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LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA
CARLOS OCTAVIO BUNGE
Nació en Buenos Aires, en 1875. Estudió en la Universidad de su
ciudad natal, .srraduándose en Derecho en 18!>7, con una tesis sobre "Ei
Federalismo Argentino". Al poco tiempo se dedicó a la enseñanza
y a la niagistratura, alcanzando en ambas muy honrosos cargos.
Sin vocación política nunca perteneció a partido alguno, aunque
sus simpatías acompañaron siempre a los más progresistas y avanzados.
Con tesón infatigable llegó a adquirir una cultura enciclopédica y pro-
funda, acaso igualada, ijero ciertamente no excedida por ningún otro
sudamericano de su generación. Su mucha facilidad de mano se reveló
en la demasiada fecundidad primeriza ; algunos de sus libros aparecieron
como imperfectos bosquejos. Así los juzgó él mismo, y con admirable
voluntad los corrigió y aun reescribió hasta convertirlos en obras de alto
mérito. Esa fué, seguramente, su característica como escritor: la ejem-
plar constancia en el perfeccionamiento.
Como profesor de las Universidades de Buenos Aires y La Plata,
conquistó rango de maestro, imprimiendo orientaciones personales al es-
tudio del Derecho y de la Ciencia de la Educación; transfundió a dos
ürneraciones su espíritu científico y liberal, venciendo obstinadas rutintis
Además de enseñar desde la cátedra, enseñó con el libro; en variados
géneros literarios dispersó una labor extraordinaria, brillando como pen-
sador profundo en los estudios jurídicosociales.
Después de su tesis "El Federalismo Argentino" (1897), publicó
"La Educación" (1901), "Nuestra América" (1903), "La Novela de la
Sangre" (1903), "Principios de psicología individual y social" (1903),
"Xarcas silenciario" (novela, 1903), "El Derecho" (1905). "Thespis"
(cuentos, 1907), "Los colegas" (drama, 1908), "Viaje a través de la
estirpe" (narraciones, 1909), "Casos de Derecho Penal" (1911), "His-
toria del Derecho Argentino" (2 vol. 1912 y 1913) y otros escritos me-
nores.
Las más de sus obras fueron ampliadas y pulidas en ediciones su-
cesivas ; en los últimos años, previendo su muerte, trabajó con tena-
cidad en preparar una edición completa de sus obras, perfeccionando
prolijamente los textos definitivos.
Con escritos parcialmente publicados compiló sus "Estudios filosóficos"',
"Estudios Pedagógicos" y "Estudio biográficocrítico sobre Sarmiento ".
Dejó tres dramas inéditos, "La primera batalla", "El roble" y "El fra-
casado"; una novela, "Los envenenados"; tres series de narraciones:
"El capitán Pérez", "La Sirena" y "El sabio y la horca" ; un volumen
de "Versos" y fragmentos de "Memorias autobiográficas".
Falleció en Buenos Aires el 22 de mayo de 1918. Una completa
"noticia bibliográfica" de sus escritos se publicó en la "Revista de Filo-
sofía", julio de 1918; un detenido examen de su personalidad y de su
obra se encuentra en el número extraordinario que le dedicó la revista
"nosotros", julio de 1918.
LA CULTURA ARGENTINA'
CARLOS OCTAVIO BUNGE
LA EDUCACIÓN
(Tratado general de Pedagogía)
LIBRO II
La Educación
Contemporánea
(6.* edición — Texto definitivo)
ADMINISTRACIÓN GENERAL:
VACCARO, Avenida de Mayo G38 — Buenos Aires
1920
V
LIBRO II
LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA
CAPITULO I
LA EDUCACIÓN DEL CARÁCTER
§ 1. Definición del carácter. — § 2. La educación del carácter. —
§ '¿. El sugerimiento de ideales. — § 4. El sugerimiento de
ideales en la enseñanza del idioma patrio. — § 5. La formación
de hábitos. — § 6. Las cuatro virtudes cardinales que conviene
inculcar desde la infancia. — § 7. La educación sexual.
DEFINICIÓN DEI, CARÁCTER
Pocas palabras se usan, en los idiomas modernos, de
más diversa manera que la palabra "carácter". En castella-
no, en italiano, en francés, en inglés, en alemán, se dice, más
o menos : "Juan tiene carácter ; Santiago es de buen o de mal
carácter; el carácter se forma por la herencia y la educación:
los pueblos poseen cada cual un carácter indeleble; hay que
formar en el niño el carácter del hombre ; cambiar de carác-
ter..." También se dice: "traje de carácter", por "traje de
estilo"; "guarda carácter", por "guarda estilo"; "actriz ca-
racterística", a la que desempeña ciertos papeles cómicos ;
"caracteres alfabéticos, tipográficos, aritméticos, algebraicos,
jeroglíficos, griegos, latinos, arábigos"... En teología, la pa-
labra "carácter" significa "una marca espiritual imborrable
que Dios imprime en el alma de un cristiano por alguno de
los sacramentos" ... El psicólogo busca empíricamente un pa-
rentesco entre todas esas acepciones, y lo halla en lo si-
guiente: lo que especialisa o singularisa . . . Pero, ¿es esto to-
do? Veamos. Tal vez nos ilumine un poco el investigar la his-'
toria psicofilológica de la palabra "carácter" . . .
10 C. o. BUNGE
Del verbo griego yapaooeiv {charassein, grabar) se forma
el substantivo ;ífapa/íT>;p (charakter, grabado, estampa). De
ahí la palabra latina character (señal, figura, marca,' forma,
estilo). Y del latín han adoptado los idiom'as modernos la
palabra carácter, carattere, caractére, character, charakter...,
y sus derivados.
Creo que el primer autor que popularizó una acepción
metafórica del término ya^axTi]^ {charakter, grabado, estam-
pa) fué Teofrasto, filósofo griego, discípulo y sucesor de
Aristóteles, en un bello libro titulado Caracteres morales. La
metáfora se empleó en el sentido de estampas de ios defec-
tos morales que diversificaban a los griegos. Dalo a entender
así el propio autor en el proemio, no sin admirarse de que,
"hallándose Grecia situada bajo un mismo clima o cielo, y
criándose todos los griegos bajo una misma educación, re-
sulte que sean entre nosotros diversas las costumbres, y es-
pecialmente los defectos".
'Ahora bien; bajo el epígrafe común de "caracteres mo-
rales", Teofrasto presenta una serie de descripciones o "es-
tampas" literarias, admirablemente grabadas, de defectos o
vicios, como la falsedad, la adulación, la locuacidad, la rusti-
cidad, la indolencia, la charlatanería, la vanidad, la jactancia,
la maledicencia, etc. Fueron todos esos defectos rasgos mo-
rales diferenciales de los griegos entre sí. Y la expresión "ca-
racteres" con que Teofrasto los presenta — como si dijera
grabados, bajorrelieves, bocetos, esbozos, camafeos, medallo-
nes — , parece que pasa al lenguaje común con ese significado
metafórico de rasgos morales. Asi, en el castellano antiguo
muchas veces se decía "estampa" por "carácter".
La Bruyére traduce a Teofrasto en el siglo xviii^ y es-
cribe él mismo un tratado que llama Caracteres y costumbre.s
de mi siglo, en el cual presenta, a su vez, una serie de defec-
tos típicos de hombres y cosas modernas. Ya tenía muy olvi-
dado el pueblo francés el origen griego y aun la acepción
latina de la plabra character, y acabó por dar a la palabra ca-
ractére una significación, no ya metafórica, sino directa, muy
. LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 11
semejante a la de Teofrasto y La Bruyére, siempre con rela-
ción a los defectos morales que diferencian a. los hombres.
A los anglosajones, insignes moralistas prácticos, tocó-
les idealizar la palabra character. Sir Tomás Oberbury es-
cribió, en 1614, un tratado sobre los Caracteres, en el que
da a esta dicción un significado que yo traduciría más o
menos por la siguiente perífrasis : virtudes que se manifies-
tan por un esfuerzo activo de la voluntad. En( el siglo xviit
fué, pues, ya adoptada en inglés, en tal acepción, la palabra
character. Luego ha llegado hasta significar, por las con-
secuencias que esas cualidades producen en la sociedad, rc-
puíación. ¡He ahí una elocuente lección de moral práctica!
En las Miscelmieas, de Carlyle, hay un estudio extra-
ordinario titulado Characteristics. Paréceme que el título
se emplea en la elevada acepción, un tanto caprichosa, ver-
daderamente carlyliana, de algunos rasgos comunes a todos
los hombres, pueblos e instituciones, y, sin embargo, poco evi-
denciados por la filosofía. Se trata de una de las páginas más
originales, más profundas, más enigmáticas — en una pala-
bra, más característica — de Carlyle. ¿ Por qué la habrá llama-
do Characteristics f . . . Me inclino a creer que una traducción
literal de ese título sería: "Características de hombres y
cosas" .
Un vulgarizador moderno, superficial y ameno, Smiles,
ha publicado cuatro libros populares, compuesto cada uno
de deshilvanadas series de anécdotas morales, extractadas de
biografías de hombres notables. Se titulan La Ayuda propia,
Bl Carácter, El Ahorro y Bl Deber, y, en conjunto, nada me-
nos que Bl Evangelio social. Aunque Smiles no define la
palabra, pues está bien lejos de ser un psicólogo como Teo-
frasto o La Bruyére, y ni siquiera es un moralista como Ober-
bury, paréceme que comprende en ella una amalgama de estas
ideas : índole, voluntad, tesón, esfuerzo y elevación de alma.
Esto es lo que en todos los idiomas se entiende hoy por ca-i
rácter. Tal ha sido la evolución psicofilológica, a través de
más de dos mil años, de la genial metáfora de Teofrasto.
Analícense las formas modernas más usuales de la
expresión carácter. En todas ellas se notan estas dos ideas
12 C. o. BTJNGE
/
capjtales: i." índole, tipo, naturaleza, idiosincrasia; 2.* vo-
l«ntad, tesón, decisión, fuerza moral para hacer lo bueno
y evitar lo malo. Entonces, combinando ambas ideas, re-
sulta que se llama carácter: en general, la índole moral de las
personas; en especial, la voluntaria aplicación práctica de
esa índole, para el bien y contra el mal.
Infinidad de frases sobre el carácter se han popularizado
en todas las literaturas ^. En ellas se opina unas veces que el
carácter es invariable, otras que es producto de la educación,
otras que fracasa en las grandes crisis, o bien que en las cri-
sis se oculta, y aun que es en los pequeños detalles de la vida
donde mejor se descubre, ct sic de cceteris. Puede decirse, sin
exageración, que ninguna palabra dio jamás tanto margen a
afirmaciones tan varias y contradictorias... Es que, induda-
blemente, el vocablo se usa en las dos apuntadas acepciones :
en la ética, de voluntad moral, y en la psicológica, de tempe-
ramento y naturaleza. . . Yo hallo en esta dualidad de la pa-
1. IjAROUSse cita, entre otras, las siguientes frases célebres: "Con-
servad a cada uno su propio carácter". (Boileau). "Fuera del carácter
propio, no se hace nada de bueno". (Voltaire). "Yo no os diría cambiad
de carácter, porque sé demasiado que el carácter no se cambia". (Tho-
nias). "Ni la buena educación hace los buenos caracteres, ni la mala los
tiestruye", (Fonten). "Los buenos caracteres, se dice, son como las
buenas obras : cuanto menos sé aprecian al principio, más gustan a )a
larga". "Se puede juzgar del carácter de los hombres por sus empresas*',
"No es nuestra condición, sino nuestro carácter, lo que nos hace felices".
(Voltaire). "Es en las pequeneces donde el carácter se descubre". (Rous-
seau). "El verdadero carácter se manifiesta siempre en las grandes cir-
cunstanciaa". (Napoleón i). "La mayor parte de los caracteres naufra-
gan antes de llegar al fin de la vida". (Mad. de Stael). "Las pasiones
deterioran las más bellas Instituciones y los más bellos caracteres".
(Chateaubriand). "Los hábitos determinan un poca el carácter". (R!-
gault). "El carácter es la combinación más o menos variable de las pa-
siones en potencia en cada uno de nosotros". (C. Renouvier). "La edu-
cación sin objeto fijo engendra los caracteres sin fuerza". (Legouvé).
■ Cuando se dice que una persona tiene carácter, set quiere hacer, gene-
ralmente, el elogio de su voluntad". (TherrjO. "El primer cónsul parecía
liudar de que la Constitución inglesa pudiera convenir al carácter fran-
cés, tan pronto y tan vivo". (Thiers). "Se puede considerar el carácter
de un pueblo como el resultado de todas: sus sensaciones precedentes'.
(Taine). "Todos los hombres poseen un carácter, pero pocos tienen ca-
rácter". (Beauchéne). "Es propio» de un gran carácter no calcular las
rtiílcultades, sino para vencerlas". (La Rochefoucault), "Todo se puede
adquirir en la^ soledad, menos el carácter". (Bayle). "Es el mayor de
los males no tener carácter". (Laya). "El carácter fundamental de la
asociación es la solidaridad". (Proudhon). Véase P. Larousse, Dicíton-
naire encyclopcditjuej palabra cJiaracter.
LA ED ce ACIÓN CONTEMPORÁNEA 13
labra carácter una honda observación psicológicii, producto
de la experiencia popular, observación que podría expresar en
este postulado : el dinamismo de la volición depende de sh
conformidad con la idiosincrasia del sujeto. En otros tér-
r.iinos, la energía de la voluntad (carácter ético), aplicada a
una acción determinada, depende de que la naturaleza de es-
ta acción concuerde con nuestra propia naturaleza (carác-
ter psicológico) . Por eso dice Mad. de Stael que "no es po-
sible hacer nada grande sino dentro de nuestro carácter", y
Carlyle proclama la sinceridad, o sea la identificación de l;i
voluntad con el carácter personal, de la acción con el tem-
peramento y el natural del agente, como la condición más
típica del grande hombre, del verdadero héroe. EU heroísmo
implica, pues, una perfecta concordancia entre la manera de
ser y los actos. Nunca llegará a ejercer una actuación sobre-
saliente quien proceda en sus actos contra sus convicciones y
carácter. Un carácter sólo contemplativo no será eficaz más
que en la especulación ; un carácter luchador no sirve para el
pacífico trabajo del gabinete y del laboratorio. Perfeccionar el
carácter equivale, pues, a dirigir la acción personal con uu
criterio ético, en una línea de conducta adecuada y propia a
la idiosincrasia del sujeto. Cada uno debe encontrar su línea
de conducta, y, una vez encontrada, seguirla hasta donde pue-
da. En su último extremo está el éxito.
Punto menos que imposible es definir científicamente el
carácter: debemos, por tanto, contentarnos con descripciones
empíricas, relativas a sus factores y elementos científicos. En
general, llámase carácter, desde un punto de vista psicológicü,
al conjunto de tendencias y modalidades que determinan la
manera de ser del individuo en las manifestaciones de su con-
ducta. Este conjunto se compone de factores hereditarios y
adquiridos, de elementos fisiológicos y psicológicos; de ahí
que el fenómeno del carácter pueda estudiarse bajo distintas
fases. En la preferentemente fisiológica, o sea considerado co-
mo constitución física del organismo, se le apellida más bie:T
temperamento. Considerado antes en sus elementos heredita-
rios o innatos que en lo individualmente adquirido, suele de-
nominárselo natural. La palabra carácter se refiere, más sinu
14 C. o. BUNQE
plemente, al aspecto psíquico del temperamento y a las cualida-
des adquiridas desarrollando el natural heredado. Pero no de-
bemos olvidar que natural, temperamento y carácter son me-
ras formas analíticas de un solo fenómeno sintético : la indi-
vidualidad humana.
El carácter será algo como la forma más elevada y cons-
ciente del natural y del temperamento, y, por consiguiente, el
estado más propio para recibir la aplicación educativa de la
cultura humana. Al distinguir el natural, el temperamento y
el carácter, no debemos, pues, olvidar que sólo son fases par-
ciales de un fenómeno único y complejo: la individualidad
humana en su acción sobre el ambiente. Puede considerarse
al carácter la resultante psíquica de la individualidad. Por
esto, en la pedagogía contemporánea, se reputa su educación
como primer fin de la enseñanza.
LA EDUCACIÓN Dfíl, CARÁCTER
El pensamiento predominante en las teorías educativas
y en las más adelantadas prácticas pedagógicas del siglo xx
es en términos generales, la supremacía de la educación pro-
piamente dicha sobre la instrucción. La educación así enten-
dida implica, no determinados conocimientos, sino una orien-
tación ética y capacidad intelectual. La orientación ética se
circunscribe frecuentemente, y no sin relacionarla con la ca-
pacidad intelectual, al problema de la educación del carácter.
Puede, pues, principiarse por un estudio de la "educación del
carácter" la exposición analítica, crítica y sintética de las ideas
y prácticas de la educación contemporánea.
Es de advertir que, siguiendo una proposición de Stuari
Mili ^, algunos autores estudian una ciencia del carácter, o de
la "formación del carácter", especialmente desde el punto de
1. Systéme de Logique inductive et deductive, trad. fran., Parrs, 1896,
t. iij pag. 446.
LA EDUCACIÓN CONTEMPOBÁXEA IB
vista nacional y colectivo, y la llaman otología. La etología,
dentro de la corriente de nuestras ideas contemporáneas, se-
ría la mejor base de toda educación individual y social. Tal
es al menos el concepto del gran lógico inglés.
Cada hombre y cada pueblo poseen un carácter, que es
algo como el modus opcrandi de su espíritu. Pero hay carac-
teres fuertes y caracteres débiles, caracteres buenos y ca-
racteres malos. El único medio de perfeccionarlos, vale decii,
de mejorar las condiciones de herencia y de medio ambiente,
es la educación. Educando el carácter, se prepara lo futuro.
En suma, el carácter es el quid enigmático del libre
albedrío, así como el libre albedrío es el quid enigmático del
hombre. Ataquemos a la esfinge en el corazón de la esfin-
ge. ¡Eduquemos el carácter!
Para esto, la instrucción es de secundaria importancia,
porque el carácter depende más de lo que se siente que de
lo que se sabe. Como que arraiga en la inconsciencia y en los
movimientos reflejos...
Educando el carácter individual, se educa el social ; edu-
cando el social se educa el individual. Pero conviene, cuan-
do se educa el carácter de un niño, estudiar: i.° el carácter
del niño en relación consigo mismo; 2.° el carácter del ni-
ño en relación con su pueblo. Débense corregir los defectos
sociales. Por esto, aunque la educación del carácter individual
y la del carácter social sean una misma cosa, para mayor cla-
ridad expositiva es menester separarlos. Al estudiar la edu-
cación del carácter individual pueden concretarse, en abstrac-
to, los ideales que deben sugerirse y los; hábitos que se han
de inculcar en todos los hombres ; al estudiar la educación
del carácter social, deben señalarse los principales defectos
de raza y de medio que conviene combatir.
El carácter varía con las edades y las vicisitudes de la
vida. Es evidente que la edad transforma a lo menos las
apariencias del carácter. Con todo, fácil es observar que mu-
chas personas de carácter juvenil lo conservan hasta la se-
nectud, y que hay niños que poseen espíritu de ancianos. Se
dice que las grandes crisis de dolor, las largas enfermedades,
así como la excesiva prosperidad, cambian el carácter de
IC e. 1. i:r.\GE
los hombres. Pero el carácter es algo más que la irascibili-
dad, la condescendencia, el humor. Generalmente, un cam-
bio de carácter no supone, en realidad, más que la presenta-
ción de ima fase antes oculta de éste: el desdoblamiento de
un otro yo, que dormitaba en la inacción. Hay una base en
el carácter de cada hombre que es como la quintaesencia de
su espíritu, y que perdura hasta su muerte. Sólo ciertas dO'
lencias muy graves pueden falsearla. En el carácter se halla,
por lo tanto, un punto de partida inmutable ("genio y figu-
ra"), de donde surge una elipse que la vida puede cerrar o
ensanchar. Y es evidente que conviene afirmar los rasgos
más nobles del carácter, y que, en la infancia, la educación
hasta cierto punto puede hacerlo. Paréceme evidente asimis-
mo que, una vez formado el carácter, el individuo resulta
más apto para aprovechar los favores de la fortuna y más
fuerte para resistir los embates de la adversidad.
También los pueblos varian de carácter como los hom-
bres, a través de las edades y las circunstancias. Pero el fon-
do queda siempre el mismo ; los galos de Tito Livio son los
franceses de Taine. ¡Y hay que cultivar ese fondo! Porque
"ningún pueblo será grande, como dice Staél, si no cultiva
¿u propio carácter". Al manzano no se le pueden pedir li-
rios; hay que cultivarlo como manzano, para que dé sus sa-
brosos frutos.
Definido ya el carácter en el anterior parágrafo y pre-
conizada en éste su importancia pedagógica, paso a definir
también su educación. Recordaré que el uso vulgar envuel-
ve una determinada dualidad en la concepción del "carác-
ter". De esta dualidad podríamos fácilmente inducir que la
educación del carácter implica, en general, el desarrollo del
poder de la volutnad y del esfuerzo; en especial, la aplica-
ción útil y moral de este esfuerzo. Lo primero corresponde
al concepto psicológico del carácter; lo segundo, al concepto
ético.
De acuerdo con lo expuesto en el parágrafo anterior, es
posible dar también una definición más técnica de la educa-
ción del carácter. Consistiría ésta: i' en formar la virtud
de la voluntad : 2* en descubrir la mejor vocación del edu-
LA BOrCACIÓX COXTEilPOEÁííEA 17
cíiiiáo ; 3° en determinar su voluntad hacia el cumplimiento
máximo de esta vocación.
Pero, ¿cómo formar la virtud de la voluntad? ¿Cómo
determinar la voluntad' en el sentido de la vocación mejor,
de la más íntima y sincera? Para ello, para la educación
del carácter, veo sólo dos medios eficaces: sugerir ideales e
inculcar hábitos.
- Oportuno es advertir desde ahora que, cuando se trata
de inculcar buenos hábitos en un niño o de sugerirle nobles
ideales, no importa que no comprenda ni pue<ia comprender
a sus años toda la conveniencia y eficacia de esos hábitos e
ideales. Basta que los anote y guarde en su memoria infan-
til, como ejemplos impuestos por la autoridad de sus ma-
yores. Cuando su inteligencia madure, y sobre todo en los
críticos momentos de la vida, los sacará del archivo de su
alma. Entonces llegará a apreciarlos y utilizarlos. Daráse
cuenta de que, sin saberlo, llevaba dentro de sí un tesoro de
/experiencia, de fortaleza, dei consuelo. Es necesario salir
del hogar para saber cuánto debemos al hogar. Es necesario
salir de las aulas para saber cuánto debemos a las aulas. No
me ha admirado el hallar, en las capillas escolares de Cam-
bridge y Oxford, ciertas pequeñas urnas que encierran, por
expresa disposición testamentaria de hombres buenos y gran-
des que allí se educaron, su corazón, pulverizado por el
tiempo.
§3
F,L SUGERIMIENTO DE IDEALES
En el alma de cada uno y en la de todos, los ideales son
astros que nos guían, como a los reyes magos, hacia, la meta
de nuestros destinos. Son aquellos sentimientos dominantes
•que dan unidad a nuestros actos, sinceridad a nuestras em-
presas y rumbo a nuestras vidas. Navegantes o náufragos en
los mares de la miseria humana, ¿qué mejores dones podre-
mos apetecer de la educación que una estrella polar del ideal,
18 C. o. BUNGE
que, a través de las tormentas, nos señale, directa o indirec-
tamente, el rumbo hacia los puertos?
Aunque no se me oculta que esos ideales nacen en cierta
manera con el hombre y son producto ante todo de su heren-
cia psíquica, creo que también la educación puede "formar-
los". La educación, si no crear, puede encauzar las indivi-
duales aspiraciones, designándoles fines concretos : esto es lo
que llamo sugerir ideales.
El hombre obra siempre bajo la influencia, fausta o
infausta, de sus ideales, positivos o negativos. Podrán ser
el hambre y el amor, o sea el individuo o la especie, los dos
únicos resortes primitivos de su psicología ; pero esta psi-
cología, afinada y refinada en millones de generaciones, trans-
formados en su evolución sus primeros instintos, presenta
hoy en el hombre civilizado, sobre todo en l'élite, infinitas
facultades de alta sensibilidad. Dar a estas facultades bellos
oojetivos de eficaz utilidad para la felicidad de todos y de
cada uno. constituye el propósito del sugerimiento de idealec.
Para sugerir ideales, nada más eficaz que el hogar. Por
esto el hogar es irreemplazable. Por esto, la educación que
se recibe en la casa paterna es, en importancia como en tiem-
po, la primera. Ningún poder mayor de sugestión que el de
los padres, en los tiernos años de la infancia. La madre no
sugestiona, ¡ fascina ! . . . Una Blanca de Castilla forma un
San Luis, rey de Francia; una lady Byrón hace la desgra-
cia de un lord Byron.
Las ideas cambiar? más que los sentimientos. La inteligen-
cia del hombre no es la inteligencia del niño; pero el corazón
del hombre es el corazón del niño. Y, si el campo del progre-
so presenta como sus últimas capas las fértiles llanuras de
aluvión del movimiento económico, su primer cimiento geo-
lógico es el hogar. El primer cimiento del hogar es el cora-
zón del hombre, ¡y el'; corazón del hombre es el corazón del
niño!
Para formar el corazón, del niño, después del hogar, la
escuela. La escuela es una segunda madre. Es una concomi-
tante de la acción del hogar. Puede ayudar a los padres, co-
mo Cirineo a Jesús en la cuesta del Calvario, pues si la ins--
LA EDUCACIÓN CONTEMPOKÁNEA 19 -
trucción pública no interviene tan directamente como los
padres en formar el corazón de sus educandos, indirectamen-
te puede intervenir. Debe, sin duda, ejercer eficaz influjo en
los hogares del futuro, tendiendo a arraigar en el alma de los
jóvenes el ideal del hogar, ¡sugiriendo el ideal del hogar!...
¿Cuáles hechos demostrarían mejor que éstos la trascenden-
cia de aquella rama de la pedagogía que llamo "sugerimien-
to de ideales"?
Un ideal es un deseo. "Querer es poder", dice un refrán
castellano. "Querer es hacer", dice con no menor energía un
refrán alemán: JVollen ist machen! Luego, sugerir ideales
es preparar hechos.
Los ideales que deben sugerirse a la juventud son abs-
iractos y concretos. Abstractos, las nociones de ética y esté-
tica; concretos, los modelos de individuo, patria y progreso...
Entre los ideales, hay uno supremo : el del carácter m'vi ■
mo, que es como el resumen de todos. Sugerir el ideal de
un hombre modelo, arquetipo de voluntad, dechado de vir-
tudes, es la ultima ratio de la ética, de la historia, de la filo-
logía. Es algo como la concentración, como la condensación
suma de los demás ideales, de los sentimientos, de las aspi-
raciones. El papel más grande del. pedagogo estriba en cons-
truir ese modelo como un muñeco, darle vida y señalarlo u
la simpatía de susj educandos, desde todas las cátedras, con
estas palabras: Ecce homo!
Frecuente error del vulgo es suponer que ^el estadista,
el ciudadano dirigente, no necesitan más que astucia y buen
sentido para distinguirse en el difícil arte del gobierno; que
basta al legislador conocer las necesidades del país, al jue?
saber las leyes . , . Sólo la ignorancia de la historia puede
preconizar error tan grave, pues la experiencia de la huma-
nidad nos demuestra que no son la prudencia, ni la sagaci-
dad, ni el buen sentido, ni los conocimientos sólidos los más
eficaces factores del progreso ; antes bien las nobles pasiones,
los ideales.
¿Cómo sugerirlo?... Él buen sentido nos lo dice. No
omitiendo medios. Con la teoría y con la práctica, con la doc-
trina y con el ejemplo, sobre todo con el ejemplo, que intuí-
20 C. o. BUNGE
tivamente concreta y compendia la doctrina; el ejemplo, cm
la conducta de los mayores en las disquisiciones científicas,
en las conversaciones familiares, en los mínimos detalles de
la vida; el ejemplo, que, obrando a modo de la continua gota
de agua sobre la piedra, acaba por grabar, en el espíritu del
niño más rebelde, hondísimo rastro: el concepto del bien y
del mal. Repítasele y demuéstresele hasta el cansancio, en
todas las ocasiones, en todos los momentos, ya directa, ya
indirectamente, que entre un hombre bueno y un hombre
malo media un abismo : ¡ el de la felicidad ! Conocido así ci
bien, el niño acabará por amar el bien, es decir, por poseer
el ideal del bien ... Y cuídese de que ninguna autoridad ala-
be en su presencia los placeres y triunfos del desenfreno, del
juego, del fraude, en fin, del vicio, porque esto puede su-
gerirle contraideales que encarnen en su vida la tentación
y el mal. Ármese poderosamente en su imaginación a su An-
iíel Bueno, para que cuando, allá en los páramos de su alm-i,
le presente batalla su Ángel Malo, aquél venza a éste y le
derrumbe en la sombra con su espada de fuego. . .
Toda la educación, desde el Kindergarten hasta las uni-
versidades, está saturada en Alemania de este principio
generador: sugerir a cada uno el ideal de la patria, el de
la honestidad y el de la belleza. A enseñar el idioma na-
cional, la historia, la filosofía y la religión, el maestro, más
que a instruir, en la acepción estricta de la palabra, tiende a
elevar el alma del discípulo, inculcándole sabios aforismos
y nobles sentimientos. La unidad del lenguaje y el espí-
ritu fuerte, casi ingenuo, didácticaímente heroico, de ia
robusta literatura alemana, facilitan la tarea. No es posi-
ble hallar en otras tantos trozos que canten la altivez cí-
vica, el valor, la bondad, el patriotismo, la nacionalidad.
El Lesebiich, "libro de lectura", la antología nacional que
sirve abundantemente, en sus varios tomos, desde la prinic-
ra clase hasta la última, es un riquísimo conjunto de nobles
ejemplos y sentimientos grandes. Su título mismo es con
frecuencia sugestivo de un alto sentimiento, como que el m¿s
usado en todos esos Lesebücher se titula hoy Das Vaterland
(La Patria).
I.A' KBUCACIÓN COXTEMPORÁXEA 21
En Alemania se procede democráticamente en la edu-
cación de los ideales :^ se efectúa del mismo modo en todos
los grados y categorías de la instrucción pública. En el
1 mperio Británico, la educación de ideales se realiza prefe-
rentemente en la instrucción de las clases directoras. Es en
las grandes liigk sclwols (institutos secundarios preparato-
rios) donde se trata de formar al christian genüeman ("ca-
ballero cristiano") que, desde Tomás Arnold, sirve de norte
a la educación inglesa. En las grandes universidades, espe-
cialmente en Oxford, el título base para los demás es el de
"bachiller en artes", cuyos cursos, aun siguiendo la especia-
lidad "moderna" en vez de la "clásica", tienen por fin prin-
cipal el estudio de la ética; este estudio es precisamente el
culto de los grandes ideales que deben inspirar a las bien
organizadas aristocracias. Así es cómo Inglaterra ha hallado
a menudo sus cancilleres en Oxford, la Universidad de la
ética por excelencia, pues desde Pitt, que fué excepciona.
mente Cambridgeman, hasta Gladstone y Rosebery, la mayor
parte de sus prime ministcrs fueron Oxford'mcn.
Puede decirse genéricamente que, en todos los pueblos
civilizados, la instrucción pública se encarga hoy de formar
ilos ideales de las nuevas generaciones, y puede asimismo
decirse que en todas las ramas de la enseñanza cabe y se
deben inculcar ideales. Especialmente se cultivan en el es-
tudio de la historia, la moral y la instrucción cívica. La
historia presenta los más grandes ejemplos. La moral señala
las mejores virtudes. La instrucción cívica enseña al ciuda-
dano sus deberes políticos. Todavía la lógica y las matemá-
ticas forman ideales de sobriedad y precisión; las ciencias
naturales, de realismo... Pero más que la historia, la mo-
ral, la instrucción cívica, más que todas las asignaturas con-
tribuye el cultivo del patrio idioma. Si la gramática infunde
prácticamente la lógica de la frase y del raciocinio, el co-
nocimiento de las más bellas páginas de la literatura es lo
que, por la emoción estética que provocan, propende mayor-
mente a infundir el culto de la Belleza, la Verdad, la Patria,
el Valor, las más nobles virtudes y los más grandes ideales.
c. o. yr.VGE
EL SUGERIMIENTO DE LOS IDEALES EX LA ENSEÑANZA
DEL IDIOMA PATRIO
Es el lenguaje la primer palanca de la humana cultura.
Quitad al hombre el lenguaje, y retrogradará más allá de
la barbarie y el salvajismo, a una época siniestra, a la vida
puramente animal. Si la humanidad aprovecha la división
del trabajo colectivo es porque sabe hablar, y si utili-
za 4a experiencia histórica a modo de "un hombre que
siempre aprende y nunca nmere", es porque sabe escribir. Sin
la palabra, el pensamiento se pierde en el nebuloso estado
de sensación; el pensamiento hablado es como la luz que ilu-
mina, dentro de nosotros mismos, el íntimo teatro de nues-
tras sensaciones. Por esto saber hablar es saber pensar. Por
esto saber hablar es, si no sentir, saber hacer sentir. La pa-
labra hablada y escrita constituye, pues, un hecho tan posi-
tivo como las acciones materiales y hasta más positivo aún, si
se tiene en cuenta el dinamismo de las ideas.
Los pueblos poseen un alma social, y la mejor expresión
de ella es el patrio idioma. ¡Hay que decirlo muy alto I Los
hombres "prácticos" no deben ya ignorar el valor práctico
del idioma. Los patrioteros que piden "hechos y no pala-
bras", han de saber que el lenguaje es el primero y más
grande de los hechos humanos, ¡ el Hecho por excelencia !
Porque el vulgo — y al decir el vulgo quiero significar una in-
mensa mayoría — lia dado hoy en mirar con la olímpica indi-
ferencia, cuando no con el desprecio de la ignorancia, todo
lo que atañe al estudio y al culto de la lengua nacional. Con-
veniente es que ese vulgo no olvide que por idioma, gramá-
tica y retórica, no se entienden meras teorías filosóficas, esco-
lares pedantismos o purismos pueriles. El problema del idio-
ma es, en parte, el problema del carácter nacional; su culto
es el culto del patriotismo: su estudio es el del razonamiento.
y, por ende, el desarrollo de la lógica del espíritu.
Sin perjuicio de los estudios científicos en su tiempo y
LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 23
Oportunidad, el conocimiento de la lengua debe ser la base
de toda cultura, vale decir, de toda enseñanza. En Alemania,
en Inglaterra, en Norte América, en todos los países progre-
sistas del globo lo es, puesto que forma el fondo de la instruc-
ción primaria y una parte principal de la instrucción prepara-
toria. ¿Por qué no lo habrá de ser también entre nosotros,
dado que poseemos, si bien poco cultivado, uno de los más her-
mosos, si no el más hermoso de los idiomas? ¿Negaremos al
castellano su extraordinaria flexibilidad y poli forme riqueza?
Me diréis que, en nuestro siglo, comparado con el francés o
el alemán, le falta fijeza y precisión, y que es un mal para for-
mar la lógica del carácter nacional y difundir la ciencia...
¡ Perfectamente ! Pero, ¿ no es remediable este mal con el co-
nocimiento y el continuo floreo de la lengua? La lengua cas-
tellana es todavía como una vasta y secular selva virgen. El
escritor debe entonces considerarse un pionner, y penetrar en
ella hacha en mano. ¡Y no me citéis a los clásicos, a los mag-
níficos clásicos! Si queremos estar a la altura de la civiliza,
ción contemporánea, debemos conocerlos, estudiarlos, desme-
nuzarlos, I pero nunca imitar su grandiosa ampulosidad y su
ingenuo conceptismo! Ya la gente no se admira como antes»
ni tiene tiempo de declamar y oír declamaciones; quiere que
la frase sea rápida, fina, lógica, precisa. Como cada hombre,
cada siglo tiene su estilo. Y el estilo del siglo, como el estilo
del grande hombre de letras, no es todo espontaneidad ; tiene
también estudio y labor, hacha y podadera. En una palabra,
estudiemos y aprovechemos los inapreciables factores y ele-
mentos de la literatura clásica : estudiemos a los antiguos . . .
para ser modernos.
Así, no sólo las ciencias contemporáneas nos pueden ha-
cer el alma moderna. A la par, y aun antes de ellas, está el
estudio del idioma. ¿ Necesítanse mayores argumentos para
encarecer su importancia? ¿De qué asignatura se diría, como
de ésta, que ilustra, que educa, que dignifica, que forma el
raciocinio, que eleva el alma, y que es tan indispensable al
pensamiento como el aire al organismo, que es el medio y los
extremos, el objeto y el sujeto, el principio y el fin? Razón
tuvieron los griegos en basar toda la educación intelectual en
24 C. o. BC>G¡£
la dialéctica, y los escolásticos en el silogismo, ya que su tor-
peza para usar el hipérbaton latino los reducía a forma tan
rudimentaria y, sin embargo, tan difícil . . . "La lengua, y so-
bre todo la sintaxis de la lengua, ha dicho Cánovas del Casti-
llo, es la expresión más acabada de toda raza, de todo pueblo,
en cualquier tiempo; no hay que disputarle esta primacía,
porque en la lengua van envueltos todos los sentimientos mo-
rales, va envuelto todo el espiritual : la lengua es el alma ex-
teriorizada".
La enseñanza del idioma patrio, por su valor tanto ins-
tructivo como educativo, presenta en las repúblicas hispano-
americanas un problema especial que conviene resolver clara
y definitivamente. Háselo enunciado así: "¿Debe propenderse
en Hispano-América a conservar la unidad de la lengua caste-
llana, o es preferible la formación de dialectos o idiomas na-
cionales en cada república?" En otros términos, las naciones
hispanoamericanas, aislada cada una o bien en grupos regio-
nales, ¿ formarán su propia lengua o hablarán siempre la len-
gua castellana ? . , .
Indudable es que el problema no puede ser resuelto por un
hombre, una academia o un congreso, sino por los pueblos y
los años. El volapnck es una utopía, porque cada civilización
se hace su lengua, y cada lengua tiene su alma, un alma que
evoluciona por el humano esfuerzo, pero que ningún poder
humano puede destruir . . . Como los demás, el idioma espa-
ñol tiene también la suya, que todos los neologismos de Ame-
rica no podrán extii-par; y asimismo, cada república hispánica
de América tiene su carácter, su estilo nacional, que no siem-
pre encuadra, a pesar de sus afinidades hereditarias, con los
de la lengua castellana... ¿Cómo conciliar ambas premisaí^.
casi antagónicas? ¿Cómo amalgamar el clásico y típico énfa-
sis cervantesco de la lengua madre con la precisión y la delica-
deza de "ciertos elegidos hispanoamericanos, espíritus esen-
cialmente modernos" ? . . .
Para comprenderlo, hay que mirar el problema con im-
parcialidad y altura y no pedir el imposible de una fosiliza-
ción del arcaico idioma metropolitano, ni pretender el absur-
do de una absoluta prescindencia de su inmortal índole. Por
LA EDX:CACIÚ\ tO.NTEMPORÁXKA 25
una parte, algunos neologismos y extranjerismos suelen ser
mdispensables, porque la lengua no da, en su diccionario,
todas las nuanccs que irisan el pensamiento cosmopolita de
estos pueblos nuevos ; por otra, no es factible abstraerse de
la antigua alma de la lengua, porque esa alma ni se pierde ni
se improvisa. Antes de inventarse la escritura, aun antes de
mventarse la imprenta, los idiomas variaban rápidamente, de
valle a valle, de generación a generación. ííoy los libros clá-
sicos dan estabilidad al lenguaje, y la escuela y la imprenta
lo difunden. Todos los pueblos españoles, por ejemplo, co-
nocen las mismas grandes obras de la literatura castellana
antigua y moderna, y se guian por los mismos principios gra-
maticales. El más ignorante ciudadano de España y Améri-
ca oye hablar y comentar siquiera el español de los periódi-
cos populares. De ahí una tendencia unitaria, lógica y pro-
gresista en el estado actual de nuestra civilización. ,. Con di-
ferencias regionales, el idioma entero evoluciona. . . Y el me-
jor medio, acaso el único, para que esta evoluicón sea de pro-
greso y perfeccionamiento, está ya dado : estudiemos a los
clásicos, no para imitarlos servil y anacrónicamente, sino pa-
ra utilizar sus armas y tesoros en el modernizamiento de la
lengua, en poner la lengua al diapasón de nuestras almas...
¡ Estudiemos a los antiguos para ser modernos !
Resuelto así el problema general de la lengua castellana,
queda también resuelto el especial problema del porvenir del
castellano en América. El tiempo y la cultura le darán la
solución que tiende, no a crear distintos idiomas y dialectos,
antes bien a modelar, a adaptar el vigoroso y rudo lenguaje
de los hidalgos conquistadores al nuevo espíritu dé sus demo-
cráticos descendientes. Y, como el siglo es uno y único en
todos los países civilizados del mundo, posible es que la evo-
lución sea semejante en las naciones hispanoamericanas y en
España. Todas cuentan para la obra con el riquísimo material
de su idioma hablado y sus clásicos . . . En suma, la evolución
es conveniente y fatal ; pero ella, antes que destruir, conser-
vará, fijará y depurará, bien que con diferencias regionales,
la inconmovible unidad de la lengua castellana.
Desde el punto de vista de la educación del carácter, del
26 C. o. BUNGK
sugerimiento de ideales, la clásica literatura española ofre-
ce obras maestras que no podrían en ningún caso sustituirse
por las producciones hispanoamericanas. Hispano-América
no ha alcanzado todavía una edad de oro de pensamiento y
literatura. Las agitaciones de su breve vida independiente no
han madurado aún su genio; la mayor parte de sus escritores
son hombres de lucha, de aquellos que Daudet llamó "lite-
ratos de pie"; sus libros se resienten de la rapidez consiguien-
te a la falta de consagración profesional de los autores. Pe-
ro no debemos desesperar. Día vendrá en que' la cultura his-
panoamericana sea un medio propicio a la verdadera gloria li-
tcf-aria, exclusivamente literaria. Entonces las nuevas repú-
blicas tendrán también sus propios clásicos, dignos de figu-
rar en universales antologías. Para que esto ocurra cuanto
antes, ya está indicado el medio: la enseñanza objetiva y
subjetiva del idiom.a. Cultivemos, pues, nuestro idioma, no pa-
ra la corrección y la retórica en sí mismas, sino para que
fecunde nuestro espíritu, a modo de un generoso cau-
dal de agua que deposita sedimentos de humus en ancha su-
perficie. Sobre nuestro suelo privilegiado el sol de la histo-
ria hará germinar las ideas como granos de trigo.
§5
LA FORMACIÓN DIÍ HÁBITOS
"La costumbre", dice una frase popular, "es una se-
gunda naturaleza". "La función", afirman los naturalistas,
"crea el órgano". Todo esfuerzo o estado de conciencia que se
repite diaria y regularmente durante un lapso de tiempo bas-
tante largo, enseñan la fisiología y la psicología, tiende a re-
producirse como por sí mismo cuando se lo ha suprimido, o
sea, tiende a aprovechar, casi inconscientemente, cualquier.i
circunstancia para repetirse. En este principio se basa la
gimnasia sueca, al sostener que "la fuerza se adquiere sia
sentirlo", no por esfuerzos violentos y ocasionales, sino por
pequeñísimos esfuerzos repetidos sistemáticamente durante
largo t,iempo. En el orden psicológico, fácil es advertir que un
LA EDUCACIÓN COAfEMPOKÁXEA 27
ejercicio mental determinado desarrolla aptitudes singulares.
Cuesta un esfuerzo suprimirlo si el intelecto ha llegado a
acostumbrarse a él. Aun suprimido, se nota su falta, y, lle-
gada una nueva hora propicia, vuelve a realizarse, como im-
puesto por la fatalidad. Los "intelectuales" modernos, por
ejemplo, lo son como por idiosincrasia y por hábito.' El pe-
riodismo suele producir curiosos casos que demuestran el"
poder del hábito en la producción literaria. El periodista ha-
bituado en largos años a borronear diariamente varias cuar-
tillas, cuando cambia de vida, si goza aún de plena salud, sien-
te siempre la necesidad de escribir. Una inclinación inven-
cible le impulsará a componer de nuevo, ya que no artículos
y crónicas, siquiera cartas, memoriales, tal vez libros, lo
que se ofrezca.
Algunos psico fisiólogos explican el fenómeno de la re-
percusión casi involuntaria de los hábitos psíquicos por cier-
tas localizaciones cerebrales, cuya actividad nerviosa produce
mayor irrigación regional de sangre. Como todas las circu-
laciones locales, la cerebral se efectúa por presión sanguínea
de las arterias del cerebro. De ahí que esos autores supongan
"casos de anomalías circulatorias" a los más tenaces especia-
listas, quienes poseen la arteria que irriga las determinadas
circunvoluciones de su especialidad, de un diámetro mayor
que el normal. Este .ensanche podría adquirirse aplicando la
voluntad sobre los hábitos del pensamiento; una vez forma-
dos, propenderían a repetirse involuntaria, indefinida y efi-
cazmente, mientras circulara sangre sana por el cuerpo. Es
un fenómeno casi mecánico ; explicaría la predilección de
ciertos sujetos por determinadas actividades o estudios, que
siguen cultivando a pesar de múltiples obstáculos, como si
se substrajeran al medio en que viven. Las predisposiciones
liereditarias completan esta explicación. Pero es preciso ob-
servar que, según la fisiología, la afluencia de sangre es más
un efecto que una causa de actividad nerviosa... De todos
modos, en psicofisiología, facilitar los efectos es facilitar las
causas .
Queda, por lo menos, empíricamente establecido que
Jos hábitos iienden mecánicamente a repetirse.. . . Apliqúese
28 C. o. BUNGE
esta ley psicofisiológica al principio pedagógico de que los
ideales, son los directores supremos de la conducta de /ov
hombres. Por tanto, conviene constituirlos desde la infancin
en los hábitos mentales, o, mejor dicho, en los hábitos psí-
quicos... Pero hay más aún. Ninguna edad resulta tan
apta para arraigar en el espíritu humano los ideales como la
infancia y la adolescencia, por su psicología sugestionable e
ingenua. Milita, pues, una doble razón para que la educa-
ción trate preferentemente de sugerir ideales desde la niñez:
la trascendencia de esos ideales y la mejor receptividad en
aquella época de la vida. Si los ideales son las fuerzas di-
rectivas de la vida, los hábitos son la práctica de los idea-
les,. . . Debe cuidarse, empero, que el hábito que se quiera
inculcar no contraríe demasiado nuestra naturaleza, porque
cMitonces puede hacerse contraproducente, provocando gran-
des reacciones inhibitorias o excesivos desgastes.
LAS CUATRO VIRTUDES CARDINALÍ^S QUÉ SE DEBEN" INCUr,CAR
DESDE I,A INFANCIA
Para que los hábitos se arraiguen, deben referirse a los
ideales. Los ideales son la teoría de la conducta, y los hábi-
tos de la práctica. Esta práctica se concibe preceptivamente en
cualidades positivas, llamadas virtudes, que determinan nor-
mas de conducta.
El carácter es como una hermosa planta. Los ideales
.>on la semilla, los hábitos las raíces, las virtudes las flores,
la conducta el fruto. Y como en el fruto se reproduce la semi-
lla, la conducta lleva siempre en sí su punto de partida, los
ideales. La educación del carácter constituye, pues, el inter-
n.'inable ciclo de una vida siempre próspera y fructífera. El
buen jardinero sabe que, plantada la semilla y atendido el
brote, la planta dará flores, las flores frutos, los frutos nue-
vas semillas.
Altos ideales y buenos hábitos son fornias genéricas que
I.\ EDUCACIÓN CON'TKMPOKÁNEA 29
convendría especificar en virtudes concretas. Si buscamos
estas virtudes en los teólogos y los moralistas, fácilmente
hallaremos que nuestra ética grecocristiana presenta unifor-
iiiemente como "virtudes" una serie de cualidades morales
([ue bien pudieran clasificarse en unos pocos grupos; hay
i-mchos términos para designar formas diversas de una mis-
j!¡a tendencia. Penetremos, por ejemplo, en la psicología de
las virtudes generalmente designadas con los nombres de
"modestia, disciplina, urbanidad, reserva, pudor, decoro, sen-
cillez" ... ¿ No existe en todas estas cualidades un vínculo,
una idea madre común, de la que son matices y fases?. . . Yo
pienso que todas las virtudes podrían muy bien reducirse a
unos pocos grupos o síntesis. Por esto reduciré la larga lista
a cuatro virtudes cardinales: i.* verdad (veracidad, lealtad,
dignidad...); 2.'* modestia (caridad, disciplina, prudencia,
urbanidad, templanza...); 3.* trabajo (constancia, atención,
higiene...); 4.* carácter (voluntad, ayuda propia, esfuerzo,
tesón...). Cierto es que, aun así reducidas, estas cuatro vir-
tudes se relacionan unas con otras, para formar una sola y
única noción suprema, llámese Virtud, Deber o Carácter.
Verbigracia, el ahorro, que se produce por el trabajo, preva-
lece por la modestia o moderación, se mantiene por la volun-
tad o ayuda propia, y se afirma en la verdad, o sea en el odio
a las falsas posiciones del que aparenta lo que no tiene y vive
del crédito. Además, el carácter es como la esencia de todas
las virtudes, individuales y sociales..
Verdad, modestia, voluntad, trabajo, son virtudes tanto
individuales como sociales. ¿Es que hay acaso virtudes del
individuo que no sean sociales? El individuo es siempre su-
jeto y objeto único de todas las virtudes. No hagamos, pues,
aquí el específico distingo de lo individual y lo colectivo, y
i)Usque.mos simplemente la clasificación más sencilla y ejem-
plar. . . Esto es lo que necesita el niño para su educación éti-
ca y para la formación de su carácter: el ejemplo visible y
palpable, y la sencillez, siempre de entender.
Acaso me censuréis la poca originalidad de estas "cua-
tro virtudes cardinales". Pero yo os responderé que nada
sería más peligroso y nocivo que la novelería en la enseñanza
20 C. o. BUÍTQE
de- la moral dada a niños que se desarrollan con la orienta-
ción ética propia de la herencia y del ambiente . . . Por tanto,
debemos contentarnos con repetir en este caso lugares comu-
nes, pues, en moral, al menos mientras no "se transmuten los
valores", ¿no son, al fin y al cabo, esos lugares comunes la
f-íntesis de la experiencia que el hombre ha adquirido desde
la prehistoria, en su aspiración a lo infinito, a costa de su
sangre y de sus lágrimas?...
/. Verdad. — El amor a la verdad es la más noble y útil
de las virtudes humanas. Nada dificulta tanto el perfeccio-
namiento moral de los individuos y de las sociedades como
ios hábitos de disimulo y engaño. En la historia, la sinceri-
dad de los grandes hombres ha sido la más eficaz fuerza de
progreso. Es como el dedo de Dios, que marca la ruta a los
pueblos. Cuando falta, los pueblos se extravían y pierden.
Pero esta sinceridad, esta visión de la columna de fue-
go que guía a las multitudes, en la noche del desierto, hacia
la Tierra Prometida, hacia una nueva etapa de progreso, no
es patrimonio del vulgo. Para las masas populares no hay
más verdad que la de segunda, tercera, centésima, millonési-
ma mano. . . El amor a la verdad podría, pues, concretarse
en el culto de los héroes. El pueblo que ama; a sus héroes,
urna, la verdad por ellos enseñada.
La mentira debe castigarse como el más grave de los de-
litos de la infancia. Es la falta más consciente, pues todos sa-
bemos cuándo mentimos. Y es el hábito más pernicioso, para
el que miente y para aquel a quien miente. Nadie ignora que
perjudica en términos generales a quien se engaña; pero creo
que quien más se perjudica no es el engañado, sino el enga-
ñador. No es preciso recurrir al precepto cristiano de "no
hagas a tu prójimo lo que no quieras que te hagan a ti mis-
m.o", para comprender lo exacto de esta afirmación. El hom-
bre que acostumbra engañar a todos, sea o no creído por los
demás, acaba por engañarse a sí mismo. El es su primera víc-
tima. Nunca poseerá un carácter firme, porque, disimulando
ante los extraños, disimula ante su propia conciencia sus de-
fectos y debilidades. Puesto que se los representa como mé-
LA EDUCACIÓN COXTEMi'OKÁXKA 31
ritos, antes ha de alentarlos que corregirlos. En suma, para
ser leal consigo mismo, es necesario serlo con los demás.
//. Modestia. — El hombre nace con sentimientos y ne-
cesidades personalísimos, egoístas, imperiosos. Pero, desti-
nado por múltiples circunstancias a vivir, desde la hora del
nacimiento, en contacto con sus semejantes, debe modificar
su egoísmo antisocial disciplinándose, reduciendo su persona
lidad con relación al medio ambiente. Esto, a mi juicio, cons-
tituye el sentimiento de la modestia. Altruismo, caridad, disci-
plina, prudencia, respeto, urbanidad, sobriedad, reserva, dis-
creción, pudor, decoro, sencillez, naturalidad, etc., son deri-
vaciones y matices de un sentimiento fundamental que pode-
mos llamar "modestia"... Se diría que el hombre es un ani-
mal sociable, porque combate, en su propio interés, sus ins-
tintos antisociales. En tal sentido, la modestia es la condición
de la sociabilidad. ¡ Sagaces psicólogos fueron los redacto-
res de los estatutos de las universidades mediovales, cuando
reglamentaban, como en Oxford, bajo el simple epígrafe de
"modestia", la disciplina, la jerarquía, el traje, los_ modales y
las costumbres de los scholasticornm!
La modestia es, en el mediocre, lo que la sinceridad en
el hombre de talento. Es modesto quien se contenta con la
verdad común, sin enjaezarla como las muías de la feria. Es
modesto quien se reduce a su esfera, sin mentir ni mentirse
grandezas. Y, así como en el grande hombre la sinceridad es
la sabiduría, en el mediocre la sabiduría es la modestia. Con
la sinceridad, aquél marca los rumbos; con la modestia, éste
los sigue.
Serio defecto representa, en el niño, la irrespetuosidad
continua par» con sus superiores. Revela un fondo de bajeza
y grosería. Para combatirlo hay que imponerle el sentimiento
del respeto, con el ejemplo y con la palabra. La utilidad de
esta condición resalta en la vida de los hombres notables y
útiles. Todo aquel que lleva en sí un principio de superioridad
comienza, en la adolescencia, por buscar sus modelos y maes-
tros. Como no puede hallar en él esa superioridad aun latente
y en forma de vaga aspiración, la busca en los extraños. Los
hombres de talento, de niños, encuentran generalmente sus
32 C. o. Bt'XGE
héroes favoritos en la historia y en la literatura: un Napoleón
en un Alejandro, un Kant en un Rousseau, un Wágner en un
Beethoven. Los "varones ilustres" de Plutarco entusiasman,
en las aulas, a todo futuro varón ilustre. El hombre superior,
al iniciarse, imita siempre a algún precursor, a veces casi sin
percatarse de ello. Más tarde, ya en plena madurez, suele
romper, dentro del alma, los antiguos ídolos. Parece que su
culto tenía sólo por objeto el íntimo deseo de llegar a sobre-
pujarlos. Así, en el educando mediocre debe exigirse respeto
para todos ; en el superior, siquiera para algunos.
La petulancia, la fanfarronería, la jactancia, todo es in-
modestia, y la inmodestia hace al hombre falso e inútil. Quien
de niño se toma libertades de hombre, de hombre se tomará
libertades de niño. Y no de niños irresponsables, sino de
hombres responsabilísimos debe componerse toda sociedad sa-
na y progresista.
///. Trabajo. — Muchas veces he pensado que el pro-
greso de las naciones, y hasta sus sentimientos y su moral,
están en razón directa de la actividad de sus individuos. Que
aun de la actividad para el mal, resulta un recrudecimiento
en la lucha por la vida, que siempre proporciona a la sociedad
experiencia y disciplina. En una palabra, creo que en un pue-
blo que no ha caído en la locura, puede ser más útil un bribón
activo que un hombre honesto indolente, pues el bribón, a di-
ferencia del indolente, provoca reacciones, sentimientos e
ideas: estimula el trabajo social. Y del trabajo social depen-
de el progreso.
La mejor condición de moralidad de un hombre está en
saber trabajar. Quien lo conozca, no recurrirá fácilmente al
fraude, aunque carezca de ideales. ¡Es tanto más cómodo ser
honrado que picaro!
La potencia productora de tm hombre es el coeficiente do
sus hábitos de trabajo. Para trabajar bien es preciso tener
la costumbre de trabajar. L^n hombre bien intencionado que
carece de hábitos de trabajo, en el momento en que se ve re-
querido por muchas tareas se ofusca y fracasa. Los hábitos
de trabajo hacen la disciplina del trabajo. La disciplina del
trabajo constituye un verdadero poder de ordenamiento y
LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 33
simpliñcacióii. Y la disciplina del trabajo es el único preven-
tivo contra el fracaso y la neurastenia.
El derroche y la avaricia son dos pésimas condiciones
para el trabajo. Puede combatirse el espíritu de prodigalidad
en las escuelas, fomentando las cajas de ahorro o bancos es-
colares que en Inglaterra, Norte América, Alemania y Bél-
gica se llaman pcnnies banks ("bancos de peniques"). Los
maestros pueden estimular a los niños, con un interés cual-
quiera, a que depositen semanal quincenal o mensualmente su
pequeño óbolo, cada cual según sus medios.
La avaricia, que es un instinto antisocial, se ataca en
las escuelas patrocinando asociaciones estudiantiles, literarias
y de juegos atléticos, que exigen de sus miembros ciertas cuo-
tas de ingreso y periódicas. Con esto se acostumbra el niño a
considerar que las riquezas le imponen deberes de asociación
y protección respecto de sus conciudadanos y sus semejantes.
IV. Carácter. — Hay dentro de nosotros mismos, come
se comprueba por ia introspección, una confusa y múltiple
masa de tendencias, de ideas fuerzas, de estados de concien-
cia que se chocan, se cruzan, se contradicen, se coadyuvan . . .
Pues bien; la virtud del carácter consiste en saber excogi-
tar para nuestra conducta los mejores motivos determinantes,
anulando la acción de los motivos indiferentes, mediocres o
malos. La selección no se opera siempre espontáneamente.
