COLECCIÓN DE OBRAS DRAMÁTICAS Y LÍRICAS
CONTRA SOBERBIA
HUMILDAD,
DRAMA DE COSTUMBRES
EN UN ACTO Y EN VERSO,
ORIGINAL DE
DON JUAN ALBA.
fflÁDRIB. !^
ALONSO GÜLLON, EDiTOU,
PEZ.— wio.— a.*
1876.
C0NTR4 SOBERBIA HUMILDAD.
DRAMA DE COSTUMBRES
BN UN ACTO Y EN VERSO,
ORIGINAL DI
DON JUAN ALBA.
strenado en el Teatro (kl Prado en Julio de 1876.
MADRID.
IMPRENTA DE JOSÉ RODRÍGUEZ. — CALVARIO, tS.
4876.
PERSONAJES.
ACTORES.
DONA MARGARITA Sras. Buzo:^.
DOÑA BLASA Guerrero.
DON MARIANO Sres. Cachet.
EDUARDO Carmona.
DON JULIÁN.- Pardiñas.
DON CARLOS Luna.
JUAN Lastra.
5;-<i
Época actual.
Esta obra es propiedad de D. ALONSO GULLON, y nadie
podrá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en España
y sus posesiones de Ultramar, ni en los paises con los cuales
haya celebrados ó se celebren en adelante tratados internacio-
nales de propiedad literaria.
Los comisionados representantes de la Galería Lirico-Dramá-
lica, titulada El Teatro, de diclio señor GULLON, son los exclu-
sivamente encargados de conceder ó neg'ar el permiso de re-
piesentacion y del cobro de los derechos de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
ACTO ÜNICO.
El teatro representa un g'abinete decentemente amueblado al
fasto del dia: dos pnertas laterales y otra al foro.
ESCENA PRIMERA.
DOÑA BUSA y JHAN.
Blasa.
Qué dices, Juan? Aún no vino
mi sobrino.
Juan.
No señora.
Blasa.
Y salió...
Juan.
Á las siete y media
de la mañana.
Blasa.
Están próximas
ya las cuatro de la tarde.
Á ese chico le trastornan.
Está muy enamorado
de una joven...
Juan.
Virtuosa.
Blasa .
Qué sabes tú?
Juan.
Me lo han dicho
Blasa.
Eh! se dicen tantas cosas!...
Es hija de una familia
muy pobre...
Juan.
Pero con honra.
G0GB46
_ 4 —
Blasa. Hola! La defiendes tú?
Juan. Sé que es muy noble. Me consta.
Tiene títulos su padre!
No lo cree usted, señora?
Hlasa. Bien puede ser que los tenga.
Mas con ellos no se compra
nada: al contrario, cuestan,
según las leyes de ahora.
Pero vamos, cuéntame.
Juan. (No vi mujer más chismosa.)
Blasa. ¿Conque sigue el señorito
loco de amor por su novia?
Juan. Mucho, señora.
Blasa. Y mi prima
estará contenta.
Juan. Llora,
aunque ocultarlo procura.
(Cómo no estar angustiosa,
cuando sabe que su hijo
ayer con una pistola
quiso matarse!
Blasa. Demonio!
Se hizo romántico ahora?
Qué antigüedad! Já, já, já!
Eso ya no está de moda.
Yo curaré su manía;
por eso me encuentro pronta
á vivir aquí. Soy libre,
he quedado viuda y sola.
Nadie ha de pedirme cuentas;
tú me ayudarás ahora
en todo lo que yo emprenda.
Si de parte de esa novia
te dan cartas para Eduardo,
me las darás sin demora.
En fin, seguirás mis órdenes
al pie de la letra.
Juan. Todas.
Blasa. Primero que consentir
en que realice su boda
con su futura Eduardo,
permitiré sin zozobra,
— 5 —
si es preciso, que se mate.
ESCENA II.
DICHOS y D. MARIA^íO, saliendo.
Mabiano. No se matará, señora.
"Vivirá y se casará;
con su amor será dichoso,
y al verle feliz esposo
de rabia usted bramará.
Blasa. Qué chavacano es usted!
Vete y acecha...
Joan. Mañana (Váse.)
Mariano. Señora, en vano se afana
por tender aquí su red.
Esto de la raya pasa,
mas pondré remedio lioy.
Bi-ASA. Usted?
