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Full text of "Combates y capitulación de Santiago de Cuba"

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77 
JLf3 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



i'K 



SANTIAGO DE CUBA 



GOPIBHTES Y CHP1TULHCIÓN 



Í>K 



SANTIAGO DE CUBA 



POB 



EL TENIENTE DE KAVÍO DE PRIMERA 



D. JOSÉ MULLER Y TEJEIRO 



SEGADO COMÁNDAME DE HARINA 



DE LA PROVINCIA DE SANTIAGO DE CUBA 



MADRID 

IMPRENTA DE FELIPE MARQUÉS, 

CÁIrLB )»K Uá MADÜliA, U. HA JO 

1898 



ñ 



Bfl propiedad del autor. 
Queda hecho el depósito 
que marca la ley. 



JK LA MEMORIA 



OE LOS HÉROES QUE SUCUMBIERON, VÍCTIMAS DE SU DEBER, 



EN SANTIAGO DE CUBA 



El Autor. 






PRÓLOGO 



El día 18 de mayo se avistaron desde el Morro 
de Santiago de Cuba los primeros buques enemigos, 
y se oyeron los primeros cañonazos que desde enton- 
ces, y por espacio de dos meses, raro es el día que 
han dejado de atronar el espacio. 

Al siguiente, 19, entró con muy poco carbón, que 
irremisiblemente tenía que reponer, la Escuadra es- 
pañola, mandada por el Contraalmirante Cervera. 

No era necesaria mucha perspicacia para com- 
prender que, dados los poquísimos recursos con que 
se podía contar en este puerto, aquélla había de tar- 
dar más días en meter á bordo de los buques el com- 
bustible necesario, que en conocer el suceso el Almi- 
rante Sampson, Jefe de la de los Estados Unidos, y, 
por consiguiente, que sería bloqueada, como en efec- 
to lo fué; y como consecuencia natural y lógica, que 



Wlol.OGO 



el objetivo del enemigo serian la ciudad de Santi 

i puerto, donde Be refugiaron los únicos buques 
de combato que España tenía en las Antillas, ó mejor 
dicho, en la mayor de ellas, 

AsiVpues, la llegada de la Escuadra dio á esta po- 
Marión una importancia militar, que sin esa casuali- 
dad nunca hubiera tenido, y se convirtió en el prin- 
cipal, por no decir el único teatro de operaciones [» 
la Isla, cuyo desenlace tenía que ser de gran interés 
é influir poderosamente en el resultado de la campad 
íiei y de la guerra. Los sucesos han venido á demos- 
trar la verdad de lo que presumí y presumieron cuan- 
tos en la ciudad estaban. 

Desde entonces, día por día, hora por hora, y has- 
ta minuto por minuto, y en ello no exagero, pues aún 
existe y puede verse, llevé un exacto diario de cuan- 

aucesos veía, ó llegaban á mi noticia, ó pasaban 
por mi conducto de procedencia oficial, ó que yo sa- 
bía eran exactos y fidedignos. 

Cuando alguna comisión del servicio me lo impe- 
día, sustituíame con ventaja el Ayudante de la Capi- 
tanía de Puerto, don Darío Laguna, mi amigo, que 
con el mejor deseo se prestó al servicio que le pedí, 
á pesar de sus constantes y múltiples obligaciones. 

Si decir la verdad es un mérito, estos * Apuntes* 
(y perdón por la falta de modestia) lo tienen, sí bien 
es el único. Cuanto en ellos consta ha sucedido, y 




PRÓLOGO 9 

cuantos de Santiago de Cuba han regresado pueden 
atestiguarlo. Ni un solo hecho, por insignificante que 
sea, de los que en ellos se trata, es dudoso ó hipotéti- 
co. Cuando he ignorado el resultado de alguno ó han 
quedado ocultos en el misterio su objeto ó sus conse- 
cuencias, lo he confesado claramente, sin ambnjes ni 
rodeos, como podrá ver el que los lea. En todo ello 
nada he puesto de mi cosecha, y mi imaginación 
nada ha tenido que hacer, felizmente, porque no po- 
seo el don de la inventiva que en tantos admiro. Mi 
trabajo liase reducido á acopiar datos y adquirir el 
mayor número posible de noticias, cuidando sólo de 
que unos y otras fueran verdaderos, de lo cual he te- 
nido buen cuidado de cerciorarme, comparando unos 
con otros. 

Convencido de que en España no pueden conocer- 
se en detalle, y sí sólo en conjunto, los sucesos que 
aquí han tenido lugar desde el día 18 de mayo hasta 
el 17 de julio, y, por consiguiente, la verdadera si- 
tuación en que se encontraron Santiago de Cuba y las 
fuerzas que la defendían, he querido ponerlas de ma- 
nifiesto en toda su verdad, para que el país, al cual 
creo debemos estrecha cuenta los que á mil quinien- 
tas leguas estábamos encargados de defender su dig- 
nidad y sus intereses, y entre los cuales tengo el ho- 
nor de contarme, pueda, con entero conocimiento de 
causa, exigirnos la responsabilidad á que nos haya- 



mos hecho acreedores, si estima que hemos incurrido 
en alguna. 

Tal ha sido mi objeto, que mis compañeros de 
Santiago de Cuba, tanto del Ejército como de la Ar- 
mada, espero aprobarán. 



Santiago de Cuba, lü agosto 1808, 



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COMBATES Y CAPITULACIÓN 



DE 



SANTIAGO DE CUBA 

. i 

Algunos antecedentes históricos 1 . 



Es muy posible, que sin el apoyo más ó menos directo que 
España y Francia prestaron á los que hoy se llaman Estados 
Unidos de América, éstos no hubieran conseguido separarse 
de su Metrópoli; por lo menos hubiérales costado mucho más 
tiempo T muchas más vidas y muchos más sacrificios de todo ge- 
nero realizarlo. Que la política que entonces siguió la primera 
fué completamente errónea y fatales sus consecuencias, prue- 
ba nlo, no sólo el mal ejemplo que no tardaron en seguir nues- 
tras posesiones de América, si que también la ingratitud con- 
que pagaron y siguen pagando tan inmensos beneficios los que, 
tal vez, nos son deudores de su independencia, sin tener tampo- 
co en cuenta que durante la guerra civil que sostuvieron los 
confederados y los federales, España observó la más estricta 
neutralidad^ cuando, por las circunstancias y la proximidad de 
Cuba á las costas meridionales de la Union, tantos perjuicios 
hubiera podido causarle y tantos conflictos acarrearle, apoyan- 
do, por ejemplo, á los confederados. 



12 



COMBJ 



Pasaron aquellos tiempos, y con ellos, por lo visto, el rfi- 
cuei «>res recibidos y de las atenciones dispensadas, y 

logyankees, cuyo ideal es, sin duda, la r< >: doc- 

trina de Monroe, «America for the américans,* pusieron sus 

en la Isla de Cuba ijuepor tantas razones desean apro- 

se, y desde hace muchos años siguen, para conseguir su ob- 
jeto, una política tan rastrera como hipócrita, sin curarse de la 

táén de medios con tal de llegar al fin propuesto, ya que, 
según los partidarios de Maquiavelo, éste jus tinca aquéllos. 

1 Riéndose amigos de España, y repitiéndolo sin cesar y á la 
faz del mundo, sus Gobiernos no han cesado de fomentar la 
animosidad y la discordia que en política existen en esta Isla, 
que pudíendo ser uno de los paise* más dichosos de la tierra 
sin duda alguna, es, por el contrario, uno de los más desgra- 
ciados; y desde el año 1868, cuantas guerras tenemos en ella 
que deplorar y cuyas consecuencias han sido la ruina del país 
y la destrucción de su riqueza, hánse preparado en la nación 

na, siendo los principales focos ó semilleros de los insu> 

tos New York, Cayo Hueso y Tampa. 

Allí se ha conspirado; allí se ha hecho una propaganda in- 
verosímil en favor de los filibusteros; allí ha habido y hay Jun- 
tas Revolucionarias constituidas, si no reconocidas oficialmen- 
te, protegidas y auxiliadas por los que debieran impedirlas y 
disolverlas; allí se han hecho manifestaciones de todo género, 
dando en plena calle gritos de muera España, y haciendo os- 
tentación de la bandera separatista; allí se han organizado las 
expediciones que tantas veces desembarcaron en Cuba gente, 
armas y todo género de auxilios para la insurrección, y sabido 
es el gran número de americanos cogidos con las armas en la 
mano, en los mil encuentros que nuestras tropas han tenido con 
los insurrectos, y para los cuales el Gobierno yankee ha recla- 
mado y obtenido la impunidad, interpretando á su manera y 
uuiendo la burla al desprecio, el tratado de 1870, Desde el prin- 
cipio de la guerra actual, resucitaron y volvieron á plantear la 



^^^^■^^^■p 



I>K SANTIAGO DE CUBA 13 



tan debatida cuestión Mora, cuya indemnización cobraron al 
fin, así como la de Ruiz y otras muchas, de subditos americanos 
con apellidos por el estilo de los citados, y que loa Gobiernos 
de España, con inconcebible debilidad, aceptaron é hicieron 
efectivas, creyendo (y ese fué su imperdonable error), que con 
tantas bajezas y humillaciones tantas evitarían una guerra á 
]a nación que ya sostenía dos á inmensa distancia y de la mis- 
ma índole, sin calcular que cuanto mas nos achicábamos nos* 
otros fy permítaseme esta frase vulgar, pero gráfica), más se 
crecían ellos, y más exigentes se niosLraban, y más insoporta- 
bles se hacían, y más ineludible era la guerra que, á toda costa 
y por todos los medios, incluso el de las contemplaciones, tan 
ajeno del carácter español, se trataba de evitar, y que ha esta- 
llado al fin cuando menos preparados estábamos para sostener- 
la , al contrario de nuestros enemigos, que lo están desde hace 
mucho tiempo, sucediendo lo que sucede siempre en España: 
que todo se nos viene encima cuando menos lo esperamos, por- 
que, como candidos, creemos estar en el mejor de los mundos 
posibles. 




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P. 1 AL4 ™i 9\f * f ■!■ *&%£U *•; .!' * ♦ V i ^^ " . * p T-< -^ T ^ • 



II 



L,os Estados Unidos y el «Maine», 



Es indudable que loa Estados Unidos han alcanzado, en un 
período de tiempo relativamente corto, una prosperidad y una 
grandeza tales, que difícilmente pudiera comprenderse el he- 
cho, á no conocerse, como se conocen, las causas que lo han 
motivado, que son, entre otras, la protección ilimitada y las 
ventajas concedidas á todos los que allí han emigrado. Pero 
así como no hay anverso sin reverso, y alegría sin lagrimas, la 
emigración que en tan gran manera contribuyó al aumento de 
su población, y por ende á la riqueza del país, hizo que esa 
misma población, compuesta como lo está, de gran número de 
extranjeros, que, como es natural , aman más el país en que na- 
cieron que el en que viven, llegado el momento de una guerra 
extranjera, sus opiniones y pareceres se dividan y disten mucho 
de apoyar al Gobierno y menos de sacrificarse, llegado el caso, 
por una nación que en realidad no es la suya: de donde resulta 
que el coloso , dista mucho de ser tan grande como aparenta. 

Allí todo es grande.,, en tamaño: el país, la extensión de 
sus costas, los ríos, los lagos, las bahías, las cataratas; todo es 
grande, hasta los hombres: y de ahí 7 tal vez, qtie creyéndose 
grandes hombres los que sólo son hombres grandes, hayan que- 



*>*W 



16 COMBA/TES Y CAPITULACIÓN 

rido y quieran hacer grandes cosas, y... en efecto, allí es donde" 
se ven los más grandes hoteles, las cosas más grandes, las más 
grandes fuentes y las más grandes estatuas. Mas como, á pesar 
de tanta grandeza*, ni tienen arte ni tienen historia, suspiran 
por tener ambas cosas y han creído alcanzar el primero com- 
prando, á precios fabulosos, los mejores cuadros y haciendo eje- 
cutar por orquestas monstruosas (me refiero al número, á la 
cantidad de instrumentos) y coros innumerables (como son los 
mártires de Zaragoza) música de los grandes maestros... ex- 
tranjeros. En cuanto á la segunda tratan de tenerla, sostenien- 
do una guerra con una potencia europea, y he ahí explicado 
(además del deseo de anexionarse á Cuba) el pretexto de decla- 
rársela á España, sin razón y sin motivo que la justifique, su- 
poniendo que nuestro país está exhausto de hombres y dinero 
á causa de las luchas que ha sostenido y sostiene aún. 

Es, pues, indudable, que estas razones hacían, como dije 
en el primer capítulo y repito aquí, inevitable la lucha; era 
sólo cuestión de tiempo y de un pretexto cualquiera más ó me- 
nos especioso para justificarla ante las demás naciones. Un su- 
ceso tan inesperado como deplorable precipitó los acontecimien- 
tos y proporcionó al Gobierno yankee y á los jingoes el pretex- 
to que en vano procuraban encontrar. Me refiero á la explosión 
del Maine. 

Tomando pretexto de la orden de reconcentración dada por 
el general Weyler, que tanto se ha comentado y discutido, en- 
vió á los fuertes de esta Isla, so pretexto de humanidad y para 
terminar una guerra que, según ellos, no podíamos concluir, 
aunque en realidad con el objeto que á nadie puede ocultarse, 
víveres y ropas para distribuir entre los que, según fingía creer, 
perecían de hambre y de necesidad en las calles, cual pudieran 
morir las moscas en el polo, cuya distribución se hacía, como 
es natural, por los cónsules de su nación. No contentos con una 
prueba de afecto y de simpatía como la que antecede, decidie- 
ron darnos otra de cortesía y atención, y con tal objeto manda- 



f*^ J M^? ^pii* jaww^tt'W.WJí^apj. "f"^ V ^? !^ «» «^CTÜ*^ \^KfP&$t*fF* 



DE SANTIAGO DE CUBA 17 



ron á la Habana el crucero protegido Maine, uno de los mejo- 
res, y quizás el más moderno, de la Marina americana. 

Llegado allí, se amarró donde amarran y han amarrado des- 
de tiempo inmemorial los buques de guerra nacionales y extran- 
jeros; esto es, á uno de los muertos que existen frente al mue- 
lle de la Machina. 

Está probado que el buque de que me ocupo, á pesar de la 
comisión amistosa que á desempeñar vino, llevaba en sus pa- 
ñoles más cantidad de pólvora y municiones de las que gene- 
ralmente llevan los buques en tiempos normales, como también 
que el día en que tuvo lugar la catástrofe recibió, de un caño- 
nero llegado del Norte, gran cantidad de explosivos, cuyo tras- 
bordo observaron perfectamente los vapores mercantes que cer- 
ca de él estaban fondeados y el natural cuidado conque lo efec- 
tuaron. 

Yo ignoro si los Oficiales de Marina de los Estados Unidos 
son ilustrados ó no: ignoro si los Comandantes de los buques 
tienen los conocimientos y la práctica que se requieren para 
poder mandar; pero sí sé, como sabe todo el mundo, que el Co- 
mandante del Maine, y casi todos los Oficiales del buque, esta- 
ban fuera de él al ocurrir el siniestro; que el barco no era un mo- 
delo de organización interior, y que los marineros que compo- 
nen las dotaciones de los buques de guerra americanos, por 
cierto muy bien retribuidos, son extranjeros la mayor parte y 
gente asalariada y allegadiza, y sabido es que el heroísmo y el 
sacrificio son hijos del amor á la patria, y no del mayor ó me- 
nor sueldo que se percibe. 

¿Se metieron en los pañoles correspondientes los explosivos 
recibidos? Y en ese caso, ¿se metieron y estivaron con las de- 
bidas precauciones? Cosa es esa que jamás se pondrá en claro; 
pues sabido es que el que tenga la responsabilidad de un des- 
cuido, si alguien la tiene y ha sobrevivido, tratará de eludirla, 
por lo mismo que es tremenda. 

El 15 de Febrero del presente año, á eso de las diez de la no- 

2 






18 COMBATl-S Y CAPITULACIÓN 

che, oyóse el ruido de una terrible explosión. Los viajeros que 
en los vapores de Regla y Guanábacoa cruzaban la bahía y 
cuantos en los buques y muelles estaban despiertos, vieron sa- 
lir del sitio que ocupaba el Maine llamas y chispas en gran 
cantidad; oyéronse dos explosiones más, si bien mucho meno- 
res que la primera, y el Maine se fué á pique, quedando fuera 
del agua parte de su obra muerta. Los buques que cerca de él 
estaban fondeados experimentaron violenta conmoción, y al 
poco tiempo la bahía de la Habana cubríase materialmente 
de botes de guerra, mercantes y guadaños, esmerándose todos 
en salvar el mayor número posible de víctimas y en recoger la 
mayor cantidad de heridos. 

¿A. qué recordar aquí las muestras de cariño, de simpatía y 
de humanidad que, tanto á los supervivientes del Maine como á 
los que perecieron, prodigaron las autoridades, tanto civiles 
como militares, el Ejército, la Marina, los Voluntarios y, en 
una palabra, todos los habitantes de la capital de la Isla? Fuera 
repetir lo que todo el mundo sabe. Pero ¿qué podía influir todo 
ello en el ánimo ó en la conciencia de los que á todo trance 
querían la guerra? Nada absolutamente. Presénteseles una oca- 
sión en que jamás pudieron sonar; cogiéronla, como suele de- 
cirse, por los cabellos, y sirviéronse de ella de un modo mara- 
villoso para la realización de sus planes. 

La Comisión investigadora llegada de los Estados Unidos, 
recibida con la nobleza y la buena fe propias de españoles y de 
hombres que desean se esclarezcan los hechos más que los que 
la componían, por lo mismo que tan tranquila tenían la con- 
ciencia, obtuvo cuanto quiso para el mejor y más fácil cumpli- 
miento de su cometido; á los restos del Maine sólo bajaron sus 
buzos; allí hicieron cuanto les pareció y juzgaron oportuno, y 
al llegar á su país emitieron el informe que todo el mundo co- 
noce, y en el cual se aseguraba que la explosión que echó á pi- 
que al crucero se produjo al exterior y no en el interior del 
mismo. Ante tal aseveración, compréndese perfectamente cómo 



T^"! w >nr í " 



DE SANTIAGO BE CUBA 



19 






se exaltarían, y con justicia, los ánimos de la nación entera, y 
desde entonces puede decirse que la guerra fué de todo punto 
inevitable y sólo cuestión de días. 

• Yo quiero creer que si la Comisión dio tal informe, fué por 
ignorancia y por obcecación; pues de lo contrario habría que 
creer en una infamia; y dígolo, porque la explosión del Maine 
fué debida á una causa interior. Dos pruebas, entre otras mil, 
bastarán para convencer al más incrédulo. 

Sabido es que todo torpedo, mina, bomba de dinamita, etcé- 
tera, que explota en el mar, mata á cuantos peces están á cier- 
ta distancia del lugar en que ésta se verifica, los cuales, como 
es lógico, salen á la superficie. Si alguien duda de ello, muy 
cerca tiene la prueba de lo que afirmo. Cuantas bombas de di- 
namita caen en el agua de las que todas las noches, por huma- 
nidad, lanza el Ve subhis , producen sus naturales efectos y 
matan el consiguiente número de peces. En la bahía de la Ha¡- 
bana no se encontró ni uno solo muerto, y mientras los ameri- 
canos no nos demuestren que los de aquel puerto son de otra 
clase que los de el de Cuba, ó que allí no los hay como no ha 
faltado quien asegure, ó que no se acercaban al Maine presin- 
tiendo lo sucedido, pues en ese caso tendrían el don de adivi- 
nar, que nadie hasta ahora les ha concedido, habrá forzosamen- 
te que creer que la explosión se produjo dentro del buque, y su 
casco, al recibirla, impidió, naturalm»te, que la conmoción 
hiciera en el agua sus naturales mortífe^s efectos. 

Otra razón. Si el buque fué volado por nosotros (en cuyo 
caso lo hubiera sido cobarde y villanamente) como se des- 
prende del informe de la Comisión, ¿á qué querer borrar las 
pruebas de un crimen que, con justicia, nos hubiera atraído la 
reprobación y el desprecio del mundo entero? ¿Fué por simpa- 
tías al puerto de la Habana, y para quitarle ese bajo? No es 
creíble semejante atención y tal exceso de finura para con los 
que, según ellos, tal infamia habían cometido; además, la edu- 
cación no es la virtud que predomina en los yankees. Enton- 



20 COMBATES Y CAPITULACIÓN 



ees, no cabe duda; fué para hacer desaparecer unos restos que, 
en su día, pondrán de manifiesto nuestra buena fe y su impru- 
dencia. La contestación del Capitán General fué, como era de 
suponer, una retunda negativa. 

Presentado el triste suceso en la forma expuesta, arrastró 
la opinión sensata del país, y desde entonces la guerra fue un 
hecho; y como en los americanos todo es grande, incluso la 
grosería, fué aquella declarada el día 21 de Abril en términos tan 
altaneros como soeces, y nunca usados en la diplomacia. A los 
que poseen la Isla de Cuba desde que Cristóbal Colón la descu- 
brió; á los que señorean en todas sus ciudades, puertos, fe- 
rrocarriles, poblados, fuertes, etc., sin que los insurrectos sean 
dueños de un solo reducto, se les previene que la evacúen en 
breve espacio de tiempo, amenazándoles que, de no hacerlo así, 
se les obligará á ello por medio de la fuerza.... A semejantes 
palabras sólo debe contestarse con el cañón, y con el cañón 
hemos contestado- Veremos que clase de guerra nos hacen los 
que, por humanidad y amor a los hijos de Cuba, nos la han de- 
clarado. 







S**-^^»í— " fVWMl 



ill 



IjOs primeros disparos. 



En los momentos en que escribo estas líneas ignoro, como 
es natural, cuál será el resultado de la guerra que sostenemos; 
pero sí puedo asegurar una cosa, y es, que los americanos se 
han equivocado por completo en sus cálculos y en su* aprecia- 
ciones, y fundóme para ello en una sencillísima razón: en que 
á los dos meses de declararnos la guerra los yankees, basán- 
dose para ello en que nosotros tardábamos en terminar la in- 
surrección de Cuba, atíu no ha puesto el pie en la misma uno 
solo de ellos , á pesar de dominar el mar en absoluto, por care- 
cer de buques que oponer á los suyos (sólo hay en Cuba cuatro 
de combate) y/á pesar de hallarse Cayo Hueso tan cerca de es- 
ta An tilla y de contar con el apoyo de los insurrectos. Recuér- 
dese que la guerra fué declarada el 21 de abril, y el 21 de ju- 
nio aiín no se había llevado á cabo desembarco alguno, como 
más adelante se verá. 

Eí Gobierno de los Estados Unidos, á pesar de los informes 
de sus Cónsules, que ciertamente no los escasearon, desconoce 
por lo visto el país que desea hacer libre y feliz (como se li- 
bertaron Tejas y California) é ignora la clase de guerra que 
los insurrectos nos hacen, y que, á pesar de todo, hubiéramos 



22 COMBATES Y CAPITULACIÓN 



terminado eu breve espacio de tiempo si los mismos america- 
nos no la hubieran sostenido, como sostuvieron la del 68. Han 
creído, que como llevaba tres años de duración sin que ningu- 
no de los contendientes alcanzara, según ellos, ventajas decisi- 
vas, era porque las fuerzas de ambos estaban equilibradas; su- 
poniendo, por lo tanto, que con poner su espada en uno de los 
platillos de la balanza, este había de inclinarse en el acto, sin 
el menor entorpecimiento y obstáculo,' y se han llevado un so- 
lemne chasco. Podrán vencer, es posible; porque no siempre el 
valor vence al número; pero no será sin combatir hasta el úl- 
timo extremo. 

La insurrección de Cuba dura... porque los insurrectos rara 
vez presentan combate á nuestras tropas, y eso en circunstan- 
cias sumamente favorables para ellos; contentándose con huir 
y ocultarse, dejando al clima el cuidado de combatirnos; pero 
en New York y en Cayo Hueso creen lo que la Junta Revolu- 
cionaria y los laborantes propalan con objeto de reclutar gente 
y allegar recursos, y de ahí, sin duda, la altivez y la injusticia 
conque nos han declarado la guerra y la arrogancia conque la 
empezaron. 

Deseosos de terminarla de un solo golpe, como quería aca- 
bar Nerón con el pueblo de Roma, y ansiando causar efecto en 
Europa y en el mundo entero, se presentaron delante de la Ha- 
bana con gran aparato de buques y rompieron el fuego sobre 
ella; pero como los cañones de la capital (única ciudad de la 
Isla que está verdaderamente defendida) que son más (fe tres- 
cientos y algunos de gran calibre, Krupp y Ordóñez, no estu- 
vieron ociosos, y como sus proyectiles echaban abajo chimeneas 
X gran distancia y la empresa no se presentaba tan fácil como 
creían, desistieron de ella, no sin que uno de sus buques de 
combate varase en los Colorados, de donde pudieron sacarlo 
porque, afortunadamente para ellos, no era época de Nortes, 
dedicándose á empresas más modestas y menos peligrosas, bien 
á pesar suyo y de los redactores del Herald, que acompañaban 



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di? s*nti\go dk cüb.v 23 



á la Escuadra en mf yacht para ser los primeros en noticiar á su 
periódico la rendición de la Habana. ¡Qué horrible desengaño 
para ellos, para el periódico, para los jingoes, para el Gobier- 
no, para Mac-Kinley y para los yankees todos! 

Retiráronse de la Habana dejando la empresa para mejores 
tiempos ó época más oportuna, y bombardearon á Matanzas, qué 
puede decirse no tiene defensa alguna, y que no puede cerrarse 
tampoco por mar con torpedos á causa de ser una rada abierta, 
sin conseguir honra ni provecho, como suele decirse, y lo pro- 
pio hicieron en Cárdenas, sin otro éxito que las averías que el 
Cushing recibió de la Ligera, á pesar de ser ésta inferior á aquél 
en poder y en artillería, las cuales tuvo necesidad de ir á repa- 
rar á Ca3'o Hueso. 

Más tarde se presentaron delante de Cienfuegos en mayor 
número que en Cárdenas y en Matanzas, bombardeando tam- 
bién la población, sin llevar á cabo otra hazaña que la destruc- 
ción de la farola que arruinaron completamente, como prueba 
evidente ó incontestable del móvil que les ha guiado á la gue- 
rra, y que no es otro que la humanidad y el deseo de libertar la 
Isla de Cuba para regalársela (pues no encuentro otra palabra 
más adecuada) á los insurrectos; porque no debemos olvidar 
han dicho que la anexión de Cuba á los Estados Unidos sería 
un crimen. 

No contentos con bombardear los principales puertos de la 
primera de las Antillas mayores, presentáronse ante la capital 
de la Isla de Puerto Rico, bombardeándola también por espa- 
cio de tres horas con la posible y necesaria humanidad y sin 
obtener resultado alguno. 

Entre los puertos cuyo bloqueo participaron los americanos, 
figuraban, según parece, Santiago de Cuba y Guantánamo. La 
corbeta de guerra alemana Geiers que entró en el primero do 
ellos el día 13 de mayo, salió para la Habana el 14. Hay quien 
asegura, ignoro con qué fundamento, que su Comandante dijo 
en la capital cuando llegó que no era cierto estuviese bloquea- 



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24 COMBATES Y CAPITUUCUJN 



do el puerto. Sea como fnere T es lo cierto que el 1S de mat/o^ 
día que en Cuba no se olvidará fáci luiente , se presentaron ante 
la boca del Morro dos buques; los primeros enemigos que se 
vieron desde que se declaró la guerra. Desde ese día 18, á ex- 
cepción del siguiente, no hemos estado libres de ellos, y desde 
«se día empieza el bloqueo, ya que, á contar de él, á no ser por 
el cable, estaríamos incomunicados con el resto del mundo. 

La corbeta francesa de guerra FnlLni, entró en puerto ese 
mismo día 18 y salió el 20 para la Martinica: es el último buque 
que ha salido de este puerto, llevándose algunos subditos de su 
nación, que abandonaron la ciudad y la Isla, en previsión de 
los sucesos que pudieran ocurrir. 

Pero volvamos á los buques americanos. A las nueve y me- 
dia de la mañana del citado día 18 el vigía señaló «dos buques 
enemigos é la vista.» A las diez y cuarenta y cinco mimitos 
hizo señal de que se aproximaban, y á las doce y cincuenta de 
que rompían el fuego. Acto seguido los cañones que entonces 
había emplazados en Punta Gorda, rompieron el fuego, que cesó 
á la una por haberse retirado el enemigo: los buques hicieron 
de 70 á 7f) disparos con artillería de calibre de 75 milímetros* 
La batería de Punta Gorda hizo 24. 

Los buques eran: un gran vapor armado en guerra, que des- 
pués se supo ser el >St. Lquís, de más de 10.000 toneladas de 
desplazamiento y un gran andar, y un cañonero que se mantuvo 
siempre á mucha más distancia de tierra que el primero. 

Poco después de cesar el fuego, que no causó daño alguno, 
los buques desaparecieron por el Este. 

Es indudable que su objeto fue provocar los fuegos de la 
entrada del puerto, para conocer las defensas conque éste con- 
taba. 



^ym^'u^l^ . ' W" JUUFsIM ' 



IV 



El teatro de los sucesos. 



Para poder formarse jiña idea, siquiera sea aproximada, de 
los sucesos que aquí tienen lugar y nadie sabe aún cuándo y 
cómo terminarán, es indispensable conocer los sitios en que se 
desarrollan, por cuya razón haré una ligera reseña de los mis- 
mos, con toda la brevedad posible. Para toda la parte descrip- 
tiva, véanse los croquis que van al final y las ilustraciones co- 
rrespondientes á los respectivos sitios. 

Santiago de Cuba, capital de la provincia de su nombre y 
de la región oriental de la isla, que podría contar más de 45.000 
almas al empezar la actual insurrección, que seguramente han 
quedado reducidas á las tres cuartas partes á causa de las emi- 
graciones y epidemias, está edificada en terreno sumamente 
accidentado, ó mejor dicho, sobre colinas, en el fondo de una 
bahía tan cerrada y segura, que vista desde la ciudad, más que 
tal, parece verdadero lago. Su distancia directa á la boca del 
puerto es de unas cuatro millas. 

Esta, que es sumamente estrecha, está limitada, al Este 
por las alturas del Morro, y al O. por las de la Socapa: ambas, 
por su parte meridional, ó sea por las que dan al mar, puede de- 
cirse están cortadas á pico. 



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26 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

En la primera, de unos 65 metros de elevación, y en su es- 
tremo occidental llamada Punta Morrillo, existe el castillo del 
Morro, que si en su tiempo fué una buena fortaleza y muy bien 
construida, hoy, dada la moderna artillería, es, no sólo inútil, 
si que peligroso, por el blanco que presenta, y así lo estimó la 
Junta de Defensa al disponer que cuanta artillería se em- 
plazase allí lo fuera en la meseta del Morro y en manera al- 
guna en el castillo. Existen, además, en la propia meseta la 
casa del Gobernador, la del Ayudante de la fortaleza, las de 
Ingenieros y Artillería, la del Vigía, la de los torreros y el faro, 
que es de luz blanca, fija, con destellos cada dos minutos y al- 
cance de 16 millas. Desde el día 18, y en vista de los sucesos de 
ese día, ya no volvió á encenderse. 

Las alturas de la Socapa, cuya elevación es, con muy corta 
diferencia, la misma que las del Morro, limitan al O., como he 
dicho ya, la boca del puerto, y no hay en ellas fortificación ni 
defensa de ningún género. 

/ Todo buque que desee tomar el puerto de Cuba se atracará 
á la costa del Morro, que es acantilada y puede decirse que lim- 
pia, al contrario de la de la Socapa, en la cual está el bajo del 
Diamante, que es de piedra y deja un canal, cuyo fondo varía 
entre seis y 11 metros, que en el sitio donde está la baliza (fon- 
deada en 30 pies) del mismo nombre y la ensenada de la Es- 
trella, no tiene más de 50 brazas de ancho. En el fondo de di- 
cha ensenada, en la que sólo pueden entrar botes, está la case- 
ta del cable inglés. 

El rumbo que tiene que hacer para entrar es NE. 5 o N. (v), 
hasta estar próximo á la batería de la Estrella, antigua forti- 
ficación que, como el Morro, fué buena en su tiempo, y hoy es 
inútil* Desde ese sitio hasta la Punta del Soldado, que está 
en la costa oriental de la bahía, y que con la de Churruca for- 
man la entrada de la ensenada del Níspero, hay que gobernar 
al H\ , dejando por estribor la batería de Santa Catalina, que 
está en estado ruinoso y abandonada. 



tí^:^' 



DE SANTIAGO DE CUBA 27 



Desde Punta Soldado se gobierna al NNO., hasta estar pró- 
ximos á Cayo Smith, que se deja por babor, en cuyo momento 
se va gobernando convenientemente para dar resguardo á la 
restinga de Punta Gorda, cuya baliza, que marca 18 pies, se 
deja por estribor. 

Cayo Smith es un pequeño islote, ó mejor dicho, un gran 
peñasco de poca superficie y mucha elevación, en cuya cima 
hay una pequeña ermita de mampostería de moderna construc- 
ción: en su ladera meridional existen 111 casas y bohíos perte- 
necientes á los prácticos, álos pescadores y á particulares, que 
las construyeron con objeto de pasar allí la canícula. En la 
parte opuesta no hay ninguna construcción por ser inaccesible 
el terreno. 

Pasada Punta Gorda se hace rumbo á Punta Jutias, dejan- 
do por babor el bajo del Colorado, que tiene baliza, y Cayo 
Ratones. Este es un islote pequeño y bajo, desprovisto de toda 
vegetación. En su extremo Norte hay un polvorín, y en el 
opuesto el cuerpo de guardia del mismo. 

Después de Punta Jutias se gobierna al NNE., hasta estar 
en el fondeadero general, que tiene ocho metros de fondo 
(fango). 

Santiago de Cuba tiene, además de muchos pequeños para 
botes y embarcaciones menores, el muelle Real, el de Luz y el 
de San José, todos de madera, y á los cuales sólo pueden atra- 
car buques de 14 pies de calado: entre la ciudad y Punta Ju- 
tias, y en el sitio llamado Las Cruces, está el muelle del mis- 
mo nombre, de hierro, y los estribos de mampostería. Perte- 
nece á la Compañía americana de las minas de hierro de Jura- 
guá: tiene aguada, que viene de Aguadores por medio de tu- 
bería, y pueden atracar á él buques de gran calado. El ferro- 
carril de vía estrecha, que parte de las minas y recorre un tra- 
yecto de 26 kilómetros, llega al extremo del referido muelle. 

Cuba es plaza abierta, y en su recinto no existen ni vesti- 
gios de fortificación (se entiende al empezar la guerra actual), 



28 rOMBiTHS Y CAPlTTtLAClÓN 

y sólo en Punta Blanca, situada poco al S, de ella, existe la 
batería del mismo nombre con un pequeño polvorín, y cuya 
misión única es hacer los saludos de ordenanza y devolver los 
que hacen los buques de guerra que en su puerto fondean. 

Por lo expuesto, fácil es comprender que la boca del puerto 
de Santiago de Cuba está defendida por la Naturaleza, de tal 
manera , que nada más fácil que hacerla verdaderamente inex- 
pugnable en poco tiempo, emplazando artillería moderna en 
baterías construidas donde fuera más conveniente y necesario. 
Las alturas del Morro y la Socapa dominan el mar en toda su 
extensión; y por lo mismo qtie son de difícil acceso por tierra, 
son fáciles de defender. Punta Gorda, por su admirable posi- 
ción y la altura que tiene sobre el nivel del mar, enfila perfec- 
tamente la canal de entrada, y el buque que trate de entrar 
tiene forzosamente que exponerse á sus fuegos y presentarle 
la proa y el costado de babor por espacio, cuando menos, de 
veinte minutos. El canal de entrada se presta muy bien por su 
estrechez á la colocación de líneas de torpedos fijos, pudiéndose 
situar con buenas condiciones en la costa del O. artillería de tiro 
rápido, bien cubierta, que defienda dichas líneas e impida sean 
rastreadas ó voladas* Además, por numerosa que fuese la Es- 
cuadra que intentara forzar el puerto, como sólo puede entrar 
un buque por la canal, y eso con infinito cuidado y grandes 
precauciones los que alcanzan más de 80 metros de eslora, nada 
más posible que echarlo á pique; en cuyo caso queda comple- 
tamente interceptada la canal y cerrado el puerto, mientras no 
se volara el buque sumergido. 

Claro está, y ocioso me parece decirlo, que con la misma 
facilidad que so impide la entrada á una Escuadra que trate 
de forzar el puerto, puede impedirse la de otra que trate de 
salir de él. Mas como en España, á pesar de la conducta que los 
Estados Unidos venían observando hace tanto tiempo, nunca 
se creyó, por lo visto, en una guerra con ellos, es lo cierto que 
no se pensó en artillar dicho puerto: no había cañones, pero 



*Yr . t^. 1 ■ . 



DK SANTIxGJ DE CL*B\ 29 



en cambio sobraban estudios y proyectos todos buenos, que las 
autoridades militares de Cuba jamás pudieron hacer ejecutar, 
por la sencilla razón de que el Gobierno jamás llego á disponer 
se realizasen. 

Tres millas al 0. de la boca del Morro está el pequeño puer- 
to de Cabanas, que aunque sólo pueden entrar en el buques pe- 
queños, es muy seguro y se presta para verificar un desembar- 
co. Tiene seis pies de agua en la barra, y cinco brazas dentro. 
La distancia por tierra de Cabanas á Cabañitas ( playa interior 
de la bahía de Cuba) es una legua corta. 

Seis millas más al 0., ó sea á nueve de Cuba, está Punta 
Cabrera, que es la tierra que roba más al S. y la última quo se 
ve. Es un monte elevado que aféctala forma de un cono. Como 
la costa es muj- acantilada, pueden acercarse á ella los buque* 
de gran calado. En Güaicabon (al E. de dicha Punta), que es 
una pequeña ensenada, pueden desembarcar botes y eoinunicar 
con tierra como, en efecto, lo ha estado haciendo un yacht de 
vapor de la Escuadra americana, que, á no dudar, ha recibido 
confidencias por conducto de los insurrectos. Güaicabon dista, 
por tierra, dos leguas de Cuba y el camino es bueno. 

Tres millas al E. del Morro, está la ensenada de Aguadores; 
por ella, y por un puente de gran elevación, cruza el ferrocarril 
de las minas de Juraguá. En el río que allí desemboca pueden 
entrar botes; es sitio á propósito para desembarcos. 

Un cuarto de milla más al E. está la rada del Sardinero con 
río para desembarcar. 

Tres cuartos de milla después, encuéntrase Jutisí, que es 
una pequeña rada con aguada. 

A ocho millas del Morro está Juraguacito, con playa y 
aguada. 

A 10. millas del mismo, la playa de Juraguá, con río donde 
pueden entrar botes. 

A 15 millas se encuentra la ensenada de Daiquiri, con río 
y aguada; en él pueden entrar botes. La ensenada de Daiquiri 



30 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

tiene un hermosísimo muelle de piedra y hierro, y otro peque- 
ño para embarcaciones menores. En tierra, á corta distancia 
del muelle, están los edificios de los empleados de las minas y 
el ferrocarril, para el trasporte del mineral desde las minas al 
muelle, con seis millas de vía férrea. Al muelle de hierro pue- 
den atracar buques grandes . 

Por último, a 20 millas se encuentra Punta Berracos, que 
es la última que se distingue desde el Morro, y la que sale más 
al S. Aunque con gran trabajo puede desembarcarse, no es 
prudente hacerlo; pues además de no existir aguada, no hay 
camino. 

En todos esos sitios, tanto en los que están al E. como al 
O. de Cuba, es imposible se aguanten en ellos los buques con 
vientos frescos al S. y al SE., y tienen forzosamente que ha- 
cerse á la mar. 

De Aguadores á Cuba, por donde pasa la línea férrea de 
Juraguá, el camino por la costa es malo; tiene poco más de una 
legua. 

Del Sardinero á Cuba hay dos leguas de buen camino. 

El camino de Juraguacito á Cuba es el de las Guásimas, que 
va á salir al Caney, es bueno; su extensión es de cuatro leguas. 

De Juraguá á Cuba existe el camino de Sevilla, que tam- 
bién va al Caney. Este y el anterior se unen en el sitio llamado 
Dos Caminos: es bueno y tiene también cuatro leguas de exten- 
sión. Además hay, como se ha dicho, el ferrocarril de vía es- 
trecha de las minas, que pasa por Aguadores y termina en el 
muelle de las Cruces. 

En Berracos no hay caminos ningunos, y sólo se encuentran 
veredas, por las cuales es imposible transportar artillería. 

De Cuba parte también la línea férrea de San Luis, que 
tiene una extensión de 32.460 metros: pasa por los siguientes 
puntos: 

Cuba. 

Cuavitas (apeadero). 






DE SANTIAGO DE CUBA 31 



Boniato. 

San Vicente. 

Dos Bocas (apeadero). 

Cristo. 

Morón. 

Dos Caminos. 

San Luis. 

Desde el Cristo parte el ramal de Songo con 10.300 metros 
de vía hasta Songo. Hoy el tren llega hasta el Socorro. 

He aquí los diferentes sitios teatro de los sucesos que actual- 
mente llaman la atención en la Isla de Cuba, y supongo que 
también en la Península, que indudablemente, y sea cual fuere 
su desenlace, han de tener gran importancia y han de influir 
poderosamente en el resultado de esta guerra. 




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V 



Fuerzas de la jurisdicción. 



Aunque la insurrección que hoy combatimos estalló el 24 
de febrero ele 1895 en el departamento Oriental, muy pronto 
cundió por toda la Isla, invadiendo las provincias occidentales 
y extendiéndose por toda ella desde Cabo San Antonio á Punta 
Maisy. 

Para dominarla, ó por lo menos reducirla á más estrechos 
límites, formó el General Weyler el plan, y lo llevó á efecto, . 
de arrollar sus fuerzas de Occidente á Oriente, construyendo 
trochas para impedir que los insurrectos invadiesen de nuevo 
las provincias pacificadas, ó con objeto de encerrarlos entredós 
líneas militares más ó menos difíciles de forzar. 

En su consecuencia, la mayor parte délas fuerzas del Ejér- 
cito de Cuba ocuparon las provincias de Pinar del Río, la Ha- 
bana, Matanzas y las Villas para operar en ellas activamente, 
quedando muy pocas en el Camagüey y menos aún en el depar- 
tamento Oriental; ea cuyas provincias, por consiguiente, ape- 
nas podía hacerse otra cosa que defender el país y las ciudades 
y poblados, impidiendo que el enemigo entrase en ellos; por 
cuya razón, cuando estalló la guerra con los Estados Unidos, 

3 



.31 . COMBATES. T .CAPITULACIÓN 

la división de Cuba, compuesta de dos brigadas, tenía ella sola 
que cubrir las jurisdicciones de Cuba, G-uantánamo, Baracoa y 
Sagua; y basta echar una ojeada sobre el mapa, para compren- 
der cuan difícil es dominar tan inmenso territorio con tan esca- 
sas fuerzas, teniendo que guarnecer con ellas tantas ciudades, 
poblados, fuertes y reductos; cubrir cuatro líneas férreas (la de 
Cuba á Sabanilla y Maroto, la de Juraguá, la de Daiquiri y la 
de la Caimanera á Guantánamo); hacer el servicio de convoyes, 
proteger dos zonas mineras y disponer aún la formación de co- 
lumnas volantes más ó menos numerosas que hostilizasen al 
enemigo sin cesar. Afortunadamente mandaba la división el 
General Linares, cuya actividad y celo nunca se podrán enca- 
recer bastante, y cuyo merecido ascenso á Teniente General se 
supo aquí por cable hacia mediados del mes de mayo. 

Como los sucesos que me propongo referir son tan sólo los 
que directamente se relacionan con Santiago de Cuba y su 
jurisdicción, pues en ella es donde han ocurrido y de los cuales 
he sido testigo, á ellos sólo me referiré. 

Componían la primera brigada de la división las fuerzas 
siguientes: 

Jefe de la división: Teniente General don Arsenio Linares 
Pombo. 

Jefe de E. M.: Teniente Coronel don Ventura Fontán. 

G-obierno Militar de Santiago de Cuba y Jefe de las fuerzas 
de su zona: General de División don José Toral. 

Jefe de E. M.: Comandante don Luis Irles. 

Jefe de la brigada de San Luis: General de Brigada, don 
Joaquín Vara del Rey. 

Jefe de E. M.: Capitán don Juan Ramos. 

Como se ve, la brigada estaba realmente dividida en dos 
fracciones: una á las órdenes del General Toral y otra á las 
del General Vara de Rey. Las fuerzas que componían ambas 
fracciones eran las siguientes: 

Doce compañías de movilizados. 



«r*F< 



DÉ SANTIAGO DE CUBA 35 



Dos escuadronea del regimiento de Caballería del Rey 
(menos de 200 caballos). 

Dos batallones del regimiento Infantería de Cuba. 

Un batallón de Asia. 

Un id. provincial de Puerto Rico, núm. 1. 

Un id. de San Fernando. 

Un id. de Constitución. 

Además, media batería de Artillería y escasas fuerzas de 
Guardia Civil é Ingenieros. 

A estas fuerzas hay que agregar el batallón de Tala vera, 
que desde que se declaró la guerra actual, y en previsión de los 
sucesos que pudieran ocurrir, dispuso el General Linares vinie- 
se desde Baracoa. Estas fuerzas formarían á lo sumo un total 
de unos 8.000 hombres. 

El General de brigada don Antero Rubín, estaba á las ór- 
denes del General Linares. 

Era Comandante de Ingenieros de la plaza el Coronel del 
cuerpo señor don Florencio Caula, y Comandante de Artille- 
ría de la misma el Teniente Coronel don Luis Melgar, quien 
hizo entrega de ella al señor Coronel Ordóñez el día 29 de 
abril, quedando de Director del Parque. 

Jefe administrativo: el Comisario de primera clase, don Ju- 
lio Cuevas. 

Jefe de la Guardia Civil: el Coronel señor don Francisco 
Oliveros. 

Director del Hospital Militar: el Subinspector de segunda, 
don Pedro Martín García. 

Gobernador del Castillo del Morro: el Comandante de In- 
fantería, don Antonio Ros. 

Sabido es que desde que en 1868 estalló en la Isla de Cuba 
la primera insurrección, se formaron los cuerpos de volunta- 
rios, que han prestado muy buenos servicios, haciendo el de 
guarnición en las plazas. En Santiago de Cuba existían, según 
los estados de fuerza, las siguientes: 



V- Tn^^^Vsr^yjRi 



£• 



36 CqMBlTKS Y CAPITULACIÓN 

Primer batallón: Coronel , don Manuel Ba- 
rrueco 630 hombs. 

Segundo id.: Teniente Coronel, don José Ma- 

rimón 485 » 

Bomberos: Coronel, don Emilio Aguerrizábal. 324 » 

Compañía de Guías: Capitán, don Federico 

Bosch 200 » 

Ídem de Veteranos: Capitán, don José Prat. . 130 • 

Escuadrón de Caballería 100 » 

Total 1.869 

Santiago de Cuba es capital de la comandancia marítima 
de su mismo nombre, cuyos límites son: el estero del Junco al 
Sur y Sagua de Tánamo al Norte, dividida en cuatro distri- 
tos: Manzanillo, la capital, Guantánamo y Baracoa. Desempe- 
ñaba el destino de Comandante de la misma el Capitán de Na- 
vio, señor don Pelayo Pedemonte. 

Era Prelado de la Archidiócesis, el limo. Fray Francisco 
Sáenz de Urturi. 

Gobernador regional y de la provincia, el excelentísimo se- 
ñor don Leonardo Ros. 

Presidente de la Audiencia Territorial, el señor don Ra- 
fael Nacarino Brabo. 

Alcalde, don Gabriel Ferrer. 

El Cuerpo Consular estaba representado por los señores 
que á continuación se expresan: 

Don Federico W. Ramsden (Decano), Inglaterra. 

Don Germán Michaelsen (interino), Alemania, Austria- 
Hungría, Bélgica, Italia. 

Mr. E. Hippean, Francia. 

Don Pablo Bory, Méjico. 

Don Juan E. Rabelo, Santo Domingo. 

Don Temístocles Rabelo, Paraguay. 

Don Juan Rey, Haiti. 



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DE SANTIAGO DE CUBA 



37 



VICECÓNSULES 

Don Jacobo Bravo, Colombia. 

Don Isidoro Agustini, Suecia y Noruega. 

Don Leonardo Ros, Países Bajos. 

Don Modesto Ros, Portugal. 

Don Eduardo Miranda, Venezuela. 

Don Roberto Masón, China. 

Don José J. Hernández, Argentina. 

El Cónsul de los Estados Unidos embarcó el día 7 de abril 
«en un vapor inglés que salía para Jamaica, encargándose del 
Archivo del Consulado el Cónsul de Inglaterra. 




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VI 



Obras de defensa. 



Los Gobiernos de España han pensado más de una vez en 
defender las costas de la isla de Cuba, y con tal motivo se han 
nombrado comisiones, hecho estudios y presentado proyectos, 
buenos todos y aun excelentes, que han sido aprobados, pero 
que nunca han llegado á realizarse. 

En Santiago de Cuba existía la Junta mixta de Defensas d& 
la plaza, compuesta de las personas siguientes: 

Presidente: Gobernador Militar de la plaza: General de divi- 
sión, excelentísimo señor don José Toral. 
Vocal: Comandante de marina: Capitán de navio, señor don 
Pelayo Pedemonte. 

Id. Comandante de ingenieros de la plaza: Coronel, 

señor don Florencio Caula. 

Id. Comandante de artillería de la plaza: Teniente Co- 

ronel, don Luis Melgar. 

Id. Jefe de las Defensas submarinas: Teniente de na- 

vio de 1. a , don José Müller. 

Este último Jefe, que desempeñaba en propiedad la segunda 
Comandancia de Marina, sólo era Jefe interino de las Defensas 
por falta de Oficiales torpedistas, pues él no lo era. 



40 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

Esta Junta desempeñaba su misión reuniéndose cuando era 
necesario, hasta el día 8 de abril, en que un cablegrama del 
Capitán General de la Isla dispuso que fuese permanente y que 
se oyese la opinión del Comandante de Marina para la coloca- 
ción de los torpedos. La Junta, teniendo en cuenta la gravedad 
de las circunstancias, la inminencia de la guerra y la carencia 
de material de artillería, de elementos y de recursos de todo 
género, opinó por unanimidad que la única defensa con que de- 
bía contarse para la del puerto, eran los torpedos, cuyo mate- 
rial existía, y por consiguiente, que á ellos debía atenderse con 
preferencia, haciendo cuanto humanamente fuere posible para 
defenderlos é impedir fuesen rastreados ó volados: en una pa- 
labra, colocar los torpedos como verdadera y principal defensa, 
subordinándose á ellos lo demás. 

Desde el día 2 del mismo mes (abril) había ya empezado 
el Comandante de las Defensas submarinas,' en cumplimiento de 
orden recibida, á cargar los torpedos Latiner-Clark, trasladán- 
dolos á Cayo Ratones por estar allí el polvorín y en él el al- 
godón pólvora, situando también los boyarines para la coloca- 
ción de la primera linea de torpedos y demás operaciones nece- 
sarias al efecto. 

La Junta de Defensas, teniendo en cuenta el mal estado del 
castillo del Morro y baterías de la Estrella y Santa Catalina y 
los informes que á su Gobierno daría sin duda el Cónsul ame- 
ricano, decidió en vista de estas razones, y decidió perfecta- 
mente, quitar las casetas de fuego y convergencia dje dichas for- 
talezas donde estaban y situarlas en sitios de la bahía resguar- 
dadas y á cubierto de los fuegos del enemigo, como en efecto 
se hizo. 

El día 14 de abril el Segundo Comandante de Marina en- 
tregó las Defensas al Oficial torpedista, Teniente de navio, don 
Mauricio Arauco, Comandante del cañonero Alvarado, que si- 
guió colocando los torpedos, los cuales quedaron listos la pri- 
mera línea compuesta de siete, teniendo en la ensenada de la 



DE SANTIAGO DK CUBA 41 



Estrella y en la Socapa sus estaciones de fuego y convergencia 
el día 21 de abril, y el 27 del mismo la segunda línea, compues- 
ta de seis, teniendo en la Socapa y Cayo Smith sus estaciones 
correspondientes . 