Necesítase un criterio ético para calificar los distintos impul -
sos, y una vez calificados por nuestros conocimientos y nuestra
conciencia, realizada así la selección, para llevar a la práctici
los motivos excogitados es menester dominar los que se re-
chazan. A más, los que se rechazan suelen ser pasiones. El
poder de rechazarlas se llama fuersa de voluntad, cualida<:
que es como la| piedra de toque en la virtud del carácter. El
carácter es a su vez la piedra de toque para todas las virtu-
des, porque significa su reahzación. Diríase, la Virtud síntesis.
Para desarrollar la fuerza de voluntad, una vez incul-
cada como ideal, requiérese también adquirir el hábito da
usarla. Puede decirse que se desenvuelve por el uso. Para qu<í
este uso se realice, cl educador tendrá simpre presente que «c
se debe consireñir el ejercicio de la voluntad de ¡os educan-
34 C. o. BUXQE
dos sino en casos extremos. La disciplina, antes que aplanar y
mecanizar las individualidades, ha de darles un punto de apo-
yo para su mejor expansión. El estímulo de excesivos pre-
mios y castigos puede ser eficaz para instruir, pero no lo es
jamás para educar el carácter. x\un la instrucción que se ad-
quiere por el método jesuítico de castigos y premios, suele
producir una concentrada antipatía al estudio, que se rechaza-
rá, fuera del aula, con repugnancia, como un plato del qur^
se ha comido forzadamente hasta el hartazgo; otras veces
neurasteniza. . . Al inculcar esos hábitos de trabajo mental
debe, pues, temerse que puedan ocasionar, o bien una fuerte
reacción inhibitoria, o bien un excesivo desgaste de fuerzas.
Uno de los hechos que pone mayormente a prueba la dis-
ciplina de las escuelas, es el de los incidentes y querellas perso-
nales de los alumnos... ¿Debe intervenir siempre en tales emer-
gencias el maestro?... Dos objetos puede tener esta interven-
ción: restablecer el orden y hacer justicia al agraviado. Pues
bien; de estos dos objetos, en general, sólo uno me parece plau-
sible: restablecer el orden, cuando el desorden sea mayúsculo.
En cuanto a hacer justicia al agraviado, pienso que no es éste
el mejor sistema de formarle el carácter. . . Debe dejársele
que use de sus puños en defensa propia, sin acostumbrarle a
la idea de que siempre hallará una autoridad más fuerte que
le defienda, porque no ha de ocurrirle esto más tarde, en las
batallas de la vida... ¡Que aprenda a defenderse con el filo
de sus uñas, y, si teniendo razón, lleva la peor parte en la riña,
que aprenda a defenderse mejor! De todos modos, por débil
que sea, no se le ha de herir gravemente, y, cuando caiga, del
suelo no ha de pasar. . . Si tiene ideales, esas luchas, antes
que agriarle, le templarán el carácter. . . Y si no los tiene, ¡ahí
está la educación para inculcárselos en cuanto posible fuere !
Ni el maestro ni los padres deben considerarse como re-
presentantes de la justicia divina y absoluta, en el hogar o
en la escuela. El maestro es un simple representante del orden
social externo; los padres, del criterio social interno. En el
régimen escolar deben evitarse, pues, los procedimientos de-
masiado restrictivos e impositivos. El maestro dará al alum-
no todas las libertades compatibles con la eficacia de la en-
L,\ EDUCACIÓN CONIEMPORÁXKA 3R
señanza. No tomará parte en sus conflictos personales con
los condiscípulos. Sólo aconsejará indirectamente, y al ser re-
querido. Antes que provocar las delaciones, al menos cuando
no sean muy urgentes y no se refieran a casos graves en que
peligre la moralidad del establecimiento, vilipendiará la dela-
ción. Pero no olvidará jamás, en este régimen de abstención
y de laisses faire, que en todas las enseñanzas debe propen-
derse a formar el juicio ético del educando. El maestro no in-
tervendrá así en la conducta práctica, sino ilustrando el cri-
terio del discípulo.
Cada uno debe poseer, debe acostumbrarse desde niño
a poseer, su yo personal, valiente, hermético corno una torre
almenada; cada yo debe poseer sus cualidades y virtudes
típicas. El hábito de la voluntad hace la voluntad. Hay que ta-
tuar en el corazón del niño este cruel aforismo : El hombre
fuerte es el hombre solo. Y, para que él no deduzca de ahí
ideas pequeñas y mezquinas, ha de decírsele : "No busques más
apoyo que el de tus propias fuerzas. Reconcéntrate en ti mis-
mo, y desenvuélvelas hasta donde alcancen. Sé caritativo, sé
bueno; pero no esperes que los demás sean contigos buenos
ni caritativos. No imites a ciertas indefensas avecillas que.
cuando se asustan, cierran los ojos para no ver el peligro.
Teñios siempre abiertos, muy abiertos. Derrocha el amor hu-
mano para con todos, mas no lo esperes de todos para contigo.
Si no depositas confianza en el mundo, el mundo no podrá
burlarse de tu confianza. Fíate antes del egoísmo de los hom-
bres que de su generosidad. Sé útil a tu patria, y así te harás
digno de aprecio. Respétase a quien obra bien, porque es
provechoso a los otros. Ten fe en ti mismo, y, ya que no en
los hombres, en la inercia de las cosas. Sé tú el único timonel
de tu nave, y, cuando llegue bien cargada a buen puerto, rea-
liza tus ganancias. Si tu mercadería vale, no han de faltarle
compradores. Mira al mundo, mira a los hombres de frente,
como demostrándoles que, si bien no necesitas ayuda, estás
dispuesto a prestarla. No te amilanen las quiebras ni las in-
gratitudes. Son incidentes fatales de la lucha, y la vida es
lucha. Aun en los momentos de mayor gloria, piensa para
que el enemigo no te tome desprevenido, en la posibilidad do
S5 C. o. BUSOS
un descalabro. Igualmente, en el momento de la derrota, pien-
sa en la posibilidad de alcanzar otra vez la victoria. No hay
dicha completa, ni desdicha. Modera tus deseos y ambiciones
c'entro dé lo factible y relativo, que, si por espíritu de des-
enfrenada especulación, lo arriesgas siempre todo, alguna vez
has de perderlo. Sé, pues, bueno sin debilidad, honesto sin mis-
ticismo, fuerte sin arrogancia, sincero sin indiscreción, orgu-
lloso sin vanidad, ambicioso sin desenfreno; en fin, sé hom-
bre".
EDUCACIÓN' SEXUAL
Practicanse en la actualidad varios sistemas de educación
sexual, que podrían reducirse a los siguientes: i.° el teológico
o religioso, conforme a rígidos principios dogmáticos; 2." el
del silencio absoluto, deformación del teológico o religioso;
3" el positivo, derivado dé los modernos estudios fisiológicos,
psicológicos y sociológicos .
El primero, expuesto por los teólogos mediovales y ori-
.C'inariamente aplicado por la escolástica, resulta del concepto
místico del Bien y del Mal ; diríase que del mismo concepto
teológico del Hombre. Considera la sexualidad como un estig-
ma, como el pccaium oriffinale, que relaja el cuerpo y corrom-
pe la esencia divina del alma, y, la castidad ascética, como una
de las más bellas y ejemplares virtudes humanas. Por tanto,
reprueba y castiga con el eterno juicio de Dios toda "concu-
piscencia" que se aparte del comercio carnal permitido por el
sacramento del matrimonio. . . Mientras no se exagere d
mérito de la castidad y abstinencia, y según los climas, razas
y condiciones sociológicas del medio ambiente, es, pues, este
primer sistema, una doctrina monogámica, moral c higiénica.
El segundo, derivado del primero, consiste en cubrir con
un velo de silencio y misterio todo fenómeno sexual. Reputa
imprudentes en la enseñanza las menores alusiones a la sexua-
lidad, porque podrían despertar .apetitos en una edad en que
conviene, para el mejor desarrollo físico y moral del educan-
do, manteiiei- incólume la castidad infantil. Abandónase a
las circunstancias y a la experiencia del educando la formación
de un criterio sobre esa importantísima función de la vida hu-
mana .
El tercero estriba en mirar el problema de frente, no ba-
jo su fase mística y teológica, sino con los principios positivos
de la moral y la higiene. Se revela al niño en hora temprana
el misterio de la generación y su importancia; se le aconseja,
para que sepa vencer las malas tentaciones, que no adquieri
hábitos perniciosos y se conserve puro de cuerpo y de espíritu
hasta que le llegue la hora del matrimonio.
Aplícase el primer sistema en las escuelas católicas, tí-
picamente en las jesuíticas, por medio de la enseñanza do ia
"doctrina cristiana" y de la confesión. El segundo, en casi
todos los hogares de los países llamados latinos y en sus es-
cuelas laicas. El tercero tiende a sistematizarse en las escnelr'.s
sajonas, protestantes y laicas.
El problema de la educación sexual presenta alta impor-
tancia ética y corporal. La "crisis de la pubertad" es una épo-
ca delicadísima en la educación de todo adolescente, porque su
organismo físico y psíquico sufre un cambio completo. Las
impresiones recibidas durante esta época crítica suelen ser
duraderas y casi decisivas. Pues bien ; conviene prevenir ia
crisis y encarrilarla... Pero, ¿cómo? El sistema teológico re-
sulta demasiado dogmático; provoca fácilmente la rebelión,
porque discrepa del espíritu de nuestros tiempos. El positivo
puede ser imprudente, arrastrando al impudor y al cinismo.
El del silencio deja demasiado campo a las itnpresiones del ex-
terior, por lo común desmoralizadoras : si conviene siempre
en el cristiano recogimiento de un hogar,. puede quitar a la
educación escolar un resorte eficaz para formar al buen ciu-
dadano... Mis conclusione'í «erían. ntr lo tanto. í.í^ •íiVuien-
tes:
i.° Según la idiosincrasia del educando y el carácter de
su ambiente, conviene uno u otro sistema, o bieri su combi-
nación .
2.° En general, lo mejor es una aplicación ecléctica de to-
caos ellos, conservando el del silencio en el hogar, v el teoló-
38 C. O. BUNQE
gico en la instrucción religiosa (cristiana interconfesional, si
fuere posible) .
3.° Conviene una instrucción sexual positiva, pero siti
acentuarla ni especializarla, que consista en no desfigurar los
hechos en la enseñanza de la Jiistoria, la historia natural, /üí
moral, etc., antes bien en presentarlos en su verdadera forma,,
para sacar de ellos consecuencias prácticas.
Cada sistema tiene, por consiguiente, sus aplicaciones,
según los educandos (su edad, su carácter) y los educantes (el
l;ogar, la escuela o colegio), siendo insuficiente o peligrosa vi
aplicación aislada y exclusiva de cualquiera de ellos. Esto por
ahora, a principios del siglo xx... Porque preveo que en un
futuro no muy lejano habrá más tolerancia y liberalidad eu
materia sexual. Entonces tal vez convendrá aplicarse, ya sin
restricciones, clara y categóricamente, por todos los educantes
y para todos los educandos de bastante edad e inteligencia,
el sistema de una positiva educación sexual.
CAPITULO II
LA EDUCACIÓN DOMESTICA
§ 8. Importancia del estudio de la educación doméstica. — § 9. Di-
ferencias del objeto y método entre la educación doméstica y
la instrucción pública. — § 10. El sistema individualista típico
de la educación doméstica anglosajona. — § 11. La moralidad
del sistema respecto de las relaciones entre padres e hijos. —
§ 12. La moralidad del sistema respecto del matrimonio. —
§ 13. Ventajas políticas y económicas del sistema. — § 14. Co-
rrespondencia entre la legislación y la educación doméstica.
— § 15. El régimen tutorial de la instrucción pública anglosa-
jona. — § 16. La tendencia individualista en el régimen tu-
torial. — § 17. El espíritu individualista prototípico de la
educación norteamericana. — § 18. Los sistemas de educación
doméstica y la idiosincrasia del educando.
IMPORTANCIA DDL ESTUDIO DE LA EDUCACIÓN DOMÉSTICA
La mayor parte, si no todos, los tratadistas de educación }■
pedagogía, omiten el estudio de la educación doméstica o del
hogar. Repútanla de escasa importancia, o bien sin conexión
con las demás ramas de su ciencia, y algunas veces hasta
rebelde a toda exposición sistemática. Estos conceptos son
erróneos, a mi entender, en virtud de los siguientes principios,
de indiscutible evidencia :
i". La educación doméstica es la que da al niño sus ideas
matrices y sus más íntimos prejuicios. Por consiguiente, tie-
ne fundamental importancia, y merece la atención del mora-
lista, del psicólogo y especialmente del pedagogo.
2". La educación, en su conjunto, doméstica y pública,
40 C. o. BrKGK
constituye un proceso unitario y orgánico. Las distintas par-
tes que la componen deben ser armónicas y concomitantes. De
otro modo, la educación del hogar destruiría parte de la edu-
cación de la escuela, o viceversa. De ahí que, aun reduciendo
la pedagogía al estudio de la instrucción pública, no puede
ignorar o desconocer la acción de la educación doméstica.
3.° La instrucción pviblica de los niños ha tomado muchos
de sus métodos y fonnas de la educación doméstica. La edu-
cación materna constituye ol mejor procedimiento de la en-
señanza infantil.
4." Por empíricos y variables que sean los procedimientos
de la educación doméstica, deben obedecer a sanos y sólidos
fundamentos de moral, de psicología, de lógica. Por tanto,
puede muy bien constituir una rama científica de la pedagogía.
§ '9
niFKUEKClAS DK OHJKTO Y MÉTODO KNTRlv LA IvDUCACíÜN
1X)MÉSTTC.\ \ LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA
Una vez establecido que el estudio de la educación do-
méstica tiene ininortancia en sí, importancia con relación a
las demáé rap.ias de la pedagogía, e importancia como ciencia
y arte psicosociológicas, correspondería saber diferenciar di-
cha educación de oíras de diversa especie. Opongo la edu-
cación doméstica, en razón de q*ae se da en el hogar y por la
familia, a toda otra que se reciba fuera de él y se dé por
personas extrañas, como la instrucción privada y la pública.
Ocurre aliora pregtmtar si la única diferencia entre esa edu-
cación y esta instrucción consiste en el sitio en que se reciben
y en las personas que las aplican ; si no existen, aparte de la
diversidad de los educantes (los padres o quienes los repre-
senten en el primer caso, y, en el segundo, los maestros y pro-
fesores), algunas otras diversidades de objeto especial y de
método o rnodiis operandi. , . Ello es que existen, a saber:
Objeto especial. — La educación del hogar tiene por prin-
cipal y casi exclusivo fin educar el temperamento, formar el
carácter. (I criterio, los sentimientos; sólo por excepción se
dedica a instruir^ o sea a enseñar ciencias y artes. En cam-
bio, la instrucción pública y privada que se encomienda a
maestros, escuelas, colegios y universidades, de particulares o
del gobierno, ocúpase no sólo en educar, sino también en ins-
truir.
Método o modus operandi. — La educación doméstica, co-
mo veremos en los siguientes parágrafos, debe proceder por
nw método pasivo; la instrucción pública (abarcando en tal
denominación los establecimientos particulares que inspeccio-
na el Estado), por un método activo^
Ambas cuestiones, la del objeto especial y la del método
o modus operandi de la educación doméstica y la instrucción
pública, tienen su base en tres elementos: las vinculaciones
de la familia, la edad de los educandos y su psicología.
Además, debe notarse que la educación doméstica es dada
por los padres y recibida por los niños, desde la cuna hasta
que llegan a tener uso de razón. Conforme van aproximándo-
se a esta época, el valor educativo del hogar disminuye por
grados; conforme aumenta el educando en edad y criterio,
decrece la influencia de la familia . . . Inversamente, el valor
de la instrucción pública crece proporcionalmente a la indivi-
dualidad del educando, hasta la completa posesión de su mi-
durez psíquica. En otros términos, la importancia de la edu-
cación doméstica es tanto maj'or cuanto menor sea el niño, pue-
de decirse, y, la de la instrucción pública, tanto mayor cuanto
mayor sea el estudiante.
lO
KL SISTl'M.A IN1J1VJDUAI,ISTA TÍPICO DK LA EDUCACIÓN
DOMÉSTICA ANGLOSAJONA •
Concibo dos sistemas típicos de educación doméstica : el
llamado "francés" o "latino", el de la dependencia, porque con-
sidera a los hijos como prolongación de la personalidad de
los padres, quienes someten la conducta de aquéllos a estricta
vigilancia y reglamentación, restringiendo su iniciativa e indi-
vidualidad ; y el que .s¿ denomina "anglosajón", que yo lia-
42 C. O. BUWGE
maría individualista, porque, a la inversa, propende a que los
hijos desenvuelvan, con relativa libertad, su personalidad y
carácter.
Según este último sistema, los padres deben inculcar en
los hijos, como soplo supremo que los inspirará en todos su»
actos públicos y privados, el sentimiento, la idea y el hábito de
la independencia. Enseñarán al niño a considerarse una en-
tidad aislada, una potencia individual, con criterio propio pa-
ra juzgar a los hombres y las cosas, y con armas personales
para vencer en tJie struggle for Ufe. "No consideran que
sus hijos les pertenezcan, que sean como una cosa, como una
continuación de su personalidad, una especie de superviven-
cia de ellos mismos; no los tratan como a niños, sino como a
personas adultas, como a personalidades aparte; encaminan la
educación más para las necesidades de lo futuro que por las
preocupaciones de lo pasado ; tienen especialisimo cuidado del
desarrollo físico, del desenvolvimiento de la fuerza bruta; los
hacen desde muy niños prácticos en las cosas materiales de
la existencia; les hacen aprender generalmente, cuando no
manifiestan una imaginación superior, oficios manuales; les
enseñan todas las novedades útiles; usan poco en la forma
de su autoridad imperativa, que empequeñece el espíritu y
mata la personalidad ; y sobre todo (éste es el rasgo funda-
mental de esa enseñanza varonil) los niños aprenden que,
llegados a la mayor edad, los padres no se encargarán de
hacerles su posición". ^,
He ahí, en Inglaterra, el mejor de los sistemas que pue-
de imitar la educación doméstica (honie education): el quA.
forma hombres más fuertes y capaces para la vida colectiva.
He ahí el más eficaz de los métodos para constituir el carác-
ter de los hombres, la seguridad en el criterio, la buena fe que
da el conocimiento de las propias responsabilidades, la inicia-
tiva que inspira el sentimiento de la individualidad, de las
propias fuerzas, del papel que cada uno está llamado a asumir
para si mismo, para su familia y para su patria. Y, de la
parcial educación del carácter de cada uno, se compone el es-
1. Véase E. DemoulixSj A quoi tient la aupériorité dea Anglo-aaxona,
París, págs. 102-112.
LA EDUCACIÚN COXTEMPORÁNEA 43
píritu colectivo del pueblo, o sea ^^ rácter nacional, piedra
angular de todas las grandes co; -iones, puesto que una
concepción sólo es grande cuando '^«incera, y sólo es sincera
cuando resume el alma de la uiJ que la ha engendrado.
El carácter nacional o esp'r a cjiectivo de los anglosajones
puede calificarse de f ..ualismo social, es decir, de in-
dividualismo disciplinado, organizado y verdaderamente re-
publicano.
Por tanto, si considero el sistema de la home cducation
anglosajona como el mejor modelo, es porque educa, desde la
nursery, la independencia del criterio (self control) y el es-
fuerzo de la voluntad (self help). Estas cualidades son ele-
mentos de vigor en la raza ; de orden y de poder en la polí-
tica ; de riqueza en la economía social ; de sensatez en la re-
ligión; de moralidad en la familia; de patriotismo en la colo-
nización y la conquista; de grandeza, de salud y de constancia
en todas las empresas . . . Constituyen las fuentes mágicas de
aquellos bríos que hacen a la nación británica tan apta para
gobernarse y gobernar, así en los tiempos de sosiego como de
lucha, una cuarta parte del mundo civilizado.
Desastrosos suelen ser, en cambio, los efectos de aquel
sistema de educación doméstica que algunos publicistas fran-
ceses califican de "antiguo" y "latino", según el cual los padres
consideran a los hijos como cosas suyas, como simples pro-
longaciones de su personalidad, y los guían tan imperativa y
minuciosamente, que les trazan los horarios de sus días y hasta
les eligen carrera y esposa; sistema según el cual los hijos ven
por los ojos de los padres, oyen por sus oídos, piensan con sus
cerebros. Pues esos hijos, perdiendo su iniciativa, su propia
individualidad, marchan apoyados en su guía universal, y se
acostumbran de tal manera a este apoyo, que el día en que
les falta, la hora en que necesitan afrontar solos las graves
luchas y responsabilidades de la vida, carecen de impulso y
de valor. Son como inválidos a quienes arrancan de pronto
sus muletas, y que, privados de esa antes constante ayuda,
flaquean y caen, incapaces de mantenerse en equilibrio en
la ruda avalancha de los hombres y las cosas. Da Macaulay
un gráfico símil de este sistema educativo, cuando compara
44 C. o. BÜNfiR
la posición del duque de Anjou, al ser elevado al trono de
España bajo el nombre di Felipe V, con la de un hombre que
ha vivido aherrojado a tBIiwuro, la tutela absoluta de su abue-
lo Luis XIV, y que, una váe libre de esa tutela, entregado a su
propia individualidad e iniciativas • — una vez caído el muro —
cae él también al suelo, incapaz de moverse, por la larga y for-
zada inacción. Ya en vida de aquel autor, pues, como en to-
dos los tiempos, la home educotion debió ser en Inglaterra lo
que no es ni fué jamás en Francia: un baluarte de individua-
lismo. En efecto, ningún príncipe histórico se educó allí co-
mo Felipe V. Y esta fase de la educación anglosajona, esta
fase que constituye su mayor excelencia, su única excelencia
acaso, es, como la filosofía de Hobbes, Bentham, Mili, Spen-
cer, fiel trasunto del carácter nacional.
La instrucción pública procede, como es a todas luces
visible, por un sistema activo, pues obliga al educando a asís-,
tir a determinados cursos, a someterse a ciertos reglamentos,
a practicar frecuentes ejercicios físicos e intelectuales, a ren-
dir pruebas de su capacidad y estudios en exámenes orales y
escritos. La educación doméstica, en cambio, según el siste-
ma inglés, debe limitar .su papel a la observación, dejando
mientras sea posible, amplia libertad al educando para que en-
saye su individualidad y experimente las consecuencias de sus
actos. Esta debe obrar pasivamente, según se produzcan las
circunstancia.9 ; aquélla provoca por sí misma esas circunstan-
cias. De ahí que, en oposición a la actividad de la instrucción
pública, llamaría yo pasividad al modo típico de la educación
doméstica, o al menos del mejor sistema de educación domés-
tica.
Hay una época en el desarrollo de los jóvenes, época
de transición, en que el sistema anglosajón de política pa-
terna se' impone mayormente como el más saludable, a ve-
ces como el único saludable, para que la futura virilidad
del adolescente desenvuelva hasta el máximum sus innatas
fuerzas: la crisis de la pubertad. Prodúcese esta crisis en un
período de total sacudimiento psicofísico. Son sus síntomas
característicos una serie de ímpetus más o menos impulsi-
vos y absurdos, según los temperamentos. Diríase que el su-
LA EDUCACIÓN OONTSarPORÁNEA AB
jeto siente dentro de si un empuje revelatorio de nuevos po-
deres desconocidos, a los que, tomado por sorpresa y por
falta de costumbre, no deja siempre desarrollarse en formas
lógicas y tranquilas. Entonces es cuando el adolescente em-
pieza a comprender, a sentir toda la belleza moral de los
ideales que sus padres y primeros maestros han debido in-
culcar en su alma, porque ha llegado el momento de que esos
ideales le contengan e iluminen. Ve más claro, como si cier-
tos contornos difusos de algunas imágenes silenciosas que
gtiardaba en su espíritu se fueran precisando poco a poco.
La observación personal, alguna precoz y amarga expe-
riencia, deben desgarrar, de un momento a otro, las nieblas
que hasta entonces le disimularan las bases humanas — tan
humanas, ¡ demasiado humanas ! — de lo que es bueno y lo
que es malo. . . Nunca debe ser más parca, más sobria en
imposiciones, que en aquel crítico trance, la educación do-
méstica. Hs necesario dejar que el joven reciba sus golpes,
pues le aprovecharán más que las admoniciones y repri-
mendas. Que recoja de la vida misma, al iniciarse en la vi-
da, sus duras advertencias; que trague" solo sus lágrimas en
las primeras noches de insomnio, para que, al levantarse al
siguiente día, tenga más tino en su conducta. Mientras no
pida consejo, hay que "dejarle hacer" lo que' libremente se
le ocurra, bueno o malo, imponiéndole esta única idea fuer-
za: que él solo y sólo él será responsable de las consecuen-
cias de sus actos.
Naturalmente, para el caso extremo de una falta grave,
irreparable, debe pender sobre él la tácita amenaza de un
castigo muy serio. Hasta conviene que se determine en al-
gunos casos este castigo, para tales y cuales desmanes, en
una pena concreta, como expulsión de la casa paterna, in-
greso forzado en el ejército o en la marina, aprendizaje en
fábrica en calidad de obrero. . . Luego, mientras no incurra
en esa pena capital, que haga el adolescente lo que quiera...
j Ya le impondrá el mundo, y no muy tarde, la sanción
de la experiencia, enseñándole que quien siembra abrojos
no recoge flores en los caminos del siglo!
46 C. o. BUXGE
Los méritos del sistema esbozado, méritos que «preci-
saré en los siguientes párrafos, pueden reducirse a estos
cinco incisos: i.° Propende a consolidar el respeto y la dis-
ciplina en los hogares ; 2° propende a basar los matrimo-
nios en la "afinidad electiva"; 3.° propende al mayor incre-
mento de las aptitudes individuales para la producción de
la riqueza ; 4.° propende a desarrollar la preocupación del
bien público; 5.° y, como resultado total, propende a cimen-
tar en las costumbres el individualismo práctico, que se tra-
duce en el carácter, la ayuda propia, el trabajo, la discipli-
na, la responsabilidad, la independencia, el a'horro, la dig-
nidad, la responsabilidad personal y social.
§ ^
LA MORALIDAD DEL SISTEMA RESPECTO DE I-AS REI.ACI0NES
ENTRE PADRES E HIJOS
Es frecuente atribuir al "egoísmo británico" el siste-
ma anglosajón de educación doméstica. Dícese que con tal
procedimiento "se relajan los lazos de la familia". En mi
opinión, lejos de ello, se afianzan.
Al reconocer al hijo desde niño su personalidad, se le
imponen responsabilidades de hombre. El ejercicio de la
independencia estimula, por lo general, en el adolescente,
el cariño hacia sus padres. Nunca ha de sentir con mayor
vehemencia la necesidad de su consejo y apoyo, que al lu-
char por si mismo con sus brazos, débiles aún. Es instintivo
en el alma humana el apreciar las cosas y los hombres de
acuerdo con su importancia y eficacia.
El fundaraetno de la vida del hogar es el respeto de los
hijos a los padres. Cuando falta, la familia se desquicia y
disgrega. Pues bien ; la demasiada familiaridad de los hijos
para con sus padres acaba siempre por corrompeT la disci-
plina de la casa. Si el hijo se ha acostumbrado a ver en sus
padres una especie de siervos que no viven más que para
satisfacer sus caprichos y veleidades, encontrará naturales su
LA EDUCACIÓK CONTEMPOEÁNEA 47
tolerancia y su complacencia. Se creerá arbitro y dueño. Así,
lógicamente han de ir aumentando sus pretensiones. Si se
hace intolerable para los padres y éstos cambian de actitud,
se sorprenderá, se creerá víctima de la injusticia y tal vez
llegará a rebelarse. El enfant gaté es siempre irrespetuoso.
Sólo en el caso de que posea gran cordura y generosidad
de ánimo dejará de producir entre los suyos trastornos y di-
ficultades. Todo esto puede evitarse sana y previsoramen-
te con el sistema anglosajón de educación doméstica. En el
caso de que las padres se sientan débiles para aplicarlo, de-
ben pensar desde temprano en las funestas consecuencias
posibles si no dominan su desmedido amor. Harán un gran
mal a los hijos por desear 'hacerles demasiado bien.
§ ^^
LA MORALIDAD DEL SISTEMA RESPECTO DEL MATRIMONIO
Si algo ha demostrado la biología, es que el individuo
vive como para la especie. La procreación constituye sin
duda una de las principales funciones de la vida del hom-
bre. La familia, por otra parte, es la base fimdamental de la
sociedad. De alto interés resulta, por tanto, indagar cuál de
los dos sistemas típicos de educación doméstica, el de la
dependencia o el de la independencia, resulta más conve-
niente para una saludable organización del matrimonio. A
mi juicio, sólo el sistema individualista y anglosajón, al dar
a los jóvenes el 'hábito de la responsabilidad y conciencia
de sus actos, los prepara eficazmente a ese' efecto. Les pro-
porciona los medios de conocer a los hombres y al mundo,
y, al mismo tiempo, deja plena libertad a la "afinidad elec-
tiva". Cada uno sabrá de antemano que ha de' sobrellevar
ks consecuencias de su casamiento. Evita así las enojosas
intromisiones de padres y de suegros en el manejo de las
casas, y facilitar la formación del nuevo hogar sobre los
más sólidas bases: el amor, el trabajo y la previsión^.
1. Los (latos y obsenaciones del presente parágrafo están tomados
en parle Oe\ Tatxe, Notes sur V Anglaterrc , París, 1907, págs. 89-169.
48 c. o. iu'nüí:
Bien conocido es el sistema de educación de una
jcune filie en la burguesía francesa... Entregarla al cuidado
de los sirvientes antes de los -cinco años de edad; dt ahí
hasta los nueve o diez, a la enseñanza de una institutriz;
luego se la coloca en el "convento", donde nunca adquiere
sino una instrucción superficialísima ; y, cuando raya en los
veinte', se la saca de allí, se le fija un dote, y se la presenta
en sociedad, donde todo parece oponerse a las libres expan-
siones de la juventud. . .
Edúcasela así en una artificiosa ignorancia, apartada
de la sociedad, evitándole sus fiestas y luchas, que se reser-
van a la gente casada. Sus conocimientos en artes y en cien-
cias son harto superficiales para que pueda utilizarlos, en
caso de necesidad. Dedica sus mejores horas a los trapos.
Su libertad de acción se halla coartada por una serie de tor-
pes prejuicios y críticas, y no puede, sola o acompañada de
jóvenes de su edad, no digo viajar, ni aun pasear por las
c;alles. Hace poco ejercicio, lo que suele producirle clorosis
y exacerbarle la histeria. Por su forzado desconocimiento
de hombres y cosas, toma a veces malos senderos su feme-
nil malicia. Por ese desconocimiento y esta malicia, por una
especie de anemia psicológica, por su falta de mundo y de
acción, resulta incapaz de defender por sí misma su pudor
con la energía necesaria. En un país en que ,una servil ga-
lantería se postra de rodillas ante la gracia y elegancia de
las mujeres, sin saber apreciar otras condiciones más útiles,
la joven se empeña en ser superficial y frivola, para no co-,
rrer el riesgo de que su ciencia, su lenguaje y su criterio
puedan tildarse de pedantescos. Conceptúa un insulto que
se la suponga bas hleu ...
Al poco tiempo de presentada en sociedad, encontrado
el novio, se la compromete y se la encierra ¡hasta el día del
casamiento. . . La ligera educación que le dieran las religio-
sas, y su breve permanencia en la casa paterna, vienen a
constituir toda la experiencia con que entra en el "gran
mundo" ima dama "distinguida". Por esto ha podido defi-
I*A EDUCACIÓN CONTEMPOKANEA 4»
nir, con mucha exactitud, el novelista Feuillet, así a una
mujer "distinguida": ";la que no se distingue!".
No siendo considerada por el hombre como una com-
pañera, confidente, colaboradora y hasta émula; no siendo
tenida su psicología por igual, sino por inferior, la mujer
francesa, que representa algo como una muñeca ídolo, no
se ■eree luego obligada a echar sobre sus hombros el peso de
la responsabilidad dé la vida. Su ideal es más bien ser una
niña mimada y casi irresponsable que una mujer fuerte. Y
su carencia de libertad y de fuerzas para ganarse por sí so-
la el sustento, le hacen considerar el matrimonio mal aveni-
do un muy aceptable objeto de sus miras. Como recibe un
dote relativamente alto, que se entrega al esposo; como el
matrimonio se estipula por sus padres, hasta el punto de
considerarse indelicadeza en un joven el dirigirse abierta-
mente a la niña antes que a aquéllos, y, como el pueblo
francés se caracteriza hoy por cierto espíritu de avaricia,
resuilta el casamiento, en la mayoría de los casos, interesa-
do. Los norteamericanos llaman a los .preliminares de esas
"uniones de conveniencia" the tele of gold, **el cuento del
oro"... ¿No implican, en realidad, una traición, una esta-
fa, un "cuento del tío" que se hacen los novios a su propia
felicidad, a su honor, a su patria?...
Paralelamente al ideal burgués de la educación de ima
niña, el de la educación de un joven, en Francia, diríase
que es hacerle para siempre un enfant sage, sumiso, incoloro,
innocuo . . . ¿ Cómo se eligirán entonces el uno y la otra por
esposos?. . . Pero aquí es donde interviene un tercer factor,
el factor extraño, del que la literatura contemporánea nos ha
dado los datos más repugnantes: la avaricia, que hace de
cada hogar un desierto. Los novelistas realistas traen inau-
ditos detalles para describir hasta dónde arrastra a veces a
los matrimonios aristocráticos y burgueses el deseo de que
su familia se componga de un hijo único, o de dos o tres
a lo más; así la fortuna, que se divide democráticamente por
las leyes, no debe luego ser demasiado fraccionada. Y la
moda que se imponen las clases ricas trasciende — ¡oh, es-
50 C. o. BUIÍGE
nobismo! — como un úkase, a aquella parte del pueblo en
que, por sus condiciones de cultura, es viable la imitación
de tan enfermizos ejemplos. Recordemos que la parte más
sana de las sociedades se compone de esos borregos de Pa-
nurgo, que' siguen siempre el rumbo marcado por los de-
lanteros; los que se apartan o escapan del corral, salvo ra-
rísimas excepciones 'de intelectualidad superior, son los más
ruines. Los rezagados son generalmente débiles o sarnosos.
Los pocos espíritus que se remontan son águilas, y los bo-
rregos de Panurgo 'carecen de alas para seguirlos.
Como las niñas, también los jóvenes educados según el
sistema francés se casan frecuentemente por interés y por
consejo de sus padres. Unas veces, porque se prolonga arti-
ficialmente" la tutela hasta una edad en que debiera haber
terminado; otras, porque cuando se sienten hartos de sus
correrías y calaveradas, pueden hallar un honroso retiro
abusando impunemente de la ignorancia y la abstención del
mundo en que se mantiene a las niñas casaderas. Esa igno-
rancia, que no es siempre inocencia, y esta abstención, que
nunca es voluntaria, suelen ser circunstancias que impulsan
a las jóvenes a desear el matrimonio, más que' como medio
de formar un hogar cristiano, como una salida de su obli-
gí^toria reclusión de jciines filies, para lanzarse a lecturas, tea-
tros, bailes, exposiciones, bazares de caridad y otras diver-
siones de la vida social que su edad apetece y las costum-
bres les prohiben. El marido es entonces un Lohengrin que
viene a librarlas del hastío; pero su barca no llega remolca-
da por el blanco cisne de las ilusiones, sino movida por la
codicia del pirata. El cuarto de hora de tentación es, para
esas pobres niñas, un mal momento de la vanidad que', en
ocasiones, aprovechan, más que sus galanes, sus padres, pa-
ra imponerles un "buen partido". 'Son criaturas, y se las
puede engañar con juiguetes y diversiones. Bien dicen los
madrileños, cuyas costumbres son semejantes a las france-
sas, que cuando "un hijo de Adán da fin, una hija de Eva
da comienzo". Y esta hija de Eva da comienzo uniéndose'
sin ideales a un hombre a quien no ha elegido por su pro-
LA EDUCACIÓN CONTEMPOSÁNEA 51
pió impulso, y a quien acaso no la liga ni el vínculo de la
simpatía; hambrienta de esas fiestas y goces mundanos de
que tanto ha oído hablar sin haberlos podido conocer; inca-
paz por su ignorancia de ocupaciones serias que distraigan
su mente, ocupada en los detalles del traje' y otras pequeñas
vanidades, y rodeada de ciertos "caballeros", que no han
sido modelados, seguramente, según el patrón ideal de lo
que los ingleses llaman un gentleman, ya que Tomás Arnold se
extraña tanto, sin .escandalizar a Taine, de no haber hallado
un solo ejemplar en Francia. Esos cazadores furtivos ten-
derán a su virtud toda clase de redes, y ella afrontará el pe-
ligro cruzando el "mundo" del brazo de un marido que no
la ha elegido por pasión. ¡ Pero el amor es una necesidad
psi'cofisiológica tan tiránica, que si no lo hallan en el hogar,
uno y otro, so pena de enfermedad o desequilibrio, debe-
rán buscarlo fuera del hogar!...
El cuadro desalienta. Veamos ahora el reverso, o sea
la manera como la home editcation, como el espíritu de lo que
algún autor francés llama education nouvelle, produce el ma-
trimonio o tiende a producirlo en el Reino Unido. El joven,
que desde su más tierna infancia está acostumbrado a ejer-
citar su iniciativa, a manejarse solo en sus dificultades, a
costearse sus gastos con su trabajo y a una existencia del
todo independiente desde su mayor edad, es libre" en abso-
luto de requerir en persona la mujer hacia quien su corazón
le impulsa. Puede dirigirse a la girl, sin solicitar previo permi-
so de los padres de ésta. No hallará como obstáculo el ab-
surdo prejuicio francés que le obliga a considerar tal paso
indigno de la escrupulosidad de un caballero. Como no se
dota generalmente a las niñas sino con una cortísima suma,
destinada a cubrir gastos menudos, llamada pimnoney ("di-
nero para alfileres"), y como los padres dejan casi el total
de su fortuna al hijo mayor o a ciertos hijos varones, el in-
terés no será cebo, así como la necesidad no fué aliciente.
Formado en un hogar moral, vibra desde sus iprimeros años
en su alma el anhelo de' formarlo a su vez, anhelo que no
ha sido desvirtuado por experiencias de concubinato, pues
63 O. o. pandeas.
la sociedad y la familia son intolerantes a este respecto.
Jamás una madre inglesa o alemana escucharía a su hijo las
confidencias que soportó al suyo Mme. de Sévigné, y que
aun repitió a su propia hija. Los jóvenes mismos reprueban
ciertas jactancias, que en otros países son harto corrientes.
La edad, el clima, el medio, la disciplina, el espíritu religio-
so, el patriotismo, los viajes, la costumbre de vivir gran
parte del año en el campo, todo propende a que el varón
mire el matrimonio desde el punto de vista más elevado, y
al home como el retiro más amable para curar las heridas que
se reciben en las batallas de la vida y en los torneos de la
vanidad.
Esto en cuanto a los hombres. No contribuye menos il
eximio resultado el espíritu y la educación de la joven anglo-
sajona. Como su instrucción es vasta, sólida y práctica, como
posee algún arte o ciencia que pueden ser su profesión en ca-
so de necesidad, no ve con horror la eterna soltería, siempre
posible. El estado de spinster independiente por su trabajo o
por su fortuna, de tía trabajadora y libre, no es ridiculizado en
Inglaterra, sino considerado como útil y noble. Sus estudios
hacen entreverlo a la joven como un modus vivendi no muy
penoso y que puede darle alta notoriedad en la enseñanza, las
artes, la literatura. En la última ha llegado a sobresalir más
que en otros países, como lo prueban los ejemplos de las se-
ñoritas Thackeray, Gaskell, George Elliot, Carlota Brontc,
Isabel Bronwing, María Corelli. Su experiencia del muiído
y su admisión en la vida social, no le hacen desear el matri-
monio como un medio de clavar el diente en el fruto prohibido
del cercado ajeno o de gustar las diversiones que tanto gustan
a las jóvenes de todas las razas. El ejercicio continuo forti-
fica su cuerpo, así como el régimen de libertad fortifica su es-
píritu. Hasta en las tablas, en medio de múltiples y poderosí-
simos excitantes, frecuentemente se conserva pura (suele se-
guir la carrera como un medio de hallar un esposo de más alta
esfera social ) ; que a este respecto, la actriz inglesa merece,
sobre sus colegas de otras razas, los honores de una virtud re-
lativa . . .
Virilmente fortalecida de cuerpo y espíritu, la doncella
I.A KDÜCACIÓN CONTEMPORÁNEA 53
anglosajona se lanza valerosa y despreocupadamente al mun-
do, para escoger, sirviéndose de complejos y variados flirts,
al marido que le convenga, sin que haya peligro de que nadie
abuse de una debilidad que no tiene, ni de una inocencia exen-
ta de malicia, pero llena de conocimientos y de energías mo-
rales. Si en otras partes (¡oh, bárbaros extranjeros!) el acto
de engañar a una soltera se suele reputar una vivesa, casi un
mérito, ella sabq que eso, en su patria, se reputa una infa-
mia. Así, se da un lugar de camarada y candidato, que el
hombre, por su flema, su respeto a la mujer y el aprecio de sus
fuerzas, no trata de atacar con galanterías sino cuando llev.'i
sanas intenciones. Bien sabe ella que tanto como las costum-
bres, la protegen las leyes; que el jurado condenará al hom-
bre que le dé palabra de casamiento y falte a su compromiso,
por el solo delito de haberle mentido y robado un tiempo
precioso, ¡ la juventud !, a pagarle una indemnización conside-
rable, que le proporcionará más provecho que ridículo. Por-
que "el humotir británico no ridiculiza la extravagancia, sino
la inmoralidad". Cuando se halla sola entre hombres, está
segura de que nadie la burlará, ni vejará en forma alguna, que
si un hombre le faltase al respeto, todos los demás presentes,
por el esíritu de moral solidaria de la nación inglesa, eficaz-
mente la defenderían. Por ello puede viajar sola y entregarse,
bajo la salvaguardia de la honorabilidad de sus conciudadanos,
n las tareas que le agraden ^
Y, si en Inglaterra, Gales, Irlanda, y en todas las colonias
británicas se respeta, so pena de indemnización, el contrato ds
esponsales, en Escocia el matrimonio se formaliza por el sim-
ple consentimiento de las partes, manifestado por escrito o
ante un testigo. Hay en la frontera escosesa, a pocas horas de
Londres, una famosa herrería, la de Gretna Green, donde
se realizan los casamientos que en Inglaterra dificultan las le-
yes. Basta la mutua voluntad expresada en un documento que
sllí se firma ante el herrero, quien, en vez de echar la bendi-
ción a los novios, da un golpe de martillo sobre el yunque, pa-
ra significarles que ya están casados. El cargo de herrero
1. TainEj ob. clt., pag. 99,
¥5 C. U. BÜNQE .'
casamentero se viene heredando desde varias generaciones,
y constituye una costumbre y una tradición local. Los novios
vuelven después a Londres, tan indisolublemente casados coma
si lo hubieran sido ante el registro civil y por el arzobispo de
Canterbury. En Holanda, los novios, para conocerse mejor,
suelen viajar juntos y solos; si durante ese viaje se conven-
cen de que no existe entre ellos verdadera "afinidad electiva",
rompen el compromiso, sin que sufra en lo mas mínimo la re-
putación de la joven.
Aunque no se ha3^a calificado jamás al pueblo anglosajón
de "galante", ninguno sostiene mejor los fueros del sexo fe-
menino, en razón de una moral muy lógica, que defiende lo
indefenso y lo débil. . . Hay en la galantería latina mucho
de egoísmo pagano; en la sencillez sajona, mucho de caridad
cristiana. Cuanto más donjuanesco es el tipo característico del
hombre de mundo, menor es su consideración con las mujeres,
y la sociedad inglesa execra la legendaria figura de don Juan. .
Recuérdese que la imagen de lord Byron, su poeta, ha sid(D
excluida del zócalo de la estatua del príncipe Alberto, en el
Hyde Park, de Londres, donde se hallan las de los más gran-
des poetas nacionales y extranjeros. . . Dejando de lado lo que
puede haber de hipocresía en este pudor ostentoso, reconoz-
camos su belleza moral y su utilidad práctica. Sólo con tales
principios es posible el espíritu individualista de la home educa-
tion. anglosajona y la fecunda expansión del femenismo, que
aporta a la producción nacional tantas nuevas fuerzas, que
otros ambientes esterilizan en una inacción forzada,
¡Felices las jóvenes que no ven en el matrimonio el único
rumbo posible de su vida! El dilema suele ser, en Francia, Ita-
lia y países similares, para la joven honrada, himeneo o mo-
jigatería. El injusto y absurdo menosprecio que provocan las
"solteronas", sobre todo si son pobres, las obliga a buscar
en su fuero interno un consuelo y hasta un baluarte para sa-
tisfacer su dignidad ... ¿Y dónde hallar este consuelo y ba-
luarte, sino proclamándose "elegidas" de Dios? Es decir, su-
periores a aquellos que estúpidamente las burlan, y ante cu-
yas burlas ellas invocan la Divinidad con estos términos : "Per-
donadlos, Señor„ que no saben lo que hacen". Ellas sólo sa-
LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 55
ben lo que ellos hacen, y se proclaman superiores a su des-
tino, ¡y aun a sus detractores! Es justo. Es su desquite. Es d
desquite fatal de su humanidad, vilipendiada y desconocida.
¿Cómo inculparlas entonces, pobres inocentes, de su triste si-
tuación, que debería provocar en pechos varoniles más sim-
patías que desprecio? En los países de habla castellana, las
costumbres han consagrado esta frase odiosa que, respecto de
las mujeres, significa "no casarse": "quedarse para vestir imá-
genes". ¿ Por qué no propender a que se queden . . . para cual-
cuier cosa, el magisterio, las artes, la literatura, la medicina,
cjue sea de mayor utilidad social y represente un mejor deri-
vativo para llenar el vacío de un marido? ¡Que busquen su
lámpara, aun dentro de la misma piedad cristiana, esas frágiles
mariposas sin hogar, en otras actividades menos pueriles que
e] arreglo de altares ! . . . ¡ Cuánto más noble es la libertad de
una hembra anglosajona, que no teme a los hombres, ni ansia
en su juventud el matrimonio como único destino honroso! Só-
lo después de estudiar y conocer a los candidatos, ella se ca-
sará o no, según su criterio. Pero, si se casa, basará su hogar
sobre esta piedra divina : el amor, previo y consciente. No
será sorprendida, ni engañada, ni forzada. Aceptará al espo-
so, si le encuentra, con toda la conciencia y libertad que re-
quiere el resolver problema tan fundamental de la vida como
el escoger la persona a quien deberá entregar todas sus fuer-
zas, todos sus afectos, todos sus ideales ... ¡ Si el hombre vive
para la especie, que aprenda a no coartar las leyes de la na-
turaleza con pequeños prejuicios e indignas preocupaciones !
Compárense este y aquel cuadro. El contraste de luz y
de sombra es demasiado violento para que sea necesario ha-
cer resaltar el absurdo de uno y la excelencia de otro sistema
de educación, privada y pública, pues, aunque para eviden-
ciarlo haya yo recargado exageramente los tintes, a estilo de
Taine y de ciertos pintores impresionistas, el dibujo de los con-
tornos es exacto. Todos sabemos, por confesión de la pro-
pia parte, por la estadística y !a literatura, cuánto disminuye la
población de Francia, y cuánto han decaído laj moralidad, el
poder y la ricjueza de una nación que, siendo inteligente entre
todas, disculpa el concubinato y sonríe al adulterio...
56 C. o. BVJíGE ^
En cambio, el hogar inglés puede considerarse modelo.
La piedra angular de la grandeza dé Inglaterra y la clave de
su espíritu colonizador es el home. Esta palabra significa, ,ú
propio tiempo que hogar, patria. Ningún pueblo más apto
para la colonización, porque ninguno sabe implantar mejor
su casa en tierra extranjera, como foco de vida espiritual y
de nacionalidad; como inconmovible baluarte de virtud y de
fuerza; como refugio templado y confortable contra los rigo-
res de las cosas y los ataques de los hombres ; como un pedazo
de la patria misma, a la cual se llega así a tener presente en
la India, en el Canadá, en Australia, en el Cabo, en los antípo-
das, pues por doquiera un hogar inglés es un pedazo sagra-
do de Inglaterra. El secreto está en la manera íntima de con-
centración del hombre en su casa. Esta concentración expli-
ca cómo acumula allí revistas, libros, obras de arte, comodi-
dades, todo lo que pueda constituirla en deleitoso retiro para
pasar la mayor parte del tiempo. Las Viviendas anglosa-
jonas tienen así un cachet singular e inconfundible, desde la
bodega, siempre bien provista en relación con los medios de
vida de la familia, hasta el drawing roorn, la sala, que nunca
es salón (solamente lo poseen los aristócratas ricos), y que
siempre presenta, sin someterse a estilo alguno, un amable con-
junto de muebles cómodos y de objetos interesantes. El ama de
un home anglosajón, cuando visita por primera vez en confianza
la casa habitación de una familia burguesa y latina, después
de ojear los muebles lujosos y de estilo, impropios para el uso
diario, que dan a la sala y antesala el aspecto de salones de
recepción, pregunta siempre cuál es el sitting room de ese ho-
gar, dado que su drawing room no se presta a tal uso. . . V
la verdad es que el hogar carece de sitting room adecuado,
es decir, de una habitación para pasar confortablemente to-
das las veladas y las tardes de días festivos, en familia; pieza
alhajada exprofeso y diversa de los sitting roooms ocasionales,
que se pueden constituir en el comedor, en la biblioteca, en
el tocador. . . Es porque la "función hace el órgano", y en ese
hogar latino la gente parece ave de paso; sólo va a su casa a
comer, dormir y trabajar, y a veces también a recibir a los
amigos, pero no a hacer la deliciosa e insustituible tertulia de
I.A i;»U(ACíÓN CONTEMPOEÁKEA 57
familia. Aparte de la óangre, el clima es el primer culpable,
porque el calor y el sol invitan a tomar aire, a pasear tranqui-
lamente por las calles el bonheur de vivre; y el frío, la ven-
tisca, y la lluvia, a buscar, después del ejercicio confortante,
un agradable rincón junto a la chimenea, que los mismos es-
pañoles de otros tiempos llamaron "hogar". Por falta de sol,
no se concibe la Puerta del Sol en las inmediaciones del Léi-
oester Square.
En todos los detalles de una casa anglosajona, aun en las
(le baja categoría, se revela el cariño con que sus dueños la
alhajan, dándole un aspecto de bienestar que sorprende y ha-
ce de suponer al extranjero una posición económica e intelectual
uperior a la real.
Y nunca resulta más típico este hogar en las casas de
campo (cüHuiry houscs). Es que la home education británica
prepara mejor que ninguna otra al individuo para la vida de
campo en el seno de la familia. El coimiry gentleman se esfuer-
za más que nadie en reunir en su nido, como una urraca, cuan-
to pueda ser agradable para sí, los suyos y sus huéspedes, ya
kMi tiempo de nieves, que es cuando resulta más abrigada y sim-
pático, ya en la estación de las flores. Preguntadle por qué ate-
sora allí con afán pueril una serie de chucherías casi siempre
desprovistas de valor intrínseco, y os responderá que son pe-
(lueñas cosas homely, que hacen su retiro homely. . . Tratad de
traducir este adjetivo, que representa la cualidad esencial;
del home, o, mejor dicho, el cúmulo de cualidades que cons-
tituyen la grande atracción del home, y no hallaréis termina
exacto en otros idiomas. . . Porque en su forma típica, "sólo
en pueblos de habla inglesa existe la cosa, y, como todos
abemos, nadie inventa palabras para lo que no conoce.
Antes de concluir tan interesante tema, creo deber com-
plementar mi contestación a aqttellos que achacan como un
defecto al sistema de la educación doméstica anglosajona el
que quite a la mujer el encanto de su feminidad, la des-
poje de sus cualidades de tal, para transformarla en un ente
sni géneris, sin los femeninos encantos y sin las fuerzas masculi-
nas. Contra esto debe objetarse que, si por feminidad se en-
58 c. o. éuNGE
tiende frivolidad e ignorancia, valiera más que no existiese;
que la maternidad exige conocimientos y energías ; que la "mu-
jer fuerte", ya que esa expresión en tal sentido se emplea, es
un factor de tranquilidad para el hogar y de progreso para
la patria, pues, como compañeras del esposo y como educadora
de su prole, contribuye a lo futuro; y, en fin, que una sana y
sólida educación a la inglesa, como lo demuestran los hechos,
lejos de convertir a la delicada mujer en arpía, encauza para
común utilidad las facultades de la hembra moderna, cuyos
bríos ingénitos no excluyen los aterciopelados matices de la
psicología de su sexo.
VENTAJAS POLÍTICAS Y ECONÓMICAS DEL SISTEMA
Las ventajas públicas del sistema esbozado de educación
doméstica pueden resumirse en dos grupos: formar el ciuda-
dano apto para ser gobernado y gobernar, y formar el ciuda-
dano útil para la producción de la riqueza.
Jamás espíritu social alguno fué más activo estímulo de
las iniciativas cívicas que el individualista. Lo universal de
los intereses de cada ciudadano; la solidaridad de la acción
conjunta de todos; la independencia de criterio; el conoci-
miento que debe poseer cada cual, desde niño, de sus fuerzas
de hombre y de político, de sus derechos y deberes, son dog-
mas que impone al espíritu una sana educación doméstica iu'
dividualista. ¡Y son los dogmas que constituyen las verda-
deras repúblicas!
La aplicación constante de la iniciativa personal; el des-
envolvimiento libérrimo de las facultades productoras; la
costumbre del ejercicio del propio cerebro y de las propias
fuerzas, exentos de la tutela paterna desde temprana edad;
el conocimiento experimental, no por premios y castigos, de
las sanciones de la vida, forman las mejores aptitudes para el
trabajo. Y en el trabajo ciméntase la preocupación del bien
público, porque la plena conciencia de las responsabilidades
LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 5&
individuales acrisola el criterio de las responsabilidades so-
ciales.
Las ventajas económicas del sistema individualista son
demasiado evidentes para que necesiten una amplia demos-
tración. La independencia del hijo de familia le hace, en
cualquier clase social, una fecunda fuerza del trabajo que,
bajo un régimen diverso, se anula o debilita por la paterna
protección. Mientras dura su educación, suele ser dos bra-
sas más; después de terminada, será siempre dos brazos
mejores para la lucha por la riqueza. Y siendo, como he in-
ducido ya, el factor económico la panacea que promueve la
actual revolución educativa en todos los países civilizados,
y que amenaza constituir el problema social más inmediato
de todo el siglo xx, esto puede ser consideración angular
que encarezca el sistema.
En suma, las capitales ventajas que presenta el espíritu
de la educación doméstica individualista para el Estado son :
facilitar el buen gobierno por la formación de ciudadanos
idóneos y mejorar las condiciones económicas por aumento
del trabajo nacional. Es decir, encarrilar la acción política
de todos y aumentar la riqueza de todos.
§ 14
CORRESPONDENCIA ENTRE LA LEGISIvACIÓN Y LA EDUCACIÓN
DOMÉSTICA
Como la costumbre, también la ley ejerce cierta influen-
cia sobre el carácter nacional y sobre el espíritu de la edu-
cación. Y no me refiero aquí a los estatutos que rigen la
instrucción pública, cuyo poder sobre la enseñanza es dema-
siado inmediato y evidente, sino a las leyes generales, y es-
pecialmente a las que reglamentan la familia y las sucesio-
nes.
El rasgo típico de independencia, de individualismo so-
cial y disciplinado de la educación inglesa, tiene su mejor
campo de cultivo, como se ha dicho, en la honie education.
60 o. o. BÜKOE
Ciméntase esta educación en la manera de ser social y eco.
iiómica de la familia inglesa, que, a su vez, está justificada y
sancionada por el derecho civil, el cotnmon laiv. El hogar
ingles debe en gran parte su carácter a la magistratura tes-
iamentaria ejercida por el padre. Goza éste de absoluta 1¡-
Ixíftad para repartir sus bienes entre los hijos como quiera y
disponga, ya en vida, ya para después de su muerte. No
existe la legítima forzosa a favor de los hijos, ni el padre
está obligado a establecer a los varones ni a dotar a las mu-
jeres. La autoridad parterna resulta así mayor. Como el hijo
no puede esperar una herencia segura, tratará de hacerse
digno de merecerla. Desde niño se le acostumbra a que no
cuente con nadie sino consigo mismo, de modo que el benefi-
cio de la sucesión de sus padres será hasta cierto punto co-
mo un premio que reciba por sus aptitudes y conducta. De
este modo se procura desenvolver su iniciativa y estimular
sus esfuerzos. Se le obliga indirectamente a trabajar, a per-
feccionarse, a distinguirse, para no incurrir en la reproba-
ción del magistrado testamentario. Se le imponen al propio
tiempo la acción del que todo se lo debe a sí mismo, y la
autoridad del padre que puede privarle de su herencia. Se
da impulso al ' torrente de su carácter, y se le canaliza . . .
Esto no es posible en países en que la familia se rige
por leyes diversas. Así, la legítima forzosa que establecen
a favor de los hijos el Código de Napeoleón y otros mu-
chos que lo siguen, quita autoridad al padre y responsabili-
dad a los hijos. Saben éstos que, de todas maneras, mientras
no incurran en los muy graves y excepcionalísimos motivos
legales del desheredamiento, pueden siempre contar con su
hijuela. Nada les importa que el padre apruebe o no su con-
ducta. Tampoco se sienten estimulados al trabajo, puesto
que 'la herencia no ha de faltarles. Acaso lleguen hasta a de-
sear secretamente que se les entregue cuanto antes, deseosos
de riqueza y de placeres. Todos estos males se evitan o dis-
minuyen con un sistema más liberal, si no de libertad de
testar (que tiene también sus inconvenientes), siquiera de
amplias mejoras, como el de la antigup. legislación española.
rjv F.DUCáCl6w CONfTSÍfPOBÁNEA 61
EL RÉGIMEN TUTOR! AL DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA INGLESA
Grave error es suponer, con la casi totalidad de los au-
tores contemporáneos que han tratado el asunto, que la ins-
trucción pública en Inglaterra procede con el mismo sistema
de pasividad que la home education. Verdad es que esta
instrucción pública tiende, con relación a la continental, más
a educar el carácter que a instruir. Pero, aun en esta fun-
ción, sigue un método de tutela, de reglamentación, de dis-
ciplina; un método perfectamente activo, puesto que obliga
al educando, se le impone, le aconseja, le dirige, le castiga,
tanto o más que en Francia misma, donde se habla mucho
de su exagerado liberalismo. Aunque tiende al mismo fin
que la home education, procede por vías diversas. Como he
dicho, la una deja que las circunstancias se produzcan, y que
el educando sufra por sí solo las consecuencias de sus actos,
evitando la excesiva influencia, el tiránico consejo, o sea el
reemplazo de su voluntad por la de sus padres ; la otra pro-
voca las circunstancias, las produce, las encauza, y enseña
sobre ellas con la palabra y el ejemplo, y a veces por medio
de una disciplina casi militar, imperativa, categórica.