Mariano. Yo: como que soy
el médico de la casa,
Blasa. ¿Cura á la casa?
Mariano. Señora!
Bi.ASA. ¡.\h, ya! Será usté arquitecto.
Mariano. Yo soy...
Blasa. Un hombre perfecto.
Mariano. Se me está burlando ahora?
Blasa. Yo burlarme de un doctor!
De un hombre que sabe tanto,
que calma todo quebranto,
que cura todo dolor!
Yo estoy delicada y trato
de que usted rae cure.
Mariano. ¿Sí?
Pues si me llama usté á mí
para curarla la mato.
Blasa. Ya tendrá usted más conciencia.
¿En qué le perjudiqué?
Mariano. Señora, cállese usted,
que se agota mi paciencia.
Mas ya que me incita á hablar,
voy á decir lo que siento;
— 6 —
yo no gasto fingimiento
cuando me quiero explicar.
Quince años nos conocemos,
tengo la cuenta bien hecha,
y desde esa misma fecha
los dos nos aborrecemos.
Yo disfruto haciendo bien,
usté goza haciendo mal.
Br.ASA. Haga usted punto final;
voy á ser franca también:
yo soy mujer perspicaz,
y así digo y no le asombre
que es usted un pobre hombre,
Maoiano. Tengamos la fiesta en paz!
Reasumamos, señora,
y dejemos digresiones,
no sean nuestras cuestiones
las del Congreso de ahora.
Blasa. Pues que la sesión se abra;
espero sea terminante.
-Mariano. Así me place; adelante.
Blasa. Pues bien...
Mariano. Pido la palabra:
Bi.AS\. La tiene su señoría.
Mariano. Una familia aquí vive
digna de aplauso y estima,
pero que tiene una prima
que por mentir se desvive.
Blasa. Á un lado las alusiones
y de lleno á la cuestión.
Mariano, La prima sin corazón
siembra aquí las disensiones.
Sabiendo que su sobrino
ama á una joven honrada,
que aunque pobre, está educada
con religión y con tino,
de su sobrino al afán
se opone: tramas inventa,
frustrar el ciilace intenta
fascinando á don Julián.
De la lisonja al arrullo
acude por convencer,
— 7 —
y es porque habla á esa mujer
ia soberbia y el orgullo.
Y es porque su vanidad
para sobrina quisiera
una dama de alta esfera,
de superior calidad.
¿Qué la importa á esa señora
que el sobrino apasionado
se mate desesperado
si no le dan la que adora?
La joven tiene decoro,
pero el detoro está oculto
para ella, que rinde culto
sólo al vellocino de oro.
Y en íin, si el sobrino fuera
hombre de gran posición,
no sería aberración
que á una duquesa se uniera;
mas su padre, el buen señor,
aunque estimación le sobre...
¿Quién es en el mundo? Un pobre;
pobre sí, no es deshonor.
Pues á qué esas pretcnsiones?
¿Á qué á la muerte empujar
al que creyó realizar
sus más bellas ilusiones?
Si una pasión le devora,
déjenle obrar por sí mismo;
otra cosa es egoísmo,
ó fanatismo, señora.
Que él su porvenir se abra.
Si adiara, no hay más recurso.
Ya concluí mi discurso,
la cedo á usted la palabra,
Blasa. Ese amor es antilógico
y nuestro bien no conciba.
Vea usted de la familia
el noble árbol genealógico.
Vea y verá usted en él
que somos primos carnales
de dos dignos cardenales
y un teniente coronel.
— 8 —
Que lodos l'ueroQ Licurgos,
que odiaron las gentes toscas!
Mi abuelo fué...
Mariano. Papa moscas
de la catedral de Burgos.
Blasa. Vaya una gracia.
Mariano. Acabemos
Júreme usted desistir
de hacer al chico sufrir.
Blasa. Ese punto no toquemos.
Mariano, Es decir que insiste usted
en hacer mal en la tierra.
Blasa. Digo que implacable guerra
á mi sobrino le haré!
Mariano. Pues yo seré su abogado
y el fiscal de usted, señora,
Guerra desde hoy.
Blasa. Destructora.
Mariano. Bien: aprobado.
Blasa. Aprobado.
Vayase usted, que me inquieta,
me va á dar un sofocón.
Mariano. Nunca mejor ocasión,
aqui traigo la lanceta.
Blasa. Jesús!
Mariano. (La daré matraca.)
