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Full text of "Don Quintín el Amargao, o, El que siembra vientos-- : sainete en dos actos, divididos en cinco cuadros en prosa, original"

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Carlos  Afnicíies 
y  Antonio  Estremera 


Jon  C¿u¡ntín  el  Amargao 
)  El  que  siembra  vientos... 

saínete  en  dos  actos,  divididos  en  cinco  cuadros 
en  prosa,  original. 


Música  del  maestro 


Jacinto  Guerrero 


Copyright  by  Carlos  Arniches  y  Antonio  Estremera.— 1924 


MADRID 


'\ 


Sociedad  de  Autores  Españoles:  oalle  del  Prado,  24 
1924 


Don    Quintín   el  Amargao 
o  El  que  siembra  vientos... 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en 
España  ni  en  los  pai«es  con  los  cuale?  se  hayan  cele- 
brado, o  se  celebren  en  adelante,  tratados  internacio- 
nales de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de   traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad  de 
Autores  Españoles,  son  los  encargados  exclusivamente 
de  conceder  o  negar  el  permiso  de  representación  y 
del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 


Droits  de  representation  de  traduction  et  de  repro- 
duction  reserves  pour  tous  les  pays,  y  compris  la 
Suede,  la  Norvége  et  la  Hóllande. 


Queda  hecho  el  depósito  que  marca  Ley, 


CARLOS  ARNICHES 
Y  ANTONIO  ESTREMERA 


Don  Quintín  el  Amargao 
o  El  que  siembra  vientos... 

saínete  en  dos  actos,  divididos  en  cinco  cuadros 
en  prosa,  original 


MÚSICA  DEL  MAESTRO 


JACINTO  GUERRERO 


estrenado  en  el  Teatro  de  Apolo  el  26  de  noviembre 
de  1924 


/" 


2.' 

EDICIÓN 


MADRID 

-Saeesor  de  It.  Yelasco,  Marqués  de  Santa  Ana,  11  daplieado 
Teléfono   5-51  M. 

1924 


A  LUIS  ARUEJ 


Oimtdo  Luis:  Treinta  y  seis  años 
de  amistad  leal,  jamás  tntertumpida, 
bien  merecen  esta  dedicatoria,  llena 
de  afecto  y  acompañada  de  nuestros 
ahazoSy 


RKRARTO 


TERESA Sra.   Galindo. 

ROSARILLO Srta.    Iborra. 

FELISA ,...     Girón. 

TÍA   CASI )  „         .    .   '  ■ 

SINFO   LA  TARARA \  ^"-   ^"'^'"• 

LA  CASTAÑERA , Srta.    Albertos. 

ELLA Vega  (J.) 

EMERENCIANA Vega  (M.  L.) 

UNA   CHAVALILLA Paso. 

MUJER  La Sra.  López  (P.) 

UNA  NIÑA Niña    Vargas. 

NIÑA   L* Anastasio. 

NIÑA  2.* Espina. 

UNA  VIEJA Sra.   Leo. 

LA  MADRE Isabel. 

DON   QUINTÍN Sr.   Navarro. 

EL  ANGELITO Gallego. 

LAUREANO Rodríguez, 

PACO < Iglesias. 

NICASIO    ) 

LEONCIO !  ^°^'"°' 

EL  SEFINÍ ..., Ramallo. 

SALUQUI Martínez. 

M  ANOLI ^  Bernal. 

CARRAY )  TU,. 

.,                                                                    [  Icabalceta. 

EL ) 

CRÓTIDO Guzmán. 

FRASQUITO I  „^ 

JAZZ-BAND S  ^^^'■"• 

FIDEL '. .  Bayón. 

PEPE Iborra. 

FABIÁN ¡  -,       , 

í  Morales . 

UN  VIEJO ) 

SEGADOR  1.0 

UN  CARRETERO )  ^^'^'°- 

GUARDIA   1.0.... )  j^       ■    . 

í  Fernandez. 

HORTERA   1.0 ) 

GUARDIA  2.° Lleó. 

CANTADOR Corao. 

HORTERA  2.0 / 

PARROQUIANO   2.o ) 

UN  VECINO Orma. 

PARROQUIANO  1." Valle. 

Doncellas,  vecinas,  tanguistas,  vecinos,  capitalistas,  parroquianos- 

y  segadores 

DERECHA  E  IZQUIERDA,   LAS  DEL   ACTOR 


o<r^ 


lliiiiiliiiiiiiiiiiiiiiniiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiliiliilllIN 


ACTO  PRIMERO 


CUADRO  PRIMERO 


PLANO 

Telón  de  fondo 


Carretera 
Pretil  sobre  la  carretera 


a     D       S  D  D 

11         n     5   1 

4 
Alacena 


Puerta  al  corralillo 


Ropa 


Batería 


1.  Sillas  de  enea. 

2.  Mesa  de  pino. 

3.  Aperos  ae  camineros. 

4.  Taburetes  de  pino. 

5.  Botijo  de  agua. 


a?    3 

4 


Puerta  simulada 


Puerta 


Ropa 


6G728S 


DECORADO 

lüteripr  de  una  caseta  de  peones  camineros.  Al  foro,  puerta  y  dos 
ventanas  que  dan  a  la  carretera.  En  primer  término  derecha,  una 
puerta  que  da  a  un  corralillo,  y  en  el  izquierda,  dos  puertas,  la 
segunda  figurada,  como  de  alcobas.  En  el  rincón  del  foro,  iz 
quierda,  picos,  palas,  azadas,  capazos  y  unos  cartelillos  de  Obras 
fúblicas.  Entre  las  dos  puertas  de  la  izquierda,  una  banqueta  de 
pino  y  sobre  ella,  un  cestillo  con  avíos  para  coser.  En  el  centro  de 
la  escena,  una  mesa  de  pino,  sobre  la  que  habrá  una  botella  de 
vino  y  vasos.  En  último  término  derecha  y  empotrada  en  la  pared, 
una  alacena,  con  puertas  practicables.  Al  lado  de  cada  ventana, 
un  botijo  y  una  cubeta  con  pitorro,  llena  de  agua.  Sillas  repar- 
tidas con  arreglo  al  plano.  En  el  ángulo  del  foro  derecha,  una 
vara  de  fresno.  Tanto  las  ventanas,  como  la  puerta  del  foro,  son 
practicables  y  tienen  pestillo  por  la  parte  de  la  escena  para  ce- 
rrarlas a  su  tiempo.  Da  el  sol  en  la  carretera  y  se  divisa  el  paisaje 
árido  de  Castilla. 


ESCENA  PRIMERA 

Antes  de  levantarse  el   telón,  se  oye    la    voz    de  UN    CARRETERO 
que  entona  la  copla  siguiente: 


Carreterita  blanca, 

la  que  me  lleva 

a  ver  a  la  que  adoro 

pasito  a  paso; 

si  caminan  mis  muías 

por  carretera, 

se  van  mis  pensamientos 

por  el  atajo.  (Se  va  alejando.) 


(sigue  la  música,  se  alza  el  telón  y  atraviesan  por  la 
carretera,  de  izquierda  a  derecha,  primero,  rápida- 
mente y  haciendo  sonar  la  bocina,  un  automóvil,  y 
luego,  al  paso  lento  de  las  caballerías,  dos  :íarros;  bien 
entendido  que  por  figurar  el  pretil  de  la  caseta,  en 
alto,  no  se  ha  de  ver  de  cuanto  atraviesa  por  la  ca- 
rretera, más  que  la  parte  alta  de  los  carros.) 


—  9  — 


ESCENA  II  /   '    -^^ 

NICASIO   y    FIDEL   por  el    foro    derecha.    Luego  FELISA,   primera' 
derecha;  más  tarde,  TERESA,  por  la  izquierda 


Nicasio 


Fidel 
y      Nicasio 

Felisa 
Nicasio 

Felisa 

.    Nicasio 
y  Felisa 
i^     Nicasio 

Teresa 

Nicasio 

Teresa 
Nicasio 
Teresa 
Nicasio 


Fidel 

Felisa 

Nicasio 

Teresa 


Habiado 

(^Llega  en  mangas  de  camisa,  con  la  chaqueta  al  hom- 
bro, seguido  de  Fidel;  traen  picos  y  unas  esportillas^ 
que  dejan  con  las  que  hay  en  escena.)  ¡Terel...  (Lla- 
mando.) ¡Tere!...  ¿Ande  s'habrá  metió  esa 
arrastra? 

¡Dios  sabe,  ese  demonio  é  chica! 
(Llamando.)  ¡Felü...  pero  |Feli!...  ¡Pos  miá  que 
la  otra!... 

X'^Apareciendo.)  Padre. 

.'*  Pero,  ¿qué  hacias,  que  llevamos  aquí  diez 
menutos? 

Estaba  sacando  un  cántaro  d'agua  d'ahí  del 
pozo  y  con  el  ruido  de  la  roldana,  pos  que 
no  les  he  sentío  a  ustés  de  venir. 
¿Ande  s'ha  metió  esa  galocha  de  la  Tere? 
Hace  náa  que  estaba  aquí. 
¡Maldita  sea  su  casta,  que  de  que  yo  la  co- 
ja!... (Llama.)  ¡Tere! 
X^Apareciendo.)  Ya  va,  que  no  podía  salir,  que 
"estaba  sin  matine  y  cogiéndome  el  moño. 
El  que  te  va  a  coger  el  moño  y  te  lo  va  a 
arrancar,  voy  a  ser  yo;  ¡so  tunanta! 
(Asustada.)  ¡Ay,  madre! 
Que  vengo  con  un  coraje...  ¡Maldita  siá! 
¿S'ha  subió  el  vino? 

¡Y  encima  se  viene  con  guasitas!  xAmos,  ¿no 
es  pa  coger  una  tranca  y  darla  en...   (va  a 

coger  la  vara;  Fidel  pasa  a  detenerle  y  Felisa,  va  al 
lado  de  Teresa  para  protegerla.) 

¡Cálmate,  Nicasio! 

No  empiece  usté,  padre. 

¡Que  no  empiece,  que  no  empiece!  Pero,  ¿tú 

sabes  lo  que  m'ha  hecho  ho}'  esta  arrastra? 

¡Qué  le  habré  hecho.  Dios  mío,  porque  yo 

tampoco  me  he  enterao! 


—  10  — 

Felisa  ¿Qué  ha  sido? 

Nicasio  Pos  casi  náa;  que  le  he  dicho  que  me  hicie- 
ra la  comida  con  esmero,  que  me  iba  a  co- 
mer con  el  capataz  a  la  curva  del  kilómetro- 
diez  y  nueve,  que  estamos  áperaltando  la 
carretera... 

Teresa        (cou  viveza.)  ¿Y  no  se  la  he  hecho  a  usté? 

Nicasio        Pero,  ¿qué  m'has  hecho? 

Teresa  Pos  lo  que  usté  m'ha  dicho:  unas  patatas 
viudas. 

Nicasio  ¡Viudasl...  ¡Y  destapo  la  tartera  y  me  en- 
cuentro con  una  cosa  toa  quema  y  negral 

Fidel  Que  como  eran  viudas,  te  las  ha  puesto  de 

luto. 

Teresa         ¡Señor,  si  es  que  guiso  d'afición! 

Nicasio  De  afición  a  matarle  a  uno.  Que  había  que 
ver  a  todos  los  que  las  probaban,  diciendo: 
«¡Qué  gusto!...  ¡Qué  gusto!» 

Teresa  Señor,  pos  too  el  que  come  una  cosa  y  dice, 
qué  gusto,  es  que  le  satisface. 

Nicasio  ¿Estás  oyendo  esta  acémila?  ¡Y  encima  se 
pitorrea!...  ¡Amos,  no  es  pa! .. 

Teresa  Si  es  que  usté  también,  quiere  que  le  guise 
unas  patatas  y  no  da  aceite,  ni  carbón,-  ¡ni 
patatas!  No  da  más  que  la  orden.  ¡Y  vaya 
usté  con  eso  a  una  fonda,  a  ver  qué  le  ha- 
cen. 

Nicasio  ¡Dejar  sin  comer  a  un  hombre  que  tié  que 
estar  toa  la  santa  mañana  trabajando! 

Teresa  (como  entredientes.)  Si  se  le  pué  llamar  trabajo 
a  estar  en  la  cuneta,  apoyao  en  el  azadón, 
fumando  pitillos. 

Nicasio  .      (Amenazador.)  ¿Qué  graznas  ahí? 

Teresa        Yo,  náa. 

Nicasio  (Mirándola  con  desprecio.)  ¡Cría  CUerVOSi... 

Teresa        (Llorando.)  Pcor  es  lo  mío,  que  me  los  he  en- 

contrao  criaos. 
Nicasio        ¡Y  no  se  callará!  (a  Fidel.)  ¿Estás  oyendo? 

¡Luego  dicen  que  si  uno...! 
Felisa  Mira,  calla,  Tere;  que  al  fin  es  padre. 

Teresa        Padre  tuyo  será,  que  mío  no  lo  es,  ¡que  bien 

se  conoce! 
Nicasio        Pero  como  ud  padre  te  he  tratao  siempre. 
Teresa        A  la  vista  está.  Es  decir,  a  la  vista,  no  está;; 


—  11  — 

porque  si  me  se   vieran    los   cardenales.... 

(Llora.) 

Nicasio        (a  Felisa.)  Quita;  llévatela  é  delante,  porque 
si  no,  me  ciego  y  le  repito  lo  de  esta  mañana. 
Teresa        Como  me  toque  usté,  me  tiro  al  pozo. 
Felisa  Amos,  mujer,  no  llores. 

Teresa        ¡No  tengo  de  llorar!  (con  remota  amenaza.)  Pero 

deje  usté;  ¡deje  usté!    (Vase  con  Felisa  por  la    iz- 
quierda.) • 


ESCENA  III 


NICASIO    y    FIDEL.    Al  final,    FABIÁN 

Nicasio  ¡Maldita  siá!  ¡Aguantar  esta  maganta  sin 
provecho  denguno! 

Fidel  (Asombrado.)  Oye,  Nicasio;  pero,  ¿qué  estoy 

oyendo?  ¿De  móo  que  la  Tero,  no  es  hija 
tuya? 

Nicasio        Ni  de  mi  mujer,  que  en  gloria  esté. 

Fidel  Hombre,  claro  que  no  siendo  tuya,  no  iba 

a  serlo  de  tu  defunta,  no  siendo  que  tu  de- 
funta  fuese  viuda  u  que  tú  fueses  tonto. 

Nicasio  Cosas  ambas,  que  no  han  sido,  a  Dios  sean 
dadas. 

Fidel  (con  interés.)  Entonces,  el  estar  esta  chica  en 

tu  poder... 

Nicasio  (con  cierto  misterio.)  Es  Una  cosa  novclesca, 
Fidel. 

Fidel  ¡Atizal 

Nicasio  Que  nunca  te  he  querío  contar,  porque  has- 
ta hace  un  año,  he  creío  que  esta  criatura, 
ahí  donde  la  ves,  iba  a  ser  pa  mí  un  tesoro 
escondió;  y  cuando  crees  que  tiés  un  tesoro, 
pues  te  lo  reservas.  Pero,  ya  me  he  desen- 
gañao,  y  hoy  por  hoy,  la  Tere,  es  pa  mí  una 
carga,  y  las  cargas,  pos  ya  se  le  confían  me- 
jor a  un  amigo.  De  modo,  que  si  quiés  que 
te  cuente... 

Fidel  Sí,  hombre,  sí;  cuenta,  cuenta,  (se  sientan  a  la 

mesa  y  beben,  sirviendo  el  vino  Fidel.) 

Nicasio  Pos,  hará  pal  Corpus  que  viene,  como  cosa 
de  veinte  años,  tendría  de  esto  mi  Felisa 


—  12  — 

quince  meses  escasos,  cuando  una  noche, 
que  llovía  si  Dios  tenía  qué,  bien  m'acuer- 
do,  va  mi  mujer,  que  Dios  la  haiga  perdo- 
nao,  que  creo  que  no,  y  me  dijo,  dice:  «Ni- 
casio,  veas  lo  que  haces,  que  nos  hemos  que- 
dao  sin  vino  »  Y  como  yo,  tratándose  de 
vino,  nunca  m'ha  importao  el  agua,  pos 
agarro  el  chubasquero  y  hala  que  hala,  pico 
p'al  ventorro  el  Aire;  y  de  que  regreso,  cuál 
no  sería  mi  sorpresa,  cuando  voy  y  me  en- 
cuentro en  el  hueco  de  esa  ventana,  un  ees- 
tito  lleno  de  una  cosa  que  lloraba.  Miro,  y 
¡era  una  niña! 
Tidel  jRediez! 

Nicasio  La  destapé  las  mantillas,  y  me  encontré  con 
una  carta,  que  leímos  llenos  de  curiosidad, 
mi  mujer  y  yo,  y  que  decía:  «Amable  y  bon- 
dadoso peón.» 

Fidel  ¿No  te  conocían? 

Nicasio  Por  las  señas,  no.  «Ahí  va  eso;  mejor  dicho: 
ahí  va  esa,  porque  es  niña.  Toos  los  meses 
recibirá  usté,  si  la  cría  su  mujer,  que  sabe- 
mos que  puede,  ciento  veinticinco  pesetas; 
y  así  se  seguirá,  pase  el  tiempo  que  pase, 
mientras  viva  la  criatura.  Algún  día,  puede 
que  esta  chica  sea  la  fortuna  de  ustedes.» 

Fidel  ¡Mi  madre,  qué  cosa! 

Nicasio  De  entonces  acá,  ni  un  solo  mes  me  habían 
faltao  las  pesetas,  hasta  que  para  esta  Cua- 
resma, hará  año  y  medio,  de  repente,  dejo 
de  recibir  el  dinero. 

Fidel  ¡Qué  cosa  más  rara! 

Nicasio        ¡Y  aquí  me  tiés,  que  no  se  qué  hacer! 

Fidel  Y  en  la  duda,  la  arreas  a  la  chica  cáa  paliza, 

que  la  tundes. 

Nicasio  Hombre,  yo...  Es  que  cuando  una  cosa  te 
pesa... 

Fabián     Vy^Que  ha  negado  por  el    foro  izquierda,    se  asoma  a  la 
^  puerta.  Es  otro  caminero    y  trae    al    hombro  unas  he- 
rramientas.) ¡Ave  María! 
Fidel  ¡Hola,  Fabián! 

Fabián         ¿Venís  pal  tajo? 
Fidel  Yo,  sí. 

Nicasio        Yo  iré  a  daros  las  espuertas,  que  las  tengo 


~  13  — 

junto  a  la  caseta  del  paso  a  nivel.  (Se  levan- 
tan. Aparte  a  Fidel.)  Y  de  esto... 

Fidel  Como  si  lo  hubiíás  tirao  a  un  pozo,  (cogen  las 

chaquetas  y  hacen  mutis  los  tres  por  el  foro  derecha.) 


ESCENA  IV 


TERESA  y  FELISA,  por  izquierda,  con  algún  recelo. 


Felisa 
Teresa 

Felisa 
Teresa 


Felisa 
Teresa 

Felisa 

Teresa 

Felisa 

Teresa 
Felisa 

Teresa 
Felisa 

Teresa 

Felisa 


^ 


a  s'han  ido. 
Déjalos  ir.  Y  decídete,  Feli;  decídete  de  una 
vez,  créeme  a  mí. 
¡Ay!...  ¡Si  es  que  falta  valor.  Tere! 
Pos  tú  haz  lo  que  quieras,  pero  tu  padre,  no 
me  vuelve  a  poner  más  la  mano  encima. 
Yo,  esta  tarde,  me  voy  d'aquí  pa  siempre. 
¡Ay,  por  Dios;  no  me  dejes  sola!  ¿No  dices 
que  me  quieres  como  una  hermana? 
Por  eso.  Amónos  juntas,  hoy  que  tenemos 
ocasión,  chica.  Corre  mi  suerte.  Yo  me  que- 
daría a  tu  lao,  pero  ya  ves  mi  vida:  ¡golpesl... 
¡hambres!...  ¡miseria! 

Sí,  tiés  razón.  ¡Golpes!...  ¡hambres!...  ¡mise- 
ria!... Y  sobre  too,  ¡soledad!..,  ¡tristeza!... 
¡aburrimiento!...  Yo  tampoco  sirvo  pa  esto. 
Pos  entonces,  voy  a  prepararlo  too,  y  luego,, 
cuando  vengan  esos... 

(con   temor.)   ¡Chiss!...   ¡¡Esosü...    ¡Calla,   por 
Dios!  ¡Si  lo  supiera  mi  padre!... 
Algún  día  lo  ha  de  saber. 
¡Ay,  Tere!  Y  si  nos  vamos  con  ellos,  ¿qué 
será  de  nosotras? 

Yo  no  sé.  A  mí  me  lleva  el  cariño. 
Y  a  mí,  te  lo  juro;  que  paece  mentira  que 
a  un  hombre  que  es  más  que  yo,  le  haya 
tomao  este  querer. 

Pos  no  lo  pensemos  tanto.  Déjate.  El  mun- 
do es  grande.  Too  el  que  camina,  encuentra. 
Pararse  es  lo  malo. 

Tiés  razón.  Ya  ves  que  a  mí  no  me  pegan. 
Mi  padre,  es  mi  padre.  Este  rincón,  es  mi 
casa.  Y  con  too  y  con  eso,  yo  no  sé  qué  ilu-- 


—  14  — 

siones  de  volar;  qué  afanes  tengo  por  irme. 
¡Parece  que  de  vivir  en  un  camino!... 

(Lé  interrumpe  la  voz  de  Carray,  que  canta  lejos.) 

«De  vivir  en  un  camino, 
entra  ganita  de  andar, 
que  al  que  se  para,  la  suerte 
nunca  le  viene  a  buscar.» 

Teresa  ¿Has  oído?    (sube    ai    fondo    y    mira    hacia    la  de 

recha.) 

Felisa  ¿Quién  es  ese? 

Teresa         Paecen  los  maletas  d'ayer;  el  «Manoli»  y  el 
«Carray.»  Deben  de  torear  cerca.  Ahí  están. 


ESCENA  V 


DICHOS.  El  MANOLI  y  el  CARRAY,  por  el  foro  derecha.    Son    dos 
maletillas  que  van  de  pueblo  en  pueblo.  El  primero,    trae  un  envol- 
torio en  el  que  trae  un  traje  de  luces,  bordao  en  oro,    lo  más  viejo 
y  deslucido  posible;  el  segundo,  otro,  y  un  estoque. 


Manoli  V 

Felisa 

Manoli 

Felisa 

Manoli 

Teresa 

Carray 

Teresa 
Manoli 
Felisa 
Manoli 


Felisa 

Manoli 
Teresa 
Manoli 


,  (Desde  fuera,  asomando  por  la  ventana,  su  cara  truha- 
nesca.) ¿Hay  permi? 
¿Es  usté? 
En  un  cacho. 
Por  muchos  años. 

Pué  que  no,  porque  toreo  esta  tarde. 
¿Viene  usté  solo? 

(Asomándose  a  la  ventana.)   Y  el  lesto  de  Ifi-  Cua- 
drilla. 

¡Dosfenómenosl 

(En  la  puerta.)  Los  hay  más  medrosos,  joven. 

¿Y  qué  quiere  usté? 

A  ver  si  me  hacían  ustés  el  favor,  por  lo  que 

fuese,  de  recoserme  el  traje  de  luces,  ahora 

que    no    está   su    padre.    (Abre    el  llo  y  le  da  la 
chaquetilla.) 

¿Y  a  ésto  le  llama  usté  de  luces?  ¡Con  trein- 
ta y  dos  agujeros! 
La  última  cogida. 

¿No  se  le  ve  a  usté  la  camiseta  con  eso? 
No,  señora;  porque  no  la  llevo. 


—  15  — 

Felisa  iQué  deslucido  está  el  oro,  hijo! 

Manoli  Ya  le  sacaré  brillo. 

Felisa  ¿Con  qué? 

Manoli  Con  tiempo  y  sangre. 

Felisa  ¡Qué  horror! 

Manoli  (Entrando    en    la    casilla.    Carray,    después    de    beber 

■  -^    agua,  se  sienta  bajo  la  ventana  de  la  derecha,  dejando 

al  lado  los  dos  líos  de   ropa.)    PoS    nO   tengO  Otra 

cosa    pa  hacerla  nueva.    Conque,  ¿me  da 
usté  unos  puntitos,  morena? 
Felisa  Trae  la  aguja,  Tere. 

Teresa  (Dándole  el  cestillo  de  la  costura.)  Toma.  (Felisa  se 

sienta  a  la  derecha  de  la  mesa  para  coser.  Manoli,  vie- 
ne a  su  lado.)  ¿Y  a  USté  (a1  Carray.)    qué    Se    le 

ofrecía,-  banderillero? 

Carray  (pasando  a    la   izquierda,  al    lado  de  Teresa.)    A  mí, 

náa;  que  a  ver  si  me  podían  ustés  prestar  un 

cacho  e  pan. 
Teresa         ¿Así  de  un  tamaño  como  pa  comérselo? 
Carray         Un  poquito  más  grande. 
Manoli         No,  en  serio;  lo  quié  pa  borrar  una  cosa. 

(Teresa,  abre  la  alacena,  y  cogiendo  un  trozo  de  pan, 
se  lo  lleva  al  Carray,  que  sentado  en  el  ángulo  iz- 
quierda, come  con  avidez.) 

Felisa  (cosiendo  y  riéndose.)  ¿El  número  de  corridas 

que  tié  usté  contratas? 

Manoli  No,  señora;  que  no  las  tengo.  Pero  no  se  ría 
usté,  que  pué  que  las  tenga.  Algún  día... 

Felisa  ¡Algún  día!...  ¡Qué  lejos  está  eso,  hijo! 

Manoli  Lejos  o  cerca.  Algún  día  pué  ser.  Dios  sabe 
cuándo;  pero  pué  ser  pronto.  Pos  algún  día 
seré  yo  matador,  pero  no  de  esos  de  tingui- 
ringui;  matador  fetén.  ¡Un  as!...  Cáa  estoca, 
cuatro  pezuñas  a  la  intemperie.  ¡Olél 

•Carray  (Arrancándose  desde  su  asiento   para  ejecutar  la  suer- 

te.) Con  tres  pares  de  banderillas  mías,  co- 
locaos de  poder  a  poder,  en  el  perímetro  cú- 
bico de  dos  pesetas.  Véase  la  clase.  ¡Clavao! 

JVIanoll  ¡Mi  suerte!...  ¡Y  que  no  se  va  a  dar  mi  alma 
charolito  ni  náa!  ¡Setenta  corridas!...  Torear 
en  Madrid!  ¡Billetes  en  la  cartera!  ¡Cartas  de 
mujeres  por  tóos  los  bolsillos! 

Carray        ¡Hasta  por  los  míos! 

Manoli         ¡Alhajas!...  ¡Puros!...  ¡Moto  con  side!...  ¡Que- 


16  — 


Felisa 
Matioli 


Felisa 
Manoli 


Felisa 
Manoli 


Felisa 
Manoli 
Felisa 
Manoli 


Felisa 


Teresa 
Manoli 

Teresa 

Manoli 

Teresa 

Manoli 

Felisa 

Manoli 

Felisa 

Carray 


Manoli 
Carray 
Manoli 


60  grmjel,  en  toas  las  comidas!   [Mi  suerte?" 

¡Náa!  (Apoyándose  en  la  silla  de  Felisa.)  Y  eilton- 

ces...  Entonces  me  da  el  garlochí,  que  me  la 

tengo  de  encontrar  a  usté. 

¿De  mozo  de  estoques? 

