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Full text of "Contra soberbia humildad : drama de costumbres en un acto y en verso"

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COLECCIÓN  DE  OBRAS  DRAMÁTICAS  Y  LÍRICAS 


CONTRA  SOBERBIA 

HUMILDAD, 

DRAMA  DE  COSTUMBRES 
EN  UN  ACTO  Y  EN  VERSO, 


ORIGINAL   DE 


DON    JUAN    ALBA. 


fflÁDRIB.   !^ 

ALONSO  GÜLLON,  EDiTOU, 
PEZ.— wio.— a.* 

1876. 


C0NTR4  SOBERBIA  HUMILDAD. 


DRAMA  DE  COSTUMBRES 


BN    UN    ACTO    Y    EN    VERSO, 


ORIGINAL     DI 


DON    JUAN    ALBA. 


strenado    en  el  Teatro  (kl    Prado   en    Julio  de   1876. 


MADRID. 

IMPRENTA    DE   JOSÉ    RODRÍGUEZ.  —  CALVARIO,  tS. 
4876. 


PERSONAJES. 


ACTORES. 


DONA  MARGARITA Sras.    Buzo:^. 

DOÑA  BLASA Guerrero. 

DON  MARIANO Sres.   Cachet. 

EDUARDO Carmona. 

DON  JULIÁN.- Pardiñas. 

DON  CARLOS Luna. 

JUAN Lastra. 


5;-<i 


Época  actual. 


Esta  obra  es  propiedad  de  D.  ALONSO  GULLON,  y  nadie 
podrá,  sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en  España 
y  sus  posesiones  de  Ultramar,  ni  en  los  paises  con  los  cuales 
haya  celebrados  ó  se  celebren  en  adelante  tratados  internacio- 
nales de  propiedad   literaria. 

Los  comisionados  representantes  de  la  Galería  Lirico-Dramá- 
lica,  titulada  El  Teatro,  de  diclio  señor  GULLON,  son  los  exclu- 
sivamente encargados  de  conceder  ó  neg'ar  el  permiso  de  re- 
piesentacion  y  del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


ACTO  ÜNICO. 


El  teatro  representa  un  g'abinete  decentemente  amueblado  al 
fasto  del  dia:  dos  pnertas  laterales  y  otra  al  foro. 


ESCENA  PRIMERA. 

DOÑA    BUSA    y   JHAN. 


Blasa. 

Qué  dices,  Juan?  Aún  no  vino 

mi  sobrino. 

Juan. 

No  señora. 

Blasa. 

Y  salió... 

Juan. 

Á  las  siete  y  media 

de  la  mañana. 

Blasa. 

Están  próximas 

ya  las  cuatro  de  la  tarde. 

Á  ese  chico  le  trastornan. 

Está  muy  enamorado 

de  una  joven... 

Juan. 

Virtuosa. 

Blasa . 

Qué  sabes  tú? 

Juan. 

Me  lo  han  dicho 

Blasa. 

Eh!  se  dicen  tantas  cosas!... 

Es  hija  de  una  familia 

muy  pobre... 

Juan. 

Pero  con  honra. 

G0GB46 


_  4  — 

Blasa.     Hola!  La  defiendes  tú? 

Juan.       Sé  que  es  muy  noble.  Me  consta. 

Tiene  títulos  su  padre! 

No  lo  cree  usted,  señora? 
Hlasa.      Bien  puede  ser  que  los  tenga. 

Mas  con  ellos  no  se  compra 

nada:  al  contrario,  cuestan, 

según  las  leyes  de  ahora. 

Pero  vamos,  cuéntame. 
Juan.       (No  vi  mujer  más  chismosa.) 
Blasa.     ¿Conque  sigue  el  señorito 

loco  de  amor  por  su  novia? 
Juan.       Mucho,  señora. 
Blasa.  Y  mi  prima 

estará  contenta. 
Juan.  Llora, 

aunque  ocultarlo  procura. 

(Cómo  no  estar  angustiosa, 

cuando  sabe  que  su  hijo 

ayer  con  una  pistola 

quiso  matarse! 
Blasa.  Demonio! 

Se  hizo  romántico  ahora? 

Qué  antigüedad!  Já,  já,  já! 

Eso  ya  no  está  de  moda. 

Yo  curaré  su  manía; 

por  eso  me  encuentro  pronta 

á  vivir  aquí.  Soy  libre, 

he  quedado  viuda  y  sola. 

Nadie  ha  de  pedirme  cuentas; 

tú  me  ayudarás  ahora 

en  todo  lo  que  yo  emprenda. 

Si  de  parte  de  esa  novia 

te  dan  cartas  para  Eduardo, 

me  las  darás  sin  demora. 

En  fin,  seguirás  mis  órdenes 

al  pie  de  la  letra. 
Juan.  Todas. 

Blasa.     Primero  que  consentir 

en  que  realice  su  boda 

con  su  futura  Eduardo, 

permitiré  sin  zozobra, 


—  5  — 

si  es  preciso,  que  se  mate. 

ESCENA  II. 

DICHOS  y   D.    MARIA^íO,  saliendo. 

Mabiano.  No  se  matará,  señora. 
"Vivirá  y  se  casará; 
con  su  amor  será  dichoso, 
y  al  verle  feliz  esposo 
de  rabia  usted  bramará. 
Blasa.     Qué  chavacano  es  usted! 

Vete  y  acecha... 
Joan.  Mañana  (Váse.) 

Mariano.  Señora,  en  vano  se  afana 

por  tender  aquí  su  red. 

Esto  de  la  raya  pasa, 

mas  pondré  remedio  lioy. 
Bi-ASA.     Usted? 
Mariano.  Yo:  como  que  soy 

el  médico  de  la  casa, 
Blasa.     ¿Cura  á  la  casa? 
Mariano.  Señora! 

Bi.ASA.     ¡.\h,  ya!  Será  usté  arquitecto. 
Mariano.  Yo  soy... 