8las\. Fuera!
Mariano. Al punto volveré.
Blasa. Nunca! no!
Mariano. Y la sangraré.
(La maia sangre se saca.) (váse.)
ESCENA III.
blasa.
Qué doctor de Lucifer!
Vamos, es mi pesadilla.
Y lo que siento es que tieno
influjo con mi familia.
Dicen que ese buen señor
aqui ha salvado dos vidas;
— 9 —
la de mi primo Julián
y la de su hijo. Mi prima
lo quiere como si fuese
de él hermana, madre ó hija.
No, pues de aquí no me voy;
adelante con la intriga.
ESCENA IV.
DOÑA BLASA y DOÑA MARGARITA.
Marg. Blasa, aquí tú?
Rlasa. Así parece.
Buenas tardes, Margarita.
Marg, (odio á esta mujer porque es
ángel malo en mi familia.)
Blasa. Hija, cómo están tus ojos,
cómo tienes las mejillas!
Has llorado? pues qué pasa?
Cuéntame todas tus cuitas,
(Llora Margarita.)
Por qué te afliges?
Maro, Porqu*? hay
mujeres, qué digo! víboras
que gozan cuando introducen
la discordia en la familia.
Que por ellas muchas veces
los jóvenes se suicidan,
y los padres de dolor
pierdeo su salud, sus vidas,
y sí tienen nuestra sangre
esas víboras dañinas,
¿no es cierto que es más infamia?
¿qué es mayor alevosía?.,.
Blasa. Vamos, estás excitada,
tu espíritu tranquiliza.
Quién hace caso de chismes?
Verte tan triste me obliga
ano salir de tu casa.
(Aquí habrá escenas bonitas
que yo quiero presenciar.
No me doy por aludida.)
— iO
"Voy á dejar mi sombrero
en tu cuarto, Margarita,
Marg.
Pues qué, te quedas?
Blasa .
Es claro.
Marg.
(No cabe mayor desdicha.)
Blasa.
(Sin salir observaré.)
Tranquilízate. Adiós, hija, (váse.)
ESCENA V.
MARGARITA, en seguida EDUARDO.
Marg.
Esta mujer va á ser causa
de mi muerte ó mi ruina.
Eduar.
(Saliendo.) Buenas tardes, madre mia
Marg.
Gracias á Dios que hoy le veo.
Mas que vienes triste creo.
¡Maldita melancolía!
Eduar.
Madre, la fatalidad
hoy mi existencia envenena,
más no mi pena, tu pena
me atormenta sin piedad.
Yo quisiera .sonreír
para no darte tormento,
pero el fiero mal que siento
Marg.
no me permite fingir.
Yo veía en lontananza
de mi aurora los albores,
y matizado de flores
el puerto de mi esperanza.
Y cuando en él iba á entrar,
el mar hirviente y bravio
junto al puerto al barco mió
hizo con furia estrellar.
Aunque el buque se estrelló,
una barca salvadora,
se echó á la mar sin demora
y esa barca te salvó!
Barca, que aunque no le cuadre
á ese mar, te ha recogido,
y esa feliz barca ha sido
el corazón de tu madre.
— n —
EduaR. Ah! (Ea braios de su madre.)
Marg. Ven sobre él sin recelo,
ven que el amor no es pecado.
¡Quién más tiernamente amado
que ese Dios de tierra y cielo!
Eduah. Pero mi padre!...
ARG. T-cr .padre
también como su hijo amó!
Si él no hubiera amado, yo
seria acaso tu madre?
Quince años aún no tenía
cuando á tu padre rae uní,
y cuando te tuve á tí
yo los diez y seis cumplía.
Treinta y cuatro años no más
tengo y no me desvela
pensar que ser puedo abuela
á treinta y cinco quizás.
Siento ternura infinita
por ti: si quieres casarte
la ¡dea no he de quitarte,
cásate, seré abuelita!
Con mil desvelos prolijos
á mis nietos cuidaré,
y mis espejos tendré
en los ojos de tus hijos!
No los he de adorar yo,
he de velar por sus vidas,
si serán ramas nacidas
de la que de mí brotó!
Eduar. Madre!
Marg. Déjate guiar;
la prudencia siempre brilla;
aún es frágil tu barquilla
para lanzarla á la mar.
Eduar. Pero mi padre...
