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Full text of "El almirante D. Francisco Díaz Pimienta y su época"

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JOSÉ WANGÜEMERT Y POGGIO 

EL ALMIRANTE 

D. FRANCISCO DiiZ PilENTi 

Y SU ÉPOCA 



MADRID 

TIPOGRAIÍA DK I.A «RFVIÍÍ1 t. 



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EL ALMIRANTE 



D. FRANCISCO DÍAZ PliENTA 



Y SU ÉPOCA 



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EL ALMIRANTE 



D. FRANCISCO DÍAZ PIMIENTA 



Y SU ÉPOCA 



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JOSÉ WANGÜEMERT Y POGGIO 

AUXILIAR NUMERARIO 

DEL Instituto general t técnico t>E san isidro dr Madrid 

T CORRESPONDIENTE DE LA R. ▲. DK LA HISTORIA 




MADRID 

TIPOGRAFÍA DR LA «REVISTA DE ARCHIVOS» 

CaltedeOlid.nüm.S. 

1905 



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Todas nuestras gestione! con el fin de e 

Mmirante D. Francisco Díaz Piíiiienia han dado un resultado 
ieg:Uivo y casi nos atrevemos á afírmar que no existe. 



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Quiere la Divina Providencia que este modesto 
libro vea la luz pública el 1 6 de Julio de 1905, día 
en que la Iglesia católica conmemora la poética y 
fortificante fiesta del Carmelo. 

Un espíritu incrédulo ó indiferente á las ideas y 
sentimientos religiosos, nada de particular ve en 
ello, pero el que aprendió á rezar ante una sacro- 
santa imagen, que tiende á sus hijos el salvador 
escapulario, y lo mismo en las alegrías que en las 
aflicciones, siempre ha invocado con profunda re- 
verencia su santo nombre, algo más que la inex- 
plicable casualidad percibe en esta cita, donde el 
niño de ayer se encuentra con el hombre de hoy 
comulgando el mismo ideal. 

La indicada coincidencia, para mí tan simbóli- 
ca, me infunde ánimo al presentar estas páginas á 
la Real Academia de la Historia y á la Armada, 
para quienes principalmente las escribo, esperan- 
do de la docta Corporación y de la ilustre oficia- 
lidad de Marina, la benevolencia que es menester, 
para disculpar sus múltiples deficiencias, siquieca 
sea por atender al acto piadoso de ofrecerlas su 
autor á Nuestra Señora del Carmen, patrona de 
la bandera española en el mar. 



Sr. D. José Wangüemert y Poggio. 

Señor y amigo mío: 

Uno de los sentimientos más nobles, más puro5 
y más hermosos entre los que anidan en el corazón, 
el amor patrio, inspirador del libro que el año 19QQ 
destinó usted á generalizar el conocimiento de las 
Afortunadas, condensando en sus páginas bajo el 
modesto título de Consideraciones históricas acer- 
ca DE LAS islas Canarias, los rasgos salientes del 
cuadro intelectual descriptivo de tan bella provin- 
cia española, le ha impulsado de nuevo á ejercitar 
sus dotes de investigador, no sólo para vulgarizar 
también los merecimientos y altas calidades de :un 
personaje sobresaliente en esa misma historia, sino 
para sacarle previamente á la evidencia procu- 
rando despejar la obscura niebla en que aparecen 
envueltos los principios de su vida. 

D. Francisco Díaz Pimienta — estos son sus 
nonibres — figura conspicua en los anales de . la 
nación, mareante dotado de gran inteligencia, deci- 
sión y arrojo, que alcanzó la cúspide de la honra 
militar, llegando paso á paso á sustituir al egregio 
magnate duque de Medinaceli en la Capitanía ge- 
neral de los navios de alto bordo, ó sea del Mar 



X — 



Océano, mereció bien la exaltación que usted le 
dedica ahora subsanando negligencia de los con- 
temporáneos y omisión de historiadores sucesivos. 

Por rareza se ocupó de su persona D. José Mar- 
tín de Arrate al redactar en la Habana, acercán- 
dose el fin del siglo xviii, su Llave del Nuevo Mundo 
con el propósito exclusivo de enaltecer á la citada 
ciudad y como para la incidencia no era fácil tuviera 
á la vista los datos necesarios, incurrió en notables 
errores, algunos de los cuales han transmitido en 
sus breves apuntes de relación D. Martín Fer- 
nández de Navarrete, Biblioteca marítima^ tomo I, 
pág. 433 y E)- Jacobo de la Pezuela, Historia de la 
isla de Cuba y Diccionario geo gráfico-histórico de la 
misma. 

Usted al corregirlos y al dilitar considerable- 
mente las noticias con las que se conservan en las 
islas Canarias y con las de documentos conseguidos 
por su diligencia en todas partes, se ha hecho por 
consiguiente acreedor al reconocimiento de los 
amigos de saber^ complaciéndome como uno de 
tantos, en anticiparle el mío, ya que á su galantería 
debo, además, la satisfacción de ser de los primeros 
en la lectura de la nueva producción. Permítame, 
5in embargo^ la salvedad de descartar de mis aplau- 
sos el juicio que de la historia de «La Armada es- 
pañola» contienen sus páginas, por la certeza de 
que solo ha podido servirle de precedente auxiliar. 

¡Qué curioso é instructivo es, en cambio, el 
expediente de pruebas de nobleza incoado en 1642 



— XI — 



con objeto de que el restaurador de la isla de 
Santa Catalina ó Providencia obtuviera el hábito de 
Santiago después de alcanzar de los ingleses victo- 
ria que mucho más alto galardón exigiera; expedien- 
te que usted desentraña del Archivo histórico na- 
cional! Nada menos de 102 testigos intervinieron y 
á cualquiera que considere sus declaraciones al 
presente, ocurrirá pensar que en conspiración con- 
tra la verdad, se confabularon para vestirla y aci- 
calarla. El punto de mira en todos fué, sin duda, la 
negación del papel enemigo enviado al Consejo de 
la Orden, que parece hoja arrancada al Tizón de 
la nobleza; mas valiéronse, á fin de conseguirlo, de 
medios repetidos en sucesivas pruebas para cru- 
zarse dos hijos del demandante; medios que por sí 
razonan la existencia de aquel libelo. 

Sensible es advertirlo; el ilustre almirante, el afor- 
tunado general, el funcionario digno de acendrada 
estimación, pagando tributo á vulgares preocupa- 
ciones, se hace cómplice de la superchería, la procu- 
ra, la dirige, y con tal de obtener satisfacción al amor 
propio, inventa genealogía caprichosa; espesa á 
sabiendas las nebolusidades de su origen, natura- 
leza y estado civil, no conformándose con ser hijo 
de sus obras ni con que ocurra poéticamente atri- 
buir su gestación á Tetis ó á Belona. 

Al fin debilidad humana. 

No es caso aislado ni raro tampoco. Cuidadosa- 
mente o(»iltó Cristóbal Colón ser hijo de tejedores; 
D. Fernando, que lo era suyo, jamás nombró á su 



— XII 



madre: ¡cuántas referencias más pudieran traerse 
á cuenta! Concretándonos á las de aquellos días, 
ya que con buen acuerdo extiende usted la consir 
deración de su biografiado á la de los sucesos y 
opiniones de la época en que vivió, no es ocioso 
citsu- todavía otra de ejemplaridad. 

