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Full text of "Diccionario filosofico"

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DICCIONARIO FILOSÓFICO, 



DE. 



TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL» 

Eir LA (^UE ȣ uIn REFUifDIDO LAS CUESTIOSCft 

SOBRE LA ENCICLOPEDIA, LA OPINIÓN EH ALFABET<», 

¿OS artículos INSERTOS en LA ENCICLOPEDIA Y 

OTROS MUCHOS : 



POR C. I.ANJIZA. i,'-. 



NüEVA-YoR». 
MIPR£2(TA DE TYRXLL Y TOMPKI2YS. K0. 70 BOWXR^. 



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THENEW YORKÍ 

PüBLic ubrary: 



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DICCIONARIO PILOSOFICOí 



CADENA DE LOS SERES CRIADOS. 

Esta graduación de los seres que se estiende 
desde el átomo mas ligero hasta , el Ser jsupremo, 
esta escala del infinito afecta á^I^lipaginagion ; 
pero cuando se la coa^s^.esa ¿^ti^lameñte,^^ desapa- 
rece este gran fantasma, 'como eq otro^ tj^mpo se 
desTaíiecian las ilusiones por la^^dijan^ |d, cantar 
el gallo. ^ • /• *^ • i-' 

La ima^nacion se conipl^ce. desde lú<3jgÓ;* vien- 
do el paso imperceptible de la materia bruta á la 
materia organizada, de las plantas á los zoófitos -á 
los animales, de. estos al hombre, del hombre á 
los genios, de los genios revestidos de nn cuerpo 
aereo á las sustancias inmateriales, y; en fin mil 
órdenes diferentes de estas sustenciítós, que de.be- 
llezas en bellezas y de, p*erfecciones en perfec- 
ciones «e elevan hasta el mismo Dios. Esta ge- 
rarquia agrada mucho á los j6yenes que creen ver- 
ai papa, y á sus cardenales, seguido^ de los arza* 

D¡g¡t¡2ed by'GoOgle 



4 CADENA. 

bispos y de los obispos, después vienen los curai, 
los vicarios, los simples sacerdotes, los diáconos, 
los subdiáconos ; luego signen los frailes, y la mar- 
cha cierra con los capuchinos. Mas tal vez hay 
mas distancia entre Dios y sus criaturas mas per- 
fectas, qué ebtre el santo padre y el decano de su 
sacro colegio : este decano .puede llegar á ser pa- 
pa ; pero ¿ puede llegar á ser Dios el mas perfec- 
to de los genios criados por el Ser supremo ? ¿ No 
hay an infinito entre Dios y él ? 

Esta cadena, esta graduación supuesta no eiíiste 
tampoco entre los vegetales y los animaleii ; y la 
rázopies <|^je,4i»y especies de plantas y de anima- 
leli;€[{ié**8e l^n défidkiidd\* ; Nosotros ya no tene- 
mos md^iiis :, ^á Jos Jadios les estaba prohibido 
eomer loKgiifo iy*¿J riion ; y probablemente haa 
desajg§ret^dd.del,pq9do, estas dos especies, á pe- 
Bar de 16 tqa^ dícéL^Ócbñrt : ¿ donde está pues la 
oádená ? ' . 

Aun cuando no hubiéramos perdido ninguna es- 
pecie, es palpable que pueden destruirse algunas. 
Los leones y los linocerontes principian á ser muy 
raros ; y SÍ todo el mundo hubiera jinitado á los 
Ingleses, no habría ya }obos sobre la tierra. 

Es probable que ha habido razas de hombrea 
que ya no se encuentran : pero quiero que todas 
ellas hayan subsistido, como los blancos, los ne- 
gros, los Cafres, á los que ha dado la naturaleza 

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CAÜÉNA. ^ & 

ÜB delantal que les cae del vientre hasta la mitad 
de. los muslos, y los samoideos, k cuyas mugeres 
ha dado la naturaleza unas mamilas de ua hermoso 
colordeébanO) &c. * 

¿ No hay visiblemente un vacio entre ^1 nlono 
y el hombre ? ¿ No es cosa de gusto ima^narse 
un animal de dos pies, sin phimas, que fuera inte- 
ligente sin tener ni el uso de la palabra, ni nues- 
tra figura, al que'pudiéramos domesticar, que res- 
pondiera á nuestras séüas, y nos sirviera ; y en- 
tre esta nueva especiey la del hombre no se po- 
drian dpiaginar otras ? ' 

Por cima del hombro^, tú alojas en el cielo, di- 
vino Platón, una ñla de sustancias celestiales. No- 
sotiro^ créeme^ algunas de éstas sustancias^ porque 
nos lo enseña la íé ^ pero, '¿ qué razón tienes tú 
para creerlas^ ? A) parecer no ha's hablado al ge- 
nio de Sócrates-; y el buen hombre Heres,' que 
resucitó de esproíeso para enseñarte los secretos 
del otro mundo, nada te ha dicho sobre estas sus- 
tancias. 

En el universo sensible.no está menos interrum- 
pida la supuesta cadena de les seres. • 

Dime, i qué graduación hay etitre tus planetas ? 
La kina fes cuarenta veces mas pequeña que nues- 
tro globo. Cuando has -viajado desde la luna en 
el vacio, encuentras á Venus que es casi tan grande 
como la tierras de allí vas á Merculrio, que «i- 

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6 , CAOEKA. 

ra e& ima elipf e nray diferente del cirealp que re* 
corre Venus; j es reinte y siete reces mas pe- 
queño que nosotros ; el So! un millón de veees 
mas grande, Marte cinco reces tnas* pequeño, y 
da su vuelta en^dOs años, Júpiter so reciño en do- 
ce, Saturno en treinta, y Saturno qucí es el mas 
distante de todos, no t% tan grande como Jápiter. 
I Donde está la supuesta gradtiaeion ? 

Y después, ¿ como quieres que en los grandes 
espacios racios liaya una cadena que lo una todo ? 
Si hay alguna^ es ciertamente la que^a descubier- 
to Newton, la que hace gravitar todos ios globos 
del mundo planetario^ unos sobre otros en ese in- 
menso yació. • 

¡O Platón tan- admirado! Temo que no nos 
hayas contado mas que ftbulas, y que jatnas nos 
hayas hablado, sino como un sofista. ] Platón \ 
Tú has hecho mucho mas mal que lo que piensas^ 
Se me preguntará,*como ; pero yo no lo diré. 



CADENA Y GENíaiAGION DE LOS ACÓN- 
I^feeiMIENTOS. 

Lo presente, se dice,'i^e pare á lo futuro. Los 
acontecimientos están encadenados unos con otros 
ñor una fatalidad invencible : este es el Destino 

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CADENA. 7 

qae en Homero ed superior al mismo Jépiteir. 
Este señor de los dioses y de los hombres declara 
redoBdamente que no puede impedir que Sarpe- 
don, su hijo, muera en el tiempo señlilado. Sar- 
pedon habia nacido en. el momento que eranécesar- 
rio que naciese ; y no podia. macei: en otro* tú po» 
día morir en otra parte mas que delante de Troy a^ 
ni podia ser enterrado sino en Licia : su cuerpo 
debía en el tiempo señalado producir legumbres 
que debían transformarse en la sustancia' de algu* 
nod Licios ; sus herederos debían establecer un 
nuevo érden en sus Estados ; este nuevo orden 
debía influir sobre los reinos vecinos ; de él debia 
resultar un nuevo convenio de paz y de guerra 
€;<^n ios vecinos de los vecinos de la Licia ; y dé 
esta manera el destino de toda la tierra ha depen^ 
dído sin intervalo de la muerte de Sarpedon, k 
que dependía del robo de Helena, y este robo es- 
taba necesariamejEite unido al matrimonio de He« 
cuba, que subiendo á otros acontecimientos, esta- 
ba unido ál origen de las cd^as. 

Si uno solo de todos estos hechos hubiera sido 
dbpnesto de diferente manera, hubiera resultado 
otro universo : ahora bien, era imposible que de- 
jase de existir el universo actual ; • luego no era 
posible á Júpiter salvar la vida de su hijo, aun- 
que era el Dios de los Dioses. 
' Bate sistema de U aecetidad y de la fatalidad ha 

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S CADENA. 

sido inventado en Questros dias par Léibniz, se- 
gún se dice, bajo el nombre de ra;¡an suficiente ; 
no obstante es muy antiguo ; pues que no es del 
dia, que no hay efectt) sin causwi, y que frecuente- 
mente la causa mas pequeña produce loa mayores 
efecto* 

Milord Bolingbroke confiesa que las desaTeoen-> 
cias dé Madama Marlborough y de Madama Ma- 
sham le dieron la ocasión de hacer el tratado par- 
ticular de lareina Ana con Luis XIV ; este trata- 
do produjo la paz de Utrecht ; esta paz afirmó á 
Felipe V en el trono de España : Felipe V tomó á 
Ñapóles y á la Sicilia ; de forma que el principe 
español que ocupa en el dia el trono de l^Iápoles, 
debe evidentemente su reino á mil^di Masham, y 
no lo hubiera tenido, y tal «vez no hubiera 'nacido, 
si la duquesa do Marlborough hubieriji sida un po- 
co mas complaciente con la reina de Inglaterra j 
su existencia en Ñapóles dependía dé unatieeedad 
mas Q menos en la corte de Londres. 

Examínense las situaciones de,; todos los pueblos 
del universo ; y se econtrarfin también estableci- 
das sobre una seri^ de hechos,. que parecen aisla» 
dos, y que tienen conexión con todo. En esta 
inmensa maquina todo es un ¿uego deruedas, po- 
leas, cuerdas y rosortee. ,. . 

Lomismo sucede en el orden físico. Un vient^ 
que sople desde el fondo de África y deftde los 

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. CADENA. 9 

mares australes, trae una parte de la atmósfera 
africana, que cae «n lluvia en los valles de los Al- 
pes, Y estas lluvias fecundan nuestras tierras ; y 
mutuamente un viento del norte énvia nuestros 
vapores á los negros: de manera que nosotros 
hacemos bien á la Guinea, y la Guinea nos lo hace 
á nosotros ; y esta cadena se estiénde desde uno 
á otro ángulo del universo. 

Pero me parece que se ha abusado estraordi*- 
nanamente de la Verdad de este principtd, con- 
cluyendo, que no hay átomo tan imperceptible^ 
cuyo movimiento no haya influido en la disposición 
actual de todo er mundo ; y que no hay accidente 
tan pequeño, ya entre Ibs hombres, ya entre los 
animales, que no sea un eslabón esencial de la 
gran cadena del destino. 

Entendámonos : tbdo efecto tiene evidentéinenté 
su causa^ remontándose de causa en i:áusa en el 
abismo de la eternidad ; pero toda causa no tiene 
efectos, descendiendo hasta el fin de los siglos. 
Confieso que todos los acontecimientos son produ- 
cidos los unos por los otros ; y si lo pasado ha pa- 
rido l<y presente, lo presente pare lo futuro : todo 
tiene padres ; pero no todo tiene hijos. Sucede 
en estd^precisámeñte lo mismo que en un árbol 
genealógico : cada casa sube hasta Adam ; pero 
hay en la-familia muchas gentes que han muerto 
3ia suceiiioo. 

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Ip tíADENA; 

• 

Hay un árbol genealógico de los acontecimieti* 
tos de este mundo. Es incontestable que los ha- 
bitantes de las Gaolas y de España descienden de 
Gomer, y los Rusos de Magog, su hennano me- 
nor : \ Se encuentra esta genealogía en libros 
tan grandes ! Bsyo este pie, no se puede negar que 
el Gran Turco, que tanlibien desciende de Magog» 
le debe la obligación de haber sido bien batido en 
1759 por la emperatriz de Rusia Catalina II. EIs- 
ta aventura tiene evidentemente conexión con otras 
grandes aventuras ; pero que Mag6g haya escupi- 
do á derecha 6 á izquierda desde el monte Cau- 
caso, y que haya íbrmádo dos ó tres circuios en un 
pozo, y que haya dormido sobre el lado derecho 6 
sobre ^ izquierdo ; no quiero creer que nada de 
esto haya infinido mucho sobre los negocios pre- 
sentes:. . • ; 

Es menester pensar que todo no ¿stá lleno en 
la naturaleza, como lo ha. demostrado Newton, y 
que todo movimiento no se comunica incesante- 
mente hasta dar la vuelta al mundo, comqlo ha de- 
mostrado también. Arrójese al' agua ud cuerpo 
de igual densidad, y se verá que al cabo de un cier- 
to tiempo, se concluyen el movimiento de este 
cuerpo y el que ha comunicador al agua : el movi- 
miento se pierde y se repara ; luego el movimien- 
to que pudo producir Magog escupiendo en un 
pozo no puede haber influido sobre lo que^pasa ea 

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CALABAZA. 11 

el dia en Moldavia y en Valaquia ; luego los acon^ 
tecimientos pre^ent^s no son lojs hijos de todos loa 
acontecimientos pasados : ellos tienen sus lineas 
rectas, pero de nada I^ sirven mil pequeñas lineaa 
colaterales, Repitámoslo otra vez : todo sertie** 
ne padre ; pero no todo-ser tiene hijos» 



CALABAZA. 

Én América hay unas calabazas tan grande» co« 
mo las nuestrastque crecen en las ramas de un 
árbol tan grande como nuestros robles. 

Así es que Mateo Garó que cree que es un error 
de la* Europa reprobar que las calabazas arrastren 
por el suelo y no estén pendientes de los árboles, 
hubiera tenido razón en Méjico ; \ y también hu- 
biera tenido razón en la India donde los cocos es- 
tan muy elevados. Esto pruel^a que es ménei^ter 
no darse priesa á concluir nada. 

Sin duda que Dios hace bien, lo que hace ; pero 
no ha puesto las calabazas en tierra «n nuestros 
climas, de miedo que cayendo^ de muy alto aplas<^ 
tasen las narices á Mateo Garó. 

La calabaza no nos servirá en este articulo ma» 
que para hacer ver, qué e» menester desconfiar- 
le la idea de que todo está hec hopara el homfeíe^ 

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12 CARÁCTER. 

Hay gentes que pretenden que el cespe^ CB verde 
solamente para alegrar la vista ; y no obstante las 
apariencias dicen que la yerba está hecha páralos 
animales que la pacen, mas bien que para el hom- 
bre, al que son indiferentes la grama y el trébol 
Si la naturaleza ha producido los árbolesren favor 
de alguna especie, es diñcil determinar á quien 
ha dado la preferencia : las hojas y la corteza ali- 
mentan una multitud prodigiosa de insectos, los 
pájaros comen sus frutos, habitan en sus ramas y 
fabrican en ellas sus nidos, y los ganados ' descan- 
san á su i^ombra. 

£1 autor del Espectáculo de la^aturaleza pre- 
.tende que la mar tiene el flujo y reflujo solamente 
para facilitar la entrada y la salida de los navios. 
Parece que Mateo Garó dlscurria todavía mejor : 
el Mediterráneo, sobre el que hay tantos navios, 
y que no tiene mareas mas que ea tres 6 cuatro 
lugares, destruye la opinión' de este filósofo* | 

Gocemos de lo qu^ tenemos, y no crespa que 
somos el flp y el centra de todo. 



CARÁCTER. 

Viene de la palabra griega que significa impre- 
sión, grabado ; lo que la naturaleza ha jabado en 
ii<»sotr<u. 3 



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CARÁCTER. 13 

¿ Puede cambiarse de carácter ? Sí, si se cam- - 
bia de cuerpo. Un hombre de nacimiento chis» 
meso, inflexible y violentó, que en la vejez le ha 
dado una apoplégia, se hace un muchacho tonto, 
llorón, tímido y pacifico ; .pero su cuerpo no es 
el mismo que antes. Mas Ínterin sus nervios, su 
sangre y su médula oblongada estén en el mismo 
estado, no cambiará su natural mas que el instinto 
de un lobo, 6 de una garduña. 

£1 carácter está formado de nuestras ideas y de 
nuestras sensaciones ; y como está demostrada 
que no se cambia de sensaciones, ni de ideas ; es 
claro que ^el carácter no puede depender de noso- 
tros. 

Si dependiera, no habría nadie que no fuese 
perfecto. Nosotros q.o podemQs darnos gustos, ni 
talentos, ¿ como nos daríamos cualidades ? 

Cuando no se reflexiona se cree que somos se- 
ñorea de todo ; pero si reflexionamos en ello, ve- 
mos que no somos señores de nada. 

Si se quiere cambiar absolutamente el carácter 
de un hombre ; que se purgue todos los dias con 
diluentes hasta matarlp. Carlos XII no era el 
mismo hombre en su calentura supuratoría en el 
camino de Bender ; y se disponia de él como de 
uo niño. 

Si yo tengo unas- naricef atravesadas y unos 
ojos de gato, puedo ociiltarlos bajó una máscara ; 
T^M. III. 2 

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14 CARÁCTER. 

'I puedo bacer mas con el carácter que me ha dado 
la naturálessa ? 

Un hombre de carácter violento y colérico se 
presenta ante Francisco I, rey de Francia, para 
quejarse de una injusticia : la cara del príncipe, 
el porté respetuoso dé los cortesanos, el mismo lu- 
gar en que se halla:', hacen tina impresión podero- 
sa sobre este hombre, que baja maquinalmente ios 
ojos, su voz bronca se endulza, y presenta humil- 
demente su queja ; se le hubiera podido tener por 
tan dulce como lo son por lo menos en este mo- 
mento todos los coTtesanos, entre los que se encuen- 
tra desconcertado : pero si Francisco I conocie- 
ra algo de físonomias, descubriría fácilmente en 
sus ojos bajos, pero encendidos con un fuego lúgu- 
bre, en los músculos tirantes de su cara, y eo sus 
labios apretadoá uno contra otro, que este hombre 
no están dulce como se ve precisado á^ parecerlo. 
Este hombre lo. sigue á Pavía, es hecho prisionero 
con él, y condui^ido con él á Madrid : la.magestad 
de Francisco I no hace ya la misma impresión en 
él, que sé familiariza con el objeto de su respeto. 
Un dia, quitándole las botas al rey y quitándose- 
las mal, el rey que estaba de mal humor por su 
desgracia, se enfada ; y. mi hombre manda á pa- 
sear al monarca y tira las botas por la ventana. 

Sixto Quinto había nacido petulante, terco, altane- 
ro) impetuoso, vengativo y arrogante ; y este carác- 

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CARÁCTER. Jo 

ter pare<;e que se endulzó en las pigaebas de su no- ' 
viciado. Luego ^ue principia á tener algún crédi- 
to en su orden, se encoleriza contra un guardián 
y lo acogota 6 puñetazos ; cuando fué inquisidor en 
Venecia, ejerció su cargo insolentemente ; y cuan- 
do llegó á cardenal, se poseyó de la rabia pa- 
pal. Esta rabia venció su naturaleza, y enterró 
en la obscuridad su persona y su carácter ; se íin- 
jió el humilde y el moribundo, y lo hicieron pa- 
pa; este momento dio al resolte, que la política 
habia plegado, toda su elasticidad que habia esta-. 
do contenida por mucho tiempo ; y fué el mas feroz 
y el mas despótico de los soberanos. 

Naturam expellas furca, tamen usque recurret. 
Oculta el" natural, que él vendrá al galope. 

La religión y la moral ponen un freno á la fuer- 
za de la naturaleza pero no pueden destruirla. El 
borracho en un claustro» reducido' á medio cuar- 
tillo de cidra á cada comida, no se emborrachará ; 
pero amará siempre el vino. ' 

La edad debilita el carácter ; que entonces es un 
árbol» que no produce mas que algunas frutas de- 
generadas, pero siempre son d« la misma natura- 
leza : él se cubre de nudos y de musgo, y se pone- 
apolillado ; pero siempre es encina ó peral. Si se 
pudiera cambiar el carácter y cscojer uno, se lle- 
garía á ser señor de la naturaleza. Pero ¿ se pufa- 

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íe CARÁCTER. 

de dar alguna cosíi ? ¿ No lo recibimos tode ? 
Ensayemos animar á un indolente con una activi- 
dad continua, enfriar copí la apatía al alma fogosa 
de un impetuoso, 6 inspirar gjasto por la música y 
por la poesia al que no tiene ni gusto, ni oído ; no 
lo conseguiremos mejor que si emprendemos dar 
la vista á un ciego de nacimiento. Nosotros per- 
feccionamos, suavizamos, ú ocultamos lo que la 
naturaleza ha puesto en nosotros ; pero, nada po* 
nemos de nuestra parte. 

Dígase á un labrador : Tú tieties demasiada pes- 
ca en esa laguna y no prosperará, y muchas bes- 
tias en tus prados, que enflaquecerán por falta de 
yerba. Después de esta exortacion sucede que 
los sollos se comen la mitad de las carpas de mi 
hombre, y los lobos la mitad de los carneros ; de 
forma que todo lo restante engorda. ¿ Se aplau- 
dirá él de su economia ? Pues este labrador eres 
tú mismo : una de tus pasiones ha devorado á las 
otras, y tú crees haber triunfado de tí. ¿ No bo« 
parecemos casi todos á aquel viejo general de no- 
renta años, que habiendo sabido que los oficiales 
jóvenes andaban un poco desordenados con las 
muchachas, les dijo todo encolerizado : Señores^ 
¿ es este el ejemplo que yo les doy ? 



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CARTESIANISMO. 17 



CARTESIANISMO. - 

En el articulo Aristóteles se pued^ ver que este 
filósofo y sus sectarios se servían de palali>ras que 
no se entienden, para significar «osas que no se 
conocen. Enteleehiesj formas sustanciales ^ espe^^ 
des inUncionales. • ^ 

Después de todo, estas palabras no significan 
mas que la existencia délas cosas, cuya naturaleza 
y fábrica ignoramos/ Lo que hace que un rosal 
produzca una rosa y no un melocotón, lo que de-» 
termina á un perro á correr detras de una liebre, 
lo que constituye las propiedades de cada ser, ha 
sido llamado /orf7ia sustancial t lo que nos hace 
pensar, se ha llamado ^«¿eZccAia ; y lo que nos da 
la vista de un objeto, se ha nombrado especie w- 
ttncional: y en el dia no sabemos mas eb el fon* 
do de las cosas. Las palabras fuerza, alma, y aun 
gravéiíad de ninguna manera nos hacen conocer 
el principio y la naturaleza de la fuerza, ni del al- 
ma, ni de la gravedad. Conocemos sus propieda- 
des, y probablemente nos quedaremos enasto ín- 
terin no seamos mas que hombres. 

Lo esencial es servirnos con ventaja de los ins- 
trumentos que nos ha dado la naturaleza, súi pe- 
netrar jamajs en la estructura íntima de estosllnstru- 

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18 CARTESIANISMO. 

mentos Arqalmedes 8e servia admirablemente del 
resorte, sin saber lo que era el resorte. 

La verdadera física consiste pues en determinar 
bien todos los efectos : las causas primeras las 
conoceremos cuando seamos dioses ; al presente 
nos es dado calcular, pesar, hiedir y observar ^ y 
he aquí toda la filosofía natural ; toda lo demás es 
quimérico. 

La desgracia de Descartes fué que en su viage 
á Italia no consultó á Galüeo: que calculaba, pe- 
saba, media, y observaba ; que babia inventado el 
compás de proporción, encontrado el peso de la 
atmósfera, y descubierto los satélites de Júpiter y 
Ja rotación del sol sobre su eje. 

Es principalmente muy entraño, que no haya 
jamas citado á Galileo, y que por el contrario haya 
citado al jesuita Scheiner, plagLario y enemigo de 
Galileo, que acusó á la inquisición á esté grande 
hombre, y que con esto cubrió de oprobio ala 
Italia cuando Galileo la llenaba de gloria. 

Los errores de Descartes son innumerables, 
pues no hay eñ su física una sola novedad que no 
sea un error. No es esto porque le faltase un 
gran genio ; sin hacer caso de la espeiriencia ni de 
las matemáticas; y siendo uno de los mayores geó- 
metras de la Europa, abandonó su geometría pa- 
ra no seguir mas que su imaginación. Al caos de 
Aristóteles sustituyó otro caos, y de esta manera 

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CARTESIANISMO. 18 

atrasó mas de cincuenta años los pri^esos del en- 
tendimiento humano. Sus errores son tanto me- 
nos disculpables, cuanto que él tenia para condu- 
cirse en el laberinto de la física, un hilo, que Aris- 
tóteles no pi]^o tener ; el de las esperiencias y los 
descubrimientos de Galileo, de Torriceli, de Gue- 
ric, &c.; y principalmente su propia- geometría. 

Se ha observado que muchas universidades con- 
denaron en su filosofía las única» cosas verdaderas, 
j que adoptaron todas las falsas. En el día no 
queda de estos falsos sistemas y de todas las ridi- 
culas disputas que les han seguido, mas que una 
memoria confusa que se estingue cada día mas. 
La ignorancia preconiza algunas veces á Descar- 
tes, y también esta especie de amor propio que se 
Uapa ruicionaly se ha esforzado en sostener su filo- 
sofía ; y los que no han leido jamas ni á Descartes 
ni á Newton, pretenden que este debe al otro la 
obligación de todos sus descubrimientos. Pero es 
indudable que en todos los edificios imaginarios de 
Descartes no hay ni una sola piedra sobre la que 
haya edificado Newton. Jamas lo ha seguido, ni 
esplicado, ni aun refutado : un dia quiso leer un 
volumen de sus obras, y á las siete ú ocho páginas 
puso al margen Error, y no leyó ma?. Este vo- 
lumen hn es'tado mucho tiempo en poder del so- 
brino de Newton. 

El cartesianismo ha sido una moda en Francia ; 

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20 CARTESIANISMO. 

pero laa eiperiencias de Newton sobre la hiz, y 
sus principios matemáticos no pueden ser una mo- 
da, mas bien que las demostraciones de EocUdes. 

Es menester decir la verdad y ser justo : el fild-^ 
sofo no es ni francés, ni ingles, ntflorentin; es de 
todos los paises ; y no se parefc^ á la du<)^ue8a de 
Marlborough, que en una terciana no quería to- 
mar la quina, porque la llamaban en In^aterra 
los polvos de los jemiiatS 

£1 filósofo hace homenage al genio de Descar- 
tes^ y pisa las ruinas dé sus sistemas. ^ 
' Pero principalmente la filosofía entrega á la exe- 
cración pública y á un eterno menosprecio á los 
perseguidores de Descartes, que se atrevieron á 
acusar de ateismo al que había agotado toda la 
sagacidad de su entendimiento en buscar nuevas 
pruebas de la existencia de Dios. Léase el pasage 
de M. Tomas en el elogio de Descartes, donde 
pinta de una manera tan enérgica al infame teólo- 
go Voecio^ que calumnió á Descartes ; como des- 
pués el fanático Juriu calumnió á Bayle, &c. &c. 
kc; como Patouillet y Nbnotte han calumniado á 
un filósofo ; como el vinagrero Chaumeix y Freron 
lian calumniado la Enciclopedia ; y como se calum- 
nia todos los días : ; Y ojalá que no se pudiera mají 
qge calumniar 1 



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OATON. . 21 

CATÓN. 

Y DEL SUICIDIO. 

£1 alma de, Catón fué siempre igual, y conservó 
siempre hasta el último momento el mismo amor 
á las leyes y á la patria ; y por eso prefirió peri^- 
cer con esta á humillarse bajo un tirano, bajo el 
enemigo de Roma, que habia robado con violencia 
el tesoro público para hacer la guerra á sus con- 
ciudadanos y avasallarlos con su mismo dinero. 
Catón acabó como habia vivido. 

M^ parece que hay algo de ridiculo ^n decir 
que se mató por debilidad. Para sobrepujar de 
esta manera al instinto mas poderoso de la natura*- 
leza, se necesita una alma fuerte : esta ñierza es 
algunas veces la de un frenético ; pero un frenéti- 
co no es un débil. 

El suicidio está prohibido entre nosotros poreí 
derecho canónico ; pero las decretales qiie for- 
man la jurisprudencia de una parte de la Europa 
fueron desconocidas á Catón, á Bruto, á Casio, á 
la sublimé Arria, al emperador Othon> á Marco 
Antonio, y á otros cien héroes de la verdadera 
Roma, que prefirieron una muerte voluntaria á 
una vida que ellos creian ignominiosa. 

NoAotros también nos matamos ; pero es 

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22 GATON- 

do hemos perdido nuestro dinero, ó en el escesc» 
muy raro de una pasión loca por un objeto que no 
merece la pena : yo he conocido mugeres que se 
han matado por los hombres mas tontos del mun- 
do; y algunos también se matan porque estau 
enfermos, y entonces es cuando hay debilidad. 

£1 disgusto de su existencia, el fastidio de si 
mismo es. también una enfermedad que produce 
suicidios. £1 remedio seria un poco de ejercicio, 
la música, la caza, y una muger amable. Un hom- 
bre que se mata hoy en un acceso de melancolía, 
preferirla rivir si esperase una semana. 

Casi he visto por mis ojos un suicidio que me-* 
rece la atención de todos los ñsicos. Un hombre 
de una profesión seria, de una edad madura» de 
una buena conducta, que no tenia pasiones, y que 
tenia medios para no temer la indigencia, se ha 
matado el 17 de octubre de 1769, y ha dejado al 
ayuntamiento de la ciudad donde había nacido, 
una apología escrita de su múede voluntaria, la 
que no» se ha juzgado á propósito publicar por te- 
mor de animar á los hombres á que dejen una vida, 
de la que se dice tanto mal. Hasta aquí nada hay 
de estraordinario ; por todas partes se ven seme- 
jantes ejemplos. Hé aquí lo admirable : 

Su hermano y su padre se hablan matado tam- 
bién, uno y otro á. la misma edad que' él. ¿ Qja¿^ 
disposición secreta de órganos, qué simpatía, qu^ 

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CATÓN. 23 

cOQcurso de leyes físicas ha hecho perecer al pa- 
dre y á los dos hijos por su propia mano, del mis- 
mb género de muerte, y precisamente en el mismo 
aíio de su edad ? ¿ Es esta una enfermedad que se 
desenvuelve á la larga én una familia, como se 
ve frecuentemente los padres y los hijos, que 
mueren de viruelas, de pulmonía, 6 de otro mal 
cualquiera ? Tres 6 cuatro generaciones han llega- 
do á ser en un tiempo prefijo sordas, ciegas, 6 go- 
tosas, ó éscorbáticas. 

El físico, este padre de lo moral transmite el 
mismo carácter de padres á hijos por el espacio 
de siglos. Los Apios fueron siempre soberbios é 
inflexibles : los Catones siempre severos : toda la 
linea de los Guises fue atrevida, temeraria, fac- 
ciosa, llena del mas insolente orgullo y de la poli- 
tica mas seductora : desde Francisco de Ouisfe has- 
ta el que sólo y sin ser esperado fu^ á ponerse 6 
la cabeza del pueblo de Ñapóles, todos fueron de 
una figura, de un valor y de una manera de talento 
superiores al cpmun de los hombres. Yo he vis- 
to los retratos en pie de Francisco de» Guise, de 
Balfredo, y de su hijo ; su estatura es de seis 
pies ; los mismos rasgos, el núsmo valor, y la mis- 
ma audacia en la frente^ en los ojos y en la acti- 
tud. 

Esta continuación, esta serie de seres -semejan- 
tes es mucho ínas notable en los animales ;» y si se 

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U CATÓN. 

iaviera el mismo cuidado en perpetuarlas hermO'» 
Bas razas de hombres, que el que tienen algunas 
naciones en no mezclar las de sus caballos y de 
sus perros de caza, estarían las genealogías escri- 
tas sobre los semblantes; y se manifestarían en las 
costumbres* 

Ha habido razas de jorobados, y de otras ím* 
perfecciones, como las vemos de rojos, de belfos, 
de narigones y de chatos. 

Pero que la naturaleza, disponga de tal manera 
}os órganos de toda una raza, que á una cierta 
edad todos los de esta familia tengan la pasión de 
matarse, es un problema que no puede resolver 
toda la sagacidad de los anatómicos n^as h&bíles. 
£1 efecto es sin dudaenteraihente físico, pero per- 
tenece á la física oculta. ¿ Y cual es el principie 
secreto que no está oculto ? 

Ni se nos dice, ni es verosímil, que en el tiem- 
po de Julio César los habítantes!de la Gran Breta- 
ña se matasen tan deliberadamente como lo hacen 
en el día cuando tienen vapores, que ellos llaman 
spUeitj y nosotros pronunciamos esplín. 

Por el contrario, los Romanos, que no tenían es- 
plín, no ponían .ninguna dificultad en darse la 
muerte : y esto consistía en que ellos discurrían y 
eran filósofos, y los salvages de la isla britlníca 
no lo eran ; y en el día los ciudadanos ingleses 
son filósofos y los ciiidadanos romauos no sen aa- 

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GATON. 26 

«Ift. Y asi se quitan los Ingleses la yi^a con arrogan- 
cia cuando se 1^ pone en la fantasía ; jpero un 
ciudadano romano necesita' de una indulgencia m 
articulo mortis ; porque no saben ni ^ivir^ ni mo- 
rir. 

El caballero Temple dice que es menester par- 
tir, cuando ya no hay esperanza de qiíedar agrada- 
blemente : y asi es como murió Ático. 

^Las jóvenes señoritas que se. abogan 6 que se 
ahorcan por agoor, hacen 'pues muy mad, porque 
deberiail escuchar la esperanza de la Tariacion, 
que eÍB tan común en amor como en los negocios. 

Un medio casi seguro de no ceder al deseo de 
matarse ea tener siepapre alguna cosa que hacer. 
Creech, el cpmentádot de Lucrecio, puso en su 
manuscrito : N. B..9er¿ preciso que yo me ahorque 
•euando-haya Concluido mi coi^ntario a y cumplió 
8u palabra por tener el placer de acabar como su 
autor. Si hubiera emprendido un comentario de 
ÜTidio, hubiera vivido mucho Inas tiempeu 

¿ Porqué hay menos suicidios en las aldeas que 
en las ciudades ? Porque en las aldeas sufren sola- 
mente los cuellos, y en las ciudades los espíritus. 
£1 labrador nOMtiene tiempo, para estar melancóli- 
co; los ociosos, estas gentes tan felices l.los ojos 
del pueblo^ soo los que se matan. 

No referiréaqul muchos suicidios ocurridos en 
mis días, y que se han publicado ya en otras obras ; 

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26 CATÓN. 

solamente diré que todavía en mi tiempo, el fiitt' 
mo prineipe de la casa de Coutenai, muy viejo, y 
el último principe de la rama de Lorena-Harcoart 
muy joven, se han dado la muerte, sin que casi se 
haya hablado de ello. Estas aventuras hacen un 
estruendo terrible el primer día, y cuando están 
repartidos líos bienes del muerto, no se vuelve á 
hablar de él. 

£1 mas fuerte de todos los suicidios ^caba de 
ejecutarse en León en el mes de ju^ de 1770. 

Un joven, muy conocido, hermoso, bien hecho, 
amable y lleno d^ talento, se enamoró de una se- 
ñorita^ que no quisieron darle sus^' padres. Hasta 
aqui no hay mas que la primera escena de una co- 
media ; pero va á seguirse la admiral^le tragedia : 

£1 amante se rompió una vena por un esfuerzo : 
los cirujanos le dijeron, que no habiia remedio .pa- 
ra él ; y su querida le da una cita con dos pistolas 
y dos puñales, con el fín de que si faltan las pisto- 
las sirvan los dos puñales para atravesarse el co- 
razón al mismo, tiempo. Se abrazaron por la últi- 
ma vez ; los gatillos de las pistolas estaban atados 
& unas cintas de color de rosa ; el amante tomó la 
cinta de la pistola de su querida, y esta la de la 
pistola de su amante : ambos tiran á una señal 
convenida, y ambos cayeron en un mismo ins- 
tante. . 

Toda la ciudad de León ha sido testigo. { O 

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GATON. 27 

Arría y Peto ! Vosotros habíais dado el ejemplo ; 
pero estabais condenados por un tirano, y el 
amor solo ha inmolado estas dos victimas. 

I Hay alguna ley civil ó religiosa que haya pro- 
nunciado prohibición de matarse bajo pena de 
•er ahorcado después de muerto 6. de ser conde- 
nado ? 

La única religión que prohibe el suicido por 
una ley clara y positiva es la mahometaim. En 
el stira IV se dice : " No te mates por tí mismo, 
«' poique Dios es misericordioso contigo ; y cual- 
^- quiera que se mate por malicia y por perversi- 
'^ dady será ciertamente quemado en el fuego del 
** infierno." 

Hemos traducido palabra por palabra. £1 testo 
parece que no tiene' sentido común, lo que no es 
raro en los testos. ¿ Qjié quiere decir, no te mates 
por ií mismo j porque Dios es misericordioso ? Tal 
vez es neces(ario entender : no sucumbas á tus 
desgracias, qué Dios puede endulzarlas ; no seas 
bástanle loco para darte la muerte hoy, pudiendo 
serieliz martina. ' 

Y c%snlgu{er(i que se mate por malicia y por per- 
versidad i esto es mas difícil de esplicar. Tal 
Tez jamas ha sucedido en la antigüedad, sino & la 
Fedra de Eurípides, ahorcarse de proposito para 
hacer creer á Teseo que Hipólito la habia viola- 
do. En nuestros días se ha tirado un hombre un 

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28 CATOÍT. 

pistoletazo en la cabeza, habiéndolo <üapue&tO' to-. 
do para que cayeran Jas sospechas sobre otro. 

£n la comedia de Jorge Dandin, la bribona de 
su muger le amenaza con que se matarC para ha- 
cerlo ahorcar : pero estos casos son raros ; y si 
Mahoma los ha preristo, se puede decir que veia 
de lejos. 

£1 famoso Du^erger de Haurane, ab»l de san 
Giran, considerado como el fundador de Port-Ro- 
yal, escribió hacia el año 1608 un tratado sobre el 
suicidio, que ba llegado á ser uno de los libro» 
mas raros de la Europa. 

'< £1 Decálogo, dice, manda no matar. £1 ho- 
** micidio de si mismo no parece menos, compren- 
" dido en este precepto, que el asesinato del pró- 
" jimo. Ahora bien, ú hay casos ea que está per- 
*^ mitidomatar á su prójimo* ; tambieú hay casos 
'* en que está permiti4o matarse & si nnsmo^'^ 

** No se debe atentar contra su vida, sino des- 
*^ pues de haber consultado á la razón. La auto- 
*^ ridad pública que ocupa el lugar -de Dios, puede 
*^ disponer de nuestra vida. La razón del hombre 
^' puede tambieu ocupar el lugar de la razón de 
'' Dios, porque es un rayo de la luz eterna." 

San Giran estiende mucho este argumento, que 
se puede tomar por un puro sofisma ; pero cuando 
entra en lá esplicacion y en las circunstancias» es 
mas difícil responderle. '^Se puede, dice, 

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CATÓN. 29 

" matarse por el bien de su principe, por el de sa 
'' patria y por el de sus padres." 

Efectiramente no vemos que se puede conde- 
nar á los Codros, ni á los Curcios. Ni hay sobera- 
no que se atreviese á castigar la familia de un 
hombre que se hubiera sacrificado por él : ¿ qué 
digo ? -Ninguno hay que se atreviese ano recom- 
pensarla. Santo Tomas habia dicho lo mismo án« 
tes de San Giran ; pero no hay tiecesidad ni de 
Tomas, ni de Buenaventura, ni de Duverger de 
Haurane para saber que un hombre que muere 
por su patria, es digno de nuestros elogios. 

£1 abad de SaI^Ciran concluye, que es permiti- 
do hacer por sí mismo, lo que es permitido hacer 
por otro- Es muy sabido todo lo alegado en favor 
del suicidio en Phrtarco, en Séneca, en Montagne 
y en otros cien fíl^ofos ; . y este es ün Itígar 
común agotado. , 

jNo pi:etendo hacer aquí la apología de una ac- 
ción que condenan las leyes ; pero ni el antiguo, 
ni* el nuevo Testamento haá |>rohibido jamas al 
hombre salir de latida cuando no puede soportar- 
la. Ninguna ley romana ha condenado el asesi- 
nato de sí mismo ; al contrario iie aquí la. ley del 
emperador Marco Antonino, que jamas fué revo- 
cada : 

<< Si se matan vuestro padre 6 vuestro hermano, 
'^ no estando prevenidos de ningún crimen, 6 por 

3* r- T 

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30 CATÓN. 

'' sustraerse á los dolores, 6 por enfado de la riás, 
** 6 por desesperación, 6 por demencia, que sea Tá- 
** lido su testamento, ó que sucedan sus herede- 
'• ros por iatestato.'' 

A pesar de esta ley humana de nuestros Seño* 
res nosotros arrastramos todaria sobre el cañizo, y 
atravesamos con una^estacli el cadáver de un 
hombre que ha muerto voluntariamente, é infama- 
mos su memoria, cuanto podemos, y. deshonramos 
á.su familia cuanto pende de nosotros, y castiga- 
mos al hyo por haber perdido , á su p^adre y á la 
viudita por verse privada de su marido. También 
se confiscan lo bienes del muerto, lo que en rea- 
lidad es robar el patrimonio de los vivos á quie- 
nes, pertenecen. Esta costumbre, lo mismo que 
otras muchas, se deriva del derecho canónico, que 
priva de la sepultura á los que mueren de muer- 
te voluntaria ; y de aquí se concluyó que no se 
puede heredar á un hombre que . ea considerado 
sin herencia en el cielo. 

Últimamente el derecho candnico asegura en^el 
titulo Be Peniíentia, que Judas cometió con ahor* 
oarse un pecado mucho mas grande que coa habet 
vencido á Jesu-Cristo. 



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CAUSAS. 31 

CAUSAS FINALES. 
Secion i. 

Mens agitat Dioiem et magno se corpore miscet. 

£1 espíritu gobieroa al mundo, y se une i. él. * 

Virgilio ha dicho \>ien : y Espinosa que* ni 
tíene la claridad de Virgilio, ni vale tanto cómoé]^ 
96 re precisado & confesar que hay una inteligen- 
cia que preside á todo. Si meló hubiefa negado, 
le hubiera dicho : Espinosa, tú eres uft loco ; tá 
tienes una inteligencia, y la niegas ; ¿ á quien se la 
niegas ? 

En 1770 vino un hombre, muy snperior á Eapi- 
fliésa bajo ciertos respectos, t^n elocuente como 
seco es el judio holandés, menos metódico, pero 
eien veces mas claro, tal vez tan geómetra sin 
afectar la marcha ridicula de la geometría en un 
objeto metañsico y moral ; el autor del Sistema 
ée la naturaleza, que tomó el nombre de Mira- 
baud secretario de la Academia francesa. ¡Ay! 
Huestro buen Mirabaud no era capaz de escribir 
una página del libro de nuestro detestable adver- 
sario. £1 que quiera servirse de su razón é ins- 
truirle, que lea el elocuente pasage del Sistema, 
de la naturaleza, segunda parte, cap. V. pag. 153, 
y signientes ; cuyas respuestas encontrará en los 

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3í CAUSAS. 

articulost Ateísmo y Dios, y en el presente, que 
está escrito mucho tiempo antes que el Sistema de 
la naturaleza. 

Si un relox no está hecho para señalar la hora, 
confesaré desde luego qne las causas finales son 
quiméricas, y me conformaré á que se me llame 
cdusa-Jinalero, esto es, imbécil. 

I^^o obstante todas las piezas de la máqi}ina de 
este mundo parecen hedías las unas para las otras. 
Algunos filósofos afectan l^urlarse de las causas 
finales, desechadas por Epicuro y por Liicrecio ; 
y á mi modo de pensar, se; debían burlar mas bien 
de Epicuro y de Lucrecio : estos dicen que los 
ojos no están hechos para ver, pero que sirven 
para este uso, cuando hemos percibidp que podían 
servir para él. Según ellos la bpca no está hecha 
para hablar y para comer, ni el estómago para di- 
gerir, ni el corazón para recibir la sangre de las 
Tenas, y enviaila á las arterias, ni los pies para 
andar, ni los oídos para oír. Con todo, estas gen- 
tes confiesan que los sastres les hacen fraques pa- 
ra vestírselos, y Jos albaniles casas para vivir en 
ellas ; y se atreven á negar á la naturaleza, al gran 
Ser, á la inteligencia universal, lo que conceden á 
los últimos artesanos. 

Sin duda que es menesterno abusar de las causas 
finales ; ya hemos observado, que en vano preten^ 
de Prior en el Espectáculo de la naturaleza que 

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GAÜSAS. 33 

las mareas se han dado ai Océano para que los na- 
yios entren con facilidad «Q los puertos, y para 
impedir q^ne se corrompa el agua del mar. En* 
rano se dirá que las piernas están hechas para 
eatar calzadas y las «narices para lleVarvanteojos. 

Para poder asegurar el verdadero ñn para el 
que obra una causa, es menester que este efecto 
sea de todos tiempos y de todoá los lugares. Ni en 
todos tiempos, ni sobre todos los mares ha habido 
siempre navios ; y asi no se puede decir que el 
Océano ha sido hecho para los navios. Se conoce 
cuan ridiculo seria pretender que la naturaleza 
liaya trabajado siempre para ajustarse á. las in ven- 
ciones de nuestras* artes arbitrarias, que todas se 
han conocido tan tarde ; pero es evidentísimo que 
si las narices no han sido hechas para las gafas, si 
lo han «ido para oler,, y que hay narices desde qué 
hay hombres. De la misma manera no se nos han 
dado las manos para que llevemos guantes, pero 
están visiblemente destinadas para todos los usos 
que nos procuran el metacarpo y los falange» de 
nuestro» dedos, y los movimientos del músculo cir- 
cular de la muñeca. 

Cicerón que dudaba de todo, no dudaba de las 
causas ñnales. 

Parece muy difícil que principalmente los órga- 
nos de la generación no estén desuñados para per- 
petuar las especies. Su mec.anÍ8mo es admirable^ 

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34 CAUSAS. 

pero la sensación que ha unido á él la ñuta- 
raleza, es mas admirable todavia. Epicuro de- 
bía confesar que el placer es divino, y que este 
placer es una causa final, por la que son produ- 
cidos continuamente|los seres sensibles, que no han 
podido darse la sensación. 

Epicuro era un grande hombre para su tiempo ; 
y vio lo que Descartes ha negado, lo que ha afir- 
mado Gasendo, y lo" que ha demostrado Newton ; 
que no hay movimiento sin vacio : concibió la ne- 
cesidad de los átomos, que sirvieran de partes 
constituyentes á las espedés invariables ) todas 
ideas bastante filosóficas ; principalmente nada es 
tan respetable como la moral <de lod verdaderos 
epicúreos, que consistia en la seperaciob de lot 
negocios públicos, incompatibles con la modera- 
ción, y en la amistad sin la que la vida es una car- 
ga. Pero en cuanto á Ío demás, ík física de Epi- 
curo no es mas admisible que la materia canelada 
de Descartes. A nü parecer, es tabicarse los ojos 
y el entendimiento, pretender que no hayningon 
designio en la naturaleza ; y si hay designio, hay 
una causa inteligente, y existe un Dios. I 

Se nos objetan las irregularidades del globo, los 
volcanes, las llanuras de arenas movedizas, algu- 
nos montes abismados, otros formados por tetnblo- 
resde tierra, ^c^: pero de que los cubos de lag 
ruedas de un coche s.e incendien, no se sigwe que 

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. CAUSAS. 3ñ 

cs^^ coche no ha sido hecho espresamente para 
conducir á los hombres de un lugar á otro. 

Las cadenas de moptes que coronan los dos 
emisferios y ipas de seiscientos ríos caudaloso^ que 
corren hast^ los mares, desde (el pie de esta^ ro- 
cas, todos los rios mas pequeños que b^^an de estos 
mismos depósitos, y que engruesan los otros des- 
pués dfs haber fertilizado los campos ; militares de 
fuentes quie salen del mismo manantial y que dan 
de beber á los animales, y riegan á las plantas ; 
todo esto no parece 'el efecto de un acaso fortuito 
y de una declinación de los átomos, como ni tam- 
poco La retina qjie recibe los rayos de luz, el cris- 
talino que Ij^ refracta, el yunque, el martillo, el 
estrivo y el tambor del oida que recibe los soni- 
dqs^ los cRn^i:M>8 de nuestra sangre por las venas, 
y el sístole y djifistole del corazón, este rolante de 
la máquina que forma la vida. 



Sscoiov 11. . 

Parepe <qme es meneitter estar furioso para ne- 
gar que los estdmagost están hechos para digerir, 
los cjos paría ver, y los > oidos para ojir. 