Marg. Tu padre
á diez y" ocho años casó,
y por eso tal vez no
hizo feliz á tu madre.
Por eso tu padre ansia
que no te cases, porque..
— 12 —
Eduar. El por qué yo bien lo sé.
Mabg. Tal vez no.
Eduar. Sí, madre mía.
Y por eso en mi dolor,
á pesar de mi conciencia,
en quitarme la existencia
ayer pensé.
Marg. Necio error!
Sacrilegio! desvarío!
cobardía, desacato.
Siempre el hombre será ingrato
para tí! Siempre, Dios mió!
Hijo, óyeme por tu vida;
rasgaré tu velo denso
diciéndote cómo pienso
del maldito suicida.
Dios que al mísero mortal
suele enviar amarguras
para buscar almas puras
que DO las abata el mal,
dijo al mortal: la alegría
rara vez te enviaré,
penas sí, y acuérdate
de que tu existencia es mía.
Hijo, aparta de tu mente
esa idea maldecida,
recuerda que el suicida
ó es un vil ó es un demente.
Sufre, lucha y vencerás;
serás de Dios inspirado
y podrás ser desgraciado,
pero suicida jamás.
ESCENA VI.
DICHOS, D. .rULlAN.
Julián. Buenas tardes... (Momento de silencio.)
Complacido
me dejó vuestra respuesta;
calláis y bajáis los ojos?
Comprendo. Estáis en presencia
— 13 -
del tirano que se opone
á secundar las ideas
de los dos. Es natural.
Mas si vuestra es la inocencia
y yo soy el delincuente...
¿por qué mi frente serena
elevo aquí, y en el suelo
estáis fijando las vuestras?
KDU.xn. Padre!
Julián. ¿Por qué así me llamas?
¿Posible es que yo merezca
el nombre de padre, si...
tengo el corazón de hiena!
Marg. Julián, severos nos juzgas.
Los que te aman, pudieran
pensar de ti de ese modo?
Si tengo condescendencia
con Eduardo, no lo extrañes,
es hijo de la terneza
de mi corazón de madre.
JuuA.N'. Pieusa bien las consecuencias
de esa esquisita ternura;
por ella tu hijo se muestra
más pertinaz.
Eduar. Padre mió,
que hora me escuches es fuerza.
Ademas... yo te lo ruego;
oye un momento siguiera.
Diez y nueve años cumplí,
edad en que el hombre anhela
encontrar en este mundo
una tierna compañera.
En la buena sociedad
que frecuento y tú frecuentas
hallé mujeres hermosas,
cero huí de su grandeza
por no juzgarme yo digno
siquiera de merecerlas.
En el campo de las artes,
junto á un rosa!, con sorpresa
vi brotar en tierna rama
una rosa con esencias.
— 44 —
Yo al contemplar sus colores,
al admirar su pureza,
para el verjel de mi amor
quise entusiasta cogerla,
pero el jardinero mió,
al saber que la flor era
nacida en jardia humilde,
á trasplantarla se niega,
é impidiéndome la entrada
en su florida vivienda,
rae dejó en un campo estéril
entre abrojos y malezas!
JüM\N Metafórico está el mozo...
más prosaico le quisiera.
Eduar. Cuando el corazón adora,
quién de otro modo se expresa?
Juman. Juzgando por lo que has dicho,
á la que por compañera
elegiste yo rechazo
sin duda por su pobreza.
Edüar. Así lo creo.
JüLiATs. Y si tú
también muy pobre te encuentras,
cómo á tu verjel ¡levaras
esa rosa... con esencias?
Cómo? Responde, inocente.
Eduar. Con mi amor y con mi ciencia.
Marg. (Por Dios, Eduardo!)
JüUAN. Muy bien!
Fué excelente la respuesta!
Pero oye lo que te digo,
que á todos nos interesa.
Esa flor pura y hermosa
déjala que libre crezca;
tal vez luego, enriquecida,
de su verjel reina sea.
Eduar. Padre mió, no es delito
ni deshonra la pobreza.
¿Dónde más luce el brillante?
Entre plata y oro y seda,
ó sobre la superficie
de la arena cenicienta!
- i5 —
Sobre oscuro brilla más,
aunque en lodazal se vea.
Pues lo mismo es la virtud
si eu humilde hogar se encuentra.
Más brilla entre privaciones
y aquilata su pureza.