Blasa.  Un  hombre  perfecto. 

Mariano.  Se  me  está  burlando  ahora? 
Blasa.     Yo  burlarme  de  un  doctor! 

De  un  hombre  que  sabe  tanto, 

que  calma  todo  quebranto, 

que  cura  todo  dolor! 

Yo  estoy  delicada  y  trato 

de  que  usted  rae  cure. 
Mariano.  ¿Sí? 

Pues  si  me  llama  usté  á  mí 

para  curarla  la  mato. 
Blasa.     Ya  tendrá  usted  más  conciencia. 

¿En  qué  le  perjudiqué? 
Mariano.  Señora,  cállese  usted, 

que  se  agota  mi  paciencia. 

Mas  ya  que  me  incita  á  hablar, 

voy  á  decir  lo  que  siento; 


—  6  — 

yo  no  gasto  fingimiento 
cuando  me  quiero  explicar. 
Quince  años  nos  conocemos, 
tengo  la  cuenta  bien  hecha, 
y  desde  esa  misma  fecha 
los  dos  nos  aborrecemos. 
Yo  disfruto  haciendo  bien, 
usté  goza  haciendo  mal. 

Br.ASA.     Haga  usted  punto  final; 
voy  á  ser  franca  también: 
yo  soy  mujer  perspicaz, 
y  así  digo  y  no  le  asombre 
que  es  usted  un  pobre  hombre, 

Maoiano.  Tengamos  la  fiesta  en  paz! 
Reasumamos,  señora, 
y  dejemos  digresiones, 
no  sean  nuestras  cuestiones 
las  del  Congreso  de  ahora. 

Blasa.      Pues  que  la  sesión  se  abra; 
espero  sea  terminante. 

-Mariano.  Así  me  place;  adelante. 

Blasa.     Pues  bien... 

Mariano.  Pido  la  palabra: 

Bi.AS\.     La  tiene  su  señoría. 

Mariano.  Una  familia  aquí  vive 

digna  de  aplauso  y  estima, 
pero  que  tiene  una  prima 
que  por  mentir  se  desvive. 

Blasa.     Á  un  lado  las  alusiones 
y  de  lleno  á  la  cuestión. 

Mariano,  La  prima  sin  corazón 

siembra  aquí  las  disensiones. 
Sabiendo  que  su  sobrino 
ama  á  una  joven  honrada, 
que  aunque  pobre,  está  educada 
con  religión  y  con  tino, 
de  su  sobrino  al  afán 
se  opone:  tramas  inventa, 
frustrar  el  ciilace  intenta 
fascinando  á  don  Julián. 
De  la  lisonja  al  arrullo 
acude  por  convencer, 


—  7  — 

y  es  porque  habla  á  esa  mujer 
ia  soberbia  y  el  orgullo. 

Y  es  porque  su  vanidad 
para  sobrina  quisiera 
una  dama  de  alta  esfera, 
de  superior  calidad. 

¿Qué  la  importa  á  esa  señora 
que  el  sobrino  apasionado 
se  mate  desesperado 
si  no  le  dan  la  que  adora? 
La  joven  tiene  decoro, 
pero  el  detoro  está  oculto 
para  ella,  que  rinde  culto 
sólo  al  vellocino  de  oro. 

Y  en  íin,  si  el  sobrino  fuera 
hombre  de  gran  posición, 
no  sería  aberración 

que  á  una  duquesa  se  uniera; 
mas  su  padre,  el  buen  señor, 
aunque  estimación  le  sobre... 
¿Quién  es  en  el  mundo?  Un  pobre; 
pobre  sí,  no  es  deshonor. 
Pues  á  qué  esas  pretcnsiones? 
¿Á  qué  á  la  muerte  empujar 
al  que  creyó  realizar 
sus  más  bellas  ilusiones? 
Si  una  pasión  le  devora, 
déjenle  obrar  por  sí  mismo; 
otra  cosa  es  egoísmo, 
ó  fanatismo,  señora. 
Que  él  su  porvenir  se  abra. 
Si  adiara,  no  hay  más  recurso. 
Ya  concluí  mi  discurso, 
la  cedo  á  usted  la  palabra, 
Blasa.      Ese  amor  es  antilógico 

y  nuestro  bien  no  conciba. 
Vea  usted  de  la  familia 
el  noble  árbol  genealógico. 
Vea  y  verá  usted  en  él 
que  somos  primos  carnales 
de  dos  dignos  cardenales 
y  un  teniente  coronel. 


—  8  — 

Que  lodos  l'ueroQ  Licurgos, 

que  odiaron  las  gentes  toscas! 

Mi  abuelo  fué... 
Mariano.  Papa  moscas 

de  la  catedral  de  Burgos. 
Blasa.     Vaya  una  gracia. 
Mariano.  Acabemos 

Júreme  usted  desistir 

de  hacer  al  chico  sufrir. 
Blasa.  Ese  punto  no  toquemos. 
Mariano,  Es  decir  que  insiste  usted 

en  hacer  mal  en  la  tierra. 
Blasa.     Digo  que  implacable  guerra 

á  mi  sobrino  le  haré! 
Mariano.  Pues  yo  seré  su  abogado 

y  el  fiscal  de  usted,  señora, 

Guerra  desde  hoy. 
Blasa.  Destructora. 

Mariano.  Bien:  aprobado. 
Blasa.  Aprobado. 

Vayase  usted,  que  me  inquieta, 

me  va  á  dar  un  sofocón. 
Mariano.  Nunca  mejor  ocasión, 

aqui  traigo  la  lanceta. 
Blasa.     Jesús! 

Mariano.  (La  daré  matraca.) 

8las\.     Fuera! 

Mariano.  Al  punto  volveré. 

Blasa.     Nunca!  no! 
Mariano.  Y  la  sangraré. 

(La  maia  sangre  se  saca.)  (váse.) 