¿Qué  se  yo?...  De  algo  bueno.  ¡De  cupletis- 

tal...  [De  actriz!...  ¡De  amiga  de  un  señor  de 

Bilbao!...  Amos:  de  algo,  pa  tener  auto  y 

piso  elegante. 

¡Usté  es  un  fantasioso! 

Quizás  que  puede.  Pero,  que  usté  y  mmgue- 

la,  vamos  pa  algo  grande  en  el  mundo,  eso, 

¡chipendil 

¿Quién  se  lo  ha  dicho  a  usté? 

Nadie.  Esas  cosas  las  sabe  uno  porque  las 

lleva  dentro.  Y  usté  también  sabe  que  no  se 

quedará  aquí. 

(un  poco  temerosa.)  Pues  esta  cs  mí  casa. 

Pues  se  irá  usté  de  ella,  (con  naturalidad.) 

'Hijo!...  ¡Jesús! 

Es  usté  demasiado  bonita.  Tié  usté  una  cosa 
en  sus  ojos  y  en  toa  su  persona,  que  no  es 
pa  una  casilla  e  peones;  eso,  se  ve, 
(¡Paece  que  es  gitano  este  hombre!)  (a  Tere- 
sa.) Anda;  acaba  tú  de  coser,  (se  levanta  y  se 

aparta  hacia  la  deiecha;  Teresa,  se  sienta  a  coser  a  la 
izquierda  de  la  mesa;  Manoli,    se  aproxima   a  Teresa.) 

¿Te  has  cansao? 

Esta  joven,  no  ha  nació  pa  acabar  ninguna 

cosa. 

¿Y  yo? 

Usté  acabará  lo  suyo  y  lo  de  otros. 

¿Usté  cree?... 

El  genio  se  lleva  en  la  cara.  \ 

¿Y  dicen  ustés  que  torean  esta  tarde? 

En  Ontanilla. 

¿Han  visto  ustés  el  ganao? 

¿Que  si  lo  he  visto?  ¡Un  toro,  con  unas  ve- 

laSy  que   le  pone  usté  un  canario  en  cáa 

cuerno,  cantan  y  no  se  oyen. 

Pero  pa  eso  está  la  telefonía  sin  hilos. 

U  el  árnica. 

Lo  que  sea.  Yo,  no  me  aflijo.  ¡U  llegar  u 

morir,  pero  siempre  p'alante!  ¡Mi  suerte! 


—  17  — 

Felisa  ^,Y  qué  les  dan  a  ustés  por  la  corrida? 

Manoli  Si  queHamos  bien,  treinta  reales  y  la  cena. 

Teresa  ¿Y  si  quedan  ustés  mal? 

Carray  Si  tiempo  pa  correr. 

Teresa  (Devolviéndole  la  chaquetilla,  ya   cosida.)  PueS  qUe 

lleguen  ustés  al  po.-tre. 

Manoli         Y  yo  que  me  lo  coma. 

Carray  Postre,  no  le  dan  más  que  al  matador;  a  la 
cuadrilla,  lechuga. 

Manoli  (A  Teresa.)  Conque,  gracias,  nena,  (a  Felisa.) 
Y'\o  dicho:  si  a  mí  no  me  corta  el  viaje  un 
toro,  yo  voy  p'arriba;  por  allí  nos  encontra- 
remos. (Coge  el  lío  y  mete  la  chaquetilla  ) 

Teresa  Pues  el  día  que  bajen  ustés,  me  avisan,  que 
yo  no  pienso  subir. 

Carray  (Que    ha    cogido    ya   sus   envoltorios.)    Porque    no 

querrá  usté:  tengo  aroplano, 
Teresa         (gracias,  hijo;  donde  yo  vaya,  me  gustará  ir 
por  mi  pie. 

Manoli  (Despidiéndose  desde  la  puerta.)  ¡Salú! 

Felisa  Y  pesetas. 

Manoli  ¡A    eeportillas!    (Haciendo    un    desplante    torero.) 

¡Ole  ...  ¡Mi  suerte!  (Vense  foro  izquierda.  Vuelve  a 
oirse  la  voz  de  Carray  que  se  aleja  cantando.) 

De  vivir  en  un  camino 
etc.,  etc.,  etc. 


ESCENA  VI 


TERESA  y  FELISA.  Luego,  foro  derecha,  la  TÍA  CASI,  una  mendiga 
de  los  caminos. 


Felisa  (como  con  temor.)  Pero,  ¿has  oído? 

leresa         Calla,  chica;  a  estos  maletas,  paece  que  les 
han  dicUo  lo  que  nos  pasa. 

Felisa  (sentándose  a  la   derecha  de   la  mesa.)    LeS   estaba 

oyendo  y  tenía  así  como  un  frío  por  den- 
tro ..  ¿Sabrán  algo? 

Teresa  (sentándose    frente   a    ella.)    ¿Qué    van    a    Saber? 

¿Quién  iba  a  decirles  a  ellos,  lo  que  sabe- 
mos las  dos  sólitas? 


-  18  — 

Felisa  íY  que  hoy  hace  un  mesl...  ¡Un  mes  justitol 

¿Te  acuerdas,  Tere? 

Teresa  ¡Como  ei  fuera  ahora  mismo!  Estábamos  las 
dos  cosiendo,  una  tarde  que  llorábamos, 
porque  tu  padre,  borracho,  nos  había  pe- 
gao  aquella  mañana... 

Felisa  i^  nos  pusimos  a  pensar,  qué   nos  pagaría, 

si  tuviéramos  valor  para  irnos  por  el  mun- 
do, juntas,  a  la  ventura,  a  correr  nuestra 
suerte. 

Teresa  Cuando  en  ésto — ¡cómo  vienen  las  cosas  en 
la  vida!— de  pronto,  oímos  un  golpe  tre- 
mendo, como  de  hierros  y  cristales  que 
se  rompen.  Salimos  a  escape  las  dos  y  nos 
encontramos  en  la  carretera  con  un  auto 
que  había  chocao  contra  un  árbol... 

Felisa  Y  nos  tragimos  a  la  casilla,  a  un  señorito  y 

a  un  chófer,  heridos. 

Teresa  Les  curamos  de  unos  arañazos  y  del  susto; 
estuvieron  aquí  unas  horas;  nos  dieron  las 
gracias  y  se  fueron... 

Felisa  Y  volvieron  a  la  tarde  siguiente. 

Teresa  Y  luego,  muchas  tardes;  pero  ya  más  lejos 
de  la  casilla,  pa  hablar  y  pasear  juntos  los 
cuatro. 

Feíisa  Hasta  que  hoy,  esos  dos  hombres... 

Casi  (Asomando  por   la  ventana  de  la    derecha.)    ¿Estáis 

Véolitas? 
Felisa        ''¡Tía  Casil 
Teresa        ¡Usté! 
Casi  Yo.  ¿Puedo  entrar? 

Felisa  (Levantándose  ambas.)  ¡Alante! 

Casi  (Entrando  y  avanzando    hasta   quedar  entre  las  dos.) 

Sus  traigo  un  recao. 

Teresa        ¿De  ellos? 

Casi  De  ellos.  No  hace  ni  dos  menutos  que  pasa- 

ba el  auto,  como  una  centella;  de  que  me  vie- 
ron, pararon,  y  el  señorito  Pepe,  m'ha  dao 

este  papel  pa  ti.  (Oa  a  Felisa,  uno  que  saca  del  pe 

cho.)  Y  Paco,  el  chófer,  este  papelito,  pa  ti. 

(Dándole    a   Teresa    uno  que  saca  de  la    faltriquera.) 

¡Qué  par  de  mozos!  Se  subieron  al  Alto  e  Pi- 
nares, entre  los  pinos  escondieron  el  auto  • 
móvil,  y  allí  aguardan.  ¡Qué  guapos,  cá  uno 


^  19  — 


Felisa 


Teresa 


Felisa 

Teresa 

Casi 


Felisa 

Teresa 

Felisa 

Casi 


Felisa 
Casi 


en  su  estilo!  (Se  sienta   y  bebe   los  restos  de  la   bo 
tella  que   dejaron  los  camineros.)  ¡Vaya   SUerte  de 

chicas! 

(Leyendo.)  «Feli:  SÍ  estás  decidida,  como  me 
juraste  ayer,  vente  conmigo.  Aguardamos  en 
el  Alto  de  Pinares.  Iremos  camino  de  Fran 
cia.  Ten  valor;  no  te  arrepentirás.  Te  espera 
otro  mundo,  otra  vida  y  mi  cariño.  Ven.» 
(ídem.)  «Chacha:  te  espero  con  el  escape 
abierto.  No  tardes,  que  vamos  a  arrear.  Te 
abraza  hasta  la  estrangulación,  tu  Paco.» 
¡Qué  bruto! 

¡Ay,  Dios  mío!  Y  ¿qué  hacemos? 
Pos  irnos. 

(Acercándose.)  Amos,  tonta,  pero  ¿lo  vas  a  du- 
dar ahora?  ¡Toos  los  días  cacareando  que  si 
no  eras  pa  esta  vida,  que  si  la  miseria  de  un 
camino...  ¡Pos  chica,  arrea! 
Sí,  pero  ¿qué  nos  pasará? 
¡Peor  que  esto!... 

El  tuyo,  es  pobre,  como  tú;  pero  ¿y  el  mío, 
que  es  más  que  yo,  de  otra  clase?... 
Toos  los  hombres  son  de  la  misma  clase: 
malos;  too  está  en  una  saberlos  manejar. 
¡Hala!...  ¡Huir  de  la  miseria,  no  ser  tontas, 
que  si  te  quedas,  ¿qué  te  espera?  Mírame 
a  mí! 

¡Ay,  eso  nol 

Pos  también  he  tenido  mis  veinte,  como  tú, 
y  mi  aquél  pa  los  hombres,  que  nunca  fal- 
tan a  esa  edad.  A  mí  me  quiso  llevar  un  tra- 
tante. Tenía  ¡seis  carros  de  recua!  ¡Qué  hom- 
bre! Pero  fui  tonta,  me  quedé,  ¡y  ya  ves!... 
Casimira  me  llamaba;  Casi,  me  llamaron 
luego,  pa  hacerlo  más  corto,  y  aquello  fué 
como  si  me  hubieran  pronosticao  mi  sino, 
porque  en  Casi  me  quedé,  que  nunca  he  lie- 
gao  a  náa.  Casi  me  quiso  un  hombre,  por- 
que no  fué  de  veras.  Casi  me  casé,  porque  no 
fué  por  la  Iglesia.  Casi  tuve  una  hija,  por- 
que de  poco  me  mata  al  nacer,  y  casi  la  per- 
dí, porque  se  la  llevó  un  novio.  Casi  he  sío 
de  too  y  casi  no  he  sío  náa.  Mi  marido  tam- 
bién era  caminero.  Toa  la  vida,  la  casilla 


—  20  - 

calores,  fríos,  soledad,  miseria...  Pos  un  día  e 
tormenta,  el  pobre  s'arrimó  a  un  árbol  pa 
taparse  e  la  lluvia,  cayó  un  rayo,  y  ¡sola!  Y 
ya  lo  ves:  hoy,  haciendo  recaos  a  los  peones^, 
de  casilla  en  casilla,  una  limosna,  harapos, 
mendrugos,  un  traguejo,  ¡náal  Y  un  mal  día 
de  invierno  me  dormiré  en  la  cuneta,  junto  a 
un  montón  de  grava,  dura  como  tóos  los  co- 
razones que  be  encontrao,  y  no  despertaré 
más.  ¡Y  se  acabó  latía  Casi!.  (Ríe.)  Si  te  gus- 
ta ésto,  ¡qué  'ate!  Si  te  gusta,  ¡quédatel 
Teresa         ¡Ay,  no!  ¡\amos,  vamos! 

Felisa  (con  miedo,  acercándose   a   Teresa.)  Sí,  perO  ¿y  mi 

padre? 
Casi  ¡Un  viejo,  borracho,  malhumorao!  ¡Náa!  Te- 

dejará  sola  el  mejor  día,  y  entonces...  ¡Corre 
al  mundo!  Yo  tenía  una  hija  y  no  miró  cosa 
dengunay  me  dejó  sola  y  se  fué.  (¡Que  se 
vayan  toas!  ..  ¡Que  no  haya  denguna  honra!) 
¡Ha.a,  volar;  no  lo  ti  aréis  más!  ¡Al  mundo!  ¡A 
la  suerte!...  (Se  dirige  hacia  la  alacena.) 


ESCENA  Vil 

DICHAS.  PEPE,  traje  elegante   de  automovilista,    y  PACO,  chófer   de 
casa  grande.  Vienen  foro  izquierda. 

Pepe      ^..^/(Apareciendo.)  ¡FelÜ 
Felisa  (Llena  de  alegría.)  ¡Pcpcl 

Paco  ¡Tere! 

Teresa  ¡¡Paco!!  (Entran  y  forman  parejas.) 

Casi  (Por  ana  botella   que   ha   encontrado   en  el  armarillo.) 

¡Aguardiente  de  mi  vida!  Cáa  uno  a  lo  que  le 

gusta!  (Se  sienta   a   beber   bajo   la   ventana  de   la  de- 
j-echa  ) 

Pepe  Bueno;  ¿vienes  conmigo?  Hace  una  hora  que 

aguardo. 

Felisa  (Temerosa,  dejándose  caer  sobre  la   silla,   a  la  derecha 

de  la  mesa.)  ¡  Ay,  Pepe! 

Pepe  (Amoroso.)  ¡No  hay  Pepe  que  valga!  ¡Decídete! 

¡No  podemos  per-ier  minuto! 
Felisa  Pero  yo...  ¡Una  pobre!... 

Pepe     ^       ¡Tú  qué  vas  a  ser  pobre,  con  ese  cuerpo  y 


—  21  — 

esa  cara!'  ¡Verás  qué  verano!  Nos  vamos  a 

Truvil.  ¡Contigo,  epato!  ¡La  caraba! 
Felisa  Sí,  pero  ¿y  si  luego  me  dejas? 

'Pepe  ¡Qué  te  voy  a  dejar!...  ¡De  aquí,  al  Otoño!  ¡Te 

llenaré  de  alhajas!  ¡Te  vestiré  en  Biarritz. 

para  que  llames  la  atención  en  la  Sibur! 

Felisa  ¿Y    qué    es   eso?  (Habían   en    voz   baja,    animada 

mente.) 

Teresa         Y  tú,  ¿dónde  me  vestirás  a  mí? 

Paco  En  ninguna  parte.  Yo  no  visto  estatuas,  ¡las 

almirof 

Pepe  Luego,  te  llevaré  a  Santander,  a  San  Sebas- 

tián, a  San  Juan  de  Luz!... 

Teresa        Y  tú,  ¿me  llevarás  a  tóos  esos  santos? 

Paco  Pa  too  Santos,  ya  no  estás  tú  pa  ir  a  ningún 

lao,  tonta. 

Teresa        ¡Qué  sinvergüenza  eres,  Paco! 

Paco  Por  muchos  años.  Pero  quererte,  ¡con  los 

cuatro  cilindros!  ¡Te  me  has  colao  hasta  lo 
Düás  hondo  del  carburador!  Ven  aquí,  Roll 
Roy  de  mi  alma,  que  voy  a  ser  pa  ti  más 
seguro  que  un  Hutson. 

Teresa  Pero  a  ver  si  se  te  quita  el  cariño  con  el 
Hutson. 

Paco  En  jamás.  Tú  te  sientas  a  mi  lao,  en  el  ba- 

que; me  alumbras  con  esos  faros  el  camino 
de  mi  vida,  o  me  los  entornas  como  ponién- 
dome luz  de  población,  yo  meto  la  directa, 
acelero,  te  hago  una  media  de  sesenta  por 
hora,  y  el  año  que  viene  te  encuentras  de 
propietaria  de  un  Bebé-Peuchots.  ¡Por  éstas! 

Teresa  Tú  verás  lo  que  haces,  porque  como  me  en- 
gañes, tienes  pa7ij  que  decís  vosotros,  porque 
te  arreo  un  puñetazo  en  el  capój  que  te  dejo 
sin  carroserie. 

Paco  ¡Ven  aquí,  doble  faetón!  (La  abraza.) 

Pepe  (a  Paco.)  Pero  ¿qué  haces? 

Paco  La  estaba  ajustando  el  motor. 

Pepe  Pues  anda,  anda,  suelta  el  freno  de  mano  y 

no  perdamos  tiempo.  Anda,  Feli,  ¿te  de- 
cides? 

Felisa  Sí.  Me  confío  a  ti,  seguiré  mi  suerte. 

Pepe  Pues  en  el  Alto  esperamos. 

íPaCO  (a  Teresa.)  A  eSCape,   tú.  (Vanse   foro   izquierda.) 


—  22  — 

Teresa        En  seguida. 

Felisa  (a  Casi.)  Vigile  usté  si  viene  mi  padre.  (van«e 

las  dos  por  primera  izquierda.) 

Casi  ¡Que  venga,  que  venga!  ¡Se  le  va,  como  se 

fué  la  míal  Se  quedará  solo,  como  yo.  ¡Que 
se  vayan  todas!  ¡Que  no  haya  denguna  hon- 

ral  (Bebe  y  ríe.) 


ESCENA  VIII 


TÍA  CASI  y  SEGADORES,  que  vienen  íoro  derecha.  Traen  todos  ho- 
ces, chaqueta  al  hombro,  sombrero   de   paja,   atillos  y  líos   con  ropa; 
calzan  alpargata,  y   el  calzado  de  cuero  al  hombro,  sujeto  con  una. 
cuerda. 

Seg.  1.0       (a  la  Tía  Casi.)  ¿Daríamos  una  sed  de  agua, 

buena  muller? 
Casi  De  agua,  sí;  pasen  y  beban  la  que  quieran. 

(Se  esconde,  avara,  la  botella.) 

Seg.  1 .0        De  la  siega  venimos  y  de  camino  vamos  pa 

hacer  noche  en  Navagrande. 
Casi  ¡Bien  tienen  de  andar!  (Entran  todos,  beben,  •«^ 

limpian  el  sudor,  etc.) 

Música 

Seg.  1 .0  Deixei  a  miña  térra 

deus  meus  amores. 

Deixei  a  miña  térra 

pros  meus  rapaces, 

y  bajo  el  sol,  de  rayos 

abrasadores, 

las  espigas  que  corto 

forman  los  haces. 
Todos  Deixei  a  miña  térra, 

etc.,  etc. 


Seg.  f.o  Espigas, 

espigas  doradas, 
igual  que  los  sueños 
que  no  realicé; 


xf 


—  23  — 

montones, 
montones  de  oro 
parecen  los  trigos 
que  en  haces  formé. 

¡Riquezas 
serán  para  el  amo, 
que  a  mí  unas  monedas 
tan  sólo  rae  da! 

¡Espigas! 
Le  dais  a  él  oro 
y  a  mí,  solamente, 
un  poco  de  pan. 

/v 

La-la-la 
la-la-la. 
Todos  ¡Espigas! 

etc.,  etc. 

Hablado 

Seg.  1.0        Gracias,  buena  muller;  que  Dios  la  guarde. 
Casi  Lleven   buena  jornada.   (Bis  en   la   orquesta. 

Vanse  foro  izquierda.  Por  la  carretera,  de  derecha  a 
izquierda,  pasan  dos  carros;  el  primero,  cargado  de 
haces  de  paja.) 

ESCENA  IX 

TÍA   CASI,   TERESA   y   FELISA,  de   la  primera  izqiüerda,  ya   más 
arregladas,   con  líos   de   ropa. 

Casi  ^^C;"'^"' ¿Ya  estáis?  (ai  verías  salir.) 

Teresa  ""-^^   Ya.  Adiós,  tía  Casi. 

Felisa  (un  poco  iiorosa.)  Si  mi  padre  pregunta,  luego, 

cuando  pase  un  rato,  déle  usté  este  papel, 
como  si  se  lo  hubiéramos  dao  en  la  carrete- 
ra. (Se  lo  da.) 

Casi  Descuida. 

Felisa  Ahora,  diga  usté  que  hemos  salió  al  lomero, 

a  recoger  las  gallinas.  ¡Adiós,  tía  Casi! 

Casi  Adiós  ¡Suerte,  hijas  mías!  ¡Callarse!  ¡Espe- 

rar! (Sube  y  mira  foro  derecha.) 


—  •24  — 


Teresa 

Casi 

Felisa 

Casi 


Teresa 
Felisa 


^,Qué  es? 

Vuestro  padre  y  el  señor  Fidel,  que  vuelven. 
(Muerta  de  miedo.)  ¡üios  mío!...  ¿Y  qué  hace- 
mos ahora? 

(Oniándolas  a  la  primera  derecha.)  Huir  por  aqui, 

por  el  corralillo,  a  campo  traviesa.  Esperar 

que  entren,  y  luego,  picar  deprisa  y  con 

cuidao. 

Si;  es  lo  mejor. 

Vamos.  (Hacen  mutis  precipitadamente.  La  Tia  Casi 
se  sienta  al  lado  de  la  mesa.) 


ESCENA  X 


tía   casi,   NICASIO   y   FIDEL,   foro   derecha.  El   segundo  trae  un 
pico  y   una  pala  al  hombro. 


Nicasio 

Casi 

Nicasio 

Fidel 

Nicasio 

Fidel 

Nicasio 

Casi 

Nicasio 

Casi 

Nicasio 

Casi 

Nicasio 
Casi 


Fidel 
Nicasio 


Fidel 


.^  .  (^Éntra  y  deja  la  chaqueta  sobre  una  silla.)   ¿Tú  por 

-■  aquí?  < 

Por  si  queríais  mandar  algo. 
Náa. 

(Dejándolas  en  el  rincón  con  las  otras.)  Aquí   dejO 

la  herramienta. 

¿Qué  haría  ese  auto  escondió  entre  los  pinos? 

Vete  a  saber. 

¡Se  ven  ahora  unas  cosas  en  las  carreterasl... 

(¡Se  ven  unas  cosas  y  otras  se  dejan  de  veri) 

(a  Casi.)  ¿No  tiés  ná  que  hacer? 

(Levantándose.)  Lo  que  tú  mandes. 

¿Te  vales  a  ir  por  vino  al  ventorro? 

Toavía  puedo  andar  lo  que  quiera,  (coge  la 

botella  de  la  mesa.)  ¿Fiao? 

Primero,  ver  si  es  bueno;  pagar,  lo  último. 
(¡Ya  verás  el  trago  que  te  esperal)  (vase  foro 

derecha.  Durante  el  diálogo  que  sigue,  Nicasio  coloca 
la  mesa  bajo  la  alacenilla  y  las  sillas  repartidas  en  el 
fondo  derecha.) 

Yo  me  voy  pa  mi  casilla,  tú. 
Llévate  el  avío  pa  mañana,  que  creo  que  te 
lo  ha   comprao  la  Tere.   (Llamando.)  ¡Tere! 
¡Terel...  ¡Pero  esa  galocha,  4iombre! 

(Asomándose  a  la  puerta  de  entrada.)    ¡FelÜ...    ¡No 

se  las  ve  por  parte  denguna!  ¡Como  no  hai- 


25 


gan  ido  a  casa  el  Pelao  por  agua  de  beber!... 
Nicasio        O  a  recoger  las  gallinas. 
Fidel  Eso  será 


ESCENA  Xí 


NICASIO.  FIDEL,  el  ANGELITO  y  el  SEFINÍ,  que  llegan  precipita- 
damente foro  derecha,  entran  y  cierran  por  dentro,  muertos  de  miedo, 
la  puerta  y  ventanas.  Los  camineros  retroceden   espantados  hacia  la 
derecha.  Al  final,  DON  QUINTÍN. 


Angelito 
Sefíní 


Nicasio 

Fidel 

Nicasio 

Fidel 
Angelito 
Nicasio 
Sefíní 


Angelito 

Sefíní 

Angelito 

Nicasio 
Fidel 


Música 

Ubtedes  disimulen 
que  entremos  de  este  modo; 
pero  es  que  nos  jugamos 
el  todo  por  el  todo, 
pues  el  que  tira  a  darnos 
desde  la  carretera, 
es  un  amigo  nuestro 
que  está  como  una  fiera. 
¡Caray  con  el  amigo! 
¡Pues  vaya  unos  modales! 
Si  tira  a  la  ventana, 
me  rompe  los  cristales. 
¿Y  qué  han  tenido  ustedes? 
Pues  una  discusión. 
¿Y  por  qué  tira  piedras? 
Es  su  argumentación. 

(a  Fidel.) 

Si  a  un  amigo  del  alma 
tiene  el  capricho... 

(a  Nicasio.) 

De  obsequiarle  con  algo, 
le  compra  un  nicho. 
Y  si  de  esta  manera 
gasta  la  pasta.,. 
.No  hace  falta  decirles 
qué  genio  gasta. 
¡Si  que  debe  ser  brutal! 
¡Sí  que  debe  ser  bestial! 

(suenan  recios  golpes  en  la  puerta  >d©  entrada.  Ange- 
lito y  Sefiní  se  estremecen,  miedosos.) 


í 


—  26  — 

Angelito    [  Don  Quintín, 

Sefiní        I       no  lo  hace  con  mal  fin. 
Don  Quintín, 
no  es  un  majalandrín. 

Don  Quintín, 
no  está  mal  educao. 

Don  Quintín, 
el  pobre  está  amargao. 

(Nuevos  golpes  ) 


Sefiní 

Angelito 

Sefiní 

Angelito 

Nicasio     i 
Fidel        \ 

Los  cuatro 


(Como  antes.) 

Si  algún  día  amanece 
de  mal  talante... 
Se  oyen  sus  alaridos 
en  Alicante. 
Y  el  que  diga  una  cosa 
que  le  moleste... 
Sabe  que  al  otro  día 
duerme  en  el  Este. 
¡Sí  que  debe  ser  brutal! 
¡Sí  que  debe  ser  bestial! 

(Nuevos  golpes.)       J^^Y 

Don  Quintín,  r^ 
no  lo  hace,  etc.,  etc. 


Sefiní 
Angelito 


Nicasio 
Fidel 
Angelito 
Sefiní 


Quintín 


i 


y 


Don  Quintín, 
no  es  un  majalandrín. 

Don  Quintín, 
no  tiene  más  que  esplín. 

(Suben  Angelito  y  Sefiní,  para  observar  por  la  rendija 
de  la  puerta,  la  cual  entreabren.) 

¿Ese  es  don  Quintín? 
Ese  es  don  Quintín. 

(Se  abre  la  puerta  violentamente  y  aparece   don  Quin- 
tín, que  entra  como  una  avalancha.) 

r   Yo  soy  don  Quintín,  (cuadro.) 


ir» 


y 


—  27 


Nicasio 


Fidel 


Quintín 


Angelito 
Sefíní 

Quintín 


Angelito 

Sefiní 

Quintín 

Angelito 

Sefíní 

Quintín 


Nicasio 


Sefíní 
A  n  ge  lito 
Nicasio 
Angelito 

Sefíní 

Quintín 


Hablado 

(ai  terminar  la  música,  quedan:  don  Quintín,  en  una' 
actitud  de  acometividad;  Angelito  y  Sefini,  uno  a  cada 
lado  de  la  puerta  temblando,  y  los  dos  camineros,  ate- 
rrados.) 

Bueno,  don  Quintín,  caray;  cálmese  usté, 
que  no  tenemos  tila  y  estos  dos  hombres  es- 
tán pa  morirse. 

Y  luego,  que  la  casilla  es  de  piedra  ná  mas, 
y  no  está  hecha  pa  terremotos,  la  verdá;  y 
con  otros  dos  meneos.., 
(Exasperado.)    ¡Canallas!...    ¡Sinvergüenzas!... 