¿Por qué, ocurre preguntar ahora, el genio práctico de
los ingleses, que conceptúa como fin exclusivo de la honie
education y como fin principal de la instrucción pública la
formación del carácter, procede en ésta de una manera im-
positiva y en aquélla de modo tan liberal ? . . . Hay para todo
esto, a mi juicio, una sencilla razón psicológica. . . El peli-
gro que presenta la continua intromisión positiva de la ac-
ción paterna en el desenvolvimiento del hijo, estriba en que
con ella se tiende a disminuir la iniciativa y personalidad del
niño, sustituyendo un criterio fuerte por un criterio débil,
una voluntad adulta por una voluntad infantil, ¡ Pero la in-
experiencia necesita un guía seguro! Si este guía es el
maestro, ¿existe el mismo peligro de reemplazar una perso-
nalidad por la otra ? Cuando son los padres los maestros.
62 C. o. BUNGE
ello es indudable, pues el prestigio extraordinario que tie-
nen para el hijo es causa de que éste aminore ante tal fuerza
su iniciativa y personalidad, hasta el punto de reducirlas a
cero; puede confiarles su responsabilidad y su porvenir.
Cuando el educador es un extraño, carece de este superior
prestigio, y no destruye la responsabilidad del pupilo ni ase-
gura su porvenir. Por tanto, no existe el mismo peligro en
el absolutismo de la educación del profesor que en el de los
padres. El joven necesita un piloto para no naufragar en el
mar de las primeras pasiones y luchas de la vida; cuanto
más determinado sea el rumbo que este piloto le marque,
tanto más segura será la marcha de su nave. Si hay incon-
venientes en que esa linea sea trazada con mano de hierro
por la educación doméstica, no los hay para que lo sea en
la instrucción pública por profesores y maestros idóneos,
penetrados en la importancia de sus funciones.
He ahí, pues, el alto papel social de los tutors de las es-
cuelas y universidades inglesas: marcar a los escolares, con
sus consejos, el camino que deben seguir en los primeros pa-
sos por el mundo. Cuando ingresa un niño en uno de esos
establecimientos educativos ingleses, su tutor, previo conoci-
miento de su idiosincrasia, le confecciona el programa; le in-
dica si debe seguir una escuela fácil o una escuela de hono-
res; le aconseja, le prepara, le ilustra, y hasta le señala
cuál ha de ser su orientación cuando abandone las aulas. En
las universidades el tutor es un segundo padre, que tiene so-
bre el primero, además de la ventaja señalada de no impo-
ner demasiado profundamente su individualidad a la del
educando, la de ser un hombre técnico que conoce mejor que
un particular la ciencia y arte de la educación. Su bien ins-
pirada influencia no llega hasta entorpecer y debilitar el cri-
terio personal del educando, como tan frecuentemente sucede
con la de aquellos a quienes la naturaleza encarga de la
educación doméstica.
Según los principios de la home education inglesa, los
padres, considerando la evolución psíquica del niño un fe-
nómeno lógico en el cual no necesitan forzar la marcha na-
tural de su desenvolvimiento, tratan a los hijos como indi-
LA EDUCACIÓIí CONTEMPORÁNEA 63
viclualidades separadas, y no como cosas que les pertenezcan
o entes incapaces de criterio y de iniciativa; usan lo menos
posible de una autoridad despótica, que debilitaría el espíri-
tu y la personalidad de los jóvenes ; y desde muy tierna
edad les enseñan, y esto es fundamental, que no se encarga-
rán de hacerles su posición . . . Resumamos ahora la obra
de los maestros : orientar el criterio ; infundir sanos princi-
pios de moral cristiana y política; desarraigar malas inclina-
ciones y sentimientos ; proponer altos ideales ; desarrojllar
nobles pasiones; marcar los mejores rumbos para que lle-
s?uen luego a cumplir del mejor modo su destino de hombres
y ciudadanos; usar del imperio y del castigo contra la indis-
ciplina y la rebeldía; provocar circunstancias difíciles para
enseñar a dominarlas ; en fin, coadyuvar con sus consejos y
órdenes y castigos a que se haga el individuo útil a su pa-
tria y a la humanidad, no sólo formándole el carácter, sino
imponiéndole aquellas lecciones que sean indispensables y que
el modo pasivo de la educación doméstica tiende más bien a
vitar... Compárese uno y otro cuadro de atribuciones, y
e verá que el papel del profesor resulta más concreto, más
imperativo, más absoluto. Por tanto, conceptúo un error el
considerar que toda la educación inglesa se caracteriza por
ana pasividad uniforme; hay que diferenciar {lo que no
an querido distinguir ciertos autores franceses contemp-o-
¡úneos, como Demolins) el espíritu de la home education y
el de la instrucción pública. Ambos se complementan, hasta
formar el espléndido fenómeno de la educación individualista
inglesa.
En la lengua, que es siempre la cristalización del pensa-
'.niento nacional, hallo una demostración, la más gráfica, de
sta interesante manera anglosajona de considerar al padre
como un profesor y al profesor como un padre; de esta anti-
nomia que llamo pasividad de la educación doméstica y acti-
zidad de la instrucción pública. . . Los jóvenes llaman a me-
nudo my governor al padre y my tutor al maestro.
Govcrnor quiere decir la persona que gobierna, y gober-
nar es un verbo que significa, en todos los idiomas, y más que
en todos en el inglés, la idea de dirigir según leyes, fórmulas,
64 c. ». BtJK«R
ceremonias, estatutos, costumbres; la idea de mandar, no ab-
soluta y caprichosamente, sino templada y constitucional-
mente; no la idea de un imperio minucioso sobre los detalles,
de una alta superintendencia en pro del orden, de la moral y
del progreso, antes bien la idea del respeto a la individualidad,
de la abstención del cacicazgo, del culto a las libertades hu-
manas . . . En efecto, todos esos principios rigen la educación
del hogar en Inglaterra.
En inverso sentido, la palabra tutor, de origen romano,
sugiere el concepto de una relación de padre a hijo artificial-
mente creada por las leyes y las costumbres, para que una
pfersona extraña guíe al segundo en reemplazo del primero.
La naturaleza, que alarga y debilita la infancia humana y que
alimenta en el corazón de los padres inmensa ternura para cou
la prole, ha inspirado un concepto singular de su poder sobre
los hijos, como el más íntimo y previsor; la autoridad pa-
terna se sustituye, en caso de orfandad, por la tutoria; luego,
la tutoría constituye una especie de paternidad artificial . . .
Tal es el concepto inglés del tutor, llamándose asi al maestro
principal, al primer técnico de la instrucción de un educando.
He ahí, pues, en esas dos sencillas expresiones — tny tu-
tor, my qovernor — , la síntesis más completa de esta doctrina
que desarrollo sobre los dos diversos procedimientos de la
educación doméstica y de la instrución pública en Inglaterra.
Deberían adoptarse en las demás naciones civilizadas, dado
que, en punto a educar el carácter, ya que no en otras fases
de !a educación, bien se puede tomar por modelo racional el
sistema anglosajón. No olvidemos que el poder de la nación
británica se explica, más que por las riquezas de su tierra, por
la energía de su pueblo.
El método de la educación anglosajona, podría, pues,
concretarse en esta doble , fórmula : libertad en el hogar, res-
tricción en las aulas. Forma lo primero el individualismo; lo
segundo, la disciplina social. En cambio, la educación que se
da ahora a los jóvenes en ciertas naciones latinas podría sin-
tetizarse en una fórmula inversa: restricción en el hogar, li-
bertad en las aulas. De ahí que produzca el clásico tipo dei
estudiante latino, ridículo matamoros de veinte años, libre-
LA EDUCACIÓN CONTEMPOBÁWEA 65
pensador fanático, venenoso neocatólico, artista simbólico, in-
telectual difuso o farsante romántico. Su característica sería
siempre la insubordinación, contra todo consejo, contra toda
escuela, contra todo maestro, cuando no contra toda conve-
niencia social, y toda política, y toda moralidad. Parece que
no tuviera otra misión sobre la tierra que protestar, insubor-
dinarse y despreciar a los demás, y enronquecer y desgañi-
tarse en círculos y tabernas, atacando y denostando continua-
mente, ora a la burguesía^ ora a la plebe, ora a la tradición,
ora a la reforma, pero siempre a la autoridad, al orden, a las
leyes. . . ¡Cuánto más libre es en realidad el estudiante anglo-
sajón, que acude a la capilla, que consulta con sus hitors to-
das sus dudas, políticas y morales; que detesta cualquier des-
mán contra el orden establecido ; que los domingos por la
noche (muchos lo hacen en Oxford y Cambridge) llega hasta
formar grupos en las calles, para predicar una religión sana y
liberal, en el fondo más luterana que inglesa, escocesa o ca-
tólica, y para cantar salmos en coro ! No es libertad política ;
no es libertad de acción, de disciplina, de pensamiento, lo que
falta, sino lo que sobra en la instrucción pública que recibe
el estudiante latino; más bien merma aquello que conceptúo
una bien entendida libertad de estudios, o sea el método y
sistema según el cual se da a cada individuo la educación que
conviene a su idiosincrasia, siguiendo el dictamen de sits maes-
tros. Estos maestros (tutors) son quienes dictan en Ingla-
terra a cada cual su plan de estudios; quienes, según la capa-
cidad del alumno, le indican si debe seguir la escuela fácil o
la difícil, si será passman o classman; quienes le examinan
casi semanalmente, le indican libros para que se instruya, le
dan consejos morales y políticos... Nada de esto admite el
estudiante latino, siempre el primero en reclamar contra lo
absoluto de los planes y programas de su liceo o universidad,
citando acaso "la libertad de los estudiantes ingleses". . . Otra
sería su declamación si no ignorase que el sistema británico
importa un régimen de tutoría, y que sólo como un régimen de
relativa tutoría se puede practicar ordenadamente^ en la ins-
trucción pública, como se verá más adelante, eso que llamo
libertad de estudios.
C. o. BUNUE
En efecto, si no son convenientes los planes y programas
enciclopédicos y obligatorios, que fuerzan a todos los estu-
diantes a seguir rumbos determinados, cualquiera que sea su
respectiva índole intelectual, debilitando así su iniciativa \
personalidad, ¿cuál puede ser el guía de los estudios sino el
dictamen autorizado del maestro o de los maestros a quienes
se encomiende el educando? Este es naturalmente incapaz de
forjarse a sí mismo ese plan, por su mal entendido interés de
terminar cuanto antes, y por su ignorancia e inexperiencia ;
en caso análogo se hallan los padres ; luego, sólo quedan los
maestros . . . Pero no todos los de cada instituto pueden em-
plear el tiempo en formar a cada estudiante su plan y en dis-
cutirlo; basta la autoridad de uno solo, precisamente el que se
llama tutor en las escuelas y universidades inglesas. Cada
í.Iunmo tiene allí el suyo. Suponiendo que haya, como sin
duda los hay, en los grandes institutos de los pueblos latinos,
maestros aptísimos para desempeñar esa delicada tutela, ¿cabe
suponer que se sometiera a él con la disciplina inglesa el es-
tudiante latino, cuya característica es la vehemencia, la inno-
vación, la guerra al pasado?. ... No se arguya, pues, que la li-
bertad es poca para el régimen educativo de Francia, por
ejemplo, sin especificar de cuál libertad se trata: si de la que
comúnmente se entiende por tal, sobra ; si de libertad de es-
tudios, falta, y es precisamente por la sobra de aquélla (y en
virtud -del carácter nacional) por lo que no podría fácilmente
instituirse. El mal es grave allí; pero el remedio que tantos
proponen de "aumentar las libertades de la instrucción pú-
blica", citando erróneamente el ejemplo de Inglaterra, sería
un mal mayor, si se refiriese a los estudiantes y no a la ense-
fanza de los profesores. Las principales deficiencias de la
instrucción pública francesa estriban, ya en lo absoluto de
esas trabas de hierro que se llaman planes y programas y que
no dejan desarrollarse libremente la en.señanza, ya en la in-
temperancia e indisciplina de los educandos. Ambos males
son conoruentes.
LA KinjCACrÓN CONTEMPORÁNEA 67
§ ^6
LA TENDENCIA INDIVIDUALISTA EN EL RÉGIMEN TUTORIAL
Con el objeto de presentar clara y nítidamente, en el
parágrafo anterior, la antinomia entre la pasividad de la edu-
cación doméstica inglesa y la actividad del régimen tutorial,
he exagerado un tanto las descripciones y principios, hasta
arribar a la fórmula extrema de "libertad en el hogar y res-
tricción en las aulas". Para confusiones y equívocos, ha lle-
gado el momento de reducir mis términos a sus justas pro-
porciones . . ,
En realidad, la antinomia no es tan absoluta e irredu-
cible; significa sólo una tendencia bifurcada, establecida con
el profundo criterio práctico, con el hondo sentido de la vida
que caracteriza las costumbres inglesas. Ni la independencia
es tan completa en el hogar, puesto que el padre ejerce con
el tradicional espíritu puritano, y en virtud de la libertad de
testar, la magistratura testamentaria, ni las restricciones son
tan severas e imperativas en las aulas, dado que en tal caso
la escuela pudiera destruir o debilitar el individualismo de la
educación doméstica. . . Si se supusiera, por ejemplo, que la
mstrucción pública obra en Inglaterra por el método de im-
posición continua de la educación doméstica francesa; si se
creyera que los tutors de las escuelas y colegios británicos
proceden de una manera tan meticulosa y absoluta como los
padres franceses, tal idea sería falsa. Demasiado amantes son
los ingleses de la libertad, y demasiado respetuosos del indi-
vidualismo para que ello sea posible jamás, en el hogar o en
el aula. Error áería también suponer que la educación de los
maestros ingleses consiste en el modo sentimental de román-
ticos como Saint-Pierre y Rousseau. Nada más contrario al
genio de su raza.
El solo alcance de la doctrina que he desenvuelto sería
entonces el siguiente : el método de la instrucción pública, o
sea el procedimiento educacional de los maestros, debe ser
más activo e impositivo que la educación doméstica. Y aun asi
6S C. o. BüNGE
SQ presentaría en cierto modo exagerada la antinomia. Podría
aun reducirse a estos términos: con relación a la educación
continental, la educación doméstica inglesa da mayor inicia-
tiva e individualidad al educando; la instrucción pública se
las da menores.
Pero aun conviene aclarar mejor esta última parte, la
referente a la actividad impositiva de la instrucción pública,
para señalar cómo la escuela inglesa coadyuva también, a pe-
sar de su régimen tutorial, en la tendencia individualista de
la educación doméstica. Conviene recordar al efecto que en
las escuelas se da, al propio tiempo, educación intelectual y
educación moral . . . Pues bien ; el régimen tutorial se refiere
preferentemente a lo intelectual; en lo moral, el tutor deja
franca libertad al educando, sobre todo en cuanto se refiere
a sus relaciones con los compañeros, A este respecto, nada más
tipico que la costumbre denominada el fagging.
El fagging es una verdadera servidumbre, hasta una
tiranía, que soportan, en las escuelas inglesas, de parte de los
mayores, los estudiantes menores. El fag debe obediencia
y pleno Iioimenaje, como a su señor natural, al compañero
más antiguo y de más edad. Es casi su criado a veces. Ha
de obedecerle, aunque le mande hacer la cama y tostarle el
pan para el te. Si no cumple, castígasele con bofetones y
puntapiés; se le zurra hasta hacerle sangre... Tal costum-
bre se' practica en los colegios más aristocráticos, como
Eton y liarrow, y con los hijos de pares y de duques.
Las víctimas lo soportan sin quejarse a los maestros;
así lo manda el honor escolar. Además, es un principio in-
concuso que el maestro no es el representante de la justi-
cia ni de la humanidad; debe abstenerse de intervenir, siem-
pre que no se trate de lesiones graves, aun cuando se le
requiera. La costumbre lo establece así. Todo estudiante
nuevo ha de pagar su contribución como fag.
En pleno siglo xix, el sistema es de asombrosa bar-
barie y crueldad. Taine' ha podido observarlo en formas to-
davía rudas y groseras ^. Hallábase en los biógrafos de
1. Véase H. Taine/ Notes sur VAnglaterrc, págs. 135-169.
LA EDUCACIÓN CONTEMPOBÁNEA 60 -
lord Byron la anédocta documentada que con mayor elo-
cuencia demuestra la rudeza del fagging en tiempos en que
aquel poeta se educaba en Harrow, entre una juventud
aristQcráti'ca por la sangre, la fortuna y el talento. Cuen-
tan que, sometido un día un niño, que luego fué nada me-
nos que el ilustre Peel, "a la ley de uno de esos tiranos de
mayor edad que él, se le condenó al castigo de palos. El pe-
queño tirano se preparaba a propinarlos, dándoselos suce-
sivamente en la parte interna del brazo, y retorciéndolo de
manera que el dolor fuese más agudo..." Lord Byron, que
era íntimo amigo del niño vejado y presenciaba la ejecu-
ción, tan hondamente conmovido como se puede suponer
de su sensibilidad extraordinariamente intensa, se interpu-
so preguntando "cuántos palos había que dar a la vícti-
ma"... 'VQué te importa?", le contestó el ejecutor. "Es
que, si os fuera igual, dijo humildemente lord Byron, qui-
siera recibir la mitad." Hay que estudiar desde su infancia
el carácter del autor del Child Harold, para comprender cuá-
les fueron su sing-ular altivez, el orgullo indomable de su
fibra y de su raza, nunca desmentido desde la más tierna
infancia, como atestiíguan unánimamente sus contemporá-
neos, sus cartas y cuantos indicios hayan podido recoger
sus biógrafos; sólo considerando ese temperamento se pue-
de comprender cuan absoluta, cuan inviolable sería la cos-
tumbre de aquella crueldad tradicional, para que tal carác-
ter no pudiera manifestar contra ella mayor protesta que
la oferta de recibir los golpes en cambio del fag a quien se
castigaba.
En las universidades, ciertas rudas burlas tradicionales
que los estudiantes antiguos (seniors) se permiten con los
bisónos (freshmen), continúan el sistema escolar del fagging.
Pero, pasadas estas primeras burlas, la antigüedad resulta
más bien un título de cortés respeto, y no razón de una
tiranía, que la edad de" los estudiantes haría aquí mayor-
mente irritante. El espíritu moderno ha paliado hoy la for-
ma de aquellos desmanes, que no son ya tan brutales co-
mo en los tiempos de aventuras del célebre Mr. Vernant
70 c. o, nuNGE
Green. Recordemos con él este clásico verso de Swift, que
resume el valor pedagógico de tan bárbaras costumbres :
A college joke to cure the dumps . . .
En resumen, el fagging es y ha sido, desde hace siglos,
una costumbre sagrada en los liceos ingleses ; ni el estudiante
vejado se queja a la autoridad escolar, por un puntillo de
infantil dignidad, ni la autoridad escolar interviene si no hay
queja. La self helf es la primera noción del individualismo
filosófico y práctico del pueblo inglés. Así, en su sistema de
mstrucción pública, por una pasividad neutral de las autori-
dades, se obliga a veces al niño a que use de sus puños en su
ayuda propia, para abrirse camino y conquistarse su posición
social en su pequeño mundo, en lucha contra el despotismo
de la jerarquía y de la fuerza. Empero, como en otros tantos
rasgos, la forma, ya que no el espíritu de las viejas public
schools, evoluciona. La antigua rudeza escolar, típicamente
sajona, se ha atemperado por la idea-fuerza del christian gen-
iieman que Tomás Arnold concretó como ideal de la instruc-
ción pública inglesa. El fag no es ya vm triste esclavo del es-
tudiante más antiguo y mayor que le dirige ; es más bien su
criado. Y cada día es menor su servidumbre. El espíritu hu-
manitario de los nuevos tiempos templa las intemperancias y
crudezas de los antiguos pueblos guerreros, aun en la patria
de Hobbes. Sólo deja en pie el principio de abstención de los
maestros y mayores en las luchas de los educandos entre sí.
Que ellos se defiendan como puedan, y con sus uñas y con
sus dientes. El régimen tutorial se refiere casi exclusivamente
a los estudios y a las ideas. En cambio, en la vida que diría-
nos social de los escolares se confirma y sanciona, hasta la
mjusticia, el espíritu individualista de la educación doméstica.
Las personales luchas del niño, la experiencia de los peligros
y placeres del poder, la temprana noción del esfuerzo indivi-
dual y su ejercicio, el fagging, en una palabra, puede ser como
un crisol donde se purifique oro; oro para fabricar un par de
monedas que el hombre puede meterse en el bolsillo; monedas
de curso fácil en todos los países y clases sociales, que no se
I^ EDUCACÍÜ]^ CONTEMPOEÁIv'EA 71
pierden y siempre tienen el valor de talismanes: la disciplina
y la reserva.
§ '7
ESPÍRITU INDIVIDUALISTA PROTOTÍPICO DE LA EDUCACIÓN
NORTEAMERICANA
Citase de continuo la educación inglesa como la más eñ-
caz para formar el carácter. El modelo es muy digno de ser
estudiado bajo esa fase; pero su espíritu individualista ha
adquirido, desligándose de ciertas trabas de histórica tradició'i
monárquica y aristocrática, proporciones tal vez más netas en
ios Estados Unidos de Norte América, Los yanquis, que si-
guen los viejos rumbos de la home education británica, son
maestros en el difícil arte de educar el carácter. Basta, para
probar esta maestría, la observación siguiente : en casi toda la
América española han caído la industria y el comercio, al me-
nos sus empresas más lucrativas, en manos de extranjeros
inmigrantes, con quienes sólo excepcionalmente puede rivali-
zar la iniciativa de los criollos ; en cambio, en Norte América
le es ahora muy difícil progresar al extranjero, por la com-
l>etencia siempre triunfante de los nacionales. No se achaque
su victoria a preparación especial, a una instrucción industrial
adelantada, sino más bien al carácter. Quienes conocen ía
vida yanqui, bien lo saben. Los norteamericanos triunfan por
su espíritu práctico y emprendedor, y no por saber mejor un
oficio o profesión. Saben aprovechar las circunstancias parn
adoptar el trabajo que más les convenga, cambiando según
las oportunidades. Más que por sus conocimientos especiales,
se distinguen por su carácter audaz y acomodaticio. En Norte
América, como en Inglaterra, la base de la educación del ca-
rácter están en la home education, en lo que he llamado la
pasividad de la home education, es decir, en el eterno deja,"
hacer a los niños lo que se les ocurra, para hacerlos respon-
sables de sus consecuencias. Pero ni en Inglaterra misma se
ha llevado tal vez a más alto grado que en los Estados Unidos
este sistema. Procédesc allí inculcando al niño estos tres prin-
73 C. ©. BX^NGE
cipios : que él es responsable de sus actos y que sólo se elevar'i
por sí mismo (self helf); que, para crearse una buena posi-
ción social, es indispensable formarse, siguiendo la senda que
guste, una posición económica independiente; que esto se con-
sigue únicamente probando la suerte (to try his luck). Con
tales principios, padres y maestros tratan en Norte América
de levantar el ánimo de sus hijos, para su prosperidad y la de
su patria.
Así educados, alcanzan a menudo los niños un precoz
desarrollo para el comercio y las especulaciones. He aquí una
gráfica anécdota que refiere un diario de Nueva York sobre ci
desarrollo prematuro de los habitantes del Oeste, anécdota
que, a pesar de su ironía, es un halago para la vanidad nacio-
nal : "Jhonnie, dice un hacendista distinguido a su hijo me-
nor, te daré un dólar si cavas el cuadro de terreno donde
quiero hacer el nuevo jardín de tu hermanita". "Está mu}*
bien, contesta éste, quedando al punto pensativo ; mas le pe-
diré a usted que me adelante el veinticinco por ciento del
precio estipulado en nuestro contrato, no porque ponga en
duda su buena fe, sino porque necesito la suma como base de
fondos". "¿Qué quieres decir, Jhonnie?" "Voy a explicár-
selo, padre. El quarter (cuarta parte de un dólar) que usted
me dará lo sepultaré en el cuadrado de tierra ; después reuniré
a mis compañeros y les diré que un pirata ocultó en otro tiem-
po un tesoro en aquel sitio. Comprenderá usted que, cuando
uno de ellos haya encontrado el quarter, los demás cavarán a
porfía; el trabajo quedará concluido y yo tendré el setenta
y cinco por ciento de beneficio sin cansarme ; y además . . .
*'¿Qué otra cosa hay?" "Además, si encontrase el quarter yo
mismo, los otros trabajarían con igual ardimiento, y el ne-
gocio resultaría más beneficioso aún; sería la misma jugada
que aquella de que hablaba usted ayer a mamá, refiriéndose a
cierta niña". "Y el padre derramó lágrimas de alegría, agrega
el periodista, pensando cuan triste iba a ser, para Jay y Rufus,
el día en que su hijo llegase a la edad de hacer negocios" ^.
1. P. DH RoussiHHS, La Vie americaine, París, 1872, pág. 439.
LA EDUCACIÓN CONTEMPOEÁNEA 73
§ l8
ios sisti;mas di5 educación domestica y la idiosincracia
Dth educando
Descritos los dos sistemas de educación doméstica, el
impositivo y el individualista, la superioridad del último es
evidente. Pero, en la práctica, la educación doméstica consul-
ta poco la doctrina; se guía más bien por la costumbre y se
ajusta a la idiosincrasia o naturaleza del educando. Aun-
que teóricamente se demostraran las ventajas del sistema
individualista, ¿daría los mismos resultados en educandos
de distintas razas y diversos climas? ¿No se fundará la cos-
tumbre en la experiencia, hasta el punto de que el sistema
impositivo resulte el mejor, si no el único eficaz, en los paí-
ses en que se aplica?... Siempre ha gustado a los filósofos
dirigir doctrinariamente la conducta de los hombres como
si fueran títeres. La máxima tácita, pero fundamental en la
mayoría de los educadores, el postulado de Euclides de la pe-
dagogía racionalista, parece ser éste : "El hombre es lo que
se le hace." Yo he pensado muchas veces si no sería más
exacto decir que se hace al hombre como él quiere que lo
hagan. . .
El sistema anglosajón de educación doméstica negativa,
¿no resulta en gran parte de la naturaleza de un niño que
manifiesta desde temprano la iniciativa y el buen sentido
típicos del genio de su raza? En cambio, ¿no convendrá el
sistema imperativo a niños fantásticos e impresionables, a
niños de climas más calientes y temperamento latino?...
La educación que recibe el niño de sus padres depende
en gran parte de la naturaleza del niño. A pocos padres se
les ocurriría dirigir meticulosa y tiránicamente la conducta
de hijos que de suyo se manifestaran independientes, enér-
gicos y arriesgados. Y, por el contrario, a hijos vacilantes,
timoratos y débiles, la prudencia paterna, casi diría la cari-
dad paterna, guía en formas poco adecuadas para el libre
ejercicio de su individualidad. Se puede dejar que sigan
74 C. O. BUXÜE
temporariamente una senda tortuosa quienes revelan condi-
ciones para reaccionar; pero no se puede dejar ensayar,
ni por vía He experimento, en esa senda tortuosa, erizada de
breñas y espinas, a niños sensibles, sugestionables y quizá
hasta degenerados. Por otra parte, niños sensibles y suges-
tionables requerirán en todo momento la ayuda de sus pa-
dres, quienes difícilmente han de negarla : niños fuertes y
conscientes no han de solicitar con tanto mimo esa ayuda,
deseosos de dar golpes y recibir golpes. Aquéllos ansian el
dolce far niente de la responsabilidad ; éstos aspiran a ini-
ciarse en the struggle for Ufe. Este aspecto de la pedagogía
se relaciona estrechamente con los fenómenos de la heren-
cia y de la degeneración de hombres y pueblos . . .
Obsérvese el efecto de los castigos, según quienes sean,
por la raza y el medio ambiente, los niños castigados. Los
castigos corporales suelen ser una excelente medida para en-
derezar, a lo menos en casos de faltas graves, a los niños
germanos y sajones. Cuéntanos Léssing que la mejor lec-
ción que recibió en su vida fué "un bofetón a tiempo" (eine
Ohrfeige sur rechtcn Zcit), aplicado por un extraño con mo-
tivo de haberle visto hurtar, una manzana cuando era adoles-
cente, al pasar por un mercado público. ¿Hubiera producido
ese bofetón el mismo efecto en un niño del Mediodía, nervio-
so, colérico, rápido y vengativo? Me atrevo a dudarlo. Los
castigos corporales violentos ejercidos sobre individuos lati-
nos, y especialmente hispanoamericanos, producen la rebe-
lión, la indisciplina, la irrespetuosidad, el desprecio y aun eT
desquite, ¡cuando no, si son muy frecuentes, la desvergüen-
za ! No se puede tirar lo mismo de cualquier soga : las más
gruesas y mejor tejidas ofrecen una resistencia mayor; las
más delgadas se rompen. Ningún padre francés, por ejem-
plo, ni el más humilde, permitiría que su hijo se sometiera
al fagging de las puhlic schools más aristocráticas de Ingla-
terra, a la par de los hijos de los pares. Semejante trata-
miento podría hacerle rencoroso, escéptico y perverso, y has-
ta tal vez propendiese a anular para siempre su dignidad, y
aun a falsearle el criterio de lo bueno y lo malo. En escue-
' LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 75
las hispanoamericanas, el fagging sería imposible; el revól-
ver de los más débiles, por débiles que fueran, contendría
bien pronto los puños de los fuertes. De niño he cursado, en
Buenos Aix-es, una escuela alemana donde los castigos cor-
porales eran reglamentarios, y allí pude observar que, con
gran iprudencia, los maiestros, que castigaban diariamente
con su varita (Spanisches Rohr) a los alumnos alemanes, no
tocaban jamás a los criollos. ¡Y no porque fueran más apli-
cados ! Igualmente, conozco numerosos casos que demues-
tran que la severa disciplina de ciertos colegios de jesuítas
españoles, practicada en Sud América, pierde mucho de su
eficacia. Así, pues, el problema apuntado en este parágrafo,
aunque se relaciona más directamente con la educación pri-
vada, no carece de importancia para la instrucción pública.
Con todo, creo que el estudio crítico de los sistemas edu-
cativos puede ser de gran utilidad práctica. Creo que, "aun-
que no .se puede gobernar contra la corriente, se puede go-
bernar con la corriente". Más aún, ¡ que casi nunca conviene
dejarse gobernar por la corriente! Cualquier método peda-
gógico será aplicable a cualquier individuo, si se le sabe
adaptar a las peculiaridades de éste. Por tanto, no resulta
tan descabellada la base, tácita o expresa, de la pedagogía
racional . . . Supongamos que "el hombre es lo que de él se
hace"... Y, ¿cómo formarle mejor que sometiéndole, a ve-
ces contra las tendencias naturales de su alma, a los más
eficaces procedimientos de enseñanza .''.. . Si es una ilusión
de nuestro orgullo suponer que se pueda construir y refor-
mar libremente el espíritu del niño, tal ilusión se cimenta en
lo más profundo de la naturaleza humana: su aspiración al
perfeccionamiento y progreso.
CAPITULO III
LA EDUCACIÓN POLÍTICA Y RELIGIOSA
§ 19. Importancia y dificultades del estudio de la educación po-
lítica y religiosa. — § 20. Los sistemas de educación desde el
punto de vista religioso. — § 21. La escuela confesional. — § 22.
La escuela cristiana interconfesional en Inglaterra, — § 23.
La escuela cristiana interconfesional en Alemania. — S 24. La
escuela laica. — § 25. La educación pedagógicamente conside-
rada. — § 26. La educación política § 27. La educación 30-
gHn el socialismo. — § 28. La educación según el anarquismo.
§ 19
IMPORTANCIA Y DIFICUI,TADES DEI. ESTUDIO DE LA EDUCACIÓN
POLÍTICA Y RELIGIOSA
Preciso es consignar, ante todo, que el problema de la
educación política envuelve también el de la educación reli-
giosa. Ambos están tan íntimamente relacionados, que, en
cierto modo, un sistema de educación religiosa implica un sis-
tema de educación política, y viceversa. Además, para el imo
y el otro rigen los mismos principios sociológicos y pedagó-
gicos. La mayor antigüedad de los sistemas preferentemente
religiosos y su espíritu de trascendencia social, indíicenme a
considerar primero el problema desde el punto de vista de las
creencias, para aplicarlo luego al punto de vista de la organi-
zación política.
Clasiñcar los sistemas que se aplican actualmente en las
distintas naciones del mundo civilizado, en materia de ins-
trucción religiosa, o, mejor dicho, políticorreligiosa, es tan
fácil como deficiente. Penetrarse de los distintos espíritus de
LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 77
sectarismo que han inspirado esas formas de sistemas, y re-
velar sus complejidades psicosociológicas, sería obra de tanto
esfuerzo como de eficacia doctrinaria.
Los autores se limitan, generalmente, a la descripción
y clasificación. Sencillísimo es exponer que, en virtud de
tales y cuales antecedentes históricos, la instrucción públi-
ca es hoy "laica" en Francia e "interconfesional" en Ingla-
terra. Pero estas formas, ¿son definitivas, son transitorias, son
espontáneas, son reflejas? ¿Disfrazan un alma nacional an-
tinómica, o la desnudan? ¿Qué fenómenos encubren o de-
muestran por qué factores se producen, qué consecuencias
tienden a producir? ¿Son realmente idénticos en su fondo los
sistemas iguales en su forma — el interconfesional de Inglate-
rra y el de Alemania, por ejemplo — , u obedecen a psicologías
diversas, aunque se traduzcan en formas semejantes?...
Siguiendo la manera adoptada en el curso de esta obra,
trataré aquí también, como fin principal, de indagar el
espíritu de la instrucción religiosa y de describir secunda-
riamente" sus formas, según los modelos educacionales de
los más adelantados países contemporáneos. Pero evitaré
el dar a las apariencias de los sistemas mayor alcance que
el de simples datos de la íntima psicología de esos fenóme-
nos sociológicos, en el anhelo de penetrarme empíricamen-
te de esta psicología por métodos simultáneos de observa-
ción, comparación, análisis y deducción. Con el mismo' sis-
tema estudiaré también, en este capítulo, las cuestiones
fundamentales del sectarismo político en la instrucción pú-
blica, tanto o más importantes que las del religioso, da-
do que uno y otro espíritu están tan íntimamente ligados
en sus manifestaciones y efectos, que se rigen por los mis-
mos principios.
Por arduas y complejas que se presenten las dificultades
propias del estudio de la educación políticorreligiosa, de-
ben ser vencidas, dado que el esfuerzo responde a formar
uno de los conocimientos capitales dereducador: la orien-
tación de Lis creencias y sentimientos sociales que inculca
en los educandos. Los partidos conservadores, como los V-
berales, todos parecen hoy bien penetrados de la importan-
78 C. o. BUNGE
cia de la educación de las nuevas generaciones para el por-
venir de sus respectivas causas. De ahí que la enseñanza
sea un objetivo de sus esfuerzos; cada tendencia, cada sec-
ta, cada grupo brega por hacer sentir su acción en las es-
cuelas, liceos y universidades.
La cuestión de la enseñanza política y religiosa pre-
senta distinta importancia según los grados o categorías de
la instrucción. En la instrucción primaria y secundaria su
influencia puede ser decisiva: la edad de los educandos y
la amplitud de los programas facilita la imposición de
creencias. En cambio, la instrucción universitaria, cuando
es verdaderamente tal, se desenvuelve, fuera de las pasio-
nes partidistas, en las altas regiones del desinterés cientí-
fico y especulativo. Los docentes cultivan el saber por el
saber; los educandos poseen ya su mentalidad casi formada.
La ponderación y el aquilatamiento de tendencias son, por
tanto, cualidades naturales de esa enseñanza. Diríase que,
por su significación inte^ctual, la universidad admite toda
tendencia, toda opinión científica, hasta el punto de que las
escuelas y opiniones exageradas y extremas se contradi-
cen y anulan entre sí. Por esto, en su conjunto, la instruc-
ción superior constituye la resultante de la enseñanza to-
da, y, salvo en las grandes crisis de progreso, la univer-
sidad es siempre moderadamente liberal o liberalmente mo-
derada. La ciencia pura, o se abstrae de los principios polí-
ticos y religiosos sin combatirlos ni defenderlos, o los de-
fiende y combate en una esfera del pensamiento a la cual
no puede ni debe alcanzar la tutoría del Estado. De ahí
dos consecuencias importantes: i.* Una universidad políti-
ca, exclusivamente democrática, católica o socialista, es un
contrasentido, pues supone un espíritu de secta imposible
en los estudios superiores ; 2.* el Estado no debe intervenir en
la institución universitaria para acallar enseñanzas que su-
pone antisociales, sino más bien propender a neutralizar es-
tas enseñanzas con el libre desenvolvimiento de otras que
las rebatan y compensen. Sólo en un régimen de libertad
puede desarrollarse la evolución del oensamiento, que es
como el alma de todo progreso intelectual.
LA EDUCACIÓN COXTEMPOEÁNEA 79
La instrucción puramente técnica de oficios y profesio-
nes indus'triales y mercantiles no ofrece en sus programas
campo apropiado a propagandas políticas ni religiosas.
Ofrécelo, en cambio, la instrucción pedagógica y norma-
lista; siendo ella el eje de la instrucción primaria y secun-
daria, se regirá por los mismos iprincipios. Puede', pues^
considerarse que la cuestión de la educación política y re-
ligiosa, sin ser aplicable a la instrucción superior y técni-
ca, es de trascendental importancia para la instrucción ge-
neral primaria y secundaria y para la instrucción pedagógi-
ca y normalista.
20
IvOS SISTIÍMAS DE EDUCACIÓN DESDE) EL PUNTO DE VISTA
RELIGIOSO
Tres maneras típicas hay de considerar la religión res-
pecto de la instrucción pública: i.^ Como única fuente
de verdad absoluta, de bondad y de belleza; 2.* como
un símbolo útil, más o menos real o convencional, propio pa-
ra fijar los conceptos éticos y levantar los ideales del pueblo;
3." como peligroso resabio de añejas supersticiones, doble-
mente peligroso porque contradice y contraría los progresos
científicos, y porque favorece el dominio político del cleri-
calismo.
Cada uno de estos conceptos responde al carácter na-
cional y a los antecedentes históricos de los pueblos que lo
aplican. i.° La creencia radical de la religión como verdad
única es propia de las formas bárbaras del catolicismo en la
edad inedia. Predominó en la instrucción formulista, dogmática
y nemotécnica de la escolástica. Es la idea matriz de la
enseñanza en las- con/gregaciones religiosas, e'specialmente
en la jesuítica, y tiene todavía grande influjo en España.
Por su espíritu cxcluyente de toda instrucción religiosa <]ue
no pertenezca a la creencia o "confesión" adoptada, este
régimen se llama escuela confesional. 2° El concepto de la
religión como función social útil se origina en el "libre exn-
80 C. o. BUNGE
men" 'del protestantismo, y halla iioy su mejor campo en
el temperamento idealista de los alemanes, traducido con
frecuencia en un panteísmo, ya filosófico, ya científico. El
profundo buen sentido del pueblo inglés ha aceptado tam-
bién esta concepción, que al mismo tiempo es moderada y
liberal. Reina asimismo en Norte América. Aplicándola a
ia instrucción pública produce el sistema de la escuela cristia-
na interconfesional. 3.° El rechazo de toda concepción teoló-
g-ica y el temor de que la enseñanza religiosa favorezca
reacciones retrógradas mantienen, en todas o casi todas las
repúblicas democráticas modernas, el principio de la «sct^elü
laica.
§21
I,A ESCUELA CONFESIONAI,
Puede definirse la escuela confesional como el sistema
de instrucción pública en que el Estado patrocina o permite,
en sus establecimientos oficiales, la enseñanza religiosa de una
determinada Iglesia nacional. El clero de esta Iglesia tiene en-
tonces a su cargo, si no toda la instrucción, forzosamente la
religiosa. Los niños deben formarse en las creencias impues-
tas por el pasado y representadas por la clase directora. Tal
sistema es propio del catolicismo. Hasta fines del siglo xix
ha regido en España, Perú, Chile, Ecuador y otras repúblicas
hispanoamericanas, al menos mientras estuvo en el poder el
partido conservador.
El mantenimiento de esta escuela confesional en España
se explica por la fuerza de la historia. La unidad de los pue-
blos peninsulares se cimentó, mientras duró la guerra contra
los moros, en la unidad de creencias. Oponíase a un fanatis-
mo otro fanatismo: la Cruz al Islam. Y, de tal modo, que
el alma del pueblo se impregnó toda en hondos sentimientos
políticorreligiosos, que luego se manifestaron en las grandes
guerras religiosas de Carlos V y de Felipe II. Por otra parte,
el carácter conservador de la monarquía mantuvo más tarde
la enseñanza religiosa como un medio, el más eficaz, de pro-
LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 81
paganda política, pues la democracia liberal atacaba en bloque
los privilegios y el poder del clero, de la aristocracia y de ia
corona.
importa a esta escuela confesional falsear doblemente los
Tines de la enseñanza. Por una parte, dificulta el desarrollo
(le la ciencia, supeditándola al dogma. Por otra, evita la de-
mocrática difusión de los conocimientos, puesto que impul-
san al pueblo a rebelarse contra el yugo monárquico y clerical.
Bajo su fase, no ya práctica y política, sino técnicameai-
te pedagógica, presenta también el gravísimo inconveniente
de llevar la lucha política al seno de la escuela. La tendencia
liberal del pensamiento moderno tiene que chocar contra la
enseñanza dogmática del clero. De estos choques, resultar»
anárquicos antagonismos entre los docentes, según sus creen-
cias. También de parte de los educandos, por influencia del
hogar y del medio ambiente, son de esperar protestas y rebe-
liones. Y, aun cuando se dominen sus ideas mientras dura la
enseñanza, al salir de las aulas, una vez que estudien o si-
quiera piensen libremente, el espíritu del siglo producirá en
los ex educandos inevitables reacciones, tanto más violentas
y progresistas cuanto más tiránica y anacrónica haya sido la
educación religiosa.
Oportuno es recordar que la acción de la escuela, si no
quiere ser anulada por la influencia de las ideas ambientes.
puede, sí, modificarlas; pero que jamás podrá atacar con
€xito, por interés político, las convicciones y la ilustración
del siglo. En tal caso el ambiente resultará más fuerte que
la escuela. Los libros, los periódicos y las conversaciones fa-
miliares ejercerán más poderosa presión en el ánimo de los
í-ducandos que la teología de sus confesores. . . Debe, pues,
llegarse a la conclusión de que el sistema confesional lleva
a la escuela, con todas sus amarguras y reacciones, la lucha
políticorreligiosa, de la cual sólo ha de resultar una precoz
perversión de sentimientos sociales. En cambio, privadamen-
te, en el hogar o en la iglesia, esta educación puede ssr
siempre dada, sin los mismos peligros, por quienes la repu-
tan conveniente.
S2 C. o. BUNGE
§ 22
LA ESCUELA CRISTL\NA INTERCONfESIONAL EN INGLATERRA
La escuela interconfesional consiste en la enseñanza de
los principios históricos y morales del cristianismo, que se
suponen aplicables a todas las iglesias y confesiones cristianas.
Es un producto del protestantismo, sólo posible donde co-
existen dos o más iglesias protestantes, y propio de pueblos
de temperamento mistico e idealista. Se funda en un concepto
utilitario de la ética, cristiana ; su base es la creencia do que
los principios religiosos son propicios a la organización so-
cial y al desenvohnmiento de la cultura. Estos principios se
consideran susceptibles del estudio y la critica que autoriza
el libre examen. La interpretación de cualquier Iglesia pue-
de conducir a la salvación. Ningún concepto fundamental
prescribe su exclusivismo. Lo importante es cultivar el es-
píritu cristiano, como quiera que se presente.
En países donde no existe más religión que la católica,
o donde el catolicismo constituye la religión oficial, no es
posible tal sistema. La Iglesia católica funda su unidad po-
lítica en la dogmática unidad de sus interpretaciones. No to-
lera la liberalidad del interconfesionalismo. El peligro del
dominio clerical queda siempre en pie cuando enseña sus
creencias, porque no admite otras confesiones que la discu-
tan y equilibren. Así, la enseñanza cristiana interconfesional
no puede justificarse en los países católicos como en los pro-
testantes; en aquéllos, la enseñanza religiosa propende
siempre, por la naturaleza de la Iglesia romana, a la propa-
ganda política.
El pueblo inglés ha sabido amalgamar su espíritu utili-
tario y sus profundos sentimientos religiosos. Por tanto, allí
la enseñanza tiende hoy al ponderado espíritu de la escuela
cristiana interconfesional. Gladstone. jefe del partido libe-
ral, la sostuvo contra el espíritu demasiado exclusivo de al-
jrunas confesiones.
LA hhCL.WUS coxtemporaní:a
Hay tres circunstancias que han quitado a la instrucción
pública en Inglaterra la exclusión confesional de otros siglos :
I.* La abundancia de iglesias que se contradicen y luchan
(episcopal nacional, presbiteriana escocesa, no conformista,
galense, católica, calvinista, cuáquera, etc. ; 2.^ el espíritu
iiberalmente cristiano de moderación y tolerancia; 3." la me-
nor intervención del Estado en la enseñanza, con relación a
otros países. Estas circunstancias concomitantes tienden ha-
cia un interconfesionalismo general en la instrucción. Sin em-
bargo, éste no es un hecho, hasta ahora, más que en ciertas
e.^uelas públicas primarias y secundarias. En las viejas
universidades de Oxford y Cambridge, por ejemplo, no se
gradúa en teología más que a los miembros del clero nacio-
nal. Y de todo ello se induce que, aun cuando muchos auto-
res proclamen el sistema de la instrucción pública intercon-
fesionál en Inglaterra, es éste un fenómeno complejo y rela-
tivo, que todavía no ha llegado a su plena evolución.
Como sabemos, la idea madre de la instrucción pública
británica, más que instruir, es formar el carácter. El hom-
bre letrado, el técnico, pueden considerarse menos indispen-
sables que el buen ciudadano ; y formar el buen ciudadano se
considera el fin de esa instrucción. Ahora bien; paréceme in-
discutible que el bien entendido espíritu cristiano es general-
mente una fuerza de salud para el carácter de vm pueblo. Y
al decir el espíritu cristiano, no me refiero a ningún fanatis-
mo religioso, sino por el contrario, a una noble tolerancia
para todas las ideas y principios levantados, aunque se con-
tradigan entre sí, y a una viril intransigencia para toda hi-
pocresía y bajeza.
En efecto, la educación inglesa, que siempre vivió alen-
tada por cierta llama de puritanismo, no se contagio del espí-
ritu-antirreligioso de los enciclopedistas y filósofos del siglo
XVII I, y menos aún de la violencia de la Revolución france-
sa ; jamás fué laica. Cuando hubo de desfallecer su espíritu
místico, a raíz del neohumanismo, surgieron varios hombres
de temple que trabajaron por conservarla en su viejo cauce
cristiano. Entre ellos sobresalió Tomás Arnold, instituido en
1828 headniaster (rector) de Rugby, que consiguió de modo
S4 C. o. BUNGE
sencillo, pero tenaz, fijar rumbos dentro de las clásicas tradi-
ciones a la educación inglesa moderna; propuso, como su ob-
jeto y fin, formar el cliristian gentleman. Consideraba al
"caballero cristiano" el mejor elemento para el progreso, el
mejor tipo de miembro dirigente de un país enérgico y moral.
Sacerdote de espíritu serio, austero casi, supo siempre inspi-
rar un sentimiento de respeto no exento de temor, por su
completa naturalidad y la franqueza de su lenguaje y mane-
ras, por la confianza paternal que manifestaba a sus discípu-
los, por su rectitud intransigente para con los maestros, por
su voluntad enérgica en la administración y dirección de uno
de los mayores y más importantes colegios. Todos sus senti-
mientos de gentleman, de inglés y de cristiano (aunque no
propiamente de ''beato"), manifestados en su constante acción
de profesor y rector, en sus sermones dominicales en la capi-
lla del colegio, en sus artículos y obras, marcan el rumbo que
debió seguir posteriormente la educación en Rugby, y, por
seneralización, también en las demás publics schools de Ingla-
térra. Tal fué su obra: una prueba y un ejemplo, no de in-
transigencia sectaria, antes bien de amplio, generoso y valien-
te espíritu cristiano.
Otro pedagogo inglés, el artista Ruskin, llevó el mismo
espíritu, la misma idea, la misma predicación, en conferen-
cias, cartas, obras y en el ejemplo personal, a la educación
del pueblo, por medio de la university extensión, o sea la "ex-f
pansión de las universidades", para enseñar gratuitamente a
las clases pobres. Las universidades, en sí mismas, no necesi-
taban tanto de esas predicaciones, porque nunca se contagia-
ron mayormente, desde los triunfos de Wycliffc, del espíritu
del siglo.
El ejemplo, las doctrinas y el espíritu de Arnold, Ruskin,
sus colaboradores y continuadores, corroborados por la tra-
dición y el carácter nacionales, han sido fecundos; puede de-
cirse que han fijado a la educación británica su temperamento
actual : formar el christian gentleman. Ni Ruskin ni Arnold
hicieron del problema cuestión de secta, pues lo que creyeron
útil para el individuo y para la sociedad es el espíritu cris-
tiano, y éste puede hallarse lo mismo en la Iglesia 'de Ingla-
LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 85
ierra, que en la de Escocia, que en la de Roma; en San Agus
tín, como en Calvino, como en Lutero, Tal es el principio,
que, como todos los que rigen las costumbres inglesas, tiene
su utilidad práctica; ese sentimiento cristiano moderado, un-
sectarian, constituye una sólida base moral de la educación, y,
por otra parte, no corre el peligro, más arriba señalado, de
perturbar la escuela con las luchas politicorreligiosas. ¡Y estas
luchas resultan harto desagradables actualmente en el Reino
Unido! El protestantismo británico, dividido en múltiples sec-
tas, es, en cierto modo, algo como un resabio ingrato de las
antiguas rivalidades y guerras de las "naciones" del Sur y las
del Norte : en Inglaterra existe la Iglesia episcopal ; en Esco-
cia, la presbiteriana ; en Irlanda, la católica ; en Gales, la "no
conformista". Aun en la propia Iglesia oficial, se asoma aquí
y allá el cisma; pugnan la high chiurch y la laiv church. Bien
contrario al sentido práctico inglés sería llevar tales disiden-
cias— que a veces son antipatías, a veces odios — al alma de
los niños en las escuelas ; el interconfesionalismo, aunque no
encaje sino imperfectamente en la manera estricta y absoluta,
en la manera puritana típica en los ingleses de considerar
la fe, protestante o católica, representa una sana solución. El
christian gcntlenian es un producto posible en todas las sec-
tas del cristianismo.
Sin embargo, lógico es pensar que, a lo menos en la In-
glaterra propiamente dicha, donde es popular la religión
oficial, sean los sacerdotes de su Iglesia los mayormente en-
cargados de la educación religiosa interconfesional. Arnold
mismo era uno de ellos. Actualmente, la mayor parte de los
headmasters de las puhlic schools de esa parte capital del im-
perio, son miembros de la Iglesia oficial episcopal. Y tan es así,
que la costumbre ha establecido que con mucha frecuencia sean
esos headmasters nombrados obispos, de manera que el pues-
to puede considerarse de escala jerárquica. Las escuelas po-
pulares, muchas nocturnas y dominicales, son casi siempre
regidas por ministros de ese clero. Y, en cuanto a las univer
idades, asaz conocido es su carácter tradicional, religioso,
rraigadamente claustral, aunque no fanático intransigente.
Perpetúase así el viejo espíritu puritano de la educacióji
S6 c. o. üukgí;
anglosajona en la burguesía y la aristocracia. En cuanto a los
hombres del pueblo, la instrucción no puede hacerlos "caba-
lleros cristianos", pero las costumbres pugnan por formar,
completos "creyentes"...
Y debo aquí observar que el alma de Arnold, tan am-
pliamente cristiana, tan generosamente cristiana, no trascen-
dió con facilidad a toda la instrucción pública inglesa prima-
ria y secundaria; fué sólo un caso-germen que esfuerzos pos-
teriores fecundaron. Son de recordar al respecto dos hechos :
el uno, que el Estado no ha intervenido directamente y áe
continuo en esa educación ; el otro, que algunas comisiones
oficiales, cuando intervinieron, han desaprobado con frecuen-
cia, en todas las piiblic schools en general y en ciertas en
particular, como uno de sus mayores defectos, la "intransi-
gencia sectaria".
Como más arriba se ha dicho, el alto sentido común y
práctico de la pedagogía inglesa nunca ha podido ver con
placer que sus escuelas se conviertan en campo de sorda
lucha políticorreligiosa. Por más que grite a veces la pasión
sectaria,- en la manera relativamente sencilla de creer de ese
pueblo (que toma lo religioso como estricta verdad..., o
como la "mentira convencional" de una verdad estricta) ;
por más que el pueblo no considere enteramente discutibles
a los evangelios, antes bien como una "roca inexpugnable",
según frase popularizada al servir jde título a una obra del
mismo Gladstone ; por más que la crítica vulgar haya recha-
zado tan apasionadamente en Carlyle, uno de sus mejores
pens^idores, ese concepto germano ultramoderno de la reli-
gión símbolo ; a pesar de todo eso y de todas sus luchas, el
buen criterio de la educación inglesa ha luchado victoriosa-
mente por salvar del contagio las almas de los niños. En
efecto, la educación inglesa se propone, como su principal fin,
formar el carácter del alunmo, pero formar el carácter de
iniciativa y de personalidad del individualismo inglés. Y;
para formarlo, el primer principio es dejar que el niño se
desenvuelva solo, como árbol fuerte, al que no atacan vientos
que lo doblen ni atan ligaduras que lo deformen...
Tal ocurre en la home education, desde la nursey, donde
LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 87
los padres no se entrometen para reemplazar con su criterio
y experiencia la iniciativa infantil ; tal en la escuela, tal en
la universidad. Ahora bien, ¿cómo podría desarrollarse in-
dependiente y libre ese <:riterio en materia religiosa si se
viera acechado por apasionados sectarios que arrastrasen su
inexperiencia en pos de sus prédicas fogosas? La escuela
sectaria sería, en las actuales circunstancias políticorreligio"
sas, una verdadera palanca contra el ideal individualista de
la educación inglesa. Por consiguiente, justo es que se la com-
bata, y de hecho se la combate. Entre los informes de las
comisiones oficiales investigadoras de las puhlic schools, es
el más memorable el de la que, presidida por lord Taunton,
practicó su misión en 1857 y 1858; fué publicado en veintiún
volúmenes. Entre los capítulos de cargo, muchos se refieren
al "exclusivismo religioso, que hace impopulares esas escue-
las". Los efectos de este exclusivismo, pues, han sido no-
tados y combatidos por el pueblo y el Estado. La doctrina
de Arnold, difundida en la opinión y el gobierno, clamaba
por la tolerancia cristiana en las escuelas ; Ruskin la deseaba
para la clase obrera, y muchos continuadores de ambos pe-
dagogos proclamaban esa tendencia de enseñanza cristiana
interconfesional, con todas las ventajas del ideal cristiano y
sin los gravísimos peligros del sectarismo...
Las comisiones investigadoras oficiales acusaban a la ense-
ñanza religiosa de exclusivista, y Gladstone, la mayor figura
política del Imperio, a fines del siglo xix, patrocinó el inter-
confesionalismo en la instrucción pública. La revolución reli-
giosoeducativa implica, pues, toda una protesta y reacción con-
tra la vieja intransigencia y el absolutismo de las creencias in-
glesas. Hase llevado a cabo, más que por decretos que la
inicien o la impongan, por la voluntad particular que la ge-
neraliza y la opinión oficial que la aprueba; y, más que en
defensa de su Iglesia nacional, en pro de un alto ideal ético
y pedagógico. El christian gentleman constituye ese ideal de
los mejores, ya que no de todos los maestros británicos, y tien-
de hoy a realizarse con el relativo espíritu cristiano de su
.sistema interconfesional.
De todo esto resulta que el interconfesionalismo de la
88 C. o. BUNGE
instnicciüii pública inglesa es un fenómeno relativo impuesto
por el fondo puritano del carácter nacional, por su espíritu
educativo de individualismo y por las circunstancias político-
religiosas. No puede considerarse, por tanto, como un fe-
nómeno simple y uniforme, según se repite de continuo, sin
indagar, siquiera brevemente, las causas y antecedentes del
sistema, la lucha ciega que encubre, el objeto práctico que se
propone, y el sentimiento nacional a que obedece.
I,A ESCUUtrA CRISTIANA INTERCONPjeSIONAL EN AI^IÍMANIA
Los alemanes profesan un concepto propio de la religión.
Por su innato misticismo, por el triunfo del "juicio privado"
en sus iglesias protestantes, por el panteísmo idealista carac-
terístico de su ñlosofía clásica; en fin, por su temperamento
nacional, los alemanes propenden a una generosa concepción
de las creencias. Estas son siempre verdad, para ellos, mien-
tras sean espontáneas y sinceras. Carlyle, genial intérprete do
la cultura alemana, sintetiza admirablemente tal , opinión. "To-
das las religiones son símbolos, nos dice. El puritanismo más
riguroso tiene su confesión de fe, representación intelectual
de las cosas divinas. Todas las creencias, las liturgias, las for-
mas religiosas, las concepciones de que se reviste el sentimien-
to religioso, son ídolos, cosas vistas. Todo culto debe cum-
plirse mediante símbolos, mediante ídolos : podemos decir que
toda idolatría es comparativa, y que la peor idolatría no es
más que una idolatría mayor." Piensa que el cristianismo íís
un mito hermoso y útil: "la adoración del dolor". Pero este
mito es imperfecto y necesita reformas. "Su templo, funda-
do hace dieciocho siglos, yace en ruinas, cubierto de vegeta-
ciones parásitas, habitado por criaturas dolientes. No obstan-
te, avanza tú: en una cripta baja, cuyos arcos sé componen dj
fragmentos que amenazan desplomarse, encontrarás aún el
altar y la lámpara sagrada que arde eternamente". "Mas sus
guardianes no lo conocen ya. Una serie de decoraciones ofi-
ciales lo oculta a la mirada de los hombres. La Iglesia pro-
I*A EDUCACIÓN 00>'TEMPORÁNEA 89
testante del siglo xix, como la católica del siglo xvi, necesita
una reforma". Todas las Iglesias necesitan hoy reformarse.