El almirante D. Francisco de Ribera ganó la 
victoria naval de Celidonia en desigual pelea de 
tres días entre seis naves de su mando contra 5 5 
turcas. Fué acción que consideraron prodigiosa los 
del tiempo y en Europa halló eco, cantada en verso 
y prosa. El Rey la premió con merced de hábito 
en la orden de Santiago, empero los caballeros 
encargados de las pesquisas ordinarias, examinando 
más de cien testigos, informaron no haber en el 
agraciado las condiciones requeridas para ingresar 
eala orden de Caballería^ porque si bien su padre 
y abuelo habían sido notoriamente hijosdalgo, no 
ocurría lo mismo con la madre. El Consejo de las 
órdenes negó por consecuencia la concesión dete- 
niendo los autos, hasta qué por empeño de altas 
influencias expidió el papa Urbano VIII un Breve 
dispensando con indulto cualquiera de las irregu- 
laridades alegadas. Vista la decisión de Su Santidad, 
ordenó el Rey, en 1624, fuera otorgado el hábito 
lisa y corrientemente, sin consignar en el título 
los motivos de excepción, de lo que se han origi- 
nado confusiones. 

Alcanza. la del expediente relativo á ..Díaz Pi- 
mienta á sus primeros servicios en la marina, de 



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— xin — 

los que nada se sabe hasta ahora á falta de los 
títulos que, como á Gobernador y General de 
Armadas se le expidieron,- y en los cuales, según 
costumbre, se especificarían los méritos principa- 
les. El dato anotado en la revista El Ramillete con 
atribución á D. José de Vandewalle; la suposición, 
más bien, de este escritor palmero, de haberse 
trasladado á Cartagena el seminarista destinado 
por su padre á la Iglesia, con intención de cambiar 
los estudios teológicos é ingresar en la milicia de 
mar, carece en absoluto de fundamento sin con- 
cordar, por otro lado, con la lógica de los hechos, 
por lo que, á mi entender, muy prudentemente lo 
recibe usted á beneficio de inventario. '. 

Cartagena era por entonces apostadero exclu- 
sivo de galeras, las cuales constituían en el mar 
Mediterráneo cuerpo militar separado y distinto 
del de los bajeles de vela al que Díaz Pimienta 
siempre perteneció, mientras que Sevilla, ciudad y 
puerto en que residía desde la niñez, era centro 
de la negociación ultramarina. Allí radicaba la fa- 
mosa Casa de la contratación de las Indias^ dotíde 
se explicaban las matemáticas y se imponían en 
las respectivas disciplinas los pilotos como los car- 
tógrafos: allí existía lia Universidad de los maireanT 
tes y mercaderes, entidad cual ninguna otra influ- 
yente en el comercio con el Nuevo Mundo: allí 
los acreditados astilleros del Guadalquivir, donde 
se construían, armaban y carenaban las más de 
las naos y galeones componentes de las flotas. 



— XIV — 



Nada más probable y natural, por todo ello, que 
germinando bajo aquel ambiente marinero una 
vocación á la que debían de impulsar en Dm:t Pi- 
mienta, el ejemplo tanto como el éxito de los pro- 
cederes de 5u padre, se decidiera á imitarlos, no 
teniendo que cambiar de lugar para adquirir los 
conocimientos náuticos, los de construcción naval, 
en los que llegó á sobresalir, y las relaciones mer- 
cantiles importantes á su porvenir. 

Con plaza de soldados y aspiración de obtenen 
por tiempos, las de alférez, capitán, almirante y 
general de flotas, empezaron en la misma Sevilla 
la azarosa profesión de mar, Tomás de Larraspuru, 
el antes citado Francisco de Ribera, cien más con- 
temporáneos de Pimienta, merecedores como él 
de empuñar el bastón de mando en jefe conse- 
guido sin gran dilación. No es aventurado presu- 
mir siguiera idénticQ proceso antes de alcanzar 
aquel signo de autoridad, sin perjuicio de ensayar 
simultáneamente otros provechosos, de que dan 
testimonio los diferentes documentos en que apa- 
rece como naviero, armador y asentista desde 1 62 1 . 

En cualquiera de estos conceptos apartados de 
los de marinero y militar, suministró plenas prue- 
bas de la generalidad y alteza de su valer, logrando 
crédito y notoriedad especial en el que hoy diría- 
mos de ingeniero naval, por lo que repetidamente 
atestiguaron los peritos coetáneos. 

Jerónimo de Eguía, uno de los primeros cons- 
tructores, encargado en 1681 por la Junta Supe- 



— XV — 



rior de Armadas, del estudio y planos para una 
Capitana real del mar Océano armada con 90 ca- 
ñones^ razonó su proyecto fundado en las doctri- 
nas de Díaz Pimienta, considerándole innovador 
progresivo y expresando, coa alusión á las regu- 
laciones de fábrica, que á su persona, con la de 
algún otro General, se debía en gran parte «haber 
puesto en reglamento lo que antes estaba tan 
sin él. » 

Confirman esta opinión técnica los hechos ofi- 
cialmente acreditados de que, reconocida la bon- 
dad de los galeones que por asiento dirigió en la 
Habana en 1625, siendo capitán, recibió nom- 
bramiento de superintendente de fábricas en la 
isla de Cuba; de que veinte años después le orde- 
nó el Gobierno de la Nación proponer reformas 
para la traza de las naves que en lo sucesivo se 
construyeran, y lo hizo con aprobación, redactando 
un plan completo con título de: 

Medidas y fortificaciones qtce al General Francisco 

Díaz Pimienta le parece deben tener los galeones que 

el capitán Agustín de Baraona se obliga á fabricar y 

' entregar en el puerto de Cartagena (de Indias) a 

quien Su Magestad mandare, 

Veitia y Linage afirma en su Norte de la Con-- 
tratación de Indias (lib. II, cap. XIV, párrafo 14) 
que en 1650 se le pidió nueva preceptiva con re- 
glas paira los navios que habían de hacerse en el 
astillero de Guarnizo (Santander), mandato que 
cumplió seguidamente. 



XVI — 



q. 1. b. 1. m. 

Cesáreo Fernández Duro. 



Desde 



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A ^sta labor, junta con las anteriores, debió: la 
distinción de ser inscrito en la nómina de los in- 
genieros ilustres del siglo xvii, estándolo, no me- 
nos justificadamente, en la de los generales biza- 
rros y en la de los caballeros pundonorosos. Ne- 
cesaria era, con todo, la perseverante de la vida 
entera para hacerse objeto de elogio tan cumplido 
cual el de Fabro Bremundan, inserto en la Histo- 
ria de los hechos del Serenísimo Sr, D. Juan de Aus- 
tria en el-pfincipado de Cataluña, al decir, como 
usted con más extensión transcribe, que por la [\^^ 

senda más ardua y -dificultosa llegó aun colmó LaPai 

de gloria que igualaba á la de su dignidad^ siendo Alonso 

sujeto «en quien admiró su edad y admirarán las .manan 

venideras en el grado de perfección mayor, todas- ^^land 

las prendas que la idea sepa desear en un soldado "'^ite 

y general de rñar. Y bien lo entendió así el Señor , ^^Slod 

Don Juan escribiendo al Rey lo mucho que había ■ ^^^^^ 

sentido su pérdida, por la falta que juzgaba haría 
al servicio de Su Magestad un hombre de tantas 
experiencias y capacidad.» 