¡Golfantes!  (Angelito  y  Sefini,  se  refugian  en  el  án- 
gulo del  fondo  derecha  de  la  casilla.) 

¡Sí,  hombre!  ¡Sí,  don  Quintín;  tié  usté  razón! 
Pero,  cálmese  usté,  don  Quintín;  que  la  cosa 
no  ha  sido  pa... 

¡He  debido  pegaros  veinte  tiros!  ¡Poneros  un 
barreno  en  el  cráneo!...  ¡Aplastaros,  como  vi- 
les insectos! 
Sí,  señor;  sí. 

Bueno,  pero...  x   7^      - 

¡IVlaldita  sea  mi  vida!  (Amenazándoles.,.  ¡JNo  se 

como  no!... 
¡Por  Dios! 
¡Yo!... 

(En  el  colmo  de  la  ira.)  ¡Brrrr!  (Tiemblan  como  azo- 
gados. Don  Quintín,  paseando  furioso,  sale  un  momen- 
to de  la  casilla.) 

(En  voz  baja  a  los  amigos.)  Bucno;  y  este  scnor, 

cuando  juega  a  la  lotería  y  no  le  toca,  ¿que 

hace  con  la  lista? 

La  masca. 

Y  escupe  los  números. 

¡Mi  madre! 

Le  llevamos  al  dentista  con  bozal;  no  le  digo 

a  usté  más. 

Pa  probarle  unas  botas,  hay  que  trabarlo; 

saque  usté  la  consecuencia. 

(volviendo  a  entrar  y  en  tono  iracundo.)  Darme  una 
silla.  ÍLos  cuatro,  le  alargan,  rápidamente,  una  silla 
cada  uno.)  ¡Una!  (Dando  un  grito.  Quedan  los  cuatro 
suspensos  en  su  movimiento.) 


28  — 


Angelito 
Quintín 
Angelito 
Quintín 


Angelito 


Sefíní 

Nicasío 

Angelito 

Nicasio 
Quintín 

Nicasio 
Quintín 

Nicasio 
Quintín 
Angelito  1 
¿efiní      j 
Angelito 


Nicasio 

Angelito 

Sefíní 

Angelito 


Fidel 
Nicasio 


Quintín 


(Tembloroso.)  ¿Sorteamos  u  elige  usté? 

Esta.  (Cogiéndola  violentamente.) 
(Muy  sonriente.)  ¡La  mía! 

(Amenazándoles  con  la  silla.)  |He  debido  rompe- 
ros la  crisma!  ¡Haceros  papilla!  (no  pudiendo 

ya  retroceder  por  falta  de  espacio,  Angelito,  pone  un 
pie  sobre  la  banqueta,  para  saltar  por  la  ventana  de  la 
derecha.)  ¡¡Pulverizaros!!  (Da  un  golpe  en  el  suelo 
con  la  silla  y  desesperado  se  sienta.) 

Sí,  señor;  pero  nos  pulveriza  usté  y  con  el 
viento  que  hace,  pues  se  le  vuelan  a  usté 
dos  amigos  pnr  una  tontería. 
Y  la  verdá  y  sin  agraviarle  a  usté,  don  Quin- 
tín, por  Dios;  el  motivo... 
Bueno;  y  si  no  es  mal  preguntao,  ¿toa  esta 
tremolina,  por  qué  ha  sido? 
Porque  no  le  ha  querío  tomar  un  duro  se- 
villano, el  chófer  que  nos  ha  traído. 
Pues  yo  creo  que  la  cosa... 
Rechazarme  a  mí  una  moneda,  es  llamarme 
monedero  falso. 

No,  hombre;  usté  exagera.  Yo  no  creo  que... 
Si  usté  no  lo  cree,  es  que  no  tiene  ver- 
güenza. 
(Altanero.)  Oiga  usté,  que  yo... 

(Levantándose  airado.)  No  la  tiene  USté. 
No   la   tiene,   don    Quintín.  (Este  vuelve  a  sen- 
tarse.) 

(a  Nicasio.)  Diga  usté  que  no,  hombre.  ¿Qué 
necesidad  tiene  usté  de  estar  dos  meses  en 
la  cama? 
¡Caray,  pero!... 
¡Miste  que  es  un  genio! 
No  le  hemos  visto  sonreírse  más  que  una 
vez  en  su  vida. 

El  día  que  se  murió  su  suegra.  Dijo:  «Je, 
je»  y  se  puso  gasa.  ¡La  única  alegría  que  le 
hemos  notao! 
¡Recontral 

Bueno,  pero  vamos,  un  servidor,  lo  que  que- 
ría decirle  a  usté,  es  que  no  debe  tomarse 
esos  disgustos  por  cosas  tan  baladises. 
Quizá  tenga  usté  razón;  pero  es  que  yo  de- 
testo a  la  humanidad.  ¡Me  da  asco  la  vidal 


--  29  - 

Nicasío  ¡Hombre,  por  Dios!...  Pero  ¿qué  motivos  tié 
usté? 

Quintín  ¡Yo  soy  un  amargao!  y  mi  amargura  es 
obra  de  cuantos  me  rodearon.  Nunca  en- 
contré ni  cariño  verdadero,  ni  amistad  leal, 
ni  gratitud  sincera. 

Nicasio        Pues  estos  amigos... 

Quintín  (con  desprecio.")  ¡Amigos!...  Ese,  el  «Sefini»,  es 
un  matón  que  cuando  yo  tenía  casa  de  jue- 
go, me  prestó  el  valor  por  un  mendrugo. 
¡Puaf! 

Sefini  ¡Don  Quintín! 

Quintín  ¡Y  nada  más!  Y  ese,  el  «Angelito»,  otro  que 
tal  baila.  Un  perro,  que  viene  detrás  de  mí, 
por  el  hueso  que  le  arrojo. 

Angelito  (con  heroica  resolución.)  ¡Ea;  eso  no  cs  verdá, 
don  Quintín,  qué  caray!  Llámeme  usté  pe- 
rro; si  los  perros  no  se  ofenden,  yo  tampo- 
co. Pero,  lo  del  hueso,  es  una  cosa  muy 
dura.  ¿Qué  gano  yo  a  su  lao  de  usté?  Le 
sigo,  porque  le  tengo  ley  y  quiero  quitarle 
de  esa  amargura  que  le  corroe. 

Quintín        ¡Necio! 

Angelito  No  tanto  como  usté  se  piensa,  ¡qué  narices!, 
que  pa  poder  vivir,  hay  que  mirar  la  vida 
más  en  otimista,  señor,  (a  Nicasio.)  Aquí  tié 
usté  mi  ejemplo.  Yo  soy,  lo  contrario  de  él. 
No  me  pasa  una  cosa,  por  mala  que  sea  que 
no  me  alegre.  ¿Que  me  piden  un  duro?  Pos 
digo:  «¡Miá  si  me  llegan  a  pedir  dos!»  Y  no 
doy  ningmo.  ¿Que  me  da  una  pulmonía? 
Pues  me  alegro...  de  que  no  sea  doble.  ¡Siem- 
pre es  un  consuelo!  ¿Que  me  caigo  del  tran- 
vía? Pues  me  levanto  y  exclamo:  «Y  menos 
mal  que  no  me  ha  pegao  el  conductor».  ¡Pa 
too  tié  que  haber  una  conformidad- 
Quintín        Conformidad  de  hombre  cobarde  y  ruin. 

Angelito       Bueno,  pero  yo  .. 

Quintín  (Levantándose.)  ¡Basta! 

Angelito       Punto  en  boca. 

Quintín        Estos  señores  no  tienen  por  qué  participar 
de  mis  amarguras,  de  modo  que  vamos  al 
objeto  queme  trae  y  nada  más.  ¿Ustedes- 
no  sabrán  por  qué  venimos  aquí? 


-  30  — 

Nícasío  ¡Hombre,  nosotros!...  (por  Fidel.)  Este,  de  vez 
en  cuando,  acierta  alguna  charadilia  que 
otra,  pero  yo...  la  verdá,  no... 

Quintín  Pues  venimos  aquí,  porque  usté  se  llama 
Nicasio  Baños. 

Nícasio        Servidor,  sí,  señor. 

Quintín        Y  esta  es  su  casilla.  ^ 

Nicasio        Esta. 

Quintín  Y  vengo  a  ella,  buscando  con  un  anhelo,  en 
el  que  se  encierra  mi  última  esperanza  de. 
felicidad,  a  una  hija. 

Nicasio        ¿Buscando  una  hija?  ¿Entonces?... 

Quintín  Una  hija,  que  dejé  abandonada  hace  veinte 
años  en  esa  ventana.  , 

Nicasio  ¡Recontra!...  ¿Entonces  ustedes  son  los  pa- 
dres de  la  niña? 

Quintín        ¿Cómo  ustedes?  Yo  solo. 

Nicasio  Hombre,  como  son  ustedes  tres,  yo  por  no 
hacer  de  menos  a  nadie... 

Quintín  Bueno,  ¿y  esa  niña?...  ¡Me  da  miedo  pre- 
guntarlo!... ¿Vive? 

Nicasio        Vive. 

Quintín  ¿Y  está?...  ¡La  emoción  me  ahoga!...  ¿Está 
todavía  con  ustedes? 

Nicasio        Está  con  nosotros. 

Quintín  ¡Gracias,  Dios  mío!...  ¡La  primera  cosa  que 
me  sale  bien  en  este  mundo!  A  mis  brazos, 

Nicasio.   (Abrazándole.) 

Angelito      No  le  zarandee  usté,  que  es  peón. 

Quintín  ¡Oh,  qué  alegría,  Sefiní!...  ¡encontré  a  mi 
hija! 

Sefiní  Merecía  usté  no  haberla  encontrao. 

Angelito       ¡Por  pisimista! 

Quintín  (Emocionado.)  Bueno,  ¿a  qué  se  puede  convi- 
dar aquí? 

Angelito  A  billetes  de  veinticinco  pesetas,  porque  en 
una  casilla  de  peones... 

Quintín        De  modo  que  la  niña... 

Nicasio        Teresa. 

'Quintín  Es  verdad;  ese  nombre  dejamos  escrito  en 
un  papel  prendido  a  sus  ropitas;  el  nombre 
de  su  madre.  ¡Una  mujer  que  huyó  de  mi 
lado! 


—  31  - 

Angelito      Porque  tenía  celos  de  ella  y  la  hartaba  a 
palos. 

Quintín  (como    desechando    el  mal    recuerdo.)    ÜUenO;    61 

caso  es  que  dudé  de  la  madre,  y  creyendo 
que  la  hija  no  era  mía  la  abandoné.   Hasta 
que  aquella  desgraciada,  en  la  hora  de  »8U 
muerte,  me  ha  escrito  jurando  su  fidelidad 
y  suplicándome  que  recoja  a  la  niña,  porque 
es  mía  y  sólo  mía.  Y  por  ella  vengo.  Quiero 
resarcirme  con  su  cariño  de  todas  las  amar- 
guras que  sufrí. 
Nicasio        Pues  se  resarcirá  usté,  don  Quintín. 
Quintín        ¿Es  buena? 
Nicasio        ¡Un  ángel! 

Quintín        ¿Y  usté  la  quiere?  . 

Nicasio        Tóos  sus  deseos,  los  he  satisíecho  sm  medi- 
da. (A  Fidel.)   ¡Esconde  la  vara!   ¡Y  es  mas 
di^uesta!...  ¡Si  viera  usté  cómo  guisa! 
Fidel  ¡Le  ha  hecho  hoy  unas  patatas  viudas! 

Quintín        ¿Buenas? 
Nicasio        Pa  darlas  el  pésame. 
Quintín        ¿Y  no  ha  preguntao  nunca  por  su  padre.^ 
Nicasio        Tóos  los  días. 
Quintín        ¿Y^  es  guapa? 
Nicasio        La  cara  de  usté. 
Angelito      (¡Pues  pa  una  viña!) 
Quintín        ¡Cómo  voy  a  adorarla!...  ¡Oh 


ESCENA  XII 

DICHOS  y   TÍA   CASI,   foro   derecha 
Casi        Ay'X'^ue  entra  jadeante  y  descompuesta.)  ¡¡Ahü 

Quintín  ¿Quién? 

Casi  ¡Yo!...  ¡Ayl...  ¡Socorro! 

Nicasio  ¡Tía  Casi! 

Casi  ¡Nicasio!  ¡Fidel!  ¡Me  muero!  ¡Agua! 

Fidel  ¿Qué  la  ocurre  a  usté?  (colocando  una  sllla,  en  la 

que  se  sienta.  Todos  la  rodean.) 

Nicasio        ¡Habla! ..  ¿Qué  pasa?  ,     .  ,  .     , 

Casi  ¡Ay,  que  no  me  atrevo  a  decirlo!  ¡Ay,  esas 

chicas!. .  ¡Ay,  qué  desgracia! 
Uicasio        Por  lo  que  más  quieras,  habla.  ¿Qué  es? 


•t*^ 


32  — 


Casi 


Nícasio 
Casi 

Quintín 

Nicasio 

Quintín 


Nicasio 
Angelito 

Quintín 
Fidel 
C^si 
Quintín 


Angelito 


Pues  que  estaba  yo  en  la  casilla  de  Fabián^ 

en  el  kilómetro  veintidós,  y   pasa  un  auto 

muy  grande,  que  venía    volando  entre  una 

nube  de  polvo,  y  de  que  me  ven,  se  paran,  y 

tu  hija  y  la  Tere,   que  iban  dentro  con  dos 

jóvenes,  m'han  dao  este  papel  pa  ti.  (se  lo  da) 

¡Recontral  ¿Pa  mí?  (Lee.) 

Han  arrancao  volando,  y  entre  otra  nube 

de  polvo,  las  he  perdió  de  vista! 

¡Ay,  que  no  sé  lo  que  adivino!  ¿Qué  dice 

ese  papel? 

(Desfalleciendo.)  No,  nada;  que...  ¡Ay,    Dios 

mío! 

(Lg  arranca  el  papel  de  las  manos.)  ¡A  ver!...  ¡Pron- 
to! (Lee.)  «Padre:  huyendo  de  los  palos  y  las 
bofetadas  de  usté...    (Mira    furibundo    a    Nicasio, 

que  seestremeee.)  nos  vamos  de  SU  lado,  para 
siempre,  con  dos  hombres  que  queremos. 
¡Que  Dios  le  perdone  a  usté  el  mart  rio 
que  nos  ha  hecho  paear,  como  giosotras  le 

perdonamos.»  (En  el  paroxismo  del   furor)    ¡Ah, 

miserable!...  ¡Ellas  te  perdonan,  pero  yo,  no. 

¡Mut-re,  ladrón!  (Le  échalas  manos  al  cuello.) 

(Medio  ahogado  ¡^ocorrol  ¡Auxilio'  ¡Me  ahoga! 
¡Por  1  ios,  don  Quintín;  no  le  apriete  usté, 

que  es  peón.  (Todos  tratan  de  separarle.) 

Al  que  me  sujete,  le  despedazo. 

(Saliendo  ala  puerta)  ¡Civilesl  ¡AuxiHo! 

(Que  ha  salido  antes.)  ¡Que  matan  a  un  hombre! 

(Que  ha  tirado  al  suelo  a  Nicasio)  ¡  Y  OS  VOy  a  ma- 
tar a  todos!  (Angelito  y  tíefiní,  se  refugian  en  el 
rincón  de  las  herramientas.)  ¡Vli  hija!  (Saliendo  ha- 
cia la  carretera.)  ¡¡Mi  hija!! 

¡¡Por  qué  no  se  habrá  escapado  esta  ma- 
ñana!! 

(Telón  rápido.  Música  en  la  orquesta.) 


MUTACIÓN 


—  33 


CUADRO    SEGUNDO 


PLANO 


Telón  de  calle 


6 

D 

□ 

G 

D 

¡oool 

D 

ü 

8 

tí 

Ventanal 
6 


¡oo< 


D  Puerta  al 
9    interior 


Mostrador 


Puerta  simulada 


Puerta  a  la  cocina 


Ropa 


Batería 


Ropa 


',  3  y  4.  Mesas. 

Mesa  con  mantel  y  servicios  para  comida. 
Sillas  de  Vitoria. 
Percheros  de  pie. 

Dos  focos  con  pantalla,  en  el  techo,  encendidos. 
Brazo,  con  dos  lámparas  encendidas. 


—  34  — 


DECORADO 

Interior  de  un  Colmado  de  los  barrios  bajos  de  Madrid,  con  ciertas 
pretensioneH  de  Bar  moderno.  Al  foro,  un  poco  a  la  derecha, 
puerta  mampara  que  da  entrada  al  Bar.  Foro  izquierda,  ventanal. 
Mostrador  con  anaquelería  detrás,  más  a  la  izquierda  y  en  ochava. 
Dentro  del  mostrador,  puerta  que  comunica  con  el  interior.  En  pri 
mer  término  izquierda,  puerta  practicable,  que  da  a  la  cocina,  y 
en  primer  término  derecha,  otra  simulada  Mesas  repartidas  con 
arreglo  al  plano,  por  la  escena  Sobre  el  mostrador  botellas,  cu- 
beta, cafetera,  etc.  Aparatos  de  luz.  Es  de  noche. 


ESCENA  PRIMERA 

El  SALUQUI,  camarero  andaluz.  Luego,  de  la  calle,  el  SEÑOR  LAU- 
REANO, un  castizo  de  por  allá  bajo,  Al  levantarse  el  telón,  *?!  local 
está  completamente  desierto.  Apesar  de  ello,  se  oye  en  la  cocina  la 
voz  de  Saluqui,  que  grita  en  el  tonillo  característico  de  los  camareros 

Saluquí        ¡Váaal...  ¡Va  en  seguía!...  ¡Voy  volando!  (saie 

rápido^  primera  izquierda  y  dirigiéndose  a  la  mesa 
número  tres,  tan  vacía  como  las  demás,  la  limpia  con 
actividad  febril  y  dice  dirigiéndose  a  parroquianos 
imaginarios.)    ¿Qué    va    a    Ser?    (Atiende.)    Muv 

bien,  zí  zeñó:  tres  de  jamón,  uno  de  chorizo 
y  cuatro  dobles.  Está  muy  bien.  En  zeguía. 

(Va  a  la  mesa  número  cuatro,  la  limpia  y   ngura  cam- 

biar  la  botella  del  agua.)  Y  lo  zeñore,  ^,qué  van  a 
toma?  ¿Doz  de  gambaz  y  media  de  Dia 
mante?  Perfectamente.  Usté,  jamón  con  to- 
mate. ¿Y  para  el  niño?  (¡Harina  lazteada? 
No  zé  zi  habrá   quedao,  porque   ze  gazta 

mucho,  pero  voy  a  vé.  (Va  a  la  puerta  de  la  iz- 
quierda y  vocea    como  dando  órdenes  en    la    cocina.) 

Tré  bité  con  patatas,  una  tortiya  a  la  íran- 
sesa,  dó  de  langotino,  tré  de  Mahú,  chica 
del  Águila  dorada,  media  de  Rioja  alta.  ¡A 

escape!  (Va  a  la  mesa  número  dos.)  Los  zeñores 
dirán,  (como  si  se  dirigiera  a  una  persona.)  Permí- 
tame el  sombrero.  (Hace  como  si  lo  limpiara  con 
la  manga,  va  al   perchero   de  la  izquierda,  lo  cu«lga 


—  35  — 

y  vuelve  a  la  mesa,  limpiándola.)  ¿DiganV  (Atiende.^ 

Langozta  ze  noz  ha  concluido,  pero  puén 
toma  lo  zeñore,  calamare  frito,  pescadiya  a  la 
andaluza,  o  boquerone  de  Málaga.  ¿Riñone 
ar  Jeré?  Coaio  utede  quieran:  too  es  andalú. 

(Como  dirigiéndose  a  la  mesa  número  uno  y  vuelto  de 
espaldas  a  la   puerta  de    la   calle.)  Zoy,  COn   Utede, 

que  estaban  antes  los  zeñor^^u^&YeeQ  en  la 

puerta  el  señor  Laureano,  y    vieQ<fo>€  teje  maneje  de 

saiuqui,  se  detiene  perplejo.)  De-fomia  que  tré  de 
i^^  riñone.  ¿Y  la  zeñoritaV   jAh,  zí  zeñora,  zí; 

aquí  damos  unoz  bocadiyoz,  que  dejan  ze- 
ñal.  ¿Un  zangüiche  de  foagrá"?  Perfecta- 
mente, (va  a  la  puerta.) Dó  de  zarmón  zarsa  tár- 
tara, cinco  de  boquerone,  cuatro  de  perce- 
be, una  de  Solera  cuarenta  y  siete  y  tré  de 
jamón  zerrano.  (a  la  mesa  primera.)  Ahora  va, 
no  ze  impasiente;  no  pueo  con  tóos  a  un 
tiempo,  hombre. 
Laur.        ■    Oye,  tú,  Saiuqui. 

Saiuqui  (Alegre.)  |Hola,  zeñó    Laureanol    (Avanza   hacia 

el.) 
Laur.  (Después  de  mirar    por    todo  el    Bar.)   ¿Hay    mesa 

pa  mí? 
Saiuqui        Pasé  usté,  señor  Laureano,  (como  dirigiéndose 
a  la  primera  mesa.)  Dezeguía  lez  yevo  er  pos- 
tre, (a  Laureano.)  Aziéntcze. 

Laur.  Hombre,  antes  de  llevar  el  postre  a  esos  se- 

ñores de  la  esquina,  ¿me  permites  una  pre- 
gunta inocente? 

Saiuqui        Oté  dirá. 

Laur.  ¿Las  oposiciones,  las  estás  haciendo  pa  Lé- 

ganos u  pa  Ciempozuelos?  Porque  en  los  dos 
sitios  tienes  plaza. 

Saiuqui  (Riendo.)  Claro,  usté  lo  dise  porque  me  ha 
visto  y  cree  que  me  voy  a  vorvé...  (se  barrena 

con  un  dedo  la  sien.) 

Laur.  ¿Cómo  que  te  vas  a  vorvé?  Que  te  has  vor- 

vido. 

Saiuqui  .  Naturalmente;  m'ha  visto  usté  er  teje  ma- 
neje, y  za  penzao  usté  que  estoy  chalupa 
perdió.  Por  esta  vé,  está  usté  errao. 

Laur.  Entonces,  chócate.  (Le  da  la  mano.)  Y  ditce 

qué  mesa  está  desocupa,  pa  sentarme. 


—  36  — 


Saluqui 
Laur. 

Saluqui 
Laur. 


Saluqui 

Laur. 
Saluqui 


Laur. 

Saluqui 

Laur. 

Saluqui 


Laur. 
Saluqui 

Laur. 


Saluqui 

Laur. 

Saluqui 


Laur. 
Saluqui 

Laur. 

Saluqui 


(En  la  cuatro.)  Aquí  mismo. 

(sentándoae.)  ¡Ha  sido  suerte  encontrar  esta 
mesita! 

¿Y  qué  va  usté  a  toma,  zo  guazón? 
Pues,  u  tomo  una  copita  de  Montilla  con^ 
tapa,  después  de  que  me  expliques  concien- 
zudamente a  qué  se  debe  esta  actividad  fe- 
bril que  estabas  desplegando  con  una  pa- 
rroquia tan  selecta  como  ficticia,  u  tomo  la 
puerta;  porque  a  mí  monosmaniacos,  no. 
Poz  verá  uté  qué  lógico  y  qué  zenzato  en 
cuentra  uté  lo  que  estaba  yo  hasiendo. 
Pon  el  disco. 

Poz  nán;  uté  zabe,  zeñó  Laureano,  que  ete 
etablesimiento,  era  de  lo  má  concurrió  de 
gente  que  había  en  Madrí. 
Me  costa 

Y  que  hase  un  mé,  que  no  viene  un   arma. 
Me  está  costando.  Y  claro,  tú  soñabas  que 
te  se  había  lienao  de  pronto,  y... 
No,  zeñó  Yo,  ez  que  no  quieo  dezentrena- 
me,  ¿zabe  uté?  Y  de  cuando  en  cuando  me 
etoy  hora  y  media  zirviendo  en  er  vasío,  pa 
no  perdé  la  coztumbre. 
¿Te  hincharás  de  propinas  imaginarias? 
Mentarmente,  hay  diaz  que  recojo  de  cua- 
renta a  cuarenta  y  cinco  pezetas. 
Pues  ten  cuidao,  no  te  metan  moneda  falsa. 
Pero,  en  ñn,  basta  de  bromas,  porque  con 
este  desierto,  tu  amo,  el  señor  Crótido,  debe 
estar  en  la  ruina. 
¿En  la  ruina?  (Riendo.)  ¡Ja,  ja,  jal 
(Asombrado.)  ¿De  qué  te  hilarizas? 
Lo  que  etá  hasiendo  er  zeñó  Crótido  con 
ezte  decierto,  e  que  etá  ganando  má  dinero 
que  nunca,  zeñó  Laure. 
Dinero  platónico,  como  el  de  tus  propinas. 
Pazta  eíertiva.  Ayer,  mir  pezeta  de  recau- 
dasión. 

¡Mi  madre  pplítica!  Pero  qué  me  radioco- 
mu nicas,   y , 

(viendo  pa^r,a  Crótido  por  el  ventanal.)    Ahí   está 

el  amo/ol  ze  lo  ezplicará  todo,  (vase  a  la  co- 

ciña.)/  / 


■gy\: 


—  37   -- 


ESCENA  II 


SEÑOR  LAUREANO  v  CRÓTIDO,  otro  viejo  castizo. 

Crótido  ' "    (Entrando.)  ¡Adiós,  Laure! 

Laur.  (Levantándose.)  ¡Hola.  Crotü 

Crótido  (Dándose  la  mano.)  ¿Qué  me  cuentas,  tobille- 
rito? 

Laur.  Chico,  pues  no  pensaba  contarte  ni  dos  gor- 

das, en  vista  de  lo  que  atisbo;  pero  me  ha 
dicho  el  Saluqui,  que  estáis  nadando  en  la 
superabundancia... 

Crótido  Y  nadando  con  calabazas.  Tú  sabes,  Laure, 
que  yo  tenía  este  establecimiento  a  re- 
ventar. 

Laur.  Como  que  te  se  salía  la  gente  por  las  ven- 

tanas. 

Crótido  Pues  bueno;  de  pronto,  me  se  ha  sumido 
en  el  vacío,  quedándome  un  parroquiano 
ná  más;  ¡uno!  Pero  con  el  cual,  por  cosas 
que  te  diré,  gano  doble  que  antes,  y  como 
es  de  consiguiente,  con  la  milésima  parte 
del  gasto. 

¡Gachó! ..  ¿Y  quién  es  ese  parroquiano  fan- 
tasma y  adinerao? 

Pues,  náa;  un  tío  la  mar  de  raro,  que  le  gus- 
ta ir  al  café  y  tomar  café  solo,  pero  solo,  en 
toda  la  extensión,  es  decir,  sin  leche  y  sin 
concurrencia. 
¡Mi  madre,  qué  original! 
El,  lo  que  no  pr,é  aguantar,  es  ver  otro  pa- 
rroquiano en  una  mesa. 
¡Repringue,  qué  raro! 

Entra  uno  inadvertido,  ¿sabes?  y  al  princi- 
pio, pa  que  se  vaya,  le  tira  bohtas  da  papel, 
migas  de  pan,  aceitunas,  y  si  no  se  va,  le 
tira  los  bocks  y  las  sillas,  y  así  sucesiva- 
mente. 

