa y Estado ; y así recibió el orden de S. M. y los
poderes y recaudos necesarios para tratar y establecer la dicha
paz, como se ha dicho.
Partió de la ciudad de Valladolid el dia último del mes de
Octubre de 1603, acompañado de D. Baltasar de Züñiga, que
iba por Embajador á la corte de Francia donde quedó; D. Manuel
de Züñiga, hijo único del conde de Monterrey; D. Jaime de
Cárdenas, segundo del duque de Maqueda, y del comendador
D. Melchor de Borja, hijo del de Gandía, todos tres sobrinos
suyos; D. Alonso de Velasco, señor déla Revilla, Veedor general
de las galeras y armada de España; D. Blasco de Aragón, del
Consejo secreto de S. M. en Milán ; D. Felipe Ramirez de Arellano,
hermano y heredero del conde de Aguilar, caballero de mucha
cualidad y antigüedad en Castilla; D. Manrique de Silva, her-
mano del conde de Portalegre en Portugal, de los cuales, el pri-
mero se volvió desde Bruselas á España , y el segundo salió á ser-
vir en la guerra y D. Carlos de Sangro, hijo del duque de Torre-
mayor en Ñapóles, á los cuales se juntaron después en Flandes
D. Juan de Velasco y Castañeda, señor de Hormaza, y D. Fer-
nando de Cueva, del hábito de San Juan, y parte de los criados
ordinarios de su Casa , dejando los más en ella en servicio de mi
señora la duquesa de Frias y condes de Haro, su mujer é hijos.
Y en sesenta dias llegó á la villa de Bruselas, visitando en París
los reyes cristianísimos, y alargando el viaje por desviarse de los
lugares contagiosos que habia en el camino derecho de aquel
reino.
Llegado á Bruselas y conferido con el serenísimo archiduque
469
Alberto, y la serenísima Infanta Doña Isabel, lo que su Rey le
habia encargado , avisó do ello al conde de Villamediana, y que
luego se tratase del lugar de la conferencia , advirtiéndole de las
causas y razones de que se habian de valer para que se hiciese
en los Países-Bajos, ó en otro neutral, como lo procuró encaminar
el Conde con mucha prudencia y suavidad. Hubo sobre ello di-
versas demandas y respuestas, y al cabo determinó el Condesta-
ble de complacer á el Rey de Inglaterra en que se hiciese en su
reino, viendo la llaneza del Rey, lo que importaría su presencia
y la de la Reina para el buen suceso del tratado, por ser ambos tan
inclinados á la paz y celosos de que en su ausencia no tuviesen más
lugar los malos oficios de muchos ; la necesidad que tenia de no
apartar de sí los ministros que pensaban diputar para ella en
los principios de su reinado y sucesivo en que no estaban aun
bien asentados, y era en lo que más se excusaban, significando
aquel Rey que cuando fuese menester enviaría á España sin re-
parar en puntos de competencia con S. M.; y porque no se per-
diese tiempo en el tratado, ni se aprovechasen los émulos en la
dilación, que por los achaques y flaqueza del Condestable podía
haber en el pasaje, acordó enviar adelante á Alejandro Rovida,
doctor del insigne Colegio de Milán y Consejero de S. M. en
aquel Senado , hombre eminente y universal en las letras y de
bueuay pia intención, á quien para su consultor habia hecho
venir; y así lo nombró por Diputado de S. M, y sustituyó en él y
en el dicho conde de Villamediana, Diputado por S. M,, los pode-
res qué traía para que usasen de ellos conforme á la instrucción
y órdenes que con el Senador enviaba ; y S3. AA. nombraron por
los Estados de Flandes á el Príncipe y conde de Aramberg, su
Consejero de Estado y Almirante general de la mar , y Juan Ri-
chardote, Consejero de Estado y Presidente, y Pedro Verrey, su
Consejero audiencier y Secretario.
Con esta determinación partió el Condestable de Bruselas, á 9
de Abril del604, esforzándose por llegarse á la marina, por estar
más cerca de la negociación y de lo que en ella conviniese más
hacer y ordenar, y siguió la jornada por Gante, Cutray é Ipré, y
escogió para su vivienda la villa de Bergas Saut Vinor, en la
470
provincia de Flandes , por ser lagar ameno y de buen aire y
abundante , á donde llegó á los 18 del mismo y oyó los oficios de
Semana Santa , y celebró la Pascua en un monasterio de monjes
Benitos, donde está el cuerpo del bienaventurado Sant Vinor. Los
dichos Diputados de SS. A A. llegaron al mismo paraje á los prin-
cipios de Mayo, y los navios del Rey para pasar á ellos y á el
dicho Senador. Luego , teniendo este aviso á cargo del Vicealmi-
rante del Estrecho, el cual no hallando al Condestable en la ma-
rina, vino con otros Capitanes á visitarle en Bergas, donde el
Condestable los recibió con toda buena demostración y banquetes
y regalo , de manera que fueron muy contentos; los Diputados se
embarcaron en Gravelingas, á 16 de Mayo, y corrieron aquel día,
por el temporal que los hizo , de manera que no pudieron tomar
el puerto de Duvre, ni hasta otro dia ninguno de Inglaterra.
Desembarcados, pasaron derechos á Londres, á donde llegaron
á los 19, y á 22 tuvo audiencia el dicho Senador del Rey y de la
Reina, apadrinado del conde de Villamediana y del conde de
Nortanton, á quien envió el Rey para llevarlos á Palacio. Los
Diputados de SS. AA. tuvieron el siguiente dia la misma audien-
cia, y á todos hicieron muchas cortesías y honor los Reyes, y
respondieron con gracia y estimación á lo que se les dijo de parte
do sus padres , mostrando en todas maneras inclinación y deseo
de la paz, y ofreciendo de su parte todo buen oficio para vencer
en ella las dificultades que hubiese para que luego declaró el
dicho señor Rey por sus Diputados al conde de Dasert, gran Teso-
rero, y al gran Almirante, á el conde de Densier, virey de Irlanda, á
el conde de Nortanton y á el barón Sicil, gran Secretario del Rey,
todos ministros y personas del Consejo de Estado , de gran auto-
ridad, inteligencia y confianza, y que se aprestase lugar cómodo
y decente para la Junta, como se hizo en un palacio cerca del
de S. M. y propio suyo, dicho vulgarmente de Somerset, que
habla mandado el Rey señalar para aposento del Condestable,
donde con beneplácito suyo vivia el conde de Villamediana en el
entretanto que llegaba S. E.
Hizose, pues, la primera junta á 30 de Mayo, y se sentaron
los señores Diputados en esta manera. En el lado derecho y pri-
471
mer lugar el conde de Villamediaua, y luego el senador Rovida,
y consiguientemente el conde de Aramberg ; el Presidente Ri-
chardote y el Auditor. En el otro lado los de Inglaterra por el or-
den que se han dicho. Después se continuaron otras quince confe-
rencias, hasta 14 de Junio, dando los dichos señores Diputados
cuenta de lo que se hacia á su Rey y los de S. M. y A. al Sr. Ar-
chiduque y al Condestable; y con tanta presteza resolvía y orde-
naba S. E. ;lo que convenía hacerse, conferiendo á S. A. lo que
tenia más dificultad , que siempre iban los Diputados á las con^
ferencias con resolución de lo que en la antecedente se había dub-
dado ó deferido; de manera que se vencieron y allanaron muchos
malos oficios y espíritus que contradecían la paz, y se pasó en ella
tan adelante , que juntándose con esto el tener ya mejor salud el
Condestable, acordó de pasar á Inglaterra á concluir y asentar
la dicha paz , y tratar algunos de los puntos más importantes que
había reservado para su presencia. Para lo cual escribió que
se pidiesen bajeles á el Rey ; y se aprestó luego de todo lo necesa-
rio para el pasaje, asi de vituallas y otras cosas necesarias para el
camino hasta Londres, como de libreas, de criados y alemanes
que ordenó hubiese para guardia y seguridad de la ropa. Deseó
verse con los Sres. Archiduques y tomar su bueua licencia ; mas
por el poco tiempo y no hallarse para ponerse en rodeos, acordó
visitarlos y saber lo que le mandaban por medio de D. Alonso de
Velasco, el cual fué á Brujas y Gante, y después D. Blasco de
Aragón, por última despedida , dejando S. E. lo demás para la
vuelta, aunque hubiese de rodear muchas leguas. Pues por en-
tonces, á la falta de tiempo y de fuerzas, se juntaba el convenir á
su servicio establecer la paz, antes que la Exclusa se perdiese y
dificultase más el ganar á Ostende. Y así partió de Bergas á 27
de Julio para Dunquerque , donde se detuvo hasta 10 de Agosto.
Mandó el dicho Sr. Rey, que con cuatro de sus galeones, los me-
jores, y otros bajeles de menos porte para embarcar la ropa,
hiciese esta navegación el Almirante del Estrecho, Guillermo
Monzón, caballero principal, entendido y muy cortesano, y gran
marino.
Miércoles, á 11 de Agosto, partió el Condestable de Dunquer-
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que para Graveling-as , y en mitad del camino encontró á el Vice-
almirante que le iba á visitar de parte del dicho Almirante, y
avisar la llegada de aquella noche de los galeones, y el contento
que traia de la merced que el Rey habia hecho en invitarle á ser-
vir á S. E. Venia en su compañía D. Antonio de Rivera, sobrino
del Conde, y de su parte á el mismo efecto hospedólos el Condes-
table aquella noche, y regaló juntamente con otros Capitanes y
caballeros ingleses.
Al dia siguiente, 12, muy temprano, envió el Condestable á
visitar á el dicho Almirante á sus galeones con D. Fernando de
Guevara, y á medio dia desembarcó con muchos caballeros y
gente de su nación , y todos fueron bien vistos del Condestable , y
quedaron contentos de su acogida y hospedaje. Viernes y sábado
estuvieron en tierra todos ordenando que se embarcase la ropa,
caballos y acémilas en aquel paraje y en Dunquerque ; y á los
navios holandeses que no embarazasen la salida de los dichos
puertos de ninguna cosa que fuese en nombre del Condestable.
Domingo, dia de Nuestra Señora, á las cuatro de ]a mañana,
habiendo antes oido misa con toda su Casa, se embarcó el Con-
destable en el batel del Galeón Almijwite, con remos, acompa-
ñado del mismo Almirante y otros caballeros. Navegó dos horas
para poder llegar á los galeones que estaban muy dentro de la mar
por el peligro de no encallar en los bancos de aquellas playas. Hicié-
ronle al entrar una gran salva de artillería y música. La mañana
fué buena y pareció que lo habia de ser el dia; mas luego, entra-
dos en los galeones , se reforzó el viento y alteró la mar; y así se
caminó orceando, y en ocho horas justas se hizo la navegación
sin haber sido posible tomar puesto en Dovre , sino en las Dunas,
cinco millas más arriba hacia el rio de Londres. En el mismo ga-
león fué regalado el Condestable del dicho Almirante, y por agra-
decimiento y estima de su buena voluntad, se esforzó á comer; y
los caballeros hubo pocos que lo hiciesen por estar todos marea-
dos. En los demás galeones hubo también gran provisión y re-
galo puesto del dicho Almirante , aunque por la marea y mala
disposición de la gente no se logró cuanto él deseaba. Allí se
desembarcó el Condestable en el mismo batel , con salva de arti-
473
Hería de los galeones y de los fuertes de las Dunas , y hallo en la
orilla, con cantidad de coches y caballos, á el conde de Villamedia-
na y al senador Rovida , que para recibir y acompañar á el Con-
destable habían venido de Londres, y descubrieron desde Dovre
que los galeones no podían tomar aquel puesto. Venían en com-
pañía del Conde y Senador, el caballero Jaime Liuzel y el caba-
llero Lucanor, que guía é introduce los Embajadores y personajes
que quieren ver al Rey, á dar al Condestable la bienvenida de su
parte, y ordenar que hubiese buen recaudo de caballos y carros, y
posadas en el camino, con Comisarios y Aposentadores para ello.
También acudió á visitar á el Condestable el Gobernador de aque-
lla villa y ofrecerle el servicio que pudiese , y se le hizo una gran
salva de artillería del castillo y del puerto. Hospedó á todos S. E.
y hubo grande abundancia de comida y regalos, y mesa franca
para todo género de gente ; mostrando bien en esta ocasión cuan
liberal y pródigo es el mayordomo Luis de Sarauz, que hasta
Londres llovó hielo de Flandes, y allí le tuvo algunos días ; cosa
nunca vista ni usada en aquella nación. El lunes hizo alto en la
dicha Dovre por dar lugar á que se desembarcase la ropa y lle-
gase el navio de Dunquerque, que por el mal tiempo se había
derrotado.
Martes, á 17, á las dos de la tarde, partió el Condestable de la
dicha Dovre y llegó á Canterberri , que son doce millas. En la
mitad del camino, que 'hay unos grandes campos y collados, le
salieron á ver y encontrar algunas tropas de caballos con el barón
Otton, que pasaban de quinientos, y mucho numero de gente y
criados con casacas de librea, y en ellas la divisa de su dueño,
que parecían guardias de á caballo, y algunos coches de damas
principales. Salió el Condestable de la litera en que iba, por no
sentirse muy bueno, y el conde de Villamedíana y Senador y los
demás caballeros de sus coches para recibir la bienvenida de
estos señores y de el dicho Barón, que es del Consejo de Estado
del Rey y su Mayordomo, y venia de su parte á este efecto. Y
hechos los saludos y cumplimientos, entró el Condestable en
coche, y consigo el dicho- Barón y el Conde y otros caballeros; y
así llegó á Canterberri, ciudad principal de Condado de Cantío,
474
una de las provincias de Inglaterra, y cuyo Arzobispo es Primado
de aquel reino y aquella Iglesia ilustrada en el martirio de Santo
Tomás, mártir dos veces, eu vida y en muerte. Hubo en este
lugar gran concurso de gente á ver la entrada. Llegó cansado el
Condestable, y asi se acostó y dio sus veces á el conde de Villa-
mediana para convidar y regalar los dichos caballeros en una
gran mesa y copiosa cena , y particularmente Sir Rope que venia
con el dicho Ottou, gran católico y rico, el cual siguió á S, E.
hasta Londres.
Miércoles , á 18 , después de comer partió S. E. de la dicha
Conterberri con el mismo acompañamiento de caballeros ingleses,
y llegó á la villa de Setemburu, que son diez y ocho millas,
donde hubo gran concurso de gente y damas para ver la entrada.
Jueves, á 19, después de comer, partió S. E. de la dicha Setem-
buru , y pasando por el puente de Rochesto, llegó á Grabesend
con el dicho acompañamiento de caballeros ingleses y gran con-
curso de caballeros y damas por el camino, dándole todos mil
bendiciones y gracias como instrumento de paz tan deseada , y
presagio del gran bien que del cielo les habia de venir. A este
lugar salió la misma tarde á encontrar S. E. y darle la bienvenida,
de parte de su Rey, el conde de Nortanton , caballero de gran
cualidad , y buen afecto y entendido, del Consejo de Estado del
Rey y Gobernador de los cuatro puertos , y uno de los cinco Di-
putados á esta paz. En apeándose S. E. le fué luego á besar las
manos y á hacer este oficio, como lo hizo muy cumplidamente, y
con mucha cortesía y amor le trató y recibió S. E. A este mismo
lugar salieron también á encontrarle y acompañarle , los señores
Diputados de SS. AA., que no fueron á Dovre con el conde de
Villamediana y Senador por no embarazar á S. E. en el camino
ni estrechar su corte de posadas, como muy discretamente lo
advirtió el conde de Aramberg, por carta que escribió á S. E.
con Gentil-hombre á posta que envió para visitarle en Dovre.
Viernes, á 20, dia de San Bernardo, comieron con el Condesta-
ble el dicho conde de Nortanton y otros caballeros que vinieron
en su compañía, y el barón Otton y los Diputados de SS. AA., y
se brindó muy bien á la salud de los reyes de España é Ingla-
475
térra y Archiduques, y estuvo tan llena la mesa, que fué nece-
sario que se pusiese otra en otra sala diferente para los caballeros
españoles. A la una, después de medio dia, se embarcaron en ca-
torce falúas cubiertas y mandadas aprestar por los Ministros del
mismo Rey, y á remo y vela llegaron en cuatro horas á Londres
por el rio Tamis, que es una ribera muy ancha y deliciosa, llena
de infinito número de bajeles de alto bordo y pequeños ; y fué tan
grande el recibimiento y concurso de damas y caballeros , que
casi cubrían el agua. Y entre otras barcas se descubrió una, aun-
que disfrazada , en que iban el grande Almirante, el gran secreta-
rio Sicil , la condesa de Sufloc y algunas damas, y con máscara
S. M. la Reina.
Desembarcáronse con el acompañamiento que se ha dicho en la
escalera del Palacio, á la parte del jardín ; encontrados allí de la
guardia y mucha de la gente y criados del Condestable, caballos
y acémilas, vinieron por tierra. Hallábase el Rey á la sazón á caza,
cuarenta millas de Londres. Envió á visitar luego á S. E. el
grande Almirante, y á decirle que le tuviese por excusado si no
venia en persona, de que era causa la obediencia que debia á una
gran potestad. Y luego le llegó otro recado de la Reina con el
conde de Sufloc, gran Chamerlau y del Consejo de Estado, que le
dijo de su parte lo que se alegraba de verle en Londres. Hospedá-
ronle los Reyes con grande esplendor en el Palacio, que se ha dicho
que estaba ricamente adrezado con tapicerías de oro, seda y bro-
cado antiguas, y puestos todos los oficios necesarios y criados que
sirviesen á S. E., y guardia de continuos alabarderos , y estos
servían dentro de casa , como pajes , por no usarlos en Inglaterra
los Reyes. Esta guardia asistía en la primera sala, y en la de pre-
sencia, que es la tercera pieza, había un dosel riquísimo con las
armas del rey de Inglaterra, y sillas y almohadas á lo reah En la
pieza más adentro había otro dosel más moderno que se habia
hecho para la máscara de la Reina , pocos meses antes , y en el
escudo añadidas las armas de la Escocia , y en la orla esta letra:
Beati pacifici. Más adentro, en otra pieza menor, estaba la cama
para S. E., de damasco morado y bordado, y su retrete y recá-
mara muy bien adrezados, y al remate del cuarto una galería
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en extremo buena y bien adrezada, donde cenó S. E. aquella
noche sólo, y el conde de Villamediana y Senador y los demás
caballeros de su acompañamiento en una mesa larga que fué
servida con mucho orden y regalo; y también el Estado en otra
sala más afuera, donde cenaron los caballeros, criados del Con-
destable, al mismo tiempo, y otras se pusieron en diferentes partes
para los demás criados y gente. También mandó el Rey hacer
estos dias el gasto á la del Conde y Senador y Diputados de SS. AA.
y su gente, con gran magnificencia y aparato, y verdaderamente
en todos los caballeros , criados y oficiales de S. M. se conocia
bien el grande amor y gusto con que se servían de hacerles este
regalo y honor.
Sábado, 21 , le envió á visitar la Reina con el gran Chamerlan,
y á decirle cuánto deseaba de que llegase la hora de verle, y el
gran Almirante hizo lo mismo , excusándose también de no poder
venir en persona por la ocupación de estar sirviendo á la Reina.
Y comió S. E. con el Conde y Senador y demás caballeros en la
misma pieza del primer dosel: S. E. en la cabecera, y el Conde y
Senador á los dos lados, y siguiendo á ellos los demás. Después
de comer este dia, llegó de donde se hallaba el Rey, á visitarle de
su parte, Tomás Esquin , Capitán de la guardia, el cual le signi-
ficó el contento con que habia oído S. M. la buena llegada con
salud de S. E,, y el que tenia de haberle visto tan pronto, dicién-
dole que volverla á Londres dentro de dos ó tres dias, y que le
tuviese por excusado si uopodia ser más presto. A que el Condes-
table respondió con el agradecimiento y cumplimiento debido,
que cuando S. M. fuese servido y le viuiese más cómodo, le seria
de mayor contento besarle las manos como lo habia deseado mu-
cho antes, y le tenia de entender que se hallaba bueno. A la
noche cenó el Condestable en la cama por hallarse algo indispues-
to, y el Conde y Senador y demás caballeros, como el dia ante-
cedente.
Domingo, á 22, comieron como el dia antes, y avisaron al
Condestable los señores Diputados del Rey, que si les daba licen-
cia vendrían á verle y besarle las manos á las tres de la tarde,
como en efecto lo hicieron. Y S. E., que estaba en la galería, los
477
salió á recibir dos piezas más afuera, que era en la pieza á donde
se comía. Y en ella le fué diciendo el conde de Villamediana
quién era cada uno; y ellos haciendo á S. E. la venia, y S. E. á
ellos la debida cortesía, porfiando á la puerta que entrasen ade-
lante, que ellos rehusaron. Y asi entraron tras el Condestable por
el orden dicho, y tras ellos el conde de Villamediana y senador
Rovida. Entráronse en la galería por el dicho orden, y el barón
Sicil, departe de todos y de su Rey, dio la bienvenida á S. E. en
lengua francesa, por muy elegantes razones , y se alegró con S. E.
en nombre de todos á el buen estado á que habían llegado las
cosas de la paz; y luego trató algunos puntos tocantes á ella, á
que se le respondió por el Condestable con muchas gracias y deseo
de servirlos en general y particular. Y se determinó la primera
conferencia para el miércoles , por dar lugar á que llegase antes
el Rey y le visitase el Condestable. En esto se detuvieron cosa de
dos horas, y al cabo se despidieron de S. E,, y los salió acompa-
ñando una pieza más afuera de donde los recibió. Esta tarde tuvo
audiencia de la Reina el conde de Villamediana, para visitarla de
parte del Condestable , como lo hizo; y ella se holgó mucho de
ello, y envió á S. E. grandes recaudos y cumplimientos.
Lunes, 23, comió el Condestable en su aposento, y los demás
camaradas como solían. A la tarde le vino á visitar el barón
Otton, y después el Embajador de la república de Venecia; y en
esto y en ver y comprar algunas joyas y curiosidades se le pasó el
día. Acostóse temprano por un poco de catarro que le cargó, y
por hallarse mejor para la llegada del Rey, que habia de ser el
siguiente día. Y así, cenó en la cama, y los demás como á la
mañana.