A la memoria y estimación de hombre tat ha 
enderezado usted el fruto delicado de su laborio- 
sidad: sea enhorabuena. 

Sincera se la expreso, reiterándome amigo y 
servidor afectísimo 



■ guía I 

• "las, 

recu 

; 1] 
mu 

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Julio de igoS. 



se 



CAPITULO PRIMERO 



Desde que nuestros filoriosos Reyes Católicos engarzaron 
á la Corona de España las hermosas Islas de Gran Canaria, 
La Palma y Tenerife, terminando D. Pedro de Vera y don 
Alonso Fernández de Lugo la em.Tresa tan feliz, como hu- 
manamente comenzada, por el caballeroso conquistador 
Juan de Béthencourt, empezaron las Canarias, no á ser el 
li'mite de la expansión de nuestro pueblo que preparaba su 
siglo de oro, sino el ameno sitio de reposo, para recuperar 
fuerzas en el vuelo y adquirir nuevas orientaciones que 
descifraran ios enigmas del Atlántico, y nos sirvieran de 
guía en la titánica y colosal empresa, de ir descubriendo ese 
más allá tenebroso, tan temido como deseado, y de tantos 
recuerdos épicos para nuestra nobilísima Nación, como de 
recientes desdichas que aún lloramos. 

Una vez terminada la conquista de las Islas, después de 
noventa y dos años de empeñada pelea (i), asombrando al 
mundo la raza indígena con su heroica manera de batallar, 
como el tapiarse en vida en las ocultas cuevas, donde por 



(i) Durante este tiempo hubo periodos de paz, y en Tenerife 
según Viera y Clavijo, hasta pasó 'toda una generación ajena á la 
sangre que se vertía en las Islas hermanas. 



1 



consunción morían, consagrando al sentimiento patrio el 
martirio lento de sus existencias; fué un hecho, que I» po- 
blación guanche que sobrevivió á esta guerra de exterminio, 
más por la lealtad y el amor que los primitivos moradores 
del Archipiélago profesaban á la independencia, que por 
espíritu sanguinario, que no hubo en la conquista, llegó á 
la fusión de sangre con la invasora, no lo es menos que al 
instante cundió por Europa la noticia de la adquisición que 
España acababa de realizar, y las promesas ventajosas que 
se hacía á la colonización, bien fuera por familias de la me- 
trópoli óextranjeras.quepor mejorar de fortuna cambiaban 
la naturaleza, y contribuyeran juntamente con las españo- 
las, á los orígenes cultos de la sociedad canaria. 

Francia y Portugal son los países que primeramente to- 
maron parte en esta empresa, para más tarde compartir la 
influencia con italianos, belgas, holandeses é ingleses, que 
también acuden á las Islas y se establecieron, pero los dos 
primeros pueblos, el uno por su antigua tradición conquis- 
tadora en el Archipiélago, y el otro, por ser aquellos de- 
rroteros comunes á ambas naciones en el desenvolvimiento 
de sus destinos, tienen derecho de prioridad al ocuparnos 
de las invasiones europeas en Canarias. 

Así como el elemento normando se asimiló á España, y 
los habitantes de la antigua Armórica que se quedaron en 
las Islas, pasaron á ser españoles, desde que el Barón que con 
tanta gloria les condujo, prestó pleito homenaje del Archi- 
piélago afortunado, en Sevilla el año 1404, al rey de Casti- 
lla Enrique 111 el Doliente; los portugueses casi se repu- 
taban los amos de estos parajes, no sólo por haberse he- 
cho dueños las águilas de Sagres, de otras bellas posesiones 
vecinas á estas islas, sino por otros títulos además, que les 
puso en contacto directo con Canarias que conceptuaron 



suyas, hasta el tratado de Alcántara (1479), en que resplan- 
decen los indiscutibles derechos de Castilla (i). 

La vituperable conducta de Maciot, disponiendo de lo 
que no era suyo, y vendiendo al infante D. Enrique lo que 
él entendía por sus derechos, dio á los portugueses motivo 
para emprender frecuentes invasiones, hasta que las Cortes 
de Castilla y Portugal, de común acuerdo, reconocen los de- 
rechos de señorío á D.* Inés de Peraza y su consorte D. Die- 
go de Herrera, teniendo por esencial complemento para la 
paz entre lusitanos y españoles, la boda de D. Diego de Sil- 
va, jefe de una expedición portuguesa, con D.* María, hija 
de D.* Inés y de D. Diego Herrera. 

Si este hecho prueba la importancia que iban teniendo 
las expediciones portuguesas, también nos dice, que arriba- 
ron á Canarias reciente la conquista realizada por Béthen- 
court, y de igual suerte, que vemos quedarse en las islas 
ligado por vínculos sagrados á un director de estas incur- 
siones, podemos desde luego afirmar, atendiendo á la eti- 
mología de nombres y apellidos, y al estudiar costumbres 
y usos, que fueron muchos los portugueses que se estable- 



(i) Ninguna nación ostenta título tan hermoso como España, 
sobre esa parte del mundo donde se fijan hoy todas las ambicio- 
nes europeas con fines puramente materiales, y aquí procede recor- 
dar el cuerpo de ejército, que se le hace ascender á 12.000 hombres, 
que envió al África Fernando III el Santo, en 1225, para volver á 
entronizar á Almamún, soberano que en justa correspondencia 
permitió, el establecimiento en el Mogreb de misiones franciscanas, 
siendo el derecho eclesiástico el primero que disfrutó España, al 
depender Marruecos del Arzobispado de Sevilla, y lo mismo las is- 
las próximas; el caballero normando D. Juan de Béthencourt así 
lo reconoció, y en este hecho moral y piadoso, fundamentó 
siempre nuestro pueblo sus indiscutibles derechos á las Islas Ca- 
narias. 



— 4 — 

cieron en Canarias, uniéndose á los españoles que encontra- 
ron y á los que sucesivamente iban llegando, como se con- 
juntan las aguas de los ríos; pues los pueblos cuando tienen 
comunes los caracteres étnicos y morales, vuelven á su uni- 
dad sólo al contacto, y mejor cuanto má» lejos del campo 
que sembró en ellos la discordia y separación. 

La influencia portuguesa no sólo es interna en los oríge- 
nes de la colonización en Canarias, sino que es también su 
próxima vecina, el ser dueño Portugal de la isla de la Ma- 
dera desde 1419, y de las Azores en 1482, agregando á lo 
dicho, las exploraciones que durante el feliz reinado de Al- 
fonso V hicieron por el litoral africano, al reconocer toda 
la costa de Guinea, Juan Santarén y Pedro Escobar^ des- 
pués de haber doblado Ñuño Tristán, los cabos Blanco y 
Verde. 

Nada tan natural, atendiendo á esto, que ver en Ca- 
narias familias de origen portugués formando parte de su 
naciente sociedad, punto de partida en nuestra investiga- 
ción, consagrada de lleno á individuos, que saliendo del 
seno de las mismas, hicieron tanto bien á la patria españo- 
la, que ella les ha asegurado la inmortalidad en el gran libro 
de su historia. 