Sí,  hasta  que  te  ha  dejao  sin  el  gato. 
Ahora,  que  todo  hay  que  decirlo;  el  tío  paga 
con  una  esplendidez,   que  atufa.    Anoche 
cenó  aquí  con  una  socia,   pues  seiscientas 


—  38  —       ' 

pesetas  de  gasto,  y  eso  que  no  la  dejó  tomar 

más  que  quisquillas,  porque  era  lo  único 

que  no  le  gustaba. 
Laur.  ¡Qué  mala  pata!  Pero,  en  fin;  si  paga  bien  .. 

Crótido        Esta  noche   viene  a  cenar  con  dos  o  tres 

amigos;  verás  las  bofetás. 

Laur.  (Algo    receloso,    levantándose.)   BuenO,     tÚ;  pueS, 

tan  ter' gusto. 

Crótido  (o)?ii¿'áncíoie  a  sentarse.)  No  t'apures,  que  aun 
I^Váara.  ¡Calla;  parece  que  en  la  calle!... 

Laur.  ^Levant  aaose  asustado.)  ¿A  dónde  da  esa  puer- 

ta? (Primera  derecha.) 

Crótido  (Que   ha  abierto  la  mampara.)    Aguarda.,    que    nO 

es  él. 
Laur.  (sentándose.)  Bueno,  no  importa;  que  me  ha- 

gan tila.  jGachó,  qué  susto! 


ESCENA  III 

DICHOS.  Por  el  foro  derecha  vienen  ROSARILLO  «la  de  Carmena» 
y  SEÑOR  FRASQUITO  «el  Canario.»  Son  dos  artistas  de  flamenco. 
Él  trae  una  guitarra,  en  la  cual,  bordonea;  ella  viene  dando  jipíos 
por  lo  bajo.  El  SALUQUI,  vuelve  a  salir  de  la  cocina  y  se  arrima  al 
mostrador.  Este  personaje,  durante  el  resto  del  "cuadro,  hará  cuan- 
tas entradas  y  salidas  sean  necesarias  para  el  servicio  de   las  mesas. 


Rosa.  (Abre  la  mampara  y  entra.)  Güena  noche. 

FraS.  (Que  la  sigue.)  Felises...  y  solitarias.    (Se  acercan 

al  mostrador.) 

Crótido  ¿Qué  serán  estos  tipos? 

Laur.  Un  disco  Pathé,  al  parecer. 

Saiuqui  Utede  dirán. 

Fras.  ¿Me  podría  osté  pone  de  carita  al  amo? 

Saiuqui  (Le  señala.)  Aqué  zeñó  e.  Aquí  le  buscan,  don 

Crótido. 

Fras.  ¿Has  oído?  Se  yama  Crótido. 

Rosa.  jTié  nombre  e  medisina;   Crótido  surfúrico. 

Fras.  (Avanzando  a  su  encuentro,  seguido  de  Rosario.)   ¿E 

usté? 

Crótido        Para  servirle. 

Fras.  Tanto  gusto.  Yo  soy  Frasquito,  er   «Cana- 

rio. * 

Laur.  Se  le  nota. 


—  39  — 

Fras.  Y  aquí,  la  joven,  mi  hija. 

Laur.  No  se  le  nota. 

Crótido        ¿Artista  de  flamenco? 

Rosa.  ¿De  íiamenco,  dise? 

Fras.  ¿Oslé  ha  oído  habla  de  la  «Niña  e  los  Pei- 

nes?» 

Laur.  Sí,  señor. 

Fras.  (Con  desprecio.)  Pue,  al  lao  de  ésta  .. 

Rosa.  Una  lendrera. 

Fras.  ¡Ná  má  que  ezo!  (En  son  de  muietnia.)  Como 

que  yo  la  voi  a  pone,  la  «Niña  del  Necesaire>^ 
que  hay  de  too;  peines,  cepillos,  tijeras... 

Laur.  ¿Y  usté,  toca? 

Fras.  ¿Que  si  toco?  ¿Usté  ve  esta  guitarra?  (cogién- 

dola con  la  mano  derecha  y  haciéndola  mover  cerca 
de  la  cara  de  Laureano  ) 

Laur.  Creo  que  si. 

Fras.  Bueno;  pues  toca  por  mis  manos... 

Crótido  ¿Habla? 

Fras.  Gesticula.  ¡Ná  má  que  ezo! 

Laur.  Retírela,  que  me  ha  guiñao  un  ojo. 

Crótido  Bueno;  ¿y  qué  se  les  ofrece? 

Fras.  Que  nos  ha  contratao  don  Quintín  y  nos 

ha  dicho,  (ai  oír  el  nombre,  Laureano,  da  un  res- 
pingo en  la  silla.)  Irse  pa  allá,  presentarse  al 
amo  y  aguarda  po  ayí,  que  eta  noche  voy 
a  juerguearme  con  unos  amigos.  Y  aquí 
etamo  a  eperarle;  no  tardará. 

Laur.  (se  levanta.) .  Bueno,  tú;  pues  yo  be  tenido 

tanto  gusto. 

Crótido  Espérate,  hombre,  (se  sienta.)  Siéntense  don- 
de gusten  y  tomen  lo  que  quieran,  (ai  m  zo.) 
¡Saluqui!...  A  ver  qué  quiere  ese  cana  io. 

(Frasquito    y  Rosario,   se  sientan  en  la   mesa   núme.o 
tres;  ella,  fi-ente  al  público;  él,  de  espaldas  a  la  puerta.) 
Fras.  (a  Saluqui  que  se  aproxima.)  Yo,   Una  Caña. 

Saluqui        ¿Pa  zartá? 

Fras.  De  mansaniya,  so  asaúra. 

Saluqui        ¿Y  la  zeñora? 

Fras.  La  zeñora,  de  artista  que  é,  no  toma  náa, 

como  no  esté  distraída. 
Rosa.  Pero  tráigase  un  bisté,  que  hoy  todo  me  é 

indiferente. 

Fras.  ¡Ná    má    que   ezo!  (Saluqui,    después  de-  poner  el  • 

mantel   y  el  servicio,  sirre  lo  pedido.) 


40  — 


ESCENA  IV 


DICHOS,    ANGELITO   y   SEFINÍ;    que   vienen   por   el  foro   derecha. 


Sefíní 

Crótido 
Sefiní 
Crótido 
Sefiní 


Angelito 

Crótido 

Laur. 
Crótido 
Laur. 
Saiuqui 

Angelito 

Crótido 
Angelito 

Sefíní 

Crótido 
Sefíní 

Laur 
Angelito 

Sefíní 
Crótido 
Sefíní 
Laur. 


,\'  (Entreabre  la  puerta  y  mete  la  cabeza,  con  uu  pánico. 
A,  que  no  disimula.)  ¿Ha  ve...  ha...  ve...? 

\j,Ave  María  Purísima'? 
No;  ¿que  si  ha  venido  don  Quintín? 
Todavía  no. 
(a  alguien  que  le  sigue.)  Pasa  sin  miedo,  tú;  que 

no  ha  venido.  (Va  a  dejar   el  sombrero  en    el  per- 
agro de  la  derecha.) 
y^jomándose,  con   cara  de   espanto.)  No...   no...  no 

-vine  engañan  ustedes. 
No,  hombre;  pase  sin  cuidado,  (a  Laureano.) 
Son  los  amigos  de  don  Quintín. 
¡Qué  mal  color  y  qué  temblorososl 
¿Tú  sabes  lo  que  sufren? 
Ya  se  les  nota. 

(Encontrándose  con  Angelito,  que    ha  ido  a  colgar   su 
sombrero  en   el  perchero  de  la  izquierda.)  ¿Van  US- 

tés  a  tomar  algo? 

No,  hazme  el  favor  de  un  poco  de  agua  pa 

una  medicina.  (Se  la  sirve.  Angelito,  saca  un  fras- 
co cuenta  gotas  y  echa  unas  en  la  copa.) 

¿Qué  medicina  tomas? 

Un  recalcitrante  cardíaco.  Dos  gotas  de  can- 

guelina  bórica  ia.  (Bebe.)  Estoy,  que  me  dan 

unas  sacudidas...  (Hace  gestos  ) 

(Avanzando    al    centro.)   EstamOS    que    nO  vivi- 

mos,  señor  Crótido. 

¿Sigue  fiero  don  Quintín? 

Desde  que  se  le  ha  escapao  la  hija,  es  un 

tigre.  ¡Un  chacal!...  ¡Una  hiena! 

¡  Ah!  Pero,  ¿se  le  ha  escapao  una  hija? 

(Acercándose  al  grupo.)  Con  un  cliófer,  hace  un 

mes. 

Y  nos  ha  encargao  a  nosotros  de  buscarla 

¿Y  no  dan  con  ella? 

Por  parte  ninguna. 

Pero,  ¿la  han  buscao  ustés  bien? 


41 

Angelito  No  nos  ha  quedao  rincón  en  el  radio  y  ex- 
trarradio, que  no  escudriñáramos. 

Crótido        ¿Han  mirao  ustedes  en  la  Posa  del  Peine? 

Angelito  Púa  a  púa.  ¡Si  yo  he  mirao  hasta  dentro  del 
caballo  de  la  Plaza  Mayor,  a  ver  si  estaba 
allí! 

Laur.  y,  ¿por  dónde  ha  mirao  usté? 

Angelito  Por  detrás  de  don  Felipe,  pa  no  molestarlo. 
Y,  claro,  cada  vez  que  le  decimos  a  ese  tío 
que  no  damos  con  ella,  se  arma  una  de  bo- 
fetás  que  paece  una  ovación  a  Fleta. 

Sefiní  Pero  lo  grave  ha  sido  lo  de  hoy. 

Crótido        ¿Qué  ha  pasao? 

Seíiní  Náa;  que  yo  le  he  dicho  a  éste:  ¿quiés  que 

le  digamos  que  hemos  averiguao  que  los 
tórtolos  se  han  ido  a  la  Argentina,  y  así  nos 
quedamos  libres? 

Angelito  Y  yo,  conforme  con  ello,  esta  mañana  se  lo 
he  ido  a  decir  en  una  tienda  de  ultramari- 
nos, donde  le  heencontrao  comprando  caté 
de  las  tres  mezclas.  Y  voy,  entro  y  se  lo 
digo... 

Crótido        ¿Y  qué? 

Angelito  Náa;  que  me  metió  el  paquete,  así,  por  los 
hocicos,  y  toavía  escupo  de  lo  que  me  pi- 
dan: Moka,  Caracolillo,  Puerto  Rico...  ¡Ten- 
go granos  hasta  en  la  emplingotisl 

Laur.  ¡Gachó!. ..  ¡qué  bestia! 

Sefiní  ¡Usté  qué  sabe! 

Angelito  Porque  antes,  tenía  ratos  pasables;  no  mor- 
día más  que  ojetos  inanimaos.  Pero,  ahora, 
es  que  la  ferocidad  le  llega  hasta  la  comida. 
Se  va  a  un  restauran  a  almorzar,  y  paece 
que  se  va  a  matar  con  el  camarero.  (Gritan- 
do.) «¡A  ver  esos  ríñones!» — ¡Párteme  los  se- 
sos!»—«¿Quién  me  va  a  dar  a  mí  una  chu- 
leta?»— No  come  patatas,  si  no  se  han  j;e- 
gao  antes.  Le  preguntan:  «¿Cómo  quiere 
usté  los  huevos?»  Y  grita:  «¡Que  los  estre- 
llen!»— ¿Y  usté  sabe  que  too  el  mundo  pide 
una  botella  de  vino  pa  alegrarse?  Pues  no 
señor;  él  la  pide  pa  apurarla.  ¡Y  así  no  se 
puede   vivir,   hombre,   apurando    hasta   al 

Rioja  clarete,  (sube  hacia  el  ventauai.) 


—  42  ^ 


Sefiní 

Laur. 

Angelito 

Laur. 

Sefínk._.x 

/•>C 

Angelito 
Laur. 
Crótido 
Angelito 

Laur. 
Crótido 


Laur. 

Crótido 
Laur. 


Pues  esta  noche,  viene  de  quemao,  que  echa 
hollín.  ¡Muerde!...  ¡Araña!...  ¡Cocea!... 

(Levantándose.)    Bueno,    tÚ;    pueS    tauto  gUSto. 

No  quiero  que  ese  huracán  me  coja  a  cuerpo. 

(Tembloroso  )  ¡¡El!! 

¡Mi  madre! 

(Que  ha  abierto  la  mampara.)  ¡¡Ya  está  allí!!  (Entre 
los  tres  obligan  a  sentarse  a  Laureano.) 

No  se  m^ueva  usté,  que  es  peor. 
Es  que .. 

¡Quieto!...  que  es  mejor. 
Déjelo  usté  que  entre,  y  luego,  con  natura- 
lidad, se  marcha  usté  sin  que  lo  note. 
¡Mi  madre!...  ¡Si  se  fija! 
Tú  haz  como  si  no  le  conocieras.  (Angelito  y 

Sefiní  se  sientan  en  la  misma  mesa  que  Laureano;  el 
piimero,  frente  al  público.  Crótido,  queda  de  pie,  a  la 
derecha  de  Laureano.  Saluqui,  medroso,  se  arrima  al 
mostrador.) 

Leeré  La  Voz.  (Lo  hace,  pero  le  tiembla  exagerada- 
mente el  periódico.) 

¿Qué  te  pasaV 

Que  con  lo  que  me  han  contao  éstos,  me  he 

puesto  un  poco  nervioso  y  me  tiembla  La 

Voz. 


ESCENA  V 

DICHOS,  DON  QUINTÍN,  que  viene  foro  izquierda.  Don  Quintín, 
que  trae  el  sombrero  echado  sobre  la  nariz,  viene  siniestro.  Entra 
lentamente,  mirando  con  fiereza  a  un  lado  y  a  otro,  y  al  sentarse,  a 
la  izquierda  de  la  mesa  número  uno,  da  con  la  silla  en  el  suelo  un 
golpe  que  hace  estremecer  a  todos. 


Crótido  ^>'^>(Acercándose.)  Buenas  noches. 

Quintín     /'  ¡Horrendas!  (con  acento  trágico  ) 

Crótido        ¿Cómo  está  usté,  don  Quintín? 

Quintín         ¡Frenético! 

Crótido        Ya  me  han  dicho  esos,  que  la  chica... 

Quintín  Ha  huido  a  América.  ¡Donde  pongo  la  mano, 
una  maldición!  Y  esta  sombra  negra,  ¿por- 
qué'? ¡Si  se  partiera  el  mundo  a  cachosl 
¡Maldita  humanidad! 


—  43  — 

Ssluqui  (Acercándose   con    cara    sonriente.)    ¿Qué   Va  a  zé? 

Quintín  (Dando  un  puñetazo.)  ¡Rayos! 

Saluqui  (Se  aparta  rápido  y  aterrado.)  No  quedan.  (Pausa.) 

Quintín  (a  crótido.)  Que  se  acerquen  esos  sinver- 
güenzas. 

Crótido  (Avanzando  hacia  Angelito.)  Que  se  acerquen 
ustedes. 

Quintín  (con  ira.)  LoS  otros.  (Por  Frasquito  y  su  hija.) 

Crótido  Bueno,  que  se  acerquen  todos  los  sinver- 
güenzas que  haya  ^Angelito  y  Sefiní,  se  sienta» 
en  la  mesa  de  don  Quintín,  ambos  frente  al  público. 
Frasquito  y  Rosario,  trayéndose  las  sillas,  quedan  un 
poco  separados  de  la  mesa.) 

Laur.  (Aparte  a  Crótido.)  (¿Yo  también?) 

Crótido  (Tú,  quieto.) 

Quintín  (A  Angelito.)  ¿Qué  vais  a  tomar,  bandidos? 

Angelito  Lo  que  a  usté  le  guste  más. 

Quintín  Veneno. 

Angelito  Creo  que  se  ha  acabado. 

Saluqui  Se  lo  han  tomao  las  ratas. 

Quintín  (a  Frasquito.)  ¿Hacc  mucho  quc  esperan  us- 
tedes? 

Fras.  Un  rato. 

Quintín  ¿Cuánto? 

Fras.  Lo  que  a  usté  le  paezca...  de  media  hora  pa 

arriba,  (sentándose.) 

Quintín        ¡Hola,  niñal 

BoSa.  (Avanzando  hacia  el,   con  la  mano  extendida  para  sa- 

ludarle.) ¡Dios  le  guarde,  don  Quintín! 

Quintín  ¿A  mí?...  ¿Fa  qué?...  No  te  doy  la  mano  por 
que  tú  no  tienes  la  culpa  de  nada. 

Rosa.  ¡Tenía  yo  mucha  gana  d'd  conoserle!  (vuelve 

y  se  sienta  a  la  derecha  de  su  padre.) 

Quintín  Peor  para  ti.  Esta  noche  quiero  hacer  como 
que  me  divierto.  ¿Oyes?  ¡Quiero  olvidarl  (a 
Saluqui.)  Tú,  idiota;  sirve. 

Saluqui         (Temblando  )  ¿Qué  va  a  zé? 

Quintín  Cada  uno  lo  que  quiera.  Yo  jamón  serrano, 
aceitunas  sevillanas,  gambas... 

Saluqui        ¿Qué  vino? 

Quintín        Peleón. 

Saluqui  Está  bien,   (sirve  todo  lo   pedido,   colocando  antes 

sobre  la  mesa  mantel  y  servicio.) 

Quintín        Pero...  ahora  que  me  fijo...  (Por  Laure.)  \Un> 


—  44  — 


Laur. 

Crótidc 

Quintín 

Laur. 

Crótido 


Quintín 


Laur. 

Quintín 

Laur. 

Crótido 


Laur. 


Quintín 

Laur. 
Quintín 
Crótido 
Laur. 


Quintín 
Laur. 


Quintín 


parroquiano!  ¿Cómo  es  eso?  ¿Qué  hace  ahí 

ese  imbécil? 

(Temblando.)  ¡Ay,  que  me  alude!) 

Es  un  señor  que...  el  pobre... 

¿Qué  lleva  ese  tío  en  el  sombrero? 

(¡Se  ha  fijao!) 

Nada,  que  como  es  socio  del  Racing-Club, 

lleva  la  insignia.  Ya  sabrá  usté  que  ahora 

es  moda. 

Pues  voy  a  ver  si  le  meto  un  balazo  en  el 

distintivo.  (Saca  la  pistola  y  apuuta.  Todos  le  su- 
jetan.) 

¡Rediezl  (Aterrado,  se  quita  el  sombrero  y  lo  tira 
cerca  de  Ja  mesa  de  don  Quintín.) 

¡Chits!...  ¡Cúbrase  ustél 

Gracias;  es  comodidaz. 

Don  Quintín,  por  Dios;  no  se  meta  usté  con 

él,  que  este  señor  es  un  amigo  y  pariente 

mío. 

(Cou  brusquedad,  levantándose  y  dando  un  puñetazo 
en  la  mesa.)  Sí,  Señor.  (Avanza  hacia  don  Quintín.) 

Y  no  le  digo  que  tengo  mucho  gusto  de  co- 
nocerle, porque  yo  no  tengo  gusto  en  cono- 
cer a  nadie.  Me  importa  todo  tres  cominos. 

¡Soy  un  amargao!  (Oa  un  puñetazo  sobre  la  mesa 
de  Quintín;  todos  se  levantan  asombrados  ) 

¡Hombre!...  ¡Choque  ustél  Siéntese  aquí.  (Le 

obliga  a  sentarse  violentamente;  Laureano,  sobrepo 
niéndose   al   miedo,   vuelve   a  levantarse.)   ¿Qué   va 

usté  a  tomar? 

No  siendo  ríñones  a  la  broche,  que  me  sien- 
tan mal,  lo  que  usté  quiera. 
(a  saiuqui.)  Que  le  traigan  ríñones  ^a  la  broche 
tres  raciones. 

(Aparte   a   Laureano.)  (¿CómO   díceS   que   nO   te 

gustan,  si  rabias  por  ellos?) 

(¡Que  le  he  cogido  el  tingli  a  este  tío!)  La 

cerveza,  también  me  repuzna.  (Dando  un  nuevo 

golpe  en  la  mesa.) 

Tráete  un  jarro. 

(¡Me  hincho  y  de  guagua!)  Ahora,  no  me 
exija  usté  que  me  fume  un  habano  al  final, 
porque  eso ^-— --^ '^^ ■ 

Ya  veremos.  ^Pasando  al  lado  de  Rosario.)  BucnO, 


■^5-::^ 


niña;  venga  esa  canción.  ¡Y  pídele  a  Dios^ 
que  me  guste!  Y  usté  (a  Frasquito.),  o  toca 
bien  o  le  hago  astillas  la  guitarra,  (a  ios  de- 
más.) Y  al  que  no  jalee  con  precisión,  le 
rompo  la  crisma. 

Angelito       ¡Eso!  ¡Alegría!  ¡Alegría! 

Fras.  ¿Qué  vas  a  canta,  niña? 

Rosa.  Fos  le  cantaré  la  cansión  der  «Niño  de  Pla- 

ta», que  hay  dos  muerte. 

Quintín        ¡Pocas  son! 

Angelito      El  caso  es  divertirse. 

Rosa.  Pos  allá  va.   (Quintín  vuelve  a  ocupar  su  asiento;  a 

su  derecha,  y  frente  al  público,  Laureano,  Angelito  y 
Sefiul;  un  poco  separados  de  la  mesa,  también  senta- 
dos, Frasquito  y  Rosario.  Crótido  de  pie,  atendiendo  a. 
todos,  y  Saluqui  sirviendo  lo  que  piden.) 

Música 


»,  ronda 


Er  «Niño  de  plata) 

la  reja  de  su  gitana 

y  descubre,  entre  las  sombras, 

a  un  rival,  que  allí  le  aguarda, 

y  en  noble  y  feroz  pelea, 

er  «Niño»,  con  odio  y  rabia, 

clava  en  el  pecho  del  otro 

la  hoja  de  su  navaja. 

Y  preso  en  la  celda, 

de  noche  y  de  día, 

cantaba  esta  copla, 

gitana  y  bravia: 

«Según  er  «Niño  de  plata», 

por  la  mujer  que  uno  quiere, 

cunndo  hay  que  matar,  se  mata; 

cuando  hay  que  morir,  se  muere.» 


Cumplida  ya  la  condena, 
va  el  mozo  a  tomar  venganza 
de  un  gitano  que,  en  su  ausencia, 
se  hizo  el  dueño  de  la  ingrata; 
y  en  noche  de  blanca  luna, 
brillar  se  ven  dos  navajas. 


—  46  — 

hasta  que  una  mano  diestra 

golpe  certero  descarga. 

Y  er  «Niño  de  plata» 

su  vida  perdía, 

cantando  esta  copla 

gitana  y  bravia: 

«Según  er  «Niño  de  plata: 

por  la  mujer  que  uno  quierí 

cuando  hay  que  mataf,  se  mata; 

cuando  hay  que  morir,  se  muere.: 


y 


Hablado 

Angela  ¡Alegrial  ¡Alegría! 

Sefiní  ,  í¡Pa  ponerse  de  luto!)  \^ 

Crótido  ¡Bonita  canción! 

Qu  i  ntí n  ¡  M  uy  frivola ! 

Angela  ¡Hombre,    claro   que  más  bajas   hubo  en 

Verdum!,  pero,  vamos...  (Saluqui  coloca  la  mesa 
niímero  tres,  pegada  a  la  de  don  Quintín,  y  acercan  sus 
sillas:  Rosario,  frente  al  «Amargao»,  y  Frasquito,  de 
espaldas  al  público.) 


ESCENA  VI 


DICHOS.    TERESA  y  PACO.  (Entran  muy  arregladitos  de  indumen- 
taria y  muy  alegres;  colocan   abrigos,  y  él  su   gorra,  en   el  perchero 
de  la  derecha.) 


Paco 

Quintín 

Paco 

Crótido 

Teresa 
Paco 


Laur. 
Sefiní 
Angela 


Buenas  noches. 
¡Hombre!  ¡Una  parejita! 
Pasa,  Tere,  que  hemos  dao  con  un  estable- 
cimiento simpático  y  tranquilo,  si  los  hay. 
(Asustado.)  ¡Mi  madre!...  ¡Qué  han  hecho  estos 
desgraciaos! 
¡Qué  poco  personal! 
Mejor.  ¿Pa  qué  quiés  tumultos?  Verás  qué 

tranquilitOS  cenamos  aquí.  (Se  sientan  en  la 
mesa  número  cuatro;  ella,  frente  a  don  Quintín,  y  él, 
frente  al  público.) 

(¡Que  te  crees  tú  eso!) 
Han  caído  dos  tórtolas. 
¡Parroquia,  don  Quintín! 


-     17  — 

Quintín  (Riendo  cruelmente.)  ¡Me  da  el  corazón  que  por 
poco  ratol  ¡Mira  por  dónde  voy  a  distraermel 

Teresa        ¿Guisarán  bien  aquí,  tú? 

Paco  ¡Anda!...  ¡Si  este  cocinero  tiene  famal  ¡Ya 

verás  cómo  nos  ponen  aquí  las  costillas!...  Te 
vas  a  chupar  los  dedos.  Es  decir;  yo  te  los 
chuparé,  pa  que  no  te  molestes. 

Teresa        ¡Calla,  tonto! 

Quintín        ¡Y  se  ponen'  melosos!...  Me  parece  a  mi 

que  ..  (coge  una  botella  y  la  volea,  como  para  tirar- 
la. Todos  lo  evitan.) 

Crótido  ¡Por  Dios,  don  Quintín!...  ¿Quié  usté  que  les 
diga  que  se  vayan? 

Quintín  De  ninguna  manera;  me  voy  a  entretener  en 
echarlos.  ¡Les  amargo  la  nochel  ¿No  su- 
fro yo?  ¡Que  se  reviente  el  mundo! 

Rosa.  (¡Qué  mala  zangre!...  ¡Le  tié   que  castigar 

Dios!) 

Teresa        Oye:  ¡cómo  nos  miran  aquellos  señores;^ 

Paco  Claro:   la   natural   curiosidad.    Que   dirán: 

¡Vaya  una  parejita!  Ella,  guapa;  él,  garboso. 

Teresa         Postinero. 

Paco  Que  se  puede.  ¿Me  quieres,  chacha? 

Teresa        Cáa  día  más,  Paquete. 

Paco  Dame  un  beso. 

Teresa         ¡Que  nos  van  a  ver! 

Paco  Me  pongo  el  paruhríS.   (Se  pone  un  periódico  de- 

lante.) 

Saluqui        (¡Me  dan  lástima!  Yo  voy  a  ver  si  consigo 

que  se  vayan.)  (t-e   dirige   a  la  mesa,   colocándose 
entre  los  dos,  limpiando  la  mesa.)   BuenaS  DOCheS. 

Paco  ¡Hola,  camarerito!  (a  Teresa.)  Miá  que  cama- 

rero tan  simpático,  tú. 

Saluqui  ¿Qué  van  a  toma;  una  servesita  pa  irse  co- 
rriendo al  teatro? 

Paco  ¡Corriendo,  dice! 

Teresa         Si  venimos  a  cenar. 

Saluqui  (¡Mi  madre!)  ¿Ez  que  no  ze  zi  zabrán  uste- 
des que  hemos  cambiao  de  cosinero? 

Paco  ¡Qué  más  nos  da! 

Saluqui  (colocando    mantel  y  servicio  que  coje  de  la  mesa  de 

al  lado.)  Bueno,  pue  ligerito:  ¿qué  va  a  zé? 

Teresa  Tráigase  una  docena  de  pájaros  fritos  y  me- 
dia de  Rioja  blanco,  pa  hacer  boca. 