Santas después de su muerte
hubo damas de alta esfera,
pero María, esa pura
y blanquísima azucena,
esa elegida por madre
del que los orbes sustenta,
¿qué era entre su humilde pueblo?
la más pobre nazarena,
Marg. Tienes razón, hijo mió!
Jiii.iAN ¡Conque es decir que tu idea
es no desistir...
Eduar. Jamás
El que una palabra empeña,
deja de ser caballero
cuando informal falta á ella.
JuuAN. El que empeña una palabra
y no puede sostenerla,
es un pobre mentecato
que la sociedad desprecia.
Edu^r. El que la empeña y la cumple
deja pagada su deuda.
Marg. Contente, Eduardo!
Eduar. No puedo.
Julián. Oh! Yo haré que se contenga.
Yo prohibo á usted que pise
los umbrales de la puerta
de esa jóv£n á quien ama,
aun cuando muy digno sea!
Eduar. ¡Padre!
JüLiAís. Como padre mando
y exijo se me obedezca.
Eduar. Sólo mi muerte podría
impedir que mi promesa ..
.lui.iAN. Oh! ya del romanticismo
pasó la época funesta.
Eduar. Pues si mi padre me obliga
— 16 —
mi fiel palabra á romperla,
sólo dándome la muerte
puedo prestarle obediencia.
JwLiAN. Oh! sacrilego y mal hijo!!
¿No temes que mi soberbia...
Edu.\r. Tú puedes matarme, que eres
el autor de mi existencia.
Marg. Hijo, tu vida es de Dios!!
Eduar. Pues él me perdone.
Marg. Espera.
Julián. Quieto aquí ó si no...
Marg. Julián!!
Eduar. Padre, matadme!
ESCENA VIII.
DICHOS y D. MABIANO.
Todos aparentan uaa serenidad que no tieueii.
Mariano. Qué gresca!
Marg. Amigo doctor...
Mariano. Qué pasa?
Alguna disputa media,
ó una escena de tragedia
ensayáis dentro de casa?
Eso es: me alegro mucho.
Yo también entiendo algo,
y en comedias sobresalgo,
que soy en el arte ducho.
Don Julián, venga esa mano.
¿Usted, qué papel hacía?
Una oreja apostaría
á que hacía el de tirano. (Á Eduardo.)
Já! já! y este el de inocente, (Á Margarita.)
y usté inocente también,
no es esto? Bravo, muy bien.
Yo soy público... corriente.
Siga el ensayo adelante,
y si hay que reprender
eso yo lo sabré hacer,
que soy actor ambulante;
— n —
por la gesticulación
comprendo estáis poseídos.
Bien, actores distinguidos!
Vaya, siga la función.
JunAN. La farsa en mí no descuella,
ni verla usar me acomoda.
Makiaiso. ¡Pues si la farsa está en moda!
¡Si este es el siglo de ella!
Y si no tú, sin ser gallo,
pues te falta el espolón,
dime si tengo razón,
argumenta que yo callo,
Edüar. Es cierto, farsa y maldad
la época actual respira,
la juventud sólo aspira
á gozar con liviandad.
Si eu santo hogar entra un mozo
y halla una joven divina,
pobre, pero qno se inclina
á la virtud, que es su gozo,
y le abre el sagrado hogar
ia pobre familia honrada,
é! con alma deprabada
allí penetra á infamar.
Da su palabra de honor
de unirse á casta doncella;
pero luego falta á ella
faltando á su pundonor.
Le ama la joven, ¿qué imparta?
La familia le estimó?
En su palabra creyó,
mas la farsa ha sido corta.
Si luego hay murmuración,
si á ella atenta lengua osada,
al mozo no importa nada,
le sirvió de distracción.
Esto se suele estilar
en la época presente; (Creciéndose.)
pero el que en su pecho siente
buen corazón palpitar,
si una vez palabra dio,
aunque al sigl*^ no le cuadre,
'1
— 18 —
lalta á Dios, falta á su padre,
pero á su palabra no!
Maiuano. Bravo! un abrazo; me extraña
tal lenguaje en un mancebo,
que casi á decir me atrevo
que es una excepción de España.
E[i tiempos más venturosos
de la española bidalguía,
cuando la patria tenía
tantos laureles gloriosos,
antes el nombre espiraba
que á su palabra faltar;
se sabía respetar
la palabra que se daba;
pero hoy el siglo ilustrado
en que perdida su fe
al hombre correr se ve
como á un corcel desbocado.
