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Full text of "Colección de documentos inéditos papa la historia de España"

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COLECCIÓN 


DE  DOCUMENTOS  INÉDITOS 


PARA  LA  HISTORIA  DE  ESPAÑA. 


COLECCIÓN 


l)E 


DOCUMTOS  INÉDITO 


PARA  LA  HISTORIA  DE  ESPAÑA 


POR 


EL  MARQUÉS  DE  LA  FUENSANTA  DEL  VALLE, 


D.  JOSÉ  SAKCHO  RAYÓN  K  D.  FRANCISCO  DE  ZABAIBÜRÜ. 


TOMO  LXXI. 


MADRID 

IMPRENTA    DE    MIGUEL    GINESTA 
Cnile  de  Camponianes,  núm.  S 

187  9 


3 

065" 
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ADVERTENCIA. 


En  este  volumen  concluyen  los  importantes  Apéndices 
con  que  ha  ilustrado  la  vida  del  obispo  de  Chiapa,  Fray 
Bartolomé  de  las  Casas,  nuestro  docto  y  buen  amigo 
el  Excmo.  Sr.  D.  Antonio  María  Fabié. 

Para  completar  el  tomo  publicamos  además  dos  curio- 
sas relaciones  que  creemos  verán  con  gusto  nuestros 
lectores;  es  una  la  del  viaje  en  1603  á  Inglaterra  del 
Condestable  de  Castilla,  D.  Juan  Fernandez  de  Velasco. 
para  tratar  de  las  paces  entre  ambas  Coronas,  cuyo  ori- 
ginal existe  en  nuestro  poder,  y  aun  cuando  no  se  dice 
en  ella  quién  fuera  el  autor,  por  su  contexto  se  ve  fué 
uno  de  los  que  le  acompañaron.  En  ella  se  dan  curiosas 
noticias  sobre  trajes,  bailes  y  regalos. 

Copiada  la  otra  del  códice  H.  55  de  la  sala  de  Ms.  de 
la  Biblioteca  Nacional,  nos  da  á  conocer  la  vida  de  uno 
de  aquellos  soldados  españoles  de  los  siglos  xvi  y  xvii, 
cuyas  hazañas  y  proezas  han  dejado  en  la  historia  nom- 
bre imperecedero. 


APÉNDICE  XXI. 


BREUISSIMA  RELACIÓN 

DE   LA 

DESTRUYCION    DE    LAS    INDIAS 

COLEGIDA  POR  EL  OBISPO 

DO  m\  BARTOLOMÉ  DE  LAS  CASAS  Ó  CASACS 

DI  U  ORDEK  DE  SiCTO  DOMIKGO 


ANO  1552. 


(50  hojas  en  4.°,  signadas  a-fi 


Toso  LXII. 


ARGÜMITO  DEL  PRESENTE  EPITOME. 


Todas  las  cosas  que  han  acaescido  en  las  Indias  desde  su 
maravilloso  descubrimiento,  y  del  principio  que  á  ellas  fueron 
españoles  para  estar  tiempo  aledaño;  y  después  en  el  proceso 
adelante,  hasta  los  dias  de  agora,  han  sido  tan  admirables  y  tan 
no  creíbles  en  todo  género,  á  quien  no  las  vido,  que  parece  haber 
añublado  y  puesto  silencio ,  y  bastantes  á  poner  olvido ,  á  todas 
cuantas,  por  hazañosas  que  fuesen,  en  los  siglos  pasados  se  vieron 
y  oyeron  en  el  mundo.  Entre  estas  son  las  matanzas  y  estragos 
de  gentes  inocentes ,  y  despoblaciones  de  pueblos ,  provincias  y 
reinos  que  en  ellas  se  han  perpetrado,  y  que  todas  las  otras  no  de 
menor  espanto.  Las  unas  y  las  otras  refiriendo  á  diversas  perso- 
nas que  no  las  sabían,  el  Obispo  D.  Fray  Bartolomé  de  las  Casas 
ó  Casaus ,  la  vez  que  vino  á  la  Corte  después  de  fraile ,  á  informar 
al  Emperador,  nuestro  señor  (como  quien  todas  bien  visto  había), 
y  causando  á  los  oyentes  con  la  relación  de  ellas  una  manera  de 
éxtasis  y  suspensión  de  ánimos,  fué  rogado  é  importunado  que 
de  estas  postreras  pusiese  algunas  con  brevedad  por  escrito.  El 
lo  hizo,  y  viendo  algunos  años  después  muchos  insensibles  hom- 
bres que  la  cobdicia  y  ambición  ha  hecho  degenerar  del  ser  hom- 
bres ,  y  sus  facinerosas  obras  traído  en  reprobado  sentido ,  que 
no  contentos  con  las  traiciones  y  maldades  que  han  cometido, 
despoblando  con  esquisitas  especies  de  crueldad  aquel  orbe,  im- 


4 
portunaban  al  Rey  por  licencia  y  autoridad  para  tornarlas  á 
cometer,  y  otras  peores  (si  peores  pudiesen  ser),  acordó  presentar 
esta  suinma,  de  lo  que  cerca  de  esto  escribió  al  Principe,  nuestro 
señor,  para  que  su  Alteza  fuese  en  que  se  les  denegase;  y  pare- 
cióle cosa  conveniente  ponella  en  molde ,  porque  su  Alteza  la 
leyese  con  más  facilidad.  Y  esta  es  la  razón  del  siguiente  Epítome 
ó  brevísima  relación. 


FIN  DEL   ARGUMENTO. 


PRÓLOGO 


DBL  OBISPO  DON  FRAY  BARTOLOMÉ  DE  LAS  CASAS  Ó  CASaUS, 

PARA    EL   MUY   ALTO    Y    MUY    PODEROSO    SEÑOR    EL    PRÍNCIPE 

DE   LAS   ESPAÑAS,   DON  FELIPE,  NUESTRO   SEÑOR. 


Muy  alto  é  muy  poderoso  Señor : 

Como  la  Providencia  divina  ten^a  ordenado  en  su  mundo,  que 
para  direcion  y  común  vitalidad  del  linaje  humano,  se  consti- 
tuyesen en  los  reinos  y  pueblos ,  Reyes,  como  padres  y  pastores 
(se^un  los  nombra  Homero),  y,  por  consiguiente,  sean  los  más 
nobles  y  generosos  miembros  de  las  repúblicas:  ninguna  dubda  de 
la  rectitud  de  sus  ánimos  reales  se  tiene,  ó  con  recta  razón  se  debe 
tener;  que  si  algunos  defectos,  nocumentos  y  males  se  padecen 
en  ellas,  no  ser  otra  la  causa  sino  carecer  los  Reyes  de  la  noticia 
de  ellos.  Los  cuales,  si  les  contasen  con  sumo  estudio  y  vigilante 
solercia  estirparian.  Esto  parece  haber  dado  á  entender  la  Divina 
Escriptura  en  los  proverbios  de  Salomón:  Rex  qui  sedet  w  solio 
iudicit,  dissipat  omne  malum  intuitu  suo.  Porque  de  la  innata  y 
natural  virtud  del  Rey ,  asi  se  supone  (conviene  á  saber)  que  la 
noticia  sola  del  mal  de  su  reino  es  bastantísima  para  que  lo  disipe, 
y  que  ni  por  un  momento  sólo  en  cuanto  en  sí  fuere  lo  pueda  su- 
frir. Considerando,  pues,  yo  (muy  poderoso  Señor)  los  males  y  da- 
ños, perdición  y  jacturas  (de  los  cuales  nunca  otros  iguales  ni 
semejantes  se  imaginaron  poderse  por  hombres  hacer)  de  aquellos 
tantos  y  tan  grandes  y  tales  reinos,  y,  por  mejor  decir,  de  aquel 
vastísimo  y  nuevo  mundo  de  las  Indias ,  concedidos  y  encomen- 
dados por  Dios  y  por  su  Iglesia  á  los  reyes  de  Castilla  para  que 


se  los  rigiesen  y  gobernasen ,  convertiesen  y  esperasen  temporal 
y  espiritualmente ,  como  hombre  que  por  cincuenta  años  y  más  de 
experiencia,  siendo  en  aquellas  tierras  presente  los  he  visto  co- 
meter; que  constándole  á  vuestra  Alteza  algunas  particulares 
hazañas  de  ellos ,  no  podria  contenerse  de  suplicar  á  su  Magestad 
con  instancia  importuna,  que  no  conceda  ni  permita  las  que  los 
tiranos  inventaron ,  prosiguieron  y  han  cometido,  que  llaman  con- 
quistas. En  las  cuales  (si  se  permitiesen)  han  de  tornarse  á  hacer; 
pues  de  sí  mismas  (hechas  contra  aquellas  indianas  gentes,  pa- 
cíficas, humildes  y  mansas  que  á  nadie  ofenden)  son  inicuas, 
tiránicas,  y  por  toda  ley  natural,  divina  y  humana  condenadas, 
detestadas  y  malditas,  deliberé  por  no  ser  reo,  callando,  de  las 
perdiciones  de  ánimas  y  cuerpos  infinitas  que  los  tales  perpetra- 
ran, poner  en  molde  algunas  y  muy  pocas  que  los  dias  pasados 
colegí  de  innumerables  que  con  verdad  podria  referir,  para  que 
con  más  facilidad  vuestra  Alteza  las  pueda  leer. 

Y  puesto  que  el  arzobispo  de  Toledo ,  maestro  de  vuestra  Al- 
teza, siendo  obispo  de  Cartagena,  me  las  pidió  y  presentó  á  vues- 
tra Alteza;  pero  por  los  largos  caminos  de  mar  y  de  tierra  que 
vuestra  Alteza  ha  emprendido,  y  ocupaciones  frecuentes  reales  que 
ha  tenido,  puede  haber  sido  que,  ó  vuestra  Alteza  no  las  leyó,  ó 
que  ya  olvidadas  las  tiene,  y  el  ansia  temeraria  y  irracional  de  los 
que  tienen  por  nada  indebidamente  derramar  tan  inmensa  copia 
de  humana  sangre ,  y  despoblar  de  sus  naturales  moradores  y  po- 
seedores, matando  mil  cuentos  de  gentes,  aquellas  tierras  grandí- 
simas, y  robar  incomparables  tesoros;  crece  cada  dia  importu- 
nando por  diversas  vías  y  varios  fingidos  colores  que  se  les 
concedan  ó  permitan  las  dichas  conquistas  (las  cuales  no  se  les 
podían  conceder  sin  violación  de  la  ley  natural  y  divina,  y  por 
consiguiente  gravísimos  pecados  mortales,  dignos  de  terribles  y 
eternos  suplicios),  tuve  por  conveniente  servir  á  vuestra  Alteza  con 
este  sumario  brevísimo,  de  muy  difusa  historia  que  de  los  estragos 
y  perdiciones  acaecidas  se  podria  y  debería  componer.  Suplico  á 
vuestra  Alteza  lo  resciba,  y  lea  con  la  clemencia  y  real  benigni- 
dad que  suele  las  obras  de  sus  criados  y  servidores ,  que  pura- 
mente por  sólo  el  bien  público  y  prosperidad  del  estado  real  servir 


desean.  Lo  cual,  visto  y  entendida  la  deformidad  de  la  injusticia 
que  á  aquellas  gentes  inocentes  se  hace ,  destruyéndolas  y  des- 
pedazándolas sin  haber 'Causa  ni  razón  justa  para  ello,  sino  por 
sola  la  cudicia  y  ambición  de  los  que  hacer  tan  nefarias  obra» 
pretenden:  vuestra  Alteza  tenga  por  bien  de  con  eficacia  suplicar 
y  persuadir  á  su  Magostad  que  deniegue  á  quien  las  pidiere  tan 
nocivas  y  detestables  empresas,  antes  ponga  en  esta  demanda 
infernal ,  perpetuo  silencio ,  con  tanto  terror ,  que  ninguno  sea 
osado  dende  adelante  ni  aun  solamente  se  las  nombrar.  Cosa  es 
ésta  (muy  alto  señor)  'convenientisima  y  necesaria  para  que  todo 
el  estado  de  la  corona  real  de  Castilla,  espiritual  y  temporalmente 
Dios  lo  prospere  y  conserve  y  haga  bienaventurado.  Amen. 


BREVlSIlii  RELACIÓN  DE  LA  DISlRllTClOfi  DE  LAS  INDIAS. 


Descubriéronse  las  Indias  en  el  año  de  mil  y  cuatrocientos  y 
noventa  y  dos;  fuéronse  á  poblar  el  año  siguiente  de  cristianos 
españoles ,  por  manera  que  há  cuarenta  y  nueve  años  que  fueron 
á  ellas  cantidad  de  españoles ;  y  la  primera  tierra  donde  entraron 
para  hecho  de  poblar,  fué  la  grande  y  felicísima  isla  Española, 
que  tiene  seiscientas  leguas  en  torno.  Hay  otras  muy  grandes  é 
infinitas  islas  al  rededor  por  todas  las  partes  de  ella ,  que  todas 
estaban ,  y  las  vimos  las  más  pobladas  y  llenas  de  naturales  gen- 
tes, indios  dellas,  que  puede  ser  tierra  poblada  en  el  mundo.  La 
tierra  ñrme,  que  está  de  esta  isla  por  lo  más  cercano  doscientas  y 
cincuenta  leguas ,  poco  más ,  tiene  de  costa  de  mar  más  de  diez 
mil  leguas  descubiertas ,  y  cada  dia  se  descubre  más;  todas  llenas 
como  una  colmena  de  gentes ,  en  lo  que  hasta  el  año  de  cuarenta 
y  uno  se  ha  descubierto,  que  parece  que  puso  Dios  en  aquellas 
tierras  todo  el  golpe  ó  la  mayor  cantidad  de  todo  el  linaje  hu- 
mano. Todas  estas  universas  y  infinitas  gentes ,  á  toto  género  crió 
Dios  los  más  simples,  sin  maldades  ni  dobleces,  obedientisimas, 
fidelísimas  á  sus  señores  naturales  y  á  los  cristianos ,  á  quien  sir- 
ven: más  humildes,  más  pacientes,  más  pacíficas  y  quietas:  sin 
rencillas  ni  bollicios,  no  rixosos^  no  querulosos,  sin  rancores,  sin 
odios ,  sin  desear  venganzas  que  hay  en  el  mundo.  Son  asimesmo 
las  gentes  más  delicadas ,  flacas  y  tiernas  en  complicion ,  y  que 
menos  pueden  sufrir  trabajos ,  y  que  más  fácilmente  mueren  de 
cualquiera  enfermedad;  que  ni  hijos  de  príncipes  y  señores,  entre 
nosotros  criados  en  regalos  y  delicada  vida,  no  son  más  delicados 
que  ellos ,  aunque  sean  de  los  que  entre  ellos  son  de  linaje  de  la- 
bradores. Son  también  gentes  paupérrimas,  y  que  menos  poseen 
ni  quieren  poseer  de  bienes  temporales ,  y  por  esto  no  soberbias, 


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no  ambiciosas,  no  cabdiciosas.  Su  comida  es  tal,  que  la  de  loa 
Sautos  padres  en  el  desierto  no  parece  haber  sido  más  estrecha  ni 
menos  deleytosa  ni  pobre.  Sus  vestidos  comunmente  son  en  cue- 
ros, cubiertas  sus  vergüenzas;  y,  cuando  mucho,  cúbfense  con  una 
manta  de  algodón,  que  será  como  vara  y  media  ó  dos  varas 
de  lienzo  en  cuadra.  Sus  camas  son  encima  de  una  estera,  y 
cuando  mucho,  duermen  en  unas  como  redes  colgadas  que  en  len- 
gua de  la  isla  Española  llaman  hamacas.  Son  eso  mismo  de  lim- 
pios y  desocupados  y  vivos  entendimientos ,  muy  capaces  y  dó- 
ciles para  toda  buena  doctrina,  aptísimos  para  recibir  nuestra 
«anta  fe  católica  y  ser  dotados  de  virtuosas  costumbres,  y  las 
que  menos  impedimentos  tienen  para  esto  que  Dios  crió  en  el 
mundo,  y  son  tan  importunas  desque  una  vez  comienzan  á  tener 
noticia  de  las  cosas  de  la  fe  para  saberlas  y  en  ejercitar  los  sa- 
cramentos de  la  Iglesia  y  el  culto  divino ,  que  digo  verdad  que 
han  menester  los  religiosos  para  sufrirlos  ser  dotados  por  Dios  de 
don  muy  señalado  de  paciencia ;  y,  finalmente,  yo  he  oido  decir  á 
muchos  seglares  españoles  de  muchos  años  acá,  y  muchas  veces, 
no  pudiendo  negar  la  bondad  que  en  ellos  ven:  cierto,  estas  gen- 
tes eran  las  más  bienaventuradas  del  mundo  si  solamente  cono- 
cieran áDios.  En  estas  ovejas  mansas  y  de  las  calidades  susodi- 
chas, por  su  hacedor  y  criador  así  dotadas ,  entraron  los  españoles, 
desde  luego  que  las  conocieron,  como  lobos  y  tigres  y  leones 
crudelísimos  de  muchos  dias  hambrientos.  Y  otra  cosa  no  han 
hecho  de  cuarenta  años  á  esta  parte  hasta  oy ,  y  oy  en  este  dia  lo 
hacen,  sino  despedazarlas,  matarlas,  angustiarlas,  afligirlas, 
atormentarlas  y  destruirlas  por  las  extrañas  y  nuevas  y  varias,  y 
nunca  otras  tales  vistas  ni  leídas  y  oídas  maneras  de  crueldad; 
de  las  cuales  algunas  pocas  abajo  se  dirán,  en  tanto  grado,  que 
habiendo  en  la  isla  Española  sobre  tres  cuentos  de  ánimas  que 
vimos,  no  hay  oy  de  los  naturales  de  ella  doscientas  personas. 
La  isla  de  Cuba  es  quizá  tan  luenga  como  desde  Valladolid  á 
Roma;  está  oy  quasi  toda  despoblada.  La  isla  de  San  Juan  y  la 
de  Jaraayca,  i.slas  muy  grandes  y  muy  felices  y  graciosas,  am- 
bas están  asoladas.  Las  islas  de  los  Lucayos  que  están  comarca- 
nas á  la  E.spañola  y  á  Cuba  por  la  parte  del  Norte,  que  son  más  de 


11 

sesenta  con  las  que  llamaban  de  Gigantes  y  otras  islas  grandes  y 
chicas ,  y  que  la  peor  de  ellas  es  más  fértil  y  graciosa  que  la 
huerta  del  Rey  de  Sevilla  y  la  más  sana  tierra  del  mundo,  en  las 
cuales  habia  más  de  quinientas  mil  ánimas ;  no  hay  oy  una  sola 
criatura.  Todas  las  mataron  trayéndolas  y  por  traerlas  á  la  isla 
Española,  después  que  velan  que  se  les  acababan  los  naturales  de 
ella.  Andando  un  navio  tres  años  á  rebuscar  por  ellas  la  gente 
que  habia ,  después  de  haber  sido  vendimiadas  porque  un  buen 
espía  no  se  movió  por  piedad  para  los  que  se  hallasen  convertir- 
los y  ganarlos  á  Cristo ,  no  se  hallaron  sino  once  personas ,  las 
cuales  yo  vide.  Detras  más  de  treinta  islas  que  están  en  comarca 
de  la  isla  de  San  Juan ,  por  la  misma  causa  están  despobladas  y 
perdidas.  Serán  todas  estas  islas  de  tierra  más  de  dos  mil  leguas, 
que  todas  están  despobladas  y  desiertas  de  gente.  De  la  gran 
tierra  firme  somos  ciertos  que  nuestros  españoles,  por  sus.  cruel- 
dades y  nefandas  obras,  han  despoblado  y  asolado,  y  que  están 
hoy  desiertas,  estando  llenas  de  hombres  racionales  más  de  diez 
reinos  mayores  q  ue  toda  España ,  aunque  entre  Aragón  y  Portu- 
gal en  ellos,  y  más  tierra  que  hay  de  Sevilla  á  Jerusalem  dos  veces, 
que  son  más  de  dos  mil  leguas. 

Daremos  por  cuenta  muy  cierta  y  verdadera  que  son  muertas 
en  los  dichos  cuarenta  años,  por  las  dichas  tiranías  é  infernales 
obras  de  los  cristianos,  injusta  y  tiránicamente,  más  de  doce 
cuentos  de  ánimas ,  hombres  y  mugares  y  niños,  y  en  verdad  que 
creo,  sin  pensar  engañarme ,  que  son  más  de  quince  cuentos. 
-  Dos  maneras  generales  y  principales  han  tenido  los  que  allá 
han  pasado ,  que  se  llaman  cristianos,  en  estirpar  y  raer  de  la  haz 
de  la  tierra  aquellas  miserandas  naciones.  La  una  por  injustas, 
crueles,  sangrientas  y  tiránicas  guerras.  La  otra  después  que 
han  muerto  todos  los  que  podrían  anhelar  ó  sospirar  ó  pensar  en 
libertad,  ó  en  salir  de  los  tormentos  que  padecen,  como  son  todos 
los  señores  naturales  y  los  hombres  varones  (porque  comunmente 
no  dejan  en  las  guerras  á  vida  sino  los  mozos  y  mugeres)  opri- 
miéndoles con  la  más  dura,  horrible  y  áspera  servidumbre  en  que 
jamás  hombres  ni  bestias  pudieron  ser  puestas.  A  estas  dos  ma- 
neras do  tiranía  infernal  se  reducen  y  se  resuelven  ó  subalternan 


12 

como  á  géneros  todas  las  otras  diversas  y  varias  de  asolar  aque- 
llas gentes,  que  son  infinitas. 

La  causa  por  que  han  muerto  y  destruido  tantas  y  tales  y  tan 
infinito  número  de  ánimas,  los  cristianos,  ha  sido  solamente  por 
tener  por  su  fin  ultimo  el  oro  y  henchirse  de  riquezas  en  muy 
breves  dias  y  subir  á  estados  muy  altos  y  sin  proporción  de  sus 
personas  (conviene  á  saber)  por  la  insaciable  cudicia  y  ambición 
que  han  tenido ,  que  ha  sido  mayor  que  en  el  mundo  ser  pudo, 
por  ser  aquellas  tierras  tan  felices  y  tan  ricas ,  y  las  gentes  tan 
humildes ,  tan  pacientes  y  tan  fáciles  á  sujetarlas ,  á  las  cuales 
no  han  tenido  más  respecto  ni  de  ellas  han  hecho  más  cuenta  ni 
estima  (hablo  con  verdad  por  lo  que  sé  y  he  visto  todo  el  dicho 
tiempo),  no  digo  que  de  bestias  (porque  pluguiera  á  Dios  que 
como  á  bestias  las  hobieran  tratado  y  estimado), pero  como  y 
menos  que  estiércol  de  las  plazas.  Y  asi  han  curado  de  sus  vidas 
y  de  sus  ánimas,  y  por  esto  todos  los  números  y  cuentos  dichos 
han  muerto  sin  fe  y  sin  sacramentos.  Y  esta  es  una  muy  notoria 
y  averiguada  verdad,  que  todos,  aunque  sean  los  tiranos  y  mata- 
dores, la  saben  y  la  confiesan  ,  que  nunca  los  indios  de  todas  las 
Indias  hicieron  mal  alguno  á  cristianos ,  antes  los  tuvieron  por 
venidos  del  cielo,  hasta  que  primero,  muchas  veces,  hubieron 
recibido  de  ellos  ó  sus  vecinos  muchos  males,  robos,  muertes, 
violencias  y  vejaciones  de  ellos  mismos. 


DE  LA  ISLA  ESPAÑOLA. 

En  la  isla  Española,  que  fué  la  primera,  como  decimos,  donde 
entraron  cristianos  y  comenzaron  los  grandes  estragos  y  perdi- 
ciones de  estas  gentes ,  y  que  primero  destruyeron  y  despoblaron; 
comenzando  los  cristianos  á  tomar  las  mugeres  é  hijos  á  los  indios 
para  servirse  y  para  usar  mal  de  ellos ,  y  comerles  sus  comidas 
que  de  sus  sudores  y  trabajos  salian;  no  contentándose  con  lo 
que  los  indios  les  daban  de  su  grado,  conforme  á  la  facultad  que 
cada  uno  tenia,  que  siempre  es  poca,  porque  no  suelen  tener  más 
de  lo  que  ordinariamente  han  menester  y  hacen  con  poco  trabajo, 


13 

y  lo  que  basta  para  tres  casas  de  á  diez  personas  cada  una,  para 
uu  mes,  corae  un  cristiano  y  destruye  en  un  dia,  y  otras  muchas 
fuerzas  y  violencias  y  vejaciones  que  les  hacian,  comenzaron  á  en- 
tender los  indios  que  aquellos  hombres  no  debian  de  haber  venido 
del  cielo.  Y  algunos  escondian  sus  comidas,  otros  sus  mugeresy 
hijos,  otros  huyanse  á  los  montes  por  apartarse  de  gente  de  tan 
dura  y  terrible  conversación.  Los  cristianos  dábanles  de  bofetadas 
y  puñadas  y  de  palos ,  hasta  poner  las  manos  en  los  señores  de  los 
pueblos.  Y  llegó  esto  á  tanta  temeridad  y  desvergüenza,  que  al 
mayor  rey  señor  de  toda  la  isla,  un  capitán  cristiano  le  violó  por 
fuerza  su  propia  muger.  De  aquí  comenzaron  los  indios  á  buscar 
maneras  para  echar  los  cristianos  de  sus  tierras;  pusiéronse  en 
armas ,  que  son  harto  flacas  y  de  poca  ofensión  y  resistencia  y 
menos  defensa  (por  lo  cual  todas  sus  guerras  son  poco  más  que 
acá  juegos  de  canas  y  aun  de  niños):  los  cristianos  con  sus  caba- 
llos ,  y  espadas  y  lanzas  comienzan  á  hacer  matanzas  y  crueldades 
extrañas  en  ellos.  Entraban  en  los  pueblos,  ni  dejaban  niños,  ni 
viejos,  ni  mugeres  preñadas  ni  paridas  que  no  desbarrigaran  y 
hacian  pedazos ,  como  si  dieran  en  unos  corderos  metidos  en  sus 
apriscos.  Hacian  apuestas  sobre  quién  de  una  cuchillada  abriael 
hombre  por  medio,  ó  le  cortaba  la  cabeza  de  un  piquete,  ó  le 
descubría  las  entrañas.  Tomaban  las  criaturas  de  las  tetas  de 
las  madres  por  las  piernas,  y  daban  de  cabeza  con  ellas  en  las 
peñas.  Otros  daban  con  ellas  en  rios  por  las  espaldas ,  riendo  y 
burlando  y  cayendo  en  elaguadecian,  «bullís  cuerpo  de  tal;»  otras 
criaturas  metian  en  la  espada  con  las  madres  juntamente ,  y  to- 
dos cuantos  delante  de  sí  hallaban.  Hacian  unas  horcas  largas 
que  juntasen  casi  los  pies  á  la  tierra,  y  de  trece  en  trece,  á  ho- 
nor y  reverencia  de  nuestro  Redentor  y  de  los  doce  Apóstoles, 
poniéndoles  leña  y  fuego  los  quemaban  vivos.  Otros  ataban  6 
liaban  todo  el  cuerpo  de  paja  seca,  pegándolo  fuego,  así  los  que- 
maban. Otros  y  todos  lostjue  querían  tomar  á  vida  cortábanles 
ambas  manos ,  y  de  ellas  llevaban  colgando  y  dicíanles :  «  andad 
con  cartas  »  (conviene  á  saber),  llevad  las  nuevas  á  las  gentes  que 
estaban  huidas  por  los  montes.  Comunmente  mataban  á  los  seño- 
res y  nobles  de  esta  manera:  que  hacian  unas  parrillas  de  varas 


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sobre  horquetas,  y  atábanlos  en  ellas  y  poníanles  por  debajo  fuego 
manso,  para  que  poco  á  poco,  dando  alaridos  en  aquellos  tormen- 
tos desesperados,  se  les  salían  las  ánimas. 

Una  vez  vide  que,  teniendo  en  las  parrilllas  quemándose  cuatro 
ó  cinco  principales  y  señores  (y  aun  pienso  que  habia  dos  ó  tres 
pares  de  parrillas  donde  quemaban  otros),  y  porque  daban  muy 
grandes  gritos  y  daban  pena  al  capitán  ó  le  impedían  el  sueño, 
mandó  que  los  ahogasen;  y  el  alguacil  que  hera  peor  que  ver- 
dugo que  los  quemaba  (y  sé  como  se  llamaba,  y  aun  sus  parientes 
conocí  en  Sevilla),  no  quiso  ahogarlos;  antes  les  metió  con  sus 
manos  palos  en  las  bocas  para  que  no  sonasen ,  y  atizóles  el  fueg'o 
hasta  que  se  asaron  despacio  como  él  quería.  Yo  vide  todas  las 
cosas  arriba  dichas ,  y  muchas  otras  infinitas.  Y  por  que  toda  la 
gente  que  huir  podia  se  encerraba  en  los  moiites  y  subia  á  las 
sierras ,  huyendo  de  hombres  tan  inhumanos ,  tan  sin  piedad  y 
tan  feroces  bestias,  estirpadores  y  capitales  enemigos  del  linaje 
humano,  enseñaron  y  amaestraron  lebreles,  perros  bravísimos, 
que  en  viendo  un  indio  le  hacían  pedazos  en  un  credo ,  y  mejor 
arremetían  á  él  y  lo  comían  que  sí  fuera  un  puerco.  Estos  perros 
hicieron  grandes  estragos  y  carnecerías ,  y  porque  algunas  veces 
raras  y  pocas  mataban  los  indios  algunos  cristianos,  con  justa 
razón  y  santa  justicia,  hicieron  ley  entre  sí,  que  por  un  cristiano 
que  los  indios  matasen,  habían  los  cristianos  de  matar  cien  indios. 


LOS  REINOS  QUE  HABÍA  EN  LA  ISLA  ESPAÑOLA. 

Había  en  esta  isla  Española  cinco  reinos  muy  grandes  princi- 
pales y  cinco  reyes  muy  poderosos ,  á  los  cuales  cuasi  obedecían 
todos  los  otros  señores,  que  eran  sin  número,  puesto  que  algunos 
señores  de  algunas  apartadas  provincias  no  reconocían  superior 
de  ellos  alguno.  El  un  reino  se  llamaba  Magua,  la  última  sílaba 
aguda,  que  quiere  decir  el  reino  de  la  vega.  Esta  vega  es  de  las 
más  insignes  y  admirables  cosas  del  mundo ,  porque  dura  ochenta 
leguas  de  la  mar  del  Sur  á  la  del  Norte.  Tiene  de  ancho  cinco 
leguas  y  ocho  hasta  diez ,  y  sierras  altísimas  de  una  parte  y  de 


15 

otra.  Entran  en  ella  sobre  treinta  mil  rios  y  arroyos ,  entre  loa 
cuales  son  los  doce  tan  grandes  como  Ebro  y  Duero  y  Guadalqui- 
vir. Y  todos  los  rios  que  vienen  de  la  una  sierra,  que  está  al  Po- 
niente ,  que  son  los  veinte  y  veinticinco  mil ,  son  riquísimos  de 
oro.  En  la  cual  sierra  ó  sierras  se  contiene  la  provincia  de  Cibao, 
donde  se  dicen  las  minas  de  Cibao,  de  donde  sale  aquel  señalado 
y  subido,  en  quilates ,  oro  que  por  acá  tiene  gran  fama.  El  rey  y 
señor  de  este  reino  se  llamaba  Guarioner.  Tenia  señores  tan 
grandes  por  vasallos  que  juntaba  uno  de  ellos  diez  y  seis  mil 
hombres  de  pelea  para  servir  á  Guarioner ,  y  yo  conocí  algunos 
de  ellos.  Este  rey  Guarioner  era  muy  obediente  y  virtuoso  y  na- 
turalmente pacífico ,  y  devoto  á  los  reyes  de  Castilla,  y  dio  ciertos 
años  su  gente,  por  su  mandado,  cada  persona  que  tenia  casa,  lo 
hueco  de  un  caxcabel  lleno  de  oro ,  y  después ,  no  pudiendo  hen- 
chirlo, se  lo  cortaron  por  medio  y  dio  llena  aquella  mitad  porque 
los  indios  de  aquella  isla  tenian  muy  poca  ó  ninguna  industria  de 
coger  ó  sacar  el  oro  de  las  minas.  Decia  y  ofrecíase  este  cacique 
á  servir  al  rey  de  Castilla  con  hacer  una  labranza  que  llegase 
desde  la  Isabela,  que  fué  la  primera  población  de  los  cristianos, 
hasta  la  ciudad  de  Santo  Domingo ,  que  son  grandes  cincuenta 
leguas,  porque  no  le  pidiesen  oro,  porque  decia,  y  con  verdad, 
que  no  lo  sabian  coger  sus  vasallos.  La  labranza  que  decia  que 
haria  sé  yo  que  la  podia  hacer  y  con  grande  alegría,  y  que  valiera 
más  al  rey  cada  año  de  tres  cuentos  de  castellanos,  y  aun  fuera  tal 
que  causara  esta  labranza  haber  en  la  isla  hoy  más  de  cincuenta 
ciudades  tan  grandes  como  Sevilla. 

El  pago  que  dieron  á  este  rey  y  señor  tan  bueno  y  tan  grande 
fué  deshonrrallo  por  la  muger,  violándosela  un  capitán,  mal  cris- 
tiano ,  el  que  pudiera  aguardar  tiempo  y  juntar  de  su  gente  para 
vengarse ,  acordó  de  irse  y  esconderse  sola  su  persona ,  y  morir 
desterrado  de  su  reino  y  estado  á  una  provincia  que  se  decia  de 
los  Ciguallos,  donde  era  un  gran  señor  su  vasallo.  Desde  que  lo 
hallaron  menos  los  cristianos  no  se  les  pudo  encubrir :  van  y  ha- 
cen guerra  al  señor  que  lo  tenia,  donde  hicieron  grandes  matan- 
zas, hasta  que  en  ñn  lo  hobieron  de  hallar  y  prender,  y  preso 
con  cadenas  y  grillos  lo  metieron  en  una  nao  para  traerlo  á  Cas- 


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tilla.  La  cual  se  perdió  en  la  mar,  y  con  él  se  ahogaron  muchos 
cristianos  y  gran  cantidad  de  oro,  entre  lo  cual  pereció  el  grano 
grande  que  era  como  una  hogaza,  y  pesaba  tres  mil  y  seiscientos 
castellanos,  por  hacer  Dios  venganza  de  tan  grandes  injusticias. 

El  otro  reino  se  decia  del  Marien ,  donde  agora  es  el  puerto 
real  al  cabo  de  la  vega ,  hacia  el  Norte ,  y  más  grande  que  el 
reyno  de  Portugal;  aunque,  cierto,  harto  más  felice  y  digno  de 
ser  poblado,  y  de  muchas  y  grandes  sierras,  y  minas  de  oro  y 
cobre  muy  rico,  cuyo  rey  se  llamaba  Guacanagarí,  la  última 
aguda,  debajo  del  cual  habia  muchos  y  muy  grandes  señores,  de 
los  cuales  yo  vide  y  conocí  muchos ,  y  á  la  tierra  de  éste  fué  pri- 
mero á  parar  el  Almirante  viejo  que  descubrió  las  Indias,  al  cual 
recibió  la  primera  vez  el  dicho  Guacanagarí,  cuando  descubrió  la 
isla  con  tanta  humanidad  y  caridad,  y  á  todos  los  cristianos  que  con 
él  iban ,  y  les  hizo  tan  suave  y  gracioso  recibimiento ,  y  socorro 
y  aviaraiento  (perdiéndosele  allí  aun  la  nao  en  que  iba  el  Almi- 
rante) que  en  su  misma  patria  y  de  sus  mismos  padres  no  lo 
pudiera  recibir  mejor.  Esto  sé  por  relación  y  palabras  del  mismo 
Almirante.  Este  rey  murió  huyendo  de  las  matanzas  y  cruelda- 
des de  los  cristianos ;  destruido  y  privado  de  su  estado,  por  los 
montes  perdido.  Todos  los  otros  señores,  subditos  suyos,  murieron 
en  la  tiranía  y  servidumbre  que  abajo  será  dicha. 

El  tercero  reino  y  señorío  fué  la  Maguana ;  tierra  también  ad- 
mirable ,  sanísima  y  fértilísima,  donde  agora  se  hace  la  mejor  azú- 
car de  aquella  isla.  El  rey  del  se  llamó  Caonabo,  éste  en  esfuerzo, 
y  estado,  y  gravedad,  y  ceremonias  de  su  servicio,  excedió  á  todos 
los  otros.  A  éste  prendieron  con  una  gran  sutileza  y  maldad,  es- 
tando seguro  en  su  casa.  Metiéronlo  después  en  un  navio  para 
traerlo  á  Castilla ,  y  estando  en  el  puerto  seis  navios  para  se  par- 
tir, quiso  Dios  mostrar  ser  aquella  con  las  otras  grande  iniquidad 
y  injusticia,  y  envió  aquella  noche  una  tormenta  que  hundió 
todos  los  navios ,  y  ahogó  todos  los  cristianos  que  en  ellos  estaban, 
donde  murió  el  dicho  Caonabo  cargado  de  cadenas  y  grillos.  Tenia 
este  señor  tres  ó  cuatro  hermanos  muy  varoniles  y  esforzados 
como  él;  vista  la  prisión  tan  injusta  de  su  hermano  y  señor,  y 
las  destrucciones  y  matanzas  que  ios  cristianos  en  los  otros  reinos 


17 

hacían,  especialmente  desde  que  supieron  que  el  rey,  su  herma- 
no, era  muerto,  pusiéronse  en  armas  para  ir  á  acometer  y  venf^arse 
de  los  cristianos ;  van  los  cristianos  á  ellos  con  ciertos  de  caballo 
(que  es  la  más  perniciosa  arma  que  puede  ser  para  entre  indios), 
y  hacen  tantos  estragos  y  matanzas,  que  asolaron  y  despoblaron 
la  mitad  de  todo  aquel  reino. 

El  cuarto  reino  es  el  que  se  llamó  de  Xaragua,  este  era  como 
el  meollo  ó  médula,  ó  como  la  csrte  de  toda  aquella  isla;  excedía 
en  la  lengua  y  habla  ser  más  polida ,  en  la  policía  y  crianza  más 
ordenada  y  compuesta  en  la  muchedumbre  de  la  nobleza  y  ge- 
nerosidad ,  porque  habia  muchos  y  en  gran  cantidad  señores  y 
nobles,  y  en  la  lindeza  y  hermosura  de  toda  la  gente  á  todos  los 
otros.  El  rey  y  señor  del  se  llamaba  Behechio,  tenia  una  hermana 
que  se  llamaba,Anacaona.  Estos  dos  hermanos  hicieron  grandes 
servicios  á  los  reyes  de  Castilla,  y  inmensos  beneficios  á  los  cris- 
tianos, librándolos  de  muchos  peligros  de  muerte;  y  después  de 
muerto  el  rey  Behecbio ,  quedó  en  el  reino  por  señora  Anacaona. 
Aquí  llegó  una  vez  el  Gobernador  que  gobernaba  esta  isla ,  con 
sesenta  de  á  caballo  y  más  trescientos  peones ,  que  los  de  caballo 
solos  bastaban  para  asolar  á  toda  la  isla  y-la  tierra  firme;  y  lle- 
gáronse más  de  trescientos  señores  á  su  llamado  seguros ,  de  los 
cuales  hizo  meter  dentro  de  una  casa  de  paja  muy  grande  los 
más  señores  por  engaño ,  y  metidos  les  mandó  poner  fuego  y  los 
quemaron  vivos.  A  todos  los  otros  alancearon  y  metieron  á  espada 
con  infinita  gente,  y  á  la  señora  Anacaona,  por  hacerla  honra, 
ahorcaron.  Y  acaescia  á  algunos  cristianos ,  ó  por  piedad  ó  por  cu- 
dicia ,  tomar  algunos  niños  para  mampararlos  no  los  matasen  ,  y 
poníanlos  á  las  ancas  de  los  caballos,  venia  otro  español  por  detras 
y  pasábalo  con  su  lanza ;  otro,  si  estaba  el  niño  en  el  suelo,  le  cor- 
taba las  piernas  con  la  espada.  Alguna  gente  que  pudo  huir  de 
esta  tan  inhumana  crueldad,  pasáronse  á  una  isla  pequeña,  que 
está  cérea  de  allí,  ocho  leguas  en  la  mar,  y  el  dicho  gobeniador 
condenó  á  todos  estos  que  allí  se  pasaron ,  que  fuesen  esclavos 
porque  huyeron  de  la  carnicería. 

El  quinto  reino  se  llamaba  Higuey ;  y  señoreábalo  una  reina 
vieja  que  se  Ikmó  Higuanama.  A  ésta  ahorcaron,  y  fueron  inflni- 
ToMO  LXXI.  2 


18 

tas  las  gentes  que  yo  vide  quemar  vivas,  y  despedazar  y  ator- 
mentar por  diversas  y  nuevas  maneras  de  muerte  y  tormentos;  y 
hacer  esclavos  todos  los  que  á  vida  tomaron ;  y  porque  son  tantas 
las  particularidades  que  en  estas  matanzas  y  perdiciones  de  aque- 
llas gentes  ha  habido,  que  en  mucha  escritura  no  podrían  caber 
(porque,  en  verdad,  que  creo  que  por  mucho  que  dijese  uo  pueda 
explicar  de  mil  partes  una),  sólo  quiero  en  lo  de  asi  guerras  suso- 
dichas, concluir  con  decir  y  afiraiar  que,  en  Dios  y  en  mi  con- 
ciencia, que  tengo  por  cierto  que  para  hacer  todas  las  injusticias 
y  maldades  dichas ,  y  las  otras  que  dejo  y  podria  decir,  no  dieron 
más  causa  los  indios ,  ni  tuvieron  más  culpa  que  podrían  dar  ó 
tener  un  convento  de  buenos  y  concertadoá  religiosos  para  robar- 
los y  matarlos,  y  los  que  de  la  muerte  quedasen  vivos  ponerlos 
en  perpetuo  captiverio  y  servidumbre  de  esclavo».  Y  más  afirmo, 
que  hasta  que  todas  las  muchedumbres  de  gentes  de  aquella  isla 
fueron  muertas  y  asoladas ,  que  pueda  yo  Ct-eer  y  conjeturar ,  no 
cometieron  contra  los  cristianos  un  solo  pecado  mortal  que  fuese 
punible  por  hombres ,  y  los  que  solamente  son  reservados  á  Dios, 
como  son  los  deseos  de  venganza ,  odio  y  rencor  que  podian  tener 
aquellas  gentes  contra  tan  capitales  enemigos  como  les  fueron 
los  cristianos,  estos  creo  que  cayeron  en  muy  pocas  personas  de 
los  indios,  y  eran  poco  más  impetuosos  y  rigurosos,  por  la  mucha 
experiencia  que  de  ellos  tengo ,  que  de  niños  ó  muchachos  de  diez 
ó  doce  años;  y  sé  por  cierta  y  infalible  ciencia,  que  los  indios  tu- 
vieron siempre  justísima  guerra  contra  los  cristianos ,  y  los  cris- 
tianos una  ni  ninguna  nunca  tuvieron  justa  >iontra  los  indios, 
antes  fueron  todas  diabólicas  é  injustísimas,  y  mucho  más  que 
de  ningún  tirano  se  puede  decir  del  mundo,  y  lo  misuio  afirmo 
de  cuantas  han  hecho  en  todas  las  Indias, 

Después  de  acabadas  las  guerras  y  muertos  en  ellas  todos  los 
hombres,  quedando  comunmente  los  mancebos,  y  mugeres  y 
niños,  repartiéronlos  entre  sí,  daudo  á  uno  treinta,  á  otro  cuarenta, 
á  otro  ciento  y  doscientos ,  según  la  gracia  que  cada  uno  alcan- 
zaba con  el  tirano  mayor,  que  decían  gobernador,  y  así  reparti- 
dos á  cada  cristiano,  dábauselos  con  esta  color  que  losenst-ñase  en 
las  cosas  de  la  fe  católica ,  siendo  comunmente  todos  ellos  idiotas 


19 

y  hombres  crueles ,  avarísimos  y  viciosos ,  haciéndolos  curas  de 
ánimas.  Y  la  cura  ó  cuidado  que  de  ellos  tuvieron  fué  enviar  los 
hombres  á  las  minas  á  sacar  oro ,  que  es  trabajo  intolerable;  y 
las  mugeres  ponian  en  las  estancias,  que  son  granjas,  á  cavar 
las  labranzas  y  cultivar  la  tierra,  trabajo  para  hombres  muy  fuer- 
tes y  recios.  No  daban  á  los  unos  ni  á  las  otras  de  comer  sino 
yerbas  y  cosas  que  no  tenian  sustancia ,  secábaseles  la  leche  de 
las  tetas  á  las  mugeres  paridas ,  y  asi  murieron  en  breve  todas 
las  criaturas ,  y  por  estar  los  maridos  apartados ,  que  nunca  veian 
á  las  mugeres,  cesó  entre  ellos  la  generación,  murieron  ellos  en 
las  minas  de  trabajos  y  hambre ,  y  ellas  en  las  estancias  ó  granjas 
de  lo  mismo ;  y  así  se  acabaron  tantas  y  tales  multitudes  de  gen- 
tes de  aquella  isla ,  y  así  se  pudiera  haber  acabado  todas  las  del 
mundo.  Decir  las  cargas  que  les  echaban  de  tres  y  cuatro  arrobas, 
y  los  llevaban  ciento  y  doscientas  leguas,  y  los  mismos  cristianos 
se  hacían  llevar  en  hamacas,  que  son  como  redes,  á  cuestas  de 
los  indios ,  porque  siempre  usaron  de  ellos  como  de  bestias  para 
cargas.  Tenian  mataduras  en  los  hombros  y  espaldas  de  las  car- 
gas, como  muy  matadas  bestias.  Decir  asimismo  los  azotes,  palos, 
bofetadas ,  puñadas ,  maldiciones  y  otros  mil  géneros  de  tormen- 
tos que  en  los  trabajos  les  daban,  en  verdad,  que  en  mucho  tiempo 
ni  papel  no  se  pudiese  decir ,  y  que  fuese  para  espantar  los  hom- 
bres. Y  es  de  notar  que  la  perdición  de  estas  islas  y  tierras,  se 
comenzaron  á  perder  y  destruir  desde  que  allá  se  supo  la  muerte 
de  la  serenísima  reina  Doña  Isabel ,  que  fué  el  año  de  mil  quinien- 
tos y  cuatro ,  porque  hasta  entonces  sólo  en  esta  isla  se  hablan 
destruido  algunas  provincias  por  guerras  injustas,  pero  no  del 
todo;  y  estas,  por  la  mayor  parte,  y  cuasi  todas,  se  le  encubrieron 
á  la  reina,  porque  la  reina,  que  aya  santa  gloria,  tenia  grandí- 
simo cuidado  y  admirable  celo  á  la  salvación  y  prosperidad  de 
aquellas  gentes,  como  sabemos  los  que  lo  vimos  y  palpamos  con 
nuestros  ojos  y  manos  los  ejemplos  de  esto.  Débese  de  notar  otra 
regla  en  esto:  que  en  todas  las  partes  de  las  Indias  donde  han  ido 
y  pasado  cristianos,  siempre  hicieron  en  los  indios  todas  las  cruel- 
dades susodichas,  y  matanzas  y  tiranías,  y  opresiones  abominables 
en  aquellas  inocentes  gentes,  y  anadian  muchos  más  y  mayores,  y 


20 

más  nuevas  maneras  de  tormentos,  y  más  crueles  siempre  fueron, 
porque  los  dejaba  Dios  más  de  golpe  caer  y  derrocarse  en  repro- 
bado juicio  ó  sentimiento. 

DE  LAS  DOS  ISLAS  DE  SAN  JUAN  Y  JAMAYCA. 

Pasaron  á  la  isla  de  San  Juan  y  á  la  de  Jamayca  (que  era 
unas  huertas  y  unas  colmenas),  el  año  de  mil  y  quinientosy  nueve, 
los  españoles  con  el  fiu  y  propósito  que  fueron  á  la  Española;  los 
cuales  hicieron  y  cometieron  los  g-randes  insultos  y  pecados  suso- 
dichos ,  y  añadieron  muchas,  señaladas  y  grandísimas  cruelda- 
des ,  más  matando ,  y  quemando ,  y  asando ,  y  echando  á  perros 
bravos;  y  después  oprimiendo,  y  atormentando,  y  vejando  en  las 
minas  y  en  los  otros  trabajos ,  hasta  consumir  y  acabar  todos 
aquellos  infelices  inocentes  que  habia  en  las  dichas  dos  islas  más 
de  seiscientas  rail  ánimas ,  y  creo  que  más  de  un  cuento ,  y  no 
hay  hoy  en  cada  una  doscientas  personas ,  todas  perecidas  sin  fe 
y  sin  sacramentos. 

DE  LA  ISLA  DE  CUBA. 

El  año  de  mil  y  quinientos  y  once  pasaron  á  la  isla  de  Cuba, 
que  es,  como  dije  tan  luenga  como  de  Valladolid  á  Roma  (donde 
habia  grandes  provincias  de  gentes),  comenzaron  y  acabaron  délas 
maneras  susodichas,  y  mucho  más  y  más  cruelmente.  Aquí  acaecie- 
ron cosas  muy  señaladas.  Un  cacique  y  señor  muy  principal,  que 
por  nombre  tenia  Hatuey ,  que  se  habia  pasado  de  la  isla  Española 
á  Cuba  con  mucha  de  su  gente,  por  huir  de  las  calamidades  y 
inhumanas  obras  de  los  cristianos ;  y  estando  en  aquella  isla  de 
Cuba ,  y  dándole  nuevas  ciertos  indios  que  pasaban  á  ella  los  cris- 
tianos, ajuntó  mucha  ó  toda  su  gente,  y  díjoles:  «ya  sabéis  como 
se  dice  que  los  cristianos  pasau  acá,  y  tenéis  experiencia  cuáles 
han  parado  á  los  señores  fulano,  fulano  y  fulano,  y  aquellas  gen- 
tes de  Hayti  (que  es  la  Española),  lo  mismo  vienen  á  hacer  acá, 
¿sabéis  quizá  por  qué  lo  hacen?»  Dijeron:  «no,  sino  porque  son  de  su 
natura  crueles  y  malos.»  Dice  él,  «no  lo  hacen  por  sólo  eso,  sino 


21 

poique  tienen  un  Dios  á  quien  ellos  adoran  y  quieren  mucho ,  y 
por  haberlo  de  nosotros  para  lo  adorar  nos  trabajan  de  sojuzgar  y 
nos  matan.»  Tenia  cabe  sí  una  cestilla  llena  de  oro  enjoyas  y  dijo: 
«veis  aquí  el  Dios  de  los  cristianos,  hagámosle  si  os  parece  Arey- 
tos  (que  son  bailes  y  danzas)  y  quizá  le  agradaremos,  y  les  man- 
dará que  no  nos  hagan  mal.»  Dijeron  todos  á  voces:  «bien  es,  bien 
es . » Bailáronle  delante  hasta  que  todos  se  cansaron;  y  después  dice  el 
señor  Hatuey:  «rairá,  como  quiera. que  sea,  si  lo  g-u ardamos,  para 
sacárnoslo  al  fin  nos  han  de  matar ,  echémoslo  en  este  rio. »  Todos 
votaron  que  así  se  hiciese ,  y  así  lo  echaron  en  un  rio  grande  que 
allí  estaba.  Este  cacique  y  señor  anduvo  siempre  huyendo  de  los 
cristianos  desde  que  llegaron  á  aquella  isla  de  Cuba,  como  quien 
los  conoscia,  y  defendíase  cuando  los  topaba;  y  al  finio  prendie- 
ron, y  sólo  porque  huia  de  gente  tan  inicua  y  cruel,  y  se  defendía 
de  quien  lo  quería  matar  y  oprimir  hasta  la  muerte ,  á  sí  y  á  toda 
su  gente  y  generación ,  ló  hubieron  vivo  de  quemar. 

Atado  al  palo  decíale  un  religioso  de  San  Francisco ,  santo 
varón ,  que  allí  estaba ,  algunas  cosas  de  Dios  y  de  nuestra  fe ;  el 
cual  nunca  las  habia  jamás  oído,  lo  que  podia  bastar  aquel  po- 
quillo  tiempo  que  los  verdugos  le  daban,  y  que  si  quería  creer 
aquello  que  le  decía  que  iría  al  cielo,  donde  habia  gloria  y  eterno 
descanso ,  y  si  no,  que  habia  de  ir  al  infierno  á  padecer  perpetuos 
tormentos  y  penas.  El,  pensando  un  poco ,  preguntó  al  religioso  si 
iban  cristianos  al  cielo,  el  religioso  le  respondió  que  sí,  pero  que 
iban  los  que  eran  buenos.  Dijo  luego  el  cacique  sin  más  pensar, 
que  no  quería  él  ir  allá  sino  al  infierno,  por  no  estar  donde  estu- 
viesen, y  por  no  ver  tan  cruel  gente.  Esta  es  la  fama  y  honra  que 
Dios  y  nuestra  fe  ha  ganado  con  los  cristianos  que  han  ido  á  las 
Indias.  Una  vez,  saliéndonos  á  recibir  con  mantenimientos  y  re- 
galos diez  leguas  de  un  gran  pueblo,  y  llegados  allá  nos  dieron 
gran  cantidad  de  pescado,  y  pan  y  comida  con  todo  lo  que  más 
pudieron ;  súbitamente  se  les  revistió  el  diablo  á  los  cristianos ,  y 
meten  á  cuchillo  en  mi  presencia  (sin  motivo  ni  causa  que  tuvie- 
sen )  más  de  tres  mil  ánimas  que  estaban  sentados  delante  de 
nosotros,  hombres,  y  mugeres  y  niños.  Allí  vide  tan  grandes 
crueldades,  que  nunca  los  vivos  tal  vieron  ni  pensaron  ver.  Otra 


22 

vez ,  desde  há  pocos  dias ,  envié  yo  mensajeros ,  asegurando  que 
no  temiesen,  á  todos  los  señores  de  la  provincia  de  la  Habana, 
porque  tenian  por  oidas  de  mi  crédito ,  que  no  se  ausentasen  sino 
que  nos  saliesen  á  recibir,  que  no  se  les  baria  mal  ninguno;  por- 
que de  las  matanzas  pasadas  estaba  toda  la  tierra  asombrada;  y 
esto  hice  con  parecer  del  capitán ;  y  llegados  á  la  provincia  salié- 
ronnos á  recibir  veinte  y  un  señores  y  caciques,  y  luego  los 
prendió  el  capitán,  quebrantando  el  seguro  que  yo  les  había  dado, 
y  los  queria  quemar  vivos  otro  dia,  diciendo  que  era  bien,  porque 
aquellos  señores  algún  tiempo  hablan  de  hacer  algún  mal.  Vídeme 
en  muy  gran  trabajo  quitarlos  de  la  hoguera .  pero  al  fin  se  esca- 
paron. Después  que  todos  los  indios  de  la  tierra  desta  isla  fueron 
puestos  en  la  servidumbre  y  calamidad  de  los  de  la  Española, 
viéndose  morir  y  perecer  sin  remedio ,  todos  comenzaron  unos  á 
huir  á  los  montes ,  otros  á  ahorcarse  de  desesperados ,  y  ahorcá- 
banse maridos  y  mugeres  y  consigo  ahorcaban  los  hijos;  y  por  las 
crueldades  de  un  español  muy  tirano  (que  yo  conocí)  se  ahorca- 
ron más  de  doscientos  indios;  feneció  de  esta  manera  infinita 
gente.  Oficial  del  rey  hubo  en  esta  isla  que  le  dieron  de  reparti- 
miento trescientos  indios,  y  al  cabo  de  tres  meses  habían  muerto 
en  los  trabajos  de  las  minas  los  doscientos  y  setenta,  que  no  le 
quedaran  de  todos  sino  treinta ,  que  fué  el  diezmo.  Después  le 
dieron  otros  tantos  y  más ,  y  también  los  mató ,  y  dábanle  y  más 
mataba,  hasta  que  se  murió  y  el  diablo  le  llevó  el  alma.  En  tres 
ó  cuatro  meses,  estando  yo  presente,  ,'murieron  de  hambre  por 
llevarles  los  padres  y  las  madres  á  las  minas ,  más  de  siete  mil 
niños.  Otras  cosas  vide  espantables ;  después  acordaron  de  ir  á 
montear  los  indios  que  estaban  por  los  montes ,  donde  hicieron 
estragos  admirables,  y  asi  asolaron  y  despoblaron  toda  aquella 
isla,  la  cual  vimos  agora  poco  há ,  y  es  una  gran  lástima  y  com- 
pasión verla  yermada  y  hecha  toda  una  soledad. 

DE  LA  TIERRA  FIRME. 

El  año  de  mil  y  quinientos  y  catorce  pasó  á  la  tierra  firme  un 
infelice  gobernador,  crudelísimo,  tirano ,  sin  alguna  piedad  ni  aun 


23 

prudencia,  como  un  instrumento  del  furor  divino,  muy  de  pro- 
pósito para  poblar  en  aquella  tierra  con  mucha  »ente  de  españoles; 
y  aunque  algunos  tiranos  habían  ido  á  la  tierra  firme,  que  habian 
robado  y  matado,  y  escandalizado  mucha  gente,  pero  habia  sido 
á  la  costa  de  la  mar,  salteando  y  robando  lo  que  podian.  Mas  éste 
excedió  á  todos  los  otros  que  antes  del  habian  ido,  y  á  los  de  todas 
las  islas,  y  sus  hechos  nefarios  á  todas  las  abominaciones  pasadas 
no  sólo  á  la  costa  de  la  mar,  pero  grandes  tierras  y  reinos  despo- 
bló y  mató,  echando  inmensas  geutes  que  en  ellos  habia  á  los 
infiernos.  Este  despobló  desde  muchas  leguas  arriba  del  Darien, 
hasta  el  reino  y  provincias  de  Nicaragua,  inclusive,  que  son  más 
de  quinientas  leguas,  y  la  mejor  y  más  felice  y  poblada  tierra 
que  se  cree  haber  en  el  mundo;  donde  habia  muy  muchos  grandes 
señores,  infinitas  y  grandes  poblaciones,  grandísimas  riquezas  de 
oro,  porque  hasta  aquel  tiempo  en  ninguna  parte  habia  parecido 
sobre  la  tierra  tanto,  porque  aunque  de  la  isla  Española  se  habia 
henchido  casi  España  de  oro ,  y  de  más  fino  oro ,  pero  habia  sido 
sacado  con  los  indios  de  las  entrañas  de  la  tierra  de  las  minas 
dichas,  donde,  como  se  dijo,  murieron.  Este  gobernador  y  su 
gente  inventó  nuevas  maneras  de  crueldades  y  de  dar  tormentos 
á  los  indios  porque  descubriesen  y  les  diesen  oro ;  capitán  hubo 
suyo  que  en  una  entrada  que  hizo  por  mandado  del ,  para  robar  y 
estirpar  gentes,  mató  sobre  cuarenta  mil  ánimas,  que  vido  por 
sus  ojos  un  religioso  de  San  Francisco  que  con  él  iba,  que  se  lla- 
maba Fray  Francisco  de  San  Román ,  metiéndolos  á  espada ,  que- 
mándolos vivos  y  echándolos  á  perros  bravos ,  y  atormentándolos 
con  diversos  tormentos;  y  porque  la  ceguedad  perniciosísima  que 
siempre  han  tenido  hasta  hoy  los  que  hao  regido  las  Indias  en 
disponer  y  ordenar  la  conversión  y  salvación  de  aquellas  gentes, 
la  cual  siempre  han  pospuesto  (con  verdad  se  dice  esto)  en  la 
obra  y  efecto ,  puesto  que  por  palabras  hayan  mostrado  y  colorado 
ó  disimulado  otra  cosa,  ha  llegado  á  tanta  profundidad  que  hayan 
imaginado ,  y  practicado ,  y  mandado  que  se  les  hagan  á  los  in- 
dios requerimientos  que  vengan  á  la  fe,  y  á  dar  la  obediencia  á 
los  reyes  de  Castilla,  si  noque  les  harán  guerra  á  fuego  y  á 
sangre ,  y  les  mataráu  y  les  captivarán ,  etc.  Como  si  el  Hijo  de 


24 

Dios  que  murió  por  cada  uno  die  ellos ,  hubiera  en  su  ley  mandado 
cuando  dijo:  Juntes  docete  omnes  ge7ites,  que  se  hiciesen  requeri- 
mientos á  los  infieles  pmcificos  y  que  tienen  sus  tierras  propias,  y 
sino  la  recibiesen  luego  sin  otra  predicación  y  doctrina,  y  si  no 
se  diesen  asimismo  al  señorío  del  rey  que  nunca  oyeron  ni  vieron 
especialmente,  cuya  gente  y  mcnsar^eros  son  tan  crueles,  tan 
despiadados  y  tan  horribles  tiranos ,  perdiesen  por  el  mismo  caso 
la  hacienda  y  las  tierras,  la  libertad,  las  mugeres  é  hijos,  con 
todas  sus  vidas,  que  es  cosa  absurda  y  estulta,  y  digna  de  todo 
vituperio,  y  escarnio  y  infierno.  Así  que  como  llevase  aquel  triste 
y  malaventurado  gobernador  instrucción  que  hiciese  los  dichos 
requerimientos ,  para  más  justificarlos ,  siendo  ellos  de  si  mismos 
absurdos,  irracionables  ó  injustísimos,  mandaba  ó  los  ladrones  que 
enviaba ,  lo  hacían  cuando  acordaban  de  ir  á  saltear  y  robar  algún 
pueblo  de  que  tenían  noticia  tener  oro ,  estando  los  indios  en  sus 
pueblos  y  casas  seguros ;  íbanse  de  noche  los  tristes  españoles 
salteadores  hasta  media  legua  del  pueblo ,  y  allí  aquella  noche 
entre  si  mismos  apregonaban  ó  leían  el  dicho  requerimiento  di- 
ciendo: «caciques  y  indios  de  esta  tierra  firme,  de  tal  pueblo,  ha- 
cemos os  saber  que  hay  un  Dios,  y  un  Papa ,  y  un  rey  de  Castilla 
que  es  señor  de  estas  tierras ,  venid  luego  á  le  dar  la  obedien- 
cia etc.,  y  si  no,  sabed  que  os  haremos  guerra,  y  mataremos  y 
captivaremos,  etc.»  Y  al  cuarto  del  alba,  estando  los  inocentes 
durmiendo  con  sus  mugeres  é  hijos,  daban  en  el  pueblo  poniendo 
fuego  alas  casas,  que  comunmente  eran  de  paja,  y  quemaban 
vivos  los  niños  y  mugeres,  y  muchos  de  los  demás  antes  que 
acordasen  matábanlos  que  querían,  y  los  que  tomaban  á  vida 
mataban  á  tormentos  porque  dijesen  de  otros  pueblos  de  oro,  ó  de 
más  oro  de  lo  que  allí  hallaban,  y  los  que  restaban  herrábanlos 
por  esclavos;  iban  después,  acabado  ó  apagado  el  fuego,  á buscar 
el  oro  que  había  en  las  casas.  De  esta  manera  y  en  estas  obras  se 
ocupó  aquel  hombre  perdido  con  todos  los  malos  cristianos  que 
llevó,  desde  el  año  de  catorce  hasta  el  año  de  veinte  y  uno  ó 
veinte  y  dos ,  enviando  en  aquellas  entradas  cinco  y  seis  y  más 
criados ,  por  los  cuales  le  daban  tantas  partes  ( allende  de  la  que 
le  cabia  por  capitán  general)  de  todo  el  oro,  y  perlas,  y  joyas 


¿o 


que  robaban ,  y  de  los  esclavos  que  hacia.  Lo  mismo  hacían  los 
oficiales  del  rey ,  enviando  cada  uno  los  más  mozos  ó  criados  que 
podia;  y  el  Obispo  primero  de  aquel  reino  enviaba  también  sus 
criados,  por  tener  su  parte  en  aquella  grangería.  Más  oro  robaron 
en  aquel  tiempo  de  aquel  reino  (á  lo  que  yo  puedo  juzgar)  de  un 
millón  de  castellanos ,  y  creo  que  me  acorto,  y  no  se  hallará  que 
enviaron  al  rey  sino  tres  mil  castellanos  de  todo  aquello  robado, 
y  más  gentes  destruyeron  de  ochocientas  mil  ánimas.  Los  otros 
tiranos  gobernadores  que  allí  sucedieron  hasta  el  año  de  treinta 
y  tres,  mataron  y  consintieron  matar  con  la  tiránica  servidumbre 
que  á  las  guerras  sucedió  los  que  restaban. 

Entre  infinitas  maldades  que  éste  hizo  y  consintió  hacer  el 
tiempo  que  gobernó  fué,  que  dándolo  un  cacique  ó  señor  de  su 
voluntad,  ó  por  miedo  {como  más  es  verdad),  nueve  mil  caste- 
llanos ,  no  contentos  con  esto  prendieron  al  dicho  señor ,  y  átanlo 
á  un  palo  sentado  en  el  suelo,  y  extendidos  los  pies  pónenle  fuego 
á  ellos  porque  diese  más  oro,  y  él  envió  á  su  casa  y  trajeron  otros 
tres  mil  castellanos,  tórnanle  á  dar  tormentos,  y  él  no  dando  más 
oro  porque  no  lo  tenia  ó  porque  no  lo  quería  dar,  tuviéronle  de 
aquella  manera  hasta  que  los  tuétanos  le  salieron  por  las  plantas, 
y  asi  murió.  Y  destos  fueron  infinitas  veces  las  que  á  señores 
mataron  y  atormentaron,  por  sacarles  oro.  Otra  vez,  yendo  á  sal- 
tear cierta  capitanía  de  españoles,  llegaron  á  un  monte  donde  es- 
taba recogida  y  escondida,  por  huir  de  tan  pestilenciales  y  horri- 
bles obras  de  los  cristianos ,  mucha  gente ,  y  dando  de  súbito 
sobre  ella  tomaron  setenta  ú  ochenta  doncellas  y  mugeres, 
muertos  muchos  que  pudieron  matar.  Otro  día  juntáronse  muchos 
indios ,  y  iban  tras  los  cristianos  peleando  por  el  ansia  de  sus 
mugeres  y  hijas ,  y  viéndose  los  cristianos  apretados  no  quisieron 
soltar  la  cabalgada  sino  meten  las  espadas  por  las  barrigas  de  las 
muchachas  y  mugeres,  y  no  dejaron  de  todas  ochenta  una  viva. 
Los  indios  que  se  les  rasgaban  las  entrañas  de  dolor,  daban  gritos  y 
decían:  «¡hó  malos  hombres,  crueles  cristianos,  á  las  yras  matáis!» 
yra  llaman  en  aquella  tierra  á  las  mugeres,  quasi  diciendo,  ma- 
tar las  mugeres  señal  es  de  abominables  y  crueles  hombres  bes- 
tiales. A  diez  ó  quince  leguas  de  Panamá  estaba  un  gran  señor 


26 

que  se  llamaba  Paris ,  y  muy  rico  de  oro ;  fueron  allá  los  cris- 
tianos y  recibiólos  como  si  fueran  hermanos  suyos ,  y  preseutó  al 
capitán  cincuenta  mil  castellanos  de  su  voluntad;  el  capitán  y  los 
cristianos, parecióles  que  quien  daba  aquella  cantidad  de  su  gracia 
que  debia  de  tener  mucho  tesoro  (que  era  el  fin  y  consuelo  de 
sus  trabajos),  disimularon  y  dicen  que  se  quieren  partir,  y  tornan 
al  cuarto  del  alba  y  dan  sobre  seguro  en  el  pueblo ,  quémanlo 
con  fuego  que  pusieron;  mataron  y  quemaron  mucha  geute,  y 
robaron  cincuenta  ó  sesenta  mil  castellanos  otros ;  y  el  cacique  o 
señor  escapóse,  que  no  le  mataron  ó  prendieron.  Juntó  presto  la 
más  gente  que  pudo,  y  á  cabo  de  dos  ó  tres  dias  alcanzó  ios  cris- 
tianos que  llevaban  sus  ciento  y  treinta  ó  cuarenta  mil  castellanos, 
y  da  en  ellos  varonilmente  y  mata  cincuenta  cristianos  y  tómales 
todo  el  oro ,  escapándose  los  otros  huyendo  y  bien  heridos.  Des- 
pués tornan  muchos  cristianos  sobre  el  dicho  cacique,  y  asoláronlo 
á  él  y  á  infinita  de  su  gente,  y  los  demás  pusieron  y  mataron  en 
la  ordinaria  servidumbre.  Por  manera  que  no  hay  hoy  vestigio  ni 
señal  de  que  haya  habido  allí  pueblo  ni  hombre  nacido ,  teniendo 
treinta  leguas  llenas  de  gente  de  señorío.  Destas  no  tienen  cuento 
las  matanzas  y  perdiciones  que  aquel  mísero  hombre  con  su  com- 
pañía en  aquellos  reinos  (que  despobló)  hizo. 


DE  LA  PROVINCIA  DE  NICARAGUA 

El  año  de  mil  y  quinientos  y  veinte  y  dos  ó  veinte  y  tres  pasó 
este  tirano  á  sojuzgar  la  felicísima  provincia  de  Nicaragua,  el 
cual,  entró  en  ella  en  triste  hora.  Desta  provincia,  ¿quién  podrá 
encarecer  la  felicidad,  sanidad,  amenidad  y  prosperidad  y  fre- 
cuencia, y  población  de  gente  suya?  Era  cosa  verdaderamente  de 
admiración  ver  cuan  poblada  de  pueblos,  que  cuasi  duraban  tres  y 
cuatro  leguas  en  luengo ,  llenos  de  admirables  frutales  que  cau- 
saba ser  inmensa  la  gente.  A  estas  gentes  (porque  era  la  tierra 
llana  y  rasa,  que  no  podian  esconderse  en  los  montes,  y  deleyto- 
sa,  que  con  mucha  angustia  y  dificultad  osaban  dejarla,  por  lo 
cual  sufrían  y  sufrieron  grandes  persecuciones,  y  cuanto  les  era 


27 

posible  toleraban  las  tiranías  y  servidumbre  de  los  cristianos ,  y 
porque  de  su  natura  era  gento  muy  mansa  y  pacífica)  hízoles 
aquel  tirano  con  sus  tiranos  compañeros  que  fueron  con  él ,  todos 
los  que  á  todo  el  otro  reino  le  habían  ayudado  á  destruir,  tantos  da- 
ños, tantas  matanzas ,  tantas  crueldades,  tantos  captiveriosy  sin 
justicias  que  no  podría  lengua  buena  decirlo.  Enviaba  cincuenta 
de  caballos ,  y  hacia  alancear  toda  una  provincia  mayor  que  el 
condado  de  Rusellon,  que  no  dejaba  hombre  ni  muger,  ni  viejo  ni 
niño  á  vida  por  muy  liviana  cosa,  así  como  porque  no  venían  tan 
presto  á  su  llamado,  ó  no  le  trahian  tantas  cargas  de  mahíz,  que  es 
el  trigo  de  allá,  ó  tantos  indios  para  que  sirviesen  á  él  ó  á  otro  de 
los  de  su  compañía.  Porque  como  era  la  tierra  llana  no  podía  huir 
de  los  caballos  ninguno  ni  de  su  ira  infernal.  Enviaba  españoles 
á  hacer  entradas,  que  es  ir  á  saltear  indios  á  otras  provincias,  y 
dejaba  llevar  á  los  salteadores  cuantos  indios  querían  de  los  pue- 
blos pacíficos  y  que  les  servían.  Los  cuales  echaban  en  cadenas, 
porque  no  les  dejasen  las  cargas  de  tres  arrobas  que  les  echaban 
á  cuestas.  Y  acaeció  vez,  de  muchas  que  esto  hizo,  que  de  cuatro 
mil  indios  no  volvieron  seis  vivos  á  sus  casas,  que  todos  los  de- 
jaban muertos  por  los  caminos.  Y  cuando  algunos  cansaban  y  se 
despeaban  de  las  grandes  cargas ,  y  enfermaban  de  hambre  y  tra- 
bajo y  ñaqueza,  por  no  desensartarlos  de  las  cadenas  les  cortaban 
por  la  collera  la  cabeza,  y  caía  la  cabeza  á  un  cabo  y  el  cuerpo  á 
otro;  véase  qué  sentirían  los  otros.  E  así,  cuando  se  ordenaban  se- 
mejantes romerías ,  como  tenían  experiencia  los  indios  de  que 
ninguno  volvía,  cuando  salían  iban  llorando  y  suspirando  los 
indios,  y  diciendo,  aquellos  son  los  caminos  por  donde  íbamos  á 
servir  á  los  cristianos;  y,  aunque  trabajábamos  mucho,  en  fin  vol- 
víamonos  á  cabo  de  algún  tiempo  á  nuestras  casas,  y  á  nuestras 
mugeres  y  hijos;  pero  agora  vamos  sin  esperanza  de  nunca  ja- 
más volver  ni  verlos,  ni  de  tener  más  vida.  Una  vez  porque  quiso 
hacer  nuevo  repartimiento  de  los  indios,  porque  se  le  antojó  (y 
aun  dicen  que  por  quitar  los  indios  á  quien  no  quería  bien  y 
darlos  á  quien  le  parecía),  fué  causa  que  los  indios  no  sembrasen 
una  sementera ,  y  como  no  hubo  pan ,  los  cristianos  tomaron  á 
los  indios  cuanto  mahíz  tenían  para  mantener  á  sí  y  á  sus  hijos, 


28 

por  lo  cual  murieron  Je  hambre  más  de  veinte  ó  treinta  mil  áni- 
mas; y  acaeció  mup^er  matar  su  hijo  para  comerlo,  de  hambre. 
Como  los  pueblos  que  tenian  erau  todos  y  una  muy  graciosa  huerta 
cada  uno,  como  se  dijo ,  aposentáronse  en  ellos  los  cristianos  cada 
uno  en  el  pueblo  que  le  repartían  (ó  como  dicen  ellos)  le  encomen- 
daban ,  y  hacia  en  él  sus  labranzas  manteniéndose  de  las  comidas 
pobres  de  los  indios ,  y  así  les  tomaron  sus  particulares  tierras  y 
heredades,  de  que  se  mantenían.  Por  manera  que  tenian  los  españo- 
les dentro  de  sus  mismas  casas  todos  los  indios,  señores,  viejos, 
mujeres  y  niños,  y  á  todos  hacen  que  les  sirvan  noches  y  dias 
sin  holganza;  hasta  los  niños,  cuan  presto  pueden  tenerse  en  los 
pies,  les  ocupaban  en  lo  que  cada  uno  puede  hacer,  y  más  de  lo  que 
puede,  y  así  los  han  consumido  y  consumen  hoy  los  pocos  que  han 
restado,  no  teniendo  ni  dejándoles  tener  casa  ni  cosa  propia  en  lo 
cual  aún  exceden  á  las  injusticias  en  este  género  que  en  la  Espa- 
ñola se  hacian.  Han  fatigado  y  opreso  y  sido  causa  de  su  acele- 
rada muerte  de  muchas  gentes  en  esta  provincia,  haciéndoles  lle- 
var la  tablazón  y  madera  de  treinta  leguas  al  puerto  para  hacer 
navios  y  enviarlos  á  buscar  miel  y  cera  por  los  montes ,  donde 
los  comen  los  tigres ;  y  han  cargado  y  cargan  oy  las  mugeres  pre- 
ñadas y  paridas  como  á  bestias.  La  pestilencia  más  horrible  que 
principalmente  ha  asolado  aquella  provincia ,  ha  sido  la  licencia 
que  aquel  gobernador  dio  á  los  españoles  para  pedir  esclavos  á 
los  caciques  y  señores  de  los  pueblos.  Pedian  cada  cuatro  6  cinco 
meses,  ó  cada  vez  que  cada  uno  alcanzaba  la  gracia  ó  licencia 
del  dicho  gobernador,  al  cacique  cinquenta  esclavos  con  amenazas 
de  que  si  no  los  daban  lo  habia  de  quemar  vivo  ó  echar  á  los  perros 
bravos.  Como  los  indios  comunmeute  no  tienen  esclavos,  cuando 
mucho  un  cacique  tiene  dos  ó  tres  ó  cuatro,  iban  los  señores  por 
su  pueblo  y  tomaban  lo  primero  todos  los  huérfanos,  y  después 
pedian á  quien  tenia  dos  hijos  uno,  y  á  quien  tres  dos,  y  desta 
manera  cumplía  el  cacique  el  número  que  el  tirano  le  pedia,  con 
grandes  alaridos  y  llantos  del  pueblo,  porque  son  las  gentes  que 
más  parece  que  aman  á  sus  hijos.  Como  esto  se  hacia  tantas  veces, 
asolaron  desde  el  año  de  veinte  y  tres  hasta  el  año  de  treinta  y  tres 
todo  aquel  reino,  porque  anduvieron  seis  ó  siete  años  cinco  6  seis 


29 

navios  al  tracto  llevando  todas  aquellas  muchedumbres  de  indios  á 
vender  por  esclavos  al  Panamá  y  al  Perú,  donde  todos  son  muer- 
tos. Porque  es  averiguado  y  experimentado  millares  de  veces,  que 
sacando  los  indios  de  sus  tierras  naturales  luego  mueren  más  fácil- 
mente, porque  siempre  no  les  dan  de  comer  y  no  les  quitan  nada 
de  los  trabajos,  como  no  los  vendan  ni  los  otros  los  compren  sino 
para  trabajar.  Desta  manera  han  sacado  de  aquella  provincia  indios 
hechos  esclavos,  siendo  tan  libres  como  yo,  más  de  quinientas  mil 
ánimas.  Por  las  guerras  infernales  que  los  españoles  les  han  he- 
cho y  por  el  cautiverio  horrible  en  que  los  pusieron,  más  han 
muerto  de  otras  quinientas  y  seiscientas  mil  personas  hasta  oy,  y 
oy  los  matan.  En  obra  de  catorce  años  todos  estos  estragos  se  han 
hecho.  Habrá  oy  en  toda  la  dicha  provincia  de  Nicaragua  obra 
de  cuatro  ó  cinco  mil  personas,  las  cuales  matan  cada  dia,  con  los 
servicios  y  opresiones  cotidianas  y  personales ,  siendo  (como  se 
dijo)  una  de  las  pobladas  del  mundo. 


DE  LA  NUEVA  ESPAÑA. 

En  el  año  de  mil  y  quinientos  diez  y  siete  se  descubrió  la 
nueva  España,  y  en  el  descubrimiento  se  hicieron  grandes  escán- 
dalos en  los  indios  y  algunas  muertes  por  los  que  la  descubrie- 
ron. En  el  año  de  mil  y  quinientos  y  diez  y  ocho  la  fueron  á  robar 
y  á  matar  los  que  se  llamaban  cristianos,  aunque  ellos  dicen 
que  van  á  poblar ;  y  desde  este  año  de  diez  y  ocho  hasta  el  dia  de 
oy,  que  estamos  en  el  año  de  mil  y  quinientos  y  cuarenta  y  dos, 
ha  rebosado  y  llegado  á  su  colmo  toda  la  iniquidad,  toda  la  in- 
justicia, toda  la  violencia  y  tiranía  que  los  cristianos  han  hecho 
en  las  Indias,  porque  del  todo  han  perdido  todo  temor  á  Dios  y  al 
re^''  y  se  han  olvidado  de  sí  mismos.  Porque  son  tantos  y  tales  los 
estragas  y  crueldades ,  matanzas  y  destrucciones ,  despoblacio- 
nes, robos,  violencias  y  tiranías,  y  en  tantos  y  tales  reinos  de 
la  gran  tierra  firme ,  que  todas  las  cosas  que  hemos  dicho  son 
nada  en  comparación  de  las  que  se  hicieron ;  pero  aunque  las  di- 
jéramos todas,  que  son  infinitas  las  que  dejamos  de  decir,  no  son 


30 

comparables,  ni  en  número  ni  en  gravedad,  á  las  que  desde  el  dicho 
año  de  mil  y  quinientos  y  diez  y  ocho  se  han  hecho  y  perpetrado 
hasta  este  dia  y  año  de  mil  y  quinientos  y  cuarenta  y  dos ;  y  oy  en 
este  dia  del  mes  de  Setiembre  se  hacen  y  cometen  las  más  graves  y 
abominables.  Porque  sea  verdad  lare^laque  arriba  pusimos,  que 
siempre  desde  el  principio  han  ido  creciendo  en  mayores  desafue- 
ros y  obras  infernales.  Así  que,  desde  la  entrada  de  la  nueva  Es- 
paña, que  fué  á  diez  y  ocho  de  Abril  del  dicho  año  de  diez  y  ocho, 
hasta  el  año  de  treinta,  que  fueron  doce  años  enteros,  duraron 
las  matanzas  y  estragos  que  las  sangrientas  y  crueles  manos  y 
espadas  de  los  españoles  hicieron  continuamente  en  cuatrocientas 
y  cincuenta  leguas  en  torno  cuasi  de  la  ciudad  de  Méjico  y  á  su 
rededor,  donde  cabrán  cuatro  y  cinco  grandes  reinos  tan  grandes 
y  harto  más  felices  que  España.  Estas  tierras  todas  eran  las  más 
pobladas  y  llenas  de  gentes,  que  Toledo,  y  Sevilla,  y  Valladolid, 
y  Zaragoza  juntamente  con  Barcelona,  porque  no  hay  ni  hubo 
jamás  tanta  población  en  estas  ciudades  cuando  más  pobladas 
estuvieron ,  que  Dios  puso  y  que  habia  en  todas  las  dichas  le- 
guas ,  que  para  andarlas  en  torno  se  han  de  andar  más  de  mil  y 
ochocientas  leguas.  Más  han  muerto  los  españoles  dentro  de  los 
doce  años  dichos  en  las  dichas  cuatrocientas  y  cincuenta  leguas, 
á  cuchillo  y  á  lanzadas,  y  quemándolos  vivos,  mugeres  y  niños, 
y  mozos  y  viejos,  de  cuatro  cuentos  de  ánimas;  mientras  que  du- 
raron (como  dicho  es)  lo  que  ellos  llaman  conquistas,  siendo  in- 
vasiones violentas  de  crueles  tiranos  condenados  no  sólo  por  la 
ley  de  Dios  pero  por  todas  las  leyes  humanas ,  como  lo  son  y  muy 
peores  que  las  que  hace  el  turco  para  destruir  la  iglesia  cristiana; 
y  esto  sin  los  que  han  muerto  y  matan  cada  dia  en  la  susodicha 
tiránica  servidumbre ,  vejaciones  y  opresiones  cotidianas.  Parti- 
cularmente no  podrá  bastar  lengua  ni  noticia  y  industria  humana 
á  referir  los  hechos  espantables  que  en  distintas  partes ,  y  juntos 
en  un  tiempo  en  unas,  y  varios  en  varias,  por  aquellos  hostes 
públicos  y  capitales  enemigos  del  linaje  humano  se  han  hecho 
dentro  de  aquel  dicho  circuito,  y  aun  algunos  hechos,  según  las 
circunstancias  y  calidades  que  los  agravian:  en  verdad  que 
cumplidamente  apenas  con  mucha  diligencia  y  tiempo  y  escritura 


31 

no  se  pueda  esplicar.  Pero  alguna  cosa  de  algunas  partes  diré, 
con  protestación  y  juramento  de  que  no  pienso  que  esplicaré 
una  de  rail  partes. 

Entre  otras  matanzas  hicieron  esta  en  una  ciudad  grande,  de 
más  de  treinta  mil  vecinos,  que  se  llama  Cholula:  que  saliendo 
á  recibir  todos  los  señores  de  la  tierra  y  comarca,  y  primero  to- 
dos los  sacerdotes,  con  el  sacerdote  mayor,  á  los  cristianos  en  pro- 
cesión y  con  grande  acatamiento  y  reverencia,  y  llevándolos  en 
medio  á  aposentar  á  la  ciudad  y  á  las  casas  de  aposento  del  señor 
ó  señores  de  ella  principales ,  acordaron  los  españoles  de  hacer 
allí  una  matanza  ó  castigo  (como  ellos  dicen)  para  poner  y  sem- 
brar su  temor  y  braveza  en  todos  los  rincones  de  aquellas  tierras, 
porque  siempre  fué  ésta  su  determinación  en  todas  las  tierras  que 
los  españoles  han  entrado  (conviene  á  saber),  hacer  una  cruel  y  se- 
ñalada matanza  porque  tiemblen  de  ellos  aquellas  ovejas  mansas. 
Así  que  enviaron  para  esto,  primero,  á  llamar  todos  los  señores  y 
nobles  de  la  ciudad  y  de  todos  lugares  á  ella  subjectos  con  el  señor 
principal ,  y  asi  como  venian  y  entraban  á  hablar  al  capitán  de 
los  españoles ,  luego  eran  presos  sin  que  nadie  lo  sintiese  que 
pudiese  llevar  las  nuevas.  Habíanles  pedido  cinco  ó  seis  mil  indios 
que  les  llevasen  las  cargas ,  vinieron  todos  luego  y  mótenlos  en 
el  patio  de  las  casas.  Ver  á  estos  indios  cuando  se  aparejan  para 
llevar  las  cargas  de  los  españoles ,  es  haber  de  ellos  una  gran 
compasión  y  lástima ,  porque  vienen  desnudos,  en  cueros,  sola- 
mente cubiertas  sus  vergüenzas,  y  con  unas  redecillas  en  el  hom- 
bro con  su  pobre  comida,  pónense  todos  en  cuclillas  como  unos 
corderos  muy  mansos.  Todos  ayuntados  y  juntos  en  el  patio  con 
otras  gentes  que  á  vueltas  estaban ,  pónense  á  las  puertas  del  pa- 
tio españoles  armados  que  guardasen,  y  todos  los  demás  echan 
mano  á  sus  espadas  y  meten  á  espada  y  á  lanzadas  todas  aque- 
llas ovejas,  que  uno  ni  ninguno  pudo  escaparse  que  no  fuese  tru- 
cidado.  Al  cabo  de  dos  ó  tres  dias  salían  muchos  indios  vivos  lle- 
nos de  sangre  que  se  hablan  escondido  y  amparado  debajo  de  los 
muertos  (como  eran  tantos);  iban  llorando  ante  los  españoles  pi- 
diendo misericordia  que  no  los  matasen,  de  los  cuales  ninguna 
misericordia  ni  compasión  hubieron  ,  antes,  así  como  salían  los 


32 

hacían  pedazos.  A  todos  los  señores ,  que  eran  más  de  ciento ,  y 
que  tenían  atados,  mandó  el  capitán  quemar  y  sacar  vivos  en  pa- 
los hincados  en  la  tierra.  Pero  un  señor,  y  quizá  era  el  principal  y 
rey  de  aquella  tierra,  pudo  soltarse,  y  recogióse  con  otros  veinte, 
ó  treinta,  ó  cuarenta  hombres  al  templo  grande  que  allí  tenían, 
el  cual  era  como  fortaleza  que  llamaban  Duu,-y  allí  se  de- 
fendió gran  rato  del  dia.  Pero  los  españoles  á  quien  no  se  les 
an  para  nada,  mayormente  en  estas  gentes  desarmadas,  pusie- 
ron fuego  al  templo  y  allí  los  quemaron,  dando  voces:  «¡hó  malos 
hombres!  ¿qué  os  hemos  hecho?  ¿por  qué  nos  matáis?  andad  que  á 
Méjico  iréis  donde  nuestro  universal  señor  Motencuma  de  vosotros 
nos  hará  venganza.»  Dícese  que  estando  metiendo  á  espada  los 
cinco  ó  seis  mil  hombres  en  el  patio ,  estaba  cantando  el  capitán 
de  los  españoles:  «Mira  Ñero  de  Tarpeya  á  Roma  como  se  ardia;  gri- 
tos dan  niños  y  viejos,  y  él  de  nada  se  dolía.  »  Otra  gran  matanza 
hicieron  en  la  ciudad  de  Lepeaca,  que  era  mucho  mayor  y  demás 
vecinos  y  gente  que  la  dicha,  donde  mataron  á  espada  infinita 
gente,  con  grandes  particularidades  de  crueldad.  De  Cholula  ca- 
minaron hacía  Méjico ,  y  envíándoles  el  gran  rey  Motencuma  mi- 
llares de  presentes ,  y  señores ,  y  gentes ,  y  fiestas  al  camino,  y  á 
la  entrada  de  la  calzada  de  Méjico ,  que  es  á  dos  leguas,  envióles 
á  su  mismo  hermano  acompañado  de  muchos  y  grandes  señores, 
y  grandes  presentes  de  oro  y  plata  y  ropas.  Y  á  la  entrada  de  la 
ciudad,  saliendo  él  mismo  en  persona  en  unas  andas  de  oro  con 
toda  su  gran  corte  á  recibirlos,  y  acompañándolos  hasta  los  pa- 
lacios en  que  los  habia  mandado  aposentar.  Aquel  mismo  día, 
según  me  dijeron  algunos  de  los  que  allí  se  hallaron,  con  cierta 
disimulación,  estando  seguro  prendieron  al  gran  rey  Motencuma, 
y  pusieron  ochenta  hombres  que  le  guardasen,  y  después  echáronlo 
en  grillos.  Pero  dejado  todo  esto  en  que  habia  grandes  y  muchas 
cosas  que  contar,  sólo  quiero  decir  una  señalada  que  allí  aquellos 
tiranos  hicieron.  Yéndose  el  capitán  de  los  españoles  al  puerto  de 
la  mar  á  prender  á  otro  cierto  capitán  que  venía  contra  él ,  y  de- 
jado cierto  capitán,  creo  que  con  ciento  pocos  más  hombres,  que 
guardasen  al  rey  Motenguma,  acordaron  aquellos  españolea  de 
cometer  otra  cosa  señalada  para  acrecentar  su  miedo  en  toda  la 


33 

tierra ,  industria  (como  dije)  de  que  muchas  veces  han  usado.  Los 
indios  y  gente  y  señores  de  toda  la  ciudad  y  corte  de  Motencuma, 
no  se  ecupabau  en  otra  cosa  sino  en  dar  placer  á  su  señor  poderoso; 
y  entre  otras  fiestas  que  le  hacian  era  en  las  tardes  hacer  por 
todos  los  barrios  y  plazas  de  la  ciudad  los  bailes  y  danzas  que 
acostumbraban,  y  que  llamaban  ellos  Mitotes,  como  en  las  islas 
llaman  Arey tos ,  donde  sacan  todas  sus  galas  y  riquezas ,  y  con 
ellas  se  emplean  todos,  porque  es  la  principal  manera  de  regocijo 
y  fiestas ,  y  los  más  nobles  y  caballeros  y  de  sangre  real ,  según 
sus  grados ,  hacian  sus  bailes  y  fiestas  más  cercanas  á  las  casas 
donde  estaba  su  poderoso  señor.  En  lamas  propincua  parte  á  los 
dichos  palacios  estaban  sobre  dos  mil  hijos  de  señores ,  que  era 
toda  la  flor  y  nata  de  la  nobleza  de  todo  el  imperio  de  Motencuma. 
A  estos  fué  el  capitán  de  los  españoles  con  una  cuadrilla  de  ellos, 
y  envió  otras  cuadrillas  á  todas  las  otras  partes  de  la  ciudad  donde 
hacian  las  dichas  fiestas ,  disimulados  como  que  iban  á  verlas,  y 
mandó  que  á  cierta  hora  todos  diesen  en  ellos.  Fué  él,  y  estando 
embebidos  y  seguros  en  sus  bailes,  dice:  «¡Santiago  y  á  ellos!»  y 
comienzan  con  las  espadas  desnudas  á  abrir  aquellos  cuerpos  des- 
nudos y  delicados,  y  á  derramar  aquella  generosa  sangre,  que 
uno  no  dejaron  á  vida;  lo  mismo  hicieron  los  otros  en  las  otras 
plazas.  Fué  una  cosa  esta  que  á  todos  aquellos  reinos  y  gentes 
puso  en  pasmo ,  y  angustia ,  y  luto,  y  hinchó   de  amargura  y 
dolor;  y  de  aquí  áque  se  acabe  el  mundo  ó  ellos  del  todo  se  acaben, 
no  dejarán  de  lamentar  y  cantar  en  sus  areytos  y  bailes,  como  en 
romances  (que  acá  decimos),   aquella  calamidad  y  pérdida  de 
la  sucesión  de  toda  su  nobleza,  de  que  se  preciaban  de  tantos  años 
atrás.  Vista  por  los  indios  cosa  tan  injusta,  y  crueldad  tan  liunca 
vista  en  tantos  inocentes  sin  culpa  perpetrada,  los  que  habían  su- 
frido con  tolerancia  la  prisión  no  menos  injusta  de  su  universal 
señor,  porque  él  mismo  se  lo  mandaba  que  no  acometiesen  ni 
guerreasen  á  los  cristianos,  entonces  pénense  en  armas  toda  la 
ciudad  y  vienen  sobre  ellos,  y  heridos  muchos  de  los  españoles 
apenas  se  pudieron  escapar.  Ponen  un  puñal  á  los  pechos  al  preso 
Motencuma,  que  se  pusiese  á  los  corredores  y  mandase  que  los 
indios  no  combatiesen  la  casa,  sino  que  se  pusiesen  en  paz.  Ellos 
Tomo  LXXI.  3 


34 

no  curaron  entonces  de  obedecerle  en  nada,  antes  platicaban  de 
elegir  otro  señor  y  capitán  que  guiase  sus  batallas;  y  porque  ya 
volvia  el  capitán  que  habia  ido  al  puerto  con  victoria,  y  trahia 
muchos  más  cristianos,  y  venia  cerca,  cesaron  el  combate  obra 
de  tres  ó  cuatro  dias,  hasta  que  entró  en  la  ciudad.  El  entrado, 
ayuntada  inñuita  gente  de  toda  la  tierra,  combaten  á  todos  juntos 
de  tal  manera,  y  tantos  dias,  que  temiendo  todos  morir  acordaron 
una  noche  salirse  de  la  ciudad.  Sabido  por  los  indios  mataron  gran 
cantidad  de  cristianos  en  las  puentes  de  la  laguna,  con  justísima 
y  santa  guerra,  por  las  causas  justísimas  que  tuvieron,  como 
dicho  es.  Las  cuales,  cualquiera  que  fuese  hombre  razonable  y 
justo  las  justificara.  Sucedió  después  el  combate  de  la  ciudad,  re- 
formados los  cristianos,  donde  hicieron  estragos  en  los  indios, 
admirables  y  extraños,  matando  infinitas  gentes  y  quemando 
vivos  muchos  y  grandes  señores.  JJespues  de  las  tiranías  grandí- 
simas y  abominables  que  estos  hicieron  en  la  ciudad  de  Méjico, 
y  en  las  ciudades,  y  tierra  mucha  (que  por  aquellos  alrededores 
diez,  y  quince,  y  veinte  leguas  de  Méjico,  donde  fueron  muertas 
infinitas  gentes),  pasó  adelante  ésta  su  tiránica  pestilencia,  y  fué 
á  cundir  y  inficionar  y  asolar  á  la  provincia  de  Panuco,  que 
era  una  cosa  admirable  la  multitud  de  las  gentes  que  tenia,  y  los 
estragos  y  matanzas  que  allí  hicieron.  Después  destruyen  por  la 
misma  manera  la  provincia  de  Lututepeque,  y  después  la  pro- 
vincia de  Ypilcingo  y  después  la  de  Colifna,  que  cada  una  es  más 
tierra  que  el  reino  de  León  y  que  el  de  Castilla.  Contar  los  estra» 
gos  y  muertes  y  crueldades  que  en  cada  una  hicieron,  seria 
sin  duda  cosa  dificilísima  y  imposible  de  decir,  y  trabajosa  de 
escuchar. 

Es  aquí  de  notar  que  el  título  con  que  entraban,  y  por  el  cual 
comenzaban  á  destruir  todos  aquellos  inocentes,  y  despoblar 
aquellas  tierras  que  tanta  alegría  y  gozo  debieran  de  causar  á  los 
que  fueran  verdaderos  cristianos  con  su  tan  grande  y  infinita  po- 
blación, era  decir  que  viniesen  á  subjetarse  y  obedecer  al  rey  de 
España,  donde  nó,  que  los  habían  de  matar  y  hacer  esclavos,  y 
los  que  no  venían  tan  presto  á  cumplir  tan  irracionables  y  estul- 
tos mensajes,  y  á  ponerse  en  las  manos  de  tan  inicuos  y  crueles 


36 

y  bestiales  hombres ,  llamábanles  rebeldes  j  alzados  contra  el 
servicio  de  su  Majestad;  y  así  lo  escribían  acá  al  Rey,  nuestro 
señor,  y  la  ceguedad  de  los  que  regían  las  ludias  no  alcanzaba 
ni  entendía  aquello  que  en  sus  leyes  está  expreso  y  más  clara 
que  otros  de  sus  primeros  principios  (conviene  á  saber),  que  nin- 
guno es  ni  puede  ser  llamado  "nbelde  si  primero  no  es  subdito. 
Considérese  por  los  cristianos  y  que  saben  algo  de  Dios  y  de 
razón,  y  aun  de  las  leyes  humanas,  qué  tales  pueden  parar  los  co- 
razones de  cualquiera  gente  que  vive  en  sus  tierras  segura  y  no 
sabe  que  deba  nada  á  nadie  y  que  tiene  sus  naturales  señores,  las 
nuevas  que  les  dijeren  así  de  síipito :  «daos  á  obedecer  á  un  Rey 
extraño  que  nunca  visteis  ni  oísteis,  y  si  nó  sabed  que  luego  03 
hemos  de  hacer  pedazos,»  especialmente  viendo  por  experiencia 
que  así  luego  lo  hacen,  y  loque  más  espantable  es,  que  á  los 
que  de  hecho  obedecen  ponen  en  aspérrima  servidumbre,  doude 
con  increíbles  trabajos  y  tormentos  más  largos  y  que  duran  más 
que  los  que  les  dan  metiéndolos  á  espada,  al  cabo  cabo  perecen  ellos 
y  sus  mugeres  y  hijos  y  toda  su  generación.  E  ya  que  con  los  di- 
chos temores  y  amenazas,  aquellas  gentes  6  otras  cualesquiera,  en 
el  mundo  vengan  á  obedecer  y  reconocer  el  señorío  de  Rey  extraño, 
¿no  ven  los  ciegos  y  turbados  de  ambición  y  diabólica  codicia  que 
no  por  eso  adquieren  una  punta  de  derecho?  Como  verdadera- 
mente sean  temores  y  miedos  aquellos  cadentes  inconstantísimos 
víros,  que  de  derecho  natLral  y  humano  y  divino  es  todo  aire 
cuanto  se  hace  para  que  valga,  si  no  és  el  Reatu  y  obligación  que 
les  queda  á  los  faegos  infei'oales  y  aun  á  las  ofensas  y  daños  que 
hacen  á  los  Reyes  de  Castilla,  destruyéndole  aquellos  sus  reinos  y 
aniquilándole  (en  cuanto  en  ellos  es)  todo  el  derecho  que  tienen 
á  todas  las  Indias;  y  estos  son  y  no  otros  los  servicios  que  los  es- 
pañoles liau  hecho  á  ios  dichos  señores  Reyes  en  aquellas  tierras, 
y  hoy  hacen. 

Con  este  tan  justo  y  aprobado  título  envió  aqueste  Capitán 
tirano  otros  dos  tiranos  Capitanes,  muy  más  crueles  y  feroces, 
peores  y  de  menos  piedad  y  misericordia  que  él  á  los  grandes  y 
florentísimos  y  felicísimos  reinos  de  gentes  plenísimameute  llenos  y 
poblados  (conviene  á  saber),  el  reino  de  Guatimala,  que  está  á  la 


36 

mar  del  Sur,  y  el  otro  d,e  Naco  y  Honduras  ó  Guaymura ,  que  está 
á  la  mar  del  Norte,  frontero  el  uno  del  otro,  y  que  confinaban  y 
partían  términos  ambos  á  dos  trescientas  leguas  de  Méjico.  El  uno 
despachó  por  la  tierra  y  el  otro  en  navios  por  la  mar  con  mucha 
gente  de  caballo  y  de  pié  cada  uno.  Digo  verdad  que  de  lo  que  am- 
bos hicieron  en  mal  y  señaladamente  del  que  fué  al  reyno  de  Guati- 
mala,  porque  el  otro  presto  mala  muerte  murió,  que  podría  espre- 
sar y  colegir  tantas  maldades,  tantos  estragos,  tantas  muertes, 
tantas  despoblaciones,  tantas  y  tan  fieras  injusticias  que  espanta- 
sen los  siglos  presentes  y  venideros,  y  hinchese  de  ellas  un  gran 
libro ;  porque  éste  excedió  á  todos  los  pasados  y  presentes,  así  en 
la  cantidad  y  número  de  las  abominaciones  que  hizo  como  de  las 
gentes  que  destruyó  y  tierras  que  hizo  desiertas,  porque  todas 
fueron  infinitas.  El  que  fué  por  la  mar  y  en  navios  hizo  grandes 
robos  y  escándalos  y  aventamientos  de  gentes  en  los  pueblos  de 
la  costa,  saliéndole  á  recibir  algunos  con  presentes  en  el  reino  de 
Yucatán,  que  está  en  el  camino  del  reino  susodicho  de  Naco  y 
Guaymura  donde  iba ;  después  de  llegado  á  ellos  envió  Capitanes 
y  mucha  gente  por  toda  aquella  tierra  que  robaban  y  mataban  y 
destruían  cuantos  pueblos  y  gentes  habia,  y  especialmente  uno 
que  se  alzó  con  trescientos  hombres  y  se  metió  la  tierra  adentro 
hacia  Guatimala,  fué  destruyendo  y  quemando  cuantos  pueblos 
hallaba,  y  robando  y  matando  las  gentes  de  ellos;  y  fué  haciendo 
esto  de  industria  más  de  ciento  y  veinte  leguas,  porque  si  envia- 
sen tras  él  hallasen  los  que  fuesen  la  tierra  despoblada  y  alzada  y 
los  matasen  los  indios  en  venganza  de  los  daños  y  destrucciones  que 
dejaban  hechos.  Desde  á  pocos  días  mataron  al  Capitán  principal 
que  le  envió,  y  á  quien  éste  se  alzó,  y  después  sucedieron  otros 
muchos  tiranos  crudelísimos  que  con  matanzas  y  crueldades  es- 
pantosas, y  con  hacer  esclavos  y  venderlos  ,á  los  navios  que  les 
traían  vino  y  vestidos  y  otras  cosas,  y  con  la  tiránica  servidumbre 
ordinaria,  desde  el  año  de  mil  quinientos  y  veinticuatro  hasta  el 
año  de  mil  quinientos  y  treinta  y  cinco ,  asolaron  aquellas  pro- 
vincias de  Naco  y  Honduras,  que  verdaderamente  parecían  un 
paraíso  de  deleites  y  estaban  más  pobladas  que  la  más  frecuen- 
tada y  poblada  tierra  que  puede  ser  en  el  mundo;  y  agora  pasa- 


37 

mos  y  venimos  por  ellas,  y  las  vimos  tan  despobladas  y  destrui- 
das, que  cualquiera  persona  por  dura  que  fuera  se  le  abrieran  las 
entrañas  de  dolor.  Más  han  muerto  en  estos  once  años  de  dos 
cuentos  de  ánimas ,  y  no  han  dejado  en  más  de  cien  leguas  en 
cuadra  dos  mil  personas,  y  estas  cada  dia  las  matan  en  la  dicha 
servidumbre.  Volviendo  la  péndola  á  hablar  del  grande  tirano 
Capitán  que  fué  á  los  reino.?  de  Guatimala,  el  cual,  como  está 
dicho,  excedió  á  todos  los  pasados  y  iguala  con  todos  los  que  hoy 
hay  desde  las  provincias  comarcanas  á  Méjico,  que  por  el  camino 
que  él  fué  (según  él  mismo  escribió  en  una  carta  al  principal  que 
le  envió)  están  del  reino  de  Guatimala  cuatrocientas  leguas,  fué 
haciendo  matanzas  y  robos,  quemando  y  robando  y  destruyendo 
donde  llegaba  toda  la  tierra  con  el  título  susodicho  (conviene  á 
saber),  diciéndoles  que  se  sujetasen  á  ellos,  hombres  tan  inhuma- 
nos, injustos  y  crueles,  en  nombre  del  rey  de  España,  incógnito  y 
nunca  jamás  de  ellos  oido,  el  cual  estimaban  ser  muy  más  injusto 
y  cruel  que  ellos,  y  aun  sin  dejarlos  deliberar,  cuasi  tan  presto 
como  el  mensaje  llegaban  matando  y  quemando  sobre  ellos. 


DE  LA  PROVINCIA  Y  REINO  DE  GUATIMALA. 

Llegado  al  dicho  reino  hizo  en  la  entrada  del  mucha  matanza 
de  gente,  y  no  obstante  de  esto  salióle  á  recibirle  en  unas  andas  y 
con  trompetas  y  atabales  y  muchas  fiestas  el  señor  principal,  con 
otros  muchos  señores  de  la  ciudad  de  Altatlan,  cabeza  de  todo  el 
reino,  donde  le  sirvieron  de  todo  lo  que  tenian,  en  especial 
dándoles  de  comer  cumplidamente  y  todo  lo  que  más  pudieron; 
aposentáronse  fuera  de  la  ciudad  los  españoles  aquella  noche 
porque  les  pareció  que  era  fuerte  y  que  dentro  pudieran  tener 
peligro ;  y  otro  dia  llama  al  señor  principal  y  otros  muchos  seño- 
res, y  venidos  como  mansas  ovejas,  préndelos  todos  y  dice  que  le 
den  tantas  cargas  de  oro.  Responden  que  no  lo  tienen,  porque 
aquella  tierra  no  es  de  oro.  Mándalos  luego  quemar  vivos  sin  otra 
culpa  ni  otro  proceso  ni  sentencia.  Desque  vieron  los  señores  de 
todas  aquellas  provincias  que  hablan  quemado  aquellos,  señor  y  se- 


38 

ñores  supremos,  no  más  de  porque  no  daban  oro,  huyeron  todos  de 
sus  pueblos,  metiéndose  en  los  montes  y  mandaron  á  toda  su  gente 
que  se  fuesen  á  los  españoles  y  les  sirviesen  como  á  señores,  pero 
que  no  los  descubriesen  diciéndoles  dónde  estaban.  Viéneuse  toda 
la  gente  de  la  tierra  á  decir  que  querian  ser  suyos  y  servirles  como 
á  señores.  Respondia  este  piadoso  Capitán  que  no  los  querian  reci- 
bir, antes  los  hablan  de  matar  á  todos  si  no  descubrían  dónde  esta- 
ban sus  señores;  decían  los  Indios  que  ellos  no  sabían  dellos,  que 
se  sirviesen  de  ellos  y  de  sus  mugeres  y  hijos  y  que  en  sus  ca- 
sas los  hallarían,  allí  los  podían  matar  ó  hacer  dellos  lo  que 
quisiesen;  y  esto  dijeron  y  ofrecieron  y  hicieron  los  indios  mu- 
chas veces.  Y  cosa  fué  ésta  maravillosa ,  que  iban  los  españoles 
á  los  pueblos  donde  hallaban  las  pobres  gentes  trabajando  en  sus 
oficios  con  sus  mugeres  y  hijos  seguros,  y  allí  los  alanceaban  y  ha- 
cían pedazos.  Y  á  pueblo  muy  grande  y  poderoso  vinieron  (que  es- 
taban descuidados  más  que  otros,  y  seguros  con  su  inocencia),  y 
entraron  los  españoles  -,  y  en  obra  de  dos  horas  casi  lo  asolaron, 
metiendo  á  espada  los  niños  y  mugeres  y  viejos  con  cuantos  ma- 
tar pudieron,  que  huyendo  no  se  escaparon.  Desque  los  indios 
vieron  que  con  tanta  humildad,  ofertas,  paciencia  y  sufrimiento 
no  podían  quebrantar  ni  ablandar  corazones  tan  inhumanos  y  bes- 
tiales, y  que  tan  sin  apariencia  ni  color  de  razón  y  tan  contra 
ella  los  hacían  pedazos,  viendo  que  así  como  así  habían  de  morir, 
acordaron  de  convocarse  y  juntarse  todos  y  morir  en  la  guerra, 
vengándose  como  pudiesen  de  tan  crueles  é  infernales  enemi- 
gos, puesto  que  bien  sabían  que  siendo  no  sólo  inermes,  pero 
desnudos,  á  pié  y  flacos,  contra  gente  tan  feroz  á  caballo  y  tan  ar- 
mada no  podían  prevalecer  sino  al  cabo  ser  destruidos.  Entonces 
inventaron  unos  hoyos  enmedio  de  los  caminos  donde  cayesen  los 
caballos  y  se  hincasen  por  las  tripas  unas  estacas  agudas  y  tosta- 
das de  que  estaban  los  hoyos  llenos ,  cubiertos  por  encima  de  cés- 
pedes y  yerbas  que  no  parecía  que  hubiese  nada,  una  ó  dos  veces 
cayeron  caballos  en  ellos,  no  más,  porque  los  españoles  se  supie- 
ron dellos  guardar;  pero  para  vengarse  hicieron  ley  los  españo- 
les ,  que  todos  cuantos  indios  de  todo  género  y  edad  tomasen  á 
vida  echasen  dentro  en  los  hoyos ,  y  asi  las  mugeres  nroñndas  y 


39 

paridas,  y  niños  y  viejos,  y  cuantos  podian  tomar  echaban  en  los 
hoyos  hasta  que  los  henchían  ,  traspasados  por  las  estacas,  que 
era  una  gran  lástima  de  ver,  especialmeute  las  mugeres  con  sus 
niños.  Todos  los  demás  mataban  á  lanzadas  y  á  cuchilladas, 
echábanlos  á  perros  bravos  que  los  despedazaban  y  comian ,  y 
cuando  algún  señor  topaban  por  honra  quemábanlo  en  vivas  lla- 
mas. Estuvieron  en  estas  carnicerías  tan  inhumanas  cerca  de 
siete  años ,  desde  el  año  de  veinte  y  cuatro  hasta  el  año  de  treinta 
ó  treinta  y  uno.  Juzgúese  aquí  cuánto  seria  el  número  de  la 
gente  que  consumirían.  De  infinitas  obras  horribles  que  en  este 
reino  hizo  este  ínfelice  malaventurado  tirano  y  sus  hermanos,  por- 
que eran  sus  capitanes  no  menos  infelices  é  insensibles  que  él  con 
los  demás  que  le  ayudaban,  fué  un  harto  notable,  que  fué  á  la  pro- 
vincia de  Cuzcatan,  donde  agora  ó  cerca  de  allí  es  la  villa  de  San 
Salvador,  que  es  una  tierra  felicísima,  con  toda  la  costa  de  la  mar 
del  Sur,  que  dura  cuarenta  y  cincuenta  leguas;  y  en  la  ciudad  de 
Cuzcatan,  que  era  la  cabeza  de  la  provincia,  le  hicieron  grandí- 
simo recibimiento,  y  sobre  veinte  ó  treinta  mil  indios  le  estaban 
esperando  cargados  de  gallinas  y  comida.  Llegado  y  recibido  el 
presente  ,  mandó  que  cada  español  tomase  de  aquel  gran  número 
de  gente  todos  los  indios  que  quisiese  para  los  dias  que  allí  estuvie- 
sen servirse  de  ellos  y  que  tuviesen  cargo  de  traherles  lo  que 
hubiesen  menester.  Cada  uno  tomó  cieuto  ó  cincuenta,  ó  los  que 
le  parecía  que  bastaban  para  ser  muy  bien  servidos ,  y  los  inocen- 
tes corderos  sufrieron  la  división  y  servían  con  todas  sus  fuerzas, 
que  no  faltaba  sino  adorarlos.  Entretanto  este  capitán  pidió  á  los 
señores  que  le  trujeseu  mucho  oro,  porque  á  aquello  principal- 
mente venían.  Los  indios  responden  que  les  place  darles  todo  el 
oro  que  tienen,  y  ayuntan  muy  gran  cantidad  de  hachas  de  cobre 
(que  tienen,  con  que  se  sirven)  dorado,  que  parece  oro  porque  tiene 
alguno.  Mándales  poner  el  toque,  y  desque  vido  que  era  cobre 
dijo  á  los  españoles:  «dad  al  diablo  tal  tierra;  vamonos,  pues  que 
no  hay  oro ,  y  cada  uno ,  los  indios  que  tiene  que  le  sirven  échen- 
los en  cadena  y  mandaré  herrárselos  por  esclavos.»  Hácenlo  así  y 
hiérranlos  con  el  hierro  del  ley  por  esclavos  á  todos  los  que  pu- 
dieron atar ,  y  yo  vide  el  fijo  del  señor  principal  de  aquella  ciu- 


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dad  herrado.  Vista  por  los  indios  que  se  soltaron  y  los  demás  de 
toda  la  tierra  tan  gran  maldad,  comienzan  á  juntarse  yá  ponerse 
en  armas.  Los  españoles  hacen  en  ellos  grandes  estragos  y  matan- 
zas y  tiSrnanse  á  Guatimala,  donde  edificaron  una  ciudad,  la  que 
agora  con  justo  juicio  con  tres  diluvios  juntamente,  uno  de  agua 
y  otro  de  tierra ,  y  otro  do  piedras  más  gruesas  que  diez  y  veinte 
bueyes,  destruyó  la  justicia  divinal.  Donde  muertos  todos  los  se- 
ñores y  los  hombres  que  podian  hacer  guerra ,  pusieron  todos  los 
demás  en  la  sobredicha  infernal  servidumbre,  y  con  pedirles  es- 
clavos de  tributo  y  dándoles  los  hijos  y  hijas ,  porque  otros  escla- 
vos no  los  tienen ,  y  ellos  enviando  navios  cargados  dellos  á  ven- 
der al  Perú,  y  con  otras  matanzas  y  estragos  que  sin  los  dichos 
hicieron ,  han  destruido  y  asolado  un  reino  de  cien  leguas  en  cua- 
dra y  más,  de  los  más  felices  en  fertilidad  y  población  que  puede 
ser  en  el  mundo.  Y  este  tirano  mismo  escribió  que  era  más  po- 
blado que  el  reino  de  Méjico,  y  dijo  verdad;  más  ha  muerto 
él  y  sus  hermanos  con  los  demás ,  de  cuatro  y  de  cinco  cuen- 
tos de  ánimas  en  quince  ó  diez  y  seis  años,  desde  el  ano  de 
veinte  y  cuatro  hasta  el  de  cuarenta,  y  hoy  matan  y  destruyen 
los  que  quedan ,  y  así  matarán  los  demás.  Tenia  éste  esta  cos- 
tumbre, que  cuando  iba  á  hacer  guerra  á  algunos  pueblos  ó  pro- 
vincias, llevaba  de  los  ya  sojuzgados  indios  cuantos  podia,  que 
hiciesen  guerra  á  los  otros;  y  como  no  les  daba  de  comer  á  diez 
y  á  veinte  mil  hombres  que  llevaba ,  consentíales  que  comiesen  á 
los  indios  que  tomaban ,  y  así  habia  en  su  real  solenísima  carne- 
cería  de  carne  humana ,  donde  en  su  presencia  se  mataban  los 
niños  y  se  asaban ,  y  mataban  el  hombre  por  solas  las  manos  y 
pies,  que  tenian  por  los  mejores  bocados.  Y  con  estas  inhumani- 
dades, oyéndolas  todas  las  otras  gentes  de  las  otras  tierras,  no 
sabian  dónde  se  meter  de  espanto.  Mató  infinitas  gentes  con  hacer 
navios,  llevaba  de  la  mar  del  Norte  á  la  del  Sur,  ciento  y  treinta 
leguas ,  los  indios  cargados  con  anclas  de  tres  y  cuatro  quintales, 
que  se  les  metian  las  unas  de  ellas  por  las  espaldas  y  lomos;  y 
llevó  desta  manera  mucha  artillería  en  los  hombros  de  los  tristes 
desnudos ,  y  yo  vide  muchos  cargados  de  artillería  por  los  cami- 
nos angustiados.  Descasaba  y  robaba  los  casados,  tomándoles  las 


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mugeres  y  las  hijas,  y  dábalas  á  los  marineros  y  soldados  por  te- 
nerlos contentos  para  llevarlos  en  sus  armadas ;  henchía  los  navios 
de  indios,  donde  todos  perecían  de  sed  y  hambre.  Y  es  verdad, 
que  si  hubiese  de  decir  en  particular  sus  crueldades ,  hiciese  un 
gran  libro  que  al  mundo  espantase.  Dos  armadas  hizo  de  muchos 
navios  cada  una,  con  las  cuales  abrasó  como  sí  fuera  fuego  del 
cielo  todas  aquellas  tierras.  ¡O  cuántos  huérfanos  hizo,  cuántos 
robó  de  sus  hijos ,  cuántos  privó  de  sus  mugeres ,  cuántas  mugeres 
dejó  sin  maridos,  de  cuántos  adulterios,  y  estupros,  y  violencias 
fué  causa,  cuántos  privó  de  su  libertad,  cuántas  angustias  y  ca- 
lamidades padecieron  muchas  gentes  por  él,  cuántas  lágrimas 
hizo  derramar,  cuántos  suspiros,  cuántos  gemidos  ,  cuántas  sole- 
dades en  esta  vida,  y  de  cuántos  dannacion  eterna  en  la  otra 
causó ,  no  sólo  de  indios  que  fueron  infinitos ,  pero  de  los  infelices 
cristianos  de  cuyo  consorcio  se  favoreció  en  tan  grandes  insultos, 
gravísimos  pecados  y  abominaciones  tan  execrables;  y  plegué  á 
Dios  que  del  haya  habido  misericordia  y  se  contente  con  tan 
mala  fin  como  al  cabo  le  díó ! 


DE  LA  NUEVA  ESPAÑA  Y  PANUCO  Y  XALISCO. 

Hechas  las  grandes  crueldades  y  matanzas  dichas ,  y  las  que 
se  dejaron  de  decir,  en  las  provincias  de  la  nueva  España  y  en  la 
de  Panuco,  sucedió  en  la  de  Panuco  otro  tirano  insensible,  cruel, 
el  año  de  mil  y  quinientos  veinte  y  cinco ,  que  haciendo  muchas 
crueldades ,  y  herrando  muchos  y  gran  número  de  esclavos  de  las 
maneras  susodichas,  siendo  todos  hombres  libres,  y  enviando 
cargados  muchos  navios  á  las  islas  Cuba  y  Española,  donde 
mejor  venderlos  podía ,  acabó  de  asolar  toda  aquella  provincia;  y 
acaesció  allí  dar  por  una  yegua  ochenta  indios,  ánimas  racionales. 
De  aquí  fué  provehido  para  gobernar  la  ciudad  de  Méjico  y  toda 
la  nueva  España ,  con  otros  grandes  tiranos  por  oidores ,  y  él  por 
presidente,  el  cual,  con  ellos,  cometieron  tan  grandes  males, 
tantos  pecados,  tantas  crueldades,  robos  y  abominaciones  que  no 
se  podrían  creer ;  con  las  cuales  pusieron  toda  aquella  tierra  en 


42 

tan  última  despoblación ,  que  si  Dios  no  los  atajara  con  la  resis- 
tencia de  los  religiosos  de  San  Francisco ,  y  luego  con  la  nueva 
provisión,  un  audiencia  real,  buena  y  amiga  de  toda  virtud,  en 
dos  años  dejaran  la  nueva  España  como  está  la  isla  Española. 
Hubo  hombro  de  aquellos,  de  la  compañía  deste,  que  para  cercar 
de  pared  una  gran  huerta  suya,  trahia  ocho  mil  indios,  traba- 
jando sin  pagarles  nada,  ni  darles  de  comer,  que  de  hambre  se 
caian  muertos  súpitamente ,  y  él  no  se  daba  por  ello  nada.  Desque 
tuvo  nueva  el  principal  desto  que  dije  que  acabó  de  asolar  á  Pa- 
nuco, que  venia  la  dicha  buena  real  audiencia,  inventó  de  ir  la 
tierra  adentro  á  descubrir  donde  tiranizase,  y  sacó  por  fuerza  de 
la  provincia  de  Méjico  quince  ó  veinte  mil  hombres  para  que  le 
llevasen ,  y  á  los  españoles  que  con  él  iban ,  las  cargas ;  de  los 
cuales  no  volvieron  doscientos ,  que  todos  fué  causa  que  muriesen 
por  allá.  Llegó  á  la  provincia  de  Mechuacan,  que  es  cuarenta  le- 
guas de  Méjico,  otra  tal  y  tan  felice,  y  tan  llena  de  gente  como 
la  de  Méjico;  saliéndole  á  recibir  el  rey  y  señor  de  ella,  con  pro- 
cesión de  infinita  gente,  y  haciéndole  mil  servicios  y  regalos, 
prendió  luego  al  dicho  rey  porque  tenia  fama  de  muy  rico  de 
oro  y  plata,  y  porque  le  diese  muchos  tesoros  comienza  á  darle 
estos,  tormentos  el  tirano.  Pónelo  en  un  cepo  por  los  pies,  y  el 
cuerpo  extendido  y  atado  por  las  manos  á  un  madero ;  puesto  un 
brasero  junto  á  los  pies,  y  un  muchacho  con  un  hisopillo  mojado 
en  aceite ,  de  cuando  en  cuando  se  los  rociaba  para  tostarle  bien 
los  cueros ;  de  una  parte  estaba  un  hombre  cruel ,  que  con  una 
ballesta  armada  apuntándole  al  corazón;  de  otra,  otro  con  un  muy 
terrible  perro  bravo  echándoselo,  que  en  un  credo  lo  despedazara; 
y  asi  le  atormentaron  porque  descubriese  los  tesoros  que  preten- 
día, hasta  que  avisado  cierto  religioso  de  San  Francisco,  se  lo  quitó 
de  las  manos,  de  los  cuales  tormentos  al  fin  murió.  Y  de  esta 
manera  atormentaron  y  mataron  á  muchos  señores  y  caciques  en 
aquellas  provincias  porque  diesen  oro  y  plata.  Cierto  tirano,  en 
este  tiempo,  yendo  por  visitador,  más  de  las  bolsas  y  haciendas 
para  robarlas  de  los  indios,  que  no  de  las  ánimas  ó  personas,  halló 
que  ciertos  indios  tenían  escondidos  sus  ídolos ,  como  nunca  los 
hubiesen  enseñado  los  tristes  españoles  otro  mejor  Dios ,  prendió 


43 

los  señores  hasta  que  le  dieron  los  ídolos ,  creyendo  que  eran  de 
oro  ó  de  plata;  por  lo  cual,  cruel  é  injustamente,  los  castigó;  y 
porque  no  quedase  defraudado  de  su  fin ,  que  era  robar ,  constriñó 
á  los  dichos  caciques  que  le  comprasen  los  ídolos,  y  se  los  com- 
praron por  el  oro  ó  plata  que  pudieron  hallar,  para  adorarlos 
como  solian  por  Dios.  Estas  son  las  obras  y  ejemplos  que  hacen, 
y  honra  que  procuran  á  Dios  en  las  ludias  los  malaventurados 
españoles.  Pasó  este  gran  tirano ,  capitán  de  la  de  Mechuacan ,  á 
la  provincia  de  Xalisco,  que  estaba  entera  y  llena  como  una  col- 
mena de  gente  poblatísima  y  felicísima ,  porque  es  de  las  fértiles 
y  admirables  de  las  Indias ;  pueblo  tenia  que  cuasi  duraba  siete 
leguas  su  población.  Entrando  en  ella  salen  los  señores  y  gente 
con  presentes  y  alegría,  como  suelen  todos  los  indios,  á  recibir. 
Comenzó  á  hacer  las  crueldades  y  maldades  que  solia,  y  que  to- 
dos allá  tienen  de  costumbre ,  y  muchas  más  por  conseguir  el  fin 
que  tienen  por  Dios,  que  es  el  oro.  Quemaba  los  pueblos,  prendía 
los  caciques,  dábales  tormentos,  hacia  cuantos  tomaba  esclavos. 
Llevaba  infinitos  atados  en  cadenas,  las  mugeres  paridas  yendo 
cargadas  con  cargas  que  de  los  malos  cristianos  llevaban ,  no 
pudiendo  llevar  las  criaturas  por  el  trabajo  y  flaqueza  de  ham- 
bre, arrojábanlas  por  los  caminos,  donde  infinitas  perecieron. 
Un  mal  cristiano,  tomando  por  fuerza  una  doncella  para  pecar  con 
ella,  arremetió  la  madre  para  se  la  quitar,  saca  un  puñal  ó  es- 
pada y  córtale  una  mano  á  la  madre,  y  á  la  doncella  ,  porque  no 
quiso  consentir  matóla  á  puñaladas.  Entre  otro3  muchos,  hizo 
herrar  por  esclavos  injustamente,  siendo  libres  (como  todos  lo  son), 
cuatro  mil  y  quinientos  hombres  y  mugeres,  y  niños  de  un  año,  á 
las  tetas  de  las  madres ,  y  de  dos  y  tres  y  cuatro  y  cinco  años, 
aun  saliéndole  á  recibir  de  paz,  sin  otros  infinitos  que  no  se  con- 
taron. Acabadas  infinitas  guerras ,  inicuas  y  infernales  y  matan- 
zas en  ellas  que  hizo,  puso  toda  aquella  tierra  en  la  ordinaria  y  pes- 
tilencial servidumbre  tiránica  que  todos  los  tiranos  cristianos  de 
las  Indias  suelen  y  pretenden  poner  aquellas  gentes ,  en  la  cual 
consintió  hacer  á  sus  mismos  mayordomos  y  á  todos  los  demás, 
crueldades  y  tormentos  nunca  oídos ,  por  sacar  á  los  indios  oro  y 
tributos.  Mayordomo  suyo  mató  muchos  indios,  ahorcándolos  y 


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quemándolos  vivos,  y  echándolos  á  perros  bravos,  y  cortándoles 
pies  y  manos ,  y  cabezas  y  lenguas,  estando  los  indios  de  paz,  sin 
otra  causa  alguna  más  de  por  amedrentarlos  para  que  le  sirvie- 
sen y  diesen  oro  y  tributos ;  viéndolo  y  sabiéndolo  el  mismo  egre- 
gio tirano,  sin  muchos  azotes  crueles,  y  palos  y  bofetadas,  y 
otras  especies  de  crueldades  que  en  ellos  hacian  cada  dia  y  cada 
hora  ejercitaban.  Dicese  del,  que  ochocientos  pueblos  destruyó  y 
abrasó  en  aquel  reino  de  Xalisco,  por  lo  cual  fué  causa  que,  de 
desesperados  (viéndose  todos  los  demás  tan  cruelmente  perecer), 
se  alzasen  y  fuesen  álos  montes  y  matasen  muy  justa  y  digna- 
mente algunos  españoles.  Y  después,  con  las  Injusticias  y  agra- 
vios de  otros  modernos  tiranos  que  por  allí  pasaron  para  destruir 
otras  provincias  que  ellos  llaman  descubrir,  se  juntaron  muchos 
indios  haciéndose  fuertes  en  ciertos  peñones ,  en  los  cuales  agora 
de  nuevo  han  hecho  en  ellos  tan  grandes  crueldades ,  que  cuasi 
han  acabado  de  despoblar  y  asolar  toda  aquella  gran  tierra,  ma- 
tando infinitas  gentes;  y  los  tristes  ciegos,  dejados  de  Dios  ve- 
nir á  reprobado  sentido,  no  viendo  la  justísima  causa  y  causas, 
muchas  llenas  de  toda  justicia,  que  los  indios  tienen  por  ley  na- 
tural, divina  y  humana  de  los  hacer  pedazos  si  fuerzas  y  armas 
tuviesen,  y  echarlos  de  sus  tierras,  y  la  injustísima  y  llena  de  toda 
iniquidad ,  condenada  por  todas  las  leyes  que  ellos  tienen  para 
sobre  tantos  insultos  y  tiranías ,  y  grandes  é  inexplicables  peca- 
dos que  han  cometido  en  ellos,  moverles  de  nuevo  guerra,  pien- 
san y  dicen  y  escriben  que  las  victorias  que  han  de  los  inocentes 
indios  asolándolos,  todas  se  las  da  Dios,  porque  sus  guerras 
inicuas  tienen  justicia.  Como  se  gocen  y  gloríen  y  hagan  gracia 
á  Dios  de  sus  tiranías ,  como  lo  hacian  aquellos  tiranos  ladrones 
de  quien  dice  el  Profeta  Zacarías,  capítulo  2.°:  Pasee  pécora 
ocissionis  quce  qui  occidebant  non  dolebant  sed  dicebant:  benedictus 
Deus  quid  divites  facti  sumiis. 

DEL  REINO  DE  YUCATÁN. 

El  año  de  mil  y  quinientos  veinte  y  seis  fué  otro  infelice  hom- 
bre ,  provehido  por  gobernador  del  reino  de  Yucatán ,  por  las 


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mentiras  y  falsedades  qae  dijo  y  ofrecimientos  que  hizo  al  rey, 
como  los  otros  tiranos  han  hecho  hasta  agora ,  porque  les  den  ofi- 
cios y  cargos  con  que  puedan  robar.  Este'reino  de  Yucatán  estaba 
lleno  de  infinitas  gentes,  porque  es  la  tierra  en  gran  manera  sana 
y  abundante  en  comidas  y  frutas  mucho  (aun  más  que  la  de  Mé- 
jico), y  señaladamente  abunda  de  miel  y  cera,  más  que  ninguna 
parte  de  las  Indias  de  lo  que  hasta  agora  se  ha  visto.  Tiene  cerca 
de  trescientas  leguas  de  boja  ó  en  torno  el  dicho  reino.  La  gente 
del  era  señalada  entre  todas  las  de  las  Indias,  así  en  prudencia  y 
policía  como  en  carecer  de  vicios  y  pecados  más  que  otra ,  y  muy 
aparejada  y  digna  de  ser  trahida  al  conocimiento  de  su  Dios,  y 
donde  se  pudieran  hacer  grandes  ciudades  de  españoles  y  vivie- 
ran como  en  un  paraíso  terrenal  (si  fueran  dignos  de  ella);  pero 
no  lo  fueron  por  su  gran  codicia  y  insensibilidad  y  grandes  peca- 
dos, como  no  han  sido  dignos  de  las  otras  muchas  partes  que 
Dios  les  habia  en  aquellas  Indias  demostrado.  Comenzó  este  ti- 
rano con  trescientos  hombres  que  llevó  consigo  á  hacer  crueles 
guerras  á  aquellas  gentes  buenas,  inocentes,  que  estaban  en 
sus  casas  sin  ofender  á  nadie,  donde  mató  y  destruyó  infinitas 
gentes.  Y  porque  la  tierra  no  tiene  oro,  porque  si  lo  tuviera, 
por  sacarlo  en  las  minas  los  acabara,  pero  por  hacer  oro  de 
los  cuerpos  y  de  las  ánimas  de  aquellos  por  quien  Jesucristo 
murió ,  hace  abarrisco  todos  los  que  no  mataba ,  esclavos ,  y  á 
muchos  navios  que  venían  al  olor  y  fama  de  los  esclavos,  en- 
viaba llenos  de  gentes,  vendidas  por  vino  y  aceite  y  vinagre, 
y  por  tocinos,  y  por  vestidos,  y  por  caballos,  y  por  lo  que  él  y 
ellos  habían  menester,  según  su  juicio  y  estima.  Daba  á  escoger 
entre  cincuenta  y  cien  doncellas  una  de  mejor  parecer  que  otra, 
cada  uno  la  que  escogiese  por  una  arroba  de  vino  ó  de  aceite  ó 
vinagre  ,  ó  por  un  tocino;  y  lo  mismo  un  muchacho  bien  dispuesto 
entre  ciento  ó  doscientos  escogido ,  por  otro  tanto ;  y  acaesció  dar 
un  muchacho  que  parecía  hijo  de  un  príncipe  por  un  queso, 
y  cien  personas  por  un  caballo.  En  estas  obras  estuvo  desde  el 
año  veinte  y  seis  hasta  el  año  treinta  y  tres ,  que  fueron  siete 
años,  asolando  y  despoblando  aquellas  tierras,  y  matando  sin  pie- 
dad aquellas  gentes ,  hasta  que  oyeron  allí  las  nuevas  de  las  ri- 


46 

quezas  del  Perú ,  que  se  le  fué  la  gente  española  que  tenia ,  y 
cesó  por  algunos  dias  aquel  infierno ;  pero  después  tornaron  sus 
ministros  á  hacer  otras  grandes  maldades ,  robos  y  cautiverios, 
y  ofensas  grandes  de  Dios,  y  hoy  no  cesan  de  hacerlas,  y  cuasi 
tienen  despobladas  todas  aquellas  trescientas  leguas  que  estaban 
(como  se  dijo)  tan  llenas  y  pobladas.  No  bastarla  á  creer  nadie,  ni 
tampoco  á  decirse  los  particulares  casos  de  crueldades  que  allí  se 
han  hecho,  sólo  diré  dos  ó  tres  que  me  ocurren.  Como  an- 
daban los  tristes  españoles  con  perros  bravos ,  buscando  y  aper- 
reando los  indios,  mugeres  y  hombres,  una  india  enferma,  viendo 
que  no  podia  huir  de  los  perros  que  no  la  hiciesen  pedazos  como 
hacian  á  los  otros ,  tomó  una  soga  y  atóse  al  pié  un  niño  que  te- 
nia de  un  año,  y  ahorcóse  de  una  viga,  y  uo  lo  hizo  tan  presto 
que  no  llegaron  los  perros  y  despedazaron  el  niño,  aunque  an- 
tes que  acabase  de  morir  lo  bautizó  un  fraile.  Cuando  se  sa- 
lían los  españoles  de  aquel  reino,  dijo  uno  á  un  hijo  de  un  señor 
de  cierto  pueblo  ó  provincia  que  se  fuese  con  él,  dijo  el  niño  que 
no  quería  dejar  su  tierra.  Responde  el  español,  vete  conmigo  si  no 
cortarte  he  las  orejas:  dice  el  muchacho  que  nó,  saca  un  pu- 
ñal y  córtale  una  oreja  y  después  la  otra ,  y  diciéndole  el  mu- 
chacho que  no  quería  dejar  su  tierra,  córtale  las  narices,  riendo 
como  si  le  diera  un  repelón  no  más.  Este  hombre  perdido  se 
lo  oí;  jactó  delante  de  un  venerable  religioso  desvergonzadamente, 
diciendo  que  trabajaba  cuanto  podia  por  empreñar  muchas  muge- 
res  indias,  para  que  vendiéndolas  preñadas  por  esclavas  le  diesen 
más  precio  de  dinero  por  ellas.  En  este  reino  ó  en  una  provincia 
de  la  nueva  España,  yendo  cierto  español  con  sus  perros  á  caza 
de  venados  ó  de  conejos,  un  día,  no  hallando  qué  cazar,  parecióle 
que  tenían  hambre  los  perros ,  y  toma  un  muchacho  chiquito  á  su 
madre,  y  con  un  puñal  córtale  á  tarazones  los  brazos  y  las  pier- 
nas, dando  á  cada  perro  su  parte,  y  después  de  comidos  aquellos 
tarazones  échales  todo  el  corpecito  en  el  suelo  á  todos  juntos. 
Véase  aquí  cuánta  es  la  insensibilidad  de  los  españoles  en  aque- 
llas tierras ,  y  cómo  los  ha  trahido  Dios  in  re'prohus  sensiis,  y  en 
qué  estima  tienen  á  aquellas  gentes ,  criadas  á  la  imagen  de  Dios 
y  redimidas  por  sus  sangre ;  pues  peores  cosas  veremos  abajo. 


47 

Dejadas  infinitas  y  inauditas  crueldades  que  hicieron  los  que  se 
llamaban  cristianos  en  este  reino,  que  no  basta  juicio  á  pensarlas, 
sólo  con  esto  quiero  concluirlo ;  que  salidos  todos  los  tiranos  in- 
fernales del ,  con  el  ansia  que  los  tiene  ciegos  de  las  riquezas  del 
Perú ,  movióse  el  padre  Fray  Jacobo ,  con  cuatro  religiosos  de  su 
orden  de  San  Francisco ,  á  ir  á  aquel  reino  á  apaciguar  y  predicar 
y  traher  á  Jesucristo  el  rebusco  de  aquellas  gentes  que  restaban 
de  la  vendimia  infernal  y  matanzas  tiránicas  que  los  españoles 
en  siete  años  hablan  perpetrado,  y  creo  que  fueron  estos  religiosos 
el  año  de  treinta  y  cuatro;  enviándoles  delante  ciertos  indios  de  la 
provincia  de  Méjico  por  mensageros,  si  tenian  por  bien  que  entra- 
sen los  dichos  religiosos  en  sus  tierras  á  darles  noticia  de  un  solo 
Dios,  que  era  Dios  y  señor  verdadero  de  todo  el  mundo.  Entraron 
en  consejo  y  hicieron  muchos  ayuntamientos ,  tomadas  primero 
muchas  informaciones ,  qué  hombres  eran  aquellos  que  se  decian 
padres  y  frailes,  y  qué  era  lo  que  pretendían,  y  en  qué  diferian  de 
los  cristianos,  de  quien  tantos  agravios  é  injusticias  hablan  reci- 
bido; finalmente,  acordaron  de  recibirlos ,  con  que  sólo  ellos  y  no 
españoles  allá  entrasen.  Los  religiosos  se  lo  prometieron,  porque 
así  lo  llevaban  concedido  por  el  Visorey  de  la  nueva  España;  y  co- 
metido que  les  prometiesen  que  no  entrarían  más  allí  españoles, 
sino  religiosos ,  ni  les  seria  hecho  por  los  cristianos  algún  agravio. 
Predicáronles  el  evangelio  de  Cristo ,  como  suelen ,  y  la  intención 
santa  de  los  reyes  de  España  para  con  ellos;  y  tanto  amor  y  sabor 
tomaron  con  la  doctrina  y  ejemplo  de  los  frailes ,  y  tanto  se  hol- 
garon de  las  nuevas  de  los  reyes  de  Castilla  (de  los  cuales  en 
todos  los  siete  años  pasados  nunca  los  españoles  les  dieron  noti- 
cia que  habia  otro  rey  sino  aquel  que  allí  los  tiranizaba  y  destruía), 
que  á  cabo  de  cuarenta  dias  que  los  frailes  hablan  entrado  y  pre- 
dicado ,  los  señores  de  la  tierra  les  trajeron  y  entregaron  todos 
sus  ídolos  que  los  quemasen ,  y  después  de  esto  sus  hijos  para 
que  los  enseñasen,  que  los  quieren  más  que  las  lumbres  de  sus 
ojos ;  y  les  hicieron  iglesias,  y  templos ,  y  casas,  y  los  convidaban 
de  otras  provincias  á  que  fuesen  á  predicarles  y  á  darles  noticias 
de  Dios,  y  de  aquel  que  decian  que  era  gran  rey  de  Castilla.  Y 
persuadidos  de  los  frailes,  hicieron  una  cosa  que  nunca  en  las 


48 

Indias  hasta  hoy  se  hizo,  y  todas  las  que  se  fingen  por  algunos 
de  los  tiranos  que  allá  han  destruido  aquellos  reinos  y  grandes 
tierras  son  falsedad  y  mentira.  Doce  o  quince  señores  de  muchos 
vasallos  y  tierras,  cada  uno  por  sí  juntando  sus  pueblos  y  to- 
mando sus  votos  y  consentimientos,  se  subjetaron  de  su  propia 
voluntad  al  señorío  de  los  reyes  de  Castilla,  recibiendo  al  Empe- 
rador como  rey  de  España,  por  señor  supremo  y  universal,  y  hi- 
cieron ciertas  señales  como  firmas,  las  cuales  tengo  en  mi  poder, 
con  el  testimonio  de  los  dichos  frailes.  Estando  en  este  aprove- 
chamiento de  la  fe,  y  con  grandísima  alegría  y  esperanza  los 
frailes  de  traher  á  Jesucristo  todas  las  gentes  de  aquel  reino,  que 
de  las  muertes  y  guerras  injustas  pasadas  hablan  quedado,  que 
aún  no  eran  pocas,  entraron  por  cierta  parte  diez  y  ocho  españo- 
les tiranos,  de  caballo,  y  doce  de  pié,  que  eran  treinta,  y  traben 
muchas  cargas  de  ídolos ,  tomados  de  otras  provincias  á  los  indios; 
y  el  capitán  de  los  dichos  treinta  españoles ,  llama  á  un  señor  de 
la  tierra,  por  donde  entraban  ,  y  dicele  que  tomase  de  aquellas 
cargas  de  ídolos,  y  los  repartiese  por  toda  su  tierra,  vendiendo 
cada  ídolo  por  un  indio  ó  india  para  hacerlo  esclavo ,  amenazán- 
dolo que  si  no  lo  hacia  que  le  habia  de  hacer  guerra.  El  dicho 
señor,  por  temor  forzado,  distribuyó  los  ídolos  por  toda  su  tierra, 
y  mandó  á  todos  sus  vasallos  que  los  tomasen  para  adorarlos ,  y 
le  diesen  indios  y  indias  para  dar  á  los  españoles  para  hacer 
esclavos.  Los  indios,  de  miedo,  quien  tenia  dos  hijos  daba  uno, 
y  quien  tres  daba  dos ,  y  por  esta  manera  cumplían  con  aquel  tan 
sacrilego  comercio,  y  el  señor  ó  cacique  contentaba  los  españo- 
les si  fueran  cristianos.  Uno  de  estos  ladrones  impíos ,  infernales, 
llamado  Juan  García,  estando  enfermo  y  propincuo  á  la  muerte 
tenia  debajo  de  su  cama  dos  cargas  de  ídolos ,  y  mandaba  á  una 
india ,  que  le  servia ,  que  mirase  bien  que  aquellos  ídolos  que  allí 
estaban  no  los  diese  á  trueque  de  gallinas,  porque  eran  muy 
buenos,  sino  cada  uno  por  un  esclavo.  Y,  finalmente,  con  este 
testamento  y  con  este  cuidado  ocupado,  murió  el  desdichado,  y 
quién  duda  que  no  esté  en  los  infiernos  sepultado?  Véase  y  con- 
sidérese agora  aquí  cuál  es  el  aprovechamiento,  y  religión,  y 
ejemplos  de  cristiandad  de  los  españoles  que  van  á  las  Indias,  qué 


49 

honra  procuran  á  Dios ,  cómo  trabajan  que  sea  conocido  y  adorado 
de  aquellas  gentes ,  qué  cuidado  tienen  de  que  por  aquellas  ánimas 
se  siembre,  y  crezca,  y  dilat»  su  santa  fé?  Y  juzgúese  si  fué 
menor  pecado  éste  que  el  de  Jeroboam ,  qui  peccare  fecit  Israel, 
haciendo  los  dos  becerros  de  oro  para  que  el  pueblo  adorase ,  ó  si 
fué  igual  al  de  Judas  ó  que  más  escándalo  causase.  Estas,  pues, 
son  las  obras  de  los  españoles  que  van  á  las  Indias ,  que  verdade- 
ramente muchas  é  infinitas  veces,  por  la  codicia  que  tienen  de 
oro ,  han  vendido  y  venden  hoy  en  este  dia ,  y  niegan  y  reniegan 
á  Jesucristo.  Visto  por  los  indios  que  no  habia  salido  verdad  lo 
que  los  religiosos  les  hablan  prometido  (que  no  hablan  de  entrar 
españoles  en  aquellas  provincias,  y  que  los  mismos  españoles  les 
trahian  ídolos  de  otras  tierras  á  vender ,  habiendo  ellos  entregado 
todos  sus  dioses  á  los  frailes  para  que  los  quemasen ,  por  adorar 
un  verdadero  Dios),  alborótase  y  indígnase  toda  la  tierra  contra 
los  frailes ,  y  vánse  á  ellos  diciendo:  «¿por  qué  nos  habéis  mentido 
engañándonos  que  no  habían  de  entrar  en  esta  tierra  cristianos? 
Y  ¿por  qué  nos  habéis  quemado  nuestros  dioses ,  pues  nos  traben 
á  vender  otros  dioses  de  otras  provincias  vuestros  cristianos?  ¿Por 
ventura  no  eran  mejores  nuestros  dioses  que  los  de  las  otras  na- 
ciones? Los  religiosos  los  aplacaron  lo  mejor  que  pudieron,  no 
teniendo  que  responder.  Vánse  á  buscar  los  treinta  españoles ,  y 
dícenles  los  daños  que  habían  hecho ;  requiérenles  que  se  vayan, 
no  quisieron,  antes  hicieron  entender  á  los  indios  que  los  mismos 
frailes  los  habían  hecho  venir  allí,  que  fué  malicia  consumada. 
Finalmente,  acuerdan  de  matar  los  indios  los  frailes ,  huyen  los 
frailes  una  noche,  por  ciertos  indios  que  los  avisaron;  y  después 
de  idos ,  cayendo  los  indios  en  la  inocencia  y  virtud  de  los  frailes 
y  maldad  de  los  españoles,  enviaron  mensajeros  cincuenta  leguas 
tras  ellos,  rogándoles  que  se  tornasen,  y  pidiéndoles  perdón  de 
la  alteración  que  les  causaron.  Los  religiosos ,  como  siervos  de 
Dios  y  celosos  de  aquellas  ánimas,  creyéndoles,  tornáronse  á  la 
tierra ,  y  fueron  recibidos  como  ángeles ,  haciéndoles  los  indios 
mil  servicios,  y  estuvieron  cuatro  ó  cinco  meses  después.  Y  por- 
que nunca  aquellos  cristianos  quisieron  irse  de  la  tierra,  ni  pudo 
el  Visorey  con  cuanto  hizo,  sacarlos,  porque  está  lejos  de  la  nueva 
Tomo  LXXI.  4 


50 

España  (aunque  los  hizo  apregonar  por  traidores),  y  porque  no 
cesaban  de  hacer  sus  acostumbrados  insultos  y  agravios  á  los  in- 
dios ,  pareciendo  á  los  religiosos  que  tarde  que  temprano  con  tan 
malas  obras  los  indios  se  resabiarían  y  que  quizá  caería  sobre  ellos 
especialmente ,  que  no  podían  predicar  á  los  indios  con  quietud 
de  ellos  y  suya,  y  sin  continuos  sobresaltos  por  las  obras  malas 
de  los  españoles ,  acordaron  de  desmamparar  aquel  i'eino ,  y  así 
quedó  sin  lumbre  y  socorro  de  doctrina,  y  aquellas  ánimas  en  la 
oscuridad  de  ignorancia  y  miseria  que  estaban,  quitándoles  al 
mejor  tiempo  el  remedio  y  regadío  de  la  noticia  y  conocimiento 
de  Dios,  que  iban  ya  tomando  avidísimamente ,  como  si  quitáse- 
mos el  agua  á  las  plantas  recien  puestas  de  pocos  dias ,  y  esto  por 
la  inexpiable  culpa  y  maldad  consumada  de  aquellos  españoles. 


DE  LA  PROVINCIA  DE  SANTA  MARTA. 

La  provincia  de  Santa  Marta  era  tierra  donde  los  indios  te- 
nían muy  mucho  oro,  porque  la  tierra  es  rica  y  las  comarcas,  y 
tenían  industria  de  cogerlo ;  y  por  esta  causa,  desde  el  año  de 
mil  y  cuatrocientos  y  noventa  y  ocho  hasta  hoy  año  de  mil  y 
quinientos  y  cuarenta  y  dos,  otra  cosa  no  han  hecho  infinitos  ti- 
ranos españoles  sino  ir  á  ella  con  navios  y  saltear  y  matar  y  robar 
aquellas  gentes  por  robarles  el  oro  que  tenían,  y  tornábanse  en  los 
navios  que  iban  en  diversas  y  muchas  veces,  en  las  cuales  hicie- 
ron grandes  estragos  y  matanzas  y  señaladas  crueldades,  y  esto 
comunmente  á  la  costa  de  la  mar  y  algunas  leguas  la  tierra 
dentro,  hasta  el  año  de  mil  y  quinientos  y  veinte  y  tres.  El  año  de 
mil  y  quinientos  y  veinte  y  tres  fueron  tiranos  españoles  á  estar  de 
asiento  allá,  y  porque  la  tierra,  como  dicho  es,  era  rica,  sucedie- 
ron diversos  capitanes,  unos  más  crueles  que  otros,  que  cada  uno 
parecía  que  tenia  hecha  profesión  de  hacer  más  exorbitantes  cruel- 
dades y  maldades  que  el  otro,  porque  saliese  verdad  la  regla 
que  arriba  pusimos.  El  año  de  mil  y  quinientos  veinte  y  nueve 
fué  un  gran  tirano  muy  de  propósito  y  con  mucha  gente ,  sin  te- 
mor alo-ano  de  Dio=!  ni  compasión  dp  humano  liníiif!.  o]  riml  h'zo 


con  ella  tan  grandes  estragos,  matanzas  y  impiedades,  que  á  todos 
los  pasados  excedió;  robó  él  y  ellos  muchos  tesoros  en  obra  de  seis 
6  siete  años  que  vivió.  Después  de  muerto  sin  confesión  y  á,un 
huyendo  de  la  residencia  que  tenia,  sucedieron  otros  tiranos  ma- 
tadores y  robadores  que  fueron  á  consumir  las  gentes  que  de  laíi 
manos  y  cruel  cuchillo  de  los  pasados  restaban.  Extendiéronse 
tanto  por  la  tierra  dentro,  vastando  y  asolando  grandes  y  muchas 
provincias,  matando  y  cautivando  las  gentes  de  ellas  por  las  mane- 
ras susodichas,  de  las  otras  dando  grandes  tormentos  á  señores  3' 
avasalles  porque  descubriesen  el  oro  y  los  pueblos  que  lo  tenían, 
excediendo,  como  he  dicho,  en  las  obras  y  número  y  calidad  á  todos 
los  pasados,  tanto,  que  desde  el  año  dicho  de  mil  y  quinientos 
veinte  y  nueve  hasta  hoy  han  despoblado  por  aquella  parte  más 
de  cuatrocientas  leguas  de  tierra  que  estaba  así  poblada  como 
las  otras. 

Verdaderamente  afirmo,  que  si  en  particular  hubiera  de  refe- 
rir las  maldades,  matanzas,  despoblaciones,  injusticias,  violencias, 
estragos  y  grandes  pecados  que  los  españoles  en  estos  reinos  de 
Santa  Marta  han  hecho  y  cometido  contra  Dios  y  contra  el  Rey 
y  aquellas  inocentes  naciones,  yo  haria  una  muy  larga  historia; 
pero  esto  quedarse  há  para  su  tiempo,  si  Dios  diere  la  vida.  Sólo 
quiero  aqui  decir  unas  pocas  de  palabras  de  las  que  escribe  agora 
al  Rey,  nuestro  Señor,  el  Obispo  de  aquella  provincia,  y  es  la  he- 
cha de  la  carta  á  veinte  de  Mayo  del  año  de  mil  y  quinientos  y 
cuarenta  y  uno,  el  cual,  entre  otras  palabras,  dice  así:  «Digo 
sagrado  César,  que  el  medio  para  remediar  esta  tierra  es  que  Vues- 
tra Magostad  la  saque  ya  de  poder  de  padrastros  y  le  dé  marido, 
que  la  trate  romo  es  razón  y  ella  merece,  y  éste  con  toda  breve- 
dad, porque  de  otra  manera,  según  la  aquejan  y  fatigan  estos  tira- 
nos que  tienen  encargamiento  de  ella ,  tengo  por  cierto  que  muy 
ayna  dejará  de  ser,  etc.»  Y  más  abajo  dice:  «Donde  conocerá  Vues- 
tra Magostad  claramente  como  los  que  gobiernan  por  estas  partes 
merecen  ser  desgobernados  para  que  las  repúblicas  se  aliviasen, 
y  si  esto  no  se  hace,  á  mi  ver,  no  tienen  cura  sus  enfermedades,  y 
conocerá  también  como  en  estas  partes  no  hay  cristianos,  sino 
demonios;  ni  hay  servidores  de  Dios  ni  de  Rey,  sino  traidores  á  su 


52 

ley  y  á  su  Rey.  Porque,  en  verdad,  que  el  mayor  inconveniente  que 
yo  hallo  para  trabar  los  Indios  de  guerra  y  hacerlos  de  paz,  y  á 
los  de  paz  al  conocimiento  de  nuestra  fe,  es  el  áspero  y  cruel  tra- 
tamiento q.ue  los  de  paz  reciben  de  los  cristianos,  por  lo  cual  es- 
tán tan  escabrosos  y  tan  avispados  que  ninguna  cosa  les  puede 
ser  mas  odiosa,  ni  aborrecible  que  el  nombre  de  cristianos,  álos 
cuales  ellos  en  toda  esta  tierra  llaman  en  su  lengua  yares,  que 
quiere  decir  demonios;  y  sin  duda  ellos  tienen  razón,  porque  las 
obras  que  acá  obran  ni  son  de  cristianos  ni  de  hombres  que  tienen 
uso  de  razón,  sino  de  demonios,  de  donde  nace  que,  como  los  in~ 
dios  ven  este  obrar  mal,  y  tan  sin  piedad  generalmente,  así  en 
las  cabezas  como  en  los  miembros ,  piensan  que  los  cristianos  lo 
tienen  por  ley,  y  es  autor  de  ello  su  Dios  y  su  Rey;  y  trabajar  de 
persuadirles  otra  cosa  es  querer  agotar  la  mar,  y  darles  materia 
de  reir,  y  hacer  burla  y  escarnio  de  Jesucristo  y  su  ley;  y  como 
los  indios  de  guerra  vean  este  tratamiento  que  se  hace  á  los  de 
paz,  tienen  por  mejor  morir  de  una  vez  que  no  de  muchas  en  poder 
de  españoles.  Sélo  esto,  invictísimo  César,  por  experiencia,  etc.» 
Dice  más  abajo  en  un  capitulo:  «Vuestra  Magestad  tiene  más  ser- 
vidores por  acá  de  los  que  piensa,  porque  no  hay  soldado  de 
cuantos  acá  están  que  no  ose  decir  públicamente  que  si  saltea,  ó 
roba,  ó  destruye,  ó  mata,  ó  quema  los  vasallos  de  vuestra  Mages- 
tad porque  le  den  oro,  sirve  á  vuestra  Magestad  á  título  que  diz 
que  de  allí  le  viene  su  parte  á  vuestra  Magestad ,  y  por  tanto  se- 
ria bien,  cristianísimo  César,  que  vuestra  Magestad  diese  á  enten- 
der, castigando  algunos  rigurosamente,  que  no  recibe  servicio  en 
cosa  que  Dios  es  deservido.»  Todas  las  susodichas  son  formales 
palabras  del  dicho  Obispo  de  Santa  Marta,  por  las  cuales  se  verá 
claramente  lo  que  hoy  se  hace  en  todas  aquellas  desdichadas  tier- 
ras y  contra  aquellas  inocentes  gentes.  Llama  indios  de  guerra 
los  que  están,  y  se  han  podido  salvar  huyendo  de  las  matanzas 
de  los  infelices  españoles,  por  los  montes;  y  los  de  paz  llama  los 
que  después  de  muertas  infinitas  gentes  ponen  en  la  tiránica  y 
horrible  servidumbre  arriba  dicha,  donde  al  cabo  los  acaban  de 
asolar  y  matar,  como  parece  por  las  dichas  palabras  del  Obispo;  y, 
en  verdad,  que  explica  harto  poco  lo  que  aquellos  padecen.  Suelen 


53 

decir  los  indios  en  aquella  tierra,  cuando  los  fatigan  llevándolos 
con  cargas  por  las  sierras ,  si  caen  y  desmayan  de  flaqueza  y  tra- 
bajo, porque  allí  les  dan  coces  y  palos,  y  les  quiebran  los  dien- 
tes con  los  pomos  de  las  espadas  porque  se  levanten  y  anden  sin 
resollar:  «anda  que  sois  malos,  no  puedo  más,  mátame  aquí,  que 
aquí  quiero  quedar  muerto,»  y  esto  dícenlo  con  grandes  suspiros 
y  apretamiento  del  pecho,  mostrando  grande  angustia  y  dolor. 
¡O  quién  pudiese  dar  á  entender  de  cien  partes  una  de  las  afliccio- 
nes y  calamidades  que  aquellas  inocentes  gentes  por  los  infelices 
españoles  padecen!  Dios  sea  aquel  que  lo  dé  á  entender  á  los  que 
lo  pueden  y  deben  remediar. 


DE  LA  PROVINCIA  DE  CARTAGENA. 

Esta  provincia  de  Cartagena  está  más  abajo  cincuenta  leguas 
de  la  de  Santa  Marta,  hacia  el  Poniente  y  junto  con  ella  la  del  Cebú 
hasta  el  golfo  de  Uraba,  que  ternán  sus  cien  leguas  de  costa  de 
mar  y  mucha  tierra ,  la  tierra  dentro ,  hacia  el  Mediodía.  Estas 
provincias  han  sido  tratadas,  angustiadas,  muertas,  despobladas 
y  asoladas  desde  el  año  de  mil  y  cuatrocientos  y  noventa  y  ocho 
ó  nueve  hasta  hoy,  como  las  de  Santa  Marta,  y  hechas  en  ellas 
muy  señaladas  crueldades  y  muertes  y  robos  por  los  españoles, 
que  por  acabar  presto  este  breve  sumario  quiero  decir  en  par- 
ticular y  por  referir  las  maldades  que  en  otras  agora  se  hacen. 


DE  LA  COSTA  DE  LAS  PERLAS  Y  DE  PARIA 

Y   LA   ISLA   DE   LA   TRINIDAD. 

Desde  la  costa  de  Paria  hasta  el  golfo  de  Venezuela  exclusive, 
que  habrá  doscientas  leguas,  han  sido  grandes  y  señaladas  las 
destruiciones  que  los  españoles  han  hecho  en  aquellas  gentes, 
salteándolos  y  tomándolos  los  más  que  podían  á  vida  para  ven- 
derlos por  esclavos.  Muchas  veces  tomándolos  sobre  seguro  y 
amistad  que  los  españoles  habían  con  ellos  tratado,  no  guardando- 


b4 

les  fe  ni  verdad,  recibiéndolos  ea  sus  casas  como  á  padres  y  á 
hijos,  dándoles  y  sirviéndoles  con  cuanto  tenian  y  podian. 

No  se  podrían,  cierto,  fácilmente  decir  ni  encarecer  particulari- 
zadaraente  cuáles  y  cuántas  han  sido  las  injusticias.  Injurias, 
agravios  y  desafueros  que  las  gentes  de  aquella  costa  de  los  es- 
pañoles han  recibido  desde  el  año  de  mil  y  quinientos  y  diez 
hasta  hoy.  Dos  ó  tres  quiero  decir  solamente,  por  las  cuales  se 
juzguen  otras  innumerables  en  número  y  fealdad  que  fueron 
dignas  de  todo  tormento  y  fuego.  En  la  isla  de  la  Trinidad,  que 
es  mucho  mayor  que  Sicilia  y  más  felice ,  que  está  pegada  con  la 
tierra  firme  por  la  parte  de  Paria,  y  que  la  gente  della  es  dé  la 
buena  y  virtuosa  en  su  género  que  hay  en  todas  las  Indias:  yendo 
á  ella  un  salteador  el  año  de  mil  y  quinientos  y  diez  y  seis  con 
otros  sesenta  6  setenta  acostumbrados  ladrones,  publicaron  á  los 
indios  que  se  venian  á  morar  y  vivir  á  aquella  isla  con  ellos.  Los 
indios  recibiéronlos  como  si  fueran  sus  entrañas  y  sus  hijos,  sir- 
viéndoles señores  y  subditos  con  grandísima  afección  y  alegría, 
trayéndoles  cada  dia  de  comer,  tanto,  que  les  sobralja  para  que 
comieran  otroá"  tantos,  porque  ésta  es  coniun  condición  y  libera- 
lidad de  todos  los  ¡indios  de  aquel  nuevo  mundo,  dar  excesiva- 
mente lo  que  han  menester  los  españoles  y  cuanto  tienen.  Hácen- 
les  una  gran  casa  de  madera  en  que  morasen  todos,  porque  así 
la  quisieron  los  españoles,  que  fuese  una  no  más  para  hacer  loque 
pretendían  hacer  é  hicieron.  Al  tiempo  que  ponían  la  paja  sobre 
las  varas  ó  madera  y  habían  cobrido  obra  de  dos  estados,  porque 
los  de  dentro  no  viesen  á  los  de  fuera,  so  color  de  dar  priesa  á 
que  se  acabase  la  casa,  metieron  mucha  gente  dentro  della  y  re- 
partiéronse los  españoles ,  algunos  fuera,  al  derredor  de  la  casa 
con  sus  armas  para  los  que  se  saliesen  y  otros  dentro,  los  cuales 
echan  mano  á  las  espadas  y  comienzan  amenazar  los  indios  des- 
nudos que  no  se  moviesen,  si  nó  que  los  matarían,  y  comenzaron 
á  atar,  y  otros  que  saltaron  para  huir  hicieron  pedazos  con  las  es- 
ijadas.  Algunos  que  salieron  heridos  y  sanos,  y  otros  del  pueblo 
que  no  habían  entrado ,  tomaron  sus  arcos  y  flechas  y  recógense  á 
ijtra  casa  del  pueblo  para  se  defender ,  donde  entraron  ciento  ó 
doscientos  dellos,  y  defendiendo  la  puerta  pegan  los  españole» 


ó5 

fuego  á  la  casa  y  quémanlos  todos  vivos,  j  con  su  presa,  que  se- 
ria de  ciento  y  ochenta  á  doscientos  hombres  que  pudieron  atar, 
vánse  á  su  navio  y  alzan  las  velas  y  van  á  la  isla  de  San  Juan, 
donde  venden  la  mitad  por  esclavos,  y  después  á  la  Española,  donde 
vendieron  la  otra.  Reprendiendo  yo  al  capitán  de  esta  tan  insigne 
traición  y  maldad,  á  la  sazón ,  en  la  misma  isla  de  San  Juan  me 
respondió:  «anda  señor,  que  así  me  lo  mandaron  y  me  lo  dieron  por 
.  instrucción  los  que  me  enviaron ,  que  cuando  no  pudiese  tomarlos 
por  guerra  que  los  tomase  por  paz.»  Y  en  verdad  que  rae  dijo  que 
en  toda  su  vida  habia  hallado  padre  ni  madre  sino  en  la  isla  de  la 
Triuidad,  según  las  buenas  obras  que  los  indios  le  hablan  hecho. 
Esto  dijo  para  mayor  confesión  suya  y  agravamiento  de  sus  peca- 
dos. Destas  han  hecho  en  aquella  tierra  firme  infinitas,  tomándolos 
y  cautivándolos  sobre  segura.  Véase  qué  obras  son  estas,  y  si  aque- 
llos indios  así  tomados  si  serán  justamente  hechos  esclavos.  Otra 
vez  acordando  los  frailes  de  Santo  Domingo,  nuestra  orden,  de  ir 
á  predicar  y  convertir  aquellas  gentes  que  carecían  de  remedio  y 
lumbre  de  doctrina  para  salvar  sus  ánimas,  como  lo  están  hoy 
las  Indias;  enviaron  un  religioso,  presentado  en  teología,  de  gran 
virtud  y  santidad ,  con  un  fraile  lego,  su  compañero,  para  que 
viese  la  tierra  y  tratase  la  gente,  y  buscase  lugar  apto  para  ha- 
cer monasterios.  Llegados  los  religiosos,  recibiéronlos  los  indioa 
como  á  ángeles  del  Cielo ,  y  óyenlos  con  gran  afección  y  atención 
y  alegría  las  palabras  que  pudieron  entonces  darles  á  entender, 
más  por  señas  que  por,  habla,  porque  no  sabían  la  lengua.  Acaes- 
ció  venir  por  allí  un  navio,  después  de  ido  el  que  allí  los  dejó,  ^¡ 
los  españoles  del,  usando  de  su  infernal  costumbre,  traen  por  en- 
gaño, sin  saberlo  los  religiosos,  al  señor  de  aijuella  tierra,  que  se 
llamaba  Don  Alonso,  ó  que  los  frailes  le  habían  dado  este  nombre 
ú  otros  españoles ,  porque  los  indios  son  amigos  y  codiciosos  de 
tener  nombre  de  cristiano,  y  luego  lo  piden  que  se  lo  den,  aun 
antes  que  sepan  nada,  para  ser  bautizados.  Así  que  engañan  al 
dicho  señor  Don  Alonso  para  que  entrase  en  el  navio  con  su  mu- 
ger  y  otras  ciertas  personas ,  y  que  les  harían  allá  fiesta.  Final- 
mente, que  entraron  diez  y  siete  personas  con  el  señor  y  su  muger, 
con  confianza  de  que  los  religiosos  estaban  en  su  tierra,  y  que  lo? 


56 

españoles  por  ellos  no  harían  alguna  maldad,  porque  de  otra  ma- 
nera no  se  fiarían  dellos;  entrados  los  indios  en  el  navio  alzan  las 
velas  los  traidores  y  viénense  á  la  isla  Española  y  véndenlos  por 
esclavos.  Toda  la  tierra,  como  ven  su  señor  y  señora  llevados, 
vienen  á  los  frailes  y  quiérenlos  matar.  Los  frailes,  viendo  tan 
gran  maldad  queríanse  morir  de  angustia,  y  es  de  creer  que  die- 
ran antes  sus  vidas  que  fuera  tal  injusticia  hecha,  especialmente 
porque  era  poner  impedimento  á  que  nunca  aquellas  ánimas  pu- 
diesen oír  ni  creer  la  palabra  de  Dios.  Apaciguáronlos  lo  mejor 
que  pudieron  ,  y  dijéronles  que  con  el  primer  navio  que  por  allí 
pasase  escribirían  á  la  isla  Española,  y  que  haria  que  los  tor- 
nasen su  señor  y  los  demás  que  con  él  estaban.  Trujo  Dios  por 
allí  luego  un  navio  para  más  confirmación  de  la  dannacion  de 
los  que  gobernaban,  y,  escribieron  álos  religiosos  de  la  Española; 
en  él  claman,  protestan  una  y  muchas  veces,  nunca  quisieron 
los  oídos  hacerles  justicia ,  porque  entre  ellos  mismos  estaban  re- 
partidos parte  de  los  indios  que  asi  tan  injusta  y  malamente  ha- 
bían prendido  los  tiranos.  Los  dos  religiosos  que  habían  prometido 
á  los  indios  de  la  tierra  que  dentro  de  cuatro  meses  venia  su  señor 
Don  Alonso  con  los  demás ,  viendo  que  ni  en  cuatro  ni  en  ocho  vi- 
nieron ,  aparejáronse  para  morir  y  dar  la  vida  á  quien  la  habían 
ya  antes  que  partiesen  ofrecido.  Y  así,  los  indios  tomaron  ven- 
ganza de  ellos  justamente,  matándolos,  aunque  inocentes,  porque 
estimaron  que  ellos  habían  sido  causa  de  aquella  traición.  Y  por- 
que vieron  que  no  salió  verdad  lo  que  dentro  de  los  cuatro  meses 
les  certificaron  y  prometieron,  y  porque  hasta  entonces  ni  aun 
hasta  agora  supieron ,  ni  saben  hoy  que  haya  diferencia  de  los 
frailes  á  los  tiranos  y  ladrones  y  salteadores  españoles  por  toda 
aquella  tierra.  Los  bienaventurados  frailes  padecieron  injusta- 
mente, por  la  cual  injusticia  ninguna  duda  hay,  que  según  nues- 
tra fe  santa,  sean  verdaderos  mártires ,  y  reinen  hoy  con  Dios  en 
los  cielos  bienaventurados.  Como  quiera  que  allí  fuesen  enviados 
por  la  obediencia ,  y  llevasen  intención  de  predicar  y  dilatar  la 
santa  fe,  y  salvar  todas  aquellas  ánimas,  y  padecer  cualesquiera 
trabajos  y  muerte  que  se  les  ofreciese  por  Jesucristo  crucificado. 
Otra  vez ,  por  las  grandes  tiranías  y  obras  nefandas  de  los  cris- 


57 

tianos  malos,  mataron  los  indios  otros  dos  frailes  de  Santo  Do- 
mingo, y  uno  de  San  Francisco,  de  que  yo  soy  testigo  porque 
me  escapé  de  la  misma  muerte  por  milagro  divino ,  donde  habia 
harto  que  decir  para  espantar  los  hombres ,  según  la  gravedad  y 
horribilidad  del  caso.  Pero  por  ser  largo  no  lo  quiero  aquí  decir 
hasta  su  tiempo,  y  el  dia  del  juicio  será  más  claro,  cuando  Dios  to- 
mare venganza  de  tan  horribles  y  abominables  insultos  como 
hacen  en  las  Indias  los  que  tienen  nombre  de  cristianos.  Otra  vez 
en  estas  provincias ,  al  cabo  que  dicen  de  la  Codera ,  estaba  un 
pueblo  cuyo  señor  se  llamaba  Higoroto ,  nombre  propio  de  la  per- 
sona, ó  común  de  los  señores  del.  Este  era  tan  bueno,  y  su  gente 
tan  virtuosa ,  que  cuantos  españoles  por  allí  en  los  navios  venian 
hallaban  reparo ,  comida ,  descanso  y  todo  consuelo  y  refrigerio; 
y  muchos  libró  de  la  muerte  que  venian  huyendo  de  otras  pro- 
vincias donde  hablan  salteado  y  hecho  muchas  tiranías  y  males, 
muertos  de  hambre,  que  los  reparaba  y  enviaba  salvos  á  la  isla  de 
las  Perlas,  donde  habia  población  de  cristianos,  que  los  pudiera 
matar  sin  que  nadie  lo  supiera,  y  no  lo  hizo;  y,  finalmente,  lla- 
maban todos  los  cristianos  á  aquel  pueblo  de  Higoroto ,  el  mesón 
y  casa  de  todos.  Un  malaventurado  tirano  acordó  de  hacer  allí 
salto,  como  estaban  aquellas  gentes  tan  seguras,  y  fué  allí  con 
un  navio  y  convidó  á  mucha  gente  que  entrase  en  el  navio,  como 
solia  entrar  y  fiarse  en  los  otros.  Entrados  muchos  hombres,  y 
mugeres  y  niños,  alzó  las  velas  y  vínose  á  la  isla  de  San  Juan, 
donde  los  vendió  todos  por  esclavos ,  y  yo  llegué  entonces  á  la 
dicha  isla  y  vide  al  dicho  tirano,  y  supe  allí  lo  que  habia  hecho. 
Dejó  destruido  todo  aquel  pueblo ,  y  á  todos  los  tiranos  españoles 
que  por  aquella  costa  robaban  y  salteaban  les  pesó ,  y  abominaron 
este  tan  espantoso  hecho ,  por  perder  el  abrigo  y  mesón  que  allí 
tenían  como  si  estuvieran  en  sus  casas.  Digo  que  dejo  de  decir 
inmensas  maldades  y  casos  espantosos  que  desta  manera  por 
aquellas  tierras  se  han  hecho,  y  hoy  en  este  dia  hacen.  Han 
traído  á  la  isla  Española  y  á  la  de  San  Juan ,  de  toda  aquella 
costa,  que  estaba  poblatísima,  más  de  dos  cuentos  de  ánimas  sal- 
teadas, que  todas  también  las  han  muerto  en  las  dichas  islas, 
echándolos  á  las  minas  y  en  los  otros  trabajos ;  allende  de  las 


multitudes  que  ea  ellas ,  como  arriba  decimos ,  habia ;  y  es  una 
gran  lástima  y  quebrantamiento  de  corazón  de  ver  aquella  costa 
de  tierra  felicísima ,  toda  desierta  y  despoblada.  Es  esta  averi- 
guada verdad,  que  nunca  traen  navio  de  indios,  así  robados  y  sal- 
teados ,  como  he  dicho ,  que  no  echan  á  la  mar  muertos  la  tercia 
parte  de  los  que  meten  dentro,  con  los  que  matan  por  tomarlos  en 
sus  tierras.  La  causa  es,  porque  como  para  conseguir  su  fin  es 
menester  mucha  gente  para  sacar  más  dineros  por  más  esclavos,  y 
no  llevan  comida  ni  agua ,  sino  poca,  por  no  gastar  los  tiranos 
que  se  llaman  armadores ,  no  basta  apenas  sino  poco  más  de  para 
los  españoles  que  van  en  el  navio  para  saltear,  y  así  falta  para 
los  tristes ,  por  lo  cual  mueren  de  hambre  y  de  sed  ,  y  el  remedio 
es  dar  con  ellos  en  la  mar.  Y  en  verdad  que  me  dijo  hombre  dellos, 
que  desde  las  islas  de  los  Lucayos ,  donde  se  hicieron  grandes 
estragos  desta  manera,  hasta  la  isla  Española,  que  son  sesenta  ó 
setetenta  leguas,  fuera  un  navio  sin  aguja  y  sin  carta  de  marear, 
guiándose  solamente  por  el  rastro  de  los  indios  que  quedaban  en 
lámar,  echados  del  navio  muertos.  Después,  desque  los  desem- 
barcan en  la  isla  donde  los  llevan  á  vender,  es  para  quebrar  el 
corazón  de  cualquiera,  que  alguna  señal  de  piedad  tuviere  verloá 
desnudos  y  hambrientos ,  que  sé  caían  de  desmayados  de  hambre, 
niños  y  viejos ,  hombres  y  mugeres.  Después,  como  á  unos  cor- 
deros ,  los  apartan  padres  de  hijos  y  mugeres  de  maridos,  haciendo 
manadas  de  ellos  de  á  diez  y  de  á  veinte  personas,  y  echan  suer- 
tes sobre  ellos  para  qué  se  lleven  sus  partes  los  infelices  armado- 
res, que  son  los  que  ponen  su  parte  de  dineros  para  hacer  el 
armada  de  dos  y  de  tres  navios ,  y  para  los  tiranos  salteadores 
que  van  á  tomarlos  y  saltearlos  ea  sus  casas,  y  cuando  cae  la 
suerte  en  la  manada  donde  hay  algún  viejo  ó  enfermo,  dice  el 
tirano  á  quien  cabe:  «este  viejo  daldo  al  diablo,  ¿para  qué  me 
lo  dais?  ¿para  que  lo  entierro?  Este  enfermo,  ¿para  qué  lo. tengo 
que  llevar?  ¿para  curallo?»  Véase  aquí  en  qué  estiman  los  es- 
pañoles á  los  indios  y  si  cumplen  el  precepto  divino  del  amor  del 
prójimo,  donde  pende  la  ley  y  ios  profetas.  La  tiranía  que  los 
españoles  ejercitan  contra  los  indios  en  el  sacar  ó  pescar  de  las 
perlas,  es  una  de  las  crueles  y  condenadas  cosas  que  pueden  ser  en 


59 

el  mundo,  no  hay  vida  infernal  y  desesperada  en  este  siglo  que 
se  le  pueda  comparar,  aunque  la  del  sacar  el  oro  en  las  minas  sea 
en  su  género  gravísima  y  pésima.  Métenlos  en  la  mar  en  tres  y 
en  cuatro  y  en  cinco  brazas  de  hondo ,  desde  la  mañana  hasta 
que  se  pone  el  sol ;  están  siempre  debajo  del  agua ,  nadando  sin 
resuello ,  arrancando  las  ostras  donde  se  crian  las  perlas.  Salen 
con  unas  redecillas  llenas  dellas  á  lo  alto  y  á  resollar,  donde  está 
un  verdugo  español  en  una  canoa  ó  barquilla,  y  si  se  tardan  en 
descansar  les  da  de  puñadas  y  por  los  cabellos  les  echa  al  agua 
para  que  tornen  á  pescar.  La  comida  es  pescado,  y  del  pescado 
que  tiénejí  las  perlas  y  pan  cazabi,  y  algunos  mahiz  (que  son  los 
panes  de  allá),  el  uno  de  muy  poca  sustancia  y  el  otro  muy  tra- 
bajoso de  hacer ,  de  los  cuales  nunca  se  hartan.  Las  camas  que 
les  dan  á  la  noche  es  echarlos  en  un  cepo  en  el  suelo,  porque  no 
se  les  vayan.  Muchas  veces  zambúllense  en  la  mar  á  su  pesque- 
ría ó  ejercicio  de  las  perlas  y  nunca  tornan  á  salir,  porque  los 
tiburones  y  marrajos,  que  son  dos  especies  de  bestias  marinas  Cru- 
delísimas  que  tragan  un  hombre  entero,  los  comen  y  matan.  Véase 
aquí  si  guardan  los  españoles,  que  en  esta  granjeria  de  perlas 
andan  desta  manera,  los  preceptos  divinos  del  amor  de  Dios  y 
del  prójimo ,  poniendo  en  peligro  de  muerte  temporal  y  taínbien 
del  ánima,  porque  mueren  sin  fe  y  sin  sacramentos  á  sus  próji- 
mos por  su  propia  codicia,  y  lo  otro,  dándoles  tan  horrible  vida, 
hasta  que  los  acaban  y  consumen  en  breves  dias;  porque  vivir 
los  hombres  debajo  del  agua,  sin  resuello,  es  imposible  mucho 
tiempo,  señaladamente  que  la  frialdad  continua  del  agua  los  pe- 
netra ,  y  así  todos  comunmente  mueren  de  echar  sangre  por  la 
boca  por  el  apretamiento  del  pecho  que  hacen  por  causa  de  estar 
tanto  tiempo  y  tan  continuo  sin  resuello,  y  de  cámaras  que  causa 
la  frialdad.  Conviértense  los  cabellos ,  siendo  ellos  de  su  natura 
negros,  quemados  como  pelos  de  lobos  marinos,  y  sáleles  por  las 
espaldas  salitre  que  no  parecen  sino  monstruos  en  naturaleza  de 
hombres  ó  de  otra  especie.  En  este  incomportable  trabajo,  ó  por 
mejor  decir  ejercicio  del  infierno ,  acabaron  de  consumir  á  todos 
los  indios  lucayos  que  habia  en  las  islas  cuando  cayeron  los  es- 
pañoles en  esta  granjeria,  y  valía  cada  uno  cincuenta  y  cien  cas- 


60 

tellanos  y  los  vendían  públicamente,  aun  habiendo  sido  prohibido 
por  las  justicias  mismas,  aunque  injustas,  por  otra  parte,  porque 
los  lucayos  eran  grandes  nadadores.  Han  muerto  también  allí 
otros  muchos  sin  número  de  otras  provincias  y  partes. 


DEL  RIO  YUYA  PARÍ. 

Por  la  provincia  de  Paria  sube  un  rio  que  se  llama  Yuya  Pari, 
más  de  doscientas  leguas  la  tierra  arriba:  por  él  subió  un  triste 
tirano  muchas  leguas  el  año  de  mil  y  quinientos  y  veinte  y  nueve 
con  cuatrocientos  ó  más  hombres,  y  hizo  matanzas  grandísimas, 
quemando  vivos  y  metiendo  á  espada  infinitos  inocentes  que  es- 
taban en  sus  tierras  y  casas  sin  hacer  mal  á  nadie  descuidados,  y 
dejó  abrasada  y  asombrada  y  ahuyentada  muy  gran  cantidad  de 
tierra.  Y  en  fin ,  él  murió  mala  muerte  y  desbaratóse  su  armada, 
y  después  otros  tiranos  sucedieron  en  aquellos  males  y  tiranías,  y 
hoy  andan  por  allá  destruyendo  y  matando  y  infernando  las  áni- 
mas que  el  hijo  de  Dios  redimió  con  su  sangre. 


DEL  REINO  DE  VENEZUELA. 

En  el  año  de  mil  y  quinientos  y  veinte  y  seis,  con  engaños  y 
persecuciones  dañosas  que  se  hicieron  al  Rey,  nuestro  señor, 
como  siempre  se  ha  trabajado  de  le  encubrir  la  verdad  de  los  da- 
ños y  perdiciones  que  Dios  y  las  ánimas  y  su  Estado  recibían  en 
aquellas  Indias ,  dio  y  concedió  un  gran  reino  mucho  mayor  que 
toda  España,  que  es  el  de  Venezuela,  con  la  gobernación  y  juris- 
dicción total,  á  los  mercaderes  de  Alemania  con  cierta  capitula- 
ción y  concierto  ó  asiento  que  con  ellos  se  hizo.  Estos,  entrados 
con  trescientos  hombres  ó  más  en  aquellas  tierras,  hallaron  aque- 
llas gentes  mansísimas  ovejas  como  y  mucho  más  que  los  otros 
las  suelen  hallar  en  todas  las  partes  de  la  ludias  antes  que  les 
hagan  daños  los  españoles.  Entraron  en  ellas,  más  pienso  sin 
comparación  cruelmente  que  ningunos  de  los  otros  tiranos  que 


Gl 

hemos  dicho ,  y  más  irracional  y  furiosamente  que  crudelisimos 
tigres  y  que  rabiosos  lobos  y  leones.  Porque  con  mayor  ansia  y 
ceguedad  rabiosa  de  avaricia  y  más  exquisitas  maneras  y  indus- 
trias para  haber  y  robar  plata  y  oro  que  todos  los  de  antes ,  pos- 
puesto todo  temor  á  Dios  y  al  Rey,  y  vergüenza  de  las  gentes, 
olvidados  que  eran  hombres  mortales  como  más  libertados,  po- 
seyendo toda  la  jurisdicción  de  la  tierra,  tuvieron.  Han  asolado, 
destruido  y  despoblado,  estos  demonios  encarnados,  más  de  cua- 
trocientas leguas  de  tierras  felicísimas,  y  en  ella  grandes  y  admi- 
rables provincias ,  valles  de  cuarenta  leguas ,  regiones  amenísi- 
mas ,  poblaciones  muy  grandes ,  riquísimas  de  gente  y  oro.  Han 
muerto  y  despedazado  totalmente  grandes  y  diversas  naciones, 
muchas  lenguas  que  no  han  dejado  persona  que  las  hable ,  si  no 
son  algunos  que  se  habrán  metido  en  las  cavernas  y  entrañas  de 
la  tierra  huyendo  de  tan  extraño  y  pestilencial  cuchillo.  Más  han 
muerto  y  destruido  y  echado  á  los  infiernos  de  aquellas  inocentes 
generaciones,  por  extrañas  y  varias  y  nuevas  maneras  de  cruel 
iniquidad  y  impiedad  (á  lo  que  creo) ,  de  cuatro  y  cinco  cuentos 
de  ánimas ,  y  hoy  en  este  dia  no  tesan  actualmente  de  las  echar. 
De  infinitas  é  inmensas  injusticias,  insultos  y  estragos  que  han 
hecho  y  hoy  hacen ,  quiero  decir  tres  ó  cuatro  no  más ,  por  los 
cuales  se  podrán  juzgar  los  que  para  efectuar  las  grandes  des- 
trucciones y  despoblaciones  que  arriba  decimos ,  pueden  haber 
hecho.  Prendieron  al  señor  supremo  de  toda  aquella  provincia, 
sin  causa  ninguna,  más  de  por  sacarle  oro  dándole  tormentos; 
soltóse  y  huyó  y  fuese  á  los  montes;  alborotóse  y  amedrentóse 
toda  la  gente  de  la  tierra,  escondiéndose  por  los  montes  y  breñas; 
hacen  entradas  los  españoles  contra  ellos  para  irlos  á  buscar; 
hállanlos,  hacen  crueles  matanzas  y  todos  los  que  toman  á  vida 
véndenlos  en  públicas  almonedas  por  esclavos.  En  muchas  pro- 
vincias y  en  todas,  donde  quiera  que  llegaban  ,  antes  que  pren- 
diesen al  universal  señor,  los  salian  á  recibir  con  cantares  y 
bailes  y  con  muchos  presentes  de  oro  en  gran  cantidad;  el  pago 
que  les  daban,  por  sembrar  su  temor  en  toda  aquella  tierra,  ha- 
cíanlos meter  á  espada  y  hacerlos  pedazos.  Una  vez ,  saliéndoles 
á  recibir  de  la  manera  dicha,  hace  el  capitán  Alemán,  tirano, 


62 

meter  eu  una  gran  casa  de  paja  mucha  cautidad  de  gente  y  há- 
celos  hacer  pedazos;  y  porque  la  casa  tenia  unas  vigas  en  lo  alto, 
subiéronse  en  ellas  mucha  gente  huyendo  de  las  sangrientas 
manos  de  aquellos  hombres  ó  bestias  sin  piedad  y  de  sus  espa- 
das, mandó  el  infernal  hombre  pegar  fuego  á  ía  casa,  donde 
todos  los  que  quedaron  fueron  quemados  vivos.  Despoblóse  por 
esta  causa  gran  número  de  pueblos,  huyéndose  toda  la  gente 
por  las  montañas,  donde  pensaban  salvarse.  Llegaron  á  otra 
grande  provincia  en  los  confines  de  la  provincia  y  reino  de  Santa 
Marta ,  hallaron  los  indios  en  sus  casas ,  en  sus  pueblos  y  hacien- 
das, páciflcos  y  ocupados;  estuvieron  mucho  tiempo  con  ellos 
comiéndoles  sus  haciendas  y  los  indios  sirviéndoles,  como  si  las 
vidas  y  salvación  les  hubieran  de  dar,  y  sufriéndoles  sus  conti- 
nuas opresiones  é  importunidades  ordinarias,  que  son  intolerables, 
y  que  come'  más  un  tragón  de  un  español  en  un  dia ,  que  bastaría 
para  un  mes  una  casa  donde  haya  diez  personas  de  indios.  Dié- 
ronles  en  este  tiempo  mucha  suma  de  oro  de  su  propia  voluntad, 
con  otras  imnumerables  buenas  obras  que  les  hicieron.  Al  cabo 
que  ya  se  quisieron  los  tiranos  ir ,  acordaron  de  pagarles  las  po- 
sadas por  esta  manera:  mandó  el  tirano  Alemán,  gobernador  (y 
también  á  lo  que  creemos  hereje,  porque  ni  oia  misa  ni  la  dejaba 
oir  á  muchos ,  con  otros  indicios  de  luterano  que  se  le  conoscie- 
ron),  que  prendiesen  á  todos  los  indios  con  sus  mugeres  é  hijos 
que  pudieron ,  y  métenlos  en  un  corral  grande  ó  cerca  de  palos 
que  para  ello  se  hizo,  y  hizoles  saber  que  el  que  quisiese  salir  y 
ser  libre  que  se  habia  de  rescatar  de  voluntad  del  inicuo  Goberna- 
dor, dando  tanto  oro  por  sí ,  tanto  por  su  muger  y  por  cada  hijo,  y 
por  más  los  apretar  mandó  que  no  les  metiesen  comida  hasta  que 
le  trugesen  el  oro  que  les  pedia  por  su  rescate.  Enviaron  muchos 
á  sus  casas  por  oro  y  rescatábanse  según  podiau ,  soltábanlos  é 
íbanse  á  sus  labranzas  y  casas  á  hacer  su  comida;  enviaba  el 
tirano  ciertos  ladrones  salteadores  españoles  que  tornasen  á  pren- 
der los  tristes  indios  rescatados  una  vez;  traíanlos  al  corral,  dá- 
banles el  tormento  del  hambre  y  sed,  hasta  que  otra  vez  se  res- 
catasen. Hubo  muchos  de  estos  que  dos  ó  tres  veces  fueron  presos 
y  rescatados;  otros  que  no  podían  ni  tenían  tanto,  porque  le  ha- 


63 

bian  dado  todo  el  oro  que  poseiau ,  los  dejó  en  el  corral  perecer 
hasta  que  murieron  de  hambre:  de  esta  hecha  dejó  perdida ,  y 
asolada ,  y  despoblada  una  provincia  riquísima  de  gente  y  oro, 
que  tiene  un  valle  de  cuarenta  leguas ,  y  en  ella  quemó  pueblo 
que  tenia  mil  casas.  Acordó  este  tirano  infernal  de  ir  la  tierra 
adentro  con  codicia  y  ansia  de  descubrir  por  aquella  parte  el 
infierno  del  Perú :  para  este  infelice  viaje  llevó  él  y  los  demás, 
infinitos  indios  cargados  con  cargas  de  tres  y  cuatro  arrobas,  en- 
sartados en  cadenas  ;  cansábase  alguno  ó  desmayaba  de  hambre 
y  del  trabajo  y  flaqueza,  cortábanle  luego  la  cabeza  por  la  co- 
llera de  la  cadena  por  no  pararse  á  desensartar  los  otros  que  iban 
en  las  colleras  de  más  afuera  y  caia  la  cabeza  á  una  parte  y  el 
cuerpo  á  otra  y  repartían  la  carga  de  éste  sobre  las  que  llevaban 
los  otros.  Decir  las  provincias  que  asoló,  las  ciudades  y  lugares 
que  quemó,  porque  son  todas  las  casas  de  paja,  las  gentes  que 
mató ,  las  crueldades  que  en  particulares  matanzas  que  hizo 
perpetrar  en  este  camino,  no  es  cosa  creíble,  pero  espantable  y 
verdadera.  Fueron  por  allí  después  por  aquellos  caminos  otros 
tiranos  que  sucedieron  de  la  misma  Venezuela ,  y  otros  de  la 
provincia  de  Santa  Marta ,  con  la  misma  santa  intención  de  des- 
cubrir aquella  casa  santa  del  oro  del  Perú ,  y  hallaron  toda  la 
tierra ,  más  de  doscientas  leguas ,  tan  quemada  y  despoblada  y 
desierta,  siendo  poblatísima,  y  felicísima,  como  es  dicho,  que 
ellos  mismos,  aunque  tiranos  y  crueles,  se  admiraron  y  espan- 
taron de  ver  el  rastro  por  donde  aquel  habia  ido ,  de  tan  lamen- 
table perdición.  Todas  estas  cosas  están  probadas  con  muchos 
testigos  por  el  Fiscal  del  Consejo  de  las  Indias ,  y  la  probauza 
está  en  el  mismo  Consejo,  y  nunca  quemaron  vivos  á  ninguno  de 
estos  tan  nefandos  tiranos.  Y  no  es  nada  lo  que  está  probado,  con 
los  grandes  estragos  y  males  que  aquellos  han  hecho ,  porque 
todos  los  ministros  de  la  justicia  que  hasta  hoy  han  tenido  en  las 
Indias ,  por  su  grande  y  mortífera  ceguedad  no  se  har  ocupado 
en  examinar  los  delitos  y  perdiciones  y  matanzas  que  han  hecho 
y  hoy  hacen  todos  los  tiranos  de  las  Indias,  sino  en  cuanto  dicen 
que  por  haber  fulano  y  fulano  hecho,  crueldades  á  los  indios  ha 
perdido «1  Rey  de  sus  rentas  tantos  rail  castellanos,  y  para  argüir 


64 

esto  poca  probanza  y  harto  general  y  confusa  les  basta,  y  aun 
esto  no  saben  averiguar,  ni  hacer,  ni  encarecer  como  deben, 
porque  si  hiciesen  lo  que  deben  á  Dios  y  al  Rey,  hallarían  que 
los  dichos  tiranos  alemanes  más  han  robado  al  Rey  de  tres  millo- 
nes de  castellanos  de  oro ,  porque  aquellas  provincias  de  Vene- 
zuela con  las  que  más  han  extragado,  asolado  y  despoblado ,  más 
de  cuatrocientas  leguas  (como  dije),  es  la  tierra  más  rica  y  más 
próspera  de  oro,  y  era  de  población  que  hay  en  el  mundo,  y  más 
renta  le  han  estorbado  y  echado  á  perder,  que  tuvieran  los  Reyes 
de  España  de  aquel  reino ,  de  dos  millones  en  diez  y  seis  años 
que  há  que  los  tiranos  enemigos  de  Dios  y  del  Rey  las  comen- 
zaron á  destruir;  y  estos  daños,  de  aquí  á  la  fin  del  mundo  no 
hay  esperanza  de  ser  recobrados,  si  no  hiciese  Dios  por  milagro 
resucitar  tantos  cuentos  de  ánimas  muertas.  Estos  son  los  daños 
temporales  del  Rey  ;  seria  bien  considerar  qué  tales  y  qué  tantos 
son  los  daños ,  deshonras ,  blasfemias ,  infamias  de  Dios  y  de  su 
ley ,  y  con  qué  se  recompensarán  tan  innumerables  ánimas  como 
están  ardiendo  en  los  infiernos  por  la  codicia  y  inhumanidad  de 
aquestos  tiranos  animales  ó  alemanes.  Con  sólo  esto  quiero  su 
infelicidad  y  ferocidad  concluir ,  que  desde  que  en  la  tierra  en- 
traron hasta  hoy  (conviene  á  saber),  estos  diez  y  seis  años  han 
enviado  muchos  navios  cargados  y  llenos  de  indios  por  la  mar  á 
vender  á  Santa  Marta  y  á  la  isla  Española,  Jamayca  y  la  isla  de 
San  Juan  por  esclavos ,  más  de  un  cuento  de  indios ,  y  hoy  en 
este  dia  los  envian ,  año  de  mil  y  quinientos  y  cuarenta  y  dos, 
viendo  y  disimulando  el  audiencia  real  de  la  isla  Española,  antes 
favoreciéndolo,  como  todas  las  otras  infinitas  tiranías  y  perdi- 
ciones (que  se  han  hecho  en  toda  aquella  costa  de  tierra  firme, 
que  son  más  de  cuatrocientas  leguas,   que  han  estado  y  hoy 
están  estas  de  Venezuela  y  Santa  Marta  debajo  de  su  jurisdic- 
ción), que  pudieran  estorbar  y  remediar.  Todos  estos  indios  no 
ha  habido  más  causa  para  los  hacer  esclavos,  desoía  la  perversa, 
ciega  y  obstinada  voluntad ,  por  cumplir  con  su  insaciable  codi- 
cia de  dineros  de  aquellos  avarísimos  tiranos,  como  todos  los 
otros,  siempre,  en  todas  las  Indias  han  hecho,  tomando  aquellos 
corderos  y  ovejas  de  sus  casas  y  á  sus  mugeres  y  hijos ,  por  las 


65 

maneras  crueles  y  nefarias  ya  dichas,  y  echarles  el  hierro  del 
Rey  para  verf^erlos  por  esclavos. 

DE  LAS  PROVINCIAS  DE  LA  TIERRA  FIRME 

POR  LA  PAUTE  QUE  SE  LLAMA  LA  FLORIDA. 

A  estas  provincias  han  ido  tres  tiranos  en  diversos  tiempos, 
desde  el  año  de  mil  y  quinientos  y  diez ,  ó  de  once ,  á  hacer  las 
obras  que  los  otros ,  y  los  dos  dellos  en  las  otras  partes  de  las 
Indias  han  cometido  por  subir  á  estados  desproporcionados  de  su 
merecimiento ,  con  la  sangre  y  perdición  de  aquellos  sus  prójimos, 
y  todos  tres  han  muerto  mala  muerte ,  con  destruicion  de  sus 
personas  y  casas  que  habían  edificado  de  sangre  de  hombres  en 
otro  tiempo  pasado ;  como  yo  soy  testigo  de  todos  tres  ellos ,  y  su 
memoria  está  ya  raida  de  la  haz  de  la  tierra  como  si  no  hubieran 
por  esta  vida  pasado.  Dejaron  toda  la  tierra  escandalizada  y 
puesta  en  la  infamia  y  horror  de  su  nombre ,  con  algunas  matan- 
zas que  hicieron ,  pero  no  muchas ,  porque  los  mató  Dios  antes 
que  más  hiciesen,  porque  les  tenia  guardado  para  alli  el  castigo 
de  los  males  que  yo  sé  y  vide  que  en  otras  partes  de  las  Indias 
hablan  perpetrado.  El  cuarto  tirano  fué  agora  postreramente ,  el 
año  de  mil  y  quinientos  y  treinta  y  ocho ,  muy  de  propósito  y  con 
mucho  aparejo;  há  tres  años  que  no  saben  del  ni  parece;  somos 
ciertos  que  luego,  en  entrando,  hizo  crueldades ,  y  luego  desapa- 
reció, y  que  si  es  vivo,  él  y  su  gente  que  en  estos  tres  años  ha 
destruido  grandes  y  muchas  gentes,  si  por  donde  fué  las  halló, 
porque  es  de  los  marcados  y  experimentados ,  y  de  los  que  más 
daños ,  y  males ,  y  destruiciones  de  muchas  provincias  y  reinos, 
con  otros  sus  compañeros  ha  hecho.  Pero  más  creemos  que  le  ha 
dado  Dios  el  fin  que  á  los  otros  ha  dado.  Después  de  tres  ó  cuatro 
años  de  escrito  lo  susodicho ,  salieron  de  la  dicha  tierra  Florida 
el  resto  de  los  tiranos  que  fué  con  aqueste  tirano  mayor,  que 
muerto  dejaron ;  de  los  cuales  supimos  las  inauditas  crueldades  y 
maldades  que  alli  en  vida,  principalmente  del  y  después  de  su  in- 
felice  muerte ,  los  inhumanos  hombres  en  aquellos  inocentes  y  á 
Tomo  LXXI.  5 


66 

nadie  dañosos  indios,  perpetraron,  porque  no  saliese  falso  lo  que 
arriba  yo  había  adivinado ,  y  son  tantas ,  que  afirmaron  la  regla 
que  arriba  al  principio  pusimos,  que  cuanto  más  procedían  en  des- 
cubrir, y  destrozar,  y  perder  gentes  y  tierras,  tanto  más  se- 
ñaladas crueldades  é  iniquidades  contra  Dios  y  sus  prójimos  per- 
petraban. Estamos  enhastiados  de  contar  tantas  y  tan  execrables 
y  horribles  y  sangrientas  obras ,  no  de  hombres ,  sino  de  bestias 
fieras,  y  por  eso  no  he  querido  detenerme  en  contar  más  de  las 
siguientes.  Hallaron  grandes  poblaciones  de  gentes  muy  bien 
dispuestas,  cuerdas,  políticas  y  bien  ordenadas.  Hacían  en  ellos 
grandes  matanzas  (como  suelen)  para  entrañar  su  miedo  en  los 
corazones  de  aquellas  gentes.  Afligíanlos  y  matábanlos  con  echar- 
les cargas  como  á  bestias;  cuando  alguno  cansaba  ó  desmayaba, 
por  no  desensartar  de  la  cadena  donde  los  llevaban  en  colleras 
otros  que  estaban  antes  que  aquel,  cortábanle  la  cabeza  por  el 
pescuezo  y  caía  el  cuerpo  á  una  parte  y  la  cabeza  á  otra,  como 
de  otras  partes  arriba  contamos.  Entrando  en  un  pueblo  donde 
los  recibieron  con  alegría  y  les  dieron  de  comer  hasta  hartar ,  y 
más  de  seiscientos  indios  para  acémilas  de  sus  cargas  y  servicio 
de  sus  caballos,  salidos  de  los  tíranos  vuelve  un  capitán,  deudo 
del  tirano  mayor ,  á  robar  todo  el  pueblo  estando  seguros ,  y  mató 
á  lanzadas  al  señor  y  rey  de  la  tierra,  y  hizo  otras  crueldades.  En 
otro  pueblo  grande ,  porque  les  pareció  que  estaban  un  poco  loa 
vecinos  del  más  recatados,  por  las  infames  y  horribles  obras  que 
habían  oído  dellos,  metieron  á  espada  y  lanza  chicos  y  grandes, 
niños  y  viejos,  subditos  y  señores;  que  no  perdonaron  anadie.  A 
mucho  número  de  indios,  en  especial  á  más  de  doscientos  juntos 
(según  se  dice)  que  enviaron  á  llamar  de  cierto  pueblo ,  ó  ellos 
vinieron  de  su  voluntad,  hizo  cortar  el  tirano  mayor  desde  las 
narices  con  los  labios  hasta  la  barba,  todas  las  caras,  dejándolas 
rasas.  Y  así,  con  aquella  lástima,  y  dolor,  y  amargura,  corriendo 
sangre,  los  enviaron  á  que  llevasen  las  nuevas  de  las  obras  y  mi- 
lagros que  hacían  aquellos  predicadores  de  la  santa  fe  católica, 
bautizados.  Juzgúese  agora  qué  tales  estarán  aquellas  gentes, 
cuánto  amor  ternán  á  los  cristianos ,  y  cómo  creerán  ser  el  Dios 
que  tienen  bueno  y  justo,  y  la  ley  y  religión  que  profesan,  y  de 


67 

que  se  jactan  inmaculada.  Grandísimas  y  extrañísimas  son  las 
maldades  que  allí  cometieron  aquellos  infelices  hombres ,  hijos  de 
perdición.  Y  asi,  el  más  infelice  capitán  murió  como  malaventu- 
rado, sin  confesión,  y  no  dudamos  sino  que  fué  sepultado  en  los 
infiernos,  si  quizá  Dios  ocultamente  no  le  proveyó  según  su  divina 
misericordia ,  y  no  según  los  deméritos  del  por  tan  execrables 
maldades. 

DEL  RIO  DE  LA  PLATA. 

Desde  el  año  de  mil  y  quinientos  y  veinte  y  dos  ó  veinte  y 
tres  han  ido  al  rio  de  la  Plata ,  donde  hay  grandes  reinos  y  pro- 
vincias, y  de  gentes  muy  dispuestas  y  razonables,  tres  ó  cuatro 
veces  capitanes.  En  general  sabemos  que  han  hecho  muertes  y 
daños;  en  particular,  como  está  muy  atrasraano  de  lo  que  más  se 
tracta  de  las  Indias,  no  sabemos  cosas  que  decir  señaladas.  Nin- 
guna duda,  empero ,  tenemos  que  no  hayan  hecho  y  hagan  hoy 
las  mismas  obras  que  en  las  otras  partes  se  han  hecho  y  hacen, 
porque  son  los  mismos  españoles,  y  entre  ellos  hay  de  los  que  se 
han  hallado  en  las  otras,  y  porque  van  á  ser  ricos  y  grandes  se- 
ñores como  los  otros ,  y  esto  es  imposible  que  pueda  ser  sino  con 
perdición,  y  matanzas,  y  robos,  y  disminución  de  los  indios,  se- 
gún la  orden  y  vía  perversa  que  aquellos  como  los  otros  llevaron. 
Después  que  lo  dicho  se  escribió,  supimos  muy  con  verdad  que 
han  destruido  y  despoblado  grandes  provincias  y  reinos  de  aque- 
lla tierra,  haciendo  extrañas  matanzas  y  crueldades  en  aquellas 
desventuradas  gentes,  con  las  cuales  se  han  señalado  como  los 
otros ,  y  más  que  otros ,  porque  han  tenido  más  lugar  por  estar 
más  lejos  de  España ,  y  han  vivido  más  sin  orden  y  justicia, 
aunque  en  todas  las  Indias  no  la  hubo,  como  parece  por  todo  lo 
arriba  relatado.  Entre  otras  infinitas  se  ha  leido  en  el  Consejo  de 
las  ludias  las  que  se  dirán  abajo.  Un  tirano  gobernador  dio 
mandamiento  á  cierta  gente  suya  que  fuese  á  ciertos  pueblos  de 
indios,  y  que  si  no  les  diesen  de  comer  los  matasen  á  todos.  Fue- 
ron con  esta  autoridad,  y  porque  los  indios,  como  enemigos 
suyos,  no  se  lo  quisieron  dar,  más  por  miedo  de  verlos  y  por 


68 

huirlos  que  por  falta  de  liberalidad,  metieron  á  espada  sobre 
cinco  mil  ánimas.  ítem ,  viniéronse  á  poner  en  sus  manos  y  á  ofre- 
cerse á  su  servicio  cierto  número  de  gente  de  paz ,  que  por  ven- 
tura ellos  enviaron  á  llamar,  y  porque  ó  no  vinieron  tan  presto, 
ó  porque  como  suelen  y  es  costumbre  dellos  vulgada,  quisieron 
en  ellos  su  horrible  miedo  y  espanto  arraigar ,  mandó  el  goberna- 
dor que  los  entregase  á  todos  en  manos  de  otros  indios  que  aque- 
llos tenian  por  sus  enemigos.  Los  cuales,  llorando  y  clamando, 
rogaban  que  los  matasen  ellos  y  no  los  diesen  á  sus  enemigos;  y 
no  queriendo  salir  de  la  casa. donde  estaban,  allí  los  hicieron  pe- 
dazos; clamando  y  diciendo:  «venimos  á  serviros  de  paz  y  matáis- 
nos;  nuestra  sangre  quede  por  estas  paredes  en  testimonio  de 
nuestra  injusta  muerte  y  vuestra  crueldad.»  Obra  fué  ésta,  cierto, 
señalada  y  digna  de  considerar ,  y  mucho  más  de  lamentar. 


DE  LOS  GRANDES  REINOS  Y  GRANDES  PROVINCIAS 

DEL  PERÚ. 