Según resulta de autorizadas opiniones, D. Diego Díaz 
Pimienta y D.» Mayor Franco, eran naturales de Cuba, en 
el reino de Portugal ¿ios jornadas de Lisboa ó más, en el 
camino derecho á Sevilla, frases que emplea el ilustre pal- 
mero D. José Vandewalle y Cervellón (i), en una relación 



(i) Nació en Santa Cruz de la Palma en 18 de Mayo de 1734.- 
el 17 de Noviembre de 1780 contrajo matrimonio con D.» María de 
Llarena, y felleció el 25 de Octubre de 1811. Fué sepultado en la 
bóveda de la capilla de Santo Tomás (Iglesia en Santo Domineo) 
patronato de sa casa. ^ 



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genealógica que hizo, comprobando la verdad de su aserto, 
con lo que había certificado con fecha 7 de Mayo de 1717, 
el cronista de Canarias D. Juan Núñez de la Peña, después 
de examinar varios documentos, que consignan la vecin- 
dad de los mismos, en Puntallana, perteneciente i la Isla 
de San Miguel de la Palma. En igual sentido se expresa 
un antiguo nobiliario de la casa de A/esa / Ponte (i)t donde 
consta que Cuba en Portugal era el pueblo de la naturaleza 
de dicho D. Diego. 

No siendo española esta familia, no va á Canarias des- 
empeñando cargo oñcial, y aunque tratándose de Portugal, 
nunca estaría con propiedad histórica bien empleado el ca- 
lificativo de extranjera; nos inclinamos á creer, que lo que 
les llevó fué la emigración; pues es tan raro ver á la mujer 
seguir al hombre en aventuras y empresas militares, como 
corriente ser la compañera inseparable, cuando se deja el 
propio país con garantías de encontrar en el extraño, ma- 
yores medios de prosperar, aprovechando como ocurre en 
este caso, las ventajas materiales de la colonización. 

Tampoco es creíble fuera el comercio lo que les condujo 
i la Palma, á pesar de ser los portugueses los primeros que 
comerciaron con dicha isla. El dedicarse á este ramo de la 
actividad humana presupone algún capital, lo mismo que 
no es costumbre y mucho más en aquella época, en que la 
navegación resultaba incómoda y peligrosa, que las mujeres 
acompañaran á sus maridos, como ocurre aquí; ahora bien, 
pudo D. Diego Diaz Pimienta conocer la Palma por este 
medio, pero no hay que olvidar, que el navierO'Comercian- 



(1) Descripción genealógica de las casas de Mesa y Ponte esta- 
blecidas en las Islas de Canaria, por U. Amonio Ramos. Ma- 
drid 179a, 



-fi- 
le, lo mismo antes que ahora, no busca por lo genera! los 
sitios que tiene por mercados para establecer d hogar, y si 
arribó por primera vez á la Palma, en alguna embarcación 
que iba con este ñn, iría en calidad de modesto tripulante, 
para luego que regresó á su país, emprender de nuevo el 
viaje con otro carácter distinto. 

Muy bien pudo este matrimonio trasladarse directamente 
de Portugal á la isla de San Miguel de la Palma, ó realizar 
el viaje haciendo sucesivas escalas en Azores y Madera, y 
desde uno de estos puntos, llamado ó aconsejado por al- 
guna familia portuguesa, con quien hasta es muy posible 
que vínculo de sangre la ligara, pasar á las Canarias de se- 
ñorío, donde ya hemos visto que vivían contundidas con 
españolas, y de Lanzarote, Fuenteventura, Gomera ó Hie- 
rro, salir para la Palma, lugar en que la Providencia le re- 
servaba el comienzo de su grandeza y la compensación i la 
serie de sacrificios que la emigración trae consigo. 
' Aun sin participar de la añrmacíón materialista oque el 
hombre es una planta», no podemos menos de reconocer 
la influencia que el ambiente social ejerce en el desarrollo 
de sus aptitudes y hasta á veces en las determinaciones de 
la voluntad, y, convencidos de ello creemos, que proceda 
ahora hacer una descripción i grandes rasgos de la so- 
ciedad canaria y particularmente de la palmera, en cuyo 
campo va á ejecutar su acción la familia Díaz Pimienta, 
pues dada la solidaridad humana el estudio de la colecti- 
vidad es la base más sólida para poder luego individuali- 
zar, y además, conociendo la época, mayor será también el 
espíritu crítico y mejor dilucidados quedarán los hechos. 



CAPITULO II 



La sabia política desplegada por el Adelantado D. Alon- 
so Fernández de Lugo, contribuyó muchísimo al rápido 
progreso de las Islas, y con su rectitud en la administra- 
ción, velando sólo por la prosperidad del país, que él con- 
sideraba y quería como natal, dio toda clase de facilidades 
á los hijos de otras naciones, que acudieron á las Afortuna- 
das para establecerse, nacionalizando á los mismos con su 
extremada hospitalidad, y consiguiendo tan compacta com- 
penetración en el núcleo primitivo de la sociedad canaria, 
á pesar de formarlo elementos heterogéneos, que evidencia 
sus altas condiciones de fundador y le da en justicia nuevo 
sobresaliente mérito á los muchos contraídos. 

Otra de las cosas que tuvo principal influencia en el mo- 
vimiento comercial, fué el privilegio conseguido por el dipu- 
tado palmero D. Pedro de Vergara, de que la isla de San 
Miguel de la Palma no pagara derechos de almojarifazgo, 
es decir, de exportación é importación y cabotaje, por vein- 
ticinco años, y estuviera exenta de alcabalas. 

Sucedió al primer Adelantado de Canarias D. Alonso 
Fernández de Lugo, su hijo D. Pedro, por recaer en él el 
nombramiento, que llegó á la ciudad de la Laguna el 23 de 
Enero de i526, creyéndole desde las altas esferas oficiales 



— 8 — 

digno hijo de tan ilustre padre; pero sus condiciones de ca- 
rácter y tiránicos hechos, hiciéronle poco querido de sus go- 
bernados, quienes le dieron el sobrenombre de cruel; no 
obstante ir la Palma como las otras islas progresando. 

Entre las mercedes conseguidas por D. Francisco de 
Lugo, individuo de la familia del Conquistador, deben se- 
ñalarse, la de que los vecinos pudieran llevar espada sin 
puñal ó viceversa; que la Justicia no hiciera causa de oficio 
por palabras livianas; que los oidores de Canarias no cono- 
ciesen sobre lo perteneciente á Sanidad; que pudieran salir 
en corso contra los enemigos de la Fe y la Corona; que los 
vecinos y forasteros fuesen perpetuamente francos y exen- 
tos de alcabalas , pactos y tributos , exceptuando ^1 seis 
por ciento de las mercancías, cereales, vinos y ganados 
que se importasen y descargasen en sus puertos de mar, 
según R. C. expedida en Madrid en 19 de Septiembre 
de 1 528. 