48 


Saluqui 

Paco 
Saluqui 


Teresa 

Paco 

Teresa 


Paco 

Angelito 
Quintín 

Angelito, 


Paco  Y  luego,  he  visto  ahí  fuera,  que  el  plato  del 

día  es  macarrones  a  la  italiana,  como  tóos 
los  días;  con  que,  tráete  dos  de  plato  del  día. 
Misté,  que  los  macarrones,  cuesta  mucho 
trabajo  comérselos 
No  le  hace;  tenemos  tiempo. 
(Les  sirvo  como  una  sentella,  pa  que  se  va- 
yan los  pobres  )  (Entra  corriendo  por  la  primera 
izquierda.) 

03^e  tú,  Paco,  que  aquellos  señores  siguen 

mirando  y  riéndose. 

Que  les  habremos  caído  en  gracia. 

No,  no;  me  paece  a  mí,  que  es  así  como  si 

se  burlaran.  Uno  me  ha  enseñao  una  copa  y 

me  ha  dicho:  «Misa». 

Pues  eso  no  es  malo;  si  te  ha  dicho  misa... 

(Don  Quintín,  hace  bolitas  con  migas  de  pan.) 

(Riendo.)  ¿Ya  va  usté  con  las  municiones?... 
Espero  que  empiecen  a  cenar.  Nos  vamos  a 
r^ír. 
^¡Si  no  trae  browing!) 

Saluquiv^^'^^^liendo  precipitadamente  con  fuentes  de  metal  en  las 

"\ne  lleva  las   viandas  y  sirviéndolas  a   Paco  y  Teresa, 

desde  el  mismo  sitio  que  ocupaba.)  AqUÍ  está  éstO, 

que  está  disiendo:  «Comedme»;  pero  comed- 

me  deprisita. 

¿Y  por  qué  deprisita'?  Noto  en  usté  una  cosa 

rara,  camarero;  mira  usté  a   esos  señores, 

nos  mira  usté  a  nosotros... 

(confidencialmente.)  No,  zabe  usté,  e  que  me 

zon  utedes  muy  zimpáticos  y  aquel  zeñó  que 

etá  de  cara  a  la  meza,  ¿etá  uté?,  e  un  tío  de 

ezo  de  mal  arate  que  ze  mete  con  too  er 

mundo. 

¡Caray! 

¡Un  matón! 

¿Y  qué  es  eso? 

Pues  un  ti  o  que  er  día  que  no  entierra  a 

uno,  paece  que  le  farta  argo. 

(Que  está  sirviendo   los    pájaros,   tira  tres   o   cuatro» 
asustada.)  ¡Qué  mal  gUStol 

Y  yo  zentiría  que  a  utede... 

¡Ay,  Paco,  qué  miedo!  ¡Claro:  así  notaba  ya 

que  no  nos  quita  ojo! 


Paco 


Saluqui 


Paco 
Saluqui 
Teresa 
Saluqui 

Teresa 

Saluqui 
Teresa 


-19  -^ 


Paco  (contrariado.)  ¡Caramba! 

Saluqui  Pero,  créanme;  coman  deprisita  y  disimu- 
len y  lo  más  prontitO  posible...  (indicación  para 
que  se  vayan.) 

Teresa  jAy,  Paco,  sí;  vamonos  pronto,  que  es  un  se- 
ñor muy  mal  encaraol  Yo  comeré  a  escape; 

verás.   (Come.)   ¡Caray!...    (Sopla  ios   macarrones.) 

¡Cómo  queman! 

Saluqui        CAyudándoies  con  la  acción.)  Anden  deprisa. 

Paco  (Tratando  de  comer.)  ¡l'ero,  qué  deprisa;  ei  nos 

ha  traído  usté  dos  raciones  de  brasero! 

Saluqui  ¡Animo  con  los  pájaros!...  ¡Cómanselos  vo- 
lando! 

Teresa  Pero  ¿upté  a  visto  a  nadie  que  se  coma  un 
pájaro  volando? 

Saluqui  Hay  ocasiones  en  que  sí.  ¡Duro  con  los  ma- 
carrones!... ¡que  no  se  le  enreden! 

Teresa  (Tratando  de  comer.)  Pero  SÍ  cs  que  los  maca- 
rrones no  son  pa  una  prisa,  iístá  una  co- 
miendo un  cuarto  de  hora,  y  le  sobra  un 

metro.  (Don  Quintín  tira  una  miga  dé  pan.) 
Paco  (Llevándose  la  mano  a  un  ojo.)  ¡Mi  madre! 

Teresa         ¿Qué  ha  sido? 

Paco  Que   creo    que    me  han   tirao   una   miga 

de  pan. 

Saluqui        ¡Disimule,  por  Dios! 

Paco  No  puedo;  que  me  han  dao  en  un  ojo  y  he 

tenío  que  guiñarlo. 

Sefiní  ¡Blanco! 

Angelito       ¡Qué  puntería!  (se  ríen.) 

Paco  ¿Estás  viendo?  Entramos  a  cenar  tranquila- 

mente y  fíjate.  ¿Y  qué  hace  un  hoQjbre? 
¿Me  voy  a  jugar  yo  la  vida  por  una  miga  de 
pan?...  ¡Maldita  sea! 

Teresa  No,  Paco  de  mi  alma;  que  no  vale  la  pena, 
por  Dios.  Acaba  y  vamonos  en  seguida. 

Paco  Eso  no,  que  no  es  pa  tanto.  A  más,  que  si 

nos  vamos  ahora,  me  se  van  a  reír  hasta  los 
macarrones.  (Don  Quintín,  repite.)  ¡Recontral 
¡Otra  miga!...  ¿Qué  hago,  tú,  que  me  han 
dao  en  la  nariz? 

Teresa  ¡Prudencia,  Paco!  Anda;  vamonos,  que  ya 
he  acabao.  Yo  no  quiero  más. 

4 


—  50  - 

Paco  ¡Mi  madre!...  ¡si  fuera  yo  solo,  ya  les  diría 

yo! 
üuintín        A  ver,  Saluqui:  (Este  acude.)  una  de  ríñones 

pa  un  parroquiano.  (Todos  ríen.) 
Teresa        Eso  es  por  ti,  disimula. 
Quintín        Aunque  me  parece  que  no  quedan  ríñones; 

¿verdá? 
Fras.  Náa  má  que  ezo. 

Angelito      Hay  sujetos  que  les  tira  usté  la  tahona  de 

las  Descalzas  en  bolitas  y  la  soportan. 
Fras.  ¡Náa  má  que  ezo!  (eíen.) 

Paco  ¡Maldita  sea!  (Llamando.)  Camarero. 

Saluqui       (Acudiendo.)  ¿Qué  quién  ustede  de  postre? 
Teresa         ¡Un  aroplano!  Anda,  Paco;  vamonos  pronto. 

No  los  mires,  desprecíalos. 
Paco  (Dando  un  billete.)  Cobre  usté.  ¡Que  me  ven 

contigo!  ¡Golfos!...  Amónos.    (Se   levantan.  Don 

Quintín  tira  una  aceituna.) 
Teresa  ¡jAyü  (Quejándose.). 

Paco  (Aterrado.)  ¿Qué  ha  SÍdo? 

Teresa        (saltándosele  las  lágrimas.)  Nada...  que  ahora  me 
han  dao  a  mí  en  la  cara. 

Paco  (con  ira,  demudado.)  ¿A  ti?...  ¿Qué  t'han  daO  •  a 

tí?  ¿Y  t'han  hecho  daño? 
Teresa        iSo,  nada,  déjalo;  con  esa  aceituna. 
Paco  ¿Con  ésta?  ¡Pues  esto  sí  que  no!  (La  coge  y  se 

la  guarda.)  Anda  a  la  calle...  ¡Vamos! 
Teresa        (Llorando.)  Cálmate,  Paco. 

Paco  Que    vamonos    te    digo.    (Se    ponen  los    abrigos. 

Paco  mete  un  brazo,  pero  de  la  ira  que  tiene,  no  pue- 
de meter  el  otro,  a  pesar  de  sus  respectiva!  tentativas, 
y  ayudado  por  Saluqui.) 

Angelito  ¡Ya  se  van!...  ¡ya  se  van! 

Sefiní  ¡Muy  bien,  don  Quintín! 

Angelito  ¡No  es  usté  nadie  expulsando  parroquial 

Laur.  ¡Le  ha  dao  usté  las  dos  vecesl 

Quintín  Pero,    ¿a  un   tío  tan  blanco,  quién    no  le 

atina? 

Sefiní  Ha  estao  usté  pa  un  primer  premio. 

Fras.  ¡Náa  más  que  ezo!  (Todos  ríen.) 

Angelito      Se  va,  de  aturullao,  que  no  hay  quien  le 

meta  el  brazo  en  la  manga. 
Saluqui        (A  Paco.)  Tres  duros  que  sobran. 


51 


Paco  (Dándole  un  manotón.)  Tíralos.  fEmpuja  a  Teresa.) 

Anda,  pronto.  (Vanse  a  la   calle.) 

Angelito      ¡Ni  la  vuelta  ha  cogido  de  miedo! 


ESCENA  VII 


DICHOS  menos  TERESA   t    PACO 


Rosa. 


Quintín 
Angelito 


Fras. 

Rosa. 

Fras. 

Quintín 

Rosa. 


Fras. 
Rosa. 
Quintín 
Rosa. 


Quintín 


(Levantándose  compasiva  y  separándose  un  poco  del 
grupo.)  ¡Pobre  joven!  (Mira  a  don  Quintín  con  des- 
preciOi) 

¿Te  ha  dao  lástima? 

(Muerto  de  risa.)  ¡Había  que  Verle  comer  lo8 
macarronesl...  ¡Se  los  subía  a  la  boca  con 
garrucha! 

¡Bueno,  don  Quintín;  tié  uté  una  grasia!... 
Pos  a  mí  no  me  la  ha  hecho. 
¡Oye,  tú,  niña! 
Pero,  ¿qué  estás  diciendo? 
Que  no  me  la  ha  hecho,  ea.  Estos  son  hom- 
bres 3^  le  tienen  a  osté  miedo,  pero  yo  soy 
mujé,  y  le  quieo  desí  a  osté  la  verdá.   La 
broma  ha  tenío  mu  mala  pata,  amigo,  (sepa- 
rándose con  desprecio.) 
(Yendo  a  su  encuentro.)  Gáyate,  niña. 

ÍNo  quiero. 

Déjela  usté. 

Cuando  me  hablaron  de  osté  y  de  su  való, 

creí  que  era  otra  cosa;  pero  hoy,  al  verle  a 

osté  lo  que  ha  hecho,  rodeao  de  sinco  o  seis 

amigo,  con  un  pobre  chico  que  va  con  una 

Djujé,  me  he  yevao  un  desengaño. 

Oye,  niña;  eso  lo  hago  yo  con  ese  gurriato  y 

con...  (Se  abre  la  puerta.) 


—  52  - 


Paco 


ESCENA  VIII 

DICHOS   y   PACO 

ue  aparece  en  la  puerta,  lívido  pero  con  aire  resuel' 
to.)  Buenas  noches  (Tira  gabán  y  gorra  sobre 
una  silla.  Crótido,  Frasquito,  Laureano  y  Sefiní,  se 
colocan,  disimuladamente,  en  segundo  término.  Salu- 
qui  queda  junto  a  la  mesa,  cuyo  servicio  recogía,  y 
Rosario^  hacia  la  derecha.) 

Quintín        ¡¡Eli! 

Angelito       ¡Mimadrel 

Saluquí        ¡Qué  cara  trae!  (pausa.) 

Paco  (Avanzando  hasta  llegar  a  la  mesa   donde  siguen  sen- 

tados Quintín  y  Angelito;  al  llegar,  saca  del  bolsillo, 
donde  la  guardó,  una  aceituna  y  se  la  presenta  a  don 
Quintín,  con  la  mano  izquierda.)  ¿Ha   sido  USté  el 

que  le  ha  tirao  a  la  joven  que  venía  conmi- 
go esta  aceituna? 

Quintín  (Tranquilo,   pero   grave.)   ¿A  VCr?    (ha   mira.)    Sí, 

señor. 

Paco  (Poniéndosela  a  tres  centímetros  de  la  boca.)  PueS  Se 

la  va  usté  a  comer.  (Espectacíón.) 
Quintín        (Menos  tranquilo.)  ¡Hombre!... 

Paco  (imperativo,  sacando   de   la   americana   una   pistola  y^ 

encañonándole.)  ¡Cómasela  usté!  ¡Cómasela 
usté,  o  le  mato! 

Quintín  Venga,   (sonríe   cínicamente,  y  entre  el  asombro  de 

todos,  se  la  come.)  ¿Kl  hueso  no  querrá  usté  que 

me  lo  trague?  fSe  lo  devuelve.) 

Paco  No.  El  hueso  se  lo  va  a  tragar...  (los  mira  & 

todos.)  este  señor. 

Angelito         ¡¡Yo!!  (Aterrado.) 

Paco  Tragúeselo  usté. 

Angelito      Oiga  usté,  que... 

Paco  (Apuntándole  con  la  pistola.)  Trágueselo  usté,  en 

seguida. 

Angelito  Caray,  pero...  (Hace  esfuerzos  para  tragárselo  entre- 
una  tos  convulsiva.) 

Paco  (Tirando  a  Frasquito  encima  el  contenido  del  bock  de- 

cerveza.)  Y  esto,  pa  usté. 

Fras.  j  ¡  M'  ha  tirao-  el  bockl  1 


—  53  — 

Paco  fNáa  más  que  eso!  (coge  tranquilamente  gabán   y 

gorra.)  BuenaS  noches.  (Vase  tranquilamente.) 

Rosa.  ¡¡Un  hombre!! 

Laur.  Pero  ¿qué  han  visto  mis  ojos?  ¡¡Se  la  ha  co- 

mido usté!! 

iQuíntín  Ese  venía  por  mí.  Si  no  me  la  como,  me 
mata.  Había  que  pararle  la  acción.  Yo  le 
buscaré  y  daré  con  él.  ¡Por  éstas! 

CrotidO  (a  Angelito,  que  sigue  haciendo  visajes  y  atragantán- 

dose.) Pero  a  usté,  ¿qué  le  pasa? 

Angelito  ^'áa,  lo  de  siempre:  ¡¡que  me  ha  tocao  a  mí 
el  hueso!! 

Música  en  la  orquesta.  7?elón  rápido. 


/; 


FIN    DEL   ACTO    PRIMERO 


/  O 


2 


(  '- 


..^^ 


iiiiiiii¡iiiiiiiiiiiiiiiii:iiiiiiii¡iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii:iiiiiiiiniiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii>iiiiiiii»ii 


ACTO  SEGUNDO 


CUADRO  PRIMERO 


PLANO 


Casas 

o 
-o 

—  rt 
^1 

'      Casa 

\ 

\_ 

Calle 

*  *        * 
3 

*  *         * 
3 

Calle 

1 

Taberna 

1 

Puerta 

J 

Calle 

Ropa 

Ropa 

Batería 


1.  Castañera. 

2.  Banco  de  piedra. 

3.  Acacias. 

4.  Portal  y  arranque  de  escalera  figurada.  Lleva  el  número  7. 


50 


DECORADO 

Plazoleta  de  los  barrios  bajos  de  Madrid.  La  línea  de  casas  empieza 
en  el  segundo  término  izqiáerda;  luego  desemboca  en  una  plazue- 
la, que  tiene  varias  acacias  raquíticas  y  bancos  de  piedra.  A  la 
derecha,  segundo  y  último  término,  calles  que  desembocan  en  la 
plazuela  también.  La  primera  casa  de  la  derecha,  es  una  taberna, 
con  puerta  practicacle.  En  el  chaflán  de  la  izquierda,  el  portalito 
de  una  casa  humilde,  practicable,  marcada  con  el  número  7.  Es 
a  la  caída  de  la  tarde  en  Otoño;  las  luces  del  alumbrado  público, 
encendidas.  En  la  esquina  de  laa  calles  de  la  derecha,  una  casta- 
ñera con  su  puestecillo.  Es  domingo  y  la  gente  pobre,  vestida  de 
fiesta,  se  retira  de  paseo. 


ESCENA  PRIMERA 

DON  QUINTÍN,  a  la  puerta  de  la  casa  practicable.  NIÑAS  que  jue- 
gan al  corro  cerca  de  él.  UN  CANTADOR  en  la  taberna.  LA  CASTA- 
ÑJlRA  y  una  CHAVALILLA.  ün  VIEJO  y  una  VIEJA.  Una  pareja 
amorosa,  que  discurre  por  la  plazoleta.  HORTERAS  y  DONCELLAS. 
FELISA,  LA  MADRE,  el  «MANOLI»,  amigos  y  amigas,  y  al  final, 
SEFINÍ. 

(ai  levantarse  el  telón,  aparecen    las  niñas  jugando  ai 
corro.) 

Música 

Niñas  /     ¡Qué  bonita  eresl 

¡Qué  bonita  vas! 


cuando  te  paseas 
con  el  colegial. 
jAyl...  ¡Ay! 
el  colegial. 


Quintín  (Que  acecha    paseando,  molesto   por  los  gritos  agudos 

de  las  niñas.)  jQueréis  Callar  ya,  con  cien  mil 

demoniosl  "(Las  niñas,  asustadas,  callan.) 

Niña  l.í^       ¡Ay,  hijo;  pues  porque  usté  tenga  mal  hu- 
mor, no  nos  vamos  a  callar  nosotrasl 


Quintín 
Niña  1.a 
Niña  2.a 
Quintín 


Cant. 


¡Irse  a  cantar  al  infierno! 

¡Me  da  miedo! 

¡Miá  el  tío  Pompa  fúnebre!    — — 

(itmenazador.)  ]Largol  i  Las  niñas   huyen,  dispersán- 
dose como  una   bandada  de  pájaros,   por   el   foro   de- 
recha. ) 
(En  la  taberna.  Cantado.) 

Si  te  casas  en  domingo, 
el  lunes  ya  estás  casao 
y  preguntarás  el  martes 
dónde  venden  al  fiao. 


(Dos  hombres  han  salido  de  la  taberna  y  después  de 
comprar  castañas  vanse  por  la  calle  del  fondo.  Otro, 
sale  por  la  calle  de  la  Izquierda  y  se  mete  en  la  taber- 
na. Una  mujer,  sale   de  la   casa  y  vase  por  el  fondo.) 


"Cast.  (Pregonando.)   ¡Cuántas,    calentitas,    cuántasl 

¡Que  queman!...  ¡Cuántas!  (La  pareja  amorosa 

se  pasea  entre  las  acacias.) 
ChaV.  (Saliendo  por  la  calle  del  fondo.)  ¿CuántaS  da  USté 

por  cinquito? 

Cast.  Tres  y  las  cascaras. 

Chav.  ¡Qué  pocas! 

Cast.  Llévate  un  real  y  te  doy  quince  y  un  núme- 

ro pal  sorteo  de  un  chalé  que  rifo  en  la  Fuen- 
te de  la  Teja. 

Chav.  ¿De  la  Teja?  ¡Permita  Dios  que  la  caiga  a 

usté!  Venga  diecito  y  dé  usté  propi. 

Cast.  (Echando  castañas  en  un  cucurucho  de  papel.)  Toma, 

rica,  una;  que  tú  no  te  pierdes  aunque  v'a- 

yas  sólita. 
Chav.  (ai  ver  las  castañas.)  ¡Huy,  qué  quemás! 

Cast.  ¡Que  s'han  enterao  de  lo  de  Marruecos.  (La 

Chavalilla,  vase  por  la  otra  calle.) 

Quintín  ¡No  viene!...  ¡No  le  veo!...  ¡Maldita  sea!  Pero, 
no  importa;  o  doy  con  él  o  pierdo  la  vida. 
De  esta  noche  no  pasa. 


(Por  la  calle   de  la  izquierda.    Un   Viejo  y  una  Vieja. 
Cantado.) 


—  58  - 

Vieja  Cincuenta  años  justos 

llevamos  casaos. 
Viejo  Y  tóos  los  domingos 

la  hemos  agarrao. 
Vieja  Y  en  nuestros  bolsillos 

nunca  ha  habido  un  real. 
¥iejo  Pero  hay  alegría 

que  es  lo  principal. 


(Entran   en  la  taberna.   Por  la  izquierda,   suena    una 
pianola.)  "-— ^•'la^V 


Quintín  (Hablado.)  ¡Me  revientan  los  domingos!  Las 
fiestas  me  ponen  frenéticol  ¡Cochina  huma- 
nidad! ¡Qué  afán  de  divertirse!  Y  uno,  con 
este  odio  en  el  alma...  ¡Con  esta  ira!... 

(La  pareja  amorosa,  baja  a  primer  término  y  se  des- 
piden.) 

Ella  ¡Adiós,  negro! 

El  ¡Adiós,  Socorro! 

Ella  Que  t'acuerdes  un  ratito. 

El  ¡Si  dice  mi  madre  que  por  las  noches  la  doy 

cá  susto!... 

Fila  ^.Sueñas? 

El  Que  pido  socorro  a  voces;  ná  más. 

Ella  Que  avise  a  los  bomberos. 

El  Chata. 

Ella  ¡Que  te  vayas  pa  casa  derechito!  (se  dirige  a 

la  primera  calle  de  la  derecha  y  al  llegar,  se  vuelve  y 
le  echa  un  beso,  haciendo  mutis.) 

Quintín  ¡Pues  mira  estos  idiotas!  (ei  novio,  echando  be- 
sos y  andando  hacia  atrás,  tropieza    con  don   Quintín, 

que  le  da  un  empujón.)  ¡Mire  usté  por  donde  va! 

(Amenazador.)  No  sé  COmO  no... 

El  Usté  dispense;  hay  cosas  que  ciegan,  (vase  por 

la  izquierda-  Don  Quintín  sube  hacia  el  fondo.  Por  to- 
das las  afluentes  vienen  parejas  de  Doncellas  y  Hor- 
teras. Cantado.) 

Horteras         No  me  dejes  tan  temprano 

No  te  vayas,  nena  mía. 
Doncellas        La  señora  me  lo  exige  / 

y  por  eso  tengo  prisa.  / 


59  — 


Horteras  Que  no  fueras  más  doncella, 

yo  quisiera  conseguir. 

Doncellas        J:^ues  ahí  tienes,  amor  mío, 
una  cosa  que  está  en  ti. 


Horteras  Yo  me  caso, 

si  en  traspaso 
me  cediera  el  principal 
el  negocio  y  el  local, 

y  tendría 

mercería  • 
para  hacer  un  capital, 
aunque  está  el  asunto  mal. 
Doncellas  Si  te  casas 

y  traspasas, 
yo  las  cuentas  llevaré 
y  verás  como  seré 

una  alhaja 

pa  la  caja, 
pues  cerrada  la  tendré, 
pa  que  no  salga  el  parné. 

Todos  (Evolución.) 

Si  te  casas,  etc. 
Yo  me  caso,  etc. 


Horteras         ¡Qué  deprisa  se  me  pasan 

a  tu  lado,  los  domingos! 
Doncellas        Puede  que  se  te  hagan  largos 

cuando  seas  mi  marido. 
Horteras  Que  no  fueras  más  doncella, 

yo  quisiera  conseguir. 
Doncellas        Pues  ahí  tienes,  amor  mío, 

una  cosa  que  está  en  ti. 


(Quedan  despidiéndose;   se   oye  por  el  fondo  derecha 
un  rumor  lejano,    que  va  acercándose^de  aplausos  y 

vivas.)       ■        ~~ 


Hort.  l.o      (Hablado.)  ¿Qué  es  eso? 

Hort.  2.0      Que  traen  en  hombros  al  «ManoU»;  el  fenó- 
meno del  barrio. 


'-f^ 


Hort.  3b 


—  60  — 

¡Como  que  ha  quedao  por  las  nubes  esta 
Jiaidg..eft-Tetuán!  -.-^^^ 


K 


¿rt-^' 


Público 
Amigo  1 
IVIadre 
Felisa 
Manoli 


Felisa 
Manoli 

Quintín 


(Fuerte  en  la  orquesta;  entran  en  escena  amigos'y  amí- 
gas,  pút)lieo,  etc.  Traen  en   hombros  al  ^Manoli»,  ves- 
,  tido  con  buen  traje  de  luces.   Felisa  y  la  Madre,  salen 
de  la  casa  y  se  abrazan  emocionadas.) 

'(Aplaudiendo)  ¡Bravol...  ¡bien! 
¡Que  sea  enhorabuena! 
(Llorosa  de  emoción.)  ¡Qué  alegría  tengo! 
¡Qué  contenta  estoy,  «Manoli»! 
Ven  a  mis  brazos,  chiquilla,  que  ya  no  ro- 
darás más  por  el  mundo.  ¿Te  acuerdas  de 
aquella  mañana  en  aquella  casilla  de  aque- 
lla carretera? 
¡Cómo  olvidarlo! 
(Despidiéndose  del  público.)  ¡Ea;  vamos  pa  arri- 

bal  (Llevando  abrazadas  a  las  dos.)  ¡Ay,  í  elü  ¡Av, 

madre!  ¡Qué  alegría  tengo!  (Entrólos  tres  en 

la  casa    La  concurrencia  le  ovacionq^    y^ 
(Aparte,  a  la   puerta  de  la  taberna.)  ¡fulbécil!  ¡Co- 
china alegría!  Ya  te  la  quitará  el  cuerno  de 
un  toro,  so  maleta.  {Idiotas!...  ¡Con  qué  poco 

son  felices!  ¡¡Qué  asCi-ü  (Fuerte  en  la  orquesta; 
poco  a  poco  va  quedando  solo  don  Quintín  y  con  los 
últimos  compases,  sale  Sefiní,  un  poco  temeroso.) 


ESCENA  II 


\       \  DON  QUINTÍN  y  SEFINÍ,   por  la  izquierda 


{. 


^ 


Hablado 


Sefiní      ''No  le  veo,  don  Quintín. 

Quintín        Ni  yo;  y  me  estoy  aquí  desojando.  Tú  no 

vigilas  con  interés,  Sefiní.  (Amenazador  ) 

Sefiní  Que  sí,  don  Quintío;  se  lo  juro  a  usté  por 

la  salú  de  mi  madre,  que  esté  en  gloria 
Quintín        Entonces,  es  extraño  que  no  hayamos  dado 

con  él. 
Sefiní  Pero,  ¿está  usté  seguro  que  el  joven  que  vio 

aquel  día  meterse  en  esta  calle  es  el  de  la 

aceituna? 
Quintín        ¡Segurísimo!  A  mí  qué  se  me  va  a  despin- 


61 


tar.  Le  vi  bajar  del  tranvía  de  la  Fuenteci 
lia  con  la  joven  de  aquella  noche,  y  una  ni- 
ñerita  con  un  crío  en  brazos  Loco  de  ale- 
gría, porque  al  fin  iba  a  realizar  mi  ven- 
ganza, corrí  tras  ellos,  pero  al  llegar  a  No- 
vedades, una  maldita  avalancha  de  gente 
q\ie  salía  de  la  función,  me  cortó  el  paso.. 
Se  distanciaron;  les  vi  torcer  por  esta  calle. 
Cuando  pude  llegar,  ya  se  los  había  traga- 
do la  tierra.  ¡Maldita  sea! 
Sefiní  ¡Que  no  estaba  de  Dios! 

Quintín  Pues  haga  Oios  lo  que  quiera,  hoy  no  se 
me  escapa.  Si  por  aquí  vive,  por  aquí  ha  de 
pasar.  Si  vino  a  ver  a  un  amigo,  ya  volverá. 
De  aquí  no  me  muevo,  aunque  me  muera. 
Matar  a  ese  hombre  que  me  afrentó,  es  mi 
única  ansia;  mi  única  ilusión.  Oyélo  bien, 
Sefiní;  mi  única  ilusión. 