En  el  año  de  mil  y  quinientos  treinta  y  uno  fué  otro  tirano 
grande  con  cierta  gente  á  los  reinos  del  Perú,  donde  entrando  con  el 
titulo  y  intención  y  con  los  principios  que  los  otros  todos  pasados 
(porque  era  uno  de  los  que  se  hablan  más  ejercitado  y  más  tiempo 
en  todas  las  crueldades  y  estragos  que  en  la  tierra  firme  desde 
el  año  de  mil  V  quinientos  y  diez  se  hablan  hecho),  creció  en 
crueldades  y  matanzas  y  robos  sin  fe  ni  verdad,  destruyendo 
pueblos,  apocando,  matando  las  gentes  dellos  y  siendo  causa  de 
tan  grandes  males  que  han  sucedido  en  aquellas  tierras,  que  bien 
somos  ciertos  que  nadie  bastará  á  referirlos  y  encarecerlos  hasta 
que  los  veamos  y  conozcamos  claros  el  dia  del  juicio,  y  de  algunos 
que  queria  referir  la  deformidad  y  calidades  y  circunstancias  que 
los  afean  y  agravian ,  verdaderamente  yo  no  podré  ni  sabré  enca- 
recer. En  su  infelice  entrada  mató  y  destruyó  algunos  pueblos  y 
les  robó  mucha  cantidad  de  oro.  En  una  isla  que  está  cerca  de  las 
mismas  provincias  que  se  llama  Pugna,  muy  poblada  y  graciosa, 
y  recibiéndole  el  señor  y  gente  della  como  á  ángeles  del  cielo ,  y 


69 

después  de  seis  meses  habiéndoles  comido  todos  sus  bastimentos 
y  de  nuevo  descubriéndoles  las  troxes  del  trigo  que  tenian  para 
sí  y  sus  mugeres  é  hijos,  los  tiempos  de  seca  y  estériles,  y  ofre- 
ciéndoselas con  muchas  lágrimas  que  las  gastasen  y  comiesen  á 
su  voluntad ,  el  pago  que  les  dieron  á  la  fin  fué  que  los  metieron 
á  espada  y  alancearon  mucha  cantidad  de  gentes  dellas,  y  los  que 
pudieron  tomar  á  vida  hicieron  esclavos  con  grandes  y  señaladas 
crueldades,  otras  que  en  ellas  hicieron,  dejando  casi  despoblada 
la  dicha  isla.  De  allí  vánse  á  la  provincia  de  Túmbala,  que  es  en 
la  tierra  firme ,  y  matan  y  destruyen  cuantos  pudieron ,  y  por- 
que de  sus  espantosas  y  horribles  obras  huian  todas  las  gentes, 
decían  que  se  alzaban  y  que  eran  rebeldes  al  Rey.  Tenia  este  ti- 
rano esta  industria,  que  á  los  que  pedia  y  otros  que  venían  á  dar- 
les presentes  de  oro  y  plata  y  de  lo  que  tenian,  decíales  que  tru- 
jesen  más,  hasta  que  él  veia  ó  no  tenian  más  ó  no  traían  más,  y 
entonces  decía  que  los  recibía  por  vasallos  de  los  reyes  de  España, 
y  abrazábalos  y  hacía  tocar  dos  trompetas  que  tenía,  dándoles  á 
entender  que  desde  en  adelante  no  les  habían  de  tomar  más  ni 
hacerlos  mal  alguno,  teniendo  por  lícito  todo  lo  que  les  robaba  y 
le  daban  por  miedo  de  las  abominables  nuevas  que  del  oían  antes 
que  ellos  rescibiesen  el  amparo  y  protección  del  Rey,  como  si  des- 
pués de  recibidos  debajo  de  la  protección  real  no  los  oprimiesen, 
robasen ,  asolasen ,  destruyesen,  y  él  no  los  hubiera  asi  destruido. 
Pocos  días  después  viniendo  el  rey  universal  y  Emperador  de 
aquellos  reinos,  que  se  llamó  Atabalíba ,  con  mucha  gente  desnuda 
y  con  sus  armas  de  burla ,  no  sabiendo  cómo  cortaban  las  espa- 
das y  herían  las  lanzas ,  y  cómo  corrían  los  caballos  y  quién  eran 
los  españoles  ( que  si  los  demonios  tuvieran  oro  los  acometieran 
para  se  lo  robar),  llegó  al  lugar  donde  ellos  estaban ,  diciendo: 
«¿Dónde  están  esos  españoles,  salgan  acá,  que  no  me  mudaré  de 
aquí  hasta  que  me  satisfagan  de  mis  vasallos  que  me  han  muerto 
y  pueblos  que  me  han  despoblado  y  riquezas  que  me  han  robado?» 
Salieron  á  él,  matáronle  infinitas  gentes,  prendiéronle  su  persona 
que  venia  en  unas  andas ,  y  después  de  preso  tratan  con  él  que 
se  rescate ,  promete  de  dar  cuatro  millones  de  castellanos  y  da 
quince;  y  ellos  prométenle  de  soltarle;  pero  al  fin  no  guardando  la 


70 

fe  ni  verdad  (como  nunca  en  las  Indias  con  los  indios  por  los  es- 
pañoles se  ha  guardado),  levántanle  que  por  su  mandado  se  jun- 
taba gente,  y  él  responde  que  en  toda  la  tierra  no  se  movia  una 
hoja  de  un  árbol  sin  su  voluntad,  que  si  gente  se  juntase  creye- 
sen que  él  la  mandaba  juntar  y  que  preso  estaba  y  que  lo  mata- 
sen. No  obstante  todo  esto,  lo  condenaron  á  quemar  vivo,  aunque 
después  rogaron  algunos  al  capitán  que  lo  ahogasen  y  ahogado 
lo  quemaron.  Sabido  por  él,  dijo:  «¿Por  qué  me  quemáis,  qué  os 
he  hecho  ?  ¿  No  me  prometistes  de  soltar  dándoos  el  oro ,  no  os  di 
más  de  lo  que  os  prometí?  paes  que  asi  lo  queréis,  envíame  á 
vuestro  rey  de  España.»  Y  otras  muchas  cosas  que  dijo  para  gran 
confusión  y  detestación  de  la  gran  injusticia  de  los  españoles,  y, 
en  fin,  lo  quemaron.  Considérese  aquí  la  justicia  y  título  desta 
guerra ,  la  prisión  deste  señor  y  la  sentencia  y  ejecución  de  su 
muerte,  y  la  conciencia  con  que  tienen  aquellos  tiranos  tan  gran- 
des tesoros,  como  en  aquellos  reinos  á  aquel  rey  tan  grande  y  á 
otros  infinitos  señores  y  particulares  robaron.  De  infinitas  haza- 
ñas señaladas  en  maldad  y  crueldad  en  estirpacion  de  aquellas 
gentes,  cometidas  por  los  que  se  llaman  cristianos,  quiero  aquí 
referir  algunas  pocas  que  un  fraile  de  San  Francisco,  á  los  princi- 
pios vido  y  las  firmó  de  su  nombre,  enviando  treslados  por  aque- 
llas partes  y  otros  á  estos  reinos  de  Castilla,  y  yo  tengo  en  mi 
poder  un  treslado  con  su  propia  firma;  en  el  cual  dice  así:  «Yo, 
fray  Marcos  de  Niza ,  de  la  orden  de  San  Francisco ,  Comisario 
sobre  los  frailes  de  la  misma  orden  en  las  provincias  del  Perú, 
que  fué  de  los  primeros  religiosos  que  con  los  primeros  cristianos 
entraron  en  las  dichas  provincias,  digo,  dando  testimonio  ver- 
dadero de  algunas  cosas ,  que  yo  con  mis  ojos  vi  en  aquella 
tierra,  mayormente  cerca  del  tratamiento  y  conquistas  hechas  á 
los  naturales.  Primeramente,  yo  soy  testigo  de  vista,  y  por  expe- 
riencia cierta  conocí  y  alcancé  que  aquellos  indios  del  Perú  es 
la  gente  más  benévola  que  entre  indios  se  ha  visto,  y  allegada  y 
amiga  á  los  cristianos.  Y  vi  que  ellos  daban  á  los  españoles  en 
abundancia  oro  y  plata ,  y  piedras  preciosas ,  y  todo  cuanto  les 
pedían  que  ellos  tenían ,  y  todo  buen  servicio ,  y  nunca  los  indios 
salieron  de  guerra,  sino  de  paz,  mientras  no  les  dieron  ocasión  con 


71 

los  malos  tratamientos  y  crueldades,  antes  los  recibían  con  toda 
benevolencia  y  honor  en  los  pueblos  á  los  españoles  y  dándoles 
comidas  y  cuantos  esclavos  y  esclavas  pedían  para  servicio.  ítem 
soy  testigo  y  doy  testimonio,  que  sin  dar  causa  ni  ocasión  aque- 
llos indios  á  los  españoles,  luego  que  entraron  en  sus  tierras, 
después  de  haber  dado  el  mayor  cacique  Atabaliba  más  de  dos 
millones  de  oro  á  los  españoles,  y  habiéndoles  dado  toda  la  tierra 
en  su  poder  sin  resistencia,  luego  quemaron  al  dicho  Atabaliba, 
que  era  señor  de  toda  ]a  tierra,  y  en  pos  del  quemaron  vivo  á  su 
capitán  general  Cochilimaca ,  el  cual  habia  venido  de  paz  al  Go- 
bernador con  otros  principales.  Asimismo,  después  destos,  dende 
á  pocos  dias  quemaron  á  Chamba,  otro  señor  muy  principal  de  la 
provincia  de  Quito,  sin  culpa  ni  aun  haber  hecho  por  qué.  Asi- 
mismo quemaron  á  Chapera,  señor  de  los  canarios,  injustamente. 
Asimismo,  á  Luis,  gran  señor  de  los  que  habia  en  Quito,  quema- 
ron los  pies  y  le  dieron  otros  muchos  tormentos  porque  dijese 
dónde  estaba  el  oro  de  Atabaliba,  del  cual  tesoro  (como  pareció) 
no  sabia  él  nada.  Asimismo  quemaron  en  Quito  á  Cocopanga, 
gobernador  que  era  de  todas  las  provincias  de  Quito,  el  cual  por 
ciertos  requerimientos  que  le  hizo  Sebastian  de  Benalcázar,  capi- 
tán del  Gobernador ,  vino  de  paz ,  y  porque  no  dio  tanto  oro  como 
le  pedían,  lo  quemaron  con  otros  muchos  caciques  y  principales, 
y  á  lo  que  yo  pude  entender,  su  intento  de  los  españoles  era  que 
no  quedase  señor  en  toda  la  tierra.  ítem,  que  los  españoles  reco- 
gieron mucho  número  de  indios  y  los  encerraron  en  tres  casas 
grandes,  cuantos  en  ellas  cupieron,  y  pegáronles  fuego  y  quemá- 
ronlos á  todos  sin  hacer  la  menor  cosa  contra  español  ni  dar  la 
menor  causa.  Y  acaeció  allí  que  un  clérigo  que  se  llama  Ocaña, 
sacó  un  muchacho  del  fuego  en  que  se  quemaba,  y  vino  allí  otro 
español  y  tomóselo  de  las  manos  y  lo  echó  en  medio  de  las  llamas, 
donde  se  hizo  ceniza  con  los  demás,  el  cual  dicho  español  que  así 
habia  echado  en  el  fuego  al  indio ,  aquel  mismo  día,  volviendo  al 
real ,  cayó  siíbítamente  muerto  en  el  camino  y  yo  fui  de  parecer 
que  no  lo  enterrasen.  ítem,  yo  afirmo  que  yo  mismo  vi  ante  mis 
ojos  á  los  españoles  cortar  manos ,  narices  y  orejas  á  indios  é  in- 
dias, sin  propósito,  sino  porque  se  les  antojaba  hacerlo,  y  en 


72 

tantos  lugares  y  partes  que  seria  largo  de  contar.  É  yo  vi  que 
los  españoles  les  echaban  perros  á  los  indios  para  que  los  hi- 
ciesen pedazos,  y  los  vi  asi  aperrear  á  muy  muchos.  Asimismo  vi 
yo  quemar  tantas  casas  y  pueblos,  que  no  sabria  decir  el  nú- 
mero, según  eran  muchos.  Asimismo  es  verdad  que  tomaban 
niños  de  teta  por  los  brazos ,  y  los  echaban  arrojadizos  cuanto 
podian,  y  otros  desafueros  y  crueldades,  sin  propósito,  que 
me  ponian  espanto,  con  otras  inumerables  que  vi,  que  se- 
rian largas  de  contar.  ítem,  vi  que  llamaban  á  los  caciques 
y  principales  indios  que  viniesen  de  paz  seguramente,  y 
prometiéndoles  seguro,  y  en  llegando,  luego  los  quemaban. 
Y  en  mi  presencia  quemaron  dos ,  el  uno  en  Andón  y  el  otro 
en  Túmbala,  y  no  fui  parte  para  se  k)  estorbar  que  no  los  que- 
masen con  cuanto  les  prediqué.  E  según  Dios  y  mi  conciencia 
cuanto  yo  puedo  alcanzar,  no  por  otra  causa,  si  no  por  estos  ma- 
los tratamientos,  como  claro  parece  á  todos,  se  alzaron  y  levanta- 
ron los.  indios  del  Perú,  y  con  mucha  causa  que  se  les  ha  dado. 
Porque  ninguna  verdad  les  han  tratado  ni  palabra  guardado, 
sino  que  contra  toda  razón  y  injusticia,  tiranamente  los  han 
destruido  con  toda  la  tierra,  haciéndoles  tales  obras,  que  han 
determinado  antes  morir  que  semejantes  obras  sufrir.  ítem, 
digo ,  que  por  la  relación  de  los  indios  hay  mucho  más  oro  escon- 
dido que  manifestado ,  el  cual  por  las  injusticias  y  crueldades 
que  los  españoles  hicieron  no  lo  han  querido  descubrir  ni  lo  des- 
cubrirán mientras  recibieren  tales  tratamientos ,  antes  querrán 
morir  como  los  pasados.  En  lo  cual  Dios,  nuestro  Señor,  ha  sido 
mucho  ofendido,  y  Su  Magestad  muy  deservido  y  defraudado  en 
perder  tal  tierra,  que  podia  dar  buenamente  de  comer  á  toda 
Castilla ,  la  cual  será  harto  dificultosa  y  costosa,  á  mi  ver,  de  la  re- 
cuperar.» Todas  estas  son  sus  palabras  del  dicl;o  religioso,  forma- 
les, y  vienen  también  firmadas  del  obispo  de  Méjico,  dando  tes- 
timonio de  que  todo  esto  afirmaba  el  dicho  padre  fray  Marcos. 
Háse  de  considerar  aqui  lo  que  este  padre  dice  que  vido,  porque 
fué  en  cincuenta  ó  cien  leguas  de  tierra ,  y  á  'nueve  ó  diez  años, 
porque  era  á  los  principios  y  habia  muy  pocos,  que  al  sonido  del 
oro  fueron  cuatro  ó  cinco  mil  españoles ,  y  se  extendieron  por 


73 

muchos  y  grandes  reinos  y  provincias ,  más  de  quinientas  y  sete- 
cientas leguas,  que  las  tienen  todas  asoladas,  perpetrando  las  di- 
chas obras  y  otras  más  fieras  y  cueles.  Verdaderamente,  desde 
entonces  acá  hasta  hoy ,  más  de  mil  veces  más  se  ha  destruido  y 
asolado  de  ánimas,  que  las  que  ha  contado,  y  con  menos  temor 
de  Dios  y  del  Rey  y  piedad  ha  destruido  grandísima  parte  del  li- 
naje humano.  Más  faltan  y  han  muerto  de  aquellos  reinos  hasta 
hoy  (y  que  hoy  también  los  matan),  en  obra  de  diez  años,  de  cuatro 
cuentos  de  ánimas.  Pocos  dias  há  que  acañaverearon  y  mataron  una 
gran  reina,  muger  de  Elingue,  el  que  quedó  por  rey  de  aquellos 
reinos ,  al  cual  los  cristianos  por  sus  tirauías  ,  poniendo  las  manos 
en  él  lo  hicieron  alzar  y  está  alzado,  y  tomaron  á  la  reina,  su 
muger,  y  contra  toda  justicia  y  razón  la  mataron  (y  aun  di- 
cen que  estaba  preñada)  solamente  por  dar  dolor  á  su  marido.  Si 
se  hubiesen  de  contar  las  particulares  crueldades  y  matanzas  que 
los  cristianos  en  aquellos  reinos  del  Perú  han  cometido,  y  cada 
dia  hoy  cometen ,  sin  duda  ninguna  serian  espantables,  y  tan- 
tas, que  todo  lo  que  hemos  dicho  de  las  otras  partes  se  oscure- 
ciese y  pareciese  poco,  según  la  cantidad  y  gravedad  de  ellas. 


DEL  NUEVO  REINO  DE  GRANADA. 

El  año  de  mil  y  quinientos  y  treinta  y  nueve  concurrieron 
muchos  tiranos ,  yendo  á  buscar  desde  Venezuela  y  desde  Santa 
Marta,  y  desde  Cartagena  el  Perú,  y  otros  que  del  mismo  Perú 
descendian  á  calar  y  penetrar  aquellas  tierras ,  y  hallaron  á  las 
es[)aldas  de  Santa  Marta  y  Cartagena  trescientas  leguas,  la  tierra 
dentro ,  unas  felicísimas  y  admirables  provincias ,  llenas  de  infi- 
nitas gentes  mansuetísimas  y  buenas  como  las  otras,  riquísimas 
también  de  oro  y  piedras  preciosas,  las  que  se  dicen  esmeraldas.  A 
las  cuales  provincias  pusieron  por  nombre  el  nuevo  reino  de  Gra- 
nada ,  porque  el  tirano  que  llegó  primero  á  estas  tierras  era  na- 
tural del  reino  que  acá  está  de  Granada.  Y  porque  muchos  inicuos 
y  crueles  hombres  de  los  que  allí  concurrieron  de  todas  partes 
eran  insigues  carniceros  y  derramadores  de  la  sangre  humana,  muy 


74 

acostumbrados  y  experimentados  en  los  grandes  pecados  susodi- 
chos en  muchas  partes  de  las  Indias,  por  eso  han  sido  tales  y 
tantas  sus  endemoniadas  obras,  y  las  circunstancias  y  calidades 
que  las  afean  y  agravian,  que  han  excedido  á  muy  muchas,  y 
aun  á  todas  las  que  los  otros  y  ellos  en  las  otras  provincias  han 
hecho  y  cometido.  De  infinitas  que  en  estos  tres  años  han  per- 
petrado y  que  agora  en  este  dia  no  cesan  de  hacer,  diré  algunas 
muy  brevemente  de  muchas ;  que  un  gobernador  ( porque  no  le 
quiso  admitir  el  que  en  el  dicho  nuevo  reino  de  Granada  robaba 
y  mataba,  para  que  él  robase  y  matase),  hizo  una  probanza  con- 
tra él  de  muchos  testigos ,  sobre  los  estragos  y  desafueros  y  ma- 
tanzas que  ha  hecho  y  hace,  la  cual  se  lej'ó  y  está  en  el  Consejo 
de  las  Indias.  Dicen  en  la  dicha  probanza  los  testigos,  que  es- 
tando todo  aquel  reino  de  paz  y  sirviendo  á  los  españoles ,  dándo- 
les de  comer  de  sus  trabajos  los  indios  continuamente ,  y  ha- 
ciéndoles labranzas  y  haciendas ,  y  trayéndoles  mucho  oro  y 
piedras  preciosas ,  esmeraldas  y  cuanto  tenian  y  podian ,  repar- 
tidos los  pueblos  y  señores  y  gente  dellos  por  los  españoles 
(que  es  todo  lo  que  pretenden  por  medios  para  alcanzar  su 
fin  último ,  que  es  el  oro),  y  puestos  todos  en  la  tiranía  y  servi- 
dumbre acostumbrada,  el  tirano,  capitán  principal  que  aquella 
tierra  mandaba,  prendió  al  señor  y  rey  de  todo  aquel  reino,  y 
tüvolo  preso  seis  ó  siete  meses,  pidiéndole  oro  y  esmeraldas, 
sin  otra  causa  ni  razón  alguna.  El  dicho  rey ,  que  se  llamaba 
Bogotá,  por  el  miedo  que  le  pusieron  dijo  que  él  daria  una  casa 
de  oro  que  le  pedían ,  esperando  de  soltarse  de  las  manos  de 
quien  asi  lo  afligia,  y  envió  indios  á  que  le  trajesen  oro,  y  por 
veces  trajeron  mucha  cantidad  de  oro  y  piedras,  pero  porque  no 
daba  la  casa  de  oro  decíanlos  españoles  que  lo  matasen,  pues 
no  cumplia  lo  que  habia  prometido.  El  tirano  dijo  que  se  lo 
pidiesen  por  justicia  ante  él  mismo;  pidiéronlo  así  por  demanda 
acusando  al  dicho  rey  de  la  tierra ,  él  dio  sentencia  condenán- 
dole á  tormentos  si  no  diese  la  casa  de  oro.  Dánle  el  tormento  del 
tracto  de  cuerda,  echábanle  sebo  ardiendo  en  la  barriga,  póneule 
á  cada  pié  una  herradura  hincada  en  un  palo  y  el  pescuezo  atado 
á  otro  palo ,  y  dos  hombres  que  le  tenian  las  manos ,  y  asi  le  pe- 


75 

gabán  fuego  á  los  pies ,  y  entraba  el  tirano  de  rato  en  rato  y  le 
decia  que  asi  le  había  de  matar  poco  á  poco  á  tormentos,  si  no  le 
daba  el  oro.  Y  asi  lo  cumplió,  y  mató  al  dicho  señor  con  los  tor- 
mentos, y  estando  atormentándolo,  mostró  Dios  señal  de  que  detes- 
tabaaquellas  crueldades,  en  quemarse  todo  el  pueblo  donde  las  per- 
petraban. Todos  los  otros  españoles,  por  imitar  á  su  buen  capitán, 
y  porque  no  saben  otra  cosa  sino  despedazar  aquellas  gentes, 
hicieron  lo  mismo,  atormentando  con  diversos  y  fieros  tormentos 
cada  uno  al  cacique  y  señor  del  pueblo  ó  pueblos  que  tenian  en- 
comendados; estándoles  sirviendo  dichos  señores  con  todas  sus 
gentes,  y  dándoles  oro  y  esmeraldas  cuanto  podian  y  tenian, 
y  sólo  los  atormentaban  porque  les  diesen  más  oro  y  piedras  de 
lo  que  les  daban ,  y  asi  quemaron  y  despedazaron  todos  los  se- 
ñores de  aquella  tierra.  Por  miedo  de  las  crueldades  agregiaa 
que  uno  de  los  tiranos  particulares  en  los  indios  hacia  ,  se  fue- 
ron á  los  montes,  huyendo  de  tanta  inhumanidad ,  un  gran  señor 
que  se  llamaba  Daytama,  con  mucha  gente  de  la  suya,  porque  esto 
tienen  por  remedio  y  refugio  (si  les  valiese),  y  á  esto  llaman  los 
españoles  levantamientos  y  rebelión.  Sabido  por  el  capitán,  prin- 
cipal tirano ,  envia  gente  el  dicho  hombre  cruel  (por  cuya  fero- 
cidad los  indios  que  estaban  paciflcos  y  sufriendo  tan  grandes 
tiranías  y  maldades  se  hablan  ido  á  los  montes),  el  cual  fué  á 
buscarlos,  y  porque  no  basta  esconderse  en  las  entrañas  de  la 
tierra,  hallaron  gran  cantidad  de  gente,  y  mataron  y  despedaza- 
ron más  de  quinientas  ánimas,  hombres  y  mugeres  y  niños, por- 
que á  ningún  género  perdonaban,  y  aun  dicen  los  testigos,  que 
el  mismo  señor  Daytama  habia,  antes  que  la  gente  le  matasen, 
venido  al  dicho  cruel  hombre  y  le  habia  traido  cuatro  ó  cinco  mil 
castellanos,  y  no  obstante  esto,  hizo  el  estrago  susodicho.  Otra 
vez,  viniendo  á  servir  mucha  cantidad  de  gente  á  los  españoles  y 
estando  sirviendo  con  la  humildad  y  simplicidad  que  suelen,  se- 
guros ,  vino  el  capitán  una  noche  á  la  ciudad  donde  los  indios 
servían,  y  mandó  que  á  todos  aquellos  indios  los  metiesen  á  es- 
pada, estando  dellos  durmiendo  y  dellos  cenando  y  descan- 
sando de  los  trabajos  del  dia.  Esto  hizo  porque  le  pareció  que 
era  bien  hacer  aquel  estrago  para  entrañar  su  temor  en  todasi 


76  . 

las  gentes  de  aquella  tierra.  Otra  vez  mandó  el  capitán  tomar  ju- 
ramento á  todos  los  españoles ,  cuántos  caciques  y  principales  y 
gente  común  cada  uno  tenia  en  el  servicio  de  su  casa ,  y  que 
luego  los  trajesen  á  la  plaza,  y  allí  les  mandó  cortar  á  todos  las  ca- 
bezas donde  mataron  cuatrocientas  ó  quinientas  ánimas,  y  dicen  los 
testigos  que  desta  manera  pensaba  apaciguar  la  tierra.  De  cierto 
tirano  particular  dicen  los  testigos  que  hizo  grandes  crueldades, 
matando  y  cortando  muchas  manos  y  narices  á  hombres  y  muge- 
res,  destruyendo  muchas  gentes.  Otra  vez,  envió  el  capitán  al 
mismo  cruel  hombre  con  ciertos  españoles  á  la  provincia  de  Bo- 
gotá á  hacer  pesquisa  de  quién  era  el  señor  que  habia  sucedido 
en  aquel  señorío ,  después  que  mató  á  tormentos  al  señor  univer- 
sal ,  y  anduvo  por  muchas  leguas  de  tierra ,  prendiendo  cuantos 
indios  podia  haber ,  y  porque  no  le  decian  quién  era  el  señor  que 
habia  sucedido ,  á  unos  les  cortaba  las  manos  y  á  otros  hacia 
echar  á  los  perros  bravos,  que  los  despedazaban,  asi  hombres  como 
mugeres,  y  desta  manera  mató  y  destruyó  muchos  indios  ó  indias. 
Y  un  dia,  al  cuarto  del  alba,  fué  á  dar  sobre  unos  caciques  ó  capita- 
nes y  gente  mucha  de  indios ;  que  estaban  en  paz  y  seguros,  que 
les  habia  asegurado  y  dado  la  fe  de  que  no  recibirian  mal  ni  daño, 
por  la  cual  seguridad  se  salieron  de  los  montes  donde  estaban  es- 
condidos á  poblar  á  lo  raso ,  donde  tenian  su  pueblo,  y  así,  estando 
descuidados  y  con  confianza  de  la  fe  que  les  habian  dado,  prendió 
mucha  cantidad  de  gente,  mugeres  y  hombres,  y  lesmandaba  poner 
la  mano  tendida  en  el  suelo,  y  él  mismo  con  un  alfange  les  cortaba 
las  manos,-  y  decíales  que  aquel  castigo  les  hacia  porque  no  le  que- 
rían decir  dónde  estaba  el  señor  nuevo  que  en  aquel  reino  habia 
sucedido.  Otra  vez,  porque  no  le  dieron  un  cofre  lleno  de  oro  los 
indios,  que  les  pidió  este  cruelcapitan ,  envió  gente  á  hacer  guer- 
ra, donde  mataron  infinitas  ánimas ,  y  cortaron  manos  y  narices  á 
mugeres  y  á  hombres  que  no  se  podrían  contar,  y  á  otros  echaron 
á  perros  bravos,  que  los  comían  y  despedazaban.  Otra  vez, 
viendo  los  indios  de  una  provincia  de  aquel  reino  que  habian 
quemado  los  españoles  tres  ó  cuatro  señores  principales,  de  mie- 
do se  fueron  á  un  peñón  fuerte  para  se  defender  de  enemigos 
que  tanto  carecían  de  entrañas  de  hombres;  y  serian  en  el  peñón 


77 

y  habría  (según  dicen  los  testigos)  cuatro  ó  cinco  mil  indios.  Envía 
el  capitán  susodicho  á  un  grande  y  señalado  tirano  (que  á  muchos 
de  los  que  de  aquellas  partes  tienen  cargo  de  asolar  hace  ven- 
taja) con  cierta  gente  de  españoles  para  que  castigase ,  diz  que 
los  indios  alzados  que  huían  de  tan  gran  pestilencia  y  carnicería, 
como  si  hubieran  hecho  alguna  injusticia,  y  á  ellos  pertenecía 
hacer  el  castigo  y  tomar  la  venganza,  siendo  dignos  ellos  de  todo 
crudelisimo  tormento ,  sin  misericordia ,  pues  tan  ajenos  son  de- 
Ua  y  de  piedad,  como  aquellos  inocentes.  Idos  los  españoles  al 
peñón ,  sílbenlo  por  fuerza ,  como  los  indios  sean  desnudos  y  sin 
armas,  y  llamando  los  españoles  á  los  indios  de  paz,  y  que  les 
aseguraban  que  no  los  harían  mal  alguno,  que  no  peleasen, 
luego  los  indios  cesaron ;  manda  el  crudelisimo  hombre  á  los 
españoles  que  tomasen  todas  las  fuerzas  del  peñón ,  y  toma- 
das, que  diesen  en  los  indios.  Dan  los  tigres  y  leones  en  las 
ovejas  mansas,  y  desbarrigan  y  meten  á  espada  tantos,  que 
se  pararon  á  descansar,  tantos  eran  los  que  habían  hecho 
pedazos.  Después  de  haber  descansado  un  rato  mandó  el  capitán 
que  matasen  y  despeñasen  del  peñón  abajo,  que  era  muy  alto, 
toda  la  gente  que  viva  quedaba,  y  así  la  despeñaron  toda;  y  dicen 
los  testigos  que  veían  manada  de  indios  echados  del  peñón  abajo 
de  setecientos  hombres  juntos  que  caían ,  donde  se  hacían  peda- 
zos. Y  por  consumar  del  todo  su  gran  crueldad,  rebuscaron  todos 
los  indios  que  se  habían  escondido  entre  las  matas ,  y  mandó  que 
á  todos  les  diesen  de  estocadas ,  y  asi  los  mataron  y  echaron  de 
las  peñas  abajo.  Aún  no  quiso  contentarse  con  las  cosas  tan 
crueles  ya  dichas ,  pero  quiso  señalarse  más  y  aumentar  la  hor- 
ribilidad  de  sus  pecados ,  en  que  mandó  que  todos  los  indios  é 
indias  que  los  particulares  habían  tomado  vivos  (porque  cada 
uno  en  aquellos  estragos  suele  escoger  algunos  indios  y  indias,  y 
muchachos  para  servirse),  los  metiesen  en  una  casa  de  paja  (esco- 
gidos y  dejados  los  que  mejor  le  parecieron  para  su  servicio)  y 
les  pegasen  fuego,  y  asi  los  quemaron  vivos,  que  serian  obra  de 
cuarenta  ó  cincuenta.  Otros  mandó  echar  á  los  perros  bravos, 
que  los  despedazaron  y  comieron.  Otra  vez,  este  mismo  tirano, 
fué  á  cierto  pueblo  que  se  llamaba  Cota,  y  tomó  muchos  indios, 


78 

y  hizo  despedazar  á  los  perros  quince  ó  veinte  señores  y  princi- 
pales, y  cortó  mucha  cantidad  de  manos  de  mugeres  y  hombres, 
y  las  ató  en  unas  cuerdas  y  las  puso  colgadas  de  un  palo  á  la 
luenga,  porque  viesen  los  otros  indios  lo  que  habia hecho  á aque- 
llos ,  en  que  habría  setenta  pares  de  manos ,  y  cortó  muchas  na- 
rices á  mugeres  y  á  niños.  Las  hazañas  y  crueldades  deste  hom- 
bre, enemigo  de  Dios,  no  las  podria  alguno  explicar,  porque  son 
innumerables  y  nunca  tales  oidas  ni  vistas ,  ha  hecho  en  aquella 
tierra  y  en  la  provincia  deBuatimala,  y  donde  quiera  que  ha 
estado,  porque  há  muchos  años  que  anda  por  aquellas  tierras 
haciendo  aquestas  obras,  y  abrasando  y  destruyendo  aquellas 
gentes  y  tierras.  Dicen  más  los  testigos  en  aquella  probanza,  que 
han  sido  tantas  y  tales  y  tan  grandes  las  crueldades  y  muertes 
que  se  han  hecho  y  se  hacen  hoy  en  el  dicho  nuevo  reino  de  Gra- 
nada ,  por  sus  personas  los  capitanes ,  y  consentido  hacer  á  todos 
aquellos  tiranos  y  destruidores  del  género  humano  que  con  él  es- 
taban ,  que  tienen  toda  la  tierra  asolada  y  perdida  y  que  si  Su 
Magostad  con  tiempo  no  lo  manda  remediar  (según  la  matanza 
en  los  indios  se  hace  solamente  por  sacarles  el  oro  que  no  tienen, 
porque  todo  lo  que  tenían  lo  han  dado),  que  se  acabará  en  poco  de 
tiempo,  que  no  haya  indios  ningunos  para  sustentar  la  tierra,  y 
quedará  toda  yerma  y  despoblada.  Débese  aquí  notar  la  cruel  y 
pestilencial  tiranía  de  aquellos  infelices  tíranos;  cuan  recia  y 
vehemente  y  diabólica  ha  sido ,  que  en  obra  de  dos  años  ó  tres 
que  há  que  aquel  reino  se  descubrió,  que  (según  todos  los  que 
en  él  han  estado  y  los  testigos  de  dicha  probanza  dicen)  estaba  el 
más  poblado  de  gente  que  podía  sor  tierra  en  el  mundo ,  lo  hayan 
todo  muerto  y  despoblado  tan  sin  piedad  y  temor  de  Dios  y  del 
rey,  que  digan  que  si  en  breve  Su  Magostad  no  estorba  aquellas 
infernales  obras  no  quedará  hombre  vivo  ninguno.  Y  asi  lo  creo 
yo,  porque  muchas  y  grandes  tierras  en  aquellas  partes,  y  visto 
por  mis  mismos  ojos  que  en  muy  breves  dias  las  han  destruido  y 
del  todo  despoblado.  Hay  otras  provincias  grandes  que  confinan 
con  las  partes  del  dicho  nuevo  reino  de  Granada,  que  se  llaman 
Popayán  y  Cali,  y  otras  tres  ó  cuatro  que  tienen  más  de  quinientas 
leguas  las  han  asolado  y  destruido  por  las  maneras  que  esas  otras, 


79 

robando  j  matando  con  tormentos  y  con  los  desafueros  susodichos 
las  gentes  dellas,  que  eran  infinitas,  porque  la  tierra  es  felicísima; 
y  dicen  los  que  agora  vienen  de  allá  que  es  una  lástima  grande 
y  dolor  ver  tantos  y  tan  grandes  pueblos  quemados  y  asolados, 
como  vian  pasando  por  ellos ,  que  donde  habia  pueblo  de  mil  y 
dos  mil  vecinos  no  hallaban  cincuenta,  y  otros  totalmente  abra- 
sados y  despoblados.  Y  por  muchas  partes  hallaban  ciento  y  dos- 
cientas leguas,  y  trescientas  todas  despobladas,  quemadas  y 
destruidas  grandes  poblaciones.  Y,  finalmente,  porque  desde  los 
reinos  del  Perú ,  por  la  parte  de  la  provincia  del  Quito ,  penetraron 
grandes  y  crueles  tiranos  hacia  el  dicho  nuevo  reino  de  Granada, 
y  Popayán,  y  Calí,  por  la  parte  de  Cartagena  y  Tizaba;  y  de 
Cartagena  otros  malaventurados  tiranos  fueron  á  salir  al  Quito,  y 
después  otros  por  la  parte  del  rio  de  San  Juan ,  que  es  á  la  costa 
del  Sur  (todos  los  cuales  se  vinieron  á  juntar),  han  estirpado  y 
despoblado  más  de  seiscientas  leguas  de  tierra ,  echando  aquellas 
tan  inmensas  ánimas  á  los  infiernos,  haciendo  lo  mismo  el  dia  de 
hoy  á  las  gentes  míseras,  aunque  inocentes,  que  quedan.  Y 
porque  sea  verdadera  la  regla  que  al  principio  dije,  que  siempre 
fué  creciendo  la  tiranía,  y  violencias,  y  injusticias  délos  españo- 
les contra  aquellas  ovejas  mansas,  en  crueza,  inhumanidad  y  mal- 
dad lo  que  agora  en  las  dichas  provincias  se  hace,  entre  otras  cosas, 
dignísimas  de  todo  fuego  y  tormento,  es  lo  siguiente:  Después 
de  las  muertes  y  estragos  de  las  guerras ,  ponen ,  como  he  dicho, 
las  gentes  en  la  horrible  servidumbre  arriba  dicha,  y  encomiendan 
á  los  diablos  auno  doscientos,  y  á  otro  trescientos  indios.  El 
diablo  comendero  diz  que  hace  llamar  cien  indios  ante  sí ,  luego 
vienen  como  unos  corderos,  reunidos  hace  cortar  las  cabezas  á 
treinta  ó  cuarenta  dellos ,  y  dice  á  los  otros ,  lo  mismo  os  tengo 
de  hacer  si  no  me  servís  bien,  ó  si  os  vais  sin  mi  licencia.  Consi- 
dérese agora  por  Dios ,  por  los  que  esto  leyeren ,  qué  obra  es  esta 
y  si  excede  á  toda  crueldad  y  injusticia  que  pueda  ser  pensada,  y 
si  les  cuadra  bien  á  los  tales  cristianos  llamarlos  diablos,  y  si 
seria  más  encomendar  los^ indios  á  los  diablos  del  infierno,  que  es 
encomendarlos  á  los  cristianos  de  las  Indias.  Pues  otra  obra  diré, 
que  no  sé  cuál  sea  más  cruel,  y  más  infernal,  y  más  llena  de  fe- 


80 

rocidad  de  fieras  bestias,  ó  ella,  ó  la  que  agora  se  dijo.  Ya  está 
dicho  que  tienen  los  españoles  de  las  Indias  enseñados  y  amaes- 
trados perros  bravísimos  y  ferocísimos  para-matar  y  despedazar 
los  indios ;  sepan  todos  los  que  son  verdaderos  cristianos ,  y  aun 
los  que  no  lo  son,  si  se  oyó  en  el  mundo  tal  obra,  que  para  man- 
tener los  dichos  perros  traen  muchos  indios  en  cadenas  por  los 
caminos,  que  andan  como  si  fueran  manadas  de  puercos,  y  matan 
dellos  y  tienen  carnecería  pública  de  carne  humana ;  y  dícense 
unos  á  otros:  «préstame  un  cuarto  de  un  bellaco  de  esos  para 
dar  de  comer  á  mis  perros  hasta  que  yo  mate  á  otro , »  como  si 
prestasen  cuartos  de  puerco  ó  de  carnero.  Hay  otros  que  se  van 
á  caza  las  mañanas  con  sus  perros,  y  volviéndose  á  comer,  pre- 
guntados cómo  les  ha  ido,  responden,  «bien  me  ha  ido,  porque 
obra  de  quince  ó  veinte  bellacos  dejo  muertos  con  mis  perros.» 
Todas  estas  cosas  y  otras  diabólicas  vienen  agora  probadas  en 
procesos  que  han  hecho  unos  tiranos  contra  otros ,  que  puede  ser 
más  fea,  ni  fiera,  ni  inhumana  cosa.  Con  esto  quiero  acabar  hasta 
que  vengan  nuevas  de  más  agregias  en  maldad  (si  más  que  estas 
pueden  ser),  cosas,  ó  hasta  que  volvamos  allá  á  verlas  de  nuevo, 
como  cuarenta  y  dos  años  há  que  las  vemos  por  los  ojos  sin  cesar, 
protestando  en  Dios  y  en  mi  conciencia ,  que  según  creo  y  tengo 
por  cierto,  que  tantas  son  las  perdiciones,  daños,  destruicioues, 
despoblaciones,  estragos,  muertes  y  muy  grandes  crueldades, 
horribles  y  especies  feísimas  dellas,  violencias,  injusticias  y  ro- 
bos ,  y  matanzas  que  en  aquellas  gentes  y  tierras  se  han  hecho 
(y  aún  se  hacen  hoy  en  todas  aquellas  partes  de  las  Indias)  que 
en  todas  cuantas  cosas  he  dicho,  y  cuanto  lo  he  encarecido,  no  he 
dicho  ni  encarecido  ,  en  calidad  ni  en  cantidad,  de  diez  mil  partes 
(de  lo  que  se  ha  hecho  y  se  hace  hoy)  una.  Y  para  que  más  com- 
pasión cualquiera  cristiano  haya  de  aquellas  inocentes  naciones, 
y  de  su  perdición  y  condenación  más  se  duela  y  más  culpe  y 
abomine  y  deteste  la  codicia  y  ambición  y  crueldad  de  los  espa- 
ñoles, tengan  todos  por  verdadera  esta  verdad  con  las  que  arriba 
he  afirmado,  que  después  que  se  descubrieron  las  Indias  no  hi- 
cieron mal  á  cristiano  sin  que  primero  hubiesen  recibido  males  y 
robos  y  traiciones  dellos.  Antes  siempre  los  estimaban  por  in- 


81 

mortales  y  venidos  del  cielo ,  y  como  á  tales  los  recibian ,  hasta 
que  sus  obras  testificaban  quién  eran  y  qué  pretendían.  Otra  cosa 
es  bien  añadir,  que  hasta  hoy,  desde  sus  principios ,  no  se  ha  te- 
nido más  cuidado  por  los  españoles  de  procurar  que  les  fuese 
predicada  la  fe  de  Jesucristo  á  aquellas  gentes  que  si  fueran  per- 
ros ú  otras  bestias ;  antes  han  prohibido  de  principal  intento  á  los 
religiosos  con  muchas  aflicciones  y  persecuciones  que  les  han 
causarlo,  que  no  les  predicasen,  porque  les  parecía  que  era  impe- 
diniento  para  adquirir  el  oro  y  riquezas  que  les  prometían  sus 
codicias,  y  hoy  en  todas  las  ludias  no  hay  más  conocimiento  de 
Dios,  si  es  de  palo,  ó  de  cielo  ó  de  tierra,  que  hoy  há  cien  años 
entre  aquellas  gentes ,  si  no  es  en  la  nueva  Kspaña  donde  han  an- 
dado religiosos,  que  es  un  rinconcillo  muy  chico  de  las  ludias,  y 
así  han  perecido  y  perecen  todos  sin  fe  y  sin  sacramentos.  He  in- 
ducido yo,  fray  Bartolomé  de  las  Casas  ó  Casaus,  fraile  de  Santo 
Domingo ,  que  por  la  misericordia  de  Dios  ando  en  esta  corte  de 
España  procurando  echar  el  infierno  de  las  Indias  y  que  aquellas 
infinitas  muchedumbres  de  ánimas  redimidas  por  la  sangre  de 
Jesucristo  no  perezcan  sin  remedio  para  siempre,  sino  que  conoz- 
can á  su  Criador  y  se  salven,  y  por  compasión  que  hé  de  mi  pa- 
tria, que  es  Castilla,  no  la  destruya  Dios  por  tan  grandes  peca- 
dos contra  su  fe  y  honra  cometidos,  y  en  los  prógimos  por  algunas 
personas  notables ,  celosas  de  la  honra  de  Dios  y  compasivas  de 
las  aflicciones  y  calamidades  ajenas,  que  residen  en  esta  corte, 
aunque  yo  me  lo  tenia  en  propósito  y  no  lo  habia  puesto  por  obra 
por  mis  continuas  ocupaciones.  Acábela  en  Valencia  á  ocho  de 
diciembre  de  mil  y  quinientos  y  cuarenta  y  dos  años,  cuando 
tienen  la  fuerza  y  están  en  su  colmo  actualmente  todas  la  violen- 
cias, opresiones,  tiranías,  matanzas,  robos  y  destruiciones,  es- 
tragos, despoblaciones  ,  angustias  y  calamidades  susodichas,  en 
todas  las  partes  donde  hay  cristianos  de  las  Indias.  Puesto  que  en 
unas  partes  son  más  fieras  y  abominables  que  en  otras;  Méjico  y 
su  comarca  está  un  poco  menos  malo,  ó  donde  al  menos  no  se  osa 
hacer  públicamente,  porque  allí,  y  no  en  otra  parte,  hay  alguna 
justicia  (aunque  muy  poca),  porque  allí  también  los  matan  con 
infernales  tributos.  Tengo  grande  esperanza  que  porque  el  Empera- 
Tomo  l.XXI.  6 


82 

dor  y  Rey  de  España,  nuestro  señor,  D.  Garlos,  quinto  deste  nom- 
bre, va  entendiendo  las  maldades  y  traiciones  que  en  aquellas  gen- 
tes y  tierras ,  contra  la  voluntad  de  Dios  y  suya  se  hacen  y  han 
hecho  (porque  hasta  agora  se  le  ha  encubierto  siempre  la  verdad 
industriosamente),  que  ha  de  estirpar  tantos  males  y  ha  de  reme- 
diar aquel  nuevo  mundo  que  Dios  le  ha  dado,  como  amador  y  cul- 
tor que  es  de  justicia ,  cuya  gloriosa  y  felice  vida  y  imperial  es- 
tado ,  Dios  Todo  poderoso ,  para  remedio  de  toda  su  universal 
Ig^lesia  y  final  salvación  propia  de  su  real  ánima,  por  largos  tiem- 
pos Dios  prospere.  Amen. 

Después  de  escrito  lo  susodicho  fueron  publicadas  ciertas  leyes 
y  ordenanzas  que  Su  Majestad,  por  aquel  tiempo,  hizo  en  la  ciu- 
dad de  Barcelona,  ano  de  mil  y  quinientos  y  cuarenta  y  dos,  por 
el  mes  de  Noviembre,  en  la  villa  de  Madrid,  el  año  siguiente,  por 
las  cuales  se  puso  la  orden ,  que  por  entonces  pareció  convenir, 
para  que  cesasen  tantas  maldades  y  pecados  que  contra  Dios  y 
los  prógimos  y  en  total  acabamiento  y  perdición  de  aquel  orbe 
convenia.  Hizo  las  dichas  leyes  Su  Majestad  después  de  muchos 
ayuntamientos  de  personas  de  gran  autoridad ,  letras  y  concien- 
cia ,  y  disputas  y  conferencias  en  la  villa  de  Valladolid.  Y,  final- 
mente ,  con  acuerdo  y  parecer  de  todos  los  más  que  dieron  por 
escrito  sus  votos  y  más  cercanos  se  hallaron  de  las  reglas  de  la 
ley  de  Jesucristo ,  como  verdaderos  cristianos ,  y  también  libres 
de  la  corrupción  y  ensuciamientos  de  los  tesoros  robados  de  las 
Indias ,  ios  cuales  ensuciaron  las  manos  y  más  las  ánimas  de  mu- 
chos que  entonces  las  mandaban,  de  donde  procedió  la  ceguedad 
suya  para  que  las  destruyesen  sin  tener  escrúpulo  alguno  dello. 
Publicadas  estas  leyes ,  hicieron  los  hacedores  de  estos  tiranos, 
que  entonces  estaban  en  la  corte ,  muchos  treslados  dellas  (como 
á  todos  les  pesaba  porque  parecía  que  se  les  cerraban  las  puertas 
de  participar  lo  robado  y  tiranizado),  y  enviáronlos  á  diversas  par- 
tes de  las  Indias.  Los  que  allá  tenian  cargo  de  las  robar,  acabar 
y  consumir  con  sus  tiranías,  como  nunca  tuvieron  jamás  orden, 
sino  toda  la  desorden  que  pudiera  poner  Lucifer ,  cuando  vieron 
los  treslados,  antes  que  fuesen  los  jueces  nuevos  que  los  hablan 
de  ejecutar ,  conociendo  (á  lo  que  se  dice  y  se  cree)  de  los  que 


83 

acá  hasta  entonces  los  habían  en  sus  pecados  y  violencias  susten- 
tado que  lo  debían  hacer,  alborotáronse  de  tal  manera,  que 
cuando  fueron  los  buenos  jueces  á  las  ejecutar,  acordaron  de 
(como  habian  perdido  á  Dios  el  amor  y  temor),  perder  la  vergüenza 
y  obediencia  á  su  Rey.  Y  asi  acordaron  de  tomar  por  renombre 
traidores,  siendo  crudelísimos  y  desenfrenados  tiranos,  señalada- 
mente en  los  reinos  del  Perú,  donde  hoy,  que  estamos  en  el  año 
de  mil  y  quinientos  y  cuarenta  y  seis,  se  cometen  tan  horribles 
y  espantables  y  nefarias  obras,  cuales  nunca  se  hicieron  ni  en  las 
Indias  ni  en  el  mundo,  no  sólo  en  los  indios,  los  cuales  ya  todos 
ó  cuasi  todos  los  tienen  muertos ,  y  á  aquellas  tierras  dellos  des- 
pobladas; pero  en  si  mismos  unos  á  otros,  con  justo  juicio  de 
Dios,  que  pues  no  ha  habido  justicia  del  Rey  que  los  castigue, 
viniese  del  cielo  permitiendo  que  unos  fuesen  de  otros  verdugos. 
Con  el  favor  de  aquel  levantamiento  de  aquellos  en  todas  las  otras 
partes  de  aquel  mundo,  no  han  querido  cumplir  las  leyes,  y  con 
color  de  suplicar  dellas  están  tan  alzados  como  los  otros  porque 
se  les  hace  de  mal  dejar  los  estados  y  haciendas  usurpadas  que 
tienen  y  abrir  mano  de  los  indios  que  tienen  en  perpetuo  cauti- 
verio. Donde  han  cesado  de  matar  con  espadas ,  de  presto  mátan- 
los  con  servicios  personales  y  otras  vejaciones  injustas  y  intolera- 
bles, su  poco  á  poco ,  y  hasta  agora  no  es  poderoso  el  Rey  para 
lo  estorbar,  porque  todos,  chicos  y  grandes,  andan  á  robar,  unos 
más  otros  menos  ,  unos  pública  y  abierta ,  otros  secreta  y  paliada- 
mente,  y  con  color  de  que  sirven  al  Rey  deshonran  á  Dios  y  ro- 
ban y  destruyen  al  Rey. 

Fué  impresa  la  presente  obra  en  la  muy  noble  y  muy  leal  ciudad  de  Sevilla, 
en  casa  de  Sebastian  Trujillo,  impresor  de  libros.  A  nuestra  Señora  de  Gracia, 
año  de  mil  y  quinientos  y  cincuenta  y  dos. 


ISTORIA  SUMARIA 

\  antCION  BRnlSIMA  l  verdadera  de  lO  QDE  VIO  V  ESCRIBIÓ 

EL  RE6EREN00  PADRE 

FRAY  BARTOLOMÉ  DE  LA  PEÑA 

DE    LA    ORDEN    DE    LOS    PREDICADORES, 
DE  LA  LAMENTABLE  Y  LASTIMOSA  DESTRUIGION  DE  LAS  INDIAS, 

ISLAS  ¥  TIERRA  FIHME  DEL  MAR  DEL  NORTE. 


AÑO   DE   M.    T   D.    Y   XL.    Y    IIX. 


PROHEMIAL. 


Introducción  en  que  primero  requenta  las  birtudes,  propie- 
dades y  excelencias  y  naturales  ynclinaciones  de  los  indios,  y 
su  manera  de  bivir,  bestir,  comer  y  dormir,  y  su  simplicidad 
é  ynocencia,  y  en  qué  tiempo  se  descubrieron  las  Indias,  y  fue- 
ron primero  á  ser  despobladas  de  los  españoles  y  cristianos,  y 
robadas,  y  sus  moradores  y  naturales  ubieron  de  ser  muertos 
y  destruidos. 


Descubriéronse  las  Indias  en  el  año  del  adbenimiento  del  Se- 
ñor, de  mil  y  quatrocientos  y  noventa  y  dos,  y  fuéronse  á  poblar 
de  cristianos  españoles  cinco  años  más  andados  adelante,  conbiene 
á  saber ,  año  de  mil  y  quinientos  y  nobenta  y  siete;  pasaron  pues  á 
ellas  ciertos  españoles ,  y  la  primera  tierra  donde  entraron  para 
hecho  de  la  poblar,  fué  la  grande  y  populosa  ysla  Española,  que 
tiene  seiscientas  leguas  de  largo  y  de  ancho,  y  otras  muchas  yslas 
y  probincias  al  rrededor ;  y  yo,  cierto,  las  vi  tan  pobladas  y  llenas 
de  jente  que  puede  ser  tierra  en  el  uniberso;  y  la  tierra  firme ,  que 
está  de  la  otra  parte  de  esta  ysla ,  tiene  por  lo  más  cercano  cin- 
quenta  leguas  de  costa  de  mar,  y  ocho  mil  descubiertas,  y  de 
cada  dia  se  descubren  más,  que  son  como  una  colmena  de  abejas, 
tantos  son  los  naturales  dellas,  que  en  sólo  lo  que  se  a  descu- 
bierto desde  entonces  hasta  el  año  de  mil  y  quinientos  y  quarenta, 
parece  que  puso  Nuestro  Señor  en  ellas  todo  el  golpe  ú  la  mayor 
parte  del  linaje  umano  y  á  esta  ynñnidad  de  jentes ,  y  de  tal  jéne- 
ro,  crió  nuestro  Dios  las  más  simples  y  apartadas  de  maldades  y 
dobleces  y  codicia  que  á  toda  esta  criatura  de  la  unibersal  rredon- 
dez ,  obedientisimas  y  leales  á  sus  señores  y  muy  umildes  á  los 
cristianos  que  sirben ,  pacientes,  pacíficos,  mansos,  quietos,  sose- 
gados y  sin  rencillas  ,  no  bindicatibos  ni  bulliciosos,  é  sin  rren- 


88 

cores;  así  mesmo  son  la  jeute  más  delicada,  flaca  y  de  tierna  com- 
plision ,  y  menos  sufridores  de  trabajo ,  y  que  más  presto  mueren 
de  qual quiera  dolencia  ú  enfermedad;  y  asi  los  hijos  de  los  prín- 
cipes y  grandes  señores  que  allá  llaman  caciques,  como  los  otros 
tales  son  los  indios,  que  acá  los  más  criados  en  toda  delicadeza  y 
regalo  que  puede  ser  no  lo  son  más,  y  los  que  menos  le  agradan 
bienes  de  fortuna ,  que  ni  los  quieren  ni  se  trabajan  por  abellos; 
su  comer  es  por  estremo  poco  y  cosa  no  creedera  y  marabillosa 
de  onbres,  que  con  tan  poca  blanda  bivan  y  se  sustenten,  y  que 
puedan  engendrar ;  esto  les  haze  morir  presto,  y  ser  para  tan 
poco  trabajo ;  su  bestir  comunmente  es  cueros  de  fieras  animalias 
que  disformes  y  de  muchas  maneras  ay  en  aquellas  partes,  los 
más  gruesos  que  pueden  aber,  y  con  ellos  cúbrense  bien  sus  ber- 
güeucas,  otros  con  una  manta  de  algodón  quadrada,  de  bara  y 
media  de  ancho  y  de  largo;  sus  camas  son  en  unas  esteras, 
quando  mucho ,  como  redes  colgadas  de  la  pared ,  que  en  su  len- 
gua llaman  hamacas,  y  así  mesmo,  limpidísimos  en  su  trata- 
miento ,  bibos  de  entendimiento  y  de  subtiles  y  claros  ingenios, 
ábiles  y  á  maravilla  y  dispuestos  para  rescibir  qualquiera  doc- 
trina, ende  más  el  enseñamiento  de  nuestra  santa  fe.  que  pro- 
viene de  ser  dotados  de  buenas  y  birtuosas  ynclinaciones  natural- 
mente, y  así  lo  son  sus  costumbres,  y  tan  ymportunos  desque  una 
bez  á  gustar  comiencan  de  la  suavísima  miel  de  la  predicación  de 
nuestra  creencia,  y  á  preguntar  y  á  querer  saber  sus  misterios, 
que  digo,  cierto,  que  a  menester  los  rrelijiosos  para  los  sufrir  es- 
pecial gracia  de  Dios,  Nuestro  Señor;  finalmente,  e  oído  decir  á 
españoles  que  más  tiempo  les  tratan,  que,  cierto ,  ellos  no  podían 
negar  su  bondad  y  birtud,y  que  los  tubierau  por  las  más  bien 
aventuradas  jentes  de  todo  el  mundo  si  tubieran  la  fe  y  conocie- 
ran á  Dios. 


CAPITULO  I. 

De  la  manera  que  se  an  vido  los  españoles  que  pasaron  á  Indias 
con  los  naturales  de  ellas ,  en  lugar  de  los  conbertir  á  la  santa  fe. 

Los  mezquinos,  con  serquales  abéis  oydo,  no  ubieron  bentura 
de  oyr  predicación  ni  de  ser  cristianos ,  y  en  estas  obejuelas  man- 
sas ,  dotadas  por  su  hacedor  de  las  calidades  y  birtudes  ya  di- 
chas, los  españoles,  que  nombre  de  cristianos  tienen  y  las  obras 
muy  al  rrevés ,  siempre  con  ellos  se  an  abido  como  lobos  han- 
brientos  y  rrabiosos  tigres  ,  y  leones  crudelísimos ,  y  otra  cosa  no 
an  hecho  de  quarenta  años  á  esta  parte,  y  oy  en  dia,  que  angus- 
tiallos,  matallos  y  despedacallos  y  aflijillos ,  destruillos  y  ator- 
mentallos ,  por  estrañas  y  nunca  bistas  ni  oydas ,  y  diversas  ma- 
neras, con  nuevo  uso  de  fierezas,  y  el  más  cruel  y  desapiadado 
que  jamás,  quanto  a  que  el  mundo  es  mundo ,  se  bió  ni  se  oye 
de  cruel  tirano  que  en  él  aya  sido,  quale  abajo  se  berán,  y  sépase 
que  las  peores  yslas  ú  probincia  de  quantas  diremos ,  y  otras  tier- 
ras apartadas,  son  más  fértiles  y  abundosas  que  la  uerta  del  Rey 
de  Ñapóles,  y  todos  juntos  á  una  mano,  la  más  sana  tierra  de  todo 
el  uniberso,  mas  de  tan  poblada  y  llena  de  gentes  como  ya  oystes; 
pasado  que  an  por  ellas  los  españoles  de  mil  partes  de  población 
la  una  no  queda,  y  de  las  jentes  totalmente  muertas  y  estirpadas 
que  en  el  pueblo  que  más  yndios  quedaron  después  de  todos  des- 
truidos, fué  así,  que  un  bueu  cristiano  se  mobiócon  piedad  para 
los  que  se  hallasen ,  conbertillos  y  ganallos  á  Jesucristo ,  y  requi- 
ridos  y  bien  buscados,  de  diez  mil  becinos  que  el  pueblo  tenia, 
no  fueron  halladas  de  onze  personas  arriba,  y  aun  oy  en  dia,  por 
todas  esas  comarcas ,  crueles  y  codiciosos  onbres  andan  con  pes- 
tífera agonía  y  ansia  rabiosa,  y  estremadamente  solícitos,  á  cau- 
tivar y  rebuscar  destas  jentes ,  después  de  bien  bendimiadas ,  y 
es  ansí  berdad,  que  de  lo  despoblado,  parte  dello  despoblaron  los 


90 

mesmos  yudios,  mas  esto  no  sin  gran  causa  que  los  cristianos  les 
dieron ,  huyendo  de  los  estragos  que  en  ellos  acian,  fuéronse  á  los 
montes. 


CAPITULO  II. 

De  lo  que  fué  causa  de  tan  gran  mal  y  estrago  en  el  mundo,  y  de  dos 

principales  maneras  que  tubieron  los  cristianos  para  destruir  y 

asolar  las  Yndias  y  á  sus  naturales. 

Que  causa  de  todos  estos  daños  y  mortandades  que  los  espa- 
ñoles en  los  yndios  an  hecho  y  fieras  crueldades  en  los  miserables 
cuerpos  de  los  naturales  de  aquellas  tierras ,  y  su  último  fin  al- 
cancar  el  oro  y  enriquecerse  y  hartarse  del  y  en  pocos  dias  subir 
á  altos  y  grandes  estados ,  y  sin  proporción  de  sus  personas  y 
sangre,  con  ser  todos  de  muy  poca  suerte  y  valor,  éste  a  sido  su 
principal  y  atento  y  motivo  la  soberbia  y  anbicion  que  con  esto 
tomaron  tan  grande  y  mayor  qu3  de  otras  naciones  que  en  el 
mundo  áyanse  ido  así ,  que  por  su  mayor  mal ,  fueron  aquellas 
tierras  tan  riquísimas  y  las  jentes  dellas  tan  pacientes  y  mansas, 
pues  para  las  subjetar,  ubo  muy  poco  que  hazer  sin  que  respeto 
alguno  se  tubiese  á  Dios  y  sin  hazer  de  ello  tan  poca  conciencia 
ni  estima,  como  á  perros  de  la  calle ,  y  muy  peor,  hablo  con  ber- 
dad,  porque  sé  y  e  bisto  todo  este  tienpo  que,  no  de  bestias,  por- 
que pluguiera  á  mi  Dios  que  como  á  tales  los  ubieran  tratado  y 
estimado,  y  no  como  á  menos  que  estiércol  de  las  placas,  y  asi  an 
curado  por  sus  almas  como  por  sus  bidas,  por  ende  los  que  an 
muerto  sin  fe  ni  sacramentos  no  tienen  número,  con  ser  notoria 
y  aberiguada  bordad  que  los  mesmos  crueles  gobernadores  lo  di- 
zen,  que  en  ninguna  parte  de  las  Indias  por  jamás  los  yndios 
hizieron  daño  alguno  á  los  cristianos ,  antes  los  llaman  hijos  del 
sol  y  los  tienen  por  venidos  del  cielo  hasta  que  de  ellos  muchas 
ubieron  rescibido  robos,  fuercas  y  prisiones ;  dos  maneras  princi- 


91 

pales,  generalmente,  los  españoles  que  allá  an  pasado,  que  se 
llaman  cristianos,  an  tenido,  sin  otras  ynfinitas,  para  destruir  y 
raer  de  la  az  de  la  tierra  estas  sinplicisimas  jentes ;  la  una  por 
ynjustas  y  crueles  y  sangrientas  tiranías  y  guerras ;  la  otra  en 
orrible  serbidumbre  y  opresión ,  con  ásperos  y  brabos  tormentos 
é  ynsufribles  penas  que  padescer  les  hazian  y  en  ellas  morir ,  y  á 
todos  los  caciques ,  Principes  y  naturales  señores  de  ella ,  porque 
comunmente  á  todos  davan  la  muerte ,  sino  los  mocuelos  y  las  mu- 
geres  que  tomaban  á  prisión ,  á  los  quales  oprimian  con  tales  tra- 
vajos,  que  no  en  onbres  umanos,  mas  en  bestias,  nunca  fueron 
puestos ;  á  estas  dos  maneras  de  tiranía  ynfernal ,  se  resuelben  y 
redüzen  todos  los  otros  géneros  de  destruir  y  matar  que  usaron, 
que  son  ynfinitos. 


CAPITULO  III. 

Como  comentando  los  españoles  á  descubrir  su  codicia  y  á  maltratar 

los  yndios,  les  fué  forQado  acojerse  á  sus  armas  para  se  defender, 

y  de  qué  tales  ellas  eran. 

Siendo ,  pues ,  la  ysla  Española  la  primera  donde  los  cristianos 
entraron ,  como  ya  dige ,  luego  en  ella  se  comencaron  los  gran- 
des estragos  y  perdiciones  de  aquellas  gentes ,  y  fué  lo  que  antes 
que  otra  destruyeron  y  despoblaron ;  tomáronles  lo  primero  los 
cristianos  las  mugeres  á  los  yndios  y  tanbien  los  hijos;  las  mu- 
geres  para  aprobecharse  dellas  mal  y  los  hijos  para  su  serbicio; 
tomávanles  después  las  haziendas  y  manteníanse  de  sus  sudores 
y  travajos  y  de  lo  que  para  sus  casas  y  familia  tenían ;  y  esten- 
diéndose su  hecho  á  más,  y  no  contentando  con  esto,  que  ya  los 
yndios  les  davan  de  su  grado  ,  conforme  al  poder  y  facultad  que 
cada  uno  tenia ,  que  siempre  es  poco ,  porque  no  suelen  mandar, 
saibó  aquello  que  escusar  no  pueden  y  forcado  an  menester,  esto 
es  del  mantenimiento  que  sin  ser  manera  de  dezir,  lo  que  basta 


92 

á  tres  casas  de  diez  yndios  para  un  mes  come  un  español  y  des- 
truye en  un  solo  dia,  y  otras  muchas  fuercas  y  bejaciones  que 
después  les  hizieron,  en  que  entendieron  los  pobres  yndios  que 
aquellas  jeotes  no  eran  hijas  del  sol  ni  debian  venir  del  cielo, 
pues  tales  obras  hazian,  y  unos  escondían  sus  hazieudas,  otros  á 
sí  mesmos  y  á  sus  mugeres  é  hijos,  y  dejando  sus  moradas, 
y vanse  á  los  montes  por  huir  de  onbres  de  tan  brava  y  cruel  con- 
dición; los  cristianos  á  los  que  podian  dávanles  bofetadas,  puña- 
das, palos,  coces  y  hasta  poner  las  manos  y  prender  á  sus  caci- 
ques y  mayores  no  paravan ;  y  en  poco  tienpo  que  allá  andubieron 
se  atrebieron  á  lo  hazer,  y  á  mayor  desorden  y  desbergüenca 
vinieron  que,  al  cacique  y  mayor  señor  de  toda  la  ysla ,  un  Ca- 
pitán, mal  cristiano,  le  llebó  por  fuerca  su  muger  abiéudosela  pri- 
mero biolado  en  su  presencia;  entonces  comencaron  los  yndios 
á  buscar  formas  y  maneras  como  pudiesen  echar  á  los  españoles 
de  sus  tierras  y  pusiéronse  en  armas,  que  todas  son  flacas  y  poco 
enpecibles  y  de  menos  resistencia ,  porque  las  guerras  que  entre 
sí  mesmos  an,  son  muy  poco  más  que  acá  los  juegos  de  cañas,  y 
aun  menos  que  de  niños,  porque  no  saben  qué  cosa  son  langas,  ni 
espadas,  ni  caballos,  por  ende  los  cristianos  hizieron  en  ellos  estra- 
ñas  mortandades  y  matancas  crudelísimas;  tras  esto  entravan  por 
los  pueblos  y  no  dejavan  niños  ni  biejos  que  no  despedacasen ,  ni 
mugeres  casadas  ni  solteras  doncellas  que  no  escarneciesen ,  y 
como  si  dieran  en  unos  corderos  metidos  en  sus  apriscos  hazian 
apuestas  sobre  quién  de  una  cuchillada  abria  el  onbre  p'or  medio 
del  cuerpo  ú  cortavala  caveca  á  un  niño  de  un  piquete,  toma- 
van  las  criaturas  de  los  pechos  de  las  madres  por  las  pernecuelas, 
y  ondeando  las  davan  con  ellas  de  caveca  en  las  peñas,  otras  en  los 
rrios,  friendo  ellos  y  mofando ,  los  echavan  y  decían:  «bullís  aun 
pesara  á  tal  si  bivís,»  y  arrojábanles  al  agua  lo  que  en  las  manos 
tenían,  á  otras  pasaban  por  hilo  de  espada  juntamente  con  las 
madres  y  á  quantos  alcancavan  á  manos. 


93 


CAPITULO  IV. 

Como  ya  sueltamente  los  cHstianos,  desbergoriQándose ,  hizieron 
muchos  daños  y  perdiciones  y  muertes  en  la  ysla  Española. 

Hazian  y  más  muchas  horcas  en  ringle,  tan  largas,  que  no 
juntasen  los  pies  al  suelo  los  que  ahorcasen,  mas  que  con  las  pun- 
tas llegasen  á  él  porque  penasen  doblado ,  y  ahorcavan  en  bezes 
á  cientos  y  á  cinquatos  los  yndios  ,  y  abian  muy  gran  plazer  los 
malos  porque  tan  ayna  no  acavavan,  y  yo  bí  á  treze  caciques 
ahorcados  en  horcas  más  altas  que  dezian  los  cristianos  aberlos 
asi  ahorcado  á  onor  y  reverencia  de  Cristo ,  nuestro  Redentor ,  y 
de  sus  doce  apóstoles;  mirad  en  qué  tal  hecho  y  tan  birtuoso  y 
bueno,  santo,  lareberencia  buscaban;  á  estos  ponian  leña  muy 
resequida  y  mucho  junto  á  ellos ,  asi  que  antes  eran  hechos  cenica 
que  ahorcados,  y  para  mayor  lástima  de  si  mesmos  eran  los  que 
tomavan  á  vida ,  ca  los  cortavan  las  manos ,  y  echándoselas  al 
cuello  las  suyas  á  cada  uno  decíanles:  «anda  con  cartas»,  que 
tanto  querían  dezir  como  bé  con  las  nuevas  á  tus  compañeros,  que 
están  huidos,  de  lo  que  acá  pasa ;  mas  á  los  caciques  y  mayores 
señores  comunmente  los  matavan ;  de  aquesta  manera  hazian 
unas  parrillas  de  barras  de  hierro  sobre  horquetas  y  atávanlos  en 
ellas  y  ponian  fuego  manso  debajo  para  que  poco  á  poco,  con 
alaridos  que  al  cielo  ronpiesen  en  el  pavoroso  tormento ,  acaba- 
sen; y  yo  bi  una  bez  que,  teniendo  en  las  parrillas  cinco  caci- 
ques quemándose ,  y  aunque  si  bien  me  acuerdo  pienso  que  abia 
otras  parrillas  donde  se  quemaban  otros  caciques  menos  princi- 
pales ,  por  davan  tales  gritos,  que  gran  pena  causavan  al  Gober- 
nador ,  y  no  ubiera  en  el  mundo  oubre  á  quien  lo  mesmo  no  acaes- 
ciera;  mandó  que  los  ahogasen,  y  el  crudo  alguazil,  que  peor 
que  berdugo  era ,  que  los  maltratava ,  cuyo  nonbre  yo  callo ,  aun- 
que le  conosci  muy  bien  y  aun  á  sus  parientes  en  Sebilla,  no 


94 

quiso  el  perberso  ahogallos  porque  no  acavasen  tan  presto  sus 
tormentos ,  mas  con  sus  manos ,  palos  les  puso  en  las  bocas  por- 
que las  bozes  doloridas  tanto  no  sonasen ,  y  dejóles  el  fuego  hasta 
que  se  asasen  despacio  como  él  quería ;  y  porque  los  yndios  que 
huir  podían  se  acojian  á  los  altos  montes  y  en  las  sierras  temiendo 
la  ynumanidad  de  los  cristianos  y  de  su  crueza  y  ferocidad  y 
apartarse  de  los  enemigos  del  linaje  umánal,  mas  ellos  enseñavan 
lebreles  y  mostravan  á  perros  brabisimos,  que  en  hiendo  un 
yndio ,  en  un  momento  lo  hazian  pedacos,  y  mejor  arremetían  al 
yndío  y  le  travavan  de  la  oreja  ú  se  lo  comían  que  si  fuera  un 
toro  ó  un  puerco ;  estos  canes  rabiosos  hizieron  grandes  estragos 
y  mortandades  y  carnecerías  en  los  pobres  yndios,  y  porque  al- 
gunas bezes,  muy  pocas,  matavan  los  yndios  algunos  cristianos, 
hizieron  los  españoles  ley  entre  sí,  que  por  un  cristiano  que  los 
yndios  matasen  abían  de  morir  cien  yndios ,  esto  contando  gene- 
ralmente como  se  ubieron  los  cristianos  con  los  yndios  en  aquella 
tierra  después  que  los  ubieron  robado  quauto  tenían. 


CAPITULO  V. 

De  Jas  marabillusas  excelencias  del  reino  de  la  bega  ,•  uno  de  los 

cinco  ricos  reinos  de  la  ysla  Española ,  quyo  cacique  y  señor  se 

llamava  Garionex. 

-Contando  esto  más  partícularízadamente,  en  esta  ysla  Espa- 
ñola avia  cinco  rey  nos  muy  grandes,  mayores  que  otros  muchos, 
y  cinco  caciques  y  señores  principales,  así  mesmo  sin  otros  mu- 
chos de  menos  estado  que  habia  poderosos  obedescian,  puesto 
que  algunos  en  apartadas  provincias,  no  reconoscían  superior;  Ua- 
raávase  el  primer  reyuo  Magua,  la  última  sílava  aguda,  que 
tanto  quiere  decir;  como  el  reyno  de  la  bega,  que  asi  está  él,  si- 
tiado en  la  falda  de  una  fermosa  vega ,  que  es  de  las  admirables 
cosas  del  mundo  porque  dura  ochenta  leguas  de  la  mar  del  sur 


95 

á  la  del  norte ,  y  de  ancho  beinte ,  y  altísimas  sierras  de  una  parte 
y  de  otra ,  y  entran  en  ella  sobre  treinta  mil  rrios  y  arroyos  que 
la  rriegan ,  entre  los  qualos ,  son  los  doze  mayores ,  tan  grandes 
cada  qual  como  Duero  y  Guadalquibir  danvos  juntos,  y  todos  des- 
cienden de  una  ensalcada  sierrra  que  está  al  poniente,  y  ?on  ri- 
quísimos de  oro  y  plata,  perlas  y  piedras  preciosas,  corales,  que 
las  sus  pedrezuelas  y  arenas  se  crian;  y  la  sierra  donde  ellos  na- 
cen es  en  la  provincia  que  dicen  del  Cibao ,  ú  las  minas  del  Ci- 
bao ,  donde  sale  aquel  ascendrado  y  subidísimo  oro  en  quilates, 
que  ace  tanto  codician  por  su  gran  fama  y  hermosura ;  el  ca- 
cique y  señor  deste  reino  se  llamava  Garionex,  éste  tenia  otros 
caciques  y  señores  por  basallos,  que  ajmntava  qualquier  dellos, 
muy  sin  quiebra  suya ,  diez  mil  ombres  de  pelea  para  servir  al 
Garionex,  su  señor;  éste  Garionex  era  naturalmente  buenoy  bir- 
tuoso,  y  pacífico  príncipe,  estremadamente  deseoso  de  serbir  á 
los  reyes  de  España,  y  sábese  que  les  enbió  este  Garionex,  en  be- 
zes,  muchos  dones  y  ricos  presentes,  y  por  su  mandado,  sus  yn- 
dios ,  cada  persona  que  mantenía  casa  y  familia ,  le  dava  en  re- 
conocimiento lo  hueco  de  un  cascavel  de  oro;  mas  después,  no 
p adiendo  henchir  el  cascabel,  fué  cortado  por  medio  y  dieron 
llena  aquella  mitad  porque  los  yndios  de  aquella  probincia  tie- 
nen muy  poca  ó  ninguna  industria  de  sacar  el  oro  y  cojerle  de  las 
minas ;  y  halló  el  almirante  biejo  por  su  cuenta ,  que  los  que  da- 
van  este  tributo  y  cascabel  de  oro ,  fueron  un  cuento  y  cien  mil 
ánimas;  por  otra  parte,  y  dezia  y  ofrecíase  este  Garionex  de  serbir 
al  rey  de  España ,  con  hazer  una  labranca  que  tomase  desde  la 
Isabella,  que  fué  la  primera  población  de  cristianos,  hasta  la 
ciudad  de  Santo  Domingo ,  que  son  largas  cinquenta  leguas ,  por- 
que no  le  pidiesen  oro,  que  jurava,  y  con  berdad  que  no  lo  sa- 
bían sacar  sus  basallos,  y  la  labranca  que  decia  sábese  que  la 
podía  hazer,  y  que  con  gran  alegría  la  acavara,  que  baliera  más 
el  fruto  que  della  se  cojiera  al  rey  de  España  de  dos  mil  castella- 
nos cada  año  de  oro ,  y  dos  cuentos  de  plata ,  y  aun  fuera  tal  esta 
labranca  que  causara  aver  en  la  ysla  más  de  cinquenta  ciudades, 
si  mayores  no,  tamañas,  podemos  decir,  como  Sebilla. 


96 


CAPITULO  VI. 

En  que  los  españoles  al  pr  mataron  y  fuertes  tormentos  dieron,  así 

al  Garionex  como  á  otros  dos  caciques,  llamados  GuacanagaHj  y 

Caonabo ,  señores  de  los  reinos  del  Marien  y  Maguaña  y  á  todos  los 

suyos,  y  dellos  hiciero7i  cativos. 

Las  gracias  y  paga  que  le  dieron  los  españoles  á  este  cacique 
Garionex,  que  tan  bueno  y  birtuoso  principe  era,  y  tan  gran  se- 
ñor de  oro  y  tierra,  fué  dessonrallo  por  la  mujer,  biolándosela 
un  capitán,  mal  cristiano,  que  dije,  delante  de  sus  ojos  y  llebársela, 
por  lo  cual  el  Garionex,  al  tiempo  que  habia  de  juntar  su  jeute  y 
bengar  tal  injuria ,  acordó  de  yrse  furtivamente  y  esconder  su 
persona,  huyendo  á  morir  desterrado  y  fuera  de  su  reino  y  seño- 
río, á  una  probincia  en  la  misma  ysla,  que  dicen  de  los  Ciquayos, 
que  era  de  otro  cacique,  su  basallo;  los  cristianos,  aliándolo  me- 
nos, no  se  les  pudo  encubrir  dónde  el  Garionex  estava,  y  como  si 
en  ello  les  fuera  la  bida,  aziendo  cruda  guerra,  fueron  luego  con- 
tra el  cacique  de  los  Ciquayos,  y  grandes  matancas  y  nunca  bis- 
tas  ni  oydas  que  allí  cometieron;  al  fin  hallado  el  Garionex,  preso 
y  con  cadenas  y  grillos  lo  metieron  en  una  nao  para  lo  traer  á  Es- 
paña, la  qual  se  perdió  en  la  mar,  y  junto  con  él  muchos  cris- 
tianos y  gran  suma  de  oro,  entre  lo  cual  peresció  el  grano  grande 
que  era  tamaño  como  una  hogaca  y  pesava  treinta  mil  y  seiscien- 
tos castellanos,  por  azer  Dios,  Nuestro  Señor,  castigo  conoscido 
de  obra  tan  sin  justicia. 

El  otro  reino  se  llamava  del  Marian ,  donde  agora  es  el  puerto, 
al  cavo  de  la  gran  bega  ázia  el  norte ,  mayor  que  el  reino  de  Por- 
tugal, á  marabilla  aparejado  para  todo,  ermosa  población,  donde 
muchas  y  grandes  sierras  y  minas  de  oro  y  de  todo  lo  otro  abia, 
y  el  cacique  y  señor  del,  avia  nombre  Guacanagarij,  la  última  sí- 
l;iba  aguda  ,  el  qual  tenia  asi  mesmo  á  su  mandado  otros  muchos 


97 

caciques,  que  yo  por  mis  ojos  vi  como  ayudaban  con  parias  al 
Guacanagaríj ,  y  como  el  Guacana^aríj  los  defetidia  por  gerra  de 
quien  les  quisiese  hazer  daño,  quatido  era  menester:  y  á  este  reino 
fué  primero  á  parar  el  almirante  biejo  y  gran  barón  que  descubrió 
las  Indias;  y  este  Guacanao-arij  murió  andando  en  huida  y  por 
crueldades  de  los  españoles,  destruido  y  despojado  de  su  reino, 
y  por  los  montes  como  fiero  y  bruto  animal  acavó  su  bida,  y  por 
el  consiguiente ,  todos  los  caciques  sus  subditos  y  basallos  en  la 
tiranía  y  servid utnbre  que  avajo  será  contada. 

El  tercero  reino  se  llamava  Mao'uana,  tierra  también  admira- 
ble y  sanísima,  fértil  y  abundosa  por  estremo,  y  ay  es  agora 
donde  el  mejor  acucar  nace  y  se  haze  y  se  adova  que  en  otra 
parte  que  sepa ;  y  el  cacique  ú  rey  desta  tierra  uonbravan  Cao- 
nabo:  este  Caonabo  en  esfuerco  y  estado,  y  presunción  y  cerimo- 
nias  de  su  serbicio,  excedía  á  los  dos  caciques  de  quien  emos 
abhido,  y  prendiéronle  los  españoles  con  una  sutil  maña,  ú  trai- 
ción por  mijor  dezir;  estando  comiendo  en  su  casa  bien  descui- 
dado, porque  le  abian  dado  seguro  que  no  vonian  á  le  hazer  mal, 
tomáronle  con  sobresalto,  y  metiéndolo  también  en  un  navio  para 
le  traer  á  España,  estando  en  el  puerto  para  partir  con  otros 
quiso  Dios,  Nuestro  Señor,  mostrar  á  la  clara quán  gran  sin  razón 
aquella  fuese,  y  enbió  esa  noche  tan  brava  tormenta  y  tempestad, 
que  hundió  todos  los  nabíos  sin  que  uno  quedase,  y  Caonabo  car- 
gado, cargado  de  yerro  murió  en  el  agua,  y  así  cristianos  como 
yndios  muchos  con  él;  tenia  este  Caonabo  quatro  ermahos,  tan 
fuertes  y  esforcados  como  él  lo  era,  qu("  bisto  el  acaepcimiento  de 
su  ermano  y  oyendo"  los  estragos  que  los  españoles  en  los  otros 
reinos  avian  hecho,  mayormente  quando  supieron  ser  muerto, 
muy  ayrados  pusiéronse  en  armas  y  fueron  contra  los  cristianos 
por  lo, vengar;  los  españoles  salieron  á  ellos,  y  con  pocos  de  aca- 
vallo,  que  es  la  más  brava  y  perniciosa  arma  que  pena  entre  yn- 
dios puede  ser,  tal  mortandad  -•mi  pIIor  bizieron,  que  despoblaron 
V  robaron  todo  el  reino. 


Tomo  LKXl. 


98 


CAPITULO  VII. 


De  las  grandes  crueldades  que  hizieron  los  españoles  en  el  quarto 
reino  Dexarragna,  que  era  del  cacique  Behechio,  y  como  á  su  ermana  " 
Ancaona,  que  le  sucedió  en  el  estado,  escarnecieron  y  ahorcaron 
y  talaron  toda  la  tierra. 

El  quarto  reino,  probíncia  en  aquella ysla,  se llamava Dexar- 
ra^ua,  que  era  como  el  meollo  ó  médula  de  la  ysla  Española,  que 
excedía  a  los  otros  en  la  len^^ua  y  habla  ,scr  más  pulida,  y  en  cor- 
tesanía y  crianca  más  adornada  y  conpuesta  á  causa  de  la  mu- 
chedunbre  de  jente  y  su  g-enerosidad  y  nobleza,  y  en  la  apostura 
de  los  onbres  y  hermosura  de  las  mujeres;  el  cacique  y  señor  de 
aquesa  tierra  abia  uonbre  Behechio;  éste  tenia  una  ermana  mu- 
cho hermosa  llamada  Ancaona ,  y  de  aquestos  dos  ermanos  Behe- 
chio y  Ancaona,  se  sabe  que  hizieron  muchos  y  grandes  serbi- 
cios  á  los  reís  de  Espjuia  y  hartos  beneficios  á  los  cristianos  que 
en  su  tierra  llegavan;  murió  Behechio  de  su  muerte  naturtil,  y 
por  no  dejar  hijos  que  le  sucediesen  quedó  por  sucesora  y  señora 
de  la  tierra  su  ermana  Ancaona;  estando,  pues,  ay  el  Goberna- 
dor de  lo.-4  cristianos  con  setenta  de  acavallo  y  más  de  trecientos 
peones ,  que  los  de  á  cavallo  solos  bastavan  asolar  toda  la  tierra, 
por  la  muerte  de  Behechio,  llegaron  en  ese  pueblo  quatrocientos 
caciques  y  principales  señores,  á  los  quales  metieron  los  españo- 
les por  enjj^año  en  un  pajar,  diziendo  que  ay  estava  la  señora 
Ancaona,  y  cerrando  las  puertas  pusiéronle  fuego  por  muchas 
partea  y  quemáronlos  á  todos  bivos,  saibó  los  que  pudieron  huir, 
á  los  quuics,  pasados  algunos  días,  alanearon  y  pasaron  por  cuchi- 
llo, y  á  la  señora  Ancaona  por  le  hazer  mayor  oura,  después  que 
la  escarnecieron,  la  enforcaron;  y  acaeció  así  que  algunos  de  los 
Cfistianos,  ó  }>or  piedad  ó  por  codicia  tomaban  los  niños  para  an- 
]iarallos  que  no  muriesen,  y  llebávanlos  eu  las  aucas  de  sus 
cauallos ,  mas  ¿qué  los  balía?  que  venia  otro  español  por  detras  y 


99 

de  un  bote  de  lanca  lo  pasava  de  parte  á  parte ,  y  aun  estando  el 
niño  en  el  suelo  le  cortava  las  piernas  y  los  bracos  y  lo  menu- 
caba  tropelláiidole  con  las  herraduras  del  cavallo ,  y  las  jentes 
que  pudieron  huir  desta  crueldad  fuéronse  á  los  montes;  otros 
se  pasaron  á  una  ysletilia  cerca,  que  distaría  de  ay  ocho  leguas 
á  dentro  en  el  mar,  mas  el  sobredicho  Gobernador  condeuó  á 
todos  los  que  así  se  huyeron  de  tal  carneceria  que  les  fuesen  to- 
madas sus  haziendas  como  á  traidores. 


CAPITULO  VIII. 

De  cómo  se  acabó  de  destruir  la  probincia  con  muerte  de  la  Muda, 
reina,  Higuanama,  señora  de  el  quinto  reino  de  Higuey ,  y  de  quál 
de  las  dos  naciones  podia  tener  justa  queja  para  aber  de  perseguir 

á  la  otra. 

Y  á  la  quinta  probincia  ú  reino,  que  se  llamava  Higuey, 
mandávalo  una  reina  biuda,  bieja  y  de  mucha  edad,  que  abia 
nonbre  Higuanama;  y  pasando  los  españoles  á  esta  probincia, 
poco  ubieron  que  hazer  en  prender  á  esta  reiua  que  no  se  ponía 
en  defensa  ni  aun  tenia  quien  la  amparase,  y  á  ésta  enforcaron, 
y  á  la  muchedunbre  de  sus  gentes  no  perdonaron  á  bida ,  sin  que 
precediese  culpa ,  á  todos  los  mataron  de  yuflnitas  maneras  de 
muertes,  quemándolos  bivos  y  despedacándolos  á  tormentos  di- 
bersos y  espantables,  y  catibos  y  esclavos  hizieron  á  los  que  de 
ay  á  algunos  dias  bivos  pudieron  tomar,  que  harto  más  les  baliera 
la  muerte,  porque  son  tantas  las  malas  benturas  que  en  la  con- 
tína  serbidumbre  y  sejucion  que  aquellas  jentes  an  ávido,  que 
en  mucha  y  muy  larga  escritura  no  se  podria  esplicar  ni  méuos 
caber,  y  seria  comencar  ystoria  prolixa,  enojosa  y  sin  fin,  loque 
yo  en  ninguna  manera  quería,  sino  mostrar  querré  brevemente 
pudiese,  la  destruicion  de  aquellas  tierras  y  los  ñnes  de  sus  gen- 
tes, y  cierto,  creo,  que  por  mucho  que  diga,  no  declaro  de  mil 
partes  la  una  de  lo  que  fué,  y  así  quiero  concluir  en  lo  de  las 


100 

guerras  con  dezir  y  afirmar,  que  en  conciencia  tengo  por  aberi- 
guado,  que  para  hazerse  en  las  susodichas  guerras  tales  traicio- 
nes y  crueldades  ,  los  siuples  yndios  no  dieron  más  causa  ni  tu- 
bieron  más  culpa  que  pudieran  dar  ó  tener  un  conbento  de  buenos 
y  concertados  relijiosos  para  los  robar  y  darles  terribles  muertes; 
y  á  los  que  nó,  por  malos  de  sus  pecados,  tenellos  en  perpetuo 
catiberio  padesciendo  en  ynsufrible  serbidumbre;  y  más  digo, 
que  hasta  que  todas  las  jentes  de  aquella  ysla  fueron  muertas  y 
asoladas ,  aquellas  tierras  una  tan  sola  culpa,  por  pequeña  que 
fuese  y  punible,  los  yndios  contra  los  cristianos  jamás  cometie- 
ron, saibó  los  reserbados  á  sólo  Dios,  Nuestro  Señor,  como  son 
los  deseos  de  benganca  que  podian  tener,  y  con  mucha  racon, 
contra  sus  mortnles  enemigos ;  y  aun  esto  creo  que  cayó  en  muy 
pocos,  porque  son  así  tudos  yupetuosos  é  bindicativos  no  más  que 
niños,  que  por  mucha  expiriencia  y  tratar  con  ellos  lo  tengo  co- 
noscido.  y  por  cierto  si  que  los  yndios  tubiesen  siempre  justísima 
queja  y  de  los  cristianos  y  los  españoles  una  ni  ninguna  racon 
que  buena  fuese  contra  los  sinples  yndios;  ca  fueron  sus  obras 
para  con  ellos  diabólicas  y  nunca  pensadas  ni  ymajinadas  más 
que  de  algún  tirano,  por  mucho,  que  ny  a  sido  mentado  de  cruel 
en  el  mundo,  y  lo  mismo  digo  de  quantos  después  acá  á  las  In- 
dias an  pasado  en  todas  las  partes  que  poblaciones  se  an  descu- 
bierto. 

CAPITULO  IX. 

De  cómo  los  españoles  repartieron  entre  si  los  catibos  yndios  que 

tomaron  á'bida,  y  usaban  de  ellos  como  de  bestias ,  y  peor;  sin  otros 

géneros  de  tormentos  que  les  davan. 

Acabadas  las  crudelísimas  guerras  y  pasadas  las  sangrientas 
batallas ,  y  muertos  en  ellas  todos  los  más  de  los  yndios ,  y  los 
menos  fueron  presos,  que  solamente  quedaron  los  mocuelos  y 
mugeres  y  niños,  y  repartiéronlos  entre  si,  dando  el  Gobernador 
á  cada  uno  treinta,  quarenla,  cinquenta,  ciento,  según  que  en  las 
crueldades  se  abian  señalado  ú  alcancaban  gracia  con  él,  y  repar- 


101 

• 

líalos  con  esta  color  que  los  enseñasen  y  dotrinasen  en  las  cosa» 
de  la  santa  fe  católica,  siendo  todos  elloa  ydiotas,  onbres  biciosos 
y  malos,  y  malos ,  hazieudo  curas  de  ánimas  á  quien  el  cuidado 
que  dellos  tubieron  fué  enbiar  los  moCos  á  las  minas  á  sacar  oro, 
que  es  trabajo  mortal  para  ellos ;  y  á  las  mugeres  á  las  estancias, 
que  son  las  c^ranjas,  á  labrar,  cavar  y  cultivar  la  tierra  dura  y 
estéril ,  trabajo  harto  grabe  para  onbres,  y  aun  de  los  más  fuertes 
y  rczios,  y  no  les  davan  á  comer  á  los  unos  ni  á  los  otros  sino 
yerbas  y  cosas  que  no  tenian  sustancia,  y  así  se  les  beuian  á  se- 
car la  leche  en  las  tetas  á  las  mugeres  y  perescian  miserable- 
mente las  criaturas;  y  de  los  que  murieron  así  en las  minas  como 
en  las  labrancas,  fueron  todos  hechos  tres  partes,  y  así  fenescie- 
ron  todas  las  jentes  de  aquella  ysla ,  como  fenesceríau  todas  las 
del  mundo  si  tal  tratamiento  les  hiziesen ;  ca  les  echavan  cargas 
de  tres  y  quatro  arrovas  hasta  seis  á  los  más  fuertes  á  sus  espal- 
das, y  las  llevavan  ducientas  leguas  de  tierra ,  y  aun  los  mesmos 
cristianos  se  hazian  llebar  de  los  yndios  en  hamacas,  que  son 
como  camas  de  redes,  aquestas  que  an  u^ado  y  usan  de  ellos 
como  de  bestias,  y  así  como  á  bestias  se  les  hazian  en  los  onbros 
grandes  llagas  y  mataduras  del  terrible  é  yncouportable  peso,  el 
qual  si  á  jubar  no  podian,  como  á  bestias  les  daban  palos  j.  aco- 
tes y  los  aguijoneavan  porque  andubiesen ,  cosa  orrible  y  abomi- 
nable de  onbres  para  con  otros ;  y  es  de  notar  que  la  perdición 
destas  primeras  tierras  y  jentes  fué  desde  que  se  supo  la  lamen- 
table muerte  de  la  muy  alta  y  esclarecida  reina  doña  Isabel ,  de 
gloriosa  memoria,  que  fué  el  año  de  mil  y  quinientos  y  quatro, 
porque  hasta  entonces  que  comencaron  á  ser  destruidas  no  seabia 
hecho  daño  alguno  en  esas  partes  ni  en  otras;  ca  la  noble  reyna, 
que  santa  gloria  aya,  tenia  especial  quidado  y  zelo  de  la  salba- 
cion  de  aquellas  ahnas:  como  yo  e  bisto  por  ejenplo  en  todas  las 
partidas  de  las  Indias  donde  ay  oro  que  ayan  pasado  á  ellas  es- 
pañoles que  sienpre  an  hecho  y  hazen  matancas  y  crueldades  y 
opresiones  en  las  ynocentes  obejuelas,  añadiendo  de  cada  dia  mu- 
chas mayores  y  nuevas  maneras  de  tormentos,  y  quanto  másyban 
eran  más  crueles;  ca  la  ceguera  de  la  codicia  los  hazia  caer  de 
golpe  derrocándose  ellos  mesmos  en  reprobado  juizio. 


,  102 


CAPITULO  X. 

De  cómo  pasaron  los  cristianos  á  las  yslas  de  San  Juan  y  de  Ja- 
maica y  á  la  grande  ysla  de  Cuba,  donde  un  gracioso  y  lastimero 
hecho  acaesció  antes  de  ser  despoblada. 

Pasaron  los  españoles  á  las  yslas  de  San  Juan  y  Jamaica  en  el 
año  de  mil  y  quinientos  y  diez,  que  danvas  eran  grandísimas  y 
llenas  de  uertas  y  colmenas ,  y  semejantes  crueldades  hicieron  y 
mucho  mayores  que  las  que  habéis  oydo:  abrasan  talando  y  ma- 
tando ,  echando  á  los  perros  quanto  y  quantos  delante  de  sí  ha- 
llaban ,  y  oprimiendo  con  tormentos  yntolerables  en  las  minas  y 
estancias,  hasta  consumir  y  anichilar  casi  todas  esas  criaturas,  que 
abia  en  estas  dos  yslas  más  de  setecientas  mil  ánimas  y  ay  oy  en 
dia  ducientas  personas ;  y  lo  que  es  más  de  llorar,  perescer  sin  fe 
ni  sacramentos,  y  de  grandísimas  y  muy  pobladas  que  ser  solian 
están  agora  asoladas,  y  sin  cosa  enhiesta  en  ellas;  y  dos  años  an- 
dados adelante  entraron  los  cristianos  en  la  ysla  de  Cuba,  que  es 
tan  grande,  y  antes  más  que  menos,  cómodos Valladolidá Roma, 
donde  otras  muchas  provincias  abia;  más  como  comenoando  los 
españoles  su  costumbre  ala  destruir  con  fiereza,  y  acabáronlo 
como  las  pasadas,  y  más  cruelísimamente ,  donde  acaescieron  co- 
sas que  más  son  espantables  que  creederas;  de  las  cuales  las 
menos  contaré:  abia  un  cacique  ú  gran  señor  en  esta  ysla  que  se 
llamaba  Hatauey ,  éste  habia  parado  ay,  y  se  biniera  de  la  ysla 
Española  por  huir  de  las  calamidades  é  ynhumanas  obras  de  los 
cristianos;  pues  como  supo  el  Hatauey  que  venian  contra  él  sus 
enemigos,  ayuntando  todos  los  suyos,  les  dijo  con  infinitas  lá- 
grimas y  mayor  ansia  y  quejura  de  su  corazón,  así:  «buenos  ami- 
gos y  queridos  mios,  y  leales  vasallos,  bien  abéis  oydo  como 
nuestros  mortales  enemigos,  los  cristianos,  bienen  acá,  y  enten- 
déis así  mesmo  qaáles  an  parado  á  los  caciques  fulano  y  fulano, 
aquellas  de  Hatay,  que  así  llaman  en  su  lenguaje  á  España, 


103 

cierto  es  que  lo  mesmo  querán  azer  con  nosotros,  ¿quién  sabe 
quál  es  su  yiitencion  ú  por  qué  lohazen?»  y  unos  d(>cian  que 
no  era  otra  cosa  sino  ser  ellos  por  naturaleza  crueles  y  mnlos: 
«ay,  dijo  el  Hataiiey,  con  un  g-rau  sospiro,  que  no  lo  hazen 
por  eso,  sino  porque  tienen  un  Dio'^  á  quien  ellos  adoran  y 
se  sacrifican,  y  quiérenlo  alcanctu*  de  nosotros,  })or  éste  nos  per- 
siguen y  matan,  nms  amigos,  beis  aquí  el  dios  de  los  cristianos, 
si  os  parece  acáraosle  arreitos  (que  quiere  decir  bailes  y  dancas), 
que  quizá  le  contentaremos  y  les  mandarán  que  nonos  hagan  mal. o 
Y  con  esto,  tomando  on  sus  manos  una  castilla  llena  de  oro  y 
plata,  perlas  y  piedras  preciosísimas  que  cabe  ^í  tenia,  dijo,  «beis 
aquí  el  dios  de  los  cristianos,  á  quien  ellos  andan  á  buscar,  ¿qué 
parece  que  debemos  hazer  ?»  Todos  respondieron  en  altas  bozes  que 
muy  bien  ablara,  y  que  así  hacerse  debia;  y  así,  teniendo  el  Ha- 
tauey  en  sus  manos  la  cestilla,  los  yndios  bailaban  y  dancaban 
al  rededor  della,  é  inclinándose  á  ella  deziaii  que  a.sí  aplacava  la 
su  yra,  mas  el  Hatauey,  pasado  un  rato  que  así  saltaron,  dijo: 
«locos ,  este  Dios  ¿qué  bien  ni  qué  mal  nos  po  Irá  hazer  que  no  ha- 
bla ni  se  bulle  aunque  resplandece?  los  perros  cristianos  al  fin 
nos  han  de  matar,  hac^ámosles  este  pesar  que  no  cobren  su  Dios  de 
nosotros,  y  pues  que  más  no  podemos,  echemos  sele  en  nuestro 
rio ,  9  y  tornando  á  decir  todos  que  así  era  bien,  ca  no  sabían  ni  aun 
qué  hacer  de  si  echaran  la  cestilla  en  el  rio. 


CAPITULO  XI. 

De  cómo  por  las  maldades  y  fierezas  [le  los  cristianos,  los  yndios  se 

huían  á  los  montes  y  altas  sierras ,  y  de  otro  caso  no  menos  notable 

que  doloroso,  y  cómo  comenzó  á  haber  repartimientos. 

No  por  esto  escapó  este  cacique  Hatauey  de  mano  délos  espa- 
ñoles ,  como  quier  que  algún  tiempo  le  durase  la  bida,  siempre  an- 
duvo huyendo  desde  que  los  cristianos  llcniron  á  aquella  Isla; 
antes  como  aquél  que  los  conocía,  jamás  quiso  con  ellos  paz  aun- 


104 

que  se  la  ofrecieron ,  y  algunas  bezes  por  guerra,  sre  defendió  de- 
llos,  mas  al  fin  le  prendieron,  y  porque  huya.de-  jente  tan  yu- 
ümauu  y  se  defendía  de  quien  le  quería  matar,  é.  los  suyos  dieron 
amargas  nauertes,  y  á  él  quemaron  bivo  atado  á  un  palo,  y  es- 
tando así  le  decia  un  relig'ioso  de  San  Francisco,  santo  barón,  cosas 
de  Dios  y  de  nuestra  fe,  á  quien  nunca  las  habia  oydo  lo  que  po- 
dia  bastar  aquel  pequeño  espacio  y  angustiado  trance"  que  los 
bcrdugos  le  otorgaban,  y  que  siqueria  creer  en  aquello  que  le 
decia,  que  yria  al  cielo,  donde  habia  gloria  eterna  y  descanso, 
si  uo,  que  supiese  cierto  que  su  alma  yria  al  infierno  á  padecer 
para  siempre  perpetuos  tormentos;  y  el  Hatauey,  abiendo  estado 
un  poco  pensando,  preguntó  al  relijioso  que  si  iban  cristianos  al 
cielo,  replicó  el  relijioso  que  sí  si  eran  buenos ,  y  tornó  tan  presto 
el  cacique,  «pues  padre  no  quiero  yo  yr  allá  aunque  todo  eso  sea, 
por  no  estar  con  tan  cíuel  canalla,»  y  no  le  pudieron  quitar  desto 
el  religioso  por  más  que  dijo  y  hizo,  el  Hatauey  murió;  tal  es  la 
fama  y  onrra  que  Dios  y  nuestra  santa  fe  an  ganado  con  los  es- 
pañoles que  á  las  Indias, pasaron  por  su  mayor  daño;  y  una  bez, 
estando  en  la  compañía  del  gobernador  que  entonces  era,  bí  como 
llegando  á  cierto  pueblo  le  salieron  á  rescibir  los  yndios,  sus  mo- 
radores del ,  deilos  con  mantenimientos  y  otras  cosas  necesarias,  y 
dallos  con  ramos  de  oliba  en  sus  manos  en  señal  de  paz  con 
grande  alegría,  cantando  en  altas  bocés,  ofreciéndose  por  suyos; 
mas  el  diablo  que  en  ellos  entró,  y  sin  ninguna  otra  razón  ni  cau- 
sa, pudieron  á  cuchillo  en  mi  presencia  quantos  yndios  ay  be- 
nian,  que  serian  más  de  tres  mil,  en  los  quales  hizieron  tales 
crueldades,  que  otras  así  jamás  fueron  vistas  ni  oydas;  donde  á 
pocos  días  el  gobernador  embió  mensageros  á.  todos  lo's  caciques 
y  mayores  señores  de  aquella  probincia,  diciendo  que  no  temie- 
sen ni  se  ausentasen,  que  pasado  fuese  lo  pasado  y  biniesen,  y 
que  oyrian  la  palabra  de  Dios;  y  hiñiendo  todos  los  susodichos 
de  muy  buena  boluutad,  el  gobernador  mesmo  los  prendió  y 
quer  a  otro  dia  quemarlos  bivos,  diciendo  que  así  era  bien  por- 
que estos  eran  muy  poderosos,  y  en  algún  tiempo  podriau  hazer 
daño,  y  bíme,  cierto,  en  gran  trabajo  por  librallos;  pero  poco  hacer 
pude;  los  yndios,  bieudo  que  tal  burla  les  azian,  los  que  presos 


105 

noí'uerou,  viéndose  padecer  y  morir  siu  remedio,  uuos  huiaa  á 
los  montes  y  otros  desesperados  se  ahorcaban,  y  unos  á  otros,  ma- 
ridos á  mujeres  y  mup^eres  á  hijos  y  ermanos  áermanos,  todo  por 
la  crueldad  y  braveza  de  los  españoles  malditos,  se  ahorcaron  en 
mi  presencia  más  de  ducientos  yndios ,  y  oflcial  ubo  del  Rey  en 
esta  ysla  que  le  dieron  de  repartimiento  trescientos  yndios,.  y  al 
cavo  de  quatro  meses  en  las  minas  y  estancias  se  le  abiau 
muerto  los  ducieutos  y  sesenta,  que  solos  cuarenta  le  habian que- 
dado, que  casi  era  el  diezmo;  después  le  dieron  otros  tantos  que 
también  mató,  y  dábanle  más  y  matava  más,  hasta  que  él  murió 
y  el  diablo  le  llevó  el  alma. 


CAPITULO  XII. 

De  cómo  los  españoles  yban  á  ca^ar  y  montear  los  yndios  que  estavan 

huidos  con  perros  brahísimos  que  enseñados  tenían,  y  de  otros 

muchos  males  que  cometieron. 

De  ay  á  tres  meses ,  estando  yo  en  la  mesma  ysla ,  porque  les 
llebaron  las  madres  á  las  estancias  ú  labrancas,  por  mejor  decir, 
murieron  de  pura  hanbre  ocho  mil  niños,  y  otras  cosas  muy  es- 
pantables que  acaecieron;  después  acordaron  de  yr  á  montearlos 
yndios  que  estavan  huidos  en  las  altas  sierras,  con  rabiosos  per- 
ros, en  que  se  hizieron  estrag-os  nunca  pensados  ni  y  marinados  y 
así  asolaron  y  despoblaron  aquella  ysla,  cual  yo  bí  pocos  años  a, 
que  según  como  solía  ser,  cosa  es  de  muy  gran  lástima;  mas  el 
año  de  mil  y  quinientos  y  catorce  pasó  á  la  tierra  firme  un  go- 
bernador crudelisimo,  y  sin  alguna  piedad  ni  aun  prudencia,  que 
pareció,  cierto,  acote  del  furor  divino,  él  yba  muy  de  propósito  á 
poblar  la  tierra  con  infinita  gente  de  cristianos  españoles,  y  aun- 
que algunos  otros  capitanes  crueles  abian  ay  pasado,  que  robaron, 
y  mataron,  y  escandalizaron  mucho,  fué  todo  ala  costa  de  mar, 
pero  lo  deste  fué  la  tierra  adentro,  que  excedió  con  gran  parte 
en  crueza  á  todos  sus  antecesores  con  sus  nefandas  abominacio- 


106 

lies;  éste,  tiende  á  muchas  leguas  arriba  del  Darien,  que  así  se 
llama  un  estrecho  en  las  ludias,  muchas  tierras  y  grandes  reinos 
dejó  yérraos  y  despoblados,  todos,  hasta  la  gran  probincia  de 
Nicaragua ,  ynclusibe ,  que  serian  trescientas  leguas ,  la  más  fértil 
y  hermosa  tierra  que  se  creeaber  en  el  mundo,  donde  abia  muchos 
caciques,  príncipes  y  señores,  y  grandes  poblaciones,  é  ynesti- 
mables  riquezas  de  oro,  plata,  perlas  y  piedras  preciosas  f  cora- 
les, porque  hasta  aquel  tiempo  en  ninguna  parte  de  las  Indias 
abia  parescido  sobre  la  haz  de  la  tierra  en  tanta  abundancia,  que 
aunque  de  la  ysla  Española  fueron  muchas  y  grandes  las  riquezas 
que  con  los  yndios  sacaron  de  las  concabidades  y  entrañas  de  la 
tierra,  donde,  como  dicho  es,  todos  los  más  de  los  yndios  murie- 
ron, abia  en  esta  ysla  muy  más  fino  el  oro  y  más  acendrado;  y 
aquí  ynbentaron  nuevas  y  nunca  bistas  maneras  de  crueldades 
los  cristianos,  que  en  los  miserables  cuerpos  de  los  yndios  fueron 
cumplidas,  y  tormentos  porque  les  diesen  ú  descubriesen  oro;  y 
capitán  ubo  en  esta  gente  que  en  una  entrada  sola  que  hizo  ])or 
mandado  de  su  gobernador  á  robar  y  saquear  una  probincia,  mató 
sobre  quarenta  mil  ánimas  que  bió  por  sus  ojos  un  relijioso  que 
cou  él  iba,  llamado  fray  Francisco  de  San  Román,  pasándolos  por 
ñlo  de  espada,  quemándolos  bibos,  echándolos  á  perros  brabos, 
atormentándolos  con  dibersos  y  espantables  tormentos ;  y  porque 
la  ceguedad  perniciosísima  de  los  que  rejian  las  Indias  que  cayó 
en  sus  corazones  y  la  su  codicia  era  grande  y  desordenada,  per- 
dieron de  todo  el  cuidado  de  disponer  y  ordenar  cerca  de  la  sal- 
vación de  tanta  muchedumbre  de  jentes  que  á  cargo  llebavan,  y 
despreciando  sienpre  esto,  según  que  por  la  obra  y  efeto  della  se 
abien  parescido,  aunque  por  palabra  digan  otra  cosa,  y  a  llegado 
á  tanta  desbergüenca ,  que  ay  an  platicado  é  ymaginado  que  se 
hagan  requirimientos  á  los  yndios  que  bengan  á  recibir  la  santa 
fe  y  á  dar  la  obediencia  á  los  reyes  de  Castilla,  si  nó  que  les  ha- 
rían cruel  guerra  á  fuego  y  á  sangre,  y  los  robarían,  cativarian  y 
matarían,  como  si  el  hijo  de  Dios  que  murió  porcada  uno  de  ellos 
lo  ubiera  en  su  ley  mandado  quando  dijo:  eiinks  yn  mwidum  uni- 
bersum  et  predicatc,  evangelium  hoc  omni  crcaturoR  qui  crediderit  et 
halimlus  fiierit  salbus  erit,  qui  bero  no  crediderit  condcnabilur,  que 


107 

se  hiziesen  requirimientos  á  los  ynfieles,  y  que  siendo  ellos  pací- 
ficos y  quietos  y  poseyendo  sus  propias  tierras  sin  hazer  mal  á 
naide ,  si  la  fe  no  recibiesen  luego,  sin  otra  predesecion  de  doctrina, 
y  si  no  se  diesen  á  señorío  de  príncipe  que  nunca  bieron  ni  oyeron 
dezir,  mayormente  siendo  los  mensajeros  y  predicadores  tan  cra- 
delísimos  y  desapiedados,  que  muriesen  por  ello,  y  con  tal  género 
de  muertes  y  que  los  que  bibos  quedasen  por  el  mismo  caso  perdie- 
sen la  hacienda,  tierras  y  la  libertad  suya  y  de  sus  mujeres  y 
hijos ,  y  estubiesen  en  tan  orrible  serbidunbre  y  tiranía,  cosa  ab- 
surda y  nefanda,  si  no  para  abominar  della. 


CAPITULO  XIII. 

De  los  diabólicos  requirimientos  que  los  cristianos  á  loi'  yndios  hazian 

para  los  poder  robar  y  matar  á  yei  ro  y  á  fuego  y  á  sangre,  y  de  tales 

muertes  qaal  la  dieron  á  un  cacique,  declara. 

Como  el  malabenturado  gobernador  tal  comisión  o  ynstruccion 
llebase  de  hazer  los  requerimientos  para  justificación  suya,  man- 
dava  que  se  hiziesen  otro  dia  antes  de  quando  acordavan  de  yr  á 
robar  y  saquear  algún  pueblo  de  quien  teniau  noticia  que  sus 
moradores  poseian  oro,  mas  por  no  los  abisar  y  se  pusiesen  en 
defensa  y  se  probeyesen  por  poder  jurar  que  hizieron  los  requiri- 
mientos, usavan  de  una  cautela  diabólica  y  hacíanlos  á  media 
noche  estando  los  yndios  en  sus  casas  seguros  y  bien  descuidados 
durmiendo,  ybanse  los  ladrones  so  la  sonbra  y  oscuridad  de  la 
noche,  y  llegando  á  media  legua  del  pueblo  pregonavan  entre  sí 
mesmos,  y  leian  un  pergamino  escrito  que  ellos  ordenaran ,  cuyo 
tenor  era  tal: 

«Caciques,  yndios,  príncipes  y  altos  onbres  desta  probincia, 
salud  y  gracia:  sepades  que  ay  un  Dios  trino  en  personas  y  uno 
en  esencia,  y  un  Papa  en  su  lugar  en  la  tierra  y  un  rey  de  Casti- 
lla, y  lo  mesrno  de  toda  España^  que  es  emperador  y  señor  destas 
Indias;  por  ende  vos  someteos  á  su  ley  obediencia,  donde  uó  teneos 


108 

por  dicho  que  os  mataremos ,  destruiremos ,  robaremos  y  catiba- 
remos,»         "  . 

Tal  era  el  requirimiento  que  á  esa  ora  apreg'ouaban ,  porque 
binieudo  á  ser  é  querer  ser  cristianos,  leyéndolo  en  público,  no 
perdiesen  de  los  robar  y  matar,  y  como  el  alva  esclarecia ,  entra- 
van  de  rebato  en  el  pueblo,  que  no  ay  tal  que  tenga  puertas  ni  lo 
acostunbran,  y  poníanle  fuego  por  muchas  partes  á  las  casas,  que 
lo  más  dellas  es  paja,  y  quemaban  bivos  á  los  yndios,  cubres  y 
raugeres  y  niños  antes  que  despertasen  de  su  sueño,  y  los  que  to- 
mavan  á  bida,  menos  se  escapavaude  la  cruel  muerte,  calos  ma- 
tavan  tanbien  á  tormentos  porque  dijesen  de  otros  pueblos  donde 
ubiese  oro;  y  los  que  destos  dejavan,  herrávanlos  por  esclavos  en 
el  rostro,  y  muerto  el  fuego  yvan  á  cabar  y  buscar  el  oro;  en  tales 
obras  se  ocupó  el  perberso  gobernador  y  los  suyps  un  tienpo,  que 
fué  desde  el  año  de  nueve  hasta  el  de  catorce ,  y  dende  el  de  ca- 
torce hasta  el  de  beinte  y  uno,  y  porque  no  los  pusiesen  cerco 
con  que  los  amenazaban  en  jeneral  á  todos  los  soldados,  daban  los 
yndios  multitud  de  joyas  de  oro  y  plata,  y  perlas  y  piedras  pre- 
ciosas, corales,  almicques  y  ánbáresy  otros  infinitos  olores,  y  esto 
sin  más  riquezas  que  en  particular  davau  al  gobernador;  y  él 
porque  sus  soldados  le  diesen  oro,  davales  de  los  cativos  yndios, 
y  elios  los  tomavan  de  grado,  porque  con  ellos  sacavan  de  las 
minas  mucho  más,  y  el  oro  que  robaron  de  aquella  fecha  fué  un 
millón  de  castellanos,  y  aun  yo  oy  muy  corto,  que  esto  fué  sólo 
lo  que  ellos  confesaron;  pero  aberiguase  que  más  de  otros  dos  mi- 
llones saquearon  antes  que  salien  de  aquella  probincia;  y  otros  go- 
bernadores que  después  sucedieron  hasta  el  año  de  treinta  y  tres, 
rebuscando  esta  tierra  mataron  con  sus  tiranías  y  servid unbre  los 
pocos  yndios  que  quedavan;  entre  muchas  maldades  que  éste  hizo, 
no  costumbrava  á  hazer  en  el  tienpo  que  gobernó,  fué,  que  dán- 
dole un  cacique  de  su  propia  boluntad  ú  de  miedo  ,  según  se  cree, 
ocho  quentos  de  castellanos,  no  contento  con  esto,  prendió  al  dicho 
cacique,  y  atado  á  un  palo,  hincado  en  el  suelo  estendidos  los 
pies,  mandóle  dar  fuego  por  ellos  porque  diese  más  oro,  y  él  en- 
biando  por  más  á  su  casa,  por  se  ber  libre,  trajéronle  otros  tres  mil 
castellanos;  estos:tomó  el  gobernador,  mas  por  esto  no  harta  su 


109 

haübre,  y  mandóle  dar  otros  tormentos,  y  el  lastimado  cacique  no 
dando  más  oro,  porque  no  le  tenia,  tubiéroule  de  aquella  manera 
hasta  que  los  tuétanos  se  asaron  y  le  salieron  por  las  plantas  de 
los  pies  y  ubo  de  acavar,  y  así  hizo  á  otros  con  la  misma  rabia  y 
codicia. 


GAPTIULO  XIV. 

De  una  entraña  crueldad  que  contra  las  doncellas  yndias  usaron  los 

cristianos  entre  otras  muchas,  y  cÓ7no  fueron  bencidos  y  muchos  de- 

líos  muertos  por  el  Parijs,  cacique  de  Panamá,  al  qual  aprovechó 

poco  goce,  al  fin  murió  él  y  los  suyos. 

Otra  bez,  yendo  á  saquear  y  robar  una  capitanía  de  españoles 
que- el  gobernador  les  dio  licencia  para  ello,  lles-aron  á  cierto 
monte  donde  estava  recqjida  y  huida  de  la  pestilencia  y  obras  de 
los  cristianos  much-i  gente  de  yndios,  y  dando  de  súpito  sobre 
ellos  mataron  quantos  pudieron,  onbres  y  mujeres,  y  viejos,  y 
niños,  y  tomando  setenta  donzellas  llebávanlas  para  cumplir  sus 
malos  deseos;  y  juntáronse  otra  gran  conpaña  de  yndios  con  sus 
armas,  que  ovendo  los  dolorosos  gritos  que  las  donzellas  por  el 
monte  yban  dando,  acudieron,  y  con  rabiosa  ansia  fueron  por  les 
quitar  sus  mujeres  y  hijas ,  y  aun  biéndose  los  españoles  tan  apre- 
tados de  los  yndios,  que  en  ninguna  manera  podian  llebar  la  presa 
por  ser  muchos  menos  que  ellos,  no  la  quisieron  soltar,  ca  no  era  tal 
subirtud;  mas  usaron  espantablísima  crueldad  con  las  sin  ben- 
tura,  ca  les  metieron  las  espadas  por  el  bergoncoso  lugar  y  dejá- 
ronlas muertas,  y  no  una  tan  sola  á  vida;  béase  agora  si  nunca 
los  godos,  los  alanos ,  los  suevos,  los  unnos,  los  silingos^  los  bán- 
dalos,  los  longobardos,  los  herulos  y  cuantas  naciones  a  abido  en 
el  mundo  crueles  y  bárbaras,  hizieron  otro  tanto  por  mucha  que  fué 
su  fiereza;  quando  los  yndios  aquesto  bieron,  con  alaridos  que  al 
cielo  llegavan,  carpían  sus  rostros  y  arañávanse  con  sus  uñas  se 
bolbian  sangre,  y  vertiendo  infinitas  lágrimas  decían:  a  ¡o  malos 
y  crueles  onbres  á  las  hiras  matáis ! »  que  así  llaman  en  su  lenguaje 


no 

á  las  doDzellas,  mostraudo  como  sea  villauía  pouer  las  manos  en 
mujer,  y  sospiraudo  y  jimiendo  á  esconderse,  tornaron  más;  de- 
jando agora  aquesto,  contaros  emos  como  á  quinze  leguas  de 
Panamá,  abia  un  cacique  ú  gran  señor  que  llamaban  el  Parijs, 
riquísimo  de  oro  y  plata,  perlas  y  piedras  preciosas,  corales,  hal- 
micques,  ánbares  y  de  todo  lo  al,  y  pasando  allá  los  cristianos, 
rescibiéndolos  el  Parijs  estremadamente  de  bien ,  y  con  ynflnita 
alegría  presentó  al  gobernador  cinquenta  mil  castellanos,  de  su 
boluntad,  ó  más;  él  y  los  suyos,  paresciéndoles  que  quien  tanto 
daba  de  su  gracia,  apremiándole  que  daria  mucho  más  y  que  debia 
tener  gran  tesoro,  que  era  el  consuelo  de  sus  trabajos,  disimularon 
y  dijeron  quererse  partir  al  quarto  del  alva  y  tornarse,  y  partidos 
buelben  y  dan  sobre  el  cacique  y  pueblo,  y  prendiendo  ynflnita 
jente  robaron  quanto  hallaron,  que  cosa  era  ynstimable,  y  al  pue- 
blo alcasaron  con  fuego  y  el  Parijs  se  les  escapó  huyendo,  que  no 
le  pudieron  prender  de  aquesa  bez;  y  él,  juntando  presto  la  más 
jente  que  pudo,  como  animoso  y  esforcado  que  era,  dende  en  seis 
dias  tornó  á  ellos,  y  alcancándolosquese  bolbian,  llebando  ciento 
y  treinta  y  tres  mil  castellanos,  por  un  desconbrado,  y  mucha  otra 
presa  de  yndios,  y  dando  en  ellos  con  marabilloso  esfuerco,  según 
su  natural  flaqueza ,  mataron  cinquenta  españoles  y  tomáronles 
todo  el  oro  y  presa  que  lleva  van,  y  escaparon  los  otros  bien  heri- 
dos, huyendo  por  uña  de  cavallo;  mas  fué  así  que  los  cristianos  se 
rehicieron ,  y  rebolbiendo  sobre  el  Parijs  robaron  y  asolaron  su 
tierra,  y  más  dieron  crueles  muertQS  á  sus  naturales ,  y  algunos 
que  tomaron  á  bida  fué  para  ponerlos  en  la  ordinaria  servidum- 
bre de  las  minas  y  labrancas,  por  manera  que  no  ay  agora  besti- 
jio  ni  señal  que  allí  aya  abido  población  ni  onbre  nacido,  teniendo 
antes  trescientas  leguas  de  sólo  poblado;  tales  estragos  y  mortan- 
dades aquel  miserable  gobernador  y  los  suyos  en  aquellos  reinos 
hizieron. 


iil 


CAPITULO  XV. 

De  la  hermosura  y  fertilidad  de  la  fresca  probincia  de  Nicaragua, 

y  lo  mucho  que  sufrieron  los  de  ella  por  no  la  dejar  de  los  dcsapie- 

dados  españoles  que  á  ella  pasaron,  que  poco  les  aprobechó. 

El  año  de  mil  y  quinientos  y  beinto  se  pasó  á  ^anar  la  mara- 
billosa  probincia  de  Nicaragua,  en  la  qual  entró  el  gobernador  de 
que  hablavamos ,  pues  quien  podria  contar  la  deleitosa  y  fértil 
frescura  desta  probincia  y  encarecer  como  era  razón  su  compos- 
tura y  su  mucha  jente,  que  admirable  cosa  era  de  ber  quán  po- 
blada y  hermosa  estar  solia,  con  pueblos  que  no  abia  de  uno  á 
otro  cinco  leguas  y  estas  llenas  de  eusalcados  y  frondosos  árboles, 
á  marabilla  espesos,  y  muchos  sabrosos  frutales,  y  berdes  y  oloro- 
sas flores  y  plantas,  aves  y  animales  de  estrañas  y  difereute- 
maneras  y  dibersas  formas,  é  ynnumerables  fuentes  de  dulcesi- 
mas  y  claras  aguas  manantiales,  y  la  tierra  de  suj'O  llana  como  la 
palma,  y  tan  rasa  que  no  se  hallaban  escondrijos  en  los  montes, 
tal  era  ella  que  con  terrible  ansia  y  angustia  la  dejavan  los  yn- 
dios  quando  dejarla  les  fué  forcado ,  que  con  gritos  horadando  el 
cielo  la  besaban  y  abracaban  con  rabia  dolorida  lo  que  podían,  y 
por  la  morar  sufrieron  mayores  persequciones  y  daños  que  los  de 
las  otras  partes,  y  quanto  fué  posible  enduraron  las  tiranías  y 
serbidumbre'  en  que  los  españoles  los  ponian  por  no  dejar  la 
tierra,  mas  por  la  mesma  manera  el  cruel  tirano  y  gobernador  los 
hizo  que  compañía  tubiesen  á  los  otros ,  y  como  quior  que  la 
jente  mansísima  y  pacifica  fuese  en  tiempo  pasadado  ayudaran 
estos  yndios  de  Nicaragua  á  que  otros  fuesen  destruidos,  mas 
entonces  por  la  mesma  bentura  ubieron  de  pasar;  enbiaba  el  go- 
bernador en  beces  jente  á  caballo  á  la  jineta  que  alanceaban  y 
destruiaiv  una  probincia  tamaña  como  el  condado  de  Ruysellon 
que  no  dejavan  onbre  biejo,  ni  niño,  ni  mujer  con  la  bida,  y  esto 
por  muy  lijera  causa,  así  como  porque  tan  presto  no  beniau  á  su 


112 

llamada  ó  no  traia,u  tantas  car^^as  de  mahíz,  que  es  el  trigo  de 
allá,  ú  tantos  yn^ios  corno  quisiera  que  á  él  y  á  los  suyos  sirbie- 
sen,  porque  como  era  la  tierra  tan  llana,  ninguno  podia  huir  ni 
menos  esconderse  de  los  de  á  caballo  é  yban  los  cristianos  á  hacer 
sus  entradas,  que  es  á  saquear  y  robar  otras  probincias,  y  aun  á 
los  mesmos  yndios  consentía  el  gobernador  que  prendiesen  y  lle- 
basen  para  hender,  y  á  los  que  los  serbian  echavan  en  cadenas  y 
arp:ollas  á  las  gargantas  porque  no  se  les  fuesen  y  les  dejasen 
cargas  de  quatro  y  cinco  arrobas  que  á  sus  hombros  les  ponian,  y 
acaesció  hez  de  muchas  que  esto  hizieron  que,  de  seis  mil  yndios 
ocho  no  bolbieron  bivos  de  aquel  camino,  que  muertos  los  dejaban 
por  do  quier  que  iban;  quando  algunos  Cansaban  despeándose  y 
del  gran  peso  enfermavan  de  pura  hanbre  y  trabajo  y  flaqueza, 
por  no  los  desensartar  de  las  cadenas,  que  trabajo  y  tardaiica  me- 
nester fuera,  de  tal  suerte  los  traían,  cortábanles  las  cabecas  por 
los  .collares  y  caían  ellas  á  un  cabo  y  los  cuerpos  á  otro;  béase 
agora  lo  que  sentir  podrían  quando  se  ordenaban  seuiejautes  ro- 
merías ,  teniendo  espiriencia  que  nirjguno  de  ellas  bolbia;  y  así, 
cuando  salían  yvan  llorando,  sus  ojos  echos  fuentes  de  lágrimas, 
dando  alaridos  que  al  cielo  suben,  y  si  se  pudiesen  matar,  cierto  es 
que  lo  harían,  aunque  es  la  jeute  del  mundo  que  mas  teme  la 
muerte,  y  no  ubiera  onbre  que  lo  biera  que  no  se  le  quebrara  el 
coracon  de  dolor,  salvo  los  de  aquellos  enternegados  españoles, 
que  más  que  de  acero  debían  ser:  «ay,  decían  los  sin  bentura,  que 
aquellos  eran  buenos  caminos  quando  serbíamos  á  los  cristianos, 
que  aunque  penávamos,  bibiamos  y  bolbíamos  algún  tienpo  á  ver 
siquiera  nuestras  tierras  y  casas,  mas  agora  hamos  sin  alguna  es- 
peranca  de  bibir,  muriésemos  luego  sin  penar  lo  que  de  penar  y 
pasar  nos  queda.» 


113 


CAPITULO  XVI. 

De  la  bida  que  davan  los  cristianos  á  los  yndios  en  esta  probincia 

y  de  la  general  hanbre  y  terrible  carestía  que  en  ella  sucedió  y  tal 

que  con  dolor  y  lágrimas  á  la  madre  fuese  forjado  matar  su  hijo  á 

quien  dava  leche  para  comer,  y  de  quién  fué  la  causa  desto. 

Quiso  una  bez  este  gobernador  hacer  nuevo  repartimiento  de 
los  yndios  porque  se  le  antojó  ó  por  respeto,  se»un  algunos  dije- 
ron, de  quitar  los  yndios  de  poder  de  quien  no  queria  bien  y 
darlos  á  quien  le  plazía;  esto  dio  causa  que  los  yndios  no  sem- 
brasen un  año  una  sementera,  y  como  faltase  pan  en  el  tienpo 
sucediente,  tomaron  los  españoles  á  los  yndios  quanto  mahiz  y 
•^robision  teuian  para  sustentar  sus  mujeres  y  hijos  y  familia,  por 
lo  qual  murieron  de  hanbre  más  de  beinte  mil  ánimas,  y  aun  esto 
fué  como  nada,  pues  acaesció  mujer  matar  su  propio  hijo,  á 
quien  antes  daba  leche  y  su  propia  sustancia,  para  comérsele  con 
la  rabia  de  la  gran  hanbre;  los  pueblos  de  esta  probincia,  que 
eran  como  una  deleitosa  uerta,  y  aposentáronse  en  ellos  los  cris- 
tianos, cada  qual  en  el  que  le  repartian,  y  sin  hazer  en  ellos  sus 
labrancas  ni  costalles  algo,  se  mantenian  de  las  probisiones  de 
los  pobres  yndios ;  otros  les  tomavan  sus  propias  tierras  y  ereda- 
des,  de  suerte  que  tenian  en  sus  casas  los  yndios,  biejos  y  mogos, 
y  mujeres  y  á  todos  sus  muebles  y  raízes  para  de  todo  se  aprobe- 
char,  y  á  todos  los  hazian  serbir  noches  y  dias  sin  tomar  alguna 
holganca,  hasta  los  niños  chiquitos,  quan  presto  se  podían  tener 
en  sus  pies,  los  ocupaban  en  todo  lo  que  hacer  pudiesen;  asi  los 
an  consumido  como  se  be  oy  dia  en  los  pocos  que  quedan,  no 
consintiéndoles  ni  dejándoles  tener  co-^a  propia,  tratándolos  con 
mayores  tiranías  y  sin  justicias  que  á  los  de  la  ysla  Española  mu- 
rieron; otro  sí,  lasjentesde  esta  probincia,  haciéndoles  llebar  la 
tablazón  y  madera  de  treinta  y  cincuenta  leguas  al  puerto  para 
hacer  nabios,  y  en  enbiallos  á  buscar  miel  y  cera  por  las  altos  mon- 
ToMo  LXXI.  8 


114 

tes  doude  eran  comidos  y  despedacados  de  los  tigres,»  que  muchos 
ay  en  aquella  tierra,  pues  á  las  mujeres  preñadas  no  le  calavan 
más  cortesía,  antes  las  cargavan  como  á  bestias,  y  principal- 
mente lo  que  ha  dado  causa  á  ser  destruida  y  asolada  aquella 
probincia  tan  grande  y  en  tan  brebe  tiempo  fué  la  licencia  que  el 
mal  gobernador  dló  á  los  suyos  para  pedir  esclavos  álos  caciques, 
que  á  cada  señor  de  un  pueblo  demandavan  cada  mes  cincuenta 
esclavos  con  crueles  amenazas,  si  no  se  les  diesen  que  los  abian  de 
quemar  bibos  y  echar  á  los  perros  brabos;  y  como  los  yndios  co- 
munmente no  tienen  siervos,  que  ellos  mismos  se  sirbeu,  yban 
los  caciques  por  sus  pueblos  y  tomavan  primero  los  uérfanos  y 
después  demandaban  á  quien  tenia  dos  hijos  el  uno,  y  á  quien 
tenia  tres  los  dos,  j  dándoselos  ellos  con  terribles  gritos  y  doloro- 
sas  boces  y  llanto  de  todo  el  pueblo,  porque  son  las  jentes  del 
mundo  que  más  entrañablemente  parece  que  aman  á  sus  hijos; 
de  aquesta  manera  cumplian  el  número  de  cinquenta  que  el  ti- 
rano demandava,  y  como  esto  se  hiciese  muchas  bezes,  asolaron 
con  tales  solenidades  desde  el  año  de  beinte  y  tres  hasta  el  de 
treinta  toda  esa  tierra,  porque  andubieron  siete  años  cinco  nabíos 
al  trato  de  muchedumbre  de  yndios  y  de  otras  cargados  que  yban 
á  Panamá  y  al  Perú  á  se  vender,  y  á  otras  muchas  partes  doude 
luego  son  muertos,  porque  es  aberiguado  que  en  sacando  los 
yndios  de  su  naturaleza  y  llevándolos  á  tierra  caliente  luego 
mueren;  por  esto  dijeron  algunos  que  su  muerte  estava  en  sus 
manos,  y  que  podian  morir  quaudo  ellos  querían  súbitamente, 
mas,  esto  no  es  ansi.  que  onbres  son  y  mortales  como  nosotros,  pero 
de  la  gran  cal ura,  que  es  contra  su  complision,  y  de  que  les  davan 
poco  y  malo  á  comer,  les  benia;  y  esto  siendo  tan  libres  como 
cada  qual  los  an  hecho  esclavos  con  las  contiims  o  ynfernales 
guerras  que  si<'m])re  les  an  dado  y  penoso  catiberio  en  que  los 
pusieron  y  lo  mesnio  se  a  hecho  de  catorze  años  á  esta  parte  que 
en  la  susodicha  probincia  de  Nicaragua,  escasas  habrá  quatro  mil 
personas,  y  aun  destas  matan  cada  dia  con  los  serbicios  continos 
y  opresiones  ordinarias. 


115 


CAPITULO  XVII. 

De  en  qué  tiempo  se  descubrió  la  probincia  de  la  Nueva  España 

y  pasaron  los  cristianos  á  ella,  y  de  lo  que  acaesció  en  el  su 

descubrimiento. 

Benido  el  año  de  mil  y  quinientos  y  diez  y  siete,  descubrióse 
la  Nueva  España  y  su  tierra,  en  cuyo  descubrimiento  grandes  es- 
cáüdalos  y  muertes  se  hicieron  en  los  yndios  por  los  que  la  des- 
cubrieron, y  en  el  de  mil  y  quinientos  y  diez  y  ocho  la  fueron 
españoles  cristianos  á  robar  y  destruir,  y  catibar  los  yndios  que 
en  ella  se  hMlhisen;  ellos  decianque  la  yban  á  poblar,  más  dende 
entonces,  quasi  hasta  en  estos  tiempos,  a  llegado  asertan  grande 
su  maldad  y  tiranía  que  perdiendo  el  temor  á  Dios  y  al  Rey  así 
mesaio  con  más  berJad  se  han  perdido  y  destruido  que  á  los  ju- 
díos podemos  decir,  porque  tales  y  tantos  fueron  los   estragos, 
crueldades,  y  matancas  y  destruiciones,  que  los   reinos  de  la 
tierra  firme,  que  son  tantos  que  todos  los  que  e  dicho  son  como 
nada  en  su  comparación,  en  mucho  menos  los  han  tornado;  pero 
dejarlos  emos  de  decir  que  son  infinitos,  y  las  horribles  y  nefan- 
das obras   que  cometieron,  porque  berdad  sea  lo  que  arriva  dije, 
que  siempre  y  de  cada  dia  más  an  crecido  y  crecen  en  hazer 
mayores  fierezas  y  mortandades  desde  la  tomada  de  la  Nueva 
España,  que  fué  á  diez  y  ocho  dias  del  mes  de  abril  del  año  de 
mil  y  quinientos  y  treinta,  doce  años  enteros  gastaron  en  ella 
haciendo  estragos  y  crueles  matancas,  é  ynbentando  mañas  y 
falsas  traiciones  lo  acabaron  este  continuamente  que  quatrocien- 
tas  y  cincuentas  leguas  y  más  que  hay  al  rededor  de  la  gran 
ciudad  de  Méjico  y  por  toda  esa  probincia,  que  tanto  es  maravi- 
llosa su  grandeza  y  latitud  que  cabrán  bien  en  ella  cinco  reinos, 
y  cada  uno  mayor  que  toda  España  y  todas  sus  tierras,  así  eran 
pobladas  y  llenas  de  gentes  como  Sevilla  y  Granada  y  Caragoca, 
y  Barcelona  y  Valladolid  todos  juntos,   porque  ni  ay  ni  ubo  ja- 


116 

más  en  estos  pueblos  la  jente  que  ay  en  los  que  decimos ,  los 
qunles  para  los  andar  en  torno  an  de  pasar  más  de  tres  mil  y 
quinientas  leo^uas,  que  en  todo  este  tiempo  an  muerto  los  cristia- 
nos acuchillo  y  á  laucadas  y  quemando  bivos,  bicjos  y  mocos,  y 
niños  é  niujeri's  y  duucellas,  más  de  diez  quentos  de  ánimas 
mientras  que  duraban  las  que  ellos  llamaban  conquistas,  siendo 
invasiones,  violencias  y  crueles  tiranías,  no  solamente  condena- 
das cerca  de  Dios,  mas  reprobadas  quanto  á  las  leyes  de  los 
onbres ,  y  mu}''  peores  que  las  que  haze  el  o-ran  turco  para  des- 
hazer  y  anular  la  religión  cristiana,  porque  fueron  de  tres  partes 
las  dos  de  susodicha  muchedumbre  y  aun  ahora  matan  de  los 
que  quedan  con  las  opresiones  malditas,  y,  cierto  que  no  podria 
bastar  lengua  umana  á  referir  sus  hechos  particularmente,  ni  in- 
dustria umana  para  mostrar  la  esquibeza  y  horribilidad  suya  que 
indistintas  partes  y  juntas  en  un  mismo  tiempo  por  aquellos  ca- 
pitales enemigos  del  linaje  umano  se  an  cometido,  que  según  sus 
circunstancias  y  calidades  que  los  agravan;  en  verdad,  que  con 
mucha  dilijencia  y  escritura  apenas  cumplidamente  le  podria  ex- 
plicar; pero  algo  de  algunas  partes  diré,  con  protestación  y  jura- 
mento que  no  creo  que  declaro  la  una  de  mil  partes  de  lo  que  fué. 


CAPITULO  XVIII. 

De  la  paborosa  crueldad  y  carnescería  que  los  españoles  en  los  yndios 
hizieron  en  la  ciudad  de  Choleda ,  y  de  lo  que  más  fué. 

Y  es  asi,  que  entre  otros  muchos  estragos  y  mortandades  que 
los  españoles  hizieron  en  una  gran  ciudad  de  aquestas,  de  más  de 
treinta  mil  bezinos,  llamada  Choleda,  saliéndolos  todos  los  caciques 
de  la  comarca  á  rescibir  con  el  sacerdote  mayor  de  los  cristianos, 
llevándolos  los  yndios  en  medio,  los  metieron  en  su  ciudad  y  apo- 
sentaron en  las  casas  del  principal  cacique;  acordaron  los  cristia- 
nos de  hazer  allí  un  castigo  cruel ,  como  ellos  dizen ,  para  poner 
espanto  y  senbrar  con  tal  brabeza  toda  esa  probincia,  y  para  esto 


117 

enbiaron  á  llamar  á  todos  los  más  nobles  de  laciudady  jenerosos, 
y  de  todos  los  lugares  á  ella  subjetosy  al  cacique  mayor  de  todos, 
y  así  como  benian,  que  luego  obedecieron,  y  entravan  á  hablar  al 
gobernador  y  á  ber  lo  que  les  queria,  eran  luego  presos ,  sin  que 
onbre  de  ellos  lo  biese  ni  alguno  lo  entendiese  que  tal  de  los  otros 
fuese;  abíanles  demandado,  según  paresció  ser  los  españoles,  seis 
mil  yndlos  que  les  llebase  las  cargas  como  hazémilas,  quando  de 
alguna  parte  á  otra  se  mudasen,  y  metiéndolos  á  todps  en  un  gran 
patio  de  la  casa,  y  á  todos  pasaron  por  cuchillo  como  á  mansos 
corderos,  y  á  la  puerta  del  gran  patio  se  pusieron  muchos  cristia- 
nos armados  á  guardar  que  naide  salir  pudiese,  y  ni  uno  solo  que 
escapó  que  todos  paresció  que  murieron;  mas  pasado  ese  dia,  al 
otro  salian  muchos  yndios  cubiertos  de  sangre  de  los  muertos, 
que  debajo  la  muchedumbre  se  habian  escondido,  donde  otros 
ahogados  fueran  y  muertos  sin  heridas;  los  bivos  llenos  los  rostros 
y  cuerpos  de  sangre  quajada  yban  llorando  y  con  lastimeras  hoces 
ante  los  cristianos  pidiendo  misericordia  y  que  no  los  matasen,  en 
los  quales  ninguna  piedad  hallaron,  antes,  así  como  salian  y  á 
ellos  llegavan  descabeñados  y  llorosos,  enronquecidos  del  mucho 
gritar,  como  perros  rabiosos  y  que  les  obiesen  hecho  el  mayor 
daño  del  mundo,  ellos  mesmos  con  sus  espadas  los  despedacaban 
y  á  los  caciques  y  mayores  señores,  hincados  palos  en  tierra  y 
atados  á  ellos,  los  mandaba  el  gobernador  asar  bibos ;  el  cacique 
principal  por  gran  bentura  pudo  soltarse  y  acojerse  con  otros 
beinte  yndios  á  un  tenplo  grande  que  era  como  fortaleza,  que  11a- 
mavan  el  Qun,  y  allí  se  defendió  entero  medio  dia;  mas  los  espa- 
ñoles pusieron  fuego  por  todas  partes  al  tenplo,  y  allí  los  abrasa- 
ron, dando  ellos  tales  alaridos  y  boces,  que  el  cielo  rompían  di- 
ciendo; «malas  y  crueles  bestias  ¿qué  os  emos  hecho  porque  así 
nos  matéis?  mas  no  podéis  hazer  otra  cosa  que  yr  á  la  ciudad  de 
Méjico  donde  nuestro  señor  Motencuma  nos  bengará  destas  muer- 
tes;»  y  porque  esto  se  lebantó  de  las  cargas  que  les  abian  de  llebar, 
bien  es  saber  y  considerar  cómo  se  aparejan  los  pobres  yndios 
para  el  trabajoso  oficio,  cosa  de  muy  gran  lástima,  cabienen  des- 
nudos en  cueros ,  solamente  cubiertas  sus  bergüencas  con  unas 
redezillas  y  su  muy  poca  comida  en  un  sacillo  ú  talego  en  el 


118 

ombro  atado  al  cuello,  y  hállase  por  berdad,  quequando  estavan 
pasando  por  espada  los  yndios  en  el  patio,  el  gobernador  pestífero 
mirándolo  con  buen  plazer,  que  cantava  aquella  canción  que  dizen: 

Mira  Ñero  de  Tarpeya 
Á  Roma  cómo  se  ardía, 
Gritos  dan  niños  y  biejos 
Y  él  de  nada  se  dolía. 

Y  otra  muy  mayor  crueldad  que  aquesta,  silo  puede  ser,  hizie- 
ron  en  la  ciudad  de  Toponea,  que  era  mayor,  que  yo  dejaré  de 
contar  por  escusar  prolijidad  y  fastidio. 


CAPITULO  XIX. 

Cómo  dejando  robada  y  destruida  otra  ciudad  los  cristianos  pren- 
dieron ni  poderoso  cacique  MoteiiQuma  y  hizieron  la  famosa  matai^ca 
de  la  nobleza  y  generosidad  yndia  en  la  ciudad  de  Méjico,  que  oy 
día  es  llorada. 

Depenca,  la  muy  noble  é  ynsinne  ciudad,  quedó  asolada  y 
destruyda,  y  todos  sus  naturales  y  moradores  muertos;  y  pasados 
los  españoles  á  la  opulentísima  de  Méjico,  porque  el  rey  Moten- 
cuma  los  enbiara  á  llamar  con  sus  embajadores,  que  muchos  y 
dibersos  presentes  de  riqueza  y  probision  les  llebaron  por  g-analles 
las  boluntades,  y  á  la  entrada  de  la  ciudad  salió  el  mesmo  Moten- 
cuma  á  los  recibir  con  toda  su  corte,  haciendo  llebar  su  persona 
en  andas  y  en  onbros  de  los  más  principales  yndios  de  los  suyos. 
Finalmente,  él  salió  con  toda  la  más  majestad  que  pudo,  para  les 
mostrar  su  grande  estado,  que  era  mayor  él  que  quantos  caciques 
y  príncipes  emos  dicho  con  gran  parte,  aunque  los  queuten  todos 
juntos;  y  si  muchas  fiestas  y  alegrías  abian  hecho  sus  yndios  á 
los  cristianos  hiñiendo  por  el  camino ,  muchas  más  les  hizieron 
entrados  en  la  ciudad  y  de  mayor  alegría ,  que  fueron  tantas  y 


119 

tales,  que  los  españoles  y  su  gobernador  eran  muy  maravillados. 
Motencuma  los  aconpnñó  hasta  eu  los  grandes  y  reales  palacios 
donde  él  moraba,  y  allí  con  mucho  plazer  los  mandó  aposentar; 
mas  la  paga  que  le  dieron  por  tan  gran  hourra,  según  me  certificó 
quien  se  halló  presente,  fué,  que  con  cierta  cautela  ú  traición,  es- 
tando Motencuma  seguro,  lo  prendieron  y  echaron  unos  grillos  á 
los  pies,  y  cargado  de  cadenas  lo  pusieron  en  una  torre  y  eu  su 
guarda  ciento  de  los  más  principales  de  entre  sí,  y  grandes  cosas 
pasaron  en  esto  y  mucho  de  contar;  pero  todo  lo  dejaré  por  de- 
cir, de  una  de  las  menores,  la  más  señalada  que  acaesció,  y  fué 
asi:  que  yendo  el  gobernador  al  puerto  á  prender  á  otro  capitán 
que  contra  él  benia,  dejó  á  otro  tercero  capitán  en  guarda  de  Mo- 
tencuma con  los  cien  onbres ,  estos  acordando  de  acrescentar  el 
miedo  en  aquella  tierra  que  dellos  abia,  por  tal  manera,  como  lo  an 
usado  y  usan  siempre  los  yndios  de  la  corte  de  Motencuma  no  se 
ocupavan  de  otra  cosa  que  en  dar  plazer  á  su  señor  en  la  torre 
donde  estava  preso,  y  entre  otras  fiestas  que  le  hizieron  fué  una 
por  todos  los  barrios  y  plazas  de  la  ciudad  con  danzas  y  bailes,  que 
llaman  ellos  mitotes  ú  arreitos,  donde  saca  van  todas  sus  galas  y 
riquezas ,  y  se  empleavan  de  gana  por  ser  la  principal  y  más  re- 
gocijada manera  de  sus  fiestas  y  alegrías,  y  los  más  nobles  y  ca- 
valleros  de  sangre  hazian  sus  dancas  y  bailes  más  cerca  de  la 
torre  donde  estava  su  señor  Motencuma,  y  junto  á  ella  mil  hijos 
de  caciques  y  grandes  señores  que  eran  la  flor  de  la  corte  de  Mo- 
tencuma ,  y  generosidad  contra  estos ;  fué  este  capitán  con  una 
quadrilla  de  españoles ,  y  á  todos  los  otros  repartió  también  por 
quadrillas  y  embiólos  á  los  otros  barrios  de  la  ciudad  donde  se 
hazian  las  fiestas,  como  que  iban  á  verlos,  según  otras  veces,  con 
armas  escondidas  y  concierto  que  á  tal  ora  que  se  hiziese  cierta 
seña  todos  diesen  sin  duelo  en  los  cuitados,  que  enbebecidos  en  sus 
bailes  estarían,  y  así  se  hizo  con  «Santiago  y  á  ellos»  como  si  entra- 
ran por  medio  una  gran  batalla  deynfieles  muy  armados,  que  con 
sus  espadas  desnudas  en  las  manos  á  gran  priesa  comencaron  á 
ronper  y  herir  los  miserables  cuerpos  desnudos  en  hiendo  la  seña, 
despedacando  los  delicados  yndios  y  derramando  aquella  sangre 
yllustre  que  uno  solo  con  la  bida  no  dejaron ,  y  lo  mesmo  hizieron 


120 

todos  los  otros  en  las  otras  plazas,  ¡qué  hacaña  que  á  todas  esas 
comarcas  puso  en  gran  pasmo  y  cubrióse  de  luto  y  angustia  y 
amargura  esa  problncia,  y  aun  oy  dia  en  sus  bailes  y  dancas  y 
cantares ,  sienpre  la  mentan  y  hazen  mención  de  la  pérdida  desta 
nobleza! 


CAPITULO  XX. 

De  cómo  los  yndios  que  quedavari  hizieron  gran  daño  en  los  cristia- 
nos en  bengan^a  de  la  nobleza  perdida ,  y  cómo  si  supieran  los  des- 
hizieran  de  forma  que  al  menos  aquesos  más  no  los  molestaran  ni 
se  enriquescieran  con  sus  aziendas. 

Vista,  pues,  por  los  ynocentes  yndios  cosa  tan  espantable  y 
fiera,  y  nunca  oyda  otra  tal  que  en  jeute  sin  culpa  perpetrada 
fuese,  aunque  el  cacique  Motencuma,  su  señor,  biéndose  preso 
mandado  abia  á  sus  yndios  que  por  cosa  alguna,  ni  mal  que  los 
cristianos  los  obiesen  hecho,  auuque  fuese  mucho  el  daño,  no  se 
bolbiesen  contra  ellos,  so  graves  penas ;  no  le  obedecieron  enton- 
ces, como  quier  que  muy  temido  era,  antes  se  alborotaron  todos, 
y  puestos  yufiuitos  dellos  en  armas,  rrebuelben  sobre  los  españo- 
les con  tal  esfuerzo  y  fortaleca,  que  mucho  fué  poder  escapar  en 
la  torre  donde  Motencuma  preso  estava ;  los  yndios  aparejaran 
de  los  convatir  ü  de  poder  entrar  en  la  torre ,  ca  eran  muchos,  y 
los  cristianos  pusieron  un  puñal  á  los  pechos  del  preso  Motencu- 
ma, diziendo  que  se  pusiese  á  una  bentana  de  la  torre  y  man- 
dara sus  yndios  no  los  conbatiesen ,  si  no  que  se  tubiese  por 
muerto ,  y  Motencuma  lo  hizo  ansí  con  el  miedo  grande  de  la 
muerte,  que  llegándose  á  la  bentana  con  harto  dolor  de  su  cora- 
ron y  lágrimas  de  sus  ojos ,  y  sollozos  y  jemidos  que  uno  á  otro 
se  alcancaban,  y  annusgándosele  en  la  garganta  lo  que  hablaba, 
lea  dijo:  «amigos  y  basallos  mios,  si  queréis  que  yo  biba,  naide 
conbata  la  torre,  si  no,  podéis  creer  que  luego  seré  muerto.» Mas 
con  todo  esto  los  yndios  no  le  curaron  de  obedecer,  tanta  era  su 
rrabia;  y  platicaban  entre  sí  de  elejir  otro  mayoral  y  cacique 


121 

que  los  gobernase  y  acaudillase  sus  batallas;  y  ya  que  tenian  en 
grande  estrecho  á  los  españoles ,  que  no  podían  dejar  de  morir 
estorbó  que  no  alcanzasen  ellos  tan  deseada  bitoria ,  la  tornada 
que  sabían  que  tornaba  el  gobernador  que  fuera  al  puerto,  que 
abia  bencído  al  otro  capitán ,  trayendo  muchos  más  cristianos  que 
llevara,  y  que  estaban  muy  cerca;  ansí  obieron  de  dejar  el  con- 
bate  é  yr  á  resistílle,  y  en  buena  ordenanca  le  aguardaron  en 
una  estrechura  por  do  forcado  de  pasar  abia,  y  pelearon  unos  con 
otrosbalentisimamente,  y  murieron  muchos  de  dambas  partes, 
que  los  yndios  sin  armas  peleaban  como  onbres  lastimados,  y 
que  poeo  se  les  daba  por  morir,  y  así  fué  muy  peor  álos  españo- 
les; por  ende,  estando  los  unos  de  los  otros  rretirados  y  en  treguas 
los  cristi^uos,  pensaron  de  una  noche  se  yr  á  otra  tierra,  pues 
tan  mal  et  aquella  les  yba,  y  como  lo  pensó,  quan  calladamente 
pudiesen ,  í.si  lo  hizieron ,  mas  no  tan  encubierto  que  los  yndios 
no  lo  supiesen,  y  que  antes  no  los  atajasen  cave  unarria,  y  tantos 
no  matasen  dallos  con  justísima  queja,  pocos  dejaron  bibos,  y 
esos  muy  mal  parados;  mas  la  su  simpleza  fué  grande  en  no  se- 
guir el  alcance,  que  si  los  siguieran,  entonces  los  acabaran  de 
desarraigar,  pero  -^otno  los  dejasen  por  tomar  holganca,  los  espa- 
ñoles se  rehicieron  y  bolbieron  á  Méjico,  y  diéronle  un  muy  fuerte 
conbate ,  y  no  le  puaiendo  entrar ,  fueron  puestos  en  mucha  con- 
goja por  faltarles  el  rLa,ntenímiento,  hasta  que  con  cierto  ardid  de 
guerra,  y  traición  por  raijor  dezir,  la  tomaron,  y  en  los  yndios  hi- 
cieron nunca  bistas  ni  oydas  ni  aun  pensadas  crueldades,  después 
de  ser  bien  robada  y  saqueada  con  cien  leguas  al  rededor  della, 
hasta  la  probincia  del  Panuco ,  toda  admirable  y  escelente  tierra 
y  población ,  hasta  hay  se  esV3ndió  la  mortal  pestilencia,  ynflcio- 
nando  el  aire  de  aquesa  rejion ,  y  contar  el  estrago  que  en  estas 
se  hizo  y  como  fueron  robadas  seria  nunca  acabar. 


122 


CAPITULO  XXI. 

De  cómo  fueron  asoladas  las  probincias  de  el  Tatulepique  é  Hipil- 

zingo  y  Columna,  que  de  deñr  particularmente  deja  por  contar  de  las 

de  Guatimala  y  de  el  de  Naco. 

Por  lo  raesmo  dejaré  agora  también  de  dezir  cómo  fueron  aso- 
ladas y  destruidas  las  probincias  del  Tatutepique  é  Hipilzin^o  y 
Colunma,  que  cada  una  de  ellas  es  más  tierra  que  los  r'einos  de 
Castilla  y  León,  dambos  juntos,  aunque  es  de  saber  títuTo  con  que 
entravan  á  robar  y  matar  jentes  y  destruir  y  despoblar  tierras 
que  tanta  alegría  y  gozo  debieran  causar  á  los  vercaderamente 
cristianos ;  y  era  que  viniesen  á  se  sujetar  y  obedec3r  al  rrey  de 
Castilla,  donde  nó  que  no  dejarian  yndio  á  bida  ni  cosa  que  to- 
mada no  les  fuese;  algunos  yban  luego  con  el  grao  miedo,  mas  los 
que  tan  presto  no  benian  á  ponerse  en  las  manos  de  onbres  que 
bestiales  sabían  ser,  ó  quicá  porque  no  oyeron  mas  aiua  el  pregón, 
llamávanlos  rebeldes  contra  el  serbicio  de  Su  Magestad;  tal  era  la 
ceguedad  de  los  que  las  Indias  rregian  que  no  lo  alcanzaban,  ü  si 
lo  entendían  tomábanlo  por  achaque,  siendo  contra  las  leyes  dibi- 
nas y  umanas  que  naide  se  puede  llamar  rebelde  que  primero 
no  aya  sido  subdito  ü  abisado:  bean,  pees,  los  que  saben  como  la 
jente  que  está  segura  sin  deber  nada  á  naide,  que  tieue  sus  natu- 
rales señores  y  en  su  tierra  oyendo  tin  estrañas  nuevas  que  les 
digan  de  súpito  conbiene  que  obeaeccais  á  tal  rrey  que  nunca 
bieron  ni  conoscieron,  mayormente  abiendo  esperimentado  por 
su  mal  cómo  los  de  aqueste  rrey  los  trataban,  si  no  son  irraciona- 
les lo  an  de  hazer;  y  lo  que  es  más  espantable,  á  los  que  luego 
obedecían  ponerlos  en  tan  áspera  serbidumbre  y  cruel  trabajo  y 
terribles  tormentos.  ¿Quién  ay  que  con  tales  amenazas,  y  sabiendo 
que  al  fin  an  de  morir  quiera  obedecer  á  otro?  ¿No  veu  los  ciegos  y 
turbados  sus  ojos  con  ambición  y  codicia  diabólica,  que  no  por  esto 
allegau  así  punto  de  justicia,  y  que  es  todo  aire  cuanto  se  haze 


123 

para  que  balga ,  y  que  sólo  les  queda  el  reatu  y  oblig'acion  á  los 
ynfernales  fuegos  y  aun  al  daño  que  hazen  á  los  rreyes  de  Casti- 
lla destruyendo  sus  reinos  y  perdiendo  por  si  todo  el  derecho  y 
acción?  Tales  son  los  serbicios  que  los  que  á  Indias  pasaron  au 
hecho  á  los  rreyes  de  Castilla;  y  con  tal  título  enbió  este  tirano 
gobernador  á  otros  dos  capitanes,  muy  más  desapiedados  aun  que 
él  á  los  grandes  y  fértiles  rreinos  de  Guatimala,  que  es  á  la  mar 
del  sur,  y  el  otro  del  de  Naco,  que  está  á  la  mar  del  norte,  frontero 
lo  uno  de  lo  otro,  que  confinan  y  parten  términos  ambos  á  dos  á 
trescientas  leguas  de  Méjico;  al  uno  despachó  por  mar  en  nabios, 
y  al  otro  enbió  por  tierra  con  gran  jente  de  á  caballo  y  de  á  pié,  y, 
cierto,  que  mucho  mal  hicieran  estos,  mayormente  el  que  fué  por 
tierra  al  rreino  de  Guatimala,  que  el  otro  presto  mala  muerte  mu- 
rió ;  mas,  ¿quién  podria  deziros  de  los  estragos  y  mortandades,  y 
fieras  cruezas  que  éste  hizo  sin  espantar  los  siglos  presentes  y 
por  heñir,  haziendo  de  todo  un  gran  volumen,  que  tal  seria  por 
cierto,  ca  éste  sobrepujó  á  todos  los  capitanes  pasados  en  brabeza  y 
ferocidad  y  en  la  cantidad  de  los  daños  y  estragos  y  abominacio- 
nes que  hizo,  que  fueron  sin  número?  El  que  fué  por  la  mar  en  los 
nabios  hizo  también  ynfiuitos  rrobos  y  asolamientos  de  pueblos  y 
jentes;  y  saliéndoles  á  rescibir  los  yndios  con  rriquísimos  pre- 
sentes en  el  rreino  de  Yucatán,  que  está  en  el  camino  del  otro 
rreino  del  de  Naco,  y  después  de  llegados  y  rrescibidos  los  presen- 
tes acordaron  de  rrepartirse  disimuladamente,  y  rrepartidos  rro- 
baron  y  saquearon  y  destruyeron  toda  esa  tierra,  y  mataron 
quautos  en  defensa  se  le  opusieron,  y  aun  quantos  no,  mayormente 
que  el  otro  en  la  tierra  de  Guatimala,  que  fué  quemando,  ta- 
lando, abrasando  quantos  pueblos  hallaba,  y  matando  la  jente 
de  ellos  de  industria,  más  de  ducientas  y  veinte  leguas  adentro, 
llebándolo  todo  arreo  y  abarrisco  sin  dejar  cosa,  porque  si  otros 
capitanes  biuiesen  á  esa  tierra  á  lo  mismo,  la  biesen  toda  asolada 
y  sin  probecho,  y  muchos  de  los  que  con  él  pasaron  en  esta  ha- 
cienda fueron  muertos  á  manos  de  los  yndios ,  mas  el  maldito  ca- 
pitán siempre  bibia. 


124 


CAPITULO  XXII. 

De  las  maneras  fuera  de  toda  orden  de  naturaleza  que  tuvieron  los 
cristianos  para  destruir  estas  tierras. 

De  ay  á  pocos  dias  mataron,  no  se  supo  quién,  que  aunque 
quedado  habia  en  Méjico  el  que  á  este  raalbado  capitán  y  al  otro 
su  compañero,  enbió,  salió  también  por  la  tierra  á  escullar  oro 
siubiesemás;  sucediéronle  otro  y  otros  capitanes  crudelisimos, 
que  con  raatancas  espantosas  y  con  hazer  esclabos  á  loa  yndios  y 
bendellos  á  los  de  los  nabíos  que  les  traían  bino  y  bestidos  y  otras 
cosas  necesarias,  y  con  la  tiranía  y  servidumbre  ordinaria,  desde 
el  año  de  mil  y  quinientos  y  beinte  y  quatro  hasta  el  de  mil  y 
quinientos  y  treinta  y  seis,  desppblaron  todas  aquellas  pro- 
bincias,  que  verdaderamente  un  paraíso  terrenal  parescian  ,  que 
mucho  más  era  que  la  más  poblada  y  frecuentada  tierra  que 
puede  ser  en  el  mundo;  mas  poco  ha,  que  siendo  yo  de  buelta  en 
estas  partes,  y  las  bí  tales  que  qualquiera  por  de  fuerte  y  duro  co- 
racon  que  no  fuera,  le  tomara  muy  gran  lástima,  considerando 
que  an  muerto  más  en  estos  doze  años  de  doze  quentos  de  perso- 
nas, qué  no  dejaron  en  más  de  seiscientas  leguas  en  quadro  dos 
mil  rracionales  criaturas,  y  aun  de  estás  matan  cada  dia  con  sus 
obras  acostumbradas;  pues  bolbieudo  á  hablar  del  otro  capitán 
que  fué  por  tierra  al  rreiuo  de  Guatimala  y  excedió  á  todos  los 
pasados  en  descomunal  brabeza  por  el  camino  que  fué,  según  que 
escribió  al  gobernador  que  tal  cargo  le  diera,  no  sabiendo  que 
muerto  fuese,  á  quatrocientas  leguas  del  rreino  de  Guatimala 
comentó  á  hacer  rrobos,  muertes  y  destruiciones  en  toda  la  tierra, 
do  quier  que  allega  va,  con  título  que  se  sujetasen  á  éU  siendo 
onbre  tan  ynumano,  eu'nombre  del  rrey  de  Castilla  que  no  conos- 
cian  ni  jamás  oyeron  dezir,  y  aun  sin  dejarlos  determinar,  casi  más 
presto  quel  mensa.je  llegaba,   quemando  y  talando  davan  sobre 


125 

ellos;  beuido,  pues,  este  capitán  en  el  rreino  de  Guatimala,  hizo 
luego  á  la  entrada  cruel  raatanca  de  jenteyndia;  pero  no  obstante 
esto ,  salióle  á  rescibir  con  trompetas  y  atabales  y  con  muchas 
fiestas  y  aleg-rías  el  cacique  y  señor  principal  de  la  ciudad  de 
Hutadlam,  haziéndose  llevar  en  andas  de  otros  caciques  que  a 
ella,  como  á  cabeca  de  todo  el  rreino  abian  benido,  y  diéronles  de 
lo  mejor  que  para  sí  tenian  quan  cumplidamente  pudieron,  y  se 
aposentaron  en  el  campo  por  los  dejar  ellos  sus  casas  y  su  ciudad 
por  les  hazer  mayor  onrra;  mas  los  españoles  sospechosos  hizierou 
lo  mismo,  ca  les  páreselo  mal  caso  entrar  dentro  de  sa  ciudad  y 
quedar  ellos  fuera;  y  otro  dia,  llamando  al  cacique  principal  y 
á  todos  los  otros,  hiñiendo  ellos  á  salba  fe,  que  siempre  ansí  lo 
hazian,  préndenlos  sin  dejar  á  nadie,  diziendo  que  les  diesen 
tantas  cargas  de  oro  y  que  los  soltavan,  si  no  que  no  esperasen 
libertad;  y  respondiendo  ellos  que  les  era  ymposible  aunque  todos 
muriesen  porque  no  criava  oro  aquesa  tierra,  como  era  la  ber- 
dad,  los  mandó  en  continente  quemar  bibos  sin  que  otra  culpa 
tubiesen  y  así  se  hizo  en  los  de  menor  estado ;  y  quando  los  otros 
principales  caciques  esto  bieron,  no  osando  más  aguardar,  huye- 
ron á  los  altos  montes  y  subiéronse  en  las  sierras,  dejando  manda- 
do á  sus  yndios  que  se  fuesen  á  los  capitanes  cristianos  y  los 
sirbiesen  como  á  naturales  señores ,  pero  no  los  descubriesen  ni 
dijesen  dónde  estavan;  entonces  se  vinieron  todos  al  capitán,  y 
diziendo  que  querían  ser  suyos  y  serbirle,  replicaba  el  clemen- 
tísimo capitán  no  los  queriendo  rescibir ,  y  dezia  que  antes 
entendía  de  mandarlos  matar  si  no  dezian  dónde  estavan  sus  seño- 
res: respondían  los  yndios  que  no  lo  sabían,  mas  que  si  le  plazia 
se  sirbiesen  dellos  y  de  sus  mujeres  y  hijos,  y  que  en  sus  casas 
los  hallarían,  que  bien  los  podían  yr  á  matar  ú  hazer  de  ellos  lo 
que  quisiesen ;  esto  dezian  esforcándose  mucho ,  que  fué,  cierto, 
cosa  de  maravillar  que  yban  los  españoles  á  los  pueblos  donde 
hallaban  los  pobres  yndios  trabajando  en  sus  casas  y  labrancas 
donde,  sin  mudarse  de  uñ  lugar,  los  unos  ante  los  ojos  de  los  otros 
los  hazian  pedacos,  y  llegando  á  un  pueblo  muy  grande  donde 
estavan  los  yndios  bien  descuidados  de  tal  traición  y  beuida  á 
deshora,  y  h  todos  pasaron  por  espada,  que  con  las  mujeres  y  biejos 


126 

y  niños  y  sin  los  que  tomaron  á  prisión,  llegavan  á  cien  mil,  por- 
que no  perdonaron  á  nadie,  y  los  que  pudieron  huir  fueron  muy 
pocos  y  aun  estos  después  no  escaparon. 


CAPITULO  XXIII. 

Como  pasados  los  cristiauo»  á  la  probincia  de  Onzacatan  los  yndios 
defendían  con  sus  armas  no  ser  de  ellos  destruidos ,  y  con  ingenios 
que  armavan,  según  su  saber,  y  cómo  con  todo  esto  baler  no  se  pu- 
dieron ,  y  ubieron  Üe  morir. 

Biendo  pues  los  yndios  que  con  umildad,  ni  paciencia,  ni  dádi- 
bas,  ni  ofrecimientos  no  podian  ablandar  la  dureza  de  los  coracones 
de  los  cristianos  que  contra  toda  rrazon  y  justicia  los  martiriza- 
ban, entendiendo  ya  que  de  qualquier  suerte  que  hiciesen  abian 
de  morir,  acordaron  de  ponerse  en  armas  y  beng-arse  como  mijor 
pudiesen,  ú  siquiera  diferir  su  mala  bentura  el  tiempo  que  defen- 
derse pudiesen,  puesto  que  biau  que  eran  no  sólo  sin  armas,  pero 
desnudos  y  á  pié  contra  tan  armada  y  brava  jente  y  á  cavallo,  no 
podian  en  manera  alguna  prebalescer  sino  ser  destruidos,  yumaji- 
naron  hazer  por  los  caminos  por  donde  los  españoles  abian  de 
pasar  ondas  fosas  en  que  sus  cavallos  cayesen,  y  hincaron  agudas 
estacas  en  tierra,  en  las  quales,  si  destapasen  las  hoyas,  que  con 
cañerías  esta  van  sobre  cubiertas  de  céspedes,  tan  berdes  que  sin 
alguna  diferencia  del  otro  canpo  parescian,  y  dos  bezes  ó  tres 
cayeron  los  caballos  de  los  cristianos  en  ellas ,  y  no  más  porque 
después  supiéronse  guardar  bien,  más  ¡ay  de  aquellos  yndios  á 
quien  después  de  esto  los  españoles  asian !  que  todos  quantos  po- 
dian prender  echaban  en  las  fosas,  biejos  y  mocos,  mugeres  y 
niños,  doncellas  y  preñadas,  hasta  que  poco  falta  va  para  hen- 
chirse, cosa  dolorosa  y  lastimera  de  oyr  que  derrocavan  sobre  ellos 
toda  la  tierra  que  de  allí  abian  sacado,  y  bibos  los  soterraban, 
(iando  ellos  alaridos  que  los  cielos  querían  rronper,  y  macávanla 
¡>or  cima  hasta  ygualarla  al  otro  suelo;  otros  alancavan  y  despe- 


127 

dacavan  á  cuchillo  y  echavau  á  los  perros  brabos,  y  aun  les  espe- 
taban en  las  estacas  que  ellos  mesinos  abian  hincado  por  los  pechos 
á  las  espaldas,  y  si  alguno  topaban  que  fuese  de  alta  sangre,  éste 
abrasábanle  en  bibo  fuego,  y  en  tales  carnecerías  y  hechos  buenos 
se  detubieron  siete  años  enteros,  desde  el  año  de  mil  y  quinientos 
y  beiute  y  quatro  asta  el  de  mil  y  quinientos  y  treinta  y  uno;  béase 
agora  aquí  quán  maña  seria  la  gente  que  en  tan  largo  tienpo  con- 
sumirían; mas  délos  espantosos  y  orribles  hechos  que  el  suso- 
dicho capitán  y  gobernador  y  los  suyos  hizieron,  fué  uno  más  no- 
table que  ynbentaron  en  la  probiucia  de  Quzacatan,  donde  agora 
es  la  billa  de  San  Salbador,  que  es  tierra  escelentísima  con  toda 
su  costa  de  mar,  y  muy  abundosa  quanto  más  cerca  del  sur, 
lo  que  dura  ciento  y  cinquenta  leguas,  y  hasta  la  ciudad  de  Cu- 
zacatan,  que  es  la  boca  y  entrada  de  la  probincia  donde  ello 
se  hizo. 

CAPITULO  XXIV. 

El  engaño  que  hizieron  los  yndios  á  los  españoles,  por  lo  qual  de 
padecer  ubieron. 

Que  este  solenísimo  rrescivimiento  que  á  este  capitán  se  le 
hizo  por  más  de  treinta  mil  yndios  que  esperándole  estavau,  car- 
gados de  gallinas  y  capones  y  perdizes,  faisanes,  alcarabanes,  tór- 
tolas, grúas,  ánsares,  butres,  golochos  y  otra  infinidad  de  cosas 
de  mantenimiento  deste  género,  y  llegado  el  presente,  mandó  que 
cada  español  de  los  que  con  él  yban  tomase  de  aquel  número  los 
yndios  que  quisiese  para  su  serbicio  y  para  traer  su  rrequaje  y 
hazieudas  quando  de  un  cavo  á  otro  se  mudasen,  bien  como  si 
camellos  ú  acémilas  ú  dromedarios  fueran,  y  como  á  tales;  quál 
tomó  ciento,  quál  cinquenta.  y  de  cinquenta  ninguno  tomó  menos, 
antes  má^  de  loá  que  podiau  bastar  para  ser  serbidos,  y  los  yndios 
sufrieron  con  paciencia  la  división  de  sí ,  teniéndose  por  dichosos 
que  no  los  mandara  matar  como  acostunbrava  luego  que  los  to- 
tomava  lo  que  le  traían  ú  le  podían  y  sorbían  con  todas  sus  fuer- 
cas  ,  y  tal  rreberencía  querían  los  cristíanoa  que  los  yndios  les 


128 

hiziesen,  que  era  casi  adorallos  como  á  dioses;  pero  fué  así  que  el 
gobernador  demandó  á  los  caciques  de  aquesa  tierra  tanta  cantidad 
de  oro  y  plata,  perlas  y  piedras  preciosas,  corales,  adraizques, 
ánbares,  algaleas  y  otros  olores  ecesibamente ,  ellos  diciendo  que 
eso  podian  dar  que  tenian  y  no  más,  trujeron  muchedumbre  de 
alhajas  de  cobre  con  que  se  serbiau,  sobre  doradas,  asi  que  pro- 
piamente del  más  fino  y  ascendrado  oro  parecían,  que  el  goberna- 
dor fué  muy  marabillado  de  tan  gran  riqueza,  y  con  desordenada 
codicia  las  mandó  guardar  para  si,  mas  el  que  las  guardaba,  que 
mijor  conoscimiento  tubo  las  puso  al  toque,  y  hallando  ser  de  co- 
bre díjolo  al  gobernador,  el  qual  muy  enojado  contra  los  misera- 
bles yudios  bolbió  su  yra  y  ellos  lo  ubieron  de  pagar  de  aquesa 
bez  lo  que  no  tibian  hecho  de  lo  pasado ,  y  yo  oy  dezir  al  gober- 
nador por  su  boca:  «dad  al  diablo  esta  tierra,  pues  no  ay  oro  en 
ella,  y  bámonos  á  otra ,  y  cada  uno  los  yndios  que  tiene  para  su 
servicio ,  écheles  alfollas  y  cadenas  porque  no  se  les  hayan ,  y  yo 
mandaré  que  los  señalen  por  si  se  les  fueren,  y  yo  bí  herrado  y 
señalado  en  el  rostro  á  hijo  del  cacique  mayor  de  la  tierra;  por 
esto  lo  digo;  y  que  bista  por  los  yndios  tamaña  maldad,  juntá- 
ronse, y  puestos  en  armas,  van  contra  los  españoles;  pero  ellos 
sábense  poco  rcjir  y  gobernar ,  y  sus  enemigos  los  destruyeron  y 
hicieron  en  ellos  grandes  estragos,  y  bolbiéronse  á  Guatimala, 
donde  fundaron  una  ciudad  que  agora,  por  justo  juicio,  con  otros 
tres  dilubios  destruyó  Nuestro  Señor  Dios,  y  allí  murieron  los  ca- 
ciques y  cubres  que  podian,  y  los  demás  pusieron  en  contina  ser- 
vidumbre; de  tributo  les  demaudavan  esclabos  y  oro  y  todo  lo 
demás,  y  ellos  les  davan  sus  hijos  y  hijas  con  harto  dolor,  mas 
oro  no,  que  no  lo  tenian ,  y  los  cristianos  navios  cargados  de  ellos 
enbiavan  á  hender  á  Panamá  y  al  Perü ,  con  lo  qual  y  con  otras 
matancas  an  destruido  y  asolado  un  rreyno  de  cien  leguas  en 
quadro,  délos  más  fértiles  y  abundosos  qiie  pueden  ser,  que  este 
gobernador  mesmo  dijo  que  era  mayor  que  el  rreino  de  Méjico,  y 
cierto  que  decía  bordad,  mas  tal  priesa  se  dieron  él  y  sus  ermauos 
á  lo  destruir,  que  en  diez  y  seis  años,  desde  el  año  de  mil  y  qui- 
nientos y  beinte  y  cinco  hasta  el  de  quareuta  y  uno,  pasan  de  seis 
quentos  de  ánimas  las  que  an  muerto. 


129 


CAPITULO  XXV. 

De  cómo  herrados  los  yndios  en  los  rrostros  por  esclabos ,  los  cris- 
tianos los  enbiavan  á  hender  á  dibersas  partes,  y  cómo  querían 
ser  rreberenciados ,   y  de  las  brabezas  y  bestialidades  que  con 

ellos  usaban. 

Tenia  este  gobernador,  de  quien  ois  por  costa nbre,  que  quando 
yba  á  hacer  guerra  algunos  pueblos,  llebava  en  su  ejército  de  los 
sojuzgados  yndios  quantos  podia  para  que  se  matasen,  y  con  los 
otros,  y  no  les  dando  á  comer  á  beinte  mil  indios  que  llevaba  con- 
sigo, consentíales  que  de  hanbre  pura  comiesen  de  la  carnes  de  loa 
otros  que  matasen,  cosa  nunca  bista  ni  oyda  de  otro  onbre  en  el 
mundo ;  y  así  abia  en  su  rreal  gran  despensa  y  carnecería  de  carne 
umana,  y  en  su  presencia  se  matavan  muchedunbre  de  yndios ,  y 
esto  no  era  mucho  áutes  común  fruta  de  los  gobernadores,  y  delante 
de  sus  ojos  se  asaban  manos  y  pies,  y  caberas  y  quartos  enteros,  y 
de  todo  comia  él  los  primeros  y  mejores  bocados;  porque  no  se  es- 
candalizasen los  yndios  de  las  otras  tierras,  oyendo  tal  ynnuma- 
nidad;  aguardaban  tenblando  bibiendo  tal  bida  qual  podéis  pen- 
sar quando  otro  dia  biniese  por  ellos,  y  no  sabían  dónde  se  meter 
ni  qué  hacer  de  sí  muchos;  otros  mató  haziéndoles  llebar  andas 
de  quatro  y  cinco  arrobas  y  seis  quintales  que  por  los  oubros  se 
les  metian,  cargados  de  artillería,  y  treinta  leguas  de  andadura 
muchas  veces,  y  si  enbiaba  yndios  y  otras  cosas  á  hender  á  otras 
tierras,  las  yndias  doncellas  dava  á  los  marineros  para  que  con 
ellas  ubiesen  que  ver,  por  tenellos  contentos  en  su  serbicio,  y, 
cierto  que  es  así,  que  si  ubiese  de  escribir  particularmente  sus 
crueldades  y  perniciosas  obras,  muy  mayor  libro  se  haria  que 
aqueste,  y  tal,  que  á  todo  el  mundo  espantase;  dos  armadas  hizo 
de  ynfinidad  de  nabíos,  con  los  cuales,  como  si  rrayo  del  cielo 
fuera,  abrasó  todas  esas  comarcas;  ¡o  quántos  uérfanos  y  sin  padre 
hizo  y  quántos  onbres,  y  sin  hijos  dejó,  á  quántas  puso  en  triste 
Tomo  LXXl.  9 


130 

biuded  y  de  quántos  adulterios  y  estupros  fué  causa ;  á  quántos 
quitó  la  libertad  y  á  quántos  aquejó  con  angustia,  quántas  lá- 
grimas por  él  se  derramaron,  quántos  jemidos,  quántas  soledades 
y  quántos  en  este  mundo  trajo  á  condenación  eterna,  nó  solos  los 
ynnumerables  yndios  y  sin  bentura,  más  á  ynfinitos  cristianos, 
que  enpedernidos  en  tales  obras  y  pecados,  acabaron  sus  bidas! 
Plega  á  Dios  que  de  ellos  aya  ávido  misericordia,  y  contentán- 
dose con  los  malos  fines  que  al  cabo  ubieron. 


CAPITULO  XXVI. 

De  cómo  fué  asolada  la  provÍ7icia  de  el  Panuco,  y  de  los  orribles 

y  abominabks  hechos  que  ay  los  españoles  cometieron,  el  menor 

de  los  quales  por  exemplo  se  quenta. 

Hechas,  pues,  las  crueldades  susodichas  y  las  que  se  dejan  de 
dezir,  por  no  hacer  sin  fin  la  escritura,  en  la  probincia  de  la  nue- 
va España  y  en  la  del  Panuco  se  levantó  otro  cruel  tirano  por 
gobernador,  y  el  año  de  mil  quinientos  y  veinte  y  siete,  haziendo 
ynfiuitas  crueldades,  ynnumerables  esclavos,  todos  aherrojados  los 
cuerpos  y  herrados  los  rrostros,  según  que  arriba  dijimos,  siendo 
no  menos  libres  que  él,  estos  enbiava  en  los  nabíos  á  las  yslas  de  la 
nueva  España  y  de  Cuba,  y  por  otras  bías  pudo  asolar  toda  aque- 
lla probincia,  y  allí  se  bió  dar  ochenta  yndios,  siendo  ánimas 
rracionales,  por  una  yegua;  dende  aquí  el  que  tanbien  lo  merecía, 
fué  probeido  por  gobernador  á  la  ciudad  de  Méjico  y  de  toda  la 
nueva  España  con  otros  capitanes  que  él  tomó,  y  él  y  ellos  co- 
metieron tan  abominables  hechos ,  que  no  son  creederos ,  robos  é 
Insultos,  con  lo  qual  pusieron  á  toda  aquella  tierra  en  el  estremo 
de  calamidad ;  y  si  milagrosamente  no  lo  atajaran  con  fuerte  re- 
sistencia los  padres  de  San  Francisco,  dos  años  que  durara  más  la 
cosa,  dejaran  aquesa  ysla  como  las  pasadas,  y  onbre  obo  de  los 
déla  conpañía  de  éste,  que  para  cercar  de  pared  un  uerto  que 
tenia,  traia  ocho  mil  yndios  sin  pagarles  ni  dalles  mantenimiento, 


131 

así  que  de  hanbre ,  desustanciados,  en  la  obra  muertos  caian ,  de 
lo  que  á  él  muy  poco  se  le  da  va,  y  el  gobernador  supo  de  esto 
que  dezimos;  y  como  acavara  de  asolar  el  Panuco,  y  aunque  él 
era  el  principal  no  le  osando  aguardar,  entróse  la  tierra  adentro  á 
descubrir  más  tierra  donde  tiranizase;  él  abia  sacado  forcosa- 
mente  de  la  probincia  de  Méjico  veinte  mil  hombres ,  y  ya  siendo 
harto  mejores  cristianos  que  el  que  llamavan  los  gargos,  y  de  ellos 
no  bolbieron  de  aquella  jornada  la  tercia  parte  bivos;  llegado, 
pues,  á  la  probincia  de  Mechuagcan ,  que  dista  de  donde  partió 
quatrocientas  leguas ,  que  tierra  tal  y  tan  buena  como  la  mejor 
que  abéis  oído  era,  salióle  á  rrescibir  el  cacique  y  señor  della  con 
procesión  de  ynflnita  jeute,  haciéndole  muchos  serbicios  y  presen- 
tes, mas  él  luego  prendió  al  dicho  cacique  porque  tenia  fama  de 
rriquísimo  de  oro  y  plata  y  todo  lo  demás,  y  porque  le  diese 
quanto  tenia  terribles  tormentos  le  mandó  dar;  hízole  poner  en 
un  cepo  el  cuerpo  estendido  y  atadas  las  manos  á  un  poste  y  un 
brasero  lleno  de  brasas  á  los  pies,  y  un  muchacho  ay  junto  con  un 
ysopillo  en  las  manos,  que  mojando  en  un  caco  de  azeite  herbiendo 
de  quando  en  quando  le  rruciava  el  cuerpo ,  y  para  tostalle  las 
carnes  un  otro  onbre  cruel  estava  de  la  otra  parte ,  y  otros  dos  á 
los  lados  uno  con  una  ballesta  armada  y  un  pasador  apuntalándole 
al  coracon,  y  otro  con  un  brabísimo  perro  de  trailla  que  forceja  va 
por  yr  á  le  despedacar ;  el  azeite  entrava  casi  hasta  las  entrañas, 
que  gritos  sensibles  y  dolorosos  le  hazia  dar ,  todo  porque  los  te- 
soros descubriese  que  el  gobernador  ynferual  pretendía;  y  así  lo 
tubo  hasta  que  un  rrelijioso  de  los  de  San  Francisco  con  muchos 
rruegos  se  lo  quitó  de  las  manos,  mas  al  fin  murió  de  aquellos 
tormentos,  y  lo  mismo  hizieron  ocho  caciques  señores  de  esa  co- 
marca, y  multitud  de  súditos  suyos  sin  que  poca  ni  mucha  can- 
tidad de  oro  ü  plata  ni  otra  cosa  do  ay  sacar  pudiesen. 


132 


CAPITULO  XXVII. 

De  cómo  entrados  los  cristianos  en  la  probincia  de  Mechuagcan  la 

rrobaron  y  destruyeron,  y  de  lo  que  ay  pasó  sobre  los  ydolos  de  los 

yndios,  con  otro  caso  espantable. 

Siendo  este  gobernador  harto  de  hazer  matancas  y  los  suyos 
bien  contentos  de  executar  obras  de  crueldad,  pasó  á  esa  tierra  otro 
fiero  tirano,  que  so  color  de  yr  á  bisitar  y  rremediar  lo  pasado, 
su  bisitar  fué  la  hacienda  y  bolsas  de  los  pobres  yndios,  y  halló 
que  alg-unoá  de  los  caciques  y  mayores  señores  tenían  escondidos 
sus  ydolos  como  nunca  hasta  ay  mostrado  los  ubiesen,  y  luego  lo 
primero  que  hizo  fué  prenderlos  seberísimamente ,  creyendo  que 
de  oro  ü  do  plata  fuesen,  hasta  que  se  los  ubieron  de  dar,  mas  casr 
tigólos  crudamente  por  no  quedar  defraudado  de  su  fin,  quando 
bió  que  no  eran  sino  de  madera  y  de  peltre,  y  costriñó  á  los  di- 
chos caciques  que  rrescatasen  sus  dioses  por  cierta  cantidad  de 
oro,  y  ellos  lo  hizieron;  tales  son  sus  obras  y  enxenplos,  y  ésta  es 
la  onrra  que  á  Dios ,  nuestro  Señor ,  y  á  nuestra  saucta  fe  an  pro- 
curado los  cristianos  que  pasaron  á  Indias.  Tornando  al  propósito 
de  Mechuagcan,  pasó  á  la  probincia  de  Xalisco,  que  estava  entera 
y  como  una  colmena  de  abejas  llena  de  jentes,  y  era  de  las  mijo- 
res  y  más  escelentes  de  todas  las  Indias,  que  abia  en  ella  pueblo 
que  tenia  siete  leguas  de  largo,  que  no  es  manera  de  dezir,  y  en- 
trando dentro,  saliéronle  á  rrescibir  todos  los  caciques  y  grandes 
señores  con  presentes  rriquísinios  é  ynflnita  alegría,  como  lo  acos- 
tumbran; más  él,  rrescibidos  los  presentes,  no  ubo  bien  entrado 
quando  comencó  sus  acostumbradas  maldades  y  cruezas,  por  al- 
cancar  oro  quemava  pueblos,  prendía  los  caciques,  dava  amargas 
muertes,  y  sin  acetacion  de  persona  á  naide  tomava  á  bida,  sino 
biejos  y  mujeres  y  niños  que  ponía  en  cadenas  y  cargava  de  hierro, 
do  pasándolos  de  un  cavo  á  otro;  las  madres  con  rrabiosa  ansia 
dejavan  las  criaturas  por  los  caminos  por  no  los  ber  ser  raanteui- 


133 

miento  de  otros,  j  otros  desenecidos  perescian;  entonces  faé  cuan- 
do un  mal  cristiano  tomó  furiosamente  una  doncella  de  clara  san- 
gre, por  lo  qual  se  notó  más  este  maldito  hecho,  porque  muchas 
heces  semejantes  obras  se  hacían;  él  la  queria  para  pecar  con  ella, 
mas  la  madre  de  la  donzella  que  lo  bió ,  con  mucha  mayor  yra 
arremetió  á  ella  para  se  la  quitar,  mas  él  saca  su  espada  y  de  un 
golpe  le  cortó  una  mano  con  que  la  tenia  asida,  y  á  la  doncella, 
porque  no  queria  consentir  y  se  tardava,  matóla  también  á  puña- 
ladas ;  y  á  quatro  mil  y  quinientos  onbres  hizo  el  gobernador 
herrar  esa  hez  por  sólo  quiere  los  rrostros  poner  sus  armas. 


CAPITULO  XXVIII. 

De  cómo  pasados  los  españoles  á  la  gran  probincia  de  Xalisco,  los  yn- 

dios  los  hhieron  algunos  daños ,  más  al  fm  fueron  muertos  y  presos, 

y  rrobada  y  abrasada  su  tierra. 

Las  guerras  acavadas  é  ynfernales  matancas  que  en  ellos  se 
hizieron,  puso  á  toda  la  jente  de  aquella  tierra  en  la  postrera  y 
ordinaria  serbidunbre,  y  consintió  á  los  suyos  que  hiciesen  lo 
mismo  por  poder  forcar  á  los  yndios  á  sacar  oro  de  las  minas ,  y 
aun  entre  estos  ubo  un  capitán  que  mató  ynfinitos  de  ellos  ahor- 
cándolos y  quemándolos  bibos  y  echándolos  á  los  perros  brabos,  y 
cortando  los  pies  y  manos  y  cabecas  y  lenguas  para  maltratallos 
de  suerte  que  tubieseu  por  mejor  partido  serbir  sacando  oro  de  las 
minas;  y  no  sólo  lo  bia  y  consentía  esto  el  gobernador,  mas  hazia 
lo  mismo,  y  aun  dejó  acotes  y  crueles  palos  y  sin  cortesía  bofetadas 
que  sobre  si  continuamente  traían,  y  sábese  por  bordad  que  ocho 
pueblos  asolaron  y  destruyeron  en  aquella  probincia  de  Xalisco,  y 
fué  causa  que  desesperados,  bíéndose  tan  cruelmente  perecer 
todos,  fuéronse  á  los  montes  y  en  pasos  estrechos  mataron  algu- 
nos españoles;  como  ellos  pasasen  á  assolar  y  rrobar  otras  probin- 
cias,  lo  que  llamaban  ellos  descubrir  tierra,  en  ciertos  peñones  mu- 
cho se  aprobecharon  de  ellos  los  yndios .  mas  los  cristianos  acá- 


134 

varón  de  asolar  toda  esa  probincia,  y  matavan  quautos  hallavan 
de  los  tristes  yndios,  ciegos  y  sin  saber  quán  ynjustamente  y  con- 
tra leyes  umanas  y  dibinas  esto  hazian,  despedazándolos  y  echán- 
dolos por  fuerza  de  armas  de  sus  tierras.  jY  que  piensen  con  esto 
que  sirben  á  Dios  en  las  bitorias  que  alcancan,  y  que  las  tierras 
que  destruyen  él  se  las  depara,  y  que  le  hagau  gracias  por  aque- 
llo de  que  el  diablo  es  ynstrumento  como  los  ladrones  de  quien  el 
Profeta  dize  así:  ¡Pasee  pécora  ccasionis  quo  qui  ocidebant  non  dolé- 
bant  seddicebant,  sitbenedictus  Deus  quiadibües  facti  sumus!  Y  en  el 
año  de  adelante  fué  otro  probeido  por  gobernador  en  el  rreino  de 
Yucatán,  por  las  mentiras  y  falsedades  que  dijo  y  ofrecimientos  que 
hizo  al  Emperador,  como  todos  an  hecho,  por  alcancar  el  oficio  y 
cargo  con  que  puedan  rrobar;  este  rreino  de  Yucatán  estavamás  po- 
blado con  gran  parte  de  jentes  que  el  de  Xalisco,  porque  es  la  tierra 
á  marabilla  sana  y  hermosa  y  fructífera ,  especialmente  de  cera  y 
miel,  más  que  otra  de  todas  las  Indias,  y  délo  que  hasta  agora  se 
a  bisto,  tiene  trescientas  leguas  y  más  de  aloxamiento,  y  la  jente 
deste  rreino  es  más  señalada  que  las  de  las  otras  partes,  en  pru- 
dencia y  pulideza  de  hablar  y  tratamiento,  y  muy  apuestos  y 
aparejados  para  ser  yndustriados  cerca  del  conoscimiento  de  Dios, 
donde  pudieran  hazer  grandes  ciudades  y  pueblos  los  españoles,  y 
bivieran  como  en  un  paraíso  terrenal ,  si  fueran  dinos  y  merece- 
dores de  la  morar;  mas  uo  lo  fueron  por  su  ynsaciable  codicia, 
como  así  mesmo.lo  estorbaron  sus  pecados  para  uo  lo  ser  de  las 
otras  tantas  y  tales  y  tan  hermosas  como  hasta  ay  Dios  Nuestro 
Señor  mostrado  le  abia. 

CAPITULO  XXIX. 

De  cómo  fué  asolada  la  probincia  de  Yucatán ,  con  muchas  cruelda- 
des, traiciones  de  los  cristianos  y  ofensas  á  su  Dios,  y  de  otros  hechos 
de  grande  espanto  que  ay  se  cometieron. 

Grandes  é  ynnormes  crueldades  coracucó  á  hazer  este  goberna- 
dor en  las  aynplicísimas  jentes  luego  que  fué  llegado,  y  tales, 
que,  como  muy  descuidados  estuviesen,  á  todos  puso  en  grau  so- 


135 

bresalto  y  alboroto ;  él  mató  y  prendió  y  destruyó  ynnumerable 
jentío,  y  porque  la  tierra  do  llebava  oro,  de  los  cuerpos  y  ánimas 
de  aquellos,  por  quien  Nuestro  Señor  Jesucristo  murió,  lo  quiso 
sacar  haziendo  de  todos  quantos  no  matava  esclavos  abarrisco 
con  que  enbiava  cargados  nabíos  á  bender,  ó  trocados  por  bino  ú 
azeite,  tocinos,  cavallos,  bestidos,  al  fin  por  todo  aquello  que 
abian  menester,  y  dava  á  escojer  entre  cien  donzellas  una  de  me- 
jor parecer  que  otra,  que  cada  qual  escojiese  la  que  más  le  a,gra- 
dase  por  media  cántara  de  bino  ú  una  arroba  de  azeite,  ó  tal  qué 
cosa,  y  lo  mismo  hazia  de  un  moco  bien  dispuesto  entre  doszien- 
tos  escojido  por  dos  tozinos  ó  un  cavallo,  y  yo  bí  dar  un  muchacho, 
que  iiijo  de  un  príncipe  páresela,  por  un  queso,  y  cien  yndios  de 
peor  dispusicion,  por  dos  cavallos;  en  estas  obras  estando  desde  el 
año  de  beinte  y  siete  hasta  el  de  treinta  y  tres ,  que  fueron  seis 
años,  asolando  y  despoblando  aquellas  tierras ,  y  matando  sin  al- 
guna piedad  y  atormentando  las  jeutes ,  se  supieron  las  nuevas 
de  las  grandes  y  admirables  rriquezas  de  la  probincia  de  el  Perú, 
donde  luego  pasó  la  gente  española,  aunque  primero  se  abstuvie- 
ron de  hacer  matancas  y  crueldades  por  sus  ministros;  después  se 
entregaron  de  hazer  mayores  rrobos  y  efensas  á  Dios  de  lo  que  oy 
en  dia  no  cesan,  baste  que  quatrocieutas  leguas  dq  población  ta- 
laron de  aquella  probincia,  y  naide,  cierto,  podria  creer  y  menos 
podria  dezirse  los  sacomanos  y  rrobos  que  allí  se  an  hecho;  sólo 
diré  como  andaban  los  cristianos  con  perros  bravos  de  traillas 
buscando  los  yndios,  y  á  biejos,  mujeres  y  niños  los  amizcavan, 
los  que  podian  huian  con  miedo  de  la  muerte;  mas  una  yndia  en- 
ferma, como  huir  no  pudiese  y  biese  estos  perros  llegar  muy  cerca 
de  sí,  atóse  prestamente  un  niño,  su  propio  hijo,  que  tenia  en  sus 
bracos  así  mesmo  con  determinación  de  arrojarse  con  él  de  unas 
bravas  peñas  abajo,  pero  no  lo  hizo  tan  presto  que  primero  no  lle- 
gasen los  perros  que  á  ella  y  al  niño  despedacaron ;  otra  hez ,  sa- 
biendo que  sallan  los  españoles  de  aquella  tierra,  dijo  cierto  onbre 
de  ellos  á  un  hijo  de  un  cacique  que  se  fuese  con  él ,  mas  respon- 
dió el  niño  que  no  quería  dejar  su  naturaleza ;  replicó  el  cristiano 
«bete  conmigo  si  no  cortarte  hé  las  orejas,»  porfió  el  muchacho  á 
dezir  nó;  entonces  sacó  el  español  la  espada  y  corta  al  niño  una 


136 

oreja,  y  después  la  otra  á  rraiz  de  la  cabeca,  y  aun  diciendo  el  niño 
que  no  queria  ir  con  él,  cortóle  el  malo  y  cruel  oubre  las  narices; 
rriendo  muy  de  gana  como  si, le  ubiera  dado  un  rrepelon;  tal  era 
este  pestífero  barón,  que  delante  un  benerable  rrelijioso  se  jatava 
de  sano  y  fuerte,  porque  quando  estava  de  espacio  que  no  an- 
dava  en  guerras  ni  conquistas,  trabajaba  por  enpreñar  quantas 
mugeres  yndias  podia,  á  efeto  que  bendiéndolas  preiaadas  le 
diesen  más  por  ellas ;  yendo  cierto  español  castellano  á  caca  con 
sus  perros,  llevándolos  haubrientos ,  tomó  un  niño  chiquito  de  los 
pechos  de  su  madre,  y  delante  sus  ojos  con  un  cuchillo  córtale  á 
taracones  de  las  piernas  y  brazos ,  y  da  á  cada  perro  su  parte,  y 
como  aquello  acavaron ,  échales  el  corpanchillo ,  y  biérados  todos 
juntos  á  qual  más  podia  asir  la  mezquina  carne  con  sus  agudos 
colmillos;  béase  aquí  qué  tales  son  los  cristianos  y  qué  tales  se 
bülvieron  pasados  á  Indias,  y  quánta  era  su  fiereza  contra  los  que 
poco  podían  ni  se  sabían  defender,  ni  menos  reusavan  de  ser  cris- 
tianos, y  en  quán  poco  estimavan  aquellas  jentes  formadas  áymajen 
y  semejanca  de  Nuestro  Señor  Dios ,  y  redimidas  por  su  preciosa 
sangre;  mas  dejaremos  agora  de  contar  las  fierezas  y  crueldades 
que  en  este  rreino  los  que  cristianos  se  llamaban  hizieron,  por 
dezir  como  salidos  de  aquella  tierra  ubiera  de  ser  destruida,  si  otra 
capitanía  de  cristianos  no  se  pusieran  en  su  defensa. 


CAPITULO   XXX. 

De  cómo  fuera  rrestaurada  y  rremediada  esa  tierra  por  la  buena 

diligencia  y  santo  zelu  de  los  frailes  menores,  si  otra  capitanía  de 

cristianos  no  lo  estorbaran  y  trayendo  á  los  yndios  nuevos  ydolos 

que  adorasen. 

Remedió  Dios,  Nuestro  Señor,  la  fértilísima  y  hermosa  tierra, 
yuspi raudo  y  con  gracia  dando  fervor  en  los  coraQoues  de  los 
frailes  de  San  Francisco,  quareuta  de  ellos  que  eran,  llebando  por 
guia  y  mayoral  al  rrebereudo  padre  frai  Jacobo  Lugdumense;  el 


137 

qual,  hiendo  que  los  españoles  fou  deseo  de, las  grandes  y  admi- 
rables rriquezas  del  Perú  que  los  tiene  ciegos,  desamparado  abian 
aquesa  tierra,  y  allá  se  pasaran,  moblóse  con  santo  zelo  á  yr  en 
aquel  rreino  á  predicar  y  ganar  en  Jesucristo  la  rebusca  de  las 
simples  jentes  que  quedavan  de  la  bendimia  ynfernal  que  tuvo 
largos  siete  años,  y  fueron  estos  religiosos  en  el  año  de  mil  y  qui- 
nientos y  treinta  y  quatro,  enbiando  delante  otros  yndios  de  la 
probincia  de  Méjico,  con  mensaje  si  teruiau  por  bien  que  ellos  en- 
trasen en  sus  tierras  á  darles  noticia  de  un  solo  Dios  berdadero, 
que  era  criador  y  rredentor  y  señor  de  todo  el  mundo,  y  los  yn- 
dios ubieron  su  acuerdo  y  hizieroh  muchos  ayuntamientos,  y 
tomadas  ciertas  ynformaciones  de  qué  onbres  eran  aquellos  que 
Uamavan  padres  ó  frailes ,  y  muchas  seguridades  de  qué  era  lo 
que  pretendían ,  y  en  qué  diferian  de  los  otros  cristianos  que 
tantos  daños  les  abian  hecho;  finalmente,  quisieron  admitirles 
solos  á  ellos  sin  que  otros  cristianos  con  ellos  entrasen ;  los  reli- 
giosos se  lo  prometieron  que  tal  mandado  llebavan  del  birrey  de 
la  nueva  España,  y  les  certificaron  que  no  llebarian  consigo  cris- 
tianos, salvo  si  fuesen  rreligiosos,  y  que  estos  no  les  hazian  mal 
alguno,  antes yncomparable  bien,  ca  les  predicarían  el  evangelio 
como  se  suele  hazer  y  era  la  ynstrucion  santa  de  los  rreyes  de  Cas- 
tilla para  con  ellos;  y  tanto  saber  y  deleite  tomaron  en  la  doctrina 
y  enjenplos  de  los  rreligiosos,  y  tanto  holgaron  de  la  nueva  de  los 
rreis  de  Castilla,  de  quien  en  todos  siete  años  nunca  los  españoles 
les  dijeran  cosa,  ni  les  dijeran  que  abia  otro  rrey  sino  el  tirano  y 
crudo  gobernador  que  tan  malamente  los  trataba,  que  al  cavo  de 
quareuta  dias  que  los  frailes  á  predicar  comencaron,  los  caciques 
y  principales  señores  de  la  tierra  les  entregaron  todos  sus  ydolos 
que  los  quemasen,  y  á  sus  hijos  que  los  enseñasen  con  quererlos 
más  que  á  la  lunbre  de  sus  ojos,  y  hiziéronle  casas  y  yglesias,  y 
aun  de  otras  probincias  los  conbidavan  y  enbiavan  á  rrogar  que 
fuesen  á  les  predicar  y  á  dezirles  del  rrey  de  Castilla;  y  persuadi- 
dos de  los  rreligiosos ,  hizieron  una  cosa  que  jamás  yndios  tal  la 
cometieron  ni  en  quantas  se  fijen,  y  fué  así  que  quince  caciques 
de  muchos  basallos,  cada  uno  por  sí  y  juntamente  con  sus  pue- 
blos, de  común  consentimiento  y  espontánea  boluntad ,  se  sujeta- 


138 

ron  á  los  rreis  de  Castilla ,  y  hizieron  ciertas  señales  y  firmas 
dello,  que  tube  en  mi  poder  guardadas  con  el  testimonio  de  los 
dichos  rreligiosos,  y  estando  en  este  ensalcamiento  de  fe  con  yn- 
finita  alegría  y  grandísima  esperanca  de  traer  á  Jesucristo  todo 
aquel  rreiuo  y  á  los  que  de  las  muertes  y  guerras  pasadas  abian 
escapado,  que  muy  pocos  eran  en  comparación  de  los  que  se 
perdieran,  entraron  por  otro  puerto  no  conocido,  diez  y  ocho 
capitanes  cristianos,  dellosácavalloy  dellos  ápié,  que  traían  yn- 
numerables  ydolos  que  tomaran  en  otras  probincias ,  y  convocados 
por  el  mayoral  de  aquestos ,  los  yndios  de  aquella  tierra  á  su  ca- 
cique, dijo  que  tomasen  aquellos  ydolos  y  que  los  repartiese  entre 
los  de  sus  señoríos;  esta  buena  ayuda  hazia  aquel  escelente  barón 
para  la  salbacion  de  sus  almas,  y  aun  no  gratis  y  de  balde,  sino 
un  yndio  por  cada  ydolo ,  amenazándolos  cruelmente  si  no  lo 
hazian,  que  los  guerrearían  á  fuego  y  á  sangre;  así  que  el  cacique 
con  demasiado  temor,  contra  toda  su  boluntad  tomó  los  ydolos  y 
repartiólos  por  su  tierra,  mandando  á  todos  los  suyos  que  los  to- 
masen y  adorasen  y  les  diesen  yndios  é  yndias  para  darlos  á  los 
españoles;  los  basallos,  con  el  mismo  miedo  que  el  cacique,  el  que 
tenia  dos  hijos  daba  uno,  y  el  que  tenia  tres  los  dos,  y  por  esta 
manera  cumplieron  el  mandamiento  de  su  cacique  y  la  boluntad 
de  los  españoles,  y  aun  con  todo  esto  los  fatigavan  por  otras  bías 
terribles;  entre  estos  rrodadores  beuia  uno  llamado  Garci  Juanes, 
trocado  el  nombre  que  era  Juan  García;  éste,  estando  muy  pro- 
pinquo  á  la  muerte  tenia  debajo  de  su  cama  muchos  destos  ydolos, 
y  dezia  á  una  yndia  que  le  serbia  que  mirase  no  diese  aquellos 
dioses,  no  los  diese  á  trueque  de  gallinas  aunque  fuese  para  que 
él  comiese  sino  cada  uno  por  un  esclabo,  porque  eran  mijores  que 
otros  algunos  y  que  los  de  sus  compañeros;  al  fin,  con  tal  cuidado 
é  brebe,  murió  el  sin  bentura,  pues  su  ánima  bien  creeréis  que  en 
los  ynfiernos  sepultada  fuese. 


139 


CAPITULO  XXXI. 

De  como  los  yndios  se  benian  á  quejar  á  los  rreligiosos  de  que 

les  faltaran  lo  prometido  y  del  dafio  que  rrescibian,  y  cómo  frailes 

é  yndios  murieran  si  los  españoles  no  se  pasaran  al  Perun. 

¡O,  pues,  considerad  agora  quáles  son  los  aprobechamieutos  y 
enxenplos  para  augmento  de  la  cristiandad ,  de  los  que  á  ludias 
pasaron  y  lo  que  an  procurado  y  cómo  trabajan  porque  sea  co- 
uoscido  Dios,  Nuestro  Señor,  en  aquellas  tierras  de  sus  naturales, 
y  qué  es  lo  que  hazen  para  la  salbacion  de  aquellas  almas  y  cómo 
acrescientan  la  santa  fe!  Juzgúese  si  fué  menor  pecado  éste  que 
el  de  Jeroboan  que  ynduzió  á  pecar  al  pueblo  de  Isrrael  hazién- 
doles  bezerro  de  oro  para  que  le  adorasen ,  ú  si  fué  igual  el  de 
Judas ;  tales  son  las  obras  de  los  cristianos  que  berdaderamente 
con  la  desordenada  codicia  yufinitas  bezes  benden  y  niegan  á  Je- 
sucristo, Nuestro  Señor;  bisto,  pues,  por  los  yndios  que  no  habia 
salido  berdad  lo  que  los  rreligiosos  les  prometieran,  que  no  entra- 
rían otros  cristianos  en  esa  tierra  en  quanto  ellos  predicasen;  mas 
que  los  niesmos  cristianos  les  traían  ydolos,  ybanse  á  ellos  llorando 
y  diziendo,  ¿por  qué  nos  abéis  mentido  engañándonos  que  no  abian 
de  entrar  en  esta  tierra  otros  cristianos  sino  vosotros?  ¿por  qué  nos 
quemasteis  nuestros  dioses?  Y  armados  y  alborotados  dezían  que 
no  querían  la  creencia  de  Dios  verdadero:  mas,  tornadnos  nues- 
tros dioses,  dezían,  por  bentura,  ¿no  eran  mijores  que  los  que  vues- 
tros compañeros  á  bender  nos  trujeron?  Los  rreligiosos  los  aplaca- 
van  lo  mijor  que  podían,  no  teniendo  qué  responder  y  buscando 
á  los  españoles  dezianles  con  muchas  lágrimas  los  daños  que 
hecho  abian,  y  encargándoles  las  conciencias,  y  requiríéndolos  de 
parte  de  Dios  que  se  fuesen;  y  rriendo  no  lo  quísiendo  hazer;  per- 
suadieron á  los  3'ndios  que  los  mismos  frailes  los  abian  llamado  y 
hizíeran  benir  allí,  que  era  ynorme  traición;  al  fin  acordando  estos 
malos  onbres  de  matar  á  frailes  y  á  yndios,  algunos  de  los  rreli- 


140 

giosos  huyeron,  que  ciertos  yndios  les  abisaron  lo  que  ellos  con  su 
ynocencia  hazer  no  supieron  y  padecieron  amargas  muertes;  mas 
otros  yndios  conosciendo  la  bondad  de  los  rreligiosos  y  maldad  de 
los  cristianos  mensajeros,  les  hizieron  de  treinta  leguas,  rogándo- 
les, que  se  tornasen  y  demandándoles  perdón  por  la  alteración 
pasada;  los  frailes,  como  siervos  de  Dios  que  eran  y  zelosos  del 
bien  y  probecho  de  aquellas  almas,  tornaron  luego  allá  y  fueron 
rescibidos  de  los  yndios  con  mucho  plazer  y  alegría,  y  allí  estu- 
bierou  macho  tiempo,  que  aunque  de  donde  estaba  el  bicerrey  les 
enbi^ron  á  rogar  con  mucha  ynstancia  que  allá  se  pasasen  que 
abia  grande  nescesidad  de  ellos  para  ynstruir  y  rreformar  en  la  fe 
ynflnito  número  de  yndios,  no  lo  quisieron  hazer  ni  partir  de  ay 
por  el  muy  grande  amor  que  los  yndios  de  allí  les  tenían ,  ni  el 
bicerrey  con  quanto  podia  y  mucho  más  que  hizo,  por  jamás  de  ay 
los  pudo  sacar,  tanbien  porque  está  lejos  de  la  nueva  España  aun- 
que los  hizo  pregonar  por  traidores.  .    . 


CAPITULO  XXXII. 

De  cómo  los  santos  treligiosos  dejaron  tan  sin  lumbre  de  fe  aquella 

probincia  como  antes  eslava,  á  causa  de  los  españoles  y  la  rriqulsima 

de  Santa  Marta  fué  destruida. 

No  por  esto  cesaban  él  y  los  suyos  de  hazer  sus  acostumbra- 
das crueldades  y  fuercas  á  los  mezquinos  yndios,  y  si  algo  estor- 
barlos pudo  fué  la  heñida  de  aquestos  santos  rreligiosos  en  esa 
tierra,  que  fué,  pasado  ese  tiempo,  oyendo  dezir  de  los  estragos  y 
mortandades  que  en  los  yndios  azian,  por  si  lo  pudiesen  atajar 
este  gran  daño;  pero  también  les  mobió  á  mudar  asiento  ber  que 
tarde  ó  temprano  de  ay  les  convenia  salir,  ca  no  podían  predicar 
con  quietud  y  sosiego,  sin  continuos  rrebatos  y  sobresaltos  que 
cristianos  que  ay  benian  atemporadas  les  davan,  paresciéndoles 
que  los  yndios  no  podían  dejar  do  rresabiarse  por  el  jjnucho  mal 
que  rescibian  y  quicá  ellos  se  herían  en  peligro,  acordaron  de  des- 


141 

amparar  aquella  tierra,  y  como  lo  acordaron  así  lo  hizieron,  j  así 
quedaron  los  de  ella  sin  lumbre  de  berdad  y  las  quitadas  ánimas 
en  las  tinieblas  de  la  ynnorancia  y  miseria  en  que  antes  estavan, 
porque  el  mijor  tiempo  y  por  muy  poco  que  los  dejaran  les  fué 
quitado  el  rremedio  y  estorbado  el  rocío  de  la  gracia  de  Dios, 
Nuestro  Señor,  que  sobre  ellos  no  cayese,  el  qual  iban  ya  tomando, 
y  con  mucha  boluntad  así  les  acaesció,  como  si  del  agua  de  rega- 
dío quitásemos  á  las  plantas  rrecien  traspuestas,  todo  por  la  gran 
maldad  de  los  españoles  y  por  su  desordenada  codicia;  y  la  pro- 
bincia  de  Santa  Marta,  que  es  más  adelante,  otra  tierra  de  ynfiuito 
oro,  y  tal  que  los  yndios  de  ella  lo  poseían,  rriquísima  que  en 
todas  sus  comarcas  y  términos  tenían  yndustria  y  aliaban  formas 
y  maneras  como  lo  cojer,  á  la  qual  causa,  desde  el  año  de  mil  y 
quatrocieutos  y  treinta  y  ocho  hasta  el  de  mil  y  quinientos  y 
quarenta  y  seis,  otra  cosa  no  han  hecho  los  nuestros  españoles 
sino  ir  allá  y  benir  de  allá  en  nabíos,  y  saltear  y  robar  y  matar 
aquellas  jentes  por  les  tomar  quanto  oro  podían,  y  tornábanse  á 
enbarcar,  en  lo  qual  grandes  matancas  se  hicieron  y  señaladas 
crueldades,  é  iban  y  benian  muchas  bezes ,  siempre  robando  á  la 
costa  del  mar;  y  algunas,  la  tierra  adentro,  hasta  el  año  de  mil  y 
quinientos  y  beinte  y  seis,  en  el  qual  acordaron  los  cristianos  de 
hazer  en  ella  su  asiento  porque  era  riquísima,  allí  sucedieron 
dibersos  capitanes  ú  tiranos  y  crueles  gobernadores,  unos  en  pos 
de  otros,  y  uno  más  cruel  que  otro,  y  todos  muy  malos,  que  pare- 
cía tomar  por  nueba  presa  de  hazer  en  ella  quantos  males  y  da- 
ños pudiesen,  ynmíijinar  nuebas  maneras  de  tormentos  y  de 
crueldades ;  el  año  de  mil  y  quinientos  y  beinte  y  nuebe  pasó  á 
ella  un  mal  abenturado  gobernador  muy  de  propósito  y  con  mu- 
cha jente  de  pié  y  á  caballo,  que  sin  algún  temor  de  Dios  ni  com- 
pasión umana,  tales  crueldades  y  matancas  hizo  en  ella,  que 
excedió  á  todos  los  pasados;  rrobaron  él  y  los  suyos  tesoros  muy 
grandes  en  obra  de  siete  años  que  bibió  en  ella;  después  murió 
huyendo  de  hazer  rresidencia  do  el  gobernador,  que  muy  mala  la 
tenia,  pero  sucediéronle  otros  muy  peores,  que  parece  que  esto 
tubo  por  desculpa,  que  acabaron  de  consumir  toda  la  jente  y  oro 
de  aquella  tierra  á  cuchillo  y  sacomano ,  y  estendíanse  tanto  por 


142 

la  probincia ,  y  asolando  muchas  ciudades  y  billas,  rrobando  y 
matando  las  jentes  sus  naturales  por  las  maneras  susodichas,  y 
dando  grabes  y  terribles  tormentos  á  caciques  y  á  basallos  por 
que  descubriesen  oro  y  los  pueblos  que  le  tenian,  sobrepujando, 
como  dicho  es,  en  el  número  y  calidad  de  las  crueldades  cada 
gobernador  que  sucedía  á  los  pasados,  tanto,  que  desde  el  año  de 
mil  y  quinientos  y  beinte  y  nuebe  hasta  el  dia  de  oy,  an  despo- 
blado por  aquella  parte  quinientas  leguas  y  más  de  muy  ermosa 
tierra,  y  la  onrra  que  por  esto  le  hizieron  fué  que  la  dejaron  muy 
mas  despoblada  que  otra  ninguna  en  todas  las  Indias  de  ese  cabo. 