Ppr otra parie^esmenester tener ua estrado amo^ 
¿ laf<caq$jas finales para asegurar que ía piedra se 

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36 CAUSAS. • 

ha formado para hacer casas, y que los gositfios 
de seda han nacido en la Chinsí para que tenga- 
mos rasos, j tafetanes en Europa. 

P«ro, se dice, si Dios ha hecho una cosa con de- 
signio, también las ha hecho todas con designio t 
es rediculo admitir la Providencia en un caso y 
negarla en otros, : todo lo que está hecho, ha sido 
previsto y arreglado : no hay disposición sm eféc 
to, ni efecto sin causa ; biego todo es igasdmente 
el risultado y el producto de una causa final ; 
luego tan cierto es decir que las narices han sido 
hechas para llevar anteojos y los dedos para He* 
var sortijas, como decir que los oidos están forma- 
dos para oir, y los ojos para ver. 

De esta objeción no resulta,* á mi parecer, nada 
mas que todo es el efecto próximo 6 remoto de 
una ^causa final general, y que todo es la conse- 
cuencia de las leyes eternas. 

Cuando los efectos son invariablemente los mis- 
mos en todos los logares y en todos, tiempos, cuan- 
do estos efectos uniformes son independientes de 
los seres, á que pertenecen, entonces hay eil ellos 
visiblemente ui^a causa final. 

Todos los animales tienen ojos y ven, todos 
tienen oidos y oyen, todos una boca por la que co- 
men, un estomago 6 una cosa semejante con el 
que digieren, un orificio, que espde los escre- 
mentos, todos tienen un instrumento de 1^ generát 

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CAUSAS. 3?. 

oió^ ; y estos doaes de la .^^tllraIe£a obran en 
ellos, sin que se mezcle el arte ^ Estas son causan 
finales claramente establecidas ; j negar una verdad 
tanunirersal es pervertir nuestra facultad de p^DSar. 

Más las piaras no componen casas en todo» los 
lugares y en todos tiempos, todas las;iarices no lie* 
van anteoJQS, ni todos los dedos sortijas, ni todos las 
piernas medias de seda. Luego el gusano de seda 
na ha sido hecbo precisamente para vestir ipis 
piernas, como está hecba la boca para comer, y 
el prificio para descargar el vientre. Lnego hay 
efectos inmediatos producidos por ias causas fina* 
les, y otros efectos en muy gran número, que son 
productos remotos de estas causas. 

Todo lo que pertenece á la naturaleza es uni- 
forme, ínmutiible, la obra inm^iata del maestro : 
<\ es el que ha creado las leyes, por las que la 
luna entra como tres en la causa del flujo y reflu- 
jo del Océano, y el sol como yno ; él ha dado un 
movimiento de ^rotación al sol, por el que este a9- 
\|ro envía en siete mi&utoR y medio . sus rayos 
de luz álos ojos de los hombres, de los cocodrilos 
y de los gatos. , : 

Pero si después de muchos s^os se nos ha ocur- 
rido inventar las. tijeras y los asadores, cbrtar con 
las unas la lana á los camero^^ y atarlos con los 
otros para comeslos ; ¿ qué otra cosa se puede in? 
ferir, sino que Dios nos ha -hecho de manera, que 

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.38 CAUSAS. 

llegásemos á sei: n|QcesarLmnente algan día indus- 
triosos, y carnívoros ? 

Sin duda q«e los carnero^ no han sido absoluta- 
mente hechos para ser asados y comidos, puéB 
que muchas paciones se absitienen de este horror. 
Los hombres.no están esencialmente criados para 
asesinarse ; pues que los. bramas y los respeta- 
bles primitivos que ^e llaman kuaqueros^ no matan 
á nadie ; pera la pasta d^ que estamos hechos, 
produce frecuentemente asesinatos» como produce 
calumnias, vanidades, persecuciones, é imperti- 
nencias. No consiste esto en que la íprmacion 
del hombre sea precisamente la c^ausa. final de 
nuestros furores y de nuestras necedades, porque 
una causa final es invariable y uoiversal en todo 
tiempo y en todos las lugares, Pero ios horrores 
y los absurdos de la especie humana no estaá me- 
nos en el óiden eterno de las co^s. Cuando tri- 
llamos nuestras mieses, el .trillo es la causa final 
de la separación de nuestro gjrano : pero si este 
trillo mata al mismo tiempo mil insectos, no es por 
mi voluntad determinada^ ni tampoco por acoso ; 
sino por que estos insectos se han encontrado esta 
vez bajo del trillo, y por que debian «ncontraráe. 
Es una consecuencia necesaria de la naturaleza 
de las cosas que un hombre sea ambioioso, que 
este hombre forme regimienjtos de otros hombres, 
que sea Tencsdor^ 6 qua sea veocido ; pero nun- 

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CEREMONIAS. 3f 

ca ae podrá decir : Dios ha criada al hombre para 
que muera en la guerra. 

Los instrumentos que nos ha dado la naiurale* 
za no pueden ser siempre causas finales en movi- 
mieúto. Los ojos dad^s para v«r no están siem- 
pre abiertoS) y cada sentido tiene sus tiempos de 
descanso. También hay sentidos de que ja- 
mas se hace uso : por ejemplo una desgraciada 
imbécil, encebada en un claustro á ios xiatorce 
a&os, cierra para siempre la puerta, por donde 
débia salir una nueva generación ; pero la causa 
final no subsiste menos*: que se la deje libre y 
-ella obrará. 



CEREMONIAS. 
. títulos j PREEMINENCIAS, &c. 

Tcdi|s estaa cosds, qdí en el estado 4e pura na- 
turaleza serian inútiles j aun impertinentes^ son 
muy útiles en el estado de nuestra naturaleza <pr- 
rompida y ridicula. ' 

Entre todos los píueblos, los Chinos son los qae 
han estendido mas el uso de las ceremoiiisí!» ; y es 
cierto que sirven imito pfl3:a tranquilizar el espí- 

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40 CEREMONIAS. 

rita, como para fastkliailo. Los mozos ^e cordel 
y los carreteros chinos estaa obligados al menor 
estorbo que causen en las calles, á ponese de ro- 
dillas el uno delante del otro y pedirse mutuamen- 
te perdón según la fórmula prescripta. 

Cuanto mas libre es un pueblo, menos ceremo- 
nias tiene, menos títulos fastuosos, y ménds de- 
mostraciones de anonadamiento delante de su su- 
superior. A Escipion se le llamaba Esciplon y 
Cesar á Cesar ; y con el transcurso de los tiem- 
pos se dice á los emperadores vueitra magcstady 
•9ue9tra divinidad, • 

Los títulos de san Pedro y san Pablo eran Pe- 
dio y Pablo ; y sus sucesores se han dado recipro- 
camente el titulo de vuestra tatUidad^ que no se 
ve jamas en los Hechos de los apóstoles, ni en 
los escritos de los discípulos. 

La preeminencia en él asiento, ó en las ceremo- 
nias de la corte, el sillón de birazos, silla de es- 
paldar, ó taburete, la mano • derecha y la mano 
izquierda han sido por muchos siglos importantes 
•bjetos de política y motivos ilustres de grandes 
disputas. 

yo creo que la etiqueta coficemiente á los 
sillones viene de que entre los bárbaros de nues- 
tros antepasados, cuando mas babia un sillón en 
una casa, y este no servia, sino en caso de^enfer* 
medad. Todavia hay proriacias en Alemania y 

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CEREMONIAS. 41 

•en Inglaterra donde un «ilion se Hama una iillade 
dolencia. 

Macho tíempo despued de Atila y Dogoberto, 
cnando se introdujo el lujo en las cortes, y-euando 
los grandes de la tierra teniandos 6 tres sillones en 
sus torres de homenage» fué una distin«¿on grande 
sentarse en uno úe estos tronos ; y un señor cas-^ 
teUaño tomaba certificado de que habiendo pasado 
á media legua de sus dominios á hacer su corte á 
un conde, lo había recibido en un itilon de bra- 
zos. , . 

Cuando el cardenal de Richelieu traté el matri- 
monio de Henriqueta de Francia con Carlos I con 
los embajadores de Inglaterra, estovo el negocio 
cerca de romperse por dos 6 tres pasos que expían 
los embajadores hacia una puerta ; y él cardenal 
se metió en la cama para cortar toda dificultad. 
La hi^oria ha conservado esta preciosa circuns- 
tancia ; pero yo creo que si se le hubiera pro- 
puesto á Escipion meterse entre sábanas para re- 
cibir la visita de Annibal, hubiera encontrado muy 
graciosa esta ceremonia. 

El encuentro de los coches y las aceras han si- 
do también testimonios de grand€rza;;y motivos de 
pretensiones, de disputas y de combates durante 
un siglo entero ; y se ha mirado como una victo- 
ria distinguida' haCer pasar un coche por delante 
de otro : parecia al ver los embajadoí*es paseán- 

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42 CEREMONIAS, / 

dose en las calles, qoe disputabaD el premio ea 
los circos ; y caando an embajador conseguia ka- 
cer cejar el coche de otro, mandaba al instante 
im correo para informar á su rej y señor de esta 
singular ventaja. 

Nuestra^ hitstoriadorefs nos divierten con veinte 
combates, f puñetazos sobre la preferencia de lu- 
gar : el parlamento contra los clérigos del obispo 
en los funerales de Henrique IV ; la cámara de 
hacienda contra jel parlamento en la catedral cuan- 
do Luis XIII di6 la Francia á la Virgen ; el duque 
de Epemon en la iglesia de san Germán contra el 
guardasellos Vair ; los presidentes de las salas de 
justicia dieron de cachetes^ en Nuestra Señora al 
decano de los consejos de la gran c&mara, Savare» 
peu*a hacerle salir de su lugar de honor [\ tanto es 
el honor el alma de los gobiernos monárquicos !) 
y fué preciso que cuatro archeros sujetasen al 
presidente Barillon que golpeaba como un sordo 
sobre el pobre decano. £n el areopago ni en el 
senado de Romanóse veian semejantes contesta- 
ciones. 

A medida que los paisés son bárbaros, 6 que las 
cortes son débiles están mas en boga las ceremo* 
nias. £1 verdadero poder y la verdadera corte- 
sania desdeñan la vanidad. 

La importante ciencia del número de pasos que 
se deben dar para conducir á un Excelenday de 

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CEREMONIAS. 43 

descorrer la mitad de una cortina 6 toda entera, 
de pasearse en nn cuarto á derecha ó á izquierda ; 
este grande arte que no hubieran podido adivinar 
los Fabios y los Catones,' principia á bajar ; y los 
caudatarios de los cardenales se quejan de que tO" 
lio anuncia su decadencia. 

Un coronel francés, que estaba en Bruselas un 
año después de la toma de esta ciudad por el ma- 
riscal de Sajorna, quiso ir á la tertulia de \^ ciudad 
para matar el odo : Es en casa d^ una princeaa, le 
dijeiron: Sea enhorabuena, contestd, i qué me 
importa ? Pero es que no yan á ella líias que prlo- 
cipes : ¿ es vd, principe ? Muy bien, dijo el coro* 
sel, estos son buenos principes ; el año pasadt 
tenia yo una docena de ellos e& mi antesala cuan- 
do tomamos^ la ciudad, y todos eran muy corteses. 

Sé cuenta que un oficial ¥Íejo que sabia poc« 
del protocole de la vanidad escribió al marqueA 
de LouTois y na le daba mas que señoriá ; y ntt 
habiendo teúido respuesta le repitió d&ndole Eap^ 
ceUnciaf pero tampoco consiguió nada porque el 
ministro tenia todavia la señoria sobre el corazón^ 
En fin le escribió á mi Dios, mi Dios iiowvais^ y 
al principióle la <:arta puso ÁUDioéj mi Criador. 
¿No prueba todo esto que los Romanos de los 
tiempos antiguos eran grandes y modestos, y no- 
sotros pequeños y vanos ? 

¿ Como Ifipasa vmd, mi querido amigo ? í^da 

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44 CEREMONIAS; 

un dia un duque á un cabatlero. Para servir á 
Tínd. amigo mió, le respondió el otro ; y desde 
este mohiento tuvo á su quH^ido amiga por «n ene- 
migo implacable. Un grande que hablaba con 
otro', le daba á cada momento Exeeleúciai, y el otro 
le respondia de usted : picado el prirarero lo trató 
también de uited^ y entonces le di6 el otro la Ex- 
celencia. Entonces le preguntó : porqué le daba 
excelencia cuando lo trataba'de ustted, y usted cu- 
ando le daba la excelencia. Porque todos los títu- 
los me son iguales, le respondió, con tal de que no 
haya nada dé igual eptre usted y ya. 

La vanidad de los títulos no se introdujo en nues- 
tros climas septentrionales de la Europa, hasta 
que los Romanos hicieron conocimiento con la 
sublimidad asiática. La mayor parte de los reyes 
de Asia eran y son todavía primos hermanos del 
sol y de la luna : sus subditos no se atrei^en^ jamas 
á pretender este parentesco ; y un gobernador de 
provincia, que se titula J^uez de consuelo ^ 6 Rosa 
de placer y seria empalado,, si se llamara pariente 
remoto del sol ó^ de la luna. 

Pienso que Constantino fué el primer empera- 
dor romano que cargó á>la humildad cristiana con 
una página de nombres fastuosos. Es cierto que 
antes de él, se daba á los emperadores el nombre de 
dioses ; pero es^ palabra dios no sigijifícaba nada 
que se aproximase á lo que nosotros entendemos. 

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CEREMONIAS. 4& 

JDivuí^Aitgusius, ZHviff Trajanua^ querían decir 
sao Augusto, san Trajano. Se creía propio de la 
dignidad del imperio romano, que el alma de s« 
gefe Í4iese ál cielo después de su muerte, y con • 
frecuencia también se concedía este titulo de sfin- 
tOy diuusj al emperador por adelantamiento de he- 
rencia. Por esta misma razón, poco mas 6 me- 
nos, se llamaron los primeros patriarcas de la 
Iglesia cristiana Mi santidad ; y se los llamaba asi 
para reci<»rdaries lo que debían ser. 

Algunas veces se da uno á si mismo titulos muy 
humildes, con tal que se reciban muy honorables. 
Un abad que se titula Fra^, se hace llamar Revt- 
rendisimo Padre por sus fraáles. £1 papa He lla> 
ma nerüo de los siervos de Dios ; y un buen sacer- 
dote de Holstein escribió un día ^1 papa : A Pió 
IV siervo denlos siervos M Dios^ en seguida fué á 
Roma^ solicitar^ su negocio ; y lo prendió la in- 
quisición para, enseñarlo á escribin 

Otras veces solamente el emperador tenia el 
titulo de Magesiad^ los demás reyes se llamaban * 
Alteza. Felipe II íxxé la primera Magestad en 
España ; porque la alteza de Carlos V no fué 
Magestad^ sino á causa del imperio : los hijos de 
Felipe, II fueron Iks primeras alíezas^y en segui- 
da fueron altezas reales ; y asi sucesivamente to- 
dos loa reyes, hasta el Czar, que no era conocido 
en Europa mas que bajo el nombre de gran duque, 

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4$ CEREMONIAS. 

y se declaró emperador , y ha sido recoDOCÍd» 
como tal. 

* Afltiguainente no hafoia mas que dos marqueses 
- en Alemania, dos en' Italia y dos en Francia ; pero 
en el día isi un provincial italiano tiene el honor 
de dar de comer á un legado de su provincia, y 
este le dice al beber t Señor vtarques 6 la salud de 
vmd., queda marques é\ y sus hijos para siempre 
jamas. Algunos señores franceses se alaban de 
que tienen en sus caballerizas hartones alemanes ; 
y algunos señores alemanes dicen que tienen en 
sus cocinas marqueses franceses. No hace mucho 
tiempo que un estrangero que estaba en Nápples, 
bÍ2o duque á su cochero : en esto es la costum- 
bre mas fuerte que la autoridad real. 

En Francia, antes del cardenal de Richclieu, no 
^e trataba á los obispos mas que de reverendísimo 
padre en Dios ; pero un obispo de Chartres que 
fué en muceta y roquete á llamar Monseñor^ "6 
Illma, al cardenal de Richelieu, introdujo esta 
costumbre. Luís XIII dice de- este^ obispo, -si 
creemos á las memorias del arzobispo de Tolosa, 
Montchal ; ^^ Este necio iria á besar e} trasero al 
" cardeüal, y le metería las narices dentro hasta 
" que el otro le dijese, basta." ' 

Esta empresa sufrió alguna contradicción en el 
público; pero como era un, título nuevo que no 
habían dado los reyes t, los obispos, se continuó en 

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CEREMONIAS. 47 

los edictos, declaraciones» ordenattEas y todo lo que 
emana de la corte lls^mándolos solamente señores. 

El cúmulo de Ips sucesos del orgullo, humano es 
recibir títulos de honor de los que se creen sus 
iguales ; pero es muy difícil llegar á este punto ; 
porque en todas partes se encuentra el orgullo que 
combate al orgullo. 

, Cuandp los grandes exijen Excelencia de los 
hijosdalgos, no es estraño que los golillas de bir- 
rete lo exijan de los abogados y de los procura- 
dores. Yo h^ conocido un togado que no quiso 
dejarse sangrar porque le dijo el cirujano : Señor, 
¿ de qué brazo quiere usted que lo sangre ? Hubo 
ua antiguo, consejero de la cámara que tenia mas 
franqueza : Un litigante le dijo Exmo. Señor el se^ 
ñor secretario de V, E.„. El consejero lo detuvo, 
diciéndole: '.' üsjted ha dicho tres necedades en tres 
*' palabras: yo no tengo Excelencia, ni secretario, 
** que es mi escribiente y este no es señor*" 

Cesar y Pompeyo se llamaban en el senado Ce- 
sar y Pompeyo ; pero estas gentes no sabian yivir ; 
ellos acaraban sus cartas cpn un vale^ un á Dios.; 
y nosotros que hace sesenta años éramos afectos 
servidores^ hemos sido después humildisimés y muy 
obedientes y y en laü^actualidad tenemos el honor de 
serlo. En verdad c^e tengo lástima á nuestros 
sucesores que difícilmente podrán añadir nada f 
estas bella» fórmolsuf • ^1 duque de Epemon, el 

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40 0ERTEZA. 

primero de los gascones por su fiereza, aunqtie no 
el primer hombre de Estado, escribió al cardenal 
de,Richelieu antes de morir, y concluyó su carta 
con su muy humilde y muy obediente ; pero acor- 
dándose después que el cardenal ¿abia conclui- 
do la suya no mas que su afectísim^y hizo salir un 
correo ganando horas para recojer su carta, que 
habia ya salido ; la toIvíó á empezar y firmó su 
afectísimo ; y de este modo murió en el lecho del 
honor. 

En otras, partes hemos referido muchas dé estas 
cosas ; pero es bueno inculcarlas para correjir 
por lo menos á algunos pavos que pasan sa vida 
haciendo la rueda. 



CERTEZA, CIERTO. 

Estoi cierto j tengo amigos ; mi fortuna es se- 
gura ; mis parientes no me abandonarán janras ; se 
me hará justicia ; mi obra es buena; será bien 
recibida ; me deben^y me pagarán ; mi amante 
será^ei porque lo ha jurado ; el ministro ra^ des- 
tinará porque lo ha dieho : to4as estas son pala- 
bras que un hoúabre que ha vivido un* poco, borra 
de su diccionario. 

Cuando los jueces condeproñ á Lao^ade, le 

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CERTEZA. 49 

Brun, Calas^ Sirven, Martin, Montbailli, y á tan- 
tos otros reconocidos después por inocentes, esta* 
ban ciertos, 6 lo debían estar de que todos estos 
desgraciados eran culpables ; y no obstante se en- 
gañaron. 

Hay dos maneras de engañarse, de juzgar mal, 
y de cegarse : la de errar como hombre de talen- 
tO) y la de decidir como un necio. 

Los jueces se engañaron romo hombres de ta* 
lento en el negocio de Langlade ; se cegaron so- 
bre apariencias que podían deslumhrar ; no exami- 
naron bastante las apariencias contrarias ; se sir- 
vieron de su talento para creer ové Langlade ha- 
bía cometido un robo, que efectivamente no había 
cometido : y sobre esta pobre certeza incierta del 
entendimiento humano un gentil hombre fué apli- 
cado al tormento ordinaria y estraordinario, y de 
alli sepultado sin socorro en un calabozo y con- 
denado á galeras, donde muri6 : su muger fué en- 
cerrada en otro calabozo con una hija de siete 
años, que de»pues se caso con un consejero del 
mismo parlamento que habla condenado á su pa- 
dre á galeras y á su madre á un destierro. 

Es claro que los jaeces^ no hubieran pronuncia- 
do esta sentencia, si ho hubieran estado cítrioi. 
No obstante desde el mismo tiempo de la senten- 
cia sabían muchas personas que el robo había sido 

cometido polr un sacerdote asociado á un ladrón 
ToM. III. • 5 D,.t,ze..yGoogle 



1 



so CERTEZA. 

de caminos ; y el inocente Langlade no ñié reco- 
nocido como tal, hasta después de su muerte. 

Cuando por una sentencia en prinaera instancia 
condenaron ^ ser enrodado al inocente le Brun, 
que por sentencia pronunciada en su apelacioD 
fué destrozado y murió en los tormentos, también 
estaban cicríoí los jueces. 

El ejemplo de Calas y de Sirven es bastante 
conocido ; pero el de Martin no lo es tanto. Este 
era un buen hablador cérea de Bar en Lorena, n\ 
que un facineroso robiS su resudo y fué coa él á 
asesinar á un viagero, que sabia que llevaba mu- 
cho oro, y cuyos pasos habia espiado. Martin e» 
acusado, su vestido depone contra él ; y los jueces 
miran este indicio como una certeza. Ni la con- 
ducta pasada del preso, ni una numerosa fdmilia 
que educaba en la virtud, ni el poco dinero que 
se encontró e» su casa, probalidad estrema de que 
él/RO túabia hecho el robo; nada pudo salvarlo. 
El juez subalterno hizo un mérito de su rigor; y 
condenó al inocente á ser enrodado ;' y por una 
letalidad desgraciada se confirmó la sentencia en 
la sala. El anciano Martin fue quebrantado vivo, 
poniendo á Dios por testigo de su inocencia hasta 
su último ahento. Su familia b% dispersó, y se 
confiscaron sus pocos bienes. Apenas sus miem- 
bros rotos se habian espuesto en el camino, cuan> 
do el asesino que habia cometido la muerte y et 

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CERTEZA. 51 

robo, fiíé preso por otro crimen ; y condenado á 
la rueda por este delito, confiesa sobre ella, que 
él es el único culpable del crimen, por que Mar- 
tin ha «ufrido.el tormento y la muerte. 

Montbailli que dormía. con su muger, es acusa- 
do de haber matado de concierto con ella á su ma- 
dre, que murió evidentemente de apoplegia ; y el 
consejo de Arras condena á Montbailli á espirar en 
la rueda y á su muger á ser quemada. Su ino- 
cencia fué reconocida ; pero después de haber 
enrodado á Montbailli. 

Separemos de aqui la multitud de estas aventu* 
ras funestas que haoen gemir sobre la condición 
humana ; pero gimamos por lo menos sobre la 
supuesta certeza que creen los jueces t^ner cuan- 
do pronuncian sentencias semejantes. 

No hay ninguna certeza desde que és ñsica 6 
oioralmente posible que la cosa sea de otra mane- 
ra, i Qué \ Es necesaria una demostración para 
asegurar que la superficie de una esfera es igual 
é. cuatro ye'ces el área de su gran circulo ; y ¿ no 
será necesaria para quitar la vida á un ciudadano 
en un suplicio horroroso ? 

Si tal es la desgracia de ia kvraaniíUd, que sea 
preciso contentarse con ^stremas probabilidades, es 
menester por lo menos consultar la edad, el rahgo, 
ia conducta del acusado, el interés que puede h|^- 
dier tenido en cometerel crímea, el interés de siif 

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62 CERTEZA. 

enemigos en perderlo ; y por último es menester 
que cada juez se diga : ¿ Condenará mi sentencia 
la posteridad, la Europa entera ? Dormirá) yo tran- 
quilo teñidas las manos en la sangre de un ino- 
cente ? 

Pasemos de esta horrible pintura á otros ejem- 
plos de una certeza que conduce directamente al 
error. 

¿ Porqué te cargas de cadenas, fanático y des- 
graciado santón ? ¿ Porqué has puesto á tu hor- 
rible verga un grueso anillo de hierro ? Porque 
*estoy cierto dé ser colocado algún dia en el pri- 
mer paraíso al lado del gran profeta, j Ay I ami- 
go mió ; yen conmigo á tu \recindad, al monte 
Athos/y verás tres mil mendigos, que están cier^ 
tos que tá irás al abismo que está bajo el puente 
agudo, y que todos ellos irán al primer paraíso, 

Deteote, miserable viuda de Malabar : . nacreas 
á ese loco que te persuade á que te reunirás con 
tu marido en las delicias de otro mundo site que- 
mas en su pira. . No : yo me quemaré ; yo &stoy 
cierta de vivir 'coa mi esposo en las delicias, por- 
que mi brama me lo ha dicho. 

Tomemos certezas menos espantosas y que ten- 
gan un poco de verosimilitud. 

I Qué edad tiene tu amigo C^ístoval ? Veinte y 
ocho años r yo he visto su contrato de matrimo- 
nio, y su fé de bautismo, y lo conozco desde su 

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CERTEZA. 63 

infancia ; tengo certeza, estoy cierto que tiene 
veinte *y ocho años* - 

Apenas he oído la respuesta de este hombre tan 
seguro en lo que dice^ y de otros veinte que lo 
confirman, cuando sé que seiía antefechado la par- 
tida de Cristoval por razones secretas y por un 
manejo particular. Los que me Jiabian hablado, 
no saben todavia nada, y tienen la Certeza de lo 
que no lo es. 

Si se hubiera preguntado á toda la tierra antes 
del tiem.po de Copémioo. ¿ Ha sahdo el sol ? ¿ Se 
ha puesto ? Todos los hombres hubieran respon- 
dido : todos tenemósjuna absoluta certeza de ello ; 
y no obstante estaban ea el error. 

Loé sortilegios, los vaticinios, las ol^sesiones, 
han sido por mucho tiempo la cosa mas cierta del 
mundo á los ojos de todos los pueblos ¡ Q)aé niulti- 
tud tan innumerable de gentes han visto todas es- 
tas bellas cosas, y han estado ciertas de eUas ! £n 
el día esta certeza ha caído un poco y es regular 
que caigan enteramente^ 

Un joven que principia á estudiarla geometría^ 
y que no ha pasado todavia de la definición de los 
triángulos, vino á verme, y le pregunté ; si estaba 
cierto de que los tres ángulos de un triángulo eran - 
iguales á dos ángulos rectos : me contesto, que n« 
solamente no estaba cierto ; pero que ni siquiera 
^nia una idea clara de esta proposición. Entda- 

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54 CERTEZA. 

ees se la demostré ; y quedó cierto de ella, y lo 
estará toda su vida. * * 

Esta e4 uoa certeza muy diferente de las otras : 
aquellas no eran mas que probabilidades, que des- 
pués de examinadas se ñan reducido á errores ; 
pero 1^ certeza matemática es inmutable y eterna. 

Yo existo, yo pienso, yo siento dolor : ¿ es todo 
^ esto tan cierto como una verdadera geometría? Si ; 
yo lo confieso, aunque soy muy inclinado á la du- 
da, i Porqué ? Porque^stas verdades están pro- 
bada9 por el mismo principio que una cosa no 
puede ser y no ser al mismo tiempo : yo no pue- 
do al mismo tiempo existir y no existir, sentir y no 
sentir : uñ triángulo no puede al mismo tiempo te- 
ner ciento ochenta gi'ados, que son la suma de dos 
ángulos rectos, y no tenerlos. 

Luego la certeza física de mi existencia y áe 
mis sensaciones, y la certeza matemática son del 
mismo valor, aunque sean de \in generó diferente. 

No sucede lo mismo á la certeza fundada en las 
apariencias, ó en las relaciones inánimes que nos 
hacen los hombres. 

Pues ¿ qué ? se me dirá ; ¿ nó estás tú cierto de 
que existe Pekin ? ¿ No tienes en tu casa telas de 
' Fekin? ¿ No te han asegurado de su existencia gen- 
tes de distintos paises y de opiones diferentes, y 
que han escrito con violencia los unos contra loa 
otros, predicando la verdad en el mismo Vétísk ? 

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CERTEZA. Iñ 

Respondo que me es estremamente probable que 
había entonces una cuídaá de Pekín ; pero no quie- 
ro apostar mi vida á que existe esta ciudad ; y la 
apostaré cuando se quiera, á que los tres ánguld^ 
de un triángulo son igules á dos rectos. 

En el Diccionario enciclopédico se ha impteso 
una cosa muy graciosa : se sostiene que un hom * 
bre debería estar tan seguro, tan cierto de que el 
mariscal de Sajonia ha resucitado, si se lo dijera 
todo París, como está seguro de que este miíiris- 
cal gané la battalla de Fontenoi, cuando se lo. dice 
todo París. Veamos cuan admirable es este ra- 
ciocinio : Yo creo á todoOParis cuando me dice 
una cosa moralménte posible ; luego- yo debo 
creer á todo París cuando me diga una oosa moral 
y físicamente imposible. 

Al parecer al autor de este artículo quería reír- 
se j y el autbr que se enagena al fin de él, y que 
escribe contra si mismo, quería reírse también. 

En cuanto ánosotfos, que no hemos emprendido 
este pequeño Diccionario, sino para hacer pregun- 
tas, estamos muy distantes de tener certeza. 



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*6 CESAR. 



CESAR. 



• No se considerará aquí en Cesar 'al marido de 
tantas mugeres, y la muger de tantos hombres ; ni 
al vencedor de Pompeyo y de los Escipiones ; ni 
al escritor satírico que ridiculiza á Catón ; ni al la- 
drón del. tesoro público que se sirvió del dinero 
de los Romanos para esclavizarlos ; ni al triunfa- 
dor clemente que perdonaba (í los vencidos ; ni al 
sabio que reformó el almanaque ; ni altirano y pa- 
dre de su patria, asesinado por sus amigos y por 
5u bastardo : solamente en calidad de descendien- 
te de los pobres bárbaros que subyugó, conside- 
raremos á ^ste hombre único. 

No se pasa por una sola ciudad de Francia, o de 
España, ó de las orillas del Rhin, ó de las costas 
de Inglaterra hacia Calais, én donde no se encuen- 
tren buenas gen tea que se vanaglorien de haber 
tenido á Cesar en su casa. Los vecinos de Dou- 
vres están persuadidos á que Cesar ha hecho su 
castillo ; y los de París creen que el Gran palacio 
es una de sus hermosas obras. Mas de un sefior 
de aldea en Francia enseña una torre vieja que le 
sirve de palomar, diciendo que Cesar ha provisto 
de habitación á sus palomos. Cada provincia dis- 
puta á la inmediata el honor de ser la primera á la 
qiie Ce<ar dio de porrazos : por este camino y no 

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CESAR. ' 57 

por ese otro pasó paro vialar nuestras mugered y 
nuestras hijas, para imponemos leyfes por intér- 
pretes, y partí sacamos el poco dinero que tema- 
mos. 

Los Indios son mas sabios : ya hemos visto que 
ellos saben confusamente que un gran ladrón, lla- 
mado Alejandro, pasó por sus tierras detras de 
otro» ladrones ; y casi nunca hablan de esto. 

Uq anticuario italiano qiie pasó hace algunos 
años por Vannes en Bretaña, se admiró estraordi- 
nariamente al oir á los sabios de Vannes que se 
envanecien por la mansión de Cesar en su ciudad. 
\ Sin duda, les dijo, que vosotros tenéis algunos 
monumentos de este grande hombre ! SI, respon- 
dió 4b1 mas bonracb, nosotros te enseñaremos él 
lugar donde este héroe hizo ahorcar al senado de 
nuestra provincia que se cómponia de seiscientos 
ienadores. 

Unos ignorantes que en 1755 encontraron una 
centena de vigas en el canal de Kerantrait, asegu- 
raron en los periódicos, qu^ eran restos de un 
puente de Cesar ; pero yo les he probado en mi 
disertación de 1756 que eran las horcas donde este 
héroe había hecho colgar á nuestro parlamento. 
I Donde ét^tan las ciudades de las Gauías que pue- 
dan decir otro tanto ? Nosotros tenemos el testi- 
monio del mismo Cesar que dice en sus Comenta- 
rio», que io7n9irinconstant€s y que preferimos la li* 

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6S CESAR. 

berioLd á le esclavitud. Nos acusa {de bello galHco, 
lib, III.) de haber sido bastante insolentes para 
tomar rehenes de los Romanos, á quienes se los ha- 
bíamos dado, y de no haber querido volvérselos 
sin que se nos remitieran los nuestros. £1 nos 
enseñó á yivir. 

Híeo muy bien, replicó el virtuoso, porque su 
derecho era incontestable. No obstante se lo dis- 
putaban ; porque cuando él venció á los Suizos que 
emigraban en número de trescientos sesenta y 
ocho mil, y que no quedaron .mas que ciento y diez 
mil, es sabido que tuvo una conferencia en Alsacia 
6on Ariovisto, rey germano, ó alemán, y que éste 
Ariovisto le dijo : Yo vengo á robar las Caulas, y 
no sufriré que las robe nadie mas que yo. Des- 
pués de lo cual estos buenos Germanos que habían 
Tenido á devastar el pais, pusieron en manos de 
sus hechiceros á dos c&balleros romanos embaja- 
dores de Cesar ; y estos hechiceros iban á que- 
marlos y á sacrificarlos & sus dioses, cuando vino 
Cesar y los libró por una victoria. Confesemos 
que el derecho era igual por las dos partes ; y 
Tácito tiene mucha razonan elogiar tanto las cos- 
tumbres de los antiguos Alemanes. 

Esta conversación suscitó una disputa bastante 
acalorada entre los sabios de V aunes y. el anticua- 
rio. Muchos bretones no concebían, cual era la 
virtud de los Romanos en haber engañado á todas 

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CESAR. 59. 

las naciones de los Gaulas una después de otra, 
en haberse servido alternativamente de ellas para 
su propia ruina, en haber asesinado la cuarta par- 
te, y en haber reducido á los demás á la escla- 
vitud. 

I Ay ! nada es mas hermoso replicó el anticua*- 
rio ; yo tengo en mi bolsillo una medalla acuñada, 
que representa el triunfo de Cesar en el capito- 
lio ; y es una de las mejor conservadas. Y mani- 
festó su medalla. * Ün .bretón un poco bronco 
tomó la medella, y la arrojó al rio, diciendo : 
¡ Qjue no pudiera yo ahogar también á todos los 
que se sirven de su poder y de su destreza para 
oprimir á los demás hombres ! En otro tiempo 
Roma nos engañó, nos desunió, nos asesinó y nos 
encadenó ; y en la actualidad Roma dispone to- 
davía de muchos de nuestros beQefícios. \ Es 
posible que hayamos sido por tanto tiempo y de 
tantas maneras un pais de obediencia ! 

Yo no añadiré mas que una palabra á la conver- 
sación del anticuario y del bretón; y es que Per- 
rot y D' Ablancourt, el traductor de los Coraei^ta- 
rios de Cesar, en su dedicatoria al gran Conde, le 
dice estas palabras : " ¿ No os parece, Señor, que 
** leéis, la vida de un filósofo cristrano ?" | Qué 
filósofo cristiano ! ¡Cesar! Me admira que no lo 
hayan hecho santo. Los compositores de dedica- 
torias dicen cosas hermosas y muy á propósito. 

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60 CHARLATÁN. 

CHARLATÁN. 

£1 artknlo Charlatán del diccionario enciclopé- 
dico está lleno de verdades útiles agradablemente 
espresadas. £1 caballero de Jaoconr ba desea- 
bierto en él al cbarlatanismo de la medicina. No 
obstante me tomaré la libertad de añadir algunas 
reflexiones. 

La mansión de los médicos es en las ciudades 
grandes, j casi no los hay en las aldeas : parque 
en las grandes ciudades están los enfermos ricos, 
que hacen enfermar el libertinage, los escesos en 
la mesa y las pasiones. Dumoulin, no el juriscon- 
sulto, sino el médico, que era tsun buen práctico 
como el otro, dijo al tiempo de morir, que dejaba 
dos grandes medicamentos, la dieta y el agua del 
rio. 

£n 1728, en tiempo de la&% él mas famoso de 
los charlatanes de la primera especie, otro char- 
latán, llamado Villajrs, confió á algunos amigos que 
su tío, . que había vivido cerca de cien años y que 
habia muerto por accidente, le había dejado el 
secreto de un agua, que podía fácilmente pro^ 
longar la vida hasta ciento y cincuenta años, con 
tal que se guardase sobriedad. Cuando veía pa- 
sar un entierro encojia los hombros de lástima : si 
a1 vnuerto, decia, hubiera bebido mi agua, no es- 

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CHARLATÁN. 64 

tana donde ostá; Sus amigos, á los que él daba 
de su agua geuerosamente, y que observaron un 
poco ^1 régimen prescripto, conocieron sus bue- 
nos efectos. y la preconizaron. Entonces vendia 
la botella á seis peáetaT; y el consumo era prodi- 
gioso. 

Esta agasL era del Sena con un poco de 
nitro : los que la bebian y se sujetaban un poco á 
un buen régimen, principalmente si tenian un buen 
temperamento, recobraron en pocos dias una per- 
fecta salud ; y decian á los demás : rosotros te- 
néis la culpa de na estar perfectamente curados ; 
porque habéis «ido intemperantes é incontinentes : 
correjios de estos yícíos y viviréis ciento y cin- 
<3uenta años por Jo menos. Algunos se corrljie- 
ron ; y\ se "aumentaron la fortuna y la reputación 
de este bven charlatán. £1 abate de Pons, el en- 
tusiasta, lo hacia muy superior al mariscal de Vi- 
llars ; porque este haóia^matar hombres, y el otre 
los hacia vivir. 

Al fin se supo que el agua de Villars no era otra 
cosa mas que agua del rio, y no se hizo mas caso 
^e ella, y se buscaron otros charlatanes. 

|ls cierto que este había hecho mucho bien, y 
tpie no se le podía reconvenir, sino de haber ven- 
dido el agua del Seaa demásiado^ cara : él condu- 
cía t los homlM^es á la templanza, y en esto era 
supedoral botifcfi¿ií& ArnaHd, que lia llenado lá Ett- 

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«2 CHARLATÁN. 

ropa con sus bolsitas contra la apoplegia sm re- 
comendar ninguna virtud. 

Yo he conocido un médico de Londres, llamador 
Brown, que ejercia en las Barbadas, que tenia un 
ingenio de azúcar con mnchos negros. En anst 
ocasión le robaron una suma muy considerable de 
dinero ; y al momento reunió á los negros en su 
presencia, y les dijo : Amigos míos, la gran ser* 
piente se me ha aparecido esta noche, y me ha di- 
cho que el ladrón tendrá en este momento ana 
pluma de papagallo sobre la nariz. El ^culpable 
llevó s\i mano al instante á sacudirse la pluma ; -j . 
el amo le dijo : tú eres el que me has robado» 
porque la g^an serpiente ^ me. lo acaba de <lecir : 
y de este modo, retíobró su diuero. Casi no se 
puede condenar una charlatanería semejante ; pe- 
ro era necesario tener que haberlas con .negros. 

Escipipn^ el primer africano, el grande Escipion, 
muy diferente por lo demás del m^dipo Brown, 
hacía creerá sqs soldados que estaba inspirado 
por los dioses. Esta gran cbarlataDeria estaba en 
uso desde mucho tiempo. ¿ Se puede vituperar á 
Escipion por haberse servido de ella ? Tal vez 
fué el hombre que ba hecha mas hon<^r á la re- 
pública romana ; p^ro ¿ porqué le inspiraron lo* 
diosf^s que na diera, jamas sus cuentas ? . 

Numa lo hizo o^ejor: necesiti^ba civiü^tor.á 
bandidos y á un aenado, ^e era la pomoot de.es«>. 

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CHARLATÁN. 63 

toa bandidos mas diUcil de gobernar. Si hubiera 
propuesto sus leyes á las tribus reunidas, le hu* 
bieran puesto xiñl dificultades los aseinos de su pre- 
decesor. Se diríjió á la ninfa Egeria, que le dio 
las-pandectas de parte de Júpiter ; fué obedecido 
sin contradicción, y reinó feliá. Sus instrucciones 
«on buenas y su chaiiatanismo hizo el bien ; pero 
« aAgon enemigo secreto hubiera descul)ierto la 
maula, si se hubiera dicho : esterminemos un im- 
postor que prostituye e^ nombre de los dioses pa- 
ra engráar á los hombres ; corría peligro de ser 
enviado al délo con Rdmulo. 

Esr probable: que Numa tomó muy bien sus me- 
didas, y que engañó á los Romanos en su pt-ove- 
cho^ con una habilidad conveniente al tiempo, al 
lug^r, y al talento de los primeros Romanos. 

JSÍahoma estuvo veinte veces pró:Kimo á desgra- 
ciarse ; pero al fin fué feliz con los Árabes de Me- 
dina, y lo creyeron intimo amigo del ángel Ga- 
briel. Si "én el dia viniera uno á anunciar en 
Constantinopla que es^ el favorito del ángel Rafael, 
muy superior en dignidad á Gabiiel, y" que es ne- 
<:esario creerlo á él solamente : seria empalado en 
la plaza páblieá. Los chariatanes saben aprove- 
charse de las ocasiones. 

¿ No hajr un poco de charlatamismo en Sócra- 
tes con BU demonio familiar, y la declaración pre- 
cisa de Jípplo que lo proclamó el mas sabio de to- 

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64 CHARLATÁN* 

dos los hombres ? ¿ Como puede Aolltn en su bis- 
tona discurrir seguu este oráculo? ¿Como no 
hace conocer á la juventud que todo esto es una 
pura charlataneha ? Sócrates no se aprovechó de 
la ocasión : tal vez cien años antes hubiera go- 
bernado á Atenas. 

Todo gefe de secta en filosofía ha sido un poco 
charlatán ; pero los mayores de todos haft sido ios 
que han aspirado á la dominación. Cromwel íbé 
el mas terrible de todos nuestros charlatanes : el 
vivió precisamente en el ónice tiempo en que po- 
dia prosperar ; bajo Isabel hubiera sido ahorcado, 
y bajo Carlos II no hubiera sido nada mas que ri- 
diculo. Felizmente vino ea el tiempo en qué to- 
dos estaban disgustados de los reyes, y. su hijo en 
el tiempo en que estaban cansados de un protector. 



De la Cbárlatanrria £ir las ciencias v xk 

LA LITERATURA. 

Los antigups casi no podían estar sin charlata- 
nería. Cada uno quiere hacer recibir sus opi- 
niones : el doctor- sutil quiere eclipsar al doctor 
angélico, y el doctor profundo quiere reinar solo. 
Cada uno construye su sÍ4|ema de física, de meta* 
ñsica ó de teología escdiástica, y todos trabajan 

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CHARLATÁN. Q¿ 

para^hacer valer su mercadería : y no íisdtan cor- 
redores que la eosalcen, ni tontos que la crean, ni 
protectores que la smoyen. 

I Hay una charlatanería mayor que poner las pa- 
labras en Ugar de las cosas, y querer que los de- 
más créanlo que uno mismo no cree ? 

Uqo establece torbellinojs de matería sutil, ra- 
mosa, globulosa, estriada, canelada : otros ele- 
ibentós da materia que uo son matrería, y una ar- 
moma prestabilita, que hace que el -relex del 
cuerpo su^ne la hora, cuando la señala por su 
«iguja el relox del alma» Estas quimeras encuen- 
tran partidmos por algunos años ; y cuando estas 
drogas no $on ya de moda, otros nuevos energd^ 
menos suben sobre el teatro ambulante, destier- 
ran los gérmenes del mundo, dicen que el mar ha 
producido 1[>» montes, y que los hombres han sido 
pescados en otros tiempos. 

¡Cuanto charlatatoismo no hay en la historia, 
bien admirando aMector con prodigios, bien espo- 
leando la nralignidad humana con sátiras, 6 bien 
adulando las familias de los tiranos con infames 
elogios! 

La desgraciada especie que escribe para vivir, 
es.charlataifa de otra manera. Un pobre hombre 
que no tíen^ oficio, que ha tenido la desgracia de 
estar en un colegio, y que cree que sabe escribir, 
va á hacer la corte á un librero, y le pide trabajo. 

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^ CHARLATÁN. 

£1 librero sabe que la mayor parte de las gente» 
domiciliadas quieren tener pequeüas bibliotecas, 
qae necesitan compendios y títulos nuevos, y pide 
al escritor un compendio de la historia de Rapin 
Thoyras, otro de la hbtoria de la Iglesia» una 
colección de dichos agudos sacados de laMenagia- 
na, y un Diccionario de grandes hombres, donde 
se pone un pedante desconocido al lado de Cice^ 
ron, y á un sanetero de Italia inmediato á Virgiii<>« 

Otro librero pide novelas, 6 tradaccione» de 
novelas. Si vd., no tiene imaginación, le dice, 
tome vd. algunas aventuras de Ciro^óde Gncman 
de Alfarache, 6 en las Memorias 'secretas de un 
hombre de calidad, 6 de nna muger áí calidad ; y 
del todo hágame vd. un vol&men de cnatrocienta» 
páginas a peseta el pliego. ^ . 

Otro librero da las gacetas y los almanaques de 
diez años á nn hombre de genio, diciéndole : faá« 
gamevd. un estracto de todo esto, que me traerá 
vd. dentro de tres meses, bajo el nombre de His- 
toria fiel del tiempo, po^ el caballero de las tres 
estrellas, teniente de navio, empleado en los ne- 
gocios estrangeroSé 

De esta especie de libros hay cerca de cincuen« 
ta mil en Europa ; y todo esto pasa como el secre- 
to de blanquear la piel, teñir el pelo, y la pana*- 
c^a universal. 

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QHINA. 67 

CHINA, 
Sección L 

íiemod observado en otra parte cuao jteiuerario 
Xcuan torpe es disputar á uníi nación como la 
ChiQa sobre 9us títulos auténticos. Ninguna casa 
hay en Europa, cuya antigüedad esté tan bien pro- 
bada como la del imperio chino. Figurémonos á un 
«abio maronihi del monte Athos, que negase la no» 
bleza de \o& Morozinis, de los Xiepolos, y de las de- 
mas casas. antiguas de Veqecia, de los principes de 
Alemania, de los Montmprency, de los Chatillons, 
<le los Taleyrand de Francia, bajp ej pretesto de 
que no hablan de ellos ni santo Tomas, ni san Bue- 
naventura. ¿ Fasaria este maronita por un hom- 
bre de buen sentido, 6 de buena íe ? 

Yo no sé qué letrados dej[iuestros climas se han 
espantada de la antigüedad d^ la nación china. 
Pero este no es un negocio escolástico : dejemos 
ft todos los literatos chinos, á todos los niandarines 
y á todos los eD»peradore9 que reconozcan á Fo-hi 
por uno de los primeros que dieron leyes á la 
Chiba cerca de dos mil y quinientos ó seiscientos 
años antes de nuestra era vulgar. Convengamos 
«n que es menester que haya pueblos antes de 
que haya reyes : convengamos en que es menester 

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66 CHINA. 

un tiempo muy considerable antes de que un pueblo 
numeroso, tine ha inventado las artes necesarias, 
se haya reunido para elejir un señor. Y si no 
se conviene en esto, nada me importa; yo creerá 
siempre sin necesidad de nadie, que dos y dos ha-* 
cen cuatro* 

En una provincia del occidente, llamada otrá^ 
veces la Céltica, ha llegado el gusto de la singü^ 
larídad y de la paradoja hasta decir que los Chinos 
no eran mas que una colonia de Egiptd, 6 si s^ 
quiere de Fenicia» Han creido probar, como se 
prueban otras cosar, que un rey dé Egipto, llama- 
do Menes por los Griegos^ era el rey de la China 
Yu, y que Atoes era ICi, cambiando solamente al- 
gunas letras ; y hé aquí xomo se ha discurrido 
ademas,: 

Los Egipcios elicendian algunas veces antorchas 
por la QOiüie, y los Chinos encienden faroles * lue^' 
go los Chinos son evidentemente una colonia de 
Egipto. El jesuíta Parennin, que había ya vivido 
veinte y cinco años en la China, y que poséis! 
igualmente la lengua y las ciencias de los Chinos, 
ha refutado todas estas imaginaciones con tanta 
urbanidad como desprecio. Todos los misione^ 
ros y todos los Chinos, á los que se contó que ai 
cabo del occidente se hacia la reforma del impe- 
rio de la China, no hicieron mas que echarse á 
reir ; pero el padre Parennin respondió un poc» 

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CHINA. 69 

xnaa seriamente. Vuestros Egipcios pasaron al 
parecer por la India, decia» para ir á poblar la 
Chii;ia.^ ¿ Estaba entonces poblada la India, 6 nd 
lo estaba ? . Si lo estaba, ¿ habria <4ejado pasar un 
ejército estrangero ? Y si no lo estaba, ¿ no hubie- 
ran quedado los Egipcios en ella ? ¿ Hubieran 
penetrado por desiertos y p^r montañas umprrx- 
ticables, para irá fundar colonias á la China, cuan- 
do las podian establecer tan íUcilmente en lap 
fértiles orillas del Indo y del Ganges ? 