Martes, 24, por la mañana, vinieron los Diputados del señor
Archiduque á tratar con el Sr. Condestable algunos particulares,
por ser negocio de S. A., excepto el conde de Aramberg, que se
hallaba impedido de la gota. A la tarde estuvieron con S. E. los
dichos Diputados, y así mismo el conde de Villamediana y el se-
nador Rovida entreteniéndose con diversos joyeleros y hombre
curiosos que venían á mostrar y vender diferentes cosas. A las
cuatro vino un Gentil-hombre enviado del gran Chamerlan del
478
Rey á besar las manos á el Condestable, y avisarle que ya llega-
ba S. M. cerca de la ciudad y que entraría luego, lo cual le agra-
deció el Condestable. Y mandó que para en llegando á Palacio el
Rey, se aprestase para visitarle de su parte D. Jaime de Cárdenas,
su sobrino, y que con él fuesen D. Alonso de Velasco y otros ca-
balleros. Entró el Rey por la posta con treinta caballos, á las
cinco de la tarde , pasando por la puerta del Palacio á donde alo-
jaba el Condestable. Fué luego allá el dicho D. Jaime, y halló
que se habia acostado, y saliendo á recibirle el gran Cbamerlan,
le dijo á lo que iba, y rospondió que S. M. holgaría de que des-
cansasen por aquella hora , si no se ofrecía cosa muy precisa que
visita y cumplimiento. Y, diciéndole que no se iba sino á servirle,
que el Condestable tendría gusto de todo lo que S. M. ordenase,
admitió la excusa D. Jaime; y se volvió acompañándole el gran
Chamerlan , y encargándose de avisar á el Condestable la hora que
señalase S. M. para la audiencia.
Al siguiente día vínole á visitar de parte de S. M. el caballero
Lunaot, y avisarle que seria la audiencia á las dos, después de
comer, y que podía llevar consigo, si le parecía , á los Diputados
de S. M. y los de SS. AA. Este día fué el senador Rovida á reco-
nocer el lugar donde en Palacio habia de jurar el Rey la paz que
se había acordado el día antes que se hiciese, domingo á 23, en
una capilla de Palacio, y la forma y los asientos en qué conformi-
dad se conformaron , por estar tan puesto el Rey en dar toda satis-
facción á el Condestable.
Miércoles, á 26, á las dos, después de comer, vinieron los Dipu-
tados del Rey y se juntaron con los de S. M. en presencia del
Condestable, y estuvimos hasta más de las cuatro que se fueron
á Palacio ; y luego vino el conde de Souptaton con coches del
Rey y de la Reina, y el padre y muchos caballeros ingleses, por
el Condestable, el cual con los suyos y Diputados de S. M. y AA.,
se fué á Palacio, donde había sarao en presencia de la Reina, que
estaba debajo de un dosel muy rico de brocado de tres altos, con
rubíes , esmeraldas y jacintos , grandes y de precio. Recibieron á
el Condestable al apearse del coche muchos señores de los prin-
cipales de la corte, y en la escalera con otros el Capitán de la
479
guardia , el gran Chamerlan á la entrada de la sala de la audien-
cia, que era una pieza muy grande y estaba muy bien adrezada
de tapicería de oro y seda ; y cuando entendió el Rey que entraba
el Condestable en ella, salió con el Príncipe y los Consejeros á el
lugar á donde la Reina estaba, y se sentó á su lado derecho, po-
niendo al Príncipe en medio de los dos en pié con su espada puesta
y muy galán como lo estaban los padres, y lo fué el Condestable.
Luego se levantó el Rey y estuvo gran rato esperando á que se
acercase el Condestable para salir á recibirle, como lo hizo en des-
cubriéndole, hasta la mitad de la tarima, y no pudo más por la
gran carga y embarazo de la gente , aunque lo intentó y mostró
deseallo con las voces y cuidado que puso en apartarla el gran
Chamerlan. Allí le hizo su acatamiento el Condestable, y el Rey
le abrazó afectuosamente , y haciendo reverencia á la Reina y al
Príncipe, se volvió al lado del Rey y sentó en un taburete con al-
mohada alta de brocado, y el conde de Villamediana ala parte de la
Reina, y el senador Rovida y el presidente Richardote y el Audien-
cier, más apartados, en frente de los Reyes en diferentes taburetes.
Dijo el Rey luego al Condestable, en lengua francesa: «Sea V. E.
muy bien venido, que le habemos deseado mucho; y cuánto es-
timo su persona y virtudes le habrá escrito el conde de Villame-
diana , y también cuan en el corazón tengo la amistad de los
reyes de España, por el deudo y por otras obligaciones, y por
afición particular.» Lo cual todo agradeció y estimó mucho el
Condestable , y de aquí pasó á loar los ejercicios de caza del Rey
y sus estudios, diciendo cuan raros eran los Reyes que se apli-
caban á letras. A que el dicho Rey respondió aguda y prontamente,
que si se hacia la cuenta de los Reyes, aunque no hubiese entre
ellos sino uno sólo , que eran más que los particulares.
En esta plática y otras de conversación se pasd cerca de una
hora ; y al cabo el Condestable dijo que no era hora de cansar
más á S. M. por entonces. Y así se levantaron de las sillas á un
tiempo, y hecha su reverencia al Rey le presentó los caballeros
que llevaba consigo de uno en uno, y el conde de Villamediana á
la Reina y el Príncipe , de los cuales pasó luego á despedirse el
Condestable, y dijo á la Reina que la besaría las manos más des-
480
pació ; y ella en lenguaje francés , que se holgaría mucho de hablar
largo con el Condestable; y con esto se acabó la audiencia, que-
dando los Reyes y los circunstantes, al parecer, contentos y rego-
cijados , saliendo el gran Chamerlau hasta la misma puerta del
salón, y otros Condes y Barones hasta la misma puerta del Pala-
cio , y el de Souptanton hasta volverle á su casa.
Jueves, á26, á las diez horas de la mañana, fueron los Dipu-
tados del Rey á la posada del Condestable, y estuvieron juntos
hasta las doce, y comieron con S. E., sentados en la dicha forma,
y el Condestable á la cabecera , aunque hizo alguna resistencia
cortés con aquellos señores; el gran Tesorero al lado derecho de
la mesa, y junto al conde de Denfier el conde de Villamediana y
el seuador Rovida y otros caballeros. Al otro lado, el gran Almi-
rante, el conde de Nortanton y el barón Sincil, presidente Richar-
dote y Aüdiencier y otros caballeros. Brindó el Condestable de pié
y descaperuzado á la salud del Rey , y á que gozase dichosamente
de la paz al gran Tesorero , y él al conde de Villamediana, y el
conde á el Almirante, y de mano en mano pasó á los demás el
brindis con mucho aplauso y gusto. De allí á poco rato hizo el
Condestable otro brindis á la salud de la Reina, el cual se cumplió
por todos con la misma fiesta. La tercera vez brindó el Almirante
al Condestable por la salud del Rey, nuestro señor, de la misma
manera, y todos hicieron la razón cumplidamente. Tras esto se
levantó el barón Sicil diciendo que su Rey lo enviaba á decir con
un Gentil-hombre que estaba allí presente, que él habia hecho un
brindis á la salud del Condestable, y que así le ordenaba que le
hiciese pasar por todos los de la mesa, que se cumplió y celebró
como los otros. Con esto se acabó la comida que fué, en abundan-
cia y regalo , cosa para admirar. Sobre mesa estuvieron un gran
rato en conversación , y después se retiraron todos á la galería, y
el Condestable á su aposento para que pudiese reposar. Y de allí
á media hora volvieron á la conferencia todos los Diputados en
presencia del Condestable, y estuvieron juntos hasta las cuatro y
más de la tarde que pidieron licencia al Condestable para ir á
Palacio, donde convenía que se hallasen áutes que el Condestable
fuese á la audiencia particular del Rey, con que se acabó la confe-
481
rencia. Y el Condestable quedó esperando que de Palacio viniesen
á llamarle, como se acostumbra; y asi, de allí á poco rato vino
el conde de Pambruc con otros muchos caballeros y los coches
del Rey, en que partieron luego ; y el dicho Conde le guió á el
cuarto del Rey, donde en la primera sala estaba toda la guardia
de Alabarderos y por ella acompañándole muchos caballeros in-
gleses. Pasó á la cámara de presencia, en que habia dosel y ricos
adrezos , y alli le salieron á recibir y acompañar otros caballeros
señores para guiarle y hacer que entrasen S. E. y el conde de
Villamediana solos con los caballeros españoles, por una galería
á una sala muy bien adornada con tapicería y dosel, á donde tam-
bién salieron el Camarero mayor y otros señores á recibirle; y
pasando por otras dos piezas, colgadas también ricamente, vinie-
ron á dar á una galería muy buena y bien adrezada de diferentes
pinturas é imágenes de santos , y especialmente de Nuestro Señor
descendido de la cruz y la Magdalena. De esta manera llegó al
aposento donde el Rey con el Príncipe aguardaba á S. E., y mo-
viéndose algunos pasos para recibirle y hecha la venia , se senta-
ron el Rey y el Condestable y el Conde de Villamediana ; y por
espacio de una hora se detuvieron hablando, á lo que se pudo
inferir, en negocios graves. Salieron de allí, al parecer, contentos,
y el Rey lo quedó mostrándose risueño y regocijado al despe-
dirse. El tiempo que estuvo negociando el Condestable con el Rey
se entretuvo el Príncipe con el gran Almirante y otros caballeros
y los del Condestable en la galería hablando de armas , caballos
y bailes; y saliendo S. E. de la cuadra le llevaron aquellos seño-
res por todo el Palacio mostrándosele , y la recámara y todas las
cosas curiosas del Rey, hasta bajarle al jardín, donde hallaron al
Príncipe jugando alas armas, y blandiendo y terciando una pica
con mucha gracia y destreza; y viendo esto, y muchas damas
que andaban cruzando el jardín y recreándose se entretuvo S. E.
un rato , y mirándolo el Rey por una ventana mostrando en todas
sus acciones la llaueza y corazón con que abrazaba la paz y los
instrumentos de ella ; con esto volvió á casa y cenó acostado, y
los demás como solían.
Viernes, á 27, á las diez de la mañana, salió áel Palé ó Bolsa
Tomo LXXl. 31
482
que llaman , y en ella se entretuvo un buen rato, comprando dife-
rentes cosillas de curiosidad. Comió solo j los demás en la mesa
ordinaria. Tenia para la tarde aplazada audiencia particular de la
Reina ; J estando comiendo le vino un recado pidiéndole encare-
cidamente suspendiese el irla á ver por aquel dia, porque se hallaba
gravemente fatigada de un dolor de muelas , y con el mismo
mensajero le envió á decir el Rey que deseaba tuviese por escu-
sada á la Reina. A las tres de la tarde le vino á visitar el Emba-
jador de Francia , y á las cuatro , cinco Diputados de las ciuda-
des Ansiáticas, que son unas tierras libres en Alemania, entre
Holanda y el reino de Damia, confederados con S. M. y el Rey de
Inglaterra, pidiéndole tuviese por bien de alcanzarles el impe-
dimento de 30 por 100 como á ciudades amigas y confederadas,
y muy prendadas con la Casa de Austria: con que el Condestable
les ofreció toda buena correspondencia y amistad, suplicando
á S. M. que les hiciese merced en lo que él no pudiese arbitrar.
La misma tarde le vino á ver el barón Quiuglos, del Consejo de
Estado del Rey, y lo demás del dia empleó S. E. en comprar
joyas y cosas de mucho precio.
Sábado, á 28, tuvo el Condestable un recado de la Reina con
el caballero Lucanor , avisándole que pedia ir á verla aquella
tarde. Comió S. E. retirado, y los demás en la mesa ordinaria.
Después de comer temprano , le vino á ver el Embajador del duque
de Lorena, á quien por su dueño y por su persona hizo el aco-
gimiento que se debia. A las dos vinieron el secretario Egmont y
el Letrado que intervenían en las juntas á avisar que vendrían
los Diputados del Rey á la conferencia cuando el Condestable lo
mandase, porque estaban ya juntos. Respondió que podrían venir
luego, como lo hicieron. Y estuvieron juntos conformando los ca-
pítulos y lo demás que les pareció convenir, y algunas'cosas que
el Condestable habia reservado para mayor firmeza y claridad de
la paz, hasta más de las cuatro que llegó la hora de ir á la audien-
cia do la Reina, y el conde de Suxex y otros caballeros, por S. E.
Y así despedidos los Diputados, se fué á Palacio con el conde de
Villamediana y los caballeros ingleses y españoles , donde le reci-
bieron con mucho gusto los de S. M. ; y pasando por la cámara de
483
presencia y las de las damas , que tienen este nombre, y por otra
sala, entro en la cuadra en donde estaba S. M, debajo de un dosel
de mucha estima, en una silla Real, digna de su imperial persona,
compitiendo la severidad de su presencia con el regocijo que
hacia á los extranjeros, y la hermosura y gentileza de que con
extremo es dotada con la gracia y cortesía; y asi las galas y joyas
de S. M., con ser de sumo precio, éralo que allí menos resplande-
cía. El Príncipe vino luego y se puso junto á ella, y las damas
enfrente, en hilera y número de más de treinta, en extremo her-
mosas y bien adrezadas.
Entrando S. E. en la cuadra, se levantó la Eeina y le recibió
con mucho afecto de gusto , y demostración de amor , y no se
quiso sentar hasta que hiciese lo mismo el Condestable enfrente
de S. M. y el conde de Villamediana á un lado de S. E. Allí se
hicieron grandes cumplimientos de una parte á otra, y duró la
audiencia y conversación más de una hora , en la cual mandó la
Reina que danzase el Príncipe, como lo hizo con mucha agilidad
con tres damas. Y besando después las manos de S. M., pidió el
Condestable licencia para besar las damas al uso de aquellas pro-
vincias , de que se agravian cuando hay algún descuido , y dán-
dosela S. M. cumplió con el uso y gusto de las damas ; y los caba-
lleros que acompañaban á S. E. se la besaron á S. M., haciendo
ella antes salva con la suya. En despidiéndose de la Reina , se
fueron á ver al Príncipe hacer mal á un caballo, en que estaba
muy diestro. Con esta ocasión le preguntó el Condestable si gus-
taba de caballos españoles. Respondió que no había visto jamás
ninguno, y que estimaría mucho haberlo: y al momento ordenó
el Condestable á su caballerizo, D. Martin de Bauuelos, que le
trajese uno ricamente enjaezado, y una casa ^ bordada de lo
mismo muy curiosa, con que sirvió al Príncipe, y le hizo correr
de su caballerizo , y le satisfizo , quedando en extremo contento y
agradecido. Con esto se vino á casa y cenó aquella noche retirado,
y los demás en la mesa ordinaria.
Domingo, á 29, después de oido misa á las diez de la mañana,
Así ílicp: Debe faltar alguna palabra.
484
vino por el Condestable el conde de Deset con muchos caballeros
principales y muy galanes , y adornados de joyas, y caballos de
ricos jaeces y gualdrapas bordadas de oro y plata. También se
habia puesto muchas joyas y galas S. E. y el conde de Villame-
diana con vestidos bordados y riquísimas gualdrapas , y libreas
de criados; y no menos los caballeros españoles y otros que se
pusieron en coches. Subieron á caballo, y era tan innumerable la
multitud del pueblo, que apenas se podia pasar por las calles.
Apeado en Palacio el Condestable, le salieron á recibir, como
solían, el gran Almirante y otros señores Grandes; á la escalera
el Capitán de la guardia, y á la puerta de la cámara de presencia
el gran Chamerlan con otros muchos caballeros; y guió á S. E. á
donde el Rey estaba. Salió al encuentro S. M. con el Principe
delante , y dando el lado derecho al Condestable , y el otro al de
Villamediana con los Diputados delante, se fué derecho á la capilla
con sus Reyes de armas y Maceres, Habia en la capilla dos corti-
nas de brocado de una medida y traza, con dos sillas de lo mismo
y almohadas , la una para el Rey y la otra para el Condestable;
y para los Diputados taburetes rasos á la banda de la cortina del
Condestable que estaba á la parte del Evangelio, según el estilo
de la Iglesia Católica Romana; y S. E. ordenó que el Conde en-
trase en la cortina con su asiento. Estaba la Reina en una tribuna
sola , y muchas damas en otras mirando lo que pasaba. En esto
comenzaron á cantar los músicos que allí habia, á cinco coros,
unos motetes y versos en inglés, que se hicieron al casamiento de
la Princesa María con el Rey D. Felipe II, nuestro señor; y otros
en alabanza de la paz. Estaba enfrente del medio de las dos cor-
tinas una mesa y aparador con algunas piezas y copas de plata
dorada, y dos libros. Cesó la música y salieron de las cortinas el
Rey y el Condestable , y los Diputados fueron al mismo puesto. Y
estando juntos, sacó el barón Sicil las capitulaciones de la paz,
escritas en pergamino y firmadas de los Diputados , y referido al
Rey lo que contonian, las puso S. M. en las del Condestable, y las
suyas sóbrelos Evangelios de una Biblia y el Testamento Nuevo,
traducido de San Gerónimo, y estampado de Plantino, como se
concertó con el senador Rovida; y aprobó y satisfizo el tratado
485
por el orden que le fué diciendo, por un papel que se llevaba en
escrito el dicho secretario Sicil ; y asi las tuvo hasta que se
acabó de leer , y después tomó sus manos al Condestable en fe y
señal de la unión y paz establecida, con que se acabó la ceremo-
nia, sin que iuterviniese ninc^una que fuese eclesiástica.
De la capilla volvieron de la misma manera por el cuarto y
piezas que hablan pasado, y el Rey se retiró; y algunos de los
caballeros y señores del acompañamiento llevaron á el Condesta-
ble á una cuadra para que pudiese descansar hasta que se subiese
la comida. Estaba la sala, que era la de la audiencia, muy bien
adrezada con un aparador de muchas gradas , lleno de diferentes
piezas antiguas y modernas , de plata dorada, labrada ricamente,
y dos vallas á los lados para que no se llegase la gente á la mesa.
A la mano derecha, entrando, habla otro aparador de piezas de
ágata , y otras ricas y de precio. La mesa seria de cinco varas
de largo y una gran vara de ancho. Acompañaron las viandas el
gran Chamerlan con Gentil-hombres y criados del Rey que las
traian. Servían de Maestre-salas, el conde dePrambue y el de Soup-
tanton. Salieron los Reyes con el Príncipe y el Condestable, y los
demás delante. El Condestable á el lado del Rey, y el de Villa-
mediana á el de la Reina. Laváronse las manos en una fuente los
dos, echándoles las toballas á el Rey el gran Tesorero, y á la
Reina el gran Almirante, y el Príncipe se lavó en otra fuente, y
en la misma llevaron á el Condestable agua-manos, y sirvieron
los mismos caballeros. Sentáronse en esta forma: los Reyes á lo
largo, en la cabecera, debajo del dosel: la Reina á la mano dere-
cha, en sillas de brocado y almohadas, y á su lado, algo apartado,
el Condestable en taburete y almohada alta de brocado; y á el
lado del Rey, el Príncipe, de la misma suerte. A la frente derecha
de la mesa, el conde de Villamediana , y luego el senador Rovida,
frente del Condestable. En la misma acera del Senador, frontero
de el Príncipe, algo más adelante, el presidente Richardote y el
Audiencier, quedando aquella frente desocupado, por no haberse
hallado en este acto el conde de Aramberg por el impedimento
que se ha dicho de la gota. Asistían en la mesa los más principa-
les señores del reino, y particularmente el duque de Lenor, el
486
conde de Aron, el conde de Sufloc, gran Chamerlan, y el de
Dorset , gran Tesorero ; el de Notinan , grande Almirante; el de
Pensier, el de Souptaton y el de Pambruque, el de Nortumberlan,
el de Cumerlan, el deNuester, Caballerizo mayor, el de Sobsbreu,
el de Arbe, el de Exex, el gran Canciller, todos de la orden de la
Jarretera, el barón Sicil, el de Otton, el señor de Quinglos, del
Consejo de Estado; Tomás Esquion, Capitán de la guardia; el ca-
ballero Juan Ransil y Jaime Lincel , escoceses , y otros caballeros
y varones de calidad , y había mucha música de diferentes ins-
trumentos y una regalada y copiosa comida.
La primera cosa que el Rey hizo fué enviar á el Condestable
un melón y media docena de naranjas , con un ramo muy verde,
diciéndole , que era fruta de España trasplantada en Inglaterra,
y él le respondió besándole las manos , que más por ser de las
suyas que venido de su tierra aquel regalo; y así partió el melón
con los Reyes, y puso el plato á la Reina D. Blasco de Aragón, á
que S. M. satisfizo cortés y agradecidamente. Donde á poco se
levantó el Rey en pié, y descubierto hizo un brindis al Condesta-
ble por la salud de nuestros Reyes y señores, y que la paz fuese
muy inviolable y perpetua. A que de la misma suerte hizo el Con-
destable la razón, y respondió que asi esperaba lo seria, y que de
ella habían de resultar grandes bienes á ambas Coronas y á la
cristiandad; y por el conde de Villamediana y los demás pasó ade-
lante con mucho gusto y regocijo de los Reyes. Luego, porque en
cortesía no le ganasen por la mano otra vez , se levantó el Condes-
table y brindó á el Rey por la salud de la Reina en el tapador de
un baso de ágata, muy rico y guarnecido de diamantes y rubíes,
suplicando á S. M. que en el vaso lo mandase hacer la razón , como
lo cumplió y mandó pasar el brindis á el Príncipe y los demás, y
el Condestable que quedase en el aparador de S. M. el vaso.
En esta sazón y en lengua inglesa y alta voz, habiendo tocado
antes las cajas y trompetas y otros instrumentos ^ dijo: que el
Reino daba á S. M. muchas gracias por haber concluido tan útil
1 Aquí parece que faltan algunas palabras: pues falta expresar quien es éste
qiio dijo.
487
paz con el serenísimo Rey de España , y rogaba á Dios durase por
muchos siglos , y á S. M. que la procurase mantener con todo su
poder, como esperaban, para gozar de aquella tranquilidad con
seguridad y beneficio común de sus vasallos , y que también le
suplicaban diese licencia para publicarlas en los reinos y dominios
de S. M., como la dio, y se publicó luego en aquella ciudad, pa-
sando el pregón de cincuenta en cincuenta pasos.
Segunda vez se levantó el Condestable y brindó á la Reina por
la salud del Rey en un dragón de cristal muy hermoso , guarne-
cido de oro, bebiendo en la cubierta , y en el vaso y en el pié hizo
la Reina la razón , sirviéndole en aquella ocasión D. Blasco de
Aragón de copero y de intérprete de lo que hablaban el Condesta-
ble y la Reina, en cuyo aparador mandó que quedase el vaso.
Tras esto brindó el Rey á el presidente Richardote y á el Audien-
cier á la salud de SS. AA., refiriéndoles en francés cuánto los es-
timaba y deseaba tener con ellos grande amistad. Después envió
el Rey á el Condestable un gran recado con el conde de Nortanton,
diciéndole que aquel dia era dichoso para él, pues se hacia la paz
y cumplían sus hijos años, y la princesa Isabela, cuatro; y que
así esperaba que por el nombre habia de ser medio para conservar
en amistad y unión los reinos de España é Inglaterra , á el con-
trario de otra Isabela enemiga y que tantos daños habia causado.