CAPITULO  XXXIII. 

En  el  qual  solamente  se  rrequentan  palabras  de  una  carta  que  el  ■ 

obispo  de  Santa  Marta  escribió  al  Emperador  sobre  la  rrestauracion 

y  rremedio  de  la  perdición  de  las  Indias. 

T  si  por  partiqularidades  todo  aquesto  escribir  obiese ,  y  las 
mortandades  y  biolencias  que  los  españoles  en  los  rreiuos  de  la 
probincia  de  Santa  Marta  an  hecho  estragos  y  derramamientos  de 
sangre  de  aquellas  ynocentes  naciones ,  cierto  que  yo  abria  co- 
mencado  ystoria  sin  fin ;  baste  que  todas  fueron  obras  contra  Dios, 
Nuestro  Señor,  y  contra  la  ynperial  magostad,  pero  esto  quédese 
por  agora,  que  sólo  referiré  rrazones  que  el  Obispo  de  aquella 
probincia  escribió  al  Enperador  en  carta,  cuya  hecha  es  á  diez  y 
nueve  dias  del  mes  de  mayo  del  año  de  mil  y  quinientos  y  qua- 
renta  y  uno,  aunque  el  capítulo  más  largo  sea,  que  entre  otras 
así  dicen: 

S.  C.  C.  I.  M. 

«El  berdadero  medio  que  se  puede  dar  para  rremediar  esta 
tierra,  es  que  dejando  buestra  magostad  todos  los  que  hasta  aquí 
se  an  buscado,  que  antes  son  entradas  para  mayores  daños,  la 
saque  de  poder  de  crueles  padrastros  y  le  dé  padre  íi  marido  que 


143 

la  trate  como  es  rrazon  j  ella  merece ,  quan  brevemente  ser  pu- 
diese, porque  de  otra  suerte,  según  la  fatigan  y  maltratan  estos 
ministros  de  satanás ,  enemigos  de  la  umana  naturaleza  que  de 
ella  se  an  señoreado,  tengo  por  cierto  que  presto  dejará  de  ser  tal, 
en  lo  qual  buestra  raagestad  claramente  conociera  como  los  que 
gobiernan  estas  partes  desgobernadas  merecen  ser;  esto  se  haze, 
á  mi  ber,  porque  no  tienen  manera  sus  dolencias  y  enfermedades 
de  suceder  mejoría,  antes  van  de  mal  en  peor,  ca  no  son  cristia- 
nos sino  demonios;  ni  temen  á  Dios  ni  rreconocen  rrey ,  traidores 
al  uno  y  al  otro  son ;  y  el  mayor  ynconbeniente  que  beo  para 
apartar  los  yndios  de  la  guerra  y  traellos  á  la  paz  y  á  conosci- 
miento  de  nuestra  santa  fe,  es  el  áspero  y  cruel  tratamiento  que 
de  los  españoles  resciben;  por  esto  están  tan  escabrosos,  que  nin- 
guna cosa  más  aborrecible  les  puede  ser  que  el  nombre  de  cristia- 
nos, que  en  su  lenguaje  llaman  yares,  que  tanto  quiere  decir  como 
diablos;  y  sin  duda  que  ellos  tienen  rrazon  que  sus  obras  no  son 
de  otros;  y  los  yndios  que  ben  su  mal  obrar  tan  sin  piedad ,  asi  á 
las  cabecas  como  á  los  miembros ,  piensan  que  sólo  el  nombre  de 
cristianos  traiga  tan  cruel  ynclinacion  consigo ,  ú  que  lo  tengan 
por  ley  trabajar,  pues  de  quererlos  persuadir  otra  cosa  es  pen- 
sar agotar  el  mar  y  darles  que  reir,  burlar  y  escarnecer  de  Jesu- 
cristo, Nuestro  Señor,  y  de  su  creencia;  y  como  los  yndios  de 
guerra  ben  tal  tratamiento  en  los  de  paz,  tienen  por  mijor  morir  de 
una  bez  que  no  de  tantas  y  en  poder  de  españoles ;  pero  esto  ,  yn- 
bictiwisimo,  aquesto  e  visto  por  expirieucia.»  Dijo  más  abajo  en 
otro  capítulo:  «Yconoscido  que  buestra  magostad  tiene  por  acá  más 
serbidoresdelos  que  piensa,  ca  no  ay  soldado  de  quantos  en  las 
Indias  están,  que  no  ose  dezir  públicamente  que  si  saltean ,  rroban 
y  matan,  queman  y  destruyen  los  basallos  de  buestra  magostad 
porque  les  den  oro  y  todo  lo  demás;  que  en  ello  le  sirba  más  que 
en  que  nolohiziesen,  pues  de  lo  que  rroban  le  biene  su  parte,  por 
ende  seria  bien,  cristianísimo  Carlos,  que  buestra  magestad  se  diese 
á  castigar  algunos  rrigurosamente,  y  no  rescibiese  serbicio  en  cosa 
que  tanto  nuestro  señor  Dios  ofende.» 

Todas  estas  son  formales  palabras  de  el  dicho  obispo  de  Santa 
Marta,  enbiadas  al  Enperador,  por  las  quales  ebidentemente  mués- 


144 

tra  lo  que  en  aquellas  tierras  se  haze  contra  los  simples  yndios,  y 
llama  aquel  Obispo  yndios  de  guerra  á  los  que  se  pudieron  esca- 
par de  los  españoles  huyendo  y  se  subieron  á  las  altas  montañas, 
y  llama  yndios  de  paz  á  los  que  después  de  muertos  ynflnitos  de 
ellos  quedavau  en  la  tiranía  y  orrible  serbidumbre  donde  los  aca- 
vavan  de  asolar,  como  por  las  palabras  de  la  carta  del  dicho  Obis- 
po parece,  y  aun  en  berdad  que  no  dezia  lo  medio  de  lo  que  pade- 
cer suelen. 


CAPITULO  XXXIV. 

De  el  mal  tratamiento  que  hazian  los  españoles  á  Jos  yndios,  sirhién- 
dose  de  ellos  como  de  bestias ,  y  cómo  la  probincia  de  Cartajena 

fué  asolada. 

Castigávanlos  más  en  que  llevando,  que  llevavan  ellos  las  car- 
gas si  caian  y  desmayaran  con  flaqueza  y  del  gran  trabajo,  dán- 
doles palos,  coces  y  quebrantándoles  los  dientes  con  los  pomos  de 
las  espadas  porque  se  lebanten  y  anden  sin  aliento  tomar ,  «  ay 
malos,  que  no  podemos  más,»  decían  ellos  con  tantas  lágrimas, 
que  lástima  y  grande  angustia  tomara  qnalquiera  que  los  biese; 
amatadnos,  que  mejor  nos  es  quedar  aquí  mueríos. »  ¡O  ,  quién  pu- 
diese encarecer  y  por  palabras  mostrar  la  mínima  parte  de  1^  que 
fué !  Dios  sea  en  que  lo  pueden  lo  quieran  remediar ;  pero  si  es- 
tragos y  muertes  y  mucho  daño  hizieron  en  esa  probincia  de  Santa 
Marta,  sin  conparacion  le  hizieron  mayor  y  más  atroces  en  la  pro- 
bincia de  Cartajena,  donde,  tornando  al  propósito,  después  se  bi- 
nieron,  que  está  cinquenta  leguas  más  abajo  que  la  donde  salie- 
ron, y  junto  con  ella  es  la  de  Helconum  hasta  el  golfo  de  Brava, 
que  tendrá  dos  tantas  leguas  de  costa  de  el  mar,  y  mucha  tierra 
adentro  que  ba  házia  el  Mediodía;  estas  dos  probincias  an  sido 
tratadas  y  angustiadas  y  muertas  las  gentes  de  ellas  como  las  de 
las  otras,  y  mucho  más  cruelmente  desde  el  año  de  mil  y  quatro- 
cientos  y  nobenta  hasta  en  el  que  fueron  acabadas  de  despo- 


145 

blar;  luego,  tras  la  de  Santa  Marta,  más  por  acabar  presto  esta 
breve  suma,  no  tanto  me  detendré  en  las  cosas  que  en  ellas  hizie- 
rón,  por  decir  de  las  maldades  que  en  las  otras  partes  se  an  hecho 
y  hazen  desde,  la  costa  de  Paria  hasta  el  golfo  de  Benecuela 
exclusibe,  en  que  abría  doscientas  leguas  grandes  y  señaladas; 
an  sido  las  mortandades  y  destrulciones  que  los  cristianos  an 
hecho,  rrobando,  matando  y  talando  quanto  podian,  y  hendiendo 
quantos  yndios  tomavan  con  la  bida,  y  las  más  bezes  sobre  segura 
amistad  y  tregua  que  los  españoles  habian  puesto  con  ellos,  pren- 
díanlos y  poníanlos  en  tenebrosas  mazmorras  y  suétanos  y  cala- 
bocos,  no  les  guardando  jamás  fe  ni  bordad,  rrescíbiéndolos  antes 
los  yndios  en  sus  casas  como  á  más  que  berdaderos  ermanos,  dán- 
doles y  sirbiéndoles  cada  dia   quanto  tenían,  ofreciéndoles  por 
suyo,  que  cierto  no  se  podría  dezir  ni  encarescer,  particularmente 
quáles  y  quántos  agrabios  y  desafueros  las  jentes  de  aquesta 
tierra  de  los  españoles  an  rescibído  desde  el  año  de  mil  y  qui- 
nientos y  diez  hasta  el  día  de  oy;  dos  ó  tres  quiero  contar  tan  so- 
lamente, por  los  quales  los  otros  se  sacarán  y  juzgarán  sí  de  cruel 
castigo  eran  merescedores,  que  ynnumerables  fueron  en  la  isla  de 
la  Trinidad  que  mucho  es  mayor  que  Sicilia,  porque  está  pegada 
con  tierra  por  la  parte  de  Paría,  cuyas  jentes  son  de  las  buenas  y 
bírtuosas  en  su  género  que  ay  en  todas  las  Indias,  donde  acontes- 
cieron,  pasando  allá  los  cristianos,  un  capitán  con  sesenta  soldados 
el  año  de  mil  y  quinientos  y  diez  y  seis,  donde  publicaron  que  se 
benian  á  morar  con  ellos  en  esa  isla ,  y  los  yndios  los  rescibieron 
con  ynfinita  alegría  y  hizieron  muestras  de  que  olgaban  mucho 
con  ellos,  sirbiéndolos  así  caciques  como  subditos  con  grande 
amor  y  boluntad,  trayéndoles  cada  día  presentes,  dádivas  y  cosas 
de  comer  tan  espléndida  y  largamente  que  sobrara  aunque  do- 
blados fueran,  ca  es  común  condición  la  liberalidad  en  todos  los 
de  aquel  nuebo  mundo,  en  quanto  an  menester  los  más  nece- 
sitados. 


Tomo  LXXI.  10 


146 


CAPITULO  XXXV. 

De  los  grandes  males  y  estragos  que  hiñeron  los  cristianos  desde  la 
probincia  de  Helconum  hasta  el  golfo  de  Brava,  todos  por  la  costa  de 
Paria,  y  como  los  frailes  predicadores,  ynspirados  por  dibinal  gracia 
tomaran  por  enpresa  conbertir  los  yndios  en  la  ysla  de  la  Trinidad. 

Ellos  les  hizieron  luego  una  gran  casa  en  que  todos  morasen, 
porque  así  lo  quisieron  los  cristianos  con  pensamiento  de  hazer  lo 
que  agora  oyreis,  y  fué  al  tienpo  que  ponian  la  paja  sobre  la  ma- 
dera; ya  que  cubierto  abrían  obra  de  dos  estados,  porque  los  de 
dentro  no  biesen  á  los  de  fuera  y  los  de  fuera  menos  á  los  de  den- 
tro estubiesen,  so  color  de  dar  priesa  á  que  la  casa  se  acabase, 
metieron  muchedumbre  de  yndios  adentro ,  y  rrepartidos  los  es- 
pañoles, pusiéronseles  alrredor  de  la  casa  con  sus  armas  para  los 
que  se  saliesen,  y  otros,  entrando  dentro,  echando  mano  á  sus  es- 
padas comencaron  de  herir  y  matar  los  cuitados  yndios,  otros  los 
mesavan  y  davan  crueles  acotes,  dizieudo  que  naide  se  mudase 
ni  se  fuese  si  no  que  todos  moririan,  y  dando  dolorosos  gritos  al- 
gunos que  saltaron  por  huir,  los  de  afuera  los  hazian  pedacos; 
mas  otros  que  no  abian  entrado,  tomando  sus  armas  se  acojieron 
á  una  casa  del  pueblo  para  se  defender,  y  serian  doscientos  de 
ellos  que  defendieron  la  puerta  á  los  españoles  que  contra  ellos 
binieron  algún  tienpo,  los  quales,  hiendo  quán  bien  los  yndios  se 
defendían,  cosa  no  duecha,  pegan  fuego  á  la  casa  por  todas  partes 
y  quemáronlos  bibos  sin  les  baler  alaridos  y  hoces  que  al  cielo 
llega  van ,  ni  que  uno  tan  sólo  escapase,  y  con  presa,  que  serán 
otros  ducientos  dellos  y  grandes  rriquezas  se  tornaron  á  su 
nabío,  y  enharcándose  luego  tomaron  la  bía  de  la  isla  de  San  Juan, 
y  allí  por  esclavos  hendieron  la  mitad,  y  pasando  adelante  en  la 
otra  ysla,  cuyo  nombre  no  se  sabe,  hendieron  la  otra  mitad;  y 
reprehendiendo  yo  al  Capitán  por  este  tan  gran  daño,  hallándome 
en  aquesa  mesma  ysla,  rrespondióme:   «auda,  padre,  que  así 


147 

me  lo  mandaron  y  me  dieron  tal  ynstrucion  quando  me  enbia- 
ron  acá,  que  si  no  pudiese  tomar  los  yndios  por  guerra  los 
tomase  por  engaño,  y  así  los  tratase  como  á  yrracionales  bes- 
tias;» y  aun  en  bordad  que  me  dijo  que  en  toda  su  bida  abia 
hallado  quien  bien  le  hiziese  sino  entre  yndios,  que  tales  obras 
de  ellos  rescibiera,  que  mejores  que  de  padre  y  madre  se  podían 
decir;  y  no  beia  el  mal  abenturado  que  quanto  más  dezia  todo 
era  para  mayor  ynproperio  y  confusión  suya  y  agrabamiento  de 
su  culpa  y  de  todos  los  que  tales  cosas  a  hecho  y  cometido  en 
aquella  tierra  firme,  catibándolos sobre  seguros;  béase,  pues,  qué 
obras  eran  estas ,  y  si  eran  justamente  esclabos  los  tiranizados 
de  aquesta  manera;  y  no  mucho  tiempo  después  acordaron  los 
frailes  del  glorioso  Santo  Domingo  de  yr  á  predicar  y  conbertir 
aquellas  jentes  que  de  luz  carescian  y  de  doctrina  y  rremedio 
para  la  salbacion  de  sus  ánimas,  y  enbiaron  un  rreligioso,  presen- 
tado en  teoligia,  de  ciencia  y  conciencia  y  birtud  y  gran  santidad, 
con  otro  fraile  para  que  biese  la  tierra  y  entendiese  la  jente  y 
buscase  lugar  aparejado  para  hazer  monesterios,  y  llegados  los 
rreligiosos,  rrescibiéronlos  los  yndios  asi  alegremente  como  á  todos 
suelen  hazer,  y  oyanlos  de  muy  buena  boluntad  y  con  mucha 
atención  eso  poco  que  de  nuestra  habla  entonces  entendían ,  que 
gloria  y  gran  consolación  era  verlos  oyr  y  preguntar  con  tanta 
gana  lo  rescibian. 


CAPITULO   XXXVI. 

De  como  tanbie7i  esa  segunda  hez  los  espaTioles  fueron  causa  que  toda 

esa  ysla  á  Dios  no  se  conbirtiese ,  y  que  los  relijiosos  se  Mesen  en 

peligro  de  la  muerte,  y  algunos  la  padecieron. 

Acaesció  que  asi  que  arribó  ay  un  nabio ,  y  después  de  ido  el 
que  le  trujo,  cristianos  que  en  él  quedaron,  usando  su  condición  y 
costunbre,  traen  ay  el  cacique  de  la  tierra  que  llamaban  Don 
Alonso,  diziendo  que  grandes  cosas  abia  en  el  nabío  que  ber,  y 


148 

maguer  que  ya  cristiano  fuese,  préndenlo  por  otra  sutil  traición, 
los  frailes  le  abian  puesto  este  nombre  quando  lo  cristianaron, 
porque  los  yndios,  luego  que  quieren  oir  la  predicación,  piden 
que  les  pongan  nombres  de  cristianos  y  se  los  dan  aunque  no 
sepan  nada  para  ser  bien  batizados,  así  que,  engañando  al  dicho 
Don  Alonso  á  que  entrase  en  el  nabío  con  su  mujer  y  hijos  y  mu- 
chos otros  yndios ,  diziéndoles  los  españoles  que  les  mostraria  á 
Dios  berdadero ,  como  cosa  más  ber  no  deseasen,  á  escuso  de  los 
rrelijiosos  que  no  los  bieron  entrar ,  ni  los  yndios  se  lo  dijeron ,  el 
entrar  en  el  nabio  y  el  ser  presos  todos  ellos  todo  fué  uno,  y  sin 
más  tardar  aleando  belas  los  traidores  biuieron  con  ellos  á  la  isla 
Española .  donde  á  todos  los  hendieron  por  esclabos ;  pues  quando 
los  de  la  ysla  de  la  Trinidad  buscando  á  su  señor  Don  Alonso  no  lo 
hallaron  y  supieron  de  quien  lo  bió  todo  lo  pasado,  biniéronse  para 
los  frailes  y  queríanlos  matar,  diziendo  que  ellos  abian  sido  de  con- 
cierto con  los  del  nabío,  pues  que  por  yr  á  ber  aquel  de  quien  les 
predicavan  les  biniera  daño  tan  grande,  y  no  ybau  fuera  de  rrazon 
si  berdad  fuera:  los  relijiosos  se  querían  dejar  morir ,  con  pesar  y 
angustia  bertian  ynflnitas  lágrimas  y  desculpavan  su  ynocencia,  y 
es  de  creer  que  dieran  antes  sus  bidas  que  se  cometiera  tal  hecho, 
especialmente  que  era  poner  obstáculo  para  que  los  yndios  más 
no  creyesen  y  tubiesen  por  engañadores;  mas  apaciguáronlos  lo 
mejor  que  pudieron ,  diziendo  que  con  el  primer  nabío  que  para 
allá  pasase  escribirían  á  la  ysla  Española  el  peligro  en  quedavan, 
requiriéndoles  de  parte  de  Dios  que  les  enbiasen  al  dicho  Don 
Alfonso  y  á  los  suyos,  como  lo  hizieron,  enbiando  procuradores  á 
la  audiencia  rreal,  clamando  y  presentando  muchas  bezes  su  que- 
rella, y  por  jamás  los  oydores  les  quisieron  hazer  justicia;  esto 
porque  entre  ellos  mesmos  estavan  los  yndios  repartidos,  y  sobre 
todo,  prendieron  á  los  procuradores  de  los  frailes  y  enbiaron  á 
dezir  á  los  otros  que  dijesen  á  los  yndios  que  presto  bolbería  su 
señor;  mas  ellos  que  hasta  ay  con  tales  cartas  y  mensajes  abian 
detenido  su  ira,  quaudo  bieron  que  Don  Alonso,  su  señor,  no  tor- 
uava  ni  onbre  ni  mujer  de  los  que  con  él  llebaron  en  espacio  de 
año  que  aguardaron,  tubiéronse  por  burlados,  y  á  quantos  allá 
estavan,  así  relijiosos  como  seglares ,  dieron  amargas  muerte», 


149 

heneándose  en  quien  ninguna  culpa  les  tenia,  y  como  ellos  les 
faltavan  la  palabra,  justamente  piensan  los  yndios  de  aquella 
probincia  que  los  frailes  y  los  ladrones  salteadores  sean  todos  unos; 
mas  de  los  relijiosos  que  ay  murieron  bien  se  puede  tener  por 
cierto  que  seo^un  su  fe  y  santa  yntiucion ,  que  fueron  berdaderos 
mártires,  y  que  rreinan  con  nuestro  Señor  Dios  en  los  altos  cielos; 
á  él  pluguiera  que  yo  de  ellos  fuera ,  que  aunque  ay  biniesen  por 
la  obidiencia ,  pensamiento  y  deseo  Ilebaron  de  predicar  y  salbar 
aquellas  ánimas,  y  de  padescer  y  sufrir  qualesquiera  trabajos  y  aun 
muerte,  que  en  la  y  da  no  es  toda  les  sucediese,  y  gozarse  con 
ella  por  Jesucristo  á  quien  serbian. 


CAPITULO  XXXVII. 

De  cómo  la  probincia  de  Co^adena  fué  rrobada  y  destruida,  y  muerto 

el  bueno  y  biríuoso  cacique  Bahigoroto  y  los  más  de  los  suyos,  que 

muy  pocos  presos  quedaron. 

Muerto  este  gobernador,  vino  á  sucederle  otro  tal  que  por  su» 
grandes  é  ynormes  tiranías  y  hechos  nefandos ,  de  los  suyos  ma- 
taron los  yndios  otros  dos  rrejigiosos  de  la  orden  de  nuestro  glo- 
rioso padre  Santo  Domingo,  y  uno  de  San  Francisco,  de  lo  qual 
yo  soy  buen  testigo  porque  me  escapé  de  la  misma  muerte ,  á  mi 
creer,  por  gran  milagro  de  Dios,  donde  abia  harto  que  dezir  para 
espantar  á  los  onbres,  según  que  fué  la  calida  del  caso;  pero  por 
no  ser  largo  no  lo  quiero  contar  hasta  en  el  final  dia  del  juicio, 
cuando  más  clara  y  manifiestamente  se  berán,  que  tomará  Nuestro 
Señor  Dios  benganca  de  las  abominaciones  é  ynjustos  que  los  es- 
pañoles en  las  Indias  an  hecho;  éste  paso  en  otra  probincia  que 
dizen  de  Cocadena,  al  cabo  de  la  qual  abia  un  pueblo  cuyo  señor 
ú  cacique  se  llamaba  Bahigoroto,  nombre  propio  de  la  persona  y 
común  djs  todos  los  caciques  que  el  pueblo  mandavan ;  éste  era 
tal  y  tan  bueno ,  y  su  jente  tan  birtuosos ,  que  cuantos  cristianos 
arribaban  á  aquella  costa ,  hallavan  en  los  yndios  todo  rreparo  y 


150 

rrefrijerio  y  mantenimiento  de  muy  buena  bol  untad,  y  á  muchos 
libró  este  cacique  de  la  muerte  que  beniau  huyendo  de  otras  pro- 
bincias  donde  hablan  hecho  grandes  daños ;  y  aunque  el  Bahigo- 
roto  los  amparaba,  bien  sabia  qué  tales  eran  sus  obras  y  enbiáva- 
les  sanos  y  salvos  á  la  ynsola  de  las  Perlas,  que  era  lo  que  ellos 
deseavan,  donde  abia  población  de  cristianos,  pudiéndolos  matar 
sin  que  nadie  lo  supiera ,  mas  no  lo  hazia,  por  lo  qual  Uamavan 
todos  á  aquella  tierra  el  mesón  del  bien,  y,  cierto,  que  les  sobrava 
rrazon;  pero  un  maldito  capitán  no  lo  dejó  mucho  tiempo  perma- 
nescer  acordando  de  hazer  allí  su  salto;  como  estubiesen  aquellas 
jen  tes  tan  seguras  y  descuidadas,  pasó  allí  con  un  nabío,  y  como 
bió  á  mucha  jente  que  entrasen  en  él,  y  como  aquesos  yndios  so- 
lian  en  todo  fiarse  de  los  cristianos  por  las  obras  que  les  hazian, 
entraron  en  el  nabío  ynflnitos,  pero  no  fueron  bien  entrados 
quando  prestamente  los  españoles  alean  sus  belas  y  biénense  con 
ellos  á  la  ysla  de  San  Juan,  donde  á  todos  pasaron  por  benta;  yo 
llegué  á  esa  sazón  á  la  dicha  ysla  y  supe  lo  que  hecho  abia  este 
capitán  en  ella,  y  como  la  dejava  destruida  de  tal  forma  que  á 
todos  los  otros  capitanes  que  asta  ay  por  la  costa  se  entravan  so- 
brepujó con  maldades,  cruecas  y  rrobos;  y  este  espantoso  hecho 
hizo  perder  el  abrigo  y  rrefugio  que  allí  todos  los  marcantes 
tenían;  y  dejo  de  dezir  aun  mayores  males  y  extragos  que  por 
otras  capitanes  se  an  hecho  y  hazen,  mayormente  en  la  ysla  Espa- 
ñola de  San  Juan,  y  casos  tales  que  las  yslas  que  estavan  pobla- 
das de  quentos  de  ánimas,  no  paresce  oy  una  tan  sola,  antes  está 
todo  tan  desierto  y  iermo,  que  mucho  fui  espantado;  y  ase  ave- 
riguado por  bordad  que  nunca  tubo  nabío  cargado  de  yndios  que 
no  echase  en  el  mar  la  tercia  parte  de  los  que  dentro  yban,  y  la 
causa  era  porque  como  en  sus  tierras  ay  tanta  ynñnidad  de  ellos, 
precia  más  sus  probisiones  y  bastimentos  que  no  les  tienen  por 
mal  hendidos  quando  por  ellos  los  an ,  y  quien  en  lo  más  que  te- 
uer  dineros  ni  á  ellos  por  esclabos ;  esto,  no  de  un  capitán  ni  dos 
ni  tres ,  sino  de  todos  generalmente ;  otros  mueren  de  hambre  por 
no  los  sustentar  los  cristianos,  como  saben  que  los  yndios  son  de 
tan  poco  comer  y  que  para  diec  de  ellos  ahondara  lo  que  para  dos 
españoles,  hazen  pequeña  probision  para  ellos  que  presto  biene  á 


151 

faltar ,  y  no  siendo  rremediados,  ca  los  cristianos  no  les  dan  de  la 
buena  que  para  sí  tienen,  así  que  de  sed  y  de  hambre  desenescidos 
mueren;  y,  cierto,  que  me  dijo  onbre  de  ellos  que  desde  las  yslas 
de  los  lucayos,  donde  grandes  estragos  se  hicieron,  hasta  la  ysla 
Española,  que  son  más  de  setenta  leguas,  fué  un  nabío  sin  aguja 
ni  carta  de  nabegar,  guiándose  solamente  por  el  rrastro  de  los 
yndios  que  del  nabío  echaran  al  mar,  pues  álos  que  dejaban  la 
bida  quaudo  desembarcaban  en  la  ysla  donde  los  llebaban  á  hen- 
der, herios  desnudos  y  hambrientos  que  se  caen  con  desmayo 
biejos  y  niños  y  mujeres,  y  como  en  hato  y  rebaño  de  obejas  apar- 
tan los  hijos  de  las  madres  y  las  mujeres  de  sus  maridos,  hazieu- 
do  mandas  de  ellos  de  diec  y  beinte  personas,  y  echar  suertes  para 
los  armadores  que  son  los  que  ayudan  con  gasto  y  espensa  á  la 
armada  de  tres  y  quatro  nabíos  que  su  parte  suelen  llebar,  es  la 
mayor  lástima  y  compasión  del  mundo,  que  coracones  de  acero 
harían  menuzar  de  dolor,  y  tanta  parte  que  los  igualan  con  los 
otros  soldados  que  de  sus  tierras  los  han  á  rrobar:  quando  cae  la 
suerte  en  algún  yndio  biejo  ú  enfermo,  dize  el  capitán:  «¿á  quién 
cabe  este  embarace?»  y  rreplica  presto  cuyo  a  de  ser:  «daldo  al 
diablo  que  no  hay  para  qué  sea,  ¿éste  para  qué  me  lo  dais,  para  que 
le  eche  del  nabío  abajo  ú  para  que  le  sotierre  vivo?»  Ved  agora  en 
qué  estiman  los  cristianos  á  los  yndios  y  si  cumplen  bien  el  manda- 
miento de  Dios  nuestro  señor ,  cerca  del  amor  de  el  próximo  donde 
toda  la  ley  nuestra  pende  y  los  profetas  consisten. 


CAPITULO  XXXVIII. 

De  la  penosa  manera  con  que  los  cristianos  hazian  á  los  yndios  sacar 
el  oro  de  las  minas,  y  la  muy  más  temerosa  que  tenian  para  pescar 
las  perlas  debajo  del  agua,  en  lo  qual  consumieron  todos  los  lucayos. 

Quanto  á  en  lo  que  los  españoles  á  los  yndios  después  de 
abidos  los  exercitavan,  es  en  sacar  oro  de  las  hondas  minas  y 
pescar  las  perlas,  que  es  una  de  las  más  crueles  penas  que  en  el 


152 

mundo  se  pueden  ynmajinar,  y  no  ay  bida,  por  ynfernal  y  deses- 
perada que  no  sea,  que  se  le  yguale  en  este  suelo,  que  aunque  la 
del  sacar  el  oro  y  piedras  preciosas  de  las  minas  sea  grabísima  y 
muy  peligrosa,  es  como  nada  á  pos  del  pescar  las  perlas,  ca  an  de 
entrar  en  la  mar  en  quatro  ú  cinco  bracas  de  hondo,  y  desde  la  ma- 
ñana hasta  que  el  sol  se  pone  estar  en  ella  debajo  del  agua  nadando 
sin  resollar  y  arrancando  las  ostras  donde  las  perlas  se  crian  con 
grandísima  fuerca,  porque  muy  mayor  que  la  suya  era  menester, 
y  salen  después  con  unas  redecillas  llenas  de  perlas  en  las  manos 
á  tomar  aliento  á  la  orilla,  porque,  cierto,  se  ben  yr  á  la  muerte; 
mas  si  se  tardan  en  descansar  no  sólo  no  los  aguardan  por  lo  que 
por  ellos  se  ponían ,  mas  ay  es  su  mayor  mal  tratamiento,  sacán- 
dolos por  los  cabellos  y  témanles  lo  que  traen  y  hácenlos  volber 
al  agua  á  pescar  más;  su  comer  es  el  pescado  que  el  piñón  de  las 
perlas  á  sí  pegado  traia  y  panes  de  cacabí  y  algunos  de  mahíz,  que 
son  los  mejores  de  allá,  el  de  cacabí  de  muy  poca  sustancia  y  el 
de  mahíz  muy  bajoso  de  hazer,  dambos  que  nunca  hartan;  las 
camas  que  les  dan  á  la  noche  es  echalles  en  un  cepo  en  el  suelo 
y  frígidísima  tierra,  tendidos  porque  no  se  les  bayan,  pero  mu- 
chas bezes  quando  entran  en  la  pesquería  y  exercicio  en  la  mar: 
á  son  de  pescar  las  perlas,  desesperados  y  aborrecidos  de  tal  bida, 
métense  á  lo  hondo  y  ú  se  ahogan  ó  son  despedazados  por  los 
tiburones  y  tragados  por  las  marrajas,  que  son  dos  especies  de 
bestias  ñeras  marinas  crudelísimas  de  aquellas  partes,  que  aunque 
los  yndios  quisiesen  tornar  á  salir  no  los  dejarían,  donde  los  cris- 
tianos pierden  hartos  de  ellos  y  guardan  bien  en  la  susodicha 
granjeria  de  las  perlas  el  amor  de  Dios  y  del  próximo,  poniéndo- 
los en  peligro  de  muerte  temporal  y  espiritual,  porque  mueren 
sin  fe  ni  sacramentos,  y  tan  cierto  dándoles  bida  terrible  hasta 
que  se  acaban  de  consumir  en  muy  pocos  dias,  porque  bibir  los 
onbres  debajo  del  agua  y  sin  anhélito  algún  tiempo,  por  pequeño 
que  sea,  mayormente  que  la  gran  frialdad  del  agua  le  penetra  los 
tuétanos,  y  así  todos,  por  la  mayor  parte,  mueren  de  apretamiento 
del  pecho  y  echando  sangre  bíba  por  la  boca ,  que  se  cansa  de 
estar  tanto  sin  anhelar,  y  biene  quando  menos  y  mejor  es  de 
andar  continuo  debajo  del  agua  se  les  muda  la  color  de  lo»  ca- 


153 

bellos,  que  de  negros  que  ellos  son  por  naturaleca,  se  les  buelbeu 
quemados  y  de  color  de  lobos,  que  les  crecen  tanto  que  sólo  de 
esacongoja  bienen  á  sudar  salitre,  que  berdaderamente  mons- 
truos parecen  en  tan  yncomparable  trabajo,  ó,  por  mejor  dezir, 
ynsufrible  yuflerno;  desta  arte  consumieron  todos  los  vndios  lu- 
cayos  que  en  esa  probincia  abia,  y  quando  cayeron  los  españoles 
en  esta  granjeria,  bino  á  baler  cada  yndio  cinquenta  y  cien  cas- 
tellanos ,  muy  al  contrario  de  como  solian,  que  se  bendian  públi- 
camente, abiendo  sido  proibido  por  las  justicias,  que  por  otra 
parte  ynjusticias  eran;  esto  es  lo  que  ganan  por  ser  grandes  na- 
dadores, y  aun  sin  los  lucayos  así  lo  an  hecho  en  otras  probincias; 
en  tierra  de  Paria  suben  un  rrio  muy  grande  y  caudaloso  que 
llama  Yuyaparij,  más  de  duzientas  leguas  en  alto,  y  por  esto  subió 
un  capitán  el  año  de  mil  y  quinientos  y  beinte  y  nuebe  con  cua- 
trocientos onbres  de  pelea  eu  nabíos,  que  saliendo  en  tierra  hizo 
grandes  estragos  y  mortandades  quemando  y  saqueando  pueblos, 
y  pasando  por  espada  la  jente  de  ellos,  tomándolos  desnudos  y 
desquidados  y  sin  hazer  mal  á  nadie,  y  dejando  rrobada  y  asolada 
toda  la  tierra,  y  muerta  y  ahuyentada  la  jente  della;  partió  de 
ay,  mas  no  dejó  el  sin  bentura  de  morir  mala  muerte,  que  su  ar- 
mada fué  desbaratada  por  cosarios  piratas,  rrobadores  de  mar, 
donde  le  tomaron  todas  las  rriquecas  que  traia,  y  acabó  misera- 
blemente aquel  que  acabar  hizo  tantas  ánimas  que  Cristo,  Nuestro 
Redentor,  rredimió  por  su  preciosa  sangre,  y  lo  mismo  acaesció  á 
todos  los  que  en  sus  maldades  le  siguieron. 


CAPITULO   XXXIX. 

De  como  por  los  alemanes  fué  rrobada  y  destruida  la  rriquisima  pro- 

vincia  de  BeneQuda,  y  de  las  fierezas  y  crueldades  que  en  el  cacique 

y  natural  de  ay  hizieron. 

Benido  el  ano  de  mil  y  quinientos  y  beinte  y  ocho ,  con  enga- 
ños y  hablas  y  persuasiones  falsas  que  hicieron  al  nuestro  Enpe- 
rador  y  rrey  como  siempre  an  hecho  y  trabajado  por  encubrir  la 


154 

berdad  de  los  daños  y  estragos  que  los  de  allá  rresciben,  y  ofensas 
que  á  Dios  se  hazen,  concedió  un  gran  rreino  mayor  que  toda  Es- 
paña, que  es  el  de  Benecuela,  con  la  gobernación  y  jurisdicion 
total  á  unos  mercaderes  de  Alemania,  con  concierto  capitulado  y 
asientos  que  con  ellos  se  hizo,  los  quales,  entrados  con  quinientos 
onbres  en  aquellas  tierras ,  jen  tes  tan  mansuetisimas  hallaron, 
como  si  obejas  fuesen,  que  pueden  ser  en  todas  las  Indias;  y  sin 
rescibir  daño  alguno,  sin  conparacion  más  cruelmente  entraron  en 
ellas  que  ningunos  otros  que  allá  ayan  pasado  hicieron,  y  con  más 
fiereza  que  como  yrracionales  y  crudelísimos  tigres  con  ellos  se 
an  ávido,  y  como  rrabiosos  lovos  y  bravos  leones,  porque  con  ma- 
yor ansia  y  ciega  codicia  más  esquistas  maneras  y  formas  nunca 
bistas  buscaron  para  aber  oro  ú  plata ,  piedras  preciosas  y  todo 
lo  otro  de  los  pobles  yndios,  que  más  que  todos  los  que  antes  fue- 
ron, pospuesto  el  temor  de  Dios  y  la  bergüenca,  de  quantos  sus 
hechos  oyesen  y  de  su  rrey,  obligados  que  eran  onbres  mortales  y 
no  menos  libres,  los  alemanes  los  señoreaban  por  fuerza  de  armas 
y  crueles  crueldades  que  hizieron,  y  poseyeron  toda  la  tierra  muy 
á  su  sabor  por  un  tienpo ,  asolando ,  rrobaiido  y  matando  como 
diablos  encarnizados  y  onbres  bestiales  y  enbiciados  en  matar, 
que  de  quatrocientas  leguas  de  tierra  admirables  y  más  de  treinta 
rejiones  y  bailes  y  hermosísimas  poblaciones  de  ynestimable  rri- 
queza  bien  abastada,  an  muerto  muchas  y  dibersas  naciones  do 
yndios  de  disbariadas  y  diferente  maneras  de  gestos  y  lenguajes, 
no  an  dejado  persona,  sino  algunos  que  se  escondieron  en  las  en- 
trañas de  la  tierra  en  cabernosas  cuebas ,  huyendo  del  crudo  y 
pestilencial  cuchillo,  echan  al  infierno  muchedumbre  de  ánimas 
por  barias  y  nuebas  maneras  de  muertes,  y  de  ello  aun  oy  en  este 
dia  no  cesan,  que  siempre  ban  y  bienen  por  aficiones  yndiretas 
maneras;  prendieron  luego  al  cacique  y  señor  de  aquella  probincia, 
y  si  alguna  rrazon  ni  causa  más  de  por  sacalle  lo  que  tubiese,  y 
queríale  el  capitán  mandar  terribles  tormentos,  pero  él  soltóse  por 
gran  bentura  de  la  prisión  y  huyó ,  y  fuese  á  los  montes ;  de  esto 
muy  turbados,  todos  los  de  la  tierra  se  alborotaron  y  se  escondían 
donde  podían ,  entre  las  breñas  y  otros  en  los  frondosos  uertos  y 
arboledas  y  espesuras ;  mas  hizieron  sus  entradas  contra  ellos  los 


155 

alemanes  para  yrlos  á  buscar ,  y  hallándolos ,  ningún  género  de 
muerte  se  puede  ymajinar  que  en  ellos  no  se  exequtasen,  y  los 
que  tomavan  ábida,  hendían  en  públicas  almonedas  é  donde  quier 
que  llegavan:  antes  que  al  cacique  principal  prendiesen,  le  salian 
á  rescibir  los  yndios  con  cantares  y  bailes  y  muchos  presentes  de 
oro  y  plata,  mas  el  pago  que  por  esto  después  les  davan,  por  sen- 
brar  espanto  y  acrecentar  temor  en  toda  esa  tierra ,  que  era  la 
menor  crueldad  de  las  que  hazia,  pasávalos  á  todos  por  filo  de  es- 
pada; y  fué  así,  que  saliéndoles  una  hez  á  rrescibir  de  la  manera 
susodicha,  á  ese  capitán  alemán  que  se  dezia  ser  hereje ,  hizo  á 
multitud  de  yndios  que  eran  por  engaño,  que  entrasen  en  una 
casa  pajiza,  y  mándalos  desmenbrar  si  dentro  de  una  ora  no  des- 
cubriesen qualque  rriqueza  y  tesoro ,  y  porque  la  casa  tenia  unas 
higas  por  lo  alto  y  se  subian  en  ellas  muchos  dando  bozes  y  alari- 
dos por  guarescer  y  huir- de  los  rrabiosos  matadores,  el  capitán 
mandó  poner  fuego  á  la  casa  á  todas  partes,  así  que  á  quantos  es- 
capar pensaban,  quemó  bibos  en  grandísimo  fuego ,  que  poco  les 
balía  á  los  miserables  el  trepar,  que  de  las  brabas  llamaradas  eran 
presto  alcancados,  y  por  esta  ñera  hazaña  se  despoblaron  muchos 
pueblos  de  la  comarca,  huyendo  todas  lasjentes  dellos,  por  salbar 
las  bidas  ybanse  á  las  montañas  y  bibian  hechos  salbajes. 


CAPITULO  XL. 

De  cómo  los  alemanes*  asolaron  otra  gran  probincia  no  conoscida 

que  está  frontero  de  la  de  Santa  Marta ,  á  las  espaldas ,  con  mayores 

y  más  diabólicas  crueldades  que  en  ella  hizieron. 

Con  sus  alemanes  este  capitán  así  yendo,  rrobando ,  talando  y 
matando  quanto  hallavan,  sin  que  nada  se  les  escapase,  llegó  á 
otra  probincia  que  está  frontero  de  la  de  Santa  Marta,  que  danvas 
confinan  la  una  con  la  otra,  donde  hallaron  los  yndios  en  sus  pue- 
blos y  casas,  asaz  pacíficos  y  ocupados  en  sus  labranzas ;  allí  es- 
tubieron  algún  tienpo  comiéndoles  de  sus  haziendas  y  sudores,  que 


156 

era  el  menor  pecado  que  ellos  hazian,  aun  sin  se  declarar  su 
horrísima  y  dañada  yutencion  encubierta ;  los  yndios  los  serbian 
con  tanta  afición  y  ley,  como  si  supieran  que  las  bidas  en  ello  les 
iba,  y  sufriendo  mucho  trabajo  en  el  serbicio,  porque  no  los  mata- 
sen, guisábanles  las  comidas  que  comian  más  uno  de  ellos  en  un 
dia  que  diez  yndios  en  dos ,  en  el  qual  tienpo  diéronles  de  su  bella 
gracia  gran  suma  y  cantidad  de  oro  en  bezes,  mas  al  cabo,  que- 
riéndose yr  los  alemanes ,  acordaron  de  le  pagar  las  posadas  con 
descubrir  juntamente  sus  secretas  yntinciones  malditas  de  aques- 
ta manera;  aquel  capitán  alemán,  que  hereje  se  supo  que  fuese, 
porque  ni  oya  missa  ni  dejava  oír  á  los  suyos ,  con  otros  yndicios 
claros  que  se  le  conoscian,  mandó  prender  á  todos  esos  yndios  y 
á  sus  mujeres  y  hijos,  y  hecho  ansí  mandólos  meter  en  un  corral 
grande,  y  dijo  que  el  que  salir  quisiese ,  él  mesmo  de  rescatar  se 
abia  según  su  boluntad  y  albedrío,  dando  tanto  oro  cada  cual  por 
sí  y  tanto  por  su  mujer  y  tanto  por  su  hijo,  y  por  más  los  apretar 
con  angustia,  mandó  que  entre  tanto  que  no  se  rescatavan  no  les 
metiesen  con  que  se  sustentasen  hasta  que  le  trujesen  el  oro  que 
él  les  demandava  por  su  rrescate,  si  no  que  muriesen  de  hanbre; 
entonces  enbiaron  muchos  de  ellos  á  sus  casas ,  y  rrescatáronse 
trayendo  quanto  oro  tenían,  y  soltándolos  ybanse  á  sus  labranzas; 
mas  pasados  algunos  dias ,  tornávalos  á  prender  el  hereje  gober- 
nador, estando  de  rrazon  seguros,  pues  con  ese  oro  que  tenían  se 
abian  rrescatado ,  y  tornávanlos  al  corral  y  dávanles  el  tormento 
de  la  hanbre  y  sed,  que  por  más  terrible  tenían,  hasta  que  otra 
hez  se  rescataron;  y  ubo  muchos  de  estos  que  tres  bezes  los  pren- 
dieron y  tantas  se  rescataron,  mas  otros  qvre  no  tenían  oro  que  lo 
abian  todo  dado,  dejávalos  en  el  corral  perescer  hasta  que  con 
rrabíosa  hanbre  unosá  otros  se  mordían  y  despedacavan,  de  esa 
hecha,  por  tales  maneras  y  otras  peores ,  dejó  el  hereje  capitán 
asolada  y  destruida  una  gran  probincía  rriquísima  de  qro  y  pobla- 
tisima  de  jente ;  después  acordó  de  entrar  la  tierra  adentro  con 
ynfernal  codicia  de  descubrir  y  hallar  el  Perú,  para  el  qual  biaje 
llebaron  él  y  los  suyos  ynfiinítos  yndios  cargados  con  peso  de 
cuatro  y  cinco  arrobas,  ensartados  con  cadenas  y  argollas  gruesas 
á  las  gargantas ,  y  si  cansava  alguno  y  desmayava  con  hanbre, 


157 

por  no  los  desensartar  de  como  los  llebaban,  cortábanle  luego  la 
cabeca  por  la  collera,  y  caia  el  cuerpo  á  una  parte  y  ella  á  otra, 
y  repartían  la  carga  de  éste  sobre  los  otros;  dezir,  pues,  de  las  pro- 
bincias  que  destruyó  y  ciudades  que  dejó  yermas  y  comarcas 
abrasadas  y  jentes  muertas  cruelmente,  y  los  tormentos  que  yma- 
jinó  y  hizo,  cosa  es  no  creedera,  y  seria,  contarlo,  nunca  acabar, 
ni  aun  oirlo  querrian. 


CAPITULO  XLI. 

De  como  aun  ílespues  de  los  alemanes,  españoles  binieron  á  estas  tres 

probincias,  que  también  rrobaron  y  hizieron  crueldades  en  lo  que 

quedava  corriendo  tras  su  deseo. 

Otros  capitanes  binieron  después  tras  deste  á  la  mesma  pro- 
bincia  de  Beneguela,  y  ala  de  Santa  Marta  con  la  misma  intincion 
de  descubrir  el  Perú,  y  hallaron  toda  la  tierra  más  de  quatrocien- 
tas  leguas  talada,  siendo  ella  antes  demasiadamente  poblada, 
mucho  más  que  ninguna  de  las  que  abemos  mentado,  y  tanbien 
crudelísimos  y  sin  alguna  piedá ,  que  malamente  se  espantaron 
oyendo  las  abominaciones  del  ereje ,  y  se  dolian  ynfinito  de  ber 
por  los  caminos  por  donde  el  alemán  abia  ydo  rrastro  bien  ancho 
de  sangre,  que  todas  las  quatrocientas  leguas  duraba,  ó  quigá 
puede  ser  por  no  aber  sido  ellos  los  que  tal  la  pasaran;  todas  estas 
cosas  y  muchas  más  están  probadas  con  ynfluitos  testigos  por  el 
fiscal  del  consejo  de  las  Indias ,  y  la  probanca  en  el  mismo  con- 
sejo, y  el  castigo  aun  por  azer,  con  ser,  cierto,  poco  lo  que  está  pro- 
bado según  lo  que  fué  esto,  porque  los  ministros  de  la  justicia  que 
an  entendido  en  lo  de  las  Indias  hasta  oy ,  tanbien  con  ciega  y 
desordenada  codicia  no  se  an  puesto  en  examinar  de  rraiz  y  de 
beras  los  orrendos  delitos,  sino  quanto  dizen  que  por  aber  fulano 
y  fulano  hecho  crueldades  en  las  Indias  y  rrobado  de  las  tierras 
de  su  magostad  tantos  mil  castellanos,  que  para  rredargüir  esta 
probanza  harto  general  y  confusa  les  basta,  y  aun  eso  aberiguan 


158 

como  Dios  sabe,  porque  si  ynquiriesen  bien  y  buscasen  de  beras, 
hallarian  que  solos  los  alemanes  an  rrobado  al  rrey,  nuestro  se- 
ñor, largos  tres  mil  castellanos,  sólo  el  oro ,  porque  son  aquellas 
probincias  de  Benecuela,  con  las  que  más  an  asolado  y  destruido, 
quinientas  leguas  de  tierra  la  más  rrica  y  próspera  de  oro  y  plata, 
perlas  y  piedras  preciosas,  y  corales  y  almizques,  ánbares  y  todo 
lo  demás  que  puede  aber  en  el  uniberso,  y  lo  mismo  era  de  pobla- 
ción ,  y  doblada  rrenta  an  estorbado  de  benir  acá  que  se  coje  del 
rreino  de  Castilla,  ó,  por  mejor  decir,  de  España,  desde  que  los 
alemanes  enemigos  de  Dios  y  del  rrey  á  destruir  la  comencaron;  los 
quales  daños  á  la  fin  del  mundo  no  ay  esperanca  de  ser  rrecobrados 
si  no  hiziese  nuestro  Señor  Dios  notorio  milagro  rresucitando  tantos 
millares  y  quentos  de  cuerpos  para  la  rrestitucion ,  y  ésto  quanto 
á  los  daños  temporales,  que  bien  seria  considerar  quáles  y  quántos 
abrán  sido  los  de  las  blasfemias  contra  Dios  y  contra  su  ley, 
adulterios  y  estupros,  y  con  qué  se  rreconpensarian  tantas  ánimas 
perdidas  que  están  agora  ardiendo  en  el  ynfierno,  que  es  lo  más,  y 
todo  por  la  desordenada  codicia  é  ynnumanidad  de  los  españoles; 
pues,  ¿qué  seria  si  dezir  obiésemos  de  quántos  de  nuestra  nación 
an  pasado  á  Indias  que  son  muertos?  Pero  esto  se  quedó,  dejándolo 
á  quien  lo  sabrá  bien  premiar  y  castigar,  que  sólo  con  esto,  con  la 
ferocidad  y  braveca  de  los  cristianos  quiero  concluir ,  y  con  su 
hanbre,  que  desde  que  en  tierra  de  Indias  entraron  ynnumerables 
son  los  nabíos  que  cargados  de  sus  naturales  enbiaron  á  dibersas 
partes  á  bender  y  hazerlos  oro,  y  ningún  género  de  muerte  se  a 
ymajinado  quanto  a  que  el  mundo  es  mundo  que  en  ellos  no  se 
probase,  y  antes  los  an  sienpre  faborecido ,  y  quantas  tiranías  se 
an  hecho  por  mar  y  por  tierra  las  an  todas  disimulado  los  de  la 
rreal  audiencia,  estando  todas  estas  yslas  debajo  de  su  jurisdicion, 
y  pudiéndolo  muy  bien  rremediar ,  que  no  los  an  puesto  más  estor- 
bo para  que  no  hiziesen  esclabos  y  cativos  los  que  crió  libres 
nuestro  Señor  Dios,  ni  para  que  no  se  fuesen  tras  su  bestial  deseo 
é  ynsaciable  hambre  de  oro  que  quántos  allá  pasaron  an  seguido, 
y  á  los  simples  y  mansos  corderos  señalarles  los  rrostros  con  las 
armas  del  gobernador. 


159 


CAPITULO  XLII. 

De  como  por  los  españoles  fué  asolada  la  ysla  Florida  con  terribles 
crueldades  y  mañosas  traiciones  que  hizieron. 

A  la  ysla  Florida  asimesmo  au  pasado  muchos  capitanes  en 
diversos  tiempos,  desde  el  año  de  mil  y  quinientos  y  diez,  otros 
como  principales  gobernadores  y  todos  tres  murieron  en  muy  poco 
tiempo,  y  sus  suntuosas  casas  que  habian  edificado  con  sangre  de 
los  pobres  yndios  y  grandes  mayoradgos  y  haciendas  que  abian 
juntado  para  perpetuar  sus  nombres  baños,  salieron  sus  pensa- 
mientos que  ya  su  memoria  es  perdida  y  rraida  de  la  haz  de  la 
tierra  como  si  nunca  ubieran  allá  pasado  ni  aun  sido  en  el  mundo; 
pero  dejaron  la  tierra  asolada  y  bien  esquismada  y  toda  la  jente 
della  alborotada  y  puesta  en  armas  con  mucho  escándalo  por  el 
grandísimo  miedo  que  con  sus  diabólicas  obras  les  pusieron,  por 
eso  los  mató  Dios,  Nuestro  Señor,  antes  que  más  mal  hiciesen,  ca 
los  tenia  guardado  para  allí  su  castigo:  de  lo  que  sé  yo  bien  que 
en  otras  partes  de  las  Indias  hizieron,  y  fué  otro  postrero  destos 
el  año  de  mil  y  quinientos  y  treinta  y  ocho,  muy  de  propósito  y 
con  grande  aparato  de  jentes  y  nabíos,  mas  quanto  á  qué  pasó 
aquel  año  á  hasta  agora,  tanto  a  que  del  no  se  sabe  ni  en  alguna 
otra  parte  jamás  se  supo ,  créese  que  se  anegó  porque  quedar  en 
alguna  ysla  no  pudiera  ser  tan  remota  que  del  ú  de  alguno  de  los 
muchos  que  con  él  yban  no  se  supiera;  pero  diriayo,  que  pues  más 
no  a  parescido  tal  debia  ser  y  no  mijor  que  los  otros,  y  que  pues 
tanto  se  probeia  y  con  tanta  jente  que  á  mal  tenia  ojo,  esto  es  á  no 
pensadas  crueldades  y  á  obras  aborrecibles  á  Dios  Nuestro  Señor, 
por  eso  le  confundió  y  mató  y  á  qu antes  con  él  yban,  y  quiso  que 
de  ellos  más  no  se  supiese ;  quatro  años  ha  que  salieron  de  esta 
ysla  Florida,  con  mucha  rrazon  así  llamada  por  su  beldad  y  fres- 
cura ;  el  resto  de  los  tres  capitanes  principales,  con  otro  que  de 
entre  ellos  fué  elegido,  y  en  tal  parte  se  pasaron  de  las  Indias  que 
el  nombre  de  la  tierra  no  e  pudido  alcanzar  á  saber  dónde,  si  de 


160 

berter  sangre  umana  y  de  riquezas  tenían  bien  por  entero  cum- 
plieron su  boluntad,  que  tales  fueron  los  estragos  y  tantos  daños 
hizieron  que  me  torno  afirmar  en  lo  que  arriba  dije,  que  mientras 
más  tierra  descubrían  más  crescian  en  crueldades  y  fiereza;  cierto, 
que  estoy  enhastiado  de  contar  las  orribles  obras  y  sangrientas 
mortandades  que,  nonobres,  mas  bestias  brabas  y  desatinadas 
hizieron ;  por  esto  no  me  detendré  en  ellas,  sólo  se  sepa  que  halla- 
mos aora  de  benida  grandes  poblaciones  de  jentes  de  las  más 
apuestas  y  sabias  y  bien  habladas  que  puede  ser,  en  las  quales 
abian  hecho  grandes  matancas  y  estragos  por  poner  miedo  en  toda 
esa  tierra,  que  entrando  en  un  pueblo  donde  les  dieron  más  de 
seiscientos  yndios  para  que  les  Rebasen  sus  cargas  y  para  su  ser- 
bicio,  sólo  porque  no  les  hiciesen  mal,  y  salidos  de  ay  paresce 
ser  que  contentos  no  yban,  pues  no  se  abiendo  alejado  beinte  le- 
guas del  pueblo,  bolbió  otro  menor  de  entre  ellos  con  su  escua- 
drón ú  capitanía,  mudados  los  bestidos  y  armas  que  acostumbra- 
ban y  le  rrobaron  y  saquearon,  estando  los  pobres  yndios  tan 
seguros  y  desquidados  como  podéis  pensar  que  estarían  abiendo 
pagado  su  pecho;  mataron  á  laucadas  al  cacique  y  señor  del  pueblo 
y  á  sus  süditos  con  terribles  y  diversos  tormentos  y  hechas  yn- 
finitas  crueldades  y  rrobos,  dejando,  tal  qual  entenderéis,  el 
pueblo;  pasóse  adelante  muy  presuroso  y  no  menos  deseoso  de 
hallar  en  quien  otro  tanto  hiziese  y  tanta  rriqueza  hallase. 


CAPITULO  XLIII. 

De  cómo  fué  hallada  la  gran  probincia  de  el  Rio  de  la  Plata  y  de  su 
ynstimable  rriqueQa,  y  cómo  los  españoles  la  rrobaron  y  destruyeron. 

Sucedióle  bien  su  deseo  á  este  malo  y  cruel  capitán,  que  para 
condenación  suya  permitió  Dios,  Nuestro  Señor,  que  hallase  lo 
que  buscava,  y  fué  un  puesto  mayor  dos  tanto  que  el  otro  por 
grande  que  era,  y  paresciéudole  que  estaban  los  yndios  del  algo 
rrecatados  y  con  temor  y  rrecelo  por  las  nuevas  que  del  otro  ya 
tenían,  sin  entrar  dentro  ni  hazerles  saber  de  su  benida,  de  luego, 


161 

dando  de  recio  en  ellos,  yban  hiriendo  y  matando  quantos  en  las 
casas  y  fuera  dellas  hallaban,  y  por  cuchillo  y  lanca  pasó  biejos 
y  niños  y  mujeres,  basallos  y  señores,  que  á  nadie  perdonaron,  y 
así  fueron  los  muertos  de  entonces  y nnumerables;  á  otros  hazia  el 
crudelisimo  capitán  cortar  desde  las  narices  abajo  hasta  la  barba, 
y  dejábalos  sin  labios,  los  rrostros  rrasos,  y  con  lástima  tan  lasti- 
mosa que  mucho  es  de  doler  y  qual  nunca  nadie  oyó,  y  corriendo 
biba  sangre  los  enviaba  á  que  las  nuevas  de  su  brabeza  y  cruel- 
dad álos  otros  llebasen,  de  los  que  dezian  que  á  predicar  benian 
la  santa  y  católica  fe;  juzgúese  agora  quáles  estarán  aquellas 
jentes  en  el  amor  con  los  cristianos  que  tales  obras  les  hazian,  'y 
cómo  creerán  en  el  tan  bueno  y  justísimo  Dios  en  que  ellos  creen; 
grandes  maldades  hizo  este  traidor  en  esta  probincia,  pero  bien 
las  pagó,  que  estando  más  á  su  sabor  y  contentamiento,  á  desora, 
con  tósigo  que  le  dieron ,  mas  aberiguado  está  que  si  Dios,  Nues- 
tro Señor,  no  le  perdonando  sus  grabísimas  culpas,  que  el  que  sin 
confesión  acabó  su  bida  su  ánima  arderá  para  siempre  en  los  yn- 
flernos;  mas  dejando  agora  aquesto,  prosiguiendo  nuestro  quento 
adelante,  digo  que  desde  el  año  de  mil  y  quinientos  y  beinte  y 
seis  au  ydo  al  Kio  de  la  Plata  ynfinitos  capitanes  en  diversos 
tiempos,  no  sólo  de  España,  mas  de  otras  naciones  donde  ay  mu- 
chos rreinos  y  grandes  probincias  de  jentes  muy  apuestas  y  sabias, 
y  un  caudalosísimo  rrio  mayor  con  mucho  que  el  de  Yuyaparíj, 
que  arriba  dijimos,  que  rriquísima  plata  se  criaba  á  sus  orillas, 
aunque  á  marabilla  menuda  y  entre  las  piedras  de  su  hondón  é 
granos  tan  gruesos  como  de  trigo,   dellos  quadrados  y  dellos  es- 
quinados algo  larguillos  que  verdaderamente  paresce  que  labra- 
do los  ayan,  y  ésta  es  la  más  fina  plata  que  ser  puede,  y  cójenla 
los  yndios,  y  no  otros  porque  la  propiedad  del  agua,  que  como  de 
finísima  plata  es  su  color,  es  á  nuestra  complision  muy  contraria 
y  moriría  de  yelo  quien  en  ella  entrase ,  mas  no  los  yndios  aunque 
llegan  al  suelo  y  de  la  mesma  manera  sacan  la  plata  como  dije 
que  azian  las  perlas  y  priedras  preciosas,  y  la  misma  probincia 
no  tiene  otro  nombre  sino  el  que  toma  deste  grande  y  rrico  rrio, 
y  los  capitanes  que  allá  an  pasado  todos  an  procurado  de  la  ma- 
nera que  escrita  es,  con  tormentos  aber  desta  plata,  cada  qual 
Tomo  LXXI.  U 


162 

quanta  más  pudiese,  y  hazer  crueldades,  despoblaciones  y  daños 
yrrecuperables;  mas  marabilla  fuera  si  tales  obras  no  salieran  de 
sus  manos,  siendo  los  mismos  cristianos  y  muchos  de  los  que  en 
otras  partes  de  las  Indias  en  tales  obras  se  abian  bien  ejercitado, 
y  teniendo  el  mesmo  deseo  de  hazerse  rricos  y  grandes  señores,  lo 
que  esymposible  esto  que  pueda  ser  sin  daño  y  gran  perjuicio  de 
los  simples  yndios  que  aun  no  querrán  ser  sus  prójimos  aunque  los 
tratan  con  muertes  y  rrobos  y  los  ponen  en  continua  serbidumbre. 


CAPITULO  XLIV. 

De  cómo  descubrieron  los  cristianos  la  rriqulsima  tierra  del  Perú 
que  tanto  huscavan,  y  cómo  rroharon  y  arruinaron  la  fresca  ysla 

de  Pugna. 

Con  esta  perbersa  manera  que  abéis  oydo  que  los  crueles  es- 
pañoles tenian,  fueron  destruidos  muchos  rreinos  y  señoríos  en 
esta  probincia  con  grandes  cruezas  que  se  exequtaron  en  los  sin 
bentura  yndios,  que  se  echaron  más  de  ber  que  las  pasadas  por 
rrazon  de  estar  más  lejos  de  acá,  aunque  lo  contrario  más  berda- 
dero  parecca,  ubiéronse  más  sin  orden  y  sinjusticia  que  ningunos 
otres  capitanes  que  á  las  Indias  pasasen;  de  estas  ynflnitas  se  an 
visto  en  el  consejo  de  las  Indias  y  están  probadas  del  gobernador 
que  consintió  á  cierto  partido  de  jentes  y  les  dejó  que  fuesen  á  las 
poblaciones,  y  si  no  les  diesen  quanto  ellos  demandasen  por  sus 
bocas,  que  á  todos  diesen  amargas  muertes  y  que  con  tal  autori- 
dad sin  numero  de  ánimas  enbiaran  á  los  ynflernos,  y  que  se  be- 
nian  los  yndios  á  poner  en  sus  manos  ofresciéndose  á  su  serbicio, 
y  que  porque  no  benian  tan  presto  ú  porque  querian  y  arraigar 
su  temor  en  la  tierra,  como  acostumbraban,  mandara  el  goberna- 
dor que  los  entregasen  en  poder  de  otros  yndios  que  eran  sus 
mortales  enemigos;  ellos  lloraban  y  aleaban  clamores  que  al  cielo 
querian  llegar ,  suplicando  al  gobernadar  que  antes  los  mandase 
matar  que  en  poder  de  sus  mortales  enemigos  los  pusiesen;  mas 
estando  diziendo  unos  á  otros,  venid  ermanos  de  pa(}  á  ser  muer- 


163 

tos  de  buestros  propios  ermanos  y  derrámese  baestra  mezquina 
sangre  por  estos  campos  en  testimonio  de  buestra  ynnocencia,  los 
otros  los  hizieron  pedacos  delante  del  gobernador;   en  aquese 
mesmo  año  otro  capitán  con  mucha  jente  pasó  á  los  rreinos  del 
Perú,  donde  entrando  con  dañada  yntencion  y  con  los  mesmos 
principios  que  los  otros  todos,  porque  era  uno  dellos  y  que  más 
tiempo  se  abia  exercitado  en  hazer  crueldades  y  rrobos  en  la  tier- 
ra firme,  desde  el  año  de  mil  y  quinientos  y  doze,  en  quantos 
daños  estragos  allí  se  abian  hecho  y  an  caescido;  abia  el  buen 
capitán  en  la  fuerza  de  fiereza  y  condicia,  sin  alguna  birtud,  éste 
entró  quemando  y  rrobando,    destruyendo  y  matando  quantos 
pueblos  y  á  sus  naturales  hallaba,  y  siendo  grandes  males  causas 
y  escándalos  que  sucedían  en  aquellas  tierras  que  naide  bastaría 
á  las  referir  ni  encarecer  cómo  ellos  fueron  hasta  que  claros  se 
bean  en  el  postrimer  dia  del  juicio  los  hechos  de  los  que  con  con- 
tinua guerra  los  molestaron,  cuya  deformidad  y  calidades  y  cir- 
cunstancias los  afeavan  mucho  más,  y  agravaban  de  tal  manera, 
que  berdaderamente  páresela  que  jamás  fueron  ynventados  ni 
ymaginados  mayores  ni  más  crueles  géneros  de  ynumanidad; 
este  gobernador  destruyó  muchos  pueblos  y  mató  ynfinitos  yndios 
y  rrobó  gran  suma  de  rriquezas,  y  en  una  ysleta  que  está  cerca  de 
aquellas  comarcas  que  se  llama  Pugna,  muy  poblada  y  á  maravilla 
hermosa  y  fresca,   rrecibiéndolos  el  cacique  y  yndios  della  tan 
bien  que  mejor  no  podía,  pasado  medio  año  que  ay  moró,  abiéndo- 
les  gastado  y  comido  quanto  bastimento  para  sí  tenían  y  trojes  de 
mahiz  para  los  tiempos  estériles  y  de  seca  sustentar  sus  familias, 
ofreciéndolas  los  yndios  con  ynfinitas  lágrimas  que  las  gastasen 
y  se  aprobechasen  dellas  á  su  boluntad,  el  pago  que  después  le 
dieron  fué  pasarlos  por  filo  de  espada  á  los  más  en  una  sola  noche, 
y  á  los  menos  que  tomaron  á  bida  hizieron  esclavos,  y  rrobada  y 
saqueada  toda  ysla  partieron  de  ay  y  pasáronse  á  la  probincia  de 
Trunbala,  que  es  ya  en  tierra  firme,  y  mataron  y  destruyeron  y 
rrobaron  quanto  pudieron,  y  porque  de  sus  espantables  obras 
huían  todos  los  mezquinos  yndios  y  cada  cual  donde  podía  se  es- 
capaba, dezian  que  eran  rebeldes  á  la  corona  rreal,  y  que  contra 
ella  por  buscar  algún  color  para  hazerles  cuanto  daño  pudiesen. 


164 


CAPITULO  XLV. 

Como  destruida  la  probincia  de  Trumbala  por  los  españoles,  el  gran 
cacique  Atabalíba  con  mano  armada  salió  á  ellos,  y  fueron  bencidos 
y  muertos  él  y  los  suyos. 

Tenia  este  perberso  gobernador  por  costunbre  que  los  que  be- 
nian  á  él  con  abes  y  presentes  de  oro  y  plata  y  otras  riquezas, 
deziales  que  trujesen  más ,  porque  mientras  más  trajesen  y  no 
cesasen,  más  serbidores  eran  de  su  magestad  y  á  él  tendrían  más 
contento,  hasta  que  poco  más  ó  menos  entendia  que  no  debian 
tener  más;  entonces  dezia  que  los  rrescibia  por  basallos  del  en- 
perador ,  y  abracándolos  al  son  de  dos  tronpetas  que  mandava 
sonar,  dándoles  á  entender  que  desde  entonces  eran  del  rrey  de 
Castilla,  que  como  por  ellos  pasase  tal  cirimonia  no  les  deman- 
daria  más  tributo ,  ni  de  ay  adelante  no  les  baria  mal  alguno ,  y 
tenian  por  licito  todo  lo  que  les  llebavan  y  rrobavan  de  aquesta 
manera  por  miedo  de  lo  que  les  oyan  antes  que  los  rrescibiese  so 
el  anparo  y  protección  del  standarte  ynperial,  como  si  después  de 
rescibidos  no  los  oprimiesen  mucho  más;  pasados  algunos  dias  hi- 
ñiendo el  cacique  y  señor  principal  de  aquella  probincia  que  abia 
nonbre  Atabaliba,  con  mucbedunbre  de  yndios  desnudos  y  sus 
armas  á  sus  oubros,  no  sabiendo  cómo  cortaban  las  lanzas  y  espa- 
das ni  qué  tales  heridas  con  ellas  se  davan ,  ni  cómo  corrían  los 
cavallos  de  los  españoles,  ni  aun  quienes  ellos  eran,  que  no  lo  abian 
esperimentado,  ni  como  si  los  malinos  espíritus  oro  ó  plata  ú  otra 
rriqueza  tubieran  allá  abajo  á  los  abismos  y  zehanal  rrejion  los 
fueran  á  conquistar  y  destruir  para  se  lo  rrobar ,  cou  el  esfuerce 
que  les  da  la  mala  codicia,  y  diziendo:  «¿dónde  están  estos  cativos 
cristianos,  salgan  á  mi  si  osaren,  que  no  me  mudaré  de  aquí  hasta 
que  me  paguen  los  muchos  daños  que  me  an  hecho  y  las  muertes 
de  mis  basallos  tome  cunplida  benganza?»  Llegó  al  lugar  donde 
^os  españoles  alojados  estavan ,  los  quales  luego  salieron  contra 


165 

Atabaliba  y  mataron-  ynfinitas  de  sus  jentes  y  prendieron  la  per- 
sona del  mesmo  Atabaliba  que  benia  en  unas  rriquisimas  andas, 
que  yndios  de  los  suyos  más  principales  en  onbros  traían,  y 
después  que  fué  preso  trataron  con  él  que  se  rrescatase ,  y  el 
Atabaliba  prometió  de  dar  quatro  millones  de  castellanos  por  su 
rrescate,  y  contentándose  los  cristianos,  le  prometieron  que  dando 
los  dichos  quatro  millones  le  soltarían,  y  el  Atabaliba  podía  muy 
bien  dar  todo  aquesto  y  aun  quedar  tan  rríco  qual  nunca  fué  rrey 
ni  enperador  en  el  mundo,  y  así  los  dio;  más  como  nunca  la  au 
guardado  los  españoles  con  los  yndios  quanto  a  que  sus  tierras 
pasaron,  á  Atabaliba  no  le  guardaron  la  fe  de  lo  prometido,  antea 
como  sabían  que  era  señor  de  todas  las  probincías  del  Perú,  fué 
puesto  en  muy  mayor  rrecado  que  Motencuma  ni  ningún  otro 
cacique  ó  príncipe  yndio  jamás  estubo,  lebantándole  que  por  su 
mandado  se  junta  va  jente  de  armas  en  esa  tierra ;  mas  el  Ataba- 
liba, entendiendo  bien  lo  que  era  y  conoscíendo  su  gran  maldad, 
aborresciendo  su  bida  rrespondió  que  berdad  era  que  sin  su  bo- 
luntad  en  toda  su  tierra,  quan  grande  la  bian,  tan  sola  una  hoja 
de  un  árbol  no  se  mobia  quanto  ni  más  sus  yndios,  y  que  creye- 
sen que  si  jente  se  ayuntava,  que  el  grande  Atabaliba  así  lo  debía 
mandar,  y  que  preso  y  bien  aherrojado  lo  tenían,  que  hiziesen  de 
él  lo  que  quisiesen ;  pero  con  todo  esto  acordaron  los  españoles 
quemar  bibo  al  dicho  Atabaliba ,  y  aunque  algunos  rrogaron  por 
él  al  gobernador  que  no  le  mandase  dar  tan  cruel  muerte  y  que 
fuese  ahogado,  óvose  dehazer;  quando  esto  supo  Atabaliba,  sus 
ojos  hechos  dos  fuentes  de  lágrimas  dezia:  «¿Por  queme  mandáis 
matar?  ¿no  prometisteis  soltarme  dando  la  cantidad  de  oro  que  de- 
mandastes?  yo  os  di  más,  pues  lo  que  de  mí  queréis,  enbiad  á 
bvestro  rrey,  y  si  él  me  mandare  dar  la  muerte,  benga  en  buen 
ora ; »  y  otras  palabras  muchas  dezia  el  afortunado  príncipe  Ata- 
baliba, biéndose  derrocado  de  su  trono  y  caído  de  la  gran  prospe- 
ridad y  rriqueza  de  estado  en  que  ser  solía  y  tan  bezíno  á  la 
muerte,  que  mucha  lástima  era  de  le  oyr,  y  para  mayor  confusión 
de  los  crudelísimos  cristianos;  pero  poco  le  aprobecharou. 


166 


CAPITULO  XLVI. 

De  cómo  destruyeron  los  cristianos  la  probincia  del  Quito ,  y  rróba- 

ron  y  dieron  la  muerte  al  cacique  de  los  canarios  y  á  otros  caciques 

con  todos  los  suyos,  y  de  un  espantoso  hecho  que  allí  acaesció. 

Puedo  agora ,  que  algo  más  me  beo  desenbaracado ,  contar  de 
las  ynflnitas  azañas  de  bestialidad  y  codicia  que  los  que  se  11a- 
mavan  cristianos  en  aquellas  partes  hizieron,  algunas  que  uu 
fraile  de  San  Francisco  bió  por  sus  ojos,  y  como  testigo  de  bista 
osaré  bien  afirmar  lo  que  del  parte  oy  y  parte  supe  de  treslados 
que  enbió  por  probincia  con  la  su  propia  firma,  que  decian  asi: 

«Yo,  fray  Marcos  de  Nieca ,  de  la  orden  del  bien  abenturado 
San  Francisco,  comisario  de  los  padres  de  la  misma  orden  en  las 
probincias  del  Perú,  quefuy  de  los  primeros  que  en  ellas  entraron, 
dando  testimonio  de  algunas  crueldades  que  bi  en  aquella  tierra, 
digo  cerca  del  mal  tratamiento  y  conquistas  hechas  á  los  naturales 
della;  prosubpóngase  primero  la  certísima  expiriencia  que  ay  de 
ser  aquellos  yndios  del  Pera  la  jente  mas  benibola  y  mansa  de 
todas  las  Indias,  y  más  amiga  de  los  cristianos ;  yo  por  cierto  bi 
como  dieron  á  los  españoles  una  gran  suma  de  oro  y  de  otras 
rriquezas  quanto  les  demandavan,  que  muy  poco  les  quedó,  y  les 
hazian  estremado  serbicio  tratando  con  ellos  sienpre  de  paz  y 
nunca  de  guerra  mientras  no  los  fatigaron  ni  dieron  ocasión  con 
ynsufribles  trabajos  y  muertes ,  antes  los  hazian  demasiada  onrra 
y  rreberencia,  y  los  festejavan  con  banquetes  y  bailes,  y,  cierto, 
que  no  sabían  los  yndios  cosa  en  que  los  cristianos  ubiesen  plazer 
que  no  lo  hiziesen,  que  les  faltaba  sino  adorallos;  y  bí  más,  que  sin 
dar  causa  ni  ocasión  alguna  aquellos  sinples  yndios  á  ios  cristia- 
nos, luego  que  entraron  en  sus  tierras  después  de  les  aber  dado 
su  mayor  cacique  Atabaliba  los  millones  susodichos  y  toda  la 
tierra  en  su  poder,  aquesa  gran  probincia  que  él  señoreava,  sin 
aber  quien  se  lo  estorbase  ni  tal  osadía  tubiese,  quemaron  bibo  al 


167 

Atabaliba  que  era  monarca  de  todas  esas  probincias;  y  lo  mismo 
hizieron  á  su  general  capitán  Cacechilamaca ,  el  qual  con  otros  yn- 
dios  principales  de  paz  abian  benido  al  gobernador  de  los  españo- 
les con  cierto  mensaje,  y  así  mesmo  bí  que  taubien  quemaron  bibo 
á  Chanba,  otro  cacique  principal  en  la  probincia  de  el  Quito,  sin 
culpa  ni  causa  alguna ,  y  otrosí  sin  aber  hecho  por  qué ;  de  la 
mesma  suerte  se  ubieron  con  Sacha  para  cacique  de  los  canarios, 
y  sin  alguna  rrazon  Albiis,  el  mayor  y  más  poderoso  cacique  de 
los  sujetos  al  grande  Atabaliba,  que  tantos  tormentos  le  dieron 
porque  dijese  dónde  estaban  los  tesoros  de  Atabaliba ,  que  se  le 
binieron  á  caer  los  dedos  de  los  pies  y  de  las  manos,  y  las  orejas  y 
narizes,  y  el  mienbro  genital,  del  qual  tesoro,  como  después  pa- 
resció,  muy  poco  el  Albiis  sabía ,  y  poco  menos  que  esto  acaesció  á 
Zapanga,  gobernador  en  las  probincias  de  el  Quito,  el  qual  por 
ciertos  rrequerimientos  que  le  hizieron  de  parte  de  Sebastian  de 
Benalcázar ,  capitán  del  gobernador  que  abia  benido  de  paz ,  y 
porque  no  le  dio  las  rriquezas  tantas  como  él  quería,  al  fin  le  mató; 
y  no  á  ese  sólo,  mas  á  otros  muchos  caciques  y  grandes  señores;  y 
á  lo  que  yo  puedo  entender,  su  yntento  era  que  no  quedase  caci- 
que ni  señor  principal  en  toda  la  tierra;  y  bí  que  los  cristianos 
prendieron  muchedunbre ,  y  dellos  que  encerraron  en  unas  casas 
grandes  quantos  en  ellas  cupieron ,  y  que  pegándoles  fuego  por 
muchas  partes  quemarlos  á  todos  bibos  sin  que  alguno  huir  pu- 
diese ni  aber  hecho  la  menor  cosa  del  mundo  contra  el  menor  de 
los  españoles,  y  acaesció  allí  que  un  clérigo,  natural  del  rreino  de 
Toledo,  nascido  en  la  billa  de  Ocaña,  cuyo  nonbre  no  se  sabe,  por 
escaparlo  sacó  un  mocuelo  pequeño  del  brabo  fuego,  mas  juntán- 
dose prestamente  con  él  otro  español,  no  catando  que  era  sacer- 
dote de  misa,  tomándosele  con  furiosa  brabeza  y  dando  al  clérigo 
un  enpujon,  arrojó  al  mocuelo  entre  las  llamaradas  donde  presto 
fué  hecho  ceniza  con  todos  los  otros ;  pero  el  mezquino  cristiano 
que  esto  hizo  no  se  loó  mucho  tiempo  de  ello ,  que  bolbiendo  que 
se  bolbian  él  y  sus  conpañeros  al  rreal ,  cayó  súpitamente  muerto 
en  el  camino ,  y  aun  yo  fuy  de  parescer  que  no  le  enterrasen ,  y 
así  se  hizo.  >• 


168 


CAPITULO  XLVII. 

De  cómo  los  españoles  asolaron  la  noble  ciudad  de  Rachanza, 

que  fué  la  primera  en  aquesa  probincia  donde  se  adoró  el  m,adero 

de  la  Santa  Beracruz. 

Rachanzo  se  llamava  el  pueblo  donde  yo  estava  quando  vi  lo 
que  está  contado,  y  cómo  los  españoles  cortavan  manos  y  narizes 
y  orejas  á  los  pobres  yndios  sin  propósito  ni  causa  alguna ,  sino 
porque  se  les  antojaba  pasar  el  tienpo  en  eso  y  ber  la  manera 
cómo  pasa;  y  en  quántas  partes  y  lugares,  si  dezir  se obiese  seria 
nunca  acabar,  bí  á  los  cristianos  echar  á  los  tristes  yndios  á  los 
perros  brabos  para  que  los  hiziesen  pedacos ,  y  asimismo  quemar 
y  derrocar  tantas  casas  y  despoblar  tantos  pueblos,  que  el  nú- 
mero es  ynñnito,  y  es  Dios  berdad  que  bí  como  los  españoles  to- 
mavan  los  niños  de  teta  de  los  bracos  de  sus  madres,  y  ondeándo- 
los  por  las  peruecuelas,  arrojarlos  con  quanta  fuerca  podian  contra 
las  duras  peñas,  y  otros  ynfinitos  desafueros  y  crueldades  sin 
algún  propósito,  que  grande  espanto  pondrían,  y  que  aunen  pen- 
sarlo solamente  rrespeluzar  harian  los  cavellos;  y  vi  que  el  gober- 
nador si  mijor  no  peor  que  los  suyos,  con  los  yndios  se  abia ;  él 
enbiava  á  llamar  á  los  caciques  y  principales  señores  que  binie- 
sen  de  paz  y  seguramieuto ,  y  como  biniesen  á  su  llamado  con 
mucha  obidiencia,  prendialos  y  con  dibersos  y  crueles  tormentos 
los  manda  va  atormentar  hasta  que  muriesen ,  y  en  su  presencia 
quemaron  bibo  un  poderoso  cacique  en  Trunbala,  y  á  otros  muchos 
menores  en  estado;  yo  lo  quisiera  estorbar,  mas  el  demonio  estava 
en  ellos  yntruso  y  poco  pude  hazer ;  y  según  Dios  y  conciencia ,  á 
quanto  yo  pude  colegir,  no  fué  por  otra  causa,  como  claro  después 
páreselo,  el  alearse  y  alborotarse  todos  los  caciques  é  yndios 
grandes  señores  del  Peruu,  porque  una  ni  ninguna  berdad  jamás 
los  españoles  con  ellos  an  contratado  ni  guardádoles  palabra  que 
dádoles  obiesen,  si  no  contra  toda  rrazon  y  justicia  tiránicamente 


169 

los  an  destruido,  con  tales  obras,  que  mucho  áutes  determinaron 
morir  que  sufrirlas;  mas  según  me  dijeron  en  gran  secreto  los 
mcsmos  yudios,  mucho  más  oro  sin  conparacion  ay  escondido  en 
aquesas  partes  que  descubierto,  porque  por  las  ynormes  cruelda- 
des y  muertes  que  los  cristianos  en  ellos  an  hecho  no  lo  an  que- 
rido ni  los  que  oy  biben  lo  quieren  descubrir ,  mientras  tal  trata- 
miento rrescibieren  más  querrán  morir  como  los  pasados,  en  lo 
qual  grande  es  la  ofensa  que  á  Nuestro  Señor  Dios  an  hecho ,  ni 
quánto  la  magestad  umana  a  sido  deserbida  y  engañada  en  perder 
tal  tierra  que  buenamente  podia  mantener  á  toda  Castilla,  que 
agora  seria  harto  dificultosa  y  aun  costosa  de  rrecobrar. 

Tales  eran  las  palabras  formales  del  dicho  fray  Marcos  de 
Nieca,  las  quales  dejó  firmadas  de  su  nonbre  y  las  enbió  al  arco- 
bispo  de  Méjico  y  á  otras  tales  personas ,  y  ase  de  considerar  bien 
lo  que  aqueste  padre  dize  que  bió ,  que  fué  sólo  en  cient  leguas  de 
tierra,  que  puede  aber  quince  ú  diez  y  seis  años,  porque  era  poco 
después  que  fué  descubierto  el  Perun,  y  quando  de  quinientos  es- 
pañoles-arriba allá  no  abia,  pues  ¿qué  abrá  sido  pasados  allá  tanta 
y  tan  ynnumerable  muchedumbre  de  ellos  afana  y  al  sonido  del 
oro,  que  aun  acá  en  sus  orejas  rretañia,  que  se  estendieron  por  toda 
la  tierra?  ¿qué  podrán  aver  hecho  en  tanto  tienpo  quanto  a  que  fue- 
ron parescidas?  pues  todas  están  que  las  personas  dellas,  sobre  ser 
tan  pobladas  como  abéis  oido ,  pueden  contar  con  el  dedo  y  aun 
en  ello  no  harán  mucho  de  asoladas  y  destruidas  que ,  con  poco 
temor  de  Dios  y  menos  del  Rey ,  an  menguado  gran  parte  de  el 
linaje  umano,  no  se  dando  manos  á  rrobar  y  enrriquescer ,  y  muy 
pocos  años  a  que  mataron  á  palos  á  la  noble  rreina ,  muger  del 
Chalinque ,  que  fué  el  que  sucedió  por  principal  cacique  en  todas 
las  probincias  del  Perun  después  de  el  grande  Atabaliba,  que  los 
cristianos  por  sus  tiranías  le  hicieron  alear  y  que  se  rebelase  como 
a  estado  hasta  poco  a;  al  Chalinque,  no  le  pudieron  aber  por  enton- 
ces, mas  á  la  rreina  su  muger  le  tomaron,  y  por  le  dar  pesar  y 
mortal  sentimiento,  porque  sabiau  que  entrañablemente  la  araava, 
matáronla  como  está  dicho,  y  si  de  contarse  ubiesen  en  particular 
la  mínima  parte  de  lo  que  los  españoles  en  los  rreinos  del  Perun  an 
hecho,  quanto  abéis  oydo,  como  nada  os  paresceria. 


170 


CAPITULO  XLVIII. 

De  cómo  muerta  la  rreina,  mugerdel  Chalinque,  los  españoles  hallan 

muy  grande  y  nueva  tierra,  la  qual  con  mayores  crueldades,  muerto 

su  cacique,  Bogotá,  en  poco  tienpo  destruyeron,  y  la  nonbraron 

el  Nuevo  rreino  de  Granada. 

Que  el  año  de  mil  y  quinientos  y  treinta  y  nuebe  fué  muy 
grande  el  concurso  de  los  capitanes  que  á  estas  Indias  acudieron, 
y  comentando  á  rrebuscar  su  deseo  desde  las  probincias  de  San- 
ta Marta  y  de  Benecuela  házia  las  rriquísimas  del  Perun ,  y  des- 
de Cartajena  y  otras  más  bajas  calaron  y  penetraron  las  más 
altas  tierras,  y  hallaron  á  las  espaldas  de  la  de  Santa  Marta  y  Car- 
tajena duzieutas  leguas  de  tierras  adentro,  admirables  probincias, 
y  tan  llenas  de  jentes  que  páresela  no  caber  más  de  pies ,  y  á  ma- 
rabilla  mansas  y  bien  condicionadas  como  las  otras,  y  no  menos 
rricas  de  oro  y  plata,  perlas  y  piedras  preciosas  que  dizeu  esmeral- 
das; como  quier  que  de  todas  las  otras  maneras  tanbien  obiese,  á  la 
qual  tierra  pusieron  nonbre  el  nuevo  rreino  de  Granada ,  porque 
el  primer  capitán  que  ay  llegó  era  natural  del  rreino  de  Granada 
de  acá,  y  muchos  de  los  que  allí  concurrieron  arto  bien  acostum- 
brados eran  á  despoblar  y  rrobar  y  matar  y  derramar  sangre 
umana,  ca  se  abian  hallado  en  destruir  otras  muchas  partes  de 
las  Indias,  y  por  esto  an  sido  tan  endemoniadas  sus  obras  y  cali- 
dades de  ellas,  que  sobrepujan  á  todas  las  que  en  otras  probincias 
se  an  hecho ;  y  de  ynfinitos  que  los  años  pasados  an  entrado  á 
deshacer  aquella  tierra,  algunas  cosas  diré  de  uno  tan  sólo,  quau 
brebemente  pudiere:  un  capitán  de  estos,  porque  no  le  quiso  admi- 
tir el  principal  que  en  la  Nueva  Granada  rrobava  y  matava,  para 
poder  él  tanbien  rrobar  y  matar,  hizo  una  probanca  harto  berda- 
dera  y  bastante  contra  el  que  licencia  no  le  daba ,  de  que  rrobase 
y  matase,  por  hazerlo  él  sólo,  sobre  los  estragos  y  mortandades  que 
abia  hecho  de  ynflaitos  testigos  que  el  dia  de  oy  está  el  pleyto 


171 

pendiente  en  el  Consejo  de  las  Indias ,  los  quales  en  sus  dichos 
dizen:  que  estando  todo  aquel  rreino  de  paz,  sirbiendo  sienpre  los 
yndios  á  los  españoles  y  dándoles  quanto  menester  abian  y  diber- 
sas  rriquezas,  en  gran  cantidad,  de  olores  y  bailamos,  rrepartidos 
los  pueblos  y  jente  de  ellos  con  sus  señores  y  caciques  entre  los 
cristianos,  que  es  todo  lo  que  pretenden  para  alcanzar  su  último 
fin ,  y  puestos  todos  en  la  servidumbre  ordinaria  y  acostunbrada 
tiranía,  prendió  al  cacique  y  señor  de  la  probincia,  y  le  tubo  preso 
siete  meses,  demandándole  rriquezas  y  olores,  que  ay  más  que  en 
ninguna  otra  parte  de  las  Indias  se  crian,  y  que  le  dezia,  tenién- 
dolo así  preso:  «Bogotá,  que  así  se  llamava  el  cacique,  dame  de 
esto  ú  de  esto  qual  tu  quisieres  y  más  dar  pudiéredes ;  si  no ,  sá- 
bete que  jamás  saldrás  de  prisión.  »  Bogotá,  por  el  gran  miedo  que 
le  pusieron^  dijo  que  él  daría  un  casa  de  oro  que  le  demandasen, 
esperando  salir  de  las  manos  de  quien  así  lo  aflijía,  y  enbio  á  di- 
bersas  partes  á  que  le  trujasen  el  más  oro  que  pudiesen,  y  cierto, 
que  en  bezes  le  trujeron  yncreible  suma  de  rriquezas  así  de  oro  y 
plata  como  de  perlas  y  pedrería  .preciosa  y  corales ,  mas  porque 
no  daba  la  casa  de  oro  que  prometiera  no  lo  soltara ,  y  que  antes 
abia  ynduzido  á  los  suyos  que  buscase  forma  de  quejarse  del  para 
darle  muerte,  y  que  ellos  lo  hizieran  diziendo  que  debia  morir, 
pues  no  cunplia,  y  que  el  gobernador  abia  dicho  que  se  lo  pidiesen 
por  justicia  ante  él  para  que  no  le  culpasen,  y  que  ello  se  abia 
hecho  así  por  demanda,  acusando  al  dicho  Bogotá,  y  que  por 
quanto  no  daba  la  casa  de  oro  que  habia  dicho ,  el  gobernador  le 
sentenciara  al  trato  de  cuerda  y  á  otros  ynsufribles  tormentos ,  ca 
le  echaron  pez  y  rresina  en  la  barriga,  y  le  pusieron  cada  pié  en 
una  herradura  hincada  en  un  palo  y  el  pescueco  atado  á  otro ,  y 
esposas  á  las  manos ,  y  que  así  le  dieran  fuego  yntolerable  por 
bajo,  y  que  entraba  el  gobernador  de  rato  á  rato  donde  estava  el 
lastimado  Bogotá  en  el  tormento,  y  le  dezia:  «duélete  miserable 
Bogotá  y  da  la  casa  de  oro  que  dijiste,  si  no  créete  que  morirás 
poco  á  poco,  penando  aun  en  más  terribles  tormentos  que  te  están 
aparejados;"  y  no  bia  el  triste  que  con  mordaca  en  la  lengua  que 
el  Bogotá  tenia  poco  podía  rresponder ,  y  que  así  como  el  gober- 
nador tirano  lo  abia  dicho,  que  no  mirando  que  era  cosa  ynposible 


172 

dar  casa  de  oro,  hasta  que  murió  el  triste  Bogotá  nunca  le  deja- 
ron de  atormentar ;  mas  estando  en  el  tormento  el  Bogotá  mos- 
tró Nuestro  Señor  Dios  ebidente  milagro  de  quánto  le  desplazen 
tales  hechos ,  que  la  cibdad  se  abrasó  y  mucha  rriqueza  que  en 
ella  abia. 


CAPITULO  XLIX. 

De  cómo  conquistando  y  destruyendo  la  tierra  los  españoles,  mataron 
el  cacique  Daptama  y  á  todos  los  suyos  que  se  abian  huido  á  las 

montañas. 

De  tal  manera  se  abrasó  todo ,  que  los  españoles  y  su  gober- 
nador, con  gran  pérdida  de  joyas  deprecio  ynstimable  y  de  mucha 
moneda  della,  se  ubieron  de  salir ;  esto  por  castigo  de  que  así  él 
como  los  suyos  se  desbelavan  en  cómo  serian  más  crueles  contra 
quien  ninguna  parte  de  crueldad  ni  brabeza  tenia,  que  de  la  mes- 
ma  suerte  que  á  Bogotá,  mataron  á  otro  cacique  tan  principal;  dejo 
los  de  menos  quento  que  fueron  ynnumerables ,  no  les  baliendo  á 
los  pobretes  darse  á  si  mesmos  y  hazer  de  sí  y  de  sus  haziendas 
quanto  los  cristianos  quisiesen,  pero  con  todo  no  se  contentaban; 
quando  no  tenian  ya  que  les  dar  los  matavan  y  despedazaban;  y  así 
los  acabaron  de  consumir;  y  ¿qué  les  aprobechara  quedar  rricos, 
quanto  más  no  ganar  el  uniberso  mundo,  si  sus  míseras  ánimas 
an  de  padescer  detrimento  perpetuo?  Y  que  por  las  grandes  cruel- 
dades que  uno  de  los  capitanes  del  gobernador  en  losyndios  azia, 
se  abian  aleado  é  ydose  á  las  montañas  multitud  de  ellos ,  y  un 
principal  cacique  que  abia  nonbre  Daptama  ,  lo  qual  tenian  por 
postrimer  rremedio;  y  que  desta  rrebelion  supiera  el  gobernador, 
y  enbió  en  su  seguimiento  mucha  de  su  gente  con  el  dicho  capi- 
tán cruel ,  por  cuya  ferocidad  los  yndios  que  estavan  pacíficos  y 
sosegados,  como  quier  que  sufriendo  lo  que  no  se  puede  pensar, 
tanto  era  de  fuerte  cosa  y  desbentura  para  ellos,  se  huyeran  á  los 
montes ;  y  no  bastando  esconderse  en  las  concabidades  y  caberno- 
sas  cuebas  de  la  tierra ,  hallándolos  ynflnitos  dellos  mataran  y  á 


173 

desplegadas  banderas,  biejos  y  mocos,  y  niños  y  mugeres,  que  á 
ninguno  perdonavan ,  y  aun  dizen  más  los  testigos ,  que  aqueste 
mesmo  cacique  Daptama  abia  entregado  poco  tienpo  antes  desto 
al  capitán  cruel  cinco  mil  castellanos ,  y  con  todo  no  se  rrefrenó 
de  hazer  rrica  en  ellos ;  otra  bez  binieron  á  serbir  al  gobernador 
gran  multitud  de  yndios  de  cierta  comarca,  ofreciéndose  á  sí  pro- 
pios con  mucha  gana  para  esclavos  de  los  suyos ,  á  siempre  los 
serbir  y  nunca  cansar,  bino  este  capitán  cruel  no  estando  ay  el 
gobernador,  y  mandó,  sin  más  causa,  que  á  todos  pasar  por  filo  de 
espada,  como  se  hizo  una  noche  estando  ellos  durmiendo  y  des- 
cansando del  ynsufrible  trabajo  en  que  los  mesmos  cristianos  les 
abian  puesto;  ¿y  quién  duda  que  no  holgara  este  rrenegado  capi- 
tán bañarse,  si  ser  pudiera,  en  la  sangre  jenerosa  de  los  ynocentes 
yndios,  y  que  el  malbado  gobernador  que  tal  sufria  qu-e  no  qui- 
siera que  con  el  bino  que  de  beber  ubiese  se  la  mezclasen ,  y  que 
las  carnes  de  los  sin  bentura  fuesen  guisadas  con  los  manjares 
que  comiese?  Esto  hizo  el  crudelisimo  capitán ,  por  parescelle  que 
era  bien  en  tan  paborosa  forma  arraigar  su  miedo  y  espanto  en 
toda  esa  tierra;  heñido  el  gobernador,  parescióle  bien  lo  hecho,  y 
mandó  jurar  solenemente  á  todos  los  suyos  quántos  caciques 
tenia  cada  uno  á  su  serbicio  en  rrepartimiento,  y  ellos,  no  solólo 
juraran,  mas  trajéronles  á  la  plaga,  y  hizieron  paresciencia  dellos 
delante  de  todo  el  pueblo,  y  el  gobernador,  sin  más  acá  ni  más 
acullá,  los  mandó  á  todos  cortar  la  cabega ,  que  murieron  bien 
quatrocientas  ánimas  de  aquella  hecha;  y  dizen  los  testigos  que 
de  tal  arte  pensava  él  apaziguar  la  tierra ;  y  de  otro  capitán  con- 
pañero de  éste  se  habla  que  hizo  yguales  crueldades  que  él,  ma- 
tando muchos  yndios  y  arrancándoles  los  dientes  y  sacándoles  los 
ojos  y  cortándoles  sus  mienbros  genitales;  éste  bino  á  la  probincia 
de  aquel  cacique  Bogotá  á  hazer  pesquisa  sobre  quién  abia  suce- 
dido en  aquel  rreino  por  cacique  después  de  la  muerte  del  Bogotá, 
y  and ubo  muchas  tierras  prendiendo  quantos  yndios  podía,  to- 
mando por  achaque  que  no  le  dezian  quién  era  el  cacique  y  señor 
de  la  tierra;  á  unos  cortaba  las  manos,  á  otros  los  pies,  á  otros 
mandaba  echar  á  los  perros  bravos ,  asi  hombres  como  mujeres  y 
niños,  de  la  qual  manera  mató  ynnumerablcs  dellas. 


174 


CAPITULO   L. 

De  cómo  prví^eguian  adelante  las  matanzas  y  bestiales  ^eregas  los 
españoles,  rrobando  y  talando  esa  probincia,  que  muy  grande  era. 

Un  dia,  al  quarto  del  alba,  fué  este  cruel  capitán  contra  unos 
yndios  que  estavan  ó  lo  pensavan  estar  muy  seguros,  porque  él 
mesmo  los  abia  asegurado  y  dicho  que  de  él  que  en  ningún  tienpo 
rrescibiesen  daño,  y  así  de  ello  su  fe  y  palabra  les  abia  dado,  por 
la  qual  seguridad  ellos  se  salieron  de  las  espesuras  y  decendieron 
de  los  altos  montes  donde  escondidos  por  su  miedo  abian  estado, 
y  biniéranse  á  poblar  sus  pueblos  y  á  morar  sus  casas ,  estando 
como  antes  donde  sin  tal  pensamiento  en  confianza  de  lo  prome- 
tido no  se  rrecelaban,  y  mató  muchos  dellos,  y  los  que  tomava  á 
bida  prendíalos  y  hazíales  poner  la  mano  tendida  en  el  suelo ,  y 
él  mesmo  con  un  gran  cuchillo  de  un  golpe  le  cortaba  los  quatro 
dedos,  y  dezíales  que  hacia  esto  porque  no  le  descubrían  quién 
era  el  que  abia  sucedido  en  el  señorío  del  al  cacique  Bogotá ;  otra 
temporada,  porque  no  le  dieron  á  este  cruel  capitán  un  cofre  lleno 
de  joyas  de  oro  que  él  los  abia  bisto  y  les  demandaba,  hizo  jente 
en  forma  contra  ellos,  y  grandes  estragos;  á  los  onbres  pasaba  por 
filo  de  espada,  y  á  los  biejos  y  mujeres  y  niños  cortávales  las 
lenguas  y  narices  y  orejas,  y  delante  de  sus  ojos  las  echaba  á  los 
perros,  y  otras  obras  que  no  son  de  dezir  ni  pensar;  oyendo,  pues, 
los  yndios  de  aquesa  probincia  que  en  otra  su  bezina  los  españoles 
abian  quemado  á  seis  caciques  principales  de  la  tierra,  fuéronse 
de  miedo  á  un  peñón  fuerte  por  se  defender  de  sus  mortales  ene- 
migos, que  según  los  testigos  dizen,  pasaban  de  tres  mil  y  quatro 
mil  no  llegavan,  y  que  el  gobernador  enbiara  contra  ellos  4  dicho 
cruel  capitán ,  que  muchas  de  aquellas  partes  corridas  y  asoladas 
tenia,  con  mucha  jente,  el  qual  para  los  poder  prender  y  matar 
con  rrazon,  á  su  parescer,  como  que  sienpre  él  la  buscase,  pero 
hallarla  esto  era  lo  malo,  dezia  que  los  yndios  que  por  tal  pesti- 


175 

lencia  y  carnescería  se  huían ,  rehusaban  de  benir  al  serbicio  de 
la  cesárea  magestad,  y  que  no  le  querían  obedescer;  como  si  ubíe- 
ran  hecho  los  mayores  males  y  daños  del  mundo  subieron  los 
cristianos  por  fuerca  el  peñón,  sin  bastar  los  yndios  á  le  rresistir, 
y  más  brabos  que  leones  ni  tigres  dan  en  ellos ,  el  crudelíssimo 
capitán  delante  de  todos,  hiriendo  y  matando  quantos  podian, 
hasta  que  de  muy  cansados  cesaron  la  sangrienta  matanca ,  hecha 
como  en  obejas  ,  que  mucho  menos  se  sabian  defender ,  y  más  de 
los  medios  murieron  allí ,  y  los  bibos  davan  bozes  tan  terribles  y 
lastimeras  y  gritos  tan  dolorosos,  que  horada  van  el  cielo,  y  quanto 
los  españoles  holgaron  un  poco,  el  capitán  mandó ,  porque  no  les 
diesen  pena  con  tales  gritos,  que  los  yndios  afortunados  que  bibos 
quedaran,  les  echasen  del  peñón  abajo,  y  así  se  hizo  el  lastimoso 
espectáculo,  tal  qual  podéis  pensar,  que  como  el  peñón  fué  altísi- 
mo, cada  cuerpo  de  yndio  se  tornó  mil  pedacos;  y  así  afirman  los 
testigos  que  bieron  caer  del  peñón  abajo  manada  de  yndios  de  más 
de  trezientos  de  ellos  juntos,  y  dar  en  otros  menores  peñascos 
donde  menucos  se  hazian,  y  que  por  cumplir  en  todo  con  su  bru- 
talidad, rrebuscaran  los  yndios  que  huyeran  y  se  pudieran  escon- 
der entre  las  espesas  matas  y  los  davan  de  estocadas ,  y  que  aun 
no  contentos  con  hazer  tantas  crueldades ,  quiso  este  capitán  se- 
ñalarse más  y  añadir  espanto  á  espanto,  y  así  pena  por  sus  peca- 
dos, con  mandar  que  todos  los  yndios  é  yndias  que  los  particulares 
habían  tomado  bibos,  porque  cada  uno  en  tales  rrebatos  escojian 
para  su  serbicio  los  que  les  parescian  bien ,  que  los  metiesen  en 
una  casa  pajiza  y  los  pusiesen  fuego  y  muriesen,  y  así  fué  hecho. 


CAPITULO  LI. 

De  cómo  los  cristianos  abrasaron  un  gran  pueblo  llamado  Colado, 
y  rrobaron  otras  dos  probincias  de  Popayan  y  Calii. 

Bien  pensavan  los  yndios  mezquinos  que  harto  y  enhastiado 
estaría  este  cruel  onbre  de  matar  en  ellos  y  destruir  su  tierra,  y 
aun  sus  mesmos  soldados  deseaban  ya  más  rreposo,  mas  él  no 


176 

acavó  bien  lo  susodicho,  quando  pasó  en  otro  pueblo  que  se  lla- 
maba Cotado  y  prendió  muchos  más  yndios  como  á  niños;  tan 
poco  habia  que  hazer  como  en  mandarles  dar  muertes,  como  lo 
hizo,  á  treinta  caciques  principales  señores  de  él,  cortava  manos 
y  pies  y  poníales  colgados  á  la  larga  en  unas  varas ,  porque  me- 
jor los  otros  yndios  biesen  lo  hecho  abia;  y  las  crueles  hazañas  de 
este  onbre  no  creáis  que  bastarla  naide  á  las  contar  como  ellas 
fueron,  nunca  bistas  ni  oydas  de  otras  semejantes  en  todas  las 
Indias,  do  quier  que  capitanes  an  pasado,  muchos  años  a  que  an- 
dando haziendo  estas  y  otras  tales  obras  en  aquella  probiucia  que 
es  muy  gran  marabilla,  cómo  Nuestro  Señor  no  lo  confundió  y 
permitió  que  tanto  tiempo  bibiese,  ó  lo  quiso  dejar  para  su  mayor 
mal,  pues  él  no  lo  dejó:  dizen  más  los  testigos  en  la  probanca, 
que  an  sido  tantas  y  tales  las  matancas  y  estragos  que  se  an 
hecho  en  la  probiucia  de  la  Nueva  Granada  por  los  españoles,  con- 
sintiéndolo su  gobernador,  que  la  tierra  está  asolada  y  muy  ame- 
drentada esa  poca  de  jente  que  a  quedado  y  perdido  todo;  si  Su 
Magostad  con  tiempo  no  lo  remedia,  según  las  mortandades  en  los 
yndios  se  an  hecho  sin  hazer  ellos  por  qué,  sino  sólo  por  les  sacar 
lo  que  poseían,  y  aun  abiéndolo  dado  todo  no  los  creian  y  entre- 
gábanse en  despoblar  y  matar,  y  asi  no  abia  yndio  que  por  este 
temor  parar  osase ;  y  es  de  notar  la  crueldad  de  aquellos  gober- 
nador y  capitanes  quán  fuerte  y  diabólica  a  sido,  que  en  solos  tres 
años  después  que  esa  tierra  se  descubrió,  que  conforme  á  lo  que 
dizen  los  que  en  ella  se  hallaron  y  á  los  testigos  de  la  probanca, 
solia  ser  la  más  poblada  de  gente  que  podia  estar  tierra  en  el 
mundo,  y  que  la  despoblaron  y  saquearon  y  robaron,  y  á  sus  na- 
turales mataron  sin  alguna  piedad  ni  temor  de  Dios  ni  del  Rey,  que 
digo  que  si  Su  Magestad  en  brebe  aquellas  ynfernales  obras  no 
estorba,  no  quedará  yndio  á  bida  en  aquellas  partes;  y  para  mí 
así  lo  creo  cierto,  porque  e  bisto  por  mis  ojos  muchas  y  grandes 
tierras  en  tan  pocos  dias  ser  despobladas  y  destruidas :  con  aquel 
rreino  confinan  otras  probincias  que  llaman  de  Popayan  y  Calii  y 
otras  tres  que  tienen  quinientas  leguas  de  espacio,  y  todas  las  an 
asolado  y  talado,  de  la  manera  que  alas  demás,  rrobando  y  matando 
á  puros  tormentos  y  con  la  presión  continua  y  ordinaria  serbi- 


177 

dumbre  que  ya  está  dicha ,  las  gentes  de  aquellas  tierras,  que  yn- 
finitas  eran,  y  han  hecho  que  la  tierra  que  era  á  marabilla  abun- 
dosa, frutífera  y  fértilísima,  totalmente,  segün  dizen  los  que  agora 
de  allá  bienen  que  es  grandísima  lástima  y  dolor  es  ber  la  secura 
y  esterilidad  suya,  de  la  qual  son  mucho  espantados,  que  pro- 
biene  de  no  aber  sido  squilmada  y  labrada  de  muchos  tiempos,  y 
tantos  pueblos  asolados  y  destruidos ,  agora  pasan  por  ellos  y 
donde  abia  dos  mil  y  tres  mil  bezinos  y  no  hallaron  cincuenta,  y 
otros  todos  abrasados  sin  persona  en  ellos,  y  así  andando  por  mu- 
chas partes,  guando  menos  menos,  hallavan  treszientas,  quatro- 
zientas  leguas  de  despoblado. 


CAPITULO  LII. 

De  cómo  los  españoles  rrobaron  y  destruyeron  otra  gran  tierra  que 

es  á  la  costa  da  la  mar  del  Sur  y  la  despoblaron  con  crueldades 

que  á  todo  el  mundo  espantar  pueden. 

Grandes  crueldades  se  hizieron  en  esas  quatrocientas  leguas, 
no  sólo  por  este  cruel  onbre,  mas  por  otros  muchos  capitanes  no 
mijores  que  él,  los  quales,  desde  la  probincia  del  Perun  calaron 
todo  aqueso  hasta  tierra  del  Quito,  penetrando  este  nuevo  rreino 
de  Granada  y  los  de  Popayan  y  Calii  por  la  parte  de  Braba  y 
Cartajena,  exercitándose  en  crudelísimos  hechos,  que  fueron  á 
salir  á  la  parte  del  rrio  de  San  Juan,  que  es  á  la  costa  del  Sur,  y 
otros  por  el  Quito;  mas  es  berdad  que  á  juntarse  binieron  después 
de  aber  hecho  mucho  daño  los  unos  y  los  otros ,  cada  quales  por 
su  cavo,  haziendo  obras  nefandas  y  dinas  de  ynfierno,  que  en  sete- 
cientas leguas  de  población  no  dejaron  pueblo,  quemando  y  ta- 
lando, rrobandoy  matando,  porque  saliese  berdadera  la  rregla  de 
yr  siempre  cresciendo  en  brabeza  y  crueldad  y  codicia  contra  obe- 
juelas  tan  mansas  que  por  sí  no  sabían  bolber;  y  aun  después  de 
las  muertes  y  rrobos  otro  jénero  de  mal  ynbentó  el  gobernador,  y 
fué  que  encomendava  los  yndios  á  sus  soldados,  auno  ducientos, 
Tomo  LXXI.  12 


178 

á  otro  trecientos,  y  así  cada  señor  quando  quería  hazía  benir 
delante  de  sí  los  tristes  yndios  que  le  encomendaron ,  que  era 
como  la  obeja  al  lobo ,  y  mandaba  cortar  las  caberas  á  treinta  ú 
cuarenta  dellos  delante  de  los  que  bibos  dejava,  á  los  quales  de- 
zia:  «bien  abéis  bisto  lo  que  e  hecho  destos,  pues  lo  mismo  tengo 
de  hazer  de  bosotros  si  no  me  serbís  bien  ú  si  os  fuéredes,  que  en 
ninguna  parte  os  me  podéis  esconder  que  no  os  halle;»  tal  era  el 
cuidado  que  de  ellos  tenían,  dándoselos  al  gobernador  y  rrescibién- 
dolos  ellos  con  título  y  color  de  mostrarles  el  camino  de  la  salba- 
cion;  considerad,  pues,  agora,  por  rreberencia  de  Dios  los  que  oís 
aquesto ,  si  ay  otra  obra  ú  otro  género  de  crueza  de  mayor  mal- 
dad que  pueda  ymaginarse ,  y  si  les  quadra  bien  á  los  tales  cris- 
tianos el  nombre  de  diablos,  ú  si  seria  peor  encomendar  á  esos 
demonios  los  simples  yndios  que  á  los  españoles :  pues  aun  otra 
obra  diré,  que  no  se  quál  será  peor,  ella  ú  la  pasada,  que  más  es 
de  brutas  fieras  del  campo  que  de  ombres  rracionales  y  umanos, 
que  tienen  los  españoles  ensañados  y  amaestrados  perros  muy 
grandes  y  ferocísimos  para  matar  y  despedacar  los  sin  bentura 
yndios;  y  sepan  todos  los  que  son  berdaderos  cristianos  si  jamás 
en  el  mundo  se  oyó  de  otra  tal  ynnumanidad,  que  para  mantener 
los  dichos  perros  traían  muchos  yndios  en  cadenas  y  por  los  cam- 
pos y  caminos  que  andan,  como  si  fuesen  manadas  de  puercos  ó 
cabrones,  y  matan  de  ellos  y  tienen  carnescería  pública  de  carne 
umana,  y  dízense  uno  á  otro;  «por  buestra  bida  prestadme  un 
quarto  de  un  bellaco  oy  si  tienes  algunos  muertos  para  mis  perros, 
que  en  matando  yo  de  los  míos  prometo  de  os  lo  pagar, »  como  si 
se  prestasen  quartos  de  puercos  ú  de  carnero ;  otros  ay  que  se  van 
á  caca  á  las  mañanas  con  sus  perros,  y  bolbiéudose  á  comer  pre- 
guntar unosá  otros;  «¿cómo  os  a  ydo  en  la  caca?»  y  rresponden: 
«bien  me  a  ydo,  que  de  beinte  y  cinco  ü  treinta  bellacos  dejo 
muertos  en  tal  y  tal  parte  que  hallé  encobados,  mas  mis  perros  los 
sacaron  del  rrastro,  que  son  excelentes,  y  de  más  de  una  legua 
uele  el  bellaco.»  Todas  estas  cosas  y  aun  más  malas  si  lo  pueden 
ser  bienen  agora  acá  probadas  en  procesos  fulminados  que  unos 
gobernadores  contra  otros  an  hecho. 


179 


CAPITULO  Lili. 

De  cómo  en  las  Indias  se  publicaron  las  pregmáticas  y  ordena- 
mientos que  Su  Magestad  hizo  para  rremedio  de  tantos  males,  y  cómo 
estando  en  esperanza  de  bien,  fué  muerto  el  gran  PiQarro  por  el 
mariscal  Almagro  y  todo  se  rrebolbió. 

No  pasaron  muchos  dias  que  en  las  Indias  pasado  habia  lo  su- 
sodicho, se  publicaron  ciertas  capitulacioaes  y  ordeuancas  que  Su 
Magestad  por  aquel  tiempo  hizo,  estando  en  la  muy  nombrada  ciu- 
dad de  Barcelona  en  el  año  de  mil  y  quinientos  y  quarenta  y  dos, 
que  se  ordenaron  en  Cortes,  en  la  villa  de  Madrid  el  año  siguiente, 
en  las  quales  se  puso  aquella  orden  cerca  de  los  hechos  de  las  In- 
dias que  por  entonces  paresció  conbenir,  para  que  las  crueldades  y 
tiranías  cesasen  y  los  pecados  contra  Dios,  Nuestro  Señor,  y  con- 
tra los  próximos  y  entre  ellos  su  Rey ;  y  porque  tan  hermosa 
tierra  de  perder  no  se  acabase,  hizo  estas  leyes  Su  Magestad,  des- 
pués de  muchos  ayuntamientos  y  disputas  de  personas  de  grande 
autoridad  y  letras,  que  conforme  á  conciencia  lo  confirieron  en  la 
noble  villa  de  Valladolid;  finalmente,  con  acuerdo  y  parescer  de 
todos,  que  por  escrito  dieron  sus  botos  conformes  á  la  ley  de  Je- 
sucristo, como  verdaderos  cristianos  y  libres  de  la  corrupción  y 
ensuciamiento  de  los  tesoros  y  rriquezas  robados  de  los  cuitados 
yndios,  que  no  sólo  ensuciaban  las  manos,  mas  las  ánimas,   de 
donde  procedia  su  ceguedad  para  se  destruir  á  sí  y  á  ellos,  ya  que 
no  lo  dejaran  por  temor  de  Dios  ú  del  Rey,  hiziéranlo  de  ber- 
güen^a  de  los  mismos  malos  hechos;  publicadas,  pues,  estas  deter- 
minaciones y  estatutos  en  las  Indias,  hizieron  treslados  de  ellas, 
hazedores  de  los  tiranos  que  entonces  se  hallaron   mostrando 
como  á  todos  les  pesava  de  ellas,  porque  les  parescia  que  por  ay 
se  les  cerravan  las  puertas  y  caminos  para  participar  de  lo  rro- 
bado;  y,  cierto,  así  era  ello,  que  no  quisieran  que  las  cosas  délas 
Indias  ordenadas  andubiesen ,  porque  siempre  en  bicio  y  gran 


180 

desorden  an  bibido ;  quando  allá  estubleron  las  leyes  enbiadas 
por  su  fatores  probaron  de  se  alterar ,  mas  el  gobernador  que  á 
la  sazón  era,  hizo  justicia  mayor,  que  á  los  alborotadores  pren- 
diese y  á  los  otros  tubiese  debajo  de  correscion  y  temor  á  Diego  de 
Almagro,  onbre  muy  rrico  y  aposesionado  en  las  Indias,  de 
grande  ánimo,  que  también  era  de  los  crueles  y  natural  de  las 
partes  de  acá ;  éste  castigó  á  muchos  de  los  alborotadores  y  apa- 
ciguó y  sosegó  las  j entes,  y  cierto  que  á  los  principios  el  Diego 
de  Almagro  se  ubo  bien ,  y  rrejía  su  cargo  rectamente  y  se  daba 
buena  maña  á  ello,  mas  la  enemiga  y  contraria  fortuna  que  á  las 
mayores  esperancas  de  quietud  y  alegría  su  rueda  suele  dar  sus 
arrebatadas  bueltas  y  acostumbradas  mudancas ,  para  que  mejor 
los  onbres  conozcan  su  bariable  condición ,  trocar  qualquier  pros- 
peridad en  un  solo  ynstante;  bien,  asi  acaesció,  que  quando  bida 
más  holgada  á  los  miserables  yndios  y  más  esperanca  de  alibios, 
y  los  españoles  estorbo  para  su  crueldad  se  les  prometía,  fué 
hecha  la  muerte  del  ynclito  en  aquellas  partes  Francisco  Picar- 
ro,  que  llamavan  Marqués ,  por  mano  de  este  mesmo  Diego  de  Al- 
magro, que  con  gran  traición  lo  mató,  él  que  tan  querido  era  de 
los  yndios  quanto  amado  de  los  cristianos ,  tan  esmeradamente 
de  bien,  que  no  más  que  su  muerte  se  supo  no  fué  parte  el  go- 
bernador, ni  mucho  menos  Diego  de  Almagro,  para  que  asi  los  unos 
como  los  otros  no  se  alborotasen  y  se  pusiesen  en  armas,  donde 
fueron  las  guerras  más  crueles  que  nunca ,  y  sangrientas  matan- 
cas  de  cristianos  contra  cristianos,  faborescieiido  unos  la  parte  del 
Pigarro,  otros  teniéndola  del  Almagroy  gobernador,  por  cuyo  man- 
dado presumieron  algunos  que  el  Francisco  Picarro  fué  muerto, 
pues  que  de  ello  no  le  pesó;  mas  quál  de  las  dos  partes  tubiese  rra- 
zon  y  defendiese  justicia,  y  por  qué  fué,  beráse,  si  pluguiere  á 
Dios,  el  último  dia  del  juicio,  que  hasta  oy  la  rrealidad  de  la  ber- 
dad,  aunque  muchas  y  dibersas  cosas  dizen,  como  suele  acaescer, 
naide  la  a  alcancado ,  lo  es  cierto  que  al  fin  quebró  la  soga  por 
lo  más  delgado  que  se  halla,  que  todo  fué  peor  para  los  infor- 
tunados yndios. 


181 


CAPITULO   LIV. 

De  cómo  rrenobadas  las  guerras  los  establecimientos  no   fueron 

obedescidos  y  ubo  grandes  crueldades,  cristianos  contra  cristianos, 

y  fueron  despobladas  las  probincias  de  Pampa  y  preso  el  capitán 

Benalcüi'ar  del  Mariscal. 

Renobadas  las  crueldades  y  estragos  con  súpita  njuerte  del 
marqués  Francisco  Picarro,  de  tal  manera  se  rrebolbió  la  cosa, 
que  no  querían  obedescer  las  leyes  ni  por  pensamiento,  y  el  temor 
de  Dios  y  el  de  Su  Magestad  era  del  todo  perdido;  los  unos  y  los 
otros  tomaron  rrenombre  de  traidores  crudelisimos  contra  los  ca- 
tivos yndios  que  nuebos  tormentos  fueron  inbentados  y  executa- 
dos  en  ellos,  mayormente  dende  los  rreinos  del  Perun  hasta  ay, 
dende  entonces  hasta  el  año  de  mil  y  quinientos  y  cuarenta  y 
seis  se  an  cometido  las  mayores  y  más  orribles  crueldades  que 
jamás  se  hizieron,  sustentando  cristianos  contra  cristianos  los  dos 
bandos  ó  partidos,  y  siendo  siempre  peor  para  los  pobres  yndios, 
que  no  casi  todos  fueron  muertos  en  tales  rrebatos,  guerras  ú.  con- 
petencias,  y  muchas  tierras  despobladas  con  justo  juicio  de  Dios, 
Nuestro  Señor,  pues  no  a  habido  justicia  del  Rey  que  los  castigase, 
permitió  que  unos  cristianos  berdugos  de  otros  fuesen ;  y  por  otra 
parte  el  gobernador  ni  el  Diego  de  Almagro  tampoco  quisieron 
obedescer  las  leyes  con  color  de  suplicar  dellas;  ni  más  ni  menos 
se  alearon,  y  rrelebaron  con  los  otros ,  ca  se  les  hacia  muy  questa 
arriba  dejar  los  estados  y  rriquezas  que  usurpadas  tenian  y  soltar 
los  yndios  de  la  tiranía  y  serbidumbre  en  que  estaban;  lo  qual 
bisto  por  el  capitán  Sebastian  de  Benalcacar  que  tenia  el  partido 
del  marqués  Picarro,  que  era  el  crudelisimo  onbre  de  quien  abe- 
mos hecho  mención,  abiéndole  dejado  el  Francisco  Picarro  en 
la  billa  de  San  Miguel  para  que  la  rrijiese  y  gobernase,  la  gente 
española  que  ay  estaba,  como  oyó  de  su  muerte,  sin  llamar  otros 
capitanes  menores  suyos  que  por  otras  partes  andavan,  con  la  flor 


182 

de  la  gente  con  que  se  hallava  se  puso  en  camino  para  donde  sa- 
bia que  el  gobernador  estava,  y  llebando  muchos  naturales  con- 
sigo, quiero  dezir  yndios  de  aquella  tierra,  y  ba  la  bía  del  Quito 
en  la  qual  murieron  todos  los  más;  vino  otrosí  esto  á  oídos  del 
mariscal  Almagro,  que  bisitando  andava  las  probincías  de  Pampa. 
que  estaban  asimesmo  rrebeladas,  temiendo  que  el  Benalcacar 
benia  al  Quito  por  bengar  la  muerte  del  marqués  Francisco  Pi- 
Qarro,  como  era  la  berdad,  enbiólo  á  dezir  al  gobernador  quan 
presto  pudo,  y  no  le  osando  aguardar,  con  doze  onbres  á  caballo 
partióse  por  la  posta  para  donde  se  pensaba  baler;  mas  acaesció 
así  que  el  Diego  de  Almagro  ubo  de  aliar  solo  al  Sebastian  de 
Benalcacar  bien  apartado  de  su  exército  en  una  hermosa  bega  al 
qual  quijera  llebar  preso  delante  el  gobernador,  y  si  lo  dejó  de 
hazer  fué  porque  le  rrogaron  de  los  mesmos  que  con  el  Diego  de 
Almagro  benian  que  le  perdonase  por  aquesa  hez ,  y  también  por- 
que el  Sebastian  de  Benalcacar  juró  asimesmo  de  no  bengar  la 
muerte  del  marqués  Francisco  Picarro  ni  tomar  tal  empresa  con 
el  grande  miedo  que  entonces  tenia;  y  hechos  amigos  el  Diego  de 
Almagro  le  soltó  y  fuese  á  donde  estaba  el  gobernador. 


CAPITULO  LV. 

De  cómo  suelto  el  BenalcoQar  fundó  una  ciudad,  ¿pasado  en  la  pro- 

hincia  de  Pillaro  y  él  y  el  adelantado  Albarado  acordaron  de  ganar 

para  sí,  y  destruyendo  las  ciudades  mayores  sus  capitanes  hizieron 

huir  al  su  cacique  Oromina. 

Muy  alegre  quedó  el  capitán  Sebastian  de  Benalcacar  hiéndese 
libre  de  las  manos  de  el  mariscal  Almagro,  y  así  quando  bolbió  á 
los  suyos  les  contó  la  manera  como  pasara,  de  que  ellos  fueron 
muy  espantados  y  atemorizados  ynflnito ;  y  partiendo  de  ay ,  lle- 
garon junto  al  rrio  Banba,  que  es  á  la  entrada  de  la  probincia  del 
Quito ,  donde  fundó  una  buena  ciudad  que  llamaron  Santiago;  y 
quando  allí  se  quiso  yr  hizo  un  concierto  con  el  adelantado  Alba- 


183 

rado ,  y  á  rruego  suyo  y  de  otros  muchos,  salido  de  aquel  pueblo 
acordaron  ambos  de  dejar  la  enpresa  y  venganca  que  querían  ha- 
zer  sobre  la  muerte  de  el  Picarro  y  de  conquistar  y  ganar  para 
sí;  por  lo  cual,  echando  fama  que  yban  por  pacificar  y  poblar 
cierta  parte  de  una  probincia  y  sojuzgarla,  que  rebelde  estava 
el  uno  del  otro  se  apartaron,  y  el  Benalcacar,  que  con  mucha  y 
buena  jente  se  bia,  pasóse  á  la  probincia  de  el  Pillare  con  mu- 
chos españoles  é  yndios,  de  la  qual  era  señor  un  muy  poderoso 
cacique  llamado  Oromina ;  mas  ni  el  cacique  ni  ninguno  de  los 
suyos  le  saliesen  á  rescibir  de  paz  como  á  otros  capitanes  azian, 
el  Benalcacar  no  tuvo  en  nada  esta  amena ca,  como  loco  y  sober- 
bio que  era,  por  más  que  el  Oromina  era  afamado  de  sabio  y  guer- 
rero príncipe ;  mas  fuese  con  todos  los  suyos  á  unos  pueblos  que 
llamavan  Aubata,  y  Quiza,  y  Prueba,  y  Pasa,  y  entróse  en  ellos 
con  grande  ynpetu  y  feroscidad,  robando,  matando  y  destru- 
yendo quaijto  delante  de  sí  hallaban ;  y  un  capitán  suyo  llamado 
Felipe  Sánchez ,  por  su  mandado  ahorcó  muchos  yndios  é  yndias 
al  rrededor  de  la  casa  de  el  cacique  de  Prueba,  y  otros  quemó  bi- 
bos  sin  que  los  indios  supiesen  por  qué  los  matase ;  y  rreprehen- 
diéndole  algunos  de  esta  crueldad ,  rrespondió  el  dicho  Benalca- 
car que  aquello  era  muy  bien  hecho ,  y  la  razón  que  más  mansos 
yndios  ayna  se  harían  ellos  rricos  mientra  ubiese;  pasada  esta 
crueldad,  fué  contra  otro  cacique  que  llamaban  Charba,  y  ha- 
biéndole poco  antes  asegurado  que  de  él  no  rescibirian  mal  alguno, 
y  á  todos  los  suyos  con  él  mandó  prender  y  hazer  sacomano  de 
quanto  en  su  poder  hallasen ,  sin  curar  de  repartimientos,  cada 
uno  tomase  lo  que  pudiese;  pero  el  cacique  no  le  prendieron, 
que  no  era  ende  porque  estava  en  una  granja  ó  casa  de  plazer 
cerca  de  ay;  quando  esto  supo  el  Benalcacar,  dio  de  salto  sobre 
él  una  noche,  ala  media  della  pasó  un  rrio  que  delante  de  la  casa 
corría ,  y  de  la  otra  parte ,  en  un  prado ,  hallaron  muchedumbre 
de  yndios  é  yndias  durmiendo,  echados  sobre  la  yerba  berde, 
que  yban  á  hazer  sus  labrancas ,  y  entró  por  ellos  con  tanta  bra- 
beza ,  que  á  más  de  dos  mil  hizo  gustar  la  muerte  antes  que  des- 
pertasen; mas  algunos,,  aunque  soñolientos,  biéndose  así  tratar  y 
tanta  jente  sobre  sí ,  davan  alaridos  terribles  y  dolorosas  boces 


184 

dicitíudo:  «¿por  qué  nos  matáis?  ¿el  gobernador  no  nos  enbió  á 
hazer  sementeras  para  bosotros?  ¿qué  os  hemos  hecho?»  Pensaban 
los  cuitados  que  esos  que  los  matavan  fuesen  de  el  g'oberuador; 
mas  los  del  crudo  Benalcagar  no  se  les  dando  nada  por  lo  que  de- 
zian ,  siguieron  su  matanza  adelante ,  y  buelto  el  Felipe  Sánchez  á 
Pillaro  donde  estaba  el  Benalcacar,  contóle  lo  que  hecho  habia,  pero 
no  que  hubiese  pudido  prender  al  cacique,  y  el  Benalcacar  se  con- 
tentó y  se  lo  loó  ynñnito,  y  dijo  que  por  ello  leharia  muchas  mer- 
cedes; otro  dia,  de  gran  mañana,  tornóse  el  Felipe  Sánchez  ala 
granja  sin  pensamiento  de  hallar  ay  al  cacique,  que  como  se  huyó 
se  bolbió  luego,  porque  pensó  que  allano  tornaria;  mas  el  Felipe 
Sánchez  bolbia  por  esquilar  qualesquier  riquezas  si  ubiese,  pero 
como  bió  al  cacique  prendióle,  y  lo  mismo  hizo  á  fray  Tomás  de 
la  Torre  y  á  fray  Hernando  de  Alamos,  de  nuestra  orden,  que  anda- 
van  con  el  cacique  trabajando  dele  convertir,  y  lo  mismo  hizie- 
ron  á  ciertos  onbres  y  mugeres  cristianos  que  con  elbs  estavan 
por  oyr  la  predicación  y  santa  doctrina  de  los  doctísimos  padres, 
y  todos  los  trujo  presos  á  Pillaro,  donde  el  maldito  Benalcacar  de 
asiento  estava. 


CAPITULO  LVI. 

De  cómo  el  BenalcaQar  y  sus  sequaces  abrasaron  la  ciudad  de  Quiza 

y  destruyeron  al  cacique  Copozopanca  con  toda  su  tierra  y  á  los 

suyos ,  dellos  mataron  y  dellos  hizieron  catibos. 

Andados  algunos  dias  este  capitán  Sebastian  de  Benalcacar  y 
aprestamente  con  todos  los  suyos  en  Quiza,  y  entró  en  la  población 
alanceando  quantos  podia,  y  á  los  yudios  que  benian  con  él  hicie- 
sen lo  mismo  á  sus  conoscidos  y  parientes :  ya  podéis  pensar  con 
qué  boluntad,  por  el  ynconparable  miedo  que  habian,  entravan 
en  las  casas  que  estavan  llenas  déjente  y  dejábanlas  bazías,  entre 
los  cuales  murió  su  propio  cacique  y  señor;  y  dejando  la  comarca 
toda  rrobada  y  destruida,  pasando  adelante  salieron  al  camino  á 
yuüumcrables  yndiüs  que  con  rramos  de  oliva  cu  las  manos,  lio- 


185 

ran do  agrámente  y  demandándole  misericordia,  y  sus  mugeres 
con  sus  hijuelos  pequeños  á  los  pechos ,  y  habiéndolos  rescibido 
con  buena  boluntad  y  tomádoles  rriquísimos  presentes  que  les 
traian ,  quando  fué  noche  hizo  yr  á  muchos  de  los  suyos  donde 
los  yndios  estaban ,  mandándoles  que  á  todos  los  pasasen  por  cu- 
chillo, y  asi  se  hizo;  mas  á  las  mugeres  y  á  sus  hijuelos  mandó 
meter  en  una  casería  bieja  y  poner  fueg-o  por  muchas  partes,  y 
allí  los  quemó  á  todos  bibos,  y  á  los  que  no  cupieron  diéronles  de 
estocadas,  y  álos  niños  torcíanles  los  pescuecos  por  más  presto 
hazer,  como  á  palominos,  y  arrojávanlos  lejos  de  ay;  parece  ma- 
nera de  dezir,  y  que  no  sea  berdad  ello  y  todo  lo  pasado;  mas  tes- 
tor  Deum,  que  nos  redimió,  que  no  he  dicho  tanto  quanto  ello  es; 
después  de  esto,  un  cacique  llamado  Copozopanca,  cierto  es  que 
de  miedo  de  sus  diabólicas  obras  le  enbió  mensajeros  suplicán- 
dole mucho  que  pasase  en  su  tierra,  que  si  se  asegurara  de 
mal  á  él  y  á  los  suyos,  que  vendría  á  le  besar  las  manos,  trayén- 
dole  sus  más  rricas  joyas  y  le  serbiria  con  ellas ,  y  más,  le  daria 
un  dotor  que  preso  tenia  y  á  su  cavallo,  y  todos  los  yndios  é  yn- 
dias  que  quisiese  para  su  serbicio,  ca  le  certificava  que  se  halla- 
ría muy  bien  en  aquella  tierra ;  el  Benalcacar  lo  prometió  así  como 
Copozopanca  lo  demandava,  partiendo  luego  para  donde  Copozo- 
panca estava;  quando  fueron  á  vista  el  uno  de  el  otro,  que  espe- 
rándole estava  el  cacique  que  rrescibiese  de  paz  como  entre  ello 
se  había  concertado,  mandó  subir  ciertos  soldados  al  muro  y  que 
tirasen  á  los  de  dentro ;  Copozopanca  y  sus  yndios  que  aquesto 
bieron,  defendiéronse  luego  luego  y  muy  bien;  mas  benida  la  no- 
che españoles  subieron  sin  ser  sentidos  á  la  cerca  y  comenzaron 
de  herir  y  matar ;  el  Copozopanca  y  los  yndios  que  pudieron  hu- 
yeron de  la  cruda  muerte,  mas  los  cristianos,  abiendo  robado  el 
pueblo,  poniéndole  fuego  por  muchas  partes  abrasáronle  todo;  y 
rretraidos  los  yndios  y  Copozopanca  á  otro  pueblo,  como  bieron 
que  el  capitán  de  los  españoles  no  les  abian  mantenido  berdad, 
mataron  al  dotor  y  á  su  cavallo,  que  aunque  sabían  por  su  mal 
quánto  las  tales  bestias  balian,  no  curaron  de  le  guardar,  que  no 
osavan  subir  en  ellos. 


186 


CAPITULO  LVII. 

Cómo  el  BenaküQar  y  sus  capitanes  destruyeron  al  cacique  Loyssa, 

y  mataron  al  Copozopanca  y  Quingalunba  y  á  Oromina,  el  que  huyera, 

y  talaron  y  despoblaron  sus  tierras. 

Tornado  el  Sebastian  de  Benalcagar  con  todos  los  suyos  á  Pi- 
llaro,  enbió  luego  á  llamar  á  otro  cacique  que  avia  nonbre  Loyssa 
con  un  capitán  suyo  llamado  Juan  de  Enpudia,  y  el  Loyssa  usando 
de  demasiada  cortesía  vino  con  mucha  umildad  él  y  muchos  yndios 
que  le  eran  sujetos,  y  presentóse  ante  el  Sebastian  de  Benalcacar, 
que  con  seberidad  al  que  pensó  que  por  venir  luego  á  su  llamado  le 
baria  mijor  tratamiento,  mandó  luego  prender  y  á  todos  los  su- 
yos ,  y  á  él  dar  muchos  y  muy  terribles  tormentos  de  fuego,  pi- 
diéndole oro;  y  al  otro  cacique  Chanba,  que  el  Felipe  Sánchez  abia 
traido  preso,  mandóle  quemar  bivo,  y  ansí  peresció  el  que  á  otros 
beinte  caciques  subjetos  le  eran,  y  más  enbió  á  otro  capitán,  lla- 
mado Pedro  Puellas,  con  mucha  jente  de  armas  al  Puerto  biejo, 
que  llebó  presos  mas  de  tres  mil  yndios  naturales  de  Pillaro,  y 
diciéndole  los  yndios  con  lágrimas  que  no  los  llebase  á  tierra  ca- 
llente, ca  todos  serian  luego  muertos,  no  lo  queriendo  hazer  el 
Pedro  de  Puellas ,  en  saliendo  de  la  probincia,  tierra  natural  suya, 
murieron  todos  que  no  escaparon  beinte  y  dos  dellos;  en  este 
tienpo  el  dicho  Sebastian  de  Benalcacar  se  paso  de  Pillaro  al  Quito, 
donde  agora  es  la  billa  de  San  Francisco,  y  de  allí  comeagó  á  hazer 
guerra  muy  cruda  á  fuego  y  á  sangre  á  los  naturales ,  sin  que  an- 
tes ni  después  della  les  hiziese  saber  que  abia  Dios  y  Rey,  que 
ya  aquellas  tierras  fuesen  ni  los  rrequiriese  si  querían  paz  pren- 
dieron al  caccique  del  pueblo ,  que  era  el  Oromina,  aquél  de  quien 
arriba  oystes,  hallándolo  bien  desqüidado ,  y  vino  otrosí  á  ponerse 
en  su  poder,  pensando  por  allí  ablandar  su  fiereza  y  salvar  su 
vida ;  el  caccique  llamado  Copozopanca  y  otro  caccique  a  avia 
nonbre  Quingalunba  y  los  más  principales  señores  y  caciques  de 


187 

aquella  tierra,  y  á  todos  los  echó  en  prisiones,  que  eran  los  más 
poderosos  treze,  y  hízoles  dar  muchos  tormentos  y  yntolerahles 
penas,  demandándoles  oro,  y  porque  no  le  dieron  tanto  como  él 
quería  y  aun  no  le  tenian,  á  todos,  delante  sus  ojos,  hizo  quemar 
bivos,  saibó  al  Copozopanca,  que  teniendo  del  más  enojo  por  lo  pa- 
sado, le  mando  atenazar,  y  al  Oromina,  que  tanbien  lo  avia  eno- 
jado, que  lo  asaeteasen ,  y  ansí  salieron  muy  contrarios  suspensa- 
mientes  ,  y  los  de  los  otros  todos  que  con  la  misma  yntencion  se 
binieran  á  poner  en  sus  manos;  y  aun  después  destos,  estando  ay 
de  asiento  con  sus  capitanes,  Agustiu  de  Añasco  y  Juan  de  Enpu- 
dia,  con  mucha  jente  que  le  abia  traido  Andrés  de  Alvarado,  que 
era  ermano  del  adelantado  Alvarado,  su  grande  amigo,  porque  no 
les  dava  su  capitán  yndios,  dijéronle  que  les  diese  licencia  y 
aquella  jente  por  lo  que  le  abian  serbido ,  y  que  yrian  á  buscar  de 
comer,  y  el  Sebastian  de  Benalcacar  se  lo  concedió ,  y  dijo  que 
buen  probecho  les  hiciese  quanto  ganasen  y  rrobasen. 


CAPITULO   LVIII. 

De  las  tiranías  que  usava  el  Sebastian  de  Benalcacar ,  aun  con  los 
que  le  ayudavan  á  los  rrobos  y  crueldades ,  y  cuino  se  pasó  al  Quito. 

Estos  capitanes,  á  su  propia  costa,  sin  que  el  dicho  Sebastian  de 
Benalcacar  les  ayudase  más  de  lo  pasado,  de  la  jente  yndia  que 
llevaron  y  cunplidamente  para  su  serbicio ,  partiéronse  á  su  aven- 
tura, y  el  Sebastian  de  Benalcagar  quedó  aderecándose  para  yrse 
á  Santo  Domingo  de  la  Nueva  España  á  bibir  de  asiento;  estando  ya 
de  partida  llególe  una  carta  del  su  capitán ,  Agustin  de  Añasco, 
en  que  le  hacia  rrelacion  de  la  hermosa  tierra  que  abian  descu- 
bierto y  aliado,  encaresciendo  infinito  la  rriqueza  della ;  esta  carta 
rrescibió  á  la  costa,  estando  para  se  enbarcar,  por  la  cual  causa- 
dio  la  buelta  con  toda  su  jente ,  que  abia  traido  y  aun  parte  de  la 
de  los  bezinos  del  Quito  j  gran  cantidad  de  yndios,  y  tomó  el 
mesmo  camino  que  su  capitán  Juan  de  Enpudia  llebara,  haziendo 


188 

mortal  daño  y  estrago  en  los  naturales,  sin  perdonar  á  un  sólo  yn- 
dio,  antes  echándolos  celadas,  ynbentando  súbtiles  ardides  y 
traiciones  para  los  prender  y  matar  sin  que  de  ellos  tuviese  nes- 
cesidad  alguna,  sino  por  sólo  su  plazer,  ca  en  derramar  su  sangre 
y  atormentarlos  se  deleitava,  y  á  todos  los  suyos  dio  liciencia  que 
quantos  yndios  prender  pudiesen  echasen  en  cadenas,  y  ansí  pren- 
dió ynfiuitos  dellos ,  en  esto  entendiendo  y  no  los  dejando  sen- 
brar  vino  carestía  y  grande  éstirilidad  en  toda  la  tierra ,  y  aun 
cristianos  se  hallaban  muertos  por  los  caminos  de  la  pura  hanbre, 
mas  de  yndios  no  abia  quenta,  pues  tomando  el  dicho  Benalcagar 
todo  el  oro ,  plata ,  perlas ,  piedras  preciosas ,  corales  y  olores 
que  sus  soldados  abian  saqueado  y  rrobado  en  aquellas  probincias 
de  el  Quito ,  sin  dar  á  naide  un  solo  peso  de  oro  ni  de  otra  cosa, 
que  todo  lo  quería  para  sí,  pues  con  ello  al  ciezco  y  dejándolo  á 
buen  rrecaudo  acordando  de  se  bolber  conpró  cavallos  y  herraje 
y  rropa,  y  más  quanto  le  agradó  de  Tumbez,  y  buelto  al  Quito  con 
estas  mercaderías ,  hendió  el  herraje  á  los  soldados  á  ocho,  costán- 
dole  á  él  á  quatro  la  dozena,  y  los  cavallos  á  trecientos  pesos,  cos- 
tándole  á  él  setenta ;  bed  como  no  enrriquesgería  y  en  yr  y  benir 
á  la  costa ,  trayendo  todo  este  peso  los  pobres  yndios  á  sus  espaldas 
mató  mas  de  diez  mil  dellos,  que  no  escapó  uno  de  los  que  en  ello 
trabajaron,  por  ser  la  tierra  callente  y  del  gran  trabajo;  y  como 
llegó  al  Quito  dejó ,  den  Guaiquil  veinte  y  cinco  oubres  dolientes 
que  no  le  podían  seguir ,  sin  darles  para  armas  ni  para  cavallos 
ni  aun  para  comer,  que  es  lo  peor,  y  por  teniente  á  un  tronpeta, 
onbre  bil  y  de  poca  suerte,  como  él  lo  debía  ser,  pues  que  sienpre 
de  los  tales  fué  amigo ;  y  pasando  adelante  alborotóse  toda  la  tier- 
ra por  su  miedo ,  y  los  yndios  muchos  españoles  mataron  aquesa 
hez  y  huyeron  luego  á  los  montes ,  y  el  Sebastian  de  BenalcaQar 
los  siguió  por  el  mesmo  camino  que  fueran,  en  el  qual  halló  á  su 
capitán  Juan  de  Eupudia  en  la  rrigaa  tierra  que  ya  andava  con 
los  yndios  enbuelto,  y  rrescibiéndose  danbos  muy  bien,  juntos  se 
fueron  un  a  jornada  adelante  para  descubrir  más  tierra. 


189 


CAPITULO  LIX. 

De  los  nuevos  estragos  y  mortandades  que  el  BenalcaQar  liazia, 
y  rrepartimientos  de  los  yndios  bihos  entre  los  suyos. 

Plugo  á  Nuestro  Señor  Dios  que  hallasen  tanto  estos  dos  malos 
onbres  en  que  executasen  su  dañada  yntincion,  que  cosa  no  cree- 
dera fuese  que  se  hallase;  hizieron  grandes  crueldades,  estragos  y 
rrobos,  muy  mayores  que  los  dejavan  hechos  en  el  Quito,  matan- 
do, abrasando,  derrocando  las  casas  del  depósito  que  tenian  los 
yndios  de  maíz,  tomándoselo  todo  y  consintiendo  hacer  gran  daño 
é  en  las  obejas ,  los  dos  más  principales  mantenimientos ,  porque 
para  sacar  solos  los  sesos  de  las  obejas  y  de  los  carneros,  apetito  que 
le  dio  el  diablo  para  que  en  todo  hiziese  mal,  consentía  matar  cada 
bez  trezientos  y  quatrozientos  dellos,  y  echavan  la  carne  á  mal  que 
los  yndios  no  la  podian  bastar  á  comer ;  tales  diabluras  les  hazla 
ymaginar  y  poner  en  execucion  la  ociosidad ,  el  bicio  y  rregalo, 
y  otras  mayores  que  dejo  de  dezir,  porque  ellos  no  comian  otra 
cosa;  y  asi,  para  dos  onbres  matavan  beinte  y  cinco  carneros,  y 
para  quatro  cinquenta ,  y  asi  vino  á  baler  cada  uno  veinte  pesos 
de  oro;  con  tal  desorden  bibiendo  muchos  dias,  murieron  más  de 
quinientas  mil  cabecas  de  ganado,  de  que  unibersal  daño  en  toda 
la  tierra  vino,  y  de  maíz  lo  mismo,  que  vino  á  baler  una  hanega 
más  de  veinte  pesos  de  oro  y  un  carnero  otro  tanto ;  partiéronse 
otra  vez  estos  dos  capitanes,  y  el  Sebastian  de  Benalcacar,  cuyos 
hechos  voy  contando ,  porque  en  ser  más  crueles  á  todos  los  capi- 
tanes que  á  esa  sazón  en  Indias  estaban  sobrepujó,  fuese  en  busca 
de  á  quién  hiziese  más  mal,  y  sacó  mas  de  duzientos  yndios  para 
pelear  á  pié  donde  no  pensavan  que  treinta  se  abrian,  y  con  mu- 
chos más  de  á  cavallo,  y  dio  licencia  á  los  suyos  que  sacasen  los 
caciques  de  los  rrepartimientos  con  todos  los  yndios  que  quisiesen, 
y  ellos  lo  hizieron  ansí ,  que  el  Felipe  Sánchez  dio  por  lista  un 
cacique  y  cien  yndios  con  sus  mujeres  y  hijos,  y  por  el  consiguien- 


190 

te  Rodrigo  Cobo,  su  sobrino,  dos  caciques  y  más  de  ciento  y  cin- 
quenta  yndios,  que  era  su  sobrino,  y  muchos  otros  que  sacavan 
sus  hijos,  porque  todos  se  morían  de  hanbre;  y  asimesmo  sacó 
Sancho  Mora  duzientas  persona's ,  y  así  hizieron  todos  los  otros 
soldados,  cada  uno  como  podia;  ellos  preguntaron  al  dicho  Sebas- 
tian de  Benalcacar  si  les  daria  licencia  que  hechasen  aquellos  yn- 
dios é  yndias  en  prisiones,  porque  no  querían  descubrir  nada,  y 
el  Benalcacar  rrespondió  que  sí ,  hasta  que  muriesen ;  rrespuesta, 
cierto,  de  clementísimo  capitán,  tal  qual  del  se  esperava,  y  pala- 
bra dina  de  salir  de  boca  de  tal  barón  y  él  de  ella;  con  tal  pro- 
pósito y  deseo  de  hallar  algún  saco  andubieron  por  su  camino 
adelante. 


CAPITULO  LX. 

Del  poco  agradecimiento  que  el  Benalcacar  á  los  yndios  tenia  con 
quanto  lo  serbian,  y  de  tres  portentos  que  entonces  acontescieron. 

Llegó  Sebastian  de  Benalcacar  y  sus  capitanes  á  un  pueblo 
que  dezian  Otobolaque;  estava  en  el  rrepartimíento  de  uno  de  los 
capitanes  que  consigo  traya ;  el  Benalcacar  demandó  al  cacique 
del  pueblo  que  le  diese  duzientos  onbres  para  la  guerra,  y  dió- 
selos  con  temor  de  ser  destruido,  aunque  entre  ellos  muchos  yndios 
principales  y  van,  y  él  parte  desta  gente  rrepartió  entre  los  solda- 
dos por  los  tener  contentos,  y  los  demás  llebó  consigo;  dellos  car- 
gados y  dellos  en  cadenas  y  algunos  sueltos  para  que  sirbíesen  y 
los  soldados  atados  con  sogas;  quando  salieron  desa  probincía 
sacaron  de  aquesta  manera  más  de  seis  mil  yndios  é  yndias  que 
llevaron,  y  de  todos  ellos  no  bolbieron  á  sus  tierras  mil,  que  todos 
fueron  muertos  con  los  ecesivos  travajos  en  que  los  pusieron,  y  en 
las  tierras  callentes  fuera  de  su  naturaleza;  y  acaesció  en  este  tienpo 
que  Felipe  Sánchez,  aquel  capitán  de  Benalcacar,  de  quien  mu- 
chas bezes  emos  dicho,  pasando  el  Sebastian  de  Benalcacar  por 
cierta  enbiólo  á  ver  qué  querían  ynnumerables  mugeres  y  mucha- 
chos que  cargados  de  cosas  de  comer  y  abes ,  que  se  aguardavan 


191 

en  un  canpo  rraso ,  mas  esto  era  para  se  lo  dar  porque  los  bien 
tratase,  y  llegando  al  Felipe  Sanz  ( Sánchez)  y  rrescibido  el  pre- 
sente que  le  traían,  aun  sin  aguardar  el  mandado  de  Sebastian  de 
Benalcacar,  á  todos  los  pasó  por  cruel  filo  de  espada,  por  saber 
que  le  conplazía;  y  acaesció  ay  un  misterio  de  Dios  Nuestro  Se- 
ñor, que  un  soldado,  dando  de  cuchilladas  á  un  yndio ,  del  primer 
golpe  se  le  quebró  la  mitad  del  espada,  y  del  segundo  le  quedó 
sola  la  eupuñadura,  sin  que  herir  lo  pudiese;  y  otro  con  un  puñal 
de  dos  filos,  queriendo  dar  de  puñaladas  á  una  yndia,  del  primer 
golpe  se  le  quebró  el  puñal  quatro  dedos  de  la  punta ,  y  rresur- 
tiendo  hazia  arriba  la  mesma  punta  dióle  en  un  ojo  y  quebróselo, 
y  al  tienpo  que  el  dicho  Sebastian  de  Benalcacar  salió  la  postrera 
bez  del  Quito,  porque  más  á  él  no  tornó ,  sacando  tanta  multitud 
deyndios,  desonrrándoles  las  mugeres,  salió  una  yndia  con  un 
niño  chiquito  en  sus  bracos,  diziendo  á  muy  altas  bozes  que  no 
le  llebasen  á  su  marido  porque  tenia  tres  niños  que  el  mayor  no 
llega  va  á  quatro  años  y  que  no  los  podria  criar  y  se  le  morian  de 
hanbre,  bisto  que  la  primera  bez  le  rrespondieron  mal  y  que 
tornando  á  demandar  la  segunda  á  su  marido  con  mayores  bozes 
y  porfía,  diziendo  si  forcado  abia  de  ver  la  muerte  de  sus  hijos, 
y  que  no  se  lo  querían  dar  ni  aun  rrespondella ,  la  misma  madre 
dio  con  el  niño  un  gran  golpe  en  las  piedras,  que  le  hizo  pedacos, 
y  tornóse  por  donde  abia  venido  dando  bramidos  de  más  que  rra- 
biosa  leona. 


CAPITULO  LXI. 

De  los  grandes  y  rricos  presentes  que  los  pueblos  de  las  Indias  hazian 
á  Benalcacar,  y  cómo  desdobló  las  probincias  de  Lilii, 

Poco  se  le  dava  al  buen  Sebastian  de  Benalcacar  de  que  esto 
y  otras  peores  cosas  acaesciesen,  como  él  tubiese  ya  su  pegujar 
echo  y  ánima  sepultada  en  los  ynfiernos,  y  pasándose  á  las  probin- 
cias de  Lilii,  cave  un  lugar  llamado  Pallo,  tornóse  otra  bez  á  topar 
con  su  capitán  Juan  de  Enpudia ,  de  quien  no  avia  mucho  que  se 


192 

partiera,  que  abia  rezien  pobbla  una  billa  que  de  su  nonbre  llamó 
Enpudia,  y  abia  puesto  por  ordinarios  alcaldes  á  Antonio  Solano 
y  á  Rafael  de  Quiñones ,  y  ocho  rrejidores ,  y  bió  como  toda  la 
tierra  estava  segura  y  de  paz ;  el  Sebastian  de  Benalcacar  le  fué  á 
ver  á  su  billa  y  muy  gran  plazer  que  ubieron  con  uno  otro ,  biendo 
que  así  la  bentura  á  juntar  los  tornava;  los  caciques  é  yndios  de 
aquesa  probincia,  quando  supieron  que  el  Benalcacar  ay  estava, 
trujéronle  muchos  y  muy  rricos  dones  de  Pamundi ,  y  Pallo,  y 
Solimán,  y  Bolo  y  de  otras  probincias;  mas  porque  no  traían  mahíz 
que  él  abia  menester  aquella  sazón  que  oro,  mandó  yr  á  muchos 
españoles  que  con  sus  yndios  fuesen ,  hiziesen  cala ,  y  de  donde 
quiera  que  lo  hallasen  se  lo  trujesen,  y  asi  fueron  á  Bolo  y  á 
Pallo ,  do  hallaron  á  los  yndios  bien  seguros  y  descuidados,  y  los 
cristianos,  no  sólo  hizieron  cala  para  el  mahiz ,  mas  para  rrobar 
quanto  oro  y  plata ,  perlas  y  piedras  preciosas ,  corales ,  ánbares  y 
olores  hallasen,  "como  lo  hizieron ,  hasta  la  rropa  que  los  pobres 
yndios  tenian,  y  aun  á  muchos  dellos  prendieron,  y  dejando  á  los 
otros  mesándose  y  arañándose  con  sus  manos  los  rrostros,  mayor- 
mente á  sus  mujeres  y  hijos ,  que  ya  podréis  ver  si  con  gana  lo 
harían,  y  dando  gritos  y  alaridos  que  al  cielo  querían  llegar,  y 
trajéronlo  al  Sebastian  de  Benalcacar;  bisto  pues  por  los  yndios  el 
mal  tratamiento  que  los  españoles  les  hazian,  fuéronse  á  quejar  al 
mismo  Benalcacar,  diziendo  que  le:  mandase  tornar  quanto  los 
suyos  les  abian  tomado,  que  no  podían  bibir  sin  ello,  mas  ni  aun 
los  quiso  escuchar,  quanto  más  hazer  que  se  lo  bolbiesen,  y  ellos 
desconsolados  se  tornaron  con  esto;  y  quando  ya  libres  estar  pen- 
saban, bolbieron  los  españoles  de  ay  á  cinco  días  á  rrobar  más 
mahíz,  y  á  buelta  dello  los  rrobaron  ese  poco  de  axuar  que  que- 
dádoles  abia;  quando  los  yndios  bíeron  la  poca  berdad  que  les  era 
guardada,  alborotóse  y  lebantóse  toda  la  tierra,  y  entonces  fué 
quando  se  hizo  mortal  daño  en  ellos  y  mayor  deserbicío  de  Dios 
y  del  Rey  por  el  mismo  Sebastian  de  Benalcacar  y  por  los  suyos, 
en  manera  que  después  de  bien  rrobada  la  tierra ,  se  vino  á  des- 
poblar porque  la  jente  della  es  muy  sincera  y  nada  belicosa,  y 
huyéronse  todos  á  los  montes,  y  bian  andar  los  tristes  yndios  y  á 
sus  mujeres  y  hijos  hechos  salbajes ,  y  ellos  á  los  de  los  pueblos 


193 

sus  amigos ,  que  uo  sabían  donde  se  esconder ,  y  loa  unos  y  lo» 
otros  perescian  de  hanbre;  y  bino  esto  á  tanto  estremo  y  afinco, 
que  el  que  más  podia  al  otro  comiese. 


CAPITULO  LXII. 

De  las  cédulas  y  pribilegios  que  el  BenalcaQar  á  los  yndios  dava, 
y  cómo  despobló  las  probincias  de  Potii. 

Con  su  capitán  y  grande  amigo  Juan  de  Enpudia  estubo  Se- 
bastian de  Benalcacar  algunos  dias,  al  cabo  de  los  quales  se  des- 
pidió del  y  partió  de  ay  y  fuese  páralos  aposentos  de  Lilii  y  Potii 
con  más  de  trezientos  yndios  sin  los  que  él  contino  consigo 
traia,  que  nuebamente  abia  hecho  presos ;  él  enbió  los  capitanes 
que  le  quedaron  á  hazer  cruda  y  sangrienta  guerra  á  los  natura- 
les ;  estos  mataron  muchedumbre  de  yndios  y  les  quemaron  sus 
casas  y  rrobaron  quanto  tenian,  la  qual  persecución  duró  tanto 
tiempo,  que  hiendo  los  caciques  y  principales  yndios  de  la  tierra 
que  los  matavan  y  no  los  dejavan  un  solo  punto  holgar,  grandes  y 
rricos  presentes  enbiaron  al  Sebastian  de  BenalcaQar,  demandán- 
doles de  merced  que  no  así  los  tratase,  que  mejor  le  serbirian  por 
bien  que  por  mal;  él  estava  en  un  pueblo  que  abia  nonbre  Yzoile; 
por  aber  los  rricos  presentes  mandó  soltar  todos  los  yndios  que 
por  entonces  los  suyos  tenian  presos,  pero  de  ay  á  pocos  dias 
los  tornó  á  prender  y  á  rrobar  más  de  lo  que  rrobado  les  abia,  y 
al  cabo,  por  remate,  darles  crudelísimas  'muertes  y  quemar  sus 
casas  y  arar  de  sal  sus  pueblos;  dende  pasó  á  otro  pueblo  llamado 
Tolibi;  el  cacique  j  señor  del  qual  pensó  por  ay  mejor  abenirse 
con  el  Sebastian  de  Benalcacar,  y  salióle  á  rescibir  con  sus  yndios 
trayéndole  muy  ricos  dones;  el  Sebastian  de  Benalcacar  los  tomó  y 
más  yndios  que  le  dieron  y  al  cacique  que  le  dijo  que  no  tenia  más 
de  aquello,  que  si  más  tubiera  más  truj.3ra  y  que  de  ello,  de  él  y  de 
sus  yndios  se  sirbiese;  el  Benalcacar  lo  hizo  así,  cosa  no  duecha, 
y  dando  al  cacipue  y  á  los  suyos  á  cada  uno  una  cédula  de  cómo  le 
abia  dado  oro  ese  tal  yndio  y  firmada  de  su  nonbre,  é  iba  también 

Tomo  LXXI.  13 


194 

el  nombre  del  yndio  porque  le  creyesen,  en  que  mandava  que  libre 
le  dejasen  andar;  y  todos  ellos  guardavan  estas  cédulas  como  rre- 
liquias,  como  aquellos  que  en  cada  una  pensaban  que  les  iba  la 
blda  y  sabían  muy  cierto  que  no  más  que  las  perdiesen  no  más 
tiempo  bibirian,  y  así,  en  queriendo  algún  soldado  prender  ó  ma- 
tar algún  yndio,  mostrava  el  yndio  la  firma  de  Sebastian  de  Be- 
nalcacar  y  dejávalo  luego  libre,  y  si  no  la  mostraban  entendían 
que  no  debia  de  aber  dado  oro,  y  luego  era  muerto  ó  preso  al  mi- 
jor  librar,  con  temor  de  lo  qual  todos  los  yndios  que  tenian  oro  ú 
qualque  rriqueza  se  lo  dieron  y  recadaban  las  cédulas,  y  los  que 
nó,  huyeron  á  las  montañas ;  el  Sebastian  de  Benalcacar  enbió 
á  dezir  al  cacique  que  mandase  á  sus  yndios  del  pueblo  que  lla- 
maban Dagua,  que  le  diesen  oro  porque  le  hazia  saber  que  no  le 
abian  dado,  y  el  cacique  rrespondió  que  no  lo  podia  hazer  porque 
eran  sus  capitales  enemigos  entonces;  el  Sebastian  Benalcacar 
ayuntó  su  escuadrón  y  fué  contra  los  yndios  Dagua,  y  tomado  el 
pueblo  sin  mucho  trabajo  fué  hecho  sacomano  y  rrobo  de  quanto 
en  él  hallaron,  y  presos  sus  moradores  y  bezinos  y  echados  en 
hierros,  donde  murieron  los  más  de  pura  ansia  y  angustia,  y  los 
cristianos,  por  mandado  de  su  capitán,  dávanlos  al  cacique  de 
Tolibii  para  que  los  comiesen  sus  yndios,  con  juramento  que  lo 
harían  porque  eran  sus  mortales  enemigos- 


CAPITULO  LXIII. 

De  cómo  el  Benalca(:.ar  y  sus  capitanes  destruyeron  y  mataron 
al  cacique  Bitaio  y  despoblaron  la  gran  prohiucia  de  Bruvz. 

Después  se  partió  para  las  probincias  de  Lilü  sin  tomar  lengua 
ni  saber  por  dónde  abia  de  yr,  que  ay  sabia  que  su  capitán  Juan  de 
Enpudia  andava  campeando,  y  rrobando  y  salteando  y  descubrien- 
do de  cada  dia  más  tierra  por  la  parte  de  lebante,  y  haciendo  mucho 
estrago  y  daño  en  los  naturales  por  do  quier  que  pasava,  y  danvos 
supieron  el  uno  del  otro;  Sebastian  de  Benalcacar  se  fué  por  otro 
camino  liazia  él  y  Juan  de  Enpudia házia  una  probincia,  cuyo  cací- 


195 

que  llamado  Bitato,  para  se  defender  de  los  que  contra  él  sabia  que 
venían,  hoyos  muy  grandes  en  tierra,  á  trechos  y  cubiertos  por 
cima  con  cañerías  y  céspedes  como  allá  los  llaman,  donde  dos  ca- 
vallos  murieron,  uno  de  Lope  Redondo  y  otro  de  Mateo  Marqués, 
que  esto  mandó  el  dicho  Juan  de  Enpudia  que  prendiesen  y  ma- 
tasen quantos  más  yndios  pudiesen,  y  juntándolos  todos  lo  echa- 
ron en  los  mesmos  hoyos  que  ellos  abian  hecho  y  la  tferra  encima, 
y  así  los  soterraron  bibos  y  quemáronles  y  derrocáronles  todas 
las  casas  sin  que  cosa  enhiesta  quedase,  y  en  un  pueblo  grande 
sin  que  mal  ni  de  bien  con  los  yndios  del  cosa  tratasen,  alancea- 
ron y  mataron  ynfinitos  dellos ,  pues  hallándose  ya  otra  bez  el 
Enpudia  y  el  Benalcacar,  como  podria  yo  dezir,  que  se  rrescibie- 
ron  de  alegremente  los  malaventurados  conmilitones  en  la  perdi- 
ción de  las  almas;  el  Juan  de  Empudia  dijo  al  Sebastian  de  Be- 
nalcacar lo  que  hecho  abia  en  Bitato  y  quánta  gente  era  la  que 
abia  echado  en  los  hoyos;  y  el  Benalcacar  le  respondió   que  era 
muy  bien  hecho  y  que  él  le  enbiaria  al  rrio  Bamba,  pues  tan  buena 
maña  se  sabia  dar;  esto  pasado  dejando  ay  al  Juan  de  Enpudia, 
dio  la  buelta  Sebastian  de  Benalcacar  y  fuese  donde  agora  está  la 
iglesia  mayor  de  San  Juan,  que  allá  llaman  la  probincia  delBruuz, 
y  porque  el  dicho  capitán  Benalcacar  preguntava  á  los  yndios 
por  señas  por  házia  donde  salia  el  sol,  no  sabiendo  aun  sus  españo- 
les por  qué  lo  preguntase,  dezian  los  yndios  á  bozes,  «anzer,  anzer» 
señalando  adelante,  diciendo  que  más  adelante  era  el  oriente  del 
sol,  que  anzer  llaman  en  aquella  tierra;  é  Benalcacar  y  los  suyos 
fueron  allá  y  yen  hallaron  los  españoles  muchos  pozos  de  sal,  y  á 
estos  pusieron  por  nombre  acrumos  y  entraron  por  la  tierra  ha- 
ziendo  sangrienta  y  cruda  guerra  á  los  bezinos  y  naturales  della, 
y  hasta  los  acrumos  .de  la  sal  les  rrobaron,  y  todo  lo  enbió  ade- 
lante; y  así  lo  fué  él  siempre  rrobando  y  cruelmente  matando  á 
los  naturales;  veníanse  los  yndios  ante  él  á  manadas  haziendo  se- 
ñales y  dando  clamores  que  querían  paz,  y  que  si  querían  los 
cristianos  oro  y  á  sus  mujeres  y  hijos  y  quanto  demandase  les 
darían  con  que  ellos  les  dejasen  las  bidas,  y  no  los  quiso  oyr, 
antes  dijo  que  estaban  borrachos  y  que  se  quitasen  delante,  que 
no  los  entendía. 


196 


CAPITULO  LXIV 

De  cómo  ílespoblava  el  BenalcaQar  los  pueblos  que  sus  capitanes 
•  poblaran  y  los  poblava  de  quien  quería. 

Así  como  entró  el  capitán  Sebastian  de  Benalcacar  en  aquesa 
probincia,  así  poco  á  poco  se  fué  saliendo  de  ella,  haziendo  muj 
erada  guerra  á  los  naturales  y  no  naturales,  rrobaudo,  saqueando 
quantos  pueblos  hallava  y  matando  la  gente  dellos,  y  cierto  que 
mataron  más  de  aquella  hecha  de  dos  mil  yndios,  y  bolbiéndose  á  la 
probincia  de  Calii ,  si  algún  yndio  ó  yudia  de  los  muchos  más  que 
presos  llevava  en  el  camino  se  cansaba  ú  adolescia  en  manera 
que  no  pudiese  andar,  cortávanle  la  caveca  estando  en  la  cadena 
por  no  se  parar  á  la  abrir,  y  porque  los  otros  hiendo  aquello  no 
se  hiciesen  perecosos,  y  así  murieron  todos  por  esos  caminos  y  se 
perdió  tanta  jente  quanta  sacó  del  Quito  y  de  otras  muchas  partes 
para  canpear,  que  era  gran  muchedumbre,  que  de  madrugada  en- 
trava  en  los  pueblos  con  grande  alboroto,  matando  y  prendiendo 
quantos  podia,  y  dentro  de  veinte  dias  poco  más  ó  menos  pasó 
mucha  tierra  y  un  gran  rrio  que  convino  así  para  yr  al  pueblo  de 
Calii,  que  una  legua  de  la  otra  parte  del  rrio  estava,  y  sin  pacifi- 
car ninguna  cosa  de  la  tierra  que  toda  estaba  alterada,  antes  la 
alborotó  más,  allí  fundó  una  ciudad  y  dejó  por  juez  de  agravios 
en  olla  á  Lúeas  Muñoz  porque  era  cercano  deudo  suyo  y  onbre  de 
poco  valor  y  menos  saber  y  experiencia;  baste  que  ni  leer  ni  es- 
cribir sabia  y  onbre  trabajador  del  campo ;  hecho  esto ,  como  no 
fuese  su  condición  el  sosiego  no  parando  ay  tornóse  á  las  probin- 
cias  de  Lilii  y  pasó  por  la  billa  de  Enpudia  que  su  capitán  allí  fun- 
dara y  despoblóla  por  su  solo  antojo,  y  cierto,  así  parescia  él  no  bien 
asesado;  y  entre  tanto  q  le  en  esto  entendía  embió  á  dezir  á  su  ca- 
pitán Juan  de  Enpudia  q  "•  prendiese  quantos  yndios  hallase  y  se 
los  trújese,  que  de  alguno  dellos  se  podría  aprobechar  para  las 
cargas  porque  toda  la  gente  que  de  allá  trujera  se  le  habia  muerto, 


197 

y  el  Juan  de  Enpudia  le  enbió  tres  mil  personas,  pero  no  vino 
con  ellas  porque  entendía  en  rrobar  y  saquear  para  sí,  y  el  Sebas- 
tian de  Benalcagar  tomada  toda  la  ^ente  que  le  venía  y  pobló  la 
villa  de  españoles,  y  tomó  de  los  naturales  otra  tanta  cantidad 
como  paresce  por  los  pocos  yndios  que  an  quedado,  y  partióse 
para  el  rreyuo  de  Popayan,  que  nunca  un  año  le  bieron  estar 
quieto  ni  sosegado,  y  en  el  camino  dejó  dos  españoles  bibos  y  per- 
didos porque  no  podían  andar  tanto  como  los  otros,  que  se  llama- 
van  Martin  de  Aguirre  y  Lorenzo  Albarez,  que  harto  por  él  avian 
hecho . 


CAPITULO  ÚLTIMO. 

En  que  se  da  fin  á  la  presente  obra  con  la  muerte  y  bien  merescido 
castigo  de  el  perberso  y  crudelésimo  capitán  Sebastian  de  BenalcaQar. 

Venido  en  el  rreyno  de  Popayan  comencó  á  saquear  y  robar  y 
molestar  los  yndios  de  aquellas  comarcas,  y  moró  en  el  principal 
pueblo  con  la  mesma  desorden  que  lo  abia  hecho  en  otras  partes; 
allí  hundió  todo  el  oro  y  riquezas  que  traía,  y  por  ver  si  avia  más 
por  esas  partes,  mandó  yr  á  saquear  y  á  rrobar  sin  tener  quenta 
ni  racou  con_  soldado  suyo  ni  pagarle  su  sueldo ,  queriéndoselo 
todo  para  si  y  dejando  á  todos  los  suyos  descarriados  como  de  él 
86  espera  va;  viendo  que  de  aquesa  tierra  era  ymposible  sacarse 
más  oro,  como  aun  con  quanto  abia  rrobado  no  obiese  apagado  su 
hambre ,  dijo  que  yba  al  Cuzco  y  á  la  nueba  Granada  á  dar 
quenta  ásu  gobernador,  y  partióse  para  el  Quito  que  era  el  camino 
donde  prendió  los  muchos  yndios  que  después  murieron  en  di- 
bersas  partes;  los  suyos  audávanle  esperando  y  rrobavan  cada 
qual  por  su  parte  sin  dar  de  lo  rrobado  como  él  lo  hazia ,  mas  el 
Sebastian  de  Benalcagar,  como  no  tubiese  poderes  del  gobernador 
para  poblar  ni  rrobar,  no  osó  yr  al  Cucco  y  quedóse  en  el  Quito,  de 
cuya  gobernación  Su  Magestad  abia  hecho  merced  al  licenciado 
Gaspar  de  Espinosa  con  todo  lo  de  Cartagena,  y  fué  asi  bien 
porque  el  bestial  Sebastian  de  Benalcacar  biniese  al  pagadero  quo 


198 

él  no  pensara,  ni  aun  tenia  apagada  la  su  canina  hambre  de  oro  y 
de  derramar  sangre :  el  licenciado  Espinosa  le  prendió  luego  por 
las  nuevas  y  señas  que  del  tenia,  con  muy  gentil  manera  diferen- 
ciada de  quantas  él  abia  hecho  para  sacar  oro,  y  preso  hízole  mu- 
chas preguntas  de  en  cuyo  poder  abia  hecho  tantas  crueldades, 
rrobos  y  estorsiones  como  del  se  probavan ,  y  no  lo  mostrando  el 
Benalcacar  porque  no  lo  tenia,  hízole  otras  preguntas  el  licenciado 
Espinosa  que  dijese  dónde  tenia  los  grandes  tesoros  y  rriquezas 
que  rrobado  habia,  y  aun  coominaciones  de  grabes  tormentos  para 
ello,  hiendo  que  siempre  callaba  sin  confesar  ni  negar,  por  cosas 
que  le  dijesen  ni  hiziesen;  hízole  enforcar  de  una  almena  á  los 
ochenta  años  de  su  edad,  en  los  quales  bibió  sin  tener  alguna  en- 
fermedad, también  acomplisionado  era  si  el  mal  abenturado  lo  su- 
piera agradescer  á  Nuestro  Señor  Dios,  que,  cierto,  fué  muy  poca 
pena  según  el  castigo  que  grande  merescia,  pero  sus  secaces  que 
él  dejó  todos  andan  oy  dia  rrobando  en  diversas  partes  de  las  In- 
dias, unos  más  otros  menos,  pública  y  abiertamente,  con  color  que 
sirben  al  Rey,  y  los  gobernadores  lo  saben  y  no  lo  estorban,  antes 
quiccáhazen  lo  mesmo. 

Con  esto  quiero  concluir,  protestando  en  Dios  y  en  mi  concien- 
cia, que  tengo  por  cierto  que  tantos  son  y  an  sido  las  destruiciones, 
perdiciones,  despoblaciones  y  estragos,  fierezas,  atrocidades, 
muertes  y  crueldades  orribles  y  espantosas  biolencias,  f aereas  y 
traiciones  y  rrobos;  finalmente,  ynjusticias  que  en  aquellas  tier- 
ras y  gentes  se  an  hecho  y  se  hazen,  y  yo  e  dicho  de  mil  partes 
una  de  lo  que  fué,  ni  lo  e  encarescido  en  calidad  y  en  cantidad 
según  que  ello  pasó,  y  béase  si  son  abominables  y  malos  los  cris- 
tianos, que  nunca  rescibieron  daño  de  yndio  alguno  por  mal  que 
les  obiesen  hecho  para  tratallos  muy  peor  que  á  enemigos ,  que  al 
sabio  y  discreto  lector  dejo  que  lo  juzgue,  y  por  ende  fui  yo  yndu- 
cido  y  mobido  á  escribir  esta  brebe  rrelacion  por  si  pudiera  echar 
el  ynficionado  fuego  de  las  Indias  que  tanta  multitud  de  ánimas 
rredimidas  por  la  preciosa  sangre  de  Jesucristo  Nuestro  Señor,  no 
pereciesen,  sino  conoscieseu  á  su  Criador  y  por  las  conciencias  de 
los  cristianos  y  gran  compasión  de  mi  patria,  que  es  Castilla,  y 
temor  no  la  destruya  Dios  por  tan  grabes  culpas,  crímenes  y  pe- 


199 

cados  contra  él  y  contra  sus  próximos  cometidos,  y  por  estorbar  la 
penosa  bida  en  que  los  yndios  quedan,  que  aunque  no  son  muer- 
tos en  las  espantables  crueldades  pasadas ,  sónlo  con  angustias  y 
aflicciones  y  presiones  continas  que  no  me  da  más,  así  que,  así 
pues  mueren  sin  fe  ni  batismo,  y  fué,  cierto,  marabilla  poder  yo 
hazer  y  acabar  esta  obra  según  mis  continas  ocupaciones  y  pro- 
lijas enfermedades,  que  no  consequtibamente  unos  hechos  de  otros 
ordené  aunque  lo  parece,  mas  como  lo  bí  ú  alcancé  á  saber,  echólo 
todo  á  Dios,  sin  el  qual  no  se  haze  nada,  y  da  para  lo  bueno  es- 
fuerzos, y  así  tengo  gran  esperanca  que  mediante  la  gracia  de  Dios 
Nuestro  Señor,  el  ynbictísimo  Carlos  augusto,  Emperador  César,  y 
Rey  y  defensor  de  nuestra  santa  fe,  y  quinto  deste  nombre,  como 
aquesto  sepa  pondrá  el  rremedio  que  requiere  el  tal  caso,  y  con 
brebedad,  pues  que  es  contra  el  servicio  de  Dios  á  quien  él  ber- 
daderamente  sirbe  y  suyo,  y  hará  todo  lo  posible  por  aquel  nuevo 
mundo  que  Dios  en  su  encomienda  y  guarda  dejó  como  amador  y 
guardador  de  justicia,  cuya  bida  é  3'mperial  y  rreal  estado  rrogue- 
mos  á  Dios  conserbe  y  acresciente  por  muchos  y  largos  años  para 
rrefugio  y  amparo  de  la  católica  Iglesia  romana  y  por  la  berda- 
dera  salud  de  todas  las  almas  á  la  Sacratísima  Virgen  María,  nues- 
tra abogada,  que  nos  lo  quiera  alcanzar  de  su  benditísimo  Hijo  que 
con  el  Padre  y  Espíritu  Santo  bibe  y  rreyna  por  todos  log  giglos 
de  los  siglos  para  siempre,  Amen. 


a  XXX  Uüb. 
Hñu  m.  d.  xxxxx. 


APÉNDICE  XXII. 


APOLOGIAS  Y  DISCUKSSÜS 

DE    LAS 

CONQUISTAS    OCCIDENTALES 

POR 

DON  BERNARDO  DE  VARGAS  MACHUCA, 

GOBERNADOR  Y  CAPITÁN  GENERAL  DE  LA  ISLA  MARGARITA, 

EN  CONTROVERSIA  DEL  TRATADO 

DESTRUICION  DE  LAS  INDIAS 

ESCRITO  POK 

DON  FRAY  BARTOLOMÉ  DE  LAS  CASAS, 

OBBISPO  DE  CHIAPA  EN  EL  AÑO  DE  1552, 

niRIGIDO  AL  EXCHO.  SEÑOR  DON  JUAN  DE  MENDOZA  T  LUNA,  MARQUÉS  DE  MONTES  CLAROi 

V  M'.RQOÉS  DE  OASTIL  DE  BAYUELA.  SEÑOR  DE  LAS  VILLAS  DE  LA  HIGUERA  DÉLAS  DUEÑAS, 

EL  COLMENAR,   EL    CARDOSO,  EL  VADO  Y  VALCONETE,   VIREY   LUGARTINIENTE  DEL   RKT 

NUKBTRO  SEÑOR,  SU  GOBERNADOR  Y  CAPITÁN  GENERAL  DE  LOS  REYNOS  T  PROVINCIA» 

DFX  PIRÓ,  TIERRA  FIRME  T  CHILE,  ETC. 


(Hay  un  escudo.) 


203 


DIREGION. 


Sabemos ,  aunque  oculta  la  virtud ,  la  operación  que  hace  la 
piedra  imán,  cuia  propiedad  al  justo  y  conparatiuamente  se  halla 
en  todo  Príncipe,  porque  si  bien  se  considera  se  arevatan  y  llevan 
tras  de  sí  las  voluntades;  y  si  todas  vezes  no  se  manifiestan,  es  por 
falta  de  ocasión,  y  avnque  es  verdad  carezco  della,  no  e  querido 
perder  tienpo  acogiéndome  á  las  muchas  virtudes  de  que  natural- 
mente V.  ex'.*  fué  doctado,  perflcionadas  con  tan  gran  prudencia, 
que  la  fama  pregona  y  los  honbres  se  an  de  acoger  á  la  virtud 
como  á  lugar  sagrado ,  de  donde  no  pueden  ser  escluidos ,  y  sola 
la  opinión  de  la  virtud  halaga  y  atrae,  esta  piedra  ymán  me  lleua 
engolfado  en  demanda  de  V.  Ex.*  ofreciéndole  el  trauajo  deste 
tratado  yntitulado  Defensa  de  las  conquistas  occidentales,  y  estoy 
cierto  que  hiéndese  fauorecido  le  crecerá  el  atreuimiento  de  na- 
vegar por  todo  el  rresto  del  mundo ,  ques  su  primer  yntento ,  si- 
guiendo al  que  escriuió  Don  Frai  Bartolomé  de  las  Casas  ó  Casaos, 
obbispo  de  Chiapa,  año  de  52 ;  y  avnque  estoy  cierto  de  muchas 
lides  que  se  le  ofrecerán,  así  dentro  de  España  como  fuera,  y  quel 
obispo  hallará  ynumerables  deffensorcs  y  padrinos  yncitados 
de  la  enemiga  que  á  nuestra  nación  tienen,  y  que  los  de  casa  mi- 
rarán con  mejores  ojos  las  racones  de  vn  obispo  religioso  y  docto 
que  las  de  vn  soldado  conquistador ,  con  todo,  en  su  defensa,  des- 
pués de  la  que  terna  de  V.  Ex.',  le  señalo  por  padrino  la  verda- 
dera razón  que  consigo  lleua,  y  en  las  cosas  grandes  a  de  poder 
más  la  razón  que  la  auturidad,  porque  suplico  á  V.  Ex/  le  reciua 
devajo  de  sfP[)rotection ,  que  espero  en  Dios  le  serán  agradables 
las  razones  en  que  se  funda,  y  consecutiuamente  á  todo  varón  que 


204 

la  conprehenda;  y  yo  diré,  biéndole  favorecido,  que  no  pudiera 
hallar  auparo  más  á  la  medida  de  su  yntento,  y  V.  Ex.*  cosa  que 
más  le  toque  defender,  como  quien  a  tenido  y  tiene  presente 
todo  el  govieruo  de  Indias  con  tan  larga  expirencia  y  conocimiento 
con  el  supremo  mando  en  todas  ellas;  guarde  Dios  á  V.  Ex.»  como 
puede  y  éste  su  criado  desea.  De  la  Margarita,  y  Agosto  10  de  612 
años. — Bernardo  de  ^Éjík 

i    El  resto  de  la  firma,  mutilada  por  la  cuchilla  del  encuadernador. 


2o; 


AL    LECTOR. 


Siendo,  como  es ,  cosa  natural  la  propia  defensa ,  no  e  podido 
escusar  de  boluer  por  mi  particular  onor  y  por  el  común  de  nues- 
tra nación,  que  con  rrostro  y  aparengias  pias,  le  pretendió  deslus- 
trar el  docto  Obispo  de  Chiapa  Don  Frai  Bartolomé  de  las  Casas 
ó  Casaos,  en  el  discurso  que  escriuió,  año  de  52,  con  aquel  yndig- 
no  titulo  Destruicion  de  las  Indias,  en  que  pretendió  prouar  por 
crueldades  los  castigos  jurídicos  en  todas  las  Occidentales  que  los 
conquistadores  executaron  y  executan  en  los  yudios  por  ynormes 
delitos  que  cometieron  y  cometen  cada  dia.  Y  a  fecho  tal  efecto 
entre  los  ügonotos,  que  siguiendo  su  antigua  malicia,  menospre- 
ciando la  mucha  cristiandad  de  España,  han  hecho  estanpas  donde 
descriuen  las  Indias  con  varias  formas  de  crueldades ,  citando  al 
obispo  de  Chiapa  por  los  capítulos  de  su  tractado,  vnas  que  ver- 
daderamente escriuió  y  otras  que  yn ventaron,  y  al  pié  dellas  es- 
critas palabras  contra  la  buena  opinión,  clemencia  y  piedad  cris- 
tiana; y  avnques  verdad  que  la  causa  principal  de  semejante 
motiuo  la  dio  el  Obispo  por  aver  escrito  tan  desnudamente  y  dado 
tan  cruel  nonbre  á  los  castigos  jurídicos,  ávn  no  es  bien  que  así 
lo  entiendan ,  sino  que  antes  se  les  deue  remuneración  de  permi- 
tidos y  justos  allanamientos;  y  si  por  las  relaciones  quel  Obispo 
tubo,  siendo  como  fueron,  siniestras,  las  afirmó  por  verdades,  con 
quánta  más  razón  podré  yo  con  propias  espirencias  defenderlas 
por  no  ser  justo  que  dañen  todo  vn  común  los  particulares  peca- 
dos de  vn  conquistador,  quel  Obispo  alcanzó  desalmado  y  ponien- 
do en  condición  de  tantos  y  tan  ylustres  varones ,  los  ynsignes 
nonbres  que  á  costa  de  su  sangre  tan  dificultosamente  alcanzaron 


206 
y  con  tan  peligrosos  travajos  defendieron,  que  quando  en  sí  la 
verdad  y  justicia  no  constara  con  tan  grande  evidencia,  las  rra- 
zones  que  se  hallan  en  las  discretas  conjeturas ,  fácilmente  lo  en- 
señarán, que  si  el  primer  yntento  que  los  conquistadores  tubieron 
en  sus  poblazones  se  considera  no  fué  otro  que  reducir  almas  al 
cielo,  vasallos  á  su  Rey,  como  para  sí  propios  honor  y  hazienda, 
que  acavando  los  yndios  como  el  Obispo  lo  dize ,  con  crueldades, 
zesara  todo  sin  grangear  almas  para  el  cielo  ni  para  el  rei  vasa- 
llos, ni  para  sí  ningún  provecho,  zevándose  tan  solamente  en  ti- 
ranías por  sólo  su  cruel  apecticto.  Esto  es  lo  que  me  a  obligado, 
como  á  parte  ynteresada ,  á  hazer  semejante  discurso  en  defensa 
del  hecho  de  las  conquistas  y  reputación  de  la  nación  española, 
como  quien  tiene  tan  larga  espirencia  dellas,  avnque  para  dispo- 
ner la  satisfacion  y  descargo ,  me  alio  falto  de  elegancia ,  y  con 
temor  de  sacar  á  luz  esta  defensa  por  ser  materia  difícil,  pero  per- 
suadido de  gente  graue  la  tomase  á  mi  cargo ,  me  resoluí  á  ello; 
si  azertare  á  satisfazer,  atribuyase  á  la  diuina  providencia,  consi- 
derando que  soy  soldado  y  que  siguo  vn  intento  bueno  y  descargo 
cristiano,  que  para  en  este  caso  vastará  considerar  la  razón ,  pues 
con  ella  no  ai  criatura  que  no  le  juzgue,  y  como  dize  el  consulto 
que  vasta  por  ley  y  desta  es  el  alma.  Y  porque  el  doctor  Ginóg 
de  Sepülveda,  coronista  del  enperador  Carlos  quinto,  sustentó  el 
derecho  real  en  controbersia  del  supra  escrito  Obbispo ,  y  no  es- 
criuió  el  hecho  de  las  conquistas  por  carezer  del,  y  á  mi  conpetir- 
me  por  las  razones  referidas,  me  a  parecido,  para  mejor  manifestar 
la  defensa,  ponerlas  objeciones  que  sobre  ello  ai  por  principio, 
pues  es  conuiniente  el  derecho  para  quel  hecho  sea  justificado, 
no  poniendo  en  dispucta  los  primeros  principios  sobre  que  se  funda, 
sino  presuponiéndolos  por  ciertos  y  llanos  y  que  pudieron  justa- 
mente los  reics  Despaña  azcrlas,  como  consta  de  bulas  de  Su  San- 
tidad ,  provando  solamente  el  modo  que  tubieron  los  españoles 
en  ellas  y  que  no  fueron  tiranías.  De  suerte  quel  (¡uod  quid  est 
de  la  justicia  y  causa  de  la  guerra  dejo,  y  sigo  el  hecho  y  rrazon, 


201 
pidiendo  al  discreto  lector  reciua  este  tratado  en  su  buena  gra- 
cia, &',  advirtiendo  á,  que  si  topare  otro,  en  verso  ó  prosa,  que  trate 
deste  yntento,  ynpreso  en  España  ó  fuera  della,  algunos  años  antes 
es  mi  travajo  y  pensamiento,  porque  a  15  años  que  hurtaron  éste 
mismo  libro,  enviándole  á  ynprimir  á  la  ciudad  de  Lima,  en  el 
Pirü,  estando  governando  á  Puerto  Velo,  cuia  advertencia  me  a 
parecido  vien  azerla  por  aver  tenido  algunas  claras  boyas  en 
el  caso  para  quel  letor  que  topare  por  dos  avtores  esta  defensa, 
conozca  su  berdadero  dueño ,  aunque  la  misma  obra  le  manifes- 
tará la  berdad,  que  no  puede  ser  ascondida  por  largo  tienpo,  &.* 


208 
DE  FRAI  PEDRO  DE  DMAÜA,  DE  LA  ORDEN  DE  PEDRICADORES. 

SONETO. 

Bernardo  en  el  valor ,  en  ciencia  Apolo , 
Cicerón  elegíante,  agudo  Escoto; 
Éuclides  español,  Séneca  docto, 
Nueuo  Platón  en  nuestro  mundo  solo. 

Tu  fama  que  del  vno  al  otro  Polo 
Publica  tu  virtud ,  al  más  rremoto 
Me  traxo  á  verte  y  á  cunplir  vn  bocto 
Sobre  los  honbros  del  furioso  Eolo. 

El  voto  fué  ser  tuio  eternamente , 

Y  a^ora  que  e  mirado  tu  sujecto 

Y  el  fructo  de  tu  yngenio  peregrino, 
Promecto  publicar  de  xente  en  xente 

Tu  nobleza ,  valor  y  ser  perfecto , 
Con  que  aspirando  vas  á  lo  diuino. 

DE  FRAI  ADRIANO  DE  PADILLA,  DE  LA  ORDEN  DE  PEDRICADORES. 


SONECTO. 


Las  armas  viste  y  juega  de  la  espada 
En  el  tienpo  de  Alfonso  venturoso , 
Bernardo  el  agrauiado  y  animoso , 
Por  boluer  por  su  España  atribulada. 

Y  bos,  Bernardo,  enbuestra  mano  osada, 
En  tiempo  de  Philipo  milagroso. 
Tomáis  la  pluma  de  boluer  ganoso 

Por  la  honrra  despañoles  derribada. 

Igual  tendréis  la  fama  con  Bernardo, 
Pues  el  espada  y  la  pluma  son  yguales, 

Y  ofrecen  premios  de  corona  y  gloria. 

Y  avnque  os  alauo  tarde,  no  soy  tardo 
En  conozer  Bernardos  ynmor tales 

Y  dedicar  mi  estilo  á  su  memoria. 


209 

DE  FRAI  REIMIDO  DE  CÁRDENAS,  DE  U  ORDEN  DE  PEDRICADORES. 


SONETO. 


Eminente  virtud,  prudencia  y  arte, 
Bernardo  y  lustre,  gloria  deste  suelo, 
Lo  qual  en*  vos  en  ninguno  puso  el  cielo 
Las  partes  juntas  que  á  sólo  vos  reparte. 

Quen  exercicios  del  sangriento  Marte , 
Vuestro  linaje  dio  el  más  alto  buelo , 

Y  de  buestro  cristiano  y  santo  zelo 
El  orue  lleno  está  de  parte  á  parte. 

La  fama  en  pregonaros  se  desvela 
Al  magno  os  ygualando  en  la  grandeza, 

Y  en  agudeza  á  todo  el  siglo  nuestro, 

De  vn  polo  al  otro  vuestro  nombre  buela , 
Tendréis  de  docto  la  suprema  alteza , 
Como  se  be  en  este  libro  buestro. 


DE  FRAI  FRANCISCO  MANSO  DE  CONTRERAS,  DE  LA  BORDEN  DE  PEDRICADORES. 


SONETO. 


Asi  del  manso  Ganxes  hasta  el  Nilo , 
Y  desde  el  rráudo  Tarsis  hast»el  Ebro, 
Sobre  molduras  de  sibel  y  enebro 
En  planchas  de  oro  y  losas  de  virilo , 

La  fama  escriua  con  mayor  estilo, 
Que  mi  ynorancia  do  el  yntento  quiebro 
Quando  en  mis  versos  tu  valor  zelebro  , 
Bernardo  ynsigne ,  afrenta  de  Camilo , 

Te  rruego  que  obligado  al  valor  tuyo  , 
Cuia  palabra,  avnque  de  Rei  no  sea, 
Cunplas  ques justo,  pues  te  sobran  méritos, 

Y  darás  á  la  fama  lo  ques  suyo ; 
Luz  á  tu  libro  aciendo ,  eterno  sea 
En  los  tienpos  fvturos  y  pretéritos. 

Tomo  LXXI.  U 


210 


epístola  í  parecer  del  licmciabo  zoyl  diez  flores 

Fiscal  en  la  Real  audiencia  de  Panamá,  del  Reyno  de  Tierra  Firme, 
al  gobernador  Don  Bernardo  de  Bargas  Machuca ,  en  que  aprueua 
la  controversia  en  fauor  del  hecho  de  las  conquistas  occidentales 
por  la  parte  afirmatiua,  y  reprueua  la  negatiua  según  y  como  en  él 

se  contiene. 

Quando  aquella  tan  celebrada  proposición  del  enperador  Jus- 
tiniano  2.*,  en  el  principio  del  proemio  de  sus  instituciones  legales, 
que  la  magestad  ynperial ,  no  sólo  ha  menester  estar  decorada  de 
armas ,  sino  tanvien  armada  de  leyes  para  poder  bien  gouernar 
en  arabos  tienpos,  guerra  y  paz,  su  ynperio,  saliendo  vitorioso  de 
los  enemigos  en  las  batallas,  y  extirpando  por  lijítimos  medios  las 
ynjustas  obras  de  los  calumniadores,  quedando  con  esto  tan  rreli- 
gioso  con  la  justicia,  quanto  triunphante  con  la  Vitoria,  no  estu- 
viera tan  prouada,  no  solamente  con  la  autoridad  de  su  autor,  sino 
con  muchos  exemplos  y  fuertes  razones  por  tan  doctos  barones 
que  sobrella  han  escripto  rreferidos,  el  que  V.  md.  oy  nos  da  en 
estas  sus  apologías  y  el  libro  de  milicia  yndiaua  bastará  por  su- 
flgietísimna  probanza  avñ  experimental  demostración,  porque  en 
este  subjeto  se  bee  experimentado  que  la  misericordia  y  berdad  se 
encontraron,  y  la  justicia  y  paz  se  dieron  beso  de  verdadera  vnion 
como  ya  dijo  el  Propheta  real  *,  «por  auer  nacjido  la  uerdad  de  la 
tierra  y  mirado  desde  el  cielo  la  justigia.»  Pues  en  él,  con  estilo 
graue  rrepresentando  los  casos  subcedidos  en  las  conquistas  que 
nuestros  españoles  an  echo  en  estas  tan  estendidas  provincias  de 
las  Indias,  tan  poco  conocidas  de  los  antiguos,  de  la  manera  que 
sucedieron,  ha  mostrado  con  clara  ebidencia  quán  en  confuso  y  á 
bulto  las  an  rreferido  y  rrefleren  aquellos  que  por  obscurecer  la 

*     Psalmo  84. 


211 

gloria  de  nuestra  nación ,  envidiada  de  muchas  por  sus  hazañas, 
dieron  nombre  de  tiránicas  crueldades  á  los  que  an  sido  permiti- 
dos y  ávn  necesarios  castigos  y  más  dignos  de  general  aprouacion, 
por  el  fin  y  gelo  sancto  de  plantar  en  tan  fértiles  y  espaciosos 
campos  la  viña  del  Señor,  que  del  vituperio  con  que  trata  dellos 
el  autor,  que  dando  más  crédito  con  menos  examen  que  deviera  á 
rrelaoiones  apasionadas  ó  de  poco  fundamento,  le  puso  para  que 
algunos  estrangeros  poco  debotos  de  nuestras  cosas  y  menos  de 
la  cathólica  ffee  se  ayan  atreuido  á  estanpar  por  orrendos  espe- 
táculos  de  ynvmanidades  lo  que  se  deue  pintar  por  dechado  de 
todo  manso  y  piadoso  gouierno;  y  avnque  con  el  escudo  de  tan 
berdaderas  rrazones  queda  tan  vien  defendida  la  justificación  con 
que  se  a  procedido  en  estas  conquistas;  que  en  quanto  á  los  hechos 
no  ay  cossa  que  les  pueda  offender.  Por  auer  V.  md.  mostrado, 
como  tan  buen  testigo ,  el  cierto  discurso  dellas  en  estas  sus  Apo- 
logías y  fiel  ystoria ,  y  antes  en  el  curioso  libro  de  la  MilÍQÍa  yn- 
diana,  siendo  ambos  libros  dos  yrrefragables  testimonios  de  ser  no 
menos  valeroso  y  prudente  capitán  que  curioso  y  discreto  corte- 
sano, y  ansí  podrá  pareger  superfino  tomar  en  añadir  más  funda- 
mentos y  trauajo,  todauía  e  querido  no  rreusar  éste  por  dos  muy 
preQiosas  causas.  La  primera ,  por  testificar  con  estos  barones  el 
deseo  que  tengo  de  rreconoQer  la  general  obligación  que  todos  los 
españoles  tenemos  á  la  defensa  de  los  que  tanta  honrra  y  prouecho 
ganaron  para  España  con  sus  conquistas,  á  tanta  costa  de  su 
sangre.  La  segunda,  por  manifestar  que  no  todos  los  estranjeros 
las  ofenden,  mas  antes  muchos  y  muy  granes  au  tomado  muy  á 
cargo,  no  sólo  defendellas  ^,  mas  ávn  ensalcallas.  Y  viniendo  á  la 
quistion,  si  au  sido  lícitas  ó  no,  por  la  parte  negatiua,  hace  que 
no  se  pueda  mouer  guerra  contra  los  ynfieles,  solamente  por 
sello  y  porque  se  buelban  christianos  como  lo  trae  Inocencio ,  ni 
en  la  ley  vieja  se  halla  que  el  pueblo  de  Isrrael  aya  mouido 
guerra  contra  los  estranjeros  por  sólo  este  rrespecto,  sino  por 
otras  rraQonables  causas,  y  porque  no  pareze  concurrir  los  rro- 
quisitos  de  la  justa  guerra,  principalmente  que  los  mismos  ynfle- 


Las  dichas  conquistas. 


212 

les  yndios  lo  ayan  merecido  por  alguna  causa ,  y  porque  nuestro 
señor  Jesu-Christo  y  sus  Apóstoles  no  hacían  la  guerra  con  po- 
tencia de  armas,  sino  con  piadosas  persuaciones  y  predicaciones 
evangélicas,  cuyo  exenplo  deuieran  seguirlos  españoles,  enviándo- 
les  primero  predicadores  del  Evanjelio  como  se  hico  en  la  primi- 
tiua  Iglesia,  porque  á  la  ffee^nadie  deue  ser  conpelido  por  fuerca, 
pues  sólo  se  admite  el  que  viene  de  su  boluntad;  á  lo  qual  se 
puede  añadir  que  los  niños  de  los  yndios  no  pueden  ser  forsados 
á  rrezeuir  la  fee  según  la  común  opinión  de  los  doctores. 

Mas  no  obstantes  los  dichos  fundamentos  y  otros  que  se  pue- 
den traer,  tengo  por  más  verdadera  la  parte  afirmatiua,  porque 
consta  que  estas  gentes  son  de  su  naturaleza  bárbaras  y  sin  pruden- 
cia alguna,  contaminadas  con  barbáricos  vicios  como  en  las  ysto- 
rias  dellos  se  lee^;  y  ansí,  pudieron  ser  por  armas  forcados  y  la 
guerra  de  derecho  natural  es  justa  contra  los  tales,  pues  los  que 
no  tienen  de  su  naturaleca  ánimos  yngénuos  para  poder  ser  Indu- 
cidos con  la  dotrina  de  las  palabras,  es  necesario  ponellos  como 
vnas  bestias  en  el  yugo  y  apremialles  con  el  rrigor  de  las  leyes,  y 
obrando  bien,  avnque  así  apremiados  con  la  costumbre  de  bien 
hacer,  al  cavo  salen  buenos  porque  de  obrar  muchas  vezes  según 
rrazon  se  imprime  la  forma  de  la  rracon  en  la  virtud  appetitiua, 
la  qual  ympresion  no  es  otra  cosa  sino  vna  virtud  moral  con  que 
los  vigios  se  han  desechando,  y  como  trae  el  diuino  Agustino  en 
el  libro  quinto  de  la  Qudad  de  Dios ,  cap.  12,  y  el  evangélico  doc- 
tor Sancto  Tomás  en  el  Hbro  3  del  Rrégimen  de  los  Príncipes,  cap.  4, 
por  esto  fué  lícito  el  ymperio  que  los  romanos  tubieron  en  las 
otras  gentes  y  adquirido  por  boluntad  de  Dios. 

Mayormente,  estantes  los  detestables  delictos  de  los  yndios,  en 
matar  en  sus  sacrificios  ynocentes ,  y  adorar  ydolos ,  por  lo  qual 


•  Cortés  en  süs  Cartas  al  Enperador.  Omedo,  en  su  Sumario,  c.  9  fojas  41, 
plana  1.",  Historia  moderna,  ynpresa  en  Ambares,  por  Minuncio,  año  1550,  fo- 
jas 291 ;  y  al  fin,  Gabriel  Laso,  en  su  Mexicana,  auto  1.",  &.  siguientes,  y  vno  que 
basta  por  todos,  el  padre  .loseplí  de  Acosla,  en  su  Historia  natural  y  moral  de 
yndiox,  lib.  5,  c.  19  y  20,  y  lib.  7,c.  24  y  25;  y  en  otros  C.  Arist  1.°,  Polit..  c.  2. 
de  Q  éí.  el  bicur  1 0  de  1 1.  D.  C.  en  su  his  matici;  23  q.^  6,  c.  ñ  &.  quis  nos  et  tibí. 
Ar«hil  Joan  Ap.  in  c.  2.*  deheret  in  6. 


213 

destruyó  Dios  omnipotente  tantas  gentes,  y  permitió  que  el  pueblo 
mismo  de  Isrrael  fuese  cautibo ,  y  ávn  asolado  en  la  captiuidad 
babilónica  y  vnibersal Diluvio ,  por  la  adoración  del  becerro,  los 
quales  preceptos,  si  fueron  guardados  antes  que  Cristo  viniese, 
¡quánto  más  se  deuen  guardar  después  de  su  benida!  Y  que  sea 
justa  causa  de  guerra  la  extirpación  de  los  ydólatras  se  prueba 
en  el  Deutoronomio,  cap.  12;  como  lo  hizo  Esechias,  4;  rregmim  18, 
Josias;  4,  rregnum;  23,  Danielis,  14.  Porque  los  ynfieles  que  pecan 
contra  la  ley  de  naturaleca ,  y  adoran  ydolos,  están  devajo  de  la 
potestad  del  Papa  que  es  Vicario  general  de  Christo,  que  la  dejó 
en  la  tierra  á  su  Vicario  ,  es  ásauer,  á  Pedro  y  á  sus  sucesores,  y 
ansí  pueden  por  él  ser  castigados,  aviendo  oportunidad  i,  Y  rres- 
pondiendo  á  los  fundamentos  contrarios ,  no  obsta  que  no  se  pueda 
mouer  guerra  á  los  ynfieles  por  la  ynñdelidad,  porque  esto  es 
verdad  por  sola  la  ynñdelidad ,  mas  es  al  contrario  si  no  guardan 
la  ley  de  naturaleza  y  adoran  ydolos ,  pecando  con  la  ley  natu- 
ral ,  despreciando  al  berdadero  Dios ;  luego  ligítimamente  pudie- 
ron ser  conquistados,  no  para  hazellos esclavos  ópriballos  de  sus 
vienes ,  sino  para  quitallos  de  tales  vigios ,  especialmente  del  ne- 
phando  de  sacrificar  ynocentes,  en  que  sólo  se  dige  enlaysla  Es- 
pañola que  sacrificauan  cada  año  mas  de  veynte  mili,  y  licita  es  la 
guerra,  quaudo  por  ella  más  fácilmente  se  yudugen  los  uenQidos 
á  vnion  de  piedad  y  de  justicia. 

No  obsta,  lo  que  se  dize  del  exemplo  de  Christo  y  de  sus  Após- 
toles, porque  se  deue  entender,  si  desta  manera  pudieran  atraellos; 
mas  fuérales  á  los  españoles  ynposible  si  primero  no  les  uviera 
conquistado,  porque  les  ympidian  muchas  dificultades  el  pedricar 
en  sus  tierras  así  como  matar  los  pedricadores ,  el  no  entender  las 
lenguas,  ni  consentir  que  se  comunicasen  para  yllas  entendiendo, 
la  mucha  distancia  de  las  poblaciones  y  grandeza  de  las  Indias, 
y  mucho  tiempo  que  se  rrequeria,  con  otros  muchos  ynconbinien- 
tes  que  pudieran  suceder,  y  ansí  pudieron  justamente  vsar  de  las 
conquistas  ávn  según  la  parábola  del  Evanjelio  2,  de  los  convidados 


1    C.  ut  tradunt  Doct.  in  c.  super  his  dei  uoto  anch.  &.  Host  col  3  &.  Heurr 
Boic&.Auchin  c.  gaudemus  de  di.  nortüs. 
3    6.  Lucse,  24. 