Los compiladores de una historia nueva impre- 
sa en In^aterra han querido también despojar á 
los Chinoá de su antigüedad; por la razón de que 
los jesuítas eran los primeros que habian hecho 
conocer bien á la China. Esta es sin duda una 
razón escelente para decir á toda una nación : Fo- 
sotros hah€Í8 mentido. 

Me par,ece que hay una reflexión muy importante 
que hacer sobre, I09 testi^pionios que da Confucio á 
la antigüedad de su nación ; y es que Confucio no 
tenia ningún ínteres en mentir : él no hizo el prO'- 
feta, ni se tuvo por impirado, ni ensenó ^una reli- 
gión nueva, ni recurrió á los prestigios, ni aduló 
al emperador t|ue reinaba en su tiempo, ni aun si 
quiera habló de él : finalmente es el único de los 
institutores del mundo que no se ha hecho seguir 
pormuger^s. 

Yo eonozcoun filósofo que tenia el retrato de 

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70 CHINA. 

Coníbcio en un'gabinete oculto y le puso esta ins- 
cripción : '• Interprete de la única razón saluda* 
"ble, sin deslumbrar al 'mundo, que ilustró los 
** entendimiento^ ; que habló solamente como sa- 
" bio, y jamas como profeta ; y no obstante fué 
*' creido, y aun en su pais." 

Yo he leido sus libros con atención, y he hecho 
estractos de ellos ; y no he encontrado, sino la 

^paoral mas pura sin la menor níezcla de charlata- 
nismo. £1 yirid seiscientos años antes de nuestra 
era vulgar ; y isus obras fueron comentadas por 
los mas sabios de la nacioUé Si hubieira mentido, 
si hubiera hecho una falsa cronología, si hubiera 
hablado de emperadores que no hubieron existido, 
¿ no se hubiera encontrado nadie en una nación 

,«abia, que refutase la cronología de Confucio? 
Uno solo entre todos los Chinos ha querido con- 
tradecirlo, y ha sido universálmente mofado. . 

Asi es que será inútil *pon€lt aquí él monomen- 
to de ía gran muralla de la China á los monumen- 
tos de las demás naciones, que no se le han aproxi- 
mado ; repetir que las piílLmides de Egipto no son 
mas que masas inüiles y pueliles en comparación 
de esta grande obra; hablar de las treinta y dos 
eclipses calculadas en la antigua crónica de la 

^hina, de las cuales han verificado veinte y ocho 
los matemáticos de la Europa ; hacer ver cuanto 
asegura la existencia de los antepasados de los 

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CHINA. 71 

CbÍDOs el respeto de estos por aquellos ; y repe* 
tir con estension cuanto ha perjudicado este mismo 
respeto á los pregresos de la física, de la geome- 
tría y.de la astronomia, . 

£s muy sabido que en el día son ios Cbinos lo que 
.éramos nosotros unos trescientos años hace ; unos 
habladores muy ignorantes. £1 Chino mas sabio se 
parece á uno de nuestros sabios del siglo quince, 
que poseía á su Aristóteles. Pero se puede ser un 
físico muy malo, y un escel'ente moralista ; y así 
los Chinos han perfeccionado la moral, la econo- 
mía política, la agricultura, y las artes necesarias. 
Nosotros les hemos enseñado lo demás ; pero en 
esta parte debemos ser sus discípulos. 



Secciqn'II. 

De la ESFUX.SZ0N DE LOS MISIONEROS DE LA 

China. 

Hnmanamente hablando, é iaáependientemente 
áe los servicios que podían hacer los misioneros a 
la religión cristiana, ¿ no eran muy desgraciados 
en haber ido ta^ lejos á llevar la discordia y las 
toffbidencias ú reino o^as vasto y mas civilizado 
de la tierra? ¿Y no era esto abusar horrible- 

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n V CHINA. 

mente de iaiüdalgenciay de la bondad de lospner 
blos orientales, principalmente después de ios tor- 
rentes de sangre derramados por su causa en el 
Japón ? I Horrorosa escena, y cuyas consecuen- 
cias ha creído aquel imperio que no^podia prevenir, 
sino cerrando sus puertos á todos los eistrangeros ! 
Los jesuitas habian obtenido del emperador Cam- 
hí el permiso de ensenar el catolicisiho, y se sir- 
vieron de é\ para hacer creer á la pequeña por- 
ción del pueblo que dirijian, que no se podía servir 
á otro señor mas que al que tenia e} lugar de Dioií 
sobre la tierra, y que residía en Italia á las orillas 
de un* pequeño rio que se USiifia el Tiber r que 
cualquiera otra opinión religiosa y ciffalquiera otro 
culto eran abominables á los ojos de Dios, que 
castigaría eternamente á los que ño creyeran á los 
jesuitas : que el emperador Cam-hi, su bienhechor, 
que no podia pronunciar Cristo porque los Chinos 
no tienen la letra R, seria condenado para siem- 
pre ; que el emperador Yontchin su hijo lo seria 
sin misericordia ; que todos los antepasados de los 
Chinos y de los Tártaros lo estaban ; que sus des- 
cendientes lo serian también como todo lo demás 
de la tierra ; y que los reverendos padrea jesuitas 
tenian una compasión verdaderamente paternal 
por la condenación de tantas ahnas. 

Al fin consiguieron persuadir g tres prltimpes 
áe-sangre tdrIAra.. Entre tanto muríd el empera- 

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OIINA. 7^ 

dar Cam-hi á fines de 172S ; y dej6 el imperio á 
su cuarto liijo yontchin, que ha sido tan célebre 
en todo el mundo^por la justicia y por la pruden- 
ciade su gobierno, por el amor de sus subditos y 
por la espulsioQ de los jesuitas. 

Estos principiaron bautizando á los tres princi- 
pes y á muchas personas de su casa : los nedfítos 
Murieron la desgracia de desobedecer al empera- 
dor en puntos pertenecientes al servicio militar ; 
y durante este tiempo i^mpi6 la indicación de 
todo el imperio contra los misioneros : todos los go- 
bernadores de provincia, todos los colaos > presen- 
taron memoríale» contra ellos, y IfÉs acusaciones 
llegaron á tal punto que los tres principes discípu- 
los de los jesuitas fueron presos. 

Es evidente que no se les tratH con tanta dure- 
za por haber sido bautizados, pues que los mis- 
mos jesuitas confiesan en sus cartas que ellos no 
esperímentaron ninguna violencia, y hasta, que 
fueron admitidos á una audiencia del emperador» 
que los honró cóú algunos regalos. Es pues de- 
mostrado que el emperador Yontchin no era de 
ningún modo perseguidor ; y si los principes fue- 
ron encerrados en una prisión hacia la Tartaria, 
Ínterin que se trataba tau bien á sus convertido- 
res, es una prueba indudable de que eran presos 
de estado y no mftrtires. 

Fronte después cedió el emperador á lósela- 

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U CHINA. 

¿aores de toda la China, que pedia la espulsíon de 
los jesuítas, como se ha pedido después en Fran 
cia y en otros países su aholicion. Todos los tn- 
bunales querían que se les hiciese salir al momen- 
to para M%icao, que se considera como una plaza 
separada del imperio y cu^a posesión han d^ado 
siempre á los Portugueses con guarnición china. 

Yontchin tuvo la bondad de consultar á los tri- 
bunales y á lo& gobernadores, para saber si habría 
algún peligro en hacer conducir á los jesuítas á la 
provincia de Kanton. Entre tanto mandó llamar 
á su presencia á tres jesuítas, y les dijo estas pro- 
pias palabras, que refiere el P. Parenntn con la 
mayor buena (é: • *^ Vuestros Buropeos quexian 
'* aniquilar nuestras leyes (1) en la provincia de 
*' Fo-Kíen, y alborotaban nuestros pueblos ; los 
<* tribunales me los han denunciado, y yo he ' de- 
** bido proveer á estos desórdenes, porque en 
*' ello va el ínteres del imperio. — ^ Qué diríais vo- 
*' sotros si yo enviase á vuestro país una cuadrilla 
** de bonzos y de langas á predicar su ley ? ¿ Como 
*' los recibiríais ? — Sí habéis sabido eqgañar á mi 
*' padre no esperéis engañarme á mi de la misma 
" manera — ^Vuestra ley lo pide ; bien lo sé yo ; 
" pero entonces, ¿ qué Uegard 1 ser de nosotros I 
" Seremos los subditos de vuestros reyes. Los 

(I) £1 papa había ya nombrado M un obispo. • 

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CHINA. 7Í 

'* crífltianes no creeü mas que en vosotros, y en 
** un tiempo de alboroto no escucharían mas voz 
•* que la vuestra. Yo sé bien que actiialmente 
** no hay nada que temer ; pero cuando vengan 
** los navios de diez mil en diez mil, entonces pu- 
'* diera haber un desorden." 

** La China toca por el norte con el reino de los 
^' Rusos, que no es despret:iablé ; al sud tiene á 
** los Europeos y sus reinos que son todavia mas 
^'cpnsiderables (1); y al oeste & los [pricipes de 
'* Tartaria que hace ocho años que nos hacen la 
" pierra.— Laurent Lange, compañero del prínci- 
^^ pe Ismaelof, embajador del Czar^ pedia que se 
*' concediese á los Rusos el permiso detener fac- 
" torías en todas Kks provincial», y no se les permi- 
'* ti6 mas que en.Pl^n y sobre los limites de Kal- 
** kas. Yo os permito lo mismo, permanecer aquí 
'^ y en Kanton, ínterin que no deis ningún motivo 
'^ de queja ; y si lo dais no os dejaré ni aquí ni en 
" K^ton." 

En todas las demás provincias se derribaron sus 
casas y sus iglesias ; y al fin redoblaron las que* 
jas contra ellos. Lo que mas se les vituperaba 
era, el debilitar ea los hijos el respieto á sus pa- 
drea, no haciendo los honores debidos á los ante- 



di) Entiende loi ettablecimiente de los Europeos en I« 
Indift. 



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76 CHINA. 

f)a9ado8 ;. el feunir indecentemente los jóvenes de 
ambos sexos en lugares estraviados que ellos lla- 
maban iglesias ; y de hacer arrodillar las mucha- 
chas entre sas piermas y de hablarles al pido en 
esta postura. Nada parecia mas monstruoso íl In 
-delicadeza china. El emperador Yoijitchin ee 
digno hasta adveitii* de todo á los jesuiétas ; des- 
pués de lo cual mandó la mayor, parte de los misio- 
neros á MacaOy pero con política y con atencio- 
nes, de las que tal yez son capaces solamente los 
Chinos. 

Detuvo en Pekii^ algunos jestiitas matemáticos, 
y entre ellos á este mismo Parennin del que he- 
mos hablado, y que habla servido con frecuencia 
úe int<^rpretef porque poseia» perfectamente ei 
chino y el tártaro, . Mucho% jesuítas se oc\dta- 
ron en las proFincias distantes y aun en el mismo 
Kanten ; y se cerro los ojos. 

£n Bn, habiendo maerto el emperador Yontchin, 
su hijo y sucesor Kien-Long, acabp de contentar 
á la nación, haciendo salir para Macao á todos los 
misioneros qae se pudieron encontrar ocultos en 
el imperio ; y un edicto solemne les prohibió par 
ra siempre la entrada. Si Ue^m algunos, se les 
pide cortesmente que vayan á ejercer sus talento^ 
Á otra parte ; sin niugun duro tratamiento y sin 
ninguna persecución. Se me ha asegurado que 
habiendo ido á Kanton en 1760 un jesuíta de Ko' 

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CHINA. T7 



ma, y habiendo sido delatado por tin factor holan- 
dés, lo hizo salir el colao gobernador de Kanton 
liíandándole un regalo de una pieza de seda, pr<^- 
yisiones y dinero. 



Seccio» III. 

Nosotiros yamos & buscar ala China una tierra, 
como si no la tuYÍéramos ; telas, como si nos hicie- 
sen falta ; una yerfoecita para hacer una infusión 
en agua, cómo si no hubiera simples en nuestros 
climas : y en recompensu queremos convertir á 
los Chinos. Este celo «es muy laudable^ pero es 
menester no negarles su antigttedad, y no decirles 
que son idólatras. ¿ Se aplaudiría, en verdad, 
que ím capuchino que hubiera sido bien recibido 
en el palacio de Montmorency, quisiera persua- 
dirlos á que son nobles nuevos, como los secreta- 
rios del rey, y acusarlod de idólatras, porque hu- 
biera encentrado en el palacio dos ó tres estatuas 
de condestables á las que se tuviera un profundo 
respeto ? 

£1 célebre Wolf, catedrático de matemáticas en 
la universidad de Hal^ pronunció un diaun discur- 
so muy bueno en elogio de la filosofía china : en 
él alabó esta antigua especie de hombres., que se 

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^e €HINA. 

diferencia de nosotros por la barba, por los ojos, 
por la nariz, por las orejas y por el discurso ; ala- 
bo, digo, á las Chinos porque adoran á un Dios 
supremo y porque aman la virtud 4 y hacia esta 
justicia á los emperadores de la China, á los colaos, 
á los tribunales y á los literatos ; porque la justi- 
cia que se les hace & los bonzes es de una especie 
diferente. 

Es necesario saber que este Wolf atraía Ú Hal 
un millar de estndiantes de todas las naciones i ha- 
bia también en la misma universidad un catedrá- 
tico de teologia, llamado Lange, que no atraía á 
nadie ; y este hombre, dese8|>erado de helarse de 
ffio s^lo en su clase, qniso, como era de razón, 
perder al catedrático de matemáticas ^ y según la 
t>ostumbre*de semejantes sujetos, no dejo de acu- 
sarlo de que no creía en Dios. 

Algunos escritores de Europa, que jamas han 
estado en la China, han supuesto que el gobierno 
de Pekín es ateo : Wolf ha alabado á los filósofos 
de Pekín ; luego Wolf es ateo. La envidia y el 
odio no hacen nunca mejores silogismos. Este ar- 
gumento de Lange, sostenido por un protector, pa- 
reció concluyente al rey del país, que envió al 
matemático un dilema en forma : este dilema le de 
jaba la elección entre ^altr de Hal dentro de vein- 
te y cuatro horas, y ser ahorcado. Y -como Wolf 
discurría con mucha exactitud, noii^ó de salir ; y 

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CHINA, 79 

so salida quitó al rey doscientos 6 trescientos mil 
escudos por auo, que hacia entrar el filósofo en el 
reino por la afluencia de sus discípulos. 

Este ejemplo debe dar á conocer á los sobera» 
Bos que siempre es menester no dar oídos á la 
calumnia, y no sacrificar un hombre grande cd fií- 
f er de «n tonto. Volvamos á la China. 

¿ £n qué pensamos nosotros, que vivimos al fin 
del Occidente cuando disputamos con furor y con 
torrentes de injurias, sobre si ha habido, ó no ca* 
torce principes ¿ntes de Fo-hi, emperador de la 
China ; y si este Fo-hi vivió tres mil, 6 dos mil y 
B4ievecientos años antes de nuestra era vulgar ? 
Supongamos que se le pusiera en la cabeza á dos 
Irlandeses el disputar en Dublin» sobre cual fiíé 
^a el siglo doce el que pt>séyó las tierras que po- 
seo yo hoy : ¿ no es evidente que deberían referir- 
se á mi, que tengo los archivos «n mi poder? Lo 
mismo sucede respecto de los primeros emperado- 
res de la China : que es menester referiese á los 
tribunales del país. 

Dejemos pues, nosotras que somos de ayer, no* 
sotros que descendemos de los Celtas, y que aca- 
bamos de desmontarlos bosques de nuestras tier- 
ras salvages, dejemos que los Chinos y los Indios 
gocen en paz de su hermoso clima y de su anti- 
giiedad^; y principalmente dejemos de llamar idó- 
latras ú emperador de la CUna jal soabade De*"^ 

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80 CHINA. 

kan. No obstante es menester no ser fanático» 
del mérito chino : la constitución de su imperio es 
á la verdad la mejor que hay en el mundo, la úni- 
ca que está enteramente fundada en el poder pa- 
ternal, la ánica en k que es castigado un gober- 
nador de provincia cuando al salir de i<u empleo 
no ha tenido las aclamiaciones del pueblo, la 6nica 
que ha instituido premios para la virtud, ínterin 
que por todas las demás partes se limitan las leyes 
á castigar el crimen, la única que ha hecho adop- 
tar sus leyes á sus vencedores, Ínterin que noso- 
tros estamos todavía sujetos 'á las costumbres de 
los Burgundinos, de los Francos y de los Godos 
que nos han sojuzgado : pero se debe confesar 
que la gente baja gobernada por los bonzos, es 
tan bribona como la nuestra, que vende todo muy 
caro á los estrangeros Jo mismo que entre noso- 
tros, que tiene mil preocupaciones ridiculas lo 
mismo que nosotros, y qiie crecen los talismanes, 
y en la astrologia judiciaria, como hemos creído 
nosotros por mucho tiempo. 

Confesemos tambí^i que se han admirado de 
nuestro termómetro, de nuestra manera de helar 
los licores con salitre, y de todas las esperiencias 
de Torricelli y de Otto de Guertck; de la misma 
manera que nos admiramos nosotros cuando vimos 
por la primera vez estas diversiones físicas: 
añadamos que sus médicos no curan las enferme- 

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€ICERO. m 

dades miDríales mejor que lo« .nuestros, y que la 
naturaleza sola cura en la China 1a« enfermeda- 
<les pequeñas, como aquí. Pero todo esto no imr 
pide que hace cuatro mii años, guando nosotros 
no sábiamos todavía leer, supiesen los Chinos to- 
das las cosas esencialmente útiles de las que nos 
Jactamos nosotros en el dia. 

La , religión de los literatos, repitámoslo, es ad- 
imrable. Nada de supersticiones, nada de leyen- 
das absurdas, nada de dogmas que insulten á la 
razón y á la naturaleza, y á los que los bonzoí^ 
dan mil sentidos diferentes, porque ellos no tienen 
-sentido. I^ culto mas sencillo les ha parecido el 
taejor hace ma9 des cuarenta siglos : en una pala- 
bj*a:, ellos son lo que pensamos nosotros que eran 
Seth, Enoch y Noé : se contentan con adorar aun 
Dios con todos los sabios de la tierra, Ínterin que 
la Europa se divide entre Tomas y Buenaventura,, 
entre Cídvino y . Lutero^ y entre Jíinsenio y Mo- 
lina. 



CICERÓN. 

£n los tiempos de la decadencia de las bellas ar- 
tes en Francia, en el siglo de las paradojas, y en 
£Í eavilecimieato de la literatura y deílosofia peir- 

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82 CICERÓN. 

se^idat, es cuando se quiere deshonrar á Cice- 
rón ; y i quien es el hombre que intenta manci- 
llar su memoria ? Uno de sus discípulos, un hom- 
bre que prest^ como él su ministerio á la defensa 
de los acusados, un abogado, que ha estudiado la 
elocuencia en e^e gran maestro, un ciudadano que 
parece animado como Cicerón del amor del bien 
público. 

En un libro, que se titula Canales navegables, 
libro lleno de miras patrióticas y grandes, mas 
bien que practicables, es admirable encontrar es- 
ta filípica contra Cicerón, que jamas ha hecho' 
abrir canales : 

'^ El rasgo mas glorioso de la historia de Cice- 
^* ron es la ruina de la conjuración de Catilina ; 
^' pero, bien considerada, esta no hizo ruido en 
*' Roma; sino porque é\ afectó darle importancia. 
^' El peligro existia en sus discursos mucho mas 
^* que en la cosa. Esta era una empresa de hom- 
**bres embriagados que era ftcil desconcertar, 
''Ni el gefe, ni los cómplices habjan tomado la 
** menor medida para asegurar el buen éxito de su 
*' crimen. En este estraño negocio no hubo mas 
'* de admirable que el aparato que dio el cónsul á 
" todas sus acciones, y la facilidad con que se le 
*' dejó sacrificar á su amor propio tantos vastagos 
*' de las familias mas ilustres." 

*' Por otra parte, la vida de Cicerón está llena 

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CICERÓN, &3 

*' de rasgos vergonzosos ; y su elocuencia era tan 
*' venal, como su afina pusilánime. Si el interés 
** no dirijia su lengua, la dirijia el miedo, 6 la 
"esperanza. El deseo de formarse apoyos lo 
"llevaba á la tribuna para defender en ella sin 
" pudor á hombres mas deshonrados y mas peli- 
'*grosos cien veces que Catilina. Entre sus 
"clientes casi no se encuentra mas que malvados ; 
" y por un rasgo singular de la justicia divina, 
" recibió al fin la muerte por mano de uno de es- 
" tos miserable^, que -su arte habia arrancado á 
" los rigores de la justicia humana." 
' A bien considerarlo, la conjuraciot) de Catilina 
hizo en *1loma mas que riiido ; pues que la su- 
merjió en el mavor desorden y en el mas inmine- 
te peligro. Esta conjuración no se terminó has- 
ta después de una batalla tan sangrienta, que no 
hay ningún ejemplo de una mortandad semejante 
y pocos de un valor tan intrépido. Todos los 
soldados de Catilina, hasta el último fueron muer- 
tos, después de haber matado á la mitad de los 
del ejército contrario : Catilina pereció cubierto 
de golpes sobré un montón de cadáveres ; y todos 
se encontraron con la cara vuelta hacia el enemi- 
go. Esta no era una empresa tan fiLcil de descon- 
certar ; Cesar la favorecía ; y ella le enseñó á 
conspirar algún día mas felizmente contra su pa- 
tna, 

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84 CICERÓN, 

^ Cicerón defendía sin pudor hombres mas des- 
" honrados y cien reces mas peligrosos que Cati- 
"lina." 

¿ Se entiende por esto cuando defendió en }á 
tribuna á la Sicilia contra Yerres, y á la repú- 
blica romana contra Antonio ? ¿ Cuando desper- 
tó la clemencia de Cesar en favor de Ligario^ 
y de Deyotares ? ¿ O cuando obturo el derecho de 
ciudadano para el poeta Archias ? ¿ O cuando em 
su hermosa oración por la ley Manilla consiguió 
todos los sufragios de ios Romanos en favor del 
gran Pompeyo ? 

Cierto es que defendió í Milon, que mató á 
Clodio ; pero Clodio habia merecido por* sus fu- 
rores su fín trí^ico : Clodio habia sido cómplice 
en la conjoraciqn de Catilina; ClocTio era su mor- 
tal enemigo ; habla sublevado á Roma contra él, y 
lo habia castigado porque habia salvado á Roma: 
y jtfilon era su amigo. 

\ Qué ! ¿ Ha habida e! atrevimiento de decir en 
nuestros dies, que Dios castigó é. Cicerón por ha- 
ber defendido á un tribuno militar, llamado Popí- 
lio Lena,, y que la renganzadelciek) lo hizo asesi- 
nar por este mismo Popilio ? Nadie sabe si Popí- 
lio Lena era culpable,, ó no^ del crimen de que lo 
justificó Cicerón deiendiéndolo ;. pero todos los 
hombres saben que este monstruo fué culpable de 
lamas horrible ingratitud, de la mas infame avari- 

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CICERÓN. 8^ 

cJ9 y de la mas detestable barbarie, por haber 
asesinado á su bienhechor por ganar el dinero do 
otros tres monstruos como éh Estaba reservado i 
nuestro siglo pretender que se mire el asesinato 
de Cicerón^ como un acto de la justicia divina : 
los tríumviros no se hubieran atrevido á decirlo. 
Hasta el di^ todos los siglos han detestado y Uora^ 
do su muerte. 

Se reconviene á Cicerón por haberse vanaglo- 
riado con demasiada frecuencia de haber salvado 
á Roma y por haber amado demasiado la gloría. 
Pero sus enemigos querían maaoiliar esta gloria: 
una facción tiránica lo desterró y derrivó su casa ; 
porque había preservado todas las de los Romanos 
del incendio que les preparaba Catilina. £s per- 
mitido^ y aun es un deber alabar los servicios pro^ 
píos, cuando se desconocen, y mucho mas cuando 
se quiere hacer de ellos un crimen. 

Todavía se admira quo £scipion no respondió á 
sus acusadores mas que estas palabras : '< En el 
*^ mismo día vencí yo á Annibal, vamos á dar 
** gracias á los dioses," Todo .el -pueblo lo si- 
guió al capitolio, y nuestros corazones lo siguen 
todavía al It^er este pasage de la historia i aunque 
en realidad hubiera sido mejor dar sus cuentas, 
<^e DO saUr del apuro por una frase á propósito. 

De la . mkma manera ñké admirado Cicerón por 
todo el imeblo romano el dia que habiendo espii9- 

TOM. III. 8 CoooIp 

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85 CICEROK. 

4o su consulado y tenieodo que hacer los jura- 
mentos de costumbre, y disponiéndose á arengar 
al pueblo, fué detenido por el tribuno Mételo que 
quería ultrajarlo : Cicerón había principiado por 
estas palabras : Yo juro ; el tribuno lo ititerrum- 
pi6 y declaró que no le perxnitiria arengar : en- 
tonces se levantó un gran murmullo ;. Cicerón se 
detiene un momento, y reforzando su noble y so- 
nora voz, dijo por toda su arenga : Juro que he 
vahado á la patria. La asamblea encantada escla- 
mó : Kosotrós juramos que ha dicho la verdad. 
Este momento fué el mas hermoso de su vida : 
y este es el modo como se debe amar la gloria. 

¿ Puede despreciarse á Cicerón si se considera 
su conducta en el gobierno de la Cilicia que era 
entonces una de las provincias mas considerables 
del imperio romano, porque lindaba con la Siria y 
con el imperíode los Partos ? Laodicea una de las 
mas hermosas ciudades (leí Oriente, era su capital; 
y esta provincia estuvo tan floreciente, como des- 
graciada es en el dia bajo el gobierno de los Tur- 
cos, que DO han .tenido nunca un, Cicerón. 

El principió protegiendo al rey de Capadocia 
Ariobarzanes, y reusó los regalos que quiso ha- 
cerle este rey. Los Partos vinieron á atacar á 
Antioquia estando en paz ; y Cicerón corrió á al- 
canzarlos después de marchas forzadas por el 
«ipBte Tauro; los paso en retirada y los persi- 

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CICERÓN, 8t 

guió ; j Orcazes, su general fué muerto con una 
parte del ejército. 

Desde allí pasó á Pendenissum, capital de un 
pais aliado á ios Partos ; la tomó, y quedó someti- 
da esta provincia. En el momento vuelve contra 
los pueblos llamados Tiburarianos, y los derrotó \ 
j sus tropas le dieron el titulo de emperador, que 
conservó toda su vida. El hubiera obtenido en 
Roma loa honores del triunfo, si no se hubiera 
' opuesto Catón, y si no hubiera obligado al senado 
á no decretar mas que diversiones públicas, y 
acciones de gracias á los dioses, cuando se le de- 
bían dar á Cicerón. 

Si nos representamos la equidad y el desinterés 
de Cicerón en su gobierno, su actividad y su afabi- 
lidad, dos virtudes tan raras veces compatibles, 
los beneficios que derramó en los pueblos que 
mandaba como soberano absoluto ; será necesario 
ser muy delicado para no conceder su estimación 
á un hombre semejante. 

Si reflexionamos que este itaismo romano es el 
primero que introdujo la filosofía en Roma, que 
sus Tuscttlanas y su libro de la Naturaleza de loó 
dioses soiL las dos obras mas hermosas de cuantas 
ha escrito jamas la sabiduría, que no es mas qué 
humana, y <iue su tratado de los Oficios es la obra 
,inas útil que tenemos en moral ; será todavÍ9 m«^ 
deñcil despreciar á Cicerón. Tengamos lástima 

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88 CIELO. 

de los que no leen ; y todavía mucho mas de los 
que no le hacen justicia. 

Opongamos al detractor francés los versos del 
español Marcial en su epigrama contra Antonio t 

I Qjuid prosuní sacras pretiosa silentia lingú ? 

Incipient omnes pro Cicerone loqui. 
Y principalmente oigamos á Juvenal que dice ; 

Roma patrem patris Ciceronem libera dixit. 



CIELO DE LOS ANTIGUOS. 

Si un gusano de seda diese el nombre de cielo 
á la pelusilla que rodea su capullo, discurriría tan 
exactamente como lo hicieron todos^ los antiguos 
' dando el nombre dé cielo á la atmósfera, ^ue como 
dice muy bien Fontenelle en sos Mundos es la pe- 
lusa de nuestro capullo. 

Los vapores que salen de nuestros mares y de 
nuestra tierra y que forman las nubes, los meteoros 
y las tormentas, fueron al principio tomados por la 
mansión de los dioses : estos descienden siempre 
en nubes de oro en Homero : y de aquí viene que 
los pintores los pintan todavía sellados sobre una 
nube. ¿ Como es jposible sentarse sobre el nguat 
Y como isra muy justo que el señor de los dioses 

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CIELO. 89 

estoKriese con mas comodidad que los otros, se le 
di6 ona águila para llerario, porque esta ave vuela 
mas alto que las demás. 

Viendo los antiguos Griegos que los señores de 
las ciudades vivian en ciudadelas en la alto de las 
montañas, pensaron que los dioses podian tener 
también una cindadela, y la colocaron en Tesalia 
sobre el monte Olimpo, cuya cima está algunas 
veces oculta en las nubes ; de manera que su palár 
ció estaba á pie llano con el cielo. . 

Las estrellas y los planetas, que parecen clava- 
dos en la bóbeda azul de nuestra atmósfera, llegsi* 
ron á ser después la mansión de los dioses : . siete 
de estos tuvieron cada uno su planeta,. y los demás 
habitaban donde podian : el consejo general de 
los dioses se tenia en un salón al que se iba poi: la 
TÍa láctea ; porque era indispensiedife que los di<K 
seEi tQviesen un salón, pues que los hombres tenidn 
casas conaatoriales. 

Cuando los Titanes, especies de animales entre 
^ los kooibres y los dioses, declararon una guerra 
bastante justa á estos dioses, para reclamar una 
parte de su herencia por parte de sus padres, 
porque eran hijos del cielo y de la tierra, pusia* 
ron no mas que dos 6 tres montes uno sobre otro, 
contando que esto era muy bastante para hacerse 
dueños del cielo y del palacio del Olimpo. 

No obstante hay seiscientos millones de legua» 

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90 CIELO. 

desde estos astros^ j moctio m^ todavía deéáe 
oirás muchas estrellas hasta el monte Olimpo. 
Virgilio no tiene dificultad en decir : 

Sob pedihusque videt nubes et sidera De^hnis, 

¿ Dotnde estaba pues Dafnis ? • . . . 

Etx la ópora y en otras obras mas serias se luM^e 
bajar á los dioses en medio de los yietltos, de hé 
nubes j de las tormentas ; esto es, se pasea á Dios 
entre los vapores de nuestro pequeño aglobo: ;y 
e^tas ideas son tan proporcionadas á nuéstara debi- 
lidad, que nos parecen grandes. 

Esta física de los niños y de las viejas es pro- 
digiosamente antigua ; no obstante se cree que los 
Caldeos tenían ideas casi tan sanas como nosotros 
de lo que se Rama cielo; que cojiocabanel sol en 
el centro de nuestro mundo planetario, poca mas 
6 menos á la distancia de nuestro globo, que he- 
mos reconocido nosotros ; que hacían girar á la 
tiíBnta y algunos planetas al rededor de este astro, 
Hegun dice Aristarco de Samos : este es poco mas 
6 menos el sistema que ha perfeccionado después 
Cósmico ; pero los filósofos guardaban el seere* 
io entre elloa, para ser mas respetado por los 
reyes y los pueblos, 6 mas bien para no serper- 
seguidos« 

El lenguage del error es ta& fmiiliar & los bóm- 

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CIELO. 91 

bxes» qne todavía llamamos cteio á nuestros va- 
. pores y al espacio q«e hay desde la tierra á la lu- 
na ; decfmos subir al cielo, como decimos que el 
sol da vuelta al rededor de nosotros, aunque 09 
sabe que está fijo. Probablemente nosotros esta- 
mos en el cielo para los habitantes de la luna, y 
cada planeta coloca su cielo en el planeta inme- 
diato. 

St se hubiera preguntado á Hocnero, á cual cie- 
lo habia ido el alma de Sarpedon, y donde estaba 
la de Hércules, se bubiera yisto muy embarazado, 
y hubiera respondido coa algunos yersos muy ar* 
moniosos. 

I Qjdé segundad se tiene de que el alma aerea 
de Hércules se encontrase con mas comidadad en 
Venus, 6 en Saturno, que en nuestro globo ? ¿ Es- 
tará en el sol ? El sitio no parece soportable, pues 
que es un hofiio. En fin ¿ qué entendían los an- 
tiguos^ por el cielo ? Los antiguos no sabian nada : 
decían 8Íemj[Hre et cielo y la tierra, como si se dije- 
ra el infinito y un átomo. Hablando con proprle- 
dad, no bay cielo : solamente hay una cantidad 
prodigiosa de globos que rueda en el vacio, y el 
mseatro rueda como los demás. 

Los antiguos creían que ir al cielo era su- 
bir-; pero no se sube de un globo á otro ; y los 
globos celestes en tanto están encima y en tanto 
debago de nuestro hoHzonte. Y asi, supóngame 

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92 <;iELO. 

que hajbiendo yenido Venus á Pafos, se volviese i 
su planeta cuando este planeta estaba puesto ; f 
•ntónces no subia la diosa respecto de nuestro ho- 
rizonte, sino bajaba, y se debía decir en este case, 
bajar al cido. Pero los antiguos no entendían 
tanta finura ; y tenían nociones vagas^ inciertas, 
y contradictorias sobre todo lo que pertenece -4 la 
física. Se Tian escrito inmensos yolámenes para 
saber lo que pensaban los antiguos sobre machas 
cuestiones de esta especie, y hubieran sido bas« 
tantes estas dos solas palabras : tuida dobian. Siem- 
pre es menester esceptuar un corto número de 
sabios ; pero estos vinieron tarde ; pocos faaii 
manifestado sus pensamientos, y cuando lo han 
hecho, los charletanes de la tierra los han enviado 
al cielo por el camino mas corto. 

Un escritor que creo que se llama Pinche, ha 
pretendido hacer á Moisés un gran ñsico : otro ha- 
bía conciliado anteriormente á Moisés con Des- 
cartes, y había impreso el Cartenus Mozaiisans í 
según este Moisés había inventado primero los 
torbellinos y la materia sutil ; pero es bien sahido 
que Dios, que hizo á Moisés un gran legislador y 
un gran profeta, no quiso de ninguna manera ha- 
cerlo un catedrático de física : él instruta á los 
Judíos en su deber, y no les enseñó ni una pala- 
bra de fílosofíia. Calmet, que ha compilado 
-'c,ho, y que jamas ha discurrido, habla del sÍ9- 

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CIELO. 93 

tema de los Hebreos ; pero este pueblo grosero 
estaba muy distante de tener un sistema ; ni aun 
siquiera tenia escuela de geometría, cu}^> nombre 
. les era desconocido : su única ciencia conststia en 
el oficio de correts^e y en la usura. 

£n sus libros se encuentran algunas ideas sobre 
la estructura del cielo obscuras, incoherentes y 
dignas en un todo de un pueblo bárbaro* Su prí- 
mer cielo era el aire, el segundo el firmamento al 
que estaban fijas las estrellas; este firmamento 
era solido y de yelo, y contenió las aguas supe- 
riores, que se escaj^aron de este depósito, por 
las puertas, esclusas, 6 cataratas en tiempo del 
diioyio. ' 

Sobre el firmamento, 6 sobre estas aguas supe- 
riores estaba el tercer cielo, 6 el empireo, donde 
fué arrevatadp san Pablo. EA firmamento era una 
especie de media bóbeda que abrazaba la tierra. 
£i iol no daba la vuelta á nn globo que ellos no 
conocían ) y cuando llegaba al occidente Tolvia al 
oriente por un camino desconocido ; y sino se veia^ 
consiste, como dice el barón de Feneste^ en que 
vuelvre de noche. / 

Con todo los Hebreos habian recibido estas ilu- 
siones de otros pueblos : la mayor, parte de las 
naciones, escepto la escuela de los Caldeos, tenían 
al cielo por s61ido; la tierra fija é inmóvil, la 
tenían por algo mas de una tercera parte roas larga 

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94 ^ CIELO. 

de oriente ( occidente, que de mediodia á norte ; 
y de aquí vienen las espresiones de longitud y la- 
titud que hemps adoptado. Según estas opiniones 
es imposible que haya antípodas ; y asi trata san 
Agustin de absurda esta idea ; y Lactancio dice 
espresamente.: *' ¿ Hay gentes tan locas que creen 
^* que hay hombres cuya cabeza está mas baja 
** que los pies ?" • 

San Crisóstomo esctsuna en su homilía catorce : 
<< I Donde están ios que pretenden que los cielos 
" son movibles jr que su figura es circular ?*' 

Lactancio dice también en el libro III de sus 
Instituciones : *^ Yo podria probaros por muchos 
*' alimentos que es imposible que el cielo rodee 
" á la tierra.'* 

£1 autor del Espectáculo de la naturaleza podrá 
decir al Caballero, tanto como quiera, que Lac- 
tancio y san Crisóstomo eran unos grandes filoso- 
>to9 : se le responderá que eran unos grandes san- 
tos, y que de nmguna manera es necesario ser un 
buen astrónomo para ser santo. Se creerá que 
están en el cielo ; pero se confesará que no &e. 
.sabe precisamente en qué parte del cielo« 



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CIRCÜMCISION. 



CIRCÜMCISION, 



Cuando Herodoto refiere lo que le han dich» 
los bárbaros, por cuyas tierras ha viajado, cuenta 
necedades como hacen la mayor parte de nuestros 
yiageros.; y asi no exíje que se le crea cuando 
habla de la aventura de Giges, de Arion conducid 
do sobre un delfín, y del oráculo consultado p^ra 
saber lo que hacia Creso, que respondió, que en- 
tonces hacia cocer una tortuga en una bolla tapa- 
da ; y del caballo de Darío, que habiendo reUn- 
chado el primero de todos, declaró rey á su amo ; 
y de otras cien fábulas propias para divertir niños 
y para ser compiladas por retóricos : pero cuan- 
do habla de lo que ha visto, de las costumbres de 
los pueblos que ha examinado, de las antigüedades 
que ha consultado, entonces hablen para hombres. 

Pues que Herodoto dice espresamente que mu- 
chos pueblos habian tomado la circumcision del 
Egipto, y que jamas ninguna nación ha pretendido 
haberla recibido de los Judios, ¿ á quien se debe 
atribuir el origen dé esta costumbre, á una nación^ 
de la que confiesan haberla tomado otras cinco ó 
seis, ó á otra nación mucho menos poderosa, me- 
nos comerciante, menos guerrera, oculta enun 
nncon de la tierra, y que jamas ha comunicado el 
menor de sus usos á ningún pueblo ? 

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96 CIRCÜMCISION. 

Los Jadios dicen que antiguametite faeron reci- 
bidos por caridad en Egipto ; ¿ no es muy verosí- 
mil que ei pequeño pueblo baya imitado un uso 
del gran pueblo, y que los Judíos bayan tomado al- 
gunas costumbres de sus señores ? 

Clemente Alejandrino refiere, que viajando 
Pitágoras en Egipto, se vi6 precisado ^ hacerse 
•circumcídar para ser aditíitido'á sus misterios : lue- 
go era'absolutamente necesario ser circumcidado 
para entrar en el número de los sacerdote» de 
Egipto. Estos sacerdotes éxistian cuando Joséf 
llegó á Egipto, el gobierno era muy antigi]^o, y las 
ceremonias antiguas se observaban con la mas es- 
crupulosa exactitud. 

Los Judíos confiesan que permanecieron en 
Egipto doscientos y cinco años, y dicen que en 
este tiempo no se hiceron circumcidar ; luego es 
claro que en ei^ espacio de tiempo no recibieron 
los Egipcios ia círcumcision de los ludios. ¿ La 
habrán tomado de ellos después que les robaron 
todos los vasos, que les babian prestado, y se hu- 
yeron al desierto con su presa, según su propio 
testimonio ? Esto no está en la naturaleza humana. 

En el libro de Josué se dice que los Judíos fue- 
ron circumcidados en el desierto: ^«Yo os he li- 
'' brado de lo que hacia vuestro oprobio entre 
^* los Egipcios." Ahor^ bi^n ¿cuál podia ser este 
oprobio para gentes que se e&cootrabim ei:^;re los 

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CIRCÜMCI5ION, 97 

pueblos de Fenicia, los Árabes y los Egipcios^ si- 
no lo que los hacia despreciables á estas tres na- 
ciones ? ¿ Cnmo se les quita este oprobio ? ¿ Qui- 
tándoles el prepucio ? ¿ No es este el sentíclo na 
tural de este pasage ? 

El Génesis dice que Abrabam había sido cir- 
cumcidado anteriormente ; pero Abraham viajó 
en Egipto, que hacia mucho tiempo que era un 
reino floreciente y gobernado por un rey podero- 
so ; y nada impide que estuviese establecida la 
circumcision en un reino tan antiguo. Ademas 
que la circumcision de Abraham no tuvo conse- 
cuencias, porque su posteridad no fué circumcida- 
da hasta el tiempo de Josué. 

Antes de Josué ha&ian tomado los Israelitas por 
si mismos muchas costumbres de los Egipcios ; y 
no es estraordinario que Dios, que ha santificado 
el bautismo, tan antiguo entre los Asiáticos, haya 
santificado también la circumcision, no menos anti- 
gua entre los Africanos. Ya se ha dicho que es 
arbitro de unir sus gracias á los signos que se dig- 
ne elejir. 

Por último desde que el puebla judio se cir* 
cumcidp en tiempo de JjDj^ué, ha conservado este 
uso hasta nuestros dias : los Árabes le han sido 
también fieles ; pero los Egipcios, que' en los pri- 
meros tiempos circumcidaban los muchachos y las 
nuacbachaSy dejaron con el tiempo de hacer esta 

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98 CIRCÜMCISION. 

operación á las muchacbas, y al fin la redajeroa á 
>os sacerdotes, á los astrólogos y á los profetas ; 
como DOS lo enseñan Clemente Alejandrino y Orí- 
genes. 

Es) menester confesar que esta ceremonia de la 
circumcision parece un poco estraña ; pero se de- 
be observar que en todo tiempo se consagraban 
los sacerdotes del Oriente á sus divinidades por 
signos particulares : los sacerdotes de Baco se 
grababan con un punzón una hoja de yedra : Lu- 
ciano dice que los devotos de la diosa Isis se im- 
primían caracteres en el puño y en el dedo ; y 
los sacerdotes de Cibeles se hacian eunucos. 

Hsgr grandes apariencias. de que los Egipcios, 
que reverenciaron el instrumento de la genera- 
ción, y que llevaban su imagen en procesión, pen- 
saron ofrecer á Isis y á Osiris, por quien todo se 
engendra sobre la tierra, una ligera parte del 
miembro por el que babian querido estos dioses 
que se perpetuase el género humano. Las antiguas 
costumbres orientales son tan prodigiosamente 
distintas de las nuestras, que nada debe parecer 
estraordinario al que tenga un poco de lectura. 
Un Parisiense se admira infinito cuando se le dice 
que los Hotentotes cortan un testículo á sus hijos ; 
y tal vez los Hotentotes están sorprendidos de que 
les Parisienses conserven los^dos. 

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CIRO. 09 



CIRO. 



Muchos doctores, y después de ellos Rollin nos 
han asegurado en un siglo en que se cultiva la ra- 
zón, que Jayán, padre supuesto de los Griegos, 
era nieto de Noé. Yo lo creo, lo mismo que Per- 
seo fué el fundador del reino de Persia, y Niger 
de la Nigricia. Uno de mis sentimientos es sola- 
mente que los Griegos no hayan conocido á Noé, 
el verdadero autor de su raza. Ya he manifesta- 
do en otra parte mi admiración y mi dolor de que 
Adam nuestro primer padre haya sido ignorado de 
todos, dede el Japón hasta el estrecho de Le- 
maire, escepto de un pequeño puehlo que tampo- 
co se ha conocido hasta muy tarde. La ciencia 
de las genealogías es sin duda muy cierta, pero 
muy diñcil. 

Ptero ahora no caen mis dudas ni sobre Javan, 
ni sobre Noé, ni sobre Adam ; sino sobre Ciro ; y 
no intenta saber cual de las fábulas forjadas sobre 
él, es preferible, si la de Herodoto 6 de Ctesias, 
6 la de Jenofonte, 6 de Diodoro, 6 de Justino, 
que iodos se contradicen. No pregunto porqué 
se han obstinado en dar este nombre de Ciro á un 
bárbaro que se llamaba Kosrow, y los de Ciropo- 
Jis y Persepolis á unas ciudades que jamas se llar 
mar^niasf. 

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100 CIRO* 

Dejo á parte todo lo que se dice del gran Ciro, 
y hasta el romance de este nombre j los viages 
que le ha hecho emprender el escoces Ramsay. 
Solamente pido á los Judíos algunas instruccio- 
nes sobre el Ciro de que ellos han hablado. 

Primeramente observo que ningún historiador 
ha dicho ni una palabra de los Judíos en la histo- 
ria de Ciro, y que los Judíos son los únicos» que 
se atreven á hacer mención de si mismos al ha- 
blar de este principe. 

En cierta manera se parecen á algunas gentes 
que decían de un orden de ciudadanos superiores 
á ellos : ** Nosotros conocemos á lo$ señores, pero 
'^ los señores no nos conocen á ndiotros." Lo 
mismo sucede con Alejandro respecto á los Judíos. 
Ningún historiador ha mezclado el nombre de 
Alejandro con el de los Judioií ; pero Josef no de- 
ja de decir que Alejandro fué á rendir «us respe* 
tos á Jerusalem á yo no sé qué pontífice, llamado 
Jaddus el cual le había predichb anferiormente en 
sueños la conquista de la Persia. Todos los pe- 
queños están llenos de si mismos ; los grandes 
piensan menos en su grandeza. 

Cuando Tarif vino á conquitar la España, le di- 
jeron los vencidos, que ellos lo habían predícho. 
Lomismo se dijo á Gengis, á Tamerlan, y á Ma- 
homet II. 

Dios me libre comparar las profecías jo^as con 

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CIRO. 101 

}06 que dicen la buenaventura, que hacen ^ cor* 
te á los victoriosos, y que les predicen lo que les 
ka sucedido. Observo solamente que los Judios 
producen testimonios de su nación sobre Ciro, 
cerca de ciento y sesenta años antes de que vi- 
Biese al mundo. 

En el cap. XLV de Isaias, se dice lo siguiente : 
"He aqui lo que dice el Señor á Ciro, que es mi 
^' Cristo, que yo he tomado por la mano para su- 
-*' jetarle las naciones, para hacer huir los reyes, 
^* y para abrir las puertas delante de él : Yo iré 
"^^ delante de ti, humillaré los' grandes, romperé 
*^ los cofres, y te daré el dinero escondido para 
"^ que^sepds que yo soy el Señor, &c." 

Algunossabios tienen dificultad en digerir que 
4»! Señor Ratifique con el nombre de Cristo H un 
•profano de la religión de Zoroastro ; y tienen el 
atrevimiento de decir que los Judíos hicieron co- 
mo todos Us débiles que adulan á los poderosos^ 
y que supi^ieron predicciones en favor de Ciro. 

Estos salfios tampoco respetan á Daniel mas que 
¿ Isaias ; y tratan todas las profecías que se atn- 
buyen á Daniel, con el mismo desprecio que ma- 
nifiesta saq Jerónimo por la aventura de Susana, 
por la del ¿ragon de Belo, y por la de ios tres ni- 
ños del horno. 