A estas concesiones hay que añadir las que en i532 el 
mismo D. Francisco de Lugo obtuvo del Rey, librando á 
las islas de Tenerife y la Palma de las investigaciones de 
los inquisidores y de la excomunión y el entredicho, para 
obligar á tomar la Bula de Cruzada. 

El mensajero por Tenerife, Rodrigo Núñez de la Peña, 

también trabajó con fortuna privilegios para Canarias, 

» 

consiguiendo que cdos pobres encarcelados no fuesen dete- 
nidos en las prisiones ni molestados por los derechos de 
justicia», y representando los intereses de Gran Canaria y 
la Palma, solicitó comprendiese á ambas islas la gracia que 
había pedido el Cabildo de Tenerife, de que se dividieran 
é hicieran patrimoniales los beneficios que vacasen, nom- 
brando el Rey, á propuesta de los Ayuntamientos, á los hi- 
jos del país que ostentaran mayores méritos. Esto trajo al- 



L... 



-9 — 

guna perturbación y tirantez de relaciones entre la autori- 
dad eclesiástica y civil, pero por Real Cédula se dispuso un 
tribunal mixto, donde estaba representado el clero, el 
ayuntamiento y dos ciudadanos, que por sorteo eran elegi- 
dos en las Casas Consistoriales. 

La sentencia de muerte que D. Pedro Fernández de Lugo 
dictó contra D. Pedro Fernández de Alfaro, condenándole 
á morir degollado en un cadalso, fué la causa que determi- 
nó la transformación en el gobierno de la Palma y Teneri- 
fe. Oyendo el emperador Carlos V las amargas quejas de 
D.*^ Leonor de Pereira, viuda de Fernández Alfaro, ordenó 
que D. Pedro Fernández de Lugo retuviera como título 
honorífico para su familia el de Adelantado de la Palma y 
Tenerife, pero dejando de ser Justicia mayor y Goberna- 
dor de dichas islas, importante cargo, provisto luego en Al- 
fonso Yanes Dávila. 

Sustituyen losCabildos en atribuciones á los Adelantados, 
y aunque constituidos por individuos que con el nombre de 
regidores heredaban dichos cargos, vinculados en determi- 
nadas familias, no por eso dejaba de ser un progreso en las 
costumbres políticas, transformándose la unidad de criterio 
representada por los Adelantados, convenientfsima en las 
empresas militares, como en la paz estos otros organismos 
de gobierno y administración, expansivos por la esencia de 
su naturaleza, y donde la variedad de gobernantes era una 
garantía de justicia, con lo que salían beneficiados los intere- 
ses del país. 

El Cabildo de la isla de la Palma era presidido por un Te- 
niente-gobernador, que dependía del gobernador de Tene- 
rife, teniendo estas corporaciones los mismos derechos que 
hoy disfrutan los gobiernos civiles, pero en un régimen 
autónomo. 



— 10 — 

En lo eclesiástico Las Palmas era la capital de la Dióce- 
sis, nombrándose en las demás islas Delegados, con la mi- 
sión de conocer en los asuntos leves é instruir las diligen- 
cias en las causas graves, correspondiendo el tallo al Tri- 
bunal superior. El Tribunal de la Fe ejerció sus funciones 
en análoga forma, siendo el primer inquisidor general el 
Licenciado Bartolomé López Tribaldos, á quien invis- 
tió de tales atribuciones Fray Diego Deza, arzobispo de 
Sevilla, en el año i5o4, y el cual delegaba su autoridad 
en otras personas que tenían su representación en las de- 
más Islas, visitándolas los inquisidores generales varias 
veces.. 

Las condiciones geográficas de Canarias hicieron que la 
población buscara su propia defensa, en los momentos en que 
se preparaba Europa, por complejas causas, á grandes gue- 
rras, que sembraron la desolación y el exterminio por todas 
las naciones. Reciente los ejércitos permanentes, envuelta 
nuestra Patria en luchas exteriores é interiores, con la mira 
en la conquista de América, donde acudía la emigración, 
tras las empresas heroicas de nuestros conquistadores á soli- 
dificar nuestro dominio; no se encontraba el Estado español 
en condiciones para guarnecer el Archipiélago canario y 
ponerle á salvo de cualquier sorpresa, supliendo los Cabil- 
dos las deficiencias del poder central, y recordándonos 
aquellos Ayuntamientos que en pasadas épocas defendieron 
la vida local del bandolerismo y la anarquía con sus mili- 
cias concejiles, las que, sin tener la aparatosa organización 
de las Ligas alemanas, tuvieron tan elevada noción del 
deber en circunstancias tan críticas, y abnegación y arrojo 
en la defensa encomendada, que salvaron el principio de 
cohesión patrio, en medio de las mezquinas luchas de los 
que estaban llamados á dar el ejemplo. 



— II — 

Los Cabildos en Canarias armaron milicias, y todas las 
personas salientes de su sociedad vistieron el honroso uni- 
forme militar, y acudieron al sitio del peligro, contundién- 
dose con el humilde hijo del pueblo, en los luctuosos días 
que piratas y corsarios, y formidables escuadras con Drake 
en 1 595, Van der Doez en 1699, Blake en lóSy, Genings 
en 1706 y Nelson en 1797 creyeron seguro apoderarse de las 
islas, después de sembrar el terror y la angustia, que supo 
convertir el patriotismo heroico de los isleños en vergonzosa 
derrota para el extranjero. 

El malogrado é ilustre escritor Sr. Torres Campos, en su 
magistral discurso de recepción en la Real Academia de 
la Historia, se expresa en los siguientes términos al hablar 
de las milicias de Canarias: «La compenetración del espí- 
ritu canario en el alma nacional se revela en la institución 
de las milicias. Para ejercer el mando militar y político y 
la jurisdicción superior como Capitán general y Presidente 
de la Audiencia, envió D. Felipe II á Canarias, en 1689, á 
D. Luis de la Cueva y Benavides, señor de Bedmar, al cual 
acompañaban 600 hombres de* guerra, divididos en tres 
compañías, para la defensa del Archipiélago contra los cor- 
sarios. Debía atender especialmente a las cosas de la guerra, 
á la gente y á la fortaleza, á la artillería y municiones;»pero 
cccuanto mandaba hacer, dice Viere, ya ellos lo tenían he- 
cho por sí mismos muy de antemano». Como las milicias 
estaban organizadas, armadas é instruidas, existiendo for- 
talezas, no creyeron las Islas necesaria esta nueva tropa 
extraña. 

»Contando con las fuerzas indígenas, pudo el Rey man- 
dar retirar, en 20 de Septiembre de 1592, la guarnición pe- 
ninsular que había en el Archipiélago; y por Real cédula 
de 25 de Enero de 1598, creó la milicia provincial, siendo 



— 12 — 

llamados á las armas todas las poblaciones útiles, para ior- 
mar tercios con la organización que tuvieron los de Italia y 
Flandes, al mando de nobles peritos en el arte de la guerra, 
designados por el Cabildo de la ciudad de la Laguna. Sus 
jefes y oficiales fueron las personas más ricas y visibles del 
país. 