ESCENA  III. 

blasa. 

Qué  doctor  de  Lucifer! 
Vamos,  es  mi  pesadilla. 
Y  lo  que  siento  es  que  tieno 
influjo  con  mi  familia. 
Dicen  que  ese  buen  señor 
aqui  ha  salvado  dos  vidas; 


—  9  — 

la  de  mi  primo  Julián 
y  la  de  su  hijo.  Mi  prima 
lo  quiere  como  si  fuese 
de  él  hermana,  madre  ó  hija. 
No,  pues  de  aquí  no  me  voy; 
adelante  con  la  intriga. 

ESCENA  IV. 

DOÑA    BLASA   y   DOÑA   MARGARITA. 

Marg.      Blasa,  aquí  tú? 

Rlasa.  Así  parece. 

Buenas  tardes,  Margarita. 
Marg,      (odio  á  esta  mujer  porque  es 

ángel  malo  en  mi  familia.) 
Blasa.     Hija,  cómo  están  tus  ojos, 

cómo  tienes  las  mejillas! 

Has  llorado?  pues  qué  pasa? 

Cuéntame  todas  tus  cuitas, 

(Llora  Margarita.) 

Por  qué  te  afliges? 
Maro,  Porqu*?  hay 

mujeres,  qué  digo!  víboras 

que  gozan  cuando  introducen 

la  discordia  en  la  familia. 

Que  por  ellas  muchas  veces 

los  jóvenes  se  suicidan, 

y  los  padres  de  dolor 

pierdeo  su  salud,  sus  vidas, 

y  sí  tienen  nuestra  sangre 

esas  víboras  dañinas, 

¿no  es  cierto  que  es  más  infamia? 

¿qué  es  mayor  alevosía?.,. 
Blasa.     Vamos,  estás  excitada, 

tu  espíritu  tranquiliza. 

Quién  hace  caso  de  chismes? 

Verte  tan  triste  me  obliga 

ano  salir  de  tu  casa. 

(Aquí  habrá  escenas  bonitas 

que  yo  quiero  presenciar. 

No  me  doy  por  aludida.) 


—  iO 


"Voy  á  dejar  mi  sombrero 
en  tu  cuarto,  Margarita, 


Marg. 

Pues  qué,  te  quedas? 

Blasa . 

Es  claro. 

Marg. 

(No  cabe  mayor  desdicha.) 

Blasa. 

(Sin  salir  observaré.) 

Tranquilízate.  Adiós,  hija,  (váse.) 

ESCENA  V. 

MARGARITA,   en   seguida   EDUARDO. 

Marg. 

Esta  mujer  va  á  ser  causa 

de  mi  muerte  ó  mi  ruina. 

Eduar. 

(Saliendo.)  Buenas  tardes,  madre  mia 

Marg. 

Gracias  á  Dios  que  hoy  le  veo. 

Mas  que  vienes  triste  creo. 

¡Maldita  melancolía! 

Eduar. 

Madre,  la  fatalidad 

hoy  mi  existencia  envenena, 

más  no  mi  pena,  tu  pena 

me  atormenta  sin  piedad. 

Yo  quisiera  .sonreír 

para  no  darte  tormento, 

pero  el  fiero  mal  que  siento 

Marg. 


no  me  permite  fingir. 

Yo  veía  en  lontananza 

de  mi  aurora  los  albores, 

y  matizado  de  flores 

el  puerto  de  mi  esperanza. 

Y  cuando  en  él  iba  á  entrar, 

el  mar  hirviente  y  bravio 

junto  al  puerto  al  barco  mió 

hizo  con  furia  estrellar. 

Aunque  el  buque  se  estrelló, 

una  barca  salvadora, 

se  echó  á  la  mar  sin  demora 

y  esa  barca  te  salvó! 

Barca,  que  aunque  no  le  cuadre 

á  ese  mar,  te  ha  recogido, 

y  esa  feliz  barca  ha  sido 

el  corazón  de  tu  madre. 


—  n  — 

EduaR.      Ah!  (Ea  braios  de  su  madre.) 

Marg.  Ven  sobre  él  sin  recelo, 

ven  que  el  amor  no  es  pecado. 
¡Quién  más  tiernamente  amado 
que  ese  Dios  de  tierra  y  cielo! 

Eduah.    Pero  mi  padre!... 

ARG.  T-cr  .padre 

también  como  su  hijo  amó! 
Si  él  no  hubiera  amado,  yo 
seria  acaso  tu  madre? 
Quince  años  aún  no  tenía 
cuando  á  tu  padre  rae  uní, 
y  cuando  te  tuve  á  tí 
yo  los  diez  y  seis  cumplía. 
Treinta  y  cuatro  años  no  más 
tengo  y  no  me  desvela 
pensar  que  ser  puedo  abuela 
á  treinta  y  cinco  quizás. 
Siento  ternura  infinita 
por  ti:  si  quieres  casarte 
la  ¡dea  no  he  de  quitarte, 
cásate,  seré  abuelita! 
Con  mil  desvelos  prolijos 
á  mis  nietos  cuidaré, 
y  mis  espejos  tendré 
en  los  ojos  de  tus  hijos! 
No  los  he  de  adorar  yo, 
he  de  velar  por  sus  vidas, 
si  serán  ramas  nacidas 
de  la  que  de  mí  brotó! 

Eduar.     Madre! 

Marg.  Déjate  guiar; 

la  prudencia  siempre  brilla; 
aún  es  frágil  tu  barquilla 
para  lanzarla  á  la  mar. 

Eduar.     Pero  mi  padre... 

Marg.  Tu  padre 

á  diez  y" ocho  años  casó, 
y  por  eso  tal  vez  no 
hizo  feliz  á  tu  madre. 
Por  eso  tu  padre  ansia 
que  no  te  cases,  porque.. 


—  12  — 

Eduar.    El  por  qué  yo  bien  lo  sé. 