214 

á  las  bodas ,  donde  se  manda  conpeler  á  los  postreros,  como  bee- 
mos  en  Costantino  que  convirtió  la  rromana  República  de  los 
peruersos  ydólatras  ala  uerdadera  fee  de  Christo,  Nuestro  Señor, 
á  que  se  puede  añadir  lo  que  por  decreto  del  santísimo  Pontífice 
Gregorio  fué  loado  en  Genaudio  varón  christiauíssimo  por  auer  con 
guerra  traydo  á  la  debocion  de  los  christianos  á  los  paganos  yn- 
fieles,  no  subjetos  al  ymperio,  para  que  ansí,  conquistados  más 
fácilmente  se  atrajesen  á  la  christiana  rrelijion;  y  esto  se  comprueba 
por  lo  que  escriño  el  diuino  Augustino ,  que  fué  diferente  aquel 
tiempo  de  los  Apóstoles,  y  que  todas  las  cosas  tienen  el  suyo,  pues 
entonces  ávn  se  cumplia  lo  que  dijo  el  Propheta:  «porque bramaron 
las  gentes  y  los  pueblos  pensaron  banidades ,  assistieron  los  rreyes 
de  la  tierra ,  y  los  príncipes  se  juntaron  contra  el  Señor  y  contra 
su  Christo»,  porque  ávn  no  se  tratava  entonces  lo  que  poco  des- 
pués en  el  mismo  Psalmo^  se  dice:  «y  agora  rreyes,  entended 
y  aprended  los  que  juzgáis  la  tierra. w  De  esta  manera  Cario 
Magno  conquistó  los  sajones  que  eran  ydólatras  forzándoles 
á  rreQeuir  del  todo  la  fee  de  Christo  y  lo  mismo  á  los  españo- 
les hasta  que  enteramente  la  rreciuieron ;  alliende  de  lo  dicho, 
las  guerras  mouidas  por  los  españoles  fueron  con  avtoridad 
del  Papa  Alejandro  6 ,  con  caussas  justas  para  que  fázilmente 
se  yntrodugese  en  las  yslas  y  tierras  de  las  Indias  el  nombre 
de  nuestro  Saluador  y  Señor  Jesu-Christo,  el  qual  no  se  podía 
predicar  si  primero  no  se  ueneflciaran  estas  gentes  de  su  natu- 
raleza bárbaras,  como  los  mismos  subcesos  lo  mostraron;  pues 
después  que  fueron  subjetos  luego  rreziuieron  el  nombre  de  Christo 
y  su  Evangelio;  y  ^ierto  es,  que  el  Papa  puede  justamente  hazer 
que  se  mueua  guerra  contra  ynfieles,  y  quien  lo  coutrario  afirmase 
del  Papa  no  quedaría  sin  nota  de  eregia,  y  así  queda  claro  auerse 
lícitamente  movido  las  guerras  contra  los  bárbaros  destas  rre- 
ñiones  por  la  authoridad  del  Sumo  Pontífice,  y  por  derecho  de 
justa  guerra  poseerse  lícitamente  los  lugares  é  yslas  por  los  espa- 
ñoles que  las  ganaron,  pues  en  la  bulla  del  Papa  pareze  de  su 
propio  motuo,  liberalidad,  Qierta  s(?ienQia  y  plenitud  de  la  auto- 

í    Psalmo  V 


215 

ridad  apostólica  Silla,  aber  concedido  y  donado  al  serenísimo 
rey  D.  Fernando  estos  lugares  é  yslas;  y  lo  que  fué  admirable  y 
nuebo,  poniendo  sus  términos  en  el  Qielo  y  ayre,  es  á  sauer;  fa- 
bricando y  haQiendo  vna  rraya  desde  el  polo  Ártico,  dicho  sep- 
tentrión, hasta  el  polo  Antartico,  dicho  medio  dia,  como  más  largo 
en  el  previlegio  de  la  concession  se  contiene,  de  los  quales  lugares 
de  nueuo  descubiertos  afirma  Gerónimo  de  Monte  Brigiano,  en  su 
Tratado  de  términos,  que  en  tiempo  del  dicho  Papa  Alexandro  sesto 
fueron  puestos  términos  en  el  cielo  y  ayre  entre  portugueses  y 
castellanos,  devidiendo  las  yslas  en  las  Indias  de  nueuo  entonces 
descubiertas  por  lineas  y  grados  del  cielo;  de  manera  que  todo  lo 
que  se  descubría  á  la  parte  del  Oriente  era  de  portugueses  y  á  la 
parte  del  Poniente  de  Castellanos.  No  se  puede  poner  duda  que  esta 
congession  de  conquistas  valió,  puesto  que  ávn  no  estubiesen  las 
tierras  conquistadas  ni  ávn  descubiertas,  sino  que  se  pretendian 
descubrir  y  conquistar,  y  assí  nunca  ubiesen  sido  de  christianos 
como  expresamente  en  la  misma  concession  se  dize  por  estas  pa- 
labras formales,  que  se  concede  lo  que  por  otro  rey  ó  príncipe 
christiano  no  aya  sido  actualmente  poseído  hasta  el  dia  de  la 
Natividad  de  Nuestro  Señor  Jesu-Christo  próximo  passado,  porque 
todos  los  doctores,  sin  descrepar,  tienen  que  la  cosa  que  siempre 
vuiere  sido  de  enemigos  se  puede  dejar  y  mandar  devajo  de  con- 
diQion  si  fuere  conquistada,  por  ser  honesta  la  esperanza  desta 
condición,  como  el  rey  de  Aragón  hizo  donagion  áel  ospital  de  San 
Juan  del  castillo  del  Calbario  con  sus  términos,  en  que  caya  Ro- 
sellis  que  eran  lugares  de  ynñeles  y  nunca  fueron  de  christianos 
con  coudigion  si  los  ganase  á  los  ynñeles  ^;  y  de  la  donación  hecha 
por  el  Papa  de  las  tierras  poseydas  por  los  ynfleles,  que  alguna 
hez  fueron  de  christianos:  que  valga  sin  dificultad,  lo  traen  los 
doctores,  y  ansí  el  captibo  por  la  esperanza  de  la  libertad  puede 
ser  ynstituido  por  heredero  *. 

Y,  finalmente,  no  obstante  decir  que  nadie  a  de  ser  forgado  & 
rrezeuir  la  fe,  porque  los  yndios  no  fueron  á  esto  forjados ,  sino 


1     Pertx  in  c.  sane  de  re  judicata  in. 

•    C.  d.  1.  id  quod  d.  1.  illa  ia  sti  tu."*  L,  qui  apud  iiosles.  H.  De  herede  inst. 


216 

que  las  guerras  se  les  movieron  porque  no  ympidiesen  la  pedriea- 
Qion  y  la  propagación  de  la  fee  de  Christo,  y  admitiesen  á  los  que 
viniesen  á  ynstruillos  en  ella  com  piedad,  y  después  de  su  bo- 
luntad,  creyendo  se  convirtiesen  como  sucedió,  que  á  manadas  se 
dice  benian  á  rreceuir  el  baptismo;  porque  consta  que  ávn  antes  de 
los  tiempos  de  Constantino  no  se  podia  sin  peligro  de  muerte  pe- 
dricar  la  fee;  y  según  lo  que  trae  Santo  Tomás  *,  muchas  vezes  se 
muebe  guerra  contra  yufleles  por  no  hazellos  creer  por  fuerza, 
sino  por  forQallos  á  que  no  ynpidan  la  fee;  y  asi  el  orden  que  se  a 
tenido  y  mandó  tener  en  estas  conquistas  se  les  rrequiere  con  la 
paz  y  se  les  pide  oygan  lo  que  de  parte  de  Dios  y  del  rrey  se  les 
ba  á  degir;  y  á  los  que  esto  escuchan  y  no  rresisten  ninguna  vio- 
lengianifuerca  se  leshage,  sino  que  en  toda  su  libertad  seles  dejaua, 
mas  á  los  que  rresistian  y  sallan  de  guerra  sin  querer  oyr  ni  en- 
tender lo  que  se  les  qUeria  déQir  ni  admitir  contratación  alguna, 
como  á  verdaderos  enemigos  y  personas  que  no  querían  oyr  ni 
entender  por  no  hacer  vien,  y  huyan  de  la  luz  porque  no  se  au- 
yentase  sus  tinieblas,  justamente  se  les  podia  y  deuia  hager  la 
guerra  y  conpelelles  á  la  paz  para  quitar  los  ynpedimentos  que 
ellos  ynjustamente  ponian  á  la  pedricacion  evangélica  y  á  la  . 
execucion  de  lo  ordenado  por  el  Papa,  Vicario  de  Christo,  cuya 
juridigion  es  suprema  para  podellos  compeler  y  por  fuerza  de 
cuchillo  material,  con  la  mano  del  principe  seglar  y  sus  ministros, 
á  quien  lo  quiso  cometer,  quien  más  mal  a  sentido  destas  con- 
quistas la  confiesan  y  fundan  largamente,   especialmente  el  mis- 
mo obispo  de  Chiapa  en  su  tratado  comprouatorio  del  ymperio 
soberano,  y  principado  vnibersal  que  los  rreyes  de  Castilla  y  de 
León  tienen  sobre  las  Indias  desde  el  principio  por  todo  él,  y  más 
en  particular  y  largamente  en  la  conclusión  y  proposición  coro- 
laria  que  el  poder  de  los  ynfieles  en  sus  rreynos  no  es  dado  por 
Dios,  según  lo  rreferido  del  dicho  Psalmo  y  por  Oseas  en  el  capítu- 
lo 8:  «ellos  Reynaron  y  no  con  mi  avtoridad,»  por  los  quales  y  otro» 
muchos  fundamentos  que  por  evitar  prolijidad  dejo,  siguieron 
esta  opinión  por  más  cierta  el  eloqueníe  y  docto  Juan  Xinés  de  Se- 

»    2i,q.«  10.  ar.*  8. 


217 

pülueda,  coronista  de  la  majestad  del  Emperador  Carlos  quinto, 
en  el  tratado  y  disputas  y  apologías  que  sobre  ello  hizo  contra  el 
obispo  de  Chiapa,  y  después  el  doctíssinao  barón  frai  Francisco  de 
Victoria  en  particular  tratado,  y  vltimamente,  de  los  estrangeros 
el  gran  jurista  Marquardo  de  Susanis,  natural  de  la  Qiudad  de 
Oteua,  en  el  señorío  de  Benecia,  tratando  de  los  yndios  y  otros  yn- 
fieles  en  el  cap.  14  de  la  primera  parte  principal,  á  quien  e  que- 
rido particularmente  rreferir  porque  se  bea  como  la  fuerca  de  la 
rrazon  le  a  hecho,  con  ser  estrangero,  no  sólo  aprouar  la  opinión 
que  vmd.  en  estas  sus  apologías  con  la  verdad  del  hecho  defiende, 
mas  á  defendellas  y  conprouallas  con  tantas  y  tan  eficaces  au- 
thoridades  de  los  derechos  y  Sagrada  Escriptura,  y  viéndose  en 
este  su  libro  el  hecho  y  derecho  tan  vien  defendidos,  den  les  con- 
quistadores por  bien  empleados  sus  trauajos,  y  los  conquistados 
alaben  bien  á  Dios  que  de  su  ceguedad  les  sacó  á  la  luz  de  la  fee 
cathólica  por  medio  de  ellos,  y  todo  el  rreyno  de  la  militante  ca- 
thólica  yglesia  á  cuya  correction  someto  lo  dicho,  por  las  crecidas 
mercedes  que  en  vno  y  otro  les  a  hecho,  suplicándole  que  á  todos 
nos  de  gragia  "para  qua  acertemos  á  conquistar  el  de  la  triun- 
fante donde  está  el  cumplimiento  y  perfection  de  todos  los  bienes. 
Amen. 


218 


DISCURSOS  APOLÓXICOS 

en  controversia  del  ti'atado   que  escriuió   Don  Frai  Bartolomé 

de  las  Casas,  obispo  de  Chiapa,  año  de  1552,  yntitulado destruÍQÍon 

de  las  Indias,  reproiiaíido  el  hecho  dellas,  á  cuya  defensa 

se  opone  el  avtor. 

EXORTACION. 

La  fortaleza  es  vna  virtud  según  la  aprueua  el  sentido  de  los 
doctos  y  propia  diflnicion,  que  tiene  por  oficio  pelear  siempre  de- 
fendiendo lo  que  es  justo,  como  también  lo  dize  Cicerón  *,  cuio  pen- 
samiento principalmente  me  a  obligado  á  enprender  tal  contro- 
versia, teniendo  por  mui  cierto  defender  causa  justa,  como  así  lo 
pensaría  Don  Frai  Bartolomé  de  las  Casas  ó  Casaos,  obispo  de 
Chiapa,  provingia  conprehendida  en  el  continente  de  la  Nueua 
España,  cuando  escriuió  su  libro  yntitulado,  Destruicion  de  las 
Indias  OQidentales,  ynpreso  en  el  año  de  mil  y  quinientos  y  cin- 
quenta  y  dos,  en  que  zertifica  cómo  los  españoles  descubrieron  la 
isla  Española,  año  de  mil  y  quatrocientos  y  nobenta  y  dos,  y  que 
la  fueron  á  poblar  el  siguiente,  como  asi  fué.  Asimismo  dixo  ques- 
ta  ysla  tiene  seiscientas  leguas  en  circunferencia,  como  también 
trata  de  todas  las  demás  sus  circunbecinas,  así  á  varlovento  como 
á  sotavento,  y  que  hasta  el  año  de  quinientos  y  quarenta  y  vno, 
que  eran  descubiertas  diez  mil  leguas  de  costa  de  tierra  firme,  y 
todo  lleno  de  jente  como  se  suele  hallar  vna  colmena  llena  de  ave- 
jas,  á  donde  parecía  aver  Dios  puesto  el  maior  golpe  del  linage 
humano,  según  la  grande  cantidad  de  yudios  quen  todas  ellas  se 
vieron  y  hallaron,  y  que  todos  fueron  acavados  por  tiranías  y  cruel- 
dades de  nuestros  conquistadores.  Aquí  será  fuerza  yr  conzedien- 
do  y  negando,  siguiéndole  conforme  depusiere  en  lo  que  fuere  de 


Cicerón,  Officiosr. 


219 

esenQia,  porque  haciéndolo  ansí  quedará  la  uerdad  más  clara,  y  si 
fuere  en  razón  puesto,  será  convioiente  concederlo  por  ser  necesa- 
rias en  todas  las  cosas  la  rrazon  y  la  obra,  como  dize  Hugo  *,  y 
faltando  della  negárselo  con  los  más  fuertes  argumentos  y  pruebas 
que  podamos;  lo  que  se  le  concede  yiniendo  al  caso,  es  el  tiempo 
del  descubrimiento  en' que  dize  se  pobló  la  isla  Española  y  tierra 
firme. 

Negamos  las  diez  mili  leguas  que  dize  de  costa  de  tierra  firme 
y  la  ynnumerable  gente  en  general,  por  cuyas  rrazones  conocere- 
mos los  demás  particulares  de  que  se  tratará,  porque  siendo  en 
parte  falto,  lo  propuesto  debe  ser  presuupQion,  lo  será  en  el  todo: 
dize  que  estauan  descubiertas  diez  mili  leguas  de  costa  firme 
hasta  el  año  de  quarentay  uno,  que  todo  lo  descubierto,  según  lo 
que  en  su  tratado  apunta,  es  desde  la  Florida  hasta  el  rrio  de  la 
Plata,  hagiendo  la  Florida  diferente  tierra  de  lo  que  es,  en  que 
llanamente  se  conoce  aber  andado  á  tiento,  pues  tomando  la  Flo- 
rida de  lo  vltimo  desde  la  caueza  de  los  Mártires  que  está  en  veyn- 
te  y  Qinco  grados  septentrionales  hasta  el  rrio  de  la  Plata,  que 
está  en  treinta  y  ginco  australes,  corriendo  la  costa  con  sus  propios 
rrumbos  y  el  conpás  en  la  mano,  hallaremos  que  no  ay  más  de  dos 
mili  y  ochocientas,  que  rrestadas  con  diez  mil  que  dize,  faltan  siete 
mil  y  decientas  de  tierra,  y  esto  no  es  cossa  que  en  sí  puede  rrezeuir 
duda,  sino  que  qualquiera,  avnque  no  lo  aya  navegado,  hallará  en 
la  carta  de  marear  y  derroteros  el  mismo  número  que  e  señalado;  y 
quando  quisiere  meter  en  la  quenta  las  dos  costas  del  mar  del  Sur 
y  del  Norte,  avnque  él  no  lo  declara,  vienen  á  ser  las  que  ay  en 
todo  seis  mili  que  ávn  faltan  quatro  mili  leguas.  Pues  á  lo  que  dize 
estaba  todo  lleno  de  yndios  como  vna  colmena  de  abexas,  los  más 
gauen  que  todas  aquellas  costas  ó  la  mayor  parte  á  la  banda  y  mar 
del  norte  son  montañas  y  boscages  que  llaman  arcabucos  y  mangla- 
res, y  esta  tierra,  de  buena  rrazon,  no  puede  ser  habitada  por  dos 
causas;  la  vna,  por  la  grande  maleca,  y  la  otra,  por  mala  calidad, 
causada  de  ser  ympedido  el  byento  de  la  espesura ,  que  es  ecelsa 
y  muy  ferrada,  con  que  no  puede  vañar  la  tierra  y  lo  mismo  los 


Hugo,  lib.  S.  Didascalorum. 


220 

rrayos  del  sol ,  á  quien  tanbien  niega  la  entrada ,  por  cuya  causa 
las  humidades  y  bapores  gruesos  lahagen  enferma;  y  no  parezca 
encarecimiento  demasiado  decir  que  al  sol  ympide  la  entrada  el 
alteca  y  espesura  de  los  árboles,  que  para  el  que  no  lo  vuiere  visto 
y  dudare,  tengo  por  abonador  á  Plinio  en  su  natural  ystoria,  que 
afirma  en  partes  del  oriente  ay  árboles  de  tanta  sublimidad ,  que 
con  vn  tiro  de  ballesta  no  se  alcanca  la  cima  dellos,  como  asi  es 
en  estas,  con  que  el  viento  ni  el  sol  no  hacen  efecto,  y  las  pobla- 
ciones que  ay  abitables  son  en  tierra  rrasa  y  limpia,  y  si  algunas 
ay  en  estas  montañas  y  carcabucos,  de  rrazon  an  de  ser  enfermas 
y  de  poco  número  de  gente,  ecepto  parte  de  la  costa  del  Darien  y 
Beragua,  que  tuuo  alguna  cantidad  de  tal  calidad ,  que  mudán- 
dose de  temple  diferente  del  de  su  población  y  terruño,  enferma- 
uan  y  morian;  pues  si  vien  consideramos  estas  dos  mili  y  ocho- 
cientas leguas ,  como  atrás  dijimos ,  hallaremos  de  quatro  partes 
las  dos  ocupadas  destas  montañas  en  el  modo  rreferido ,  y  despo- 
bladas grandes  trechos  de  cinquenta  leguas,  á  ciento  y  á  ducien- 
tas;  y  adviértase  aquí  en  esta  quenta  entrar  tanvien  toda  la  costa 
del  Brasil,  que  son  seiscientas  y  sesenta  leguas  hauitadas  de  por- 
tugueses, donde  los  castellanos  no  tubieron  que  hazer,  ni  los  que 
habitan  tan  poco  en  rrazon  de  conquistas,  porque  allí  no  simen 
'los  yndios,  ni  los  portugueses  se  aprouechan  dellos,  saibó  en 
materia  de  rrescates,  pues  rrebatidas  esta  cantidad  de  leguas 
conforme  á  la  quenta  no  ai  más  de  las  referidas,  y  destas  no  se 
hallan  de  costa  poblada  las  mili ,  porque  todo  lo  demás  son  arca- 
bucos y  despoblados,  como  así  se  hallaron  quando  los  nuestros  los 
descubrieron,  y  que  sea  esto  así  uerdad,  y  que  no  ayan  sido  des- 
pobladas estas  partes  rreferidas  por  nuestros  españoles ,  sanemos 
que  en  los  demás  de  estos  despoblados,  avnque  los  an  reconocido 
no  an  puesto  en  ellos  los  pies  para  en  hecho  de  poblar,  porque  el 
español  no  puebla  ni  auita  la  tierra  disierta  por  muy  sana  y  rrica 
que  sea  de  oro  y  plata,  y  hauita  y  puebla  donde  halla  yndios, 
aunque  sea  pobre  y  falta  de  salud ,  porque  no  teniendo  yndios  de 
repartimiento ,  no  se  puede  gocar  de  lo  que  la  tierra  offreoe  ansí 
en  los  venas  como  en  la  cima  della,  ni  será  de  ningún  aprouecha- 
miento  la  población,  siendo  despoblada  de  indios,  ni  se  podrá 


221 

llamar  conquista,  y  si  se  llamare,  arguye  que  ay  gente  que  de- 
fiende la  tierra ,  y  déuese  creer  que  en  estas  partes  montuosas  y 
ocarcabucos  asi  de  Tierra  Firme  como  de  yslas  rreferidas  será 
mal  sana ,  aunque  es  verdad  se  hallaron  poblaciones  de  naturales, 
pero  pocas,  y  las  que  se  poblaron  por  nuestros  españoles  se  an 
desminuido  en  parte,  y  en  algunas  en  el  todo;  esto  esenquanto  á 
la  costa,  porque  quando  tratemos  de  la  tierra  adentro,  rreferire- 
mos  el  gran  número  que  hubo  y  ai  de  naturales,  y  porqué  caussa 
los  abia  y  dexa  de  auer ;  pero  concluyendo  con  esta  costa  llena 
como  vna  colmena,  y  donde  dize  halló  el  mayor  golpe  del  género 
humano,  digo  que  por  boto  de  los  muy  práticos  de  ella,  se  hallará 
que  fué  mucho  menor ,  y  de  la  disminuicion  daremos  adelante  la 
rrazon  más  llana. 

En  la  costa  de  la  mar  del  sur ,  que  es  del  Pirú ,  Tierra  Firme 
y  Nueua  España ,  en  parte  se  halló  gran  golpe  de  gente,  como 
adelante  diremos ;  pero  en  otras ,  como  es  del  estrecho  de  Maga- 
llanes hasta  el  puerto  de  Valdiuia,  y  de  las  Esmeraldas  hasta  Bal- 
cano  ,  y  de  Mariato  hasta  Cartago  y  Esparca,  y  del  puerto  de  la 
Concepción  hasta  las  Californias  y  punta  de  San  Agustín  y  cauo 
Mendocino ,  que  es  mucha  suma  de  leguas ,  nunca  los  españoles 
hasta  agora  lo  an  acauado  de  conquistar ,  por  ynpedimentos  que 
lo  han  estoruado  y  estorban. 

Dize  más,  que  es  la  gente  á  quien  Dios  crió  la  más  simple  del 
mundo,  sin  maldades  ni  doblezes,  obedientes,  fidelísimos,  pacífi- 
cos ,  ñacos  de  cumplision ,  y  que  más  fácilmente  mueren  de  una 
enfermedad ,  y  que  son  sinceros  y  nada  cobdiciossos  y  muy  ene- 
migos de  poseer  vienes  temporales,  y  de  tanta  abstinencia  en  su 
comer  y  dormir  que  la  que  tubieron  los  Santos  Padres  en  el  di- 
sierto  no  parece  auer  sido  más;  al  fin,  los  hace  de  tantas  y  buenas 
costumbres  y  tan  uirtuosos ,  que  conforme  á  nuestra  santa  fee  yo 
no  podria  dudar  que  qiialquiera  que  vbiere  rrezeuido  el  sancto 
vauptismo  se  dejase  de  sainar  avnque  viua  muchos  años ;  y  por- 
que hablemos  verdades  y  no  yronías  y  retocando  en  lo  que  me  a 
parecido  dellos,  sin  lebantarles  falso  testimonio,  pues  estimo  yo  en 
tanto  mi  saluacion  como  el  Obispo  la  suya,  y  comencando,  digo, 
que  él  los  haze  dueños  de  todas  virtudes  y  yo  falto  dellas,  y 


222 

es  lenguaje  general  en  todas  las  Indias  entre  gente  especulatiua, 
que  quando  el  yndio  se  bee  libre  j  sin  temor ,  no  tiene  ninguna 
virtud,  y  quando  se  halla  opreso  y  temeroso  hace  muestra  de  te- 
nellas  todas  juntas;  esto  lo  deue  de  caussar  que  yo  e  ttratado 
sienpre  con  yndios  libres  y  sin  temor  ansí  en  paz  como  en  guerra, 
por  cuya  causa  los  e  hallado  faltos  de  todo  género  de  virtud,  como 
he  rreferido,  y  al  contrario,  auer  tratado  el  Obispo  con  domésticos 
de  sus  monasterios,  rrendidos  á  la  servidumbre  de  muchos  años,  y 
es  ansí  que  los  que  frecuentan  los  monastsrios ,  ora  forcados,  ora 
de  grado ,  no  son  ydólatras  ni  bellicossos ,  y  aunque  lo  ayan  sido 
lo  encubren ,  ó  que  ya  lo  an  perdido  con  la  comunicación  chris- 
tiana  y  rreligiosa,  mostrando  notable  humilldad  con  que  tapan  los 
muchos  vigios  que  tienen ;  quisiera  yo  saber  si  el  Obispo  entró 
sólo  á  pedricarles  el  sancto  Evangelio  antes  de  las  conquistas ,  y 
si  los  halló  tan  humilldes  como  los  pregona ;  á  esto  me  digera  si 
fuera  bibo  que  no  lo  auia  prouado,  y  yo  estoy  cierto  que  si  prouara 
que  quedaran  llenos  de  virtud  de  la  carne  de  su  cuerpo,  y  quando 
no  comieran  carne  humana,  á  lo  menos  estoy  gierto  le  mataran 
con  vn  millón  de  tormentos,  haciendo  puente  de  su  cuerpo  en  las 
ciénegas  y  arroyos,  como  ya  se  a  uisto  y  encontrado  algunos  reli- 
giosos que  anim9sa  y  sanctamente  se  an  ofrecido  con  determina- 
ción al  martirio  por  pedricarles  el  sancto  Evangelio;  por  dar  certi- 
ficaQion  de  algunas  de  las  partes  donde  los  an  hallado  echos  puen- 
tes, digo,  que  en  Carare,  prouingia  del  Sollo,  rriberas  del  rrio 
grande  de  la  Magdalena,  y  esto  no  es  cossa  extraordinaria,  por- 
que en  todas  las  Indias  a  subgedido ,  y  si  no  en  todas  en  mucha 
parte  dellas;  y  porque  viene  á  propósito,  por  principio  se  advierta 
lo  que  le  subcedió  en  Cumaná  y  Cumanagoto  quando  el  obispo, 
siendo  clérigo,  vino  á  España  á  persuadir  é  ynportunar  á  la  ma- 
gestad  del  enperador  Carlos  quinto,  de  gloriosa  memoria,  con 
largos  rrazonamientos  y  persuasiones,  baupti^ados  con  sanctos 
exemplos,  que  le  diesse  labradores  desarmados  con  sus  mugeres 
y  hijos  para  que  poblasen  aquellos  yndios,  que  eran  vnos  corde- 
ros, y  que  hechasen  de  allí  á  Gonzalo  de  Ocampo  y  á  sus  soldados 
que  poblados  estavan ,  á  quienes  ynputó  de  crueles  porque  no 
entrando  con  el  rrigor  y  extratagemas  de  güera,  sino  con  la  bon- 


223 

dad  y  sanidad  aldeana,  que  los  yndios  serian  muy  contentos 
y  domésticos ,  y  no  yntentarian  traycion  alguna ,  como  ya  otras 
vezes  auian  hecho,  y  que  guardarían  la  paz;  y  su  magestad, 
aunque  deuió  sentir  otra  cossa ,  porque  no  se  atribuyese  á  jéuero 
de  rrigor,  hussando  de  su  acostumbrada  clemencia,  se  lo  concedió 
y  dio  comission,  nauíos  y  peltrechos  para  ello ,  y  él  hizo  la  gente 
rreferida,  y  se  enbarcó  y  arriuó  á  la  costa  y  saltó  en  ella,  donde  á 
el  punto  tomó  la  posesión,  y  echó  fuera  al  capitán  y  gente  que 
abitaua  en  el  pueblo ,  y  ellos  se  salieron  bien  ciertos  de  lo  que 
después  subgedió ,  y  él  se  quedó  manifestándosse  á  los  yndios  con 
grandes  caricias.  Pobló,  ó  despobló  por  mejor  degir,  la  tierra,  que 
esperando  los  yndios  á  que  descansasen  algunos  dias,  y  que  se  rre- 
higiesen  de  la  esterilidad  de  la  mar,  y  hiendo  que  ya  abian  cobrado 
carnes,  los  yndios  se  juntaron  y  dieron  en  ellos  con  mucho  rigor, 
matándolos  y  comiendo  los  más  dellos,  y  fué  á  tiempo  que  el  sin- 
zero  obispo  estaña  en  Sancto  Domingo  y  real  audiencia  en  nego- 
cios de  su  rrepública  *,  y  no  faltó  á  este  tiempo  quien  contrahiziese 
las  zeremonias  relijiosas,  trayendo  de  ordinario  el  breuiario  en  la 
mano,  y  todos  se  vistieron  las  rropas  y  vestidos  aldeanos ,  toman- 
do las  formas  de  sus  propios  dueños,  hicieron  mili  martirios  en 
ellos  y  en  sus  mugeres  tan  ynormes,  que  quando  fueron  al  castigo 
las  hallauan  por  las  playas  podridas  metidos  cuernos  por  las  partes 
bajas;  y  esto  seria  después  de  auerse  aprouechado  dellas,  pereció 
toda  esta  gente,  sin  que  escapase  criatura.  E  traydo  este  subceso 
para  exemplo  del  daño  que  hace  y  puede  hacer  vna  ynoran^ia, 
aunque  sea  enbuelta  en  aparencia  de  santidad;  y  si  es  verdad  que 
son  yguales  en  la  culpa  el  que  comete  delito  y  el  que  da  la  causa 
próxima  á  él,  culpado  fué  el  obispo,  por  cuyo  suceso  tomó  el  abito 
dominico  y  boluió  á  España,  que  fué  quando  se  ocupó  en  escriuir 
el  tratado  rreferido,  y  después  vino  á  ser  obispo  de  Chiapa;  y  digo 
que  fué  culpado  en  este  hecho,  pues  por  su  rrespecto  se  hizo 
aquella  población  con  tanto  daño,  certificando  bondad  donde  no 
la  auia  ni  ay,  ni  nunca  menos  se  a  uisto  en  los  naturales  de  aques- 


i    Para  saber  la  verdad  de  lo  ocurrido  en  Cumaná  es  preciso  tener  en  cuenta 
lo  que  sobre  el  asunto  dice  Las  Casas  en  su  Historia  general. 


224 

tas  partes,  porque  si  ay  gente  cruel  en  el  mundo  lo  es  ésta ,  asaí 
por  la  experiencia  que  tenemos  de  las  cossas  que  ynteutan  y  hazen, 
como  adelante  se  yrán  rrefiriendo ,  y  es  cossa  natural  hallarse  en 
ánimos  cobardes  la  crueldad ,  porque  quanto  son  cobardes  tanto 
son  crueles,  vicio  de  fieras,  y  estos  yndios  lo  muestran  bien ,  y  de 
aquí  nace  quando  se  been  vencidos  y  que  tienen  miedo  ser  vnos 
corderos,  pero  quando  les  falta,  y  sobra  la  libertad  conbenimiento, 
no  ay  tigres  que  tan  brabos  sean;  y  así,  si  acuden  á  la  ubidencia 
y  doctrina  del  sancto  Evanjelio,  es  mirando  la  fuerca  de  soldados 
á  la  uista,  que  hasta  oy  no  se  a  entendido  en  las  Indias  oQidenta- 
les  auer  hecho  efeto  religiossos  en  ellos,  entrando  solos  sin  campo 
de  gente  que  ya  se  an  hecho  muchas  prueuas  en  el  caso  y  dejan  sus 
bidas,  y  si  alguno  a  sido  en  yndios  cansados  de  la  guerra  y  de- 
seosos ya  de  la  paz ,  y  viendo  gerca  los  soldados  que  están  mos- 
trándose con  las  armas;  daré  mi  voto  como  hombre  que  tanto  los 
he  tratado  y  que  tiene  experiencia  dellos  en  las  conquistas  y  fuera 
dellas,  y  créanme,  como  á  christiano  que  soy,  que  para  que  se 
conbiertan  conbiene  que  entren  á  la  par  los  religiosos  y  la  gente 
de  guerra,  porque  será  mas  breue  la  conuersion ,  y  más  almas  las 
que  se  salvarán,  pues  todo  este  mundo  no  se  puede  estimar  en 
tanto  como  el  valor  de  vna  sola ;  y  si  se  hallaren  algunos  yndios 
de  loable  condigion,  se  deven  estimar  en  mucho,  aciéndoles  buen 
tratamiento  y  onrra  como  ájente  amiga,  en  quienes  reconozerá  el 
conquistador  buena  acojida  con  segura  paz ,  porque  teniendo  es- 
traordinarias  costumbres  y  naturaleza,  será  cosa  mui  cierta  en 
ellos  estraordinarios  efectos  ^. 


*  Contra  estas  aseveraciones  de  Vargas  Machuca  está  lo  ocurrido  en  Togu- 
lullán,  donde  los  dominicos,  dirigidos  por  Las  Casas,  trajeron  de  más  á  los  in- 
dios, que  por  cierto  eran  de  los  más  indómitos  y  belicosos  de  toda  América. 


.í¿5 


DISCURSO  É  APOLOGÍA  PRIMERA 
en  fauor  de  ta  particular  conquista  de  la  ysla  Española. 

La  malizia  del  demonio  hordiuariamente  pretende  quitar  la 
rrazou  á  los  humanos ,  para  que  queden  convertidos  en  brutos  ani- 
males, por  cuyo  camino  a  poseido  tanto  tiempo  estos  yndios  y 
veese  bien  por  lo  que  escriue  el  mismo  Obispo  de  Chiapa  en  su  Tra- 
tado de  la  ysla  Española,  en  que  tuvieron  á  los  españoles  por  hi- 
jos del  Sol,  y  desengañándose  que  no  lo  eran,  se  huyan  á  los  arca- 
bucos, adonde  acabañan  como  bárbaros,  y  yo  lo  confieso  así;  y 
demás  desto  dize  que  fueron  ynnumerables  las  crueldades  que 
en  ellos  hizieron  los  españoles ,  de  que  les  hizo  primeramente 
cargo  que  les  comian  los  bastimentos  á  los  fugitiuos,  y  á  los  de- 
mas  obligauan  á  que  les  diesen  sustento  hordinario,  y  ansí  mismo 
que  en  los  aleados  hacian  grande  daño ,  matando  giento  por  vn 
soldado  que  de  los  nuestros  matauan,  con  que  por  tiempo  vinieron 
todos  acauar  miserablemente  ó  la  mayor  parte ;  quenta  tanbien 
hauer  cinco  rreynos  poderosos  en  la  ysla  Española ,  sin  otros  yn- 
numerables que  eran  ynferiores ;  y  dize  más,  que  se  balian  lo» 
españoles  de  perros  para  acabarlos  de  todo  punto ,  cebándolos  en 
ellps  y  que  con  rrigor  los  despedazasen;  dize  más,  que  se  apro- 
uechauan  de  las  mugeres  de  los  señores,  desonrrándolas  y  ha- 
biéndoles offensa ,  cuyo  estímulo  de  honor  era  causa  aborregerse 
los  yndios,  é  yrse  á  morir  por  los  arcabucos  y  montañas.  En 
quanto  lo  aquí  referido  se  couzede  en  alguna  parte,  y  se  niega 
en  todo  lo  demás  como  yremos  dando  bastantes  rrazones ,  assí  en 
particular  como  en  general,  que  para  lo  de  adelante  será  conui- 
niente  y  auer  hecho  este  apoyo  y  prigipio  en  que  nos  vamos  fun- 
dando. 

En  quanto  tener  los  yndios  á  los  españoles  por  hijos  del  Sol  y 
de  vna  pieca  cauallo  y  cauallero ,  á  la  primera  bista  generalmente 
a  sido  en  todas  las  Indias ,  y  es  lo  mesmo  oy  en  las  nueuas  con- 
ToMo  LXXI.  15 


22(> 

quistas,  de  donde  se  conoce  bien  su  barbaridad  ,  pues  no  hayian 
ni  ha^en  discurso  ni  consideraban  la  división  de  los  dos  cuerpos; 
y  si  se  mostraron  humilldes ,  mansos,  obedientes  y  serbiQiales, 
fué  mediante  esta  yma^inaQion  y  aprehensión  que  hicieron,  y  el 
temor  que  les  causauau  los  furiosos  cauallos  y  espantosos  true- 
nos de  los  arcabazes,  pareciéndoles  rrayos  rri^urosos  del  Qielo; 
pero  desengañándose  con  el  tiempo ,  y  conociendo  que  heran  hom- 
bres mortales,  subjetos  á  el  morir  como  ellos,  de  todo  punto  per- 
dieron el  rrespecto  cobrando  brío  de  tomar  las  armas  contra  loa 
nuestros  ,  y  aquella  primera  obediencia ,  y  forjando  en  su  maliQia 
diversos  géneros  de  trayciones ,  puniendo  en  execucion  las  que  les 
fueron  pusibies ,  y  aquellas  que  no  consiguieron  el  efecto  fué  la 
caussa  ser  descubiertos  y  castigados  en  tiempo ,  con  que  vsó  su 
mal  yntento,  pero  los  que  an  executado  an  hecho  crueldades  yn- 
humanas  puniendo  fuego  á  los  pueblos  de  españoles,  quemando 
primero  las  yglesias  y  dentro  el  santo  Sacramento  ,  martiricando 
los  rreligiosos  con  varios  y  diferentes  géneros  de  tormentos  y 
muertes ,  comiéndolos  asados  y  cocidos,  trayendo  á  muchos  hom- 
bres y  mugeres  aviéndoles  sacado  los  ojos ,  baylando  por  las  bor- 
racheras y  juntas  que  hazen  con  un  cabestro  que  les  ponen  por  un 
agujero  que  hazen  por  deuajo  la  barua  que  corresponde  á  la  len- 
gua, y  de  estos,  vnos  ponen  á  engordar  para  comellos,  y  otros 
para  que  guarden  sus  labrancas  de  los  papagayos ,  dando  vopes 
todo  el  dia  para  que  no  las  coman  subidos  en  vnas  barbacoas  he- 
chas en  alto,  con  quatro  palos,  sufriendo  este  rriguroso  tormento 
hasta  que  mueren;  á  otros  queman  y  hazen  zeniza  para  beberlos 
enchicha,  que  es  un  vino  que  hazen  y  de  los  huesos  flautas 
para  la  guerra,  y  del  casco  de  la  caneza  escudilla  para  comer,  á 
modo  de  triumpho;  en  efecto,  á  todo  tranzo  es  la  gente  más  cruel 
del  mundo ,  pues  quanto  son  brutos ,  tanto  son  crueles,  y  es  mi 
opinión  y  de  muchos  que  los  an  tratado,  que  para  pintar  la  cruel- 
dad en  su  punto  y  con  propiedad ,  no  ay  más  que  rretratar  vn 
yndio ;  pues  viniendo  á  su  trato  y  comunicación  es  cierto  que  no 
dizen  verdad,  ni  jamás  supieron  guardar  fee  ni  palabra  ni  término 
bueno ,  á  quien  dellos  se  fió;  obliga  á  creherlos  ser  en  general 
g«nte  sin  honrra  ni  estimaQion,  y  verifícase  esta  verdad  sauerpor 


257 

vierto  que  venden  la  uiuger,  la  hija  y  la  hermana  á  qualquier  es- 
pañol para  que  use  torpemente  della,  de  donde  se  ynflere  ser 
gente  sin  rrazon ,  visgiosa  y  sin  honrra,  que  sin  ella  no  puede  sus- 
tentarse la  virtud  por  ser  el  primer  fundamento  la  vergüenca, 
pues  la  onrra  es  vna  dignidad  adquerida  con  virtud,  de  suerte  que 
es  madre  de  la  onrra  y  entra  en  su  difinigion  como  cosa  sustan- 
cial, porque  la  uirtud  es  aquella  que  pone  en  obra  lo  que  es 
bueno ;  pues  siendo  todos  sus  actos  malos,  sigúese  que  no  tienen 
onrra,  y  á  quien  le  faltare  lo  mismo  será  la  virtud,  y  á  gentes  que 
estas  dos  cossas  falta,  considérese  quál  podrá  ser;  y  no  sé  para  qué 
me  canso  en  disponer  más  la  materia,  pues  sanemos  comen  ásus 
propios  hijos  y  vassallos;  y  para  que  se  uea  su  brutalidad  ,  podré 
deQir  que  desobedegen  y  traspasan  las  leyes  de  la  misma  natura- 
leza, que  generalmente  obliga  á  la  conseruacion  del  hombre  y  ape- 
tecer la  muy  larga  vida,  huyendo  de  la  muerte,  y  ellos  bolunta- 
ri amenté  ,  y  por  leues  caussas  se  ahorcan;  pues  gente  que  tal  haze 
puédese  creer  que  es  sin  fee  y  sin  Dios,  y  no  sólo  digo  del  berda- 
dero  Criador,  pero  aun  de  otro  de  la  gentilidad,  porque  si  alguno 
tuvieran ,  le  rreconocieran ,  porque  el  hombre  es  vna  real  pose- 
sión y  eredad  del  mismo  Dios,  á  quien  haze  ynjuria  quando  se 
quita  la  uida,  como  lo  baria  el  esclauo  á  su  amo  matándose  con- 
tra su  boluntad. 

Pues  no  sólo  para  en  esto,  pero  aun  son  más  brutos  que  los 
animales  y rragionales ,  pues  vemos  que  procuran  aumentar  y  con- 
seruar  su  especie,  y  no  hay  ninguno  que  sus  hijuelos  no  ame  y 
sustente  y  porque  viuan  se  pone  á  peligro  de  la  uida  en  su  de- 
fensa, y  estos  báruaros  yndómitos,  contraviniendo  á  esta  ley 
uniuersal  de  naturaleza,  deseosos  que  se  acabé  su  generación, 
porque  á  sus  defendientes  no  les  obliguen  yr  á  la  dotrina  y  ser- 
uir  á  los  españoles ,  en  naciendo  las  hembras  las  ahogan;  y  esto 
se  ha  visto  algunas  vezes  en  las  prouingias  de  los  panches  y  coli- 
mas ,  y  en  otras  muchas;  al  fin,  aunque  se  hayan  bautizado,  los 
más  son  ydólatras  y  hablan  con  el  Diablo,  y  según  su  ynclina- 
^ion  se  puede  entender  que  morirán  como  an  viuido ;  todo  esto  y 
muchas  otras  cosas  de  no  menos  grauedad  que  dejo  de  deQir  por 
no  cansar  ny  ser  tenido  más  por  apasionado  que  autor  verdade- 


228 

ro;  y  el  Obispo  passó  en  silencio  esto  porque  su  yntento  princi- 
pal fué  abonarlos  ynputaudo  al  español  de  cruel  y  tirano,  y  á  los 
castigos  jurídicos  de  que  en  su  lugar  trataremos,  dio  jmjusto 
nombre  de  crueldades,  sin  considerar  ni  dar  rrazon  de  las  caussas 
antecedentes  ni  el  motiuo  de  los  españoles,  porque  muchas  cosas, 
no  bien  miradas  y  en  su  principio  mal  conogidas  se  haze  mal 
juicio  dellas.  Y  confirma  esta  verdad  lo  que  subQedió  á  un  clérigo 
en  vna  de  aquellas  prouincias :  deseoso  que  la  doctrina  evanjélica 
sus  feligreses  la  aprehendiesen  y  amasen  ,  observándola  con  gelo 
christiano,  les  trajo  á  la  memoria,  en  un  sermón  que  les  hizo,  las 
rrigurosas  penas  del  Purgatorio ,  y  después  de  encarecidas  lo  que 
pudo,  les  vino á decir  que  las  mostrarla  á  quien  herías  quisiese; 
al  punto  dos  yndios  curiosos,  ó,  por  mejor  dezir,  bachilleres,  pi- 
dieron al  dotrinero  se  las  mostrase,  y  el  bueno  del  clérigo  los  ató 
á  vn  palo  questaua  hincado  en  el  suelo  que  seruia  de  picota,  ó 
rrollo,  y  al  rrededor,  desviado  dos  pasos,  hizo  vn  zerquito  de  leña 
y  deuió  de  ser  bueno  por  el  efecto,  que  pegándole  fuego  por  todas 
partes  con  ánimo  y  yntento  de  quando  se  calentaran  con  algún  es- 
tremo deshacer  el  cerco  de  la  lumbre  y  desatallos;  él  hizo  esta 
figura,  y  no  la  pudo  deshacer,  porque  quando  acudió  al  rremedio 
era  tarde  ü  se  cortó  ú  el  diablo  aticó  demasiado  el  fuego ,  que  los 
yndios  murieron.  El  Arzouispo  desta  parte,  sauiendo  el  casso,  en- 
vió por  el  preso,  y  él  se  descargó  con  su  sinplicidad,  y  conoQiendo 
que  no  auia  sido  con  malicia,  sino  con  sana  ynocencia,  después  de 
hauer  hecho  las  diligencias  al  caso  necesarias,  se  voluió  á  su  doc- 
trina y  curato  con  saludable  castigo.  Este  sucesso  conogida  cossa 
fué  no  ser  crueldad ,  pues  está  claro  passaria  la  ynstancia  del  pro- 
ceso por  vn  tan  docto  y  christiano  tribunal;  pero  ¿quién  duda  que 
al  que  le  contasen  descalzamente  este  hecho,  que  vn  Sacerdote 
ató  do8  yndios  y  los  cercó  de  leña  y  les  hecho  fuego  y  quemó,  no 
dijese  que  era  gran  crueldad?  pero  contándolo  con  sus  circuns- 
tancias ,  no  lo  diría,  antes  conozeria  semejante  sinpleza. 

Haze  cargo  que  los  españoles  comian  el  vastimento  á  los  yn- 
dios y  les  obligauan  á  sustentar  la  rrepública  española ,  y  no  pu- 
diendo  cumplir  de  miedo  se  huyan  por  los  arcabucos  y  montes 
donde  morian  en  cantidad.  Esto  ello  se  está  satisfecho,  pues  es  ley 


229 

natural  que  en  tiempo  de  nezesidad  y  tan  graue  como  la  que  en- 
tonces padecían  los  nuestros  todos  los  vienes  fuesen  comunes  y  se 
pudiesen  aprouechar  dellos  como  propios,  pues  no  tenian  socorro  tan 
dispuesto  que  dentro  de  breue  terminóle  pudiesen  esperar,  ni  donde 
poderlo  comprar,  ni  tampoco  el  matalotaje  que  sacaron  quando  se 
hizieron  á  la  uela  en  España  les  auia  de  durar  para  suplir  la  hanbre 
de  tierra  tanto  tiempo ,  y  que  era  fuerca  el  sustentarse  y  obligar  á 
los  yndios  á  que  trajesen  vastimentos,  pues  estando  en  parte  tan 
estraña  y  para  ellos  tan  yncógnita  y  no  sauida,  hera  justo  y  ne- 
cesario auer  de  constreñirlos  á  ello ,  porque  todas  las  cossas 
vence  el  hombre  y  no  la  hambre ,  pero  ellos  son  de  tal  calidad  y 
naturaleza,  que  por  no  trauajar  se  ponen  en  peligro  de  perder  la 
uida  de  hanbre,  comiendo  frutas  y  rray^es  siluestres,  quanto  más 
doblar  el  trauajo  en  las  sementeras  para  sustentar  los  huéspedes, 
pue?  de  creer  es  que  los  españoles ,  quando  lo  quisieran  trauajar 
por  sus  manos,  ni  entendían  el  arte  ni  la  sacón  de  la  tierra ,  y  asi 
era  justo  forcallos  á  que  alargasen  las  sementeras,  y  oy  se  haze 
avnque  más  christianos  y  amigos  sean,  porque  si  el  encomendero 
á  cuyo  cargo  está  la  administración  de  vn  pueblo  no  lo  haze  y  la 
justicia  no  lo  mandase,  no  se  podria  sustentar  assí  la  rrepública 
de  españoles  como  la  de  yndios ;  quisiera  yo  saber  qué  culpa  terna 
el  español  y  la  justicia  si  ellos  de  olgacanes  se  alean  cada  dia  y  se 
esconden  por  los  montes,  comiendo  y  sustentándose  de  frutas  sil- 
uestres y  rrayces  como  queda  rreferido ;  y  son  de  tal  coudiQion, 
que  quando  se  alean  y  hazen  cimarrones ,  ellos  mismos  queman 
PUS  cassas  y  talan  las  comidas  y  árboles  frutíferos  que  tienen 
dentro  de  sus  labrancas  con  determinación  de  morir  en  el  campo, 
y  que  el  español  no  goQe  dellas,  y  es  cierto  que  como  muden  de 
temple,  por  poco  que  sea  que  en  aquellas  partes  subgede  dentro  de 
dos  ó  quatro  leguas,  luego  enferman  y  mueren  miserablemente; 
y  la  rrazon  es,  porque  en  tierras  calientes  y  costas  de  mar  se  an 
consumido  los  yndios:  lo  primero,  por  la  mala  dispusicion  de  la 
tierra  y  ser  enferma  de  suyo,  y  lo  segundo,  porque  se  flan  en  que 
es  tierra  caliente  y  que  en  qualquier  parte  que  les  tome  la  noche 
pueden  dormir  sin  que  les  falte  agua  y  vn  palmito,  que  avnque 
eg  dulce  y  gustoso  al  comer,  es  pestilencial ;  y  porque  tanvien  en 


230 

estas  taleá  partes  tieuen  sus  viuieudas  divididas;  lo  que  uo  subcede 
en  tierras  frías  por  estar  congregados  en  rrepúblicas  donde  se 
pueden  curar,  y  no  osan  ni  se  aticuen  á  desamparar  sus  cassas, 
assi  por  esto  como  porque  otros  no  se  las  ocupen ,  temiendo  la 
mala  vezindad  del  frío,  y  por  ser  las  tierras  frías  faltas  de  comidas 
siluestres,  son  los  yudios  mayores  trauajadores;  y  asi  en  ellas  se  an 
conseruado  y  conseruan  de  tal  manera,  que  probaremos  que  ay  oy 
maior  multiplico  dallos  que  quando  los  españoles  entraron ,  como 
adelante  daremos  rracones  evidentes,  bien  es  berdad  que  algunos 
en  tierras  calientes  se  conseruaron,  pero  con  poco  trauajo  se  an  y  do 
consumiendo,  por  la  calidad  de  la  tierra  que  en  la  caliente,  a  sido 
rregla  general,  demás  de  otras  enfermedades  que  les  sobrevienen. 
Tanvien  hace  cargo  que  los  españoles  les  toman  álos  caciques 
las  mugeres  y  las  hijas,  aprouechándose  dellas  y  siruiéndose  ma- 
nualmente de  su  trauajo ;  á  esto  rrespondo  con  vna  verdad  muy 
conocida,  que  los  yndios,  el  modo  de  sus  matrimonios  sienpre  fué 
vn  tácito  consentimiento  y  conformidad  de  boluntades ,  sin  que 
para  ello  precediese  otras  zeremonias ,  husando  de  esta  liuertad 
hasta  tener  veynte  ó  treynta  mugeres,  y  entre  ellas  suele  aver  la 
hermana,  sobrina  y  la  hija,  y  de  todas  se  aprou echan ,  sin  perdo- 
nar la  madre,  y  á  la  más  querida  rrespetan  y  siruen  las  demás,  y 
cada  noche  hacen  elecion  de  aquella  con  quien  an  de  dormir,  pues 
viéndose  treynta  mugeres  casadas  con  vn  solo  hombre,  y  que 
entre  ellas  es  vna  la  querida,  las  demás  como  desdeñadas  no  es 
mucho  que  pongan  los  ojos  en  los  españoles ,  y  con  libertad  los 
soliciten  y  prouoquen ,  por  lo  qual  uo  es  delito  tan  culpable  vn 
hombre  yncitado  de  vna  muger  acudir  á  su  yntento ,  y  assí  es 
diuersa  cossa  rregiuir  un  hombre  á  vna  muger  eu  su  cassa,  ó  yrla 
á  sacar  de  la  suya,  y  si  el  dotrinero  ó  encomendero  español  para 
el  seruicio  de  su  cassa  le  toma  alguna,  no  es  mucha  ofensa ,  pues 
teniendo  el  cacique  tantas  que  le  siruan,  vna  le  hará  poca  falta, 
aunque  esto  subcede  raras  vezes,  y  si  el  cacique  está  cassado 
conforme  á  nuestra  rreligion,  es  cosa  muy  cierta  y  verdadera  que 
no  ay  encomendero  ni  soldado  que  le  aya  quitado  la  muger  como 
lo  sepa;  pero  si  este  cacique  ó  otro  yndio,  demás  de  la  que  vuo  por 
mano  del  sacerdote  tiene  otra  docena  de  mugeres,  y  entre  ellas  la 


231 

hermauH,  hija  ó  sobrina  con  quien  duerme  sin  rrespecto  de  Dios  y 
de  la  que  es  lejitima,  obra  meritoria  seria  que  se  la  quiten  y  apar- 
ten, pero  es  el  daño  que  ay  muchos  encomenderos  que  por  no 
desgustar  sus  caciques  lo  disimulan  y  no  lo  remedian,  y  conozco 
yo  algunos  dignos  de  muy  grandes  castigos  por  disimulallo,  pues 
^on  yguales  en  la  culpa  el  que  la  comete  y  el  que  la  fauorege;  pues 
decir  que  les  toman  los  hijos,  yo  lo  quiero  confesar,  avnque  tam- 
bién subcede  rraras  vezes ,  antes  se  les  deue  poner  culpa  á  los 
encomenderos,  porque  no  lo  hazen  generalmente  con  cuydado,  y 
se  les  habla  de  permitir,  porque  de  ha§ello  resultarían  vn  millón 
de  vienes:  lo  primero,  ser  vien  dotrinados  en  cassa  del  español, 
así  en  nuestra  santa  fee  como  en  todas  las  demás  buenas  costum- 
bres; lo  segundo,  que  andan  bien  bestidos  y  mantenidos;  lo  ter- 
cero, que  deprenden  la  lengua  española  y  aquerenciándose  con 
el  trato  de  los  españoles  de  tal  manera ,  que  ellos  mismos  lla- 
man á  sus  padres  y  parientes  báruaros.  Por  estos  domésticos  y 
criados  españoles  se  an  descubierto  muy  grandes  alzamientos 
que  los  yndios  an  yntentado,  y  se  an  rremediado  á  tiempo  que 
no  an  passado  adelante ,  como  tanvien  si  el  hijo  del  cacique  y 
señor  hereda,  sale  de  casa  del  encomendero  con  buenos  rrespetos 
y  puligia ,  y  es  cosa  mui  ^ierta  que  gobiernan  mejor  su  gente, 
haciéndola  amigable  con  los  españoles,  mostrando  lo  mucho  que 
les  deben,  y  yo  lo  e  oydo  á  ellos  propios  algunas  vezes,  y  pocos 
abrán  estado  en  las  Indias  que  ygnoren  esto,  que  si  los  españoles 
no  fueran  en  aquella  tierra,  se  condenaran  todos  como  ydólatras 
y  bárbaros ,  y  demás  desto  que  no  supieran  ninguna  parte  de  la 
pulitica,  como  es  andar  á  cauallo  y  bien  vestidos,  ni  tener  basti- 
mentos tan  buenos  y  abundosos  ni  el  arte  del  canto  y  música, 
leer  y  escreulr  y  sauer  tomar  vna  espada ,  ni  supieran  pintar  tan 
curiosamente  ni  labrar  de  plata  y  oro  ny  los  demás  artes  y  offlgios, 
y  todos  los  demás  ejercicios  pulíticos  y  vrbanos,  y  de  esto  se  trata 
mucho  entre  algunos  yndios  que  alcanzan  agradecimiento  y  algo 
de  nobleza,  que  las  buenas  obras  son  prisiones  de  los  nobles  cora- 
zones, y  como  dize  San  Agustín  ^,  el  agradecimiento  a  de  ser  tal 


'    San  Agustín.  Lib.  Solüoq.  c.  18. 


232 

qual  fué  la  buena  obra  rreceuida.  Este  es  el  daño  que  los  espa- 
ñoles hazen  en  seruirse  de  sus  hijos  como  exagera  el  Obispo  de 
Chlapa,  pues  si  es  henbra,  quando  los  padres  la  piden  para  casa- 
lia,  el  encomendero  gusta  dello  por  lo  vien  que  le  está,  porque 
entre  las  demás  yndias  se  estienda  el  trato  j  comunicación  chris- 
tiana,  y  las  buenas  costumbres  y  exercicios  que  lleua  deprendidos 
de  su  ama. 

Assí  mismo  dize  que  ponen  manos  en  los  yndios ,  castigán- 
dolos ;  esto  se  le  concede ,  pero  no  el  yntento  con  que  lo  dize. 
porque  él  lo  rrefiere  por  rrigor  de  crueldad,  y  no  es  sino  castigo 
y  corretion  fraterna,  y  ésta  no  hecha  generalmente  por  todos 
los  españoles,  sino  particular  por  el  administrador,  su  encomen- 
dero, á  cuyo  cargo  están,  y  si  ésta  es  culpa,  la  mesma  será  en  la 
que  caen  los  frayles  y  clérigos  dotrineros,  pues  ellos  y  sus  fiscales 
los  castigan  sobre  obseruar  la  dotrina  con  celo  de  su  aprouecha- 
raiento,  cuj^o  rigor  conviene  rrespecto  de  su  mala  ynclinacion,  y 
las  causas  del  castigo  son  porque  se  huyen  siendo  christianos,  y 
dejan  de  acudir  á  la  dotrina  los  días  de  fiesta ,  y  porque  tanbien 
entre  semana  no  envian  sus  hijos  á  ella  por  la  mañana  y  tarde, 
como  es  costumbre,  antes  los  retiran  y  ausentan  porque  no  uayan; 
y  a  contecido  estar  vn  dotrinero  haciendo  dos  años  vna  dotrina, 
y  al  cauo  dellos  topar  con  mocuelos  é  yndias  que  todo  este  tiempo 
se  los  encubrieron  y  fueron  ocultos;  otras  vezes  los  castigan  por 
quejas  de  sus  caciques,  porque  les  son  ynobedientes  y  no  atre- 
uerse  á  castigarlos,  y  otras  por  sauer  que  vsan  mal  de  sus  madres 
y  hijas,  echándose  con  ellas,  y  tanbien  por  cosas  no  menos  culpa- 
bles, con  que  al  fin  obliga  á  rrigor  su  mal  modo  de  proceder  y 
poca  cristiandad;  pues  si  á  los  rreligiosos  dotrineros  con  ser  tan  píos 
es  permitida  cossa  castigarlos ,  ¿  porqué  por  las  mismas  caussas  y 
otras  justas  á  sus  encomenderos  y  administradores  se  les  carga 
culpa,  si  alguna  vez  an  puesto  ó  ponen  las  manos  en  ellos,  pues 
están  á  su  cargo  y  corren  por  su  quenta  las  mismas  obligaciones 
quando  vinieren  á  su  noticia  los  tales  delictos,  si  ya  no  pueden  yr  á 
la  justicia  por  estar  algo  lejos  y  desviados ,  ebitando  otras  más  y 
menos  granes  que  penden  del  gobierno  y  puligía  de  su  pueblo?  Y 
así  no  es  mucho  que  alguna  vez  y  promouidos  á  cólera,  yncitadoi 


233 

de  libertades  y  desbergüencas  que  en  su  presencia  cometen ,  que 
les  den  dos  mojicones ,  y  no  será  cossa  de  gran  admiración ,  pues 
en  España  se  suele  hazer  en  los  domésticos  de  cassa,  y  esto  sólo 
el  encomendero  administrador  lo  hace,  sin  que  otro  se  atreua  ni 
los  yudios  lo  consienten,  porque  sanen  esagerar  vieu  á  la  justicia 
su  queja,  pues  emos  visto  y  sanemos  que  si  rreziuen  vn  bofetón 
de  qualquier  particular  se  dan  ellos  otros  y  de  puñadas  en  las 
narizes,  con  que  se  hazen  correr  sangre,  se  untan  el  rrostro,  ca- 
misa y  vestido,  y  desta  manera  se  ban  á  la  justicia,  haciendo  mili 
alharacas  y  ademanes,  porque  son  por  estremo  grandes  ynbincio- 
neros;  y  el  español,  por  quitarse  de  la  ynquietud  de  la  justicia 
que  por  este  camino  el  yndio  busca,  se  compone  con  él  pagándole 
en  oro  ó  mantas,  que  es  su  modo  de  uestido  lo  que  ansí  conciertan, 
porque  el  yndio  no  pretende  sino  ynteres,  que  su  querella  no  es 
cbn  ánimo  que  castiguen  al  español  de  quien  fingió  ó  acriminó  la 
ofensa ,  sino  por  la  paga  á  que  solamente  aspiran ,  que  por  ynteres 
de  dinero  ó  rropa  ó  otra  cossa  que  sea  de  valor  venderán  hijas  y 
mugeres,  y  biene  bien  esto  con  lo  que  dize  el  Obispo,  que  no  son 
ynteresables;  y  sónlo  tanto,  que  delante  de  Dios  digo,  que  á  mí 
me  a  subcedido,  caminando  en  tierra  de  paz,  llegar  á  dos  caminos  y 
no  sauer  quál  auia  de  seguir  para  mi  propósito,  y  preguntar  á  yn- 
dios  que  se  hallauan  cerca  quál  de  los  dos  caminos  era ,  y  rres- 
ponderme  «daca  paga;»  y  tengo  por  muy  cierto  son  pocos  los 
españoles  que  ayan  cursado  aquestas  partes,  á  quien  no  les  aya 
susebdido  lo  mismo.  Pues  pregunto  yo  si  ay  ynteres  vmano  que 
pueda  ser  mayor  en  el  mundo,  pues  aun  las  cossas  de  gracia 
quieren  venderlas,  lo  qual  otra  ninguna  nación  haze,  antes  se 
mueben  á  conpasion  del  que  no  saue  y  pregunta,  á  que  graciossa- 
mente  enseñan  y  rresponden,  pues,  á  término  semejante  que  seria 
bueno  que  hiziese  vn  español  honrrado  sin  conocimiento  del  ca- 
mino que  deseaua  acertar,  paréceme  que  siendo  algo  flemático  le 
pagaría  la  enseñanca  y  declaración  del,  pero  siendo  colérico,  que 
le  ynbistiria  con  su  cauallo  y  le  atrepellarla  y  haria  se  lo  dijese  á 
su  pesar,  y  porque  no  le  mintiese  y  le  descaminase,  hecharle  mano 
y  hazerle  seruir  de  guía  hasta  topar  persona  que  le  asee-uraiSfi  ano 
yua  bien. 


234 

Pues  en  las  cossas  de  su  cassa  y  comida,  si  vn  español  lleg:a 
necesitado  y  sin  dineros  y  pide  algo  que  aia  menester,  yo  sé  bien 
que  boluntariamente  no  la  darán  sin  paga  aunque  más  le  repre- 
sente la  necesidad ,  si  ya  el  español  no  se  determina  á  tomarlo  por 
fuerca,  que  á  tal  tiempo  callan  y  lo  dejan  llenar,  y  desto  no  ay 
nayde  que  pratique  las  Indias  que  no  confiese  que  es  verdad 
todo  lo  rreferido,  y  es  lenguaje  general  por  estas  cosas  y  otras 
peores  llamarles  la  jente  bellaca,  y  se  tiene  por  cierto  que  estas 
malas  obras  y  peores  costumbres,  el  demonio  les  a  mandado  las 
exerciten;  rrespecto  que  faltando  la  buena  comunicación  con  el 
español  no  siguieran  nuestra  santa  fee  perfectamente  y  ellos  se  lo 
an  prometido  y  lo  cumplen  bien,  porque  es  muy  ordinario  hablar 
con  él;  y  el  demonio  es  tan  perberso  que  ni  puede  hazer  bien  ni 
dezirlo  ni  ymaginarlo,  sino  es  devajo  de  presupuesto  que  tiene  de 
engañarnos  siempre  que  nos  agradaremos  de  sus  tratos;  y  así  ve- 
mos que  no  oluidará  el  yndio  el  mal  que  le  ayan  hecho  sino  fuere 
por  vna  de  dos  cosas,  ó  por  miedo  que  tenga  á  la  persona  de  quien 
lo  rreziue  ó  por  yuteres,  y  quando  a  lugar  el  interés  y  no  el  temor 
tienen  ynflnitos  enbustes;  y  para  que  se  bea  lo  que  son  contaré  vno 
que  susedió  en  la  ciudad  de  la  Trenidad,  prouincia  délos  Mussos, 
que  es  el  nueuoreyuo  de  Granada,  para  exemplo  de  lo  que  boy  pro- 
bando: y  fué,  que  siendo  gouernador  eu  aquella  prouincia  y  lugar, 
y  rrecien  llegado  á  él  un  cauallero  que  oy  blue,  cuyo  nonbre  es 
Juan  Juárez  de  Zepeda,  criado  de  vn  encomendero  y  conquista- 
dor de  la  prouincia  y  ciudad,  que  se  llama  Alonso  Ruiz  Lanchero, 
acaso  dló  dos  coces  ó  puñadas  á  un  yndio,  y  no  fué  más  porque 
asi  pareció  en  la  comprouagion  del  caso.  El  yndio,  auiendo  tomado 
el  freno  entre  los  dientes,  se  desesperó  de  tal  manera,  que  se  hizo 
cargar  á  tres  ó  quatro  parientes  suyos  y  que  le  llcbaran  á  casa 
del  gouernador  fingiéndose  muerto,  y  fué  con  tal  estremo  que  el 
gouernador  se  alborotó  grandemente,  y  haciendo  diligencias  ordi- 
narias y  extraordinarias  para  rresucitar  á  su  yndio,  nunca  pudo, 
mostrando  el  cuerpo  macilento,  los  ojos  bueltos,  los  miembros  des- 
coyuntados y  tan  discuydados  los  braQos  y  piernas,  que  de  la  ma- 
nera que  se  los  ponian  se  quedauan ,  con  que  puso  al  gouernador 
en  suma  confusión,  con  que  se  rresolbió  á  prender  al  encomendé- 


236 

ro  y  á  su  criado  á  quien  hagian  agresor,  y  presos  comencó  á  pro- 
ceder contra  ellos  con  gran  rigor,  y  advirtiendo  más  al  caso,  hizo 
llamar  vn  médico  y  rreboluiéndolo  á  vna  parte  y  á  otra,  haciendo 
sus  diligencias,  le  halló  bueno  el  pulso;  y  afirmándose  que  no  era 
muerto,  el  gouernador  vsó  de  vna  estratagema  vien  acertada, 
pues  descubrió  la  uellaquería  y  enbuste,  y  primero  que  la  come- 
tiese le  hizo  un  parlamento  ofreciéndole  si  tornaua  en  si,  ha§er  le 
diese  el  encomendero  vn  presente  de  rropa  para  él  y  su  mujer  que 
fuese  de  ymportancia,  y  habiéndole  traer  unas  conseruas,  vino  y 
vna  escudilla  de  caldo  adrezada,  y  echándoselo  enla  uoca  lo  rreber- 
tia  y  babeaba  como  persona  difunta,  y  uieudo  que  este  yntento  le 
fué  baño,  vsó  del  primer  pensamiento,  que  fué  sacar  un  haz  de 
paja  y  cercándole  delia  lo  puso  fuego  y  al  punto  que  lo  comenQó 
á  sentir  dio  un  bramido,  y  poniéndose  pn  pié  echó  á  huir,  y  no  fué 
tan  ligero  que  no  le  pezcasen  el  cuerpo;  y  el  gouernador  yndig- 
nado  y  con  rrazonle  azoto  y  cortó  los  cauellos,  acompañándole 
en  el  castigo  los  cómplices  del  enbuste  y  que  le  cargaron  y  testi- 
ficaron le  auia  muerto  el  mayordomo  del  comendero  á  porrazos 
con  un  palo,  de  lo  qual  el  médico ,  quando  hagia  diligencia  no  le 
halló  señal  ninguna.  Sucedió  al  mismo  gouernador  venirle  á  de- 
zir  auian  muerto  yndios  los  administradores  en  diferentes  partes 
castigándoles,  y  que  quedauan  enterrados  y  lo  juraban  y  señala- 
uan  el  sitio,  y  quando  enuiaba  con  ellos  alguaciles  y  escriuanos 
no  hallauan  ánayde  aunque  cauauanla  tierra,  y  después  parecían 
huidos  y  cimarrones  los  enterrados;  aviriguada  la  vellaquería 
castigaua  á  los  delatores  y  testigos  falsos,  y  con  hazer  justicia  en 
ellos  no  podia  evitar  semejantes  testimonios  y  enbustes.  En  fin  á 
este  modo  descubrió  y  dio  su  punto  á  la  verdad,  sainando  un  mi- 
llón de  trayciones,  aparencias  y  engaños  que,  como  dice  San  Agus- 
tín i,  «la  malicia  y  maldad  no  puede  florecer  por  mucho  tiempo  y 
ansimismo  que  las  cosas  mentirosas  y  fingidas  que  buelven  muy 
presto  á  su  naturaleza.»  Lo  propio  subcedió  algunas  veces  al  licen- 
giado  Salacar,  persona  que  por  más  antiguo  hacia  officio  de  presi- 
dente en  la  real  audiencia  de  aquel  rreyno,  traer  á  su  presencia 


*    San  Agustín,  Siip.  ps.  ('I. 


236 

yndios  muertos  por  malos  tratamientos  de  soldados  españoles,  y 
remanecer  biiios,  cosa  que  tienen  ellos  por  bicarria  y  costumbre, 
y  en  esta  gente  jamás  se  uió  verdad  desnuda  de  engaño  ó  mentira, 
y  seguirán  esta  condición  tanto  quanto  siguieren  al  demonio  con 
sus  ydolatrías  y  sacrificios,  por  cuyo  rrespecto  se  ahorcan  y  ma- 
tan por  momentos.  Á  este  mismo  gouernador  le  subQedió  otro 
casso  notable  que  viene  á  propósito  para  exemplo  de  lo  que  va- 
raos prouando;  y  fué,  que  tiniendo  auiso  de  la  rreal  audiencia  de 
Santa  Fee  que  entraña  vn  oydor  llamado  el  doctor  Francisco  Gui- 
llen Chaparro  á  visitar  la  tierra  para  castigar  los  exgesos  que  se 
obiesen  cometido  contra  los  yndios,  cumpliendo  con  la  Jjoluntad  j 
cédula  rreal,  aperciuió  en  la  ciudad  una  cassa  que  le  pareció  có- 
moda en  que  posase,  y  el  dueño  della,  llamado  Marmolejo,  para  dar 
mejor  y  más  anchuroso  ospedaje,  se  fué  con  toda  su  familia  á  vn 
pueblo  de  yndios  que  tenia  ?erca,  de  donde  era  encomendero,  de- 
jando para  guarda  de  la  cassa  vna  yndia  que  era  de  su  seruigio 
recogida  en  vn  aposento  de  la  cocina,  y  para  que  diese  rrecaudo 
al  nuevo  huésped  con  buen  orden  para  su  sustento:  pues  sub^edió 
que  al  punto  quel  oydor  y  visitador  yba  enti-ando  en  la  cassa,  se 
comenzó  ella  á  horcar  en  su  aposento,  y  buscando  la  yndia  para 
que  dispusiese  cossas  de  la  cocina,  la  hallaron  ya  muerta  y  col- 
gada de  vna  viga;  escandalicóse  tanto  el  visitador  de  esto,  que 
pensó  perder  el  juicio  considerando  que  yba  á  castigar  excesos 
aparentes,  causados  por  culpa  de  los  encomenderos  y  que  se  le 
representó  á  los  ojos  así  como  se  apeó  semejante  espectáculo;  envió 
á  llamar  al  gouernador  aceleradamente,  y  llegado  le  mandó  pro- 
cediesse  en  el  caso  y  hiciese  justicia;  el  gouernador  le  respondió 
que  lo  haria  con  mucho  cuydado  ,  pero  como  á  tan  gran  letrado 
que  era,  le  suplicaua  le  advirtiese  contra  quién  procedería,  si  seria 
contra  el  amo  que  la  dejó  para  guarda  de  la  casa  y  para  que 
diesse  rrecaudo  en  el  ospedaje  ó  contra  su  md.  que  lo  rreziuió,  ó 
contraía  mesma  yndia  que  se  ahorcó  por  no  ospedar  gente  nueba, 
ó  contra  el  conquistador  ó  poblador  de  la  Qiudad.  El  oydor  y  vis- 
sitador  quedó  tan  confuso,  que  hasta  oy  no  se.rresoluió,  ni  tanpoco 
pienso  se  rresoluiera  el  Obispo  avnque  escriuiera  este  hecho  por 
crueldad;  y  ¿quién  dejará  de  juzgarlo  por  tal,  si  le  escriuiera  lissa- 


237 

lueute  (le  que  se  ahorcó  esta  y  ndia  eu  cassa  del  español  su  eucomen- 
dero,  sin  contar  el  casso  como  pasó,  como  así  escríuió  todas  las 
crueldades  que  dize  y  narra  en  su  tratado,  sin  contar  el  método  y 
rraQon  dellas? 

El  oydor,  avnque  chapetón  en  la  tierra ,  este  casso  le  hizo 
abrir  los  ojos  de  la  consideración  á  todos  los  que  se  le  ofrecieron 
de  castigo,  ó  que  aparando  cossas  halló  muy  poca  culpa  en  los  es- 
pañoles, trayendo  consigo  al  goueruador,  que  era  un  gran  caua- 
llero  y  christiano,  vaquiano  y  muy  diestro  de  la  tierra  y  por  exem- 
plar  las  cossas  muchas  de  engaños  y  cautelas  que  los  yndios  con 
él  aulan  querido  húsar  como  haQen  con  todos  quantos  gouiernan 
las  Indias,  y  si  no  yo  los  presento  por  testigos  para  que  depongan 
en  esta  materia,  porque  conocidas  de  los  yndios  sus  marañas,  yn- 
binciones,  cautelas,  mentiras  y  engaños,  no  ay  nadie  que  les  dé 
crédito  como  tenga  rrazonable  discurso,  y  espero  en  Dios  que  los 
que  acauaren  de  leer  esta  satisfa^ion  hallarán  patente  el  engaño 
del  obispo. 


238 


PROSIGUE  EL  apología  PRIMERA 

declarando  más  los  cargos  que  el  Obispo  haze  á  los  conquistadores, 
y  con  satisfactorio  descargo  se  rresponde  á  ellos. 

El  engaño  siempre  tiene  color  de  bien,  y  devajo  del,  lo  fué  el 
Obispo  en  las  delaciones  que  le  hiQieron  apasionados  y  malinos 
pechos,  haciendo  cargo  á  los  conquistadores ,  que  quando  salen  á 
algún  castigo,  por  vn  español  que  los  yndios  aian  muerto,  matan 
los  soldados  conquistadores  ciento,  y  que  en  la  venganza  se  zcuan 
tan  solamente  de  crueldades,  matándolos  á  puñaladas  y  hacién- 
dolos pedazos  con  perros,  para  cuio  efecto  los  llevan  hechos  y  zeba- 
dos,  ahorcando  á  vnos  y  empalando  á  otros,  y  que  atemorizados  se 
huien  á  los  arcabucos,  donde  acavan  y  perezen  miserablemente. 
Aqui  se  deue  satisfazer  á  lo  que  dize  que  pagan  ciento  por  vno  y 
diferencias  de  muertes  vautizadas  en  crueldades ,  con  que  los  yn- 
dios, atemorizados,  se  huyen  y  acaban  por  los  arcabucos.  Quanto 
al  primer  punto,  yo  confieso  que  mueren  ciento  por  vno  quando 
se  sale  eu  algún  castigo,  y  no  entregan  los  dilinquentes,  porque 
si  los  entregan,  es  cierto  que  no  muere  otro  ninguno  más  de  tan 
solamente  el  agresor,  aunque  por  marauilla  azeu  muertes  despaño- 
les,  ni  queman  yglesias  que  no  sea  auiendo  primero  hecho  junta 
de  toda  la  tierra  y  principales  della ,  ó  el  cagique  que  lo  yntenta 
de  toda  su  gente,  sin  que  quede  fuera  de  la  conjuración  y  borra- 
chera ninguno  de  sus  sugetos ,  y  como  son  todos  en  el  hecho,  to- 
dos son  en  sustentarlo,  arriscando  las  vidas  con  las  armas  en  las 
manos ,  como  así  todos  lo  prometen  antes  que  las  tomen  y  lleguen 
á  rromper  la  paz ,  y  de  qualquier  alzamiento  que  subcede,  al  punto 
llega  la  nueua  á  noticia  de  la  justicia,  audiencia  ó  gouernador 
á  quien  toca  el  rremedio ,  y  al  ynstante  da  comisión  á  vn  caudillo 
para  que  conjunta  de  soldados  parta  á  la  paziflcacion  y  allana- 
miento, con  cargo  de  que  castigue  culpados  jurídicamente,  y  esto 
bazen  en  los  que  son  y  salen  á  ello  oon  vna  breucdad  yucreyble. 


2:íy 

porque  si  se  detiibiesen  en  el  despacho  los  daños  que  los  yndios 
hacían ,  son  yrremediables ,  como  ya  lo  emos  visto  muchas  é  di- 
uersas  vezes,  y  que  suelen  de^ir  que  en  la  tardanza  está  el  peli- 
gro ,  y  con  presteza  se  ataja  con  poco  daño  de  vna  parte  y  otra. 
Estos  Comisarios  salen  y  hallan  la  tiera  alzada ,  las  poblaciones 
quemadas,  y  los  españoles  que  en  ellas  asistian,  muertos  ó  ahor- 
cados, ó  ya  comidos,  si  es  que  comen  carne  humana,  dexando  los 
corpanchones  sin  piernas  ni  sin  bracos ,  que  es  lo  que  ellos  apetoi- 
Qen,  tendidos  por  aquellos  campos ,  y  por  señal  del  delito  dejan 
asoladas  y  destruydas  las  estancias  de  los  españoles ,  y  muertos 
los  yndios  ladinos  do  su  seruigio ,  no  dejando  perro  ni  gato  á  uida 
y  flechados  y  alanzeados  los  caballos  y  yeguas  y  los  demás  gana- 
dos, y  visto  por  el  caudillo  y  Comisario  semejantes  estragos, 
ha?e  sus  autos  y  proceso  ,  y  fulminado ,  sigue  el  rrastro  y  camino 
por  donde  se  rretiraron ,  porque  á  tal  tiempo  no  sirue  llamarlos 
por  pregones,  por  cuya  consideraQion  los  van  buscando,  lleuando 
la  barua  sobre  el  hombro  con  buena  orden,  y  las  armas  listas  por- 
que los  yndios  son  vigilantísimos  en  la  guerra,  y  así  por  do 
quiera  que  los  soldados  andan  ,  les  quentan  los  pasos  para  alean- 
zalles  el  disinio  y  cuydado  con  que  se  portan,  y  si  les  pueden 
ganar  por  la  mano,  y  quitarles  la  uida,  no  se  discuydan  nada, 
hechándoles  vna  y  muchas  envoscadas,  vsando  varias  estratajemas, 
y  procuran  é  yntentan  hazer  de  noche ,  sin  ser  sentidos,  y  faltando 
de  esto,  si  se  hallan  con  fuerca  de  gente,  acometen  de  dia  á 
campo  avierto ,  y  pelean  hasta  ver  desbaratado  el  vn  bando,  aun- 
que esto  en  caciques  particulares  subcede  pocas  veces ,  porque 
como  no  sea  toda  la  tierra  la  que  se  junta  en  el  alzamiento,  sólo 
ponen  su  cuydado  en  rretirarse,  donde  no  los  hallen ,  ni  topen  con 
ellos;  porque  para  los  pérfidos  y  traydores  ninguna  parte  ni  lugar 
ay  seguro ,  y  asi  en  estas  rre tiradas  que  hazen  por  tierras  mal  sa- 
nas é  ynauitables,  y  sin  comidas,  ban  acauando  y  pereciendo 
todos,  y  de  tal  manera  subcede  en  ellos  la  hambre,  que  si  comen 
carne  humana  como  emos  referido ,  el  cacique  ba  matando  la  gente 
menuda,  y  él  y  sus  subjetos  se  la  van  comiendo  y  sustentándose 
el  tiempo  que  les  dura  la  hambre. 

Estos  son  los  cruelísimos  tiranos ,  quiriendo  más  comerse  vnos 


240 

á  otros  y  acauar  y  perecer,  que  guardar  y  conservar  la  paz,  caus- 
sándolo  su  mala  ynclina^ion  y  natural ;  y  en  esto  como  en  lo  que 
e  dicho  delante  de  Dios  que  no  les  leuanto  testimonio,  porque  de- 
más de  auer  sub^edido ,  á  otros  muchos  caudillos ,  y  en  sus  em- 
presas ,  y  á  mí  me  a  subcedido  auiéndose  aleado  en  la  Qiudad  de 
los  musos,  que  es  en  el  mismo  reyno  de  Granada,  vn  cacique  lla- 
mado GuaQara,  con  toda  su  población  y  subjetos,  y  hechas  mu- 
chas muertes  y  estragos,  se  fué  rretirando  en  vnos  grandes  y  espa- 
ciosos arcabucos,  parte  dellos ynabitables  y  parte  déjente  carine 
y  de  guerra ,  que  llaman  los  cagares ,  y  auiendo  yo  hecho  jente  y 
salido  al  castigo  y  rreducion ,  al  cauo  de  más  de  dos  meses  que  le 
andana  buscando  y  siguiendo ,  nos  venimos  á  encontrar  por  vna 
notable  estratajema  que  no  hace  á  nuestro  propóssito;  assí  como 
le  rreconogí  fué  acometido,  y  dentro  de  vna  ora  desvaratados 
él  y  muchos  de  los  suyos  fueron  presos;  hizele  proceso  y  averi- 
güele hauer  muerto  y  comido  de  su  propia  gente  que  le  seguia 
más  de  quarenta  personas  de  barones  y  hembras  déla  más  ynútil; 
hallé  mucha  carne  della  en  gecina,  y  doy  fee  que  hallé  y  vi  yndio 
entero  asado  y  enbuelto  en  hojas  de  bihao  y  muy  liado ,  y  sobre 
la  baruacoa,  que  es  como  vnas  grandes  parrillas,  pero  hechas  de 
madera  berde  y  altas  de  los  pies  y  deuajo  lumbre,  que  con  el  salto 
que  le  di  no  pudo  ser  comido;  y  desto  se  puede  considerar  que  si 
en  mes  y  medio  o  dos  que  se  auia  aleado  auia  comido  quarenta 
personas,  que  si  estubiera  un  año  ú  dos  acauara  toda  la  gente  y  á 
todos  sus  subjetos;  al  fin ,  con  el  castigo  que  se  hizo ,  se  rremedió 
el  daño  presente  y  se  evitó  el  poruenir,  y  fué  causa  que  la  mayor 
parte  de  su  gente  quedase  rreduQida  como  oy  lo  está,  porque  la 
demás  se  mermó  con  la  enfermedad  que  le  sobrevino  por  aquellos 
desiertos  antes  que  yo  la  encontrara ,  y  después  en  el  rrecuentro 
tanvien  faltarían  algunos  como  es  ordinario  en  las  batallas  y  esca- 
ramuzas ;  desta  suerte  peregen  y  acauan  muchos ,  buscando  ellos 
su  propia  muerte,  sin  que  el  español  sea  principal  caussa,  como 
dize  el  obispo,  sino  culpa  suya  propia,  porque  el  deseo  de  los 
nuestros  no  es  otro  que.  tener  seguridad  y  paz  en  las  prouinQias 
que  auitan ,  y  éste  no  es  rriguroso  de  creer  en  hombres  rraQiona- 
les,  pues  sabemos  que  ávn  los  vrraQionales  brutos  guardan  la  paz 


241 

y  se  huelgan  con  ella,  quanto  más  los  que  tienen  entendimiento 
y  discurso  para  sauer  es  cierto  y  uerdad  yndubitable,  que  es 
mejor  la  segura  paz  que  la  esperada  Vitoria ,  y  lo  que  dize  San 
Agustin  ^,  «que  con  la  paz  y  concordia  se  adornan  y  conseruanlas 
Qiudades,  y  con  la  discordia  se  destruyen  y  acauan,»  assi  que  nin- 
gún español  dexa  de  considerar  y  tener  por  cierto  quán  vien  les 
está  tener  paz  con  los  naturales,  pues  mediante  ella  gocan  de  vida 
segura  y  tienen  hacienda  y  descanso,  y  algada  la  tierra  pierden 
estas  tres  cossas  y  se  les  ofrecen  ynmensos  trauajos,  hambres  y 
exQesiuas  calores,  fatigas  y  cansancios ,  y  sin  esto,  que  es  ynsu- 
frible ,  continuos  peligros ,  enfermedades,  heridas  y  muertes;  y 
pues  es  bordad  muy  conocida  que  el  español  no  desea  la  guerra 
ni  la  procura,  como  lo  haze  el  yndio ,  yntentando  por  momentos 
trayciones  y  alcamientos,  cometiendo  rrobos  y  muertes  con  yn- 
Qendios  de  yglesias  y  pueblos ,  como  emos  dicho  y  adelante  se 
dirá;  no  es  mucho  como  dize  el  Obispo  que  mueran  cien  yndios 
por  vn  español  que  ellos  matan ;  y  quiero  confesar  como  es  así, 
pero  déuese  entender  y  considerar  en  qué  manera ,  para  que  se 
salue  de  tal  culpa  á  los  nuestros,  que  aunque  es  verdad  que  en 
aquellas  partes  se  estima  en  tanto  la  uida  de  vn  español ,  por  la 
mucha  falta  que  ay  dellos  y  sobra  de  contrarios ,  y  que  conviene 
conserbarla  para  no  perder  lo  edificado;  con  todo  eso,  quando  assi 
acontesze  matar  vno  ó  muchos  devajo  de  paz,  el  castigo  que  se 
haze  es  con  tanta  consideración,  que  si  merecen  la  muerte  ciento 
con  justicia,  no  excede  de  vno  ó  dos  arriua ,  porque  si  tanvien  no 
se  conseruasen  las  vidas  de  los  yndios ,  no  auia  para  qué  poblar, 
porque  la  tierra  sin  ellos  no  es  de  fruto  al  español,  como  ya  pro- 
uaremos  adelante;  pero  si  los  yndios  primero  que  se  rrindan.  á  este 
castigo  hazen  su  defensa  y  se  rresisten  con  las  armas  en  las  manos , 
como  también  después  de  desbaratados  y  huydos  por  los  arcabu- 
cos mueren  á  ciento  por  vno,  ¿qué  culpa  se  les  puede  ynputar  á 
los  españoles  dello?  yo  pienso  que  es  permisión  divina  que  mue- 
ran tan  gran  número  por  lo  mucho  malo  que  cometen  contra  su 
dibina  Magostad,  porque  el  español  jamás  tiene  rrigor  fuera  de  la 


*    San  Aguslin,  Epíst.  5. 

Tomo  LXXI.  16 


242 

ocasión  de  la  guerra  y  las  armas  en  las  manos,  antes  se  muestra 
piadoso,  conbersable  y  conpañero  assí  con  el  rrendido  como  con 
el  que  ávn  no  lo  está,  guardando  siempre  rrazon,  justicia  y  chris- 
tiandad,  porque  aquel  haze  bien  las  cosas  piadosas  que  saue  pri- 
mero guardar  la  justicia  por  ser  vn  grado  de  piedad  la  fee ,  de 
suerte,  que  siendo  assí  verdad,  no  pueden  dejar  de  ser  los  chris- 
tiauos  piadosos,  cuyo  rrespecto  les  obliga  quando  hazen  algún 
castigo  proceder  con  justicia,  haciendo  cargo  á  los  principales 
agresores  por  sus  términos  de  la  ley,  aunque  mas  breües,  confor- 
me á  la  costumbre  de  la  guerra  y  breuedad  del  tiempo,  criándoles 
defensor,  y  rresultando  calpados  y  dignos  de  muerte,  son  conde- 
nados á  ella;  y  ésta  á  ninguno  hasta  oy  se  le  dio  que  no  fuese  pri- 
mero convencido  del  delicto;  y  si  dize  que  la  muerte  que  les  dan 
es  enpalallos  haciendo  desto  vn  gran  cargo  de  crueldad ,  yo  con- 
fiesso  que  es  uerdad  que  en  algunas  prouincias  an  seguido  ese 
modo  de  castigo,  como  en  otras  el  de  ahorcar;  pero  si  se  considera 
la  manera  de  enpalalles ,  hallaremos  que  no  se  haze  demasía  en  el 
castigo,  porque  primero  se  les  da  garete,  y  después,  así  como 
en  nuestra  España,  quando  an  ahorcado  á  vno  le  hazen  quartos  y 
ponen  cada  quarto  en  su  palo,  en  las  guerras  de  aquellas  partes, 
por  no  se  detener  á  hazer  diuision  de  vn  cuerpo,  ni  tanpoco  andar 
prolijeando  en  el  monte  buscando  tanto  palo,  se  ponen  en  vno;  ya 
es  berdad  que  a  sucedido  en  algunas  partes  ponerlos  bibos  y 
después  hazellos  flechar  ¿5  arcabuQear,  pero  esto  yncitados  los  es- 
pañoles á  benganca  de  ber  sus  mugeres  y  hijos  y  parientes  muer- 
tos y  comidos  con  ynumanidad  yncreible,  y  esto  a  sucedido 
quando  no  son  bauptiQados  y  quieren  morir  como  y dólatrasynbo- 
cando  al  diablo;  y  de  esto  el  delito  suyo  puede  ser  tan  escanda- 
loso y  cruel,  que  como  en  España  encuban  bibos  y  atenacean  y 
asaetean,  y  en  Francia  los  queman  y  ponen  en  una  rrueda,  que- 
brándoles piernas  y  bragos  estando  bibos,  y  en  Alemania  y  Flan- 
des  les  dan  otras  mas  rregurosas  mjiertes ,  en  las  Indias ,  en  al- 
gunas partes,  en  la  guerra ,  an  hussado  destos  castigos ;  pero  son 
y  an  sido  muy  raras  vezes ,  y  sy  vbieran  de  castigar  conforme  á 
las  crueldades  que  vsau,  yo  pienso  que  era  muy  poco  atenazeallos; 
pero  los  españoles  no  lo  hacen,  assí  por  ser  de  su  natural  piadosos 


243 

como  por  temer  la  justicia  de  Dios  y  de  su  Rrey,  y  si  an  salido 
deste  limite  a  sido  muy  secreto,  porque  si  la  justicia  lo  supiesse 
lo  castigaría,  y  si  el  tal  hecho  cometido  por  algunos  soldados  en 
la  guerra  merece  castigo,  los  caudillos  tienen  el  propio  cuydado 
de  castigarlo;  y  confieso  que  algunas  vezes  veen  los  caudillos  cosas 
que  les  parecen  crueles  y  no  lo  pueden  rremediar,  porque  en 
muchas  ocasiones  lleban  yndios  amigos  que  con  sus  armas  van 
en  ayuda  de  los  nuestros,  y  estos  tales  suelen  cometer  crueldades 
manifiestas  en  que  los  españoles  no  tienen  culpa  ni  lo  pueden  es- 
torbar, porque  se  les  rebelarían  y  correrían  riesgo.  Y  para  con- 
prouacion  desto,  no  obstante  que  lorrefiero  en  el  libro  de  laiWi/í- 
Qia  yndiana,  diré  vn  subceso  que  yo  propio  lo  condeno  por  ynhu- 
mano,  y  fué:  que  auiendo  yo  salido  á  un  castigo  con  horden  de  la 
real  audiencia  de  Santa  Fee  en  el  nuebo  reyuo  de  Granada,  contra 
vnos  yndios  que  se  auiau  aleado,  saqueando  la  tierra,  matando  y 
captibando  los  yndios  de  serbidumbre,  quemándoles  las  poblacio- 
nes y  llebando  cautibos  más  de  ciento ,  los  seguí  algunos  dias,  y 
aviéndoles  dado  alcance,  puestos  en  resistencia  y  peleando,  se 
trabó  escaramuca  en  la  qual  los  yndios  amigos  que  eran  como 
giento  y  cinquenta  lanzeros,  se  dieron  tan  buena  priesa  por  su 
parte,  que  fueron  los  contrarios  desbaratados ,  presos  y  muertos 
dentro  de  dos  oras;  pues  discurriendo  yo  por  la  refriega ,  hallé  á 
TU  yndio  amigo  que  tenia  á  faerca  de  bracos  tendido  en  tierra  á 
uno  de  los  enemigos ,  y  le  estaua  degollando  como  á  vn  carnero,  y 
como  le  saha  la  sangre  la  yba  bebiendo ,  y  hallándole  io  tan  en- 
sangrentado manos  y  rrostro,  le  rreprehendi  yncrepándole  de 
ynvmano,  me  respondió  con  vn  piadoso  sentimiento:  «  pues  si  á  mí 
me  quieres  estorbar  esto ,  ¿por  qué  no  les  as  estorbado  á  estos 
perros  que  no  comieran  mi  padre ,  madre  y  hermanos,  muger  y 
hijos,  que  sólo  yo  escapé  de  toda  la  parentela?  y  si  nosotros  somos 
christianos,  ¿por  qué  no  nos  auparais  destos  caribes?»  Y  diciendo 
esto  se  le  saltaron  las  lágrimas  de  los  ojos,  y  sauiendo  ser  verdad 
lo  que  decia  con  sus  lágrimas  y  rraCones ,  me  enternecí  de  tal 
manera  que  le  boluí  las  espaldas,  y  dejándole  fuy  discurriendo  por 
la  batalla.  A  este  tiempo  vn  soldado  que  me  acompañaua  en  esta 
ocasión,  me  dijo:  «conuiene  mucho  disimular  con  los  amigos  y 


244 

apretar  con  los  enemigos,  porque  si  se  les  estoruase  la  uenganca, 
boluerian  las  armas  contra  nosotros,  y  quando  no  lo  hagan  con 
salirse  y  dejarnos  solos ,  seremos  perdidos ,  porque  suena  ya  el 
socorro  y  viene  cerca ;  y  para  que  no  cause  admiración  lo  visto, 
si  boluemos  los  ojos  veremos  la  obra  que  trae,  Tain,  cacique,  y 
su  gente  en  hazer  carne. »  Yo  boluí  y  vi  mas  de  cinquenta  yndios 
amigos  con  cauecas  y  otros  con  quartos  de  los  enemigos  puestos 
en  una  rrueda,  cantando  ya  por  aquella  parte  la  uitoria ;  y  aunque 
yo  quisiera  estoruar  tal  venganca  como  en  esto  tomauan,  fuera 
inpusible;  yo  rre^eul  gran  pena  de  vello,  pero  me  fué  forgoso 
dissimular,  y  comencando  á  rrecojer  mis  soldados  españoles ,  en- 
derecé á  vn  caney  ó  buhyo  donde  los  cauptiuos  aun  no  comidos 
tube  noticia  estaban  y  se  auian  recojido  y  hechos  fuertes  por  no 
correr  rriesgo,  así  del  yndio  como  del  español ,  que  en  la  rrefriega 
pudiera  subceder,  avnque  algunos  varones  salieron  en  mi  fauor 
sin  armas,  vnos  baliéndose  de  piedras  y  otros  con  armas  que  yvan 
ganando,  dando  vozes  cada  uno  diciendo  que  eran  christianos, 
saqué  la  jente  que  hallé  y  la  rrecoji  á  la  placa  á  donde  no  me 
podia  baler  della  arrodillada  á  mis  pies ;  á  este  tiempo  y  al  so- 
corro les  yba  entrando  por  vna  parte  de  la  población ,  y  como  lo 
vieron  todo  desbaratado  y  puestos  los  españoles  en  orden  y  ansi- 
mesmo  los  yndios  amigos  que  al  punto  se  me  fueron  rrecogiendo, 
ge  comencó  á  retirar  el  contrario ,  y  arrojándole  vna  esquadra  de 
gente  española  é  yndios  amigos,  se  puso  en  huida. 

Estos  cautibos  referidos  me  contaron  muchas  crueldades  hechas 
como  de  gente  tan  carnicera ,  que  si  las  oyera  el  obispo  de  Chiapa 
fuera  de  parezer  que  se  hizieran  muy  extrahordinarios  castigos  en 
ellos ;  hube  á  las  manos  algunos  y  tanvien  el  cacique  de  quien  hize 
justicia  conuencido  del  delito  confesado  por  él  mismo,  y  ahorcán- 
dolo dentro  de  dos  oras,  no  quedó  memoria  del,  que  en  lugar  de 
triunfo  los  yndios  amigos  se  lo  llenaron  á  pedagos ,  y  pienso  que 
oy  en  dia  cada  vno  guarda  lo  que  le  tocó ;  y  boluiendo  á  los 
cauptiuos,  digo,  que  se  auian  comido  de  las  cien  personas  dentro 
de  dos  meses  setenta,  y  si  yo  tardara  más ,  no  quedara  ninguna; 
estos  yndios  es  vna  gente  en  aquella  tierra  tan  braua  y  carine, 
que  tiene  carnizería  pública  de  carne  humana,  y  para  sustentalla 


245 

an  despoblado  de  todo  punto  vn  valle  que  se  dize  de  Neyua ,  que 
corre  sesenta  leguas  prolongado  su  tierra,  comiendo  toda  la  gente 
que  la  auitaba,  que  se  auerigua  que  auia  ducientos  mili  yndios  en 
tiempos  passados,  y  áuu  después  que  los  españoles  entraron,  se 
an  consumido  y  comido  más  de  los  Qien  mili,  pesándolos  públi- 
camente sin  podello  rremediar  los  nuestros,  aunque  se  a  procurado 
siempre  con  las  armas  en  las  manos,  y  muerto  en  su  demanda  en 
vezes  más  de  mili  españoles.  Y  boluiendo  al  propósito ,  así  como 
yo  no  pude  estorbar  á  los  yndios  amigos  lo  demasiado  que  se  en- 
sangrentaron en  los  contrarios,  abrá  subcedido  lo  propio  en  muchos 
caudillos;  de  manera  que  el  obispo  no  atribuye  la  crueldad  sino 
al  español,  sin  hazer  primero  la  quenta  y  distinción  della,  y  de- 
uiera  considerar  que  del  español  es  el  castigo  y  del  yndio  la 
crueldad  y  venganza,  que  en  ellos  es  muy  natural  buscafr  la 
uenganca,  y  la  muerte  llamar  á  la  muerte,  porque  esto  corre  entre 
ellos  toda  la  uida ,  comiéndose  y  matándose  vnos  á  otros. 

Queda  de  satisfazer  á  lo  que  dize  el  obispo  que  los  soldados  an 
quemado  muchos  yndios  bibos  y  ansi  mismo  que  traen  perros 
geuados  para  que  los  hagan  pedazos;  á  esto  diré  con  mucha  bre- 
uedad  solo  dos  exemplos,  y  la  rragon  para  que  traen  los  perros 
dexaré  para  adelante:  en  quanto  á  quemarlos  sucedió  á  an  caudi- 
llo, que  auiendo  salido  á  vn  castigo  de  yndios  salteadores  que 
llaman  los  carares,  por  grandes  rrouos  y  muertes  que  auian  hecho 
en  españoles  soldados  y  frayles  pasajeros  que  subían  por  el  rrio 
grande  de  la  Magdalena,  que  corre  del  nueuo  reyno  de  Granada  á 
Cartagena,  que  está  en  la  costa,  más  de  dugientas  y  cinquenta 
leguas  de  su  nacimiento,  y  vana  su  tierra  y  poblaciones,  y  auién- 
dolos  buscado  con  poco  número  de  soldados,  dio  vn  dia  en  ellos  sin 
ser  sentido,  á  quienes  halló  en  junta  y  borrachera  en  dos  grandes 
cañéis  con  placa  en  medio;  hiciéronse  fuertes  y  pelearon  balerosa- 
mente  por  troneras,  porque  los  soldados  tomaron  luego  la  placa  y 
cercaron  los  buhios,  y  como  los  yndios  veyian  vien  por  las  trone- 
ras hacian  su  puntería  con  arco  y  flecha,  y  enpleauan  los  más  de 
sus  tiros,  y  como  ellos  no  pudiesen  ser  uistos,  los  que  les  tirauan 
no  les  offendian,  hallándose  los  más  de  los  soldados  heridos  de  vna 
pestífera  y  mortal  yerba;  pues  hiendo  el  caudillo  el  extrago  que 


246 

hacían  y  el  poco  efecto  de  sus  soldados  y  arcabuzes,  y  que  si  se 
detenían  mucho  en  rrendíllos  perecerían  todos,  demás  quel  socorro 
de  los  contrarios  se  esperaba  en  breue  por  estar  las  poblaciones 
gercanas  y  que  no  podían  tardar  porque  luego  tienen  avisso,  ó  por 
algún  yndio  que  en  estos  trances  queda  fuera  del  gerco,  ó  porque 
se  oyen  las  rrespuestas  délos  arcabuzes,  él  se  determinó  de  pega- 
lles  fuego  con  particular  consejo  de  los  suyos,  y  fué  rresolucion 
conuiniente,  que  si  no  lo  hiciera  no  escapara  ninguno  de  sus  sol- 
dados, porque  allí  no  auia  sino  muerte  ó  Vitoria  por  estar  cinquen- 
ta  leguas  de  poblaciones  christianas  para  tener  socorro  y  el  daño 
que  rreciuian  era  mucho,  y  el  socorro  del  contrario  se  esperaua  por 
momentos;  y  el  hechalles  fuego  fué  con  yntento  de  que  se  rrindie- 
ran  ó  salieran  á  campo  rraso  donde  fueran  parejos  en  el  pelear, 
aprouechándose  cada  vno  de  su  balor  para  esto;  el  mismo  caudillo 
con  harto  rriesgo  de  su  persona  llegó  y  puso  el  fuego  y  ellos  fue- 
ron tan  pertinages  que,  avuque  salieron  vnos,  se  quemaron  otros 
dentro  sin  querer  salir  á  pelear  ni  rrendirse  como  los  demás. 
Aquí  ¿qué  culpa  se  podrá  ynputarálos  españoles  si  su  yntento  no 
fué  más  que  de  echallos  fuera  para  asegurar  sus  vidas,  vsando  de 
este  permitido  ardid  en  rrefriega  y  casso  tan  apretado  y  sin  du- 
das las  perdieran  si  no  pusieran  fuego?  Y  yo  creo  que  el  obispo  de 
Chiapa  hiziera  lo  propio  arrimándose  á  la  ley  natural  si  no  qui- 
siera morir  mártir ,  y  de  este  parecer  fué  el  frayle  con  quien  se 
confesó  el  caudillo  que  enprendió  lo  rreferido,  de  que  hiziera  lo 
propio  por  sainar  su  vida  y  las  demás  si  á  su  cargo  fuera  la  con- 
pañía  y  gentes;  por  este  camino  y  otros  muchos  aparentes  an  sub- 
cedido  en  las  Indias  casos,  que  contados  sinplemente  son  cruel- 
dades, pero  rreferidos  con  sus  cii*cunstancias  y  como  ellos  subge- 
dleron  quedan  sainos  de  tal  nonbre. 

Al  propio  caudillo  le  subcedió  en  esta  misma  ocasión  y  entrada, 
que  aviendo  coxido  yndios  y  yndias  y  trayéndolos  presos  en  su 
poder,  discurriendo  por  la  tierra  para  que  saliesen  de  paz  los  cagi- 
ques  y  entregasen  los  delinquentes  y  fuesen  castigados  y  reduci- 
dos á  paz  y  seruidumbre,  se  juntó  toda  la  tierra  para  dar  en  loa 
españoles  y  acabarlos,  comiendo  los  que  en  aquella  tierra  lo  an 
acostumbrado,  como  lo  hizieron  con  otro  caudillo  y  su  compañía 


247 

pocos  años  antes  deste  subceso,  entrándolos  á  castigar;  que  des- 
cuidándose vna  noche  las  centinelas ,  fueron  todos  muertos  pere- 
ciendo 4  manos  de  los  yndios,  y  pensando  hazer  lo  propio  con  este 
caudillo  y  su  conpañía,  los  persiguieron  tanto  con  envoscadas  y 
rrecuentros,  que  se  vieron  en  muy  grande  estrecho,  pues  subcedió 
que  vna  noche  los  cercaron,  y  el  caudillo,  viéndose  en  vn  mal 
sitio  y  con  tanto  rriesgo,  se  previno  y  fortaleció  lo  mejor  que  pudo, 
y  á  poco  rrato  se  comencó  á  oyr  el  mormollo  del  enemigo  por  todas 
partes  que  poco  á  poco  se  yba  entrando  sin  poder  ser  rresistido; 
pues  subcedió  que  entre  los  yndios  é  yndias  que  de  la  tierra  con- 
sigo trayan  para  el  efecto  rreferido,  abia  seis  ó  siete  que  estañan 
paridas  y  con  criaturas  á  los  pechos ,  las  quales ,  sintiendo  tan 
cerca  los  suyos,  y  deseando  hiziesen  efecto  para  por  aquel  camino 
librarse,  comencaron  á  pelliscar  fuertemente  á  los  hijos,  y  ellos, 
sintiendo  el  dolor  de  los  pelliscos,  leuantaron  vn  clamor  y  llanto 
tan  grande,  que  las  centinelas  y  postas  dobladas  que  se  habían 
puesto  perdieron  el  sentido  del  oyr  y  dauan  vozes  díziendo  «el  ene- 
migo entra,  y  no  podemos  hazer  buena  preuencion  si  no  se  sosiega 
tan  gran  rrumor  como  ay;»  con  esto  y  las  demás  turbaciones  de  la 
gente,  el  caudillo  no  sauia  qué  rresolucion  tomar,  porque  siapor- 
reaua  las  yndias  porque  hizieran  callar  los  hijos,  fuera  porque 
tanuien  lloraran  ellas  y  darian  gritos  porque  fuera  mayor  el  ruido 
y  los  yndios  entendiesen  estauan  allí;  al  fin ,  por  consejo  de  vn 
cacique  yndío,  christíano  y  amigo,  que  fué  bueno ,  según  el  sub- 
ceso como  en  semejantes  trances  de  conquistas  é  castigos  suelen 
darlos  y  ser  rreceuidos,  que  dicen  que  no  ay  mejor  cuna  que 
del  mismo  palo,  ni  mejor  remiendo  que  del  paño  propio ,  por- 
que, como  dezimos,  el  consejo  en  la  guerra  sea  de  rrezeuir  de 
hombre  de  expiríengía;  el  yndio  fué  díziendo  estas  palabras: 
«Capitán,  ¿por  qué  no  mandas  quitar  á  vna  yndia  destas  el  hijo 
y  que  le  ahoguen  en  ese  rrio?  y  verás  como  las  demás  callarán  sus 
hijos,  temerosas  que  harán  lo  propio  con  ellas ,  y  sosegado  este 
aluoroto,  avnque  es  malo  el  sitio,  nos  defenderemos ;»  forjado  el 
caudillo  del  peligro  que  tan  cerca  tenia,  por  saluar  su  gente  así 
lo  mandó,  con  que  primero  fuera  bauptíssado,  como  se  hizo,  y  de 
la  manera  que  el  cazique  lo  propuso  se  executó ;  con  esto  zesó 


248 

todo  el  rrumor,  y  avnque  ya  por  vna  o  dos  partes  se  auia  decla- 
rado el  enemigo,  tubo  por  bueno  rretirarse ,  porque  rreconoció  el 
alerta  y  cuydado  y  defensa  de  los  españoles ,  y  esta  prebencion 
fué  parte  para  escapar  de  aquella  tierra,  haciendo  muchas  suertes 
en  los  yndios  y  castigos,  con  que  por  algún  tiempo  cesaron  los 
rrouos  y  muertes  que  aquellos  salteadores  hacian ;  este  caudillo 
comunicó  con  vn  teólogo  el  hecho,  y  en  la  conflssion  le  absoluió, 
y  después  en  la  conuersacion  que  tuuieron  le  dijo  y  dio  á  enten- 
der ser  permitido  quitar  vna  vida  por  evitar  tantas  muertes,  y  el 
daño  que  rresultara  de  no  hazello,  por  lo  que  se  a  de  temer  ser 
contra  charidad  si  rrecoupensares  con  la  paz  muchos  escándalos, 
porque  mejor  es  que  perezca  vno  que  no  toda  la  humanidad;  pues 
si  este  hecho  se  dijera  y  contara  así  sólo,  lo  condenara  qualquiera 
por  yníquo  y  malo,  y  si  el  obispo  de  Chiapa  tomara  la  rrazon  de 
todo  lo  que  escriuió  tan  desnudamente ,  tanbien  lo  absoluiera ,  y 
con  ella  todos  quantos  lo  leyeran  hizieran  lo  propio. 

En  quanto  á  lo  que  dize  que  los  conquistadores  dieron  en  cebar 
perros  para  despedacar  los  yndios,  tanuien  pudo  degir  que  pasa- 
ron arcabuces  para  matarlos,  que  es  más  Qierta  la  muerte  con  ellos 
que  con  perros;  pero  assí  como  el  arcabuz  tiene  su  fin ,  para  es- 
pantar, ofender  y  defender,  así  la  ynbencion  de  perros ,  que  en  la 
guerra  de  aquellas  partes  se  a  usado  es  buena,  porque  con  ella  se 
an  allanado  presto  muchas  prouincias  más  de  lo  que  cardaran  y 
hubiera  costado  muchas  vidas,  así  de  los  nuestros  como  de  los  su- 
yos, y  de  la  manera  que  dellos  se  siruen  y  el  obispo  lo  ynoró  como 
quien  no  era  soldado,  sino  vn  pío  rreligioso,  que  si  á  mí  mes  per- 
mitido el  arcabuz  en  paz  y  en  guerra,  ¿por  qué  no  lo  será  vn  perro 
mientras  no  se  husare  mal  del?  y  al  que  saliere  de  la  onesta  per- 
misión, que  le  castiguen,  que  por  eso  ay  Dios,  Rey  y  justicia,  y 
quando  usan  dellos  es  en  tierra  de  montañas,  porque  en  la  rrassa 
y  limpia  de  arcabucos  y  boscaje  en  manera  ninguna  siruen ,  por- 
que tienen  otros  modos  y  extratajemas  de  que  se  valen ,  y  estos 
perros  traen  para  saluarse  de  muchos  peligros  ,  y  descubrir  las 
envoscadas  que  los  yndios  suelen  echar  en  tierra  montuossa ,  que 
en  descubierto  no  son  de  daño  á  la  gente ,  y  para  que  belén  el 
campo,  porque  sienten  de  lejos  al  yndio  por  el  olor  de  la  vija,  que 


249 

es  un  color  y  trementina  con  que  el  yndio  de  guerra  se  pinta 
rrostro  y  cuerpo  para  parecer  más  feroz ;  y  sentida  la  gente ,  sale 
ladrando  á  ella,  y  el  yndio  se  detiene ,  porque  en  estremo  los  te- 
men, y  los  nuestros  á  tal  tiempo  toman  las  armas  y  se  ponen  en 
arma  y  alerta,  y  antes  que  usaran  de  perros  nos  desvaratauan 
muchas  vezes  por  dar  de  noche  en  nosotros  sin  ser  sentidos,  qu© 
en  aquellas  partes  de  suyo  son  mucho  mas  escuras  las  noches  que 
en  estas  de  España,  porque  la  esfera  es  rrecta  y  no  ay  crepúsculos 
del  sol  como  en  la  ohlíqua,  y  assí  por  esta  rrazon  no  se  a  puesto 
el  sol  quando  es  de  noche,  y,  por  el  contrario,  en  España  auiéndose 
puesto  es  de  dia  cerca  de  vna  ora ;  pues  si  de  suyo  es  tan  oscura 
la  noche,  mucho  más  lo  será  en  tierra  de  boscajes,  esto  se  entiende 
no  auiendo  luna,  porque  alumbra  más  que  en  estas  partes,  por 
arrojar  rrectamente  su  luz;  pues  siendo  assí  con  tan  gran  escuri- 
dad  y  en  montana,  y  los  yndios  en  cueros  y  que  tan  súbtilmente 
pisan,  que  quando  an  de  hazer  vn  asalto  todos  vienen  arrastrando 
las  barrigas  por  el  suelo  como  culebras,  y  con  vna  flema  que  ellos 
son  dotados,  á  cuya  causa ,  de  nuestra  parte  abrá  nezesidad  de 
gran  preuencion  en  las  armas,  como  dicho  es,  y  en  las  envoscadas 
donde  son  de  consideración  y  prouecho  los  perros  para  dar  alcange 
á  vu  yndio  quando  se  huye ,  y  de  cojelle  rresultan  muchos  vienes 
para  que  la  tierra  no  se  alce  si  acaso  es  espía  ó  prisionero  que  se 
soltó,  con  que  se  asegura  el  buen  subceso  de  lo  que  se  pretende; 
también  son  de  prouecho  en  algún  desvárate  de  alguazauara  ó 
rrecuentro  que  se  aya  tenido  para  detener  la  gente  que  huye  y  se 
pueda  prender  algunos,  que  acertando  á  ser  yndios  principales  ó 
caciques  es  causa  para  sosegar  la  tierra;  y  no  quiero  negar  de  que 
algunas  vezes  salgan  los  yndios  mordidos  de  los  perros,  pero  están 
enseñados,  que  como  el  yndio  no  se  defiende  y  se  postre  ó  derribe 
no  haze  más  de  ladralle  hasta  que  llega  el  soldado  que  siempre  le 
uan  siguiendo  para  hacer  la  presa,  y  porque  el  perro  no  haga  daño 
con  ellos  se  an  defendido  muchos  pueblos  nueuos  y  estancias  de 
que  los  yndios  no  lleguen  á  quemallos  por  el  temor  que  los  tienen, 
y  como  los  sienten  y  guelen,  les  salen  al  camino  y  así  no  llegan, 
y  con  ellos  se  an  quitado  muchas  presas  á  los  yndios  de  gente 
cautiua  y  de  cauallos  que  llenan  á  los  nuestros ,  así  de  españoles 


250 

como  de  yndios  christianos,  aunque  fuese  ya  la  presa  á  dos  y  tres 
leguas  por  los  montes;  y  si  dijese  á  seis  y  ocho  no  seria  encareci- 
miento ;  para  lo  qual  ponen  á  los  perros  en  la  parte  por  donde 
comentó  el  enemigo  la  retirada,  siguiendo  el  rrastro  tan  puntual- 
mente que  vienen  á  dar  con  la  presa,  y  si  acaso  an  atrauesado 
algún  grande  rrio ,  es  cosa  marauillosa  ber  lo  que  á  las  orillas 
hazen  los  perros,  que  no  falta  sino  hablar;  al  fin,  los  soldados  á  la 
dispassion  del  rrio,  ó  házen  puente  ó  balsas  ó  lo  passan  á  nado  ó 
buscan  bado,  y  pasando  tornan  á  tomar  su  rrastro;  para  esto  que 
e  rreferido  y  otras  más  ó  menos  cossas  de  prouecho  se  ayudan  los 
españoles  y  conquistadores  dellos;  y  justa  guerra  se  puede  llamar 
la  que  es  necesaria,  y  esta  ynbincion  de  los  perros  lo  es  por  las 
rrazones  dichas,  y  no  para  cometer  crueldades,  porque  no  se  pa- 
gan déllas  los  christianos  ni  ban  á  esso,  ni  es  eso  su  yntento,  sino 
de  estender  la  fee  de  Cristo ,  y  tras  esto  balerse  de  la  tierra;  y 
como  no  aya  yndios  ni  se  consigue  lo  vno  ni  lo  otro,  y  así,  le  está 
vien  y  es  fuerza  conserbar  los  que  hallan  y  descubren;  pero  en- 
tiéndese esto  ante  todas  cossas,  sustentando  sus  vidas  los  poblado- 
res, porque  la  defensa  íiatural  es  permitida  avnque  sea  en.  con- 
quistas nueuas,  porque  si  los  yndios  yntentan  matar  los  españoles 
y  comiengan  á  ejecutallo,  no  es  mucho  que  los  maten  á  ellos  de- 
fendiéndose, y  en  los  que  an  dado  la  paz  y  obidiencia,  y  rreci- 
uiendo  el  Santo  Evanjelio  y  bauptismo  si  se  algan  y  queman  las 
yglesias  y  matan  los  vezinos  del  pueblo  español  ó  parte  dellos,  es 
lÍQito  y  muy  justo  el  castigo;  como  dize  Erasmo  *,  «el  castigo  es 
muy  justo  para  los  que  ofenden  y  dañan  de  su  boluntad.» 

Aquí  se  deuen  considerar  tres  géneros  de  yndios;  vnos  que  no 
tienen  noticia  de  españoles  y  los  españoles  la  tienen  de  ellos  y  de 
ques  buena  gente  y  mucha,  y  la  tierra  sana  y  abundossa,  por 
cuyo  respecto  se  enprende  la  conquista ;  á  esta  gente  se  le  entra 
con  toda  la  blandura  del  mundo,  puniéndoles  por  delante  la  paz 
y  ofreciéndosela  juntamente  con  algunos  presentes  que  se  les  yn- 
bian,  y  los  más  de  estos  yndios  y  prouincias,  que,  ó  necesitados 
del  fauor  de  los  españoles  contra  enemigos  suyos ,  ó  que  de  su 


<    Erasmus,  In  epist. 


251 

naturaleza  son  buenos  y  se  ynrlinan  á  la  mistad,  como  ya  diremos 
adelante,  sin  que  jamás  la  ayan  quebrado,  estos  son  tratados 
amigablemente  y  se  les  hazen  muchas  caussas  y  ventajas,  y  si  es 
gente  que  quiere  pelear  y  no  rreceuir  el  Sancto  Evanjelio  ni  la 
amistad,  aquí  no  se  haze  más  de  defender ,  y  defendiéndose ,  es 
fuerza  ofender  con  armas  en  las  manos ,  y  como  se  haze  esto  y 
juntamente  se  les  ba  ofreciendo  la  paz,  la  uienen  á  rreceuir  y  la 
sustentan. 

Ay  otro  género  de  yndios  que  los  españoles ,  avnque  tengan 
noticia  dellos,  no  los  uan  á  buscar  por  ser  pocos  y  en  tierra  muy 
enferma,  donde  no  se  puede  conserbar  la  gente  si  la  poblasen,  y 
que  justamente  son  carines  y  de  mala  yncliuacion,  y  que  comen 
carne  humana;  estos  salen  á  saltear  caminos  y  hacer  muertes,  sin 
que  los  busquen  ni  los  ynquieten;  estos  tales  merecerán  bien  el 
castigo  que  se  les  diere  jurídicamente,  y  no  sólo  castigo,  sino  que 
se  dieran  por  esclauos;  el  otro  género  de  yndios  es,  que  dada  la 
paz  con  cautela  y  obidiencia ,  y  rreceuido  el  Santo  Evangelio  y 
vauptismo,  se  al^an  con  grande  estrago  y  crueldades  que  hazen 
en  los  españoles  que  cojen  á  manos ,  como  se  a  dicho ,  quemando 
yglesias  y  pueblos,  y  luego  se  huyen  á  las  montañas  y  arcabucos 
donde  vienen  á  perecer  por  las  rracones  atrás  rreferidas ;  de  este 
género  an  sido  todos  los  yndios  ó  los  más  de  la  ysla  Española, 
Cuba  y  San  Juan  de  Puerto-Rrico  y  la  Trenidad  y  otras  circum- 
vecinas,  entre  las  q nales  ay  algunas  donde  son  yndios  caribes 
que  corren  las  costas  de  Tierra  Firme  é  de  yslas  con  sus  piraguas 
á  rrouar  y  matar,  asi  yndios  christianos  de  paz  como  españoles,  y 
en  las  flotas  que  llegan  de  viaje  á  Tierra-Firme  y  Nueua  España 
que  suelen  surgir  en  ellas  á  hacer  agua,  como  es  en  la  Deseada  y 
Dominica,  Matalino  y  otra,  donde  a  subcedido  hazer  mucho  daño 
en  la  gente  que  salta  en  tierra,  y  se  a  uisto  llegar  á  nauíos  solos 
y  surtos  en  la  costa  de  sus  islas,  y  tanuien  en  otras,  y  entrar  de 
noche  en  ellos  y  hallar  durmiendo  la  gente  y  degollarla  toda  y 
comérsela  y  echar  á  fondo  los  nauios  después  de  saqueados  y  lle- 
narse hombres  y  mugeres,  y  oy  se  simen  de  los  que  se  an  esca- 
pado de  la  muerte ;  estos  son  de  quien  el  Obispo  dize  en  su  tratado 
que  los  españoles  hacian  esclauos,  y  cierto,  de  mi  boto  no  se  deuia 


252 

estorbar,  sino  permitirlo ,  para  acauar  de  quitar  gente  tan  mala  y 
caribe  y  que  tanto  daño  hage;  que,  como  dieron  por  junta  de 
grandes  theólogos  los  chichemecos  en  la  Nueua  España,  por 
diez  años  de  esclauitud,  y  los  pijaos  en  el  nueuo  reyno  de  Grana- 
da lo  mismo,  como  también  en  la  India  oriental;  en  algunas  partes 
fuera  muy  justo  se  dieran  estos  carines  perniciosos  y  dañinos,  que 
aunque  lo  son  esotros  mucho ,  no  tanto ;  y  los  chichimecos  de  la 
Nueua  España,  como  diremos  en  su  lugar,  están  ya  llanos  cansa- 
dos de  tanto  como  los  an  apretado;  y  boluiendo  álaysla  Española 
para  rematar,  aunque  ya  e  dicho  la  causa  como  se  an  menoscauado 
de  todo  punto,  no  por  las  rragones  que  da  el  Obispo ,  y  para  más 
ponderar  y  exajerar  esto  dize  que  auia  (jinco  reyes  poderosos ,  sin 
otros  ynnumerables  señores  y nferiores ,  y  que  tanvieu  acauaron; 
aquí  se  aduierte  que  no  eran  reyes,  sino  caciques,  y  los  demás 
señores,  que  eran  como  dize  capitanes  su3^os,  con  parcialidades, 
parentelas  y  gouernadores  de  algunos  pueblos,  y  es  donaire  que- 
rer darles  nombre  de  rreyes  en  aquestas  partes  que  á  solos  dos  se 
les  pudo  dar  legítimamente,  que  fueron  á  Monteguma  en  la  Nueua 
España,  y  Atabalibpa  en  el  Pirú,  por  ser  tan  poderosos  y  con 
ánimos  rreales  en  su  trato,  rriquegas  y  pulicía;  lo  demás  es  rrisa, 
porque  si  á  todos  los  caciques  se  les  diese  nombre  de  rreyes,  pienso 
que  fueron  más  de  ginquenta  mili  los  que  vuo  y  ay  en  las  Indias 
OQidentales,  y  este  no  es  modo  de  encarecimiento  ni  palabra 
ypérbola,  que  si  todos  merecieran  titulo  de  rreyes,  pudieran  bien 
dezir  que  yo  y  mis  soldados  abiamos  subjetado  y  rrendido  más  de 
quinientos;  estos  cagiques,  hablando  berdades,  después  de  ser  vnos 
saluajes,  si  es  tierra  caliente  andan  en  cueros  y  duermen  en  el 
suelo  en  vnas  camas  ó  en  hamacas  colgados,  siendo  su  comida  bien 
desastrada ,  sobre  paja  que  tienden  en  la  tierra,  echando  la  comida 
en  vnas  totumas  ó  mates  que  hazen  de  calauagas  y  sin  género  de 
manteles;  y  las  rreyuas  tanbien  andan  en  cueros  como  los  rreyes, 
y  si  con  la  demás  gente  tienen  alguna  diferencia ,  es  porque  son 
más  belicosos  y  valientes,  porque  por  marauilla  se  guardaua  sub- 
gesion,  que  todas  eran  tiranías  entre  ellos;  y  si  algunas  vezessub- 
cedia  el  berdadero  subgesor,  era  por  ser  belicosso;  avia  cagique 
destos  que  subjetaua  á  veynte  mili  yndios  y  otros  á  diez  mili ,  á 


253 

quatro  mili  y  á  dos  mili ,  y  otros  de  ciento  y  de  diez ,  y  si  dijese 
menos  no  será  engaño,  porque  es  la  verdad,  y  no  eran  más  en  av- 
toridad  el  de  diez  mili  que  el  de  giento ;  véase  aora  este  modo  de 
reyes .  Yo  confieso  que  los  cinco  que  el  Obispo  dize  deuian  de  tener 
á  más  de  diez  mili,  pero  ninguno  dellos  pudo  poner  en  campo  de 
quatro  mili  conbatientes  arriua ,  y  el  que  los  ponia  era  muy  pode- 
roso ,  esto  se  entiende  en  la  ysla  de  Santo  Domingo  y  en  tierras 
calientes,  asi  de  las  yslas  como  de  Tierra  Firme,  porque  en  tierras 
frías  es  gente  bestida,  como  emos  dicho ,  y  los  caciques  son  más 
poderosos  de  gente ,  y  los  dos  que  merecieron  título  de  rreyes, 
como  se  a  rreferido,  sujetaron  vn  muy  gran  número  de  vasallos; 
pero  en  los  demás  de  las  yslas  y  tierras  calientes,  passa  y  a  passado 
como  lo  digo;  pues  nótese  á  quien  les  da  título  de  rreyes,  pues 
querer  dezir  que  por  los  castigos  que  en  ellos  hazian,  y  que  que- 
riendo llenar  algunos  caciques  á  España,  permitía  Dios  que  se 
ahogasen  los  españoles  con  ellos  dentro  de  los  nauíos ,  antes  se 
deue  creer  que  fuese  la  uoluntad  de  diviiia  que  no  escapase  gente 
tan  ydólatra  y  perbersa,  y  que  quería  que  en  aquella  tierra  se 
plantase  su  santa  fe,  poblándola  gente  christiana  y  que  fuese  es- 
pañola; y  esto  vien  se  echa  de  uer  por  los  pasos  por  donde  caminó 
Christóual  Colon  y  descubrió  las  Indias ,  siruiéndose  de  que  vn 
piloto  portugués,  viniendo  de  la  India  oriental  á  España,  padeciese 
vna  gran  tormenta,  y  tan  durable,  que  viniese  á  rreconocer  la  ysla 
de  Santo  Domingo ,  que  fué  á  tiempo  quando  la  descubrió,  que 
toda  la  gente  del  nauío  estuuiese  durmiendo ,  y  marcada  que  tubo 
la  tierra  con  su  aguja ,  y  tomada  el  altura ,  mandó  amurar  las 
uelas  tomando  otra  derrota  para  que  nayde  sino  él  la  pudiese  uer 
ni  dar  noticia  dellas ,  como  así  fué ,  guardando  el  secreto ,  y  que 
este  piloto  viniese  á  morir  en  casa  de  Colon,  á  quien  lo  descubrió, 
y  tomando  rrelacion  cumplida  lo  experimentó ,  para  cuyo  efecto 
fué  á  Portugal  y  Francia,  y  ninguno  de  los  rreyes  Iq  dio  crédito, 
y  últimamente  le  pusiese  Dios  en  el  coracon  á  los  rreyes  católicos, 
D.  Fernando  y  Doña  Isabel,  de  gloriosa  memoria,  que  le  armasen 
con  nauíos  para  ello,  y  puesto  en  punto  subiaje,  ¿quién  conside- 
rará los  conbates  de  tormentas  así  de  mar  como  de  la  gente ,  lle- 
gando á  tanto  estrecho,  que  oy  le  echan  á  la  mar,  ya  lo  dejan  para 


254 

mañana,  ya  para  la  tarde,  tiniéndole  por  un  enbaydor  y  quime- 
rista ?  Esta  ejecución  lá  fué  Dios  dilatando  de  ora  en  ora ,  hasta 
tanto  que  le  dio  la  tierra  en  las  manos  con  puerto  seguro  y 
apacible;  pues  aquí  manifiesta  fué  la  boluntad  diuina  dispuniendo 
toda  cosa  por  tan  estraños  arcaduQes ,  que  si  otra  fuera  su  bolun- 
tad ,  como  á  quien  le  son  presentes  todas  las  cossas ,  ahogara  á 
Colon  en  la  mar  y  á  los  demás  conquistadores  que  con  él  yuan,  y 
quando  quisiera  estorbar  alguno  de  los  medios  que  para  ello  pro- 
cedieron, por  donde  se  fué  dispuniendo  su  viaje  lo  hiziera,  y  tan- 
bien  que  no  se  ahogaran  los  caciques  ny  murieran  los  demás  yn- 
dios  que  dize;  yo  me  atengo,  sin  ser  teólogo,  que  no  se  menea  la 
hoja  en  el  árbol  sin  la  boluntad  diuina,  que  á  los  que  aman  á  Dios 
todas  las  cossas  las  conuierte  en  vien,  y  si  eá  bordad  que  fauorece 
los  españoles  en  aquestas  partes  y  desfauorece  los  yndios  ydóla- 
tras,  los  vnos  se  conserbaran  y  los  otros  acabaran  miserable- 
mente, que  la  uerdad  es  hija  del  tiempo,  el  qual  siempre  la 
descubre. 


255 


DISCURSO  Y  apología  SEGUNDA 

descargo  satisfacion  que  se  pretende  hacer  al  hecho  de  las  conquistas 
del  rey  no  de  Nueba  España. 

Si  es  berdad  que  por  derecho  comuQ  es  prohiuido  ser  vno  en 
vna  mesma  causa  fiscal  para  acusar  y  juntamente  juez  para  sen- 
tenciar ,  como  el  Obispo,  contrabiniendo  á  esta  justa  dispusicion 
quisso  húsar  destas  dos  facultades,  acusando  generalmente  á  todos 
los  conquistadores  y  pobladores  que  an  tenido  y  tienen  las  In- 
dias Ocidentales  é  islas  de  barlobento  y  sotauento  sin  eceptar  nin- 
guna, que  an  sido,  como  he  dicho,  vn  grandísimo  número,  sin  los 
cinco  generales,  como  se  a  dicho  y  adelante  diremos  á  su  tiempo 
y  lugar,  y  así  mismo  sentenciar  como  juez  á  perpetuo  ynñerno  á 
todos  ellos  sin  excetar  ninguno ,  y  este  poder  compete  á  vn  sólo 
Dios  que  saue  el  que  es  precito  y  el  ques  predestinado  y  es  justo 
juez  que  haze  el  cargo  y  rreciue  el  descargo,  vsa  de  justicia  y 
juntamente  de  su  dibina  misericordia,  y  assí,  mediante  ella,  avnque 
fueran  tan  malos,  perbersos,  y  inicuos  los  conquistadores  como  los 
haze,  todos  pueden  esperar  su  saluacion;  y  acudiendo  á  nuestro 
yntento,  digo  que  el  Obispo  ua  siguiendo  con  su  tratado  en  la 
Nueua  España  al  baleroso  don  Hernando  Cortés  y  sus  compañe- 
ros, cuya  entrada  fué  año  de  mili  y  quinientos  y  diez  y  ocho,  y 
trátala  tan  en  confuso  y  en  general  como  a  hecho  lo  demás,  tro- 
cando los  términos  de  la  tierra  y  costas  en  su  libro,  como  en  él 
se  podrá  ber,  así  por  las  distancias,  poblaciones,  número  de  gen- 
tes, subcesos  y  crueldades  con  que  dize  asolaron  y  destruyeron  los 
españoles  todo  este  rey  no,  como  así  mismo  dos  mili  leguas  de  la 
prouinzia  de  Tierra  Firme  que  dize;  pues  aquí  bien  sanemos  y  nos 
consta  con  evidencia  que  en  ella  nunca  los  españoles  an  hollado 
más  de  setenta  leguas  que  ay  de  longitud  del  este  oeste  desde  los 
confines  de  Vraba,  yndios  que  jamás  se  conquistaron,  hasta  Vera- 
gua ;  los  vnos  caen  entre  Cartagena  y  los  otros  entre  esta  prouin- 


256 

cía  de  Tierra  Firme  y  Verag-ua ;  y  si  quiere  meter  en  la  quenta  esta 
prouincia  de  Veragua  le  podremos  añadir  más  cinquenta  leguas, 
que  por  todas  son  ciento  y  veynte;  pero  do  se  llama  Tierra  Firme 
aunque  está  subordinada  á  la  rreal  audiencia  de  Panamá,  pues  de 
ciento  y  veynte  leguas  á  dos  mili,  la  rresta  de  la  tierra  que  falta  son 
mili  y  ochocientas  y  ochenta;  tiene  de  latitud  la  distancia  norte 
sur  de  diez  y  ocho  á  veynte  leguas  por  lo  más  estrecho,  que  es  de 
Puertovelo  á  Panamá,  y  lo  que  ay  de  la  mar  del  Norte  á  la  del 
Sur  y  por  lo  más  ancho,  no  tiene  de  treynta  arriba,  y  todo  ocupado 
de  montañas  y  arcabucos;  y  si  algunas  cananas  ay  son  pocas,  por 
donde  se  conocerá  después  de  la  poca  distancia  de  tierra ,  los  po- 
cos yndios  que  la  podian  hauitar,  y  los  que  la  hauitauan  corre- 
rían la  propia  rraQon  y  quenta  que  los  de  la  ysla  de  Sancto  Do- 
mingo, por  quanto  es  el  propio  temple  y  disposición  de  tierra,  y  ávn 
peor  en  quanto  á  ser  de  tan  mala  calidad  y  tan  enferma  y  estar  en 
menos  altura ;  y  de  que  es  tan  estrecha  esta  Tierra  Firme  todo 
el  mundo  lo  saue,  y  si  no  probémoslo,  pues  ay  cerros  en  el  medio 
de  esta  tierra  de  donde  se  descubren  entrambas  mares ,  por  cuyo 
rrespecto  la  llamaron  Tierra  Firme,  porque  como  los  descubrido- 
res primeros  viesen  desde  lo  más  alto  entrambos  mares ,  pensando 
auer  estrecho  de  agua  y  que  pasaba  de  vna  mar  á  otra,  y  descu- 
briendo este  pensamiento  hallaron  que  nó  y  que  continuaua  la 
tierra,  y  asi  la  llamaron  Tierra  Firme;  y  bolviendo  alas  cruelda- 
des de  que  ynputa  á  estos  descubridores,  digo  que  pone  á  el  en- 
tendimiento humano  en  diuersos  é  barios  pensamientos  de  su 
modo  de  escreuir  y  de  tan  grande  escándalo  como  a  caussado  y 
caussará,  que,  como  dize  San  Bernardo  *,  «muy  mal  se  rremedia  vn 
escándalo  con  otro;»  de  manera,  que  si  algún  desalmado  particular 
le  causó,  como  pudo  ser ,  no  hera  justo  que  en  general  átodo  el 
mundo  se  escandalicara  con  vn  tan  general  y  tan  grande ,  á  mi 
parecer,  y  pienso  que  dio  armas  á  qualquiera  enemigo  para  que 
quando  menos  le  hiriese  en  el  honor  de  su  patria;  en  esto  tendrá 
cada  vno  el  parecer  que  su  juicio  le  ditare  viendo  mi  descargo  y 
satisfacion. 


San  Bernardo,  Praecep.  dis  ciplin. 


257 

La  entrada  de  don  Hernando  Cortés  en  la  Nueua  España  se 
puede  muy  bien  entender  que  Dios  la  dispuso,  hordenó  y  guió,  y 
por  los  subcesos  y  fines  se  pueden  juzgar  los  principios  y  medios, 
porque  el  fin  de  las  cosas  es  maestro  de  ignorantes :  pues  beamos 
el  prinzipío  de  esta  entrada ,  y  quién  es  el  que  la  hizo  y  su  birtud 
y  costumbres  y  en  qué  manera  la  fauoreció  Dios ,  y  el  fin  que 
tubo.  Salió,  pues,  don  Hernando  Cortés  de  Santiago  de  Cuba  á  diez 
y  nueue  de.Nouienvre  de  mili  y  quinientos  y  diez  y  ocho  años, 
con  su  armada  en  descubrimiento  de  la  Nueua  España;  llegó  á 
ella  con  prósperos  tiempos  sin  desastre  ni  mal  subceso;  quiere 
Dios  que  del  primer  enquentro  dé  en  vna  tierra  llamada  Cocumil 
donde  en  tomándola  salió  vn  cacique  llamado  Calahuni ,  hacién- 
dole agradable  acogida,  y  tras  de  él  la  tierra  adentro  vn  español 
llamado  Aguilar,  que  en  aquella  costa  se  auia  perdido  muchos 
años  auia  con  otros  que  ya  eran  muertos ;  éste  estaua  aquerencia- 
do con  los  yndios ,  siruió  de  lengua  como  también  Marina,  su 
mujer,  y  quando  tomó  estas  lenguas  por  tan  estraño  modo,  por 
ser  obra  de  Dios ,  los  casó  por  mano  de  clérigo  para  más  facilitar 
su  yntento,  y  fué  su  padrino  el  mismo  don  Hernando  Cortés; 
pues  anparado  de  las  lenguas  yntérpretes,  discurrió  su  costa  dis- 
p uniendo  la  proa  en  San  Juan  del  üaerrio  de  la  Uera  Cruz,  puerto 
más  cercano  de  la  ciudad  de  México ,  como  si  de  atrás  lo  supiera 
ó  hubiera  visto  en  alguna  carta,  derrotero  ó  mapa  la  descripción 
de  la  tierra;  saltó  en  ella,  y  siendo  vien  rrezeuido  de  los  yndios, 
púsole  Dios  en  el  pensamiento  de  echar  los  nauios  á  fondo;  esta 
obra  y  determinación  fué  del  cielo,  porque  de  honbre  vmano  yo 
dubdo  lo  pudiera  ser,  porque  no  sania  dónde  estaua  ó  lo  que  le 
podia  rresultar,  ó  la  necesidad  que  dellos  pudiera  tener,  y  es  de 
mucho  prouecho  el  atreuimiento  si  le  acompaña  la  discreción  y 
sauiduria ;  tiene  pues  noticia  de  México  donde  estaua  y  rresedía 
Montecuma,  el  mayor  señor  de  aquella  parte;  fué  en  su  demanda, 
dale  Dios  en  el  camino  quien  le  fauorezca  y  guie,  asi  en  el  conoci- 
miento de  la  tierra  y  sustento  de  su  canpo,  como  en  la  guerra 
que  luego  le  comencaron  á  hazer,  hallóse  fauorescida  de  toda  vna 
prouincia  de  yndios  los  mejores  de  aquellas  partes  en  condición  y 
respetos,  corteses  y  valientes,  llamados  tascaltecas,  y  la  prouingia 
Tomo  LXXI.  17 


258 

Táscala,  en  quien  duró  la  paz  y  amistad  y  durará  por  largaos  años; 
rreciiiieron  lué^o  nuestra  santa  fee  cathólica  mejor  que  otros  nin- 
gunos, y  la  pulida  y  tratos  hidalgos  como  ellos  lo  son  y  se  tienen 
desde  el  primer  dia  por  tales ,  gocando  por  concesión  Real  de  tal 
preuilegio  y  gracias,  y  están  en  esto  tan  conformes  ellos  y  los  es- 
pañoles, que  ni  ay  yndio  que  injurie  ni  disguste  á  español  ni  es- 
pañol que  los  ofenda,  y  de  tal  manera  passa,  que  si  vn  español 
no  conociéndole  en  la  ciudad  de  México  o  en  los  caminos  echa 
mano  de  alguno  para  algún  seruicio  que  le  conuiene  y  el  yndio  le 
dize,  «señor,  yo  soy  hidalgo,  soy  tascalteca , »  el  español,  no  sólo 
lo  deja,  pero  lo  rrespeta  con  particular  gusto,  y  esto  lo  e  visto 
yo  muchas  vezes  y  á  mí  propio  me  ha  subcedido ;  aquí  podemos 
aplicar  que  la  uirtud  es  patrimonio  para  los  subcesores  y  que  al 
estraño  haze  natural,  y  el  vicio  al  natural  estraño  á  quien  estos 
tascaltecas  se  cumple  vien ,  que  siendo  gente  menos  viciosa  que 
ningunos  otros  yndios  los  ygualamos  en  el  trato  con  nosotros,  y 
los  tenemos  por  naturales  con  hidalga  correspondencia,  porque 
lo  merecen  la  buena  acojida  y  ayuda  que  nos  a  dado;  la  mucha 
fee  que  an  mantenido  sin  prebaricar,  que,  como  dice  San  Agustin  ^, 
«la  uerdadera  amistad  es  vínculo  y  atadura  de  todas  las  cosas,  y 
las  buenas  obras  son  prisiones  de  los  nobles  coracones»;  y  en  estos 
biene  vien  la  opinión  que  el  obispo  de  Chiapa  tubo  y  publica  su 
tratado  de  las  virtudes  generalmente  de  todos  los  yndios,  de  donde 
podremos  sacar  vna  rracon,  y  á  mi  pacezer  coucluyente,  para 
nuestro  descargo ;  pues  con  estos  jamás,  por  ser  de  condición  loa- 
ble y  noble ,  el  obispo  ni  nosotros  pudo  ni  podremos  alegar  cruel- 
dades ni  castigos.  Al  fin,  don  Hernando  Cortés  fué  con  su  ayuda, 
entrando  en  México  y  conserbado,  que  si  Dios  no  le  deparara  esta 
tan  buena  gente,  sin  duda  se  perdiera;  tras  esto  sanemos  que  en 
sus  rrequentros  y  batallas,  hallándose  con  tan  poco  número  de  es- 
pañoles y  tascaltecas,  rrespeto  del  tan  grande  del  enemigo,  quiso 
Dios  que  fuese  fauorecido  muchas  vezes  del  señor  San  Pedro  y 
Santiago,  patrón  de  España,  y  aquesto  fué  patente  á  los  del  vno  y 
otro  bando;  y  luego  para  rreforcar  la  uitoria  y  estauilidad,  llegó 


San  Agustin,  De  flde  rerum  invisibil. 


259 

á  la  mayor  necesidad  Panfilo  de  Narbaez,  como  quenta  su  ystoria, 
con  vn  buen  número  de  españoles  sin  los  aguardar  para  su  socorro, 
ni  entender  el  principal  disinio  de  su  entrada,  que  fué  por  extraor- 
dinario modo  ;  y  rredújolos  á  su  gouierno:  hemos  de  considerar  lo 
hordenó  Dios  ansi  por  querrer  su  divina  boluntad  se  estén  en 
aquellas  regiones  la  santa  fee,  porque  su  mucha  christiandad  lo 
deuió  de  merescer;  tras  esto  le  dio  todas  las  demás  prouincias  de 
la  Nueva  España  rrendidos  en  tan  breue  tiempo  con  titulo  de  Mar- 
qués de  *,  conserbándole  la  subcecion  con  tan  gran  fama  y  nom- 
bre en  seruicio  suyo  y  del  Rey ,  nuestro  señor.  Este  tan  gran  ca- 
uallero  y  christiano,  ¿porqué  mereció  titulo  de  cruel  tirano?  pues 
las  obras  y  muestras  fueron  tan  corteses  que  correspondieron 
bien  con  su  alcurnia,  tratando  con  tanto  rrespeto  la  rreligion,  y 
enseñando  á  los  yndios  de  tal  manera,  que  como  le  viesen  muchas 
vezes  quando  topava  vn  cacerdote  apearse  de  su  cauallo  y  vesarle 
la  mano  hincada  la  rrodilla  en  tierra ,  ellos  acian  lo  propio,  que- 
daron con  tan  buena  costumbre,  que  siempre  lo  an  hecho  y  hacen, 
acordándose  de  su  maestro,  de  tal  manera,  que  oy  le  lloran  los  yn- 
dios antiguos;  y  dize  San  Agustín,  «que  el  ánima  del  hombre,  ó  es 
rregida  de  Dios  ó  del  demonio  »,  pues  de  creer  es  que  la  del  buen 
Marqués  lo  seria  de  Dios  y  no  aria  cosa  que  no  fuese  en  su  ser- 
uicio ;  y  si  entendiera  el  obispo  las  estratagemas  de  la  guerra  y 
sus  preuenciones ,  pienso  que  se  couuenceria  que,  como  dize  Ve- 
jezio,  «la  ocasión  en  la  guerra  suele  aj'udar  mejor  que  la  misma 
virtud  y  fortaleza»,  pues  como  al  Marqués  le  tocaua  la  couserua- 
cion  y  salud  de  su  campo,  no  sólo  le  era  necesario  prevenir  á  lo 
presente,  pero  lo  porbenir,  porque  si  no  lo  hiziera  no  mereciera 
título  de  buen  caudillo  y  gouernador.  Seruirnos  a  para  exemplo  el 
llegalle  aviso  de  sus  espías,  ó  por  parte  del  español  ó  de  yndios 
amigos,  de  que  se  estaua  haziendo  una  junta  para  dar  en  él  y  su 
gente,  y  él  aberiguando  esto  y  satisfecho,  antes  que  se  rreforzaran 
más,  envistió  con  ella,  y  como  astuto  capitán  la  desbarató;  no  seria 
este  hecho  fuera  de  tiempo  ni  de  proposito,  antes  preuencion  de 
buen  gouierno,  que  como  dize  hicieron  promureua;  el  quegouier- 


El  título  de  Marqués  está  escrito  en  el  margen  y  lo  ha  mutilado  la  cuchilla. 


260 

na  no  sólo  a  de  aduertir  á  lo  que  se  hace,  sino  también  lo  que  está 
por  venir,  y  para  atajar  grandes  males  se  deue  hazer  á  los  prin- 
cipios, porque  si  tienen  omisión  y  discurso  se  perderá  el  que 
se  oluidare  de  mostrar  rrigor  en  la  guerra  y  clemencia  en  la 
paz,  castigando  al  malo  y  premiando  al  bueno,  pues  son  las  que 
dize  Demócrito:  «dos  cosas  gouiernan  el  mundo,  premio  y  castigo», 
el  premio  tienen  los  tascaltecas  por  su  virtud  y  fee,  y  castigo  los 
que  an  dado  la  paz ,  receñido  la  fee  y  la  quiebran  con  estorsiones 
y  muertes ;  aquí  dice  Libio  que  de  no  castigar  á  su  tiempo  lo  que 
conviene,  se  siguen  muchos  daños  y  males,  pues  si  por  hacerle  se 
ponen  en  defensa  pretendiendo  matar  al  que  ba  á  castigarlos ,  y 
tras  él  los  demás,  forcjossa  cossa  será  faborecerse  de  las  armas.  Y 
porque  con  lo  dicho  abremos  cumplido  y  satisfecho  á  todas  las 
prouincias  destereyno,  por  ser  todo  vu  lenguaje,  pasando  luego 
al  Pirú,  acauaré  de  satisfacer  al  gran  número  de  yndios  que  vbo 
y  ay  en  la  Nueua  España ,  y  á  los  pocos  que  dize  el  Obispo  an 
quedado  con  sola  vna  rrepartida  y  queuta  tan  cierta  y  clara  que 
satisfaga  á  todo  el  mundo.  Luego  que  los  yndios  se  sosegaron  y 
no  quisieron  prouar  más  las  armas  con  los  nuestros,  así  españoles 
como  tascaltecas ,  se  rrepartió  la  tierra  dando  á  cada  soldado  es- 
pañol en  rrepartimiento  y  encomienda  por  dos  vidas  los  pueblos 
como  sus  magestades  de  los  rreyes  y  emperador  Carlos  quinto  ansí 
lo  auia  hordenado  y  mandado,  según  la  calidad  y  mérito  de  cada 
vno,  y  para  el  sustento  de  los  nuestros  se  mandó  que  cada  yndio 
encomendado  acudiese  en  cada  vn  año  á  su  encomendero  y  adminis- 
trador con  vn  tanto,  conforme  se  tasó  y  rretasó,  puniéndole  al  en- 
comendero las  cargas  generales  de  que  les  diese  doctrina  á  su 
costa  y  defendiese  en  sus  pleytos ,  curase  en  sus  enfermedades, 
rrecogiese  los  fagitiuos  y  otras  de  más  y  menos  ynportancia,  en 
quienes  se  hallara  mayor  multitud  y  que  está  más  llena  la  tierra 
de  estos  yndios  el  dia  de  oy  que  en  aquel  tiempo,  porque  el  espa- 
ñol encomendero  que  á  los  principios  tenia  quatro  de  rrenta  y 
entrada  en  cada  vn  año  de  solo  el  tributo  á  quel  yndio  estaua 
obligado;  esa  misma  rrenta  tiene  sin  auer  alterado  tassa  ni  rreta- 
Bsa,  y  conforme  á  esto  no  falta  gente.  Pues  yo  quiero  probar  que 
ay  más  en  muy  gran  número;  hágase,  pues,  qucnta  de  los  mesti- 


261 

zos  ó  montañeses  que  llaman  hijos  de  españoles  y  de  yndias,  ques 
muy  gran  número,  y  tanvien  de  tanto  cambahigo,  que  son  hijos 
de  negros  y  de  yndias,  que  tanvien  es  multiplico  y  llenan  la  tierra, 
y  ansí  mismo  de  tantos  yndios  ladignos  y  anaconas  que  sirben 
como  domésticos  en  las  ciudades  de  españoles ,  cada  vno  á  quien 
bien  les  parece,  que. estos  no  entran  en  la  quenta  de  los  tributa- 
rios que  tanbien  hinchen  la  tierra,  assí  barones  como  hembras,  que 
es  -vna  grande  cantidad,  y  hágasse  quenta  de  tantos  offlciales  que 
en  las  ciudades  hauitan  que  son  ynuumerables  en  todo  vn  rreyno 
que  no  entra  en  el  número  de  los  tributarios  que  tanvien  ocupan 
la  tierra,  y  hágase  quenta  asimismo  de  los  yndios  que  andan  ba- 
gando fuera  de  sus  pueblos  originarios  ocupados  en  tierras  es- 
trañas,  en  estancias  de  ganados  é  yngenios  de  acucar  ó  en  minas 
y  otras  granjerias  mayores  y  menores  y  en  jornadas,  que  tanvien 
multiplican  el  número  y  acrecientan  la  tierra ,  y  no  se  acuerdan 
los  caciques  dellos ;  en  tributo  tanbien  se  deue  hazer  de  muchos 
yndios  que  los  caciques  ocultan,  que  el  encomendero  no  saue  si 
son  bibos  ni  muertos  ni  jamás  los  conoció ,  porque  estos  tales  los 
caciques  los  reseruan  para  tener  dellos  vn  particular  tributo  y 
serbidumbre,  tanbien  pueblan  la  tierra;  pues  estas  quentas  siem- 
pre están  llenas,  y  quando  falte  en  parte,  la  vna  suple  la  otra,  no 
obstante  de  los  que  pueden  morir  por  algún  demasiado  trauajo 
que  en  tierra  fría  y  templada  por  marauilla  subcede,  saluo  de  las 
enfermedades  generales  que  les  suele  dar,  como  es  vn  cocoliste, 
dolor  de  costado,  vnas  viruelas  y  cámaras  de  sangre  que  suele 
barrer  muy  gran  número,  y  son  tan  ordinarias ,  que  no  ay  lugar 
que  se  escape;  sólo  los  españoles  naturales  de  España  son  los  que 
se  libran  dellas,  que  aun  en  esto  quiere  Dios  mostrar  se  sirbe  más 
de  que  estén  pobladas  aquellas  partes  de  españoles  que  de  los 
mismos  naturales,  porque  acontece  morir  vn  millón  de  yndios  en 
todos  tres  reynos  con  una  enfermedad  general  que  viene,  y  no 
morir  della  Qinquenta  españoles;  y  si  estas  enfermedades  no  vinie- 
ran tan  amonudo,  fuera  tanta  la  multiplicación,  que  no  cupieran 
en  todas  las  Indias;  con  todo,  con  las  muchas  que  ay,  está  la 
quenta  que  e  rreferido  en  pié ,  y  estará  si  viniese  vna  tan  grande 
que  acauase  con  todos,  que  en  esto  se  conocería  ser  de  todo  punto 


262 

la  uoluntad  de  Dios  de  que  no  quedase  ninguno;  y  advierto  que  en 
tierras  calientes  no  corre  por  esta  quenta  sino  por  la  que  dixe 
quando  traté  de  la  ysla  de  Santo  Domingo  y  costas ;  aquí  se  cono- 
cerá que  no  son  muertos  los  yndios  sólo  por  el  trauajo ,  como  dize 
el  Obispo,  antes  rresultan  muchos  vienes  y  prouechos  para  ellos, 
como  queda  dicho,  porque  la  ociosidad  es  el  principio  de  los  ma- 
leficios, como  dize  San  Crisóstomo  *,  que  enseña  y  muestra  toda 
malicia,  pues  el  cargar  los  yndios  á  cuestas  cargas,  y  desnudarse 
para  el  efecto  parte  de  su  rropa ,  como  es  costumbre  suya  y  tan 
antigua,  que  ellos  propios  se  ofrecen  algunas  vezes  por  ganar  su 
alquiler,  y  por  tener  sus  yeguas  y  cauallos  descansados  gustan  de 
cargarse  ellos,  dejándolos  en  el  prado,  y  esto  no  lo  hacen  por  ser 
aficionados  al  trauajo,  sino  por  rreserbar  del  sus  cabalgaduras, 
tiniéndolas  en  más  que  sus  propias  personas;  y  yo  confieso  que 
algunas  vezes  son  compelidos  á  llebar  las  cargas  pagándoselo  y 
han  muy  contentos,  ansí  por  su  ynteres  como  por  estar  avituados 
á  ello  desde  que  el  mundo  es  mundo,  como  en  España  lo  están  y 
en  las  demás  partes  los  ganapanes  á  llenar  cargas  aquestas  y 
muchas  mayores,  y  tanbien  se  ue  en  los  yndios  que  esto  hazen 
algunas  vezes,  hauiendo  receñido  la  paga ,  en  medio  del  camino  y 
despoblado,  como  que  ban  á  sus  necesidades,  dejar  la  carga  y  per- 
derse ,  y  si  ba  el  español  con  él ,  quedarse  sin  poder  yr  atrás  ni 
adelante ;  al  fin  la  hambre  le  hace  esconderla  y  llegarse  al  pueblo 
más  Qercauo  á  buscar  remedio  para  passalla,  y  subcede  las  más  ve- 
zes perderse  como  se  a  dicho,  por  fiársela  á  los  yndios;  y  si  es  vino, 
sanen  muy  vien  quebrar  la  botija  y  bebérselo,  y  después  de  borra- 
chos no  parezen  en  vn  mes  y  dos.  Estos  yndios  de  la  Nueua  España 
son  los  más  pulíticos  de  todas  las  Indias ,  como  se  a  echado  vien  de 
ber  en  todos  los  offlcios  y  artes,  con  quanta  perfecion  los  siguen  y 
aprenden,  al  fin  son  yngeniosos  más  que  otros,  por  cuyo  rrespecto 
an  perseuerado  en  la  consideración  christiana ,  siendo  cuydadosos 
en  el  seruigio  del  culto  divino,  y  tinieudo  gran  ardor  en  los  tem- 
plos, todos  probeidos  copiossamente  de  música  y  las  iglecias 
y  monesterios  con  muy  grandes  y  lustrosos  edificios ,  y  en  sus 


1    San  Chrisostomo,  Suj).  Aom.  U. 


263 

cofradías  muestran  toda  pulicia ,  cuydado  y  preuencion  para  las 
procisiones  con  danQas  de  macho  arte  y  en  gran^número,  y  osaré 
dezir  que  vn  dia  de  Corpus,  en  la  Qiudad  de  Méjico,  es  tan  solem- 
ne y  señalado  que  no  le  ay  en  todo  lo  que  ciño  la  christiandad, 
que  sin  alargar  son  más  de  ducientas  danzas  las  que  sacan  los 
yndios ,  y  cada  vna  con  su  pendón ,  y  si  aora  a  venido  esto  en 
diminución,  en  mi  tiempo  pasaua  lo  que  e  dicho;  pero  yo  bí  tan- 
bien  arraygada  en  ella  nuestra  sancta  fee,  que  estoy  cierto  abrá 
ydo  en  aumento ;  faltan  las  ydolatrías  y  sacrificios  que  antigua- 
mente abia  más  en  aqueste  rreyuo  que  en  los  demás  rreferidos, 
porque  heran  tantas  las  víctimas  que  cada  dia  sacrificauan,  como 
afirman  todos  los  historiadores  que  dello  an  tratado ,  que  nunca 
tal  se  uió  ni  oyó  dezir  en  ninguna  parte  del  mundo  ygualasen  á 
éste;  de  tan  gran  mudanza  de  vn  estremo  á  otro  se  arguye  hauer 
tenido  buenos  y  santos  maestros  religiosos,  y  que  la  caneca  pri- 
mera daria  principio  á  ello  como  tan  gran  cauallero  y  christiano, 
y  como  todos  sanen  fué  el  marqués  del  Valle,  de  quien  fácilmente 
se  hechará  de  uer  el  fin  que  tubo  en  su  gouieruo ,  para  que  juz- 
guemos el  medio  y  principio,  hallaremos  en  él  vn  gran  nombre  de 
christiano,  virtuoso,  discreto,  prudente  y  caritativo ,  fidelísimo  á 
su  rrey,  de  altiuo  pensamiento,  de  baleroso  y  valiente,  de  famoso, 
de  bien  afortunado,  de  gran  consejo  y  astuto,  de  clemente,  de 
magnánimo,  de  diligente,  cuydadoso  en  proueer  en  la  guerra  y  en 
la  paz ,  dejando  todo  el  rreyno  ñorido  tan  rrico  y  abundante  de 
todas  cossas,  y  á  el  yndio  conocimiento  de  Dios,  pulítico  en  la 
uida  humana ,  calcado ,  bestido  y  harto ,  con  más  adorno  de  sus 
casas  y  bibiendas  de  lo  que  solían  tener,  cauallos  en  que  andar  y 
dineros  que  gastar,  posesiones  y  grangerías  á  nuestro  modo,  la 
ciencia  del  escreuir  y  leer,  la  de  la  música  en  estremo;  al  fin,  no 
ay  cosa  que  el  español  alcance  que  el  yndio  no  partizipe;  á  los 
conquistadores  por  su  rrespecto  les  a  sobreuenido  nobleca,  ha- 
zienda  y  contento,  y  á  nuestra  España,  rriqueza  tanta,  que  es 
vien  ynbidiada  de  estrangeras  naciones ;  á  los  subcesores  de  este 
tan  gran  cauallero  estados,  y  sobre  su  blasón  la  fama  que  para 
siempre  les  durará;  el  triunfo  y  gloria  conforme  la  uida  que  en  este 
mundo  tubo  se  puede  esperar  la  terna  en  el  otro  de  ventura.  Á 


264 

quien  le  pareciere  que  me  e  alargado  bea  sus  ystorias  y  haga 
especulación  de  sabio,  y  hallará  mucho  más  de  sus  virtudes  de  las 
que  yo  con  mi  corto  entendimiento  e  dejado  de  dezir,  y  aseguro 
que  no  me  a  mouido  más  de  tan  solamente  la  uerdad ,  porque  no 
le  alcancé  ni  conocí,  ni  yo  ni  los  mios  jamás  rrezeuimos  veneficios 
suyos,  y  puedo  dezir  que  no  he  hablado  jamás  á  ninguno  dellos; 
pero  yo  pienso  que  mediante  ella  ninguno  en  el  mundo  es  más  su 
aficionado,  porque  la  virtud  dura  hasta  los  últimos  subcesores  y 
jamás  deja  de  ser  ymbidiada. 


265 


DISCURSO  Y  APOLOGÍA'  TEKCERA 

descargo  y  satisfacion  que  se  pretende  hacei'  de  las  conquistas 
del  reyno  del  Pirú. 

Assí  como  en  g-eneral  abemos  dicho  de  la  Nueua  España ,  pa- 
reciendo ser  cansada  cossa  tratar  dello  en  particular ,  por  ser  todo 
vn  lenguaje  j  modo  de  conquistas;  y  si  juntamente  se  considera 
que  tal  qual  fué  la  espresion,  correspondieron  los  demás  caudillos 
despachados  por  él;  trataremos,  pues,  lo  que  toca  tan  solamente 
al  rreyno  del  Pirú,  yncluyendo  en  vno  todas  sus  prouincias,  ece- 
tando  al  rreyno  de  Chille,  porque  deste  es  muy  conuinieute  dezir 
más;  por  esto  abrebiando  lo  más  pusible  que  sea,  pues  ya  la  mayor 
fuerga  del  descargo  está  hecha,  y  para  que  no  cansemos  á  el  lector 
digo:  que  el  Pirú  fué  descubierto  y  conquistado  por  Don  Fran- 
cisco Pizarro  el  año  de  mili  y  quinientos  y  treynta  y  cinco ,  y  si 
mucho  escaudalicaron  las  crueldades  que  el  Obispo  escriue  de  las 
yslas  de  barlouento  y  sotavento  y  la  Española,  y  assimismo  de  la 
Tierra  Firme  de  Nueua  España ,  mucho  más  admiración  ara  las 
que  escriue  pasaron  en  el  rreyno  del  Pirú,  desde  el  dicho  año 
hasta  el  de  cinquenta  y  dos,  y  que  fueron  más  sin  comparación;  y 
porque  él  ni  yo  no  nos  hallamos  presentes  á  tal  tiempo ,  abremos 
de  sainar  las  aparencias  con  ynformaciones  legítimas  y  exemplos 
los  más  fuertes  que  podamos,  pues  como. hombre  que  e  seguido  á. 
aquel  reyno  y  los  de  aquellas  partes  de  más  de  treynta  años,  assí 
en  paz  como  en  guerra,  podré  legítimamente  dar  mi  rracon  en  la 
defensa  que  pretendo ,  y  vien  pudo  hauer  algunas  crueldades  de 
las  quedize,  questas  yo  no  puedo  sainar  en  particular;  pero  ha- 
blaré en  general,  como  lo  hace  el  Obispo ,  sin  eceptar  persona  al- 
guna de  gouernadores  y  conquistadores,  haciendo  despoblado  todo 
el  Pirú  de  los  naturales  por  ella  misma  repartida ,  multiplico  y 
quenta  que  en  la  Nueua  España,  y  aun  donde  se  considera  que  es 
verdad  que  no  ay  tan  gran  número  de  yndios  como  en  ella,  es 


266 

porque  nunca  los  vbo  en  su  prosperidad  y  passado  tiempo ;  pero 
de  los  que  se  aliaron  á  su  principio  está  en  pié  á  su  rrcspecto  todo 
el  número  de  yndios,  y  si  algunos  an  padecido,  que  fueron  pocos, 
a  ssido  en  los  alzamientos  y  conspiraciones  de  los  españoles  con 
las  ynquietudes  y  trauajos  que  semejantes  alteraciones  causan; 
pero  esto  no  se  deue  atribuir  á  crueldades,  porque  á  tal  tiempo 
generalmente  padecen  assí  españoles  como  yndios;  y  acudiendo 
al  yntento  de  nuestra  defensa,  siguiró  la  entrada  que  los  españo- 
les hizieron  en  tierras  del  Pirú,  que  fué  en  la  Pugna  primera  que 
tomaron,  aunque  aquí  difieren  los  coronistas  que  deste  descubri- 
miento tratan,  como  tanvien  en  la  conquista  desta  ysla,  porque 
vuos  dizen  que  los  naturales  rresistieron  con  gran  fuerca  y  guerra 
la  entrada  de  los  nuestros ,  y  para  ello  tuvieron  grandes  estrata- 
jemas,  ardides,  cautelas  y  trayciones,  con  que  obligaron  al  gene- 
ral y  soldados  á  ensangrentar  vien  las  armas  hasta  que  se  allana- 
ron de  todo  punto,  de  donde  passaron  á  la  Tierra  Firme,  que  de 
allí  está  como  seis  ú  ocho  leguas,  á  vn  puerto  que  se  llama  Tun- 
bez,  y  el  obispo  de  Chiapa  dize  que  rreziuieron  en  esta  ysla  á  los 
nuestros  con  toda  caricia,  haciéndoles  buen  seruicio  y  ospedaje, 
proueyendo  de  todo  lo  necesario,  y  que  el  pago  que  les  dieron 
antes  de  la  partida  fué  alancearlos  y  prouar  en  ellos  los  filos  de 
las  espadas,  de  tal  manera,  que  la  ysla  quedó  despoblada  y  aca- 
uada  con  ynauditas  crueldades,  y  á  los  que  escaparon  con  bida 
hizieron  esclauos  y  se  los  licuaron.  En  estas  diferentes  relaciones 
y  tan  encontradas  como  la  del  obispo  de  Chiapa ,  ympresa  el  año 
de  quinientos  y  Qinquenta  y  dos,  y  la  de  Agustin  de  Cárate  en  el 
de  quinientos  y  cinquenta  y  cinco,  yo  me  arrimo  á  la  del  Obispo 
en  quanto  al  buen  receuimiento,  tratamiento  y  ospedaje,  por  ser 
ansí  berdad;  dello  tube  muchas  relaciones  en  la  propia  ysla,  como 
asimesmo  en  Guayaqui,  ciudad  más  cercana,  donde  hize  pesquisa 
con  cuydado  y  curiosidad,  y  en  quanto  á  la  mala  paga  que  los 
nuestros  les  dieron,  no  se  puede  dejar  de  negar,  por  ser  muy  al 
contrario  el  hecho  y  lo  que  pa^^só;  y  si  fuera  lo  que  dize  de  gente 
tan  mala  y  desagradecida,  no  se  pudiera  esperar  cossa  buena, 
porque  la  yngratitud  es  obra  ynfernal  y  enemiga  cruel  de  la  gra- 
cia, porque  vn  tan  buen  ospedaje  como  él ,  coufiesso  no  se  deuia 


267 

pagar  si  no  con  vna  eróyca  y  bneua  correspondencia,  mostrando 
ánimo  noble,  virtuosso  y  agradecido,  pues  la  buena  obra  es  vna 
virtud  liberal  del  Perú;  yo  e  oydo  en  la  misma  ysla,  no  vna  vez 
sino  muchas,  vien  diferente  al  señor  y  cacique  della,  llamado  Don 
Francisco  Tómala,  siendo  su  huésped  como  amigo  suyo  muy  par- 
ticular, esta  ystoria  de  quando  llegó  Don  Francisco  Picarro  con  su 
armada,  porque  es  nieto  de  Tómala,  el  cacique  y  señor  natural 
que  fué  el  que  le  rreciuió  á  más  quenta,  y  es  voz  general  entre  los 
yndios  y  españoles  de  la  ciudad  de  Guayaqui,  que  está  cerca  del 
rriü  arriua,  y  en  algunas  ystorias  del  Pirú.  serrefiere,  que  llegada 
la  armada  fué  bien  rrezeuida,  haciendo  al  general  y  soldados 
grandes  caricias  y  agasajos ,  rregalándolos  todo  lo  pusible  á  cada 
vno  en  particular ,  conforme  á  la  calidad  de  su  persona ;  esto  es  lo 
que  yo  puedo  decir,  y  si  es  berdad  que  de  parte  del  yndio  hubo 
algún  mal  pensamiento  para  offender  los  nuestros,  se  debió  rre- 
mediar  con  mucha  brebedad,  sin  tantos  muertos  y  destroces  como 
dize  el  Obispo,  y  esto  se  echa  vien  de  ber  y  se  conoce  seria  el  cas- 
tigo lebe,  y  que  el  cacique  y  señor  no  fué  conprehendido  en  él  ni 
halló  en  la  junta  que  se  hizo  para  matar  los  christianos,  como 
Agustín  de  Cárate  escribe  en  su  ystoria,  que  lo  yntentaron  y  co- 
mentaron á  poner  por  obra. 

El  señor  desta  ysla,  no  sólo  se  contentó  con  el  buen  ospedaje, 
pero  en  persona  con  mucha  parte  de  su  gente  se  metió  en  el  ser- 
uicio  Real  como  los  talcatecas  en  laNueua  España,  y  guiando  al 
armada  los  españoles,  saltaron  en  Tunbez  en  la  tierra  firme, 
donde  los  esperaron  los  yndios  con  n}ano  armada;  y  en  esta  oca- 
sión el  cacique  Tómala  fué  de  mucho  beneficio  á  los  nuestros,  y 
por  el  seruicio ,  hospedaje  y  buena  obra  que  del  rreziuió  el  gene- 
ral, hizo  rrelacion  á  su  magostad,  donde  rresultó  el  hacérsele 
merced  á  él  y  á  sus  subcesores  de  la  propia  ysla  con  plena  juris- 
dicion,  sin  que  vbiese  otra  justicia  fuera  de  la  suya,  ni  encomen- 
dero ni  administrador;  y  asi  lo  es  todo  el  cacique  don  Francisco 
Tómala  como  lo  an  sido  sus  antepasados  y  serán  los  subcesores, 
por  cuya  gracia  y  concesión  los  yndios  le  son  tributarios  y  no  á 
otro  ninguno :  este  cacique  rrepresenta  señoría,  y  para  que  sus 
partes  mejor  se  consideren,  quanto  á  lo  primero  es  gran  christiano. 


268 

vicarro  y  g-alaií,  vistiéndose  siempre  á  nuestra  vsanca  cortesana 
con  calca,  capa  y  gorra ,  espada  y  daga  dorada  con  tiros  borda- 
dos y  gran  música  de  bihuela,  y  en  el  danzar  muy  experto ;  es 
buen  hombre  de  á  cauallo  y  en  las  armas  diestro ,  gran  cortesano 
en  nuestro  lenguaje  y  ceremonias,  muy  amigo  de  españoles,  de 
tal  manera,  que  si  llega  á  laysla  qualquier  nauío  español  y  viene 
en  él  algún  cauallero  criado  del  Rey,  le  ba  á  buscar  y  le  lleua  á 
su  cassa  donde  le  hospeda  y  rregala  el  tiempo  que  da  lugar  la 
partida,  y  este  ospedaje  como  señor,  porque  tiene  vngran  palacio 
muy  bien  colgado  de  paños  de  corte  y  tafetanes  todos  los  quartos 
del ;  es  muy  vien  seruido  y  ouedecido  de  sus  basallos  y  domésti- 
cos, y  se  cassó  con  vna  señora  española  dama  de  buen  parecer  y 
noble,  murió  á  cauo  de  algunos  años;  después  hizo  gran  senti- 
miento. Este  caQique  tiene  vnas  atarazanas  de  jargias  para  nauios 
que  pienso  no  ay  otras  en  toda  la  mar  del  Sur,  tiene  algunos 
suyos  y  gente  española  que  sirue  en  ellos  y  los  trae  en  trato  por 
aquella  mar  y  costas;  estos  beneficios  rreceuidos  son  de  España  en 
rretorno  de  los  que  él  hizo,  y  no  tiene  menos  fuerga  buena  amistad 
que  parentesco.  Aquí  podrá  juzgar  cada  vno  al  discurso  de  su  talento 
las  crueldades  que  los  españoles  hizieron  á  esta  ysla ,  considerando 
las  demás  que  escriue  de  todo  el  Pirü  el  ynfrascripto  Obispo,  por 
relaciones  que  tomó,  que  si  vbiéramos  de  tratar  bien  por  menudo, 
salbáramos  de  todo  punto  apariencias ;  pero  con  lo  rreferido  pienso 
bastará  y  lo  que  adelante  trataremos. 

Llegados  que  fueron  los  españoles  á  Tumbez  y  en  su  fauor  el 
cacique  Tómala,  como  ya  dijimos,  y  desbaratados  los  yndios  que 
se  les  antepusieron  de  guerra  y  mucha  fuerca  de  gentes  que  en 
su  ayuda  vinieron  de  los  lugares  circunvecinos ,  poblaron  y  fun-. 
daron  la  ciudad  de  Sammguet  con  estos  yndios.  Le  subcedió  á 
Francisco  Pigarro,  que  hauiendo  hallado  en  la  ysla  de  la  Pugna, 
que  poco  a  dijimos,  más  de  seiscientos  cautibos  entre  barones  y 
hembras  de  sus  naturales ,  con  un  principal  Capitán  suyo,  los  sacó 
del  cautiuerio,  y  dos  dias  antes  que  partiese  el  armada  desta  ysla 
para  Tumbez  los  embió  al  cacique  y  señor  dellos  con  tres  solda- 
dos españoles,  pensando  por  esta  buena  obra  hallar  buen  hospe- 
daje y  correspondencia  conforme  lo  merecía,  y  fué  todo  al  contra- 


269 

rio,  que  al  punto  que  los  españoles  pusieron  los  pies  en  Tumbez, 
el  cacique  y  señor  á  quien  yban  guiados,  avnque  muy  alegre  y 
gocosso  de  ber  sus  bassallos  libertados  del  cautiberio,  sacrificó  á 
sus  dioses  á  estos  tres  desdichados  españoles;  pues  llegado  que 
fué  Francisco  Picarro  dentro  de  tres  ó  quatro  dias  con  su  armada 
le  pusieron  en  tanto  aprieto  que  para  saltar  en  tierra  se  uió  en 
gran  trabajo  y  peligro,  donde  le  mataron  y  hirieron  algunos  sol- 
dados ;  pero  al  fin  la  tomó  y  se  señoreó  della;  y  sauido  el  sacrificio 
de  sus  tres  soldados  trató  de  hacer  el  castigo  tan  bien  merecido;  y 
viendo  el  cacique  y  señor  de  aquella  prouincia  quer  pagauan  con 
la  muerte  muchos  de  los  suyos  teniendo  él  la  culpa ,  antes  que  le 
cogieran  á  las  manos,  porque  le  seguían  y  procurauan  con  mu- 
cho cuydado,  ofreció  la  paz  y  obedencia  y  fué  admitida  y  perdo- 
nado su  delicto  y  crueldad,  que  pienso  y  tengo  por  cierto  que  de 
ninguna  otra  nación  lo  fuera,  y  lo  mereciera  vien  su  mala  corres- 
pondencia. 

En  este  medio  don  Francisco  Picarro  tubo  noticia  de  Ataba- 
lipa,  rey  de  parte  del  Pirú,  ó  por  mejor  decir  tirano,  porque  el 
berdadero  señor  de  aquellos  reynos  lo  hera  por  derecha  subcesion 
su  hermano  mayor  Guascar  Inga ,  que  á  la  sacón  residía  en  el 
Cuzco.  Este  Ataualipa,  no  sólo  se  le  alzó  con  la  prouincia  del  Quito, 
pero  después  de  señorearse  della  boluió  con  su  exército  apoderán- 
dose de  mucha  y  gran  parte  del  reyno ,  hasta  llegar  á  Caxalmaca, 
á  donde  hizo  pié  y  asiento :  desde  allí  envió  á  sus  capitanes  con 
parte  de  su  exército  al  Cuzco,  donde  residía  su  hermano ,  verda- 
dero Rey  y  señor,  y  fueron  tan  belicosos,  diestros  y  balientes  que 
todas  las  prouincias  por  donde  pasauan  las  allanavan  y  dejavan 
reducidas  al  basallaje  de  su  señor  Atabalipa ;  y  puestos  por  él 
caciques  y  gobernadores,  llenando  de  cada  prouincia  en  su  ayu- 
da gran  golpe  de  gente  y  combatientes ,  de  tal  manera,  que  llega- 
dos que  fueron  á  donde  ya  les  esperaua  el  rey  Guascar  con  su 
exército,  por  la  noticia  que  por  momentos  tenia  de  su  venida, 
puesto  en  batalla  con  su  ejército  se  la  dio,  y  aunque  difieren  los 
coronistas  sobre  si  fué  desbaratado  á  la  primera  ó  segunda,  al  fin, 
como  quiera  que  sea,  él  fué  preso  por  los  capitanes  de  Ataualipa 
y  desvaratado  su  ejército,  y  puesto  en  huida  y  muerto  la  mayor 


270 

parte  del,  por  cuyo  subceso  les  fué  luego  rrendida  toda  la  tierra; 
y  aviendo  dado  asiento  á  todas  las  cosas  en  nombre  de  Ataualipa 
Inga,  se  fueron  retirando  y  marchando  áCaxamalca,  donde  resi- 
día ,  lleuando  preso  á  su  hermano  Guascar,  de  que  no  yban  poco 
bitoriosos  y  gocosos,  si  la  fortuna  no  se  les  atrauesara  en  el  ca- 
mino con  la  tan  aciaga  nueua  que  tubieron  de  la  entrada  de  los 
españoles  en  tierras  del  Pirú  y  tan  cerca  de  Caxamalca  donde  les 
era  fuerca  buscar  á  su  señor.  Esta  nueua  no  fué  tan  secreta  que 
no  la  supiese  el  desdichado  rey  Guascar ,  y  aunque  preso  y  con 
tanto  recato  como  le  trayan ,  tubo  medio  para  despachar  sus  en- 
vajadores  á  Tumbez ,  donde  el  gouernador  don  Francisco  Picarro 
estaba,  como  emos  dicho,  allanando  la  tierra,  al  qual,  después  de 
dalle  el  bien  venido  á  su  modo  y  lenguaje,  y  hecho  los  ofreci- 
mientos como  de  persona  real,  avnque  preso,  con  muchas  cortesías 
y  palabras  recaladas  le  hizo  vna  larga  relación  de  su  origen  y 
rreynado,  y  como  por  línia  recta  de  barón  quedó  por  sucesor  y 
rey  vnibersal  de  aquellos  rreynos,  porque  su  padre,  yendo  conquis- 
tando la  tierra  que  corre  al  norte ,  murió  en  Quito  donde  quedó  su 
hermano  menor  Ataualipa  Inga  que  yba  con  él,  el  qual  se  alQÓ  con 
aquellas  prouincias ,  avisándole  dello  y  pidiéndole  tubiese  por 
bien ,  pues  no  auian  sido  heredadas  de  su  agüelo,  sino  ganadas  por 
su  padre  y  que  no  tenian  á  ellas  más  de  derecho  vno  que  otro,  á 
quien  respondía  las  dejasse  ynclusas  en  la  corona  real  y  le  señala- 
ria  prouincias  donde  viniese  y  sustentase  como  tal  persona  y  her- 
mano suyo;  y  no  satisfaciendo  esta  promesa  le  avia  hecho  guerra 
de  tal  manera  que  él  y  sus  capitanes  le  uinieran  ganando  toda  la 
tierra  hasta  desbaratalle  de  todo  punto  y  prender  su  persona  y  de 
cómo  le  licuaban  preso  á  Caxamalca  donde  residía  su  hermano 
Atabalipa;  y  que  pues  él  era  el  berdadero  Rey  y  subgesor  le  pedia 
y  suplicaua  con  encarezimiento  le  amparase  y  fauoreciese,  pues 
tenia  potengia  para  ello,  de  que  él  estaua  bien  ynformado,  y  que 
en  rretorno  le  ofrecía  toda  hermandad  y  buena  correspondencia  y 
con  este  derecho  podia  muy  bien  ensangrentar  las  armas. 

Quando  estos  envajadores  llegaron  al  gouernador  don  Fran- 
cisco PiQarro,  dejando  con  algún  asiento  la  ciudad  de  San  Miguel, 
avia  partido  para  Caxamalca,  donde  ya  tenia  noticia  estaua  Ata-- 


271 

balipa  Inga.  Los  envajadores  le  alcancaron  y  dieron  la  envajada,  y 
el  gouernador  prosiguió  su  camino  y  Ataualipa  le  estaua  esperan- 
do muy  en  orden,  que  es  quaudo  dize  el  obispo  quele  prendió  don 
Francisco  Picarro  y  le  mató  y  degolló  mucha  gente,  continuando 
tan  grandes  crueldades  que  certifica  fray  Marcos  de  Niza  que  se 
halló  presente  y  fué  testigo  de  todas,  y  pudo  ser  que  el  dicho 
fray  Marcos  fuese  parte  á  que  prendiesen  al  dicho  Atabalipa  y  le 
matasen  tanta  gente;  porque  vu  fraile  que  se  halló  en  esta  oca- 
sión con  don  Francisco  Picarro ,  llamado  fray  Vicente  de  Valver- 
de,  déla  orden  de  Santo  Domingo,  llegó  Atabalipa  y  le  puso  vn 
misal  en  las  manos  diziendo  que  aquellos  eran  los  evangelios  de 
Dios  y  que  venia  á  predicárselos  á  él  y  á  toda  la  tierra,  y  como 
tomó  el  libro,  hauiéndole  mirado  y  rrebuelto,  lo  arrojó  al  suelo 
como  bárbaro,  y  el  buen  fraile  sin  prudencia,  comengó  apellidar 
los  christianos  haciendo  grandes  esclamacioncs  de  berlo,  con  que 
metió  en  cólera  á  los  españoles  poniendo  mano  á  las  armas,  y  los 
yndios  hicieron  lo  propio ;  trauóse  esta  rrefriega  siendo  principio 
della  y  de  las  demás  este  rreligioso  con  celo  del  seruicio  de  Dios. 
Los  sacerdotes  en  los  campos  y  guerras  been  acometer  el  peligro 
y  el  daño  receuido  de  una  y  otra  parte ,  pero  no  la  causa  y  rracon, 
porque  los  caudillos,  que  es  á  quien  toca  el  remedio  y  salud  de  su 
exército,  sólo  consultan  lo  conuiniente  con  los  de  su  consejo  de  la 
guerra  y  gente  prática  en  las  armas,  y  muchas  vezes  toman  rre- 
solucion  sólo  porque  asi  conuiene,  y  yo  no  puedo  persuadirme  á 
que  aya  anido  caudillo  en  todas  las  Indias  Ocidentales  que  aya 
hecho  daño,  assi  en  castigos  sinples  como  en  regurrossos,  á  que 
el  obispo  llama  crueldades,  que  no  haya  sido  con  ocasión  dada 
por  los  yndios,  ora  antepuniéndose  y  ganando  por  la  mano  á  su 
mala  yntencion  ó  en  la  execucion  della  ú después  de  passada,  que 
como  escriue  en  la  uei'dadera  destreca,  el  único  don  Luis  de  Nar- 
baez  que  el  diestro  a  de  considerar  tres  heridas  para  tomar  bien 
el  fundamento  de  las  armas:  la  primera  antes  de  tiempo,  la  se- 
gunda en  tiempo  y  la  tercera  después  de  tiempo,  porque  si  faltase 
este  conocimiento  no  terna  entera  destreca  y  correrá  rriesgo  en  la 
batalla  con  su  contrario ;  la  misma  quenta  se  deue  hazer  en  las 
guerras  y  conquistas,  y  con  el  mismo  conocimiento  se  a  de  proce- 


272 

der  en  ellos,  porque  si  se  alcanca  y  rreconoze  el  yntento  del  ene- 
migo se  deue  desbaratar  antes  del  mouimiento,  y  si  faltare  desto 
en  el  mismo  movimiento,  y  si  desto  después  del  mouimiento,  atri- 
buyese mayor  destreca  á  la  herida  antes  de  tiempo ,  reconocida  la 
yntencion,  y  después  á  la  en  el  tiempo  y  la  vltima  después  del 
tiempo  por  el  rriesgo  que  corrió  ó  pudo  correr  después  del. 

Compete  al  general  de  la  guerra  y  no  á  los  frayles  estos  tres 
puntos,  los  quales  se  an  executado  en  las  conquistas  de  las  Indias, 
y  por  la  mayor  parte  se  a  usado  la  postura  después  del  mouimiento 
ó  tiempo,  y  en  ésta  así  han  perdido  mucho  nuestros  españoles,  por-^ 
que  quaudo  se  sale  á  hacer  el  castigo  an  rrezeuido  el  daño,  y  si  no 
considérase  quantos  españoles  an  muerto  en  diuersas  partes  de  las 
Indias  á  manos  de  yndios,  confiados  en  vna  falsa  paz  que  siempre 
offrecen;  y  para  que  no  cansemos,  adviértase  las  vezes  que  la  an 
quebrado  los  araucanos  en  las  prouincias  de  Chille,  como  adelante 
diremos  en  el  prezedente  capitulo.  Acauado  lo  de  Caxamalca, 
donde  se  dio  principio  en  forma  á  las  conquistas  de  los  reynos  del 
Pirú,  y  comencaron  las  crueldades  que  dize  el  Obispo ,  passaron 
conquistando  los  llanos  y  sierra  del  Pirú ,  hasta  llegar  donde  po- 
blaron la  ciudad  del  Cuzco;  y  boluiendo  á  la  costa  de  Lima,  fun- 
daron la  ciudad  de  los  Reyes  que  es  caneca  del  rreino  y  prouin- 
cias del  Pirú,  pacificamente,  y  todo  lo  demás  de  los  llanos  y  sierra, 
sin  que  vbiese  guerra ;  y  si  algunas  vbo  fueron  muy  pocas  y  no 
de  consideración,  y  quedó  toda  la  tierra  quieta  y  segura  sin  ocas- 
sion  de  ningún  castigo  ni  trauajo  para  los  yndios,  hasta  que 
entre  los  españoles  comentaron,  como  dicho  es,  las  conspiraciones 
y  alcamientos,  que  sin  ellos,  ni  los  yndios  vbieran  tenido  trauajo 
ni  los  españoles  se  lo  dieran,  por  ser  gente  de  tan  buena  ynclina- 
cion,  que  en  realidad  de  verdad,  quitados  los  tascaltecas  de  la 
Nueua  España,  son  los  mejores  de  las  Indias,  y  á  quien  se  les 
puede  dar  en  alguna  manera  titulo  de  generossos ,  fieles ,  agrade- 
cidos, y  asi  aman  á  los  españoles  y  se  an  conseruado  y  ellos  son 
amados  más  que  otros  fuera  de  los  que  emos  señalado ,  que  esta 
fuerca  tiene  la  rrazon,  como  dize  Cicerón  ^  es  vn  binculo  de  toda 

*    Cicer'on ,  Offíc. 


273 

amistad  vmana,  pues  no  diferenciamos  en  otra  cosa  con  los  brutos; 
y  á  lo  que  yo  alcanco ,  ninguno  ay  tan  malo  que  no  tenga  que 
loar.  Reconocen  los  bienes  que  por  los  españoles  les  an  sobrebeni- 
do  y  que  gocan  de  más  libertad  que  tenían  con  sus  propios  seño- 
res, que  los  pribauan  de  la  caca  y  comer  della  y  de  ponerse  man- 
tas finas,  que  sólo  los  nobles  y  priuilegiados  podian  bestir  como 
quisiesen,  cacar  y  comer  á  su  gusto  y  libertad,  y  estos  heran 
pocos,  y  para  los  demás  convenia  particular  licencia,  y  en  ellos 
se  hallaron  crueldades  ynauditas,  porque  hubo  Ynga  que  por  des- 
cargar la  tierra  de  gente  sin  prouecho,  juntaua  de  todo  su  señorío 
los  cojos,  mancos,  ciegos  y  viejos ,  y  los  metia  en  grandes  buhios 
de  paja  y  les  echaua  fuego;  opiniones  ay  qué  esto  subcedió  sola 
vna  bez  y  otras  que  muchas,  y  aunque  fué  gentilidad,  no  por  esso 
deja  de  ser  gran  crueldad;  y  que  an  escapado  de  tiranías  como  las 
rreferidas  y  otras  mayores,  y  que  por  ellas  eran  señores  los  Yngas; 
y  aora  en  los  rreyes  de  España  hallan  toda  la  clemencia  y  justi- 
cia y  en  sus  ministros  y  españoles  mucho  amor  y  buena  corres- 
pondencia, como  desde  el  primer  dia  se  a  tenido  con  ellos ,  y  para 
considerarlo  entre  la  gente  digna  no  falta  entendimiento,  y  ay 
algunos  muy  súbtiles  y  de  grande  yngenio ,  aunque  los  bocales 
llamamos  bárbaros;  por  cuyo  rrespecto  quando  vn  español  quiere 
motejar  á  otro ,  dize :  «  Fulano  es  vn  yndio ; »  lo  qual  supo  muy 
bien  dezir  vno  de  los  Yngas  en  el  rreyno  del  Pirú,  de  que  hera 
señor  ó  de  parte  del,  que  auiendo  rrezeuido  vna  carta  del  virrey  y 
gouernador  que  á  la  sazón  hera,  llamado  á  vn  español  que  la  le- 
yese y  diciéndole  que  no  sania,  le  rrespondió:  «pues  tan  yndio 
eres  tú  como  yo.»  Aquí  si  yo  vuiera  de  sentenciar,  trocara  las  na- 
ciones dando  título  de  español  al  yndio  y  de  yndio  al  español, 
como  se  lo  dio  con  tanta  agudeca ;  y  aunque  me  desuie  algo  del 
propósito,  para  que  se  uea  los  yngenios  que  entre  algunos  señores 
y  caciques  ay,  diré  lo  que  subcedió  á  un  cacique:  que  pasando 
por  su  pueblo  vn  mestico ,  hijo  de  vn  español  y  de  yndia ,  gente 
que  está  rrespectada  por  españoles ,  vn  yndio  de  aquel  pueblo  á 
quien  el  mestico  deuia  cient  pesos,  como  no  los  pudiese  cobrar,  se 
fué  al  cacique,  y  dándole  quenta  dello  y  pidiéndole  mandase  pa- 
gar, el  cacique  le  envjó  á  llamar  con  vn  alguazil  al  tanbo  ó  mesón 
Tomo  LXXI.  18 


274 

donde  se  apeó,  y  como  viese  que  el  cacique  le  llamaua  y  le  man- 
daua  pareciese  ante  él,  se  rrió  mucho  como  lo  hiziera  otro  qual- 
quiér  mestico  ó  español ,  por  ser  cosa  estraordinaria  conbencerlos 
ante  justicia  de  yndios,  y  rriñéndole,  rrespondió  con  palabras 
ásperas  que  si  queria  algo  el  caQique  que  viniese  al  tanbo ,  y  esto 
en  modo  de  fiero.  Sauida  la  rrespuesta  por  el  cacique,  enbió  á  uno 
de  los  alcaldes  con  más  de  cinquenta  yndios,  al  qual,  y  aunque  se 
rresistió,  lo  trajeron  atadas  las  manos,  y  puéstole  la  demanda  en 
su  presencia  y  él  con  vicaría  confesando  la  deuda,  le  echó  en  va 
cepo  y  le  condenó  á  que  pagase  la  mitad  della  antes  que  saliese 
del  por  lo  que  tenia  de  yndio  y  por  la  otra  mitad  lo  rremitia  al 
corregidor  de  españoles  más  cercano  para  que  en  el  casso  hiziese 
justicia  por  lo  que  le  tocaua  de  español.  El  mestico,  pronunciada 
esta  sentencia  despachó  á  el  audiencia  Real  querellándose  del  ca- 
cique; sauido  el  casso  por  los  oydores  é  ynformados  bien,  confir- 
maron la  sentencia,  la  qual  se  solenigó  mucho  porque  el  cacique 
mostró  en  ella  gran  subtilega;  y  en  rrealidad  de  uerdad  alcaucan 
entendimiento  algunos  de  los  ladignos  que  an  cursado  entre  nues- 
tros españoles,  assi  de  la  gente  vmilde  coaio  de  la  noble.  Y  bol- 
biendo  á  mi  yntento,  digo  que  acabado  lo  de  Caxamalca  y  aviendo 
muerto  Atabalipa  Inga  por  sentencia ,  asi  por  delación  que  del 
hizo  Filipillo,  yndio,  y  se  le  prouó  de  que  tenia  tratado  y  congre- 
gada gente  para  matar  los  españoles,  como  tamvien  porque  mandó 
matar  á  su  hermano  Guascar  Inga,  como  le  mataron  en  el  camino 
trayéndole  preso  á  Caxamalca,  como  ya  emos  dicho  que  venia, 
cuia  muerte  mandó  hacer  á  los  capitanes  que  le  trayan  preso,  te- 
meroso de  que  si  llegaua  bibo  á  Caxamalca,  el  gouernador  don 
Francisco  Picarro  sabria  todo  el  hecho  de  su  tiranía,  de  donde  no 
le  podría  rresultar  ningún  probecho  ni  bien,  con  estas  dos  muer- 
tes quedó  puesto  en  sosiego  y  quietud  por  entonces  el  Pirú,  con 
que  hubo  lugar  de  facilitar  los  conquistas;  y  así  el  gouernador 
Francisco  Picarro  comentó  á  despachar  sus  capitanes  por  los  dos 
caminos  que  aya  la  parte  del  Sur  por  los  llanos  y  sierras,  poblan- 
do en  ella  el  Cuzco  y  en  los  llanos  la  ciudad  de  los  Reyes,  que 
por  otro  nombre  llaman  Lima,  y  subcesiuamente  otras  muchas 
ciudades  que  por  no  ha^er  apropóssito  no  trato  dellas.  En  este 


275 

mismo  tiempo  despachó  al  capitán  Benalcacar  á  la  conquista  de 
Quito  que  es  á  la  banda  del  Norte  de  Caxamalca,  como  ya  referi- 
mos ;  esta  prouincia  cae  en  la  misma  cordillera  general  del  Pirú, 
á  un  grado  de  la  línea  equinocial  al  austrio,  tierra  sana,  abundante 
y  de  muchos  naturales.  Quando  llegó,  halló  á  vn  capitán  yndio  que 
se  llamaua  Ruminagui,  apoderado  della,  porque  assí  como  supo 
la  muerte  de  Ataualipa  Yuga,  su  señor,  se  aleó  y  tiránico  la  tierra 
y  formó  su  exército  puniéudose  en  defensa  y  opuesto  á  la  entrada 
que  ya  yba  haciendo  Benalcacar.  De  que  Ruminagui  dende  el 
primer  dia  tubo  noticia  venia  en  su  demanda,  juntados  los  dos 
ejércitos,  vsando  cada  Capitán  de  sus  ardides  y  extratajemas,  se 
rrencontraron  muchas  y  barias  veces  en  diferentes  partes  con  gran- 
de mortandad,  más  del  parte  del  yndio  que  de  la  nuestra,  y  siempre 
le  fué  ganando  tierra  el  capitán  Benalcacar ,  que  después  vino  á 
ser  gouernador  y  adelantado;  llegó  ganándole  las  tierras  hasta  la 
ciudad  principal  de  Quito ;  allí  le  dijeron  á  Benalcazar  como  Ru- 
minagui antes  que  llegase  á  ganar  la  ciudad,  juntó  todas  las  mu- 
jeres, que  heran  vn  gran  número,  y  les  dijo:  «  aora  abréis  placer 
que  vienen  los  chistianos  con  quien  podéis  holgares»;  y  que  ellas 
pensando  que  se  lo  decia  por  donayre  se  rrieron  y  que  les  costó 
tan  caro  la  rrisa  que  las  hizo  descabecar  á  todas  ,  y  luego  tras 
esto  se  pusso  en  huida,  poniendo  primero  fuego  á  vna  casa  suya 
que  llena  estaua  de  muy  rrica  rropa  dende  el  tiempo  de  Guanicapa, 
padre  de  Ataualipa  Ynga,  que  es  el  que  murió  en  Caxamalca,  de 
quien  atrás  emos  tratado.  Entrado  que  fué  en  la  ciudad  de  Quito 
comencó  á  correr  la  tierra  á  unas  y  á  otras  partes  y  prouincias, 
vnas  se  le  allanauan  y  subjetaban  á  la  primera  vista  sin  rresisten- 
cia  y  otras  se  rresistierou  con  gran  fuerca  de  armas  y  fortalecidas 
de  palenques  y  fuertes,  á  cuyo  socorro  bajó  del  Cuzco  don  Diego  de 
Almagro,  avnque  algunos  coronistas  dizen  que  uajóáTumbez  á  de- 
fenderla entrada  de  don  Pedro  de  Albarado,  governador  de  Gua- 
temala ,  que  venia  en  descubrimiento  del  Pirú  con  gruessa  armada 
de  que  auia  tenido  noticia,  y  que  llegado  que  fué  á  Tumbez ,  no 
teniendo  nueba  y  saviendo  la  necesidad  en  que  estaua  el  capitán 
Benalcacar  en  la  conquista  de  Quito ,  fué  en  socorro,  y  auién- 
dose  juntado,  allanaron  en  breue  tiempo  la  tierra,  y  dejándole  con 


276 

título  de  gouernador  se  bolbió  á  la  ciudad  del  Cuzco  de  donde 
passü  á  conquistar  el  reino  de  Chille,  quedando  don  Franzisco  Pi- 
carro ,  su  compañero ,  en  el  gouierno  del  Pirü.  En  todo  esto  me 
remito  á  las  ystorias  que  dello  hablan ,  pues  no  hacen  á  mi  yn- 
tento,  que  sólo  lo  traygo  á  fin  de  probar  la  facilidad  que  tubieron 
las  conquistas  deste  reyno,  donde  se  colije  no  liauer  ávido  las 
crueldades  que  dize  el  obispo  de  Chiapa,  ni  ocasión  de  rrigurosos 
castigos,  y  si  algunos  hubo  fué  mediante  la  causa  vrgente  dada 
por  los  naturales,  como  atrás  queda  vien  referido,  y  adelante  yre- 
mos  tratando  más  largamente;  y  es  firme  verdad  que  en  esta  pro- 
uincia  de  Quito  el  gouernador  Benalcacar  pacificamente  la  poseyó 
y  allanó  passados  los  primeros  enquentros,  y  después  acá  siem- 
pre an  guardado  la  fee  y  amistad  y  obediencia  á  su  magestad,  en 
cuya  paz  se  an  conserbado  y  conserbarán  largo  tiempo,  según 
juzgamos  de  sus  naturales  y  auitadores,  mediante  el  fauor  diuino; 
y  lo  propio  se  entiende  de  la  gouernacion  de  Popayan ,  que  ade- 
lante está  á  la  banda  del  Norte;  que  fué  conquistada  por  el  mismo 
gouernador  Benalcacar,  ó  la  mayor  parte  della,  donde  tubo  y 
alcancó  titulo  de  adelantado:  aquí,  aunque  hubo  rresistencia  por 
los  naturales  con  algunos  rrecuentros  y  muertes  sucedidas  en  su 
defensa,  no  hubo  castigos  ni  ocasión  de  crueldades,  y  si  algunos 
hubo,  no  fueron  de  consideración  para  tratar  de  ellos;  yo  confieso 
que  á  una  parte  y  á  otra  desta  gouernacion  y  prouincia  ay  yn- 
dios  muy  belicosos,  y  donde  los  españoles  an  metido  vien  las 
manos,  como  adelante  daremos  la  causa  dello,  por  tratar  primero 
de  los  famosos  araucanos  en  el  reyno  de  Chile. 


277 


DISCURSO  Y  apología  CUARTA: 

descargo  y  satisffaccion  que  se  pretende  hager  de  las  conquistas 
y  pa^ificaQiones  del  reyno  de  Chile. 

Comparatiuainente  y  por  excelencia  podremos  llamar  más  crue- 
les que  tigres  de  Yrcania  y  que  leones  de  Getulia  y  osas  de  Libia, 
y  más  que  la  misma  crueldad  á  los  yndios  del  reyno  de  Chile,  en 
quien  jamás  se  halló  piadoso  ánimo  ni  rrastro  de  clemencia,  donde 
se  acomoda  bien  aquella  rrazon  de  Séneca  ^:  «que  la  crueldad  no  es 
officio  de  hombres  sino  rrabioso  de  fieras,  pues  es  gocarse  con  san- 
gre y  llagas  y  dejar  la  naturaleca  vmana  y  conbertirse  en  ani- 
males silbestres.»  Mucho  e  dicho  de  todos  los  yndios  atrás  referidos 
y  queda  por  decir  quaudo  tratemos  del  nueuo  reyno  de  Granada, 
que  será  en  el  discurso  siguiente;  y  pudiérase  vien  escusar  con 
sólo  tratar  de  estos  yndios  araucanos,  pues  con  ellos  probaremos 
bastantemente  nuestro  yntento  en  controversia  del  nombre  que  el 
obispo  de  Cliiapa  da  al  español,  llamándole  de  tirano  y  cruel,  y  al 
yndio  de  pío  y  clemente,  sin  otros  muchos  atributos  que  en  su 
tratado  y  discurso  les  agrega  y  afirma  por  bordad;  y  pongo  por 
testigo  al  omnipotente  Dios,  que  de  mejor  gana  tomara  la  lauca 
contra  ellos  que  la  pluma,  y  cumpliera  más  con  la  obligación  de 
soldado  conquistador;  y  pienso  que  áqualquiera  que  leyere  este 
discurso  le  yucitara  á  cólera  y  veuganca  la  yndubitable  rracon,  y 
porque  lo  tengo  prometido  á  mayor  abundamiento  justificando  el 
descargo  y  satisfacion  que  pretendo,  suplico  al  discreto  lector  le 
lea  con  algún  cuydado  y  consideración,  por  estar  cierto  hallará  de 
parte  del  español  un  berdadero  descargo  con  celo  de  seruir  á  Dios 
y  á  su  rrey,  deuajo  de  cuio  disinio  hallará  barias  extratajemas  y 
ardides  de  que  an  vssado  y  se  au  balido  los  gobernadores  que  an 
gouernado  este  rreino,  assi  para  concluir  la  guerra  sin  sangre 


1    Séneca.  De  clem. 


278 

como  para  conserbar  la  paz,  por  ponerlo  en  execucion  les  a  subQe- 
dido  así  á  ellos  como  a  sus  soldados  mui  grandes  derramamientos 
de  sangre,  arriscándose  por  puntos  y  momentos  hasta  perder  las 
vidas,  rresultaudo  con  sus  muertes  grandes  asolamientos  de  ciu- 
dades y  haciendas,  siguiéndose  de  parte  del  yndio  en  aquestos 
trances  la  Vitoria  con  furor  diabólico ,  sin  perdonar  piante  ni  ma- 
mante, y  esto  conynauditas  crueldades  que  para  ellos  el  dejarlas 
de  seguir,  ni  les  obliga  religión,  ni  la  decrépita  senectud,  ni  la 
ynocencia  infantil,  ni  feminil  hermosura,  ni  ]a  servil  diligencia, 
ni  el  yuteres  de  rrescate  prometiendo ,  ni  el  Cielo  en  premio  ,  ni 
del  ynñernoel  temor,  ni  la  buena  obra  rrezebida,  ni  vizarria  de 
ánimo,  ni  el  deseo  de  nobleca  y  fama,  sólo  podré  decir  que  siguen 
un  desordenado  apetito,  el  qual  los  guía  alguna  vez  á  hazer  cosas 
que  tienen  apariencia  de  bien,  que  después  que  Dios  vino  al 
mundo  no  se  a  visto  nación  que  deje  de  encontrarse  con  la  virtud 
por  alguno  de  los  caminos  rreferidos,  y  en  sola  ésta  se  a  bisto,  por- 
que en  ella  jamás  cupo  agradecimiento,  amor  ni  temor,  piedad 
ni  templanca,  bergüenga  ni  buena  boluntad,  ragon  ni  rruegos, 
paciencia  ni  perdón,  fee  ni  esperanza,  dolor  ni  humilldad,  castidad 
ni  deseo,  compasión  ni  obediencia,  y,  sobre  todo,  ningún  género  de 
honrra  ni  acto  virtuosso,  ni  cossas  que  lo  parezca,  saibó  quaudo  se 
mueben  con  vn  desenfrenado  apetito,  como  hemos  referido.  Sobró- 
les á  estos  Chilonos  el  atrevimieuto  y  crueldad,  como  adelante  se 
berá,  el  engaño,  la  desesperación,  la  yra,  la  yngratitud,  la  yn- 
credulidad,  las  lisonjas,  las  mentiras  y  malicias,  la  ociosidad  y  trai- 
ciones y  soberbia,  la  sospecha  y  venganca ,  y,  finalmente,  todo  gé- 
nero de  vicios  por  allanar  á  esta  nación  yndómita,  herida  de  la 
ynfiuencia  de  estrella  no  couoQida;  los  acometieron  barias  veges 
sus  propios  rreyes  yugas,  tan  famosos  en  aquellos  rreynos  del 
Pirú,  á  quien  todas  las  naciones  de  aquellas  partes  se  abasallauan 
y  rrendian:  estos  los  reuatieron  y  maltrataron  tantas  quantas  ve- 
zes  por  ellos  fueron  acometidos,  quedándose  tiranicadamente  sin 
señor  á  quien  obedeciesen,  siendo  todo  behetría  su  govieruo,  diui- 
didos  en  muchas  parcialidades  y  parentelas,  rrigióndose  por  el 
más  furioso  y  determinado,  y  assí  lo  muestran  el  dia  de  oy.  Con  la 
entrada  del  español  se  pensó  rreducirlos  á  buena  serbidumbre,  y 


279 

quien  de  rrepente  les  puso  el  yugo  de  obediencia  fué  don  Pedro 
de  Baldiuia  dando  principio  á  este  allanamiento  y  conquista;  rres- 
petároule  más  que  á  hombre  humano,  juzgando  ser  ynmortal  él 
y  su  gente,  mostrándose  con  gran  admiración  y  espanto  de  los 
cauallos  y  arcabuzes;  con  que  estubieron  enfrenados  por  algún 
tiempo,  hasta  en  tanto  que  se  desengañaron  de  la  ynmortali- 
dad  que  pensaron  tener  los  nuestros ;  y  fuera  esta  amistad  que 
dieron  más  cierta  y  más  estable,  si  no  se  hubieran  engañado 
con  tal  pensamiento  y  que  sólo  se  rindieran  en  su  principio 
á  las  armas  que ,  como  dice  Cicerón ,  el  engaño  repugna 
grandemente  á  la  amistad ,  porque  borra  la  uerdad ,  sin  la 
qual  es  falsa,  y  en  esta  gente  se  a  echado  Yien  de  uer,  porque 
llegados  que  fueron  á  este  punto  del  desengaño,  como  caballos 
furiosos  y  desbocados,  tomaron  el  freno  entre  los  dientes  y  dieron 
por  los  montes  y  sierras,  conbocándose  vnos  á  otros,  donde  hizie- 
ron  sus  juntas,  conjuraciones  y  borracheras,  preuiniéndose  de 
armas  y  demás  pertrechos  de  guerra,  dejando  hechas  algunas 
muertes  y  daños  con  que  cimentaron  su  alcamiento  y  rrebelion,  y 
con  que  dieron  principio  á  la  guerra,  por  bien  lenes  causas  como 
como  adelante  se  dirá:  y  esta  guerra  a  sido  tan  porfiada  y  san- 
grienta, que  jamás  se  a  uisto,  sustentándola  hasta  el  dia  de  oy, 
y  pienso,  según  corren  los  medios  della,  la  sustentarán  por  largo 
tiempo,  que,  aunque  es  bordad  que  algunos  de  los  gobernadores 
que  an  gouernado  aquel  reyno,  an  sido  muy  grandes,  famosos  y 
balerosos  capitanes,  y  en  gran  manera  con  su  balor,  ardides  y 
estratajemas  la  rresistieron  y  rreducieron  la  mayor  parte  de  paz, 
siempre  quedó  armada  la  ballesta  de  parte  del  yndio,  para  nuevos 
alcamientos,  muertes  y  destrozos  como  breuemente  se  berá,  sólo 
por  su  mala  ynclinacion  y  apetito  desordenado,  como  ya  rreferire- 
mos.  Y  acudiendo  á  nuestro  yntento,  digo,  que  luego  como  entró 
don  Pedro  de  Baldiuia,  conquistó  y  allanó  parte  de  aquel  reyno 
donde  pobló  las  giudades  de  Santiago,  cauega  de  aquella  gouer- 
nacion,  la  Serena,  la  Concepción,  la  ynperial  Valdiuia,  Villarrica, 
Angol,  Tucapel,  y  ansí  mesmo  una  casa  fuerte  en  el  Valle  de 
Arauco  y  otra  en  Puren,  siruiéndole  los  yndios  de  sus  términos 
en  cada  vna  de  estas  ciudades;  comencáronse  á  rebelar  y  alear 


280 

los  yndios  de  Tucapel,  abrá  tienpo  más  ó  menos  de  cinquenta 
y  quatro  años;  la  causa  de  su  alcamiento  fué,  que  auiendo  dejado 
el  dicho  don  Pedro  de  Yaldiuia  tres  yanaconas  de  su  seruicio,  dos 
negros,  vn  mestizo  y  vn  español,  con  copia  bastante  de  naturales, 
asi  yndios  como  yndias  por  ser  costumbre  de  la  tierra  tanto  y  más 
el  trauajo  de  la  hembra  que  el  del  JDaron,  haciendo  vna  cassa  fuer- 
te en  Tucapel,  y  el  rretirádose  á  la  ciudad  de  la  Concepción,  sub- 
cedió  que  andando  pissando  el  barro  las  yndias,  vien  arremanga- 
das como  suelen  ha^er,  lo  que  podemos  decir  que  á  tal  tiempo 
andan  en  cueros,  porque  sólo  se  tapan  las  partes  deshonestas  con 
vnas  panpanillas  que  llaman,  hechos  de  algodón,  que  les  cubren 
de  la  cintura  avajo  como  palmo  y  medio;  y  estando  en  esta  obra, 
ora  por  gusto  del  mestico  ó  de  alguno  de  los  negros  ó  yanaconas, 
questo  no  se  pudo  aberiguar,  ni  del  español  tal  se  puede  presumir 
por  ser  acto  tan  deshonesto  y  vicioso,  les  mandaron  quitar  las 
panpanillas  para  que  andubiesen  en  ese  ejercicio  del  pisar  más 
libres,  cosa  que  se  hecha  bien  de  ber  que  fué  más  por  el  gusto  y 
vicio  de  quien  se  lo  mandó  que  otra  cossa,  y  obedeciendo  el  man- 
dato las  yndias,  ora  por  no  sauer  lo  que  hacian,  ora  que  fuese 
porque  gustauan  de  semejante  deshonestidad,  ellas  se  las  quita- 
ron, y  viniendo  tras  esto  á  la  obra  algunos  yndios  parientes  suyos, 
afrentándose  de  uer  el  casso,  se  desconpuso  vno  en  palabras  contra 
el  mestico  que  presente  estaua ,  de  tal  manera  que  les  puso  las 
manos,  y  aquella  noche  siguiente  los  yndios  hicieron  su  junta,  y 
antes  del  dia  pusieron  fuego  á  la  cassa  y  á  toda  la  rranchería,  ma- 
tando á  el  español,  al  mestico,  negros  é  yanaconas;  y  tiniendo 
dello  nueua  el  gouernador,  que  como  emos  rreferido  se  auia  rreti- 
rado  á  la  ConQepgion,  salió  al  castigo  con  cinquenta  y  tres  solda- 
dados  y  tres  mili  yndios  amigos;  y  yendo  marchando  por  el  cami- 
no, echó  adelante  seis  soldados  corredores  á  quienes  mataron 
los  yndios  en  una  enboscada,  y  quitándoles  las  canecas  dejaron 
los  cuerpos  en  el  camino,  rretirándose  á  fortalezer  y  prebenir  de 
más  gente  y  á  esperar  al  gouernador  y  sus  soldados  de  que  toma- 
ron lengua  benia  gerca,  y  llegado  que  fué  á  donde  los  cuerpos 
estañan,  rreconoció  su  pérdida;  pero  como  baleroso  capitán  y 
caballero,  se  resolbió  á  pasar  adelante  y  dalle  la  batalla  al  enemi- 


281 

go;  y  trauada  á  campo  avierto ,  le  rretiró  aviendo  peleado  muy 
gran  rrato,  de  manera  que  ya  los  cauallos  mostrauan  bien  el  can- 
sancio; á  este  tiempo  vn  paje  de  lanca  yanacona  de  don  Pedro  de 
Valdiuia  que  le  traya  cauallo  de  rrefresco,  que  se  decia  Lautaro, 
antes  de  mudarle  y  que  se  lo  pidiesen,  biendo  los  suyos  que  á 
más  priessa  se  rretiraban,  dio  de  espuelas  al  cauallo  dándoles 
voces:  «volbed,  volbed,  que  vuestra  es  la  uitoria  si  della  os  sabéis 
aprouechar,  porque  los  españoles  traen  tan  cansados  los  caballos 
y  tan  mal  heridos,  que  no  se  pueden  rodear;  con  poca  fuerca  que 
hagáis  los  acabareis  á  todos;»  los  yndios  le  reconocieron ,  y  fiándo- 
se de  su  consejo  boluieron  y  trauaron  de  nueuo  la  pelea;  consi- 
guieron la  uitoria  prometida  por  Lautaro;  murieron  en  esta  rre- 
friega  los  cinquenta  y  tres  soldados  españoles  y  los  tres  mili 
yndios,  ecepto  tres  que  se  escaparon  y  llevaron  la  nueua  á  la 
Concepción,  y  don  Pedro  de  Valdiuia  á  quien  prendieron  junta- 
mente con  un  clérigo  capellán  y  confesor  suyo;  y  tratando  de  su 
rescate  bibieron  en  su  poder  dos  dias,  hasta  en  tanto  que  vn  yndio 
mouido  de  sólo  su  gusto,  los  mató  con  una  macana  contra  la 
boluntad  de  Lautaro,  que  á  la  sacón  ya  le  auian  hecho  Maese  de 
campo  general.  Esta  es  relación  muy  berdadera ,  y  son  quentos 
decir  en  algunas  ystorias  que  le  mataron  echándole  oro  derretido 
por  la  boca  haciéndoselo  beuer.  Hecha  que  fué  esta  muerte,  Lau- 
taro se  rresoluió  passar  á  la  ciudad  de  la  Concepción,  como  asi  lo 
hizo  asolándola  de  todo  punto  con  vn  millón  de  estragos  y  cruel- 
dades, no  dejando  piante  ni  mamante,  y  todo  quemado  y  abrasado 
se  rretiró  con  su  campo  á  vn  lugar  y  sitiollamado'Mataquito.  A 
este  tienpo,  tinieudo  nueua  dello  Francisco  Villagran,  que  estaua 
gouernando  la  ciudad  ymperial,  como  capitán  della  salió  á  su 
alcance,  que  con  algunos  soldados  que  vinieron  de  la  ciudad  de 
Santiago  juntarla  como  trescientos  hombres,  y  vna  noche,  alquar- 
to  del  alba,  dio  en  el  campo  del  enemigo  y  le  desbarató  con  pér- 
dida de  muchos  de  la  vna  y  otra  parte ;  murió  en  este  rrecuentro  y 
asalto  Lautaro,  el  famoso  que  tan  nombrado  es  en  la  Araucana; 
rretiróse  con  esta  vitoria  Francisco  de  Villagran  á  la  ymperial 
de  donde  salió.  Bien  pudieran  los  yndios  escusar  este  alcamiento 
y  rrebelion,  tantos  estragos,  crueldades  y  muertes,  pues  la  causa 


282 

fué  tan  leve,  que  con  dar  della  noticia  al  gouernador,  se  tenia  por 
muy  cierto  de  su  balor  y  christiandad  lo  castigara  con  gran  rrigor 
y  justicia,  que  ésta  no  saben  ellos  qué  cossa  sea,  y  assí  no  se 
aprouechan  della,  quanto  son  crueles,  y  la  crueldad  es  enemiga 
de  la  justicia  y  de  toda  rracon  y  peor  pecado  que  la  soberbia;  pero, 
como  su  naturaleca  sea  tan  mala  y  tan  ynpia,  sin  género  de 
causa,  no  se  pudiera  esperar  otra  cosa,  y  bastárale  por  ejemplo  la 
entrada  que  hizo  en  el  Valle  de  Copiapo,  á  los  primeros  lances 
destas  conquistas,  para  no  discuydarse  con  ellos  vn  punto;  pues, 
sabemos  con  verdad,  que  luego  como  entró  en  él  le  dio  la  paz  el 
señor  y  cacique  llamado  Copiapo,  de  donde  tomó  el  nombre  el  rre- 
ferido  valle  á  quien  el  desafortunado  de  Valdiuia  rregaló  con  gran- 
de extremo,  dándoles  muchos  presentes  ds  valor,  y  viendo  quáu 
obligado  le  dejaua  y  él  le  auia  prometido  la  buena  corresponden- 
cia, aunque  fingida  como  se  descubrió  dentro  de  breve  término,  se 
rresolbió  de  dejar  en  aquel  valle  al  capitán  Juan  Bohan  con  sesen- 
ta soldados,  como  assí  lo  hizo ;  y  despidiéndose  de  su  cacique  y 
amigó,  y  rreforcando  las  prendas  de  amistad  con  dones  estimables, 
aun  no  bien  vueltas  las  espaldas,  vna  noche  se  los  degolló  todos  sin 
escapar  ninguno^  ni  tener  causa  la  menor  del  mundo  para  paliar  y 
dorar  su  traycion,  y  á  la  amistad  exemplo  deviera  ser  este  caso 
para  no  fiarse  más  de  ningún  yndio  de  las  Indias,  y  particu- 
larmente deste  reyno,  pues  exceden  á  todos  los  demás  en  tray- 
ciones,  crueldades  y  vicios,  como  largamente  queda  referido,  y  es 
así,  que  es  perberso  el  honíbre  que  sabe  receuir  beneficios  y  jamás 
correspondió  en  hazellos. 