\ penas conservan la poesía de su espíritu primitivo en sus
formas, sólo en sus formas. "Porque la Iglesia es el vestido,
el tejido espiritual interior que administra la vida y la cálida
circulación de todo el resto ; sin él acabaría por aniquilarse el
cadáver y hasta el polvo de la sociedad. Empero, en nuestro
tiempo, esos hábitos eclesiásticos se han rolo miserablemente
por los codos. Cosa peor aún : los más se han reducido a sim-
ples formas vanas, a máscaras bajo las cuales no alienta ya
ninguna carne viva, ningún espíritu, donde no hay más que
arañas e inmundos escarabajos hacinados en horrible montón.
Y esa máscara fija aún en vosotros sus ojos de vidrio, con un
espantoso simulacro de vida. Desde hace una o dos generacio-
nes, la religión se ha retirado de ella, y en rincones que nadie
ve teje silenciosamente nuevos vestidos, con los que volverá
a presentarse para reanimarnos a nosotros, a nuestros hijos,
a nuestros nietos". ■•.
Así juzgan los alemanes la religión cristiana, luterana
" católica: un símbolo bello y útil, que va perdiendo su fuerza
que convendría reanimar para felicidad de cada uno, de la
patria, del universo. Así la siente el pueblo, aunque no racio-
cine en términos tan grandilocuentes. La prueba está en su
innato panteísmo, en su tolerancia cristiana, en su respeto re-
ligioso. Se levanta una iglesia protestante, y los católicos ayu-
dan con su óbolo ; una católica, y los protestantes contribu-
yen. "Idolatría es el culto de la Virgen y de los santos", di-
cen algunos timoratos luteranos; otros agregan: "Y bien; la
Divinidad de Jesucristo mismo, ¿no es un principio, aunque
más intelectual, de idolatría?" Y todos se abrazan y ayudan
y cobijan amorosamente en su "mentira convencional", co-
•mún, como pámpanos de una viña sana.
La concepción alemana es, pues, más amplia que la in-
glesa. ^. El fin ético de la religión, su utilidad moral, no pesa
1. Véase Th. Carlvlb^ On Héroes^ Londres.
2. IT. TainBj Histoirc de la litterature anr/lais, tomo v^ pág. 234.
París, ISSe.
Í)Ú
ya tan absoluta y categórieamente. La creencia se respeta y
cultiva por lo que es en sí misma, por su fuerza, por su belle-
za. El cristianismo tiene un valor subjetivo más que objetivo.
Hasta se puede ser cristiano sin creer en los milagros bíblicos.
El "protestantismo laico" de Harnack constituye un senti-
miento cómodo, tolerante y elevado, c^ue. tiende a generalizar-
se en el propio clero luterano.
Llevan los alemanes su panteísmo tolerante hasta inter-
pretar con esplendidez todas las religiones de la historia. "To-
das encierran una verdad ; de otro modo, no las hubieran abra-
zado los hombres". Si Cristo es el héroe de los héroes, Brah-
ma, Buda, Confucio, Odín, Mahoma, lejos de ser impostores,
también son héroes de la verdad, de la belleza y de la bondad
divinas. "El más grosero pagano que adoró la estrella Casio-
pea o la piedra negra de la Caaba, veía allí una belleza, un
sentido divino . . . Casiopea, brillando en el desierto con su
fulgor de diamante azulado (ese extraño fulgor azulado que
parece el de un espíritu), penetraba en el corazón del salvaje
ismaelita a quien guiaba a través del desierto vacío. Para ese
corazón salvaje en posesión de todos los sentimientos y sin
lenguaje ninguno, aquella estrella Casiopea podría parecer un
ojo diminuto que le miraba desde lo más profundo de la eter-
nidad y le revelaba el esplendor interior ..." De esta comple-
ja manera sienten y juzgan los alemanes las creencias propias
y extrañas.
Comentando la exposición carlyleana de la religiosidad
de los alemanes, hace notar Taine que este idealismo polimor-
fo no excluye un buen sentido práctico para la vida. Ya he-
mos notado en el alma inglesa su típica dualidad de utilita-
rismo y puritanismo. En el alma alemana adquiere ésta un
carácter más firme aún; tanto se marca, que Didon la llama
"bicefalía" de los alemanes. ^. Son prácticos, positivos, logre-
ros para proceder ; para pensar, soñadores, idealistas, místi-
cos. Consideran materialmente la ciencia ; idealmente la filo-
sofía. Llegan hasta hacer de la psicología una ciencia positi-
1. P. liiDON'.. Li's Aítcinouds, París, •ISS'l, pág. 37.
I,A EI-rCACIÓX COXTEJIPOBÁNEA 91
va, casi exclusivamente fisiológica, y construyen sistemas con
Kant, Hegel y Fichte. Sueñan y raciocinan, sienten y obran
de manera tal, que parecen unos cuando sienten y sueñan, y
otros cuando piensan y proceden. Diríanse pródigos en lo
ideal y egoístas en las realidades de la vida. Los mismos so-
cialistas alemanes dejan completamente de lado, como estor-
bo, sus altos ideales de internacionalismo cuando de Alema-
nia se trata. Son más complicados que los latinos, quienes ge-
neralmente piensan, sienten, hablan y proceden según una so-
la línea psicológica; en el alma germánica hay tantas y tan di-
versas líneas, que no se pueden comprender sin dividir, pov
lo menos, esas dos fases de su "bicefalía", o, si se quiere, de
lo que yo llamaría "sincretismo". Un buen francés, según el
testimonio de Taine, calificaría su modo de "loco o malvado".^
De esta manera de alma resulta que la escuela cristiana
interconfesional es más típica y completa en Alemania que
en Inglaterra, y también más espontánea. Implica en su más
lato sentido el ejercicio del "juicio privado" propio del libre
examen. Hasta admite confesiones no cristianas, como la ju-
daica, cuando no se las considera peligrosas para el ambien-
te político. No se ha necesitado allí, como en Inglaterra, inter-
vención siquiera crítica del Estado y propagandas especiales;
la intransigencia sectaria ha caído por su propio peso, por
anacrónica, y la mayor parte de los institutos no hace gene-
ralmente cuestión confesional de la enseñanza religiosa. No
se quiere educación luterana, calvinista, cuáquera o católica,
sino cristiana y nada más que cristiana.
§24
LA ESCUELA LAICA
El sistema de instrucción pública que excluye toda ense-
ñanza religiosa denomínase escuela laica. Esta es un produc-
to genuino de la Revolución francesa, y representa el más
grande y fecundo triunfo de la democracia en los antiguos
92 C. o. BÜNGE
países católicos. Hoy existe en casi todas las repúblicas de-
mocráticas, empezando por Francia.
La monarquía se cimentaba, durante la edad media, en la
teoría del derecho divino. Los reyes eran como delegados y
ungidos de la Divinidad. Gobernaban, pues, asistidos por la
Iglesia y el clero; secundábalos la nobleza. Nobleza y clero
constituían las clases privilegiadas, que la corona sostenía y
representaba. Por esto, el movimiento democrático de la filo-
sofía del siglo XVIII atacó el mal en sus raíces, en la teoría del
derecho divino, contra la cual proclamó la del contrato social.
Todos los hombres sojí iguales en derechos y deberes ; todos
son originariamente soberanos ; los gobernantes son meros re-
presentantes del pueblo. . . Para que esta doctrina triunfase
por completo, era preciso refutar definitivamente la que iba
a destruir y a reemplazar los principios teológicos de la mo-
narquía medioeval. Fué así como, apenas triunfante la Revo-
lución, preocupóse de organizar la instrucción pública, apar-
tándola del dominio y censura de la Iglesia. Lanthenay, Dau-
nou, y sobre todo Lakanal y Condorcet, plantearon un siste-
ma de educación puramente laico. El enemigo, es decir, la re-
ligión, quedaba desalojado de escuelas y liceos.
El fin de la escuela laica es, pues, político: la democracia.
Hay que evitar que el clericalismo ejerza su acción sobre los
espíritus valiéndose de los institutos nacionales. Va en ello
la salud de la república.
Sólidamente asentada la democracia, la Iglesia católica
ha dejado de ser ya un peligro para la república, y la recono-
ce, resignándose a un hecho fatal. Después de la caída del se-
gundo imperio, en Francia, la propaganda católica no es pro-
piamente monárquica. Sin embargo, el Estado mantiene en las
repúblicas modernas la escuela laica contra las continuas y
hábiles reivindicaciones del clericalismo, para evitar que la
teocracia pueda también encarnarse en los gobjernos republi-
canoSk Se teme doblemente el triunfo de la causa romana, por
la fuerte influencia del dogma para el desenvolvimiento de la
cultura y por la opresión fatal de los gobiernos teológicos so-
bre el desenvolvimiento económico del pueblo, especialmente
de las bajas clases sociales.
• A EDOCACIÓN COXTEMPOBÁNEA 92
§ -5
r.A EDUCACIÓN RELIGIOSA rEOAGÓGICAMENTE CONSIDERADA
Desde un punto de vista puramente pedagógico, ¿cuáles
n las ventajas, y cuáles los inconvenientes de cada uno de
<os tres modos típicos de considerar la religión y de aplicarla
la instrucción pública? El laico absoluto, inspirado por los
'ósofos y enciclopedistas del siglo xviii^ y puesto en prác-
ca por la Revolución francesa, tiene, según sus parciales, ia
jntaja de salvar a las nuevas generaciones de todo fanatis-
liiO antiprogresista, así como la de apartarlas de un ultramon-
tanismo antipatriótico. En cambio, según sus detractores, pre-
nta el no menos grave inconveniente de privar a los jóve-
nes de los beneficios de la moral cristiana. Faltos de este nor-
te luminoso, corren el riesgo de naufragar en las borrascas de
vida. Achácanse al modo estrictamente creyente de la ense-
ñanza católica tradicional y de la vieja educación puritana los
peligros de fomentar la ignorancia y la intransigencia, y de
rromper interesadamente el criterio y el corazón. También
se la ataca porque lleva al seno de la escuela agrias luchas re-
ii<TÍosas. Consideradas asi las deficiencias de la escuela laica
de la confesional, queda el sistema interconfesional alemáii
anglosajón, sin los defectos y con las ventajas de los otros :
vil funde una generosa y sencilla moral cristiana, benéfica al
progreso; evita en las escuelas las amarguras de las discusio-
nes políticorreligiosas ; purifica el mismo concepto de la reli-
7'ón, sometiendo sus defectos a la crítica filosófica, más no po-
ica; patrocina el respeto de las creencias, que es el mejor fuií-
1 mentó de la dignidad humana; amplía el criterio con el es-
tudio de la religión, y lo eleva con el conocimiento de la lite-
ratura mística. . .
Como se ve. se pueden sostener la escuela interconfesio-
nal, la enseñanza obligatoria del cristianismo, con argumento?
harto menos arcaicos que el escolástico de la "salvación del
olma": con el de la felicidad indi\ndual y con el del progreso
de la patria. '*E1 único fin, la única esencia, el único uso de
94 C. o. BtJNOE
toda religión pasada, presente o futura es conservar viva o ar-
diente nuestra conciencia moral, que es nuestra ley interior.
Toda religión ha servido para recordar más o menos lo quír
más o menos bien sabemos : la diferencia absolutamente in-
finita que existe entre un hombre bueno y un hombre malo;
y mandarnos amar al uno infinitamente y aborrecer al otro
infinitamente, es forzarnos infinitamente en no ser el uno y
ser el otro". Así dogmatiza Carlyle; así sienten y piensan los
pedagogos interconfesionalistas alemanes; así algunos precla-
ros educacionistas ingleses. . .
Muchos distinguidos pedagogos consideran insustitui-
ble el principio de la escuela interconfesional. En realidad, no
existe por ahora ningún sistema de moral que pueda formar
satisfactoriamente el criterio ético de la juventud, es decir,
que pueda llenar el vacío que deja la falta de religión en pue-
blos acostumbrados desde los tiempos prehistóricos a fundar
su ética en las creencias. Por otra parte, tampoco el estudio
crítico del cristianismo podría llenar el vacío que dejase una
educación desprovista de estudios de ciencias y de filosofía.
En vez de contradecirse unos y otros conocimientos, se com-
plementan. Constituyen el todo de la educación política, mo-
ral y filosófica del estudiante alemán. El resultado es que la.s
varias actividades de la mente se equilibran, y el joven siem-
pre sale ganando, para sus actuaciones en la vida, estos dos
sanos elementos : el conocimiento crítico de la religión de su
país y de su época, y un alto ideal cristiano. Podrá luego ser
socialista, demócrata, epicúreo; pero siempre llevará en sí
esas dos viriles fuerzas de poder individual, que, en el con-
junto colectivo, son fuerzas nacionales.
La manera de aplicar esta doctrina en los establecimien-
tos alemanes es la siguiente : con ila continua práctica de los
salmos, que se cantan diariamente en escuelas y colegios, y
oportunamente en las universidades; con el estudio de la re-
ligión, al cual dedican dos o tres horas semanales en todos los
grados o años de escudas y colegios (salvo algunas veces en
los cursos superiores), y con la crítica del dogma, tan activa
más que en cualquiera otra parte del mundo, en las universi-
dades de Alemania, donde se escriben anualmente sobre el
LA i::jucación coM-^itroiiÁXEA 95
asunto millares de folletos y tratados. Puede decirse que, en
los planes de instrucción pública alemana, constituye la reli-
gión— el estudio y la práctica del cristianismo — materia de
preferencia, pues es la que más se repite, la que bajo más di-
versas formas se cultiva y se practica, la que se generaliza
a toda suerte de institutos educacionales, y la que casi sieni-
)re encabeza planes y programas. En segundo lugar viene el
estudio de la lengua, y después, en tercero (haciendo cómpu-
tos generales), el de las ciencias, la historia o las matemáticas,
según la categoría o índole de la escuela o liceo. Oportuno es
anotarlo para aquellos espíritus que proclaman la enseñanza
"práctica" y estrecha como desiderátum económico de la edu-
cación moderna.
También es oportuno hacer notar que tal estudio inter-
confesional resulta posible sólo en pueblos que, por su carác-
ter nacional y su ilustración, abundan en espíritus elevados,
que sienten la religión, no a la manera estrecha de un anti-
guo inquisidor, sino al generoso modo de un Carlyle o de un
Harnack. Desgraciadamente sólo es posible hallar tales intér-
pretes en gentes de temperamento sinceramente místico, . .
En otros países, por conveniente que fuera la instrucción cris-
tiana pedagógicamente considerada, en la práctica podría en-
trañar un grave peligro de retrogradación y oscurantismo.
§ ^^
LA EDUCACIÓN POLÍTICA
Las escuelas confesionales y cristianas interconfesionales,
así como la escuela laica, estudian el problema de formar
opiniones, ya positiva, ya negativamente, desde un punto de
vista religiosopolítico. La enseñanza confesional es propia
del clericalismo; la iníerconfesional, de una aristocracia con
servadora al modo del imperialismo inglés o del germanice ;
¡a laica, de la democracia republicana, Pero, ¿no sería po-
sible abstraer completamente la religión y considerar en sí
mismo el problema de la educación política?
Siendo esto evidentemente posible, la cuestión de la ciu-
96 C. o. BUNGE
cáción política podría plantearse así : ¿ debe la educación for-
mar opiniones políticas concretas, o producir sólo una ma-
nera lógica de raciocinio, un criterio, una cierta capacidad
poUticc? De lo anteriormente expuesto se desprende, ante
todo, que existe una gran diferencia entre lo uno y lo otro.
formar una opinión es inculcar artificiosamente un juicio o
prejuicio; educar una capacidad es ejercitar las facultades
del raciocinio y la crítica, para que el educando pueda ha-
cerse luego una opinión personal. Lo uno es avasallar con
tma convicción; lo otro dar imparcial libertad al espíritu para
discurrir acerca de las humanas contradicciones. Lo uno,
poner trabas a la razón ; lo otro, darle impulsos. De aquel
modo, se mata o se pretende matar la iniciativa del pensa"
miento; de éste, se nutre la inteligencia para que, a su tiem-
i)o, pueda libremente remontarse hasta donde alcancen sus
alas. Adeinás, el empego pedagógico de imponer una opinión
en la adolescencia suele producir en los espíritus vigorosas
reacciones psicológicas, que determinan, por contraproducción,
opiniones diversas de las que se pretendieron inculcar. En
cambio, la simple educación del criterio puede provocar,
exenta de reacciones, opiniones más conscientes y arraigadas.
En ese sentido resulta exacto el principio individualista
de la educación inglesa, o la manera polimorfa y panteísta,
por decirlo así, del amplio sistema alemán. A la inversa,
desde un punto de vista pura y estrictamente pedagógico, el
sistema de la Revolución francesa, aunque justificado por
razones políticas, resulta falso, al menos si extrema su pro-
pensión a formar e imponer su credo liberal. En esto, su
error, aunque menos grave, por amoldarse mejor al progreso
y al siglo, es no menos antipedagógico que el de la ense-
ñanza confesional. Sostengo así que todo partidismo franco
y decidido debe reputarse peligroso y absurdo en pedagogía,
por ser contrario a la naturaleza humana y al principio de
la libertad de estudios, cuyas bases científicas y cuya utilidad
social expondré más adelante.
Todavía en materia religiosa, por su trascendencia, la
educación puede a veces dejar hondos rastros en el espíritu.
La educación política en sí misma es siempre menos eficaz.
L.V EDUCACIÓN COXTEMPOBÁXEA 97
Presenta la historia de Francia los ejemplos más elocuentes
de esta ineficacia, en lo politico y aun en lo religioso.
Durante el siglo xvii y hasta fines del xviii, los jesui-
tas fueron allí los mayores educadores de opiniones. ¿Con
que resultados? La Revolución demostró que no ellos, sino
sus contrarios, filósofos y enciclopedistas, que no educaban
oficialmente, triunfaron sobre el espíritu del pueblo en aquella
máxima evolución de ideas. Desencadenada la Revolución, los
jacobinos impusieron sus doctrinas a la instrucción pública;
era como un dogma del contrato social, que el Estado edu-
caba para el Estado; y su enseñanza, esa enseñanza laica,
individual y libérrima en política, ¿qué produjo? El imperio,
que no fué la imposición de una clase social, sino una ma-
nera aceptada en su momento histórico, con júbilo, por una
gran parte de la nación.
Pero nadie tal vez ha pretendido tiranizar más la edu-
cación, sujetar más estrictamente la instrucción pública a sus
planes y doctrinas, que Napoleón I, quien llegó a afirmar, en
el Consejo de Estado del ii de Marzo de 1806, el siguiente
principio: "En la implantación de un instituto docente cual-
quiera, mi fin principial es dirigir las opiniones políticas y
morales". Su plan educativo era vasto, profundo, y también
artificioso, como casi todas sus concepciones. Su fin pri-
mordial, su único fin, como él mismo lo declaró al fundar y
reglamentar la instrucción pública, era "dirigir las opiniones
políticas y morales" de la juventud a favor del imperio y de
su política. Con tal objeto ideó aquel pasmoso mecanismo de
una educación puramente oficial, bajo la tutela de una grande
Universidad de París, regida por uñ "gran maestre" (Grand
Maistre), funcionario importantísimo del Estado, político
-más que pedagógico. Desterrados los jesuítas, quería reem-
plazar su enseñanza por la de otros cuerpos oficiales, de
"jesuítas laicos" que trabajaran para el imperio, "así como
aquéllos lo hicieran para Roma''. Exigía el mismo desposorio
con la enseñanza, aunque sólo por períodos de dos a seis
años, la misma asiduidad, el mismo fanatismo excluyente y
aun el mismo modo de emulaciones provocadas, de vigilancia
continua y de concursos públicos y teatrales. En lugar de
98 C. o. llUNGlá
"J. H, S.", campeaba el escudo nacional; en vez del "A. M.
D. G.", un Vive I' Bmpereur!, que debía interrumpir las lec-
turas de Virgilio y las demostraciones de Newton ... Si al-
gún particular llegaba a fundar un gran instituto y a acredi-
tarlo, como M. de Lanneau, que en su colegio privado de
Saint Barbe educaba cerca de un millar de jóvenes, inmedia-
tamente el Estado, costara lo que costara, lo debía anexionar
a su sistema oñcial, a su máquina cíe opiniones. Ese parti-
cular exclamaría luego, como el mismo M. de Lanneau : "No
soy ya más que un sargento mayor de estudios lánguidos y
fraccionados..., bajo la férula del tambor y los colores mi-
litares". Si en un momento el emperador quería captarse la
buena voluntad de Roma, admitía, por fórmula, no la gene-
rosa enseñanza cristiana interconfesional, sino la católico-
sectaria. . .
¿Qué rastros dejó esa grandiosa construcción en el espí"
ritu del pueblo francés? La historia demuestra que ninguno.
Caído el militarismo imperial, impopular su política, vienen
la Restauración y la República.
El fracaso de la educación napoleónica prueba, a mi
Juicio, que la educación partidista es ineficaz cuando está en
desacuerdo con la tendencia nacional. En cambio, cuando
concuerda, puede ser un coadyuvante al desenvolvimiento del
país. Tal ocurre con el imperialismo de la educación alema-
na y el de la inglesa, imperialismos cuya propaganda envuel-
ve sólo accesoriamente las creencias. Se trata, pues, de sis-
temas poco o nada religiosos, más bien exclusiva y típica-
mente políticos, como el que ideara Napoleón antes de aliar-
se a la Iglesia romana. El secreto de su éxito está hasta
ahora en su aceptación por una mayoría de la clase pensante
y directiva, ya que no por todo el pueblo.
I,A EDUCACIÓN- SEGÚN EL SOCIALISMO
La democracia individualista preconiza el más sencillo
sistema de educación política: difundir los conocimientos
LA I:;UT:CACIÓN COMEHl'OItÁNEA 99
sin tendencia sectaria. Pero el socialismo o la democracia
colectivista aspira, según sus más caracterizados partidarios,
a una completa reforma de ese sistema.
El socialismo, que es al propio tiempo un conjunto de
doctrinas similares, un partido político y una tendencia hu-
manitaria, ha pedido, por órganos de autores y congresos,
que la educación sea socialista. La importancia y el continuo
incremento de este nuevo orden de ideas, su representación
\ crecientes exigencias en los parlamentos y gabinetes, ponen
al día este problema educativo: ¿qué relaciones pueden exis-
tir entre el socialismo y la educación? Considerando un pe-
ligro el socialismo, ¿se le puede combatir con una educación
preventivamente antisocialista? Considerándola una necesi-
dad social, ¿conviene su proselitismo en las escuelas y uni-
versidades, como medio de atppliarlo y dirigirlo?
Basta enunciar tales cuestiones para penetrarse de su
gravedad. Paréceme indiscutible que no hubo jamás, ni po-
drá haber, un gran movimiento social que no repercuta, direc-
ta o indirectamente, en la educación. Allí es donde manifiesta
primero el triunfo de sus ideas, con reformas violentas, la
revolución vencedora; allí donde los conservadores comba-
ten, estimulan y provocan las reacciones futuras. Si se quie-
re un ejemplo, estudíese el neohumanismo del siglo xviii,
las reformas educaciona.les consiguientes a la Revolución
francesa y las reivindicaciones continuamente intentadas por
ciertas escuelas jesuíticas. Resulta, pues, axiomático que el
socialismo no puede luchar sin tocar a la educación: su in-
erencia es fatal. Pero la educación general, la primaria y
.■ecundaria, está en casi todos los países contemporáneos, o
en manos del Estado, o bajo la superintendencia del Estado,
• ningún Estado es hasta ahora francamente socialista. Por
v.'into, el socialismo no puede aún haberla conquistado. Las
universidades, por la elevación de su papel intelectual, sean
o no autónomas, deben sustraer en su enseñanza a la inter-
vención partidista del Estado. El profesor universitario "so-
cialista de cátedra", no es un simple perturbador a quien
pueda hacer callar un decreto del P. E. El ideal escolástico
de la universidad sectariorreligioso y el napoleónico de la
100 C. o. BUNGE
universidad secíariopolitica son hoy anacronismos, repudiados
por toda opinión ilustrada : el pensamiento sólo puede ser gran-
de cuando es libre. Y el pensamiento de las universidades ha
de ser por excelencia vasto, generoso, complejo, contradicto-
rio, para que el porvenir de la patria se remonte en alas
del progreso.
En resumen, el socialismo debe fatalmente luchar por in-
gerirse en la instrucción pública; el individualismo antisocia-
lista y conservador, por combatirlo alli en forma preventiva.
Pero el único campo posible de acción educativa socialista o
antisocialista es la instrucción general (primaria y secunda-
ria), pues la superior se halla, por su excelsa naturaleza, libre
de semejante entrometimiento de influencias externas; ha de
obedecer a los ideales, sean cuales fueren, de cada una de las
altas personalidades que constituyen su cuerpo docente, a
quienes debe dejarse libre espacio para desenvolver en toda
su amplitud su capacidad.
Descartando, pues, las universidades, y reduciéndonos a
la instrucción general, examinemos ahora las dos hipótesis
arriba planteadas. Si el socialismo es inevitable, ¿cómo po-
drían encauzarse sus ideales en la instrucción pública, y cuá-
les podrían ser los resultados de esa enseñanza? Si es evita-
ble, ¿cómo podría el Bstado hacer servir la instrucción públi-
ca de medio preventivo antisocialista, y con qué ventajas e
inconvenientes ? . . .
Indispensable es, para la resolución de estas cuestiones,
descubrir en qué consiste lo que generalmente se entiende por
educación socialista. El programa de Gotha pide la "educación
popular, común e igual en los establecimientos del Estado".
Según Bebel, se cuidará que ningún alumno sea pospuesto a
los demás en los medios de instrucción y educación, en el
vestido y en el sustento. Tal es el ideal de la educación so-
cialista, al menos para los cabecillas populares, ya que no
para los pensadores socialistas más o menos heterodoxos :
igualdad en la instrucción.
Aparte de la verdad o falsedad de las teorías económi-
cas del socialismo, pedagógicamente, científicamente, su espí-
ritu educacional presenta ciertas deficiencias, que podría sin-
LA EDUCACIÓN CONTEMPOKÁNEA 101
tetízar en esta íornia : desconociendo la desigualdad de las
clases, tiende a desconocer las desigualdades de individuo a
individuo^ y de este desconocimiento resultaría destruida la
libertad de estudios tal cual la concibo, esto es, por diferen-
ciación de idiosincracias individuales. Según esta teoría de
libertad de estudios, cada educando debe recibir una instruc-
ción singular, diversa de otras, propi?. para desarrollar en él
todas sus fuerzas y actividades innatas. Nada más contrario
a tal doctrina, a sus bases biológicas y psicológicas, que el
aplanamiento de las idiosincracias individuales, que la meca-
nización de todas las inteligencias en moldes idénticos, en una
palabra, que la democracia intelectual. La libertad de estu-
dios implica, en su esencia íntima, en su verdadero espíritu,
todo un proceso de aristocracia por diversificación psicofisio-
lógica, para que, como he dicho, cada uno produzca los me-
jores frutos de que sea susceptible, desempeñando el papel
que le designen su temperamento y su capacidad en el re-
parto social.
No se me oculta que esta teoría no se halla en contra-
posición abierta con las últimas conclusiones del socialismo
científico, sino que más bien las corrobora. Pero este socialis-
mo científico, este ideal del "socialismo de cátedra", no es lo
que hoy predomina en el espíritu de la revolución socialista,
en que todo, a lo menos para una enorme mayoría de parti-
darios, es proceso de democratización y uniformidad de las
clases sociales. ¡ Y nada más contrario a los principios filo-
sóficos de la educación! Sólo para evitar esas ingratas con-
secuencias conviene mantener a la instrucción pública aleja-
da de todo sectarismo socialista, que atacaría el verdadero es-
píritu, tan intrínsecamente aristocrático, de la libertad de es-
tudios.
Por otra parte, la instrucción socialista presentaría tam-
bién los dos apuntados inconvenientes generales de toda edu-
cación sectaria: i." Corromper el alma de los niños con las
amarguras de la lucha política, en perjuicio del equilibrio
de su débil psicología; 2." ser contraproducente, hasta el pun-
to de motivar, una vez libre el joven de la influencia de esa
enseñanza, reacciones fanáticas contra las ideas que se quiso
102 C. o. Bf.NGE
inculcarle, cuyas reacciones son siempre perjudiciales, así pa-
ra el individuo como para la sociedad.
La opinión oficial del Estado es, por ahora', en los paí-
ses de mayor cultura, más o menos antisocialista. Por tanto,
los gabinetes y los parlamentos tratan, en todas partes, de de-
fenderse contra un orden de ideas que, justa o injustamente,
consideran un peligro. Para combatirlo se cuenta con estos
medios preventivos : la fuerza y la idea. La fuerza se ha ma-
nifestado singularmente en leyes especiales de policía. Nada
menos eficaz, pues sometiendo la Causa a medidas odiosa-
mente severas, se la realza y ennoblece ante el espectador in-
diferente, que compone la mayoría del público, de manera
que las simpatías puedan conquistarle adeptos. Las grandes
revoluciones se hacen, más que por raciocinio, por sentimiento.
Es así como poco a poco, los Estados contemporáneos, en un
común acuerdo tácito entre conservadores y socialistas, han
venido derogando las leyes policiales "de excepción". La
opinión pública las ha condenado de antemano. Excluida, pues,
la fuerza, por contraproducente, queda la idea como palan-
ca de fuerza. ¿Y cómo podría luchar mejor la idea, para los
fenómenos sociales de lo futuro, que formando las opiniones
de lo futuro? ¿Y dónde formarlas, sino en las escuelas? Aho-
ra bien; el Estado es, en último término, y aunque las altas
regiones de la instrucción superior no deban caer ni caigan
bajo su imperio inmediato, el primer maestro del pueblo. ¿Po-
dría el Estado servirse de la mstruccióti como medio preven-
tivo antisocialista f He ahí uno de los más delicados problemas
contemporáneos de instrucción pública.
De acuerdo con los principios desarrollados, pienso que
el Estado no debe, bajo ningún concepto, hacer las escuelas
y colegios órganos de propaganda política. ¿Ha de permitir
por ello que docentes fanáticos propaguen sus ideas socialis-
tas en institutos oficiales o particulares? En los oficiales es
indiscutible su derecho para excluir, según lo expuesto, todo
.«ectarismo, cualquiera que fuese, y por el solo hecho de serlo.
Además, creo que debe, en virtud de su derecho de inspec-
ción, si no prohibir (lo cual sería contrario a la libertad huma-
na de ense".ar-y aprender), excluir de toda garantía oficial
LA EDUCACIÓX COXTKMPOÍ'.ÁNEA 103
a los institutos socialistas de educación general : no reconocer
sus programas ni diplomas, ni permitirles incorporarse a su
instrucción. Y entiéndase que esto no significa desconocer la
razón o sinrazón de las doctrinas socialistas, pues tales me-
didas obedecerían tan sólo al principio de que debe evitarse
todo sectarismo en la educación, más que por pasiones de po-
litica, por verdades inconmutables de pedagogía.
Sin embargo, no debe dejarse al educando, so pena de
darle una instrucción incompleta, en absoluta ignorancia de
las doctrinas socialistas: la ética en materia de socialismo, por
ima parte, y la economía política, por otra, le instruirán, no
sectaria, sino críticamente. El Estado ha de velar por ese com-
plemento indispensable de una buena educación moderna, íisí
como, según los anteriores párrafos, no puede excluir de su
enseñanza los principios y la historia del cristianismo. Cris-
tianismo y socialismo podrían, pues equipararse desde ese
punto de vista pedagógico.
§ 28
LA EDUCACIÓN SEGÚN EL ANARQUISMO
Vulgarmente se califica de "anarquismo" la tendencia
política que propende a destruir el actual régimen socip.l por
medios violentos, para sustituirlo después por un régimen de
absoluto individualismo, en que cada cual no tenga más ley
que su voluntad y capacidad. Nada más contrario a la ten-
dencia socialista. El socialismo basa su concepción social en
una ética de utilitarismo colectivo ; la ética del anarquismo
sería más bien la del egoísmo puro. Los más notables des- ,
arrollos de esta teoría se hallan en Max Stirner y Nietzsche.
Su importancia, como novísiina concepción de la moral y del
derecho, bastante difundida entre los intelectuales, me impiih
tíiL a estudiar también sus efectos posibles en la teoría v prác-
tica de la educación.
La tendencia anárquica tiene hoy su base teórica er una
doctrina trascendental de ética que podría y hasta suele lla-
marse anticristianismo. La reacción del neohumanismo del
104 C. O. BüXGE
siglo xviii contra la escolástica medioeval, lo ha prepaiado.
Los progresos de las artes políticas, la proclamación univer-
sal de los derechos del hombre, los principios postlamarckia-
ncs de las ciencias físicas y naturales, la exuberancia del in-
dividualismo positivista, las sordas amenazas del socialismo,
todo ha contribuido a producirlo. La ambición de los filoso"
ios que aspiraron a ser portavoces del nuevo espíritu, lo ha
concretado. Y he aquí que, en los modernos tiempos, y como
creación de ética ultramoderna, surge este anticristianisnio,
¡a moral del egoísmo puro, la propaganda del anarquismo in-
telectual.
No es la metafísica subescolástica ; no es el deísmo rous-
seauniano; no es la sátira antirreligiosa de los buenos tiempos
de Voitaire; no es el cristianismo materialista de Renán. No
es nada 5' lo es todo. Pero sus raíces están más bien en la
filosofía de la Voluntad, expuesta por Schopenhauer. Su abo-
lengo remoto, que no puede hallarse en Rousseau, porque
Rousseau era romántico, se descubre en Hobbes. El "estado
natural" del hombre- fiera de Hobbes, en perpetua guerra de
individuo a individuo y de sociedad a sociedad, y ro la fase
social de contrato, es lo que, en último término, proclama el
.\nticristo, personaje ideal aun inconcreto : Homo hiimini hi-
pas-! Este "estado natural" de guerra se desbordaba ruda-
mente en la prehistoria y aún en la historia, cuando ios hom-
bres luchaban como brutos por la alimentación y la genera-
ción, por el individuo y la especie ; hoy la lucha animal, se
ha transformado en la lucha humana. Pero, ¿qué es el hombre
sino ini animal complejísimo, esto es, un ser con institntos y
necesidades animales? La lucha humana viene a resultar así,
para el Anticrisío, el "estado natural" de guerra del hombre-
fiera primitivo, por la alimentación y la generación; mas su»
triunfos no son ya meros efectos de la fuerza, sino de la inteli-
gencia. El Anticristo no entiende de caridad sino para si
mismo, y la caridad es la piedra angular de la doctrina de
Cristo. El Anticristo representa la filosofía de la acción des-
tructora }'■ vencedora; la negación más categórica del Nirva-
na, con el cual estrechamente se emparentan el Nuevo Testa-
mento, Jesús y Bi^da. El Aníicristo es una figura ideal que
LA EUUCACIÓN COKTEMPORÁXEA 105
encarna el espíritu universal, así como Cristo encarnaba otro
espíritu no menos universal : el de Dios. El Anticristo, final-
mente, es una voz que en nuestra época habla cada día más al-
to, como un trueno del infinito, y nos dice al oído : "Nuestro
fin es alcanzar la mayor felicidad; lo bueno es el poder; lo
malo, la debilidad ; lo moral, la acción ; lo natural, la fuerza ;
la virtud, el valor ; la piedad, la imperfección ; la destrucción
del más débil, el triunfo; el triunfo,- ¡la felicidad!".
Nadie ha resumido mejor que Nietzsche la naturaleza
íntima del Anticristo, aunque más por síntesis, a la manera
de los antiguos profetas, que por análisis, al modo de los fi-
lósofos modernos. He ahí una de sus mejores definiciones,
que se diría un salmo a un doble Dios, tan repugnante cuan-
do muestra su sonrisa de cinismo como atrayente cuando
fija su mirada de voluntad: "¿Qué es lo bueno? Todo lo
qvie 'exalta en el hombre el sentimiento de poder, la voluntad
de poder, el poder mismo. ¿Qué es lo malo? Todo lo que
arraiga en la debilidad. ¿Qué es la felicidad? El sentimiento
de que el poder aumenta cuando una resistencia es vencida.
No el contentamiento, sino todavía el poder ; no la paz ante
todo, sino ante todo la guerra ; no la virtud, sino el valor
("virtud" en el estilo del Renacimiento, vertu, virtud despro-
vista de moralidad cristiana). Perezcan los débiles y los fra-
casados ; tal es el primer principio de nuestro amor a la huma-
nidad. Y que aun se los ayude a desaparecer. ¿Qué es lo más
perjudicial, que nos infesta cual el vicio? La piedad por los
déclassés y por los débiles : el cristianismo".
Podrá la moderna doctrina del Aníicristo ser o no, según
se opine, eñcaz en el proceso de selección de la especie, en
el de fuerza y cohesión de las sociedades, en el pro-
greso universal ; cualquiera que sea su verdad o conve-
niencia, pienso que, en la educación, ninguna ética sería más
adversa al pleno desarrollo de las potencias latentes en la
primera edad de la vida. La educación tiene por objeto, en
cierto modo (lo decreta la profunda palabra de Platón), des-
envolver al cuerpo y al espíritu todas las energías y perfec-
ciones de que sean capaces. Para la plenitud de este desenvol-
vimiento, nada mejor que la libertad individual del educando.
106 c. o. urxGE
dentro de las restricciones sociales. Debe dejarse que obre la
naturaleza, coadyuvada y no forzada por la obra del hombre
(Rousseau). El niño, como la mujer, oor su debilidad psico-
fisiológica, necesita el amparo del más fuerte. Falto de esta
,protección bienhechora, puede ser juguete de sus malos ins-
tintos y de los malos ejemplos. Si se encastilla en si mismo,
si se le aisla en su propia debilidad, rodeado de adversarios
más vigorosos, se produce un fenómeno psicológico de fácil
comprensión : la depresión de su ánimo. La tristeza de su im-
potencia presente le ofusca hasta hacerle perder la esperan-
za de su futura virilidad. Con esto peligra su desarrollo psi-
cofisiológico : el ánimo apocado no trabaja, la melancolía ener-
va la actividad del cuerpo. El espíritu y el cuerpo, para el dia-
rio ejercicio de sus facultades, necesitan cierta alegría de su-
ficiencia, cierta despreocupación, cierta tranquíHdad, que di-
fícilmente pueden infundirse en educandos encerrados en el
aislamiento de su incapacidad. Y es casi fatal que, en la fe-
rocidad disimulada de una masculina educación henchida de
espíritu individualista, se produzca algo de esa depresión. Por
tanto, para fortificar el ánimo deprimido, debe considerarse
resorte importantísimo en la educación moderna el cristianis-
mo, religión de piedad, religión de consuelo. La del Anticris-
to es religión de estímulo, de guerra implacable, religión de
fuerza y de exterminio en las luchas de la vida.
Sin entrar a discutir aquí los principios del cristianismo,
pienso que ninguna ética es más adecuada para fortalecer el
ánimo del niño, para su mejor proceso de crecimiento. Sin
estudiar la religión en. sí, lo cual sería apartarme del tema de
esta exposición, y dando ya como posible cualquiera de las
hipótesis de su verdad o falsedad, la pedagogía no puede me-
nos de proclamar el cristianismo, si no como un principio in-
conmutable, como un medio eficaz de educación. Más tarde,
el natural libre examen del estudiante formará su criterio en
la materia. Los sentimientos cristianos que se le inculquen en
la escuela, no serán obstáculo a su libertad de pensamiento,
en su continuo contacto con la contradicción, y, aun cuales-
quiera que sean sus posteriores creencias, esos sentimientos
le serv'irán, al menos, de amable paliativo en las guerras por
LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 107
el sustento y la preponderancia, es decir, en las luchas del in-
dividualismo que, en último término, son las del hombre-fie-
ra primitivo de Hobbes y las de la fiera-hombre actual del
Anticristo.
Planteando a la inversa mi raciocinio, podríaseme argu-
mentar que el espíritu del cristianismo, religión de amparo y
caridad, religión de los débiles, ha de perjudicar al riguroso
ejercicio de las fuerzas individuales del educando. En vez
de lanzarle a la palestra de la acción, ¿no la invitará al re-
poso de la voluntad? En vez de enardecerle para la lucha, ¿no
le atenuará y apocará el carácter?...
La solución de tan complejas y arduas cuestiones tiene
por fuerza que ser, ante todo, cuestión de sujetos. Posible es
que el cristianismo, como medio educacional, llegue a ener-
var la voluntad de individuos de suyo tím.idos e ineptos para
el esfuerzo sostenido y pujante. En cambio, esa misma doc-
trina robustece el ánimo del educando, que es débil en lá menor
edad, y fuerte por las potencias innatas que sólo esperan el
cultivo de la educación y las circunstancias de la autoedu-
cación para manifestarse hasta su plenitud. De ahí que, como
medio educativo, el cristianismo ha de coadyuvar a la elimina-
ción de los débiles e inútiles, y al vigorizamiento de los fuer-
tes y útiles, mientras que el espíritu del anticrisíianismo, co-
mo medio educativo, tiende a disminuir y enervar a todos,
cualesquiera que sean sus aptitudes y condiciones.
Curiosísimo ejemplo de esta tesis nos presenta la histo^
ria en la educación eminentemente católica que se diera a los
indios en las misiones jesuíticas establecidas en las colonias
españolas de Sud América, durante los siglos xvii y xvhi.
En efecto, la materia prima, los educandos, eran elemento in-
dígena; vale decir, elemento débil, elemento enervado psico-
fisiológicamente. . . ¿Qué efectos produciría la educación
cristiana que recibieran aquellos hombres-niños de sus maes-
tros espirituales, señores de su voluntad? Los guaraníes, raza
que llenaba todo el vientre de Sud América, del Amazona al
Paraná, fueron los principales sujetos de aquélla cristiana
educación de mansedumbre y de piedad ; para indagar su ca-
pacidad intelectual, baste este hecho conocidísimo y com-
IOS C. o. BrNGE
probadísimo: en estado salvaje, no sabían contar más que
hasta tres. Pues bien; las circunstancias históricas vmieron a
demostrar, del modo más gráfico, los resultados que podía
producir, ensayada en tales elementos, la educación jesuíti-
ca.. . Expulsada la Compañía por decreto de Carlos III, ¿qué
consecuencias dejó en las copiosas tribus abandonadas? Más
débiles y más ineptos que nunca, los indígenas cayeron rá-
pidamente en una idolatría sui géneris; y, luego, en la luclia
por la vida, los han ido venciendo poco a poco los hombres
y las cosas, los sucesos y las circunstancias, hasta hacerlos
desaparecer casi del mundo de los pueblos vivos ... El cris-
tianismo, lejos de aumentar su fuerza, acreció su debilidad.
En vez de impulsarlos de nuevo y con nuevos bríos a la lu"
cha en que fueron tan bárbaros (sus venganzas eran ante-
riormente tales, que después de años de enterrados sus ene-
migos, exhumaban sus huesos para pisotear el cráneo), los
llenó de mansedumbre, los entregó inermes a manos opreso-
ras. En cambio, ese mismo cristianismo, esa misma enseñan-
za, esa misma educación cristiana, ¡cuántos principios de po-
tencia ha desarrollado hasta en apogeo en pueblos de va-
liente nervio y de sangre emprendedora ! Diríase que es fuer-
za para el fuerte y debilidad para el débil, así en los indivi-
duos, como en los pueblos. Y en tal caso, tratándose de ra-
zas fuertes, pienso que el espíritu cristiano, mientras no im-
plique fanatismo, resulta aún de alta eficacia en el triple pro-
ceso de formar al hombre, de seleccionar la raza y de coad-
x^iyar al progreso social.
CAPITULO IV
LA EDUCACIÓN CLASICA Y LA EDUCACIÓN
MODERNA
5 ay. Importancia capital de la cuestión. — § 30. Diversos crite-
rios para juzgar la utilidad de los estudios clásicos. — § 31. El
espíritu del estudio de las letras clásicas en Alemania. —
§ 32. El espíritu del estudio de las letras clásicas en Ingla-
terra. — ^ 33. El espíritu de la enseñanza de las letras clásicas
en Francia y demás pueblos latinos. — § 34. Conclusiones ge-
nerales .
§ ^
IMPORTANCIA CAPITAL DE LA CUESTIÓN
La Utilidad de la enseñanza obligatoria de las letras clá-
sicas (griego y latin) en la instrucción secundaria, la forma,
oportiuiidad y extensión de estos estudios, constituyen hoy
una de las más debatidas cuestiones pedagógicas. En la cri-
sis que en este momento histórico atraviesa el concepto de la
educación, suele aparecer como piedra de toque. La supresión
del griego y latín, se ha proclamado en algunas partes a gui-
sa de bandera del espíritu moderno. Suele contraponerse a
su enseñanza la idea-fuerza del interés económico que,
como hemos visto, es la principal palanca que mueve la ac-
tual revolución de los principios educativos. Gente sin pre-
paración general y sin conocimientos técnicos, novísimos fa-
riseos, suponen que el clasicismo es retroceso. Aun no fal-
tan pensadores que, contagiados por la grita, olvidan cuánto
deben a sus clásicos. Las disonancias melodramáticas del coro
hacen pensar en ima gran pieza sinfónica, destrozada por
lio C. o. BUIÍQE
músicos ineptos. En ocasiones, hasta hay algo de pueril sno-
bismo en la propaganda. Alguna vez es el malestar econó-
mico y político lo que se revela, busca la causa de sus males,
y la miopía no descubre otra que la enseñanza de los clási-
cos. Cómico resulta entonces oír citar, en las disertaciones pe-
dagógicas, contra la enseñanza clásica, el ejemplo de Inglate-
rra... ¡De Inglaterra, en cuya instrucción preparatoria no se
aprende casi nada, salvo rudimentos de griego y latín; de In-
glaterra, en cuyas universidades no se estudian las ciencias
sociales sino partiendo de los viejos clásicos, y frecuentemen-
te se exige, como examen de ingreso, sólo nociones de griego,
latín y religión; donde los niños de la clase directora dedican
a las lenguas muertas gran parte de su tiempo, de los doce a
los diez y ocho años; donde Aristóteles y Platón son autori-
dades y testimonios más irrecusables que Bacón y Locke, más
categóricos que Kant, más auténticos que la Magna Charla!
Alguna vez se menciona también el ejemplo de Alemania, y
allí hasta el proletario suele saber latín y griego. . .
Dadas estas contradicciones y la capital importancia de
la cuestión de los estudios clásicos, permítaseme cierta mi-
nuciosidad, más descriptiva que crítica, en su exposición. Acá"
so me sea dado desentrañar la naturaleza íntima que adopta
en cada parte de la enseñanza, y aun llegar a ciertas conclu-
siones generales.
§ 30
DIVERSOS CRITIJRIGS PARA I.A UTIUDAD DE LOS ESTUDIOS CLÁSICOS
He tratado, al efecto, siguiendo mi usual método psico-
sociológico, de inquirir el espíritu con que se enseñan las le--
tras clásicas en diversos países de alta civilización típica. La
observación primordial a que llego, que se ajusta a la doc-
trina de esta obra, es que en cada país se cultiva el estudio
de las letras clásicas con un espíritu propio. Por tanto, es iló-
gico, contra la verdadera naturaleza polimorfa de las cosas,
estudiar la cuestión de las letras clásicas de uíi modo gené-
rico, sin haber intentado dilucidar antes el espíritu que anima
LA EDUCACIÓN COXTEMPORÁKEA 111
SU enseñanza en Alemania, en Francia, en Inglaterra, en Italia
y España . . . No lo agita el mismo soplo de vida en Oxford
eme en Berlín, en París que en Roma, pues en cada lugar
posee una especial índole, una tendencia determinada, en una
palabra, un espíritu.
Júzgase la utilidad de los estudios clásicos en Alemania
con un criterio de método y de erudición. El griego y el latín
son excelentes disciplinas e indispensables conocimientos para
la crítica histórica y los estudios sociales. Además, el latín
sirve para aprender fácilmente los idiomas latinos. El espíritu
utilitario y moralista de los ingleses ve todavía en el estudio
del griego y latín la mejor base para formar el criterio ético
ue las clases directoras. Los franceses, pueblo- más bien de
temperamento estético, estudian a los clásicos griegos y latinos,
[)rincipalmente para formar el buen gusto literario y conocer a
fondo el propio idioma. En Italia, descuidándose el griego, se
cultiva el latín por espíritu de nacionalismo, y se buscan tam-
bién en los antiguos clásicos modelos de serena y majestuosa
l>elleza pagana. En los países hispánicos tiene muy poco par-
tido el clasicismo. Sólo se estudia en algunos el latín, más que
con criterio de erudición o de estética, para el conocimiento
etimológico del castellano.
Para juzgar la utilidad de los estudios clásicos existen,
pues, diversos criterios, que pueden clasificarse de este modo:
1.° El de erudición y filología; 2°, el de educación ética; 3." el
ce educación estética; 4." el patriótico o nacionalista. Y pue-
de todavía agregarse que el latín es ¡a base de la enseñanza
religiosa católica, porque en ese idioma se han escrito sus
obras más fundamentales, y se realiza el culto.
En los subsiguientes parágrafos paso a describir más de-
tenidamente el verdadero espíritu del estudio de las letras
clásicas en distintos pueblos de civilización típica y ejemplar.
Voy a desarrollar allí las ideas insinuadas sintéticamente en
el presente. La importancia del tema le hace merecer, por cier-
to, especialísima atención.
112 (;. U. RUNGlí
§ 31
]:i. I-SPÍRITU DKL ESTUDIO DE I.AS LETRAS CLÁSICAS EN ALEMANIA
Según el primer criterio, el de erudición pura, es como
se estudian las lenguas muertas en las universidades alema-
nas, y aun en sus gimnasios y escuelas reales, pues el princi-
pal objetivo de la instrucción pública estriba allí, como sabe-
mos, en instruir, tanto o más que en educar. En ninguna parte
del mundo se ha relacionado mejor la filología con los pro-
blemas de la historia; en ninguna parte se han hecho estudios
de sánscrito, hebreo, caldeo, griego, latín, etc., con mayor
constancia científica; en ninguna parte se han generalizado
más, tales especulaciones, ni aplicado con mayor eficacia. El
espíritu eminentemente investigador y científico de los ale*
manes ha hallado allí ancho campo de acción fecunda. Autores
franceses, como Renán, Taine y Didón, reconocen sin amba-
jes esa supremacía intelectual en la compenetración de las
lenguas muertas, para mejor dilucidar las interesantes almas,
también muertas, de pueblos que fueron.
Dejemos a un lado «1 estudio universitario de otros
viejos idiomas que hoy no se hablan, y que es siempre fa-
cultativo, para discutir el estudio obligatorio del griego y
del latín como materias insustituibles de la instrucción se-
cundaria. La más elemental observación que al respecto ocu-
rre, es que el latín y el griego son universalmente obliga-
torios en Alemania, en cuatro o cinco años de estudio, en
los institutos secundariopreparatorios, llamados Gymnasien
(gimnasios). En cambio, en los institutos de instrucción se-
cundaria general, las Rcalschulen (escuelas reales) no se en-
seña casi nunca griego y muy rara vez latín. Esto constitu-
ye la diferencia capital entre los gimnasios y las escuelas rea-
les. De ahí el tan decantado carácter literario de aquéllos y el
científico de éstas.
Además de este primer criterio de utiHdad para el es-
tudio de las lenguas muertas, existe en Alemania otro espe-
cial, que puede reputarse importante causa de la generaliza-
LA EDUCACIÓN COXTEJll'ORÁNflA 113
ción (l\je se ha dado allí, en gran parte de la instrucción se-
cundaria, al estudio del latín : considérasele como indispen-
sable gimnasia intelectual para el conocimiento de ciertas
lenguas vivas extranjeras; El alemán es una lengua que se
ha conservado libre de la influencia del latín, salvo en conta-
dos términos; su etimología, su sintaxis — su espíritu — , la di-
ferencian de manera tan radical del francés, italiano, español,
portugués y aun del inglés, c[ue todos estos idiomas resultan
para el germano ignorante llenos de un exotismo enigmáti-
co. Los idiomas latinos todos se vinculan en sus procedimien-
tos, por su común origen, y a pesar de sus heterogéneas asi-
milaciones históricas; el inglés, aunque no tiene el mismo ori-
gen que aquéllos, ha tomado de la invasión normanda un dejo
galolatino que lo emparenta con el francés más de lo que a
primera vista parece. De ahí que no sea tan extraña a los
anglosajones la índole de los idiomas latinos como lo es
a los germanos, y de ahí que el estudio del latín tenga para
éstos un mayor interés que el que tiene para aquéllos. Goe-
the recuerda que sus conocimientos de latinidad le ayudaron
a aprender sin estudios sistemáticos el francés. Idea seme-
jante profesan en general los educacionistas alemanes ; lo que
resulta perfectamente lógico para c|uien conoce su idioma y lo
compara con otros idiomas modernos. De ahí los largos años
que se consagran al latín, no sólo en los Gymnasicn, sino tam-
bién en algunas Realschulen. Este esfuerzo de la educación,
aunado a la típica facilidad lingüística del espíritu de ese y
pueblo, ha producido en las altas clases intelectuales los ma-
yores filólogos modernos; en las bajas, aunque de manera in-
directa, grandes progresos industriales y económicos.
§32
El espíritu del estudio de las letras clásicas
EN Inglaterra
La educación de las clases directoras en Inglaterra se ba-
.a en los estudios clásicos, y, entre éstos, asume singular im-
114 C. o. EUNCE
portíuicia el del griego. Los fundamentos y el espiritu de esa
enseñanza constituyen un sutil y complejo fenómeno de psi-
cología colectiva. Xo basta para explicarlo el espíritu conser-
vador nacional, porque es también progresista. Tampoco se
podría atribuir a las aficiones a la investigación histórica y fi-
lológica, según el modo alemán, ni a un espíritu de aticismo,
como el francés, por la sencilla razón de que el carácter inglés
no posee en tan alto grado ambas peculiaridades. Igualmente
no se realiza por su utilidad para el conocimiento de la pro-
pia lengua, como en España e Italia, porque ni latín ni grie-
go tienen con el idioma nacional tan estrecho parentesco; y
menos aún para facilitar el estudio de lenguas extranje-
ras, pues los ingleses sólo aprenden, por lo general, el íran-
cés, más práctica que teóricamente, y porque, para el conoci-
miento del alemán, no les serían necesarios los estudios clá-
sicos ... El enigma queda en pie ; trataré de resolverlo.
Las public schools británicas dedican con preferencia sus
ocho años de estudio al griego y al latín. Tal es el sistema que
se sigue, según los modelos de Harrow, Eton, Rugby, Marl-
borough y demás. Las matemáticas, las ciencias naturales, las
lenguas vivas extranjeras y aun el patrio idioma ocupan un
lugar casi secundario. En algunas de esas escuelas, como la de
Eton, hay una especie de "división moderna", pequeña sec-
ción en la cual contados alumnos, a la manera de algunas es-
cuelas reales alemanas, cultivan ciencias naturales y lenguas vi-
vas con preferencia al griego.
Los exámenes de ingreso en las universidades de Oxford
y Cambridge y demás, comprenden casi únicamente griego, la-
tín y religión. No es posible, pues, cursarlas, para adquirir
luego el grado de bachiller en artes {hachelor of arts, B. A.) y
sin el estudio elemental y previo de ambas lenguas. Igualmente
los que aspiren a otros bachilleratos cualesquiera (en teología,
en derecho o en ciencias naturales), tienen que pasar antes
su examen sobre los clásicos. Por esto la instrucción prepara-
toria de las public school dedica tan principal atención a las
lenguas muertas, aun en detrimento de otros estudios. Mucho
griego, mucho latín, bastante religión, algo de francés y un
poco de gramática inglesa, matemáticas, ciencias, historia.
LA EDUCACIÓN COXTEMPORÁNEA 115
geografía, constituyen los programas secundarios. La misma
literatura inglesa ha estado hasta hace poco¿ años generalmen-
te excluida. Se estudiaba a Platón y a Horacio, y se descono-
cía a Shakespeare y a Milton. Todo esto se ha reformado, aun-
que débilmente. Si hay evolución modernista, es tan lenta y
paulatina, que casi no se percibe sino en uno que otro detalle,
en una que otra innovación tímida y aislada. Ahora se culti-
van más, en verdad, las letras patrias, se consideran más las
ciencias, se aprende el alemán, Pero el antiguo espíritu no se
ha reformado : griego y latín quedan como base angular de
la instrucción secundaria de las clases superiores. El secreto
está en que esa educación es preparatoria para las tíniversida-
des. Se ha dicho que un gentleman que sólo ha cursado una
public schools será muy ignorante. En las universidades se
adquiere, mayormente con estudios clásicos, el título de bachi-
ller (en artes), que no es, por otra parte, un verdadero tí-
tulo profesional; antes bien, la patente de una .preparación
indispensable para constituir a ese gentleman, o sea al perfec-
to ciudadano de la clase llamada a dirigir el país, y capaz de
modelar con su ética el criterio de la opinión general.
Causa, a primera vista, sorpresa que el pueblo inglés,
práctico por excelencia, mantenga en su instrucción pública
una orientación tan marcadamente clásica y literaria. Sólo
puede explicarse considerando la función social de las higJi
schools y de las universidades. No se educa en esos estableci-
mientos la masa de la población, sino la clase directora. Allí
se forma el gentleman, quien está llamado, como dije más
arriba, no sólo al gobierno del Estado, sino también a fijar el
sentido y criterio ético de la nación. En Inglaterra no se con-
cibe que pueda realizarse el progreso sino por medio de un sa-
no espíritu público de patriotismo y de moralidad. Será esto
una "mentira convencional", pero es una "mentira conven-
cional" útil. El ciudadano de buen criterio, libre y conscien-
te de sus derechos y deberes, constituye el alto objetivo de
la educación inglesa. Es que, en cierto modo, "la virtud y el
vicio son productos como el vitriolo y el azúcar", según la
gráfica frase de Taine ; las primeras fábricas de tales produc-
tos no pueden ser otras que las universidades y escuelas. Na-
116 C. o. BüNGE
turalmente, ese criterio político se refiere sólo a la res publica
interna, y en manera alguna a la política externa británica, cu-
ya rapacidad está fuera de toda ponderación , . . El inglés re-
puta la moralidad social como base insustituible de la fuerza
y poderío de su imperio; pero profesa un concepto menos es-
tricto en cuanto a las relaciones internacionales o sea con los
demás pueblos de la tierra ... En una palabra, el inglés, como
persona, debe ser un entero ciudadano de noble alma; Ingla-
terra, como nación, una fuerza resultante de la entereza de
sus miembros, que se empleará sin escrúpulos para hollar los
derechos de otras naciones cuando se opongan a sus intere-
ses.. . El puritanismo inglés, en política interna, constituye
un principio de conservación nacional, un elemento de vigor
individual y colectivo, que se aplicará, en lo internacional,
muchas veces en pro del interés y contra la equidad. Puede
decirse que la honradez individual produce la codicia social.