Y que así, le diese licencia para que brindase á la salud de los
hijos , á que le hizo S. E. la razón , y le respondió trayéndole á
propósito aquellos versos de San Názaro, en el parto de la Virgen,
en que mostrando que Nuestra Señora habia remediado el daño
que habia hecho á el mundo Eva , dijo : Cumque caput fiierü quce
una mallorum femina principium lacrimas quce et tenis intulerit
nunc auxilium ferat ipsa modum quce qucelicet aflidis imponat femina
rebus. Brindó cuatro veces el Rey á el Condestable y á la salud de
la Princesa de España, y con esta ocasión renovó cuan inviolable
y perpetua habia de ser la paz que se habia establecido, á pesar de
ruines y malignos. Envióle por este recaudo el Condestable las
debidas gracias, y aseguró que seria así, y que esperaba grandes
efectos de esta unión en servicio de Dios y de los reinos de SS. MM.
y de la cristiandad.
488
Cotí esto se pasó adelante en la comida y se acabó con otros
brindis y mensajes del Rey y de la Reina, que duró cerca de tres
horas. Levantáronse los manteles inmediatamente. Los Reyes pu-
sieron la mesa en el suelo, y los Reyes de pies sobre ella para la-
varse las manos, como lo hicieron ; que dicen ser ceremonia anti-
gua. Y el Condestable convidó á su fuente á el conde de Villame-
diana, y los demás Diputados se levantaron ^ en otras. Retiráronse
los Reyes á su aposento, y á el Condestable y á el Conde guiaron
á una galería muy buena y adornada de varias pinturas , donde
se estuvieron por espacio de una hora larga.
En este medio se comenzó un sarao en esta dicha sala, y avi-
saron de parte de los Reyes á el Condestable y ú el Conde que
los esperaban á el paso para ir á verle ; y asi salieron y los fueron
acompañando y se sentaron los Reyes debajo de su dosel, é in-
mediatamente á el Rey, pegada á su silla, la del Condestable, y
luego el de Villamediana y los domas Diputados en ala. Habia en
este sarao más de cincuenta damas do Palacio , muy rica y curio-
samente adrezadas y hermosas en extremo , sin otras muchas que
con los caballeros y señores que asistían á la mesa hablan co-
menzado ya la fiesta. Donde á poco rato mandaron á el Principe,
sus padres, que danzase una gallarda, señalándole una dama, que
habia de sacar, como lo hizo con mucho donaire y continencia, y
algunas cabriolas. Luego sacó á la Reina el conde de Souptanton,
y otros tres caballeros diferentes damas, que todos juntos danza-
ron un brandó. En el otro salió después la Reina con el duque de
Lenor. Comenzaron tras esto una gallarda, que llaman en Italia
platón , y en él sacó á el Principe una dama, y él después otra
que también le señalaron. Danzaron tras esto un brandó, y aca-
bado, salió el Principe á danzar una correnta, que lo hizo con
mucha gracia. Volvió á salir con la Reina el conde de Souptanton
y danzaron también la correnta, con que se acabó el sarap. Y se
pusieron á las ventanas de la misma sala, que miraba á una
plaza, á donde habia tablados y gente innumerable á ver pelear
I Acaso se lavaron.
489
los osos, que tiene el Rey, con lebreles, que fué de mucho gusto,
y luego un toro que á pié quedo, atado con una maroma, hacia
muy buenas suertes en los perros. Tras esto vinieron también
unos volteadores, que danzaron en una cuerda é hicieron diferen-
tes saltos y destrezas en un caballo, con que se acabó la fiesta y
el dia, y asi se retiraron los Reyes, acompañándolos el Condesta-
ble y los demás señores hasta su aposento. Y antes de entrar en
él, se hicieron muchos cumplimientos de una parte y de otra, y
se dieron las manos el Condestable y los Reyes y el Principe y el
Conde ; y los demás caballeros españoles se las besaron y despi-
dieron, saliendo de la sala el Condestable y los demás acompaña-
dos del gran Chamerlan hasta la postrera sala, y de el conde
de Denñer y otros caballeros, hasta entrar en los coches, alum-
brándolos más de cincuenta alabarderos con hachas hasta que
llegaron á casa , donde los esperaban otros tantos. Y por haber
llegado cansados , el Condestable y el conde de Villamedia-
na cenaron aquella noche retirados, y los demás en la mesa
ordinaria.
Lunes, 30, amaneció el Condestable con un poco de mal de
hijada, y se le fué acrecentando hasta medio dia, que comenzó á
descansar. Enviaron los Reyes á visitarle y saber cómo estaba. A
las cuatro de la tarde vino el mismo Rey en un batel por agua,
acompañado del gran Almirante y gran Tesorero , y otros cuatro
ó cinco señores, sin más criados , y subió por la escalera del jardiu
al aposento del Condestable donde en la cama le dio un grande
abrazo, doliéndose de su mal; y S. E. respondió con el agradeci-
miento debido. El Rey con mucha risa se sentó y llamó al conde
de Nortanton para que entre los dos fuese intérprete, y se llegó
también el conde de Villamediana, y los tres estuvieron juntos
más de un cuarto de hora hablando de diferentes cosas, de caza y
recreación, y de los retratos de la Reina y el Príncipe, que tenia
el Condestable en el mismo aposento, loándolos el Rey por bien
hechos. Y de allí á un poco hizo S. M. señal al conde de Nortan-
ton para que el gran Tesorero y Almirante y los demás saliesen
de aquella pieza, con que quedaron solos y estuvieron cerca de
una hora ; y á lo que después se entendió de Juan Bautista de
490
Tasis, que llamaron por segundo intérprete , entre otras cosas
graves que hablaron, fué que estimaba gravemente tener cerca de
la Majestad Católica tan buen fiador como á S. E., para asegurarle
de la sinceridad y amor con que observarla siempre la paz , y pro-
curaría merecer de S. M, toda buena correspondencia ; y que asi
para que por pequeñas cosas no se alterase de una parte ni de
otra, le suplicaba de la suya , que cuando le sucediese alguna
queja de agravio, se sirviese de enterarse bien de ella, y de man-
dárselo avisar, para que apurado lo cierto, pudiese S. M. usar de
la demostración que pidiese el caso; que lo mismo ofrecería hacer
de su parte con gran puntualidad, siempre que se le quejasen de
sus vasallos de alguna molestia ó sinrazón ; y al ñn, al despe-
dirse de S. E., con mucho afecto de amor y cortesía, le dejó de su
mano una sortija con un diamante rico, para memoria de mariaje
de la paz, y diciéndole después que se levantó de la silla, que
brindarla á la cena á su salud; y respondiéndole el Condestable que
haria lo mismo con toda su flaqueza; volvió por el mismo rio á
Palacio acompañándole el conde de Villamediana y los demás ca-
balleros españoles, á quienes usó mil favores y finezas y cortesías.
La misma tarde, poco antes que anocheciese, partió el Rey con
veintiocho caballos por la posta á su entretenimiento ordinario de
la caza, á que era inclinado con gran extremo.
Martes, á 31, parece que se mejoró el Condestable algo de su
mal de hijada , pues pudo levantarse á cenar. Antes de comer le
envió á visitar la Reina y saber cómo estaba , con el gran Cha-
merlan, el cual le significó de parte de S. M. que estaba con grande
afán de su achaque , y lo que deseaba ser de provecho, para que
mejorase y tuviese más salud. A que respondió el Condestable como
pedia tal demostración y merced. A la tarde vinieron á presentar-
le de parte del Rey una gran vajilla de plata dorada, y alguna de
ella esmaltada ricamente, antigua y de mucho precio, por el peso
y por ser del aparador de los Reyes , sus antecesores, y especial-
mente una fuente y jarro de oro y tres copones ó custodias , la
una de ellas antiquísima y con esmalte é imágenes de santos.
Miércoles, á 1." de Setiembre, estuvo S. E. en la cama algo
aliviado de su achaque, aunque no libre de él. Tuvo diferentes
491
recaudos y visitas, y suspendió la partida para el sábado, por uo
irse sin besar la mano al Rey.
Jueves, á 2 de Setiembre, se levantó el Condestable para oir
misa y comer. A la tarde vinieron los cinco señores Diputados á
visitarle, y hacerle las gracias de las demostraciones de cortesía
y presentes que con ellos y la Casa real había usado ; refiriendo
lo que las estimaban y procurarían merecer en buena correspon-
dencia, y cuan obligados se hallaban sus Reyes á la voluntad
de S. E. y aficionados á su persona, y reconocidos todos de lo que
con su autoridad y prudencia habia hecho y dispuesto en el tra-
tado de la paz para que tuviese tal efecto. A que S. E. respondió,
que ellos lo habían trabajado y encaminado todo también ; que
para S. E. no habia quedado nada que hacer; y que en lo que de
demás hacia, era sólo para memoria de lo que merecían tan bue-
nos Ministros y señal de lo que el Rey, nuestro señor, sabia y
podía hacer, y que él iba tan rico y honrado de las mercedes j
favores de S. M., que no sabia cómo encarecerlo, sino suplicarles
hiciesen fe á su Rey, que las estimaría y serviría como el más
allegado verdadero criado de los suyos.
En despidiéndose de S. E., que fué entre las tres y las cuatro
de la tarde , vino el conde de Nortanton con otros caballeros y se-
ñores á acompañarle para ir á ver ala Reina, como lo hizo, por el
rio arriba. Encontráronle como la vez pasada, y halló á S. M. con
el Príncipe en la misma cuadra, donde le hicieron mucha fiesta
madre é hijo, y en particular le dijo la Reina lo que había sen-
tido su achaque , por lo que le deseaba salud, y haberle también
padecido algunas veces , y que así, le enviaría á su médico, como
lo cumplió, pues vino luego que volvió S. E. á casa, y poco des-
pués un caballero de parte de la Reina, á saber cómo le habia ido
con el médico.
Viernes, á 3, aun estuvo S. E. mejor que el día antes; y á la
tarde fué á visitar álos embajadores de Francia y Venecia y á los
Diputados deSS. AA.
Sábado, á 4, estando S. E. para sentarse á comer, le llegó un
recado de la Reina con su Vicechamerlan y una caja de retratos
coEi los del Rey y la Reina dentro , y por defuera lleno de diaman-
492
tes de mucho precio , y una gargantilla de perlas gruesas riquí-
simas, diciendo de parte de S. M, que se hallaba tan obligada
á S. E. que le enviaba para si aquellos retratos , en señal y reco-
nocimiento de su dueño ; y que le habia presentado y obligado de
manera, por parte de la Magestad de la Reina, nuestra señora,
que no se hallaba por entonces con caudal para poderle correspon-
der, como lo pensaba hacer bien presto; y que entretanto enviaba
al Condestable aquella gargantilla para la señora, la Duquesa,
su mujer. Lo uno y lo otro estimó S. E. con la respuesta y gracia
que debía semejante demostración, dando también al Vicecha-
merlan las que se debian.
Tras esto, ya que llegaban á acabar de comer, llegaron el
conde de Nortanton y el barón Otton y otros caballeros que hablan
de acompañar, y el gran Chamerlan á visitarle y despedirse. Y
así partió de Londres este dia á las doce , acompañándole también
el conde de Villamediana y el senador Rovida. Y en coches se fué
hasta pasar el puente por delante de la Puerta de la Torre de
aquella ciudad, y se embarcó en las barcas que de orden del Rey
estaban aprestadas ; y llegó á Gravesenda muy temprano , donde
el conde de Nortanton estuvo casi una hora con S. E., y se des-
pidió para volver á Londres, habiendo cumplido con la comisión
de su Rey de recibirle en aquella villa, y de acompañarle á ella.
Y el barón Otton fué delante siguiendo la suya.
Este dia se embarcaron los Diputados de SS. AA. en un ga-
león, y se encaminaron por la ribera á Flandes, y no por tierra
hasta Dovre, por el impedimento de la gota que todavía duraba
al conde Aramberg. •
Domingo, á 5, después de comer, partió el Condestable de
Gravesenda con el barón de Otton, y el conde de Villamediana y
Senador, y otros muchos caballeros , y á Rochef, que está seis
millas; quiso por curiosidad reconocer el seno de la ribera y mar,
que allí hace puerto seguro y capaz para muchos navios y ar-
madas. A la entrada de él hay un fuerte que llaman Stroiib, y
casi en medio, á la mano derecha hacia Londres , otro que llaman
Quinoermetuden, que quiere decir, la mitad del camino, y lo atri-
buyen á que lo es desde la mar á Londres. Alrededor tiene algu-
493
ñas habitaciones, y particularmente un buen arranal ^ llamado
Optemiro. Este seno es el puerto señalado á las armadas del Rey,
y había en él treinta buenos galeones de los cincuenta que dicen
ser ordinarios, proveídos de artillería y jarcias suficientemente, y
cuatro galeras de veinticuatro bancos, no en el orden de las del
rey de España , ni de aquel garbo , sino es más chatas y seme-
jantes á barcones. Entró S. E. en el galeón que llaman Almiranta
Real, y no se puede decir ni pensar cuan grande y bien compar-
tido y curioso de aposentos parecía. Hizo á S. E. una gran salva
el fuerte Stroiib, y tras él algunos de los galeones, según se iba
pasando de unos en otros; de manera que fueron más de cuatro-
cientas piezas las que con esta ocasión se tiraron.
Desembarcado, entró en su litera y llegó á Setemburn tem-
prano , y se acostó; y también se fué á su posada el conde de Ví-
llamediana, y cenaron los demás caballeros en la mesa ordinaria.
Martes, á 7, después de comer, partió S. E. de la dicha Setem-
burn, y llegó á Dovre temprano, quedándose á la mitad del
camino el barón de Otton con otros muchos caballeros que se
despidieron de S. E. en el mismo lugar á donde salieron á reci-
birle á la ida.
Miércoles, 8, se entretuvo S. E. en Dovre, habiendo deseado
mucho embarcarse aquel dia por ser de Nuestra Señora, como lo
fué el de la otra embarcación, Y todavía, porque no pasase sin
hacer algo, mandó embarcar los caballos y alguna ropa, porque
la demás y mucha de la gente dejó en Londres para embarcarse
é ir por mar á España en un bajel que el Rey le concedió para esto.
Jueves, á 9, estuvo en Dovre S. E. esperando tiempo para em-
barcarse, y la ropa y los caballos en los navios, con orden de no
hacerse á la vela hasta que S. E. partiese.
Viernes, 10, después de haber oído misa y almorzado, entre
las diez y las once, se despidió en la marina del conde de Villa-
mediana, y se embarcó con el senador Rovída en los galeones del
Rey, donde pasó á Inglaterra y á cargo del mismo Almirante,
con determinación de tomar puerto en Cales, puerto pe Francia,
Quizá arsenal.
494
si el Tiento no forzase á ir á Gravelingas , por ser el desembarca-
dero de Cales más corto y seguro. Y asi llegó á él á las cuatro de
la tarde, y le salió á encontrar en una chalupa el sobrino de Mon-
señor de Vique, Gobernador de aquella plaza, de donde se le hizo
una gran salva. Y el mismo Gobernador, con coches y caballos,
le esperó al desembarcadero y acompañó hasta la posada. Luego
los de la villa le enviaron á visitar y presentaron algunos regalos,
y el Gobernador llevó á cenar consigo los caballeros del acom-
pañamiento del Condestable é hizo muchas finezas como cuerdo
caballero y Capitán ; y entre ellas una. notable , que enviando su
Sargento mayor al Condestable por el nombre parala guarnición,
y rehusándolo S. E., con gran resolución vino él mismo en per-
sona á deshora á suplicarle no permitiese que el presidio quedase
aquella noche sin nombre. Y asi, hubo de complacerle, que fuese
con condición que lo mismo hubiese de hacer con él en Castilla,
cuando se ofreciese el caso: y en el pasaje de la ropa que allí
desembarcó y todo lo demás se hubo el Gobernador muy cortesa-
namente.
Sábado, á 11, vino el Condestable en barca por un nabillo á
Gravelingas, donde hizo alto el domingo y lunes esperando que
llegasen los caballos y gente, que, como.se ha dicho, se embarcaron
en diferenses navios ; y antes que pudiesen aferrar en Gravelin-
gas, los echó un recio temporal á Inglaterra. En aquel puerto le
vino á visitar de parte del Señor Archiduque, D. Luis de Velasco,
su primo, Capitán general de la caballería; y también despachó
para España á D. Blasco de Aragón para que diese cuenta á su
Rey de todo lo negociado, entre tanto que el Condestable llegaba
á Valladolid.
RELACIÓN
DE LA
VIDA DEL CAPITÁN DOMINGO DE TORAL Y YALDÉS,
ESCRITA POR EL MISMO CAPITÁN.
[Biblioteca Nacional, sala de Ms. H. B5.;
497
RELACIÓN
DE LA VIDA DEL CAPITÁN DOMINGO DE TORAL Y VALDÉS,
ESCRITA POR EL MISMO CAPITÁN.
El auo de 1598 nací eu el concejo de Villaviciosa , en la cola-
ción de Arguex; fué mi padre Juan de Toral y Valdés; mi ma-
dre María de Costales, entrambos hijos-dalgo; del parto de un
hermano menor murió mi madre y quedó mi padre con tres hijos,
dos varones y una hembra; para el remedio de este cuidado y de
la pobreza (que obrando con extremos opuestos ó anima ó des-
atienta), se determinó bajar á Castilla, trayendo consigo álos dos
mayores , que éramos yo y mi hermana. Paró en Madrid , y á mí
me acomodó á ser paje de un señor y le serví cuatro años; ausen-
tándome de su casa anduve otros cuatro peregrinando por España
como otro lazarillo de Tormes.
Volví á Madrid, y el mismo señor á quien habia servido,
como me habia criado con el afecto amoroso de la crianza, pidió á
mi padre que le volviese á servir; así lo hice tres anos , haciendo
de mí tanto caso y confianza como si la experiencia y obligación
de grandes servicios ocasionara á ello, en quien no tenia aun diez
y siete años cumplidos, que parte podia haber de esta que obli-
gara á que se cegase el entendimiento de un señor que ocupaba
un puesto de los más preeminentes de España , esta elección oca-
sionó el distraimiento de mi vida, mudando el modo de ella, por-
que como mi gobierno fuese correspondiente á mi edad, siendo
el empleo de que de mí se habia hecho caudal con que compraba
mis gustos , no tan lícito cuanto era bien para evitar alguna queja
de las que tenían otros criados, que movidos de la envidia nota-
ban mis menores acciones ; con todas las que de mí sabían dieron
con ellas en el rostro de mi dueño, tocándole en lo que se diría;
provocado con estas cosas me pidió los papeles que por mi
cuenta tenia, que eran de consideración; sentido de esto, propuse
la venganza , y á un criado y mi deudo, que habia sido la princi-
ToMO LXXI. 32
498
pal causa de mi mudanza, le esperé en parte estrecha y le di dos
estocadas , que entendiendo que le había muerto me ausenté de
Madrid y paré en Alcalá de Henares.
En ella estaba levantando compañía D. Cosme de Médicis,
hijo de D. Pedro de Médicis; díjele al Alférez si me queria asen-
tar la plaza de soldado: respondióme que era muchacho que venia
huyendo de casa de mi padre , que no sabia lo que pedia , que lo
pensase bien. Respondíle que venia determinado: asentómela contra
su voluntad (que hay hombres de consideración tan madura que
quieren más perder de su oficio y derecho que no que se siga un
daño notable). A dos dias se me arrimaron dos bellacones, que
después de ayudarme á gastar lo poco que tenia, me acuchilla-
ron: dije en conversación de un soldado que pasaba, que le habia
conocido en Toledo, coíchete; luego se lo dijeron, y él y ellos
rae sacaron hacia el rio engañado ; allá me esperaban otros dos , y
de la pendencia saqué segados dos dedos; del uno estoy estropea-
do, digo esto tan por menor, porque se conozca el poco saber y la
mocedad cuando procede á su albedrío á los casos que se sujeta.
Dos meses estuvimos esperando sin socorro ninguno, buscan-
do la vida con los modos á que da licencia la soldadesca cuando
no hay superior que lo estorbe ni remedio á la necesidad.
Partimos de Alcalá alojados hasta Lisboa; juntáronse en ella 43
compañías, todas las metieron en navios de flete que estaban
embargados de mercaderes, socorriendo á cada soldado con un
real, que aun para una comida no habia , porque se compraba á
mujeres regatonas que lo iban á vender á los navios : dormíamos
sobre las tablas embreadas, que lo ordinario era amanecer la ca-
beza pegada á ellas. Los navios pequeños, la gente desnuda,
amontonada una sobre otra, por estar de esta manera siete sema-
nas y partir para Flandes sin dar socorro ninguno. Para refresco
y tardar eu el viaje veintiocho dias se apuraron de 3.000 en 2.300,
que con tales causas, de los que quedaron se puede tener admira-
ción. Gobernaba en Lisboa D. Antonio de Zúñiga, y gobernó en
la navegación el capitán Antonio Forriol , por más antiguo.
Desembarcamos en Dunquerque por el mes de Noviembre,
año de 1615, tan desnudos, que los más bien vestidos iban sin
499
zapatos, ni medias, ni sombrero, y lo común era desnudos, de
tal suerte, que las partes que la honestidad obliga á que más «e
oculten eran más patentes á la vista; y porque algunos las tapa-
ban con las manos , los llamaron á semejanza de Adán , adanes.
Sabiendo S. A. el archiduque Alberto tal miseria , la remedió
luego vistiendo á todos cuantos íbamos , desde los zapatos hasta
el sombrero, y los repartió por Flandes en las guarniciones y ter-
cios; á mi compañía, que quedó viva, le tocó ser del tercio de Don
Iñigo de Borja , que era Maestre de campo y castellano de Ambe-
res en el castillo de esta ciudad. Estuvo mi compañía de guarni-
ción hasta que se acabaron las treguas , sin que se ofreciese cosa
notable.
El año de 1619 se acabaron y salimos á campaña, yo agrega-
do á la compañía de D. Francisco Lasso, que era del mismo ter-
cio, porque mi compañía no salió y sacaron diez soldados, y yo
fui uno.