Estos sabios no parece que están muy penetrados 
9e estimación por los profetas ; y aun muchc 
9* 



102 CIRO. 

eüofl pretenden que es metafiBÍcamwite knpotible 
ver claramente lo futuro ; que hay una contra*©- 
cion formal en ver lo que no existe ; que lo fiítu- 
ró no existe y que por consiguiente no puede ver- 
se ; que las faltas en éste género son inaumera- 
bles en todas las naciones, y en fin que es meaes- 
ter desconfiar de todo en la historia aati^ia. 

Añaden que si ha habide-^ jamas una pTediccionr 
formal, es la del descubrimiento úe la América 
por Séneca el trágico : 

••••»«• Venient annis 

Sécula seris quibus Oceanus 
Vincula rerum laxet, ingenB 
Pateat tellus, 4^c. » • •• 

Las cuatro estrellas del polo antáretico estao 
anunciadas en el Dsmte todavía con mas claridad. 
Con todo á nadie ée le ha ocurrido toiníar á Séne- 
ca, ni á Alighieri Dante por adivinos; 

Nosotros estamos muy «estantes de ser del rao- 
do de pensar de estos sabios, y nos limitamos á 
ser estremadamente circunspectos sobre los pro- 
fetas de nuestros ctias. 

£n cuanto á la historia de Ciro, es verdadera- 
mente muy difícil saber si murió de su muerte na» 
tura!, 6 si Tomiris le hizo cortarla cabeza. Con- 
fieso, que yo deseo que tengan razón los sabios 
que 4icen que le cortaron el cuello á Ciro ; por* 



CIRO. 1Q3 

qae no es del todo malo que estos ilustres ladrones 
que ran robando y en sangrentando la ti^jrra, sean 
«in poeo castigados algunas veces. 

Ciro ha estado siempre, destinado á ser el objeto 
de un romance. Jenofcmte lo ha coméns&ado j 
Kamsay lo ha concluido maravillosamente. En 
fin, para hacer ver la triste suerte que espera á 
los héroes, Daachet ha hecho una tragedia de Ci- 
ro, que. es absolutionente ignorada. La drope- 
dia de Jenofonte se conoce algo mas, porque es 
de un Griego^ Los viages de Ciro casi no se co- 
Aocen, aunque están impresos en ingles y engiran* 
ees, y aunque se ha prodigado en ellos la (erudi- 
<^on. 

Lo gracioso de este romance consiste enencon- 
trar.un Mesias por todas partes, en Menfis, en 
Babilonia, en Ecbatane, en Tiro, como- en 
Jerusalem; y en Platón como en el Evange- 
lio. Habiendo sido el autor kuákero anabaptis- 
ta, anglicano y presbiteriano, habia llegado á ha- 
cer&e fenelonista en Cambrai bajo el ilustre autor 
del Telémaco. Siendo después preceptor del hi- 
jo de un gran señor, se crey4hecho para instruir 
y para gobernar al universo ; y en su cpnsecuen- 
' cia ái6 lecciones á Ciro para llegar á ser el m^jor 
rey del mundo, y el teólogo mas ortodoxo. 

Estas dos rai'as cualidades par€g^i^b|astante ín- 
compatibleí^. 



104 CISMA. 

£1 conduce á Ciro á la escuela de Zoroastro, y 
después fi. la del j6ven Daniel, el fíldsofo mas 
grande, que ha habido jamas : porque no solamen- 
te esplicaba todos los sueños, que es el fin de la 
ciencia humana ; sino que adivinaba todo lo que 
se había hecho, á lo que todavía no ha llegado 
ninguno mas que él. Se esperaba que Daniel 
presentaría la hermosa Susana al principe, que 
es el curso natural del romance ; pero Daniel na-^ 
da hizo. 

En recompensa Ciro tiene largas conversaciones 
con el gran rey Nabucodonosor, en el tiempo que 
estaba convertido en buej ; y Ramsay hace ru- 
miar á Nabucodonosor como teólogo muy pro- 
fundo. 

\ Y después nos admiramos que el principe de 
Turena, para el que se compuso esta obra, prefi- 
riese ir á cazar y á la ópera, á leerla !. 



CISMA. 



En el gran Diccionario enciclopédico se ha in« 

seriado todo lo que hemos dicho del gran cisma 

de los Griegos y de los Latinos en el Ensayo sobre 

las costumbres y el espíritu de laf>nkc¡pnes ; y 

TÍOS repetimos. ^ 



CISMA. 105 

Pero pensando que cisma significa desgarrón, y 
que la Polonia está desgarrada, no podemos dejar 
de repetir nuestros lamentos sobre esta fatal en- 
fermedad peculiar á los cristianos. Esta enfer- 
medad que no hemos descrito bastante, es una es- 
pecie de rabia que se dirije primero á los ojos 
y á la boca, y entonces se mira con ojos inflama- 
dos al que no piensa como el enfermo, y se le di- 
cen las injurias mas atroces : en seguida pasa la 
rabia á las manos, y se escriben cosas que mani- 
fiestan un ataque del cerebro : se cae en convul- 
siones demoniacas, se tira de la espada, y se pe- 
lea encarnizadamente hasta morir. La medicina 
no ha podido basta el dia encontrar remedio para 
esta enfermedad, la mas cruel dé todas : solamen- 
te la filosofia y el tiempo pueden curarla. 

Los Polacos son en la actualidad los. únicos en- 
tre quienes hace estragos este contagio de que 
acabamos de hablar : es presumible que esta hor- 
rible enfermedad ha nacido entre ellos con la pli- 
ca ; que son dos enfermedades de la cabeza bien 
funestas. La limpieza puede curar la plica, pero 
solamente la sabiduría puede estipar el cisma. 

Se dice que estos dos males eran desconocidos 
entre los Somatas cuando eran paganos. £n el 
dia la plica ataca solamente al populacho, pero 
todos los males que nacen del cisma devoran 
los mas grandes de la república, < 

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106 CISMA. 

El origen de este mal está en la fertilidad de 
sus tierras que produceti mucho trigo ; y es muy 
triste que la bendición del cielo los haya hecho 
tan desgraciados. Algunas provincias han preten- 
dido que era absolutaiyiente necesario poner leva- 
dura en el pan ; pero la mayor parte del reino se 
ha obstinado en creer que hay ciertos días en el 
año, en los que es mortal la masa fermentada (^1.) 

Este es uno de los primeros orígenes del cisma 
6 del desgarrón de la Polomia, al que se han jun- 
tado otras causas. 

En las convulsiones de esta enfermedad unos se 
han imaginado que el Espíritu Santo procede del 
Padre y del Hijo, y los otros han creído que pro- 
cedía solamente del Padre. Los dos partidos, de 
los cuales uno se llania romano y el otro disidente, 
se miran mutuamente como apestados ; pero por 
un síntoma singular de este mal los' apestados disi- 
dentes han querido siempre aproximarse á los ca- 
tólicos, y estos jamas han querido arrimarse á 
ellos. 

No hay enfermedad que no sufra muchas varia- 
ciones. La dieta, que se cree tan saludable, ha si- 



(l) Alusión k la disputa por el pan ordinario con que co^ 
mulg^n los iRusoSy j el pao étEÍmo délos Polacos del rí1% , 
romano. 



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CISMA. 107 

do tan perniciosa en esta nación, que al salir ái 
una dieta en el mes de junio de 1768 han sido 
destruidas é inundadas en sangre las ciudades de 
Umai, Zablotin, Tetiou, Zilianka, y Zafran ; j han 
perecido miserablemente mas de dcrscientos mil 
enfer&iofi. 

£1 Imperio de Rusia p(>r un lado y por el otro 
el deTurquia han enviado cien mil cirujanos pro- 
vistos de lancetasi de bisturis y de todos los ins- 
trumettos necesarios para cortsir los miembros 
gangreaados ;; y la enfermedad ha sido mas vio- 
lenta : ^ el ataque al cerebro ha sido tan furioso 
(1), que se han reunido unos, cuarenta enfermos 
para diiecar al rey que no estaba atacado del mal, 
y cuyo cerebro y todas las partes nobles estaban 
tan sams, como hemos observado en el articulo 
superntüion. Se cree que si se hubieran remitido 
á él, podría curar, la nacióte ; pero uno de los ca- 
racteres de esta enfermedad tan cruel es temer la 
curacioi^ como los rabiosos temen al agua. 

Nosotros hemos visto algunos sabios que pre- 
tenden que este mal vino antiguamente de Palesti- 
na, y qile atacó largo tiempo á los habitantes de 
Jerusale*) y de Samaria. Otros creen que esta 
peste ea originaria de Egipto, y que los perrps y 



(1) Asesinato del rey de Polonia, cometido en Varsovia. 

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A 



108 CISMA. 

les gatos, que estaban en grande consideracioB, se 
pusieron rabiosos y comunicaran la rabia de} cis- 
ma á la mayor parte de los Egipcios que tenían la 
cabeza débil. 

Se observa principalmente que los Griegos que 
viajaron por Egipto, como Timeo de Locres y Pla- 
tón, tuvieroii el cerebro un poco tocado : pero no 
era ni la rabia, ni la peste propiamente dicba ; era 
solamente una especie de delirio, que no se perci- 
bia sino con dificultad, y que frecuentemente esta- 
ba oculto bsijo cierta apariencia de razón. Pero 
habiendo los Griegos llevado con el tieinpo sit 
mal á las naciones del Occidente y del Septentrión, 
la mala predisposición de los cerebros de «ttestros 
desgraciados paises hizo que la calentura de Ti- 
meo de Locres y de' Platón se hiciese entre noso- 
tros un contagio espantoso, que los médicos llama- 
ron unas veces intolerancia, otras persecución, en 
tanto guerra de religión^ en tanto rabia, y en tanto 
peste. 

Nosotros hemos visto los estragos que ha he- 
cho sobre la tierra e^ie espantoso* azote. |!n nues- 
tros dias sé han presentado muchos médicos para 
estirpar este horrible malhaista sus raices ; pero 
¡ quien lo creyera ! hay facultades enteras de 
medicina en Salamanca, en Coimbra, en Italia y 
aun en París, que sostienen que el cisma, 6 des- 
garrón^ es necesario al hombre ; que- los malos 

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clavo; 109 

humores se eracoan por las heridas qae hace ; 
qae el entusiasmo que es uno de los primeros sín- 
tomas del mal, exalta el alma y produce muy bue- 
nas cosas ; que la tolerancia está espuesta á mil 
inconvenientes ; que si todo el mundo fuera tole- 
rante faltaria & los grandes genios el resorte que 
ha producido tan hermosas obras teológicas ; que 
la paz es uoa desgracia muy grande para un Esta- 
do, porque la paz trae los placeres, y porque los 
placeres podrían á la larga endulzar la noble fero- 
cidad que forma los héroes ; que si los Griegos 
hubieran hecho un tratado de comercio con los 
Trpy^mos en lugar de hacerles la guerra, no hu- 
biera habido ni Aquiles, ni flector, ni Homero ; y 
que el.género humano se*Kubiera encharcado en 
la ignorancia. , 

Confieso que son fuertes estas razones ; y pido 
tiempo para responder á ellas. 



CLAVO. 

Pedimos á Iqs revisores de libros el permiso de 
copiar aquí lo que el misionero Sabat, dominica- 
no y proveedor del santo oficio, dice de los clavos 
con que nuestro Señor estuvo clavado en la cruz, 
^ 10 

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lio ^ CLAVO. 

á la que es mas que probable que jamas se clavó 
ningún clavo. 

** £1 religioso italiano que nos conducía, tuyo 
** bastante influencia para hacernos ver entre otras 
" cosas uno de los clavos, con que nuestro Señor 
"estuvo clavado en la cruz. Este me pareció 
'* muy diferente del que enseñan los benedictinos 
** en san Dionisio : puede ser que el de san' Dioni- 
" sio haya servido para los pies, que debia ser 
'* mas grande que ios de las manos. Con todo 
" era menestei: que los de las manos fueran bas- 
*' tante grandes y bastante fuertes para sostener 
** todo el peso del cuerpo. Pero, ó es menester 
^* que los Judíos empleasen mas de cuadro clavos, 
'* o que algunos de los que se esponen á la vene- 
'^racipn de los fíeles no sean muy auténticos : 
*' porque la historia refiere que santa Helena ar- 
^' rojo uno al mar para apaciguar una tempestad 
•* furiosa qne agitaba sij navio : Constantino se sir- 
'* vio de otro para el bocado de la brida de su ca- 
" bailo': otro entero se manifiesta en san Dionisio 
" en Francia : otro también entero en santa Cruz 
'* de Jerusalem en Roma : un autor romano muy 
" célebre de nuestro siglo asegura que la corona 
** da hierro, con que se coronan los emperadores 
" de Italia está hecha de uno de estos clavos : en 
'* Roma y en Carpentras .se ven dos bocados de 
'* bri4a también hechos de estos davgs ; y tam- 

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CLÉRIGO. 111 

"bien se enseñan en*o<ro8 lugares. Es cierto 
•* que hay la discreción de decir respecto de algu- 
" nos, en tanto que son la punta, y en tanto, la ca- 
beza." 

El misionero habla con el mismo tono de todas 
las reliquias ; y en el mismo lugar dice, que cuando 
se llevó desdé Jerusalem á Roma el cuerpo del 
primer diácono san Estevan, y se le puso en el se- 
pulcro del diácono san Lorenzo en 657, *' san Lo« 
'* renzo se retiró por si mismo para dar la derecha 
" á su huésped^ acción que le adquirió el sobre 
'^ nombre del cortes Español." 

No haremos sobre estos pasages mas que una 
sola reflexión. Si en la Enciclopedia se hubiera 
esplicado algún filósofo como el misionero domi- 
nicano, una turba de Patouilletsí y de Nonottes, de 
Chiniacs y de Chaumeií, y de otros guilopos hu- 
biera gritado : ¡ deista ! \ ateo ! ¡ geómetra ! 



CLÉRIGO. 

Tal vez habrá algo que decir sobre esta pala- 
bra, aun después de los diccionarios de Cange y de 
la Enciclopedia. Por ejemplo podemos observar, 
que hacia los siglos diez y once se introdujo una 
costumbre con fuerza de ley en Francia, en Ingla- 

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112 CLÉRIGO. 

térra y en Alemania de coRceder gracia de la vi- 
da á todo criminal condenado qne sabia'^leer : ¡ tan 
necesario era al Estado un iiombre qne supiera 
leer ! 

Guillermo el bastardo, conquistador de Inglater- 
ra, llevó allá esta costumbre ; que se llamaba be- 
neficio de clericatura, buneficium cUricorum^ auí 
cUrgicorum. 

Hemos observado en mas de un lugar cuantos 
tisos antiguos perdidos en otras partes, se encuen- 
tran en Inglaterra, como se encontraron, en la isla 
de Samothracia los antiguos misterios de Orfeo. 
Todavía en el dia subsiste entre los Ingleses este 
beneficio en toda su fuerza por un asesinato co- 
metido sin designio, y por un primer robo que no 
pase de quinientas libras esterlinas. El criminal 
que sabe leer pide el beneficio de clericatura, que 
no se le puede recusar. El juez, que era conside- 
rado por la antigua ley como que él mismo no sa- 
bria leer, se refiere al Qapellan de la prisión, que 
presenta un libro al condenado. En seguida le 
pregunta el juez : ¿ Legit ? y el capellán respon* 
de : Legit ut*clencus. Entonces se contentan con. 
hacer marcar al criminal con un hierro encendido 
en la palma de la mano, que se ha tenido cuidado 
de bañar con gra^a, y humea el hierro haciendo 
algún ruido sin incomodar al paciente que se ha 
reputado como clérigo. 

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CLÉRIGO. 113 



DEL CELIBATO DE LOS CLÉRIGOS. 

Se pregunta si en los primeros siglos de la Igle- 
sia fué permitido el matrimonio á los clérigos, y 
cnando se les ha prohibido. 

Es constante que en la religión judaica lejos de 
empeñarse los clérigos al celibato, e&taban al con- 
trario escitados al matrimonio, no solstmente por 
el ejemplo de sus patriarcas, sino también por la 
vergüenza que era vivir sin posteridad. 

Con todo en los tiempos que precedieron á las 
últimas desgracias de los J Odios, se levantaron 
«sectas de rigoristas, eseniaaos, terapeutas, y hero- 
dianos, entt-e las cudes, unas como los esenianos 
y los terapeutas, los mas devotos no se casaban. 
Ésta continencia era un» imitación de la castidad 
de las vestales establecidas por Numa Pompilio, 
de la hija de Pitfigoras que instituyó un convento, 
de las sacerdotisas de Diana, de la Pitia de Delfos, 
y mas antígasimente de Casandra y de Chrysig, 
sacerdotisas de Apolo, y aun de las .sacerdotisas 
de Baco. 

Los sacerdotes de Cibeles no solamente hacian 
voto de castidad, sino que se hacian eunucos de 
Buedo de quebrantar sus votos. 

Plutarco en su octava cuestión de las convew!»- 

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114 CLÉRIGO. 

oioíies de mesa dice, que hay en Egipto colegios 
de sacerdotes que renuncian al matrimonio. 

,Los primeros cristianos, aunque hacian profe- 
sión de una vida tan pura como la de los esenia- 
nos y d^ los terapeutas, no hicieron una virtud 
del celibato. Ya hemos visto que casi todos los 
apóstoles y los discípulos fueron casados^ San 
Pablo escribe á Tito : ^^ Elije para sacerdote al 
** que no tenga mas que una muger, y que tenga 
" hijos fieles y no acusados de lujuria." 

También dice á Timoteo : " Qjue el vigilante 
'^ sea marido de una sola muger*" 

Parece que hace tanto caso del matrimonio que 
en la misma epístola á Tióioteo dice : '' La mu- 
** ger que haya prevaricado, se salvará teniendo 
f hijos." 

Lo que sucedió en el famoso concilio de Nicea 
respecto de los sacerdotes casados, merece una 
grande atención. Algunos obispos, según refieren 
Sozomeno y Sócrates, propusieron una ley, que pro- 
hibiese á I09 obispos y á los sacerdotes tocar en 
adelante á sus mogeres ; pero san Pafíiucio már- 
tir, obispo.de Tebas en Egipto, se opuso á ello 
fueitemente, diciendo que dormir con su nuger es 
castidad ; y su dictamen fué seguido por el con- 
cilio. 

Suidas. Gelaso, Cesiceno, Casiodoro, y Nicé- 
foro Calisto refieren lo nusiáo precisamente. 

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CLÉRIGO. 116 

El concilio prohibió únicamente á los eclesiás- 
ticos qae tuvieran en sus casas agapetas, asocia- 
dasj ú otras mas que sus mugeres propias, escep- 
tnakido á sus madres, sus hermana, sus tias y laá 
viejas fuera de toda sospecha. < 

Después de esté tiempo fué recomendado el ce-< 
libato sin ser ordenado. San Jerónimo, dedicado 
ala soledad, fué entre todos los padres el que hitio 
los mayores elogios del celibato de los clérigos ; 
con todo toma abiertamente partido por Carterio, 
obispo de España, que se habia casado dos veces. 
"Si yo quisiera nombrar, dice, todos los obispos 
" que han pasado á segundas nupcias, encontraría 
**• mas que los que asistieron ál concilio de Rimini.'^ 

Los ejemplos de clérigos casados y que han vi- 
vido con sus mugeres, son innumerables. Sido- 
nio^ obispo de Clermont en Auvemia en el siglo 
quinto, se casó con Pompilia, hija del emperador 
Avitus ;. y la casa de Polignac ha pretendido des- 
ceader de él. Simplicio, obispo de Burges, tuvo 
dos hijos de su muger Paladía. San Gregorio 
Nazianceno era hijo de otro Gregorio, obispo de 
Naziancio, y de Nonna, con la que tuvo este obispo 
tres hijos, á saber, Cesáreo, Gorgonia y el santo* 

£n el panon Osíus del decreto romano se en- 
cuentra una lista muy larga de obispos hijos de sa- 
cerdotes. £1 pa^A Osio era hijo del «ubdiácon». 
Eatevan ; el papa BoBÍfapio I^ him del saoerf^'^^ 



116 CLÉRIGO. 

Jocondo ; el papa Feliz III fué hijiD del sacerdote 
Feliz, y él mismo fué abuelo de Gregorio el graa- 
de ; Juan II tuvo por padre al sacerdote Proyecto; 
Agapito al sacerdote Gordien ; el papa Silvestre 
al papa Hormidas ; Teodoro I nació del matri- 
monio de Teodoro, patriarca de Jerusalem, 4o que 
debia reconciliar las dos Iglesias. 

En fin después de mas de un concilio tenido 
inútilmente sobre él celibato, qué debia siempre 
acompañar al sacerdocio, el papa Gregorio Vil 
escomulgó á todos los sacerdotes casados» bien 
para hacer mas respetable á la Iglesia por una 
disciplina mas rigorosa, 6 bien para unir mas es- 
trechamente con la corte de Roma i todos los 
obispos y sacerdotes de otros paises que no tuvie- 
ran otra familia mas que la Iglesia. 

Esta ley no se estableció sin grandes contradic- 
ciones. 

Es una cosa digna de observarse que habiendo 
depuesto el concilio de Basle, á lo menos de pala- 
bra, al papa Eugenio IV, y elejido á Amedeo de 
Savoya, y habiendo objetado muchos obispos, que 
este principe había sido casado^ Eneas Silvio, des- 
pués papa bajo el nombre de Fio II, sostuvo la 
elección de Amedeo con estas mismas palabras : 
Non $olum qui vxorem habuit^ sed vxorem hahens 
potest assumú " No solamente' el que ha sido ca-» 
** sadoy sino también d que lo es, puede seriaapa." 

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CUMA. Illf 

Este Pío II era consecuente : léanse sus car- 
tas á su querida en la colección de sus obras. £1 
estaba persuadido á que es una locura querer dcr 
fraudar á la naturaleza, que es nienester guiar, ^ 
no intentar destruirla. 

Sea lo que quiera, después del concilio de 
Trento no se ha disputado mas sobire el celibato 
de los clérigos en la Iglesia católica romana ; so- 
lamente han quedado los deseos. 

Todas las comuniones protestantes se han sepa- 
rado de Roma sobre este articulo. 

En la Iglesia griega que ae estiende en el diá 
desde las fronteras de la China hasta el cabo de 
Matapan, se casan los sacerdotes una vez. Por 
todas partes varían los usos, y la disciplina cam- 
bia según los tiempos y ségun los lugares. Noso- 
tros no hacemos aquí mas que referir, y jam!^ nod 
mezclamos en materias de controversia. 



CLIMA. 



El clima influye sobre la religión en materia de 
ceremonias y de usos. Un legislador no habría 
tenido dificultad en hacer bañar á los Indios en el 
Ganges -en ciertos tiempos^e la luna ; porque es 
un gran placer para ellos : pero se le habría ape- 

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118 CLIMA. 

dreado si hubiera propuesto el mismo baño á los 
habitantes de las orillas del Duina hacia Arcángel. 
Si se prohibe él cerdo á un Árabe, que tendría la 
lepra si comiese de esta carne, muj mala y muy 
desagradable en su pais, lo obedecer! con alegría ; 
pero si hacemos la misnia prohibición á un Wes- 
íaliano, tal vez nos dará de palos. 

La abstinencia del yino es un buen precepto de 
religión en la Arabia, donde son necesarias para la 
salud las aguas de limón y de naranja. Mahoma 
no habría prohibido el vino en Suiza, principal- 
mente antes de ir á un combate. 

Hay usos de pura fantasía. ¿ Porqué imagina- 
ron los sacerdotes egipcios la circumcision ? Esto 
tíO sirve para la salud : porque Cambises, que los 
trató como mere«:ian á ellos y á su buey Apis, los 
cortesanos y los solados de Cambises no se hacian 
cortar los prepucios y estaban buenos^ La razón 
del cliiña no tiene nada que^ver con las partes geni- 
tales de un sacerdote ; y estos ofrecian su prepu- 
cio á Isis, probablemente como se le presentaron 
por todas partes las primicias de los frutos de la 
tierra : esto era ofrecer las primicias del fruto de 
la vida. 

Las religiones han rodado siempre sobre dos 
ejes ; observancia y creencia : la observancia de* 
pende en gran parte c|^l clima, pero la creencia 
no depende en nada de éh De la misma manera 

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CLIMA. lid 

«e hará recibir un dogma bsyo el ecuador, qve 
bajo el circulo polar. £d seguida será igual* 
méate desechado en Batavia y en las Oreadas.; 
Ínterin que será sostenido unguibus et rostro en 
Salamanca. Esto no depende del suelo y de la 
atmósfera; sino únicamente de la opinión, que 
es la reina inconstante del mundo. 

Ciertas libaciones de vino serán de precepto en 
un pais de viñedos, y no se le ocurrirá á un legis- 
lador instituir en Noruega misterios que no pue* 
dan hacerse sin vino. 

Se mandará «spresamente quemar incienso en el 
compás de un templo, donde se degüellen bestias 
en honor de la divinidad y para la comida áp los 
sacerdotes^ porque este matadero, llamado tem- 
plo^ seria un lugar de infección abominable, si no 
se le puriñcase continuamente : y sin el socorro 
de* los aromas, la roligion áe los antiguos habría 
traído inñiliblemente la peste. También se ador- 
naba el interior de los templos con guirnaldas de 
flores para hacer el aire mas suabe. 

£n los paises abrasadores de las Indias no se sar 
criñcarán vacas ; porque este animal, que nos su- 
ministra una leche necesaria, es muy raro en una 
campiña árída^ y su carne es seca y correosa, y 
muy poco nutritiva, y porque los bracmanes come- 
rían muy mal. Al contrario la vaca llegará á ser 
sagrada en rason de su escasean y de sü utilidad. 

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JjtO CLIMA. 

Se entraré dezcalzo en el templo de Júpiiei^ 
Ammon, donde el calor es escesivo ; y será ne- 
cesario estar bien calzado para hacer sus devo- 
ciones en Copenha^e. 

No sucede lo ix^smo resptecto del dogma. En 
todos los climas se ha creído en el politeísmo } y 
tan cómodo es á un Tártaro de la Crimea, como á 
0a habitante de la Meca conocer á un Dios úhico^ 
incomunicable, no engedrado y no enngedrador 
Una religión se estiende desde un clima á otro mas 
bien por el dogma que por los. ritos : el dogma de 
la unidad de Dios paso bien pronto de Medina al 
monte Caucaso ; y entonces el clima cede á ia 
opinión» 

Los Árabes dijeron á los Turcos : " Nosotros 
^ nos ^ hacemos circumcidar en Arabia sin saber 
^' bien porqué : era una antigua moda de los sa- 
^* cerdotes.de Egipto, que ofrecían á Osirís una 
" pequeña parte de lo mas precioso que tenían ; 
*' y nosotros habíamos adoptado esta costumbre 
" tres mil años antes de ser mahometanos, Voso- 
" tros seréis circumcidados como nosotros, y como 
** nosotros estaréis obligados á dormir con una de 
♦* vuestras naugeres todos los vierties, y á dar por 
" año dos y medio por ciento de vuestras rentas á 
" los probres. Nosotros qp bebemos mas que 
« agua y sorbetes, y nos está prohibido todo licor 
<* ^ue embriaga, porque son perniciosos en Ara- 

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CLIMA. 121 

^^ bia. Vosotros abrazaréis este régimen, aunque 
^' amáis el Tino con pasión, y aunque también oñ 
*'sea frecu^temente necesario en las orillas del 
^' Phase y del Araxe. En fin, si queréis ir al cíe* 
*^ lo y estar allí bien acomodados, es menester qua 
" hagáis el camino de la Meca." ^ 

Los habitantes del norte del Caucaso se sometié* 
ron á estas Jeyes, y abrazaron una reli^on que 
. no. se habia hecho para ellos. 

£n Egipto el culto emblemático de los animalea 
sucedió á los dogmas de Thaud. Los dioses de 
los Romanos protejieron en seguida al Egipto con 
los perros, los gatos y lo cocodrilos. A la religipn 
romana sucedió el cristianismo ; que fué entera- 
mente desterrado por el mahometismo^ que tal vez 
cederá su lugar á una nueva religión. 

En todas estas vicisitudes no ha entrado el cli« 
ma por nada ; el gobierno lo ha hecho todo. No- 
sotros no consideramos aqui mas que las segundas 
ciiusas, sin levantar los ojos profanos hacia la Pro- 
videncia que las dinje. La religión cristiana, na- 
cida en Siria, recibió sus principales aumentos en 
AÍejandrísí, y habita en el dia los paiseai donde eran 
adorados Teutates, Irminsul, Frida y Odin. 

Hay pueblos, cuya religión no la han hecho ni 
el clima, ni el gobierno. ¿ Qjué causa ha separa- 
do de la comunión romana al norte de Alemania, fi 
la Dinamarca, á las tres cuartas partes de 1» Suí* 



ta V CONCIENCIA. 

! 

;sa, á la Holanda, á la Inglaterra, fi la Escoleta, á la 
Irlanda ? • • • «La pobreza. Se vendían demasiado 
caras las indulgencias j costaba mucho librarse del 
pui^torio k unas almas, cayo» cuerpos tenían en- 
tonces muy poco dinero. Los prelados y los 
frailes se tragaban todo el producto de.nna pro* 
▼íncia ; y se buscó una religión mas barata. En 
fin, después de veinte guerras civiles, se ha creído 
que la religión del papa era^nuy buena para los 
grandes señores^ y la reforma para los ciudada- 
nos. El tiempo dirá quien debe vencer, hacia el 
mar Egeo y hacia el Ponto Euxino, si la religión 
griega, 6 la religión turca. 



CONCIENCIA. 

Sección I. 

De la conciencia j>%l bien y del mal. 

Locke ha demostrado (si es permitido servirse 
de esta espresíon en moral y en metálica) que 
no tenemos ni ideas innatas, ni principios innatos ; 
y se ha visto obligado á demostralo muy estensa- 
mente, porque entonces era universal este error. 

De aquí de sigue evidentemente que nosotros 
tenemos la mayor necesidad de que se nos metan 

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CX)NCIENCIA. 1«3 

«n la cabeza baenas ideas y buenos principios, 
^esde que podemos hacer uso de la facultad del 
entendimiento. 

Locke trae el ejemplo de los salvagesique ma» 
tan y que se comen á su prójimo sin el menor 
remordimiento de conciencia ; y de los soldados 
cristianos, bien educados que en una ciudad to^ 
mada por asalto roban, deguellan,estupran, no so- 
lamente sin remordimientos, sino con un placer 
indecible, con honor y con gloria y con los aplau* 
sos de todos sus camaradas. 

£s segurísimo que en la carnicería del san. Bar- 
tolomé y en los autos de fé, en los santos actos de 
la inquisición, ninguna conciencia de asesino se re- 
convino jamas de haber matado hombres, mugeres 
y niños, y de haber hecho gritar* desmayar y mo- 
rír en los tormentos á los desgraciados que no te- 
nian otros crímenes mas que hacer la pascua de 
una manera diferente de los inquisidores. 

Resulta de todo esto que no tenemos otra con- 
ciencia mas que la que se nos ha inspirado con el 
tiempo, con el ejemplo, por nuestro temperamento 
y por nuestras reflexiones* 

£1 hombre no ha nacido con ningún principio ; 
pero si con la facultad de recibirlos todos; Sa 
temperamento lo hará mas inclinado á la crueldad 
ó á la dulzura ; y su entendimiento le hará com- 
prender algún dia que el cuadrado de doce es cieti- 

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124 CONCIENCIA. 

to cuarenta y cuatro, y que es menester no ha- 
cer á los demás lo que no se quiere para si mismo ; 
pero no comprenderá por sí solo estas verdades 
en su infancia : no entenderá la primera y no sen- 
tirá la segunda. 

Un niño salvage que tenga hambre, y al que le 
dé su padre un pedazo de otro salvage, se lo co- 
merá, y pedirá otro al dia siguiente, sin pensar en 
que es necesario no tratar al prójimo como no se 
quiere que nos traten á nosotros : y hace maqui- 
nal é invenciblemente todo lo contrario de lo que 
ensena esta eterna verdad. 

La naturaleza ha provisto á este horror, dando 
al hombre la disposición á compadecerse, y el 
poder de comprender la verdad. Estos dos pre- 
sentes de Dios son el fundamento de la sociedad 
civil ; y la causa de que haya habido siempre po- 
cos antropófagos ; y los que hacen la vida un poco 
tolerable en las naciones civilizadas. Los padres 
y las madres dan á sus hijos una educación que 
pronto los hace sociables ; y esta educación les da 
una conciencia. 

Una religión pura y una buena moral, inspira- 
das desde muy temprano, disponen de tal manera 
á la naturaleza humana, que desde la edad de sie- 
te años hasta la de diez y seis ó diez y siete, no 
fie comete una mala acción sin que lo arguya la 
conciencia. Después vienen las pasiones violen- 

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CONCIENCIA. 145 

tas que combaten á la conciencia, y que la aho>> 
gan algunas veces. Purante este conflicto, los 
hombres atormentados por esta borrasca consultan 
en algunas ocasiones á otros hombres, como en 
sus enfermedades consultan álos que tienen el as- 
pecto de una buena salud. 

Esto es lo que ha producido los casuistas, 6 Ia9 
¿entes que deciden sobre los casos de concien- 
cia. Uno de los mas sabios casuistas es Cicerón 
ensu libro de los Oficios, que quiere decir, de los 
deberes drf hombre : El examina los puntos mas 
delicados ; pero mucho tiempo antes que él habia 
arreglado Zoroastro las conciencias por el mas 
hermoso de todos los preceptos : " En la duda de • 
♦* si una acción es buena 6 mala abstente." Puer^ 
ia XXX. 



' ' Sección II. ' 

Si ük juez debe juzgjoi según su conciencia é 

SEGVN LAS PRUEBAS» 

Tomas de Aquino, tú eres un gran santo> un gran 
teólogo, y no hay dominicano que te venere tanto 
como yo ; pero tú has decidido en tu summa, que 
un juez debe dar su voto según las alegacioncsy las 

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126 CONCIENCIA. 

supuestas pruebas contfa un acusado, cuya ino- 
cencia le es conocida. Tú pretendes que las de* 
posiciones de los testigos, que no pueden dejar de 
ser falsas, y las pruebas resultantes del proceso 
que son impertinentes, deben ser superiores al tes- 
timonio de los propios ojos. El juez que ha vis- 
to cometer el crimen á otro distinto del acusado, 
según tu opinión, debe condenar á este acusado, 
cuando sabe en conciencia que es inocente. 

Luego será necesario que si el mismo juez ha 
cometido el crimen en cuestión, le obligue su con- 
ciencia á condenar á un hombre falsamente acusa- 
ndo de este mismo crimen. 

En su consecuencia, Santo mió, yo creo que te 
has engañado de la manera mQS absurda y mas 
horrible ; y es lástima que poseyendo tan bien el 
derecho conónico, hayas conocido tan poco el de- 
recho natural. El primer deber de un ma istra- 
do es el ser justo, deber muy superior al de ser 
formulista : y si en virtud de las pruebas, que 
nunca son mas que probabilidades, yo condenase 
á un hombre, cuya inocencia me fuera conocida, 
me creería un necio y un asesino. 

Felizmente todos los tribunales del universo 
piensan de otra manera ; y no sé si Farináceo y Ori- 
llando son de esta opinión ; pero se^ de esto lo 
que quiera, santo mió, si alguna vez encuentras á 
Cicerón, Ulpiano, Tribonianó, Damoalij)> al caficr- 

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CONCIENCIA. 127 

ller del Hospital, 6 al canciller de Aguesseau^ 
pídeles perdón del error en que has caido,< 



Sección III. 
De la conciencia engaSosa. 

Lo mejor que se ha dicho sobre esta cuestlott 
importante se encuentra tal vez en el libro cómi- 
co de Tristan Shandy, escrito por un gura llama-* 
do Stem, el segundo Rabelais de Inglaterra : este 
libro se parece á los pequeñas sátiros dé la anti- 
güedad que encerraban esencias preciosas. 

Dos antiguos capitanes á medio sueldo, asisti- 
dos del doctor Slop, hacen las mas ridiculas pre- 
guntas, en las que no son perdonados los teólogos 
de Francia» Se insiste particularmente sobre un^ 
memoria presentada é. la sorbona por un comadrón 
que pide el permiso de bautizar los niños en el 
rientre de sus madres, por medio de una cánula 
que introducirá él mismo con mucha limpieza en 
el útero sin herir ni ala madre ni al hijo. 

En fin los dos capitanes hacen qiie un caporal 
les lea un sermón antiguo sobre la conciencia, que 
compuso este mismo cura Stern. 

Entre muchas pinturas, superiorcj^ ¡^ las de 



128 CONCIENCIA. 

Rembranty y al lápiz de Calot, hay una de Oü hon^ 
rado hombre del mundo» que pasa sus dias en lo^ 
placeres de la mesa, del juego y del libertinage, 
que no hace nada que le pueda vituperar la bue- 
na sociedad, y por consiguiente, que no se vitu- 
pera nada á si mismo. Su conciencia y su honor 
lo acompañan á los espectáculos, al juego, y prin- 
cipalmente cuando paga con liberalidad i las mo- 
zas que entretiene. Cuando está empleado casti- 
ga con rigor los pequeños robos del pueblo : vive 
alegremente y muere sin remordimientos. 

£1 doctor Slop interrumpe al lector para decir 
que esto es imposible en la Iglesia anglicana, y 
que no puede suceder, sino entre papistas. 

En fin el cura Stem cita el ejemplo de David, 
que según él,en tanto tiene una conciencia delicada 
é ilustrada, y en tanto una conciencia muy dura y 
tenebrosa. 

Cuando pudo matar á su rey en una caverna, se 
contento con cortarle un pedazo de su tánica ; y 
he aquí una conciencia delicada. Pero cuando 
pasó un año entero sin tener el menor remordi- 
miento de su adulterio con Betsabé, ni del asesi- 
nato de Urias, es la misma conciencia empeder- 
nida y pribada de luces. 

Así son, dice el sermón, la mayor parte de los 
hombres. Confesamos á este cura que los gran- 
des del mondo están muy frecuentemente en cite 

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a 



CONCILIOS. 129 

caso : el torrente de los placeres y de los nego- 
cios los arrastra, y no tienen tiempo de tener con- 
ciencia : esta es buena para el pueblo, y con todo 
casi DO la tiene cuando se trata de ganar dinero. 
Es pues muy bueno despertar frecuentemente la 
conciencia á los sastres y á los reyes por una mo- 
ral que pueda hacer impresión sobre ellos ; pero 
para hacer esta impresión es menester hablar me- 
jor que se habla en el dia. Véase Libertad 4p 
conciencia. 



CONCILIOS. 

Asamblea, consejo de Estado, parlamento, y esr 
tados generales eran otras veces la misma cosa pa- 
ra nosotros. En nuestros primeros siglos no se 
escribía ni en celta, ni en alemán, ni en español ; 
y lo poco que se escribía estaba concebido en len- 
gua latina por algunos clérigos, que llamaron con- 
cilium á toda asamblea de cualquier clase que fue- 
se ; y de aquí viene que en los siglos diez y seis, 
diez y siete y diez y ocho se encuentran tantos 
concilios que precisamente fueron no mas que 
consejos de Estado. 

Todos los concilios son infalibles sin duda ; y e^ 
imposible que jamas reinen en estas asamblea^ 

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130 CONCILIOS. 

las pasiones» las intrigas, el espirito de cHspata, 
los odios, los celos, la preocnpacion, ni la ignoran- 
cía. 

Pero tal vez se dirá : ¿ Porqoé ha habido tantos 
concilios opuestos los anos á los oti^ ? Pa- 
ra ejercitar nuestra íé : todos han tenido razón, 
cada ano en su tiempo. 

£n el dia no creen los católicos romanos mas 
qae los concilios que el Vaticano ha aprobado ; y 
los católicos griegos no mas qae los aprobados en 
Constantinopla. Los protestantes se barlan de los 
"anos y de los otros ; y asi todo el mondo debe es- 
tar contento. 

Nosotros no hablaremos aqoi sino de los gran- 
des concilios ; los peqoeños no merecen la pena. 

£1 primero es el de Nicea : íbé reunido en 325 
de la era yolgar, después qoe Constantino hábia 
escrito so bella carta al clero un poco terco de 
Alejandria, de qoe hemos hablado en el articolo 
Arrianismo. Se trataba de saber, si Jesús era 
creado 6 increado ; lo qoe en nada tiene que ver 
con la moral, que es lo esencial. Qjue Jesús haya 
sido hecho en el tiempo, 6 exista antes del tiempo, 
no por eso se ha de ser menos hombre de bien. 
Después de mochos altercados, se decidió al fin, 
que el Hijo era tan antiguo como el Padre, y con- 
9u$iancial con el Padre. Esta decisión casi no se 
'-**^'*nde ; pero no por esto es menos sublime. 

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CONCILIOS. 131 

Diez y siete obispos protestaron contra ella, j 
una antigua crónica de Alejandría, que se conser- 
va en Oxford, dice que también protestaron dos 
mil sacerdotes; pero los prelados no hacen gran- 
de caso de los simples sacerdotes, que por lo co- 
mún 8on gentes pobres. Sea como quiera, lo 
cierto es que en este concilio no se trató absoluta- 
mente de la Trinidad. La fórmula dice : ** Nos 
^^ creemos á Jesns consustancial al Padre, Dios de 
** Dios, luz de luz, engendrado y no hecho; taní^ 
*^ bien creemos en el Espíritu Santo." Es me- 
nester confesar que el Espíritu Santo fué tra,tado 
con pocos respetos* 

En el suplemento del concilio de Nicea se refie- 
re, que hallándose muy embarazados los PP. p»- 
ra saber cuales eran los libros cryphesy ó Apócri- 
fos def antíguo y del nuevo Testamento, los pu- 
sieron todos mezclados sobre un altar, y los apó- 
crifos se calieron por tierra. Es lástima que Be 
haya perdido esta hermosa receta. 

Después del primer concilio de Nicea, com- 
puesto de trescientos diez y siete obispos in&li- 
bles, hubo otro en Kimini ; esta vez llegó el nú- 
mero de infalibles, á cuatro cientos, sin contar un 
grueso destacamento de Seleuciii de cerca de dos 
cientos. Estos seiscientos obispos, después de 
cuatro meses de disputas, quitaron unánimemente 
á Jesús su C(m9tt9tancuilidad : pero se le ha de- 

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132 CONCILIOS. 

> 

vuelto después, escepto eatre los socínianos. Asi 
toda Ya bien. 

Uno de los grandes concilios es el de Eíéso en 
431 ; en el que fué condenado cotíio herege el 
obispo de Constantinopla Nestorio, gran persegui- 
dor de here^s ; por haber sostenido que aunque 
Jesús era verdaderamente Dios, su madre no era 
absolutamente madre Dios, sino madre de Jesús. 
San Cirilo hizo condenar á Nestorio ; pero tam- 
bién los partidarios de este hicieron deponer á san 
Cirilo en el mismo concilio ; lo que hace dudar 
mucho de la asistencia del Espíritu Santo. 

Observa aquí, lector, muy cuidadosamente, que 
jamas ha dicho el Evangelio una palabra ni de la 
consustancialidad del Verbo, ni del honor de Ma- 
ría en ser madre de Dios, ni tampoco de otras dis- 
putas por las que se han reunido los concilios in- 
falibles. 

Eutiches era un fraile, que habia gritddo mu- 
cho contra Nestorio, cuya heregia no trataba nada 
menos que de suponer dos personas en Jesús, lo 
que es una cosa monstruosa : este fraile para con- 
tradecir mejor á su adversario, aseguro que Jesús 
no tenia mas que una naturaleza. Un tal Flavia- 
no, obispo de Constantinopla,. sostuvo, que era ab- 
solutamente indispensable que hubiese dos natura- 
lezas en Jesiis. » Se reunió un concilio numeroso 
eñ Efeso en 449 ; en el que se disputó á garrota- 

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CONCILIOS. 133 

SEOS» cofsao en el concilio de Cirthe de 355, y en 
cierto sínodo de Cartago. La naturaleza de Fla- 
yiano fué molida á palos ; pero se le asignaron á 
Jesús dos naturalezas ; que después redujo á una 
el concilio de Calcedonia tenido en 451. 

Dejemos los concilios tenidos por bagatelas, y 
vengamos al sesto concilio general de-Constanti- 
Bopla, reunido para saber precisamente, si Jesús, 
que después de haber tenido no mas que una natu- 
raleza por algún timpo tenia entonces dos, tenia 
también dos voluntades. Se conoce cuan impor- 
tante es esto para agradar á Dios. 

Este concilio fué convocado por Constantino el 
barbudo» como todos los demás lo hablan sido por 
los emperadores precedentes : los legados del 
obispo .de Roma tuvieron la izquierda, y los pa-> 
triarcas de Constantinopla y d^ Antioquia la de- 
recha. Ño sé si los caudatarios de Roma preten- 
derán que la izquie|*da es el lugar de preferencia ; 
pero sea de esto lo que quiera, en esta ocasión 
se asignaron dos voluntades á Jesús. 

La ley mosaica habia prohibido las imágenes y 
de forma que los pintores y escultores no habian 
hecbo fortuna entre los Judies. No se sabe que 
Je§>»s baya tenido pinturas, escepto tal vez el re- 
trato de Maiia que hizo san Luca^ : pero al fin 
Jesa Cristo no recomienda en ninguna parte la 
adorapion de las imágenes. Coa todo los cristia-^ 

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134 CONCILIOS, 

nos las adoraban hacia el fin del siglo cparto^ cuan? 
do se habian familiarizado con las nobles surtes ; 
y en el siglo octavo llegó á tanto el abuso, que 
Constantino Copronimo reunió un concilio ^n Cons- 
tantinopla de trescientos y veinte obispos, que 
anatematizó el culto de las imígenes tratándolo de 
idolatría. 

La emperatriz Irene, la misma que después hi- 
zo saltar los ojos á su* hijo, convocó e,l segundo 
concilio de Nicea en 787, que restableció la adora- 
ción de las imágenes. En el dia se quiere justifi- 
car este concilio, diciendo que esta adoración eá 
un culto de dulía y no de latría. 

Pero sea de dulla ó de latría, Carlomagno reu- 
nió otro concilio en Francfort en 794, que trató 
de idólatra al segunda de Nicea. £1 papa Adria- 
no IV envió dos legados á él, pero no lio convocó. 

El primer concilio general convocado por un 
papa, fué el primero de Letran en 1 139, al que 
asistieron cerca de mil obispos ; pero no se hizo 
en él casi nada ; sino anatematizar á los que de- 
cían que la Iglesia era demasiado rica. 

Otro concilio hubo en Letran en 1 J79, presidi- 
do por el papa Alejandro III ; en el que tomaron 
los cardenales por primera vez la primaeia sobre 
los obispos, y en ^1 que no se trató; sino de disoi- 
plina. 

Otro concilio general de Letraa en 1215. El 

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CONCILIOS. 135 

papa Inocencio III despojó en él al conde de To« 
losa dé todos sus bienes en virtud de una escomu- 
nion. Este es el primer concilio que há hablado 
de transustanciacion. 

En 1245 hubo otro concilio general en León, 
entonces ciudad imperial ; en el que el papa Inor- 
cencio IV escomulgo al emperador Federico II, y 
por consiguiente lo depuso, y le interdijo el fuego 
y el agua : en este concilio se concedió á los car- 
demales un sombrero rojo, para recordarles que 
era necesario bañarse en la sangre de los partida- 
xios del Emperador. Este concilio fué la causa der 
Ik destrucción de la casa de Suabia, y de trien ta 
años de anarquia en la Italia y en el imperio de 
Alemania. 

En 1311 hubo el concilio general de Viena en el 
Delfinado, donde se abolió él orden de tos templa- 
tíos, cuyos principales miembros habian sido con- 
denados á los suplicios mas horrorosos, por las 
acusaciones menos probadas. 

En 1414 hubo el concilio de Constanza, en el 
que se contentaron con deponer al papa Jua& 
XXIII, convencido de mil crímenes ; y en el que 
se quemó á Juan Hus y á Jerónimo de Praga, por 
haber sido obstinados, considerando que la obsti^ 
nsKcion es un crimen mucho mayor que el asesina- 
to, el rapto, la simonía y la sodomía. 

En 1430 lué el concilio. general de Basle, que 

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136 CONFESIÓN. 

no se reconoció en Roma, porque se depuso en el 
al papa Eugenio IV, que no se dejo deponer. 