»Reorganizó las milicias en 1625 el Capitán general don 
Francisco de Andía para hacerlas servir más eficazmente á 
la defensa, y se aumentaron hasta el punto que el Capitán 
general, Conde de Puerto-Llano, revistió, en 6 de Mayo 
de 1667, 9.55o infantes, 450 caballos y 374 artilleros. En 
1707, reinando Felipe V, se transforman los tercios de mi- 
licias en regimientos. En 1770, existían en el Archipiélago 
16. regimientos y 29 compañías sueltas. Después de varias 
vicisitudes, por Real orden de 10 de Febrero de 1886, han 
venido á transformar las milicias en el actual ejército terri- 
torial de Canarias, que, dentro del sistema de unificación de 
mando, régimen y disciplina de la fuerza armada nacional, 
conserva el carácter de las antiguas gloriosas tropas regio- 
nales, y se considera, en los modernos estudios militares, 
como la base de la seguridad del Archipiélago». 



CAPITULO III 



El pueblo canario contribuyó, como ningún otro, al en- 
grandecimiento de España á través de los mares, siendo ad- 
mirables las energías de estos isleños, que lejos de propor- 
cionarse reposo, disfrutando del dulce clima de su región, 
procurando sólo la propia defensa y el adelanto del terru- 
ño, no abandonaron el progreso de éste, y á la vez se mul- 
tiplicaban por lejanos países, figurando siempre á la van- 
guardia de la dominación española, verificándose un retro- 
ceso de amor y unión hacia la Metrópoli, á la vez que un 
entusiasta avance hacia los Mundos por explorar, para po- 
nerlos al amparo de la gloriosa bandera que más misione- 
ros ha cobijado, y al plegarse en su colonización, después 
de haber asombrado á la tierra con sus héroes, deja redi- 
mido del original pecado á las razas indígenas y hablando 
su verbo, en el que debieran siempre bendecir á la madre, 
que por ser tan generosa y espléndida, dando todo lo que 
tenía, hoy sólo dispone de sus propias fuerzas para renacer 
como el fénix en las edades venideras. 

Tiene esta tesis confirmación en las expediciones del Ade- 
lantado D. Alonso Fernández de Lugo á Berbería; la reali- 
zada por Luis de Aday en i52i á América; la conquista de 
Santa Marta en las Indias por D. Pedro Fernández de Lugo, 



— 14 — 

acompañado de canarios, y de imperecedera memoria por 
sus proezas el viaje de Hortal, donde Agustín Delgado «hizo 
más que cientos en las márgenes del río Orinoco; la cele- 
bridad alcanzada en la Isla Española ó de Santo Domingo, 
por Juan el Canario, y las referencias de Luis Perdomo, 
que le proclaman valiente campeón en la conquista de Pa- 
ria y héroe en Puerto-Rico se bastan como prueba; y á éstos 
tenemos que añadir, entre otros episodios gloriosos, qué ca- 
narios combatieron al lado de Francisco Montejo, en i5a6, 
para reducir el Yucatán y compartir los laureles en el ejér- 
cito de Cortés, distinguiéndose con llamativos colores la co- 
lonia de esios isleños, fundada en la boca del Río de ta 
Plata, tan bien defendida por los mismos, ante los ataques 
de los bárbaros y la insalubridad del clima, que, como dice 
el gran Viera, llegaron á comerse los caballos, y, por úl- 
timo, los indios se los comieron á ellos. 

Continúa la lista de isleños cooperando á la conquista 
americana: Juan de Santa Cruz, anteponiendo su apellido 
á Mompoce; Miguel y Alonso López; Pedro y Francisco 
Bcni'tez, en el Rio de la Plata; D, Alonso Luis de Lugo, 
hijo de D. Pedro, ensanchando la dominación en Tierra 
Firme, que su padre con fortuna comenzó; D. Fran- 
cisco Bahamonde de Lugo, tomando parte en la revuel- 
ta del Perú y muriendo cubierto de gloria luchando con 
Drake en Cartagena de Indias, y á este tenor intermina- 
ble es la serie, cuyo resumen y genuina representación 
de esta pléyade brillante de militares canarios que se omi- 
ten, puede ostentar D. Francisco Tomás Morales, salvan- 
do incólume el prestigio nacional en 1823 en la plaza de 
Puerto-Cabello, fecha que perpetuará la memoria heroica 
del isleño ¡lustre, caudillo del valor español en su más alto 
grado. 



— i5~ 

Y si este avance en la misión de España en América 
sirvió, para que los canarios evidenciaran sus* valientes 
cualidades, nada tienen que envidiar tampoco aquellos 
otros, que dejaron las Islas por Europa, y en Flandes, 
Alemania, Córcega, Ñapóles y Sena, fueron dignos émulos 
de los conquistadores, é idénticos hermanos de los que 
en Canarias defendían con indomable brío la soberanía es- 
pañola, (i) 

Pasando ahora de los hechos militares, á la influencia 
colonizadora de los canarios en América, podemos asegu- 
rar, que fué tan fecunda en resultados materiales, como es- 
pléndida en llamaradas de heroísmo respecto á la conquista. 
Supieron transformar las armas de combate en instrumen- 
tos de labranza, y la mayoría de los isleños que se incor- 
poraron á las expediciones que tocaban en Canarias, allá 
se avecinaban, trabajando por la nueva sociedad americana. 

No es natural por más que está en lo posible, que se que- 
daran en América los canarios que acompañaron á Colón; 
el número reducido de los mismos y las gratas albricias que 
traían á la madre-patria, parece que les hacía retornar, pa- 
ra referir el viaje del genio por el Océano, que meditándo- 
le con la solemnidad que merece y admirando la fe que im- 
pulsaba á los inmortales bageles, nos lleva como de la ma- 
no á la narración genesiaca, para ver en él un destello del 
Soberano Espíritu fluctuando sobre las aguas. Ahora bien, 
no cabe dudar que aquellos que tomaron parte en las con- 
quistas mencionadas allí se quedaron, retenidos por una 
virgen y rica naturaleza que les prometía un próspero por- 
venir. Herrera, en sus Décadas^ refiere y les denomina por 
sus propios nombres, los canarios que se establecieron en el 



(i) D. Alonso Luis de Lugo conquistador y colonizador de 
Tierra Firme fué caudillo principal también en estas guerras. 



- i6- 

Nuevo Reino de Granada, siendo un hecho comprobado 
por varios autores, la activa participación que tuvieron en 
las poblaciones que se Tundaron, y en la creación del cultivo 
y ganadería que siguió i la conquista en el Río de la Plata. 

De los 1.800 hombres que fueron con D. Pedro Fernán- 
dez de Lugo á la conquista de Tierra Firme, canarios eran 
la mayor parte y tras las proezas realizadas por el Magda- 
lena, fundaron á Santa Fe de Bogotá, Tunjé y Vélez, lle- 
vando otras poblaciones el nombre de Tenerife y la Palma, 
en recuerdo de las dos islas Canarias, que más contingente 
dierjn para la adquisición de esta parte importantísima del 
Nuevo Mundo, siguiendo igual procedimiento D. Alonso 
Luis Fernández de Lugo, él que llevó artesanos de las Islas, 
agricultores, ganado, semillas y plantas, trasladando la flo- 
ra y fauna canaria á América, donde descubrió minas, y á 
su vez dio un gran impulso á las poblaciones con anteriori- 
dad fundadas. 