En Vevere, que es un casar dos leguas de Amberes, hicimos
plaza de armas 10.000 hombres, acudiendo por retaguardia á
guarnecer el dique de Calo y fortificándole , deteniéndonos hasta
que el marqués de Espínela sitiase á Jule, con intento que los Es-
tados, sacando las guarniciones de la plazas que ocupaban, socor-
riesen aquella plaza ; y habiendo sacado la que tenían en la Inclusa
D. Iñigo de Borja, con la gente de su cargo, que eran 10.000
hombres, tomase la isla de Casante que casi cerca la Inclusa y
quitarle el socorro; en este ínter se habían prevenido en Ostende,
que es cinco leguas de la Inclusa , barcones y alguna artillería
para que en carros se trújese al puesto por donde el ejército había
de pasar el canal de la Inclusa para entrar en la Isla, que tam-
bién confina con el dicho canal , llegando al puesto de noche á un
tiempo el ejército y las barcas , estando el Marqués sobre Jule, le
llegó á D. Iñigo de Borja orden para que fuese á la Inclusa; mar-
chó la gente y se juntaron en una tarde los 10.000 hombres que
estaban repartidos por diversos alojamientos en el país, en un
campo delante de las puertas de Briejas, la mejor gente que se
podia escojer, todos soldados viejos, del tercio de D. Iñigo de
Borja; el de Bailón, de milaueses; el de Mos. de la Fontana, de
500
valones , dos regimientos de alemanes, compañías de valones del
país de Artois y seis compañías de irlandeses. Aquella tarde
marchó toda esta ^ente á la sorda para hallarse en el puesto se-
ñalado, á las doce de la noche, y á las mismas doce habían de
estar los carros con los pontones y artillería que habían de venir
de Ostende por la orilla de la mar; en el camino se le quebró á un
carro en que venia un pontón una rueda, en el ínter que la bus-
caron y acomodaron en el carro, amaneció esperando los demás
á que viniese éste con ellos ; todos se detuvieron , el ejército llegó
al puesto á donde se había de pasar el canal para entrar en la isla
de Casante, y á donde habían de estar esperando los carros á la
una déla noche; y esperándolos, también amaneció. Los de la
Isla y barcos que andaban por la mar vieron el ejército que estaba
hecho escuadrón á la orilla del canal. Conocieron el designio,
acudieron al remedio fortificando la Isla, que hasta este caso no
habían hecho, guarneciéndola, no sirviendo tanto gasto y preven-
ción y gente más de despertar á quien dormía. Viendo D. Iñigo
que ya era entendido y que su interpresa, por ser de dia y no
haber venido los carros á tiempo, no tenia efecto, se retiró á
ocupar algún puesto allí cerca en el ínter que se avisaba al Mar-
qués que enviase segunda orden de lo que se había de hacer.
Llegó dentro de ocho días la orden del Marqués de que se to-
mase puesto á vista de la Inclusa y no se partiesen del sin haber
hecho dos fuertes reales; uno á la orilla del canal, en lo más
estrecho de ella, enfrente de la isla de Casante con una buena
batería que estorbase el poder entrar embarcaciones con socorro;
otro en un dique con cuatro baluartes que le sujetase, tomando
puesto en una pradería que estaba entre unos diques que detenían
la creciente de la mar, un cuarto de legua de donde se habían de
hacer los fuertes; acuartelóse el ejército, y en esta ocasión fui
nombrado por cabo de seis soldados que rae dieron de guarda para
reconocer las fortificaciones de la Inclusa (cuyo reconocimiento
tengo hecho bueno en mis servicios), fuese continuando el hacer
los fuertes con dos balerías que tiraban á otro que el enemigo ha-
bía hecho en la Isla para que estorbase la labor de los fuertes que
duraron nueve meses, que comprendieron todo el invierno, con los
501
trabajos más notables que soldados han pasado en Flandes. Como
los cuarteles estuvieron eu hondo, entre diques, con las muchas
lluvias y cursos de carros y gentes se hicieron unos lodazales,
entre lodo y agua , que los hombres se metían hasta la rodilla y
las cabalgaduras no podian salir. De estos cuarteles se iba por un
dique á meter la guarda á los fuertes que se hacian ; era poco más
ancho que un carro, y por los lados tenia fosos de agua que hin-
chia la marea; pues como por este dique se conduciesen todos los
pertrechos y bastimentos y guarda á los fuertes, estaba tan malo
que cuando llegaba la gente de desatacarse y de levantar y caer,
la cara, manos y todo el cuerpo iban cubiertos de lodo y sin
aliento ninguno, y si iban por las orillas del dique, tal vez res-
balaban y daban en los fosos que estaban á los lados del dique
con el peso de las armas; si era de noche, se ahogaban. Tenien-
do el enemigo noticia de estas cosas, las más de las noches nos
tocaba arma; era necesario ir desde los cuarteles hasta los fuertes
á la voz del arma. La mitad de la gente por el dique que tengo
dicho, en tiempo de invierno, con grandísimas tempestades de
agua y nieve, de suerte que las más veces era ordinario, de cua-
tro ó seis que iban de camarada, faltar uno, y vino á suceder en
general; á la ñu del invierno, que en las más de las barracas no
había más que un soldado, habiendo en cada una seis ó siete, y
los frios y hielos fueron tan grandes , que á muchos soldados cor-
taron los brazos y piernas, de helados. La gente, toda desnuda;
los cuarteles inundados de agua, que no se podía salir de las bar-
racas á la plaza de armas sin venir hechos un lodo. Estos traba-
jos apuraron la gente de tal suerte , que se hallaron por el mes de
Abril los fuertes en defensa, de 9.000 que entraron en el puesto
se apuraron en 2.000, sin haber muerto el enemigo GO. Más lo
aprieta en sus certificaciones el Maestre de campo D. Pedro de
Ocampo, marino, que murió gobernador de Cádiz, que en esta
ocasión era Sargento mayor del tercio do D. Iñigo de Borja, di-
ciendo por palabras expresas, que los que se hallaron en hacer
los fuertes de la canal de la Inclusa hicieron prueba de vahentes
y honrados soldados, pues de 9.000 se apuraron en 1.500. Como
he dicho, gobernaba D. Iñigo de Borja, y aunque era valiente
502
soldado y entendido en el arte militar y discípulo de aquel famoso
ingenio, Miguel Curieto, se conoció con evidencia que aquella fa-
mosa ciencia del saber acuartelar un ejército, reconocer la calidad
y circunstancias de un sitio, ó para alojarse ó dar batalla, según
guerra ofensiva ó defensiva, que tanto les im})ortó el saberla á
César en la Francia ; á Carlos V en Alemania , con el de Lanz-
grave y Sajonia ; al daque de Alba en aquella famosa batalla que
dio en los Estados de Flandes al conde Ludovico de Nasao^ no la
enseña Euclides en su geometría, ni reglas, ni preceptos de fa-
mosos ingenieros , más un claro natural curtido en una larga
experiencia de casos militares: si en esta parte se supiera esta
ciencia, no se hubiera hecho hierro tan costoso y notable, pues
fueron los fuertes mucha causa para que se consumiesen 7.500
hombres: estaban por mayor defensa los fuertes; el Marqués sacó
la poca gente que habia quedado de aquel puesto y la llevó al si-
tio de Bergas.
Tenia el Marqués hecho trato en Bergas con un Sargento ma-
yor que habia de dar una puerta, poniéndose sobre aquella plaza;
encaminó á ella 1 .400 hombres con D. Luis de Velasco, General de
la caballería, tomando puestos á lo largo, sin abrir palmo de trin-
chera ni hacer fortificación de importancia en catorce ó diez y seis
dias. En confianza del trato, el enemigo se salió fuera de la plaza
y tomó todos los puestos que pudo con muy buenas fortificaciones
y caminó á nosotros con trinchera, pues parecía que nos quería
sitiar; metió socorro dentro déla plaza; en este ínter sucedió
aquella famosa batalla que en Marimon , diez leguas de Bru-
selas, dio D. Gonzalo de Córdoba al conde Masfelte, viniendo
de Alemania, Llegaron las nuevas al ejército á donde ya estaba
el Marqués; en albricias de tan dichosa nueva, que era opinión
era restauración de Flandes , mandó que se disparase la artillería,
apuntando á Bergas, y una de las balas que se dispararon mató al
Sargento mayor que habia hecho el trato y en quien se tenia la
confianza. Pasados algunos dias, se pasaron al ejército unos sol-
dados de la plaza y dijeron como era muerto el Sargento mayor;
obligóle esta nueva al Marqués, haciendo el caso reputación,
hacer de la necesidad virtud; sitió la plaza en forma, hizo llama-
503
miento de gente por todo el país hasta 32.000 hombres. Llegó Don
Gonzalo de Córdoba con la gente que le había quedado de la ba-
talla, ocupó el puesto que era de Vallon, que estaba á la parte de
Oriente. Es Bergas una villa, siete leguas de Amberes, en Ducado
de Bravante, en el mar de Migilburx; tiene una canal ó ria, que
con el creciente cubre muchos bajíos, hinche el foso y entran algu-
nas embarcaciones no muy grandes ; hacia el Poniente le entra el
canal, arrimado á él un dique que se remata en unos bajíos donde
está un fuerte que sujeta la villa y guarda el canal para que no se
le pueda quitar el socorro, que se llama Bergan. Como el Marqués
ocupaba lo más del sitio, hacia la parte del Norte cercaban este si-
tio, sin triucherones, levantados á trechos sus reductos para pro-
veer las postas y socorrer los puestos : comenzáronse á abrir trin-
cheras, tarde y mal, porque como el enemigo tenia puestos fuera de
la plaza y en ellos tenia piezas pequeñas que barrían la haz de la
tierra, en descuidándose alguno perdía la vida. A la parte de Levan-
te, como he dicho, estaba D. Gonzalo de Córdoba; arrimáronse por
esta parte más, por servirles de espaldas unas dunas ó montañas
de arena que estaban cerca de la puerta de Amberes ; en aquella
parte no sucedió cosa notable, más de algunas salidas y el haber
hecho una batería para batir la muralla; por la parte del Marqués
se arrimaron por dos partes y se abrieron trincheras , la mayor al
lado izquierdo; ocupaban las naciones, valones y alemanes la otra
parte ; de á mano derecha ocupaban españoles , que al principio
gobernó Diego Luis de Olivera, Maestre de campo de portugue-
ses; tuvo un mal suceso: fué que el sargento Rincón y el alférez
Moreno, entrambos de la compañía de Lorenzo Lasso, quisieron
reconocer las trincheras enemigas, que distaban poco más de seis
pasos délas nuestras; levantándose, en alto sobre una banqueta,
vio que no habia gente en ella y levantáronla voz: «¡Santiago, y
á ellos! que han desmamparado las trincheras;» arrojáronse á ellas;
siguiéronles algunos de su condición , y unos fueron empeñando
á otros. Los que estaban del enemigo en la cabecera de ellas , se
retiraron á una plaza de armas que tenían cerca, guarnecida con
cantidad de gente : los nuestros , entendiendo que huían los se-
guían, y al desembocar en la plaza de armas, los del enemigo que
504
ya estaban con las armas en las manos, no los dejaron, haciéndo-
les volver atrás. Habíanse llenado ya las trincheras del enemigo
de soldados nuestros, con la codicia de la acción, y queriendo
volver atrás, no pudieron ni tampoco pelear, porque la muche-
dumbre de la gente era tanta, que en la misma trinchera murie-
ron la mayor parte de ellos sin poder retirarse ni pelear; murió
entre ellos D. Fernando de Portugal, hermano del conde de Vi-
mioso, que era Capitán de infantería del tercio de Portugal. Co-
noció el enemigo ser esta^accion precipitada, sin orden, y pare-
ciéndoles que estarían desguarnecidas las trincheras nuestras de
la batalla ó vanguardia por ver ocupaba las suyas la gente que
ocupaba la vanguardia nuestra, sacó de un reducto que estaba á
un lado enfrente de las trincheras de nuestra batalla, y en medio
una pradería, tres compañías que ocupasen las trincheras de la ba-
talla nuestra y cortasen á los nuestros que estaban en las suyas, y
á los demás que los iban á socorrer mandó luego Diego Luis de
Olivera que saliesen á recibir las otras tres compañías; encontráron-
se en la pradería y escaramuzaron más de media hora, lo másalo
largo, donde murió gente de consideración de una y otra parte.
Era una de las compañías nuestras la del capitán Ruldequien,
sargento Miguel Olles, de nación navarro; adelántese de los ene-
migos otro Sargento, salióle á recicir Miguel Olles, y peleando con
el alabarda le mató; acudió su Capitán á vengarle; salióle á reci-
bir otra vez Miguel Olles , y calando la pica le tiró un picazo que
con la alabarda desvió, y ganándole la entrada le dio otro alabar-
dazo con que le mató; tomó la pica con el alabarda del Sargento que
habia muerto, y retiróla hacia las trincheras y volvióle á salir al
encuentro otro soldado holandés, de alta disposición, que también
venia á buscarle, chocó con .él, y también le hirió muy mal de
otro alabardazo: en esto le dieron un mosquetazo en un brazo que
fué fuerza el haberse de retirar; después le cortaron el brazo por
junto al hombro; en premio de la hazaña le hicieron Alférez y le
dieron cuatro escudos de ventaja sobre cualquier sueldo; vino con
licencia á España , y el conde de Monterey, viendo sus honrados
servicios, le ayudó para que fuese Capitán; levantó en Miranda
de Duero, donde murió.
505
Volviendo al caso, digo que con el arma que se tocó, fué
acudiendo gente de los cuarteles de socorro á las compañías
que escaramuzaban, tres á tres en la pradería; después de muer-
tos algunos de una parte j otra, se retiraron los que se habían
entrado en la trinchera del enemigo, aunque con muerte de
muchos trataron de sustentarla; el enemigo defenderla; donde
se peleó toda la tarde hasta la noche, que fué fuerza á los nuestros
retirarse; conociendo la gente que les mataban con tan poco fruto,
tomóse por acuerdo, por divertir al enemigo de sus trincheras, em-
bestir á una media luna que remataba en la cabeza de un ramal
de trinchera nuestra que estaba en la vanguardia, á mano dere-
cha; hiciéronlo dos compañías de portugueses, sin fruto, porque
el enemigo la defendía valientemente, de tal manera, que en
aquella tarde murieron mucha gente de los portugueses, y entre
ellos dos Capitanes; fué acudiendo al asalto y socorro y mudaron
aquellas compañías, y en su lugar entró D. Francisco Lasso
con su compañía, de quien yo era soldado, que este día le tocó
estar de guarda en la retaguardia de las trincheras; era de los
que llaman los desbocados, y así quiso conseguir lo que los otros
no pudieron: hizo cuanta diligencia podia un valiente soldado,
tanto, que en el puesto le mataron 17 soldados, y entre ellos los
de más opinión y algunos Alféreces reformados, hasta que cono-
ciendo la dificultad el Marqués, le mandó que se retirase hacien-
do alguna fortificación en la cabeza de la trinchera. Tenia esta
media luna, encima de la muralla, un torno con unas púas atra-
vesadas de parte á parte por el eje y estaban ensebadas y andaba
muy ligero alrededor. La muralla estaba baja, los soldados pro-
curaban subir y meterse por debajo del torno, para subir asían
de las púas, y como estaban ensebadas escurrían de suerte que
cuando estaban ya encima de la muralla desliciaban de las manos
las púas, y con la fuerza del deslicio andaba el torno alrededor, y
el que subia venia rodando por la muralla abajo con algún pica-
zo ó arcabuzazo, y con esto estaba lleno el suelo de cuerpos muer-
tos; en esta ocasión, tres veces subió á la muralla Alonso de Lei-
tcs, natural de Madrid, trepando por la muralla, asido de una
pica del enemigo, y todas tres vino abajo; servia entre nosotros
506
un tercio de ingleses que también se halló en todo lo que se ofre-
ció; de ellos y de los njiestros estaban las trincheras llenas de
cuerpos muertos que no se podia poner los pies en la tierra, si no
es en ellos , pisando los unos que retirándose murieron otros que
allí mataron ; reputáronse 500 los muertos ; amaneció y mandaron
que los retirasen , y mi compañía también se retiró. Salió Don
Francisco Lasso y todos tan otros de los que entraron , que pare-
cian demonios, de la noche que hablan pasado, negros y deslus-
trados del humo de granadas, pez y alquitrán que echaban y de
la arcabucería, todos mustios y tristes que apenas se atrevían á
levantar ninguno la cabeza á mirar á otro; venia mi Capitán , pa-
sados los calzones y las ligas de arcabuzazos y del fuego y cascos
de granada ; díjele : « parece que á vuestra merced le han picado
grajos:» respondióme: «es verdad, mas eran de plomo.» Todo
fué sin orden ni acuerdo, no más de empeñar uno á muchos, pa-
reciendo al principio que era fácil conseguir alguna cosa de im-
portancia; mudaron á otro dia á Diego Luis de Olivera, y dieron
las trincheras á D. Diego Mesía, que al presente era Maestre de
campo y castellano de Amberes.
Fuese continuando el sitio sin suceder otra cosa notable más
de los muchos tiros que el enemigo tiraba cada dia, que de la parte
del Marqués se puso un dia á rayar un Alférez reformado los tiros
que el enemigo tiraba , y rayó 600 , sin los que se tiraban á la
parte de D. Gonzalo; íbase poco á poco con las trincheras; cada
palmo que se adelantaba costaba mucha gente, y así se atrasaba
más ; estaban cerca las del enemigo de las nuestras , que las gra-
nadas se echaban con la mano de una en otras, y con ellas hacían
daño notable , porque en cualquier miembro ó parte donde daba
le hacia pedazos. Llegaron á estar tan cercadas del enemigo y las
nuestras , que para desembocarlas no faltaba más de con la pala
echar la tierra que las dividía de la una en la otra sin descu-
brirse. Conociendo esto el Marqués, quiso desbocar las suyas en
las del enemigo; mandó tomar al ejército las armas; guarnecié-
ronse las trincheras muy bien con gente, sobre la saliente; hallá-
ronse en la plaza de armas de ellas todos los más principales sol -
dados y señores del ejército; el Marqués, D. Luis de Velasco, Don
507
Iñigo de Borja, que era General de la artillería, dos hijos del
conde de Benaveute, D. Manuel y D. García Pimentel, un hijo
del marqués de Algaba, otro del marqués de las Navas, sin otros
muchos extranjeros ; guarnecidas las trincheras, puesta toda la
gente en orden para cualquier cosa que pudiera suceder, volóse
un hornillo que estaba debajo del terreno que dividía las trinche-
ras nuestras del enemigo, para en volándole embestir; así se hizo,
mas el enemigo tenia otra mina debajo de nuestro hornillo; esperó
á que los nuestros embistiesen; entonces pególe fuego, abrióse la
tierra, y al volarle se tragó tres ó cuatro soldados; los demás sa-
lieron medio quemados.
En este tiempo empezó la artillería y mosquetería de una y
otra parte en tanta cantidad, que la tierra temblaba con el es-
truendo, y el humo y el ruido de las balas que cubrían el cielo y
cegaban y aturdían los hombres; peleóse más de dos horas; nos-
otros por ocupar puestos en las trincheras del enemigo, él por de-
fenderlas: al fin nos tuvimos de retirar y volvernos á fortificar
de nuevo en el mismo puesto que estábamos ; murió en esta oca-
sión mucha gente de importancia; entre los principales fué Don
García Pimentel, uno de los hijos del conde de Benavente: sucedió
el caso que volando nosotros el primer hornillo, habia encima unas
astillas de tierra de la forma de tiestos de albahaca que servían
de cubrir á las postas y tirar por el hueco que hacían por debajo,
voló el hornillo algunas, y una se remontó tan alto, que con el
movimiento natural vino á caer en la plaza de armas donde esta-
ban estos señores , y dio en la cabeza á D. García , que le torció el
pescuezo y luego cayó muerto con grande sentimiento de todo el
ejército, porque demás de ser tan gran señor, servia en cualquier
puesto como un soldado , el más humilde, sujeto á la obediencia
de un cabo de escuadra, sin excepción en su persona ni recatarse
del peligro , tanto , que cubriéndonos una noche en un puesto que
tomábamos, sin morrión ni peto acudía á traer la fagina, á asen-
tarla , á echar la tierra con tanto desenfado y poco cuidado de sí
como si fuera por la calle Mayor de Madrid paseándose, díjele:
«señor, como usía anda así, no ve que le dará un balazo con mucba
facihdad y le perderemos, que importa más que todo este sitio;»
508
y me respondió: «¿qué es lo que dice, soy yo más que un pobre
soldado?» Como su merced, era de extrema piedad, visitaba los
heridos con mucho cuidado de que se les asistiese , y lo que
podia hacer por ellos no lo pedia á nadie ; cuando retiraban algún
herido le salia al camino , consolábale y dábale uno ó más reales
de á ocho, según eran las personas y las heridas. También murió
en esta ocasión de un mosquetazo el ingeniero de más considera-
ción que habia en el ejército , aunque todos eran de bien poca
falta notable , no por la calidad de la persona , sino por la falta
que hacia y hace: continuando el sitio con poco ó ningún fruto,
pasaba esta ocasión el enemigo , y buscó otra , y reconociendo que
las trincheras que guarnecían los valones y borgoueses estaban
con algún descuido, -cerró con ellos; ellos se retiraron sin poder
asistir á la defensa, hasta que el enemigo llegó á un ramal de
trinchera que atravesaba y correspondía á las trincheras de los
españoles, éste guarnecia mi capitán, D. Francisco Lasso, con su
compañía, y con notable valor caló la pica y dijo á los demás que
le siguiesen, y dando voces «Santiago» cerramos con ellos, arro-
jándonos del ramal que ocupábamos ; el enemigo que oyó españo-
les, entendió que era mucha cantidad de ellos al socorro; retiróse
y perdió lo que habia ganado, y mi Capitán las volvió á entregar
á quien las habia perdido , de que le resultó los aumentos que
hoy tiene; hiciéronle Capitán de caballos , diéronle el hábito de
Santiago y hoy es gobernador de Chile, Al fin de tres meses, que
en todos ellos no era sino mortandad, que se repuso la falta de la
gente por más de 11.000 sin mejorarnos una hora más que
otra, se tuvo noticia que el enemigo con todo su poder venia por
tierra á socorrer aquella plaza, yantes que llegase nos partimos
nosotros; caminamos á media noche; éste fué el fin del sitio de
Bergas, donde se colige deste y del de la Inclusa y de la navega-
ción de la Isla, á que las cosas de España se consideran su fin por
el principio.
Luego que se acabó esta ocasión, me vinieron cartas de favor
de España, con que saqué licencia tan contento que ésta me sir-
vió de consuelo de todos los trabajos pasados , dándolos por bien
empleados dos años que habia dormia con la gola puesta, que
509
con el asiento de las armas y de la pica la tenia señalada en los
hombros.
Vine á España, atravesando la Francia, en treinta dias, á pié,
porque el dinero que me dieron no bastaba para comer, que eran
25 tallares, que cada uno es 9 rs. y seis cuartos, con propósito de
pasar á las ludias.
Llegué á Madrid, y en este tiempo salió una grande leva y
entre ellos salió el capitán Lázaro de León, de quien fui Alférez;
fuimos á levantar, á Medina del Campo mi Capitán, y yo fui á
Alaejos , donde me hicieron mucha merced en nueve meses que
estuve levantando; en este tiempo un atambor me dio una pedrada
en la frente por dar á un alcalde de los hijo-dalgos que estaba con-
migo; fué peligrosa, mas con brevedad sané.
Con la compañía fuimos á Lisboa, hurtando en el camino, que
en tales alojamientos no se hace otra cosa.
Gobernaba en Lisboa el marqués de Camarasa y esperaba al
inglés; íbase recogiendo en aquella ciudad mucha infantería de
voluntarios y quintados y soldados viejos de la armada, que
fueron Tomás de la Rivera con la escuadra del Estrecho; Don
Nicolás de Judice con la de Barcelona; el Almirantazgo, la escua-
dra de Maqueda; la de Portugal, la escuadra de Guipúzcoa, y
más la gente suelta, que en todos serian 6.000 hombres en cua-
renta navios que estaban en aquella barra, fortificábase aquella
ciudad , y todos tomaron las armas, formando cuatro tercios de la
gente común de la ciudad. Fué á Cádiz el inglés, y asi, todo esto
no fué menester.