Por disposición del Comandante General de Marina del apos- 
tadero, el 21 del mismo salió para Guantánamo el Segundo 
Comandante de Marina de la provincia, en unión del señor Co- 
ronel de Ingenieros don Ángel Eosell y Capitán de Artillería 
señor Ballenilla, con objeto de designar el sitio más convenien- 
te para la colocación de torpedos Bustamante en aquel puerto, 
que impidiesen la llegada de buques á la Caimanera, regresan- 
do á Cuba el 25 terminada su comisión. Los torpedos se colo- 
caron, en efecto, más tarde por el Teniente de navio de 1. a , don 
Julián García Duran, en el sitio elegido. 

El día 23 salió para Guantánamo el cañonero Sandovál con 
objeto de colocar con su dotación los torpedos Bustamante. Di- 
cho cañonero ya no se movió de aquel puerto. 

Dos días antes, el 21, recibióse orden de la Habana, que se 
cumplió en el acto, de retirar de sus sitios todas las boyas y 
valizas del interior del puerto. 

En cumplimiento de lo dispuesto por la Junta de Defensa, 
se acordó establecer en Punta Gorda una batería compuesta de 
dos obuses de 15 centímetros Mata y dos cañones Krupp de nue- 
ve centímetros, procedióndose por el cuerpo de Ingenieros á ta- 
lar la meseta del monte, á construir el camino y demás trabajos 
para emplazar dicha batería. El 26 quedaron listos y en dis- 
posición de hacer fuego los dos obuses y el 27 los dos cañones. 
Las cuatro piezas son de retrocarga. Esta batería que, como se 
verá más adelante, contó con dos cañones Hontoria de 16 centí- 
metros, es la mejor de cuantas se han construido, tal vez por 
haberlo hecho con menos precipitación, quizás también porque 
á ello se prestó el terreno. Admirablemente situada, se dio el 
nítido de ella al Capitán de Artillería señor Seijas, que dejó el 
de la del Morro que mandó primeramente. 



42 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

El día 18 de abril llegaron de la Habana tres obuses de 21 
centímetros á cargar por la boca, y pocos días después, en el va- 
por Reina de los Angeles, otros tres iguales á los anteriores, 
que habían quedado en dicha ciudad. 

Un cable de la Habana previno que, según noticiaste! va- 
por Margrave trataría de cortar el cable en Cuba é interrumpir 
así nuestras comunicaciones, por cuya razón se dispuso, más 
bien para hacer señales que para ofender al enemigo, se esta- 
bleciesen en la esplanada del Morro dos cañones antiguos de 16 
centímetros. Ambos se subieron, quedando montado uno de 
ellos sobre cureña de madera y el otro sin montar. 

El día 21 de abril quedaron montados en la ensenada de la 
Estrella dos cañones Plasencia de ocho cortos (retrocarga) 

En la batería de la Estrella existía montado hace tiempo 
un obús antiguo, de 21 centímetros, hierro rayado y zunchado 
y otro á medio emplazar. Vistas las malas condiciones en que 
estaba situada la batería, decidióse quitar ambos; pero después 
i' del día 28 se montó el segundo de ellos y se emplazaron también 

en la misma batería los dos cañones» Plasencia situados en la 
ensenada del mismo nombre, con dos cañones más de bronce 
rayado, cortos, de 12 centímetros. Ninguna de estas piezas ha 
hecho fuego. Mandábalas el Teniente de Artillería de la escala 
de reserva, señor Sánchez; más adelante fué destinado ala ar- 
tillería del recinto. 

El día 28 de mayo quedaron montados y listos en la espla- 
nada del Morro cinco cañones rayados de bronce, de 16 centí- 
metros, á cargar por la boca. 

El 21 de junio, en el mismo sitio, un obús de 21 centíme- 
tros, á cargar por la boca, y el 25 del mismo mes otro. 

En la batería alta de la Socapa quedaron montados: 

El 13 de junio, un obús de 21 centímetros á cargar por la 
boca. 

El 16 del mismo, otro. 

El 17 del mismo, otro. 



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DE SANTIAGO DE CUB.V 43 



Resumen 

Batería de Punta Gorda: 

Dos obuses de 15 centímetros, Mata. 
Dos cañones de nueve centímetros, Krupp. 
Ambos retrocarga. 

La manda el Capitán de Artillería señor Seijas. 
Batería de la Estrella: 

Dos obuses 21 centímetros (antiguos) 
Dos cañones de ocho centímetros, Plasencia (modernos) 
Dos cañones bronce rayado, cortos, 12 centímetros (anti- 
guos). 
Ninguno hizo fuego. Mandó la batería el Teniente señor 
Sánchez. 
Batería del Morro: 

Cinco cañones de 16 centímetros (antiguos). 
Dos obuses de Si centímetros (antiguos). 
La mandó primero el Capitán señor Seijas: después el Te- 
niente señor León. 
Batería alta de la Socapa: 

Tres obuses de 21 centímetros (antiguos.) 

Como se ve, entre toda esta artillería sólo había seis pie- 
zas de retrocarga: cuatro emplazadas en Punta Gorda y dos 
Plasencia en la Estrella, que por la situación de dicha batería 
no pudieron hacer fuego. Las demás son todas piezas antiguas, 
y sabido es cuánto tiempo tardan en cargarse y cuan incierto 
es el tiro de obús. 

Es necesario tener muy en cuenta las fechas en que queda- 
ron emplazadas cada una de ellas y listas para hacer fuego, 
para saber, en los distintos días que la escuadra enemiga bom- 
bardeó la boca del puerto y la bahía, cuáles pudieron contes- 
tar á la agresión y cuáles no. 

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VII 



Artillería emplazada. 



Basta fijarse un poco en lo que en el capítulo anterior queda 
expuesto, para comprender que á pesar de poseer Santiago de 
Cuba un puerto como el que posee, tan fácil de defender y cuya 
posesión tanto interesa conservar; que á pesar de ser la capi- 
tal de la región de Oriente y de su gran distancia á la Habana, 
en Santiago de Cuba no había, al estallar la guerra actual, 
más que seis piezas modernas de retrocarga, á saber: dos obuses 
Mata, de 15 centímetros: dos cañones Krupp de á nueve centí- 
metros y dos Plasencia de á ocho centímetros. Esta es toda la 
artillería que merece el nombre de tal, y, no obstante, inútil ó 
poco menos, contra acorazados y cruceros por su pequeño ca- 
libre. 

El resto son, como ha podido verse, piezas antiguas de 
bronce y aun de hierro, á cargar por la boca, y que podía hacer 
un disparo por cada veinte que hacía el enemigo con una de 
las suyas, contentándose de la Habana, con mandar seis obuses 
de 21 centímetros, también antiguos, y á cargar por la boca. 
Este es todo el material que se recibió aquí para resistir á una 
Escuadra moderna y poderosa. Tales hechos pudieran parecer 
exageraciones, si no existiesen otros que pudieran parecerlo 



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46 ' COMBATES Y CAPITULACIÓN 

más, pero que constan en los estados de fuerza y son datos 
oficiales, de los cuales no es posible la duda. Para el servicio de 
todas las piezas y para las emplazadas en el recinto, sólo se 
contaba con 79 artilleros: como es natural, fué necesario com- 
pletar el número indispensable de sirvientes, con soldados de 
Infantería. 

Para montar esa misma artillería, deficiente si no inútil, 
que, no obstante, se emplazó en el Morro, Punta Gorda y en 
la Socapa, fué necesario vencer dificultades infinitas y llevar á 
cabo, trabajos que sólo la inteligencia, el celo y la constancia 
de los Jefes y Oficiales y la subordinación y el buen deseo del 
soldado, pudieron vencer, careciendo, como se carecía en abso- 
luto, de recursos y elementos de todo género. 

Sólo viéndolo pudiera comprenderse el trabajo que costó su- 
bir á la esplanadá del Morro piezas de hierro de tres y cuatro 
mil kilos de peso, por un camino que desde que se construyó 
la fortaleza creo no se lia compuesto jamás. 

Para emplazar las de Punta Gorda fué necesario hacerlo 
todo: desde el muelle para desembarcar las piezas, hasta talar 
la cima del monte para colocarlas y abrir el camino en forma 
de zig-zag para conducirlas. 

Montar los obuses de la Socapa fué, verdaderamente, obra de 
romanos, y sólo pudieron emplazarse tres, de las seis recibidas. 

Pero donde el cuerpo de Ingenieros no descansó un mo- 
mento ejecutando con reducidísimo personal grandes trabajos, 
fué en las afueras de la ciudad, haciéndolos mayores ó meno- 
res en una línea de 14 kilómetros. 

Más cerca de la ciudad, construyéronse tres líneas de de T 
fensas con trincheras carlistas, cercas, alambradas y cuantos 
obstáculos les sugirió la configuración del terreno, mejorando 
lo que aquí se llaman fuertes y construyendo otros nuevos; en 
una palabra, poniendo en pocos días una ciudad, completa- 
mente abierta y que ningún obstáculo podía oponer al enemi- 
go, en estado de resistir con probabilidades de éxito. 



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DE SANTIAGO DE CUBA. 47 



Desde que nuestra Escuadra entró en el puerto de Santiago 
de Cuba, v fácil fué suponer que el objetivo del enemigo había 
de ser el inismo, y que todas sus fuerzas se dirigirían sobre 
aquéllas, por cuya razón, esperándose siempre el desembarco 
que al fin efectuó, luciéronse los trabajos que dejo expuestos, 
emplazándose el resto de la artillería de la ciudad, toda ella" 
antigua también, en las posiciones siguientes: 

El 12 de-junio: Quedó montado un cañón de bronce, rayado, de 
16 centímetros, en el fuerte de San Antonio. 

Otro de bronce, rayado, corto, de 12 centímetros, en 
Santa Inés. 

Dos de bronce, rayados, cortos, de ocho centímetros, en 
el fuerte de San Antonio. 
El 13 de junio: Quedó montado un cañón de bronce, rayado, de 
16 centímetros, en la salida del Caney. 

Uno de bronce, rayado, de 12 centímetros, corto, en el 
mismo sitio. 
El 14 de junio: Uno de bronce, rayado, de 16 centímetros. 
Uno de bronce, rayado, corto, de 12 centímetros. 
Dos de bronce, rayados, cortos, de ocho centímetros. 
Todos en el sueño. 
El 16 de junio: Uno de 16 centímetros, en Santa Úrsula. 
Dos cortos, de ocho centímetros, en el mismo sitio. 
El 17 de junio: Uno de bronce, rayado, de 16 centímetros, en el 

saliente de Cañadas. 
El 25 de junio: Uno de bronce, rayado, corto, de 12 centíme- 
tros, en el fuerte del Horno. 

Uno de bronce, rayado, corto, de 12 centímetros, en el 
fuerte Nuevo. 
Después del combate del día 1.° de julio se montaron: 
En Santa Úrsula: Dos cañones de bronce, rayados, largos, 
de 12 centímetros. 

En la salida del Caney: Dos cañones iguales á los anteriores. 



48 



COMBATES Y CAPITÜLVCIÓN 



En Santa Inés: Un cañón de bronce de á ocho largo, (anti- 
guo). 

No se encontraron sus cierres. 

De Manzanillo llegaron con la columna del General Esca- 
rio dos cañones Plasencia de á ocho, que, como los anteriores 
(los montados después del día primero), no llegaron á hacer 
fuego por haber ya cesado los combates. 

De modo que la única artillería moderna que existía en el 
recinto de la ciudad, á saber: un Hontoria de nueve, dos Maxim 
de 75 y dos Plasencia de ocho, no hicieron fuego. 

Todos los cañones de á ocho eran inútiles, según acta de la 
Junta Central de la Habana; por cuya razón, lejos de ser efica- 
ces estas piezas, eran peligrosas. 

Los de 12 centímetros estaban colocados en montajes de 
otros cañones, por cuya razón se inutilizaron por sí mismos, sin 
que el enemigo tuviera que hacerlo. 




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VIII 



El crucero f Reina Mercedes». 



No se necesitan grandes conocimientos en Artillería para 
comprender que la que se había emplazado en el Morro y la 
Socapa y aun en Punta Gorda era ineficaz ó punto menos, con- 
tra buques acorazados y protegidos. De la de la Estrella ni si- 
quiera hago mención, ya que por la posición de dicha batería 
no llegó nunca á hacer fuego. La única artillería moderna, la 
de Punta Gorda, los cañones eran de poco calibre, y los obuses, 
como no son de tiro directo, son, por lo tanto, muy inciertos 
contra buques que, relativamente, ocupan muy poco espacio. 
En cuanto á las piezas del Morro y Socapa, con decir que eran 
obuses antiguos, creo inútil añadir más. De no tener otra arti- 
llería que esa, bien puede asegurarse que los que hemos pre- 
senciado y sufrido el bloqueo de Cuba no tendríamos la satis- 
facción y el orgullo de poder decir, como decimos ahora, que 
contuvimos á la Escuadra americana, no obstante su poder y el 
número de sus cañones, desdo el día 18 de mayo hasta el 17 de 
julio; esto es, sesenta días frente á su boca, en la mar y á ho- 
nesta distancia de nuestras baterías, sin poder apagar sus fue- 
gos ni atreverse á forzar la entrada. 

Este resultado se debe, justo es decirlo, y yo me complazco 

4 



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50 COMBV1KS Y CAriTCLACKÍN 

en consignarlo aquí, primero, al crucero Reina Mercedes man- 
dado por el Capitán de navio señor don Rafael Micón, y después 
á nuestra Escuadra, fondeada en bahía, con la cual hubiera 
tenido que combatir la enemiga, después de forzar el puerto, 
si conseguía forzarlo, en lo cual nunca pensó. 

A causa del malísimo estado de las calderas del Reina Mer- 
cedes, fué imposible su salida de Cuba para la Habana, como 
lo verificaron más ó menos temprano los buques que por estas 
aguas cruzaban, suponiéndose, dado su estado, que había de 
hacer papel muy secundario durante los acontecimientos que 
se vislumbraban: ¡cuan ajeno estaba todo el mundo entonces 
que el Mercedes había de ser, si no la salvación, la Providen- 
cia, por decirlo así, del puerto de Cuba, y que tanto había de 
influir en la heroica defensa que sus baterías hicieron! 

Notablemente reducida su dotación á causa de los cumpli- 
dos y los enfermos; pero subordinada y entusiasta y dirigida 
por Jefes y Oficiales tan inteligentes como celosos ó incansables, 
el día 23 de marzo quedó el b^uque amarrado á la Socapa, pro- 
cediendo á echar abajo las vergas, calar masteleros, blindar la 
amura de estribor (que podía batirse desde la boca) con las ca- 
denas de la primera y la cuarta anclas, resguardando con ello 
en lo posible la cámara de torpedos de los fuegos del enemigo. 
El 26, obedeciendo órdenes superiores, tuvo que deshacer 
todo lo hecho y volver de nuevo á fondear en bahía, hasta que 
pocos días después regresó de nuevo á la Socapa, y nueva- 
mente volvió á hacer las faenas de calar, blindar la amura, et- 
cétera,- etc. 

Al mismo tiempo, uno de sus dos botes de vapor, tripulado, 
prestaba servicio en la Comandancia de Marina, donde era in- 
dispensable, y con el otro y los de remos ayudaba á la coloca- 
ción de los torpedos, remolcaba lanchones y hacía mil servi- 
cios, además del suyo de rancheros á cinco mullas de la ciu- 
dad, indispensables todos, pero ajenos algunos del buque. 

El día 7 de mayo se empezó, bajo la dirección del Contra- 



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DE SANTIAGO DE CUBA 



51 



maestre Antonio Rodríguez Díaz, á desmontar cuatro cañones 
Hontoria de 16 centímetros, quedando el buque con solos los 
dos de proa para defender la boca del puerto y líneas de torpe- 
dos, formándose una cabria al efecto, con la cual se echaron 
fuera los cañones con sus conos y explanadas. 

Dos de ellos se subieron á la meseta de la Socapa, con BO 
marineros del buque y 40 hombres de la guerrilla del Capi- 
tán Mateu. Uno quedó montado y en disposición de hacer fue- 
go en la noche del día 18; el otro quedó listo el 28 del mismo 
mes, después de montarlo también, como él anterior, termina- 
das ya por los ingenieros las zanjas y las basas de cemento 
donde se emplazaron. 

El tercer cañón quedó montado en Punta Gorda, por la gen- 
te del buque, el día 2 de junio, y el 17 del mismo quedó mon- 
tado el cuarto y último. Estos dos cañones Hontoria, de 16 cen- 
tímetros, emplazados en la ladera occidental de Punta Gorda, 
los mandó siempre el Alférez de navio señor Vial, á las órde- 
nes del Capitán de Artillería señor Seijas. 

La de los dos cañones Hontoria de la Socapa alta la man- 
dó el Alférez de navio señor Nardiz, teniendo á sus órdenes al 
de la misma clase señor Bruquetas. 

La faena de la última pieza que se montó en Punta Gor- 
da la dirigió el Contramaestre Ricardo Rodríguez Paz, por 
haber sido herido el Rodríguez, que dirigió las anteriores. 

Estos cuatro cañones se montaron con objeto de ofender 
directamente á los buques de la Escuadra enemiga. 

Con el de defender las líneas de torpedos é impedir la apro- 
ximación de buques menores que trataran de inutilizarlas, se 
montaron, también con la dotación del Mercedes, en la parte 
baja de la Socapa, que forma la parte occidental del cañón de 
la entrada del puerto, las piezas siguientes: 

Un cañón Nordenfeldt, de 57 milímetros. 

Cuatro cañones-revolver Hostchkiss, de 37 milímetros. 

Una ametralladora Nordenfeldt, de 25 milímetros. 



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52 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

Esta última pertenecía á las defensas submarinas, las de- 
más al Mercedes. Mandó la batería el Teniente de navio señor 
Camino. 

Paréceme inútil decir que toda la artillería que f el Mercedes 
emplazó en tierra estaba servida por gente del buque, y sus 
Oficiales pertenecían á la dotación del mismo, como también 
repetir que el mismo trabajo costó montar ésta que la de tie- 
rra, puesto que eran los mismos los obstáculos ó idéntica la 
falta de elementos y recursos; además, dos de las casetas de 
los torpedos fueron servidas por Oficiales del buque, los cuales, 
verdaderamente, se multiplicaron para poder prestar tantos 
servicios; y faltan palabras, á la verdad, para ponderar el tra- 
bajo que tanto ellos como la dotación realizaron, sobre todo 
mientras se montaron los cañones en sus baterías. 

Aun cuando esto sea anticipar los sucesos, no puedo menos 
de decir que algunos buques, como ciertos hombres, están pre- 
destinados á ser mártires. Cuando el Mercedes, mucho tiempo 
después, regresó á bahía y dejó el fondeadero de la Socapa á 
causa de las muchas bajas que allí sufrió pasivamente, si se me 
permite la palabra, los buques americanos, por singular coin- 
cidencia, lanzaron sus proyectiles al sitio en que fué á fondear- 
se, cual si una mano invisible los dirigiera. 

Últimamente, no quedándole ya más que su casco para 
ofrecer en holocausto, se fué á pique en la canal de entrada, 
para oponerse hasta el último momento, y aun después de muer- 
to, á la entrada del enemigo que tanto combatió en vida. Paz 
á sus restos. 



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IX 



Las dos Escuadras. 



Desde que la guerra entre España y los Estados Unidos fué 
un hecho } difícil es decir cuánto se habló y se dijo de la Escua- 
dra española, ó mejor, de las Escuadras; pues nadie ignora las 
mil noticias que sobre compra de buques dieron los periódicos, 
al extremo que, de haberles dado crédito, nuestra Marina de 
guerra hubiera sido muy superior á la americana en número y 
calidad. Y tan cierto es lo expuesto, que los menos optimistas, 
los más razonables, los que por pertenecer á la profesión creía- 
mos estar mejor informados, y saber, hasta cierto punto, á qué 
atenernos, contábamos conque los buques que de la Península 
vinieran no bajarían de ocho de combate, sin contar transpor- 
tes, torpederos, destroyers, etc.; ¡cuan equivocados estábamos! 

El día 19 de mayo, á las cinco y cincuenta minutos de la 
mañana, el vigía señaló cinco vapores al Sur; poco después, el 
mismo anunciaba que los cinco vapores eran cinco buques de 
guerra, y al poco tiempo que eran españoles. Había, pues, lle- 
gado la tan deseada Escuadra, que según los periódicos, man- 
daba el Vicealmirante Butler. 

A la siete y cuarto se avistó desde la Capitanía del puerto 
el Infanta María Teresa, que arbolaba insignia de Contraalmi- 



54 COMBATES T CAPITULACIÓN 

rante, y que momentos después fondeaba en bahía á bastante 
distancia del muelle real, por no permitirle su calado hacerlo 
más cerca. Después de él, y sucesivamente, fondearon el Viz- 
caya, el Oquendo y el Cristóbal Colón; éste último con insignia 
de Brigadier; después entró el destróyer Pintón, que volvió á 
salir sin fondear, regresando, pasada una hora, con el de igual 
clase Furor, fondeando ambos en sitio oportuno. 

El día que la Escuadra hizo su entrada en Santiago de 
Cuba era una de esas hermosas mañanas que tan frecuentes 
son en los países tropicales: ni la más ligera brisa rizaba la 
superficie de las aguas, ni la más ligera nube empañaba el azul 
del cielo, y, sin embargo, á pesar de cuanto han dicho los pe- 
riódicos de la localidad, contadas fueron las personas que ba- 
jaron á la Marina á presenciar la llegada de los buques. A ex- 
cepción del elemento oficial y de un número de peninsulares, 
no muy grande por cierto, la llegada de nuestros buques de 
guerra no inspiró interés, ni siquiera curiosidad. Y dígolo y 
hágolo constar, porque ello es la mayor prueba de las simpa- 
tías que el país nos profesa, y de las cuales nos da indudables 
pruebas constantemente y siempre que la ocasión se presenta. 

La Escuadra venía mandada por el excelentísimo señor 
Contraalmirante don Pascual Cervera que, como se ha dicho, 
arbolaba su insignia en el Infanta María Teresa, siendo Jefe 
de Estado Mayor de la misma el Capitán de navio señor don 
Joaquín Bustamante. El segundo Jefe de la misma era el Capi- 
tán de navio de primera, excelentísimo señor don José de Pa- 
redes, que arbolaba su insignia en el Cristóbal Colón. 

El Infanta María Teresa, construido en los astilleros del 
Nervión, es un buque de 103,63 metros de eslora, 19,81 de man- 
ga, y desplaza 7.000 toneladas, con calado de 6,55 metros. Sus 
máquinas desarrollan una fuerza de 13.700 caballos indicados, 
que le permiten andar 20,25 millas. Su armamento consiste en 
dos cañones Hontoria, de 28 centímetros (montados en torres: 
uno á proa y otro á popa); 10 Hontoria, de 14 centímetros; ocho 



DE SANTIAGO DE CLBV 55 



de tiro rápido, de B7 milímetros, Nordentfeldt; ocho cañones 
revólver Hostchkiss de 37 milímetros y dos ametralladoras de 
11 milímetros. Lo mandaba el Capitán de navio señor don Víc- 
tor Concas. 

El Vizcaya, mandado por el Capitán de navio señor don 
Antonio Eulate, y el Oquendo, mandado por el de igual clase, 
señor don Juan B. Lazaga, son exactamente iguales al María 
Teresa y construidos en el mismo astillero. 

El Cristóbal Colón, que manda el señor Capitán de navio 
don Emilio Díaz Moreu, fué adquirido en Genova de la casa 
Ansaldo. Tiene 100 metros de eslora por 18,20 de manga; des- 
plaza 6.840 toneladas y cala 7,75 metros; anda 20 millas y des- 
arrollan sus máquinas una fuerza de 13.000 caballos indicados. 
Su armamento consiste: en dos cañones Amstrong (en torres), 
de 254 milímetros; 10 de 132; seis de 120; 10 Nordenfeld de 
57 milímetros; 10 de 37 milímetros y dos ametralladoras. 

Nota importante. Este buque, por no estar listos los caño- 
nes de 254, esto es, los de grueso calibre montados en las to- 
rres, vino sin ellos. 

El destróyer Plutón lo mandaba el Teniente de navio de 
primera D. Pedro Vázquez, y el de la misma clase, Furor, el 
del mismo empleo, D. Diego Carlier; ambos los mandaba el se- 
ñor Capitán de navio, D. Fernando Villamil. 

La llegada de estos seis buques inspiró verdadero entusias- 
mo entre el elemento peninsular sano de Santiago de Cuba; 
tanto mayor, cuanto que nadie quiso creer eran los únicos que 
España mandaba, en términos que se le llamó la primera divi- 
sión, y el que menos, esperaba dos divisiones más. Los que no se 
formaban ilusiones; los que sabían á qué atenerse; los que co- 
nocían la realidad de las cosas, eran los que venían en los bu- 
ques. Desde el General hasta el último Guardia-Marina sabían 
perfectamente que no había más escuadras, ni más divisiones, 
ni más buques, y que aquellos seis barcos (si como tales se 
cuenta á los destroyers), era lo único con que se podía contar 



56 COMftATES Y CAP1ÍULACIÓN 

para oponerse á la Escuadra americana, que se compone de los 
siguientes, sin incluir los que están en construcción, y conste 
que sólo hago mención de los acorazados y de los protegidos, 
sean de primera ó de segunda clase: 

lotea: 11.340 toneladas, acero, acorazado de primera, 18 
cañones. 

Indiana: 10.288 id., id., acorazado de primera, 16 id. 

Massachussets: 10.288 id., id., acorazado de primera, 16 id. 

Oregón: 10.288 id., id., acorazado de primera, 16 id. 

lirooklyn: 9.215 id., id., crucero protegido de primera, 20 id. 

New York: 9.200 id., id., id., 18 id. 

Columbia: 7.375 id., id., id., 11 id. 

Meneapólis: 7.375 id., id., id., 11 id. 

Texas: 6.315 id., id., id., 8 id. 

Puritán: 6.060 id., id., id., 10 id. 

Olimpia: 5.870 id., id., id., 14 id. 

Chicago: 4.500 id., id., crucero protegido de segunda, 18 id. 

Baltimore: 4.413 id., id., id., 10 id. 

Philadelphia: 4.324 id., id., id., 12 id. 

Monterey: 4.084 id., id., id. (de torres), 4 id. 

Newark: 4.098 id., id., crucero protegido de segunda, 12 id. 

San Francisco: 4.098 id., id., id., 12 id. 

Charleston: 3.730 id., id., id., 8 id. 

Misantonomoh: 3.990 id., hierro, monitor, 4 id. 

Auphitrite: 3.990 id., id., id., 6 id. 

Monandoch: 3.990 id., id., id., 6 id. 

Terror: 3.990 id., id., id., 4 id. 

Cincinati: 3.213 id., id., crucero protegido de segunda, 11 id. 

Raleigh: 3.213 id., id., id., 11 id. 

Nota. Antes de declararse la guerra compraron al Brasil 
el Amazonas, magnífico crucero protegido de más de 6.000 to- 
neladas, perfectamente artillado. Ha sido uno de los buques que 
han bloqueado este puerto. 



DE SANTIAGO DE CUBA 57 



Es de advertir, que en los once primeros buques el número 
de cañones que se expresa es sólo el de los de gran calibre; esto 
«s, de 16 centímetros en adelante, sin incluir los de tiro rápido, 
cañones revólver, ametralladoras, etc. 

Los cuatro primeros, esto es, el Ion: a, Indiana, Massa- 
chussets y Oregón montan cada uno cuatro cañones de 32 cen- 
tímetros; es decir, mayores que los de mayor calibre del María 
Teresa, Oquendo y Vizcaya, que sólo tienen cada uno dos de 
28 centímetros. El Cristóbal Colón ya se ha dicho que no los 
tenía montados. 

Poco después de fondear la Escuadra, las autoridades civi- 
les y militares fueron á bordo del Insignia á saludar al Al- 
mirante Cervera. 

Todo el mundo recordará que esos buques se reunieron en 
las Islas de Cabo Verde, y nadie ignora á cuántas notas dio lu- 
gar su reunión entre los Gobiernos de España y los Estados 
Unidos, hasta que, por último, el Gobierno español dio orden 
terminante á los mismos de dirigirse á la Isla de Cuba. 

Llegaron á Martinica, donde, á causa de averías en la cal- 
dera, y no poder seguir á la Escuadra, quedó el destróyer Te- 
rror, mandado por el Teniente de Navio de primera don Fran- 
cisco de la Rocha, y de allí fueron A Cura$ao, donde sólo dos 
buques pudieron hacer algún carbón por no permitir entrar 
más en puerto las leyes de aquella colonia holandesa; y por úl- 
timo llegó, como queda dicho, á este puerto de Santiago de 
Cuba sin encontrarse con la Escuadra del Almirante Sampson, 
ignoro si por casualidad ó porque el General Cervera hizo de 
intento la derrota de Cura9ao para engañar al Almirante ame- 
ricano. 



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Los víveres de la Plaza. 



Hasta ahora mi tarea había sido, si no fácil, cuando menos 
agradable, ya que, en honor de la verdad y en obsequio de la 
justicia, sólo plácemes y enhorabuenas habían merecido cuan- 
tas personas han figurado, más ó menos directamente, en los 
sucesos que me ocupan. Por desgracia, no puedo decir lo mis- 
mo respecto de la cuestión de los víveres, que tan importante 
es y tanto ha contribuido al resultado de la capitulación de es- 
ta ciudad. 

Lejos, muy lejos estoy de aludir ó vituperar á persona ó 
personas determinadas; cito hechos que todo el mundo cono- 
ce, que nadie ignora; y es, así lo creo al menos, un deber, del 
que en manera alguna puedo prescindir, ponerlos de manifies- 
to con entera imparcialidad. Hago historia, y con eso he di- 
cho todo. 

La plaza de Santiago de Cuba nunca estuvo muy bien sur- 
tida y nunca abundaron en ella las existencias. 

Justo es hacer constar que los cuerpos armados y todo el 
elemento militar de la jurisdicción, igual que los hospitales, 
cobraban las consignaciones con nueve y diez meses de retra- 
so; vivían hacía ya tiempo del crédito, y las casas abastecedo- 



60 -COMBATES Y CAPITULACIÓN 

ras, imposibilitadas de hacer pedidos y de cubrir sus compro- 
misos mercantiles, iban agotando extraordinariamente sus 
existencias. Se atravesaba una de esas crisis tan frecuentes en 
la guerra pasada, y que en esta ya se iban reproduciendo por 
desgracia, debido á la penuria del Tesoro. Pero ahora, en las 
circunstancias en que se hallaba Santiago de Cuba, el proble- 
ma revestía formas más agudas' y menos consoladoras, por lo 
cual la vida se hacía imposible, careciendo de artículos, care- 
ciendo de esperanzas, careciendo de numerario, y teniendo 
agotados su crédito y sus recursos compradores y mercaderes. 
Y esto no era sólo en la capital: se extendía á toda la división 
y al territorio de ella, pues sabido es lo que ocurre en Cuba, en 
Manzanillo, en Holguín, en Puerto Príncipe, en Ciego de Avila, 
en Morón, en Spíritus y en otros puntos de la Isla; esto es, que 
las cabeceras surten á los poblados del campo y á las sitierías, 
sin que tengan otra vía ni otro almacén qne pueda sustituir á 
los que poseen las capitales. 

Por otra parte, el comercio de esta ciudad, poco aficionado 
á grandes empresas y á especulaciones aventuradas, sólo tenía 
lo que abrigaba la seguridad de vender en breve plazo; y así, 
lo repito, los víveres, aun los de primera necesidad, no abun- 
daban seguramente y á nadie se le ocultó que, de llegar á blo- 
quear la ciudad los buques enemigos, como más ó menos tarde 
tenía que suceder, llegarían aquellos á faltar en breve plazo. 
Así lo comprendieron algunas familias que, con anticipación 
hicieron provisión de ellas á todo evento, y por cierto que no 
tuvieron que arrepentirse; pues sus temores se realizaron, aun- 
que dicho sea en honor de la verdad, sin motivo ni razón en- 
tonces que justificara tal estado de cosas. 

La guerra se declaró oficialmente el día 21 de abril, y has- 
ta el 18 de mayo ni un solo buque enemigo se presentó á la 
vista del puerto. En él había cinco barcos mercantes españo- 
les, á quienes la ruptura de las hostilidades no les dejó salir, á 
saber: el Méjico, el Moriera, el San Juan, el Reina de los An- 



DE SANTIAGO DE CUBA 61 



geles y el Tomás Brooks. Jamaica sólo dista de Cuba ochenta, 
millas, y, sin embargo, ni un sólo saco de harina entró desJe 
antes del 21 de abril, y eso que una pequeña goleta inglesa 
mercante y de vela vino de allí con un cargamento de mau- 
teca, patatas, cebollas y harina de maíz que vendió á muy 
buen precio, no bien lo desembarcó en el tinglado de la Adua- 
na. De nada sirvió el ejemplo, y todos vieron la posibilidad 
del conflicto, que indudablemente tenía que sobrevenir, sin tra- 
tar de prevenirlo. 

A no ser por la llegada del vapor alemán Potaría, que por 
una feliz casualidad dejó en Cuba 1.700 sacos de arroz que con- 
ducía á la Habana, los víveres hubieran faltado aquí en abso- 
luto, ya que ni el comercio ni nadie trató de importarlos. 

Las últimas subsistencias que entraron en factoría las tra- 
jo el vapor Hortera en 25 de abril: consistían en 150 reses vacu- 
nas, para las atenciones del hospital, 180.000 raciones de hari- 
na, 149.000 de garbanzos, 197.000 de arroz, 79.000 de judías- 
y 96.000 de vino. Ahora bien: sin comprender las fuerzas de 
Gruantánamo, Baracoa y Sagua de Tánamo, las necesidades 
de las tropas de Santiago de Cuba subían á 360.000 racione» 
mensuales. Como se ve, pues, los víveres almacenados en fac- 
toría en los últimos días de abril, apenas si bastaban para el 
consumo de medio mes. 

Y no es eso lo peor, sino que los comerciantes, lejos de con- 
tribuir al bienestar del Ejército, que, en realidad, defendía sus- 
intereses, ocultó cuantos pudo y elevó los precios de un molo 
que no quiero calificar, aprovechándose de las tristes circuns- 
tancias á que el bloqueo había reducido la ciudad. 

Un ejemplo servirá mejor que cuanto pudiera decirse sobre- 
el particular. El contratista del agua de bahía, fundándose en 
la letra de su contrata, trató de cobrar á los buques de la es- 
cuadra el agua que éstos hicieron en el muelle de las Cruces r 
cuya agua era propiedad de la Compañía americana de las mi- 
nas de Juraguá, entonces decomisada por el Gobierno español. 



C2 OOVBVTES Y CvriTlTL^CIÓN 



y la cual se llevó á bordo por medio de la cañería que allí exis- 
te al efecto, picando la bomba noche y día los soldados de la 
columna del Coronel seflor Borry. Casi todos los buques hicie- 
ron más de 500 pipas, que á cuatro pesetas, importan algunos 
miles de reales. Es de advertir, que el contratista de que me 
ocupo, y de cuyo nombre no quiero acordarme, como no quería 
acordarse Cervantes del lugar de la Mancha, es peninsular, can 
pitan de voluntarios, y, según él mismo afirma, más español 
que Pelayo. 

Ignoro las noticias que á la Península habrán llegado sobre 
los sucesos de Santiago de Cuba. Posible es crean allá que 
aquí sólo se careció de tales ó cuales alimentos; si es así, están 
en un completo error: aquí ha habido hambre, y de hambre 
han perecido no pocas personas, á pesar de que la población 
había disminuido notablemente por haberla abandonado fami- 
lias enteras antes del día 21 de abril: y yo mismo he visto en 
los portales de la casa Brooks, situada frente á la Capitanía 
del puerto, un hombre muerto de hambre; muerto por no tener 
que comer. 

Los caballos, los perros y otros animales morían de hambre 
en medio de las calles y las plazas; y era lo peor que no se re- 
tiraban sus cadáveres; y he visto también, y esto es de suma 
importancia por las funestas consecuencias que podía acarrear, 
he vistp, repito, á un perro arrojarse sobre otro más pequeño, 
matarlo y comérselo. Faltó, como se verá, el agua del acueduc- 
to, y la población estuvo expuestísima á que ios perros rabia- 
sen y hubiera habido que agregar esa calamidad á las infinitas 
que sobre nosotros pesaban. ¿A qué seguir? Con lo dicho basta 
y sobra para comprender la inmensa responsabilidad que con- 
trajeron los que, pudiendo haber surtido la ciudad de víve- 
res, olvidaron ó eludieron el cumplimiento de tan sagrado 
deber. 

Hubo bandos y edictos reglamentando los precios de los 
artículos de primera necesidad; pero así se curó el comercio de 



DE SANTIAGO DE CUBA 



63 



cumplirlos, como yo de lo que no me importa ó no me atañe. 
Y la subida de precios fué tanto mas injusta y vituperable, 
cuanto que todo lo que en plaza había era anterior á la decla- 
ración de guerra y no había costado más flete ni más derechos 
que en tiempos normales. 

De haber habido en ella harina y tocino, el soldado no hu- 
biera estado anémico y desfallecido, y no obstante, se batió... 
como se ha batido siempre el soldado español. ¡Qué contraste 
entre él y el comercio de esta ciudad! Pero hay cosas que es 
mejor no meneallas, y ésta es una de ellas. 



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XI 



Haciendo carbón. 



La Escuadra, que salió de las Islas de Cabo ,Verde, que no 
hizo carbón en la Martinica donde tocó y que en Cura9ao, sólo 
de sus buques metieran algunas toneladas, llegó, como es na- 
tural, con las carboneras casi vacías, disponiendo el General 
Cer vera rellenarlas, y ya podrá suponerse cuánto empeño ten- 
dría en apresurar una operación sin la cual los buques ningún 
movimiento podían ejecutar, aun cuando de él dependiese la 
salvación de los mismos. 

Por desgracia, el puerto de Santiago de Cuba, que tiene muy 
poco movimiento, posee muy escasos elementos y recursos, y me- 
nos aún desde que estalló la actual insurrección. 

Cuatro embarcaciones de vapor había tan sólo en él: el Al- 
cyon, el Juraguá, el Esmeralda y el Colón. Las dos primeras no 
tienen condiciones para remolcar lanchones: la Esmeralda sirve 
cuando no tiene mucho mar ó mucho viento de proa: el que 
reúne todas las condiciones es el Colón; pero el Colón estaba 
componiendo su caldera, y para terminar la obra, que era in- 
dispensable, necesitaba ocho días. Desgraciadamente el caño- 
nero Alvarado, que hubiera podido prestar grandes servicios, 
estaba en varadero poniendo planchas nuevas en sus fondos y 
la obra era larga. 

5 



66 COMBATES Y CAPITULACIÓN 



El Ejército, por su parte, tenía también atenciones y traba- 
jos que en manera alguna podía abandonar, cuales eran: llevar 
forraje al Morro, agua á Punta Gorda y material y municio- 
nes de guerra á ambos sitios y á la Socapa y Jefes y Oficiales 
para la dirección de las obras emprendidas. 

Sólo existen en puerto los lanchones y barcazas de los se- 
ñores Eos, algunos inútiles, otros en mal estado y sólo un cor- 
to número en estado de utilizarse, y además los de la compañía 
de Juraguá que, aunque buenos, eran pocos, y de los cuales, 
naturalmente, se había incautado el Gobierno por pertenecer á 
subditos americanos. Con tan pocos elementos y tantas aten- 
ciones y servicios, comprenderáse cuan difícil, por no decir im- 
posible, era poder atenderlas tedas. 

Para poder formarse una idea, siquiera sea imperfecta, de 
la falta de elementos de todo género, diré, que el contratista 
del agua, que es muy mala y por la cual cobra un precio exor- 
bitante, sólo tenía para suministrarla á los buques dos embar- 
caciones pequeñas de remo, con dos pipas en cada una y los bu- 
ques eran cuatro ¡y necesitaban cada uno unas quinientas! eso 
sin contar los destroyers. 

Como es natural, todos los pedidos, todas las reclamacio- 
nes, todas las quejas y todo cuanto la Escuadra necesitaba, que- 
ría ó deseaba, iban á la Comandancia de Marina, cuyo perso- 
nal se reducía ai Comandante, el Segundo, el Ayudante, el Ha- 
bilitado, tres cabos de matrícula (uno de ellos encargado del 
depósito de víveres) y dos ordenanzas, y con ese personal había 
que acudir á cuanto se pedía y suministrar cuanto se deseaba. 

La división (del Ejército) necesitaba remolcador; el Gobier- 
no Militar necesitaba remolcador y lanchones y la Escuadra 
necesitaba lanchones y remolcador, y todos lo necesitaban ver- 
daderamente y todos los servicios eran importantes y urgentes, 
y en la Capitanía del puerto había continuamente que resolver 
problemas que no tenían resolución y proporcionar lanchones 
que no existían y remolcadores que no se encontraban. 




DE SANTIAGO DE CUBA. 



67 



El carbón, que se metía á bordo de día y de noche, hacíase, 
á pesar de todo, con extremada lentitud; pues los muelles en 
que estaba había poca agua y sólo se podía colocar una barca- 
za en su extremo (los muelles eran dos) so pena de varar éstas 
y tener que esperar la hora de la pleamar para sacarlas á 
flote. 

Fuera nunca acabar decir cuánto tiempo y cuánto trabajo 
costó meter á bordo de los buques el carbón Cardiff del depó- 
sito de la Marina, y á pesar de haberse tomado peones para el 
Cumberland de las minas de Juraguá, los buques, que mien- 
tras permanecieron en Cuba jamás dejaron de meter carbón, 
nunca tuvieron rellenas sus carboneras, y un detalle hará com- 
prender el hecho y pondrá de manifiesto la escasez de medios 
con que el puerto de Santiago de Cuba contaba. A pesar de 
haber recorrido todas las tiendas de la población, y á pesar de 
haber ofrecido el precio que quisieran, no fué posible encon- 
trar más que un reducido número de espuertas necesarias para 
llevar el carbón; hubo que meterlo como se pudo. 

Hay trabajos que no pueden apreciarse ni comprenderse; • 
que pasan desapercibidos y nadie puede siquiera suponer, por- 
que no son acciones de guerra más ó menos brillantes, y que, 
sin embargo, no podrían soportarse ó resistirse largo tiem- 
po. Los que á la Capitanía de puerto pertenecíamos, conclui- 
mos por comer allí, por almorzar allí y por dormir allí; quiero 
decir, por no dormir, pues no había noche en que no hubiera 
que remitir al Almirante dos ó tres pliegos urgentes ó reserva- 
dos y otros tantos cablegramas, por supuesto, á diferentes horas 
de la misma, y el teléfono no cesaba un momento ni se daba 
punto de reposo. No era el trabajo lo que hacía insoportable la 
situación; ¡qué militar no trabajaba desesperadamente en San- 
tiago de Cuba! No; lo triste, lo deplorable es que, deseando 
complacer á todos y deseándolo de corazón, concluyera uno por 
no satisfacer á nadie. 

El carbón, que eran unas 2.300 toneladas Cardiff, y pertene- 



68 



coaiuTrs y capitulación 



cía á la Marina de Guerra, se tomó en los muelles de Bellavis- 
ta, situados en la parte Occidental de la bahía. Además, el Gene- 
ral Linares puso á disposición del General Cervera unas 600 
toneladas de carbón Crimberland, de las minas del Juraguá, y 
otras 600 del ferrocarril de Sabanilla. 

El agua tuvieron que hacerla los botes de la Escuadra á 
granel en el muelle de las Cruces y en el grifo que está próxi- 
mo al muelle Real. Algunos buques la hicieron también ellos 
mismos atracando al primero de los citados. 







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Opiniones sobre la salida de la Escuadra. 



Nunca tuve el propósito, al narrar Ips sucesos de Santiago 
de Cuba, de hacer sobre ellos observaciones de ningún género, 
ni permitirme comentarios sobre los mismos, por no considerar- 
me con autoridad, con aptitud (y esto no es alarde de falsa mo- 
destia), con derecho á ello. Mi objeto ha sido hacer una sencilla 
relación de lo que presenció, de lo que vi y de lo que por con- 
ducto fidedigno conozco, seguro de su autenticidad, convencido 
que en la Península, aunque se conozcan en conjunto, tienen 
que ignorarse en detalle; pero ante ciertas insinuaciones y cier- 
tas dudas no es posible permanecer mudo ó indiferente. 

Grande fué la alegría que la llegada de la Escuadra causó 
al elemento peninsular en general y á algunos hijos de Cuba 
que verdaderamente nos aman; pero pasados algunos días, no 
faltaron personas inteligentes ó ilustradas, ó por lo menos re- 
conocidas por tales, que demostraron gran impaciencia y extra- 
ñeza por la permanencia de los buques en el puerto, y que no se 
cansaban de preguntar qué hacía aquí la Escuadra y por qué 
no salía. 

Fácil es contestar á la pregunta. 

Si de algo puede tacharse al General Cervera es de exceso 



72 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



de valor. Basta leer su hoja de servicios para cerciorarse de 
ello, y lo demostró hasta la evidencia el día 3 de Julio. El Ge- 
neral Cervera recibió muchos cablegramas y numerosos oficios; 
nadie como él podía tener noticias de lo que en la Península ó 
en la Isla de Cuba ocurría, ni de lo que se le ordenaba ó exigía, 
y que el General Cervera obraba como debía obrar, eso ni dis- 
cusión tiene. Mi objeto es sólo contestar á la pregunta que 
tantos formulaban en Cuba: «¿qué hacía aquí la Escuadra?» 
¿qué hacía? pues hacía mucho. 

No siempre son las grandes batallas ó los grandes comba- 
tes los que deciden el éxito de una campaña. Napoleón I, ma- 
niobrando de un modo admirable, encerró en Ulm al General 
austríaco Marck, que tuvo que entregarse con todo su ejército, 
sin haber disparado un solo tiro. 

Cuando el Almirante Villeneuve, que por desgracia, man- 
daba las Escuadras aliadas de Francia y España, supo que el 
Almirante Rossilly, nombrado para relevarle, estaba en Ma- 
drid, prefirió combatir con Nelson á presentarse ante Napoleón, 
y decidió salir de Cádiz, reuniendo al efecto en el navio Bucen- 
taure á los Generales de ambas Escuadras. Los españoles se 
opusieron á ello, fundándose, con razón, en que para salir de 
Cádiz se necesitaba tiempo y un viento favorable; en que los 
buques necesitaban reparar sus averías, reponer sus víveres y 
las municiones y completar la dotación de los mismos; en que 
la estación estaba ya muy adelantada y obligar á los ingleses 
á bloquearlos durante un invierno equivalía para ellos á la 
pérdida de un combate naval; esta era la opinión de hombres 
como Gravina, Churruca y Galiano. 

Asegúrase, añadieron, que el barómetro además estaba muy 
bajo y era inminente un temporal; á lo cual replicó el Contra- 
almirante Magón «que lo que estaba bajo era el valor en algu- 
nos pechos;» á semejante insulto, los españoles, perdida la pru- 
dencia y la calma, optaron por salir en busca del enemigo para 
probar les sobraba el valor. No quería otra cosa el Almirante 



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DE SANTIAGO DE CUBA 73 



francés. Salió la Escuadra combinada, y sabido es lo que ocu- 
rrió á la altura de Cabo Trafalgar. 

Pues bien; ya está contestada la pregunta: obligaban á la 
Escuadra enemiga á sostener, con fuerzas superiores, el blo- 
queo de Santiago de Cuba con todos sus inconvenientes y peli- 
gros. Mientras nuestros buques estaban en puerto, sin correr 
ninguno de los peligros propios del mar, sin consumir apenas 
carbón, sin estropear sus máquinas y acechando la ocasión pro- 
picia para maniobrar cómo y cuándo les conviniere, la enemiga 
tenía que cruzar día y noche sobre la costa, gastando carbón, 
haciendo el servicio de mar, penoso siempre y más en tiempo 
de guerra, estropeando sus máquinas y expuestos á tener que 
abandonar el bloqueo ante un temporal del S. ó del E., y mu- 
c ho más si hubiera llegado la época de los ciclones. 

Tan cierto es quQ sin necesidad de combatir se puede ven- 
cer, que si además de los buques que estaban en Santiago de 
Cuba hubiera sido posible tener dos en Cienfuegos, por ejem- 
plo, y otros dos en Nuevitas, cuyos puertos se prestan á la co- 
locación de líneas de torpedos á causa de la angostura de su 
canal de entrada, es indudable que los americanos, que salvo 
los buques que tenían en Filipinas, habían mandado toda su 
Escuadra á la isla de Cuba, hubieran tenido forzosamente que 
bloquear esos tres puertos con fuerzas superiores á las nuestras 
y vigilar á Cayo Hueso si no querían exponerse á un serio de- 
sastre, ó decidirse por forzar uno de los puertos exponiéndose 
á una hecatombe; y basta fijarse en el número de sus buques 
para comprender que no podían amenazar tantos puntos con 
éxito; puesto que sólo tenían que ocuparse del de Cuba y te- 
nían frente á él casi todos los de su Escuadra, hubiéranse visto 
forzados á desistir de tomar la ofensiva. 

Con lo expuesto queda demostrado que los buques no nece- 
sitan precisamente presentar combate para obtener resultados. 
Los que había en Cuba contuvieron por espacio de cuarenta y 
seis días, ante la boca del puerto, una Escuadra muy superior, 



74 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



que no hizo más proezas que lanzar una lluvia de proyectiles 
que, relativamente, ningún daño causaron. No es posible obte- 
ner mayores resultados con menos trabajo; y si en Cuba no hu- 
bieran escaseado los víveres, sabe Dios, de seguir aquí nuestra 
Escuadra, á qué extremos la impaciencia y la desesperación 
hubieran llevado al Almirante Sampson. 




XIII 

El bloqueo. 



Hecha ya la- descripción, aunque muy deficiente, de los si- 
tios y lugares que fueron teatro de los sucesos aquí ocurridos , 
y*de los tristes elementos de que podíamos disponer para su 
defensa, fácil será poder apreciarlos á poco que se fije la aten- 
ción en ellos y se recuerde cuanto expuesto queda. 

Dije ya que el día 18 de mayo, el Saint-Louis (armado en 
guerra) y un cañonero, cuyo nombre no se ha sabido, hicieron 
unos ochenta disparos, que fueron contestados por Punta Gor- 
da, única batería que entonces pudo responder á la agresión. 
De ocurrir el hecho algunas horas después, uno de los cañones 
Hontoria, de 16 centímetros, de la Socapa, hubiera podido ha- 
cer fuego, pues quedó montado, como se ha dicho, la noche de 
ese mismo día 18. Los buques enemigos desaparecieron por el 
Este. Al día siguiente, 19, entró la Escuadra española, proce- 
dente de Curasao, y que empezó á hacer carbón el día 20. 

Dia 21. — Este día llegó un buque, que venía del Sur, cerca 
de la boca del puerto, tomando después la vuelta del Oeste. A 
las diez y media de la noche, un telefonema del Morro notició 
que dos buques hicieron fuego sobre Punta Cabrera durante 
un cuarto de hora. Los disparos fueron diez. Es probable que 
disparasen sobre las fuerzas del Coronel Aldea, que cubrían 
esa parte de la costa. 

Día 22. — A las siete de la mañana el vigía señaló un vapor 
por el Este, marcando otro media hora después. Se supo por 



76 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



el Morro que uno de ellos parecía ser el mismo del día ante- 
rior; el otro era de tres palos. Ambos se suponía fuesen enemi- 
gos, porque iban muy despacio y reconociendo la costa. El 
nuevo tenía además tres chimeneas. 

A las once y media los buques estuvieron en el meridiano 
del Morro (esto es, enfrente de él), siguiendo muy despacio con 
rumbo al O., por donde desaparecieron á las cuatro y media. 
Día 23. — A las cinco y cuarenta y cinco minutos señalaron 
un buque por el Sur, y una hora después dos por el Este. A las 
nueve dijo el Morro que, de los tres buques, uno era de tres 
chimeneas, el mismo del día anterior, y el otro un acorazado, 
y que se hacían señales con banderas. 

A las once y media señalaron un buque por el Oeste; á las 
doce y media dijo el Morro que el buque que llegaba tenía tres 
palos y tres chimeneas. 

A las cuatro y diez minutos se supo por teléfono que de los 
cuatro buques uno desapareció por el Sur, y los restantes se 
aproximaban más á la boca del puerto. 

A las siete desaparecieron los tres buques: uno por el Este 
y dos por el Sur. 

Día 24. — A las dos el vigía señaló dos vapores por el S.: el 
horizonte estaba muy cargado y nada sé podía distinguir á 
cierta distancia. 

A las once y cuarenta y cinco minutos salió el destróyer 
Pintón. 

A las doce y media, aunque con dificultad á causa de la ce- 
rrazón, distinguiéronse cuatro buques enemigos hacia el E. de 
la boca del puerto. 