Mabg.      Tal  vez  no. 

Eduar.  Sí,  madre  mía. 

Y  por  eso  en  mi  dolor, 

á  pesar  de  mi  conciencia, 

en  quitarme  la  existencia 

ayer  pensé. 
Marg.  Necio  error! 

Sacrilegio!  desvarío! 

cobardía,  desacato. 

Siempre  el  hombre  será  ingrato 

para  tí!  Siempre,  Dios  mió! 

Hijo,  óyeme  por  tu  vida; 

rasgaré  tu  velo  denso 

diciéndote  cómo  pienso 

del  maldito  suicida. 

Dios  que  al  mísero  mortal 

suele  enviar  amarguras 

para  buscar  almas  puras 

que  DO  las  abata  el  mal, 

dijo  al  mortal:  la  alegría 

rara  vez  te  enviaré, 

penas  sí,  y  acuérdate 

de  que  tu  existencia  es  mía. 

Hijo,  aparta  de  tu  mente 

esa  idea  maldecida, 

recuerda  que  el  suicida 

ó  es  un  vil  ó  es  un  demente. 

Sufre,  lucha  y  vencerás; 

serás  de  Dios  inspirado 

y  podrás  ser  desgraciado, 

pero  suicida  jamás. 

ESCENA  VI. 

DICHOS,   D.    .rULlAN. 

Julián.    Buenas  tardes...  (Momento  de  silencio.) 

Complacido 
me  dejó  vuestra  respuesta; 
calláis  y  bajáis  los  ojos? 
Comprendo.  Estáis  en  presencia 


—  13  - 

del  tirano  que  se  opone 
á  secundar  las  ideas 
de  los  dos.  Es  natural. 
Mas  si  vuestra  es  la  inocencia 
y  yo  soy  el  delincuente... 
¿por  qué  mi  frente  serena 
elevo  aquí,  y  en  el  suelo 
estáis  fijando  las  vuestras? 

KDU.xn.    Padre! 

Julián.  ¿Por  qué  así  me  llamas? 

¿Posible  es  que  yo  merezca 
el  nombre  de  padre,  si... 
tengo  el  corazón  de  hiena! 

Marg.      Julián,  severos  nos  juzgas. 
Los  que  te  aman,  pudieran 
pensar  de  ti  de  ese  modo? 
Si  tengo  condescendencia 
con  Eduardo,  no  lo  extrañes, 
es  hijo  de  la  terneza 
de  mi  corazón  de  madre. 

JuuA.N'.    Pieusa  bien  las  consecuencias 
de  esa  esquisita  ternura; 
por  ella  tu  hijo  se  muestra 
más  pertinaz. 

Eduar.  Padre  mió, 

que  hora  me  escuches  es  fuerza. 
Ademas...  yo  te  lo  ruego; 
oye  un  momento  siguiera. 
Diez  y  nueve  años  cumplí, 
edad  en  que  el  hombre  anhela 
encontrar  en  este  mundo 
una  tierna  compañera. 
En  la  buena  sociedad 
que  frecuento  y  tú  frecuentas 
hallé  mujeres  hermosas, 
cero  huí  de  su  grandeza 
por  no  juzgarme  yo  digno 
siquiera  de  merecerlas. 
En  el  campo  de  las  artes, 
junto  á  un  rosa!,  con  sorpresa 
vi  brotar  en  tierna  rama 
una  rosa  con  esencias. 


—  44  — 

Yo  al  contemplar  sus  colores, 
al  admirar  su  pureza, 
para  el  verjel  de  mi  amor 
quise  entusiasta  cogerla, 
pero  el  jardinero  mió, 

al  saber  que  la  flor  era 
nacida  en  jardia  humilde, 

á  trasplantarla  se  niega, 

é  impidiéndome  la  entrada 

en  su  florida  vivienda, 

rae  dejó  en  un  campo  estéril 

entre  abrojos  y  malezas! 
JüM\N     Metafórico  está  el  mozo... 

más  prosaico  le  quisiera. 
Eduar.     Cuando  el  corazón  adora, 

quién  de  otro  modo  se  expresa? 
Juman.     Juzgando  por  lo  que  has  dicho, 

á  la  que  por  compañera 

elegiste  yo  rechazo 

sin  duda  por  su  pobreza. 
Edüar.    Así  lo  creo. 
JüLiATs.  Y  si  tú 

también  muy  pobre  te  encuentras, 

cómo  á  tu  verjel  ¡levaras 

esa  rosa...  con  esencias? 

Cómo?  Responde,  inocente. 
Eduar.    Con  mi  amor  y  con  mi  ciencia. 
Marg.      (Por  Dios,  Eduardo!) 
JüUAN.  Muy  bien! 

Fué  excelente  la  respuesta! 

Pero  oye  lo  que  te  digo, 

que  á  todos  nos  interesa. 

Esa  flor  pura  y  hermosa 

déjala  que  libre  crezca; 

tal  vez  luego,  enriquecida, 

de  su  verjel  reina  sea. 
Eduar.     Padre  mió,  no  es  delito 

ni  deshonra  la  pobreza. 

¿Dónde  más  luce  el  brillante? 

Entre  plata  y  oro  y  seda, 

ó  sobre  la  superficie 

de  la  arena  cenicienta! 


-  i5  — 

Sobre  oscuro  brilla  más, 

aunque  en  lodazal  se  vea. 

Pues  lo  mismo  es  la  virtud 

si  eu  humilde  hogar  se  encuentra. 

Más  brilla  entre  privaciones 

y  aquilata  su  pureza. 

Santas  después  de  su  muerte 

hubo  damas  de  alta  esfera, 

pero  María,  esa  pura 

y  blanquísima  azucena, 

esa  elegida  por  madre 

del  que  los  orbes  sustenta, 

¿qué  era  entre  su  humilde  pueblo? 

la  más  pobre  nazarena, 

Marg.      Tienes  razón,  hijo  mió! 