Con  la  desgraciada  muerte  de  don  Pedro  de  Valdiuia,  y  dejan- 
do aquel  reyno  tan  turbulento  con  guerras,  no  por  culpa  suya 
porque  así  en  el  tiempo  de  conquistas  como  del  gouierno ,  tubo 
muy  gran  aprouacion,  y  como  tan  gran  caballero  y  christiauo,  era 
amado  y  querido  grandemente  de  los  suyos,  y  los  yndios  tenian  la 
misma  obligación  si  no  la  borrara  su  mal  natural  como  al  remate 
deste  discurso  se  berá,  quedó  gouernando  Francisco  de  Villagran 
por  nombramiento  suyo,  en  el  entretanto  que  se  probeya  de  gouer- 
nador ;  y  auiendo  anido  en  esto  algunas  mudanzas  que  no  hacen 
á  nuestro  propósito,  y  mouimientos  en  la  guerra,  assí  como  llegó 


283 

el  marqués  de  Cañete  á  la  ciudad  de  Lima  ólosRre^^es,  caneza  del 
reyno  del  Pirú,  que  fué  por  virrey  de  aquellas  partes,  despachó  á 
dou  García  de  Mendoza,  su  hijo,  que  después  fué  virrey  pasados 
algunos  años  con  gran  aparato  y  poderes  de  gouernador  de  este 
reyno  de  Chille,  y  llegando  á  él  con  seiscientos  españoles  y  entre 
ellos  mucha  nohleca  del  Pirú  y  caualleros  muy  prósperos  en 
hacienda  y  balor,  hallando  alzada  la  mayor  parte  de  la  tierra  y 
comencando  á  llamar  de  paz  los  algados  y  rrebeldes,  le  rrespon- 
dieron  con  vna  y  machas  batallas.  Quiso  Dios  llenarle  de  su  anti- 
guo balor;  con  dichossa  estrella  salió  de  todas  con  Vitoria  zélebije, 
y  tanta,  que  no  se  puede  dezir  del  que  tubiese  mala  suerte  ni  des- 
gracia; los  yndios  reconocieron  estrella  y  balor  en  este  tan  gran 
cuuallero,  le  dieron  la  paz  obligados  de  temor;  éste  fué  general 
en  todo  el  reyno,  avnque  como  queda  dicho  en  su  ánimo  dellos 
armada  la  ballesta  para  hazer  tiro  en  la  primera  ocasión,  como 
assí  lo  hizieron  y  adelante  diremos.  P'ste  gran  cauallero  reedificó 
todas  las  ciudades  y  cassas  fuertes  que  fueron  asoladas  y  des- 
manteladas, y  más  pobló  de  nueuo  otras;  reedificó  la  ciudad  de 
la  Concepción,  la  de  Angol,  la  de  Tucapel,  y  las  cassas  fuertes  de 
Arauco  y  de  Puren,  arruinadas  con  la  luuerte  de  Valdiuia;  pobló 
de  nueuo  la  ^iudad  de  Osorno  y  de  la  otra  parte  de  la  cordillera 
neuada  las  Qiudades  de  Mendoza  y  San  Juan  de  la  Frontera,  que 
oy  están  en  pié,  gocó  de  este  reyno  el  tiempo  que  en  él  asistió  con 
toda  paz  y  tranquilidad,  hasta  en  tanto  que  tubo  nueua  que  su 
magestad  Carlos  quinto,  de  gloriosa  memoria,  auia  proueydo  por 
gouernador  á  Francisco  de  Villagran ,  de  quien  atrás  emos  hecho 
mención;  y  al  mismo  punto  como  la  tubo,  se  rresoluió  dejar  el 
gouierno  y  vajarse  al  Pirú,  dejando  á  R.*  de  Quiroga  gouernador 
en  su  lugar.  Dejó  este  rreyno  á  buen  tiempo  sin  aberle  subcedido 
acar  ninguno,  y  como  prudente  no  le  quiso  esperar,  porque  de  nin- 
guna cosa  se  deue  menos  fiar  que  de  prósperos  subcesos ,  y  nece- 
sario es  para  que  dure  la  prosperidad  ponerle  tasa,  como  dou  G.»  de 
Mendoca  la  puso  a  sus  subcesos  buenos,  porque  aún  no  hubo 
bien  buelto  las  espaldas  al  reyno,  quaudo  se  comencaron  alear 
los  yndios  matando  sus  encomenderos  sin  caussa  alguna  ni  yndi- 
cio  della  que  se  entienda  los  mouieseu  á  semejante  traycion,  mas 


284 

de  tan  solamente  faltalles  la  f aerea  de  la  estrella  que  seguía  á  don 
G/  de  Mendoca,  y  estas  muertes  las  comencaron  á  hazer  con 
muchas  represalias  y  crueldades  que  en  sus  ánimos  tenian. 

Llegado  Francisco  de  Villagran  á  este  reyno,  donde  tomó  la 
posesión  de  su  gobierno ,  halló  la  guerra  trauada ,  encendida  y 
muy  sangrienta,  tanto,  que  hasta  el  dia  de  oy,  siempre  se  siguió 
de  parte  del  yndio,  con  gran  valor  y  fuerza,  que  destas  dos  partes 
solas  les  a  dotado  el  cielo,  y  no  se  les  puede  negar,  como  se  a 
visto  por  experiencia,  lo  mucho  que  a  que  dura  la  guerra  con 
gran  pérdida  y  daño  de  los  nuestros,  no  quedando  ellos  releua- 
dos ,  porque  del  daño  siempre  les  alcanca  la  mayor  parte;  j  aun- 
que esto  passa  asi,  an  rresistido  con  valor,  y  pienso  lo  harán  por 
largo  tiempo,  según  los  medios  que  de  nuestra  parte  se  an  to- 
mado con  tanta  suauidad;  porque  esta  llaga  está  muy  cancerada 
y  tiene  necesidad  de  cáusticos  fuertes  y  rrigurosos;  pues  blandu- 
ras sanemos  no  son  de  consideración  con  esta  gente.  Este  gouer- 
nador  hizo  la  guerra  los  años  de  su  gouierno  con  gran  balor  y 
arriscamiento,  y  aunque  era  gran  Capitán  de  expiriencia,  en 
aquella  guerra  tubo  muchas  pérdidas  con  barios  subcesos ,  hasta 
que  murió  despoblando  en  su  tiempo  por  segunda  vez  la  Concep- 
ción, Tucapel,  Arauco  y  Puren.  Subcedióle  Pedro  de  Villagran, 
tanvien  gran  soldado  y  de  experiencia,  y  tras  él  Rrodrigo  de  Qui- 
roga,  el  qual  tubo  algunos  buenos  subcesos.  Reedificó  la  Con- 
cepción y  á  Tucapel,  en  diferentes  sitios  entró  tras  él  la  Real 
Audiencia ,  presidiendo  y  gouernando  el  licenciado  Brauo  de  Sa- 
rauia,  el  qual,  por  su  persona,  asistió  á  la  guerra  mucho  tiempo, 
y  por  la  mayor  parte  assistian  su  Maestre  de  campo  y  Capitanes. 
En  este  tiempo  tuuieron  algunos  malos  subcesos,  quemándoles 
los  yndios  á  Tucapel  y  los  fuertes  de  Arauco  y  Puren  por  tercera, 
bez,  despoblándolo  todo :  con  estos  mouimientos  barios  entraron  y 
salieron  algunos  gouernadores  en  el  reino.  En  este  medio  entró  el 
capitán  Francisco  Draque,  en  la  mar  de  Sur,  á  cuya  nueua  y 
aniso,  el  rey  Philipo  segundo  de  gloriosa  memoria,  despachó 
para  el  rreparo  deste  reyno  con  fuerca  de  gente  á  don  Alonso  de 
Sotomayor,  cauallero  del  háuito  de  Santiago ,  por  la  mucha  satis- 
ffacion  que  de  su  persona  tenia,  con  sus  Reales  poderes,  el  qual 


285 

partió  de  España  con  la  presteca  y  brevedad  pusible  el  año  de 
ochenta  y  uno,  en  conserba  de  la  armada  que  á  cargo  llenaba 
Diego  Flores  de  Valdés,  con  orden  de  poblar  el  estrecho  de  Ma- 
gallanes, el  cual ,  con  grandes  temporales  y  pérdidas  de  naníos 
y  jente ,  no  pudiendo  tomarle  desde  quarenta  y  dos  grados,  arribó 
al  Brasil,  donde  ynbernó  don  Alonso  de  Sotomayor;  antes  de  estas 
tormentas  se  metió  con  su  armada  y  jente  en  el  rio  de  la  Plata, 
con  mucha  felicidad  y  buena  fortuna,  como  siempre  la  tubo.  Lle- 
gado que  fué  á  buenos  Ayres  echó  su  gente  en  tierra ,  y  previ- 
niéndola de  todo  lo  necesario  atrauesó  con  ella  los  llanos  del 
Paraguay  y  Tucuman ,  abriendo  nuevos  caminos  por  no  ser  tra- 
table ni  conocida  esta  trabesía  del  Rrio  de  la  Plata  al  rreino  de 
Chile,  avnque  se  tenia  noticia  della,  pero  confusa,  á  cuya  causa 
padeció  muchos  trauajos,  hambres  y  rriesgos,  assí  de  su  persona 
como  de  sus  soldados.  Caminó  por  estos  caminos  desusados  de 
quinientas  leguas  en  que  ocupó  siete  meses  y  más,  donde  al  cano 
dellos  tomó  y  arribó  á  Chile  con  quatrocientos  y  treynta  soldados, 
buena  gente,  sin  la  que  se  le  murieron  en  mar  y  tierra  de  enfer- 
medades que  les  sobrebinieron.  Llegado  que  fué,  y  hallando  la 
guerra  vien  trauada,  con  muchos  y  malos  subcesos  de  nuestra 
parte,  y  tomando  possesiou  del  gobierno,  continuóla  guerra  diez 
años  sin  cesar  un  punto ,  hauiendo  tenido  con  ellos  muchos  rre- 
quentros,  guajabaras  y  asaltos,  sacando  de  todos  Vitoria  con 
dichosas  suertes,  sin  hauer  tenido  subceso  malo  que  notable  fuese, 
porque  fuera  de  los  soldados  que  morian  en  la  guerra  con  las 
armas  en  las  manos,  muy  pocos  ó  ningunos  le  cojieron  ni  mataron 
fuera  della,  ni  le  despoblaron  ni  quemaron  ningún  pueblo,  antes 
rredució  de  paz  gran  número  de  naturales,  como  fué  todos  los  tér- 
minos de  la  Villa  Rica,  Baldiuia,  Osorno,  Castro,  y  los  de  la  Ym- 
perial,  Angol  y  Chillan  ,  por  la  parte  de  la  cordillera  nebada,  con 
muchas  muertes  y  consumo  del  henemigo,  siguióle  esta  tan  felice 
estrella  hasta  el  fin  de  su  gobierno,  sin  que  los  yndios  tuviesen 
lugar  de  enplear  su  antigua  costumbre,  metiéndose  á  manos  llenas 
en  la  sangre  de  los  nuestros  ,  con  las  crueldades  atrassadas  y  con 
las  que  adelante  subcedieron.  Prueua  de  gran  virtud  y  balor  y 
conocimiento  de  la  guerra  de  aquestas  partes,  en  la  qual,  desde  el 


286 

primer  día  se  le  conoció  como  si  toda  su  vida  la  huuiera  esperi- 
mentado  en  aquel  reyno,  que  el  arte  de  la  guerra  le  enseña  quien 
más  la  usa,  y  el  juez  de  la  guerra  es  el  fin  della,  y  assí,  con- 
forme á  esto,  cada  uno  juzgue  por  el  fin  que  tuvo,  pues  ni  en  el 
medio  ni  el  principio  tubo  mal  subceso,  antes  muchos  buenos, 
prósperos  y  destimacion,  ni  jamás  se  le  reconoció  por  dicho  de 
muchos  soldados  suyos  que  podemos  decir  tenia  rreconocida  su 
estrella  por  los  efectos,  después  del  fauor  diuino.  Diré  lo  que  rae 
contó  un  soldado  suyo  para  prueba  desto:  que  auiendo  reconocido 
de  paz  los  términos  de  las  ciudades  Baldivia ,  Osorno  y  la  Vi- 
llarrica ,  con  mucha  parte  de  la  Ymperial ,  y  ansí  mismo  Angol  y 
Chillan,  como  queda  rreferido,  y  obligado  á  gran  parte  destos  yn- 
dios  con  el  rrigor  de  la  guerra  á  bajarse  de  las  sierras  á  poblar  á 
los  llanos  donde  les  fué  señalado  sitio,  y  estando  actualmente  po- 
blados con  sus  casas  y  sus  sementeras,  sin  obligazion  de  serbi- 
dumbre  ninguna,  pidieron  para  que  pudiesen  mejor  conserbar  la 
paz  y  obligar  á  los  que  faltauan  de  benir,  convenia  se  hiciese  vn 
fuerte  en  el  Valle  de  Puren,  porque  del  y  de  una  ciénega  que 
estaua  arrimada  al  mismo  valle,  no  saliese  el  enemigo  á  hacer  la 
guerra  y  á  leuautarlos ,  y  con  este  pedimiento,  y  en  conformidad 
de  su  voto,  ayudando  ellos  de  su  parte,  lo  comenzó;  y  viéndole  ya 
empeñado  y  las  manos  en  la  obra ,  con  ánimo  diabólico,  aviéiidose 
prevenido  en  este  yntermedio  de  armas  y  demás  pertrechos  de 
guerra  se  leuantaron,  y  para  no  perder  la  ocasión  asentaron,  pri- 
mero con  los  yndios  de  paz  que  seruian  á  la  ciudad  de  Angol,  en 
que  les  diesen  aniso  quando  la  ciudad  estuviese  con  falta  de 
gente  para  su  defensa,  y  estando  la  mayor  parte  de  los  vezinos 
con  su  gouernador  en  el  referido  fuerte  se  lo  dixeron,  y  al  punto 
se  juntaron  tres  mili  yndios,  y  con  los  demás  confederados  mar- 
charon sobre  la  ciudad  de  Angol,  y  acometiéndola  con  rrepentiuo 
asalto  la  pusieron  fuego  por  quatro  partes;  y  preuiuiendo  Dios  de 
rreipedio,  subcedió  que  aquella  noche  que  la  pusieron  fuego,  á  la 
prima,  auia  llegado  el  gouernador  que  venia  del  rreferido  fuerte, 
que  como  se  a  dicho,  se  estaua  haciendo  en  el  valle  de  Puren  con 
sesenta  soldados  de  su  compañía,  que  acaso  sacó  consigo,  y  dizen 
le  oyeron  dezir,  acostándose  en  la  cama,  «vendito  sea  Dios,  que 


287 

dormiré  una  noche  seguro  y  con  sosiego,»  y  con  esta  conflanca  se 
dejó  dormir,  y  al  primer  sueño  el  enemigo  yva  ya  entrando  por 
la  giudad ,  como  emos  referido,  pegando  fuego  por  todas  quatro 
partes,  y  acertando  á  dar  el  mayor  golpe  de  gente  en  la  cassa  del 
valiente  Cañuman,  que  tan  nombrado  es  en  la  Araucana,  se  le- 
uantü,  y  echando  mano  de  su  lanca  comenzó  á  dar  vozes,  dicien- 
co;  «¡Ah  traydores ,  que  aquí  está  el  apo  que  me  vengará  de  bos- 
otros! »  Y  mostrando  vien  con  la  lanca  su  vicarría  antigua,  avnque 
ya  viejo,  los  retubo  por  aquella  parte  gran  rrato,  y  fuéles  grande 
freno  el  rreconocelle;  y  como  ya  vbiese  llegado  la  boz  al  gouer- 
nador  y  tocádosse  arma  por  toda  parte ,  azertó  venir  peleando  con 
su  gente  por  donde  resistía  el  valiente  biejo  y  por  donde  cargaba 
la  mayor  fuerca  del  enemigo ,  y  aviendo  reparado  con  gente  los 
demás  puestos  donde  convino ,  se  trauó  de  vna  y  otra  parte  la 
pelea  con  gran  fuerca,  donde  guarecido  de  su  antiguo  valor,  jun- 
tamente con  la  fuerca  de  tan  gallardos  soldados  como  le  siguieron 
en  aquella  ocassion ,  reuatieron  en  breve  tiempo  al  enemigo,  pu- 
niéndole en  huyda  y  siguiendo  el  alcance  seis  leguas,  sin  poder 
dar  con  el  golpe  de  la  gente  y  mayor  tropa ,  así  por  ser  la  noche 
tan  obscura ,  como  porque  luego  se  comencaron  á  diuidir  unos  de 
otros ;  pero  siendo  ya  de  dia ,  dieron  con  una  tropa  de  ducientos 
yndios,  en  culo  rrequentro  prendieron  y  mataron  la  mayor  parte 
dellos.  Los  que  quedaron  en  la  Qiudad  tubieron  harto  que  hazer 
en  apagar  el  fuego  que  tan  estendido  y  furioso  andana  por  todas 
partea.  Aquí  pudiera  echar  de  uer  el  Obispo  de  Chiapa  la  poca 
fee  de  estos  naturales  yndios ,  pues  ellos  pidieron  se  hiziesse  la 
casa  y  fuerte  atrás  dicha ,  con  todo  gusto  y  contento  para  ser  an- 
parados  de  los  españoles  contra  los  yndios  de  guerra,  y  ellos  pro- 
pios fueron  parte  para  que  pegasen  fuego,  viniendo  en  su  ayuda, 
pareciéndoles  que  desbaratada  esta  ciudad  lo  seria  con  mucha 
facilidad  la  cassa  y  fuerte.  Yo  estoy  cierto  se  rreconocerá  bien 
•esta  poca  ffee,  y  quien  no  lo  rreconociere ,  le  suplico  pase  ade- 
lante por  este  discurso,  donde  hallará  un  cierto  desengaño  quando 
tratemos  de  Martin  García  de  Loyola,  cauallero  del  hábito  de  Ca- 
latraua,  con  el  qual  subQeso  cerraremos  y  probaremos  por  él  todo 
lo  que  emos  dicho  destos  yndios  y  de  que  no  tienen  cossa  buena, 


288 

saluo  el  balor  y  fuerca,  como  emos  ya  dicho,  que  ésta  es  tanta, 
que  para  manifestarlo,  sólo  diré  como  en  el  valle  de  Paren,  en 
una  rrefriega  que  trauaron  el  gouernador  y  sus  soldados  con  el 
enemigo,  á  vn  soldado  suyo,  llamado  Alonso  Sánchez,  le  atraue- 
ssó  vn  yndio  con  vna  lauca  el  cuerpo  de  parte  á  parte ,  estando 
armado  con  dos  costas  y  vna  cuera  de  ante,  que  son  seis  dobleces, 
y  certifican  le  atrauesó  el  cuerpo  y  pasó  una  gran  parte  de  lanca, 
y  queriendo  sauer  con  curiosidad  la  faycion  del  hierro,  hallé  que 
era  vna  daga  buyda  que  auian  quitado  y  ganado  por  muerte  de 
vn  español  en  otro  recuentro  antes  deste. 

Cumplidos  los  diez  años  del  gouierno  de  don  Alonso  de 
Sotomayor,  como  emos  referido,  vajó  al  Pirú  á  verse  con  el 
virrey  don  García  de  Mendoca  para  procurar  el  fin  desta  guer- 
ra ,  de  quien  se  tenia  grandes  esperanzas  en  todo  el  reino  de 
Chile  la  acabarla  con  mucha  más  brebedad  que  otro  alguno 
que  á  la  sacón  lo  pudiese  yntentar,  con  tal  que  el  virrey  le  so- 
corriese del  Pirú  con  copia  bastante  de  jente ,  armas ,  municio- 
nes y  demás  pertrechos,  y  pensando  bolber  probeydo  de  todo 
á  medida  de  su  deseo,  le  cortó  la  fortuna  el  hilo  de  su  pensa- 
miento, hallando  quando  llegó  á  giudad  de  los  Reyes  nueva 
de  la  prouision  que  su  magostad  hizo  en  Martin  García  de  Lo- 
yola  de  nueuo  gouernador,  y  besando  sus  manos,  se  partió 
para  Chile  y  tomó  la  possesion  del  gouierno  de  aquellas  prouin- 
cias,  donde  comencó  á  hazer  la  guerra  con  vn  pensamiento  que 
tomó  vien  estraño  de  lo  que  rrequeria  su  mala  calidad  de  los  yn- 
dios,  y  fué  que  este  cauallero  era  casado  con  una  dama,  nieta  del 
Inga  rey  y  señor  de  todos  aquellos  reynos  del  Pirú ,  á  quien  11a- 
mauan  la  Coia,  y  generalmente,  los  yndios  la  rrespetauan  por  tal, 
como  si  dijéssemos,  la  señora  de  la  tierra;  y  pareciéndole  que 
este  cassamiento  les  obligarla  á  que  le  obedeciesen ,  sin  hagelle 
género  de  traycion,  como  assí  se  lo  comenzó  á  dar  á  entender  á 
todos  los  yndios  en  varios  y  dibersos  parlamentos  que  con  ellos 
tubo,  y  los  yndios,  que  bien  enterados  estauan  dello,  le  respon- 
dían que  él  era  su  berdadero  apo,  y  que  como  á  tal  siempre  obe- 
decerían en  todo  como  lo  beria.  Con  estas  palabras  y  otros  actos 
cabilosos,  envueltos  con  serbidumbre  y  humildad,  le  obligaron  á 


2Sy 

tratarlos  con  los  medios  más  suabes  que  pudo  hallar  en  su  enten- 
dimiento, ocupando  el  tiempo  con  dádivas  que  les  hacia,  prome- 
tiéndoles libertad  más  de  la  que  al  presente  gocauan ;  y  como  les 
estaua  también ,  ybanlo  recibiendo,  dándole  á  entender  que  por 
aquel  camino  seruirian  todos,  como  lo  comentaron  á  poner  por 
obra;  y  creyéndose  desto  el  buen  cauallero,  estimo  mucho  más  la 
yndustria  que  las  armas,  y  assí  fué  cuidándose  della  y  dejando 
de  aquel  reyno  muchos  soldados,  desabrigándose  también  de 
algunos  capitanes  esperimentados  que  tenia,  comunicando  los 
yndios  con  tan  poco  recato  como  si  estuvieran  de  cincuenta  años 
de  paz,  la  qual  no  se  podia  presumir  ni  esperar  dellos,  si  es  verdad 
la  sentencia  de  Casiano  ^ ,  que  dice :  « la  paz  verdadera  es  tener 
concordia  con  las  buenas  costumbres  y  guerrear  contra  los  vicios;" 
pues  de  creer  es  que  en  esta  gente  no  la  podia  auer  que  fuesse 
verdadera,  pues  repugnan  de  todo  punto  esta  sentencia,  y  ésta 
tanbien  la  deuia  conocer,  pues  la  guerra  es  causa  de  la  paz,  la 
qual  no  se  puede  conserbar  en  diferentes  entendimientos  y  diuer- 
sos  pareceres.  Con  esta  comunicación  cautelosa  le  fueron  hurtando 
muchos  cauallos  y  ganado,  y  estando  bien  proueydos  le  fueron 
matando  algunos  yndios  amigos  y  soldados  españoles;  y  viendo 
que  no  hacia  castigo  y  que  vivia  con  toda  seguridad ,  fiándosse 
dellos  y  admitiendo  qualquier  disculpa,  ora  con  buen  pecho  que 
tubiese  ó  que  quisiese  hacer  del  ladrón  fiel,  dissimulándoles  los 
excesos  y  muertes  que  hacian,  pudo  tanto  la  malicia  y  su  mal 
natural ,  que  aguardándole  en  ocasión  acomodada  le  mataron  con 
cincuenta  y  más  capitanes  y  soldados,  de  la  mejor  jente  que  en 
su  campo  tenia,  festexando  sus  vorracheras  con  la  caneca  deste 
desdichado  cauallero.  Con  este  subcesso  se  leuantó  cassi  toda  la 
tierra ,  mataron  tras  él  mas  de  quinientos  soldados  españoles  con 
azerbas  crueldades,  y  como  fuesen  de  victoria,  talauan,  destroga- 
uan  y  asolaban  todo  quanto  por  delante  cojian ,  quemando  ciuda- 
des, yglesias  y  monesterios,  y  matando  sus  sacerdotes  con  varias 
muertes  y  martirios,  sin  perdonar  á  ninguno  por  chico  que  fuese, 
quanto  duraba  el  furor  d§  las  armas;  y  pasado  aquel  mouimiento, 


1     Cassianus,  Ps. 

Tomo  LXXI.  19 


290 

llenaron  cautiuas  algunas  mujeres,  sin  obligarles  cossas,  más  de 
tan  solamente  siguir  vn  váruaro  apetito,  como  siempre  le  siguen 
sin  fee  ni  rracon,  como  se  a  visto  por  el  subceso  atrás  dicho,  que 
la  ffee  no  saue  qué  cossa  es  fealdad ;  entiende  lo  que  no  alcanca 
la  rracon,  comprende  las  cossas  obscuras ,  abraza  las  ymnensas, 
entiende  las  futuras  y  encierra  en  su  manera  toda  la  eternidad. 
Murió  este  tan  uirtuoso  cauallero,  y  es  tan  leal  compañera  la  vir- 
tud, que  nos  acompaña  hasta  la  muerte,  y  aquí  se  hecho  vien  de 
uer,  pues  el  henemigo  á  su  fin  le  confesó  por  tal ,  que  siendo  ya 
muerto,  llegó  vn  yndio  que  de  fuera  venia  saviendo  su  muerte, 
lamentándosse  y  dando  vozes,  dijo:  «¿Qué  abéis  hecho,  estáis  bor- 
rachos, que  abéis  muerto  á  nuestro  padre?  Ya  no  tenéis  que  es- 
perar sino  trauajos,  aflicsiones,  desbenturas  y  muertes.»  A  esto 
podemos  dezir  fué  pronóstico  verdadero,  y  que  sea ,  como  de  aquí 
viene  dezir,  que  no  ay  ninguno  tan  malo  que  no  tenga  algo  bueno* 
y  yo  assí  lo  confieso,  ni  tan  bueno  que  no  tenga  algo  malo;  y 
tiene  tanta  fuerza  la  virtud  que  aun  en  nuestros  enemigos  nos 
aplaze,  como  aplació  la  virtud  deste  buen  cauallero,  de  la  qual  no 
sé  si  se  satisfaciera  el  obispo  don  fray  Bartolomé  por  el  engaño, 
que  tan  dueño  era  de  su  pensamiento,  y  engaño  manifiesto  es  rre- 
zeuir  en  sí  el  hombre  lo  que  no  puede  voluer  á  su  ser. 


291 


DISCURSO  Y  APOLOGÍA  QUINTA 

descargo  y  satisffadon  que  se  pretende  en  las  conquistas  del  mieho 
reyno  de  Granada  ^ 

Obedezer  la  rrazon  es  liuertad  del  ánimo,  porque  elige  lo  que 
á  él  le  parece  que  lo  es ,  y  obedezella  y  guardalla  no  será  libertad 
del  entendimiento,  pues  a  de  yr  subjeto  á  ella  en  todas  sus  ope- 
raciones, sin  exceder  sus  límites,  con  la  qual  yo  me  hallo  esfor- 
cado  para  probar  que  el  hecho  de  las  conquistas  de  las  Indias  no 
merece  título  tiránico  ny  cruel  como  el  Obispo  le  da,  y  porque 
en  su  prueua  emos  áicho  la  mayor  parte  en  cuanto  á  las  yslas  de 
Varlovento  y  Sotabento,  Mar  del  Norte,  y  Tierra  Firme  y  Nueua 
España,  Pirú  y  Chile,  que  fueron  los  primeros  reinos  que  defen- 
dieron y  conquistaron  los  españoles  en  las  Indias  Ocidentales, 
aora  por  postre  trataremos  del  nuevo  reyno  de  Granada,  con  que 
haremos  nuestro  descargo,  donde  hallaremos  suficientes  exemplos 
y  rrazones  para  lo  que  pretendemos  defender.  Este  fué  el  tercero 
reyno  que  se  descubrió  y  donde  son  más  recientes  y  continuas  las 
guerras  y  conquistas ;  después  duran  hasta  oy  y  durarán  muchos 
años,  donde  será  fuerza  que  nos  alargemos  en  la  ystoria  y  des- 
cargo, concluyendo  para  oyr  sentencia  de  vista  en  este  mundo  y 
en  el  otro  de  revista,  recusando  primero,  y  ante  todas  cossas,  á  el 
Obispo,  en  lo  que  se  muestra  ser  juez;  y  tachando  la  parte  de 
acussador,  porque  las  cosas  que  narra  en  su  tratado  difieren  tanto 
de  lo  que  realmente  es  y  fué,  que  nezesaria  y  forzosamente  le 
emos  de  considerar  lleno  de  passion  ú  de  facilidad  en  dar  crédito 
á  tantas  rrelaciones  siniestras  como  tomó,  haciéndolas  justas  y 
verdaderas,  arrimándolas  su  autoridad;  y  si  son  ú  no,  los  que 
son  prácticos  de  aquesta  tierra  lo  echarán  bien  de  ber  como  yo, 
porque  son  tantos  los  hierros  conocidos  en  que  cae  su  tratado,  que 

*    4536  años. 


292 

ninguno  dejará  de  rreconogerlos  y  por  ellos  estimar  lo  rrestante; 
y  los  que  no  tubiereu  esta  espirencia ,  si  quieren  considerar  su 
cargo  y  este  descargo,  también  lo  advertirán,  porque  no  sólo 
tiene  vn  engaño,  sino  muchos,  porque  avnque  el  engaño  tiene 
color  de  vien ,  es  cossa  muy  natural  que  al  engaño  se  enlaza 
otro  y  otro  con  que  se  descubre  el  primero  y  los  demás.  Pues 
vamos  al  punto,  y  veamos  quien  descubrió  este  nueuo  rey  no  de 
Granada,  y  qué  guerras  hizo  en  él  y  las  crueldades  que  cometió 
él  y  los  demás  conquistadores  que  fueron  sucediendo  desde  el 
año  de  mili  y  quinientos  y  treynta  y  nueve  que  se  pobló,  el  qual 
fué  don  Gonzalo  Ximenez  de  Quijada:  aviendo  subido  por  el  rrio 
grande  la  Magdalena,  con  gran  fatiga  y  trauajo,  assí  por  ser  vn 
viaje  tan  largo  y  prolijo ,  que  sin  salir  del  fueron  ducientas  y  más 
leguas  de  camino  y  de  mala  tierra,  enferma  y  muy  caliente,  y 
con  muy  gran  plaga  de  mosquitos  y  falta  de  comidas,  por  ser 
todo  arcabucos  y  boscajes,  como  por  yr  sin  ninguna  guía,  á  donde 
se  conocerá  que  la  guía  fué  la  diuina  Prouideucia ,  que  con  topar 
tantos  y  tan  grandes  rrios  que  se  apartauan  á  vn  lado  y  otro, 
siempre  acertó  á  tomar  el  conviniente  para  dar  en  el  reyno,  y 
esta  porffia  de  navegación  fué  hasta  topar  con  lastro  de  buena 
tierra,  que  llegó  con  el  fauor  diuino  á  donde  se  aparta  vn  rio  que 
llaman  Carare,  que  naze  en  las  prouincias  de  los  Musos,  y  su- 
biendo por  él  á  seis  ü  ocho  jornadas,  saltó  en  tierra  tomando  la 
vanda  siniestra ;  avnque  en  el  acertamiento  fué  diestro,  porque 
si  tomara  la  diestra,  fuera  la  siniestra ,  con  que  de  ninguna  ma- 
nera se  dejara  de  perder  por  auer  de  dar  en  unas  provincias  de 
yndios  que  llaman  Musos ,  que  poco  a  nombramos ,  tan  brabos  y 
caribes,  con  tanta  y  tan  pestífera  yerba,  que  sin  género  de  duda 
no  escapara  ninguno.  Aquí  se  conoce  fué  Dios  la  guía,  como  lo 
fué  en  la  conquista  de  Nueva  España  y  Pirú ,  dando  á  los  prime- 
ros encuentros  quien  guiase  y  fauoreciese  nuestro  partido.  Sal- 
tado que  vbo  en  tierra,  hallo  vnas  pequeñas  sendas ,  las  quales  fué 
siguiendo;  y  aunque  entre  tan  grandes  arboledas  y  tan  espesas,  al 
cauo  de  quatro  días  vino  á  salir  á  tierra  rasa  y  limpia  que  llaman 
cananas,  y  creciendo  allí  el  camino,  les  vino  á  meter  al  cauo  de 
otros  quatro  dias  en  unas  grandes  poblaciones  de  yndios  que  ya 


293 

tenían  noticia  venían,  y  con  el  admiración  de  uer  gente  tan  estraña 
y  de  tan  diferentes  aspectos  que  de  los  suyos  se  juntaron  los  prin- 
cipales ,  y  se  rresoluieron  vnánimes  y  conformes  de  receñirlos 
vien  y  hacerles  todo  buen  acojimieuto,  como  assi  lo  hicieron.  Me- 
tió en  esta  tierra  el  dicho  general,  de  soldados  que  consigo  traya, 
número  de  ciento  y  sesenta,  y  la  mitad  de  ellos  enfermos,  abién- 
dosele  muerto  en  el  camino  los  restantes ,  hasta  en  cantidad  de 
mili,  que  fué  el  número  que  sacó  en  demanda  de  su  biaje;  mu- 
riéronsele  de  enfermedades  y  de  hambres  que  en  tan  largos  cami- 
nos les  sobrevino.  Aquí  se  rreformaron  de  su  mucho  trauajo  y 
calamidad,  que,  como  dize  Platón  ^:  «Dios  siempre  es  causa  del 
vien  y  no  del  mal;»  y  esto  se  hecha  vien  de  uer,  pues  quiere  que 
estos  yndios  se  le  deparen  á  la  entrada  de  esta  tierra  para  su  rre- 
paro,  mostrándoseles  tan  vmildes  y  de  tan  buena  disistion ,  de  tal 
manera  que  los  curaron  de  sus  enfermedades  mucho  más  que  si 
fueran  sus  hijos.  Trayanles  al  principio  muchachos  de  á  ocho  y  á 
diez  años  para  que  comiesen ;  y  como  vieron  que  no  comían 
carne  humana,  les  trajeron  venados,  y  como  comiesen  dellos, 
fueron  continuándolo  juntamente  con  las  frutas  y  rrayces  que  la 
tierra  tenia  sin  menguar  más  vn  día  que  otro;  y  como  el  general 
allí  tomase  lengua  de  tanta  gente  á  diez,  á  quinze  y  á  veinte  le- 
guas como  el  reyno  tiene,  y  viese  ya  sus  soldados  rreformados, 
pobló  allí  vna  giudad  con  gusto  y  consentimiento  de  los  caciques, 
á  la  qual  llamó  Velez,  aviendo  descubierto  y  poblado  primero 
la  ciudad  de  Santa  Fee ,  en  la  prouincia  de  Vogota ,  que  era  el 
más  nombrado  en  todas  aquellas  prouincias  y  rreino.  Aquí ,  en 
esta  ciudad  de  Velez ,  no  hubo  crueldades,  ni  los  yndios  jamás 
dieron  ocasión  para  ellas  ni  para  castigos ,  porque  la  paz  y  feo 
dada  la  sustentaron  y  guardaron  para  siempre.  Desta  Qiudad  como 
á  dos  leguas  y  menos  está  vn  rrio,  y  en  él  está  una  peña  que  haze 
frente,  tajada,  llana  y  lisa,  y  en  ella,  esculpida  y  labrada,  vna 
cruz,  y  yo  la  e  visto;  y  quiriendo  el  dicho  general  saber  este  se- 
creto della,  marauillándosc  mucho  de  hallarla,  le  fué  hecha  rrela- 
cion  por  yndios  muy  viejos,  que  dello  más  que  otros  tenían  noti- 


*    Plalou ,  Uü  Rcpub. 


294 

fia  de  sus  padres  y  antepasados,  que  de  mano  en  mano  devia 
venir  de  más  de  mili  y  quinientos  años,  conforme  á  la  quenta  que 
dauan  por  lunas ,  como  si  dijésemos  meses ,  porque  otra  no  la 
tienen  ni  vsan ,  de  que  passó  por  aquella  tierra  un  hombre  con 
vna  barba  larga,  y  su  bestido  y  traje  era  conforme  ellos  lo  husa- 
ban ,  que  al  parecer  de  muchos ,  assi  en  el  cauello,  vestido  y  za- 
patos ,  si  algunos  los  traen ,  es  como  nos  pintan  el  de  los  Apósto- 
les ,  y  si  difiere  algo  es  muy  poco,  y  que  traya  en  la  mano  una 
insignia  semejante  á  la  que  allí  estaua  en  aquella  peña ,  la  qual 
señaló  él  mismo  con  la  uña  mayor  de  su  mano  derecha ,  y  que 
pretendió  dalles  nueua  doctrina  y  diferente  de  laque  ellos  teniau; 
y  como  no  la  rreciuieron  se  fué  habiéndoles  dicho  que  bernia 
tiempo  en  que  se  ueria  toda  aquella  tierra  poseyda  de  una  gente 
estrangera,  por  quien  siguirien  la  doctrina  y  religión  que  él  les 
predicaua,  y  que  ellos  tenían  por  cierto  que  era  ya  cumplido  el 
tiempo  con  la  entrada  de  los  christiauos  y  tanvien  de  que  deuia 
ser  toda  vna  doctrina  y  ley.  Y  aunque  es  verdad  que  no  tenemos 
escriptura  divina  ni  humana  que  nos  diga  que  pasaron"  Apóstoles 
á  las  ludias  Ogidentales ,  piadosamente  se  puede  creer  pasaron 
Apóstoles  á  predicar  el  Santo  Evanjelio  ó  algunos  de  sus  discípu- 
los, y  este  indicio  y  señal  es  evidente,  demás  de  otras  que  se  au 
hallado,  aunque  no  hacen  la  fee  questa,  porque  Montccuma  y 
Atabalipa  é  otros  señores  muy  viejos  dixeron  tenían  abiso  por  sus 
ídolos,  que  christiauos  avian  de  poblar  aquellas  sus  tierras;  y  no 
es  mucho  que  el  demonio  propheticase  esto,  pues  como  tan  gran- 
de escripturario  podrá  aver  sauido  que  estaua  predicho  por  el 
propheta  Abdias,  en  la  trasmigrazion  de  Yherusalen,  en  la  pala- 
bra Bosfor;  y  declarando  este  lugar  el  doctíssimo  maestro  fray 
Luis  de  León,  dize:  «que  la  palabra  Bosfor,  se  entiende  por  el  es- 
trecho de  Gybraltar,»  y  hablando  el  mismo  propheta  adelante, 
dice:  «que  deste  estrecho  ó  bosfor,  que  es  lo  mismo,  llebaron  án- 
geles el  Evangelio  á  las  ciudades  del  Austro,  que  es  á  nuestras 
Indias,  y  que  allí  se  p"íedicaria  á  vnas  gentes  desnudas,  menos- 
preciadas, y  que  no  teman  barbas  en  sus  rrostros;»  y  da  las  señas 
de  las  tierras  y  su  disposición  como  aquel  que  hablaba  con  lum- 
bre del  Espíritu  Santo:  podráse  ber  explicado  este  lugar  é  autori- 


295 

cado  en  el  tratado  que  hizo  sobre  el  propheta  Abdias.  Pues  sien- 
do assí,  parece  ser  la  boluntad  divina,  siguiendo  á  ella  tantos 
milagros  como  Dios  a  obrado  en  ayuda  de  los  nuestros  en  sus 
entradas  y  en  sus  recuentros,  ayudados,  en  vnas  partes  de 
Nuestra  Señora,  y  en  otras  del  Señor  Santiago,  patrón  de  Espa- 
ña, como  se  bió  en  Chile,  cuya  ayuda  de  la  Madre  de  Dios  estorbó 
á  que  no  se  despoblase  aquel  reyuo,  pereciendo  todos  los  nuestros; 
y  considérese  juntamente  las  conquistas  de  todos  estos  tres 
reynos,  Nueua  España,  Pirú  y  nueuo  reyno  de  Granada,  y  ha- 
llaremos que  á  la  entrada  de  cada  uno  deparó  la  boluntad  de 
Dios  quien  fauoreciese  nuestro  yntento,  guiándolos  y  ayudando 
con  las  armas  en  las  manos  contra  sus  propios  naturales  y  con  el 
sustento  y  servicio;  pues  esto  vien  nos  da  á  entender  que  Dios  no 
es  deseruido  de  las  conquistas  y  conquistadores ,  como  el  Obispo 
manifiesta  con  tan  gran  pasión.  Y  acudiendo  á  nuestro  yntento, 
savemos  que  llegó  á  el  valle  de  Vogota ,  y  algunos  de  los  yndios 
primeros  en  su  ayuda  y  seruicio,  y  el  cacique  primero  de  consi- 
deración con  quien  topó,  que  fué  Suesca,  allanó  luego  su  tierra, 
y  tras  él  el  mayor  de  todos ,  que  fué  Bogotá,  donde  se  pobló  la 
ciudad  de  Santa  Fee,  cabeza  de  aquel  reino;  y  luego  sucesiua- 
mente,  Chia,  Cajica  y  Ontivou  y  los  demás  circunvezinos,  que 
fué  vn  gran  número;  y  auiendo  buelto  á  los  primeros  yndios  que 
toparon,  poblaron  en  ellos,  como  dicho  es,  la  ciudad  de  Velez, 
Estos  indios  fueron  desgraciados  en  no  quedar  libres  como  los 
yndios  de  la  Pugna  en  el  Pirú  y  Tascaltecas  en  la  Nueva  Espa- 
ña, pues  en  la  bondad  lo's  siguieron,  y  la  rracou,  á  15  que  yo  e 
podido  alcancar,  de  noquedallo  fué  porque  eran  muchos  los  caci- 
ques y  señores  que  señoreaban  aquella  parte,  que  en  las  rreferi- 
das  de  la  Pugna  no  avia  más  de  vno;  y  si  en  Táscala  avia  más, 
heran  poderosos,  y  en  estos  yndios  de  la  ciudad  de  Velez  no  hubo 
lugar  por  está  rracou  y  porque  no  hubo  cagique  que  tomasse  la 
mano',  J  los  españoles  ó  gouernador  tanpoco  trataron  dello  por 
ser  muchos,  los  señores  y  caciques,  y  pocos  los  que  cada  uno  sub- 
jetaua;  además,  que  como  no -tenían  guerras  trauadas  no  se 
mostraronen  la  conquista  tanto  como  los  demás,  ni  su  trauajo  fué 
de  tanta  consideragipu  que  obligase  á  ello.  Luego  salió  á  poblar  la 


296 

ciudad  de  Tumja,  y  de  camino  se  fueron  allanando  Guata,  Vita, 
Choconta  y  Turmeque,  y  el  cacique  Sodamoso,  grande  en  poder 
y  fama ;  y  subcesivamente  se  poblaron  muchas  ciudades  que  es- 
tañan en  este  nueuo  reyno,  y  todas  ellas  sin  género  de  g-uerra, 
porque  no  fué  necesaria ,  excepto  las  de  Tierras  Calientes,  como 
adelante  diremos.  Pues  donde  no  vbo  guerra,  justo  será  que  crea- 
mos que  no  vbo  crueldades  ni  castigos,  ni  raenoscauo  de  los  yn- 
dios,  donde  se  deue  guardar  la  rrepartida  y  quenta  que  hizimos 
en  la  Nueva  España  acerca  del  multiplico,  con  que  quedará  pro- 
uado  que  no  hubo  ninguna  diminuicion,  ni  la  tierra  estar  despo- 
blada como  dice  el  Obispo  que  lo  está  por  guerras  y  crueldades; 
pues  vien  se  saue,  y  es  cierto  generalmente,  que  en  esta  tierra 
que  e  referido  no  vbo  género  de  guerra,  y  que  está  poblado 
tanto  quanto  estaua  al  tiempo  que  la  entraron  los  españoles,  con 
más  el  dicho  multiplico,  como  pareze  por  el  pueblo  de  Boca  y 
otros  muchos  en  quien  se  halla  oy  mayor  copia  de  tributarios  que 
al  principio  quando  los  nuestros  entraron  en  estas  prouiucias; 
pues  querer  decir  que  hazian  crueldades  por  que  no  dañan  los 
yndios  el  oro  y  esmeraldas  que  tenian  y  demás  piedras  precio- 
sas, y  quel  general  las  hizo  muchas  y  diuersas  vezes  por  este 
respecto.  Lo  que  podré  decir  deste  general,  que  fué,  como  se»  a 
referido,  don  Gonzalo  Ximenez  de  Quesada,  á  quien  su  magostad 
hizo  adelantado  de  aquel  reyno  por  sus  seruicios  ,  el  qual ,  ha- 
llándose con  su  campo  en  los  pueblos  de  Suesca,  porque  vn  sol- 
dado quitó  vna  manta  á  vn  yndio  y  le  pidió  oro,  con  tener  tan 
pocos  españoles  consigo ,  lo  ahorcó;  no  fué  este  ánimo  de  hombre 
cruel,  porque  si  lo  fuera,  á  trueque  de  no  perder  un  soldado  con- 
sintiera muchas,  puesto  que  le  era  ympusible  el  socorro  para 
suplir  la  falta  de  los  soldados. 

Dize  avia  piedras  preciosas  y  esmeraldas ,  por  cuya  caussa 
eran  apretados  los  yndios:  á  este  tiempo,  en  aquel  reyno  ni  en 
otra  parte  no  las  avia ,  salvo  en  las  prouincias  de  los  musos ,  en 
vn  zorro  que  llaman  Ytoco,  y  no  fueron  descubiertas  en  más  de 
treynta  años  después  que  se  conquistó  aquel  reyno,  ni  vbo  otras 
piedras  preciosas;  y  si  agora  las  ay  en  otras  dos  partes,  en  aquel 
reyno,  en  Somondoco  y  en  el  Pirü,  en  Puerto  Biejo,  no  so  labran 


297 

ni  se  labrarán  jamás,  de  manera  que  ya  no  se  podían  hacer  crael- 
dades  en  el  tiempo  que  dize  el  Obispo  se  hacían  por  las  esmeral- 
das y  piedras  preciosas. 

Despu^  se  fueron  poblando  Tocayma  y  Vague ,  y  Maryqui- 
ta,  Muco  y  la  Palma,  Pamplona  y  Mérida,  Neyba  y  el  pueblo  de 
la  Plata  y  el  de  los  Ángeles,  Tímana  y  otros  pueblos;  rronpieron 
la  paz  los  Musos  y  la  Palma ,  Mariquita ,  y  todos  los  pueblos  del 
baile  de  Neyba,  que  todo  es  tierra  caliente ,  donde  se  comenoó  la 
guerra  con  grandissimo  rrigor,  de  tal  manera,  que  de  vna  parte 
y  otra  costó  muy  gran  número  de  vidas,  por  ser  gente  tan  be- 
licosa como  es ;  en  vnas  partes  se  acabó  breucmente ,  y  en  otras 
duró  algún  tiempo,  y  en  otras  permanece  oy  en  día  y  durará  en 
adelante.  En  esta  tierra  caliente  se  an  meuoscavado  los  yndios  por 
las  razones  dadas;  en  la  ysla  de  Santo  Domingo,  assí  en  las  guer- 
ras como  en  las  rretíradas  que  hacen  á  los  arcabucos,  donde  son 
acosados  de  la  hambre  y  enfermedades ,  y  después  de  reducidos  á 
la  paz  se  ban  saliendo  á  seruir  algunos  á  las  ciudades  de  tierra 
templada,  que  llamamos  fría,  cuyas  caussas  referidas  an  ssido 
parte  para  que  en  alguna  prouíncia  que  avia  quatro  aya  quedado 
en  dos  y  menos,  y  por  este  número  y  quenta  a  corrido  toda  la 
tierra  caliente ,  que  en  la  fría  cumplido  se  está  el  número  con  el 
multiplico  referido  de  la  Nueua  España. 

Entró  á  conquistar  las  provincias  de  los  musos  vn  capitán  lla- 
mado Pedro  de  Orsua ,  que  fué  el  que  mató  en  el  Marañen  el  ti- 
rano Lope  de  Aguirre.  Este  caudillo,  viéndose  en  la  prouincia  ya 
dicha ,  hauióudole  dado  la  paz  los  caciques  y  señores  della,  pobló 
la  ciudad  de  Tudela,  y  aviéndosele  reuelado  toda  la  tierra  y 
muértole  algunos  soldados,  quiso  hazer  castigo  dello,  y  apretá- 
ronle tanto  con  las  armas  que  le  fué  forcosso  despoblar  y  salirse 
della  con  daño  y  muerte  de  más  de  la  mitad  de  su  jente ,  por  ser 
la  tierra  muy  áspera  y  los  naturales  velicosos  y  grandes  guerre- 
ros y  húsar  de  yerbas  de  veynte  y  quatro  oras.  Pasando  algún 
tiempo,  el  capitán  Luis  Lanchero,  caballero  principal  de  aquel 
reyno,  hallándose  con  más  comodidad  que  otro,  á  rrespeto  de  vn' 
pueblo  de  yndios  que  tenía  cerca  destos  musos  referidos,  que  se 
dice  Susa,  con  poderes  de  la  Real  audiencia  entró  al  castigo  vien 


298 

preuenido  de  gente  y  demás  pertrechos  convinientes  para  poblar 
la  dicha  ciudad  desmantelada;  y  aviando  arribado  al  propósito 
con  rresistencia  de  los  naturales,  y  no  paregiéndole  á  propósito, 
pasó  adelante  como  quatro  leguas,  y  encontrando  abe^j^tajadas  co- 
modidades pobló  la  ciudad  de  la  Trenidad  con  nuebo  consenti- 
miento de  los  caciques  y  señores  que  ya  avian  dado  la  segunda 
paz;  pero  no  oluidando  su  mal  natural  é  ynclinacion,  no  passó 
muchos  dias  quando  se  alearon,  aviendo  hecho  algunas  muertes 
de  españoles  fuera  de  la  ciudad,  rretirándose  á  sitios  fuertes  de 
naturaleza.  Aquí,  viendo  el  caudillo  y  soldados  su  mala  paz,  sa- 
lieron al  castigo  por  la  tierra ;  y  para  hacerle  y  cojer  á  las  manos 
los  caciques  y  culpados,  necesariamente  avian  de  menear  las 
armas,  pues  el  yndio  hizo  berdadera  demostración  de  guerra,  y 
no  fué  tan  leue  esta  porfía,  paciflcazion  y  castigo  que  no  durasse 
muchos  dias  y  años  y  que  en  ello  muriesen  gran  número  de  gen- 
te de  vna  parte  y  otra,  y  de  tal  manera  se  auiuieron  los  naturales, 
que  en  más  de  veynte  y  cinco  años  no  se  bió  llana  la  tierra  de 
todo  punto,  porque  quando  vna  prouincia  se  mostraua  de  mala 
paz  otra  de  buena  guerra,  de  tal  manera  que  en  todo  este  tiem- 
po siempre  hubo  nuevas  ocasiones  de  castigos ,  porque  ningún 
cacique  se  alzaua  que  no  hiziese  primero  muertes  de  españoles, 
ynce'ndios  y  quemas  de  yglesias ,  y  el  postrer  castigo  que  se  hizo 
le  executé  yo,  que  fué  el  que  atrás  dije  del  cacique  Guazara. 
Estos  yndios  coraian  carne  humana ,  por  cuya  razón  eran  y  son 
velicosos ;  es  jente  de  flecha  y  hie^'ba  cruda  y  rrigurosa,  más  que 
de  otra  ninguna  parte  que  se  sepa,  y  assí  a  sido  parte  que  ayan 
muerto  gran  suma  de  los  nuestros  españoles  en  las  pacificaciones; 
husauan  della  en  las  flechas  y  en  las  púas  que  hincauan  por  los 
caminos  para  herir  los  pies,  y  en  estacones  en  hoyos  en  el  suelo 
solapados,  donde  se  hundían  y  estacauan  los  que  por  cima  pasauan 
para  herir  en  los  pechos,  y  tanbien  los  poniau  entre  las  ramas  de 
los  árboles;  aquí,  viéndose  los  españoles  tan  lastimados  de  la 
yerba  y  que  los  yndios  eran  yndómitos  y  grandemente  cautelosos 
y  traydores,  dieron  en  aprouecharse  del  vso  de  los  perros,  que 
ya  en  la  guerra  de  Guali  y  otras  partes  se  hauian  hussado  por 
las  mismas  consideraciones,  y  fueron  de  tanto  prouecho  en  el 


299 

modo  de  valerse  de  ellos ,  como  ya  emos  dicho,  que  se  rreconoció 
muy  apriesa *su  fruto;  y  los  yndios,  viendo  la  envencion  de  los 
perros  dieron  en  un  pensamiento,  que  fué  talar  todas  las  comidas 
de  la  tierra  y  no  sembrar,  sustentándose  de  rrayces  siluestres  y 
frutas  para  que  los  conquistadores,  constreñidos  de  necesidad  y 
hambre,  despoblasen  y  se  saliesen;  y  como  durase  dos  años  ó  más 
esta  prueua ,  murieron  de  ellos  mismos  de  hambre  y  enfermeda- 
des gran  suma  por  los  arcabucos;  y  conociendo  su  daño  y  que  el 
español  tenia  socorro  por  diuersos  caminos ,  acordaron  de  boluer 
á  senbrar  y  cultibar  la  tierra  con  deliberación  que  comiesen  todos 
y  andubiesse  la  guerra,  como  áfesí  lo  hizieron,  y  si  solian  senbrar 
vna  ffanega,  en  adelante  seubraban  dos,  la  una  en  nombre  de 
nuestros  soldados ,  cossa  que  después  que  el  mundo  es  mundo 
no  se  a  uisto  ni  oydo  que  aya  ávido  nación  que  se  ocupe  en  sem- 
brar labranzas,  señaladamente  para  el  enemigo,  con  quien  á 
todas  oras  se  convate  y  tiene  guerra.  Desta  rresoluzion  que  toma- 
ron dieron  auiso  á  los  españoles ,  diciendo  que  querían  no  les 
faltase  la  comida  de  ninguna  manera  y  que  anduviese  la  guerra 
hasta  que  los  vnos  ó  los  otros  quedasen  vencedores ;  y  pues  esto 
era  su  ynteuto,  que  se  conservasen  los  senbrados  en  general.  Los 
nuestros  azetaron  el  partido,  y  asi  lo  obseruaron.  Esta  fué  mues- 
tra de  gran  coraje  f  fortaleza ,  con  que  de  nuestra  parte  se  puso 
en  duda  la  pacificazion  por  el  presente  en  aquellas  provincias; 
pero  al  fin ,  como  cada  dia  nos  entraua  nuevo  socorro  de  gente  y 
la  suya  yba  menguando,  aunque  con  espacio  de  tiempo  comenca- 
ron  á  reducirse;  pero  en  discurso  deste  tiempo,  quien  considerase 
las  quemas  de  las  yglesias ,  las  muertes  despañoles  con  tan  estra- 
ñús  modos  y  crueldades  que  el  yndio  husaba ,  no  se  deuíera  es- 
pantar de  que  los  nuestros  usaran  rrigurosos  y  estraordinarios 
castigos  en  gentes  tan  malvadas  y  carnizeras.  Pues  por  este 
mismo  camino,  ó  casi  semejante,  an  sucedido  las  más  de  las  pa- 
cificaciones. Pues  véase  aora  la  mansedumbre  de  los  yndios  y  la 
crueldad  de  los  nuestros ,  como  dice  el  Obispo,  ynfamando  su 
nación  y  confesando  generalmente  que  ni  vbo  ni  ay  conquista- 
dor que  sea  y  aya  sido  tirano  y  cruel ;  mas  ,  como  en  derecho  es 
rreceuido  por  manifiesto  yndigio  de  qualquier  hecho  el  negarlo  ó 


300 

confesarlo  en  todo  y  por  todo  de  poco  crédito,  no  perjudicará  la 
coufision  y  declarazion  que  hizo,  avnque  a  sido  d^  manera  que 
no  ay  naciones  estranjeras  que  no  tengan  á  los  españoles  por  la 
gente  más  cruel  que  tiene  el  mundo;  tanto,  que  yo  e  visto  en 
Francia ,  en  la  ciudad  de  París ,  pintados  liencos  con  las  cruelda- 
des que  el  Obispo  escribe  en  su  libro;  y  no  sólo  e  visto  la  estam- 
pa, pero  traydola  para  manifestar  el  escándalo  que  a  causado 
semejante  tratado,  exagerando  y  creciendo  el  hecho,  y  éste  a  ve- 
nido á  multiplicarse  en  la  estampa  y  rrelaciones  que  en  ella  es- 
criben, de  tal  manera,  que  por  muy  rreportado  que  un  hombre 
sea,  dubdo  yo  dejar  de  perder  paute  de  paciencia;  pero  como  la 
paciencia  sea  compañera  de  la  sabiduría ,  como  dice  San  Agus- 
tín ^,  «cada  vno  la  terna  á  medida  de  su  talento. »  En  estas  prouin- 
cias  los  yndios  son  de  tal  calidad,  que  por  qualquier  enojo  que 
ayan  rrezeuido  se  ahorcan,  y  assí  mueren  muchos  por  este  modo. 
Aquí  vssan  grandemente  de  veneno,  y  con  él  an  muerto  mucha 
gente  de  la  nuestra ;  hera  muy  ordinario  hallar  en  el  tiempo  de  la 
guerra  cociendo  en  las  ollas  de  sus  cassas  carne  humana  de  los 
soldados ,  y  llegar  vn  soldado  á  comer  dellas  con  la  hambre,  y 
topar  con  la  mano  y  pió,  y  quioá  era  de  su  camarada.  Aquí,  en 
esta  provincia  y  ciudad  de  los  Musos,  llamada  la  Trenidad,  sub- 
gedió  el  enbuste  del  que  ya  contamos  que  eg*  de  tener  en  la  me- 
moria ,  que  no  referiremos ,  por  boluer  á  tratar  del  nuebo  reyno 
en  cuias  provincias  son  los  naturales  de  la  más  mala  naturale- 
za de  todas  las  ludias;  de  tal  manera  que  si  fueran  belicosos, 
como  los  musos  de  quien  acabamos  de  hablar,  ympusible  podellos 
reducir  á  la  paz ,  á  más  del  gran  número;  pero  proueyó  Dios  de 
que  fuesen  faltos  de  este  valor  de  ánimo;  su  yncliuacion  es  sólo 
ser  mercaderes,  y  son  tan  súbtiles  en  sus  tratos,  que  no  ay  yn- 
dios de  señal  que  más  lo  sean,  por  donde  son  pacíficos  y  tienen 
mansedumbre  más  que  otros  de  aquellas  partes ,  y  la  propia  tu- 
vieron los  de  Quito  y  sus  provincias,  pues  casi  no  hicieron  guer- 
ra á  los  españoles  que  los  poblaron  y  subjetaron ,  y  si  hubo,  fué 
poca  ó  cassi  ninguna;  y  los  unos  y  los  otros  siguen  mucho  las 


i    San  Agustín,  De  Sap.,  o.  í. 


borracheras  y  son  o:randes  herbolarios  y  hechiceros  y  mohanes; 
tienen  grandes  santuarios  debajo  de  tierra  con  grandes  rriqueztis 
de  oro,  por  lo  que  secretamente  an  sido  algunos  santeros  apreta- 
dos y  maltratados ,  á  fin  de  que  los  descubran ;  pero  ellos  son  de 
tal  condición ,  que  antes  morían  hechos  pedazos  que  tal  hagan, 
porque  quieren  más  obserbar  el  mandato  del  diablo  que  el  pro- 
uecho  suyo  ni  del  christiano ,  y  si  algún  daño  an  rrezevido  de  los 
españoles  a  sido  á  esta  causa :  lo  primero,  por  excusar  que  no  aya 
templos  ni  adoraciones  al  demonio;  y  lo  segundo,  que  aquel  te- 
soro que  el  diablo  tiene  allí  entretenido  con  tanta  ydolatría  sea 
de  prouecho  en  este  mundo;  y  pienso  que  el  Obispo  no  deuió  de 
topar  con  ningún  santuario  el  tiempo  que  en  aquestas  partes  au- 
dubo,  que  si  topara  con  ól  yo  estoy  cierto  de  su  mucha  chris- 
tiandad  procurara  desbaratalle  y  evitar  las  ydolatrías  y  sacrificios 
que  en  ellos  se  hacen,  y  el  oro  lo  sacara  y  hiziera  dello  ornamen- 
tos para  los  templos,  para  que  este  thesoro  que  estaua  aplicado 
para  el  culto  del  demonio  se  convirtiese  para  el  de- nuestro  Dios 
verdadero,  6  lo  diera  á  pobres  ó  aplicara  para  algún  ospital. 

También  an  hecho  los  españoles  algunos  otros  daños  causados 
del  descuido  de  algunos  juezes  poco  práticos  en  aquestos  reynos 
que  llamamos  Chapetones,  que  como  llegan  Despaña  sin  conoci- 
miento de  los  naturales  de  aquestas  partes,  \uieren  faborecelles 
tanto  y  desfaborezen  los  españoles,  pareciéndoles  que  con  ellos 
les  rreducirán  á  virtud:  con  este  favor  pierden  el  rrespeto  á  Dios 
y  al  rey,  aleándose,  cometiendo  vn  millón  de  muertes  y  desvcr- 
güeuQas  notables  con  que  en  sintiéndose  el  daño  quedan  los  tales 
juezes  atajados  y  el  rremedio  viene  siempre  tarde.  Y  dejando  los 
alzmieutos  y  muertes  que  por  este  rrespecto  muchas  vezes  an 
subcedido,  contaré  al  propósito  vn  caso  que  subcedió  en  estos 
yndios,  y  sirba  de  exemplo.  sin  otros  mili  que  an  subcedido  en 
toda  parte  de  Indias ,  y  fué  que  estaudo  vn  soldado  en  vn  pueblo 
llamado  Hontibon,  á  dos  leguas  de  la  ciudad  de  Santa  Fee,  caue- 
za  de  aquel  reyno  donde  reside  la  audiencia  Real,  sobre  ciertas 
diferencias  que  tuvo  con  vn  yndio  le  dio  vnos  mojicones,  y  dando 
gritos  este  yndio  se  juntó  todo  el  pueblo  y  acudió  á  la  defensa 
del ;  y  hallándose  el  soldado  cercado  de  tantos,  metió  mano  á  su 


302 

espada ,  y  no  pudiéndose  defender  de  tanta  multitud ,  fué  rrendi- 
do,  y  atándole  de  pies  y  manos  y  maltratándole  muy  malamente 
su  persona ,  tomaron  rresolucion  de  cargallo  sobre  vn  caballo  y 
llevallo  al  Presidente.  Llegado  á  su  presencia,  le  maltrató  de  pa- 
labra, echándolo  en  la  cárcel,  le  condenó  en  dinero  y  luego  le 
soltó  sin  rreprehender  los  yndios  semejante  atrevimiento,  de  donde 
vienen  á  perder  el  respecto  y  miedo,  principio  para  alzarse,  que, 
como  dice  Demócrito,  «el  atreuimiento  es  principio  del  hecho,»  y 
escusárase  el  daño  que  el  soldado  hizo  si  obrara  la  Providencia, 
porque  después  de  suelto,  hallándose  afrentado  del  caso,  dentro  de 
pocos  dias  se  apercibió  de  vn  caballo  y  dineros  y  conpró  vna  ba- 
llesta con  cincuenta  jaras ,  y  aguardando  la  luna  llena  para  gozar 
bien  della,  una  noche,  á  la  prima,  se  salió  de  la  ciudad,  y  passanilo 
por  el  mismo  pueblo  deHontibon,  que  está  á  dos  leguas,  se  metió 
en  vna  puente  de  vn  rrio,  otra  legua  adelante,  camino  del  Pirú, 
y  en  ella  amarró  su  caballo  y  en  ella  rregistraua  todos  los  yndios 
que  passauan ,  que  como  la  tierra  es  templada  y  haga  clara  la 
noche ,  en  toda  ella  no  zesan  de  pasar  yndios  por  ella  á  sus  gran- 
gerías,  labrancas  y  ganados,  y  como  fuese  vno  sólo,  no  le  per- 
donaba armando  con  tiempo  su  vallesía,  y  con  vn  tema  que  tomó, 
que  fué  decir  «jaiba,»  que  quiere  decir  «¿de  dónde  sois?»  y  si 
rrespondia  el  yudio,#<(de  Hontibon.»  le  atrauesaua  con  la  jara, 
que  siempre,  quando  llegaua  la  tenia  aperceuida,  y  en  cayendo 
le  echaua  al  rrio,  y  si  el  yndio  se  nombraua  de  otra  parte  le  de- 
jaua  pasar;  desta  manera  pasó  casi  toda  la  noche,  hasta  tanto 
que  no  le  quedó  jara  que  no  la  emplease,  y  visto  que  le  sobraua 
tiempo  é  yndios,  se  rremitió  á  la  espada,  hasta  que  la  ensangren- 
tó bien;  y  pareciéndole  que  venia  el  dia,  arrojó  la  vallesta  al  rrio, 
y  subiendo  en  su  cauallo  caminó  para  el  Pirü.  Quando  otro  dia  se 
hecho  de  ber  el  castigo,  se  dio  noticia  al  Presidente,  y  primero 
que  se  hizo  la  pezquisa  y  se  dio  en  la  quenta  que  pudo  ser  el  sol- 
dado, ya  llebaua  dos  dias  de  ventaja,  que  en  ellos  fué  bastante 
tiempo  para  salir  del  reyno  sin  que  le  dieran  alcanze,  y  más  el 
que  dejaua  hecho  semejante  estrago  que  de  dia  y  de  noche  no 
dormiría;  él  se  escapó  y  el  pueblo  quedó  muy  lastimado  y  todo 
el  reyno  muy  espantado  del  casso,  cosa  quél  y  el  Presidente  pu- 


303 

diera  vieu  estorbarlo  con  castigar  á  los  yndios  por  semejante 
atrevimiento  y  desvergüenza,  que  en  aquestas  tierras  lo  es  más 
que  en  España  labradores  maltratar  á  vn  señor  de  vassallos  v 
de  título,  y  al  español  detenello  algunos  dias  preso,  quanto  se  le 
pasara  la  cólera,  en  demostración  de  castigo,  sin  darle  otra  pena. 
Con  esto  el  Roldado,  visto  el  castigo  de  los  yndios,  evitara  qual- 
quier  mal  pensamiento  que  tuviera  y  atajárase  al  principio  con 
castigo  y  prudencia  tanto  daño  como  subcedió,  que,  como  dize 
Libio  1,  «de  no  castigar  á  su  tiempo  lo  que  conviene,  se  siguen 
muchos  daños  y  males,»  como  subcedió  en  los  alcamientos  que 
por  ser  frlbolos  los  castigos  ó  sus  principios  vienen  después  á  ser 
mayores;  y  si  se  siguiera  el  parecer  del  Obispo  no  vbiera  quedado 
español  bibo  en  todas  las  Indias,  assí  por  su  mucha  piedad  como 
por  la  mala  naturaleza  del  yndio,  como  lo  tenemos  por  exeraplo 
de  muchas  prouincias  que  oy  están  alzadas  y  más  caribes  quel 
primer  dia,  y  esto  por  discuydo  y  falta  de  castigo  en  tiempo, 
como  lo  vemos  en  la  prouincia  de  los  Fijaos,  á  donde  se  an  des- 
truydo  y  asolado  tantos  pueblos  de  españoles,  con  tantos  daños  y 
crueldades  que  an  cometido;  y  si  el  Obispo  fuera  vibo,  holgara 
mucho  preguntalle  la  pena  que  merezian  yndios  que  an  consu- 
mido de  todo  punto  tantas  ciudades  de  españoles  que  al  rrededor 
tenian,  cassi  sin  escapar  criatura  en  todas  ellas,  quemadas  y  pro- 
fanadas las  yglesias,  comidos  los  sacerdotes  sin  perdonar  cien  mili 
yndios  sus  naturales  que  tenia  el  valle-de  Neyba,  y  juntamente 
pedirle  que  fuera  juez  de  los  yndios  ,  pues  lo  fué  de  los  conquis- 
tadores, sin  querer  aduertir  á  su  descargo  que  el  juez  no  a  de  sen- 
tenciar ni  determinar  la  justicia  sin  oyr  primero  ambas  partes, 
y  estoy  cierto  que  oyéndolas  hallará  á  los  yndios  tan  crueles  y 
carniceros ,  mucho  más  de  lo  que  yo  digo.  Y  no  son  quentos  de 
Amadis,  que  son  y  pasan  de  cien  mili  arriba  la  quenta  de  los  que 
an  muerto  y  pessado  en  su  carnezería ,  que  tienen  pública  como 
nosotros  la  de  carneros  y  vacas,  que  quien  entra  por  aquel  valle 
de  sesenta  leguas  de  longitud  y  considera  tan  apassible  tierra,  tan 
llena  de  ganado  vacuno  sin  tener  dueño  por  hauer  perecido  todos, 


i     Libius.  L.  8  de  C.  I. 


304 

como  dicho  es,  y  considera  tanto  asiento  de  pueblos,  assí  de  es- 
pañoles como  de  yndios,  poblados  en  tierra  de  tan  grandes  mine- 
rales de  oro  j  plata,  tan  grasa  y  abundante  de  mantenimientos, 
caca  y  pesca  de  los  rrlos,  y  aora  lo  ue  todo  despoblado,  si  tiene 
discurso  y  entendimiento ,  no  es  posible  que  deje  de  enternecerse 
deseando  la  ocassion  para  ofrecer  su  vida  en  venganca  de  tanta 
destruysiou  y  asolamiento.  Y  assí,  no  se  deue  espantar  que  en  la 
guerra  y  castigos  que  se  ban  siguiendo,  el  que  se  coje  á  las  ma- 
nos le  den  de  puñaladas  y  le  dejen  en  las  quebradas  sepolturas,  y 
al  otro  le  ahorquen  y  enpalen,  que  son  todas  las  crueldades  que 
esajera  y  pondera  más  el  Obispo;  y  si  con  otra  nación  lo  ubieran, 
yo  pienso  y  tengo  por  cierto ,  que  no  tubicran  con  ellos  la  piedad 
que  tiene  la  española,  porque  merecen  muy  estraordinarias  y  rri- 
gurosas  ynvenciones  de  muertes ;  y  tengo  por  cierto  que  en  esta 
gente  acauara  más  presto  el  allanamiento,  el  rrigor  que  la  clemen- 
cia, por  quanto  es  llaga  afistolada,  que  si  no  se  le  aplican  cáusticos 
fuertes ,  más  se  ba  encaucerando;  que  aquí  no  sirbe  el  yngüento 
regalado,  que  esto  sólo  es  bueno  para  gente  de  nueua  conquista; 
que  como  digo  lo  uno,  diré  lo  otro;  como  yo  lo  e  husacíb  en  con- 
quistas nuebas  como  fué  en  las  prouincias  de  los  andaquíes,  donde 
poblé  la  ciudad  de  Cimancas,  ayudado  de  vn  cacique  llamado  Cam- 
ponay  que  con  su  gente  me  salió  á  rrezeuir  y  buscar,  y  me  guió  y 
enderezó  en  todo.  Con  estos  tales  es  vien  que  se  liuse  de  blandura  y 
buenas  obras,  y  con  los  cfue  se  conquistaren  asi  mesmo,  porque  la 
buena  obra  es  vna  virtud  liberal  del  ánimo;  pero  con  el  yndio  que 
daba  la  paz  y  obedieugia  á  su  magostad  y  rreziuia  el  Santo  Evan- 
gelio y  vauptismo,  y  después  se  alcana  con  muertes  y  daños,  no 
avia  rrayo  que  más  presto  fuese  en  acometelles  que  yo,  avnque  me 
hallase  con  poca  gente,  por  tener  larga  espiriencía  dellos  que  son 
de  la  condición  del  cocodrillo  ó  cay  man,  como  en  Indias  se  llaman, 
que  es  terrible  perseguidor  de  los  que  le  huyen,  y  es  fugitivo  y 
cobarde  para  los  que  con  atrevimiento  le  siguen  y  acometen;  y 
con  tal  presteza  la  tierra  se  sosegaua  y  quedaua  quieta,  y  el 
yndio  libre;  que  el  hombre,  si  es  bueno,  es  libre  avnque  sirba,  y 
puedo  decir  y  afirmar,  como  soldado  y  christiano,  de  que  en 
todas  mis  jornadas  no  e  tenido  mal  sucesso,  mediante,  después  del 


305 

favor  diuino,  la  presteca  en  el  castigo  y  guerra  y  el  buen  trato  en 
la  paz,  y  lo  mismo  pienso  hazen  todos  los  caudillos,  que  el  ánima 
es  vn  Dios  por  huésped  del  cuerpo  humano,  y  esto  se  entiende  en 
todo  christiano,  por  cujo  rrespecto  son  perdonados  muchas  vezes 
en  sus  alzamientos  por  ber  si  se  enmiendan;  pero  como  gente 
yngrata  no  rreconozen  esta  clemencia,  y  puédese  dezir  bien  que 
es  yngrato  el  que  después  del  perdón  peca,  y  en  estos  castigos  con 
ser  tan  justificados  el  hacerlos  en  ellos  sus  administradores  y  en- 
comenderos, los  defienden  todo  quanto  es  posible,  y  esto  se  puede 
bien  creer,  porque  quantos  más  yndios  murieren  en  el  castigo, 
tanto  menos  terna  de  hacienda;  y  a  contecido  librallos  el  enco- 
mendero vna,  dos  y  tres  vezes  de  la  muerte,  y  ellos  propios,  en 
agradecimiento,  dársela  á  el  encomendero.  Entra  aquí  vien  lo  que 
dize  el  Obispo  que  los  yndios  nunca  hicieron  mal  sin  primero  ha- 
uerle  rrezeuido:  quisiera  yo  sauer  si  esta  rretribucion  es  justa, 
que  al  amo  que  le  dio  la  vida  tantas  vezes  darle  por  ello  la  muerte. 
Yo  alio  por  mi  quenta  que  en  la  más  perbersa  nación  del  mundo  y 
más  cruel  se  halla  nobleca  para  salbar  al  cautibo  de  quien  se  a  rre- 
zeuido vn  notable  veneficio,  y  en  ésta  hasta  oy  se  a  uisto  ni  pienso 
se  berá  en  ningún  tiempo,  y  en  esto  tenemos  grandes  exemplos;  y 
no  por  cansar  al  lector,  beamos  lo  que  subcedió  en  la  prouincia  de 
Santa  Marta,  qué  mal  hizieron  á  los  yndios  dos  santos  frayles,  lla- 
mados fray  Pedro  Montano  y  fray  Francisco  de  Solis ,  de  la  or- 
den del  Señor  San  Agustín.  Inflamados  del  Espíritu  Sancto  se  en- 
traron á  pedricar  entre  ellos  de  su  avtoridad  el  Santo  Evangelio 
por  las  yglesias  que  tenian  como  á  christianos  que  ya  eran ,  y  al 
cauo  de  algunos  dias,  estando  actualmente  pedricando,  los  fle- 
charon y  martirioaron  hasta  que  dieron  á  Dios  las  almas.  Tan- 
bien  fué  esta  buena  rretribucion  en  esta  gente ;  no  se  halla  menos 
agradecimiento  que  éste  ni  jamás  rreconozio  obligazion ,  y  desta 
su  naturaleza  diré  que  si  se  alquilan  con  intervenzion  de  justi- 
cia, con  su  salario  justo  por  mano  de  terzero  ó  de  su  propia  vo- 
luntad, y  para  cumplir  el  tiempo  y  coger  su  dinero  le  falta  sólo 
vn  dia  de  seruicio  y  en  éste  se  puede  huir,  ó  le  da  en  la  caneca 
el  hacerlo,  se  huje  y  pierde  su  salario  y  va  muy  contento  y  go- 
coso  ante  sus  amigos  y  parientes  de  que  dejó  de  cumplir  aquel  dia, 
Tomo  í,\X1.  20 


306 

y  muchas  vezes,  no  sólo  pierden  de  su  boluntad  el  salario,  pero 
ávn  las  mantas  con  que  se  cubren,  dejándolas  por  no  poder  cojer- 
las,  por  cuia  condición  necesario  es  tenerles  prendas  tomadas.  Al 
fin  no  pierden  tiempo  si  le  rreconozen,  aunque  sea  en  su  daño  por 
qualquier  modo  y  camino  que  sea,  como  sugerida  por  el  demonio 
de  quienes  no  se  puede  esperar  cosa  buena;  y  á  todo  deue  aduertir 
todo  conquistador,  j  juntamente  que  quando  se  determinare  á 
hazer  alguna  conquista  á  que  a  de  cumplir  primero  con  el  ser- 
uicio  de  Dios  ,  lo  segundo  con  el  del  rey,  lo  tercero  con  el  suyo, 
porque  a  de  entrar  con  ánimo  de  perpetuarse  en  la  tierra,  fundan- 
do haciendas,  que  de  otra  manera  no  tendrá  buen  subcesso,  que 
perpetuándose  en  ella  a  menester  conserbar  al  yndio,  porque  fal- 
tándole le  faltará  de  todo  punto  el  buen  ñu  y  blanco  que  le  obli- 
gó á  hazer  la  conquista,  conservando  juntamente  los  conquista- 
dores ,  porque  es  el  berdadero  estribo  sobre  que  a  de  fundar  su 
edificio,  sin  apasionarse  ni  hacerse  parcial,  disimulando  qualquier 
emulación  y  hazerse  desentendido  de  toda  mala  querencia ;  pues 
sanemos  que  siempre  la  administración  de  qualquiera  república 
trae  consigo  ciertas  enemistades  y  odios,  que  esto  las  más  bezes 
hacen  al  caudillo  desanparar  la  población,  con  que  se  lo  echan 
todo  á  perder:  verdad  es  que  también  le  mete  espuelas  aquel 
deseo  de  boluer  á  su  patria  á  contemplar  aquellas  pissadas  que 
dauan  quando  niños  y  el  amor  de  la  parentela,  y  con  ánimo  de 
mostrarse  engrandecido,  cossa  que  si  uien  se  considera  el  fruto 
que  dello  se  saca,  hallarían  que  es  vien  poco,  y  los  rriesgos  y 
daños  muchos,  y  aunque  pareze  fuera  de  nuestro  yntento  y  de 
propósito,  no  lo  es ,  pues  lo  traygo  á  fin  de  persuadir  á  todo  con- 
quistador y  poblador  que  no  desanpare  lo  poblado  por  las  rrazo- 
nes  rrezeuidas,  porque  en  desan parando  el  caudillo  su  población, 
es  cierto  se  viene  á  despoblar  y  perder  la  tierra  que  tanto  trauajo 
y  rriesgo  le  costó;  y  esto  emos  visto  aver  sub^edido  muchas  y  di- 
uersas  vezes,  y  el  fruto  que  se  saca,  como  dicho  es,  en  desanpa- 
rar el  pueblo  por  boluer  á  dar  vna  pavonada  á  la  patria,  es  nin- 
guno, que  siendo  noble  en  su  patria  tanvien  lo  será  en  las  ludias, 
y  si  no  lo  fuere,  mejor  lo  desimulará  en  ellas  que  en  la  patria,  á 
más  que  allá  adquieren  nobleca  por  los  privilegios  concedidos  en 


307 

racon  de  las  conquistas.  Créanme,  señores  conquistadores,  y 
esténse  quedos  y  conserben  lo  que  Dios  les  vbiere  dado  y  gocen 
de  tan  buenos  temples  de  tierra ,  de  tanta  abundancia  de  mante- 
nimientos y  de  tanta  rriqueza,  que  con  verdad  podemos  decir, 
que  el  que  rreside  en  Indias  está  seguro  de  tres  cosas,  que  es: 
hambre,  pobreza  y  pestilencia,  que  España  ni  otra  ninguna  parte 
en  el  mundo  no  lo  asegura,  y  esousen  tanto  rrigor  de  mar  y  la 
mala  querencia  y  mal  nombre  que  en  España  cobra  cada  vno  con 
su  benida;  porque  si  vino  rrico,  no  hay  hermano,  sobrino  y  pa- 
rientes ,  y  todos  sus  amigos  y  criados  antiguos ,  propios ,  suyos  v 
dellos,  huéspedas  y  criadas,  ministros  de  justicia,  en  cualquier 
caso  que  se  le  ofrezca  de  importancia,  que  no  lo  sea,  que  no 
quiera  y  pretenda  participar  y  que  rreparta  con  él  lo  que  trae,  y 
si  es  mucho  y  acierta  á  ser  generosso,  serán  tantas  las  sacaliñas, 
que  quando  cayere  en  la  cuenta  se  hallará  pobre,  y  rrepartido 
entre  muchos,  ni  á  ellos  ni  á  él  puede  lucir,  pues  aseguróle  que 
quando  esto  le  aya  subcedido  y  ubiere  menester  socorro  dellos, 
que  no  lo  hallará  y  quedará  pobre  y  mal  quisto,  porque  siempre 
quedan  celosos  sobre  que  dio  más  á  Pedro  que  á  Juan ;  y  lo  peor 
es  que  ora  aya  quedado  pobre,  ora  lo  aya  benido  de  las  Indias, 
por  desgracias  que  le  ayan  subcedido,  no  le  quieren  creer  ni  se 
pueden  persuadir  á  ello,  porque  tienen  por  cierto  que  es  todo  oro 
lo  que  pisan,  y  quantos  juramentos  hiziere  y  muestras  diere  de 
pobreza,  tantas  vezes  dirán  que  son  vnos  mezquinos  y  miserables 
los  yndianos ;  y  este  es  vn  lenguaje  tan  general ,  que  no  ay  en 
toda  España  hombre  ni  muger  que  no  lo  diga,  sin  consideración 
que  el  pobre  yndiano  a  passado  seis  mili  leguas  de  agua  con  el 
credo  en  la  boca  á  la  yda  y  venida,  y  que  lo  poco  ó  mucho  que  trae 
le  cuesta,  después  de  vn  millón  de  rriesgos,  peligros  y  trauajos, 
vn  millón  de  gotas  de  sangre  bertidas,  assi  por  heridas  como  por 
sudor,  y  que  será  justo  se  sustente  y  trate  onrradamente  para 
conseguir  sus  pretensiones,  si  las  tiene,  o  para  biuir  en  su  patria. 
Yo  e  conocido  muchos  venidos  de  las  Indias  en  la  corte ,  y  des- 
pués de  repartido  lo  que  trajeron ,  morir  miserablemente  y  enter- 
rallos  de  limosna ,  que  nunca  á  este  tiempo  se  hallan  parientes 
que  tomen  á  su  cargo  el  entierro;  pues  querer  dezir  que  murie- 


308 

ron  de  ahitos  de  los  rregalos  que  les  proveyan ,  yo  no  lo  osaré  á 
dezir,  de  suerte  que  los  vienes  de  los  yndianos  me  pareze  que  están 
en  las  parentelas  de  España  confiscados. 

Para  exemplo  de  todo  lo  rreferido  diré  lo  que  me  contó  vn 
cavallero  aragonés,  amigo  mió,  que  subcedió  en  su  presencia  á 
vn  hidalgo  del  propio  reyno,  natural  de  la  villa  de  Epila,  que 
hauiendo  passado  á  las  Indias  y  auiéndole  dado  Dios  buena  for- 
tuna de  rriqueza,  bolbió  en  su  tierra  passados  doze  anos,  el  qual 
dio  en  vn  pensamiento  estraño  de  entrar  en  su  pueblo  á  pié  rroto 
y  destrozado,  fingiéndose  del  pobre ,  el  qual  debajo  de  vn  abito 
miserable  llenaba  gran  rriqueza  en  oro  y  plata  y  piedras  de  esti- 
ma ,  diamantes  y  otras  de  gran  valor,  y  acasso  con  vna  enferme- 
dad que  rrepresentaua  bien  la  nezesidad  para  probar  los  suyos,  y 
enderecándose  á  casa  de  vn  hermano  mayor,  llego  á  su  puerta, 
y  declarando  quién  era  á  vna  criada,  le  pidió  dijese  á  su  herma- 
no questaba  allí,  la  qual,  dando  cuenta  á  su  amo,  que  á  la  sacón 
estaña  en  cassa,  del  traje  que  traya  y  color;  él  que  desde  vna 
ventana  le  vio  á  hurta-cordel ,  la  mandó  dijese  que  no  estaua  en 
cassa  y  que  se  fuese  con  Dios ,  que  no  le  conocían  ni  sabia  quién 
era:  con  esta  respuesta  passó  á  cassa  de  otro  segundo,  y  tanvien 
fué  desconocido;  y  tiniendo  vn  tio,  acordó  de  yr  allá,  el  qual, 
como  quiera  que  sea,  le  rrezibió  con  los  bracos  abiertos,  mirán- 
dole la  caveca  si  traya  orejas,  y  como  se  las  bió,  le  dijo  que  fuese 
muy  bien  benido  que  como  trajese  orejas,  en  su  cassa  no  le  falta- 
ría vn  pedaco  de  pan  mientras  él  viviesse.  Agradósse  tanto  desto 
el  yndiano,  que  le  dijo:  « Dios  quiere  que  mi  fortuna  sea  buestra; 
pues  mis  hermanos  no  supieron  gooar  della;  yo  traygo  para  todos, 
y  vengo  tal,  que  si  Dios  no  vsa  de  milagro,  viviré  muy  poco.» 
Y  assí  fué ,  que  avnquel  tio  lo  regaló  con  estremo,  él  murió  dentro 
de  pocos  dias  ,  dejándole  por  heredero,  el  qual  gozó  de  la  partida 
referida  por  la  buena  acojida  que  hizo.  Los  hermanos  quedaron 
desta  su  desdicha  tan  arrepentidos  y  con  tanto  dolor,  que  no  lo 
puedo  ponderar,  á  quienes  por  su  onrra  no  los  nombro ;  y  el  arre- 
pentimiento no  fué  por  auer  faltado  en  la  virtud  y  hermandad, 
sino  por  hauer  herrado  tan  buena  fortuna  de  ynteres.  Casso  fué 
que  obliga  á  abrir  los  ojos  y  escarmentar  en  caneza  ajena ,  que  es 


309 

de  discretos  el  hazerlo:  al  fin,  son  sus  amigos  quanto  dura  el  di- 
nero, y  en  faltando  son  enemigos.  Tendria  yo  por  muy  cuerdo  al 
que  teniendo  persona  nezesitada  de  obligazion,  padre  ó  madre  ó 
hermanos,  los  socorra  con  lo  que  pudiere  onrradamente  conforme 
á  su  calidad  y  pusivilidad;  y  de  los  demás  hermanos  y  parientes, 
si  gustare  de  favorecer  algunos,  envié  por  ellos  y  allá  los  fauo- 
resca,  cumpliendo  con  la  obligación  en  casso  que  pueda;  y  el  que 
todauía  viniere  á  España  sin  poder  escusarlo,  venga  rrico  y  no 
poco  para  cumplir  con  todos,  porque  donde  nó,  más  le  baldria  no 
yntentarlo,  porque  á  los  corazones  generosos  afrenta  y  lástima  le 
será  yr  á  ber  cosas  que  no  puedan  remediar. 


:JU 


APÉNDICE  XXIII. 


OBJECIONES  Y  RESPUESTAS  RELATIVAS  AL  DEMOCRATES  ALTER. 
Biblioteca  Nacional.— Ms.—Q.— 98.— Foi,  .309. 

Summa  quKstionis  ad  bellum  barbaricum,  sive  indicum  pertinentis, 

quam  latius  persequitur  Genesius  Sepúlveda  in  libro,  quem  de 

justis  belli  causis  conscripsit  in  qua  omnes  objediones  Salmanticce, 

et  comphUi  factce  proponuntur,  et  solvuntur. 

Quseritur  utrum  barbari,  quos  indos  vocamus  ,  Christianorum 
Hispanorum  imperio  jure  subjiciantur,  ut  barbaris  moribus,  et 
culta  idolorum,  ac  impiis  ritibus  sublatis,  ad  accipiendam  cliris- 
tianam  religiouem  ipsorum  animi  prseparentar.  Qui  negant,  bis 
ratiouibus  ducuutur.  Primum  ita  dísserunt,  bellum,  quo  isti  bar- 
bari in  christianorum  ditionem  rediguntur ,  non  est  justum ,  non 
igitur  jure  debellantur,  antccedens  probatur,  justa  bella  deñuiri 
soleut  (utinquit  August.)  23,  q.  2,  c.  dominus,  quiB  ulciscuntur 
injurias,  isti  autem  barbari  nulla  injuria  Cliristianos  affecerunt, 
non  igitur  jure  bis  bellum  infertur. 

Secundo,  bellum,  quod  ad  tradendam  religiouem  pertinet, 
non  potest  esse  justum,  religionis  igitur  príetextu  bellum  barba- 
ris juste  inferri  non  potest,  antecedens  probatur,  ad  fldem  nemi- 
nem  esse  cogendum,  testis  est  Augt.  ^  in  epístola  ad  Petilianum, 
habetur  23,  q.  5,  ad  fldem,  et  Concilii  Toletaui  4,  decretum  est, 
ad  credendum  nemini  esse  vim  faciendam,  de  quo  est  in  c.  de  Ju- 
deis  dist  45,  et'  c,  majores  de  bapt.  et  ejus  effectu.  ídem  testatur 
Gregorius  in  epístola  ad  Pascasium,  de  qua  est  in  eadem  dist.  c. 
qui  sincera. 

'     Lib.  'i.  AdvíTsus  iilcras  Pdüiani. 


312 

Tertio,  hoc  bellum  fifc  coutra  Christi,  efc  apostolorum  exem- 
plum,  qui  persuasionibus  tantum.  nulla  oranino  vi  adhibita,  reli- 
gionem  tradiderunt ,  non  igitur  juste  infertur ,  cum  oranis  Christi 
actio  debeat  esse  nostra  instructio,  Áuctore  Paulo  Rom.  15. 

Quarto,  fini.s  huic  bello  propositus,  s.  barbarorum  couversio 
ad  fldem,  alia  ratione,  et  sine  armis  commodius  obtiueri  posset.  s. 
per  evangelii  prsedicationem,  missis  Apostolis,  seu  prsedicatoribus, 
ut  in  primitiva  ecclesia  factum  est,  non  igitur  est  bellum  inferen- 
dum.  Nam  bellum,  ut  testatur  August.  23,  q.  2.  c.  noli  necessi- 
tatis  esse  debet,  id  est  cum  nulla  alia  ratione  belli  finem,  pacemque 
consequi  datur. 

Quinto,  nulli  genti  bellum  est  inferendum,  nisi  antecedente 
monitione,  et  coguita  pertinacia,  nam  obtemperantibus  injus- 
tissime  vis  adhibetur.  Quanvis  igitur  idolorum  cultum  deponere, 
et  prsedicatores  admitiere  nolentibus,  jure  posset  bellum  inferri, 
prius  tan  ut  hoec  facerent  essent  admonendi,  ut  non  aliter,  quara 
spreta  admonitione  pertinacibus  bellum  iuferretur.  Hoc  autem 
numquam  factum  est  ab  hispauis  in  hoc  bello,  numquam  igitur 
juste  hoc  bellum  iutulerunt. 

Sexto,  fieri  non  potest,  aut  certe  difflcillimum  est,  ut  bellum 
hoc  sine  pecatis,  multisque  malis  geratur,  ut  res  ipsa  docuit, 
numquam  enim  gestum  est,  sine  injuria,  et  maleficio,  magnisque 
in  commodis  ,  et  jacturis  barbarorum,  non  est  igitar  gerendam, 
ne  spe  quidem  boni  quamlibet  magni,  quod  eventurum  esse 
videatur,  non  enim  facienda  mala  sunt,  ut  eveniant  bona.  Auctore 
Paulo  ad  Rom.  3. 

Séptimo,  non  pertinet  ad  Papam,  de  paganis  quibus  raorlbus, 
aut  legibus  utantur,  inquirere  Auctore  Paulo  qui  ad  cor,  6.  quid 
inquit,  ad  me  pertinent,  de  iis  qui  foris  sunt  judicare,  non  igitur 
eos  potest  propter  idolorum  cultum  bello  lacessere. 

Contra  híec  faciunt  Sanctorum  Patrum  apertissima  testimonia, 
et  ecclesiffi  decreta,  factum,  atque  declaratio. 

Respondetur,  óptimo  jure  isti  barbari  a  christianis  inditionem 
rediguntur.  Primum  quia  sunt,  aut  eraut  certo  antequam  in  chris- 
tianorum  djtionem  veuirent,  omnes  moribus,  plerique  etiam 
natura  barbari  sine  literis ,  sine  prudentia,  et  multis  barbaricis 


313 

vitiis  contaminati,  ut  testatur  historia  generalis  de  ipsis  scripta, 
et  auctoritate  indicii  consilii  grobata,  lib.  3,  c.  6,  barbari  enim,  ut 
ait  Thom,  Polit,  1.°  lecti.  1.*,  simpliciter  nominantur,  qui  ratione 
defflciunt,  vel  propter  regionem  cceli,  ex  qua  hebetes  magna  ex 
parte  inveniuntur,  vel  propter  aliquam  malam  consuetudinem, 
qua  homines  fiunt  quasi  brutales.  Hujusmodi  autem  gentes  jure 
naturíB  debeut  humanioribus,  prudentioribus,  et  prsestantioribus 
parere,  ut  melioribus  moribus,  et  institutis  gubernentur,  sed  si 
admouiti  iinperiun  recusent,  posunt  armis  cogí,  et  id  bellum  erit 
justurnjare  uaturse,  ut  Auctor  est  Aristot.  1."  Polit.  c.  3,  et  5 
et  Tho.  ibidem,  quo  factum  est,  ut  imperium  Romanorum  iu  alias 
gentes  fuerit  justum,  et  volúntate  Dei  qusesitum,  ut  testatur 
August.  lib.  5,  de  civitate  Dei.  c.  12,  et  deinde  Romanis  iuquit 
concessit  Deus  máximum,  et  illustrlssimum  imperium  ad  doman- 
dum  gravia  mala  multarum  gentium,  qui  Romani  propter  glo- 
riam  multa  vitia  comprimebant,  et  virtutes  colebant,  ergoeadem, 
potioreque  ratione  Hispani  possunt  indos  in  suam  ditionera  redi- 
gere.  Hoc  idera  asserit  S.  Tohmas  de  reg.  Prim.  lib.  3,  c.  4,  et 
deinde  allegaus  Augustinum. 

Secundo,  isti  barbari  implicati  erant  gravissimis  peccatis  contra 
legem  natura?,  cujus  ignoratio  nemiui  suffragatur,  propter  qure 
Deus  delevit  gentes  peccatrices,  quse  terram  promisionis  incole- 
bant,  cuncti  enim  idolorum  cultores  erant,  et  plrerique  omnes 
inmolabant  victimas  humanas.  Namquod  deus  non  occulto  judi- 
tio,  sed  propter  hujusmodi  idololatriam  deleverir  eas  gentes,  tes- 
tatur scriptura  diviuf ,  non  obscuris,  sed  verbis  apertissimis ,  sic 
enim  scriptum  est  in  deut.  c.  9.  ne  dicas  cum  deleverit  eos  do- 
minns  tuus  in  conspectu  tuo,  propter  justitiam  raeam  introduxit 
rae  Deus,  ut  possiderem  terram  hauc,  cum  propter  impietates 
suas  istse  deletaí  sin  nationes,  et.  c.  12.  omnes  abominationes, 
quas  aversatur  dominus  fecerunt  diis  suis  offerentes  filies,  et 
filias,  et  comburentes  igni,  et.  c.  18,  explicans  scriptura  impie- 
tates propter  quas  delsetse  sunt  gentes,  sic  ait,  Quando  ingressuf? 
fueris  terram,  quam  dominus  deus  tuus  dabittibi,  cave  ne  imitari 
velis  abominationes  illarum  gentium ,  nec  inveniatur  iu  te ,  qui 
lustret  filium  suum  aut  filiam  duceus  per  ignem,  aut  qui  ariolos 


314 

sciscitetur,  et  observet  somnia,  atquc  auguria,  uec  sit  malefi- 
cus,  nec  incautantor,  nec  qui  Pythones  consulat,  nec  divinus,  et 
quserat  a  mortuis  veritatem,  omnia  enim  hsBC  abominatur  dominus, 
ct  propter  istius  modi  scelera  delebit  eos  in  introitu  tuo,  quibus 
testimoniis  aperte  declaratur,  has  gentes  propter  idolorum  cultum 
fuisse  deletas,  omnia  enim  peccata ,  qusehic  memorantur  Theolo- 
gorum  consensa  ad idolorum  cultum,  aut  impiam  superstitionem 
referuntur  idem  prope  traditum  est  levit.  18.  et  20  et  ps.  105.  ítem 
ob  eadem  peccata  populum  israeliticum  magna  ex  parte  fuisse 
deletum ,  et  in  servitutem ,  et  captivitatem  abstractum ,  testatum 
est  eodem  psalmo  commixti  sunt,  inquit,  ínter  gentes  et  didi- 
cerunt  opera  eorum ,  immolaverunt  filios  suos ,  et  filias  suas  de- 
moniis,  et  iratus  est  furore  dominus  in  populum  suum ,  et  tra- 
didit  eos  in  manus  gentiun.  Adjuvat  quod  est  sapientiaj  12 
et  exod.  32.  Quibus  rebus  declaratur  eis  peccatis  lex  naturíB  vio- 
lar!, cum  ob  eadem  utrlque  fldeles,  et  infideles  puniti  fuerint. 
Quare  eisdera  de  rebus  memorans  Cyprianus  in  exhortatione  ad 
martirium  addit,  quod  si  ante  adventum  Christi  circa  deum  colen- 
dum,  et  idola  spernenda,  hsec  príficepta  servata  sunt,  quanto 
magis  post  adventum  Christi  servanda,  quse  verba  habentur.  23. 
questio  5.  c.  si  audieris,  cui  plañe  astipulatur  Amb.,  ut  est  23. 
questio  5,  c.  remittuntur.  His  testimoniis  cum  idolorum  cultus 
modo  per  se,  modo  accedentibus  humanarum  victimarum  sacriflciis 
causa  justi  belli,  ac  internicionis  fuisse  memoretur,  aperte  decla- 
ratur idololatria  per  se  satis  magnam,  et  justam  causam  prsebere 
fidelibus  ad  bellum  idolatris  inferendum,  ut  líicolas  Lyrse  ussum 
est  numer.  c.  31,  illud  prsecipue  ex  deut.  12.  citanti,  subvertite 
omnia  loca,  in  quibus  gentes,  quas  possessuri  estis,  coluerunt 
déos  suos.  Quod  etiam  Divi  Thomaí  doctrina ,  et  testimonio  com- 
probatur,  qui  cum  2/  2.®  q.  10.  ar.  8.  sccripsisset,  infideles  posse 
bello  ab  fidelibus  compelli ,  non  ut  credant,  sed  ut  fidem  non 
impediant  blasphemiis, .  vel  malis  persuasionibus ,  aut  persecutio- 
nibus,  post  hsec  q.  94,  ar.  3,  idololatria  magnam  blasphemiam 
contineri,  et  fidem  opere  impugnar!  testatur.  Quam  doctrinara  se- 
cutus  Lyra,  quo  loco  diximus,  una,  inquit,  justi  belli  causa  est 
contra  terram,  in  qua  Deus  por  idololatriam  blasphematur. 


:U5 

Itaque  August.  iii  epístola  50 ,  quaí  est  Biouif,  docens  pios 
Reges  serviré  deo  idolorum  cultum  oppugnando,  sic(inquit)  Eze- 
chias  servivit  domino  lucos ,  et  templa  idolorum,  et  excelsa,  qusB 
contra  prseceptum  del  fuerant  constructa,  destruendo  4.  Reg.  18. 
et  losias  eadem  faciendo  á°  Regum  23.  sicut  Rex  ninivitarum  ad 
placandum  dominum  universam  civitatem  compeliendo  Jo.  3, 
sicut  servivit  Darius  idolum  frangendum  in  potestate  Danieli 
dando.  Daniel.  14,  sicut  servivit  Nabuchodonosor  et  ceteris.  Nam 
quod  Caietanus  infideles  negatjure  posse  á  Christianis  ob  infideli- 
tatem  debellari,  intelligendum  est  ob  solam  infidelitatem  puniendi 
gratia  non  autem  si  fuerint  simul  idolorum  cultores,  aut  alia  ra- 
tione  non  servent  legem  naturíB ,  qui  si  aliter  sentiret ,  non  esset 
audiendus  ,  atque  eo  magis  quod  in  confirmatione  suse  sententice 
bis  ibidem  lapsus  est,  quod  stropha  utitur  hsereticorum  de  christi 
exemplo,  qui  neminem  coegit,  ab  Augt.  multis  inlocis  confutata, 
et  quod  de  causa  delendi  gentes  peccatrices  contraria  tradit,  ut 
docuimus,  scripturíB  sacrse. 

ítem ,  alia  ratione  probatur  concessumesse  christianis  bello 
persequl  idolorum  cultores  auctoritate  publica,  et  Pontificia, 
Christo  enim  secundum  humanitatem  data  est  omnis  potestas  in 
ccelo,  et  in  térra,  ut  est  Mat.  ult.°  Hanc  autem  potestatem  Chris- 
tus  Petro  vicario  suo,  et  successoribus  communicavit ,  ut  docet 
Thom.,  de  regim.  Prin,  lib.  3,  c.  10  et  12,  quse  potestas  proprie 
versatur  in  iis,  quse  pertinent  ad  salutem  animse,  et  bonis  spiri- 
tualibus,  licet  a  temporalibus ,  quatemus  ordinantur  ad  spiritalia 
non  excludatur,  ut  est  in  eodem  lib.  c.  13.  Habet  igitur  Papa 
potestatem  ubique  gentium ,  non  solum  ad  prsedicandum  evan- 
gelium,  sed  etiam  ut  gentes,  si  facultas  adsit,  cogat  legem  natu- 
ras, cui  omnes  homines  subjecti  sunt,  servare,  ut  Inocent.  et 
Ostien.  gravissimi  auctores  tradiderunt  in  cap.  quod  super 
his.  de  voto,  quibus  lan.  Andreas,  et  Panor.  sufragantur.  Nam 
Christus  qui  sic  prsecepit  apostolis  Math.  ult.'  docete  omnes 
gentes,  qusecumque  mandavi  vobis.  ídem  naturas  leges,  quíe 
decálogo,  et  dilectione  proximi  continentur,  in  primis  servari  jus- 
sit.  Qui  autem  idolacolunt,  ii máxime  violant  legem  naturíB.  lure 
igitur  idololatr^e  bello  possunt  a  christianis  coerceri ,  ut  ipsorum 


316 

imperio  subjecti ,  ex  lege  naturte  vivere  cogantur ,  ne  ve  per  ido- 
lorum  cultum  ab  ipsis  Deus  blasphemetur ,  et  offendatur.  Legem 
autem  natura}  ab  idolorum  cultoribus  minime  servari  dubitari 
non  poterit,  si  legetn  naturse  ab  aliqua  gente  non  servari ,  quid 
sit  intelligatur,  quamqueenimomniapeccata  mortalia  sint  contra 
legem  naturse,  ut  esse  docet  Aug.  contra  Faust.  lib.  22,  non  tam 
siqua  in  gente  peccata  mortalia  patrantur ,  protinus  hi  dicendi 
suut  legem  naturse  non  servare,  ut  luniores  quidam  Theologi  falso 
putaruut,  nam  eo  quidem  modo  nusquam  gentium  lex  naturu; 
servaretur.  Causa  enim  publica  publicis  moribus,  et  institutis 
dijudicanda  est,  ut  docet  Aristot.  pol.  3,  non  singulorum  recte 
aut  perperam  factis ,  sed  ea  demum  gens  legem  naturse  non  ser- 
vare intelligenda  est,  apud  quam  peccatum  aliquod  mortale 
in  rebus  turpibus  non  habetur,  sed  publice  probatur,  ut  apud 
hos  barbaros  homicidium  innocentium ,  qui  multis  in  regionibus 
immolabantur,  et  ubique  apud  eosdem  idolatria,  quod  est  pec- 
catorum  gravissimum.  Quibus  rationibus  plañe  intelligitur, 
non  peculiari  Dei  volúntate ,  et  occulto  judicio,  sed  communi 
lege  naturse,  propter  memorata  flagitia,  quse  pertinent  omnia 
ad  idolorum  cultura,  illas  gentes  fuisse  deletas.  Itaque  his 
divinse  historise  et  sacrorum  doctorum  testimoniis  colligitur, 
hos  barbaros  propter  suas  impietates ,  si  jure  summo  agendum 
esset,  potuisse ,  et  vita,  et  terris  ac  bonis  ómnibus  mulctari  ad 
justam  punitionem,  quanto  igitur  magis  jure  possunt  chris- 
tianorum  imperio  subjici ,  non  ut  talia  patiantur  (nam  posses- 
sionibus  eos,  aut  libértate  privare  vetitum  est,  lege  Regum 
hispanorum)  sed  ut  christianorum  imperio  subjecti  a  talibus  fla- 
gitiis,  quibus  máxime  deus  offenditur,  abstinere  cogantur,  et 
meliorum  rerum  consuetudine,  et  piorum  commertio  ad  veri  Dei 
cultum,  et  religionem  accipiendam  preparentur.  Huc  quoquc 
pertinet,  quod  est  Deut.  20,  si  quando,  inquit  accesseris  ad  ex 
pugnandam  civitatem  offeres  ei  primum  pacem,  si  receperit,  et 
aperuerit  tibi  portas,  cunctus  populus,  qui  in  ea  est  salvabitur,  et 
serviet  tibi  sub  tributo,  sin  autem,  etc.  Deinde  sic,  inquit,  facies 
cunctis  civitatibus,  quie  a  te  procul  valde  sunt,  1.  quse  sunt 
diversíE  religionis  ut  glossa  interlinearis  exponit,  quod  in  idolola- 


317 

tras  máxime  convenit.  Itaque  idolorum  cultores  desiguat,  quorum 
iniquitates  non  essent  completse,  ut  Amorrheorum,  ut  melioribus, 
et  piis  hominibus  parentes  ad  veri  Dei  cultura  ipsorum  vel  doc- 
trina, vel  exemplo  dirigerentur.  Tertio ,  innocentes  homines,  ne 
indigna  morte  trucidentur,  servare  omnes  homines  jubentur  lege 
divina  et  naturali,  si  faceré  id  possint,  sine  magno  suo  incommo- 
do.  Cum  igitur  isti  barbari  singulis  annis  multa  inocentium 
hominum  millia  ad  impias  demoniorum  aras  mactarent ,  constat 
enim  in  sola  nova  hispania  singulis  annis,  amplius  viginti  millia 
inmolari  sólita,  idque  prohiberi  hac  una  ratione  posset,  si  probo- 
rum  et  a  talibus ,  et  tam  in  manibus  flagitiis  abhorrentium  homi- 
num, quales  sunt  Hispani,  imperio  subjicerentur,  quis  dubitet  vel 
hac  una  ratione,  justissime  barbaros  potuisse,  et  posse  a  chris- 
tianis  in  ditionem  redigi. 

Quarto,  homines  periculosissime  errantes,  et  ad  suam  certam 
perniciem  contendentes ,  seu  ignorantes  id,  seu  scientes  faciant, 
revocare,  adque  etiam  invites  ad  salutem  retrahere,  juris  est 
divini  et  naturalis,  et  offlcium  quod  sibi  etiam  invitis  prsestare 
omnes  homines  sanie  mentis  vellent  (omnes  autem  homines  qui 
extra  christianam  religionem  vagantur  seterna'  morte  perire 
siquis  dubitat,  non  est  christianus).  Jure  igitur  isti  barbari  salu- 
tis  suce  causa  ad  justitiam  compelluntur.  Hoc  autem  officium 
dupliciter  prajstari  potest,  uno  per  doctrinara  tantum  et  exhorta- 
tionem,  altero  in  quadam  adhibita,  et  poenarura  metu,  non  ut 
credere  cogantur,  sed  ut  tollantur  impedimenta,  quse  obesse  pos- 
sent  fidei  prsedicationi,  et  propagationi.  Priore  modo  usus  est 
Christus  et  apostoli,  secundo  usa  est  ecclessia.  Postquam  Regum, 
et  Principura  Christianorum  potentia,  et  prsesidio  munita  est,  et 
utrumque  factura,  ut  docet  Augustinus  divino  et  evangélico 
prsecepto,  quod  convivii  sirailitudine  continetur  Lucse  14.  Nam, 
cum  primi  invitati  venire  noluerint ,  secundi  per  raonita,  et  doc- 
trinara fuerint  ad  epulas  divinas  introducti.  Postremi  ut  intrent 
compelli  jubentur.  Qua  de  re  Augustinus,  epístola  ultima  et  habe- 
tur  ^.  c.  displicet  23,  q.  4,  cum  ipsi  primorum  temporum  ratio  ab 


Las  palabras  de  letra  bastardilla  están  entre  líneas  y  de  distinta  mano. 


318 

hseretico  Donato  objiceretur,  non  attendis,  inquit,  quod  tune 
Ecclesia  novo  germine  pullulabat  nondum  completa  fuerat  illa 
prophetia,  adorabunt  eum  omnes  Reges  terree,  omnes  gentes  ser- 
vient  ei.  Quodutique  quanto  magis  impletur,  tanto  majore  Eccle- 
sia utitur  potestate,  ut  non  solum  invitet,  sed  etiam  cogat  ad 
bonum,  ad  cujus  confirraationem  subjicit  parabolam  evaugelicam 
de  qua  dixi.  Nam  quod  est  in  concilio  Teletano,  et  c.  majores  de 
baptismo  et  ejus  effectu,  neminem  ad  credendum  cogí  deberé, 
planum,  et  apertum  habet  iutellectum,  neminem,  necvi,  aut  bello 
nec  nimis  compellendum  esse  ut  christianus  fiat,  baptismumque 
suscipiatínvitus.  Cujus  ratio  est,  quoniam  ea  vis  esset  innutilis, 
nemo  enim  volúntate  quse  cogi  non  potest  repugnante,  potest  efflci 
fidelis.  Itaque  doctrina,  et  persuasionibus  utendum  est.  Cffiterum 
ut  quisque  deponat  omnia  impedimenta  ut  superbiam ,  licentiam- 
que  peccandi ,  quíB  obesse  possent  tradendíB  doctrinse  nimis  et 
psenarum  metu  justissime  cogitur  Auctoribus  August.  Amb.  et 
Gregor.  nam  quod  est  in  Concilio  Toletano  idem  August.  qui  vim 
probat  multo  ante  dixerat,  ad  fidem  inquit,  nemo  cogendus  est,  nt 
dicitis,  alloquitur  autem  hereticum  Petilianum  23,  q.  5,  ad  fidem, 
sed  vos  imperatoria  lege  non  benefacere  cogimini,  sed  malefacere 
prohibemini.  Nam  benefacere  nemo  potest,  nisi  elegerit  quod  est  in 
libera  volúntate.  Cum  aliquid  ergo  adversus  vos  leges  constituunt, 
admoneri  vos  credite,  ut  cogitetis,  quare  ista  patiamini,  Et  idem 
in  epistoia  ad  Vincenti.  ut  habetur  23,  q.  6,  vides  sic  scribit,  vides 
inquit  non  esse  considerandum,  quod  quisquam  cogitur,  sed  quale 
sit  illud  ad  quod  cogitur.  ütrum  bonum  an  malum,  non  quod 
quisquam  bonus  possit  esse  invitus ,  sed  timendo  quod  non  vult 
pati,  vel  relinquit  impedientem  animositatem ,  vel  ignoratam 
compellit  agnoscere  veritatem,  ut  timens,  vel  respuat  falsum,  de 
quo  contendebat,  vel  quterat  verum  quod  nesciebat,  ut  volens 
jam  teneat,  quod  nolebat.  Nam  licet  contra  híereticos  hsec  disse- 
rat  Agust.  tamen  rationes  ipsius  contra  paganos  si  mlliter  valere 
idem  ipse  August.  docet  in  eadem  epistoia  ad  Vine,  ubi  de  legibus 
contra  utrosque  latis  memorat  declarans  neutris  vim  factam  fuisse 
íi  Christo  vel  Apostolis,  postea  vero  utrisque  illatam  ab  Ecclessia, 
potentia  et  legibus  imperatorum  chistianorum  munita,  ut  habe- 


319 

tur  23,  q.  4,  c.  non  invenitur,  in  qua  epístola  docet,  eisdem 
rationibus  justara  esselegem  latam  adversus  sacriñcia paganorum 
etab  ómnibus  christianis  laudatam,  qufe  habetur  in  c.  de  paganis 
et  eorum  sacrificiis,  1.  1.'  ibi  euim  constituta  est  poena  capitalis, 
etbonorum  publicatio,  siquis  amplius  sacris  et  ritibus  paganicis 
uteretur,  quam  legem  et  vim,  ut  piam  et  justissimam  pugnacis- 
sime  defendit  Ambr.  apud  imperatorem  Valentinianum  episto- 
lis  30  et  31.  Gregorius  autem  in  epístola  ad  Aldibertum  Brítano- 
rum  Regem,  quíE  est  noni  lib.  LXhsec  de  rebus  eisdem  tradít  sic 
ením  Constantinus  quondam  píissímus  Imperator  Romanara  remp, 
a  perversís  ídolorum  cultoribus  revocamus,  oranípotentí  Deo  do- 
mino nostro  Jesu  Chrísto  secura  subdidít  etc.,  nec  interst  sub- 
jecti,  sint  paganí  imperio  cbristíanorum  an  secus,  quibus  vis 
salutífera  est  inferenda,  nam  SísíbutusRex  Hispanise,  qui  judseos 
ut  christiani  fierent  coegit,  in  sibi  subjectos  vira  intulit,  tamen 
factura  ejus  non  perinde  probatur,  quia  talís  vis  simpliciter,  sivc 
directo  ad  christianísmura  corapellens  inutilis  habetur,  quia  vo- 
luntatera  cogeré  nequit,  et  pertinaciores  facit.  Prohibere  autem  a 
malo  quod  fit  lege  Constantíni,  maguura  beneflcium  est,  et  quod 
si  absque  in  coraraodo  nostro  possumus,  oranibus  hominibus,  ut 
proxímis  irapendere  jubemur  lege  divina,  et  naturali.  Mandavit 
Deus  unícuique  de  próximo  suo.  Hsec  igitur  est  ratío  ex  evangé- 
lica parábola,  et  August.  Arab.  et  Gregorii  doctrina,  paganos,  ut 
ad  Christi  epulas  intrent,  corapellendi.  Ut  primum  cbristíanorum 
imperio,  si  fieri  sine  magno  in  commodo  nostro  possit,  qui  non 
sunt  subjecti  subjicíantur.  Deinde  ut  lege  Constantíni  convenien- 
ter  ídolorum  cultu,  et  ómnibus  ethuicís  ritibus  prohibeantur, 
collanturque  omnía  irapedímenta ,  quse  obesse  possent  evangelicse 
prsedicationi.  Quibus  rationibus,  et  testímoníis  edoctus  Divus 
Thomas  2."  2.^,  q.  10,  ar.  11.  Ritus  infidelium  prseterquara  judeo- 
rum  negat  esse  uUo  modo  tollerandos,  si  facultas  adsit,  quanvis 
aliquem,  iuquit,  fuerintab  ecclessia  tolerati,  cum.  s.  erat  magua 
infidelium  multítudo.  i.  antequam  esseut  Príncipes  Christiani, 
qui  cogeré  possent.  Hís  autem  rebus  confectís,nullapr8eterea  vis, 
nuUus  metus,  quo  christiani  flant  est  adhibendus,  sed  ita  prffipa- 
rati  doceri  debent,  et  fldeí  príedicatione  ut  christianismum  volen- 


:32(» 

tes  suscipiant,  induci  ut  sapientissimi,  ac  sanctissimi  Pontificis 
Gregorii  decreto  seu  testimonio  declaratur,  quod  habetur  23. 
qusestio  4,  si  non  quo  in  loco  Gennadiura  virum  optimum,  etchris- 
tianissimum  laudat,  et  ab  ómnibus  laudari  testatur,  quod  gentes 
paganas  haud  dubie  non  subjectas  in  christiauorum  ditioncm 
bello  redigendas  curaret,  non  ob  aliam  causam  nisi  ut  cum  esseut 
debellatse  facilius  in  christianam  religiouem  per  liberam  fidei 
prsedicationem  inducerentur.  Nam  Gennadium  scribit  ubique 
laudari  quod  bella  frequenter  appeteret,  non  inquit  desiderio  fun- 
dendi  sanguinis ,  sed  tamen  dilatandse  causa  Reip.  in  qua  deum 
coli  conspiciraus,  quatenus  Christi  nomen  per  subditas  gentes 
fldei  prsedicatione  circumquaque  discurrat.  Loquitur  autem  non  ut 
quídam  somniaruutde  saracenis,  sive  mahumetanis,  qui  eo  tem- 
pore  uulli  dum  erant,  nec  ut  alii  de  Vandalis,  qui  jam  fuerant  a 
Bellisario  deleti,  nec  ut  alii  de  hsereticis,  qui  puniendi  erant,  non 
debellandi,  nec  gentium  alieno  nomine  vocandi,  sed  de  gentibus 
in  África  interiore  Romano  Imperio  finitimis,  ut  declaratur  in  ex- 
tremo ejusdem  epistolse  quEe  primi  libri  est  73,  nec  denique  quod 
christianos  infestarent ,  ut  falso  quidam  causantur  hoc  eaim  ex- 
clusum  est  a  Gregorio  per  verbum  tamen  sed  ut  a  Christianis 
debellati  fldei  prsedicationem ,  et  propagationem  non  impedirent. 
Hoc  est  enim  quod  Thomas  ait  2.*  2.°  q.  10,  ar.  8,  frequenter, 
inquit,  Christi  ñdeles ;  contra  infideles  bellum  movent  non  qui- 
dem,  ut  eos  ad  credendum  cogant,  sed  ut  compellant,  ne  fldem 
impediant,  explicans  videlicet  causam  cur  Gennadius,  pium 
bellum  inñdelibus  frequenter  inferret.  Nam  gentes,  qute  non  sunt 
christiauorum  imperio  subjectse,  multifariam  fidem,  ejusque  pro- 
pagationem, si  quis  eam  inducere  velit  impediunt.  Primum  que 
publicam  ejus  pra3dicationem  non  admittunt,  ut  constat  etiam 
Autore  Thoma,  libro  3  de  reg.  Princ.  c.  16 ,  numquan  ante  cons- 
tantini  tempus  sine  mortis  periculo  publice  fldem  prsedicare 
licuisse,  deinde  quia  príedicatores  etiam  ocultos  occidunt,  et 
nequi  suorum  convertantur  obsistuut,  et  conversos  persuasioni- 
bus  ,  aut  etiam  persecutionibus  avertere  conantur,  ut  síepe  et  a 
raultis  ante  Constantini  Principatum  factum  est,  et  passim  initio 
ecclesise  flebat.  Accedit  ouod  infideles  christianis  subjecti  fací- 


321 

lias  adducuDtur,  ut  nostros  mores,  et  religionem  sequautur. 
Non  igitur  sola  prsedicatione,  et  disputatione  utendum  est,  nec 
iu  paganos ,  nec  in  hsereticos ,  ut  ia  primitiva  Ecclesia  cum  nullus 
Principum  crediderat,  sed  cuín  facultas  adsit,  vis  utilis,  et  per- 
missa  quemadmodum  exposuimus  adhibenda.  Hsec  enim  expedi- 
tissima  ratio  est  gentes  ad  Christi  fidem  couvertendi ,  ut  omni 
seculo  res  ipsa ,  et  exempla  docuerunt.  Quse  exempla  vim  habent 
demonstratiouis  teste  eodem  Aug."  in  eadem  ad  Vine,  epistola 
cijjus  verba  traslata  sunt  23 ,  q.  6."  vides.  Mea  primitus ,  iuquit, 
sententia  erat,  neminem  ad  Christi,  et  Ecclesiae  unitatem  esseco- 
gendum,  verbis  esse  agendum,  disputatione  pugnandum,  ratione 
vincendum.  Sed  hsec  mea  opinio  non  contradicentium  verbis,  sed 
demonstrantium  superabatur  exemplis.  Nam  primum  opponeba- 
tur  mihi.  Mea  civitas,  quse  cum  tota  fuisset  in  parte  donati  ad 
unitatem  catholicam  legum  imperialium  timore  conversa  est. 
Quam  nunc  videmus  ita  animositatis  vestra3  perniciem  detestari, 
ut  in  ea  uunquam  fuisse  credatur,  et  item  alite  multae.  Thomas 
queque  de  RegiminePrin.  lib.  3,  cap  IT5,  quo  auno,  inquit  Cous- 
tantinus  conversus  est  ad  fidem,  baptizata  sunt  circa  partes  Ro- 
manas plusquam  centum  millia  hominum.  Quod  evenire  constat 
eodem  modo  in  hac  Indorum  conversione,  qui  cum  fueriut  in 
ditionem  redacti,  et  impiis  sacrorumritibusprohibiti,  vis  evangé- 
lica prsedicatione  audita,  agminatim  conflaunt  baptismum  postu- 
lantes, sic  enim  fere  hominum  more,  ac  natura  comparatum  est, 
ut  victi  facile  in  morem  victorum ,  et  imperantium  transeant,  et 
facta  ditaque  eorum  libenter  imitantur.  Itaque  hac  ratione  paucis 
diebus  plures,  et  totius  ad  Christi  ñdem  couvertuntur,  quam  for- 
tasse  trecentis  annis,  sola  prsedicatione  couverteretur.  Fieri  enim 
non  potest  ,  ut  Philosophus  ait  (ethicorum  10),  aut  non  facile  flt, 
ut  ea  verbis  rautentur,  et  extrudantur,  quse  impressa  sunt  mori- 
bus  temporeque  diuturno  retenta.  Itaque  vi  opus  esse  ait,  unde 
natse  sint  leges,  quse  vim  cogeutem  habent.  Cui  naturali  dogmati 
máxime  convenit  August.  Ambrosiique  doctrina,  et  ecclesise  atque 
Gregorii  sapientissimi  Papse,  ^decretum  in  memorato  cap.  si  non 
quod  solum  per  se  potest  omnem  coutroversiam  in  hac  causa 
communi  lege,  rationeque  dirimere,  Congruit  etiam  lo.  Scoti  doc- 
ToMo  LXXÍ.  21 


322 

trina,  qui  majorem  etiam  vim  in  tradenda  religione  iofidelibus, 
et  filiis  infidelium  adhiberi  censet.  4,  Sententiarum  D.  4,  quíestio 
ultima.  Et  loan.  Majoris  4,  Sententiarum  D.  44,  q.  3,  qui  hanc 
iu  barbaros  expeditionem  nominatum  probat. 

Quas  rationes,  atque  decreta  secutus  Alexander  sextus  Papa 
anno  Christi,  1493.  Fernando  et  Isabellse,  regibus  nostris  ab  exi- 
mia religione  catholieis  cognominatis  oraculum,  et  sententiam 
Sedis  Appostholicse  juxta  tradita  deut.  17  et  cap.  per  venerabilem 
qui  filii  sint  legitimi,  sciscitantibus,  volentibusque  et  suo  jure 
petentibus,  rescribeus  negotium  dedit,  et  magnopere  hortatus  est, 
ut  hos  barbaros  imperio  suo  subjicerent,  et  ad  Christi  fidem  redu- 
cendos  curarent,  bis  verbis,  qu86  ex  Bulla  plumbata  descripta 
sunt.  ünde  ómnibus  diligenter,  et  prsesertim  fidei  catholicse  exal- 
tatione  et  dilatatione,  prout  decet  catholicos  Reges,  et  Principes 
consideratis  more  progenitorum  vestrorum,  ciarse  memorise  Regum 
térras  firmas,  et  Ínsulas  prsedictas,  illarumque  Íncolas ,  et  habi- 
tatores  vobis  divina  favente  clementia  subjicere,  et  ad  fidem 
cotholicam  reducere  proposuistis.  Nos  igitur  hujusmodi  vestrum 
Sanctum,  ac  laudabile  prepositura  plurimum  in  domino  commen- 
dantes,  ac  cupientes,  ut  illud  ad  debitum  finera  perducatur,  hor- 
tamur  vos  quam  plurimum  in  domino,  et  per  sacri  lavacri  sus- 
ceptionem,  qua  mandatis  Appostolicis  obligati  estis,  et  viscera 
misericordise  domine  nostri  lesu  Christi  atiente  requirimus,  ut 
cum  expeditionem  hujusmodi  omnino  prossequi,  et  asumere 
prona  mente  orthodoxse  fidei  zelo  intendatis,  popules  in  ejusmodi 
insulis,  et  terris  degentes  ad . christianam  religionem  suscipien- 
dam  inducere,  velitis  et  debeatis,  nec  pericula,  nec  labores  ullo 
unquam  tempere  vos  deterreant,  firma  spe  fidutiaque  conceptis, 
quod  Deus  omnipotens  conatus  vestros  feliciter  prosequetur.  Hsec 
Alexander  Pontifex,  cui  et  similibus  decretis  non  solum  stare 
christiani  homines  eo  decreto  jubentur,  sed  siquis  non  paruerit, 
aut  coutradixerit  ipso  jure  per  dictum  caput  per  venerabilem 
excomunicatur,  et  alioquim  Christi  vicarium,  ut  in  libro  de  dis- 
pensatione  testatur  Bernardus,  taraquam  ipsum  Christum  in  üs, 
qua.'  non  sunt  aperte  contra  Dcum,  audire  debemus.  Cujus  decreta 
et  rescripta  in  iis,  qu»  fidera,  aut  mores  atlingut,  contemnere 


hfereticum  esse  magui  tlieologi  tradideruut.  Vide  Sylvium  iü 
verbo  cauouizatio.  Quo  igitur  jure  Christi  vicarias  potest  gentes 
omnes  ab  idolorum  cultu,  si  facultas  adsit,  prohibere,  et  ad  pra3- 
dicationem  evaugelicaiu  audiendam  compellere,  eodem  valetipsas 
imperio  Christianorum  per  se,  aut  principes  christianos  subjicere. 
Cum  hac  via  expeditissima  sit  et  comodissima ,  ad  ea  perficienda, 
et  salutem  animar um  comparandam.  Nam  licet  potestas,  quam 
Cliistus  communicavit  vicario  suo  in  rebus  spiritalibus  potissi- 
mum,  ed  ad  salutem  Animarun  pertinentibus  versetur,  non  tam  a 
temporalibus  excluditur,  quatenus  hsec  ad  spiritalia  diriguntur, 
ut  Thomas  testatur  de  Reg.  Prin.,  lib.  3,,  c.  13,  juncto  c.  10.  ut 
supra  diximus. 

Coeterum  quidam  docti  quidem  liomines,  sed  non  perinde  usu 
rerum  periti  oportere  tradiderunt,  ut  antequam  bellum  pararetur, 
missis  legatis  admonerentur  barbari,  ut  ab  idolorum  cultu  desis- 
tcrent,  et  christianíE  religiouis  prfedicatores  publicae  admiterent, 
ut  si  postulatis  adquiescerent,  ipsorum  animarum  saluti  citra 
bellum  consuleretur,  sin  autem  hsec  ab  ipsis  impetrar!  non  pos- 
sent,  tune  justis  armis  debellati  imperata  faceré  compellereutur, 
quse  admouitio,  fateor,  si  absque  magnis  dificultatibus,  et  utiliter 
fieri  posset,  non  erat  repudianda,  nec  omittenda.  Est.  n.  similis 
ei,  quam  Christus  fieri  jubet  in  fraterna  correptioue  priusquam 
ad  denuntiationem  procedatur,  Coeterum  quemadmodum  in  fra- 
terna correptione,  iuutilis  admonitio  omittenda  est  Theologorum 
consensu,  et  ad  denuntiationem,  si  res  prsesertim  publica  postu- 
let,  procedendum,  sic  est  de  liujusmodi  admonitione,  in  hoc 
bello  barbárico  statuendum,  ut  omittatur  omniuo,  si  prudeuter 
existimantibus  iuutilis  fore  videatur.  Nam  debet,  qui  arat  arare 
inspefructus  percipiendi,  auctore  Paulo  1,  cor.  9,  et  quod  est 
inutile  pro  nullo  habetur,  ut  declarat  caput  inter  corporalia  de 
trauslatione  Episcopi.  Hanc  autem  admonitionem  esse  inutilem  in 
tali  causa,  ac  idcirco  nunquam  factamfuisse,  multifariam  declara- 
tur.  Primun  quia  est  factu  difficilis,  et  erat  difficillima  initio  belli 
tot  enim  nationes  tan  barbaras  immenso  occeani,  et  terrarum 
intervallo  distantes,  nullo  linguse  commercio  adire,  et  admouere, 
nec  solum  quod  responderent,  sed  etiam,  quod  facerent  expec- 


324 

tare,  res  esset  tam  difficilis,  tanti  sumptus,  tam  longitemporis,  ut 
facile  Principes  omnes  christianos  a  tali  conatu  deterreret.  Ita- 
que  hanc  admonitionem ,  ut  necessariam  inducere,  nihil  aliud 
erat  quam  expeditionem  piam,  et  barbaris  salutiferam,  ac  proinde 
ipsorum  conversionem ,  quse  finis  belli  est  penitus  impediré.  Est 
igitur  inutilis,  et  proinde  omitenda.  Nam  quse  ordinantur  ad 
finem,  híec  rationem  boni,  utThomas  2.*  2.®,  q.  33  art.  6  ad,  3.™ 
tradit.  Deinde  hsec  admonitio,  et  si  superatis  difñcultatibus  fieret 
nihil  tamen,  aut  parum  proficeret,  esset  igitur  inutilis,  et  omit- 
tenda.  Probatur  antecedens  quia  nec  est  probabile,  nec  verosimile 
gentem  aliquam  per  solam  admonitionem,  et  externse  nationis 
exhortationem  adduci  posse,  ut  insitam,  et  a  mojoribus  acceptam 
reiigionem  relinquat.  Nam,  ut  est  in  epístola  Augustini  ad  Vin- 
cent.  si  docerentur  infideles,  et  non  terrerentur  vetustate  consue- 
tudinis  obdurati  ad  capessendam  vian  salutis,  pigrius  moverentur. 
Si  quis  autem  dicat  non  verbis  solum  admonendos  esse  barbaros, 
sed  etiam  metu  admoti  exercitus  terrendos,  ut  metu  saltem  im- 
perata  faciant,  jam  hoc  esset  difflcultatem  admonitionis  plurimum 
augere,  et  vin  faceré  propter  quam  vitandam  ipsi  admonitionem 
inducunt,  quse  vis  si  facienda  est,  non  est  omittenda  utilissima, 
quse  imperium  christianorum  accipere  cogat.  Prseterea  quanvis 
barbari  metu  impulssi  prsedicatores  admitterent,  et  cultum  ido- 
lorum  ad  tempus  deponerent,  vel  potius  deponere  simularent,  ta- 
men non  dubium  est  quin  timore  sublato  essent  ad  pristinos 
mores  reversuri,  et  prsedicatores  ejecturi,  aut  ipsos  etiam,  et  ab 
ipsis  conversos  nisi  ad  pristinam  impietatem  redirent  occisuri,  ut 
initio  nascentis  Ecclesise  ñebat.  Quse  orania  incommoda ,  et  diffi- 
cultates,  debellatis  barbaris  facillime  tolluntur,  et  sic  plus  uno 
mense  in  ipsorum  conversione  proficitur,  quam  centum  annis  per 
solam  prffidicatiouem ,  non  pacatis  barbaris  proficeretur.  Non 
enim  arbitror,  nostri  temporis  prsedicatores  sine  miraculis  plus 
efficerent,  quam  quondam  Apostoli  domino  cooperante,  et  ser- 
mone confirmante  sequen tibus  signis.  Quse  signa,  jam  non  sunt  a 
Deo  postulanda,  cui  nobis  liccat,  prseceptum  ejus  sequentes  pru- 
denti  consilio  barbaros  ad  convivium  evangelicam ,  qua  diximus 
ratione  compellere.  Accedit  quod  barbarorum  snbjectio,  cansa  est 


325 

mafjüi  christianorum  concursus,  quorum  illi  commercio ,  et  con- 
suetudine  facilius  convertuntur,  etconversi,  commodiusedocentur, 
coustantius  ia  acepta  fide  persistunt,  nec  in  hsereses  labi  permit- 
tuntur,  et  facilius  barbariem  exuunt ,  humanioribus,  et  christianis 
moribus  induuntur. 

Cum  igitur  duse  vise  sint,  quibus  ad  barbarorum  conversiouem 
procedi  posse  videatur,  altera  per  monitionem  solum  doctrinam- 
que,  et  prsedicationem,  difficilis  longa,  et  multis  periculis,  et  la- 
boribus  impedita,  altera  per  subjectionem  barbarorum  facilis,  bre- 
vis,  et  cum  multis  barbarorum  commoditatibus  expedita.  Utra 
progrediendum  sit,  non  est  prudentis  hominis  dubitare,  prsBsertim 
cum  Augustinum  auctorem  habeamus,  qui  expeditiore  proge- 
diendum  esse,  aperte  verbis  illis,  quaj  Paulo  aute  citavimus  decla- 
rat.  Si  docereutur  inquit,  et  non  terrerentur  vetustate  consuetu- 
dinis  obdurati  ad  capessendam  viam  salutís  pigrius  moverentur, 
quibus  plañe  docet  Augustinus  non  doctrinara,  agendumesse,  sed 
vim  et  salutiferam,  quse  viam  doctrinai  muniat  adhibendam.  His 
rebus  explicatis  superest,  ut  ad  objecta  respondeamus, 

Ad  primum  igitur  respondeo  bellum,  quod  idololatris  infertur, 
non  tam  hominum,  quam  Dei  injurias,  quaa  multo  graviores  suut 
vindicari,  et  alioqui  injuriara  infert  postulauti,  qui  justa  postu- 
lata  non  facit,  et  qui  parere  alteri  debet,  is  si  admonitus  impe- 
riüm  recuset,  injuriosus  est,  ut  appereat  hoc  bello  humanas 
quoque,  non  solum  divinas  injurias  vindicari  nam  injustum  be- 
llum, nec  inferre,  nec  illatum,  si  recte  fuerit  indictum  propulsare 
licet,'sine  injuria;  non  euim  solum  coutameliam  inferre,  sed 
ut  cumqae  injusto  iu  quemque  faceré  injuria  est.  Ad  secundum, 
fateor,  nemiuem  esse  ad  fidem  cogendum,  ut  invitus  credat,  iu- 
vitus  bapticetur,  ut  poenis,  aut  metu  cbristianus  fieri  compellatur, 
quse  suma  est  decretorum,  et  testimonioram  objectorum.  Esset 
enim  inutilis,  et  irrita  opera,  nam  credere  voluntatis  est,  quse 
cogi  non  potest.  Idolorum  autem  cultores  christianorum  imperio 
subjicere,  ut  impiis  ritibus  abstinere,  et  legem  naturse  servare, 
evaugelicos  príedicatores,  sublatis  impedimentis  audire  cogantur, 
justum  est  ac  pium,  et  ab  Ecclesia  comprobatum,  et  factiim 
eorumdem  sacrorum  Doctorum  testimonio.  August.  23,  q.  4,  c.  non 


326 

invenitur ,  Gregorius  in  epístola  ad  Adibertum  quse  es  libre  noni 
sexagessima. 

Ad  Tertium  Cristi  facta,  sive  actiones,  si  possumus  imitari  fas 
est  et  pium.  Sed  ita  nisi  Christus  aliter  statuat.  Quamquam  igitur 
Christus  nullum  nec  paganum,  nec  hsereticum  ad  epulas  evangé- 
licas, hoc  est  ad  fidem  compuiit,  nec  ipse,  nec  Apostoli,  idem 
tameu  cum  Regum,  ac  principum  Christianorum  facultas  esset, 
ut  utrosque ,  qua  ratione  diximus  compelleremus ,  príecepit  in 
evangélica  parábola,  ut  Agustinas,  Ambrosius,  Gregoriusque  ex- 
ponunt,  et  ita  factura  est  ab  Ac'clesia  tempore  Constantini,  et 
Ítem  Gennadii,  cujus  bella  Gregorius  máxime  laudat,  ut  supra 
memoravimus.  Hanc  tertiam  objectionem  accuratissime  confutat 
Augustinus  in  epístola  quinquagesima,  quíE  est  ad  Bonifatium, 
Non  considerant,  inquit,  aliud  tune  fuisse  tempus,  et  omnia  suis 
temporibus  agí.  Quis  enim  tune  in  Chrístum  crediderat  Imperato- 
rum  etc.  Quod  ergo  quídam  cavíllantur,  evangelicam  illam  com- 
pulsionera,  ad  exemplorura  et  miracolorum  vín  esse  referendam, 
commentitium  est,  et  stropha  haereticorum  ab  Augustino  in  eadem 
ad  Bonifatium  epístola  confutata. 

Ad  quartum  negó  commodius  barbaros  per  solam  prsedicatio- 
nem  ad  fldem  inducí,  quam  si  prius  fuerint  debellatí,  quiu  potius, 
nisi  debellentur,  multíe  et  magnje  difñcultates  obsunt  príedica- 
tioni,  et  conversión!,  de  quibus  supra  diximus,  Quse  omnia  impe- 
dimenta tolluntur,  si  prius  gentes  fuerint  in  christianorum  ditio- 
nem  redactse.  Itaque  bellum  est  necessarium  ad  pra^dicationem,  et 
conversionem,  non  quidera  simpliceter,  sed  quia  recte,  hoc  est  sine 
magnis  dífficultátibus  res  fieri  non  potest,  nisi  gentibus  debellatis. 
Nam  cum  necessarium  quinqué  modis  dicatur,  Auctore  Aristotele 
Metaphisjcorum  5."  uno  modo  necessarium  id  esse  intelligitur, 
sine  quo  res,  aut  omnino,  aut  recte  fieri  non  potest.  Bellum  igitur 
necessarium  est,  nisi  forte  barbari  volúntate,  et  sine  armís  in  di- 
tionem  redigerentur.  Nam  vía  prsedicationis  sine  ulla  vi  longa  est,' 
et  multis  dífficultátibus  impedita. 

Ad  quintum  dúplex  hoc  in  bello  intelligi  potest  admonitío, 
una  qua  pax  offertur,  si  fecerint  imperata,  ut  preeccpitur  Deut. 
capitulo  20 ,  his  verbis.  Si  quando  accesseris  ad  expugnandam 


327 

civitatcm,  offeres  ei  prímum  pacem,  si  receperit ,  et  aperuerit  por- 
tas, cunctus  populus,  qui  in  ea  est  salvabitur,  et  serviet  tibi  sub- 
tributo.  Qu86  admonitio  non  in  hoc  solum,  sed  in  orani  bello  juste 
iuferendo  necessaria  est,  si  forte  ratione,  aut  denuntiatione  pcri- 
culi,  sine  sanguine  hostes  ad  deditionem  compellere,  et  quod 
petitnus  assequi  detur.  Alia  esset  admonitio,  de  qua  supra  memo- 
ra viinus,  et  quam  itiutilem  fore,  ac  proinde  omissam,  et  omiten- 
dam  esse  demostravimus. 

Ad  sextura  Respondeo,  istam  rationem  nihilo  magis  contra  hoc 
bellum  faceré ,  quam  contra  caetera,-  quaqumque  ratione  faerint 
illata,  vix  enim  unquam  bellum  gestum  est,  sine  magnis  incom- 
moditatibus,  et  jacturis  sine  aliqua  injuria,  et  maleficio.  Cíeterum 
non  si  difficileest,  bellum  etiam  ex  causa  justa  gerentem,  inju- 
rias, et  maleficia  cavere,  protinus  est  impossibile,  nec  principi 
cujus  justa,  vel  injusta  causa  bellum  justum  facit,  aut  vicissim 
iüjustum,  asignanda  sunt  crimina  a  militibus  praíter  ejus  volun- 
tatem  admissa,  nec  ea  ex  causa  justa  injustam  faciunt,  sive  dam- 
uamdam.  Quod  si  pericula  etiam,  et  peccandi  occasiones  Chris- 
tianis  legibus  vitare  jubemur,  non  tamen  cum  majus  alterum 
malum  vitare  eodém  tempere  necesitas  adhortatur,  aut  si  alior- 
sum  vocet  publica,  et  magna  commoditas.  Nam  licet  nemo  possit, 
in  eas  angustias  compelli,  ut  peccare  sit  illi  necesse,  si -triduo 
prsecepta  simul  urgeant,  qufe  simul  adimpleri  nequeunt,  qui  gra- 
viori  paretj  altero  praitermisso,  non  peccat.  Ut  concilii  Toletani 
decreto,  et  Gregorii  testimonio  docemur.  Dist.  13.  c.  Dúo  mala 
et  cap.  nerui.  Et  Gersonis  regula  morali,  et  Aristotel.  doctrina 
Ethicorum  3.°  Quse  ratio  in  bellis  potissimum  est  ineunda,  ut  do- 
cet  Ídem  loan.  Gerson.  auctor  gravisimus  ibidem.  Sic  enim  dis- 
serit.  c.  de  avaritia  in  bellis  faciendis  quíe  malis  in  numeris  plena 
sunt,  nunc  ad  istos  innocentes,  nunc  adulos  sola  utilitas  Reip.  ex- 
cusat  a  mortali,  aut  evitatio  damni  publici  notabiliter  pejoris, 
quam  sit  damnum  privatum  ex  bello  proveniens.  Ex  hoc  igitur 
príEcepto,  si  mala  et  bona,  quae  hoc  bellum,  barbaris  importat  ad 
cálculos  revocemus  haud  dubie  mala  bonorum  multitudine,   et 
gravitate  prorsus  obruautur.  Summa  enim  malorum  est  quod 
principes  mutare  coguntur,  nec  eos  omnes ,  sed  quos  oportere  vi- 


328 

sum  est,  et  bonis  movilibus  ma^na  ex  parte  privantur,  auroet  ar- 
gento, quse  metalla,  apud  ipsos  in  parvo  precio  erant,  quippe  qui, 
nec  aureis,  nec  argentéis  numis  utebantur,  et  per  his  ab  hispanis 
ferri  metallum,  quod  ad  vitse  plurimos  usus  longo  comrnodius  est, 
accipiunt,  prseterea  triticum,  hordeum,  legumiua  frugiferarum  ar- 
borum,  et  olerum  multa  genera,  sequos,  muías,  arinos,  oves,  boves 
capras,  et  alia  multa  barbaris  uunquam  visa,  qusB  bine  allata 
felicissime  proveniunt  in  illis  regionibus.  Quarum  rerum  singula- 
rum  commoditate,  utilitas,  quam  barbari  ex  auro ,  et  argento . 
accipiebant,  longe  superatur.  Adde  nunc  literas ,  quarum  barbari 
funditus  erant  expertos,  legendi,  et  scribeudi  prorsus  ignari. 
Adde  bumanitatem,  óptimas  leges,  et  instituta,  et  quse  sola  vincit 
omnes  omnium  cseterarum  rerum  commoditates,  veri  del  cogni- 
tionem,  et  religionem  Cristianam,  quibus  rebus  cognitis,  et  ani- 
madversis,  qui  hanc  expeditionem  impediré  conantur,  ne  barbari 
veniaut  in  christianorum  ditionem,  hos  ego  non  barbaris  humane 
favere,  ut  ipsi  videri  volunt.  Sed  eisdem  plurima,  et  máxima 
bona  crudeliter  Inviderecontendam,  quse  bona  ignava,  et  impor- 
tuna ipsorum  sententia,  veltolluntur  omniuo  vel  plurimumretar- 
dantur.  Ñeque  tamen  negaverint,  posse  tempus  incidere,  cum  sit 
a  subjectione  barbarorum,  licet  cogendi  facultas  adsit,  teraperau- 
dum,  ut  si  quis  Princeps  cum  sua  civitate,  aut  gente,  non  metu, 
et  simulatione,  sed  sua  sponte  bona  fide  spiritu  dei  afflatus  ma- 
gistros  Christianse  religionis  a  nostris  postularet,  si  quo  ve  alio 
casu  recta  ratio  in  máxima  rerum  humanarum  varietate,  quam 
una  regula  metiri  non  possumus,  barbarorum  saluti  aliter  consu- 
lere  ad  hortaretur,  legibus,  n.  adque  prfficeptis,  quod  in  queque 
genera  magna  exporte  fieri  oporteat,  constituitur.  Cíetera,  qua3 
extra  ordinem  accidunt,  justorum  Principum,  et  proborum  viro- 
rum,  qui  rebus  gerendis  prsefuerint  prudentiaí  prout  ratio  boni 
publici  postulabit,  administranda  relinquatur,  ut  Philosophus 
Politicorum  3.°et  eticorum  lib.  1."  declarat. 

Ad  septimum  negó  antecedens  ad  conflrmatiouem  iterum  an- 
tecedens  negatur  nam  quod  Paulus  ad  se  pertinere  negat,  de  eis 
qui  foris  sunt  judicare  hunc  habet  intellectum  non  esse  muneris 
Appostolici,  ut  a  christiauis,  sic  ab  eis  qui  extra  ñdem  sunt  vit» 


329 

rationem  poseeré,  et  ut  christiane  vivant  postulare.  C^eterum  daré 
operam,  ut  iidem  ad  Christi  fidem  convertantur,  ac  eis  evange- 
lium  príBdicare:  et  omnia  qu£e  ad  hoc  commode  príestandum  con- 
ducunt  pro  facúltate  conari ,  proprium  esse  muneris  Apostoliis 
non  solum  ejusdem  Pauli,  sed  omnis  omnium  Apostolorum  vita, 
et  ob  id  oppetita  mors  testificatur. 

Quod  vero  pertinet  ad  editionem  libri  in  quo  belli  faciendi 
justitia  et  ratio  et  quid  jure,  quod  injuria  fiat  declaratur,  et  cru- 
deliter,  atque  avare  facta  vituperantur,  siquis  miles,  aut  pr£efec- 
tus  per  ocassionem  libri  se  peccase  dixerit,  is  per  ignorantiam 
affectatam,  seu  per  scandalum  phariseorum  deliquisse  facile  con- 
viucentur.  Contra  vero  ex  editione  libri  hcec  máxima  commoda  con- 
sequentur.  Tolletur  magnum  scandalum,  et  infamia  Regum  nos- 
trorum  et  nationis,  qui  vulgo  propter  falsam,  aut  male  intellectum 
quorumdam  Theologorura  doctrinam  injuste,  et  tyraunice  hos 
barbaros  in  suam  ditionem  redegisse  putantur,  ut  quídam  nuper 
impudentissime  prodidit.  Deinde  qui  ex  hac  expeditione  aurum, 
vel  argentum  retulerunt  quid  juste  quid  injuste  paraverint,  quid 
jure  retiñere  possint,  quid  restituere  debeant,  facile,  et  ab  ipsis, 
et  a  sacerdotibus,  quibus  peccata  confitentur  intelligetur.  Nunc 
enim  utrique  in  magna  juris  iguoratione  versantur. 


331 


APÉNDICE  XXIV. 


ARGUMENTÜM    APOLOGÍA  R."'  DOMINI  FRATRIS    BARTHOLOMEl  A 

CASAUS,  EPISCOPI  QUONDAM    CHIAPENSIS    ADVERSUS  GENESlüM 

SEPULVEDAM,  THEOLOGUM  CORDUBENSEM. 

(Fragmento  á  modo  de  specimen.) 

Anno  a  partu  Virginis  millesimo  quingentésimo  quadrage- 
simo  secundo,  Carolus,  Csesar  Hyspaniarum  rex  sempiterna 
hominum  memoria  dignus,  edoctus  Hispanos  cíedibus,  TÍolentia 
tyranide  longe  lateque  grassari  per  Indias,  servitute  premere 
maximisque  incommodis  afficere  Indos  Occeani  mariacolas,  qui 
Romani  pontificis  decreto  ad  imperium  supremum  CastillisB  et 
Legionis  pertinent,  solemne  quoddam  concilium  Pintise  sive 
Valisoleti  indixit,  advócate  ex  omni  senatu  lectissimo  ac  doctis- 
simo  quoque,  his  injunxit  ut  cognoscerent  an  atrocia  illa,  quaj 
ad  se  delata  fuissent,  vera  essent,  utque  oportune  remedium 
excogitarent,  quo  tantis  malis  obviam  iretur,  ita  ut  Indi  pris- 
tiñse  SU8B  libertati  restituerentur,  simulque  novus  ille  orbis  salu- 
taribus  legibus  ac  prudentibus  institutis  compositus  in  poste- 
rum  gubernaretur.  De  hac  re  per  plures  dies  magnis  est  dispu- 
tationibus  agitatum,  ac  deuiqae  leges  qusedam  sancitíe  sunt, 
quibus  Hyspanorum  bellicfe  expeditiones  adversus  Indos,  quas 
conquistas  vulgo  appellaverant,  prohibitse  sunt;  simulque  cau- 
tum  est,  ut  Indi  omnes  servitute  pressi  ab  eis  quibus  facta  divi- 
sione,  id  est  repartimiento  sive  comenda  (inventione  quidem 
sathanica  nunquam  antehac  audita),  adjudicati  perperam  fue- 
rant,  restituerentur  in  libertatem,  atque  in  regum  Hyspaniarum 
universalem  ditionem  Indi  universi  redu'cerentur,  regibus  et 
dominis  naturalibus  in  sua  potestate  et  jurisdictionc  rcmaucu- 


332 

tibus.  Hsec  res  vehementer  pupugit  ánimos  Hyspanorum ,  qui- 
bus  Indi  prajda  opima  erant  et  quorum  facultates  violentiis, 
rapinis  et  Indorum  direptioue  crescebant ,  indignabundique  et 
irato  animo  frementes  deplorabant  a  Csesare  sese  facultatibus 
propriis  spoliari,  ac  si,  non  predones  sacrilega  príeda,  sed  legí- 
timos rerum  dóminos  justa  rerum  possessione  deturbaret,  ut 
nonulle  nullum  non  lapidem  moventes  quo  suis  rebus  consule- 
rint,  impudenter  a  Csesare  defecerint  adversus  Cessarem  rebe- 
Uarint.  Alii  ad  viros  doctrinse  opinione  claros  confugerint,  ut 
solidis  juris  argumentis  cíBsareas  constitutiones  opugnarent,  ut 
tándem  Csessar,  legum  iniquitate  permotus,  vel  aboleret  vel 
saltem  suspenderet  earum  observationem,  ut  in  aliquibus  earum 
factum  est ,  non  quod  non  essent  equissimaj  justissimseque  sed 
quod  cognita  rebellione  a  proditoribus  illis  maius  aliquod  ma- 
lum  ac  atrocior  seditio  timeretur. 

Repererunt  hi  suse  opinionis  defensorem  doctum  quendam, 
qui  hic  certe  parum  eruditum  sese  prestat.  Is  fuit  Genesius 
quídam  Sepulveda  regius  hystoriographus,  quí  opusculum  elo- 
quentite  floribus  adornatum,  cui  titulum  fecit  De  justis  belU 
causis f  composuit:  in  quo  totis  viribus  lias  novas  leges  opug- 
nat,  minime  quidem  earum  expressam  mentionem  faciens,  sed 
Hyspanorum  in  Indos  pretérita  ac  futura  bella  et  expeditiones 
defendens,  comprobansque  servitutem,  it  est  divisionem  sive 
comendam,  qua  Indi  ab  Hyspanis  opressí  vel  moriuntur  vel 
morte  duriorem  vitam  agunt,  divisi  in  partes  ac  sí  armenta  vel 
pécora  essent,  nimirum  divisi  ínter  Hyspanos  et  unicuique  us- 
que  ad  certum  numerum  assignati,  ut  ipsis  serviaut.  Has  enim 
primo  conquistas  sive  invasiones,  secundo  divisiones  et  assig- 
nationes,  quse  regionatim  ex  certo  Indorum  numero  per  totum 
illum  orbem  fiunt,  semper  Hyspani  ab  eo  die  quo  nobis  prímum 
novus  ille  orbis  apertus  est  fieri  curarunt.  Adfert  Sepulveda 
fucata  qua3dam  argumenta  quibus  avarissime  tyranorum  cupi- 
ditatí  favet,  detorquens  sacrorum  voluminum  autorítates  sane- 
tissimorum  patrum  prudentium  ac  pliilosopliorum  decreta.  Re- 
ferens  Indorum  crimina  ac  vitia  naturalia,  edoctus  (scilicet)  ab 
Hyspanis  illis  infensissimis  Indorum  hostibus  falsisquo  illis  de- 


333 

lationibus  innixus;  falso  quidem  traducit  maiorem  humani  ge- 
neris  partera,  quam  divini  numinis  providentia  in  ea  Indiarum 
spatia  yastissima  dispersit. 

Episcopus  Cliiapensis,  cum  cognovisset  opusculum  illud  a 
Genesio  conscriptum  faisse ,  et  in  eius  manus  venisset  compen- 
dium  eius  operis  hyspanice  descriptum  (latinum  enim  codicem 
tum  temporis  haberenon  potuit),  intelligens  quse  esset  opinío 
Genesii,  apologiam  sequentem  elucubravit  in  eos  Indoriim,  qui 
pacifice  absque  alterius  nationis  degebant  injuria  invasores 
oppresoresque,  qui  Indos  oppressos  detinent  et  ad  mortem  adi- 
gunt,  cupiens  illos  ab  omni  injuria  tueri  defendereque.  Apolo- 
giam autem  dicayit  serenissimo  principi  nostro  Philipo,  tum 
temporis  huius  regni  gubernatione  ab  invictissimo  Csessare  Ca- 
rolo patre  cum  imperio  prefecto.  Continebat  apologia  respon- 
sionem  ad  quatuor  causas,  quibus  Sepulveda  tuebatur  eas  Hys- 
panorum  expeditiones  et  assignationes,  quarum  titulo  Indos  ser- 
vitute  premebant.  Cum  autem  episcopus  Sepulvedam  Compluti 
confutasset  totaque  illa  celebris  academia  Sepulvedae  opinionem 
damnasset  sen  parum  sanam,  vetans  hac  ipsa  expressa  causa 
ne  opus  excuderetur.  Hec  episcopi  ac  Sepulvedse  disceptatio  ad 
aures  Csesaris  in  Germania  tum  agentis  peryenit,  qui  anno  sa- 
lutis  humanse  quinquagesimo  primo  supra  millesimum  et  quin- 
gentesimum  jussit  ut  convenirent  in  unum  insignes  tehologi  ac 
jureconsulti  simul  cum  senatoribus  indiani  pretorii,  et  ut  tam 
episcopum  quam  Sepulvedam  audirent  statuerentque  quod  e  re- 
publica  máxime  foret,  data  est  primo  Sepulvedfe  copia  fandi  per 
unum  diem.  Episcopum  vero  per  quinqué  dies  dicentem  audie- 
runt,  qui  totam  hanc  Apologiam  seriatim  recitavit,  ac  denique 
multis  hinc  inde  habitis  disceptationibus ,  judicarunt  expeditio- 
nes, quas  vulgo  conquistas  dicimus,  iniquas  esse  illicitas  et  in- 
justas, atqueideo  inposterum  omnino  prohibendas.  De  asigna- 
tionibus  vero,  quas  vulgo  appellamus  repartimientos,  nihil 
decreverunt.  Durabat  enim  rebellio  quorundam  tyranorum  in 
peruranis  regnis,  tumultuabanturque  alise  provintise. 


:r¿4 

SUMARIUM  SEPULVEDiE. 

Opus  quod  Sepulveda,  thcologus  regius  hystoriographus, 
adversos  Indos  composuit  hsec  in  suma  continebat  argumenta, 
.quibus  expeditiones  bellicas  adversus  Indos  justas  esse  tuetur, 
duramodo  bellum  legitime  et  rite  inferatur,  sicuti  reges  Hyspa- 
nise  hactenus  inferri  preceperunt. 

Primo  profert  quod  illse  gentes  barbarse  sunt  literarum  et 
politise  rudeSj,  prorsus  expertes,  brutseet  omnino  indóciles  nisi 
ad  artes  mechanicas,  vitiis  obrutse,  crudeles,  ac  eo  ingenio  ut 
aliorum  arbitrio  natura  doceat  illas  esse  gubernandas,  sicuti 
variis  temporibus  multi  homines  fide  digni,  interposito  sacra- 
mento, asseruerunt,  qui  illos  et  cum  eis  familiariter  convixe- 
runt,  et  sicuti  etiam  apparet  ex  libro  3,  c.  6,  generalis  Indiarum 
hystorise  excuss'de  et  approbataj  per  supremum  senatum  in- 
dianum 


335 


APÉNDICE  XXV '. 


PROPOSICIONES  TEMERARIAS,  ESCANDALOSAS  Y  HERÉTICAS  QUE 
NOTÓ  EL  DOCTOR  SEPULVEDA  EN  EL  LIBRO  DE  LA  CONQUISTA 
DE  INDIAS,  QUE  FRAY  BARTOLOMÉ  DE  LAS  CASAS,  OBISPO  QUE 
FUÉ  DE  CHIAPA,  HIZO  IMPRIMIR  «SIN  LICENCIA»  EN  SIVILLA, 
AÑO  DE   1552,    CUYO  TÍTULO   COMIENCA: 

Aquí  se  contiene  una  disputa  ó  cojitroversia. 

Sufriendo  y  callando,  pensé  de  alcancar  del  señor  obispo  de 
Chiapa  que  me  dexase  vivir  en  paz  y  entender  en  otros  estudios 
sin  cuidado  de  viejas  dissensiones,  aviendo  ya  dado  el  fin  que 
deseaba  á  la  disputa  y  controversia  que  con  él ,  y  por  causa  suya, 
con  algunos  theólogos  doctos  tuve  sobre  la  justicia  de  la  con- 
quista de  Indias ,  y  por  eso  no  avia  respondido  á  las  réplicas  que 
hizo  contra  la  respuesta  que  yo  di  en  la  congregación  de  los 
Consejos  á  doze  obiectiones  suyas  «ad  caninos  latratos  quibus 
mean  famam  lacessere  conatus  est»,  diziendo  que  escrivo  cosas 
escandalosas  contra  toda  verdad  evangélica  y  contra  toda  xpian- 
dad,  y  llamándome  fautor  de  tiranos,  estirpador  del  género  hu- 
mano, sembrador  de  ceguedad  mortalíssima ;  y  todo  esto,  porque 
defiendo  la  verdad  contra  el  error  que  él  sembró,  del  cual,  nas- 
cieron  grandes  males  acá  y  en  el  mundo  nuevo :  mas,  según  veo, 
ni  él  puede  estar  en  paz  ni  dar  a  los  otros  sosiego,  «qui  non  satis 
liabuit  virus  acerbitatis  suíg  apud  paucos  viros  gravissimos  quos- 


1  Este  opúsculo  está  copiado  de  un  ms.  que  posee  el  Sr.  D.  Pascual  de  Ga- 
yangos  y  que  consta  de  veintisiete  hojas  en  cuarto  español,  de  letra,  al  parecer, 
do  fines  del  siglo  xvi  ó  principios  del  siguiente.  Este  escrito,  no  contenido  en  las 
ol)ras  completas  de  G.  de  Sepúlveda,  no  sé  que  fuera  hasta  ahora  conocido,  y  su 
autenticidad  resulta  indudable  de  su  mismo  contenido. 


336 

que  patientiam  abusus  est  offendisse  nisi  in  presentí  bello  etiam 
homiues  preclari  facinoris  testes,  et  spectatores  constituere.» 
Assí  que  me  ha  puesto  en  necesidad  de  responder  por  mi  honrra, 
«nequis  silentium  conscientiam  interpretetur.»  Aunque  mi  parti- 
cular injuria  todavía  la  sufriera  y  disimulara,  si  no  fuera  mezcla- 
da con  la  causa  común  y  afrenta  y  desacato  que  él  haze  á  Dios 
sembrando  doctrinas  impías ,.  y  á  nuestros  reyes  y  nascion  atri- 
buyéndoles tiranía  y  público  latrocinio  por  público  pregón  de 
escríptura  impresa,  sin  licencia,  y  así  no  responderé  más  de 
aquello  que  á  esto  principalmente  toca. 

Pero  antes  de  todo,  me  pareze  cosa  necessaria,  porque  él  cuen- 
ta de  palabra  y  por  escripto  muchas  cosas  deste  negocio,  como  le 
place,  referir  en  breve,  flel  y  verdaderamente  lo  que  pasa,  tomán- 
dolo del  principio. 

Al  tiempo  que  ciertos  religiosos  vinieron  de  Indias ,  enviados 
de  los  españoles  conquistadores  que  allá  estavan,  al  Emperador  y 
Rey,  nuestro  señor,  sobre  ciertas  ordenancas  que  avia  hecho,  como 
esto  fuese  causa  que  se  hablase  mucho  en  la  corte  de  la  justicia 
de  la  conquista  de  Indias,  é  el  Rmo.  Cardenal  y  Arcobispo  de 
Sivilla,  presidente  del  Consejo  de  Indias ,  aviendo  oydo  dezir  al 
doctor  Sepúlveda  que  él  tenia  por  justa  y  sancta  la  conquista, 
haziéndose  como  se  devia  y  como  se  suelen  hazer  las  guerras 
justas,  y  lo  provaria  muy  á  la  clara,  le  exhortó  que  escriviese 
sobre  ello,  que  haría  servicio  á  Dios  y  al  Rey;  y  así  escrívió  un 
libro  en  pocos  días ,  el  qual ,  como  fué  visto  y  aprovado  de  todos 
los  que  lo  leyeron  en  la  corte ,  lo  presentó  en  el  Consejo  real  de 
Castilla,  pidiendo  licencia  para  imprimirlo,  é  dióse  á  examinar 
primero,  al  doctor  Guevara,  del  mesmo  Consejo;  tras  él  á  fray 
Diego  de  Victoria,  y  después  al  doctor  Hoscoso,  porque  el  doctor 
Sepúlveda  lo  pidió  assí,  que  se  cometiese  á  muchos  por  más  au- 
toridad; y  como  por  cada  uno  de  ellos  fué  aprovado  estándose 
para  dar  licencia,  se  interpusieron  ciertas  personas  de  autoridad 
del  Consejo  de  Indias ,  diziendo:  que  aunque  el  libro  fuese  muy 
bueno  no  convenía  por  entonces  se  imprimiese.  Puesto  este  impe- 
dimento, el  doctor  Sepúlveda  escrivió  al  Emperador  dando  quenta 
de  lo  que  pasava,  y  su  Magestad  le  respondió  muy  humana- 


337 

mente  y  le  embió  vna  cédula  para  el  Consejo  real  en  que  manda- 
va  que  se  viese  bien  el  libro,  y  no  aviendo  en  él  cosa  substancial, 
porque  no  se  hiziese,  se  diese  licencia  para  imprimirlo;  entonces 
se  cometió  de  nuevo  al  licenciado  Francisco  de  Montalvo,  y  tam- 
bién le  aprovó.  A  este  tiempo  Aegó  de  las  Indias  el  Obispo  de 
Chiapa,  y  sabiendo  con  favor  y  ayuda  de  otros  á  quien  pesava  de 
la  impresión  del  libro,  hizo  que  el  libro  se  cometiese  de  nuevo, 
con  pensamiento  de  hazer  con  arte  y  negociaciones  lo  que  hizo. 
Cometióse  á  Salamanca  y  á  Alcalá,  donde  el  Obispo,  con  nego- 
ciaciones y  fictiones  y  favores  hizo  lo  que  quiso.  Así  que  los  de 
Alcalá  respondieron  que  les  parecia  que  el  libro  no  Se  devia  im- 
primir, y  no  dieron  razón  dello  aunque  les  avia  sido  mandado  por 
la  carta  del  Consejo  real.  Los  de  Salamanca  respondieron  lo 
mismo ,  y  dieron  las  razones  tales  que  fueron  ávidas  en  el  Consejo 
real  por  frivolas  y  de  poco  peso.  El  doctor  Sepúlveda  se  quexó 
deste  agravio  y  suplicó  al  Consejo  real  y  al  Príncipe,  nuestro  señor, 
mandase  venir  de  Salamanca  y  Alcalá  los  más  doctos  theólogos 
que  huviese  iustructos,  á  disputar  con  él  aquella  question  delante 
del  Consejo  real  y  de  algunos  theólogos  doctos  que  fuesen  juezes: 
después  desto,  el  Emperador,  que  por  ventura  fue  consultado 
sobre  ello,  mandó  que  se  juntasen  con  el  Consejo  de  ludias,  cier- 
tas personas  de  todos  los  otros  Consejos  y  quatro  theólogos  ,  los 
quales  todos  vinieron  señalados  como  avian  sido  nombrados  de  acá 
por  el  Consejo  de  Indias,  y  de  los  quatro  theólogos,  los  tres  eran 
frayles  dominicos,  hombres  doctíssimos ,  pero  tan  sospechosos 
en  la  causa  por  aver  escrito  y  predicado  que  la  conquista  era 
injusta,  que  el  fiscal  del  Consejo  real  se  opuso  de  palabra  ypor 
peticiones,  diziendo  que  el  Emperador  avia  sido  engañado  en 
nombrar  aquellos  padres,  que  pedia  entrasen  otros  theólogos  en 
lugar  dellos,  ó  á  lo  menos  acompañados,  y  nombró  algunos,  y 
entre  ellos  al  doctor  Hoscoso  y  al  doctor  Sepúlveda ;  pero  al  fin  se 
concluyó  que  no  se  innovase  nada  contra  la  comisión  de  su  Ma- 
gestad ,  salvo  que  el  doctor  Sepúlveda  entrase  en  la  congrega- 
ción, no  por  juez,  sino  á  dezir  lo  que  sentía  en  lo  que  su  Ma- 
gostad mandava  que  se  tratase  en  la  congregación  y  diese  las 
razones  dello ,  delante  de  aquellos  señores ,  y  así  lo  hizo  en  la  pri- 
ToMO  LXXI.  22 


338 

mera  sesión,  en  dos  ó  tres  horas  que  habló  delante  de  aquellos 
señores.  A  la  segunda  sesión  vino  el  Obispo  de  Chiapa  con  un 
libro  de  noventa  pliegos ,  y  pidió  que  lo  oyesen ,  y  leyó  en  su 
libro  cinco  ó  seis  dias,  hasta  que  cansados  de  oyirle  mandaron 
que  no  leyese  más  y  se  sacase  la  summa  de  aquel  libro,  y  sacóla 
en  nueve  pliegos  fray  Domingo  de  Soto ,  que  era  uno  de  los  qua- 
tro  theólogos ;  desta  se  dio  copia  á  todos  aquellos  señores  y  al 
doctor  Sepúlveda ,  el  qual  respondió  á  ella  en  tres  pliegos,  y  desta 
respuesta  se  mandó  dar  y  dio  también  copia  á  todos  aquellos  se- 
ñores ,  y  ordenóse  que  los  pareceres  se  diesen  después  de  algunos 
meses ,  que  fueron  seis  ó  siete ,  y  se  fueron  aquellos  padres  á  sus 
monesterios  y  el  doctor  Sepúlveda  á  Córdoba.  El  qual,  vuelto  al 
tiempo  como  le  avia  sido  mandado,  halló  que  el  Obispo  de  Chiapa, 
sólo  ó  acompañado,  avía  replicado  á  su  repuesta  en  veinte  y  un 
pliegos,  á  los  quales  él  entonces  no  respondió  porque  no  habia 
necesidad,  que  á  todo  estava  respondido,  y  halló  que  aquellos  se- 
ñores avian  hecho  tan  poco  caso  de  las  réplicas  que  pocos  ó  nin- 
guno las  avian  ley  do,  aunque  á  todos  las  avian  dado.  Mas  tornó  á 
entrar  el  doctor  Sepíilveda  en  la  congregación ,  y  tuvo  luenga 
disputa  y  altercación  con  aquellos  padres  Reverendos  sobre  las 
razones  que  dava  y  las  bullas  de  Alexandro  y  de  Paulo  que  allí 
llevó;  y,  finalmente,  aunque  en  el  primer  congreso  huvo  diversos 
pareceres,  pero  después,  á  la  postre,  todos  los  señores  juristas 
de  los  Consejos  se  resolvieron  en  seguir  la  opinión  de  sus  docto- 
res canonistas,  en  el  capítulo:  «Quod  de  super  his,»  donde 
determinan  ser  justas  las  guerras  que  los  xpianos.  hazen  á  los 
infieles  por  ser  ydólatras  ó  no  guardar  de  otra  manera  la  ley  na- 
tural como  los  indios  para  subjectarlos  y  hazérsela  guardar,  que 
es  una  de  las  quatro  razones  que  trae  el  doctor  Sepülveda  en  su 
libro;  cada  una  por  bastante  para  justificar  la  conquista,  y  muy 
pocos  huvo  que  no  las  admitiesen  todas,  y  anssí  lo  dezian  todos 
públicamente,  que  por  esta  causa  tenian  la  conquista  por  justa, 
aunque  no  oviese  otra,  y  que  no  avia  dellos  ninguno  que  esto  dub- 
dase:  de  los  quatro  theólogos,  el  uno  se  fué  al  Concilio,  el  otro 
no  quiso  dar  su  parecer,  por  ventura  por  no  dezir  contra  lo  que 
sentía  ó  por  no  offender  á  sus  amigos ;  y  fray  Bernardino  de  Aré- 


339 

valo ,  hombre  insigne  en  doctrina  y  sanctidad  ,  diólo  luego  escrip- 
to,  conforme  en  todas  quatro  razones  á  la  sentencia  del  doctor 
Sepülveda,  y  más  presentó  un  libro,  que  en  confirmación  desta  sen- 
tencia doctissima  y  gravíssimamente  avia  escripto,  y  quedó  que 
cada  uno  dellos  avia  de  dar  por  escripto  su  parecer  para  enviarle 
al  Emperador  como  se  les  avia  mandado,  y  que  todo  lo  sobredicho 
sea  verdad ,  son  testigos  aquellos  señores  de  la  Congregación  y 
toda  la  corte,  y  son  cosas  públicas  y  notorias. 

Con  esta  verdadera  narración  respondo  á  las  falsas  que  al  prin- 
cipio y  por  todo  el  libro  del  Obispo  de  Chiapa  cerca  del  hecho  se 
contienen,  y  quanto  al  derecho  de  la  conquista,  digo  que  á  todo 
quanto  él  pudo  collegir  en  Alcalá  y  Salamanca  y  de  todos  los 
que  an  querido  deffender  su  opinión ,  está  respondido  muy  ente- 
ramente en  un  libro  que  anda  por  toda  España,  por  muchos  tras- 
lados que  se  mandaron  hacer  en  la  corte,  Salamanca  y  Alcalá,  y 
en  la  suma  del,  que  se  imprimió  en  Roma,  y  por  eso  noay  ne- 
cessidad  de  rrepetir  una  cosa  mili  vezes  como  él  haze,  «putans 
suo  multiloquio  exaudiri  vel  tenebras  effundi  posse  apud  vulgus 
imperitum  splendori  veritatis  more  seditiosorum  tribunorum 
turbas  concitando.» 

Assí  que  dexado  todo  lo  demás,  solamente  responderé  siatisfa- 
ciendo  á  lo  que  toca  á  la  honrra  de  Dios  y  de  nuestros  Reyes  y 
nación,  como  soy  obligado,  y  á  la  mia;  lo  qual  todo  se  hará  jus- 
tamente ,  dando  razón  de  lo  que  dixe  en  ciertas  respuestas  á  sus 
obieciones,  que  me  páresela  que  algunas  cosas  escrive  que  no  se 
pueden  sustentar  entre  christianos,  salva  «fide  catholica,»  los 
quales  errores  en  sus  réplicas  quiere  deffender  á  espada  y  capa. 

Viniendo,  pues,  al  propóssito,  remitiéndome  en  todo  al  juicio 
de  los  que  más  saben,  y  principalmente  de  la  Iglesia  cathólica, 
digo  que:  En  el  tercero  punto  de  la  siimma  que  del  libro  del 
Obispo  de  Chiapa  sacó  fray  Domingo  de  Soto,  dize :  « que  aunque  á 
Christo,  en  quanto  hombre,  le  es  toda  universidad  de  los  hom- 
bres subjecta  en  potencia,  pero  no  loes  «inactu.»  «Hsec  pro- 
possitio  est  herética,  quia  est  perspicuo  contra  illud  Evangelii, 
Mat.  28.  Data  est  mihi  omnis  potestas  in  coelo  et  in  térra. »  Porque 
estas  palabras  claramente  dizen  que  á  Xpo.,  en  quanto  hombre, 


340 

fué  dado  poder  y  jurisdicción  en  todo  el  mundo,  y  que  realmente  la 
tiene;  y  dezir  que  no  la  tiene  <án  actu»,  es  dezir  que  no  la  tiene, 
porque  esta  es  buena  consecuencia  según  todos  los  philósofos:  «non 
habet  actu  erj^o  non  habet,»  como  señala  el  Philósofo  en  el  9  de  la 
Metliaphysica.  Y  á  lo  que  dize  en  la  sexta  réplica,  que  nunca  dixo 
tal  cosa,  léase  en  este  mesmc  ''bro  impreso  en  el  lugar  arriba  ci- 
tado déla  summa  donde  se  dizí  claro,  y  aun  las  palabras  que  en 
esta  réplica  pone,  lo  dizen,  cou\l(  ne  á  saber:  que  los  infieles  no  son 
subietos  actuales  de  Xpo.,  y  la  evasión  que  da  que  él  entendió  sub- 
iectos  por  la  fee  y  charidad  es  vana  y  fuera  de  propósito  y  de  hombre 
alcancado  de  quenta  que  no  sabe  lo  que  dezir;  pues  se  habla  del 
poder  y  jurisdicción  que  Xpo.  tuvo  en  cuanto  hombre,  y  dio  en 
San  Pedro  á  la  Ig-lesia  sobre  los  fieles  é  infieles,  y  él  quiere  escu- 
sar  su  error,  diziendo  que  hablava  de  la  subietio  «per  fidem 
forraatam  charitate,»  la  qual  subieccion  se  tiene  á  Xpo.  en  quanto 
Dios  más  que  en  quanto  hombre. 

En  la  mesma  réplica  dize  el  Obispo  de  Chiapa.  Más  digo,  que 
por  buenas  y  probables  y  casi  convenibles  razones  ,  se  puede 
persuadir  no  ser  contra  ley  natural ,  ofrezer  á  Dios  verdadero  ó 
falso  en  sacrificio  víctimas  humanas;  y  poco  más  adelante,  con- 
firmando esto,  dize:  «Que  muy  pocas  naciones  huvo  que  no  vsasen 
ofrecer  á  los  Dioses  sacrificios  de  víctimas  humanas,  inducidas  por 
la  racon  natural. »  Por  estas  palabras  y  por  lo  que  está  en  la  sum- 
ma, fol.  16,  6,  claramente  dize  que  sacrificar  hombres  inocentes 
á  Dioses  falsos  no  es  contra  la  ley  natural.  La  qual  proposición 
ser  impía  y  herética  se  prueva  desta  manera. 

«Hffic  assertio  perspicuo  approbat  idolorum  cultum  et  contra- 
dicit  Scripturse  divinse,  ergo  est  impia  et  plusquam  herética, 
consequentia  p.  an.  probatur:  Si  non  est  contra  legem  natura) 
inmolare  victimas  humanas  falsis  Diis;  ergo  pagani  olim  qui  hoc 
faciebant  non  pcccabant;  consequentiam  probo,  quia  pagani  non 
peccabant  nisi  faciendo  contra  legem  naturse,  quia  nulli  legi 
divine  subiecti  erant  pretor  naturalem  conseusu  Theologorum,  de 
quo  D.  Tho.  12,  q.  98,  ar.  5.:  probo  minorem:  inmolare  victimas 
humanas  falsis  Diis  damnat  diviuis  scripturis  veteris  et  novi  Tes- 
tamenti  ut  peccatum  gravisaimun,  ergo  pugnat  cura  scriptura 


341 

divina  non  esse  peccatum  anuo  domini  53,  quod  damnet  ut  gra- 
vissimum  peccatum  probo  idolatría  et  homicidium  passim  in 
scriptura  sacra  daranat  ut  gravissima  peccata  quod  clarius  est 
quam  ut  probari  debeat.  Vide.  C.  Cüm  ómnibus,  cum  glosa  32, 
q.  7.  Inmolare  autem  victimas  humanas  homines  innocentes 
falsis  Diis  est  precipuo  idolatria  et  homicidium  ergo  habet  propo- 
situm.»  Y  así,  la  Sagrada  Scriptura  llama  estos  sacrificios,  «impie- 
tates»  Deut,  cap.  9;  item  «abominationes»,  cap.  12,  «Omnes  inqnit 
abomiuationes  quas  adversatur  dominus  fecerunt  Diis  suis  asse- 
rentes  ñlios  et  filias  et  comburentes  igni.»  Y  por  estos  peccados 
dize  fueron  destruidos,  cap.  9  et  18.  ítem,  si  sacrificar  de  rapiña 
es  abominación  cerca  de  Dios ,  quánto  más  por  homicidio-,  y  así, 
en  otro  lugar,  Ecclesiastici  34,  se  encarece  lo  primero  por  lo 
segundo.  «Qui  offert  iuquit  sacriftcinra  ex  subtantia  pauperum 
quasi  qui  victimat  filium  in  conspectu  patris  sui.  Preterea  si  pa- 
gani  ratione  naturali  ducti  victimas  humanas  falsis  Diis  innio- 
labant  ergo  recte  et  iuste  et  sine  errore  homicidiis  idola  cqlebant, 
quaí  assertio  est  impia  et  nefaria;  consequentiam  probo  qui  i-a- 
tioni  naturali  ducitur  is  legem  eternam  sequitur  quipe  cuius 
propria  imago  est  rei  naturalis.» 

Assí  que  es  tanto  como  dezir,  que  se  conformavan  con  aquello 
del  psalmo  4  «sacrificate  sacrificium  iustitie  sperate  in  domino 
multi  dicunt  quis  ostendit  nobis  bona  signatura  est  super  nos  lu- 
raem  vultus  tui  domine  quia  lumem  esse  rationem  naturalem  coh- 
scntiens  est  sanctorum  doctorum  interpretatio:  de  quo  D.  Tho.  12: 
q.  19,  art.  4,  adñnem.»  Assí  que  estees  un  error  impío  y  de  hombre 
que  sabe  poco  de  Theología  ó  temerario,  ó  siente  muy  mal  de  la  feo 
católica  dezir  que  sacrificar  hombres  á  Dioses  falsos  no  es  contra 
ley  de  naturaleza,  siendo  ydolatría  y  homicidio,  y  que  no  ha  ve- 
nido á  su  noticia  que  los  preceptos  del  decálogo  son  todos  leyes 
naturales,  y  quien  haze  contra  alguno  dellos  haze  contra  ley  de 
naturaleza  por  consentimiento  de  todos  los  theólogos  ,  de  lo  qual 
habla  S.  Thomás  12,  q.  100,  art.  1."  et  8  et  art.  11,  y  en  el  de- 
creto, cap.  Non  est;  g  his  itaque;  dist.  6.  Scotus  et  ceteri  Theo- 
logi  3.  sen.  dist.  37;  pues  sacrificar  hombres  inocentes  á  Dioses 
falsos ,  claro  está  que  es  contra  el  primer  precepto  del  Decálogo, 


342 

«De  colendo  unum  Deum»  y  contra  el  dehomicidio.  Y  á  lo  que  dize 
que  muchas  gentes  lo  vsarou ,  digo  que  eran  todos  bárbaros ,  y  si 
alguna  vez  lo  hizo  alguna  gente  política  y  humana,  en  aquello  no 
lo  fué  sino  bárbara ;  como  los  hombres  virtuosos  algunas  vezes 
pcccan  por  passion ;  y  en  aquello  no  son  virtuosos  ni  se  an  de 
imitar.  Como  S.  Pedro  por  temor  negó  á  Xpo.,  y  David  «victus 
libídine  molitus  est  mortem  Uriíe.»  Y  muchas  veces  los  hombres 
sabios  no  pueden  resistir  la  ceguedad  del  vulgo.  Assí  que  dezir 
que  lo  hizieron  por  razón  natural ,  es  mayor  error  y  blasphemia 
que  lo  primero,  porque  es  dezir:  «Quod  recte  et  sapienter  facie- 
bant  cum  sequant  lumen  naturalis  rationis  quse  est  una  perfectio 
rationis.  Ut  ait  D.  Tho.  12,  q.  68,  art.  2.  Et  regula  humaníB  vo- 
luntatis,  q.  71,  art.  6.  Quod  igitur  idolatres  faciebant  per  repro- 
bum  sensum  in  quem  traditi  suut.  Ut  Paulus  ait  Rom.  1.  propter 
sua  peccata  id  naturali  ratione  fecisse  affirmat  quod  est  stultura 
et  impium  et  plusquam  heret'cura.» 

Dize  más  en  la  mesma  réplica  11 ,  que  los  idólatras  de  tal  ma- 
nera son  obligados  de  derecho  natural  á  honrrar  los  Dioses  falsos 
que  tienen  por  verdaderos,  que  si  no  lo  hazen  hasta  si  fuese  me- 
nester poner  las  vidas  por  la  defensa  de  sus  ydolos  peccan  mortal- 
mente. 

«Hebc  quoque  assertio  est  impia,  et  herética,  etconveuit  cum 
superiore  deffendit,  n.  idolatriam  ut  recte  factum,»  porque  aun- 
que la  consciencia  errante  de  que  él  dize  les  obliga  á  idolatrar  y 
deffender  la  ydolatria,  que,  aunque  es  peor  obligalles  que  hazién- 
dola,  no  dexande  peccar;  pero  dezir  que  son  obligados  por  derecho, 
natural,  es  dezir,  «quod  recte  et  iuste  sapienter  quam  faciunt.» 

«Nam  qui  legi  naturali  .servit  is  eterui  legi  scrvit,  a  qua  deri- 
vatur  de  quo  D.  Tho.  12.  q.  91.  art.  2;  itaque  roete  et  iuste  et 
sapienter  facit  idola  colendo  ac  proinde  placet  Deo  et  probatus 
hominibus  ex  doctrina  Pauli  Rom.  14.  quod  est  impium  et  nefa- 
riura  asserere.» 

La  racon  que  da  para  probar  que  la  mayor  parte  de  las  gentes 
inducidas  por  razón  natural  sacrificaban  hombres  á  sus  dioses,  es 
porque  esto  y  más  se  debe  á  Dios,  que  es  decir  en  substancia, 
«quod  est  iusitum  naturali  ratione  hominibus  Deum  preciosissima- 


343 

rum  rerurn  sacrificio  colere  quod  ipsi  liberter  fateiuur,  sed  ex  hoc 
colligere  quod  iusitum  sit  ratione  ítem  naturali  eodem  modo  co- 
lendum  esse  a  quoque,  quod  putat  esse  Deum  hominis  est  iu 
rebus  clarissimis  halluciuantis  et  prima  physiCEB  moralis  fuada- 
menta  quantum  est  in  ipso  convellentis. 

»Nam  eodem  modo  colligere  licebit  si  iusitum  sit  omuibus  lio- 
miuibus  ratione  naturali  omne  quod  bonum  est  sequendum  esse 
statim  iussitum,  esse  ratione  naturali  sequeudum  esse  cuique  quod 
bonum  esse  putat  quo  dogmate  corruit  tota  doctrina  moralis  sic 
n,  fiet,  ut  quod  homines  iutemperatis  simi  in  profundum  malorum 
deiecti  qui  bonum  putant  esse  malum  et  malum  bonum  ratione 
naturali  in  res  turpissimas  et  Yoluptates,  quas  putant  esse  bona 
et  felicitatis  efñciencia  consectentar,  et  malum  pro  bono  per  cor- 
ruptam  rationem  eligentes :  qui  error  intelligendi  fons  est  et  origo 
omnis  pravitatis.  Ut  Philosophus  ethi,  3,  declarat  quamquam,  n. 
voluntas  verum  bonum  appetit  natura,  tam  malum  quam  bonum 
esse  putat  perverso  et  contra  naturam  expetit.  Ut  idem  Philosophus 
ad  Eudemum,  lib.  5,  testatur;  ergo  quo  raagis  pudendseac  nefarias 
assertionis  vitium  et  puto  fiat  intelligendum  est  id  quod  Aristóteles, 
in  libro  de  motu  animalium  docet  hominem  in  omni  actione  quam 
considérate  edit.  Uti  quodam  sylogismo  eius  couclusio  est  ipsa  ope- 
ratio.  Homo  igitur  pius  et  probus  vt  recto  Deum  colat  vtitur  huius- 
modi  sylogismo  quidquid  Deus  est,  coli  debet  optimarum  rerum 
sacrificio  hoc  autem  est  Deus  et  ha3C  sunt  optimíB  tum  pro  illa  con.° 
hoc  ergo  colendum  est  harum  rerum  sacrificio  verum  Deum  rebus 
optimis.  Virtutibus  et  pietati  coli  et  nihil  falsi  assumat  probo  nam 
recte  pie  quod  consequeutiam  facit  cultor  autem  idolorum  vtitur 
quidem  syllogismo  sed  minore  falsa  quse  creaturam  Deum  esse 
dicit  qui  error  impietatem,  vt  pro  Deo  creaturam  colat  ipsum  ira- 
pellit  itaque'^non  ratione  naturali  quse  voluntatis  regula  est  duci- 
tur  sed  errore  et  reprobo  sensu  precipitatur.  Qui  error  dúplex  est  in 
victimas  humanas  inmolantibus  creaturam  Deum  esse  putant  et 
impium  et  nefarium  sacrificium  iure  naturali  et  divino  damnatum 
pium  esse  existimaut  cum  nullum  animal  minus  aptum  natura  sit 
vt  inmoletur  quam  homo  teste  Philosopho  Polit.  2,  cap.  2,  et  item 
scriptursB  sacríc  testimonio  qui  huiusmodi  sacrificia  aboniin atienes 


344 

esse  dicit  quas  Deas  adversatur,  Deut.  19.  Nam  vt  cenam  lau- 
tam  et  opiparam  si  quis  regio  apparatu  vellit  verum  principem 
accipere  rebus  preciosissimis  debet  instituere  sed  ex  genere  da- 
pium  mensis  aptarum  non  carnibus  equinis  si  quera  forte  habeat 
eqiim  cunctis  dapibus  preciosiorem  sic  ex  animalibus  óptima  quje 
quam  inmolare.  Deo  fas  esset  sed  excogenere  quod  sacrificiis  sit 
aptum  non  quod  Deus  in  sacrificiis  adversetur  quamquam  si  ve- 
ruin  quEeriraus  nullum  animal  uec  Deo  quidem  vero  inmolare  iube- 
mur  iure  nature  aliter  n.  non  esset  per  legem  Evangelicam  et 
christianum  morem  abrrogatum  nedum  honimem  q.  lex  quoque 
vetus  detestabatur. »  Quanto  más  que  los  idólatras  que  adoraban 
nuestros  Dioses,  no  tenian  de  Dios  el  concepto  universal  que  le 
convenia,  que  es  «Deus  optimus  Maximus  Omnipotens,  omnium 
bonorum  auctor,»  el  qual  conviene  á un  solo  Dios,  porque  el  que 
esto  no  tiene  no  es  Dios,  y  esto  no  lo  puede  tener  sino  uno,  y  los 
idólatras  que  adoraban  por  dioses,  aves  y  bestias  y  serpientes, 
como  dize  San  Pablo,  Rom.  1,  por  alguna  virtud  que  en  las  tales 
cosas  imaginavan,  claro  está  que  se  engañavan,  no  solamente  en 
pensar  que  aquellos  animales  fuesen  dioses,  mas  también  en  no 
entender  en  qué  consiste"  ser  Dios. 

Pongamos  un  exemplo  para  todo.  ftOmnes  horaines  felicitatem 
iure  naturse  consertari  verum  est  nom  tamem  hic  sequitur  Epicú- 
reos qui  in  voluptatibus  corporeis  fíelicitatem  esse  ceusent  iure 
naturse  scortari  licere.  Et  in  sylloxismo  illo  practico  quo  iidem 
utuntur  omnia  fíelicitatis  efficiencia  admittenda  sunt  scortar 
autem  est  faílicitatis,  efñciens,  ergo  scortandum  mihi  est  maior 
quoque  ad  ipsorum  intelligentiam  falsa  est  qui  fíelicitatem  non 
aprehendunt  vt  vtar  verbis  D.  Thomae  nisi  nonime  tenus  et  equi- 
voco Ídem  accidit  idola  colentibus  qui  falsam  die  Deo  intelligen- 
tiam habent  ut  idola  colendo  verum  Deum  non  aprehendant  preter- 
quam  nomine  tenus  et  equivoco  sed  creaturas  cum  aliqua  virtute 
C.  prestantia  ut  si  qviis  solem  exempli  gratia  propter  excellens 
luraem  et  calorem  plantis  et  animalibus  salutarom  Deum  esse 
putans  ipsum  in  statua  victimas  humanas  veneraret  is  Deum 
verum  non  apreheuderet  quippe  quem  nec  per  se  nec  per  acci- 
dens  coleret  sed  statuam  per  accidens  solem  vero  hoc  est  exce- 


345 

lentem  creaturam  per  se.  Nam  si  quis  ex  gentibus  iu  áurea 
C.  in  argéntea  imagine  Jovis  nomine  Deum  verum  ut  bonorum 
omnium  auctorem  primam  q.  rerum  omnium  causam  vt  intelli- 
gebat  Phillosophus  piamente  venerabat  is  non  erat  idolare  cultor 
nec  n.  idolatriam  nomem  aut  imago  facit  Deus  u.  pluribus  nomi- 
nibus  per  nationes  appellatur  et  nos  quoque  Xpiani  imaginibus 
ytimur.» 

Allende  desto,  la  conciencia  errante  impropiamente  se  dize 
obligar,  lo  qual  es  proprio  de  la  lej  iusta,  pues  la  tal  conciencia 
no  escusa  de  pecado,  el  qual  pecado  no  está  en  no  hazer  lo  que 
ella  dicta  y  manda ,  sino  en  el  menosprecio  que  interpretamos 
que  haze  á  la  recta  razón,  por  no  conformarse  con  lo  que  piensa 
que  lo  es,  que  mayor  peccado  es  hazello,  mayormente  en  cosas 
prohibidas  por  la  ley  natural ,  como  esto  de  que  hablamos.  «Pec- 
catigitur  qui  facit  contra  errantem  conscientiam  sive  falsam  ratio- 
nem  non  quia  non  facit  et  eius  proscripto  sed  quia  quantum  est 
in  se  legem  divinam  violat  aut  rectam  rí;*ionem  contemnit  qua- 
que  facit  prohibita  putat. » 

Assi  que  de  muchas  maneras  va  por  tierra  el  pertrecho  que 
para  defender  su  impío  error  el  assertor  armó  sobre  palillos  de  la 
conciencia  errante,  y  agrava  mucho  este  impío  error  y  pone  más 
sospecha  en  el  auctor  dezir  lo  que  quiere  «et  sine  conditione  sive 
suppositione.» 

Dize  cerca  del  principio  de  la  réplica  vndécima,  que  no  sabe 
lo  que  Dios  juzga  de  los  idólatras  que  sacrifican  hombres  inocen- 
tes; porque  dubdar  del  juizio  de  Dios  en  cosa  que  manifiesta- 
mente es  contra  la  fee  chatólica  y  contra  los  preceptos  del  decá- 
logo, es  argumento  de  no  ser  Xpiano,  ó  carecer  del  conocimiento 
y  común  sentido  de  los  hombres  cuerdos,  porque  quién  sabe  que 
según  la  ley  Evangélica  y  natural.  Dios  condena  á  los  idóla- 
tras homicidas,  como  son  los  que  sacrifican  hombres  inocentes  á 
dioses  falsos ,  es  dezir,  que  no  sabe  lo  que  Dios  juzga  dellos ,  es 
dezir,  por  consequencia,  que  dubda  de  la  ley  Evangélica  y  aun  de 
la  natural,  porque  aquí  saber  se  toma  por  certidumbre  de  fee, 
según  el  común  entendimiento  de  los  hombres  doctos,  en  el  qual 
se  an  de  tomar  estas  palabras  « Cap.  ex  his  de  Spou » .  Y  no  por 


346 

saber  por  demostración  posterioristica  si  quisiere  evadirse  con  esta 
cavilación  pueril. 

También  en  la  vndécima  réplica  dize  estas  palabras:  «Afflrmo 
más,  que  nunca  serán  obligados  (conviene  á  saber  los  infieles)  á 
creer  algún  predicador  de  nuestra  sancta  fee ,  yendo  acompañado 
de  gente  de  guerra,  robadores  y  matadores.» 

Esta  assercion  que  los  infieles  no  son  obligados  á  creer  á  los 
predicadores  de  la  fee  de  Xpo.,  es  impía  y  herética,  porque  es 
expresamente  contra  aquello  (Evangelio,  Mar.  16.)  aEuntes  iu  vni- 
versum  muudum,  predicate  evangelium  omuicreaturae,  qüicredi- 
derit  et  baptizatus  fuerit,  salvus  erit;  qui  vero  non  crediderit  con- 
demnabitur, »  porque  á  ninguno  condena  Dios  por  no  hazer  lo  que 
no  es  obligado ,  pues  la  escusa  de  ir  acompañados  de  soldados  y 
malos  hombres,  y  que  llevan  más  intención  de  robar  que  de  otra 
cosa,  no  relieva  nada,  porque  la  guerra  que  por  sí  es  justa  no 
dexa  de  serlo  porque  los  soldados  lleven  mala  intención ,  é  si  van 
más  por  saquear  que  para  executar  la  justicia,  peccan  como  dize 
San  Augustin,  mas  no  por  eso  son  obligados  á  restituir  lo  que 
saquearen,  como  testifica  S,  Thomás  (22,  q.  66,  art.  8);  y  así  la 
predicación  no  pierde  nada  de  su  santidad  por  la  compañía  de  los 
soldados  que  van,  no  á  predicar,  sino  á  subiectar  á  los  bárbaros 
y  á  asegurar  los  predicadores  que  no  reciban  injuria;  y  para  esto 
no  es  menester  que  sean  sanctos,  que  desa  manera  tampoco  serian 
obligados  los  herejes  á  creer  á  los  predicadores  en  los  auctos  de 
Inquisición,  porque  están  allí  los  soldados  y  ministros  déla  justi- 
cia seglar  para  llevarlos  á  quemar  en  acabándose  la  predicación 
si  no  se  convirtiesen  ó  si  son  relapsos ,  y  aunque  los  predicadores 
mismos  fuesen  con  tan  ruin  intención  como  los  soldados  que 
llevan  mala  intención ,  eran  obligados  los  infieles  á  creerles,  pues 
no  dexa  la  predicación  por  sí  de  ser  justa  y  sancta;  como  la  Missa 
y  Baptismo  y  los  otros  Sacramentos  no  pierden  su  fuerza  y  sanc- 
tidad  por  ser  los  ministros  pecadores  y  malos,  ni  de  la  tal  predi- 
cación a  de  pesar  á  los  buenos  christianos ;  pues  Sant  Pablo  se 
gozava  con  ella.  «Quídam  inquit  per  invidiara  et  conteutionem 
quídam  autem  propter  bonam  voluntatem  Christum  predicant».  Et 
Paulo  post:  «Quid  euini  dum  oumimodo  sive  per  occasionem,  sive 


347 

per  veritatem  Xpus.  anuutiet  in  hoc  gaudeo  et  gaudebo»  (ad 
Philip  1.°)  y  que  la  buena  doctrina  también  se  baya  de  tomar  de 
los  malos  malos,  como  de  los  buenos  Xpiaos.:  «ipse  docet  iu 
Evangelio  Math.  illis  verbis:  super  cathedram  Moysi  sederunt 
scribfe  et  Pharisei  qusecumque  ergo  dixerint  vobis  facite  sine 
vero  opera  eorum  nollite  faceré  dicunt  n.  et  non  faciunt.» 

En  la  12  réplica  dize,  que  todas  las  conquistas  de  Indias  que 
hasta  ahora  se  an  hecho,  aunque  se  ayan  guardado  en  ellas  todas 
las  instructiones ,  an  sido  injustas,  tiránicas  é  infernales. 

Esta  assercion  es  errónea ,  escandalosa  y  fundada  en  una  te- 
meridad herética,  porque  se  funda  en  dezir  que  el  decreto  é  in- 
dulto que  Alexandro,  papa  VI,  instituyó  ó  concedió  á  los  reyes 
chatólicos  de  subiectar  á  los  indios  á  su  señorío,  y  tras  esto  ha- 
berles predicar  el  Evangelio,  é  que  la  bulla  y  rescripto  del,  que  es 
como  las  otras  estravagantes,  no  tiene  fuerza  ni  se  deve  obedezer, 
porque  el  Papa  no  tuvo  poder  para  ello:  lo  qual  dezir  es  condem- 
nado  por  la  yglesia  como  heregía.  Cap.  Nulli,  dist.  19,  cap.  Vio- 
latores,  et  cap.  Generalis  25,  q.  1.  con  su  glossa;  y  que  se  funde 
en  esta  temeridad,  pruévase  porque  el  asertor  sabe  muy  bien,  y 
es  notorio,  que  todas  las  conquistas  desde  el  principio  van  fun- 
dadas en  aquella  bulla  y  decreto,  la  qual  bulla ,  si  tiene  fuerca  y 
autoridad,  está  claro  que  la  conquista  es  justa,  lo  qual  niega  el 
asertor;  pues  que  él  tenga  por  cierto  que  el  Papa  no  tuvo  poder 
para  hazer  aquel  decreto  é  indulto,  muéstralo  muy  á  la  clara 
porfiando  que  la  Iglesia  no  tiene  jurisdicción  sobre  los  infieles  ne- 
gativos, y  éste  es  principal  fundamento  en  que  funda  su  error  de 
ser  injusta  la  conquista,  como  parece  por  la  quinta  y  sexta  réplica 
y  por  estas  palabras  que  dize  en  la  12  réplica:  los  infieles,  antes 
que  se  baptizen  no  son  subditos  de  la  Iglesia,  ni  la  Iglesia  les 
puede  quitar  ni  poner  Señor,  ni  ellos  obedecer,  que  es  directa- 
mente contradezir  la  bulla  y  donación;  y  la  cubierta  que  trae  para 
cubrir  esta  temeridad  es  decir,  que  la  bulla  no  da  autoridad  ni 
aprueva  que  aquellos  paganos  sean  subiectos  y  después  enseña- 
dos, ni  tal  cosa  dize;  lo  qual  es  una  gran  burla  y  desvergüen- 
za intolerable  querer  con  cavilaciones  cegar  los  entendimien- 
tos de  los  hombres  en  cosas  manifiestas ;  pues  manifiestamente 


348 

alaba  el  Papa  por  sancto  y  loable  el  propósito  de  los  reyes 
chathólicos:  «quod  gentos  illas  vellint  sibi  divina  favente  cle- 
mentia  subiicere  et  ad  fidem  chatholicam  reducere.»  Y  exhór- 
tales en  grande  manera  á  ello ,  encomendándoles  que,  pues 
quieren  con  zelo  de  la  fee  hazer  esta  expedición  (que  quiere  de- 
zir,  conquista  y  guerra,  como  saben  todos  los  que  entiendan 
latin),  trabaxen  de  hazerlos  convertir  á  la  fee  chatólica,  porque 
éste  es  el  fin  último  y  principal,  y  porque  lo  hazen  más  libremen- 
te; y  con  mayor  ánimo  les  haze  gracia  á  ellos  y  á  sus  successores 
de  todas  aquellas  islas ,  tierras  firmes  con  todos  sus  señoríos ,  cib- 
dades,  villas,  lugares,  derechos  y  jurisdicciones  ó  pertenencias.  E 
diziéndolo  la  bulla  tan  abiertamente,  dize  el  asertor  que  no  se 
dize,  como  si  hablase  con  niños  ó  hombres  que  no  tienen  entendi- 
miento ni  entienden  latin.  Assí,  que  dezir  que  no  dize  la  bulla  lo 
que  dize  tan  claro,  es  dezir  por  todo  á  la  clara  que  esto  es  burla  y 
que  el  Papa  no  lo  pudo  hazer,  aunque  no  lo  osa  dezir  tan  expresa- 
mente, en  la  qual  temeridad  propriamente  tienen  Ingar  los  de- 
cretos arriba  alegados.  Porque  ya  que  fuese  lícito  dezir  que  el 
Papa  puede  errar  « extra  fidem  et  in  decretis  moralibus ,  desertus 
ab  spiritu  sancto  at  eius  ductu  guberuat  Ecclesiam;»  pero  no  es 
verisimille ,  ni  se  deve  pensar  que  yerra ,  y  afirmarlo  es  grande 
temeridad  á  personas  particulares ,  y  trae  grande  sospecha  que 
siente  mal  del  poder  de  la  Iglesia  el  que  lo  affirma ,  y  por  eso  se 
condena  como  hereje  en  los  capítulos  citados,  solamente  puede 
dezir  otro  Papa,  que  representa  la  persona  de  toda  la  Iglesia,  ó 
un  concilio  general ,  que  es  lo  mismo,  para  enmendarlo  y  consti- 
tuir lo  justo  y  verdadero,  mas  los  juezes  y  personas  particulares 
no  an  de  juzgar  de  las  leyes  ó  decretos  ya  hechos,  sino  juzgar 
conforme  á  ellos  (Cap.  1  In  istis,  dist.  4),  mayormente  de  decreto 
de  tanta  importancia  perteneciente  á  la  vniversal  administración  de 
la  Iglesia  y  á  la  manera  que  se  a  de  tener  en  convertir  á  la  fee 
chathólica  vn  mundo  nuevo:  en  lo  qual  pensar  que  el  Spiritu  sancto 
dexase  errar  al  Papa  y  sentir  mal  de  la  fee,  en  especial  contradi- 
ziendo  por  la  mesma  artificiosa  temeridad  de  cavillaciones  el  de- 
creto de  S.  Gregorio,  Papa  (cap.  Si  non  23,  q.  4),  en  el  qual  cla- 
ríssimamente  dize  que  las  guerras  que  los  xpianos.  hazen  á  los 


349 

gentiles  solamente  para  dilatar  la  yglesia  y  fee,  y  para  que  ha- 
viéndolos  subietado  les  prediquen  el  Evangelio  y  nombre  de  Xpo. 
son  justas  y  sanctas,  lo  qual  hazia  Genadio  Exarcho  de  África 
con  las  gentes  finítimas  al  imperio  Romano  en  la  África  interior, 
porque  dezir  que  lo  hazia  por  otras  causas  es  vna  desvergüenza 
de  cavillacion ;  pues  el  mesmo  S.  Gregorio  díze  que  lo  hazia  so- 
lamente por  esto  de  subiectallos  para  que  les  predicasen  cómoda- 
mente el  nombre  de  Xpo, 

A  lo  que  dize  de  su  Confessionario  y  juntamente  de  mi  libro, 
remitiéndome  á  lo  que  dixe  en  la  prefación  que  es  la  verdad, 
torno  á  dezir  que  nunca  el  Consejo  real  determinó  cosa  ninguna 
contra  mi  libro,  más  de  dilatar  la  licencia  de  imprimir,  y  después 
de  impreso  en  Roma,  examinado  y  aprovado  por  el  Vicario  del 
Papa  y  de  Maestro  del  Sacro  palacio  y  de  vn  avditor  de  Rota,  y 
alabado  por  el  común  parecer  de  los  doctos  de  Roma ,  no  lo  tuvo 
por  mal,  aunque  por  otras  vías  vvo  contradicción,  alegando  que 
pues  se  habia  impresso,  «lite  pendenti»  sobre  la  impresión  no  se 
devia  consentir  que  anduviese  impreso:  mas  nunca  esto  se  execu- 
tó,  si  no  fué  en  Salamanca  por  inportunacion  del  Obispo  de  Chia- 
pay  de  sus  amigos  apassionados;  ni  por  eso  no  dexaron  de  andar 
públicamente  por  la  corte  muchas  copias  sin  que  nadie  más  lo 
contradixese  ni  á  mí  se  me  hablase  palabra,  aunque  las  tenia  y 
dava  á  leer  publicamente  á  quien  quería,  y  lo  tuvieron  y  leyeron 
aquellos  señores  del  Consejo  real  y  de  la  congregación  y  todos 
los  doctos  de  la  corte.  Mas  el  Confessionario,  como  vino  á  noticia  y 
á  manos  del  Consejo  real ,  lo  mandó  ver  y  examinar  y  fué  ávido  y 
juzgado  por  falso,  escandaloso  y  temerario,  y  él  fué  llamado  al 
Consejo  real  sobre  ello,  y  reprehendido  ásperamente  del  señor 
Presidente  delante  de  aquellos  señores ,  y  mandado  buscar  y  re- 
coger el  Confessionario  por  toda  Castilla  por  los  monasterios, 
como  se  hizo,  y  lo  mismo  se  proveyó  se  hiziese  en  las  Indias,  y 
también  se  sabe  y  es  público,  que  éste  mi  libro  que  por  traslados  y 
sumas  se  a  divulgado  por  toda  la  Xpiandad.  a  sido  causa  que  se 
conozca  el  error  de  los  que  antes  de  mí  avian  escripto  lo  contra- 
rio, y  después  ayan  escripto  en  favor  de  la  conquista  de  Indias 
ocho  hombres  de  los  más  doctos  theólogos  y  canonistas  de  nuestra 


350 

nación ,  siguiendo  diversas  razones  con  gran  doctrina  é  ingenio; 
pero  todos  se  reduzen  y  caen  debaxo  de  alguna  de  las  quatro  que 
yo  puse  desde  el  principio  en  mi  libro,  cada  vna  bastante  para 
justificar  la  conquista,  los  quales  son:  fray  Alonso  de  Castro,  fray 
Luis  de  Carvajal,  fray  Bernardino  de  Arévalo,  franciscanos,  el 
doctor  Honcala,  canónigo  de  la  cathedral  de  Avila,  excelentes 
theólogos ,  y  el  señor  obispo  de  Menchoacan  que  avia  estado  mu- 
chos años  en  las  Indias,  el  licenciado  Gregorio  López,  del  Conseja 
de  Indias,  el  Arcediano  de  Mallorca  y  otro  doctor  Mallorquín,  gran- 
des canonistas. 