El influjo canario en la colonización americana continua 
en los años sucesivos, acentuándose como lo vemos en la 
población de la Isla Española ó de Santo- Domingo, Cn el 
Reglamento y Ordenanzas de su Majestad, sobre el comer- 
cio de Tenerife y la Palma con las Indias, en las familias 
que se establecieron en la Florida, lo mismo que en la Lui- 
siana, la expedición de canarios á la costa de los JVlosquitos 
(Guatemala), el sin número de isleños que en Venezuela tra- 
bajan los campos, y formaron los principales núcleos de 
población, constituyendo los orígenes de la hermosa Mon- 
tevideo (O 20 familias de Canarias que llegaron en el navio 



(i) Artículos publicados en el Fénix Palmense, diario político 
y de intereses generales de Sania Cruz de la Palma, por el ilustrado 
crODista D. Juan Bautisia Lorenzo. Números 87, 88, 89 y 90 




— 17 — 

«Aviso», y si además nos fijamos en la denominación de 
muchas villas y ciudades, diseminadas por toda América, 
en las devociones religiosas propagadas, en las costumbres, 
usos y apellidos de sus moradores, y en la marina mercan- 
te que va estrechando siempre los vínculos de las Canarias 
con las Antillas, pobladas en su casi totalidad por isleños y 
única exportación para los productos del Archipiélago, 
hasta que Inglaterra ha llevado en nuestros días á las Islas 
la vida moderna en todas sus manifestaciones, proporcio- 
nando superiores mercados, lo que ha hecho en beneficio 
de las mismas, que la propiedad haya multiplicado su valor, 
y se presenten tales horizontes de bien estar y engrandeci- 
miento, como no los concibió Canarias en los mejores días 
de la cochinilla (i). 

Después de fijar la atención en estos puntos históri- 
cos, que vienen á ser para estas páginas el medio, donde 
actúan los protagonistas de este libro, enumerando tan so- 
lo, y omitiendo niucho, de la influencia canaria, que pos- 
teriormente siguió lo mismo en los acontecimientos euro- 
peos que americanos, réstanos para completar el cuadro ó 
por lo menos para aproximarnos á ello, que particularice- 
mos algunas noticias de la historia de San Miguel de la Pal- 
ma, solar de la ilustre familia Dta^-Pimienta, i la que ve- 
remos sobresalir por preeminentes méritos, desde la humil- 
de condición de emigrados á los primeros puestos de distin- 
ción y honor, que la Patria brinda, á todos los que tienen, 
la lealtad por norma, el valor por hábito y el sacrificio por 
deber. 

(i) Como que en esta época la exportación en Canarias no pasó 
de doce millones quinientas mil pesetas, y hoy se calcula el valor 
total de los artículos que se exportan anualmente en treinta y cin- 
co á cuarenta millones de la misma moneda. 



CAPITULO IV 



La narración encadenada y completa de la historia de 
San Miguel de la Palma, en el primer siglo después de la 
conquista, resulta difícil, por los funestos accidentes de 
destrucción que sufrió la isla en ese período. Gracias á la 
perseverancia y al desinteresado amor á estos fatigosos 
estudios del ilustre cronista palmero, el Sr. D. Juan Bau- 
tista Lorenzo, á quien tenemos por maestro y guía en esta 
parte y autoridad siempre competentísima en todo lo que 
se relaciona con las investigaciones de la hermosa región 
canaria, podemos decir algQ de reconocida importancia, 
que por igual evidencia el notable pasado de dicha isla, y el 
mérito singular del hijo que trueca en luz las espesas obs- 
curidades del olvido. 

El 27 de Julio de i553 fué un día desdichadísimo para la 
historia palmera. El célebre aventurero francés, conocido 
por el nombre de Jambe bois 6 Pie de palo, al frente de 
700 piratas de su misma nación, sorprendió á los habi- 
tantes de Santa Cruz de la Palma é incendió las Casas 
Consistoriales y archivos públicos, convirtiendo en ceni- 
zas las principales fuentes históricas, que aquí echamos 
muy de menos, y nos dejaría reducidos á una gran des- 
orientación si el Sr. Lorenzo no hubiese desentrañado 




- 19 — 

en documentos aislados los datos ciertos, que sin tener 
la pretensión, por su modestia, de rellenar las grandes 
lagunas, sirven de puente en el verídico relato de los acon- 
tecimientos. 

Al tener que localizar los hechos humanos en el espacio 
y en el tiempo, para que adquieran realidad histórica, con- 
sideramos de ineludible necesidad fijarnos en la formación 
de aquellos lugares, teatro de la acción que en estas pági- 
nas queremos reseñar, y así haremos las siluetas de algu- 
nos de nuestros biografiados, valiéndonos, las más de las 
veces, de los perfiles que nos da la época, ya que desgra- 
ciadamente carecemos de datos claros y completos para 
obtener perfectas fotografías, estudiando de frente los an- 
tepasado^ del famoso Almirante. 

Fundada la capital de la isla de la Palma con el nombre 
de villa de Santa Crusi, los otros lugares que primeramente 
se poblaron fueron Puntallana, San Andrés y Sauces. El 
ilustrísimo señor obispo, D. Fernando Vázquez de Arce, 
en sus Constituciones sinodales de los años 1614 y i5i5, 
decía: «£* porque después de la conquista^ de la isla de la 
Palma, se han hecho poblaciones, é cada día se hacen y es- 
pecialmente se ha poblado el lugar de Puntallana é la 
Galga, donde los vecinos é moradores de los dichos luga- 
res han labrado iglesias y capillas é hasta aquí tenían 
clérigos salariados que les decían misa a su costad); eri- 
gió iglesias parroquiales, la de San Juan de Puntallana 
y la de San Andrés, en el pueblo de su nombre, siendo 
después de la del Salvador, las primeras parroquias de 
la isla que daban personalidad independiente y á la vez 
constituían dos nuevos pueblos de las agrupaciones de indi- 
viduos que hacían sus prácticas religiosas en los indicados 
templos. 



El Cabildo, desde luego, les nombró alcalde pedáneo 
para que administrase justicia y asuntos gubernativos y 
de menor cuantía, mostrando su contrariedad D. Juan 
Bautista Lorenzo por lo infructuoso de sus gestiones, 
con el fin de averiguar el nombre del primer magistrado 
rural. 

Los terrenos de Puntallana fueron dedicados á cereales, 
y hasta el día las diecinueve fuentes O) enclavadas en su 
jurisdicción no las han sabido aprovechar los propietarios 
para regar muchas áreas de secano, apegados á la tradición 
de sus mayores (2); además, sus montes próximos consti- 
. luyeron una riqueza en maderas, que se utilizaron en la 
construcción de casa^ y buques. 

La fundación de la antigua ermita de San ¡Miguel por el 
primer Adelantado en el pago de Tazacorte, en la parte 
Sur de la isla, constituye los orígenes de la población que 
con igual nombre se muestra hoy floreciente, á la vez que 
conserva el glorioso recuerdo del arribo á estas playas de 
la civilización cristiana. El conquistador de la Palma, don 



(i) En las inmediaciones del manantial llamado Río viejo 
existen árboles tan gigantescos que el perito agrónomo D. Manuel 
de la Cruz Martin midió el tronco de un viñáiigo que tenia veinti- 
dós varas castellanas de circunferencia. 