Estuve dos años y medio en Lisboa; reformaron mi com-
pañía , vine á Madrid á pretender mi sueldo de reformado , aun-
que ya le tenia para Lisboa, como no era parte donde se mece
tanto como en otras , pretendí ir á otra parte , á Flandes ó á la
armada; yendo á saber en casa del secretario, Pedro de Arce, de
mi despacho, me respondieron que estaba detenido; causóme
confusión, volví segunda vez, apreté la dificultad, dijéronme que
fuese á hablar al señor Juan de Pedroso, hízelo y díjome que tenia
hecha merced de 20 escudos de sueldo al mes, cerca del marqués
de Leganés ; repetí diciendo que mi voluntad era servir donde rae-
510
reciese , díjome que servia á S. M. haciendo lo que me mandaba;
obedecí, estuve en Madrid un año sin que se ofreciese cosa de
consideración más que, gobernando á la Gomera Francisco de
Murga, la sitiaron 40.000 moros; mandóme el Marqués que
fuese á meterme dentro, fui con mucha brevedad, y mediante la
orden del duque de Medina, entré dentro cuando se acababa de
levantar el sitio al cuarto de la salud. Estuve en aquella plaza dos
meses hasta que me vino licencia del Marqués para venir á España,
que hize con buena voluntad, porque aquella plaza es muy incó-
moda por el sitio que es malo, porque hay malos alojamientos,
peores comidas y tan corto el divertimiento de la vista , que no
se puede salir de la plaza á la campaña sin mucho riesgo. Es la
barra malísima y estuvimos á pique de perdernos , tardamos ocho
dias en llegar á Cádiz, y entrando en la bahía de Cádiz se levantó
im Leste muy peligroso para las embarcaciones que les coge en
aquella parte. Veníamos en una saetía; duplicáronse las áncoras
y las amarras ; estuvimos aquella noche con temor de un mal su-
ceso; amaneció un poco más sosegado el viento; echóse una fra-
gatilla al agua, en ella nos metimos yo y el capitán D. Pedro Xi-
menez de Inciso, que veníamos de camarada, y nuestra ropa.
Salimos á tierra de la parte jdel puerto, á una hermita que se llama
Santa Catalina, de allí fuimos al Puerto y á Madrid.
Estaba en esta sazón pretendiendo D. Miguel de Noroña, go-
bernador de Tánjer y conde Linares , ir por visorey de la India
oriental ; hizole S. M. merced de lo que pretendía. Pidió se les
diesen algunos entretenidos cerca de su persona, diéronsele dos, y
yo fui el uno con patente del Capitán y 60 escudos de sueldo al
mes, y al alférez Bartolomé Dejea con 40, que después fué Capi-
tán. Tocóme en Lisboa embarcarme en la nao del Virey ; hacíame
mucha merced á los principios desde Madrid hasta que nos em-
barcamos; después fué disminuyendo, de suerte que en pasando
la línea no quedó rastro de esta voluntad, si acaso lo era; con
todo, fué lo mismo, y en la India mucho más, que siendo el Conde
len Castilla y en Portugal , en opinión de todos , el más afable y
liberal caballero que se conocía, le quedó de esto poco en la India
porque se hizo áspero de condición, haciendo muy pocas mercedes
511
aunque los servicios fuesen de estima, que experimenté con nota-
ble daño mió , y fueron la causa de que pasase inaccesibles tra-
bajos , y hoy estoy sin premio de mis servicios , que aunque no
son los de un gran soldado, pudieran tener alguno. Dicen que los
hombres que pasan de España á aquellas partes de la India, es
mudar en ellos el natural cosa general , no atribuyendo á la mu-
danza de estado, mas á la de diferente clima; razón que me cua-
dra, porque estando todas las cosas de este mundo sugetas á las
influencias de los cielos, aunque las que son sensibles en una
misma parte mudan de ser aumentándose ó disminuyéndose, con
mucha causa se mudarán las que no lo son mudando de diferente
clima, donde es fuerza que el sol y la luna y demás estrellas,
por estar más apartados ó más cerca, influyan diferente calidad
en los sugetos , pues de ellas se recibe en este mundo la genera-
ción, aumento y corrupción de las cosas, alimentadas según en
la parte en que se hallan. Luego, sígnese que también los hom-
bres reciben en sus naturales esta mudanza , no tan sólo por lo de
la edad, mas por la del cielo, que es el que influye las calidades
de que se compone el hombre ; y por esto entiendo que los hom-
bres en aquella parte no les queda ser ninguno de la condición
que tenían en España ; esto en mismos términos sucedió al Conde,
y acordándose él que habia rehusado el venir en su compañía á
la India, y que si venia era á pura persuasión suya é intereses de
mi sueldo, dijo en algunas conversaciones apropósito de los que
del podían esperar merced, que yo no tenia que esperar ninguna,
que era muy bastante, aunque hiciese muchos servicios, lo
que S. M. me había hecho; y que entendiese que el sueldo que
llevaba lo había de merecer muy bien por lo mucho en que me
habia de ocupar. Como llegó á mi noticia me sirvió por desengaño
lo poco que podía esperar, que aun no lo quiso remitir al silencio;
no me espanto que es de dificultosa virtud de observar.
Como he dicho, nos embarcamos en Lisboa y salimos de ella á 3
de Abril, tres naos grandes, que llaman de la India y seis galeones;
iba gente muy lucida hasta 3.500 hombres, soldados para servir
en la India : está Lisboa en 39" de latitud; navegamos con prós-
pero viento hasta doblar á Cabo Verde, que es en 14° del polo
512
ártico, como fuimos pasando el trópico de Cancro, que es en 23 /j*.
y entrando en la tórrida zona y llegándonos á la equinocial, que
es en la costa de Guinea, fué calmando el viento, y con las gran-
des calmas y mudanza de clima enfermó casi toda la gente;
ayudaba á esto la poca comodidad con que se navegaba, por-
que en una nao iban seiscientas personas, todas debajo de cu-
bierta, salvo los qne se acomodaban en los castillos de proa y
popa , y el calor de la gente de unos con otros , los calores grandes
del sol, la falta de agua y mal acondicionados bastimentos, como
tocino salado , sardinas y pescado , y lo recio del vino que tam-
bién abrasábalos hígados, todo fuego y provocativo para beber y
causar una sed inaccesible, fué todo esto causa de que muriese
mucha gente. Es ordinario en aquellos parajes un mal que llaman
loanda, que todos los dientes se andan, de que también padecían
los soldados; en estaparte no me escapé, pues del mismo Virey
fui juzgado por muerto, ¡Oh, qué buenos que somos cuando en-
fermos, como en esta ocasión, entré en cuenta con migo y conocí
cuántos trabajos nos da quien grandezas nos promete! ¡Cómo tro-
cara el estado en que me hallaba, no por lo. que el Virey me
había prometido, mas por el del más miserable del que estaba en
tierra! Llegó á enfermar de tal suerte la gente , que l6s confesores
rehusaban el querer llegarse á ningún enfermo á confesarle, y
por esto murieron muchos sin confesión, y otros se quedaron
muertos comiendo, con el bocado en la boca: otros, con un fuego
que les abrasaba, morían rabiando, casi como desesperados ; los
bordos de las embarcaciones estaban de sangre que por ellos se
echaba, rojos, que á lo largo, desde otras embarcaciones, se cono-
cía el estar la tablazón cubierta de sangre; duró esta calamidad
el tiempo que tardamos en pasar la tórrida zona, que son 47" de
latitud que hay desde un trópico á otro trópico , y en este paraje
murierou 500 hombres; como llegamos á los 23 del altura del polo
antartico y refrescaron los vientos , fué mejorando el tiempo, y
con él la gente hallándose de mejor disposición.
En este viaje el más pobre era de provecho, todos teníamos
los unos de los otros necesidad , cualquier socorro era de mucho
alivio; una gallina valía seis reales de á ocho; un vaso de agua,
513
dos, y así , por poco que fuese el socorro era de consideración , ó
como par^ nuestra codicia lo mucho es poco y para nuestra ne-
cesidad lo poco es mucho ; pues lo que en la mar se estimaba en
tanto y era remedio de una extrema necesidad, en tierra no
se estimara aun para tomar en las manos: pasando de los 23"
nos fuimos llegando al Cabo de Buena Esperanza, donde los
vientos eran más recios y el mar más tormentoso, y asi corrimos
con este extremo, opuesto al pasado, que era todo calma, otro
IDedazo de desventura que parecía el fin de un trabajo víspera de
otro; corrían algunas veces vientos tan recios que levantaban
unas sierras de mar, que ellas mismas subian la nave hasta los
cielos , y luego las mismas le bajaban á lo profundo de un valle
que formaban dos sierras opuestas ; parecía que la una , vencien-
do con sus olas á la otra que sostenía la nave , la quería tragar y
caer sobre la plaza de armas , y cuando con violencia venía sobre
la nave la volvía á subir al cíelo , con estas admiraciones tan cos-
tosas á la experiencia, tan pesadas á la vista, fuimos llegando al
Cabo de Buena Esperanza, y una noche oscura y tormentosa como
las pasadas, corrimos tres naves fortuna, porque la Almiranta se
halló por un costado de nuestra Capitana; San Gonzalo, que era la
otra, por la proa un galeón, por otro costado tan cerca que nos
entendíamos los unos á los otros lo que se decía; lance tan terrible
que lo era á pique de perdernos todas cuatro embarcaciones, cho-
cando las unas con las otras; mas Dios que no quiso que aquel fuese
nuestro fin, nos socorrió, porque San Gonzalo, conociendo que por
un costado le embestía la Capitana, conocida por el fanal, dio priesa
al pasar de largo, y la Capitana también lo hizo así, quedando la
Almiranta y un galeón que estaban á los lados en la misma dis-
posición de navegar, con que todos salimos de este trabajo; á todo
esto se hallaba presente el Virey, disponiéndolo lo mejor que
pudo, y no dejó de ser gran parte para que se consiguiese el buen
suceso, porque naturalmente, el que rige tiene más autoridad que
el que es regido, y ésta hizo en la ocasión presente mucho al
caso. Con esta fortuna y otras llegamos á 35° de la parte del
Sur, que es en la puesta al Cabo de Buena Esperanza: iba el ga-
león Santistéban trabajoso, hacía mucha agua, y ésta tan honda y
Tomo LXXI. 33
514
cerca de la quilla , que aunque el Vírey hizo todas las diligencias
posibles, enviando al galeón calafates, Contramaestres,, marine-
ros y muchos soldados y sus esclavos; unos para que con su saber
tomasen el agua, otros para que con su trabajo la menguasen, no
aprovechó, porque los unos no hallaron por dónde la hacia, loa
otros no pudieron por mucho que se dio á la bomba y otros artifi-
cios, menguarla. Como en esta altura el mar está tan recio, el
bajel trabajaba más y por eso hacia agua, y un dii que amaneció
más tormentoso se conoció que faltaba muy poco para irse á fondo,
y el Capitán , con intento de salvar, mandó se diese todo trapo sin
quedar vela ninguna, por llegar con presteza á la Capitana, y
abordando con ella, arrojarse dentro, salvándose á sí y á los de-
mas; malo es desear la muerte, pero peor es temerla; conocióse en
la presente ocasión, pues iba toda la gente colgada de las jarcias;
llegóse el galeón tan cerca de la Capitana que se podía entender
lo que se hablaba; el Capitán llamó al Visorey y le dijo como se
iban á pique sin remedio ninguno, mas de que V. E. les diese
para salvar las vidas, porque el navio hacia tanta agua que no du-
rarla dos horas sin irse á fondo; asomóse el Virey á los corredores
de popa: oidas las razones, llamó al piloto y maestre que se aso-
masen por los corredores altos, llamábase el piloto Jalón; el maes-
tre Antonio González, era del hábito de Santiago, propúsoles el
caso presente, y ellos que lo veian; respondió el piloto, que bien
conocía que se iban á pique, mas que si los querían salvar podría
ser se perdiesen todos; que era fuerza que abordando unos con
otros y andando la mar tan como andaba, por lo menos se habían
de desaparejar todo el velambre y jarcias; preguntóle al Contra-
maestre qué respondía, y de golpe dijo: o ó salvémonos todos, ó
perdámonos con el diablo.» Como oyó esta razón el piloto, que-
riendo más salvarse á si y á su nave, con seguridad que con duda
perderse todos, se asomó á la escotilla que en la popa corresponde
á los que están en el leme, que es el madero que gobierna el ti-
món, y dijo á voces: «Cierra todo, cierra todo, darle á la banda,» y
mandó que marcasen las velas, y en un instante dio la nave una
media vuelta alrededor, que donde estaba la popa se halló la proa,
de manera que la proa de nuestra nave fué navegando, encon-
516
trándose con la del galeón que se iba á pique, y cuando él en-
tendió que estaba cerca de nosotros y que abordando se podría
salvar, se halló burlado, viéndonos navegar en rumbo contrario
que el suyo, con todas las velas , que no tuvo remedio ninguno;
en la determinación del piloto se conoció cuánto muchas veces es
mejor el consejo osado que el madurado; pues si siguiera el con-
trario, que era el piadoso, fuera cierto, como el mismo 'piloto ha-
bía dicho al Virey, perdernos. El Capitán que vio su desdicha
y la de su gente, sin remedio alguno á la salvación á la vida
de 400 hombres que iban en aquel galeón, le dijo: «Sr. Visorey,
¿qué haremos, pues V. E. nos desampara de su suerte?* A que
le respondió: «cada uno se salve y Dios os salve, que yo no pue-
do.» Como esto oyó el Capitán, mandó que mareasen á tierra
que estarla de allí 50 leguas, por ver si podria salvar en ellas;
más iba tan metido en el agua y las olas tan altas , que parecía
que no podia durar sobre el agua dos horas; casi le vimos que
se iba á pique, mas sobre el agua le perdimos de vista sin haber
sabido jamás del ni de persona que en él fuese : la tierra que le
estaba más cercana era el Cabo de Buena Esperanza, que se co-
nocía por unos pájaros que se ven en aquellos parajes, que llaman
Mangas de Belludo; quedó nuestra gente viendo el espectáculo tan
cabizbajos ; los ojos en el suelo sin mirarse unos á otros ni hablar
palabra ninguna, que parecía que nos esperaba otro caso seme-
jante: un hidalgo, que debía ir en aquel galeón cosa de su obli-
gación , con otros que le acompañaban , se le saltaron las lágri-
mas; el Maestre le dijo; «¿de qué llora vuestra merced?» Res-
pondióle: «¡eso me pregunta! de lo que veo,» y le respondió:
«este viaje es tan trabajoso, que primero le faltarán lágrimas que
causas para llorarlas.» Desde esta altura, que como he dicho
eran 35'^ de la parte del Sur, fuimos declinando altura y llegándo-
nos á la equinoccial, costeando la África y pasando la isla de San
Lorenzo ; llegamos á Mozambique que son 16" de altura de la
parte del Sur, allí dimos fondo, y la más de la gente saltó en
tierra y tomó refresco al cabo de cinco meses de navegación ; go-
bernaba aquella plaza D. Ñuño Alvarez Pereira, que empezó su
vida cuando se acababa : era hermano del conde de la Fera; murió
516
de 56 años de edad , y habiendo sido persona inquieta en el dis-
curso de su vida, se bautizó á la hora de su muerte, de que se
entendió la certeza de su salvación, porque el clérigo que le bau-
tizó era judío, y los que bautizaba no era con la intención que el
Sacramento requiere ; fué preso por la Inquisición y castigado por
ella , y entre las demás culpas que confesó haber cometido, fué
esta la una; luego que se supo, le dieron aviso y llegó á tiempo
que estaba enfermo, del mal de la muerte, y así se volvió á bau-
tizar.
En los ocho dias que allí estuvimos, corrió algún temporal que
fué fuerza algunas embarcaciones hacerse á la mar, porque aquel
puerto es malísimo y lleno de bajíos y restingas, y casi la Copí-
tana tocó, y la presteza del Virey en acudiría, que estaba en tier-
ra, la salvó. Es Mozambique casi isla; en ella hay un fuerte de
cuatro baluartes, que por naturaleza le hace más fuerte por estar
fundado sobre una peña en que bate la mar, y deja de ser isla el
fuerte por sólo una cortina franca, y las cortinas de los baluartes
que corresponden á esta cortina las ciñe. la mar; enfrente de ésta,
que no bate la mar, está el lugar con pocas casas y de mala ar-
quitectura , las más cubiertas de hoja de palma; está en la tórrida
zona en 16° del Sur y otros tantos apartado de la equinoccial. Los
habitadores son negros, que llaman cobres, son gentiles; el trato
es oro que se halla en polvo en la superficie de la tierra, y pastas
del llanas, como la palma de la mano y del mismo grandor, esto
es en partes señaladas , la tierra adentro; además de esto hay mu-
cho marñl, por la abundancia que hay de elefantes ; esto se trueca
por ropa ó hierro que se trae de la India.
Pasados ocho dias , partimos de Mozambique para la India;
tardamos un mes en llegar a Goa , puerto tan deseado para todos
al cabo de seis meses de navegación continua de 5,500 leguas,
pasando dos veces por la tórrida zona: digo, cortando la línea,
que como entramos en ella no salimos, de ella está Goa en 15*
de altura de la parte del Norte, en medio de la costa de la India,
quG toda ella corre Norte , Sur, teniendo á la parte de Poniente el
mar Océano; al Oriente el Audiscan y otros muchos reinos do
que se compone la ludia ; al Sur, el golfo de Bengala y ^a isla de
517
Zeilán; al Norte el reino de Cambaya, y el Mogol, tiene una es-
paciosa barra con un buen pozo junto al baluarte en que hay una
batería á la lengua del agua que guarda la barra, y las naos y
embarcaciones que surgen; dos leguas está Goa grande en la
tierra adentro, el rio arriba, á la orilla de él: el sitio en que
está fundada es llano, la más parte entre unos cerros; su fábrica
de templos y casas es al modo de Castilla; la más de la gente que
la habita son gentiles naturales de la tierra , y los superiores y
mercaderes y gente más lucida son portugueses; asiste allí el Vi-
rey y hay Audiencia real para la determinación de la justicia; está
cercada de isletasyrios que las forman, que por algunas partes,
en baja mar, quedan enseco; en la tierra adentro no tiene ningu-
na cosa más de algunas cuatro ó cinco leguas de circuito, y esto
es empezando de la mar, porque de Goa á la primera tierra de
moros hay poco más de media legua.
Dentro de quince dias como desembarcamos, me envió el Virey
á visitar todas las fortalezas que hay en la India , á la parte del
Norte de Astapio , que son Chaul , Vazain y Damon , sin los fuer-
tes que hay de menor consideración; para hacer la visita me
embarqué en una armada que iba á correr aquella costa ; visité
todas las fortalezas, según la orden que llevaba, y volví por
tierra hasta Chaul , y desde allí me embarqué para Goa de
vuelta; desde Dio hasta Goa habrá 120 leguas; es Dio muy
nombrado en las historias portuguesas por los grandes sitios
que han puesto y asaltos que han dado en ella, y la notable
defensa que han hecho los portugueses, y también su conquista;
es isla y está en el reino de Cambaya, sujeto al Mogol ; y aunque
he visto muchas fortalezas inespugnables, lo es ésta muchísimo,
asi por arte como por naturaleza , porque está fundada en unas
peñas , á las cuales bate la mar, y es su figura la que llaman los
geómetras porción de círculo mayor ó segmento mayor, cuya
base de esta circunferencia es una pequeña línea recta; el terreno
que cerca este mar tiene sus murallas, y la línea recta que corta
este pedazo de circunferencia que mira á la villa , tiene tres ba-
luartes fundados sobre peñas grandes, y espaciosas por dentro,
en forma de cubos , sin ángulo ninguno, con su foso y entrada en-
518
cubierta ; y al fin de ésta hay otros tres baluartes que están en el
altura iuferior á los de dentro, que los cogen de alto abajo; á los
de afuera, que también tienen su foso y entrada encubierta , que
perdiendo los primeros se retiran á los segundos , teniendo á
los de abajo, no tan sólo á tiro de arcabuz, más á tiro de flecha ; la
materia de que están labrados y el terreno lo es también, y por
eso incapaz de minas ni de abrir trincheras sin descubrirse. De
allí vine á Damon y á Vazain y Chaul, que todas tres ciudades,
la mayor defensa y fortificación q ue tienen es sus murallas con
su baluarte, los más defectuosos por tener las defensas condena-
das , y por la materia de que están formadas de mala condición.
Vazain es muy fuerte por naturaleza, porque todo el sitio al
rededor de las murallas lo inundaba marea, dejando en seco un
estrecho que tiene veinte pasos; Chaul tiene un morro, y en él una
fortificación que guarda la barra. Damon, otro castillo que tam-
bién la guarda ; todo lo demás no es de mucha consideración ; en
esta parte , entre Vazain y Chaul , hay una isla que se llama Ca-
rauja, que también tocó el visitarla; en ella hay un monte á la
orilla de la mar alo largo, que parece que naturaleza le puso
allí para que la detuviese ; tendrá una legua de subida , y en lo
alto hace un llano, en el cual está una hermita muy bien edi-
ficada, con su vivienda y huerto para el hermitaño , y casas acce-
sorias para que posen los que van á visitar aquella Santa imagen
que se llama la Virgen de Carauja; subí á verla, y fué tanto lo
que rae edificó la devoción de la imagen, la conversación del her-
mitaño, la soledad del lugar, la vista del que era más de veinte
leguas á la mar, que quise quedarme allíj desnudándome lo que
traia y vistiéndome un saco, después de hecha oración, hablé al
hermitaño m un huerto que tenia curioso con muchas aves do
vuelo que se venian á la mano. Díjele cuan bien me habia pare-
cido aquella Santa imagen, y en la parte en que estaba, y que si
pudiera me quedara por su criado ; respondióme: « hijo, esos son
impulsos que trae consigo la facilidad de la vista, no los repruebo
porque no proponen enmienda, y es castigo de Dios no conocer
nuestros males; veintisiete años há que me retiré á aqueste sitio,
y aun entiendo que no los conozco , y aunque he pasado algunas
519
aflicciones, no me ha pesado. Diversos casos y trabajos de que
Dios me libró , me obligaron á procurar esta vida , que si la po-
déis observar, no será errada elección, y para vos es ahora el
tiempo más sazonado, y si esperáis á viejo es ya tarde, porque
el que en mal estado envejece primero muere que se enmienda;
alguna dificultad tiene opuesta al vivir en el siglo, porque en el
procurar los hombres ser más discretos que buenos, y aquí al
contrario más buenos que discretos: el no tenerlo por uso es lo
que más lo dificulta, que mucho menos trabajo hay en vivir bien
que mal: la soledad, la penitencia, toda es uso que no tiene to-
mado por costumbre , escalones más ásperos que los deleites que
allá con tantos trabajos deseáis, que unos y otros por naturaleza
siempre andan juntos; ya que con muy poco trabajo se tiene
grande deleite en servir á Dios, id con él, y en los casos que os
sucedieren acordaos de esta Santa imagen, y encomendaos áella,
que yo os prometo en mis oraciones acordarme de vos, y que me
habéis parecido de buena inclinación.» A estas razones se quería
ir, y aunque le supliqué se estuviese un poco conmigo, no quiso;
volvíle á pedir que de paso me dijese alguna cosa de que en el
mundo me aprovechase; volvió á mi, y me respondió : «no s^é que
03 diga , porque es tanta la variedad y en un dia son tantas las
mudanzas, que lo que se debe desear ó tomar no se sabe; para
mejor acertar , tener á Dios por objeto en todas vuestras cosas,
usando en todo la verdad, que no hay más firme cosa; si queréis
tener vida quieta, refrenad vuestra ira, porque palabras arrojadas
de presto no se pueden recoger ; teniendo en vuestros negocios
cuidado, solicitud , porque no tienen precio ; contentaos con mo-
deración , no siendo muy ambicioso de honra , porque como la
sombra que huye de quien más la busca, y muchas veces buscán-
dola se pierde, mirando al fin de cualquiera cosa que es la mejor
parte de ella; y con esto, mdad con Dios, que no sé otra cosa
que deciros.» Tornando á mi viaje, volví á Goa. En este ínter de
mi ausencia habia tratado el Virey de tomar una isla que está
cuarenta leguas de Goa , á la parte del Sur, junto á Cananes, que
se llama el Cambulin ; habíala perdido el enemigo y quería vol-
verla á recuperar ; tenia dificultad la resistencia , y así como llegué
520
me dio orden que en una embarcación ligera me partiese. Como
llegué, reconocí los puertos y entradas y salidas : no tenia más
de una en seco de todo punto, que hacia una ria á la mar; forti-
ficamos aquel puesto , y escogimos otros donde poder hacer una
buena fortaleza que fuese de defensa y sujetasen á los que vivían
en la Isla; hubo algunos asomos de querer embestir el enemigo;
no hubo cosa de importancia, y yo dispuse de que se hiciese la
fortaleza en el puesto que pareció más á propósito , y el Virey en-
vió luego orden de que me volviese á Goa.