Jiii.iAN      ¡Conque  es  decir  que  tu  idea 
es  no  desistir... 

Eduar.  Jamás 

El  que  una  palabra  empeña, 
deja  de  ser  caballero 
cuando  informal  falta  á  ella. 

JuuAN.     El  que  empeña  una  palabra 
y  no  puede  sostenerla, 
es  un  pobre  mentecato 
que  la  sociedad  desprecia. 

Edu^r.     El  que  la  empeña  y  la  cumple 
deja  pagada  su  deuda. 

Marg.      Contente,  Eduardo! 

Eduar.  No  puedo. 

Julián.     Oh!  Yo  haré  que  se  contenga. 
Yo  prohibo  á  usted  que  pise 
los  umbrales  de  la  puerta 
de  esa  jóv£n  á  quien  ama, 
aun  cuando  muy  digno  sea! 

Eduar.     ¡Padre! 

JüLiAís.  Como  padre  mando 

y  exijo  se  me  obedezca. 

Eduar.     Sólo  mi  muerte  podría 

impedir  que  mi  promesa  .. 

.lui.iAN.     Oh!  ya  del  romanticismo 
pasó  la  época  funesta. 

Eduar.     Pues  si  mi  padre  me  obliga 


—  16  — 

mi  fiel  palabra  á  romperla, 

sólo  dándome  la  muerte 

puedo  prestarle  obediencia. 
JwLiAN.     Oh!  sacrilego  y  mal  hijo!! 

¿No  temes  que  mi  soberbia... 
Edu.\r.    Tú  puedes  matarme,  que  eres 

el  autor  de  mi  existencia. 
Marg.      Hijo,  tu  vida  es  de  Dios!! 
Eduar.    Pues  él  me  perdone. 
Marg.  Espera. 

Julián.    Quieto  aquí  ó  si  no... 
Marg.  Julián!! 

Eduar.     Padre,  matadme! 

ESCENA  VIII. 

DICHOS    y   D.    MABIANO. 

Todos  aparentan  uaa  serenidad  que  no  tieueii. 

Mariano.  Qué  gresca! 

Marg.      Amigo  doctor... 
Mariano.  Qué  pasa? 

Alguna  disputa  media, 

ó  una  escena  de  tragedia 

ensayáis  dentro  de  casa? 

Eso  es:  me  alegro  mucho. 

Yo  también  entiendo  algo, 

y  en  comedias  sobresalgo, 

que  soy  en  el  arte  ducho. 

Don  Julián,  venga  esa  mano. 

¿Usted,  qué  papel  hacía? 

Una  oreja  apostaría 

á  que  hacía  el  de  tirano.  (Á  Eduardo.) 

Já!  já!  y  este  el  de  inocente,  (Á  Margarita.) 

y  usté  inocente  también, 

no  es  esto?  Bravo,  muy  bien. 

Yo  soy  público...  corriente. 

Siga  el  ensayo  adelante, 

y  si  hay  que  reprender 

eso  yo  lo  sabré  hacer, 

que  soy  actor  ambulante; 


—  n  — 

por  la  gesticulación 
comprendo  estáis  poseídos. 
Bien,  actores  distinguidos! 
Vaya,  siga  la  función. 

JunAN.     La  farsa  en  mí  no  descuella, 
ni  verla  usar  me  acomoda. 

Makiaiso.  ¡Pues  si  la  farsa  está  en  moda! 
¡Si  este  es  el  siglo  de  ella! 
Y  si  no  tú,  sin  ser  gallo, 
pues  te  falta  el  espolón, 
dime  si  tengo  razón, 
argumenta  que  yo  callo, 

Edüar.     Es  cierto,  farsa  y  maldad 
la  época  actual  respira, 
la  juventud  sólo  aspira 
á  gozar  con  liviandad. 
Si  eu  santo  hogar  entra  un  mozo 
y  halla  una  joven  divina, 
pobre,  pero  qno  se  inclina 
á  la  virtud,  que  es  su  gozo, 
y  le  abre  el  sagrado  hogar 
ia  pobre  familia  honrada, 
é!  con  alma  deprabada 
allí  penetra  á  infamar. 
Da  su  palabra  de  honor 
de  unirse  á  casta  doncella; 
pero  luego  falta  á  ella 
faltando  á  su  pundonor. 
Le  ama  la  joven,  ¿qué  imparta? 
La  familia  le  estimó? 
En  su  palabra  creyó, 
mas  la  farsa  ha  sido  corta. 
Si  luego  hay  murmuración, 
si  á  ella  atenta  lengua  osada, 
al  mozo  no  importa  nada, 
le  sirvió  de  distracción. 
Esto  se  suele  estilar 
en  la  época  presente;  (Creciéndose.) 
pero  el  que  en  su  pecho  siente 
buen  corazón  palpitar, 
si  una  vez  palabra  dio, 
aunque  al  sigl*^  no  le  cuadre, 

'1 


—  18  — 

lalta  á  Dios,  falta  á  su  padre, 
pero  á  su  palabra  no! 

Maiuano.  Bravo!  un  abrazo;  me  extraña 
tal  lenguaje  en  un  mancebo, 
que  casi  á  decir  me  atrevo 
que  es  una  excepción  de  España. 
E[i  tiempos  más  venturosos 
de  la  española  bidalguía, 
cuando  la  patria  tenía 
tantos  laureles  gloriosos, 
antes  el  nombre  espiraba 
que  á  su  palabra  faltar; 
se  sabía  respetar 
la  palabra  que  se  daba; 
pero  hoy  el  siglo  ilustrado 
en  que  perdida  su  fe 
al  hombre  correr  se  ve 
como  á  un  corcel  desbocado. 
Tu  lenguaje  he  de  admirar, 
oh  juventud,  que  has  nacido 
en  un  siglo  pervertido, 
á  tí  no  te  he  de  culpar. 
Abrieron  tu  inteligencia 
á  la  luz  del  egoísmo, 
de  la  ambición,  del  cinismo, 
del  engaño  y  la  indolencia. 
Dijeron  que  ilustración 
este  siglo  te  daría, 
y  te  ¡lustra,  ¡oh  felonía! 
la  lógica  del  cañón! 
La  ilustracioa  que  atesoras 
y  tus  ideas  confunden, 
son  las  luces  que  difunden 
fuegos  de  ametralladoras. 
Siglo  de  horror  y  amarguras! 
tu  instinto  infernal  trasluces! 
Salve,  siglo  de  las  luces, 
que  dejas  la  patria  á  oscuras, 

JüLUN.    Don  Mariano! 