Los Romanos cuentan entre los concilios gene- 
rales al quinto de Letran en 1512, convocado con- 
tra Luis XII, rey de Francia, y el papa Julio II ; 
pero habiendo muerto este papa guerrero, se des- 
hizo el concilio como el humo. 

En fin tenemos el concilio general de Trente, 
que no está recibido en Francia c^on relacibti á la 
disciplina ; pero el dogma es incOñtestatíle : por- 
que según lo que dice Fray Pabio Sarpi, tH Espí- 
ritu Santo iba todos los dias desde Roma á Trento 
en la balija del correo ; pero Fray Pablo Sttrpi 
olia á heregla. 



CONFESIÓN. 

El arrepentimiento de las faltas puede solamente 
suplir á la inocencia ; y para manifestar este ar- 
repentimiento es menester principiar confesándo- 
las. La confesión es pues casi tan antigua como 
la sociedad civil. 

Se confesaba en todos los misterios de Egipto, 
de Grecia y de Samotracia. En la vida de Marco 
Aurelio se dice, que cuando se dignó asociarse á 
los misterios de Eieusisn^ se confesó al gerofante, 

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CONFESIÓN. 137 

aplique fué el hombre que menos necesitó la con'* 
fesion en el mundo. 

Esta ceremonia podía ser muy saludable y tam- 
bién muy peligrosa^ que es la suerte do todas las 
instituciones humanas* £s conocida la respuesta 
ele aquel espartano, que un gerofante quería con* 
Vencer á que se confesase. ¿A quien debo con* 
fesar mis culpas, á Dios 6 á ti ? A Dios, le dijo el 
sacerdote — Pues retírate, hombre. 

Ks difícil determinar en qué tiemporse estableció 
esta práctica entre los /Judíos, que tomaron mu- 
chos rítos de i^us vecinos. £1 Míshna, que es la 
colección de las leyes judias, dice, que frecuente- 
mente se confesaba poniendo la mano sobre un 
l)ecerro perteneciente al sacerdote ; lo que se 
llamaba la confesión de los becerros. 

£d el mismo Míshna se dice, que todo acusado 
que habia sido condenado á muerte, se iba á con- 
fesar delante de testigos en un lugar separado, al- 
gunos momentos antes de sufrir el suplicio : que si 
se conocía culpable debía decir : *^Q,úé mi muer- 
te espíe todos mis pecados ;*' y si sé reconocía 
inocente, pronunciaba : ^* Qué mi muerte espíe 
" todos los pecados, escepto el que se me acusa." 

£1 dia de la ñesta, que se llamaba entre los Ju- 
díos la espiacion solemne, los mas devotos se con- 
fesaban unos á otros especiñcando los pecados. 

El confesor rezaba tres veces trece palabras del 

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1-38 CONFESIÓN, 

salmo 77, lo. que compone treinta y nneré ; y 
mientras este tiempo daba treinta y nueve azota- 
zos al confesado, el cual se los devolvia en segui- 
da ; y después se iban ambos en paz. Se dice 
que esta ceremonia subsiste todavia. 

Todo el mundo corria á confesarse con san 
Juan por la reputación de su santidad, como iban 
también á que los bautizara con el bautismo de jus- 
ticia, según el antiguo uso ; pero no se dice que 
san Juan daba treinta y ^ueve azotazos i sus pe- 
nitentes. ' 

La confesión no era entonces un sacramento, 
por muscbisimas razones* : la primera porque la 
palal3ra sacramento era entonces desconocida ; y 
esta razón nos dispensa de decir las demás. Los 
cristianos tomaron la confesión en los ritos judios, 
y no en los misterios de Isis y de Ceres. Los 
judios se confesaban con sus camaradas y los cris- 
tianos lomismo : después pareció mas conveniente 
reservar el derecho á los sacerdotes. Ningún 
rito, ni ninguna ceremonia se lian establecido, si- 
no con el tiempo ; y casi era imposible que no 
quedase algiin vestigio del antiguo uso de confe- 
sarse los legos unos con otros ; sobre lo que ha- 
blaremos en párrafo separado. 

En tiempo de Constantino se confesaban en pú- 
blico las faltas publicas. 

En el siglo quinto después del^isma de Dona- 

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CONPESÍON. 139 

to y de Donaciano se establecieron los penitenéia-* 
ríos para absolver á los que habían caído en la 
idoldtria. Esta confesión con los sacerdotes peni- 
tenciarios fué abolida bajo el emperador Teodo- 
sio. Habiéndose confesado en alta voz una mu- 
ger con el penitenciario de Constantinopla de ha- 
ber dormido con el diácono, causó esta indiscre- 
eiott tanto escándalo y tanto alvoroto en toda la^ 
ciudad (1), que Nectario permitid á todos los fíe- 
les arrimarse á la santa mesa sin confesión ; escu- 
char solamente á su conciencia para comulgar. 
Por esta razón san Juan Crisóstomo, que sucedió 
á Nectario, dice al pueblo en su quinta homilía : 
*• Confesaos continuamente á Dios ; yo no os 
'* presento sobre un teatro con vuestros compañe- 
"ros de servicio para descubrirles vuestras fal- 
" tas. Manifestad á Dios vuestras heridas y pe- 
** didle el remedio ; confesad vuestros pecados al 
*' que no los echa en cara delante de los hombres. 
*' En vano los ocultaréis al que cohoce todas las 
" cosas, &c. 

Se pretende qué la confesión auricular no prin- 
cipió en el Occidente hasta el siglo séptimo, y que 
fué instituida por los abades, que exijieron que 



(^^ En efecto, ¿cómo hubiera causado un escándalo esta 
indiscreción, si hubiera sido secreta ? 

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140 CONFESIÓN. 

sus monjes viniesen^ «los veces al ano á confesar* 
les todas 8us faltds. Estos abades inventaron la 
formula siguiente : ''Yo t'^. absuelro^en tanto que 
'< puedo y que tu tienas necesidail." Parece que 
hubiera sido mas respetuoso para el Ser supremo, 
y mas justo, decir : '* ¡ Pueda Dios perdonar tus 
faltas y las mias !" 

£1 bien que ha causado la confesión es haber 
obtenido algunas restituciones de robos pequeños ; 
y el mal es haber obligado algunas veces en lo» 
trastornos de los Estados á que los penitentes sean 
rebeldes y sanguinarios en conciencia. Los sa^ 
cerdotes Guelfos negaban la absolución á los Gi- 
belinos^ y los sacerdotes Gibelinos se guardaban 
muy bien de absolver á los Guelfos. 

El consejero de Estado Lenet refiere en sus 
memorias, que todo lo que pudo conseguir en Bor- 
goDa para hacer sublevar los pueblos en favor del 
príncipe de Conde detenido en Vicennes por Ma- 
zarin, fué ccfiar los sacerdotes en los confesonarioi : 
esto es hablar de ellos como perros rabiosos, que 
podían inspirarla rabia de la guerra civil en el se* 
creto de la confesión^ 

En el sitio de Barcelona rpusaron 16s frailes la 
nbsolucion á todos los que permanecian fieles é 
Felipe V. 

En la última revolución de Genova se advertía 
á todas las conciencias que no habia salvación pa- 

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CONFESIÓN. 141 

ra los que no tomaban las armas contra los Aus- 
tríacos. 

En todos tiempos se ha convertido en veneno 
este remedio saludable. Los asesinos de los Sfor- 
asas, de los Medicis, de los principes de Orange y 
de los reyes de Francia se prepararon á estos par- 
ricidios con el sacramento de la confesión. 

Luis XI y la Brínvilliers se confesaban luego 
que habian cometido un gran crimen, y se confe- 
saban muy frecuentemente, como los glotones to- 
man purgantes para tener mas apetito. 



Dfi: LA RevELAcioír be la Confesióit. 

Jaurígni y Baltasar Gerard asesinos del princi- 
pe de Orange Guillermo 1 ; el dominicano Santia- 
go Clemente ; Juan Chatel, el fuldense Ravaillac, 
y todos los demás parricidas de estos tiempos se 
confesaron antes de cometer sus crímenes. En 
estos siglos deplorables habia llegado el fanatismo 
á tal exceso, que la confesión era un empeño de 
mas para consumar su maldad, que llegaba á ser 
sagrada por la razón de que la confesión es un sa- 
cramento. 

Estrdda dice, que *' Jaurigni no se atrevió áem 
'* prender esta acción sin haber fortificado con el 

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142 CONFESÍOK. 

^' pan celestial su alma porgada por la confesión á 
••'los pies de un dominicano." 

En el interrogatorio de RavaillaC, se ve que sa- 
liendo este desgraciado de los fuldenses y que- 
riendo entrar en los jesuítas, se habia dirljido 
al jesuíta Aubigni, y que después de haberle ha- 
blado de muchas apariciones que habia tenido, en- 
señó á este jesuíta un cuchillo en cuya hoja esta- 
ban grab&dos un corazón y una cruz, y que le di- 
jo estas palabras : ** Este corazón indica que el 
^' corazón del Rey debe ser inclinado á hacer la 
'* guerra á los calvinistas." 

Puede ser que si este Aubigni hubiera tenido 
bastante celo y prudencia para instruir al Rey de 
estas palabras, si hubiera pintado al hombre que 
las habia proferido, tal vez no hubiera sido asesi- 
nado el mejor de los reyes. 

El 20 de agosto del año 1610, tres meses des- 
pués de la muerte de Henrique IV, cuyas heridas 
sangraban todavía en el corazón de todos los Fran- 
ceses, el abogado general Servio, cuya memoria 
es todavía ilustre, pidió que se hiciesen firmar á 
los jesuítas los cuatro artículos siguientes. 

r. Que el concilio es superior al papa ; 

2". Qjue el papa no puede privar al rey de nin- 
guno de su derechos por escomunion ; 

3^ QjLie los eclesiásticos están enteramente so* 
metidos al rey, como los demás : 

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CONFESIÓN. 143 

4f^. Qjiie un sacerdote que sepa por la confesioa 
una conspiración contra el rey y el Estada, debe 
revelarla á los tribunales. 

El parlamento dio un decreto en 22 por el que 
prohibía á los jesuitas enseñar á la juventud an- 
tes de haber firmado estos cuatro artículos ; pero 
la corte de Roma era entonces tan poderosa y la 
de Francia tan débil, que fué inútil este decreto. 

Merece observarse con atención que esta mis- 
ma corte de Roma, que no quiso que se revelase 
la confesión ^cuando se trataba de la vida de los 
soberanos, obligó á los confesores á denunciar á la 
inquisición á los que acusaban sus penitentas de 
haberlas seducido en el confesonario y de haber 
abusado, de ellas. Paulo IV, Pió IV, Clemente 
VIII, y Gregorio XV mandaron estas revelacio- 
nes. La constitución de Gregorio XV es de 30 
de agosto de 1622. Véanse las memorias ecle- 
siásticas del jesuita Avrigui. 

Esta asechanza fué muy embarazosa para los 
confesores y para los penitentes : esto era hacer 
del sacramento un archivo de delaciones y aun 
de sacrilegios también ; porque por los antiguos 
cánones, principalmente por el concilio deLetran, 
celebrado bajo Inocencio III, todo sacerdote que 
revelase la confesión, de cualquier naturaleza que 
fuera, debía ser entredicho y condenado auna 
prjsipn perpetua, 

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144 CONFESIÓN. 

Mas es todavía peor : Ya hemos riato cuatro 
papas que mandaron la revelación de un pecado 
de impureza, y que no permitieron la de un par- 
ricidio. Una muger confiesa, ó supone en el sa- 
cramento delante de un carmelita, que la ha sedu- 
cido un franciscano : el carmelita debe denunciar al 
franciscano. Un asesino fanático, que cree servir á 
Dios matando á su principe, viene á consultar su 
confesor sobre este caso de conciencia ; y el con- 
fesor es sacrilego si salva la. vida á su soberano. 

Esta contradicción absurda y horrible es una 
consecuencia desgraciada de la oposición continua 
que reina hace tantos siglos entre las leyes ecle- 
siásticas y las civiles. El ciudadano se encuentra 
en cien ocasiones entre el sacrilegio y el crimen 
de alta trahicion ; y las reglas del bien y del mal 
están sepultadas en un caos del que no se las ha 
sacado todavía. 

La respuesta del jesuíta Cotona Henrique IV 
durará mas que la compañía de Jesús. — ¿ Revela- 
rlas la confesión de un hombre resuelto á asesinar- 
me ? "No señor ; pero me metería entre V. M. 
«y él.» 

Xa máxima de Cotón no se ha seguido siempre^ 
Hay en algunos países misterios de Estado, des- 
conocidos del público, en los que tienen una gran 
parte las revelaciones de la confesión ; y por medio 
áfi confei^ores escojidos se saben los secretos de los 

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^ CONFESIÓN. 145 

presos. Algunos confesores pstíraeoníbrttiar su ínte- 
res con el sacrilegio, usan de un artificio singular i 
dicen, no precisamente lo que les ha diclio el pre- 
so, sino lo que no les ha dicho. Por ejemplo, si 
están encargados de saber si un acusado tiene por 
cómplice á un francés, 6 á un italiano, dicen al 
hombre que los emplea : El preso me ha jurado 
que ningún italiano está informado de sus desig* 
nios ; y de aqiií se infiere que el culpable es el 
francés sospechado. 

Bodin dice en el libro IV de la República, 
cap, VII : «« Así es necesario no disimular si el 
** culpable ha descubierto haber óonjurado contra 
" la vida de su soberano, 6 aun haberlo querido. 
'^ Como sucedió al hijodalgo de Normandia que se 
'' confesó con un religioso de haber querido ma- 
" tar al rey Francisco I ; el religioso advirtió al 
'' rey, que entregó al hijodalgo al tribunal del 
'* parlamento, donde fué condenado á muerte, co- 
^^ mo lo supe de M. Canaye, abogado en el par- 
" lamento.'* 

£1 autor de este articulo casi ha sido testigo de 
una revelación todavía mas fuerte y mas singular. 
Es sabida la trahicion que el jesuíta Daubenton 
hizo á Felipe V, rey de España, siendo su confe* 
sor. Creyó por una política muy mal entendida, 
que débil dar cuenta de los secretos de su peni- 
tente -' ' qué de Orleans^ regente del reino, y 

1^ # Digfeedby Google 



146 CONFESIÓN. 

tavo la impnidencía de escribirle lo que no hu- 
biera debido confiar á nadie de viva voz. £1 du- 
que dé-Orleans envió su carta al rey de España, j 
el jesuita fué desterrado y murió a} poco tiempo* 
Este es un hecho constante. 

No deja de ser muy difícil determinar formal- 
mente, en qué casos se debe revelar la confesión ; 
porque si se decide que en los casos de lesa ma- 
gestad humaní^, es fácil estender muchísimo este 
crimen de lesa magestad, y comprender en él has- 
ta el contrabando de sal y de muselinas, suponien- 
do que este delito ofende precisamente á las ma- 
gestades : y con mas fueite razón se deberán re- 
velar los crímenes de lesamagestad divina ; lo que 
puede estenderse hasta las menores finitas, como 
de faltar á vísperas 6 la de no rezar las Ave Ma- 
rías. 

Seria pues muy importante convenir en las con- 
fesiones que se deben revelar, y las que se deben 
callar ; y todavía seria muypehgrosa una decisión 
semejante, i Qjiié de cosas es menester no proíun- 
dizar! 

Pontas, nue decide en tres volúmenes en fotio 
de todos los casos posibles de la conciencia de los 
Franceses, y que es ignorado en todo lo demás del 
universo, dice que en ninguna ocasión deben re- 
velarse las confesiones. ¿ A quien debemos cr:eer, 
á Pontas, 6 á los guardianes de laa. leyes que ve- 

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CONFESIÓN*. 147 

lan sobre la vida de los rejes y sobre la salud de 

los Estados ? 



Si los legos y las «ugeres han sido cosFEse* 

RF.S Y confeso RAS. ' 

De la misma manera que en la antigua ley se 
confesaban mutuamente los legos, estos tuvieron 
en la nueva ley por mucho tiempo este derecho 
conservado por el uso. Basta para probarlo citar 
al célebre Joinville, que dice espresamente : 
** que el condestable de Chipre se confesó con él, 
^* y que le di6 la absolución según el derecho que 
** tenia para ello." 

Santo Tomas se epresa asi en su summa : Con- 
fesiio ex defertu sacerdotis laico facta sacramentalis 
est qondam modo. *' La confesión hecha á un 
'' lego en defecto de un sacerdote es sacramental 
** en cierta manera." En la vida de san Burgun- 
dofare(l) y en la regla de un desconocido se ve, 
que las religiosas confesaban á su abadesa los mas 
graves pecados. La regla de san Donato(2) orde- 
na, que las religiosas descubran tres veces cada 
dia sus faltas á la superiora. Las capitulares de 

^1) MabU. cap. Vril y XIIL (2) Cap. XXIU. 

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148 CONFESIÓN. 

nuestros reyes(l) dicen, que es necesario probi^ 
bir & las abadesas el -derecho, que se han arroga- 
do contra la costumbre de nuestra santa Iglesia, 
de dar bendiciones y de imponer }as manos ; lo 
que al parecer significa dar la absolución, y supone 
la confesión de los pecados. Marco, patriarca de 
Alejandría, pregunta á Balzamon, célebre cano- 
nista griego de su tiempo, si se debe conceder á las 
abadesas el permiso de oir las confesiones : á lo 
que Balsamon responde negativamente. En el 
derecho canónico tenemos una decretal del papa 
Inocencio III, que manda á los obispos de Valen- 
cia y^de Burgos en España, que impidan á ciertas 
abadesas bendecir á sus religiosas, y confesarlas, y 
predicar publicamente. *^ Aunque la bienaventu- 
*^ rada Virgin María, dice, haya sido superior á 
'* todos los apóstoles en dignidad y en mérito ; no 
*' obstante no es á ella, sino á los apóstoles á quien 
*^ ha confiado el señor las llaves del reino de los 
" cieIos."(2) 

Este derecho es tan antiguo, que se encuentra 
establecido en las reglas de san Basilio; (3) en las 
que se permitf á las abadesas que confiesen á sus 
religiosas juntamente con un sacerdote» ] 

(1) Lib I, cap. LXXVI. 

(2) C.JWwaX Extra, de pmn%t, tt remis. 

(3) Tom. IIj pag. 459. 

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CONÍESION'. , 149 

Él padre Martene en sus ritos de la Iglesia(l) 
conviene en que las abadesas confesaron por mu- 
cho tiempo á sus monjas; pero añade que eran ' 
tan curiosas, que fué preciso quitarles este dere- 
cho. 

El exjesuita Nonotte debe confesarse y hacer 
penitencia, no de haber sido uno de los mayores 
ignorantes que jamas han ensuciado papel, porque 
esto no es pecado ; ni de haber llamado errores á 
las verdades que él no conoce ; sino de haber ca- 
kimniado con la mas estúpida iosolencia al autor 
de este articulo, y de haber llamado á su herma- 
no canalla, negando todos estos hechos y otros 
muchos de los que él no entiende palabra. En fin 
él se ha hecho culpable de los tormentos del infier- 
no ; pero es menester esperar que pedirá á Dios 
perdón de sus enormes necedades ; porque noso- 
tros no queremos la muerte del pecador, sino que 
se convierta y viva. 

Se ha disputado por mucho ti^po, porqué tres 
hombres, bastante famosos en esta parte del mun- 
do donde está en uso la confesión ; á saber, el 
papa León X, Pelissony el cardenal de Bois, han 
muerto todos tres sin este sacramento. 

El cardenal se hizo abrir el perinero por el 



<1) Xom. II, pag. 39. 

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150 CONFESIÓN. 

visturi de Peironie ; pero podía haber coniesado 
y comulgado áotes de la operación. 

FelissoQ, protestante hasta la edad de cuarenta 
años, se habia convertido para ser dupremo magis- 
trado, y para tener beneficios. 

Respecto al papa León X, estaba tan ocupado 
con los negocios temporídes cuando lo sorpredió 
1^ muerte, que no turo tiempo de pensar en los 
espirituales. 



De las cédulas de confesión. 

En los países protestantes se hace la confesión 
6 Dios, y en los paises católicos á los hombres. 
Los protestantes dicen que no se puede engañar á 
Diopfen hjgar de que á los hombres se dice lo que 
se quiere ; pero como nosotros no tratamos jamas 
de controversia, Jio entramos en esta antigua dispa*- 
taw Nuestra sociedad literaria se compone de ca- 
tólicos y de protestantes reunidos por el amor á 
las letras ; y es menester que las disputas eclesiás- 
ticas no siembren en ella la cizaña. Contentémo- 
nos con la respuesta del griego, de que hemos 
hablado mas arriva al sacerdote que lo queria con- 
fesar en los misterios de Ceres. 

En Italia y en los paises de obediencia, es me- 

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i 



CONFESIÓN. Í5i 

liestér que todo el mundo sin distinción confiese y 
comulgue : y el que tiene pecados enormes, «en- 
cuentra los glandes penitenciarios q\ie I09 absuel- 
ven. Si la confesión no vale nada, tanto peor pa- 
ra el penitente* A cada uno se le da á bujena 
cuenta un recibo impreso, mediante el cual co- 
mulga, y después el cura recóje estas cartas de. 
pago, ó en otras partes se hechan en un copón, 
según el Uso. 

£n Paris no se conocian estos billetes al porta- 
dor, cuando en el ano de 1750 pensó un (ir2 obis- 
po introducir una especie de banca espiritu,al, pa- 
ra estirpar el jansenismo, y piu*a hacer triunfar 
la bula üiiigenitus, Qjuisio que se reusase la es- 
trema-uncioin y el viático á todo enfermo que no 
entregase Un billete de confesión firmado por ua 
sacerdote constitucionario ; lo que erareusar lo» 
sacramentos á los nueve décimos de Paris. 

£n vano se le decia, que pensase en lo qUe ha- 
r.ia ; que 6 estos sacramentos son necesarips para 
no condenarse, 6 basta para salvarse sin los sacra- 
mentos tener fé, esperanza, y caridad, las buenas 
obras y los méritos de nuestro Síilvador. Si se 
puede ir al cielo sin el viático, son inútiles los bi- 
lletes, y si los sacramentos son absolutamente ne- 
cesarios, su prohibición condenaba á todos los po- 
bres que comprendia ; de forma que iba á hacer 
(\jrder por «ma eternidad seiscientas ó setecientas 

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162 CONFESION.^ 

mil almas, suponiendo que viviera bastante tiempp 
para enterrarlas. Espoiiiéndole esta violencia, le 
pedian que se calmara y que dejase morir á cada 
uno como pudiera. 

El no respondió á este dilema ; pero insistió en 
su prohibición. ¡ Horible cosa es emplear para 
atormentar á los hombres la religión que les debe 
servir de consuelo ! El parlamento, que cuida de 
la alta policía, y que vio alboratada toda la socie- 
dad, opuso, según costumbre, sus decretos á las 
disposiciones del arzobispo. La disciplina ecle- 
siástica no quiso ceder á la autoridad legal ; y fué 
necesario que la magistratura emplease la fuerza, 
y que se mandasen archeros para hacer confesar, 
comulgar y enterrar á los Parisienses á su gusto. ^ 

En este esceso de ridiculo, del que no habia 
hasta entonces ejemplo, se irritaron los ánimos ; y 
se intrigó en la corte, com^ si se tratara de una 
plaza de asentista general, ó de hacer perder la 
gracia á un ministro ; y el reino se alboroto de un 
rincón á otro. Y como siempre entran en una 
causa incidentes que no son lo principal ; en este 
caso hubo tantos, que fueron desterrados todos los 
miembros del parlamento, y el arzobispo también. 

Estos billetes de confesión hubieran producido 
una guerra civü en los tiempos anteriores ; pero 
en el nuestro no produjeron felizmente mas que 
chismes y enredos civiles. El espirita filosófico, 

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CONQPISTA. 153 

qae no es otra cosa mas que la razón, ha llegado & 
s er entre todos los hombre de bien el único antí- 
doto en* estas enfermedades epidémicas. 



CONQUISTA, 

Cuando lo^ habitantes de la Silesia y de la Sajonia 
dicen : Nosotros somos la conquista del rey de Prw 
sia^ no quiere decir esto que les gusta el rey de 
Prusia ; sino solamente que los ha subyugado. 
^ Peyó cuando dice ]una muger : Yo soy la conr 
quista del señor Marques, del señor Conde ; tam- 
bién quiere decir esto que la ha subyugado su con- 
quistador ; pero como no se puede subyugar á una 
ntuger sin gustarle, ni puede tampoco ser subyu- 
gada sin haber agradado ; según todas las reglas 
de la - lógica, y todavía mas de la física, cuaiido 
una dama es la conquista de alguno, contiene esta 
espresion evidentemente que el caballero y la da- 
ma gustan uno de otro reciprocamente. Yo he ke^ 
cho la conquista de Fulano ^ significa él me ama y y 
Yo soy stí conquisto significa nostros nos ornamos. 



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154 CONSECUENCIA. 



CONSECUENCIA. 



¿ Caal es pues nuestra naturaleza, y cual es 
nuestro miserable espíritu ? \ Qué T ¿ Se pueden 
deducir las mas justas consecuencias, las mas luini- 
Hosas, y no tener sentido común?» ••• El loco 
de Atenas que creía que todos los. navios que lle- 
gaban al puerto eran suyos, podia calcular mara- 
TÍIlosamente sobíe el valor de su cargamento, y 
sobre los dias de su viage. 

Nosotros hemos visto imbéciles, y muy imbé- 
ciles, que han hecho cUculos y raciocinios mucho 
mas admirables. Fundaban todo el edificio sobre 
un principio absurdo, y enfilaban regularmente 
quimeras sobre quimeras. Un hombre puede an- 
dar mucho y estraviarse, y en esté caso, cuanto 
mas ande, mas se estravia. 

El F6 de las Indias tuvo por padre á un elefante 
que se dignó hacer un hijo á una princesa india, 
la que parió al dios Fo (>or el costado izquierdo. 
Esta princesa era la propia hermana del Empera- 
dor ; luego Fo era su sobrino, y los nietos del ele- 
fante y del monarca eran primos segundos ; luego 
según las leyes del Estado, estinguida la raza del 
emperador, deben suceder los descendientes del 
elefante. Admitido el principio, no puede con- 
cluirse mejor. 

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CONSECUENCIA. 16$ 

Pero ¿ ha existido este elefante ? ¿ Ha sido cuñar 
do de] Emperador ? ¿ Parió su muger por el cos- 
tado izquierdo ? Todo esto era necesario exami- 
nar* Veinte autores que vivían en Conchinchina 
lo han escrito uno después de otro : debemos pues 
examinar y confrontar estos veinte autores, pesar 
sus testimonios, consultar los archivos antiguos. 
ver si los registros tratan de este elefante, y ave- 
riguar si es una fábula que algunos impostores han 
tenido ínteres en acreditar. De otro modo parti- 
mos de un principio estravagante para deducir 
conclusiones justas. 

La lógica les hace menos falta á los hombres 
que el origen de la lógica. No se trata de decir : 
cada uno de los seis navios que me pertenecen, 
tiene doscientos toneles ; cada tonel es de dos mil 
libras de peso ; luego yo tengo dos millones y 
cuatrocientas mil libras de géneros en el puerto. 
£1 gran punto es saber si esos navios ^on tuyos ; 
y de este principio depende tu fortuna. Después 
contarás. 

ün ignorante fanátio y consecuente es con fre- 
cuencia un hombre que se acalora mucho. Y si ha 
leído que Fineo, transportado de un santo celo por 
haberse encontrado á un judio acostado con una 
madianita, los mató á los dos ; y que fué imitado 
por los levitas que asesinaron todas las familias 
que a^ componían 4^ madianitas y judíos : sí 4^if' 

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isa CONSEJERO O JUEZ, 

ptes sabe que su vecino católico duerme con su 
yeciaa calvinista ; los matará á los dos sin dificul- 
tad, y no se puede obrar con mas consecueDciaw 
¿ Cual es el remedio de esta enfermedad horrible 
del alma? Acostumbrar desde teipprano á los 
niños á no admitir nada que repugne á la razón ; 
no contarles jamas historias de espectros, de ftn- 
tasmas, de hechiceras, de endemoniados, ni de 
prodigios ridiculos. ' Una niña de una imagina- 
ción tierna y sensible, qué oye hablar de endemo- 
niados, cae en una enfermedad de nervios, padece 
convulsiones, y se cree endemoniada. Yo he vis- 
to morir una de la revolución que habían causado 
t¿a sus órganos estas abominables histerias. 



CONSEJERO O JUEZ. 

"^ « Diálogo, 

BARTOLOMÉ. 

¡ Qjiié ! ¿ No hace mas que dos años que fuiste 
al colegio, y ya eres consejero dé ía corte de 
Ñapóles ? 

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CONSEJERO O JUEZ 157 



OSROKIMO. 



Si ; esta es uaa colocación de familia, que me 
ikSL costado poco. 



BARTOLOMÉ. 



¿ Te has hecho muy sabio desde que no te he 
visto? 



GVROKIMO. 

A^nas xeces me he matiioulado en la escuela 
de derecho, donde se enseñaba solamente que el de- 
recho natural es común á los hombres y á las bes- 
tias, y que el derecho de gentes no es mas que 
para las gentes. Se hablaUa del edicto del pretor, 
j ya no hay pretor 9 de las funciones de los ediles, 
y ya no hay ediles ; y del poder de los señores 
sobre los esclavos. Casi ns|da sé de las leyes de 
Ñapóles, y heme aquí juez. 

BARTOLOMÉ. 

( ■ ^ ^ . 

{No tiemblas de tener que decidir de la suerte 

de las fkniUas, y no te avergüensas de ser tan ij^- 

norante ? 

TOM. III. 14 Digitizedby Google 



158 CONSEJERO O JUEZ. 



GEROHIHO. 

\ 



Si yo fiíera sabio me arergonzsiría tal vez mas. 
To oigo decir á los sabios que casi todas las leyes 
se contradiceo ; que lo que es josto en Gaeta, es 
iajasto en Otranto ; yque en la misma jurisdicción 
se pierde en la segonda sala el pleito qae se ha 
ganado en la tercera. Jamas olvido este hermo- 
so discurso de un abijado veneciano : lüustrisimí 
Signariy V annopassato avete judicato cosí^ e questo 
anno tulla medesima Hie avete judiccUo ttUto ü con- 
trario.; i e sempre ben ! 

Lo poco que he leido de nuestras leyes, me ha 
parecido frecuentemente muy embrollado ; y creo 
que si las estudiase cuarenta años, estaria em- 
barajado durante cuarenta años : no obstante las 
estudio ; pero pienso que con un buen sentido y 
equidad se puede ser un muy buen magistrado, 
sin ser profundamente sabio. Yo no conozo un 
juez mejor que Sancho Panza, que no obstante no 
sabia una palabra del cddigo de la Ínsula Barata- 
ría, Yo no trataré de concordar á Cojas y á Ca- 
milo Descurtís, porque no son mis legisladores ; y 
no conozco otras leyes, mas que las que tienen la 
sanción de tui soberano. Cuatido estas sean cla« 
viSf las. seguiré Ula letra ; y cuando éean obscuras» 

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CONSEJERO O JUEZ. 169 

eegairé las laces de mi razón, que son las de mi 
conciencia. 

8ART0I.0ME. 

• ' \ 

Té me haces desear ser ignorante, seganlo 
hiea que discurres. Pero ¿ como haHis en los ne- 
gocios de Estado, de hacienda y de comercio ? 

GER0NIH0« 

A Dio gracias, casi no nos mezclamos en Nápol<^ 
en estos asuntos. Una vez que el miarques de Carpí-, 
nuestro virey, quiso consultamos sobre las mone- 
das, le hablamos del as grave de ios Romanos, y 
les banqueros se burlaron de nosotros: en uúa 
ocasión de escasez.se nos reunió para arreglar el 
precio del trigo ; estuvimos reunidos seis sema* 
ñas, y todo el mundo se moña de hambre : al fin 
se consultaron á dos -labradores fuertes y dos bue- 
nos mercaderes, y desde el dia siguiente hubo mas 
pan en his plazas que el que se quena. 

Cada uno debe entender en su oficio ; el mío es 
juzgar las contestaciones, y no hacerlas nacer r 
ibastante grande es mí carga ! 



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160 CONSTANTINO. 



CONSTANTINO. 

No hablaré aqui de la confosion que agitó al 
imperio después de la abdicación de Diocleciane. 
Después dé sti muerte hubo seis emperadores al 
mismo tiempos Constantino tniinfó de todos, cam- 
bió la religión y el imperio, y fué el autor, B0<6ola- 
mente de esta grande Fetohicilm, sino de todas las 
que se han Ttsto después en Occidente. Si se 
quiere saber cual era su carácter, y se consulta á 
Juliano, á Zozin^o, á Sozomena y á Víctor ; dicen 
que al principio obró como im gran principe, en 
seguida como un kdron público, y que la últmia 
parte de su vida fué de un voluptuoso, de im aJfe^ 
minada y de un pródigo. Estos lo pintan siempre 
ambicioso, cruel y sanguinarié. Pero sí se con- 
sulta á Eosebio, á GregoEio NaziaáM^eno y á Lac^ 
tancio» nos dicen que era un hombre perfecto. En- 
tre estos dos estremos no hay mas que los hechos 
bien areriguados que puedan descubiimos la ver- 
dad. El tenia un suegro, y lo obligó ¿ahorcarse ; 
tenia un cunado, y lo hizo estraQguler; tenia un 
un aobrino de doce ¿ trece añoa, y lo hizo d^p« 
llar; tenia un hijo prímogén¿tO| y le biso c<Htar 
la cabeza ; y tenia una muger, y la hizo abogar 
en el baño, Un antiguo autor gaula dice, que él 
quería tener la casa limpia. 

, '. • Dígfeedby Google 



CONSTANTINO. l&l 

Si 8 todas estas oosas domésticas se añade que 
habiendo ido i las orillas del Rhin & 1» caza de al- 
gunos aduares de Francos, que habitatran en áque- 
' líos contornos, y habiendo becbo prisioneros á sua 
reyes, los éspuso á las bestias feroces para di- 
▼ertirse, se podrá inferir sin temor de en ganar* 
se» que no^^a el hombre mas complaciente del 
mmdo. 

i^mninémos al presente los principales aconte^ 
cimientos de su reinado. Su padte Constancio 
Cbloro estaba en el interior de Inglaterra, donde 
habia tomado por algunos meses el tHuIo de empe- 
rador. Constantino estaba en Nicomedia con el 
emperador Galerio, y le pidi6 permiso para ir 
i, ver á su padre que esitaba malo i Galcrio no le 
puso> ninguna dificultad, y Constantino salió con 
los tiros de postas del imperio, que se llamaban 
vtredaiariL Se puede 4ecir, qae tan malo era 
ser caballo de posta como »er pariente de Constan- 
tino ; porque 4a>rtabn los jarretes 4 todos los ca- 
bjallos despues^ de haberse serrido de ellos, temien^ 
do que Oalerio revocase su permiso, y lo hicie- 
ra volver á Nicomedia. Encontró ü so padre mo- 
ribundo, y se hÍ2o reconocer emperador por el 
corto número de tropas romanas que habia enton- 
ces en Inglaterra. 

Un^ elección dle un emperador romano hecha 
en Yorck por cinco 6 seis mil hombres,,, casi no 

J4* D,g,t,zedbyL.OOgk' 



162 CONSTANTINO. 

debía p|recer lef^tíma en Roma; á lo menos le 
faltaba la flkmula de Sehatw poptduique romantu. 
£1 senado» el pueblo y tas guardias pretorianas 
elijienm por un consentimiento uninime á Maxen* 
cío, bijo de Cesar Maziniiano Hércules, que jb 
era cesar, y hermano de Fausta» mqger de Cons- 
tantino, que él hizo abogar después. Este Ma- 
xencio es llamado tirano^y usurpador por lo» his- 
toriadores, que siempre están por las genteisi feli- 
ce9. £1 era el protector de la religión pagana 
contra Constantino, que ya principiaba á decla- 
rarse en favor de los cristianos. Pagano y vencí- 
do, era absolutsmiente necesario que fuese un 
hombre abominable. 

Ensebio nos di^pe que yendo Constantino á Ro>> 
ma á combatir á Mexencio, vio en las nub^s, del 
mismo modo qae todo su ejército, la gran insig- 
nia de k>s emperadores, Usimada el I^ibamm^ su* 
perada de una P latina, 4vde una R gciega, ton 
una cruz ení aspa, y dos palalnras griegas que s%- 
nificaban: Tu vencerás por esto. Algunos autores 
pretenden que le apareció este signo enBesanzon, 
otros dicen que en Colonia, a^nos en Troves, y " 
otros en Troyes. Pero es. estraño que sabaya 
esplicado el cielo en griego en estos países : y pa- 
rece mas natural á las débiles luces de los hom- 
bres, que se hubiera aparecido el signo en Italia y* 
el dia de la batalla, pero entonces hubiera sida 

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CONSTANTINO- 163 

preciso que la ínscrípcio» establera en latín. Un 
sabio anticuado, llamado houel, ha retado esta 
antigüedad, pero lo han tratado de desalmado. 

No obstante se podría considerar, que esta no 
era Una guerra de religión, que Canstantino no 
era nn santo, que ha muerto sospechado de arría- 
no después de haber persc^ido i, los ortodoxos^ 
y que asi no hay un interés muy eridente en sos» 
tener este prodigio. 

Después de suTictoría no se descuidé el senado 
ea adorar al vencedor y en detestar la memoría 
del vencido. Se dieron prisa á despojar el arco 
de triunfo de Marco Aurelio para adornar el de 
Constantino ; se le erijió una estatua de oro, co- 
sa quo no se hacia sino con los dioses : él la reci- 
bió á pesar del Laharwn^ y tomó también el titu- 
lo de gran pontífice, que conservó toda^ su vida. 
Su prímer cuidsido, según Jo que dicen Nazarío y 
Zozimo, fué.el de esterminario^ la raasa del tira- 
no y sus principales amigos ; después de lo cual 
aMstié muy humanamente á los espectáculos y á 
los juegos pübiicos. 

El viejo Diocleciano estaba entonces moribun- 
do en su retiro de Salona; y Constantino hubiera 
podido no darse tanta priesa en delrrívar sus imá- 
genes en Rema ; y hubiera podido acordarse que. 
este emperador olvidado habiasido el bienhechor 
de su padre, y que le debia el imperío. Vence» 

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164 CONSTANTINO. 

dor de Maxencio, no le quedaba mas qat desha- 
cen>e de Liciníé, ga cuilado, augusto como él ; y 
Ltcinio péiiiaba por su parte «u deshacerse de 
Constantino, si podía/ Ño obstante sua diferen- 
cias no rompieron todavía, y p» 31S dieron juntos 
en Milán el famoso edicto de la libertad de con* 
ciencia. ** Nos damos á todo el mundo la Hber* 
*^ tad de 's^nir la religión que cada uno quiera, 
*'con el fin de atraer la bendición del cielo so- 
mbre nosotros y sobre todos nuestros sábditos. 
<* Nos declaramos^que hemos dado á los cristianos 
'* la libre y absoluta facultad de observar su reK* 
*' gion ; bien entendido .que todos los dema» ten* 
^^ drán la misma libertad, para mantener la tran- 
** qutlidad de nuestro reino." Un libro se podía 
hacer sobre semejante edicto ; pero )^o no quiero 
aventurar ni -siquiera dos lineas. 

Constantino no era todavía cí'istiano, ni tampo- 
co lo era Láciiño su colega; -y todavía quedaba 
que csterminár otro emperador 6 tirano, que era 
un pagana determinado, que se llamaba Maximino» 
Licinio ló combatió antes de combatir á Constan- 
tino ; y el cielo le fué mas favorable que fi este, 
que no halna tenido mas que la aparición cte un 
estandarte ; porque Licinio tuvo la de un ángel. 
£ste ángel le ensenó una oración, con la que Ten- 
cena seguramente al bárbaro Maximino. Licinio 
la puso por escrito, y se la hizo rezar tres veces 

D¡g¡t¡2edbyG00gk' 



CONSTANTINO. 165 

al ejército, y con&igaitf una victoria coaapl^. Si 
este Licinio, cañado de CoB^anttno hubiera reina- 
do felizmente» note hubiera hablado mas que de 
8U ingel ; pero como Constantino khizo ahorcar, 
y 'mand6 degollar á su hijo, y quedó señor absdu- 
to de todo, no se ha hablado mas que del I^a^artim 
de CoQiitantino. 

Se cree que hizo morir ásu hijo mayor Crispo, 
y á su nmf^T Fausta en el mismo año que reunió^ 
el concilio de Nicea. Zozimo y Socomeno pre- 
tenden, que habiándole dicho los sacerdotes de 
los dioses que no habia espiaciones suficientes pa- 
ra crímenes tan grandes, profesó entonces públi- 
camente el cristianismo^ y demolió muchos tem* 
píos en el Oriente* Casi no es verosímil que 
unos pontífices pagano^ hubiesen perdido una oca- 
sión tan buena de atraerá ellor i su gran pontí- 
fice, que los abandonaba : no obstante no es im? 
posible que hvAíiese algunos, severos ; porque en 
todas partes se encuentran hombres mal contenta- 
dizos. Lo que es mucho mas difícil es que siendo 
Constantino cristiano, no haya hecho nioguna pe- 
nitencia de sus parricidios. En Roma cometió 
estas barbaries ; y después de esfe.tiempo le era 
odiosa la mansión en esta ciudad, que dejó para 
siempre^ y se fué á establecer á Constantinopla* 
¿Como tiene el atr^imiento de decir en uno.de 
^ rescriptos, que traslada la nUa del imperio 6 

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>6« CONSTANTINO, 

Constaotifioplapor orden del mismo Dios ? ¿ No es 
esto mo&rse impadentemeote de la Divinidad j de 
los hombres ? ' Si Dios le |kubiera dado alguna or- 
den, no hubiera él dado las de asesinar asa liniger 
y á su hyo. 

Diocleciano habia dado ya el ejenq^ de la tras- 
lación del ' imperio hacia, las costas de Asia. £1 
fausto, el despotismo y las costumbres asiáticas 
espantabastodana & los Romanos, pormas eorrom- 
""pidoriine estaban y «imque eran absolutamente es- 
clavos. Los emperadores no se habían atrevido á 
hacerse besar los piesW Roma, ni- á introducir 
una mukitud de eunuco en su. palacio : Diocle- 
ciano piíncipió en Nrcomedia, y Constantino «ca* 
bd én Constantinopla de poner la c^rte romana en 
el mismo pie qne la de los^ Persas. Ronia s^ con- 
sumió desde entonces en la decadenda ; y con 
«Ha ieayó el antiguo espíritu romano. Y asi Cons- 
tantino hizo al imperio el mayor níál que p^a 
hacerle* 

De toáps los emperadores» ^1 ibé sin centradle* 
cion el mas absoltttoi Augusto habia df^ado^una 
imigen de hbertod ; Tiberio^ y aun el mismo Ne« 
ron hablan tenido consideraeiones con el senado 
y el pueblo romano ; pero Oonstanitino no se las 
tuvo á na^e. El habia afirmado al principio su 
poder en Roma, despidiendo á los fieros pretoria-* 
nos, qne se creian los señorea de l(»s empei^adores : 

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CONSTANTINO. i 67 

separó tibsolatamente la toga de la espada ; y en- 
tóflces oprimidos los deposi&rios de las leyes por 
los militares, se vieron reducidos & unos juriscon- 
sultos esclavos, ^as proTÍfcicias del imperio fue- 
ron gobernadas por un ntiev0 plan. 

La^rande mira de Constantino era ser el señor de 
t¿do ; y lo ñki en la I^esia, lo mismo que en el 
Estado. ^ le vüt^^onvocar y abrir el concilio de 
Nicea, entrar en medio de los padres cubierto de 
pedrería, con la diad^na en la cabeza, tomar el 
primer lugar, y desterrar indiferentemente en tan- 
to á Anio, y en tabulo & Ati^asio. £1 se puso á 
la cabeza del c^ristianismo, . aín ser cristiano, 
porque en aqud tiempo no lo era el que 
no estaba bautizado, y él . era solamente ca- 
tecámeno. . Hasta el uso de esperar á la 
agopia para baqersé^ sumerjir en el agua de 
regeneraron, prindpáaba á abolirse respecto á 
los particulares. Si Constaotiao creyó que diftp» 
riendo su bautismo hasta la muefle,;podia hacerlo 
todo impunemente con^ la esperanza de uúa abso- 
luta eapiacion ; fué triste para el género humano 
que una opinión semejante se le pusiera en la ca- 
beza á un hombre tan poderoso.^ 



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168 CONTRADICCIONES. 



CONTRADICCIONES. 

Sección I. 

Cuanto «MI se mira al mundo, mas lleno se le 
▼e de contradiccionefi y de iñconseciiencias. Prin- 
cipiando por el Onm Turco, este hace cortar to- 
ás» las cabezas qn^ lé desagradan, y raras veces 
puede conservar la soya. 

Si del Gran Torco pasamos al Santo Padre, este 
confirma la elección de los emperadores, tiene 
reyes por vasallos, y no es tan poderoso como un 
duque de Savoya. El espide órdenes para la Amé- 
rica y para África, y no podrá quitar un prÍTÍlegio 
á la república de Loca. £1 emperador es rey de 
los Romanos, y el privilegio de este reinado con- 
siste en tener el estrivo al papa, y éerviiie el la- 
batorío en la misa. 

Los Ingleses sirven de rodillas á su mon»ca, y 
k> deponen^ lo prenden y lo hacen perecer sobre 
un cadalso. 

Unos hombres que hacen voto de pobreza ob- 
tienen en virtud de este voto hasta dos cientos mil 
escudos de renta ; y en consecuencia de su voto 
de humildad son soberano? despóticos. En Roma 
se condena abiertamente la pluralidad de benefi- 

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CONTRADICCIONES. 169 

eios con cargo de aloi^s ; y todos los dias se dan 
á un obispo alemán bulas para cinco, ó seis obis- 
pados al mismo tiempo : esto dicen que consiste 
ea que los obispos alemanes no tienen cargo de al- 
npASi £1 catictller de Francia es la primera per- 
sona del Estado, y no puede comer con.el Rey, á 
lo. menos hasta el presente ; y un coronel tiene 
este bonor. Una intendenta es reina en su pro- 
idocia, .y una particidar en la corte. 

En las pUzas publicas se asan á los convencidos 
de pecado de no-conformistas ; y en todos los co- 
legios se esplica gravemente, la segunda Égloga de 
Virgilio con la declaracicm de amor de Condón al 
heimoeo Alexis: FormotumpastorCórydonardc' 
hatMesimí y se hace observar á los niños, que 
avimoe Aleláis era rubio, y Amistas moreno, no 
obstante pedia Amintíis muy bien obtener la prefe- 
reacia^ ^ ^ . . - 

Si aun pobre .filósofo,, que no piensa en nada 
malo, se le ocurre querer que la tierra dé una 
vuelta» 6 piéi|sa.que la luz viene del sol, ó supone 
que la materia podía a^uy bien. tener algunas pro- 
piedbides mas que las. que conocemos, se grita : 
] al impío ! I al perturbador de la tranquilidad 
l^lical T 80 traducen ad usum Delphini las 
Tascdanaa de Cicerón y el Lucrecio, que son dos 
curses completos de irreligión. 

Los tribunales no creen en los oodemoniados, y 

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no GONTRADICCHMífiS. 

se burlan de las hechiceras ; fiero se ha quemado k 
Ganfndi y á Grandier por sortilegÍ4); y en tUtíiBa 
instancia, la mitad de un' parlamento quería conáe- 
, aar al fuego á un religioso ^urusado de haber he* 
chi2aéo á una muchacha de diex yocho a6os>^ so- 
plando sombre ella. 

El ñlosófe escéptico Bayle ha sido pertegibdo 
hasta en Holanda^ y la Mothe le Vayet» mes. es» 
céptico y menos filosofo, ha sido preée|»ler d^ 
rey Luis XIV y de sH hermano. GourviWe foé á 
un mismo tiempo ahorcado en efigie en FarÍB^y 
ministro de Francia en Alemania. 