Del civismo en lo nacional, resulta el respeto de los derechos
de cada ciudadano; en lo internacional suele ser la violación
de los de cada pueblo. No es Inglaterra, seguramente el pri-
mer ejemplo que la historia nos presenta de tan irónico fenó-
meno sociológico, ni será el último . . .
Dentro de esta tendencia colectica se comprende que
la primera condición vital del pueblo es el estar compues-
to de perfectos ciudadanos. Inglaterra ha creado aún otro
tipo, que representa algo como la quinta esencia del buen
ciudadano: el genileman. El gentleman debe ser el modelo
constante del ciudadano. ¿Y cuál será la primera condición
de tal modelo, sino un alto criterio de lo bueno y lo malo,
lo conveniente y lo inconveniente, o sea de la ética social? Que
este criterio no sea del todo sincero, que hasta implique ca-
si una farsa, que constituya lo que tantos han llamado la
''hipocresía -inglesa", no importa; la cuestión es que existe
y que dirige a la sociedad, en sus rumbos de grandeza.
Dos principales factores psicológicos, como dejo consigna-
do en el libro I, forman el carácter inglés, determinan su civismo
individual y su imperialismo en la política internacional : el es-
píritu puritano y el espíritu positivo. Constituyen los dos po-
los de ese mundo; cada cual surge en un extremo, se ex-
LA EUt-CACIÓX CONTÉ JIPORANEA 117
tiende en semiesíera, y ambos se juntan en un ecuador iniper-
eptible y como de transición. Uno y otro elemento operan en
armonía, colaboran en la obra colectiva, y forman el espíritu
del pueblo. Manifiéstase éste, ante todo, en las relaciones de
individuo a individuo y del ciudadano para con la patria. En
las de nación a nación, erígese el interés británico en princi-
pio y postulado sumo de lo permitido y lo prohibido. El pu-
ritanismo positivo inglés representa, por ende, un doble bene-
ficio de cohesión social y de potencia internacional. Podrá no
ser buena la moral inglesa; pero ningún inglés ha de olvida"
que es útil.
No quiero decir con esto que todos los ingleses sean pu-
ritanos en religión y positivistas en filosofía, sino que existen
en el alma de todos y de cada uno ciertos rasgos fundamen-
tales de aparente rigidez moral y de aplicación utilitaria, que
se suelen llamar, por no disponerse de términos más adecua-
dos, "puritanismo" y ''positivismo". Cualesquiera qtuí sean
sus concepto.s trascendentales, pueden profesar ese positivis-
mo a modo de una tendencia fundamental, tanto idealistas
::omo materialistas. El "puritanismo'' de carácter y tempera-
mento cabe tanto en los protestantes como en los católicos, y
aun en los escépticos . . . Cierto es que Stuart Mili, en carta
que dirigió a Taine, afirma que él estaba solo en su sistema
cuando escribió su libro sobre el Utilitarismo. Puede que ello
iuera así respecto de la teoría, mas no respecto de la prácti-
ca.. . En la teoría misma, no hay que olvidar la marcada
tendencia eudemónica de Hobbes, Bacón, Bentham, Hume. . .
¿Y qué es esto, sino utilitarismo social, ya empírico, ya un
tanto apriorístico e idealista?... A tout seigneur, tout honeur!
Y en cuanto al puritanismo inglés, pueril sería darle todavía el
corto alcance de una estrecha secta religiosa. Hoy se manifies-
ta en un dejo místico, perfectamente amalgamado con el espí-
ritu utilitario de una moral práctica y experimental.
Esos dos gérmenes, esas dos fuerzas de utilitarismo y de
puritanismo fósil, forman el criterio de la ética inglesa. Tal
criterio es, en parte, como una intuición. Pero esta intuición,
¿no ha de cultivarse, analizarse, desarrollarse, disecarse en el
laboratorio del sociólogo y purificarse en los crisoles y alanr
118 C. ü. I5U>GE
biques del pedagogo? Y más cuando no se debe, ni se puede
olvidar que uno de sus dos generadores, el más importante, el
religioso, es ya un residuo del pasado y no una pasión espon-
tánea del presente. En términos netos, el criterio de la ética
nacional inglesa, ¿ha de abandonarse alli a sus propias fuer-
zas, o ha de encauzarse por un estudio razonado de sus causas
y orígenes? Pienso que so pena de dejarlo debilitar y pe-
recer, es una planta que necesita ser cultivada. ¿Y quiénes
están llamados a cultivar en primera línea ese árbol gigantes-
co, cuyas raíces, que pudieran un día pudrirse por falta de
cuidados, agotan la savia de una mitad del mundo, desde Ir-
landa hasta Australia? ¡He ahí el excelso papel de las uni-
versidades inglesas !
Ahora llega la oportunidad de plantear la cuestión en sus
últimos términos : si la alta significación intelectual de las
universidades les impone el fin de formar las clases directoras ;
si el principal papel social de éstas es fijar sanamente el cri-
terio ético del pueblo, y si, por tanto, las universidades tie-
nen ante todo el deber de inculcar en esas clases directoras
los mejores principios de ética, ¿cómo ejercer tan delicada
cuanto importante función? ¿Bastarían, al efecto, a la manera
antigua, las predicaciones religiosas? Seguramente no; la éti-
ca social requiere hoy, además del sentimiento cristiano, otras
bases concomitantes. ¿Y cuáles pueden ser estas bases, sino
el estudio de esa ética cultísima, que ya en tiempos anteriores
a Cristo se produjo en Grecia, se transmitió a Roma y luego a
las Gallas, a Hispania, a Germania, a Britania, a América, a
toda la civilización occidental? El cristianismo es sólo un sen-
timiento; la ética debe ser, en tiempos y países poco senti-
mentales, un sentimiento y una convicción. Esta convicción
surge a raudales en su forma prístina de los labios de Platón
y de Aristóteles. No existe un filósofo moderno, ni aun Kant,
el coloso, con toda su simpatía hacia Rousseau, que no reco-
nozca ese ilustre y antiguo abolengo a nuestras ideas acerca
del bien y del nial. Tanto, que puede sostenerse que nadie co-
nocerá a fondo la ética, esa ciencia suprema de los hombres y
los pueblos, es decir, que nadie podrá empaparse en la verda-
dera filosofía y sociología (salvo casos extraños de intuición
LA ECUCACIÓN CONTEJÍl'OKÁ.NEA 119
infusa), sin beber en los clásicos manantiales de Grecia, El
cristianismo, ese sentimiento de la humanidad, ha desfigurado
algo la ética griega, como, por ejemplo, al sancionar que el
trabajo más humilde, si está bien encaminado, no es deshon-
roso; pero la esencia misma de aquella filosofía no ha sido
modificada más que muy parcialmente. Pues bien ; el positivis-
mo y el puritanismo inglés han necesitado bañarse en aquellas
aguas de sabiduría para adquirir nuevas fuerzas. Es incontes-
table la necesidad del estudio históricofilosófico de las san-
ciones del criterio griego; allí se ve, no velado por prejuicios
,. ni falsedades, claro en su cumbre por no agitarlo huracanes de
pasiones, sin más pasión que la de su propio raciocinio ático,
surgir gota a gota el hilo de agua. Allí se ve lo que diría la
télesis intelectual de !o bueno, lo ver ladero y lo bello, como
si los mismos dioses hablaran por boca de los hombres. Nada
de la videncia israelita, de la fiebre romana, del fanatismo his-
panoarábigo, de los ligeros entusiasmos galos, de las profun-
didades germanas; todo es nítido, ¡todo griego!
Allí está la clase del enigma . . . Las universidades ingle-
sas no cumplirían su alta misión si no cultivaran el estudio de
la ética griega. Oxford es la que da el ejemplo. Suprimid el
griego en las piihlic schools, y nadie será apto para cursar en
>■ Oxford; suprimid a Oxford, y quitaréis a Inglaterra un lóbu-
lo de su cerebro.
En cuanto al latín, sirve de complemento al griego, tiene
su utilidad de gimnasia filológica y es imprescindible para el
. estudio original de los viejos estatutos de la historia de In-
'i, térra, que, como es sabido, redactábanse en el antiguo idio-
(. de Roma. Podría suprimirse, a pesar de su alta importan-
., en Oxford, sin destruir la Universidad; no así el griego.
Algo semejante, aunque no tan decisivo, podría decirse de
Cambridge y de otras universidades británicas. En ciencias,
(ixford es inferior a casi todas ellas; su superioridad consis-
en ciencias sociales, y, entre las ciencias sociales, en la su-
prema, la ética. En electo, Oxford ha dado al gobierno de In
, glatcrra la casi totalidad de sus veinte últimos presidentes del
Consejo de ministros, y gran número de pensadores, tanto que
120 c. ü. i>L.^u.i.
SU función social tiene por fin iluminar, a la cabeza de sus
símiles, el criterio del pueblo.
üsíe móvil supremo de alta salud pública no ha sido en
un principio el objeto del estudio de los clásicos griegos y la-
tinos en las universidades inglesas. Durante la edad media,
como hemos visto, el espíritu de esa enseñanza fué levantar,
rcíinar, modelar la ruda inteligencia sajona, generalizando,
asimilando, difundiendo las luces del clasicismo. Más tarde,
cuando surgieron los grandes clásicos nacionales, éstos fueron
menospreciados con relación a los griegos y latinos, por pe-
dantesco prurito de conservación, en parte, y, en parte por
puritanismo religioso, literario y científico.
Después del Renacimiento quedó dominando el griego,
ante todo el griego, y en segundo lugar el latín. Luego llegó
un momento en que, en razón de los adelantos de las cicncini
y la literatura modernas, esto era una evidente anomalía. Em-
pero, en virtud también de esos adelantos de la literatura y
las ciencias, la anomalía alcanzó a ser de alta utilidad: desapa-
recido el antiguo fanatismo religioso, sin brújulas seguras la
riioral del pueblo, el utilitarismo inglés, innato y latente, po-
día tornar, tendía a tomar formas tan rudas, que sería fuerza
r\'^ retroceso ...
El instinto de conservación nacional, si no en el pueblo,
en las clases directoras, habló alto; era preciso no cejar en la
kicha y cultivar el criterio de la ética. Este cultivo, puede de-
círseme, tiene algo de forzado, de artificial. Es verdad; pero
tal fenómeno resulta muy viejo en la historia: no es la pri-
mera vez que una clase directora, a la manera de la casta sa-
cerdotal de Egipto, que poseía una cosmogonía científica par?
sí y otra absurdamente fanática para el pueblo, trata de diri-
gir por raciocinios y conveniencias el sentimiento ético de su
nación. Siempre hay algo de sinceridad en la insinceridad de
esa contradicción : la pasión del bien público, pasión grande,
pasión heroica. Llego, pues, a la conclusión siguiente: la ano-
malía de los anticuados planes de estudio en las universidades
inglesas, ha venido, en los modernos tiempos, a ser útil para
los altos fines sociales de esas instituciones. Y he ahí que los
anglosajones — espíritus prácticos que nunca suprimieron o en-
LA EDCCACIÓN CONTEMPOnÁNKA 121
mendaron una anomalía por el solo hecho de serlo, pues las
hay en ese país en que todas sus instituciones son más o me-
nos caprichosas en apariencia, más útiles que cualesquiera
sistemas regulares — , dejaron intacta su vieja enseñanza su-
perior. Y, pava que ésta quedase intacta, era necesario conser-
var en el mismo estado la enseñanza preparatoria, con detri-
mento del espíritu moderno ; así se han mantenido, en efecto,
alvo modificaciones ligeras, los estudios de sus puhlic schools.
Su concepto nacional de la instrucción pública — cuya princi-
pal fimción es educar más que instruir — corrobora, además,
tal estado de cosas, que en otro país hubiera sido punto menos
(]ue inexplicable.
Varias veces se ha planteado en las viniversidades de In-
glaterra, especialmente en Oxford, la cuestión siguiente:
"¿Puede aprenderse la ética griega sin el previo conocimiento
del idioma?" Si así fuera, el problema del griego se simplifi-
caría, quedando su estudio excluido de entre los humanistas
propiamente dichos y relegado a los filólogos. Pero la opi-
nión contraria es la que prevalece; la mayoría de los profe-
sores creen que es imposible conocer a fondo a Platón y a Aris-
lóteles sin el requisito de ciertos conocimientos helenistas. Lo
exótico del idioma y la precisión de sus fórmulas filosóficas
se consideran parte indispensable para grabar en la memoria
de los estudiantes aquellos principios primeros de la ética so-
cial, que no son siempre traducibles, sino imperfectamente,
por medio de paráfrasis, a las lenguas modernas. La ética
griega, estudiada en simples sentencias inglesas, perdería, según
ellos, toda su trascendencia sintética, que tan alto habla a la
imaginación ; resultaría una ciencia pueril, tan difícil de com-
prender en toda su incomparable profvuididad, como fácil de
olvidar en sus conclusiones categóricas. "Sería un estudio
incompleto, superficial y secundario, cuando debe ser la base
de todo criterio filosófico racional." De este modo, con razón
o sin ella, se defiende su enseñanza con tal convicción, que
parece difícil un cambio total en los programas, pues eso ha-
ría perder su espíritu a las viejas universidades.
122 C. o. BCXGE
§ 33
EIv ESPÍRITU DEL ESTUDIO DE LAS LETRAS CLÁSICAS EN FrANCIA
Y DEMÁS PUEBLOS LATINOS
Ningún pueblo puede presentar hoy como Francia una
literatura vasta, en la cual todas sus medianías hablen un
lenguaje elegante y correcto. El arte del bien decir ha alcan-
zado allí, en los dos últimos siglos, admirables proyecciones.
Muchísimos autores franceses que, por falta de originalidad,
deben reputarse menos que medianos, escriben una prosa flui-
da, dan a cada palabra su propia expresión y evitan ripios y
cacofonías. Y tan es así, que podría clasificarse de ático, en
conjunto, todo el estilo medio de la literatura francesa ac-
tual, excluyendo, naturalmente, las producciones de hors lo
¡ittérature. Si en las altas especulaciones científicas y socio-
lógicas no alcanzan quizá ni la elevación ni la grandeza de los
actuales "desarrollos" alemanes (Br.tivkkehingen) , ni en polí-
tica y economía la seriedad y el método positivo de los in-
gleses, en cambio nadie sobrepuja a los franceses en el di-
fícil arte del estilo.
Este ccrte no es mera intuición. Se ha cultivado coi-i
preferencia, y su mejor estadio se basa en el estudio de las
letras clásicas. El primer resultado del con tanta razón
combatido bifurcamiento de los antiguos planes de estudio
de la instrucción pública secundaria francesa, paréceme
ser, en la práctica, más que la producción de verdaderos
hombres de ciencia, la de innumerables retóricos.
"Hemos imaginado la célebre distinción de ciencias y le-
tras, decía Didón, que ha venido a ser entre nosotros la di-
visión fundamental 'del dominio de la .instrucción pública,
como si tina literatura sin ciencia y una ciencia sin litera-
tura pudieran concebirse : a partir de esta división ha sur-
gido en nuestro país una caterva de individuos cuya pre-
tensión €s saber escribir. ¿Escribir qué? No se inquietan
por ello. Así como los antiguos sofistas se hacían maes-
tros en el arte de agenciarse argumentos, ellos se erigen e.i
LA EDUCACIÓN CO>'TEiIP0BÁ:íEA 123
maestros en el arte de alinear las palabras. Los primeros
discutían por discutir; los segundos escriben por escribir.
El estilo es sonoro y brillante; el pensamiento vacío y flo-
■o. La A^estimenta es soberbia; el cuerpo un maniquí de-
.rme. No se ven más que en Francia estos estilistas ab-
urdos, que escriben y hablan tanto más cuanto menos
:enen que decir" ^. Indudablemente, en Francia super-
üundan escritores tan redundantes de retórica como men-
guados de doctrina; eximios obreros de la forma, que no
''lio carecen de ideas oriíginales, sino que también tergiver-
:\n las ajenas y engañan la critica... Pero ¿es esto resul-
.do fatal y exclusivo de la enseñanza clásica?
Un crítico francés, Lemaítre, en un discurso célebre
ontra la enser¡anza clásica, resume así los argumentos que
: hacen a favor de ésta, que él desaprueba y llama "anti-
ua enseñanza" (anden enseignement) : "Somos los descen-
dientes espirituales de griegos y latinos. Aprender sus len-
guas es aprender el origen de la nuestra, y, por consecuen-
cia, conocerla mejor. Es comulgar con un glorioso pasado^
s vincularnos oon la más ilustre de las tradiciones, es am-
íificar nuestra vida. Esos estudios son para nosotros la
-lejor disciplina. Esos antiguos libros son tesoros de ideas
cnerales y de pensamientos generosos. No sin razón se
ui llamado antes "humanidades". Nosotros aprendemos
MÍ el amor a lo bello, el gusto, el sentimiento del orden y
i medida. Esas lenguas y esas literaturas son excelentes
educadoras..." Y luego contesta que ni el griego ni el la-
tín le inspiraron jamás una línea; que excelentes autores
■mea estudiaron letras clásicas; que el tiempo que se pier-
c en éstas es irreparable, por lo breve de la vida, y que
j pudiera emplear en el conocimiento, por ejemplo, del
'emán y el inglés, cuyas bellezas profundísimas entrevé
no puede aprovechar, por su ignorancia de esos idiomas ;
ue el verdadero mérito de Lucrecio está en haber escrito
.'gninas páginas ligeramente darwinianas; que Platón y
]. V'éP,?o P. T' 1 -N-, L'-s An-hirnds, París, 1S84, pág-. 160.
124 c. o. bl'.nüí:
Terencio son casi siempre inferiores a las composiciones
que de ellos imitó Moliere; que el estudio del evangelio
y los autores franceses clásicos, es mucho más útil que el
de griegos y latinos, etc, etc. Todas las observaciones pueden
reducirse a ésta: No es indispensable, para formar el esti-
lo, el estudio de las letras clásicas; el tiempo que requiere
puede emplearse con mayor utilidad en el estudio de len-
guas modernas y de ciencias.^
Ni se atacaría, ni se defendería así el estudio de las
letras clásicas en Alemania. Preconízalas allí, como hemos
visto, la casi totalidad de los pedagogos, reputándolas ne-
cesarias, no tanto para formar estilistas al modo ático de los
franceses, como hombres de ciencia, filósofos, sociólogos, filó-
logos, historiadores, arqueólogos, eruditos de" todo género ;
en fin, profesores, miembros de esa clase intelectual que
ha levantado la civilización del Imperio a una altura que
antes no conociera. Y, en el vulgo, indirectamente, elevan
tales estudios la cultura media. Tampoco en Inglaterra se
criticaría, en esa forma francesa, el estudio de los clásicos,
que, como vimos, 'se realiza con otro espíritu, pues cada
pueblo, o mejor dicho, cada grupo de pueblos, psicológica-
mente similares, tiene su manera peculiar de cultivar en la
instrucción pública el viejo clasicismo.
En Italia, el estudio del latín se realiza con cierto ca-
rácter literario y nacionalista. En España, en Portugal y en
1. CoJifcrencc de M. Jiiles Lcmaítre á la Sorb07ine. pronunciada el
6 de Junio do 189S. Es curiosamente cómico que el mismo M. Lemaít'.e
haya publicado con anterioridad, el 14 de Mayo de 1894, en ei Journal
des Debuta, \\n artículo en el que sostiene, con su característica vehe-
mencia, la suprema utilidad de los estudios clásicos, y en especial del
latín. Arguye que es al latín a lo que tlebc su estilo, su sintaxis, su
conocimiento de la lengua patria ; que es el latín lo que ha formado los
buenos escritores, salvo pocas excepciones ; que a la reforma de la ense-
ñanza del latín en la inritiucción pública, lian sucedido deformaciones
lamentables del francés de ciertas revistas y autores jóvenes. Y concluye
así: "En resumen, si sé francés o poco menos, es porque sé latín; si sé
latín es porque he hecho versos latinos y disertaciones latinas ; y si nunca
he podido aprender seriamente el inglés y el alemán — ni muchas otras
lengruas — no es porque el latín me arrebatara todo mi tiempo, sino porque
yo era perezoso. Tol es mi caso ; no se puede en estas materias garan-
tizar más que lo propio".
LA EDUCACIÓN CONTEMPOBÁNEA 125
las repúblicas de lá América latina no existe gran afición
a los estudios clásicos, que están excluidos o reducidos a
\\n mínimum en los programas de la instrucción pública. El
estudio del latín tiene allí también un valor literario y na-
cionalista, puesto que constituye el único medio de cono-
cer a fondo el idioma patrio. Es, pues, muy diverso del
alemán y del inglés el criterio seguido en los pueblos lati-
nos para juzgar la utilidad del clasicismo. No se lo cultiva
como base de los estudios morales, a la manera oxoniana.
Aunque no falte quien lo baya sostenido, paréceme indis-
cutible que su enseñanza tampoco asume allí, ni puede im-
provisar con el esfuerzo aislado de uno que otro pensador, el
doble espíritu de investigación científica y de gimnasia
para el mejor conocimiento de' lenguas extranjeras que en
Alemania posee. La lingüística no ha producido durante
todo el transcurso de este siglo, en las universidades de
esos países, trabajos de resonancia universal-» El griego,
cuyo cultivo tanto brillo dio en otra época a las universi-
dades de Bolonia y Salamanca, se descuida cada día ¡más,
porque su estudio no resulta indispensable para los fines
con que se cultiva el latín. La importancia de este último
idioma para el conocimiento a fondo de las modernas len-
guas latinas se considera axiomática. Así, su absoluta su-
presión en la enseñanza reputaríase acto de barbarie. En
los países de habla italiana, castellana ;0 portuguesa, el es-
tudio del latín es, en última instancia, el del idioma nacio-
nal.
§ 34
C0NCLU3I0Xr:s GKNF.RALT^S
La controversia acerca de la utilidad de los estudios clá-
sicos, sobre todo en Francia, tiene carácter al mismo tiempo
político y pedagógico. La democracia siempre creciente acusa,
en efecto, al clasicismo, de aristocrático. Se dice que, mientras
se mantenga la cultura srrecolatina como orientación única o
126 c. o. Bt:>'GE
dominante de la enseñanza secundariopreparatoria, no se hará
a ésta bastante accesible al pueblo, y se conservarán en ella
los viejos prejuicios monárquicos. La república necesita ciu-
dadanos ilustrados y prácticos, que no produce, como debie-
ra, la instrucción pública, por un exceso de estudios literarios
y teóricos . . .
Ciertamente, la instrucción preparatoria de orientación
clásica no es tan accesible como la llamada moderna ; exige
mayor preparación e inteligencia. Luego, al pedirse una pre-
paración clásica para ingresar en las universidades, se exclu-
ye de las profesiones liberales a un crecido número de perso-
nas. ¿Es esto un mal o un bien? Si la selección se opera con
un buen criterio de mayor capacidad y preparación, constitu-
ye evidentemente un beneficio, pues rsí se eleva el nivel in-.
telectual y moral de esas profesiones liberales, y se impulsa a
quienes no puedan seguirlas, a que se dediquen a otras pro-
fesiones y actividades de orden práctico y material...
En general, paréceme fuera de discusión que los estu-
dios secundariopreparatorios clásicos ofrecen al médico, al
abogado y al humanista una base más sólida y completa de
conocimientos que los llamados modernos. El griego da las
nociones primarias de la ética. El latin desarrolla la lógica
del espíritu, y precisa las ideas y el estilo. Además, en los
países de habla castellana, francesa o italiana, quien ignore
en absoluto el latín no puede conocer a fondo su idioma na-
cional. Y éste representa la forma concreta y categórica del
alma nacional, cuyo culto debe ser uno de los altos objetivos
de toda enseñanza eficiente.
Sin género de duda, el técnico no necesita la misma pre-
paración en estudios clásicos que el literato, el humanista,
el abogado o el médico. Por esto, las diversas ramas de la
ingeniería, y en general todas las profesiones técnicas, no de-
ben confundirse con las liberales, y deben estudiarse fuera
de las universidades, en establecimientos adecuados. Los es-
tudiantes que, por falta de vocación o de aptitudes, resulten
excluidos de la instrucción secundariopreparatoria y de la
universitaria, han de propender naturalmente a seguir otras
carreras y profesiones, engrosando el número de los técnicos
LA EDUCACIÓN CONTEIIPORÁXEA 127
industriales, tan necesarios para la producción inmediata de
la riqueza social. Los partidarios de la difusión de los estu-
dios prácticos deberían, pues, ser los primeros en proclamar
la orientación clásica de la instrucción secundariopreparatoria,
para aumentar el número de estudiantes en las escuelas de in-
geniería de industrias y de comercio.
En resumen, las ventajas de que la instrucción secunda-
riopreparatoria sea clasicista son de dos órdenes: mejorar y
depurar las profesiones liberales, por una parte, y, por otra,
aumentar indirectamente el número de los técnicos y comer-
ciantes. Podrá ser esto contrario a la democracia estrecha-
mente comprendida ; pero no lo es a la naturaleza humana, a
la historia y al progreso. Desde este punto de vista, dice muy
liien Fouillée, que "la democracia es el interés práctico de
ada uno sobrepuesto al interés general de todos".
Concebida así la cultura clásica, como base de los estu-
dios secundarioprepara torios, no debe entenderse por ella una
nseñanza pueril y exclusivamente lingüística. No son las
cuestiones gramaticales lo que más nos interesa en la ense-
ñanza del griego y del latín; antes bien, elevados fines éticos
- de cultura. Hay que adaptar a estos fines el clasicismo, mo-
dernizándolo si es necesario. El gran defecto de la enseñanza
clásica en Alemania consiste, efectivamente, en ser demasiado
lológica, más filológica que filosófica y sociológica.
El argumento de que, aunque se estudien el griego y el
latín, nunca llegan a saberse, carece de importancia pedagógi-
ca. Admitiendo que su valo.r instructivo sea secundario, es
'ndiscutible su eficacia educativa en el desarrollo de la me-
::oria, la lógica, la precisión, el sentido moral y el buen gusto.
\'o se estudian el griego y el latín para hablarlos y entender-
los claramente, sino para tomar de los grandes autores grie-
l:os y latinos ciertas nociones y conceptos que hacen la verda-
v'era superioridad de la clase intelectual en un pueblo, y," de ese
pueblo, en el conjunto de los demás pueblos.
Muchos, que no desconocen la utilidad educativa de
las humanidades, proponen trocar las antiguas y clásicas
por las modernas, y entienden por modernas, ya el estudio de
la antigüedad clásica en el idioma nacional, ya el de las li-
128 C. o. Et-NGE
teraturas y filosofías extranjeras. Pero, como hemos visto,
esto no sustituye nunca a los verdaderos clásicos, y, en
ciertos casos, puede ser hasta contraproducente. . . Los
pueblos de haWa. y alma latinas, al cultivar los clásicos la-
tinos, cultivan su habla y su alma propias. En cambio, po-
co provedho sacarían del estudio de las ciencias sociales
alemanas o inglesas, que en nada coinciden con su idiosincra-
sia nacional y étnica. Cultivados con exclusividad, hasta
podrían perjudicarlos, desfigurando y aminorando su na-
tural carácter. Además, ya hemos visto que, desde el pun-
to de vista de la ética, la lógica y la etimología, el griego y
el latín son absolutamente únicos e insustituibles.
Apliquemos ahora estas ideas generales, primero a la
"cuestión del griego" y luego a la "cuestión del latín". Res-
pecto del grieg-o, opino que su conocimiento es útil para
la pequeña minoría de personas que se dedican a estudios
filológicos. No es posible, por tanto, exigirlo en toda la ins-
trucción secundariopreparatoria. Puede ponerse allí como
materia facultativa,- conjuntamente con algún idioma mo-
derno. Muy pocos serán los que opten por estudiarla; pero
el Estado debe facilitar a éstos pocos los medios para que rea-
licen ese estudio, dado que puede ejercer tan benéfica in-
fluencia en la cultura general. Sólo en las facultades fi-
lológicas y filosóficas han de exigirse estudios y exáme-
nes de griego.
Respecto del latín, opino que su enseñjanza es útil en
los pueblos de habla latina: para el cultivo de la lengua pa-
tria, que tan capital se reputa ; para la adquisición de len-
guas vivas extranjeras; para el mejor conocimiento de la
historia, el derecho 'y otras ciencias sociales; para formar
el estilo y el gusto literarios ; para la producción de nuevos
términos técnicos ; para la comprensión del culto católico,
y como gimnasia de lógica práctica y dialéctica.
Tan elemental considero la necesidad del cultivo del
latín en la enseñanza secundariopreparatoria, que su de-
mostración casi me parece superfina. El ejemplo puede con-
siderarse unánime, pues el estudio de' esa lengua muerta es
r.A EDUCACIÚX CONTKMl'OKÁXKA 129
obligatorio en los programas de los liceos, gimnasios o co-
legios de casi todo el mundo civilizado. Y, en pueblos de
habla de base latina, donde ése estudio resulta relativa-
mente sencillo Y es de grande importancia para el cultivo
de la lengua nacional, no cabe argüir que reclama una de-
dicación superior al provecho que .proiporciona.
Para la masa del pueblo paréceme de todo punto inne-
cesario el estudio del latín. No hay razón que justifique su
enseñanza en la instrucción secundariogéneral, ni menos en
la comercial y técnica. Sólo conviene tal estudio a aquellos
educandos que, por sus aptitudes y por la carrera elegida,
están llamados a formar la clase gobernante y directora. Si
en las democracias se suele extender más de lo debido la
instrucción secundariopreparatoria en detrimento dé cier-
tos intereses positivos, esto es, más que un defecto de sis-
tema o doctrina, consecuencia fatal de la vanidad dé quie-
nes aspiran a una educación más elevada que la corres-
pondiente a sus aptitudes e inteligencia.
A ipésar de la alta utilidad del latín, no creo, por tanto,
que pueda exigirse en toda la instrucción secundaria. Dé-
bese distinguir la instrucción secundaria general y la pre-
paratoria para los estudios universitarios. Aquélla será
siempre moderna; ésta puede y debe tener su base clásica,
V el latín es un mínimum dé clasicismo.
CAPITULO V
LA INSTRUCCIÓN PRIMARIA Y SECUNDARIA
35. Las categorías de la instrucción pública. — § 36. La inefica-
cia pedagógica de la mera reforma de planes de estudios. —
§ 37. La instrucción primaria. — § 3S. Los sistemas de ins-
trucción secundaria. — § 39. Las escuelas libres. — § 40. Las
escuelas paralelas. — § 41. Tipos de las escuelas paralelas
alemanas. — § 42. La escuela única. — § 43. La escuela bi-
furcada. — § 44. La antigua escuela bifurcada en Francia. —
§ 45. La crisis general de la instrucción secundaria a fines
del siglo XIX. — § 46. Conclusiones generales.
§ 35
LAS CATEGORÍAS DE EA INSTRUCCIÓN PÚBLICA
Entiéndese, de un modo general, por instrucción pública
la enseñanza que se recibe en los institutos docentes, oficiales
y particulares.
L,a teoría y las prácticas educativas de la edad moderna
legaron a la edad contemporánea la instrucción pública divi-
dida ya en varias categorías y tipos, que luego se han carac-
terizado más y más. Estas categorías son, ante todo, tres:
instrucción primaria, secundaria y universitaria. En la pri-
mera se dan nociones elementales hasta una edad que varía
alrededor de los doce años. En la segunda, una enseñanza
general y preparatoria para las universidades. En la tercera
se realizan estudios superiores y se adquieren los títulos de las
llimadas "profesiones liberales" y también de especial corape^
tencia científica.
LA EDUCACIÓN COi^TEMPOBÁNEA 131
lyE instrucción primaria se divide en enseñanza infantil y
enseñanza elemental. La instrucción secundaria comprende
dos objetos distintos, que es preciso distinguir claramente: la
educación general e instrucción preparatoria. Según ciertos
sistemas, se confunden uno y otro objeto; según otros, más
diferenciados, distínguense cuidadosamente. La instrucción
universitaria se divide en distintas ramas : derecho, medicina,
ciencias matemáticas y físiconaturales, filosofía, y a veces
teología.
Junto a estas tres categorías de instrucción primaria^
secundaria y universitaria, existen institutos especiales, que
se refieren a la enseñanza técnica y a la enseñanza pedagó-
gica. La enseñanza técnica (deTexvt], el arte) comprende la
ingeniería, la arquitectura, la pintura, la música y también el
comercio. En algunos países se realizan los estudios técnicos
de la ingeniería en la instrucción universitaria, de lo cual re-
sultan inconvenientes que expondré más adelante. La ense-
ñanza pedagógica se refiere a la especial preparación de maes-
tros y profesores. Tanto ella, como la técnica, no requieren
especial instrucción preparatoria.
§36
l..\ INKí'ICACIA PEDAGÓGICA DE LA MERA REFORMA DE PLANES
DE ESTUDIOS
Kn los países democráticos, la mayor deficiencia de la
instrucción pública es su inestabilidad. Cada gobierno se cree
autorizado a cambiarlo y reformarlo todo. Estas reformas no
sen tan violentas en la instrucción elementar y la especial;
su carácter técnico las abstrae de las tendencias partidistas
de los hombres políticos y del diletantismo pedagógico de los
ministros y sus asesores. No así en la instrucción secundaria
y pedagógica, cuyas continuas alteraciones, preferentemente
en sus planes de estudio, les quitan pensamiento y dinamis-
mo . . . Por esto me parece oportuno sentar aquí, antes de
tratar los planes de instrucción secundaria, que el peor de los
sistemas es el de continuas reformas generales. El malestar
132 C. o. BUXÜE
y las deficiencias evidentes pueden subsanarse con modifica-
ciones parciales y oportunas.
Creencia generalísima es que la mayor o menor eficacia
de un sistema cualquiera de .instrucción pública depende de
sus planes de estudios. Hay en esto una vulgar exageración.
Los planes de estudios son, sin duda, la mejor demostración,
la forma más tangible de un sistema de instrucción pública;
pero no constituyen su espíritu, sino tan sólo un indicio de
este espíritu. Se cree que un ministro de instrucción pública,
con reformar esos planes, puede cambiar el sistema educacio-
nal de una nación, olvidando que este sistema es un resultado
de la propia alma del pueblo. Retocarlo, cambiarlo, implica una
de las más graves medidas que puede tomar un gobierno,
porque los retoques y cambios han de resultar fuerzas esté-
riles y hasta perjudiciales si no obedecen a una necesidad del
progreso o a una tendencia del carácter nacional. Pienso que
las mayores y más benéficas alteraciones de un sistema de
instrucción pública deben hacerse, más que en los planes de
estudios, en los textos, los horarios, los profesores, la admi-
nistración y hasta la edificación de los establecimierUos. Les
planes, por convenientes que en teoría sean, no representan
más que un proj-ecto mientras no se apliquen. Aplicados, sue-
len ser una utopia, por falta de maestros idóneos, de disci-
plina, de cualquier suerte de elementos. Es fácil y hasta có-
modo reforinar esos planes; pero es difícil y hasta impo-
sible cambiar bruscamente un sistema de instrucción públi-
ca. El sistema no es el producto de los planes, sino de otros
muchos y aun más importantes factores ; el carácter nacio-
nal-, la tradición, el espíritu de la época y la cultura am-
biente.
Los mejores planes de estudios no darán sino pésimos
resultados sin la ayuda de estos factores ; los peores, si son
auxiliados por buenos elementos, pueden rendir -opimos
frutos. Luego, creo que sea más importante formar maes-
tros, escuelas, plantear reglas de enseñanza y de adminis-
tración, que trazar planes de estudio. Estos no deberán
considerarse como generadores de un sistema, sino más
bien como su consecuencia.
LA EÜLCACIÓXn' coxtempouáxka 133
Podría achacárseme que incurro aquí en una petición
de principio. En efecto, no es posible sistema educacional
alguno que no siga un determinado plan de estudios. Cier-
to es; pero el plan tiene en sí mismo la mera importancia
de' una simple expresión : la idea de esta expresión, que
puede no convenirle, está en el espíritu y en las prácticas de
la enseñanza. Todo sistema educativo posee su plan de es-
tudios ; pero en realidad es, puede decirse, aun anterior al
plan, y, si esto constituye su expresión verdadera, será tam-
bién posterior a sil reforma. En todo país civilizado existen pla-
nes de estudios y un ambiente pedagógico que puede o no a-
moldarse a los planes ; éstos son susceptibles de cambiarse por
lui decreto, y aquél sólo se ha de modificar lentamente, con una
labor continua. Por ende, no sería una paradoja la afirma-
ción de que el plan de estudios no engendra los sistemas de en-
señanza, siendo más bien determinado por éstos. Cualesquiera
que sean las formas con que se presente el problema en la
práctica, creo que ésta es la mejor doctrina, porque tiende a
evitar, en estadistas y pedagogos, la imprudencia de refor-
mas bruscas y contraproducentes.
§ Z7
LA INSTRUCCIÓN TRIMARIA
A la instrucción primaria propiamente dicha precede
la educación infantil. Dase ésta en institutos especiales lla-
mados jardines de infantes (Kindergarten), para niños meno-
res de siete u ocho años. Se rige por el sistema maternal
concebido por Comenio para sus matcrni grcmii y aplicado
luego por Froebel. verdadero fundador de esta educación. Re-
dúcese a desarrollar los sentidos y les sentimientos de socia-
bilidad en los niños, por medio de juegos y de fáciles traba-
jos manuales. Constituye una excelente preparación para la
instrucción elemental, que vendrá inmediatamente después.
La instrucción elemental se efectúa, desde los seis o sie-
te años de edad, en escuelas primarias graduadas. Sigue uni-
134 C. o. BUKGE
versalmente los procedimientos de la pedagogía intuitiva y ob-
jetiva iniciada por Pestalozzi. Comprende la enseñanza, en
cinco o seis años, de lectura, escritura, nociones de aritmética,
gramática, geografía, historia, ciencias naturales, higiene, tra-
bajos manuales, ejercicios físicos, y, en general, de cuantos
conocimientos sean útiles y fáciles de difundir en la tempra-
na edad de los educandos. Los estudios están, pues, técnica-
mente indicados, aunque dejándose margen a que los directo-
res de cada instituto y los docentes desenvuelvan su persona-
lidad pedagógica con la mayor libertad posible.
Los planes de estudios en las escuelas primarias del Es-
tado deben ser relativamente uniformes. La dificultad con-
sistiría aquí en saber si el Estado puede imponer esos mismos
planes a las escuelas primarias particulares, o bien dejarles
plena libertad. . , Inclinóme a que se les deje esta plena liber-
tad: I." Porque no se perjudican con ello los estudios profe-
sionales, de los cuales se halla harto distante esa instrucción ;
2° porque el maestro de primeras letras, por la naturaleza de
su enseñanza, requiere la mayor independencia docente; 3^
porque la fiscalización de los estudios sería costosa y difícil
tratándose de una enseñanza tan limitada en sus alcances y
tan extendida en toda la sociedad, y 4" porque los padres y
tutores son quienes dirigen, en último término, la educación
de los niños de corta edad, y su vigilancia, inspirada en el in-
feres paternal, es suficientemente minuciosa para hacer in-
necesaria la del Estado.
En suma, reputo axiomático el principio de que el Esta-
do debe tolerar una amplia libertad en los planes de estudios
de la instrucción primaria de los institutos particulares, y que
estos estudios han de considerarse válidos para la instrucción
secundaria, previo un examen de ingreso complementario. Es
de notar que una simple fiscalización técnica sobre tales esta-
blecimientos bastaría para la completa validez de su ense-
ñanza.
No debe ocurrir lo mismo con las escuelas primarias del
Estado. Para que la acción de éste sea suficientemente enér-
gica e imperativa ; para que su poder imponga a todas las el:--
LA EDUCACIÓN CONTEMI'OXLáJiEA lii
ses sociales, sobre todo a las ínfimas, una instrucción prima-
ria sana y sólida, opino que conviene un estricto sistema uni-
forme de planes de estudios. La acción del gobierno, en este
caso, lia de ser positiva; ha de obligar a todos los maestros
a que enseñen seriamente moral, patriotismo, idioma patrio y
rudimentos de ciertas ciencias y artes. Ahora bien, dentro de
tales bases, queda entregada al criterio de los inspectores y
gobiernos la mayor o menor amplitud que pueda dejarse al
docente idóneo en la aplicación del plan oficial de estudios, y
queda sometida a su juicio la función de discernir cuáles di-
rectores y maestros se apartan del programa o lo modifican,
inspirados en necesidades y sentimientos regionales, y quié-
p.es por su ignorancia o incapacidad. En principio general, la
superintendencia del Estado debe ser, para esa instrucción,
más una fiscalización de asistencia que de enseñanza. La pun-
tual asistencia de maestros y discípulos es lo capital del caso,
pues importa la continuidad del trabajo, lo único fácilmente
apreciable en ella; su enseñanza, por su naturaleza de educa-
ción doméstica impuesta por la edad de los educandos, ha de
ser tan espontánea y empírica que se oculte casi siempre a la
observación superficial de los inspectores, como a ojos mio-
pes un hilo de telaraña. Curioso me parece recordar, como
ejemplo pertinente, el caso histórico de Pestalozzi, que, a juz-
gar por sus obras, tanto debió conocer el corazón y el cerebro
de los niños, y cuyos institutos, faltos de la aprobación del
público, languidecían y morían, a pesar de la excelencia de su
enseñanza, que nadie en la teoría parecía desconocer. Para el
espectador indiferente será hasta más fácil discernir la bon-
dad de una enseñanza erudita o profesional que la de una edu-
cación primaria.
El deber del Estado de proveer a la instrucción elemen-
tal de las bajas clases sociales, es ineludible. En ella se siem-
bra la futura grandeza, pues la renovación continua de las
clases directoras, aun en las más aristocráticas naciones, es
una ley de la experiencia. Axiomático resulta, como hemos
visto, que esa instrucción debe ser, en todo país civilizado,
gratuita y obligatoria. La gran cuestión de la mayor conve-
136 C. o. ÜUXGIÍ
niencia de los planes de estudios uniformes (escuela iinica),
o poli formes (escuelas libres, escuelas paralelas, escuela bi-
furcada, escuela cíclica), no atañe a la instrucción del pueblo.
Cualquiera que sea la forma de instrucción pública secunda-
ria que patrocine el Estado, ella no puede eximirlo de su de-
ber de establecer y costear escuelas oficiales primarias para
las clases pobres. En Inglaterra se llaman estas grammar
schools (escuelas de gramática) y en Alemania Volkschulen
(escuelas del pueblo). Tanto en el país de las escuelas libres
como en el de las escuelas paralelas, para no citar otros, las
del pueblo pertenecientes al Estado se rigen por un sistema
uniforme, que da a la acción oficial la energía de la unidad.
Y es lógico que el Estado sea infinitamente más enérgico
en cuanto a la instrucción primaria obligatoria de las cla-
ses pobres que en cuanto a la instrucción voluntaria, secun-
daria y superior, de las clases ricas.
§ 38
LOS SISTEMAS DE INSTRUCCIÓN SECUNDARIA
Para evitar las reformas inconsultas de la instrucción se-
cundaria, paréceme conveniente conocer y clasificar sus prin-
cipales sistemas de planes de estudios. Existen, en efecto,
unos cuatro o cinco tipos, de los cuales será harto difícil ajiar-
tarse en las futuras innovaciones.
Ante todo, hanse dividido los distintos sistemas de estu-
dios, desde Comenio, en dos grandes categorías : el ciclismo y
el conccntricismo. El sistema cíclico es aquel que divide los
cursos por asignaturas o grupos conexos de materias. Los
más típicos ejemplos se presentan en las universidades me-
dioevales, donde se cursaba un año gramática, otro matemáti-
cas, otro retórica, otro filosofía, etcétera. En cambio, en el
sistema concéntrico estúdianse conjuntamente todas las disci-
plinas, desenvolviendo su enseñanza en varios cursos. Así, el
conccntricismo implica iniciarse desde el primer grado en los
rudimentos de varias o de todas las asignaturas — ciencias,
J.A i:ducacióx contejipokáxea 137
matemáticas, letras — , que se repiten y desarrollan sucesiva-
mente en los grados posteriores. En los tiempos . modernos to-
da enseñanza general es más o menos concéntrica, pero en
ciertos planes de estudios se conservan todavía vestigios del
antiguo sistema cíclico.
Los principales sistemas de planes de estudios secun-
darios que se practican hoy en el mundo civilizado, son: i."
las escudas libres del Reino Unido y los Estados Unidos de
Norte América; 2° las escuelas paralelas de Alemania, Aus-
tria-Hungría, Su^za y otras naciones; 3." la escuela bifurcada
antigua de Francia, y su forma actual, la escuela cíclica, y
4." la escuela 'íK':ca de la Argentina y otras repúblicas hispa-
noamericanas.
Los sistenicis de las escuelas libres, las escuelas paralelas
y la escuela única, son marcadamente concéntricos. En cam-
bio, poseen algo del antiguo sistema cíclico la escuela bifur-
cada que antes existía en Francia, y aun existe en Bélgica, y
¡a actual escuela cíclica francesa. En los parágrafos siguientes
expondré los caracteres, las ventajas y los defectos de cada
urio de esos sistemas. Su conocimiento y crítica deben consi-
derarse, a cansa de la importancia y actualidad del tema, in-
dispensable al pedagogo moderno.
§ 39
LAS ESCUELAS LIBRES
El sistema de escuelas libres es aquel en que el Estado
permite, según ciertas reglas y bajo su inspección, el estable-
cimiento y la completa autonomía pedagógica de distintos ins-
titutos particulares de instrucción secundaria, cu3-os estudios
se reconocen on cierto modo como preparatorios para las uni-
versidades.
Ahora bien ; la validez de esa preparación, por la fuerza
de las cosas, no puede ser más que r-elativa. En ningún caso
los certificados de las escuelas libres serán absolutamente vá-
lidos para ing-ei^a en las universidades, porque de ello resul-
138 c. o. bunü::
taría qiúy.k escasa y" demasiado heterogénea la instrucción úe
ios ingresantes. El complemento indispensable de sus estu-
dios es, pues, un examen de ingreso, que debe rendirse siem-
pre en cada una de las tmiversidades. De ahí que los estudios
secundarios de las escuelas libres no tengan el carácter de una
preparación oficial para los superiores. Sin embargo, las es-
cuelas libres del sistema británico no podrían nunca compa-
rarse con los establecimientos privados de instrucción secun-
daria que pueden existir en países donde rigen otros sistemas
de planes de estudios, porque en estos países siempre coexis-
tirían institutos oficiales o asimilados a los oficiales, que dan
certificados válido? para ingresar en las universidades. Según
el sistema de escuelas libres, no pueden otorgarse en ninguna
parte estos certificados; el examen de ingreso universitaria
es' siempre obligatorio, y la instrucción secundaria una fun-
ción de sociedades o instituciones regentadas y dotadas prír
particulares.
En otros términos, llamo sistema de escuelas libres a
aquella variadísima forma de instrucción primariosecundaria
(general) según la que cualquier particular o cualquier gnipo
de particulares pueden plantear su instituto a su manera, for-
jándole, según su criterio, su plan de estudios y sus textos. El
público es quien debe decidir acerca de la seriedad de esos esta-
blecimientos, que funcionan en competencia con otros seme-
jantes, ni más ni menos que si se tratase de una industria cual-
quiera. El Estado no hace entonces a los establecimientos par-
ticulares ruinosa competencia, puesto que no posee otros ins-
titutos oficiales a los cuales otorgue privilegios o mejores ga-
rantías. Y las universidades prescinden en cierto modo de los
institutos de instrucción secundaria ; no admiten sus certifica-
dos; reciben a todo estudiante que solicite su ingreso, previo
examen, fueren cuales fueren sus estudios y certificados prc
paratorios. El sistema de escuelas libres es, pues, concomi-
tante con el de universidades autónomas. Si las universidades
fueran oficiales, fácilmente perderían las escuelas libres su
carácter; pon^ut si el Estado se atribuyera la instrucción uni-
versitaria, con mayor razón se atribuiría la preparatoria, y
LA EDUCACIÚIÍ CONTEMPORÁNEA 1J|
atribuyéndose h preparatoria, forzaría a las escuelas libres a
seguir sus planes de estudios oficiales.
El sistema de escuelas libres está basado en el principio
económico de que las clases directoras deben costearse su ins-
trucción. El Es^tado no tiene así a su cargo más que la ins-
trucción de Ihs clases pobres, que se da gratuitamente en es-
cuelas primarlas {grammar schools, escuelas de gramática).
En las naciones contemporáneas, el socialismo clama contra
los gastos que hace el Estado para costear la instrucción de
las clases ricas (secundaria y universitaria) ; el sistema de es-
cuelas libres trene así resuelto ese problema: los ricos pagan
y dotan sus iif-titutos. Desde este punto de vista, las escuelas
libres constituyen un modelo. Pero, en cambio, desde un pun-
to de vista técnico y progresista, en la organización de las ins-
trucciones se<:undaria y universitaria, resultan más convenien-
tes los sistemas oficiales: i.° porque reglamentan mejor los
estudios; 2° porque los abaratan y generalizan más. Por otra
parte, no deb.í^mos ilusionarnos ; las escuelas libres sólo son
posibles, hoy 1 or hoy, en países anglosajones, por la riqueza
y generosidad <le las clases directoras y el carácter individua-
lista del pueblt-
Es de notar que, por libres que sean las escuelas libres,
el Estado debe también intervenir en ellas, so pena de permi-
tir enseñanzas subversivas. En el Imperio Británico, el go-
bierno, singularmente el Parlamento, ejerce, sobre la ense-
ñanza de esos institutos cierta vigilancia que yo llamaría de
crontrafr-r crítico. Nombra periódicamente "comisiones de
educaciÓTi", que previa revisión de las high public schools,
presenta, ya en el Parlamento mismo, ya a la Corona, su in-
forme acerca de todas y cada una de ellas. Estas comisiones,
compuestas de hombres competentes, desempeñan una impor-
tantísima función social : depurar y elevar la instrucción se-
cundaria, y a veces la misma instrucción universitaria. Pro-
fesores y público, todos las acatan, al punto de que sus in-
formes, aunque teóricos, pueden considerarse impulsos y aun
decretos.
Desde el principio medioeval de la casi absoluta pres-
140 C. o. BU.NGK
cindencia de la acción gubernativa sobre la organización téc-
nica de las public schools hasta su inspección reglamentaria
actual, ha evolucionado la forma en que el Estado británico
ejerce ese contralor critico. La idea de que su intromisión es
necesaria al orden público ha ido poco a poco tomando cuer-
po; la noción moderna de los deberes y derechos educativos
del Estado ha ido arraigándose alli también. Por fin. por el
acta del Parlamento de 9 de Aggsto de 1899, hase organizado
dentro del gobierno, la superintendencia del Estado sobre la
instrucción piíblica. Decretóse la creación de un Consejo de
Educación estable y de atribuciones regulares, que comenzó
a funcionar desde el i." de Abril de 1900, y ejerce un cierto
examen critico sobre las public schools particulares, especial-
mente respecto de los planes de estudios (escuelas libres) y
la enseñanza religiosa (sistema interconfesional).
Este examen tiene su historia. El Estado se ingirió por
vez primera en la instrucción, cuando en 1833, a instancia
de lord Althorp, en la Cámara de- los Comunes, el Parlamento
votó una subvención a favor de la educación, para ayudar a
la creación y funcionamiento de escuelas instituidas por dos
sociedades privadas: la National School Socicty, fundada en
1881 por el doctor Bell, y la British and Foreing School So-
ciety, fundada en 1814 por José Láncaster y patrocinada por
los hombres politicos partidarios de la neutralidad religiosa.
En 1839 s^ aumentó la subvención parlamentaria dedicada a
escuelas primarias, y para examinar su distribución, el Poder
Ejecutivo creó un Comité de Educación, presidido por el lord
presidente del Consejo privado. En 1846 publicaron las Mi-
nutes of the Committee of thc Privy Council, que, según un
historiador inglés, "dieron las bases ai sistema nacional de la
escuela elemental pública". Era ello una colección de disposi-
ciones reglamentarias del Comité, al cual se da el título de
Colegio. En 1854 se acentuó el carácter técnico de dicho Co-
mité, entregándose su dirección, no ya al presidente del Con-
sejo privado, sino a un funcionario que hubiese formado par-
te de la Cámara de los Comunes, y a quien se le dio el título
de vicepresidente de la Comisión de Educación del Consejo
LA EDUCACIÓN COXTEilPORÁNEA 141
privado. Asi ha ido paulatinamente vigorizándose, desde 1856,
la importancia de las funciones de este cuerpo, erigido en 1900
en ''Consejo de Educación" (primariosecundaria). Pero el
principio medioeval generador de las escuelas libres, aunque
modificado, queda siempre en pie : las clases directoras cos-
tean y organizan su instrucción primaria, secundaria y uni-
versitaria.
§40
L.\S KSCUEIvAS PAR.ALELAS
El sistema de escudas paralelas se caracteriza por la
coexistencia de dos o más planes de estudios en 'los programas
oficiales de instrucción secundaria. Son consecuencias del sis-
tema: i.° que el Estado patrocine dos o más tipos diversos
de estudios secundarios ; 2." que el público pueda optar ad
libitiini por éste o aquél tipo; 3." que el estudiante, una vez
elegido un tipo de instrucción secundaria, deba seguiído hasta
su terminación, todo continuamente, sin ciclos ni bifurcacio-
nes. Los institutos secundarios son así diversas rutas parale-
las que Megan: uñas a las universidades (facultades de filoso-
fía, teología, derecho, medicina) ; otras a los institutos técni-
cos y academias (de ingeniería, arquitectura, bellas artes), o
bien que terminan en sí mismas, como una preparación gene-
ral que recibe el ciudadano.
Alemania nos ha dado el modelo de escuelas paralela?.
Durante el siglo xviii se continuó con el sistema escolástico
de estudios clásicos para la instrucción secundaria, sobre la
base del griego y el latín. Dábase esta enseñanza en los Gyin-
nasien ("gimnasios"), arquetipos de institutos secundario-
preparatorios, de marcado carácter clásico y literario. Como
adelantaran las ciencias físiconaturales y su estudio adqui-
riera cada día mayor importancia, surgió la "cuestión de los
estudios clásicos". Era necesario formar hombres con una pre-
paración científica (moderna), adquirida desde los estudios
secundarios, y no era posible sobrecargar más los planes de
142 C. o. CtTXGE
estudios de los Gymnasien. Los estudios clásicos y los científi-
comodernos, por absorbentes, se excluían ; hacíase indispensa-
ble preparar también con estos estudios científicomodernos a
ciertos educandos, y reformar los Gymnasien, esos grandes
baluartes de progreso, quitándoles su carácter humanista tra-
dicional, parecía crimen de lesa cultura... Entonces se ideó,
como mejor solución del conflicto, de la "cuestión de los estu-
dios clásicos", otro tipo de estudios secundarios científicomo-
dernos que coexistiera con el antiguo. Así se erigieron las
Realschulen ("escuelas reales", así llamadas por el carácter
realista de sus estudios, donde el griego y el latín se sustitu-
yen por ciencias fisicomatemáticas, si bien subsiste el latin en
ciertas Ohcrrealschiilen ("escuelas reales superiores"). Ea-
tre uno y otro tipo, entre los Gymnasien y las Realschulen, hay
tipos intermedios: el Rcalgyninasien ("gimnasio real") y la
dicha Oberrealschulen.
Han adoptado el sistema de escuelas paralelas Austria,
Suiza y Rusia. Aunque en Francia predominen hoy las letras
en los "liceos" y las ciencias en las escuelas especiales, y aun-
Que en Italia predominen igualmente las primeras en los
''ginmasios" y "liceos" y las segundas en las escuelas técni-
cas, no puede considerarse, como se verá, que se haya adopta-
do el sistema alemán.
En resolución, el sistema de escuelas paralelas es aquel
que aparta la instrucción secundariogencral de la prepara-
toria, organizándolas en establecimiento? separados, como los
Gymnasien y Realschulen alemanes. Además, permite la coe-
rcistencia de diversos tipos de escuelas de instrucción secun-
dariopreparatoria {Gymnasien y Realgymnasien) y de ins-
trucción secundariogencral (Realschulen y Oberrealschulen).
Danse a favor de este sistema los siguientes argumentos:
I." Ante todo, el sistema aplica mejor que cualquier otro
el principio subjetivo de la educación, que llamo de la liber-
tad de estudios. En efecto, como he dicho, el poliformismo
de i-'l'int 3 de estudios tiene la inmensa ventaja de forr f-ntar
una fecunda rivalidad de sistemas de instrucción y de pro-
pender, por ende, a que la inteligencia de los peda£;">gos se
LA EDUCACIÓN CONTEMPOBÁNEA 143
aguce y a que los institutos mejoren en prácticas y teorías.
De ahí resulta una actividad intelectual de la cual debe sacar
forzosamente provecho cada instituto, cada enseñar;/:a, cada
educando.
2." Otro fundamento, esta vez de índole especial, pro-
clania también la excelencia de las escuelas parale'as, que en
última sinttsis se reducen a un breve sistema cieníiíicomo-
derno para t\ pueblo y los ingenieros y artistas ( Realu.hahn)
y otro largo científicohumanistá para la clase directora que
se prepara i^^ra las universidades {Gymnasien y HealQymna-
sien). Kl •argumento estriba, pues, en este doble fenómeno:
los beneficios que representan para el pueblo, para las indus-
trias y el comercio los estudios preferentemente científicos y
la necesidad de la cultura clásica, a fin de levantar el espíritu
de las profesiones liberales y del sacerdocio, hasta alcanzar la
altura en que . deben colocarse para el completo desempeño
de su destino social. Se señala a los individuos que pertenecen
a la clase directora por la fortuna o el talento una escuela
larga y difícil (el Gymnasien) ; a los menos capaces o de in-
teligencia menos imaginativa y a los miembros de las clases
pobres, otra práctica y breve (la R e ais c hule) . Es esto de alta
conveniencia económica, por decirlo así, para la mejor pre-
paración a una lógica división del trabajo social .
3.° No se interrumpe la continuidad de los estudios, tan
esencial al método, la disciplina y la instrucción misma.
4.° Dentro de las dos tendencias de las escuelas paraie-
las. cabe dar a los estudios secundarios una suficiente gene-
ralidad.