Al ver salir al Pintón, uno de ellos puso la proa al O. y 
pasó cerca del destróyer sin poder ofenderle, siguiendo hacia 
el O. Los otros tres se pusieron en movimiento en la misma di- 
rección para perseguirlo también, pero sin resultado por haber 
el Pintón, naturalmente, impedido su encuentro. 

Los cuatro buques desaparecieron por el O. 



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DE SVNTIAGO DE CUBA. 79 



A las dos la Capitana española (Infanta María Teresa) se 
puso en movimiento y atracó al muelle de las Cruces para 
hacer agua. 

A las cinco y media señalaron dos buques por el 8., que 
desaparecieron después de anochecer por el mismo punto. 

Dia 25. — A las seis señalaron dos vapores: uno por el S. y 
otro por el 0. 

A las siete y media se puso en movimiento el acorazado 
Cristóbal Colón, que fondeó poco después de nuevo. 

A la misma hora dijo el Morro que de los dos vapores seña- 
lados uno de ellos se dirigía, al parecer, hacia el puerto á toda 
máquina, y el otro, el del S., parecía darle caza. Tres cuartos 
de hora más tarde avisaban que el buque había sido apresado, 
al parecer, á gran distancia de la boca de Santiago de Cuba, 
retirándose ambos con rumbo al S.: el apresado, que es muy 
pequeño, delante, y detrás el otro. , 

El Infanta María Teresa, á la una de la tarde, desatracó 
del muelle de Las Cruces, donde atracó el Oquendo, también 
para hacer agua: el primero volvió á fondear en bahía. 

A las dos, el Vizcaya fondeó al S. de Cayo Ratones, cerca 
de la ensenada de Cajuma. El Cristóbal Colón fondeó y se aco- 
deró al S. de Punta Gorda. 

Dia 26. — A las dos de la tarde el Oquendo dejó el muelle 
de Las Cruces, fondeando en bahía. 

La Escuadra quedó del. modo siguiente: el Cristóbal Colón 
fondeado al S. de Punta Gorda, próximo á ella, acoderado y 
presentando su costado á la boca del puerto, cuya canal enfila- 
ba, presentándole sus cañones, para poder ofender al enemigo 
que tratara de forzarlo. 

El Vizcaya cerca de la ensenada de Cajuma, acoderado tam- 
bién, para unir sus fuegos á los del Colón, si el enemigo logra- 
ba rebasar Punta Soldado. 

El María ler esa y el Oquendo al S. de Cayo Ratones, para 
defender la pasa de Punta Gorda, así como el fondeadero ge- 



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80 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



neral y la ciudad. Durante el día se avistaron tres buques por 
el S. , que desaparecieron poco después por el mismo punto. 

Día 27. — A las seis el vigía señaló dos buques por el S. 

A las diez y media señaló cinco buques más. Hay siete á 
la vista. 

A las doce y cuarto el General Linares fué al Morro en el 
bote de vapor de la Capitanía de puerto. 

A las doce y media se avistaron cuatro buques más. Total 
once buques. 

De los once buques á la vista, cuatro son acorazados. 

A las dos y media de la tarde llegó otro buque. 

Al anochecer regresó del Morro el General Linares. Los 
buques desaparecieron por el S. 

Día 28. — A las seis y cuarto el vigía señaló un buque que 
se aproximó á cinco millas del Morro, y á medio día desapare- 
ció por el S. 

A las cuatro y media de la tarde señalaron sois buques 
grandes, que desaparecieron por el S. al anochecer. 

Día 29. — Al amanecer, los destroyers Pintón y Furor salie- 
ron á hacer una descubierta, regresando á las ocho. 

Durante el día, fondeaban en bahía; de noche, fondeaban 
en la Socapa y en la ensenada del Níspero, para vigilar la en- 
trada del puerto durante ella. ' 

Fué al Morro en el remolcador Alcyan el General Linares. 

A las siete se avistaron siete buques enemigos, que estu- 
vieron reconociendo la costa á unas ocho millas de ella, reti- 
rándose por el S. antes de anochecer. 

Día 30. — A las cinco y media se señaló la Escuadra ene- 
miga, que se aproximó á unas nueve millas del puerto. La com- 
ponían siete buques. 

A medio día llegaron del S. tres más, uniéndose á los pri- 
meros. 4» 

Día 31. — A las cinco y cuarenta y cinco minutos señaló el 
vigía once buques por el S. 



DE SANTIAGO DE CUBV 81 



A las dos de la tarde se oyó fuego de cañón. A esta misma 
hora dijo el vigía que el fuego era sobre la costa. 

A las dos y cuarenta minutos empezó á hacer fuego la ba- 
tería de Punta Gorda, cesando poco después. 

Los buques de la Escuadra española izaron sus banderas de 
combate y avivaron los fuegos de sus máquinas. 

A las dos y media el fuego de cañón se hizo bastante vivo. 

A las tres se hizo más lento, cesando á las tres y media. 

El fuego lo sostuvieron los enemigos con las baterías del 
Morro y la Socapa, sin ocurrir novedad en ninguna de ellas. 

Los buques se retiraron, desapareciendo, como de ordinario, 
por el S. antes de anochecer. 

Han terminado los sucesos del mes de mayo, muy insignifi- 
cantes, y que no son más que el prólogo de los que siguieron. 

Durante los días 20 á 22 de mayo, el cabecilla Calixto Gar- 
cía, con numeroso contingente de partidas y Artillería, atacó el 
poblado de Palma Soriano sobre el río Cauto. El General Vara 
de Rey, al frente de 1.000 hombres y de dos piezas, rechazó 
las acometidas del enemigo, causándole numerosas bajas y ahu- 
yentándole. Por nuestra parte tuvimos 16 heridos. Esta opera- 
ción del heroico soldado que simuló un movimiento envolvente 
atravesando el Cauto por tres ó cuatro vados y persiguiendo á 
los rebeldes hasta dos leguas más allá de Palma Soriano, de- 
bióse á la hábil distribución de las escasas fuerzas de la línea 
de observación. Era esta línea, como puede fácilmente com- 
prenderse viendo el plano que damos al final, débil, muy dé- 
bil en casi toda su extensión. Fué, en realidad, un trabajo de 
mérito el guardar, vigilar y sostener puntos estratégicos, zo- 
nas de cultivo, costas, caminos y vías férreas, con un contin- 
gente de tropas tan mermado y extenuado. ¡Y las fuerzas que 
esperábamos de la Habana, y que se anunciaba la llegada... 
no aparecían! 

Como se esperaba un buque con carbón, supúsose que el día 
25 fué ese el apresado. Es muy posible; pero pudo también no 

6 



82 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



ser el que'se esperaba. De todos modos, extrañóse mucho en 
Cuba que, no estando la Escuadra enemiga á la vista, y sí sólo 
uno ó dos buques, el General Cervera no hubiese impedido ha- 
cer la presa ó recobrádola al menos. 

La razón de no hacerlo es muy sencilla. Nuestra Escuadra, 
como se ha visto, sin conseguir rellenar sus carboneras, metió 
á bordo todo el Cardiff que existía en el depósito de la Marina, 
y sólo quedaban las 1.100 toneladas Cumberland de que el Ge- 
neral Linares pudo disponer; este último es inferior al prime- 
ro, y creo inútil decir cuánto importa que una Escuadra tenga 
buen combustible; puede ser su salvación en un momento dado; 
por consiguiente, la Escuadra, que tenía maniobras muy difí- 
ciles que ejecutar y de inmensa importancia y transcendencia, 
no podía gastar inútilmente una piedra de carbón. 

La presa se hizo a gran distancia de la boca del puerto, 
distancia que un buque mientras leva, se franquea de la boca y 
puede dar toda fuerza, tarda tres horas lo menos en recorrer: 
¿dónde estarían el aprehensor y la presa en ese tiempo? y supo- 
niendo que aquél no pudiera ponerla en salvo ¿la dejaría caer 
en nuestro poder? Seguramente que no. Dos cañonazos á flor 
de agua la hubieran echado á pique en poco tiempo, máxime 
cuando, según se asegura, iba tan cargado; y el Colón ó cual- 
quiera de los buques que con tal objeto hubiera salido, hubiese 
probablemente consumido, sin resultado, un carbón que debía 
conservarse para operaciones mucho más importantes y menos 
aventuradas y en manera alguna en perseguir buques armados 
en guerra, y en hacer ó rescatar presas. Además, desde el 22 
al 28 la mar que recalaba impidió la salida de los buques, pues 
los prácticos de número del puerto no quisieron sacarlos, ase- 
gurando que, con la mar que había, podían en la cabezada 
tocar sus popas, sobre todo, el Cristóbal Colón. 



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XIV 



Los Voluntarios. 



Aun cuando la comparación no parezca tal vez muy opor- 
tuna, yo diría que el mes de mayo fué el paraíso del bloqueo, 
como el mes de junio fué su purgatorio y su infierno el de julio. 

La aparición de los primeros buques enemigos frente al Afo- 
rro de Santiago de Cuba, consecuencia natural de la guerra 
decidida por el Gobierno de los Estados Unidos y aceptada por 
el nuestro y el ruido de los primeros cañonazos disparados, cau- 
saron en la población tanto estupor como curiosidad; mas como 
el hombre á todo se acostumbra, concluyóse por ver con indi- 
ferencia una situación, que si no era peligrosa por entonces, 
era inconveniente y desagradable á no dudar. 

Los botes de la Escuadra que continuamente desatraca- 
ban de los muelles para los innumerables servicios que aquélla 
requería, daban á la Marina una animación y un aspecto que 
nunca tuvieron en tiempos normales. La Alameda en la que, 
como de ordinario, la música del regimiento de Cuba tocaba los 
domingos por las tardes de orden de la autoridad militar, que 
con m«y buen sentido quiso por todos medios levantar el espí- 
ritu de sus habitantes, vióse bastante concurrida á pesar de fal- 
tar tanta gente en la población, y lo mismo la Plaza de Armas, 



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84 



COMBATES Y .CAPITULACIÓN 



donde continuaron las retretas los jueves y domingos. Los afi- 
cionados á dar noticias de sensación, y sobre todo los que gusta- 
ban de inventarlas, tuvieron ancho campo y materia para sa- 
tisfacer su deseo; y el que hubiera tenido la paciencia ó la cu- 
riosidad de coleccionar las que por la ciudad se propalaron, 
hubiera podido escribir un libro tan original como gracioso. 

Los chiquillos jugaban á la guerra, que se hacía á pedradas 
en las afueras y dentro de la ciudad, divididos en bandos que 
capitaneaba un Cervera de diez primaveras ó un Sampson de 
doce Abriles. 

Los diferentes cuerpos de Voluntarios engrosaron conside- 
rablemente con los muchos que acudieron á aumentar sus filas, 
especialmente Jefes y Oficiales; y en la población no se veían 
más que sables y machetes, estrellas y galones; al extremo, que 
ni en Berlín, la capital de la nación más militar de Europa, 
creo se vean tantos uniformes como se veían en esta ciudad, 
de ordinario tan tranquila. Hasta los dependientes del res- 
guardo se armaron con machete y tercerola, así como los orde- 
nanzas del Gobierno Civil. 

Y ya que de los Voluntarios he hablado, haré su historia 
hasta el fin, que no deja de tener miga y aun corteza. 

Desde la puesta del sol, y durante las primeras horas de la 
noche, acudían á la Alameda, que llenaban, divididos en pelo- 
tones más ó menos numerosos, que Oficiales del Ejército, y los 
suyos propios, se encargaban de instruir ó de perfeccionar, y al 
primer cañonazo ó al primer toque de corneta se presentaban 
en el acto, los Jefes y Oficiales los primeros, á los puestos que 
de antemano se les tenían designados. 

Todas las noches, un retén ó guardia de 25 hombres, man- 
dados por un Oficial, ocupaba el tinglado grande de la Aduana, 
colocaba sus centinelas, y desde entonces hasta que amanecía, 
no cesaban los culatazos en el piso de madera, que muchos 
creían eran tiros de cañón, y los «alto> quién vive» dados al 
primer objeto que se movía, prueba evidente de la extremada • 



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DE SANTIAGO DE CUBA. 85 

vigilancia que se observaba y de que no se dejaban sorpren- 
der con facilidad. 

Los bomberos acudieron siempre que fué necesario al mue- 
lle á trasladar al Hospital, en sus camillas, los heridos del Mo- 
rro ó la Socapa; y la actividad, el buen deseo y el celo fueron 
superiores á todo encarecimiento. 

Los días 1, 2 y 3 de julio, como se verá más adelante, acu- 
dieron en bastante número á las trincheras de la tercera línea, 
desde las cuales se batieron como buenos con el enemigo, y en 
las cuales algunos fueron heridos. 

Por desgracia, después de ese día, salvo honrosas excepcio- 
nes, cambió radicalmente el espíritu que les animaba: trocóse 
en tibieza el entusiasmo y en prudencia el valor, y abandona- 
ron las trincheras, que ya no volvieron á ocupar, dejando el 
uniforme por el traje de paisano y el fusil ó el machete por la 
vara de medir ó la balanza para pesar. 

¿Por qué ese cambio? Tiene su explicación. Es un error su- 
poner que el soldado tiene más valor que el voluntario: son es- 
pañoles ambos y no hay razón para ello. Pero el soldado tiene 
una ordenanza y hábitos militares dé que carece el voluntario, 
y Jefes y Oficiales que se imponen y se hacen obedecer, que 
tampoco tiene el segundo, y eso es todo. 

Mientras el enemigo atacó y hubo que repelerlo, el volun- 
tario se batió con entusiasmo y decisión; pero terminado el 
combate y la excitación que, naturalmente produce, llegó el 
período de trinchera^ por decirlo así, con el sol durante el día, 
el relente durante la noche, las lluvias, las enfermedades, las 
privaciones, los sufrimientos; en una palabra, la hora de pade- 
cer en silencio y con resignación, la hora de la subordinación 
y del sacrificio y del deber, y uno tras otro, con un pretexto 
cualquiera ó sin pretexto alguno, fuóronse á la ciudad decidi- 
dos á no volver. 

Estrechóse más el cerco, aumentaron las probabilidades de 
capitular ó de perecer á medida que disminuían las del triunfo 



86 



combates; y capitulación 



y de éxito, y entonces pensaron en sus familias, en sus intere- 
ses y en sí mismos, y despojáronse del uniforme que, á su jui- 
cio, podía perjudicarles, y no creyéndose seguros en la pobla- 
ción, escondiéronse en Cinco Reales, en las Cruces y en los va- 
pores mercantes, y en cuantos sitios creyéronse á cubierto de 
los proyectiles, no faltando quienes emigraron al Caney ó á 
Cuabitas, que ocupaban los americanos y los insurrectos res- 
pectivamente. 

Y conste que lo que queda expuesto no lo sé por referen- 
cia: lo he visto yo mismo en Cinco Reales al regresar del cru- 
cero Reina Mercedes, varado en la entrada del puerto, donde 
fui de orden del Comandante de Marina, para darle cuenta de 
la posición exacta en que había quedado el buque. Allí estaban 
muchos ocultos y de paisano, con sus familias unos y solos 
otros. 

¡Pero qué mucho que hombres que empuñan el fusil hagan 
lo que dejo expuesto, cuando otros que ceñían espada y se ha- 
bían significado notablemente obraron peor! 

Un caso, que por su originalidad no puedo resistir la co- 
mezón de contar, dará una idea de lo ocurrido aquí con los vo- 
luntarios. 

Un sujeto cuyo nombre omitiré, pero que es tan conocido 
en Santiago de Cuba como lo fué Pizarro en Indias, director 
de La Patria, órgano del partido autonomista en la misma, fué 
el que, cuando por segunda vez vino el señor Capriles á des- 
empeñar el Gobierno Civil, pronunció discursos más patrióti- 
cos y entusiastas, el que más ensalzó el nuevo régimen y el 
que más fuertes vivas dio. Indudablemente, era más autono- 
mista que el mismo Montoro y que el propio Govin. Días des- 
pués, y fundándose en que el periódico no producía lo suficien- 
te para cubrir sus necesidades, solicitó del señor Capriles, que, 
como nadie ignora, es un Jefe de la Armada, un destino cual- 
quiera, y el hecho es para mí tanto más indudable, cuanto que 
fui yo mismo la persona á quien encargó la embajada, cuyo 



DB SANTIAGO DE CUBA 87 



honor declinó, por razones que todo el mundo comprenderá. 

Declarada la guerra con los Estados Unidos, pidió á la au- 
toridad militar no sólo ingresar en el cuerpo de Voluntarios, 
sino que se le diera un puesto de peligro . donde poder alcan- 
zar fama y gloria y servir á la patria con provecho. Nómbre- 
sele primer Teniente de Bomberos, y desde entonces en la ca- 
lle, en la plaza, en la Favorita y en la Venus viósele siempre 
de uniforme, con el cual, justo es decirlo, parecía un verdadero 
militar, arrastrando el sable y haciendo sonar las espuelas 
(nunca supe por qué era plaza montada). Indudablemente era 
más español que el Cid y más patriota que Riego. 

Cuando se nubló el cielo, cuando creyó próximo el momen- 
to de surgir el trueno y caer el rayo, trató con los señores Ra- 
belo, de hacerse ciudadano de Santo Domingo ó del Paraguay 
(no tenía predilección por ninguno de los dos países), y como, 
naturalmente, no lo pudo conseguir, cuando las mujeres, los 
niños, los ancianos y muchos particulares se fueron al Caney 
para evitar el bombardeo anunciado, ól formó parte de la ca- 
ravana; por supuesto, sin sable, sin galones y sin estrellas ni 
espuelas: de incógnito, como viajan á veces los príncipes y los 
reyes. 

Hoy, según me han asegurado, hace toda suerte de pirue- 
tas y genuflexiones para que los yankees le encarguen de la 
redacción de un periódico. Como éstos, por ahora, siguen en 
Santiago de Cuba, él no desiste en su pretensión. 

Este ejemplo, que por lo original pudiera parecer único en 
su clase, no es tal, y aunque es de los más notables, ha tenido 
prosélitos, ó satélites, ó secuaces, ó como quiera llamárseles; de 
lo contrario, de ser un caso aislado, hubiórame yo guardado 
de referirlo, con lo cual hubiera ahorrado al lector el trabajo 
de leerlo. 



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XV 



Expectación. 



Los sucesos del mes de mayo, aunque no sean, ó mejor di- 
cho, no parezcan muy importantes en sí mismos, por no haber 
ejecutado el enemigo ningún hecho de gran relieve, ni haber- 
nos causado desperfecto alguno, ni siquiera una sola baja, la 
tienen en realidad, y grande, y sus consecuencias han influido 
y pesado en términos, que ellos han decidido, si no en absolu- 
to, en gran manera cuando menos, en el resultado de la guerra 
que casi se ha decidido en las aguas de Santiago de Cuba y 
frente á las trincheras en su recinto construidas. 

Si se tiene en cuenta la posición de Santiago de Cuba, si- 
tuada á un extremo y al S. de la Isla, y por lo tanto, relativa- 
mente lejos de los Estados Unidos y de Cayo Hueso, base de 
operaciones de los yankees; la topografía de su puerto, difícil 
por sí mismo de forzar; la poca ó ninguna importancia militar 
de una ciudad que no es plaza fuerte, ni siquiera plaza de gue- 
rra, y la carencia de caminos y ferrocarriles que la pongan en 
comunicación con algún punto importante ó estratégico, no es 
muy aventurado asegurar que los americanos no pensaron ha- 
cer nunca grandes demostraciones ni operar sobre ella, y sí 
sólo en bloquearla y en lanzar unos cuantos proyectiles, como 



í*0 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



hicieron en otras poblaciones del litoral; y una prueba de ello 
es, que hasta el día 18, esto es, hasta cerca de un mes después 
de la declaración de guerra, no se vio aquí ningún buque ene- 
m íg°> y l° s dos que se presentaron entonces eran: un vapor 
mercante armado en guerra y un pequeño cañonero, que des- 
pués de hacer un reconocimiento, desaparecieron por el E. 

Pero la llegada de la Escuadra española, que aunque sólo se 
componía de cuatro buques de combate, eran los únicos que 
de esa clase teníamos en la Isla, y los únicos, por consiguiente, 
que podían inspirarle temor ó recelo; la necesidad ineludible 
de tener que repostarse de carbón, en lo cual emplearon muchos» 
días, porque dada la carencia de medios y de elementos, na 
pudieron hacerJo eu menos, hizo que su objetivo fueran la ciu- 
dad, y sobre todo el puerto, doyíde aquélla fondeó, del cual tal 
vez no se preocuparon al principio, y que sobre él dirigieran 
todas sus fuerzas de mar y tierra, escogiendo como teatro de la, 
guerra el que tal vez menos conviniera á sus planes y menos 
pensaron elegir. 

¿Cuándo supieron que nuestros buques entraron en el puer- 
to? No lo sé, ni creo lo sepa nadie en Cuba. Si el Saint-Louis y 
el cañonero tantas veces citado, regresaron de Guantánamo el 
19, donde es de suponer fueron al abandonar estas aguas el día 
anterior para continuar el bloqueo, es indudable que pudieron 
ver á nuestros buques, y dicho está que, en el acto, avisarían 
á su Almirante; pero yo lo dudo, pues hasta el día 27 no se 
presentó un número de buques capaz de contener ó batir á los 
nuestros. 

Podrá objetarse que la Escuadra enemiga pudo tardar ese 
tiempo en reunirse y presentarse, por mil razones que no es 
fácil conocer. Es posible; pero en tal caso, si desde el día 19 
sabía el enemigo el suceso, ¿por qué siguieron presentándose 
en reducido número ante la boca del puerto, expuestas á un 
grave contratiempo? Yo creo que cuando el enemigo tuvo la 
primera noticia del hecho, ó por lo menos la completa eviden- 



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DE SANTIAGO DE CUBA 91 



cia, fué el 24; cuando los buques que por las aguas de Cuba 
cruzaban, vieron salir del puerto y de nuevo regresar á él al 
Pintón, que de sobra sabían acompañaba á la Escuadra y for- 
maba parte de ella. A los tres días, el 27, fué cuando aparecie- 
ron once buques (cuatro de ellos, por lo menos, acorazados). 
Ese intervalo de tiempo se comprende es el indispensable para 
avisar á la Escuadra enemiga que estaría, quizás, entre Cabo- 
San Antonio y la Habana, ó entre aquél y Cienfuegos. 

De todos modos, las operaciones del mes de mayo revistie- 
ron gran importancia y tuvieron gran trascendencia; pues con- 
tinuó cerrado el puerto, en el cual, desde antes de la declaración 
de guerra, no entraban víveres de ninguna clase, si se excep- 
túan los que de Jamaica importó la pequeña goleta inglesa de 
que ya hice mérito, y que no vale la pena de tenerse en consi- 
deración. 

Otro problema: ¿Por qué los buques enemigos que se aguan- 
taban todo el día ante la boca del puerto, desaparecían al ano- 
checer en vez de seguir vigilándola de noche? Lo ignoro tam- 
bién. La costa toda es acantilada y limpia, y las tierras tan 
elevadas, que se distinguen perfectamente aun en tiempos 
achubascados; así, pues, permanecer en ella no ofrece peligro 
alguno con tiempos bonancibles como los que han reinado con- 
tinuamente este año, que hasta en eso les ha protegido la Pro- 
videncia; y tan cierto es lo que digo, que después, ni de día ni 
de noche la abandonaron un solo momento, como se verá. 

Tal vez porque, convencidos ante la boca del puerto de la 
dificultad de forzarlo, y menos con una escuadra dentro, de- 
seaban, al franquearles el paso, que aprovechara la ocasión 
para salir y refugiarse en otro de más fácil acceso. Pero esa 
táctica podía acarrearles fatales consecuencias; porque de ga- 
nar nuestros buques el puerto de la Habana, situado á pocas 
horas de Cayo Hueso, al abrigo de sus 300 cañones y unidos á 
los demás de guerra que allí había, la situación hubiera varia- 
do notablemente y los americanos se hubieran arrepentido de 



92 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



su táctica. No es posible que cometieran semejante desacierto. 
Además, de ser esa su intención, no hubieran, durante el día, 
sostenido tanta vigilancia. ¿Simularían retirarse y adelanta- 
rían de noche sobre el puerto, sin luces, para no ser vistos? No 
es probable: para poder ver la boca, tenían que ser vistos des- 
de las alturas del Morro ó la Socapa, donde también se ejercía 
•extremada vigilancia. Yo supongo, porque otra cosa no se me 
ocurre, que no habiendo podido aún reunir todas sus fuerzas 
marítimas, no querían correr los azares de un combate duran- 
te la noche con una escuadra que contaba con un número de 
destroyers que ellos quizás desconocían, y que sólo conocie- 
ron más tarde por las confidencias que, por medio de los insu- 
rrectos, no dejaron de recibir. 

Pero todo ello no pasan de suposiciones é hipótesis, que no 
dudo sean completamente erróneas. La realidad de los hechos, 
lo indiscutible, lo innegable, es que desde el día 27 se presen- 
tó el enemigo con fuerzas muy superiores á las nuestras, que 
permanecía todo el día sobre el Morro, y que de noche se reti- 
raba ó simulaba hacerlo. Así terminó el mes de mayo. 




XV I 



El «Merrimac». 



Día í.° de Junio.— A las seis el vigía señaló la Escuadra, 
enemiga á la vista, que se componía de trece buques: cinco 
acorazados y ocho mercantes y de guerra; entre ellos un tor- 
pedero. 

A las siete se oyeron dos disparos de cañón. 

A las doce y media se puso en movimiento, alejándose del 
puerto, del cual distaba unas seis millas: media hora después 
cambiaba de rumbo y se aproximaba de nuevo. 

Por la tarde, la Escuadra española cambió de fondeadero. 

El María Teresa y el Vizcaya, fondeados y acoderados al 
Sur de Cayo Ratones, formaron la primera línea para la de- 
fensa del puerto. El Colón y el Oquendo, fondeados al N. del 
mismo Cayo, formaron la segunda. 

Día 2. — A las cinco y media amanecieron diecinueve bu- 
ques sobre la boca del puerto, á unas cinco millas. 

A las siete, el Morro avisó que se iban á hacer unos dispa- 
ros para descargar unas piezas. 

Día 3. — A las tres y media se oyó fuego de cañón hacia la, 
boca del puerto, que se hizo sumamente vivo. 

A las cuatro se supo en la Comandancia de Marina que un 



M 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



tuque mercante se acercó mucho á la boca, por lo cual las ba- 
terías le hicieron fuego, al cual no contestó, y que en aquel 
momento ya estaba dentro: poco después estaba por la proa del 
-crucero Reina Mercedes, que, como se recordará, estaba ama- 
rrado en cuatro, entre la Socapa y Cayo Smith, con la proa 
hacia la canal de entrada, que defendía con sus dos cañones 
Hontoria de 16 centímetros, y sus torpedos Whitehead. 

A las cuatro y veinte minutos cesó el fuego, que fué violen- 
tísimo. 

A las cuatro y media se supo que el buque enemigo se ha- 
bía ido á pique en el cañón de entrada, cerca de Punta Solda- 
do, pero sin obstruirla. 

A las cinco y media (ya de día) volvió á oirse fuego de ca- 
üón sumamente lento, que cesó á las seis. 

A las cinco y media el Comandante de Marina fué á la boca 
del puerto en la lancha de vapor. 

Al regresar, se supo que un buque mercante de los que for- 
maban parte de la Escuadra americana, llamado Merrimac, de 
dos palos, una chimenea y mayor que el Méjico, había forzado 
•el puerto á las cinco y media de la madrugada; que en la ca- 
nal, y cerca de Punta Soldado, había sido echado á pique por 
los cañones del Mercedes y los de tiro rápido de la batería baja 
de la Socapa, quedando en la dirección de la misma y sin im- 
pedir la entrada y salida de buques, y que quedaban presos en 
<el Mercedes un Teniente de navio y siete marineros que lo tri- 
pulaban. 

Además del fuego que se hizo sobre el buque, el Pintón dis- 
paró dos torpedos y otros dos el Mercedes. De los fijos se dis- 
pararon: dos de la primera línea y uno de la segunda. 

Durante los sucesos que quedan expuestos, el General Li- 
nares estuvo en el Morro, donde fué, por tierra, desde loa. pri- 
meros momentos. Al amanecer acudía á la Marina el General 
Toral, Gobernador Militar de la plaza, con algunas fuerzas del 
JSjército y Voluntarios. 




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DE SANTIAGO DE CUBA 97 



A las siete fué tina compañía á reforzar las fuerzas que ha- 
bía en la Socapa y el Morro. 

A las siete y media las fuerzas que habían acudido al plan 
de la Marina se retiraron. 

A las once de la noche se oyó fuego de cañón muy lejos, y 
en dirección del SE., que cesó á las doce y cuarto. El fuego 
fué sumamente lento. 

Como habrá podido observarse, desde el 1.° de julio el ene- 
migo se presentó ante el Morro con 13 buques: cinco acoraza- 
dos y ocho mercantes y de guerra; es decir, con fuerzas supe- 
riores á las nuestras; tanto por el número y calibre de la arti- 
llería, cuanto por estar sus barcos mejor protegidos que los 
nuestros, como puede verse por el estado de su Marina y como, 
desgraciadamente, demostró más tarde la experiencia. Desde 
ese día también, los buques enemigos, que en los sucesivos au- 
mentaron, establecieron día y noche una continua vigilancia, 
sin retirarse, como antes, al anochecer. Tal vez supusieron, 
porque nunca les faltaron avisos y confidencias que, falta de 
víveres la Escuadra, se vería, en plazo no muy remoto, obligada 
á salir, y la esperaban. 

El día 2 se presentaron 19 buques. 

En la madrugada del 3 el Merrimac (mercante) forzó la en- 
trada del puerto á las tres y media de la madrugada y ya se ha 
visto el resultado. 

A pesar del tiempo transcurrido, no ha logrado saberse á 
ciencia cierta en Santiago de Cuba lo que ya tal vez se sepa en 
la Península por los periódicos americanos que todo lo publi- 
can; á saber, cuál fué el verdadero objeto que se propuso el 
Merrimac. 

Tenía cañones y no hizo fuego; tenía torpedos, por cierto 
muy imperfectos y primitivos (si se me permite la frase) ó rudi- 
mentarios, que no usó; si trató de volar los de nuestras líneas, 
no alcanzó su objeto; por último, tenía á bordo 2.000 tonela- 
das de carbón. El Teniente de navio que lo mandaba nunca 



y^r-r- «wy; 5 J*-,7*EWK ^r^r^^yttss^am 



98 COMBATES Y CAPITULACIÓN 




quiso decir el objeto de su maniobra, y sí tan sólo que fué man- 
dado por el Almirante Sampson; lüás tarde dijo al señor 
Ramsden, Cónsul de S. M. B. t que advertía, por si exploraban 
el buque, que en él había torpedos, como en efecto se vio; por 
cuya razón, no puede razonablemente suponerse otra cosa sino 
que quiso echar el vapor á pique atravesado en la canal, obstru- 
yéndola, para impedir la salida de nuestros buques, y en esa se- 
guridad, dedicar parte de los suyos en otras operaciones; pues si 
bien el barco no quedó atravesado y no obstruyó la canal, fué 
porque quedó sin timón y sin gobierno, inutilizado por algún 
proyectil y echado á pique dónde y como menos le convino. 

Otro hecho que puede y debe fijar la atención de los técni- 
cos: el Plutón le lanzó dos torpedos; otros dos el Mercedes (los 
cuatro Whitehead); de la primera línea se dispararon dos y uno 
de la segunda; y sin embargo, el buque no saltó y salvó ambas 
líneas; lo cual demuestra que el efecto de los torpedos es más 
moral que material, y que no es fácil dispararlos en el momento 
oportuno. Se necesitan para ello una práctica, un golpe de vista 
y una serenidad que no es fácil reunir en una sola persona. El 
hecho á que me refiero lo demuestra hasta la evidencia. 

Durante el día, el Oficial y los siete marineros fueron tras- 
ladados provisionalmente al Morro desde el Mercedes, donde 
fueron conducidos en los primeros momentos. 

De once á doce y media de la noche, los buques enemigos hi- 
cieron fuego, aunque bastante lento, fuera del puerto y hacia 
el SE. Nunca ha podido saberseel objeto de él. 

Varias veces he hablado con el señor Ros, Gobernador del 
Morro, y siempre me ha repetido éstas ó parecidas palabras: 
*Desde el principio de las hostilidades hasta el fin, he perma- 
necido en el castillo, desde donde, como usted sabe^ todo se ve 
y todo se domina. Más ó menos tarde, he sabido siempre. el ob- 
jeto de cuanto ha hecho el enemigo y la razón de ello; pero el 
fuego de la noche de referencia, aunque lo presencié, no lo he 
.comprendido nunca. Yo creo que dispararon sobre algún bu- 



DE SANTIAGO DE CUBA. 99 



que ó buques que vieron ó creyeron ver; no obstante, pudo ser 
sobre tierra; pero creo que más ó menos tarde se hubieran sa- 
bido su objeto y sus resultados». 

Este mismo día el General Paredes, segundo Jefe de la Es- 
cuadra, desembarcó del Cristóbal Colón y embarcó provisional- 
mente en el Mercedes, donde permaneció hasta el día 21, to- 
mando el mando de todas las defensas que constituían las de la 
boca del puerto. 




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XVII 

Sigue el bloqueo. 



Día 4 de junio. — Amanecieron cerca de la boca 17 buques: 
seis acorazados, cinco de guerra y seis mercantes. 

A las once y media de la mañana, el segundo Comandante de 
Marina, come Juez instructor, acompañado del Ayudante de 
Marina, D. Dario Leguina,como Secretario, y del Intérprete del 
Gobierno, D. Isidoro Agostiní, fué al Morro en la lancha de va- 
por de la Capitanía de Puerto, con objeto de tomar declara- 
ción al Teniente de navio prisionero y á los siete marineros. 

El primero, que se llamaba Mr. Hobson y tenía veintisiete 
años, natural del Estado de Alabama, es Teniente de navio de 
Ingenieros Navales, los cuales en los Estados Unidos estudian 
en el Colegio Naval, y al salir de él los primeros de las promo- 
ciones los destinan á aquel cuerpo; y dígolo para que no extra- 
ñe que dirigiera el Merrimac, porque como son tales Oficiales 
de Marina, pueden construir buques y mandarlos. 

Al saber el objeto de la visita, el prisionero, desde cuya ha- 
bitación se distinguía gran extensión de mar y parte de la Es- 
cuadra bloqueadora, preguntó por qué el Cónsul inglés, encar- 
gado del Consulado de los Estados Unidos, no presenciaba su 
declaración: si yo pertenecía al Ejército ó á la Armada; qué 
consecuencias podrían tener sus declaraciones; que de orden de 
quién se le interrogaba; porque habiendo sido hecho prisionero 
por el mismo General Cervera en su propio bote (como en efec- 



102 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

to así fué), entendía que sólo al General Cervera ó á persona 
por él comisionada podía y debía responder. Todo ello, aunque 
expresado en las mejores formas y haciendo mil protestas de 
atención y deferencia á mi persona, no impedían que los pape- 
les estuviesen trocados, y que lejos de ser yo el que formulara 
preguntas al prisionero, fuera éste el que las hiciera, por el 
contrario, á mí. Así se lo manifestó intimándole por medio 
del intérprete me manifestase categóricamente si estaba ó no 
dispuesto a contestar. Dijo que á las preguntas que creyera 
deber hacerlo; pero no á las que juzgase inoportunas; por cu- 
ya razón, y para no perder tiempo, hícele incontinenti una, á 
la que supuse desde luego se negaría á responder: «de orden de 
quién y con qué objeto entró en el Puerto». Contestó: «que de 
orden del Almirante Sampson, y que no podía responder á lo 
segundo». Con lo cual di por terminada mi misión, haciendo 
constar el hecho. 

Este Oficial pocos días después fué trasladado á una habita- 
ción del cuartel Reina Mercedes, que se le preparó, y á otra los 
marineros, donde permanecieron hasta que fueron canjeados. 

Al salir del castillo, del Morro, y ya en la meseta ó expla- 
nada del mismo, pude, por primera vez, admirar el espectáculo 
que á mis ojos se ofrecía; y digo admirar, porque el cuadro era 
en verdad digno de serlo. 

La tarde era hermosísima; el mar parecía un verdadero la- 
go; el viento casi calma; el cielo completamente despejado. 

A unas cinco millas, 17 buques: once de guerra, de ellos 
siete acorazados y un torpedero y los seis restantes mercan- 
tes, situados el más próximo á unas seis millas del puerto, for- 
maban un gran arco de círculo, los extremos de cuya cuerda es- 
taban en Aguadores y Punta Cabrera. Los buques mayores, 
los más poderosos, estaban en el centro. Entre ellos estaban el 
loica, el Indiana, el Broóklyn y el New York) estos dos últimos 
imposible de confundirse con otros, á causa de sus tres chime- 
neas; el quinto supongo fuera el Massachussets; por último, el 







LA ESCUADRA AMERICANA BLOQUEANDO LA ENTRADA 
DEL PUERTO. 



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DE SANTIAGO DE CUBA 105 



lexas y el Amazonas. El Atew Ybrfc y el Broóklyn estaban am- 
^os, aprovechando el estado del mar, atracados á un mismo 
vapor mercante y hacían carbón. Todos tenían paradas sus 
máquinas y puestas sus proas en distintas direcciones, donde 
la corriente se las obligaba á poner. De vez en cuando alguno 
de ellos daba unas paladas hacia avante y volvía á ocupar el 
sitio conveniente. Entre los mercantes llamaba la atención el 
Saint-Louis (el primero que se presentó á la vista de Cuba), 
inmenso trasatlántico de más de 10.000 toneladas, que parecía 
mayor que todos los demás buques, incluso los acorazados, y 
un yacht de vapor de mucho andar, por el contrario, muy pe- 
queño y que parecía un bote de la escuadra. Este yacht es el 
que continuamente comunicaba con Punta Cabrera. También 
había un torpedero ó destróyer. Pocos días después pude pre- 
senciar el mismo espectáculo desde la batería alta de la Soca- 
pa, y no se borrarán jamás de mi memoria. 

Antes de proseguir diré que el día 26 de mayo quedó cor- 
tado el cable en Cabo Cruz, quedando, por lo tanto, interrum- 
pida la comunicación con Manzanillo hasta el 17 de junio, que 
quedó hecha de nuevo la conexión. 

Día 5. — La Escuadra americana amaneció frente á la boca 
del puerto; los mismos buques que en la noche anterior. 

El General Linares, que regresó del Morro á las ocho de la 
noche, ordenó se preparasen lanchónos y un remolcador para 
llevar 150 hombres á la boca del puerto. 

A las diez y media embarcaron un Jefe, dos Oficiales y 120 
soldados, y salieron en un lanchón remolcado por el Colón, au- 
xiliado por el Alcyon) regresaron los remolcadores á la una de 
la noche. 

A las dos de la madrugada, por culpa de un carbonero que 
hacía carbón cerca de la caseta del cable inglés délas Cruces, 
se quemó ésta; aunque casual el hecho, no por eso fué menos 
sensible. 






XVIII 



Arrecia el cañoneo. 



Día 6 de junio. — Amanecieron 18 buques frente á la boca 
del puerto. A las siete y media el vigía anunció que los bu- 
ques se ponían en movimiento y se aproximaban. 

A las ocho y media, 10 buques, entre los cuales estaban el 
Iowa, el Indiana, él Massachussets, Brooklyn, Nev-York, Te- 
xas, Amazonas, Menaapolis y otros dos de guerra, formados en 
dos divisiones, rompieron el fuego sobre el Morro y Aguadores 
la primera y sobre la Sooapa la segunda, destacándose un bu- 
que de esta última para hacerlo sobre Mazamorra y puntos in- 
mediatos de la costa, donde operaba, y tenía destacamentos la 
columna del Coronel Aldea (batallón de Asia). 

El fuego, en el momento de romperlo la Escuadra america- 
na, fué tan sumamente vivo, y de tal manera se sucedían los 
disparos, que pareciera de fusilería si el estampido del cañón 
pudiera confundirse con el ruido de fusil. 

A las nueve se hizo algo más lento, alcanzando poco des- 
pués la misma intensidad, que decreció de nuevo á las diez j 
cuarto, volviendo á ser vivísimo á las diez y media. 

A las once y dos minutos cesó. 

La batería de Punta Gorda sólo hizo siete disparos. 



108 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



A las doce y cuarto se oyó de nuevo fuego de cañón lejano, 
pero vivo, en dirección del E., que cesó á la una y cuarenta y 
cinco minutos. 

A las dos de la tarde llegó al muelle Real un bote del cruce- 
ro Reina Mercedes remolcado por el de vapor, con el Teniente 
de navio señor Ozamiz, conduciendo, tres marineros heridos de 
gravedad, que fueron conducidos al Hospital Militar. Por dicho 
Oficial se supo la muerte del Capitán de fragata don Emilio de 
Acosta y Eyermann, segundo Comandante del crucero, y la de 
cinco marineros, y que habían sido heridos el Alférez de navio 
señor Molins, un Contramaestre y algunos marineros más, cuyos 
nombres, en el estado en que se hallaba el buque, no podía decir 
ni siquiera precisar su número, pues hubo que sofocar dos in- 
cendios á bordo. 

A las dos y cuarenta y cinco minutos llegaron al muelle, en 
un bote particular, un Sargento y un soldado heridos, del des- 
tacamento de Mazamorra. Estos, como antes los del Mercedes, 
fueron conducidos al mismo Hospital. 

A las cinco y cuarenta y cinco minutos volvió á oírse fuego 
de cañón hacia el E., muy lejano, que cesó á las seis y veinte 
minutos. 

Durante la noche no hubo novedad. 

Diez buques de guerra, ocho de ellos de combate, divididos 
en dos divisiones, rompieron el fuego poco después de las ocho 
de la mañana sobre las baterías de la boca y sobre la bahía por 
elevación. El fuego fué tan horroroso en los primeros momen- 
tos, que más que una serie de disparos parecía un prolongado 
trueno. A la verdad, yo no suponía pudiera hacerse tan violen- 
to como el que ese día hicieron 10 buques. Mucho se ha ha- 
blado de los bombardeos de Sebastopol y de Alejandría, pero 
rio puedo creer tuvieran la intensidad del que aquí sufrimos el 
día 6 de junio, día que los habitantes de Cuba jamás olvida- 
rán. Pudiera escribir muchas cuartillas sobre el asunto, y pro- 
bablemente no daría una ligera idea de él.. 



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DE SANTIAGO DE CUBA 109 

Los buques enemigos tenían (véase el estado délos mismos 
y artillería que montaban) por lo menos 112 cañones de grueso 
calibre; esto es, de 14, 20 y 32 centímetros, y pueden calcular- 
se en unos 80 los de pequeño; es decir, de B7 y 42 milímetros* 
Total 192 cañones, pues tiraban con los de todos tamaños; y 
como no quiero en manera alguna exagerar, y como no podían 
hacer fuego á la vez con los de ambas bandas ó costados (los 
montados en las torres de popa y proa pueden), lejos de aumen- 
tar, quedóme corto diciendo que 91 cañones hacían fuego sobre 
cuatro cañones del Morro, de 16 centímetros, á cargar por la 
boca, y dos cañones Hontoria, de 16 centímetros, de retrocarga, 
de la batería de la Socapa. 

No sumo los cañones de la batería de Punta Gorda, que sólo 
hizo siete disparos: pues los americanos, á pesar de su inmensa 
superioridad, tuvieron aún la... prudencia de evitarla y no ba- 
tirla, para no colocarse en su enfilación. Ante la elocuencia 
de los números, huelga cuanto sobre el particular pudiera 
decir. 

¿Cómo no arrasaron el Morro y cómo no desmontaron los 
cañones de la meseta y los de la Socapa? ¿Cómo no sepultaron, 
en sus escombros á los que servían aquellas baterías? No lo sé; 
es lo único que puedo decir, y bien pueden tener la seguridad, 
los que en ellas estaban, que cuando no murieron aquel día 
morirán de vejez. 

El ilustrado Capitán de navio señor Concas, que tan hábil 
es en hacer cálculos de cierta naturaleza, contó, en momentos 
diferentes, el número de disparos que se hacían en un minuto 
y dedujo que se habían disparado unos 8000 proyectiles; aun- 
que la cifra parece á primera vista exagerada, no lo es en ma- 
nera alguna; el fuego duró 175 minutos, lo cual da un prome- 
dio de 46 disparos por minuto. Creo, por el contrario, que el 
cálculo peca de moderado. 

Siempre he creído que la Escuadra enemiga, que por medio 
del yacht comunicaba con los insurrectos de la costa por Punta 



110 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

Cabrera, sabia cuanto en Cuba y su puerto ocurría y la posi- 
ción de nuestros buques; pero si alguna duda me quedara, des- 
vaneciórase el día 6 al ver la dirección de los proyectiles; la 
mayor parte caían en bahía y en la dirección del María Teresa 
y el Vizcaya, que cubrían la primera línea, y fuá un verdadero 
milagro que ambos no tuvieran un serio percance; pues los 
proyectiles de grueso calibre caían en derredor; hubo momen- 
tos en que tal pareció había caido alguno, especialmente sobre 
el Vizcaya. 

También conocían perfectamente la situación del Mercedes, 
y pruébalo que los buques situados al E., ó sea la división que 
cañoneaba al Morro, dirigía sus proyectiles hacia el crucero 
que, no obstante estar resguardado por el monte de la Socapa, 
recibió en su casco y en su arboladura 35 granadas ó cascos de 
ellas que produjeron dos incendios, uno de ellos de considera- 
ción por haber sido en el pañol de pinturas á proa. 

Disponía su extinción en el castillo del buque el Capitán de 
fragata don Emilio Acosta y Eyermann, cuando una granada 
grande llevóle la pierna derecha por la cintura y la mano del 
mismo lado además, quedando mutilado horriblemente. Toda- 
vía vivió media hora y aún se ocupó del incendio, según me 
contó el señor Ozamiz, que próximo á él estaba en tan críticos 

momentos Compañero de colegio, y sin que nuestra antigua 

amistad se hubiera alterado en tantos años, no quiero recordar 
lo que tanto deploro. Como en el buque no había sitio seguro, 
llevaron su cadáver en una camilla á la playa de la Socapa, 
donde depositaron también los de los cinco marineros muertos 
ese mismo día, cubriéndolos con la bandera que habían defen- 
dido y por la cual murieron. ¡Descanse en paz el primer Jefe 
de la Armada que murió en esta guerra! 

Los proyectiles de grueso calibre atravesaban el espacio al 
cruzar la bahía, produciendo ruido tan especial que sólo oyén- 
dose puede comprenderse: algunos caían en la costa opuesta 
{costa del O.) levantando, al hacer explosión, una nube de pol- 



DE SANTIVGO DE OüBA 111 



to y de humo; otros no se veían caer, prueba incontestable de 
<jue lo hacían en el monte á inmensa distancia; con lo cual ex- 
cuso decir que no sóIq llegaban á la población, sino á muchos 
miles de metros más. 

Los buques hicieron también fuego por la tarde, dos veces, 
sobre Daiquirí; probablemente sobre los fuertes y destacamen- 
tos de la zona minera y sobre los de Firmeza; pero sin resulta- 
do digno de mención. La batería alta de la Socapa (los dos 
Hontoria de 16 centímetros) hizo 47 disparos: no pudo hacer 
más porque el humo ocultaba á los buques la mayor parte del 
tiempo que duró el fuego. 

Los habitantes de Cayo Smith tuvieron todos que refugiar- 
se en la ladera septentrional que está casi cortada á pico, me- 
tidos muchos en el agua hasta la cintura; pues en la opuesta, 
que es donde están las casas que casi todas sufrieron los efec- 
tos de las granadas, habrían perecido la mayor parte. Desde el 
día siguiente lo abandonaron, trasladándose á la ciudad. 

Fué nombrado segundo Comandante del crucero Reina Mer- 
cedes el Teniente de navio de primera don Julián García Du- 
ran, que había llegado poco tiempo antes mandando el vapor 
mercante Méjico con material de torpedos, que colocó en el 
puerto de Guantánamo. 

Más tarde, cuando se echó á pique al Mercedes, este mismo 
Jefe mandó las fuerzas de Marina que ocupaban la Socapa; y 
por último, el campamento de todas las de la Armada, hasta 
que embarcaron para ser conducidas á España. 




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XIX 



Prosigue el fuego. 



Día 7 junio. — Al amanecer, 19 buques frente á la boca. 

A las nueve y cuarto desembarcó el cadáver del Capitán de 
fragata señor don Emilio Acosta. 

A las nueve y media se puso en movimiento el duelo, que 
presidieron los Generales Cervera, Toral y Rubín, y al que asis- 
tieron, á pesar de la lluvia, las autoridades civiles y militares 
de la población, comisiones de todos los cuerpos y gran nú- 
mero de particulares. Hizo los honores de ordenanza el primer 
batallón de Voluntarios y la compañía de Guías, únicas fuer- 
zas que había en la ciudad, con la música del regimiento d© 
Cuba. 

A las seis y media de la tarde los buques aumentaron la 
distancia que les separaba de la costa. 

Quedó cortado el cable francés y quedamos incomunica- 
dos con Guantánamo. 

Día #. — Amanecieron á la vista 19 buques, á unas seis mi- 
llas de la boca. 

Durante la noche, la Escuadra enemiga dirigió constante- 
mente sus proyectores eléctricos sobre la costa. 

Día 9. — Al amanecer, 18 buques á unas siete millas. 

8 



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114 COMBATKS Y CAPITULACIÓN 



Se remitieron por el vapor Tomás Brooks 25 perchas á la 
boca del puerto, las cuales se amadrinaron á un cable de alam- 
bre que se tendió desde Cayo Smith hasta Punta Soldado, sir- 
viendo las perchas para sostenerlo á flor de agua: el cable se 
colocó para evitar el paso á los torpedos que el enemigo pudie- 
ra dirigir sobre el puerto, aprovechando la entrada de la marea. 

Día 10. — Al amanecer, y á 10 millas de distancia, lofe 18 
Iniques del día anterior. A las siete llegó del S. uno más, mer- 
cante. 

El Plutón y él Furor atracaron á cada uno de los costados 
del vapor Méjico, para descansar, á bordo de este buque, del 
servicio de noche. 

A las once el vigía hizo señal, que arrió poco después, de 
romperse el fuego. Nada se oyó en la ciudad. 

Dijo el Morro que el enemigo había hecho fuego sobre Pun- 
ta Ilerracos, pero que cesó muy pronto. 

Durante la noche, la Escuadra americana sigue observando 
la costa con los proyectores. 

Día 11 — Diecisiete buques, unos á seis millas de distancia 
y otros á 10. 

Día 12. — Los mismos 17 buques de cinco á seis millas del 
Morro. 

Día 13. — Quince buques á seis millas del puerto. 

Día 14. — A las cinco y cuarto el enemigo rompió el fuego 
sobre la boca, que cesó á las seis y cincuenta minutos. 

Los proyectiles caían hacia la ensenada de Cajuma, cerca 
tlnl Vizcaya. 

El fuego lo sostuvo un solo buque sobre el Morro y la So- 
capa, al que contestaron ambas baterías. 

En esta última fueron heridos el Alférez de navio señor 
Briiquetas y dos marineros, leves los tres. 

A las diez fué á la Socapa y al Morro el General Linares, 
que regresó á las doce y media. 

Durante la noche el enemigo sigue dirigiendo sus provee- 



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DE SANTIAGO DE CUBA 



115 



tores sobre la costa, especialmente sobre la boca del puerto. 

Día 15. — Al amanecer 17 buques enemigos á la vista, entre 
-ellos el Vesubius, que por primera vez se ha presentado frente 
al puerto. 

El Vesubius es un buque de unas 900 toneladas de desplaza- 
miento, de mucha eslora y poca manga y muy raro (largo, es- 
trecho y bajo): es único en su clase en el mundo y lanza, pox* 
medio de unos cañones ó tubos pneumáticos, bombas ó proyec- 
tiles de dinamita, á unas dos millas de distancia, que deben ir 
provistos d© una hélice: nadie los conoce exactamente. Este 
buque, aun cuando puede causar serios destrozos, no creo pueda 
sostener combate con otro, aunque sea menor, pues sus proyec- 
tiles tienen muy corto alcance y él carece de protección. 

. Desde el día 7 al IB, la Escuadra enemiga apenas hostilizó 
las baterías que defienden el puerto, ni tampoco la costa, con- 
tentándose con vigilarla sin cesar día y noche. 

En la ciudad nada parecía haber cambiado; y sin embargo 
la situación distaba mucho de ser la misma que un mes antes. 