£1 íamoso ateo ^pinosa vivilí y touri6 tranquilo ; 
y Vanini, que no había escrito, si6o contra Arís* 
tóteles, fu<^ qifemado como titeo^: en c^didad de 
ateo ha tewido^ el honí>r de Henar un articulo en 
las historias de los literatos y en^ t^dos los ^edo- 
narios, archivos inmensos de mentiras y un poeo 
de verdad. £h estos libros se vé á Vanini ense- 
ñando publicamente el ateisme e^ sus escritos, y 
corriendo con doce apostole^r de^su^eeta faca ha- 
cer prosélitos por todas partes ; y en los Qbeoi de 
Vamni no se ve más que pruebas de la etisteneta 
des Dios ; y su profesión de fé, que cotítíene su 
Anfiteatro, qué es urna ^bra igualmente condenada 
y ilescoEM>cidfl. ¿ Y porqué fué condenado ? Por 
la simple deposición de un tal Fraticoni,'Cdmi^ he* 
mos dicho ya en el articulo Atei»m^, 

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CONTRADICCIONES. 171 

El abftte Satnt^Píérre, hombre que ha podido en- 
gaSftnse con mocha frecuencia, pero que jamas ha 
escnlo» sino con la mira del bien píSblico, ha sido 
esdoido de la academia 6rance8a por unanimidad, 
porque en una obra de política ha preferido el 
«sU^lecimiento de los coBíaeios bajo la regencia á 
las ikfiei&as de los secretarios de Estado que gober- 
naban ba}o Luis XIV, y porqne ha dicho, que la 
kaciimda. faabia sido desgraciadamente administra- 
da hacia el fin de este glorioso reinado : y el autor 
de laS'Carteft perúaiiaa no habia hablado en su li- 
b^*o de Luis XIV, sino para decir, '^ que este rey 
*' era im mágico, que hacia creer á sus subditos 
*^ qtie eKpflpel era dinero, que ' no queria mas que 
«•« el' gabiisrno turco, que prefería un hombre que 
«^lesirnesé la serritteta á otro que le liubiem 
**gatt«d9bataHas, que habid dado una pensiona 
^ n» qi<ie' había huido dos leguas y un gobierno ( 
** nitro qoelhabiá huido cuatro, que estaba abru- 
^ nüado éfi pol^reza ;'^ aunque en ta misma carta 
se dice que ste hacienda es inagotable. Todo esto 
es lo que este autor había dicho en su único libro 
coiNicído entOnoes de * Luis XIV, protector de la 
academia francesa; y este libro fué el dni<iotUulo, 
sotore el que se íund<( su recepción en la acade- 
mia; También se puede añadir para cúmulo de 
la cOMractiiHsÍQn, que esta sociedad lo recibid, 
porque I* héÍM puesto en- rídlculo-x pnes de- 1<^ 



172 CONTRADICCIONES. 

dos los libros en los que se han dirertido á espeo' 
sas de esta academia, casi no hay ano que ia trate 
tan mal como éste. En unía de las cartas dice : 
^* Los que componen este cuerpo, no tienen otras 
** funciones mas que las de charlar continuamente. 
*' £1 elogio viene & colocarse como por si mismo 
^' en su eterna charlatanería, &c." Después vde 
haber alabado asi á esta sociedad, fáé celebrado 
por ella á su recepción por su talento para hacer 
retratos parecidos. 

Si quisiera continuar examinando lias contradic- 
ciones que se encuentran en él imperio de las letraá, 
seria necesarío escribir la historia de todos los iter- 
bios y de todos los buenos talentos ; le misnio que si 
quisiera referir las contrariedades «n la sociedad 
seria menester escribir la historia del género hu- 
mano. Un asiático, i|ue viajé por Europa, pudie- 
ra tenernos por paganos : nuestros días de la se- 
mana tienen los nombres de Marte, de Mercurio, 
de Júpiter, de Venus : las bodas de Cupido y de 
Psiquis están piátada^ en las casas de los papas ; 
pero sobre todo si este asiático ve nuestra ópera, 
no dudará que es una fiesta en hono^ de los dioies 
del pa^nismo* Si se itífinrma un peco mas exac- 
tamente de nuestras costumbres, se adniirari ara» 
cho mas, viendo en España que una ley severa 
prohibe á todo estran^ero tener la patrie mflsmlni* 
n» en el comercio de las Ajoiéiieas, y q«e na obs^ 

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OÓNTRADICCIONES. 173 

tante los esirangeros por medio de las factorías es- 
psÜBolas bacea un comercio de qiiiciienta millones 
por ano ; de msmera que la España no puede en- 
riquecerse, sino por la violación de la ley, siem- 
pre vigente y siempre despreciada. Veria en 
ott^ pais que el gobierno hace florecer una com- 
pañía de las Indíi», y que los teólogos han declara- 
do CFiminal delante de Dios el dijidendo de las accio- 
nes ^é esta compañía. Veri^ que se compra el 
derecho dé juzgar 6 los hombres, el de mandarlos 
en la guerra^ ¿\ de ent^r en el consejo ; y no po- 
dría ^^omprender, porque se dice en las patentes, 
que estos destinos sol) concedidos gratis y sin ca- 
bala,^ cuando el recibo de la hacienda va unido al 
despacho de provisión, i No se sorpenderia nues- 
tro asiático de ver comediantes pensionados por 
los soberanos, escomulg^os por los curas ? Pre- 
guntaría, ¿ porqué cuando se prohiben los espectá?- 
culos regulares en uo tiempo consagrado á la edifi- 
cación, se permiten los ^tinteros, que lastiman 
los oídos niéao» delicados ? , £n una palabra vería 
casi todos nuestros usos en contradicción con nues- 
tras leyes ; y sí nosotros viajásemos, por Asia, en 
contrariamos poco mas órnenos las mísqias incom- 
patibilidades. 

Las hombres son por todas partes igualmente 
locos ; y han hecho leyes á proporción que las 
han oeresitado, como se reparan las brechas en 

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174 CONTRADlCeíONES. 

huí murallas. Aqui los hijos mayores han quitado 
todo lo que han podido á los demás hijos, y allá 
parten todos igualmente. En tanto ha mandado 
la Iglesia el desafío, y en tanto lo ha anatematixa- 
do. Se han escomulgado alteináUvamente los 
partidarios y los enemigos de Aristóteles, y ios que 
llevaban el pelo largo y los que lo Ueyaban corto. 
Entodo el mundo ao tenemos mas ley perfecta 
que la que arregla una especie de locura, que es 
el juego : las reglas de este Son las únicas que no 
admiten escepcion, ni relajación, ni variedad,, ni 
tirania. Un hombre, que Wya sido lacayo si jue- 
ga á los naipes con un rey, será infaliblemente pa- 
gado cuaddo gane ; en todo la demás laley es una 
cuchilla con la que, el mas fueirt^ hace pedazos al 
mas débil. 

No obstante subsiste este mundo como si todo 
estubiera bien ordenado :ia ii*regularidad per- 
tenece á nuestra naturaleza; y nuestro mundo po- 
lítico es como nuestro globo, una cierta co»a in- 
forme qu^ se conserva siempre. Seria una locu- 
ra querer que los montes, los mares y los rioi es- 
tuviesen deUneados en hermosas figuras regulares; 
y todavía seria mas locura ex^ir de los hombres 
una sabiduría perfecta : esto seria querer dar alas 
á los perros, ó cuernos á las águilas. 



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CONTRADICCIONES. 1% 

Sección II. 

ibemplqs de contradicciones tomados en ta 
historia, 

Acabamos de demostrar las contradicciones de 
nuestros usos, de nuestras leyes y de nuestras cos- 
tumbres ; y. todavía no se ha dicho bastante. 

Todo está hecho, principalmente en nuesta Eu- 
ropa como el vestido de Arlequín : su amo no tenia 
pañp, y cuando ñiCmj^nester vestirlo, tomó peda- 
zos de todos colores ; y Arlequin estaba ridiculo, 
pero estaba vestido. 

^ Cnal es el pueblo, cuyas leyes y cuyos usos no 
se contradigan ? ¿ Hay una contradiccionmas mapii- 
fiesta y al ini^mb tiempo maá respetable que el 
santo imperio romano .^ ¿ En qué es santo ? i En 
qué es imperio ? ¿En que es romano ? 

Los Alemanes son una nación valiente, que ni 
los Geni^nicos, ni los Trajanos pudieron jamas 
subyugar del todo. Todos los pueblos germáni- 
co^, que habitaban más allá del Elba, fueron siem- 
pre invencibles, aunque mal armados ; y en parte 
de estos tristes climasi^ salieron los vengadores 
del mundo. Lejos que la Alemania sea el im- 
perio romano, ha servido al contrario para des- 
truirlo,, 

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176 CONTRADICCIONES. 

Este imperio estaba refugiado en Constantino- 
pía cuando un alemán, un austríaco fué de Aquis- 
gran á Roma á despojar para siempre á los Césa- 
res griegos de, lo que les quedaba en Italia; y to- 
mó el nombre de Cesar, de iiAperator; pero ni él» 
ni sus sucesores se hanr-atrevido jamas á residir 
en Homa. Esta capital no puede iranagloriarse, 
ni quejarse de qne|despues de Augústulo, último es- 
cremento del imperio romano, hnya vivido ningunt 
Cesar, ni se haya cntevrado dentro de sus mura* 
lias. 

Es difícil que el imperio sea santo, pnesque 
profesa tres religiones, de las cuales dos están de- 
claradas impías, abominables, reprobadas y conde- 
nadas por la corte de Roma, fi la que toda la corte 
imperial tiene por soberana en estos casos. ' 

Ciertamente* tampoco es romano, puesque el 
Emperador no tiene en Roma ni siquierja una 
casa. 

En Inglaterra se sirve á los reyes de rodillas. 
La m&xima constante es que el Rey jamas puede 
obrar mal : The king can do no wrong. Sus mi- 
nistros solamente pueden errar; y él es infalible 
en sus acciones, como el ^apa en sus juicios. Tal 
es la ley fundamental, la ley sáHca de Inglaterra. 
No obstante el parlamento juzgó á su rey Eduardo 
II, vencido y hecho prisionero por su muger ; de- 
claró que habia, cometido todos los errores del 

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CONTRADICCIONES, 177 

mundo, y lo destituyo de todos loe derechos á la 
collona. Guillermo Trussel fué á la prisión á ha- 
cerle el siguiente cumplimiento : 

" Yo, Guillermo Trussel, procurador del Parla- 
** mentó y de toda la nación inglesa, revoco el ho- 
^^ menage, hecho á ti en otro tiempo ; te depongo 
** y,te privó del poder real, y no perteneceremos 
" á ti en adelante." 

El parlamento juzgó y condenó al rey Ricardo 
II, hijo del gran Eduardo III. Treinta y un capí- 
tulos de acusación fueron producidos contra él en- 
tre los que se encuentran dos singulares ; '* Que 
^^ habia tomado dinero prestado sin pagar ; y que 
** habiá dicho en presencia de testigos que era 
'V señor de las vidas y haciendiú de sus súb- 
" ditos." 

El parlamento depuso á Henriqué IV, que tenia 
Tinr defecto muy grande» pero de otra especie ; el 
de ser imbécil. .. . ^ 

El parlamento declaró que Eduardo IV era trai- 
dor, confiscó todos sus bienes ; y en seguida lo 
restableció cuando fué feliz;: 

Respecto de Ricardo III, este tuvo efectiva- 
mente mucha masVulpaque los otros: era un 
Neroúi p«ro un Nerón valiente; y el parlamento 
no declaró sus faltas habita des^pues que lo mata- 
ron. 

La cftmara q[ue i^epresenta el pueblo de logla^ 

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1 78 CONTRADICCIONES. 

térra, imputó á Carlos I mas ^efectos qué k>8 que 
tenia, y lo hizo perecer en un eadako. £1 ])fuv 
lamento juzgó que Jacobo 11 tenia colpa» muy 
grandes, y principalmente la de haberse huido : 
declaró vacante la corona, esto es, lo depuso» 

En el dia escribe Junius al rey de Inglaterra, 
que hace mal en ser bueno y sabio. Si estas no 
son contradicciones, no sé donde las podremos 
encontrar. 



COITTR ADICIONES EM ÁLGVNOS ftlTOS. 

Después de estas grandes contradicciones poB- 
ticas, que se dividen en cien mil contradicciones 
pequeñas, no hay ningunas mas fuertes que las de 
algunos de nuéstos ritos, nosotros detestamos el 
judaismo, y no ha^ce quince años que se quema* 
ban todavía los Judies, á los que miramos como 1 
los asesinos de nuestros Dios ; y úo obstante nos 
reunimos todos los domingos para cantar salmos 
judíos ; y si no los recamos en hebreo, és porque 
somos ignorantes. Pero los quince primeros obis- 
pos, sacerdotes, diáconos, y el rebaño de Jerusa- 
lem, cuna de la religión cristiana, rezaron siem-^ 
pre los salmos judíos en el idioma judaico de la 
lengua siríaca; y hairta ei tiempo del caliéi Ornar 

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CONTRADICCIONES. 179 

«usi tod^s los crisUanofl desde Tiro hasta Alepo re- 
:^abaD ea e^te idioma judio. En el dia, el que re- 
dara k» salmos» coboo. se compasieron, seria sos- 
pechoso de estar circimicidado y de ser judio ; se- 
lia quemado como tal« 6 cuando menos lo hubiera 
sido hace veinte años, aunque Jeso Cristo fué cir- 
cumcidado, y los apóstoles y los discípulos tam- 
bién. Dejo á parie todo el fondo de nuestra santa 
religión cristiana, todo lo que es objeto de fé, todo 
lo que es menester considerar con una sumisión 
tímida; sin mirar mas que la corteza, ni tocar 
mas que al uso ; y pregunto : ¿ Ha habido jamas 
una cosa i|ia$ eonira^ctoria ? 



CONTRADICCIONES EN LOS NEGOCIOS Y EN LOS 
HOMaRES. 

Si alguna soetedad literaria trata de emprender 
«1 diccionario de las contradicciones, yo suscribo 
por Téinle volúmenes &i folio, 

£1 mundo na subsiste, ráo de contradicciones : 
I i^píé será necesario paradestmirlsís ? Reunir los 
Estados del género humano. Pero de la manera 
<fjíe estati formados los hombres, seria una nueva 
contradicción qlie es^v^eten acordes. Reúnanse 
todos los conejos del uidverso, y'nó habrá dos 
opiiiiones difete&tes entre ellos. . 

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J 80 HCONTRADICCIONES. 

Yo no conozco mas que dos smertesdeteres in* 
mutables sobre la tierra ; los geómetras y ios ani- 
males : ambos son conducidos por dos reglas inva- 
riables, la demostración j el instinto ; jcon todo 
loa geómetras tienen algunas disputas ; pero los 
animales jamas haa variado,. 



CONTRADICCIONES EN LOS HOMBRES T £N LOS 
NEGOCIOS» 

Los contrastes,, las luces y las somblras, con que 
ae representan en la historia los hombres públi- 
cos, no son contradicciones, que son retratoafides 
de la naturaleza huipana. . r ^ 

Todos los dias se condenn y se admira á Ale- 
jandro, el asesino de Cuto, pero el vengador dé la 
Grecia, el vencedor de l«s Persaa y el fundador 
de Alejandría : ^ 

Cesar el disoluto, i^ue robó el tesoro- público de 
Rom» para subyugar á sa .patria; pero. cuya cle- 
mencia iguala á su valor, y cuyo talento iguala á 
su brío : 

Mahoina, impostor y bandido ; pero el ámco de 
los legisladores religiosos <|ue ha tienido valor y 
que ha fundado un grande*imperio : 

El entusiasta Cromurell, trapacero hasla en e 

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CONTRADICCIONES. 181 

mi^iiio fanatismo, asesino de so rey en foima ju- 
rídica; pero tan profundo político como valiente 
militar. 

Mil contrasrtes se presentan continuamíente, que 
están eor la misma naturaleza ; j no son mas ad- 
mirables que un dia hermoso seguido de una tor- 
mienta. 



CONTRADfCCIOK£S AYAREÍrT^ ilN LOS LÍBROS. 

£ls menester distinguir con mucho cuidado en 
los escritos, y principalmente en los libro<« sagra- 
dos las contradicciones aparentes y las reales. En 
el Pentateuco se dice que Moisés era el mas dulce 
de los hombres, y que hizo degollar veinte y tres- 
mil hebreos^ que habian adorado el becerro de 
fnrO) y veinte y cuatro mil que se habian casado» 
como él, ó habian frecuentado á mugeres madia- 
nitas. Pero comentadores muy sabios han pro- 
bado sólidamente, que Moisés era de un naturjul 
muy dulce, y que no hs^bia. hecho mas que ejecu« 
tar las venganzas de Dios, haciendo matar estos 
cuarenta y siete mil israelitas culpables, como lo 
hemos visto ya. 

Otros críticos atrevidos quieren encontrar una 
contradicción, cuando se refiere que Moisés cam- 

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182 CONTRADICCIONES. 

bió todas las aguas del Eg;ipta en saisgre, y que los 
magos de Faraón hicieron en seguida el mismo 
prodigio, sin que el Éxodo ponga ningún intervalo 
entre el milagro de Moisés y la operación mágica 
de los encantadores. 

Primeramente parece imposible, que estos ma- 
gos cambiasen en sangre, lo que ya era sangre \ 
pero esta dificultad puede disolverse, suponiendo 
que Moisés habia dejado que tomasen las aguas su 
primera naturaleza para dar á. Faraón tiempo de 
entrar en sí mismo. Esta suposición es muy plau- 
sible, porque aunque el testo no la favorece, no le 
es contraria. 

Los mismos incrédulos preguntan como habien- 
do sido muertos todos los caballos por la helada 
en la sesta plaga, pudo Faraón, perseguir á la na- 
ción judaica con la cáballeila : Pero esta contra- 
dicción no es ni aun aparente, porque la helada 
que mató á todos los caballos que estaban en el 
campo, no pudo caer sobre los que estaban en las 
caballerizas. 

. Una de las contradicoiones mas fuerteé que se 
ha creido encontrar en la historia de los Reyes» es 
la falta total de armas ofensivas y defensivas entre 
los Judios al advenimiento dQ Saúl, comfMirada 
con el ejército de trescientos mil combatiente^que 
condujo Saúl contra los Ammomtas,^ qoe sitiaban i 
Jabes y á Galaad. 

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CONTRADICCIONES. 183 

En efecto se dice (I de los Rey. cap. XIII, v. 
22.) que eotdnceS) y aun después de esta batalla, 
DO había ni una lanza, ni una sola espada en todo 
el pueblo hebreo ; que los Filisteos impedían á los 
Hebreos forjar espadas y lanzas ; y que se veían 
obligados á ir á las casas de los Filisteos para 
apuntar las rejas de sus arados, sus almocafres, sus 
hachas y sus podaderas. (1) 

Esta confesión parece que prueba que los He- 
breos eran muy pocos, y que los Filisteos eran 
una nación poderosa y victoriosa que tenían i los 
Israehtas bajo el yugó y que lo» trataban como es- 
clavos ; y en fin que no era posible que Saúl hu- 
biese reunido trescientos mil combatientes, &c. 

£1 reverendo padre Calinet dice, que es creíble 
que hay un poco de eis'ageracion en lo que se dice 
aquí dé Saúl y de Jonathas. Pero éste sabio hom- 
bre olvida que los demás comentadores atribuyen 
las primeras victorias dé Sayl y de Jonathas á uno 
de los milagros evidentes que con "tanta frecuen- 
cia sé dignó haoer Dios en favor de su pobre pue- 
blo. Jonathas solo con su escudero mató al prin- 
cifÁo veinte enemigos, y asombrados les Filisteos 
volvieron las armas los unos contra los otros. El 
autor del libro de los Reyes dice positivamente 



(r) Cap. Xin« ven. 19» 90, y 21> 

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184 CONTRADICCIONES. 

que fné como un milagro de Dios : acetdit qwísi 
miracúlutn á Dto. Luego bo hay contradicción. 

Los enemigos de la religión cristiana, los Celaos, 
io» Porfíros y los Julianos han agotado la sagaci- 
dad de sus entendimientos sohre esta materia. Los 
autores judios se han prevalido de todas las venta- 
jas que lesdaha la superioridad de sus conocimien- 
tos en la lengua hebrea para descubrir todaft es- 
tas contradicciones aparentes ; y también han sido 
seguidos, hasta por cristianos, como milord Her- 
bert, Vallaston, Tindal, Tolaod, Coilitis, Shanes* 
bury, Voolston, Gordon, Bolingbroke y otros mu- 
chos de diferentes países. Freret, secretario per- 
petuo dé la academia de bellas letras de Francia, 
el salHO le Clerc, y Simón del Oratorio han creido 
percibir algunas contradicciones que se padian 
atribuir á los copistas. Una multitud de otros crí- 
ticos han querido corregir y reformar las contra- 
dicciones que les han parecido inesplicables. « 

En un Ubro peligroso (1) y hecho con mucho 
arte se lee lo siguiente : <' San MatelD y san^ Lucas 
**dan cada uno una^ genealogía diferente deVesú- 
^ Cristo ; y partfjque no se creaqueson esas dife- 
'^ rencias ligeras que pueden atribuirse íl una 



(I) Analiaii de 1* nli^ion crisUsna, ptg. tt, atribttUo & 
iMiSvremoot 



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CCWTRAmCCIONÍiS. 105 

'^«qiiÍYoeacioü,6 inaídhrerteiioia, «s ftoil eonvea- 
'* cerse por sos mismos ojos Iteyeado & san Mat^o 
<* cap. 1, y á saoi Lucas cap; III : se rerfi que hay 
** quince generaciones jdemas en d uno que en el 
**^tro ; qais desde David se separan absolulamen- 
** te ; que se reúnen en Salathiel ; pero que des- 
** pues de su bijo se separan de nueiro y no se 
" vuehren á reunir hasta Josef.'' 

*^ En la misma genealogía cae tan Mateo tam- 
** bien en una contradicción manifiesta ; porque 
^' dice qae Ozias era padre de Jonatfa^, y ^í¡k el 
•* Paralipomenon, lib. I, cíi^. III, y. H y 12, se 
** encuentran tres generaciones entre ellos ; á sa- 
*^ b'er, Joas, Amazias, Azarias, de los que no ha- 
" bla Lucas, ni tampoco Mateb. Ademas esta ge- 
*• nealogia nada tiene que ver con la de Jesus> 
^* pues que según nuestra ley, José no habia teni- 
*' do ningún comercio con María.*' 

Para responder á esta objeción, hecha desde el 
tiempo de Orígenes , y renovada de siglo en siglo, 
es menester leer á Julio Africano, y otros mucho», 
principalmente la Disertación de Oalmet en que 
trata de conciliar á san Mateo cbn san Lucas so- 
bre la genealogía de Jesu Cristo. (1.) 



(1) Ett la foibliiiteca de los autoras oeUtifalicotio encuea 
tfwa eoncfltadM las dot genealogías en 1» taU» ñgiáentft— 

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186 CONTRADIOCIONES. 

Los mismos sabios iocrédulos, que no se od»* 
pan mas que en comparar fechas, en exaimnar It* 
bros y medaUasi en confrontar los autores anti* 
g;oos, en buscar la verdad con la prudencia huma' 
na, y que pieo^deapor su ciencia la stmphctdad de 
la fé, reconvienen á siin Lucas de contradecir á 
los otros evangelistas, y de haberse engañado en 
lo que dice sobre él nacimiento del Salvador : so- 
bre lo cual se esplica con la misma temeridad el 
autor del Análisis de la religión cristiana. 

Darid 
Solomon y tus deseen dien* | Netbeo y.tat deflcepdieiiCct 
tes, refttiáo» por san Matee. I referidos por san Lucas» 



Estha 
fiCathan príiner marido. | MelclM» ¿ jnas bien MatbaV 
I se^ndp marido. 

Stt mcíger c6man ^ujo 

Jacob, hijo nombre no se sabe, cai^ada 
de Mathan primeramente á Helí, del Heli» 

primer mari- que.no tiene hijos, y después 
do á Jacob sa hermano 

Josef, hijo natural Hijo de Hell segna la 

de Jacob. ley. 

Jan Epifanio concilla las dos genealogías de otra mana- 
ra : Jacob Panther, descendiente de Solomon es padre de 
Josef y de Cleofas. Josef turo de su primera rouger seis hi- 
jos, Santiago, Josué, Simeón, Jud4, María y Salomé. En 
seguida sé casó con la Virgen María, madre de Jesus^ é hi- 
ja de Joaquín y de Ana. 

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CONTRADICCIONES. 187 

Nosotros no diremos, como otros muchos, que 
los copistas han cometido muchas faltas, y que hay 
mas de diez mi en la versión que nosotros teñe* 
nios.L Preterimos decir con los doctores y los 
mas ilustrados, que los Evangelios nos iian sido da- 
dos para enseñarnos á vivir santamente, y no á 
criticar sabiamente. 

£stas supuestas contradicciones hicieron un 
efecto tnviy terrible sobre él deploraUe Juan Mes* 
lier»curadeEtrepigny y d^ Buten Champaña» 
Este humbre verdaderamente virtuosa y muy ca-» 
ritativoj pero triste y melaoc<Hito» no teniendo ca- 
si mas libros que la Biblia y algunos padres, los 
leyó con una atención que le fué fatal ; y el que 
debia enseñar la docilidad á su rebaño, üo fué él 
mismo bastaiite décil. Vi6 las contradicciones 
aparentes, y cerró los ojos sobre la coiicüiaci«»n : 
creyó ver contradicciones horrorosas entre Jesús» 
nacido judio, y en seguida reconocido Dios ; entré 
este Dios, conocido al principio por el h^o de Jo- 
sé, carpintero, y el hermano de Santiago, pero des- 
cendiente de un imperio que no eiiste, para des.- 
truir el pecado sobre la tieira, y dejlpdola cu- 
bierta de crímenes ; entre este Dios, nafudo de 
un vil artesauo, y descendiente de Di^vid por su 
padre, que no era su padre ; entre fl criador de 
todos los mundos, y el nieto de la adfiltera Beth- 
zabé» de la impudente Ruth, de la incestuosa Tba% 

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188 CONTRADfCaONES. 

mar, d« la prostitíita de Jericó y <le la mager tic 
Abraham, robada por un rey de Egipto, y robada 
€& seguida á la edad de noventa años. 

Meslier ostenta con una impiedad monstruosa to- 
das estas supuestas contradicciones, que le chocan, 
y de las qué le hubiera sido íficil ver h solución 
ptor poco que hubiera tenido el espíritu dócil. En 
fin, aumentándose su tristeza en la soledad, tuvo 
la desgracia de tomar horror por la santa religión, 
que debia predicar y^ amar, y no escuchando mas 
que á su razón seducida, abjuró el cristianismo 
por un teStmnento ológrafo, del que dejó tres co- 
pias á su muerte, que fué en Í732. £1 eetracto 
de este testamento se ba impreso yaria» veces, y 
€s un escándalo muy cruel. . ¡ Un cura que pide 
perdón i. Dios y & sus feligreses al tiempo de mo- 
rir, por haberles enseñado los dogmas cristianos ! 
I Un cura caritativo, qiie tiene al cristianismo en 
execración, porque muchos cristianos son malva- 
dos, porque el fausto de Roma lo indigna, y porque 
las dificultades de los santos libros lo irritan ! | Un 
cura que habla del cristianismo, como Porfiro, 
J&mblico, Epicteto, Marco Aurelio, Juliano ; y 
y esto cuando está cerca de comparecer á la pre- 
sencia de Dios ! ¡ <^é golpe tan funesto para ^1 y 
para los que puede *estraviar su ejemplo ! 

De la misma manera el desgraciado predicador 
Antonio, engañado por las contradicciones aparea-» 

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CONTRADICCIONES. 1 89 

tes que crejd ver entre la nueva ley y la antiguai 
entre el olivo franco y el olivo salvage, tuvo la 
desgracia de dejar la religión cristiana por la ju- 
dia i y mas osado que Juan Meslier prefirió morir 
á retractarse. 

¿ Era menester renunciar á su religión por sim- 
ples inducciones, por simples raciocinios^ y por 
di6cultades de cronología ? Estos hombres estaban 
persuadidos 4 qué unos libros que se contradicen 
no pueden ser inspirados por el Espíritu santo. 
Pero no es de fé que el Espíritu santo haya,tnspi- 
rado todas las silabas ; él no ha conducido la ma- 
no de todos los copistas, y dejó obrar, las segundas 
causas : es muy suficiente q^e se hayadignado re- 
velamos los principales misterios, y que en el 
transcurso de los tiempos instituyese una Iglesia 
para esplicarlps, Todas las contradicciones vitu- 
peradas' tan frecuentemente á los Evangelios con . 
una amargura tan grande, están ilustradas por los 
sabios comentadores ; y lejos de perjudicante, se 
esplican en ellos las unas por las otras, y se pres* 
tan un mutuo socorro en las concordancias y en 1-^ 
harmonía de los cuatro Evangelios. 

Y si hay muchas dificultades que no se pueden 
espHcar ; muchas profundidades que no se pueden 
entender ; aventuras que no se pueden creer ; 
prodigaos que repugnan á la débil razón humana ; 
y contradicciones que nf se puedep conciliar; to* 

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190 CONTRASTE. 

do esto es para ejercitar nuestra fé^ j para humí* 
llar nuestro orgullo. 



CONTRASTE. 

GTontraste ^oposicionde figuras, de fortuna^de cos- 
tumbres, &c. Una pastora ingenua hace un her« 
moso contraste en una pintura con una princesa ov- 
gullosa. £1 papel del impostor y el de Aristo ha- 
cen ün continaste admirable en el Tartuf. 

El peqneño puede contrastar con el grande ei» 
la pintura, pero no áe puede decir que es su con* 
trario. Las oposiciones de los colores contrastan ; 
pero también haj colores contrarios unos á otros ; 
esto es, que harén un mal efecto ala vista cuando 
están juntos. 

Contradictorio nó puede decirse, sino en la dia- 
léctica. Es contradictorio que una cosa sea y no 
sea, que esté en muchos lugares, que tenga tal nú- 
mero y tal magnitud y que no la teaga. Tal opi- 
nbn, tal discurso,, tal decreto son contradictorios. 

Las diferentes fortunas de Carlos XII han sido 
contrarias, pero no contradictorias, y forman en 
la historia un «hermoso contraste. 

Es un gran contraste y son dos cosas muy con- 
trarias, aunque nadatienoAde coñtradictoaio, que 

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CONVULSIONES. 191 

en un mismo día fuese el papa adorado en Roma y 
quemado en Londres ; y que miéatras que lo lla- 
maban vice-Dios en Italia, lo representasen en 
figura de cochino por las calles de Moscou para 
divertir á Pedro el Grande. 

3íahoma sentado á la diestra de Dios en la mi- 
tad del globo, y condenado en la otra mitad es el 
mayor de los contrastes. 

Si viajamos lejos de nuestro pais, todo será con- 
traste para nosotros. 

El primer blanco que rió á un negro, se admira- 
ría mucho ; pero á mi me admira m^cho mas el 
primer hablador que ha dicho que este negro viene 
de un padre blanco, y stu opinión es contraria á la 
mia. Un pintor que represente blancos, negros y 
aceitunados, puede hacer hermosos contrastes* 



CONVULSIONES, 

En el año de 1724 se báil6 en el cementerio de 
«an Medardo^ y se hicieron muchos núlagros : hé 
aqui tmo que se refiere en una canción de la du- 
ques» de Maiae: 

Un zapatero de viejo 
Cojeaba de un talon^ 

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192 CONVULSIONES. 

Y por un milagro obtuTO 
Andar cojo de los dos. 

Las convulsiones milagrosas continuaron, como 
sabe todo el mundo, basta que se puso una guar- 
dia en el cementerio. 

Como los jesuitas no podían hacer seroeíantes 
milagros desde que su Xavier había agotado las 
gracias de la compañía resucitando nueve muer- 
tos por cuenta cabal ; se les ocurrió hacer gra- 
bar una estampa de Jesu Cristo, vestido de jesuí- 
ta. Pn gracioso del partido jansenista, puso por 
bajo de la estampa : 

Admirad, mi buen Jesús, 
El ardid de aquestos frailes : 
Os han puesto su librea 
Para que ninguno os ame. 

Los jansenistas para probar mejor que nunca, 
que Jésu Cristo no habia podido tomar la sotana 
de lá coinpañia, llenaron á Paris de convulsiones, 
y atrajeron las gentes á su claustro. El conseje- 
ro en el parlamento Carré de Montgcron fué á 
presentar al Rey una colección en 4* de todos es- 
tos milagros afirmados, por mil testigos. Al ins- 
tante ívaé conducido, como era de razón, á un 
'castillo, donde se trató de restablecer su corfebro 
con el régimen ; pero la verdad descuella siem- 

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CONVULSIONES. 198 

jpre sobre todas las persecuciones ; y los milagros 
continoaroD por treinta años seguidos sin interrup- 
ción. Se hacía venir á las casas á la hermana 
IÍ09;t» & la hermana iluminada, á la hermana Pro- 
metida, á la hermana. Confitada ; y estas se há- 
cian asotar, sin que se conociese al dia sighiente ; 
^e les daba con una tranca sobre su estrago bien 
encorazado y bien rehenchido, sin hacerles mal : 
se las hacia acostar delante de oa gran fuego sin 
que se quemasen,, porque teaian la cara bien un- 
tada con pomiadas ; y por último^ como todas las 
artes se perfeccionan, se ha llegado basta clavar* 
les espadas en las carnes y crucificarlas. Un fa- 
moso maestro de escuel^a ha^tenido también la ven- 
taja de ser crucificado : todo» esto para convencer 
al mundo de que uda cijerta bula es ridicula ; lo 
que se hubiera podido probar á mucha m^nos cos- 
ta. Entretanto jes^itas y jansenistasf, todos se 
reunieíron) contra el Espíritu de las leyos, y con»^ 

tra •*•»•<• y contra •••f y contra \lt 

después de esto nos. atrevemos á burlárnosle 1<» 
Lapones, de los Sapioideos y de los Negros, cOmo 
hemos repetido tantas veces ! 
Ton. III, 17 



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194 CORKEO. 



CORREO. 



£n otros tiempos cuando uno-téttia un amigo en 
Constantinopla y otro en Moscow, era necesario 
esperar su venida para tener noticias de ellos ; pe- 
ro en el día, sin salir de su gabinete podemos ha- 
blar familiarmente con eUos por medio de un plie- 
go de papel, y aun se le puede mandar por el cor- 
reo una bolsita contra las apopleglas del boticario 
Arnoiid ; y será recibida mas infaliblemente, que 
lo que curarán 

Si uno tiene necesidad de dinero en Petersburgo 
y otro en Esmima, el correo hace este negocio. 

Si tu querida está en Burdeos, y tú delante de 
Praga con tu regimiento ; ella te asegura de so 
-afecto^ y te comumca todas las noticias de la ciu- 
dad, escepto las infidelidades que te hace. 

£n fin el correo es el lazo de todos los nego- 
cios ; por él loe ausentes están presentes, y es el 
consuelo de la vida. 

La Francia, donde se restableció esta kí^raiosa 
invención en nuestros tiempos bárbaros, ha hecho 
este servicio á toda la Europa. Asi jamas ha cor- 
rompido este beneficio, y jamas el ministerio que 
ha tenido el ramo de correos, ha abierto las car- 
tas de ningún particular, escepto cuando ha habido 
necesidad de saber lo que contienen. No sucede 

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CORREO. 19¿ 

» 
lo mismo en otros paisesj según dicen. Se pre- 
tende, que en Alemania, en pasando las carU» por 
cinco ó seis dominios diferentes, eran leídas cinco 
6 seis Veces ; y que al fín estaba tan roto el sobres- 
crito qtie era necesario poner otro. 

Craigs, secretario de estado en Inglaterra, no 
qui&o jamas que se habriesen las cartas en sus ofi- 
cinas : decia que esto era violar la fe pública que 
no es permitido apoderarse de un secreto que no 
66 nos ha confiado, que casi lúempre es mas crimi- 
nal robarle á im hombre sus pensamieatos, que 
robarle su dinero, j que esta trahicion es tanto 
mas ruin, cuanto que se puede hacer sin riesgo y 
sin poder ser convencido de ella. 

Para guardarse de los curiosos se pensó desde 
luego escribir en cifras, cuyo arte se Wsm^estega^ 
nografi€U A estos enigmas se opuso el arte dé des- 
cifrar ; pero este no ha podido adelantar nada y 
está reducido á un puro charlatanismo ; con el que 
solo se consigue hacer creer á las gentes poco ins- 
truidas que se ;han descifrado sus cartas, y tener 
el placer de darles inquietudes. 

En cuanto á los que nos envian familiarmente 
poi: el correo una tragedia, escrita en letras gor- 
das y con hojas en blanco para las observaciones ; 
6 que nos hacen el regalo de un primer tomo de 
metafísica, ínterin sale el segundo ; se puede decir 
que no tienen toda la discreción que se requiere ; 

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196 CRE£R. 

7 que I 
el mtDÚ 



7 que hay paises» donde se arriesgan á qué se^a 
el mtDÍstro que ton úialos poetas y ma^ m^t»^ 



COSTUMBRES, 

Las eostambres son tan diferentes como nvtes^ 
tras detenninaciones ; -de suerte que lo que es cier- 
to en el arrabal de Montmartre, es falso en la 
abadía de san Dionisio* \ Dios tenga piedad de 
nosotros | 



CREER. 



Ya hemos visto en el articulo Certeza que con 
mucha frecuencia nos engañamos cuando estamos 
ciertos, y que puede estar falto de sentido el que 
juzga según Iq que se llama el sentido común. Mas 
¿ qué eé lo que se llama cr^er ? 

Un Turco responde ; " Yo creo que el ángel Ga- 
^'briel (iesceudia muy frecuentemente del empi- 
** reo para traer á Mahbma las hojas del Aleo- 
^ ran, escritas con letras de oro sob^e tafilete 
**azul.'^ 

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CREER, 197 

Y bien, MusUfá, ¿ porqué tu cabeza rasa cree 
esta cosa increíble ? 

" Porque yo tengo las mayores probabilidades 
* ' de que no se me ha engañado en la relación de 
^* estos prodigios improbables; porque Abnbeker 

* * el suegro, Ali el yerno, Aisha, ó Aisse la hija, 

* * Ornar, y Osman certificaron la verdad del hecho 
^^ en presencia de cincuenta mil hombres, todos 
'* recojieron las hojas, las leyeron delante de los 
** fíeles, y aseguraron que no se habia variado 
** una palabra. 

** Porque nosotros jamas hemos tenido mas que 
*' un Alcorán, que no se ha contradicho en otro 
** Alcorán ; y porque Dios no ha permitido que 
^' jamás se haya hecho la menor alteración en este 
"libro. 

** Porque los preceptos y los dogmas son la per- 
'* feccion de la razón. El dogma consiste en la 
*' unidad de un Dios, por el que es menester vivir 
'^ y morir; en ]a inmortalidad del alma; en las 
*' recompensas eternas de los justos y castigo de 
'^ los malvados ; y en la misión de nuestro gran 
^^ profeta, probada por victorias. 
"• •* Los preceptos son; ser justo y valiente, dar li- 
•* mosna á los pobres, abstenernos de la enorme 
*' cantidad de mugeres que los principes orientales 
** y principalmente los reyezuelos judios tomaban 
" sin escrüpulo, renunciar al buen vino de En- 
17* ' , 



198 CREER. 

*^ gaddi y de Tadmor, que tanto ' han alabado en 
" sus libros esos borrachos Hebreos, y hacer era- 
*^ cion á Dios cinco veces al día, &c. 

^' Esta sublime religión l^a sido confirmada por 
^* el mas hermoso y mas sublime de todos los mi- 
"lagros, y el mas verídico en la historia del 
** mundo $ y es que Mahoma perseguido por los 
"groseros y absurdos magistrados! escolásticos que 
*' decretaron SU prisión, Mahoma dbligado á dejar 
'* su patria, Volvió á ella victorioso, hizo de sus 
** jueces imbéciles y sanguinarios ei banquillo para 
** sus pies,. combatió toda su vida los combates de^ 
" Señor, con un corto númierp triunfó siempre de 
** número superior, él y sus sucesores han conver- 
** tido la mitad de la tierra, y ayudándonos Dios 
" convertiremos algún dia la otra mitad." 

No es fácil que haya un discurso que deslumbre, 
mas : con todo, aupque Mustafá crea tan firme- 
mente, siente siempre algunas nubéculas de duda 
que se levantan en su alma, cuando se le ponen 
algunas dificultades sobre las visitas del ángel €ra- 
brieU sobre el sura ó capitulo traido del cielo para 
declarar que el gran profeta no es cornudo, y so- 
bre la yegua Borak que lo transportó en una no- 
che desde la Meca á Jerusaiem» MustaíE tarta- 
mudea, da muy malas respuestas, se avergüenza, 
y no obstante, no solamente dice que cree, sino que 
también quiere obltgarnqs á creeri 6i apuramosi 

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á Mustaft se queda con la boca abierta, los ojos 
dislocados, y va á labarse en honor de Allá» prín^* 
cipiando sn ablación por el codo y acabándola por 
el dedo índice. 

¿ Está MüstaA efectivamente persuadido y con« 
vencido de. todo lo que nos ha dicho ? ¿ Está per- * 
fectamente seguro de i^ue Mahoma fué enviado de 
Dios, como está seguro de que existe la ciudad de 
Stambul, y como está seguro de que la emperatriz 
Catalina II ha hecho llegar una escuadra desde el 
fondo de la mar hiperbórea al Petoponeso, cosa 
tan admirable como el viage de la Meca á Jerusa- 
)em en una noche, y que esta escusídra ha destruido 
la de los Otomanos cerca de los Dardanelos ? 

El fondo del discurso de Mustafá, es que el cree 
lo que DO cree. El se ha acostumbrado á pronun» 
ciar como un papagallo ciertas palabras, que ton 
ma por ideas. ¿ Será creer muy frecuentemente 
dudar ? 

I Porqué crees iú esto ? dice Harpagon. To lo 
creo porque lo creo : responde el maestro Jacon 
bo ; y la mayor parte de los hombres podrían resr 
ponder h) mismo. 

Creediiie plenamente, lectores, es menester no, 
creer de ligero. 

Pero, ¿ qué diremos de los que quieren persua-» 
dir á los demás lo que ellos no creen P ¿Y qué 
(liremos de los mopsituos que persiguen (i sus com* 

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200 ' crímenes. 

paneros en la humilde y razonable do«^trina de la 
duda y de la desconñanza de sí mismos ? 



crímenes, 

OEL OS crímenes Ó DELITOS DE TIEMPO Y 9E 
LUGAR. 

Un Romano mata degraciadamente un gato con- 
sagrado en Egipto, y enfurecido el pueblo castiga 
este ^ sacrilegio haciendo pedazos al Romano. Si 
hubieran llevado á este Romano á un tribunal, 
cuyos jueces tuvieran sentido común, lo hubieran 
condenado á pedir perdón á los Egipcios y á los 
gatos, y á pagar una fuerte multa, ya en dinero ya 
en ratones : le hubieran dicho que es menester 
respetar las necedades del pueblo, cuando no se 
tiene bc^stante fuerza para correjirlas, 

Ki venerable gefe de la justicia le habria habla- 
do poco mas ó menos de esta manera : Cada pais 
tiene sus impertinencias legales, y sus delitos de 
tiempos y de lugar. Si en tu Roma, hecha sobe- 
rana déla Europa, déla África y de la Asia menor, 
hubieras matado á un pollo sagrado, al tiempo en 
que se le daba grano para saber exactamente la 
voluntad de los dioses, hubieras sido castigado cou 

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CRÍMENES. 20Í 

todo rigor. Creemos qae no has matado 6 nuesi 
tro gato sino por inadvertencia: el tribunal te 
amonesta^ yete en paz, y sé mas circunspecto. 

Es una cosa muy indiferente tener una estatua 
en su portal ; pero si cuando era señor absoluta 
Octavio por sobre nombre Augusto, hubiera algún 
Romano hecho colocar en su puerta una estatua 
de* Bruto, hubiera sido castigado como sedicioso. 
Si un ciudadano tenia la estatua del competidor 
del emperador reinante, se decia que era un cri- 
men de lesa magestad y de alta trahicion. 

Un Ingles desocupado se fué á Roma, y encon- 
tró alli al principe Carlos Eduardo en casa de un 
cardenal. Al volverse á su casa bebió en un café 
á la salud del principe Carlos Eduardo, y al ins- 
tante lo acusaronde alta traición, Pero ? ft quien 
ha hecho esta alta trahicion con beber deseando 
que este principe tenga buena salud ? Si hubiera 
conjurado por ponerlo en el trono, entonces seria 
cidpable ; pero hasta aqui no sé de que el parla- 
mento pueda exigir de él en rigorosa justicia mas 
que beba cuatro vasos á la salud de la casa de 
ifanovre, si ha bebido dosá Ifn salud de la de 
Stuart. 



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«02 crímenes. 

De los crímenes de tiempo y de lugar ^ue se 
deben ignorar* 

Es cosa sabida cuanto es menester respetar á 
Nuestra Señora de Loreto cuando se está en la 
Marca de Ancona. Tres jóvenes llegaron allá, y 
tuvieron chanzas pesadas sobre la casa de Nuestra 
Señora, que ha viajado por los aires, que ha ido 
á Dalmacia, que ha cambiado de lugar dos 6 tres 
veces, y que en fin no se ha encontrado cómoda- 
mente sino en Loreto. Nuestros tres aturdidos 
cantaron de sobre cena una canción que composo 
en otro tiempo un calvinista contra la traslación de. 
la santmcaia de Jerusalem al fondo del golfo Adriá- 
tico. Un fanático supo por casualidad lo que ha- 
bia pasado en esta cena, hizo pesquisas, buscó tes- 
tigos, y empeñé á un monseñor á soltar un moni- 
torio. Este despacho eclesiástico con censuras 
alarmó las conciencias : cada uno temblaba de no 
hablar: las torneras, los mullidores, los posaderos, 
las criadas, los lacayos han oido muy bien todo lo 
que no se ha dicho, y han visto todo lo que uo se 
ha hecho ; y se arma una zambra y un escándalo 
espantoso en toda la Marca de Ancotta> Ya se 
dice á una media legua de Loreto, que estos tres 
muchachos han matada á Nuestra Señora^y á.una 
legua se asegura que han echado al mar la-Santa 

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crímenes. 1 sos 

cata. En ¿o ios tres jóvenes son condenados : y 
!a sentencia dice, que primero se les cortará la 
mano, qne en seguida se les arrancará la lenguaC, 
que después* de esto se les dará tormento para 
saber de ellos (á lo menos por señas) cuan- 
tas coplas tenia la canción, y que por último se- 
rán quemados á fuego lento. 

Un abogado de Milán que se encontraba entonces 
en Loreto, preguntó al principal de los jueces, á 
qué hubiera condenado á estos muchachos, si hubie^ 
ran violado á sus madres, y las hubieran degollado 
para comérselas. ! ¡O ! respondió el juez, ¡ hay 
mucha diferencia ! Violar, asesinar y comerse á su 
madre no es mas que un delito contratos hombres. 

¿ Tienen ustedes una ley espresa, preguntó el 
Milanep, que los obligue á condenará un suplicio 
tan borroso á unos jóvenos, apenas salidos de la 
infancia, por haberse burlado indiscretamente de 
la santa casa, - de la que se ríen con menosprecio 
en todo el mundo, escepto en la Marca de Anco^ 
na? No, señor, dijo el juez: la sabiduría de 
nuestra jurisprudencia lo deja todo á nuestra dis- 
creción. \ Muy bien ! Ustedes debian tener la 

discreción de pensar, que uno de estos niños es 
nieto de un general, que ha derramado su sangre 
por la patria, y sobrino de una abadesa amable y 
respetable ; y que este niño y sus carneradas no 
son mas que unos aturdidos que merecen una cor- 

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e04 &RlMEÑ£d. 

recclon paternal. Ustedes quitan al Estado ünós 
ciudadanos que podrían algún dia servirlo ; se 
manchan con sangre inocente, y son mas crueles 
que Caníbales. Ustedes se hacen execrables hasta 
la última posteridad. ¿ Q.ué motivo ha sido bas- 
tante poderoso para esünguir asi en ustedes la ra- 
zon, la justicia y la humanidad ; y para cambiarlos 
en bestias feroces ?- ^El desgraciado juez res- 
pondió al fío : Nosotros habiamos tenido algunas 
disputas con el clero de Ancona ; y este nos acusó 
de poco. celosos por las libertades de la Iglesia 
lombarda, y por consiguiente de no tener religión. 
Ya lo entiendo, dijo el Afilares, Ustedes han sidb 
asesinos para parecer cristianos. A estas palabras 
cayó el juez por tierra como herido del rayo : sus 
compañeros perdieron después sus empleos, y 
gritaron que se les hacia injusticia, olvidándose de 
la que habían hecho, y sin conocer que la mano de 
Dios caia sobre ellos. 