Tu lenguaje he de admirar,
oh juventud, que has nacido
en un siglo pervertido,
á tí no te he de culpar.
Abrieron tu inteligencia
á la luz del egoísmo,
de la ambición, del cinismo,
del engaño y la indolencia.
Dijeron que ilustración
este siglo te daría,
y te ¡lustra, ¡oh felonía!
la lógica del cañón!
La ilustracioa que atesoras
y tus ideas confunden,
son las luces que difunden
fuegos de ametralladoras.
Siglo de horror y amarguras!
tu instinto infernal trasluces!
Salve, siglo de las luces,
que dejas la patria á oscuras,
JüLUN. Don Mariano!
Marg. Yol!
Mariano. Hago punto!
Entendéis? Punto final.
- 49 -
(a Eduardo.) Retírate. (Esto va mal.)
(Yo me eHcargo de tu asunto.)
EdUAR. (Pero...) (Á D. Julián.)
Mariano. (No hay pero ni peras,
yo te he salvado la vida
y he de salvarla, descuida,
aunque cien años vivieras.
Anda. Vaya usted con él.) (Á Margarita.)
Cuando llame, salga afuera, (vánse.)
ESCENA IX.
D. MARIANO y D. JOLIAN.
Mariano. Pues ya estamos los dos solos,
varaos á hablar sin reserva.
¿Quiere usted á su hijo?
Jui.rA:y. Hombre
eso no tiene respuesta.
¡Qué padre no amaf
Maria>c. Comprendo.
¿Me juzga hombre de conciencia.'
JuLiA.N. Como el que más.
Mariano. Caballero?
■Imuan. Como aquel que más lo sea.
'íaria.no. Da usted amigo?
Jdlia.n. y salvador, •
una vez de mi existencia
y otra de la de mi hijo.
Sabe usted que se respetan
sus Consejos en mi casa.
Mariano. Pues bien, don Julián, alerta.
Su hijo Eduardo ya tiene
trastornada la cabeza.
De la locura al suicidio
ni tres pasos hay siquiera.
.ItLiAN. ¿Qué dice usted?
.\ÍARiANO. Lo que digo.
Usleil le cierra la puerta
del amor al pobre chico,
le hace romper su promesa.
¡qué ha de hacer un hombro honrado,
— - 20 —
cuando no paga sus dnud.is!
¡Qué hará un joven entusiasta
si el corazón le laceran!
Atienda á mis reflexiones,
y ya para siempre sepa
que entiendo cual las del cuerpo
del corazón las dolencias,
y la del alma de Eduardo
veloz le lleva á la huesa,
Julián. Pero qué quiere usted qué haga?
Sabe de la casa esta
los apuros. Eduardo
ya terminó su carrera,
pero de doctor el título
no tiene porque... vergüenza
me causa decirlo.
-Mari >>■(>. Bravo!
Por Cristo! nunca creyera
que afrentase á un hombre probo
el confesar su pobreza;
vamos, por falta de medios
al enlace usted se niega.
¿Desde cuándo al digno amor
se antepone la soberbia,
y por orgullo á un buen hijo
á muerte atroz se le entrega?
ESCENA X.
DICHOS, DOÑA BÍASA.
Blasa. No cederá, no señor.
Mabiano. Cielos!! La nube! Lucrecia!!
Bf.ASA. Mi primo! qué atrocidad!
Ceder él, qué se diría?
Y tu soberbia y la mía?
Makiano. Contra soberbia humildad,
i?!. ASA. Ya tomó sus precauciones,
y al padre de ella ha enterado
de que su hijo la ha engañado
ver haciéndole ilusiones.
Y el padre no le abrirá
— 21 —
ya la puerta de su casa.
ESCENA XI.
DICHOS, EOÜARDO, MARGARITA.
EnuAR. (Saliendo.). Deja, que mi alma se abrasa,
Mariano. (Esto se complicará!)
Eduak. Padre, perdóneme usted.
Lo que ahora ha dicho mi tía,
¿e.s cierto?
Bt.\SA. Yo mentiría!
Julián. (Lucho, y qué decir no sé.)
Maruno. (á d. Julián.) (SÍ dicG usted la verdad
mata á su hijo.)
Marg. (Qué amargura!)
BlaSA. (Á D. Julián.)
(Vamos, hombre, que te apura)
Habla con sinceridad.