Traia el Virey muchos deseos, y nO sé si hubo algún empeño
con S. M. sobre la recuperación de Ormuz , plaza tan nombrada
en el estrecho de Persia, que ha dado tanto en qué entender á la
nación portuguesa y á los persianos y naciones septentrionales;
consultóme su designio , que era necesario que luego me partiese
á Arabia la Feliz, que es la contracosta de Persia , que en Mas-
cate , plaza en aquella parte, estaba Ruifreire de Audrada, Capitán
general de aquella costa, y que con él consultaría el reconoci-
miento de aquella plaza y como mejor se pudiese recuperar; y
en esta conformidad me dio la orden muy apretada, y me encargó
el cuidado de este servicio, por escrito y de palabra con notable
eficacia, que hoy tengo la orden en mi poder. Es de entender
que en la India los vientos causan las mudanzas, como en Europa
el sol ; porque ellos causan el invierno y el verano ; no se en-
tiende por verano la más continua presencia del sol , ni por in-
vierno su ausencia , mas el llover es el invierno y el verano estar
el cielo sin nubes , siendo así que cuando llueve el sol es más
dilatada su presencia, y se llega al zenit de aquella parte; mas
por el mes de Mayo á 24 ó 30 entra el invierno , que es un viento
Oeste que trae gran cantidad de nubes y agua que dura lloviendo
hasta el mes de Setiembre , y en el tiempo q ue hay desde Mayo
á Setiembre se cierran todas las barras y puertos , y no se
puede navegar, y este es invierno, y no obstante que el sol
sube más alto y hace mayor cerco. Luego entra el viento Nor-
deste desde Setiembre hasta el mes de Mayo, no hay una nube
en el cíelo, porque este viento las quita todas y está claro, y las
barras están abiertas, y el mar se navega, éste llaman verano.
521
no obstante que el sol hace menor arco y se aparta roas del.
Pues cuando el Virey me mandaba ir á esta jornada, era por
el mes de Febrero, y mi viaje eran cuatrocientas cincuenta le-
guas que hay hasta Máscate, y haciéndolos servicios que iba á
hacer, que era también visitar todas las plazas de Arabia la Feliz
habia de estar allí en invierno y no podia volver hasta el mes de
Octubre, que se podia navegar el mar con seguridad, pues para
nueve meses de ausencia y servicio de tanta consideración , y
navegar más de mil leguas , me hizo merced de mandar se me
diesen tres meses adelantados de lo que se me estaba debiendo de
los nueve meses , con que diese una ñanza en el camino, que si
me moria ó me mataban habia de volver el sueldo de los tres me-
ses. Parece esto de poca importancia en mi, mas en cumplimiento
de lo que tengo dicho atrás, que por mucho que sirviese mi
sueldo habia de ser el premio; así consta por dos fes, la una suya
de ocho servicios particulares , que por orden suya por escrito
hice, y otra del primero de Estado, en que certifica que por todos
ocho ni por el tiempo que serví se me hizo merced ninguna , siendo
así que hay reconocimiento en que mataron cuatro de diez que
íbamos , y otros hirieron ; en esta parte parece supérñuo el decir
esto, vínose la pelota á las manos , y es vicio callar cuando ha-
blar conviene; si yo fuera cuerdo, no me pagara de los trabajos
que consigo traia el prometer riquezas, hiciera mi confianza se-
gura, no estando á la cortesía de otro. En fin , me partí para
Arabia sin cosa notable que nos sucediese; llegamos á Máscate,
besé las manos al General , y luégo^^e mandó aposentar ; díle la
orden que traia, trató luego de que fuese su camarada, y lo fui
nueve meses; recibí del beneficios de consideración, sin el plato de
su mesa, comida y cena ; en el tiempo que asistí cerca de su
persona me dio de dádivas más de 600 rs. de á ocho; era uno de
los soldados más bien entendidos que habia en la India ; tenia
larga noticia y experiencia en las cosas de aquellas partes ; cuanto
al gobierno , su razón era más política que cristiana , muy sagaz
y astuto , no daba orden á sus Capitanes que no fuese con varie-
dad de sentido en la signiflcaeion de la orden , de suerte que al
bien y al mal dejaba siempre una aldaba de que asirse ; era esto
622
en manera que sus Capitanes tenían las órdenes, y muchas veces
pedían declaración de ellas. Con su modo de gobierno le estima-
ban su gente, sus enemigos le temían; en la ocasión tenia más de
cruel que de piadoso; aunque había eu su ejército y navio mu-
chos caballeros, con ninguno comunicaba familiarmente, ni comía
con él más que yo y su confesor; tenía opinión de que el temor
hacia más bien las cosas que el amor: decía, que el temor traía
consigo miedo y respeto; y el amor facilidad; y que de estos dos
extremos , el temor era el mejor para conseguir cosas de trabajo y
diíicultoso; fundábalo en que ninguno tenia tanto amor que so-
brepujase al propio, y que siempre antepone su particular pri-
mero: era enterlsímo, solia decir que cualquiera virtud ó licor
por precioso que fuese, echado en el vaso de la felicidad , se cor-
rompía y que no tenia lucimiento ninguno. Hacia particular
estudio en el disimular, tanto, que lo que parecía que amaba, abor-
recía, y lo que parecía que aborrecía, amaba; procuraba no darse
por entendido de muchas cosas ; á este propósito solía decir, que
el superior que todo lo quiere saber, mucho se obliga á perdonar,
quería que sus órdenes tuviesen tal observación que no faltase un
átomo de lo que mandaba : envió unos navios á quemar unos lu-
gares Persianos, y mandó que no salvasen ni perdonasen la vida
á persona ni criatura ninguna; iba entre estos Capitanes un capi-
tán Lacarin, que llaman Lascares los soldados persianos que sirven
al sueldo de nuestro Rey, de éste se favoreció una mujer persiana
de hermoso parecer, y él la perdonó la vida y trájola consigo;
súpolo Ruifreire, y convidóle^ comer, y preguntóle si era verdad
que tenia consigo aquella persiana, y sí la había traído consigo
de la ocasión á que le habían enviado : había el presente muchos
testigos delante y parecióle que habia de ser convencido , dijo que
sí, volvióle á preguntar que sí sabía la orden que le habia dado,
que la repitiese; así lo hizo, y como se hubo convencido, dejóle
acabar de comer y luego le mandó llevar á la proa, y un negro en
ella, sin remisión ninguna, le cortó la cabeza por castigo de no
haber guardado su orden. Era muy cortés, ningún soldado le
había de hablar, que no le oyese en pié ó le hiciese sentar: decía,
que la cortesía era muy necesaria en la guerra, y lo que más
523
valia y meaos costaba. Por extremo casto, porque jamás se le co-
noció cosa ninguna que diese asomo de nota; era liberal en mate-
ria de dinero, no tenia interés ; ninguno salia desconsolado de su
petición , y por esto cuando murió aun no le quedó para cumplir
su testamento ; no tenia por felicidad el cumplimiento de su pala-
bra, en satisfacion de esto, decia que menos daño habia en no
cumplir la palabra que en hacer cosa fea. No tenia ningún amigo
íntimo , tenia casi una misma igualdad, observaba esta orden por
no tener ocasión de comunicar sus cosas más secretas á nadie,
decia que los que más fácilmente pueden destruir á otros, son los
que más familiar conversación con ellos tuvieron. Trabajaba con
su propia persona muy poco, con el entendimiento muchísimo, y
solia decir que el ejercicio corporal por sí era de poco provecho.
No recibia presentes ni dádivas de nadie, aunque fuese muy poco
decia que cualquier cosa en un ánimo humano causaba desigual-
dad. Tenia por base y fundamento de sus cosas el desear acertar,
y por uso de ellas obrar con consideración, y decia que era de
más importancia que el pensar con prudencia. Era muy senten-
cioso en lo que hablaba , y esto y mucho más que no me acuerdo
hay del: era su Consejero y con quien gastaba mucho tiempo
Cornelio Tácito. He dicho de este General estos pocos renglones,
porque de los que he conocido el tiempo que he servido al Rey,
era el que tenia más enseñanza y daba más admiración en el
modo de gobernar.
De Máscate , fuimos, 50 leguas más abajo, á una tierra que se
llama Julusar, que los más de ella son pescadores de perla; cerca
de ella hicimos , á la boca de un rio, un fuerte de cuatro medios
baluartes y se le metió artillería ; estando en esta parte se tomó
acuerdo en la manera que habia de reconocer á Ormuz, que estaba
enfrente de nosotros 16 leguas, y después de muchos modos que
se propusieron , se tuvo por más acertado el que Ruifreire enviase
un presente al Capitán que gobernaba á Ormuz , en correspon-
dencia de cierta cosa que habia por Ruifreire hecho, y á esto fue-
ron dos navios , y yo fui en el uno; como llegamos á vista de la
fortaleza, pusimos una banderilla blanca y echamos un arabio en
tierra que fuese delante , mandándonos acercar y que se desem-
524
barcase él presente; yo salté en el barco en que iba, que llegamos
en dos veces , y retirándonos con el barco y acercándonos á tier-
ra; después de esto rodeamos la fortaleza para surgir de la otra
parte en el tanto que nos daban respuesta : se tardó bien dos boras;
en este tiempo reconocí á mi voluntad la fortaleza, el sitio de ella,
su forma y fortificación y lo más dificultoso que podia resistir su
recuperación. Es Ormuz una isla que está 28° de altura de la
parte del Norte, metida en el Mar Pérsico, dos leguas de Tierra
P'irme de la Costa de Persia, en frente de un puerto en la misma
Persia , que llaman el Comoron ; su forma es casi circular, su cir-
cunferencia será dos leguas de Levante á Poniente; corre casi la
costa de Persia ; por el Poniente tiene el mar que pasa en Bácora,
y en él entran los ríos Tígero y "Cífrate, por el Oriente; el mar
que desemboca en el mar Océano, por Norte á Persia , por Sur al
mismo mar Pérsico, por lo ancho que se determina en la costa;
contrapuesta, que es Arabia la Feliz, que dista de la misma Isla 16
leguas, tiene algunas montarivelas ásperas de sal, sin árbol nin-
guno más que algunos espinos; es tan estéril, que aun agua no
tiene, que la traen de Persia en barcos y la cogen en la Isla, llo-
vediza , en cisternas ; tiene tanto nombre porque era y es una es-
cala ó feria donde venian muchos navios y mercaderes , unos de
la India, otros de las Arabias y Siria, y en fin, de toda Asia y
parte de Europa, á contratar; el primero que la ganó fué Alonso de
Alburquerque al Rey de Ormuz, que lo era de esta Isla y de otras
tierras que tenia en las costas de Persia y de Arabia la Feliz ; hizo
en una punta de- ella donde tenia un pozo algo espacioso, para
poder surgir, un castillo que tenia cuatro baluartes de ángulo
agudo con su falsa braga; las tres cortinas van á la mar y la otra
tiene un foso con su cuchillo, puerta ó inclusas , por donde entra
la marea y le hinche de agua con una contraescarpa bien labra-
da á la parte de! Norte hasta la Isla, y junto al castillo la ciudad,
ámenos que tiro de arcabuz; como las naciones septentrionales
pasasen la linea y tuviesen comercio en Persia y en la India , y
aquella plaza y las armadas que allí habian de la nación portu-
guesa le servia de estorbo, y también á los persianos los derechos
que perdían de su Aduana, se conformaron en que los ingleses
525
por la mar, y el persiano ocupando la Isla, sitiasen la plaza; así
lo hicieron , y la ganaron : en este tiempo en que yo pasé se tra-
taba de su recuperación , y sobre ella fué enviarme allí el Virey,
que dejando guarnecidas las costas de Arabia y las plazas más
importantes con el resto de la armada, viniese á la India, y yo en
su compañía ; salimos de Máscate , atravesamos el Estrecho hasta
tomar la costa de Persia, y costeándola por el agua del y el Sin-
do, por donde entra en el mar por siete partes el rio Indo, fuimos á
Dio, y costeando la India Cecurate, que es en Cambaya, puerto
de las naciones septentrionales y á Goa, seria la navegación de la
vuelta 650 leguas ; en este tiempo estaba el Virey para ir á la
parte del Sur con una grande armada que habia prevenido, y co-
, municadas las cosas con Ruifreire, le mandó que fuese á visitar las
fortalezas del Norte, y yo en su compañía; llegamos á Chaul , y
porque la orden del Virey que llevaba Ruifreire era condicional,
en que le limitaba algunas cosas , no quiso ponerla en ejecución,
y sin que tuviese efecto él se fué á su Estrecho de Persia, y yo
volví áüoa, á donde estuve aquel invierno; á la salida de él llegó
á la India nueva de que en la costa de África se habia perdido
una isla de portugueses que se llama Bombaca , levantándose con
ella los naturales y un castillo que tiene muy bueno; matando al
Capitán de él y á los soldados que le defendian y á todos los por-
tugueses que habia en la Isla , destruyendo un convento de frailes
que habia de la orden de San Agustín y martirizándoles. Tratóse
de volver á recuperarla , y aprestóse una armada de 16 navios pe-
queños y una galera, donde iban 800 portugueses con los pertre-
chos y bastimentos necesarios para la jornada , y por general Don
Francisco de Mora, capitán, que al presente era de Goa.
En 31 de Diciembre de 1631 llegamos á Bombaca, como he
dicho , es en la costa de África , en 4 ^/g" de altura del Polo
antartico, en una isla que está en la misma Tierra Firme, de
suerte que la costa de ella, que está al mar Océano, y la de
Tierra Firme es casi toda una línea, que es Sursueste , y fór-
manla un rio que viene de Tierra Firme, y se divide antes de
llegar al mar en dos, y con aquella división entra en la mar,
y la tierra que queda en medio de los ríos y del mar es isla ; es
526
muy amena de árboles, como lo son todas las tierras debajo
de la equinoccial por la demasiada humedad que en aquella
parte hay por estar siempre lloviendo el tiempo que es verano.
Entraron los navios por la barra más segura de peligro, que en la
otra estaba la fortaleza ; estuvo el Capitán general surto en ella
ocho días, haciendo fagina y cestones y esperando á un Rey de
negros, que con cantidad de ellos había de venir á ayudarnos;
en el ínter, el enemigo se previno de suerte que se hizo invenci-
ble ; reconociéronse algunos puestos en que se escogió el que pa-
reció más conveniente; y al querer desembarcar en él, era el mar
llena y tan brava , que los vateles no podían llegar por ser todo
peñas ; por esto y ser sentidos fuimos á otro donde saltó en tierra
la gente, y en un llano se formó un escuadrón de hasta 300 hom-
bres, porque los demás estaban embistiendo por otra parte porque
no estorbasen el desembarcar; hízose luego una fortificación ó re-
ducto de tierra y fagina, y como esto se hace cavando y con tra-
bajo, y la nación portuguesa en aquellas partes no está enseñada
á este modo de guerra, se le hacia muy de mal, y asi no se hizo
con perfección ; guarecióse los trabajos con algunas piezas peque-
ñas, y la gente se acuarteló dentro.
De este puesto se quiso el General mejorar á otro más cerca
de la fortaleza que ocuparon unos Capitanes; mandóme que le
fuese á reconocer; parecióme bueno , y asi se lo dije al General,
aunque peligroso, porque era en medio de la Isla, y lo nece-
sario para la gente había de venir de los navios y era nece-
sario gran cuidado y mucha escolta para que viniese seguro;
con todo, me volvió á mandar que quería llevar, que volviese
allá y procurase se fortificase lo mejor que fuese posible ; asi se
hizo en una tarde, ya digo, que no con la perfección que acos-
tumbra la nación castellana en Flandes y en otras partes, porque
esto se hace á puro de trabajo personal, y los portugueses en
aquella parte lo remiten todo á pelear y al valor, no dejando nada
á la industria, porque lo tienen por defecto; además que no guar-
dan los preceptos de las órdenes con la puntualidad que requiere
la guerra, teniéndose cada uno por tan bueno en todo como el
que gobierna, y esto causa muchas veces malos efectos y oposicio-
527
nes, disminuyéndose el acierto de lo que se pretende conseguir, sin
entender que con la conformidad lo poco crece, y sin ella, lo mucho
se hace nada, y que corre evidente peligro lo que orden no tiene;
por esto, en la India, los soldados de Ruifreire son entre los otros
de más estimación , como entre nosotros los de Flandes , por la
obediencia que tienen y el castigo que se les sigue al que no los
guarda ; esto dio ocasión en este sitio á notables desgracias, por-
que otro día siguiente quiso el General ir á ver el puesto en el
estado en que estaba; llevó consigo los caballos más lucidos que
habia en el ejército, una compañía de arcabuceros, sin muchos
que fueron sueltos, que serian cerca de 100 soldados, dejándome
á mi gobernando lo restante del ejército, que quedaba con orden
que no saliese nadie de allí sin la suya, hasta que avisase; habia
en el puesto una casa vieja que estaba fortificada; luego que llegó
arrimaron las armas y los soldados se derramaron, divirtiéndose
en árboles frutales que hay, y el General se subió en un árbol
para descubrir y ver la fortaleza y la Isla ; habia emboscaje al re-
dedor, que era una emboscada de negros: como conocieron la
ocasión, de tropel embistieron disparando muchas flechas; los
soldados primero que se juntaron y volvieron á tomar las armas
y ponerse en defensa , y el General con ellos , mataron algunos:
encerráronse en la casa vieja, y en ella murieron defendiéndose,
D. Diego de Lima, Juan Alvarez de Mora, el capitán Pedro Alva-
rez de Castelbranco, el capitán Juan de Fonseca; á D. Rodrigo
de Acosta hirieron, sin otros soldados de menor nombre, que ma-
taron y fueron heridos; oyóse este ruido en los cuarteles donde
estábamos por la respuesta de algunos arcabuces, y entendí que
el General peleaba; y así, contra toda buena orden de milicia,
desguarneciendo el puesto y las banderas y artillería, y contra la
orden, sin tener aviso cierto, entresaqué alguna gente, y con dos
Capitanes, y con ellos D. Fernando de Koroña, hijo del Virey,
le socorrí y llegó á tiempo del mayor aprieto en que estaba la
gente; el enemigo, viendo el socorro, se retiró, y los nuestros se
mejoraron; era tanto el temor y deseo que tenían de volver al
cuartel, que algunos muertos se echaron en un pozo que habia
junto á la casa donde sucedió. En fin , se retiraron con los cuerpo?"
528
muertos de los más principales, que fueron cuatro, sin el capitán
Fonseca que cayó, retirándose, muerto á mis pies de un flechazo
en la cabeza ; era la ponzoña de las flechas tan fuerte y vehemen-
te, que en cualquiera parte del cuerpo que tocase, si no le chu-
paban luego ó cortaban con brevedad la carne donde estaba, pe-
netraba de manera hasta el corazón , que en breve espacio no
duraba una hora ; el que más duraba caia muerto ; al General le
tocaron siete heridas, todas mortales, en la cabeza y brazos, mas
tuvo tal suerte, que un mozo le chupó la ponzoña de las heridas
y vino á sanar de ellas, y el mozo murió de la ponzoña que chu-
pó; fué luego fuerza nombrar persona que sirviese el ínter que el
General sanaba; estaba el ejército tan otro del que allí habia des-
embarcado dos dias habia, que era extremo opuesto al valor que
hablan mostrado; tímidos, descoloridos, tristes, mirando al suelo,
cabizbajos, el que hablaba, todo era en el modo como mejor se po-
día volver á los navios; que la gente, poca, menos el bastimento,
proseguir aquella empresa que con lo florido del ejército no se habia
conseguido ningún buen suceso estando en sus primeros alientos,
que al presente, cuando estaba menoscavado, y como en lo úl-
timo, no se podría acabar cosa de consideración que todo yerros;
al cabo de quince dias , cuando esperaban estar en la fortaleza,
el General con siete heridas, la flor del ejército muerta, que para
no consumirse todo mejor era volverse ; formaban corrillos sobre
el caso, sucediendo lo que se podía esperar según el estado pre-
sente.
Juntáronse los Capitanes y con ellos el hijo del Virey ; yo no
me hallé presente, porque sólo servia con un arcabuz; votóse
sobre quien habia de gobernar en el ínter que el General estaba
para ello ; habia Almirante que era Pedro Botello y otros Capita-
nes bien entendidos ; al cabo se conformaron los más en que go-
bernase yo y esto encargaron al hijo del Virey, vino á buscarme
á mi barca, proponerme el caso, á que le respondí, «Señor, ¿cómo
podré yo conseguir lo que el señor Capitán general no consiguió con
lo más y de mejor condición, siendo quien yo, con los menos y
en el estado en que hoy está, y siendo un soldado particular cas-
tellano ? es solo quererme poner por blanco y causa de los tristes
529
fines que está prometiendo las cosas presentes, y que sirva de
poner con mis desgracias y malos sucesos de este ejército silen-
cio á los pasados, culpa á los mios. No, señor; si la pretensión es
enmendar lo pasado ó conservar lo presente , muchos Capitanes y
señores hay en el ejército de más conocimiento que yo , que se
puedan encargar de lo que vuestra merced me manda.» Respon-
dióme que era adelantar mucho el pensamiento, mas que sino
qucria , que le gobernase por dos ó tres dias en el ínter que se
volvían á juntar y nombraban otro; asi lo acepté, y al tercero dia
nombraron á Gonzalo de Barrios, Capitán de un navio y Almirante
que habia sido de Ruifreire, que sintió, porque en la obediencia
no se conformaron con su rigor, á que estaba enseñado , y asi le
promovieron nombrando al almirante Pedro Botello. En este tiempo
no se intentó cosa hasta que el General estuvo mejor y vino al
ejército que se estaba curando en su galera.