Sefiní  Pero,  hombre,  don  Quintín,  después  de  tan- 

to tiempo... 

Quintín  Para  raí,  no  ha  pasado  el  tiempo.  Ya  me 
has  visto  buscarle  día  por  <iía.  Yo,  aún  es- 
toy en  aquella  hora  maldita  ¡Aquella  hu- 
millación la  tengo  atravesada  aquí,  como 
un  clavo  de  fuegol  El  odio,  me... 

Sefiní  Bueno,  pero  es  que... 

Quintín  Le  he  de  encontrar,  y  he  de  matarle;  no  me 
contradigas. 

Sefiní  No,  no;  cálmese  usté.  Si  yo  no... 

Quintín  No  me  queda  más  amigo  que  tú.  Acuérdate 
lo  que  hice  con  el  Angelito  y  con  el  señor 
Laureano,  porque  quisieron  hacerme  de- 
sistir. 

Sefiní  Los  amargó  usté  pa  toa  su  vida. 

Quintín        El  señor  Laureano,  anda  cojo. 

Sefiní  No  pup  correr,  más  que  cuando  le  ve  a  usté. 

Quintín  Y  al  Angelito,  le  hice  una  brecha  en  la  ca- 
beza, que  hay  días  que  va  a  ponerse  el  som- 
brero y  se  le  cae  dentro. 

Sefiní  ¡Ya,  ya! 

Quintín        Y  que  no  se  me  pongan 
acabo  con  ellos. 

Sefiní  No  tenga  usté  cuidao.  iSi 


No  tenga  usté  cuidao. 
más  que  a  la  muerte! 


delante,  porque 
le  huyen  a  usté 


62  — 


Quintín 


Sefíní 
Quintín 

Sefíní 
Quintín 


Hacen  bien.  Pero,  no  perdamos  tiempo* 
Ahora,  quédate  tú  aquí;  voy  a  mirar  por  la 
otra  calle.  ¡Vigila  con  cien  ojos!  ¡Que  yo 
encuentre  a  ese  hombrel  (se  dirige  hacia  la  caiie 

de  la  derecha.) 

Descuide  usté. 

(Deteniéndose    y  amenazador.)   Si   nO   doy   COn   él 

esta  noche,  te  rompo  la  cabeza. 

¡Hombre,  por  Dios,  que  yo  qué  culpa  tengol 

Aunque  no  la  tengas.  Te  la  rompo;  lo  ]uro. 

Tú  verás  lo  que  haces.  (MuUs,  renegando.) 


ESCENA  III 

SEFINl 


Sefíní  (Exaltado,  nerviosísimo,  accionando,  exageradamente, 

estrujando  el  sombrero  y  dirigiendo  sus  palabras  ha- 
cia donde  hizo  el  mutis  don  Quintín.)  Bueno;  pueS 

no,  no  y  no;  porque  se  necesitaría  no  tener 
entrañas,  y  yo  las  tengo.  Sé  donde  vive  el 
joven  de  la  aceituna,  y  no  te  lo  digo:  ¡no, 
no  y  no!  Uno,  habrá  sido  un  granuja,  pero 
tié  sus  sentimientos  y  no  me  da  la  gana 
que  por  causa  mía  le  venga  una  perdición 
a  un  pobre  chico,  que  tenía  más  razón  que 
un  santo...  ¡No,  no  y  no!...  ¡Que  este  tío  es 
un  costal  de  hiél  que  le  hace  a  uno  exaltar- 
se, hombre.  Desde  el  mes  pasao  averigüé 

que  aquel  joven  vive  ahí.  (Ea  la  casa  de  la  iz- 
quierda.) y  no  hago  más  que  echarle  papeli- 
tos  por  debajo  e  la  puerta,  diciéndole  que 
se  mude  o  que  procure  guardarse  del  señor 
de  la  aceituna,  que  quié  matarlo.  ¡Ea;  pa  que 

lo  sepas!  (Más  tranquilo,  reflexionando.)   Lo  malo 

será  que  una  noche  se  lo  tropiece  al  pobre 
chico,  y  entonces  sí  que  no  respondo.  ¡Pué 
que  se  lo  tengan  que  entregar  a  su  familia 
en  un  pulverizador!  Por  eso  lo  que  yo  debía 
hacer  pa  que  esa  fiera  no... 


</-l^1/'- ' '  —  ^3 


^^  ESCENA   IV 


SEFINl   y    SEÑOR   LAUREANO.    Se  oye   el  sonido   de    una   bocina 
pequeña  j  aparece  el  señor  Laureano,  por  la  derecha,  subido  en  una 
patinete,  que  lleva  bocina;  viene  con  gran  velocidad,  tocando  y  mi- 
rando para  atrás,  con   cara  de  terror 

laur.  ¡Mi  madre,  que  m'ha  visto!  ¡Sí;  m'ha  visto! 

Sefiní  ¡Señor  Laurel 

Laur.  ¡Don  Quintín,  que  viene!  ¡Súbete  a  la  trase- 

ra! (Va  a  correr  de  nuevo  para  hacer  mutis  por  la  iz- 
quierda.) 

Sefiní  (Mirando.)  ¡No,  no  \iene!  Tranquilícese  usté. 

Laur.  ¿No?  (iranquiíizándese.)  ¡Respiro! 

Sefiní  Pero,  ¿es  usté,  señor  Laure?  - 

Laur.  Le  meme,  que  dicen  en  francés.  Déjame  lim- 

piarme el  sudor. 
Sefiní  Pero,  ¿usté  con  patinette? 

Laur.  Te  chocará,  ¿verdá? 

Sefiní  ¡Hombre!...  ¡A  sus  años  .! 

Laur.  Pues  no   te  choque,  chico.  Desde  aquella 

agarra  que  tuve  con  el  salvaje  de  don  Quin- 
tín, que  me  hizo  una  fraztura  conminuta 
en  este  pie,  jurando  mi  esterminio,  que  me 
¿ije:  — :A  mí  este  tío  no  me  esterminia.  Y 
como  quedé  resentido  del  remo, izquierdo  y 
no  puedo  huir  por  mis  medios  naturales  a 
la  celeridá  que  se  requiere,  pues  me  he  aga- 
rrao  a  esta  patinette  de  mi  sobrinito,  la  he 
subido  la  manguillera,  la  llevo  así  como  al 
desgaire  y  de  que  vislumbro  a  ese  tío,  en- 
caram.o  en  la  tabla  el  pie  lesionao.  (izquier- 
do.) Con  el  otro  me  doy  gasolina  y  arreo  a 
una  velocidá,  que  tengo  que  pedir  paso  a 
los  Diones- Bufones;  no  te  digo  más. 
Sefiní  ¡Es  ingenioso! 

Laur.  Al  gachó  ese,  hay  que  huirle  con  motor. 

Ahora  me  lo  acabo  de  encontrar,  y  me  ha 
echao  una  mirada!... 
Sefiní  ¿Que  ha  arreao  usté? 

Laur.  El  exprés  de  Irún,  anda  a  la  pata  coja,  com- 

parao  con  la  velocidá  que  he  traído. 


—  64  - 

Sefini  Lo  creo. 

Laur.  ¿Y  qué  hacéis  por  estos  andurriales? 

Sefini  Pues  náa;  que  esa  hiena,  está  más  carnicera 

cáa  vez,  señor  Laure. 

Laur  ¿Sigue  en  su  osesión? 

Sefini  Peor  que  nunca.  Dice  que  si  no  mata  al  jo- 

ven aquel,  no  se  morirá  tranquilo. 

Laur.  iQué  caníbal! 

Sefini  ¡Carazteres!  ..  Desde  la  noche  de  la  aceituna, 

que  no  se  pué  con  él,  señor  Laure. 

Laur.  Fues  mira,  cualquiera  que  no  lo  nepa  y  por 

Navidá  le  regale  un  barrilito,  ¡ha  hecho  las 
Pascuas! 

Sefini  Cáa  aceituna  que  ve,  le  da  un  ataque.  Al 

hombre  ese  que  anda  pregonando  por  las 
calles:  *  Liñas,  liñas;  a  perra  doy»,  ya  le  ha 
pegao  dos  veces. 

Laur.  Lo  creo  Ya  te  acordarás  que  la  bronca  con- 

migo fué  porque  le  presenté  a  un  señor  que 
se  llamaba  Oliva,  y  creyó  que  era  burla. 

Sefini  ¡ün  horror! 

Laur.  Y  tú,  ¿cómo  le  resiste?? 

Sefini  A  fuerza  e  tila.  Y  porque  me  da  un  poco  de 

lástima.  ¡Le  han  abandonado  todos!  No  le 
queda  ya  más  amigo  íntim<»  que  yo,  que  no 
lo  puedo  ver.  Y  el  sultán,  aquél  perrito  la- 
nudo. ¿Se  acuf^rda  usté? 

Laur.  Sí;  aquel  perrito,  que  porque  una  tarde  en 

el  Retiro  le  pregunté  que  si  era  de  aguas, 
me  tiró  al  estanque. 

Sefini  El  mismo.  Pues  el  mejor  día  se  le  va  tam- 

bién. Ayer,  le  mordió. 

Laur.  ¿Don  Quintín  a  él? 

Sefini  ¡Pues  claro! 

ESCENA  V 

DICHOS.    ANGELITO 

Ángel ítO,V    S(Sale  por  la  derecha,  vestido  de  smoking,  con  detalles 

Jx  cursi3  y  un  gabancito,  muy  raído.    Flexible   de  color, 

Viene  pálido,  nervioso,  huyendo.)  ¡El!.  .  ¡Me  ha  vis- 

to,  SÍ!...  ¡Me  sigue'...  ¡No,  calle;  se  para!  (Quer 

da  mirando  por  el  esquinazo.)  ¡A  VCr! 


—  65  - 

Laur.  ¡Atiza'...  ¡Fíjate  quién  es! 

Sefiní  ¡Angelito! 

Angelito  ¡Sefiní!.  .  ¡*^eñor  Laurel...  ¡Callarse;  me  sigue! 

S^finí  Pero  ¿quién? 

Angelito  ¡Don  Quintín!  ¡Allí!...  ¡¡Viene!! 

Laur.  ¡Ya  le  veo!  (Emprende  la  huida,  sonando  la  bocina; 

Ángel. to,  le  sigue  ) 

Sefiní  ¡Aguarda!...  ¡No  viene!...  ¡!^e  ha  parao!  (Miran- 

do.)  Respira. 

Angelito  (Ca  un  gran  suspiro.)  SeñoreS,  ¡qué  susto!  (Lau- 
re  vuelve;  Angelito  se  limpia  el  sudor.) 

Sefiní  Pero  ven  a  mis  brazos! 

Angelito         Déjame  que  pueda.  iCon  trabajo  le  abraza.) 

Laur.  ¡Tanto  tiempo  sin  verte! 

Angelito       Ya...,  ya  os  Cí>ntaré.  ¡Voy  a  tranquilizarme. 

Sefiní  Gachó.  Y  ¿cómo  vas  tan  elegante? 

Angelito         (Muy  sonriente  y  satisfecho.)    Que    no  tengo    que 

comer. 

Laur.  (Como  alegremente  sorprendido.)  ¡Hombre! 

Angelito       (Mas  sonriente  todavía.}  M'han  pasao  la  mar  de 

calamidades,  señor  Laure. 
Sefiní  ¡Caray! 

Angelito  Pero  ¡con  una  suerte!...  (Había  siempre  sonriente 
y  satisfecho.) 

Laur.  Tú  siem¡)re  has  sido  muy  aforrunao. 

Angelito  (Encantado.)  ¡Oh!  He  estado  un  mes  en  el  hos- 
pital. 

Laur.  ¡Hombre,  qué  bien! 

Angelito      ¡A  la  muerte! 

Laur.  Sí,  ,eh? 

Angelito  Pero  la  monja  que  me  cuidaba  era  andalu- 
za y  ¡me  hacía  reír  más!...  Y  el  médico,  ¡un 
señor  más  bueno!  Toas  las  tardes  diciendo: 
«Este  hombre  no  sale  de  esta  noche.»  Pero 
¡con  una  simpatía! 

Sefiní  Bueno;  pero  tanta  felicidá,  ¿a  qué  ha  sido 

debida? 

Angelito  Pues  náa,  chico;  ya  sabéis  que  cuando  aban- 
doné a  don  Quintín,  de  resultas  de  aquellos 
estacazos  que  nos  dimos  — él  a  mí — ,  tuve 
que  ):.o,isar  en  el  trabajo;  y  como  la  fortuna 
me  persigue,  a  los  dos  días,  ya  me  habían 
dao  ui¡  destino  superior. 

Sefiní  ¿Bueno? 

5 


—  66  — 

Angelito      El  más  descansao  de  Madrid. 

Laur.  Alcalde. 

Angelito      Guardar  las  sillas  de  la  Castellar\a.  No  tenía 

que  hacer  más  que  estar  too  el  día  encima 

e  las  sillas. 
Sefiní  jSí  que  era  descansaol 

Angelito       Pero  una  tarde,  por  detener  á  uno  que  se  iba 

sin  pagar,  atravieso  por  donde  los  coches  y 

¡zas!  (Riendo.)  ¡Me  atropeüa  un  auto! 
Laur.  ¡Qué  gracia! 

Angelito       Pero    ¡con    una   suerte!    Me    rompió    una 

pierna. 
Sefiní  No  digas  suerte,  si  te  rompió  una  pierna. 

Angelito       Es  que  tengo  dos. 
Laur.  Mal  contadas.  i^Rie.)  ¡Qué  Angelito! 

Angelito       (Gozando.)  ¡Cuarenta  días  escayolao! 
Laur.  ¡Qué  agradable! 

Angelito       V  cuando  aún  estaba  en  la  convalecencia, 

(En  el  colmo  de  la  alegría.)  me   dÍÓ   el  tifus,    que 

fué  otra  suerte. 

Laur.  Pues  que  sea  enhorabuena. 

Angelito  Sí;  porque  es  una  enfermedá,  que  si  no  te 
mueres,  engordas,  y  aquí  me  tenéis,  que 
peso  ocho  kilos  más. 

Laur.  ¡Hombre,   alguna  contrariedad   habías   de 

tenerl 

Sefiní  Bueno;  pero,  a  too  esto,  aún  no  nos  has  di- 

cho cómo  vas  de  smokin  y  chaleco  insufi- 
ciente. 

Angelito       Pues  otra  ganga. 

Laur.  Que  estás  en  una  funeraria. 

Angelito  Que  al  salir  del  hospital,  sin  recursos,  me 
acordé  que  de  niño  fui  panderetólogo  de  es- 
tudiantina... 

Laur.  Y  tiés  la  suerte  de  pedir  limosna  en  una 

cuadrilla  e  ciegos. 

Angelito  Y  me  he  contratao  de  número  sensacional 
en  el  Tabernillas-Palace.  ¡Ná  más! 

Sefiní  ¡Mi  agüela!  Y  ¿qué  haces  allí? 

Angelito  Pues  canto  tangos  estilo  Spaventa,  pero  mu- 
chísimo mejor.  ¡Aún  más  tristes!  Dicen  que 
lo  ecliso.  Me  llaman  «La  lechuza  de  las  Pam- 
pas». Ya  me  avisan  a  las  casas  pa  las  mati- 
nes, a  la  hora  de  tomar  el  te,  que  ahora  ya 


—  67 


Sefíní 


Angelito 


Laur. 
Angelito 
Sefíní 
Angelito 


Sefíní 
Angelito 
Laur. 
Angelito 


Laur. 
Angelito 


Sefíní 
Angelito 


loman  tila,  porque  al  segundo  tango  les  he 
metió  el  corazón  en  la  fosforera. 
Y  ¿qué  ganas? 

No  me  pagan,  (sonriendo.) 

¡Caray,  qué  suertel 

Estoy  contentísimo,  porque  el  día  que  lo 

coja  todo  junto... 

Te  estableces... 

Pongo  un  bazar  de  melones  a  cala,  por  los 

rayos  equis.  V  a  too  esto,  no  me  habéis  dicho 

náa  de  don  Quintín.  ¿Qué  hace  ese  tío? 

Que  está  más  negro  cada  día.  Angelito,  y 

que  yo  he  averiguao  dónde  vive  el  joven  de 

la  aceituna,  pero  no  se  lo  quiero  decir.  En 

esa  casa,  (señalando  al  nüm.  7.) 

¡Atiza!  ¡Pues  a  esa  casa  venía  yol  ¡A  ver  si 
por  coincidencia...  Porque  yo  sé  más  que  tú 
délo  de  aquellas  jóvenes,  Sefiní. 
¿Que  sabes  más? 
Muchísimo  más. 
¿Qué  f^abes? 

Algo,  que  como  sea  lo  que  me  figuro,  el  cas- 
tigo de  Dios,  a  don  Quintín,  va  a  ser  ejem- 
plar. ¡Horrendo!  ¡Despeluznante! 
¿Qué  dices? 
Oír  y  erizaros. 
Cuenta,  cuenta. 

Anoche  debutó  en  el  Tabernillas-Palace, 
donde  yo  aztuo,  una  etoile  nueva,  que  la  lla- 
man Feli,  la  «Caminera»,  que,  por  cierto, 
tiene  relaciones  con  ese  novillerito  que  le  di- 
cen el  cManoli»,  que  ha  quedao  esta  t^rde, 
en  Tetuán,  como  los  ángeles. 
Sigue. 

La  chiquilla  gustó  bastante,  y  cuando  se 
acabó  la  función  y  nos  íbamos  a  dormir  too 
el  ele7ico  del  pograma,  ¡cuál  no  sería  mi  sor- 
presa al  encontrarme  con  que  vinieron  a 
buscar  a  la  Feli,  el  joven  de  la  aceituna  y 
la  joven  que  le  acompañaba  aquella  noche! 
¡Repollo! 

Lo  que  oyes.  «¿Conoce  usté  a  esa  joven- 
cita?»  —  le  pregunto  sorprendido.—  «Nos 
hemos  criao  como  hermanas  y  vivimos  jun- 


Sefíní 
Angelito 


Sefiní 


Angelito 


Sefíní 
Angelito 


Sefíní 
Laur. 
Angelito 


tas»  — me  contestó —  y  se  fueron  a  escape.. 
¡Mi  madre! 

Yo,  intrigao,  como  supondrás,  indagué  con 
el  dueño  del  Dancing,  y  supe  que  ^sta  Feli 
es  hija  de  un  peón  caminero.  ¿Y  tú  te  acuer- 
das?.. 

Sí;  que  la  mañana  que  fuimos  con  don  Quin- 
tín a  la  casilla  de  los  peones  buscando  a  su 
hija,  se  habían  escapao  dos  muchachas.  ¿Y 
tú  sospechas?... 

Lo  que  es  natural;  que  una  de  las  dos,  pué 
ser  la  hija  de  ese  hombre.  Y  pa  cerciorarme 
de  todo,  pregunté  dónde  vivía  la  Feli,  y  me 
han  dicho  que  aquí,  en  el  siete. 
^,Donde  el  joven? 

Y  venía  a  visitarla,  cuando  me  tropecé  con 
don  Quintín;  luego  di  con  vosotros,  y  por 
eso.. 

(Mirando  hacia  el  portal.)  ¡Calla,  ellos! 

¡Que  Dios  los  envía!  Intern^guéales. 

Voy  a  interroguearles.  (Se  dirige  hacia  la  puerta, 
por  donde  aparecen  Felisa  y  el  Manoli,  éste  ya  de  pai- 
sano.) Buenas  noches. 


ESCENA  VI 


JHOS.  FELISA  y  el  MANOLI,   de  la  casa 


Felisa 

Manoli 
Angelito 


Manoli 
Angelito 
Manoli 
Laur. 


Manoli 


'^|Hola,  don  Ángel!  (a  Manoli.)  Es  el  argentina 
de  Tabernillas. 
¿Es  usté  de  Buenos  Aires? 
De  Cuatro  Vientos  ná  más.  ¿Yo  argentino?" 
¡Che  qué  esperansal  ¡No  me  diga!  ¡Tanguis- 
ta no  má! 
Pues  tanto  gusto. 

Hombre,  ¡y  que  sea  enhorabuena,  pollo! 
Gracias;  se  estima. 

Ya  sabemos  que  ha  quedao  usté  esta  tarde,, 
no  digo  como  los  ángeles,  porque  no  ha  ida 
ust»  por  las  alturas,  que  usté  no  es  como  Ios- 
matadores  de  hoy,  que  casi  todos  son  de- 
aviación;, pero,  vamos,  como  los  buenos. 
S    ha  hecho  lo  que  se  ha  podido. 


—  69  — 

Angelito       (a  reiisa.)  Pues  yo  venía  a  hacerle  a  usté  una 
vif-ita. 
¿A  mí? 

Pa  hablarla  sobre  la  pregunta  que  le  hice 
anoche. 
Usté  'liiá. 

Náa;  que  nos  interesaba  saber  si  la  joven  que 
fué  a  buscarla  a  usté  anoche,  es  hermana 
suya. 

No,  señor;  pero  casi,  casi,  porque  nos  hemos 
criao  como  hermanas  en  una  casilla  e  peo- 
nes; porque  mi  padre  lo  es. 
¡Atiza! 

(A  sefiní.)  Ya  no  hay  duda. 
(sorprendida.)  ¿Xo  hay  duda  de  qué? 
Ya  seremos  más  explícitos.  Pero,  ¿quiere 
usted  hacerme  el  favor  de  decirme  antes?... 
No  sé  por  qué  les  interesará  a  ustés  mi  his- 
toria; pero,  en  fin,  si  quieren  saberla,  vamos 
al  Dancing,  que  ya  es  la  hora  de  empezar,  y 
entre  rato  y  rato,  3^0  les  contaré  mi  vida  y  la 
de  mi  hermana  y  too  lo  que  quieran  saber 
de  nosotras. 

Sí;  vamos,  (inician  todos  el  mutis  hacia  la  derecha.) 

Pero,  ¿tanto  les  interesa? 
Si  es  lo  que  me  figuro,  pollo,  se  va  a  descu- 
brir aquí  una  novela,  que  las  aventuras  de 
Rocambole  van  a  ser  nimiedades  de  Pino- 
cho, comparas  con  ella. 
Pues  vamos,  vamos,  que  me  tienen  intriga- 
da. (Vanse  hablando  por  la  derecha.) 


ESCENA  Vil 

TERESA,   PACO  y  EMERENCIANA,   una  niñerita  muy  redicha,  con 

un  niño  de  pecho  en  brazos,  al  que  trata  de  callar  sonando  un  sona 

jero.  Salen  por   la  izquierda,   vestidos  de  domingo.   La  niñera,  muy 

pequeña  y  con  muchos  arrumaces.  Al  final,  DON  QUINTÍN. 


Música 


¡Calla,  hijo  míol 
¡Cuánto  jipío! 


^0  — 


Teresa 

(Aquí  tienes  a  maraál 

Paco 

¡Aquí  tienes  a  papá! 

Emer. 

Cuando  agarra  la  rabieta, 

no  le  importa  nadie  náa. 

Teresa 

jCalla,  mi  cielo! 

Paco 

¡Qué  desconsuelo! 

Teresa 

ISío  me  llores,  rico,  no. 

Paco 

Ríe,  hermoso,  como  yo. 

Emer. 

Cuando  rabia,  no  se  ríe 

ni  trayéndok  a  Charló. 

Teresa 

Pero  es  lo  más  extraño 

que,  aun  siendo  tan  pequeño.,. 

en  todos  sus  detalles 

se  ve  que  es  madrileño; 

pues  he  notao  que  Hora 

en  tiempo  de  chotis, 

y  si  os  calláis  un  poco, 

veréis  como  lo  oís. 

(Llora  el  niño.) 

No  hay  en  todo  el  distrita 

otro  que  le  supere. 
Paco  Porque  es  el  más  bonito 

el  chico  de  la  Tere. 
Teresa  Y  ya,  desde  pequeño, 

se  vé  que  va  a  ser  guapo. 
Paco  ¡Se  vé  que  es  madrileño! 

¡Se  vé  que  es  un  chulapo! 


Teresa        (cogiéndole.) 

jVli  chulito  pinturero! 
Tú  has  de  ser  la  pesadilla 
de  los  chulas  de  Madrí. 
Cuando  vayas  a  la  BomM, 
los  halagos  femeninos 
han  de  ser  sólo  pa  ti. 

Paco  (ídem.) 

¡Aprovecha  bien  el  tiempo, 
que  en  la  vida,  como  un  soplo^ 
se  te  va  la  juventuz! 


—  71  — 

Y  en  el  cine,  no  te  oceques, 
y  no  estés  desprevenido 
cuando  vayan  a  dar  luz. 

Los  dos  Cuando  a  llorar  se  aterra, 

inútil  darle  coba. 

Emer.  (cogiéndole  y  hacieudo  sonar  el  sonajero.) 

Y  ahora  ha  agarrao  una  2Jerra 
de  esas  de  Terranova. 


Hablado 

Paco  ¡Tere  de  mi  vida! 

Teresa         ¡Paquete  de  mi  alma! 

Paco  ¿Te  acuerdas  de  lo  que  yo  te  decía  que  pa 

Todos  los  Santos?  (por  ei  niño.)  ¡Pos  ahí  lo 
tienes! 

Teresa         (Ruborosa.)  ¡Ya,  ya! 

Paco  Claro  ¿Qué  te  iba  a  pasarV 

Teresa  Que  tenía  un  Paquete  náa  más,  y  sin  darme 
cuenta,  me  he  encontrao  con  un  Paquete  y 
un  Faquetito.  (poi  ei  niño.) 

Paco  (Por  él.)  ¡Un  paquete  de  sal  (por  el  niño.)  y  un 

paquetito  de  gloria! 

Teresa  Y  que  entre  el  Paquete  y  el  Paquetito,  ya 
puedo  decir  que  me  habéis  ocupao  los  bra- 
zos pa  toa  la  vida,  porque  quiero  llevaros 
siempre  apretaos  contra  mí. 

Paco  ¡Gitana! 

Teresa  ¡Chalao!  (Se  abrazan.) 

Paco  ¡Cómo  se  conoce  que  te  has  criao  en  una 

carretera!  ¡Tiés  cá  curva! 
Teresa         ¡Tonto! 

Paco  ¡Tengo  que  hacer  unos  virajes! 

Teresa         Calla,  burro,  que  la  chica... 

Emer.  (ai  ver  que  se  ponen  melosos,  los  mira  con  ira.)   En 

el  barrio  de  Salamanca,  no  se  consentirían 

estas  cosas.  (Mece  al  niño  exageradamente.) 
Paco  Ven  acá   (La  atrae  a  sí.) 

Teresa         Estáte  quieto,  que  la  chica... 
Paco  ¡Si  no  ve!  ¡Eso  es  un  cuarto  kilo  de  niñera! 

Teresa         Oye,  Emerenciana. 
Emer.  Mande  la  señora. 

Teresa  No  mezas  al  niño  tan  fuerte,  que  va  a  creerse 
que  se  ha  subido  a  un  columpio. 


Paco  ü  que  s'ha  agarrao  a  una  quisquilla  en  día 

e  temporal. 
Emer.  Pues  así  se  mecen  los  niños  en  el  barrio  de 

Salamanca. 
Paco  Pues  eso  no  es  tener  niñera,  hija;  es  tener 

una  montaña  rusa. 
Teresa         Bueno,  andi;  traelo,  que  le  demos  un  beso 

y  súbetelo  pa  arriba,  que  hay  relente. 
Emer.  (Entregando  el  niño.)  ¡Le  tién  ustés  más  mal 

educao!... 
Paco  (Acariciándolo.)  [Miá  que  monada! 