En las tiendas faltaban muchos artículos, y los que existían 
alcanzaban precios fabulosos. Por desgracia, uno de los prime- 
ros que se agotó fué la harina y no se amasaba pan; comíase 
galleta, que sólo podían pagar algunas personas; faltó la leche, 
indispensable para los enfermos y los niños de pecho, y el sol- 
dado empezó á comer el pan de arroz y el arroz cocido con 
agua, que tantolo debilitó, y aun cuando en realidad aún no ha- 
bía hambre, nadie ignoraba que esa calamidad estaba muy pró- 
xima y era inevitable, pues que ni por mar ni por] tierra po- 
dían esperarse víveres. 

Felizmente, los marineros de los buques y de las defensas, 
gracias á la previsión del Comandante General]del Apostadero, 
tenían aún su ración completa, y la tenían por algún tiempo 
aiín, gracias también al interés que en el asunto demostró el 
Comandante de Marina. 

La música seguía tocando en la Alameda y en la plaza t 



116 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

pero la gente que no tenía pan que comer no mostraba deseos 
de pasear, y la plaza y la Alameda viéronse desiertas. 

Los caballos y los perros enflaquecieron á ojos vistos; los 
coches dejaron de circular faltos de caballos, que la requisa se 
llevó, y la ciudad adquirió esa desanimación y ese sello de tris- 
teza propio de los pueblos & los cuales el cólera y la peste afli- 
gen y aterran. La situación se agravaba por días y el desalien- 
to era general, pues nadie ignoraba que, de continuar bloquea- 
do el pueblo, la ruina de la ciudad era inminente. 

Debo hacer constar, que mientras los buques de la Escua- 
dra enemiga disparaban sobre Punta Cabrera y Mazamorra en 
los días 7, 9 y siguientes, las bandas insurrectas, capitaneadas 
por sus principales cabecillas, sostenían continuado fuego de 
fusil por tierra. En estos ataques fueron rechazados con gran- 
des pérdidas. 




liPLMPl-M.u. 1 . 



Wt^ 



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XX 



Aparece la expedición. 



Día 16. — Dieciocho buques á la vista. 

A las cinco y cuarenta y cinco minutos la Escuadra enemi- 
ga rompió el fuego. 

A las seis y cuarto Punta Gorda hizo fu^go, cesando poco 
después. La mayor parte de los proyectiles caían cérea de la 
Escuadra española. 

A las seis y media el fuego se hizo muy vivo. 

A las seis y treinta y cinco minutos se vio durante unos 
momentos humo dentro del Infanta María Teresa, Después se 
supo que un casco de granada causó una pequeña avería en el 
jardín de estribor. 

A las seis y cuarenta minutos Punta Gorda hizo fuego de 
nuevo: diez disparos. 

A las siete cesó el fuego. 

A las siete y cuarto el Furor y el Plufón, que estuvieron 
sobre la máquina durante el fuego, atracaron al vapor Méjico. 

Se supo por el Morro que los barcos que hicieron fuego fue- 
ron ocho: que lo hicieron sobre el Castillo y la Socapa, siendo 
contestados vivamente por ambos. Que en el Morro (en la ba- 
tería) hubo un artillero muerto y un Oficial y cinco soldados 



118 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

heridos (todos de Artillería.) En la Socapa dos marinero* 
muertos; herido (por segunda vez) el Alférez de navio señor 
Bruquetas y cuatro marineros, y que uno de los dos cañones 
Hontoria había quedado sin poder servir á causa de los escom- 
bros, pero que el enemigo no había conseguido desmontar una 
sola pieza. 

A las once y cuarto llegaron al muelle Real en un bote los 
cuatro marineros heridos en la Socapa, que fueron conducidos 
al Hospital Militar; el más grave en una camilla del cuartel de 
Bomberos, los otros tres en carruajes. 

A las doce llegaron del Morro, y fueron también conduci- 
dos al mismo Hospital, un segundo Teniente y un artillero. 

Durante la noche los buques continúan alumbrando la cos- 
ta con los proyectores. Se quitaron los escombros del cañón 
Hontoria, que quedó listo de nuevo para hacer fuego. 

Día 17. — A las cinco y media empezó el fuego de cañón 
nutrido y lejano hacia el O. Se supo que el fuego lo hacía un 
buque sobre Punta Cabrera. Momentos después otro lo rompió 
sobre la Socapa. 

Buques á la vista, 13. 

El buque que hizo fuego sobre Punta Cabrera lo hizo tam- 
bién sobre Mazamorra. 

A las siete y media cesó el fuego. 

Durante el resto del día y por la noche no hubo novedad. 

Día 18. — Buques á la vista al amanecer, 14. Se fué el Iotoa 
y en su lugar vino el Massachussets, que faltaba hacía algunos 
días. 

A las diez y cuarenta y cinco minutos de la noche se oyó 
fuego de cañón. 

Se supo que lo había roto la Socapa sobre un buque que 
pasó á muy corta distancia, y el cual contestó. Se cruzaron 
unos 20 disparos. 

Día 19. — Quince buques á la vista. A las siete llegaron por 
el S. dos acorazados. Total, 17. 



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DE SANTIAGO DE CCB1 



119 



A las dos y media de la tarde fué el General Linares á la 
boca del puerto; regresó á las siete de la noche. 

Durante ella los buques siguen enfilando sus proyectores 
sobre la costa y la entrada del puerto. 

Día 20. — Al amanecer había 21 buques á la vista: siete aco- 
razados. 

El Oquendo se enmendó algo más al N. del sitio en que es- 
taba fondeado. 

A las doce avisó el Morro que llegaban 39 buques enemi- 
gos; poco después llegaron tres más, que con los 21 que había 
ya frente al Morro, componen un total de 63. 

A las doce y cinco minutos se oyó una fuerte detonación, y 
se \ió mucho humo en los muelles de Luz y de San José; se pro- 
dujo en la goleta Tmfálgar, donde se estaba descargando una 
granada, que explotó, matando á un marinero del vapor San 
Juan, é hiriendo á tres del Moriera, de los cuales murió uno 
momentos después. La goleta hubo que vararla para que no 
se fuese á pique. Se recibió la orden de la formación del cuar- 
to Cuerpo de Ejército á las órdenes del General Linares, que 
se compuso de la división de Cuba que antes mandaba y de la 
división de Manzanillo. 

Se tendió otro cable entre la Socapa y Cayo Smith igual al 
que se había tendido entre Cayo Smith y Punta Soldado, y se 
fondearon 12 torpedos Bustamante; la mitad entre Cayo Smith 
y el Merrimac (el buque americano echado á pique), y los otros 
seis entre éste y Punta Soldado. 

Día 21. — Se supo que durante la noche los 42 buques lle- 
gados habían continuado con rumbo al E., quedando sólo los 
21 de guerra en su mayor parte. 

A las dos y media de la tarde dijo el Morro que los 42 bu- 
ques regresaban de nuevo por el S. 

El crucero Reina Mercedes dejó su fondeadero de la Soca- 
pa, fondeando en bahía al O. de la Capitanía del puerto. 

El día 16 la Escuadra americana rompió de nuevo el fuego 



n 






120 COMBATES Y C.1PITÜL ACIÓN 

sobre las baterías de la boca, y aun cuando ni por su intensi- 
dad ni por su duración es comparable al del día 6, sin embar- 
go, nos causó dos muertos en la Socapa y hubo dos Oficiales y 
varios marineros y soldados heridos entre estay el Morro. Una 
granada de 32 centímetros, que explotó qn la primera de dichas 
baterías, levantó tal cantidad de tierra, que sepultó material- 
mente uno de los cañones Hontoria, y por poco también á los 
que servían la pieza, que quedó inutilizada por entonces, si 
bien por la noche,. y aprovechando la obscuridad, se le desem- 
barazó de los escombros que la .cubrían, quedando de nuevo en 
disposición de servir. , 

Si bien me parece inútil, pues basta con las veces que se 
han repetido los nombres de la Socapa y el Morro para com- 
prender que el principal objetivo de la Escuadra enemiga fué 
siempre esas dos tristes baterías y tuvo que resistir el fuego de 
más de 90 cañones, la mayor parte de grueso calibre, al que 
contestó siempre, no puedo menos de decirlo una vez más, 
porque verdaderamente es digna de admiración la heroicidad, 
que no otro nombre merece, de los que la sirvieron, no sólo por 
la exposición constante de sus vidas, si que por la necesidad de 
velar después de combatir, sin darse punto de reposo ni des- 
canso, porque el enemigo acechaba siempre el menor descui- 
do para sorprenderlos é intentar un golpe de mano sobre el 
puerto. 

Todos ellos, y el G-obernador del qastillo el primero, han me- 
recido bien de la patria á diario por espacio dp dos meses. Su 
abnegación y su valor han contenido por espacio de sesenta 
días á una Escuadra poderosa. La resistencia del Morro y de la 
Socapa en las condiciones que lo hicieron, constituye una ver- 
dadera epopeya. 

El día 17, los buques efectuaron reconocimientos sobre Pun- 
ta Cabrera y Mazamorra, haciendo fuego sobre los destacamen- 
tos de la columna de Asia. . 

El día 20, que fué el en que se presentaron los 42 buques del 



«-TyuTfT»*». ^-íjSTk-Tjj,— «^l-Tli* 



DE SANTIAGO DE CUBA' 121 



convoy con la expedición de desembarco, explotó una granada 
•en la bodega de la goleta Trafalgar, causando víctimas y ave- 
rías en el casco de' la goleta, que hubo que varar, para impedir 
se fuese á pique. 

No hablaría de un suceso que ninguna importancia tiene: 
pero voy á hacerlo con toda brevedad, porque en cierto punto, 
retrata ó da una idea de la monomanía que por entonces reinó, 
á que dieron lugar los frecuentes bombardeos, que no han de- 
ludo costarles menos de un millón de pesos. 

Ya por el sistema de sus espoletas, ya porque muchas gra- 
nadas no tuviesen completa su carga de pólvora (yo mismo he 
descargado una de 57 milímetros que no tenía más de la octava 
parte de la suya), es lo cierto que muchas no explotaban y que- 
daban intactas cual si no se hubiera disparado con ellas: como 
lanzaron tantas, muchas personas desearon conservar una como 
-curiosidad y como recuerdo de un suceso que no es muy fre- 
cuente en la vida. Quién las quería de las de menor, quién de 
las de mayor calibre, y no faltó quien quiso reunir todas. 

Tengo un amigo que me llamó una tarde para enseñarme 
una de 20 centímetros, descargada ya, y que no había sufrido la 
menor deformación. El capricho le había costado ¡veinte pesos! 
y estaba tan satisfecho como niño con juguete nuevo; pero 
tuve la inoportunidad de decirle que las había de 32 centíme- 
tros, estoes, mucho mayores, y su desconsuelo no tuvo límites: 
por lo expuesto comprenderáse que el capricho se pagaba caro, 
y como todo se explota en este mundo, dedicáronse muchos á 
recoger y descargar proyectiles y venderlos: he ahí la causa 
del desgraciado accidente ocurrido en la goleta Trafalgar: la 
descargaron sin las necesarias precauciones, y sucedió lo cjue no 
podía menos de suceder. 

Otra monomanía de la misma época. Como los americanos 
en el mes de junio menudearon los bombardeos, al extremo que 
más ó menos lejanos, raro era el día que no se oían disparos de 
cañón, la gente los oía ya de continuo. La caida de una silla, 



122 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



el cierre de una puerta ó de una ventana, el rodar de lejana 
carruaje, los azotes á los niños... todo parecían cañonazos y 
sólo de cañonazos se hablaba. El día que por fin cesaron, de tal 
modo se habían identificado con ellos, que casi casi se echaban 
de menos y extrañábase no oírlos. 




i^T^Z&WT^ 



XXI 



Linea de observación. 






Hemos llegado ya á la época en que los sucesos que se des- 
arrollan adquieren inmenso interés y revisten excepcional trasn- 
cendencia. Hasta ahora, sólo nos había hostilizado la Escua- 
dra, que si numerosa y potente, amenazaba no más un solo 
punto que, la experiencia y la práctica nos demostraron, no se 
atrevía á embestir ó á forzar. En lo sucesivo, nos veremos tam- 
bién amenazados por tierra, por un Ejército provisto de nume- 
rosa y moderna artillería, que apoyado por los buques, due- 
ños del mar, y por consiguiente, pudiendo comunicar fácilmen- 
te con sus depósitos y con su base- de operaciones y apoyado 
por los insurrectos dueños del campo, recibe constantemente 
refuerzos de hombres y de material, y cuenta con todos los ele- 
mentos de que, por desgracia, carecemos nosotros. 

Desde este momento, los acontecimientos se precipitan, por 
decirlo así, y conducen con vertiginosa rapidez á un desenlace 
que no es difícil prever; porque dada la situación excepcional 
de la Isla de Cuba, no podemos esperar socorros del interior ni 
del exterior; no podemos esperar víveres ni municiones , y 
mítl ellos, ni el soldado puede alimentarse, ni puede batirse. 



l£t . COMBATES X. CAPJXUL^GIÓN^ - 



¡Triste y desesperada situación para hombres que no desean 
otra cosa, y á quienes la fatalidad parece perseguir! 

No es posible, cuando de operaciones militares y movimien- 
tos de tropas se trata, dar cuenta de ellas á medida que los su- 
cesos ocurren, so pena de exponerse á que se desconozcan unas 
y otros, y se ignore la situación de las fuerzas y los puntos que 
defendieron ó atacaron. Paf a evitar ese inconveniente, y para 
que el lector pueda conocer y juzgar las que más tarde tuvie- 
ron lugar, haré una reseña, siquiera sea ligera ó incompleta, 
de la distribución que de las fuerzas de que podía disponer hi- 
zo el General Linares. 

Se ha dicho y& que el día 20 se formó el cuarto Cuerpo de 
Ejército, compuesto de la división de Cuba, cuyas fuerzas se 
conocen, y de la división de Manzanillo, cuyo mando en Jefe 
obtuvo el expresado General, siguiendo de Jefe de E. lí. del 
mismo el que lo era dé la división, Teniente Coronel don Ven- 
tura Fontán. 

El General Toral, aunque mandó la división de Cuba, con- 
tinuó al frente del Gobierno Militar dé lá plaza con el mismo 
Jefe de E. M. Puede decirse, pties, que nada varió. 

A medida qué por los telegramas recibidos se podía, si no 
conocer exactamente, calcular al fnénos los proyectos del ene- 
migo, y suponer pudiera efectuar un desembarco en punto de 
la costa más ó menos cercano dé la ciudad, el General Linares 
fué disponiendo la concentración de fuerzas en su zona, para 
que ocupasen las convenientes posiciones. 

Ante todo, dióse orden desde la Habana por telégrafo á 
Manzanillo, para que, el hoy General Escario, con cuantas 
fuerzas pudiera disponer y con toda la brevedad posible, vi- 
niese á Santiago do Cuba. Dicho Jefe salió la noche del 22 con 
3.300 infantes, 250 caballos, dos piezas Plasencia y 60 acémi- 
las de transportes; componíase la Infantería de los batallones 
de Alcántara, Andalucía, Cazadores de Puerto Rico y los dos 
del regimiento de Isabel la Católica. Estos 3.300 hombres, 



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DE SANTIAGO DE CUBA 125 



que desde que salieron de Manzanillo tuvieron todos los días 
fuego con los insurrectos, que les hicieron 97 bajas entre muer- 
tos y heridos, no pudieron, á pesar de forzar las marchas, estar 
aquí hasta el anochecer del día 3 de julio; hay que tenerlo muy 
en cuenta. 

Dejamos expuesto en otro lugar la escasez de víveres que 
tenía la plaza; las autoridades, á ñn de no disminuir los auxi- 
lios que podían obtener de las zonas de cultivo, lo mismo para 
los hombres que para el ganado, combinaron las operaciones y 
situación de las tropas al objeto de atender á la conservación 
de aquellas zonas de cultivo y á la vigilancia del enemigo de 
dentro y fuera. 

Para ello, se estableció una línea de observación que iba 
sensiblemente al N. desde Palma Soriano por San Luis, el 
Cristo y Socorro; al O. desde Punta Cabrera por Monte Real 
y el Cobre, sobre los caminos que por este lado afluyen á la- 
capital, y al E. desde Daiquirí por Vinent, Firmeza, al puerto 
de Escandell. 

El día 22 de junio desembarcaron las primeras compañías" 
de la Escuadra española, con fuerza de unos 130 hombres cada 
una r al mando de los respectivos terceros Comandantes de los 
buques, situándose, dos en San Miguel de Paradas para vigilar 
la costa O. de la bahía y acudir á la Socapa ó á la población; 
la tercera en la Socapa para reforzar aquel punto, y la cuarta^ 
y última en las Cruces para acudir al Morro, á Aguadores, ó á- 
la ciudad. 

El mismo día por la noche desembarcaron las segundas- 
compañías con gente, además del Mercedes y los destroyers, 
reuniendo un total de unos 450 hombres, que á las órdenes del 
Jefe de E. M. de la Escuadra, Capitán de navio señor don Joa- 
quín Bustamante, ocuparon al siguiente díala línea desde Dos 
Caminos del Cobre hasta la plaza de toros; esto es, la parte S. á- 
SO. del recinto. 

En la zona de Cuba no había más fuerzas antes de la decía- 












, w*^¿*» 



126 COMBlTKS Y CAPITrLVClÓN 

ración de la actual guerra, que nueve compañías de Moviliza- 
dos y dos del regimiento de Cuba para la guarnición déla ciu- 
dad y de los fuertes del recinto, además de escasa fuerza de la 
Guardia Civil y algunos artilleros y la de Caballería indispen- 
sable para el servicio de escoltas y otros propios de esa arma. 

Al declararse la guerra vinieron otras seis compañías del 
regimiento de Cuba, con objeto de empezar los trabajos del 
recinto de la plaza, que dirigieron los Jefes y Oficiales del 
cuerpo de Ingenieros.: otra compañía quedó ocupando la posi- 
ción del Ermitaño (al E. de la ciudad), y por último, otra que- 
dó en el Socorro. 

Creo haber dicho ya que de Baracoa había venido con an- 
ticipación, de orden del General Linares, el batallón de Tala- 
vera, que con tres compañías movilizadas se situó todo él en 
la costa para observarla, ocupando Daiquirí, Siboney, la vía 
férrea y los fuertes. 

El batallón de Asia, que mandaba el Coronel señor Aldea, 
se'situó al O. de Cuba en observación: cuatro compañías, con 
ru Coronel, en Punta Cabrera, cubriendo el camino de la cos- 
ta; otra, con una movilizada, ocupó á Mazamorra, dispuestas 
ambas á acudir. á reforzar las cuatro primeras ó á la Socapa, 
ai necesario fuese, y al propio tiempo, impedir un desembarco 
en Cabanas; otra ocupaba el campamento de Monte Real, y en 
fin, otra, con una movilizada, guarnecía y custodiaba el Co- 
bre. Con estas fuerzas se tenían cubiertos todos los caminos 
que desde el O. de Cuba conducen á ella. 

Sucesivamente, y á medida que se recibían noticias de los 
proyectos del enemigo, fueron reconcentrándose en la zona las 
fuerzas disponibles de la brigada de San. Luis, que mandaba 
el General Vara de Rey. 

Primero, cuatro compañías del batallón Provincial de Puer- 
to Rico (núm. 1). Quedaron, una en el Cristo y otra en Songo, 
ocupando ambas, además, los fuertes de la línea férrea de lo6 
dos poblados. 



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DE SANTIAGO DE CUBA 127 



Más tarde vinieron tres compañías de San Fernando, que- 
dando otra del mismo en el Cristo (con la de Puerto Rico) y 
dos en Palma Soriano. Por último, el General Vara de Rey, 
con tres compañías de Constitución (núm. 29), otra de guerri- 
llas á pie y dos piezas Plasencia, ocupó el Caney, donde sólo 
había 40 hombres de Cuba y 50 de que constaba la compañía 
movilizada, dejando otras tres compañías de Constitución en 
los poblados de San Luis, Dos Caminos y Morón. Dos escua- 
drones de Caballería estaban repartidos en los últimos po- 
blados. 

Basta pasar la vista por el plano, sin necesidad de estudiar- 
lo, ó fijarse en la reseña que de la ciudad de Santiago de Cuba, 
su puerto y zona hice, si bien con tanta brevedad como imper- 
fección, al principio de estos apuntes, para comprender que la 
línea que nuestras tropas ocupaban era en extremo extensa 
para que tan cortas fuerzas pudieran cubrirla sólidamente y de- 
fenderla con éxito. 

¿Por qué el General Linares no la limitó, ocupando posicio- 
nes más próximas al recinto y más susceptibles de eficaz defen- 
sa? Por una razón que vale por todas. Porque no podía hacer 
otra cosa sin condenar de antemano á sus defensores á un de- 
sastre inevitable. 

En efecto: una vez más repetiré, porque á ello deben acha- 
carse los reveses sufridos, que en Cuba no había más que arroz 
y sólo 500.000 cartuchos de repuesto, además de los que com- 
ponían la dotación del soldado, que son 150 por individuo, pues 
aunque en la entrega del Parque constan muchos más, son de 
ítemington, de Maüser argentino y de otros sistemas y calibres 
diferentes á los del Maüser español, que era el armamento que 
casi en totalidad tenían nuestras fuerzas. Sabida es la facilidad 
con que el soldado consume 150 cartuchos. Por consiguiente, la 
escasez de víveres, que casi se reducía á arroz, fué laque, con 
sobrada razrá, obligó al General Linares á defender la línea 
que, partiendo del Ermitaño (al E.) y pasando por Caney, San 



«•" 



128 



COMBATES Y- CAPITULACIÓN 






Miguel de Lajas, loma Quintero, y lomas La Caridad y Vegui- 
ta, protegiera la linea férrea de Sabanilla y Morón y el acue- 
ducto. Conservándola, no hubieran las tropas carecido de agua, 
como carecieron en algunos sitios, ni su alimentación, dueño» 
de las zonas de cultivos, como lo éramos así, se hubiera redu- 
cido al pan de arroz y al arro& cocido con agua, que sus estó- 
magos no toleraron, imposibilitándolos para las operaciones ac- 
tivas que lá guerra requiere. 

El Morro y la Socapa tenían que estar, no soló ocupadas, 
sino muy protegidas: eran la llave del puerto. Ocupadas por el 
enemigo, fácil le era levantar los torpedos y forzar la bahía, 
con lo cual la ciudad y los defensores tenían forzosamente que 
rendirse á discreción. 

Era también indispensable ocupar Daiquirí y Siboney hasta 
Aguadores, si no se quería que el enemigo desembarcara impu- 
nemente por cualquiera de ellos, como lo hizo al fin por el pri- 
mero, apoyado por los buques de guerra y se apoderase de la 
línea férrea. Por las mismas razones, también, debían cubrirse 
Cabanas y (xuaicahon (próximo á Punta Cabrera), puntos d* 
desembarco, así como cubrir la costa O. de la bahía y conser- 
var los caminos que conducen á la ciudad. 

Queda, pues, probado que la defensa de d¿cha línea era, no 
ya necesaria, indispensable. Renunciar á ella era resignarse 
de antemano á perecer de hambre, y tal vez de sed, que es 
peor. 

Si no hubieran sido tomados el Caney ni la posición de 
San Juan, no se hubieran perdido nuestras comunicaciones con 
la zona de cultivo ni el acueducto hubiera sido cortado, y de 
sobra se comprenderá cuánto han influido ambas cosas en los 
sucesos posteriores, y entonces ¡de qué modo hubiera variado la 
situación! Por desgracia la escasez de fuerzas impidió socorrer 
aquellas posiciones. 

Los buques hubieran indudablemente reducido la pobla- 
ción á escombros y á cenizas; pero hubiera habido agua y 




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DE SANTIAGO DE CUBA 



129 



algunos más víveres, y el Ejército hubiera podido sostener- 
se y combatir, cuando menos, hasta disparar el último car- 
tucho. 

Por desgracia, los insurrectos, haciendo, como siempre, fue- 
go á mansalva, sobre la columna del entonces Coronel Escario, 
consiguieron, aunque sin detenerla, retardar su marcha lo su- 
ficiente para que no llegara antes del día 1.° de julio. No siem- 
pre es justo el destino. 




>f«; *•-. ••»»«'- 



XXII 



Sucesos del 22 al 27 de junio. 



Conocido ya el número de nuestras tropas, las posiciones 
que ocupaban y sitios que cubrían y su objeto, no será difícil 
conocer y juzgar las operaciones llevadas á cabo y los sucesos 
que van á desarrollarse. 

El día 21 por la noche se supo, como se ha dicho ya, que 
el enemigo desembarcaba .en Punta Berracos. 

Día 22. — A las seis y media se supo que frente á la boca 
había los buques de costumbre: en la ensenada de Aguadores, 
un monitor y dos yachts: en Punta Berracos los 42 buques del 
convoy, entre ellos el Saint- Louis con el Indiana. Se vio, ade- 
más, un vapor con botes á remolque, por cuya razón se com- 
prendía efectuaban su desembarco. Se vio arder también la 
casa que los ingleses tenían en río San Juan. 

A las ocho el enemigo rompió el fuego de cañón, al que 
contestó Punta Gorda. 

Un buque hace al mismo tiempo fuego sobre Aguadores. 

Sobre el Morro y la Socapa, á que contestan estas baterías, 
lo hacen el Broóklyn, el lotea y el Texas. 

A medio día cesó el fuego en la boca del puerto. 

Punta Gorda sólo hizo cinco disparos. 

Continúa el fuego en la costa hacia el E. 



"*"í: 



132; ;- " COMBATES T'CKVTTVtKClím — * 

Durante el día desembarcaron las primeras compañías de 
la Escuadra española (cuatro compañías con unos 520 hom- 
bres). A media noche desembarcaron las segundas (unos 450) 
ya se dijo la zona que fueron á cubrir. 

A las once de la noche se oyeron dos disparos de cañón y 
una gran detonación seguida. dq. un, ruido parecido al de una 
hélice dando revoluciones en el aire. Poco después se oyó otra 
detonación igual. 

Día 23. — Frente á la boca del Morro, y á unas seis millas, 
hay ocho acorazados, dos destroyers, el Vesubius y ocho mer- 
cantes. El resto hasta 63 continúan efectuando desembarcos so- 
bre la costa, protegidos por algunos de guerra. 

A las dos y media desatracó de la Escuadra enemiga, y se 
aproximó al Morro, un yacht con bandera de parlamento, con 
el cual salió el remolcador Colón á parlamentar. A esta hora 
24 buques frente al puerto. 

De noche siguen vigilando con los proyectores. 

Día 24. — Ocho acorazados, dos destroyers, el Vesubius (que 
á las once de la noche de ayer arrojó sobre el puerto dos bom- 
bas de dinamita, afortunadamente sin novedad), y 12 mercantes 
vigilando la boca, situados desde Aguadores hasta Punta Ca- 
brera. El resto, hasta 63, entre ellos seis de guerra que los cus- 
todian, continúan efectuando desembarcos en Daiquirí. 

El parlamento de ayer fué con objeto de preguntar el Al- 
mirante Sampson, si el Teniente de navio prisionero lo estaba 
en el Morro. El señor Concas, comisionado para parlamentar, 
contestó eludiendo, como es natural, hacerlo directamente, que 
el Oficial prisionero estaba en sitio seguro. 

' A las once y cincuenta y cinco minutos, el BrooJclyn hizo 
fuego lento de cañón sobre Daiquirí y puntos de la costa li- 
mítrofes. 

A la una y media cesó el fuego. 

A la una y cincuenta y cinco volvió á oirse en la misma di- 
rección; cesó á las dos y media. 



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DE SANTUGO DE CUBA 



133 



De noche continúa la escuadra enemiga usando los proyec- 
tores. 

Día 25. — A las cuatro de la madrugada se oyeron 14 dis- 
paros hacia Daiquirí. Se supone fueran hechos sobre la colum- 
na del General Rubín. Sobre la boca, al amanecer, ocho aco- 
razados y 12 mercantes. 

De doce y media á dos los buques enemigos hicieron fuego 
lento de cañón sobre la costa, desde Aguadores á Daiquirí. 

Se observa que los buques que desembarcan fuerzas ó ma- 
terial se van y regresan otros, por cuya razón es indudable 
que continuamente llegan nuevos refuerzos de los Estados 
Unidos. 

Día 26. — Al amanecer estaban frente al puerto el New 
York, Broóklyn, Indiana, Oregón, Massachussets y Texas; el 
Vesubius, un monitor y seis mercantes. Al E., hacia Berracos, 
se ven 11 vapores, y en Daiquirí, dentro de la rada, ocho. 

El Vesubius disparó en la noche anterior dos bombas: una 
destrozó completamente la casa de los torreros: otra hizo gran- 
des desperfectos en la fortaleza, hiriendo á tres marineros del 
Mercedes y á un soldado de la guarnición. 

Día 27. — Bloquean el puerto los mismos buques del día an- 
terior. 

Durante la noche anterior el Vesubius arrojó tres bombas 
de dinamita sin novedad, por haber caído, aunque dentro del 
puerto, en el agua. 

Durante la noche continúan funcionando los proyectores. 

El día 21 por la noche el enemigo empezó á efectuar el 
desembarco del cuerpo expedicionario (que según se dijo en 
los periódicos de New York, constaría de 50.000 hombres), y 
para hacerlo con toda seguridad, á pesar de disponer de 63 bu- 
ques entre mercantes y de guerra, lo hizo en Punta Berracos, 
á 20 millas de Cuba, á pesar de no haber aguada ni caminos, 
porque allí no podían nuestras tropas, escasas en número, cu- 
brir tan extensa zona. 



134 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

Para apoyarlo, los buques hicieron fuego sobre toda la cos- 
ta desde Ber ráeos, al E. de Cuba, hasta Punta Cabrera, situa- 
da al O. en una extensión de 27 millas. ¿Cómo cubrir tantos 
puntos amenazados y ocupar tanta extensión de terreno? Im- 
posible; aun contando con fuerzas muy superiores á las qxie 
existían. 

Los acorazados, siempre en número imponente, se conser- 
vaban ante el puerto, para contener á nuestra Escuadra. Los 
buques de guerra protegían el desembarco, y como dominaban 
el mar, imposible que soldados con fusiles pudieran impedirlo. 

¿Cuánta gente desembarcaron los americanos? 

Incomunicado Santiago de Cuba con el resto del mundo, ó 
poco menos, no era fácil saberlo é inútil además, pues que los 
buques del convoy, en cuanto desembarcaban gente ó material, 
volvían á los Estados Unidos y regresaban con nuevos contin- 
gentes. Sin embargo, bien puede afirmarse que la primera ex- 
pedición se componía lo menos de 15.000 hombres, con más ó 
menos material de guerra. 

Fundóme para ello en que llegaron 43 buques custodiados, 
según parece, por seis de guerra y aun cuando éstos pueden 
transportar, y generalmente transportan tropas, no los contaré, 
así como tampoco cinco pequeños para remolcar botes á tierra; 
quedan, pues, 32 de todos tamaños, ¿qué menos gente podrán 
llevar los vapores modernos, unos con otros, que mil hombres 
cada uno, teniendo en cuenta la poca distancia de Cayo Hueso 
á Cuba y los buenos tiempos reinantes? Mas como tengo en 
cuenta que tenían que conducir material, reduzco la cifra nada 
menos que á la mitad, esto es, á 500 hombres en cada uno, y 
siempre serán 16.000; así, pues, es indudable y todo el mundo 
convendrá en ello, que el cálculo, si de algo peca, es de mode- 
rado. Por lo demás, como he dicho y repite, el hecho tiene po- 
quísima importancia; pues continuamente llegaban nuevos con- 
tingentes y sabían también que los insurrectos, que esperaban 
su llegada tenían que aumentar sus fuerzas. 



W!«T9^^7«S^^?^r>^^v l V^IV ■ 



DE SANTIAGO DE CUBA 



135 



El Vesubius, todas las noches y con una regularidad nota- 
ble (entre once y una), lanzaba sus tres bombas de dinamita 
sobre las baterías de la boca, con la mayor humanidad posible, 
pues no se olvidará que tal ha sido el pretexto de esta guerra. 
Para ello, se aproximaba á la costa acompañado de otro buque, 
generalmente un acorazado, porque él sólo sirve para ofender, 
pero no tiene cualidades defensivas, y al estar á distancia 
conveniente, disparaba los tres tubos á intervalos iguales. 
Si el proyectil caía cerca de una batería, su ruina era segura, 
pues es necesario ver los efectos de uno de esos proyectiles pa- 
ra comprenderlos. Felizmente parece que no son muy seguros , 
ni su alcance, ni su dirección. 

Por mar, continuaban las cosas en el mismo estado, Vea- 
mos ahora las operaciones llevadas á cabo en tierra por las 
fuerzas del Ejército durante este período de tiempo, ya que los 
sucesos tienen ahora lugar en puntos diametralmente opuestos. 

El día 22 fueron cañoneados por los barcos Baiquirí y Si- 
boney; al mismo tiempo el enemigo se presentaba por el pri- 
mero de ellos. La fuerza que lo custodiaba no pudiendo batirse 
con buques, se retiró por Vinnent á Firmeza, recogiendo todos 
los destacamentos de los fuertes. 

De Cuba salió el General Rubín con tres compañías del Pro- 
visional de Puerto Rico, tres de San Fernando y dos piezas de 
artillería (Plasencia) hacia Siboney; allí recibió orden de reple- 
garse con su columna y además con toda la fuerza que había 
en la zona minera, á las alturas de Sevilla, antes de amanecer, 
donde efectivamente tomaron posición en tres escalones, á las 
órdenes, el más avanzado, del Comandante Alcañiz, constituido 
con las tres compañías de Puerto Rico y una compañía movi- 
lizada. 

El día 23, este solo escalón contuvo por la mañana el avan- 
ce del enemigo y por la tarde otro nuevo, ya reforzada enton- 
ces, el escalón, con una compañía de San Fernando, media de 
Ingenieros y las dos piezas de artillería. Terminado el combate, 



"*. ,.^ PKÍJU^ 



136 COMBATES T CAPITULACIÓN 

los refuerzos se retiraron á sus puestos anteriores, quedando el 
escalón en el mismo sitio. 

Al. amanecer del día 24, el escalón fué reforzado con dos 
compañías de Tala vera, y no sólo resistió fuerte ataque del 
enemigo, sino que obligó á este á retirarse. 

A pesar de esta ventaja, recibió orden de retirarse; porque 
el enemigo, por la línea férrea se dirigía hacia el Morro, y como 
no había fuerzas que oponerle, hubiera quedado envuelto. En 
cumplimiento de la orden recibida, replegóse la columna á la 
plaza. 

El parte oficial de este combate, dice así: 

«La columna del General Rubín, á las órdenes del Coman- 
dante en Jefe del cuarto Cuerpo de Ejército, fué atacada al 
medio día y en la tarde de ayer. 

»Esta mañana, fuerzas enemigas de consideración, con ar- 
tillería, atacaron de nuevo con decisión, siendo rechazadas con 
numerosas bajas vistas. 

*Por nuestra parte, en ambas jornadas, siete muertos de 
tropa: Capitán del Provisional de Puerto Rico, don José Lan- 
ces, y segundo Teniente del mismo, don Zenón Borregón, he- 
ridos graves: primer Teniente del regimiento de Caballería del 
Rey> don Francisco las Tortas, herido leve; dos de tropa heri- 
dos graves; dos leves; varios contusos.» 

Más tarde se supo que las fuerzas que atacaron á la colum- 
na del General Rubín, ó mejor dicho, al escalón de los mismos 
mandado por el Comandante Alcañiz, fueron: los regimientos 
7, 12 y 17 de Infantería de los Estados Unidos; el segundo de 
Massachussets y el 71 de New York y 16 escuadrones desmon- 
tados. 

El día 26 se publicó la siguiente: 

«Orden general del cuarto Cuerpo de Ejército del día 26 de 
junio en Santiago de Cuba. 

•Soldados: Abandonamos la zona minera, porque no he 
querido sacrificar vuestras vidas estérilmente sobre la playa 



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DE SANTIAGO DK CUBA 13*3 



en combate desigual, con fuegos de fusil, contra el aparatosa 
alarde del enemigo que nos combatía á cubierto do las cora- 
zas de sus buques, artillados con los cañonea más modernos 
y poderosos. 

•Desembarazados de nuestra presencia en los referidos pun- 
tos, ya han desembarcado sus tropas y se proponen tomar la 
plaza de Cuba. 

»E1 choque se acerca y la lucha se entablará en iguales 
condiciones. 

•Vuestras virtudes militares y vuestro valor son la mejor 
garantía del éxito. 

•Defendemos el derecho desconocido y hollado por los ame- 
ricanos, unidos á los rebeldes cubanos. 

•La Nación y el Ejército se hallan pendientes de nosotros. 

•Más de mil marinos de guerra desembarcados de la Escua- 
dra nos ayudan: voluntarios y bomberos tomarán parte en la 
empresa de rechazar y vencer á los enemigos de España. 

•La otra división de este Cuerpo de Ejército viene presu- 
rosa á reforzarnos. 

•Nada recomiendo, porque tengo la seguridad de que riva- 
lizarán todos en la defensa de sus puestos, con firmeza y reso- 
lución; pero sí advierto, que los ya señalados á cada unidad, 
así sobre el recinto de la plaza como en los puntos avanzados, 
se conservarán á toda oosta sin vacilar, ni pensar en el re- 
pliegue, y sí únicamente en dejar á salvo el honor de las 
armas. 

•Yo os ofrezco cumplir con mis deberes, y termino diciendo 
con todos: ¡¡Viva España!! — Linare*. 

•Lo que de orden de S. E. se publica en la general de este 
día para conocimiento de todos. — El Teniente Coronel Jefe de 
E. M. — Ventura Fontán*. 

A continuación, y para mejor conocimiento de las operacio- 
nes de la columna del General Rubín, que anteceden, daré una 
copia de las instrucciones y órdenes que dicho General recibió 






138 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

del General Linares: están todas ellas redactadas en el campo 
y escritas con lápiz. 
Dicen así: 

«Pozo 23 junio 08. 

»Me entregaron los paisanos el papel que me escribió, y he- 
mos estad r> oyendo el fuego desde las cinco menos cuarto y des- 
pués el disparo de cañón. 

■ Encargué al Coronel Borry que cuide bien de la vereda ó 
camino de la Redonda, donde está acampado; pues los de la 
línea, al encontrarse ocupado Sardinero, pueden tomar dicho 
camino de ta Redonda. 

■He pedido á Cuba todas las acémilas de trasportes y diez 
carretillas, que estarán en ese campamento de siete y media á 

¡ocho. Tenga usted preparados los enfermos y las municiones 
para que marchen en seguida á Cuba con la misma escolta que 
llevará las acémilas, 

•Disponga usted que se coma ahí el primer rancho de ma- 
ñana y después recibirá usted órdenes. — Linares. 
»Sr. General D. Antero Rubín.» 

Hay un sello que dice: «Ejército de operaciones de Cuba: 
— Cuarto Cuerpo de Ejército: — E. M. 

• Después de comer el primer rancho, marchará usted con 
toda la columna á Cuba, efectuando la retirada de ese punto 
por escalones con las debidas precauciones y lentitud necesa- 
ria para rechazar en buenas condiciones cualquiera agresión 
del enemigo, 

*El batallón de Talavera se dirigirá al Sueño, y allí encon- 
trará un Jefe de la plaza que le indicará los puntos que ha de 
ocupar* 

»EI batallón de Puerto Rico, con las dos compañías movili- 
zadas de la zona minera, se dirigirá á Cañadas, y allí recibirá 
órdenes respecto á los puntos que ha de ocupar, y el batallón 



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DE SANTIAGO DE CUBA 



139 



de San Fernando se dirigiré al Centro Benéfico, ó igualmente 
recibirá instrucciones. La sección de Artillería iré al cuartel 
de Dolores. La sección de Ingenieros iré á Cruces, alojándose 
en las oficinas de la empresa minera. — Linares. 

•Pozo, 24 de junio de 1898. 
»Nota. El capitán de Ingenieros que regrese á Cuba con el 
convoy de enfermos, que se presente al señor Coronel Caula. 

»Señor General don Antero del Rubín.» 

Hay un sello que dice: — «Ejército de operaciones de Cuba. 
— Cuarto Cuerpo de Ejército. — E. M. 

»Ya tiene V. S. orden de retirarse, y le prevengo que lo 
efectúe una hora despiués de haberlo verificado el convoy de 
enfermos con escolta de dos compañías movilizadas y una de 
Talavera. Retire en primer término toda la impedimenta, y 
que al llegar é Cuba vayan á los puntos designados, y con los 
tres escalones Puerto Rico, San Fernando y Talavera haga 
V. S. retirada alternada por escalones en forma que, al aban- 
donar posiciones el escalón avanzado, estén en posición los 
otros dos, hasta llegar á Cuba. Aquí esperaré yo. — Linares. 
♦Señor General Rubín.» 



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Finaliza el mes de junio* 



Día 28. — Dijo el Morro que el Ma&sachussets, que se había 
ido, regresó: que, en cambio, se fué el lowa^ y que en estos mo- 
mentos (las siete de la mañana), un buque mercante esta em- 
barcando enfermos de la Escuadra, que se calcula sean unos 50 T 
á juzgar por lo que puede distinguirse con los gemelos. Que 
hacia el E. lejos, hacen los buques fuego de cañón muy lento* 

Durante la noche continúan vigilando con los proyectores. 

Día 29. —Regresó el loica. 

Por la tarde se oyó fuego de cañón sobr t e Daiquirí, 

Día 30. —Bloquean los mismos buques el puerto. 

Dijo el Morro que á las tres de la tarde se avistó un vapor 
por el S. f que al verá la Escuadra americana se dirigió al E. á 
toda fuerza: que salieron nn yacht y un acorazado á darle caza: 
que este ultimo regresó con el vapor que, con bandera america- 
na, se unió al convoy de Daiquirí. 

A las ocho de la noche se oyeron algunos disparos de fusil 
hacia el Campo de Marte ^al E. de la ciudad). 

Más tarde se oyeron hacia la plaza de toros (al NE.) 

A las nueve se volvieron á oír hacia el Cementerio (al N.) . 

íío hubo más novedad, 

Los trea úl timos días del mes de junio carecen de interés f 



142 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

_ __ . — — . _^ 

y en ellos se disfrutó una tranquilidad excepcional. De tal 
manera se había acostumbrado el pueblo de Cuba á los caño- 
nazos y al fuego, que no podía comprender ya dejara de ha- 
berlos. 

Pero ¡cuan cierto es que si tras de la tempestad viene la 
«alma, muchas veces ésta es también precursora de la tempes- 
tad! El enemigo se preparaba á empezar el mes de julio de 
modo que en Santiago de Cuba quedase recuerdo de él por mu- 
«cho tiempo. 

La Escuadra enemiga seguía hostilizando la costa como 
siempre; pero sin desatender su principal objetivo y su cons- 
tante afán, que era vigilar á nuestra Escuadra, que, faltándole 
víveres, en tiempo más ó menos remoto tendría forzosamente 
^que tomar una determinación, aglomerando, por decirlo así, 
«obre la entrada del puerto sus buques más potentes y en nú- 
mero considerable y el Ejército, atrincherándose, sin duda, 
^n Daiquirí, para tener un abrigo, además del de sus barcos, y 
una base segura de operaciones, se preparaba al ataque de la 
•ciudad, apoyado por los insurrectos, que en número considera- 
ble se le habían unido, con las partidas de Calixto García, De- 
metrio Castillo, Cebrecos y otros menos conocidos. 

Prueba de ello, los tiros de fusil que en la noche del 30, y 
-á corta distancia de la ciudad, se oyeron del N. al E. 

Por las noticias del Morro pudo suponerse que en la tarde 
de ese mismo día, y hacia las tres de la misma, la Escuadra 
•enemiga apresó un buque mercante, al cual pusieron bandera 
Americana, y se unió al convoy; pero no es probable. Aun ha- 
ciendo caso omiso de que no se cambia la bandera á un buque 
•con tanta facilidad, si tal hubiera ocurrido, no hubiera dejado 
de saberse tarde ó temprano la verdad. Lo probable es que fue- 
ra un buque que no se esperaba y salieron á reconocerlo. Tal 
•es mi convicción sobre un hecho que, en realidad, ninguna im- 
portancia tiene. 

Dos palabras sobre el Vesubius, que tanto nos molestó da- 



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DE SANTIAGO DE CUBA 145 



rante unas noches, ya que, según parece, eran las horasque le 
convenían para ejecutar sus hazañas, por lo mismo que el bu- 
que es único en bu clase y desconocidos sus proyectiles, y el 
aparato con que los lanza, y que ha venido á hacer su debut 
aquí. Uno de los proyectiles, que cayó en la vertiente septen- 
trional de la Socapa, derribó árboles á derecha é izquierda en 
un trayecto de unos 20 metros. Desde cierta distancia, como 
pude verlo el día que fui al Mercedes, parecía que habían abier- 
to un camino á través del monte. 

Otro, caído á poca distancia del primero, socavó la tierra 
en una gran extensión no muy profundo, pero sí muy ancho: 
me han -asegurado podrían caber en él veinte caballos. Eso pa- 
rece indicar que la hélice de que van provistos sigue dando re- 
voluciones aun sobre terreno firme. 

Otro cayó en el agua, pero cerca de uno de los destroyers, 
y el buque experimentó violenta sacudida, y lo mismo el Mer- 
cedes ¡ fondeado á poca distancia. Lo sé por el Comandante de 
éste y los Oficiales -de aquél. 

Las fuerzas del Ejército que, como se ha visto, abandonaron 
la zona minera por no poder sostenerla, reconcentráronse en la 
de la ciudad, conservando, por ser indispensable, la línea de 
Aguadores á Cruces, después de destruir el puente del primer 
punto. Cubrían la línea (cuatro kilómetros) seis compañías del 
regimiento de Cuba y dos movilizadas, reuniendo un contin- 
gente de unos 800 hombres. 

Defendían el puesto avanzado del Caney (á legua y media 
de la ciudad) á las órdenes del General Vara de Rey, tres com- 
pañías del batallón de Constitución (núm 29), una guerrilla á 
pie, con un total de 430 hombres: 40 soldados del regimiento 
de Cuba y unos 60 movilizados. Total, 520 hombres. 

La línea del recinto (nueve kilómetros), que empezaba en 
Dos Caminos, del Cobre al O. de la plaza, hasta el fuerte de 
Punta Blanca, al E., á orillas del mar, la defendían las fuerzas 
siguientes: 

10 



146 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



Marinería de la Escuadra (cuatro segundas 

compañías) 458 

Cuatro compañías del batallón Provisional de 

Puerto Rico 450 

Batallón de Tala vera, núm. 4 (Peninsular). . 850 

Cuatro compañías del batallón de San Fer- 
nando (núm. 11) 440 



Total ejército. 



2.198 






Tres compañías movilizadas 330 

Voluntarios 440 

Total 2.968 



Además, un cortísimo número de artilleros; pues no había 
el suficiente para servir las piezas emplazadas, que ya se sabe 
cuántos eran y dónde estaban. Puede decirse, pues, que había, 
en números redondos, unos 3.000 hombres. 

Ésta era la fuerza combatiente; pues dentro de la población 
estaba la fuerza de Caballería (para la cual no se prestaba el 
terreno, cortado por trincheras y zanjas y accidentado, ade- 
más), alguna de la Guardia Civil, afecta al servicio interior y 
los bomberos listas sus bombas. 

Esta línea se dividió en secciones al mando de Coroneles. 

De los 3.000 hombres que la defendían, dos compañías, una 
del Provisional de Puerto Rico y otra de Talavera, defendían 
la posición avanzada de San Juan, donde fueron destacados, 
una á la derecha y otra á la izquierda del camino. 

Por último, en la Socapa, esto es, en puntos opuestos á di- 
cha línea, había 400 hombres; 450 en el Morro y 120 en Punta 
Gorda. No hay que olvidar que esas tres posiciones dominan 
la entrada del puerto, y son su llave y había que conservarlas 
á toda costa y distraer indispensablemente esas fuerzas que el 



DE SANTIAGO DE CUBA 147 



J 
I 

enemigo tenía que atacar, como en efecto ataco, al siguien- 
te día. 

El mismo día 30 se recibió de Manzanillo en la Comandan- 
cia de Marina el siguiente telegrama, dirigido por el Ayudante 
de Marina de aquel distrito: 

«Comandante Marina. Cuba. Ayer tarde, y por intervalo de 
una hora, sostuvimos en aguas de este puerto combate contra 
tres buques enemigos de mediano porte, que á poca fuerza de 
máquina desfilaron con rumbo al NE. como á poco más de 
una milla de la cabeza de los muelles. 

•Tomaron parte los cañoneros Guantánamo, Estrella , Del- 
gado-Parejo, con migo y grupo de buques sin movimientos 
propios, compuesto del pontón María y cañoneros Cuba Espa- 
ñola y Guardián. Con los tres primeros giramos á su tiempo 
en ala sobre el otro grupo, á medida que desfilaba el enemigo, 
quien al verse tan hostilizado, no llegó á detener su marcha 
sino por breve tiempo, con motivo de una gran avería hecha 
al segundo de ellos por nuestros buques, obligando al último á 
remolcarlo á barlovento, desde cuyo momento, y con poca ve- 
locidad, bien que haciendo nutrido fuego en la retirada, dobla- 
ron la punta NE. de los cayos de Manzanillo y con rumbo 
N. desaparecieron pronto de nuestra vista. Plaza cooperó efi- 
cazmente con las pocas piezas de que dispone: hemos tenido 
dos muertos, dos heridos leves y un contuso en el Delgado-Pa- 
rejo] dos heridos leves y tres contusos en loa demás buques: en 
la población algunos heridos, averías en todos los buques, pero 
no importantes. — Barreda.» 






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XXIV 



Combates del Caney y San Juan* 



Día í.° de julio. — A las siete se oyó fuego de cañón y cte 
fusil hacia la plaza de Marte (al E. de la ciudad). 

Según el Horro, llegó el Meneápolis á reforzar la Escuadra 
enemiga. 

Desde la Comandancia de Marina se oye fuego lento de ca- 
ñón y muy nutrido de fusil hacia el campo de Marte. 

El enemigo tiene mi globo cautivo f con el cual observa 
nuestras posiciones. Desde el cuartel Reina Mercedes (conver- 
tido en hospital) se ve perfectamente. Está hacia Sevilla. 

La Escuadra americana > desde Aguadores, hace fuego de 
cañón , la mayor parte de los proyectiles atraviesan por encima 
de la ciudad; otros caen dentro y explotan ó no- Han caído ya 
bastantes en algunas casas, entre otras en la del práctico ma- 
yor del puerto, que no hizo explosión; era de 20 centímetros, 
Ha habido bastantes heridos y han sufrido desperfectos de ma- 
yor ó menor importancia algunos edificios. Los buques que 
hacen fuego desde Aguadores son el New York y el Oregán, 

Las calles de la población casi desiertas; sólo se ven solda- 
dos ó voluntarios que van á ocupar sus puestos. Como de ordi- 
nario, muchos proyectiles caen en bahía cerca de nuestra Es- 
cuadra* 






t 



150 COMBATES Y CAPITUL1CIÓN 

El fuego de los buques cesó á las once. 

A las dos se oyó fuego vivísimo de fusil hacia el Caney. A 
las dos y media también se oyó de cañón. 

A las tres se hizo más nutrido aún el fuego de fusil: se oían 
descargas cerradas. A las cuatro fué menos vivo. 

A las diez de la noche desembarcó el General Cervera, que 
volvióla embarcar á las doce. 

El día 1.° de julio á las seis de la mañana, el grueso del 
Ejército enemigo que manda el General Shafter, y que por lo 
menos debe constar de 15.000 hombres, con numerosa y moder- 
na artillería, sin incluir las partidas insurrectas, atacó las lí- 
neas del recinto hacia el E. y el ENE. de la ciudad, ó sea el 
Caney, defendido por el General Vara de Rey con 520 hom- 
bres y dos piezas Plasencia y la posición de San Juan ocupada 
por dos compañías con 250 soldados. 

El ataque que los americanos efectuaron con 12.000 hom- 
bres, según ellos mismos aseguran, fué dirigido por el General 
Wheeler, segundo Jefe del Ejército. 

Una brigada, compuesta de 3.500 hombres, dirigida por el 
mismo General Wheeler y apoyada por otra, dirigió sus es- 
fuerzos sobre el Caney, mientras que, más tarde, el Coronel 
Chaffec, con 2.000, embestía la loma y el fuerte de San Juan. 