Tratóse de ocupar otro puesto en Tierra Firme en frente de la
fortaleza, el rio en medio, queriendo de allí batirla; mandá-
ronme que la reconociera; hícelo, no me pareció á propósito. Jun-
tóse á consejo, de veinticinco votos me siguieron veintiuno, los
demás al Capitán general, que era de parecer que ses ocupase, y
así luego lo encomendó á Gonzalo de Barrios , el cual pidió 200
hombres y seis piezas de artillería. Francisco de xicosta se opuso,
pareciéndole que era aumento de mucha honra la elección de
Gonzalo de Barrios, sabiendo que se habia de perder en el caso, y
que el otro se habia de ganar en duda; dijo al General que aquello
era deshacer el ejército y quedarse sin gente, que él le sustenta-
rla con cien hombres y cuatro piezas de artillería : el General, pa-
reciéndole que era aumento, y no conociendo la segunda intención
con que lo decia, la aceptó. (¡Oh defecto de nuestra naturaleza,
que nos entristecen más los bienes ágenos que nos alegran los
nuestros ; Francisco de Acosta , rico y con honra de otras oca-
siones , el contento que debiera, sólo el conjeturar del buen suceso
que su enemigo podia tener en el puesto que le encargaban , quiso
más perder lo que tenia seguro , sólo porq ue su adversario no
ganase lo que estaba dudoso!) Diósele.lo que pedia y aun más, y
yo le seguí con nii arcabuz ; ocupamos el puesto y fortificóse de
Tomo LXXl. 34
530
mala manera, correspondiente á lo de la gente; púsose la artille-
ría, tiráronse algunos tiros, y conocióse con evidencia que era
larga la distancia para batería , sin otros inconvenientes que en-
señó la experiencia; á la primera noche nos dieron los negros de
Tierra Firme un asalto que parecía que se querían llevar las piezas
y las malas trincheras con que estábamos cubiertos ; mataron al-
gunos; cien soldados quedaron; de suerte que Francisco de Acos-
ta conoció que si quedábamos allí otra noche lo perderíamos
todo; y así les obligó á retirarse, bien que con la orden del Gene-
ral, habiendo sólo un día estado en el puesto, y resultando tan ^
diferente de lo que prometió, que quisiera haber trocado todos
buenos sucesos porque le sucediera esto á Gonzalo de Barrios;
retiróse la gente y la artillería á los navios.
Parece que en esta ocasión los más estaban faltos de la consi-
deración que era necesario para lo que les convenia, y yo más
que todos; envióme el General con una orden al capitán Andrés
Bello, que era Cabo de unos navios que estaban surtos junto al
castillo de la Isla, el cual tenia una batería de cuatro piezas de á
ocho y de á doce libras de bala; y este Capitán, hablando encon-
convcrsacion de la disposición en que estaba esta batería, dijo:
«para más claridad, vaya vuestra merced en una chalupa y reco-
nózcala, que así se lo doy por orden:» yo acepté el reconocimiento
sin orden del General, ni del Andrés Bello, por escrito, ni tener él
jurisdicción sobre mí , por no ser de su tropa é ir sólo á comuni-
car una orden, y con obediencia ciega me embarqué en la cha-
lupa, yendo conmigo un Alférez que se llamaba Carballo y cuatro
soldados suyos y seis marineros , y contra marea pasamos por de-
lante de ella, y al pasar, estando el enemigo atento al reconoci-
miento, nos apuntó las piezas y las tres dieron en la chalupa, y
la una me pasó por delante del pecho llevándome los cabos de las
agujetas que llevaba colgando de un coleto, y el Alférez que iba
sentado en la popa , pegado conmigo hombre con hombro y que
yo le cubría , le hizo pedazos los muslos y la mano derecha que
llevaba sobre el uno; no vivió más de una hora , y ésta parece que
la dio Dios para confesar á voces un grave delito que había co-
metido , de matar á una amiga suya que habia servido á Gonzalo
531
de Barrios y se la habia sacado de su casa y quitádola una ca-
dena de oro que habia hurtado á su amo, y matándola la metió en
un costal y la llevó á un cementerio que estaba fuera de Goa,
donde la enterró ; llamóse luego á GonzaK) de Barrios para que le
perdónasela ofensa, perdonó, mas la cadena no quiso, y asi tomó
por su cuenta el hijo del Virey el pagarla. Las otras balas mata-
ron á dos marinos, y á uno quebró un muslo , de suerte que fue-
ron los muertos cuatro. Quedé del caso dando muchas gracias á
Dios, porque en aquel punto me iba encomendando á la virgen
de Loreto, que está en Madrid en la plazuela de Antón Martín, de
quien yo soy devoto y llamo en mis trabajos ; túvelo por evidente
milagro y lo entendió asi todo el ejército , por ir todos pegados
el uno al otro y cubrirle yo todo el cuerpo. Diciendo después al
Andrés Bello, cómo habia dado orden para que se hiciese aquel re-
conocimiento, dijo que tenia orden del General; el General respon-
día que no habia tal ; porque se vea con la facilidad que metie-
ron en peligro tan evidente á diez hombres para que nos hiciesen
pedazos, como hicieron pedazos á cuatro , siendo aquel reconoci-
miento sin necesidad; y cuando lo fuera, se podia hacer de Tierra
Firme, porque estaba cerca, sin riesgo ninguno, de ciencia cierta
por estar la batería á la lengua del agua y descubierta toda.
Volviendo al caso , juntóse luego á consejo sobre lo que se
habia de hacer, eran ya 15 de Abril, y el invierno y vientos Oestes
entraban y no se podían esperar á más ó se habían de quedar á
invernar en la Isla, y para esto no habia bastimento; y así, se
acordó de volverse á la India á invernar, y que la partida fuese
luego ; con que todos se alegraron como si hubieran ganado la
plaza ; hicímonos á la vela costeando el África hasta el Cabo de
Guardafuí , que está en la boca del Mar Rojo, en 13" de altura de
la parte del Norte; de allí se tomó el viaje hasta la India, que hay
algunas cuatrocientas leguas ; llegamos á Goa á 30 de Mayo con
mucho peligro , porque ya estaba el invierno y se cerraban los
puertos; y si se tarda un día más nos perdemos, porque entró de
todo punto el invierno.
El Virey trató de sanear aquella pérdida por su partido,
haciendo cierto el que habia enviado para restaurar aquella plaza
532
lo bastante de soldados, artillería y pertrechos, quien se las pedia
aportar; saneado esto^ quedábale toda la carga al General, ó por
omiso en la ejecución ó por inadvertido en- la elección de lo que
importaba; era D. Francñscode Mora muy buen caballero, cor-
tés y bien hablado , amigo de hacer todo bien, fácil en la persua-
sión , muy palatino y cortesano; había gobernado á Cabo Verde:
no obstante experiencia para tales empresas , diga cada uno lo
que quisiere, que el arte militar compuesto de varios accidentes y
el gobernar y sujetar con tanta opresión tanta cantidad de gente,
de tan varios naturales, en una campaña ó sitio , en oposición de
otros tantos de tanta importancia como valen las vidas y honras
de tantos soldados y de su Rey, no se aprende en una sala cerrada
de libros, ni en la urbanidad de la corte; más apréndese en una
campaña y otra , y en un sitio y otro sitio, con un trabajo y otro,
arriesgando una y cien veces la vida, ya con el trabajo personal
ya con el riesgo de perderla, teniendo una sagacidad profunda,
un natural claro, una privación de toda pasión, un conocimiento
de las causas, del menester que trae entre las manos, una provi-
dencia dilatada, que mediante el discurso en lo pasado, con larga
experiencia en varios casos, que es lo que más aprensión hace,
junto con lo presente, sea próximo á la certeza del efecto que
puede estorbar para acudir al remedio del, porque aun compuesto
destas partes y de otras muchas más que son necesarias, aun le
es dudoso el acierto , por tener en esta materia de la guerra la
mayor parte la fortuna. Confieso que le siguió 4 D. Francisco,
mas también confieso que el sabio la suele limitar; la ambición
de honra y de fama le lleva á esta jornada, persuadido del valor
de la nación portuguesa, que en esta parte se promete más de lo
lícito y que sus fuerzas pueden alcanzar, no considerando que es
mucho mejor no perder la honra que ganarla, y que se atrasa la
opinión quedando por falsa, que es el mayor mal que en los hom-
bres puede haber. Saneado su partido, elVirey quiso que D. Fran-
cisco sanease el suyo .ó diese causas de los malos efectos de aque-
lla jornada , y para que tuviese más autoridad lo remitió á la
Audiencia que allí hay de Oidores ; traia granjeados de allá ene-
migos , y estos eran los más amigos que habia tenido , consultando
533
sus cosas con ellos , debiendo consultar primero si lo eran; si con-
siderara como debia el que le podían ser enemigos, no llegaran
ellos á ser los menos cargados; en fin, él se procuraba descargar
con ellos , porque todos eran Capitanes j personas de puesto , y
ellos con él , y los unos y los otros metiera por testigo ; el Virey
deseaba el que D. Francisco de Mora tuviese buena salida-, y tomó
por mejor modo el que yo fuese el encargado, en virtud de un
regimiento que el General llevaba, en que siempre tuviese aten-
ción á mi parecer; y confesando yo que el haber dicho que algu-
nos pareceres que habia dado habían sido en contrarío, como
el decir que el puesto del baluarte de los turcos, que era el que
ocupo Francisco de Sosa, era bueno para batería, venia á des-
cargarse el General conmigo , y que luego , que podía absolver;
el Yirey me mandó llamar y con mucha blandura me dijo: «Toral,
poco importa que digáis que en Bombaca digísteis que el puesto del
baluarte délos turcos eran bueno.» Y como sea impropio en hombre
altivo y áspero la blandura, y como conmigo nunca la tuviese,
luego sospeché que no era para hacerme ningún bien, y así le
respondí : «Señor, si delante de veinte hombres y del Sr. D. Fer-
nando dije lo contrario, y asi lo juran todos ante el Oidor gene-
ral, ¿por qué quiere vuestra señoría que habiendo acertado yerre
y diga en contrario de tanta gente como estaba delante, desdi-
ciéndome á mí mismo?» «Bien se puede hacer, que algunos habrá
que digan lo mismo que vos.» Respondíle: «Señor," los que lo dije-
ron no dirán en rigor bien, y en el complacer, á nadie conmigo
mismo, primero soy y mi honra que D. Francisco de Mora.» A
esta razón, algo torcido el rostro, me dijo: «Andad con Dios.» Y
otro día siguiente me tomaron juramento; juré la verdad sin
atención particular ninguna, de que se escandalizó más; y sin
saber por qué, dentro de tres días me mandó prender y estuve en
la cárcel sesenta días sin poder saber la causa, ni hacerme cargo
ninguno, por más memoriales que le envié.
Ofrecióse ocasión en que era necesaria hai persona, y mandó á un
alguacil que me sacase de la cárcel y me llevase á un navio de la
armada q ue estaba de partida para las fortalezas q ue están á la parte
del Norte: iba por General de esta armada D. Rodrigo Dacosta, un
634
caballero muy conocido, que fué herido en Bombaca ; éste me llevó
á su navio y fuimos con el armada á reconocer unos islotes, que era
para lo que me hablan sacado de la cárcel ; en el ínter que estuve
en ella dispuse mis cosas; en este viaje, en el paraje de Damon,
topó la armada dos navios de holandeses que venian de Cúrate;
quiso el General embestir con ellos ; dispararon su artillería, y
estando el General en la popa disponiendo las cosas y animando á
sus soldados le llevó una bala la cabeza de los hombros. Como
faltó , se cubrió la popa de luto , y la gente dejó su intento y la
armada volvió á Goa. Supe la poca ó ninguna merced que el Virey
me hacia y que me querían volver á prender , porque decían que
yo había pedido licencia para venirme á España , y que seria po-
sible me viniese y diese cuenta de algunas cosas , y que esto
debía prevenir. Conocí que la prevención me había de ser muy
costosa , y así justifiqué mis servicios y traté de venirme por
tierra, porque por las naos era dificultoso.
Dispuestas mis cosas en Venecianos me fui á Raja, porque es
un puerto en la India donde se fletan navios para Persia: estuve
en él esperando dos meses, y por los últimos de Abril salimos del;
vinimos á Ormuz y al Comoron, que, como tengo dicho, es un
puerto en Persia; esperé cáfila que fuese á Ispam, que es la corte
del Rey de Persia. Concertéme con un arriero , el cual me llevó
hasta Lara, que es ocho días de camino, de desierto, que no había
agua más que cisternas en algunos parajes, y el sol era muy fuerte,
con un viento que corría tan caliente que parecía salía del infierno,
que en aquellas partes llaman Suri, y nosotros Poniente; el trabajo
del camino y la malicia del agua causó á los más de la cáfila ca-
lenturas ; yo estuve muy malo en Lara y me sangré cuatro veces,
hallándome mejor compré un caballo, y en él quise alcanzar la
cáfila que iba caminando delante ; iba algunas veces solo, porque
un indio que llevaba conmigo me dejó y se fué con la cáfila ; iba
con mucha seguridad y sin tener los naturales mejor pasajes que
yo, porque en los mesou^, que son hechos de limosna y obras pías,
como entre nosotros los hospitales , son unos patios muy grandes
con unos poyos levantados un estado, muy ancho y con sus por-
tales que los cubren, con aposentos yermos como celdas para
535
meter ropa ; en esta parte y en Turquía cada uno lleva consigo
su cama y su aderezo de guisar de comer , de suerte que en el
camino no se compra más que el sustento, que el más cotidiano
es arroz y alguna carne ; esto comen muy bien guisado. En lle-
gando al mesón, en el persiano se llama caramuraca, y en turco
mancil, procuraba ocupar el mejor lugar; mas aunque llegasen mer-
caderes muy cuantiosos y pasajeros de autoridad , no por eso me
quitaba del puesto que liabia ocupado, ni ellos me decían que me
quitase, antes solían reírse diciendo : « mira el franco cómo se ha
acomodado.» Llaman francos los que de Europa andan por aque-
llas partes, derivando este nombre de los franceses y otras nacio-
nes que pasaron con el duque Godofre de Bullón , que lo era de la
Toríngia, ala conquista de la Casa Santa de Jerusalen, y asi se
conserva este nombre hoy; dentro de los mesones grandes hay
hombres que venden lo necesario de comida y cebada, pasando
sólo lo que vale , y la posada es de limosna.
En este viaje, antes de llegar á Jiras, que es una ciudad muy
populosa que está ocho dias de camino antes de Ispam, una tarde
unos mercaderes y yo, por el sol, nos quedamos atrás de la cáfila
y llegamos á media noche á dofede había parado , que era en unas
vegas muy grandes sin haber dos leguas al rededor casa ninguna;
como nos apeamos , cada uno dejó su caballo atado y travado;
había junto un arroyo que tenia hierba, dejé suelto el mío para
que paciese , y en las vegas había algunas yeguas que andaban
sueltas; el caballo fuese á ellas, por la mañana me recordaron y
avisaron que mirase mi caballo que andaba suelto tras las yeguas,
fui á cogerle, las yeguas huian, él con ellas; anduve hasta más
de las dos de la tarde tras del sin poder cogerle, y aunque di di-
neros á los arrieros de la cáfila , tampoco le pudieron coger ; como
estaba convaleciente de la enfermedad y en todo el día no. me había
desayunado y corriendo tras el caballo, las piernas se me hincha-
ron de manera que no me podía menear, y con el peso de mucha
plata que llevaba ceñida al cuerpo, desfallecí cayéndome en el
suelo donde estaban los mercaderes ; la cáfila empezaba á cargar
para irse; en este punto se me saltaron las lágrimas de ver que no
me podia menear, que mi caballo no le podía coger, que la cáfila
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se iba y que me había de quedar sólo en aquel desierto , donde
seria posible me matasen ó quitasen lo que tenia; llegúeme á un
mercader de los de más consideración que iban en la cáfila , y en-
ternecido le dije: «Agá, que es lo mismo que señor, tened lástima
de mí;» habíame visto correr todo el dia y en el estado que estaba;
moviéndose á piedad dijo á los arrieros que no se habían de partir
hasta que hubiesen cogido el caballo del franco; ellos repitieron
que no habían de perder de hacer jornada, y que ya algunos
habían hecho la dilijencía y que no le habían podido coger; él les
estorbó que no cargasen , diciéndoles que no era bien que viniendo
con ellos me dejasen en aquel campo; determináronse todos, pa-
gándoselo yo muy bien , á cogérmele ; ataron muchas sogas unas
con otras, y le cercaron y cogieron , con que me vi más aliviado de
mí trabajo. En esto se conoce que en ninguna parte es mejor la
compañía del bueno que en el camino, en la ocasión presente me
fué de tanta importancia ; llegamos á Jiras , y porque se habia de
detener allí la cáfila, partí sólo á Ispam; era el camino muy con-
tinuado de gente, y así pude llegar sólo sin riesgo ninguno.
En llegando, lo primero que hice fué irme á un convento de frai-
les Agustinos que hay de portugueses; habia en él dos frailes que
me conocieron en Arabia en compañía de Ruífreire; como me vieron
se alegraron y me forzaron á que me quedase en el convento el
tiempo que tuviese de estar en Ispam, ansí lo hice, y á tres dias lle-
gado me dieron unas tercianas que me pusieron en mal estado, dos
meses estuve enfermo, hallándome mejor, esperé cáfila que fuese
para Babilonia, que era mi viaje; concertóme con un arriero, porque
no sabiendo lo que me podía durar la enfermedad v^idí el caballo
por evitar coste, muy contento de haber visto tan buena ciudad y
de gente tan humana y llegados á la razón; los últimos días estuve
en un mesón á donde se juntaba la cáfila, porque el convento estaba
lejos; y por no perder ocasión el día que me quería ir hice cuenta
con el huésped, porque en los lugares grandes se paga la posada,
no es como en el camino; pagúele, y al sacar el ato llegó otro com-
pañero suyo y me pidió la posada; díjele como la tenia pagada,
sobre esto dimos algunas voces, llegóse gente y entre ella un ca-
ballero que pasaba, preguntó lo qué era, dijcronle: «á este franco
537
le pide la posada el mesonero y él dice que ya la tiene pagada á su
compañero: » pareciéudole que era vellaqueria del mesonero le
dijo que se fuese y no hablase palabra y me dejase ir mi camino;
repitió el mesonero , y volvió á decir que era conocida maldad
suya, que un hombre de otra ley y de tan remotas partes no habia
de venir á Ispam á quitarle á él su dinero, cuanto más que mi ley
me mandaba que no hurtase , que cómo me habia de ir sin pagar.
¡Oh, señal de hombre de notable y sencilla bondad y ajustado á
su ley! que aunque diferente y mala, lastima por tener entendido
que aquella que profesa es buena.
Salí de esta ciudad muy contento, porque es muy buena y
grande; compónese de tres ciudades, que son las otras dos, Ispam
La Vieja y Julfa , que se va á ella por un puente de ladrillo muy
notable , que tiene portales y se puede ir por debajo como por en-
cima por escaleras por dentro para bajar ó con sus corredores ó
galerías á los lados del puente. Es Julfa , toda de armenios cris-
tianos; guardan los ritos y estatutos de la Iglesia alejandrina y
griega; hay dos conventos, el uno es de frailes de la orden de
San Basilio ; hay tres iglesias muy buenas , con muchos y muy
buenos retablos de santos , viven en su ley y libertad , sin opre-
sión ni embarazo ; hay además de esto en Ispam tres conventos
de frailes que guardan los preceptos y órdenes de la Iglesia Roma-
na ; el uno es de Agustinos portugueses que sustenta el Rey de
España ; otro de italianos que sustenta el Papa, que es de Carme-
litas descalzos ; otro de Capuchinos franceses que sustenta el Rey
de Francia ; es el común muy grande y el contrato, porque los
persianos no tienen otra ganancia ni el Rey otra renta que la del
comercio, y por esto pueden pasar por su tierra de todas naciones
como anden vestidos á su uso: la ciudad es muy grande, tendrá
una legua de travesía por cualquier parte; la fábrica de las casas
es de tierra , sin arquitectura ninguna , y así también son las del
Rey; la plaza es muy grande y espaciosa, y en ella tiene más de
veinte piezas, medios cañones, todos labrados en España y lleva-
dos de Ormuz, que de allí sacó cuando la ganó, y hoy los tiene por
trofeo y señal de su grandeza, con todos sus letreros de los fundi-
dores y Generales de la artillería en cuyo tiempo se hicieron, con
538
las armas reales, que yo vi y leí con arto dolor de mi corazón;
algunas veces el común es muy grande y quieto y seguro, porque
el castigo pasa de justicia y entra en crueldad; en hurtando más
que un abaci, que es una moneda de plata que vale tres reales, le
han de cortar un miembro, y si llega á 20, muere; esto no es con
largo ni descargo por los términos judiciales de España; es tan
sumariamente, que en jurándolo dos testigos, luego se ejecuta la
sentencia, si juran falso, pasan por la misma pena que pasó el
ajusticiado, y asi es notable la seguridad que hay de las hacien-
das: el Eey no estaba allí en aquel tiempo, mas dicen que es tan
común, que anda por las calles preguntando cómo se administra
la justicia y los agravios que se hacen ; nada se vende de ojo;
todo se mide y pesa , hasta la carne cocida en los bodegones; pré-
cianse mucho de la verdad; dicen que para ninguna cosa es bueno
el no tratarla, porque el que no la usa, aun no queda capaz de
poder engañar otra vez : son herejes en respecto de los turcos y
de la ley de Mahoma, y por esto, son tan opuestos á los turcos,
que nunca hacen paces con ellos ; no hacen estimación de la pe-
drería, diamantes, esmeraldas y rubíes , porque dicen que es gran
necedad gastar tanto dinero en una piedra tan pequeña y que
aprovecha para tan pocas cosas; lo cierto es, que no la estiman
por ley hecha ellos, porque el Mogol, uno de los poderosos Reyes
del Asia, y que lo es de la India, que confina con Persia y lindan
los términos, su mayor riqueza son los diamantes , y por no darle
valor y que no le valgan á su Rey sacando los dineros de Persia
y vendiendo su enemigo y vecino su mercaduría, tiene dispues-
to el que en Persia no tengan estimación , ni las puedan traer.
Las murallas de Ispam son de tierra con algunos cubos huecos,
á trechos, está en 34° de altura de la parte del Norte; esto es,
Ispam.