Teresa        ¡Qué  ojirris  más  ricos!  Y  me  mira  a  mí. 
Paco  No,  a  mí;  fíjate.  Adiós,  salao  de  tu  p-dre. 

Buenas  noches.  (Le  besa.)  ¡Huy!...  ¿Has  oído? 
Teresa        ¿Qué? 
Paco  Que  ha  hecho  un  ruidito,  que  parecía  que 

decía:  «Usté  descanse». 
Teresa         Sí  que  he  oído  el  ruidito;  pero  el  que  habrá 

descansao,  había  SÍO  él.  (Se  lo  da  a    la    niñera.) 

Paco  ¡Adiós,  chulazo  mío! 

Teresa        ¡Adiós,  chavalillo  de  mi  alma! 

Emer.  (Haciendo  mutis  por  la    casa.)    ,ChavalÍllo!...    ¡No 

puedo  C'  n  la  ordinariez...  uMi  barrio  de  Sa- 
lamanca!!... ¡¡Ayü  (Desaparece.) 

Paco  Oye,  menudencia,  no  suspires  que  levantas 

polvo. 

Teresa  No  te  metas  con  ella,  que  es  del  barrio  de 
Salamanca,  (imitándola.) 

Paco  (La  coge,  con  brusco  y  cariñoso  ademán.)  Ven  aqUÍ, 

chata  mía. 

Teresa  Amos;  estáte  quieto,  Paco,  que  tú  no  respe- 
tas ni  la  calle. 

Paco  ¡Señor,  si  es  que  estoy  en  la  luna  de  miel 

en  el  cuarto  creciente! 

Teresa  Pero  consider^  que  cuando  estás  en  la  calle, 
no  estás  en  ningún  cuarto. 

Paco  Bueno,  ven  aquí.  ¿Me  quieres? 

Teresa        ¡Como  no  lo  soñaba,  Paco! 

Paco  ¿Eres  feliz? 

Teresa  ¡Como  ninguna!  Ya  te  lo  he  dicho  cien  ve- 
ces. No  tengo  más  que  una  sombra;  una 
maldita  sombra  en  mi  alegría.  Ya  lo  sabes. 

Paco  ¡Atiza!  ¡Ya  estamos  con  la  canción  de  siem- 

pre! 


—  73 


Teresa 

Paco 
Teresa 

Paco 

Teresa 

Paco 


Teresa 
Paco 


Teresa 


Paco 
Teresa 


Paco 
Teresa 


Paco 


No,  Paco,  no  es  la  canción  de  siempre;   es 
que  tengo  un   presentimiento,  una   temor, 
una  inquietud,  que  no  me  dejan. 
Pero,  ¿de  qué? 

¡Ay  Paco!  ¿Por  qué  iríamos  a  aquel  restau- 
rant  aquella  noche? 

Pero,  señor:  ¿nosotros- le  hicimos  daño  a 
nadie? 

No;  pero  tuviste  aquella  bronca  con  aquel 
nombre.  ¡Aquel  hombre,  con  aquella  cara 
fría,  con  aquella  mira  de  puñal,  que  no  me 
se  olvida,  que  la  t  ngo  clava  aquí. 
Pero  piensa,  Tere,  que  yo  lo  que  hice  no  lo 
hice  por  él;  lo  hice  por  ti.  ¡Te  habían  dao 
en  la  caral  Si  yo  me  aguanto,  el  desprecio 
de  ellos  hubiera  sido  cinco  minutos  y  a  mí 
qué — ya  no  los  iba  a  ver  má?  -  ,pero  conti- 
go, no;  contigo  tengo  que  vivir  toa  la  vida  y 
si  te  dan  en  la  cara  y  no  te  defiendo,  me 
hubiás  despreciao  pa  siempre. 
¡No  digas  esol 

Sí  que  lo  dii/o;  que  cáa  vez  que  hubieses 
hablao  con  otr^s  mujeres  y  hubieses  dicho 
señalándome:  —  «Mi  hombre»,— te  hubiá 
dao  un  poco  de  vergüenza,  como  cuando  se 
dice  algo  que  no  es  verdá.  Y  eso  no  es  posi- 
ble. Tere;  que  cuando  a  mí  me  lleves  al  lao 
y  digas:  — «Mi  hombre», —necesito  que  te 
lo  creas. 

Sí,  Paco;  si  ya  lo  sé  y  figúrate  si  te  lo  agra- 
dezco; pero  esos  matones  son  muy  vengati- 
vos y  aquél  no  te  olvida. 
¡No  hagas  caso! 

Ya  ves  los  papelitos  que  nos  echan  por  de- 
bajo de  la  puerta. — «Múdense  ustedes. — 
Tengan  cuidado.— El  hombre  de  aquella 
noche  les  acecha  pa  matarlo. — Prevénga- 
se.—No  se  descuide...» 
¡Pamplinas! 

No,  Paco,  no;  algo  habrá.  Que  por  algo  ten- 
go yo  el  recuerdo  de  aquel  hombre  fijo  en 
la  memoria  y  le  veo  por  toas  partes  y  paece 
que  me  persigue. 
¡Pero  no  seas  idiotal 


Teresa         Y  si  fuera  coníra  mí  el  peligro,  no  me  im- 
portaría; pero,  pensando  lo  que  te  pueda 
pasar  a  ti,  no  vivo,  ni  sosiego.  (Llorosa.) 
Paco  ¡Amos,  pero  serás  necia!  f  A  ver  si  vas  a  llo- 

rar ahora!  (La  abraza;  ella  solloza.) 
Quintín      V /-Aparece  en  este  momento,  por  el  fondo  derecha  y  dice 
/^ocultándose  tras  un  arbolillo    de   la   plaza  mirándoloa 
/  f      con  satánica  alegría.)  {¡¡Eü!.  .  ¡por   fin!...    ¡Ya   te 

encontré!) 

Teresa  (Que  le  ve,  al  levantar  la    cabeza    del  hombro   de    su 

y  marido,  da  un  grito  de  horror.)  ¡¡Ahü 

(Asustado.)  ¿Qué  es?  (Don  Quintín  vuelve  a  desapa- 
-    recer.) 
Teresa  ("intentando  reponerse,    sonríe.)    ¡No!    ¡Nada!    (¡Es 

él!) 

Paco  Pero,  ¿qué  te  pasa? 

Teresa  (sobreponiéndose.)  No,  nada;  que  como  estoy- 
tan  nerviosa,  sabes...  (¡Yo  le  hablo!)  Pero, 
náa,  tonterías,  que  estos  nervios... 

Paco  Pero,  ¡no  seas  necia,  criatura!   ¡Pa  chasco 

que  viniera  a  inquietarnos  a  nosotros  el  tío 
aquél!  Y  yo  no  iré  a  buscarlo,  pero  si  él 
quiere  venir,  déjalo,  que  ya  nos  veremos. 

Teresa  No,  Paco;  si  son  simplezas  mías.  Anda,  sú- 
bete a  casa. 

Paco  ¿Y  tú? 

Teresa  Yo  voy  ahí,  en  cá  Cosme,  a  ver  si  me  abren 
y  compro  un  poco  de  fruta  pa  la  cena. 

Paco  Fero,  ¡estás  temblando,  chávala! 

Teresa  (sonriendo  forzadamente.)  No,  hombre;  que  no. 
Anda,  súbete  tranquilo  y  a  ver  qué  ha  hecho 
esa  con  el  niño,  que  yo  no  tardo  ni  tres  mi- 
nutos. 

Paco  Bueno.  (Da  unos  pasos  hacia    la   casa,    acompañado 

de  Teresa.)  Y  SÍ  no  quiés,  no  vayas  por  el  pos- 
tre, que  a  mí  me  da  ]o  mismo. 
Teresa        Sí,  sí;  que  a  ti  te  gusta  cenar  con  él.  No  tar- 
do; anda. 

Paco  Hasta  ahora.  (Entra  sn  la  casa.) 


—  75  - 


ESCENA  VIII 

TERESA   y    DON    QUINTÍN.    Luego,    PACO,    Al    final,     ANGELITO, 
LAUREANO   y    SEFINÍ 


^^ 


D 


1Í 


Teresa  ^(Ed  la   puerta   de  la  casa.  En    cuanto    Paco  ha   hecho 

mutis;  vuelve  a  salir  don  Quintín,  y  viene,  atravesan- 
ído  la  plaza  por  el  fondo,  a  ocupar  un  lugar,  poco 
K  antes  del  esquinazo  de  la  casa  practicable.)  Yo  le  ha- 
blo, SÍ.  jLos  peligros,  cara  a  cara!  Le  tengo 
menos  miedo  ahora,  que  cuando  he  soñao 
con  él.  ¡Miá  si  acechaba!...  ¡Miá  si  es  verdá 
que  busca  a  mi  Paco!  Pero,  anda,  que  antes 
que  a  él,  me  tiés  que  matar  a  mí  cincuenta 

veces.  ¡Ya  verás!  (Se  ciñe  el  mantón  de  crespón   y 
avanza  hacia  la    derecha  resueltamente,    en    cuyo  mo- 
mento, don  Quintín,  avanza  para  mirar,    y  se  encuen- 
tran cara  a  cara.) 
Quintín  (contrariado.)    ¿Eh?    (Retrocede    un    poco,    disimu- 

lando.) 

Teresa        Buenas,  caballero. 

Quintín        ¿Es  a  mí? 

Teresa        A  usté,  a  usté, 

Quintín        Y^o  no  la  conozco  a  usté  para  nada. 

Teresa         Yo  a  usté  ti;  que  no  lo  olvidaré  en  mil  años 

que  pasen  y  no  le  he  visto  más  que  un  ra- 

tito  una  noche. 
Quintín        ¡Buena  memoria! 
Teresa         La  que  pide  una  mala  volunta. 
Quintín        (Avanz<\ndo.)  ¿Y  qué  quiere  usté  de  mí? 

Teresa  Va  usté  a   saberlo.   (Pausa.    Decidida  y  enérgica.) 

Usté  viene  buscando  a  mi  marido,  ¿verdá? 

Quintín  Si  es  a  su  marido  ai  que  busco,  el  encon- 
trarme con  uslé,  no  me  interesa;  ya  lo  com- 
prenderá. 

Teresa  No  comprendo  nada.  Usté  busca  a  mi  ma- 
rido, pa  hacerle  mal;  y  too  el  mal  que  va  pa 
un  hombre,  se  encuentra  en  el  camino,  un 
poco  antes  de  llegar,  a  la  mujer  que  lo  quie- 
re. Por  eso  viene  usté  a  buscarle  a  él  y  se 
encuentra  conmigo.  Conque,  tenga  pacien- 


Quintín 
Teresa 


Quintín 
Teresa 


Quintín 
Teresa 


Quintín 
Teresa 


Quintín 
Teresa 


cia,  óigame  un  minuto  y  acabamos  dese- 
guida 

tSeñora,  yo  no  tengo  que  oír  nada.  Las  mu- 
jeres, a  remendar  calcetines. 
A  remendar  calcetines,  pa  que  los  hombres 
que  tién  vertí üenza,  pisen  fuerte.  (Autoritaria.) 
Conque,  a  oírme. 

Venga  pronto,  que  tengo  poca  paciencia. 
Como  yo.  (pausa.)  Mire  usté,  señor;  si  va  us- 
té con  una  mujer— su  ajadre,  su  novia,  su 
hija-  y  le  dan  en  la  cara,  ¿qué  hace  usté? 
Lo  que  hizo  mi  Paco;  jugarse  el  corazón, 
para  que  a  la  mujer  no  se  le  olvide  que  va 
con  un  hombre.  Pero  luego,  estas  cosms,  pa- 
san y  se  olvidan;  porque  mi  Paco,  lo  que 
hizo  contra  usté,  co  lo  hizo  por  odio:  lo  hizo 
por  vergüenza. 

(Despectivo.)  Muy  bien.  Cogerle  a  uno  de  sor- 
presa, aprovechar  la  ventajita  y  luego  man- 
dar a  la  señora. 

A  mí  no  me  manda  nadie.  Pruebas  tié  usté 
de  que  a  mi  Paco  le  sobra  corazón.  Pero  si 
usté  vive  emperrao  en  hacerle  daño,  yo  le 
digo  a  usté  que  no  se  lo  hace. 

(Sarcásticamente.)  ¡Ja,  ja! 

(Enérgica  y  rotunda.)   Ño   Se   lo  liace.  Yo   nO  he 

tenío  en  el  mundo  más  cariño  que  el  de 
este  hombre.  Por  cosas,  que  no  tengo  que 
explicarle  a  usté;  ni  a  mi  madre  he  conoció; 
que  yo  aprendí  a  decir  madre  cuando  los 
otros  niños  se  lo  llamaban  a  la  suya,  ya  ve 
usté  si  es  tristeza.  Pues  bien:  este  hombre 
ha  sido  pa  mí,  madre,  padre,  marido,  her- 
mano, ¡tóol  No  he  tenido  cariño  ni  alegría 
hasta  que  le  conocí  a  él.  ¡Su  vida,  es  mi 
vida!  Figúrese  usté  las  púnalas  que  me  tié 
usté  que  dar  a  mí,  antes  de  llegarle  a  él  al 
corazón. 

Yo  no  vengo  a  pelear  con  una  mujer. 
Ni  yo  con  usté  (conmovida.)  Y  ya  ve  usté: 
con  tanta  inquietud  como  usté  me  ha  dao, 
con  tanto  odio  como  usté  nos  tiene,  yo  no 
sé  por  qué  me  da  pena  lo  que  vengo  a  de- 
cirle. Que  se  vaya  lejos  de  nosotros.  Que  se 


vaya  para  siempre,  donde  no  le  veamos,  ni 
le  temblemos.  Porque  usté  se  ha  metió  en 
nuesro  camino,  no  nosotros  en  el  sayo; 
conque  usté  es  el  que  tié  que  irse  y  dejar- 
nos que  vivamos  contentos,  que  nosotros  no 
tenemos  odio  a  nadie.  Y  si  usté  lo  tiene, 
vayase  con  él;  que  el  que  lleva  ese  veneno 
en  el  alma,  ya  va  bien  casiigao. 

PflCO  "(Aparece   en  el  portal   y  al   verlos,   queda    aterrado   y 

^-"^      sorprendido.)  |¡Eh!!  (Se  contiene  para  oír.) 

Quintín     '  (Burlón.)  Y  para  decirme  todo  eso,  le  ha  man- 
dao  a  usté  el  cobarde  de  su  marido. 

Paco  (Avanza    con    noble    bravura,    interponiéndose    entre 

ambos.)  Oiga  usté,  amigo:  yo,  a  las  mujeres, 
las  mando  a  cuidar  gallinas;  no  a  darlas 
conversación. 

Teresa  (Aterrada,  se  abraza  a  su  marido.)  ¡PaCO,  por  Díosl 

Quintín        Esto  ya  me  gusta. 

Paco  (Rechazando  a  Teresa.)  PueS  SÍ  ha  encontrao  USté 

cosa  de  su  gusto,  yo  no  he  de  quitárselo,  y 
como  le  hice  a  usté  tragarse  aquella  aceitu- 
na, le  haré  tragarse  un  barril  con  aros  y  todo. 

Teresa        iPaco,  por  Dios! 

P^CO  Tú,  te  callas. 

Quintín        ¡Así  me  gustan  los  valientes! 

Paco  Náa  de  valientes.  Yo  soy  un  hombre,  náa 

más.  Pero  un  hombre  que  toma  las  cosas 
como  vienen.  Y  lo  mismo  casco  avellanas 
en  una  verbena,  que  nueces  de  matón  en 
un  descampao. 

Quintín        Pues  poquitas  voces,  y  andando. 

Paco  Vamos. 

Teresa        (sujetándole.)  ¡No,  Paco;  no!  ¡Socorro! 

Paco  (Forcejeando.)  ¡Suelta! 

Quintín        ¡Cobarde!...  ¡Se  tapa  con  una  mujer! 

Paco  ¡Quita!     (Empujándola     violentamente.)     Que    ya 

oyes  lo  que  dice. 
Teresa        (Desesperada.)  ¡Socorro!...  ¡Guardiás! 
Quintín        ¡Por  lo  pronto,  le  voy  a  dar  en  la  cara! 

Paco  Atrévase  usté,  (saca  un    arma.   Don   Quintín  r&  a 

acometerle,  mientras  Paco  forcejea  por  desasirse  de 
Teresa,  y  en  este  momento  se  encuentra  sujeto  porr 
Angelito,  Laureano  y  Sefiní,  que  han  salido  súbitar- 
mente  por  la  derecha.) 


-  78  — 

Angelito.  \  ¡No,  don  Quintín!!..,  ¡Quieto!.,.  ¡Xo  toque 
Austé  a  ese  hombre! 

Quintín  (Hecho  un  demonio.)  ¡SoltadüQe! 

Señní  ¡Nunca!  ¡No  toque  usté  a  ese  hombre! 

Quintín        ¡Soltadme!    ¡Cobarde!...   ¡No  me  sujetéis!... 
¡Quiero  matarlo! 

LdUr.  ¡Quieto!  (Forcejeando,  pasa  el  grupo  a  la  izquierda.) 

Angelito      (a  Teresa  y  Fseo )  ¡Vayanse  ustedes! 

Teresa  ¡Paco!    ¡Paco!...    (Forcejeando  con   éL    consigue  lie- 

vario,  pasando  por  delante  de  los  otros,  hacia  la  calle 
de  la  derecha.  Al  llegar,  sin    soltar  a  Paco,  maldice  a 

don  Quintín )  ¡Mfddita  sea  SU  alma  negra!... 
¡Maldita  su  vida  mala!  ..  ¡Maldito  sea  usté 
que  viene  a  robarme  el    bien!...  ¡Malditas 

todas  sus  horas!  (Forcejeando  por  llevarse  a  Paco 
y  maldiciendo,  hacen  mutis  por  la  derecha.) 

Quintín        (Forcejeando  ) , Dejadme!...  Soltadme.  infamee. 

(Logra  desasirse,  quedando  a  la  derecha  del  grupo 
que    forman  los    otros   tres.)  Por   qué  me    habéis 

sujetado,  canallas;  ¿por  qué? 
Angelito       Pues  sépalo  usté  ya.  Porque  esa  joven  que 
huye  de  usté  horrorizada;  porque  esa  joven 
que   se  va  echándole  a  usté  maldiciones, 
¡es...  su  hija! 

Quintín  (Horrorizado,  con  estupor.)  jjEh!! 

Los  tres      Su  hija;  sí. 
Quintín        ¿Qué  decís? 

Angelito       ¡Esa  es  la  obra  de  su  vida!  Quien  siembra 
odios    recoge    maldiciones.    Quédese   usté 

solo.  (Vanse  corriendo  por  la  izquierda.) 

Quintín         Pero,  ¡mi  hija!...  ¡Dices  que  es  mi  hija!... 

¡Escucha!  ¡Decidme!...  (Tambaleándose,  corre 
tras  ellos.)  ¡Por  Dios!... 


Telón  rápidOi  de  cuadro 


MUTACIÓN 


—  79    - 

CUADRO   SEGUNDO 

Telón  corto  de    calle   de   los  barrios  bajos  de   Madrid.  Es  de  noche. 


ESCENA  PRIMERA 

Peían  deprisa    ANGELITO,    LAUREANO    y    SEFINÍ,    de    derecha  a 
izquierda.   Luego   DON  QUINTÍN. 

Angelito  /vfCorrerl  ¡Dejarlo  que  se  quede  solol  (Mutis.) 
Laur.  yt        (con  sefiní.)  ¡Mi  madre!   ¡Cómo  castiga  Dios! 
'^A       ¡Ha  estao  a  punto  de  asesinar  al  marido  de 
su  hija! 
Sefiní  XjL     Yo  tampoco  quiero  ya  náa  con  él,  que  si 
A/^     averigua  que  los  puse  sobre  aviso,  me  esca- 
labra. ¡Que  pague  él  solo  el  daño  que  ha 

hecho!  Amónos.  (Vanse  rápidos,   a    poco  sale  don 
Quintín,  jadeante,  descompuesto,  implorando.) 

Quintín  ¡Por  Dios,  no  me  huyáis!  Decidme,  ¿por  qué 
««abéig  que  es  mi  hija?...  ¿Quién  os  ha  dicho 
que  es  mi  hija?  ¡Buscadla!...  ¡Traédmela!... 
¡Quiero  verla!...  ¡Por  compasión,  deteneos!. . 
¡Huyen!...  ¡Huyen  de  mí  cobardemente!... 
Yo  no  puedo  seguir!...  ¡Me  ahogo!...  ¡Misera- 
bles!... Ya  no  les  veo,  me  dejan  solo.  ¡Solo!... 
Pero  solo,  con  esta  duda  cruel  que  se  me  ha 
clavado  en  el  corazón  como  una  garra  im- 
placable. ¿Será  mi  hija,  Dios  mío?  ¿Será  mi 
propia  hija  esa  criatura  desventurada  a  la 
que  quise  hacer  daño  tan  tremendo?  ¡Ay, 
Dios!  Me  horroriza  el  pensarlo  y  el  imagi- 
nar que  tan  espantosa  desventura  hubiera 
sido  la  consecuencia  de  mi  propia  vida;  de 
una  vida  sin  fe,  sin  amor,  sin  alegría  ¡Por- 
que yo  no  creí  en  nadie,  ni  quise  a  nadie!... 
Por  mi  camino,  no  dejé  más  que  huellas  de 
odio,  de  burla,  de  desprecio.  Y  al  fin,  mi 
propia  hija  me  maldice!...  ¡mis  amigos  me 
huyen!  ¡Todos  me  abandonan,  todos!   ¡Me 

dejan  solo!  ¡Solo!  (Llora  abatido.) 


—  80  — 


ESCENA  II 

DON  QUINTÍN,  una  NIÑA,  de  diez  a  doce  años,  con  una  botella  en 
la  mano;  por  la  derecha. 


Musical  pianísimo  en  la  orquesta 


Niña 
Q  íntín 
Niña 
Quintín 
Niña 

Quintín 
Niña 
Quintín 
Niña 


Quintín 
Niña 

Quintín 
Niña 

Quintín 
Niña 


Quintín 


(Acercándose  con  curiosidad.)  ¿Qué  le  pasa  a  USté? 

Nada,  hija;  nada. 
¿Se  ha  puesto  ueté  malo? 
No,  gracias,  hija;  no  estoy  malo. 
Como  le  veía  a  usté  llorar,  así,  en  la  calle,  y 
tan  solo  .. 

¡íáolol  Eso  sí,  hija  mía;  estoy  muy  solo. 
¿No  tiene  usté  a  nadie? 
No  tengo  a  nadie    Llora.) 
¡Pobre  señor!...   ¡Qué  pena!...  ¿Quiere  usté 
venir  a  mi  casa?  Somos  mi  madre  y  yo  so- 
litas.  Venga  usté  conmigo,  y  si  mi  madre 
quiere,  le  cuidaremos  hasta  que  se  ponga 
bueno. 

¡Gracias,  hija,  gracias! 
(Ofreciéndole  su  hombro.)  Apóyese  usté  en  mí; 
vamos. 

¿Y  tú,  por  qué  me  compadeces? 
Porque  le  veo  a  usté  llorar,  y  dice  mi  mamá, 
que  todo  el  que  llora,  es  bueno. 
Pues  yo  no  lo  he  sido,  hija  mía. 
Pero  lo  empezará  usté  a  ser  ahora,  no   se 
apure;  ya  verá  usté.  (Acariciándole.)  Lo  empe- 
zará usté  a  ser  ahora. 

(Rompiendo  a  llorar.)  ¡Hija  mía!  (La  besa.) 


Fuerte  en  la  orquesta 


TELÓN     LENTO 


Música  y  mutación 


—  81  — 


CUADRO    TERCERO 


PLANO 


Telón  de  fondo 


Calle 


Puerta  de  D 

entrada  al    4 

salón  ^^ 

Anaquelería    I 

Mo>t'ador         ^ 
ambigú  3 


Ventanal 
piacticable 

C^    G 
3     1 


Tarima 


Puerta  a 
camerinos 

I 


Puerta  a  reservados 


Ropa 


Batería 


Ropa 


1.  Mesa  de  mármol. 

2.  Velador. 

3.  Foco  con  lámpara. 

4.  Brazo  de  dos  lámparas. 


—  82  — 


•DECORADO 

Interior  del  Tabernillas-Palace,  un  Dancing  de  los  barrios  bajos.  Muy 
iluminado.  Decorado  con  un  modernismo  un  poco  extravagante. 
En  el  ángulo  derecho  del  fondo,  la  puerta  de  entrada  al  salón; 
hacia  el  interior,  sigue  un  pasillo  que  figura  dar  a  la  puerta  de  la 
calle.  Todo  el  fondo  izquierda,  ventanal  corrido  y  practicables.  En 
primer  término  derecha,  una  puerta  de  entrada  a  departamentos 
reservados,  y  que  se  supone  comunica  por  el  pasillo  con  el  ambi- 
gú. A  continuación,  mostrador  del  mismo,  cuyas  anaquelerías  se 
ven.  En  segundo  término  izquierda,  tarima  para  el  jazz  band  y  dos 
o  tres  músicos  de  frac  encarnado.  A  continuación  de  la  misma, 
puerta  que  da  a  los  camerinos  de  artistas.  Mesas,  repartidas  en  la 
forma  que  se  indica.  Es  de  noche. 


ESCENA  PRIMERA 

Al  levantarse  el  telón,  la  escena  esta  llena  de  público.  Varias  señori- 
tas bailan  el  fox,  que  simula  tocar  el  jazz-band  y  sus  compañeros. 
En  la  mesa  del  centro,  SEÑA  SINFO,  LA  TARARA,  una  MUJER  jo- 
ven y  el  SEÑOR  LEONCIO.  Dos  camareros,  de  smoking,  sirven  a  las 
mesas.  Al  terminar  el  número,  las  que  bailan  se  sientan  y  los  músi 
eos  vanse  por  la  puertecilla. 

Sinfo  ¡Amos,  no  me  digas!  A  mí  estas  músicas  y 

estos  bailes  de  ahora,  es  que  me  estomagan, 
ea. 

Leoncio       ¿No  te  gusta  la  marimba  guatemalateca? 

Sinfo  ¿Guatemala  qué? 

Mujer  ¿Ni  le  gusta  a  asté  la  música  del  jaijaiban? 

Sinfo  Pero,  ¿cuándo  se  ha  llamao  música  a  gol- 

pear cacharros,  hombre?  ¡Si  eso  es  una  mur- 
ga loca! 

Leoncio       Es  una  moda  nuevayorquina. 