Por otra parte, no es verdad que las escuelas paralelas
obliguen a los educandos a elegir su carrera, en una edad en
que la elección es inconsciente. En efecto, aunque los gimna-
sios sean especialmente preparatorios para cursar después el
derecho, la teología, la filosofía y la medicina, y aunque las
escuelas reales dan una instrucción secundaria general, los
estudios de cualquier escuela son válidos para pasar a otra,
como antes he dicho, mediante ciertos exámenes complemen-
144 C. o. BÜXGE
íarios, que suelen llamarse puentes. El estudiante que echa
de ver que equivoca el rumbo, puede aprovechar el camino
andado ingresando, con el grado correspondiente, en la nue-
va escuela que su experiencia le señale como más conforme a
su vocación.
§ 41
TIPOS DE LAS ESCUELAS PARALELAS ALEMANAS
Los dos tipos extremos de las escuelas paralelas alema-
nas son, según se ha visto, el gimnasio (clásico y preparatorio
para las universidades) y la escuela real (instrucción secun-
daría general y no preparatoria). Hay también tipos inter-
mediarios, variables según los estados e institutos, como la
escuela real superior y algunos gimnasios reales. Veamos, a
continuación, en qué consiste los estudios de esos distintos
establecimientos de enseñanza.
a) Los gimnasios. — Constituye el Gymnasiiim la forma
primera y típica de la instrucción secundaría alemana. Las
demás modalidades de su sistema de escuelas paralelas son
posteriores, y aun hoy mismo carecen de su popularidad y
trascendencia en la clase pensante y directora. Como puede co-
legirse por su nombre, el Gymnasiuní alemán es una escuela
clásica, cuyo espíritu, desde este punto de vista, recuerda
el de la enseñanza de las universidades medioevales. El grie-
go y el latín forman la base de sus estudios, que en el siglo
xviii se reducían casi exclusivamente al clasicismo. Como una
manera moderna de lo ático de su clasicismo, se generalizó
también en ellos, desde los tiempos de Federico el Grande, el
estudio del francés.
Ahora constituyen los programas de los Gymnasium, mo-
dificados según el espíritu de la época, estos cuatro órdenes
de estudios, que se cursan en ocho o nueve años : clásicos
(griego y latín), ciencias (físicas y matemáticas), ciencias so-
ciales (religión, historia, geografía y otras) e idiomas mo-
dernos (francés, y alguna vez inglés obligatorio, e italiano
voluntario). El orden de esta enumeración es, en realidad, el
LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 145
de su importancia ; la esencia íntima de la preparación de los
Gyynnasien son los estudio» clásicos ; los demás representan
aditamentos que le han impuesto nuevos descubrimientos y
las exigencias de la vida moderna. Véanse, en efecto, las si-
guientes nóminas de materias y los respectivos cuadros de
sus horarios semanales :
Kgl. Ludvigs Gymxasiuíi i>e Muxich
Primer año. — Religión, alemán, latín, aritmética, geografía,
üistoria natural (elementos de botánica).
Segundo año. — Religión, alemán, latín, aritmética, geogra-
fía, historia ^latural (elementos de zoología).
Tercer año. — Religión, alemán, latín, aritmética, historia an-
tigua (geografía).
Cuarto año. — Religión, alemán, latín, historia, alemán me-
clioeval (geografía).
Quinto año. — Religión, alemán, latín, griego, matemáticas
(problemas, geometría), historia, geografía, estenografía, historia
natural ^elementos de mineralogía).
Sexto año, — Religión, latín, griego, ■ matemáticas, historia,
francés.
Séptimo año. — Religión, latín, griego, matemáticas, historia,
francés, física.
Octavo año. — Religión, alemán, latín, griego, matemáticas
(estereométria, trigonometría, problemas), historia, francés, física.
Noveno año. — Religión, alemán, latín, griego, matemáticas
(logaritmos, astronomía), historia, francés, física.
K. K. Maximilian Gymnasium de Viena
Primer año. — Religión, latín, alemán, geografía, aritmética,
historia natural.
Segundo año. — Religión, latín, alemán, geografía, historia
general, aritmética, historia natural.
Tercer año. — Religión, latín, griego, alemán, geografía, his-
toria general, aritmética, historia natural, física.
Cuarto año. — Religión, latín, griego, alemán, geografía, his-
toria medioeval, aritmética, física.
Quinto año. — Religión, latín, griego, alemán, historia antigua,
148
C. o. BUNGE
geografía, matemúlicas (aritmética, álgebra y geometría), historia
natural.
Sexto año. — Religión, latín, griego, alemán, historia Tneíiio-
€val, geografía, matemáticas (aritmética, álgebra y geometría),
física, filosofía, lógica.
Sóptiiiio año. — Religión, latín, griego, alemán, historia mo-
derna, geogtafía, matemáticas (aritmética, álgebra y geometría),
física, filosofía.
Octavo año. — Religión, latín, griego, alemán, geograíía, ma-
temáticas (aritmética, álgebra y geometría), física, filosofía.
Vlascs extra. — Religión judía, estenografía.
HORAS SE2VL4NALES
para los estudios obligatorios (filr die Pflichfíicher) de los
Gymnasien del reino de Baviera
1
MATERIAS
1
CLASES 0
AÑOS
.__
' 1
2
=^
4
a
6
7
8
9
Religión
2
2
2
2
2
2
2
2
2
Alemán
o
4
•ó
2
2
2
2
3
4
Latín
8
2
8
2
8
2
8
6
2
8
6
1
7
6
7
6
6
6
6 1
— i
Griego . .
Francés
Aritmética, mate-
1
;
máticas y física.
' 3
3
3
2
4
4
5
5
4 !
Historia
—
—
2
2
2
2
2
3
8 !
Geografía
2
2
2
2
1
—
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Historia natural . .
1
1
1
1
1
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Dibujo . .
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Caligrafía
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Gimnasia
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•)
u
LA EDUCACIÓN CONTEMPOBÁIÍEA
147
HORAS SEMANALES
para los estudios voluntarios {für die Wahlfdcher)
MATERIAS
CLASES O ANOS
Hebreo
Inglés
Italiano
Estenografía .
Dibujo
Miísica
En dos cursos
de dos horas
semanales.
En dos cursos
dedos horas
semanales.
En dos cursos
de dos horas
semanales.
En dos cursos
de dos horas
semanales.
En las seis clases superiores
como se quiera, en cursos de
dos horas semanales.
Como se quiera, en cursos de dos horas se ma-
I' nales.
Canto !| Como se quiera, en cursos de dos horas sema-
lí nales.
b) Las escuelas reales. — El objeto de las Realschulen
("escuelas reales") es dar una instrucción secundaria gene-
ral. Sus estudios no se consideran, pues, válidos, como prep:i-
ratorios, al menos si no se complementan con dos o tres año.s.
adicionales, para ingresar en ninguna de las cuatro faculta-
des (teología, filosofía, derecho y medicina) que componen
la universidad alemana.
En los planes de estudios de esas escuelas domina siem-
pre el cultivo de las ciencias e idiomas modernos. El griego
está excluido en todas. El latín se estudia tan sólo en alguna
que otra de "primera categoría". Porque existen diversas
categorías de Realschnlrn, según la importancia de la ciudad
y la seriedad de sus estudios, en cuyo planteo no hay unifor-
midad, como que sus planes no son decretados por el Impe-
148 t'- o. BUNGE
rio, sino por los gobiernos federativos y ciertos cuerpos aca-
démicos oficiales o semioficiales. Sus cursos duran de seis a
siete y aun ocho años.
En estos últimos tiempos, la universal discusión entre
las tendencias modernistas de la educación presente y el vie-
jo clasicismo ha adoptado en Alemania esta forma: ¿deben ser
válidos los estudios de las Rcalschiilcn, especialmente de la
primera clase, para ingresar en las universidades? Los revo-
lucionarios, algunos socialistas de cátedra, un grupo de hom-
bres de ciencia, estaban y están por la afirmativa. Pero los
cuerpos universitarios, los sociólogos y pedagogos de mayor
autoridad, así como los cuerpos académicos, sostienen que li
tínica base sólida para cursar la teología y las altas profesio-
nes liberales es una instrucción secundaria que sea al propio
tiempo clásica y científica. Esta opinión, conio se ha visto en
el respectivo capítulo, es la triunfante, aunque, como una con-
cesión justa — como un temperamento conciliador — , se ha-
ya instituido ha pocos años, con carácter de instrucción se-
cundariopreparatoria para las universidades, el Rcalgymna-
siitm ("gimnasio real").
Para terminar este breve análisis de la forma y carácter
de las Realschulen, paréceme conveniente dar a continuación
la lista de materias que constituyen el plan de estudios de las
de Munich, donde la instrucción pública se estudia y pro-
gresa, y de las de Viena, cuyo sistema educativo es racio-
nal y consciente, aunque alemán de segunda mano.
K. LrDwiGs-KiJEis Reai.si íií i í:.\ ije Mumch
Primer año. — Religión, alemán, francés, aritmética, geogra-
fía, historia natural (zoología y botánica), canto.
i^egunáo año. — Religión, alemán, francés, geografía, aritmé
tica, historia natural (zoología y botánica), canto.
Tercer año. — Religión, alemán, geografía, historia aritmética,
geometría, química, historia natural (zoología y botánica), canto.
Cuarto año. — Religión, alemán, francés, geografía, historia,
eritmética, álgebra, geometría, física, canto.
Quinto año. — Religión, alemán, francés, inglés, geografía, his-
toria, álgebra, trigonometría, física, estenografía, cauto.
I.A EDUCACIÓN CONTEJirORÁNEA 149
Sexto año. — Religión, alemán, francés, inglés, historia, geo-
grafía, aritmética, álgebra, geometría, física, química (incluso mi-
neralogía), canto.
K. K. Staat.s-Ober-Realscuulen de Viena
Primer año. — Alemán, francés, geografía, aritmética, geome-
tría, historia natural.
/Segundo año. — Alemán, francés, geografía, historia antigua,
aritmética, geometría, historia natural.
Tercer año. — Alemán, francés, geografía, historia medioeval,
aritmética, geometría.
Cuarto año. — Alemán, francés, geografía, historia moderna,
firitmética, geometría, física, química.
Quinto año. — Alemán, francés, inglés, historia, aritmética,
geometría descriptiva, historia natural, química.
Sexto año. — Alemán, francés, inglés, historia moderna, arit-
mética, geometría descriptiva, historia natural, física.
r) Los (/iiiuw.sios reales. — El Realgymnasium es una
forma intermediaria entre la Realschiile y el Gymnasium, cu-
yos estudios mixtos de humanidades y ciencias son válidos co-
mo preparatorios para la universidad. Es de creación recien-
te; su origen se debe, como lo tengo dicho, a discusiones de
la pedagogía alemana: hase creado para satisfacer la opinión
de los n'iodernistas que, contra los académicos, impugnaban al
Gyninasium la extensión de sus estudios grecolatinos, como
excesiva e inconveniente, y encarecían la necesidad de dar
valor a los certificados de la Rcalschule para ingresar en las
universidades. Consiguióse el establecimiento del Realgymna-
sium, que no satisface ni a unos ni a otros, y que se diferencia
de la Realschule por la amplitud de sus estudios humanistas,
sobre todo del latín, y del Gymnasium, por una mayor difu-
sión de las ciencias, una menor de las humanidades y la com-
pleta exclusión del griego. No posee el carácter práctico y
popular de aquélla, ni el elevado espíritu literario de éste. No
se ha generalizado aún, pues apenas existen algunos disemina-
dos en ciertas poblaciones importantes. Hay quienes sostienen
que con stituye la fórmula más perfecta de planes de estudios
<ie instrucción pública a que se ha llegado, y quienes piensan
que resulta una amalgana híbrida, un resultado transitorio de
150 C. o. IlUNGE
la actual lucha de ideas pedagógicas, un ensayo que no tendrá
en lo futuro mayores imitaciones ni consecuencias.
Sean cuales fueren las ventajas o deficiencias intrínsecas
de los- Realgymnasien, es indudable que han prestado y pres-
tan a la instrucción pública de Alemania, entre otros, este
servicio fundamental : han satisfecho, en todo o en parte, las
exigencias de ciertos pedagogos modernistas, sin incurrir en
la gravisima medida de equiparar en sus efectos la Realschulc
a los Gymmaskn, lo cual hubiera sido, según las opiniones
más autorizadas, rebajar el alto nivel humanista de la instruc-
ción preparatoria y de las universidades de Alemania. He ahí
comprobadas prácticamente las excelencias de las escuelas pi-
ralelas, y en general de los sistemas que podrían llamarse
poliformes: permiten a los gobiernos y a los particulares en-
sayar toda suerte de métodos, en amplias discusiones lumino-
sas, y sin caer en el error de las medidas violentas y las re-
formas impremeditadas. Hoy los Realgymnasien tienden a
ser en las ciudades populosas las escuelas predilectas de cier-
ta parte de la burguesía, que carece de la elevación intelectu'ií
de la clase pensante que frecuenta los Gymnasien, y que no
se ha contaminado con el materialismo de la clase popular
que concurre a las Realschiilen, no como a una instrucción pre-
paratoria para los institutos técnicos, sino como a una espe-
cie de educación general de futuros comerciantes e industría-
les, que no se contentan con poseer sólo los principios prác-
ticos de su oficio, sino también los científicos.
He aquí una lista de las asignaturas de un Realgymna-
siimi que puede considerarse típico:
Kgl. Realgymnasien de Munich
Nota. — Las tres primeras clases son iguales a las del Kgl. Lucí-
loigs Gymnasien.
Cuarto año. — Alemán, latín, historia, geografía, aritmética.
Quinto año. — Alemán, latín, historia, aritmética, francés, ge«-
grafía, geometría, zoología.
Sexto año. — Alemán, latín, francés, inglés, historia, geome-
tría, aritmética.
Sóptivio año. — Alemán, latín, francés, inglés, historia, arit-
mética, estereométria, física.
LA EDUCACIÓN CONTEMPOBÁNKA 151
Octavo año. — Alemán, latín, francés, inglés, historia, írigono-
nietríe, física, química, mineralogía.
noveno año. — Alemán, latín, francés, inglés, historia, química
y mineralogía.
§42
I,A ESCUELA ÚNICA
Llámase escuela única a aquel sistema de estudios según
el cual el Estado agrupa y combina, en un solo plan, todas
las materias de la enseñanza secundaria.
"Su origen es moderno, pues ha nacido para responder
a las nuevas exigencias de los pueblos democráticos, que
buscan la mayor suma de conocimientos en los individuos que
!os forman, a fin de que se produzca la semejanza perfecta.
En Europa no se presenta como ejemplo sino en España, con
sus institutos, a pesar de que en Alemania se ha tratado de
aceptarla, teniendo en su apoyo profesores distinguidos, pa-
ra resolver la vieja querella entre los gimnasios y las escue-
las reales, que en los últimos años ha tomado im carácter vehe-
mente, y en Hungría se ha discutido en sus Cámaras legisla-
tivas con motivo de la última ley^ que empezó a regir en 1884.
En América es donde puede decirse que ha tomado sus for
mas más acabadas, sin duda porque es a las organizaciones
políticas de las Estados americanos a las que más conviene, o
con las que más concuerda, desde que por ellas se da partici-
pación en la dirección de los intereses públicos a todos los ha-
bitantes indistintamente, y para ello es necesario tcne: una
preparación general lo más extensa posible, a fin de .[wc ;a
ignorancia no vuelva el mecanismo en su perjuicio. Así, los
Estados Unidos la tienen organizada en sus escuelas superio-
res; Méjico, en sus liceos; Guatemala, en sus institutos;
Chile, en sus liceos; la República Oriental del Uruguay, en
la sección de estudios secundarios de las universidades • el
Paraguay, en sus colegios nacionales; el Brasil, en sus liceos,
y sobre todo en el liceo modelo de Pedro IT, y la República
Argentina en sus colegios nacionales, desde su creación, y
152 C. o. BUXQE
desde antes en los departamentos preparatorios de sus uni-
versidades ^."
A favor de la escuela única arguyen sus sostenedores :
I." Que la instrucción secundaria debe ser general, por la so-
lidaridad de las ciencias y las letras, que forman un todo de
cultura que es la mejor base para las carreras liberales ; 2."
que conviene adoptar un solo plan determinado para formar
mejor el espíritu de la disciplina y del método; 3.° que la escue-
la única deja la libre elección de una profesión para una edad
en que está mejor desarrollado el criterio del estudiante.
Veamos ahora los argumentos que contra la escuela úni-
ca esgrimen sus adversarios: i." Que la enorme variedad de
estudios hace contraproducente el trabajo intelectual, pues es
superior su conjunto a lo que puede abarcar la inteligencia
del alumno, de donde resultan el diletantismo y la superñcia-
lidad o el agotamiento; 2° que impone tal diversidad de mé-
todos, que el estudiante acaba por oscurecerse y perder la
noción precisa del método; 3.'' que hace perder un tiempo
considerable en estudios que no son siempre necesarios al que
los realiza, por ser diversos a su carrera profesional; y, en fin,
4.", y éste es, a mi juicio, el argumento que resume los demás,
que conspira contra el principio inquebrantable de la libertad
de estudios tal cual lo concibo, pues obliga a todos los estu-
diantes a seguir los viisnios programas, sin distinguir las es-
pecialidades en que pueden ser más útiles a la sociedad y a sí
propios, según su idiosincrasia individual.
- § 43
LA ESCUELA BIFURCADA
Llámase escuela bifurcada aquella que agrupa las profe-
siones liberales en dos órdenes, letras y ciencias, y establece,
al efecto, una radical división bipartida en la instrucción
secundariopreparatoria, imponiendo a los estudiantes que
opten por cualquier faculta'd su respectivo bachillerato en
1. A. Alcorta, La itistnicción sccvndoria, Buenos Aires, 1885, pág. 138.
LA EDUCACIÓN COXTEMPOBÁNEA 153
letras o en ciencias. Para la adquisición del primero de
estos bachilleratos se excluyen casi en absoluto las segun-
das, y, para las del segundo, las grimeras. De ahí una ig-
norancia lastimosa de las letras en médicos y matemáticos,
y de las ciencias, en abogados, humanistas y sacerdotes.
La esencia de este sistema de bifurcación consiste, por tan-
to, en la completa separación de las letras y las ciencias, a
lin de no recargar con el estudio de las unas la mente de
quienes se dediquen a las otras. Para ello son indispensa-
bles dos órdenes de estudios secundarios, dos diversos pro-
gramas excluy entes y dos diversos títulos de bachillérate.
En cuanto a la cuestión de si estos cursos se pueden hacer
en un mismo instituto o en diversos, carece a mi juicio de
importancia, pues la división bipartida no dejará nunca de'
ser completa porque se sigan «en un mismo establecimiento,
por alumnos distintos y con programas diversos, uno y otro
orden de estudios.
El origen del sistema se encuentra, como se verá en el
subsiguiente parágrafo, en la innovación que inl^rodujo For-
toul, en 1852, en la instrucción piiblica de Francia. Reformó
la escuela vínica implantada por la Universidad napoleónica,
estableciendo estudios comunes hasta la clase cuarta, y de
allí dos secciones distintas, una para las letras (bachillerato
es letlres), y otra para las ciencias (bachillei'ato es scicnces).
Aseméjase al sistema bifurcado la división de estudios
(jue han instituido algunas high puhlic schools británicas, .ta-
les como Liverpool College. Los estudios se dividen, a par-
tir de la tercera o cuarta clase, en dos ramas: clásicos (classi-
cal) y modernos (ruodern). La primera corresponde al grie-
go y al latín, y la segunda a ciencias e idiomas modernos.
Bélgica en sus ateneos, Portugal en sus liceos naciona-
les y el Perú en sus colegios, ¡han seguido sistemas seme-
jantes.
Hase dado a la bifurcación o polifurcación formas va-
rias. Fernusil. por ejemplo, la propone dividiendo la es-
cuela en una parte o grado común, y otra parte que" se
subdivide en tres secciones. En el grado o parte común se
dan nociones srenerales de ciencias v letras. La bifurcación
154 C. o. BUxN-GK
se produce calculadamente a los catorce o quince años. Las
divisiones de la trifurcación corresponden a ciencias, profe-
siones administrativas y políticas y comercio ^.
Aunque propiamente los argumentos a favor y en con-
tra de esta escuela son, invertidos, los que antes he expuesto
en contra y a favor de la escuela única, para mayor claridad
conviene repetirlos aquí.
Afirman los partidarios de la escuela polifurcada:
1°. Que reunir enciclopédicamente todo el conjunto de
los estudios secundariogenerales, es un exceso que forma
criterios superficiales o agota hasta el cansancio -cerebral.
2°. Que para evitar estos inconvenientes es fácil incu-
rrir en el error de disminuir caprichosamete las letras o la-
ciencias.
3°. Que se hace perder el tiempo, sin suficiente pro\ í
cho, en el estudio de las letras, a aspirantes a profesione:^
científicas, )' en el estudio de ciencias fisicomatemáticas a
aspirantes a profesiones literarias.
Los argumentos principales que se dan contra el siste-
ma son, en mi opinión, los siguientes :
I." El espíritu humano es uno, y sus facultades deben
desenvolverse armónica y simultáneamente por la instruc-
ción general, que por su naturaleza y la edad de los alumnos
Im de abarcar toda la enseñanza secundaria.
2". La educación debe ser continua y gradual, y ha de
evitarse por esto, toda articulación que no sea indispensable,
como la que divide en el sistema polifurcado la instrucción
secundaria en dos secciones.
3°. El polifurcamiento puede obligar al estudiante a
adoptar una profesión cuando todavía no están bien mar-
cadas las inclinaciones de su temperamento, lo cual le per-
judicará, obligándole a continuar una carrera para la cual
no está dispuesto, o bien le impone estudios especiales que
no le serán útiles si cambia de ruta, con considerable pér-
dida de tiempo.
4°. La instrucción secundaria y preparatoria es el
1. A. Ai.coriTA^ o.b. cit., págr. 140.
LA KDüCACIÓN CONTEMPOBÁKEA 155
antecedente indispensables para ingresar en las universida-
des, donde se adquieren los títulos de las profesiones libe-
rales. Estas profesiones son algo más que simples especia-
lidades mecánicas. Un médico ejerce un papel social más
alt© que el de simple curandero; un abogado, que el de
procurador; un humanista no debe ser un espíritu sofístico,
ignorante de las ciencias y sólo apto para el arte ático de
discurrir. Un graduado universitario cualquiera no es un
industrial que sólo ha de conocer su arte, sino un elemento
que, para dar a la sociedad todos los frutos que' le debe por
la educación que ha recibido y por las fuerzas que le son
inherentes, tiene necesariamente que poseer conocimientos
vastos que amplifiquen sus horizontes profesionales. Estos
conocimientos deben 'resultar de la instrucción general prepa-
ratoria, que, por tanto, nunca ha de circunscribirse exclusi-
vamente a las letras o a las ciencias, sino abarcarlas en la
medida que fuere posible.
§44
L,A ANTIGUA EJSCUELA BIÍ'URCADA EN FRANCIA
Ofrece especial interés el pasado régimen de la escuela
bifurcada que existió en Francia hasta fines del siglo xix.
Puede decirse" al respecto: i°. que fué producto de sus ante-
cedentes históricos ; 2". que, sólo en un momento dado,
el de su creación, se presentó de modo perfecto y típico;
3°. que" desde ese instante ha evolucionado hasta tal punto,
que no debe considerarse como sistema definitivo de una
época, sino como una manera transitoria en un período de
evolución pedagógica.
Es de alto interés seguir la evolución del bifurcamiento
de la instrucción pública francesa, que sintentizaré a conti-
nuación, orientándome así : a) antecedentes del sistema bi-
furcado, o sea influjo del neohumanismo sobre la instrucción
pública francesa, especialmente sobre la enseñanza del
griego y el latín) ; b) primera etapa de la evolución del bifur-
156 C. o. BUXQE
camiento, 1852; c) segunda etapa, 1865; d) tercera etapa,
1886; e) cuarta y última etapa, 1891.
a) Bajo el impulso del neohumanismo estalla la Revo-
lución, y bajo el imperio de la Revolución Francesa aquél
lanza por nuevas rutas a la instrucción pública. Sinte-
tizarla 3-0 en estos tres los rasgos capitales que le im-
pone : la escuela laica, disminución de la importancia de
la instrucción clásica, y aumento del estudio de las len-
guas y ciencias modernas. Como se ve, el clasicismo
sufre un eclipse. Danle todavía un sitio importante los pla-
nes de estudio que proponen a la Asamblea Constituyente
Talleyrand y Mirabeau. Pero estos planes llevan el sello
de la aristocracia intelectual que" caracterizó a sus autores,
y en cierto modo discrepaban del espíritu democrático de
la Revolución. Interpretándola mejor, Condorcet, en su
plan, relega el clasicismo a tan secundaria importancia, que
en lugar de hacer de él, como antes se liiciera, la base de
la enseñanza, lo deja casi como una lujosa curiosidad. Den-
tro de esa corriente de ideas trazan Lakanal y Daunou el
programa de las "escuelas centrales".
Impuso el Renacimiento en el siglo xvi, como las dos
únicas bases, igualmente importantes, que debían sostener
al intelecto moderno, el latín y el griego. Pero el estudio
del griego, por sus dificultades, íué poco a poco descuidán-
dose en todas las universidades del Mediodía de Europa, y.
entre éstas, en la de París. Tardó más en implantarse en
Oxford y Cambridge, pero allí quedó hasta el presente como
base primera de la Faciilty of Arts. En Alemania fué más
morosa su conquista.
Bien pronto, descuidado en Francia el cultivo del grie-
go, apenas traspuestos los primeros tímbrales del Renaci-
miento, resultó, ya en el siglo xvii, como exclusiva base de
todos estos estudios, el latín. Este llegó a ser, hasta el ad-
venimiento del neohumanismo en la siguiente centuria, todo
lo que un honnete hommc debía saber en conocimientos po-
sitivos, en grandes ideales, en teorías y en ejemplos.
Ocurre ahora preguntar: ¿por qué ha llegado a descui-
darse tanto el estudio del griego durante los tres últimos
LA KDUCACIÓX CONTEMPORÁXEA 157
iglos en todo el Mediodía de Europa, y especialmente en
el pueblo ático por excelencia de los tiempos modernos, o
sea Francia? Se dan dos razones para ello: la una, que el
latín ha sido, durante largo tiempo, la lengua corriente de
los "sabios" en el mundo civilizado ; la otra, que la Iglesia
católica es la "'heredera de las tradiciones y las ambiciones
de Roma", aun después que el mundo erudito hubo renun-
ciado a su lengua "como viviente símbolo de su unidad".
No me satisfacen estas dos causas sino como corrobo-
rantes de otra que conceptúo la primera : el carácter nacional.
i El estudio de la antigua lengua helénica es mucho más
difícil que el del latín, y singularmente para pueblos de idio-
ma de origen latino ; requiere años tras años de continua
labor. Nunca fué la paciencia, el tesón en el trabajo os-
curo y aburrido, rasgo típico del carácter nacional de pue-
blos meridionales, incluso el galo. Faltando, pues, a estos
pueblos la condición esencial para el estudio de esa lengua
muerta, propendieron a descuidarlo. 'Sentíanse impulsados
a disciplinas más fáciles e imaginativas.
Semiolvidado en Francia el griego en el siglo xviii,
quedó en vigor el latín, el cual llegó a constituir casi exclu-
sivamente, la "enseñanza clásica". Pero he aquí que el neo-
umanismo vino a disputarle este dominio. Diderot y Con-
j. dorcet propusieron valientemente la cuestión: ¿Para qué
i servía pasarse tantos años en estudiar una lengua muerta?
■: Y es curioso observar que ya, desde aquel tiempo, plantea-
n la cuestión con el mismo criterio con que la tratan los
iVanceses en los modernos tiempos; criterio fundamental-
mente' diverso, como 'hemos visto, del de la pedagogía in-
giesa o alemana. No se preguntan si la cultura grecolatina
servirá para fundar la ética, disciplinar la inteligencia, for-
mar al sociólogo y al erudito, al hombre de estudio y al
hombre de Estado; antes bien, si es realmente útil para de-
purar la estética del estilo... El presidente Rolland llegó
a sentar que "la lengua francesa poseía bastantes obras
maestras para desechar por siempre el propósito de bus-
; car los modelos de las literaturas antiguas". Es esto, poco
más o menos, lo que nos dicen hoy Lemaítre y demás par-
158 C. o. líU-^GE
tidarios de lo que ellos llaman la "enseñanza moderna". Sin
embargo, ha habido, por excepción, bueno es consignarlo,
espíritus franceses que han ampliado más su criterio de uti-
lidad de la cultura clásica, desde Diderot, que se preguntaba
perplejo "si los sentimientos y las ideas que se hallan en
aquellas literaturas son las que convienen al mundo mo-
derno; si aquellas obras que reflejan una civilización des-
aparecida son el mejor alimento para el espíritu de la ju-
ventud. . ."
Pasado él furor de las primeras tormentas de la Re-
volución, pronto se anunciaron síntomas de reacción con*
servadora. El Consulado restauró el latín en la enseñanza,
al propio tiempo que reconocía a la Iglesia Católica su po-
sición oficial. Volvieron, pues, a constituir el latín y las
matemáticas las dos bases angulares de la instrucción pú-
blica. Pero las cosas y los hombres evolucionan. Si la
literatura educativa del humanismo del Renacimiento se es-
cribió toda en latín, la del neohurnanismo se escribió en cada
país en su propia lengua; si el Renacimiento no contaba cor
otros modelos dignos de imitarse que los de la literatura grt-
colatina, produjo obras maestras en romance que bien pudie^
ron servir a su vez de estudio a las sucesivas generaciones ;
si el idioma universal de la ciencia era antes el latín, había
perdido su puesto, y, si al honnete honmie francés del siglo
XVII le era permitido ignorar todas las lenguas vivas extran-
jeras, no así al del siglo xix. . .
b) Entonces fué cuando, a mediados de esta centuria,
Fortoul creyó acertar con un sistema que conciliara las dos
opuestas tendencias del clasicismo y el modernismo: la bifur-
cación de la enseñanza secundariopreparatoria. Instituido en
1852, no satisfizo ni a una ni a otra parte'. Su impopulari-
dad se ha explicado por el hecho de que rompía la unidad
tradicional de la instrucción secundaria, separándola en dos
ciclos diversos. Tanto los conservadores como los innova-
dores, los partidarios del clasicismo como los del modernismo,
dijeron que era "un régimen bastardo, que hacía del latín
el centro de la educación) e invitaba a los alumnos a despre-
ciarlo en el momento en que podían recoger sus mejores
ÍA EDUCACIÓ^' CONTEMPOBÁNEA 159
frutos; que imponía a los mismos estudiantes el estudio del
griego durante dos años, para que en seguida lo olvida-
ran" i.
c) Apenas establecida la bifurcación, el espíritu público,
o sea el orden de ideas reinantes, la atacó en sus bases. La
controversia, lejos de aplacarse, fué en aumento. La ma-
yoría llegó a proponer que, a ejemplo de ciertas escuelas
alemanas, se substituyera el griego por la enseñanza obli-
gatoria de lenguas y ciencias modernas. Esta idea fué
abriéndose camino en varias campañas pedagógicas, como
las de Frary, Bréal y Didón. En suma, el movimiento re-
montaba su origen al neohumanismo ; su primera etapa ha-
bía sido la bifurcación absoluta que implantó Fortoul en 1852,
y la segunda vino a marcarse en la transformación de la en-
señanza secundaría es/^ccial que estableció Víctor Duruy en
1865, Pero esta transfurmación era un simple síntoma de
la evolución general. Los programas de 1865 fueron to-
mando, con cada nuevo decreto, mayores amplitudes en su
parte moderna, hasta que, apartándose más y más de su
origen clásico moderno, tendían a suprimir el clasicismo
puro. Los estudios duraban cinco años, divididos en dos
series, la primera de tres y la segunda de dos, y, como en
tan corto lapso de tiempo no se' podía abarcar cómodamente
lo clásico y lo moderno, y como cada día aumentaba la
importancia de las lenguas vivas y las ciencias, disminuía
lila atención que se prestaba a la cultura latina, una vez
casi olvidada la griega. El cambio era lento, pero seguro.
d). La revisión de 18^ marcó una tercera y decisivvi
etapa de' la evolución modernista. "La nueva enseñíanza,
decía el proyecto sometido al Consejo superior, será general
y clásica; deberá ser organizada para responder a las nuevas
necesidades de la sociedad moderna y para atraer a los es-
tudios secundarios franceses a aquellos jóvenes que no
tienen ni gusto ni tiempo para entregarse al estudio de las
1. Véase Pro jet d' Organisation de V cnseignement sccondaire eape-
c:'oI^^1891; y A. Ribot, La Reforme de i,' Enseignement secondaire,
i-'aris! 1900.
160 C. o. BUNGE
lenguas muertas". El triunfo de los modernistas resultaba
casi completo, y lo grave del caso fué que, dado el sistema, uni-
forme .(aunque bifurcado) de los planes de estudio franceses,
la reforma se imponía de manera categórica para ciertos estu-
diantes y establecimientos, dejando al clasicismo sólo su
antiguo bachillerato es Icttres, cuya importancia tendía a dis-
minuir de día en día. La enseñanza secundaria especial con-
servaba su nombre, pero la duración de' los estudios se ele-
vaba a seis años. El certificado de los primeros estudios
secundarios,, los generales, que antes se daba al fin del tercer
año, se reemplazó con una simple nota para pasar a los se-
gundos estudios secundarios especiales, ya para disimular en
lo posible una articulación casi innecesaria, ya para no alentar
a aquellos que, dando valor inmerecido a aquel certificado,
pretendieran interrumpir tan tempranamente sus incomple-
tísimos estudios secundarios. A partir del cuarto año se
agregaba en los programas la enseñanza de una segunda
lengua viva. Pero he aquí que la reacción estalla. Los cla-
sicistas, hasta entonces mudos ante la grita del modernis-
mo, inician una protesta que hasta la fecha no ha callado. . .
e) En 1891 se llegó en Francia a la cuarta y última eta>
pa de la historia del sistema bifurcado, a pesar de las pro-
testas de los clasicistas. "Se suprime lo que quedaba de la
división en dos ciclos. La enseñanza moderna se presenta
como debiendo formar un todo completo y reemplazar a las
matemáticas preparatorias, que acaban de ser suprimidas.
De hecho no se cumple esta última promesa. El número
de jóvenes con diplomas equivalentes al antiguo bachille-
rato es Sciences disminuye en más de un cuarto. El público
se inquieta. Francia no carece de sabios, pero sí de ingenieros
y de técnicos. Desde este punto de vista es sobrepujada
por Alemania, que ha sabido organizar sólidamente todas
las ciencias auxiliares de la industria. Notad que nada se ha
hecho allí pora facilitar el paso de la instrucción clásica a la
instrucción moderna; menos de la instrucción moderna a la
clásica. Se las ha considerado como dos caminos paralelos,
entre los cuales es necesario elegir a la edad de diez años,
LA EDrCACIÓN COIfTEMPORÁITEA 161
y que es preciso seguir hasta el fin ^", Con esto se preparó
la transformación de' la escuela bifurcada en la escuela
cíclica, que definiré en el parágrafo subsiguiente.
Tales han sido las más notables transformaciones del
sistema bifurcado francés. Aunque constituyó sólo una for-
ma transitoria, su estudio y conocimiento es interesante,
pues llegó a considerarse como un verdadero modelo y re-
presentó una tendencia de la pedagogía moderna. Además,
no faltan autores y hombres de Estado que la conceptúan
todavía la mejor solución del problema de la instrucción
secundaria y preparatoria.
45
LA CRISIS G:eNKRAIv Dlí LA INSTRUCCIÓN SECUNDARIA A FINIÍS
Di^L SIGLO XIX
El ideal económico ha producido en toda la Europa una
serie de críticas y reformas de la instrucción secundarioge-
neral y secundario preparatoria. La antimonia o contradicción
entre las nuevas teorías y las viejas prácticas pedagógicas ca-
racterística de la educación en la edad moderna, trasciende
hasta la contemporánea, sin solucionarse definitivamente. Esa
solución propende a producirse a fines del siglo xix, en un
movimiento que se ha podido llamar "crisis general de la ins-
trucción pública". Enti'e otras, cuatro grandes naciones han
renovado sus sistemas de enseñanza: Noruega en 1899, Ita-
lia en 1901, Alemania en 1902 y Francia en 1899. Sus solu-
ciones presentan, como punto de semejanza, la disminución
del clasicismo y el aumento de la enseñanza moderna, o sea
de ciencias naturales y lenguas vivas.
"En Noruega, la enseñanza secundaria se reforma por la
ley de 4 de Agosto de 1896. La escuela media o escuela secun-
daria inferior, cuyos cursos duran cuatro años, se levanta
sobre la base de la instrucción primaria. Ninguna lengua clá-
1. A. G. LeygueSj L' EC0I9 et la Vie, pág. 181.
162 C. o. BU^*GE
sica figura en su programa, y de las lenguas vivas, sólo el
alemán y el inglés. Los estudios se consagran casi exclusiva-
mente a la lengua materna, historia, geografía, ciencias natu-
"rales y matemáticas. Para los alumnos que quieran luego se-
guir ciertas carreras especiales se agrega un curso comple-
mentario de un año^". "Sobre estos estudios está la instnicción
sccundariosuperior, escuela de jóvenes o gimnasio, con tres
años de estudios y un triple carácter de general, de lingüisti-
cohistórico sin latín y d« lingüisticohistónco con latín".
No hay griego en los programas. La instrucción secundaria to-
tal dura siete años y es esencialmente preparatoria.
En Italia, la reforma de 1901 tiene por principal objeto
suprimir lo excesivo de los programas, puestos en armonía
con las necesidades económicas del país, y asegurar la unidad
de la enseñanza, uniformando los establecimientos libres, que
comprenden la mayor parte de los colegios del reino.
En Alemania, preconizada por el emperador Guillermo Ll,
la reforma se limita a aumentar y mejorar los institutos de
enseñanza moderna, pero dejando siempre en pie el sistema
de escuelas paralelas.
En Francia, la reforma es completa. Nombrada al efec-
to, en 1898, una comisión parlamentaria presidida por Ale-
jandro Riboí, éste consulta todas las opiniones respetables y
produce un voluminoso informe, a raíz del cual se adoptan
ciertas innovaciones que reforman toda la enseñanza, cam-
biando el antiguo régimen de la escuela bifurcada por uno
nuevo que puede llamarse de la escuela cíclica. Divídense los
cursos de los liceos en dos ciclos, uno de cuatro años y otro'
de tres. Los estudiantes pueden optar desde el primer ciclo
por una orientación cientificomoderna o por una orientación
clásica, con latín y aun con griego, si lo desean. Pero cuales-
quiera que sean los estudios, no habrá más que un título de
bachiller común a todos. En otros términos,, "todos los di-
plomas de bachiller conferirán los mismos derechos". Esta
radical innovación destruye los últimos restos y superviven-
cias de la antigua escuela bifurcada.
1. Lktgtjes.. ob. cit, pág. 404.
LA EDUCACIÓN CONTEMPOKÁNEA 163
CONCLUSIONES GENERALES
De la precedente exposición puede llegarse a ciertas con-
clusiones aplicables a la instrucción secundaria de todos los
países de la civilización contemporánea, y que, por tanto, re-
puto como sus verdaderas bases técnicas. Voy a especificar
estas bases:
i.° La instrucción secundaria debe organizarse siempre
bajo el sistema de pluralidad de escuelas. De este modo se
facilita la coexistencia de distintos tipos de institutos secun-
darios. Los pedagogos y el público optarán por los que me-
jor sirvan a sus fines, sociales y particulares.
2." Debe distinguirse la instrucción secundaria general y
la instrucción secundaria preparatoria. La primera tiene por
objeto difundir conocimientos generales en el pueblo, después
de la enseñanza primaria ; la segunda, preparar para los estu-
dios universitarios.
La confusión de la instrucción secundaria general y la
preparatoria, como se ha visto en el sistema de la escuela
única es inconveniente. Los estudios de esta escuela única, si
son bastantes como preparatorios, resultan excesivos y poco
prácticos como instrucción secundaria general. Si como ins-
trucción secundaria general son someros y prácticomoderno.s.
serán insuficientes para preparar a los que vaya a cursar es-
tudios universitarios.
3.° La instrucción secundaria general será de carácter fá-
cil, moderno y práctico, es decir, se compondrá con prcferen.-
cia de ciencias naturales y lenguas vivas. La instrucción se-
cundaria preparatoria implica estudios más profundizados y
preparación también literaria. La primera puede hacerse en
cuatro o cinco años ; la segunda requiere de seis a ocho. La do-
ble razón de esta diferencia está ya dicha: la una generaliza
la cultura, la otra forma al futuro universitario.
Ifj4 C. O. BUNQE
4.° La instrucción secundaria general y la instrucción se- '
ciindariopreparatoria se darán en diferentes institutos. Se im-
plantará, pues, un sistema de escuelas plurales, semejante al
de las escuelas paralelas del sistema alemán, y habrá, por lo
menos, dos tipos de institutos: la escuela superior o colegio
nacional para la instrucción secundaria general, y, para la pre^
paratoria, "liceos", "academias" o "gimnasios".
Este sistema de escuelas paralelas tiene sobre la escuela
bifurcada o la escuela cíclica la ventaja de la unidad de mé-
todos y la desventaja de que propende a que se opte por una
carrera a una edad en que todavía no se ha decidido la voca-
ción definitiva del -educando. Tal desventaja se destruye si se
facilita que pueda pasarse de una instrucción a otra, del ti-
po de institutos generales a los preparatorios, y viceversa, por
medio de certificados y exámenes complementarios que se lla-
marían puentes.
Cuando alumnos de los Institutos preparatorios demues-
tran evidente incapacidad para llegar a la universidad, sus
maestros pueden certificarlo así, para que pasen del gimna-
sio o liceo a la escuela inferior o al colegio. A su vez, los es-
tudiantes de los institutos prácticomodernos y generales, po-
drán pasar a los preparatorios completando sus estudios. Ade-
más, si ya han terminado, las universidades podrán recibirles
previo examen de ingreso.
En los países donde la instrucción técnica de la ingenie-
ría se da én la universidad misma, a la par del derecho, la
filosofía y la medicina, puede eximirse a los estudiantes que
mgresen en ingeniería de los estudios preparatorios; basta-
rían los secundariogenerales.
5.° Los programas no darán más que líneas generales.
Cada instituto, por órgano de su director y de su cuerpo de
profesores, debe formar los programas según las tendencias
propias de los maestros y de la localidad. De este modo "^e
evitará la demasiada mecanización de la enseñanza, dándole
espontaneidad, a fin de que tenga vigor y eficacia. Para que
pueda aplicarse este régimen se requieren educacionistas idó-
neos profesionales y estabilidad en sus puestos y cargos.
LA EDUCACIÓN COÜíl'EMrOBÁNEA 165
6." La mstrucción secundaria prcperatoria necesita cier-
ío mínimum de estudios, y es poco variable, por consiguien-
te. En cambio, la instrucción secundariogeneral debe amol-
darse a las necesidades locales. Así, por ejemplo, en regiones
mineras se dará preferencia a ciertas aplicaciones de la geo-
logía, la física, la química, etc., a la industria minera. Pero
no debe nunca confundirse, porque se la disvirtuaría, el ca-
rácter general de esta instrucción secundaria con la técnica o
de escuelas especiales.
y." Se facilitará en lo posible la opción de materias. Tien-
de a dar más libertadles a los educandos y a evitar el excesi-
vo enciclopedismo, o sea la superficialidad. Aun en la instruc-
ción secundaria es más provechosa, siempre que sea posible, l.t
enseñanza intensiva que la extensiva.
CAPITULO VI
LA INSTRUCCIÓN UNIVERSITARIA Y LA TÉCNICA
§ 47. Clasificación de las universidades. — § 48. Las universidades
inglesas. — § 49. Amalgama de la vida social con la vida inte-
lectual en las universidades inglesas. — § 50. La organización
de los estudios en las universidades inglesas. — § 51. Las uni
versidades alemanas. — § 52. La organización del profesorado
en las universidades alemanas. — § 53. Las universidades fran-
cesas. — § 54. La actual organización de las universidades fran-
cesas. — § 55. La instrucción uiriversitaria popular. — § 56. La
instrucción técnica.
§47
CI.ASIFICACIÓN DS I.AS UNIVERSIDADES
Todos sabemos lo que es una universidad: un estableci-
miento particular u oficial en el cual se cursan estudios su-
periores (sttidia superiora), y que confiere grados profesio-
nales relativos a estos estudios. Quién más, quién menos, ca-
da uno se da cuenta de la alta importancia de estos institutos.
x\lgunos conocen sus orígenes históricos ; pero pocos, puede
decirse, intentan una clasificación realista de las universidades
que actualmente funcionan en el mundo civilizado. Sin em-
bargo, nada más fácil y más necesario para su mejor cono-
cimiento.
La clasificación de las universidades en autónomas e
inautónonias es defectuosa, por cuanto la autonomía univer-
sitaria constituye una noción insegura y vaga. En realidad,
casi no existen imiversidades en absoluto autónomas, pues la
LA EDUCACIÓN COXTEMPORÁxrA 167
intervención directa o indirecta del Estado en estos estable-
cimientos es hasta cierto punto un fenómeno universal. Tam-
poco funcionan universidades qué merezcan respeto y no go-
cen de cierta independencia técnica, es decir, de ciertas atri-
buciones más o menos restringidas en teoría y respetadas en
la práctica, para dictar su plan de estudios y programas, nom-
brar sus profesores y reglamentar su organización interna.
Dentro de la relativa autonomía de unas y la dependencia re-
lativa de otras hay muchos matices, casi tantos como institu-
tos. Además, la mencionada clasificación bipartida obedece a
la forma orgánica aparente de las universidades, que no
siempre revela su verdadero espíritu.
Habría que clasificarlas más bien con un criterio realis-
ta y empírico. De acuerdo con este criterio se distinguen tres
tipos : el inglés, el francés y el alemán ^. Las universidades de
las demás naciones siguen, ya uno, ya otro de estos tipos, aun-
que, naturalmente, no sin parciales diferencias y modalidades.
§48
LAS UNIVERSIDADES INGLESAS
El iipo inglés, tal cual se presenta en las universidades
de Oxford y Cambridge, es el más antiguo ; en él se ha per-
petuado fielmente la forma de la universidad medioeval, co-
mo que Inglaterra es el país más conservador de Europa. La
universidad es allí una corporación libre, levantada sobre la
base de la Iglesia; se rige a sí misma y vive de su propio pa-
trimonio, constituido por legados, donaciones, subvenciones
1. Encargado el profesor W. Lexis por el gobierno alemán de pre-
sentar en la exposición de Chicago de 1893 una memoria completa sobre
las universidades alemanas, escribió en colaboración con muchos y dls-
tmguidlslmos profesores el tratado denominado Die deutschen Univer-
sitaten für die Uníversitatfmistcllung in Chicago, 1893 ; linter Slitwir-
kung zahlreicher Universitütslehrer, Berlín, 1893. Es éste uno de los
trabajos más completos que se Han escrito sobre la materia. Lo encabeza
im e.studio del profesor E, Paulsen, cuyos primeros párrafos establecen
precisamente la apimtada clasificación tripartida.
1*8 C. o. BUNGE
}■ cuotas; el Estado, en principio, nada tiene que hacer con
su administración. Formadas paulatina e ir regularmente es-
tas universidades, son como un terreno de aluvión, compues-
to en diversísimas capas de roca, arcilla, arena y tierra fér-
til. Presentan fisonomía tan compleja, que hasta ahora no he
hallado autor que haya sabido retratarlas en pocos rasgos de
una manera completa. Lo intentaré observando especialmente
las siguientes fases: autonomía económica, autonomía . políti-
ca, espíritu tradicional, organización de las facultades y cur-
sos, organización de los estudios y función social de la en-
señanza.
A más del interés que ofrece su estudio, porque su im-
portancia las coloca entre las más señaladas instituciones de
uno de los más poderosos imperios contemporáneos, hallo
otro interés, mayor acaso, en que representan una manera
histórica de la instrucción superior. Son universidades me-
dioevales que se han mantenido intactas casi, así como el cuer-
po de aquel mammut, tesoro de los naturalistas, que se con-
servó fresco entre los hielos de Siberia, por centurias y cen-
turias. En ellas se ha guardado algo más que el cuerpo: la
vida. Indagar esta vida, a pesar de las variaciones a que la
hayan sometido las circunstancias de los modernos tiempos,
es penetrarnos del pasado de nuestras propias universidades,
del espíritu de su abolengo. De ahí dos caracteres que discul-
parán la extensión que les dedique: el críticohístórico y el
críticopedagógico. Ambos tienen importancia. En cierto mo-
do, Oxford y Cambridge son documentos del pasado; en al-
gún otro, modelos para el presente.
Tan conservador es el espíritu de las dos clásicas univer-
sidades inglesas, que han llegado a aislarse, puede decirse, de
Iss dos grandes revoluciones del pensamiento humano, que,
engendrando la vida moderna, conmovieron y reformaron en
casi toda Europa la enseñanza. El humanismo del Renaci-
miento y el filosofismo de la Revolución francesa no halla-
ron sino débiles ecos en la educación inglesa ; diríase que los
mares que rodean a Inglaterra separaran también su intelecto
de influjos continentales. Mientras el escepticismo y el cri-
LA EDUCACIÓN CONTEJfPOBÁNEA 169
tidstuo se iniciaban ya en el continente en el siglo xvi, anun-
ciando a Descartes y aun a Kant; mientras en Florencia, Ve-
necia, Bolonia y Roma reverdecían los laureles de Atenas, y
París se electrizaba ante tan espontáneo movimiento, Oxford
y Cambridge, Inglaterra toda, yacían encastilladas en su pro-
pia alma. Sus universidades y su instrucción persistieron
claustralmente escolásticas. Sólo el fenómeno de la Reforma
inglesa, que surgió en la primera de estas universidades per-
sonificado en Wycliffe, conmovió esa alma; pero la Refor-
ma fué allí, aunque sincrónica con la continental, y a pesar
vle obedecer a causas similares, en cierta manera independien-
te. Por otra parte, el Renacimiento llegó muy tardío y desvir-
tuado á Inglaterra. Tiempos difíciles, salvo cortos interreg-
nos de favor, como el reinado de Enrique viii, fueron para
Oxford y Cambridge los siglos xvi y xvii. Si aquello fué uní
primavera, ha dicho algún escritor inglés, fué una "triste pri-
mavera''. La idea sigue en Inglaterra su marcha lenta y mo-
nótona, desde la época de Chaucer hasta la de Erasmo; la ex-
pansión del clasicismo del Renacimiento no atraviesa el es-
trecho de la Mancha . . .
Tampoco influyeron más tarde, ~ en la filosofía inglesa,
el filosofismo de fines del siglo xviii, ni el romanticismo de
principios del xix. El hombre-fiera primitivo de Hobbes (ho-
mo homini lupus), así como el hombre egoísta civilizado de
Bentham, se diferencian del hombre primitivo de Rousseau,
porque, menos sensibles (exentos de todo influjo romántico),
no llegan por el amor, sino por la fuerza, al contrato social.
Y Hobbes y Bentham han imperado sobre el pensamiento in-
glés hasta los tiempos presentes. Como es lógico, si el «lovi-
miento intelectual que produjo la Revolución francesa no al-
canzó a la filosofía inglesa, menos pudo llegarle la Revolu-
ción misma, o sea el consiguiente movimiento político. Ox-
ford, Cambridge y toda la enseñanza inglesa persisten tales
cuales fueron; la instrucción laica, proclamada en la Conven-
ción Nacional, es menospreciada, y se reputa deficiente el
concepto de la instrucción públicopolítica de la universidad
política instituida por Napoleón T. A la inversa, por principio
170 C. o. UCKUE
de con3ervación y por el sentido práctico de las conveniencias
nacionales, las universidades inglesas se af erran mejor al vie-
jo espíritu de su vida tradicional, a través de tantas y tan
universales evoluciones y revoluciones ^.
1. Es altamente interesante la lectura de las oi-denanzas univer-
sitarias de Oxford y Cambridge, que están, en su mayoría, en latin, y
han conservado todas las formas de su viejo espíritu. Véase cómo, según
las de Oxford, se debe guardar la jerarquía en las relaciones de juniors
a seniora (De moribtia canfor manáis, título xv de StaUítoi univeraitis
oxonienais, pág. 237. Oxonii MDCCXCIV).
"1. De reverentia junlorum erga séniores. — (Add. p. I, ante 320.
1838). — I. Quum ad mores rite conformandos plurimum conducat ut
Bingulis ordinibus pro dignitate cujusque sua tribuatur obser\'antia ;
pstatutum est quod júniores senioribus, id est nondum graduati Bacca-
laurels Artlum Magistris, Magistri, itidem Doctoribus, debitam et con-
pruam reverentlam tum in privato tum In publico exhibeant ; exempli
iíratia, ubi convenerint locum potiorem cedendo, ubi obvii venerint de
Via decedendo, et, si occasio postulet, ad -justum intervallum caput
aperlendo. Insuj^er quilibet Baccaulaurtus in .lurl Civili vel in Medi-
cina (qui non etiam inceperit in Atribus) culiljet Magistro in Artibus
ejusdem anni debet intra Universitam locumque daré.
"2. Si vero aliqui secus gesserint, si iufra gradum Magistri in Arti-
bus vel Baccalaurei in Jure Civili vel in Medicina fuerint, a Vice-Can-
cellario aut Procuratoribus castigentur, vel adnionitione gravi vel pensó
aliquo literario ; vel si Vice-Cancellario et Procuratoribus visum fuerlt,
repellan tur a gradu per unum terminum toties quoties, et libro nigro
l'rocuratorum inserantur nomina ipsorum. Cseteri autem a Vice-Can-
cellario admoneantur, et, si contumaces perstiterint mulctentur insuper
(jro delicti gravitate, modo ne quinqué librarum summa muleta Ista
excedat ; vel, siquando ulteriorera gradum amblant, repellantur a gradu
per unum terminum toties quoties, et in libro nlgi'o Procuratorum no-
mina ipsosum Inserantur".
Véase también, porque no es menos curioso, cómo reglamentan las
ordenanzas de Cambridge el vestido, la modestia y la urbanidad:
"Sect. 1. De vestitu. — Quoniam ad academite disciplinam conscr-
vandam quamplurimum valeat vestitus academicus, videant omnes, qui
sint In statu pupillari, ne in publicum nisi vestitu ordini suo propio
induti exeant. Quod qui omiserlt nec procuratori d<í omissione satisfe-
cerit, mulctetur prout per ordinationes academiae provisum fuerlt...
"Sect. 2. De modestia et morum urbanltatem. — Omnes cujuscumque
gradus bonos mores conservent, et dlligenter curent ne quid omnino
raciant, unde ad aliquem scholasticum aut ad ipsam academiam infamia
perventura sit. Modestian» suo ordini convenfentem omnes ómnibus In
locis colant, praesertim in concionibus et congressibus publicis. Inferiorla
ordinis superioribus loco cedant, debita reverentia prosequantur.
"Procuratores Cancellario in disciplina conservanda sedulo asi.stant.
ecliolares, si levius peccaverint, commonendo aut mulctls usitaiis vel
alíis levioribus suppliciis puniendo. Si quis vero cujuscumque ordinis
gravius ofíenderint cancillarium certiorem laciant procuratores ct, si
eJ videatur, delinquentes in ejus curia crimenentur. Omnes autem can-,
cellarium et procuratores in disciplina conservanda pro virlli adjuvent :
nec quiscuam scholaris nomen suum cuilibet sufragii jus habentl pos-
lulaiit profiteri recusef.
LA EDrCACl6x COXTEMPOB-VSTEA 171
Mas no ha de inferirse, del típico espíritu conservador
de las dos viejas universidades inglesas, que hayan manteni-
do los estudios en retrógrado estancamiento. Las formas o el
continente son las mismas desde hace siglos; en cambio, el
contenido y los métodos han variado bajo la acción del tiem-
po. Examinemos, al efecto, la facultad básica de esos altos
institutos, la Faculty of Arts (de Artes). En su origen se re-
dujo al Aristóteles de los teólogos (siglos xiii y xiv) ; más
tarde se agregó Platón y el estudio sistemático de San Agus-
tín y Santo Tomás ; luego, por obra directa del refinamiento
anglosajón e indirecta del Renacimiento, se acudió a los tex-
tos clásicos originales, comenzándose el estudio del griego
(siglos XV y XVI ). Posteriormente se dividió esa facultad en
secciones; se inició el estudio de los filósofos nacionales, co-
mo Hobbes, Bacón y Bentham (siglos xvii y xviii) ; estudiá-
ronse sistemáticamente las ciencias físicas y matemáticas; co-
menzóse el cultivo del idioma y la literatura inglesa, y, final-
mente (siglo xix), el de historia moderna, incluso ciencia y
y economía políticas.
Extremando el análisis, ha de encontrarse que aun el es-
píritu de estas universidades ha sufrido algunas lentas y re-
lativas transformaciones. Imposible es que atravesara incó-
lume de nuevas influencias seis o siete siglos de civilización.
Lógico es suponer que, si bien conservando las formas claus-
trales, clásicas y tradicionales, haya también realizado sus
evoluciones más o menos perceptibles. En último caso, pien-
so que, para mayor claridad, el sociólogo pueda olvidarlas en
sus síntesis, así como en astronomía elemental se hace abs-
tracción de los movimientos del sol, suponiéndolo un punto
fijo en el espacio.
El viajero que llega con ánimo desprevenido a Oxford
o a Cambridge, lo primero que ordena a su guía es que le lle-
ve a visitar la universidad. El guía se encoge de hombros y
le responde: "Iremos a ver los colegios". Se recorren calles
y más calles; amplios colegios claustrales de severa arquitec-
tura gótica, cada cual provisto de un ancho hall que es toda
una galería de retratos, y de una hermosa capilla; extensas
172 C. o. BUNGE
praderas para sports, las pintorescas riberas del río, numero-
sos edificios pequeños para casas de estudiantes... Pero
nunca se llega al ansiado recinto de la universidad. Es que la
universidad no existe sino como una confederación de cole-
gios. Estos colegios no se han fundado conforme a un plan
sistemático. La iniciativa privada de los maestros y la gene-
rosidad de los magnates han determinado su creación y au-
mentado su número e importancia. Además, en la actualidad
se permite la existencia de una especie de estudiantes libres,
independientes de los colegios, quienes forman sólo insigni-
ficante minoría.