A  lo  que  dize  que  quatro  Maestros  y  dos  Presentados ,  que 
nombra,  de  los  más  doctos  y  de  más  autoridad  de  su  orden,  firma- 
ron su  Confessionario  dando  también  estos  errores ,  digo  que  no 
es  de  creer  que  hombres  tan  doctos  y  tan  graves  firmasen  tales 
disparates  de  tan  mala  doctrina,  ó  leyeron  el  libro  con  poca  atten- 
cion  y  lo  firmaron  por  importunación  y  mañas,  que  no  faltan  al 
autor;  y,  por  ventura ,  como  vno  firmase  desta  manera,  los  otros 
se  fueron  tras  aquél ,  por  no  leer  todo  el  libro  que  es  grande  y 
pesado,  y  estando  sin  sospecha  de  tan  perversa  doctrina,  sin  con- 
siderar más  del  puncto  principal ;  y  así  lo  mostró  vno  dellos  de 
los  más  principales,  que  preguntado  de  otro  religioso  muy  docto 
y  muy  grave  que  habia  leydo  mis  annotaciones ,  se  maravilló 
oyéndolo  referir,  y  dixo  que  él  nunca  tal  havia  visto,  ó  á  lo  menos 
considerado.  Y  fray  Domingo  de  Soto,  quando  summó  el  libró, 
viendo  y  rehuyendo  la  mala  doctrina,  yva  colorando  y  remen- 
dando aquellos  lugares;  «sed  irrita  opera  uam  in  morbo  incura- 
bili  parum  proficit  medicorum  diligentia  presertim  cum  egrotantis 
cseca  temeritas  morbi  iudulgens  artis  medicinae  precepta  contem- 
nit,»  como  le  acontecia  en  las  réplicas  después  de  aver  yo  más 
descubierto  las  llagas.  «Nam  inter  fomenta  solicite  nisi  quod  ma- 
lura erat  insanabile  et  diligenter  adhibita  iu  pristinum  subinde 
furorem  erumpebat. »  Assí,  que  aunque  él  procura  mañosamente 
con  sus  contiendas  particulares,  que  nunca  le  faltan ,  hazcrlas  co- 
munes, ttut  seditiosi  solent  tum  miraret  equidem  si  quisquam  esset 
modus  sanus  qui  vellet  suam  bonam  cum  illius  perdita  causa  et 
audicatia  precipite  miscendo  conmaculare.» 


351 

Hasta  aquí  e  respondido  por  la  honrra  de  Dios  y  de  nuestros 
revés  y  nación ;  ahora  quiero  bolber  por  la  raia  en  pocas  pala- 
bras ,  porque  bastará  descubrir  el  arte  y  mañas  que  el  Obispo  de 
Chiapa  siempre  a  vsado  contra  mí.  Y  es,  que  viendo  todas  las 
racones  que  trae  para  contradezir  la  verdad  que  yo  defiendo,  son 
vanas  y  de  muy  poco  peso,  determinó  de  ponerlo  todo  en  revuel- 
ta con  calumnias  y  ficciones  faera  de  propósito,  porque  lo  que  yo 
afirmo  y  tengo  escripto  es  en  summa,  que  la  conquista  de  ludias 
para  subiectar  aquellos  bárbaros  y  quitarles  la  ydolatria  y  hazer- 
les  guardar  las  leyes  de  naturaleza  aunque  no  quieran,  y  después 
de  subiectos  predicarles  el  Evangelio  con  la  mansedumbre  XpianM 
sin  fuerca  ninguna,  es  justa  y  sancta,  y  que  aviéndolos  subiec- 
tado  no  los  han  de  matar  ni  hazer  esclavos  ni  quitarles  las  ha- 
ciendas, sino  que  sean  vasallos  del  rey  de  Castilla  y  pagar  su 
tributo  conveniente  como  está  determinado  y  mandado  de  nues- 
tros reyes,  y  por  sus  instrucciones  dadas  á  los  Capitanes  generales 
que  an  embiado ,  y  que  lo  que  contra  esto  se  haze  es  mal  hecho  y 
grave  peccado  de  que  se  a  de  dar  estrecha  quenta  á  Dios,  y  lo 
tomado  por  fuerza,  fuera  del  derecho  de  la  guerra,  es  robo  y  se  a 
de  restituir,  y  nuestra  question  está  en  si  esto  es  verdad,  como  yo 
lo  tengo  escripto  ó  no;  y  el  Obispo  de  Chiapa,  aviendo  esto  lejáo 
mili  vezes  en  mis  escriptos,  en  lugar  de  confutarlo,  gasta  toda  la 
vida  en  contar  las  crueldades  y  robos  que  los  soldados  an  hecho 
y  aun  los  que  no  han  hecho ,  diziendo  falsamente  que  yo  los  fa- 
vorezco y  apruevo  los  males,  sabiendo  él  como  dixe,  y  todos  los 
que  an  leydo  mi  libro,  divulgado  por  toda  la  chistiandad,  lo  con- 
trario, y  que  los  males  me  parezen  á  mí  peor  que  á  él  y  los  re- 
prendo tan  ásperamente  como  se  deve  en  mi  libro,  aunque  en 
ello  no  gasto  tanto  tiempo  como  él,  que  nunca  esto  fué  del  pro- 
póssito  de  la  question,  porque  las  crueldades  y  robos  y  injurias  y 
peccados  que  los  soldados  hazen  casi  en  todas  las  guerras ,  no 
quita  nada  de  la  justicia  de  la  guerra ,  si  ella  por  sí  es  justa,  y  lo 
que  por  derecho  della  se  toma  no  es  robo  ni  ay  obligación  de 
restituirlo,  como  dize  S.  Thomás  (22,  q.  66,  art.  8);  assi  que  todo 
lo  que  me  impone  es  falso  como  saben  todos  los  que  an  leydo  mi 
libro,  y  él  mejor  que  nadie. 


352 

Auieudo  uisto  la  censura  del  doctor  Jínés  de  Sepúlveda,  hom- 
bre insigue  y  famoso  en  letras  en  nuestros  tiempos ,  que  hico  á 
algunas  proposiciones  y  sentencias  que  el  obispo  de  Chiapa,  don 
fray  Bartolomé  de  las  Casas  dixo  en  el  tratado  que  hico  de  la 
Conquista  de  las  ludias ,  por  ser  tales  que  merecen  mucha  califi- 
cación ,  rae  pareció  notar  lo  siguiente : 

En  la  1/,  donde  dice  que  aunque  á  Christo,  en  quanto  hom- 
bre, le  es  toda  la  vniversidad  de  los  hombres  subiecta,  es  en  po- 
tencia, pero  no  le  es  en  acto;  esto  dixo  el  obispo  de  Chiapa,  para 
dezir  que  los  infieles  indios  no  son  miembros  de  la  Iglesia  en  acto 
y  assi  no  están  subiectos  á  ella,  y  por  esto  no  es  Christo,  nuestro 
Señor,  Señor  en  acto  de  los  tales  infieles ,  sino  en  potencia,  y  no 
siendo  Señor  en  acto  Christo  nuestro  Redemptor,  menos  lo  es  el 
Romano  Pontífice.  Esta  proposición  tiene  todas  las  calidades  quel 
doctor  Sepúlveda  le  da,  porque  degir  que  Christo,  nuestro  Señor, 
no  es  actual  Señor  de  todos  los  hombres,  assi  fieles  como  infieles, 
es  herejía;  la  razón  es  de  aquel  lugar.  (Math.  28)  «Data  est  raichi 
omuis  potestas  in  coelo  et  in  térra».  Esto  dixo  Christo  después  de  re- 
sucitado y  quando  se  quería  subir  al  cielo,  y  dice:  «data  est,»  no 
dice  «dabitur,»  luego  en  acto  y  no  en  potencia  es  Christo  Señor  de 
todos  los  hombres  en  lo  que.toca  al  bien  espiritual,  y  de  lo  tempo- 
ral en  cuanto  se  ordena  á  lo  spiritual. 

La  2/  razón  por  ques  herejía,  es  esta:  en  acto  tiene  Xpo.  las 
llaves  y  todo  el  poder  directo  y  coercitibo,  y  en  acto  las  tiene  su 
Vicario  el  Romano  Pontífice.  ílsto  se  prueba  de  aquel  lugar: 
(Math.  16)  tttibi  dabo  claves,»  y  el  Concilio  Trident.,  en  la  sec- 
ción 6,  canon  21,  dice:  «Xpus.  dominus  non  solum  ut  Redemptor 
datus  est  hominibus  üt  ei  fidant  sed  ut  legistator  ut  ei  obediant.» 
En  acto  fué  Redemptor  y  la  redempcion  se  aplica  á  todos  los  que 
la  quieren  en  acto,  luego  en  acto  es  Señor  de  todos  y  en  acto  le 
deben  todos  los  hombres  la  redempcion ,  y  el  derecho  actual  de 
redemptor  y  legislador  le  tiene  Xpo.  en  propiedad,  possesion  y 
señorío,  como  hijo  vnigéuito  de  Dios  y  Señor  de  todos  los  hom- 
bres ,  como  parece,  psal.  2.",  donde  el  real  propheta  dice  ques 
heredad  de  Xpo.  y  herencia  suya  todos  los  hombres  del  mundo. 
Assi  lo  entiende  S.  Agus.  y  S.  Hieron.,  glosando  aquel  psal.,  en 


353 

aquel  verso,  « dabo  tibi  gentes  hereditatem  tuam,»  y  en  el 
psal.  71,  donde  el  real  propheta  dice  que  á  Xpo.,  nuestro  Señor,  le 
es  dado  todo  el  imperio:  «A  mari  usque  ad  mare,»  sin  ecceptar 
persona,  estado  ni  reino  alguno,  y  que  como  rei  y  señor  tiene  la 
jurisdicción  para  sentenciar  á  todo  el  mundo:  eso  es  lo  que  dice 
en  aquel  verso:  aDeus  juditium  tuum  regi  da.» 

Demás  desto,  ésta  es  verdad  chatolica  y  recibida  de  todos, 
quel  Papa  tiene  suprema  potestad  en  acto  sobre  todos  los  reies  y 
reinos  del  mundo  y  sobre  todos  los  hombres  fieles  é  infieles  i 
sobre  todo  lo  temporal,  en  quanto  se  ordena  al  fin  y  bien  spiri- 
tual;  y  decir  lo  contrario  es  error  ain  fide,»  como  se  prueba  de 
aquel  texto  Mathe.  16:  «quemcunque  solueris  et  ligaberis  super 
terram,  »  i  de  aquel  texto  Joa.  21 ,  «pasee  oues  meas,»  donde  se 
da  autoridad  sobre  todos  los  hombres  á  S.  Pedro  é  á  sus  succeso- 
res ,  sin  ecceptar  persona  alguna ,  ora  sea  fiel ,  ora  infiel ;  assí  se 
declara  está  authoridad,  C.  solite.  de  maior.  et  obedien. 

La  euassion  que  da  el  Obispo  de  Chiapa  diciendo  que  los  in- 
fieles indios  no  son  subiectos  actuales  ni  miembros  de  Xpo.,  por- 
que no  tienen  fe  ni  caridad,  y  ex  consequenti,  no  son  subditos  del 
Papa,  es  fuera  de  propósito,  que  aunque  es  assí  verdad,  pero  de 
fe  es  como  queda  probado  que  por  auerlos  Xpo.  redimido,  quedó 
Señor  actual  de  todos  «jure  redemptionis , »  y  assí  tiene  actual 
jurisdicción  sobre  todos  ellos ,  y  con  esa  condena  á  los  infieles 
idólatras  que  no  quieren  creer  ni  guardar  la  lei  natural  y  diuina 
ni  recibir  la  euangélica,  y  con  justicia  les  comdemna,  y  comde- 
nar  con  justicia  no  se  puede  hacer  sin  tener  actual  jurisdicción 
sobre  todos. 

La  2,"  proposición,  demás  de  las  racones  y  lugares  alegados  con 
que  se  prueba  ser  impía,  herética  y  blasfema,  ái  otros  muchos  tex- 
tos sagrados. 

Primero,  se  a  de  aduertir  la  proposición,  la  qual  es  disiuntiba, 
i  dice  assí:  que  se  puede  persuadir  por  racones  buenas  y  proba- 
bles y  casi  inconuencibles  no  ser  contra  lei  natural  offrecer  sa- 
crificio de  víctimas  humanas  á  Dios  verdadero  ó  falso,  si  es  teni- 
do por  verdadero.  Para  la  uerdad  de  la  proposición  disiuntiva  se 
requiere  que  la  una  parte  sea  uerdadera,  y  para  la  falsedad ,  que 
Tomo  LXXI.  23 


354 

ambas  partes  sean  falsas.  La  1.'  parte  que  dice  que  se  puede 
persuadir  con  razones  no  ser  contra  lei  natural  offrecer  hom- 
bres con  muerte  en  sacrificio  á  Dios  uerdadero :  lo  1 ."  es  falsísi- 
mo porque  no  ai  principio  natural  ninguno,  ni  de  los  que  son 
primeros  ni  segundos,  del  qual  ü  de  los  quales  se  pueda  inferir 
tal  conclusión,  ni  probable  ni  demostratiba  que  conuenga,  porque 
del  primer  principio  «bonum  esse  persequendum  et  malum  fugien- 
dum,»  j  del  otro:  «quod  tibi  non  vis  alteri  ne  feceris;»  de  ninguna 
manera  se  puede  deducir  tal  conclusión. 

De  los  segundos  principios ,  que  son  el  decálogo  y  son  expli- 
cación del  derecho  natural ,  menos  se  puede  inferir;  de  manera 
ques  falsa  doctrina  en  principios  naturales  decir  que  por  racones 
se  puede  probar  no  ser  contra  lei  natural  matar  hombres  para  ofre- 
cérselos áDios;  demás  de  ser  falsísima  es  herética,  porque  con 
mandato  expreso  y  prohibición  clara  fue  vedado  y  prohibido  por 
Dios  el  sacrificio  de  víctimas  humanas :  (Leuit,  8.)  «Sbmentuum 
non  dabis  trahiciendum  per  ignem.  (Hierem.  19.)  Eue  ego  inducam 
aflictionem  super  locumistumeo  quodrepleverunt  illudsanguine 
inocentum:  locus  ille  appelabatur  Tophet  atimpanis  que  pulsabant 
ne  pater  misere  eialans  fllli  noces  audiret;»  porque  los  padres  no 
olesen  las  uoces  de  los  niños  quando  los  quemaban ,  tenian  sona- 
jas y  adufes,  exsecró  y  abominó  Dios  al  ídolo  Moloh,  porque  le 
sacrificaban  víctimas  humanas,  i  lo  maldixo  con  particular  maldi- 
ción. (Deuteren. ,  c.  2,  v.  4,  reg.  22,  Here.  32.)  ¥A  delito  del  rei 
Manases,  porque  quemó  un  hijo  suio  en  sacrificio  al  ídolo  Moloh,  le 
llamó  Dios  abominación  (4  reg.  21.)  Semejante  sacrificio  ofreció 
el  rei  Achaz  de  otro  hijo  suio,  y  le  quemó  uiuo  (4  reg.  16.)  En  el 
psal.  105  está  condenada  esta  abominación. 

Es  también  la  dicha  proposición  impía  y  blasfema ,  porque  es 
poner  en  Dios  crueldad  y  atribuirle  que  recibe  contento  de  uer 
derramar  sangre  inocente  i  que  se  huelga  de  muerte  de  inocentes, 
i  esto  es  impiedad ,  crueldad  y  inumanidad  ,  siendo  verdad  cierta 
que  Dios  «non  delectat  iu  perditione  morientium,»  tanto  que  con 
ser  la  muerte  de  Xpo.  el  sacrificio  que  aplacó  á  Dios,  porque  los 
judíos  derramaron  aquella  sangre  inocentíssima,  los  castigó  y 
castiga  temporal  i  eternamente  con  tormentos  eternos. 


355 

Y  decir  que  por  racones  buenas  y  prouables  se  puede  probar 
ques  bueno  ofrecer  á  Dios  víctimas  humanas,  fuera  bien  que 
dixera  el  Obispo  de  Chiapa  alguna  ra^on,  i  dixera  de  qué  princi- 
pios y  premissas  antes  se  deducia,  y  aunque  se  quiere  ualer  del 
sacrificio  de  Abraham ,  que  por  mandado  de  Dios  se  le  mandó  sa- 
crificar á  su  hijo,  es  fuera  de  propósito,  porque  Abraham  enten- 
dió que  quien  le  mandaba  aquello  era  el  verdadero  Dios ,  y  no 
quiso  ponerse  á  rabones  con  él  sino  obedecerle;  y  por  eso  es  tan 
calificada  la  fe  de  Abraham,  quanto  más  que  Dios  quiso  examinar 
la  obediencia  de  Abraham,  y  asi  como  la  conoció,  no  permitió  que 
aquel  sacrificio  se  hiciese ,  ni  quiso  tal  muerte. 

La  otra  parte  de  la  proposición,  que  por  razones  probables  se 
puede  persuadir  ser  conforme  la  leí  natural  ofrecer  sacrificio  de 
victimas  humanas  al  dios  falso,  tenido  por  verdadero,  es  también 
falsa,  porque  aunque  á  «natura  est  iüsitum»  el  sacrificar,  como 
lo  dice  Arist.:  «in  rethorica  ad  Alexand.,  c.  2,  ibi  dicimus  sacri- 
fitia  seruanda  esse  presentí  statu;  et  in  c.  37,  ibi.,  sacrifitia facie- 
mus  ad  déos  quidem  pie;  et  lib.  3,  Polit,,  c.  10  ibi  relictum  est 
regibus  üt  cerimoniarum  erga  Deo  haberent  facultatem;  et  lib.  6, 
Polit.,  c.  7.  Alia  Spes  curationis  est  circa  rem  diuinam;»  i  sancto 
Thomás  (22,  q.  85,  art.  1.")  aunque  el  sacrificar  lo  dicte  la  natu- 
raleza; pero  sacrificar  víctimas  humanas,  ques  matar  hombres 
inocentes,  es  directo  contra  racon  natural,  como  dice  Arist.  en 
el  c.  37,  allegado  «sacrifitia  ad  Déos  pie  sunt  facienda.»  Qué  maior 
impiedad  ni  crueldad  que  quemar  uiuo  á  un  inocente? 

Lo  2.°,  Eusebio  Panphil,  lib.  4  de  Preparaciones  evangélicas, 
c.  7,  dice  tratando  destos  sacrificios  i  vítimas  humanas  que 
ofrecían  los  jentiles  á  los  dioses  falsos :  « incipiaraus  obstendere 
quantus  error  quantaque  impietatis  putredohumanarumjenus  de- 
tinebat»  error  y  impiedad  llama  á  los  tales  sacrificios. 

Lo  3.",  que  los  jentiles  que  ofrecían  víctimas  humanas  al  dios 
falso,  tenido  por  verdadero,  peccaban  mortalmente,  i  no  por  otra 
causa  sino  porque  hacían  contra  la  lei  natural,  porque  no  tenían 
otra  lei  que  les  obligase  sino  la  natural,  y  la  culpa  no  era  porque 
sacrificaban  hombres ;  y  esto  ni  la  naturaleza  lo  podía  enseñar  ni 
Dios  lo  inspiraba,  y  así  dice  S.  Pab.  (ad  Roma.  1.°),  que  no  tie- 


356 

nen  escusa  los  que  ignoran  la  lei  natural ,  y  es  común  consen- 
timiento de  todos  los  theólogos  que  no  se  puede  dar  ignorancia 
invincible  de  la  ley  natural ,  la  qual  ignorancia  escusa  de  pec- 
cado;  y  asi ,  decir  que  por  racones  se  puede  probar  ser  conforme 
á  lei  natural  sacrificar  yictimas  humanas,  es  hacer  escusables  á 
los  que  las  offrecian  y  que  no  peccaban :  esto  es  error  en  la  fe, 
porque  S.  Pab.  los  llama  inexcusables,  y  todos  los  theólogos  tie- 
nen que  no  son  excusables ;  y  assi ,  aunque  sea  el  sacrificar  á 
dioses  falsos  tenidos  por  uerdaderos,  la  raoon  no  puede  ditar  tal 
manera  de  sacrificio  por  ques  derechamente  contra  la  lei  natural. 

En  la  3/  proposición  dice  el  de  Chiapa,  que  no  sabe  lo  que  Dios 
juzga  de  los  idólatras  que  ofrecen  honbres  inocentes  al  dios  falso; 
esta  es  herejía  specialiter  contra  textos  expresos  de  los  euangelios, 
porque  los  idólatras  y  infieles  dice  Xpo.  por  S.  Juan,  c.  13,  «qui 
non  credit  iam  judicatus  est,»  i  decir  un  christiano,  i  más  theólogo, 
que  no  sabe  lo  que  Dios  juzga  de  los  infieles  idólatras,  estando 
obligado  á  sauerlo,  como  lo  estaña  el  obispo  de  Chiapa,  es  herejía 
expresa  decir  que  no  sabe  lo  que  Dios  juzga  de  los  infieles,  porque 
es  de  fe  chatólica  que  á  los  infieles  que  no  creen  los  tiene  ya  Dios 
juzgados  y  condenados. 

En  la  4.*,  dice  que  no  están  obligados  los  infieles  á  creer 
algún  predicador  de  nuestra  fe ,  si  ua  acompañado  de  jente  de 
guerra,  robadores  i  matadores;  también  ésta  es  herética,  porque 
si  condena  Dios  á  los  infieles  porque  no  quieren  creer,  luego 
obligados  están  á  creer  quando  se  les  propone  la  fe,  y  si  ay  pre- 
cepto de  predicarla,  como  consta  de  los  lugares  del  euangelio, 
luego  ay  precepto  de  oiría  que  obliga  en  conciencia ,  y  decir  que 
no  están  los  infieles  obligados  á  creer  el  predicador,  uése  claro 
ques  herejía ;  i  lo  que  dice  que  escusa  á  los  indios  de  creer  por  ir  el 
predicador  aconpañado  déjente  de  guerra,  es  de  «per  accidens,» 
porque  aquel  miedo  a  de  ser  «cadens  in  virum  constatem»  para 
que  excuse,  y  aquí  no  corre  esto,  porque  el  miedo  no  les  quita  la 
libertad  para  que  dexen  de  poder  creer. 

Dice  más,  que  todas  las  conquistas  que  hasta  agora  se  an 
hecho  y  se  aian  guardado  en  ellas  todas  las  instrucciones  de  los 
reies  chathólicos  y  del  Papa,  an  sido  conquistas  tiránicas,  injustas 


357 

y  infernales.  Entendido  el  sentido  desta  proposición  absoluta- 
mente, demás  de  ser  escandalosa  es  herrónea,  porque  condemna  lo 
que  con  autlioridad  apostólica  se  hico ,  que  fué  dar  el  Papa  aquellas 
conquistas  á  los  reies  cathólicos  para  que  por  su  orden  se  predi- 
case el  evangelio  en  aquellas  partes ,  y  condemnar  esto  es  escán- 
dalo y  ofensa  que  hace  al  Papa  y  á  los  reies  cathólicos  sanctos. 

Miradas  y  consideradas  las  censuras  del  doctor  Jinés  de  Se- 
púlveda,  y  estas  que  aquí  de  nuebo  se  ponen,  i  el  modo  de  proce- 
der que  tubo  el  Obispo  de  Chiapa,  sin  duda  se  podrian  reducir  á 
concordia  y  no  á  tanto  rigor. 

En  la  1."  proposición  de  que  Xpo.  no  es  señor  actual  de  todos 
los  hombres  del  mundo,  así  fieles  como  infieles ,  el  Obispo  de 
Chiapa  dice  en  la  5.»  foja  del  tratado  comprobatorio  del  imperio 
que  tienen  los  reies  de  Castilla  sobre  las  Indias ,  y  son  palabras 
formales  en  el  rrenglon  II,  columna  2.*,  por  manera,  que  según  las 
autoridades  alegadas  y  otras  que  dexamos,  cierta  potestad  y  po- 
derío se  atribuie  á  Xpo.  en  acto  y  alguna  en  potencia  ó  en  hábito 
por  respeto  de  los  pecadores  infieles  y  malos  Xpianos.,  y  así  los 
infieles  son  solamente  subiectos  á  Xpo.  en  potencia  y  en  hábito: 
por  este  camino  parece  que  el  Obispo  de  Chiapa  se  puede  euadir, 
aunque  si  se  mira  el  rigor,  no  habla  lisamente  en  este  artículo. 

En  la  2.*  proposición,  la  intención  del  Obispo  es  poner  excusa 
eu la  gente  común  y  plebeya  de  los  indios,  y  destos  dice,  que  po- 
drian tener  escusa,  porque  hacen  lo  que  sus  maiores,  y  sus  reies  y 
sacerdotes  les  enseñan  en  el  sacrificar  víctimas  humanas;  pero  á 
los  maiores  y  á  los  caciques  no  les  puede  excusar,  y  esta  euasion 
puede  dar  á  lo  dicho;  pero  agora  no  disputamos  si  la  excusa  será 
suficiente  ú  no,  si  no  calificamos  qué  calidad  tiene  en  materia  de 
fe  decir  ques  conforme  á  racon  natural  ofrecer  víctimas  humanas 
al  Dios  verdadero  ó  falso,  y  eso  queda  calificado. 

En  la  3.'  puede  tener  alguna  salida,  porque  él  pretendió  decir 
que  la  predicación  no  se  auia  de  hacer  con  miedos  y  amenazas,  y 
á  esto  parece  que  alude  el  Obispo  de  Chiapa. 

En  la  última  proposición,  mirando  el  orden  de  proceder  en  que 
ua  hablando  el  Obispo,  quiso  decir  que  los  conquistadores  eran 
tiranos,  pero  no  condemnó  la  predicación. 


358 

Todo  el  punto  destas  proposiciones  del  Obispo  de  Chiapa  es, 
que  la  conquista  de  las  Indias,  por  sólo  ser  los  indios  ydólatras  y 
sacrificar  hombres,  y  comer  carnes  humanas  y  no  guardar  la  ley 
natural,  no  se  pudo  hacer,  y  que  si  se  hi^o,  se  hizo  injustamente; 
pero  dice  clara  y  distinctamente  en  muchas  partes  de  su  suma  quel 
Papáes  señor  universal  de  todo  el  mundo,  y  que  Xpo.,  nuestro 
Señor,  le  dio  este  poder  en  acto  y  de  hecho  como  lo  tiene  el  mesmo 
Xpo.,  Señor  nuestro,  y  que  así  el  Papa  Alexandro  justamente  dio 
las  Indias  á  los  reies  chathólicos  para  que  embiasen  predicadores 
y  que  los  indios  fuesen  basallos  y  tricbutarios  de  los  reies  de  Cas- 
tilla, y  fundado  en  esta  doctrina  dice  muchas  cosas  que  las  pudiera 
excusar. 

El  doctor  Jinés  de  Sepülveda,  como  tan  grande  philósopho 
natural  y  moral ,  tubo  otro  principio,  que  fué  que  los  indios  por 
ser  idólatras  y  bárbaros  y  no  guardar  la  lei  natural  y  comer  car- 
nes humanas  y  sacrificar  hombres  á  los  demonios,  pudieron  ser 
justamente  conquistados,  y  quel  Papa  en  ragon  desto  dio  la  con- 
quista á  los  reies  de  Castilla;  y  por  este  camino  ua  fundando  toda 
la  justicia  que  los  reies  de  Castilla  tienen  para  ser  señores  de  los 
indios  y  para  que  se  les  concediese  el  embiar  predicadores.  Des- 
tas  dos  opiniones,  la  del  doctor  Sepülveda  a  sido  la  más  recibida 
y  que  las  escuelas  de  Alcalá  y  Bolonia  la  aprobaron  y  muchos 
theólogos  otros ,  y  asi  el  derecho  que  los  reies  de  Castilla  tienen  en 
las  Indias  es  justo  sin  haber  anido  tiranía  en  él;  lo  uno,  porque  el 
Papa  se  lo  pudo  dar,  y  desto  nadie  a  dudado,  y  lo  otro,  porque  los 
indios  perdieron  el  señorío  y  dominio  de  sus  tierras  por  ser  ma- 
tadores de  inocentes  y  comer  carnes  humanas  y  otras  inumani- 
dades  que  usaban. 

Esta  materia  es  latíssima,  io  no  la  determino,  sino  hago  esta 
resolución  por  seruir  al  señor  doctor  Baldecañas  Arellano,  del 
Consejo  de  S.  M.  y  su  oydor  en  la  real  chancillería  de  Granada, 
que  Dios  guarde,  en  8  de  Octubre  de  1571  años,  en  sant  Francisco 
de  Granada. 


359 


DECLARACIÓN 

de  cómo  las  excusas  de  los  errores  del  libro  del  Obispo  de  Chiapa 
no  son  bastantes  ni  relievan  nada. 

El  primer  error  es  decir  que  los  infieles  no  son  subiectos  á 
Xpo.  «in  actu,»  lo  cual  es  contra  el  Evangelio.  «Data  es  mihi  om- 
nis  potestas  in  Qoelo  et  in  térra. »  Mat.  vlt.'  La  excusa  es  que  él 
entendió  no  ser  subiectos  «per  fldem  et  charitatem , »  lo  cual  va 
fuera  de  propósito,  porque  nuestra  cuestión  es  de  la  jurisdicción 
y  foro  de  la  Iglesia  y  de  Xpo. ;  y  desto  habla  el  Obispo,  como  pa- 
rece, folio  86,  6.  y  fol.  38  b.,  assi  que  es  pura  cavillacion  y 
escusa  frivola. 

El  segundo  error  es  dezir  que  los  gentiles,  inducidos  por  razón 
y  derecho  natural  sacrificaban  hombres  á  los  dioses  falsos  que 
tenían  por  verdaderos:  la  escusa  es  dezir  que  el  Obispo  mesmo 
dize  que  no  quiere  escusar  en  esto  de  pecado  á  los  infieles,  lo  qual 
es  falso,  porque  claramente  trabaja  de  escusarlos  diziendo  pri- 
meramente, fol.  47  b.,  que  w  sabe  lo  que  Dios  en  este  caso 
juzga  dellos,  lo  cual  dubdar  no  es  de  Xpiano.  Después  dize,  que 
padecen  error  probable ,  y  tras  esto  que  por  buenas  y  probables 
y  casi  inconvencibles  razones  se  puede  persuadir,  que  sacrificar 
hombres  á  los  ídolos  tenidos  por  dioses  verdaderos  es  conforme  á 
ley  natural,  porque  si  las  razones  son  buenas  y  probables  verda- 
deramente concluyen;  y  después  dize,  fol.  48  a,  que  la  mayor 
parte  de  las  gentes  sacrificavan  hombres  á  sus  Dioses  inducidos 
por  la  razón  natural ,  lo  qual  todo  es  escusarlos  y  aprobar  lo  que 
hazian,  pues  lo  que  ellos  hacían  «erroreetignorantiajuris  naturse 
quo  iurse  naturse  iubemur  unum  verum  Deum  colere,»  dize  que  lo 
hazian  «inducti  iure  naturse  quod  est  impium  et  nefarium.» 

Pues  dezir  que  supuesto  un  pecado  mortal  se  sigue  otro  «iure 
naturse  est  falsissimum»  porque  aomne  peccatum  mortale  est 
contra  jus  uaturse  consensu  Theologorum,»  é  implica  contradic- 
ción ser  peccado  mortal  y  hazerse  «iure  naturse  hoc  igitur  est 


360 

impía  in  errore  constantia  vocare  ius  iiaturse» ;  lo  qual  no  se  sufre 
entre  hombres  doctos  y  chathólicos. 

El  3."  error  difflere  poco  del  segundo,  y  assimesmo  la  escusa 
es  pura  cavillacion,  como  largamente  tengo  probado  en  las  anno- 
taciones. 

El  4."  error  dize  que  los  infieles  no  son  obligados  á  creer  á  los 
predicadores  del  Evangelio  si  van  acompañados  de  gente  de  guerra, 
robadores  y  matadores;  lo  qual  es  contra  aquello  del  Evangelio 
«qui  crediderit  et  baptizatus  fuerit  salvus  erit;  qui  vero  non  cre- 
diderit  condemnabitur;»  lo  que  se  trae  en  escusa  desto,  que  no  son 
obligados  los  infieles  á  creer  á  los  predicadores  á  la  primera  pala- 
bra ó  denunciación,  no  haze  nf  da  por  el  Obispo;  porque  él  dize, 
folio  46  b.,  que  no  son  obligados  á  creer  á  la  primera  vez  ni  á 
muchas,  y,  folio  60  dize,  que  de  aquí  al  dia  del  juicio  nunca  serán 
obligados  ni  quanto  á  Dios  ni  quauto  á  los  hombres  á  creer  á  los 
predicadores,  mientras  no  fueren  los  denunciadores  y  predicado- 
res varones  virtuosos,  y  en  la  vida  verdaderamente  Xpianos,;  los 
predicadores,  aunque  vayan  sus  soldados  no  serán  obligados  los 
gentiles  á  creerles,  lo  qual  todo  tengo  provado  ser  falso  é  implo; 
lo  demás  que  se  dize  en  la  escusa  de  la  manera  que  deve  tener  en 
el  predicar  el  Evangelio,  ninguno  lo  niega,  y  esa  tienen  los  pre- 
dicadores que  allá  van,  y  el  Obispo  no  oppone  nada  desto  ni  es 
al  propósito.  El  exemplo  que  yo  puse  de  quando  se  predica  en  los 
actos  de  inquisición  tiene  lugar  en  los  que  sin  ser  relapsos  son 
pertinaces  en  su  yerro,  del  qual  trabaxa  de  sacarlos  el  predicador. 

El  quinto  error  es,  que  todas  las  conquistas  de  Indias  que 
hasta  oy  se  an  hecho,  aunque  se  ayan  guardado  todas  las  instruc- 
ciones, an  sido  injustas  y  tiránicas,  lo  cual  es  escandaloso  y  fun- 
.  dado  en  temeridad  condenada  por  heregia  (cap.  Nulli.  dist.  19, 
et  cap.  Generali  et  cap.  Violatores  25,  q.  1),  porque  se  funda  en 
decir  que  el  Papa  no  tuvo  poder  para  el  decreto  y  donación  que 
hizo  á  los  reyes  chathólicos  por  la  bulla:  la  escusa  es  que,  el 
Obispo  dice  en  otro  lugar  quo  bien  puede  el  Papa  subiectar  los  yn- 
dios  al  Rey  de  Castilla  con  tanto  que  no  se  quiten  los  señoríos  á  loa 
caciques  si  no  impiden  la  predicación  y  conversión,  y  que  por  lo 
raesmo  no  se  les  podia  hazer  guerra,  y  que  desta  manera  se  a  de 


361 

euteuder  la  bulla.  A  lo  qual  respondo,  que  en  este  libro  impreso 
de  que  tratamos,  llanamente  dize  que  la  yglesia  no  tiene  jurisdic- 
ción sobre  los  infieles,  ni  les  puede  poner  ni  quitar  señores,  ni 
ellos  son  obligados  á  obedecer,  que  es  contradecir  directamente 
la  bulla,  como  tengo  provado,  y  esta  glosa  que  añade  condiciones 
es  ficticia  y  sin  fundamento  y  contra  la  disposición  de  la  bulla,  la 
qual  da  facultad  de  subyectar  á  aquellos  bárbaros  por  guerra  si 
fuere  menester,  no  para  castigallos  porque  nos  hayan  ofendido, 
sino  porque  éste  es  medio  convenientíssimo  para  su  conversión, 
que  es  el  fin  principal,  como  hazia  Genadio  Exarcho  de  África,  á 
quien  tanto  alaba  S.  Gregorio.  (Cap.  Si  non  23,  q.  4.)  Assí  que  estos 
errores  son  inexcusables  entre  hombres  doctos  y  graves,  y  querer- 
los excusar  «est  abuti  ingeniosa  solertia,  quod  si  est  amicus 
Plato  tamem  fas  et  ius  est  magis  amicam  esse  veritatem. » 


363 


APÉNDICE  XXVI. 


TESTIMONIO  DE  LA  CONSAGRACIÓN  DEL  OBISPO  FR.  BARTOLOMÉ 

DE   LAS   CASAS,   CELEBRADA    EN    LA    IGLESIA    DE    SAN   PABLO 

DE   SEVILLA,   EN   LA   DOMINICA  IN   PASSIONE ,   DE   30 

DE  MARZO  DE    1544  ^ 

Didacus  de  Loaysa ,  Dei  et  Apostólicas  sedis  gratia  episcopus 
Modrusiensis ,  Universis  et  singulis  presentes  litteras  attestatio- 
nis  inspecturis  lecturis  pariter  et  audituris ,  salutem  in  domino 
serapiternam 5  noueritis  quod  Reuerendus  in  Xpo.  Pater  et  do- 
minus  frater  Bartholomeus  de  las  Casas,  electus  episcopus 
ecclesisB  ciuitatis  Regalis  quasdam  litteras  Santissimi  domini 
nostri  domini  Pauli  PP.  tertii  cum  cordula  canapi  vera  bulla 
plúmbea  ipsius  domini  nostri  Papse  more  Remanse  curise  inipen. 
buUatas.  Si  quidem  sauas  integras  non  cancellatas  ñeque  in 
aliqua  earum  parte  suspectas ,  sed  omni  prorsus  vitio  et  suspi- 
tione  carentes ,  ut  in  eis  prima  fatie  apparebat  nobis  presentar! 
fecit,  quas  nos  cum  ea  qua  decuit  reuerentia  recepimus  huius- 
modi  sub  tenore:  Paulus,  episcopus,  servus  servorum  Dei:  Di- 
lecto filio  Bartholomeo,  electo  Ciuitatis  Regalis,  salutem  et 
apostolicam  benedictionem.  Cum  nos  pridem  ecclesise  Ciuitatis 
Regalis  tune  certo  modo  Pastoris  solatio  destitutse  de  persona 
tua  nobis  et  fratribus  nostris  ob  tuorum  exigentiam  meritorum 
acepta,  de  fratrum  eorumdem  consilio  Apostólica  auctoritate 
promouendum  presitiendo  te  illi  in  Episcopum  et  pastorem 
prout  in  nostris  inde  confectis  litteris  plenius  continetur.  Nos 
ad  ea  quse  at  tuse  commoditatis  augmentum  cederé  valeant 
fauorabiliter  intendentes,  tuis  in  hac  parte  supplicationibus 


*    Archivo  de  Indias,  Sevilla. 


364 

inclínati  tibí  ut  a  quocumque  malueris  catholico  antistite  gra- 
tiam  et  communionem  appostolicsB  sedis  liabente ,  accitis  et  in 
hoc  sibi  assistentibus  duobus  vel  tribus  catholicis  episcopis 
símiles  gratiam  et  communionem  habentibus  munus  consecra- 
tionis  recipere  valeas,  ac  eidem  antistiti  ut  recepto  prius  per 
eum  a  te  nostro  et  Romanee  ecclesise  nomine  fidelitatis  debitse 
sobio  juramento  juxta  formam  presentibus  annotatum  munus 
predictum  auctoritate  nostra  impenderé  libere  tibi  possit  ple- 
nam  et  liberam  earum  tenore  presentium  concedimus  faculta- 
tem.  Volumus  autem  et  autoritate  predicta  statuimus  et  de- 
cernimus  quod  si  non  recepto  a  te  per  ipsum  antistitem  predicto 
juramento  idem  antistes  munus  ipsum  tibi  impenderé ,  et  tu 
illud  suscipere  presumpseritis ,  dictus  antistes  a  pontificalis 
offitii  exercitio  et  tan  ipse  quam  tu  ab  administratione  tam  spi- 
ritualium  quam  temporalium  ecclesiarum  vestrarum  suspensi 
sitis  eo  ipso;  preterea  volumus  quod  formam  liuiusmodi  ate 
tune  prestiti  juramenti  nobis  de  verbo  ad  verbum  per  tuas 
patentes  litteras  tuo  sigillo  munitas  per  proprium  inuitium 
quam  totius  destinare  procures.  Preterea  per  hoc  venerabili 
fratri  nostro  Archiepiscopo  hispalensi  cui  Ecclesia  ipsa  metro- 
politico  jure  subesse  dignoscitur,  nullum  in  posterum  preiudi- 
tium  gereret  et  forma  juramenti  per  te  prestandi  talis  est :  Ego 
Bartholomeus  electus  Ciuitatis  Regalis  ab  hac  ora  in  antea 
fidelis  et  obediens  ero  beato  Petro  Sanctseque  Apostolicse  Ro- 
manee EcclesiiB  ac  domino  nostro  domino  Paulo  tercio  suisque 
succesoribus  canonice  intrantibus,  non  ero  in  consilio  vel 
consensu  aut  facto  ut  vitam  perdant  aut  membrum,  seu  ca- 
piantur  mala  captione  aut  in  eos  manus  violenter  quomodo 
libet  ingerant  vel  injurise  aliquse  eis  inferant  quovis  quesito 
colore  consilium  vero  quod  mihi  credituri  sunt  per  se  aut  nun- 
tios  seu  litteras  ad  eorum  damnum  me  sciente  nemini  pandam 
papatum  Romanum  et  Regalía  Sancti  Petri ,  adiutor  eis  ero  ad 
retinuendum  et  defendendum  contra  omnem  hominem,  lega- 
tum  apostólica)  sedis  ineundo  et  redeundo  lionorifice  tractabo 
et  in  suis  necesitatibus  adiuvabo.  Jura,  honores  et  príuilegia 
et  auctoritatem  Romanae  Ecclesíse  et  domini  uostri  Papse  ac 


365 

succesorum  predictorum  conservare,  defenderé,  augere  et  pro- 
mouere  curabo,  nec  ero  in  consilio  facto  vel  tractu  iniquibus 
contra  ipsum  dominum  nostrum  vel  eandem  Romauam  eccle- 
siam  aliqua  sinistra  vel  preiuditialia  juris,  honoris,  status  et 
potestatis  eorum  machiuerit;  etsi  talia  a  quibuscunque  tractari 
vel  procurare  nouero  impediam  hoc  proposse  et  quantoquidem 
potero  commode  significabo  eidem  domino  nostro  Papse  vel 
alteri  per  quena  ad  Ipsius  notitiam  peruenire  possit.  Regulas 
Sanctorum  Patrum,  decreta,  ordinationes ,  sententias,  dispo- 
sitiones ,  reseruationes ,  prouisiones  et  mandata  apostólica  totis 
viribus  obseruabo  et  fatiam  ab  alus  obseruari ;  heréticos  seis- 
matices  et  rebelles  domino  nostro  et  succesoribus  predictis 
proposse  persequar  et  impugnabo.  Vocatus  ad  sinodum  veniara 
nisi  prepeditus  fuero  canonina  prepeditione;  Apostolorum  limina 
Romana  curia  existente  citra  singulis  anuis  ultra  vero  montes 
singulis  bienniis  visitabo  aut  per  me  aut  meum  nuntium  nisi 
appostolica  absoluar  licentia;  possessiones  vero  ad  mensam 
meam  pertinentes  non  vendam  ñeque  donabo  ñeque  impig- 
norabo  ñeque  de  novo  infeudabo  vel  aliquo  modo  alienabo, 
etiam  cum  consensu  capituli  Ecclesise  mese  inconsulto  Romano 
pontifico;  sic  me  Deus  adiuvet  et  híEC  Sancta  Dei  Euangelia. 
Datis  Romee  apud  Sanctum  Marcum  anno  incarnationis  domi- 
nice  millessimo  quingentessimo  quadragessimo  tertio;  tertio 
décimo  Kalendas  januarias;  pontificatus  nostri  anno  décimo. 
Post  quarum  quidem  litterarum  attestationem ,  presentationem 
et  receptionem  nobis  et  per  nos  ut  premititae  factas,  Nos  Dida- 
cus  de  Loaysa  prefatus  adhibitis  nobiscum  et  accitis  hispalensis 
residens  ac  gratiam  et  comunionem  sedis  apostolicse  habens 
auctoritate  apostólica  predicta  Reuerundum  patrem  et  dominum 
fratrem  Bartholomeum  de  las  Casas,  electum  episcopum  Ciui- 
tatis  Regalis  in  preinsertis  litteris  notatum  coram  nobis  perso- 
naliter  constitutum  in  ecclesia  sancti  Pauli,  ordinis  predicato- 
yum,  prestito  prius  per  eum  in  manibus  nostris  et  per  eum 
recepto  sólito  fidelitatis  in  forma  sólita  juramento  juxta  formam 
superius  annotatam  cum  solemnitatibus  et  cerimoniis  in  simi- 
libus  fieri  solitis  et  consuetis,  juxta  formam  et  ritura  sanctse 


366 

Romanse  Ecclesiíe  consecravimus  sibique  munus  consecrationis 
iü  similibus  dari  solitum  et  consuetum  impedimus  ipsumque 
dominum  fratrem  Bartholomeum  episcopum  per  presentes  con- 
secratum  fuisse  et  esse  denuntiamus :  in  quorum  omnium  fidem 
presentes  litteras  per  notarium  nostrum  subscriptas  fieri  feci- 
mus,  nostrique  sigilli  soliti  iussimus  appen.  coiri.  Datum  et 
actum  Hispali  in  dicta  ecclesia  sancti  Pauli  sub  anno  a  nativi- 
tate  Domini  millessimo  quingentessimo  qimdrag'essimo  quarto, 
indictione  secunda,  die  vero  dominica  in  passione  trigessima, 
mensis  Martii,  pontificatus  santissimi  domini  nostri  Pauli  tertü, 
divina  providentia  Papse,  anno  décimo;  presentibus  ibidem 
Francisco  Fernandez  et  Johanne  Baptista  clericis  in  predicta 
civitate  hispalensi,  commorantibus  testibus  ad  premissa  vocatis 
et  rogatis.  D.  Episcopus  Modrusiensis. — Et  ego  Bernardinus 
Delgado,  clericus  toletanse  diócesis,  notarius  publicus  apposto- 
licus,  ómnibus  et  singulis  premissis  dum  sic  ut  premittitur 
fierent  et  agerentur  una  cum  nominatis  testibus  presens  fui, 
caque  omnia  et  singula  sic  fieri  vidi  et  audivi  ac  in  notam 
scripsi,  id  circo  has  litteras  patentes  prenominati  Reveren- 
dissimi  domini  mei  domini  Didaci  de  Loaysa  episcopi  Modru- 
siensis manu  mea  scriptas  subscripsi ,  signum  nomem  cogno- 
menque  apposui  rogatus  in  fidem.  (Hay  un  signo  d  cuyo  pié  se 
lee:  veritas  p.  oculis). 


367 


APÉNDICE  XXVII. 


CARTA  Y  MEMORIAL  DE  F.  BARTOLOMÉ  DE  LAS  CASAS  *. 

Muy  Reverendos  y  charlssimos  padres  mios: 

Nuestro  Señor  sea  siempre  en  las  ánimas  V.  p.^^^  y  alumbre 
sus  entendimientos,  y  encienda  sus  voluntades  con  su  amor,  como 
desean ,  para  que  con  su  sancta  vida  y  clara  y  christiana  doctri- 
na den  claridad  y  animen  á  que  yndios  y  españoles  dése  su  apos- 
tolado cognozcan  sin  error  al  verdadero  nuestro  Dios  y  Señor,  y 
el  camino  para  hallalle  y  gozalle,  corriendo  por  los  mandamientos 
divinos  cada  dia  con  crecimiento  de  la  gracia  divina. 

Los  días  pasados,  padres  mios,  embié  á  V.  R.^^  una  carta 
grande ,  que  quando  en  Inglaterra  un  pecador  de  los  tyranos  del 
Perú,  llamado  D.  Antonio  de  Ribera  comencó  á  engolosinar  al 
Rey,  nuestro  señor,  viéndole  necesitado  de  dineros ,  offreciéndole 
muchos  millones  de  castallanos  ó  ducados,  porque  les  vendiese  los 
repartimientos  ó  encomiendas  de  las  gentes  de  aquellos  reynos, 
la  qual  venta ,  si  passara,  no  quedara  yndio  en  todas  esas  Indias 
que  no  fuera  enagenado  y  vendido,  si  Dios  no  lo  impidiera  por 
medio  del  maestro  Miranda  *,  su  ministro , — una  carta  digo  que 
escrivi  al  dicho  maestro  respondiendo  á  ciertas  preguntas  sobre 
las  obiecciones  que  allá  le  ponian  los  que  la  venta  procuravan, 
porque  como  no  tuviese  plena  ynformacion  del  hecho  ni  aun  del 


*  Así  dice  la  copia  de  donde  se  ha  tomado  la  presente,  propia  de  D.  Pascual 
Gayangos,  y  hecha  de  su  mano,  según  asegura,  del  original;  pero  es  claro  que  ésta 
no  es  más  que  una  carta,  y  no  hay  en  ella  indicación  que  fuese  aneja  á  ningún 
memorial  en  las  varias  acepciones  que  tiene  esta  palabra,— F. 

«  F.  Bartolomé  de  Carranza  y  de  Miranda,  que  luego  fué  arzobispo  de  Tole- 
do y  murió  preso  en  la  Inquisición. 


368 

derecho,  parece  que  atollava  en  la  materia,  no  se  le  offreciendo 
las  soluciones  á  la  mano  tan  presto.  Yo,  para  mostrar,  según  lo 
que  cerca  desto  me  parece  por  muchos  aver  colegido,  que  el  Rey, 
con  quauto  poder  Dios  le  a  dado  en  la  tierra,  no  podria,  sin  gran- 
de offensa  de  Dios  y  perdición  desas  gentes,  tratar  de  tan  gran 
mal  y  menos  ponerlo  en  effecto:  considerando  que  toda  esta  venta 
se  fundava  en  aquellas  encomiendas  llevándolas  adelante  con 
perpetuidad,  como  ellos  nombran  y  desean :  procuré  de  probar,  á 
mi  parecer,  ser  malas  y  detestables  intrinsice  et  sic  habere  pravita- 
tem  annexam. 

Esta  carta  vieron,  primero  los  regentes  de  nuestro  colegio  *, 
que  agora  son  maestros  los  padres  fray  Felipe  de  Meneses  y  fraj"^ 
Juan  de  la  Peña  y  otros  doctos  colegiales ,  á  los  quales ,  plati- 
cando y  disputando  algunas  vezes  en  coloquios  familiares,  no 
podia  convencellos,  porque  nunca  ó  pocas  vezes  desta  manera  se 
averiguan,  ó  al  menos  se  conceden,  las  verdades:  pero  después  que 
vieron  la  carta  me  vinieron  á  conceder  que  yo  tenia  razón,  y  que 
eran  las  dichas  encomiendas  de  sí  malas.  Vino  en  estos  días  el 
maestro  Cano  ^  á  ser  regente  superior  al  Colegio,  dile  la  carta  que 
la  viese:  vídola  y  leyóla,  y  dixome;  basta,  que  V.  S.^  tiene  evi- 
dencia dello.  Embié  la  carta  al  padre  maestro  Miranda,  y  escri- 
vióme  fray  Joan  de  Villagarcía ,  su  compañero,  que  era  y  es  muy 
docto' y  también  cathólico  christiauo,  aunque  todavía  está  preso 
hasta  quel  negocio  del  Arzobispo  se  acabe,  el  qual  no  es  hereje, 
por  la  misericordia  de  Dios ',  me  escribió  estas  palabras:  «mili 
vezes  emos  hablado  el  padre  maestro  y  yo  en  vuestra  carta  grande, 
y  dize  que  en  su  vida  vido  cosa  que  más  le  agradase.»  Y  el  maes- 
tro me  escrivió:  «vide  vuestra  carta  y  ame  parecido  muy  bien ;  y 
digo  que  tengo  lo  que  vos  tenéis,  y  deseo  lo  que  vos  deseays.»  Y 
no  sé  yo,  padres ,  qué  hombre  medianamente  docto  y  aun  indocto, 
si  entiende  los  términos,  avrá  que,  viendo  el  thenor  y  forma  de  las 
cédulas  de  las  encomiendas ,  que  dizen:  «Encomiéndoseos  á  vos, 


i    San  Gregorio  de  Valladolid. 

*  F.  Melchor  Cano  habia  sido  ya  catedrático  de  Salamanca  desdo  1647. 

*  Nótese  esta  afirmación  do  las  Casas  sobre  el  arzobispo  Carranza. 


369 

fulano,  el  seuor  ó  cacique  y  Daturales  de  los  pueblos,  etc.,  para 
que  os  sirvays  dellos  en  vuestras  ^rangerías  y  minas,  etc.,»  que 
supuesto  quod  sic  res  se  habeat  como  la  cédula  dize ,  que  no  se 
diga  á  vozes  'que  son  intrínsecamente  malas. 

Así  que  aquesta  carta  embié  á  V.  R."^  creyendo  que  hazia 
algo  en  avisar  de  lo  que  sentia  para  que  mirasen  por  sí.  Escrivié- 
ronme  V.  R.»^  su  parecer  del  capítulo  provincial  de  Guatimala,  y 
después  del  de  Chiapa;  luego  como  vi  sus  cartas,  propuse  de  res- 
pondelles  á  su  tiempo  largo,  porque  luego  no  pude  por  lo  mucho 
que  siempre  tengo  en  que  ocuparme  ^.  Lo  qual,  queriendo  agora 
comenzar,  torné  á  ver  mi  carta  grande;  y  como  por  ella  y  por  las 
respuestas  V.^  R.*^  cognoscen  que  tenia  suficientes  razones  para 
persuadilles  lo  que  tengo  entendido  y  aun  probado;  y  que  con  dos 
o  tres  argumentos  truncados  y  particulares ,  trabajan  probar  lo 
contrario  en  cosa  tan  pesada  mice  padres,  dexeme  deste  cuidado 
creyendo  queste  trabajo  seria  en  vano. 

Yo  creo,  padres  mies,  que  con  saucta  y  virtuosa  y  charitativa 
yntencion  se  mueven  á  dezir  é  escrevir  lo  que  alcanzan,  y  que 
más  se  holgaran  de  sentir  conmigo,  porque  sé  que  me  aman,  si 
fuera  materia  que  sus  entendimientos  lo  pudieran  sufrir,  que  no 
por  el  contrario,  y  cierto,  yo  digo  de  mí  lo  mismo,  porque  perso- 
nas que  yo  tanto  estimo  m  utroque honor e,  y  por  acatante  ensalmo 
arrearme  ya  yo  mucho,  que  lo  que  digo  ó  escrivo  les  contentasse 
y  fuesse  por  ellos  aprobado;  pero,  padres,  a  sesenta  y  un  años  * 
que  vide  comenzar  estas  tiranías  é  ir  creciendo  siempre  y  aug- 
mentándose  hasta  oy;  y  sé  que  oy  en  todas  las  Indias  se  cometen, 
y  sélo  como  si  presente  fuese  por  las  muchas  y  contiuas  cartas  y 
relaciones  y  clamores  que  de  muchos  cada  dia  recibo  de  todas 
esas  partes  (si  no  es  desa  provincia  que  deben  estar  los  comende- 
ros sanctiflcados),  y  así  tengo,  más  que  otro  noticia  y  sciencia  del 
hecho,  y  a  cuarenta  y  ocho  anos  que  trabajo  de  idquirir  é  estu- 


1  Esto  confirma  que  no  estaba  retirado  en  S.  Gregorio,  sino  que  nuncí  qnizá 
filó  más  activa  y  eficaz  su  intervención  en  las  cosas  de  Indias. 

3  Según  este  dato,  la  carta  es  del  año  de  iriSa,  pues  el  1501  empezaron  las 
encomiendas. 

Tomo  LXXI.  24 


370 

diar  y  sacar  en  limpio  el  derecho;  creo,  si  no  estoy  engañado, 
a  ver  ahondado  esta  materia  hasta  llegar  al  agua  de  su  principio. 
Yo  e  escripto  muchos  pliegos  de  papel  y  passan  de  dos  mili  en 
latin  y  en  romance ,  de  los  quales  an  visto  muchos  los  más  doctos 
theólogos  de  acá  *  y  se  an  leydo  á  la  letra  en  las  cáthedras  de  las 
universidades  de  Salamanca  y  de  Alcalá,  y  en  nuestro  Colegio 
muy  largamente.  Y  el  maestro  y  padre  Fray  Domiugo  de  Soto, 
que  aya  gloria,  todo  lo  que  acaecía  ver  ó  oyr  de  mis  escriptos  lo 
aprobava  y  dezia,  que  él  no  sabria  en  las  cosas  de  las  Indias  dezir 
más  que  yo,  sino  que  lo  pornia  por  otro  estilo  2,  el  qual  se  halló 
con  el  maestro  Miranda  y  el  maestro  Cano ,  en  la  Congregación 
que  el  Emperador  mandó  juntar  en  el  año  de  1551 ,  donde  leí  la 
apología  que  hize  contra  Sepúlveda  ^,  que  tiene  sobre  cient  pliegos 
de  papel  en  latín  y  algunos  más  en  romance  ^,  en  la  qual  tuve  y 
prové  muchas  conclusiones  que  ante  de  mí  nunca  hombre  las  osó 
tocar  ni  escreuir ,  é  una  dellas  fué ,  no  ser  contra  ley  ni  razón  na- 
tural se  cliisa  omni  lege  positiiia  humana  vel  divina;  offrecer  hom- 
bres á  Dios  falso  ó  verdadero ,  tenido  el  falso  por  verdadero  en  sa- 
crificio :  con  otras  que  contuvieron  todo  lo  más  dificultoso ,  duro 
y  que  más  escueze  acá  y  allá  desta  materia,  y  él  y  todos  los 
theólogos  con  los  demás  juristas ,  quedaron  muy  satisfechos  y  aun 
podía  con  juramento  affirmar  (sin  temor  de  caer  en  arrogancia 
vana),  que  algunos  se  admiraron.  Y  porque  después  el  dicho 
padre  maestro  ^  (que  Dios  aya)  escribió  la  obra  de  justltia  etjure. 


*  Curiosísimo  dato  que  demuestra  la  actividad  y  facundia  de  las  Casas  y  su 
perseverancia  en  defensa  de  los  indios. 

2  No  esta  probado  que  las  opiniones  de  las  Casas  y  Soto,  en  materia  de  indios, 
fueran  idénticas. 

3  .Se  reunió  la  Junta  en  Valladolid,  pero  no  hay  que  confundirla  coala 
de  <543  en  que  se  ordenaron  las  Nun^as  leyes. 

■*  Hasta  ahora  no  ha  parecido  esta  apología,  de  la  que  sólo  hay  un  extracto  en 
el  tratado  impreso  en  Sevilla  en  15ü2,  y  que  tiene  por  epígrafe  Aquí  se  contiene 
una  controversia  6  dispula,  etc. —  Escrita  esta  nota  hace  un  año,  tengo  la  gran 
satisfacción  de  decir  que  esta  apología  ha  sido  hallada  por  el  Sr.  More!  Fatio  entre 
IOS  manuscritos  españoles  de  la  Biblioteca  nacional  de  .París,  y  he  recibido  á 
tiempo  copia  de  su  principio,  que  constituye  el  Apéndice  XXIV. 

5    .Soto. 


371 

y  después  sobre  el  4.°,  quien  tuviere  noticia  de  todo  lo  pas- 
sado  por  los  dichos  sus  escriptos  lo  cognoscerá  muy  cognos- 
cido  ^ 

Así  que,  charissimos  padres ,  si  glorian  coram  Deo  oportet:  sed 
non  expedit  qiiidem:  seguu  la  imperfección  mia  y  del  mundo,  al 
menos  alguna  ocasión  ternia  para  ello ;  considerando  no  aver  dado 
Dios  á  hombre  bivo  ni  muerto  (y  esto  por  sola  su  bondad  y  sin 
merecimiento  mió)  que  tuviese  noticia  y  ciencia  del  hecho  y  del 
derecho,  por  los  muchos  años  que  dixe,  sino  á  mi  en  las  cosas  de 
esas  Indias.  Y  por  tanto,  padres  mios,  no  deven  estar  V.  R.*^  sin 
temor  que  podrá  aver  sido  que  yo  aya  descubierto  un  poco  más  de 
peligro  de  las  consciencias  de  los  españoles  de  esas  Indias  y  de  los 
que  los  confiessau:  que  vras.  R.^^  que  les  faltan  muchos  quilates 
para  llegar  á  lo  puro  del  derecho  y  millares  para  experimentar 
todo  el  hecho.  Porque  esto  no  está  assi  expreso  en  las  partes  de 
Sancto  Thomás ,  puesto  que  ninguna  proposición  desta  materia 
affirmo,  por  rigurosa  y  dura  que  sea,  que  no  la  prueva  por  prin- 
cipios cogido  de  su  doctrina. 

Esto  suppuesto,  porque  querría  ahorrar  papel  y  tiempo,  quiero 
responder  en  breve  á  sus  soluciones  de  mis  argumentos  ó  mani- 
festación de  lo  que  en  este  negocio  sienten. 

Echaron  primero  mano  V.*  R.*^  del  exemplo  que  puse  (con- 
viene á  saber),  que  así  como  el  logrero  que  Uevava  ciento  antes  3'- 
después  queriéndose  justificar  ó  pensando  que  se  jastiñcava,  Ue- 
vava diez,  era  obligado  á  restitución  de  los  diez  como  de  los  cien- 
to; asi  los  comenderos  que  antes  robavan  mili,  y  después,  ó  por  los 
sermones  de  los  religiosos  ó  porque  los  dictava  la  consciencia  ó 
porque  se  los  tassavan,  mal  que  les  pesase,  en  mucho  menos ,  de- 
terminaron de  llevar  y  llevaron  ciento ,  son  obligados  á  restitución. 
A  esto  dizen  vras.  r.'*  quel  exemplo  conceden  porque  cpncluje, 
pero  niegan  la  semejanca  y  dan  la  razón;  porque  los  tributos  an- 
tiguos eran  tyránicos,  ynfernales  y  sin  tassa  excesivos,  y  los  de 
agora  son  justos  porque  son  muy  tassados  y  limitados.  Aquí,  padres 


*    En  el  capítulo  1.°  del  libro  II  de  esta  obra  pueden  verse  las  opiniones  de 
Solo  á  que  aquí  se  alude. 


372 

miog,  falta  entender  el  fundamento  de  por  qué  son  justos  los  de 
aofora  y  tiránicos  los  passados.  Y  si  vras.  r."  mandan,  poco  haze 
al  caso  ser  muchos  ó  excessívos  y  no  tassados  ó  pocos  y  tassados 
los  tributos,  porque  el  ladroil,  aunque  le  tassaseu  que  no  pudiere 
hurtar  más  que  diez  (como  ovo  leyes  entre  algunas  gentes  bárba- 
ras del  mundo),  no  por  eso  dexava  de  cometer  hurto  y  ser  de  mala 
fe  poseedor  de  lo  ageno.  Así  que,  á  mi  parecer,  no  se  avia  de  negar 
la  similitud  que  es  más  propria  que  la  de  un  huevo  á  otro:  sino  el 
supuesto  sobre  que  se  funda.  Y  de  no  advertir  quál  es  éste,  padres, 
a  procedido  la  ceguedad  y  herrores  intolerables  que  han  sido 
causa  de  estar  soterrada  la  justicia  de  esas  gentes  y  de  robarse  y 
tyranizarse  y  asolarse  todas  esas  Indias,  y  por  consiguiente  de  la 
perdición  de  tantas  ánimas  de  los  matadores  por  su  malicia  y  ty- 
ranía,  y  de  los  tristes  muertos,  que  por  caer  en  tan  crueles  manos 
como  las  nuestras  fueron  infelicíssimos ;  porque  si  no  les  quitára- 
mos el  espacio  do  su  conversión  y  penitencia ,  quicá  en  algún 
tiempo  los  remediara  Dios:  conforme  á  aquello  que  Christo  dixo, 
qida  si  in  Tiro  et  Sidone  et  c.  forte  penitentiarh  egissent,  etc.;  y  por 
estos  pecados  que  los  comenderos,  siendo  primero  conquistadores: 
an  en  esas  gentes  cometido  ,  temo  ne  forse  facial  Deus  vobis  pa- 
ires adherere  Iviguam  vestram  palato  quia  illi  non  merentur  ex 
preccdentibm  sceleribus  illiiminari  et  aiidire  veritalem. 

Es  el  punto,  padres,  que  aquí  se  suppone  aver  entrado  los 
españoles  en  todas  las  partes  de  esas  Indias  como  crueles  tyranos 
que  an  sido;  y  hecho  las  obras  que  yo  e  visto  y  vras.  r.*^  an  oydo, 
de  la  manera  quicá  que  se  ay  en  las  fábulas  ó  patrañas  de  Ama- 
dis  de  Gaiüa:  y,  por  consiguiente,  a  sido  todo  cuanto  en  ellas  se  a 
hecho  de  derecho  natural  divino  y  humano  ?Jw//o  inane,  inválido  y 
como  si  lo  hiciera  el  diab'o,  como,  en  la  verdad,  lo  hizo  tomando  por 
ministros  á  esos  tyranos.  Lo  que  esto,  paires,  suppone  pueden 
vras.  R."  adevinarlo,  y  si  lo  adevinan  serles  a  esta  question  más 
que  la  lumbre  clara.  Y  esto  pretendo  yo  dar  á  entender  en  la  7.* 
regla,  razón  primera  de  mi  Confessionario,  y  si  esto  es  verdad, 
como  lo  es ,  y  V.*  R.'^  no  mostraran  el  contrario,  y  plega  á  Dios 
que  por  ella  ó  por  su  semejante  sea  yo  sacrificado ,  ni  una  blanca 
sola  pueden  llevar  los  comenderos,  si  no  es  usurpada;  y  esto, 


373 

aunque  uo  tengan  entrada  ni  salida  en  los  pueblos  en  mucho  ni  en 
poco,  como  V.*  R."  pintan,  los  encomenderos  des;is  provincias  de 
Chiapa  y  Guatimala,  y  algún  tiempo  ueremos  esta  verdad  clara ^ 
al  menos,  el  dia  que  nos  muriéremos  ó  el  del  juicio  fiual. 

Y  si  ser  comenderos  dése  distrito  el  dia  de  oy  no  es  otra 
cosa  (según  V.*  R.*^  dizen),  sino  tener  ación  y  titulo  para  cobrar 
lo  que  el  Rey  avia  de  aver.  Yam  paulo  ante  tacite  huic  articulo 
responsum  dedivus.  Pero  sepan  V.*  R/^  que  en  todas  las  Indias 
no  es  ser  comenderos  el  dia  de  oy  sino  lo  que  yo  afflrmo ,  y  lo  que 
era  oy  a  cinquenta  y  cinco  ó  seis  años,  quando  estas  tyránicas 
y  mortíferas  encomiendas,  yo  presente,  se  enstituyeron.  Y  que 
quanto  al  hecho  passe  así  cada  dia,  tengo  mili  testimonios  y  cla- 
mores de  todas  esas  Indias,  de  aquellos  á  quien  yo  soy  obligado 
á  creer.  Quanto  al  derecho  que  sean  malas  de  sí,  patet:  Tum  primo, 
porque  los  señores  y  Reyes  naturales  están  despojados  injusta  y 
tyránicamente  de  sus  señoríos  ,  de  sus  jurisdicciones,  derechos  y 
de  sus  vasallos,  y  biven  la  más  triste  y  desventurada  y  abatida  y, 
desamparada  vida  que  nunca  hombres  que  decayesen  de  sus  legí- 
timos estados  jamás  bivieron.  Tum.  2.",  porque  todos  los  pueblos 
y  los  vezinos  delios  tienen  perdida  su  libertad,  estando  debaxo  de 
un  pharaónicoy  peor  captiverio,  recognosciendo  por  superiores,  y 
sirviendo  á  los  comenderos,  quodjura  horrent:  qiioi  dicunt  intercssc 
suhditorum  non  habere  plur^s  dominus  et  quod  eorum  dominus  sit 
liber:  y  sobra  para  prueva  desto  las  seis  razones  que  puse  en  la 
carta  grande  para  el  maestro  Miranda,  respondiendo  á  su  segundo 
supuesto,  y  mucho  más  que  abundante  las  veynte. 

Y  que  en  ese  distrito,  padres,  aya  tanta  santidad,  y  que  sin 
perjuizio  de  los  caciques  y  señores  biuan  los  comenderos,  yo  me 
marauillo,  mayormente  yéndose  todos,  ó  los  más,  á  estar  las  qua- 
resmas  en  los  pueblos  de  los  yndios,  como  me  escrive  el  padre 
fray  Thomás  de  Cárdenas,  difinidor  del  mismo  capítulo;  gentil 
devoción  les  ensenarían  en  especial  si  lleuavan  sus  mujeres  con- 
sigo. Iten,  el  padre  fray  Thomás  de  la  Torre  me  escrive  que  están 
opresos.  Iten,  díganme  V.«  R.^^  cómo  se  compadece  lo  que  el 
mismo  P.®  fray  Thomás  de  la  Torre  me  dize,  lo  que  no  seria  sin 
parecer  d*:^  los  más  de  V.^  B..^\  y  es  verdad,  porque  yo  tengo 


374 

sciencia  dello,  que  toda  la  perdición  desa  tierra  temporal  y  espi- 
ritual é  empediraento  de  la  doctrina  a  causado  quitar  álos  caci- 
ques y  señores  naturales  el  j^ovierno  de  sus  yndios.  Dirán  vues- 
tras R.«*  ques  culpa  del  audiencia  y  no  por  las  encomiendas  que 
teniendo  sobre  sí  los  comenderos  los  caciques  y  señores,  los 
subditos  an  de  recognoscery  tener  obediencia  á  muchos,  y  esto  es 
perjuicio  de  todos  ellos  y  de  su  libertad,  y  por  consiguiente,  gra- 
vantur  onere  muUipUci.  E  ansí,  aunque  se  les  diese  su  govierno,  los 
señores  naturales  ni  los  pueblos  y  maQeguales  no  son  libres  avien- 
do  comenderos;  tomando  las  encomiendas  como  ellas  siempre  an 
sido  y  oy  son,  fuera  dése  districto,  estando  á  lo  que  V.^  R.»»  dizen 
y  afñrman.  Confírmase  lo  dicho:  porque  los  señores  y  los  subdi- 
tos tienen  á  los  comenderos  por  sus  inmediatos  señores  y  tiem- 
blan delante  dellos  como  si  tuviesen  presentes  á  todos  los  diablos 
bivos  y  visibles,  y  por  esto  están  y  estarán  subjetos;  y  callarán 
no  osando  quexarse  de  quantos  robos  y  vexaciones,  no  sólo  los 
comenderos ,  pero  sus  esclavos  negros  quisieren  hazerles ,  como 
tenemos  antiquíssima  esperiencia;  reconfírmase,  por  exemplo,  que 
en  la  Nueva  España  an  dado  el  audiencia  á  los  señores  naturales 
algún  gobierno  de  los  pueblos,  y  por  no  sufrir  las  angustias  y  ty- 
rannías  que  por  mili  maneras  padecen  de  los  comenderos  y  testi- 
monios que  les  levantan  que  roban  á  los  maceguales,  an  ydo  al 
audiencia  á  dexar  los  ofñcios,  diciendo  que  no  quieren  serlo. 
Pues  todo  esto,  ó  la  mayor  parte  dello,  no  es  remediable,  porque 
las|  audiencias  favorezcan  los  caciques  y  castiguen  los  comende- 
ros que  hizieren  agravios  á  ellos  y  á  sus  yndios,  según  tengo 
muy  bien  provado  y  hago  evidencia  dello  en  la  7.*  razón  de  mis 
veinte  suppuestos,  según  dixe  que  las  encomiendas  tengan  su  ser 
según  siempre  an  tenido.  Luego  iniquíssimas  son  las  encomiendas 
intriusice. 

Y  porque  esto  se  dio  á  entender  muy  claro,  y  por  razones  y 
autoridades  al  Emperador  en  la  congregación  del  año  1842,  en 
Valladolid,  hizo  las  leyes  por  las  quales  mandó  quitar  las  enco- 
miendas, y  porque  se  levantaron  aquellos  tyranos  juntamente 
con  ser  traydores  en  el  Perú,  cessó  la  ejecución  dellas,  y,  por 
consiguiente  ,  padres ,  tenellas  oy  es  permisión  y  poco  escusa  á 


375 

los  dése  distrito  que  en  paz  bivan.  Todos  los  ladrones  y  tyranos 
desean  y  procuran  bivir  en  paz,  y  así  querer  el  Rey  quitar  las  di- 
chas encomiendas,  prueva  muy  suficientemente  ser  malas  de  sí. 
Y  para  esto  lean  V.^  R.^Ma  19.*  razón  de  las  veyute,  y  verán 
quántas  vezes  y  con  quánto  acuerdo  fueron  detestadas  y  manda- 
das revocar.  Y  si  lo  que  allí  se  toca,  V.^  R.^^  ovieran  bien  visto 
y  considerado  no  me  escriuieran  algo  de  lo  que  en  aquella  su  carta 
dizeu. 

Si  todas,  padres,  las  encomiendas  do  las  Indias  se  tornasen 
como  las  que  V."  R.^^  dizen  dése  districto  que  los  encomenderos 
no  tengan  en  los  pueblos  entrada  ni  salida  más  de  rescebir  los 
tributos  que  el  Rey  les  da  en  los  yndios,  ya,  padres,  dexarán  de 
ser  encomiendas  en  sustancia,  y  sólo  ternáu  nombre  de  encomien- 
das; y  así,  supponiendo  cosas,  cierto  que,  V.*  R.»^  devrian  de  huir 
la  conclusión  que  pretenden ,  podría  alguna  razón  tener,  y  quizá 
más  declararé  abajo. 

«Et  tune  insurgit  talis  questio:  Utrum  Rex  noster  aliqua 
tributa  indis  imponere  possit  et  ea  concederé  hispanis.  Hispani 
autem  salva  conscientia  recipere  ac  sibi  retiñere.  ítem,  alia 
questio  an  indi  teneautur  in  conscientia  et  si  non  tributa  ordi- 
naria prestare  saltem  aliquam  recompeusam  faceré  hyspauis, 
supposito  quod  aliquorum  presentía  esse  censetur  ad  commodum 
ipsorum  indorum  necessaria.  Rursus3.°non  inmérito  potest  queri 
an  esto  quod  indi  nolint  contribuere  pro  illa  compensa  licite 
possint  ad  eum  reddendam  compelli. 

»Ad  primam  dico  salua  veritate  ñdei  et  juris  uaturalis  et  di- 
vini :  Regem  nostrum  nullo  modo  posse  tributa  indis  envitis  im- 
ponere. Probatur  primo  ea  ratioue  de  qua  supra  scilicet  nullitatis 
Tum  1."  propter  injustum  ingresum  et  tyranicum  hyspanorum  a 
principio  delectionis  istius  orbis  quia  per  bella  et  invassiones  in- 
justas et  Omni  damnatus  juri  in  quamlibet  eius  partem.  Tum.  2." 
propter  eorum  progresum  id  est  gubernatiouem  iniquam  et  veré 
tyranicam  qua  semper  passi  sunt  diram  servitutem  scilicet  repar- 
timiento vel  comendam  quam  vocaruut ,  ad  quam  eis  miseris  gen- 
tibus  subsecuta  sunt  infinita  gravissimaque  nocumenta  et  iueffa- 
bilia  mala,  ut  apparet  per  earum  diminutiouem  tci-rarumque  ac 


376 

magnarum  regionutn  qüse  pleuissime  mortalium  erant  populatio- 
uem.  Et  hsee  sola  ratio  est  sufñcientissima :  3.' probatur  quam 
omnia  illa  facinora  perpetrata  sunt  per  gentem  hyspauicam  quam 
misit  vel  iré  permisit  Rex  noster  ad  orbem  illum  ob  quod  ínclitas 
Rex  naturali  divino  et  humano  jure  tenetur  pro  ómnibus  danuis 
iucomodis  rapinis,  spoliis,  violentiis  ,  injuriis,  stragibus  usurpa- 
tis  domiuiis  vastationibus,  terrarum ,  vniversis  regnis  populis  et 
incolis  eorum  per  hyspanos  illatis  resarciré  atque  satisfacere. 
Nara  post  quam  curara  prefati  orbis  a  summo  Christi  vicario 
siiper  propriüs  humeros  assumpsit,  ad  quam  per  sollicitationem 
propria  sponte  se  illi  obtulit  et  obligauit  prefecto  tenebatur  Rex 
noster  gentes  illas  pacificas  máxime  a  nostratum  sevitia  preser- 
vare et  tales  uuntios  vel  ministros  destinare  qui  eas  in  pace  fove- 
rent,  non  bellis  et  violentiis  turbarent  et  irritarent.  Adducerent 
mansoetudine  vitaque  christiana  ad  Dei  cultum  et  devotioneni 
regis  nostri  non  autem  ab  hujusraodi  execrabilibus  operibus 
longe  fugareut.  Non  injuriis  et  damnis  afficerent  aut  propriis 
bonis  et  dominiis  libertateque  spoliarent:  sed  donis  siue  mune- 
ribus  ad  amorem  christianorum  allicerent  et  in  justitia  et  propriis 
juribus  conservarent.  Quaraquam  enim  regibus  nostris  hyspania- 
rum  semper  displicuerint  violentise  rapiníB  et  tyrauides  quse  gen- 
tes illi  perpesse  sunt  a  nostratibus:  non  propterea  a  restitutione 
sunt  deobligati.  lucumbebat  enim  celsitudini  suae  prospicere  in- 
colis et  habitatoribus  naturalibus  ipsius  orbis  ne  paterentur 
talia.  Potissiraum  quia  non  semel  aut  bis  et  iterum  dumtaxat, 
sed  millies  significatum,  et  aclamatum  est  regibus  nostris  totum 
orbem  illum  perditum  iré  propter  tyramnidera  nostratum  quíe 
per  sexaginta  et  plures  anuos  usque  in  presentera  diem  duravit, 
nec  tamen  remedium  appositum  est  efficax.  Omne  namque  com- 
misum  et  negletum  in  re  quam  quis  accepit  in  curara  suam  non 
est  culpa  vacuum  /.  in  re  mandata  C.  mandati,  et  C.  si  culpa  de 
injur.  et  dam.  dato.  Tcnentur  igitur  Reges  nostris  de  ómnibus 
damnis  rapinis,  thesauris  cedibus,  etc.',  satisfacere  integraliter 
gentibus  illis  tot  tamtaque  mala  passis  etiara  si  de  raptis  et 
usurpatis  nihil  comraodi  ad  celsitudiuera  suam  prorsus  perve- 
nisset.    Quanto   fortius    quod   infinita    et   inopinabilia  pondera 


377 

auri  et  argenti  lapide  preciosi  ingentes  que  divitiee  ad  eos  ex 
hac  tyranide  pervenerunt.  Impiitantur  n.  ei  qui  opere  malorum 
hominum  utittur  ff.  de  actio  et  obliga ,  1.  ex  maleficio  et  insti  de 
obliga,  quce  ex  quas  i  delic.  nascuntur  g.  finali.  Sibi  n.  debet  im- 
putare qui  tales  elegit  aut  misit.  ff.  de  minor  1.  cum  mandati 
et  C.  de  pericul  nomina  1.  única  lib.'  11.°:  Et  probantur  etiam 
haec  per  ea  quae  leguntur  et  no  in  c.  1  de  resti.  spolia  ubi,  I.  an. 
post  Hosti  in  verbo  hominibus  domiuum  teneri  de  violentia  per 
homines  suos  illata.  Quemadmodum  episcopus  tenetur  adrestitu- 
tionem  damnorura  injusto  datorum  vel  injurióse  per  Ticarium 
suum  longe  amplius  prinicipes  seculi  tenentur  de  delictis  suorum 
offlcialium  vel  hominum  cum  potentiones  sint  ad  obviandum 
malo.  Ex  hac  ratione  conceduutur  represalice  quandoque  a  jure 
naturali  et  gentium  contra  dominum  vel  civitatem  non  facientem 
justitiam  de  suis  qui  extráñeos  damnificaverunt ,  ut  in  C.  domi- 
nus  noster,  23 ,  q.  2  et  in  C.  si  pignotationes  de  injuria  et  dam. 
da  lib.  6,  cum  utrobique  nota  per  doctores,  circa  predicta  videa- 
tur  Sanctus  Doctor.  2.*,  2.®,  q.  62,  art.  Cum  iyitur.  Rex  noster 
hyspaniarum  ad  tot  tamtaque  restituenda :  et  pro  damnis  illatis 
satisfaciendum  teneatur  populis  et  incolis  prefatis  orbis  quse  ta- 
men  uuuquam  etiam  si  regua  propria  venderet  poterit  ad  purum 
neo  restituere  nec  pro  eis  in  ininimo  quidem  satisfacere:  sequitur 
Regem  nostrum  nullo  modo  posse  tributa  indiis  invitis  imponere 
nec  ab  eis  exigere  vel  unum  obolum,  sed  reges  hyspaniarum 
obligantur  de  necesítate  salutis,  summa  cum  diligentia  procurare 
omnem  utilitatem  spiritualem  et  temporalem  illarum  gentium 
quse  extant  usque  ad  finem  mundi  propriis  sumptibus  quantum- 
que  fuerint  magoi.  Quod  si  aliquid  ab  incolis  invitis  exigerent 
violentum  et  tyranicum  erit,  et  addetur  raagnun  crimen  crimini- 
uibus  maximis.  Ex  quibus  patres  mei  liquido  apparet  suppositum 
vestrum  scilicet  licere  regi  nostro-  ab  ipsis  uationibus  tam  lesis 
commodum  aliquod  reportare  esse  falsum.  Apparet  queque  non 
posse  presumí  pro  rege  ut  dicitis  cum  evidenter  per  predicta  cons- 
tet  dé  contrario. 

»Ex  quibus  sequitur  1 .'  corolario  talia  tributa  vel  quidquid 
exactum  vel  extortum  fuerit  regem  nostrum  hyspauis  non  porse 


378 

concederé  probatur  quia  nemo  plus  juris  transferrein  aliudpotest 
qu86  ipse  habet:  ff.  de  regul  jw\  1.  nemo  facit  1.  traditio  ff.  de 
adqui  rerum  domi:  et  species  furti  est  de  aliano  largiri  utra  do- 
míDi  voluntatem  ut  ff.  de  furtis  1.  si  pignore.  §.  I.  Sequitur  2.* 
nec  ipsos  hyspanos  tributa  illa  posse  retiñere  per  regem  sibi  asig- 
nata  probatur  quia  sunt  res  aliana  ab  invitis  dominis  injusta 
extortíB  sive  sublatse.  Unde  hyspaui  ea  recipientes,  ut  sibi  reti- 
neant,  furtum  committunt  eas  propriis  dominis  inuitis  contrac- 
tantes  ff.  de  fur.  1.  I,  et  in  c.  /."  eo  titulo ,  per  doctores. 

»Ad  2-'^"'  questionem  am  dicimus  suppouendo  hanc  distinctio- 
nem  scilicet  quod  hyspani  qui  tributa  illa  suscipiunt  aut  sunt  vel 
fuerunt  de  numero  eorum  qui  prsenominata  mala  gentibus  illi3 
intulerunt,  Et  tune  indi  nihil  eis  tenentur  in  conscientia ;  quim 
potius  hyspani  ipsi  cum  patratores  extiterint  et  rei  predictoruní 
omnium  malorum  et  principales  in  criminibus ,  ut  pote  contra 
leges  regias  mandata  et  prohibitiones  illa  committerent,  et  proinde 
potius  quod  Rex  noster  ad  restitutionera  et  satisfactionem  jam 
dictam  quilibet  eorum  in  solidura  indis  lesis  obligentur  manifes- 
tum  est,  post  integrara  vel  sibi  posibilem  restitutionera  male  abla- 
torum  et  damnorum  satisfactionem,  teneri  de  necesítate  salutis 
incolatum  perpetuum  eligere  in  iilo  orbe  at  que  perpetuo  habitare, 
in  ibi  propriis  expensis  in  illis  potissimum  provintiis  vel  lilis 
propinquioribas  quarum  habitatores  necarunt  vel  alias  opprese- 
runt  et  damnificaverunt.  Probatur  primo  quia  sicutilli  fuerunt  in 
causa  quod  Christus  et  sancta  eius  ecclesia  tot  millibus  hominum 
nationibus  propinquissimis  ad  fidem  carerent;  qui  nisi  eas  ne 
careut  toUentes  eis  spacium  conversionis  et  penitentia ,  Deuui  in 
brevi  cognoscerent ,  Deum  laudarent  ei  que  servirent :  atque 
proinde  doraus  sactse  fuissent  constructíe  (id  est)  ecclesise  in  qui- 
bus  divina  celebrarentur  misteria :  íta  isti  (licet  máxime  peccato- 
res  estiterint)  saltera  per  id  quod  sibi  possibile  est  satisfaciant  in 
hoc  quod  assistant  alus  fidelibus  et  ministris  evangelii  et  cultus 
divini  jugiter  coraittentur  quatenus  ecclesise  construantur  et  jam 
constructse  non  deserantur;  ne  honor  divinus  minuatur  ipsis  hys- 
panis  recedentibus  sicut  jam  factura  conspexiraus.  Mauifcstum 
enim  est  quod  licet  impossibile  cia  sit  resarciré  damua  exequo 


379 

quse  ftdei  et  ecclesise  Dei  intulerunt  et  etiam  gentibus  tot  millibus 
ob  eis  occisis  et  quse  modo  sunt  in  inferno,  ut  puta  quia  in  sua 
infldelitate  decesserunt:  tamen  ad  satisfacieudum  modo  sibi  posi- 
bili  obligati  permansenrunt.  Sic  docet  S.  Thomas,  2.'  2.®  q.  62 
ar°  I.""  Tum.  2.",  quia  sicut  propter  scelera  et  crudelia  opera 
hyspanorurn  fides  cotholica  infamis  facta  est  apud  nationes  illas, 
et  nomem  et  Christi  horribilem  atque  blasfemabilem  reddiderunt: 
nec  non  faerunt  efflcaci  impedimento  ne  per  totum  illum  orbem 
facile  diletaretur  sed  potius  sub  quara  paucissimis  limitibus 
evarectauerunt  inquam  tum  in  eis  fuit :  ita  huiusmodi  homines 
peccatores  teuentur  in  vi  necessariíe  atque  posibiles  satisfactionis 
perpetuo  propriis  sumtibus  absque  hoc  quod  ab  indiis  vel  a  Rege 
nostro  vel  unum  obolum  accipiant ,  residere  in  eisdcm  provintiis 
quas  vastarunt  aut  in  earundem  convicinis  aut  saltem  in  aliqua 
parte  illius  Indiarum  orbis  daré  que  operara  totis  viribus  quate- 
nus  exemplis  bonis  auxiliis  exhortationibus  laboribus  et  etiam 
pecuniis  si  abundaveriut  fides  Christi  ab  incolis  magni  pendatur, 
ut  pote  primum  et  magnum  Dei  donum  et  divinum  nomen  reve- 
reantur  et  c'  his  consonant  quse  in  6.'  et  7.*  et  8.*  confessionarii 
nostri  regulis  quamuis  satis  lente  et  remissse  diximus. 

»Si  antera  hyspani  quibus  ordinaria  tributa  exacta  vel  potius 
extorta  ab  indis  ordinatione  regís  nostri  deputantur,  nihil  indis  no 
cuerunt  aut  in  expeditionibus  injustis  quas  vocant  conquistas:  vel 
alias,  en  los  repartimientos  ó  de  otra  manera;  sed  quod  de  nouo  ad 
illum  uobum  orbem  gratia  quserendi  victum  et  sibi  aggregandi 
divitias  transmigrar unt  in  illo  vel  ad  tempus  vel  perpetuo  habita- 
turi,  tune  si  hujusmodi  homines  ñde  óptima  se  ad  habitandum 
perpetuo  In  aliquo  loco  cura  cseteris  astringerent  puto  indos  prop- 
ter comraodo  sui  ipsorum  spirituales  at  temporales  hyspanis  eius- 
modi :  vel  in  assignandis  terris  pro  ediflciis  erigendis  aut  pecori- 
bus  suis  pascendis:  vel  in  aquiis  dividendis  (scilicet)  fluminibus 
ad  publicura  vel  pri  untura  usura  vel  in  pecuniis  si  ve  in  aliquibus 
suppellectilibus  ad  recompensara  aliquam  in  conscientia  teneri. 
Lege  naraque  natura  obligamur  benefactoribus  uostris  vicem  red- 
dere  ac  benefacere.  Huic  nimirum  horainum  genere  fatemur  Re- 
gem  nostrum  posse  ac  deberé  aliquam  remunerationem  faceré  in 


380 

stipendium  de  bonis  si  quse  in  eiusmodi  orbe  legitime  habaret. 
Nam  nisi  de  volúntate  libera  reguní  vel  dominorum  naturalium 
et  populorum  nemo  hispauorum  juste  habere  potui  nec  potest 
passum  pedis  térra  aut  aliquid  eorum  quge  in  toto  illo  indiarum 
orbe  continentur  absque  pacato  furti  aut  rapinse  vel  damnatse 
tyrannidis  prout  alibi  late  scripsimus.  Nec  obstanthis  ea  quse  in 
nostro  tractatido  comprobatorio  ad  roborationeni  universalis  prin- 
cipatu  regura  hyspaniarum  super  orbeni  ipsum  disservimusquam 
illa  vera  quidem  sunt  et  locura  habere  iutelliguntur  si  hyspano- 
rum  iugresus  et  progresus  non  tyranicus  sed  legitimus  fuisset  et 
in  utroqne  servatus  esset  ordo  naturalis  juris  quíe  res  seraper 
déficit.  De  quo  alias  plenius  idcirco  patres  mci  aiiinadvertite: 
quod  nondum  ad  fundum  huius  tara  periculosse  tamque  couterapta? 
acpro  nihilo  reputatse  questionis  venistis. 

»Ad  S.*""  vero  questionem  respondemus  quod  in  casu  quo  indi 
nolent  predictam  recompensara  faceré;  non  licebit  alicui  propterea 
eos  ad  eam  compellere  aut  super  huiusmodi  molestare.  Probatur 
hoc  primo  per  rationera  illam  universalera  (scilicet)  nullitatis.  2.* 
probatur  qui  a  precepto  Christi  iubemur  Adera  quam  gratis 
accepimus  gratis  daré  alus  Malhe.  10.  Solum  n.  concesit  pre- 
dicatoribus  fidei  suse  cibum  a  volentibus  daré  accipere  in 
quamquraque  civitatera  intraueritis  et  susceperint  vos  mandú- 
cate quíE  apponuntur  vobis:  et  cúrate  infirmes.  Luc.  10,  ubi 
patet  uniuscuiusque  audientium  predicationen  fidei  arbitrio  de 
cibo  predicatoribus  dando  reliquisse.  Nec  adhibuit  penas  si 
cibura  negarent  hoc  apparet  per  apostolum  2  ad  Corinthos  IL° 
qui  non  excomunicauit  chorinthos  nec  iuflexit  eis  penara  ullam 
temporalcm  nolentes  ex  avaritia  prouidere  apostólo  et  sociis  de 
necesariis.  ünde  ad  verecundiam  eorura  de  huiusmodi  gloriabatur 
in  domino  dicens;  quam  gratis  euangelium  Dei  euangelizari  vobis. 
Alias  ecclesias  spoliavi  accipiens  stipendium  id  est  cibura  ad  rai- 
nisterium  vestrura.  Et  cura  esscm  apud  vos  et  egerim,  uulli  one- 
rosus  fui.  Nam  quod  mihi  decrat  supplcueruut  fratres  qui  venerant 
ex  Macedonia.  Et  in  ómnibus  sine  onere  me  vobis  seruaui  et  ser- 
uabo  etc.*  Interdura  quoque  laborauit  manibus  quícrens  cibum  ct 
alia  necesaria  pro  se  et  sociis  ;  ue  quibus  predicabat  grauis  ha  be- 


381 

retur.  Actam  20.  Argentura  et  aurum  aut  vestem  nullius  concu- 
piui  sic  ipsi  scitis ,  quam  adea  quse  mihi  opus  erant  et  his  qui 
mecum  suut  miuistrauerunt  mauus  istai.  Omnia  ostendi  vobis: 
quam  sic  laborantes  oportet  siiscipere  iufirmos  etc."  3."  probatur 
Christus  noQ  adiecit  peuam  temporalem  vel  spiritualem  in  hoc 
mundo  lucendam  sed  in  alio;  si  non  reciperent  predicatores  nec 
ipsam  fidem.  Math.  10,  'si  non  receperint  vos  exeuntes  foras  domo 
vel  ciuitate:  excutite  puluerem  de  pedibus  vestris ,  amen  dico 
vobis  etc."  et  Marci  ult.°  qui  vero  non  crediderit  condemnabitur. 
Ergo  nec  si  predicatoribus  vel  hyspanis  predicatores  comitantibus 
pro  quibuscumque  beueficiis  in  se  collatis  vicen  non  redideriat, 
aut  recompensatiouem  non  facereut,  suut  compellendi  aut  moles- 
tandi  indi,  peccarent  certe  indi  predicatoribus  necesaria  vitse  non 
ministrando:  peccatum  tamem  illud  per  homines  non  est  punibile: 
sed  in  alio  seculo  per  ipsum  Deum  dumtaxat,  etc.* 

»Quod  autem  vestrse  patérnitates  addumt  Regem  posse  aliquam 
partem  venderé  indigenaruru  cura  jurisditione  re  vera  patres  mei 
ego  demirari  vestram  probitatera  et  prudentiam  non  cesso;  qua- 
liter  ausi  estis  talia  et  quidem  mente  cogitare  nedum  ore  proferre 
manu  que  scriberé:  cum  nimirum  tyranicaexistant:  utpote  contra 
communem  populi  utilitatem  qui  et  finis  cuiuscumque  vel  politicse 
vel  regalis  gubernationes  et  sic  adversari  naturali  et  gentium 
inmo  et  divino  juri:  et  omnium  saue  sententiíe  doctorum  tam 
theologorum  quam  jaristarum,  Et  hoc  non  modo  alienare  velle 
mínimum  quicquam  de  indigenis  istius  orbis  in  quo  valde  tenue 
jus  Rey  noster  adipisci  noscitur,  verum  etiam  in  reguis  his  hjs- 
paniurum  super  quse  jas  piugisius  videtur  ab  antiquis  temporibus 
habuisse:  Sed  patres  charissimi  quia  vos  video  carere  de  hac  ma- 
teria primis  principiis:  nolo  amplius  circa  huiusmodi  contenderé 
vobiscum.  Capiatis  tándem  obsecro  unum  non  minus  notum  in 
omni  juri  quie  triaiígulum  habere  tres  ángulos,  etc.',  geometris: 
videlicet:  nulli  principum  aut  regum  quamtumcumque  supremo 
de  mundo  licere  vel  statuere  vel  ordinare  aliquid  in  prejudicium 
aut  detrimeutum  populi  sine  subditorum  eorum  cousensu  libero 
non  requisito.  Quod  si  fecerit  nihil  omnino  valebit  de  jure,  etc.* 
Supponitis  patres  dilectissime  idem  importare  et  esse:  venderé 


382 

aut  alienare  homines  liberes  cum  jurisdictione  quod  jurisdictionem 
delegare  vel  commitere.  In  quo  apparet  qualiter  acu.  rem  ipsam 
attingitis  vel  appreheuditis  utdicitur.»  Válete.— Fr.  Bartolomé  de 
las  Casas  ^ 


*  En  éste,  como  en  todos  los  demás  documentos,  hemos  conservado  la  orto- 
grafía de  los  que  nos  han  servido  de  originales,  aunque  estos  sean  copias  de  los 
primitivos,  para  no  alterar  á  título  de  correcciones,  aunque  parezcan  naturales, 
los  conceptos  del  autor  tales  como  han  llegado  hasta  nosotros. 


383 


APÉNDICE  XXVIIl. 


CARTA  DE  BARTOLOMÉ  DE  LAS  CASAS  AL  PADRE  CARRANZA 

DE  MIRANDA. 

(Bibl,  Nac.  de  París.  Mss.  Esp.  325,  í."  451-170,  y  Esp.  277,  f."  98-134.  El 
texto  del  D."  325  no  tiene  título;  el  n.*  277,  trae  éste:  «Sigúese  una  carta  que 
el  obispo  de  Chiapa  escribió  al  padre  Miranda,  estando  en  Inglaterra  con  el  Rey, 
respondiéndole  á  ciertas  dudas  que  le  embió  á  preguntar  gerca  de  la  materia  de 
los  yndios,  quando  se  tratava  de  venderlos».  El  ms.  277  es  el  que  sirvió  á  Lló- 
rente (véase  su  Colección  de  las  obras  del  venerable  obispo  de  Chiapa,  1. 1,  p.  79. 
La  copia  del  ms.  325,  de  letra  más  antigua  que  la  del  ms.  277,  es  la  que  se 
publica  aquí). 

Mu¡/  E.'^"  y  charissimo  padre  nuestro: 

La  carta  de  V.  paternidad,  de  seys  de  Junio,  de  Antoncort. 
recibí  á  20  deste  mes  de  Julio,  por  manera  que  tardó  mes  y 
medio;  harto  me  pesa  de  tanta  tardanza,  porque  aunque  e  es- 
crito á  V.  p.  muy  largo  y  al  padre  fray  Juan,  y  agora,  poco  a, 
con  un  hombre  honrrado,  procurador  de  la  Isla  Española,  que 
se  llama  Balthasar  García,  si  la  ouiera  antes  recibido,  antes 
ouiera  respondido  á  los  puntos  que  V.  p.  toca  en  ella ,  que  son 
de  grande  importancia :  no  dexando  de  creer  que  al  rey  y  á  V.  p. 
tengo  escrito  lo  mismo,  sino  que  yo  no  soy  digno,  por  mis  pe- 
cados y  por  los  de  las  Indias ,  de  saberlo  bien  declarar,  y  nin- 
guna duda  yo  tengo,  sino  que  es  acote  que  Dios  nos  da,  por  las 
ofensas  que  en  ellas  le  emos  hecho ,  que  esta  verdad  tan  clara 
uo  la  Toamos  desnuda  de  mili  embaragos ,  sino  enmarañada  y 
enbuelta  eu  tupida  y  tapiada  confusión. 

Primero  que  comience  á  responder  á  los  puntos  de  la  carta 
de  V.  p.,  quiero  dezir  y  presupponer  quatro  cosas:  la  primera, 
que  considere  V.  p.,  por  amor  de  Dios,  y  persuada  haziendo  en- 
tender al  rey ,  que  tenga  este  negocio  de  las  Indias ,  que  quiere 


384 

agora  determÍDar,  por  la  cosa  más  importante  y  más  peligrosa, 
y  de  donde  más  daño  y  más  bien  temporal  se  le  a  de  recrecer 
de  quantas  hoy  tiene  príncipe  fiel  ó  infiel  de  los  del  mundo.  Y 
en  quanto  á  lo  espiritual ,  de  donde  más  riesgo  le  a  de  venir  á 
su  ánima  y  más  también  podrá  merecer,  y  que  es  también  la  que 
quigá  tiene  Dios  más  gercana  á  sus  ojos  (si  así  se  pudiese  dezir), 
y  que  está  esperando  á  dónde  vá  á  parar  la  determinación  del 
rey,  para  por  allí  medirle  la  felicidad  ó  infelicidad  suya. 

La  segunda  es,  que  no  oluide  V.  p.  de  proseguir  con  todas 
sus  fuergas  el  principio  que  Dios  le  inspiró  del  estor'vo  que  puso 
á  la  perdición  de  aquel  orbe ,  que  se  celebrará  en  Inglaterra, 
si  V.  p.  no  dificultara  el  negocio,  y  dificultándolo  no  fuera  causa 
de  que  se  embiara  á  tratar  en  España;  y  esto  en  gran  manera 
conviene  que  Vuestra  p.  procure  que  en  Inglaterra  ni  en 
Flandes  no  se  determine ,  sino  que  venido  el  emperador  ó  el 
rey  acá,  acá  se  junte  toda  España,  y  que  cosa  tan  grande  se 
haga  con  grandes  personas  presentes  y  en  presencia  de  la  per- 
sona real,  y  con  morosa  y  morossísima  deliberación.  ¿Quién 
no  terna  por  sospechosa  y  dudosa  la  determinación,  immo  más 
que  temeraria  presumpcion ,  si  algo  se  determina  en  Inglaterra, 
donde  el  rey  tiene  tres  ó  quatro  personas  que  le  consejan,  que 
sabemos  que  son  hombres,  y  no  previlegiados  de  Dios,  que  no 
puedan  errar  en  perjuizio  y  daños  irreparables  de  aquel  orbe 
tan  grande ,  donde  tantas  gentes  y  generaciones  ay,  y  que  tan 
agrauiadas  y  anichiladas  tan  gran  parte  dellas  han  sido,  y  oy 
son  las  que  restan ,  sin  ser  oydas ,  llamadas  ni  defendidas,  trac- 
tándose  de  entregarlas  perpetuamente  á  sus  capitales  enemigos 
que  las  an  destruydo?  ¿Y  que  estos  consejeros,  ni  sepan  el  he- 
cho ni  tampoco  el  derecho ,  dexando  el  propio  consejo  que  el 
rey  tiene  en  España  para  sólo  aqueste  negocio  constituydo,  que 
cada  hora  trata  del  hecho  por  infinitas  relaciones  .que  de  allá  le 
vienen  y  estudia  el  derecho,  al  menos  más  que  los  que  están  en 
Inglaterra  y  van  entendiendo  algo  ya  dello ,  aduertiendo  en  la 
gran  ceguedad  que  hasta  agora  han  tenido?  ¿Si  este  tan  gran 
negocio  se  yerra  será  escusado  por  ignorancia  inuoucible? 

A  sesenta  años  y  uno  más  que  se  roban  y  tiranizan  y  asue- 


385 

lan  aquellas  inocentes  gentes,  y  quarenta  que  reyua  el  empe- 
rador en  Castilla,  y  nunca  las  a  remediado  sino  á  remiendos, 
después  que  yo  vine  á  desencantar  lo  que  tenían  los  tiranos, 
que  acá  estauan  por  sus  propios  intereses  encantado ;  ¡  y  que  se 
c|uiera  agora  tractar  con  tanta  priesa  de  su  colorado  y  fingido 
remedio ,  arrinconándose  en  Inglaterra  ó  en  Flandes  los  reyes 
de  Castilla !  Creo  que  aunque  se  acertase ,  seria  de  los  hombres 
por  gran  hierro  tenido  y  de  Dios  aborrecido  y  punido.  Quanto 
más  que  soy  tan  cierto  que  cosa  buena  en  este  negogio ,  en 
Flandes  ni  en  Inglaterra  no  se  determine,  como  lo  estoy  que 
Dios,  como  sea  verdadera  justicia  y  no  menos  infalible,  a  de 
quitar  las  Indias  á  los  reyes  de  Castilla,  si  lo  que  pretenden 
los  infelices  que  tal  les  aconsejan,  ignorantes  del  bien  de  Dios 
y  de  lo  que  temporal  y  espiritualmente  conviene  á  sus  príncipes, 
que  por  sus  ojos  y  por  su  lumbre  lo  escogieron ,  aquello  se 
determina.  Porque  escripto  está:  Regnumagente  ingentem  trans- 
fertur  propter  iniustitias  et  iniurias  et  contumelias  ao  diuersos  do- 
los. ¿Dónde  tantas  ni  tan  calificadas  injusticias,  iniurias,  contu- 
melias y  tan  diuersos  y  varios ,  ni  tan  nepharios  dolos  y  malda- 
des, y  ni  en  tanta  variedad  ó  diferencia  de  estados  y  sexos  y 
condiciones  y  edades  y  personas  cometidas ,  como  los  de  los 
reynos  de  España  cometieron  y  cometen  en  las  gentes  inocen- 
tes de  los  reynos  de  las  Indias?  Quiten,  padre,  Su  Mag. '  y  Su 
Alteza  los  ojos  de  seis  ó  siete  millones,  que  sacar  pretenden  de 
los  pellejos,  vidas  y  ánimas  de  los  yndios,  para  supplir  sus  ne- 
cesidades y  desempeñar  la  corona  de  España,  y  entonces  no  se 
darán  tanta  priesa  á  determinar  la  total  destruycion  de  los  re. 
yes  de  las  Indias  en  Flandes  ó  en  Inglaterra?  ¿Y  qué  obligación 
tienen,  padre,  los  desdichados,  oppresos,  tiranizados,  anichila- 
dos ,  paupérrimos ,  los  que  nunca  otros  tan  pobres  de  muebles  y 
rayzes  jamás  en  el  universo  mundo  se  vieron  ni  oyeron  ni  fue- 
ron, vezinos  de  las  Indias,  para  llorar  y  supplir  las  necesidades 
de  los  reyes  y  desempeñar  la  corona  de  Castilla?  ¿No  tienen 
harto  que  gemir  y  llorar  y  pedir  á  Dios  justicia  y  venganca  de 
los  mismos  reyes  de  Castilla,  que  con  su  autoridad,  aunque  no 
por  su  voluntad  (pero  esto  no  los  escusa),  an  sido  hasta  agora. 
Tomo  LXXI.  2j 


38G 

desde  que  las  ludias  fueron  descubiertas,  hechos  pedacos  por 
las  guerras  injustíssimas,  inuasos  ó  acometidos  contra  toda  ra- 
zón y  justicia,  que  á  todas  las  guerras  de  los  infieles  y  bárba- 
ros ,  y  de  las  mismas  bestias,  en  crueldad,  en  fealdad,  en  injus- 
ticia, en  iniquidad,  en  horror  y  espanto  han  excedido,  y  después 
dellas  los  pusieron  en  tan  miseranda  y  deploranda,  y  nunca 
otra  pensada,  infernal  seruidumbre  que  es  este  repartimiento 
de  hombres ,  como  si  fueran  bestias ,  que  los  tiranos  doraron  con 
llamarlas  encomiendas;  en  el  qual  sobre  veynte  quentos  y 
veynte  y  cinco  de  ánimas  an  sin  fe  y  sin  sacramentos  perecido; 
y  que  agora  tracten  de  nuevo  los  reyes  de  dexarlos  en  ellas  per- 
petuamente para  que  no  quede  dellas  memoria  ni  vestigio  !  ¿No 
avria,  padre,  quien  desengañase  á  estos  nuestros  cathólicos 
príncipes  y  les  hiziesen  entender  que  no  tienen  valor  de  un  real 
en  las  Indias  que  puedan  Ueuar  con  buena  conciencia,  consin- 
tiendo así,  no  digo  permitiendo,  sino  consintienáo  consensu ex- 
preso  non,  interpretativo  padecer  tan  amarga  y  desesperada  vida 
en  tan  ultimado  captiuerio,  sin  las  muertes  y  perdiciones  pasa- 
das á  tantas  multitudines  de  gentes  y  pueblos  de  yndios?  Pero 
vamos  adelante. 

Lo  3.°,  padre,  digo,  que  mire  V.  p.  que  todos  los  que  le  ha- 
blan de  medios  en  esta  materia,  no  pretenden  poner  remedio 
en  las  Indias ,  sino  fúcar  y  dorar  ó  encubrir  el  veneno  de  la 
tiranía  de  los  que  millones  an  prometido  que  puede  sacar  el 
Príncipe,  ó  por  su  temeraria  presumpcion  y  ceguedad,  ó  por  la 
parte  que  piensan  de  auer  para  sí  ó  para  sus  deudos,  criados  ó 
amigos  de  lo  que  se  repartiere  en  las  Indias,  y  para  esto  dificul- 
tan á  V.  p.  el  verdadero  remedio  y  tractan  de  medios  que  son 
nefarios  y  dañados  por  toda  ley  y  razón  estreraos,  y  querrian 
blandearlo  para  que  concuerde  con  ellos.  Estépor  Dios  V.  p.  rc- 
catatíssimo  y  muy  aduertido. 

Lo  4.°  presuppongo  que  reduzga  V.  p.  á  su  memoria  lo  que 
muchas  vezes  en  la  cáthedra  ouo  leydo  tractando  de  prudencia 
y  es  el  Philósopho  en  el  0.°  de  las  ííthicas  y  en  otras  partes, 
que  como  el  fin  sea  optimum  quid  in  rebiis,  ita  error  circafinem 
est  omnimn  pessimus,  y  este  error  cerca  del  fin  verdaderamente 


387 

a  sido  la  causa  eficacíssima  de  la  destruycion  de  las  Indias,  y 
así  agora  parece  que  perseuera  para  las  acabar  en  Inglaterra. 
El  fin,  padre,  de  auer  podido  jurídicamente  los  reyes  de  Cas- 
tilla tener  que  entender  en  las  Indias,  ¿no  es  la  conuersion  y 
saluagion  de  aquellas  gentes  y  todo  su  bien  y  prosperidad  espi- 
ritual y  temporal?  Creo,  dirá  V.  p.,  que  no  fué  ni  pudo  ser  otro 
el  fin,  y  así  lo  dio  por  escrito  á  aquel  hidalgo  que  le  pidió  pare- 
cer de  lo  que  auia  de  hazer  en  las  Indias,  que  acá  me  remitió, 
conuiene  á  saber:  que  los  españoles  que  pasan  á  las  Indias  an 
de  pasar  por  bien  de  los  mismos  yndios,  etc.  De  manera,  que 
el  poder  embiar  el  rey  gente  alguna  á  las  Indias  española,  y 
querer  tener  (no  digo  tomar)  la  superioridad  de  la  jurisdicion 
sobre  los  reyes  naturales  de  las  Indias  y  entrar  y  estar  españo- 
les en  las  ludias  y  todo  lo  que  de  más  liiziere,  ordenare  y  pro- 
ueyere,  a  de  ser  todo  medio  y  medios  ordenados  para  prouecho, 
no  del  rey  ni  de  los  españoles,  sino  del  bien  espiritual  y  tempo- 
ral de  los  yndios,  y  no  en  una  punta  de  alfiler  a  de  ser  ni  puede 
ser  para  perjuicio  dellos.  Y  si  el  prouecho  del  rey  y  de  los  es- 
pañoles se  pone  por  hito  y  por  fin,  y  los  yndios  y  tan  grandes 
reynos  y  tierras  agenas,  y  tantas  generaciones  y  multitudines 
de  hombres  racionales,  y  tan  infinitas  policías  muy  mejor  orde- 
nadas que  todas  las  nuestras  (salva  la  fe  que  lo  perfigiona  todo), 
sino  en  quanto  sin  fe  pueden  biuir  y  biuieron  siempre  todos  los 
que  carecieron  della  gentiles,  por  medio  para  conseguir  el  traer 
al  rey  millones  de  las  Indias  y  los  españoles  ser  allá  todos  reyes 
en  servicios  y  en  riquezas,-  este  error  péssimo  y  horrendo,  tirá- 
nico é  infernal,  será  condenado  por  toda  razón  natural  y  hu- 
mana, y  mucho  más  por  la  christiana  philosophía;  y  esto  no 
auiendo  riesgo  ninguno  de  las  personas  de  las  gentes  infinitas, 
ni  abatimiento  de  sus  estados,  ni  perdimiento  de  sus  haziendas, 
si  sin  esto  digo  pudieran  ser  medio  para  aquel  ñnper  imposiHle, 
sólo  por  la  desorden  que  se  siguia  contra  la  razón  natural  que 
el  contrario  dicta ,  fuera  error  péssimo  y  de  hombres  que  usan 
de  razón  y  justicia  no  digno.  Pues,  padre,  que  esta  preposteri- 
dad  y  horribilidad  tan  errada  y  de  Dios  tan  contraria  é  indigna 
de  pretender  el  prouecho  del  rey  y  las  riquezas  y  grandeza  de 


388 

los  españoles  por  fin  ultimado,  etiam  postpuesto  Dios  y  toda  la 
uniuersidad  de  aquellas  naciones  y  reynos,  se  aya  tomado  por 
medio,  como  si  fueran  cabras  ó  cabrones  que  estuuieran  en  los 
campos  sin  dueños,  desde  que  las  Indias,  en  mala  ora  para  Es- 
paña, se  descubrieron  hasta  oy  inclusiue,  ¿será  bien  ponerlo  en 
c^sputa  si  a  sido?  Que  oy  se  mire  con  el  ojo  derecho  en  Ingla- 
terra ni  en  Flandes  á  tomar  y  pretender  el  que  es  fin  por  fin  y 
el  medio  por  medio,  á  V.  p.  lo  remito. 

Que  repartiendo  los  Indios  á  los  Españoles  como  se  han  re- 
partido y  reparte  oy  el  rey  desde  Inglaterra,  como  á  D.  Fran- 
cisco de  Mendoca  y  aun  D.  Juan  de  Alagon  (después  diré  la 
historia  deste),  y  los  que  dio  también  á  Alderete,  sea  usurpar  el 
fin  por  medio  y  medio  por  fin,  no  quiero  agora  dezir  otra  razón, 
porque  después  diré  otras,  sino  que  se  considere  el  fructo  y 
efectos  que  della  para  la  salud  espiritual  y  temporal  de  los  yn- 
dios  a  salido,  pues  tantos  millares  de  leguas  an  despoblado  los 
Españoles  llenas  de  gentes  por  este  repartimiento  que  an  pere- 
cido. Millares  de  leguas  digo,  porque  pasan  de  tres  mili,  de 
tres  mili  digo  y  torno  á  dezir,  porque  V.  p.  dize  en  su  carta 
que  son  muertas  tantas  gentes  como  yo  digo.  Qiertamente  no 
ay  razón  de  que  hombre  se  maraville,  que  lo  que  digo  sea  in- 
creíble, pues  lo  dixo  primero  el  Spíritu  Sancto  por  Abachuch: 
Opusfactum  ese  in  diehns  nostris  qiiod  nemo  credet  cicm  narra- 
hitur.  Y  creo  que  no  se  escrivió  más  para  otra  cosa  que  para 
encarecer  la  gran  maldad  desta  tan  uniuersal  jactura  del  linaje 
humano,  que  tan  gran  parte  del  por  estos  repartimientos  a  pe- 
reQido;  y  harto  mal  es  y  a  sido  que  aya  quarenta  años  que  yo 
estas  despoblaciones  afirmo  delante  reyes  y  príncipes  y  sus 
consejos,  millares  de  vezes  diziendo  por  ellas  ser  todo  el  mundo 
tirano,  y  que  no  se  haya  puesto  diligencia  en  aueriguar  el  con- 
trario, y  aueriguado  constreñirme  a,  en  confusión  mia,  medes- 
dezir  de  lo  afirmado.  Pero,  mire  padre,  como  aun  está  hiruiendo 
la  sangre  de  los  vezinos  y  moradores  que  ayer  no  cabian  en 
muchas  partes,  regiones  y  reynos  de  las  Indias,  y  son  biuos  mu- 
chos de  los  matadores  y  destruydores  del  linaje  humano  que 
las  despoblaron,  y  están  los  archivos  del  rey  llenos  de  processos 


389 

y  relaciones  y  residengias,  y  otros  innumerables  testimonios 
destas  matancas  y  de  los  innúmeros  millares  que  auia  en  la 
ysla  Española,  mayor  que  toda  España,  y  Cuba  y  Jamáyca  y 
otras  más  de  quarenta  yslas  que  de  gentes  rebosauan,  que  no 
ay  en  ellas  oy  mamante  ni  piante.  En  las  quales  ay  más  tierra 
que  de  aquí  á  Persia  en  quadra^y  dos  vezes  más  en  la  tierra 
firme,  y  oy  en  este  dia  lo  mismo  se  comete,  lo  mismo  se  asuela, 
lo  mismo  se  destruye  y  tiraniza  con  este  repartimiento,  y  todo 
aquel  orbe  se  va  cundiendo  y  acaba :  no  ay  hombre  biuiente, 
sino  fuere  mente  capto,  que  ose  negármelo  ni  que  lo  contrario 
diga.  Así  que  V.  p.  crea  que  no  encarezco  una  de  diez  mili,  y 
que  no  excedo  en  llamarlos  á  todos  grandes  tiranos ,  toque  á 
quien  tocare,  pese  á  quien  pesare :  porque  si  este  nombre  de 
tiranos  yo  con  el. rigor  que  e  tenido  (si  parece  ser  rigor  á  los 
que  lo  oyen),  no.  lo  ouiera  entablado,  aunque  se  a  hecho  poco 
en  quarenta  años,  oviérase  hecho  nada  llenarlo  blandeando 
como  juego  de  niños,  y  es  verdad  que  no  a,  creo,  que  quiuzc 
dias  que  me  fué  dicho  por  persona  del  consejo  de  las  Indias, 
espantado  de  lo  que  en  él  agora  destas  tiranías  horribles  se  vee 
y  oye  y  se  tracta,  que  me  lo  auia  de  demandar  Dios,  porque  no 
hazia,  en  no  dar  cada  hora  clamores  al  mundo  é  yr  á  Inglater- 
ra con  un  bordón  mendigando,  la  mitad  de  lo  que  era  obligado, 
pues  Dios,  me  auia  puesto  negocio  tan  pío  y  tan  arduo  en  las 
manos.  ¡O,  qué  dixera,  si  ouiera  visto,  padre,  lo  que  cerca  de 
sesenta  años  ante  mis  ojos  corporales  a  passado  y  se  a  perdidol 

Así  que,  tornando  al  propósito  desta  primera  razón  en  que 
digo  que  se  consideren  los  effectos  que  an  salido  deste  reparti- 
miento, que  son  de  tantas  tierras  y  reynos  totales  despoblaciones 
y  estragos,  y  que  para  no  matarlos  no  an  bastado  millares  de 
leyes ,  instructiones ,  mandamientos ,  amenazas  y  penas  que  los 
reyes  an  siempre  embiado,  deueria  ésta  sobrar  para  que  en  dexár- 
selos  un  dia  sólo,  quanto  menos  perpetuárselos,  no  se  pensase. 

Dixe  arriba :  querer  tener  los  reyes  de  Castilla,  no  tomar,  la 
superioridad  de  la  jurisdicion  sobre  los  reyes  naturales  de  las 
Indias;  porque  quererla  tener  suppone  llenar  para  entrar  en 
ella  el  camino  que  Dios  por  su  ley  euangelica  tiene  ordenado,  y 


390 

por  donde  el  Hijo  de  Dios  primero  anduuo  y  sus  Apóstoles  le  si- 
guieron, y  la  Ig-lesia  universal  tuuo  siempre  de  costumbre  (con- 
uiene  á  saber),  por  paz  y  mansedumbre,  proponerles  el  fin  á 
que  todo  se  a  de  ordenar,  y  á  lo  que  los  reyes  de  Castilla  embian 
gente  allá;  y  que  por  las  obras  exteriores  conozcan  de  la  gente 
que  no  ay  otro  intento,  falsedíljl  y  maldad,  ni  matar  ni  robar. 
El  tomar  la  tal  superioridad,  suppone  violencias  y  guerras, 
robos,  estragos  y  matanoas,  que  es  la  puerta  y  principio  y  ca- 
mino por  la  que  se  a  entrado,  comencado,  proseguido  y  andado 
hasta  oy.  Suppone  también  impedimento  y  destruicion  del  fin, 
ei  qm  destruü  finem  desiruü  omne  bonum,  según  dizen  los  que 
philosophan  ,•  y,  por  consiguiente,  usúrpase  y  peruic^rtese  la  or- 
den natural,  haciendo  del  fin  medio  y  del  medio  fin;  y  así  ahi- 
tittir  fotesiate  sihi  concessa  sew  tradita,  etproinde  etc;  tmde  quod 
favore  illarum  gentium,  immofidei  amfUande  ac  ecclesie  catho- 
*  lice  düatande  jpie  acprouide  constitutum  est,  in  earum  odmm, 
dis^endium  et  excidinm  mrsum  est  contra  jiiris  comunis  regu- 
lam,  que  dicit:  «Quod  favor e  qnorumdam  constitmn  est  quihus- 
dam  casíbus  ad  lesionem  eorum  nolumus  inventum  tideri;»  et 
alibi:  « Nulla  juris raiio  aut equitatis  henignitas patitur,  utque 
saluiriter  fro  utilitate  homimim  introducimtur,  ea  nos  duriore 
inter'pretatio7ie  contra  commodum  ipsorum  p'oducamus  ad  seiieri' 
tatem.»  Ilis  crgo  sufpositis  ad  vestre  ]}aternitatis  supposita 
sermo  vertendus  est. 

A  lo  primero  que  V.  p.  suppone  que  aquí  no  se  a  de  boquear 
de  vender  ñi  comprar  los  indios,  sino  que  todo  lo  que  se  oviere 
de  hazer  sea  graciosamente  lo  que  conuenga  más  á  la  gouer- 
nagion  y  perpetuidad  de  la  tierra,  y  con  fin  do  premiar  los  que 
en  ella  an  soruido  á  Dios  y  al  Rey,  y  dar  salario  para  la  susten- 
tación de  los  que  fueren  necesarios  para  la  conseruagion  de  la 
religión.  A  lo  primero  respondo,  padre,  que  vox  hec,  vox  qui- 
dem  Jacob  est,  manus  autem  Esau.  Apostaría  yo  de  acertar  de  la 
mina  donde  éste  otro  salió  y  el  crisol  ubi  conjlatumfuit.  ¿Sabe 
V.  p.  qué  industria  entre  otras  tenian  y  tienen  oy  en  las  Indias 
para  vender  los  repartimientos  de  que  tractamos  una  y  cient 
vczes?  Quando  alguno  de  aquellos  tiranos  se  quiere  venir  á 


391 

estos  rcyüos,  desque  tiene  ya  la  bolsa  herrada  y  ios  indios  deso- 
llados que  vende  ^ierta  hazienda  que  tiene  ó  labranzas,  ó  huer- 
tas, ó  ganados,  6  yeguas,  ó  caballos,  que  valdrá  mili  ó  dos  mili 
ó  quatro  mili  castellanos  á  lo  más,  y  dale  el  otro  por  ella  diez  y 
doce  y  quinze  y  veynte  mili  castellanos  por  ella,  y  liazen  su 
carta  de  venta  pública  que  le  vende  tal  y  tal  hazienda  por  tan- 
to, y  lo  principal  que  le  vende  es  los  indios,  que  se  tracta  entre 
solos  ambos  á  dos.  Entra  el  nuevo  comendero  hambriento  y  se- 
diento de  la  sangre  de  aquellos  desdichados  inocentes.  Juzgue 
V.  p.  si  pensará  y  trabajará  de  sacar  dello  sólo  lo  que  le  costa- 
ron, y  esto  se  haze  cada  dia  y  cada  ora,  y  sabiéndolo  y  dissi- 
mulándolo y  aun  dando  licencia  secreta  para  ello  las  justicias 
que  el  rey  tiene  allá ,  que  algunas  vezes  tienen  en  la  venta 
parte  ó  arte.  Lo  mismo  Iiazen  de  los  indios  particulares  que 
tienen  por  criados  libres  y  véndenlos  por  esclauos,  dizieudo  que 
le  vende  la  camisa  que  aquel  indio  tiene  vestida  por  quarenta 
6  cinquenta  castellanos.  Mire  V.  p.  qué  escarnio  de  la  ley  na- 
tural y  diuina  y  de  la  justicia  que  el  rey  á  tener  en  aquellas 
indias  es  obligado.  Así  que,  padre,  parégeme  lo  mismo  que  así 
quieren  confitar  la  venta  de  los  indios  á  su  alteza  y  mg  i .,  esos 
que  ay  le  siruen  y  aman;  que  todo  se  quiere  hazer  graciosa- 
mente lo  que  conuenga  más  á  la  gouernacjion  do  la  tierra,  y 
esto  es  entregar  perpetuos  á  los  matadores  de  los  indios  des- 
mamparados, y  por  esta  sola  den  nos  los  tiranos  seys  ó  siete 
millones  el  primer  año ,  después  será  lo  que  Dios  quisiere  al 
segundo  y  tercero  y  al  quarto.  ¿Qué  mayor  afrenta  se  puede 
hazer  á  Dios  y  á  su  ley  por  un  príncipe  christiano?  ¿Qué  mayor 
ni  más  digno  de  temporal  y  eternal  punición,  vituperio  j  escar- 
nio? Y  este  trabajo,  padre,  ¿no  lo  ve  Dios,  aunque  venga  en- 
mascarado? Y  ¿puédcnlo  ignorar  aquellos  que  llamamos  de 
sayago?  Marauillado  estoy  de  V.  p.  si  este  artificio  no  a  pene- 
trado; y  si  sí,  ¿cómo  me  lo  a  boqueado?  No  es  este  el  camino 
para  que  sea  la  tierra  perpetuada,  sino  para  que  la  que  resta 
por  despoblar  en  breues  días  quede  yermada. 

A  la  segunda  palabra  que  dice  V.  p.  ó  dizen  los  zelosos  del 
seruicio  de  sus  Mag.'«  de  sainarles  las  ánimas  y  desempeñarles 


392 

á  España  (conviene  á  saber)  con  fin  de  premiar  los  que  en  la 
tierra  an  seruido  á  Dios  j  al  Rey,  ecce  pater,  otro  pernigiosís- 
simo  engaño.  Ruego  yo  á  Dios  que  en  todos  quantos  serui(;!Íos 
los  españoles  an  hecho  en  las  Indias  á  Dios  y  al  Rey,  ni  en 
quantos  en  todo  el  universo  mundo  semejantes  se  hazen,  nunca 
fray  Bartholomé  de  las  Casas  tenga  grande  ni  chica  parte.  Ya 
e  dicho  é  afirmado  á  su  Alteza  muchas  veces,  y  lo  dixe  y  afirmd 
á  Su  Magostad,  por  sacarlos  de  tan  grande  error,  otras  muchas, 
que  sobre  mi  conciencia,  y  que  el  dia  de  mi  muerte  y  en  el  úl- 
timo del  juizio  yo  se  lo  pagase,  si  se  engañasen  en  tener  y  creer 
por  infalible  verdad  auer  hecho  los  españoles  á  los  reyes  de 
Castilla  en  las  Indias,  desde  luego  que  se  descubrieron  hasta  oy 
inclusiue,  los  más  nogiuos ,  más  dañosos ,  más  perniciosos  á  su 
hazienda  y  á  su  ánima  y  á  su  fama,  deseruicios  que  jamás  á 
sus  príncipes  hizieron  vassallos,  y  que  ^si  se  sufriera  con  la  pie- 
dad christiana  á  tanta  multitud  hazerlos  quartos ,  los  males  y 
daños  que  les  an  hecho,  no  le  pagaran.  Por  eso,  pierdan  cuida- 
do los  reyes  de  Castilla  de  pensar  que  á  hombre  de  quantos  en 
las  Indias  an  sido  conquistadores  y  que  han  sido  en  subiectarle 
indios,  deuan  de  remunerarles  valor  de  un  quarto ;  antes  los 
reyes  an  de  ser  de  Dios  castigados  porque  rigurosamente  no 
los  an  castigado.  A  sólo  el  que  las  descubrió  y  no  á  otro  son  los 
reyes  de  Castilla  en  inextimable  cargo,  lo  qual  no  le  an  pagado. 
Mucho  deuen  á  los  que  an  sustentado  su  real  nombre  en  el  Perú 
contra  los  traydores  que  se  le  an  leuantado,  pero  n  oles  an  de 
pagar  con  darles  los  tristes  indios  desmamparados  para  que  los 
pesen  en  la  carnecería,  como  si  fuesen  nacas  ó  puercos  6  otros 
ganados,  y  si  V.  p.  tuuiere  por  bien  leer  este  capítulo  á  su  Al- 
teza, y  aun  toda  esta  carta  me  reholgare  dello. 

La  otra  palabra  que  contiene  este  primer  suppuesto ,  que 
dize:  «salario  para  sustentar  los  españoles  que  fueren  allá  ne- 
cessarios»  después  tractaré  dello. 

Al  2."  suppuesto,  que  dize  ser  necesario  dar  asiento  en  la 
gonernagion  de  las  Indias  espiritual  y  temporal ,  y  si  no  que 
como  se  a  destruido  tan  grande  parte  dellas ,  con  la  que  oy  ay 
so  destruirán  todas,  y  que  para  esto  es  de  ver  qué  orden  terna 


393 

indnos  inconuenientes ,  porque  qualquiera  que  se  diera  terna 
alg-unos.  A  esto,  padre,  respondo:  que  si  en  brebe  no  se  pone 
orden  y  remedio  perpetuo  en  la  gouernacion  de  las  Indias,  todas 
en  breues  años  quedarán  tan  rasas  y  desiertas  como  quedó 
y  está  la  grande  isla  Española,  donde  conocí  yo  ginco  reyes  y 
cinco  reinos  mayores  cada  uno  que  el  reyno  de  Portugal,  y 
sobre  tres  quentos  de  ánimas ,  y  así  más  de  tres  mili  leguas  en 
las  otras  partes,  que,  como  e  dicho,  están  despobladas  y  perdi- 
das. Pero  añado,  padre,  que  la  orden  que  tiene  menos  inconue- 
nientes y  contiene  el  verdadero  remedio  de  tantos  males ,  y  los 
reyes  de  Castilla,  creo  yo ,  como  creo  en  Dios ,  ser  de  precepto 
diuino  á  ponerla  y  por  guerra,  mano  armada,  si  no  pudiere  por 
paz,  etiam,  con  riesgo  y  peligro  de  todo  lo  temporal  que  tienen 
en  las  Indias,  obligados,  es  sacar  los  indios  de  poderío  del  diablo 
y  ponerlos  en  su  pristina  libertad,  y  á  sus  reyes  y  señores  natu- 
rales restituirles  süs  estados.  Tres  cosas  tengo  aquí  de  probar: 
La  1.%  que  sacar  de  poder  de  los  españoles  los  indios,  que  es 
reuocar  todas  las  encomiendas  ó  repartimientos  sea  el  vedadero 
remedio  de  tantos  males:  pruduolo  por  muchas  razones.  La  1.*, 
porque  por  ellas  an  perecido  tantas  gentes  y  despobládose  tantas 
tierras,  como  está  dicho  y  todo  el  mundo  sabe.  La  2.^,  porque 
suppuesta  la  ambición  y  cudicia  incurable  y  nunca  sanable  de 
los  españoles,  es  imposible  dexarlos  de  consumir  y  matar,  ni  bas- 
tarán leyes  ni  penas,  como  nunca  bastaron  muchas  que  seles 
an  puesto,  para  se  lo  impedir,  como  prueuo  por  euidentes  y  ne- 
cesarias razones  en  la  7.*  razón  de  mis  veynte  que  V.  p.  allá 
tiene,  y  por  charidad  que  la  vea,  y  vea  lo  que  dize  el  consejo  real 
en  su  parecer,  que  el  otro  dia  le  embié  con  el  susodicho  procu- 
rador de  la  ysla  Española,  y  mire  V.  p.  que  no  soy  yo  el  que 
digo  aquello ,  ni  me  hallé  yo  en  estos  reynos  el  año  de  v.einte  y 
nueue  que  aquello  se  hizo. 

La  3.*^,  porque  sin  causa  ninguna  justa  son  priuados  de  su 
libertad  natural,  siendo  pueblos  y  gentes  libres,  y  teniéndolos 
repartidos  en  los  españoles,  hombres  y  mugeres,  uiejos  y  niños, 
sanos  y  enfermos,  chicos  y  grandes,  señores  y  subditos,  son  re- 
duzidos  á  missérrima  seruidumbre,  y  no  sólo  de  un  señor,  que 


394 

es  el  tirano  comendero,  pero  á  sus  mocos  y  á  sus  esclauos  ne- 
g-ros,  á  sus  hijos  y  á  todos  quantos  á  aquellos  en  familiaridad  y 
servicio  y  parentesco  pertenecen.  Todos  los  roban,  todos  los 
comen,  todos  los  aflixen,  todos  los  amedrentan,  de  todos  tiem- 
blan y  á  todos  siruen ,  y  sobro  todos  los  angustian  y  atormen- 
tan y  desuellan,  quando  las  señoras  mugeres  de  los  infelices 
comenderos  se  van  á  holgar  y  recrear  á  los  pueblos ,  que  con 
ellos  verdaderamente  no  se  an  menos  cruelmente  que  si  fuesen 
bíuoras  ó  tigres.  A  acaecido  señora  destas  dar  tantos  acotes  con 
sus  mesmas  manos ,  teniendo  delante  á  quien  pudiera  mandar- 
lo, á  una  india,  hasta  que  la  india  espiró,  antes  que  ella  do 
darle  acotes  se  hartase. 

Lo  4.",  porque  los  reyes  y  señores  naturales  son  priuados  de 
sus  señoríos  y  dignidades  y  estados  reales ,  y  puestos  en  el  más 
abjecto  y  vituperioso  estado  que  se  puede  imaginar,  y  si  algo  de 
los  seruigios  y  tributos  los  oppresos  y  desuenturados  indios  fal- 
tan que  no  pueden  cumplir  ó  en  ello  se  tardan ,  los  caciques, 
reyes  y  señores  á  palos  y  bofetadas  y  gepos  y  cadenas  y  agotes 
lo  suelen  llorar,  y  quien  tenia  diez  y  veinte  mili  y  dozientas  y 
trezientas  mil  ánimas  de  hombres  subditos,  se  va  por  leña 
al  monte,  y  la  reina,  su  muger,  al  rio  por  el  agua,  y  los  prínci- 
pes é  infantes,  tan  príncipes  é  infantes  como  los  de  Castilla, 
salua  la  fe  que  los  de  Castilla  tienen  y  bondad  christiana,  van 
á  cauar,  no  con  azadas,  porque  no  las  alcanzan,  sino  con  un 
palo  tostado  y  con  sus  mismas  manos  hazer  sus  misérrimas  y 
paupérrimas  labranzillas  y  sementeras  de  grano  para  tener  un 
poco  de  pan ;  y  Boecio  dize :  Infelicissimtím  genus  inforiunii  est 
fuissefelicem.  Y  este  tormento  les  deuiera  bastar,  sin  que  tu- 
uieran  más.  No  se  puede,  padre,  encarecer  lo  que  allá  passa, 
ni  entender  ni  creer  acá. 

Lo  5.**,  porque  tener  los  españoles  los  indios  repartidos,  que 
llaman  encomendados,  es  les  impedimento  eficacíssimo  para 
recibir  la  fe  y  ser  christianos  por  muchas  razones;  pero  baste 
dezir  tres  por  no  alargar.  La  una,  porque  no  tiene  Dios  mayo- 
res contrarios  ni  enemigos  de  su  fe  en  esto  que  los  mismos  á 
quien  están  repartidos  o  encomendados,  porque  resisten  á  lo? 


395 

frayles  y  no  los  pueden  más  ver  que  al  diablo ,  porque  no  vean 
sus  tiranías,  impiedades  y  robos,  y  palos  y  agotes,  y  afligiónos  y 
muertes  que  en  los  indios  hazen;  y  como  los  indios  conocen  que 
no  ay  quien  los  mampare  sino  los  frayles,  descúbrense  á  ellos. 
Los  frayles  claman  á  las  justicias  ó  lo  escriuen  acá,  y  así  se 
sabe  y  dan  algunos  remedios ,  aunque  no  aprouechan  nada  y 
es  todo  burla,  como  se  los  dexen  y  no  se  los  quiten;  y  por  esto 
mueren  y  trabajan  los  tiranos  que  en  los  pueblos  que  tienen  no 
entren  frayles.  Y  no  a  muchos  días  que  un  tirano  dixo  á  un 
frayle  bueno  de  Sant  Francisco  en  Guatimala,  que  liazia  pleyto 
omenaje  á  Dios,  que  si  no  salia  de  su  pueblo  dentro  de  dos  oras 
que  le  liabia  de  dar  de  puñaladas,  y  así  se  ouo  de  salir  con  su 
compañero  el  frayle,  y  para  cumplir  con  la  predicación  y  dezir 
que  tiene  proueydos  sus  indios  de  quien  les  enseñe ,  para  estor- 
uar  de  que  no  le  entren  frayles,  toma  un  clérigo  idiota  á  quien 
da  ciento  6  ciento  y  cinquenta  castellanos,  que,  dexadas  las 
abominaciones  que  hazen  Tendiendo  los  sacramentos  pública- 
mente y  mili  malos  exemplos  dando,  es  el  que  más  cruelmente 
los  roba  y  aflige  y  amedrenta  y  tiraniza  con  nombre  y  ofigio  de 
padre.  ¿Será  mentira,  padre,  ó  gran  pecado  nombrar  á  estos 
comenderos  por  su  tan  propio  y  deuido  nombre,  tiranos? 

La  otra ,  porque  andan  todos  comunmente  tan  corridos  y 
desterrados  de  sus  pueblos  y  casas,  por  los  montes  y  tierras 
agenas,  alquilándose  y  trabajando  y  muriendo  por  llegar 
y  traer  los  tributos,  que  no  tienen  un  momento  de  espa- 
cio para  vacar  á  oyr  la  predicación  y  doctrina,  ni  á  oir  missa 
y  recibir  los  santos  sacramentos.  ¿Qué  diré  de  mantener  sus 
mugeres  y  hijos?  Y  así  muchos  andando  en  esto  cómenlos 
tigres,  y  desterrados  de  sus  casas  y  hijos  perecen.  Digo  verdad 
delante  de  Dios  que  sabe  que  la  digo,  que  pasando  por  un  pue- 
blo donde  auia  un  monasterio  de  franciscos,  el  padre  fray  Ro- 
drigo y  yo,  nos  dixo  el  guardián  á  ambos  ó  á  raí,  que  auia  con- 
fesado aquellos  dias  diez  y  nueue  biudas,  que  auia  un  año  y  dos 
que  sus  maridos  auian  ydo  á  buscar  los  tributos,  y  que  nunca 
más  auian  buelto.  ¿Parece  á  V.  p.  que  se  consigue  bien  el  fin 
que  Dios  pretende  sacar  de  la  superioridad  de  los  reyes  de  Cas- 


396 

tilla  y  de  la  yda  de  los  Españoles  á  las  Indias  (que  pluguiera  á 
Dios  que  nunca  ellos  ouieran  ydo)  con  estos  repartimientos  que 
baptizaron  con  nombre  de  encomiendas?  La  3.^,  porque  con 
estas  manifiestas  maldades^  tan  crudas  oppresiones,  tan  desafo- 
radas injusticias,  tan  contrarias  á  nuestra  santa  fe  y  religión 
christiana,  blaspheman  della  y  no  es  posible,  sino  por  nueuo  v 
diuino  milagro,  como  me  an  escrito  nuestros  religiosos  que  están 
en  Chiapa,  que  los  indios  crean,  viendo  la  contrariedad  tan 
execrable  y  tan  pública  y  manifiesta  de  las  obras  de  los  chris- 
tianos,  á  lo  que  se  predica  de  la  rectitud  y  suauitud  de  la  ley 
euangélica,  cognosciendo  ser  tres  ó  diez  6  veynte  frayles  abiec- 
tos,  pobres,  rotos,  vestidos  de  xerga,  que  mendigan  lo  que  an  de 
comer,  y  toda  la  multitud  de  los  que  se  llaman  cliristianos ,  ri- 
cos, vestidos  de  seda,  en  poderosos  cauallos ,  á  quien  todos  re- 
uerencian  y  acatan  y  temen,  hazer  el  contrario  de  la  ley  de  Dios 
y  que  prohibe  la  fee.  ¿Gdmo  aquellas  gentes,  padre,  an  de  creer 
y  no  blasphemar  della,  teniéndola  por  horrible,  dura,  pesada, 
mentirosa  y  tiránica?  Y  así,  todos  estamos  sospechosos ,  que  no 
ay  en  ellos  verdaderos  christianos ,  y  que  de  puro  miedo  nos 
muestran  que  creen,  si  no  son  á  los  que  Dios  quiere  preuenir 
y  infundir  su  fe  por  esquisito  (porque  así  lo  diga)  y  nuevo  y 
diuino  milagro. 

Lo  6.°  principal  es,  porque  por  los  dichos  repartimientos  les 
an  quitado  y  derrocado  totalmente  su  regimiento,  gouernacion 
y  política.  Porque  como  á  los  reyes  y  señores  despojaron  de  sus 
estadps  y  jurisdicion  y  los  abatieron  á,  ser  cotuo  uno  de  los  más 
opressos  y  malauenturados,  antes  más  que  ninguno  abatidos, 
amenguados,  afligidos  y  atormentados,  quedaron  todas  las  mul- 
titudines  de  sus  subditos  y  vasallos  sin  caudillos  y  sin  á  quien 
tengan  acatamiento,  temor  ni  respeto ,  sin  regla  y  sin  ley  des- 
manparados ;  y  como*  saben  que  los  españoles  no  tienen  más 
cuydado  sino  de  se  seruir  dellos  y  auer  los  tributos  y  prouechos 
que  pretenden  de  sus  trabajos,  cada  uno  es  libre  para  idolatrar  y 
para  cometer  qualesquiera  vigios  y  peccados,  sin  que  persona 
del  mundo  les  vaya  á  la  mano.  No  quiero  traer  más  razones  por 
no  hazer  muy  largo  tratado j  pero  estas  considere  V.  p.  que  son 


397 

Qiertas,  verdaderas  y  tan  manifiestas,  que  ninguno  de  todos 
quantos  an  y  do  á  las  Indias  las  ignoran,  ni  es  possible  auerlas 
ignorado. 

Esto,  padre,  es,  y  en  esto  consisten  las  encomiendas  y  repar- 
timientos de  yndios  en  aquellas  tierras,  muy  differentes  de 
Calatrava,  ó  Alcántara,  6  Santiago,  y  porque  á  menos  palabras 
reduzga  la  deffinicion  ó  descripción  dellas :  el  repartimiento  y 
encomiendas  que  en  las  Indias ,  de  yndios  á  los  Españoles  da- 
dos ,  desde  el  año  de  mili  y  quinientos  y  quatro ,  que  se  co- 
mencó,  hasta  agora  dura  y  a  durado,  es,  todas  las  gentes  man- 
sas, humildes,  pacíficas,  sin  offensa  de  nadie,  vezinos  y 
moradores  libres,  naturales  de  muchos  y  grandes  reynos  que 
tenian,  sus  reyes  y  señores  naturales  que  las  regian  y  gouer- 
nauan;  después  de  sojuzgadas  por  guerras  crueles ,  sin  justicia 
ni  legítima  causa ,  por  gente  otra  estraña  más  fuerte  y  armada, 
por  carecer  ellas  de  cauallos,  hierro  y  artillería  y  armas  para 
defenderse,  fueron  y  sou  repartidos  y  despartidos  sin  differen- 
cia ,  reyes  y  subditos  y  vasallos ,  y  puestos  en  seruidumbre 
duríssima,  en  la  qual  noches  y  dias,  hasta  que  las  vidas  acaban, 
son  ocupados  y  imposibilitados  á  vacar  en  exerQicio  de  racio- 
nales hombres,  y  mayormente  de  la  fe  christiana.  Estas,  padre, 
son  las  propiedades  que  loco  generis  et  diferencie,  la  natura  y 
ser  de  las  dichas  encomiendas  y  repartimientos  esencialmente 
declaran,  y  no  me  lo  crea  V.  p.  sino  se  lo  prouare.  El  testigo  sea 
Hernando  Cortés ,  que  después ,  por  estas  obras ,  hizieron  mar- 
qués del  Valle.  El  qual,  en  las  gédulas  de  las  encomien- 
das que  él  daua,  dezia  así:  «Por  la  presente  se  deposita ^  en 
vos ,  Pero  Martin  Aguado ,  vecino  de  la  villa  de  Sant  Estéuan 
del  Puerto ,  al  señor  y  naturales  de  los  pueblos  de  Tanto- 
gueue,  y  Guanchimar,  y  Tancucei,  que  visitó  Francisco  Ra- 
mírez, para  que  os  siruays  dellos  y  os  ayuden  en  vuestras 
haziendas  y  grangerías,  conforme  á  las  ordenanzas  que  sobre 
esto  están  hechas  y  se  harán ,  y  con  cargo  que  tengáis  de  los 


*    Unas  veces  poniaa  en  las  cédulas:  os  deposito,  otras:  os  encomiendo,  otras: 
os  doy  en  encomienda. 


398 

industriar  en  las  cosas  de  nuestra  sancta  fe  cathólica,  ijoniendo 
en  ello  toda  vigilancia  y  solicitud  possible  y  necessaria.  Hecha 
en  esta  villa  de  Santistéuan  del  Puerto,  á  primero  de  Marco 
de  1523  años. — Hernando  Cortés. — Por  mandado  de  su  merced, 
Alonso  de  Villanueua.» — Note  V.  p.  qué  doctrina  y  predicación 
podia  hazer  y  dar  Pero  Martin  Aguado  á  gente  infiel  que  a 
rudimentis  Jídei  auia  de  ser  enseñada.  Otra  quiero  referir  más 
antigua,  de  la  isla  Española,  en  tiempo  del  Rey  don  Fernando, 
el  año  de  quatorze,  quando  ya  se  andaua  per  el  rebusco,  aca- 
bada la  vendimia  de  aquella  ysla. 

«Yo,  Eodfigo  de  Alburquerque,  repartidor  de  los  caciques  é 
yndios  en  esta  ysla  Española ,  por  el  rey  é  la  reyna  nuestros  se- 
ñores ,  por  virtud  de  los  poderes  reales  de  sus  Altezas  que  tengo 
para  hazer  el  repartimiento  é  encomendar  los  dichos  caciques  é 
yndios,  y  naborías*  de  casa  á  los  vezinos  y  moradores  de  la 
dicha  ysla;  con  acuerdo  y  parecer,  como  lo  mandan  sus  Alte- 
zas, del  señor  Miguel  de  Passamonte,  tesorero  general  en  estas 
yslas  y  tierra  firme,  por  sus  Altezas;  por  la  presente  os  enco- 
miendo á  vos,  Ñuño  de  Guzman,  vezino  de  la  villa  de  Puerto  de 
Plata,  al  cacique  Andrés  Naybona,  con  un  nitayno  ^  suyo  que  se 
dice  Juan  de  Barahona,  con  treynta  y  ocho  personas  de  seruicio, 
hombres  veynte  y  dos,  é  mugeres  diez  y  seis.  Encomenddsele 
en  el  dicho  cacique  siete  viejos  que  registró  que  no  son  de  ser- 
uicio. Encomendósele  en  el  dicho  cacique  cinco  niños  que  no 
son  de  seruicio,  que  registró.  Encomendósele  así  mesmo  dos 
naborias  de  casa  que  registró ;  los  nombres  de  los  quales  están 
declarados  en  el  libro  de  la  visitación  y  manifestación  que  se 
hizo  en  la  dicha  villa  ante  los  visitadores  é  alcaldes  della.  Los 
quales  vos  encomiendo  para  que  vos  siruais  dellos  en  vuestras 
haziendas,  y  minas,  y  grangerías,  según  é  como  sus  Altezas 
lo  mandan,  conforme  á  sus  ordenanzas,  guardándolas  en  todo 
y  por  todo ,  según  é  como  en  ellas  se  contiene,  é  guardándolas 


1  Naborías  eran  los  que  seruian  noches  y  dias  y  más  ordinarios  á  los  Espa- 
ñoles en  sus  casas. 

2  Nitayno  era  un  principal  ó  cauallero  que  tenia   vasallos  6  gente  que  le 
seguia  y  obedecia. 


399 

vos  los  encomiendo  por  vuestra  vida  y  por  la  vida  de  un  here- 
dero, hijo  ó  hija,  si  lo  tuviéredes;  porque  de  otra  manera  sus 
Altezas  no  vos  lo  encomiendan,  ni  yo  en  su  nombre  vos  lo  enco- 
miendo, con  apercibimiento  que  vos  hago,  que  no  guardando 
las  dichas  ordenanzas  vos  serán  quitados  los  dichos  yndios.  El 
cargo  de  la  conciencia  del  tiempo  que  los  tuuiéredes  y  vos 
siruiéredes  dellos,  vaya  sobre  vuestra  conciencia  y  no  sobre  la 
de  sus  Altezas ,  demás  de  caer  é  incurrir  en  las  otras  penas  di- 
chas y  declaradas  en  las  dichas  ordenancas.  Fecho  en  la  ciudad 
de  la  Concepción,  á  veynte  dias  del  mes  de  diciembre  de  mili  y 
quinientos  y  catorce  años. — Rodrigo  de  Alburquerque. — Por 
mandado  del  dicho  señor  repartidor,  Alonso  de  Arze.» 

Si  supiese  V.  p.  qué  ordenancas  eran  estas,  holgarse  ya  de 
verlas ;  las  quales  tengo  yo  aquí  é  impresas  en  aquel  tiempo  de 
molde.  Todas,  ó  injustíssimas  ó  impossibles,  ó  las  que  en  favor 
de  los  yndios  eran  nunca  guardadas.  Una  dellas  era,  que  los 
yndios  que  no  trabajauan  en  las  minas ,  sino  en  cauar  y  hazer 
labrancas  de  los  Españoles  y  otros  inmensos  trabajos,  les  diesen 
los  domingos  y  pascuas  una  libreta  de  carne ,  y  todos  los  otros 
dias  cacabí,  que  es  el  pan  de  rayzes,  y  ajes ,  que  son  como  na- 
bos, y  axí,  que  es  la  pimienta,  ¿Parece  á  V.  p.  que  estarían 
aquellos  estómagos  bien  fortificados  para  gufrir  estar  todo  el 
dia  al  sol  y  toda  la  vida  cañando? 

¿PareQe  á  V.  p.  que  era  granado  el  rebusco  que  de  la  ven- 
dimia quedaua ,  quando  de  tan  grandes  y  poderosos  pueblos 
que  auia  en  la  Española,  encomendaua  el  año  de  catorce  veynte 
y  dos  hombres,  y  diez  y  seis  mugeres,  y  siete  viejos,  y  cin^o 
niños  que  no  eran  de  trabajo?  ¿Parécele  que  aprouechó  algo  la 
superioridad  de  los  reyes  de  Castilla  sobre  aquella  isla  y  las 
demás ,  y  la  entrada  de  los  Españoles  en  ellas  á  tantos  quentos 
de  almas  que  para  siempre  arderán  en  biuas  llamas? 

Y  sepa  V.  p. ,  que  después  que  yo  ando  en  estos  negocios, 
que  es  desde  el  año  susodicho  de  catorze ,  an  añadido  á  las  cé- 
dulas de  las  encomiendas  y  repartimiento ,  cada  gouernador 
en  la  provincia  que  asoló ,  giertas  clausulas  coloradas ,  menos 
feas  en  las  palabras,  como  ésta:  «Os  encomiendo  á  vos,  fulano, 


400 
el  señor  de  tal  pueblo  con  sus  subiectos,  para  que  os  ayudéis 
dellos  en  vuestras  minas  y  grangerías»,  y  otros  vocablos  hermo- 
seados que  pareQia  justificarlas;  pero  la  substancia  que  ser  de 
la  encomienda  jamás  se  a  mudado,  sino  antes  cada  dia  a  apeo- 
rado,  y  así  está  oy,  y  poco  aprouechan  leyes  ni  prouisiones,  ni 
penas  que  embiamos,  ni  horcas  que  embiásemos. 

Podríamos  inferir  de  la  definición  ó  descripción  susodicha, 
si  como  queda  puesta  es  verdad,  ser  la  dicha  encomienda 
intrinsece  mala,  itaque  %uUo  modo  et  in  nullo  casu  fossüjíísti- 
Jicari  atque  per  consequens  per  nullam  pofestafem  Immanam  posse 
concedí  vel  dari.  Et  nimirum  pars  afirmatiua  mihi,  nifallor, 
estinduUtaHUs,mdeUcei  fore  de  se  et  intrinsece  mala.  Quam 
sic  censeo  esse  prouandam.  Primo  Ule  modws  guiernandi  homi- 
nes  Uleros  est  de  se  et  intrisece  malus,  per  \quem  liieri  homi- 
nes  sine  justa  causa  priuantur  sua  naturali  libértate.  Sed  fer 
dictas  commendas,  distribuciones  siue  repartimiento  Indorum  ad 
Hispanos,  gentes  Ule  uniuerse  priuantur  sine  causa  justa  sua 
naturali  libértate,  imo  toto  esse  quod  habent,  utpatetper  theno- 
rem  schedularum  que  dabantur  de  dictis  comendis  et  per  rationes 
su'pra'positas .  Ergo  dicte  comende  siue  distributiones  o  reparti- 
mientos suni  de  se  et  intrinsece  male.  Quod  autem  sine  justa  causa 
clarior  est  ratio  quam  iU  indigeat  frobari.  Non  enim  propter 
causamjídei  aut  religionem  christianam  introducendam  vel  pro- 
palandam,  cuius  potissima  omnium  estin  omntbus  ratio,  quinpo- 
tius  per  ejusmodi  comendas  Jides  non  modo  eficaciter  impeditur, 
vei'um  etiam  generaliter  blas^hematur,  ut  est  supra  prouatum; 
ñeque  propter  illarum  gentium  politias  meliorandas ,  cum  modus 
predictus  regendi  homines  liberos  sit  manifesté  tiranicus,  imo  ir- 
rationabilior  cunctis  barbaricis  et prorsus  bestialis.  Ut  pote  qui 
cunetas  Indorum  politias  turbauerit,  confuderit,  labifactauerit 
et  certo  certius  deleverit  omnes.  Secundo  Ule  modus  regen- 
di^ etc.,  est  de  se  intrinsece  malus¡  qui  naturales  reges,  principes 
et  dóminos  a  suis  dejicii  regiis  honoribus  et  dignitatibus,  priuat 
dominiis  et  jurisditionibus  eiponit  in  horrenda  seriiitute  et  ama- 
risssima  calamitate.  Sed  comende  Ule  ac  distributiones  sunt 
huiusmodi.  Ergo,  etc.  Tertio  Ule  modus  gubernandi populas  est 


401 

de  se  et  intrinsece  malus,  perquemfides  impedUur,  religio  cliris- 
tiana  infamatur,  Cliristus  verus  CTiristianorum  deus  tam^uam 
iniquus  et  crudelis  legislator  habetur  odio  ab  infinitis  foj^uUs^ 
lingnis  et  nationibus  et  innumeris  viis  hlas'^Jiemaiwr ,  etc.  Ethoc 
modo  ex  multís  sup'a  relatis  multi^lex  alia  ]^otest formari  ratio 
ad  predictam  fartem  afirmatinam  proiiandam;  sed  de  his  satis. 
Las  quales  razones  entiendo  que  militan  para  que  por  ninguna 
vía  ni  en  ning-un  caso ,  ni  con  quantas  limitaciones ,  leyes  ni 
penas  ni  colores  quisieren  adornar  y  embadurnar  las  dichas 
cncomieíjdas,  ni  el  rey  puede  darlas,  ni  los  que  las  reciben  de 
yr  á  los  infiernos  serán  escusados.  Non  ohstat,  padre,  dezir  que 
acá  los  caualleros  tienen  vasallos,  porque  éste  es  diabólico  en- 
gaño. Q,uia  licet  siipponamiis  in  his  regnis  potuisse  aiiiiguis 
íemporibus  a  regihus  Ris^paniarum  concedí  talia  et  posse  modo 
íolerari,  de  illis  tamen  longe  diuersa  est  et  distantissima ,  nec 
non  muUiplex  ratio ,  y  una  dellas  es ,  y  no  la  potíssima,  que  tie- 
nen sus  reyes  y  señores  inmediatos,  á  quien  no  se  les  puede  en 
un  pelo  perjudicar  en  sus  estados  y  señoríos,  gouernaciones  y 
jurisdiciones.  Al  propósito  dizen  los  Juristas:  interest  subdito- 
rum  non  Iiabere  plures  dotninos  et  quod  eorum  dominiís  sit  líber ; 
y  ansí  sóbrales  la  soberana  jurisdicion  de  los  reyes  de  Castilla 
ó  superioridad,  gm  vix  potest  tolerari,  como  no  aya  otra  cosa 
para  tolerarla  sino  la  predicación  de  la  fe;  y  mire  V.  p.  en  esto 
que  aquí  digo,  que  ay  mucho  que  pensar  y  penetrar,  si  emos 
de  reglarnos  por  la  ley  christiaua,  que  no  consiente  un  solo 
pelo  ó  repelo  en  nuestros  actos  si  nos  hemos  de  sainar;  y,  por 
charidad,  que  V.  p.  en  esto  me  desengañe  si  estoy  engañado. 
Páseme  á  lo  segundo  que  tengo  de  prouar,  conviene  á  saber: 
que  sacar  los  yndios  de  poder  de  los  Españoles,  sus  matadores, 
tenga  menores  inconuenientes.  Para  prueua  de  lo  qual,  suppon- 
go  aquello  que  arriba  queda  tractado  y  prouado;  y  V.  p.  tiene 
por  verdad  aueriguada  (conuiene  á  saber)  que  el  título  que  los 
reyes  de  Castilla  fuñieron  y  tienen  para  tener  que  entender  en 
las  Indias ,  y  el  fin  que  an  siempre  de  pretender  y  procurar, 
postponiendo  su  propio  interesse  y  de  toda  España,  quanto  más 
el  de  los  particulares  Españoles  que  allá  pasan ,  es  la  utilidad 
Tomo  LXXI.  2íí 


402 

y  bien  común,  espiritual  y  temporal  de  los  yndios.  Este  es  el 
hito  al  qual  todos  los  actos  de  su  entrada  y  estada,  6  embiada 
y  gouernagion  allá  son  obligados  á  ordenar  y  enderecar,  y  de 
tal  manera ,  que  an  de  tener  siempre  aqueste  fin  por  principal, 
que  si  algún  riesgo  se  atrauesase  á  perderse  algo ,  ó  al  dicho 
bien  y  utilidad  de  aquellas  indianas  gentes,  y  á  sus  rey  nos 
spiritual,  corporal  ó  temporal,  ó  al  bien  y  utilidad  de  los  reyes 
de  Castilla,  temporal,  y  de  los  Españoles  temporal.,  corporal  ó 
spiritual,  se  a  de  postponer  lo  temporal  de  los  reyes,  y  lo  tem- 
poral ,  corporal  y  espiritual  de  los  Españoles ,  para  galuar  lo 
temporal,  corporal  y  espiritual  de  aquellos  reynos  y  naciones. 
Deuerse  postponer  lo  temporal  y  corporal ,  por  sainar  lo  espiri- 
tual, eso  nadie  que  sea  christiano  lo  duda,  si  sabe  qué  sea  orden 
de  charidad.  Lo  temporal,  por  lo  temporal,  en  este  caso  la  ra- 
zón misma  lo  dicta  por  lo  que  está  dicho  ,•  pues  todo  lo  temporal 
de  los  reyes  y  de  los  Españoles  an  de  ser  medios  ordenados 
para  la  consequcion  del  bien,  aun  temporal  y  corporal,  quanto 
más  espiritual  de  los  Indios,  que  es  el  fin  á  que  todo  (como  di- 
cho es)  se  a  de  enderecar.  Ay  otra  razón:  porque  lo  temporal  y 
corporal  de  los  Españoles ,  es  en  sí  poco ,  y  estiéndese  á  pocos, 
ceteris  fariiiís y  como  ellos  sean  pocos,  aunque  sea  toda  España. 
Pero  lo  temporal  y  corporal  de  aquellas  naciones  comprehendc 
á  innumerables  números  de  pueblos  y  pobladores  de  aquel  tan 
gran  orbe ,  en  cuya  comparagion  es  un  rinconcito  toda  España. 

Puédese  añidir  tercera  razón ,  porque  lo  temporal  de  los  Es- 
pañoles es  todo  anido  en  los  reynos  y  tierras  de  los  yndios, 
donde  ellos  no  tenian  por  justigia  y  derecho  cosa,  y  los  reyes  de 
los  yndios  justamente  les  pudieran  prohibir  en  ellas  la  entrada 
y  estada,  y  el  sacar  dellas  su  oro  y  su  plata  y  cosa  de  provecho 
alguna,  como  el  rey  de  España  prohibe  y  deue  prohibir  quando 
le  paregiere,  sin  dar  qaenta  á  nadie,  que  no  se  saquen  de  sus 
reynos  cauallos,  ni  oro  ni  plata,  ni  cosas  semejantes  para  Fran- 
cia, lo  mismo  el  rey  de  Francia  de  los  suyos  no  se  saque  para 
España  nada. 

Pero  que  el  rey  de  Castilla  pueda  y  dcua  postponer  la  salud 
corporal  y  espiritual  de  los  Españoles,  á  lo  corporal  y  espiritual 


403 

de  los  yndios,  vezinos  y  moradores  de  aquel  orbe,  quando  am- 
bas no  pudiessen  saluarse,  á  prima  haz  esto  duro  parecerá  quicá 
á  algunos,  mas  si  bien  se  mira,  no  es  duro.  La  razón  es  más  de 
una;  la  primera,  porque  la  conuersion  y  salud  espiritual  y  corpo- 
ral de  los  yndios  de  todos  aquellos  tantos  reynos  tienen  encomen- 
dada los  reyes  de  Castilla  por  fin  principal  allá,  como  éste  sea  el 
título  y  caussa  final  para  los  reyes  poder  tener  que  hazer  en 
aquellos  reynos,  como  está  dicho,  y  no  la  de  los  Españoles  allá 
ni  á  la  espiritual  tampoco  acá.  Porque  á  los  reyes,  principal  ni 
directamente  no  incumbe  tener  cuydado  de  las  ánimas  de  los 
subditos  más  de  lo  que  toca  á  la  paz  y  buenas  costumbres  mora- 
les, y  no  todas,  sino  las  civiles  que  disponen  á  buen  biuir  políti- 
camente, como  ni  las  leyes  que  hazen  pretenden  más,  puesto 
que  el  rey  christiano  mucho  deue  hazer  en  quanto  pudiere  por 
escusar  pecados  y  en  ello  ayudar.  Pero  el  cuidado,  cargo  y  ofi- 
cio que  se  ha  dado  y  cometido  á  los  reyes  de  Castilla  por   la 
Iglesia,  y  ellos  por  su  voluntad  y  poligitagion  solemne  sobre  sí  an 
tomado,  es  principal  y  directamente  para  trabajar  con  suma  di- 
ligencia, potspuestas  todas  las  cosas,  de  convertir  y  salvar  aque- 
llos millones  de  millones  de  ánimas  que  para  ser  conuertidas  y 
ganadas  para  Jesuchristo  están  muy  aparejadas,  proueyendo  y 
embiando  á  todos  los  rincones  de  aquel  orbe,  y  teniendo  en  ellos 
predicadores,  perlados  y  todo  género  de  ministros  espirituales, 
haziendo  yglesias  y  monasterios,  hospitales  y  lo  demás   que 
para  plantación  y  conseruaciou,  honrra,  fauor  y  authoridad  del 
culto  diuino  y  de  la  religión  christiana  fuere  conueniente  y  no 
sólo  necesario.  Todo  á  fin  y  principalmente  euderecado  (des- 
pués de  á  honrra  y  gloria  de  Dios)  á  la  conuersion  y  salud  de 
aquellas  indianas  ánimas.  La  2."  razón  es:  porque  como  Jhesu- 
Christo,  hijo  de  Dios,  aya  igualmente  por  los  yndios,   también 
como  por  los  Españoles  derramado  su  sangre,  y  se  crea  que  de 
todas  las  gentes  la  diuiua  bondad  y  misericordia  esté  determi- 
nada coger  y  sacar  el  número  do  sus  predestinados,  nec  apud 
ipsam  existat  ullo  modo  acceiUio  fersonarum;  considerando  y 
comparando  también  el  excesso  del  infinito  número  de  aquellas 
ánimas  al  tan  poquito  de  los  naturales  deste  rincón  de  España, 


404 

parege  poder  piadosamente  creer  que  sin  comparación  exceda  el 
número  de  los  que  Dios  de  los  yndios  a  dispuesto  saluar  al  de  los 
que  ordenó  lleuar  al  gielo  de  España.  Y  así  parece  que  los  reyes 
de  Castilla  tienen  mayor  obligación,  aunque  faltara  la  razón  y 
obligagion  especial  precedente,  á  procurar  la  conuersion  y  salud 
de  aquellas  gentes  que  la  de  los  Españoles,  ceúeris  paribus. 

La  S.*^,  que  de  todas  las  contrarias  obieciones  será  y  es  pe- 
remptoria,  es  e'sta:  que  como  los  Españoles  que  an  ydo  y  están 
en  las  Indias  (no  puedo  dezir  con  verdad  absolutamente,  por  la 
mayor  parte,  sino  todos;  porque  si  uno  o  diez   ó  ciento  desta 
maldad  se  ayan  escapado,  que  no  osaría  afirmar  ser  tantos,  no 
es  de  hazer  caso,  porque  qmd  ;parum  vel  qwasi  nihil  est  nihil 
videtur  esse)  ayan  cometido  y  cometan  oy  fropria  sponte,  y  por 
su  propia  culpa  tantas  y  tan  grandes  y  crueles  injusticias  con- 
tra aquellas  gentes   que  nunca  los  ofendieron  ni  se  lo  merepie- 
ron,  les  ayan  hecho  tantos  daños,  muertes  y  males  como  está 
dicho  y  al  mundo  es  manifiesto,  por  las  quales  merezcan  mili 
muertes,  necessariamente  se  sigue  que  queriendo  el  rey  de  Cas- 
tilla remediar  los  agrauios  y  males  que  los  Yndios  de  los  Espa- 
ñoles reciben  y  librarlos  del  captiuerio  y  oppresion  que  padecen, 
deue  postponer  qualquiera  riesgo  que  á  los  Españoles  tan  deli- 
quentes  y  culpados  pecadores  temporal  6  corporal  y  espiri- 
tual venir  les  pudiere,  por  librar  aquellos  tan  grandes  reynos  y 
gentes  tan  infinitas  inocentes  de  las  manos  de  aquellos  sus  op- 
presores  y  matadores,  que  son  causa  que  tantas  gentes  perezcan 
temporal  y  corporal  y  espiritualmente.  Todo  esto  así  suppuesto, 
fácil  cosa  será  ver  quál  es  la  orden  que  tiene  menores  inconue- 
nientes,  que  no  es  otra  sino  librar    aquellas  gentes  de  las 
manos  de  los  Españoles,  que  cada  dia  las  destruyen  y  matan, 
postpuesto  qualquier  riesgo  y  pérdida  temporal  del  prouecho 
que  los  reyes  de  Castilla  en  las  Indias  tienen,  y  todo  lo  tempo- 
ral y  corporal,  muertes  de  los  cuerpos,  y  también  damnación  de 
las  ánimas  de  los  Eápañoles,  pues  ellos  mismos  son  la  causa  de 
su  misma  pérdida  temporal  y  corporal  y  espiritual  por  su  pro- 
pia malicia,   como  por  lo  dicho  parece.  Y  esto  se  confirma  por- 
que regla  es  diuina  y  della  se  diriua  razonable  regla  humana, 


405 

que  todo  goueruador  6  prouisoriiniuersal  permite  justa  y  sabia- 
mente menores  inconuenientes,  males  y  daños  en  su  república 
(como  V.  p.  apunta)  por  excusar  las  más  perniciosas,  y  mayores. 
Manifiesto  es  ser  menores  inconuenientes  auenturar  y  perder 
el  Rey  todo  lo  temporal  que  tiene  en  las  Indias»  y  los  Españo- 
les lo  corporal,  que  son  las  vidas,  pues  son  dignos  de  cruel  muer- 
te, y  lo  espiritual,  que  son  las  ánimas,  pues  biuen  siempre  en 
pecado  mortal;  lo  uno  por  tener  tiranizadas  todas  aquellas  gen- 
tes y  matarlas  y  destruirlas,  y  lo  otro  por  no  obedecer  los  man- 
damientos y  leyes  de  su  rey  que  queria  ponerles  orden  y  librar 
los  oppresos  de  su  tiránico  poder,  como  parece  por  las  legres 
nueuas  por  el  Emperador  hechas,  y  por  conseruarse  en  su  tira- 
nía se  leuantaron  y  leuautan  contra  él,  que  dexarlos  perseuerar 
en  su  malicia,  perpetrando  tan  afrentosa  é  ignominiosa  para 
Dios  y  su  christiana  religión  y  para  el  Rey,  jactura  y  perdición 
de  tan  gran  parte  del  linage  humano,  matando  y  asolando  tan 
infinitas  gentes,  despoblando  tantos  y  extendidos  reynos  como 
se  contienen  en  todo  aquel  nueuo  mundo,  echándolos  á  los  in- 
fiernos por  morir  sin  fe  y  sin  sacramentos,  y  esto  claro,  creo,  que 
más  que  el  sol  está;  y  baste  lo  dicho  para  prueua  de  lo  se- 
gundo que  dixe  que  prouar  queria. 

La  prueua  de  lo  tergero,  conuiene  á  saber,  que  el  rey  sea 
obligado  de  precepto  diuno  á  poner  con  efecto  y  ludgo  la  orden 
susodicha,  que  es  sacar  aquellos  pueblos  y  gentes  de  poder  de 
los  Españoles,  etc.,  traerla  para  V.  p.  seríame  imputado  con  ra- 
zón á  gran  yerro;  pero  para  si  algún  cauallero  seglar  esta  carta 
viere  agora  ó  en  algún  tiempo,  traygo  las  presentes  autoridades 
y  razones. 

«Et  quidem  1."  illud  ísay  1.'*  Qiwiie  iudicium,  swbuenlte  op- 
fresso,  iucUcate  m])¿llo ,  defendite  viduam,  etc.  Et  Hieremie  21: 
Exp'esse  domiims  loquejis  regibus,  ¿nqtcii,  iudicaúe  ina?ie  Judi- 
cium  et  eruite  vi  oppressum;  et  capitulo  sequenti:  Ilec  dicit  do- 
miims: facite  iudicium  et  jmticiam  et  libérate  vi  oppressum  de 
manu  calumniatoris  et  aduenam  et ])upil'um  et  vidnam  nolite  con- 
tristari  neq^ne  oprimari  inique,  etc.  Ubi  Hieronimus  in  com- 
mentariis,  lib.  4.",  ex  quo  habuit  ortum  capitulum  illud.  Reguní 


406 

officium  23,  q.  5.  Regum  officium  est  propium  faceré  judi- 
cium  et  justiciam  et  liberare  de  manu  calumniantium  vi  oppres- 
sos  et  peregrinis  et  viduis  que  facilius  opprímuntur  a  potestati- 
bus  prebere  auxilium.  Et  ut  curam  eis  preceptorum  dei  majorem 
injiceret,  intuli^:  nolite  contristan,  ut  non  solum  eripiatis  sed 
ne  patiamini  quidemut  vestra  coniuentia,  id  est  interpretativo 
consensu ,  negligencia  vel  simulatione  eueniat  eos  ab  alus  con- 
tristari,  etc.  Si,  inquit,  hoc  feceritis,  o  reges  Juda  tenebitis 
pristinam  potestatem.  Hec  Propheta  et  Hieronimus,  ítem,  Pro- 
uer.  24.  Erue  eos  qui  ducuntur  ad  mortem  et  qui  trahuntur  ad 
interitum  liberare  non  cesses.  Si  dixeris  vires  non  suppetunt,  qui 
scrutator  est  omnium  ipse  intelligit  et  conseruatorem  anime  tue 
nihil  fallit,  reddetque  liomini  iuxta  opera  sua;  et  Ecles.  4:  libe- 
ra eum  qui  iniuriam  patitur  de  manu  superbi.  Et  Ezechicl  34: 
cxprobatur  a  domino  pastoribus,  id  est  principibus  et  rectoribus 
populorum  secundum  glosam  ibi.  Qui  quod  infirmum  erat  non 
consolidabant ,  quod  egrotum  non  sanabant,  quod  confractam 
no  aligabant  et  quod  abiectum  non  reducebant  et  quod  perierat 
non  querebant.  Et  disperse  sunt,  inquit,  oues  mee  et  facte  sunt 
in  deuorationcm  omnium  bestiarura ,  id  est  predonum  et  crude- 
lium  tiranorum.  Quod  si  rex  pius  et  christianus  legibus  utens 
impediré  tot  mala  tantaque  facinora  et  vastationem  vehemen- 
tissimam  illius  orbis  nec  non  purgare  regua  illa  tam  scelestibus, 
iniustis  et  nociuis  predonibus,  liostibus  quidem  et  jactura  gene- 
ris  humani  non  potest,  necesse  habet  ut  armorum  prouidentia 
et  rigore  impediat,  purget  et  toUat.  Ferro  enim  necesse  est  ut 
abscindantur  vulnera  que  fomentorum  non  recipiunt  medici- 
nam.  Regia  n.  raaiestas  legibus  et  armis  decorata  utroque  tem- 
pore  bellorum  scilicet  et  pacis  recte  habet  popules  gubernare, 
quatenus  princeps  in  regno  non  solum  legibus  calumniarum 
iniquitates  expellat  sed  in  hostilibus  preliis  victor  euadat  et  fiat 
tam  juris  religiosissimus  quam  victis  hostibus  magnificus  trium- 
phator,  uthabctur  in  prohemio  institutionum.  Manifestum  est  u. 
quod  si  legibus  rex  inhibere  mala  et  oppressioues  siuc  calum- 
nias subditorura  propter  inobedentiam  velpotentiam  tyranorum 
non  potest ,  tenetur  per  violentiam ,  potentiam  et  vires  bellicas 


407 

etiam  persoualiter  bello  assistendo  et  cum  suo  periculo  illa  tolk- 
re.  Nam  si  in  hoc  belli  certamine  fideliter  mortuus  fuerit  regna 
illi  celestia  ex  his  qui  ei  obtemperauerint  minime  negabuntur, 
Et  propterea  Eccles.  7:  noli  querere  fieri  judex  nisi  yaleas  vir- 
tute  irrumperei  niquitates,  ne  forte  extimescas  faciem  potentis  et 
pones  scandalum  in  agilitate  tua.  Virtute  quidem  in  regibus 
armorum  qua  possit  sibi  subiugare  superbos  et  rebelles  ac  dissi- 
pare  omne  malum  intuitu  suo.  Pouerb.  20.  Et  ibi  dissipat  impios 
rex  sapiens  et  incuruat  super  eos  fornicem ,  id  est  triumphat  de 
eis.  Fornix  n.  erat  arcus  triumphalis  qui  antiquitus  erigebatur 
victori,  etc.;  ut  patet  1.°  Regum  15,  in  gestis  Saulis.  Quod  si 
rex  hec  adhibere  tempestiue  remedia  neglexerit  seu  simulauerit, 
profecto  apud  Deum  rerum  tot  malorum  et  perditionis  tam  im- 
pie  et  uniuersalis  effici  dubitabit  nemo.  Mortem  namque  lan- 
guentibus  probatura  infligere  qui  hanc  cum  possit  non  excludit. 
Et  error  cui  non  resistitur  approbatur  et  consentiré  videtur  er- 
rantibus  qui  ad  resecanda  que  corrigi  debent  non  occurrit.  Et 
non  solum  qui  faciunt  sed  etiam  qui  consentiunt  participes  iudi- 
cantur.  Et  libat  domino  prospera  qui  ab  aflictis  pellit  aduersa. 
Negligere  n.  cura  possit  perturbare  perucrsos  nihil  n.  est  aliud 
quam  fouere ;  nec  caret  scrupulo  consensionis  oculte  qui  mani- 
festó facinori  desinit  obuiare,  et  probat  odisse  se  Yitia  qui  conde- 
nat  errantes  et  latum  pandit  delinquentibus  aditum  qui  jungit 
cum  prauitate  consensum.  Et  nihil  prodest  alicui  non  puniri 
proprio  qui  puniendus  est  de  alieno,  etc.,  ut  83  dist.  per  totum 
et  86  dist.» 

Perdone  V.  p.  tanto  hablar  en  algarauía,  la  qual  sabe  mejor 
que  yo;  no  sé  como  en  ello  me  e  descuydado.  Finalmente,  digo, 
padre,  que  ninguna  duda  tengo  ni  creo  que  terna  hombre  que 
no  tenga  interese  en  las  Indias  ó  dellas  le  espere ,  si  sabe  las 
cosas  de  allá,  que  ningún  remedio  ay  para  extirpar  las  malda- 
des y  matancas  que  los  Españoles  hazen  en  aquellas  gentes  y 
para  que  del  todo  no  las  acaben,  sino  que  el  rey  señoree  los  Es- 
pañoles, no  sufriéndoles  sus  facinorossísiraos  peccados  y  des- 
truicioues  en  aquellas  miserandas  gentes,  ni  por  ruegos  ni 
blanduras  como  a  parecido,  sino  por  guerras  terribles  sojuzgan- 


408 

dolos,  pues  es  poderoso  para  ello  y  gaste  todo  lo  que  de  allá 
quiere  que  acá  le  venga,  pues  un  solo  real  de  allá  no  puede  acá 
traer  hasta  que  esté  remediado  y  bien  governado  aquello.  Y 
tengo  por  cierto  y  por  averiguada  verdad  que  estas  dos  cosas, 
la  una  sojuzgar  por  guerra  á  aquellos  tiranos  del  Perú,  porque 
en  todas  las  otras  partes  de  todas  las  Indias  no  ay  langa  en- 
hiesta ni  la  puede  auer  por  estos  muchos  años,  aunque  sean 
^ierto  contra  el  rey,  sino  que  todos  se  escudan  y  fauorecen 
con  los  del  Perú,  suppuesto  que  no  hay  otro  remedio,  y  sojuz- 
gados, poner  los  yndios  en  su  libertad  y  reformar  tanta  des- 
orden y  confusión  como  an  puesto  en  aquellas  tierras,  y  la  otra 
no  traer  blanca  de  allá  hasta  que  el  remedio  dicho  se  cumpla, 
no  puede  el  rey  dexar  de  hazer,  so  pena  de  gran  pecado  mor- 
tal. Por  eso  tengamos  encantado  al  rey  y  su  confesor  échese  á 
dormir  á  plazer,  y  a  de  tener  el  rey  una  guarnición  de  qui- 
nientos hombres  que  binan  con  él,  á  quien  dé  salario  para  con- 
serbacion  de  su  justicia,  como  tiene  acá  mandando,  so  pena  de 
muerte,  que  nadie  tenga  arcabuz  si  no  los  de  la  guarnición,  y 
ansí  no  abrá  hombre  que  ose  pensar  en  alearse,  y  séame  Dios 
testigo  y  el  mundo  todo,  que  si  desta  manera  desde  luego  no 
se  sojuzgan  aquellos  traydores,  juntamente  con  ser  tiranos  crue- 
les por  guerra  y  destruyendo,  los  digo  que  se  an  de  engrosar 
de  tal  manera  que  quando  el  rey  acuerde  le  echen  del  todo 
fuera,  y  será  justo  juizio  de  Dios.  Un  exemplo  quiero  traer 
aquí  notable  que  cuenta  en  su  historia  el  sancto  arzobispo  de 
Florencia,  3  par.  tít.  22,  c.  7,  infrvic..,  que  á  ruego  del  empe- 
rador Sigismundo  el  papa  Martino  V  cmbió  por  legado  al 
cardenal  Ragusmo,  sancto  hombre,  á  Bohemia  para  conuertir  y 
reducir  á  la  fe  los  herejes  que  entonces  coraencauan  y  allí  auia; 
el  qual,  no  pudiendo  hazer  fruto  en  ellos  y  viendo  su  obstinagion 
y  durezade  ceruiz,  persuadió  al  Emperador  que  los  metiesse 
todos  á  cuchillo  antes  que  más  creciesen  y  inficionasen  toda  la 
región.  Pero  el  Emperador,  por  compasión  que  ouo  dellos  ó  por- 
que era  su  propio  reyno,  pensó,  el  tiempo  andando,  sin  guerra 
poco  á  poco  atraerlos;  pero  ellos,  de  tal  manera  crecieron,  que 
ayuntando  grande  exército  hizieron  tales  extragos  y  cruelda- 


409 

dea  en  los  que  su  error  no  consentían,  que  aquel  reyno  en  breve 
tiempo  fué  todo  herético,  no  por  más  de  porque  con  tiempo, 
quando  eran  no  muchos,  no  los  trabajaron  de  sojuzgar  por 
guerra  como  el  sancto  cardenal  legado  dezia.  Y  esto  quanto  al 
2.°  presuppuesto  de  V.  p.,  de  los  demás  en  breue  me  expediré. 

Quanto  al  3.°  que  V.  p.  suppone  que  se  an  de  distinguir  las 
gouernaciones,  la  temporal  para  el  rey  y  la  spiritual  para  los 
obispos,  digo,  padre,  que  este  suppuesto  suppone  un  gran  en- 
gaño que  an  hecho  entender  á  V.  p.  No  es,  padre,  menester 
distinguir  las  gouernaciones,  porque  distinguidas  están.  El 
engaño  es  dezir  ó  pensar  que  las  dichas  encomiendas  6  reparti- 
miento ouiese  auido  origen  para  que  los  Españoles  enseñasen 
los  yndios  en  la  doctrina  christiana.  Esto  es  falso;  sino  por  el 
contrario,  conuiene  á  saber,  que  quien  lo  intentó,  estando  yo 
presente  el  año  de  mili  y  quinientos  y  quatro,  no  pretendió 
proueer  á  los  yndios  de  doctrina,  porque  bien  sabia  él  que  se- 
glares mundanos,  viciosos,  idiotas  como  todos  los  Españoles 
entonces  eran,  y  que  tenían  tanta  necesidad  ó  muy  poquita 
menos  de  doctrina,  y  con  más  dificultad  al  menos  de  sus  cos- 
tumbres corruptas  se  auían  de  conuertir  que  de  su  infidelidad 
puré  negatiua  los  yndios,  que  no  tenían  en  la  ysla  Española 
memoria  de  ídolos  ni  de  otro  vicio  que  les  impidicsse,  porque 
eran  todos  simplicíssimos.  No  pretendió,  digo,  proueer  á  los 
yndios  de  doctrina,  sino  á  los  Españoles  de  riquezas  y  seruicío 
con  destruícion  de  los  yndios;  porque  cada  uno  via  que  se  dimi- 
nuían y  nunca  les  puso  remedio;  porque  si  no  era  sacarlos  de 
aquella  tiranía,  otro  remedio  no  tenían,  y  para  sustentarlos  en 
ella  dióles  este  color  que  les  enseñasen  el  Aue  María.  ¡Mire  qué 
doctrina  para  los  que  no  entendían  sí  era  palo,  ó  piedra,  ó  de 
comer  ó  beuer  el  Awe MariallLsXo  verá  V.  p.  largo  en  la  undé- 
zima  razón  de  las  veynte  que  allá  tiene.  Así  que,  padre,  no  ay 
necesidad  de  tratar  de  distinguir  las  gouernaciones,  porque 
ellas  se  están  distintas,  sino  de  quitar  aquel  oprobrio  de  la  fe  y 
pestilencia  del  linaje  humano,  vastatiuo  como  está  dicho. 

A  lo  4."  que  V.  p.  suppone  (conviene  á  saber)  que  los  se- 
ñores naturales  de  los  yndios,  reyes  y  caciques  an  de  ser  resti- 


410 

tuidos  en  sus  señoríos  antiguos,  en  su  libertad  y  señorío  de  sus 
haziendas  ellos  y  los  yndios.  Este  suppuesto,  padre,  es  tan 
verdad  que  el  cielo  no  es  mas  verdaderamente  cielo,  ni  yo  más 
verdaderamente  hombre,  y  así  es  imposible  aliter  se  hahere,  se- 
gún la  ley  natural  y  la  ley  positiua,  vieja  y  nueua  de  Dios.  Por 
tanto,  si  no  son  restituydos  como  el  suppuesto  suena,  no  ay  po- 
der-humano sobre  la  tierra  que  de  uiolentíssimo  y  tiránico  y 
lleno  de  toda  injusticia  y  malicia  y  pecados  grauíssimos  morta- 
les lo  pueda  escapar.  Pero,  padre,  si  los  reyes  naturales  y  se- 
ñores de  los  yndios  an  de  ser  restituydos  en  sus  señoríos  anti- 
guos y  libertad  y  señorío  do  sus  haziendas,  como  V.  p.  suppone 
y  es  gran  verdad,  ¿cómo  se  compadece  que  al  rey  de  Castilla 
le  an  de  dar  el  salario  que  dauan  á  Montencuma,  tan  gran  rey 
como  aquél  y  á  otro  semejante  señor?  Si  al  rey  de  Castilla  dan 
aquel  salario,  6  se  lo  quitan  á  Montencuma,  ó  sin  aquel  los  va- 
sallos de  Montencuma  siruen  con  otro  tanto  al  rey  de  Castilla. 
Si  lo  priuan  del,  ¿cómo  se  le  restituye  su  estado  real  y  señorío 
y  libertad  y  señorío  de  su  hazienda?  Si  á  los  vasallos  de  Mon- 
tencuma se  les  impone  otro  tanto,  ¿cómo  se  podrá  cufrir  con  ley 
christiana  y  equidad  natural  que  subdiii  Jiomines  liberi  cliii^lici 
grauentuT  onere,  que  aun  las  leyes  humanas  de  los  emperado- 
res gentiles  lo  aborrecen  y  prohiben,  porque  cognoscieron  ser 
contra  razón  y  ley  natural?  Pero  pasóme  de  aquí  al  5."  sup- 
puesto de  V.  p. 

Dice  V.  p.  en  el  5."  suppuesto,  que  el  rey  de  Castilla  a  de 
ser  recognoscido  por  supremo  señor  de  todas  las  Indias  descu- 
biertas para  fundar  y  conseruar  la  religión  christiana ,  y  para 
esto  y  por  ello  le  an  de  dar  su  salario  como  lo  dauan  á  Mon- 
tencuma ó  á  otro  señor.  Quanto  á  la  1.*^  parte  deste  suppuesto, 
digo,  padre,  quel  rey  de  Castilla  a  de  ser  recognoscido  en  las 
Indias  descubiertas  por  suppremo  príncipe  y  como  emperador 
sobre  muchos  reyes ,  después  de  conuertidos  á  la  fe  y  echos 
christianos  los  reyes  y  señores  naturales  de  aquellos  reynos  y 
sus  subditos  los  indios,  y  auer  sometido  y  subiectado  al  yugo 
de  Christo  consigo  mismos  sus  reynos  de  su  propia  voluntad,  y 
no  por  violencia  ni  fuerza,  y  auiendo  pregedido  tractado  y  con- 


411 

ueuiencia  y  asiento  entre  el  rey  de  Castilla  y  ellos,  prometiendo 
el  rey  de  Castilla  con  juramento  la  buena  y  útil  á  ellos  superio- 
ridad, y  la  guarda  y  conseruacion  de  su  libertad,  sus  señoríos 
y  dignidades  y  derechos  y  leyes  razonables  antiguas.  Ellos  (los 
reyes  y  pueblos  digo),  prometiendo  y  jurando  á  los  reyes  de  Cas- 
tilla de  recognosger  aquella  superioridad  de  supremo  y  prínci- 
pe, y  obediencia  á -sus  justas  leyes  y  mandamientos.  Quanto  á 
la  2.*^  parte,  que  es  del  salario  que  Y.  p.  dize,  lo  que  yo,  según 
ley  natural  y  derecho  y  costumbre  siempre  y  universalmente 
guardada  y  usada  de  todas  las  gentes  de  muchos  años  acá,  muy 
pensado  y  leydo  y  estudiado  y  prouado,  e  hallado  y  entendido, 
es  que  los  reyes  de  las  Indias,  suppuesto  que  la  susodicha  supe- 
rioridad de  los  reyes  de  Castilla  les  es  útil  y  prouechosa  á  sí 
mismos  y  á  sus  reinos,  para  recognosgimiento  della  y  uniuersal 
principado  y  señorío  sobre  ellos  de  los  reyes  de  Castilla,  con 
sola  una  joya,  con  que  cada  año  les  siruan ,  tiene  cumplido. 
Como  el  rey  de  Túnez  quedó  por  vasallo  del  Emperador  con 
seruirle  con  ciertos  cauallos  ó  ciertas  joyas  que  llaman  parias, 
con  que  cada  año  como  á  superior  le  seruia.  Y  los  reyes  pasados 
de  Castilla  recibían  parias  muchas  yezes  en  señal  de  vasallaje 
de  los  reyes  de  Granada,  y  no  tenian  más  que  hazer  con  ellos 
ni  con  sus  subditos  y  pueblos.  Y  cierto,  harto  differente  era  el 
derecho  que  los  reyes  de  Castilla  tenian  al  reyno  de  Granada, 
pues  era  suyo  y  aquellos  reyes  moros  usurpado  le  tenian ,  y  el 
el  Emperador  al  rey  de  Túnez ,  pues  le  auia  con  su  poder  y 
gentes  y  expensas  restituydo  en  el  reyno ,  que  el  derecho  que 
oy  tenemos  al  señorío  uniuersal  de  las  Indias.  Y  si  los  reyes  de 
las  Indias  quisieren  traspasar  en  los  reyes  de  Castilla  el  derecho 
y  señorío  que  tienen  sobre  las  minas  de  oro  y  plata ,  perlas  y 
piedras,  y  las  salinas  que  son  suyos  propios,  como  se  an  comun- 
mente por  todas  las  gentes  por  derechos  reales  á  los  reyes  esta- 
blecidos, harán  á  nuestros  reyes  señalados  seruicios.  Y  estas 
minas  y  mineros  y  salinas  á  nuestros  reyes  concedidos  por  los 
reyes  de  las  Indias ,  no  les  pueden  llenar  justamente  más  un 
marauedí  de  seruigio  sin  su  voluntad  á  ellos  ni  á  sus  subditos 
indios.  Y  ansí  parece,  creo,  euidentemente  que  ni  se  les  puede 


412 

quitar  sus  rentas  y  seruicios  á  Monten^uma  ni  á  los  otros  reyes 
y  caciques,  ni  agrauiar  con  dos  cargas  á  sus  subditos  los  indios, 
y  pueden  reseruar  para  sí  justamente  ciertas  minas ,  las  que  les 
paregiere,  para  sí  mismos,  y  de  las  que  dieren  á  los  reyes  de 
Castilla,  si  hizieren  sacar  metales  para  sí,  6  los  indios  sus  sub- 
ditos los  cogeren,  no  serán  obligados  á  pagar  quintos  ó  derechos 
á  los  reyes  de  Castilla,  si  los  reyes  y  los  pueblos  de  las  Indias 
no  consintiesen  expresamente  de  su  propia  voluntad  en  abdicar 
de  sí  é  ceder  todo  el  derecho  que  ellos  tenian  y  se  obligasen  á 
pagarlos  dichos  quintos  á  los  reyes  de  Castilla;  pero  no  ce- 
diéndolo expresamente,  por  ningún  contrato  ni  obligación  ge- 
neral que  de  sí  hiziesen,  quedando  ingenuos  y  libres,  como  lo 
son,  auer  gedido  y  abdicado  el  dicho  derecho  no  serian  vistos. 
Concedidos  los  dichos  mineros  á  los  reyes  de  Castilla ,  y  los  al- 
moxarifazgos  y  derechos  de  la  mar  y  de  la  tierra  que  pagan  los 
españoles  de  las  mercaderías,  y  los  quo  más  pagaren  los  espa- 
ñoles vezinos,  y  otros  mili  prouechos  que  an  y  aurán  de  aque- 
llas tierras  que  son  de  los  indios,  asaz  quedan  bien  salariados 
los  reyes  de  Castilla,  por  el  cuydado  que  tuuieren  de  intro- 
duzir  y  conseruar  la  fe  en  aquellos  reynos  de  las  Indias;  por- 
que no  es  razón  ni  lo  quiere  Jesu  Christo  por  su  ley  que  más 
cara  se  les  notifique  la  fe  á  los  indios  que  se  predicó  y  notificó 
á  nagion  del  mundo  y  á  nosotros  los  de  Castilla.  Los  gastos  que 
hazen  ó  hizieren  los  reyes  de  Castilla  en  poner  audiencias,  vi- 
sorreyes,  gouernadores  y  otros  ministros  de  justicias  no  lo  ha- 
zen, padre,  por  los  indios,^ que  son  pacíficos  y  simplicíssimos; 
porque  con  un  gouernador  que  estd  en  quinientas  leguas  sobra 
á  los  indios^  porque  no  de  las  justicias  y  del  rey,  sino  de  sus 
reyes  y  caciques  an  do  ser  regidos;  y  porque  les  an  quitado  su 
gouernacion  y  puesto  españoles,  los  an  totalmente  destruido.  Así, 
que  no  por  los  indios,  que  no  an  menester  audiencias,  sino  por 
los  españoles,  que  nunca  biuen  quietos,  y  sin  barajas  y  pleytos, 
haziendo  mal  unos  á  otros ,  an  menester  los  reyes  de  Castilla 
poner  audiencias  y  vireyes  y  otras  muchas  justicias,  y  son  á 
ponerlas  obligados  y  muchas  más  cada  dia  para  defender  los 
indios  de  los  españoles,  que,  como  consta  á  todo  el  mundo,  los 


413 

roban,  oprimen,  aflgen  y  fatigan,  destruyen  y  matan,  como  lo 
an  echo  hasta  agora,  cada  dia  más  que  puede  ser  creydo;  y  por 
tanto,  los  reyes  de  Castilla  tienen  obligación  grardíssima,  ácosta 
suya  y  no  de  los  indios,  de  proueer  las  dichas  justicias  para 
defensa  de  los  indios,  pues  tal  gente,  tan  mal  morigerada,  in- 
quieta, indómita,  escandalosa,  tan  cudigiosa  y  soberuia  y  que 
tanta  ansia  tiene  de  usurpar  lo  ajeno  y  oprimir  las  gentes  libres 
que  le  ponga  en  necesidad  de  poner  tantas  justicias,  consiente 
passar  á  las  Indias. 

Esta,  padre,  si  no  soy  bestia ,  es  la  puerta  para  entrar  en 
qualquier  principado  y  señorío  legítimamente,  de  la  que, 
lo  annis  10,  habló  Christo;  por  esta  entrando  y  por  las  reglas  de 
justicia  conuersando  con  los  subditos;  el  principado  y  señorío 
os  de  Dios  y  de  todas  las  leyes  diuinas,  razonables  y  humanas, 
en  todo  tiempo  y  lugar  aprouado,  y  cada  dia  más  y  mejor  pros- 
perado; pero  del  que  entra  aliunde  saltando  por  los  corrales,  dize 
Saut  León,  papa :  Princifatus  quem  aut  seditío  extorsit  aut  ain- 
litio  occupmiit,  etiam  si  moribus  aut  actíbus  non  offendit  (quan- 
to  magis  si  actihus  et  moribus  grauissime  offendit  ijpsius  tamen 
initii  sui  est peruiciosus  ejemplo.  Et  difftcile  est  ut  bono  pera- 
gantur  exitii  que  malo  sunt  inclioata  principio,  i.  q,  i.  c,  prin- 
patus.  Por  aquella  puerta  auian  de  entrar  los  reyes  de  Castilla 
en  las  Indias,  pero  no  entraron,  sino  por  la  muy  demasiadamente 
contraria,  y  por  el  contrario  camino  an  andado  y  conuersado, 
aunque  no  por  culpa  de  sus  reales  personas ,  sino  por  auer  sido 
perniciosamente  deseruidos  y  engañados  de  los  que  hasta  agora 
les  an  aconsejado;  y  V.  p.  penetre  y  considere  y  amplié  á  lo 
justo  y  bien  largo  que  es  lo  que  según  Dios  y  recta  justicia  de 
lo  probado  en  buenas  consequencias  se  sigue  ó  seguir  puede,  y 
seria  gran  seruicio  que  al  rey,  nuestro  señor,  se  le  haría,  que 
V.  p.  y  todos  los  que  le  amamos  sin  propio  interesse  nuestro  y 
deseamos  su  real  prosperidad,  deste  parologismo  le  desengañá- 
semos, porque  comience  á  pensar  en  remendar  tan  irreparables 
sanos,  y  no  á  coaceruar  de  nueuo  á  las  viejas,  por  España  caue 
dadas  en  aquellas  infelices  gentes,  otras  mayores,  y  la  última  de 
las  calamidades  é  injusticias. 


■414 

Al  6"  suppuesto  de  V.  p.,  que  contiene  que  son  los  Espa- 
ñoles para  los  indios  y  para  su  policía  necessarios ,  especial- 
mente para  la  religión ,  digo  que  también  deseo  que  Dios  nos 
guarde  de  otra  ceguedad  y  maldad  diabólica  que  coloran  ésta 
su  execrable  tiranía  por  sí  mismos  los  Españoles  inuentada; 
auiendo  infamado  á  los  indios  que  son  bestias,  por  hallarlos  tan 
húmanosos  y  tan  pacíficos ,  y  sin  cauallos  y  armas  de  hierro 
para  resistirles;  y,  como  dixe  arriba,  pluguiese  á  Dios,  que  en 
lo  que  toca  al  temporal  regimiento,  España  estuuiese  como  las 
Indias  estañan,  tam  bien  regida  y  tuuiessen  tan  buena  policía. 
¿Dónde  mayores  poblaciones,  ó  al  menos  tantas  en  número  y 
muy  grandes  ouo  en  lo  poblado  del  mundo  como  en  las  Indias? 
La  gran  ciudad  de  México ,  que  contenia  sobre  doszientos  mili 
vezinos,  y  la  do  Táscala  y  Meuchuacan,  y  Tepaca  y  Tezcuco, 
y  otras  infinitas  de  la  nueua  España  y  Guatimala,  y  la  de  Cuzco 
y  en  todas  las  partes  de  las  Indias,  donde  se  contenian  tantos 
quentos  de  gente  y  comunidades,  de  infinitas  multitudes  ayun- 
tadas ,  que  biuian  en  compañía  en  sus  pueblos  y  giudades ,  si 
no  tuuieran  policía,  que  no  es  otra  cosa  sino  orden  de  todos  los 
estados,  conformes  unos  con  otros  y  exercicio  de  justicia,  ¿cómo 
tantos  años  se  pudieran  en  aquellos  tan  grandes  ayuntamien- 
tos y  compañías  pacíficas  conservar?  ¿Halláramos,  quando  allá 
por  nuestros  pecados  y  por  nuestro  mal  entramos ,  tan  grandes 
ayuntamientos  de  gentes  juntas  en  sus  pueblos  y  ciudades,  si  no 
tuuieran  orden  de  policía,  paz  y  concierto  y  justicia?  No  se 
puede  conseruar  ni  declarar  república  ó  ciudad  alguna,  ni  biuir 
multitud  de  hombres  juntos  sin  las  dichas  virtudes ,  como  pa- 
rece por  el  philósopho  en  sus  Ethicas  y  Políticas,  y  á  todo 
hombre  prudente  será  notorio ;  luego  no  tienen ,  padre ,  los  in- 
dios necesidad  para  su  policía  de  los  Españoles.  Luego  dezir, 
los  que  dicen  y  afirman  que  tienen  necesidad  los  indios  dcllos 
para  su  policía ,  ¿qué  otra  cosa  es,  sino  achaques  y  fictos  colores 
para  robarlos  y  oprimirlos,  y  tenerlos  en  seruidumbre  y  con- 
seruarse  en  las  encomiendas  y  sus  tiranías?  Antes  digo  á  V.  p. 
con  verdad,  que  para  tener  los  indios  enteros  y  restaurarse  en 
sus  humanas  y  temporales  poligías,  no  auia  de  quedar  hombre 


415 

español  en  las  Indias ,  y,  ¿quién  a  confundido  y  desordenado 
y  dejarretado ,  y  totalmente  anichilado  las  policías  humanas  de 
las  Indias,  y  buenas,  según  podian  tener  gentiles,  sino  los  es- 
pañoles, hauiendo  puesto  tanta  confusión  y  desorden,  qual  nunca 
fué  puesta  en  el  mundo  en  estos  ni  en  los  pasados  siglos?  Así 
que,  padre,  no  preste  V.  p.  á  tanta  falsedad  y  maldad  oydos, 
Quanto  á  lo  de  la  religión,  también  digo  que  si  fuera  posi- 
ble distinguir  y  apartar  esta  repugnancia  de  términos ,  estar  y 
no  estar  los  Españoles  en  las  Indias,  estar  para  manutener  y 
conscruar  la  superioridad  y  señorío  soberano  en  ellas  de  los  re- 
yes de  Castilla,  y  no  estar,  porque  no  impidan  y  corrompan  la 
fe  y  religión  de  Christo  con  sus  obras  corruptissiraas  y  exem- 
plos  mortíferos,  echarlos  todos  allá,  sino  fuesen  algunos  escogi- 
dos, para  que  recibieran  los  indios  la  fe  y  costumbres  christiauas 
y  se  arraygaran  en  ella ;  afirmo  delante  de  Jhesu  Christo  ser 
uecessario  y  que  fuera  la  cosa  mejor  proueyda  que  pensar  se 
podia.  Porque  vea  Vuestra  Paternidad  quán  ne^essarios  an 
sido  y  oy  son  los  Españoles  para  conseruar  en  la  religión  los 
indios.  La  prueua  desto  arriba  la  e  dicho;  y  porque  suele  Dios 
tener  de  costumbre  en  estos  negocios ,  por  muchas  vías  y  ma- 
neras prouar  todo  lo  que  digo,  como  millares  de  veces,  des- 
pués que  ando  en  esta  demanda,  e  visto,  con  esta  embió  una 
carta  que  recibí  oy  a  quatro  dias  de  la  Nueva  España,  de  un  reli- 
gioso augustino,  varón  sancto,  y  que  es  cauallcro  de  la  sangre 
del  Emperador ,  flamenco  ,  y  que  siendo  seglar  tuuo  mucha  au- 
toridad en  su  corte,  según  acá  me  an  dicho,  por  la  qual  bien 
cognoscerá  Y.  p.  quáles  son  las  encomiendas,  y  qué  fructo  sale 
dellas  y  las  obras  de  los  Españoles,  y  quán  necessarios  son  para 
plantar  la  religión  christiana  en  aquellos  desdichados  indios. 
¡O,  quán  léxos,  padre,  están  en  Inglaterra  destas  verdades  los 
que  presumen  dar  consejo  á  su  rey  en  esta  materia  de  Indias! 
Por  manera,  que  por  fuerca  an  de  confesar  los  adversarios,  de 
la  misma  verdad  compelidos,  ser  los  Españoles,  no  sólo  no  pro- 
uecliosos  en  las  Indias,  pero  perniciosos  para  la  policía  de  los 
indios,  y  para  que  sean  traydos  á  la  fe  y  en  la  religión  chistiana 
enseñados ,  perniciossíssimos.  Resta  luego  solamente  auer  ne- 


416 

cesidad  dellos  en  las  Indias  para  sustentar  y  conseruar  en  ellas 
el  principado  y  soberano  señorío  y  jurisdicion  uniuersal  de  los 
reyes  de  Castilla.  Sólo  deste  bien,  y  no  de  otro  alguno,  partici- 
pan los  indios  ocasionalmente  de  la  estada  de  los  Españoles  en 
las  Indias.  Si  por  esto  an  de  ser  obligados  los  indios  á  mante- 
ner y  enrriquezer  con  su  sangre ,  y  en  tantas  oppresiones  y  an- 
gustias ,  perdiendo  las  vidas  y  consumiéndose  todo  aquel  orbe, 
á  todos  los  Españoles  que  yan  de  Castilla ,  no  creo  que  hombre 
que  crea  en  Dios  y  no  sea  priuado  de  razón  aura  que  esto  diga. 
Pues  pereciendo,  padre,  como  perecen  todos  y  tan  gran  parte 
han  perecido ,  sin  fe  y  sin  sacramentos  y  desesperados ,  y  según 
tememos  aun  los  vaptizados  en  aborrecimiento  de  Jesu  Chisto, 
por  ser  Dios  de  los  Españoles,  ¿qué  bien  reportaran,  que  se  les 
aura  pagado  de  auer  estado  Españoles  en  las  Indias  y  tenido 
dellas  el  señorío  uniuersal  los  reyes  de  Castilla  y  soberana 
superioridad? 