Los americanos, hay que convenir en ello, se batieron ese 
día con un arrojo y una decisión verdaderamente admirables. 
Las casas del Caney, que el General Vara con sus 520 hombres 
convirtió en otras tantas fortalezas, vomitaron una lluvia de 
proyectiles sobre el enemigo, que, por compañías, á pecho des- 
cubierto, se precipitaba con verdadero furor sobre el poblado. 
Diezmada la primera, se presentaba una segunda, y otra ter- 
cera, y otra más, y aquellos soldados, más que hombres, pare- 
cían estatuas con movimiento (si se me permite la frase á falta 
de otra mejor); pero se encontraron con héroes, y aunque acri- 
billadas las casas á balazos por la artillería y la fusilería y obs- 
truidas las calles con los muertos y los heridos, el Caney ha- 






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DE SANTIAGO DE CUBA. 151 



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bíase convertido en verdadero volcán, que vomitaba lava, y al 
cual no era posible llegar. 

Faltos de fuerzas unos y otros, y de aliento, y sin movi- 
miento casi, el combate cesó por algún tiempo, que el tíenenil 
Vara de Rey aprovechó para que sus soldados reparasen sus 
fuerzas y aprestaran de nuevo á la pelea. 

Conocido el resultado de estas embestidas por el General 
Linares, que se hallaba rechazando los ataques á la posición 
de San Juan, felicitó con ardor á aquel puñado de leones* «El 
ejército americano, al atacar al Caney, no había contarlo con 
el temple de General tan bravo como Vara de Rey y de fuer- 
zas tan aguerridas y tan fieras como las que tenía á sus Ór- 
denes». 

De nuevo empezó la lucha, y el enemigo atacó una vez y 
otra, siendo siempre rechazado. Mas como no teníamos fuerzas 
de reserva y los americanos, por el contrario, las poseían nume- 
rosas, el combate no era posible en semejantes condiciones. El 
General fué herido casi á la vez, por dos balas de fusil que le 
atravesaron ambas piernas, y al retirarlo en una camilla, como 
las balas verdaderamente llovían, fué muerto por una tercera 
al mismo tiempo que dos de los que le conducían. La mayor 
parte de los Jefes y los Oficiales (entre ellos dos parientes del 
General) estaban muertos ó heridos, y lo mismo los soldados. 
Por fin á las siete de la tarde, muerto el Jefe, reducidos aque- 
llos 520 hombres á menos de cien y de éstos algunos levemente 
heridos y otros contusos, retiróse aquel puñado de héroes, fal- 
tos de fuerzas y de dirección, del sitio que durante diez horas 
defendieron sin poder recibir socorros que por otra parte no 
había de donde sacarlos, y el enemigo ocupó la posición que, 
por su parte, tan denodadamente atacó también. 

De los 520 defensores del Canoy sólo se retiraron unos 80, 
estropeados y contusos en su mayor parte. Los americanos con- 
fesaron 900 bajas. 

Como he dicho ya, 2.000 hombres al mando del Coronel 









152 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

Cliaffee, convenientemente protegidos, embistieron por la ma- 
ñana la posición de San Juan con el mismo arrojo y entusias- 
mo que los de "Wheeler atacaron el Caney. 

El Cuartel general nuestro situóse en la excelente posición 
donde bifurcan los caminos del Caney y del Pozo; el General 
Linares no tenía reservas de que disponer; por eso constituyó 
el escalón inmediato á las posiciones de San Juan, observando 
de paso los movimientos del enemigo y pudiendo acudir perso- 
nalmente á los puntos donde su presencia fuese necesaria. Iba 
con él el hoy General Ordóñez, con dos piezas de tiro rápido. 

Hallábase en el escalón avanzado de San Juan el Coronel 
del regimiento Infantería de Simancas, don José Baquero, que 
había venido de Guantánamo con una comisión y no pudo re- 
gresar á su destino por impedírselo el bloqueo. Era este esca- 
lón fuerte de dos compañías, y cuando aún no habían roto los 
americanos el fuego de fusilería, fué reforzado con otra com- 
pañía. Allí fué también el Coronel Ordóñez con la sección de 
tiro rápido, quedando, pues, la posición con 300 infantes y dos 
piezas. 

El escalón vecino á San Juan lo constituían tres compañías 
de Talavera, una compañía con el General Linares á la derecha 
del camino del Pozo, formando ángulo para prevenir el movi- 
miento envolvente del enemigo por la derecha de San Juan: 
otra, en el ángulo de los caminos ya dichos, y la otra, en la 
Veguita hacia el Caney, cruzando su fuego con las fuerzas que 
había en el Sueño. 

Dada la escasez de nuestras fuerzas y el número crecido de 
los amerítanos, así como sus elementos de guerra, nuestras po- 
siciones se reforzaron con algunas trincheras, al abrigo de las 
cuales podía prolongarse más tiempo la lucha. 

La Caballería formaba la tercera línea en el fuerte de Ca- 
nosa, resguardada por una lometa. 

Después del cañoneo de la mañana, en el que nuestras pie- 
zas, dirigidas acertadamente, lograron causar muchas bajas al 



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DE SANTIAGO DE CUBA 



153 



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enemigo y apagar los fuegos de una de sus baterías emplazada 
«ja el PozOj y cuando ya los americanos habían reunido masas 
considerables de Infantería, embistieron , como á medio día, con 
fuego de cañón > de ametralladora y de fusilería. 

La situación de la línea mandada por Baquero era crítica: 
-el Coronel Ordóüez y el Comandante del batallón de Puerto 
Rico, señor Lamadrid, estaban heridos: la mitad de los Oficiales 
habían caído también á la acción del plomo que llovía sobre la 
línea; el enemigo avanzaba en masas compactas y numerosas f 
resuelto á tomar las posiciones. Pero Baquero, el bravo solda- 
do qne tanto se había distinguido en la campaña, estaba allí, 
sosteniendo con su ejemplo el ánimo de la tropa, aniquilada por 
el hambre y la fatiga, diezmada por la nube que balas y me- 
tralla formaban. 

Se dispuso, en tan duro trance, que avanzara rápidamente 
la Caballería para apoyar la retirada de las fuerzas que tenía 
^1 Coronel Baquero y salvar á todo trance la artillería. El Te- 
niente Coronel Sierra, como antes el Comandante Arraiz en 
San Juan, corrió á realizar la orden. 

La línea que personalmente mandaba el General Linares 
«onstitnía desde aquel momento la vanguardia: á su amparo, 
los Ayudantes del General y su Jefe de E. M. tenían que or- 
ganizar los restos de la primera- 
Era preciso conservar á todo trance aquella posición, pues 
ai se perdía, el enemigo tenía franca la entrada en la plaza. 
Retirábanse los bravos de la primera línea: el Coronel Baque- 
ro había desaparecido, muerto sin duda alguna al dirigir aquel 
retroceso r bajo la metralla y el plomo; el enemigo, en masas 
compactas, avanzaba y corría hacia la que ya era primera 
línea. Felizmente, los fnegos de nuestra Infantería, vigorosa- 
mente dirigidos } obligaron á retroceder á los americanos, que 
se replegaron y ocultaron tras las posiciones de San Juan. 

En esos momentos cayeron heridos el General Linares y el 
bizarro Comandante de Infantería Arraiz, Jefe que ya antes 










154 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

vertió su sangre en Cacarajícara. y que es una de las más dis- 
tinguidas ilustraciones del Ejército. 

Mientras se realizaban estos rudos combates del Caney y 
San Juan, el enemigo envió fuerzas á toda la línea nuestra con 
objeto sin duda de distraernos elementos y de hacer más gene- 
ral el ataque. 

La posición de San Juan aún trató de recuperarse; acudie- 
ron para ello fuerzas, entre otras la compañía de Marina, que 
estaba apostada en la plaza de toros, con el Capitán de navio 
señor Bustamante; pero el enemigo había ya ocupado fuerte- 
mente la posición, nuestras fuerzas eran escasas y no fué posi- 
ble conseguirlo. 

Nuestra artillería hacía fuego con ardor y decisión en mu- 
chos puntos de la línea, cargando á pecho descubierto los ca- 
ñones (que todos eran antiguos como se sabe) pero el fuego era 
sumamente lento; por consiguiente, poco eficaz. 

A las tres y media de la tarde fuíme hacia el campo de Mar- 
te impaciente por saber lo que ocurría. En la plaza de Dolores 
encontré al General Linares, herido grave en un brazo, en las 
primeras trincheras, como es sabido, y después de sufrida la pri- 
mera cura en el Hospital Militar, era conducido en camilla á su 
casa, escoltado por algunos caballos. 

Llegado al extremo de la calle de Enramadas, y á dos pasos 
da una trinchera de la tercera línea que cubría una sección de 
Voluntarios, vi parte del campo de batalla. El fuego de fusil 
era ya sumamente lento, y aun cuando el fuerte de Santa Úr- 
sula, situado, á la derecha y algo á retaguardia de las trinche- 
ras que he citado hacía fuego con la rapidez que permitían sus 
cañones á cargar por la boca, comprendíase bien que ya aquel 
día no habría nuevo ataque. 

Dirigíme entonces al cuartel de Caballería á la entrada del 
camino del Caney, donde había, pie á tierra, una sección de di- 
cha arma pronta á acudir donde se le ordenara. 

El combate puede decirse había terminado y llegaban varios 



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DE SANTIAGO DE CüB V 155 



Jefes y Oficiales rendidos todos, y sobre todo muertos de sed. 
Entre otros vi al Comandante de E. M. señor Irles, á quien 
supe le habían matado, no recuerdo si uno ó dos caballos, y allí 
supe que el número de Jefes y Oficiales heridos había sido enor- 
me, relativamente. Llegó el Teniente Coronel de la Guardia 
Civil, señor Molina, quien dijo que el Coronel Bustamante, de 
Marina, había sido herido de gravedad y venía en una camilla. 
Ya se comprenderá mi sorpresa. Me apresuró á salir á su en- 
cuentro y, efectivamente, lo vi á los pocos pasos. A pesar del 
calor se había batido con traje de lanilla azul, que además lo 
hacía muy visible por distinguirse de todos; estaba lleno de 
sangre, pálido y desencajado, los ojos cerrados, y puestos aun 
el sable y el revólver. Supe que antes de herirlo, le habían ma- 
tado ya el caballo y atravesádole el sombrero. Lo acompañé al 
Hospital Militar. A pesar de sus insignias de Coronel nadie s& 
fijó gran cosa. ¡Ya lo creo! habían ingresado en poco tiempo r 
aquel mismo día, más de 300 heridos y seguían llegando más; 
era difícil encontrar camas, y el personal facultativo, aunque se 
multiplicaba, no podía acudir á todos. 

Conseguí encontrar á don Antonio Cañas, el Módico de Ma- 
rina, á quien conozco y en quien tengo ilimitada confianza, y 
gracias á ól se puso al herido en una cama y se le quitó la ropa, 
cortándola toda con tijeras. 

La herida era en el lado derecho del vientre; las piernas 
estaban llenas de sangre. El sitio del balazo, el aspecto del 
herido, y, sobre todo, la mirada con que Cañas contestó á la 
mía interrogándole, no me permitieron la menor duda: consi- 
deró que le quedaban pocos instantes de vida, y salí del Hospi- 
tal, verdaderamente conmovido. 

No creo inoportuno añadir que, como el Hospital está situa- 
do en el sector que atacó el enemigo, y próximo á las trincha- 
ras, porque se halla en las afueras de la población, las balas de 
fusil caían en el patio y en el techo en gran cantidad. 

Más adelante cruzaron por encima de él muchas de cañón. 




jPvr : 



156 



COMBATES T CAPITULACIÓN 






Como se ha visto, dos acorazados, desde Aguadores, lanza- 
ban proyectiles sobre la población y la bahía, causando vícti- 
mas entre sus habitantes y desperfectos en los edificios. En la 
ambulancia establecida en la farmacia de Bottino, vi curar, 
cuando me dirigía por la mañana á la Capitanía del puerto, al 
empezar el fuego, á una mujer de un casco de granada en la 
cabeza: aunque poco profunda, la herida era extensa y pare- 
cía hecha con una navaja. 

AI anochecer terminó el fuego en toda la línea. 

Tales fueron los combates del día; tan importantes por la 
mucha sangre en ellos derramada, como por las consecuencias 
que tuvieron. 

Con la pérdida del Caney, perdimos la línea que tanto ne- 
cesitábamos Ocupar, y con ella el acueducto y la zona de culti- 
vo; esto es, los víveres y el agua. Tuvimos que reducirnos á la 
defensa del recinto y resignarnos al triste fin, que se podía tal 
vez prolongar unos días más ó menos, pero en manera alguna 
eludir. 

Nuestras bajas ese día fueron: 






MUEBTOS 



General de Brigada, don Joaquín Vara de Rey, tres Jefes; 
12 Oficiales y 78 de tropa. 



DESAPARECIDOS 

Coronel de Infantería, don José Baquero, cuatro Oficiales, 
116 de tropa. El Coronel se cree seguro fué muerto, pero no se 
le pudo identificar. 

PBISIONEBOS 

Dos Üíi cíales. 

HERIDOS 

Tómente General, don Arsenio Linares Pombo, seis Jefes, 
30 Oficiales y 3Üt> dé tropa. 



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DE SANTIAGO Dlí CUBA 



157 



(Entre loa Jefes heridos, el Coronel de Ingenieros señor 
Caula y el Coronel de Artillería, señor Ordóñez.) 

TOTAL BAJAS. 

Generalas, ...,•.„. 2 

Jefes 10 

Oficiales 48 

Tropa . 533 

Suma 593 

Cerca de la quinta parte de los combatientes, que cubrían 
toda la línea, y sabido es que no fue atacada toda ella, y sí un 
sector; por consiguiente, que no todos se batieron, 

EL EXKMIOO TUVO. CONFESADAS POR ÉL 

En el ataque del Caney 900 

En el de San Juan 432 

En los demás puntos de ataque. , . 328 

Total 1,760 

En tan rudos combates, el Ejército se hizo respetar del ene- 
migo que, verdaderamente, lo admiró, tal vez porque supuso se 
tatía del mismo modo que los insurrectos* Digo lo que antece- 
de, y me he aferrado en esa opinión, porque he visto y he ob- 
servado los sucesos qué narro y me he fijado mucho en ellos. 

El día 1,° de julio se batieron los americanos, como he di- 
cho y repito, á pechó descubierto y con mi arrojo verdadera* 
mente asombroso; pero ya no volvieron á batirse más como 
aquel día. Se atrincheraron, emplazaron su artillería á medida 
que la recibían, y ya no salieron más de las fortificaciones. 
¿Creyeron el día 1.° que no tenían más que atacar en masa pa~ 
ra hacer huir á nuestros soldados"? Sabe Dios. 

Costóles trabajo inmenso convencerse de que sólo 520 hom^ 



F 



158 C0M1UTES Y ÓAPITULACIÓN 



bres defendieran diez horas el Caney; no había modo de conse- 
guirlo. Cuando no fué posible la duda, su admiración no tuvo 
límites. Cuando entraron en Santiago de Cuba, los soldados 
americanos y los nuestros, que no se miran con prevención ni 
recelo, antes al contrario, tal vez por el convencimiento de que 
ambos se han batido como buenos, en cuanto veían uno de los 
nuestros con el núm. 29 (el número de Constitución que de- 
fendió el poblado tantas veces aludido) lo llamaban, lo contem- 
plaban, lo agasajaban y lo admiraban, en fin, asombrados qui- 
zás de que un soldado tan pequeño hiciera cosas tan grandes. 

El del 29, que comprendía causaba efecto, se dejaba querer... 
y convidar, y paseaban juntos horas enteras sin entenderse; 
pero celebrando cuanto decían unos y otros, quizás por supo- 
ner que el que es valiente tiene forzosamente que ser chistoso. 

Estos episodios que no una, cien veces he visto, y que nadie 
me ha contado, hánme hecho creer y decir lo que expuse. Po- 
dré equivocarme; pero me extrañaría; porque además de lo di- 
cho, he observado también que los yankees tratan á los in- 
surrectos , aun siendo sus aliados, precisamente del modo 
opuesto. 

Por lo demás, yo sólo cito hechos que cada uno puede co- 
mentar á su manera. 

Después de lo expuesto, no será difícil afirmar que cuando 
520 hombres se sostuvieron diez horas en el Caney y cuatro 
horas en San Juan 250 soldados, si el General Escario hubiera 
estado aquí ese día y se. hubieran tenido 3.000 hombres más en 
nuestras líneas, ni el Caney ni San Juan se hubieran perdido, 
atacadas como fueron por casi todo el Ejército enemigo. 

El General Linares hizo entrega del mando al General Toral. 

En el combate del día 1.° de julio, el General Rubín, que 
mandaba las fuerzas de San Juan y Portillo del Caney, tuvo en 
este último punto, y á las cinco de la tarde, muerto el caballo 
que montaba. 



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XXV 



Combates del 2 y del 3. 



D/a 2.— A las cinco empezó el fuego de cañón y de fusil, 
muy nutrido hacia la parte de tierra. 

A las seis la Escuadra enemiga lo rompió de cañón sobre 
«1 Morro y la Socapa. La mayor parte de los proyectiles caen 
en bahía y sobre la nuestra: cesó á las ocho y media. 

Punta Gorda, que también hizo fuego, disparó ocho ca- 
ñonazos. 

El fuego de fusilería, vivísimo. 

A las ocho y cuarto Punta Gorda rompió de nuevo el fue- 
go. A la misma hora el Pintón se puso en movimiento hacia la 
boca del puerto. Cesó el fijego de fusil. 

A las nueve y media el Gobernador Militar aijo por telé- 
fono: 

«Ruego á V. S. mande un barco para que, acercándose lo 
posible a la costa, contenga al enemigo por San Antonio y Pla- 
za de Toros.» A esa hora el enemigo rompió el fuego de fusil 
en esa misma dirección: poco después cesó. 

Reembarcaron las compañías de la Escuadra: se mandó un 
práctico á cada uno de los buques. 

La marinería que reembarcó fué relevada en la línea d» 



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ICO . ....,., COMBATES Y CAPITULACIÓN 

trincheras por la columna del Coronel Aldea (batallón de 
Asia), que se replegó desde la costa sobre la ciudad. 

A las once llegaron al muelle cuatro heridos de la Socapa. 
Una granada que explotó sobre un cañón mató á tres ó hirió ¿ 
seis, inutilizando completamente el montaje del Hontoria, que 
ya no pudo servir más. Entre los heridos, el Alférez de navio 
señor Fernández Pina, que mandaba la batería. 

A la una y media se oyó fuego de cañón lento y lejano. 

El Cónsul francés á caballo, y en un asta muy larga la ban- 
dera de su Nación, salió para Cuabitas, seguido de mucha 
gente. 

Durante el fuego, han caído en la población algunos pro- 
yectiles de todos calibres. 

A las tres y cuarto se oye fuego de fusil y de cañón hacia 
el Campo de Marte, La línea de fuego es muy extensa, el de 
fusil es vivísimo. A las cuatro cesó el fuego de fusil, oyéndose 
sólo el de cañón. 

A las cuatro y cuarenta minutos se rompió de nuevo el 
fuegu de fusil: á intervalos se oyen descargas. 

A las seis cesó el fuego. 

A las siete se rompió de nuevo de fusil: cesó á las siete y 
media. 

A las ocho y media se vieron dos hogueras en la cima de 
Monte Real (al O.). 

A las nueve y tres cuartos el enemigo rompió un violentí- 
simo fuego de fusil y de cañón desde ]a Plaza de Toros hasta 
el Campo de Marte (del E. al ENE.); hacia la izquierda (Pla- 
za de Toros), se oyen frecuentes descargas. 

A las diez y media cesó el fuego de fusil y de cañón. 

La noche sumamente obscura. De diez á once y media los 
buques de nuestra Escuadra hablan por medio del Ardois (se- 
ñales de faroles). 

El enemigo, que durante la noche del combate del Caney, y 
después de enterrar los cadáveres, no sin hacer los honores co- 



'I*VH. »A 



DE SANTIAGO DE CUBA 



161 



rrespondientes al del General Vara de Rey, empezó sus traba- 
jos de trinchera, de las cuales ya no ha vuelto á salir, conti- 
nuó envolviendo nuestras líneas con los nuevos refuerzos que 
continuamente seguían llegando, y emplazó artillería moderna 
y ametralladoras en las alturas. Los insurrectos cubrían á Cua- 
bitas y puntos limítrofes, si bien en segunda línea. Decidida- 
mente estábamos cercados y cortadas todas nuestras comunica- 
ciones por tierra, como hacía más de mes y medio lo estaban 
ya por mar. Cada hora que trascurría, el enemigo fortificaba 
el círculo, dentro del cual estábamos. 

Durante el día, y casi sin cesar, hizo un fuego violento de 
fusil y horroroso de cañón, al que apenas se contestó para no 
gastar las pocas municiones que nos quedaban, que era, indu- 
dablemente, lo que el enemigo se proponía. 

Llegó de la costa la columna de Asia (Coronel Aldea), y 
ocupó en la línea el puesto que dejaban las compañías de la 
Escuadra: parte se situó en el camino del Caney (en la en- 
trada.) 

Mientras tanto, la Escuadra cañoneó una vez más el Morro 
y la Socapa, donde después de hacer nuevas víctimas, desmon- 
tó, por fin, un Hontoria de los dos, que tanto la hostilizaron 
desde el día 18 de mayo. Al mismo tiempo bombardeaba la 
ciudad desde Aguadores, hiriendo á algunas personas y arrui- 
nando varias casas. 

El crucero Reina Mercedes se enmendó acercándose cuanto 
le fué posible al fondo de la bahía, y esperó, acoderado, la or- 
den de hacer fuego sobre loma Quintero para contener al ene- 
migo si se presentaba. 

El Cónsul francés fué el primero en abandonar la población r 
que días después abandonó el vecindario casi en su totalidad. 

Poco antes de las diez de la noche, el enemigo, que induda- 
blemente creyó sorprendernos, atacó furiosamente nuestras lí- 
neas; pero fué rechazado con grandes pérdidas. 

Por consiguiente, puede decirse que el día 2 se redujo á un 

11 



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162 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 






vivo cañoneo por mar y por tierra, que nos inutilizó uno de los 
dos únicos cañones con los cuales podíamos ofender al enemi- 
go desde la boca del puerto, después de causar nuevas víctimas, 
á bombardear impunemente la población indefensa, á un com- 
bate de trincheras á cuyo fuego casi no contestamos y á una 
sorpresa nocturna sin éxito. 

Las compañías de la Escuadra embarcaron apresuradamen- 
te á pesar de las circunstancias; se mandó un práctico á cada 
uno de los buques, que metieron dentro las exploradoras y los 
botes de vapor y largaron las coderas, y el cañonero Alvarado, 
que ya había bajado del varadero y estaba á flote, levantó al 
anochecer los seis torpedos Bustamante del O. que obstruían la 
canal. Todo indicaba, sin dejar lagar á duda, que iba á salir. 
Pero,,, ¿cuándo y cómo? 

Antojóseme, y de ahí nadie me hubiera apeado, que una 
Escuadra reunida en la Península navegaba hacia Cuba; que 
pasaría á la vista del Semáforo de Puerto Eico, y por consi- 
guiente, el General Cervera podría saber, dada la distancia y 
el andar de aquélla, cuándo llegaría sobre Cuba con diferencia 
de horas, y al romper el fuego sobre el % enemigo, que dejaría 
libre la boca, salir para batirlo entre las dos. Acudió á mi 
mente cnanto en los periódicos había leído sobre compra de 
buques, recordé la fecha en que se habían botado al agua los 

que tenemos Todo se me representaba claro y evidente. 

Teníamos barcos y venían; sin duda estaban muy cerca ya; tal 

vez á pncas millas ¿Pero de dónde habían salido los barcos? 

No lo sé; del cielo, de la tierra, del aire, de la nada; no lo sé, 
pero todo me parecía posible menos que nuestra Escuadra sa- 
liera sola á batir á los buques que sobre el Morro estaban. 

El Ayudante de Marina, don Darío Leguina, aún más opti- 
mista que yo (que es cuanto se puede decir), no tenía punto de 
reposo. No olvidaré que durante esa noche del 2 estuvimos sen- 
tados en la puerta de la Capitanía de puerto calculando los bu- 
ques que podían venir y las probabilidades de éxito con que se 



- J "PIRIPL.U W • i > 



DE SANTIAGO DE CUBA 



163 



podía contar. Nuestros buques, hablando por medio del Ardois, 
eran una prueba mas de ello. Nada, nada; el suceso anunciado 
estaba próximo é íbamos á ver grandes cosas. A veces, hasta 
nos parecía oir cañonazos allá hacia el mar, muy lejanos y en 
dirección del SE. ¡Lo que pueden el deseo y la ilusión! 

A la una de la noche no se observaba nada, por cuya razón, 
y con la seguridad de que al siguiente día habían de tener lu- 
gar importantes sucesos, me retiré, no sin encargar repetidas 
veces al cabo de matrícula que al primer movimiento de la 
Escuadra ó al primer cañonazo que se oyera me avisara en el 
acto. No hubiera sido necesario; mi impaciencia y mi ansiedad 
se hubieran encargado de ello, mucho mejor que el cabo. 

Al día siguiente se supo que las hogueras que se vieron en 
Monte Real eran el incendio de los fuertes y del heliógrafo, 
que aquel destacamento abandonó para acudir á Cuba y no 
quedar cortado y envuelto. Durante la marcha, que fué penosí- 
sima, tuvieron que matar un caballo para alimentarse. 




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XXVI 



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Salida de la Escuadra. 



Viviera yo mil años y mil siglos y recordara el día 3 de ju- 
lio de 1898, que creo España no olvidará. 

Amaneció espléndido: uno de esos días de verano en que ni 
•el más leve soplo de aire mueve las hojas de los árboles, ni la 
más pequeña nube cruza el espacio, ni el más ligero vapor em- 
paña la atmósfera, que, por decirlo así, tiene excepcional tras- 
parencia que permite observar el horizonte á gran distancia. 

Nada de particular se observaba en los buques de nuestra 
Escuadra, que, inmóviles en las tranquilas aguas de su bahía, 
cuyos cascos reflejaban en ellas con maravillosa exactitud, aun- 
que invertidos, parecía no debían abandonar un fondeadero en 
el cual tan seguros podían permanecer. 

Eran las ocho y media. Convencido de que los buques no 
salían, y aprovechando un caballo de que podía disponer, por- 
que la distancia es larga, fuíme al Hospital Militar á ver á don 
Joaquín Bustamante, á quien encontró otro hombre, como sue- 
le decirse. Tenía la voz entera, la vista animada, las mejillas 
coloreadas: se movía con facilidad y no mostraba experimentar 
molestia al hacerlo. Quedé agradablemente sorprendido. 

¿Por qué recordará el hombre cosas que no tienen en reali- 



166 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

dad gran importancia? ¿Será porque se relacionan con otras 
que la tienen? No sabría explicarlo: sólo sé que recuerdo, pala- 
bra por palabra, las que entre él y yo mediaron, y fueron éstas: 

— ¿No sale la Escuadra?— preguntóme sin dejarme hablar, 

—Por ahora, aunque está lista para salir, creo que no. ¿Se 
sabe cuándo llega la otra? — le respondí. 

— ¿Qué otra? 

— La que supongo viene de España, y se sabrá, poco más 
ó menos, cuándo podrá presentarse en la boca del puerto. 

(—No sea usted candido (no recuerdo si me dijo candido, ó 
inocente ó tonto). ¡Qué escuadra ni qué niño muerto! Los bar- 
cos salen, y eso es todo. Ahí tengo carta de don Pascual en 
que me lo dice. 

Mo quedé... atónito. Ya no dudé. Conozco, como conoce 
todo el mundo, al General Cervera, lo suficiente para saber que 
no dice, ni menos escribe, lo que no piensa hacer. 

— ¿Y cree usted que salga hoy? — dije. 

— Yo creí que estaba saliendo ya. 

— No pude contestar. Un cañonazo, que por la dirección no 
podía ser más que de una de las dos Escuadras, me dejó sin 
movimiento. 

Dos ó tres minutos después un horroroso cañoneo, como 
nunca oí ni creo vuelva á oir jamás; un cañoneo mucho más 
violento que el del día 6 de junio, cosa que creí imposible, es- 
tremeciendo el edificio y atronando el espacio, me dejaron sus- 
penso y sin poder coordinar una sola idea. Me quedó mirando 
á don Joaquín Bustamante como un verdadero imbécil, que á 
su vez me miraba y nada me decía. Sentí algo que empezó en 
los pies y llegó á la cabeza, cuyos pelos debieron ponerse de 
punta, y de pronto, sin despedirme, salí, montó á caballo, y á 
escape, y cuesta abajo, á riesgo de romperme la cabeza, que 
no comprendo cómo no me rompí, llegué á la Capitanía de 
puerto, donde estaban, desde el Comandante de Marina hasta 
el líltimo escribiente, mirando todos, pintada en el rostro la 



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DE SANTI4 00 I>E CVBk 167 



emoción que les embargaba , hacia la boca del puerto, cuyos 
montes que tanto no3 habían defendido, y que ahora nos impe- 
dían ver lo que fuera sucedía, hubiéramos querido reducir á 
polvo. 

Los cañonazos que los montes y los valles repetían causaban 
un ruido verdaderamente infernal y á nada comparable: puede 
suponerse lo que sería si se tiene en cuenta que más de 250 ca- 
ñones, en su mayor parte de grueso calibre y todos a cargar 
por la culata, disparaban sin cesar. La tierra temblaba, y muy 
pronto Punta Gorda, el Morro y la Socapa tomaron parte en 
el horroroso concierto, uniendo los estampidos de sus cañones 
al ruido de los de ambas Escuadras, 

Pero el fuego continuaba, y eso Hamo mucho mi atención. 
Yo creí, teniendo en cuenta el número y clase de buques ene- 
migos y el de los nuestros, que la catástrofe de los segundos 
hubiera tenido lugar en la misma canal de un puerto que tan 
difícil es, aun para buques de menos eslora y calado que los 
que constitxiían la Escuadra y en circunstancias normales, 
cnanto más sosteniendo un combate. Una guiñada, un cambio 
de rumbo antes de tiempo, una avería en el timón ó en la má- 
quina, siquiera fuese ligera y momentánea T el más pequeño des- 
cuido, en fin, podían varar el buque , y esa desgracia ocasionar 
también la de los demás que a continuación venían, que con él 
hubieran chocado: los buques enemigos podían echarlo á pique 
allí mismo, y entonces, y por las mismas razones r el desastre 

de los otros era también inevitable. 

i 

A mi juicio, salir del puerto de Santiago de Cuba en las 
condiciones en que lo hizo el General Cervera, y lo verificaron 
los Comandantes de los buques de la Escuadra, es realizar el 
acto de más valor que pueden imaginar los hombres: pues es 
ir á una muerte casi segura, no ya con arrojo, sino con sere- 
nidad; pues se necesita ser muy dueño de sí mismo para diri- 
gir un buque sin alterarse ni perderla cabeza. Puede juzgarse 
de ello por el horror que experimenté yo, que no iba en nin- 









168 COMBATES. Y CAPITULACIÓN 

gtmo de los buques: es porque conocía perfectamente los peli- 
gros de la empresa, á mi juicio, imposible. 

El día, como he dicho, era hermosísimo y la calma absoluta; 
así es que el humo, lejos de desaparecer, ascendía en línea rec- 
ta. Pasados los primeros momentos y calmada un tanto la na- 
tural excitación, vióse perfectamente que el de los disparos for- 
maba cuatro columnas, que á distancia unas de otras no se 
confundían entre sí. Era evidente que los buques que se batían 
formaban cuatro grupos á mayor ó menor distancia unos de 
otros. Ahora bien, ¿qué grupo constituía nuestra Escuadra? Si 
era el de más al O., indudablemente no estaba envuelta y tenía 
libre el mar, y eso era una gran, ventaja: si, por el contrario, 
formaba el segundo ó el tercero, estaba entre dos fuegos. 

Más tarde observóse que el fuego de cañón se oía más leja- 
no y que disminuía su intensidad, y que las columnas de humo 
ganaban cada vez más al O. ¿Habían logrado salvarse y bur- 
lar la Escuadra enemiga? Por lo pronto, una cosa era induda- 
ble: que los buques no se habían ido á pique en la entrada del 
puerto, ni siquiera cerca de él, y tal resultado era importantí- 
simo: el mayor peligro estaba en la canal. Calcúlese nuestra 
alegría cuando el Morro, por teléfono, dijo que la Escuadra se 
batía en ala y que la enemiga no le daba alcance. Por lo visto 
no pasó aún la éppca de los milagros. Renuncio á pintar lo que 
aquel día sentimos, en Santiago de Cuba, los que tenemos el 
honor de pertenecer al cuerpo de la Armada. 

Tenía aún el caballo á mi disposición, y como recordé la 
ansiedad <-n que dejó al señor Bustamante y su delicado estado, 
me apresuré á ir á darle la noticia, que supuse le haría mucho 
bien. Cuando llegué ya lo sabía como todo el mundo en Cuba; 
había volado por la ciudad: lo encontré rebosando satisfacción. 

Bien puedo asegurar que el 3 de julio fué un día de verda- 
dero jubilo; pues como se verá más adelante al dar la relación 
de los acontecimientos del mismo, pareció que nuestros buques 
habían <- '.inseguido su objeto, si bien á costa de la pérdida de 



DE SANTIAGO DE CUBA 169 



los destroyers, que ya so sabía; y aun cuando muy de sentir 
por las víctimas que pudo haber, el resultado era, en suma, tan 
brillante, que excedía á todas las esperanzas que pudieron con- 
cebirse •* . . 

¡Cuáles no serían mi asombro y mi dolor cuando á las seis 
de la tarde veo llegar al práctico Miguel López, demudado y 
mojadas la ropa y el calzado á causa de la llovizna, con la no- 
ticia de que en su casa, en Cinco Reales, tenía á cinco náufra- 
gos del María Teresa y del Oquendo magullados y desfalleci- 
dos, con la noticia de que ambos buques, incendiados, habían 
varado en la costa, próximos uno al otro al O. de Punta Cabre- 
ra, y á unas ocho millas del puerto de Cuba, y que muchísimos 
más, heridos algunos y cansados todos, estaban en camino. 

¡Perdidos el Teresa y el Oquendo, además del Plutón y del 
Furor! ¡Qué contraste tan horroroso y qué triste decepción! 
Por la mañana creí salvados los buques, y ya no pensaba más 
que en el telegrama de la Habana anunciando su llegada á 
aquel puerto. Por la noche, la noticia de un desastre que aún 
no conocía en toda su magnitud. 

Pero como mis comentarios y mis lamentaciones no expli- 
can el suceso, daré las noticias que durante el día se recibieron 
en la Capitanía de puerto. Ellas explicarán por qué, en Santiago 
de Cuba, se creyó durante ocho horas que la Escuadra espa- 
ñola se había puesto en salvo. 



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XXVII 



Combate naval de Santiago de GvjJba. 



Día 5. — La Escuadra enemiga a la vista á unas cinco millas. 

A las nueve y tres cuartos salió la española. Poco después 
se oyó un violento cañoneo, 

A las diez y cuarenta minutos dijo el Morro: *La Escuadra 
española se bate en ala por Pnnta Cabrera; el enemigo no le da 
alcance y parece consigue escapar. La americana se compone 
del BroüMpij Indiana, lowa¡ Texas } Masmchussetm^ Oregón y 
nn yacht; los de Aguadores acudieron todos al combate** 

A las once y cuarto no se uyó más fuego; 

A las doce y media dijo el Morro: * Cu and o salió nuestra 
Escuadra lo hizo muy despacio; después de salir los cuatro 
grandes, salieron los destroyers y todos los buques americanos 
se les echaron encima. Nuestra Escuadra resistió el ataque y 
los destroyers hicieron por reunirse á ella; pero certa de Punta 
Cabrera uno se incendió, yéndose sobre la costa; el otro hizo 
mucho fuego r y cuando se vio perdido largó dos botes con gen- 
te; uno ganó la playa, el otro fué apresado; al abandonarlo, lo 
incendiaron y se fué á pique ardiendo»» 

Se han perdido, pues, los dos. Cuando nuestra Escuadra iba 
rebasando Punta Cabrera f uno de los barcos, al parecer el Te- 



172 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

resa, se fué hacia tierra y se veía mucho humo. El loica y el 
Nszc York fueron tras él y los demás siguieron á los otros. Los 
buques enemigos de Aguadores ya hahían tomado parte en el 
combate, 

A las dos se señaló un buque de guerra inglés por el S. 

A las tres dijo el Morro que los buques que persiguieron á 
nuestra Escuadra eran entre todos 24, 15 de guerra entre aco- 
razados y no acorazados; los demás f mercantes , armados en 
guerra. 

A las seis y media el práctico Miguel López dijo que en sn 
casa, en Cinco Reales, había cinco náufragos del Teresa y del 
Oquendo, y que según decían éstos, en Cabaftítas debían encon- 
trarse más. 

Salieron á recogerlos en el remolcador Esmeralda el segun- 
do Comandante de Marina y el Alférez de navio señor Nardiz, 
con el práctico López y 10 marineros armados. 

También fueron fuerzas del Ejército en el vapor Colón para 
proteger á los que estaban por los caminos y veredas de la 
costa, 

Al anochecer llegó de Manzanillo la corumna del Corone* 
señor Escario. 

Mi amigo el señor don Roberto Masón, Cónsul de China, 
aficionado al mar é inteligente en lo que con él se relaciona, 
presenció el combate desde el Vigía del Medio, que ©sel monte 
más elevado de la bahía y domina gran extensión de aquél. 
• Pero hay que tener en cuenta que como dista bastante de la 

costa, no pueden verse los buques que pasan cerca de ella* En 
cuanto llegó, me refirió lo sucedido tal como lo vio, que copié 
dictándome. A continuación va lo que oí de sus labios, palabra 
por palíibra T para no alterar en nada tan interesante relato: 

«Salió primero el Teresa , Vizcaya , Colón; con más interva- 
lo el Oquendo] después los destroyers: El Almirante franqueó 
el Morro á las nueve y cuarenta y cinco minutos. Un poco á 
sotavento del Morro (al O.) se hallaba el Brooklyn\ frente ai 



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DE SANTIAGO DE CUBA 173 

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Morro uno, al parecer el Massachussets, y no se distinguía más 
buque de guerra desde el Vigía. Al franquear el Almirante el 
Morro, éste, los buques enemigos y Morro y Socapa, rompie- 
ron á la vez fuego nutridísimo, y al mismo tiempo barcos ene- 
migos, que no se veían y estaban en Aguadores, rompieron el 
fuego también. Una vez franqueado el Morro, el Almirante se 
dirigió al O. y se perdió de vista á causa de la Socapa. Siguió 
el Vizcaya y los otros dos haciendo lo mismo; mientras tanto r 
los destroyers dejaban la bahía. Volvieron á verse loa barcos 
españoles, estando el Vizcaya delante de todos, Colón y Oquen- 
do, María Teresa (línea de fila) ya á cierta distancia de la- 
Escuadra americana, la española hacía fuego lentamente; los 
americanos vivamente, tanto, que ya nunca se volvió á perder 
de vista ningún barco español y sí muchas veces los america- 
nos por el humo. Mientras tanto, los barcos americanos de 
combate y dos yachts se aglomeraban frente á la Socapa, y 
cuando salían los destroyers parecía imposible pudieran esca- 
par. El fuego era horroroso, tanto -de cañones grandes como 
de los de tiro rápido; sih embargo, los destroyers se perdían 
de vista, pero volvían á aparecer, haciendo mucho fuego coa 
sus cañones de popa. Mientras se pudieron distinguir los bar- 
cos no se podía calcular tuvieran averías de ningún genero. 
Que al perderse de vista á las diez y media no se vio ni des- 
perfectos en palos, ni en chimeneas, ni novedad alguna. A esa- 
hora se veía á todos los buques americanos haciendo fuego con 
rumbo al O., y á esa hora cruzó por frente á la bahía el New- 
York, que no había entrado en fuego aún, con rumbo at O. Cuan- 
do dejó el combate no se vio irse á pique ni incendiarse ningún 
buque, ni español ni americano.» 

Antes de proseguir, y para mejor inteligencia, recordaré 
que la costa, entre el puerto de Cuba y Punta Cabrera, que está 
á seis millas, forma una á manera de ensenada, donde están 
Cabanas y Guaicabón. Que Punta Cabrera sale mucho al S. y 
es tierra muy alta; por consiguiente, los buques que están más- 



174 r-OUBATIiS Y CAPITULACIÓN 

al O. de elhs y cerca de la costa no pueden ya verse. Es indis- 
pensable tenerlo muy presente para comprender por qué no se 
vio el resultado final del combate. 

1A las nueve y media la Escuadra española se puso en movi- 
miento: primero el María Teresa, buque insignia del Almiran- 
te Cervera, el Vizcaya^ y sucesivamente el Cristóbal Colónyel 
Oquendo; detrás el Pintón y el Furor, Este fué el orden de sa- 
lida, que supe por los prácticos López y Núñez. 

En la boca estaban esperando el Brooklyn, loica, Indiana, 
Texas, Ma$$achuasets¡ Oregón y un yacht. Los demás acudie- 
ron inmediatamente desde Aguadores, donde estaban sobre la 
máquina y con vapor. Uno de los últimos que llegó fué el Neic 
York, que lo mismo que el BrooTdyn, anda 20 millas. 

Los buques españoles, que indispensablemente tenían que 

Í salir en línea de fila (uno tras otro) recibieron, á medida que 

salían, el fuego de todos los buques americanos, al cual no po- 
dían contestar hasta rebasado el bajo del Diamante por no po- 
der presentar el costado y, por consiguiente, los cañones al 
enemigo. Por lo tanto, al encontrarse fuera del puerto todos 
habían sufrido un fuego horroroso. 

No obstante, desembocaron todos sin novedad y ganaron 
el mar. 

El Vizcaya, que era el que hacía más tiempo no limpiaba sus 
fondos, sólo andaba unas 13 millas: hubo, pues, que regular el 
andar de los demás por el suyo, para que se conservara en línea. 

Con tal objeto, yo supongo, por lo ocurrido, teniendo en 
cuenta el orden de salida, que el General dispuso proteger la 
retirada del Vizcaya , acompañado del Colón (que no tenía los 
cañones de las torres) con el Oquendo y el María Teresa, y con- 
seguid^ forzar éstos de máquina y reunirse á los primeros; 
pero ambos fueron incendiados por la popa que presentaban al 
fuego enemigo, supuesto se batían en retirada, y convertidos en 
inmensa hoguera, vararon en la costa. El Teresa á unas, siete 
millas del puerto de Cuba | al O. de Punta Cabrera); después, y 



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DE SANTIAGO DE CUBA 175 



muy próximo á él, el Oquendo. Estos sucesos los supe al ano- 
checer por los náufragos llegados. Los que á continuación an- 
ticipo sobre el Vizcaya y el Cristóbal Colón para completar la 
relación de lo ocurrido á toda la Escuadra, los supe por los Ofi- 
ciales del crucero austríaco María Teresa (se llamaba como el 
nuestro) al día siguiente. 

Perdidos el Oquendo y el Teresa, dos ó tres buques ameri- 
canos quedaron allí para intimar la rendición y recoger los 
náufragos y heridos y hacer prisioneros á los demás: los otros 
continuaron persiguiendo al Vizcaya y al Colón. 

El primero se incendió también por la popa y varó á unas 20 
millas (hacia el Aserradero supongo.) El segundo no se incen- 
dió: tuvo, probablemente, alguna avería en la máquina y se 
fué sobre la" costa, en la cual embarrancó, perdiéndose á unas 60 
millas (á la altura de Turquino). 

Tal fué la hecatombe (que no otro nombre merece) de nues- 
tra desgraciada Escuadra, que no creo se registre igual en la 
Historia. Ni un solo bote se salvó de la catástrofe. Bien lo pre- 
veían los Jefes y Oficiales de todos los buques cuando, serenos 
y tranquilos, á pesar de todo, y dispuestos completamente al 
cumplimiento del deber, despidiéronse unos de otros y de los 
compañeros que en* tierra quedaban por no formar parte de ella. 

El que ha presenciado y visto con sus propios ojos un suce- 
so como el que, en vano he precurado pintar, tiene forzosamen- 
te que interesar, siquiera sea poco ilustrado ó expresivo: por 
eso, más de veinte veces he hecho que los prácticos Miguel Ló- 
pez y Apolonio Núñez, que pilotearon respectivamente el Tere- 
sa y el Oquendo, me repitieran lo que presenciaron. No copiaré 
cuanto me dijeron; fuera tarea muy larga; pero sí cuanto al 
combate se refiere, y que dan una idea de aquel verdadero in- 
fierno, que no otra cosa fué durante un cuarto de hora la boca 
del puerto de Cuba. 

Miguel López, que es sereno y osado, tanto en tierra como 
en la mar, me dijo poco más ó menos lo siguiente: «Iba en la 






176 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

torre de proa, al lado del General Cervera (que estaba tan tran- 
quilo como si se hallara en la cámara y fondeado) observaba la 
cana!, los barcos enemigos, y sólo dijo estas palabras: «práctico, 
¿cuándo se puede meter?» (se refería á ir sobre estribor, lo cual 
sólo podía hacer después de pasar el bajo del Diamante). Pasa- 
dos algunos segundos dijo: «Práctico, avise cuando se pueda 
meter, » — «Ya avisare, mi General,» contestó López: momentos 
después le dije: «Mi General, ya puede meterse.» En el acto, el 
General, sin gritar, sin alterarse, como siempre, dijo: «A estri- 
bor» y un poco después «¡fuego!» En el mismo momento, y á la 
vez, los dos cañones de las torres y los de babor de la batería 
hicieron sobre un barco que me pareció el Indiana. Yo creí (es- 
López quien habla) que el barco se hundía, que todos saltába- 
mos: mire usted don José; yo no puedo decirle lo que allí pasó. 
A todo esto, ya en la batería había muchos muertos y heridos 
á causa del fuego que desde antes nos habían hecho, y creo que 
á pesar del agua que en ella había, el barco ya tenía fuego á 
bordo. El General me dijo: «Adiós, práctico; vayase, vayase: 
que no dejen de pagarle, que bien lo ha ganado usted», y siguió 
dando órdenes. * Tales fueron, poco más ó menos, las palabras 
que me dijo Miguel López y repite á cuantos lo quieren oir. 

Apolouio Niíñez, que sacó al Oquendo, es, al contrario que 
López, apocado y asustadizo; he aquí sus impresiones: 

* Desde que Mego el barco á Santa Catalina (la batería), ya 
le hicieron fuego: llovían las balas á bordo, y aquello no teñía 
comparación con nada. Yo estaba en la torre, cuidando del 
rumbo: el Comandante, que es muy bueno y ya me conocía por- 
que lo entré el día 19, me dijo: «Vayase, práctico: ya no hace 
usted falta, y más tarde tal vez no se pueda ir.» Se lo agradecí 
y de buena gana me hubiera ido, ¡ya lo creo! pero yo temía 
que fueran á meter antes de rebasar el Diamante, y calcule us- 
ted don José, loque hubiera sucedido. Seguí á bordo, y al estar 
fuera de la punta del bajo, le dije: «Mi Comandante, ya puede 
usted meter.* «Vayase, práctico; vayase.» Enseguida mandó 



DE SANTIAGO DE CUBA 177 



meter sobre estribor, y gritó «¡fuego!» El ruido que causó el 
cañón gordo de proa y el estremecimiento del barco, me hicie- 
ron más impresión que los tiros de los yankees: creí que el 
Oquendo se había abierto. Ya no puedo ni recordar aquello. 
Me descolgué en el bote, y entonces sí me creí muerto. Caían 
las balas por todas partes. Por fin pude meterme en la ensena- 
da de la Estrella, donde ya estaba Miguel López, y allí creí que 
me daba algo; ni siquiera me atreví á mirar el combate, que ya 
era fuera del puerto». 

Estos dos relatos, que tal vez no inspiren el interés que in- 
dudablemente tienen, porque no he podido recordar las propias 
palabras de sus autores, aunque en la esencia es la niisina, po- 
drán dar una idea de aquella inolvidable salida, que tan funes- 
tas consecuencias tuvo. 

Yo supuse que la escuadra americana esperaría á la españo- 
la frente á la boca, impidiéndole la salida en absoluto, so pena 
de tener que embestir los barcos; pero para ello se necesita 
mucho corazón y mucha entereza: era, sin embargo, el medio 
seguro de conseguirlo. Lo contrario era exponerse á quedar bur. 
lados, y tan cierto es ello, que nuestros buques consiguieron 
salir del puerto y llegar á Punta Cabrera (unas seis millas), hi- 
cieron pues, lo más difícil; yes indudable que si no se hubieran 
incendiado y hubieran tenido un andar siquiera de 18 millas, 
hubieran forzado el bloqueo. 

Se habrá observado también que los tres buques construi- 
dos en España tuvieron todos el mismo fin; fueron incendia- 
dos. El construido en Italia, no obstante no tener sus cañones 
de las torres, y haber sufrido más tiempo el fuego del enemigo, 
pues que murió más tarde que los demás, no ardió; tuvo otro 
fin, pero no ese. No creo aventurado asegurar que de estar los 
cuatro barcos protegidos como el Colórij hubieran burlado la 
persecución del enemigo. En tal caso* podían haber llegado ¿ 
la Habana; porque estando frente á Cuba toda ó la mayor par- 
te de "la Escuadra americana, no hubieran encontrado quien se 

12 



178 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

Ílo hubiese impedido, y la situación habría variado muchísimo. 
En el remolcador Colón llegaron algunos náufragos qu* 
embarcaron, de orden del Comandante de Marina, en el eracer^ 
Reina Mercedes, en calidad de depósito. 

En el remolcador Esmeralda salí con el Alférez d© na vi 
señor Nardiz, 10 marineros armados y el práctico López, i 
ensenada de Cabafiitas á recoger náufragos. A pesar de un ex- 
tenso reconocimiento en tierra no se encontró ninguno. 

(Por la noche llegó de Manzanillo la columna del Coronal 
señor Escario, cuyas fuerzas ya expresó en otro lugar. Día 
después me dijo el mismo General Escario que al oir el fuegu 
del combate por la mañana, se adelantó con una pequeña van- 
guardia á los altos del puerto de Bayamo, y que en el destaca- 
mento le dijeron lo mismo: que vieron á nuestros buques for- 
zar el bloqueo y desaparecer por Punta Cabrera. 

Nada tan interesante y tan elocuente, á mi modo de ver, 
como la relación de un combate naval hecha por personas que 
en él hayan tomado parte. Los Tenientes de navio señores Bus- 
tamante y Caballero, segundos Comandantes, respectivamente, 
de los destroyers Furor y Pintón, que por milagro lograron 
salvarse de la horrible hecatombe en que perecieron la mayor 
parte de las tripulaciones de los mismos, me refirieron, dos días 
después de la catástrofe, enfermos aún j T magullados, el com- 
bate que sus buques sostuvieron, cuya relación es la que sigue. 

Habla el señor Caballero: 

«Ya los buques grandes estaban fuera del puerto, cuando 
los destroyers, que se habían detenido entre la Socapa y Cayo 
Smith con objeto de levantar presión, continuaron avante y 
embocaron la canal hasta llegar á Punta Morrillo, donde el 
Furor, que iba en cabeza, dio una guiñada sobre babor, como 
tratando de ir hacia el E.; pero al descubrir al Glowcester y 
otros buques que estaban próximos á Aguadores, metió sobre 
estribor, gobernando en demanda de nuestra Escuadra un 
tanto alejada ya, rompiendo el fuego sobre el Olowcester que 



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DE< SANTIAGO DE CUBA 



181 



dejamos (ambos destroyers) por la popa; y el Indiana, Oregón, 
Iowa y Texas, que teníamos corridos desde la aleta á la amu- 
ra de babor en el orden dicho, continuando haciendo fuego 
sumamente rápido, que hacía en extremo difícil el abasteci- 
miento de las piezas. Montado Cabanas (el puerto), empeza- 
mos á adelantarnos al Furor , y estando tanto avante con él, 
y como á unos 50 metros por estribor, cayó rápidamente so- 
bre esta banda por faltarle el gobierno, pasando por nuestra 
popa á un metro y hundiéndose por la popa, poniéndose casi 
vertical y sepultándose en el mar momentos después, antes de 
alcanzar Punta Cabrera. 

» Haciendo bastante agua, continuamos (el Pintón) siempre 
muy próximos á tierra para montar Punta Cabrera, y muy 
cerca del farallón que forma ésta, recibimos un proyectil de 
torre (32 centímetros) que hizo estallar el grupo de calderas 
de proa, saltando toda la cubierta y produciendo una solución 
de continuidad en el buque, por lo que se metió sobre estribor 
embistiendo al farallón y deshecha gran parte de la proa del 
destróyer; y habiendo retrocedido á consecuencia del choque, 
se dieron unaá paladas atrás, volviendo de nuevo á embestir, 
arrrojándome al agua y ganando la orilla. 