Marg.  Yol! 

Mariano.  Hago  punto! 

Entendéis?  Punto  final. 


-  49  - 

(a  Eduardo.)  Retírate.  (Esto  va  mal.) 
(Yo  me  eHcargo  de  tu  asunto.) 

EdUAR.      (Pero...)  (Á  D.  Julián.) 

Mariano.  (No  hay  pero  ni  peras, 

yo  te  he  salvado  la  vida 
y  he  de  salvarla,  descuida, 
aunque  cien  años  vivieras. 
Anda.  Vaya  usted  con  él.)  (Á  Margarita.) 
Cuando  llame,  salga  afuera,  (vánse.) 

ESCENA  IX. 

D.    MARIANO    y    D.    JOLIAN. 

Mariano.  Pues  ya  estamos  los  dos  solos, 

varaos  á  hablar  sin  reserva. 

¿Quiere  usted  á  su  hijo? 
Jui.rA:y.  Hombre 

eso  no  tiene  respuesta. 

¡Qué  padre  no  amaf 
Maria>c.  Comprendo. 

¿Me  juzga  hombre  de  conciencia.' 
JuLiA.N.     Como  el  que  más. 
Mariano.  Caballero? 

■Imuan.     Como  aquel  que  más  lo  sea. 
'íaria.no.  Da  usted  amigo? 
Jdlia.n.  y  salvador,    • 

una  vez  de  mi  existencia 

y  otra  de  la  de  mi  hijo. 

Sabe  usted  que  se  respetan 

sus  Consejos  en  mi  casa. 
Mariano.  Pues  bien,  don  Julián,  alerta. 

Su  hijo  Eduardo  ya  tiene 

trastornada  la  cabeza. 

De  la  locura  al  suicidio 

ni  tres  pasos  hay  siquiera. 
.ItLiAN.    ¿Qué  dice  usted? 
.\ÍARiANO.  Lo  que  digo. 

Usleil  le  cierra  la  puerta 

del  amor  al  pobre  chico, 

le  hace  romper  su  promesa. 

¡qué  ha  de  hacer  un  hombro  honrado, 


— -  20  — 

cuando  no  paga  sus  dnud.is! 
¡Qué  hará  un  joven  entusiasta 
si  el  corazón  le  laceran! 
Atienda  á  mis  reflexiones, 
y  ya  para  siempre  sepa 
que  entiendo  cual  las  del  cuerpo 
del  corazón  las  dolencias, 
y  la  del  alma  de  Eduardo 
veloz  le  lleva  á  la  huesa, 

Julián.     Pero  qué  quiere  usted  qué  haga? 
Sabe  de  la  casa  esta 
los  apuros.  Eduardo 
ya  terminó  su  carrera, 
pero  de  doctor  el  título 
no  tiene  porque...  vergüenza 
me  causa  decirlo. 

-Mari  >>■(>.  Bravo! 

Por  Cristo!  nunca  creyera 
que  afrentase  á  un  hombre  probo 
el  confesar  su  pobreza; 
vamos,  por  falta  de  medios 
al  enlace  usted  se  niega. 
¿Desde  cuándo  al  digno  amor 
se  antepone  la  soberbia, 
y  por  orgullo  á  un  buen  hijo 
á  muerte  atroz  se  le  entrega? 

ESCENA  X. 

DICHOS,    DOÑA    BÍASA. 

Blasa.      No  cederá,  no  señor. 
Mabiano.  Cielos!!  La  nube!  Lucrecia!! 
Bf.ASA.      Mi  primo!  qué  atrocidad! 
Ceder  él,  qué  se  diría? 

Y  tu  soberbia  y  la  mía? 
Makiano.  Contra  soberbia  humildad, 
i?!. ASA.     Ya  tomó  sus  precauciones, 

y  al  padre  de  ella  ha  enterado 
de  que  su  hijo  la  ha  engañado 
ver  haciéndole  ilusiones. 

Y  el  padre  no  le  abrirá 


—  21  — 

ya  la  puerta  de  su  casa. 

ESCENA  XI. 

DICHOS,    EOÜARDO,   MARGARITA. 

EnuAR.     (Saliendo.).  Deja,  que  mi  alma  se  abrasa, 
Mariano.  (Esto  se  complicará!) 
Eduak.     Padre,  perdóneme  usted. 

Lo  que  ahora  ha  dicho  mi  tía, 

¿e.s  cierto? 
Bt.\SA.  Yo  mentiría! 

Julián.     (Lucho,  y  qué  decir  no  sé.) 
Maruno.  (á  d.  Julián.)  (SÍ  dicG  usted  la  verdad 

mata  á  su  hijo.) 
Marg.  (Qué  amargura!) 

BlaSA.       (Á  D.  Julián.) 

(Vamos,  hombre,  que  te  apura) 

Habla  con  sinceridad. 

Aún  callas?  Pues  yo  hablaré, 

la  máscara  he  de  quitarme, 

yo  no  quiero  rebajarme 

con  ese  enlace,  porque... 
Mariano.  ¿Qué? 

Blasa.      Aun  cuando  huya  la  concordia 

de  aquí,  voy  á  revelar 

todo. 
Mariano.  Quiere  usted  callar! 

manzana  de  la  discordia! 
Blasa.      De  la  discordia,  ¡qué  horror! 