Casi nada se sabe de los primeros orígenes de las uni-
versidades de Oxford y de Cambridge. Sus más antiguos co-
legios se atribuyen fechas atrasadísimas en su fundación ;
pero de eso no se guarda memoria en los anales. Indudable-
mente, la labor educativa que debía durar tantos siglos se
inició en esos parajes por maestros modestos, cuyo nombre se
ha ocultado a la posteridad. El lugar debió ser elegido por
sus recursos y paisajes, y también porque se hallaba suficien-
temente lejos de la capital para substraerse a las preocupa-
ciones políticas, y suficientemente cerca para atraer a sus ha-
bitantes a las aulas. El más antiguo profesor que se recuerdi
en Oxford es Master Puleyn, que inició sus lecciones en 1133.
Sin embargo, supónese anterior la fecha de la fundación de
esa universidad ^.
1. Oportuno paréceme recordar cómo se lian ido escalonando a travSs
áe los tiempos los que componen cada una de las dos universidades her-
manas, cuyo nacimiento debió ser casi simultáneo. Oxford, con funda-
mento, alardea de alguna mayor antigüedad ; sus colegios fuéronse
constituyendo asi: Uiüversity College, en 872; Balliol College, en 1263:
Merton College, en 1264; Exeter College, en 1314; Oriel College, en 1263;
Uv.en's College, en 1340; New College, en 1379; Lincoln College, en 1427;
All Soiila College, en 1437; Magdalcn College, en 1548; Brosenose College,
en 1509; Corpus Christi College, en 1516; Christ Clinrch, en 1546; Tr¡-
tvity College, en 1554; Sai7it-Johii College, en 1555; Wadham College,
en 1612; Worcester College, en 1614; Hect/ord College, en 1674; 8t. Mary
Rail, en 1733; Sí. Edmund Hall, en 1857; Reble College, en 1870; en
1868 se admitieron como cuerpo autónomo los estudiantes non collegiate;
en estos últimos años se han fundado Grindle's Hall y Marcon'a Hall, y
una vez permitido a los jóvenes católicos ingresar en la Universidad, el
Jesuíta Clarke ha fundado, ba. poco, el Charke's Hall.
I^ EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 173
Como he dicho, y como continuamente se repite sin ha-
cer los menores distingos, el Estado nada tiene que hacer
con la administración de los haberes de la universidad. Es-
te es el principio que sirve de base, a través de los siglos, a
la autonomía económica de Oxford y de Cambridge, que ha
engendrado y sostiene su autonomía política. La regla, empe-
ro, no es absoluta. En estos últimos tiempos, con frecuencia
intervienen comisiones del Parlamento con una especie de
derecho de revisión sobre la distribución de los fondos uni-
versitarios.
En efecto, la fortuna se halla muy desigualmente dividi-
da entre los varios colegios que componen a Oxford y Cam-
bridge, hasta el pimto de que hay algunos que poseen gran-
des bienes y otros, no menos importantes, que no tienen ren-
tas suficientes para mantenerse como debieran. Tales, por
ejemplo, Saint John, que es de los más ricos, y Balliol, que
es de los más pobres, en la Universidad de Oxford. En estas
circunstancias, una comisión del Paríamento tiene desde ha
tiempo en estudio varios proyectos para obviar esos inconve-
nientes, quitando un reducido tanto por ciento de sus rentas
a algunos colegios para favorecer a otros, pero sin destruir,
naturalmente, las desigualdades establecidas por la generosi-
dad de los donantes, cuya voluntad debe ante todo respetarse.
Anulando sus actos, para distribuir en el total de las univer-
sidad los bienes dejados a tal o cual colegio, se correría el
peligro de retraer ciertas donaciones que se instituyen a fa-
vor de un colegio determinado y no de todos. La cuestión es
grave. Conviene consignarla para dejar establecido que la in-
dependencia económica no se libra, ni aun en las dos univer-
sidades clásicas de Inglaterra, de cierta intervención o supe-
rintendencia del Estado, Además, éste paga los sueldos de cie-
tos funcionarios de la universidad, como el rector y sus se-
cretarios, y también de algtuios profesores, llamados por esto
"reales".
La dirección de cada colegio, asesorada por los cuerpos
académicos, está encargada de su administración. Desde la
fecha de su origen — a veces desde el siglo xiii — acumulan
174 c. o. BrííGE
esos institutos los fondos con que se los ha favorecido, em-
pezando por el magnate fundador hasta concluir con el moder-
no fabricante de zapatos cuyo primogénito alli se educa. Los
retratos que se exhiben en los halls de los colegios represen-
tan, no sólo a los hombres notables que fueron discípulos o
maestros, sino también a los más generosos protectores.
§49
AMALGAMA DE LA VIDA INTELECTUAL CON LA VIDA SOCIAL
La circunstancia de que las horas del estudiante transcu-
rran en una ciudad de escasa población y ninguna importan-
cia comercial ni política, sometidas a la tutoría universitaria,
produce este ef icasísimo resultado : amalgamar la vida social
con la vida intelectual.
En los paseos y centros recreativos de Oxford y Cam-
bridge no hay casi más concurrentes que los estudiantes y
profesores. En los hogares de estos últimos se verifican las
tertulias y saraos, que poseen así un marcado carácter aca-
démico. Los principales temas de conversación son, en conse-
cuencia, y por tratarse de puros universitarios, cuestiones
universitarias. El estudiante, que durante los cursos no pue-
de ausentarse ni a Londres sino en casos especialísimos, aca-
ba por identificarse, por poco aplicado que sea, con la vida
social universitaria, y allí, en vez de distraerse, aprende co-
ino sin quererlo. En una palabra, la vida social y la vida del
bogar no apartan a los escolares de sus estudios: antes bien
les prestan maj-or interés. Toda la universidad es una gran
familia diversa de la población, con la cual sostuvo antaño
sangrientas riñas, llamadas de fown and gozvn. El ciudadano
extraño a la Universidad medioeval, era allí despreciado co-
mo bárbaro e ignorante; era el enemigo nato de los imiversi-
tarios, y no perdía oportunidad de zaherirlos. De ahí ha sur-
gido el moderno significado de la palabra "filisteo", para de-
signar al burgués sentencioso, limitado, torpe y egoísta. Se
l.A ; l.í I M m.N (ONTKMPOKÁNV^V 17»
atribuye un origen alemán a esta acepción, que a veces duele
como latigazo. Se dice que a principios del siglo xviii un sa-
cerdote de la Universidad de Jena, teniendo que pronunciar
la oración fúnebre de un estudiante muerto en una de las fre-
cuentes peleas entre los universitarios y el pueblo, adoptó por
texto bíblico aquel versículo del Libro de los Jueces (16-20)
que dice: "Los filisteos sobre ti, Sansón".
La gran distracción permitida a los Oxfordinen y Cain-
hridgcmcn son los sports, que fortalecen y alargan la vida.
Esto hace singularmente placenteros los estudios en la Uni-
versidad, que suelen ser alegres temporadas de campo. En uní
de las caricaturas del Punch, un pasante que prepara a un jo-
ven para ingresar en Oxford o Cambridge, le dice : ''Promé-
teme estudiar tres meses, y yo te prometo cuatro años de va-
caciones". En efecto, la excesiva importancia de los sports y
la vida social universitaria, no son cargas ingratas para hom-
bres jóvenes, y en esta vida un iindcrgraduate (estudiante)
de fácil comprensión y buena memoria, por poco que se apli-
que en las ¡ccturcs (clases), acaba por familiarizarse con sus
estudios. Además, las repeticiones de los tntors en privado a
un grupo reducido y similar de alumnos, y a veces a uno poi-
uno, son lecciones luminosas, en las que hasta los más hara-
ganes, con un poco de buena voluntad, aprenden sus progra-
mas.^
Cada estudiante reparte poco más o menos así el tiempo :
íc levanta a las siete; almuerza en seguida sólidamente en
su departamento del colegio o de su lodging housc; oye una o
dos lecinres de una hora antes de las doce; el profesor dicta
v él toma notas en su cuaderno; luego hace, a la una, un
runch levísimo, con el objeto de hallarse ligero, cu traininu,
para los sports; de una a siete se dedica al remo, la equita-
ción, el foot-ball, el cricket, etc., en trajes cómodos y adecua-
dos, y a las siete debe hallarse vestido con su traje claustral
en el salón donde todos comen, los estudiantes en la mesa co-
mún, la ''mesa baja", y los profesores, de frac y toga, en !a
"mesa alta" {high tablc). Después de com^r, los estudiantes
van a fumar su pipa al conimon rooin, y luego disponen de la
176 C. o. BUNOE
noche, mas deben estar de vuelta los internos antes de las do-
ce, so pena de una multa que crece con el número de infrac-
ciones. Sólo usan el traje universitario, blusa negra y birre-
te cuadrangular y con borla, en las clases, comidas y ceremo-
nias. La toga es corta para los simples estudiantes, larga has-
ta los talones para los premiados (scholarships). Los profeso-
res tienen, según sus títulos, largas togas negras, ribeteadas de
varios, vivos y reglamentarios colores."
Los estudiantes sólo están obligados a residir en Oxford
y Cambridge seis meses por año. El curso anual se compone
de tres "términos", cada uno de dos meses; los seis mesers
restantes son de vacaciones. El primer término es el otoñal :
comienza a mediados de Octubre y acaba a mediados de Di-
ciembre, El segundo es el invernal: comienza a mediados de
Enero y acaba a mediados de Marzo; el tercer término es el
de verano : comienza a mediados de Abril y acaba a media-
dos de Junio. Este último, el summerterm, constituye, para los
estudios como para los sports, la verdadera season universi-
taria. Los seis meses de vacaciones se dividen, por conse-
cuencia, en dos períodos breves, de un mes cada uno; el pri-
mero, de mediados de Diciembre a mediados de Enero; el
segundo, en el cual tienen lugar las famosas regatas (bote ra-
ces) en el Támesis, de mediados de Marzo a mediados de
Abril, y, en fin, las largas y verdaderas vacaciones de cuatro
meses, de mediados de Junio a mediados de Octubre. Duran-
te los términos, no hay más días festivos que los domingos.
Los estudiantes, para disculpar el mucho tiempo que consa-
gran a los sports durante los términos de los cursos, dicen que
estudian, más que en la Universidad, en las vacaciones . . . Só-
lo así puede creerse que sean merecidos los títulos universita-
rios que adquiere al cabo de tres o cuatro años (el mínimum
es de dos años y un término) la mayoría de los estudiantes ins-
critos.
LA RDUCACTÓN" CONTEMPOSÁNRA 177
La organización de: U)S estudios en las
universidades ingi^esas.
La organización de los estudios en Oxford y Cambridge
forma un todo tan complicado, que es muy difícil de enten-
der para quien no haya podido observarlos por sí mismo. Sin
someterse a reglas ni formas regulares de ninguna clase, la
enseñanza ha ido ensanchándose según los caprichos de la
necesidad y las innovaciones de los tiempos. La complejidad
del mecanismo se presenta ante ojos desprevenidos como un
caos, en el cual cada tutor impone a su pupilo el programa
que se le antoja. No ocurre esto, pues, aunque la concepción
del plan de estudios de cada uno sea obra de profesores y nun-
ca de estudiantes (quienes sólo por excepción suelen darse
cuenta perfecta de la organización de los estudios), el tiito^-
pone en vigor su plan según reglas determinadas, impuestas
por un maremágnum de estatutos y de decretos de los vice-
cancilleres, que la costumbre, lejos de simplificar, ha compli-
cado más aún.
> Recuérdese aquel clásico ejemplo de la filosofía positi-
'vista, según el cual sigue im cuerpo en el espacio,, si es solici-
tado por una sola fuerza, un solo rumbo; si lo impelen doí-',
ya ese rumbo no se puede determinar sino por medio de una
operación matemática; si tres, si cuatro, si siete, si veinte, el
problema se dificulta hasta llegar a ser casi irresoluble; y si
millares de fuerzas, débiles e intensas, profusamente encon-
tradas, se ejercen sobre él en todas direcciones, entonces el
cuerpo sigue tan variable ruta que quien no conoce las fuer-
zas que lo constriñen, lo supondría entregado a su libre alhe-
drío es el espacio. Algo semejante puede ocurrir al pedagogo
con un estudiante a quien somete a diversas pruebas. Supón-
gasele en Francia aspirando alcanzar un grado o título acadé-
mico según la manera uniforme de los planes de estudios; en
■tal caso le atrae una sola fuerza, su programa, y el más miope
178 C. o. BüNGE
observador sabe el camino que seguirá para graduarse; supón-
gasele en Alemania, y allí dos o tres rutas, las escuelas parale-
las, le solicitarán. Pero colóquesele en^ Oxford o en Cambridge:
allí uno solo y sólo uno podrá descifrar el enigma del camino que
debe sacarlo triunfante de aquel laberinto de estudios, su tutor.
Y éste no obra a su capricho, sino según lo que los respec-
tivos estatutos y costumbres tienen, aunque tan irregularmen-
te, preestablecido. Trataré de exponer esos principios genera-
les del sistema de Oxford y Cambridge, tomando como arque-
tipo la primera de las dos universidades hermanas, cuyo influ-
jo en humanidades en general, y en pedagogía en especial, es
mayor.
Como se ve por lo expuesto, y como en otro lugar lie
consignado, la base de organización de los estudios es, en Ox-
ford y Cambridge, el régimen tutoríal, que consiste en lo si-
guiente : cada alumno debe tener un tutor universitario que di-
rija sus estudios según reglas prefijadas y según el principio
tácito de la libertad de estudios, esto es, imponiéndole los es-
tudios que mejor convengan a su idiosincrasia como condi-
ción para adquirir su diploma ^
Definido el régimen tutoríal, que es el eje de la organiza-
ción técnica en las universidades de Oxford y Cambridge, vea-
mos ahora sobre qué conocimientos y en qué forma se distri-
1. He aquí el titulo respectivo que reglamenta típicamente en Ox-
ford ese sistema de tutoría universitaria :
Sectio li. — "Quales tutores scholaribus praeficiendl sunt". — (Add.
págs. 796, 799, 1870). — 1. "Statutum est quod scholares in quolibet colle-
gio vel aula statim a primo eorum ad academlam adventu slnguli suos
tutores habeant, doñee ad gradum aliquem promoti fuerint, vel salteni
cjuatuor annos in academia compleverint. — (Add. pág. 7, post 313, 1837).
2. "Et quod nullos pro tutore se gerat, nisi qui sit in aliqua faeul^
tate graduatus, bir provltate et eruditione perspecta, judicio praefectr
collegii sivi aulse in qua degit comprobatus, vel, si circa hoc controversia
oriatur, judicio Vice-Cancellerii approbanduo. — (Add. pág. 813, 1872).
3. "Proviso insuper quod, si per probationes legitimas Innotescat
Vice-Cancellario cuiquam minus idóneo tutoris munus fuisse demanda-
tum, liceat Vice-Cancellario eidem tutoris officio omnino Interdicere.
4. "Tutor vero scholares tutelse ei regimine suo commlssos probis
moribus imbuat et in probatis auctoribus instituat. — (Add. pág. 813, 1872).
5. "Totoris etiam muneri incumbit, quoad ea quse ipsius oculis quo-
tidie seré ingerere necesse est puplllos suos intra niodum a statutls^
priescriptum continere". (Est. clts., pág, 15).
LA EDUCACIÓrr CONTEMPORÁITEA 179
buyen estos estudios. Consideraré al efecto: a) el ingreso; b)
las cinco facultades; c) los títulos y diplomas.
a) El ingreso. — Como el Estado no presta grandes
garantías a los estudios secundarios, ni se adquiere en éstos
bachillerato alguno, las universidades exigen un examen de
ingreso denominado genéricamente responsions (en Oxford
se llama también moderations, por la tradicional moderación
en la severidad de los examinadores). Ese examen versa capi-
talmente sobre estas tres materias: Santas Escrituras (Holv
Scriptiire), griego y latín.
Si las aspiraciones del ingresante se dirigen hacia las ma-
temáticas o las ciencias naturales, se le exige un "examen adi-
cional'' que sirva de complemento (adittional subjects at i'es-
ponsions). La edad del alumno para ingresar no puede ser
menor de dieciocho años, ni mayor de veintidós.
En principio, los estudiantes, una vez ingresados, son
siempre internos; aunque cuando todos no caben en los de-
partamentos de su colegio, se les permite, pasados los dos pri-
meros años, vivir fuera, en cualquier lodging house de los al-
rededores, bajo las autoridades del colegio y la universidad.
h) Las cinco facultades. — La universidad está dividida
en cinco facultades: artes, ciencias naturales, medicina, de-
recho y teología. De éstas, se consideran facultades inferio-
res la de artes y la de ciencias naturales, y superiores las de
medicina, derecho y teología. Se explica esta clasificación por
el hecho siguiente: todos los aspirantes a ingresar en cual-
quiera de las tres facultades superiores deben cursar previa-
mente determinados ramos de alguna de las dos inferiores,
que en cierto modo vienen a constituir en estos casos una me-
dia tinta mixta de enseñanza secundaria y enseñanza univer-
sitaria general.
La facultad de artes (Faculty of Arts) está dividida en
tres secciones : Litterce Humaniores, Historia moderna (Mo-
dern History) y Lenguas orientales. En la Historia moderna
se incluye una subsección, poco cursada, de idioma nacional
y literatura inglesa.
Las cinco facultades no forman cuerpos separados den-
180 o. o. m-7íor.
tro de la universidad, como los colegios, sino que son simples
entidades ideales que resultan constituidas por estudios simi-
lares. No tienen gobierno, ni administración, ni local propios,
pues son, en último término, una mera clasificación de los es-
tudios que se hacen dispersamente en todos los colegios.
De ahí resulta esta consecuencia fundamental: que los
estudiantes forman parte de su respectivo colegio, más como
una agrupación administrativa que como de un centro exclu-
yente de estudios. Cursan sus clases en todos los colegios de la
universidad, según el profesor y la materia. Con un ejemplo
aclararé el hecho: supongamos un estudiante de la universi-
dad de Oxford, adscrito a Saint-John College, y que, según el
programa que le ha trazado su tutor, debe cursar la Faculty
of Arts en su sección de Modern History; supongamos que
en un término dado debe asistir a clases (lectures) de ciencia
política, economía política, historia del siglo xviii, historia de
Cromwell (the great rebelión) y ética de Aristóteles. Supon-
gamos también que no existe profesor en su colegio más que
de lo primero. Pues bien; cursará lo demás, indistintamente,
en Balliol. Brasenose, V/adham, Clirist Church. etc., según
le convenga y se le aconseje. Naturalmente, este sistema sólo
puede practicarse estando instalados los colegios en un radio
relativamente breve, pues no siendo así, las distancias entre
los colegios dificultarían y hasta imposibilitarían el rápido
traslado de tal a cual al salir de una clase los eáttidiantes pa-
ra entrar en otra. En Oxford todos los colegios están espar-
cidos a través de la ciudad, que es pequeña: en Cambridge la
mayor parte se extiende a lo largo del río.
c) Los títulos y diplomas. — En el cuadro que doy a
continuación trato de aclarar el orden con que se siguen los
distintos estudios en Oxford, y con ciertas diferencias en
Cambridge, consignando al efecto el proceso de exámenes.
Así, los responsions (griego y latín) forman el primer exa-
men de ingreso; las Santas Escrituras el segundo. Admitido el
estudiante en la universidad, tiene opción a las varias asigna-
turas que coloco bajo el epígrafe genérico de alternativas, y en
las que puede corresponderle, según su capacidad y a juicio
LA ISDUCACIÓN CONTEMPOBÁIÍEA
ISl
de SU tutor, la escuela fácil (pass school) o la difícil {ho-
nonr school). Estas asignaturas alternativas corresponden al
primer examen que se da en la universidad, al cabo de año"
y medio o dos años; una vez aprobado este examen, se entra
en el segundo ciclo, al cual corresponden, o bien la pass school
del último plano del cuadro (estudio mixto de LittercB Huma-
niores y Modern History), o bien cualquiera de las ocho es-
pecialidades más abajo consignadas :
De ingreso
Alternativas
Finales
In.Litt. '
2.IIonourSchoolÁ¿^¿.^¡*^
1. Pass School.
3. Honour Matematics (
(precedido o seguido de I
un Additional Sbuject). )
1, 2, 3, como los 1, 2, 3\
de más arriba.
)Pas School.
Litt. Hum.
Sesponsions: grie- !
go, latin y San-^
taa Escritoras.
4. Law Plelirainary {pxQ-l2. Matemáticas,
cedido por un Additio-\3. Jurisprudencia.
4. Historia moderna.
nal Subject). [4. Historia
). Sciencies Prelimina7-y\5 Teología
(precedido o seguido de ]Q. Est. orie
(precedido o seguidc
un Additional Sttbject). /
entales.
a) 2 o 3 de mas ari-ibao.^ Historia Natural
nnFtnal Honour School,[ (excepto Astrono-
o 6) un Suhject to spe-]^ ^.^ ^ ¿^^^ g^^.
cial regulatiom, o bien ecedida por a,.
1, 4 ó 5 de mas arriba. ' ^ ^
1 ó 2 de más arriba.
8. Lengua y Litera-
tura inslesa.
La facultad de artes, si se cursa satisfactoriamente cual-
quiera de sus secciones, confiere estos dos grados: bachiller
o licenciado en artes (bachellor of arts), y maestro en artes
(master of arts). El primer diploma se adquiere por exáme-
nes y estudios que duran de tres a cinco años. El segundo no
requiere nada más que haber adquirido el primero, que hayan
transcurrido 27 términos desde la matrícula y que se haya pa-
gado puntualmente una suma determinada para conservar el
182 <-. o. CUITGE
nombre en los libros del respectivo colegio de la universidad.
Constituye éste uno de los rasgos más curiosamente caracte-
rísticos del espíritu de aquellos institutos. Que se adjudique
un grado universitario sumo, como es el de maestro en artes,
no por exámenes ni concursos especiales, sino por el pago, pun-
tual de ciertas cuotas, parece el colmo de lo absurdo. Sin em-
bargo, ese título es apreciado por el buen sentido inglés, y
nada tiende a reformar anomalía tan aparente como su ad-
judicación actual, que es costumbre arcaica. Explícase tal
sistema por distintos factores y elementos : por la tradición y
el carácter conservador del pueblo; por sus ideas prácticas;
porque con ello se enriquece el tesoro universitario; porque
pagar a este tesoro durante ese lapso cuotas mensuales, im-
plica generalmente en el bachiller ciertas condiciones de po-
sición social, de carácter o de aspiración, que no le hacen in-
digno del título de maestro; y porque el concurso o los exá-
menes para adquirir dicho título constituirían una medida
difícil de practicar con rigor.
Aunque repetidas veces se ha tratado de que se cree y
otorgue por concurso el título de doctor en artes (doctor of
arts), esto no se ha conseguido ni se conseguirá, creo, en lo
íuturo, porque la multitud de aspirantes (un 6o ó 70 por 100
de universitarios, más o menos) en materia en que no es fácil
la selección, puede hacer caer en desprestigio el título de "doc"
tor", y con ello desprestigiar a la universidad adjudicante, la
cual debe velar, y vela ante todo, por sus respetos.
La facultad de derecho adjudica los títulos de bachiller
en derecho civil (hachellor of civil law) y de doctor en dere-
cho civil (doctor of civil lazí'). Al grado de bachiller en de-
recho civil precede el de bachiller en artes, como dije al ex-
plicar el carácter de inferior de la facultad de artes.
Para adquirir el de doctor en derecho civil se requiere:
que hayan transcurrido cinco años desde la adquisición del
de bachiller en la misma especialidad; haber cursado ciertos
estudios complementarios bajo la tutela de un regius profesor
of cizñl laiv; haber escrito un libro de mérito reconocido, y
haber pagado a la universidad determinada suma (en Ox-
LA EDUCACIÓN CO-VTEMPOBÁNEA 1S3
ford, 40 libras esterlinas, aparte de todos los demás gastos de
clase, residencia y grados anteriores).
La facultad de medicina adjudica el título de bachiller
en medicina {hachellor of Medicine) a quien llene estos tres
requisitos; el grado previo de bachiller en artes, varios exá-
menes especiales y pago de una cuota (de libras esterlinas
14 a 18). El título de bachiller en cirugía (bachellor of sur-
(jery), es ipso jacto dado a quien adquiera el grado de ba-
chiller en medicina.
El grado de maestro en cirugía se adjudica después del
de maestro en artes y de la aprobación de ciertos exámenes.
El diploma de doctor en medicina {doctor of medicine)
se obtiene de manera análoga al de doctor en derecho.
En teología existen los dos grados de bachiller: {ha-
chellor of diviv.ity). al que precede el de bachiller en
artes, doctor en teología {doctor of divinity), título que no se
adjudica más que a miembros de la Iglesia anglicana episco-
pal, o sea oficial de Inglaterra.
La facultad de ciencias naturales puede adjudicar un tí-
tulo de bachiller en ciencias naturales {hachellor of natural
sciencies), que por tradición y corruptela se involucra en
Oxford con el de bachiller en artes.
En las dos clásicas universidades de Inglaterra es donde
mayormente se ha perpetuado hasta hoy el tradicionalismo de
la graduación. Aunque ya el graduado no se arrodille ante el
vicecanciller, ni reciba de éste el ligero golpe con un libro
sobre la frente, que le instituye bachiller, la colación se produ-
ce de la siguiente manera. Convócase a los graduandos, exí-
geseles traje de etiqueta, corbata blanca, sayo y casquete de
reglamento; háceseles firmar en un libro donde conste que
han pagado sus cuotas; entran luego todos en un grupo en el
salón respectivo de la Convocation Hoiisc, donde se hallan
el vicecanciller, el deán y los rectores de los colegios con sus
túnicas oficiales; el bedel entrega a cada cual un Evangelio;
el deán los invita al juramento según una fórmula latina; ca-
da uno besa el Evangelio que le ha sido entregado; los recto-
res presentan los graduandos al vicecanciller, con otra fórmu-
184 c. o. BuríCrK
la latina que garantiza su suficiencia. Y entonces éste, de pie,
en su traje talar, descubierta la cabeza, con la pesada vara de
plata en la diestra, pronuncia con voz pausada y solemne es-
tas palabras, sancionadas por largos siglos : Domini ego admi-
to vos ad Icctionem cujus libet libri logices Aristotelis; et
super eorum artium, quas et quatenus per Statuta audivise
tenemini; insuper auctoritate mea, do vobis potestatem in-
trandi scholas, legendi, disputandi, et reliqua omnia faciendi
quae ad gradiim Baccalaurii in artibus spectat. Inmediatamen-
te, las campanas de alguna o algunas iglesias principales se
echan a vuelo anunciando a todos los ámbitos la reciente pro-
moción de nuevos bachellors of arts (los otros grados se ad-
quieren por simple decreto), y la concurrencia se retira en
alegre desorden. Tal es la ceremonia, con su conmovedora sen-
cillez tradicional, su tinte religioso, su indumentaria casi
claustral, su juramento, su repique, su carencia de oratoria,
sus ingenuas fórmulas en un latín un tanto bárbaro.
§ 51
LAS UNIVERSIDADES ALEMANAS
Pertenecen al tipo de las universidades alemanas, a
más de las de ese Imperio, las de los países vecinos: Austria-
Hungría, Suiza, Holanda, Suecia, Noruega 3'- Rusia. En
Alemania existen unas veinte universidades : las de Berlín,
Bonn, Breslau, Goethinga, Greisswald, Halle, Kiel, Koenigs-
berg, Marburgo, Munich, Würzberg, Erlangen, Leipzig,
Tübinga, Freiburg, Heidelberg, Giessen, Rostock, Jena y
Estrabürgo. A pesar de ser relativamente moderna (fué
fundada en 1809 por el rey Federico Guillermo de Prusia),
puede tomarse como modelo de ellas a la de Berlín, pues por
el número de estudiantes y el renombre de sus profesores, es
hoy considerada una de las más importantes, si no la más
importante'. Paso a describir, como prototípica, su orga-
nización.
Teniendo la Universidad de Berlín, según rezan sus
estatutos, el mismo objeto que las demás universidades ale-
lo& EDUCACIÓN C0I5 TEMPORÁNEA 1S5
manas, especialmente" el de hacer a la juventud apta para
el servicio del Estado y <ie la Iglesia, en sus diversas ramas,
por medio de sus cátedras y otros ejercicios académicos,
considérasela corporación primlegiada. Consta de los docentes,
los estudiantes y los empleados.
En los estatutos y reglamentos y en las fórmulas, la
Universidad depende estrictamente del Estado. Sin em-
bargo, de hecho, goza de amplias libertades. Cierto es que
el gobierno la costea en parte, que nombra a los profesores
y empleados en definitiva, y que tiene en ella sus agentes
oficiales; pero en la práctica, los gobiernos alemanes han
respetado siempre las universidades, cumpliendo y haciendo
ejecutar fielmente sus decretos y comunicados. Siguen
las hermosas y antiguas tradiciones de sus príncipes, tra-
diciones que podrían remontarse a Federico Barbarroja, que
concedió la constitución Habita a la Universidad de Bolonia,
La enseñanza de la Universidad se divide en cuatro
facultades: la teológica, la médica, la jurídica y la filosófica.
Como la facultad de teología lo es de teología protes-
tante, carece" de las tendencias preferentemente políticas que
tendría si fuese católica; por otra parte, el libre examen le
da por elevado fin la investigación exegética. Dicha facul-
tad es, por consiguiente", una institución de carácter en ver-
<lad científico. Así se explica que forme parte de la Univer-
sidad y que no sea patrimonio exclusivo de la Iglesia.
Las facultades de medicina y jurisprudencia tienen por
objeto, como todas las de su género, formar médicos y abo-
gados. En cambio, la de filosofía posee un carácter espe-
cialísimo, al mismo tiempo científico y especulativo, propio
en cierto modo de" las universidades alemanas. Además de
la filosofía propiamente dicha y de las altas humanidades, le
incumbe la enseñanza superior de las ciencias matemáticas,
naturales, históricas, filológicas, políticas y económicas. Es
algo como un campo neutral al que" convergen todos los
estudios superiores y fundamentales, algo como un trait-d'u^
nion de las otras tres facultades. Por ello uno de los rectores
de la Universidad de Berlín, Du Bois-Raimond, en un discur-
so célebre, la ha llamado la facultad básica y primordial. Al
1S6 c. o. crxGE
titulo de Philosopkia Doktor que ella otorga corresponden
doctorados diversos, como el de filología y el de química.
Sus diplomas no sirven para el ejercicio de las llamadas
profesiones liberales, médica o jurídica, mas acreditan cono-
cimientos superiores en materias a veces relacionadas con
la medicina y de la jurisprudencia. Sin duda, una de las
mayores ventajas del tipo universitario alemán es la existen-
cia de esta facultad, cua^o objeto, más que el de dar diplo-
mas profesionales, constituye el de cultivar amplia y desin-
teresadamente especialidades científicas cuya aplicación no
es casi nunca directa e inmediata en la vida social. Ade-
más, por abarcar las ciencias físiconaturales y las humani-
dades, ejerce sobre éstas una saludable influencia de disci-
plina científica y método positivo.
Es de" notar que en las cuatro facultades no se incluye
la de ingeniería, cuyos estudios se cursan en institutos
especiales y autónomos: 'las escuelas técnicas (Techni-
ken), para la ingeniería, mecánica, electrotécnica, naval y
de puentes y caminos, y academias (Akademien), para la ar-
quitectura. Esta separación de las escuelas de" ingeniería
se explica fácilmente y tiene su claro oibjetivo. En efecto,
la teología, la medicina, el derecho y la filosofía son altos
estudios más o menos especulativos que requieren una larga
y seria instrucción previa, la instrucción preparatoria se-
cundaria, literariocientífica, que se da en los gimnasios
(Gyninasicii) y gimnasios reales {Reaígyuínasien) . Por el con-
trario, la ingeniería, en sus diversas ramas, es un estudio
más práctico que teórico, y no necesita de la sólida instruc-
ción preparatoria literariocientífica de los gimnasios y gim-
nasios reales, bastando para ingresar a las escuelas técnicas
ciertas nociones generales que se pueden evidenciar en un
simple examen de ingreso. Por ende, los estudios de inge-
niería no son propiamente universitarios, y al separarlos de
la universidad se evita a sus estudiantes el malgastar tiem-
po en largos estudios preparatorios, es decir, en los gimna-
sios y gimnasios reales.
Coexisten armónicamente en la Universidad dos cate-
gorías de" corporaciones gubernativas: la corporación gu-
LA EDUCACIÓN COIÍTBMPOO/VNEA 1S7
bemativa de la Universidad in totiim, que es el senado, pre-
sidido por el rector, y las cuatro corporaciones guberna-
tivas de las facultades, compuestas de los respectivos pro-
fesores ordinarios y el decano. Veamos primero la organi-
zación parcial de las facultades para pasar luego a la to-
tal de la Universidad.
La dirección y vigilancia de cada facultad correspon-
de' al cuerpo de profesores ordinarios; pero, como este
cuerpo no podría realizar un gobierno apropiado, por com-
ponerse de muchas cabezas, nombra un decano para que
le represente y proceda en su nombre. El decano dura un
año en sus funciones. Tan a menudo como lo considere
necesario, reúne al cuerpo de profesores ordinarios en
consejo, bajo su presidencia. La costumbre y una regla-
mentación minuciosa de cada facultad establecen la forma
en que el decano gobierna, de acuerdo con el consejo y
como su delegado.
Cada facultad es responsable in solidtim del conjunto de
la enseñanza de su' dominio, de modo que cualquiera que
siga sus estudios durante tres años consecutivos halle opor-
tunidad de cursar las asignaturas capitales {Haupt discipli-
nen). Compútase al efecto los cursos de los profesores ordi-
narios y aun los de los extraordinarios, mas no se tienen en
cuenta los de los Privatdozenten. Es permitido a los estudian-
res el libre paso de una a otra facultad. En virtud de su
derecho de dirigir sus estudios, resi'de en caaa facultad el
poder de conferir dignidades universitarias (gclchrtcn Wür-
den), entendiéndose que éstas se adquieren bajo la autoridad
general de la Universidad. Igualmente corresponde a cada
facultad el derecho de dar permiso para dictar clases ba-
jo su jurisdicción y su nombre'. ISi un profesor de una fa-
cultad determinada quiere dictar un curso en otra, debe
solicitar el correspondiente permiso del decano de esta se^
gunda.
El senado, la corporación gubernativa del total de la
Universidad, se compone de once miembros, a saber: el
rector, su antecesor, (si éste ha terminado el rectorado por
abdicación, su respectivo antecesor en vez de él), los cua-
188 C. o. BUITGB
tras decanos y cinco profesores ordinarios. Una asamblea
general de todos los profesores ordinarios de la Universi-
dad, que se reúne cada año en determinada fecha, elige al
rector y a los senadores. Elegido el nuevo rector, por un
año, todos los profesores deben prestarle, en un acto so-
lemne, juramento de cumplir con su deber. Anualmente se
eligen tres de los cinco senadores ; de estos tres, dos du-
ran dos años, y un año el tercero, echándose a la suerte
cuál ha de ser este' tercero.
Todos los senadores, así como los empleados del se-
nado, deben mantener secretas sus resoluciones hasta su
publicación. Las contravenciones a esta regla pueden ser
castigadas por el senado, quien tiene el derecho de excluir
de su seno al senador o empleado contraventor, siendo, etn-
pero, el ministerio la autoridad que debe ejecutar el cas-
tigo contra los empleados. Cada senador tiene el derecho
de hacer constar, en cualquier caso, su manifestación de
que se ha encontrado en la minoría, o bien el de concretar
en el protocolo el voto diverso al de la mayoría.
De hecho, y aun de derecho, el verdadero y definitivo
gobierno de la Universidad reside en el senado, que debe
reunirse por lo menos dos veces al mes, presidido por el
rector, quien puede también citarlo a sesión extraordinaria.
Resulta, pues, casi ocioso deslindar las atribuciones de la*
facultades y las del senado, siendo éste quien viene a dirigir,
no sólo la Universidad in totum, sino también cada una de
las facultades. Para esto cuenta en su seno a los decanos.
No hay dualidad concreta entre las facultades y el senado,
siendo éste la entidad suprema representativa de las fa
cultades. Para lo único que éstas conservan su autonomía,
puede decirse, es para los nombramientos de Privatdozen-
ten y la reglamentación interna.
No goza ya la Universidad del medioeval fuero uni-
versitario, pero posee una jurisdicción académica (akade-
mische Gerichtsharkeit) , cuyo objeto es mantener la dis-
ciplina en el gremio estudiantil. Como consejero y auxiliar
del rector y el senado para el ejercicio de esta jurisdicción
académica, el gobierno nombra un síndico, el cual debe sct
LA Kl)VC¿£lOv contempobIhea 189
invitado, a la par que los senadores, a todas las reuniones
del senado, aunque no toma parte más que en los debates
en que se trate de asuntos jurisdiccionales, o sea cuestio-
nes de disciplina. Tiene el rango de un profesor ordinario,
y es asistido por el secretario y los empleados subalternos
de' la Universidad. Cuando el rector y el senado lo requie-
ran, está obligado a asesorarlos en asuntos en que sea ne-
cesario el conocimiento de las leyes y de la constitución
del país. Debe intervenir en los contratos onerosos que
pacten los estudiantes, y da a los forasteros testimonios
para su vida privada, sin cobrar por ello emolumento al-
guno.
El rector ejerce la jurisdicción académica en los ca-
sos de faltas leves; en los de graves; el senado (asesorados
siempre uno y otro por el síndico). Son faltas graves:
los duelos, las injurias de hecho, el alterar el orden en
sitios públicos,, las ofensas al superior, las ofensas a los
docentes, las rebeliones y los motines de estudiantes. Las
demás faltas, como las injurias verbales entre estudian-
l tes, se consideran leves. Los castigos son : amonestación
privada del rector, amonestación pública ante el senado,
amenaza de los concUii obeundi, el concilium ahenndi y la
'\^ expulsión. La prisión (Karzer) por cuatro días en la mis-
ma Universidad, es la pena mínima por las faltas graves.
Por ser la jitventud edad de turbulencia y de impulsos, y
por necesitar los estudios superiores de perfecto orden y
disciplina, los castigos, en general, son severos, y especial-
mente en los casos de ofensas a los profesores. Esta falta
. es penada, según las circunstancias, con rigurosa prisión cok-
cüiunt abeundi o expulsión.
Cuando un estudiante se halla procesado por la justi-
cia ordinaria por un delito o por una falta grave contra las
costumbres, es suspendido hasta que se resuelva el caso.
Después del sobreseimiento definitivo se le levanta la sus-
pensión, pero si el sobreseimiento es provisorio (ab ins-
tantia), la suspensión no le será levantada sino como gra-
cia especial del senado. 'Si la sentencia de la justicia ordina-
ria es definitivamente condenatorio y el estudiante no tie-
19Q C. o, liüNüE
ne su domicilio en la ciudad por circunstancias de familia,
el senado posee la facultad de pedir su extrañamiento. Así,
pues, se establece que el solo hecho de pertenecer a la Uni-
versidad es una patente de buenas costumbres, como que
el ejercicio de las profesiones para las cuales otorga ella
diplomas, requiere singular moralidad. Un médico, un abo-
gado, un humanista, un sacerdote criminales, son gene-
ralmente más peligrosos para la sociedad que los jorna-
leros, los industriales, los comerciantes delincuentes. En
efecto, reina en la Universidad un severo ambiente de co-
rección y de disciplina, siendo contadísimos los casos en
que hay que aplicar contra los estudiantes el rigor de los
reglamentos y leyes. Puede decirse que, en cierto modo, se
conserva todavía el espíritu claustral de la Universidad de
los siglos medios.
Los empleados subalternos á?. hi Universidad son : el
secretario, el cuestor, el comisario, el alcalde, el cancelario
y los bedeles. Todos tienen sus especiales atribuciones,
recibiendo el comisario y el alcalde sus instrucciones di-
rectamente del gobierno. Las del secretario son : llevar el
protocolo de las asambleas de profesores ordinarios y el
de las sesiones del Senado; comparecer en persona a és-
tas, a requisición del rector, para informar sobre las cir-
cunstancias de la Universidad; guardar secreto de las asam-
bleas de profesores y de las sesiones del senado; dar cuenta
al rector de cualquier cosa que descubra y pudiera dañar a la
Universidad.
Los estudiantes ingresan en la Universidad por la ma-
trícula. Solicítase la matriculación : por pase de una uni-
versidad alemana a otra, por examen de ingreso de acuer-
do con los reglamentos, y por presentación de certificados
de estudios secundarios verificados en ciertos institutos.
Los que soliciten su matrícula por examen de ingreso, de-
ben rendirlo ante una comisión mixta de examinadores.
Si ésta los aprueba, solicitan su matrícula dentro del ter-
cer día. No puede- ingresar en la Universidad quien ha sido
rechazado con la nota de incondicional; el que lo ha sido
I,A EDUCA CIÓIí CONTEMPORÁNEA 191
con nota condicional, lo podrá una vez cumplidas las con-
diciones de ésta. Los militares no pueden matricularse,
en principio general.
Por la matrícula se adquiere' el carácter profesional
sui géneris de estudiante universitario con todos sus de-
beres y derechos. Estos derechos son : el de residir en la
ciudad libres de cargas personales y municipales (Aufeni-
haltsrecht) ; los que provienen de la especial situación ju-
rídica del estudiante y el derecho de asistir a las clases >
a los institutos oficiales relacionados con la enseñanza. Por
otra parte, los deberes de aplicación, disciplina y buenas
costumbres son estrictos, cantigándose seriamente, como
hemos visto, las contravenciones y faltas. Puede decirse
que el ser estudiante constituye un estado singular al cual
no se someten sino aquellas personas que tienen firme in-
tención de estudiar y graduarse ; pero un estado que, una
vez adquirido y mientras se mantenga, representa la si-
tuación más favorable al estudio y en cierto modo un pri-
vilegio. Asi estimula el Estado la cultura superior.
§ 52
I.A ORGANIZACIÓN DKL PROFESORADO EN LAS UNIVERSIDADES
ALEMANAS
No terminaré mi exposición sobre las universidades
alemanas sin un estudio detenido de la organización del
profesorado, que constituye acaso lo más vigoroso y ca-
racterístico de esas instituciones. El asunto es de capi-
1 importancia, pues el éxito de la enseñanza de una uni-
% ersidad depende principalmente de la preparación de su
cuerpo docente. Formarlo y mantenerlo implica en la prác-
tica gravísimo problema de técnica y de reglamentación.
El profesor universitario requiere, además de conoci-
miento y aptitudes didácticas, personalidad propia, tempe-
ramento investigador y original. Sólo así dará a su cátedra
un interés superior, haciéndola palanca del progreso. Pues
bien, con el sistema del PrivatdoBcni, la universidad alemana
1^52 C. o, BUKGE
consigue involucrar en su enseñanza a los espíritus más
avanzados y poderosos, con lo que no sólo se mejora a sí
misma, sino que también encauza y fortifica la accción de
éstos, dando forma orgánica y evolutiva a sus teorías,
tantas veces revolucionarias. Tienen, pues, razón los ale-
manes en enorgullecerse de que, a"" diferencia de lo que pa-
sa en otros países, las más altas mteligencias nacionalci*
se desarrollan casi siempre dentro del molde civilizador
de la enseñanza oficial de sus universidades. A él se ajus-
taron juristas como Savigny,^ 'historiógrafos como Ranke
y Waitz, poetas como Uhland y Rückert, y aun Bürger
y Schiller, filósofos tan personales como Kant, Fichte, He-
gel y Schelling, reformadores como Lutero y Melanchton,
y hasta revolucionarios como Nietzsche...
De tres órdenes de profesores se compone el personal
docente de las universidades alemanas: ordinarios {ordentli-
che Professorcn), extraordinarios (ausserordentlichen Pro--
fessoren) y privados (Privatdozenten) . Estas tres categorías
están tan íntimamente asimiladas, que forman una sola
clase compacta, quizá la más respetada del Imperio: la del
profesor universitario. Así, ni la enseñanza ni el título
de éste son privilegios de un grupo oficial de docentes ti-
tulares; más bien constituyen el más alto rango intelectual,
al que pueden optar todos aquellos que" tengan derecho a
a él por su inteligencia y conocimientos. De este modo, ga-
na la enseñanza y gana la importancia del título, abarcan-
do en franca competencia a cuantos lo merecen y honran.
Son profesores ordinarios los que dictan una cátedra
oficial como titulares y son pagados por el Estado. Los
extraordinarios, igualmente remunerados por el Estado, se
instituyen en ocasiones sacándolos del cuerpo de los Privatdo-
zenten, para dictar transitoriamente una cátedra acéfala. Es
muy común que este desempeño de una cátedra oficial extra-
ordinaria preceda, en un Privatdozent, a su ascenso a pro-
fesor ordinario. Llámase también a veces profesores ex-
traordinarios a ciertas personalidades científicas de pri-
mera magnitud, que, ya accediendo a una mvitación de
una universidad o por propia iniciativa, dictan un curso
LA EDUCACIÓN CONTEAIPOKÁNEA 193
fuera de los planes, para mi determinado grupo, por lo gene-
ral selecto, de graduados y de estudiantes.
No es en absoluto un profesor privado el Privatdozent,
mtes bien una especie de substituto en ejercicio simultáneo
con el titular. Es admitido en la enseñanza de' la Universi-
dad con escrupulosos requisitos de competencia; sus pro-
gramas son tan válidos como los del profesor ordinario;
forma parte de las comisiones examinadoras. Pero no es
remunerado por la universidad, sino ipor los honorarios
(Stipendien) que le paga el grupo de estudiantes que opta
por su enseñanza, con preferencia o en complemento a la del
profesor oficial. El papel de los Privatdosenten es doble :
completar la enseñanza del profesor ordinario y estable-
cer una competencia de estímulo, siempre útil para el per-
feccionamiento de la enseñanza del uno y del otro. Ade-
más, casi siempre se elige al profesor ordinario del cuer-
po de los Privatdosenten. De ahí que, al estudiar los requisitos
que se exigen a los Privatdosenten, estúdianse también las
condiciones de los profesores ordinarios, pues la costum-
bre, 3'- a veces aún los reglamentos, sólo consideran a aqué-
llos candidatos idóneos para las cátedras oficiales. La au-
i;oridad vela con toda suerte de estímulos para que las uni-
versidades cuenten con un número suficiente de profesores
titulares ; y a este efecto el gobierno pensiona a doctores
pobres que se preparaban para optar al título de Privatdozent,
y que se han distinguido "por su inteligencia y aplicación,
y sobre todo por haber ya publicado trabajos de mérito".
T^a piedra de toque de la competencia es siempre en Ale-
mania el valor de las obras escritas que pueda presentar
el pretendiente ; lo demás es conio de secundaria impor-
tancia.
Para optar al cargo de Privatdozent es indispensable ha-
ber dedicado a lo menos seis años a estudios superiores, y
de ellos siquiera los tres primeros en una universidad, y
haber adquirido el título de doctor. En qué orden se han
de verificar estos estudios, qué estudios se han de hacer
y cuántas horas semanales se han de consagrar a ellos, son
puntos que ?e dejan por completo a la vocación y al crite-
7
194 C. o. BUNGE
rio tje los aspirantes. La primera condición de las univer-
sidíides alemanas es una libertad amplia, que, si no fuer?,
por la buena fe de los estudiantes y la dirección constar-
te de los maestros, pondría en peligro la disciplina y la
seriedad de esas instituciones modelos. Llenadas las con-
aicic.'ies predichas, el aspirante presenta a la facultad res-
pectiva una solicitud, para que se le admita a rendir prue-
ba de competencia. Junto con la solicitud, presenta el cer-
tificado universitario de asistencia, el diploma de doctor,
un breve memorial de su vida y un trabajo sobre cada uno
de los ramos para cuya enseñanza desea ser habilitado. La
facultad elige entonces dos personas para que den dic-
tamen sobre dichos trabajos en catorce días; en este tér-
mino, ellas lo examinan y lo juzgan, y su juicio es publi-
cado junto con los trabajos, por cuenta del aspirante, y dis-
tribuido entre los miembros de la facultad. En seguida la
facultad, esto es, el consejo de profesores ordinarios, vuel-
ve a reunirse y decide por mayoría de votos, estando pre-
sentes por lo menos la mitad de sus miembros, si el as-
pirante es o no admitido a rendir las pruebas. Si se decide
la negativa, se ha de resolver a continuación si se le re-
chaza en absoluto o si se le permite presentarse con nue-
vo trabajo al cabo de un año. Si se decide por la afirma-
tiva, entonces se le llama a dar ante la facultad una con-
ferencia de ensayo y prueba sobre cada uno de los ramos
para cuya esefíanza desea ser habilitado. Esta conferencia
debe demostrar las aptitudes del candidato para la en-
señanza, y se ha de dar como si fuera una lección destina-
da a los estudiantes.
Para ser profesor universitario se requieren, pues: T."
estudios en alguna universidad, que se comprueban por el
título adquirido (doctorado), y 2°. originalidad intelectual
demostrada en obras de público aprecio y notoriedad. De
este modo se reúnen en el profesor sus dos cualidades
esenciales ; conocimientos e inteligencia sobresaliente. Los
primeros se evidencian por el grado universitario, la se-
gunda por las obras publicadas. Tanto los unos como la
otra, son condiciones sinc qtia non para constituir al docen-
LA EDUCACIÓN CONTEMPOiLÍNEA 195
te universitario típico. Los conocimientos solos, por valio-
sos que sean, pueden engendrar una enseñanza mediocre, lo
que no es propio de instituciones como las universitarias,
que deben marchar a la cabeza de todos los progresos y teo-
rías nuevas ; la inteligencia original es el sello de verdade-
ra superioridad que debe caracterizar a los profesores uni-
versitarios. El peligro de que sean teorizadores impruden-
tes y utópicos se evita con la garantía del grado universi-
tario antes adquirido. No se necesita comprobar ambos
extremos, vastos conocimientos especiales y originalidad
intelectual, para la instrucción secundaria, en la que bas-
tan estudios generales y aptitudes didácticas. La originali-
dad intelectual de un verdadero profesor universitario per>
judicaría en su enseñanza a estudiantes demasiado jóvenes,
ya porque no podrían seguirla en sus vuelos, ya porque", si
ayudados por excepcional capacidad la siguiesen, fácilmen-
te se extraviarían, a causa de su ingenuidad científica y ju-
veniles exageraciones.
Como se ve, el tipo del profesor universitario alemán
es una especialidad que merece la mayor atención, y cons-
tituye una de las mejores bases de la grandeza científica
de aquel país. Está caracterizado por las dos calidades ex-
puestas, aunque también se suele pedir al candidato un ter-
cer requisito : experiencia o práctica de la enseñanza. Som
bre esto último es decisiva la opinión del público estudian-
til, pues que el profesor universitario ha de comenzar por
ser Privatdosent. Además, este último requisito, que es
fundamental para los nombramientos 'de maestros titula-
res, secundarios o primarios, en las universidades, es casi
un accesorio del cual muchas veces se prescinde, porque la
naturaleza de la enseñanza superior no requiere tanta prác-
tica para ser eficaz, cuanto estudio y personalidad. En ella
el profesor puede ocuparse más de sí mismo, de sus expe-
rimentos, teorías e ideas, y menos de sus discípulos, quie-
nes, ya mayores y más instruidos, han de seguirle más fá-
cilmente en sus altas especulaciones originales.
La comprobación de competencia del aspirante a Pri-
vatdozcnt es larga y seria, y sólo después de demostrada
196 l'. o. BUNGE
la idoneidad se adquiere el titulo. Pues bien; después de
r.dquirido el título, la enseñanza del Privatdozcnt consti-
tuye, en cierto modo, otra más seria y larga comprobación,
a que se somete al catedrático, considerándole como candi-
dato a profesor ordinario. La remuneración de ese "profe-
sor privado" es una garantía suficiente de competencia y
labor, pues sólo con estas condiciones se puede adquirir una
clase suficientemente' numerosa para que las cuotas que
pagan los estudiantes basten a la subsistencia del profe°
sor, cuyos medios de vida tan directamente dependen de
la bondad de su enseñanza. Por regla general, los que per-
sisten de ocho a diez años en esta enseñanza pueden estar
casi seguros de ver al fin recompensados sus afanes y su
constancia con el ascenso al profesorado extraordinario.
Pero algunos, aun siendo muy competentes, no pueden
mantenerse durante tan largo tiempo con sus proprios re-
cursos, porque no siempre es dable a los más jóvenes aca-
parar el número necesario de alumnos, arrebatándolo a
inaestros más antiguos y ya acreditados, si no mejores.
Para casos tales, y a fin de que' jóvenes meritorios no de-
jen la carrera del profesorado por falta de emolumentos,
ha establecido el gobierno pensiones con las cuales socorre
a aquellos que carecen de medios para sostenerse durante
los años de noviciado y que se distinguen por su ingenio y
por su amor a la ciencia.
Tales son la preparación, las categorías, los requisitos
y el espíritu de aquella clase, que al marchar a la cabeza
de' la civilización de Alemania, va en la vanguardia del
progreso universal. Nada merece, pues, mayor atención en
el mecanismo de las universidades alemanas, por su origi-
nalidad y su importancia, que el sistema de los Privatdo-
aenten, al cual reputo la base orgánica más sólida de la su-
perioridad y selección de los cuerpos docentes de esas ins-
tituciones, y por esto el más esencial resorte de su fuerza.
§ 53
LAS UNI\'ER5IDADKS FRANCESAS
El tipo francés de institutos universitarios es el que más
LA EDUCACIÓN COÍiTEMrOKÁNEA 197
se ha apartado de sus formas primitivas. Ha sufrido los vuel-
cos más violentos, y ha adoptado, siguiendo las vicisitudes de
la política, los sistemas más varios. Puede decirse que ha re-
corrido cinco formas características: a) la universidad me-
dioeval, que subsiste hasta la Revolución; bj las "escuelas su-
periores especiales", que duran hasta el advenimiento del im-
perio; c) "la universidad política" de los Bonaparte; d) las
"facultades independientes" (que constituyen como una vuel-
ta a la forma segunda, perfeccionada), y, en fin, e) las uni-
versidades actuales, con sus cuatro facultades.
a) En la monarquía de Francia, antes de la Revolución,
veintiuna universidades arrastraban una existencia lánguida,
casi agonizante. La vida que durante la edad media las ani-
mara*1^arecía retirada para siempre. Encastilladas en su dog-
matismo y sus "formalidades tradicionales", iio supieron
abrir sino a medias sus puertas al humanismo del Renacimien-
to, y se las cerraron el neohumanismo del siglo xviii. No im-
punemente. La Revolución las suprimió en absoluto, olvidan-
do sus glorías pasadas.
b) Mirabeau, Talleyrand y Condorcet quisieron entonces
improvisar el tipo de la "escuelas superiores enciclopédicas
modernas'' ; pero la escasez del erario y los trastornos públi-
cos les impidieron realizar tan grande idea. En su lugar, como
el servicio nacional las reclamase, se crearon "escuelas espe"
cíales" {Ecole Polytechnique, Bcole Normal, Ecoles de Me-
dicine, Ecoles de Droit, etc.), donde se cursaban estudios pro-
fesionales y se otorgaban los respectivos diplomas.
c) Al hacerse siquiera un estudio sintético del es-
píritu de la instrucción superior en Francia, no se puede
menos de indagar la manera íntima de la universidad políti-
ca de Napoleón I, ideal que se relaciona con las tendencias de
la Revolución, con la política del imperio y con todas las for-
mas del sectarismo de la educación francesa, así en tiempos
anteriores como posteriores. Por esto, debo estudiarlo aquí
según los principios expuestos en el capítulo respectivo, refe-
rente a la educación política y religiosa.
Instituido el imperio, comenzó Napoleón I, en 1800. lo que
188 C. o. BUNOE
se ha llamado "la reconstrucción de Francia", y uno de los pa-
sos capitales de dicha "reconstrucción" fué la creación de la
"Universidad napoleónica". "En la erección de un cuerpo de
enseñanza — dice él mismo en el Consejo de Estados, el ii
de Marzo de 1806 — , mi fin principal es tener un medio para
dirigir las opiniones políticas y morales." Precisando más to-
davía, el emperador cuenta con que la nueva institución debe
darle un repertorio completo de policía. "Es necesario cons-
tituir ese cuerpo de manera que se pueda tener notas sobre
cada niño desde la edad de nueve años. Cada padre, por su
fidelidad al Estado, y velando por el porvenir de su prole,
hará de sus hijos ardientes imperialistas". De otro modo,
"no podrá haber un principio estable de política" en Francia:
"mientras no se aprenda desde la infancia si es necesario ser
republicano o monárquico, católico o ateo, el Estado no for-
mará una nación; descansará sobre bases inciertas y vagas,
y estará constantemente expuesto a desórdenes y cambios".
En consecuencia, el Estado (concretándose en el imperio y
personificándose en el emperador) se atribuye el monopolio
de la instrucción pública, como el de la sal y el del tabaco.
"La enseñanza pública, según el decreto de 7 de Marzo de
1808, será confiada exclusivamente a la Universidad: nin-
guna escuela ni establecimiento alguno de instrucción (uni-
versitaria, secundaria, primaria, especial, industrial, laica,
eclesiástica) podrá formarse fuera de la universidad impe-
rial y sin la autorización de su jefe". Este jefe, el Grand
Maítre, es uno de los más altos funcionarios políticos del
Estado.
La uniformidad política no ha de hallarse sólo en los
establecimientos oficiales; el Estado debe también abarcar los
particulares. "Es imposible — decía Napoleón I, en el Con-
sejo de Estado de 20 de mayo de 1806 — seguir por más tiem-
po como estamos, pues que cada cual puede abrir una tienda
de instrucción como una tienda de trapos". Por esto el Es-
tado trata de acaparar todos los institutos particulares más
florecientes, tales como el de Saint-Barbe, que dirigía el se-
ñor de Lanneau. Y, en este camino, ya nada detuvo al empe-
LA EDÜCACiÓX CONTEMPOKÁNEA 199
rador, quien decretó, en 15 de noviembre de 181 1, que "en
cualquier parte donde haya un liceo, el gran maestre hará
cerrar los institutos particulares hasta que el liceo tenga el
número de pensionistas que pueda recibir".
En la enseñanza debe haber ante todo uniformidad. Pu-
ra conseguirla, se necesitaba un vasto cuerpo docente, entre-
gado por completo a formar en la instrucción pública ciuda-
danos adictos al imperio. "Quiero una corporación, agrega-
ba Napoleón I, no de jesuítas que tengan su soberano en
Roma, sino de jesuítas que no tengan otra ambición que ser
útiles ni otro interés que el interés público". La organización
de los institutos debe ser semejante al de una vasta milicia.