•Trepó al farallón de Punta Cabrera, y en él estuve tendi- 
do cosa de un cuarto de hora que continuó aún el fuego; y 
una vez terminado, me internó en el monte, recogiendo per- 
sonal del buque que encontró, en número de unos 20 ó 25, y 
al frente de ellos rodeó una pequeña colina con objeto de ocul- 
tarme de la costa, y tomó el camino hacia Santiago de Cuba, 
procurando evadir los caminos y buscando la mayor espesura. 
El práctico, pretextando que el camino que yo seguía no era 
el bueno, se separó de nosotros y no ha vuelto á parecer. Con- 
tinuamos, unos vestidos, otros desnudos, y á medio vestir los 
más, por espacio de unas dos horas, haciendo algunos descan- 
sos, hacia el E., y tratando de no perder la costa; y al llegar 
á divisar la playa, encontramos al Teniente de navio Busta- 



182 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



mante con un grupo de náufragos del Furor, que era su bu- 
que, y algunos del María Teresa, reunidos ya. Se vio un yacht 
con bandera inglesa, próximo á la costa y que maniobraba por 
detrás de Punta Cabrera, como si tratase de recoger algunos 
náufragos. Se le hicieron señales con una camiseta, y viendo 
que no hacía caso, seguimos la marcha por tierra, procurando 
no formar grandes grupos y ocultarnos lo posible. 

»A eso de las tres y media alcanzamos el puerto de Caba- 
nas, que tuvimos que atravesar á nado; y ya en la orilla de- 
recha, y á las nueve de la noche, llegamos á las trincheras de 
la Socapa, donde, por fin, pudimos descansar durante la no- 
che, siendo auxiliados por los guerrilleros, que nos proporcio- 
naron cuanto pudieron proporcionarnos.» 

Aquí termina el señor Caballero. 

Ahora el señor Bustamante: 

«Al abocar la boca del puerto (el Furor) y al reconocer la 
Escuadra enemiga, vimos que si gobernábamos al O. podíamos 
buscar el sota-fuego de la Escuadra española que estaba á al- 
guna distancia, y gobernamos al efecto. Uno de los proyecti- 
les dio sobre una de las escotillas de los ventiladores de las 
calderas, cayendo, por lo tanto, la presión, y consiguientemen- 
te el andar del buque; con lo cual los proyectiles cayeron ya 
á bordo en mucho mayor número. Una de las granadas dio en 
el cuerpo al Contramaestre Dueñas, dividiéndolo en dos par- 
tes; una cayó entre los guardines del timón, interrumpiéndo- 
los momentáneamente, teniendo que sacarla, para que funcio- 
nasen, á pedazos; otro proyectil destrozó la máquina y el ser- 
vomotor, quedando el buque sin andar y sin gobierno; otra 
había dado antes en el pañol de granadas de popa, haciendo 
explosión y destrozando ésta última. 

»No se dispararon los torpedos que estaban con las cabezas 
y puntas de combate y listos para disparar, por no haber es- 
tado nunca á conveniente distancia del enemigo para hacerlo. 

»En estas circunstancias, el Jefe de los destroyers, Capitán 



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DE SANTIAGO DE CUBA 183 



de navio señor don Fernando Villaarail, mandó abandonar el 
buque, echándose al agua el que declara, á unas tres millas de 
la costa, con parte de la dotación. En el agua, á uno de los 
que iban á mi lado, que creo era el primer Contramaestre, le 
dio una bala de cañón en la cabeza, sepultándose en el agua 
para siempre, El buque, mientras tanto, tras una serie horri- 
ble de explosiones, se fué á pique. Al llegar á tierra nos diri- 
gimos hacia el E, en busca de Santiago de Cuba; poco des- 
pués encontramos al Teniente de navio Caballero, con el cual 
y con su gente, llegamos á Santiago de Cuba siguiendo el 
mismo camino y las mismas peripecias. Como son idénticas, 
omito relatarlas,* 

Después de lo dicho, creo inútil añadir una palabra más. 







XXVIII 



Causas de la pérdida del combate naval de Santiago 

de Cuhí-K 



Fáltanme palabras para pintar la dolorosa impresión que 
me produjo el desastre de los cuatro cruceros y loa dos destró- 
yer s que mandaba el Almirante Cervera, y la que bien puedo 
llamar hecatombe de sus tripulaciones , que no fue completa 
por haber tenido lugar la lucha tan cerca de la costa, en la 
cual pudieron varar los barcos ya incendiados, antes que en* 
tragarlos al enemigo. En menos de dos horas fueron destruí- 
dos los buques, y sin embargo, el suceso no me extrañó; antes 
por el contrario, admiróme que no hubieran sido echados á pi- 
que en la misma canal. 

La pérdida de la Escuadra fué prevista por todos los Jefes 
de la misma, con los cuales he hablado más de una vez, y por 
decirlo así, profetizada desde que recibió orden en Cabo Ver- 
de (las islas) de salir para la Isla de Cuba; y así se lo comuni- 
có diferentes veces al Gobierno el General que la mandaba, 
cuyas comunicaciones oficiales existen y constan: mas parece 
que la opinión en la Tala de Cuba, y sobre todo eu la Habana, 
exigía su presencia en aquellas aguas, y entre ésta, y las razo- 
nes, tan sensatas como lógicas^ del Almirante, optóse por la pri- 
mera, y la Escuadra salió con rumbo al O.; desde entonces. 



******m*Tm 



186 combates y c¿B<rat*aflfa 

ia tabla <<fola misma fué ineludible y sólo cuestión de tiem- 
po, como fácilmente se comprenderá por lo que sigue. 

La Escuadra salió de las Islas de Cabo Verde, sin más car- 
bón que el que contenían sus carboneras, que forzosamente 
tenía que consumir en su mayor parte, después de su navega- 
ción á través del Océano Atlántico; le acompañaban los tres 
destroyers, Platón, Furor y Terror, á los cuales tenía que su- 
ministrar carbón y convoyar, ocasionándose los retrasos y mo- 
las tias consiguientes. 

En Martinica (donde quedó el Terror por no poder seguir 
á la Escuadra) no pudo hacer carbón; y en Curacao, á pesar de 
la promesa del Gobierno de encontrar un buque con combus- 
tible t que no pareció, sólo dos buques pudieron hacer un corto 
número de toneladas. 

La orden de ir á la Isla de Cuba subsistía: ¿qué hacer en 
tales condiciones? Lo natural y lo lógico, dirigirse al puerto 
que más próximo estaba y menos peligros, por consiguiente, 
ofrecía la navegación; dirigirse á Santiago de Cuba, que el Ge- 
neral Cervera creyó bien defendido porque el puerto se presta 
á ello y provisto de víveres. ¡Cuál no sería su sorpresa al en- 
contrarse con que sólo dos cañones que merezcan el nombre de 
tales defendían su boca, y que en la plaza escaseaban los víve- 
res como escaseaban las municiones de guerra, y escaseaba 
todo! 

Ya he dicho antes, y repetiré ahora, que durante los días 
del mes de mayo en que no se presentó la Escuadra enemiga 
con fuerzas superiores á las nuestras (esto es, del 20 al 27) los 
buques no pudieron salir, no tan sólo por no tener carbón su- 
ficiente, si que también por la mar del Sur que recalaba y que 
impedía la salida, como aseguraron todos los prácticos de nú- 
mero de la localidad, manifestando era casi seguro que las po- 
pas de los buques tocarían en la cabezada, sobre todo la del 
Colón, que era el de mayor calado. 

Hay que tener en cuenta, porque ello para una Escuadra lo 



*^^? » r* - ? *»^^i iJ>*»i"^ iT i m';ap if » w » 



DE SANTIAGO DE CUBA 187 



es todo, que los buques, que hacia tiempo no limpiaban, dista- 
ban mucho de andar lo que debían; el Vizcaya, sobre todo, no 
alcanzaba 13 millas, que más tarde, después de cuarenta y seia 
días en el puerto de Santiago de Cuba, quedó reducido á menos. 

Pero aun cuando no hubiera recalado la mar del Sur y los 
buques hubieran podido salir, ¿dónde hubieran ido? f ;á la Haba- 
ba por el camino más corto? Hubieran encontrado la Escuadra 
de Sampson, como de sobra sabía el General Cervera, que era 
precisamente lo que se quería evitar. Tal vez se hubiera conse- 
guido haciendo la derrota por donde menos se la hubiera espe- 
rado, por el canal de Providencia, por ejemplo; de sobra se le 
ocurrió al General, pero imposible, por una sencillísima razón: 
porque no había combustible para tantos días de navegación. 

Además, cuando la Escuadra llegó al puerto de Santiago de 
Cuba, todo el mundo, tanto en ella como en la Península, la 
creyó salvada, y felicitó á su Jefe por el éxito alcanzado y por 
la maniobra ejecutada; y al decir todo el mundo, no me refiero 
al pueblo; me refiero al elemento oficial, ¿Puede darse prueba 
mayor de que el General cumplió los deseos del Gobierno? 

La Escuadra recibió orden terminante del Capitán General 
de la Isla de Cuba, de salir del puerto de Santiago, que reiteró^ 
no obstante las observaciones que el General Cervera le hizo. 
Después de ello ¿qué hacer? Salir. Salir, como en efecto salie- 
ron, resignados, pero tranquilos y serenos, aquellos héroes, 
que no otro nombre merecen los que en la Escuadra iban á 
una muerte segura que ninguno ignoraba. Y digo que iban 
tranquilos y serenos, y lo diré mil veces, porque sólo así pu- 
dieron gobernar sus buques en una canal tan angosta y peli- 
grosa, sin que ninguno de ellos varara, cuando tan fácil es ha- 
cerlo, aun en circunstancias ordinarias, sin resistir el fuego de 
una Escuadra enemiga y con barcos de menos calado y eslora* 
La salida de dicho puerto en las condiciones en que lo verifi- 
caron nuestros buques, no titubeo en asegurarlo; es el acto de 
más valor, de más arrojo, de más pericia y de más inteligencia 



> 



188 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

y práctica marineras que puede concebirse. Así lo aseguraron 
repetidas veces, llenos de asombro, los Jefes y Oficiales de la 
corbeta inglesa Alert y crucero austríaco Marta Teresa, que 
puede decirse presenciaron el combate. 

Ya ae sabe el número de buques que á la boca del puerto 
«aperaban á los nuestros, y con los cuales éstos tuvieron que 
combatir, así como su clase y artillería que montaban, por el 
estado de la Marina americana, y que di en uno de los primeros 
capítulos» Ello solo basta y sobra para demostrar que, dada la 
inferioridad de los nuestros en cantidad y calidad (por decirlo 
así), era imposible sostener el combate. 

Pero hay más, mucho más que añadir, para que se compren- 
da lo sucedido en el combate naval de Santiago de Cuba, que 
la mayor parte del público ignorará en España. 

Ya he dicho que el Colón } único buque verdaderamente 
protegido de los cuatro que componían la Escuadra, no tenía 
sus cañones de torre (los de gran calibre). Entre los de 14 cen- 
tímetros del Teresa, el Oquendo y el Vizcaya, que son los que 
más fuego hacen en un combate, seis estaban declarados inúti- 
les; y si bien el Teresa pudo cambiar los suyos, el Oquendo y 
el Vizcaya no, y tuvieron que combatir el primero con uno y el 
segundo con dos inútiles, como he dicho. 

Además, todos ellos tenían incompleta la dotación de mu- 
niciones T y en el Teresa había sesenta inútiles: la mayor parte 
de los estopines no servían, y por consiguiente, los cañones no 
hacían fuego. Las piezas de cierre eran tan imperfectas, que al 
segundo ó tercer disparo ya no cerraban; las agujas salían dis- 
paradas, y por muchos supervivientes del Oquendo y del Teresa, 
he sabido que, entre los heridos que servían los cañones, mu- 
chos lo fueron por éstos mismos; así, que si el asunto no fuera 
tan triste y tau serio, pudiera decirse que los cañones de nues- 
tros buques eran como la carabina de Ambrosio, que disparaba 
por la culata; esto es, que lejos de ofender al enemigo, eran un 
peligro para los encargados de hacer fuego con ellos. 



« ■«■«■•.■!* 



DE S&NTUGO DE CIRA 189 



Los casquillos de las cargas.no tenían, en su mayor parte ? 
el diámetro, que debieran, y dióse el caso, en el Infanta María 
Teresa, de tener que desechar siete para poder encontrar uno 
bueno. En semejantes condiciones, ya se comprenderá que Iél 
artillería, que creyó convertirse en artillería de tiro rápido, se 
convirtió en artillería... no sé q\ié nombre darle, pero sí que- 
era perfectamente inútil. 

¿Después de lo expuesto, se extrañará lo ocurrido en el com- 
bate naval de Santiago de Cuba? Seguramente que no. Lo único 
digno de estrañeza es, que en semejantes condiciones, se man- 
de una Escuadra al teatro de la guerra. 

He ahí las condiciones en quo salieron del difícil puerto de 
Santiago aquellos Jefes y aquellos Oficiales que, convencidos 
de que sucumbirían todos, contentáronse con despedirse de los 
compañeros que en tierra quedaban, á los cuales pensaron no 
ver más. 

Todos los españoles nos mostramos orgullosos por el desas- 
tre de Trafalgar, por el heroísmo que en él demostró nuestra 
Marina, que dejó muy alto el honor, aunque ae sepultaran en 
las aguas nuestros buques. Pues bien; el combate de Santiago- 
de Cuba es mucho más glorioso aiín que el de 1805. En el pri- 
mero, treinta y dos navios aliados de 64, 80 y 120 cañones, se 
batieron con veintiocho ingleses, también de 120, 80 y 04 ca- 
ñones: las fuerzas, por lo tanto, eran casi iguales; y si se perriió- 
el combate, que pudo muy bien haberse ganado, fué porque 
nuestra Escuadra estaba mandada por Vílleneuve, y la enemiga 
por Nelson. En el segundo, seis buques {si merecen el nombre 
de tales el Plutón y el Furor), tuvieron que combatir con vein- 
ticuatro mejor protegidos y artillados. Después de esas cifras 
es inútil cuanto se añada. 

Yo no he podido nunca explicarme ó comprender la razón 
de haber mandado á la Isla de Cuba una Escuadra que en ma- 
nera alguna podía batirse con la de los Estados Unidos r y, por 
consiguiente, que no podía de ningún modo impedir que sus. 









100 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

"buques bloquearan nuestros puertos y dominaran el mar; pero 
ya que se mandó, sin que su llegada impidiera la pérdida déla 
Isla, que desde que se aceptó la guerra y en las condiciones en 
que se encontraba, estaba perdida, como desgraciadamente ha 
demostrado la experiencia, creo debió impedirse fuera destro- 
zada, como lo fué, sin reportar ventaja alguna. 

El único medio de conseguirlo hubiera sido, á mi juicio, 
mandar,- aprovechando que todos los buques enemigos estaban 
en Cuba, algunos buques de gran andar, mejor ó peor artilla- 
dos, á los puertos comerciales de los Estados Unidos, y caño- 
nearlos, siquiera fuese ligeramente. Es muy probable que la 
opinión pública, sobre todo la de los que no eran partidarios 
de la guerra, hubiera exigido el regreso de los buques, y enton- 
ces nuestra Escuadra hubiera podido salir de Santiago con 
completa seguridad, y se hubiera evitado una catástrofe que 
ninguna ventaja nos ha reportado. Al propio tiempo, los puer- 
tos de la Isla, libres del bloqueo, se hubieran podido proveer de 
víveres; y aun cuando el resultado probablemente hubiera sido 
e\ mismo, no hubiese sido tan inmediato. 

Mas todo ello no pasan de ser hipótesis y suposiciones que, 
ni son ya oportunas, ni fueron el objeto que me propuse al es- 
cribir este libro. He dicho cómo salió de las Islas de Cabo Ver- 
de la Escuadra del General Cervera, cómo llegó á Santiago de 
Cuba y por qué salió de él á batirse con la del Almirante 
Sampson, convencido de que, en España, la mayor parte de 
cuantos en ella viven ignoran lo que dejo expuesto, y conven- 
cido también de que, después de conocidos los hechos, se juzga- 
rán de otro modo los resultados. 



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Se echa á pique eí « Mercedes. * 



2>ía 4, Frente á la boca, e] New- York t BrooJdyn, Indiana^ 
Masmchussets, Meneá]púUs } Yembius, un yacht y 17 mercantes _ 

A las siete llegó una corbeta inglesa y pidió práctico* 

A las nueve llegó el crucero austríaco María Teresa, 

Entraron en puerto los botes de ambos buques. 

A las cuatro se fueron con subditos de sus naciones. 

A las ocho de la noche se puso en movimiento el crucero 
Reina Mercedes. 

A las once y media se oyeron dos cañonazos en la boca del 
Morro; después muchos más. A las doce y cuarenta y cinco mi- 
nutos cesó el fuego. Fué contestado por la Socapa. 

Era raro el día que no se cañoneaban la Escuadra enemiga, 
y el Morro y la Socapa, que no se dieran noticias de haber cau- 
sado averías á alguno ó á algunos buques de aquélla, y hasta de 
haber incendiado y echado á pique; pero como jamás se com- 
probaron, nada he indicado nunca sobre el particular, decidido 
á no decir nada que no sea una verdad probada hasta la evi- 
dencia y que sepan cuantos en Cuba hayan estado en la época 
en que ocurrieron los sucesos que motivan estos apuntes* Na- 
tural es, que en tantas veces como sostuvieron fuego los bu- 
ques, pues lo contrario sería inverosímil, alguna avería habráu 



192 COMBATES Y CAPITULACIÓN l 

experimentado y algunas bajas tenido, aunque se colocaban á 
bastante distancia; pero es indudable que no han sido de consi- 
deración; de lo contrario, se hubieran visto perfectamente. 

El día del combate de ambas Escuadras, me aseguraron a 
mí mismo, marineros de la Socapa y otros náufragos, que vieron 
irse á pique tal buque y arder tal otro, y que tal llevaba á re- 
molque á cual, con pelos y sedales. El hecho parecía induda- 
ble; pues nada de eso, no hubo tal. Al día siguiente ios buques 
que habían combatido con los nuestros estaban todos en Dai- 
quirí, en Aguadores ó frente á la boca del puerto. He ahí por 
qué no he hablado nunca de las averías hachas á los barcos 
bloqueadores. 

La corbeta inglesa Alert y el crucero austríaco María Te- 
resa no pudieron, naturalmente, entrar en puerto, porque te- 
níamos fondeados torpedos Bustamante (aunque sólo una parte 
de ellos) y tendidas las calles de alambre. Salió el remolcador 
Colón con bandera de parlamento para notificarlo así, y entra- 
ron los botes de los mismos á remolque de los de vapor. 

Por los Oficiales austríacos supe, en la Comandancia de 
Marina, lo ocurrido al Vizcaya y al Colón en el combate del 
día anterior, cuyos cañonazos llegaron aún á tiempo Me oir y 
vieron los barcos varados y perdidos en la costa. Todos convi- 
nieron, naturalmente, en que nuestra Escuadra se batió admi- 
rablemente, y sobre todo, que la salida de los buques del puer- 
to, en las circunstancias que lo verificaron, demostraba un va- 
lor, una pericia y una práctica marinera verdaderamente asom- 
brosas. Siempre es un consuelo ver que se hace justicia, y yo 
lo tuve en esos momentos. 

Como el interior del puerto no tenía ya la salvaguardia de 
la Escuadra; como se levantaron los torpedos Bustamante (seis 
de ellos) para que saliera, que aún no se habían podido colocar 
de nuevo; y como, en fin, no existía la primera línea de los 
fijos, decidió el Comandante de Marina, de acuerdo con el Ge- 
neral Toral, echar á pique el Mercedes (único que servía para 




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Dn SANTIAGO DE CUBA 193 



el caso) en la angostura de la canal de entrada. En su conse- 
cuencia, el Comandante del crucero recibió orden de verificar- 
lo. Apresuradamente, porque el tiempo urgía, transbordaron al 
vapor Méjico los heridos y enfermos procedentes de la perdida 
Escuadra, que quedó convertido en Hospital é izó la bandera 
de la Cruz Roja. Se sacaron los papeles reservados y de impor- 
tancia, las libretas, armas portátiles, camas y lo más indispen- 
sable del buque, y á las ocho de la noche, con el Comandante del 
mismo, el Alférez de navio señor Nardiz, algunos maquinistas, 
los marineros que se necesitaron y los prácticos Apolonio Nú- 
ñez y Miguel López, se puso en movimiento hacia fuera, lista 
ya el ancla de proa y la codera de popa. 

A las once y media, y apenas lo divisó el enemigo, que vi- 
gilaba con los proyectores eléctricos, rompió sobre el buque un 
fuego nutridísimo. No obstante, el buque se fué á pique en el 
sitio que se deseaba: operación siempre difícil, y muchísimo más 
bajo el fuego, como fácilmente se comprenderá. Por desgracia 
el buque no quedó atravesado, porque, según parece, un pro- 
yectil cortó la codera: el sacrificio fué inútil y el puerto no 
quedó obstruido. Sin embargo, no lo fué en absoluto; pues sir- 
vió para que más tarde no se apoderase de él el enemigo. Hoy, 
como está acribillado á balazos que recibió esa misma noche, 
no creo puedan utilizarlo. 

Y ya que tanto se ha hablado de ese buque, daré la relación 
de todas las bajas que tuvo su dotación, ya á bordo, ya en la 
Socapa, ya en Punta Gorda ó en el Morro, desde el principio 
al fin de la guerra. 

Segundo Comandante del mismo, Capitán de fragata, don 
Emilio Acosta, muerto. 

Artillero de segunda, Rafael Rodríguez, id. 

Cabo de mar de primera, Jesualdo Díaz, id. 

Marinero de primera, Domingo Hermida, id. 

Soldado de Infantería de Marina, Manuel Losada, id. 

Soldado de ídem, id., Vicente Romany, id. 

13 



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194 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



Segundo Contramaestre, don Antonio Rodríguez Díaz, he- 
rido grave. 

Cabo de mar, José Casteleiro, ídem, id. 

ídem Domingo Lastra, ídem, id. 

Marinero de primera, Emilio Navarro, ídem, id. 

ídem, de segunda, Juan Burgos, ídem, id. 

Soldado de Infantería de Marina, Agustín Zamorano, ídem, 
ídem. 

Fogonero de segunda, Felipe Cazón, ídem, id. 

Comandante del buque, Capitán de navio, don Rafael Mi- 
cón, herido leve. 

Alférez de navio, don Alejandro Molins, ídem, id. 

Cabo de cañón, Higinio López, ídem, id. 

ídem, id., Antonio Fraga, ídem, id. 

Marinero carpintero, José Cueto, ídem, id. 

Marinero de primera, Manuel Budifio, contuso. 

Fogonero de id., Juan Vilmonte, id. 

ídem, José López, herido leve. 

Alférez de navio, don Ricardo Bruquetas (dos veces), ídem, 
ídem. < 

Armero, Joaquín Otero, ídem, id. 

Artillero de mar de primera, José Vila, herido grave. 

Cabo de mar de segunda, Antonio Vizcaíno, id. leve. 

Marinero de primera, Indalecio Moulato, ídem, id. 

ídem, Antonio Mora, id. grave. 

ídem, Ramón Michaud, id. leve. 

Cabo de mar de segunda, José Arraria, mortal de necesidad. 

Soldado de Infantería de Marina, José Blanco Cueto, ídem, 
ídem. 

Artillero de mar de primera, José Torrente, herido leve. 

Ídem, id., Manuel Vizcaíno, ídem, id. 

Marinero de primera, Antonio Mora, ídem, id. 

El enemigo cortó el Acueducto, no dejando en la población 
más agua que la de unos pozos y algibes. 



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DE SANTIAGO DE CUBA 



195 



Los náufragos que han llegado de la Escuadra son los Te- 
nientes de navio señores Bustamante y Caballero, segundos de 
los destroyers, el Guardia Marina, señor Navia, algunos ma- 
quinistas y clases y unos 150 de marinería. 

Muchos fueron asesinados en el campo por los insurrectos á 
tiros y machetazos. Digo que fueron asesinados, porque no 
creo tenga otro nombre matar á tiros y á machetazos, no sólo 
á hombres desarmados, sino casi desnudos, desfallecidos y mu- 
chos heridos. Comprendo la gravedad de semejante acusación; 
pero así lo han asegurado todos los que han logrado salvarse. 




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XXX 



La columna Escario. 



Como la columna de Manzanillo, llamada por telégrafo por 
«el General en Jefe, tomó parte tan activa en los sucesos mili- 
tares posteriores al día de su llegada, que fué el día 3 de julio, 
natural me parece dar cuenta de la difícil y penosa marcha que 
aquélla ejecutó, recorriendo una distancia de 62 leguas por un 
territorio que hacía dos meses se había abandonado y estaba 
■en poder del enemigo, y en el cual ningún punto de apoyo ni 
socorro alguno podían esperar. 

Para poder formar idea de dicha marcha, que honra, tanto 
al General que la dirigió, como á los Jefes y Oficiales que la 
secundaron y á los sufridos soldados que la hicieron, diré que, 
-en dichas 52 leguas, sólo desde el Almirante á Santa Rita, 
pudo marchar la columna de á dos; el resto del camino tuvo 
que marchar de á uno, y siempre abriendo camino con el ma- 
chete por lo mucho que había crecido la manigua. Para que 
mejor la comprenda el lector copiaré el diario de operaciones 
de la columna. 

Dice así el diario: 



¿rw — i-~r?pnc~~* -r**^ - K » 'a^^r - .* >»?*'?**.• V *• '^ • *■ . », í^- » n 



198 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

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DE MANZANILLO A SANTIAGO DE CUBA POR TIERRA 



Diario de las operaciones de campaña practicadas por fuerzas de la di— 
visión de Manzanillo, desde el 22 de junio de 1808 al 3 de julio *i— 
guíente. 

i 

MANZANILLO Á BATAMO. 

En cumplimiento á lo dispuesto por el excelentísimo señor 
Teniente General, Comandante en Jefe del cuarto Cuerpo de 
Ejército, en cablegrama de 20 del corriente, ordenando saliesen 
para Santiago de Cuba fuerzas de la división de Manzanillo, el 
señor Coronel, Comandante General accidental de dicha divi- 
sión, don Federico Escario, después de verificados los prepara- 
tivos necesarios para tan larga jornada, municionada conve- 
nientemente la tropa y racionada por seis días, emprendió la- 
marcha el 22 al mando de una columna compuesta de los bata- 
llones primero y segundo del regimiento de Infantería Isabel la 
Católica, núm. 75; primero del de Andalucía, núm. 52; bata- 
llón de Alcántara Peninsular núm. 3; batallón Cazadores de 
Puerto Rico núm. 19; segunda sección de la primera batería 
del quinto regimiento de Montaña, una fracción de la octava 
compañía del primero de Zapadores, guerrillas montadas de 
Calicito, de Bayamo y Manzanillo, cinco Oficiales módicos 
con 30 individuos de Sanidad Militar destinados á los hospita- 
les de Cuba, y la décima compañía de transportes á lomo en- 
cargada de conducir al parque móvil, 13.000 raciones de galleta 
y 15.000 de etapa de repuesto en 148 mulos de ella y 50 arrias 
particulares que se embargaron oportunamente. 

Salió de Manzanillo esta columna, que en total la compo- 
nían 3.752 hombres, á las cinco de la tarde, y habiendo llega- 
do al oscurecer á Palmas Altas, dispuso su Jefe que se acam- 
pase, pernoctando en este punto sin novedad, pero sin que fue- 



JFTT ^TW^.^ 



DE SANTIAGO DE CUBA 



199 



se, como se deseaba, el descanso para el soldado, por impedirlo 
una constante lluvia que á muy pocos permitió acostarse. 

Amaneció el 23 más despejado que el día anterior, y levan- 
tado el campamento y organizada la columna, emprendió pe- 
nosa marcha á las cinco y media, rompiendo altas hierbas para 
abrir camino por la orilla izquierda del río Yara, cuya ruta dis- 
puso su Jefe para evitar el paso por poblados que pudieran es- 
tar ocupados por el enemigo, cumpliendo así con el encargo de 
evitar encuentros, que se le hacía en el aludido cablegrama del 
20, en que se dispone esta operación. 

Atravesando la sabana de don Pedro, llegó la columa al paso 
del río Yara más próximo al que fué poblado de este nombre, 
donde se dispuso acampar, habiendo sido hostilizada en toda la 
marcha, y especialmente al ocupar el campamento, donde el ene- 
migo rompió vivo y nutrido fuego, que sostuvo durante diez mi- 
nutos, haciéndonos un muerto y tres heridos. Apoyado el fuego 
por el de la vanguardia de la columna, y practicado el reconoci- 
miento de costumbre por la fuerza montada, que dio cuenta de 
haberse ya retirado el enemigo, se acampó, pernoctando sin no- 
vedad y en mejores condiciones que ayer, pues una noche se- 
rena y una buena arboleda ofrecieron á nuestro soldado relati- 
vo descanso hasta el amanecer del día 24, en que, levantados ai 
toque de diana y tomado el café se formó la columna, y organi- 
zada á las seis, emprendió la marcha por Arroyo Pavón, Ana 
López y Sabana la Loma, sosteniendo ligeros tiroteos, en los 
que resultaron un muerto y un herido á la columna, que acam- 
pó y pernoctó sin novedad á orillas del río Canabacoa. 

Ef día 25, á la hora de costumbre, se levantó el campamento 
de la noche anterior, organizándose y desarrollándose simultá- 
neamente la columna bajo fuertes aguaceros, continuando por 
las Peladas, Palmarito, ríos Buey y Yao, acampando en el Ba- 
batuaba. En este día, como ayer, fué hostilizada la columna en 
toda la marcha, rechazando y dispersando siempre al enemigo, 
que en sus tiroteos nos hizo un muerto. 



•*r*r* 



200 COMBATES T CAPITULACIÓN 

Sin novedad se pasó la noche, y á las seis y minutos de la 
mañana del 26 empezó la jornada de este día, que por los acci- 
dentes que. en ella concurrieron, fué, á la par que distraída, de 
excelentes resultados, moral y materialmente, para la causa es- 
pañola, como lo demuestra la entrada de nuestras fuerzas en la 
ciudad de Bayamo, después de entretenida marcha, cazando y 
desorientando parejas contrarias por los altos de San Francis- 
co, Peralejo, río Mabay ó ingenio Almirante, donde se acampó, 
110 sin alguna resistencia del enemigo, que sin causarnos el 
menor daño, fué duramente castigado por los certeros disparos 
de la columna. 

La aludida entrada de Bayamo no permite cerrar el diario 
de estos días sin, por lo menos, hacer el relato de ella; se orde- 
nó esta operación, á pesar de estar dispuesto por el excelentí- 
simo señor Comandante General del cuarto Cuerpo de Ejército 
en su referido cablegrama del 20, que se evitasen encuentros, 
porque considerando el Jefe de la columna que se achicaba el 
ánimo del soldado estar tan cerca de dicha población sin en- 
trar en ella, por el contrario lo elevaría al hacerlo, con lo que 
á la vez no sólo demostraba al enemigo y a los ingratos pobla- 
dores de Bayamo que aún había españoles en Cuba, si que 
también desorientaba á aquél, y en atención á que para todo 
esto le sobraba fuerza y tiempo en lo que restaba de día, dis- 
puso, á reserva de dar cuenta á dicho excelentísimo señor ex- 
poniéndole esas razones, que el señor Coronel, segundo Jefe de 
la columna, don Manuel Ruiz, con la Caballería y 600 hombres 
de Infantería, divididos éstos en dos columnas y formando otra 
aquélla, ocupara la plaza. Interpretando fielmente el deseo y 
las órdenes del señor Coronel Escario, á las tres de la tarde, 
después de haber tomado las tropas el primer rancho, salió el 
Coronel Ruiz del campamento el Almirante, fraccionando su 
fuerza en los tres mencionados grupos, tomando personalmen- 
te el mando de uno de los de Infantería, encargando del otro 
al Teniente Coronel primer Jefe del batallón de Alcántara, don 



DK SANTIAGO DE CUBA 201 



Baldomcro Barbón, y del de la fuerza montada al Comandante 
del primer batallón del regimiento Isabel la Católica, don Luis 
Torrecillas. Avanzando resueltamente por distintos puntos es- 
tas tres columnas de ataque, les fué permitido acercarse á la 
población sin estorbo ni interrupción; por lo visto el enemigo 
quería aprovechar sus fuegos r pues no dejaban lugar á duda 
de su existencia los disparos de aviso y los grupos que se veían 
correr de unos á otros lugares del recinto. ~ 

Las columnas en tanto continuaban con rapidez y en silen- 
cio su avance, desplegadas en perfecto orden de combate, y en 
-esta disposición llegaron á orillas del río Bayamo, donde pre- 
tendieron detenerlas desde la población las fuerzas contrarias 
•con nutrido fuego de fusilería, pretensión que hizo inútil el 
oportuno toque de ataque, y nuestros soldados, que al oirlo, al 
arma blanca y sin disparar un solo tiro, atravesaron aquellas 
aguas á la carrera, y entraron triunfantes con una sola baja y 
sin más resistencia, en la Ostende de los enemigos de España. 
En desordenada y precipitada fuga se retiró aquella tribu sal- 
vaje, y después de ocupar nuestras fuerzas los fuertes y aveni- 
das principales, por grupos aislados se reconoció toda la pobla- 
ción, recogiendo en la Comandancia militar de los insurrectos 
varios paquetes de su archivo y correspondencia, é inutilizan- 
do la estación y parte de una línea telegráfica que tenían esta- 
blecida con Jiguaní y Santa Rita. 

No se pudieron adquirir noticias del enemigo entre las fa- 
milias de Bayamo, pues, como siempre, guardaron reserva, y 
«ólo algunas por mera curiosidad abrieron sus puertas, dejando 
ver retratado en sus semblantes el disgusto que les producía la 
presencia de soldados españoles, creídos, como estaban, de que 
las plantas de éstos no pisarían más aquel suelo. 

Terminada la operación, regresaron nuestras fuerzas al 
campamento del Almirante, y aunque en un principio se igno- 
raba el resultado de ella, posteriormente, por seguras confiden- 
cias, se supo que en este día se le causaron 19 bajas, de ellos 



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202 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

10 muertos y los restantes heridos. Sin más novedad se per- 
noctó en el Almirante, terminando aquí en este día la primera 
parte de lo que, sin temor á equivocarse, se puede calificar de 
gloriosa marcha de Manzanillo á Cuba. 

BATAMO Á BAIRE. 

Al amanecer del día 27 se levantó el campamento del Almi- 
rante y siguió la columna su marcha por la sabana del Guaná- 
bano, Chápala y río Cautillo, inutilizando siempre la línea te- 
legráfica que tenía el enemigo desde Bayamo al poblado de 
Santa Rita, donde se acampó y pernoctó sin novedad. 

A las seis de la mañana del 28 se continuóla operación, di- 
rigiéndose la columna á Baire por Cruz Alta, rio Jiguaní; Ji- 
guaní arriba, Piedra de Oro, Granizo, Cruz del Yarey y la Sa- 
lada. El enemigo, reunido en mayor número que en días ante- 
riores y posesionado de las alturas que dominan el paso del río 
Jiguaní, trató de impedirlo á nuestras fuerzas, pero su intento 
fué deshecho por los flanqueos que oportunamente dispuso el 
Jefe de la columna y los certeros disparos de artillería prote- 
giendo esos flanqueos. Conseguido el paso, se continuó sin no- 
vedad hasta la Cruz del Yarey, donde volvieron á presentarse 
los rebeldes, aunque con menor resistencia, siendo; comoantes r 
vencidos. No obstante, parecían dispuestos á seguir estorbando 
la marcha, y así lo demostraron al llegar la columna á las rui- 
nas del que fué poblado de Baire; allí esperaban apostados y 
rompieron, al divisar la columna, nutrido fuego de fusilería,, 
que apagó el rápido avance de nuestra vanguardia, obligándo- 
los á retirarse en vergonzosa y precipitada fuga. De estos en- 
cuentros resultaron el Coronel don Manuel Ruiz, segundo Jefe 
de la columna, herido, y muerto el caballo que montaba, cua- 
tro soldados muertos y cinco heridos. Sin más novedad acampó 
y pernoctó la columna en Baire. 

Las altas hierbas que en casi todos estos días, cubriendo por 



DE SANTIAGO DE CUBA 203 



completo al soldado y estorbando su paso, desarrollaban á la vez 
un calor sofocante que hacía sumamente enrarecido el aire que 
se respiraba y cerraban á la par el camino, que era preciso abrir 
con gran trabajo, obligando á que las marchas fuesen con fre- 
cuencia penosísimas y de á uno; la repetida lluvia que no sólo 
empapaba las ropas, si que también encharcaba el suelo hacién- 
dolo resbaladizo y proporcionando pasos difíciles á la numero- 
sa impedimenta; los enfermos que ocasionaban las inclemen- 
cias del tiempo y el rudo trabajo de estas operaciones; el creci- 
do convoy de camillas, la consideración de encontrarse la co- 
lumna á más de la mitad de la jornada, y sobre todo, la muy 
importante de haber llegado á lugar donde se desorientaba al 
enemigo que no podía apreciar que dirección tomarían nues- 
tras fuerzas por ser tres los caminos que desde allí hay en di- 
rección á Cuba, eran razones que tuvo muy en cuenta el Jefe 
de la columna para determinar el suspenso de la operación en 
el día 29, ordenando fuese de descanso. Así resultó en cuanto 
á fatiga, pero constantemente hostilizados por el enemigo, re- 
sultando otros tres heridos. 

LA MANTONIA 

Al amanecer del día 30 se levantó el campamento de Baire, 
y tomando dirección á Palma Soriano, para dejar allí heridos 
y enfermos, se hizo la marcha hasta Mantonia, donde se acam- 
pó y pernoctó pasando por la Ratonera, Arroyo Doncella y río 
Contramaestre. 

Antes de desarrollarse la columna por el camino de la Ra- 
tonera, el enemigo, convenientemente apostado y atrincherado, 
rompió el fuego, que se contestó y apagó por las primeras fuer- 
zas que salieron del campamento. Comprendiendo el Jefe de la 
columna que éstos se repetirían, y con el fin de evitar bajas, 
cumpliendo así además con lo ordenado en el repetido cable- 
grama del excelentísimo señor General del cuarto Cuerpo de 



204 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

Ejército, dispuso cambiar de camino, y burlando de este modo 
las emboscadas, llegaron nuestras fuerzas á la loma de la Don- 
cella, paso obligado precedido de estrecho callejón y barranca- 
da difícil después, con posiciones á.su frente que ocupaban los 
rebeldes, á quienes arrolló la vanguardia con decisión y sin con- 
testar al fuego. Reconcentrada la columna después del paso de 
la Doncella, se preparó para el del Contramaestre, donde el ene- 
migo esperaba, según él mismo anunció en escritos de desafío 
y amenazas que dejó en el camino. El Teniente Coronel de Al- 
cántara, don Baldomero Barbón, Jefe de la media brigada de 
vanguardia desde la herida del Coronel Ruiz ; dispuso conve- 
nientemente sus fuerzas en perfecto otden de combate, y avan- 
zó resueltamente. Soberbias posiciones dominaban el camino 
claro y despejado que forzosamente debía seguir la columna 
desde su salida del- monte, guardando, armonía con el ancho 
cauce del Contramaestre y sirviendo de complemento á todo 
esto una rápida y tortuosa subida que daba acceso á la orilla 
opuesta. Sin más abrigo que el de la crecida hierba, que como 
siempre interrumpía la marcha, sin más trinchera que sus pe- 
chos, avanzaron serenos y con el mayor orden posible aquellos 
bravos soldados con su Jefe al frente aceptando el reto que se 
les había dirigido. No mintieron los contrarios; allí estaban en 
gran número ocupando aquellas posiciones tan ventajosas, que 
hubieran resultado inexpugnables de ocuparlas quien hubiera 
sabido defenderlas; pero poco atentos para el duelo, fueron sor- 
prendidos por nutrido fuego de fusilería y oportunos disparos 
de artillería, que quebrantando su parte moral los desorganizó, 
sin que el rápido avance de nuestras fuerzas, que se lanzaron 
al arma blanca, les permitiese rehacerse. Con escasa resisten- 
cia, pues poco fuego pudieron hacer, y seguramente con bas- 
tantes bajas, se retiró el enemigo, dejando dueños del campo y 
de sus posiciones á los que, conociendo bien los sagrados de- 
beres que impone el honor, supieron recoger el guante que se 
les arrojaba, y despreciando peligros y sin medir fuerzas, mar- 



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DB SANTIAGO DB CCBA 205 

charon sin titubear en busca de la muerte conque se les ame- 
nazaba. Pasado el Contramaestre, y atravesando después por 
extensos potreros, llegó la columna á la finca conocida por La, 
Mantonia, en cuyos terrenos infinidad de bohíos de todos ta- 
maños, y grandes y recientes rastros, denunciaban la existen- 
cia de mucho enemigo. Efectivamente, éste no se hizo esperar, 
pues al entrar las primeras fuerzas de la vanguardia en aquel 
extenso campamento, con nutridísimo fuego trató de impedir 
el avance, sosteniéndose en la linde de un monte firme, desd* 
donde, atríncheraclo, batía un trayecto de 1.200 metros que al 
descubierto era precisó atravesar, imposibilitando la hierba to- 
do despliegue y el avance de la Caballería. Por orden del Te- 
niente Coronel Barbón, con decisión, con paso ligero y sin con- 
testar al fuego, avanzaron las dos compañías de vanguardia del 
batallón de Alcántara al mando del Comandante don Francis- 
co González, quien perfectamente hecho cargo de la posición 
contraria, siguiendo por el único trillo utilizable, envolvió la 
posición por su flanco izquierdo, obligando con repetidas des- 
cargas que se cruzaban con las pocas que podía hacer la co- 
lumna, á que el enemigo abandonase sus trincheras, dejándo- 
nos en su retirada muchas municiones sin disparar, sistema- 
Remington en su mayor parte. 

En los rudos combates de este día resultaron el Capitán de 
Alcántara don Jenaro Ramiro y nueve individuos de tropa he- 
ridos, con cinco muertos. 

AGUACATE 

Al amanecer del día 1.° de julio se emprendió la marcha 
sin novedad hasta el paso del río Guarinao, por las Lajas, pun- 
to de posiciones ventajosas ocupadas por el enemigo, que sin 
gran resistencia fué batido y dispersado por la fuerza de nues- 
tra vanguardia. Pasado el Guarinao, y destacados flanqueo» 
que sorprendieron dos emboscadas, siguió la columna sos te- 



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206 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

niendo insignificantes tiroteos con parejas exploradoras ó pe- 
queñas avanzadas, que hacían suponer la existencia de grue- 
so enemigo y no muy distante. Los hechos demostraron des- 
pués que no padecieron error los que hicieron estas hipóte- 
sis. En efecto, llegó la columna á un lugar escarpado y domi- 
nado por alturas de rápida y despejada subida, que, forman- 
do anfiteatro, ocultaban en su centro extenso campamento 
de guano y de reciente construcción, suficiente para dar alber- 
gue á más de 2.000 hombres. Una rápida ojeada bastaba para 
-comprender que era el sitio más apropiado para una embosca- 
da. Haciéndose cargo de esto el señor Coronel Escario y to- 
mando precauciones, dispuso que siguiese el avance de la co- 
lumna, haciendo que la artillería tomase posiciones. Apercibi- 
do el enemigo, no esperó á que se le sorprendiera, y preten- 
diendo aprovechar el tiempo, rompió el fuego desde la loma 
del Aguacate, en que tuvimos situado el heliógrafo, y las con- 
tiguas de derecha ó izquierda, en una línea extensísima y atrin- 
cherada. Como en un campo de. instrucción desplegaron nues- 
tros soldados, y con fuego, avanzando, entraron en combate 
las dos terceras partes de la columna, sin que aquella verdade- 
ra lluvia de plomo, que á su paso sembraba la muerte, fuera 
suficiente para hacerlos retroceder ni aun detenerse. Avanzan- 
do serenos y con heroico arrojo, 'protegidos por los repetidos 
y acertados disparos de la artillería, y guiados muy hábilmen- 
te por sus Jefes, al grito de «¡viva España!» y á la bayoneta, 
tomaron simultáneamente aquellas alturas de tan difícil y pe- 
ligrosa subida, haciendo retirar tan precipitadamente al ene- 
migo, que no pudo recoger la mayor parte de sus bajas, y dejó 
en nuestro poder 17 muertos y municiones de distintos siste- 
mas y reciente construcción. Momentos hubo durante el comba- 
te en que la tenacidad de los contrarios y lo bien ordenado que 
lo llevaban hicieron creer que podía ser columna nuestra. Co- 
rrió rápida esta noticia, llegando á oídos del señor Coronel Es- 
cario, quien, temeroso de que así fuese, ordenó se suspendiese 



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DE SANTIAGO DE CUBA 207 



-«1 fuego, y trató de darse á conocer con toques de corneta. Esta 
precaución resultó estéril, y convencido dicho Jefe de que se 
batía con fuerzas rebeldes, dispuso siguiese el ataque y toma 
de sus posiciones. Haciendo, en justicia, al enemigo el honor 
de que defendió con tenacidad y buena dirección sus posicio- 
nes, que supo elegir con acierto, hay que convenir en que es- 
tuvo este día á una altura poco acostumbrada, dando ocasión al 
más rudo de los combates sostenido durante la marcha de Man- 
zanillo á Cuba, y digno de citarse entre los más sobresalientes 
de la actual campaña. Recogidas nuestras bajas, consistentes 
en siete muertos, un Teniente y 42 de tropa heridos, y recono- 
cido el terreno donde grandes rastros de sangre denunciaban 
«el duro castigo que llevaron nuestros contrarios y reorganizada 
la columna, se continuó hasta Arroyo Blanco, donde se acam- 
pó y pernoctó sin novedad. 

ARROYO BLANCO Á CUBA 

Desde Arroyo Blanco, donde acampó ayer la columna, se 
dirigió ésta á Palma Soriano, siendo preciso batir al enemigo 
que, ocupando buenas posiciones á derecha é izquierda del ca- 
mino, quería detenerla á todo trance. Envolviendo á los con- 
trarios por frente y flancos, se forzó siempre el paso, llegando 
á Palma Soriano á las tres de la tarde. En los fuegos en este 
día nos resultaron cuatro muertos y seis heridos. 

Desde Palma Soriano, por heliograma enviado á San Luis, 
comunicó su llegada el Jefe de la columna al excelentísimo se- 
ñor Teniente General, Comandante en Jefe del cuarto Cuerpo 
de Ejército en Santiago de Cuba, cuya autoridad, al contestar- 
le, le hizo presente que por haber desembarcado numerosas 
fuerzas norteamericanas que rodeaban gran parte de la pobla- 
ción, era de urgentísima necesidad el refuerzo de la plaza, es- 
casa de defensores, por lo que le recomendaba que forzase en 
lo posible la marcha. Deseoso de cumplir lo que se le ordenaba 



208 COMBKTES T CAPITÜLVCIXJN 

el señor Coronel Escario, á quien no se ocultaba además la ne- 
cesidad de preparar al soldado para hacer el resto de la jorna- 
da con rapidez, mandó se leyese á las compañías la siguiente 
orden de la eolumna del 2 de julio del 98, en Palma Soriano. 

«Soldados: Salimos de Manzanillo, porque el enemigo ama- 
gaba á Santiago de Cuba. Tenemos que correr en ayuda d* 
nuestros compañeros, porque allí nos llama nuestra honra, qu* 
es la propia de nuestros padres. 

»Yo, que me siento orgulloso de haber tenido la suerte de 
venir con vosotros en estos días en que la Patria nos exige do- 
ble energía y aliento, os dirijo dos palabras á fin de que sepáis 
estoy contentísimo de vuestro comportamiento, y para indica- 
ros la necesidad de hacer un esfuerzo, dejando, como hasta 
aquí, bien puesto el nombre de nuestra querida tierra. 

»Gritad, pues, conmigo: ¡Viva España! y marchemos ade- 
lante en busca de los que quieren saber lo que vale cada uno d# 
vosotros. La victoria es nuestra. — Vuestro Coronel. — Escario.* 

Dispuso que, después de tomar abundante y nutritivo ran- 
cho, descansase la tropa; y así se cumplió hasta las dos de la 
noche del mismo día, en que se tocó diana, y organizada 
inmediatamente la columna, continuó la marcha, que los sol- 
dados procuraban acelerar todo lo posible, sin más estímalo 
que el impuesto por el deber, á cuyo cumplimiento los lla- 
maba el constante cañoneo que desde muy temprano se oía á 
larga distancia y en dirección á Cuba. Con ligeros tiroteos 
durante el día, sin comer ni descansar, lograron estos dig- 
nos patriotas dar vista desde el puerto de Bayamo á la capita- 
de Santiago de Cuba. Allí se supo que en aquel día nuestra Es- 
cuadra, forzando el paso del canal dominado por la americana, 
había salido en busca de la muerte que está reservada á los hél 
roes. 

Eran de diez á once de la mañana del 3, y al notar el vivo 
cañoneo hacia la plaza, el Coronel Escario organizó una colum- 
na volante, con objeto deque ganase cuanto pudiese en la mar- 



DE SANTIAGO DE CUBA 209 



cha, dejando al resto de la columna con la impedimenta y bajo 
las órdenes del Coronel Ruiz Rañoy, para que prosiguiese in- 
mediatamente después. 

Formóse la columna volante con el primer batallón de 
Isabel la Católica, al mando del Comandante Torrecilla y 30 in- 
dividuos por compañía de los más fuertes, toda la Caballe- 
ría y las dos piezas do Artillería. El mando de esta columna 
se le confió al Teniente Coronel de Alcántara don Baldomero 
Barbón. 

Avanzó esta columna hasta Puerto Bayamo, desde cuyo 
punto el Coronel Escario se adelantó á la plaza con una sec- 
ción de Caballería, llegando á las tres de la tarde. La columna 
volante llegó á Santiago de cuatro á cuatro y media, y el grue- 
so,, con la impedimenta, de nueve á diez de la noche. 

Aquellos dignos Jefes, Oficiales y sufridos soldados; aquél 
puñado de valientes, que venciendo siempre al tenaz enemigo 
que pretendía detenerle, sobreponiéndose á las inclemencias del 
tiempo, y haciéndose superiores á las enfermedades y fatigas, 
acababan de realizar, para llegar al puesto de honor, un supre- 
mo esfuerzo, atravesando siempre victoriosos los Alpes de Cu- 
ba. Por eso no es extraño y es muy natural, que á la vista de 
la población, con el sombrero en la mano y lágrimas en los 
ojos, dejaran salir por sus labios un grito unánime de «¡viva 
España!» nacido espontáneamente para la Patria, allá en el 
fondo de aquellos nobles corazones. En toda la operación tuvo 
la columna un Coronel, dos Oficiales y 68 individuos de tropa 
heridos y 27 muertos, habiendo consumido 28.670 cartuchos 
Maüsser y hecho 38 disparos de artillería. 

A las diez de la noche entraba en Santiago de Cuba la ex- 
trema retaguardia, y fueron los batallones inmediatamente 
alojados en las trincheras que á cada uno había señalado el Es- 
tado Mayor, para, desde entonces, contribuir con las fuerzas de 
la guarnición á la defensa de la plaza. 

Santiago de Cuba, 3 julio 1808. 

14 



210 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

La columna pasó á ocupar las siguientes posiciones: 

Posición Canosa: en el punto más avanzado Teniente Coro- 
nel D. Baldomcro Barbón. — Batallón Alcántara el que relevó á 
Asia. 

Fábrica de fósforos: Batallón Isabel la Católica. — Coman- 
dante, D. Luis Torrecilla. 

Campo de Marte: El otro batallón. — ídem D. Eugenio 
Briceño, 

Dos caminos del Cobre: Cazadores Puerto Rico. — Teniente 
coronel, Sr. Arana. 

Plaza de toros: Andalucía. — Comandante D. Julián Llo- 
rens. 



Día 9. — Fué relevado Alcántara por la penosa situación que 
ocupaba, por seis compañías de Isabel la Católica, una de Asia, 
una de guerrilleros, mandados todos por el Teniente Coronel 
don Baldomero Barbón, y reforzada esta línea, día 10 mañana, 
por dos compañías de Alcántara. 

Día 10. — Cazadores Puerto Rico. Se replegó á la población. 




-,3 



XXXI 



En la plaza y en la bahía. 



Día 5. — Los buques de costumbre bloqueando el puerto. 