Si  viviera  mi  difunto 

le  matíiba  á  usted  ai  punto, 

que  era  un  militar  de  honor. 
Mariano.  Sí;  militar  que  con  creces 

su  patriotismo  expresó! 

Batirse  no  se  batió, 

mas  se  pronunció  seis  veces. 
Blasa.      Él  murió  siendo  ejemplar. 
Mariano.  Sí,  murió  estando  robusto. 
Blasa.      Porque  él... 
Mariano.  Porque  de  un  disgusto 

usté  le  hizo  reventar. 
Julián.    Basta  ya;  me  es  euojcsa 


—  sa- 
tán importuna  cuestión: 
ya  tomé  mi  decisión, 
que  es  prudente  y  es  liourosa! 

(Á  Eduaido.) 

Yo  de  tu  amante  escribí 

al  padre,  que  es  liorabro  honrado, 

y  á  ese  padre  le  iie  enterado... 

ESCENA  XII. 

DICHO   y    D.    CARLOS. 


\ 


Carlos. 

Ese  buen  padre  está  aquí 

Eduar. 

Él...  Dios  ralo! 

Carlos. 

Considero 

que  suplicando  licencia 

de  ustedes  en  la  pí'esencia 

podrá  estar  un  caballero. 

Yo  quise  hacerme  anunciar; 

pero  una  joven  criada 

me  condujo  á  esta  morada. 

Dígame...  si  puedo  entrar... 

Julián. 

Una  persona  decente 

como  usted  honra  esta  casa; 

si  usted  de  eso  dintol  pasa 

honra  mi  hogar  y  mi  gente. 

Carlos. 

Aquí  me  podré  expresar 

sin  ambaje  ni  rodeo, 

ante  todos  cuantos  veo 

junto  á  usted  en  este  hogar? 

Julián. 

Haga  usted  cuenta,  nú  amigo, 

de  que  estamos  en  familia. 

Blas A. 

(Ay  de  él  si  se  reconcilia.) 

Julián. 

(Serenarme  no  consigo.) 

Puede  usté  hablar  imando  quiera 

Carlos. 

¿Es  de  usted  esta  carta? 

Julián. 

Sí. 

Carlos. 

É  hijo  suyo  el  que  está  ahí? 

Blasa. 

(Valor!) 

Eduar. 

Madre! 

Blasa. 

(Rabio  ) 

Mariano 

.  (Fiera!)  (Á  Biasa.) 

—  23  - 

Julián.  Mi  hijo  es. 

Cari-os.    Mucho  lo  sieuto. 
.lüi.i\N.  Porqué? 

("arios.    Porque  me  !ie  informado 

de  que  tiene  un  padre  honrado 

y  él  quebrantó  un  juramento. 
luLiAN.     Cómo? 

Maiuano.  (á  Eduaido.)  (No  tiembles. 
Eduar.  No  señor  ) 

Carlos.    Joven,  usted  ha  mentido. 
Eduar.     Jamás. 

Carlos,  Pues  su  padre  ha  sido. 

Julián.     Caballero,  tengo  honor! 
Caulí.s.    Cuando  yo  á  usted  admitiera 

para  mi  hija,  qué  me  dijo? 

«Tendré  orgullo  en  ser  su  hijo, 

pue.i  terminé  mi  carrera.» 
Eduar.    Es  verdad. 
Caiu.o.'s.  Pues  bien,  su  padre  ^ 

en  su  carta  me  ha  advertido  j 

que  usted  no  la  ha  concluido. 

Quién  rae  engañó? 
Marg.  (Hijo! 

Eduar.  ¡Madre!! 

Yo  no  puedo  declarar. 

Cómo  á  mi  padre  rebajo! 

Y  mi  honra  y  mi  amor?) 
Blasa.  (Trabaja 

me  está  costando  callar. 

Mas  voy  á  hablar.) 
.Mariano.  (Calle  usted. 

El  herido  sufre  y  calla.) 

Mire  usted! 
Julián.  (Fiera  batalla!) 

Eduar.       (A  Doña  Marg-arita.) 

(Madre,  callo  y  moriré.) 
(^vRLOs.    Pues  callan,  mi  dignidad 

me  obliga  á  obrar  de  este  modo. 

(Á  Eduardo  ) 

Usté  arrojó  por  el  lodo 
amor,  honra  y  lealtad, 
usté  de  mi  hija  labra 


-  24  — 

la  infelicidad  tal  vez, 
mas  me  ordena  mi  honradez 
que  le  vuelva  su  palabra. 
Pudiera  decirle  más, 
aunque  escucharme  le  aflija. 
Adiós:  faltó  usted  á  mi  hija; 
Qo  la  verá  usted  jamás. 
Makü.      Basta!  (Á  D.  JuUan.)  Si  tu  amor  de  padre 
no  impera  en  tu  corazón, 
deja  que  hable  sin  ficción 
mi  fiel  corazón  de  madre. 
Caballero,  mi  hijo  honrado 
no  falta  á  su  juramento. 
mas  le  pone  impedimento 
hoy  un  capital  pecado 
Mariano  El  orgullo  que  á  los  seres 
al  abismo  precipita, 
orgullo,  pasión  maldita 

que  perdió  á  tantas  mujeres. 

De  la  envidia  y  la  ambición 

es  padre  el  orgullo  fiero, 

por  él  más  de  un  caballero 

hizo  á  su  patria  traición. 

Por  orgullo  arde  la  tierra 

en  cruel  lucha  fratricida, 

por  él  la  tea  homicida 

nos  inflama  de  la  guerra; 

y  entre  rail  duelos  prolijos 

y  tormentos  inhumanos, 

matan  á  hermanos  hermanos, 

pierde  la  madre  sus  hijos! 