Aún callas? Pues yo hablaré,
la máscara he de quitarme,
yo no quiero rebajarme
con ese enlace, porque...
Mariano. ¿Qué?
Blasa. Aun cuando huya la concordia
de aquí, voy á revelar
todo.
Mariano. Quiere usted callar!
manzana de la discordia!
Blasa. De la discordia, ¡qué horror!
Si viviera mi difunto
le matíiba á usted ai punto,
que era un militar de honor.
Mariano. Sí; militar que con creces
su patriotismo expresó!
Batirse no se batió,
mas se pronunció seis veces.
Blasa. Él murió siendo ejemplar.
Mariano. Sí, murió estando robusto.
Blasa. Porque él...
Mariano. Porque de un disgusto
usté le hizo reventar.
Julián. Basta ya; me es euojcsa
— sa-
tán importuna cuestión:
ya tomé mi decisión,
que es prudente y es liourosa!
(Á Eduaido.)
Yo de tu amante escribí
al padre, que es liorabro honrado,
y á ese padre le iie enterado...
ESCENA XII.
DICHO y D. CARLOS.
\
Carlos.
Ese buen padre está aquí
Eduar.
Él... Dios ralo!
Carlos.
Considero
que suplicando licencia
de ustedes en la pí'esencia
podrá estar un caballero.
Yo quise hacerme anunciar;
pero una joven criada
me condujo á esta morada.
Dígame... si puedo entrar...
Julián.
Una persona decente
como usted honra esta casa;
si usted de eso dintol pasa
honra mi hogar y mi gente.
Carlos.
Aquí me podré expresar
sin ambaje ni rodeo,
ante todos cuantos veo
junto á usted en este hogar?
Julián.
Haga usted cuenta, nú amigo,
de que estamos en familia.
Blas A.
(Ay de él si se reconcilia.)
Julián.
(Serenarme no consigo.)
Puede usté hablar imando quiera
Carlos.
¿Es de usted esta carta?
Julián.
Sí.
Carlos.
É hijo suyo el que está ahí?
Blasa.
(Valor!)
Eduar.
Madre!
Blasa.
(Rabio )
Mariano
. (Fiera!) (Á Biasa.)
— 23 -
Julián. Mi hijo es.
Cari-os. Mucho lo sieuto.
.lüi.i\N. Porqué?
("arios. Porque me !ie informado
de que tiene un padre honrado
y él quebrantó un juramento.
luLiAN. Cómo?
Maiuano. (á Eduaido.) (No tiembles.
Eduar. No señor )
Carlos. Joven, usted ha mentido.
Eduar. Jamás.
Carlos, Pues su padre ha sido.
Julián. Caballero, tengo honor!
Caulí.s. Cuando yo á usted admitiera
para mi hija, qué me dijo?
«Tendré orgullo en ser su hijo,
pue.i terminé mi carrera.»
Eduar. Es verdad.
Caiu.o.'s. Pues bien, su padre ^
en su carta me ha advertido j
que usted no la ha concluido.
Quién rae engañó?
Marg. (Hijo!
Eduar. ¡Madre!!
Yo no puedo declarar.
Cómo á mi padre rebajo!
Y mi honra y mi amor?)
Blasa. (Trabaja
me está costando callar.
Mas voy á hablar.)
.Mariano. (Calle usted.
El herido sufre y calla.)
Mire usted!
Julián. (Fiera batalla!)
Eduar. (A Doña Marg-arita.)
(Madre, callo y moriré.)
(^vRLOs. Pues callan, mi dignidad
me obliga á obrar de este modo.
(Á Eduardo )
Usté arrojó por el lodo
amor, honra y lealtad,
usté de mi hija labra
- 24 —
la infelicidad tal vez,
mas me ordena mi honradez
que le vuelva su palabra.
Pudiera decirle más,
aunque escucharme le aflija.
Adiós: faltó usted á mi hija;
Qo la verá usted jamás.
Makü. Basta! (Á D. JuUan.) Si tu amor de padre
no impera en tu corazón,
deja que hable sin ficción
mi fiel corazón de madre.
Caballero, mi hijo honrado
no falta á su juramento.
mas le pone impedimento
hoy un capital pecado
Mariano El orgullo que á los seres
al abismo precipita,
orgullo, pasión maldita
que perdió á tantas mujeres.