De  todo  lo  que  queda  dicho  se  puede  colegir  lo  que  se  deue 
responder  á  este  punto,  y  digo  assí;  Que  para  sustentación  del 
señorío  y  superioridad  de  los  reyes  de  Castilla  en  las  Indias  no 
se  requiere  ni  es  menester  que  vayan  ni  moren  en  ellas  todos  los 
millares  de  Españoles  que  rabian  por  yr  de  Castilla.  Basta  para 
esto  que  en  cada  reyno  aya  tres  ó  quatro  pueblos  proporgiona- 
blemente  con  tantos  vezinos,  según  las  comarcas  y  el  número 
de  las  poblaciones  que  tal  reyno  tubiere  de  indios.  Guatimala 
es  un  reyno  de  setenta  ó  ochenta  leguas  en  quadra,  y  auia 
en  él  inmensidad  de  pueblos  de  indios,  y  ay  tres  pueblos  en 
todo  de  Españoles:  la  ciudad  de  Santiago,  de  obra  de  (jiento  y 
pocos  más  vezinos,  y  Sant  Saluador  de  oinquenta,  y  Sant  Mi- 
guel de  treinta,  y  aun  no  creo  passan  de  veynte  y  cinco ;  y  el 
reyno  de  Chiapa  tiene  quasi  otras  tantas  leguas,  y  no  tiene  más 
de  la  ciudad  de  Chiapa,  que  será  de  QÍnquenta,  y  aún  creo  que 
no  llega  á  tantos  vezinos.  Para  gente  desnuda  en  cueros,  padre, 
y  sin  armas  algunas,  pocos  exéryitos  son  menester  para  tener- 
los pacíficos,  mayormente  á  naQion  tan  humiide  y  mansa  de  su 
naturaleza  como  son  los  indios.  A  estos  españoles,  padre^  que 
no  son  muchos  ni  son  menester  muchos,  suppuesto  que  los  re- 


417 

yes  y  señores  naturales  de  las  Indias  traspasan  el  derecho  que 
tienen  á  sus  minas  de  oro  y  plata  y  piedras  preciosas  y  salinas 
y  otros  derechos  reales  en  los  reyes  de  Castilla,  y  por  esta  cau- 
sa tienen  muchos  interesses  y  prouechos  de  aduanas  y  almoxa- 
rifazgos  como  se  dixo  arriba,  y  otros  muchos  que  pueden  tener 
y  ternán  cada  dia,  obligados  son  los  reyes  de  Castilla  á  darles 
de  las  rentas  que  del  oro  y  plata  y  de  las  otras  cosas  tuuiereu 
alguna  parte  con  que  se  ayuden  y  comiencen  á  grangear,  y  no 
son  obligados  los  indios.  La  razón  es  y  no  una. 

La  primera :  porque  por  esta  causa  final  se  concedió  á  los 
reyes  de  Castilla  aquella  honorífica  dignidad  real ,  y  quasi  como 
imperial,  de  ser  sobre  muchos  reyes  soberanos  príncipes. 

La  2.^:  porque  por  esta  misma  causa  final  les  traspasan  los 
dichos  derechos  de  los  mineros,  que  son  riquezas  infinitas,  los 
reyes  de  las  Indias.  La  3.':  porque  por  esta  misma  causa  final 
se  da  lugar  á  que  binan  los  Españoles  en  las  Indias,  reynos 
ágenos,  donde  gozan  de  las  tierras  de  los  indios  que  son  feli- 
císsimas,  en  las  quales  hazen  grandes  y  ricas  heredades,  edi- 
ficios, ingenios  de  acucar,  plantan  huertas,  ponen  morales  de 
que  hazen  seda,  y  árboles  de  cañafístola  y  otras  espeQies  de  arbo- 
ledas, ocupan  grandes  tierras  y  campiñas  para  sementeras, 
toman  montes  y  florestas,  sacan  rios  y  aguas,  crian  inmensidad 
de  ganados  y  de  toda  especie  de  bestias  y  otras  infinitas  mane- 
ras de  grangerías  que  tienen ,  de  que  aquellas  tierras  son  capa- 
ces, de  donde  amontonan  grandes  riquezas  que  nunca  ellos  ni 
sus  pasados  las  tuuieron;  luego  bien  y  sobre  bastantemente  pa- 
gados los  tienen  los  indios,  si  algún  prouecho  de  estar  allá 
indirectamente  les  viene.  Lo  4.°:  porque  los  reyes  de  Castilla 
son  obligados  estrechíssimamente  á  sobrellenar  los  indios  reyes 
y  subditos  de  toda  carga  y  pesadumbre  de  pedirles  dineros, 
como  todos  altos  y  báxos  sean  paupérrimos,  porque  no  estimen 
que  la  fe  y  prodicagion  della  se  les  vende,  como  oy  lo  tienen  y 
y  siempre  lo.an  tenido  por  cierto,  y  por  cuitar  esto  S.  Pablo 
trabaja  de  sus  sudores  y  por  sus  manos  mantenerse,  porque 
pidiéndolo  á  los  que  predicaua  temia  poner  offendículo  y  estor- 
uo  al  EuangeliOj  y  los  infieles  que  venian  á  la  fe  para  su  con- 
ToMo  LXXI.  27 


418 

uersíon  y  salvación  tuuiesen  impedimento.  En  lo  cual  siempre 
la  iglesia  universal  a  tenido  muclio  tiento,  y  escripto  está  por 
el  concilio  4  cartaginense :  Necesse  est  ut  ab  illis  eorum  ])erditio 
requiratur,  quorum  spoUa  pertimescentes  a  iaptismi  gratia  etsic 
afide  se  suhtraxerunt.  La  5.*:  que  quita  toda  duda  de  que  los 
indios  no  sean  obligados  á  sustentar  el  número  limitado  de  los 
Españoles  que  son  necessarios  para  conseruacion  del  dicho 
principado  universal  de  los  reyes  de  Castilla ,  ni  á  dar  ó  con- 
tribuir para  ello  un  marauedí,  sino  los  reyes  de  Castilla,  es  auer 
traydo  los  reyes  tan  estupendos  é  inauditos  thesoros  y  millones 
de  oro  y  plata  y  perlas  y  riquezas  de  aquellas  Indias,  con  tan 
espantosos  y  no  creibles  daños,  estragos  y  perdición  de  tantos 
millones  de  gentes  y  pueblos  y  reinos,  que  por  esta  causa  sin 
culpa  suya  ni  razón  an  peregido;  y  á  esto,  en  razón  y  fuerga  de 
necessaria  restitución  y  satisfacion,  son  los  reyes  de  Castilla 
constreñidos. 

Y  esta  sustentagion  para  el  número  de  los  españoles  que 
fueren  necessarios,  será  mucho  menos  costosa  do  lo  que  la  hazen 
los  que  muestran  seruir  mucho  al  Rey,  los  que  pluguiese  á  Dios 
no  le  disiruiesen  más  y  destruyesen  la  hazienda  que  podia  tener 
lícitamente.  La  razón  de  no  ser  costosa  mucho,  padre,  es  ésta, 
y  auísela  V.  p.  al  Rey  que  mire  en  ella,  porque  si  la  pone,  des- 
de luego  cpgnoscerá  que  es  verdadero  y  fixo  señor  de  las  Indias. 
Ponga  en  México  trezientos  hombres  de  guarnición,  á  quien 
dé  á  dozientos  y  trezientos  ducados  cada  año,  y  tierras  y  montes 
y  aguas  y  otras  cosas  que  se  podrán  dar  sin  perjuizio  de  los 
indios,  según  la  calidad  de  la  persona  de  cada  uno ,  que  aura 
allá  y  acá  diez  mili  que  alcen  las  manos  á  Dios;  y  estos  no  per- 
petuos, por  eso  no  engañen  al  Rey,  sino  temporales  por  su  vo- 
luntad, hasta  que  el  Rey  vea  lo  que  durarán,  según  las  necesi- 
dades, prohibiendo,  como  arriba  dixe,  so  pena  de  muerte,  que 
ninguno  tenga  arcabuz  sino  estos  criados  del  Rey.  Y  estos  pa- 
gará con  lo  que  tienen  de  renta  diez  6  doze  comenderos ,  y  para 
esta  primera  necesidad,  aunque  los  indios  no  son  obligados  á 
pagarlo,  como  tengo  prouado,  ellos  de  su  propia  voluntad  los 
darán,  persuadiéndolos  los  fraylcs  hasta  que  el  Rey  tenga  bien 


419 

subiectos  los  españoles.  Y  esta  guarnición  puesta,  ponga  todos 
los  indios  en  libertad,  y  con  esta  alegría  le  seruirán  con  la  san- 
gre si  fuere  menester ,  y  le  darán  dos  ó  tres  millones.  Y  de  los 
españoles  que  ya  están  ricos,  quererse  an  venir  algunos  á  Cas- 
tilla, quitados  los  indios ,  y  dexarán  vendidas  sus  haziendas, 
porque  no  las  pueden  traer  consigo,  y  comprarlas  an  otros,  los 
quales  de  necessidad  an  de  poblar  en  la  tierra;  otros  se  querrán 
quedar  sin  hazer  mudamiento,  y  así  estará  poblada  la  tierra  con 
sólo  tener  el  Rey  allí  esta  guarnición  que  le  haze  señor  della. 
Y  estos  trezientos  hombres,  no  sólo  tienen  dozientos  ó  trezientos 
pesos  ó  ducados  que  el  Rey  les  diere ,  porque  no  es  como  acá 
que  dándole  tres  ducados  á  cada  uno  de  las  guardias,  no  tiene 
más,  porque  allá  con  solos  estos  puede  entender  en  mili  gran- 
gerías  de  tierras  y  sementeras  y  mercaderías ,  donde  se  hazen 
los  hombres  ricos  con  poco  caudal  que  tengan,  por  la  grossedad 
de  las  tierras.  Estos  solos  bastan  para  tener  seguros  desde  el 
principio  de  la  Nueva  España  hasta  Nicaragua,  que  son  qui- 
nientas leguas.  En  el  Perú,  sojuzgados  aquellos  tiranos  y  trai- 
dores por  guerra  ó  por  otra  vía,  a  de  poner  quinientos,  y  aquellos 
bastan  para  toda  la  tierra  que  tienen  poblada,  ó,  por  mejor  dezir, 
destruida,  los  españoles  donde  binen.  Este  es,  padre,  el  verda- 
dero y  primer  medio  y  remedio  para  ser  señores  los  reyes  de 
Castilla  de  las  Indias,  y  poder  sacarlas  de  tiranía  y  assentar  la 
orden  y  gouernacion  que  mejor  les  pareciere,  y  que  tiene,  como 
está  dicho,  menores  inconuenientes,  y  así  se  perpetuará  la  tierra. 
A  lo  7.°  y  postrero  que  V.  p.  dize,  por  las  cosas  dichas  pa- 
rece claro  la  respuesta  (conuiene  á  saber),  no  ser  medio  sino 
diabólico,  pernicioso  y  condenado  por  toda  la  ley  y  razón  y 
extremo,  dar  uno  ni  ningún  repartimiento  perpetuo  ni  tempo- 
ral, aunque  fuese  por  una  ora,  porque  es  priuarlos  de  su  liber- 
tad y  á  los  reyes  y  señores  de  sus  señoríos ,  con  todas  las  otras 
deformidades  que  en  sí  contiene ,  como  arriba  queda  dicho ,  y, 
finalmente ,  no  es  otra  cosa  sino  entregarlos  á  frenéticos  que 
tienen  en  las  manos  agudos  cuchillos.  Y,  portante,  el  Rey  ni  el 
Papa  no  tienen  poder  más  que  una  persona  priuada  para  ello, 
y  desengáñese  del  todo  V.  p.  y  los  que  á  V.  p.  engañan  y  al 


420 

Rey,  con  decir  que  no  dándoles  jurisdicion  ciuil  ni  criminal 
sobre  los  indios  estarán  remediados,  que  fué  la,  cautela  y  maldad 
con  que  engañaron  al  confessor,  el  padre  fray  Pedro  de  Soto,  y 
al  Emperador,  auiendo  tres  vezes  despedido  los  que  no  hablasen 
en  el  repartimiento,  auiendo  venido  de  las  Indias  salariados  de 
los  tiranos  de  México  contra  los  indios ,  al  menos  dáuanles  un 
ducado  para  comer  cada  dia,  y  los  desdichados  de  los  indios 
quedasen  desmamparados,  que  nadie  viniese  á  defenderlos,  obra 
proporcionada  á  quien  se  llamauan  christíanos,  los  quales  hizie- 
ron  entender  al  confesor,  que  si  bien  miraua  no  pedian  nada, 
pues  no  pedian  jurisdicion  ciuil  ni  criminal,  como  si  la  ouieran 
tenido  los  tiranos  hasta  entonces  ó  la  ouieran  menester  para 
destruirlos  como  los  an  en  todas  las  Indias  destruido.  Y  así  al- 
cancaron  una  cédula  y  cédulas,  quebrantando  las  leyes,  cuya 
tinta  aun  no  enxuta  estaua,  que  no  espirasen  las  encomiendas 
en  la  primera  vida  como  disponían  las  leyes,  y  otras  cosas  iní- 
quas  que  el  dia  que  ambos  se  murieren  verán  la  candela  que 
para  atinar  al  camino  del  cielo  entonces  adquirieron.  Esta  his- 
toria, ya  en  otras  cartas  al  Rey  y  á  Vuestra  Paternidad  la  e  es- 
crito. Todas  las  otras  condiciones  y  leyes  y  penas  que  Vuestra 
Paternidad  dize,  por  charidad  que  no  cure  dellas ,  porque  son 
inuentadas  por  Sathanás  y  sus  ministros  para  offuscar  ó  encan- 
dilarlos en  esta  miserable  jactura  del  linaje  humano  inexpertos, 
y  encubrir  la  poncoña  mortífera  deste  repartimiento  y  nephan- 
das  encomiendas.  Quando  Vuestra  Paternidad  quisiere,  ó  el 
Rey,  que  todo  lo  que  en  esta  carta  ó  tratado  digo  tocante  al 
derecho  se  lo  dé  prouado  por  toda  ley  natural  y  diuina,  y  tam- 
bién por  humanas  y  canónicas  leyes,  yo  lo  daré  más  cumplido, 
que  lo  afirmo,  y  lo  que  toca  al  hecho,  poco  trabajo  costará  sacar 
millares  de  testimonios  de  los  archines  deste  consejo.  A  lo  demás 
que  V.  p.  toca  en  su  carta,  en  otra  responderé,  que  va  distincta 
desta,  y  así  acabo  por  Ag-osto  de  1555. 

El  ms.  237  aüade.  «Finis  Epislole  (id.  esL)  parui  libelli.» 


421 


APÉNDICE  XXIX. 


REPRESENTACIOISr    DIRIGIDA    POR    EL     PADRE     LAS    CASAS    AL 
EMPERADOR    CARLOS   V   K 

S.   C.   C.  M. 

Manifiesto  es  á  todo  el  mundo  (muy  sagrado  César),  los  delic- 
tos  é  insultos  inexpiables  que  los  españoles  á  Dios,  nuestro  Señor, 
an  hecho  en  las  Indias,  é  deservicios  incomparables  ó  daños  a 
V.  M.,  destruyendo  é  matando  aquellas  tantas  y  tan  innumera- 
bles mansas  é  domésticas  gentes,  y  despoblando  tan  grandes  tier- 
ras, robando  infinitos  thesoros  que  no  bastaria  principe  del  mun- 
do á  los  recompensar,  solamente  por  exercitar  su  cruel  tyranía 
para  alcanzar  el  fin  que  an  tenido  por  Dios,  que  es  hartarse  de 
oro  contra  todas  las  leyes  naturales,  diuiuas  y  humanas  é  contra 
la  voluntad  y  sin  sciencia  de  V.  M.  Por  los  quales  estragos, 
muerte  y  robos  y  pecados  nefandissimos  ninguno  ignora  de  los 
que  estudian  la  ley  de  Dios,  y  aun  los  estudiosos  de  las  leyes  hu- 
manas, merecer  los  tales  delinquentes  é  grandes  pecadores  perder 
no  solamente  una  vida  pero  muchas  que  tuviesen ,  é  ser  priuados 
de  muchos  y  grandes  bienes  y  estados  que  suyos  proprios  y  he- 


i  Posee  el  original  de  este  documento,  sin  lugar,  fecha  ni  firma,  el  Sr.  Dou 
Pascual  de  Gayangos.  Que  es  del  P.  Las  Casas  lo  prueban  las  siguientes  razones: 
í.*  El  decir  que  él  propuso  los  remedios  en  la  junta  de  Valladolid,  cuando  cita 
el  sétimo  de  ellos,  de  donde  se  deduce  también  queja  escribió  no  mucho  después 
de  aquella  junta,  y  casi  seguramente  en  el  año  1543.  2."  El  uso  que  hace  cons- 
tantemente del  pronombre,  pareciendo  indicar  que  estaría  ya  consagrado  ó  cuan- 
do menos  electo  Obispo  de  Ciiiapa,  á  pesar  de  que  está  escrita  en  España  antes 
de  marchar  á  su  diócesis.  3.*  Cotejada  la  letra  de  este  documento  con  la  indubi- 
tada del  P.  Las  Casas,  parecen  una  y  otra  escritas  por  la  misma  mano,  y  las 
enmiendas  y  adiciones  que  tiene  el  manuscrito  hacen  creer  que  fué  el  borrador 
ó  minuta  formada  por  el  mismo  autor.  Es  uno  de  los  escritos  más  importantes 
y  cariosos  del  P,  Las  Casas. 


422 

redados  de  legítimo  patrimonio  oviesen  y  alcaücasen  ó  posse- 
yessen ;  y  pues  esto  es  assí  verdad,  y  ningún  cristiapno  y  fiel  á 
Dios  é  á  V.  M.  lo  ignora  ni  podria  en  buena  consciencia  dezir 
á  V.  M.  otra  cosa,  mucho  (más)  y  con  mejor  título  y  con  mayor  jus- 
ticia y  merecimiento  delante  del  acatamiento  de  Dios  puede  V.  M. 
quitalles  todas  las  haziendas  que  tienen  sin  dexallos  un  maravedí 
á  tan  grandes  offensores  de  Dios  y  de  V.  M. ,  pues  no  son  suyas, 
sino  que  las  an  robado  á  los  vasallos  de  V.  M.,  y  por  consiguien- 
te á  su  real  patrimonio;  porque  todos  aquellos  thesoros  los  oviera 
V.  M.  de  los  yndios  poco  á  poco,  que  se  los  dieran  con  toda  ale- 
gría de  su  propria  voluntad  si  ellos  no  se  los  ovieran  robado.  Y, 
sobre  todo,  aviéndoles  muerto  y  destruido  tan  injustamente  y  con 
tanta  crueldad,  tan  infinitos  pueblos  y  tan  innumerables  subdi- 
tos ;  por  lo  qual  bien  claro  y  averiguado  parece  que  V.  M.  les 
hará  grandes  y  señaladas  mercedes  con  solamente  dexalles  y 
perdonalles  las  vidas,  despojándoles  todas  las  haziendas  que 
tienen  usurpadas,  y,  como  dicho  es,  no  son  suyas  sino  de  V.  M.; 
y  esto  es  complir  y  hazer  V.  M.  justa  é  recta  y  sancta  justicia. 
Pero  porque  en  todo  se  aya  V.  M.  piadosamente  con  ellos ,  orde- 
nará y  establecerá  esta  ordenación  y  constitución  cathólica  y 
justa :  que  todos  los  conquistadores  de  todas  las  Indias  den  la 
mitad  de  todos  los  bienes  que  tienen ,  de  quien  no  ay  bivos  los 
dueños  (ó  sus  herederos  como  bienes  que  no  son  suyos ,  sino  roba- 
dos y  tiranizados  de  los  vasallos  de  V.  M.,  y  que  si  quisieren  que- 
dar y  bivir  en  la  tierra,  V.  M.  los  dexará,  teniendo  para  ello  au- 
toridad del  Papa);  la  otra  mitad,  aviendo  respecto  solamente  á  la 
piedad  que  dellos  tiene,  aunque  ellos  á  quien  los  robaron  y  por 
robárselos  y  sacárselos  de  sus  cuerpos,  sudores  y  trabajos  nunca 
la  tuvieron,  pero  sino  quisieren  bibir  en  la  tierra,  sino  venirse  á 
Castilla,  piérdanlos  todos,  excepto  que  V.  M.  los  haga  merced 
de  dalles  alguna  cosa  con  que  aquí  pobremente  bivan  y  aun  esto 
en  verdad,  cathólico  príncipe,  que  estamos  en  duda  si  V.  M,, 
según  la  ley  de  Dios  se  lo  pueda  conceder  ni  pueda  dispensar  en 
ello.  Pero  de  los  bienes,  cuyos  dueños  son  bivos  ó  sus  herederos, 
V.  M.  a  de  mandar  que  á  los  proprios  dueños  se  restituyan.  Toda 
la  dicha  mitad  de  todos  los  dichos  bienes  sea  luego  aplicada  para 


423 

los  gastos  de  los  pobladores  que  se  an  de  enviar  de  acá  la  parte 
que'^aere  ó  estuviere  en  dineros;  y  la  que  estuviere  en  ganados  ó 
en  haziendas ,  repartirse  a  por  los  que  á  cada  villa  ó  ciudad  fueren 
dedicados  ó  señalados  á  poblar.  Y  así  hará  V.  M.  la  más  grande 
y  señalada  población  de  todo  el  mundo,  y  que  nunca  los  romanos 
así  la  acertaron  á  hazer  ni  hizieron  ni  pudieron,  como  podrá  y 
hará  V.  M.,  y  esto  parece  más  claro  las  cosas  que  discimos  en  los 
remedios  que  emos  dado  ^.  Que  sea  cathólica  é  justa  esta  tal  or- 
denación y  constitución ,  prevámoslo  por  las  siguientes  razones: 
la  primera,  porque  todos  los  bienes  que  todos  los  conquistadores 
en  todas  las  Indias  tienen ,  todos  son  robados  y  por  violencias 
enormíssimas  y  gravíssimas  ávidos,  y  tomados  á  sus  proprios 
dueños  y  naturales  proprietarios  y  poseedores  que  eran  los  yn- 
dios :  y  esto  todo  el  mundo  lo  sabe ,  y  ellos  mismos  lo  cognoscen 
y  confiessan ,  y  á  V.  M.  es  razón  que  por  todo  lo  susodicho  ya 
conste.  Y  pues  es  público  y  notorio ,  y  no  sólo  ya  passado  sino  de 
actos  continuos  y  permanentes  quehazen  el  hecho  evidentíssimo  y 
absolutamente  indubitable,  en  el  qual  ninguna  orden  de  derecho 
deve  ser  guardado  ni  deve  admitirse  negación,  ni  escusa,  ni  ape- 
lación ,  ni  son  menester  testigos  ni  acusadores ,  según  todas  las 
leyes  canónicas  y  civiles:  por  ende  V.  M.,  como  príncipe  justo  y 
juez  supremo,  es  obligado  á  hazer  justicia  en  su  real  foro  y  man- 
dar compelerlos  á  que  restituyan  á  sus  proprios  dueños  todos  los 
dichos  bienes  robados  á  los  que  del] os  fueren  bibos  ó  á  sus  here- 
deros. Porque  manifiesto  es ,  que  si  todos  los  yndios  fuesen  segu- 
ros de  alcanzar  justicia  de  los  robos  y  daños  y  calamidades  que 
de  los  christiauos  tan  injustamente  an  rescibido,  que  se  quexarlan 
y  claraarian  con  clamores  que  llegasen  al  cielo  y  pedirían  justi- 
cia é  satisfacción  dello  ante  V.  M-,  y  V.  M.  en  ninguna  manera 
negársela  podría,  y  ahora  que  á  V.  M.  le  constan  es  obligado,  ó 
á  sin  pedilla  ellos  hazelles  justicia,  ó  maudalles  avisar  y  assegu- 
rar  que  les  guardará  su  derecho  si  quieren  pedirla.  Pero  de  los  que 
no  fueren  bivos  ni  tuvieren  herederos,  V.  M.  es  obligado  á  appli- 


*  Aquí  alude  á  los  remedios  que  propuso  en  la  junta  de  Valladolid  de  ^542, 
de  los  que  publicó  el  octavo,  formando  coa  él  uno  de  los  opúsculos  impresos  en 
Sevilla  en  1352. 


424 

callos,  teniendo  la  dicha  licencia  y  autoridad  del  Papa,  á  la  mejor 
y  más  favorable  restitución  que  sea  posible;  y  porque  ninguna 
restitución  puede  ser  más  conveniente  y  favorable  como  es  la  po- 
blación de  aquellas  .tierras :  lo  uno  por  ser  en  favor  de  la  fe  que 
en  ellas  se  a  de  plantar  en  las  gentes  que  an  quedado  y  quedaren 
de  las  muertes  que  aquellos  delinquentes  hazen  y  an  hecho,  y  en 
•las  que  ay  en  otras  tierras  donde  aun  la  pestilencia  de  su  san- 
griento cuchillo  no  a  llegado:  lo  otro,  porque  convenga  ó  cor- 
responda la  restitución  con  sus  delitos,  conviene  á  saber,  que 
pues  destruyeron  y  despoblaron  provincias  i  matando  y  talando 
los  hombres  y  pobladores  dellas,  por  ende  justissima  y  muy  ra- 
zonable cosa  es,  que  con  los  dineros  que  de  aquellos,  insultos  y 
pecados  grandes  ovieron ,  se  tornen  á  reformar  y  poblar  de  otros 
hombres  llevados  destos  reynos  las  dichas  despobladas  y  destrui- 
das tierras  y  provincias ;  y  en  esto  V.  M.  no  puede  dispensar  con 
todo  su  poder,  como  la  restitución  de  lo  robado  y  tiranizado, -y^ 
satisfacción  de  las  injusticias,  daños  y  agravios  hechos  á  los 
inocentes,  sea  mandada  de  ley  natural  y  derecho- divino,  qual- 
quiera  de  los  quales  V.  M.  no  puede  relaxar,  ni  afloxar,  ni  dis- 
pensar en  ellos.  La  2."  razón  que  haze  justa  la  tal  ordenación  es: 
porque  si  V.  M.  no  los  constriñe  á  hazer  esta  restitución  y  contri- 
bución, seria  causa  que  delictos  tan  nefandos  y  cosas  tan  enormes 
y.  malas  y  tan  dignas  de  detestación  y  abomina.cion  y  de  todo 
último  suplicio,  no  se  tuviesen  por  los  delinquentes  pecadores  y 
obradores  dellas  y  destruidores  de  tantas  gentes  por  malas,  ni  cog- 
nociesen  sus  grandes  pecados:  y  sucedería  de  aquí  que  los  crí- 
menes gravíssimos  remaneceriau  no  punidos,  y  los  malhechores 
reportarían  galardón  y  provecho  de  sus  iniquidades,  y,  por  con- 
siguiente, tomarían  incentivo  y  esfuerzo  ellos  y  otros  para  hazer 
aquellos  y  otros  mayores ,  y  así  quedarían  todas  las  cosas  desor- 
denadas, y  aquellas  y  las  que  cada  dia  se  descubren  y  descubri- 
rán infinitas  repúblicas,  quedan  y  estarán  en  muy  grandes  pe- 
ligros de  ser  destruidas,  robadas  y  oppressas,  y  al  cabo  des- 
hechas sin  ningún  ser :  antes  raydas  de  la  haz  de  la  tierra  como 
todas  las  otras  que  vimos  enteras  tan  poco  tiempo  a  y  agora  vemos 
sin  quedar  señal  que  en  algún  tiempo  fuesen ,  del  todo  estirpadas  y 


425 

perdidas ;  todo  lo  qual  es  causar  grandes  inconvenientes  de  todas 
las  leyes  reprovados,  humanas  y  divinas.  La  3/  razón  es,  porque 
ya  que  fueran  los  dichos  bienes  suyos  proprios ,  V.  M.  pudiera 
justamente  pedirles  cierta' parte  dellos  y  ellos  fueran  obligados  á 
darla  de  derecho  natural  y  divino,  como  sea  para  effectuar  la  pre- 
dicación y  dilatación  de  la  fe  y  propagación  de  la  religión  cris- 
tiana y  salvación  de  tan  infinitos  próximos;  y  así  lo  hazia  Sant 
Pablo ,  que  de  unas  ciudades  y  provincias  de  christianos  pedia  é 
tomaba  dineros  para  los  gastos  que  eran  necesarios  hazerse  para 
convertir  y  predicar  a  otros,  como  parece,  2,  ad  chorintios,  11; 
la  .razón  désto  es  porque  la  Iglesia  ,  como  sea  un  cuerpo  á  seme- 
janza de  cuerpo  natural ,  y  la  naturaleza  cuando  falta  la  virtud  en 
un  miembro  lo  socorre  y  ayuda  con  los  humores  y  virtud  tomada 
délos  otros  miembros,  assí  la  persona  que  la  Iglesia,  ó  parte 
della  govierna,  tiene  lugar  y  officio  de  la  naturaleza,  que  quan- 
do  fáltala  virtud  temporal  (o  espiritual  según  el  estado),  officio 
y  comisión  que  en  la  Iglesia  tiene,  puede  justamente  pedir  y  tomar 
de  .unos  para  socorrer  á  otros,  y  ellqá  tienen  obligación  de  lo  dar 
y  comunicar,  y  ésta  es^  sentencia 'y  doctrina  sancta  y  verdadera 
de  los  sanctos.  La  4/  razón  es :  porque  como  todos  los  sobre- 
dichos conquistadores  y  los  que  después  se  an  aprovechado  de  los 
yndios  y  los  án  oprimido  y  fatigado  y  muerto  por  les  robar ,  ó 
por  coger  con  ellos  oro,  en  ninguna  manera  se  puedan  salvar  sino 
restituyen  todo  lo  que  así  an  robado,  adquirido  y  tan  mal  ganado, 
si  V.  M.  á.la  susodicha  restitución  no  los  constriñe,  nunca  jamás 
restituirán,  y  así  nunca  serán  salvos.  Luego  gran  bien  y  merced 
V.  M.  les  haze  compeliéndolos  á  la  dicha  restitución  y  constribu- 
cion,  y  por  consiguiente  es  cathólica  y  justísima  la  susodicha 
constitución  y  ordenacioíi  que  arriba  pésimos.  Y  restarles  a  llorar 
todos  los  dias  que  bivieren  por  sus  grandes  pecados,  juntamente 
por  no  poder  sacar  las  ánimas  que  echaron  á  los  infiernos,  y  por 
los  otros  danos  que  á  tantos  próximos  hizieron,  que  devieran  de 
amar  como  á  sí  mismos,  los  quales  son  tantos  y  tan  imposibles  de 
recompensar,  que  aunque  tuviesen  dos  estados  tan  grandes  como 
el  de  V.  M.  y  los  pusiesen  en  almoneda ,  no  bastarían  á  satisfa- 
cerlos: luego  bien  tienen  que  llorar  todos  los  dias  de  su  vida. 


426 

Puede  V.  M.  también  tener  con  ellos  una  buena  industria ,  si 
es  servido  llevar  este  hecho  por  mayor  blandura  y  equidad,  con- 
viene á  saber:  que  para  los  bienes  que  tuvieren,  cuyos  dueños  ó 
sus  herederos  no  se  hallaren ,  V.  M,  consulte  al  Papa  informándole 
muy  particularizadamente  de  los  daños  y  males  que  los  christianos 
en  las  Indias  an  hecho  con  la  sciencia  y  voluntad  de  V.  M.  y  los 
cathólicos  reyes  pasados;  y  que  porque  V.  M.  agora  que  los  a 
sabido  quiere  remediar  y  reformar  las  Indias,  para  lo  qual  son 
necessarias  grandes  sumas  de  dineros,  que  su  Santidad  conceda 
una  general  composición  que  comprehenda  á  todos  aquellos  que 
parte  ayau  tenido ,  como  quiera  que  sea,  que  constituya  en  escrú- 
pulo y  cargo  de  restitución  en  los  bienes  ávidos  en  las  Indias  ó  de 
las  Indias,  señalada  y  especialmente  á  los  que  han  sido  participan- 
tes en  hazer  los  daños  y  males  dichos  y  los  an  robado  y  mal  to- 
mado á  los  yndios ;  y  que  señale  que  paguen  la  mitad  de  todos  los 
dichos  bienes  los  que  fueron  por  consejo ,  ayuda  y  favor  inmediate 
perpetradores  de  ios  dichos  robos,  daños  é  insultos,  que  todos  estos  ' 
se  dicen  principales ;  y  los  que  por  otras  vías  an  sido  participan- 
tes en  aver  y  gozar  de  los  dichos  bienes  den  á  la  composición  la 
quinta  ó  la  sexta  parte,  y  desta  manera  se  podrán  sacar  de  los  de 
allá  y  de  los  que  ya  están  acá  inmensa  suma  do  dineros  para  los 
gastos  de  la  conversión  y  predicación ,  y  será  inextimable  el  bien 
y  la  merced  que  á  todas  las  Indias  y  á  estos  rey  nos  V.  M.  con 
esto  hará,  asegurándoles  las  consciencias,  no  sólo  délos  seglares,  y 
que  los  dichos  males  an  hecho  y  de  los  que  parte  an  tenido  en  el 
oro  robado,  de  los  quales  todo  este  reyno  está  inficionado;  pero  á 
todos  los  confesores  que  por  esta  causa  biven  en  gran  sospecha,  si 
hazen  lo  que  deben,  y  turbación.  Cosa  es  ésta  que  muchos  de  los 
mismos  delinquentes  desean  y  á  nosotros  de  muchos  años  acá  nos 
lo  an  platicado,  y  aun  agora,  viniendo  para  acá  el  obispo  de  Gua- 
timala,  nos  lo  dio  en  memoria  ^,  y  rogó  y  encargó  que  lo  nego- 


*  E!  obispo  de  Gualimala  de  que  aqni  so  habla  era  el  P.  Marroqnin  y  la  ex- 
presión «agora  viniendo  para  acá»  prueba  que  las  Casas  escribió  este  papel  á  poco 
de  llegar  de  dicho  punto  con  encargo  de  llevar  frailes  de  su  Orden,  y  para  dar 
noticia  al  Emf)erador  de  loque  en  las  Indias  pasaba,  esto  es,  hacia  el  año  do  1542 
ó  43,  y  antes  de  haber  sido  electo  obispo  de  Chiapa. 


427 

ciásemos,  y  también  lo  escribió  y  suplicó  á  V.  M. ,  y  nosotros  truxi- 
mos  la  carta. 

Pero  los  bienes  que  tuvieren ,  cuyos  dueños  fueren  bivos  ó  sus 
herederos,  V.  M,  se  los  mandará  restituir  y  tornar,  como  arriba 
descimos,  porque  es  oblij^ado  á  hazer  justicia;  y  después  de  res- 
tituidos á  los  yndios  que  fueron  los  despojados  ó  proprietarios  se- 
ñores, ó  á  quien  de  derecho  los  aya  de  aver,  sabiendo  los  yndios 
las  mercedes  que  V.  M.  les  haze  y  que  an  de  estar  seguros  y  en 
su  paz,  ellos  pagarán  de  aquel  oro  sus  tributos  adelantados,  y 
allende  de  los  tributos,  los  frayles  los  inducirán  á  que  presten 
á  V.  M.  el  resto  dello,  haciéndoles  entender  como  no  se  han  de 
gastar  sino  en  su  pro  é  utilidad,  y  cada  año  se  pueden  disminuir 
de  lo  que  de  tributo  avian  de  pagar,  y  así,  dándolo  junto  y  ade- 
lantado, ternán  algún  descanso  por  algunos  años,  y  desta  manera 
con  la  ayuda  de  nuestro  Dios,  V.  M.  terna  muchos  dineros  para 
los  gastos  de  la  dicha  conversión  de  los  yndios  y  población  de  los 
christianos  que  se  o  vieren  de  enviar  de  acá  y  para  suplir  muchas 
de  las  necesidades  que  acá  tiene. 

Y  porque  los  christianos  que  están  en  el  nuevo  reyno  de  Grana- 
da, que  agora  poco  a  que  se  descubrió,  an  hecho  y  oy  hazen  seña- 
ladas y  espantosas  crueldades  y  matanzas  en  aquellos  inocentes 
yndios,  vasallos  de  V.  M. ,  justa  cosa  es  que  ninguna  piedad  V.M, 
con  ellos  use ,  en  dejalles  un  solo  maravedí  de  quanto  an  robado 
y  roban  oy,  sino  que  todo  se  lo  tome  absolutamente ,  y  solamente 
V.  M.  les  dexe  las  vidas,  mandándolos  desterrar  á  todos  perpetua- 
mente de  todas  las  Indias,  y  en  su  lugar  se  pornáu  en  aquella 
provincia  otras  personas  que  pueblen  aquella  tierra  de  las  menos 
culpadas  que  en  las  otras  provincias  oviere,  y  de  las  que  de  acá  se 
enviaran.  Y  en  esto  V.  M.  les  haze  muy  grandes  mercedes ,  con- 
viene á  saber ,  con  dexalles  las  vidas ,  porque  verdaderamente  sus 
delictos  son  tan  grandes  y  de  tanta  ofensa  de  Dios  y  deservicio 
de  V.  M.,  que  con  mili  vidas  que  cada  uno  tuviese  y  con  un  reyno 
tan  grande  como  el  de  España,  no  los  podrían  satisfacer  y  pagar. 

De  lo  susodicho  se  sigue  que  porque  todos  los  thesoros  y  ri- 
quezas que  an  traído  de  las  Indias  á  estos  reynos  los  que  fueron 
y  se  llaman  y  glorían  de  conquiatadores ,  que  por  sus  manos  los 


428 

robaron  á  los  yiidios,  son  de  V.  M.  y  á  nadie  pertenecen  después 
de  á  los  yndios  sino  á  V.  M. ,  como  dicho  es  dezimos  y  affirma- 
mos  que  se  los  pudo  justamente  tomar  quando  V.  M.  mandó  to- 
mar los  dineros  en  Sevilla  á,  los  que  veuian  de  las  Indias ,  y  que 
los  juros  que  por  ellos  V.  M.  les  dio,  no  se  los  pudo  ni  debió  dar, 
y  si  les  hizo  merced  dellos  fué  subrreticia  é  invalida  de  derecho, 
creyendo  y  estimando  que  les  tomaba  prestado  lo  que,  era  suyo, 
no  lo  siendo  sino  de  V.  M.  por  avelle  hasta  agora  celado  y  encu- 
bierto la  verdad  los  que  eran  obligados  y  tenian  por  oficio  de  de- 
zírsela,  y  hazelle  clara  y  cierta  relación  y  información,  así  del 
derecho  como  del  hecho ,  según  que^  en  lo  vno  y  en  lo  otro  era  y 
pasaua,  pues  para  esto  comían  su  pan;  y  por  esta  razón  justísima 
y  christiana  y  meritoriamente  V.  M.  les  puede  tornar  á  tomar  los 
dichos  juros  que  les  dio ,  restituyéndolos  á  su  real  corona,  y  dé- 
beles de  bastar  lo  que' dellos  hasta  él  punto  que  se  los  quitare  se 
ovieren  aprovechado;  y  por  esta  manera  desde  luego  desempe- 
ñará V.  M.  muy  gran  parte  de  su  real  patrimonio ,  y  en  nuestras 
consciencias  decimos  que  V.  M.  lo  puede  y  deve  así  hazer,  lo 
cual  probaremos  muy  abiertamente  delante  de  qudlesquiera  le- 
trados que  V.  M.  mandare  para  ello  juntar,  loqual  entendemos  de 
los  que  se  llaman  conquistadores,  y  no  de  los  mercaderes ,  porque 
otra  razón  es  la  de  estos,  aunque  para  delante  del  juicio  de  Dios, 
no  queden  los  mercaderes  sin  ser  á  mucha  restitución,  y  aun  algu- 
nos con  grandes  culpas,  como  pro  varemos,  obligados. 

^íío  ignoramos  que  avrá  quien  diga  á  V.  M.  que  tomar  asi  estos 
dineros  á  los  chistianos  y  compelellos  á  que  restituyan  lo  que  á 
los  yndios  an  robado  y  tiranizado,  ya  que  la  razón  los  convenza  á 
confesar  que  todo  lo  que  en  las  ludias  se  a  hecho  aya  sido  muy 
malo  y  que  sean  por  ello  obligados  los  delinquentes  á  restitución; 
pero  no  embargante  esto,  dirán  que  V.  M.  no  lo  debe  hacer  por- 
que dello  se  seguirán  grandes  inconvenientes.  Uno  de  los  quales 
es  que  V.  M.  les  ha  dado  licencia  y  provisiones  para  conquistar 
aquellas  gentes,  y  a  enviado  con  sus  poderes  los  Capitanes  y  Go- 


'    Al  margen :  «Las  objecciones  y  contrarios  que  á  lo  de  arriba  se  puede  op- 
poner.» 


429 

bernadores  que  an  hecho  las  guerras ,  y  en  las  guerras  no  puede 
ser  sino  haver  robos  y  males  y  crueldades;  y  ya  que  parezca 
agora  aver  sido  injustas,  pero  an  sido  hechas  con  autoridad  de 
príncipe,  que  es  V.  M.,  y  que  á  lo  menos,  quanto  al  foro  judicial, 
ellos  deven  de  ser  seguros,  y  lo  que  V.  M.  una  vez  ovo  aprobado 
y  con  título  de  la  tal  aprovacion  se  a  adquirido,  no  lo  deve  des- 
pués reprovar,  al  menos  de  los  que  con  la  dicha  autoridad  y  títu- 
lo alguna  cosa  adquirieron,  como  quiera  que  ayan  ya  adquirido 
derecho  y  les  aya  sido  traspasado  el  dominio.  Iten,  V.  M.  dio  el 
hyerro  para  herrar  los  esclavos ,  por  lo  qual  presuponía  que  podían 
las  dichas  guerras  ser  hechas;  y  así,  con  esta  confianza  herravan 
los  esclavos,  y  al  menos  los  yndios  que  erraron,  tomados  en  las 
guerras ,  no  les  deven  de  ser  contados  en  el  número  de  lo  mal  ga- 
nado, al  menos  en  el  foro  de  V.  M.  El  2°  inconveniente  es,  que 
quanto  á  los  yndios  que  an  tenido  encomendados  y  el  oro  que  con 
ellos  an  ávido,  de  las  minas  sacado  ó  dado  de  tributos ,  como  este 
sea  beneficio  y  merced  hecha  por  V.  M.,  que  es  supremo  Prínci- 
pe, deve  de  ser  perpetuo  y  permanecedero,  porque  de  otra  manera 
es  derogar  á  la  dignidad  real  de  V.  M.,  y  por  tanto,  si  V.  M.  se  lo 
revocase,  cosa  indecente  á  V,  M.  seria,  y  á  ellos  seria  perjudicial, 
y  en  alguna  manera  parecería  que  por  V.  M.  eran  defraudados  y 
engañados  por  hazer  confianza  y  tener  seguridad  de  sus  cartas 
y  poderes  reales :  que  todas  estas  cosas  de  Príncipe  chvistiano  y 
sapientíssimo  dezirlas  y  aun  sentirlas  es  gran  crimen.  El  3."  in- 
conveniente es,  que  si  V.  M.  atentase  quitalles  los  dichos  bienes 
provable  cosa  es  que  nasceria  en  todas  las  Indias  gran  escán- 
dalo, y  como  los  delinquentes  son  muchos,  porque  son  todos 
quantos  españoles  en  las  ludias  ay,  sacando  muy  pocos,  podría 
ser  que  hiziesen  algunos  alborotos,  y  muchos  ó  todos  se  amotina^ 
sen  y  perdiesen  la  vergüenza  y  obediencia  á  V.  M.,  de  donde 
sucederían  grandes  males,  peores  quizá  que  los  que  ellos  an 
hecho,  y  esto  todas  las  leyes  lo  aborrecen  y  repruevan,  diciendo 
que  el  Príncipe  y  el  que  gobierna  en  semejante  caso,  quando  los 
malhechores  son  muchos,  por  el  escándalo  que  puede  nascer,  deve 
de  tolerar  y  dissimular  el  castigo  y  la  punición ,  etc.*.  Así  que 
dirán  algunos  que  por  evitar  los  dichos  inconvenientes  y  otros,  que 


430 

bien  pensándolos  podrían  ofrecerse,  V.  M.  no  debe  de  tomallea 
nada  de  lo  que  ya  tienen  ávido,  aunque  inicua  é  injusta  y  mala- 
mente ávido;  sino  fuese  quicá  por  la  vía  ya  dicha  de  la  composi- 
ción, porque  en  ésta  no  ay  duda  que  no  sea  segura  á  V.  M.  y 
deseada  por  ellos. 

A  las  quales  objeciones  respondemos  generalmente,  y  dezimos 
que  los  dichos  inconvenientes  alguna  apariencia  tienen  delante  de 
los  ojos  de  aquellos  que  tienen  nuves  muy  gruessas  de  ceguedad 
en  sus  entendimientos ,  porque  cayó  el  huego  de  la  avaricia  y 
ambición  y  de  la  crueldad  sobre  ellos ,  y  no  vieron  el  sol  de  la 
justicia  y  verdad  y  de  la  ley  divina,  ni  la  claridad  y  horribilicjad 
de  las  condenadas  obras  y  hechos  en  aquellas  inocentes  gen- 
tes cometidos ,  ni  la  corapassion  que  deven  tener  á  los  ya  agra- 
viados y  la  charidad  que  á  tener  son  obligados  para  los  que 
están  por  salvar  próximos,  ni  tampoco  á  la  prosperidad  del  es- 
tado real  de  V.  M.  y  de  todos  estos  reynos;  pero  á  los  que 
tienen  los  ojos  limpios  destos  ya  dichos  impedimentos  y  saben  y 
meditan  la  ley  de  Dios  noches  y  dias ,  desvelándose  sobre  pospo- 
ner todas  las  cosas  que  no  son  Dios,  y  aun  á  los  que  tienen  algún 
cuidado  de  servir  fielmente  á  V.  M.  y  aprovechar  su  real  estado, 
y  se  duelen  de  los  detrimentos  que  vienen  y  pueden  venir  á  su 
patria  y  posponen  su  particular  interese  al  bien  común,  otra 
cosa  parece  y  parecerá ,  pensándolo  aun  no  con  mucha  indagación 
y  trabajo. 

En  particular,  respondemos  á  cada  argumento  ó  inconvenien- 
te. Al  primero  dezimos  que  la  intincion  principal  de  V.  M.  y  de 
los  reyes  pasados  no  a  sido  que  hagan  guerras  de  principal  in- 
tento, sino  que  trabajasen  por  todas  las  vías  y  maneras  que  pu- 
diesen de  traer  de  paz  aquellas  gentes  para  que  oyesen  la  predi- 
cación de  la  fe  principalmente,  y  después  que  se  subjetasen  al 
real  dominio  ó  regimiento  de  V.  M.,  y  esto  llevaron  todos  los  Go- 
bernadores y  Capitanes  en  sus  provisiones ;  y  si  alguna,  por  ven- 
tura, llevó  ó  contenia  otra  cosa ,  fué  subreticia  y  contra  la  scien- 
cia  y  consciencia  y  poder  de  V.  M.  y  por  engaños  y  falsas  suges- 
tiones é  informaciones  ávida  y  alcanzada,  y  por  tanto  condenada 
por  la  ley  divina,  y  no  fué  de  algún  valor  ni  autoridad  ni  se  pudo 


431 

de  derecho  por  ella  hazer  cosa  válida  ni  legítima ,  y  de  todas  las 
provisiones  é  instrucciones  que  les  fueron  dadas  que  contenian  la 
justa  y  recta  y  christiaua  voluntad  de  V.  M.  y  de  los  susodichos 
señores  reyes  passados,  una  ni  ninguna  jamás  nunca  guardaron, 
antes  las  hizieron  todas  frustratorias  y  defraudaron  la  intincion 
real  y  de  V.  M.,  haciendo  siempre  el  contrajo  dellas;  por  manera, 
que  no  solamente  todas  las  guerras  que  hicieron  fueron  hechas 
sin  autoridad  y  licencia  y  sin  poder  de  V.  M.  y  de  los  reyes  pa- 
sados ,  pero  todos  los  actos  y  obras  que  hizieron  cerca  y  contra 
los  yndios ,  fueron  carecientes  de  la  dicha  real  licencia  y  poder  y 
autoridad,  como  estamos  aparejados  á  provar  cada  y  quando  que 
V.  M.  fuese  servido  que  lo  hagamos.  De  aquí  se  sigue  que  todas 
las  guerras  fueron  iníquas,  injustas  y  semejantes  á  las  que  hazen 
los  ladrones  quando  andan  á  saltear,  y,  por  consiguiente  repro- 
vadas  y  dañadas,  no  solo  en  el  foro  de  Dios  y  de  la  consciencia, 
pero  también  en  el  foro  judicial  de  V.  M.;  y  que  no  tuvieron  tí- 
tulo ni  tienen  á  cosa  de  quantas  robaron  y  malamente  ovieron  ni 
adquirieron  derecho,  ni  se  traspassó  en  ellos  dominio  ni  pudo  tras- 
passarse ,  porque  en  lo  ávido  por  robos  y  tyranías  no  es  posible 
traspassar  dominio  ni  adquirir  derecho,  como  quiera  que  todo  lo 
que  en  todas  las  Indias  au  g-anado,  si  ganar  se  puede  dezir,  lo 
ayan  ávido  ó  robado  en  las  dichas  injustas  y  malvadas  guerras, 
con  violencia  despojando  y  robando  y  matando  sus  justos  y  natu- 
rales poseedores,  ó  haziéndolos  esclavos  y  vendiéndolos  por  lo 
que  los  davan,  ó  echándolos  y  matándolos  en  las  minas  para 
coger  oro,  ó  después  oprimiendo  los  demás  con  durísima  servi- 
dumbre, con  la  qual,  como  pestilencia  mortífera  an  consumido  á 
V.  M.  nueve  y  diez  cuentos  de  ánimas  y  despoblado  más  tierra  en 
la  gran  Tierra  Firme  que  ay  de  Sevilla  á  Hierusalem  dos  vezes, 
sin  muchas  islas  de  maravillosa  grandeza. 

A  lo  del  hierro  decimos  lo  arriba  dicho ,  que  con  falssísimas 
suggestiones  é  inníquas  y  mentirosas  informaciones  y  con  impor- 
tunación grande  y  casi  por  violencia,  lo  han  sacado  á  V.  M., 
haziéudole  entender  que  era  menester  hazer  guerra  á  los  yndios 
para  atraellos  á  Dios  y  á  V.  M. ;  y  este  es  error  y  heregía  dañada 
contra  la  ley  de  Jesu-Cristo  y  contra  sus  obras  y  palabras  y  doc- 


432 

trina,  y  contra  la  doctrina  de  Sañt Pablo  y  canónica,  y  contra  toda 
la  apostólica  costumbre  de  toda  la  universal  iglesia.  Ítem,  yaque 
á  sabiendas  y  de  cierta  sciencia  diera  V.  M.  el  dicho  hierro,  lo 
cual  es  falso,  entendíase  conceder  V.  M.  el  dicho  hierro,  supuesta 
la  justicia  y  rectitud  de  las  guerras,  y  no  para  que  injustamente 
los  guerreasen  ni  herrasen  á  los  hombres  inocentes  y  que  nunca 
hizieron  ni  hazenmal  anadie,  y  que  justamente  hazen  guerra  de 
defensión  natural  contra  gente  tan  desalmada  y  cruel  como  son 
los  cristianos  que  alas  Indias  an  ido,  que  tan  cruel  é  inhumana- 
mente y  tan  sin  misericordia  y  sin  causa  los  han  perseguido  y 
destruido,  solamente  por  roballos  y  sacallos  oro  ;  y,  por  tanto,  no 
solamente  V.  M.  no  aprovó  cosa  de  todas  cuantas  los  cristianos  en 
las  Indias  an  hecho ,  pero  reprovólas  tácitamente  por  sus  reales 
cédulas,  provisiones  é  instrucciones,  mandando  el  contrario,  y 
muchas  se  hallarán  por  las  quales  V.  M.  las  reprovó  expressa- 
mente,  y  es  muy  cierto  que  cada  y  quando  que  á  noticia  de  V.  M. 
llegaran  las  reprovara  en  particular,  como  de  necessidad  lasa 
dereprovar,  pues  son  reprovadas  de  Dios  y  de  toda  ley  justa, 
humana  y  razón  natural;  y,  por  consiguiente,  á  ninguno  de  los 
que  hizieron  esclavos  tan  injusta  y  tiránicamente  tienen  derecho 
ni  á  cosa  de  todas  las  que  por  esta  vía  ovieren ,  ni  traspasó  ni 
pudo  traspassar  dpminio  en  ellos ,  antes  son  obligados  á  satisfazer 
á  los  yndios  que  hovieron  esclavos ,  todo  lo  que  con  ellos  ganaron 
y  las  grandes  injurias  y  daños  que  en  hazellos  esclavos  les  hizie- 
ron como  los  anichilasen  y  matasen  civilmente,  á  la  qual  calami- 
dad ninguna  es  comparable,  y  por  ello  incurrieron  en  grandes 
penas  que  los  derechos  dan  á  los  plagiarios,  los  quales  escedieron 
á  quantos  en  el  mundo  plagiarios  fueron,  allende  de  las  grandes 
matanzas  que  dellos  an  hecho  poniéndolos  en  las  minas,  donde  an 
muchos  cuentos  de  hombres  perecido :  por  lo  qual  á  V.  M.  deven 
devdas  infinitas  que  jamás  las  podrán  pagar  por  averie  destruido 
tan  infinitos  vasallos. 

Al  segundo  argumento  respondemos  en  quatro  maneras:  la 
vna,  que  si  V.  M.  les  hizo  merced  y  beneficio  de  los  yndios  enco- 
mendados ,  fué  fundada  sobre  falsíssimas  y  dañadas  suggestiones 
é  informaciones,  y  por  tanto  surepticia  é  invalida  de  derecho, 


433 

porque  hizieron  entender  á  V.  M.  que  la  avian  servido  y  echado 
cargo,  aviéndole  deservido  y  ofendido  más  gravemente  que  hom- 
bres nunca  jamás  offendieron  y  desirvieron  á  ningún  Principe, 
por  los  quales  deservicios  y  offensas,  si  V.  M.  fuera  de  la  verdad 
avisado',  está  claro  que  no  les  hiziera  mercedes,  antes  los  puniera 
y  castigara  como  ellos  eran  merecedores  con  crueles  castigos ,  y 
por  tanto,  agora  que  V.  M.  sabe  la  verdad,  puede  justamente  re- 
vocar el  dicho  beneficio  y  merced ,  y  tomar  todos  los  fructos  que 
della  an  sucedido  como  cosa  agena ,  ó  de  los  mismos  á  quien  se 
robó  y  usurpó  si  viven,  ó  de  V.  M,  que  sucede  en  los  bienes  va- 
cantes, si  no  son  vivos  los  yndios  cuyos  eran  ó  sus  herederos,  y 
justamente  los  puede  aplicar  para  la  población  y  reformación  de 
las  tierras  y  reynos  que  ellos  an  destruido ,  porque  la  intincion 
del  Principe  se  a  de  presumir  que  no  es  otra  de  la  que  según  ley 
y  razón  debe  de  ser.  ítem,  el  privilegio  y  merced  ó  gracia  y  con- 
cesión del  Principe,  nunca  se  estiende  ni  se  entiende  estender  á 
los  casos  no  pensados  ni  imaginados,  como  es  éste,  y  por  tanto 
ninguna  gracia,  ni  merced,  ni  beneficio,  ni  privilegio  á  quien  no 
se  estiende  ni  llega  la  scicncia  ó  intincion  del  Príncipe  es  válida 
de  derecho,  porque  no  tiene  fundamento,  que  es  la  intincion  y 
voluntad  del  príncipe.  La  segunda  dezimos,  como  éste  sea  bene- 
ficio, ó,  por  mejor  dezir,   maleficio  tan  perjudicial  que  destruye 
todas  aquellas  gentes  y  asuela  y  despuebla  todo  aquel  mundo,  al 
momento  debe  de  ser  quitado,  y  el  mismo  derecho  y  ley  natural  y 
divina  lo  anulla  é  invalida  como  si  no  fuese  concedido;  porque 
todo  privilegio,  gracia  ó  merced  que  comienza  á  ser  dañoso,  luego 
por  el  mismo  derecho  muerto  es,  revocado  ipsojure:  y  el  derecho 
vivo  y  animado  que  es  V.  M.  lo  debe  luego  de  revocar  por  obra 
y  de  hecho,  y  porque  desde  luego  que  se  concedieron  los  yndios, 
y  antes  que  se  concediesen,  por  las  injustas  guerras  comenzó  á 
ser  dañoso  y  destruitivo  del  linaje  humano ,  cuya  mayor  parte 
está  en  las  Indias,  y  desde  luego  el  derecho  natural  y  divino  lo 
anuló,  y  en  cuanto  en  sí  fué  lo  revocó ;  por  tanto,  todo  lo  que  por 
vía  ó  causa  de  dicho  privilegio ,  ó  gracia  ó  merced  se  adquirió, 
fué  robado  y  mala  é  injustamente  ávido,  así  como  careciente  de 
fundamento  y  auctoridad  jurídica  y  de  toda  justicia;  y  por  con- 
Tojio  LXXI.  28 


434 

siguiente,  cosa  decentíssima  y  justissima  y  necesaria  es  á  V.  M., 
no  solamente  revocar  luego  y  de  hecho  tan  dañosa  y  pestilencial 
gracia  y  merced,  como  cosa  que  le  destruye  tantos  reynos  y  gen- 
tes, pero  todo  lo  que  della  a  salido  y  con  ella  ó  por  ella  se  a  adqui- 
rido y  ganado ,  y  esto  es  conforme  á  todo  derecho ,  y  así  no  los 
engaña  ni  defrauda  V.  M.  ni  haze  perjuizio  como  no  les  quite 
nada  de  lo  suyo,  antes  ellos  an  engañado  y  defraudado  y  deser- 
vido á  V.  M.,  y  robado  y  destruido  sus  vasallos  y  despoblado  sus 
tierras ;  y  justa  cosa  es,  y  de  principe  cristiano ,  que  los  fuerze  á 
hazer  la  debida  restitución,  sin  la  qual  no  podrán  salvarse  como 
arriba  diximos.  La  3.''  razón  es,  porque  dado  que  esta  conce- 
sión ,  ó  merced ,  ó  gracia,  ó  privilegio,  fuera  licito  dársela ,  lo  qual 
negamos  como  por  las  razones  dichas  parece,  y  por  otras  veinte 
razones  inconvencibles  que  leímos  en  los  memoriales  ante  la  con- 
gregación que  V.  M.  mandó  ayuntar  ^,  porque  an  usado  mal 
della  y  con  tantas  ofensas  de  Dios  y  daños  de  sus  próximos  y 
deservicios  de  V.  M.,  y  perdición  del  patrimonio  real,  indigníssi- 
mos  eran  de  gozar  más  de  dicho  beneficio,  gracia  ó  privilegio, 
conforme  á  los  derechos  comunes  fundados  en  razón  natural  y 
divina;  y,  por  consiguiente,  nodeve  de  ser  duradero,  antes  si  du- 
rase por  su  abuso  ó  mal  usar  dellos,  seria  acabar  de  consumir  todo 
aquel  mundo ,  y  permitillo  V.  M.  no  podria  ser  sin  gran  ofensa 
de  Dios  y  peligro  muy  cierto  de  la  imperial  y  cristiana  ánima 
de  V.  M.  La  4.*  razón  es ,  porque  todo  el  tiempo  passado  des- 
pués que  se  descubrieron  las  Indias,  al  menos  de  quarenta  y 
dos  años  acá  de  que  somos  testigos  *.  hasta  oy,  a  sido  todo  tiempo 
de  tyranía,  y  no  qualquiera,  sino  la  más  horrible  y  cruel  y  endia- 
blada tyranía  de  quantas  en  el  mundo  acaecieron :  como  V.  M.  sea 
justissimo  rey  y  aya  y  deba  de  reformar  aquellas  tan  grandes 
quiebras  y  roturas  y  perdiciones ,  al  menos  en  quanto  le  fuere 


1  Se  alude  á  la  primera  junta  de  Valladolid,  celebrada,  como  se  lia  dicho, 
én  1542,  y  las  veinte  razones  de  que  aquí  se  habla,  son  las  alegadas  en  apoyo 
del  8.*  remedio  en  ollas  propuesto,  y  que  consiste  en  la  libertad  do  los  indios, 

2  Este  dato  corrobora  la  fecha  que'hemos  asignado  á  este  papel,  pues  habien- 
do llegado  Las  Casas  á  la  Española  en  1301,  en  el  do  1643  llevaba  cuarenta  y  dos 
afios  do  ser  testigo  de  lo  que  en  las  Indias  pasaba. 


435 

possible,  porque  tantas  gentes  no  podrá  resucitar  ni  sacarlas 
ánimas  que  arden  en  los  infiernos ,  ni  mandalles  satisfacer  los 
grandes  agravios  temporales  y  corporales  que  an  rescibido ;  y 
quiera  V.  M.  poner  orden  y  justicia  en  aquellas  tierras,  donde 
nunca  la  a  ávido,  y  por  consiguiente  sobrevenga  tiempo  felice  de 
justicia,  y  reformación,  y  orden  y  paz.  Entre  las  cosas  que  V.  M. 
a  y  deve  de  hazer,  lo  principal  es  declarar  por  injustas  y  tiráni- 
cas, y  malas  y  nefandas  é  invalidas  de  derecho  quantas  cosas 
en  las  Indias  se  an  hecho  y  cometido  y  mandar  restituir  y  satis- 
fazer  y  tornar  en  su  prístino  estado  á  todos  los  agraviados,  en 
quanto  fuere  posible ,  y  por  consiguiente,  es  y  será  revocado  el 
dicho  beneficio  y  merced  como  cosa  nociva,  injusta,  tyránica  y 
destruidora  de  aquellas  gentes,  y  sacada  y  ávida  de  V.  M.  por 
falsas  é  iníquas  suggestiones:  y  allende  desto  todos  los  bienes 
que  V.  M.  les  tomara  para  la  susodicha  restitución ,  población  y 
reformación  parecerán  no  ser  suyos  sino  ágenos ,  y  ellos  aver  sido 
hasta  agora  injustos  detentores  y  de  mala  fe  poseedores,  como  en 
la  verdad  lo  son,  y  V.  M.  sonará  por  los  oydos  de  todo  el  mundo 
justo  y  cathólico  Rey  y  cultor  de  toda  justicia,  príncipe  y  resti- 
tuidor de  la  paz  y  sosiego  y  consolación  de  sus  vasallos ,  des- 
truidor y  desterrador  de  tan  brava  y  cruel  tyrania,  aplacador  de 
la  ira  que  Dios  por  tan  grandes  estragos  y  pecados  tiene  sobre 
toda  España,  y  áperejador  de  los  caminos  legítimos  y  reales  para 
que  crezca  y  se  dilate  su  santa  fé  cathólica  y  culto  divino . 

Quanto  al  3."  argumento  dezimos  que  en  dos  partes  ó  reynos  no 
más  en  estos  tiempos  de  agora  podria  aver  peligro  en  todas  las  Indias 
de  inovediencia,  ó  motin  ó  rebelión:  el  uno  es  en  la  Nueva  España 
y  el  otro  en  las  provincias  ó  reynos  del  Perú,  porque  en  todas  las 
otras  partes  no  ay  aparejo  para  que  hombre  alce  la  cabeza  contra 
la  voluntad  de  V.  M.,  antes  sólo  iir^  bachiller  con  poder  y  cartas 
de  V.  M.  los  sojuzgará  todos.  La  razón  es  esta:  porque  en  todas  las 
otras  partes  donde  ay  cristianos  españoles,  son  pocos  y  no  se  po- 
drán atrever  á  hazer  ningún  alboroto  ni  levantamiento  que  no  sean 
luego  atajados,  presos  y  sojuzgados.  Para  los  dichos  reynos  Nueva 
España  y  el  Perú  tenellos  V.  M.  seguros  será  desta  manera.  En 
la  Nueva  España  lo  primero  que  se  debe  hazer  es  sacar  de  la  ciu- 


436 

dad  de  México  y  de  la  ciudad  de  Guaxaca  y  de  la  de  Mechuacan 
doze  ó  quince  y  veinte  personas ,  los  más  peligrosos  y  vulliciosos 
hombres  y  que  más  presumpcion  de  si  mismos  y  de  los  yndios 
y  riquezas  que  poseen  tienen,  enviando  V.  M.  cédulas  en  blanco 
al  visorey,  por  las  quales  los  envié  á  llamar  diziéndoles  que  V.  M. 
se  quiere  informar  dellos  ó  que  toca  á  su  servicio  hablalles,  y  vno 
agora  y  otro  otro  dia,  y  vno  embarcado,  al  otro  que  se  le  noti- 
fique la  real  cédula,  de  manera  que  en  dos  meses  ó  tres  podrán 
salir  la  mitad  dellos  ó  todos,  que  el  uno  no  sepa  del  otro,  ni  el 
otro  del  otro ;  y  después  de  venidos  á  esta  corte  V.  M.  les  dilatará 
su  propósito  hasta  que  todos  sean  venidos  y  salidos  de  aquellas 
tierras,  y  entonces  declaralles  a  como  no  es  su  voluntad  que  tornen 
á  las  Indias,  y  podrá  V.  M.  hazellos  merced  acá  de  alguna  cosa 
en  que  vivan,  y  tomalles  a  toda  la  hazienda  que  .allá  dexaren 
para  su  fisco  muy  justamente,  y  luego  mandarse  a  apregonar  en 
Sevilla  que  ningún  maestre  de  navio,  ni  piloto,  ni  marinero  sea 
osado  de  llevar  ninguna  persona  que  no  sea  vista  y  examinada 
con  sus  ojos  de  los  officiales  de  la  casa  de  la  contratación  de  Se- 
villa ,  y  á  los  dichos  officiales  mandalles  en  particular  y  secreta- 
mente que  no  dexen  pasar  hombre  de  aquellos ,  todo  esto  so  gran- 
des penas.  Estos  salidos,  segura  queda  la  Nueva  España  y  sin 
ningún  peligro,  governándola  el  visorey  con  el  audiencia  real,  al 
qual  dexe  V.  M.  el  cargo,  que  no  se  dormirá  en  la  providencia  y 
governaciony  guarda  dellos  como  le  conste  que  la  determinada 
voluntad  de  V.  M.  es  ésta.  Porque  como  los  yndios  le  amen 
mucho,  por  el  favor  que  les  a  dado  y  defensa  de  las  tyranias  que 
padecen  que  les  a  hecho,  sabiendo  y  experimentando  después  de 
la  merced  que  V.  M.  les  haze  en  los  incorporar  en  su  real  corona, 
V.  M.  crea  que  no  bastará  español  ninguno  á  levantarse,  que  los 
mismos  yndios  con  el  favor  del  visorey,  y  cognosciendo  que  sir- 
ven á  V.  M.,  no  lo  sojuzguen  y  reduzgau  al  servicio  de  V.  M.,  y 
no  será  mucho  que  en  algún  tiempo  asi  pase  y  Dios  asi  lo  ordene 
en  pena  y  pago  délos  testimonios  que  muchas  vezes  los  cristianos 
les  an  levantado,  haziéndolos  levantadizos  por  hacellos  esclavos,  y 
por  hazer  entender  á  V.  M.  que  tiene  gran  necessidad  dellos  para 
que  tengan  segura  la  tierra,  todo  á  fia  que  no  se  los  saquen  de 


437 

su  poder  por  oprimillos  y  servirse  dellos  y  ser  siempre  señores  con 
la  sangre  de  sus  próximos. 

En  quanto  á  los  reynos  del  Perú,  lo  primero  que  nos  parece 
que  se  deve  hacer  es,  que  V.  M.  mande  luego  reformar  el  Audien- 
cia real  que  está  en  Panamá,  que  desde  su  principio  estava  de- 
dicada para  que  estuviese  y  se  asentasse  en  el  Perú,  y  por  avella 
allí  detenido  el  Cardenal  *  an  acaecido  los  grandes  males  passados 
y  presentes ,  y  V.  M.  a  sido  en  ello  muy  malamente  deservido;  y 
mandará  V.  M.  poner  en  ella  personas  muy  egregias  y  de  mucha 
virtud  y  justicia,  porque  las  que  agora  en  ella  están  no  son  per- 
sonas dignas  de  estar  en  ella ;  la  cual ,  reformada  y  perfecta  en  su 
número,  luego  la  mande  V.  M.  passar  al  Perú  y  asentarse  en  la 
ciudad  de  los  Reyes;  y  tomada  toda  la  suprema  jurisdicción  de 
aquellos  reynos  mansa  y  prudentemente ,  lo  qual  más  fácilmente 
y  mejor  se  hará  si  Vaca  de  Castro  es  bivo  ^  y  está  apoderado  por 
V.  M.  en  la  tierra,  como  esperamos  en  nuestro  Señor  que  será: 
mostrará  la  dicha  Audiencia  á  todos  voluntad  de  hazer  justicia  y 
desagraviar  de  las  cosas  pasadas ,  y  por  obra  lo  cumpla  en  lo 
que  tocare  á  pleytos  civiles  y  determine  en  ellos  lo  que  con- 
viniere, y  oigan  en  los  criminales  y  nunca  determinen,  espe- 
cialmente en  los  graves ,  cerca  de  las  pendencias  de  entre  Pizarro 
y  Almagro,  sino  que  todo  lo  á  esto  tocante  remitan  acá  á  V.  M., 
porque  si  allá  se  determinase  alguno,  quizá  podria  recrecerse  es- 
cándalo. Entre  tanto,  tengan  los  oidores  ojo  y  consideración  á  las 
personas  que  son  bulliciosas  y  peligrosas,  y  las  que  dellas  se  qui- 
sieren venir,  á  estos  reynos  con  qualquiera  color  que  pretendieren 
denles  libremente  ligengia  y  favorézcaulos  para  ello,  y  aun  finjan 
que  los  envian  con  alguna  relación  ó  para  que  informen  á  V.  M. 
acá  si  vieren  que  conviene ,  y  envien  á  llamar  á  las  personas  prin- 


i  No  caigo  en  el  Cardenal  á  que  se  refiere  aquí  Las  Casas ,  aunque  debe  ser 
Granvella  que  gobernó  el  reino  á  título  de  Gran  Canciller. 

2  Nuevo  dato  para  fijar  la  fecha  de  este  escrito,  pues  Vaca  de  Castro  salió 
de  Castilla  en  -1541:  durante  su  Vireinato  llegaron  á  su  colmo  los  desórdenes  del 
Perú,  y  desembarcó  en  Lisboa  en  1545  y  estuvo  preso  en  Arévalo  doce  años, 
saliendo  al  fin  libre  y  restituido  en  sus  honores  y  premiado  con  una  encomienda: 
su  hijo,  D.  Pedro,  fué  Arzobispo  de  Sevilla. 


438 

cipales  del  Cuzco  y  del  Quito  y  de  las  otras  partes  ínás  distantes 
para  vellas  y  comunlcallas  y  teuellas  allí  en  palabras  alc^un  tiem- 
po, como  que  quieren  informarse  dellas  de  las  cosas  de  aquellas 
tierras,  et.,  ct.*;  y  porque  el  secreto  es  la  cosa  más  principal  y 
sustancial  y  necossaria  en  este  negocio,  V.  M.  deve  enviar  entre  los 
otros  oydores  uno  muy  señalado,  y  á  éste  dalle  poder  de  presidente 
entre  ellos,  hasta  que  V.  M.  otra  cosa  provea,  y  á  éste  tal  se  fie 
este  secreto  y  lo  que  más  se  deva  de  fiar,  porque  quizá  alguno  de 
los  otros  no  tome  amistad  con  alguno  de  la  tierra  ó  se  corrompa 
con  dineros  ó  de  otra  ilícita  manera;  y  todos  estos  oidores  deven 
ser  escogidos  que  no  tengan  pariente  ni  devdo  alguno  en  aquella 
tierra,  señaladamente  el  que  V.  M.  oviese  de  hazer  principal 
entre  ellos.  Esta  Audiencia  apoderada  en  la  tierra  y  exercitando 
la  jurisdicción  real,  V.  M.  deve  proveer  y  mandar  muy  secreta- 
mente, no  fiando  este  negocio  sino  de  su  real  persona  y  de  pocos 
que  lo  sepan,  que  vaya  el  visorey  D.  Antonio  de  Mendoca ,  y  passe 
á  los  dichos  reynos  del  Perú  con  poder  complido  de  V.  M.  sobre 
el  Audiencia  real  y  sobre  todos ;  y  passado  allá  él  ordenará  toda 
aquella  tierra  y  la  assegurará  y  assentará  sacando  los  que  en  ella 
no  conviniere  estar,  conviene  á  saber  el  hijo  de  Almagro  princi- 
palmente, y  todos  sus  allegados  y  los  que  presumieron  de  favo- 
recer y  se  oviereu  señalado  por  qualquiera  de  las  partes,  Pifarro 
ó  Almagro,  porque  no  convienQ  que  hombre  tocante  á  cualquiera 
de  las  dos  parcialidades  viva  ni  quede  en  toda  aquella  tierra,  ni 
hombre  de  los  que  por  sí  se  oviere  mostrado  presumir  de  capitán,  ó 
cabeza  de  vando,  ni  hombre  bullicioso  ó  peligroso;  y  para  los  echar 
de  la  tierra  y  enviar  á  V.  M.  á  Almagro,  el  dicho  visorey  terna 
maneras  diversas  y  buenas  para  los  entresacar  y  mandarle  a  en- 
viar V.  M.  algunas  cédulas  en  blanco  para  que  allá  en  esta 
materia  se  aproveche  dellas,  como  diximos  en  lo  de  la  Nueva  Es- 
paña. Echadas  las  personas  peligrosas  y  escandalosas  de  la  tierra, 
assentará  el  dicho  visorey  las  governaciones  y  porná  personas  en 
ellas  no  poderosas ,  fastuosas,  como  agora  las  ay  en  las  Indias, 
sino  como  diximos  en  el  7."  de  los  universales  remedios,  perso- 
nas moderadas  y  mediocres,  que  sean  corregidores  de  la  manera 
que  lo  pueda  ser  un  honrado  vezino ,  por  cscusar  gastos  de  V.  M. 


439 

y  muertes  y  tyranías  que  los  Gobernadores ,  más  que  otros, 
suelen  en  los  yndios  y  aun  en  los  españoles  cristianos,  por- 
que solas  las  audiencias  reales  conviene  que  tengan  la  jurisdic- 
ción universal,  y  todos  los  otros  muy  limitada  y  siempre  el  freno 
en  la  boca,  y  esto  es  cosa  que  mucho  toca  al  servicio  de  V.  M.  y 
prosperidad  de  aquellas  tierras.  Todo  lo  susodicho  puede  hazer  el 
visorey  en  dos  años ,  y  se  podrá  tornar  á  la  Nueva  España ,  y  en- 
tonces podrá  muy  bien  disimuladamente  y  sin  escándalo  ó  incon- 
veniente alguno  traer  consigo  el  hijo  de  Almagro  á  la  Nueva  Es- 
paña, y  de  allí  enviallo  á  V.  M.,  si  quicá  antes  no  le  pareciere 
que  se  offrece  caso  y  coyuntura,  en  la  qual  lo  pueda  enviar  desde 
el  Perú,  lo  qual  su  discreción  lo  podrá  ver  y  juzgar. 

Conviene  que  V.  M.  envié  al  dicho  visorey  á  ordenar  las  quie- 
bras y  desórdenes  del  Perú:  lo  uno  por  su  mucha  prudencia  y  sa- 
biduría y  experiencia  que  ya  tiene  de  los  españoles  que  están  en 
las  Indias ;  lo  otro,  porque  está  muy  cerca  y  á  mano  que  en  obra 
de  ocho  ó  quince  dias  puede  estar  desde  la  Nueva  España  en  el 
Perú;  lo  otro,  porque  no  haya  estruendo  ó  sonido,  y  quando  no  se 
cataren  estará  con  ellos  ó  dará  sobre  ellos;  lo  otro,  porque  ahorra- 
rá V.  M.  muchos  gastos  que  hará  acá,  si  desde  luego  oviese  en 
esta  coyuntura  de  enviar  persona  desde  acá ;  y  por  otros  muchos 
provechos  que  dello  se  cognoscerán ;  y  para  que  la  Nueva  España 
quede  con  el  resuello  del  visorey,  mande  V.  M.  passar  allá  á  su 
hijo  D.  Francisco,  que  diz  que  es  persona  prudente  y  que  parece 
bien  á  su  padre ,  el  qual  podrá  quedar  en  su  lugar  ayuntado  y 
acompañado  de  la  real  audiencia  que  está  en  México  y  pierde 
V.  M.  della  cuidado.  Todo  esto  emos  dicho  sin  saver  lo  que  Vaca 
de  Castro  a  hecho ,  pues  no  se  sabe  si  es  bivo,  porque  si  es  bivo, 
según  lo  que  allá  él  pudiere  hazer,  lo  qual  creemos  que  será  mu- 
cho con  los  poderes  de  V.  M.,  entonces  podrá  V.  M.  mandar  pro- 
ueer  lo  que  á  su  real  servicio  fuere  necessario. 

Después  de  vuelto  el  visorey  á  la  Nueva  España,  ó  para  el  tiem- 
po que  se  deva  de  bolber,  conforme  á  la  voluntad  de  V.  M,,  man- 
dará V.  M.  prever  de  la  persona  que  fuere  servido  para  que  sea  en 
aquellos  reynos  del  Perú  visorey.  Este  a  de  ser  persona  de  gran 
calidad,  prudencia  y  sabiduría,  discreta,  generosa,  temerosa  de  Dios 


440 

y  muy  fiel  á  V.  M.,  y  que  ten^a  acá  mucha  hazíenda  en  estos  rey- 
nos,  que  sea  como  prenda  de  su  fidelidad,  y  la  principal  prenda  será 
ser  de  generosa  sangre,  como  un  hermano  ó  hijo  de  algún  grande 
de  Castilla  á  quien  V.  M.  más  ame  y  cognozca  que  mejor  lo  hará. 
A  esta  tal  persona  mande  V.  M.  dar  muy  suficiente  salario,  y  no  le 
haga  mercedes  allá,  sino  acá  se  las  haga  muy  largas  á  él  y  á  sus 
hijos,  si  los  tuviere:  porque  todo  esto  se  requiere  que  concurra  en 
la  persona  que  V.  M.  á  de  enbiar  á  reformar  y  governar  aquellos 
reynos  del  Perú.  Estas  cosas,  guiadas  y  efectuadas  por  la  manera 
susodicha,  V.  M.  esté  seguro  que  cessarán  todos  los  inconve- 
nientes ó  escándalos  que  podrían  offrecerse  é  inventarse ,  y  así 
parece  que  el  tercero  argumento  ó  inconveniente  cessa  del  todo 
con  esta  provisión ,  y  V.  M.  seguramente  podrá  mandar  remediar 
y  reformar  sus  Indias,  y  acrecentar  y  asentar  y  perpetuarse  an 
sus  rentas  y  thesoros,  los  que  agora  no  tienen  sino  nada  ó  quasi 
nada  en  todas  las  Indias ,  por  la  gran  culpa  de  los  que  las  an  go- 
vernado;  y  averse  an  gran  suma  de  dineros  desde  luego,  así  para 
los  gastos  de  la  dicha  población  de  cristianos  y  conversión  de  los 
yndios ,  como  para  complir  muchas  de  las  necessidades  que  V.  M. 
padece  acá. 

Todas  las  cosas  susodichas  que  arriba  emos  escripto  cerca  de 
aver  V.  M.  los  dichos  dineros  y  tomallos  á  los  que  en  las  Indias 
los  an  robado  y  usurpado  á  los  yndjos ,  vasallos  de  V.  M.,  y  sacá- 
doselo  de  sus  sudores  y  vidas  por  sus  tyranías  y  opressiones,  para 
empleallos  de  la  manera  que  dezimos ,  afflrmamos  y  certificamos 
á  V.  M.  que  lo  puede  hazer  V.  M.  con  sana  y  sancta  consciencia; 
y  nosotros  dezimos  que  sobre  nuestras  consciencias  lo  puede  y 
deve  V.  M.  hazer,  y  que  merecerá  ante  el  acatamiento  de  Dios 
grandíssimos  premios  en  la  vida  eterna. 


441 


APÉNDICE  XXX '. 


PARECER  DE  D.  FR.  MATIA.S  DE  SAN  MARTIN,  OBISPO  DE  CHAR- 
CAS, SOBRE  EL  ESCRÚPULO  DE  SI  SON  BIEN  GANADOS  LOS  BIENES 
ADQUIRIDOS  POR  LOS  CONQUISTADORES,  POBLADORES  Y  ENCO- 
MENDEROS DE  INDIAS. — RESPUESTA  DADA  AL  ANTERIOR  ESCRÚ- 
PULO, POR  EL  OBISPO  D.  FR.  BARTOLOMÉ  DE  LAS   CASAS. 

Visto  por  nos ,  frai  Mathías  de  san  martin,  maestro  en  santa 
theología  j  Obispo  de  las  Charcas,  el  gran  escrúpulo  de  coDCiencia 
que  con  razón  se  tiene  de  los  bienes  ganados  en  Indias ,  especial 
en  el  descubrimiento  dellas,  y  en  las  primeras  conquistas  de  in- 
dios bárbaros  é  infieles,  para  quietud  de  la  conciencia  de  los 
confesores,  que  xpiaua.  y  catliólicamente  sienten  de  dios  y  lo  ne- 
cesario á  la  salud  eterna,  pareció  convenir  hacer  un  epílogo  ó  capi- 
tulación abrebiado  de  lo  que  por  experiencia  he  visto  en  indias,  en 
espacio  de  veinte  y  cinco  años,  de  agravios  que  en  aquellas  pro- 
vincias se  hacen  á  los  naturales,  para  que  el  confesor  discreto 
tome  pulso,  quándo  a  de  mandar  restituir,  dónde  y  cómo,  para 
poder  absolver  al  penitente  que  ansí  se  le  ofreciere ,  é  se  ha  de 
informar  de  los  capítulos  siguientes: 

Primeramente,  si  es  conquistador,  descubridor  de  los  prime- 
ros que  conquistaron  ó  descubrieron  las  provincias  ó  reynos  del 
Perú,  de  cuyos  bienes  ha  gozado,  ó  si  es  sucesor  de  los  primeros 
que  allá  llaman  pobladores  encomenderos;  porque  los  primeros 
conquistadores  é  descubridores,  según  verdadera  xpiandad.  y 
cathólica  theología  se  deve  tener  por  averiguado ,  que  cuanto 
poseen  é  han  llevado  por  tributo  de  los  bichos  indios  que  ansí  des- 
cubrieron ó  conquistaron,  son  mal  llevados,  é  que  no  los  pueden 
llevar,  porque  no  guardaron  las  condiciones  de  buena  guerra ,  ni 


*    Archivo  de  Indias  de  Sevilla. 


442 

conquistaron  guardando  ley  natural  ni  divina  ni  umana ,  canó- 
nica ni  civil  por  seguir  su  propio  interese;  por  tanto,  la  culpa 
de  estos  es  irremediable  umanamente,  y  es  causa  de  los  agravios 
y  culpas  que  se  cometieren  contra  los  dichos  indios  in  poster  sem- 
piternus;  porque  allende  de  no  guardar  ley  como  dicho  es ,  tam- 
poco guardaron  lo  que  el  rey  les  mandó  por  instrucción ,  ni  los 
daños  que  hicieron  se  pueden  tasar;  y  sujetaron  la  tierra,  y  á 
los  moradores  hicieron  tributarios,  no  sabiendo  el  rey  ni  sus  suce- 
sores los  capítulos  en  que  herraron ,  poséenlo  como  cosa  propia  y 
pasa  ya  como  juzgada  y  averiguada,  y  pasará  hasta  la  fin  del 
mundo  que  las  indias  del  Perú  sean  sujetas  al  rey  de  spaña;  y  á 
esta  causa,  los  que  agora  poseen ,  guardando  las  leyes  é  condicio- 
nes que  el  rey  les  pone  en  la  cédula  de  encomienda,  paréceme  que 
pueden  llevar  los  tributos  con  buena  conciencia  tasados  y  mode- 
rados ,  tratando  bien  á  los  indios  que  ansí  le  fueren  encomendados, 
y  dotrinándolos  en  policía,  natural  é  xpiana.;  y  en  aquello  que 
faltaren ,  serán  obligados  á  restitución  y  en  este  capítulo  me  quiero 
declarar  más,  porque  es  materia  que  lo  pide. 

Por  tanto,  digo  que  los  primeros  conquistadores  fueron  tan 
amigos  de  su  interese ,  que  en  todo  lo  que  hicieron  yva  delante  el 
interese,  de  suerte  que  ellos  propios  con  sus  hurtos  y  robos  justi- 
ficaron la  causa  á  los  propios  naturales  para  justamente  defen- 
derse y  no  dar  crédito  á  cosa  que  dixesen ;  é  ansí  sujetaron  la 
tierra,  robando  y  matando  y  no  guardando,  no  digo  ley  divina, 
pero  ni  aun  natural;  ya  estos  murieron  ,  y  si  algunos  quedan  no 
son  parte  para  deshacer  lo  mal  hecho  que  todos  hicieron ,  porque 
puesto  que  sabemos  de  muchos  particulares  el  nefando  modo  que 
se  tuvo  en  el  descubrir  y  poblar ,  no  puede  haber  probauza  bas- 
tante y  caval  para  que  los  reyes  de  spaña,  legítima  y  jurídica- 
mente no  posean  y  tengan  sujetos  aquellos  reinos ,  y  por  tributa- 
rios á  los  naturales  dcllos;  y  por  tanto  entienda  bien  el  lector 
que  esto  leyere,  que  los  reyes  de  spaña  poseen  jurídicamente  los 
reynos  del  Perú  y  las  demás  indias  descubiertas,  porque  las 
poseen  bona  fide  y  no  puede  aver  probanza  bastante  en  contrario  ni 
suficiente;  pero  no  obstante  esto,  los  que  fueron  causa  que  los 
reynos  se  ganasen  como  se  ganaron  y  sujetarse  como  se  sujeta- 


443 

ron,  son  obligados  á  restitución  de  todos  los  males  consentidos,  la 
cual  culpa  tengo  por  irremediable,  como  dicho  es,  y  si  alguna  per- 
sona obiere  que  diga  ó  afirme  que  los  indios  infieles  se  pueden 
conquistar  é  sujetar  é  hacerlos  tributarios,  sólo  por  no  ser  xpianos, 
y  por  ser  bárbaros .  digo  y  afirmo  que  le  pueden  quitar  nombre 
de  xpiano.,  é  que  del  se  podrá  decir  que  no  tiene  entendimiento, 
pues  no  entiende  con  quánta  libertad  quiere  Dios  que  el  hombre 
se  torne  xpiano.,  y  á  su  tiempo  porné  por  concluso,  que  sola  ley 
natural  es  la  que  muestra  á  los  hombres  quándo  son  dignoá  de 
ser  conquistados  y  tributarios ,  y  quándo  nó ;  de  donde  el  discreto 
confesor  podrá  entender  la  diferencia  que  hay  entre  el  primer  con- 
quistador de  indios  y  segundo  sucesor,  porque  el  primero  proce- 
dió abrrutamente  y  sin  discreción  y  prudencia  y  temor  de  Dios  en 
la  conquista ,  guiándole  su  propia  codicia  é  interese ;  el  segundo 
poblador  y  sucesor ,  posee  por  cédula  real  de  encomienda  de  su 
rey  y  señor  natural  y  principe  universal ,  el  cual  posee  aquellos 
reynos  boiia  fide  y  descarga  su  real  conciencia  con  cédula  de  en- 
comienda especial  á  fulano,  ó  á  fulano,  Pedro,  Juan  ó  Martin,  en- 
comendándole tal  ó  tal  repartimiento  con  que  tenga  cuidado  délos 
indios  que  se  le  encomendaren ,  en  criarles  en  policía  natural  é 
xpiana.  y  ampararles  é  defenderles  é  mirar  por  ellos,  y  por  este 
cuidado  los  tributos  que  el  propio  rey  avia  de  llevar  los  traspasa 
por  cédula  real  en  el  encomendero;  é  ansí,  si  el  encomendero  guar- 
dare las  condiciones  é  leyes  de  la  cédula  de  la  encomienda  real, 
podrá  llevar  los  tributos  con  buena  conciencia  tasados  y  modera- 
dos, y  sino  nó,  porque,  como  es  dicho,  en  aquello  que  faltare  será 
obligado  á  restitución:  y  á  lo  que  yo  entendí ,  por  lo  que  tantos 
años  he  visto  y  por  experiencia  he  conocido ,  bien  creo  que  ay 
pocos  que  cumplan  la  cédula  de  su  raag.'*  ,  y  por  esto  es  muy 
necesario  que  los  confesores  sean  discretos  y  sabios ,  y  más  los 
predicadores;  é  que  á  indias  no  dexen  pasar  clérigos  ydiotas  ygno- 
rantes,  porque  los  defetos  que  en  este  caso  cometieren  yrán  á  cargo 
de  quien  les  diere  licencia  para  pasar  y  para  confesar  y  pedricar. 
Lo  segundo  ,  ha  de  preguntar  el  discreto  confesor,  si  es  el  tal 
penitente  encomendero  en  el  Perú  ó  en  otras  partes ,  de  los  que 
gozaron  de  sus  repartimientos  sin  tasa  real,  é  qué  tiempo  é  añosj 


444 

gozó  del  dicho  repartimiento  sin  tasación,  sino  á  sabor  de  su  volun- 
tad pedia  á  los  indios  por  tributo  la  cantidad  que  se  le  antojaba, 
porque  si  ansí  es,  todo  aquello  que  les  llevó  fuera  de  razón  y  tri- 
buto moderado  conforme  á  la  calidad  de  los  indios  y  á  la  posibilidad 
dellos,  y  el  rescate  dellos  y  á  los  frutos  que  sus  propias  tierras  dan, 
será  obligado  absolutamente  á  restitución,  lo  qual  se  podrá  bien 
entender  por  la  tasa  real  que  después  se  dio,  y  ésta  faltando  por  la 
discreción  de  buen  varón,  entendido  el  número  de  indios  del  repar- 
timiento y  la  calidad  de  la  tierra  y  provincia  donde  moran,  y  los 
frutos  della  y  los  rescates  y  trato  de  los  dichos  indios,  é  entendido 
la  cantidad  é  millares  de  dineros  de  que  se  aprovechó,  y  el  tiempo 
é  años  de  que  de  los  dichos  indios  se  servio,  fácilmente  se  podrá 
conocer  lo  que  será  obligado  á  restituir:  esto  sea  entendido  guar- 
dando siempre  las  condiciones  de  la  cédula  real  de  la  encomienda. 

Y  si  el  tal  encomendero  y  señor  de  repartimiento  de  indios, 
no  oviere  gozado  de  los  tributos  y  servicios  dellos  sin  tasa  real,  sino 
con  tasación  hecha  y  con  autoridad  real,  han  se  le  de  preguntar 
los  capítulos  siguientes: 

Primeramente ,  si  se  aprovechó  de  los  dichos  indios  en  cosas  ó 
en  más  que  la  tasa  le  dava  licencia ,  ó  si  les  pidió  mayor  cantidad 
de  oro  ó  plata,  ó  ropa,  ó  ganado  ó  comida,  é  lo  que  ansí  fuere 
demasiado  mandarlo  restituir. 

Yten,  si  les  pidiólos  tributos  ansí  tasados  en  cosa  determinada, 
conviene  á  saber:  si  la  tasa  decia  que  tal  repartimiento  fuese  obli- 
gado á  dar  cada  un  año  á  su  encomendero  amo  y  señor  veinte  mil 
ducados  en  oro  ó  en  plata ,  si  viendo  el  encomendero  ó  sus  mayo- 
res que  pidiendo  la  paga  de  los  veinte  mil  ducados,  no  en  oro  ni  en 
plata ,  sino  en  comida ,  conviene  á  saber ,  en  mays ,  en  coca  ó  en 
ohuno,  ó  en  quinna  y  en  otras  diferentes  comidas  de  indios  le 
vernia  mayor  provecho ,  y  dixese  á  los  indios  no  quiero  la  paga 
de  los  tributos  en  oro  ni  en  plata ,  sino  en  la  tal  comida  ó  en  al- 
guna parte  della;  por  tanto,  págame  en  coca  ó  en  mays,  ó  en  otra 
comida  los  tributos  deste  ano  al  precio  que  en  vuestra  tierra  vale; 
pagado  ansí  ha  de  notar  el  discreto  confesor  el  gran  daño  y 
grande  agravio  que  se  les  hace  á  los  pobres  indios,  porque  allende 
de  no  poder  ellos  granjear  en  sus  propias  sementeras  por  pagar 


445 

los  tributos  en  la  comida  á  que  su  amo  les  pide ,  acontece,  é  yo  lo 
he  visto ,  morirse  gran  cantidad  de  indios  de  hambre  que  pasaban, 
en  número  de  más  de  veinte  mil ,  porque  los  amos  le  sacaron  la 
comida,  é  compravan  cada  anega  á  dos  pesos,  y  se  la  hacian  lle- 
var á  las  minas  de  los  Charcas ,  y  las  anegas  que  los  propios  in- 
dios darian  en  su  tierra  á  dos  castellanos  al  dicho  encomendero, 
su  amo,  las  vendia  él  ó  su  mayordomo  en  las  Charcas  á  quarenta 
ó  cinquenta  castellanos;  esta  es  fuerza,  y  allende  de  ser  grave 
pecado ,  está  obligado  á  restitución  á  los  dichos  indios  de  toda  la 
demasía  que  subió  el  precio  con. el  trabajo  de  los  dichos  indios,  y 
con  dar  ellos  su  propia  hacienda ;  é  yo  vi  en  las  provincias  del 
Collao,  por  lo  sobre  dicho,  todos  los  caminos  arados  y  cabados  de 
los  propios  indios,  moradores  de  aquellas  provincias,  buscando 
raíces  de  yerbas  para  sustentarse  y  morir  de  hambre  por  los  cami- 
nos ,  porque  sus  propios  amos  le  avian  sacado  la  comida  en  el 
modo  sobre  dicho. 

Yten ,  si  les  demandó  indios  para  hechar  á  minas ,  y  que  nú- 
mero de  indios ;  aquí  ay  dos  cosas ,  si  eran  minas  de  oro  ó  plata 
que  estaban  fuera  del  temple  de  su  naturaleza,  conviene  á  saber: 
si  siendo  sus  indios  de  tierra  caliente  los  echaba  en  minas  á  sacar 
oro  ó  plata  en  tierras  frias,  ó,  por  el  contrario,  si  siendo  de  temple 
ó  calidad  fria  la  tierra  de  los  propios  indios ,  les  hacia  ir  á  sacar 
oro  ó  plata  á  tierra  caliente,  como  en  las  minas  de  Caravaya, 
donde  fué  fama  que  murieron  en  los  rios  de  Caravaya  sobre  más 
de  cinquenta  ó  sesenta  mili  indios;  esto  el  discreto  confesor  ó  juez, 
savrá  quán  gravísima  culpa  es  é  quán  mal  llevada  la  pecunia 
que  tal  sudor  y  tales  vidas  cuesta. 

Yten,  si  hechando  indios  á  minas  los  dio  algún  xpiano. 
español  que  anduviese  con  ellos,  con  quien  tuviese  hecho  con- 
cierto ó  compañía,  en  tal  manera  que  de  todo  lo  que  hiciese  sacar 
á  los  indios,  trabajando  desde  por  la  mañana  hasta  la  noche,  le 
cupiese  al  dicho  mayordomo,  que  allá  llaman  calpiste  ó  sayapaya, 
laquarta  ó  quinta  parte;  el  qual  mayordomo,  porque  le  quepa 
más ,  hace  que  los  indios  trabajen  en  la  mina  sin  levantar  cabeza 
desde  la  mañana  hasta  la  noche  y  sin  dejarles  un  punto  des- 
cansar, é  á  esta  causa  se  han  muerto  muchos. 


446 

Yten  ,  si  trayéndolos  á  las  minas  les  dava  jornal  por  su  trabajo, 
ó  si  les  dava  comida  bastante,  ó  si  les  ponia  determinada  tasa  en  la 
que  cada  dia  avian  de  sacar  y  dar,  por  cuya  causa  muchas  veces 
los  pobres  indios,  por  grandes  pluuias,  ó  por  indisposición  propia 
no  podian  sacar  la  tasa  ordinaria ,  que  ellos  allá  llaman  qrulla, 
y  vendían  sus  propias  ropas  y  hacienda  ó  la  pedian  de  limosna 
entre  sus  amigos  para  pagar  á  sus  amos ,  por  miedo  del  castigo. 

Yten,  en  las  sementeras  se  ha  de  pedir  lo  mismo  ,  porque  allá 
se  ha  usado  hacer  compañía  el  encomendero  con  el  expiano.,  cal- 
piste  ó  mayordomo  que  ponen  en  las  sementeras;  que  de  todo 
aquello  que  hiciese  sembrar  y  cojer  á  los  indios,  le  dará  quarta  ó 
quinta  parte,  &.,  éste  es  el  mismo  caso  de  arriba. 

Yten,  preguntará  el  discreto  confesor,  si  eccedió  en  el  número 
de  indios  que  pidió  para  hechar  á  minas ,  conviene  á  saber :  si  el 
repartimiento  era  de  mili  indios,  avia  de  dar  cient  indios  para  mi- 
nas ó  ciento  y  cinquenta  si  les  pedia  mayor  cantidad,  á  cuya  causa 
agraviava  á  todo  el  repartimiento,  porque  dejaban  de  hacer  sus  se- 
menteras y  sus  haciendas  para  cumplir  la  voluntad  de  su  amo. 

Yten,  si  andaban  en  las  minas  los  indios  á  costa  del  encomen- 
dero ó  á  su  costa  propia,  como  se  suele  hacer,  contra  toda  justicia 
y  razón ,  y  lo  mesmo  se  ha  de  preguntar  de  los  indios  que  vienen 
á  servir  de  sus  tierras  á  la  ciudad  donde  sus  amos  viven ,  porque 
se  suele  acostumbrar  venir  los  pobres  indios  á  servir  de  léxos 
tierras  á  sus  amos ,  á  su  costa  y  andando,  sirviendo  y  ocupados  en 
el  servicio  ordinario ,  acabárseles  el  caudal  para  poderse  mantener, 
y  morir  en  el  propio  camino  de  hambre  á  la  buelta. 

Yten,  se  ha  de  preguntar  si  á  los  indios  que  ocupó  en  meusa- 
ges  ó  en  cosas  particulares,  si  les  pagó  su  jornal,  lo  convenido 
con  ellos ,  lo  qual  allá  se  suele  pocas  veces  pagar. 

Yten ,  se  ha  de  preguntar  en  los  rescates,  si  hizo  tomar  á  los 
indios  cosa  por  fuerza  para  que  se  la  rescatasen  ó  vendiesen ,  que 
es  lo  mesmo,  ó  se  la  trocasen  por  carneros,  conviene  á  saber,  pasa 
desta  manera :  que  viene  el  encomendero  ó  su  mayordomo  á  su 
repartimiento  de  indios,  y  hace  llamar  á  los  principales  curacas  del 
y  dales  de  beuer ,  y  contentos  háceles  un  parlamento  en  esta  ma- 
nera: «curacas,  ya  sabéis  que  os  tengo  por  hijos,  é  puesto  que  tengo 


447 

necesidad  de  dinero ,  no  os  quiero  pedir  más  tributo  del  que  me 
aveis  dado  en  este  año,  pero  por  hacerme  placer,  que  toméis  estos 
cien  cestos  de  coca ,  y  me  los  hagáis  rescatar  entre  vuestros  indios 
á  trueque  de  carneros  ó  de  ovejas,»  entonces  los  curacas  ó  caciques 
por  miedo  de  no  desagradar  á  su  amo,  huelgan  de  tomar  los 
dichos  cestos  de  coca,  y  repártenlos  entre  los  principales  para 
que  cada  uno  dellos  haga  tomar  por  fuerza  á  los  pobres  indios, 
vasallos  y  subditos  la  coca  que  les  parece ,  y  tómale  las  ovejas 
que  le  halla;  y  de  doscientos  ó  trescientos  ducados  que  le  pudieron 
costar  los  dichos  cestos  de  coca,  hace  sacar  de  valor,  con  esta  fuerza 
y  alabo  engañoso ,  más  de  mili  castellanos ;  y  lo  mesmo  el  discreto 
confesor  terna  entendido  que  podrá  acontecer  en  cualquiera  otra 
mercaduría  que  con  los  indios  se  tenga. 

Yten ,  se  ha  de  preguntar  al  tal  encomendero ,  si  en  tiempo  de 
visitación  si  hizo  quemar  casas  de  indios  para  que  no  se  entendiese 
poseer  tan  gran  repartimiento  y  no  se  le  acortasen  los  tributos  ni 
aminorase  en  la  ren|a,  y  en  tiempo  de  la  tasa  ,  quando  querían 
tasar  los  tributos,  afirmaban  con  juramento  tener  más  indios  de 
los  que  tenian ,  porque  los  echasen  más  tributo ,  que  es  muy  gran 
cargo  de  conciencia. 

Yten ,  aviendo  de  confesar  verdad ,  como  se  deve  el  mesmo 
penitente,  haciéndole  el  cargo  el  confesor  de  las  circunstancias 
sobredichas ,  abrirá  puerta  y  materia  por  donde  se  conoscan  otras 
muchas  mañas  y  cautelas  que  contra  los  indios  usan  los  encomen- 
deros y  han  usado  para  aprovecharse  de  sus  bienes ,  como  se 
conoscerá  bien  en  los  casos  siguientes: 

Tiene  un  encomendero  un  repartimiento  de  indios  en  las  Char- 
cas, allende  de  servirse  de  ellos  é  llevarles  sus  tributos,  busca 
mañas  y  manera  para  aprovecharse  sin  que  pareza  que  les  pide 
nuevos  tributos ;  y  es  ansí  sabido  que  en  la  ciudad  del  Cuzco  vale 
ó  valia  la  coca  á  doce  pesos ,  y  que  en  las  minas  de  Potosy  valia  á 
quarenta  ó  cinquenta  pesos ;  usan  de  mercaduría  y  han  usado,  por 
donde  todos  se  han  enrriquecido ,  ó  los  más  en  esta  manera,  piden 
á  sus  caciques  é  curacas  carneros  é  indios  de  trabajo,  é  ruéga- 
les que  les  vayau  al  Cuzco  por  cierta  coca  que  él  tiene  mercada 
ü  por  vino  al  puerto  de  Arequipa  ó  al  de  Arica,  házecelo  saber,  y 


448 

allende  del  trabajo  de  los  indios,  que  siempre  eligen  los  curacas 
los  más  pobres ,  trabóse  la  mercaduría  á  costa  de  los  indios  é  de 
sus  ganados,  é  goza  el  encomendero  de  la  mexoria,  como  si  dixe- 
semos  que  el  asistente  de  Sevilla  ruega  á  un  vecino  della  que  le 
preste  sus  acémilas  y  negros  para  traer  trigo ,  aceite  ó  vino  del 
lugar  donde  menos  vale  á  Sevilla,  á  donde  se  vende  por  mayor 
precio ;  y  el  vecino,  por  miedo  que  no  le  venga  mayor  mal,  le  diese 
sus  acémilas  é  negros ,  de  los  quales  se  aprovechase  en  aquel  car- 
ruaje medio  año  ó  uno,  claro  está  que  será  obligado  á  restitución 
de  las  acémilas  y  negros  que  en  el  tal  trabajo  se  le  muriesen, 
siendo  del  vecino  y  sirviéndole  á  él,  sólo  por  el  autoridad  de  su  jus- 
ticia ó  asistente ;  ansí,  allá  pagados  los  tributos  los  indios  tasados 
á  sus  encomenderos,  siendo  tasados  por  tasa  real,  no  le  deverá  más. 
Pero  háse  de  notar  lo  que  allá  se  usa  é  ha  usado,  especialmente  en 
los  Charcas ,  que  toman  á  los  indios  principales  y  couténtanles 
con  que  quiera ,  y  ruégales  que  les  presten  trescientos  ó  cuatro- 
cientos carneros  de  carga  para  ir  por  tierra  á  los  llanos  de  A.rica  o 
á  otras  partes,  porque  tienen  entendido  que  cada  anega  de  trigo 
vale  en  los  llanos  treinta  é  cinco  é  treinta  ducados  menos  que  en  las 
minas  de  los  Charcas ,  é  oyendo  los  principales  curacas  esto ,  por 
agradar  á  su  amo ,  buscan  la  dicha  cantidad  de  carneros,  y  lo  que 
peor  es,  que  no  los  toman  ni  buscan  entre  los  indios  más  ricos,  sino 
entre  los  pobres  y  que  menos  pueden ,  é  al  pobre  indio  que  no 
tiene  carnero,  háccnle  ir  en  guarda  de  los  carneros,  é  ansí,  si  van 
quatrocientos  carneros,  acabada  la  jornada  no  buelven  á  poder  de 
los  pobres  indios  sino  desmayados  é  muertos,  é  lastimados  ó  flacos, 
é  de  suerte  que  los  indios  ponen  su  hacienda  y  el  trabajo  de  sus 
personas,  é  van  é  vienen  á  su  costa ,  que  es  lo  peor,  y  dexan  de 
hacer  sus  haciendas  y  sementeras ,  y  no  se  les  quita  una  blanca 
del  tributo  ordinario:  esto  se  ha  usado  en  las  Charcas  é  Cuzco. 

Yten ,  del  Cuzco  é  Guamanga  ó  generalmente  de  toda  la  sierra 
á  la  ciudad  de  los  Reyes  y  puerto  de  Lima  ,  que  toman  doscientos 
ó  trescientos  indios,  y  envíanlos  al  puerto  de  la  ciudad  de  los  Reyes, 
que  son  ciento  y  veinte  y  cinco  leguas,  donde  vale  el  vino  comun- 
mente cuando  vienen  navios  á  siete,  á  nueve,  ádiez  castellanos  el 
arroba,  y  lleva  cada  indio  una  arroba  á  cuestas  de  vino,  y  todo  lo 


449 

que  duran  las  cuestas  de  los  llanos  hasta  la  ciudad  de  Arequipa, 
van  muriendo  de  calor  y  sudando  sangre  de  trabajo ,  é  desde  allí 
adelante  van  muriendo  de  frió  y  helándose  las  manos,  y  per- 
diendo los  dedos  de  los  pies  para  aprovechar  á  sus  amos,  y  en  cada 
arroba  de  vino  gana  el  encomendero  sus  veinte  é  cinco  ó  treinta 
ducados  de  que  menos,  y  van  los  pobres  indios  y  vienen  á  su  costa; 
é  de  que  los  ve  venir  el  encomendero ,  da  gracias  á  dios  diciendo 
que  de  aquella  hecha  queda  rico,  confiésase  con  un  clérigo  ydiota 
y  asuélvele  á  placer,  sin  dalle  descontento  alguno  porque  le  inbie 
un  asumbre  de  vino  á  su  tasa,  por  tenerle  propicio  en  casos 
fortuytos. 

Es  otro  caso:  enbian  estos  dichos  encomenderos  de  la  sierra  á 
sus  fatores  que  tienen  en  la  ciudad  de  los  Reyes  ó  de  Arequipa,  con 
quien  tienen  hecha  compañía,  trescientos  ó  quatrocientos  indios,  ó 
los  que  ha  menester  el  mercader  para  que  suban  mercaduría  de 
compañía  arriba  á  la  sierra ,  por  caminos  agros  y  cuestas  y  cor- 
dilleras ,  y  suvénla  arriba ,  donde  ahorra  de  gasto  de  acémilas  y 
negros  y  carruaxes  gran  cantidad  de  pesos  de  oro:  y  en  estos  tra- 
tos y  maneras  de  granjerias  se  han  enriquecido  muchos  de  los 
que  han  venido  á  spaña ,  y  si  lo  quieren  bien  notar  se  podrán  con- 
tar los  que  destos  se  logran,  y  entender  en  qué  paran  sus  hacien- 
das ;  y  podránse  aprovechar  los  que  esto  leyeren  aquel  adagio  y  re- 
frán antiguo:  «bien  aventurado  es  aquel  que  escarmienta  en  cabeza 
agena. » 

Es  otro  caso:  fulano  encomendero  está  ya  pagado  délos  tribu- 
tos deste  año ;  y  acaso  parió  su  muger  ó  amiga ,  la  que  él  más 
quiere,  que  es  hija  del  cacique  ó  sobrina ;  llama  á  sus  caciques  y 
curacas  y  dales  á  bever  vino  de  Castilla,  al  qual  ellos  aman  mucho 
y  se  mueren  por  ello ,  y  díceles  quando  ya  han  beuido  y  están 
contentos,  «mirad  hijos,  fulana,  mi  muger  ó  vra.  parienta  a  parido, 
bien  será  que  le  hagáis  una  vaxilla  y  le  hagáis  su  tapicería,  que 
en  ñn  a  de  venir  á  ser  vro.  amo,»  y  con  esta  plática  y  buena 
muestra  de  razonamiento,  prometen  la  ofrenda  y  otorgan  la  peti- 
ción y  hácense  deudores  de  nuevo  de  lo  que  no  devian. 

Es  otro  caso:  tiene  fulano  un  repartimiento  de  indios,  y  ofré- 
cesele tener  huéspedes  de  Castilla,  amigos  ó  parientes;  quiéreles 
Tomo  LXXI.  29 


450 

aprovechar  é  que  se  hagan  á  la  tierra,  díceles:  «señoresj  idos  á  mis 
indios  y  allí  os  proveerán  de  todo  lo  necesario,  corderos,  perdices, 
mays  para  vros.  caballos  y  darles  eis  verde  y  engordarlos  eis,  y 
aprovechareys  os  de  mis  indios  en  lo  que  pudiéredes,»  hásenlo 
ansí ,  y  á  costa  de  los  pobres  indios  se  suelen  estar  en  sus  pueblos 
un  año,  dos  años,  tres  años,  y  aun  desde  allí  los  tales  vagamun- 
dos hacen  algunnos  saltos  de  hurtos  de  ovejas  y  de  ganados  de 
estrauos  repartimientos,  porque  no  se  sienta ,  á  causa  que  corren 
la  tierra  á  modo  de  cazadores ,  y  saben  los  pastos  de  los  ganados  y 
los  corrales  que  los  indios  tienen  escondidos  en  los  desiertos  ó  des- 
poblados por  miedo  de  los  xpiaños.,  é  ansí  despoblaron  la  gente 
desta  calidad  vagamundos  la  sierra  de  Quito  al  Collao,  descen- 
diendo á  los  llanos  á  vender,  de'str'uyendo  y  matando,  y  comiendo 
sobre  más  de  quatro  millones  de  ovejas;  y  digo  que  á  lo  que 
siento  en  Dios  y  en  mi  ánima,  sónlo  poco;  éque  en  mi  tiempo  un 
soldado  que  yo  bien  conocí ,  mató  un  dia  quarenta  ovejas  por  har- 
tarse de  tuétanos,  y  desta  suerte  lian  destruidola  tierra  los  vaga- 
mundos della ,  que  han  y  do  despaña  é  de  otras  partes,  y  todo  va 
á  cargo  del  «ncoraeudero  que  envía  á  sus  huéspedes  y-  amigos  á 
su  repartimiento  para  que  se  aproveche.  . 

Es  o.tro  caso :  quando  se  levantan  algunos  indios  ó  son  rebel- 
des á  sus  amOs,  porque  mataron  algún  xpiano.  por  el  mal  trata- 
miento que  les  hacia,  ó  por  otras  causas,  nombran  un  capitán 
con  cierta  gente  que  vaya  á  castigar  aquellos  indios  que  culpa 
tuvieron ;  van  entrando  en  la  tierra  de  los  indios  en  esta  manera, 
aprovechándose  de  las  sementeras  y  niandandó  á  sus  ánacouas, 
que  son  indios  de  servicio,'  que  vayan  á  ranchear,  que  en  buen 
romance  es  yr  á  hurtar,  y  van  é  trayn  todo  lo  que  hayan  del  ga- 
nado é  ropa  de  los  indios,  é  oro  é  plata  si  la  hallan ,  é  al  fin  de  la 
conquista  que  han  castigado  á  los  malhechores ,  digo  los  que  ellos 
llaman  malhechores,  buscan  todo  el  ganado  del  campo  que  pue- 
den hallar,  é  repártenlo  entre  sí,  é  vienen  los  más  victoriosos  é  los 
más  contentos  del 'mundo  á  sus  casas;  pues  no  digo  nada  de  los 
daños,  que  hacen  por  los  caminos  llevando  á  los  indios  con  carga 
é  no  dándoles  de  comer,  dexándolos  muertos  por  los  caminos  y 
hechándolos  en  cadenas;  estos  son  pecados  públicos  é  claros  que 


451 

qualquiera  se  sabrá  confesar  de  ellos,  uno  sólo  quiero  contar,  que 
fué  en  mi  tiempo,  antes  que  los  indios  se  tasasen:  un  encomendero 
en  el  Collao  tenia  un  repartimieutiO  de  buenos  indios,  y  fuese  á  hol- 
gar á  sus  pueblos,  }'  llevó  consigo  algunos  jugadores,  los  cuales 
se  holgaban  y  recreavan  á  costa  de  los  indios,  porque  allá  se  usa 
ansí,  y  en  aquel  tiempo  trató  el  dicho  encomendero  y  recaudó 
todos  sus  tributos,  que  en  aquella  demora  me  parece  que  sería  la 
tercera  parte  hasta  nueve  ó  diez  mili  ducados,  é  como  se  los  paga- 
ron en  oro  y  plata ,  que  hera  tributo  de  quatro  meses ,  regocijóse 
mucho  y  estúbose  en  los  indios  otros  tres  ó  quatro  dias ;  en  este 
comedio  llegó  un  soldado  que  se  llamava  Vadillo,  el  qual  hera 
jugador,  é  y  va  conmigo  á  una  escuela  que  plantava  en  Chucuyto, 
pueblo  del  rey ;  é  sabido  que  aquel  encomendero  estaba  en  sus 
indios,  con  otra  compañía  del  mesmo  jaez  é  oficio,  determinó  de  ir 
á  verse  con  ellos  para  provar  su  ventura,  é  sentóse  á  jugar  con  el 
dicho  encomendero,  é  ganóle  los  tributos  que  los  indios  le  avian 
dado,  é  quando  el  encomendero  se  vio  perdido,  llama  á  los  caci- 
ques é  pídeles  de  nuevo  tributo,  é  sácales  cinco  mili  carneros  ,  los 
quales  jugó  con  el  dicho  Vadillo  é  le  ganó  gran  parte  dellos,  los 
quales  trajo  el  mesino  Vadillo  á  un  pueblo  que  se  llama  Puno,  ó 
siéntase  á  jugar  é  piérdelos  todos  con  un  soldado  que  allí  estava, 
é  quando  llegó  al  Cuzco  no  llevava  blanca  de  lo  que  avia  ganado. 
E  ofrecióse  cierto  caso  por  donde  Gonzalo  pizarro  se  enojó  con  él, 
y  éste  fué  el  primer  hombre  á  quien  el  dicho  Gonzalo  pizarro 
ahorcó  en  su  tiranía  y  rebelión ;  é  por  este  caso  se  puede  entender 
en  qué  paran  los  bienes  mal  ávidos  de  los  pobres  indios,  y  esto 
baste  por  el  presente. 


RESPUESTA  DEL  OBISPO  D.  FRAY  BARTOLOMÉ  DE  LAS  CASAS, 

AL  OBISPO  DE  LAS  CHARCAS  SOBRE  EL  ANTERIOR 

PARECER. 

Rmo.  Sr.:  Dos  .cartas  e  recibido  de  pocos  dias  acá  de  V.  S.'  y 
con  cada  una  un  parecer  d«  V.  S.*  cerca  de  la  hacienda  que  traxo 
Lope  de  Mendieta,   que  Dios  nuestro  señor  perdone ;  y  por  sus 


452 
cartas  V.  S.*  manda  que  le  escriva  mi  parecer;  yo  quisiera  tener 
más  espacio  y  mejor  dispusicion  para  lo  hazer,  porque  aun  en  la 
cama  me  tomaron  las  primeras  cartas  y  las  segundas,  un  dia  creo 
que  después  que  me  levanté:  pero  por  hazer  lo  que  V,  S.*  manda 
y  porque  no  piense  que  á  sabiendas  no  quiero  responderle  como 
abajo  diré ,  brevemente  referiré  algo  de  lo  que  me  pareciere. 

En  la  diferencia  que  V.  S.*  haze  entre  conquistadores  y  pobla- 
dores que  no  conquistaron ,  tiene  V.  S.*  mucha  razón ,  porque  así 
es  justo  hazerse ;  porque  los  conquistadores  que  son  los  que  se 
hallaron  en  las  guerras  hechas  por  españoles  contra  indios ,  fueron 
tiranos,  injustos,  íníquos,  más  injustos  y  más  iníquos  é  impíos 
que  son  los  turcos  que  conquistaron  á  los  pueblos  xpianos,;  por- 
que más  nephandas  y  deformes  de  razón  y  más  contra  ley  natu- 
ral y  divina  y  humana  fueron  sus  obras  y  con  mayores  ofensas 
de  Dios,  porque  son  más  infamatorias  de  la  fee  y  ley  de  ihesu- 
christo  y  cometidas  con  mayor  y  más  inexpiable  crueldad ;  y  estos 
tales,  no  solamente  son  obligados  á  restituir  de  lo  que  robaron  y 
ayudaron  á  robar  «insolidum»  digo,  y  los  daños  y  estragos  que 
en  aquellas  tierras  hicieron  y  destruicion  de  tantos  reinos,  para 
cuya  restitución  y  recompensa  no  bastaría ,  si  un  Rey  vendiese  su 
reino  délos  de  acá  de  la  xpiandad.  para  que  ellos  restituyesen;  pero 
son  también  obligados  á  todos  los  tributos  tasados  y  no  tasados,  y 
robos  y  daños  que  hazen  y  hicieron  los  encomenderos,  agora  y 
hasta  la  fin  y  perdición  y  acabamiento  de  aquellas  tiranizadas 
gentes  que  presto  se  acabarán ,  como  an  despoblado  ellos  y  sus 
tiranos  antecesores  en  los  otros  reinos  y  provincias  de  los  indios 
sobre  más  de  tres  mili  leguas  de  tierra,  que  estaba  poblatisima.  Así 
que  ésta  es  la  ethimología  ó  interpretación  de  los  conquistadores. 

Lo  que  toca  á  los  comenderos,  quasi  claro  V,  S.'  cognocer  po- 
drá la  obligación  general  que  á  restituir  tienen,  por  lo  tocado 
quanto  á  las  particularidades  y  exquisitas  maneras  de  tiranizar  y 
agraviar  á  aquellos  indios  que  tan  cruelmente  y  ynfernalraente  an 
tenido,  que  si  añaden  ala  gravedad  de  su  general  pecado,  muy 
bien  me  parece  lo  que  V.  S.*  notifica  dellas;  porque  ninguno  las 
podrá  adivinar  ni  aun  ymaginar,  como  V.  S.*  que  las  á  visto,  las 
refiere,  y  es  bien  que  el  confesor  discreto  6  necio  que  se  pusiere 


453 

á  confesar  hombre  que  trae  dineros  de  las  Indias  las  sepa;  porque 
no  comiendo  ni  beviendo  dellos ,  se  vaya  al  ynfierno  con  él.  Así 
que,  señor,  los  comenderos  que  solamente  son  comenderos  y  lo  an 
sido  hasta  agora,  y  no  conquistadores,  no  se  engañe  V.  S.*  y 
téngalos  por  tiranos  muy  averiguados;  y  la  razón  es,  porque  su- 
cedieron en  la  tiranía  de  los  tiranos  conquistadores,  y  la  razón 
desta  razón  fundamental  es  ésta.  Porque  aquellas  gentes  son 
libres  de  ley  y  derecho  natural ,  y  no  deven  ni  devieron  cosa  al- 
guna á  los  españoles,  ni  á  otra  nación  alguna;  y  por  guerras  in- 
justísimas fueron  sojuzgadas  cruel  y  tiránicamente  ,  y  después  de 
asi  sojuzgadas  y  tiranizadas,  fueron  puestas,  contra  justicia  natu- 
ral y  divina ,  en  la  más  extrema  servidumbre  que  pudo  ser  yma- 
ginada ,  como  es  el  repartimiento  y  las  encomiendas ,  que  ni  los 
diablos  del  ynfierno  pudieron  otra  tal  inventar:  y  V.  S.*  declara 
bien  esto  por  las  particulares  vexaciones  que  dellas  refiere  que  a 
visto,  y  si  las  que  yo  sé  juntásemos  con  ellas,  no  avrá  hombre 
que  las  crea,  que  no  juzgue  ser  obras  de  puros  diablos,  pero 
nadie  las  creerá,  las  cuales  encomiendas  de  sí  mismas  son  malas, 
pravas  y  de  intrínseca  deformidad,  discordantes  de  toda  ley  é 
razón,  porque  dar  ó  repartir  hombres  libres  contra  su  voluntad, 
ordenándolos  para  bien  y  utilidad ,  aunque  fueran  santos ,  como 
si  fuesen  atajos  de  ganados,  y  no  diez  ni  ciento,  ni  un  lugar  de 
veinte  vecinos,  ni  una  ciudad  de  diez  mili,  ni  una  provincia,  ni 
un  reino  solamente,  sino  ciento  y  doscientos  reinos,  y  todo  un  orbe 
mayor  y  mucho  mayor  que  el  de  acá,  y  á  bueltas  de  estos  pri- 
varles á  los  Reyes  de  sus  reinos  y  Príncipes  y  señores  naturales 
de  sus  señoríos,  ¿qué  mayor  pravidad,  deformidad  y  iniquidad, 
impiedad  y  tiranía  infernal?  Y  como  todo  esto  se  aya  hecho  así, 
la  entrada  ó  ingreso  que  fueron  las  conquistas,  como  el  progreso 
que  es  el  dicho  infernal  repartimiento  y  encomiendas,  en  tan 
grandes  perjuicios  y  tan  estupendos  y  nunca  oidos  otros  tales 
daños  imposibles  de  reparación ,  de  todos  aquellos  reinos  y  gentes 
dellos,  sin  ser  llamados,  oydos,  defendidos  ni  vencidos,  y  sin  causa 
alguna  justa  ni  colorada  de  justicia ,  más  de  la  pura  y  ciega  am- 
bición y  avidísima  codicia  de  los  españoles,  todo  quanto  se  a  hecho 
en  todas  aquellas  conquistas  a  sido  perpetrado  contra  todo  derecho 


454 

natural,  divino  y  humano;  y,  por  consiguiente,  a  sido  nullo  nin- 
guno y  de  ningún  momento  y  entidad,  como  si  lo  hiciera  el  turco; 
asi  como  el  turco  quando  nos  usurpa  alguna  ciudad  ó  tierra  ó  reino 
de  la  xpiandad.  en  la  entrada  es  tirano,  que  también  llama  él  con- 
quista y  nos  es  obligado  á  restitución  de  lo  que  nos  roba  y  daños 
que  nos  hace ,  y  también  de  los  tributos  que  nos  lleva  después  de 
sojuzgados;  y  si  asi  nos  repartiese  entre  sus  turcos  y  encomendase 
'  á  ellos  como  hazemos  y  emos  hecho  á  los  indios ,  lo  qual  aun  no 
lo  haze  tan  mal ,  siempre  serian  poseedores  de  mala  fe  y  tiranos, 
violentos  y  obligados  á  restitución :  asi  de  la  misma  manera  son 
los  comenderos  violentos,  tiranos  y  poseedores  de  mala  fe  y  obli- 
gados á  los  indios  á  restitución.  No  digo  de  los  tributos  dema- 
siados y  sin  tasa  y  de  las  exquisitas  maneras  de  robar  y  oprimir 
á  los  indios,  como  V.  S."  dice  y  yo  sé  otras  muchas  más,  que 
destos  ¿quién  podrá  dudar?  sino  de  los  tributos  que  estuviesen 
tasados  y  puestos  en  razón  y  que  no  llevasen  más  una  blanca  de 
ellos,  destos  digo  que  son  obligados  á  los  restituir  á  los  indios 
hasta  el  último  cuadrante :  «  Tum  primo  quia  primus  ingresus  his- 
pano fuit  tiranicus,  violentíssimus;  tum  secundo  quia  talis  modus 
distribuendi  homines  liberos  repugnante  omnium  consensu  jure 
ipsa  ratione  naturali  quo  addiuntur  perpetua  ac  detorriraa  servi- 
tute,  unde  ordinaturadalios homines perinde  atqueanimalia  bruta; 
quo  etiam  principes  ad  reges  nat-uralis  propiis  sedibus  spoliantur 
seu  pessuntur:  injustus  iniquus,  tiranicus  et  deterrimus  est;  est 
etiam  repletas  q.  plurimis  alus  deformitatibus  infrenccris  que  ipsun 
redunt  iniquissimum  et  impiissimum  et  omni  gcnerali  flama  plus 
q.  dignum,  quod  dico  verissimum  non  solum  quia  factum  hoc 
fuit  sine  aliqua  regia  aüctoritate  sed  propria  tiranorum  temeritate, 
de  quo  nullus  dubitat;  sed  ctiam  si  fulti  fuissent  per  imposibile 
omnímoda  regis  nostri  facúltate  seu  etiam  potestate;  nihil  etiam 
omnia  sic  facta  de  jure  valerent,  ratio  est:  quia  princeps  q.  tuns- 
cum  q.  supremus  nihil  faceré  vel  ordinare  potest'contra  id  quod 
prohibetur  lege  naturali  et  divina  nec  in  damnum  totius  populí: 
ergo  minus  in  prejudicius  et  detrimentus  totius  tan  vasti  orbis. 
Astringitur  nanque  princeps  sicut  quilibet  privatus  servare  natu- 
ralo  dictamen  rationis  ct  quod  precepit  lex  divina  et  c.  q.  si  quid 


455 

contra  huiusmodi  leges  facit :  periude  nullum  et  nullius  mo- 
menti  est  ac  si  feciaset  privatus  hec  n.  tam  vera  sunt  mo.  et  ve- 
riora  quoque  principe  efe  hominem  et  sicut  non  potuit  princeps  a 
principio  autoritatem  suam  impartiri  (eo  q.  nullam  ad  hoc  ha- 
buit)  ut  tales  ingresus  qui  fuit  latronum  et  predonum  jure  fieret: 
nec  similiter  progresus  (hoc  est)  ut  taliter  nationes  ille  veluti 
greges  armentorum  dividerentur  inter  hispanos  per  prefatas  com- 
mendas  et  si  dediset  nihil  de  jure  factum,  fuiset:  itaque  si  post 
factum  probaset  aut  disimilaset  (sicut  actenus  simulavit)  aut  per- 
misiset;  nihil  ex  inde  juris  q.  ante  prefatis  predonis  et  sucesore 
eorum  in  predictis  commendis  tiranicis  habuissent,  cuius  ratio  est: 
q.  princeps  q.  tumcumq.  supremus  spiritualis  vel  temporalis: 
non  potest  de  nihilo  aliquid  faceré  id  est  id  quo  est  nullum  vel 
nihil  secundumjus  naturalis:  nullatenus  potest  validare,  unde 
clausulaque  a  principibus  solet  appons:  suplentes  omnes  defectus 
inteligitur  dumtaxat  de  defectibus  juris  positivi:  non  autem  potest 
supiere  defectus  jure  divini  aut  naturalis  secundum  communiter 
doctores  juristas  in  multis  locis  juris  utriusque,  unde  si  ab  hinc  in 
nulle  annos  dicte  commehde  vel  indorum  distributio  prefata  dura- 
rent  q.  tumcum  q.  rex  noster  vellet  vel  permitiere  vel  etiam  de 
plenitudine  potestatis  eas  justificare  aut  aprobare  nihilominus  fo- 
rent  tiranice  atque  jure  naturali  et  divino  damnate,  quia  non  firma- 
tur  tractus  temporis  quod  de  jure  ab  initio  non  subsistit  et  fuit 
nullus  ut  dicitur  in  regula  juris  ñeque  lonquinqua  usurpatio  jus 
aliquod  facit  ut  q.  dist.  c.  illud  et.  100.  dist.  c.  contra  moren,  etc. 
et  in  c.  principatus  i.  q.  i.  dicitur  principatus  ques  aut  seditio  ex- 
tortius  aut  ambitus  ocupavit  etiam  si  moribus  aut  actibusnon  ofen- 
dit:  ipsius  tamen  initii  sui  est  pernitiosus  exemplo,  et  dificile  est 
ut  bono  peragantur  exitu;  que  mala  sunt  iucoata  principio. 
Quanto  más,  señor  Obispo,  ofendiendo  tanto  no  sólo  en  el  princi- 
pio, pero  en  el  medio  y  fin :  y  ojala  ubiesen  fin  sus  ordinarias  y 
continuas  tiranías  y  maldades  de  esos  tiranos.  Así  que  tenga 
V.  S.'  á  los  comenderos  por  puros  y  averiguados  tiranos  por  lo 
dicho,  y  añada  para  más  claridad  que ,  queriendo  el  Rey  sacarlos 
de  la  tiranía  en  que  estaban  poniendo  los  indios  en  libertad ,  por 
aver  sabido  de  muchos  letrados,  que  ayuntó  para  ello,  que  era 


456 

obligado  á  hacerlo,  porque  si  no  lo  hiciera,  no  se  podia  salvar,  no 
obedecieron  sus  leyes  y  mandamientos,  antes  con  mano  armada 
se  desvergonzaron  ale  restituir  dellos  abiertamente;  y  todos,  chi- 
cos y  grandes,  de  secreto,  por  no  dejar  de  la  mano  los  indios,  y 
puesto  que  algunos  después  fueron  en  ayudar  que  los  traidores 
fuesen  vencidos ,  considere  V,  S."  si  lo  hicieron  de  balde  y  los 
que  quedaron  sin  paga,  juzgue  si  la  quisieran  en  indios  recibir. 

Por  manera  que  la  permisión  ó  disimulación  que  al  presente 
ay  por  el  rey  ,  no  haze  justo  lo  iníquo,  porque  «quod  permitimus 
non  approbamns,  sed  tolleramus  inviti  quia  malas  hominum 
voluntates  coerceré  non  possumus»  como  dice  el  decreto.  Si  quses- 
tio  1,  c,  hac  ratione,  y  así  siempre  están  en  pecado  mortal;  y  por 
que  sea  yr  contra  torrente,  como  V,  S.*  dice,  decir  que  los  tribu- 
tos no  son  lícitos,  no  porque  se  calle  ó  no  se  quite  dexarán  de  ser 
tiranos  violentos,  y  muriendo  en  aquel  estado  que  viven,  teniendo 
los  indios  y  llevándoles  los  tributos,  sin  hacer  penitencia  y  sin 
restituirlos,  se  yrán  á  los  ynfiernos,  y  los  confesores  con  ellos  que 
los  asolvieron  y  los  obispos  que  los  pusieren;  y  sepa  más  V.  S.\ 
«que  violentia  tirani  semper  est  iu  fieri  et  in  actu  permanenti,»  y 
nunca  se  purga  la  tiranía,  porque  los  opresos  se  estén  quietos,  por- 
que si  lo  están  es  por  falta  de  fuerzas:  lo  que  es  manifiesto  en  los 
indios,  y  lo  que  V,  S.*  dice,  más  que  decir  que  no  pueden  llevar  los 
tributos  los  tales ,  es  por  la  mesma  razón  afirmar  que  el  rey  no 
puede  tampoco  llevarlos;  esto,  señor,  es  muy  herrado  paralogismo 
porque  «non  est  eademratio  de  rege  et  dehispanis  particularibus: 
qui  contra  jusa  et  leges  ac  instrucciones  regales  semper  omnia 
fecerunt:  uno  sine  lege  procul  dubio  semper  vixerunt;»  y  aun  ne- 
gando también  que  en  caso  y  casos  que  el  rey  no  les  guardase 
justicia,  y  no  les  librase  de  la  opresión  y  tiranía  que  padecen, 
que  pueda  llevar  los  tributos,  no  se  sigue  que  se  niega  tener  justo 
título  y  ser  supremo  Príncipe  y  tener  la  universal  jurisdicción 
sobre  todas  las  Indias.  En  estas  cosas  muchos  errores  y  cegueda- 
des an  en  muchos  acaecido ,  y  sepa  más,  que  el  concurso  de  le- 
trados y  sabios  que  a  ávido  y  V.  S.^  dice,  siempre  an  determinado 
y  concluido,  y  abominado,  y  detestado  estas  pestilentes  enco- 
miendas. Holgarme  ia  que  V.  S.*  viese  unas  veinte  razones  im- 


457 

presas  que  andan  por  allá  mías,  y  aun  para  esto  bastaría  que 
viese  las  treinta  proposiciones  que  V.  S.*  aquí  vido  y  firmó  y 
dixo;  que  lo  contrario  dellas  eraheregía.  Por  todo  lo  dicho,  V.  S.* 
verá  si  verlo  quiere,  lo  que  se  deve  determinar  en  la  hacienda  de 
Lope  de  Mendieta,   porque  creo  que  dello  e  hecho  evidencia:  la 
restitución  se  a  de  hacer  en  el  Perú  á  los  mismos  despojados  que 
son  todos  ó  muchos  vivos,  ó  á  sus  herederos,  ó  á  los  pueblos 
dellos  ó  á  los  más  cercanos,  ó  quando  todo  esto  faltase,  en   la 
mesma  tierra  en  obras  públicas  de  que  muchos  de  los  indios  que 
por  allí  oviese  se  aprovechasen,  y  esta  es  sentencia  de  Santo  Tomás, 
en  el  4,  seu  dist.  is.  q.  e.  ar.  s.  q.«*  s.  s.°^  hacerla  acá  es  burlería 
y  tornarlos  á  robar  otra  vez,  y  guay  del  letrado  ó  confesor  que  tal 
aconseje.  Con  lo  dicho  creo  que  e  respondido  á  lo  que  V.  g.'  cerca 
de  su  compendio  me  escrivió  que  le  estíriviese ,  y  esto  es  lo  que 
por  verdad  evangélica  tengo,   todo  lo  contrario  tengo  por  error 
diabólico  y  engaño  pernicioso  de  las  ánimas  que  quizas  se  conver- 
tirían, digo  de  los  tales  tiranos  que  sin  duda  ellos  se  van  álosyn- 
fiemos,  y  dudar  desto,  no  dudo  sino  que  es  dudar  de  lo  que  nos 
enseña  la  fe  de  la  verdad  evangélica. — El  obispo,  Don  Fray  Bar- 
tolomé de  las  Casas. 


4D9 


APÉNDICE  XXXI. 

PARECER  DE  FRAY  BARTOLOMÉ  DE  LAS  CASAS. 

Cerca  de  los  indios. 

En  lo  que  toca  al  remedio  de  los  indios  de  todas  las  Indias,  y  á 
la  manera  que  se  debe  tener  para  que  sean  cristianos  y  se  conser- 
ven en  las  vidas  y  en  su  libertad,  y  no  los  acaben  de  destruir  los 
españoles ,  no  hay  otro  camino ,  ni  modo ,  ni  orden ,  sino  que  Su 
Majestadlos  encorpore  en  su  real  corona ,  como  sus  vasallos  que 
son,  quitando  todas  las  encomiendavS  que  están  hechas  en  todas 
las  Indias,  y  no  dando  uno  ni  ningún  indio  á. español  por  enco- 
mienda, ni  por  vasallo,  ni  enfeudo,  ni  de  otra  cualquiera  manera, 
porque  ségun  la  larga  y  muy  cierta  espiriencia  que  se  tiene,  de 
cualquiera  manera  que  a  españoles  se  den,  los  han  de  matar  y 
destruir  por  sus  cudicias  de  aver  oro  y  riquezas,  y  por  tanto 
hacer  el  contrario  es  contraía  ley  de  Dios  y  ^gran  pecado  mortal, 
y  en  grandísimo  perjuicio  y  destruicion  del  patrimonio  real  de  Su 
Magestad. 

Cerca  de  la  vivienda  de  los  españoles. 

La  población  y  vibienda  'de  españoles  en  las  Indias  es  muy 
necesaria,  asi  parala  conversión  y  policía  de  los  indios,  como  para 
sustentar  el  estado  y  señorío  de  Su  Magestad  y  de  los  reyes  de 
Castilla  en  las  Indias.  Esta  población  y  vivienda  de  los  españoles 
en  aquellos  reynos  y  tierras  se  puede  muy  bien  hacer  y  susten- 
tar sin  encomiendas  ni  servicio  de  indios,  como  en  todas  las  otras 
partes  del  mundo  se  hicieron  las  poblaciones  sin  servirse  de  indios, 
porque  no  se  lee  en  ninguna  escriptura  que  los  que  iban  á  poblar 
á  tierras  nuevas  tiranizasen  y  oprimiesen  a  las  gentes  que  en  ellas 


460 

hallaban,  y  se  sirviesen  de  ellas  contra  su  voluntad  y  en  perjuicio 
y  detrimento  de  su  libertad,  y  de  sus  vidas  propias,  y  de  sus  muje- 
res y  hijos,  si  no  fuesen  tiranos  y  crueles  y  robadores  como  lo  era 
Hembroth,  que  oprimía  los  hombres,  y  como  hasta  hoy  se  ha  hecho 
y  hace  en  las  Indias.  Es,  pues,  la  manera  que  en  sustentar  la  dicha 
población  y  vivienda  de  los  españoles  se  debe  tener:  que  Su  Magos- 
tad haga  muchas  mercedes  á  los  tales  pobladores  especialmente 
labradores  y  gente  trabajadora  y  provechosa,  dándoles  muchas  y 
muy  largas  tierras  y  aguas  y  montes,  no  quitando  á  los  indios  las 
que  tienen  y  hobieren  menester  para  su  sementeras  y  sustentación, 
y  dándoles  también  algunas  vacas  y  ovejas ,  y  bueyes  y  carros,  y 
azadas  y  rejas ,  y  libertades  por  veinte  años,  y  otras  muchas  cosas 
que  decimos  en  particular  en  el  décimo  octavo  remedio  de  los  que 
dimos.  Dárseles  a  también  por  mercedes,  que  los  indios  les  hagan 
las  casas  y  el  pueblo  donde  hubieren  de  poblar ;  y  esto  hagan  los 
dichos  indios  en  lugar  de  los  tributos  que  han  de  dar  á  Su  Mages- 
tad  por  tanto  tiempo ,  no  pagando  otro  tributo ,  cuanto  pareciere 
que  es  justo  y  razonable  y  no  agraviable,  según  juicio  de  las 
audiencias  y  del  obispo  y  de  los  religiosos  que  en  ello  hobieren 
de  entender,  para  que  los  indios  sean  relevados  y  consolados. 
Afirmo  en  este  caso ,  que  en  muchas  partes  de  las  Indias,  con 
solamente  el  tercio  de  los  tributos  y  provechos  que  agora  tiene 
y  lleva  á  los  indios  un  cristiano ,  se  hará  un  pueblo  de  cuarenta 
vecinos  que  tenga  al  menos  ciento  y  veinte  personas,  y  en  muchas 
partes  habrá  personas  que  con  el  dicho  tercio  de  lo  que  llevan  se 
hagan  dos  pueblos.  Y  así,  Su  Magostad  llevará  las  dos  partes 
desde  luego  de  provecho  que  hoy  no  lleva,  y  por  un  cristiano  ó 
poblador  que,  por  más  verdad  decir,  antes  destruye  que  puebla, 
porná  y  meterá  en  sus  Indias  ciento  y  veinte  y  doscientos  pobla- 
dores, que  verdaderamente  poblarán  la  tierra,  y  no  serán  despo- 
bladores y  destruidores  de  ella.  Y  este  tercio  basta  gastallo  por 
dos  años  con  los  dichos  labradores  y  pobladores,  y  pasados  los  dos 
años  llevarlo  há  todo  Su  Magestad ,  y  así  parece  asaz  claro  cuan 
inestimablemente  provechosa  será  á  Su  Magestad  esta  población, 
y  cómo  será  servido  de  infinitos  indios  y  de  grandes  números  de 
cristianos,  no  como  agora  que  lo  uno  y  lo  otro  se  le  destruye. 


461 

Podrá  Su  Magestad  dar  por  algunos  años  á  algunas  personas 
señaladas,  y  hacer  merced  á  uno  de  cincuenta  mil  maravedís,  á 
otro  de  ciento,  á  otros  de  más  y  á  otros  de  menos,  para  que  se 
ayuden  en  la  tierra  á  poblar,  hasta  que  en  ella  se  arraiguen:  y 
también  mandalles  prestar  ó  fiar  algunos  esclavos  negros  que  les 
paguen  dentro  de  tres  6  cuatro  años,  ó  como  su  Real  voluntad  y 
merced  fuera,  en  lo  qual  recibirá  muy  grandes  ayudasy  mercedes, 
puesto  quel  dar  de  los  dineros  no  es  muy  necesario  para  la  dicha 
población,  porque  sin  ellos  se  hará,  puesto  que  confessamos  que 
por  algún  tiempo  dallos  será  provechoso  y  crecerá  más  la  dicha 
población,  y  en  caso  que  Su  Magestad  haga  la  dicha  merced,  sea 
que  sus  Oficiales  paguen  los  dichos  dineros  y  no  los  libren  en  los 
indios,  por  queno  tomen  los  cristianos  ocasión  dehacelles  agravios. 

Cerca  de  los  esclavos. 

Lo  que  toca  á  los  esclavos  por  hacer,  Su  Magestad  ha  de  man- 
dar inviolablemente  y  constituir  por  pragmática  sanción,  prego- 
nada en  las  gradas  de  Sevilla  y  en  todas  las  Indias,  que  por  nin- 
guna causa  ni  razón  de  aquí  adelante  perpetuamente  no  se  haga 
esclavo  alguno  aunque  cometan  cualesquiera  crímenes,  por  graves 
que  sean,  y  se  levanten  contra  Su  Magestad,  sino  que  se  les  dé  á 
los  culpados  ó  más  culpados  otras  penas  que  según  derecho  y 
justicia  se  les  deban  de  dar ,  y  que  los  hierros  que  hoy  hay  se 
quiebren  y  deshagan ,  y  que  ninguno  sea  osado  á  usar  de  ellos  so 
pena  de  muerte ,  porque  por  esta  prohibición  y  pragmática  se  es- 
cusarán  grandes  insultos  y  pecados  de  los  cristianos  que  hasta 
agora  han  hecho  por  el  ansia  que  tienen  de  hacer  esclavos,  y  gran- 
des y  muchas  muertes  y  estragos  y  perdiciones  de  cuerpos  y  áni- 
mas de  los  indios,  y  gran  diminución  de  los  vasallos  indios  y  pa- 
trimonio real  de  Su  Magestad. 

Quanto  á  los  esclavos  ya  hechos,  porque  todos  cuantos  hay  en 
las  Indias  hechos  hasta  hoy ,  han  sido  hechos  contra  toda  ley  y 
justicia  y  contra  las  espresas  provisiones  y  mandamientos  de  Su 
Magestad  y  de  los  Reyes  passados,  Su  Magestad  es  obligado  de 
precepto  y  ley  divina  á  los  declarar  todos  por  libres,  porque  lo  son, 


462 

como  aquí  en  su  Real  presencia  probaremos,  y  aun  mandalles 
satisfacer  el  captiverio  é  injurias  que  han  padecido,  y  lo  que  han 
servido  después  que  injustamente  los  hicieron  esclavos :  pero  por- 
que hacer  esto  de  golpe  quizá  causaría  alj^una  gran  turbación  ó 
escándalo,  paréceme  que  será  bien  que  Su  Magestad  lo  someta  y 
encargue  y  mande  con  mucha  eficacia  á  las  audiencias  reales  ó  al 
Presidente  de  ellas,  que  todas  las  vías  y  maneras  que  fueren  po- 
sibles tengan  para  los  libertar  y  los.  liberten  y  declaren  por  tales 
cada  y  cuando  y  donde  quiera  que  vieren  que  se  puede  hacer 
sin  notable  escándalo,  y  no  por  cualquiera  sino  por  grande. 

Cerca  de  las  conquistas  y  descubrimientos. 

Este  término  6  nombre  conquista  para  todas  las  tierras  y 
reinos  de  las  Indias  descubiertas  y  por  descubrir,  es  término  y  vo- 
cablo tiránico,  mahomético,  abusivo,  improprio é  infernal.  Porque 
en  todas  las  Indias  no  ha  de  haber  conquistas  contra  moros  de 
África  ó  turcos  ó  hereges  que  tienen  nuestras  tierras ,  persiguen 
los  cristianos  y  trabajan  de  destruir  nuestra  sancta  fe,  sino  pre- 
dicación del  evangelio  de  Cristo ,  dilatación  de  la  religión  cris- 
tiana y  conversión  de  ánimas ,  para  lo  cual  no  es.  menester  con- 
quista de  armas,. sino  persuasión  de  palabras  dulces  y  divinas,  y 
ejemplos  y  obras  de.saucta  vida.  Y,  por  tanto,  no  son  menester  los 
condenados  requirimientos  que  hasta  agorase  han  hecho,  ni  esta 
negociación  no  se  ha  de  llamar  conquista,  sino  predicación  de  la  ' 
fe  y  conversión  y  salvación  de  aquellos  infieles  que  están  apare- 
jados sin  tardanza  alguna  para  recibir  á  Jesucristo  por  universal 
Criador,  y  á  Su  Magestad  por  católico  y  bien  aventurado  Rey:  y 
este  es  su  proprio  y  cristiano  nombre  deste  negocio  de  las  Indias. 

Las  tierras  y  gentes  que  están  por  descubrir  y  son  totalmente 
incógnitas  por  mar  y  poy  tierra,  bien  es  que  Su  Magestad  á  su 
costa  siempre  tenga  navios  que  las  descubran,  enviando  en  ellos 
seis  señalados  religiosos  y  veinte  ó  treinta  marineros,  no  cuales- 
quiera, sino  escogidas  personas  con  un  capitán.  Y  descubierta 
cualquiera  tierra,  tomen  la  posesión  jurídicamente,  porque  nin- 
gún rey  cristiano  se  pueda  entremeter  con  derecho  en  ella.  Y  en 


463 

lo  que  toca  á  saltar  en  tierra  y  tractar  con  las  gentes  de  ella,  no 
se  hac^a  cosa  que  no  sea  con  parecer  y  determinación  de  los  reli- 
giosos. Y  llevarán  resgates  ó  del  Rey  ó  de  compañía  de  las  per- 
sonas que  allí  fueren  para  resgatar ,  y  de  lo  que  se  hobiere  podrá 
Su  Magestad  pagar  ó  ayudarse  para  pagar  los  gastos ,  y  lleven 
cierta  cantidad  para  que  se  den  de  parte  de  Su  Magestad  á  los 
señores  y  principales,  para  que  se  inclinen  y  animen  á  le  amar  y 
desear  coguoscer  y  servirle.  Y  sobre  todo  han  de  trabajar  de 
dejarlos  muy  contentos  y  amigos,  y  no  darles  chica  ni  grande 
ocasión  de  escándalo  ni  desabrimiento  ,  mandando  Su  Magestad 
que  el  que  lo  diere  incurra  en  muy  grandes  penas.  Y  si  á  los  reli- 
giosos pareciere  que  se  deben  quedar  en  la  tierra  como  apóstoles 
de  Dios,  quedarse  an,  y  el  navio  se  tornará  á  dar  las  nuevas  á  la 
audiencia  real  que  lo  hobiere  despachado,  para  que  de  allí  se  haga 
saber  á  Su  Magestad. 

Cuanto  á  las  tierras  descubiertas  ya,  pero  no  penetradas,  y 
que  no  se  saben  las  gentes  y  secretos  que  en  ellas  hay,  comién- 
cense á  convertir  y  á  ganar  por  religiosos ,  con  predicación  y  bue- 
nas obras  y  ejemplos ,  dándoles  dádivas  y  dones  de  resgates  de 
parte  de  Su  Magestad;  y  después  de  quitado  el  horror  y  miedo 
que  tienen  de  las  crueldades  é  infamias  de  los  cristianos ,  comen- 
zarán á  contractar  los  cristianos  con  ellos ,  por  vía  de  resgates, 
comercio  y  contractacion ,  y  así  cobrarán  amor  y  amistad  con 
ellos;  y  comenzando  desde  la  más  propincua  provincia  ó  pueblo 
de  cristianos  esta  conversión  y  predicación  y  pacificación,  po- 
dríín,  el  tiempo  andando,  hacer  pueblos  de  cristianos  más  aden- 
tro de  la  tierra ,  según  la  disposición  y  felicidad  y  riqueza  hobiere 
en  la  tierra ,  hasta  que  se  cundan  y  penetren  todas  las  entrañas 
de  la  tierra  firme ,  y  se  traigan  las  gentes  de  ellas  al  cognosci- 
miento  de  su  Dios  y  nuestro ,  y  á  la  subjecion  y  señorío  de  Su 
Magestad,  según  que  más  largamente  degimos  en  los  remedios 
de  ella.  Desde  la  isla  de  la  Trenidad  se  ha  de  comenzar  esta  pre- 
dicación y  conversión  para  muy  muchas  leguas  de  tierra ,  y  desde 
Cumaná,  que  es  en  las  Perlas,  y  desde  el  Cabo  de  la  Vela;  y  desde 
Venezuela  y  las  otras  poblaciones  que  por  allí  hay,  y  desde  el 
nuevo  reyuo  de  Granada,  tirando  aquellos  tiranos  que  allí  agora 


464 

destruyen  y  asuelan  aquellas  tierras  y  gentes,  y  desde  Nata  por  la 
costa  de  Sur,  y  desde  Nicoya,  y  por  Nicaragua,  y  en  el  Perú  por  las 
partes  convenientes,  y  asi  en  todos  los  otros  reynos  de  tierra  firme. 
Háse  de  mandar,  con  grandes  penas  y  rigor  esecutándol as  que  nadie 
haga  escándalo  ni  mal  ni  daño  á  los  indios  por  ninguna  manera. 
Las  tierras  donde  están  capitanes  conquistando  con  quien  Su 
Magostad  con  falsas  informaciones  tomó  asiento  y  hizo  capitula- 
ción, como  ellos  estén  matando,  y  robando,  y  destruyendo,  y  es- 
candalizando aquellas  gentes  inocentes ,  y  por  consiguiente  inex- 
piablemente  ofendiendo  á  Dios  y  desirviendo  á  Su  Magostad, 
conviene  que  Su  Magestad  luego  los  mande  cessar  de  las  dichas 
injustas  guerras  y  tiranías  que  hacen,  y  que  si  es  tierra  para  po- 
blar pueblen  en  ella  trabajando  de  apaciguar  los  indios  cuanto  les 
fuere  posible,  y  vivir  allí  por  vía  de  resgates  y  contractacion  hasta 
que  Su  Magestad  lo  que  fuere  su  servicio  provea,  y  si  no  quisie- 
ren poblar,  se  salgan  luego  de  la  tierra  y  se  vayan  á  poblar  á 
cualquiera  de  las  otras  provincias   donde  cristianos  españoles 
hobiere.  Su  Magestad  no  es  obligado  á  guardar  ni  cumplir  alguna 
ni  ninguna  de  las  dichas  capitulaciones  ni  asientos :  lo  uno,  por- 
que son  fundadas  en  falsas  y  malas  informaciones,  y  por  consi- 
guiente son  invalidas  de  derecho.  Lo  otro,  porque  se  ejercitan  loa 
que  las  tomaron  en  grandes  ofensas  de  Dios  y  pecados  mortalíssi- 
mos  y  en  destruicion  de  aquellas  gentes  y  del  patrimonio  y  seño- 
río real  de  Su  Magestad. — Fray  Bartolomé  de  las  Casas. 


VIAJE  Á  INGLATERRA 

DEL  CONDESTABLE  DE  CASTILLA 

DON  JUAN  FERNANDEZ  DE  VELASCO 

PARA  TRATAR  DE  LAS  PACES  ENTRE  AMBAS  CORONAS,  EN  1603.       ' 


[  Ms.  de  la  Biblioteca  del  Marqués  de  la  Fuensanta  del  Valle. 


Tomo  LXXI. 


30 


467 


RELACIÓN 

DE  LA  JORNADA  QUE  HIZO  Á  INGLATERRA  EL  CONDESTABLE 

DE  CASTILLA,  JUAN  FERNANDEZ  DE  VELASCO,  EL  AÑO  DE  1603, 

Á  EL  AJUSTE  DE  LAS  PACES  CON  INGLATERRA  Y  ESPAÑA. 

Movido  el  Rey  Católico  de  España,  Felipe  III,  de  la  buena 
amistad  que  tuvo  la  Majestad  de  su  padre  con  el  serenísimo  Ja- 
cobo,  rey  de  Escocia ,  y  de  las  obligaciones  que  heredó ,  y  deudo 
con  el  dicho  Rey  y  la  serenísima  Reina,  por  la  Casa  de  Austria, 
envió  á  congratularse  con  ellos  de  su  sucesión  en  la  Corona  de  los 
reinos  de  Inglaterra  é  Irlanda.  Y  para  esto  escogió  S.  M.  á  Don 
Juan  de  Tassis,  conde  de  Villamediana,  su  Gentil-hombre  de  Cá- 
mara y  Correo  mayor,  caballero  afable,  cortesano  y  entendido, 
cual  convenia  para  semejante  oficio.  Y  así,  partió  para  este  efecto 
por  la  posta  desde  Valladolid ,  corte  de  S.  M.,  por  el  mes  de  Mayo 
de  1603;  y  el  de  Setiembre  siguiente  llegó  al  reino  de  Inglaterra, 
y  tuvo  grata  audiencia  de  los  dichos  serenísimos  Reyes  en  Vin- 
cestre;  y  á  vueltas  de  las  visitas  y  cumplimientos,  que  recibieron 
con  grande  afecto  de  gusto  y  estimación,  mostraron  también  de- 
seo de  que  la  amistad  que  por  el  reino  y  corona  de  Escocia  hablan 
tenido  ambos  Reyes,  se  continuase  con  vínculo  más  estrecho  y 
extiéndese  á  los  dichos  reinos  de  Inglaterra  é  Irlanda ;  y  hallando 
en  el  conde  de  Villamediana  no  menos  buena  disposición  para  esto, 
de  parte  de  su  Rey,  se  dejaron  entender  de  los  ministros  del  de  In- 
glaterra que  era  necesario  orden  de  S.  M.  para  tratar  de  ello,  á 
quien  luego  dio  cuenta  de  todo  lo  que  pasaba. 

Con  estas  nuevas ,  el  Rey  católico ,  como  Príncipe  santo ,  con- 
sideró los  daños  y  accidentes  de  la  guerra,  y  como  tan  justo,  la 
poca  ocasión  de  hacella  á  el  dicho  rey  de  Inglaterra ,  y  el  bien 
universal  de  la  cristiandad  y  particular  de  los  vasallos  de  ambos 
Reyes ;  y  mirando  en  el  personaje  y  caudal  y  nombre  que  pedia 
tan  grave  negociación,  acordó  encomendar  su  dirección,  con  auto- 
ridad suprema  de  hacer  y  deshacer  en  todo ,  como  bien  le  pare- 


468 

cíese,  al  Condestable  de  Castilla,  Juan  Fernandez  de  Velasco,  duque 
de  Frias,  conde  de  Haro,  etc.,  de  los  Consejos  de  Estado  y  Guerra 
de  S.  M.,  y  Presidente  de  Italia,  etc.;  el  cual,  con  el  celo  y  valor 
que  siempre  sus  antecesores  acudieron  al  servicio  real,  y  él  en 
diferentes  empresas  de  gobierno  y  guerras ,  aceptó  su  comisión 
sin  reparar  en  su  flaca  salud,  ni  el  desconsuelo  que  habia  en  su 
casa  por  el  accidente  de  una  prolija  enfermedad  de  el  conde  de 
Haro ,  su  único  hijo ,  ni  en  haber  perdido  en  aquellos  mismos  dias 
en  que  se  trataba  la  jornada  un  nitto  solo  que  tenia,  heredero  y 
sucesor  de  su  Casa  y  Estado ;  y  así  recibió  el  orden  de  S.  M.  y  los 
poderes  y  recaudos  necesarios  para  tratar  y  establecer  la  dicha 
paz,  como  se  ha  dicho. 

Partió  de  la  ciudad  de  Valladolid  el  dia  último  del  mes  de 
Octubre  de  1603,  acompañado  de  D.  Baltasar  de  Züñiga,  que 
iba  por  Embajador  á  la  corte  de  Francia  donde  quedó;  D.  Manuel 
de  Züñiga,  hijo  único  del  conde  de  Monterrey;  D.  Jaime  de 
Cárdenas,  segundo  del  duque  de  Maqueda,  y  del  comendador 
D.  Melchor  de  Borja,  hijo  del  de  Gandía,  todos  tres  sobrinos 
suyos;  D.  Alonso  de  Velasco,  señor  déla  Revilla,  Veedor  general 
de  las  galeras  y  armada  de  España;  D.  Blasco  de  Aragón,  del 
Consejo  secreto  de  S.  M.  en  Milán ;  D.  Felipe  Ramirez  de  Arellano, 
hermano  y  heredero  del  conde  de  Aguilar,  caballero  de  mucha 
cualidad  y  antigüedad  en  Castilla;  D.  Manrique  de  Silva,  her- 
mano del  conde  de  Portalegre  en  Portugal,  de  los  cuales,  el  pri- 
mero se  volvió  desde  Bruselas  á  España ,  y  el  segundo  salió  á  ser- 
vir en  la  guerra  y  D.  Carlos  de  Sangro,  hijo  del  duque  de  Torre- 
mayor  en  Ñapóles,  á  los  cuales  se  juntaron  después  en  Flandes 
D.  Juan  de  Velasco  y  Castañeda,  señor  de  Hormaza,  y  D.  Fer- 
nando de  Cueva,  del  hábito  de  San  Juan,  y  parte  de  los  criados 
ordinarios  de  su  Casa ,  dejando  los  más  en  ella  en  servicio  de  mi 
señora  la  duquesa  de  Frias  y  condes  de  Haro,  su  mujer  é  hijos. 
Y  en  sesenta  dias  llegó  á  la  villa  de  Bruselas,  visitando  en  París 
los  reyes  cristianísimos,  y  alargando  el  viaje  por  desviarse  de  los 
lugares  contagiosos  que  habia  en  el  camino  derecho  de  aquel 
reino. 

Llegado  á  Bruselas  y  conferido  con  el  serenísimo  archiduque 


469 

Alberto,  y  la  serenísima  Infanta  Doña  Isabel,  lo  que  su  Rey  le 
habia  encargado ,  avisó  do  ello  al  conde  de  Villamediana,  y  que 
luego  se  tratase  del  lugar  de  la  conferencia ,  advirtiéndole  de  las 
causas  y  razones  de  que  se  habian  de  valer  para  que  se  hiciese 
en  los  Países-Bajos,  ó  en  otro  neutral,  como  lo  procuró  encaminar 
el  Conde  con  mucha  prudencia  y  suavidad.  Hubo  sobre  ello  di- 
versas demandas  y  respuestas,  y  al  cabo  determinó  el  Condesta- 
ble de  complacer  á  el  Rey  de  Inglaterra  en  que  se  hiciese  en  su 
reino,  viendo  la  llaneza  del  Rey,  lo  que  importaría  su  presencia 
y  la  de  la  Reina  para  el  buen  suceso  del  tratado,  por  ser  ambos  tan 
inclinados  á  la  paz  y  celosos  de  que  en  su  ausencia  no  tuviesen  más 
lugar  los  malos  oficios  de  muchos ;  la  necesidad  que  tenia  de  no 
apartar  de  sí  los  ministros  que  pensaban  diputar  para  ella  en 
los  principios  de  su  reinado  y  sucesivo  en  que  no  estaban  aun 
bien  asentados,  y  era  en  lo  que  más  se  excusaban,  significando 
aquel  Rey  que  cuando  fuese  menester  enviaría  á  España  sin  re- 
parar en  puntos  de  competencia  con  S.  M.;  y  porque  no  se  per- 
diese tiempo  en  el  tratado,  ni  se  aprovechasen  los  émulos  en  la 
dilación,  que  por  los  achaques  y  flaqueza  del  Condestable  podía 
haber  en  el  pasaje,  acordó  enviar  adelante  á  Alejandro  Rovida, 
doctor  del  insigne  Colegio  de  Milán  y  Consejero  de  S.  M.  en 
aquel  Senado ,  hombre  eminente  y  universal  en  las  letras  y  de 
bueuay  pia  intención,  á  quien  para  su  consultor  habia  hecho 
venir;  y  así  lo  nombró  por  Diputado  de  S.  M,  y  sustituyó  en  él  y 
en  el  dicho  conde  de  Villamediana,  Diputado  por  S.  M,,  los  pode- 
res qué  traía  para  que  usasen  de  ellos  conforme  á  la  instrucción 
y  órdenes  que  con  el  Senador  enviaba ;  y  S3.  AA.  nombraron  por 
los  Estados  de  Flandes  á  el  Príncipe  y  conde  de  Aramberg,  su 
Consejero  de  Estado  y  Almirante  general  de  la  mar ,  y  Juan  Ri- 
chardote,  Consejero  de  Estado  y  Presidente,  y  Pedro  Verrey,  su 
Consejero  audiencier  y  Secretario. 

Con  esta  determinación  partió  el  Condestable  de  Bruselas,  á  9 
de  Abril  del604,  esforzándose  por  llegarse  á  la  marina,  por  estar 
más  cerca  de  la  negociación  y  de  lo  que  en  ella  conviniese  más 
hacer  y  ordenar,  y  siguió  la  jornada  por  Gante,  Cutray  é  Ipré,  y 
escogió  para  su  vivienda  la  villa  de  Bergas  Saut  Vinor,  en  la 


470 

provincia  de  Flandes ,  por  ser  lagar  ameno  y  de  buen  aire  y 
abundante ,  á  donde  llegó  á  los  18  del  mismo  y  oyó  los  oficios  de 
Semana  Santa  ,  y  celebró  la  Pascua  en  un  monasterio  de  monjes 
Benitos,  donde  está  el  cuerpo  del  bienaventurado Sant  Vinor.  Los 
dichos  Diputados  de  SS.  A  A.  llegaron  al  mismo  paraje  á  los  prin- 
cipios de  Mayo,  y  los  navios  del  Rey  para  pasar  á  ellos  y  á  el 
dicho  Senador.  Luego ,  teniendo  este  aviso  á  cargo  del  Vicealmi- 
rante del  Estrecho,  el  cual  no  hallando  al  Condestable  en  la  ma- 
rina, vino  con  otros  Capitanes  á  visitarle  en  Bergas,  donde  el 
Condestable  los  recibió  con  toda  buena  demostración  y  banquetes 
y  regalo ,  de  manera  que  fueron  muy  contentos;  los  Diputados  se 
embarcaron  en  Gravelingas,  á  16  de  Mayo,  y  corrieron  aquel  día, 
por  el  temporal  que  los  hizo ,  de  manera  que  no  pudieron  tomar 
el  puerto  de  Duvre,  ni  hasta  otro  dia  ninguno  de  Inglaterra. 

Desembarcados,  pasaron  derechos  á  Londres,  á  donde  llegaron 
á  los  19,  y  á  22  tuvo  audiencia  el  dicho  Senador  del  Rey  y  de  la 
Reina,  apadrinado  del  conde  de  Villamediana  y  del  conde  de 
Nortanton,  á  quien  envió  el  Rey  para  llevarlos  á  Palacio.  Los 
Diputados  de  SS.  AA.  tuvieron  el  siguiente  dia  la  misma  audien- 
cia, y  á  todos  hicieron  muchas  cortesías  y  honor  los  Reyes,  y 
respondieron  con  gracia  y  estimación  á  lo  que  se  les  dijo  de  parte 
do  sus  padres ,  mostrando  en  todas  maneras  inclinación  y  deseo 
de  la  paz,  y  ofreciendo  de  su  parte  todo  buen  oficio  para  vencer 
en  ella  las  dificultades  que  hubiese  para  que  luego  declaró  el 
dicho  señor  Rey  por  sus  Diputados  al  conde  de  Dasert,  gran  Teso- 
rero, y  al  gran  Almirante,  á  el  conde  de  Densier,  virey  de  Irlanda,  á 
el  conde  de  Nortanton  y  á  el  barón  Sicil,  gran  Secretario  del  Rey, 
todos  ministros  y  personas  del  Consejo  de  Estado ,  de  gran  auto- 
ridad, inteligencia  y  confianza,  y  que  se  aprestase  lugar  cómodo 
y  decente  para  la  Junta,  como  se  hizo  en  un  palacio  cerca  del 
de  S.  M.  y  propio  suyo,  dicho  vulgarmente  de  Somerset,  que 
habla  mandado  el  Rey  señalar  para  aposento  del  Condestable, 
donde  con  beneplácito  suyo  vivia  el  conde  de  Villamediana  en  el 
entretanto  que  llegaba  S.  E. 

Hizose,  pues,  la  primera  junta  á  30  de  Mayo,  y  se  sentaron 
los  señores  Diputados  en  esta  manera.  En  el  lado  derecho  y  pri- 


471 

mer  lugar  el  conde  de  Villamediaua,  y  luego  el  senador  Rovida, 
y  consiguientemente  el  conde  de  Aramberg ;  el  Presidente  Ri- 
chardote  y  el  Auditor.  En  el  otro  lado  los  de  Inglaterra  por  el  or- 
den que  se  han  dicho.  Después  se  continuaron  otras  quince  confe- 
rencias, hasta  14  de  Junio,  dando  los  dichos  señores  Diputados 
cuenta  de  lo  que  se  hacia  á  su  Rey  y  los  de  S.  M.  y  A.  al  Sr.  Ar- 
chiduque y  al  Condestable;  y  con  tanta  presteza  resolvía  y  orde- 
naba S.  E.  ;lo  que  convenía  hacerse,  conferiendo  á  S.  A.  lo  que 
tenia  más  dificultad ,  que  siempre  iban  los  Diputados  á  las  con^ 
ferencias  con  resolución  de  lo  que  en  la  antecedente  se  había  dub- 
dado  ó  deferido;  de  manera  que  se  vencieron  y  allanaron  muchos 
malos  oficios  y  espíritus  que  contradecían  la  paz,  y  se  pasó  en  ella 
tan  adelante ,  que  juntándose  con  esto  el  tener  ya  mejor  salud  el 
Condestable,  acordó  de  pasar  á  Inglaterra  á  concluir  y  asentar 
la  dicha  paz ,  y  tratar  algunos  de  los  puntos  más  importantes  que 
había  reservado  para  su  presencia.  Para  lo  cual  escribió  que 
se  pidiesen  bajeles  á  el  Rey ;  y  se  aprestó  luego  de  todo  lo  necesa- 
rio para  el  pasaje,  asi  de  vituallas  y  otras  cosas  necesarias  para  el 
camino  hasta  Londres,  como  de  libreas,  de  criados  y  alemanes 
que  ordenó  hubiese  para  guardia  y  seguridad  de  la  ropa.  Deseó 
verse  con  los  Sres.  Archiduques  y  tomar  su  bueua  licencia ;  mas 
por  el  poco  tiempo  y  no  hallarse  para  ponerse  en  rodeos,  acordó 
visitarlos  y  saber  lo  que  le  mandaban  por  medio  de  D.  Alonso  de 
Velasco,  el  cual  fué  á  Brujas  y  Gante,  y  después  D.  Blasco  de 
Aragón,  por  última  despedida ,  dejando  S.  E.  lo  demás  para  la 
vuelta,  aunque  hubiese  de  rodear  muchas  leguas.  Pues  por  en- 
tonces, á  la  falta  de  tiempo  y  de  fuerzas,  se  juntaba  el  convenir  á 
su  servicio  establecer  la  paz,  antes  que  la  Exclusa  se  perdiese  y 
dificultase  más  el  ganar  á  Ostende.  Y  así  partió  de  Bergas  á  27 
de  Julio  para  Dunquerque  ,  donde  se  detuvo  hasta  10  de  Agosto. 
Mandó  el  dicho  Sr.  Rey,  que  con  cuatro  de  sus  galeones,  los  me- 
jores, y  otros  bajeles  de  menos  porte  para  embarcar  la  ropa, 
hiciese  esta  navegación  el  Almirante  del  Estrecho,  Guillermo 
Monzón,  caballero  principal,  entendido  y  muy  cortesano,  y  gran 
marino. 

Miércoles,  á  11  de  Agosto,  partió  el  Condestable  de  Dunquer- 


472 

que  para  Graveling-as ,  y  en  mitad  del  camino  encontró  á  el  Vice- 
almirante que  le  iba  á  visitar  de  parte  del  dicho  Almirante,  y 
avisar  la  llegada  de  aquella  noche  de  los  galeones,  y  el  contento 
que  traia  de  la  merced  que  el  Rey  habia  hecho  en  invitarle  á  ser- 
vir á  S.  E.  Venia  en  su  compañía  D.  Antonio  de  Rivera,  sobrino 
del  Conde,  y  de  su  parte  á  el  mismo  efecto  hospedólos  el  Condes- 
table aquella  noche,  y  regaló  juntamente  con  otros  Capitanes  y 
caballeros  ingleses. 

Al  dia  siguiente,  12,  muy  temprano,  envió  el  Condestable  á 
visitar  á  el  dicho  Almirante  á  sus  galeones  con  D.  Fernando  de 
Guevara,  y  á  medio  dia  desembarcó  con  muchos  caballeros  y 
gente  de  su  nación ,  y  todos  fueron  bien  vistos  del  Condestable ,  y 
quedaron  contentos  de  su  acogida  y  hospedaje.  Viernes  y  sábado 
estuvieron  en  tierra  todos  ordenando  que  se  embarcase  la  ropa, 
caballos  y  acémilas  en  aquel  paraje  y  en  Dunquerque  ;  y  á  los 
navios  holandeses  que  no  embarazasen  la  salida  de  los  dichos 
puertos  de  ninguna  cosa  que  fuese  en  nombre  del  Condestable. 

Domingo,  dia  de  Nuestra  Señora,  á  las  cuatro  de  ]a  mañana, 
habiendo  antes  oido  misa  con  toda  su  Casa,  se  embarcó  el  Con- 
destable en  el  batel  del  Galeón  Almijwite,  con  remos,  acompa- 
ñado del  mismo  Almirante  y  otros  caballeros.  Navegó  dos  horas 
para  poder  llegar  á  los  galeones  que  estaban  muy  dentro  de  la  mar 
por  el  peligro  de  no  encallar  en  los  bancos  de  aquellas  playas.  Hicié- 
ronle  al  entrar  una  gran  salva  de  artillería  y  música.  La  mañana 
fué  buena  y  pareció  que  lo  habia  de  ser  el  dia;  mas  luego,  entra- 
dos en  los  galeones ,  se  reforzó  el  viento  y  alteró  la  mar;  y  así  se 
caminó  orceando,  y  en  ocho  horas  justas  se  hizo  la  navegación 
sin  haber  sido  posible  tomar  puesto  en  Dovre ,  sino  en  las  Dunas, 
cinco  millas  más  arriba  hacia  el  rio  de  Londres.  En  el  mismo  ga- 
león fué  regalado  el  Condestable  del  dicho  Almirante,  y  por  agra- 
decimiento y  estima  de  su  buena  voluntad,  se  esforzó  á  comer;  y 
los  caballeros  hubo  pocos  que  lo  hiciesen  por  estar  todos  marea- 
dos. En  los  demás  galeones  hubo  también  gran  provisión  y  re- 
galo puesto  del  dicho  Almirante ,  aunque  por  la  marea  y  mala 
disposición  de  la  gente  no  se  logró  cuanto  él  deseaba.  Allí  se 
desembarcó  el  Condestable  en  el  mismo  batel ,  con  salva  de  arti- 


473 

Hería  de  los  galeones  y  de  los  fuertes  de  las  Dunas ,  y  hallo  en  la 
orilla,  con  cantidad  de  coches  y  caballos,  á  el  conde  de  Villamedia- 
na  y  al  senador  Rovida ,  que  para  recibir  y  acompañar  á  el  Con- 
destable habían  venido  de  Londres,  y  descubrieron  desde  Dovre 
que  los  galeones  no  podían  tomar  aquel  puesto.  Venían  en  com- 
pañía del  Conde  y  Senador,  el  caballero  Jaime  Liuzel  y  el  caba- 
llero Lucanor,  que  guía  é  introduce  los  Embajadores  y  personajes 
que  quieren  ver  al  Rey,  á  dar  al  Condestable  la  bienvenida  de  su 
parte,  y  ordenar  que  hubiese  buen  recaudo  de  caballos  y  carros,  y 
posadas  en  el  camino,  con  Comisarios  y  Aposentadores  para  ello. 
También  acudió  á  visitar  á  el  Condestable  el  Gobernador  de  aque- 
lla villa  y  ofrecerle  el  servicio  que  pudiese ,  y  se  le  hizo  una  gran 
salva  de  artillería  del  castillo  y  del  puerto.  Hospedó  á  todos  S.  E. 
y  hubo  grande  abundancia  de  comida  y  regalos,  y  mesa  franca 
para  todo  género  de  gente ;  mostrando  bien  en  esta  ocasión  cuan 
liberal  y  pródigo  es  el  mayordomo  Luis  de  Sarauz,  que  hasta 
Londres  llovó  hielo  de  Flandes,  y  allí  le  tuvo  algunos  días ;  cosa 
nunca  vista  ni  usada  en  aquella  nación.  El  lunes  hizo  alto  en  la 
dicha  Dovre  por  dar  lugar  á  que  se  desembarcase  la  ropa  y  lle- 
gase el  navio  de  Dunquerque,  que  por  el  mal  tiempo  se  había 
derrotado. 

Martes,  á  17,  á  las  dos  de  la  tarde,  partió  el  Condestable  de  la 
dicha  Dovre  y  llegó  á  Canterberri ,  que  son  doce  millas.  En  la 
mitad  del  camino,  que 'hay  unos  grandes  campos  y  collados,  le 
salieron  á  ver  y  encontrar  algunas  tropas  de  caballos  con  el  barón 
Otton,  que  pasaban  de  quinientos,  y  mucho  numero  de  gente  y 
criados  con  casacas  de  librea,  y  en  ellas  la  divisa  de  su  dueño, 
que  parecían  guardias  de  á  caballo,  y  algunos  coches  de  damas 
principales.  Salió  el  Condestable  de  la  litera  en  que  iba,  por  no 
sentirse  muy  bueno,  y  el  conde  de  Villamedíana  y  Senador  y  los 
demás  caballeros  de  sus  coches  para  recibir  la  bienvenida  de 
estos  señores  y  de  el  dicho  Barón,  que  es  del  Consejo  de  Estado 
del  Rey  y  su  Mayordomo,  y  venia  de  su  parte  á  este  efecto.  Y 
hechos  los  saludos  y  cumplimientos,  entró  el  Condestable  en 
coche,  y  consigo  el  dicho- Barón  y  el  Conde  y  otros  caballeros;  y 
así  llegó  á  Canterberri,   ciudad  principal  de  Condado  de  Cantío, 


474 

una  de  las  provincias  de  Inglaterra,  y  cuyo  Arzobispo  es  Primado 
de  aquel  reino  y  aquella  Iglesia  ilustrada  en  el  martirio  de  Santo 
Tomás,  mártir  dos  veces,  eu  vida  y  en  muerte.  Hubo  en  este 
lugar  gran  concurso  de  gente  á  ver  la  entrada.  Llegó  cansado  el 
Condestable,  y  asi  se  acostó  y  dio  sus  veces  á  el  conde  de  Villa- 
mediana  para  convidar  y  regalar  los  dichos  caballeros  en  una 
gran  mesa  y  copiosa  cena ,  y  particularmente  Sir  Rope  que  venia 
con  el  dicho  Ottou,  gran  católico  y  rico,  el  cual  siguió  á  S,  E. 
hasta  Londres. 

Miércoles ,  á  18 ,  después  de  comer  partió  S.  E.  de  la  dicha 
Conterberri  con  el  mismo  acompañamiento  de  caballeros  ingleses, 
y  llegó  á  la  villa  de  Setemburu,  que  son  diez  y  ocho  millas, 
donde  hubo  gran  concurso  de  gente  y  damas  para  ver  la  entrada. 

Jueves,  á  19,  después  de  comer,  partió  S.  E.  de  la  dicha  Setem- 
buru ,  y  pasando  por  el  puente  de  Rochesto,  llegó  á  Grabesend 
con  el  dicho  acompañamiento  de  caballeros  ingleses  y  gran  con- 
curso de  caballeros  y  damas  por  el  camino,  dándole  todos  mil 
bendiciones  y  gracias  como  instrumento  de  paz  tan  deseada ,  y 
presagio  del  gran  bien  que  del  cielo  les  habia  de  venir.  A  este 
lugar  salió  la  misma  tarde  á  encontrar  S.  E.  y  darle  la  bienvenida, 
de  parte  de  su  Rey,  el  conde  de  Nortanton ,  caballero  de  gran 
cualidad ,  y  buen  afecto  y  entendido,  del  Consejo  de  Estado  del 
Rey  y  Gobernador  de  los  cuatro  puertos ,  y  uno  de  los  cinco  Di- 
putados á  esta  paz.  En  apeándose  S.  E.  le  fué  luego  á  besar  las 
manos  y  á  hacer  este  oficio,  como  lo  hizo  muy  cumplidamente,  y 
con  mucha  cortesía  y  amor  le  trató  y  recibió  S.  E.  A  este  mismo 
lugar  salieron  también  á  encontrarle  y  acompañarle  ,  los  señores 
Diputados  de  SS.  AA.,  que  no  fueron  á  Dovre  con  el  conde  de 
Villamediana  y  Senador  por  no  embarazar  á  S.  E.  en  el  camino 
ni  estrechar  su  corte  de  posadas,  como  muy  discretamente  lo 
advirtió  el  conde  de  Aramberg,  por  carta  que  escribió  á  S.  E. 
con  Gentil-hombre  á  posta  que  envió  para  visitarle  en  Dovre. 

Viernes,  á  20,  dia  de  San  Bernardo,  comieron  con  el  Condesta- 
ble el  dicho  conde  de  Nortanton  y  otros  caballeros  que  vinieron 
en  su  compañía,  y  el  barón  Otton  y  los  Diputados  de  SS.  AA.,  y 
se  brindó  muy  bien  á  la  salud  de  los  reyes  de  España  é  Ingla- 


475 

térra  y  Archiduques,  y  estuvo  tan  llena  la  mesa,  que  fué  nece- 
sario que  se  pusiese  otra  en  otra  sala  diferente  para  los  caballeros 
españoles.  A  la  una,  después  de  medio  dia,  se  embarcaron  en  ca- 
torce falúas  cubiertas  y  mandadas  aprestar  por  los  Ministros  del 
mismo  Rey,  y  á  remo  y  vela  llegaron  en  cuatro  horas  á  Londres 
por  el  rio  Tamis,  que  es  una  ribera  muy  ancha  y  deliciosa,  llena 
de  infinito  número  de  bajeles  de  alto  bordo  y  pequeños ;  y  fué  tan 
grande  el  recibimiento  y  concurso  de  damas  y  caballeros ,  que 
casi  cubrían  el  agua.  Y  entre  otras  barcas  se  descubrió  una,  aun- 
que disfrazada ,  en  que  iban  el  grande  Almirante,  el  gran  secreta- 
rio Sicil ,  la  condesa  de  Sufloc  y  algunas  damas,  y  con  máscara 
S.  M.  la  Reina. 

Desembarcáronse  con  el  acompañamiento  que  se  ha  dicho  en  la 
escalera  del  Palacio,  á  la  parte  del  jardín ;  encontrados  allí  de  la 
guardia  y  mucha  de  la  gente  y  criados  del  Condestable,  caballos 
y  acémilas,  vinieron  por  tierra.  Hallábase  el  Rey  á  la  sazón  á  caza, 
cuarenta  millas  de  Londres.  Envió  á  visitar  luego  á  S.  E.  el 
grande  Almirante,  y  á  decirle  que  le  tuviese  por  excusado  si  no 
venia  en  persona,  de  que  era  causa  la  obediencia  que  debia  á  una 
gran  potestad.  Y  luego  le  llegó  otro  recado  de  la  Reina  con  el 
conde  de  Sufloc,  gran  Chamerlau  y  del  Consejo  de  Estado,  que  le 
dijo  de  su  parte  lo  que  se  alegraba  de  verle  en  Londres.  Hospedá- 
ronle los  Reyes  con  grande  esplendor  en  el  Palacio,  que  se  ha  dicho 
que  estaba  ricamente  adrezado  con  tapicerías  de  oro,  seda  y  bro- 
cado antiguas,  y  puestos  todos  los  oficios  necesarios  y  criados  que 
sirviesen  á  S.  E.,  y  guardia  de  continuos  alabarderos ,  y  estos 
servían  dentro  de  casa  ,  como  pajes ,  por  no  usarlos  en  Inglaterra 
los  Reyes.  Esta  guardia  asistía  en  la  primera  sala,  y  en  la  de  pre- 
sencia, que  es  la  tercera  pieza,  había  un  dosel  riquísimo  con  las 
armas  del  rey  de  Inglaterra,  y  sillas  y  almohadas  á  lo  reah  En  la 
pieza  más  adentro  había  otro  dosel  más  moderno  que  se  habia 
hecho  para  la  máscara  de  la  Reina ,  pocos  meses  antes ,  y  en  el 
escudo  añadidas  las  armas  de  la  Escocia ,  y  en  la  orla  esta  letra: 
Beati  pacifici.  Más  adentro,  en  otra  pieza  menor,  estaba  la  cama 
para  S.  E.,  de  damasco  morado  y  bordado,  y  su  retrete  y  recá- 
mara muy  bien  adrezados,  y  al  remate  del  cuarto  una  galería 


476 

en  extremo  buena  y  bien  adrezada,  donde  cenó  S.  E.  aquella 
noche  sólo,  y  el  conde  de  Villamediana  y  Senador  y  los  demás 
caballeros  de  su  acompañamiento  en  una  mesa  larga  que  fué 
servida  con  mucho  orden  y  regalo;  y  también  el  Estado  en  otra 
sala  más  afuera,  donde  cenaron  los  caballeros,  criados  del  Con- 
destable, al  mismo  tiempo,  y  otras  se  pusieron  en  diferentes  partes 
para  los  demás  criados  y  gente.  También  mandó  el  Rey  hacer 
estos  dias  el  gasto  á  la  del  Conde  y  Senador  y  Diputados  de  SS.  AA. 
y  su  gente,  con  gran  magnificencia  y  aparato,  y  verdaderamente 
en  todos  los  caballeros ,  criados  y  oficiales  de  S.  M.  se  conocia 
bien  el  grande  amor  y  gusto  con  que  se  servían  de  hacerles  este 
regalo  y  honor. 

Sábado,  21 ,  le  envió  á  visitar  la  Reina  con  el  gran  Chamerlan, 
y  á  decirle  cuánto  deseaba  de  que  llegase  la  hora  de  verle,  y  el 
gran  Almirante  hizo  lo  mismo ,  excusándose  también  de  no  poder 
venir  en  persona  por  la  ocupación  de  estar  sirviendo  á  la  Reina. 
Y  comió  S.  E.  con  el  Conde  y  Senador  y  demás  caballeros  en  la 
misma  pieza  del  primer  dosel:  S.  E.  en  la  cabecera,  y  el  Conde  y 
Senador  á  los  dos  lados,  y  siguiendo  á  ellos  los  demás.  Después 
de  comer  este  dia,  llegó  de  donde  se  hallaba  el  Rey,  á  visitarle  de 
su  parte,  Tomás  Esquin ,  Capitán  de  la  guardia,  el  cual  le  signi- 
ficó el  contento  con  que  habia  oído  S.  M.  la  buena  llegada  con 
salud  de  S.  E,,  y  el  que  tenia  de  haberle  visto  tan  pronto,  dicién- 
dole  que  volverla  á  Londres  dentro  de  dos  ó  tres  dias,  y  que  le 
tuviese  por  excusado  si  uopodia  ser  más  presto.  A  que  el  Condes- 
table respondió  con  el  agradecimiento  y  cumplimiento  debido, 
que  cuando  S.  M.  fuese  servido  y  le  viuiese  más  cómodo,  le  seria 
de  mayor  contento  besarle  las  manos  como  lo  habia  deseado  mu- 
cho antes,  y  le  tenia  de  entender  que  se  hallaba  bueno.  A  la 
noche  cenó  el  Condestable  en  la  cama  por  hallarse  algo  indispues- 
to, y  el  Conde  y  Senador  y  demás  caballeros,  como  el  dia  ante- 
cedente. 

Domingo,  á  22,  comieron  como  el  dia  antes,  y  avisaron  al 
Condestable  los  señores  Diputados  del  Rey,  que  si  les  daba  licen- 
cia vendrían  á  verle  y  besarle  las  manos  á  las  tres  de  la  tarde, 
como  en  efecto  lo  hicieron.  Y  S.  E.,  que  estaba  en  la  galería,  los 


477 

salió  á  recibir  dos  piezas  más  afuera,  que  era  en  la  pieza  á  donde 
se  comía.  Y  en  ella  le  fué  diciendo  el  conde  de  Villamediana 
quién  era  cada  uno;  y  ellos  haciendo  á  S.  E.  la  venia,  y  S.  E.  á 
ellos  la  debida  cortesía,  porfiando  á  la  puerta  que  entrasen  ade- 
lante, que  ellos  rehusaron.  Y  asi  entraron  tras  el  Condestable  por 
el  orden  dicho,  y  tras  ellos  el  conde  de  Villamediana  y  senador 
Rovida.  Entráronse  en  la  galería  por  el  dicho  orden,  y  el  barón 
Sicil,  departe  de  todos  y  de  su  Rey,  dio  la  bienvenida  á  S.  E.  en 
lengua  francesa,  por  muy  elegantes  razones  ,  y  se  alegró  con  S.  E. 
en  nombre  de  todos  á  el  buen  estado  á  que  habían  llegado  las 
cosas  de  la  paz;  y  luego  trató  algunos  puntos  tocantes  á  ella,  á 
que  se  le  respondió  por  el  Condestable  con  muchas  gracias  y  deseo 
de  servirlos  en  general  y  particular.  Y  se  determinó  la  primera 
conferencia  para  el  miércoles ,  por  dar  lugar  á  que  llegase  antes 
el  Rey  y  le  visitase  el  Condestable.  En  esto  se  detuvieron  cosa  de 
dos  horas,  y  al  cabo  se  despidieron  de  S.  E,,  y  los  salió  acompa- 
ñando una  pieza  más  afuera  de  donde  los  recibió.  Esta  tarde  tuvo 
audiencia  de  la  Reina  el  conde  de  Villamediana,  para  visitarla  de 
parte  del  Condestable ,  como  lo  hizo;  y  ella  se  holgó  mucho  de 
ello,  y  envió  á  S.  E.  grandes  recaudos  y  cumplimientos. 

Lunes,  23,  comió  el  Condestable  en  su  aposento,  y  los  demás 
camaradas  como  solían.  A  la  tarde  le  vino  á  visitar  el  barón 
Otton,  y  después  el  Embajador  de  la  república  de  Venecia;  y  en 
esto  y  en  ver  y  comprar  algunas  joyas  y  curiosidades  se  le  pasó  el 
día.  Acostóse  temprano  por  un  poco  de  catarro  que  le  cargó,  y 
por  hallarse  mejor  para  la  llegada  del  Rey,  que  habia  de  ser  el 
siguiente  día.  Y  así,  cenó  en  la  cama,  y  los  demás  como  á  la 
mañana. 

Martes,  24,  por  la  mañana,  vinieron  los  Diputados  del  señor 
Archiduque  á  tratar  con  el  Sr.  Condestable  algunos  particulares, 
por  ser  negocio  de  S.  A.,  excepto  el  conde  de  Aramberg,  que  se 
hallaba  impedido  de  la  gota.  A  la  tarde  estuvieron  con  S.  E.  los 
dichos  Diputados,  y  así  mismo  el  conde  de  Villamediana  y  el  se- 
nador Rovida  entreteniéndose  con  diversos  joyeleros  y  hombre 
curiosos  que  venían  á  mostrar  y  vender  diferentes  cosas.  A  las 
cuatro  vino  un  Gentil-hombre  enviado  del  gran  Chamerlan  del 


478 

Rey  á  besar  las  manos  á  el  Condestable,  y  avisarle  que  ya  llega- 
ba S.  M.  cerca  de  la  ciudad  y  que  entraría  luego,  lo  cual  le  agra- 
deció el  Condestable.  Y  mandó  que  para  en  llegando  á  Palacio  el 
Rey,  se  aprestase  para  visitarle  de  su  parte  D.  Jaime  de  Cárdenas, 
su  sobrino,  y  que  con  él  fuesen  D.  Alonso  de  Velasco  y  otros  ca- 
balleros. Entró  el  Rey  por  la  posta  con  treinta  caballos,  á  las 
cinco  de  la  tarde ,  pasando  por  la  puerta  del  Palacio  á  donde  alo- 
jaba el  Condestable.  Fué  luego  allá  el  dicho  D.  Jaime,  y  halló 
que  se  habia  acostado,  y  saliendo  á  recibirle  el  gran  Cbamerlan, 
le  dijo  á  lo  que  iba,  y  rospondió  que  S.  M.  holgaría  de  que  des- 
cansasen por  aquella  hora ,  si  no  se  ofrecía  cosa  muy  precisa  que 
visita  y  cumplimiento.  Y,  diciéndole  que  no  se  iba  sino  á  servirle, 
que  el  Condestable  tendría  gusto  de  todo  lo  que  S.  M.  ordenase, 
admitió  la  excusa  D.  Jaime;  y  se  volvió  acompañándole  el  gran 
Chamerlan ,  y  encargándose  de  avisar  á  el  Condestable  la  hora  que 
señalase  S.  M.  para  la  audiencia. 

Al  siguiente  día  vínole  á  visitar  de  parte  de  S.  M.  el  caballero 
Lunaot,  y  avisarle  que  seria  la  audiencia  á  las  dos,  después  de 
comer,  y  que  podía  llevar  consigo,  si  le  parecía ,  á  los  Diputados 
de  S.  M.  y  los  de  SS.  AA.  Este  día  fué  el  senador  Rovida  á  reco- 
nocer el  lugar  donde  en  Palacio  habia  de  jurar  el  Rey  la  paz  que 
se  había  acordado  el  día  antes  que  se  hiciese,  domingo  á  23,  en 
una  capilla  de  Palacio,  y  la  forma  y  los  asientos  en  qué  conformi- 
dad se  conformaron ,  por  estar  tan  puesto  el  Rey  en  dar  toda  satis- 
facción á  el  Condestable. 

Miércoles,  á  26,  á  las  dos,  después  de  comer,  vinieron  los  Dipu- 
tados del  Rey  y  se  juntaron  con  los  de  S.  M.  en  presencia  del 
Condestable,  y  estuvimos  hasta  más  de  las  cuatro  que  se  fueron 
á  Palacio ;  y  luego  vino  el  conde  de  Souptaton  con  coches  del 
Rey  y  de  la  Reina,  y  el  padre  y  muchos  caballeros  ingleses,  por 
el  Condestable,  el  cual  con  los  suyos  y  Diputados  de  S.  M.  y  AA., 
se  fué  á  Palacio,  donde  había  sarao  en  presencia  de  la  Reina,  que 
estaba  debajo  de  un  dosel  muy  rico  de  brocado  de  tres  altos,  con 
rubíes ,  esmeraldas  y  jacintos ,  grandes  y  de  precio.  Recibieron  á 
el  Condestable  al  apearse  del  coche  muchos  señores  de  los  prin- 
cipales de  la  corte,  y  en  la  escalera  con  otros  el  Capitán  de  la 


479 

guardia ,  el  gran  Chamerlan  á  la  entrada  de  la  sala  de  la  audien- 
cia, que  era  una  pieza  muy  grande  y  estaba  muy  bien  adrezada 
de  tapicería  de  oro  y  seda ;  y  cuando  entendió  el  Rey  que  entraba 
el  Condestable  en  ella,  salió  con  el  Príncipe  y  los  Consejeros  á  el 
lugar  á  donde  la  Reina  estaba,  y  se  sentó  á  su  lado  derecho,  po- 
niendo al  Príncipe  en  medio  de  los  dos  en  pié  con  su  espada  puesta 
y  muy  galán  como  lo  estaban  los  padres,  y  lo  fué  el  Condestable. 
Luego  se  levantó  el  Rey  y  estuvo  gran  rato  esperando  á  que  se 
acercase  el  Condestable  para  salir  á  recibirle,  como  lo  hizo  en  des- 
cubriéndole, hasta  la  mitad  de  la  tarima,  y  no  pudo  más  por  la 
gran  carga  y  embarazo  de  la  gente ,  aunque  lo  intentó  y  mostró 
deseallo  con  las  voces  y  cuidado  que  puso  en  apartarla  el  gran 
Chamerlan.  Allí  le  hizo  su  acatamiento  el  Condestable,  y  el  Rey 
le  abrazó  afectuosamente ,  y  haciendo  reverencia  á  la  Reina  y  al 
Príncipe,  se  volvió  al  lado  del  Rey  y  sentó  en  un  taburete  con  al- 
mohada alta  de  brocado,  y  el  conde  de  Villamediana  ala  parte  de  la 
Reina,  y  el  senador  Rovida  y  el  presidente  Richardote  y  el  Audien- 
cier,  más  apartados,  en  frente  de  los  Reyes  en  diferentes  taburetes. 
Dijo  el  Rey  luego  al  Condestable,  en  lengua  francesa:  «Sea  V.  E. 
muy  bien  venido,  que  le  habemos  deseado  mucho;  y  cuánto  es- 
timo su  persona  y  virtudes  le  habrá  escrito  el  conde  de  Villame- 
diana ,  y  también  cuan  en  el  corazón  tengo  la  amistad  de  los 
reyes  de  España,  por  el  deudo  y  por  otras  obligaciones,  y  por 
afición  particular.»  Lo  cual  todo  agradeció  y  estimó  mucho  el 
Condestable ,  y  de  aquí  pasó  á  loar  los  ejercicios  de  caza  del  Rey 
y  sus  estudios,  diciendo  cuan  raros  eran  los  Reyes  que  se  apli- 
caban á  letras.  A  que  el  dicho  Rey  respondió  aguda  y  prontamente, 
que  si  se  hacia  la  cuenta  de  los  Reyes,  aunque  no  hubiese  entre 
ellos  sino  uno  sólo ,  que  eran  más  que  los  particulares. 

En  esta  plática  y  otras  de  conversación  se  pasd  cerca  de  una 
hora ;  y  al  cabo  el  Condestable  dijo  que  no  era  hora  de  cansar 
más  á  S.  M.  por  entonces.  Y  así  se  levantaron  de  las  sillas  á  un 
tiempo,  y  hecha  su  reverencia  al  Rey  le  presentó  los  caballeros 
que  llevaba  consigo  de  uno  en  uno,  y  el  conde  de  Villamediana  á 
la  Reina  y  el  Príncipe ,  de  los  cuales  pasó  luego  á  despedirse  el 
Condestable,  y  dijo  á  la  Reina  que  la  besaría  las  manos  más  des- 


480 

pació ;  y  ella  en  lenguaje  francés ,  que  se  holgaría  mucho  de  hablar 
largo  con  el  Condestable;  y  con  esto  se  acabó  la  audiencia,  que- 
dando los  Reyes  y  los  circunstantes,  al  parecer,  contentos  y  rego- 
cijados ,  saliendo  el  gran  Chamerlau  hasta  la  misma  puerta  del 
salón,  y  otros  Condes  y  Barones  hasta  la  misma  puerta  del  Pala- 
cio ,  y  el  de  Souptanton  hasta  volverle  á  su  casa. 

Jueves,  á26,  á  las  diez  horas  de  la  mañana,  fueron  los  Dipu- 
tados del  Rey  á  la  posada  del  Condestable,  y  estuvieron  juntos 
hasta  las  doce,  y  comieron  con  S.  E.,  sentados  en  la  dicha  forma, 
y  el  Condestable  á  la  cabecera ,  aunque  hizo  alguna  resistencia 
cortés  con  aquellos  señores;  el  gran  Tesorero  al  lado  derecho  de 
la  mesa,  y  junto  al  conde  de  Denfier  el  conde  de  Villamediana  y 
el  seuador  Rovida  y  otros  caballeros.  Al  otro  lado,  el  gran  Almi- 
rante, el  conde  de  Nortanton  y  el  barón  Sincil,  presidente  Richar- 
dote  y  Aüdiencier  y  otros  caballeros.  Brindó  el  Condestable  de  pié 
y  descaperuzado  á  la  salud  del  Rey ,  y  á  que  gozase  dichosamente 
de  la  paz  al  gran  Tesorero ,  y  él  al  conde  de  Villamediana,  y  el 
conde  á  el  Almirante,  y  de  mano  en  mano  pasó  á  los  demás  el 
brindis  con  mucho  aplauso  y  gusto.  De  allí  á  poco  rato  hizo  el 
Condestable  otro  brindis  á  la  salud  de  la  Reina,  el  cual  se  cumplió 
por  todos  con  la  misma  fiesta.  La  tercera  vez  brindó  el  Almirante 
al  Condestable  por  la  salud  del  Rey,  nuestro  señor,  de  la  misma 
manera,  y  todos  hicieron  la  razón  cumplidamente.  Tras  esto  se 
levantó  el  barón  Sicil  diciendo  que  su  Rey  lo  enviaba  á  decir  con 
un  Gentil-hombre  que  estaba  allí  presente,  que  él  habia  hecho  un 
brindis  á  la  salud  del  Condestable,  y  que  así  le  ordenaba  que  le 
hiciese  pasar  por  todos  los  de  la  mesa,  que  se  cumplió  y  celebró 
como  los  otros.  Con  esto  se  acabó  la  comida  que  fué,  en  abundan- 
cia y  regalo  ,  cosa  para  admirar.  Sobre  mesa  estuvieron  un  gran 
rato  en  conversación ,  y  después  se  retiraron  todos  á  la  galería,  y 
el  Condestable  á  su  aposento  para  que  pudiese  reposar.  Y  de  allí 
á  media  hora  volvieron  á  la  conferencia  todos  los  Diputados  en 
presencia  del  Condestable,  y  estuvieron  juntos  hasta  las  cuatro  y 
más  de  la  tarde  que  pidieron  licencia  al  Condestable  para  ir  á 
Palacio,  donde  convenía  que  se  hallasen  áutes  que  el  Condestable 
fuese  á  la  audiencia  particular  del  Rey,  con  que  se  acabó  la  confe- 


481 

rencia.  Y  el  Condestable  quedó  esperando  que  de  Palacio  viniesen 
á  llamarle,  como  se  acostumbra;  y  asi,  de  allí  á  poco  rato  vino 
el  conde  de  Pambruc  con  otros  muchos  caballeros  y  los  coches 
del  Rey,  en  que  partieron  luego ;  y  el  dicho  Conde  le  guió  á  el 
cuarto  del  Rey,  donde  en  la  primera  sala  estaba  toda  la  guardia 
de  Alabarderos  y  por  ella  acompañándole  muchos  caballeros  in- 
gleses. Pasó  á  la  cámara  de  presencia,  en  que  habia  dosel  y  ricos 
adrezos ,  y  alli  le  salieron  á  recibir  y  acompañar  otros  caballeros 
señores  para  guiarle  y  hacer  que  entrasen  S.  E.  y  el  conde  de 
Villamediana  solos  con  los  caballeros  españoles,  por  una  galería 
á  una  sala  muy  bien  adornada  con  tapicería  y  dosel,  á  donde  tam- 
bién salieron  el  Camarero  mayor  y  otros  señores  á  recibirle;  y 
pasando  por  otras  dos  piezas,  colgadas  también  ricamente,  vinie- 
ron á  dar  á  una  galería  muy  buena  y  bien  adrezada  de  diferentes 
pinturas  é  imágenes  de  santos ,  y  especialmente  de  Nuestro  Señor 
descendido  de  la  cruz  y  la  Magdalena.  De  esta  manera  llegó  al 
aposento  donde  el  Rey  con  el  Príncipe  aguardaba  á  S.  E.,  y  mo- 
viéndose algunos  pasos  para  recibirle  y  hecha  la  venia ,  se  senta- 
ron el  Rey  y  el  Condestable  y  el  Conde  de  Villamediana ;  y  por 
espacio  de  una  hora  se  detuvieron  hablando,  á  lo  que  se  pudo 
inferir,  en  negocios  graves.  Salieron  de  allí,  al  parecer,  contentos, 
y  el  Rey  lo  quedó  mostrándose  risueño  y  regocijado  al  despe- 
dirse. El  tiempo  que  estuvo  negociando  el  Condestable  con  el  Rey 
se  entretuvo  el  Príncipe  con  el  gran  Almirante  y  otros  caballeros 
y  los  del  Condestable  en  la  galería  hablando  de  armas ,  caballos 
y  bailes;  y  saliendo  S.  E.  de  la  cuadra  le  llevaron  aquellos  seño- 
res por  todo  el  Palacio  mostrándosele ,  y  la  recámara  y  todas  las 
cosas  curiosas  del  Rey,  hasta  bajarle  al  jardín,  donde  hallaron  al 
Príncipe  jugando  alas  armas,  y  blandiendo  y  terciando  una  pica 
con  mucha  gracia  y  destreza;  y  viendo  esto,  y  muchas  damas 
que  andaban  cruzando  el  jardín  y  recreándose  se  entretuvo  S.  E. 
un  rato ,  y  mirándolo  el  Rey  por  una  ventana  mostrando  en  todas 
sus  acciones  la  llaueza  y  corazón  con  que  abrazaba  la  paz  y  los 
instrumentos  de  ella ;  con  esto  volvió  á  casa  y  cenó  acostado,  y 
los  demás  como  solían. 

Viernes,  á  27,  á  las  diez  de  la  mañana,  salió  áel  Palé  ó  Bolsa 
Tomo  LXXl.  31 


482 

que  llaman ,  y  en  ella  se  entretuvo  un  buen  rato,  comprando  dife- 
rentes cosillas  de  curiosidad.  Comió  solo  j  los  demás  en  la  mesa 
ordinaria.  Tenia  para  la  tarde  aplazada  audiencia  particular  de  la 
Reina ;  J  estando  comiendo  le  vino  un  recado  pidiéndole  encare- 
cidamente suspendiese  el  irla  á  ver  por  aquel  dia,  porque  se  hallaba 
gravemente  fatigada  de  un  dolor  de  muelas ,  y  con  el  mismo 
mensajero  le  envió  á  decir  el  Rey  que  deseaba  tuviese  por  escu- 
sada  á  la  Reina.  A  las  tres  de  la  tarde  le  vino  á  visitar  el  Emba- 
jador de  Francia ,  y  á  las  cuatro ,  cinco  Diputados  de  las  ciuda- 
des Ansiáticas,  que  son  unas  tierras  libres  en  Alemania,  entre 
Holanda  y  el  reino  de  Damia,  confederados  con  S.  M.  y  el  Rey  de 
Inglaterra,  pidiéndole  tuviese  por  bien  de  alcanzarles  el  impe- 
dimento de  30  por  100  como  á  ciudades  amigas  y  confederadas, 
y  muy  prendadas  con  la  Casa  de  Austria:  con  que  el  Condestable 
les  ofreció  toda  buena  correspondencia  y  amistad,  suplicando 
á  S.  M.  que  les  hiciese  merced  en  lo  que  él  no  pudiese  arbitrar. 
La  misma  tarde  le  vino  á  ver  el  barón  Quiuglos,  del  Consejo  de 
Estado  del  Rey,  y  lo  demás  del  dia  empleó  S.  E.  en  comprar 
joyas  y  cosas  de  mucho  precio. 

Sábado,  á  28,  tuvo  el  Condestable  un  recado  de  la  Reina  con 
el  caballero  Lucanor ,  avisándole  que  pedia  ir  á  verla  aquella 
tarde.  Comió  S.  E.  retirado,  y  los  demás  en  la  mesa  ordinaria. 
Después  de  comer  temprano ,  le  vino  á  ver  el  Embajador  del  duque 
de  Lorena,  á  quien  por  su  dueño  y  por  su  persona  hizo  el  aco- 
gimiento que  se  debia.  A  las  dos  vinieron  el  secretario  Egmont  y 
el  Letrado  que  intervenían  en  las  juntas  á  avisar  que  vendrían 
los  Diputados  del  Rey  á  la  conferencia  cuando  el  Condestable  lo 
mandase,  porque  estaban  ya  juntos.  Respondió  que  podrían  venir 
luego,  como  lo  hicieron.  Y  estuvieron  juntos  conformando  los  ca- 
pítulos y  lo  demás  que  les  pareció  convenir,  y  algunas'cosas  que 
el  Condestable  habia  reservado  para  mayor  firmeza  y  claridad  de 
la  paz,  hasta  más  de  las  cuatro  que  llegó  la  hora  de  ir  á  la  audien- 
cia do  la  Reina,  y  el  conde  de  Suxex  y  otros  caballeros,  por  S.  E. 
Y  así  despedidos  los  Diputados,  se  fué  á  Palacio  con  el  conde  de 
Villamediana  y  los  caballeros  ingleses  y  españoles ,  donde  le  reci- 
bieron con  mucho  gusto  los  de  S.  M. ;  y  pasando  por  la  cámara  de 


483 

presencia  y  las  de  las  damas ,  que  tienen  este  nombre,  y  por  otra 
sala,  entro  en  la  cuadra  en  donde  estaba  S.  M,  debajo  de  un  dosel 
de  mucha  estima,  en  una  silla  Real,  digna  de  su  imperial  persona, 
compitiendo  la  severidad  de  su  presencia  con  el  regocijo  que 
hacia  á  los  extranjeros,  y  la  hermosura  y  gentileza  de  que  con 
extremo  es  dotada  con  la  gracia  y  cortesía;  y  asi  las  galas  y  joyas 
de  S.  M.,  con  ser  de  sumo  precio,  éralo  que  allí  menos  resplande- 
cía. El  Príncipe  vino  luego  y  se  puso  junto  á  ella,  y  las  damas 
enfrente,  en  hilera  y  número  de  más  de  treinta,  en  extremo  her- 
mosas y  bien  adrezadas. 

Entrando  S.  E.  en  la  cuadra,  se  levantó  la  Eeina  y  le  recibió 
con  mucho  afecto  de  gusto ,  y  demostración  de  amor ,  y  no  se 
quiso  sentar  hasta  que  hiciese  lo  mismo  el  Condestable  enfrente 
de  S.  M.  y  el  conde  de  Villamediana  á  un  lado  de  S.  E.  Allí  se 
hicieron  grandes  cumplimientos  de  una  parte  á  otra,  y  duró  la 
audiencia  y  conversación  más  de  una  hora ,  en  la  cual  mandó  la 
Reina  que  danzase  el  Príncipe,  como  lo  hizo  con  mucha  agilidad 
con  tres  damas.  Y  besando  después  las  manos  de  S.  M.,  pidió  el 
Condestable  licencia  para  besar  las  damas  al  uso  de  aquellas  pro- 
vincias ,  de  que  se  agravian  cuando  hay  algún  descuido ,  y  dán- 
dosela S.  M.  cumplió  con  el  uso  y  gusto  de  las  damas ;  y  los  caba- 
lleros que  acompañaban  á  S.  E.  se  la  besaron  á  S.  M.,  haciendo 
ella  antes  salva  con  la  suya.  En  despidiéndose  de  la  Reina ,  se 
fueron  á  ver  al  Príncipe  hacer  mal  á  un  caballo,  en  que  estaba 
muy  diestro.  Con  esta  ocasión  le  preguntó  el  Condestable  si  gus- 
taba de  caballos  españoles.  Respondió  que  no  había  visto  jamás 
ninguno,  y  que  estimaría  mucho  haberlo:  y  al  momento  ordenó 
el  Condestable  á  su  caballerizo,  D.  Martin  de  Bauuelos,  que  le 
trajese  uno  ricamente  enjaezado,  y  una  casa  ^  bordada  de  lo 
mismo  muy  curiosa,  con  que  sirvió  al  Príncipe,  y  le  hizo  correr 
de  su  caballerizo ,  y  le  satisfizo ,  quedando  en  extremo  contento  y 
agradecido.  Con  esto  se  vino  á  casa  y  cenó  aquella  noche  retirado, 
y  los  demás  en  la  mesa  ordinaria. 

Domingo,  á  29,  después  de  oido  misa  á  las  diez  de  la  mañana, 


Así  ílicp:  Debe  faltar  alguna  palabra. 