Y  en  fin,  de!  orgullo  en  pos 

va  Luzbel,  rey  del  averno, 

que  orgullo  arrojó  al  infierno 

por  alzarse  sobre  Dios. 
Eduar.    Padre,  padre! 
Julián  y  Marg.  ¡Hijo! 

Blasa.     (á  Julián.)  (Entereza,  no  cedas.) 
Julián.     (Infame  arrullo 

del  demonio  del  orgullo. 
Déjame  alzar  la  cabeza.) 

(Á  D.  Carlos.) 


—  !25  — 

Yo  de  ese  engaño  el  autor 

he  sido  por  vanidad. 

Él  su  carrera,  es  verdad, 

concluyó,  liías  no  es  doctor 
Blasa.      (Va  á  dar  su  brazo  á  torcer.) 
Juman.     Porque  aunque  soy  caballero, 

cuando  falta  el  vil  dinero 

todo  no  se  puede  hacer. 

Y  yo  por  no  confesar 

á  nadie  mis  privaciones, 

me  valí  de  esos  renglones 

que  ya  es  preciso  rasgar. 

Ese  engaño  llevaría 

á  la  tumba  á  un  hijo  amado; 

yo  soy  el  que  os  ha  engañado, 

ante  Dios  lo  juraría. 

Fuera  torpe  vanidad; 

justo  es  que  tu  amor  recobre, 

pobre  soy,  más  no  soy  pobre 

de  nobleza  y  dignidad. 
Carlos.   Sobra  la  revelación 

y  aquí  todo  se  concilia, 

rae  honro  entrando  en  su  familia. 
Eduar.    (¡Padre  de  mi  corazón!) 
Maiuano.  Ve  usted  como  también  curo 

yo  las  dolencias  del  alma? 
Blasa.      (Trinando  estoy.) 
Maria'mo.  Vamos,  calma! 

(Vayase  usté  al  cuarto  oscuro. 
Eduak.    Oh!  me  mata  la  alegría.) 
Blasa.  Adiós! 

Mariano.  (Se  va  de  repente!) 
Blasa.      (Me  va  á  dar  un  accidente.) 
Mariano.  (Voy  á  hacerla  una  sangría.) 
Blasa.      Quite  usted  allá,  albéitar. 
.Mariano.  Já!  já! 

Un  desahogo  impotente. 

Don  Julián,  perfectamente, 

fuera  la  ruin  vanidad. 

Como  quien  es  se  ha  portado. 

No  más  lisongero  arrullo 

que  en  este  mundo  el  orgullo 

3 


—  26  — 

es  el  más  feo  pecado. 
Pobres  padres  sois  los' dos, 
no  importa,  casad  los  chicos, 
sois  pobres,  pero  sois  l'icos 
en  la  honradez  que  da  Dios! 

Carlos.   Pues  anudemos  los  lazos 
de  la  amistad. 

Mariano.  Soy  testigo. 

Garlos.   Esta  es  mi  mano  de  amigo. 

Julián.    Los  amigos  en  los  brazos!! 

Mariano.  Veis,  curé  su  enfermedad. 

Eduar.     Oh!  Gracias. 

Marg.  Gracias,  doctcr 

Mariano.  No  hay  medicina  mejor. 

Contra  soberbia  hümudai. 


MENTÓ  A  LA  ADICIÓN  DE  26  DE  NOVIEMBRE  DE  1875 


títulos. 


Actos. 


AUTORES. 


Piop.  que 
cone?ponde 


COMEDIAS  Y  DRAMAS. 


te  y  apaleado 

a  soberbia  hamildad. 

lufo  Revueltas 

ico  ejemplar 

ijer  de  Pulif^ 

leta 


mas  del  amor .    . . 

icantos  de  la  voz 

cia  Borg-es 

03  que  resucitan 

1  majuelo 

la  Granja  á  Segovia 2 

lo  de  la  cigüefia 2 

jsdichas  de  un  buen  mozo 2 

filerazos 2 

is  de  cera 3 

jstas  del  hogar , .  . . .  3 

■dugo  de  mi  hijo . .  . . , 3 

jor  conquista 3 

lies  al  gato 3 

rentino.. .    5 


D.  Arraengol  Marqués  . .  Todo. 

Juan  de  Alba » 

Luis  Pacheco » 

Miguel  Echegaray. . .  u 

Juan  Bárgano » 

Luis  Paiheco » 

R.  García  San tistebao.  » 

Manuel  Juan  Diana. .  » 

F.  Loper  Valois » 

Pedro  EscamiUa > 

Luis  Pacheco » 

Emilio  Alvarez » 

Juan  Bergaño » 

N.  Sorra Mitad. 

S.  María  Granes Todo 

José  Marco ...  » 

Sres.  E.  Alvarez  y  Ricardo 

Puente  y  Brañas. . .  » 

Sres,    E.    y   Alberto  E. 

Rossi » 

D.  Juan  José  Herranz. . .  » 

L,  Mariano  de  La  rra.  » 

Juan  Belza » 


ZARZUELAS. 


anspiracion , 1   D. 

!Co  de  Jordán i 

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M.  Genaro  Rentero...  Libro. 

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M.  Ferndz.  Caballero.  Música 


TA.    Han  pasado  á  ia  adaiioistracion  de  esta  Galería  todas  las 
de  la  titulada  El  Teatro  Económico,  propiedad  de  los  Sres.  Don 
órente  y  D.  Garlos  Borghin?;  y  dejado  de  pertenecer  la  música  de 
•zuela  en  un  acto  Ais  Lladres,  de  D.  Benito  Monforl: 


PUNTOS  DE  VENT4. 


MADRID. 


En  las  librerías  de  losSres.  Viuda  e  Hijos  de  Cuesta,  calle 
Carretas,  niim.  9,  y  de  los  Sres.  Hijos  de  Fé,  Jacometrezo,  n 
mero  44,  y  de  Duran,  Carrera  de  San  Gerónimo. 


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