"Se imitará en los cuerpos de enseñanza la clasificación de
los grados militares", y se instituirá un "orden de adelantos
semejantes a una jerarquía de grados."
El dogma laico del imperio debía tener también sus san-
ciones. En efecto, el Estado premiaría a los alumnos so-
bresalientes y daría preferencia para los empleos públicos a
los más aprovechados. Tal era el ideal napoleónico de una
"universidad política universal", "El gran cuerpo — según
se dijo — tendrá sus pies en los bancos de los colegios y su
cabeza en el Senado".
De acuerdo con los principios que he desarrollado en ca-
pítulos anteriores, resulta este sueño punto menos que crimi-
minalmente absurdo : absurdo, cuando destruía los viejos y
fecundos moldes ; absurdo, cuando ponía obstáculos al libre
desarrollo del pensamiento con las imposiciones de un dog-
ma ; absurdo, cuando, en caso de realizarse, esterilizaría las
inteligencias, sometiéndolas a militar disciplina, y absurdo, en
fin, hasta como medio de gobierno, por las graves reacciones
que provocaba, retando la dignidad de la inteligencia humana.
Por una ordenanza de 17 de febrero de 1815, la univer-
sidad de Napoleón I, aquella grande institución pedagógico-
política que su autor había querido hacer "una e indivisible
como el imperio francés", desapareció por un momento, y fué
sustituida por diez y siete universidades regionales, que de-
bían llevar cada una el nombre de su localidad. Los verdade-
ros autores de la ordenanza, Royer-Collard y Guizot. obede-
200 C. o. BUNGE
cieroii a una doble preocupación política y cientifica. Aunque
no participaran en grado alguno de la violenta cólera de los
realistas intransigentes contra la universidad napoleónica, se
decia que una institución constituida por el poder absoluto
V para el poder absoluto, no sería nunca ni una garantía de las
libertades públicas ni un refugio de la ciencia independiente.
V he ahí que por tales motivos se la suprime, y se instituyen,
en cambio, las diez y siete "universidades regionales". Pero,
antes de que el proyecto se realice, huye Luis XVIII a Gante,
V Napoleón reaparece en las Tullerías. Con dos rasgos de
pluma restablece la universidad y la devuelve a su Granel
Maitrc. Desde entonces, la universidad napoleónica perdura
hasta fines del segundo imperio, sufriendo de paso todas las
vicisitudes de los cambios políticos que perturban la nación,
mas siempre como un cuerpo indivisible.
d) El movimiento de opiniones que se inició con I^Iira-
beau y que persistió hasta Guizot, Comte )'■ Coussin, imponía
una reforma completa en la enseñanza superior. Interrumpido
en 1870, se reanudó con mayores bríos después de la caída
del segimdo imperio. Entonces fué cuando, concluida la se-
gunda etapa de su evolución, la instrucción universitaria tomó
en Francia la forma de "facultades especiales" distribuidas
en todo su territorio. El odio al concepto político de una uni-
versidad singular se extendió a toda universidad posible, des-
ligando a las facultades unas de otras, bajo el nombre de
facultes de Droif, de Medicine, des Sciencies, des Lettres.
El antiguo, el glorioso nombre de universidad hubiera desapa-
recido, si no se le hubiese dado una nueva acepción : la Uní-
i'ersité de France, cuerpo superior de instrucción pública que
la abarcaba toda, desde las escuelas hasta las facultades, y en
toda la extensión del país. Se llegó así a una forma simple y
centralizadora, simplificando las complejidades de las forma>
tradicionales. Y lo más grave del caso fué que, suprimiendo
o combatiendo todo principio de autonomía, se hizo de las fa-
cultades instituciones del Estado, reglamentadas, fiscalizadas
y regidas por el Estado, y de cada profesor un funcionarin
del Estado. Las academias de las facultades vinieron a resul-
tar más bien cuerpos consultivos que de propio gobierno.
LA EDrCACIÓN COXTEMPORÁXEA 201
Sólo la inteligencia superior, la preparación y el celo de al-
gunos grandes profesores franceses pudieron mantener en
esos tiempos, con semejante régimen, la gloriosa tradición de
la Universidad de París. ^.
e) Una ley de ro de julio de 1896 constituyó luego en
universidades los quince grupos de facultades que existían en
la República Francesa (París, Burdeos, Lila, Lyon, Montpe-
llier, Nancy, Tolosa, Aix-Marsella, Caen, Dijón, Grenoble,
Poitiers, Rennes, Besangon, Clermont). Seis decretos sucesi-
vos (de julio de 1897) reglamentaron ''la organización civil y
la organización financiera" de esas universidades. Marcaron
el fin de una etapa y los comienzos de otra. Esta representa,
por tanto, el último tipo de la universidad francesa, cuya for-
ma resulta semejante a la alemana.
f) Cada universidad debe constar de cuatro faculta-
des: la de filosofía y letras, la de derecho, la de medicina
y la de ciencias matemáticas y físiconaturales. En varias,
de .menor importancia, faltan alguna o algunas de' estas
facultades.
Las facultades poseen dos órdenes de profesores : ti-
tulares y suplentes. Están dirigidas por un consejo o sena-
do que preside el decano. El consejo, por medio del rector,
es el cuerpo que se entiende directamente con el Estado ;
propone en terna los nombramientos de' profesores, que se
hacen por el ministerio de instrucción pública. El gobier-
no posee el derecho de renovar el cuerpo docente ; pero los
consejos de las facultades, con la aprobación del consejo
supremo de la universidad, nombran sus autoridades admi-
nistrativas. ,
§ 54
\
ÍA COI^ACION Dlí GRADOS EN^ LAS • UNIVI^RSinADKS
Por el impulío civilizador del Renacimiento, la cere-
1. Este sistema de las facultades independientes es el que* clasifi-
ca como tipo francés de institutos de studia superioni el profesor W.
fjexis en la obra citada. El sistema ha sido reformado, como se verá
en el pftrrafo siguiente ; pero esto no impide que pueda con.siderarse
también el sistema actual de las universidades francesas como arque-
tipo.
8
202 C. o. BL^"GE
monia de la colación de grados universitarios, que en los
siglos medios había sido como privada, se hizo solemne y
pública. Impregnóse en cada instituto del color local. En
Bolonia constituía una alegre fiesta de los nobles y del
pueblo, en la cual se decían discursos eruditos; en Sala-
manca y Alcalá, saturada de formalismo, era ante todo una
solemne fiesta religiosa ; en París representaba un aconteci-
miento de notable 'brillo; en Bonn y en Heidelberg, así
como en Oxford y Cambridge, conservaba, no obstante la
Reforma, su carácter claustral... También las universida-
des coloniales hispanoamericanas tuvieron su liturgia para
otorgar grados, su paseo a través de la ciudad y sus ceremo-
nias en el templo . . . Por doquiera, la colación de grados se
consideraba en aquellos tiempos magnífica ceremonia.
En los presentes se ha planteado la cuestión de si con-
viene o no mantener el antiguo ceremonial. No falta quien
lo conceptúe impropio de nuestra cultura contemporánea, y
crea conveniente suprimirlo. Los diplomas podrían en tal
caso ser entregados por el secretario, en sus oficinas, sin so-
lemnidad alguna. Presúmese que esto concuerda mejor con
las modernas ideas e instituciones democráticas.
Contra tales opiniones, pienso que las universidades de-
ben conservar en lo posible su liturgia simbólica, y otorgar
sus grados en fiesta pública y aparatosa. No debemos olvidar
la poesía y significación de esos actos académicos. Por su an-
tigua práctica y hondo arraigo resultan en realidad excelentes
estímulos. Congregar a los universitarios y al público en la
colación de grados implica la más eficaz exteriorización de la
vida universitaria. Es una manera de demostrar la importan-
cia y alcance de la enseñanza superior.
Cuando las formas tradicionales han caído en desuso, la
dificultad estriba en la organización que ha de darse a tales
fiestas. Ha de tenerse en cuenta la conveniencia de que el acto
sea provechoso. Para esto basta con determinar los asuntos
sobre que versarán las disertaciones a cargo de alguno de los
graduados o ex alumnos y de alguno de los profesores o gra-
duantes. Han de evitarse la divagación y la retórica huera y
resonante. En mi opinión, no debe dejarse en completa liber-
LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 203
tad a los oradores para que improvisen ; prudente será qne
sus discursos hayan sido aprobados con anticipación por las
autoridades universitarias. Es esto justo, porque no hablarán
en nombre propio, sino como representantes de la institu-
ción o del curso escolar que se gradúe.
§ 55 .
I,A INSTRUCCIÓN UNIVERSITARIA POPUI^AR
El espíritu democrático de los tiempos presentes ha pro-
pendido a que también las universidades difundan su ciencia
entre la masa del pueblo. El más típico antecedente y ejemplo
de tal vulgarización de conocimientos se halla en lo que, en
las universidades de Oxford y de Cambridge, se ha llamado
extensión universitaria (university extensión). Consiste ésta
en la enseñanza de los pobres, realizada sistemáticamente por
los profesores y especialmente por los estudiantes de la uni-
versidad. La iniciativa de "extender la luz universitaria sobre
el pueblo" fué tomada por Ruskin, en Oxford. De acuerdo
con los propósitos de este artista y pensador, la universidad
organizó distintos cursos de letras y de ciencias, que sus do-
centes y alumnos dictaban a las clases bajas de la sociedad.
Con diversos donativos y asignaciones se empezó a retribuid
esta enseñanza, naturalmente gratuita o casi gratuita para sus
oyentes. Creáronse luego locales adecuados (halls), entre los
cuales es notable el Ruskin's Hall. Poco a poco llegaron hasta
establecer exámenes y otorgar diplomas, siguiendo los méto-
dos universitarios. De ahí que la enseñanza de la university
extensión sea, como la de las universidades que la realizan,
esencialmente humanista, prefiriéndose el estudio de la histo-
ria y de Ja literatura, clásica y moderna.
Las ventajas de la university extensión estriban en ilus-
trar al pueblo; en facilitar al proletariado intelectual la ad-
quisición de títulos universitarios, lo cual es importante en
naciones donde, como en Inglaterra, las clase directora debe
costearse la educación superior; en premiar a los estudiantes
distinguidos con las cátedras populares, y, finalmente, en
204 C. o. BUNGE
preparar el cuei-po docente cíe la universidad misma con la
práctica previa en dichas cátedras de muchos aspirantes a la
enseñanza superior.
En Francia, en Bélgica, en Suiza, en casi toda la Euro-
pa, denominase universidades populares a ciertas asociacio-
nes cuyo fin es organizar conferencias periódicas, casi siem-
pre nocturnas, para instruir a los obreros. Son generalmente
instituciones de educación socialista. Su enseñanza tiene por
esto marcada tendencia económica y política. Desde este pun-
to de vista son, pues, el polo opviesto de la univcrsity exten-
sión de las universidades inglesas, cuyo carácter es humanis-
ta y conservador.
has "universidades populares" nacieron en Francia, como
las fuerzas sindicales, las cooperativas socialistas, la organi-
zación de los partidos obreros, la legislación del trabajo, a im-
pulsos de la corriente democrático-socialista de nuestros
tiempos. "Prosiguiendo su marcha lenta hacia la conquista de
los poderes públicos y de las fuerzas sociales, dice France, el
proletariado ha comprendido la necesidad de poner mano en
la ciencia y ~ ampararse con las armas poderosas del pensa-
miento." Con tales tendencias y miras se estableció en París, a
fines del siglo xix, una sociedad típica llamada La Coopera-
tion des Idees, de la cual se formó una "Universidad popu-
lar", donde dieron conferencias, más o menos revolucionarias,
Zola, France, Duclaux, Tailhade, Séailles. Los anticlericales
instituyeron después la que llamaron de "Diderot" ; los de-
mócratas católicos, los "Institutos populares". Hacia princi-
pios del siglo XX surgieron en todas las naciones civilizadas,
puede decirse, institutos semejantes.
Podrían considerarse como característicos de esos insti-
tutos los siguientes rasgos : viven de la filantropía, no otorgan
títulos, carecen de programas regulares y a veces hasta de
estatutos, y los concurrentes son por lo general adultos ^.
1. Toda la reglamentación de la "Universidad popular" de Paría
se reducía a unos cuantos consejos escritos en el reverso del billete
de entrada, como los siguientes : ""'No tenemos reglamento ni vigilante.
Nos bastará saber lo que tenemos que hacer aquí para queí lo hagamos
libremente como hombres libres y conscientes. "Tener cuidado con los
LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 205
La utilidad de las "universidades populares" resulta,
pues, indiscutible ; como que su objeto es nada menos que le-
vantar el nivel intelectual, moral y hasta la higiene del pue-
blo. I'ero la impropiedad de tal designación es asimismo evi-
dente, dado que, en nuestras lenguas modernas, entiéndese
por "universidades" institutos de instrucción superior donde
'^e otorgan títulos profesionales que el Estado reconoce y ga-
rajitiza. Para evitar confunsiones e inconvenientes, las mal
llamadas "universidades populares'' debían denom.inarse, por
ejemplo, "academias populares". Y es de advertir que, en
efecto, institutos de tal carácter existen en todas las grandes
ciudades del mundo, pero bajo la forma y los nombres más
diversos.
Otra cosa distinta son las llamadas "universidades li-
bres", institutos autónomos donde se siguen cursos regulares
de estudios superiores, y que algunas veces otorgan, con per-
miso del Estado, títulos profesionales. Estas constituyen,
pues, verdaderas universidades, cuya formación es semejante
a las inglesas de Oxford y Cam.bridge, es decir, que se esta-
blecen por donaciones de los poderosos... Es utópico creer
que los educandos puedan costear solos esta educación supe-
rior, estas "universidades libres", sin tales donaciones, que
sustituyen el apoyo pecuniario del Estado, siendo la instruc-
ción universitaria para una minoría y requiriendo instalacio-
nes y cátedras costosas. En los Estados Unidos de Norte
América, por la generosidad y las fabulosas riquezas de sus
millonarios, es donde existen las más notables "universidades
libres", que nunca hubieran podido ser erigidas y sostenidas
por las cuotas o matrículas que pagasen los alumnos, por nu-
merosos que fueran.
libros prestados, para que muchos más puedan leerlos después de nos-
otros..." "No escupir. Cada año mueren sólo en Fi-ancia 160.000 Indi-
viduos de tuberculosis, de los cuales las dos terceras partes,, sin duda,
enferman porque nosotros escupimos. Cuestión de limpieza y de corte-
sía". "En las conversaciones, no suponer nunca que el de la opinión
contraria es un imbécil o un cretino. Puede ser él quien tenga razón..."
"Participar muy activamente en el funcionamiento de la U. P. es oljra
de todos y para todos, de todos los que vienen y toman parte en sus tra-
bajos y placeres. . . Penetrarse bien de que aquí estamos en nuestra ca-
sa y somos nuestros maestros..."
206 C. o. BüJíGE
§ 56
LA INSTRUCCIÓN TÉCNICA
Los modernos progresos económicos requieren cada día
mayores y mejores estudios relativos a las industrias y ai co-
mercio. En ningún ramo de la actividad industrial puede hoy
decirse que baste la práctica empírica; necesitanse también
conocimientos especiales. Estos conocimientos se adquieren
en institutos de enseñanza técnica, industrial y mercantil. Los
más importantes son las escuelas de ingeniería electrotécnica,
ingeniería mecánica, ingeniería naval, arquitectura, comercio-
veterinaria, agronomía.
A veces se involucran estos estudios en las universidades.
Paréceme esto equivocado, porque se trata de disciplinas es-
peciales de carácter práctico y que no requieren previa pre-
paración especial.
Conviene al adelanto económico de las naciones aumen-
tar tales institutos y propender a su ma3for popularidad y
desarrollo. Las letras y las profesiones liberales deben ser
patrimonio de una minoría de talento e imaginación. No veo
provecho muy notable en extender los diplomas universita-
rios a los incapaces e ineptos para los estudios que ellos re-
quieren. Una sociedad compuesta de literatos, abogados y
médicos y sin industriales y técnicos idóneos, estaría en situa-
ción tan desfavorable como aquellas naciones decadentes de
la antigüedad, por ejemplo Cartago, que, careciendo de sol-
dados, componía sus ejércitos de mercenarios.
El ingreso en las universidades debe hacerse difícil para
los que no se preparen especialmente. En cambio, pienso que
debe facilitarse en lo posible el acceso a los institutos técni-
cos, industriales y mercantiles. Bastarán los certificados de
haber terminado la instrucción primaria, y acaso algún fácil
examen de ingreso, que comprenda idioma nacional, matemá-
ticas y elementos de ciencias naturales.
No debe confundirse la instrucción técnica con la secun-
daria general. Amabas tienen distintos fines. Aun a veces con
viene que se curse, total o parcialmente, la instrucción secun-
LA EDUCACIÓN CONXEMPOEÁNEA 207
daria í^eneral antes que la técnica, especialmente cuando se tru
ta de escuelas de ingeniería. Pero en ningún caso se exigiría
Certificado de instrucción secundaria general para ingresar
en esos institutos, porque ello pudiera bien dificultar su po-
pularidad e incremento.
Dentro de la instrucción técnica caben dos órdenes de
enseñanza: una inferior y superior la otra. Estos órdenes
responden a distintas preparaciones, como, por ejemplo, la de
simples capataces y la de verdaderos ingenieros. El progreso
total depende de la preparación de cada individuo en el pa-
pel que le asigne su capacidad, y en parte también, no sin
injusticia, su nacimiento. No hay que perder un momento
de vista el fin de la educación : desarrollar en cada uno sus
aptitudes personales para su mayor aprovechamiento indivi-
dual y social.
CAPITULO VII
LA ENSEÑANZA NACIONAL ARGENTINA
§ 57. Importancia de la educación del carácter nacional. — § 58. La
educación del carácter nacional argentino. — § 59. La instruc-
ción primaria y normal. — § 60. La instrucción secundaria y
preparatoria. — § 61. La instrucción universitaria y técnica.
§ 57
IMPORTANCIA DK LA EDUCACIÓX DEL CARÁCTER NACIONAL
Problema el más difícil, el más arduo, el más comolei/^
de cuantos puedan ocupar la mente del pedagogo y dei so-
ciólogo es el de la educación del carácter nacional. Secunda-
rias y hasta triviales resultan a su lado las cuestiones políti-
cas, monetarias, administrativas. Razón tenía Suart iMill en
considerar a lo que llamó etología (ciencia del carácter)
como base irreemplazable de los estudios sociales ^. ¿ Qué
piovecho reportarían al porvenir de una nación una excelente
hacienda, una sensata organización, una rica cultura, si el
pueblo estuviera destinado a poseer, en breve plazo, un carác-
ter baladi, charlatán, inactivo, torpe hasta calmar todas sus.
aspiraciones con el panem et circenses de la romana decadeiv
cía?... ¿Que importarían, por otra, parte, una política débil,
la hacienda agotada, absurdos prejuicios, para un pueblo que
ha de poseer mañana tm espíritu de hierro, incansable en el
trabajo, valiente en sus concepciones, fecundo en todas sus
1. Stuart MilLj Systéme de logiqve inductive et déductive. tra,
franc, París, 1896, tomo II, pág. 446.
n
LA KOUCACIÓX co-ntempoeAnea 203
actividades?... ¡Formar y dirigir el carácter nacional cons-
tituye el problema de la preparación del porvenir!
Para proceder con orden y lógica seria necesario esta-
blecer en cada caso ciertas bases preliminares: i.° Definir el
carácter de la sociedad; 2" especificar sus principales condi-.
clones y defectos; 3° señalar los mejores medios de desarro-
llar las condiciones y de combatir los defectos.
Indudablemente, se exagera la influencia de la educa-
ción sobre el carácter nacional ; a pesar de lo profunda que es
en realidad, la teoría suele suponerla aún mayor. El mejor
ejemplo del fenómeno de su influencia social y de su exage-
ración crítica lo hallo en la escuela inaugurada por Demo-
lins en Francia, y que he llamado angloindividualista, en ra-
zón de su objetivo y sus doctrinas. Estas doctrinas deben
considerarse verdaderas en cuanto a su aplicación práctica,
pero inexactas en cuanto a sus argumentos científicos. Con-
ceptúo así una parodoja aquello de que la "decadencia fran-
cesa tenga por causa la "inferioridad" de su sistema de educa-
ción", porque pienso que esta "inferioridad", si existiera, sería
una de las graves consecuencias de los profundos factoi"ea
étnicos y geográficos, históricos y climatéricos de aquella "de-
cadencia", si la hubiese . . .
En un libro muy difundido, aunque de escasísimo fun-
damento científico, se han aplicado esas ideas a Sur América
y especialmente a la República Argentina. "Para evitar las
vacilaciones y los graves errores (respecto de la mejora de
la educación), dice Demolins, es necesario dejarse guiar por
la experiencia. Y, puesto que nosotros (los franceses), no
encontramos esta experiencia en nuestro país, donde la edu-
cación no está bien orientada, debemos buscarla en otra parte.
Debemos imitar a los pueblos que han vencido esa dificultad,
y que educan niños capaces de proceder por sí mismos y fue-
ra de toda dependencia de los padres, los amigos, las relacio-
nes, la administración. . . Estos pueblos existen, y es nece-
sario ser ciegos para no verlos. Son aquellos que conquistat
actualmente el mundo, que lo colonizan, que en todas partes
hacen retroceder a los representantes del antiguo régimen so-
cial, y que verifican prodigios por la sola potencia triunfante
210 o. o. BUNGK
del hombre entregado a sí mismo. Y si queréis comprobar inme-
ditamente con un solo ejemplo la diferencia entre los hom-
bres formados por el nuevo método y los hombres formados
por el antiguo, que desgraciadamente es todavía el nuestro,
comparad lo que los primeros han realizado en la América
del Norte y lo que los segundos han hecho en la América del
Sur. Es el día y la noche; es lo blanco y es lo negro; es,
por un lado, la sociedad que se lanza hacia adelante, hacia
el mayor desarrollo conocido de la agricultura, la industria y
el comercio ; es, por el otro, la sociedad retenida hacia atrás,
atada, estancada en ima perezosa vida urbana, en el funcio-
narismo, en las revoluciones políticas. En el Norte, es el por-.
venir que surge; en el Sur, es el pasado que se va. Pues
bien, ese pasado se va ; ya esa desgraciada Sur América está
invadida por los robustos retoños del Norte, quienes comien-
zan a apoderarse de las mejores industrias rurales, abandona-
das por la incuria española o portuguesa ; quienes comienzan
a monopolizar los ferrocarriles, los bancos, la gran industria,
el comercio. En nuestra última Exposición Universal he con-
versado acerca de esto con el presidente de la sección de la:
República Argentina. El me hablaba de esta intromisión del
inglés y de su hermano el yanqui ; y se desolaba, y se lamen-
taba y recriminaba, como hacen los débiles, porque esto es
más fácil que someterse al régimen de los fuertes ^."
Aparte de las exageraciones e inexactitudes de la doc-
trina expuesta por Demolins, sería conveniente estudiar hasta
qué punto es posible la imitación en materia de enseñanza,
y con qué frutos. Como sabemos, muchos autores piensan que
la actual grandeza de Alemania, de Inglaterra y de Norte
América se debe principalmente a sus respectivos sistemas de
instrucción pública. "Si los alemanes nos vencieron, han ex-
clamado algunos pedagogos franceses, es porque sus escuelas
son superiores a las nuestras". Otros, en cambio, señalan co-
mo mejores los modelos ingleses y norteamericanos. Pero, aun
admitiendo esas premisas, ¿será tan factible como se presume
1. E. Demolins, A quoi tient la 8uperiorité des Anglo - saxons,^
l'arls, 1897 (1.* edición). El pasaje transcrito se ha suprimido en edicio-
nes posteriores.
LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 211
copiar las formas ue los sistemas extranjeros ? ¿ No valdría
más perfeccionar los sistemas propios?. . .
Paréceme indudable que la eficacia de la imitación en esta
materia ha de ser, por fuerza, muy limitada y circunscripta.
Por lo común no es posible adoptar un sistema extraño, que es
producto de circunstancias locales y ambientes. Sin embargo,
en ciertos y especiales casos, puede muy bien adoptarse el mo-
delo extraño, claro es que adaptándolo -a su nuevo medio so-
cial. En las naciones americanas, por ejemplo, a causa de la
menor fuerza de las tradiciones, una imitación prudente y
fundada podrá dar buenos resultados.
En la República Argentina, por ejemplo, sí es verdad que
comúrmiente se aplica el sistema de educación doméstica cali-
ficado de "antiguo" y de "francés", verdad es que también se
ensayan todos los demás sistemas. Explícase esto por la he-
terogeneidad de origen de la población. Sólo de una manera
general, y salvo numerosísimas excepciones, podría decirse que
los padres no tratan de dar independencia y criterio propio a
S'.is hijos, ni les inculcan desde niños el principio sajón de qt:c
se deberán formar por su propio esfuerzo, cualesquiera que
sean la fortuna y posición social de la familia. Pero sería po-
sible una reforma, dado que, si bien la mayoría de la pobla-
ción sigue el sistema "latino", no falta quien ponga en prácti-
ca el "sajón". Todo consistiría, para la reforma, en dar, en el
proceso nacional de homogenización de la cultura, la preferen-
cia a un sistema dé In minoría.
No creo, pues, que la imitación tenga el profundo poder
que le atribuye Tarde, ni creo en la eficacia práctica que pue-
da tener en Francia la forzada imitación sajona, que con tan-
to calor apadrina el conocido libro de Demolins, y a favor de
la cual se produjo en París cierto movimiento de opinión. Creo
falsas ambas teorías: la general contra el evolucionismo spen-
ceriano, y la particular sobre la pedagogía inglesa. Pero pien-
so que, en ciertos pueblos jóvenes, como la República Argen-
tina, la imitación puede dar fecundos resultados...
212 C. o. líUNCE
§ 58
LA .EDUCACIÓN DEL, CARÁCTER NACIONAL ARGENTINO
Dadas la complejidad y amplitud del asunto, me limitaré
a apuntar en el presente parágrafo algunas observaciones ge-
nerales respecto de la educación del carácter nacional argen-
tino. Estudiaré el problema especialmente desde los siguien-
tes puntos de vista: la disciplina social, el esfuerzo individu?!.
la probidad y el nacionalismo.
La disciplina social. — La juventud argentina ha demos-
trado siempre, desde la época colonial, un espíritu levantisco
y altanero. Proviene esto de distintas causas, entre las cuales
deben mencionarse el origen español, la mestización criolla, la
falta de tradiciones arraigadas, la economía ambiente y las
ideas democráticas.
Es indudable que la independencia de criterio y la altivez
son condiciones ventajosas en el carácter de un pueblo; pero
su exageración puede causar también graves perjuicios. La fal-
ta de disciplina social dificulta el trabajo de todos y malgasta
energías en estériles rivalidades y riñas. Puede producir una
especie de selección al revés, llevando a los ciudadanos me-
nos aptos y rectos a los puestos de dirección y gobierno. La
envidia, que es una de las causas psicológicas de esa indisci-
plina, priva al mérito del estímulo necesario.
Por todas estas razones conviene que el pedagogo argen-
tino se preocupe seriamente de inculcar sentimientos de dis-
ciplina en sus educandos, desde la infancia. Que aprendan los
niños a respetar y a obedecer. Que sepan en buena hora domi-
nar sus sentimientos antisociales, singularmente la envidia, y a
hacer justicia a todo aquello que reporte positivo beneficio. De
otro modo se corre el riesgo de que las nuevas generaciones
dificulten para lo futuro su propia obra.
Bl esfuerzo individual. — No está en manera alguna re-
ñida la disciplina social con el esfuerzo individual. Lejos de
ponerle trabas, le abre el camino y facilita su acción. El respe-
to de todos no detiene la carrera de nadie. Para que el hombre
; ACióx coííxemporá>í:a 213
pueda realizar su labor, es preciso que los demás no le deten-
gan el brazo. La bien entendida entereza no implica actitudes
agresivas y hostiles. En realidad, sólo los temperamentos dé-
biles y medrosos tratan de disimular sus defectos con brava-
tas y fanfarronadas.
La educación de la independencia del carácter es princi-
palmente obra de la familia. Los padres y tutores deben esti-
mular en lo posible el esfuerzo y la responsabilidad de sus hi-
jos y pupilos, como dije al estudiar la educación doméstica. L-i
acción del hogar es a su vez dirigida o inspirada por la legis-
lación. Está escrito en las leyes argentinas que "los padres no
tienen obligación de establecer a los hijos ni de dotar a las
hijas" (art. 270 del Código civil). Pero esto no basta, porque
la imposición de una legítima forzosa a favor de los hijos no
puede ser disimulada sino en una quinta parte (art. 3595). Es
decir, los padres no pueden repartir su fortuna entre sus hi-
jos, ni en vida ni para después de su muerte, según su libre
criterio. El reparto debe hacerse por partes iguales, salvo en
una quinta parte del peculio, con la cual pueden favorecer a
su gusto a unos en detrimento de la hijuela de otros. Los re-
partos que el padre haga en vida contra lo dispuesto por la ley,
ocasionan, después de su muerte, pleitos agrios e inmorales. El
desheredamiento sólo puede provenir de motivos muy graves, '
y debe ser probado (art. 3474 y siguiente). Por tanto, es una
medida inaplicable en los casos normales, y que en modo al-
guno puede servir de estímulo a la iniciativa personal del hijo.
En efecto, no conozco un solo caso de aplicación, y es de su-
poner que, si se presenta alguna vez, sea en una proporción me-
nor de uno en cien mil casos. Los extranjeros que hacen for-
tuna en el país y quieren burlar sus leyes sobre la herencia,
frecuentemente con el móvil de establecer una especie de ma-
yorazgo en el propio, acuden a este socorrido subterfugio :
constituyen su fortuna radicada en la Argentina en sociedad
anónima inscrita en el extranjero y reconocida en la Repúlili-
ca, y, ya en vida o para después de su muerte, reparten las ac-
ciones de esta sociedad como les place.
Pienso que el clima meridional del país y la verbosidad
214 C. o. BUNGE
y genialidades de la raza pudieran hacer aún, en ciertos casos,
peligrosa para la equidad la función de la magistratura testa-
tnentoria ejercida por padres que no posean esa fortaleza de
nervios, esa frialdad típica del sano criterio de un jefe de fa-
milia anglosajón. Causas semejantes han hecho impracticable
el juicio criminal por jurados populares en Italia y otros pue-
blos meridionales, sujetos a lo inmotivado de rápidos arreba-
tos pasionales de simpatía u odio y a sus reacciones. También
por análogos motivos no sería posible en estos pueblos que el
matrimonio se considera válido por el menor consentimiento
de Ims partes, sin otras formalidades, como en Escocia, pues en
cualquiera de esos raptos inevitables se producirían a diario
casos como los más famosos de Gretna Green, que darían por
tierra con la moral social. No obstante esas observaciones, creo
que el ejercicio de la magistratura testamentaria (la "libertad
de testar") no produciría en la Argentina tan anómalas con-
secuencias sociales, por ser derecho que se otorgaría sólo a
personas que, como jefes de familia, aun en países meridiona-
les y bajo un sol casi tropical, poseen generalmente bastante
dominio, por edad y experiencia, sobre sus nervios e impre-
siones. La solución más lógica sería disminuir esas legítimas
forzosas a un mínimum que dificulte en el hijo heredero la
indigencia en los casos improbables de desheredamiento injus-
to, y tenga, sin embargo, todas las ventajas de no impedir una
siquiera relativa libertad de testar, o sea un uso ponderado de
la magistratura testamentaria. Este mínimum podría ser, por
ejemplo, en vez de un quinto, un tercio. Debe observarse,-ade-
más, que la tal legítima forzosa de los hijos no puede consi-
derarse en la Argentina una reacción democrática contra los
mayorazgos, pues, a diferencia de los virreinatos de México y
Perú, en el Río de la Plata puede decirse que nunca existie-
ron, y, si antes de la revolución no existieron, menos podrían
existir después. Y debe también observarse que las excesivas
divisiones y subdivisiones forzosas de las grandes empresas
industriales, traen graves perjuicios económicos y políticos,
que deben preocupar la mente de los estadistas argentinos, co-
LA KDUCACIÓX COXTEMPOBÁNEA 215
mo uno de los más trascendentales problemas de la cultura
nacional.
El sistema de educación doméstica "latino" que antes he
esbozado y que aun se practica, por lo general, en los pueblos
hispanoamericanos, es opuesto a un sano y vigoroso cultivo del
carácter. Los hijos se valen de los ojos de los padres para ver,
del sostén de los padres para andar, y, cuando los pierden,
suelen resultar miopes y cojos... Este espíritu de dependen-
cia y de pereza de la voluntad trasciende luego a la vida so-
cial, política y económica. Los ciudadanos educados de tal mo-
do, faltos de iniciativa individual, subsistirán luego de un em-
pleo, si carecen de bienes; si los poseen, no los arriesgarán en
ninguna empresa progresista, y, si tienen ambición política,
vestirán una librea . . .
El funesto espíritu de dependencia respecto del niño y sus
estudios se perpetúa en el adulto y su profesión. Si éste es pro-
fesor, tomará con frecuencia sus datos de segunda mano, no
observará por sí mismo el original, documento o fenómeno, y
planteará con ligereza sus doctrinas; si político, no sabrá pre-
venir las consecuencias de sus actos, ya despilfarres económi-
cos, ya quijotescas declaraciones de candor internacional; si
médico, si abogado, si ingeniero, si comerciante, evitará pro-
fundizar los problemas y procederá por las inspiraciones del
momento. . . Habrá honrosas excepciones, pero que por hon-
rosas, que sean, siempre quedan como excepciones, para la
constitución del carácter nacional.
La probidad. — Acúsase frecuentemente a los hispano-
americanos de falta de probidad. Se les supone codiciosos, ra-
paces, sin escrúpulos. Aunque mucho se ha exagerado al res-
pecto, verdad es, ^ triste verdad, que el criollo no se ha dis-
tinguido hasta ahora por un exceso de honradez en el mane-
jo de fondos, privados o públicos. . . La mala fama que tienen
en Europa los gobiernos hispanoamericanos no resulta comple-
tamente infundada. . . Habría, pues, que combatir con cons-
tancia y energía este defecto del carácter nacional.
No me parece esto difícil, en una enseñanza nacional y
sistemática. Desarrolladas las virtudes de la disciplina social y
216 O- o. BUNQE
del esfuerzo individual, los hombres deben ser lógicamente
probos. Bastándose con su trabajo para satisfacer sus necesi-
dades y respetando el trabajo de los demás, el individuo no ha
de sentirse tentado a guardarse para si lo que no le pertenece.
El hogar y la escuela han de acostumbrar al niño al orden y
al ahorro. De este modo no se verá más tarde en el caso de
gastar más de lo que tenga, y, por consiguiente, de faltar a
sus deudas y compromisos.
Generalisimo es, en las repúblicas hispanoamericanas, con-
siderar al Estado como una fuente de ilegitimos y de inagota-
bles recursos. Diríase que robar al gobierno no se reputa ro-
bar. Los fondos públicos se reputan como mostrencos. Por es-
to convendría demostrar a los niños que todos los individuos
contribuyen a sostener el erario, y que defraudar al fisco es
delinquir contra el pueblo. Habrá también que hacerle com-
prender la importancia de la hacienda pública para la vida in-
terna y externa de la nación. Un Estado pobre no puede en
nuestro tiempo ser grande, y el Estado cuyo tesoro y presu-
puesto es esquilmado por los particulares, con motivos más o
menos hábiles, no podrá ser rico. El patriotismo más elemen-
tal aconseja, pues, respetar los bienes fiscales tanto o más que
los privados.
El nacionalismo. — El hecho de que el pueblo de la Re-
pública Argentina provenga en buena parte de la inmigración
de elementos pertenecientes a las más varias nacionalidades,
da singular importancia al cultivo del nacionalismo. Preciso es
enseñar a los futuros ciudadanos las tradiciones y glorias de
la patria, para que la reverencien y amen. Descuidar este as-
pecto de la educación podría implicar los más graves perjui-
cios para el porvenir.
La gran dificultad de la enseñanza nacionalista estriba en
el peligro de hacer degenerar el patriotismo en patriotería. La
idealización de la nacionalidad suele asumir, en los países ''la-
tinos", la forma chocante y contraproducente de la quijotería
y elchanvinisme. No es fácil que en la Argentina, por ejemplo,
pueda cultivarse el ideal de la patria con la ingenua sencillez
con que se le cultiva en Alemania. Los meridionales, y sobre
T.A EDUCACIÓN CONTEMPOBÁNEA 217
todo los criollos, hacemos fácilmente caer nuestras idealiza-
ciones en una tartarinesca exageración, o sea en el ridículo, o
sea en la befa. . . Además, en la Argentina, los ya varias veces
citados rasgos de cosmopolitismo y ausencia de tradiciones su-
ficientemente dinámicas, son nuevos elementos de indiferencia
y de burla . . . Aun la precoz malicia de la infancia hace peli-
grar para nuestro pueblo ese noble sugerimiento del ideal pa-
triótico ... La tarea de formarlo es, pues, harto ruda ; pero no
por ello menos indispensable.
§ 59
LA INSTRUCCIÓN PRIMARIA Y NORMAL
Como ya he expuesto una síntesis de la historia de la en-
señanza en la República Argentina (libro I, capítulo IV), me
limitaré aquí a esbozar su actual organización, apuntando cier-
tas observaciones prácticas. Básanse éstas en las ideas desarro-
lladas durante todo el curso de la obra. No necesitaré, pues,
fundarlas largamente.
La enseñanza primaria que se da en las escuelas del Es-
tado nacional se halla organizado bajo la dirección de un Con-
sejo Nacional de Educación (primaria), que nombra el Poder
Ejecutivo. Para el nombramiento del presidetne de esa corpo-
ración requiérese el acuerdo del Senado. El Consejo nombra
su secretario y el cuerpo de inspectores técnicos.
No creo que sea conveniente la existencia de un cuerpo
colegiado para la dirección de la instrucción primaria. Basta-
ría un superintendente general bien asesorado por los funcio-
narios técnicos de la inspección. La existencia del Consejo, que
cuesta dinero al Estado, es innecesaria generalmente, y a ve-
ces puede ser hasta perjudicial, por quitar unidad y energía
a la acción directiva.
La educación primaria de la capital de la República y de
los territorios nacionales, dada por la nación, se halla dirigida
por el Consejo Nacional de Educación. Debiendo las provin-
cias costearse su enseñanza primaria según la Constitución Na-
218 t'- o. BUKGE
cional, ellas también tienen organizado cada una su Consejo
provincial de educación primaria, en forma semejante al de la
nación. Pero en sus territorios concurren la acción nacional y
la acción provincial, pues la nación subvenciona la enseñanza
primaria de cada una de las provincias. Esta subvención se
otorga por medio del Consejo Nacional de Educación, que vie-
ne a ejercer así una especie de superintendencia también sobre
la enseñanza primaria provincial. En efecto, tiene sus inspec-
tores para que informen sobre el estado de la enseñanza en los
establecimientos provinciales. Si este estado fuera deficiente,
podría el Consejo oponerse a entregar la subvención nacional
que las provincias reciben por conducto suyo. Con más razón,
naturalmente, si los fondos subvencionados no se emplean en
sus verdaderos fines.
El senador Láinez, en vista de la alarmante proporción del
analfabetismo, propuso una ley para que la nación creara di-
rectamente escuelas en los territorios de las provincias. Obje-
tóse a su proyecto, tal cual fué concebido, que la Constitución
Nacional encarga a las provincias la educación primaria. Por
esto al sancionarse la ley Láinez, en 1905, se modificó el pro-
yecto en el sentido de que se requiriese el consentimiento de
las provincias para establecer las escuelas nacionales.
La enseñanza pedagógica se da en escuelas normales del
tipo francés. Pertenecen todas a la nación y dependen también
del Consejo Nacional de Educación. Los estudios para adqui-
rir el título de "maestro" duran cuatro años. Cada escuela
normal tiene anexa una escuela primaria de aplicación, donde
se ejercitan los normalistas.
Hay tres escuelas normales en la República, las dos de
Buenos Aires, una para varones y otra para mujeres, y la dei
Paraná, donde los maestros recibidos pueden seguir nuevos
cursos durante dos aík)s para adquirir el título de "profesores
de instrucción secundaria y normal". Este sistema es desde to-
do punto de vista objetable. El profesorado secundario requie-
re prácticas y conocimientos distintos de la docencia escolar.
La preparación del maestro no constituye base suficiente para
que se adquiera, con sólo dos años más de estudios, el título
LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 219
de profesor de colegio y de escuela normal. Además, este tí-
tulo resulta defectuoso, pues comprende ciencias y letras, y,
como es harto evidente, el profesorado secundario debe for-
zosamente especializarse por la naturaleza de las asignaturas
que comprende.
Aparte de lo apuntado, con respecto al gobierno de la ins-
trucción primaria, cuestión de forma y de secundaria impor-
tancia, sus dos más graves problemas, problemas hondos y fun-
damentales, son el alfabetismo y el nacionalismo. Según las es-
tadísticas de los primeros años del siglo xx, resulta que ape-
nas recibe instrucción primaria suficiente, esto es, hasta apren-
der a leer y escribir, una mitad de la población escolar. La
otra mitad, y tal vez más, queda analfabeta. La cuestión del
analfabetismo es, pues, de solución bien difícil, por las grandes
extensiones poco pobladas del país, la pobreza de ciertas regio-
nes, y hasta el carácter apático de sus naturales, si no en el li-
toral, en buena parte del interior.
También resulta difícil la cuestión del nacionalismo de la
instrucción primaria, porque la población de la república es.
al menos en el litoral, en más de una mitad extranjera o de
inmediato origen extranjero. Los escolares son en buena parte
italianos o hijos de italianos; hay también abundancia de ele-
mento español. Las otras nacionalidades europeas — alemanes,
ingleses, franceses — , se notan ya en mucha menor proporción.
Para argentinizar profundamente todos esos elementos inmi-
gratorios, la instrucción primaria y normal deben ser genui-
namente nacionalistas. De otro modo, ellos pueden permane-
cer extraños al país, sin ingerirse eficazmente en su democra-
cia, y suelen vivir esperando siempre volver a su patria de
origen. Los ideales de panitalismo y de pangermanismo, pro-
palados en territorio nacional por hábiles y elocuentes propa-
gandistas, amenazan como posible peligro para el armónico
desenvolvimiento de todo el pueblo nacional. Hay que enseñar
a nuestros escolares, ante todo, que son y deben siempre ser
argentinos, verdaderos argentinos, en cuerpo y alma, con eí
corazón y la cabeza.
220 C. o. BUNGE
§60
LA INSTRUCCIÓN SECUNDARIA Y TREPARATORIA
A diferencia de la instrucción primaria, la secundaria oíi-
cial se da sólo por la nación y depende directamente del Mi-
nisierio de Instrucción Pública. Esto último puede constituir
grave defecto si el ministro no es un técnico y se ocupa sólo
de hacer política en los nombramientos de profesores. De he-
cho no se exige hasta ahora un título didáctico especial al pro-
fesor, como se requiere para el maestro. Sin embargo, tanto
o más necesarios son para aquél que para éste especiales es-
tudios y conocimientos pedagógicos . . .
Discútesersi conviene crear un cuerpo que dirija la ins-
trucción secundaria y preparatoria, separa.ndo su gobierno y
dirección técnica del Ministerio. Con ello se le daría mayor es-
tabilidad y se la salvaría de las indiscretas intromisiones de la
política. El Consejo de Instrucción Secundaria, ya proyectado,
se ocuparía de los planes de estudios, de la disciplina, de la
organización y del gobierno dé sus establecimientos.
Contra este proyecto de reforma debo aducir el argumen-
to que me induce a sostener la conveniencia de suprimir el
Conr;eio de Educación Primaria para sustituirlo con una Su-
perintendencia general, representada por una cabeza directora,
el superintendente, y sus secretarios, asesores e inspectores.
Los cuerpos colegiados para dirigir la educación oficial cuestan
caro al erario y quitan eficacia a la dirección superior. Sus
puestos suelen ser también meras canongías para políticos que
aspiran a cobrar sus sueldos y nada entienden ni se preocu-
pan de la educación. Propéndese hoy a la centralización admi-
nistrativa, una vez demostrado por la experiencia y la psico-
logía de las multitudes que los cuerpos colegiados tienen ge-
neralmente un nivel intelectual y una capacidad volitiva infe-
riores a los de sus miembros individuales por lo menos a los
de sus miembros más distinguidos e influyentes.
Respecto de los planes de estudios secundarios y prepara-
torios, no me queda más que aplicar al sistema argentino las
LA EDUCACIÓN CONTEMPORÁNEA 221
categóricas conclusiones a que llego en el capítulo V. de este
libro II. En la República Argentina, la instrucción secundaria
general se halla todavía confundida con la preparatoria. Este
es el mayor defecto de esa enseñanza, organizada según el sis-
tema de la escuela única. Si bien sirve como instrucción gene-
ral del ciudadano, resulta deficientísima como preparación pa-
ra ingresar en las universidades.
La instrucción secundariopreparatoria se da en institutos
de enseñanza marcadamente moderna y práctica, llamados co-
legios nacionales. A pesar de que com.o instrucción secundaria
general están bien planteados esos colegios, su enseñanza pre-
paratoria es harto superficial e incompleta; así consta en re-
petidos documentos oficiales ... El mal se subsanaría, pien-
so, adoptándose un sistema de escuelas plurales: el colegio na-
cional, tal cual existe, y la escuela preparatoria o "Uceo",
En el liceo se daría una instrucción verdaderamente pre-
paratoria. Habiendo tres universidades nacionales en la Re-
pública, no se necesitarían muchos liceos. Creo que bastarían
cinco o seis: uno en Buenos Aires, otro en Córdoba, otro eu
La Plata (las tres ciudades universitarias), y los dos o tres
restantes en Tucumán, el Rosario, Bahía Blanca, o donde se
resolviese, después de maduro examen. Estos liceos hasta po-
drían constituirse sobre la base de antiguos colegios naciona-
les, si fuere difícil la creación de nuevos institutos.
En cuanto a los colegios nacionales, quedarían como es-
tán, salvo mayores libertades técnicas en sus directores y do-
centes, y la introducción de ciertas modificaciones, según las
necesidades regionales del asiento de cada uno de ellos. En los
del interior se propendería a hacer conocer las industrias pr-j-
pias del clima y de la configuración geográfica, como la azu-
carera y la minera; en el litoral se prefirirían conocimientos
de ganadería y agricultura . . . Pero siempre ha de entenderse
que los colegios son de instrucción secundaria general y no
técnica.
222 C. o. BUNGE
§ 6l
LA INSTRUCCIÓN UNIVERSITARIA Y TÉCNICA
La Repiiblica Argentina cuenta con tres universidades na-
cionales: la de Buenos Aires, la de Córdoba y la de La Plata.
Las dos primeras pertenecen al tipo francés; la tercera tiene
una organización propia, intermedia entre el tipo francés y el
norteamericano.
Las universidades de Buenos Aires y de Córdoba, por ha-
ber nacido y desarrolládose en distintas épocas y circunstan-
cias, tuvieron distinto carácter y formas durante los dos pri-
meros tercios del siglo xix. Pero, en 1885, la ley Avellaneda,
al someterlas a las mismas normas generales, les imprimió una
organización semejante. Puede así estudiarse su organización
como de un solo tipo.
Gobiérnase cada una de ellas por un rector elegido por la
asamblea universitaria, el cual dura cuatro a ,os, pudiendo ser
reelecto, 3' por un consejo superior. La asamblea universitaria
se forma por los miembros del consejo de todas las facultades.
Estas, en la Universidad de Buenos Aires, son cuatro: de De-
recho y Ciencias Sociales, de Medicina, y de Ciencias Matemá-
ticas y Físiconaturales y de Filosofía y Letras. La Univer-
sidad de Córdoba tiene sólo las tres primeras.
Hay en el gobierno de las universidades una señalada dua-
lidad: los consejos de cada facultad, presididos por el respec-
tivo decano, y el consejo general o superior de la universidad.
El consejo superior se compone del rector, de los decanos y de
dos delegados que nombra cada facultad. En la composición
de los consejos de las facultades hay por lo menos una tercer*^,
parte de profesores.
Estos se dividen en dos categorías: titulares y suplentes.
Los titulares se nombran de la manera siguiente: la respectiva
facultad forma una terna de candidatos que se pasa al conse-
jo superior, y que éste, si la aprueba, pasa al Poder Ejecutivo,
quien designa al profesor que ocupará la cátedra. La costum-
bre hace elegir siempre o casi siempre al que va primero en la
LA EDUCACIÓN COXTEMPORÁNEA 223
terna. Cada facultad nombra por sí sola los profesores suplen-
tes. La destitución de los profesores titulares se hace por el
Poder Ejecutivo, a propuesta de las respectivas facultades.
La universidad, por intermedio del consejo superior, dic-
ta sus estatutos, y cada facultad, con la aprobación del conse-
jo, los suyos. Las facultades dictan sus planes de estudios y
programas. Con esta organización se consigue una relativa in-
dependencia de la universidad respecto del gobierno y de las
facultades respecto de la universidad.
Las bases de la Universidad de La Plata han sido plan-
teadas en el "convenio definitivo" celebrado el 12 de agosto
de 1905, por la provincia de Buenos Aires y el gobierno de la
nación. El verdadero fundador de la institución, doctor Joa-
quín V. González, entonces ministro de Instrucción Pública y
luego primer presidente de la Universidad, trató previsora y
felizmente de cimentar su creación sobre sólidas bases. Lá
ley-contrato no puede derogarse sino por otra ley-contrato de
a provincia y de la nación.
Reuniendo ciertos institutos provinciales ya existentes, la
Universidad se compone de los seis siguientes departamentos :
f'^acultad de Ciencias y Museo, Observatorio Astronómico, Fa-
cultad de Agronomía y Veterinaria, Facultad de Ciencias Ju-
rídicas y Sociales, con su Sección Pedagógica, Colegio Nacio-
nal Secundario y Preparatoi-io,Biblioteca y Extensión univer-
sitaria.
El fundador y primer presidente de la Universidad, doc-
tor González, ha publicado un interesante volumen, donde se
consignan y describen el espíritu de la institución y su orga-
nización y gobierno ^. El sistema gubernativo de la Universi-
dad, en lo didáctico, administrativo y disciplinario, se halla re-
presentado por esta serie jerárquica descendente: presidente
de la Universidad; decano, director o rector de cada facultad
o instituto; academias o consejos facultativos; asamblea gene-
1. J. V. González, La Universidad de La Plata CMemoria sobre su
Jtindación) . Buenos Aires, 1905.
224 C. o. BUNQE
ral de profesores; empleados de simple administración, conta-
bilidad y vigilancia.
Espíritus mezquinos y malintencionados han atacado la
creación de la Universidad nacional de La Plata, considerando
especialmente la proximidad de esta ciudad con la capital fe-
deral, que tiene también su universidad. Sin embargo, no ha
sido el capricho de sus fundadores lo que determina la elec-
ción del asiento de la nueva universidad argentina. Allí fué es-
tablecida, porque allí estaban los elementos de que podía com-
ponerse: el Museo, el Observatorio Astronómico, la Facultad
de Derecho, y, no lejos, la Escuela de Agronomía y Veterina-
ria de Santa Catalina. Esos institutos pertenecían a la provin-
cia de Buenos Aires, quien los cedió a la nación, imponiéndole
la obligación de constituir con ellos una universidad nacional.
Una nación que, como la República, tenía ya cerca de seis mi-
llones de habitantes y un elevadísimo presupuesto, debía con-
tar siquiera con tres grandes universidades.
Cada una de esas tres grandes universidades argentinas
tiene su espíritu y representa una parte o tendencia de la cul-
tura nacional. La de Córdoba, producto del coloniaje, encarna
la docta tradición de la corriente colonizadora del Norte; hi
de ser, pues, forzosamente conservadora y espiritualista. La de
Buenos Aires, producto de la independencia nacional, posee el
espíritu liberal y democrático de la generación que la fundara
y de la populosa capital en que se asienta; es, en cierto modo,
interprovincial y hasta diría cosmopolita. La de La Plata sin-
tetiza la cultura científica e industrial del litoral argentino, y
puede considerarse la más genuina expresión de su genio in-
novador y progresista. Si la universidad cordobesa constituye
el alma de la cultura del interior y la bonaerense de la cultura
de la capital, la platense significa una nueva fracción o forma
de la psiquis argentina: la que corresponde a las regiones ga-
naderas y agriculturas que bañan el Plata, el Paraná, el Uru-
guay y circunda al Sur el Océano Atlántico. Esta región, so-
bre todo en el Sur, tiene su singular carácter económico y so-
cial, carácter que no puede representar en manera alguna la
clásica universidad del interior, y que sólo malamente, por su
LA EDUCACIÓIÍ CONTEMPOEÁNEA 225
interprovincialismo y cosmopolitismo, representaría la de Bue-
nos Aires. Así, la Universidad de La Plata responde al espíri-
tu y a los altos intereses de una buena parte de la República.
Su asiento ha sido impuesto por las circunstancias; si la pro-
ximidad de Buenos Aires es un inconveniente, el inconveniente
era insubsanable y ha sido originado por el hecho anterior de
que allí se fundara la capital de la primera provincia argenti-
na, y que se establecieran los institutos provinciales que sirvie-
ron para componer luego la institución nacional. Además, no
es de olvidar que el ambiente moral y el paraje geográfico son
propicios al desenvolvimiento de la vida intelectual, tanto que,
por su situación y condiciones, la ciudad de La Plata parece
(iestinada a ser un centro esencialmente vmiversitario.
La instrucción técnica de ingeniería, arquitectura, comer-
cio, industrias, artes y oficios, se halla involucrada, en cierto
modo, a la instrucción universitaria. Las facultades de Cien-
cias Matemáticas y Físico naturales de las Universidades de
Buenos Aires y Córdoba y la Fapultad de Agronomía y Vete-
rinaria de la Universidad de La Plata son, en parte, altas es-
cuelas técnicas. Existe, además, una facultad de Agronomía y
Veterinaria ea Buenos Aires, pero independiente de la Uni-
versidad, sólo dependiente del gobierno nacional.
La nación posee, además, varias escuelas técnicas, como
la Escuela de Comercio de Bu.enos Aires, la Escuela de Minas
de San Juan, etc. Nótase, sin embargo, que estos institutos no
son ya suficientes. Debería aumentarse su número y sus fines,
de acuerdo con las crecientes y variadas necesidades de la \n-
Gustria y el comercio de la Repviblica.
ÍNDICE
Pág.
Carlos Octavio Bunge 4
CAPITULO I.
i.A EDUCACIÓN DEL CARÁCTER. — 1. Definición del carácter. —
2. La educación del carácter. — 3. El sugeriraiento de
ideales. — 4. El sugerimiento de ideales en la enseñanza
del idioma patrio. — 5. La formación de hábitos. — 6.
Las cuatro virtudes cardinales que conviene inculcar
desde la infancia. — 7. La educación sexual 9
CAPITULO II.
LA EDUCACIÓN DOMÉSTICA. — 8. Importancia del estudio de la
educación doméstica. — 9. Diferencias del objeto y mé-
todo entre la educación doméstica y la instrucción pú-
blica. — 10. El sistema individualista típico de la edu-
cación doméstica anglosajona. — 11. La moralidad del
sistema respecto de las relaciones entre padres e hijos. —
12. La moralidad del sistema respecto del matrimonio —
13. Ventajas políticas y económicas del sistema. — 14.
Correspondencia entre la legislación y la educación do-
méstica. — 15. El régimen tutorial de la instrucción
pública anglosajona. — 16. La tendencia individualista
en el régimen tutorial. — 17. El sistema individualista
prototíplco de la educación norteamericana. — 18. Los
sistemas de educación doméstica y la idiosincrasia del
educando 89
CAPITULO III.
i.A EDUCACIÓN POLÍTICA Y EELiGiosA. — 19. Importancia y difi-
rultades del estudio de la educación política y religio-
228 ÍNDICE
Pág.
sa. — 20. Los sistemas de educación desde el punto de
vista religioso. — 21. La escuela confesional. — 22. La
escuela cristiana interconfesional en Inglaterra. — 23.
La escuela cristiana intercoufesional en Alemania. — 24.
La escuela laica. — 25. La educación pedagógicamente
considerada. — 26. La educación política, — 27. La edu-
cación según el socialismo. — 28. La educación según el
anarquismo 76
CAPITULO IV.
LA EDUCACIÓN CLÁSICA Y LA EDUCACIÓN MODERXA. — 29. Impor-
tancia capital de la cuestión. — 30. Diversos criterios
pai'a juzgar la utilidad de los estudios clásicos. — 31. El
espíritu del estudio de las letras clásicas en Alemania. —
32. El espíritu del estudio de las letras clásicas en In-
glaterra, — 33. El espíritu de la enseñanza de las letras
clásicas en Francia y demás pueblos latinos. — 34. Con-
clusiones generales 109
CAPITULO V,
LA ixsTEUccióx PRIMARIA Y SECUNDARIA. — 35, Las Categorías
de la instrucción pública. — 36. La ineficacia pedagógi-
ca de la mera reforma de los planes de estudio. — 37.
La instrucción primaria. — 38. Los sistemas de instruc-
ción secundaria. — 39. Las escuelas libres. — 40. Las
etícueias paralelas. — 41. Tipos de las escuelas paralelas
alemanas. — 42. La escuela única. — 43. La escuela
bifurcada. — 44. La antigua escuela bifurcada en Fran-
cia. — 45. La crisis general de la instrucción secunda-
ria a finas del siglo XIX. — 46. Conclusiones generales i:>0
CAPITULO VI.
LA INSTRUCCIÓN UNIVERSITARIA Y LA TÉCNICA. — ■ 47. Clasifica-
ción de las universidades. — 48. Las universidades in-
glesas. — 49. Amalgama de la vida social con la vida
intelectual en las universidades inglesas. — 50. La or-
ganización de los estudios en las universidades ingle-
sas. — 51. Las universidades alemanas. — 52. La orga-
íxni-c 2 29
Pág.
nizaeión cTel profesorado en las univei'sidades alemanas.
— 53. Las universidades francesas. — 54. La actual orga-
nización de las universidades francesas. — 55. La instruc-
ción universitaria popular. — 56. La instrucción técnica 166
CAPITULO VII.
í,.\ ENSEÑANZA NACIONAL ARGENTINA. — 57. Importancia de la
educación del carácter nacional. — 58. — La educación
del carácter nacional argentino. — 59. La instrucción
primaria y normal. — 60. La instrucción secundaria y
preparatoria. — 61. La instrucción universitaria y técnica 208
TALLERES GRÁFICOS
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