La Persia, por la otra parte de Oriente, confina á lo largo con
el Mogol, que es rey de la India y le tiene tomado algunas plazas
al Persiano; por Poniente confina con Asia y con Armenia: por
la parte del Norte confina con Tartaria y con el mar Caspio; por el
Sur confina con el mar Persio y el mar Océano de la India; su ma-
yor latitud ó altura del Polo es de 43"; su menor de 24 ; de suer-
539
te que tiene de ancho IQ**, que contados cada uno á 17 Va leguas,
tendrá de ancho 331 leguas su mayor longitud, contada de la
isla de los Azores , que en las Terceras es 127", su menor es 90,
que le queda de largo 37*, que son 637 leguas de largo; advierto
que los grados que cuento en la longitud son grados de cosmo-
grafía y no náuticos, porque los náuticos son mayores ó menores,
si allegan al Oeste ó Este , empezando por Norte Sur.
Su figura es casi en paralelógramo, salvo que por la parte del
Poniente se disminuye algo al fin del mar Pérsico. Como he dicho,
me partí con la cáfila á continuar mi viaje ; tardamos veintiocho
dias en llegar de Babilonia, que en turco llaman Bagadal; con
experiencia de la humanidad de la gente persiana , siempre me
procuraba llegar á alguna persona de las de más lucimiento que
iban en la cáfila, y así lo hice en ésta. Juntáronse unos mozos de
la gente vagamunda que iba con nosotros, que en todas partes el
mundo es uno, y empezáronme á dar vaya á voces y bando, con-
tinuando de suerte que yo me corrí , y como lo conocieron , lo
continuaron con más eficacia ; yo rae sentí de suerte que quise
tirarles un escopetazo , y llegóse á mí un gentil de la India , dete-
niéndome que mirase lo que hacia, que me costaría la vida;
repórteme y procuré buscar la persona que me hacia merced , que
era un mercader de buena presencia y de más consideración que
iba allí; y como pude, le dije que no me querían dejar ir mi
camino, diciéndome afrentas é injurias. Llegó con el caballo á
mí, y tomando del brazo; diciéndome que se los mostrase; yo le
llevé á donde estaban, y él preguntó al gentil que ¿qué era lo
que hacían conmigo? El gentil se lo contó: llamó á dos de ellos,
y díjoles; «¿qué queréis? por qué no dejais ir á este franco en
paz por su camino.» Respondiéronle que se iban holgando con-
migo; díjoles ; «¿por qué no os holgáis con los de vuestra nación?
en fin , sois gente ruin , j este franco que debe de ser mucho mejor
que vosotros, le vais persiguiendo,» sintiéronse, y él les dijo:
«¿si tantas leguas de su tierra y de otra ley va con lucimiento,
en su tierra cómo irá? y vosotros que en la vuestra vais como
bribones, en la suya, ¿cómo iréis?» no se qué le replicó uno
que levantó el azote con que daba al caballo y le dio dos azota-
540
zos por la cara y buscó al Capitán de la cáñla, y le hizo que
le echasen de ella y no fuese más con nosotros , y nadie me dijo
cosa de pesar, y siempre que llegábamos á la parte que habia de
posar hacia estuviese en su tienda ó junto á ella, porque no tu-
viese alguna inquietud. ¡Sea Dios alabado que todas las nacio-
nes hizo capaces de razón! ¿qué más podia hacer un buen cristia-
no con las obligaciones de hombre noble que hizo este mozo?
En Babilonia, que es Asirla, me fui á un convento de Capu-
chinos que hay en ella, que son franceses, y en ella estuve tres
dias viendo aquella ciudad tan antigua y quebradero de cabeza
de historiadores; cuan arruinada está, que apenas hay casa que
cavalmente esté entera, con ser tan grande, queme pareció que
tendría de largo una legua grande. Esto causa los continuos sitios
y baterías que le hacen turcos y persas, porque siempre andan
peleando sobre ella , y es el terreno de toda la guerra que ellos
traen entre sí ; en este tiempo era del Persa. Las casas son de la-
drillo cocido; las murallas anchas y fuertes, de tierra sola ; con
su foso baña los cimientos de las casas ; el rio Eufrates , pásase
por una puente de barcas, como Sevilla á Guadalquivir para ir á
Triana: no vi en ella cosa notable ni tampoco lo pregunté, porque
sólo trataba de abreviar mi viaje; está Babilonia en 34° de altu-
ra, 190 de longitud.
Mi viaje dispuse bien, estaba un piloto, que son los que guian
por el desierto, de partida para Alepo, que era donde yo habia do
ir á parar, que es la cabeza de Siria; concertóme con el piloto
en 50 reales de á ocho , yo y un francés que estaba esperando á
hacer el mismo viaje ; compré un famoso caballo y prevínome de
lo necesario para pasar el desierto. Pocas veces se ha hecho tal
determinación el pasar un hombre sólo el desierto por estar lleno
de ladrones y ser muy cierto el peligro ; muchas veces es bien de-
jarle la mayor parte á Dios y á la fortuna , porque si todas las
queremos guiar prudencialmante, el mucho querer asegurar y
acertar las yerra. En esta parte lo dejé á Dios y él me puso en
salvamento; porque si esperara cáñla tardara mucho, y en el de-
sierto se suelen juntar compañías de Alarbes y romper las cáfilas,
además que si la esperaba no hallara embarcación á tiempo y
541
fuera posible perder el viaje; y aunque hubo estas comodidades,
también el ir solo me puso á pique de perder la vida dos ó tres
veces; la una fué cerca de morir ahorcado.
Salí de Babilonia, como he dicho, con el piloto y el francés,
que era relojero , y hugonote de la seta de Hugo , y á mi natural
tan opuesto, lo uno por la diversidad y oposición de la ley, lo
otro porque era malísimo y mal inclinado ; sabia la lengua turca
y entendíase con el piloto , y así me hicieron algunos pesares en
el camino ; salimos de Babilonia y caminamos cinco dias por la
provincia que llaman Mesopotamia , que está entre los rios Tigris
y Eufrates; llegamos á una ciudad que se llama Ana, que está
en la otra parte del rio Tigris , orilla del , donde refrescamos y
registramos lo que llevábamos ante el Gobernador de aquella
ciudad , y por derecho llevó una de las mejores piezas que traía-
mos, que era del francés, tasóse lo que valia y pagué la mitad.
Volvimos á hacer matalotaje, y en cuatro dias, caminando siem-
pre orillas del rio Tigris , llegamos á otro lugar que estaba en
una eminencia donde también refrescamos y nos volvimos á reha-
cer ; aquí nos apartamos del rio y caminando cuatro dias hasta
llegar á otro lugar cercado; aquí nos encerraron en una casa, y
reservando al francés pegó conmigo el Gobernador puesto por el
Rey del desierto, diciendo que mi compañero era pobre que
yo era el que llevaba más que le habia de dar 20 reales de á
ocho; yo no llevaba conmigo más de 36, y los 24 habia escondido
entre el lomo del caballo y la silla, yo les respondí que no los
tenia, diéronme algunas puñadas, y echándome una soga al cuello
decían que me habían de ahorcar, y con un chuzo que tenia en
las manos me amenazaba que me le habia de meter por la gar-
ganta; yo le respondí que me mirasen y que me tomasen cuanto
hallasen, así lo hicieron y hallaron 12 reales de á ocho, que to-
maron de buena gana. Luego procuré salir de aquel aprieto y
pedí al piloto que nos fuésemos, y así se hizo.
Caminamos tres dias hasta llegar á Alepo, la mitad destos tres,
poblado, que en todos eran diez y seis. Caminamos de dia y de noche
y era muy poco lo que descansábamos. Paréceme que se andarían
cada dia de 10 á 12 leguas, y que en todas serian 200 ; entré con
542
mucha nota en Alepo , que como había pasado solo el desierto con
un piloto y venia bien puesto con un famoso vestido á lo persiano,
un buen caballo y escopeta, se colegia ser algún hombre princi-
pal. Llevaba una letra de Ispam para los Carmelitas descalzos de
Alepo , de 128 reales de á ocho , que luego me pagaron ; y cono-
ciendo que habian de hacer anatomía de mi, la metí por el pes-
cuezo entre la camisa y la espalda. Luego que llegué á la casa
del Campo, que es un mesón muy grande donde se recoge la ma-
yor parte de la nación francesa , y vive el Cónsul , y está el con-
vento de los Carmelitas descalzos; me cercaron muchos judíos, y
en castellano tan cortado como yo, me dijeron que fuese bien ve-
nido, que si traia alguna pedrería que lo registrase, porque si nó
la perdería, que eran Aduaneros y que me habian de mirar, y
además de perderlo me habian de castigar , yo les respondí que
no traia ninguna. Estos tenían arrendadas las rentas de las Adua-
nas , y lleváronme ante el cónsul de Francia , que era á quien to-
caba; miráronme hasta las partes más secretas, como no me
hallaron cosa que les importase me enviaron á una hostería que
está dentro de la misma casa ; quedaron confusos los turcos y los
judíos qué persona seria, y así me lo preguntaron; yo les dije que
vivía en Lisboa , y que por un caso que me había sucedido me
había embarcado en las naos para la India, que era casado y
tenia cuatro hijos , que mi mujer me había escrito que rae fuese,
que mi negocio estaba ya compuesto y que el Virey no me había
querido dar licencia para que me viniese con las naos , y que
había tomado el camino de tierra socorriéndome un pariente para
el viaje : con todo no me dieron crédito , siempre sospechando de
que era espía ó alguna persona de importaacia, diciendo que era
necesario que lo supiese el Sultán ; en fin , se decía que si lo sabia
me darían tormento ó me harían ahorcar; estaba con este temor
porque la guarda mayor de las Aduanas, que era un turco de
consideración , había tomado mal que pasase el desierto sólo con
un piloto, y que no trajese mercaduría ninguna trayendo tan buen
hábito, y decia que si no era mercader á qué iba por allí: mandaron
que se tuviese mucha cuenta conmigo. Hay en Alepo tres Cón-
sules, uno de ingleses, otro de venecianos; debajo de la protección
543
del de los ingleses están todas las naciones septentrionales; del de
Venecia, todos los italianos; el de Francia tiene comprado al
Gran Señoría merced de que todas lasnaciones que vinieren áAIepo
que no tuviesen allí Cónsul hayan de estar debajo del de Francia.
Es el derecho de los Cónsules 2 por 100. Era agente ó procurador
del cónsul de Francia un judío, el más grave que habia en Alepo.
En el tiempo que habia estado detenido se habia llegado á mí
otro judío y travado conversación conmigo; habia vivido en Ma-
drid, era muy entendido, muy dado á toda humanidad; así de his-
torias como de poesía, tenia muchos 4ibros de comedias de Lope de
Vega y de historias , y en topándome solia hablar conmigo en esto
algunas veces ; un dia me dijo que mi negocio estaba de mala
data porque la guarda mayor apretaba mucho, y que no me ase-
guraba el buen suceso; yo me entristecí, y él me dijo que no te-
miese , «pecador de mí, le respondí, ¿cómo en un aprieto como éste
no he de temer?» díjome: «dando lavida por pasada-» Aquí confirmé
el que rae esperaba algún desdichado fin , y así se lo dije, respon-
dióme: «no sois vos muy sabio porque el que lo es no se deja caer
aunque adversidad lo quiera , si queréis que haga algo por vos yo
lo haré;» díjele lo mejor que supe, que le debería la vida, que la
ponia en sus manos, respondióme que si tenia dineros con facili-
dad se acabaria todo; yo le respondí que no los tenia, y que eso
rae tenia con menos esperanza; «tenéis razón, que no hay cosa que
más abata los espíritus que la pobreza , en fin , quedad con Dios,
que yo pienso ser vuestro solicitador;» habló al judío que era
agente del Cónsul , y al Cónsul después delante de mi , y díjoles
que era caso de reputación y de menos valer que consintiese que
se me hiciese ningún agravio ni que rae viese el Sultán ; porque
era confesar jurisdicción sobre los suyos y consecuencia para que
se hiciese cada dia otro tanto con los que llegasen allí, y aun con
los de su misma nación, y que correría la fama del poco amparo
que en él tenían y faltaría el comercio; que los otros Cónsules lo
posponían todo por no perder un átomo de su jurisdicción ; sintió
esto el Cónsul , y su procurador, que estaba presente, se conformó
con el parecer del Rabí, que era Rabí el judío que me ayudaba.
Dijo el Cónsul: «¿pues qué orden tendremos para que este español
544
se escape?» dijo el agente que él hablaría sobre el caso á la guarda
mayor y que le daría á entender la razón, y que también á él le
estaba mal , y que no queriendo revenir se defenderia con todas
veras que él lo defenderia; dijeron también que era necesario darle
algo i á esto dije que me quedaban 30 reales de á ocho que me
daban por el caballo , que no tenia otra cosa hasta mi tierra , y
otros 20 reales de á ocho que me habían quedado; dijéronme que
le vendiese, vino la guarda otro día y litigóse con el turco, en que
hubo (sin parecerme artificio) voces en que se enojó; el judío
agente era de los más entendidos hombres que he visto , y con
su modo lo dispuso de suerte que el turco revino en el caso,
y él le dio 20 reales de á ocho por mí (que yo le di después),
diciendo que entre mercaderes franceses de limosna se había de
allegar; á todo esto se halló el Rabí presente, que también facilitó
con sus razones y ruegos, y queriéndose ir el turco le dijo que sí
había de durar la prisión, y él respondió que qué importaba; á
que dijo el agente: «hay que nos hacer merced, dejarle sin pesa-
dumbre que vea la ciudad y se huelgue , » y luego dio orden al
Capitán, que con una compañía de genízaros estaba de guarda al
Cónsul , que me dejase salir é ir donde fuese mi voluntad ; estuve
determinado de darle la letra de los 128 reales de á ocho que
había escapado , mas los Carmelitas descalzos, que me los paga-
ron me dijeron que no lo supiese nadie que les venía aquella le-
tra; lo otro, porque me la tomarían toda y se colígiría ser de más
importancia, y que habia reservado algo escondido, de donde se
tomaría motivo á que tuviese peor suceso , y así la escapé y tras-
pasé en otra letra á Marsella de Francia , y con el demás dinero
me avié para mí viaje.
Di infinitas gracias á Dios por el buen suceso, y á mí judío
Rabí agradecí lo mejor que pude el beneficio que me hizo. Estuve
en Alepo quince días, en los ocho vi la ciudad, que es muy buena
y de buena arquitectura. En medio della supóngome en Lisboa;
hay un cerro redondo , en lo alto hay un buen castillo con su foso
alrededor con agua , hay sus barrios de ingleses y de franceses y
italianos de mucho comercio, porque es escala donde paran los mer-
caderes de Europa y los de Asia, de que tiene el Gran Señor mucha
545
renta. Está tres dias de camino un puerto de mar donde surgen los
navios que es en Escanderona , y por otro nombre Alejandrita, que
es en el último fin del mar Mediterráneo , está por la parte del
Norte en 36'; hay en esta ciudad más de 800 casas de judíos que
pagan grandes tributos porque los dejen vivir en su ley; tienen
sa barrio aparte, los más son renteros de las rentas reales ; la
lengua común suya y casera entre ellos es castellana, la cual
conservan desde que fueron echados de España y se derramaron
por diversas partes del mundo ; y de los que llegaron á aquella
parte de Siria son estos sus sucesores; sus hijos envian á Europa,
á Flandes y España , y Italia y Inglaterra , y las Islas , y asi no
se hablaba con ninguno que sea de moderada consideración que
no haya estado en estas partes muchos años, y están tan ladinos y
entendidos en ellas como los naturales de Lisboa; habia muchos y
en siendo de mayor edad se retiran á Alepo y á otras partes donde
tienen sus casas. El judío que me favoreció era tan sabio en la
lengua castellana , que en abundancia de vocablos y en estilo y
lenguaje podía enseñar á muchos muy presumidos, repitiendo á
cada paso muchos versos de los insignes poetas de España , como
Góngora y Villamediana y otros.
El tiempo que estuve en Alepo, que fue quince dias, gastaba
lo más en su conversación ; habia vivido en Madrid en la par-
roquia de S. Sebastian y nombraba muchas personas de puesto
que habia conocido: cuando hubo cáfila se me dio despacho para
que me dejasen enbarcar en Alejandrita, y lo hice en un navio
francés por 10 reales de á ocho; pasamos por junto á Chipre
y Candía que están casi en los 36", y entre Malta y Candía,
un dia antes de S. Andrés y otro después, nos dio tan gran
tormenta, cual nunca vi en mi vida, y de más riesgo por no tener
tierra donde correr á los lados, por estar de una y otra parte
Grecia y África. Acotóse el leme muy fuertemente, de suerte
que el timón no obrase , cogieron todas las velas y dejóse el
navio que corriese á su voluntad donde Dios le llevase, y todos
nos encomendamos á él ; con esta fortuna de piedra y granizo y
temporales fuertes, corrimos tres dias todos tres en oración y ple-
garias; al cabo dellos aplacó la tormenta, y con buen viento
Tomo LXXl. 3S
546
pasamos por junto á Malta, dejando á Sicilia á mano derecha á
vista de tierra; junto á la Goleta nos quiso embestir una saetía y
un navio grande , la saetía se halló más cerca de nosotros ; era
de moriscos, no se atrevió y veníanos siguiendo y llamando al
navio grande , con tiros que disparaba ; ya nos tenían entrambos
al alcance , y la saetía nos habla ganado el varlovento cuando
calmó el viento de suerte que las velas se pegaban á los mástiles;
apercibímonos á la defensa , púsose en la plaza de armas sus ja-
retas ó redes que la cubren y sus pavesadoras , repartiéronse las
armas y puestos , recorrióse la artillería y sacóse á la plaza de
armas pan y vino y queso, para que se comiese en abundancia;
en este tiempo se desapareció el navio grande con la corriente del
agua , que no se veia sino el tope ; en breve espacio se perdió de
vista de todo punto , quedóse la saetía, y no atreviéndose , espe-
rando refrescase el viento , ella se fué y nosotros nuestro viaje,
que costeando á Cerdeña llegamos con salvamento á Marsella de
Francia, donde era el navio; cobré mi letra que luego me pagaron
y compré un vestido y un caballo , y habiendo descansado ocho
dias me partí á Barcelona y de allí á Madrid; presénteme ante S. M. ;
en su Consejo de Portugal hablé al Rey y al conde de Olivares dos
veces ; respondióme que ya le había escrito al Consejo el Virey
que venia; presenté los papeles de mis servicios y agravios que
me había hecho, todos justificados en Goa y respondidos por él que
yo guardaba cautamente una fe suya de ocho servicios particula-
res que había hecho por ordenes suyas ; otra del consejo de Estado
de la India , sin otras de otras personas ; otra fe de como no rae
había hecho en todos estos servicios merced ninguna , con que
parece que el Conde y el Consejo se dieron por satisfechos, y á mí
por disculpado; estuve un año en Madrid descansando de tantos
trabajos y de viajes tan prolijos, que duró, casi sin descansar
desde 3 de Abril de 1629 hasta 3 de Mayo de 1634 que fueron cinco
años, habiéndome embarcado en este tiempo once veces, y en ellas
haber navegado 10.000 leguas en servicio del Rey, sin 1.700 que
navegué cuando me vine, que no cuento , y entre esta embarca-
ción de seis meses , como el viaje de la India desde Lisboa . y las
demás 400 y 600 leguas de golfo debajo de la tórrida zona, donde
547
los calores son, tan grandes y tantas diferencias de climas , que
como la salud depende dellos, también se muda. Pudiera alargar-
me mucho más en mi particular , mas el hombre ni en bien ni en
mal es bien que hable mucho de si : lo que sé de cierto con tanta
experiencia que no sé más que al principio, y esto es evidencia,
que pues no he sabido para mí, ¿qué puedo saber estando hoy más
lleno de trabajos y con más necesidad, y menos fuerza para po-
derlo buscar? La salvación se procure, que es lo propio, porque no
lo es lo que por mucho que se tenga perderse puede, .á Dios sean
dadas las gracias de todo.
Que por mi se puede decir, según tantos trabajos he pasado y
peligros de la vida, y al presente en más necesidad, que el dia
siguiente siempre es el peor.
FIN DEL TOMO SETENTA Y INO.
índice.
P&ginas.
Advertencia v
APÉNDICES.
*
— XXI. Breuíssima relación de la destruycion de las In-
dias, colegida por el Obispo D. Fray Bartolomé
de las Casas ó Casaus , de la Orden de Sancto
Domingo , año 1552 1
— XXII. Apologías y discursos de las Conquistas Occiden-
tales, por D, Bernardo de Vargas Machuca,
Gobernador y Capitán general de la isla Mar-
garita , en controversia del tratado Destruicion
de las Indias, escrito por D. Fray Bartolomé
de la Casas, obispo de Chiapa en el año de 1552.
dirigido al Excmo. Sr. D. Juan de Mendoza y
Luna , marqués de Montes Claros y marqués de
Castil de Bayuela , señor dé las villas de la Hi-
guera de las Dueñas, el Colmenar, el Cardoso,
el Vado y Valconete , Virey Lugartiniente del
Rey, nuestro señor , su Gobernador y Capitán
general de los reinos y provincias del Pirú,
Tierra Firme y Chile , etc 201
•" XXIII. Objeciones y respuestas relativas al Democrates
alter 311
— XXIV. Argumentum apologise R.""' Domini Fratris Bar-
tholomei a Casaus, Episcopi quondam chiapen-
sis adversus genesium Sepulvedam, theologum
cordubensem 531
550
PáginM.
— . XXV. Proposiciones temerarias , escandalosas y heréti-
cas que notó el doctor Sepúlveda en ellibro de
la Conquista de Indias , que Fray Bartolomé de
las Casas , obispo que fué de Chiapa , hizo im-
primir «sin licencia» en Si villa, ano de 1552. 335
'• XXVI. Testimonio de la consagración del obispo Fray
Bartolomé de las Casas, celebrada en la iglesia
de San Pablo de Sevilla , en la dominica in pas-
sione, de 30 de Marzo de 1544 363
XXVII. Carta y memorial de Fray Bartolomé de las Casas. 367
XXVIll. Carta de Bartolomé de las Casas al padre Carranza
de Miranda 383
. XXIX. Representación dirigida por el padre Las Casas
al emperador Carlos V 421
~ XXX. Parecer de D. Fray Matías de San Martin, obispo
de Charcas , sobre el escrúpulo de si son bien
ganados los bienes adquiridos por los conquista-
dores, pobladores y encomenderos de Indias. —
Respuesta dada al anterior escrúpulo, por el
obispo D. Fray Bartolomé de las Casas 441
XXXI. Parecer de Fray Bartolomé de las Casas 459
Viaje á Inglaterra del Condestable de Castilla, D. Juan
Fernandez de Velasco , para tratar de las paces entre
ambas Coronas , en 1603 465
Relación de la vida del Capitán Domingo de Toral y Valdés,
escrita por el mismo Capitán 495
DP Colecci(5n de documentos
^ inéditos para la historia
Co5 de España
t.71
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