Para que siete personas se tomen legalmente la 
diversión de hacer perecer á una octava en pú- 
blico á golpes y con una barra de hierro sobre un 
teatro ; para que. estos hombres gocen del placer 
secreto y mal distinguido én su corazón de ver 
como este hombre sufrirá su suplicio, y de hablar 
en seguida de ello eq la mesa con sus m^geres y 
con sus vecinas ; para que los ejecutores, que haceti 
alegremente este oficio, cuentan de antemano el 

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crímenes. 206 

dinero que van á g«iar ; para que el páblice con- 
carra á este espectáculo, como á una feria, kc,; 
es meneBter que el crimen merezca evidentemente 
este saplicio por consentimiento de todas las na- 
ciones civilizadas, 7 que sea neccf^ario al l^íen de 
la sociedad ; porque se trata de la humanidad en- 
tera. Sobre todo es necesario que la acta de acu- 
sación esté demos^ada, sino c(Hbio una proposición 
4e geometría, á lo menos tanto oomo puede serlo 
un hecho. 

Si contra cien rail probabilidades de que el acu - 
sado es culpable, hay una sola de que es inocente, 
estalsola debe contrapesar á todas las demás. 



CUESTIÓN DE SI DOS TESTIGOS BASTAN PA'HA HA- 
CER AHORCAR A UN HOMBRE. 

Se ha pensado mucho tiempo, y aun subsiste co- 
mo proverbio, que bastan dos testigos para hacer 
ahorcar á un hombre con seguridad de conciencie. 
l'jTodavia un equivoc<| í ¿ Los equívocos gobier- 
nan el mundo ? Se dice en gan Mateo, ** Pastarán 
*' dQ3 6 tres testigos para reconciliar ádos amigos 
*' reñidos :" y ségtm^este tést# se ha arreglado la 
jurisprudencia criminal, á términos de establecer, 
que es una ley divina mat|ü: á un ciudadano por la 
deposición uniforme de dos test^o», q,ue pueden 
18" ^ , 



206 crímenes. 

ser unos hialFados. Una multitud de testas uni- 
formes no puede demostrar una cosa improbable 
negada por el acusfado ; como ya lo hemos ^cbo. 
I Qjae és pues menester hacer ea este caso ? Espe- 
rar y emplazar ^ juicio para dentro de cien anos^ 
con;io haeian los Atenienlses. 

Refiramos aqui un ejemplo terrible que acaba 
de pasar á nuestra vista en León. Una muger no' 
ve venir á su hija hacia laa once de la noche, corre 
buscándola por todas partes, y sospecha que su ve- 
cina ha ocultado íL^u hija : se la pide y la acusa de 
haberla prostituido. Algunas seiQanas después 
unos pescadores encuentran en el Ródano én Gon- 
drieux una muchacha ahogada y enteramente 
podrida ; y esta muger de que hemos hablado 
cree que es su hija. Los , enemigos de su ve- 
cina, la persuaden, que ^e ha deshonrado á su hija 
en casa de esta vecina, que se la ha ahogado, y 
que la han echado al Ródano : ella lo publica, y 
el populacho lo repite ; y bien proBto se encuen- 
tran gentes que sab^n hasta las mas mínimas cir- 
cunstancias del crimen. Toda la ciudad mimnura 
y todo el mundo cl»na venganza. Hasta aqni na- 
da hay que no sea bastante común en un popiáacho 
sin juicio ; pero hé aqui lo estradrdinarío, y lo 
prodigioso. El propio hijo de esta vecina, niño 
de cinco anos y medio, acusa á su madre de haber 
hecho violar delante de él á esta infeUz que se en- 

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crímenes. 207 

contro en el Ródano, de haberla hecho sujetar por 
cinco hombres mientras que el sesto gozaba de ella: 
él ha oido las palabras que pronunciaba la vio- 
lad», él pinta sus actitudes, éLha TÍsto á su madre 
y á estotf malFadoe ahogar áesta desgraciada inme- 
diatamente después de la consumación. El ha vis- 
to á su madre y á los asesinos echarla en un pozo, 
sacarla de él, envolverla en una manta ^ y él ha 
visto á estos monstruos llevarla en triunfo por las 
plazas pábhcas, b^as: al rededor del cadáver, y 
por últúno tirarla en el Ródano. Los jueces se 
vieron precisados á prender á toáds estoá supues- 
tos cómplices ; y los testigos deponen contra ellos. 
Primeramente se toma declaración al niño, y^ sos- 
tiene con la naturalidad de su edad todo lo que ha 
dicho de ellos y de su madre. ¿ Como se ha de 
ims^inar que este niñoao haya dicho la pura ver- 
dad ? El crimen no es verosímil ; pero lo es to- 
davía menos, que á los cinco años y medio se ca- 
lumnie asi á su madre ; y que un niño repita con 
uniformidad todas las circunstancias de un crimen 
abominable é inaudito, si no ha sido testigo ocular 
de él, si no le ha hecho una grande impresión, y 
si la fuerza de la verdad no las arranca de su boca. 

Todo e| pueblo esperaba alimentar su curiosi- 
dad con el suplicio de los acusados. 

¿ Cual fué el fin de este estraño proceso crimi- 
nal ? Ni una sola palabra de la acusación era ver- 

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208 CRIMIMALISTA. 

dad. No habia habido ni tal doncella violada» ni^ 
tales gentes reunidas en la casa de la acusada, ni 
tal asesinato, ni la menor aveotnra, ni el menor 
mido. £1 niño habia sido sobornado : ¿ y por 
qnien ? ¡ Cosa estrana, pero cierta ! Por otros dos 
niños que eran hijos de los acusadores : y poco 
faltó para qué hiciera quemar á su madre por 
que le dieran dulces. 

Todos los capítulos de acusación reunidos erai> 
imposibles. El tribunal dé LeoQ^ sabio é ilustrado, 
después de haber condescendido con el furor del 
público, á térmiifbs de buscar las pruebas mas su- 
perabundantes en pro y en contra de los acosados, 
los absolvió plenamente por. unanimidad de Vútos. 

Tal vez en otros tiempos se hubiera enrodada 
y quemado á todos estos inocentes por medio de ' 
adgun monitorio, para tener el placer de hacer lo 
que se llama una Justicia^ que es la tragedia de la 
(CanaHa. 



CRIMINALISTA. 



£n las cavernas de las tramoyas legales se lla- 
ma gran criminalista á un bárbaro en toga, que 
sabe hacer caer en el lazo i los acusados, que 
aliente con impudencia^ para descubrir la verdad^ 

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GRISTÍANISMO. 209 

que intimida á los testigos, y que los obliga sia que 
lo adviertan i. deponer contra el prevenido : si hay 
una ley antigua y olvi4ada, promulgada en un tiem- 
po de guerras civiles, la hace revivir y la recla- 
ma en un tiempo de paz : él separa 6 debilita todo 
lo que puede servir para justificar á un desgracia- 
do : ampliñca y agrava todo lo que puede servir 
para condenarlo ; y su discurso no es de un juez» 
sino de un enemigo. Este gran criminalista merece 
^er ahorcado en lugar del ciudadano que el quiere 
ahorcar. 



CRISTIANISMO. 

•ESTABIECIMIENTO DEL CRISTIANISMO EN SU KS' 
TADO CIVIL Y político. 

Dios nos preserve de atrevemos á mezclar aquí 
lo devino con lo humano ; nosotros no sondeamos 
las vias de la Providencia. Como no somos mas 
que hombres, hablaremos solamente á hombres. 

Cuando Antonio y después Augusto dieron la 
Judea al árabe Herodes, su criatura y su tributa- 
rio, este príncipe estrangero entre los Judies lle- 
gó á ser el mas poderoso de todos sus reyes. £1 
tuvo puertos en el Mediterráneo; Ptolomaida y 

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210 CRISTIANISMO. 

Ascalon; él edificó ciudades, levantó un templo a! 
Dios Apolo en Rodas, y otro templo 6 Augusto en 
Cesárea. El ^fíc6 desde los cimientos ^1 de Je- 
rusalem, que hizo nna cindadela mny ñierte. La 
Palestina gozaba de una profunda paz bajo su rei- 
nado. En fin, él fué considerado como un úiesias, 
por bárbaro que era en su familia y por tira- 
no que fué de su pueblo, cuya sustancia devoraba 
para suvenir á sus grandes empresas. El no ado- 
raba mas que á Cesar, y. fué casi adorado de los 
berodianos. 

La secta de los Judios estaba esparcida desde 
mucho tiempo en la Europa y en el Asia ; pero 
BUS dogmas eran absolutamente ignorados ; y na- 
die conocia los libros judios, aunque, según dicen, 
muchos estaban yá traducidos en griego en Alejan- 
dría. En una palabra, no se sabia de los Judios 
mas que lo que saben los Turcos y los Persas de 
Ips Armenios en el dia, que se reduce á que son 
corredores de comercio y agentes de cambio : por 
lo demás, un Turco nunca se informa si un Arme- 
nio es eutiquiano, 6 jacobita, 6 crístiano de san 
Juan, ó arriano. 

El teismo de la China y los respetables libros 
de Confucio, que vivió cerca de seiscientos años 
Intee que Herodes, eran todavía mas desconocidos 
de las naciones occidentales, que los ritos judios. 

Los Árabes, que surtan á los Romanos de los 

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CRISTIANISMO. «li 

gé&eres preciosos de la iDdia» no íenian mas idea 
de la teología de los bracmanes^ que nuestros ma- 
rineros qne van á Pondicherí y á Madras. Las 
mugeres indias estaban en posesión de quemarse 
sobre el cadáver de sus maridos desde tiempo in- 
memortal : y estos sacrificios admirables, que to- 
davía están en aso, eran tan ignorados de los Ju- 
díos, como las costumbres de Ii^ América. Sus li- 
bros, que hablan de Gog y de Magog, no hablan 
jamas de la India. 

La antigua religión de Zoroastro era célebre, y 
no era mas conocida en el imperio romano. Sola- 
mente se sabia en general, que los magos admitían 
una resurrección, un paraiso y un infierno ; y ea 
indispensable que esta doctrina penetrase entre 
los Judios vecinos de la Caldea, puesque la Pales- 
tina estaba dividida en el tiempo de Herodes én^ 
tre los Fariseos, que principiaban á creer el dog- 
ma de la resurrección, y los Saduceos, que mira- 
ban con desprecio esta doctrina. 

Alejandría, la ciudad mas comerciante de todo 
el mundo, estaba poblada de Egipcios que adora- 
ban á Serapis y que consagraban los gatos ; de 
Griegos que filosofaban ; de Romanos que domina- 
ban, y de Judios que se enriquecian. Todos es- 
tos pueblos se cebaban eni ganar dinero, en sumer- 
jirse en los placeres ó en el fanatismo, y en hacer 
y deshacer sectas de religión ; principalmente en 

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212 CRISTIANISMO. 

la ociosidad qnt disfratarcMi después que Augusto 
cerró el templo de Jano. 

Los Judios estaban dividos en tres facciones 
principales ; la de los Samaritanos decia que era 
1^ mas antigua, porqué Samaría (entonces Sebas- 
te) habia subsistido mientras Jerusalem fué des- 
truida con su teniplo bajo los reyes de Babilonia : 
pero estos Samaritanos eran una o^esscla de Per- 
sas y de Palestinos. t 

La segunda facción y la mas poderosa era la de 
los Jerosólimitanos ; estos Judios, propiamente di- 
chos, detestaban á los Samaritanos, y eran detes- 
tados por ellos ; y querían que no se sacrifícase, 
sino en el templo de Jerusalem :, lo que hubiera 
atraído mucho dinero á esta ciudad. Por esta 
misma raaon no querían los Samaritanos que se 
sacrifícase, sino en Samaría. Un pueblo pequeño 
en una ciudad pequeña puede no tener mas que 
un templo ; pero desde que este pueblo se estien- 
dé á setenta leguas de largo y veinte y tres de an- 
cho, como sucedia al pueblo judio, desde que su 
terrítorio es casi tan grande y tan poblado como el 
Languedoc, ó la Normandla ; es absurdo no tener 
mas que una iglesia. ¿ Como estarían los habi- 
tantes de Mompeller si no pudieran oír misa, si- 
ño en Tolosa ? 

La tercera facción era la de los Judios helenis- 
tas, compuesta príncipalmente de los que comer- 

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CRISTIANISMO. 213 

cidl>aii y que ejerctan oficio8 en Egipto y en Gre- 
cía. Efltos tenían el misino ínteres que los Sama- 
rítanos. Onías, hijo de un gran sacerdote judio» 
y que quería ser también gran sacerdote, obtuvo 
del rey de Egipto Ptolomeo Filometor, príncipai- 
mepte de Cleopatra su muger, el permiso de edi* 
ficar un templo judio cerca de Bubaste. •A8eg^- 
r6 ft la reina Cleopatra que Isaías había predicho 
qae el señor tendría algún día un templo en este 
lugar i y Cleopatra, á la que él le había hecho un 
lico regalo, le mandó á decir, que pues que Isaías 
lo había prodicho, era indispensable creerlo. Es- 
te templo se llamó el Onion ; y si Onías no fué 
gran sacríficador, fue capitán, de una tropa de mi- 
licia. Este templo fué construido cíebto y sesenta 
anos Intes de nuestra era vulgar ; y los Judíos d^ 
Jerossdem tuvieron siempre horror por él, lo mís^ 
mo que por la traducción de los setenta ; y hasta 
instituyeron una fiesta de.espiacion por estos dos 
supuestos sacrílegios. ' 

Los rabinos del Onion, mezclados k los Griegos, 
se hicieron mas sabios (á su modo,) que los rabi- 
nos de Jerusalem y de Samaría; y estas tres, fac- 
ciones principiaron á disputar sobre cuestiones de 
controversisr, que hacen necesariamente al espíri- 
tu sqtil, falso, ó insociable. 

Los Judíos egipcios, que querían igualarse ^n 
austeridad cpp los esenianos y con los judaitag de 

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214 ORISTIANISMO. 

la Psdefltiaa, es^aLblecierOnf algan tiempa antes del 
cristianismo la seota de los terapeutas, que se 
consagraba» como los otsos» á una especie de TÍda 
monástica» y á las mortifícacioaes. 

* Estas diferentes sociedades eraa imitaciones de 
los antiguos misterios egipcios, persas, tracios, y 
griegos^ que kabtan inundado la tierra desde el 
Eufrates y el Nild, hasta el Tiber. 

En los principios, los iaiciaídos que se adaútian 
á los misterios, eran en corto número, y 
se consideraban como hombres privilegiado» 
y IBeparados de la multitud; pero en el tiempo 
de Augusto era miiy considerable su numero : de 
manera que no se hablaba mas que de religión des- 
de el fondo de la Siria hasta el monté Atlas y has* 
ta el Océano germánico. 

Entre tantas sectas y cultos se estaáilacíó la 
escuela de Platón, no solamente en la Orecíá, sino 
también en Roma, y principalmente en Egipto. 
Platón pasaba por haber bebido su doctrina de loa 
Egipcios ; y estos creyeron revindicar su pr(^e- 
dad, haciendo valer las ideas arquetipas platdni-» 
<^a», su verbo, y la especie de trinidad que sedes- 
cubre en algunas obras de Platón. 

Parece que este espíritu ñlosóñcd, esparcido 
entonces por todo el Occidente conocido, dej6 por 
lo menos escapar algunas chispas del espíritu dis* 
putador hacia la Palestina^ 

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CJnSTIANlSMO. 2fó 

£9 constaate que :en tíeHq[)o de Herodes se dis- 
putaba sobre los atributos de la dÍTioidad, sobre 
la iniDortaUdad d^l espíritu humano y sobre la re- 
surrección de los cuerpos. Los Judíos refieren 
que la reina Cleopatra leis preguutó, si se resuci- 
taría desnudo 6 vestido. 

Los Judíos discurrian pues fi su manera: el 
exagerador Josefo era .muy sabio para un militar ; 
y habría otros sabios en el estado eivil^ puesque 
lo era un militaré Filón 4»u contemporáneo hu- 
biera tenido reputación entre los grijsgos : Gama- 
li^, el maestro de san Pablo, era un gran contro- 
versista ; y los autores del Mi$hna fueron Poli- 
mates. 

£ntre los Jujdíos el populacho hablaba de reli* 
l^on, como sucede en el dia en Suiza, en Géuova, 
en Alemania, en Inglaterra, y sobre todo en Ce- 
venes, donde hasta los áltimos habitantes agitan la 
controveraa. Hay mas : hasta las gentes del in- 
fimo pueblo han fundado sectas ; Fox en Inglater- 
ra, Bfuncer en Aleniania, y los primeros reforma- 
dosi en Francia : en fin, haciendo abstracción del 
gran valor de Mahoma, este no era mas que un 
marchante de camellos. 

Aiadamos € todos estos preliminares que en el 
tiempo de Herodes se pensó que el mundo estaba 
cerca de su Éfí^ como diremos en el articulo Fin 
dtl mundo é » 

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216 CRlSTIAÑfóBfé. 

En estos ttéinpos, preparados por la divina Pro- 
videncié, se dignó el Padre eterno enviaur á daüi- 
jo sobré la tierra^ misterio adorable, é inécom> 
prensible, al qne nosotros no toeamós. 

Solamente decimos, que si én eiftaa drcustan- 
das predicó' Jesur una moral pora, si anuncié im 
reino de ios cielos ininediato, para la 'recompensa 
de los justos, si tuvo discípulos afectos á su per« 
flona y á sus virtudes, si estas mismas Virtudes le 
atrajeron la persecudon de los sacerdotes, j si 
la calumnia lo hizo morir de una muerte infame ; 
debió hacer un grande efecto eor el mundo<su doc- 
trina, anuttdada constantemente por sus disc^u- 
los. Repito que haUo solo humanamente, j de- 
jo & parte la multitud de milagros y de profecías. 
Sostengo que id cristianismo debió tener mejor 
éxito con su muerte, que si m> hubiera sido per- 
seguido. Se admira que sus tüscfpulos hayan he- 
cho huevos discípulos : y ya me admiraiáa mucho 
mas, si no hubieran atraído muchas gentes á su 
partido. Setenta perst>nas convencidas de la ino- 
cencia desu gefé,de la' pureza 4e sus C06tttttA>reS« 
y de la barbarie de sus Jueces deben süMevar 
muchos corazones sensibles. 

Solamente Saulo, ó Pablo, i^eho enemigo de 
Gamaltel (sea la que quiera la razón,) debía ha- 
blando humanamente atraer mil homenages i Je- 
sús, aunque /esus m hubiera sido mas que un 

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CBISTIANISMO. 217 

hombre de bien oprimido*, San Pablo era sabio, 
elocuente, vehemente, infatigable^ instruido en la 
lengua griega, y favorecido por celadores mucho 
mas interesados que él en defender la reputación 
de su maestro, San Lucas era un griego de 
Alejandria, y un literato puesque era médico. 

£1 primer capitulo de san Juan es de una subli* 
midad platínica, que debió. agradar á los platóni- 
cos de Alejandria. Y en efecto bien pronto se 
formó en esta ciudad una escuela fundada por 
Lucas, Ó por Marcos (sea el evangelista ó sea 
otro,) perpetuada por Atenagoras, Pautenes, 
Orígenes y Clemente, todos elocuentes y sa- 
bios. Una vez establecida esta escuela, era im- 
posible que el cristÍ9nismo no hiciese prop*e80s 
rápidos. 

La Grecia, la Siria y «1 Egipto eran el teatro 
de esos célebres misterios antiguos que encanta- 
ban á los pueblos ; y los cristianos tuvieron tam- 
bién sus misterios, como ellos. Debió desearse 
mucho hacerse iniciar, aunque al principio fuese 
solamente por curiosidad ; bien pronto esta 
curiosidad llegaba á ser persuasión. La idea 
de la proximidad del fin del mundo debia prin- 
cipalmente empeñar á los nuevos discípulos á 
que despreciasen los bienes pasageros de la tierra, 
que iban á perecer con ellos. £1 ejemplo de los 
terapeutas convidaba & una vida solitaria y morti- 
19 n í 

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218 CRISTIANISMO. 

ñcada : todo conóarria piiel poderosameiite di es- 
tablecimiento de la religión cristiana. 

Los diversos rebaños de esta grande sociedad 
naciente no podían á la verdad acordarse unos coh 
otros. Cincuenta y cuatro sociedades tenian cin- 
cuenta y cuatro evangelios diferentes, todos secre- 
tos como sus misterios y todos desconocidos de los 
Gentiles, que no vieron nuestros cuatro evange- 
lios <Andnicos hasta doscientos y cincuenta anos 
después. Estos diferentes rebaños reconocían ui 
mismo pastor, aunque estaban divididos : ebioni- 
tas bpuestos á san Pablo, nazarenos, discípulos de 
Himeneos, de Alejandros, de Hefmogenes, carpo- 
cracionos, basílidianos, valentinianos, marciobítas, 
sabelianos, gnósticos, montañistas ; cien sectsts, le- ] 
vantadas unas contra otras, y haciéndose todas mu- 
tuas reconvenciones ; estaban no obstante unidas 
en Jesús, invocaban á Jesús, y veian en Jesús el 
objeto de sus pensamientos y el premio de sus tra- 
bajos4 • 

Al ptíncipio el imperio romano, en el que se 
formaron todas estas sectas, tío fijó en ellas su 
atención ; y en Roma no eran conocidas, sino bajo 
el nombí^ general de Judíos, de los que no hacia 
caso el gobierno. Los' Judíos habían adquirido 
por su dinero el derecho de comerciar: y en 
tiempo de Tiberio fueron eaptílsados de Roma cua- 
tro wih El pueWo los acusa del incendio dé Rcr- 

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CRISTIANISMO, 219 

ma bajo Nerón i eUoa y á los nuevos judíos semi-< 
cristianos.^ ^ 

También los habían echado en tiempo de Claut 
dio ; pero sa dinero' les hiiBo siempre volver : y 
estuvieron despreciados y tranquilos. Los cris^ 
iianos de Roma fueron menos numerosos que los 
de Grecia, de Alejandría y de Siria. Los Roma- 
nos no tuvieron ni padres de la Iglesia, ni heresiar- 
cas en los primeros siglos ; y cuanto mas distan- 
tes estaban de la cuna del cristianismo, menos doc- 
tores y escritores había entre ellos. La Iglesia 
era griega, y de tal manera, que no hubo un*sola 
DHsterio, ni un solo rito, ni un solo dogma, que na 
se espresase en esta lengua^ 

Todos los cristianos, ya griegos, ya sirios, ya 
romanos, ya egipcios, eran considerados por todas 
partes como semi-judios ; y esta era también otra 
ra^on de mas para no comunica sus libros á los 
Gentiles y para permanecer unidos é impenetra- 
bles : su secreto fué mas inviolablemente guarda* 
do, que los de Isis y de Ceres. £Hos componían 
una república soparte, un Estado en el £stado : no 
teman templos, ni altares, ni sacrifícios, ni ninguna 
ceremonia pública : elejían sus superiores 3ecre- 
tos á pluralidad de votos : estos superiores bajo 
los nombres de ancianos, de sacerdotes, de obisppa 
y diáconos, manejaban la bolsa común, tenían cui-^ 
dado de los enfermos y pacificaban las diferencias^:, 

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S20 CRISTIANISMO. ' 

entre dios era una vergüenza j nn crimen pleitear 
ante los tribunales y alistarse en la milicia; de 
forma que en el espacio dé cien anos no hubo ni 
un solo cristiano en los ejércitos del imperio* 

Asi es que retirados en medio del mimdo, y des- 
conocidos aun manifestfindosé, se escaparon de la 
tirania de los procónsules y de los pretores, y tí- 
vieron libres en medio de la pública esclavitud. 

Se ignora el autor del famoso libro titulado Ton 
apottotón Didakai^ las Constituciones apostólicas, 
de la misma manera que se ignoran loa autores de 
los cincuenta evangelios no recibidos, de los he- 
chos de san Pedroy del testamento de los doce pa^* 
triarcas, y de tantos otros escritos de los primeros 
cristianos ; pero es verosimil que estas constitu- 
ciones «son del segundo siglo : y aunque se han 
atribuido falsamente á los apóstoles, no obstante 
son muy preciosas. En ellas se ve, cuales eran 
los deberes de un obispo, élejido por los cristianos, 
el respeto que estos debían tenerle, y el tributo 
que le debían pagar. 

£1 obispo no podía tener mas que una esposa, 
qué tuviera el cuidado de su casa. (Lib. IV, 
cap. I.) 

Se exorta á los cristianos ricos á que adopten 
los hijos de los pobres. Se hacían repartimien-> 
tos para las viudas y los huérfanos ; pero no se 
recibía el dinero de los pecadores ; y señalada- 

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CRISTIANISMO. 221 

mente no era permitido que ningún taberaero diese 
su ofrenda. \_ S,e dice (cap. IV,) que se consideran 
como bribones ; por cuya razón poquísimos taber- 
neros eran cristiauos. Esto Jt^ismo ii6pedia tam- 
bién que los cristianos frecuentasen las tabernas, 
y los alejaba de to<)a sociedad con los Gentiles. 

Como las mugeres podían llegar á la dignidad 
del diaconado, estaban mas afecta» á la confrater^ 
nidad cristiana : se las consagraba, y el obispo las 
ungía con aceite en la frente, como sé babían un- 
gido en otro tiempo los reyes judíos. \ Cuantas 
razones para estrechar á los cristianos con nudos 
indisolubles ! 

Las persecuciones, que siempre fueron pasageras, 
lio podian servir mas que para redoblar el celo y 
para inflamar el fervor ; de forma que una tercera 
parte del imperio era cristiana bajo Piocleciano. 

Hé aquí nua pequeña parte de las causas huma- 
nas que contribuyeron á los progresos del cristia- 
nismo. Añadamos }as causas divinas, que son á 
estas, como .el infinito á la unidad, y no nos sor- 
prenderá mas que \|pa sola cosa ; á saber, que esta 
religión^ tan verdadera, no se haya estendido á un 
mismo tiempo en los dos henúsferios,sin esceptuar 
la isla mas salvage. ■ 

Habiendo descendido del cielo el mismo Dios^ y 
habiendo muerto para rescatar á todos los hom- 
ares, y para estipar para siempre el pecado sobre 
19* 



222 CRITICA. 

la tierra, ha dejado no ohstante á la mayor parte 
del género humano ^n presa al error, al crimen y 
al diablo. Esto parece á nuestras débiles luces 
una fatal contradicción ; pero no nos Corresponde 
á nosotros preguntar ala ProTÍdencia^ ni debemos 
hacer mas que anonadamos en su presencia. 



CRITICA. 

£s tan bueno el articulo Critica de la Encielo^ 
pedia, hecho por Marmontel, que seria imperdo- 
nable dar aqui uno nuevo, sino tratásemos de una 
materia enteramente distinta bajo un mismo titu- 
lo. Nosotros entendemos aquí esa critica que 
nace de la envidia, que es tan antigua como el gé- 
nero humano. Hace cerca de tres mil anos que 
dijo Hesiodo : *' El alñtrero tiene envidia al alfare- 
'* ro el herrero al herrero y el músico al mfisico." 

No pretendo hablar de esa critica de escoliado* 
res que restablece nial una j^alabra de un autor 
antiguo, que anteriormente se entendió muy bien. 
Tam^jioco toco á los verdaderos criticos que han 
desembrollado lo que es posible de la historia 
y de la fílosoña antiguas. Solamente hablaré de 
la critica que pertenece á la sátira. Los que la 
manejan en el dia Sufren de la misma bilis que 
los atormentaba otras veces, cuanBo ^e dijo : ge^ 
nu$ irritabik vatum. ogzedby Google 



CRITICA. 223 

i3 público perdona á estas pobres gentes de ta* 
lento todas sos debilidades, porque el público no 
piensa mas que en divertise. 

Ve, por ejemplo, en una alegoría titulada Plu^ 
ton á unos jueces condenad<M9 á ser desollados y á 
sentarse en los infiernos en una silla cubierta con 
su piel en lugar de flores de lis ; el lector no se 
ocupa en si estos juces lo merecen ó no, ni si el 
querellante que los cita ante Pluton, está equivo^ 
codo 6 tiene razón : lee los versos únicamente par 
cUrerter^e ; y si le gustan, no pide mas ; pero si 
le desagradan, deja en aquel estado la alearía, y 
no daré ni un solo paso para hacer confirmar 6 
desaprobar la sentencia. 

Las inimitables tragedias de Racipe han sido cri- 
ticadas, y muy mal ; y es porque las han criticado 
sus rivales. Los artistas son los jueces compe- 
tentes del arte : es cierto ; pero estos jueces com- 
petentes están casi siempre corrompidos. 

Un artista que tuviera mucha cimcia y mucho 
gusto sin preocupaciones y sin envidia, seria un es- 
celente critico : pero esto es defícil de encontrar. 

En todas las naciones ha habido malas criticas 
de todas las obras que han tenido buen suceso. El 
Cid encontró su Scuderí ; y Comeille fué mucho 
tiempo después vejado por el abad Aubignac, pre- 
dt^Midor del Rey, que se llama legislador del tea- 

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224 CRITICA, 

tro j autor de la whüa ridicula tragedia, compue»^ 
ta en un todo según las reglan que él habia dado ^ 
DO hay suerte de injurias qu^ no.le diga al autor 
del Cinna y de \os Horacios, £1 abad Ai^bignac, 
predicador del Re^, bn^ier^^ debido predicar qon^ 
tra Aubi^ac. 

En las naciones moderoasi que cultivan laa le-i 
tras, se ban visto gentes, que se han establecido 
críticos de profesión, como se han estaUiecido in- 
teligentes que eicamii^an la lengua á los cerdos 
que traen al mercado, para saber si ost^n enfer-» 
mos. (iOS inteligentes de la literatura uo encuen- 
tran ningún autor bien sano ; ellos dan cuenta do» 
6 tres veces cada mes de todas las enfermedadeft 
reinantes, de los malos versos hecbqs en la capi-. 
tal y en las provincias, de loa romances, iiisipidos 
que inundan la Europa, de los nuevos sistemas de 
ñsica y de los secretos pa^ra matar las cbincbes. 
Con este oficio ganan algún dinero, pnncipalmen- 
te cuaado habían mal de las obras buenas y bien 
ele las malas. Se los puede comparar con los sa* 
pos, que se dice que chupan el veneno de la tier- 
ra para comunicarlo i los que los tocani. En Lon- 
dres hubo un tal Deuni, que ejerció este oficio 
durante sesenta años, y no dejó de ganar su vida. 
El autor que ha creido que era un nuevo Aretino,^ 
y que se iba á enriquecer en Italia po^ sn/rufin 
fiuermdii no k^ hecha íbrtuna. d^y Google 



CRITICA. S25 

El ex-jesuitaGuyot Desfontaines que abrazó es* 
ta profesión al salir de bicetra, recojió algunos 
cuartos ; y cuando el teniente de policia le ame- 
nazó que lo volvería á mandar á Bicetra, si con- 
tinuaba en un trabajo tan odioso, le contestó : És 
menester qne yo viva. El atacaba los bombres 
■las estimaHes á diestro y siniestro, sin haber lei- 
ck>, ni aun pocíRlo leer las obras de matemáticas y 
de física, de que daba cuenta. 

Un dia tomó el Alcifron de Berkley, obispo de 
Clotne por rni libro contra la religión. En 
otro lugar toma ia pdabra inglesa cake, que signi- 
fica tortüy por el gigante Cace. A propósito de 
la tragedia de k muerte de Cesar, dice : que 
Bruto era un fanático bárbaro ^ un hu^kero ; sin 
saber que los kuakeros son los hombres mas pa- 
cíficos del mundo y que jamas derraman la san- 
gre. Con este fondo de conocimientos trataba de 
poner en ridiculo á los dos escritores mas estima- 
bles de su tiempo ; Fontenelle y la Motte. 

Fué remplazado en el cargo de Zoilo subalter- 
no por otro eX'jesuita, llamado Freron, cuyo solo 
nombre ha llegado á ser un oprobio ; y mas igno* 
rante que su antecesor; si es posible, insultaba & 
la academia, á los hombres de bien y á las obras 
de mérito con una insolencia igual á su necedad. 
6u escasa era la misma de Guyot Desfontaines : 

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22S CRITICA. 

es menester que yo viva ; que también es la de ti^ 
dos los facinerosos que se ajustician. 

£1 notnbi^e de cvíticos no se debe dar á esta» 
gentes, porque esta palabra viene de krites^ jtií^^y 
apreotadory arbitro^ Critico significa un buen 
juez. Es menester ser un Qtntiliano para atre-^ 
Terse á juzgar las obras de otro \ ptr lo menos 
es nienester esc^bir como escriba Bayle su re- 
pública de las letras ; y como algunos, aunque po- 
cos inutadores suyos. Los diarios de TreToux se 
han desacreditado por su escetiva parcialidad, 
que ha llegado hasta el ridiculo y por su mal gusto. 

Algunas veces se desprecian los diarios, 6 se 
cansa él púfolicQ de ellos, 5 los autores no sunú« 
nistran materias agradables ; y entonces, para des- 
pertar al público recurren los diarios |i la sátira : 
que es lo qi^e ha hecho decir á La Fontaine : 

Todo diarista debe su tributo á lo maligno. 

Pero seria mejor no pagar e^ tributo mas que á 
la razón y |l la equidad. 

Hay otros críticos que esperan á que salga una 
pbra buena para hacer al instante un libro contra 
ella. Cuanto mas ataca el libelista á un hombre 
acreditado, mas seguro está de .ganar algún dine-r 
ro ; y vive algunos meses á espensas de la repur 
tacion de su adversario. De estos era un ta! Fai- 
dit, que en' tanto escribía contra Bosuet, en ttwito 
contra Tillemon y en tanto contra Fenelon. Pe 

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CUARESMA. «27 

«¿tos ha si<lo también un guilopo, que se tittiia Í^e- 
dro de Chitiiac dé la Bastida Duclaux, abogado eii 
el parlamento, con sus tres nombres como Cice« 
ron. Despules yienen las críticas contra Pedro 
de Ohiniac, jr después las respuestas á estas críti- 
cas. £sto9 hermosos libros vienen acompañados 
de folletos sin número^ que hacen ál público juea 
de su causa. Uno se refiera á su disertación in- 
serta en el diario literario ; otro á sus ilustracio- 
nes publicadas en el Mercurio ; ,este grita que ha 
hecho una versión exacta de una media linea de 
Zoroastco, y que nó se le ha entendido inas que 
lo que él entitende.el persa ; y aquel duplica la 
contra critica, que sé ha hecho de su critica sobre 
im pasage de Chaufepied. 

£n fin no hay ni uno de estos, críticos que na 
crea que es el juez del universo y que tod» éi 
mundo lo escucha. 



CÜARESMAi 

Sección h 

No tratm^eínos de la cuaresma, sino coü reía? 
tión á la policía. Parece útil que haya una ^po~ 
cú en el año^ en la qu^ no se degüellen tantos 

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228 CUARESMA. 

bueyesi teroeros, borregos y gallinas : tampoco 
hay pollos ni pichones en febrero y en marzo, que 
es el tiempo en que viene la cuaresma ; y es bue- 
no que cese la matanza por algunas semanas en 
los países, dond^ los pastos no son tan pilles co- 
mo en Inglaterra y en Holanda. 

Los magistrados de policía han ordenado muy 
sabiamente, que las carnes sean un poco mas car 
ras en París durante este tiempo, en provecho de 
los hospitales. Este es un tributo casi insensible 
que pagan el lujo y la glotonería á la indigencia ; 
porque los ricos son los que qo tienen fuerzas pa- 
ra guardar la quaresma : los pobr^ ayunan lodo 
el año. ' 

Muy pocos labradores hay que coman carne 
una vez al mes ; y si la comieran todos los. días, 
no habría suficiente en el reino mas abundante. 
Veinte millones dé libras de carne por día harían 
sietemil y tresciejatos millones de libras por año, 
que es una cantidad espantosa. 

£1 corto número de neos, empleados, prelados, 
magistrados, grandes señores y grandes señoras 
que se dignan guardar fa cuaresma, ayunan seis 
semanas con sollos, salmones» dragones, marinos, 
rodaballos y lenguados. 

Uno de nuestros famosos asentistas tenia 6or- 
reos, que le traían cada día por cien escudos (mil 
doscientos rs.) de pescado á París. Este gasto 

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CUARESMA. 229 

hacia vivir á los <!Otreos, á los chalanes que ha- 
bían vendido los caballos, á los pescadores, á los 
fabricantes de las redes; á los constructores dé los 
barcos, y á los especieros, en donde se compra- 
ban todas las drogas refínadas que dan al pescado 
un gusto superior al de las carnes. Lúculo no 
haría una cuaresma mas voluptuosamente. 

También es menester observar que el pescado 
paga un impuesto considerable á la entrada en 
Faris, 

£1 .secretario de la despensa del rico, sus 
criados y criadas, el gefe de cocina, comen los 
sobrantes de Creso, y ayunan tan déliciosaqiente 
como él, 

ífo sucede lo mismo á los pobres, que no sola- 
mente cometen un gran pecado si comen el valor 
de medio real de camero ñaco y malo ; sino que 
en vano buscarán este miserable alimento. ¿ Qué 
comerán estps^ infelices ? £lios no tienen mas que 
sus castañas, su pan de centeno, el queso que 
ellos mismos han hecho de la leche de sus vacas, 
de sus cabras, 6 de sus' obejás, y algunos pocos 
huevos de sus gallinas. 

Hay iglesias donde se ha tomado la costumbre 
<Je prohibirles los huevos y lacticinios. ¿ Qué les 
quedará que comer ? • . . • Nada. Ellos consien- 
ten en ayunar, pero no en morirse : es absoluta- 
mente indispensable que vivan, aun cuando no 
ToM. III. 20 o.Le..yGoogle 



£30 CUARESMA. 

sea mas que para labrar las tierras de de los gran- 
des beneñciados y de los frailes. 

Se pregunta pues : ¿ ISo pertenece únicamen- 
te á lotmagistnidos de la policía del reino, encar- 
gados de yelar sobre la salud de sus habitantes, el 
diarles el petmiso de comer los quesos que kan 
apresado sus mismos manos/ y los huevos que les 
ponen sus gallinas ? 

Parece que la leche, los hueros, «1 queso y te- 
do lo que puede alimentar al labrador, es del re- 
sorte de ^ policio, y no una ceremonia religiosa. 

Yo no encuentro que Jesu> Cristo prohibiese las 
tortillas á los apóstoles ; al contrario, les dijo : 
'* Comed de lo que os den." (1.) 

La santa l^esia ha ordenado la cuaresma ; pe- 
ro en calidad de Iglesia no manda ínas que al co- 
raron, ni puede imponer ^mas penas que las espi- 
rituales : en el dia no puede, como en dtros tiem- 
pos, hacer quemar á un pobre hombre, que no te- 
niendo mas que tocino rsmcio, haya puesto uo po- 
co de este tocino sobre un pedazo de pmi Regro 
para almorzar el dia siguiente al martes de carnes- 
tolendas. 

Algunas^ veces los €uras en la» provincias s^ es- 
ceden de sus debereá olvidando le» derechos de la 



t (1) S« liuc. cap. z. T. 9. 

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CUARESMA. 2M 

magistratura, y se introducen en las hosterías y bo- 
degones á ver si encuentran algunas onzas de car- 
ne en las marmits^, 6 algunas riejas gaUinas en el 
asador ; 6 algunos huevos en un armaríó^ en los 
países donde están prohbiidos los huevos, en cua- 
resma. Entonces intimidan ai pobre pueblo, y 
ll^^an hasta la violencia con los desgraciados que 
no saben, que solamente sd magistrado pertenece 
ejercer la policía. Esto es una inquisición odiosa 
y digna de castigo. 

Solamente los magistrados pueden estar instrui- 
dos exactamente de los géneros, mas 6 menos abun- 
dantes, que pueden alimentar ú pobre pueblo de 
las provincias. El clero tiene ocupaciones mas 
sublimes. ¿ No pertenecerá á los magistrados ar- 
reglar lo que puede comer el pueblo en la cuares- 
ma ? ¿ %iien tendrá la inspección sobre el comes^ 
.tibie de un pais, sino la policia del pais ? 



Lección II. 

Los prmieros que pensaron ayunar^ ¿ se sujeta- 
ron á este régimen, por consejo del médico por 
haber tenido indigestiones ? 

¿ Fué el primer origen de los ayunos prescritos 

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232 CUARESMA- 

c» las religiones tristes, la falta de apetito qxxe se 
siente en la tristeza ? 

• i Tomaron los Judios la costumbre de ayunar 
de los Egipcios, cuyos ritos imitaron, hasta la fla- 
gelación y el cabrón emisario ? 

I Porqué ayunó Jesús cuarenta dias en el desier- 
to, donde fué llevado por el diablo^ por el Chath- 
bull ? San Mateó observa, que después de esta 
cuaresma tuvo hambre ; luego no la tuvo durante 
el ayuno* 

¿ Porqué considera la I^sia romana como un 
crimen comer animales terrestres, y como una 
buena obra hacerse servir salmones y lenguados ? 
¡ £1 papista que tenga á su mesa el valor de dos mil 
reales de pescado se salvará ; yel pobre hambriento 
que coma cuatro cuatros de tasajo, se condenará I 

I Porqué se necesita el permiso del obispo, y 
en algunas partes el del papa, para comer hue- 
vos ? Si un rey mandara á su pueblo, que no co- 
miera nunca huevos, ¿ no pasaria por el mas ri- 
dículo de los tiranos ? \ Estraña aversión tienen los 
obispos á las tortillas ! 

I Se creerá que ha habido entre los papistas tri- 
bunales tan necios, tan cobardes y tan bárbaros, 
que hayan condenado á muerte áunos p^red ciu- 
dadanos, que no tenían mas crimen que haber co- 
mido caballo en cuaresma ?' Pues es un hecho ; y 
yo tengo á la vista una sentencia de esta especie. 

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CUERPOS. 239 

Lo qne hay de mas ei|tra&o, es qae los jueces que 
han pronunciado semejantes sentencias, se creían 
superiores á los Iroqueses. 

¡ Sacerdotes idiotas y crueles ! ¿ A quien orde- 
náis la cuaresma ? ^ A los ricos ? Estos se guar- 
dan bien de observaría. ¿ A los pobres ? Para es- 
tos todo el año es cuaresma* El pobre trabajador 
no come casi nunca carne, y no tiene dinero para 
comprar pescado. ¡ Locos ! ¿ Cuando correjiréís 
vuestras absurdas leyes ? 



CUERPOS. 

Cuerpo y materia es aqui una misma cosa, aun* 
vpie en rigor no haya sinónimos. Hay gentes que 
por esta palabra cuerpo han entendido también es- 
píritu. Dicen, qué el espíritu significa originaria- 
mente »opla^ y que solamente el cuerpo puede so- 
plar ; y por consiguiente, que el espíritu y ei 
cuerpo pueden muy bien ser en el fondo una mis- 
ma cosa. En este sentido dice la Fontaine al ce-' 
lebre duque de la Rochefbucanlt : 

Sin desda los espíritus son cuerpos 
De materia aúiasados y compuestos. 

Cambien dice á Madama de la Ss^liere : 

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234 CUERPOS. 

De materia un pedazo sutil miro, • 
Quinta esencia f^e un átomo, un ^tracto- 
De pura luz, 6 no se qvté mas vivo, . 
Mas tenue, si «s posible, y delicado. 

A nadie se le ha ocurrido mquitear ^l buen la 
Fontaine, m suscitarle ^n proceso «obre estas es- 
presiones. Si un pobre ^osofo» y liun un poeta 
«tijera otro tanto ^n el día ; ¡^ué de gente» se es-' 
candalizarian, qué de folletistas venderían sos pa- 
peluchos á doce cuartps, qué de bríbones gríta«« 
rian^ nnicamente con el designio de hacer mal : al 
filósofo, al perípatético> al discípulo de Gasendo, al 
estudiante de Loke y de los primeros padres, al 
condenado! . 

De la mism^ manera que no sabemos lo qcte es 
un esplntu, ignoramos también lo* que es un cuer- 
po : Tenaos algunas propiedades ; ¿ pero cual es 
el sujeto' en quien residen estas propiedades ? De- 
mdcrito y Epicuro dicen que no hay mas que cuer- 
pos ; y. los discípulos de Zemon de Elea dicen 
que no hay cuerpos, 

Berkley, el obispo de Cloine, e& el último que 
ha pretendido probar por cieii sofismas cs^ciosos 
que no existen cuerpos. Estos, dice, no tienen 
ni colores,, ni olores, ni calor ; porque estas modi- 
ficaciones estaa en nuestras sensaciones, yno en 
los objetos. Podia haberse escusádo el trabajo de 
probar esta Terdad,>que es bastante conocida. De 

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CUERPOS. : T35 

aquí pasa á ]a estension y á la sojidez» que son 
esenciales á los cuq)09 ; y cree probar que no hay 
estension en una pieza de paño verde, porque este 
paño no es verde en efecto : esta sensación, de lo 
verde no está mas que en nosotros ; luego la íen^ 
sacion de la estensioíi está también solamente en 
nosotros. Y después de haber destruido asi la 
estension, concluye que la solidez qne está unida 
á eUa, cae por si misma ; y asi qaeoiada hay en el 
mundo mas que nuestras^ideas. De suerte que, 
según este dpctor, dí,ez mil hinnbres muertos por 
diez mil balsus de cañón no son en el fondo mas 
que diez mil aprensiones de nuestro entendimien* 
to ; y cuando un hombre hace un hijo á su muger, 
no es mas que una idea que se aloja en otra idea, 
de la que nacerá otra tercera idea. 

Esta ridicula paradoja del obispo Berkiey no 
merece la peha de refutarla. 

Asi es como argumentaban en otros tiempos los 
Zenones y los Parménides : estas gentes tenían 
mocho talento ; ellos probarían que una tortuga 
deW andar tan veloz como Aquiles, que no hay 
movimiento, y agitarian otra» cien cuestiones tan 
útiles como estas. La mayor parte de los Griegos 
jugaron á los cubiletes con la filosofía, y transmi- 
tieron^Bus trebejos á nuestros escolásticos. Has* 
ta Bayle ha sido algunas veces de la pandilla ; ha 
borda4o telas de araña como otio cualquiera ; ha 

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Í38 CUERPOS, 

nrgameDtado en el articulo Z^non contraía estén* 
8Íon divisible de la materia y la contigüidad de los 
cuerpos ^ y dice cosas que no serian permitidas á 
un geómetra de seis meses. 

Es bueno saber lo que habia conducido al obispo 
Berkley á esta paradoja : yo tuve hace tiempo al* 
gunas conversaciones con él, y me dijo, que el ori- 
gen de su opinión venia de que no se puede con- 
cebir lo que es el sujeto que recibe la ostensión. 
En efecto, triunfa en su libro cuando pregunta á 
HylaS) qué cosa es eite sujeto, este sub$tractum^ 
esta sustancia. Es el cuerpo estenso, responde 
Hylas : entonces se burla de él el obispo, bajo el 
nombre de Pbilonous ; y viendo el pobre Uylas 
que ha dicho que la ostensión es el sujeto de la 
estension, y. que ha dicha una necedad,' se confun- 
de, y confiesa que no comprende nada, que no hay 
cuerpos, que el mundo material no existe, y que 
no hay mas que un mundo intelectuaL 

Hylas debia decir solamente á Phikmous : No^ 
sotros no sabemos nada sobre el fondo de este su- 
jeto, de esta sustancia estensa, sólida, divisible, 
movible, figurada, &c ; yo no la conozco mas que 
al sujeto que piensa, que siente y que qniere 3 
pero no por esto existe menos este sujeto, pues- 
que tiene^ propiedades esenciales de las que no 
puede ser despojado. 