484 

vino  por  el  Condestable  el  conde  de  Deset  con  muchos  caballeros 
principales  y  muy  galanes ,  y  adornados  de  joyas,  y  caballos  de 
ricos  jaeces  y  gualdrapas  bordadas  de  oro  y  plata.  También  se 
habia  puesto  muchas  joyas  y  galas  S.  E.  y  el  conde  de  Villame- 
diana  con  vestidos  bordados  y  riquísimas  gualdrapas ,  y  libreas 
de  criados;  y  no  menos  los  caballeros  españoles  y  otros  que  se 
pusieron  en  coches.  Subieron  á  caballo,  y  era  tan  innumerable  la 
multitud  del  pueblo,  que  apenas  se  podia  pasar  por  las  calles. 
Apeado  en  Palacio  el  Condestable,  le  salieron  á  recibir,  como 
solían,  el  gran  Almirante  y  otros  señores  Grandes;  á  la  escalera 
el  Capitán  de  la  guardia,  y  á  la  puerta  de  la  cámara  de  presencia 
el  gran  Chamerlan  con  otros  muchos  caballeros;  y  guió  á  S.  E.  á 
donde  el  Rey  estaba.  Salió  al  encuentro  S.  M.  con  el  Principe 
delante ,  y  dando  el  lado  derecho  al  Condestable ,  y  el  otro  al  de 
Villamediana  con  los  Diputados  delante,  se  fué  derecho  á  la  capilla 
con  sus  Reyes  de  armas  y  Maceres,  Habia  en  la  capilla  dos  corti- 
nas de  brocado  de  una  medida  y  traza,  con  dos  sillas  de  lo  mismo 
y  almohadas ,  la  una  para  el  Rey  y  la  otra  para  el  Condestable; 
y  para  los  Diputados  taburetes  rasos  á  la  banda  de  la  cortina  del 
Condestable  que  estaba  á  la  parte  del  Evangelio,  según  el  estilo 
de  la  Iglesia  Católica  Romana;  y  S.  E.  ordenó  que  el  Conde  en- 
trase en  la  cortina  con  su  asiento.  Estaba  la  Reina  en  una  tribuna 
sola ,  y  muchas  damas  en  otras  mirando  lo  que  pasaba.  En  esto 
comenzaron  á  cantar  los  músicos  que  allí  habia,  á  cinco  coros, 
unos  motetes  y  versos  en  inglés,  que  se  hicieron  al  casamiento  de 
la  Princesa  María  con  el  Rey  D.  Felipe  II,  nuestro  señor;  y  otros 
en  alabanza  de  la  paz.  Estaba  enfrente  del  medio  de  las  dos  cor- 
tinas una  mesa  y  aparador  con  algunas  piezas  y  copas  de  plata 
dorada,  y  dos  libros.  Cesó  la  música  y  salieron  de  las  cortinas  el 
Rey  y  el  Condestable ,  y  los  Diputados  fueron  al  mismo  puesto.  Y 
estando  juntos,  sacó  el  barón  Sicil  las  capitulaciones  de  la  paz, 
escritas  en  pergamino  y  firmadas  de  los  Diputados ,  y  referido  al 
Rey  lo  que  contonian,  las  puso  S.  M.  en  las  del  Condestable,  y  las 
suyas  sóbrelos  Evangelios  de  una  Biblia  y  el  Testamento  Nuevo, 
traducido  de  San  Gerónimo,  y  estampado  de  Plantino,  como  se 
concertó  con  el  senador  Rovida;  y  aprobó  y  satisfizo  el  tratado 


485 

por  el  orden  que  le  fué  diciendo,  por  un  papel  que  se  llevaba  en 
escrito  el  dicho  secretario  Sicil ;  y  asi  las  tuvo  hasta  que  se 
acabó  de  leer ,  y  después  tomó  sus  manos  al  Condestable  en  fe  y 
señal  de  la  unión  y  paz  establecida,  con  que  se  acabó  la  ceremo- 
nia, sin  que  iuterviniese  ninc^una  que  fuese  eclesiástica. 

De  la  capilla  volvieron  de  la  misma  manera  por  el  cuarto  y 
piezas  que  hablan  pasado,  y  el  Rey  se  retiró;  y  algunos  de  los 
caballeros  y  señores  del  acompañamiento  llevaron  á  el  Condesta- 
ble á  una  cuadra  para  que  pudiese  descansar  hasta  que  se  subiese 
la  comida.  Estaba  la  sala,  que  era  la  de  la  audiencia,  muy  bien 
adrezada  con  un  aparador  de  muchas  gradas ,  lleno  de  diferentes 
piezas  antiguas  y  modernas ,  de  plata  dorada,  labrada  ricamente, 
y  dos  vallas  á  los  lados  para  que  no  se  llegase  la  gente  á  la  mesa. 
A  la  mano  derecha,  entrando,  habla  otro  aparador  de  piezas  de 
ágata ,  y  otras  ricas  y  de  precio.  La  mesa  seria  de  cinco  varas 
de  largo  y  una  gran  vara  de  ancho.  Acompañaron  las  viandas  el 
gran  Chamerlan  con  Gentil-hombres  y  criados  del  Rey  que  las 
traian.  Servían  de  Maestre-salas,  el  conde  dePrambue  y  el  de  Soup- 
tanton.  Salieron  los  Reyes  con  el  Príncipe  y  el  Condestable,  y  los 
demás  delante.  El  Condestable  á  el  lado  del  Rey,  y  el  de  Villa- 
mediana  á  el  de  la  Reina.  Laváronse  las  manos  en  una  fuente  los 
dos,  echándoles  las  toballas  á  el  Rey  el  gran  Tesorero,  y  á  la 
Reina  el  gran  Almirante,  y  el  Príncipe  se  lavó  en  otra  fuente,  y 
en  la  misma  llevaron  á  el  Condestable  agua-manos,  y  sirvieron 
los  mismos  caballeros.  Sentáronse  en  esta  forma:  los  Reyes  á  lo 
largo,  en  la  cabecera,  debajo  del  dosel:  la  Reina  á  la  mano  dere- 
cha, en  sillas  de  brocado  y  almohadas,  y  á  su  lado,  algo  apartado, 
el  Condestable  en  taburete  y  almohada  alta  de  brocado;  y  á  el 
lado  del  Rey,  el  Príncipe,  de  la  misma  suerte.  A  la  frente  derecha 
de  la  mesa,  el  conde  de  Villamediana ,  y  luego  el  senador  Rovida, 
frente  del  Condestable.  En  la  misma  acera  del  Senador,  frontero 
de  el  Príncipe,  algo  más  adelante,  el  presidente  Richardote  y  el 
Audiencier,  quedando  aquella  frente  desocupado,  por  no  haberse 
hallado  en  este  acto  el  conde  de  Aramberg  por  el  impedimento 
que  se  ha  dicho  de  la  gota.  Asistían  en  la  mesa  los  más  principa- 
les señores  del  reino,  y  particularmente  el  duque  de  Lenor,  el 


486 

conde  de  Aron,  el  conde  de  Sufloc,  gran  Chamerlan,  y  el  de 
Dorset ,  gran  Tesorero ;  el  de  Notinan ,  grande  Almirante;  el  de 
Pensier,  el  de  Souptaton  y  el  de  Pambruque,  el  de  Nortumberlan, 
el  de  Cumerlan,  el  deNuester,  Caballerizo  mayor,  el  de  Sobsbreu, 
el  de  Arbe,  el  de  Exex,  el  gran  Canciller,  todos  de  la  orden  de  la 
Jarretera,  el  barón  Sicil,  el  de  Otton,  el  señor  de  Quinglos,  del 
Consejo  de  Estado;  Tomás  Esquion,  Capitán  de  la  guardia;  el  ca- 
ballero Juan  Ransil  y  Jaime  Lincel ,  escoceses ,  y  otros  caballeros 
y  varones  de  calidad ,  y  había  mucha  música  de  diferentes  ins- 
trumentos y  una  regalada  y  copiosa  comida. 

La  primera  cosa  que  el  Rey  hizo  fué  enviar  á  el  Condestable 
un  melón  y  media  docena  de  naranjas ,  con  un  ramo  muy  verde, 
diciéndole ,  que  era  fruta  de  España  trasplantada  en  Inglaterra, 
y  él  le  respondió  besándole  las  manos ,  que  más  por  ser  de  las 
suyas  que  venido  de  su  tierra  aquel  regalo;  y  así  partió  el  melón 
con  los  Reyes,  y  puso  el  plato  á  la  Reina  D.  Blasco  de  Aragón,  á 
que  S.  M.  satisfizo  cortés  y  agradecidamente.  Donde  á  poco  se 
levantó  el  Rey  en  pié,  y  descubierto  hizo  un  brindis  al  Condesta- 
ble por  la  salud  de  nuestros  Reyes  y  señores,  y  que  la  paz  fuese 
muy  inviolable  y  perpetua.  A  que  de  la  misma  suerte  hizo  el  Con- 
destable la  razón,  y  respondió  que  asi  esperaba  lo  seria,  y  que  de 
ella  habían  de  resultar  grandes  bienes  á  ambas  Coronas  y  á  la 
cristiandad;  y  por  el  conde  de  Villamediana  y  los  demás  pasó  ade- 
lante con  mucho  gusto  y  regocijo  de  los  Reyes.  Luego,  porque  en 
cortesía  no  le  ganasen  por  la  mano  otra  vez ,  se  levantó  el  Condes- 
table y  brindó  á  el  Rey  por  la  salud  de  la  Reina  en  el  tapador  de 
un  baso  de  ágata,  muy  rico  y  guarnecido  de  diamantes  y  rubíes, 
suplicando  á  S.  M.  que  en  el  vaso  lo  mandase  hacer  la  razón ,  como 
lo  cumplió  y  mandó  pasar  el  brindis  á  el  Príncipe  y  los  demás,  y 
el  Condestable  que  quedase  en  el  aparador  de  S.  M.  el  vaso. 

En  esta  sazón  y  en  lengua  inglesa  y  alta  voz,  habiendo  tocado 
antes  las  cajas  y  trompetas  y  otros  instrumentos  ^  dijo:  que  el 
Reino  daba  á  S.  M.  muchas  gracias  por  haber  concluido  tan  útil 


1    Aquí  parece  que  faltan  algunas  palabras:  pues  falta  expresar  quien  es  éste 
qiio  dijo. 


487 

paz  con  el  serenísimo  Rey  de  España ,  y  rogaba  á  Dios  durase  por 
muchos  siglos ,  y  á  S.  M.  que  la  procurase  mantener  con  todo  su 
poder,  como  esperaban,  para  gozar  de  aquella  tranquilidad  con 
seguridad  y  beneficio  común  de  sus  vasallos ,  y  que  también  le 
suplicaban  diese  licencia  para  publicarlas  en  los  reinos  y  dominios 
de  S.  M.,  como  la  dio,  y  se  publicó  luego  en  aquella  ciudad,  pa- 
sando el  pregón  de  cincuenta  en  cincuenta  pasos. 

Segunda  vez  se  levantó  el  Condestable  y  brindó  á  la  Reina  por 
la  salud  del  Rey  en  un  dragón  de  cristal  muy  hermoso ,  guarne- 
cido de  oro,  bebiendo  en  la  cubierta ,  y  en  el  vaso  y  en  el  pié  hizo 
la  Reina  la  razón ,  sirviéndole  en  aquella  ocasión  D.  Blasco  de 
Aragón  de  copero  y  de  intérprete  de  lo  que  hablaban  el  Condesta- 
ble y  la  Reina,  en  cuyo  aparador  mandó  que  quedase  el  vaso. 
Tras  esto  brindó  el  Rey  á  el  presidente  Richardote  y  á  el  Audien- 
cier  á  la  salud  de  SS.  AA.,  refiriéndoles  en  francés  cuánto  los  es- 
timaba y  deseaba  tener  con  ellos  grande  amistad.  Después  envió 
el  Rey  á  el  Condestable  un  gran  recado  con  el  conde  de  Nortanton, 
diciéndole  que  aquel  dia  era  dichoso  para  él,  pues  se  hacia  la  paz 
y  cumplían  sus  hijos  años,  y  la  princesa  Isabela,  cuatro;  y  que 
así  esperaba  que  por  el  nombre  habia  de  ser  medio  para  conservar 
en  amistad  y  unión  los  reinos  de  España  é  Inglaterra ,  á  el  con- 
trario de  otra  Isabela  enemiga  y  que  tantos  daños  habia  causado. 
Y  que  así,  le  diese  licencia  para  que  brindase  á  la  salud  de  los 
hijos ,  á  que  le  hizo  S.  E.  la  razón ,  y  le  respondió  trayéndole  á 
propósito  aquellos  versos  de  San  Názaro,  en  el  parto  de  la  Virgen, 
en  que  mostrando  que  Nuestra  Señora  habia  remediado  el  daño 
que  habia  hecho  á  el  mundo  Eva ,  dijo :  Cumque  caput  fiierü  quce 
una  mallorum  femina  principium  lacrimas  quce  et  tenis  intulerit 
nunc  auxilium  ferat  ipsa  modum  quce  qucelicet  aflidis  imponat  femina 
rebus.  Brindó  cuatro  veces  el  Rey  á  el  Condestable  y  á  la  salud  de 
la  Princesa  de  España,  y  con  esta  ocasión  renovó  cuan  inviolable 
y  perpetua  habia  de  ser  la  paz  que  se  habia  establecido,  á  pesar  de 
ruines  y  malignos.  Envióle  por  este  recaudo  el  Condestable  las 
debidas  gracias,  y  aseguró  que  seria  así,  y  que  esperaba  grandes 
efectos  de  esta  unión  en  servicio  de  Dios  y  de  los  reinos  de  SS.  MM. 
y  de  la  cristiandad. 


488 

Cotí  esto  se  pasó  adelante  en  la  comida  y  se  acabó  con  otros 
brindis  y  mensajes  del  Rey  y  de  la  Reina,  que  duró  cerca  de  tres 
horas.  Levantáronse  los  manteles  inmediatamente.  Los  Reyes  pu- 
sieron la  mesa  en  el  suelo,  y  los  Reyes  de  pies  sobre  ella  para  la- 
varse las  manos,  como  lo  hicieron ;  que  dicen  ser  ceremonia  anti- 
gua. Y  el  Condestable  convidó  á  su  fuente  á  el  conde  de  Villame- 
diana,  y  los  demás  Diputados  se  levantaron  ^  en  otras.  Retiráronse 
los  Reyes  á  su  aposento,  y  á  el  Condestable  y  á  el  Conde  guiaron 
á  una  galería  muy  buena  y  adornada  de  varias  pinturas ,  donde 
se  estuvieron  por  espacio  de  una  hora  larga. 

En  este  medio  se  comenzó  un  sarao  en  esta  dicha  sala,  y  avi- 
saron de  parte  de  los  Reyes  á  el  Condestable  y  ú  el  Conde  que 
los  esperaban  á  el  paso  para  ir  á  verle ;  y  asi  salieron  y  los  fueron 
acompañando  y  se  sentaron  los  Reyes  debajo  de  su  dosel,  é  in- 
mediatamente á  el  Rey,  pegada  á  su  silla,  la  del  Condestable,  y 
luego  el  de  Villamediana  y  los  domas  Diputados  en  ala.  Habia  en 
este  sarao  más  de  cincuenta  damas  do  Palacio ,  muy  rica  y  curio- 
samente adrezadas  y  hermosas  en  extremo ,  sin  otras  muchas  que 
con  los  caballeros  y  señores  que  asistían  á  la  mesa  hablan  co- 
menzado ya  la  fiesta.  Donde  á  poco  rato  mandaron  á  el  Principe, 
sus  padres,  que  danzase  una  gallarda,  señalándole  una  dama,  que 
habia  de  sacar,  como  lo  hizo  con  mucho  donaire  y  continencia,  y 
algunas  cabriolas.  Luego  sacó  á  la  Reina  el  conde  de  Souptanton, 
y  otros  tres  caballeros  diferentes  damas,  que  todos  juntos  danza- 
ron un  brandó.  En  el  otro  salió  después  la  Reina  con  el  duque  de 
Lenor.  Comenzaron  tras  esto  una  gallarda,  que  llaman  en  Italia 
platón ,  y  en  él  sacó  á  el  Principe  una  dama,  y  él  después  otra 
que  también  le  señalaron.  Danzaron  tras  esto  un  brandó,  y  aca- 
bado, salió  el  Principe  á  danzar  una  correnta,  que  lo  hizo  con 
mucha  gracia.  Volvió  á  salir  con  la  Reina  el  conde  de  Souptanton 
y  danzaron  también  la  correnta,  con  que  se  acabó  el  sarap.  Y  se 
pusieron  á  las  ventanas  de  la  misma  sala,  que  miraba  á  una 
plaza,  á  donde  habia  tablados  y  gente  innumerable  á  ver  pelear 


I    Acaso  se  lavaron. 


489 

los  osos,  que  tiene  el  Rey,  con  lebreles,  que  fué  de  mucho  gusto, 
y  luego  un  toro  que  á  pié  quedo,  atado  con  una  maroma,  hacia 
muy  buenas  suertes  en  los  perros.  Tras  esto  vinieron  también 
unos  volteadores,  que  danzaron  en  una  cuerda  é  hicieron  diferen- 
tes saltos  y  destrezas  en  un  caballo,  con  que  se  acabó  la  fiesta  y 
el  dia,  y  asi  se  retiraron  los  Reyes,  acompañándolos  el  Condesta- 
ble y  los  demás  señores  hasta  su  aposento.  Y  antes  de  entrar  en 
él,  se  hicieron  muchos  cumplimientos  de  una  parte  y  de  otra,  y 
se  dieron  las  manos  el  Condestable  y  los  Reyes  y  el  Principe  y  el 
Conde ;  y  los  demás  caballeros  españoles  se  las  besaron  y  despi- 
dieron, saliendo  de  la  sala  el  Condestable  y  los  demás  acompaña- 
dos del  gran  Chamerlan  hasta  la  postrera  sala,  y  de  el  conde 
de  Denñer  y  otros  caballeros,  hasta  entrar  en  los  coches,  alum- 
brándolos más  de  cincuenta  alabarderos  con  hachas  hasta  que 
llegaron  á  casa ,  donde  los  esperaban  otros  tantos.  Y  por  haber 
llegado  cansados ,  el  Condestable  y  el  conde  de  Villamedia- 
na  cenaron  aquella  noche  retirados,  y  los  demás  en  la  mesa 
ordinaria. 

Lunes,  30,  amaneció  el  Condestable  con  un  poco  de  mal  de 
hijada,  y  se  le  fué  acrecentando  hasta  medio  dia,  que  comenzó  á 
descansar.  Enviaron  los  Reyes  á  visitarle  y  saber  cómo  estaba.  A 
las  cuatro  de  la  tarde  vino  el  mismo  Rey  en  un  batel  por  agua, 
acompañado  del  gran  Almirante  y  gran  Tesorero ,  y  otros  cuatro 
ó  cinco  señores,  sin  más  criados ,  y  subió  por  la  escalera  del  jardiu 
al  aposento  del  Condestable  donde  en  la  cama  le  dio  un  grande 
abrazo,  doliéndose  de  su  mal;  y  S.  E.  respondió  con  el  agradeci- 
miento debido.  El  Rey  con  mucha  risa  se  sentó  y  llamó  al  conde 
de  Nortanton  para  que  entre  los  dos  fuese  intérprete,  y  se  llegó 
también  el  conde  de  Villamediana,  y  los  tres  estuvieron  juntos 
más  de  un  cuarto  de  hora  hablando  de  diferentes  cosas,  de  caza  y 
recreación,  y  de  los  retratos  de  la  Reina  y  el  Príncipe,  que  tenia 
el  Condestable  en  el  mismo  aposento,  loándolos  el  Rey  por  bien 
hechos.  Y  de  allí  á  un  poco  hizo  S.  M.  señal  al  conde  de  Nortan- 
ton para  que  el  gran  Tesorero  y  Almirante  y  los  demás  saliesen 
de  aquella  pieza,  con  que  quedaron  solos  y  estuvieron  cerca  de 
una  hora ;  y  á  lo  que  después  se  entendió  de  Juan  Bautista  de 


490 

Tasis,  que  llamaron  por  segundo  intérprete ,  entre  otras  cosas 
graves  que  hablaron,  fué  que  estimaba  gravemente  tener  cerca  de 
la  Majestad  Católica  tan  buen  fiador  como  á  S.  E.,  para  asegurarle 
de  la  sinceridad  y  amor  con  que  observarla  siempre  la  paz ,  y  pro- 
curaría merecer  de  S.  M,  toda  buena  correspondencia ;  y  que  asi 
para  que  por  pequeñas  cosas  no  se  alterase  de  una  parte  ni  de 
otra,  le  suplicaba  de  la  suya ,  que  cuando  le  sucediese  alguna 
queja  de  agravio,  se  sirviese  de  enterarse  bien  de  ella,  y  de  man- 
dárselo avisar,  para  que  apurado  lo  cierto,  pudiese  S.  M.  usar  de 
la  demostración  que  pidiese  el  caso;  que  lo  mismo  ofrecería  hacer 
de  su  parte  con  gran  puntualidad,  siempre  que  se  le  quejasen  de 
sus  vasallos  de  alguna  molestia  ó  sinrazón ;  y  al  ñn,  al  despe- 
dirse de  S.  E.,  con  mucho  afecto  de  amor  y  cortesía,  le  dejó  de  su 
mano  una  sortija  con  un  diamante  rico,  para  memoria  de  mariaje 
de  la  paz,  y  diciéndole  después  que  se  levantó  de  la  silla,  que 
brindarla  á  la  cena  á  su  salud;  y  respondiéndole  el  Condestable  que 
haria  lo  mismo  con  toda  su  flaqueza;  volvió  por  el  mismo  rio  á 
Palacio  acompañándole  el  conde  de  Villamediana  y  los  demás  ca- 
balleros españoles,  á  quienes  usó  mil  favores  y  finezas  y  cortesías. 
La  misma  tarde,  poco  antes  que  anocheciese,  partió  el  Rey  con 
veintiocho  caballos  por  la  posta  á  su  entretenimiento  ordinario  de 
la  caza,  á  que  era  inclinado  con  gran  extremo. 

Martes,  á  31,  parece  que  se  mejoró  el  Condestable  algo  de  su 
mal  de  hijada ,  pues  pudo  levantarse  á  cenar.  Antes  de  comer  le 
envió  á  visitar  la  Reina  y  saber  cómo  estaba ,  con  el  gran  Cha- 
merlan,  el  cual  le  significó  de  parte  de  S.  M.  que  estaba  con  grande 
afán  de  su  achaque ,  y  lo  que  deseaba  ser  de  provecho,  para  que 
mejorase  y  tuviese  más  salud.  A  que  respondió  el  Condestable  como 
pedia  tal  demostración  y  merced.  A  la  tarde  vinieron  á  presentar- 
le de  parte  del  Rey  una  gran  vajilla  de  plata  dorada,  y  alguna  de 
ella  esmaltada  ricamente,  antigua  y  de  mucho  precio,  por  el  peso 
y  por  ser  del  aparador  de  los  Reyes ,  sus  antecesores,  y  especial- 
mente una  fuente  y  jarro  de  oro  y  tres  copones  ó  custodias ,  la 
una  de  ellas  antiquísima  y  con  esmalte  é  imágenes  de  santos. 

Miércoles,  á  1."  de  Setiembre,  estuvo  S.  E.  en  la  cama  algo 
aliviado  de  su  achaque,  aunque  no  libre  de  él.  Tuvo  diferentes 


491 

recaudos  y  visitas,  y  suspendió  la  partida  para  el  sábado,  por  uo 
irse  sin  besar  la  mano  al  Rey. 

Jueves,  á  2  de  Setiembre,  se  levantó  el  Condestable  para  oir 
misa  y  comer.  A  la  tarde  vinieron  los  cinco  señores  Diputados  á 
visitarle,  y  hacerle  las  gracias  de  las  demostraciones  de  cortesía 
y  presentes  que  con  ellos  y  la  Casa  real  había  usado ;  refiriendo 
lo  que  las  estimaban  y  procurarían  merecer  en  buena  correspon- 
dencia, y  cuan  obligados  se  hallaban  sus  Reyes  á  la  voluntad 
de  S.  E.  y  aficionados  á  su  persona,  y  reconocidos  todos  de  lo  que 
con  su  autoridad  y  prudencia  habia  hecho  y  dispuesto  en  el  tra- 
tado de  la  paz  para  que  tuviese  tal  efecto.  A  que  S.  E.  respondió, 
que  ellos  lo  habían  trabajado  y  encaminado  todo  también ;  que 
para  S.  E.  no  habia  quedado  nada  que  hacer;  y  que  en  lo  que  de 
demás  hacia,  era  sólo  para  memoria  de  lo  que  merecían  tan  bue- 
nos Ministros  y  señal  de  lo  que  el  Rey,  nuestro  señor,  sabia  y 
podía  hacer,  y  que  él  iba  tan  rico  y  honrado  de  las  mercedes  j 
favores  de  S.  M.,  que  no  sabia  cómo  encarecerlo,  sino  suplicarles 
hiciesen  fe  á  su  Rey,  que  las  estimaría  y  serviría  como  el  más 
allegado  verdadero  criado  de  los  suyos. 

En  despidiéndose  de  S.  E.,  que  fué  entre  las  tres  y  las  cuatro 
de  la  tarde ,  vino  el  conde  de  Nortanton  con  otros  caballeros  y  se- 
ñores á  acompañarle  para  ir  á  ver  ala  Reina,  como  lo  hizo,  por  el 
rio  arriba.  Encontráronle  como  la  vez  pasada,  y  halló  á  S.  M.  con 
el  Príncipe  en  la  misma  cuadra,  donde  le  hicieron  mucha  fiesta 
madre  é  hijo,  y  en  particular  le  dijo  la  Reina  lo  que  había  sen- 
tido su  achaque ,  por  lo  que  le  deseaba  salud,  y  haberle  también 
padecido  algunas  veces ,  y  que  así,  le  enviaría  á  su  médico,  como 
lo  cumplió,  pues  vino  luego  que  volvió  S.  E.  á  casa,  y  poco  des- 
pués un  caballero  de  parte  de  la  Reina,  á  saber  cómo  le  habia  ido 
con  el  médico. 

Viernes,  á  3,  aun  estuvo  S.  E.  mejor  que  el  día  antes;  y  á  la 
tarde  fué  á  visitar  álos  embajadores  de  Francia  y  Venecia  y  á  los 
Diputados  deSS.  AA. 

Sábado,  á  4,  estando  S.  E.  para  sentarse  á  comer,  le  llegó  un 
recado  de  la  Reina  con  su  Vicechamerlan  y  una  caja  de  retratos 
coEi  los  del  Rey  y  la  Reina  dentro ,  y  por  defuera  lleno  de  diaman- 


492 

tes  de  mucho  precio ,  y  una  gargantilla  de  perlas  gruesas  riquí- 
simas, diciendo  de  parte  de  S.  M,  que  se  hallaba  tan  obligada 
á  S.  E.  que  le  enviaba  para  si  aquellos  retratos ,  en  señal  y  reco- 
nocimiento de  su  dueño ;  y  que  le  habia  presentado  y  obligado  de 
manera,  por  parte  de  la  Magestad  de  la  Reina,  nuestra  señora, 
que  no  se  hallaba  por  entonces  con  caudal  para  poderle  correspon- 
der, como  lo  pensaba  hacer  bien  presto;  y  que  entretanto  enviaba 
al  Condestable  aquella  gargantilla  para  la  señora,  la  Duquesa, 
su  mujer.  Lo  uno  y  lo  otro  estimó  S.  E.  con  la  respuesta  y  gracia 
que  debía  semejante  demostración,  dando  también  al  Vicecha- 
merlan  las  que  se  debian. 

Tras  esto,  ya  que  llegaban  á  acabar  de  comer,  llegaron  el 
conde  de  Nortanton  y  el  barón  Otton  y  otros  caballeros  que  hablan 
de  acompañar,  y  el  gran  Chamerlan  á  visitarle  y  despedirse.  Y 
así  partió  de  Londres  este  dia  á  las  doce ,  acompañándole  también 
el  conde  de  Villamediana  y  el  senador  Rovida.  Y  en  coches  se  fué 
hasta  pasar  el  puente  por  delante  de  la  Puerta  de  la  Torre  de 
aquella  ciudad,  y  se  embarcó  en  las  barcas  que  de  orden  del  Rey 
estaban  aprestadas ;  y  llegó  á  Gravesenda  muy  temprano ,  donde 
el  conde  de  Nortanton  estuvo  casi  una  hora  con  S.  E.,  y  se  des- 
pidió para  volver  á  Londres,  habiendo  cumplido  con  la  comisión 
de  su  Rey  de  recibirle  en  aquella  villa,  y  de  acompañarle  á  ella. 
Y  el  barón  Otton  fué  delante  siguiendo  la  suya. 

Este  dia  se  embarcaron  los  Diputados  de  SS.  AA.  en  un  ga- 
león, y  se  encaminaron  por  la  ribera  á  Flandes,  y  no  por  tierra 
hasta  Dovre,  por  el  impedimento  de  la  gota  que  todavía  duraba 
al  conde  Aramberg.  • 

Domingo,  á  5,  después  de  comer,  partió  el  Condestable  de 
Gravesenda  con  el  barón  de  Otton,  y  el  conde  de  Villamediana  y 
Senador,  y  otros  muchos  caballeros ,  y  á  Rochef,  que  está  seis 
millas;  quiso  por  curiosidad  reconocer  el  seno  de  la  ribera  y  mar, 
que  allí  hace  puerto  seguro  y  capaz  para  muchos  navios  y  ar- 
madas. A  la  entrada  de  él  hay  un  fuerte  que  llaman  Stroiib,  y 
casi  en  medio,  á  la  mano  derecha  hacia  Londres ,  otro  que  llaman 
Quinoermetuden,  que  quiere  decir,  la  mitad  del  camino,  y  lo  atri- 
buyen á  que  lo  es  desde  la  mar  á  Londres.  Alrededor  tiene  algu- 


493 

ñas  habitaciones,  y  particularmente  un  buen  arranal  ^  llamado 
Optemiro.  Este  seno  es  el  puerto  señalado  á  las  armadas  del  Rey, 
y  había  en  él  treinta  buenos  galeones  de  los  cincuenta  que  dicen 
ser  ordinarios,  proveídos  de  artillería  y  jarcias  suficientemente,  y 
cuatro  galeras  de  veinticuatro  bancos,  no  en  el  orden  de  las  del 
rey  de  España ,  ni  de  aquel  garbo ,  sino  es  más  chatas  y  seme- 
jantes á  barcones.  Entró  S.  E.  en  el  galeón  que  llaman  Almiranta 
Real,  y  no  se  puede  decir  ni  pensar  cuan  grande  y  bien  compar- 
tido y  curioso  de  aposentos  parecía.  Hizo  á  S.  E.  una  gran  salva 
el  fuerte  Stroiib,  y  tras  él  algunos  de  los  galeones,  según  se  iba 
pasando  de  unos  en  otros;  de  manera  que  fueron  más  de  cuatro- 
cientas piezas  las  que  con  esta  ocasión  se  tiraron. 

Desembarcado,  entró  en  su  litera  y  llegó  á  Setemburn  tem- 
prano ,  y  se  acostó;  y  también  se  fué  á  su  posada  el  conde  de  Ví- 
llamediana,  y  cenaron  los  demás  caballeros  en  la  mesa  ordinaria. 

Martes,  á  7,  después  de  comer,  partió  S.  E.  de  la  dicha  Setem- 
burn, y  llegó  á  Dovre  temprano,  quedándose  á  la  mitad  del 
camino  el  barón  de  Otton  con  otros  muchos  caballeros  que  se 
despidieron  de  S.  E.  en  el  mismo  lugar  á  donde  salieron  á  reci- 
birle á  la  ida. 

Miércoles,  8,  se  entretuvo  S.  E.  en  Dovre,  habiendo  deseado 
mucho  embarcarse  aquel  dia  por  ser  de  Nuestra  Señora,  como  lo 
fué  el  de  la  otra  embarcación,  Y  todavía,  porque  no  pasase  sin 
hacer  algo,  mandó  embarcar  los  caballos  y  alguna  ropa,  porque 
la  demás  y  mucha  de  la  gente  dejó  en  Londres  para  embarcarse 
é  ir  por  mar  á  España  en  un  bajel  que  el  Rey  le  concedió  para  esto. 

Jueves,  á  9,  estuvo  en  Dovre  S.  E.  esperando  tiempo  para  em- 
barcarse, y  la  ropa  y  los  caballos  en  los  navios,  con  orden  de  no 
hacerse  á  la  vela  hasta  que  S.  E.  partiese. 

Viernes,  10,  después  de  haber  oído  misa  y  almorzado,  entre 
las  diez  y  las  once,  se  despidió  en  la  marina  del  conde  de  Villa- 
mediana,  y  se  embarcó  con  el  senador  Rovída  en  los  galeones  del 
Rey,  donde  pasó  á  Inglaterra  y  á  cargo  del  mismo  Almirante, 
con  determinación  de  tomar  puerto  en  Cales,  puerto  pe  Francia, 


Quizá  arsenal. 


494 

si  el  Tiento  no  forzase  á  ir  á  Gravelingas ,  por  ser  el  desembarca- 
dero de  Cales  más  corto  y  seguro.  Y  asi  llegó  á  él  á  las  cuatro  de 
la  tarde,  y  le  salió  á  encontrar  en  una  chalupa  el  sobrino  de  Mon- 
señor de  Vique,  Gobernador  de  aquella  plaza,  de  donde  se  le  hizo 
una  gran  salva.  Y  el  mismo  Gobernador,  con  coches  y  caballos, 
le  esperó  al  desembarcadero  y  acompañó  hasta  la  posada.  Luego 
los  de  la  villa  le  enviaron  á  visitar  y  presentaron  algunos  regalos, 
y  el  Gobernador  llevó  á  cenar  consigo  los  caballeros  del  acom- 
pañamiento del  Condestable  é  hizo  muchas  finezas  como  cuerdo 
caballero  y  Capitán ;  y  entre  ellas  una.  notable ,  que  enviando  su 
Sargento  mayor  al  Condestable  por  el  nombre  parala  guarnición, 
y  rehusándolo  S.  E.,  con  gran  resolución  vino  él  mismo  en  per- 
sona á  deshora  á  suplicarle  no  permitiese  que  el  presidio  quedase 
aquella  noche  sin  nombre.  Y  asi,  hubo  de  complacerle,  que  fuese 
con  condición  que  lo  mismo  hubiese  de  hacer  con  él  en  Castilla, 
cuando  se  ofreciese  el  caso:  y  en  el  pasaje  de  la  ropa  que  allí 
desembarcó  y  todo  lo  demás  se  hubo  el  Gobernador  muy  cortesa- 
namente. 

Sábado,  á  11,  vino  el  Condestable  en  barca  por  un  nabillo  á 
Gravelingas,  donde  hizo  alto  el  domingo  y  lunes  esperando  que 
llegasen  los  caballos  y  gente,  que,  como.se  ha  dicho,  se  embarcaron 
en  diferenses  navios ;  y  antes  que  pudiesen  aferrar  en  Gravelin- 
gas, los  echó  un  recio  temporal  á  Inglaterra.  En  aquel  puerto  le 
vino  á  visitar  de  parte  del  Señor  Archiduque,  D.  Luis  de  Velasco, 
su  primo,  Capitán  general  de  la  caballería;  y  también  despachó 
para  España  á  D.  Blasco  de  Aragón  para  que  diese  cuenta  á  su 
Rey  de  todo  lo  negociado,  entre  tanto  que  el  Condestable  llegaba 
á  Valladolid. 


RELACIÓN 


DE   LA 


VIDA  DEL  CAPITÁN  DOMINGO  DE  TORAL  Y  YALDÉS, 


ESCRITA    POR   EL   MISMO    CAPITÁN. 


[Biblioteca  Nacional,  sala  de  Ms.  H.  B5.; 


497 


RELACIÓN 

DE  LA  VIDA  DEL  CAPITÁN  DOMINGO  DE  TORAL  Y  VALDÉS, 
ESCRITA  POR  EL  MISMO  CAPITÁN. 

El  auo  de  1598  nací  eu  el  concejo  de  Villaviciosa ,  en  la  cola- 
ción de  Arguex;  fué  mi  padre  Juan  de  Toral  y  Valdés;  mi  ma- 
dre María  de  Costales,  entrambos  hijos-dalgo;  del  parto  de  un 
hermano  menor  murió  mi  madre  y  quedó  mi  padre  con  tres  hijos, 
dos  varones  y  una  hembra;  para  el  remedio  de  este  cuidado  y  de 
la  pobreza  (que  obrando  con  extremos  opuestos  ó  anima  ó  des- 
atienta), se  determinó  bajar  á  Castilla,  trayendo  consigo  álos  dos 
mayores ,  que  éramos  yo  y  mi  hermana.  Paró  en  Madrid ,  y  á  mí 
me  acomodó  á  ser  paje  de  un  señor  y  le  serví  cuatro  años;  ausen- 
tándome de  su  casa  anduve  otros  cuatro  peregrinando  por  España 
como  otro  lazarillo  de  Tormes. 

Volví  á  Madrid,  y  el  mismo  señor  á  quien  habia  servido, 
como  me  habia  criado  con  el  afecto  amoroso  de  la  crianza,  pidió  á 
mi  padre  que  le  volviese  á  servir;  así  lo  hice  tres  anos ,  haciendo 
de  mí  tanto  caso  y  confianza  como  si  la  experiencia  y  obligación 
de  grandes  servicios  ocasionara  á  ello,  en  quien  no  tenia  aun  diez 
y  siete  años  cumplidos,  que  parte  podia  haber  de  esta  que  obli- 
gara á  que  se  cegase  el  entendimiento  de  un  señor  que  ocupaba 
un  puesto  de  los  más  preeminentes  de  España ,  esta  elección  oca- 
sionó el  distraimiento  de  mi  vida,  mudando  el  modo  de  ella,  por- 
que como  mi  gobierno  fuese  correspondiente  á  mi  edad,  siendo 
el  empleo  de  que  de  mí  se  habia  hecho  caudal  con  que  compraba 
mis  gustos ,  no  tan  lícito  cuanto  era  bien  para  evitar  alguna  queja 
de  las  que  tenían  otros  criados,  que  movidos  de  la  envidia  nota- 
ban mis  menores  acciones ;  con  todas  las  que  de  mí  sabían  dieron 
con  ellas  en  el  rostro  de  mi  dueño,  tocándole  en  lo  que  se  diría; 
provocado  con  estas  cosas  me  pidió  los  papeles  que  por  mi 
cuenta  tenia,  que  eran  de  consideración;  sentido  de  esto,  propuse 
la  venganza ,  y  á  un  criado  y  mi  deudo,  que  habia  sido  la  princi- 
ToMO  LXXI.  32 


498 

pal  causa  de  mi  mudanza,  le  esperé  en  parte  estrecha  y  le  di  dos 
estocadas ,  que  entendiendo  que  le  había  muerto  me  ausenté  de 
Madrid  y  paré  en  Alcalá  de  Henares. 

En  ella  estaba  levantando  compañía  D.  Cosme  de  Médicis, 
hijo  de  D.  Pedro  de  Médicis;  díjele  al  Alférez  si  me  queria  asen- 
tar la  plaza  de  soldado:  respondióme  que  era  muchacho  que  venia 
huyendo  de  casa  de  mi  padre ,  que  no  sabia  lo  que  pedia ,  que  lo 
pensase  bien.  Respondíle  que  venia  determinado:  asentómela  contra 
su  voluntad  (que  hay  hombres  de  consideración  tan  madura  que 
quieren  más  perder  de  su  oficio  y  derecho  que  no  que  se  siga  un 
daño  notable).  A  dos  dias  se  me  arrimaron  dos  bellacones,  que 
después  de  ayudarme  á  gastar  lo  poco  que  tenia,  me  acuchilla- 
ron: dije  en  conversación  de  un  soldado  que  pasaba,  que  le  habia 
conocido  en  Toledo,  coíchete;  luego  se  lo  dijeron,  y  él  y  ellos 
rae  sacaron  hacia  el  rio  engañado ;  allá  me  esperaban  otros  dos ,  y 
de  la  pendencia  saqué  segados  dos  dedos;  del  uno  estoy  estropea- 
do, digo  esto  tan  por  menor,  porque  se  conozca  el  poco  saber  y  la 
mocedad  cuando  procede  á  su  albedrío  á  los  casos  que  se  sujeta. 

Dos  meses  estuvimos  esperando  sin  socorro  ninguno,  buscan- 
do la  vida  con  los  modos  á  que  da  licencia  la  soldadesca  cuando 
no  hay  superior  que  lo  estorbe  ni  remedio  á  la  necesidad. 

Partimos  de  Alcalá  alojados  hasta  Lisboa;  juntáronse  en  ella  43 
compañías,  todas  las  metieron  en  navios  de  flete  que  estaban 
embargados  de  mercaderes,  socorriendo  á  cada  soldado  con  un 
real,  que  aun  para  una  comida  no  habia  ,  porque  se  compraba  á 
mujeres  regatonas  que  lo  iban  á  vender  á  los  navios :  dormíamos 
sobre  las  tablas  embreadas,  que  lo  ordinario  era  amanecer  la  ca- 
beza pegada  á  ellas.  Los  navios  pequeños,  la  gente  desnuda, 
amontonada  una  sobre  otra,  por  estar  de  esta  manera  siete  sema- 
nas y  partir  para  Flandes  sin  dar  socorro  ninguno.  Para  refresco 
y  tardar  eu  el  viaje  veintiocho  dias  se  apuraron  de  3.000  en  2.300, 
que  con  tales  causas,  de  los  que  quedaron  se  puede  tener  admira- 
ción. Gobernaba  en  Lisboa  D.  Antonio  de  Zúñiga,  y  gobernó  en 
la  navegación  el  capitán  Antonio  Forriol ,  por  más  antiguo. 

Desembarcamos  en  Dunquerque  por  el  mes  de  Noviembre, 
año  de  1615,  tan  desnudos,  que  los  más  bien  vestidos  iban  sin 


499 

zapatos,  ni  medias,  ni  sombrero,  y  lo  común  era  desnudos,  de 
tal  suerte,  que  las  partes  que  la  honestidad  obliga  á  que  más  «e 
oculten  eran  más  patentes  á  la  vista;  y  porque  algunos  las  tapa- 
ban con  las  manos ,  los  llamaron  á  semejanza  de  Adán ,  adanes. 
Sabiendo  S.  A.  el  archiduque  Alberto  tal  miseria  ,  la  remedió 
luego  vistiendo  á  todos  cuantos  íbamos ,  desde  los  zapatos  hasta 
el  sombrero,  y  los  repartió  por  Flandes  en  las  guarniciones  y  ter- 
cios; á  mi  compañía,  que  quedó  viva,  le  tocó  ser  del  tercio  de  Don 
Iñigo  de  Borja ,  que  era  Maestre  de  campo  y  castellano  de  Ambe- 
res  en  el  castillo  de  esta  ciudad.  Estuvo  mi  compañía  de  guarni- 
ción hasta  que  se  acabaron  las  treguas  ,  sin  que  se  ofreciese  cosa 
notable. 

El  año  de  1619  se  acabaron  y  salimos  á  campaña,  yo  agrega- 
do á  la  compañía  de  D.  Francisco  Lasso,  que  era  del  mismo  ter- 
cio, porque  mi  compañía  no  salió  y  sacaron  diez  soldados,  y  yo 
fui  uno. 

En  Vevere,  que  es  un  casar  dos  leguas  de  Amberes,  hicimos 
plaza  de  armas  10.000  hombres,  acudiendo  por  retaguardia  á 
guarnecer  el  dique  de  Calo  y  fortificándole ,  deteniéndonos  hasta 
que  el  marqués  de  Espínela  sitiase  á  Jule,  con  intento  que  los  Es- 
tados, sacando  las  guarniciones  de  la  plazas  que  ocupaban,  socor- 
riesen aquella  plaza ;  y  habiendo  sacado  la  que  tenían  en  la  Inclusa 
D.  Iñigo  de  Borja,  con  la  gente  de  su  cargo,  que  eran  10.000 
hombres,  tomase  la  isla  de  Casante  que  casi  cerca  la  Inclusa  y 
quitarle  el  socorro;  en  este  ínter  se  habían  prevenido  en  Ostende, 
que  es  cinco  leguas  de  la  Inclusa ,  barcones  y  alguna  artillería 
para  que  en  carros  se  trújese  al  puesto  por  donde  el  ejército  había 
de  pasar  el  canal  de  la  Inclusa  para  entrar  en  la  Isla,  que  tam- 
bién confina  con  el  dicho  canal ,  llegando  al  puesto  de  noche  á  un 
tiempo  el  ejército  y  las  barcas  ,  estando  el  Marqués  sobre  Jule,  le 
llegó  á  D.  Iñigo  de  Borja  orden  para  que  fuese  á  la  Inclusa;  mar- 
chó la  gente  y  se  juntaron  en  una  tarde  los  10.000  hombres  que 
estaban  repartidos  por  diversos  alojamientos  en  el  país,  en  un 
campo  delante  de  las  puertas  de  Briejas,  la  mejor  gente  que  se 
podia  escojer,  todos  soldados  viejos,  del  tercio  de  D.  Iñigo  de 
Borja;  el  de  Bailón,  de  milaueses;  el  de  Mos.  de  la  Fontana,  de 


500 

valones ,  dos  regimientos  de  alemanes,  compañías  de  valones  del 
país  de  Artois  y  seis  compañías  de  irlandeses.  Aquella  tarde 
marchó  toda  esta  ^ente  á  la  sorda  para  hallarse  en  el  puesto  se- 
ñalado, á  las  doce  de  la  noche,  y  á  las  mismas  doce  habían  de 
estar  los  carros  con  los  pontones  y  artillería  que  habían  de  venir 
de  Ostende  por  la  orilla  de  la  mar;  en  el  camino  se  le  quebró  á  un 
carro  en  que  venia  un  pontón  una  rueda,  en  el  ínter  que  la  bus- 
caron y  acomodaron  en  el  carro,  amaneció  esperando  los  demás 
á  que  viniese  éste  con  ellos ;  todos  se  detuvieron ,  el  ejército  llegó 
al  puesto  á  donde  se  había  de  pasar  el  canal  para  entrar  en  la  isla 
de  Casante,  y  á  donde  habían  de  estar  esperando  los  carros  á  la 
una  déla  noche;  y  esperándolos,  también  amaneció.  Los  de  la 
Isla  y  barcos  que  andaban  por  la  mar  vieron  el  ejército  que  estaba 
hecho  escuadrón  á  la  orilla  del  canal.  Conocieron  el  designio, 
acudieron  al  remedio  fortificando  la  Isla,  que  hasta  este  caso  no 
habían  hecho,  guarneciéndola,  no  sirviendo  tanto  gasto  y  preven- 
ción y  gente  más  de  despertar  á  quien  dormía.  Viendo  D.  Iñigo 
que  ya  era  entendido  y  que  su  interpresa,  por  ser  de  dia  y  no 
haber  venido  los  carros  á  tiempo,  no  tenia  efecto,  se  retiró  á 
ocupar  algún  puesto  allí  cerca  en  el  ínter  que  se  avisaba  al  Mar- 
qués que  enviase  segunda  orden  de  lo  que  se  había  de  hacer. 

Llegó  dentro  de  ocho  días  la  orden  del  Marqués  de  que  se  to- 
mase puesto  á  vista  de  la  Inclusa  y  no  se  partiesen  del  sin  haber 
hecho  dos  fuertes  reales;  uno  á  la  orilla  del  canal,  en  lo  más 
estrecho  de  ella,  enfrente  de  la  isla  de  Casante  con  una  buena 
batería  que  estorbase  el  poder  entrar  embarcaciones  con  socorro; 
otro  en  un  dique  con  cuatro  baluartes  que  le  sujetase,  tomando 
puesto  en  una  pradería  que  estaba  entre  unos  diques  que  detenían 
la  creciente  de  la  mar,  un  cuarto  de  legua  de  donde  se  habían  de 
hacer  los  fuertes;  acuartelóse  el  ejército,  y  en  esta  ocasión  fui 
nombrado  por  cabo  de  seis  soldados  que  rae  dieron  de  guarda  para 
reconocer  las  fortificaciones  de  la  Inclusa  (cuyo  reconocimiento 
tengo  hecho  bueno  en  mis  servicios),  fuese  continuando  el  hacer 
los  fuertes  con  dos  balerías  que  tiraban  á  otro  que  el  enemigo  ha- 
bía hecho  en  la  Isla  para  que  estorbase  la  labor  de  los  fuertes  que 
duraron  nueve  meses,  que  comprendieron  todo  el  invierno,  con  los 


501 

trabajos  más  notables  que  soldados  han  pasado  en  Flandes.  Como 
los  cuarteles  estuvieron  eu  hondo,  entre  diques,  con  las  muchas 
lluvias  y  cursos  de  carros  y  gentes  se  hicieron  unos  lodazales, 
entre  lodo  y  agua ,  que  los  hombres  se  metían  hasta  la  rodilla  y 
las  cabalgaduras  no  podian  salir.  De  estos  cuarteles  se  iba  por  un 
dique  á  meter  la  guarda  á  los  fuertes  que  se  hacian ;  era  poco  más 
ancho  que  un  carro,  y  por  los  lados  tenia  fosos  de  agua  que  hin- 
chia  la  marea;  pues  como  por  este  dique  se  conduciesen  todos  los 
pertrechos  y  bastimentos  y  guarda  á  los  fuertes,  estaba  tan  malo 
que  cuando  llegaba  la  gente  de  desatacarse  y  de  levantar  y  caer, 
la  cara,   manos  y  todo  el  cuerpo  iban  cubiertos  de  lodo  y  sin 
aliento  ninguno,  y  si  iban  por  las  orillas  del  dique,  tal  vez  res- 
balaban y  daban  en  los  fosos  que  estaban  á  los  lados  del  dique 
con  el  peso  de  las  armas;  si  era  de  noche,  se  ahogaban.  Tenien- 
do el  enemigo  noticia  de  estas  cosas,  las  más  de  las  noches  nos 
tocaba  arma;  era  necesario  ir  desde  los  cuarteles  hasta  los  fuertes 
á  la  voz  del  arma.  La  mitad  de  la  gente  por  el  dique  que  tengo 
dicho,  en  tiempo  de  invierno,  con  grandísimas  tempestades  de 
agua  y  nieve,  de  suerte  que  las  más  veces  era  ordinario,  de  cua- 
tro ó  seis  que  iban  de  camarada,  faltar  uno,  y  vino  á  suceder  en 
general;  á  la  ñu  del  invierno,  que  en  las  más  de  las  barracas  no 
había  más  que  un  soldado,  habiendo  en  cada  una  seis  ó  siete,  y 
los  frios  y  hielos  fueron  tan  grandes ,  que  á  muchos  soldados  cor- 
taron los  brazos  y  piernas,  de  helados.  La  gente,  toda  desnuda; 
los  cuarteles  inundados  de  agua,  que  no  se  podía  salir  de  las  bar- 
racas á  la  plaza  de  armas  sin  venir  hechos  un  lodo.  Estos  traba- 
jos apuraron  la  gente  de  tal  suerte ,  que  se  hallaron  por  el  mes  de 
Abril  los  fuertes  en  defensa,  de  9.000  que  entraron  en  el  puesto 
se  apuraron  en  2.000,  sin  haber  muerto  el  enemigo  GO.  Más  lo 
aprieta  en  sus  certificaciones  el  Maestre  de  campo  D.  Pedro  de 
Ocampo,  marino,  que  murió  gobernador  de  Cádiz,  que  en  esta 
ocasión  era  Sargento  mayor  del  tercio  do  D.  Iñigo  de  Borja,  di- 
ciendo por  palabras  expresas,  que  los  que  se  hallaron  en  hacer 
los  fuertes  de  la  canal  de  la  Inclusa  hicieron  prueba  de  vahentes 
y  honrados  soldados,  pues  de  9.000  se  apuraron  en  1.500.  Como 
he  dicho,  gobernaba  D.  Iñigo  de  Borja,  y  aunque  era  valiente 


502 

soldado  y  entendido  en  el  arte  militar  y  discípulo  de  aquel  famoso 
ingenio,  Miguel  Curieto,  se  conoció  con  evidencia  que  aquella  fa- 
mosa ciencia  del  saber  acuartelar  un  ejército,  reconocer  la  calidad 
y  circunstancias  de  un  sitio,  ó  para  alojarse  ó  dar  batalla,  según 
guerra  ofensiva  ó  defensiva,  que  tanto  les  im})ortó  el  saberla  á 
César  en  la  Francia ;  á  Carlos  V  en  Alemania ,  con  el  de  Lanz- 
grave  y  Sajonia ;  al  daque  de  Alba  en  aquella  famosa  batalla  que 
dio  en  los  Estados  de  Flandes  al  conde  Ludovico  de  Nasao^  no  la 
enseña  Euclides  en  su  geometría,  ni  reglas,  ni  preceptos  de  fa- 
mosos ingenieros ,  más  un  claro  natural  curtido  en  una  larga 
experiencia  de  casos  militares:  si  en  esta  parte  se  supiera  esta 
ciencia,  no  se  hubiera  hecho  hierro  tan  costoso  y  notable,  pues 
fueron  los  fuertes  mucha  causa  para  que  se  consumiesen  7.500 
hombres:  estaban  por  mayor  defensa  los  fuertes;  el  Marqués  sacó 
la  poca  gente  que  habia  quedado  de  aquel  puesto  y  la  llevó  al  si- 
tio de  Bergas. 

Tenia  el  Marqués  hecho  trato  en  Bergas  con  un  Sargento  ma- 
yor que  habia  de  dar  una  puerta,  poniéndose  sobre  aquella  plaza; 
encaminó  á  ella  1 .400  hombres  con  D.  Luis  de  Velasco,  General  de 
la  caballería,  tomando  puestos  á  lo  largo,  sin  abrir  palmo  de  trin- 
chera ni  hacer  fortificación  de  importancia  en  catorce  ó  diez  y  seis 
dias.  En  confianza  del  trato,  el  enemigo  se  salió  fuera  de  la  plaza 
y  tomó  todos  los  puestos  que  pudo  con  muy  buenas  fortificaciones 
y  caminó  á  nosotros  con  trinchera,  pues  parecía  que  nos  quería 
sitiar;  metió  socorro  dentro  déla  plaza;  en  este  ínter  sucedió 
aquella  famosa  batalla  que  en  Marimon ,  diez  leguas  de  Bru- 
selas, dio  D.  Gonzalo  de  Córdoba  al  conde  Masfelte,  viniendo 
de  Alemania,  Llegaron  las  nuevas  al  ejército  á  donde  ya  estaba 
el  Marqués;  en  albricias  de  tan  dichosa  nueva,  que  era  opinión 
era  restauración  de  Flandes ,  mandó  que  se  disparase  la  artillería, 
apuntando  á  Bergas,  y  una  de  las  balas  que  se  dispararon  mató  al 
Sargento  mayor  que  habia  hecho  el  trato  y  en  quien  se  tenia  la 
confianza.  Pasados  algunos  dias,  se  pasaron  al  ejército  unos  sol- 
dados de  la  plaza  y  dijeron  como  era  muerto  el  Sargento  mayor; 
obligóle  esta  nueva  al  Marqués,  haciendo  el  caso  reputación, 
hacer  de  la  necesidad  virtud;  sitió  la  plaza  en  forma,  hizo  llama- 


503 

miento  de  gente  por  todo  el  país  hasta  32.000  hombres.  Llegó  Don 
Gonzalo  de  Córdoba  con  la  gente  que  le  había  quedado  de  la  ba- 
talla, ocupó  el  puesto  que  era  de  Vallon,  que  estaba  á  la  parte  de 
Oriente.  Es  Bergas  una  villa,  siete  leguas  de  Amberes,  en  Ducado 
de  Bravante,  en  el  mar  de  Migilburx;  tiene  una  canal  ó  ria,  que 
con  el  creciente  cubre  muchos  bajíos,  hinche  el  foso  y  entran  algu- 
nas embarcaciones  no  muy  grandes ;  hacia  el  Poniente  le  entra  el 
canal,  arrimado  á  él  un  dique  que  se  remata  en  unos  bajíos  donde 
está  un  fuerte  que  sujeta  la  villa  y  guarda  el  canal  para  que  no  se 
le  pueda  quitar  el  socorro,  que  se  llama  Bergan.  Como  el  Marqués 
ocupaba  lo  más  del  sitio,  hacia  la  parte  del  Norte  cercaban  este  si- 
tio, sin  triucherones,  levantados  á  trechos  sus  reductos  para  pro- 
veer las  postas  y  socorrer  los  puestos :  comenzáronse  á  abrir  trin- 
cheras, tarde  y  mal,  porque  como  el  enemigo  tenia  puestos  fuera  de 
la  plaza  y  en  ellos  tenia  piezas  pequeñas  que  barrían  la  haz  de  la 
tierra,  en  descuidándose  alguno  perdía  la  vida.  A  la  parte  de  Levan- 
te, como  he  dicho,  estaba  D.  Gonzalo  de  Córdoba;  arrimáronse  por 
esta  parte  más,  por  servirles  de  espaldas  unas  dunas  ó  montañas 
de  arena  que  estaban  cerca  de  la  puerta  de  Amberes ;  en  aquella 
parte  no  sucedió  cosa  notable,  más  de  algunas  salidas  y  el  haber 
hecho  una  batería  para  batir  la  muralla;  por  la  parte  del  Marqués 
se  arrimaron  por  dos  partes  y  se  abrieron  trincheras ,  la  mayor  al 
lado  izquierdo;  ocupaban  las  naciones,  valones  y  alemanes  la  otra 
parte ;  de  á  mano  derecha  ocupaban  españoles ,  que  al  principio 
gobernó  Diego  Luis  de  Olivera,  Maestre  de  campo  de  portugue- 
ses; tuvo  un  mal  suceso:  fué  que  el  sargento  Rincón  y  el  alférez 
Moreno,  entrambos  de  la  compañía  de  Lorenzo  Lasso,  quisieron 
reconocer  las  trincheras  enemigas,  que  distaban  poco  más  de  seis 
pasos  délas  nuestras;  levantándose, en  alto  sobre  una  banqueta, 
vio  que  no  habia  gente  en  ella  y  levantáronla  voz:  «¡Santiago,  y 
á  ellos!  que  han  desmamparado  las  trincheras;»  arrojáronse  á  ellas; 
siguiéronles  algunos  de  su  condición ,  y  unos  fueron  empeñando 
á  otros.  Los  que  estaban  del  enemigo  en  la  cabecera  de  ellas ,  se 
retiraron  á  una  plaza  de  armas  que  tenían  cerca,  guarnecida  con 
cantidad  de  gente  :  los  nuestros ,  entendiendo  que  huían  los  se- 
guían, y  al  desembocar  en  la  plaza  de  armas,  los  del  enemigo  que 


504 

ya  estaban  con  las  armas  en  las  manos,  no  los  dejaron,  haciéndo- 
les volver  atrás.  Habíanse  llenado  ya  las  trincheras  del  enemigo 
de  soldados  nuestros,  con  la  codicia  de  la  acción,  y  queriendo 
volver  atrás,  no  pudieron  ni  tampoco  pelear,  porque  la  muche- 
dumbre de  la  gente  era  tanta,  que  en  la  misma  trinchera  murie- 
ron la  mayor  parte  de  ellos  sin  poder  retirarse  ni  pelear;  murió 
entre  ellos  D.  Fernando  de  Portugal,  hermano  del  conde  de  Vi- 
mioso,  que  era  Capitán  de  infantería  del  tercio  de  Portugal.  Co- 
noció el  enemigo  ser  esta^accion  precipitada,  sin  orden,  y  pare- 
ciéndoles  que  estarían  desguarnecidas  las  trincheras  nuestras  de 
la  batalla  ó  vanguardia  por  ver  ocupaba  las  suyas  la  gente  que 
ocupaba  la  vanguardia  nuestra,  sacó  de  un  reducto  que  estaba  á 
un  lado  enfrente  de  las  trincheras  de  nuestra  batalla,  y  en  medio 
una  pradería,  tres  compañías  que  ocupasen  las  trincheras  de  la  ba- 
talla nuestra  y  cortasen  á  los  nuestros  que  estaban  en  las  suyas,  y 
á  los  demás  que  los  iban  á  socorrer  mandó  luego  Diego  Luis  de 
Olivera  que  saliesen  á  recibir  las  otras  tres  compañías;  encontráron- 
se en  la  pradería  y  escaramuzaron  más  de  media  hora,  lo  másalo 
largo,  donde  murió  gente  de  consideración  de  una  y  otra  parte. 
Era  una  de  las  compañías  nuestras  la  del  capitán  Ruldequien, 
sargento  Miguel  Olles,  de  nación  navarro;  adelántese  de  los  ene- 
migos otro  Sargento,  salióle  á  recicir  Miguel  Olles,  y  peleando  con 
el  alabarda  le  mató;  acudió  su  Capitán  á  vengarle;  salióle  á  reci- 
bir otra  vez  Miguel  Olles ,  y  calando  la  pica  le  tiró  un  picazo  que 
con  la  alabarda  desvió,  y  ganándole  la  entrada  le  dio  otro  alabar- 
dazo  con  que  le  mató;  tomó  la  pica  con  el  alabarda  del  Sargento  que 
habia  muerto,  y  retiróla  hacia  las  trincheras  y  volvióle  á  salir  al 
encuentro  otro  soldado  holandés,  de  alta  disposición,  que  también 
venia  á  buscarle,  chocó  con  .él,  y  también  le  hirió  muy  mal  de 
otro  alabardazo:  en  esto  le  dieron  un  mosquetazo  en  un  brazo  que 
fué  fuerza  el  haberse  de  retirar;  después  le  cortaron  el  brazo  por 
junto  al  hombro;  en  premio  de  la  hazaña  le  hicieron  Alférez  y  le 
dieron  cuatro  escudos  de  ventaja  sobre  cualquier  sueldo;  vino  con 
licencia  á  España ,  y  el  conde  de  Monterey,  viendo  sus  honrados 
servicios,  le  ayudó  para  que  fuese  Capitán;  levantó  en  Miranda 
de  Duero,  donde  murió. 


505 

Volviendo  al  caso,  digo  que  con  el  arma  que  se  tocó,  fué 
acudiendo  gente  de  los  cuarteles  de  socorro  á  las  compañías 
que  escaramuzaban,  tres  á  tres  en  la  pradería;  después  de  muer- 
tos algunos  de  una  parte  j  otra,  se  retiraron  los  que  se  habían 
entrado  en  la  trinchera  del  enemigo,  aunque  con  muerte  de 
muchos  trataron  de  sustentarla;  el  enemigo  defenderla;  donde 
se  peleó  toda  la  tarde  hasta  la  noche,  que  fué  fuerza  á  los  nuestros 
retirarse;  conociendo  la  gente  que  les  mataban  con  tan  poco  fruto, 
tomóse  por  acuerdo,  por  divertir  al  enemigo  de  sus  trincheras,  em- 
bestir á  una  media  luna  que  remataba  en  la  cabeza  de  un  ramal 
de  trinchera  nuestra  que  estaba  en  la  vanguardia,  á  mano  dere- 
cha; hiciéronlo  dos  compañías  de  portugueses,  sin  fruto,  porque 
el  enemigo  la  defendía  valientemente,  de  tal  manera,  que  en 
aquella  tarde  murieron  mucha  gente  de  los  portugueses,  y  entre 
ellos  dos  Capitanes;  fué  acudiendo  al  asalto  y  socorro  y  mudaron 
aquellas  compañías,  y  en  su  lugar  entró  D.  Francisco  Lasso 
con  su  compañía,  de  quien  yo  era  soldado,  que  este  día  le  tocó 
estar  de  guarda  en  la  retaguardia  de  las  trincheras;  era  de  los 
que  llaman  los  desbocados,  y  así  quiso  conseguir  lo  que  los  otros 
no  pudieron:  hizo  cuanta  diligencia  podia  un  valiente  soldado, 
tanto,  que  en  el  puesto  le  mataron  17  soldados,  y  entre  ellos  los 
de  más  opinión  y  algunos  Alféreces  reformados,  hasta  que  cono- 
ciendo la  dificultad  el  Marqués,  le  mandó  que  se  retirase  hacien- 
do alguna  fortificación  en  la  cabeza  de  la  trinchera.  Tenia  esta 
media  luna,  encima  de  la  muralla,  un  torno  con  unas  púas  atra- 
vesadas de  parte  á  parte  por  el  eje  y  estaban  ensebadas  y  andaba 
muy  ligero  alrededor.  La  muralla  estaba  baja,  los  soldados  pro- 
curaban subir  y  meterse  por  debajo  del  torno,  para  subir  asían 
de  las  púas,  y  como  estaban  ensebadas  escurrían  de  suerte  que 
cuando  estaban  ya  encima  de  la  muralla  desliciaban  de  las  manos 
las  púas,  y  con  la  fuerza  del  deslicio  andaba  el  torno  alrededor,  y 
el  que  subia  venia  rodando  por  la  muralla  abajo  con  algún  pica- 
zo ó  arcabuzazo,  y  con  esto  estaba  lleno  el  suelo  de  cuerpos  muer- 
tos; en  esta  ocasión,  tres  veces  subió  á  la  muralla  Alonso  de  Lei- 
tcs,  natural  de  Madrid,  trepando  por  la  muralla,  asido  de  una 
pica  del  enemigo,  y  todas  tres  vino  abajo;  servia  entre  nosotros 


506 

un  tercio  de  ingleses  que  también  se  halló  en  todo  lo  que  se  ofre- 
ció; de  ellos  y  de  los  njiestros  estaban  las  trincheras  llenas  de 
cuerpos  muertos  que  no  se  podia  poner  los  pies  en  la  tierra,  si  no 
es  en  ellos ,  pisando  los  unos  que  retirándose  murieron  otros  que 
allí  mataron ;  reputáronse  500  los  muertos ;  amaneció  y  mandaron 
que  los  retirasen ,  y  mi  compañía  también  se  retiró.  Salió  Don 
Francisco  Lasso  y  todos  tan  otros  de  los  que  entraron ,  que  pare- 
cian  demonios,  de  la  noche  que  hablan  pasado,  negros  y  deslus- 
trados del  humo  de  granadas,  pez  y  alquitrán  que  echaban  y  de 
la  arcabucería,  todos  mustios  y  tristes  que  apenas  se  atrevían  á 
levantar  ninguno  la  cabeza  á  mirar  á  otro;  venia  mi  Capitán ,  pa- 
sados los  calzones  y  las  ligas  de  arcabuzazos  y  del  fuego  y  cascos 
de  granada ;  díjele :  « parece  que  á  vuestra  merced  le  han  picado 
grajos:»  respondióme:  «es  verdad,  mas  eran  de  plomo.»  Todo 
fué  sin  orden  ni  acuerdo,  no  más  de  empeñar  uno  á  muchos,  pa- 
reciendo al  principio  que  era  fácil  conseguir  alguna  cosa  de  im- 
portancia; mudaron  á  otro  dia  á  Diego  Luis  de  Olivera,  y  dieron 
las  trincheras  á  D.  Diego  Mesía,  que  al  presente  era  Maestre  de 
campo  y  castellano  de  Amberes. 

Fuese  continuando  el  sitio  sin  suceder  otra  cosa  notable  más 
de  los  muchos  tiros  que  el  enemigo  tiraba  cada  dia,  que  de  la  parte 
del  Marqués  se  puso  un  dia  á  rayar  un  Alférez  reformado  los  tiros 
que  el  enemigo  tiraba ,  y  rayó  600 ,  sin  los  que  se  tiraban  á  la 
parte  de  D.  Gonzalo;  íbase  poco  á  poco  con  las  trincheras;  cada 
palmo  que  se  adelantaba  costaba  mucha  gente,  y  así  se  atrasaba 
más ;  estaban  cerca  las  del  enemigo  de  las  nuestras ,  que  las  gra- 
nadas se  echaban  con  la  mano  de  una  en  otras,  y  con  ellas  hacían 
daño  notable ,  porque  en  cualquier  miembro  ó  parte  donde  daba 
le  hacia  pedazos.  Llegaron  á  estar  tan  cercadas  del  enemigo  y  las 
nuestras ,  que  para  desembocarlas  no  faltaba  más  de  con  la  pala 
echar  la  tierra  que  las  dividía  de  la  una  en  la  otra  sin  descu- 
brirse. Conociendo  esto  el  Marqués,  quiso  desbocar  las  suyas  en 
las  del  enemigo;  mandó  tomar  al  ejército  las  armas;  guarnecié- 
ronse las  trincheras  muy  bien  con  gente,  sobre  la  saliente;  hallá- 
ronse en  la  plaza  de  armas  de  ellas  todos  los  más  principales  sol  - 
dados  y  señores  del  ejército;  el  Marqués,  D.  Luis  de  Velasco,  Don 


507 
Iñigo  de  Borja,  que  era  General  de  la  artillería,  dos  hijos  del 
conde  de  Benaveute,  D.  Manuel  y  D.  García  Pimentel,  un  hijo 
del  marqués  de  Algaba,  otro  del  marqués  de  las  Navas,  sin  otros 
muchos  extranjeros ;  guarnecidas  las  trincheras,  puesta  toda  la 
gente  en  orden  para  cualquier  cosa  que  pudiera  suceder,  volóse 
un  hornillo  que  estaba  debajo  del  terreno  que  dividía  las  trinche- 
ras nuestras  del  enemigo,  para  en  volándole  embestir;  así  se  hizo, 
mas  el  enemigo  tenia  otra  mina  debajo  de  nuestro  hornillo;  esperó 
á  que  los  nuestros  embistiesen;  entonces  pególe  fuego,  abrióse  la 
tierra,  y  al  volarle  se  tragó  tres  ó  cuatro  soldados;  los  demás  sa- 
lieron medio  quemados. 

En  este  tiempo  empezó  la  artillería  y  mosquetería  de  una  y 
otra  parte  en  tanta  cantidad,  que  la  tierra  temblaba  con  el  es- 
truendo, y  el  humo  y  el  ruido  de  las  balas  que  cubrían  el  cielo  y 
cegaban  y  aturdían  los  hombres;  peleóse  más  de  dos  horas;  nos- 
otros por  ocupar  puestos  en  las  trincheras  del  enemigo,  él  por  de- 
fenderlas: al  fin  nos  tuvimos  de  retirar  y  volvernos  á  fortificar 
de  nuevo  en  el  mismo  puesto  que  estábamos ;  murió  en  esta  oca- 
sión mucha  gente  de  importancia;  entre  los  principales  fué  Don 
García  Pimentel,  uno  de  los  hijos  del  conde  de  Benavente:  sucedió 
el  caso  que  volando  nosotros  el  primer  hornillo,  habia  encima  unas 
astillas  de  tierra  de  la  forma  de  tiestos  de  albahaca  que  servían 
de  cubrir  á  las  postas  y  tirar  por  el  hueco  que  hacían  por  debajo, 
voló  el  hornillo  algunas,  y  una  se  remontó  tan  alto,  que  con  el 
movimiento  natural  vino  á  caer  en  la  plaza  de  armas  donde  esta- 
ban estos  señores ,  y  dio  en  la  cabeza  á  D.  García ,  que  le  torció  el 
pescuezo  y  luego  cayó  muerto  con  grande  sentimiento  de  todo  el 
ejército,  porque  demás  de  ser  tan  gran  señor,  servia  en  cualquier 
puesto  como  un  soldado ,  el  más  humilde,  sujeto  á  la  obediencia 
de  un  cabo  de  escuadra,  sin  excepción  en  su  persona  ni  recatarse 
del  peligro ,  tanto ,  que  cubriéndonos  una  noche  en  un  puesto  que 
tomábamos,  sin  morrión  ni  peto  acudía  á  traer  la  fagina,  á  asen- 
tarla ,  á  echar  la  tierra  con  tanto  desenfado  y  poco  cuidado  de  sí 
como  si  fuera  por  la  calle  Mayor  de  Madrid  paseándose,  díjele: 
«señor,  como  usía  anda  así,  no  ve  que  le  dará  un  balazo  con  mucba 
facihdad  y  le  perderemos,  que  importa  más  que  todo  este  sitio;» 


508 

y  me  respondió:  «¿qué  es  lo  que  dice,  soy  yo  más  que  un  pobre 
soldado?»  Como  su  merced,  era  de  extrema  piedad,  visitaba  los 
heridos  con  mucho  cuidado  de  que  se  les  asistiese ,  y  lo  que 
podia  hacer  por  ellos  no  lo  pedia  á  nadie ;  cuando  retiraban  algún 
herido  le  salia  al  camino ,  consolábale  y  dábale  uno  ó  más  reales 
de  á  ocho,  según  eran  las  personas  y  las  heridas.  También  murió 
en  esta  ocasión  de  un  mosquetazo  el  ingeniero  de  más  considera- 
ción que  habia  en  el  ejército ,  aunque  todos  eran  de  bien  poca 
falta  notable ,  no  por  la  calidad  de  la  persona ,  sino  por  la  falta 
que  hacia  y  hace:  continuando  el  sitio  con  poco  ó  ningún  fruto, 
pasaba  esta  ocasión  el  enemigo ,  y  buscó  otra ,  y  reconociendo  que 
las  trincheras  que  guarnecían  los  valones  y  borgoueses  estaban 
con  algún  descuido, -cerró  con  ellos;  ellos  se  retiraron  sin  poder 
asistir  á  la  defensa,  hasta  que  el  enemigo  llegó  á  un  ramal  de 
trinchera  que  atravesaba  y  correspondía  á  las  trincheras  de  los 
españoles,  éste  guarnecia  mi  capitán,  D.  Francisco  Lasso,  con  su 
compañía,  y  con  notable  valor  caló  la  pica  y  dijo  á  los  demás  que 
le  siguiesen,  y  dando  voces  «Santiago»  cerramos  con  ellos,  arro- 
jándonos del  ramal  que  ocupábamos ;  el  enemigo  que  oyó  españo- 
les, entendió  que  era  mucha  cantidad  de  ellos  al  socorro;  retiróse 
y  perdió  lo  que  habia  ganado,  y  mi  Capitán  las  volvió  á  entregar 
á  quien  las  habia  perdido ,  de  que  le  resultó  los  aumentos  que 
hoy  tiene;  hiciéronle  Capitán  de  caballos ,  diéronle  el  hábito  de 
Santiago  y  hoy  es  gobernador  de  Chile,  Al  fin  de  tres  meses,  que 
en  todos  ellos  no  era  sino  mortandad,  que  se  repuso  la  falta  de  la 
gente  por  más  de  11.000  sin  mejorarnos  una  hora  más  que 
otra,  se  tuvo  noticia  que  el  enemigo  con  todo  su  poder  venia  por 
tierra  á  socorrer  aquella  plaza,  yantes  que  llegase  nos  partimos 
nosotros;  caminamos  á  media  noche;  éste  fué  el  fin  del  sitio  de 
Bergas,  donde  se  colige  deste  y  del  de  la  Inclusa  y  de  la  navega- 
ción de  la  Isla,  á  que  las  cosas  de  España  se  consideran  su  fin  por 
el  principio. 

Luego  que  se  acabó  esta  ocasión,  me  vinieron  cartas  de  favor 
de  España,  con  que  saqué  licencia  tan  contento  que  ésta  me  sir- 
vió de  consuelo  de  todos  los  trabajos  pasados ,  dándolos  por  bien 
empleados  dos  años  que  habia  dormia  con  la  gola  puesta,  que 


509 

con  el  asiento  de  las  armas  y  de  la  pica  la  tenia  señalada  en  los 
hombros. 

Vine  á  España,  atravesando  la  Francia,  en  treinta  dias,  á  pié, 
porque  el  dinero  que  me  dieron  no  bastaba  para  comer,  que  eran 
25  tallares,  que  cada  uno  es  9  rs.  y  seis  cuartos,  con  propósito  de 
pasar  á  las  ludias. 

Llegué  á  Madrid,  y  en  este  tiempo  salió  una  grande  leva  y 
entre  ellos  salió  el  capitán  Lázaro  de  León,  de  quien  fui  Alférez; 
fuimos  á  levantar,  á  Medina  del  Campo  mi  Capitán,  y  yo  fui  á 
Alaejos ,  donde  me  hicieron  mucha  merced  en  nueve  meses  que 
estuve  levantando;  en  este  tiempo  un  atambor  me  dio  una  pedrada 
en  la  frente  por  dar  á  un  alcalde  de  los  hijo-dalgos  que  estaba  con- 
migo; fué  peligrosa,  mas  con  brevedad  sané. 

Con  la  compañía  fuimos  á  Lisboa,  hurtando  en  el  camino,  que 
en  tales  alojamientos  no  se  hace  otra  cosa. 

Gobernaba  en  Lisboa  el  marqués  de  Camarasa  y  esperaba  al 
inglés;  íbase  recogiendo  en  aquella  ciudad  mucha  infantería  de 
voluntarios  y  quintados  y  soldados  viejos  de  la  armada,  que 
fueron  Tomás  de  la  Rivera  con  la  escuadra  del  Estrecho;  Don 
Nicolás  de  Judice  con  la  de  Barcelona;  el  Almirantazgo,  la  escua- 
dra de  Maqueda;  la  de  Portugal,  la  escuadra  de  Guipúzcoa,  y 
más  la  gente  suelta,  que  en  todos  serian  6.000  hombres  en  cua- 
renta navios  que  estaban  en  aquella  barra,  fortificábase  aquella 
ciudad ,  y  todos  tomaron  las  armas,  formando  cuatro  tercios  de  la 
gente  común  de  la  ciudad.  Fué  á  Cádiz  el  inglés,  y  asi,  todo  esto 
no  fué  menester. 

Estuve  dos  años  y  medio  en  Lisboa;  reformaron  mi  com- 
pañía ,  vine  á  Madrid  á  pretender  mi  sueldo  de  reformado ,  aun- 
que ya  le  tenia  para  Lisboa,  como  no  era  parte  donde  se  mece 
tanto  como  en  otras ,  pretendí  ir  á  otra  parte  ,  á  Flandes  ó  á  la 
armada;  yendo  á  saber  en  casa  del  secretario,  Pedro  de  Arce,  de 
mi  despacho,  me  respondieron  que  estaba  detenido;  causóme 
confusión,  volví  segunda  vez,  apreté  la  dificultad,  dijéronme  que 
fuese  á  hablar  al  señor  Juan  de  Pedroso,  hízelo  y  díjome  que  tenia 
hecha  merced  de  20  escudos  de  sueldo  al  mes,  cerca  del  marqués 
de  Leganés ;  repetí  diciendo  que  mi  voluntad  era  servir  donde  rae- 


510 

reciese ,  díjome  que  servia  á  S.  M.  haciendo  lo  que  me  mandaba; 
obedecí,  estuve  en  Madrid  un  año  sin  que  se  ofreciese  cosa  de 
consideración  más  que,  gobernando  á  la  Gomera  Francisco  de 
Murga,  la  sitiaron  40.000  moros;  mandóme  el  Marqués  que 
fuese  á  meterme  dentro,  fui  con  mucha  brevedad,  y  mediante  la 
orden  del  duque  de  Medina,  entré  dentro  cuando  se  acababa  de 
levantar  el  sitio  al  cuarto  de  la  salud.  Estuve  en  aquella  plaza  dos 
meses  hasta  que  me  vino  licencia  del  Marqués  para  venir  á  España, 
que  hize  con  buena  voluntad,  porque  aquella  plaza  es  muy  incó- 
moda por  el  sitio  que  es  malo,  porque  hay  malos  alojamientos, 
peores  comidas  y  tan  corto  el  divertimiento  de  la  vista ,  que  no 
se  puede  salir  de  la  plaza  á  la  campaña  sin  mucho  riesgo.  Es  la 
barra  malísima  y  estuvimos  á  pique  de  perdernos ,  tardamos  ocho 
dias  en  llegar  á  Cádiz,  y  entrando  en  la  bahía  de  Cádiz  se  levantó 
im  Leste  muy  peligroso  para  las  embarcaciones  que  les  coge  en 
aquella  parte.  Veníamos  en  una  saetía;  duplicáronse  las  áncoras 
y  las  amarras ;  estuvimos  aquella  noche  con  temor  de  un  mal  su- 
ceso; amaneció  un  poco  más  sosegado  el  viento;  echóse  una  fra- 
gatilla  al  agua,  en  ella  nos  metimos  yo  y  el  capitán  D.  Pedro  Xi- 
menez  de  Inciso,  que  veníamos  de  camarada,  y  nuestra  ropa. 
Salimos  á  tierra  de  la  parte jdel  puerto,  á  una  hermita  que  se  llama 
Santa  Catalina,  de  allí  fuimos  al  Puerto  y  á  Madrid. 

Estaba  en  esta  sazón  pretendiendo  D.  Miguel  de  Noroña,  go- 
bernador de  Tánjer  y  conde  Linares ,  ir  por  visorey  de  la  India 
oriental ;  hizole  S.  M.  merced  de  lo  que  pretendía.  Pidió  se  les 
diesen  algunos  entretenidos  cerca  de  su  persona,  diéronsele  dos,  y 
yo  fui  el  uno  con  patente  del  Capitán  y  60  escudos  de  sueldo  al 
mes,  y  al  alférez  Bartolomé  Dejea  con  40,  que  después  fué  Capi- 
tán. Tocóme  en  Lisboa  embarcarme  en  la  nao  del  Virey ;  hacíame 
mucha  merced  á  los  principios  desde  Madrid  hasta  que  nos  em- 
barcamos; después  fué  disminuyendo,  de  suerte  que  en  pasando 
la  línea  no  quedó  rastro  de  esta  voluntad,  si  acaso  lo  era;  con 
todo,  fué  lo  mismo,  y  en  la  India  mucho  más,  que  siendo  el  Conde 
len  Castilla  y  en  Portugal ,  en  opinión  de  todos ,  el  más  afable  y 
liberal  caballero  que  se  conocía,  le  quedó  de  esto  poco  en  la  India 
porque  se  hizo  áspero  de  condición,  haciendo  muy  pocas  mercedes 


511 

aunque  los  servicios  fuesen  de  estima,  que  experimenté  con  nota- 
ble daño  mió ,  y  fueron  la  causa  de  que  pasase  inaccesibles  tra- 
bajos ,  y  hoy  estoy  sin  premio  de  mis  servicios ,  que  aunque  no 
son  los  de  un  gran  soldado,  pudieran  tener  alguno.  Dicen  que  los 
hombres  que  pasan  de  España  á  aquellas  partes  de  la  India,  es 
mudar  en  ellos  el  natural  cosa  general ,  no  atribuyendo  á  la  mu- 
danza de  estado,  mas  á  la  de  diferente  clima;  razón  que  me  cua- 
dra, porque  estando  todas  las  cosas  de  este  mundo  sugetas  á  las 
influencias  de  los  cielos,  aunque  las  que  son  sensibles  en  una 
misma  parte  mudan  de  ser  aumentándose  ó  disminuyéndose,  con 
mucha  causa  se  mudarán  las  que  no  lo  son  mudando  de  diferente 
clima,  donde  es  fuerza  que  el  sol  y  la  luna  y  demás  estrellas, 
por  estar  más  apartados  ó  más  cerca,  influyan  diferente  calidad 
en  los  sugetos ,  pues  de  ellas  se  recibe  en  este  mundo  la  genera- 
ción, aumento  y  corrupción  de  las  cosas,  alimentadas  según  en 
la  parte  en  que  se  hallan.  Luego,  sígnese  que  también  los  hom- 
bres reciben  en  sus  naturales  esta  mudanza ,  no  tan  sólo  por  lo  de 
la  edad,  mas  por  la  del  cielo,  que  es  el  que  influye  las  calidades 
de  que  se  compone  el  hombre ;  y  por  esto  entiendo  que  los  hom- 
bres en  aquella  parte  no  les  queda  ser  ninguno  de  la  condición 
que  tenían  en  España ;  esto  en  mismos  términos  sucedió  al  Conde, 
y  acordándose  él  que  habia  rehusado  el  venir  en  su  compañía  á 
la  India,  y  que  si  venia  era  á  pura  persuasión  suya  é  intereses  de 
mi  sueldo,  dijo  en  algunas  conversaciones  apropósito  de  los  que 
del  podían  esperar  merced,  que  yo  no  tenia  que  esperar  ninguna, 
que  era  muy  bastante,  aunque  hiciese  muchos  servicios,  lo 
que  S.  M.  me  había  hecho;  y  que  entendiese  que  el  sueldo  que 
llevaba  lo  había  de  merecer  muy  bien  por  lo  mucho  en  que  me 
habia  de  ocupar.  Como  llegó  á  mi  noticia  me  sirvió  por  desengaño 
lo  poco  que  podía  esperar,  que  aun  no  lo  quiso  remitir  al  silencio; 
no  me  espanto  que  es  de  dificultosa  virtud  de  observar. 

Como  he  dicho,  nos  embarcamos  en  Lisboa  y  salimos  de  ella  á  3 
de  Abril,  tres  naos  grandes,  que  llaman  de  la  India  y  seis  galeones; 
iba  gente  muy  lucida  hasta  3.500  hombres,  soldados  para  servir 
en  la  India :  está  Lisboa  en  39"  de  latitud;  navegamos  con  prós- 
pero viento  hasta  doblar  á  Cabo  Verde,  que  es  en  14°  del  polo 


512 

ártico,  como  fuimos  pasando  el  trópico  de  Cancro,  que  es  en  23  /j*. 
y  entrando  en  la  tórrida  zona  y  llegándonos  á  la  equinocial,  que 
es  en  la  costa  de  Guinea,  fué  calmando  el  viento,  y  con  las  gran- 
des calmas  y  mudanza  de  clima  enfermó  casi  toda  la  gente; 
ayudaba  á  esto  la  poca  comodidad  con  que  se  navegaba,  por- 
que en  una  nao  iban  seiscientas  personas,  todas  debajo  de  cu- 
bierta, salvo  los  qne  se  acomodaban  en  los  castillos  de  proa  y 
popa ,  y  el  calor  de  la  gente  de  unos  con  otros ,  los  calores  grandes 
del  sol,  la  falta  de  agua  y  mal  acondicionados  bastimentos,  como 
tocino  salado ,  sardinas  y  pescado ,  y  lo  recio  del  vino  que  tam- 
bién abrasábalos  hígados,  todo  fuego  y  provocativo  para  beber  y 
causar  una  sed  inaccesible,  fué  todo  esto  causa  de  que  muriese 
mucha  gente.  Es  ordinario  en  aquellos  parajes  un  mal  que  llaman 
loanda,  que  todos  los  dientes  se  andan,  de  que  también  padecían 
los  soldados;  en  estaparte  no  me  escapé,  pues  del  mismo  Virey 
fui  juzgado  por  muerto,  ¡Oh,  qué  buenos  que  somos  cuando  en- 
fermos, como  en  esta  ocasión,  entré  en  cuenta  con  migo  y  conocí 
cuántos  trabajos  nos  da  quien  grandezas  nos  promete!  ¡Cómo  tro- 
cara el  estado  en  que  me  hallaba,  no  por  lo. que  el  Virey  me 
había  prometido,  mas  por  el  del  más  miserable  del  que  estaba  en 
tierra!  Llegó  á  enfermar  de  tal  suerte  la  gente ,  que  l6s  confesores 
rehusaban  el  querer  llegarse  á  ningún  enfermo  á  confesarle,  y 
por  esto  murieron  muchos  sin  confesión,  y  otros  se  quedaron 
muertos  comiendo,  con  el  bocado  en  la  boca:  otros,  con  un  fuego 
que  les  abrasaba,  morían  rabiando,  casi  como  desesperados  ;  los 
bordos  de  las  embarcaciones  estaban  de  sangre  que  por  ellos  se 
echaba,  rojos,  que  á  lo  largo,  desde  otras  embarcaciones,  se  cono- 
cía el  estar  la  tablazón  cubierta  de  sangre;  duró  esta  calamidad 
el  tiempo  que  tardamos  en  pasar  la  tórrida  zona,  que  son  47"  de 
latitud  que  hay  desde  un  trópico  á  otro  trópico  ,  y  en  este  paraje 
murierou  500  hombres;  como  llegamos  á  los  23  del  altura  del  polo 
antartico  y  refrescaron  los  vientos ,  fué  mejorando  el  tiempo,  y 
con  él  la  gente  hallándose  de  mejor  disposición. 

En  este  viaje  el  más  pobre  era  de  provecho,  todos  teníamos 
los  unos  de  los  otros  necesidad ,  cualquier  socorro  era  de  mucho 
alivio;  una  gallina  valía  seis  reales  de  á  ocho;  un  vaso  de  agua, 


513 

dos,  y  así ,  por  poco  que  fuese  el  socorro  era  de  consideración ,  ó 
como  par^  nuestra  codicia  lo  mucho  es  poco  y  para  nuestra  ne- 
cesidad lo  poco  es  mucho ;  pues  lo  que  en  la  mar  se  estimaba  en 
tanto  y  era  remedio  de  una  extrema  necesidad,  en  tierra  no 
se  estimara  aun  para  tomar  en  las  manos:  pasando  de  los  23" 
nos  fuimos  llegando  al  Cabo  de  Buena  Esperanza,  donde  los 
vientos  eran  más  recios  y  el  mar  más  tormentoso,  y  asi  corrimos 
con  este  extremo,  opuesto  al  pasado,  que  era  todo  calma,  otro 
IDedazo  de  desventura  que  parecía  el  fin  de  un  trabajo  víspera  de 
otro;  corrían  algunas  veces  vientos  tan  recios  que  levantaban 
unas  sierras  de  mar,  que  ellas  mismas  subian  la  nave  hasta  los 
cielos ,  y  luego  las  mismas  le  bajaban  á  lo  profundo  de  un  valle 
que  formaban  dos  sierras  opuestas ;  parecía  que  la  una ,  vencien- 
do con  sus  olas  á  la  otra  que  sostenía  la  nave ,  la  quería  tragar  y 
caer  sobre  la  plaza  de  armas  ,  y  cuando  con  violencia  venía  sobre 
la  nave  la  volvía  á  subir  al  cíelo ,  con  estas  admiraciones  tan  cos- 
tosas á  la  experiencia,  tan  pesadas  á  la  vista,  fuimos  llegando  al 
Cabo  de  Buena  Esperanza,  y  una  noche  oscura  y  tormentosa  como 
las  pasadas,  corrimos  tres  naves  fortuna,  porque  la  Almiranta  se 
halló  por  un  costado  de  nuestra  Capitana;  San  Gonzalo,  que  era  la 
otra,  por  la  proa  un  galeón,  por  otro  costado  tan  cerca  que  nos 
entendíamos  los  unos  á  los  otros  lo  que  se  decía;  lance  tan  terrible 
que  lo  era  á  pique  de  perdernos  todas  cuatro  embarcaciones,  cho- 
cando las  unas  con  las  otras;  mas  Dios  que  no  quiso  que  aquel  fuese 
nuestro  fin,  nos  socorrió,  porque  San  Gonzalo,  conociendo  que  por 
un  costado  le  embestía  la  Capitana,  conocida  por  el  fanal,  dio  priesa 
al  pasar  de  largo,  y  la  Capitana  también  lo  hizo  así,  quedando  la 
Almiranta  y  un  galeón  que  estaban  á  los  lados  en  la  misma  dis- 
posición de  navegar,  con  que  todos  salimos  de  este  trabajo;  á  todo 
esto  se  hallaba  presente  el  Virey,  disponiéndolo  lo  mejor  que 
pudo,  y  no  dejó  de  ser  gran  parte  para  que  se  consiguiese  el  buen 
suceso,  porque  naturalmente,  el  que  rige  tiene  más  autoridad  que 
el  que  es  regido,   y  ésta  hizo  en  la  ocasión  presente  mucho  al 
caso.   Con  esta  fortuna  y  otras  llegamos  á  35°  de  la  parte  del 
Sur,  que  es  en  la  puesta  al  Cabo  de  Buena  Esperanza:  iba  el  ga- 
león Santistéban  trabajoso,  hacía  mucha  agua,  y  ésta  tan  honda  y 
Tomo  LXXI.  33 


514 

cerca  de  la  quilla ,  que  aunque  el  Vírey  hizo  todas  las  diligencias 
posibles,  enviando  al  galeón  calafates,  Contramaestres,,  marine- 
ros y  muchos  soldados  y  sus  esclavos;  unos  para  que  con  su  saber 
tomasen  el  agua,  otros  para  que  con  su  trabajo  la  menguasen,  no 
aprovechó,  porque  los  unos  no  hallaron  por  dónde  la  hacia,  loa 
otros  no  pudieron  por  mucho  que  se  dio  á  la  bomba  y  otros  artifi- 
cios, menguarla.  Como  en  esta  altura  el  mar  está  tan  recio,  el 
bajel  trabajaba  más  y  por  eso  hacia  agua,  y  un  dii  que  amaneció 
más  tormentoso  se  conoció  que  faltaba  muy  poco  para  irse  á  fondo, 
y  el  Capitán ,  con  intento  de  salvar,  mandó  se  diese  todo  trapo  sin 
quedar  vela  ninguna,  por  llegar  con  presteza  á  la  Capitana,  y 
abordando  con  ella,  arrojarse  dentro,  salvándose  á  sí  y  á  los  de- 
mas;  malo  es  desear  la  muerte,  pero  peor  es  temerla;  conocióse  en 
la  presente  ocasión,  pues  iba  toda  la  gente  colgada  de  las  jarcias; 
llegóse  el  galeón  tan  cerca  de  la  Capitana  que  se  podía  entender 
lo  que  se  hablaba;  el  Capitán  llamó  al  Visorey  y  le  dijo  como  se 
iban  á  pique  sin  remedio  ninguno,  mas  de  que  V.  E.  les  diese 
para  salvar  las  vidas,  porque  el  navio  hacia  tanta  agua  que  no  du- 
rarla dos  horas  sin  irse  á  fondo;  asomóse  el  Virey  á  los  corredores 
de  popa:  oidas  las  razones,  llamó  al  piloto  y  maestre  que  se  aso- 
masen por  los  corredores  altos,  llamábase  el  piloto  Jalón;  el  maes- 
tre Antonio  González,  era  del  hábito  de  Santiago,  propúsoles  el 
caso  presente,  y  ellos  que  lo  veian;  respondió  el  piloto,  que  bien 
conocía  que  se  iban  á  pique,  mas  que  si  los  querían  salvar  podría 
ser  se  perdiesen  todos;  que  era  fuerza  que  abordando  unos  con 
otros  y  andando  la  mar  tan  como  andaba,  por  lo  menos  se  habían 
de  desaparejar  todo  el  velambre  y  jarcias;  preguntóle  al  Contra- 
maestre qué  respondía,  y  de  golpe  dijo:  o  ó  salvémonos  todos,  ó 
perdámonos  con  el  diablo.»  Como  oyó  esta  razón  el  piloto,  que- 
riendo más  salvarse  á  si  y  á  su  nave,  con  seguridad  que  con  duda 
perderse  todos,  se  asomó  á  la  escotilla  que  en  la  popa  corresponde 
á  los  que  están  en  el  leme,  que  es  el  madero  que  gobierna  el  ti- 
món, y  dijo  á  voces:  «Cierra  todo,  cierra  todo,  darle  á  la  banda,»  y 
mandó  que  marcasen  las  velas,  y  en  un  instante  dio  la  nave  una 
media  vuelta  alrededor,  que  donde  estaba  la  popa  se  halló  la  proa, 
de  manera  que  la  proa  de  nuestra  nave  fué  navegando,  encon- 


516 

trándose  con  la  del  galeón  que  se  iba  á  pique,  y  cuando  él  en- 
tendió que  estaba  cerca  de  nosotros  y  que  abordando  se  podría 
salvar,  se  halló  burlado,  viéndonos  navegar  en  rumbo  contrario 
que  el  suyo,  con  todas  las  velas ,  que  no  tuvo  remedio  ninguno; 
en  la  determinación  del  piloto  se  conoció  cuánto  muchas  veces  es 
mejor  el  consejo  osado  que  el  madurado;  pues  si  siguiera  el  con- 
trario, que  era  el  piadoso,  fuera  cierto,  como  el  mismo  'piloto  ha- 
bía dicho  al  Virey,  perdernos.  El  Capitán  que  vio  su  desdicha 
y  la  de  su  gente,  sin  remedio  alguno  á  la  salvación  á  la  vida 
de  400  hombres  que  iban  en  aquel  galeón,  le  dijo:  «Sr.  Visorey, 
¿qué  haremos,  pues  V.  E.  nos  desampara  de  su  suerte?*  A  que 
le  respondió:  «cada  uno  se  salve  y  Dios  os  salve,  que  yo  no  pue- 
do.» Como  esto  oyó  el  Capitán,  mandó  que  mareasen  á  tierra 
que  estarla  de  allí  50  leguas,  por  ver  si  podria  salvar  en  ellas; 
más  iba  tan  metido  en  el  agua  y  las  olas  tan  altas ,  que  parecía 
que  no  podia  durar  sobre  el  agua  dos  horas;  casi  le  vimos  que 
se  iba  á  pique,  mas  sobre  el  agua  le  perdimos  de  vista  sin  haber 
sabido  jamás  del  ni  de  persona  que  en  él  fuese :  la  tierra  que  le 
estaba  más  cercana  era  el  Cabo  de  Buena  Esperanza,  que  se  co- 
nocía por  unos  pájaros  que  se  ven  en  aquellos  parajes,  que  llaman 
Mangas  de  Belludo;  quedó  nuestra  gente  viendo  el  espectáculo  tan 
cabizbajos ;  los  ojos  en  el  suelo  sin  mirarse  unos  á  otros  ni  hablar 
palabra  ninguna,  que  parecía  que  nos  esperaba  otro  caso  seme- 
jante: un  hidalgo,  que  debía  ir  en  aquel  galeón  cosa  de  su  obli- 
gación ,  con  otros  que  le  acompañaban ,  se  le  saltaron  las  lágri- 
mas; el  Maestre  le  dijo;  «¿de  qué  llora  vuestra  merced?»  Res- 
pondióle: «¡eso  me  pregunta!  de  lo  que  veo,»  y  le  respondió: 
«este  viaje  es  tan  trabajoso,  que  primero  le  faltarán  lágrimas  que 
causas  para  llorarlas.»  Desde  esta  altura,  que  como  he  dicho 
eran  35'^  de  la  parte  del  Sur,  fuimos  declinando  altura  y  llegándo- 
nos á  la  equinoccial,  costeando  la  África  y  pasando  la  isla  de  San 
Lorenzo ;  llegamos  á  Mozambique  que  son  16"  de  altura  de  la 
parte  del  Sur,  allí  dimos  fondo,  y  la  más  de  la  gente  saltó  en 
tierra  y  tomó  refresco  al  cabo  de  cinco  meses  de  navegación  ;  go- 
bernaba aquella  plaza  D.  Ñuño  Alvarez  Pereira,  que  empezó  su 
vida  cuando  se  acababa :  era  hermano  del  conde  de  la  Fera;  murió 


516 

de  56  años  de  edad ,  y  habiendo  sido  persona  inquieta  en  el  dis- 
curso de  su  vida,  se  bautizó  á  la  hora  de  su  muerte,  de  que  se 
entendió  la  certeza  de  su  salvación,  porque  el  clérigo  que  le  bau- 
tizó era  judío,  y  los  que  bautizaba  no  era  con  la  intención  que  el 
Sacramento  requiere ;  fué  preso  por  la  Inquisición  y  castigado  por 
ella ,  y  entre  las  demás  culpas  que  confesó  haber  cometido,  fué 
esta  la  una;  luego  que  se  supo,  le  dieron  aviso  y  llegó  á  tiempo 
que  estaba  enfermo,  del  mal  de  la  muerte,  y  así  se  volvió  á  bau- 
tizar. 

En  los  ocho  dias  que  allí  estuvimos,  corrió  algún  temporal  que 
fué  fuerza  algunas  embarcaciones  hacerse  á  la  mar,  porque  aquel 
puerto  es  malísimo  y  lleno  de  bajíos  y  restingas,  y  casi  la  Copí- 
tana  tocó,  y  la  presteza  del  Virey  en  acudiría,  que  estaba  en  tier- 
ra, la  salvó.  Es  Mozambique  casi  isla;  en  ella  hay  un  fuerte  de 
cuatro  baluartes,  que  por  naturaleza  le  hace  más  fuerte  por  estar 
fundado  sobre  una  peña  en  que  bate  la  mar,  y  deja  de  ser  isla  el 
fuerte  por  sólo  una  cortina  franca,  y  las  cortinas  de  los  baluartes 
que  corresponden á esta  cortina  las  ciñe. la  mar;  enfrente  de  ésta, 
que  no  bate  la  mar,  está  el  lugar  con  pocas  casas  y  de  mala  ar- 
quitectura ,  las  más  cubiertas  de  hoja  de  palma;  está  en  la  tórrida 
zona  en  16°  del  Sur  y  otros  tantos  apartado  de  la  equinoccial.  Los 
habitadores  son  negros,  que  llaman  cobres,  son  gentiles;  el  trato 
es  oro  que  se  halla  en  polvo  en  la  superficie  de  la  tierra,  y  pastas 
del  llanas,  como  la  palma  de  la  mano  y  del  mismo  grandor,  esto 
es  en  partes  señaladas ,  la  tierra  adentro;  además  de  esto  hay  mu- 
cho marñl,  por  la  abundancia  que  hay  de  elefantes ;  esto  se  trueca 
por  ropa  ó  hierro  que  se  trae  de  la  India. 

Pasados  ocho  dias ,  partimos  de  Mozambique  para  la  India; 
tardamos  un  mes  en  llegar  a  Goa ,  puerto  tan  deseado  para  todos 
al  cabo  de  seis  meses  de  navegación  continua  de  5,500  leguas, 
pasando  dos  veces  por  la  tórrida  zona:  digo,  cortando  la  línea, 
que  como  entramos  en  ella  no  salimos,  de  ella  está  Goa  en  15* 
de  altura  de  la  parte  del  Norte,  en  medio  de  la  costa  de  la  India, 
quG  toda  ella  corre  Norte ,  Sur,  teniendo  á  la  parte  de  Poniente  el 
mar  Océano;  al  Oriente  el  Audiscan  y  otros  muchos  reinos  do 
que  se  compone  la  ludia ;  al  Sur,  el  golfo  de  Bengala  y  ^a  isla  de 


517 

Zeilán;  al  Norte  el  reino  de  Cambaya,  y  el  Mogol,  tiene  una  es- 
paciosa barra  con  un  buen  pozo  junto  al  baluarte  en  que  hay  una 
batería  á  la  lengua  del  agua  que  guarda  la  barra,  y  las  naos  y 
embarcaciones  que  surgen;  dos  leguas  está  Goa  grande  en  la 
tierra  adentro,  el  rio  arriba,  á  la  orilla  de  él:  el  sitio  en  que 
está  fundada  es  llano,  la  más  parte  entre  unos  cerros;  su  fábrica 
de  templos  y  casas  es  al  modo  de  Castilla;  la  más  de  la  gente  que 
la  habita  son  gentiles  naturales  de  la  tierra ,  y  los  superiores  y 
mercaderes  y  gente  más  lucida  son  portugueses;  asiste  allí  el  Vi- 
rey  y  hay  Audiencia  real  para  la  determinación  de  la  justicia;  está 
cercada  de  isletasyrios  que  las  forman,  que  por  algunas  partes, 
en  baja  mar,  quedan  enseco;  en  la  tierra  adentro  no  tiene  ningu- 
na cosa  más  de  algunas  cuatro  ó  cinco  leguas  de  circuito,  y  esto 
es  empezando  de  la  mar,  porque  de  Goa  á  la  primera  tierra  de 
moros  hay  poco  más  de  media  legua. 

Dentro  de  quince  dias  como  desembarcamos,  me  envió  el  Virey 
á  visitar  todas  las  fortalezas  que  hay  en  la  India ,  á  la  parte  del 
Norte  de  Astapio ,  que  son  Chaul ,  Vazain  y  Damon ,  sin  los  fuer- 
tes que  hay  de  menor  consideración;  para  hacer  la  visita  me 
embarqué  en  una  armada  que  iba  á  correr  aquella  costa ;  visité 
todas  las  fortalezas,  según  la  orden  que  llevaba,  y  volví  por 
tierra  hasta  Chaul ,  y  desde  allí  me  embarqué  para  Goa  de 
vuelta;  desde  Dio  hasta  Goa  habrá  120  leguas;  es  Dio  muy 
nombrado  en  las  historias  portuguesas  por  los  grandes  sitios 
que  han  puesto  y  asaltos  que  han  dado  en  ella,  y  la  notable 
defensa  que  han  hecho  los  portugueses,  y  también  su  conquista; 
es  isla  y  está  en  el  reino  de  Cambaya,  sujeto  al  Mogol ;  y  aunque 
he  visto  muchas  fortalezas  inespugnables,  lo  es  ésta  muchísimo, 
asi  por  arte  como  por  naturaleza ,  porque  está  fundada  en  unas 
peñas ,  á  las  cuales  bate  la  mar,  y  es  su  figura  la  que  llaman  los 
geómetras  porción  de  círculo  mayor  ó  segmento  mayor,  cuya 
base  de  esta  circunferencia  es  una  pequeña  línea  recta;  el  terreno 
que  cerca  este  mar  tiene  sus  murallas,  y  la  línea  recta  que  corta 
este  pedazo  de  circunferencia  que  mira  á  la  villa ,  tiene  tres  ba- 
luartes fundados  sobre  peñas  grandes,  y  espaciosas  por  dentro, 
en  forma  de  cubos ,  sin  ángulo  ninguno,  con  su  foso  y  entrada  en- 


518 

cubierta ;  y  al  fin  de  ésta  hay  otros  tres  baluartes  que  están  en  el 
altura  iuferior  á  los  de  dentro,  que  los  cogen  de  alto  abajo;  á  los 
de  afuera,  que  también  tienen  su  foso  y  entrada  encubierta ,  que 
perdiendo  los  primeros  se  retiran  á  los  segundos ,  teniendo  á 
los  de  abajo,  no  tan  sólo  á  tiro  de  arcabuz,  más  á  tiro  de  flecha ;  la 
materia  de  que  están  labrados  y  el  terreno  lo  es  también,  y  por 
eso  incapaz  de  minas  ni  de  abrir  trincheras  sin  descubrirse.  De 
allí  vine  á  Damon  y  á  Vazain  y  Chaul,  que  todas  tres  ciudades, 
la  mayor  defensa  y  fortificación  q  ue  tienen  es  sus  murallas  con 
su  baluarte,  los  más  defectuosos  por  tener  las  defensas  condena- 
das ,  y  por  la  materia  de  que  están  formadas  de  mala  condición. 
Vazain  es  muy  fuerte  por  naturaleza,  porque  todo  el  sitio  al 
rededor  de  las  murallas  lo  inundaba  marea,  dejando  en  seco  un 
estrecho  que  tiene  veinte  pasos;  Chaul  tiene  un  morro,  y  en  él  una 
fortificación  que  guarda  la  barra.  Damon,  otro  castillo  que  tam- 
bién la  guarda ;  todo  lo  demás  no  es  de  mucha  consideración ;  en 
esta  parte ,  entre  Vazain  y  Chaul ,  hay  una  isla  que  se  llama  Ca- 
rauja,  que  también  tocó  el  visitarla;  en  ella  hay  un  monte  á  la 
orilla  de  la  mar  alo  largo,  que  parece  que  naturaleza  le  puso 
allí  para  que  la  detuviese  ;  tendrá  una  legua  de  subida ,  y  en  lo 
alto  hace  un  llano,  en  el  cual  está  una  hermita  muy  bien  edi- 
ficada, con  su  vivienda  y  huerto  para  el  hermitaño ,  y  casas  acce- 
sorias para  que  posen  los  que  van  á  visitar  aquella  Santa  imagen 
que  se  llama  la  Virgen  de  Carauja;  subí  á  verla,  y  fué  tanto  lo 
que  rae  edificó  la  devoción  de  la  imagen,  la  conversación  del  her- 
mitaño, la  soledad  del  lugar,  la  vista  del  que  era  más  de  veinte 
leguas  á  la  mar,  que  quise  quedarme  allíj  desnudándome  lo  que 
traia  y  vistiéndome  un  saco,  después  de  hecha  oración,  hablé  al 
hermitaño  m  un  huerto  que  tenia  curioso  con  muchas  aves  do 
vuelo  que  se  venian  á  la  mano.  Díjele  cuan  bien  me  habia  pare- 
cido aquella  Santa  imagen,  y  en  la  parte  en  que  estaba,  y  que  si 
pudiera  me  quedara  por  su  criado ;  respondióme:  « hijo,  esos  son 
impulsos  que  trae  consigo  la  facilidad  de  la  vista,  no  los  repruebo 
porque  no  proponen  enmienda,  y  es  castigo  de  Dios  no  conocer 
nuestros  males;  veintisiete  años  há  que  me  retiré  á  aqueste  sitio, 
y  aun  entiendo  que  no  los  conozco ,  y  aunque  he  pasado  algunas 


519 

aflicciones,  no  me  ha  pesado.  Diversos  casos  y  trabajos  de  que 
Dios  me  libró ,  me  obligaron  á  procurar  esta  vida ,  que  si  la  po- 
déis observar,  no  será  errada  elección,  y  para  vos  es  ahora  el 
tiempo  más  sazonado,  y  si  esperáis  á  viejo  es  ya  tarde,  porque 
el  que  en  mal  estado  envejece  primero  muere  que  se  enmienda; 
alguna  dificultad  tiene  opuesta  al  vivir  en  el  siglo,  porque  en  el 
procurar  los  hombres  ser  más  discretos  que  buenos,  y  aquí  al 
contrario  más  buenos  que  discretos:  el  no  tenerlo  por  uso  es  lo 
que  más  lo  dificulta,  que  mucho  menos  trabajo  hay  en  vivir  bien 
que  mal:  la  soledad,  la  penitencia,  toda  es  uso  que  no  tiene  to- 
mado por  costumbre ,  escalones  más  ásperos  que  los  deleites  que 
allá  con  tantos  trabajos  deseáis,  que  unos  y  otros  por  naturaleza 
siempre  andan  juntos;  ya  que  con  muy  poco  trabajo  se  tiene 
grande  deleite  en  servir  á  Dios,  id  con  él,  y  en  los  casos  que  os 
sucedieren  acordaos  de  esta  Santa  imagen,  y  encomendaos  áella, 
que  yo  os  prometo  en  mis  oraciones  acordarme  de  vos,  y  que  me 
habéis  parecido  de  buena  inclinación.»  A  estas  razones  se  quería 
ir,  y  aunque  le  supliqué  se  estuviese  un  poco  conmigo,  no  quiso; 
volvíle  á  pedir  que  de  paso  me  dijese  alguna  cosa  de  que  en  el 
mundo  me  aprovechase;  volvió  á  mi,  y  me  respondió  :  «no  s^é  que 
03  diga ,  porque  es  tanta  la  variedad  y  en  un  dia  son  tantas  las 
mudanzas,  que  lo  que  se  debe  desear  ó  tomar  no  se  sabe;  para 
mejor  acertar ,  tener  á  Dios  por  objeto  en  todas  vuestras  cosas, 
usando  en  todo  la  verdad,  que  no  hay  más  firme  cosa;  si  queréis 
tener  vida  quieta,  refrenad  vuestra  ira,  porque  palabras  arrojadas 
de  presto  no  se  pueden  recoger ;  teniendo  en  vuestros  negocios 
cuidado,  solicitud ,  porque  no  tienen  precio ;  contentaos  con  mo- 
deración ,  no  siendo  muy  ambicioso  de  honra ,  porque  como  la 
sombra  que  huye  de  quien  más  la  busca,  y  muchas  veces  buscán- 
dola se  pierde,  mirando  al  fin  de  cualquiera  cosa  que  es  la  mejor 
parte  de  ella;  y  con  esto,  mdad  con  Dios,  que  no  sé  otra  cosa 
que  deciros.»  Tornando  á  mi  viaje,  volví  á  Goa.  En  este  ínter  de 
mi  ausencia  habia  tratado  el  Virey  de  tomar  una  isla  que  está 
cuarenta  leguas  de  Goa ,  á  la  parte  del  Sur,  junto  á  Cananes,  que 
se  llama  el  Cambulin ;  habíala  perdido  el  enemigo  y  quería  vol- 
verla á  recuperar ;  tenia  dificultad  la  resistencia ,  y  así  como  llegué 


520 

me  dio  orden  que  en  una  embarcación  ligera  me  partiese.  Como 
llegué,  reconocí  los  puertos  y  entradas  y  salidas :  no  tenia  más 
de  una  en  seco  de  todo  punto,  que  hacia  una  ria  á  la  mar;  forti- 
ficamos aquel  puesto ,  y  escogimos  otros  donde  poder  hacer  una 
buena  fortaleza  que  fuese  de  defensa  y  sujetasen  á  los  que  vivían 
en  la  Isla;  hubo  algunos  asomos  de  querer  embestir  el  enemigo; 
no  hubo  cosa  de  importancia,  y  yo  dispuse  de  que  se  hiciese  la 
fortaleza  en  el  puesto  que  pareció  más  á  propósito ,  y  el  Virey  en- 
vió luego  orden  de  que  me  volviese  á  Goa. 

Traia  el  Virey  muchos  deseos,  y  nO  sé  si  hubo  algún  empeño 
con  S.  M.  sobre  la  recuperación  de  Ormuz ,  plaza  tan  nombrada 
en  el  estrecho  de  Persia,  que  ha  dado  tanto  en  qué  entender  á  la 
nación  portuguesa  y  á  los  persianos  y  naciones  septentrionales; 
consultóme  su  designio  ,  que  era  necesario  que  luego  me  partiese 
á  Arabia  la  Feliz,  que  es  la  contracosta  de  Persia ,  que  en  Mas- 
cate  ,  plaza  en  aquella  parte,  estaba  Ruifreire  de  Audrada,  Capitán 
general  de  aquella  costa,  y  que  con  él  consultaría  el  reconoci- 
miento de  aquella  plaza  y  como  mejor  se  pudiese  recuperar;  y 
en  esta  conformidad  me  dio  la  orden  muy  apretada,  y  me  encargó 
el  cuidado  de  este  servicio,  por  escrito  y  de  palabra  con  notable 
eficacia,  que  hoy  tengo  la  orden  en  mi  poder.  Es  de  entender 
que  en  la  India  los  vientos  causan  las  mudanzas,  como  en  Europa 
el  sol ;  porque  ellos  causan  el  invierno  y  el  verano ;  no  se  en- 
tiende por  verano  la  más  continua  presencia  del  sol ,  ni  por  in- 
vierno su  ausencia ,  mas  el  llover  es  el  invierno  y  el  verano  estar 
el  cielo  sin  nubes ,  siendo  así  que  cuando  llueve  el  sol  es  más 
dilatada  su  presencia,  y  se  llega  al  zenit  de  aquella  parte;  mas 
por  el  mes  de  Mayo  á  24  ó  30  entra  el  invierno ,  que  es  un  viento 
Oeste  que  trae  gran  cantidad  de  nubes  y  agua  que  dura  lloviendo 
hasta  el  mes  de  Setiembre ,  y  en  el  tiempo  q  ue  hay  desde  Mayo 
á  Setiembre  se  cierran  todas  las  barras  y  puertos  ,  y  no  se 
puede  navegar,  y  este  es  invierno,  y  no  obstante  que  el  sol 
sube  más  alto  y  hace  mayor  cerco.  Luego  entra  el  viento  Nor- 
deste desde  Setiembre  hasta  el  mes  de  Mayo,  no  hay  una  nube 
en  el  cíelo,  porque  este  viento  las  quita  todas  y  está  claro,  y  las 
barras  están  abiertas,  y  el  mar  se  navega,  éste  llaman  verano. 


521 

no  obstante  que  el  sol  hace  menor  arco  y  se  aparta  roas  del. 
Pues  cuando  el  Virey  me  mandaba  ir  á  esta  jornada,  era  por 
el  mes  de  Febrero,  y  mi  viaje  eran  cuatrocientas  cincuenta  le- 
guas que  hay  hasta  Máscate,  y  haciéndolos  servicios  que  iba  á 
hacer,  que  era  también  visitar  todas  las  plazas  de  Arabia  la  Feliz 
habia  de  estar  allí  en  invierno  y  no  podia  volver  hasta  el  mes  de 
Octubre,  que  se  podia  navegar  el  mar  con  seguridad,  pues  para 
nueve  meses  de  ausencia  y  servicio  de  tanta  consideración ,  y 
navegar  más  de  mil  leguas ,  me  hizo  merced  de  mandar  se  me 
diesen  tres  meses  adelantados  de  lo  que  se  me  estaba  debiendo  de 
los  nueve  meses ,  con  que  diese  una  ñanza  en  el  camino,  que  si 
me  moria  ó  me  mataban  habia  de  volver  el  sueldo  de  los  tres  me- 
ses. Parece  esto  de  poca  importancia  en  mi,  mas  en  cumplimiento 
de  lo  que  tengo  dicho  atrás,  que  por  mucho  que  sirviese  mi 
sueldo  habia  de  ser  el  premio;  así  consta  por  dos  fes,  la  una  suya 
de  ocho  servicios  particulares ,  que  por  orden  suya  por  escrito 
hice,  y  otra  del  primero  de  Estado,  en  que  certifica  que  por  todos 
ocho  ni  por  el  tiempo  que  serví  se  me  hizo  merced  ninguna ,  siendo 
así  que  hay  reconocimiento  en  que  mataron  cuatro  de  diez  que 
íbamos ,  y  otros  hirieron ;  en  esta  parte  parece  supérñuo  el  decir 
esto,  vínose  la  pelota  á  las  manos  ,  y  es  vicio  callar  cuando  ha- 
blar conviene;  si  yo  fuera  cuerdo,  no  me  pagara  de  los  trabajos 
que  consigo  traia  el  prometer  riquezas,  hiciera  mi  confianza  se- 
gura, no  estando  á  la  cortesía  de  otro.  En  fin ,  me  partí  para 
Arabia  sin  cosa  notable  que  nos  sucediese;  llegamos  á  Máscate, 
besé  las  manos  al  General ,  y  luégo^^e  mandó  aposentar ;  díle  la 
orden  que  traia,  trató  luego  de  que  fuese  su  camarada,  y  lo  fui 
nueve  meses;  recibí  del  beneficios  de  consideración,  sin  el  plato  de 
su  mesa,  comida  y  cena ;  en  el  tiempo  que  asistí  cerca  de  su 
persona  me  dio  de  dádivas  más  de  600  rs.  de  á  ocho;  era  uno  de 
los  soldados  más  bien  entendidos  que  habia  en  la  India ;  tenia 
larga  noticia  y  experiencia  en  las  cosas  de  aquellas  partes ;  cuanto 
al  gobierno ,  su  razón  era  más  política  que  cristiana ,  muy  sagaz 
y  astuto  ,  no  daba  orden  á  sus  Capitanes  que  no  fuese  con  varie- 
dad de  sentido  en  la  signiflcaeion  de  la  orden ,  de  suerte  que  al 
bien  y  al  mal  dejaba  siempre  una  aldaba  de  que  asirse ;  era  esto 


622 

en  manera  que  sus  Capitanes  tenían  las  órdenes,  y  muchas  veces 
pedían  declaración  de  ellas.  Con  su  modo  de  gobierno  le  estima- 
ban su  gente,  sus  enemigos  le  temían;  en  la  ocasión  tenia  más  de 
cruel  que  de  piadoso;  aunque  había  eu  su  ejército  y  navio  mu- 
chos caballeros,  con  ninguno  comunicaba  familiarmente,  ni  comía 
con  él  más  que  yo  y  su  confesor;  tenía  opinión  de  que  el  temor 
hacia  más  bien  las  cosas  que  el  amor:  decía,  que  el  temor  traía 
consigo  miedo  y  respeto;  y  el  amor  facilidad;  y  que  de  estos  dos 
extremos ,  el  temor  era  el  mejor  para  conseguir  cosas  de  trabajo  y 
diíicultoso;  fundábalo  en  que  ninguno  tenia  tanto  amor  que  so- 
brepujase al  propio,  y  que  siempre  antepone  su  particular  pri- 
mero: era  enterlsímo,  solia  decir  que  cualquiera  virtud  ó  licor 
por  precioso  que  fuese,  echado  en  el  vaso  de  la  felicidad  ,  se  cor- 
rompía y  que  no  tenia  lucimiento  ninguno.  Hacia  particular 
estudio  en  el  disimular,  tanto,  que  lo  que  parecía  que  amaba,  abor- 
recía, y  lo  que  parecía  que  aborrecía,  amaba;  procuraba  no  darse 
por  entendido  de  muchas  cosas ;  á  este  propósito  solía  decir,  que 
el  superior  que  todo  lo  quiere  saber,  mucho  se  obliga  á  perdonar, 
quería  que  sus  órdenes  tuviesen  tal  observación  que  no  faltase  un 
átomo  de  lo  que  mandaba  :  envió  unos  navios  á  quemar  unos  lu- 
gares Persianos,  y  mandó  que  no  salvasen  ni  perdonasen  la  vida 
á  persona  ni  criatura  ninguna;  iba  entre  estos  Capitanes  un  capi- 
tán Lacarin,  que  llaman  Lascares  los  soldados  persianos  que  sirven 
al  sueldo  de  nuestro  Rey,  de  éste  se  favoreció  una  mujer  persiana 
de  hermoso  parecer,  y  él  la  perdonó  la  vida  y  trájola  consigo; 
súpolo  Ruifreire,  y  convidóle^  comer,  y  preguntóle  si  era  verdad 
que  tenia  consigo  aquella  persiana,  y  sí  la  había  traído  consigo 
de  la  ocasión  á  que  le  habían  enviado :  había  el  presente  muchos 
testigos  delante  y  parecióle  que  habia  de  ser  convencido ,  dijo  que 
sí,  volvióle  á  preguntar  que  sí  sabía  la  orden  que  le  habia  dado, 
que  la  repitiese;  así  lo  hizo,  y  como  se  hubo  convencido,  dejóle 
acabar  de  comer  y  luego  le  mandó  llevar  á  la  proa,  y  un  negro  en 
ella,  sin  remisión  ninguna,  le  cortó  la  cabeza  por  castigo  de  no 
haber  guardado  su  orden.  Era  muy  cortés,  ningún  soldado  le 
había  de  hablar,  que  no  le  oyese  en  pié  ó  le  hiciese  sentar:  decía, 
que  la  cortesía  era  muy  necesaria  en  la  guerra,  y  lo  que  más 


523 

valia  y  meaos  costaba.  Por  extremo  casto,  porque  jamás  se  le  co- 
noció cosa  ninguna  que  diese  asomo  de  nota;  era  liberal  en  mate- 
ria de  dinero,  no  tenia  interés ;  ninguno  salia  desconsolado  de  su 
petición ,  y  por  esto  cuando  murió  aun  no  le  quedó  para  cumplir 
su  testamento ;  no  tenia  por  felicidad  el  cumplimiento  de  su  pala- 
bra, en  satisfacion  de  esto,  decia  que  menos  daño  habia  en  no 
cumplir  la  palabra  que  en  hacer  cosa  fea.  No  tenia  ningún  amigo 
íntimo ,  tenia  casi  una  misma  igualdad,  observaba  esta  orden  por 
no  tener  ocasión  de  comunicar  sus  cosas  más  secretas  á  nadie, 
decia  que  los  que  más  fácilmente  pueden  destruir  á  otros,  son  los 
que  más  familiar  conversación  con  ellos  tuvieron.  Trabajaba  con 
su  propia  persona  muy  poco,  con  el  entendimiento  muchísimo,  y 
solia  decir  que  el  ejercicio  corporal  por  sí  era  de  poco  provecho. 
No  recibia  presentes  ni  dádivas  de  nadie,  aunque  fuese  muy  poco 
decia  que  cualquier  cosa  en  un  ánimo  humano  causaba  desigual- 
dad. Tenia  por  base  y  fundamento  de  sus  cosas  el  desear  acertar, 
y  por  uso  de  ellas  obrar  con  consideración,  y  decia  que  era  de 
más  importancia  que  el  pensar  con  prudencia.  Era  muy  senten- 
cioso en  lo  que  hablaba  ,  y  esto  y  mucho  más  que  no  me  acuerdo 
hay  del:  era  su  Consejero  y  con  quien  gastaba  mucho  tiempo 
Cornelio  Tácito.  He  dicho  de  este  General  estos  pocos  renglones, 
porque  de  los  que  he  conocido  el  tiempo  que  he  servido  al  Rey, 
era  el  que  tenia  más  enseñanza  y  daba  más  admiración  en  el 
modo  de  gobernar. 

De  Máscate ,  fuimos,  50  leguas  más  abajo,  á  una  tierra  que  se 
llama  Julusar,  que  los  más  de  ella  son  pescadores  de  perla;  cerca 
de  ella  hicimos ,  á  la  boca  de  un  rio,  un  fuerte  de  cuatro  medios 
baluartes  y  se  le  metió  artillería ;  estando  en  esta  parte  se  tomó 
acuerdo  en  la  manera  que  habia  de  reconocer  á  Ormuz,  que  estaba 
enfrente  de  nosotros  16  leguas,  y  después  de  muchos  modos  que 
se  propusieron ,  se  tuvo  por  más  acertado  el  que  Ruifreire  enviase 
un  presente  al  Capitán  que  gobernaba  á  Ormuz ,  en  correspon- 
dencia de  cierta  cosa  que  habia  por  Ruifreire  hecho,  y  á  esto  fue- 
ron dos  navios ,  y  yo  fui  en  el  uno;  como  llegamos  á  vista  de  la 
fortaleza,  pusimos  una  banderilla  blanca  y  echamos  un  arabio  en 
tierra  que  fuese  delante ,  mandándonos  acercar  y  que  se  desem- 


524 

barcase  él  presente;  yo  salté  en  el  barco  en  que  iba,  que  llegamos 
en  dos  veces ,  y  retirándonos  con  el  barco  y  acercándonos  á  tier- 
ra; después  de  esto  rodeamos  la  fortaleza  para  surgir  de  la  otra 
parte  en  el  tanto  que  nos  daban  respuesta :  se  tardó  bien  dos  boras; 
en  este  tiempo  reconocí  á  mi  voluntad  la  fortaleza,  el  sitio  de  ella, 
su  forma  y  fortificación  y  lo  más  dificultoso  que  podia  resistir  su 
recuperación.  Es  Ormuz  una  isla  que  está  28°  de  altura  de  la 
parte  del  Norte,  metida  en  el  Mar  Pérsico,  dos  leguas  de  Tierra 
P'irme  de  la  Costa  de  Persia,  en  frente  de  un  puerto  en  la  misma 
Persia ,  que  llaman  el  Comoron ;  su  forma  es  casi  circular,  su  cir- 
cunferencia será  dos  leguas  de  Levante  á  Poniente;  corre  casi  la 
costa  de  Persia ;  por  el  Poniente  tiene  el  mar  que  pasa  en  Bácora, 
y  en  él  entran  los  ríos  Tígero  y  "Cífrate,  por  el  Oriente;  el  mar 
que  desemboca  en  el  mar  Océano,  por  Norte  á  Persia ,  por  Sur  al 
mismo  mar  Pérsico,  por  lo  ancho  que  se  determina  en  la  costa; 
contrapuesta,  que  es  Arabia  la  Feliz,  que  dista  de  la  misma  Isla  16 
leguas,  tiene  algunas  montarivelas  ásperas  de  sal,  sin  árbol  nin- 
guno más  que  algunos  espinos;  es  tan  estéril,  que  aun  agua  no 
tiene,  que  la  traen  de  Persia  en  barcos  y  la  cogen  en  la  Isla,  llo- 
vediza ,  en  cisternas ;  tiene  tanto  nombre  porque  era  y  es  una  es- 
cala ó  feria  donde  venian  muchos  navios  y  mercaderes ,  unos  de 
la  India,  otros  de  las  Arabias  y  Siria,  y  en  fin,  de  toda  Asia  y 
parte  de  Europa,  á  contratar;  el  primero  que  la  ganó  fué  Alonso  de 
Alburquerque  al  Rey  de  Ormuz,  que  lo  era  de  esta  Isla  y  de  otras 
tierras  que  tenia  en  las  costas  de  Persia  y  de  Arabia  la  Feliz ;  hizo 
en  una  punta  de-  ella  donde  tenia  un  pozo  algo  espacioso,  para 
poder  surgir,  un  castillo  que  tenia  cuatro  baluartes  de  ángulo 
agudo  con  su  falsa  braga;  las  tres  cortinas  van  á  la  mar  y  la  otra 
tiene  un  foso  con  su  cuchillo,  puerta  ó  inclusas ,  por  donde  entra 
la  marea  y  le  hinche  de  agua  con  una  contraescarpa  bien  labra- 
da á  la  parte  de! Norte  hasta  la  Isla,  y  junto  al  castillo  la  ciudad, 
ámenos  que  tiro  de  arcabuz;  como  las  naciones  septentrionales 
pasasen  la  linea  y  tuviesen  comercio  en  Persia  y  en  la  India ,  y 
aquella  plaza  y  las  armadas  que  allí  habian  de  la  nación  portu- 
guesa le  servia  de  estorbo,  y  también  á  los  persianos  los  derechos 
que  perdían  de  su  Aduana,  se  conformaron  en  que  los  ingleses 


525 

por  la  mar,  y  el  persiano  ocupando  la  Isla,  sitiasen  la  plaza;  así 
lo  hicieron ,  y  la  ganaron :  en  este  tiempo  en  que  yo  pasé  se  tra- 
taba de  su  recuperación ,  y  sobre  ella  fué  enviarme  allí  el  Virey, 
que  dejando  guarnecidas  las  costas  de  Arabia  y  las  plazas  más 
importantes  con  el  resto  de  la  armada,  viniese  á  la  India,  y  yo  en 
su  compañía ;  salimos  de  Máscate ,  atravesamos  el  Estrecho  hasta 
tomar  la  costa  de  Persia,  y  costeándola  por  el  agua  del  y  el  Sin- 
do,  por  donde  entra  en  el  mar  por  siete  partes  el  rio  Indo,  fuimos  á 
Dio,  y  costeando  la  India  Cecurate,  que  es  en  Cambaya,  puerto 
de  las  naciones  septentrionales  y  á  Goa,  seria  la  navegación  de  la 
vuelta  650  leguas ;  en  este  tiempo  estaba  el  Virey  para  ir  á  la 
parte  del  Sur  con  una  grande  armada  que  habia  prevenido,  y  co- 
,  municadas  las  cosas  con  Ruifreire,  le  mandó  que  fuese  á  visitar  las 
fortalezas  del  Norte,  y  yo  en  su  compañía;  llegamos  á  Chaul ,  y 
porque  la  orden  del  Virey  que  llevaba  Ruifreire  era  condicional, 
en  que  le  limitaba  algunas  cosas ,  no  quiso  ponerla  en  ejecución, 
y  sin  que  tuviese  efecto  él  se  fué  á  su  Estrecho  de  Persia,  y  yo 
volví  áüoa,  á  donde  estuve  aquel  invierno;  á  la  salida  de  él  llegó 
á  la  India  nueva  de  que  en  la  costa  de  África  se  habia  perdido 
una  isla  de  portugueses  que  se  llama  Bombaca ,  levantándose  con 
ella  los  naturales  y  un  castillo  que  tiene  muy  bueno;  matando  al 
Capitán  de  él  y  á  los  soldados  que  le  defendian  y  á  todos  los  por- 
tugueses que  habia  en  la  Isla ,  destruyendo  un  convento  de  frailes 
que  habia  de  la  orden  de  San  Agustín  y  martirizándoles.  Tratóse 
de  volver  á  recuperarla ,  y  aprestóse  una  armada  de  16  navios  pe- 
queños y  una  galera,  donde  iban  800  portugueses  con  los  pertre- 
chos y  bastimentos  necesarios  para  la  jornada ,  y  por  general  Don 
Francisco  de  Mora,  capitán,  que  al  presente  era  de  Goa. 

En  31  de  Diciembre  de  1631  llegamos  á  Bombaca,  como  he 
dicho ,  es  en  la  costa  de  África ,  en  4  ^/g"  de  altura  del  Polo 
antartico,  en  una  isla  que  está  en  la  misma  Tierra  Firme,  de 
suerte  que  la  costa  de  ella,  que  está  al  mar  Océano,  y  la  de 
Tierra  Firme  es  casi  toda  una  línea,  que  es  Sursueste ,  y  fór- 
manla  un  rio  que  viene  de  Tierra  Firme,  y  se  divide  antes  de 
llegar  al  mar  en  dos,  y  con  aquella  división  entra  en  la  mar, 
y  la  tierra  que  queda  en  medio  de  los  ríos  y  del  mar  es  isla ;  es 


526 

muy  amena  de  árboles,  como  lo  son  todas  las  tierras  debajo 
de  la  equinoccial  por  la  demasiada  humedad  que  en  aquella 
parte  hay  por  estar  siempre  lloviendo  el  tiempo  que  es  verano. 
Entraron  los  navios  por  la  barra  más  segura  de  peligro,  que  en  la 
otra  estaba  la  fortaleza ;  estuvo  el  Capitán  general  surto  en  ella 
ocho  días,  haciendo  fagina  y  cestones  y  esperando  á  un  Rey  de 
negros,  que  con  cantidad  de  ellos  había  de  venir  á  ayudarnos; 
en  el  ínter,  el  enemigo  se  previno  de  suerte  que  se  hizo  invenci- 
ble ;  reconociéronse  algunos  puestos  en  que  se  escogió  el  que  pa- 
reció más  conveniente;  y  al  querer  desembarcar  en  él,  era  el  mar 
llena  y  tan  brava ,  que  los  vateles  no  podían  llegar  por  ser  todo 
peñas ;  por  esto  y  ser  sentidos  fuimos  á  otro  donde  saltó  en  tierra 
la  gente,  y  en  un  llano  se  formó  un  escuadrón  de  hasta  300  hom- 
bres, porque  los  demás  estaban  embistiendo  por  otra  parte  porque 
no  estorbasen  el  desembarcar;  hízose  luego  una  fortificación  ó  re- 
ducto de  tierra  y  fagina,  y  como  esto  se  hace  cavando  y  con  tra- 
bajo, y  la  nación  portuguesa  en  aquellas  partes  no  está  enseñada 
á  este  modo  de  guerra,  se  le  hacia  muy  de  mal,  y  asi  no  se  hizo 
con  perfección ;  guarecióse  los  trabajos  con  algunas  piezas  peque- 
ñas, y  la  gente  se  acuarteló  dentro. 

De  este  puesto  se  quiso  el  General  mejorar  á  otro  más  cerca 
de  la  fortaleza  que  ocuparon  unos  Capitanes;  mandóme  que  le 
fuese  á  reconocer;  parecióme  bueno ,  y  asi  se  lo  dije  al  General, 
aunque  peligroso,  porque  era  en  medio  de  la  Isla,  y  lo  nece- 
sario para  la  gente  había  de  venir  de  los  navios  y  era  nece- 
sario gran  cuidado  y  mucha  escolta  para  que  viniese  seguro; 
con  todo,  me  volvió  á  mandar  que  quería  llevar,  que  volviese 
allá  y  procurase  se  fortificase  lo  mejor  que  fuese  posible ;  asi  se 
hizo  en  una  tarde,  ya  digo,  que  no  con  la  perfección  que  acos- 
tumbra la  nación  castellana  en  Flandes  y  en  otras  partes,  porque 
esto  se  hace  á  puro  de  trabajo  personal,  y  los  portugueses  en 
aquella  parte  lo  remiten  todo  á  pelear  y  al  valor,  no  dejando  nada 
á  la  industria,  porque  lo  tienen  por  defecto;  además  que  no  guar- 
dan los  preceptos  de  las  órdenes  con  la  puntualidad  que  requiere 
la  guerra,  teniéndose  cada  uno  por  tan  bueno  en  todo  como  el 
que  gobierna,  y  esto  causa  muchas  veces  malos  efectos  y  oposicio- 


527 

nes,  disminuyéndose  el  acierto  de  lo  que  se  pretende  conseguir,  sin 
entender  que  con  la  conformidad  lo  poco  crece,  y  sin  ella,  lo  mucho 
se  hace  nada,  y  que  corre  evidente  peligro  lo  que  orden  no  tiene; 
por  esto,  en  la  India,  los  soldados  de  Ruifreire  son  entre  los  otros 
de  más  estimación ,  como  entre  nosotros  los  de  Flandes ,  por  la 
obediencia  que  tienen  y  el  castigo  que  se  les  sigue  al  que  no  los 
guarda ;  esto  dio  ocasión  en  este  sitio  á  notables  desgracias,  por- 
que otro  día  siguiente  quiso  el  General  ir  á  ver  el  puesto  en  el 
estado  en  que  estaba;  llevó  consigo  los  caballos  más  lucidos  que 
habia  en  el  ejército,  una  compañía  de  arcabuceros,  sin  muchos 
que  fueron  sueltos,  que  serian  cerca  de  100  soldados,  dejándome 
á  mi  gobernando  lo  restante  del  ejército,  que  quedaba  con  orden 
que  no  saliese  nadie  de  allí  sin  la  suya,  hasta  que  avisase;  habia 
en  el  puesto  una  casa  vieja  que  estaba  fortificada;  luego  que  llegó 
arrimaron  las  armas  y  los  soldados  se  derramaron,  divirtiéndose 
en  árboles  frutales  que  hay,  y  el  General  se  subió  en  un  árbol 
para  descubrir  y  ver  la  fortaleza  y  la  Isla ;  habia  emboscaje  al  re- 
dedor, que  era  una  emboscada  de  negros:  como  conocieron  la 
ocasión,  de  tropel  embistieron  disparando  muchas  flechas;  los 
soldados  primero  que  se  juntaron  y  volvieron  á  tomar  las  armas 
y  ponerse  en  defensa ,  y  el  General  con  ellos ,  mataron  algunos: 
encerráronse  en  la  casa  vieja,  y  en  ella  murieron  defendiéndose, 
D.  Diego  de  Lima,  Juan  Alvarez  de  Mora,  el  capitán  Pedro  Alva- 
rez  de  Castelbranco,  el  capitán  Juan  de  Fonseca;  á  D.  Rodrigo 
de  Acosta  hirieron,  sin  otros  soldados  de  menor  nombre,  que  ma- 
taron y  fueron  heridos;  oyóse  este  ruido  en  los  cuarteles  donde 
estábamos  por  la  respuesta  de  algunos  arcabuces,  y  entendí  que 
el  General  peleaba;  y  así,  contra  toda  buena  orden  de  milicia, 
desguarneciendo  el  puesto  y  las  banderas  y  artillería,  y  contra  la 
orden,  sin  tener  aviso  cierto,  entresaqué  alguna  gente,  y  con  dos 
Capitanes,  y  con  ellos  D.  Fernando  de  Koroña,  hijo  del  Virey, 
le  socorrí  y  llegó  á  tiempo  del  mayor  aprieto  en  que  estaba  la 
gente;  el  enemigo,  viendo  el  socorro,  se  retiró,  y  los  nuestros  se 
mejoraron;  era  tanto  el  temor  y  deseo  que  tenían  de  volver  al 
cuartel,  que  algunos  muertos  se  echaron  en  un  pozo  que  habia 
junto  á  la  casa  donde  sucedió.  En  fin ,  se  retiraron  con  los  cuerpo?" 


528 

muertos  de  los  más  principales,  que  fueron  cuatro,  sin  el  capitán 
Fonseca  que  cayó,  retirándose,  muerto  á  mis  pies  de  un  flechazo 
en  la  cabeza ;  era  la  ponzoña  de  las  flechas  tan  fuerte  y  vehemen- 
te, que  en  cualquiera  parte  del  cuerpo  que  tocase,  si  no  le  chu- 
paban luego  ó  cortaban  con  brevedad  la  carne  donde  estaba,  pe- 
netraba de  manera  hasta  el  corazón ,  que  en  breve  espacio  no 
duraba  una  hora ;  el  que  más  duraba  caia  muerto ;  al  General  le 
tocaron  siete  heridas,  todas  mortales,  en  la  cabeza  y  brazos,  mas 
tuvo  tal  suerte,  que  un  mozo  le  chupó  la  ponzoña  de  las  heridas 
y  vino  á  sanar  de  ellas,  y  el  mozo  murió  de  la  ponzoña  que  chu- 
pó; fué  luego  fuerza  nombrar  persona  que  sirviese  el  ínter  que  el 
General  sanaba;  estaba  el  ejército  tan  otro  del  que  allí  habia  des- 
embarcado dos  dias  habia,  que  era  extremo  opuesto  al  valor  que 
hablan  mostrado;  tímidos,  descoloridos,  tristes,  mirando  al  suelo, 
cabizbajos,  el  que  hablaba,  todo  era  en  el  modo  como  mejor  se  po- 
día volver  á  los  navios;  que  la  gente,  poca,  menos  el  bastimento, 
proseguir  aquella  empresa  que  con  lo  florido  del  ejército  no  se  habia 
conseguido  ningún  buen  suceso  estando  en  sus  primeros  alientos, 
que  al  presente,  cuando  estaba  menoscavado,  y  como  en  lo  úl- 
timo, no  se  podría  acabar  cosa  de  consideración  que  todo  yerros; 
al  cabo  de  quince  dias ,  cuando  esperaban  estar  en  la  fortaleza, 
el  General  con  siete  heridas,  la  flor  del  ejército  muerta,  que  para 
no  consumirse  todo  mejor  era  volverse ;  formaban  corrillos  sobre 
el  caso,  sucediendo  lo  que  se  podía  esperar  según  el  estado  pre- 
sente. 

Juntáronse  los  Capitanes  y  con  ellos  el  hijo  del  Virey ;  yo  no 
me  hallé  presente,  porque  sólo  servia  con  un  arcabuz;  votóse 
sobre  quien  habia  de  gobernar  en  el  ínter  que  el  General  estaba 
para  ello ;  habia  Almirante  que  era  Pedro  Botello  y  otros  Capita- 
nes bien  entendidos ;  al  cabo  se  conformaron  los  más  en  que  go- 
bernase yo  y  esto  encargaron  al  hijo  del  Virey,  vino  á  buscarme 
á  mi  barca,  proponerme  el  caso,  á  que  le  respondí,  «Señor,  ¿cómo 
podré  yo  conseguir  lo  que  el  señor  Capitán  general  no  consiguió  con 
lo  más  y  de  mejor  condición,  siendo  quien  yo,  con  los  menos  y 
en  el  estado  en  que  hoy  está,  y  siendo  un  soldado  particular  cas- 
tellano ?  es  solo  quererme  poner  por  blanco  y  causa  de  los  tristes 


529 

fines  que  está  prometiendo  las  cosas  presentes,  y  que  sirva  de 
poner  con  mis  desgracias  y  malos  sucesos  de  este  ejército  silen- 
cio á  los  pasados,  culpa  á  los  mios.  No,  señor;  si  la  pretensión  es 
enmendar  lo  pasado  ó  conservar  lo  presente ,  muchos  Capitanes  y 
señores  hay  en  el  ejército  de  más  conocimiento  que  yo ,  que  se 
puedan  encargar  de  lo  que  vuestra  merced  me  manda.»  Respon- 
dióme que  era  adelantar  mucho  el  pensamiento,  mas  que  sino 
qucria ,  que  le  gobernase  por  dos  ó  tres  dias  en  el  ínter  que  se 
volvían  á  juntar  y  nombraban  otro;  asi  lo  acepté,  y  al  tercero  dia 
nombraron  á  Gonzalo  de  Barrios,  Capitán  de  un  navio  y  Almirante 
que  habia  sido  de  Ruifreire,  que  sintió,  porque  en  la  obediencia 
no  se  conformaron  con  su  rigor,  á  que  estaba  enseñado ,  y  asi  le 
promovieron  nombrando  al  almirante  Pedro  Botello.  En  este  tiempo 
no  se  intentó  cosa  hasta  que  el  General  estuvo  mejor  y  vino  al 
ejército  que  se  estaba  curando  en  su  galera. 

Tratóse  de  ocupar  otro  puesto  en  Tierra  Firme  en  frente  de  la 
fortaleza,  el  rio  en  medio,  queriendo  de  allí  batirla;  mandá- 
ronme que  la  reconociera;  hícelo,  no  me  pareció  á propósito.  Jun- 
tóse á  consejo,  de  veinticinco  votos  me  siguieron  veintiuno,  los 
demás  al  Capitán  general,  que  era  de  parecer  que  ses  ocupase,  y 
así  luego  lo  encomendó  á  Gonzalo  de  Barrios ,  el  cual  pidió  200 
hombres  y  seis  piezas  de  artillería.  Francisco  de  xicosta  se  opuso, 
pareciéndole  que  era  aumento  de  mucha  honra  la  elección  de 
Gonzalo  de  Barrios,  sabiendo  que  se  habia  de  perder  en  el  caso,  y 
que  el  otro  se  habia  de  ganar  en  duda;  dijo  al  General  que  aquello 
era  deshacer  el  ejército  y  quedarse  sin  gente,  que  él  le  sustenta- 
rla con  cien  hombres  y  cuatro  piezas  de  artillería :  el  General,  pa- 
reciéndole que  era  aumento,  y  no  conociendo  la  segunda  intención 
con  que  lo  decia,  la  aceptó.  (¡Oh  defecto  de  nuestra  naturaleza, 
que  nos  entristecen  más  los  bienes  ágenos  que  nos  alegran  los 
nuestros  ;  Francisco  de  Acosta ,  rico  y  con  honra  de  otras  oca- 
siones ,  el  contento  que  debiera,  sólo  el  conjeturar  del  buen  suceso 
que  su  enemigo  podia  tener  en  el  puesto  que  le  encargaban ,  quiso 
más  perder  lo  que  tenia  seguro  ,  sólo  porq  ue  su  adversario  no 
ganase  lo  que  estaba  dudoso!)  Diósele.lo  que  pedia  y  aun  más,  y 
yo  le  seguí  con  nii  arcabuz ;  ocupamos  el  puesto  y  fortificóse  de 
Tomo  LXXl.  34 


530 

mala  manera,  correspondiente  á  lo  de  la  gente;  púsose  la  artille- 
ría, tiráronse  algunos  tiros,  y  conocióse  con  evidencia  que  era 
larga  la  distancia  para  batería ,  sin  otros  inconvenientes  que  en- 
señó la  experiencia;  á  la  primera  noche  nos  dieron  los  negros  de 
Tierra  Firme  un  asalto  que  parecía  que  se  querían  llevar  las  piezas 
y  las  malas  trincheras  con  que  estábamos  cubiertos ;  mataron  al- 
gunos; cien  soldados  quedaron;  de  suerte  que  Francisco  de  Acos- 
ta  conoció  que  si  quedábamos  allí  otra  noche  lo  perderíamos 
todo;  y  así  les  obligó  á  retirarse,  bien  que  con  la  orden  del  Gene- 
ral, habiendo  sólo  un  día  estado  en  el  puesto,  y  resultando  tan  ^ 
diferente  de  lo  que  prometió,  que  quisiera  haber  trocado  todos 
buenos  sucesos  porque  le  sucediera  esto  á  Gonzalo  de  Barrios; 
retiróse  la  gente  y  la  artillería  á  los  navios. 

Parece  que  en  esta  ocasión  los  más  estaban  faltos  de  la  consi- 
deración que  era  necesario  para  lo  que  les  convenia,  y  yo  más 
que  todos;  envióme  el  General  con  una  orden  al  capitán  Andrés 
Bello,  que  era  Cabo  de  unos  navios  que  estaban  surtos  junto  al 
castillo  de  la  Isla,  el  cual  tenia  una  batería  de  cuatro  piezas  de  á 
ocho  y  de  á  doce  libras  de  bala;  y  este  Capitán,  hablando  encon- 
convcrsacion  de  la  disposición  en  que  estaba  esta  batería,  dijo: 
«para  más  claridad,  vaya  vuestra  merced  en  una  chalupa  y  reco- 
nózcala, que  así  se  lo  doy  por  orden:»  yo  acepté  el  reconocimiento 
sin  orden  del  General,  ni  del  Andrés  Bello,  por  escrito,  ni  tener  él 
jurisdicción  sobre  mí ,  por  no  ser  de  su  tropa  é  ir  sólo  á  comuni- 
car una  orden,  y  con  obediencia  ciega  me  embarqué  en  la  cha- 
lupa, yendo  conmigo  un  Alférez  que  se  llamaba  Carballo  y  cuatro 
soldados  suyos  y  seis  marineros ,  y  contra  marea  pasamos  por  de- 
lante de  ella,  y  al  pasar,  estando  el  enemigo  atento  al  reconoci- 
miento, nos  apuntó  las  piezas  y  las  tres  dieron  en  la  chalupa,  y 
la  una  me  pasó  por  delante  del  pecho  llevándome  los  cabos  de  las 
agujetas  que  llevaba  colgando  de  un  coleto,  y  el  Alférez  que  iba 
sentado  en  la  popa ,  pegado  conmigo  hombre  con  hombro  y  que 
yo  le  cubría  ,  le  hizo  pedazos  los  muslos  y  la  mano  derecha  que 
llevaba  sobre  el  uno;  no  vivió  más  de  una  hora ,  y  ésta  parece  que 
la  dio  Dios  para  confesar  á  voces  un  grave  delito  que  había  co- 
metido ,  de  matar  á  una  amiga  suya  que  habia  servido  á  Gonzalo 


531 

de  Barrios  y  se  la  habia  sacado  de  su  casa  y  quitádola  una  ca- 
dena de  oro  que  habia  hurtado  á  su  amo,  y  matándola  la  metió  en 
un  costal  y  la  llevó  á  un  cementerio  que  estaba  fuera  de  Goa, 
donde  la  enterró ;  llamóse  luego  á  GonzaK)  de  Barrios  para  que  le 
perdónasela  ofensa,  perdonó,  mas  la  cadena  no  quiso,  y  asi  tomó 
por  su  cuenta  el  hijo  del  Virey  el  pagarla.  Las  otras  balas  mata- 
ron á  dos  marinos,  y  á  uno  quebró  un  muslo ,  de  suerte  que  fue- 
ron los  muertos  cuatro.  Quedé  del  caso  dando  muchas  gracias  á 
Dios,  porque  en  aquel  punto  me  iba  encomendando  á  la  virgen 
de  Loreto,  que  está  en  Madrid  en  la  plazuela  de  Antón  Martín,  de 
quien  yo  soy  devoto  y  llamo  en  mis  trabajos ;  túvelo  por  evidente 
milagro  y  lo  entendió  asi  todo  el  ejército ,  por  ir  todos  pegados 
el  uno  al  otro  y  cubrirle  yo  todo  el  cuerpo.  Diciendo  después  al 
Andrés  Bello,  cómo  habia  dado  orden  para  que  se  hiciese  aquel  re- 
conocimiento, dijo  que  tenia  orden  del  General;  el  General  respon- 
día que  no  habia  tal ;  porque  se  vea  con  la  facilidad  que  metie- 
ron en  peligro  tan  evidente  á  diez  hombres  para  que  nos  hiciesen 
pedazos,  como  hicieron  pedazos  á  cuatro ,  siendo  aquel  reconoci- 
miento sin  necesidad;  y  cuando  lo  fuera,  se  podia  hacer  de  Tierra 
Firme,  porque  estaba  cerca,  sin  riesgo  ninguno,  de  ciencia  cierta 
por  estar  la  batería  á  la  lengua  del  agua  y  descubierta  toda. 

Volviendo  al  caso  ,  juntóse  luego  á  consejo  sobre  lo  que  se 
habia  de  hacer,  eran  ya  15  de  Abril,  y  el  invierno  y  vientos  Oestes 
entraban  y  no  se  podían  esperar  á  más  ó  se  habían  de  quedar  á 
invernar  en  la  Isla,  y  para  esto  no  habia  bastimento;  y  así,  se 
acordó  de  volverse  á  la  India  á  invernar,  y  que  la  partida  fuese 
luego ;  con  que  todos  se  alegraron  como  si  hubieran  ganado  la 
plaza ;  hicímonos  á  la  vela  costeando  el  África  hasta  el  Cabo  de 
Guardafuí ,  que  está  en  la  boca  del  Mar  Rojo,  en  13"  de  altura  de 
la  parte  del  Norte;  de  allí  se  tomó  el  viaje  hasta  la  India,  que  hay 
algunas  cuatrocientas  leguas ;  llegamos  á  Goa  á  30  de  Mayo  con 
mucho  peligro ,  porque  ya  estaba  el  invierno  y  se  cerraban  los 
puertos;  y  si  se  tarda  un  día  más  nos  perdemos,  porque  entró  de 
todo  punto  el  invierno. 

El  Virey  trató  de  sanear  aquella  pérdida  por  su  partido, 
haciendo  cierto  el  que  habia  enviado  para  restaurar  aquella  plaza 


532 

lo  bastante  de  soldados,  artillería  y  pertrechos,  quien  se  las  pedia 
aportar;  saneado  esto^  quedábale  toda  la  carga  al  General,  ó  por 
omiso  en  la  ejecución  ó  por  inadvertido  en-  la  elección  de  lo  que 
importaba;  era  D.  Francñscode  Mora  muy  buen  caballero,  cor- 
tés y  bien  hablado ,  amigo  de  hacer  todo  bien,  fácil  en  la  persua- 
sión ,  muy  palatino  y  cortesano;  había  gobernado  á  Cabo  Verde: 
no  obstante  experiencia  para  tales  empresas ,  diga  cada  uno  lo 
que  quisiere,  que  el  arte  militar  compuesto  de  varios  accidentes  y 
el  gobernar  y  sujetar  con  tanta  opresión  tanta  cantidad  de  gente, 
de  tan  varios  naturales,  en  una  campaña  ó  sitio ,  en  oposición  de 
otros  tantos  de  tanta  importancia  como  valen  las  vidas  y  honras 
de  tantos  soldados  y  de  su  Rey,  no  se  aprende  en  una  sala  cerrada 
de  libros,  ni  en  la  urbanidad  de  la  corte;  más  apréndese  en  una 
campaña  y  otra ,  y  en  un  sitio  y  otro  sitio,  con  un  trabajo  y  otro, 
arriesgando  una  y  cien  veces  la  vida,  ya  con  el  trabajo  personal 
ya  con  el  riesgo  de  perderla,  teniendo  una  sagacidad  profunda, 
un  natural  claro,  una  privación  de  toda  pasión,  un  conocimiento 
de  las  causas,  del  menester  que  trae  entre  las  manos,  una  provi- 
dencia dilatada,  que  mediante  el  discurso  en  lo  pasado,  con  larga 
experiencia  en  varios  casos,  que  es  lo  que  más  aprensión  hace, 
junto  con  lo  presente,  sea  próximo  á  la  certeza  del  efecto  que 
puede  estorbar  para  acudir  al  remedio  del,  porque  aun  compuesto 
destas  partes  y  de  otras  muchas  más  que  son  necesarias,  aun  le 
es  dudoso  el  acierto ,  por  tener  en  esta  materia  de  la  guerra  la 
mayor  parte  la  fortuna.  Confieso  que  le  siguió  4  D.  Francisco, 
mas  también  confieso  que  el  sabio  la  suele  limitar;  la  ambición 
de  honra  y  de  fama  le  lleva  á  esta  jornada,  persuadido  del  valor 
de  la  nación  portuguesa,  que  en  esta  parte  se  promete  más  de  lo 
lícito  y  que  sus  fuerzas  pueden  alcanzar,  no  considerando  que  es 
mucho  mejor  no  perder  la  honra  que  ganarla,  y  que  se  atrasa  la 
opinión  quedando  por  falsa,  que  es  el  mayor  mal  que  en  los  hom- 
bres puede  haber.  Saneado  su  partido,  elVirey  quiso  que  D.  Fran- 
cisco sanease  el  suyo  .ó  diese  causas  de  los  malos  efectos  de  aque- 
lla jornada ,  y  para  que  tuviese  más  autoridad  lo  remitió  á  la 
Audiencia  que  allí  hay  de  Oidores ;  traia  granjeados  de  allá  ene- 
migos ,  y  estos  eran  los  más  amigos  que  habia  tenido ,  consultando 


533 

sus  cosas  con  ellos  ,  debiendo  consultar  primero  si  lo  eran;  si  con- 
siderara como  debia  el  que  le  podían  ser  enemigos,  no  llegaran 
ellos  á  ser  los  menos  cargados;  en  fin,  él  se  procuraba  descargar 
con  ellos ,  porque  todos  eran  Capitanes  j  personas  de  puesto ,  y 
ellos  con  él ,  y  los  unos  y  los  otros  metiera  por  testigo  ;  el  Virey 
deseaba  el  que  D.  Francisco  de  Mora  tuviese  buena  salida-,  y  tomó 
por  mejor  modo  el  que  yo  fuese  el  encargado,  en  virtud  de  un 
regimiento  que  el  General  llevaba,  en  que  siempre  tuviese  aten- 
ción á  mi  parecer;  y  confesando  yo  que  el  haber  dicho  que  algu- 
nos pareceres  que  habia  dado  habían  sido  en  contrarío,  como 
el  decir  que  el  puesto  del  baluarte  de  los  turcos,  que  era  el  que 
ocupo  Francisco  de  Sosa,  era  bueno  para  batería,  venia  á  des- 
cargarse el  General  conmigo ,  y  que  luego ,  que  podía  absolver; 
el  Yirey  me  mandó  llamar  y  con  mucha  blandura  me  dijo:  «Toral, 
poco  importa  que  digáis  que  en  Bombaca  digísteis  que  el  puesto  del 
baluarte  délos  turcos  eran  bueno.»  Y  como  sea  impropio  en  hombre 
altivo  y  áspero  la  blandura,  y  como  conmigo  nunca  la  tuviese, 
luego  sospeché  que  no  era  para  hacerme  ningún  bien,  y  así  le 
respondí :  «Señor,  si  delante  de  veinte  hombres  y  del  Sr.  D.  Fer- 
nando dije  lo  contrario,  y  asi  lo  juran  todos  ante  el  Oidor  gene- 
ral, ¿por  qué  quiere  vuestra  señoría  que  habiendo  acertado  yerre 
y  diga  en  contrario  de  tanta  gente  como  estaba  delante,  desdi- 
ciéndome  á  mí  mismo?»  «Bien  se  puede  hacer,  que  algunos  habrá 
que  digan  lo  mismo  que  vos.»  Respondíle:  «Señor,"  los  que  lo  dije- 
ron no  dirán  en  rigor  bien,  y  en  el  complacer,  á  nadie  conmigo 
mismo,  primero  soy  y  mi  honra  que  D.  Francisco  de  Mora.»  A 
esta  razón,  algo  torcido  el  rostro,  me  dijo:  «Andad  con  Dios.»  Y 
otro  día  siguiente  me  tomaron  juramento;  juré  la  verdad  sin 
atención  particular  ninguna,   de  que  se  escandalizó  más;  y  sin 
saber  por  qué,  dentro  de  tres  días  me  mandó  prender  y  estuve  en 
la  cárcel  sesenta  días  sin  poder  saber  la  causa,  ni  hacerme  cargo 
ninguno,  por  más  memoriales  que  le  envié. 

Ofrecióse  ocasión  en  que  era  necesaria hai  persona,  y  mandó  á  un 
alguacil  que  me  sacase  de  la  cárcel  y  me  llevase  á  un  navio  de  la 
armada  q  ue  estaba  de  partida  para  las  fortalezas  q  ue  están  á  la  parte 
del  Norte:  iba  por  General  de  esta  armada  D.  Rodrigo  Dacosta,  un 


634 

caballero  muy  conocido,  que  fué  herido  en  Bombaca ;  éste  me  llevó 
á  su  navio  y  fuimos  con  el  armada  á  reconocer  unos  islotes,  que  era 
para  lo  que  me  hablan  sacado  de  la  cárcel ;  en  el  ínter  que  estuve 
en  ella  dispuse  mis  cosas;  en  este  viaje,  en  el  paraje  de  Damon, 
topó  la  armada  dos  navios  de  holandeses  que  venian  de  Cúrate; 
quiso  el  General  embestir  con  ellos ;  dispararon  su  artillería,  y 
estando  el  General  en  la  popa  disponiendo  las  cosas  y  animando  á 
sus  soldados  le  llevó  una  bala  la  cabeza  de  los  hombros.  Como 
faltó ,  se  cubrió  la  popa  de  luto ,  y  la  gente  dejó  su  intento  y  la 
armada  volvió  á  Goa.  Supe  la  poca  ó  ninguna  merced  que  el  Virey 
me  hacia  y  que  me  querían  volver  á  prender ,  porque  decían  que 
yo  había  pedido  licencia  para  venirme  á  España ,  y  que  seria  po- 
sible me  viniese  y  diese  cuenta  de  algunas  cosas ,  y  que  esto 
debía  prevenir.  Conocí  que  la  prevención  me  había  de  ser  muy 
costosa ,  y  así  justifiqué  mis  servicios  y  traté  de  venirme  por 
tierra,  porque  por  las  naos  era  dificultoso. 

Dispuestas  mis  cosas  en  Venecianos  me  fui  á  Raja,  porque  es 
un  puerto  en  la  India  donde  se  fletan  navios  para  Persia:  estuve 
en  él  esperando  dos  meses,  y  por  los  últimos  de  Abril  salimos  del; 
vinimos  á  Ormuz  y  al  Comoron,  que,  como  tengo  dicho,  es  un 
puerto  en  Persia;  esperé  cáfila  que  fuese  á  Ispam,  que  es  la  corte 
del  Rey  de  Persia.  Concertéme  con  un  arriero ,  el  cual  me  llevó 
hasta  Lara,  que  es  ocho  días  de  camino,  de  desierto,  que  no  había 
agua  más  que  cisternas  en  algunos  parajes,  y  el  sol  era  muy  fuerte, 
con  un  viento  que  corría  tan  caliente  que  parecía  salía  del  infierno, 
que  en  aquellas  partes  llaman  Suri,  y  nosotros  Poniente;  el  trabajo 
del  camino  y  la  malicia  del  agua  causó  á  los  más  de  la  cáfila  ca- 
lenturas ;  yo  estuve  muy  malo  en  Lara  y  me  sangré  cuatro  veces, 
hallándome  mejor  compré  un  caballo,  y  en  él  quise  alcanzar  la 
cáfila  que  iba  caminando  delante ;  iba  algunas  veces  solo,  porque 
un  indio  que  llevaba  conmigo  me  dejó  y  se  fué  con  la  cáfila ;  iba 
con  mucha  seguridad  y  sin  tener  los  naturales  mejor  pasajes  que 
yo,  porque  en  los  mesou^,  que  son  hechos  de  limosna  y  obras  pías, 
como  entre  nosotros  los  hospitales ,  son  unos  patios  muy  grandes 
con  unos  poyos  levantados  un  estado,  muy  ancho  y  con  sus  por- 
tales que  los  cubren,  con  aposentos  yermos  como  celdas  para 


535 

meter  ropa ;  en  esta  parte  y  en  Turquía  cada  uno  lleva  consigo 
su  cama  y  su  aderezo  de  guisar  de  comer ,  de  suerte  que  en  el 
camino  no  se  compra  más  que  el  sustento,  que  el  más  cotidiano 
es  arroz  y  alguna  carne ;  esto  comen  muy  bien  guisado.  En  lle- 
gando al  mesón,  en  el  persiano  se  llama  caramuraca,  y  en  turco 
mancil,  procuraba  ocupar  el  mejor  lugar;  mas  aunque  llegasen  mer- 
caderes muy  cuantiosos  y  pasajeros  de  autoridad ,  no  por  eso  me 
quitaba  del  puesto  que  liabia  ocupado,  ni  ellos  me  decían  que  me 
quitase,  antes  solían  reírse  diciendo :  «  mira  el  franco  cómo  se  ha 
acomodado.»  Llaman  francos  los  que  de  Europa  andan  por  aque- 
llas partes,  derivando  este  nombre  de  los  franceses  y  otras  nacio- 
nes que  pasaron  con  el  duque  Godofre  de  Bullón ,  que  lo  era  de  la 
Toríngia,  ala  conquista  de  la  Casa  Santa  de  Jerusalen,  y  asi  se 
conserva  este  nombre  hoy;  dentro  de  los  mesones  grandes  hay 
hombres  que  venden  lo  necesario  de  comida  y  cebada,  pasando 
sólo  lo  que  vale ,  y  la  posada  es  de  limosna. 

En  este  viaje,  antes  de  llegar  á  Jiras,  que  es  una  ciudad  muy 
populosa  que  está  ocho  dias  de  camino  antes  de  Ispam,  una  tarde 
unos  mercaderes  y  yo,  por  el  sol,  nos  quedamos  atrás  de  la  cáfila 
y  llegamos  á  media  noche  á  dofede  había  parado ,  que  era  en  unas 
vegas  muy  grandes  sin  haber  dos  leguas  al  rededor  casa  ninguna; 
como  nos  apeamos ,  cada  uno  dejó  su  caballo  atado  y  travado; 
había  junto  un  arroyo  que  tenia  hierba,  dejé  suelto  el  mío  para 
que  paciese ,  y  en  las  vegas  había  algunas  yeguas  que  andaban 
sueltas;  el  caballo  fuese  á  ellas,  por  la  mañana  me  recordaron  y 
avisaron  que  mirase  mi  caballo  que  andaba  suelto  tras  las  yeguas, 
fui  á  cogerle,  las  yeguas  huian,  él  con  ellas;  anduve  hasta  más 
de  las  dos  de  la  tarde  tras  del  sin  poder  cogerle,  y  aunque  di  di- 
neros á  los  arrieros  de  la  cáfila ,  tampoco  le  pudieron  coger ;  como 
estaba  convaleciente  de  la  enfermedad  y  en  todo  el  día  no.  me  había 
desayunado  y  corriendo  tras  el  caballo,  las  piernas  se  me  hincha- 
ron de  manera  que  no  me  podía  menear,  y  con  el  peso  de  mucha 
plata  que  llevaba  ceñida  al  cuerpo,  desfallecí  cayéndome  en  el 
suelo  donde  estaban  los  mercaderes ;  la  cáfila  empezaba  á  cargar 
para  irse;  en  este  punto  se  me  saltaron  las  lágrimas  de  ver  que  no 
me  podia  menear,  que  mi  caballo  no  le  podía  coger,  que  la  cáfila 


536 

se  iba  y  que  me  había  de  quedar  sólo  en  aquel  desierto ,  donde 
seria  posible  me  matasen  ó  quitasen  lo  que  tenia;  llegúeme  á  un 
mercader  de  los  de  más  consideración  que  iban  en  la  cáfila ,  y  en- 
ternecido le  dije:  «Agá,  que  es  lo  mismo  que  señor,  tened  lástima 
de  mí;»  habíame  visto  correr  todo  el  dia  y  en  el  estado  que  estaba; 
moviéndose  á  piedad  dijo  á  los  arrieros  que  no  se  habían  de  partir 
hasta  que  hubiesen  cogido  el  caballo  del  franco;  ellos  repitieron 
que  no  habían  de  perder  de  hacer  jornada,  y  que  ya  algunos 
habían  hecho  la  dilijencía  y  que  no  le  habían  podido  coger;  él  les 
estorbó  que  no  cargasen ,  diciéndoles  que  no  era  bien  que  viniendo 
con  ellos  me  dejasen  en  aquel  campo;  determináronse  todos,  pa- 
gándoselo yo  muy  bien ,  á  cogérmele ;  ataron  muchas  sogas  unas 
con  otras,  y  le  cercaron  y  cogieron ,  con  que  me  vi  más  aliviado  de 
mí  trabajo.  En  esto  se  conoce  que  en  ninguna  parte  es  mejor  la 
compañía  del  bueno  que  en  el  camino,  en  la  ocasión  presente  me 
fué  de  tanta  importancia ;  llegamos  á  Jiras ,  y  porque  se  habia  de 
detener  allí  la  cáfila,  partí  sólo  á  Ispam;  era  el  camino  muy  con- 
tinuado de  gente,  y  así  pude  llegar  sólo  sin  riesgo  ninguno. 

En  llegando,  lo  primero  que  hice  fué  irme  á  un  convento  de  frai- 
les Agustinos  que  hay  de  portugueses;  habia  en  él  dos  frailes  que 
me  conocieron  en  Arabia  en  compañía  de  Ruífreire;  como  me  vieron 
se  alegraron  y  me  forzaron  á  que  me  quedase  en  el  convento  el 
tiempo  que  tuviese  de  estar  en  Ispam,  ansí  lo  hice,  y  á  tres  dias  lle- 
gado me  dieron  unas  tercianas  que  me  pusieron  en  mal  estado,  dos 
meses  estuve  enfermo,  hallándome  mejor,  esperé  cáfila  que  fuese 
para  Babilonia,  que  era  mi  viaje;  concertóme  con  un  arriero,  porque 
no  sabiendo  lo  que  me  podía  durar  la  enfermedad  v^idí  el  caballo 
por  evitar  coste,  muy  contento  de  haber  visto  tan  buena  ciudad  y 
de  gente  tan  humana  y  llegados  á  la  razón;  los  últimos  días  estuve 
en  un  mesón  á  donde  se  juntaba  la  cáfila,  porque  el  convento  estaba 
lejos;  y  por  no  perder  ocasión  el  día  que  me  quería  ir  hice  cuenta 
con  el  huésped,  porque  en  los  lugares  grandes  se  paga  la  posada, 
no  es  como  en  el  camino;  pagúele,  y  al  sacar  el  ato  llegó  otro  com- 
pañero suyo  y  me  pidió  la  posada;  díjele  como  la  tenia  pagada, 
sobre  esto  dimos  algunas  voces,  llegóse  gente  y  entre  ella  un  ca- 
ballero que  pasaba,  preguntó  lo  qué  era,  dijcronle:  «á  este  franco 


537 

le  pide  la  posada  el  mesonero  y  él  dice  que  ya  la  tiene  pagada  á  su 
compañero:  »  pareciéudole  que  era  vellaqueria  del  mesonero  le 
dijo  que  se  fuese  y  no  hablase  palabra  y  me  dejase  ir  mi  camino; 
repitió  el  mesonero ,  y  volvió  á  decir  que  era  conocida  maldad 
suya,  que  un  hombre  de  otra  ley  y  de  tan  remotas  partes  no  habia 
de  venir  á  Ispam  á  quitarle  á  él  su  dinero,  cuanto  más  que  mi  ley 
me  mandaba  que  no  hurtase ,  que  cómo  me  habia  de  ir  sin  pagar. 
¡Oh,  señal  de  hombre  de  notable  y  sencilla  bondad  y  ajustado  á 
su  ley!  que  aunque  diferente  y  mala,  lastima  por  tener  entendido 
que  aquella  que  profesa  es  buena. 

Salí  de  esta  ciudad  muy  contento,  porque  es  muy  buena  y 
grande;  compónese  de  tres  ciudades,  que  son  las  otras  dos,  Ispam 
La  Vieja  y  Julfa ,  que  se  va  á  ella  por  un  puente  de  ladrillo  muy 
notable ,  que  tiene  portales  y  se  puede  ir  por  debajo  como  por  en- 
cima por  escaleras  por  dentro  para  bajar  ó  con  sus  corredores  ó 
galerías  á  los  lados  del  puente.  Es  Julfa ,  toda  de  armenios  cris- 
tianos; guardan  los  ritos  y  estatutos  de  la  Iglesia  alejandrina  y 
griega;  hay  dos  conventos,  el  uno  es  de  frailes  de  la  orden  de 
San  Basilio ;  hay  tres  iglesias  muy  buenas ,  con  muchos  y  muy 
buenos  retablos  de  santos ,  viven  en  su  ley  y  libertad ,  sin  opre- 
sión ni  embarazo ;  hay  además  de  esto  en  Ispam  tres  conventos 
de  frailes  que  guardan  los  preceptos  y  órdenes  de  la  Iglesia  Roma- 
na ;  el  uno  es  de  Agustinos  portugueses  que  sustenta  el  Rey  de 
España ;  otro  de  italianos  que  sustenta  el  Papa,  que  es  de  Carme- 
litas descalzos ;  otro  de  Capuchinos  franceses  que  sustenta  el  Rey 
de  Francia ;  es  el  común  muy  grande  y  el  contrato,  porque  los 
persianos  no  tienen  otra  ganancia  ni  el  Rey  otra  renta  que  la  del 
comercio,  y  por  esto  pueden  pasar  por  su  tierra  de  todas  naciones 
como  anden  vestidos  á  su  uso:  la  ciudad  es  muy  grande,  tendrá 
una  legua  de  travesía  por  cualquier  parte;  la  fábrica  de  las  casas 
es  de  tierra ,  sin  arquitectura  ninguna ,  y  así  también  son  las  del 
Rey;  la  plaza  es  muy  grande  y  espaciosa,  y  en  ella  tiene  más  de 
veinte  piezas,  medios  cañones,  todos  labrados  en  España  y  lleva- 
dos de  Ormuz,  que  de  allí  sacó  cuando  la  ganó,  y  hoy  los  tiene  por 
trofeo  y  señal  de  su  grandeza,  con  todos  sus  letreros  de  los  fundi- 
dores y  Generales  de  la  artillería  en  cuyo  tiempo  se  hicieron,  con 


538 

las  armas  reales,  que  yo  vi  y  leí  con  arto  dolor  de  mi  corazón; 
algunas  veces  el  común  es  muy  grande  y  quieto  y  seguro,  porque 
el  castigo  pasa  de  justicia  y  entra  en  crueldad;  en  hurtando  más 
que  un  abaci,  que  es  una  moneda  de  plata  que  vale  tres  reales,  le 
han  de  cortar  un  miembro,  y  si  llega  á  20,  muere;  esto  no  es  con 
largo  ni  descargo  por  los  términos  judiciales  de  España;  es  tan 
sumariamente,  que  en  jurándolo  dos  testigos,  luego  se  ejecuta  la 
sentencia,  si  juran  falso,  pasan  por  la  misma  pena  que  pasó  el 
ajusticiado,  y  asi  es  notable  la  seguridad  que  hay  de  las  hacien- 
das: el  Eey  no  estaba  allí  en  aquel  tiempo,  mas  dicen  que  es  tan 
común,  que  anda  por  las  calles  preguntando  cómo  se  administra 
la  justicia  y  los  agravios  que  se  hacen ;  nada  se  vende  de  ojo; 
todo  se  mide  y  pesa ,  hasta  la  carne  cocida  en  los  bodegones;  pré- 
cianse  mucho  de  la  verdad;  dicen  que  para  ninguna  cosa  es  bueno 
el  no  tratarla,  porque  el  que  no  la  usa,  aun  no  queda  capaz  de 
poder  engañar  otra  vez :  son  herejes  en  respecto  de  los  turcos  y 
de  la  ley  de  Mahoma,  y  por  esto,  son  tan  opuestos  á  los  turcos, 
que  nunca  hacen  paces  con  ellos ;  no  hacen  estimación  de  la  pe- 
drería, diamantes,  esmeraldas  y  rubíes ,  porque  dicen  que  es  gran 
necedad  gastar  tanto  dinero  en  una  piedra  tan  pequeña  y  que 
aprovecha  para  tan  pocas  cosas;  lo  cierto  es,  que  no  la  estiman 
por  ley  hecha  ellos,  porque  el  Mogol,  uno  de  los  poderosos  Reyes 
del  Asia,  y  que  lo  es  de  la  India,  que  confina  con  Persia  y  lindan 
los  términos,  su  mayor  riqueza  son  los  diamantes ,  y  por  no  darle 
valor  y  que  no  le  valgan  á  su  Rey  sacando  los  dineros  de  Persia 
y  vendiendo  su  enemigo  y  vecino  su  mercaduría,  tiene  dispues- 
to el  que  en  Persia  no  tengan  estimación ,  ni  las  puedan  traer. 
Las  murallas  de  Ispam  son  de  tierra  con  algunos  cubos  huecos, 
á  trechos,  está  en  34°  de  altura  de  la  parte  del  Norte;  esto  es, 
Ispam. 

La  Persia,  por  la  otra  parte  de  Oriente,  confina  á  lo  largo  con 
el  Mogol,  que  es  rey  de  la  India  y  le  tiene  tomado  algunas  plazas 
al  Persiano;  por  Poniente  confina  con  Asia  y  con  Armenia:  por 
la  parte  del  Norte  confina  con  Tartaria  y  con  el  mar  Caspio;  por  el 
Sur  confina  con  el  mar  Persio  y  el  mar  Océano  de  la  India;  su  ma- 
yor latitud  ó  altura  del  Polo  es  de  43";  su  menor  de  24 ;  de  suer- 


539 

te  que  tiene  de  ancho  IQ**,  que  contados  cada  uno  á  17  Va  leguas, 
tendrá  de  ancho  331  leguas  su  mayor  longitud,  contada  de  la 
isla  de  los  Azores ,  que  en  las  Terceras  es  127",  su  menor  es  90, 
que  le  queda  de  largo  37*,  que  son  637  leguas  de  largo;  advierto 
que  los  grados  que  cuento  en  la  longitud  son  grados  de  cosmo- 
grafía y  no  náuticos,  porque  los  náuticos  son  mayores  ó  menores, 
si  allegan  al  Oeste  ó  Este ,  empezando  por  Norte  Sur. 

Su  figura  es  casi  en  paralelógramo,  salvo  que  por  la  parte  del 
Poniente  se  disminuye  algo  al  fin  del  mar  Pérsico.  Como  he  dicho, 
me  partí  con  la  cáfila  á  continuar  mi  viaje ;  tardamos  veintiocho 
dias  en  llegar  de  Babilonia,  que  en  turco  llaman  Bagadal;  con 
experiencia  de  la  humanidad  de  la  gente  persiana ,  siempre  me 
procuraba  llegar  á  alguna  persona  de  las  de  más  lucimiento  que 
iban  en  la  cáfila,  y  así  lo  hice  en  ésta.  Juntáronse  unos  mozos  de 
la  gente  vagamunda  que  iba  con  nosotros,  que  en  todas  partes  el 
mundo  es  uno,  y  empezáronme  á  dar  vaya  á  voces  y  bando,  con- 
tinuando de  suerte  que  yo  me  corrí ,  y  como  lo  conocieron ,  lo 
continuaron  con  más  eficacia ;  yo  rae  sentí  de  suerte  que  quise 
tirarles  un  escopetazo ,  y  llegóse  á  mí  un  gentil  de  la  India ,  dete- 
niéndome que  mirase  lo  que  hacia,  que  me  costaría  la  vida; 
repórteme  y  procuré  buscar  la  persona  que  me  hacia  merced ,  que 
era  un  mercader  de  buena  presencia  y  de  más  consideración  que 
iba  allí;  y  como  pude,  le  dije  que  no  me  querían  dejar  ir  mi 
camino,  diciéndome  afrentas  é  injurias.  Llegó  con  el  caballo  á 
mí,  y  tomando  del  brazo;  diciéndome  que  se  los  mostrase;  yo  le 
llevé  á  donde  estaban,  y  él  preguntó  al  gentil  que  ¿qué  era  lo 
que  hacían  conmigo?  El  gentil  se  lo  contó:  llamó  á  dos  de  ellos, 
y  díjoles;  «¿qué  queréis?  por  qué  no  dejais  ir  á  este  franco  en 
paz  por  su  camino.»  Respondiéronle  que  se  iban  holgando  con- 
migo; díjoles ;  «¿por  qué  no  os  holgáis  con  los  de  vuestra  nación? 
en  fin ,  sois  gente  ruin ,  j  este  franco  que  debe  de  ser  mucho  mejor 
que  vosotros,  le  vais  persiguiendo,»  sintiéronse,  y  él  les  dijo: 
«¿si  tantas  leguas  de  su  tierra  y  de  otra  ley  va  con  lucimiento, 
en  su  tierra  cómo  irá?  y  vosotros  que  en  la  vuestra  vais  como 
bribones,  en  la  suya,  ¿cómo  iréis?»  no  se  qué  le  replicó  uno 
que  levantó  el  azote  con  que  daba  al  caballo  y  le  dio  dos  azota- 


540 

zos  por  la  cara  y  buscó  al  Capitán  de  la  cáñla,  y  le  hizo  que 
le  echasen  de  ella  y  no  fuese  más  con  nosotros ,  y  nadie  me  dijo 
cosa  de  pesar,  y  siempre  que  llegábamos  á  la  parte  que  habia  de 
posar  hacia  estuviese  en  su  tienda  ó  junto  á  ella,  porque  no  tu- 
viese alguna  inquietud.  ¡Sea  Dios  alabado  que  todas  las  nacio- 
nes hizo  capaces  de  razón!  ¿qué  más  podia  hacer  un  buen  cristia- 
no con  las  obligaciones  de  hombre  noble  que  hizo  este  mozo? 

En  Babilonia,  que  es  Asirla,  me  fui  á  un  convento  de  Capu- 
chinos que  hay  en  ella,  que  son  franceses,  y  en  ella  estuve  tres 
dias  viendo  aquella  ciudad  tan  antigua  y  quebradero  de  cabeza 
de  historiadores;  cuan  arruinada  está,  que  apenas  hay  casa  que 
cavalmente  esté  entera,  con  ser  tan  grande,  queme  pareció  que 
tendría  de  largo  una  legua  grande.  Esto  causa  los  continuos  sitios 
y  baterías  que  le  hacen  turcos  y  persas,  porque  siempre  andan 
peleando  sobre  ella ,  y  es  el  terreno  de  toda  la  guerra  que  ellos 
traen  entre  sí ;  en  este  tiempo  era  del  Persa.  Las  casas  son  de  la- 
drillo cocido;  las  murallas  anchas  y  fuertes,  de  tierra  sola ;  con 
su  foso  baña  los  cimientos  de  las  casas ;  el  rio  Eufrates ,  pásase 
por  una  puente  de  barcas,  como  Sevilla  á  Guadalquivir  para  ir  á 
Triana:  no  vi  en  ella  cosa  notable  ni  tampoco  lo  pregunté,  porque 
sólo  trataba  de  abreviar  mi  viaje;  está  Babilonia  en  34°  de  altu- 
ra, 190  de  longitud. 

Mi  viaje  dispuse  bien,  estaba  un  piloto,  que  son  los  que  guian 
por  el  desierto,  de  partida  para  Alepo,  que  era  donde  yo  habia  do 
ir  á  parar,  que  es  la  cabeza  de  Siria;  concertóme  con  el  piloto 
en  50  reales  de  á  ocho ,  yo  y  un  francés  que  estaba  esperando  á 
hacer  el  mismo  viaje ;  compré  un  famoso  caballo  y  prevínome  de 
lo  necesario  para  pasar  el  desierto.  Pocas  veces  se  ha  hecho  tal 
determinación  el  pasar  un  hombre  sólo  el  desierto  por  estar  lleno 
de  ladrones  y  ser  muy  cierto  el  peligro ;  muchas  veces  es  bien  de- 
jarle la  mayor  parte  á  Dios  y  á  la  fortuna ,  porque  si  todas  las 
queremos  guiar  prudencialmante,  el  mucho  querer  asegurar  y 
acertar  las  yerra.  En  esta  parte  lo  dejé  á  Dios  y  él  me  puso  en 
salvamento;  porque  si  esperara  cáñla  tardara  mucho,  y  en  el  de- 
sierto se  suelen  juntar  compañías  de  Alarbes  y  romper  las  cáfilas, 
además  que  si  la  esperaba  no  hallara  embarcación  á  tiempo  y 


541 

fuera  posible  perder  el  viaje;  y  aunque  hubo  estas  comodidades, 
también  el  ir  solo  me  puso  á  pique  de  perder  la  vida  dos  ó  tres 
veces;  la  una  fué  cerca  de  morir  ahorcado. 

Salí  de  Babilonia,  como  he  dicho,  con  el  piloto  y  el  francés, 
que  era  relojero ,  y  hugonote  de  la  seta  de  Hugo ,  y  á  mi  natural 
tan  opuesto,  lo  uno  por  la  diversidad  y  oposición  de  la  ley,  lo 
otro  porque  era  malísimo  y  mal  inclinado ;  sabia  la  lengua  turca 
y  entendíase  con  el  piloto ,  y  así  me  hicieron  algunos  pesares  en 
el  camino ;  salimos  de  Babilonia  y  caminamos  cinco  dias  por  la 
provincia  que  llaman  Mesopotamia ,  que  está  entre  los  rios  Tigris 
y  Eufrates;  llegamos  á  una  ciudad  que  se  llama  Ana,  que  está 
en  la  otra  parte  del  rio  Tigris ,  orilla  del ,  donde  refrescamos  y 
registramos  lo  que  llevábamos  ante  el  Gobernador  de  aquella 
ciudad ,  y  por  derecho  llevó  una  de  las  mejores  piezas  que  traía- 
mos, que  era  del  francés,  tasóse  lo  que  valia  y  pagué  la  mitad. 
Volvimos  á  hacer  matalotaje,  y  en  cuatro  dias,  caminando  siem- 
pre orillas  del  rio  Tigris ,  llegamos  á  otro  lugar  que  estaba  en 
una  eminencia  donde  también  refrescamos  y  nos  volvimos  á  reha- 
cer ;  aquí  nos  apartamos  del  rio  y  caminando  cuatro  dias  hasta 
llegar  á  otro  lugar  cercado;  aquí  nos  encerraron  en  una  casa,  y 
reservando  al  francés  pegó  conmigo  el  Gobernador  puesto  por  el 
Rey  del  desierto,  diciendo  que  mi  compañero  era  pobre  que 
yo  era  el  que  llevaba  más  que  le  habia  de  dar  20  reales  de  á 
ocho;  yo  no  llevaba  conmigo  más  de  36,  y  los 24  habia  escondido 
entre  el  lomo  del  caballo  y  la  silla,  yo  les  respondí  que  no  los 
tenia,  diéronme  algunas  puñadas,  y  echándome  una  soga  al  cuello 
decían  que  me  habían  de  ahorcar,  y  con  un  chuzo  que  tenia  en 
las  manos  me  amenazaba  que  me  le  habia  de  meter  por  la  gar- 
ganta; yo  le  respondí  que  me  mirasen  y  que  me  tomasen  cuanto 
hallasen,  así  lo  hicieron  y  hallaron  12  reales  de  á  ocho,  que  to- 
maron de  buena  gana.  Luego  procuré  salir  de  aquel  aprieto  y 
pedí  al  piloto  que  nos  fuésemos,  y  así  se  hizo. 

Caminamos  tres  dias  hasta  llegar  á  Alepo,  la  mitad  destos  tres, 
poblado,  que  en  todos  eran  diez  y  seis.  Caminamos  de  dia  y  de  noche 
y  era  muy  poco  lo  que  descansábamos.  Paréceme  que  se  andarían 
cada  dia  de  10  á  12  leguas,  y  que  en  todas  serian  200 ;  entré  con 


542 

mucha  nota  en  Alepo ,  que  como  había  pasado  solo  el  desierto  con 
un  piloto  y  venia  bien  puesto  con  un  famoso  vestido  á  lo  persiano, 
un  buen  caballo  y  escopeta,  se  colegia  ser  algún  hombre  princi- 
pal. Llevaba  una  letra  de  Ispam  para  los  Carmelitas  descalzos  de 
Alepo ,  de  128  reales  de  á  ocho ,  que  luego  me  pagaron ;  y  cono- 
ciendo que  habian  de  hacer  anatomía  de  mi,  la  metí  por  el  pes- 
cuezo entre  la  camisa  y  la  espalda.  Luego  que  llegué  á  la  casa 
del  Campo,  que  es  un  mesón  muy  grande  donde  se  recoge  la  ma- 
yor parte  de  la  nación  francesa ,  y  vive  el  Cónsul ,  y  está  el  con- 
vento de  los  Carmelitas  descalzos;  me  cercaron  muchos  judíos,  y 
en  castellano  tan  cortado  como  yo,  me  dijeron  que  fuese  bien  ve- 
nido, que  si  traia  alguna  pedrería  que  lo  registrase,  porque  si  nó 
la  perdería,  que  eran  Aduaneros  y  que  me  habian  de  mirar,  y 
además  de  perderlo  me  habian  de  castigar ,  yo  les  respondí  que 
no  traia  ninguna.  Estos  tenían  arrendadas  las  rentas  de  las  Adua- 
nas ,  y  lleváronme  ante  el  cónsul  de  Francia ,  que  era  á  quien  to- 
caba; miráronme  hasta  las  partes  más  secretas,  como  no  me 
hallaron  cosa  que  les  importase  me  enviaron  á  una  hostería  que 
está  dentro  de  la  misma  casa ;  quedaron  confusos  los  turcos  y  los 
judíos  qué  persona  seria,  y  así  me  lo  preguntaron;  yo  les  dije  que 
vivía  en  Lisboa ,  y  que  por  un  caso  que  me  había  sucedido  me 
había  embarcado  en  las  naos  para  la  India,  que  era  casado  y 
tenia  cuatro  hijos ,  que  mi  mujer  me  había  escrito  que  rae  fuese, 
que  mi  negocio  estaba  ya  compuesto  y  que  el  Virey  no  me  había 
querido  dar  licencia  para  que  me  viniese  con  las  naos ,  y  que 
había  tomado  el  camino  de  tierra  socorriéndome  un  pariente  para 
el  viaje :  con  todo  no  me  dieron  crédito ,  siempre  sospechando  de 
que  era  espía  ó  alguna  persona  de  importaacia,  diciendo  que  era 
necesario  que  lo  supiese  el  Sultán ;  en  fin ,  se  decía  que  si  lo  sabia 
me  darían  tormento  ó  me  harían  ahorcar;  estaba  con  este  temor 
porque  la  guarda  mayor  de  las  Aduanas,  que  era  un  turco  de 
consideración ,  había  tomado  mal  que  pasase  el  desierto  sólo  con 
un  piloto,  y  que  no  trajese  mercaduría  ninguna  trayendo  tan  buen 
hábito,  y  decia  que  si  no  era  mercader  á  qué  iba  por  allí:  mandaron 
que  se  tuviese  mucha  cuenta  conmigo.  Hay  en  Alepo  tres  Cón- 
sules, uno  de  ingleses,  otro  de  venecianos;  debajo  de  la  protección 


543 

del  de  los  ingleses  están  todas  las  naciones  septentrionales;  del  de 
Venecia,  todos  los  italianos;  el  de  Francia  tiene  comprado  al 
Gran  Señoría  merced  de  que  todas  lasnaciones  que  vinieren  áAIepo 
que  no  tuviesen  allí  Cónsul  hayan  de  estar  debajo  del  de  Francia. 
Es  el  derecho  de  los  Cónsules  2  por  100.  Era  agente  ó  procurador 
del  cónsul  de  Francia  un  judío,  el  más  grave  que  habia  en  Alepo. 
En  el  tiempo  que  habia  estado  detenido  se  habia  llegado  á  mí 
otro  judío  y  travado  conversación  conmigo;  habia  vivido  en  Ma- 
drid, era  muy  entendido,  muy  dado  á  toda  humanidad;  así  de  his- 
torias como  de  poesía,  tenia  muchos 4ibros  de  comedias  de  Lope  de 
Vega  y  de  historias ,  y  en  topándome  solia  hablar  conmigo  en  esto 
algunas  veces ;  un  dia  me  dijo  que  mi  negocio  estaba  de  mala 
data  porque  la  guarda  mayor  apretaba  mucho,  y  que  no  me  ase- 
guraba el  buen  suceso;  yo  me  entristecí,  y  él  me  dijo  que  no  te- 
miese ,  «pecador  de  mí,  le  respondí,  ¿cómo  en  un  aprieto  como  éste 
no  he  de  temer?»  díjome:  «dando  lavida  por  pasada-»  Aquí  confirmé 
el  que  rae  esperaba  algún  desdichado  fin ,  y  así  se  lo  dije,  respon- 
dióme: «no  sois  vos  muy  sabio  porque  el  que  lo  es  no  se  deja  caer 
aunque  adversidad  lo  quiera ,  si  queréis  que  haga  algo  por  vos  yo 
lo  haré;»  díjele  lo  mejor  que  supe,  que  le  debería  la  vida,  que  la 
ponia  en  sus  manos,  respondióme  que  si  tenia  dineros  con  facili- 
dad se  acabaria  todo;  yo  le  respondí  que  no  los  tenia,  y  que  eso 
rae  tenia  con  menos  esperanza;  «tenéis  razón,  que  no  hay  cosa  que 
más  abata  los  espíritus  que  la  pobreza ,  en  fin ,  quedad  con  Dios, 
que  yo  pienso  ser  vuestro  solicitador;»  habló  al  judío  que  era 
agente  del  Cónsul ,  y  al  Cónsul  después  delante  de  mi ,  y  díjoles 
que  era  caso  de  reputación  y  de  menos  valer  que  consintiese  que 
se  me  hiciese  ningún  agravio  ni  que  rae  viese  el  Sultán ;  porque 
era  confesar  jurisdicción  sobre  los  suyos  y  consecuencia  para  que 
se  hiciese  cada  dia  otro  tanto  con  los  que  llegasen  allí,  y  aun  con 
los  de  su  misma  nación,  y  que  correría  la  fama  del  poco  amparo 
que  en  él  tenían  y  faltaría  el  comercio;  que  los  otros  Cónsules  lo 
posponían  todo  por  no  perder  un  átomo  de  su  jurisdicción  ;  sintió 
esto  el  Cónsul ,  y  su  procurador,  que  estaba  presente,  se  conformó 
con  el  parecer  del  Rabí,  que  era  Rabí  el  judío  que  me  ayudaba. 
Dijo  el  Cónsul:  «¿pues  qué  orden  tendremos  para  que  este  español 


544 

se  escape?»  dijo  el  agente  que  él  hablaría  sobre  el  caso  á  la  guarda 
mayor  y  que  le  daría  á  entender  la  razón,  y  que  también  á  él  le 
estaba  mal ,  y  que  no  queriendo  revenir  se  defenderia  con  todas 
veras  que  él  lo  defenderia;  dijeron  también  que  era  necesario  darle 
algo  i  á  esto  dije  que  me  quedaban  30  reales  de  á  ocho  que  me 
daban  por  el  caballo ,  que  no  tenia  otra  cosa  hasta  mi  tierra ,  y 
otros  20  reales  de  á  ocho  que  me  habían  quedado;  dijéronme  que 
le  vendiese,  vino  la  guarda  otro  día  y  litigóse  con  el  turco,  en  que 
hubo  (sin  parecerme  artificio)  voces  en  que  se  enojó;  el  judío 
agente  era  de  los  más  entendidos  hombres  que  he  visto ,  y  con 
su  modo  lo  dispuso  de  suerte  que  el  turco  revino  en  el  caso, 
y  él  le  dio  20  reales  de  á  ocho  por  mí  (que  yo  le  di  después), 
diciendo  que  entre  mercaderes  franceses  de  limosna  se  había  de 
allegar;  á  todo  esto  se  halló  el  Rabí  presente,  que  también  facilitó 
con  sus  razones  y  ruegos,  y  queriéndose  ir  el  turco  le  dijo  que  sí 
había  de  durar  la  prisión,  y  él  respondió  que  qué  importaba;  á 
que  dijo  el  agente:  «hay  que  nos  hacer  merced,  dejarle  sin  pesa- 
dumbre que  vea  la  ciudad  y  se  huelgue , »  y  luego  dio  orden  al 
Capitán,  que  con  una  compañía  de  genízaros  estaba  de  guarda  al 
Cónsul ,  que  me  dejase  salir  é  ir  donde  fuese  mi  voluntad ;  estuve 
determinado  de  darle  la  letra  de  los  128  reales  de  á  ocho  que 
había  escapado  ,  mas  los  Carmelitas  descalzos,  que  me  los  paga- 
ron me  dijeron  que  no  lo  supiese  nadie  que  les  venía  aquella  le- 
tra; lo  otro,  porque  me  la  tomarían  toda  y  se  colígiría  ser  de  más 
importancia,  y  que  habia  reservado  algo  escondido,  de  donde  se 
tomaría  motivo  á  que  tuviese  peor  suceso ,  y  así  la  escapé  y  tras- 
pasé en  otra  letra  á  Marsella  de  Francia ,  y  con  el  demás  dinero 
me  avié  para  mí  viaje. 

Di  infinitas  gracias  á  Dios  por  el  buen  suceso,  y  á  mí  judío 
Rabí  agradecí  lo  mejor  que  pude  el  beneficio  que  me  hizo.  Estuve 
en  Alepo  quince  días,  en  los  ocho  vi  la  ciudad,  que  es  muy  buena 
y  de  buena  arquitectura.  En  medio  della  supóngome  en  Lisboa; 
hay  un  cerro  redondo ,  en  lo  alto  hay  un  buen  castillo  con  su  foso 
alrededor  con  agua ,  hay  sus  barrios  de  ingleses  y  de  franceses  y 
italianos  de  mucho  comercio,  porque  es  escala  donde  paran  los  mer- 
caderes de  Europa  y  los  de  Asia,  de  que  tiene  el  Gran  Señor  mucha 


545 

renta.  Está  tres  dias  de  camino  un  puerto  de  mar  donde  surgen  los 
navios  que  es  en  Escanderona ,  y  por  otro  nombre  Alejandrita,  que 
es  en  el  último  fin  del  mar  Mediterráneo ,  está  por  la  parte  del 
Norte  en  36';  hay  en  esta  ciudad  más  de  800  casas  de  judíos  que 
pagan  grandes  tributos  porque  los  dejen  vivir  en  su  ley;  tienen 
sa  barrio  aparte,  los  más  son  renteros  de  las  rentas  reales ;  la 
lengua  común  suya  y  casera  entre  ellos  es  castellana,  la  cual 
conservan  desde  que  fueron  echados  de  España  y  se  derramaron 
por  diversas  partes  del  mundo ;  y  de  los  que  llegaron  á  aquella 
parte  de  Siria  son  estos  sus  sucesores;  sus  hijos  envian  á  Europa, 
á  Flandes  y  España ,  y  Italia  y  Inglaterra ,  y  las  Islas ,  y  asi  no 
se  hablaba  con  ninguno  que  sea  de  moderada  consideración  que 
no  haya  estado  en  estas  partes  muchos  años,  y  están  tan  ladinos  y 
entendidos  en  ellas  como  los  naturales  de  Lisboa;  habia  muchos  y 
en  siendo  de  mayor  edad  se  retiran  á  Alepo  y  á  otras  partes  donde 
tienen  sus  casas.  El  judío  que  me  favoreció  era  tan  sabio  en  la 
lengua  castellana ,  que  en  abundancia  de  vocablos  y  en  estilo  y 
lenguaje  podía  enseñar  á  muchos  muy  presumidos,  repitiendo  á 
cada  paso  muchos  versos  de  los  insignes  poetas  de  España ,  como 
Góngora  y  Villamediana  y  otros. 

El  tiempo  que  estuve  en  Alepo,  que  fue  quince  dias,  gastaba 
lo  más  en  su  conversación ;  habia  vivido  en  Madrid  en  la  par- 
roquia de  S.  Sebastian  y  nombraba  muchas  personas  de  puesto 
que  habia  conocido:  cuando  hubo  cáfila  se  me  dio  despacho  para 
que  me  dejasen  enbarcar  en  Alejandrita,  y  lo  hice  en  un  navio 
francés  por  10  reales  de  á  ocho;  pasamos  por  junto  á  Chipre 
y  Candía  que  están  casi  en  los  36",  y  entre  Malta  y  Candía, 
un  dia  antes  de  S.  Andrés  y  otro  después,  nos  dio  tan  gran 
tormenta,  cual  nunca  vi  en  mi  vida,  y  de  más  riesgo  por  no  tener 
tierra  donde  correr  á  los  lados,  por  estar  de  una  y  otra  parte 
Grecia  y  África.  Acotóse  el  leme  muy  fuertemente,  de  suerte 
que  el  timón  no  obrase ,  cogieron  todas  las  velas  y  dejóse  el 
navio  que  corriese  á  su  voluntad  donde  Dios  le  llevase,  y  todos 
nos  encomendamos  á  él ;  con  esta  fortuna  de  piedra  y  granizo  y 
temporales  fuertes,  corrimos  tres  dias  todos  tres  en  oración  y  ple- 
garias; al  cabo  dellos  aplacó  la  tormenta,  y  con  buen  viento 
Tomo  LXXl.  3S 


546 

pasamos  por  junto  á  Malta,  dejando  á  Sicilia  á  mano  derecha  á 
vista  de  tierra;  junto  á  la  Goleta  nos  quiso  embestir  una  saetía  y 
un  navio  grande ,  la  saetía  se  halló  más  cerca  de  nosotros ;  era 
de  moriscos,  no  se  atrevió  y  veníanos  siguiendo  y  llamando  al 
navio  grande ,  con  tiros  que  disparaba ;  ya  nos  tenían  entrambos 
al  alcance ,  y  la  saetía  nos  habla  ganado  el  varlovento  cuando 
calmó  el  viento  de  suerte  que  las  velas  se  pegaban  á  los  mástiles; 
apercibímonos  á  la  defensa ,  púsose  en  la  plaza  de  armas  sus  ja- 
retas ó  redes  que  la  cubren  y  sus  pavesadoras ,  repartiéronse  las 
armas  y  puestos ,  recorrióse  la  artillería  y  sacóse  á  la  plaza  de 
armas  pan  y  vino  y  queso,  para  que  se  comiese  en  abundancia; 
en  este  tiempo  se  desapareció  el  navio  grande  con  la  corriente  del 
agua ,  que  no  se  veia  sino  el  tope ;  en  breve  espacio  se  perdió  de 
vista  de  todo  punto ,  quedóse  la  saetía,  y  no  atreviéndose ,  espe- 
rando refrescase  el  viento ,  ella  se  fué  y  nosotros  nuestro  viaje, 
que  costeando  á  Cerdeña  llegamos  con  salvamento  á  Marsella  de 
Francia,  donde  era  el  navio;  cobré  mi  letra  que  luego  me  pagaron 
y  compré  un  vestido  y  un  caballo ,  y  habiendo  descansado  ocho 
dias  me  partí  á  Barcelona  y  de  allí  á  Madrid;  presénteme  ante  S.  M. ; 
en  su  Consejo  de  Portugal  hablé  al  Rey  y  al  conde  de  Olivares  dos 
veces ;  respondióme  que  ya  le  había  escrito  al  Consejo  el  Virey 
que  venia;  presenté  los  papeles  de  mis  servicios  y  agravios  que 
me  había  hecho,  todos  justificados  en  Goa  y  respondidos  por  él  que 
yo  guardaba  cautamente  una  fe  suya  de  ocho  servicios  particula- 
res que  había  hecho  por  ordenes  suyas ;  otra  del  consejo  de  Estado 
de  la  India ,  sin  otras  de  otras  personas ;  otra  fe  de  como  no  rae 
había  hecho  en  todos  estos  servicios  merced  ninguna ,  con  que 
parece  que  el  Conde  y  el  Consejo  se  dieron  por  satisfechos,  y  á  mí 
por  disculpado;  estuve  un  año  en  Madrid  descansando  de  tantos 
trabajos  y  de  viajes  tan  prolijos,  que  duró,  casi  sin  descansar 
desde  3  de  Abril  de  1629  hasta  3  de  Mayo  de  1634  que  fueron  cinco 
años,  habiéndome  embarcado  en  este  tiempo  once  veces,  y  en  ellas 
haber  navegado  10.000  leguas  en  servicio  del  Rey,  sin  1.700  que 
navegué  cuando  me  vine,  que  no  cuento  ,  y  entre  esta  embarca- 
ción de  seis  meses ,  como  el  viaje  de  la  India  desde  Lisboa .  y  las 
demás  400  y  600  leguas  de  golfo  debajo  de  la  tórrida  zona,  donde 


547 

los  calores  son,  tan  grandes  y  tantas  diferencias  de  climas ,  que 
como  la  salud  depende  dellos,  también  se  muda.  Pudiera  alargar- 
me mucho  más  en  mi  particular ,  mas  el  hombre  ni  en  bien  ni  en 
mal  es  bien  que  hable  mucho  de  si :  lo  que  sé  de  cierto  con  tanta 
experiencia  que  no  sé  más  que  al  principio,  y  esto  es  evidencia, 
que  pues  no  he  sabido  para  mí,  ¿qué  puedo  saber  estando  hoy  más 
lleno  de  trabajos  y  con  más  necesidad,  y  menos  fuerza  para  po- 
derlo buscar?  La  salvación  se  procure,  que  es  lo  propio,  porque  no 
lo  es  lo  que  por  mucho  que  se  tenga  perderse  puede,  .á  Dios  sean 
dadas  las  gracias  de  todo. 

Que  por  mi  se  puede  decir,  según  tantos  trabajos  he  pasado  y 
peligros  de  la  vida,  y  al  presente  en  más  necesidad,  que  el  dia 
siguiente  siempre  es  el  peor. 


FIN    DEL   TOMO   SETENTA    Y    INO. 


índice. 


P&ginas. 

Advertencia v 

APÉNDICES. 

* 

—  XXI.  Breuíssima  relación  de  la  destruycion  de  las  In- 

dias, colegida  por  el  Obispo  D.  Fray  Bartolomé 
de  las  Casas  ó  Casaus ,  de  la  Orden  de  Sancto 
Domingo ,  año  1552 1 

—  XXII.  Apologías  y  discursos  de  las  Conquistas  Occiden- 

tales, por  D,  Bernardo  de  Vargas  Machuca, 
Gobernador  y  Capitán  general  de  la  isla  Mar- 
garita ,  en  controversia  del  tratado  Destruicion 
de  las  Indias,  escrito  por  D.  Fray  Bartolomé 
de  la  Casas,  obispo  de  Chiapa  en  el  año  de  1552. 
dirigido  al  Excmo.  Sr.  D.  Juan  de  Mendoza  y 
Luna ,  marqués  de  Montes  Claros  y  marqués  de 
Castil  de  Bayuela ,  señor  dé  las  villas  de  la  Hi- 
guera de  las  Dueñas,  el  Colmenar,  el  Cardoso, 
el  Vado  y  Valconete ,  Virey  Lugartiniente  del 
Rey,  nuestro  señor ,  su  Gobernador  y  Capitán 
general  de  los  reinos  y  provincias  del  Pirú, 

Tierra  Firme  y  Chile ,  etc 201 

•"  XXIII.  Objeciones  y  respuestas  relativas  al  Democrates 

alter 311 

—  XXIV.  Argumentum  apologise  R.""'  Domini  Fratris  Bar- 

tholomei  a  Casaus,  Episcopi  quondam  chiapen- 
sis  adversus  genesium  Sepulvedam,  theologum 
cordubensem 531 


550 

PáginM. 


— .  XXV.  Proposiciones  temerarias ,  escandalosas  y  heréti- 
cas que  notó  el  doctor  Sepúlveda  en  ellibro  de 
la  Conquista  de  Indias ,  que  Fray  Bartolomé  de 
las  Casas ,  obispo  que  fué  de  Chiapa ,  hizo  im- 
primir «sin  licencia»  en  Si  villa,  ano  de  1552.    335 

'•  XXVI.  Testimonio  de  la  consagración  del  obispo  Fray 
Bartolomé  de  las  Casas,  celebrada  en  la  iglesia 
de  San  Pablo  de  Sevilla ,  en  la  dominica  in  pas- 

sione,  de  30  de  Marzo  de  1544 363 

XXVII.  Carta  y  memorial  de  Fray  Bartolomé  de  las  Casas.     367 
XXVIll.  Carta  de  Bartolomé  de  las  Casas  al  padre  Carranza 

de  Miranda 383 

.    XXIX.  Representación  dirigida  por  el  padre  Las  Casas 

al  emperador  Carlos  V 421 

~  XXX.  Parecer  de  D.  Fray  Matías  de  San  Martin,  obispo 
de  Charcas ,  sobre  el  escrúpulo  de  si  son  bien 
ganados  los  bienes  adquiridos  por  los  conquista- 
dores, pobladores  y  encomenderos  de  Indias. — 
Respuesta  dada  al  anterior  escrúpulo,  por  el 

obispo  D.  Fray  Bartolomé  de  las  Casas 441 

XXXI.  Parecer  de  Fray  Bartolomé  de  las  Casas 459 

Viaje  á  Inglaterra  del  Condestable  de  Castilla,  D.  Juan 
Fernandez  de  Velasco ,  para  tratar  de  las  paces  entre 
ambas  Coronas ,  en  1603 465 

Relación  de  la  vida  del  Capitán  Domingo  de  Toral  y  Valdés, 
escrita  por  el  mismo  Capitán 495 


DP  Colecci(5n  de  documentos 

^  inéditos  para  la  historia 

Co5  de  España 

t.71 


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