Sinfo  Pues  en  mis  tiempos  no  había  jajayhanques 

de  éstos,  ni  se  bailaban  simis,  foses  ni  tuéste- 
nes;  pero  sonaba  en  un  organillo  un  chotis 
castizo,  bajo  un  emparrao  de  la  Bombi^  te 
agarrabas  al  novio  y,  durante  quince  minu- 
tos, no  se  le  notaba  a  la  pareja  más  que  una 


83 


Leoncio 
Sinfo 


Leoncio 
Sinfo 


Mujer 
Sinfo 


Mujer 
Sinfo 


Mujer 
Sinfo 


Mujer 


ligera  ondulación,  too  ejecutao  encima  un 
ladrillo.  ¿Dónde  había  mejor  hiesten! 
De  muchos  chotisee  de  esos  ha  salió   un 
eervidor  echando  humo. 
¡Y  con  hollín!   ¡A  veri  Amos,  hombre.  ¡Si 
ahora  too  está  que  pringa  de  cursi!  Como 
alterar  los  nombras  de  las  cosas.  Este  local, 
toa  la  vida  s'ha  llamao  la  tasca  e  Melanio. 
Pues  ahora  l'han  puesto  el  Tah emulas- Pala- 
ce,  que  es  como  si  a  mí,  que  me  llamo  Sinfo, 
la  Tarara,  me  pusieran  de  pronto  Mi  mí,  la 
Tímida.  ¡Pa  tirarse  al  canalillo  de  risa! 
Bueno,  ¿quiés  tomar  un  coquetelf 
¡Amos,  quita  manús!  A  mí  que  me  den  una 
limpia  de  Monóvar,  pero  en  español.  A  mí 
no  me  se  sube  a  la  cabeza  náa  en  inglés. 
Que  no  está  usté  en  el  pogreso. 
Estoy  dos  calles  más  abajo;  miá  tú  ésta. 
¡Como  los  camareritos!  El  Caneco  y  el  Bo- 
titas.  ¡Miá  qué  monos!  Toa  la  vida  los  he  co- 
noció de  medidores,  en  mangas  de  camisa, 
con  el  paño  al  hombro.  ¡Pues  ahí  los  tiés  a 
los  hijos  de  mi  alma,  vestidos  de  esniokis! 
¡Amos;  es  que  fríe  la  sangre'  ¿No  es  pa  em- 
pezar a  bofetás  hasta  quitarles  los  mohsf 
¡Pero,  señora!...  ¿Miá  que  no  gustarle  a  esta 
mujer  que  la  sirvan  con  elegancia? 
Pero,  hija;  pa  tomar  una  torrija  y  un  quince, 
me  lo  dan  en  camiseta  y  me  sobra.  Como 
el  vestir  de  las  mocitas  de  ahora.  Miá  esas 
niñas  de  esa  mesa.  (La  de  la  derecha.)  Las  hijas 
de  Pepa,  la  Chana.  Su  madre  vendiendo  ra- 
banitos  y  ellas  peinas  a  lo  garsone.  Ya,  pa  lo 
que  las  falta,  que  se  dejen  el  bigote  y  pidan 
pa  Melilla. 

¿Tampoco  le  gusta  a  usté  el  vestir  d'ahora? 
¡Ni  por  soñación!  Si  toas  las  mujeres  paecen 
palitroques,  que  las  ves  y  dices:  «pos  como 
tengan  un  hijo,  lo  van  a  tener  que  criar  por 
teléfono». 

¡Pos  miá  que  antes,  en  sus  tiempos  de  usté, 
con  corsés  altos  y  polisones,  que  llevaban 
ustés  más  bultos  que  una  carretilla  de  es- 
tación! 


84  - 


Sinfo 


Leoncio 

Sinfo 
Leoncio 
Sinfo 
Leoncio 


Mujer 


Y  ahora,  ¿qué  lleváis?  Pos  una  faldita  corta 
y  estrecha,  que  os  subís  ai  tranvía  y  se  os 
vé  hat^ta  dónde  vais.  ¿Y  \h)T  dentro'''   Tal-- 
m  nte  desnudas.  La  (^ue  más,  fu  combina- 
cioncita  y,  la  m  ynría,  un  simple  culote. 
Mujer,  en   el  ve^tir  de  ahora,   cuala  más, 
cuaJa  menos,  toas  habéis  entrao. 
¡Yo,  no! 
¡Tú,  sí! 

¡Yo,  no!. .  ¿Uso  yo  culote? 
Mujer,  te  diré:  yo  lo  iznoro;  pero,  vamos.. 
Yo  lo  que  te  digo,  Sinfo,  es  que  pn  njí,  lo- 
que ha  estao  siempre  de  moda,  es  ser  ojua- 
pa.  Porque  pa  mí  las  mujeres,  como  el  dine- 
ro; a  mí  dame  cinco  duros  y  lo  mismo  me 
da  que  los  des  con  la  d'  recha,  que  con  la 
izquierda 

Pan;pÍr()lao;  y  ná  más.  (Llaman,  pagan  y  vanse  a 
la  calle.  Los  camareros  recogen  el  servicio  y  quitan  rpesa 
y  sillas,  que  colocan  al  lado  de  la  tarima,  en  el  fondo.) 


ESCENA  II 

1  I(;H0S,  menos  SINFO,  MUJER  1  a  y  LEONCIO.  Entran  de  la  calle:. 

TERESA,    FELISA,    PACO,    ANGELÍ    t  ,    LAUREANO,  SEFINÍ    y  el 

«MANOlil».  Van  a  ocupar  el  v'>lador  de  la  izquierda. 


Teresa 


Angelito 
Paco 
Ancelíto 
Paco 


Teresa 

Felisa 

Paco 

Laur. 

feresa 

Manoii 

Paco 


(Muy  agitada,  igual  que    Paco.  Tratan   de    calmarlos.) 

¡Ay.  Mol  ..  ¡Por  Dios,  no  decírmelo,  que  me 
pongo  muy  mala! 
►Sosiégate   mujer 

jEs  que  la  cosa  ya  sío  espanfosisma! 
¡P»  ro  cálmate    í^aco.  cálmate! 
I  ero  ..como  quié  usté  q  e  trie  calme,  si  des- 
pués de  un  disgusto  tan  lerrible,   m'ha  dao 
usté  como  un  veneno! 
¡Ay!...  |Yo  me  muero!  (se-tándose.) 
Darles  agua 

Ari  la,  mujer,  bebe.  (Les  dan  agua.) 

Oye:  no  tiembles,  que  salpicas,   a  Paco.) 

(Después  de  tebei. )  ¡Yo  no  sé  qué  me  pasa! 

Que  les  hagan  tila  a  los  dos. 

Ño,  que  yo  estoy  demasiao  nervioso. 


-  85  - 

Angelito       Entonces,  jamón  con  tomate,  que  eso  calma 
mucho. 

Teresa         Amos;  pero  si  no  lo  quiero  pensar.  ¡Si  sería 
tremendismo! 

Felisa  Pues  vete  haciendo  a  ello,  Tere,  porque  fí  es 

como  lo  cuenta  aquí,  don  Ángel,  ese  señor 
es  tu  padre,  que  no  te  quepa  duda. 

Teresa         ;  Virgen  santa!  ¡Ese  hombre  mi  padre,  con  lo 
que  ha  estao  a  punto  de  pasar! 

Sefiní  ¡Luego  dicen  que  si  el  cine  y  si  las  novelas! 

Paco  ¿Qué  más  novela  que  haber  estao  a  un  de  io 

de  perforar  a  mi  suegro,  iznorando  que  fue- 
se el  padre  de  la  madre  de  mi  hijo,  que  de 
poco  se  queda  sin  agüelo? 

Laur.  ¡Eso,  pa  la  novela  5¿e¿í  hombre! 

Teresa        ¿Y  ustés,  tienen  la  seguridá? 

Angelito  Como  que  fuimos  con  él  a  la  casilla  a  bus- 
carte el  día  que  os  habíais  escapao. 

Paco  Y  ¿dónde  han  dejao  ustés  a  ese  señor? 

Sefiní  Pues  en  la  calle,  dando  alaridos  desde  que 

se  ha  enterao  de  que  ésta  es  su  hija. 

Teresa        (Levantándose  rápida  )  Yo  me  voy  a  buscarle. 

Laur.  (Deteniéndola )  ¡No,  por  Dios! 

Angelito       (ídem  )  De  ninguna  manera. 

Teresa         Si,  que  quiero  verlo. 

Angelito  (obligándola  a  sentarse.)  No  seas  súpita,  que  lo 
mejor  es  dejar  que  se  calme. 

Sefiní  Tú  no  conoces  su  genio. 

Paco  ¿Tiene  un  pronto? 

Laur.  ¡Cómo  pronto!...  ¡Que  te  pega  una  bofetá  dos 

días  antes  de  ofenderlo;  miá  si  es  pronto! 

Manoli  Entonces,  de  no  disponer  de  un  tanque 
blindao,  yo  opino  que  lo  mejor  es  dejar  que 
pase  la  noche. 

Angelito  Muy  sensato.  Y  ahora,  calmarse  todos,  (vien- 
do que  los  músicos   ocupan  sus  puestos.)  qUC  VOy  a 

hacer  mi  número,  que  ya  es  hora. 

Paco  Eso;  y  de  que  usté  acabe,  trataremos  de  la 

mejor  forma  de  conllevar  el  asunto.  Y  mien- 
tras, tomas  tila. 

Angelito  (a  sefiní.)  Oye:  no  estaría  de  más  que  se  avi- 
sara al  de  la  puerta,  pa  que  si  viene  don 
Quintín,  no  le  dejen  pasar,  no  me  vaya  a 
deteriorar  el  tango. 


—  86  — 


Felisa 
Angelito 

IVIanoii 
Laur. 

Angelito 


Laur. 

Sefiní 
Laur. 


Jazz 


Angelito 


¿Y  será  posible  que  no  le  dejen  pasar? 
Sí,   mujer;  ¿no  ves  que  dice  en  la  puerta: 
Reservé  le  droit  d' admisión? 
Y  ¿qué  quiere  decir  eso? 
Que  no  tiene  droit  más  que  el  que  quiere  el 
amo 

Yo  lo  hago,  porque  estreno  letra  y  no  quie- 
ro cantar  sobresaltao;  que  yo,  cuando  me 
sobresalto,  no  matizo  y  el  maestro  quiere 

que  matice.  (Entra  por  la  izquierda,  a  quitarse 
gabán  y  sombrero.) 

Pues  como  venga  don  Quintín,  ya  verá  el 

maestro. 

Van  a  correr  hasta  las  cornucopias. 

Voy  a  avisar  que  no  le  dejen  zambullirse. 

(Va  a  la  puerta  de  la  calle,  da   la   orden  y  vuelve.   Se 

sientan  todos.) 

(viendo   salir  al  Angelito,   que  ocupa  el  centro   de   la 

escena.)  Tercer  número.  Tangos  argentinos 
por  el  natural  del  país  don  Ángel  de  Amor 
y  García.  Se  espera  de  la  cultura  del  público 
que  no  le  arrojen  residuos  de  consumación 
hasta  que  haya  acabao  el  número. 
Maestro:  «Mozo,  traime  un  veneno».  Tango 

triste.  (Dirigiéndose  al  sitio  desde  donde  se  pueda 
dar  en  el  teatro.)  FoCO.  (Lo  dan.) 


Música 


Chinito  soy; 
de  las  farras  la  alegría  yo  fui 

y  a  guapiar 
los  gaviones  aprendían  de  mí. 

Linda  no  má, 
una  china  me  llamó  la  atensión, 
y  la  pobre,  al  fin  mujer, 
no  se  supo  contener 
y  me  dio  su  corasón. 
Pero  hubo  un  taita  milonguero^ 
rey  del  bailongo  y  patotero, 
que  con  las  artes  de  traidor, 
le  pintó  su  falso  amor 
a  la  china  que  yo  quiero. 


Con  los  instintos  de  una  fiera 
la  ofrece  hacerla  milonguera, 
y  sin  notar  su  mala  fe, 
con  aquel  taita,  se  fué, 
al  maldito  cabaré. 


Yo  en  las  farras  fui 
el  comparito  que  más  triunfos  logró, 

y  hoy  no  queda  en  mí 
más  que  el  recuerdo  del  placer  que  murió. 

En  el  cabaré, 
tanguea  la  que  tanto  me  hiso   penar. 

Ya  no  la  veré, 
pues  la  consumación  no  quiero  pagar. 


Moso,  por  Dios; 
dame  un  tóxico  que  me  haga  olvidar; 

traime  un  vermú 
y  aseitunas  de  esas  sin  aliñar. 

Quiero  morir, 
y  la  china  ingrata  que  me  olvidó, 
su  desdén  ha  de  llorar, 
porque  no  podrá  olvidar 
que  a  su  chino  abandonó. 


Sé,  que  olvidando  ya  su  rango, 
con  frenesí  se  entrega  al  tango, 
y  bebe  menta  y  pipermín^ 
viendo  próximo  su  fin, 
porque  está  hundida  en  el  fango. 
Buscando  un  tóxico  inclemente, 
toma  magnesia  efervescente, 
porque  es  morir  su  solo  afán, 
y  morfina,  ya  sabrán: 
sin  reseta,  no  la  dan. 


Todos  (Concurrentes-) 

En  las  farras  fué, 
etc.,  etc. 


Hablado 


Todos 
Angelito 

Todos 
Angelito 


Uno 
Otro 

Üulntín 
Voz 

Quintín 
Angelito 


Laur. 
Sefiní 


(Apiaua«indo.)  ¡Bravo!...  ¡Bravo!... 

(Mientras  saluda  sonriente,    dirigiéndose  a  Laureano.) 

(¡Cuidaocon  la  puertal) 

¡Otro!  ..  ¡Otro!..  x  \  A  ' 

(Dirigiéndose  a  Sefiní.)  (¡Avísame  SÍ  aparece!) 

(Se  empieza  a  oír  en  la  puerta  de  la  calle  uu  rumor; 
luego  voces.  Se  agolpa  alguna  gente.  Crecen  las  voces.) 

¿Qué  pasa^ 

Un  señor  que  quiere  entrar  y  no  le  dejan. 

(^Crece  ti  escándalo.) 

(Dentro.    ¡Que  paSO!  ' 

¡Que  no!  íi  K      . 

¡Que  sí!  (Barullo.)  y  ^    ÍT"^       I  ^'^^' ) 

¡Mi  madre;  tu  padrel      ^ 

(Suenan  dos  tiros;  la  gente,    aterrada,   huj-e   en   todas 
direcciones;  algunos  saltan  por  las  ventanas  a  la  calle; 
se  arma  un  cisco  horrible  en  el  Dancing  ) 
¡Ya  está   ahí   ese  tigre!  (Se  esconde  bajo  la  mesa 
de  la  derecha.) 

¡Sálvese  el  que  pueda,  que  viene  haciendo 

fuego.  (Se  esconde  tras  el  bombo  del  Jazz-Band.  An- 
gelito, huye  por  la  primeía  derecha.  Todos  desapare- 
cen; en  el  café  no  queda  nadie.  Sólo  se  conservan  en 
pie,  aunque  emocionados,  Teresa  y  Paco,  ante  don 
Quintín,  que  entra  violentamente.) 


ESCENA  FINAL 


DiCstiOS  y  DON  QUINTÍN.  Al  final,  EMERENCIANA 

Quintín  ¡Teresa!...  ¡Hija  mía!  Porque  tú  te  llamas 
Teresa,  ¿verdad? 

Teresa        Teresa  me  llamo. 

Quintín  ¡No;  no  tengas  miedo!...  ¡No  me  huyas  tú, 
por  Dios!... 

Teresa        Ya  ve  usté  que  no  le  huyo. 

Quintín  He  tenido  que  promover  este  último  escán- 
dalo, para  llegar  hasta  ti.  Ha  sido  como  un 
castigo  de  mi  vida.  ¡Hasta  para  llegar  a  lo 


89 


Paco 

Quintín 

Teresa 

Paco 
Quintín 

Teresa 
Quintín 


Paco 


Teresa 


Quintín 
Teresa 


Quintín 

Paco 
Angelito 


Sefiní 

Laur. 
Teresa 


único  que  quiero,  he  tenido  que  llegar  atre- 
pellándolo todol 

Ui-té  se  lo  ha  buscao;  que  too  el  mundo  hu- 
ye de  lo  que  teme. 

¡Tarde  lo  he  visto!  Y  ahora,  decidme:  ¿tú  te 
criaste  en  una  casilla  de  peones  camineros? 
Allí  me  he  críao,  pasando  por  hija  del  señor 
Nicasio. 

De  allí  la  saqué  yo. 

Sí,  sí;  eres  tú.  |\li  hija!...  ¡mi  hija  de  mi 
alma!  Perdóname, hija  mía;  dame  un  abrazo. 
(Deteniéndole.)  Antes,  Contésteme  usté  a  una 
pregunta.  ¿Por  qué  abandonó  usté  a  mi  ma- 
dre? 

(Abrumado;    vacilante.)    Por...    No    sé  por    qué... 

(con  nohíe  resolución  )  Es  decir,  si  lo  sé;  porque 
no  creí  <-n  su  amor;  porque  dudé  de  su  leal- 
tad. Como  yo  nunca  supe  amar,  nunca  creí 
en  el  amor  de  nadie.  La  amargira  de  mi 
vida,  ha  sido  no  creer  más  que  en  la  traición 
de  todos;  en  la  maldad  de  todos. 
Ahora  comprendo  que  le  llamen  a  usté  el 
«Amargao»,  porque  a  mí  me  parece  que  hay 
que  ser  al  revés;  hay  que  creer  que  todos  le 
quieren  y  alguna  vez  se  acierta,  como  pongo 
por  caso. 

¡Pobre  madre!  En  fin,  quiérame  usté  a  mí 
too  lo  que  no  la  quiso  a  ella,  y  así  la  pagará 
usté  algo  de  lo  que  la  dejó  a  deber. 

Y  por  lo  que  se  refiere  a  tu  abandono... 
Conmigo  no  tiene  usté  que  disculparse;  ven- 
ga usté  a  mis  brazos  y  nada  más.  (Le  tiende 

los  brazos  llorando.) 

(Llorando   también.)    ¡Hija   de   mi   alma!    (se 

abrazan.) 

(Limpiándose  las  lágrimas.)  ¡L^  panOCha! 

(Asoma  por  encima  del  mostrador  del  ambigú.)  ¡EsO 

es  una  mujer  y  no  la  porquería  que  tiene 
uno  en  casa! 

(Asomando  desde  su  escondite.)  ¡Y  haberse  perdi- 
do un  cariño  así! 
(Desde  debajo  de  la  mesa.)  ¡So  primachel 

Y  ahora,  abrace  usté  a  este  hombre,  que  es 
lo  que  más  quiero,  (por  Paco.) 


90 


Quintín 
Paco 


Teresa 
Quintín 


Laur. 


Sefíni 

Laur. 
Angelito 

Quintín 


Angelito 

Quintín 

Angelito 


Quintín 
Angelito 


Quintín 
Teresa 
Angelito 


¿No  me  guardas  rencor? 

¡Yo  qué  le  voy  a  usté  a  guardarl  He  nació- 

en   Madrí,    hombre.    (Se  abrazan   estrechamente.) 

Por  la  parte  de  fuera  el  chaleco,  pué  que  no 

encuentre  usté  náa;  pero  por  dentro,  ¡oro 

purol 

¿Y  se  enmendará  usté  pa  siempre? 

Fa  que  veas  si  me  he  convertido;  si  quiero 

ser  humilde.  (Llamándole.)  Señor  Laureano:  a 

usté  que  le  dejé  medio  cojo,  hágame  usté  lo 

que  quiera. 

(Avanzando  poco  a  poco,  envalentonado.)  Hombre, 

si.  Nunca  he  sido  rencoroso,  pero  en  esta 
ocasión,  como  usté  me  lesionó  1^  pata  iz- 
quierda, ojo  por  ojo  y  diente...  digo:  pata 

por  pata.  Le  voy  a...  (Levanta  el  pie  para  sacu- 
dirle,  pero   se  arrepiente.)   Me   falta   valor.    ¡Que 

soy  madrileño  yo  también;  ná  más.  (Leabraza.) 

(Que  se  ha  ido  aproximando.)  La  SUCrte  eS  que  ha 

dao  usté  con  tres  nacíos  en  la  Cabecera  el 

Rastro. 

Si  llego  a  nacer  en  Guadalajara,  se  va  usté 

a  casa  con  una  espuerta  e  chichones. 

(Por  la  primera  derecha.)   ¡Pero,  qué  SUerte,   don 

Quintinl  Usté  toa  la  vida  haciendo  mal  y 
ahora  tóos  a  perdonarle. 
Es  que  ahora  creo  que  mi  castigo  ha  sido 
mi  propia  vida,  Angelito.  ¿Quieres  mád  cas- 
tigo que  haber  vivido  privado  del  amor  de 
mi  hija? 
No  es  bastante. 
¿Que  no? 

A  usté  hay  que  hacerle  lo  que  hizo  este  jo- 
ven con  la  aceituna;  una  humillación  así. 
¡Y  se  la  voy  a  hacer  yo! 
Y"a  te  guardarás  muy  bien. 
¿Que  me  guardaré?  Espere  usté  un  momen- 

v^,  to.  (Va  a  la  puerta  de  la  derecha  y  sale  con  el  niño 
,V*ji0e  Teresa  en  brazos,  seguido  de  Emerenciana.)  ¡Có- 
lmase usté  eso!  ¡Cómaselo...  a  besos! 

¿Tu  hijo? 

Mi  hijo. 

O  se  lo  come  usté  o  me  lo  como  yo,  porque 

es  más  rico... 


91 


Quintín 

Paco 

Angelito 

Quintín 

Teresa 

Quintín 

Teresa 

Quintín 

Paco 
Angelito 


Laur. 
Teresa 


Tráelo,  Angelito,  (lo  coje.)  ¡Qué  preciosol... 

¡qué  ángel! 

Mi  retrato. 

Por  la  espalda;  de  frente,  es  su  madre. 

¡CóuGio  le  voy  a  querer! 

¡Ya  somos  tres  a  ello! 

(separando   el   niño  y  mirándose   el   pantalón.)    ¡Ay! 

¿Qué  es? 

(Dándole  el  niño  a  Angelito  y  sacudiéndose  con  el  pa- 
ñuelo.) Nada,  nada. 
¡Pues  sí  que  respetas  al  agüelo! 
¡No  somos  nadie,  don  Quintín!,  ya  lo  vé 
usté.  Toa  la  vida  presumiendo  de  valientes 
y  al  final,  viene  un  rorro  y  se  desagua  en 
nosotros. 
La  vida  es  náa. 

Diga  usté  que  no,  padre.  La  vida,  es  mucho; 
porque  la  vida  es  dolor  y  sacrificio,  pero  tie- 
ne un  premio:  la  alegría  de  querer  y  la  de 

perdonar.  (Abraza  a  su  padre  y  a  su  marido.  Cua 
dro.  Música  en  la  orquesta.  Telón.) 


FIN   DEL   saínete 


Obras  de  Carlos  Arniches 


Caea  ed'tonal. 

]  a  ver  \a(\  dt-snuda. 

Lvp  maníagi. 

Orfogrrafía. 

El  fuego  de  Saa  Telmo. 

Panorama  racional. 

Socied  d  -Cereta. 

Lh8  guardií  as. 

Galdida  o  ifidepend'ente. 

La  1  yen  la  del  monje. 

taiíierón. 

Nuestra  Sen  ra. 

Víctor  a. 

Los  ^pareíidop. 

Lns  s  (*u-~tradore8. 

Las  campanadas. 

Vía  lihre 

L'  8  descamisados. 

El  brazo  de»  echo. 

El  recl  mo. 

Los  Mo"*ten8e8. 

1  08  Puátv^nOH. 

El  pie  izquierjo. 

Las  i^mapulas. 

Tabo<liilo. 

E  cabo  primero. 

El  oiro  muD  'o. 

^  I  pnn^ipe  heredero. 

El  cochí^  co  reo. 

Las  malas  lengua^ 

Lh  band    de  troLupetas, 

Los  han  i<108. 

Los  C'»n  j  s. 

Los  CHmar  nea. 

L<  g  a  dia  an.arilla. 

El  -anto  dt-  la  Isi  Ira. 

Jl  a  fineta  de    an  Anión. 

I  stantaneaH. 

El  último  thalo. 


La  Cara  de  Dios. 

El  escalo. 

María  de  i08  Angeles. 

San  ías  y  mel)ne8. 

El  tío  d"  Alcalá. 

Doloret  8. 

Los  nifi"S  llorones. 

La  muerte  de  Agripina. 

La  'lyiea. 

Gazpacho  andaluz. 

San  Juan  de  '  uz. 

El  puñao  de  rosas. 

Los  grunuja-". 

La  ca'ción  del  náufrago. 

El  terrib  e  Pérez. 

Colorín  colora  »... 

Los  ••hicütí  de  la  escuela. 

Los  picaros  «-elos. 

El  pobre  Valbuena. 

Las  entre  las. 

Los  guapos 

El  perro  chico.  ^ 

La  reja  de  la  Dolores. 

El  iluso  «'añizares. 

El  mal  uto   iinero. 

H  pollo  Tejada. 

La  pena  n-  g  a. 

El  distinguido  Sportman. 

La  noche  de  Reyes. 

La  edad  de  h  erro. 

La  gente  seria. 

La  suerte  loca. 

Alma  de  Dios. 

La  carne  flaca. 

El  hurón. 

Felipe  segundo. 

La  alegría  "el  b<ita1lón.. 

El  método  Górritz. 

Mi  papá . 


La  primera  conquista. 

El  amo  de  la  calle. 

Genio  y  figura. 

El  trust  de  los  Tenorios. 

Gente  menuda. 

El  género  alegre. 

El  príncipe  Casto. 

El  fresco  de  Goya. 

El  cuarteto  Po  as. 

La  pobre  niña. 

El  premio  Nobel. 

La  gentuza. 

La  corte  de  Risalia. 

El  amigo  Melquíades. 

La  sombra  del  molino. 

La  sobrina  del  cura. 

Las  aventuras  de  Max  y  Mino. 

El  chico  de  las  Peñuelas. 

La  casa  de  Quirós. 

La  estrella  de  Olympia. 

Café  solo. 

Serafín  el  Pinturero. 

La  seüorita  de  T'évelez. 

La  venganza  de  la  Petra. 

¡Que  viene  mi  maridol 


El  agua  del  Manzanares. 

Las  lágrimas  de  la  Trini. 

Las  grandes  fortunas. 

La  mujer  artificial. 

El  conde  de  Lavapiés. 

La  maña  de  la  mañica. 

La  flor  del  barrio. 

Los  caciques. 

No  te  ofendas,  Beatriz... 

La  chica  del  gato. 

La  heroica  villa. 

Mariquita  la  Pispajo   o  No 

hay  bien  como  la  alegría. 
Es  mi  hombre. 
La  hora  mala. 
La  í  ragedia  de  Marichu, 
La  locura  de  don  Juan. 
La  dichosa  honradez. 
Los  milagros  del  jornal. 
El  camino  de  todos. 
Angela  María. 
La  risa  de  Juana. 
Don  Quintín  el  Amargao  o 

El  que  siembra  vientos... 


Obras  de  Antonio  Estremera 


Libros  usados. 

El  hijo  de  doña  Urraca. 

El  hombre  pañuelo. 

El  bwjo  cantante. 

La  reina  dei  tango. 

El  hogar  alegre. 

El  reloj  de  arena. 

El  gran  duque  Simple  IV. 

Juego  de  amor. 

El  padre  Cirilo. 

La  Fepita  de  Oro. 

Las  cuar^^nta  horas. 

Pan  de  Viena. 

El  statu  quo. 

El  gran  demócrata.  . 

El  chic  parisién. 

El  alma  dei  león. 

Cuento  siüfónico. 

El  día  y  la  noche. 


El  templo  de  Cupido. 
Las  mujeres  de  teatro. 
La  reina  alegre. 
Las  medias  caladas. 
Agua  de  Borrajas. 
La  mujer  eofiada. 
El  despertar  del  león. 
El  ogro. 

El  rey  del  fado. 
Secretaría  particular. 
El  rey  de  la  selva. 
Los  brazos  caídos. 
Un  pedazo  de  pan. 
Los  iiU"*tres  doctores. 
La  dichosa  honradez. 
El  camino  de  todos. 
La  bola. 

Don  Quintín  el  Amargao  o 
El  que  siembra  vientos.. 


Sucesor  de  R.   Velasco.— Telnf,   J 
Marqués  de  Santa  Ana,  11  au