Nosotros somos todos, como la mayor parte de 

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CUERPOS. 337 

las damas de París, que comen perfectamente, sin 
saber lo que entra en los guisados ; y de la mis- 
ma manera nosotros gozamos de los cuerpos sin 
saber lo que los compone. ¿ De qué está formado 
el cuerpo ? De partes : y estas partes se resuel- 
ven en otras partes. ' ¿ Qué son estas últimas par- 
tes ? Siempre cuerpos. Podréis dividir ince- 
santemente, que nunca avanzareis á mas. - 

En fin un sutil filósofo, que observaba que una 
pintara está compuesta de ingredientes que üo son 
otras^ tsmtas pinturas^ y que una casa se compone 
de materíales,fque no son cada uno una casa ; ima- 
ginó qué los CQTpos están censtFuidos de una infi- 
nidad de seres pequeños qué no son cuerpos ; y 
esto se llama ménades. Este sistema no deja de 
tener su mérito, y si fuera revelado, yo lo creeria 
muy posóle r todos estos pequeños seres serian 
puntos matemáticos, especies de almas, que no es» 
perarian mas que un vestido para meterse dentro ; 
sería una metempsicosis continua; Este sistema 
vale bien tanto como otro cualquiera ; yo lo aprecio 
tanto como á lá declinación de los átomos, las for- 
mas sustanciales, la gracia versátil y los vaibpiros. 



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238 CURA DE ALDEA. 



CURA DE ALDEA. 

Un cura, ¿ qué digo yo un cura ? un imán, tin 
talapui&o, un brama debe tener con qué vivir de- 
centemente : el sacerdote en todo país debe comer 
del altar, puésque sirve á la república, ^é no 
se le ocurra á un fanático bribón decir que yo 
igualo aquí á un cura con un brama, y á la verdad 
con la impostura. Yo no comparó, sino los ser- 
vicios hechos á la sociedad, el trabajo y el salario. 

Digo que cualquiera qué ejerce una función 
penosa, debe ser bien pagado por'sus conciudada- 
nos ; pero no digo que debe rebosar de riquezas, 
comer como un Lúculo, y ser tan insolente como 
un Clodio. Compadezco la suerte de un cura de 
aldea, obligado & disputiar un celemin dé trigo á Su 
infeliz feligrés, á pleitear contra él, á exijirle el 
dieznío de las lent^as v de los giasántesy á odiar 
y ser odiado, y á consmntr su miserable vida en 
disputas continuas que envilecen al dma tanto co- 
mo la irritan. 

Compadezco todavia mas a] cura teniente, al 
que unos frailes, llamados gruesos diezmeros^ se 
atreven á dar un salario de cuarenta ducados,^ pa- 
ra que vaya á hacer durante todo un año, á dos 6 
tres leguas de su casa, de dia y de noche, con sol, 
con aguas, con lüeve 6 con yelos, las fimcionea 

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CURA ÚE ALDEA. sm 

lúas desagradables, y con frecueiicía las mas inú- 
tiles : entre tanto el padre Abad, grueso diezmeroy 
bebe su vino de Volney, come sus perdices y sus 
faisanes, duerme sobre pluma con su vecina, y 
háce^edificar un palacio. La desproporción es de- 
masiado grande* 

En tiempo de Carlomagno, se imaginó que el 
clero debia poseer, ademas de sus tierras, el diez- 
mo de las tiei^raa de los demás ^ y este diezmo es 
por lo menos el cuarto contando los gastos de la 
labor. Para asegurar este pago se estipuló que 
era de derecho divino* ¿Y porqué? ¿Habrá 
Dios venido al mundo para dar la cuarta parte de 
mis bienes al abad. del monte Casino, ó al de san 
Dionisio, ó al de Fulda? No, que yo sepa. Pero 
se encontró que otras veces en el desierto de 
Ethan, de Oreb, de Cades Bainé se habian dada á 
los levitas cuarenta y ocho ciudades y el diezmo 
de lo que produjera la tierra tanto en frutos como 
en ammales. 

\ Pues bien, gruesos dieai|[ieros ! idos á Cades 
Bamé, habitad las cuarenta y ochp ciudaües que 
están en este desierto inhabitable, tomad el^diezmo 
de los guijarros que produce allí la tierra f y ¡ buefi 
provecho os haga I 

Pero, habiendo combatido Abraham por Sodo- 
ma, dio el diezmo á Melquisedechy sacerdote j 
Tey de Salem. Pues bien : comMid por godo- 

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24Ü CURA DE ALDEA. 

ma ; pero que Melquisedech no me quite %l trigo 
que yo he sembrado. 

En un pais cristiano de mil y docientaf( ieguas 
cuadradas, en todo^l Norte, en la mitad de Alema- 
nia, en la Holanda y en la Suiza se paga el clero 
del tesoro público. Los tribunales no se ocupan 
en estos paises con los pleitos suscitados ^ntre los 
señores y los curas, entre el grueso y el flaco diez- 
mero, entre el pastor demandante y la oveja inti- 
midada, en consecuencia del tercer concilio de 
Letran, del que jamas ha oido hablar la oveja. 

El rey de Ñapóles acaba de abolir en este año 
de 1772 el diezmio en una de sus provincias ; los 
curas están mejoT pagados, y la provincia lo ben- 
dice. 

Se dice que los sacerdotes egipcios no tomaban 
el diezmo. No ; pero se nos asegura que tenian 
la propiedad del tercio de todo' el Egipto. \ O mi- 
lagro ! ; O cosa, pololo menos diñcil de creerse ! 
] Tenian la tercera parte del pais, y no tuvieron 
bien pronto las otras dos ! 

No creas, amigo lector, que los Judíos, que te- 
nian un poco dura la cerviz, no se quejaron jamas 
del impuesto d^ diezmo. Ttoate el trabajo de 
^eer el Talmud de Babilonia, y si no entiendes el 
caldeo, lee la traducción, hecha por Gilbert Gaul- 
min, con notas ; y verás en él la aventura de una 
pobre xmán con el gtah sacerdote Aaron, y como 

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CORA DE ALDEA. 241 

la desgracia üe esta viuda fué la causa de la dis^- 
ptíta entre Dathan, Coré y Abiron por una parte, 
y Aaron por otra. 

** Una riuda no tenia mas que una oveja,(l) y 
** la quiso esquilar ; y Aaron viene y toma la lana 
'** para él, diciendo que le pertenecía según la ley: 
*^ Tu darás las primicias de la lana á Dios, La 
'** viuda implora llorando la protección de Coré. 
'** Este va á buscar á Aaron. Sus súplicas son inú- 
^' tiles; Aaron responde que la lana es suya. 
*' Coré da algún dinero á la muger y se vuelve 
•*' lleno de indignación. 

** Algún tiempo después pari^ la oveja un cor- 
^* dero ; y Aaron vino y se apodero del cordero. 
**^La viuda vuelve otra vez á llorar 6 Coré, que 
*^ en vano intenta amansar á Aaron : el gran sacer- 
'' dote le responde : Está escrito en la ley : Todo 
** macho primogénito de tu rebaño pertenecerá d 
*• Dios ; se comió el corderp ; y Coré se fué fu- 
*' rioáo. 

'* Desesperada la viud^ mata su oveja ; y Aaron 
** viene otra ve^, y toma el lomo y el vientre. 
" Coré se le queja y Aaron le responde : Está es- 
" crito : Tu darás el vientre y el lomo.á los sacer- 
-'• dotes, '^ 



(i) Pag. 167> muDi. 397. 

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242 CURA DE ALDEA. 

** La yiuda^ no podiendo contener su dolor» ák'^ 
^* JO anatema á su oveja. Entonces Aaron dijo á I» 
*' viuda : Está escrito : Todo lo que será anaiemo^ 
** tizado en brael será tuyo: y se llevó toda la 
" oveja." 

Lo que no es tan gracioso, pero si muy singular 
es que en un pleito entre el clero de Keims y lo» 
labradores^ citó el abogado de estos este misme 
ejemplo, sacado del Talmud. Gaulmin asegura 
que ¿1 fué testigo. Entre tanto se le puede res^ 
ponderque los diezmeros no toman todo al pueblo } 
por que no se lo consentirían ni los señoríos ni los 
rentistas : es menester que todos partan^ como es^ 
justo. 

Por lo demás pensamos que m Aarcm, ni nin^ 
guno de nuestros curas se apropian las ovejas^y 
los corderos de las viudas de nuestro pais^ 

No podemos concluir este articulo mejor qo^ 
con el siguiente. 

Diálogo. 

AnisTOr. 

Y bien, mi querido Teótimo, ¿ vas 6 set cvr^ 
de aldea ? 



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GURA DÉ ALDEA. 243 



Teotimo, 



Si ; me han dado una parroquia pequeña ; j yo 
tío la deseo mas grande ; porque no tengo mas que 
una porción limitada de inteligencia j de actividad, 
y ciertamente no podría diríjir setenta mil almas, 
supuesto que yo no tengo mas que una : un reba- 
ño grande me espanta ; y me parece que podré 
hacer algo bueno en uno pequeño. Yo he estu- 
diado bacante jurisprudencia para impedir cuanto 
me sea posible que mis pobres parroquianos se 
arruinen en pleitos : tengo bastantes conocimien* 
tos de agricultura para darles algunos consejos 
útiles : él señor del lugar y su administrador son 
hombres de bien, que no son beatos, y que me 
ayudarán á hacer el bien. Yasl me lisonjeo 
que viviré bastante feliz y que mis parroquianos 
no serán desgraciados con migo, 

Aristo. 

¿ No estás disgustado de no tener muger ? Este 
seria un gran consuelo ;. y seria muy dulce, des- 
pués de haber predicado, cantado, confesado, co- 
mulgado, bautizado, enterrado, consolado enfer- 
mos, (apaciguado disputas, y consumido tu día en 
el servicio del prójimo, encontrar en tu C9sa upa 

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244 CURA DE ALDEA.. 

muger^dulce, agradable y honrad*, que cuidara de 
tus ropas y de tu persona, qufs te di vertiera en la 
salud, que te cuidara en las enfennedades, j qae 
te diera unos hermosos hijos, cuya buena educa- 
ción haría útiles al Estado. Os compadezco á lo» 
que serris á los hombres, de veros prívados de un 
consuelo tan necesario. 

Teotimo. 

La Iglesia griega tiene mucho cuidad* en ani- 
mar á los curas al matrimonio : la Iglesia ang^ca- 
na y los protestantes tienen la misma prudencia ; 
pero la Iglesia latina tiene una prudencia contra- 
ria, y es menester ^3ometerse. Tal vez en el dia, 
que el espíritu filosófico ha hecho tantos pro- 
gresos, haría un concilio leyes mas favorables á 
la humanidad. Mas entretanto debo conformarme 
con las leyes presentes : sé que cuestií mucho.; 
pero tantas gentes que valen mas que yo, se some- 
ten á ellas, que yo no debo murmurar. 

Aaisto. 

T6 eres un sabio, y tienes una elocuencia ^'^ua: 
¿ Como piensas predicar á tus aldeanos^ 



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CURA DE ALDEA. 245 



Teotimo. 



Como, predicaría delante de los reyes. Siem* 
pre hablaré de moral, y nunca de controversia. 
X Dios me libre de profimcUzar la gracia concomi- 
tante, la gracia eficaz, á la que se resiste, la sufi- 
ciente que no basta; ni examinar si los án- 
geles que comieron con Abraham y Con Loth, 
teman cuerpo, 6 si fíojieron que comian ; si el 
diablo Asmodeo estaba efectivamente enamorado 
¿e la muger del joven Tobias ; cual es el monte á 
donde fué Jesu Cristo conducido por el diablo ; y 
si Jesu Cristo envió dos mil diablos, 6 dos diablos 
solamente al cuerpo de dos mil cochinos, &c. &c. 
Hay muchas cosas que no entendería mi auditorio, 
m yo tampoco. Trataré de hacerlos gentes de 
bien, y de serlo yo lo mismo ; pero no haré teólo- 
gos, y lo seré yo lo menos que pueda. 

Artsto. 

*, O mi buen cura ! Yo quiero comprar una casa 
de campo en tu parroquia. Dime, ¿ como te por- 
tarás en la confesión ? 

Teotimo. 

La confesión es una cosa escelente» un freno 

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246 , CURA DE ALDEA. 

para los ctlo^eiies, inventado desde la mas remota^ 
antigüedad : en todos los antiguos misterios secón-'' 
fesaba ; y nosotros hemos imitado y santificado esta 
sabia práctica ; que es. muy buena para empeñar 
álos corazones ulcerad§3 del odio á que perdonen 
li3is injuarias, y para que los rateros devuelvan lo ^ 
que puedan haber robado. Tiene algunos incon- 
venientes : hay muchos confesores indiscretos^^ 
principalmente entre los frailes, que enseñan aljgu^ 
ñas veces á las muchachas mas necedades, que lasF 
que podrían ensenarles todos los muchachos de una 
aldea. Nada dedetalles en la confesión; este no es un 
interrogatorio jurídico ; sino solamente la confesión 
de sus faltas que un pecador hace al Ser supremo- 
entre las manos de otro pecador que tambie^ va á 
confesarse. Esta confesión saludable no está ins- 
tituida para satisfacer la curiosidad de un hombre. 

Aristo. 
¿ Usarás de Los escomuniones ? 
Teotimo. 

No : hay rituales en los que se escomulga á la 
langosta, á los hechiceros y á los comediantes. Yo 
no provihibiré la entrada de la iglesia á las lan- 
gostas, porque jamas van á ella; no escomulgaré 
á los hechiceros, porque no los hay ; y rqpecto de 

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CURA DE ALDEA. . 247 

los céfBicos» como estsm pensionados* por el rey, 
y autorizados por el gobierno» rae gcuñrdúré bien 
de áií&mñúos. También te confesaré como ami* 
go, que me gasta la comedia, cuando no choca con 
las costumbres. La Misantropía me gusta en es- 
tremo, y todas las traadlas, donde hay costumbres* 
£1 señor de mi sddea hace representar en sn casa 
^algunas de estas piezas, por jóvenes que tienen 
talento ; y estas representaciones inspiran la Vir- 
tud por el atractivo del placer ; forman el gusto^ 
y enseñan á hablar y á pronunciar bien. Yo no 
veo en esto nada que no sea inocente, y aun muy 
^il ; y pienso asistir algunas veces á estos espec- 
táculos para mi instrucción, pero en un sitie oculto 
^ara no escandalizar á los débiles. 

Aristo. 

Cuanto mas me descubres tus sentimientes, mas 
deseo tengo de ser tu feligrés. Hay un punto muy 
importante que me embaraza. ¿ Qjiié harás para 
impedir que los paisanos se emborrachen jos dias 
<de fiesta ? Esta es la gran manera de celebrarlas. 
. Tú ves á los unos abrumados de un veneno liqui- 
do, colgando la cabeza, las manos flojas, que no 
ven, ni oyen nada, reducidos á un estado muy in- 
ferior al de los brutos, conducidos á sus casas me- 
dio arrastrando por sus mugeres desoladas, inca- 

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248 GURA DE ALDEA. 

paces de trabajar al día sigaieifte, y con frecueii'' 
cia eofermos y embrutecidos para el resto de su 
▼idal Otros furiosos con el vino suscitan penden- 
cias sangrientas, hieren y son heridos, y algonas 
Teces concluyen con un asesinato estas escenas 
espantosas, que son la vergüenza del género 
humano. Es menester confesar que el Estado 
pierde mas subditos por las fiestas que por I98 ba- 
tallas. ¿ Como disminuirás tú en tu porroquia un 
abuso tan execrable ? 

Teotimo. 

Tengo tomado mi partido : y yo permitiré y 
dtin les instaré á que trabajen sus campos en los 
dias de fiesta después del oficio divino, que haré 
muy temprano. La ociosidad de la fiesta es la 
que los conduce á la taberna : los dias de trabajo 
no son los dias del libcrtinage y de los asesinatos. 
El trabnjo moderado contribuye á la salud de] 
cuerpo y á la del alma ; y ademsís este trabajo es 
necesu'io al Estado. Supongamos cinco millones 
de hombres que hacen por dia á dos reales de 
obra el uno con e{ otro, que es un cálculo muy 
moderado : en treinta dias de fiesta dal año com- 
ponen cincuenta millones de reales que pierde el 
Estado en trabajos é industria. Ahora bien, cier- 
tamente que Dios no ha mandado jamas ni esta pér- 
^^da, ni la borrachera. 

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CURIOSIDAD. 249 

Aristo, 

De esta llanera tú coDciliarás la. oración con el 
trabajo : Dios manda lo uno y lo otro ; y tú sir- 
ves á Dios y á los hombres. Pero, ¿ qué partido 
tomarás en las disputas eclesiásticas ? 

• 
Tbotimó. 

Ninguno : jamas se disputa sobre la virtud, pbr- 
qtie viene de Dios ; y se disputa sobre las opinio* 
nes que vienen de los hombres. 

AmsTo. 

¡ O mi buen cura! ; mi buen cura t 



CURIOSIDAD. 

Suave, mari magno tnrbantibus cequora ventis, 
£ térra magnum alterlus spectare laborem ; 
Non quia vexari quemquam cst jucunda voluptas. 
Sed quibus ipse malis careas quia cerneré suave est. 
Suave etiam belli ceFtamina magna tueri 
Per campos instructa, tua sine parte pericli ; 
Sed nil dulcius est bené quám muaitft tenere 

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250 CURIOSIDAD. 

Edita doctrina sapientum templa serena, 
Despicere undé queas alios, pasimque videre 
£rrare, atqueviam palantes quaerere vitse, 
Certare ingenio, contendere nobilitate, 
Noctes atque dies niti prce^tante labore 
Ad sümmas emergeré opes, reramque'potiri. 
O miseras bominum mentes ! 6 pectora coeca! 

Desde el paerto se ve con gusto ansioso . 
La tormenta que aflije al navegante, 

Y yjos del peligro una batalla 
En lo mas borroso del combate 
También es un objeto que divierte j 

. No porque el mal ageno y los desastres 
jíamas produzcan un deleite puro ; * 
Sino porque es muy dulce y agradable 
Mirar los males de que estamos libres. 
Mas nada hay en el orbe semejante 
Al placer del que, al tempto retirado 
De los sabios, ve en, paz las tempestades 
Formarse sin que alteren su reposo, 

Y con risa contempla á losi mortales 
Por su necia inquietud asclaviados, . 
Bagando noche y dia, con viles artes 
Riquezas y negocios persiguiendo, 

Y sosteniendo de su noble sangre 

Y de su vario ingenio la apariencia, 
} O necedad die) hombre miserable ! 

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CURIOSIDAD. 251 

Sospecho qtíe Lucrecio se ha engañado aqui en 
moral j cotno se engaña casi siempre en ñsica. A mi 
modo de pensar sdamente la curiosidad es la que 
hace correr h&cia el muelle para ver un navio 
que va á sumergir la tempestad. Esto me ha su- 
cedido, y juro que mi placer mezclado de inquie*» 
tud y de descóntenip^ no ha sido efecto de mi re- 
dejón ; ni venia dé una comparación secreta de 
mi seguridad con el peligro de aquellos desgracia-» 
dos : yo era éuríoso y sensible^ 

En la batalla de Fontenoi^ los niños y las niñas 
se subian á los árboles de alrededor para ver ma- 
tar las gentes< 

Las señoras se hicieron llevar sillas sobre un 
baluarte de lá ciudad de Lieja para gozar del es- 
pectáculo de la batalla de Róscou; 

Cuando he dicho : / Feliz el que vé en paz for- 
marse las borrascas ! mi felicidad eta estar tran- 
quilo, y buscar la verdad, y no ver sufrir á los se- 
res qiie piensan, perseguidos por haberia buscado^ 
y oprimidos por los fanáticos y por los hipócritas. 

Si se pudiera suponer un ángel volando con seis 
hermosas alas desde lo alto del empireo^ y yendo 
á mirar por un respiradero del inferno los tormen- 
tos y las contorsiones de los condenados, y ale- 
gándose de no sentir nada de sus incotícevibles 
dolores ; este ángel tendría mucho de la naturale- 
za de Belzebuth. 

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252 CURIOSIDAD. 

Yo no conozco la naturaleza de ios loigetesv 
porque no soy mas que hombre, y no hay mas que 
los teólogoi que la conozcan; pero en calidad' de 
hombre pienso por mi propia esperiencia, y por 
la de todos loa bausanes, mis compañeros, que no 
se corre á nii^un espectáculo, de cualquier gene* 
ro que sea, sino por pura curíocidad. 

Esto me parece tan cierto, que por admirable 
que sea un espectáculo al tin se abandona. El 
público de París casi no va ya al Tartuf, que es 
la obra maestra de las obras maestras de Moliere. 
Y i porqué ? Porque ya ha ido con mucha frecu- 
encia, y porque lo sabe de menoría. Lo mismo 
sucede con la Ándrdmaca. 

Perrin Dandin ha tenido desgraciadamente mu» 
cha razón cuando propone á la jóren Isabel acom- 
pañarle á ver como se da el tormento : esto hace 
(dice) pasar una* hora ó dos. Si esta anticipacioa 
del último suplicio, frecuentemente oías cruel que 
el mismo suplicio, fuera un espectáculo páblico» 
toda la cuidad de Toiosa hubiera corrído para con* 
templar al venerable Calas sufríendo por dos ve- 
ces estos tormentos «ibominaUes, sobre las con- 
clusiones del procurador general. Penitezftes blan- 
cos, penitentes gríses y negros, m(^ere8,'doQcellas, 
maestros de juegos y fiestas, estudiantes, lacayos, 
criadas, mugeres públicas, doctores en derecho 
cfinónico, todo el mundo hubiera corrido. En Parí» 

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CURIOSIDAD. 2bS 

se habrían ahogado por ver pasar en un chirrión 
al desgraciado general LaUicon una mordaza de 
eeis dedos en la boca* 

Pero ^i estas tragedias de Caníbales, que se re- 
presentan algunas veces en la mas frivola de to- 
das las naciones, y la mas ignorante en general de 
los principios de la jurisprudencia y de la equidad ; 
si los espectáculos dados por algunos tigres á mo* 
nos, como los leí Sanfiartolomé y sus diminutivos, 
se renovasen todos losdias, bien pronto quedaría de- 
sierto un tal país : todo el mundo huiría con hor- 
ror y abandonaría para siempre una tierra infer- 
nal, donde fueran frecuentes estas barbaries. 

Cuando los muchachos y^ las muchachas desplu- 
man los gorriones, es puramente por espíritu de 
curiosidad, lo mispao que cuando hacen pedazos 
los vestidos de sus muñecas. Esta pasión sola 
es la que conduce tanta gente á las ejecuciotíes 
públicas, como lo hemos visto. / Estraño conato ! 
¡ ver á miserables ! ha dicho el autor do una tra- 
gedia. 

Me acuerdo que estando en París, cuando se 
hizo sufrir á Damiens una muerte de las mas hor- 
rorosas que se pueda imaginar, todos los valcg- 
nesque daban á lá plaza se arrendaron muy 
caros para las señoras : ninguna de ellas segura- 
mente hacia la reflexión consoladora de que no la 
tenaceaban los pechos» ni que deramaban plomo y 
22 

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864 DANTfi. 

pez defretida en sus heridas, ni que cuatro caba-- 
Uos despedezaban'dus miembros sangrientos^ Uno 
de los verdugos juzgó mas sanamente que Lucre- 
cio ; porque cuando uno de los académicos de Pa- 
rís quiso entrar én el circo pata examinar la cosa 
mas de cerca, y lo rechazaron los archeros : De- 
jad entrar al señor, les dijo, que es un aficionado. 
Es decir, es un ciiribso, que no viene aquí por mal- 
dad, ni por una consideración sobre si mismo para 
disfrutar el placer de no ser descuartizado; sino úni- 
camente por curiosidad, como se va á ver los es- 
perimentos de física. 

La curiosidad es natural al hombre, á los monos 
y á los perritos pequeños. Cuando se lleva un 
perrito en un coche, siempre lleva las manos 
sobre la puertezuela para ver lo que pasa. 
Un mono escudriña por todas partes con el aire 
de considerarlo todo. En cuanto al hombre ya 
sabemos como está hecho : Roma, París y Lon- 
dres pasan el tiempo en preguntar lo que hay de 
nuevo. 



PANTE (el). 

Todo el thtltido quiere conocer al Dahté. Los 
Italianos lo ll^aa divino ; pero es una divinidad 

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DANTE. 255 

escondida ; pocas gentes oyen sus oráculos ; él 
tiene sus comentadores, y tal vez esta es una ra- 
zón de mas para no ser comprendido. Su repu- 
tación se afirmará siempre, porque casi no se lee. 
Hay de él una veintena de tiradas de versos que 
se saben de memoria, y esto* basta para escusarse 
el trabajo de examinar lo ¿lemas. 

Este divino Dante se dice que fué un hombre 
bastante desgraciado. No se crea que fué divino 
en su tiempo, ni que fué profeta en su patria. Es 
cierto que fué prior ; pero no prior de frailes, sino 
prior de Florencia, esto es, uno de los senadores. 

Nació en 1260, según lo que dicen sus compa- 
triotas. Bayle que escribia en Roterdam cúrrente 
cálamo para su librero, cerca de cuatro siglos en- 
teros después del Dante, lo hace nacer en 1266 ; 
y yo no estimo á Bayle ni mas, ni menos por ha- 
berse engañado en cinco años : el gran negocio es 
no engañarse ni en materia de gusto, ni en mate- 
ria de raciocinio. 

Las artes principiaban entonces á nacer en la 
patria del Dante. Florencia estaba, como Atenas, 
llena de espíritu, de grandeza» de ligereza, de in- 
constancia y de facciones. La facción blanca te- 
nia un gran crédito, y se llamaba asi de la Signara 
Bianca. £1 partido opuesto se titulaba el partido 
de los negros y para distinguirse mejor de los blan- 
cos. Estos dos partidos no bastaban á los Floren* 

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256 DANTE. 

tinos ; y teDÍan también los guelfos y los gibelinos. 
La mayor parte de los blancos eran gibelinos^ 
ó del partido de los emperadores, y los negros se 
inclinaban por los guelfos^ 6 partidarios de los 
papas. 

Todas estas facciones amaban la libertad, y no 
obstante hacian cuanto podían por destruirla. El 
papa Bonifacio VIH quiso aprovecharse de estas 
divisiones para aniquilar el poder de los empera- 
dores én Italia ; y declaró á Carlos de Valois, her- 
mano del rey de Francia Felipe el hermoso, por 
«u vicario en Toscana. El vicario vino bien ar- 
mado, echo á los blancos y á los gibelinos^ y se hi- 
zo detestar de los negros y de los guelfos. El 
Dahte era blanco y gibelino, y fué de los primeros 
desterrados y su casa arrasada ; y por esto se pue- 
de juzgar si lo restante de su vidas fué afecto á la 
casa de Francia y á los papas : no ohstante se pre- 
tende que hizo un viage á París, y que para des- 
enfadarse se hizo teólogo y disputó vigorosamente 
en las escuelas. Se añade que el emperador Hen- 
rique VII no hizo nada por él aunque era gibelino ; 
que fué á buscar á Federico de Aragón, rey de 
Sicilia, y que se volvió tan pobre como fué. En- 
tonces se vio reducido al marques de Malaspina y 
al gran kan de Verona ; ni uno ni otro lo recom- 
pensaron, y murió pobre en Ravena á la edad de 
cincuenta y eeis anos. En estos diversos Jugares 

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DANTE. 267 

GDmpudo fiü comedia del itiñerno, del purgatorio y 
del paraíso ; y esta ropavieja se ha mirado como 
un'hermoso poema épico. 

Primeramente encontró á la entrada del infíer-* 
no un león y una loba : de repente se le presenta 
Virgilio pareí animarlo ; y le dice que ha nacido 
lombardo, que es precisamente como si Homero 
dijera que habia nacido turco. Virgilio se ofrece 
á conducir á Dante én el infierno y en el purgato-» 
rio, y á acompañarlo hasta la puerta de san Pe- 
dro ; pero confiesa que no podrá entrar con él eñ 
el cielo. 

Entre tanto los paáa Carón á ambos en su bar- 
ca ; y le cuenta Virgilio, que poco tiempo después 
de su llegada al infierno habia visto venir allí un 
Ser poderoso que buscaba las almas de^Abel, de 
Noé, de Abraham, de Moisés y de pavid. Avan- 
zando en el camino, descubren en el infie^no mo- 
radas muy agradables ; en la una estaban Homero, 
Horacio, Ovidio y Lucano ; en otra se veian Elec- 
tro, Héctor, Eneas, Lucrecio, Bruto y el turco 
Saladino ; y en otra tercera Sócrates, Platón, Hi- 
pócrates y el árabe Averroes. 

Al fin llegan al verdadero infierno, donde juzga 
Pluton á los condenados. El viagero reconoce 
allí algunos cardenales, algunos papas y muchos 
Florentinos. ¿ Y todo esto está en estilo cómico ? 
No. ¿ Todo está en el género heroico ? No. ¿ En 

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^á8 DAVTID. 

qué gusto está pues este poema ? £n el estra- 
vagante. 

Pero hay en él versos tan felices y tan natura- 
les, oue DO se han envejecido después de cuatro- 
cientos años, ni se envejecerán nunca. Por otra 
parte un poema donde se ponen papas en el infier- 
no, llama mucho la atención, y los comentadores 
agotan toda la sagacidad de su entendimiento para 
determinar exactamente quienes son los que ha 
condenado el Dante, y {$ara no engañarse en una 
materia tan grave. 

Se ha fundado una cátedra para esplicar este 
autor clásico. Se preguntará tal vez, ¿ como no 
^e ha opuesto á ello la inquisición ? Respondo que 
la mquisicion de ItáUa entiende de chancas, y sa- 
be bien que las burlas en verso no pueden hacer 
raaJ. 



DAVID. 



Nosotros debemos reverenciar á David como 
un profeta, como un rey, como un antepasado del 
santo esposo de Maria y como un hombre que ha 
merecido la misericordia de Dios por su peniten- 
cia. 

Diré atrevidamente que el artículo Doüidy que 

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DAVID. 2tó 

suscito tantos enemigos á Bayle, primer aator db 
un Diccionario de hechos y de discursos, no mere- 
cia el estraño ruido que se hizo entonces. Pere 
no se quería defender á David ; sino perder á 
Bayle. Algunos predicadores de Holanda, sus 
mortales enemigos, se cegaron tanto de odio, que 
llegaron hasta reprenderle por haher dado alaban- 
zas á algunos papas, que creía dignos de ellas, y 
por haber reíutado''las calumnias publicadas con- 
tra él. 

Esta ridicula y vergonzosa injusticia fué firman 
da por doce teólogos en 20 de diciembre de 1698, 
' en el mismo consistorio, donde fínjian tomar la- de^ 
fensa de David. ^ Como se atrevieron á manifes- 
tar abiertamente una. cobarde pasión que el resto 
de los hombres se empeña siempre en ocultrar ? No 
era solamente el cúmulo de la injusticia y del des-^ 
precio de todas las ciencias ; era también el cfimu* 
lo del ridiculo, querer prohibir que un historiador 
sea imparcial, y que raciocine un filósofo. .< Un 
hombre solo no se hubiera atrevido á ser insolente 
é injusto hasta este estremo; pero diez ó doce 
personas reunidas con alguna especie de autoridad 
son capaces de las mas absurdas injusticias. Lod 
unos se sostienen á los otros y ninguno se carga 
nominalmente de la vergüenza de la compañia. 

Una grande prueba de que la condenación de 
Bayle fué personal es lo qte sucedió á M. Hat(e, 

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260 DAVID. 

miembro del parlamento en Inglatera en 1761. 
Los doctores Chandler y Palmer habían pronuncia* 
do la oración fúnebre del rey Jorge II, y lo habían 
comparado en sus discursos con el rey David, se- 
gún el uso de la mayor parte de los predicadores 
que creen adular á los reyes. 

M. Hutte no miró cómo una alabanza esta com- 
paración, y publicó la famosa Disertación The man 
after God^s own heartf en la que quiere hacer ver 
que Jorge 11, rey mucho mas poderoso que David, 
no habiendo «áido en las íkltas del Judio, y por 
consiguiente no habiendo podido hacer la misma 
penitencia, no podia ser comparado con él. 

Sigue paso á paso ]os libros délos Reyes. Exa- 
mina toda la conducta de David mucho mas seve- 
ramente que Bayle ; y funda su opinión en que el 
Espíritu Santo no da ninguna alabanza á las accio- 
nes que se pueden vituperar á David. El autor 
ingles juzga al rey de Judea únicamente por las 
nociones que tenemos en el dia de lo justo y de lo 
injusto. 

No puecie .aprobar- que David reúna unfi banda 
de ladrones en número de cuatro Cientos, quo se 
haga armar por el gran sacerdote Abimelech oon 
la espada de (roliath, y que reciba de éi los panes 
consagrados (t). 

(t) I, a« los Reyet; cap. Xtí y XXIL 

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DAViD. íai 

"0,06 ¥aya casa del agricultor Nabal á ponerlo 
todo á fuego y sangre, porque ha reusudo Nabal 
las contribuciones á su tropa de bandidos : quje 
Nabal muera á los pocos días y que David se case 
con la viuda (J). 

Reprueba su conducta con el rey Achis, posee- 
dor de cinco 6 seis aldeas en el cantón de Geth. 
Estando entonces David á la cabeza de seiscientos 
bandidos, iba á hacer incursiones en las tierras de 
los aliados de' su bienhechor Achis ; todo lo roba- 
ba, y todo lo degollaba viejos, mugeres y niños de 
teta. ¿Y porqué mataba los niños del pecho ? 
'' De temor, dice el testo, de que estos niños no Tle- 
" vasen la noticia al rey Achis." (2). 

Entre tanto pierde Saúl una batalla contra los 
Filisteos, y se hace matar por su escudero. Un 
judio lleva la noticia á David, que le da la muerte 
en recompensa (3). 

Isboseth sucede á su padre Saúl ; y David se bas- 
tante fuerte para hacerle la guerra, y al fin Isbo- 
seth es asesinado. 

David se apodera de todo el reino : sorprende la 
villa ó aldea de Rabbath, y hace morir todos sus ha- 



(1) I, de los Rey», cap. XXV. 

(2) I, de los Reyes, cap. XXVII. 

(3) 11, de los Rey. cap. h 

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262 DAVID. 

hitantes por suplicios bastante estraordinarios : ^e 
les parte por medio, se les despedaza con rastri- 
llos de hierro, y se les quema en hornos de la- 
drillo (1). 

Después de estas espediciones hay una hambre 
de tres anos en el país. En efecto de la manera • 
como se hacia la guerra debian labrarse mal los 
campos. Se consulta al Señor, y se le pregunta 
¿ porqué hay hambre ? La respuesta era muy fá- 
cil : seguramente porque en un paiS, que apenas 
produce trigo, quedan pocas gentes que cultiven 
la tierra, cuando se hacen cocer los labradores en 
hornos de ladrillo, y cuando se los ha partido en 
dos pedazos : pero el Señor responde : que es 
porque Saúl habia matado en otro tiempo á los 
Gabaonitas. 

¿ Qjaé hace en el momento Dayid ? Reúne á los 
Gabaonitas y les dice que Saúl ha cometido una 
gran culpa en hacerles la guerra ; que Saúl no 
era como él segqn el corazón de Dios, que es jus- 
to castigar su raza, y les entrega siete nietos de 
Saúl para que los ahorquen, los cuales fueroa 
ahorcados, porque habia habido hambre (2). 

M. Hutte hace la justicia de no insistir sobre el 



(1) lí, de los Reyes, cap. XIÍ. 

(2) 11^ de los Reyes, cap. XXI, 

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DAVID. 283 

«duUerio con Bethzabé y sobre el asesinato de 
Urias, porque estos crímenes le fueron perdona- 
dos cuando se arrepintió. Los crímenes son hor- 
rorosos, abominables f pero al fiuj el Señor, per- 
donó su pecado, y el autor ingles pasa por él. 

Nadie murmuró en Inglaterra contra este autor^ 
y su libro se reimprimió con la aprobación públi- 
ca : la voz de la equidad se hace oir tarde ó tem- 
prano entre los hombres. Lo que pareceria te- 
merario ochenta anos hace, no parece en el dia 
mas que simple y razonable, con tal de que se con- 
tenga en los limites de una crítica sabia, y del res* 
peto que se dibe á los libros divinos. « 

Por lo damas no sucede en el dia en Inglatera 
lo que en otros tiempos : ha pasado ya la época^ 
en que un versículo de un libro hebreo traducido 
de un lenguage bárbaro á otro lomismo incendiaba 
á tres reinos. £1 parlamento mira con poeo inte- 
rés un reyezuelo de la Siria. 

Hagamos justicia & Calmet, que no ha pasado 
ios límites en su diccionario de la Bibha en el ar- 
tículo David. "No pretendemos^ dice, aprobar 
'' la conducta de David ; es creíble que ño cayó 
'* en estos escesos de crueldad^ sino antes de reco* 
" nocer el crimen cometido con Bethzabé." No- 
sotros añadimos, que probablemente los reconoció 
todos^ aunque son bastante numerosos* 

Haremos aquí una pregunta que nos parece de 

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2^4 DAVID. 

inticlia impoitancia. ¿ No de ^an equivocado co« 
Bnnunente sobre el articulo David ? ¿Se tratada 
su persona, de su gloria, 6 del respeto. debido á los 
libros canónicos ? ¿No interesa sobre todo al 
género humano que no se consagre jamas el crl- 
znen ? i Q.ué importa el nombre del que degollaba 
las mugeres y los niños de sus aliados, del que 
hacia ahorcar los nietos de su rey, del que partía, 
despedazaba y quemaba á los ciudadanos desgra- 
ciados? Estas acciones son las que juzgamos y 
tto las letras que componen el nombre del culpa- 
ble ; y que ni aumentan ni disminuyen el crimen. 

Cuanto mas se reverencia á David como recon- 
ciliado con Dios por su arrepentimiento, tanto mas 
se condenan sus crueldades. 

Si un joven aldeano que busca burras se encuen- 
tra un reino; esto do sucede comtmmente : si 
otro aldeano cura á su rey de un acceso de locura 
toeando el harpa, el caso es todavía mas raro ; pe- 
ro ,que este tocador Uegue á ser rey, porque ha 
encontrado en un rincón á un sacerdote, de aldea 
q«Oe le derrama una botella de aceite sobre la ca- 
beza ; és una cosa mucho mas maravillosa todavía. 

¡¡ Cuando y por quien fueron escritas estas ma- 
ravillas ? Yo no lo sé : pero estoy seguro, que no 
son de Polibio ni de Tácito. 

Al presente no preguntaré como Jurieu ha te- 
ñí^ la itísotenciade perseguir al sabio Bayle, por- 

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DÉBIL. 265 

que no aprobó todáa las acciones «del buen rey Da- 
¥id; sino solamente pregunto: ¿ como Juriea mp- 
leM á an hombre como Bs^le ? 



DÉBIL. 



Débil es lo contrario de fuerte^ y no de duro y 
de íólido : se dice lo fuerte y lo débil de una es- 
pada; ejército débil de caballería» una obra filosó- 
fica débil de razones, &c. &c. 

El débil de corazón no es el débil de alma y 
por el contrario c^l débil de alma no es el débil de 
corazón : una alma débil está sin resorte y sin ac- 
ción, y semeja conducir por los que la gobiernan. 

Un corazón débil se ablanda cómodamente y con 
facilidad capibiá de inclinaciones, no resiste á la 
seducción, ni al ascendiente que se quiere tomar 
sobre él ; y puede subsista con una alma fuerte ; 
porque se puede pensar fuertemente y obrar coa 
debilidad* £1 espíritu débil recibe las impresio- 
nes sin combatirlas, abraza las opiniones sin exa- 
men, se espanta sin causa» y cae naturalmente en 
la superstición* 

Una obra puede sor débil por los pensamientos 
y por el estilo \ por los pensamientos cnundo son 
ToM* III. 23 ,,,,e.,,Googk 



S66 DÉBIL. 

bastante comunes, 6 cuando aunque sean justos no 
listan bastante profundizados ; y por el estílo cuando 
está desprovisto de imigenes y de figurar que lla- 
men la atención. Las oraciones fúnebres de Mas* 
«aron son débiles, y su estilo no tiene rida en 
comparación de Bossuet. 

Todas las arengas son débiles si.no estator ador* 
nadas con ingenio y espresadas con energía ; pen^ 
una defensa es débil, cuando est& desprovista de 
ra2on, aunque tenga todas las flores dé la elocuen- 
cia y toda la veemencia de la acción. 

Ninguna obra filosófica es débilv á pesar de la 
debilidad de un estilo flojo, cuando el discurso es 
exacto y profímdo. Una tragedia es débil, aunque 
su estilo sea fuerte, cuando no está sostenido el 
interés. La comedia mejor escrita es débil, 91 Te 
falta lo que llamaban los latinos vts cómica, la fíier- 
za cómica: esto és lo que César ritapera á Te- 
rencio : 

LenibuS atque utinam scríptis adjuncta íbret 
vis ! 

En esto ha pecado principialmente con mucba fre- 
cuencia la comedia que se llama lagrimosa. Los 
versos débiles no son los que pecan contra las re- 
glas, sino los que no tienen genio ; los que en so 
mecánica están faltos de variedad, de eleccian de 
términos y de inversiones felices ; los que con- | 
servan demasiado «n su poeaia la s^idllez de la 

D¡g¡t¡zedby Google I 

.. * I 



DEUTOSlLOCALES. 261 

prosa. No se ptaede conocer mejor eeta diferen- 
cia que coiiiparando los^ pasages que hftn'tratadot 
Racine y Campistron, su idútador. 



DELITOS LOCALES. 

Si recorremos toda la tierra réremos que el ro< 
hoy el asesinato, el adulterio y la calumnia ñoU ea 
todto parles delitos que reprime y condena la so« 
ciedad; pero ¿debe ser castigado en Italia como: 
«no de los atentados ccoitsa toda la bnmanidad, la 
que se premia, en Inglaterra? Esto es lo. que se 
llama, delito local». Lo qu# solamente es crimioaL 
en el recinto de algunas, montañas, 6 entre doa 
nos, exije de los ja^ces. «las ind^lg^ilM^ia que \o% 
atentados qne horrorizan en., todas partes. ¿ No, 
debe el juez decirse (.si mismo : yo nome atre*. 
vería ¿ castigar en, Eagusa lo que castigo en Lore- 
to ? ilf.0 debería esta reflexión endu);Kar en au 
corazón, la dureza^ demasiado ftcíl de coi|tra^r qoU: 
el largo ejecpicio de su eippleo ? 

Son conocidas las ker^esasL de la Flandes» que 
en el siglo pasado llegaron. 1 una indecencia capaz 
de repugnar á los ojos no acostumbrados fi esto« 
^spect&culos. 

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268 DELITOS loCALES. 

Hé aqu! como se celebraba ía fiesta de Navidad 
en algunas ciudades. Primeramente se aparecía 
un joven medio desnnáo con alas en la espalda ; 
rezaba el Ave María & una joven, que le respon- 
día ^a¿ y el ángel la besaba en la boca : en segui- 
da un niño encerrado en un gran gallo de cartón, 
gritaba imitando el canto del gallo ; 'Fuer natus est 
nobis. Un gran buey decia mugiendo, ühi ? Una 
t>veja balaba Beihleem ; y im borrico rebuznaba 
hianius, para significar eámwt : ycerraba la marcha 
ima larga' procesión precedida de cuatro locos con 
cascabeles y con unas cabezas de muQeeos atadas 
i'unos palitroques. Todavía quedan en el dia al- 
gunos vestigios de estas devociones popi]^d9rea, que 
en pueblos mas instruidos se tendrían por profana- 
ciones. Un Suizo de tásA humor, y tal vez miaa 
borracho que los que representaban el papel de 
borrico y de buey, sé trabó de palabras con ello» 
én Lovayna ; hubo sus puñetazos, y se quko hacer 
ahorcar ai Suizo que escapó por milagro* 

£1 mbmo hombre tuvo una violenta disupta en 
la Haya por haber defendido abiertamente el par- 
ado. 'de Bamevel contra un calvinista exaltado. 
Sn Amsterdam fué preso por haber dicho que los 
sacerdotes son el azote de la humanidad y el ori- 
gen de nueptras desgracias. ¡ Qué !^ decia, si se 
cree que las buenas obras pueden servir para sal- 
darse ; meten i uno en un calabozo ! i Y se espo- 

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DELITOS LOCALES, 269 

tie uno & ser ahorcado, por burlarse de un gallo» 
6 de ua borrico ! Esta ayentura, aunque tan bur- 
lesca, hace Fer^ que se puede ser reprensible 
en uno 6 dos puntos de nuestro hemisferio ; y ab- 
«ohitameate inocente eo todo lo demás del mundo. 



riH DEL TOMO ilf. 



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índice del tomo m- 



CADENA DE LOS SERES CRIADOS, pag. 3 
CADENA Y GENERACIÓN DE LOS 

ACONTECIlMilENTOS. 6 

CALABAZA, ..¿..^.. *....>.; 11 

CARÁCTER, , i.-. 12f 

CARTESIANISMO, ,..-•,. 17 

CATÓN, .• *.*•.•».. 21 

CAUSAS FINALBS. Sección I. .*....... 31 

. Sección II •••«.••• 35 

CEREMONIAS. TÍTULOS PREEMI- 
NENCIAS & ; 39 

CERTEZA, CIERTO, •.-. 48 

CESAR,»... 56 

CHARLATÁN,. , 60 

De' LA .charlatanería en* 

LAS CIENCIAS Y EULA LITE- 
RAttRA, •••4. ••..•.. •• 64 

CHINA* Sección I^.. 67 

• .•••••••.••; Sbccion II. de la éspíjl- 

SION de- JUOS MI^ONEltOS 

DE LA CHINi^». •«•••••••< 71 

.^StcccioN ÍIl. • : •.•••. 77 

CICERÓN, .^., ...... .4... ..»•%... ...... 81 

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270 INDÍCE. 

CIELO DE LOS ANTIGUOS, P?g« Bd 

CIRCÜMCISION, 96 

CIRO, .•... 99 

CISMA, , 104 

CLAVO, 109 

CLÉRIGO, 111 

Del cbubato dk los cls* 

RIQ08, • •••••••• 113 

CLIMA, 117 

CONCIENCIA. Seccioh I. de la coir- 

ClEirClA DEL BIEN T DEL 

MAL. •.•••• • 122 

• ••••• Seccioh II. si vn juez de- 

be JUZGAR SEGÜJf SU CON- 

cieik;ia, 6 srgüh las prue- 
bas, • •• ..••• ••• 125 

• • • • • • • Sección III. be la con^ 

CIENCIA ENtlAñoSA, • • • • 127 

CONCILIOS, 12^ 

CONFESIÓN, ....; 136 

pE LA REVELACIÓN DE LA 

CONFESIÓN, ••••• « 141 

Sí LOS LEGOS T LAS MUGE- 
RES ^AN SIDO CONFESORES 

T CDNFESORAS, • « 147 

De .LAS CÉDULAS DE CONFE- 
SIÓN, ...• ••••«••••••• 150 

CONCtüISTA, .-..•, 153 

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índice. 2Í1 

CONSECUENCIA, pag. 164 

CONSEJERO ó JUEZ. 156 

CONSTANTINO, 160 

CONTRADICCIONES. SEtJcio» I. ..... . 168 

• ..«• Secciom II 175 

Contradicciones en axgü- 

irosr RITOS, •••• 178 

/ 'Contradicciones en los 
hboocids t en - los hom- 
BRES, 179 

Contradicciones en los 
hombres t' 'en los nego- 
CIOS, ' •.^.., ....•,.•• 180 

Contradicciones aparen- 
tes, en los libros, #• 181 

CONTRASTE, 190 

CONVULSIONES, 191 

CORREO, 194 

COSTUMBRES, 196 

CREER, .•••.. ibidem. 

CRÍMENES. De los crímenes 6 deli- 
tos DE TIEMPO T DE LU- 
OAR,^A 20Q 

De los crímenes de tiem- 
po T de lugar que se de- 
ben ignorar, •«•••••.••..«• 202 

cuestión de si dos TE8TI- 

... , 

aOS BASTAN PAIU HACER A* 

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272 ÍNDICE. 

HORCAR Á UN H0IIBR15, •• • P^» 205 

CRIMINALISTA, * •... ..-^ .,.••••• ^^^ 

CRISTIANISMO. EstabjSíBcimikuto 

DEL XJRIflTIAKlSlIO EK J^W 

ESTADO CIVIL Y POÍÍÍtICO, • • . • 209 

CRITICA,......' .•....• — 222 

CUARESMA Sección L . . ^^ , ««T' 

SeccioViL 231 

CUERPOS, * •• 233 

CURA DE ALDEA, 238 

CURIOSIDAD,.......^ 249 

DANTE, (clj ...•,. 264 

DAVID, ...,.^.. ......,,., 258 

DÉBIL, ...V...... 265 

DELITOS LÓGALES «67 




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