La mayor parte de la población abandona la ciudad, hu- 
yendo del bombardeo. 

Los vapores mercantes encienden sus máquinas. 

Dice el Morro que hay 28 buques á la vista, mercantes y de 
guerra. Faltan el Oregón y el Brooklyn. 

En la población, desiertas las calles y todas las casas ce* 
rradas. 

Dia tf.-*-Los dos cañones Krupp de á nueve de Punta G-orda 
se quitaron para emplazarlos en el recinto. 

Señalaron un buque de guerra alemán por el S. 

Mr. Masón, con bandera de parlamento, fué á comunicar 
con él en el remolcador Colón) pero cuando llegó á la boca ya 
se había ido el buque. 

A las cinco el General Toral recibió aviso del General Shaf- 
ter de haber terminado la suspensión de hostilidades (armisti- 
cio.) 

Fueron canjeados Mr. Hobson, el Teniente de navio del 
Merrimac y los siete marineros. 

En la Escuadra americana, hay unos 1.100 prisioneros de 
la española: entre ellos, sobre 300 heridos. 



212 COMBATES Y CATITCLVCIÚN 

Día 7. — Se supo que los prisioneros de nuestra Escuadra se 
mandaron á los Estados Unidos. 

Desembarcaron los dos cañones del Méjico, de 42 centímetros, 
con objeto de emplazarlos en el recinto, y se sacáronlos 40 fu- 
siles Maüsser que también tenía. No se pudieron emplazar. 
Día S. — La Escuadra enemiga continua bloqueando. 

Se dio orden por la Comandancia de Marina, á los Capi- 
tanes de los vapores mercantes, de echar sus buques á pique. 

Se dispuso una casa particular para los enfermos y heridos 
de la Escuadra. Los buenos se mandaron al cuartel de Bom- 
beros. 

Día .9. — La Escuadra enemiga á la vista, como de ordinario. 

Orden del General Toral de que los vapores mercantes re- 
llenen sus carboneras en los muelles de las Cruces y del Ferro- 
carril. 

Los heridos y enfermos de la Escuadra se trasladan del Mé- 
jico á la casa que se habilitó para hospital, en el plan de la 
Marina. 

El día 4 el General en Jefe Shafter, notificó á los Cónsules 
que la ciudad iba á ser bombardeada, con objeto de que pudie- 
ran salir los que no formasen parte de la guarnición. A peti- 
ción de los mismos, por falta material de tiempo para poder sa- 
lir las familias, se prolongó veinticuatro horas el plazo. 

El pánico fué general, y al amanecer del día siguiente, 5, la 
población, casi en masa, S&lió en dirección del Caney con obje- 
to de evitar un bombardeo que todos supusieron horroroso, sin 
dejar, como suele decirse, piedra sobre piedra. 

Los vapores, llenos de gente, se enmendaron y fueron á las 
Cruces á Cinco Reales y á todas las ensenadas de la costa E. de 
la bahía, donde se creyeron mis resguardados y seguros, y en 
toda ella se establecieron ver Jaderos campamentos al abrigo de 
los montes. Puede asegurarse que en la ciudad no quedarían 
5.000 habitantes. Cerráronse todas las puertas y ventanas, y 
Cuba ofreció el mismo aspecto que debieron ofrecer Pompeya y 



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DE SANTIAGO DE CUBA 215 



Herculano. Ni un solo comercio abierto, ni siquiera una farma- 
cia. El abandono y la soledad eran completos. 

Algunos caballos andan sueltos por la población, arrancan- 
do la hierba que crece al lado de las aceras. Muchos perros per- 
manecen constantemente en los portales de las casas que sus 
dueños han abandonado, sin tener qué cojner y sin tener qué 
beber, que es mucho peor. De noche ladran sin cesar, haciendo 
más imponente el cuadro, que ya lo es bastante. He ido desde 
la Capitanía de] puerto al Hospital Militar varias veces, esto es, 
he atravesado la población de un extremo á otro, sin ver una 
sola puerta abierta ni encontrar una sola persona en las calles 
ó plazas, si se exceptúa algún guerrillero ó una que otra pareja 
de la Guardia Civil. La soledad y el silencio son absolutos. 

De noche, la ciudad impone verdaderamente. Obscuras sus. 
calles, cuyos faroles no se encienden, como boca de lobo, no es 
posible cruzarlas sin exponerse á tropezar continuamente. Al- 
gunos guerrilleros, aprovechando las circunstancias, abren al- 
gunas tiendas y casas abandonadas, que saquean. Ejemplo, la 
de la familia de mi amigo el señor Comandante Ros, Goberna- 
dor del Morro, situada en la calle de San Tadeo, que vi por mis 
propios ojos: no dejaron nada entero, y á él sólo con la ropa 
puesta y veinte pesos que llevaba encima. Los autores, que fue- 
ron cogidos infraganti, eran cuatro guerrilleros. Hablo con 
perfecto conocimiento de lo ocurrido y, como se ve, cito ejem- 
plos y no de personas desconocidas. 

Esos hechos no tienen disculpa, y no seré yo quien trate de 
atenuarlos; pero justo es también decir, en honor de la verdad, 
que el soldado, que apenas comía, que j^bía poca agua y pa- 
saba día y noche en las trincheras, no -encontraba en la ciudad, 
cuando por rareza iba á ella, quien le diera un triste vaso de 
agua, y si compraba una lata de sardinas ó una galleta de las 
que el comercio ocultaba, pedíanle seis por lo que valía uno, y 
seguían explotándolo (no encuentro otra palabra) sin pudor y 
sin compasión. 



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21t> COMBATES Y CAPITULACIÓN 

Además, preciso es añadir también que tales abusos, que 
fueron reprimidos apenas empezaron, gracias á las parejas y 
patrullas que recorrieron la ciudad de día y de noche, no fue- 
ron cometidos por la tropa, salvo algunos hechos aislados como 
el del señor Ros: fuéronlo por los vecinos, aunque se les achaca- 
ron á aquéllos, que sabían el modo de introducirse en las ca- 
sas sin forzar la puerta principal. Mil ejemplos pudiera citar 
que convencerían al más incrédulo, y que omito en obsequio de 
la brevedad. Gracias á la energía desplegada por el General 
Toral, encendiéronse, al fin, los faroles, y ya fué posible aven- 
turarse de noche por las calles. Como una prueba de las pro- 
porciones que llegó á adquirir el saqueo, copiaré el bando que 
se víó obligado á dar más adelante; el bando fué el siguiente: 

*Don José Toral y Velázquez, General de división, Comandan- 
te General de la de Santiago de Cuba y Gobernador Mili- 
tar de la plaza y provincia. 

hago sabeb: 

En vista de los frecuentes robos que se vienen cometiendo 
en esta plaza, con ocasión de las excepcionales circunstancias 
en que se halla, á fin de reprimirlos, y en uso de las facultades 
que me concede el artículo 670 del Reglamento de campaña, 
vengo en decretar el siguiente 

BANDO. 

Art. 1.° Serán castigados con la pena de cadena perpetua 
á muerte, previa degradación con arreglo al art. 239 del Códi- 
go de Justicia Militar, los militares que, desobedeciendo este 
Bando, destruyan ó incendien los edificios ó propiedades, ó 
cometan actos de violencia en las personas. 

A los promovedores, y al de mayor empleo, les será siempre 
impuesta la pena de muerte. 



1 



DE SANTIAGO DE CUBA 2W 



Los reos de estos delitos que fueran sorprendidos infragan- 
ti, serán juzgados en juicio sumarísimo, con arreglo al artícu- 
lo 649 del Código de Justicia Militar, 

Art. 2.° Los paisanos que cometieran los mismos delitos, 
serán juzgados con arreglo al Código Civil vigente en esta Isla, 
aplicándoles la ley en todo su rigor por el Consejo de Guerra 
correspondiente. 

Art. 3.° A todo aquel que al ser sorprendido en el acto no 
se entregue á la primera intimación, se le hará fuego. 
Santiago de Cuba, 16 julio 1898. — José. Toral.» 

Como mi objeto es poner de manifiesto cuanto en Santiago 
de Cuba ha ocurrido, sin omitir lo más insignificante, para que 
pueda formarse juicio exacto de todo, debo hacer constar que, 
según me manifestó el Capitán de la G-uardia Civil señor Ro- 
mero, herido en el Caney el día 1.° por la tarde, donde había 
llegado por la mañana para encargarse de la Comandancia mi- 
litar del mismo, hecho prisionero por los americanos, fué cura- 
do, atendido y tratado con todas las atenciones debidas á su 
clase y á su estado, y lo mismo los demás que en su caso se en- 
contraban. Lo cual prueba que sólo el Gobierno de los Estados 
Unidos y los jingoes son los autores de la injusta guerra que 
sostenemos; pero no el pueblo en general y menos el Ejército, 
que desea, según han asegurado sus mismos Oficiales y sobre 
todo los soldados, termine cuanto antes. 




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XXXII 



Combates y bombardeos de los dias ÍO y 11. 



Día 10. — Los buques de costumbre frente al puerto. Se pi- 
dió por el E. M. del cuarto Cuerpo de Ejército un estado del 
personal y armamento de Marina, que se remitió. 

Se notició por el General Shafter que las hostilidades que- 
daban rotas de nuevo desde las cuatro de la tarde. 

A las tres ardió el caserío de Dos Caminos. 

A las cinco se oyó un cañonazo disparado por la Escuadra. 

Acto seguido un nutrido fuego de fusil que llegó á ser vio* 
lentísimo. 

La artillería de tierra hace fuego. La nuestra le contesta. 

A las cinco y cuarto la Escuadra rompió el fuego sobre la 
costa. 

A las seis y media cesó el fuego por mar y por tierra. 

El enemigo abandonó dos trincheras. 

Día 11. — La Escuadra vigila el puerto y Aguadores. 

A las seis empezó en tierra el fuego de fusil muy lento. Se 
oyen algunos disparos de fusil. 

A las ocho y media dos buques rompen el fuego sobre la 
población desde Aguadores. Algunos proyectiles caen en el 
fondo de la bahía, donde está el Alvarado. 



220 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

Durante el día de ayer ingresaron 46 heridos en el Hospi- 
tal Militar; hubo siete muertos. 

A las dos de la tarde cesó el bombardeo. 

A las dos y media cesó el fuego en el recinto. 

A las cinco el enemigo izó bandera de parlamento en el 
fuerte San Juan. 

De noche se vieron muchas fogatas en las alturas próximas 
al cementerio y al fondo de la bahía (al NO.) 

El cañonero Alvar ado pidió permiso para hacer fuego. Se 
le negó á causa de la tregua. 

El día 10 el enemigo, atrincherado ya, y posesionado de to- 
das las alturas vecinas, dónde emplazó artillería numerosa y 
moderna, rompió á las cinco de la tarde un vivo fuego de fusil 
y de cañón sobre una gran extensión de nuestra línea. La arti- 
llería contestó con tesón, pero casi no se hizo de fusil: pues se 
había dado orden, y se cumplió, de economizar las municiones 
á toda costa. 

Dos horas antes nuestras avanzadas se replegaron hacia la 
ciudad, abandonando la posición demasiado avanzada de Dos 
Caminos del Cobre, incendiándola antes* 

La Escuadra, al propio tiempo, hacía fuego sobre Aguado- 
res y puntos limítrofes de la costa y sobre nuestras líneas. El 
combate se redujo á fuego de trincheras; no obstante, 'como el 
enemigo era muy numeroso y sus líneas estaban á pocos metros 
de las nuestras, tuvimos siete muertos y 47 heridos. 

Durante él, los americanos abandonaron dos trincheras, que 
no pudieron sostener porque estaban flanqueadas por las nues- 
tras. 

A las ocho y media del siguiente día, la Escuadra bombar- 
deó ]a ciudad desde Aguadores, cuyo acto se había notificado 
desde el día 4. Como digo, los buques de la Escuadra, tur- 
nando de dos en dos, hicieron fuego con bastante lentitud, 
y sólo hasta las dos y media de la tarde; y no obstante esto, 
59 casas sufrieron desperfectos de gran consideración. Una 



DE SANTIAGO DE CUBA 221 



granada atravesó un fonducho de la calle de San Basilio, donde 
cayó y explotó, y un casco cortó en doa partes una columna de 
hierro de un almacén de víveres, penetrando en una casa de la 
calle de la Marina, después de agujerear la pared. Otra grana- 
da penetró en el número 8 de la calle alta de Santa Lucía, des- 
trozando el patio y una habitación. En el almacén de víveres 
délos señores Branet, por la calle déla Fundición, cayeron dos 
de 20 centímetros (casi todas eran de ese calibre y de 16), sólo 
una explotó, causando grandes destrozos. El caso más no- 
table de todos fué la casa del señor Marcané, en la plaza de San- 
to Tomas. Una sola granada la arruinó completamente. No se 
comprende, en verdad, cómo puede un solo proyectil hacer lo 
que hizo aquél. 

Entre el jardín de la Alameda y la estación del ferrocarril, 
ó sea en una extensión de unos 800 metros, cayeron 23 proyec- 
tiles; muchos no hicieron explosión; uno de ellos atravesó una 
salvadera (árbol de los que adornan aquel paseo) cual pudiera 
haberlo hecho una barrena. En la fábrica de hielo cayeron dos, 
y tres en la estación del ferrocarril; cerca de los muelles caye- 
ron muchas, y más aún cerca del sitio en que estaba fondeado 
el cañonero Alvarado. 

Como la ciudad estaba casi abandonada, no hubo que la- 
mentar desgracias personales. 

Mientras tanto, el enemigo siguió hostilizando nuestras 
líneas para obligar al soldado á consumir las pocas municiones 
que quedaban; pero se había dado orden de no contestar al fue- 
go, y no se hizo casi de fusilería; sólo se contestó con fuego de 
artillería, hecho con la lentitud que tenía que hacerse, con caño- 
nes antiguos. El enemigo, en cambio, sigue recibiéndola mo- 
derna sin cesar y emplazándola con rapidez. Estamos dentro 
de un círculo de fuego, y aun cuando la frase está ya muy gas- 
tada, no encuentro otra que mejor pinte la situación. 

A las cinco de la tarde el enemigo arboló bandera blanca, 
en el fuerte de San Juan y se recibió un parlamentario. 



222 COMBATES T CAPITULACIÓN 

Aunque no es propio de este momento, voy á hacer una ob- 
servación. Se ha preguntado mucho por qué la Escuadra del 
General Cervera, cuyo objeto era burlar el bloqueo y sustraer- 
se á la enemiga, no salió de noche. 

Como es natural, el General no se dignó decirme las razo- 
nes que para ello tuvo; pero fácil es comprenderlo. 

La Escuadra enemiga vigilaba constantemente la entrada 
del puerto con sus proyectores eléctricos, iluminándola cual si 
fuera de día: es, pues, indudable que hubieran sido vistos lo mis- 
mo. En cambio la salida, que aun de día es difícilísima, de no- 
che y deslumhrados con los reflectores hubiera sido punto me- 
nos que imposible y hubiera sobrevenido irremisiblemente una 
catástrofe. La salida de noche era impracticable: era indispen- 
sable efectuarla de día; por lo menos, si el enemigo nos veía, 
nosotros lo veíamos á él también y se tenían muchísimas más 
probabilidades de no varar en la canal. Con lo expuesto creo 
comprenderá cualquiera, aunque sea profano en la materia, 
por qué el General Cervera no salió de noche. 

Como prueba de lo que antecede, diré que la noche que se 
echó á pique el crucero Reina Mercedes, los buques enemigos 
lo cañonearon con la misma seguridad que si hubiera sido 
de día. 

Para mejor conocimiento de los sucesos y combates de los 
días 10 y 11 de julio, copiaré á continuación el parte del Te- 
niente Coronel señor Barbón, y el que al General Escario dio 
el Teniente de Artillería señor Moreno, así como el estado de 
los disparos que hicieron nuestros cañones en dichos días. 

Basta pasar la vista por el estado de referencia para ver r 
desde luego, que el primer día se pudieron hacer 167, y el se- 
gundo, ó sea el día 11, sólo 35, á causa de los cañones que el 
enemigo nos desmontó ó inutilizó: basta una sencilla propor- 
ción para comprender que al día siguiente ni una sola pieza 
hubiera podido probablemente hacer fuego. Ante tales pruebas, 
huelgan comentarios. 



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DE SANTIAGO DE CUBA 



223 



«Encargado de las fuerzas establecidas á la derecha del in- 
genio titulado El Sueño, en las alturas y cañadas que baten las 
avenidas del Caney, Canosa, Caminos del Pozo y San Juan, 
compuestas de seis compañías del regimiento de Isabel la Ca- 
tólica, dos del batallón de Alcántara, una del de Asia y otra 
de Guerrillas para camilleros, participo á V. S. que á las cua- 
tro y media del día de ayer el enemigo rompió nutridísimo 
fuego de cañón, ametralladora y fusil sobre nuestras posicio- 
nes, sin atreverse á iniciar ningún movimiento de avance, in- 
fundida esta prudencia, sin duda alguna, por el respeto que 
inspiraba nuestro sepulcral silencio ante el atronador estampi- 
do de la diversidad de sus cañones, pues sólo diez tiradores, 
convenientemente situados, tenían la orden de hacer fuego á 
una trinchera que batían de flanco, y desalojaron al cuarto de 
hora de hacerlo. Al oscurecer, siete y media de la tarde, el 
enemigo cesó el fuego. 

»En el día de hoy, á las seis y media de la mañana, rompió 
otra vez el fuego el enemigo, sin que por nuestra parte se gas- 
tara un solo cartucho, continuando el adversario en la misma 
actitud del día anterior, sin salir de sus trincheras, hasta las 
cuatro y media de la tarde que cesó y pidió parlamento. 

»Las bajas tenidas por nuestra parte son: el día 10, seis 
muertos y 29 heridos, y en el de la fecha, un muerto y cinco 
heridos y un contuso; total en los dos días, 42 bajas. 

>Por lo expuesto apreciará se han cumplido exactamente 
sus superiores órdenes de no disparar hasta que el enemigo sa- 
liese de sus trincheras para atacar. 

•Réstame tan sólo añadir que todas las fuerzas, sin excep- 
ción, cumplieron como buenos, llenos de entusiasmo y con ex- 
ceso sus deberes, siendo repetidas las veces que recomendé se 
ocultaran para evitar bajas inútiles, operación que se me hacía 
difícil, y que nada tiene de extraño, al tratarse de individuos 
que en tres años de campaña por primera vez se veían encerra- 
dos en trincheras y á la defensiva. 



224 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

»No llenaría mis deberes de ser justo al no significar á V. S. 
se excedieron derrochando valor, á la par que pericia, demos- 
trando dotes de mando, el Comandante don Luis Torrecillas del 
Puerto y los segundos Tenientes don Tomás Cano y don José 
Fernandino Gamboa, los dos primeros del regimiento Isabel la 
Católica y el último del batallón de Alcántara, á los que, con 
arreglo al párrafo primero del art. 10 del Reglamento de re- 
compensas, considero acreedores al empleo inmediato, y pro- 
pongo á V. S. para ser sometidos á juicio de votación. — San- 
tiago de Cuba 11 Agosto 1898. — Baldomero Barbón.» 

Copia del parte dado por el primer Teniente encargado de 
la Artillería del Sector que se cita: 

«Artillería, plaza de Santiago de Cuba, Sector del Portillo 
del Caney á San Antonio. — Excelentísimo señor: Boto por el 
enemigo el fuego en el día de ayer á las cuatro y tres cuartos 
de la tarde, las baterías de este Sector se ocuparon en apagar- 
lo, ó por lo menos disminuirlo en lo que fuese posible, dado el 
escaso efecto útil de las piezas que los guarnecen, en su mayor 
parte cañones á cargar por la boca, y el reducido calibre de las 
cuatro únicas que por pertenecer á modernos sistemas pueden 
sostener el tiro con precisión y rapidez. Las baterías del ene- 
migo, según se ha observado en días anteriores mediante el an- 
teojo, y hemos visto hoy prácticamente por sus fuegos, son 
bastante numerosas, se encuentran perfectamente emplazadas 
sin dejar ningún espacio muerto, y ocupan posiciones muy do- 
minantes á las nuestras, encontrándose por esto último en con- 
diciones apropiadas para obtener gran éxito en sus punterías 
y mucho efecto moral en nuestras tropas, molestadas casi ver- 
ticalmente por la metralla dentro de las trincheras. Las piezas 
que guarnecen estas baterías son de pequeño y mediano cali- 
bre, según se ha visto por el tamaño de sus proyectiles, y la 
configuración de éstos da á entender que aquéllos son cañones 
de retrocarga, teniendo sólo por esto hecho grandísimas venta- 
jas sobre los nuestros. Algunos tiran proyectiles cargados con 



i-**r« w v"|t,' 



DE SANTIAGO DE CUBA. 225 



dinamita, pero se ha visto que éstos son de poca precisión, aun- 
que mucho efecto útil cuando explotan. En el momento de 
romperse el fuego de fusilería y ametralladoras, apenas con- 
testado por la plaza, dio también principio el de Artillería, y 
como el efecto de las granadas comenzaron á sentirse á los 
primeros disparos, fué preciso que hiciésemos lo que de núes- 
tra parte estaba para disminuir el cañoneo. Se empezó el fue- 
go en todo el Sector al mismo tiempo con la rapidez que á ca- 
da pieza le es permitido, menos en las Plasencia, que si hubie- 
ran continuado con la rapidez con que comenzaron los artille- 
ros, ávidos de hacer daño al enemigo, hubiésemos consumido 
todas las municiones en dos horas. Todos los disparos se hacían 
bajo la acción de un nutrido fuego de fusil y ametralladora, 
dirigido especialmente á las baterías con el aparente fin de no 
dejarnos salir de las zanjas para cargar y apuntar las piezas. 
En vista del nutridísimo fuego de Artillería que se hacía des- 
de la plaza, el enemigo moderó un tanto el suyo, especialmen- 
te en el Sector comprendido entre el Níspero y San Antonio, 
no quedando hacia las seis de la tarde, haciendo fuego digno de 
atención, más piezas que las emplazadas frente al Portillo del 
Caney. Tal circunstancia fué favorabilísima para nosotros; el 
alarde de Artillería que hicimos en los primeros momentos, 
contuvo el rápido fuego del enemigo en la mayor parte de la 
línea, y si así no hubiera sucedido nos hubiésemos visto preci- 
sados á guardar silencio ante sus baterías, puesto que de las 
doce piezas de distintos calibres que guarnecen los del Níspe- 
ro, Sueño, Santa Inés y San Antonio, solamente nos quedaban 
á la mencionada hora tres cañones de ocho centímetros y dos 
de 16; los demás habían quedado fuera de combate, en su ma- 
yoría por inutilizarse las cureñas. Las baterías del Portillo del 
Caney siguieron contestando el fuego que sobre ellos en espe- 
cial se hacía sin tregua de un momento, y en una de las mis- 
mas he sido testigo presencial de un hecho digno de ser men- 
cionado. Un cabo apuntador de una pieza de ocho centímetros 

15 



226 COMBATES T CAPITULACIÓN 

Plasencia, cuyo Jefe había sido herido anteriormente, fué 
atravesado por un brazo, y continuó apuntando por miedo á 
creer que no había quien pudiese relevarle, hasta que, efec- 
tuado el relevo, se le obligó á retirarse al Hospital de sangre 

• más próximo; al propio tiempo un artillero salía corriendo 

•con un mulo en dirección al cuartel de Concha, atravesando 
el nutrido fuego de fusilería y ametralladoras, y gritando 
¡viva España! por en medio de las calles, para reponer las 
granadas ordinarias de dotación de la pieza, consumidas en 
los primeros disparos. Estos hechos, y otros análogos que in- 
dudablemente habrán ocurrido en el resto de la linea y en 
las trincheras, dan á entender, mi respetable General, que 
con la posición dominante de sus baterías, había conseguido 
el enemigo mayor certeza en sus punterías, pero en manera 
alguna disminuir el ánimo de nuestro soldado, siempre sereno 
ante el mayor peligro, hasta el último momento. A las siete 

-de la tarde terminó el fuego, quedando para el día de hoy 
en muy malas condiciones, porque según he manifestado á 
Y. E., solamente dos cañones de 16 centímetros, tres de ocho del 
mismo sistema, dos Plasencia de ocho centímetros y dos de 7'5 
sistema Krupp de tiro rápido, son las piezas conque cuenta la 
defensa, y para ello la mayoría de las cureñas, de las antiguas, 
están algo resentidas. — Además del cabo herido que he mencio- 
nado, perteneciente á la segunda sección de la primera batería 
del quinto regimiento de Artillería de Montaña, y cuyo nom- 
bre es Tomás Díaz Rodríguez, lo han sido igualmente el sargen- 
to de la misma sección, Ignacio Jiménez Rodales, que también 
servía las piezas Plasencia, y el agregado del regimiento de Cu- 
ba, Antonio Patorrié, que se encontraba en la batería del Nís- 
pero, y muerto el movilizado Juan Benito Castro, que se halla- 
ba en la batería del Sueño. — A las cinco y media de la mañana 

•del día de hoy se inició el fuego por algunos disparos de fusile- 
ría, y pocos minutos después el combate con la artillería. — No 
eran solamente las baterías que disparaba?! ayer las que tiene 




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DE SANTIAGO DE CUBA '229 



el enemigo: posee además cañones, ó quizá obuses, de grueso 
calibre, que emplazados á considerable distancia de la plaza, 
y cubiertos por las lomas, nos hacían un nutrido fuego sin que 
fuese posible contestarle. Ayer se divisaban los fogonazos de 
las baterías emplazadas desde el Portillo del Caney hasta, San 
Antonio, y hoy no se ven más que tres frente al mencionado 
Portillo: las demás tiraban completamente ocultas, sin que pu- 
diéramos ni aun disminuir la tranquilidad conque nos apunta- 
ban; se conoce que ayer les hicimos algún daño, y que han toma- 
do para hoy la determinación que he dicho. — Únicamente dos 
disparos en Santa Inés y otros dos en San Antonio se hicieron 
por la mañana, y el resto del día sólo ha podido tirar la bate- 
ría de ocho centímetros Plasencia, la de 7 ? 5 Krupp de tiro rá- 
pido, emplazadas en el Portillo del Caney y Palomar respecti- 
vamente, las cuales tenían enfrente tres baterías enemigas de 
nueve centímetros, á distancia de 1.100 metros de la primera y 
1.600 de la segunda. — Desde el primer momento se vio que el 
enemigo tenía por objetivo cañonear la población; así es que 
su nutridísimo fuego iba completamente dirigido contra el 
mencionado blanco; ayer tomaron exactamente la distancia 
desde sus baterías á los principales puntos de la capital, y hoy, 
utilizando las referencias de ayer y sustituyendo la escuadra al 
ojo del apuntador, ponían las granadas en el sitio donde que- 
rían, haciendo recorrer trayectorias casi idénticas á las proce- 
dentes de la misma batería. Únicamente, repito, teníamos tres 
á la vista, y contra estas tres rompimos el fuego á las seis de 
la mañana con las piezas de tiro rápido. — Cuando se hizo el 
primer disparo cambió parcialmente el objetivo del enemigo, 
y tanto la batería mencionada, como alguna otra de las ocultas, 
dirigieron sus fuegos contra el Palomar, sin que pudieran hacer 
blanco en las piezas de tiro rápido hasta las diez de la mañana, 
porque dicho material, de reducidas dimensiones, en batería en- 
terrada y con escasísimo humo en sus disparos, apenas se hace 
visible al enemigo. Cuatro horas hicimos fuego sin que supié- 



230 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

sernos dónde estábamos, pero con mucha lentitud, porque es 
muy reducido el número de granadas ordinarias y de metralla 
con que cuentan las referidas piezas; pasadas esas primeras 
cuatro horas, á cada disparo contestaba el enemigo con ocho ó 
diez, que con precisión casi matemática, colocaba en la bate* 
ría. — Otro tanto, pero en mayor escala, debido á la proximidad 
de las baterías contrarias y al buen blanco que presenta el 
humo desarrollado en cada disparo, ocurrió en la de cañones 
Plasencia. — Desde las ocho de la mañana que rompió el fuego, 
hasta las tres de la tarde, fueron los emplazamientos de las 
piezas verdaderos centros de impactos, puesto que siendo sólo 
dos nuestras baterías y muchas las del enemigo, cuando se ha- 
cía un disparo todas concentraban el fuego contra la que lo 
había hecho. Para poder disparar era necesario hacer creer al 
enemigo, valiéndose de medios artificiales, que la pieza había 
quedado fuera de combate, puesto que mientras tanto esto no 
sucedía era incesante el fuego de ametralladora y cañón diri- 
gido contra la batería, haciéndose imposible la carga y punte- 
ría. — Como he manifestado á V. E., á las tres de la tarde ter- 
minó el fuego, y tanto en el día de ayer como el de hoy, he 
observado el mayor orden en todos los Oficiales, clases ó indi- 
viduos que se encuentran al frente de las diferentes baterías. - 
En la de cañones Plasencia fué herido el artillero segundo An- 
tonio Escriba Escriba, perteneciente á la segunda sección de la 
primera batería del quinto regimiento de Montaña. — Entre ayer 
y hoy se han efectuado 16 disparos con los cañones de tiro rápido, 
33 con los de ocho centímetros sistema Plasencia, 29 con los ca- 
ñones largos de ocho centímetros, 63 con los cañones cortos de 
retrocarga de ocho centímetros, 10 con los de 16 centímetros de 
B. R. y 10 con los de 12 centímetros de bronce. — Dios guarde á 
V. E. muchos años. — Santiago de Cuba, 11 de julio de 1898. — 
El primer Teniente, Comandante de Artillería del Sector. — Juan 
Moreno.» 

Los cañones que emplazaron los americanos en las baterías 



DE SANTIAGO DE CUBA 231 



del cerco pertenecían todos á modernos sistemas, con calibres 
8, 9, 7 y 7'5 centímetros. Disparaban granadas de metralla en 
su mayor parte con el 10 por 100 de granadas ordinarias; tam- 
bién hicieron uso de las granadas minas cargadas con dinami- 
ta, pero no pasó el número de estos proyectiles del 6 por 100 
de los arrojados sobre la plaza. 

Las baterías más constantes en hacer fuego el día 10 fue- 
ron las emplazadas en las inmediaciones del camino del Caney, 
y dispararon entre todas unos 160 cañonazos con una velocidad 
media de 14 ó 16 disparos por hora y por batería. Entre los de- 
más que cesaron de hacer fuego una hora antes que los ante- 
riores, efectuarían próximamente 100 disparos. 

El día 11 fué más sostenido el fuego de cañón, pero mucho 
más lento: todas las baterías dispararon próximamente lo mis- 
mo y efectuaron en conjunto unos 700 pisparos. 



BATEBIAS DEL RECINTO DE LA PLAZA DE SANTIAGO DE CUBA 

NÚMERO 

DE DISPAROS. 

DÍAS » f 1 

Un cañón, bronce, 12 centímetros, 



Fuerte Nuevo.. , . , 

a cargar por la boca, 



Cañadas . 



J Un cañón, bronce, 16 centímetros, 

I ídem, id 2 

Batería número 1. Dos cañones, 
bronce, ocho centímetros, id., id. 10 

ídem número 2. Dos cañones, largo, 
Santa Úrsula. . { bronce, ocho centímetros, id., id. 8 

ídem número 3. Dos cañones, bron- 
ce, largo, nueve centímetros, 
ídem, id 16 



232 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



NÚMERO 

DE DISPAROS. 

días ■• ti 



Portillo Caney. 



Níspero. 



Sueño. 



Santa Inés. 



San Antonio. 



Batería número 1. Pos cañones, 
bronce, ocho centímetros, corto y 
retrocarga, sistema Plasencia. . 25 10 

ídem número 2. Dos cañones, bron- 
ce, largo, ocho centímetros, á 
cargar por la boca. ..... 24 » 

Batería número 1. Un cañón, bron- 
ce, 16 centímetros, id., id. . . 1 » 

ídem número 2. Un cañón, bronce, 

12 centímetros, id., id. . . . 2 » 

ídem número 3. Dos cañones, bron- 
ce, corto y retrocarga, ocho cen- 
tímetros, id., id 30 » 

/ Batería número 1. Un cañón, bron- 
ce, 16 centímetros, id., id. . . 3 » 

ídem número 2. Un cañón, bronce, 

12 centímetros, id., id. 2 » 

ídem número 3. Dos cañones, bron- 
ce, corto y retrocarga, ocho cen- 
tímetros, id., id 25 » 

Batería número 1. Un cañón, bron- 
ce, 16 centímetros, id., id. . . 2 2 

ídem número 2. Un cañón, bronce, 

12 centímetros, id., id 4 » 

ídem número 3. Dos cañones, bron- 
ce, corto y retrocarga, ocho cen- 
tímetros, id., id 10 » 

Un cañón, bronce, 16 centímetros, 

ídem, id 2 1 



DE SANTIAGO DE CUBA 2S3 





i 

7'5 centímetros, cor- 
arga, Krupp, tiro rá- 


KÚMERO 

DE DISPAROS 


Dos cañones, 
to y retroc 
pido . . . 


» 


16 



Palomar. 



En el fuego del día 10 quedaron fuera de combate: la pieza 
de la batería de Fuerte Nuevo, una de cada una de las baterías 
de Santa Úrsula, las dos de la batería número 2 del Portillo 
del Caney, las de las baterías números 2 y 3 del Níspero, los 
de las baterías números 1 y 2 y una de los de la número 3 del 
Sueño, y la de la batería número 2 y una de las del número 3 
de Santa Inés. En resumen, fueron inutilizadas: cuatro piezas 
de 12 centímetros, una de 16, ocho de ocho, sistemas antiguos, 
y una de nueve centímetros de retrocarga. 

La pieza de nueve centímetros fué inutilizada por el enemi- 
go, lo mismo que una de las de 12 (la del Sueño), y las demás 
por su uso, siendo la causa, que las piezas de 12 estaban mon- 
tadas en cureñas de esqueleto que no les pertenecen y se rom- 
pieron al primero ó segundo disparo, y que las de ocho anti- 
guos, aunque montadas en sus propias cureñas, como éstas son 
de madera y se encontraban mal conservadas, ocurría lo pro- 
pio en cuanto se hacían algunos disparos; la pieza de 16 centí- 
metros fué inutilizada por atorársele un proyectil. 




V- 






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XXXIII 



Suspensión de hostilidades. 



Día 12. — La Escuadra enemiga sigue á la vista. 

El Arzobispo, escoltado por una pareja de la Guardia Civil 
de Caballería, salió de la población, regresando poco después. 

El General Linares remitió al General en Jefe y al Minis- 
tro de la Guerra el siguiente cablegrama, que copio á la letra. 

«Cablegrama oficial, 12 julio: 

>A1 General en Jefe y al Ministro de la Guerra. 

«Aunque postrado en cama por acentuada debilidad y agu- 
dos dolores, me preocupa de tal modo situación estas sufri- 
das tropas, que creo deber mío dirigirme éV. E. y Ministro 
de la Guerra, para exponer realidad cosas. 

•Posiciones enemigas muy cercanas recinto plaza, efecto 
estructura terreno; las nuestras con desarrollo 14 kilómetros: 
tropas extenuadas, enfermas en proporción considerable, no 
ingresan hospitales por necesidad retenerlas en trincheras. 
El ganado sin pienso ni forrajes, en pleno temporal de llu- 
vias: llevamos veinte horas sin cesar de caer agua en las zan- 
jas-trincheras, sin cubrir alojamiento permanente del soldado, 
que sólo come arroz y no puede mudar ni enjugar ropa. Ba- 
jas considerables, Jefes, Oficiales muertos, privan á la fuerza 
de la necesaria dirección en momentos críticos: en estas con- 



F*»-'.*» > ' - •'• '.*!«^ — • *^.'f *í p ■ w ■»" j«"ipj| 



236 _ . . . COMBATES Y XAEITULACIÓN 

diciones, imposible abrirse paso, porque al instante quedaría 
disminuido nuestro contingente en una tercera parte de hom- 
bres, que no podrían salir, y mermada en otra por bajas que 
produciría el enemigo, resultando, en fin, verdadero desastre 
sin conseguir, como V. E. desea, la salvación de once merma- 
dos batallones. Para salir protegidos , por la división de Hol- 
guín, es preciso vengan á romper la línea enemiga, para, en 
combinación, romperlas estas fuerzas por otra parte. Para ello 
necesita Holguín emplear ocho jornadas y traer número de ra- 
ciones que no podría transportar: fatalmente la situación se 
impone, la rendición es inevitable y únicamente lograríamos 
prolongar la agonía; el sacrificio es estéril, el enemigo lo com- 
prende así, apercibido de nuestra situación, y bien establecido 
el cerco, agotará nuestras fuerzas sin exponer las suyas como 
lo hizo ayer, cañoneando por tierra por elevación sin que vié- 
ramos sus baterías, y por mar con la Escuadra, que tiene ya 
perfectas referencias y bombardéala plaza por sectores, con 
precisión matemática. 

» Santiago de Cuba no es Gerona, plaza murada, terreno de 
la Metrópoli defendida palmo á palmo por sus propios hijos, 
sin distinción de ancianos, mujeres ó niños que alentaban, 
ayudaban y exponían sus vidas movidos por la idea santa de 
la Independencia, con la esperanza de socorros que recibió. 
Aquí la soledad, la total emigración del vecindario, así insu- 
lar como peninsular, incluso los cargos públicos, con raras ex- 
cepciones. Sólo queda el clero, que hoy pretende salir de la pla- 
za con su Prelado al frente. 

» Estos defensores no empiezan ahora una campaña llenos 
de entusiasmo y energía: vienen luchando hace tres años con 
el clima } privaciones y fatigas, y se presentan estas críticas cir- 
cunstancias cuando ya no tienen aliento, fuerzas físicas ni 
medio de reponerlas. Les falta el ideal, porque defienden la 
propiedad urbana de los que, en su presencia, la abandonan, y 
de los que tienen enfrente, aliados á las fuerzas americanas. 



niQ '-^l.uup "*rv , *^ F ^v*:r p ^"- ^ r ., •• r"v*^ t. • ■■ » ' . 'r • v •• -^ ~ w ^Y**v*^ m T^ , *r*\' , 



DE SANTIAGO DE CUBA 237. 

»E1 honor de las armas tiene sus límites, y apelo al criterio, 
del Gobierno y á la nación entera por si estas sufridas tropas 
lo han dejado á salvo repetidas veces desde el 18 de mayo que 
sufrieron el primer cañoneo. 

»Si es necesario que se llegue al sacrificio por razones que 
yo desconozco, ó hace falta que alguien asuma la responsabi- 
lidad del desenlace previsto y anunciado por mí en diferente» 
cablegramas, yo me ofrezco lealmente en aras de mi Patria á 
lo uno y á lo otro, y me encargaré del mando para el acto de 
suscribir la rendición, porque mi modesta reputación vale muy 
poco tratándose de intereses nacionales. — Linares.* 

Día 13. — Siguen los buques bloqueando el, puerto. 

De orden del Comandante de Marina fui al crucero Reina 
Mercedes para conocer exactamente su situación. 

Al cruzar la canal se vieron dos buques enemigos, pero á 
gran distancia. 

El crucero, dentro del cual estuve, estaba sobre la restinga 
de la costa del Morro, completamente dentro del agua el costa- 
do de babor y fuera el de estribor, donde se ven, á flor de agua, 
los efectos de los proyectiles del enemigo. Está en la dirección 
de la canal; por consiguiente, en nada estorba la entrada y sa- 
lida de buques. No creo que el enemigo pueda utilizarlo: pues 
además de las averías causadas por las granadas, la mar ha em- 
pezado á destrozar sus fondos. 

Al regresar oí y hablé á muchos Oficiales de Voluntarios allí 
refugiados y vestidos de paisano. 

En las conferencias con el enemigo no hubo acuerdo, y se 
decidió que al siguiente día cesaría la suspensión de hostili- 
dades y el armisticio y continuaría el bombardeo. 

Los marineros procedentes de la Escuadra que estaban en 
el cuartel de Bomberos, en número de 98, fueron á cubrir la fá- 
brica de fósforos, cerca del gasómetro, mandados por el Alférez. 
de navio señor Gómez. 

Como se ve, durante los días 12 y 13 hubo suspensión de 






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238 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

hostilidades y se entablaron conferencias que, indudablemente, 
no condujeron á un resultado, y por el elocuente cablegrama 
del General Linares, que tan expresiva y tan exactamente pone 
de manifiesto el verdadero estado de esta ciudad, que no plaza, 
y la situación de sus defensores, puede colegirse que se des- 
aprobaba una capitulación que se imponía, ya que la resisten- 
cia era imposible. 

Día 14. — Fué hecho prisionero por los insurrectos el prác- 
tico mayor de este puerto, Apolonio Núñez,. en Renté, situado 
al O. de la bahía. El Comandante de Marina lo puso en el acto 
en conocimiento del General Toral, y como la suspensión de 
hostilidades se había prolongado, éste, á su vez, lo puso en co- 
nocimiento del General Shafter, Jefe de las fuerzas americanas 
que operan delante de Cuba. 

Día 15. — Fué devuelto el práctico Núñez, acompañado & la 
ciudad por soldados americanos. 

Por la noche, y en el local ocupado por el Estado Mayor de 
la división, hubo junta de Jefes, y como consecuencia se levan- 
tó la siguiente acta: 

«En la ciudad de Santiago de Cuba, á los quince días del 
mes de julio de mil ochocientos noventa y ocho, reunidos, pre- 
via citación, el excelentísimo señor General de división don 
José Toral y Velázquez, Comandante en Jefe interino del 
cuarto Cuerpo de Ejército, como Presidente; el General de bri- 
gada, don Federico Escario, el Coronel de la Guardia Civil, don 
Francisco Oliveros Jiménez, el Teniente Coronel del batallón 
de Asia, don José Cotrina Gelabert, el de la Constitución, don 
Juan Puñet, el de Tala vera, don Pedro Rodríguez, el de Esta- 
do Mayor, don Ventura Fontán, el de Alcántara, don Baldome- 
ro Barbón, el de San Fernando, don Segundo Pérez, el del Pro- 
visional de Puerto Rico, núm. 1, don José Escudero, el de Ar- 
tillería, don Luis Melgar, el de Cazadores de Puerto Rico, don 
Ramón Arana, el Comisario de Guerra de primera, don Julio 
Cuevas, el Subinspector de segunda, de Sanidad Militar, don 



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DE SANTIAGO DE CUBA 241 



Pedro Martín y el Capitán de Ingenieros, don Juan Díaz Mue- 
las, todos como Vocales, y éste último como Secretario. El se- 
ñor Presidente expuso que, aun no considerando á Santiago de 
Cuba como plaza de guerra y hallarse en comunicación directa 
con el excelentísimo señor General en Jefe, de quien recibía 
precisas instrucciones, y, por tanto, no proceder la reunión del 
Consejo de defensa de que habla el artículo seiscientos ochenta 
y tres del Reglamento de campaña, quería, sin embargo, cono- 
cer la opinión de dicho Consejo, constituido con arreglo á las 
prescripciones del referido Reglamento y los Tenientes Corone- 
les de los batallones, por si, en vista de las circunstancias en 
que se encontraban las fuerzas defensoras de la población, con- 
vendría prolongar la defensa, ó, por el contrario, capitular en 
las más ventajosas condiciones. Considerando la Junta de que 
Santiago de Cuba no dispone de más obras de fortificación de 
carácter permanente que un castillo sin artillar en la boca del 
puerto y algunos fuertes sobre el recinto, de escasa solidez to- 
dos, constituyendo por tanto su verdadera y casi única defensa 
las zanjas-trincheras abiertas convenientemente sobre el perí- 
metro de la población y otras obras de movimiento de tierras 
realizadas sobre ese mismo perímetro y posiciones más avan- 
zadas con premura de tiempo y escasez de elementos; Conside- 
rando que para defensa de esa línea, no continuada, de trinche- 
ras, de unos catorce kilómetros de desarrollo, hay sólo dispo- 
nibles unos siete mil infantes y mil guerrilleros, todos de ser- 
vicio permanente en las trincheras, sin contar apenas con tro- 
pas para sostener, y por tanto sin reservas de ninguna clase, 
toda vez que el resto de la fuerza, hasta componer un total de 
once mil quinientos hombres, pertenece á otras armas y 
guarnece el Morro y las baterías de Socapa y Punta Gor- 
da, está afecto á diferentes servicios, entre otros á la conduc- 
ción de agua á todos los puestos, vigilancia de la población y 
cuantos hubieran podido prestar los habitantes de haber sido 
la ciudad le*tl, pero que hoy, por completo abandonada, tie- 

16 



2-12 COMBATES Y CAPITULACIÓN 



ne irremisiblemente que atender á todo el Ejército; Conside- 
rando que, dada la extensión de la referida línea, situación 
sobre la misma de las fuerzas, dificultad de comunicaciones 
y proximidad de las posiciones del enemigo á las nuestras 
se bace difícil que las tropas colocadas sobre la parte del re- 
cinto acudan rápida y oportunamente á otra que estuviera más 
amenazada; Considerando que en la actualidad no se dispone 
de más artillería sobre el recinto que cuatro cañones de bronca 
rayado de 16, uno de 12, uno de bronce comprimido de nueve, 
dos de ocho de bronce rayados largos, cuatro del mismo cali- 
bre cortos, dos de ocho Plasencía y dos Krupp de 75 milíme- 
tros, con las circustancias de que así los de 16 como los de 12 
aguantarán, según informe facultativo, sólo contados disparos 
y los Krupp de 75 milímetros apenas tienen municiones, única 
artillería, la referida, que oponer á la numerosa y moderna del 
enemigo; Considerando que el millón de cartuchos Maüsser es- 
pañol, que hay disponibles entre las existencias del parque y 
repuesto de los cuerpos, habían de consumirse en dos ó tres em- 
bestidas que el enemigo diese, que las municiones Maüsser ar- 
gentino apenas podrían ser utilizadas, y las de Remingthoii 
sólo tienen aplicación para las fuerzas irregulares; Conside- 
rando que el ineficaz resultado del embargo de los víveres del 
comercio, ya de antiguo previsto, la carencia de carne y de toda 
otra mejora de rancho para la tropa, por conservar las pocas 
reses con que se cuenta para el Hospital Militar, y las escasas 
existencias de artículos en factoría, no permiten dar al soldado 
más alimentación que arroz, sal, aceite, café, azúcar y aguar- 
diente, y eso cuando más por espacio de unos diez días; Consi- 
derando, que si la alimentación de los mil setecientos enfermos 
del Hospital es deficiente, lo es todavía más la que se propor- 
ciona á los que, como se ha dicho, pasan día y noche en las trin- 
cheras, llevan tres años de campaña, tres meses sin comer más 
que contados días carne, y bastante tiempo reducidos á la ra- 
ción expresada; Considerando que con esa escasa ración un sol- 



DE SANTIAGO DE CUBA 



243 



dado que tiene ya quebrantadas notablemente sus fuerzas físi- 
cas, no sólo no puede repararlas, sino que por momentos ha de 
irse debilitando, sobre todo, cuando á la vez que tan pobre- 
mente se le alimenta, se le exigen superiores fatigas; Conside- 
rando que hay un crecido contingente de hombres en los cuer- 
pos que, sin haber ingresado en el Hospital, se hallan enfermos 
y sólo por su levantada, espíritu se mantienen en sus puestos, 
pero no sin que esa circunstancia contribuya á debilitar la re- 
sistencia de la única línea de defensa de que se dispone; Con- 
siderando las diñe ultades conque desde que fué cortado el 
acueducto, se tropieza dentro de los cortos elementos disponi- 
bles para el suministro de agua á la mayoría de las fuerzas, 
situadas en los atrincheramientos del recinto, y muy especial- 
mente á las colocadas en la costa, dificultades que, naturalmen- 
te, aumentarían con el bombardeo de la ciudad por mar y tie- 
rra, hasta el punto de temer con fundamento faltase al soldado, 
en momentos en que no pudiera separarse de las trincheras, 
tan indispensable líquido; Considerando que, dada la situación 
del enemigo en posiciones la mayor parte de ellas inmediatas 
¿ las nuestras, cercando por completo la ciudad y dueños de 
todas sus avenidas, no existe posibilidad de abandonar la ciu- 
dad sin empeñar rudo combate en muy desfavorables condicio- 
nes para nosotros, por la necesidad de verificar la concentra- 
ción de fuerzas á la vista del contrario y el depauperado estado 
del soldado; Considerando la superioridad considerable de ese 
enemigo, que además de un contingente de hombres que, se- 
gún informes, pasa de cuarenta mil, cuenta con sesenta piezas 
de artillería moderna y una potente Escuadra; Considerando 
que los recursos no pueden llegar á esta población sino por el 
mar, y no hay esperanza de recibirlos desde el momento que 
una poderosa Escuadra enemiga cierra por completo la entrada 
del puerto; Considerando no cabe la posibilidad de la llegada 
de refuerzos antes de que los víveres se consumiesen por com- 
pleto; Considerando que en estas condiciones á nada conduci- 



244 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



ría prolongar una lucha tan desigual más que á sacrificar es- 
térilmente crecido número de vidas, y Considerando, por lUti- 
mo, que el honor de las armas queda completamente a salvo 
para unas tropas que tan bizarramente se han batido , y cuyo 
comportamiento ha sido reconocido por propios y extraños, y 
que las ventajas que hoy podrían obtenerse en una capitula- 
ción no se alcanzarían después de rotas de nuevo las hostili- 
dades; la Junta, por unanimidad, ha acordado que es llegado el 
caso de capitular, Y para que conste firman esta acta, — Fir- 
man los interesados.* 




XXXIV 



Capitulación, 



Día 16. — Regresó la gente del Caney. 

Iniciadas las negociaciones para la capitulación, creemos 
conveniente dar á conocer el siguiente importante documento: 

«Campamento neutral cerca de Santiago de Cuba, bajo ban- 
dera de parlamento. — 14 de julio de 1898. — Reconociendo la 
-caballerosidad, valor y gallardía de los Generales Linares y 
Toral, y de las tropas de España que tomaron parte en las ac- 
ciones que recientemente se han librado en las cercanías de 
Santiago de Cuba, como se ha demostrado en dichas batallas, 
nosotros, los abajo firmados, Oficiales del Ejército de los Esta- 
dos Unidos que tuvieron el honor de tomar parte en las accio- 
nes mencionadas, y que ahora constituímos una comisión de- 
bidamente autorizada, tratando con igual comisión de Oficiales 
del Ejercito español para la capitulación de Santiago de Cu- 
ba, unánimemente nos asociamos en solicitar á la autoridad 
competente que conceda á estos bravos y caballeros soldados, el 
privilegio de volver á su patria llevando las armas que tan va- 
lerosamente han defendido. — Firmados: José "Wheeler, Mayor 
General de los Estados Unidos. — Sr. U. Lawtón, Mayor Ge- 
neral de los Estados Unidos. — J. D. Meiley, primer Tenien- 
te, segundo de Artillería, Ayudante.» 



216 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

Bajo una ceiba de proporciones colosales, quedó firmada la 
capitulación que sigue: 

*1.° Que cesen absoluta y terminantemente las hostilida- 
des entre las fuerzas españolas y americanas. 

*2,° Que la capitulación incluye todas las fuerzas y mate- 
rial de guerra en dicho territorio (territorio de la división de 
Cuba). 

■3,° Que los Estados Unidos convienen en transportar todas 
las fuerzas españolas en dicho territorio al Reino de España 
con la menor demora posible, embarcándose las tropas T en 
cuanto se pneda¿ en los puertos más próximos que ocupan, 

*4.° Que á los Oficiales del Ejército español se les conce- 
derá que lleven sus armas, y tanto los Oficiales como la tropa 
conservarán su propiedad particular. 

*5. ü Las autoridades españoles convienen en quitar, ó ayu- 
dar á que sean quitadas por la Marina americana, todas las mi- 
nas y demás entorpecimientos á la navegación que existen 
ahora en la bahía de Santiago de Cuba y su entrada, 

*6. Q El Comandante de las fuerzas españolas entregará sin 
demora, al Comandante de las fuerzas americanas, un inventa- 
rio completo de las armas y municiones de guerra en el distri- 
to que se menciona arriba; también un estado numérico de sus 
fuerzas en el mismo. 

*7.° Que el Comandante de las fuerzas españolas, al salir 
de dicho distrito, está autorizado para llevar consigo todos los 
archivos militares y documentos pertenecientes al Ejercito es- 
pañol que hoy se halla en dicho distrito* 

»8*° Que toda aquella porción de las fuerzas españolas co- 
nocidas como Voluntarios, movilizados y guerrillas que desee 
permanecer eu la Isla de Cuba, podrán hacerlo así, bajo condi- 
ción de entrega de sus armas y prestación de palabra de no 
hacer armas contra los Estados Unidos durante la continua- 
ción de la actual guerra con España. 