De la envidia y la ambición
es padre el orgullo fiero,
por él más de un caballero
hizo á su patria traición.
Por orgullo arde la tierra
en cruel lucha fratricida,
por él la tea homicida
nos inflama de la guerra;
y entre rail duelos prolijos
y tormentos inhumanos,
matan á hermanos hermanos,
pierde la madre sus hijos!
Y en fin, de! orgullo en pos
va Luzbel, rey del averno,
que orgullo arrojó al infierno
por alzarse sobre Dios.
Eduar. Padre, padre!
Julián y Marg. ¡Hijo!
Blasa. (á Julián.) (Entereza, no cedas.)
Julián. (Infame arrullo
del demonio del orgullo.
Déjame alzar la cabeza.)
(Á D. Carlos.)
— !25 —
Yo de ese engaño el autor
he sido por vanidad.
Él su carrera, es verdad,
concluyó, liías no es doctor
Blasa. (Va á dar su brazo á torcer.)
Juman. Porque aunque soy caballero,
cuando falta el vil dinero
todo no se puede hacer.
Y yo por no confesar
á nadie mis privaciones,
me valí de esos renglones
que ya es preciso rasgar.
Ese engaño llevaría
á la tumba á un hijo amado;
yo soy el que os ha engañado,
ante Dios lo juraría.
Fuera torpe vanidad;
justo es que tu amor recobre,
pobre soy, más no soy pobre
de nobleza y dignidad.
Carlos. Sobra la revelación
y aquí todo se concilia,
rae honro entrando en su familia.
Eduar. (¡Padre de mi corazón!)
Maiuano. Ve usted como también curo
yo las dolencias del alma?
Blasa. (Trinando estoy.)
Maria'mo. Vamos, calma!
(Vayase usté al cuarto oscuro.
Eduak. Oh! me mata la alegría.)
Blasa. Adiós!
Mariano. (Se va de repente!)
Blasa. (Me va á dar un accidente.)
Mariano. (Voy á hacerla una sangría.)
Blasa. Quite usted allá, albéitar.
.Mariano. Já! já!
Un desahogo impotente.
Don Julián, perfectamente,
fuera la ruin vanidad.
Como quien es se ha portado.
No más lisongero arrullo
que en este mundo el orgullo
3
— 26 —
es el más feo pecado.
Pobres padres sois los' dos,
no importa, casad los chicos,
sois pobres, pero sois l'icos
en la honradez que da Dios!
Carlos. Pues anudemos los lazos
de la amistad.
Mariano. Soy testigo.
Garlos. Esta es mi mano de amigo.
Julián. Los amigos en los brazos!!
Mariano. Veis, curé su enfermedad.
Eduar. Oh! Gracias.
Marg. Gracias, doctcr
Mariano. No hay medicina mejor.
Contra soberbia hümudai.
MENTÓ A LA ADICIÓN DE 26 DE NOVIEMBRE DE 1875
títulos.
Actos.
AUTORES.
Piop. que
cone?ponde
COMEDIAS Y DRAMAS.
te y apaleado
a soberbia hamildad.
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mas del amor . . .
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D. Arraengol Marqués . . Todo.
Juan de Alba »
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Juan Bárgano »
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R. García San tistebao. »
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S. María Granes Todo
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Sres, E. y Alberto E.
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L, Mariano de La rra. »
Juan Belza »
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anspiracion , 1 D.
!Co de Jordán i
el alcalde y el rey 3
irsellesa 3
M. Genaro Rentero... Libro.
S. María Granes ... . Libro.
G. Nanez de Arce.. . . Libro.
M. Ferndz. Caballero. Música
TA. Han pasado á ia adaiioistracion de esta Galería todas las
de la titulada El Teatro Económico, propiedad de los Sres. Don
órente y D. Garlos Borghin?; y dejado de pertenecer la música de
•zuela en un acto Ais Lladres, de D. Benito Monforl:
PUNTOS DE VENT4.
MADRID.
En las librerías de losSres. Viuda e Hijos de Cuesta, calle
Carretas, niim. 9, y de los Sres. Hijos de Fé, Jacometrezo, n
mero 44, y de Duran, Carrera de San Gerónimo.
PROVINCIAS.
En casa de los corresponsales de esta Galería.-
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mente al EDITOR, acompañando su importe en sellos de ira
queo ó libranzas, sin cuyo requisito no serán servidos.