»9.° Que las fuerzas españolas saldrán de Santiago de Cuba 



^^"■^PÜJ^S" ÍT !^'r *Tr" T " *• ' ■ "■ " "- * -* '* \ — r-;-*- --»...*»■*•.- '—..-«--- «^ ^»— ,. ««, -.^ .—•.,. -^.r 



DE SANTIAGO DE CUBA. 247 



con honores de guerra, depositando después sus armas en un 
lugar mutuamente convenido, en espera de la disposición que 
de ellas haga el Gobierno de los Estados Unidos, bien entendi- 
do que los comisionados de los Estados Unidos recomendarán 
que se permita que el soldado español vuelva á España con las 
armas que ha defendido con tanto valor. 

»10. Que las cláusulas del documento que precede, tendrán 
validez inmediatamente después de firmarse. 

Acordado hoy día ltf de julio de 1898, por los comisionados 
que abajo firman, gestionado bajo las instrucciones de sus res- 
pectivos Generales en Jefe, y con la aprobación de los Gobier- 
nos respectivos. 

Joseph Wheeler, Brigadier General, 

Major-Generai u. s. v. Federico Escario. 

W. H. Laivton, 

MajorUcneral U. 8. V. Teniente Coronel de E. M., 

J. D. Miley, Ventara Fontán. 



Primer Lieut.— 2.° Artillery. 



Intérprete, 

Roberto Masón.» 



La salida del Arzobispo fué con objeto de pedir al General 
Shafter le permitiese abandonar la ciudad á él y á 30 sacerdo- 
tes más. El General americano se negó á ello mientras duraran 
las negociaciones entabladas. 



XXXV 



Lu emigración al Caney. 



Voy á hablar de un suceso que, aunque no se relaciona con 
los acontecimientos militares y no se refiere á movimientos de 
tropa ni á ataque ó defensa de posiciones, es, sin embargo, 
tan gráfico y tan típico, y tan notable se hizo aquí por su espe- 
cialidad y por las consecuencias que tuvo y aún tiene, que ol- 
vidarlo fuera olvidar uno de los sucesos más importantes de 
este período ó época en que tan capitales los hubo, y que 
más se han comentado y sobre los cuales más se ha discutido. 
Me refiero á la que muy bieD puede llamarse peregrinación al 
Caney. 

Al amanecer del día 5, una compacta multitud que no tenía 
fin, compuesta en su mayor parte de ancianos, mujeres y niños, 
aunque no faltaban hombres fuertes y robustos, voluntarios 
algunos, si bien vestidos ahora de paisano, salía en dirección 
del Caney, distante legua y media de la ciudad, donde se diri- 
gía á pie por no haber carruajes, ni carretillas, ni vehículos de 
ninguna clase, ni siquiera caballerías que, por otra parte, tam- 
poco hubiese el enemigo permitido pasar, atravesando zanjas y 
trincheras que de continuo cortaban el camino y lo obstruían, 
deseosa de eludir los peligros de un bombardeo con tanta anti- 
cipación notificado á los Cónsules. 



250 .COMBATES T CA PITULA ülúü 

Muchos de los que emigraban eran personas pudientes 3 r 
señoras no acostumbradas á semejantes fatigas y molestias, 
que ahora sólo arrostraban impulsados por el miedo y el terror. 

Convencidas, aunque no se en que se fundaban para ello, 
de que su ausencia sólo se prolongaría de sesenta á setenta 
horas a lo sunio, la gran mayoría fueron con la ropa puesta y 
una poca interior y con los víveres que pudieron, el que llevar- 
los pudo, que ellos mismos tuvieron que llevar. 

Llegados al Caney, metiéronse en la primera casa que en- 
contraron, y como no había dique que oponer á semejante inun- 
dación, llenáronse hasta que no quedaron vacíos ni el menor 
hueco , ni el último rincón. Los que ya no encontraron donde 
colocarse se refugiaron en los corredores y portales, y en la 
plaza y las calles los demás. 

Hánmo asegurado, no una sola persona, cuantas allí estu- 
vieron y con ellas hable, que la casa en que menos personas 
había no bajarían de 80; en algunas llegaron a 200. Allí, como 
en el cementerio, no se disponía de más terreno que el que se 
ocupaba, y así vivían amalgamados hombres y mujeres, niños y 
ancianos, blancos y negros. 

Como es lógico 9 fuéronse agotando las provisiones que para 
solos tres días escasos llevaron, y dióse el caso, único tal vez 
en el siglo XIX, de mirarse el dinero con desprecio y de nada 
sirvió allí el oro. Comerciábase sí, pero cambiando arroz por 
café, galleta por fríjoles, ó azúcar por bacalao. 

Los cadáveres de los muertos el día L° en la toma del pue- 
blo, cuyas casas estaban acribilladas á balazos y llenas , por 
consiguiente, de goteras, estaban á medio sepultar; en el agua 
del río, que se bebía, y que arrastraba cadáveres de caballos y 
de otros animales y hasta de personas, bañábase la gente y la- 
vaba la ropa sucia. La mayor parte de las personas comían 
mangos y mamoncillos, con lo cual no es maravilla se desarro- 
llaran y adquiriesen alarmantes proporciones el paludismo, las 
fiebres y la disentería. 



DE SANTIAGO DE CUBA 251 



En la habitación donde, afortunadamente y por casualidad r 
se podía disponer de uno de esos utensilios tan conocidos como 
necesarios, y que la decencia me impide nombrar, andaba con- 
tinuamente de mano en mano, y aún no acababa de recibirlo 
éste, cuando ya lo pedía aquél y lo deseaba el otro. En algunos 
cuartos no había un solo ejemplar, y como las puertas se cerra- 
ban para evitar nuevas invasiones, salíase del apuro como en 
los tiempos de Noó, y puede suponerse la atmósfera que allí se 
respiraría. Los niños, faltos de alimento, lloraban sin cesar día 
y noche; otros devolvían los que no podían tolerar sus estóma- 
gos, y allí no eran posibles ni la tranquilidad ni el reposo. 

A los que morían cubríaseles la cara con la sábana ó un 
pañuelo, y los vivos seguían acostados al lado de los cadáveres,, 
convencidos de que, si abandonaban el sitio, otros lo ocupa- 
rían. 

¿Debo seguir? Cien capítulos pudieran escribirse y no darían 
una idea de lo que allí se sufrió; bastará decir que el Caney, 
que es un poblado de unas 200 casas, fué invadido por 20.000 
personas que sólo creyeron estar dos días y permanecieron on- 
ce; es decir, hasta el día 16. 

Esos once días de Caney han causado más víctimas en San- 
tiago de Cuba que los tres años de guerra; porque la epidemia 
desarrollada continuó y continúa enUa ciudad; y una población 
que cuando encerraba en su seno 45.000 almas no contó más 
que cinco defunciones diarias por término medio, hoy que sus 
habitantes se han reducido á 30.000, aquéllas alcanzan la cifra 
de 50. Rara es la casa en la que no hay un enfermo ó más, y el 
que hace dos días estaba bueno y sano óyese decir que acaban 
de enterrarlo. Los médicos no pueden acudir á tantos enfermos 
y los muertos son llevados al cementerio por sus mismos fami- 
liares. La ciudad reviste ese sello de tristeza y de desaliento 
propio de las grandes calamidades, y no se oyen más que lásti- 
mas y sollozos. 

Sabido es el horror que á las señoras causa, y con razón, un 



252 C0MB4TFS Y OAFITULACIQN 

bombardeo. A pesar de todo, prefirieron arrostrar sns peligros 
y consecuencias á las tristezas y miserias del Caney, además 
del hambre, y pidieron, como la mayor de las felicidades, regre- 
sar á Cuba, suscribiendo al efecto la siguiente solicitud que, en 
inglés, redactó el señor don Federico Ramsden, Cónsul de su 
Majestad británicaj y cuya traducción literal doy á conti- 
nuación: 

«Nosotras, las señoras que abajo firmamos, en representa- 
ción de las señoras y niños hambrientos y sin hogar que se en- 
cuentran en este pueblo, y á su petición, manifestamos á su 
excelencia ,1o que sigue: 

»A las tres de la tarde del día B del corriente^ se les parti- 
cipó á los Cónsules de Santiago de Cuba que S. E. había de- 
clarado su propósito de bombardear á esta ciudad el día si- 
guíente á las diez de la mañaiia ; á menos que el Ejército espa- 
ñol se hubiera rendido, y que V. E. había ordenado que salie- 
sen de ella las mujeres y niños antes de dicha hora. 

»La misma tarde, á petición de la comisión consular, su 
excelencia consintió en diferir el bombardeo hasta medio día 
del 5; y quedó convenido que los no combatientes se dirigiesen 
á este pueblo del Caney y á los de Cuabitas y otros situados en 
la línea del ferrocarril, 

»En su consecuencia, el Gobernador Civil de Santiago de 
Cuba publicó un bando permitiendo á todos los no combatien- 
tes la salida entre las horas de cinco á nueve de la mañana si- 
guiente , á pie, y sin vehículos ni bestias de carga. Por consi- 
guiente, viejos j jóvenes, ricos y pobres , enfermos ó inválidos, 
salieron en tropel, sin ropa y con la poca comida que podían 
llevar ellos mismos , huyendo de una muerte segura y perfec- 
tamente convencidos de que la ciudad sería bombardeada aquel 
mismo día, y que dos después podrían volver a lo que quedase 
de sus hogares. Lejos de suceder así, hace diez días que están 
aquí: muchos sin techo, y el resto amontonados como cerdos, 
sin tener siquiera espacio para acostarse en el suelo, que es la 



DE SANTIAGO DE CUBA 253 



única cama que tienen, agotada su escasa provisión de víveres, 
sin poder adquirirlos á ningún precio. Los esfuerzos laudatorios 
del Ejército y de la Sociedad de la Cruz Roja, insuficientes para- 
remediar la situación; ellos y sus propios hijos, muriéndose d& 
hambre; los ancianos y enfermos pereciendo por falta de cuida- 
dos y medicinas y á consecuencia de tantos sufrimientos de todo 
género; y sin embargo, aún la ciudad no ha sido tomada ni 
bombardeada, exceptuando un bombardeo parcial el dominga 
y lunes, del cual ningún resultado parece haberse obtenido, ni 
aparece tampoco haya probabilidades de un pronto cambio en 
su horrible situación. 

» Ahora invocan esa misma humanidad, que ha sido él mo- 
tivo de esta guerra, para rogar que se haga algo á la brevedad 
posible para poner fin á este terrible estado de cosas, ó que se- 
les permita, haciendo arreglos con las autoridades españolas, 
al objeto, volver á la ciudad, en la cual prefieren perecer des- 
trozadas por las granadas, ó sepultadas bajo las ruinas de su& 
hogares, antes que sucumbir lenta y paulatinamente por el 
hambre, las enfermedades y las privaciones que están experi- 
mentando. — Caney, 14 julio 1898. — (Siguen las firmas.) 

»A S. E. el General Shafter, General en Jefe del Ejército 
de los Estados Unidos.» 

Este documento, notable bajo todos conceptos, pinta la si- 
tuación mejor que cuanto pudiera decirse. 



-HíK><£§rH~ 



"¿i mw* ipvtt- ••^.^'•'.^ ■* • -"V . 



XXXVI 



Entrega de la plaza. 



Día Í7. — Con arreglo á la capitulación, cuyas bases se co- 
nocen, tuvo lugar la entrega de la plaza al Ejército americano 
el día de hoy. 

A las nueve de la mañana se izó en el fuerte de Punta 
Blanca la bandera española, que fué saludada con 21 cañona- 
zos: poco después se arrió. 

A las nueve y media, los Generales Toral y Shafter, Co- 
mandantes en Jefe, respectivamente, de las fuerzas españolas y 
americanas, acompañado el segundo de todo su Estado Mayor 
y de muchos Jefes y Oficiales de la Escuadra americana, pre- 
senciaron el desfile, con armas, de una compañía de las prime- 
ras, en representación de todas, por la dificultad de reunirías. 
Las fuerzas americanas presentaron las armas y batieron 
marcha. 

Fué el teatro de esta dolorosa escena las alturas de Canosa, 
La mañana era espléndida sobre manera, contrastando la lim- 
pidez del cielo con las brumas que envolvían el espíritu de 
nuestras tropas. 

Terminado el desfile, las fuerzas americanas permanecieron 
en sus puestos, mientras las nuestras abandonáronlas trinche- 
.ras, replegándose á la plaza para depositar los armamentos, 



256 CüMÜATUS Y CAI'ITULACIÚN 

Las fuerzas de la Socapa y ele Punta Gorda fueron condu- 
cidas por mar ? en eí vapor Reina de los Angeles^ al muelle de 
las Cruces, y de allí, por tierra, marcharon al Parque de Arti- 
llería r donde hicieron entrega del armamento y municionen. 
Ya sin él, se dirigieron fuera de la ciudad al campamento, don- 
de deben reunirse todas las fuerzas hasta la llegada de los bu- 
ques que, según lo convenido t deben conducirlas á los domi- 
nios españoles. Las demás tropas hicieron lo mismo, después 
de entregar las armas en los puntos de antemano designados, 

Después entraron en la ciudad, que ya habían evacuado 
nuestras tropas, unos 1.000 hombres del Ejército de los Estados 
Unidos, izándose la bandera de dicha nación en el Gobierno y 
en el castillo del Morro, Es la única bandera que se ha arbola- 
do en la población. No han entrado en ella fuerzas insurrectas 
ni individuos de las mismas con armas: dicha situación segaía 
lo mismo el día que el Ejército embarcó para España. 

Como las operaciones en el parque duraron algunas horas T 
era de ver la avidez conque los americanos buscaban números 
del 29 (Constitución), sables, botones, cruces de nuestros Ofi- 
ciales y soldados. Se observaba con qué satisfacción guardaban 
cuantos arreos y armas podían allegar. Algunos adornaban 
sus pechos con las cruces mismas, mohosas y aun ensangren- 
tadas, qne habían adornado pechos de españoles. Tantos deta- 
lles de este orden se registran, que realmente sería prolijo enu- 
merarlos; pero ellos demuestran en su misma nimiedad el alto 
concepto que las fuerzas de los Estados Unidos tenían del va- 
lor de nuestro Ejército* 

Un dato para concluir, acerca de esto: cuando fueron á po- 
sesionarse del Morro un Jefe de Artillería y otro de Ingenie- 
ros yankees, preguntaron por las defensas y por el artillado 
de la fortaleza. 

— Ahí están— dijo el Gobernador, señalando las baterías de 
tierra y los viejos cañones. 

Los Jefes americanos no se fiaron: personalmente recorrie- 



•hi / ( !» | iy '^f^j.n >-=?***£: ? nsi%7?f; ^r? » ^ --t t *iíw ^\ t^ ? isyí^r^T * ■ ? ?*• -^■^•v* 



DE SANTIAGO DE CUBA 



257 



ron los sitios en busca de piezas y obras de mayor empuje y 
valía. Y al convencerse de que lo que se les había contestado 
era verdad, exclamaron: 

— Esa Escuadra (señalando á la del Almirante Sampson) 
no tiene perdón, cuando en tantos días no ha ganado el puerto 
y deshecho la ciudad y sus defensas. 

El Generel en Jefe del Ejército americano es el General 
Milles. 

El General en Jefe de las fuerzas que operan en la juris- 
dicción de Santiago de Cuba, es el General Shafter. 

El segundo Jefe de las mismas es el General Wheeler. 

Fué nombrado Gobernador Militar de Santiago de Cuba el 
General Mac. Gibbons. A los cuatro días fué relevado por el 
General Wood. 

La Escuadra que bloqueó el puerto de Santiago de Cuba 
la mandó el Almirante Sampson: su segundo Jefe era el Co- 
modoro Shley. 

A las diez de la mañana, un Oficial del Ejército america- 
no, comisionado al efecto-, tomó posesión de la Comandancia 
de Marina y Capitanía del Puerto, al que se le hizo entrega de 
la misma, después de recogidos los documentos y comunicacio- 
nes que debían conservarse y destruir ó inutilizar los demás. 

Las fuerzas siguen depositando las armas y municiones, 
conservando un orden admirable, que ni un momento se ha al- 
terado. Después marchan al campamento establecido fuera de 
la ciudad. Las armas fueron todas depositadas en el parque, no 
al enemigo. Para formar idea, aunque sólo sea aproximada, del 
número de las fuerzas que defendían la plaza, doy á continua- 
ción el estado que demuestra el de los hospitales. Y digo los 
hospitales, porque se habilitaron varios. 

El día 17 de julio había: 



17 



^i 



258 COMBATES T C A TITULACIÓN 

En el Hospital Militar . . . . 800 enfermos y heridos, 

Eu el cuartel de Concha . , . frOO id, id» 

En el de Mercedes .„,.., 500 id* id. 

En Barracones 300 id. id. 

Total 2.100 enfermos y heridos. 

Nota i. a El n dmero de enfermos, ó mejor dicho, de camas 
que caben en el Hospital Militar, y para el cual existía el per- 
sonal facultativo necesario que, naturalmente, continuó siendo 
el mismo, eran 500 camas. El número de enfermos en tiempos 
normales (la insurrección) era de 350 á 400, 

Nota 2. a En el Hospital no se admitía ya mas que á los 
heridos y á los enfermos graves; los que materialmente po- 
dían sostenerse de pie eran rechazados y se les mandaba da 
ntievo a las trincheras; de lo contrario, no hubiera en realidad 
quedado gente en ellas ni hubiera habido camas donde colo- 
carlos, ni médicos para atenderlos. Así, pues, el número de en- 
fermos era, en verdad, muchísimo mayor que el que marca el 
estado dado por el Hospital. 

El soldado, además de comer poco y mal, carecía del agua 
necesaria; pues además de gu escasez, faltaban medios para 
transportarla á todos los puntos de la extensa línea que cubría, 
y que era indispensable sostener. 

Los caballos de la Caballería, así como el ganado de la Ar- 
tillería y de la Aministración Militar, hacía ya muchísimo tiem- 
po que no comían maíz, y el forraje ? su único alimento, costaba 
mucho trabajo encontrarlo y producía bajas, que es peor. 

Por último, daré un estado de las existencias que el Parque 
de Artillería entregó al Oficial americano comisionado para re- 
cibirlas: 



•S- y ^v^* ^ 



DE SANTIAGO DE CUBA 



259 



ARTILLERÍA PARQUE OE SANTIAGO DE CUBA 

ESTADO de existencia en almacenes, del armamento y municiones de 
que se hace cargo el Oficial comisionado del Ejército americano. 

Número 
SISTEMA de Municiones. 

armas. 

Fusil Maüsser, modelo español, 7 milíme- 
tros, núm. 1.893 ...'., 7.902 1.500.000 

Fusil Maüsser, modelo argentino, 7,65 

milímetros, núm. 1.891 ^, % „ A „ M ^^ 

•d -i ir - -, , . * aK -r > 872 1-471.000 
Fusil Maüsser, modelo turco, 7,65 milí- 
metros, núm. 1892 . . • 

Fusil Remingthon, 11 milímetros, núm. 71. j * i 345.000 

ídem id., 11 milímetros, núm. 7.189. . . j j 1.335.000 

Tercerola Maüsser, modelo español . . . 833 J 

ídem id., id. argentino 84 í 1 9 „ 

ídem Remingthon 330 l 

Revólvers 84 ) 

Sables , 287 

Machetes 692 

Santiago de Cuba, Julio... de Í898. 

Conforme, b 1 Teniente Coronel, Comandante de Artillería, 

El Oficial comisionado, Luis Melgar. 

Errors and omlsslons exceptad. 

A. D. Borup. 

Lit. Col. U-S. V. 
Cheef ord. Offlcer. 

Como se ve, el armamento con que casi en totalidad estaba 
armado el Ejército era el fusil Maüsser, modelo español (el Re- 
mingthon era de los Voluntarios y algunos movilizados); por 



yW 



^ 



260 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

consiguiente, esas municiones eran las únicas que servían y las 
solas que deben contarse: las demás eran inútiles. Ahora bien; 
el número de cartuchos entregados y existentes era 1.600.0W 
y 7.902 el de fusiles. Corresponden , pues, 191 cartuchos ¿cada 
soldado. Ningún militar ignora el tiempo que tardan #u con- 
sumirse* 

Aquí terminan los sucesos y las operaciones militares qiu- 
tuvieron lugar en Santiago de Cuba, y que motivaron estos 
apuntes. Aquí, pues, debía terminarlos; pero no lo har¿ sin an* 
tes aventurar algunas apreciaciones que me han sugerido cier- 
tos hechos, presenciados, bien á pesar mío, porque evitaba, co- 
mo es natural, espectáculos que nada podían tener de agrada- 
bles > y sin hacer un paralelo entre dos sitios, uno de los cuales 
pertenece ya á la historia y está, por consiguiente, juzgado, v 
es del mundo entero conocido, y otro sobre el que aún no pue- 
de fallarse por no tenerse los datos y noticias necesarios que 
permitan emitir una opinión justa é imparcial. 

A continuación va el estado oficial de todas las bajas que 
han tenido las fuerzas de Santiago de Cuba en los diferentes 
bombardeos y combates sostenidos desde el día 18 de mayo T 
hasta el en que se firmó la capitulación. En él no constan las 
producidas por enfermedad. 



■^ TViywJ? %'•*' V»T^ - 



t T TS'W Ȓ'7 



T ir*^.i , W^r ■ 



DE SANTIAGO DE CUBA 



261 



BAJAS EF LOS BOMBARDEOS Y ATAQUES A LA PLAZA DE COBA. 



FBCHAS 



Junio 6 

» 14 
» 16 
» 21 



Morro 

Estrella 

CayoShmit 

8ocapa 

Mazamorra 

Crucero Reina Mercedes 

j Socapa 

Morro 

Socapa 

I Moito 

Socapa 

Aguadores 

I Daiquirí 

Sevilla 



Julio 



Aguadores. 

Morro 

Morro 



Caney y Cuba.. 



Cuba.. 
Cuba.. 



Totales. 



RESUMEN 



Muertos 

Heridos 

Prisioneros y desaparecidos. 



Total general. 



MUERTOS 



I " 

I > 



4 12 



78 



107 



2 14 



«7 



HERIDOS 



9 49 



556 



Prbioueros 

y 
ilesapareddos 



! 

116 

» 
116 



, -i^.iy, ^^ *y -< .^»- t' ■« r^*\ vn^*-" 



XXXVII 



Mercaderes, no españoles. 



Destinado por primera vez á la Isla de Cuba el año 1868, 
he permanecido en ella, si no siempre, sobrado tiempo, no 
obstante, para comprender, aunque soy muy mal observador, 
que una de las causas que más lian contribuido á la profunda 
aversión que á la Metrópoli profesan los hijos de Cuba en ge- 
neral, se debe á la intransigencia de cierto número de penin- 
sulares que vienen, sin otro objeto que labrarse una fortuna 
más ó menos rápida, faltos, los más, de ilustración y despro- 
vistos de conocimientos de toda clase. 

Para el mejor logro de sus deseos y ambiciones, alardean 
de españolismo sin cesar, con lo cual tienen necesaria y forzo- 
samente que ponerse en pugna con los primeros, cuyos senti- 
mientos y dignidad hieren y lastiman. Viéndose ya con dinero, 
aspiran á ejercer cargos lucrativos ó importantes que obtienen 
por ser españoles, con perjuicio de otros que, por su inteligen- 
cia y aptitud, son más acreedores á ejercerlos; y la aversión se 
convierte en odio que, latente siempre, aunque disimulado, sólo 
esperó, para estallar, una ocasión. Preséntase ésta por pri- 
mera vez el año 1868, y el grito de Yara fué la señal de la ven- 
ganza y del exterminio, á que respondieron los peninsulares de 
que me ccupo, organizando los Voluntarios. 



264 COMBATES y CAPITULACIÓN 

Negar loa importantes y continuos servicios que desde en- 
tonces hasta hoy han prestado á la causa de España, fuera tau 
mjii3to como inútil; pero preciso es convenir también en que 
han cometido graves errores y desaciertos, imponiéndose más 
de una vez y obligando á más de un Capitán General á resig- 
nar el mando: funesto ejemplo que nos perjudicó en el país y 
nos desacreditó en el extranjero. 

La primera insurrección de Cuba y cuantas después hemo3 
tenido que combatir, adquirieron ese sello de crueldad y de 
exterminio propios de pueblos salvajes, pero no de naciones ci- 
vilizadas, y la guerra sirvió para satisfacer venganzas que die- 
ron ] ligar á las correspondientes represalias y pretexto, tan in- 
justo como hipócrita, demasiado lo sé, pero pretexto al fin, 
para que el Gobierno de los Estados Unidos, invocando la hu- 
manidad, decretara la intervención armada, ó lo qua es lo mis- 
mo, la lucha, que no podía menos de ser au consecuencia in- 
eludible. 

Si tantos errores y faltas tantas se hubieran cometido por Es- 
paña y por la patria, como aseguraban sin cesar, ellas hubieran 
tenido disculpa y hasta fueran dignas da encomio; pero los su- 
cesos han venido á demostrar hasta la evidencia que la nación 
era sólo el pretexto y otro el objeto, que se reducía al logro de 
sus aspiraciones y a la realización de sus deseos. Y ello es tan 
verdad que, como he dicho y repito, aprovechando la escasez de 
víveres, consecuencia natural del bloqueo, I03 ocultaron ó exi- 
gieron precios exorbitantes sin razón que lo justificara, no 
sin haber tenido la precaución de colocar sus fondos en el ex- 
tranjero, á prevención de lo que pudiera sobrevenir. No repe- 
tiré que los mismos que tan entusiastas y decididos eran en 
tiempos normales, fueron los primeros en despojarse del uni- 
forme y ocultarse donde más seguros se creyeron. Por último, 
convencidos de que el sol a cuyo calor habían vivido y bajo cu- 
yos rayos habían medrado cedió el puesto á otro astro más 
grande en tamaño, aunque no en brillo, buscaron su protección 



DE SANTIAGO DE CUBA 265 



y sus beneficios, sin acordarse más del que vieron sus ojos cuan- 
do por primera vez los abrieron. El Rey ha muerto... ¡viva el 
Rey! 

Anunciaron sus mercancías en lite Times de Santiago de 
Cuba, periódico de nueva publicación, en español, para inte- 
ligencia de los cubanos, á los que el odio no les impide explo- 
tar, y en inglés, para hacer lo propio con los nuevos amos que 
no han tardado en reconocer. Y es tal su amor y su cariño á 
España, de que tanto alardearon, que por lo que cobran un peso 
■en plata americana, piden dos del cuño español del mismo me- 
tal. Aprecian ésta en la mitad que aquélla. Tal vez parezcan 
-exageraciones éstas, como otras muchas verdades de mis Apun- 
tes: pero una carta suscrita por un peninsular en el núm. 7 del 
citado periódico The Times, de Santiago de Cuba del 8 de Agos- 
to, convencerá al más incrédulo. La carta dice así, literalmente': 

«LA EMIGRACIÓN HOY 

ES UNA IMPREVISIÓN 

» Vuestra raza meridional encierra muchos vicios; pero tam- 
bién posee grandes virtudes. Su punto débil es su excesiva im- 
presionabilidad. Según el orador que le habla, los arrastra 
hasta el nervismo, y según como se le pintan las cosas ó des- 
criben los sucesos de actualidad, se le infiltra la más pueril de- 
bilidad. 

» Durante los últimos seis meses transcurridos, la raza Es- 
pañola en Santiago de Cuba, ha vivido en este ficticio ambien- 
te; digo hoy ficticio, porque la amarga realidad no ha respon- 
dido á nuestras patrióticas y entusiastas aspiraciones. 

Hoy, cuánto sacrificio inútil, cuántas ilusiones destrui- 
das; (1) pero no hay que desmayarse, por eso, porque el buril 



(1) Si se nota falta de admiraciones ú otra omisión cualquiera, conste 
que la carta va copiada á la letra; ya lo he dicho. 



266 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

de la historia cuando se trata de los acontecimientos y penali- 
dades de este pobre pueblo, se cuidará, con imparcial rudeza- 
hacerlas pasar á la posteridad. 

»Hoy que sólo, tan sólo, conocemos los hechos consumado* 
en esta única provincia, que ignoramos completamente lo que 
actualmente pasa en el resto del mundo incluso á nuestra ma- 
dre patria, porque no esperamos que se despejen los negros nu- 
barrones que nos rodean, que se aclaren los horizontes para po- 
der juzgar de un modo cierto nutsfcra real y verdadera situa- 
ción y poder resolver» Calina mucha calma peninsulares resi- 
dentes en este pueblo; desechemos de momento esta deserción 
voluntaria que perjudica vuestros sagrados intereses, cuya co- 
rriente habéis seguido sin meditar lo suficiente si había de pro- 
ducir vuestra felicidad ó vuestra ruina. Por mucho que medi- 
téis acerca los extremos que os acabo de apuntar siempre ser¿ 
poco, 

» Supongamos por un momento que el desmembramiento de 
nuestra pobre España, sea un hecho cierto , caso que ignoramos» 
¿Qué cuadro tan amargo vais á presenciar, qué negocios vais 
allí á emprender para restaurar el quebranto de vuestros mer- 
mados intereses? Por desgracia ninguno, tanto por la ignoran- 
cia que precisamente tendréis dimanada de vuestra larga au- 
sencia, como por lo que ha de afectar vuestra salud y la de 
vuestras familias un cambio de clima tan radical y casi a la en- 
trada del invierno. 

» Permaneciendo aquí, cuya localidad está ocupada militar- 
mente por una nación fuerte, hasta que conozcamos de un mo- 
do cierto ios hechos consumados, nada perderéis ni en vuestros 
intereses ni en vuestra individualidad. 

•Los ilustrados y previsores Jefes que hoy rigen los desti- 
nos de esta tierra, os han demostrado de un modo evidente que 
«ólo desean reine la paz y el orden en todos los ramos de nues- 
tra pública administración, 

«Que os ha llamado tanto á vosotros como á los laboriosos 



>~r-m - -ywf.m. —m*2rr-- 



DE SANTIAGO DE CUBA. 267 



cubanos para que coadyuvéis en su obra de fomento y recons- 
trucción social. v 

•Que no regatea nada para que el pobre pueblo tenga ali- 
mentos sanos y baratos. 

•Que establece Bancos para el desarrollo de nuestra agri- 
cultura y comercio. 

>También nos ha manifestado, y basta ahora lo ha cumpli- 
do fielmente, que no ha venido aquí en provecho* de ningún 
bando ni partido político, que sólo anhela producir el fomento 
de esta Isla y el bienestar de sus moradores. 

»Si hoy, realmente es una innegable verdad la situación lo- 
cal que os acabo de describir, ¿por qué acudir á esta loca ó im- 
previsora emigración que sólo gastos os ha de producir? 

»¿No comprendéis que permaneciendo aquí, conocedores 
como sois de las personas y de los negocios locales, tenéis un 
dilatado campo para regenerar vuestros mermados intereses y 
acarrilar á vuestros hijos y parientes labrándoles un hermoso 
porvenir? 

•Sea la que sea la situación definitiva que la Providencia 
tiene destinada á esta tierra, tanto si quedamos siendo espa- 
ñoles ó pasamos al número de extranjeros, nuestra laboriosa y 
honrada raza en nada ha de desmerecer; ejemplos tenemos en- 
tre las repúblicas hispanoamericanas del lugar preeminente 
que ocupan en estas naciones nuestros compatriotas y del mo- 
do como son distinguidos por sus gobiernos. 

»Si todo lo señalado son tangibles verdades ¿por qué aban- 
donáis el campo, por qué huís de este hermoso país en el cual 
habéis pasado vuestros juveniles años y os habéis creado una 
familia y alguna posición? Si meditáis mis desinteresados 
consejos, no podréis menos de convenceros que hoy, tal como 
se están presentando las cosas, es un absurdo vuestra volunta- 
ria emigración. — Un peninsular. » 

He copiado la carta á la letra, sin quitar ni poner una sola, 
y sin meterme con un punto, ni una coma, ni una interroga- 



268 



COMBATES Y CAPITULACIÓN 



<iión; y hay que convenir en que la carta no tiene desperdicio, 
bajo todoa sus aspectos y sus fases, como redacción, como as- 
piración y como intención, Me parece que para muestra basta 
un botón*,, y dispensen ustedes tanto consonante- 
Postdata á la carta; Los que hoy se dicen y se firman pe- 
ninsulares siempre se llamaron españoles, ¿cómo se llamarán 
mañana? 






*& 






rTV'TV^ri-:^ 1 * 



XXXVIII 



Gerona y Santiago de Cuba. 



En España, cuando de sitios se trata, sácanse siempre á re- 
lucir, como ejemplos dignos de seguirse ó imitarse, los de Nu- 
mancia y Sagunto, Zaragoza y Gerona. 

Como han transcurrido más de veinte siglos desde que tu* 
vieron lugar los dos primeros, y desconozco lo que en ellos ocu- 
rrió ó no conozco lo suficiente los hechos para aventurar com- 
paraciones, haré caso omiso de los mismos; pues si las costum- 
bres y los usos de la guerra, así como el derecho internacional 
y el de gentes eran, como no podían menos de ser, muy dife- 
rentes á los de nuestros días, nada tiene de particular que si 
las capitulaciones no se respetaban, los hombres prefiriesen mo- 
rir como leones á dejarse degollar como carneros. 

Por lo tanto, me referiré tan sólo al de Gerona (tan glorio- 
so, á no dudar, como el de Zaragoza), y del cual todos los es- 
pañoles, y yo el primero, nos enorgullecemos con justicia, ya. 
que, según el telegrama del General Linares, fué el que, por 
lo visto, estuvo en la mente de alguien para que sirviese de» 



270 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

patrón, de norma ó de modelo, aquí, en Santiago de Cuba. 

Todo el inundo conoce el célebre sitio de Gerona: el de San- 
tiago de Cuba nadie probablemente en la Península; pero 
cuanto voy á decir es la pura verdad, sin exagerar lo más mí- 
nimo, y de ello pueden dar fe los 30.000 habitantes de Cuba y 
los 40.000 americanos y 8á 10,000 insurrectos que la asediaban. 

Gerona, el año 1809, distaba mucho de ser un Metz 6 un Se- 
bastopol, es cierto; pero al fin y al cabo era una ciudad rodea- 
da de murallas, con fuertes y reductos exteriores que comuni- 
caban con el recinto principal por medio de caminos cubiertos; 
por cuya razón, de no entrar en ella por sorpresa, había que 
sitiarla en regla, y por consiguiente, había necesidad de cons- 
truir paralelas, emplazar baterías, cortar las comunicaciones 
de la plaza con el exterior para impedir fuese socorrida, abrir 
brecha ó decidirse por el asalto, y todo ello cuesta tiempo y 
cuesta vidas. 

Sabido es el furor que en España causó la invasión del pri- 
mer Napoleón, y, sobre todo, los medios de que se valió para 
llevarla á cabo, Los españoles creyeron amenazada su religión 
y su independencia, y, como un solo hombre, levantáronse to- 
dos en armas, con un entusiasmo y una decisión de que habrá 
pocos ejemplos en la Historia. 

Así es que en Gerona, la guarnición, que cuando empezó el 
sitio constaba de unos 6,000 hombres, entusiastas á fuer de 
españoles, no era la única que se batía, pues sus habitantes 
se batían también: los jóvenes y los sanos, con las armas 
los ancianos y los débiles ? llevando cartuchos y municiones 
las mujeres, recogiendo y cuidando los heridos y enfermos; 
los sacerdotes, absolviendo á los moribundos, enterrando á 
los muertos y excitando el celo de todos. Allí todo el mundo 
combatía; allí todo el mundo peleaba; allí todos eran héroes, 
porque allí ae defendía la propiedad, se defendía el hogar, se 
defendía la familia, se defendía la tierra en que yacían los an- 
tepasados; allí se defendía la religión, se defendía la indepen- 



^Vlíl^y. V ~TTT ^'- 



DE SANTIAGO DE CUBA 271 



«delicia; allí, en fin, se defendía la patria, y con eso está dicho 
todo. Allí merecieron bien de la misma, desde don Mariano 
Alvarez de Castro hasta la última mujer, hasta el último chi- 
■quillo. 

Entre las tropas que, al mando deVerdíer, cercaban la pla- 
za, y las de Saint- Cyr que las protegían y ocupaban los caminos 
■que á ella Conducían, no excedieron nunca de 30.000; y aunque 
tenían artillería más numerosa y mejor servida, en Gerona te- 
nían artillería también y del mismo calibre y alcance; esto es, 
(y ello hay que tenerlo muy en cuenta) que donde alcanzaban 
los proyectiles franceses alcanzaban también los proyectiles 
«españoles. 

Conocidas son las armas de fuego de aquella época; los fu- 
siles se cargaban en once tiempos, los cañones no sé en cuántos; 
■el efecto de las bombas era más moral que material; pues se re- 
cordará que para evitarlo, en lo posible, se situaban hombres 
en las torres de las iglesias ú otros sitios elevados, que por me- 
dio de señales convenidas, advertían sn dirección. Además, era 
fácil librarse de ellas en las cuevas y en los sótanos. Si faltaba 
pólvora, bastaba quemar unas cuantas puertas y ventanas, con 
lo cual se obtenía carbón, y con un poco de salitre encontrado 
en cualquier sitio húmedo y un poco de azufre, se obtenía 
aquélla. Cualquier herrero podía hacer balas de cañón, y así 
<por el estilo. Tales eran las armas de fuego á principios del sL 
glo, y sus efectos estaban en relación con ellas, 

Gerona sabía, además, que España entera la admiraba y la 
compadecía; que cada mes, cada semana, cada día que prolon- 
gaba la resistencia y retenía á los franceses delante de sns mu- 
ros, el país organizaba ejércitos, improvisaba regimientos y 
levantaba partidas y somatenes, y en todo Cataluña no había 
más que un solo pensamiento y un deseo único, el de socorrer- 
la, como ya lo fué una vez, introduciéndose un convoy con ví- 
veres y más de 3.000 hombres de tropa, y estuvo á pique de ser- 
lo una segunda. 



272 COMBVTKS Y CAPITULACIÓN 

Había también que todo socorro era útil y servía para pro- 
longar la resistencia, y no ignoraba la guarnición, que de salir 
en masa, si rompía el cerco por cualquier punto, estaba á salvo 
y quedaba libra, en país propio, donde hubiera encontrado 
cuantos recursos y elementos hubiese deseado. 

Cuando no se batía, cuando no tenía que acudir é la brecha 
á repeler las columnas de ataque ó á las murallas á rechazar el 
asalto, ponía sus centinelas, sus guardias, sus retenes y patru- 
llas que vigilaban , mientras los demás podían permanecer res- 
guardados del sol, de la lluvia y del relente; en una palabra, 
se alternaba en el servicio, y ya que se comía muy poco, por l*> 
menos se descansaba cuando el enemigo lo permitía. Por ulti- 
mo, Gerona conservaba el recuerdo y el orgullo de los dos si- 
tios anteriores, en que aquellos mismos franceses se habían 
visto forzados á levantarlos, y la esperanza, no infundada, de 
obtener el mismo éxito si eran socorridos, cosa que muy bien 
podía suceder. 

Gerona, á los seís meses de sitio, tuvo que capitular por 
hambre; pero tuvo que capitular al fin; y no obstante esa capi- 
tulación, lejos de causarnos sonrojo ó humillación, es una de 
las páginas mas brillantes de nuestra historia, de la que, con 
razón, nos mostramos ufanos y orgullosos, 

Tales fueron las circunstancias en que se encontró Gerona 
durante su célebre sitio; veamos cuáles fueron las de Santiago 
de Cuba. 

Santiago de Cuba, como se ha visto, es una ciudad abierta, 
sin fuertes, sin reductos, sin murallas, sin defensa, en fin, de 
ninguna clase. Cuando se declaró el actual conflicto, rodeaba 
su recinto una sencilla cerca de alambre que se creía, y lo era 
en efecto, suficiente para contener á los insurrectos; pero que, 
el que no conociese Cuba y la clase de guerra que sosteníamos, 
se hubiere, y con sobrada razón, reído de ella. 

Estalló la que con los Estados Unidos sostenemos, y no repe- 
tiré los trabajos que para defender el recinto llevó acabo el Cuer- 









DE SANTIAGO DE CUBA 273 



po de Ingenieros, sin recursos, sin elementos y con poquísimo 
personal, si bien tan entusiasta como inteligente, reducidos á 
construir trincheras carlistas, á defender con parapetos de tie- 
rra los fuertes que rodeaban el recinto (si merecen el nombre de 
tales unas casucas de madera, cuyo objeto es defenderse de los 
tiros de fusil, pero en manera alguna de los de cañón), colo- 
cando empalizadas y toda suerte de obstáculos, aprovechando, 
con arte singular todas las sinuosidades y repliegues del terre- 
no. Pero todas esas obras no pasan de ser obras de campaña y 
el soldado tenía que estar en ellas sufriendo los rayos del sol 
del mes de julio en la Isla de Cuba, las aguas torrenciales y 
casi diarias de la estación, y de noche el relente: todo el que co- 
noce la Isla sabe que, de seguir un mes en semejantes condi- 
ciones, ni un solo hombre hubiera podido continuar en las trin- 
cheras. 

El soldado aquí, en Santiago de Cuba, como en todo el res- 
to de la Isla, mal vestido y peor alimentado, hacía ya tres años 
que sostenía una guerra tan dura óomo ingrata, luchando con 
el enemigo, con el clima, con el sol, con el relente, con las en- 
fermedades, con los caminos (mejor dicho, con la falta de ellos) 
con las aguas, con la seca, con los montes y las sabanas; en una 
palabra, con todo; pues aquí, en Cuba, todo es enemigo para 
el Ejército, al que, además, se le debían, y creo se le deben, más 
de ocho meses de sus haberes. 

Antes déla destrucción de nuestra Escuadra, y después con 
mayor razón, el enemigo dominaba el mar en absoluto, y desde 
Daiquirí, donde desembarcó, hasta Punta Cabrera, la ameri- 
cana, que llegó á contar más de sesenta buques entre mercantes 
(muchos armados con cañones) y de guerra, no permitía ni 
siquiera soñar en recibir socorro ni auxilios de ningún género, . 
como no fuera del interior de la Isla. 

Después de la llegada del General Escario, que de llegar 
aquí antes del día 1.° de julio tal vez hubiera retrasado algún 
tiempo los progresos del enemigo, aunque sin evitar nunca el 

16 



274 COMBATES Y CAPITULACIÓN 



resultado, loa víveres, y sobre todo las municiones, que ja eran 
escasísimas, fueronlo mucho más; pues que había doble nu- 
mero de bocas que sostener y doble número de fusiles que 
dotar. 

Ocho ó nueve mil hombres anémicos, calenturientos mu- 
chos, cansados todos, metidos día y noche en trincheras car- 
listas que no podían abandonar por la sencilla razón de que 
estaban muy lejos de la ciudad, con agua que les llegaba á la 
cintura cuando llovía, tomando por todo alimento un pan he- 
cho con arroz, y arroz cocinado con agua, y sin más artillería 
que unas cuantas piezas á cargar por la boca, tenían que resis- 
tir á 40,000 americanos y 8 ó 10,000 insurrectos con ametra- 
lladoras, atrincherados también, y con 68 cañones de retro- 
carga perfectamente emplazados y servidos. 

La población, lejos de ayudar al soldado ó animarle, aban- 
donaba la ciudad no bien se anunciaba un bombardeo; y los 
pocos que en ella quedaban, cerraban sus puertas y ventanas, 
haciendo lo mismo las farmacias. El comercio, lejos de propor- 
cionar víveres al Ejército, y sobre todo al Hospital, que tanto 
los necesitaba, ocultólos cuidadosamente y hubo que hacer re- 
quisas, cuyo resultado demostró lo que queda expuesto. 

La situación de Santiago de Cuba, militarmente considera- 
da, es, quizás, única en la historiar 

Sin esperanza alguna de recibir socorros por mar que domi- 
na una Escuadra poderosa, encuéntrase cercada por tierra por 
un Ejército cinco veces superior en número, con excelente ar- 
tillería, que aumenta diariamente y que recibe sin cesar muni- 
ciones de boca y guerra. 

Por no tener, no tienen ni el placer ni el consuelo de com- 
batir: pues el enemigo que conoce su situación mejor que ¿i 
mismo, que sabe sólo le queda arroz, tínico alimento que recibe 
y poquísimas municiones, que no puede gastar sopeña de que- 
dar desarmado y á merced, completamente, del vencedor, no 
quiere exponerse á otra lucha como la del 1.° de julio, que 






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DB SANTIAGO Dfi CUfcA 275 

— , _^ 

recuerda con tanto asombro como terror y sabiendo que tiene, 
forzosamente, que capitular, y que sólo es cuestión de días, se 
atrinchera por su parte, dirige á la población su artillería y se 
prepara á bombardearla también con sus buques que, desde 
Aguadores, á más de cuatro millas de ella, no tardaría en re- 
ducirla á cenizas y á escombros, arrojando sobre la misma una 
lluvia de granadas de 16 , de 20 y de 32 centímetros, cuyos 
efectos se verán seguramente, aunque no se vea de dónde sa- 
len los proyectiles que los causan. 

El enemigo cortó, como se ha dicho, el acueducto, privando 
de agua á la ciudad, y aun cuando en ésta había algunos pozos 
y bastantes aljibes, el trasporte á la Socapa, á Punta Gorda 
y sobre todo á las fuerzas apostadas en la línea de Cruces á 
Aguadores (cuatro kilómetros), se hacía sumamente penoso y 
difícil y, además, era insuficiente. 

Pero lo que constituye el hecho más excepcional del sitio 
es que los socorros, que sólo hubieran podido llegar por tierra, 
resultaban, por decirlo así, contraproducentes, como voy á de- 
mostrar. 

¿De dónde podían venir esos socorros? De Holguín, de Man- 
zanillo, de Guantánamo ó de la Habana. De Holguín, pudieran 
haber llegado de 5.000 á 6.000 hombres con el General Luque; 
pero sólo con raciones para la marcha, por no haberlas en Hol- 
guín ni medios para transportarlas. De Manzanillo no podían 
venir más, puesto que las que pudieran hacerlo ya llegaron á 
las órdenes del General Escario. De Guantánamo, no podían 
por falta de víveres. Quedaban sólo las de la Habana. 

Pero yo voy má* lejos: yo quiero suponer que todas ellas j 
incluso las de la Habana, con el General Pando ú otro General 
cualquiera, llegaran y que se reuniera una masa capaz de arro- 
llar al ejército enemigo,' que es cuanto se puede conceder* ¿Qué 
hubiera sucedido entonces? Que éste se replegaría sobre la cos- 
ta en menos de una hora y allí, los acorazados y demás buques 
de guerra hubieran detenido los progresos de nuestro Ejército 



2?0 COMBATES Y CAPITULACIÓN 

\ 

y hubieran hecho inútil su victoria y sus esfuerzos, y se hubie- 
ra encontrado en peor situación que antes de su llegada, pues- 
to que había que alimentar á muchos más hombres; porque na- 
die ignora que aquí en Cuba, después de tres años de guerra, 
el campo nada produce y en él nada se encuentra. 

Un recurso quedaba, dirán algunos: abrirse paso á través 
de las lineas enemigas y marchar á Holguín, Eso es más fácil 
de decir que de hacer. 

Con el fusil actual y con la artillería moderna, no se rom- 
pen lineas ni se pasa por encima de Ejércitos* Ejemplos, Metz 
y Sedán: y convengamos en que los franceses se batieron allí 
con verdadero furor. Teníamos que reconcentrar en un punto 
dado todas nuestras fuerzas diseminadas en una línea extensí- 
sima , y ¿cómo hacerlo sin que el enemigo, cuyas líneas estaban 
á pocos metros de las nuestras, se apercibiera de ello? 

Pero yo quiero suponer más aún; yo quiero suponer que se 
hubiera conseguido; que la Caballería hubiera podido cargar 
con éxito, lo cual no creo posible, puesto que los caballos no se 
alimentaban; yo doy de barato que las acémilas, que estaban en 
el mismo caso que los caballos, hubieran podido transportar las 
municiones de repuesto, sí algunas quedaban, y los víveres 
{r educidos á arroz) necesarios para la marcha. Yo doy por su- 
puesto que, á trueque de dejar dos ó tres mil hombres muertos 
ó heridos en el ataque, los demás se hubieran abierto el cami- 
no de Holguín, ¿cómo hacer con soldados enfermos y débiles 
dos marchas forzadas indispensables para librarse de la perse- 
cución del enemigo? Imposible, Los insurrectos nos hubieran 
hostilizado durante la marcha, disputándonos el terreno palmo 
á palmo y haciéndonos un número más ó menos considerable 
de heridos que hubieran entorpecido ó retardado una marcha 
que tanto convenía forzar, dando tiempo á que los americanos, 
que hubieran seguido, á no dudar, nuestras huellas, nos hubie- 
ran alcanzado en número abrumador, y á los cuales hubiéra- 
mos tenido que rendirnos á discreción, faltos de municiones ó 






\>e Santiago db cuba '277 

perecer hasta el último hombre, sin que semejante hecatombe 
produjera á España más ventajas que las que le produjo la 
ocurrida con la Escuadra: antes por el contrario, privando á la 
¿ación de 8.000 soldados aguerridos que llevaban ya tres años 
combatiendo. 

Si la Escuadra enemiga hubiera bombardeado la ciudad , 
como indudablemente lo hubiera hecho, hubiérala reducido á 
escombros y á cenizas en breve espacio de tiempo, y aun cuan- 
do, militarmente, esa consideración no debe influir en el áni- 
mo de un General para que ella sola le impeliera á capitular 7 
aquí, la ruina de la ciudad implicaba la de sus defensores, pues- 
to que si en tiempos normales se hacia difícil el servicio de su- 
ministrar agua y resultaba deficiente, en tales condiciones hu- 
biera sido imposible: el soldado, expuesto al sol durante el día, 
hubiera carecido de agua, que es peor aún que carecer de ví- 
veres. 

Por último, ¿qué defendíamos en Cuba y á quién? Los cu- 
banos, después de tres años de lucha, han preferido ser yan- 
kees á ser españoles; y el elemento peninsular, lejos de ayudar 
al soldado que lo defendía, se aprovechó, por el contrario, de 
la situación para subir, de un modo descarado, el precio de to- 
dos los artículos, incluso los de primera necesidad, y ocultarlos 
cuando supuso iban á ser decomisados, abandonando la pobla- 
ción en el momento del peligro y despojándose del uniforme de 
voluntarios que en revistas y procesiones siempre tuvieron 
buen cuidado de lucir, ocultándose en el Caney, en los vapores 
mercantes y en Cinco Reales. 

Tal ha sido la situación y tales las circunstancias que hau 
concurrido en Santiago de Cuba para firmar la capitulación, 
en virtud de la cual regresamos á España los que allí nos en- 
contramos. 

No quiero hacer comparaciones ni emitir mi opinión sobre 
sucesos en los cuales he tenido que tomar parte más ó menos 
diresta ó activa, pues pudiera parecer apasionada ó dictada 



278 



COMBATES T CAPITULACIÓN 



per el interés ó el egoísmo* He dicho lo que ocurrió en Gerona 
y lo ocurrido aquí, como Beltrán du Guesclin, sin quitar ni po- 
ner. Ahora, y con conocimiento de causa ? que la patria nos 
juzgue. Yo espero su fallo, sereno el corazón y tranquila la 

conciencia. 







\ 



. .■/.* ' 






COMÍ» 






XXIL— leí 22 al 27 de junio., 131 

III.— Finaliza el mes de junio. 

i V —Cambutes del Cao 
KXT.— Combates del 2 v del 3 

l XXVI. — pulida de la Escuadra,.. 

XX Vil.— Combate naval de Santiago -le Cuba . 

* XXV JIL— Causas de la pérdida del combate naval de 

Santiago de Cuba . ... 

* X X IX.— Se echa á pique el MerCédtM ....,,. 191 

XXX.— La columna Escario lflQ 

XXXI.— En la plaza y en la bahía,. »* 

» X XXII.— Combates y bombardeos de los días 10 y 11. . . 

XXXIII.— Suspensión de hostilidades ... .. ♦ 235 

XXXIV.— Capitulación . .,. 24í» 

v XXXV.— La emigración al Caney 249 

XXX VL— Entrega de la plaza.... 255 

p XXXV I h —Mercaderes, no españoles 263 

XXX VIIL— Gerona y Santiago de Cuba. . . 



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RAMÓN DE DALMAU Y DE OL1VART 
MARQUÉS DE OLIVAR l 



Received December 31, 191 1