(2) En estos últimos años el Sr. D. Joaquín Poggio y Lugo, 
explotó las aguas del Cubo, en la Galga, para regar una hermosa 
finca que fué de su propiedad, produciendo este terreno, que lin- 
da con otros dedicados sólo á cereales, tabaco, cebolla, tomates, 
piálanos, etc., todo de calidad superior y de gran aprecio, como 
es consiguiente, en el mercado. 

Racientemente se han constituido sociedades para explotar las 
aguas que inútilmente se desperdician en la isla, ofreciéndose las 
mismas grandes ganancias, y siendo indudable el gran adelanto y 
progreso que significan. 



— 21 — 

Alonso Fernández de Lugo, en data de 8 de Junio de i5oa, 
cedió á su sobrino Juan Fernández de Lugo Señorino, to- 
das las aguas del río de Tazacorte con los terrenos del 
mencionado valle, donde el agraciado fabricó un ingenio de 
moler caña de azúcar, haciendo los plantíos correspon- 
dientes y necesarios al objeto. El mencionado Juan Fer- 
nández de Lugo Señorino, en escritura de 27 de Noviem- 
bre de i3o8, ante el escribano Luis de Belmonte, vendió el 
ingenio ^nmoliente y corriente^ casa de purgar ^Jormas, an- 
damios, pilas y casas de mieles, con todas las tierras, 
aguas y acequias*» á Levin Bunoga, flamenco, en trescien- 
tos quinientos y un mil maravedises de la moneda de Ca- 
narias; y de aquí se siguió una serie de enajenaciones y 
traspasos hasta que, en escritura de 20 de Marzo de i5i3, 
otorgada en Brabante, adquirió esta propiedad la gran 
compañía alemana, representada por su socio Jácome de 
Monte verde, quien más tarde se la compró á sus compañe- 
ros en el precio de 8.000 florines de oro (i). 

Limítrofe con Tazacorte se encuentra Argual, espléndi- 
do valle, también de dominio particular con jurisdicción 
cerrada, y ejto hacía que los vecinos se fueran agrupando 
en otro valle más central y colindante con Argual, llamado 
de Aridane, y después Los Llanos, á causa de la planicie que 
formaba su terreno, donde se les había cedido propiedad y 
edificaron casas. Construyeron una pequeña ermita bajo la 
advocación de Nuestra Señora de los Remedios, en la que se 
decía misa y se administraba el Sacramento del bautismo, 
por la gran distancia que la separaba de la capital, perma- 



(i) Estas enajenaciones, por tratarse de extranjeros, fueron 
aprobadas por la reina D.*^ Juana en real cédula dada en Zaragoza 
á 34 de Diciembre de i5i8. 



— 22 — 



neciendo mucho tiempo en la categoría de ermita, hasta 
que en la visita pastoral el año iSiy, el ilustrísimo señor 
obispo Fray Juan de Alzoloras, teniendo en cuenta que en 
los lugares de los Llanos, Ma^Oy Tijarafe, Puntagorda, 
Garajia y Barlovento i^habia ya mucha congregacióh de 
puebloí), erigió canónicamente en parroquias sus iglesias res- 
pectivas, quedando desde entonces segregadas de la del Sal- 
vador, á cuya jurisdicción pertenecían, naciendo con esta 
disposición los referidos pueblos á otra clase de vida (i). 

Los terrenos de Argual y Tazacorte se dedicaron cerno 
hemos visto al cultivo de la caña de azúcar, laborándose 
en los ingenios que había en los respectivos valles este pro- 
ducto en tan excelentes condiciones, que logró el azúcar 
canario renombre y fama universal, exportándose en gran- 
des cantidades para Alemania, el Brasil y otras muchas 
partes (2); menos feraz el de los Llanos y de secano, estaba 
destinado á cereales, almendros y otros árboles frutales (3). 



(i) De posterior creación son las parroquias de los pueblos de 
Breña-Alta, 1618; Breña-Baja, lóSy; Fuencalienie, 1882; El Paso, 
1860, y más antigua que las mencionadas es la de las Nieves, igno- 
rándose el año de su fundación y existiendo documentos del 
año i5i8 que hacen referencia á ella. 

(2) La celebridad del azúcar canario fué muy grande; Am- 
brosio de Calefuno en su Diccionario latino, tomo I, pág. 219, pa- 
labra. Canaria, dice: «Hodie omnes illae insulae quas veteris Fortu- 
natas discere, uno nomine Canariae appelantur: quarum nobilis- 
sime est Palme, praetantissimo saceharo quod canarium vocet 
insignis. Vulgus nomen retimit.» Todas aquellas islas llamadas 
antiguamente Fortunadas, se conocen hoy con el nombre de 
Canarias: de ésta la más célebre es la Palma, famosa por su exce- 
lente azúcar donominada canario, cuyo nombre ha conservado 
el vulgo. 

(3) Constituida la Empresa Hidráulica denominada «Aridane» 
en 1 865, estos mismos terrenos han sido desde entonces dedicados 
á cultivos más productivos. 



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b¡í 



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— 23- 

Las primeras noticias que hay acerca de la construcción 
naval en la isla de la Palma, son las que arrojan las actas 
del Cabildo concediendo muchas licencias para cortar ma- 
deras en sus montes con dicho objeto. Casi puede decirse, 
que las construcciones navales de la provincia se hacían en 
la Palma, cuando no sucedía así, las maderas de la isla se 
llevaban á los astilleros de Gran Canaria ó Tenerife, donde 
se fabricaban también algunos barcos. Y que la Palma fué 
entre todas sus hermanas la que tuvo más importancia 
marítimo-comercial, por el gran número de buques que se 
construyeron en sus astilleros, está comprobado. D. Feli- 
pe II en 1 364 nombró á Francisco de Vera, Juez de Indias de 
las Islas Canarias, con obligada residencia en la Isla de la 
Palma, por ser la más comercial y por otras muy poderosas 
ra!{qnes,í) decía, á la cual habían de acudirá despachar sus 
registros, tanto los buques de España que llegaren á estas 
islas, como los de Tenerife y Gran Canaria (i), y en 
virtud de esta disposición el primer Juzgado de Indias de 
las Canarias se estableció en la Palma. 

Tenerife y Gran Canaria no vieron con simpatía el 
engrandecimiento de la Palma, al disfrutar ésta, de las 
gracias especiales y derechos, lo mismo que la Casa de 
Contratación de Sevilla, comenzando á interponer toda la 
influencia, para participar ambas de dichos privilegios y 
consiguiendo por Real Cédula de 14 de Julio de 1 566 respec- 
tivamente sus juzgados de Indias; las otras islas quedaban 
bajo la jurisdicción de la Palma, pero en 1718 terminó esta 
concesión para todas, golpe mortal para aquella provincia, 
que llenó de zozobra á los habitantes de la región canaria, 



(i) Actas del Cabildo de 12 de Febrero y 9 de Julio de 1564. 



— 24- 

quien prorrumpió en lamentos y dispuso hicieran viaje á 
Madrid diputados, á tratar la manera de devolver la tran- 
quilidad al Archipiélago. 

D. Antonio Pinto de Guisla representó á la Palma, y de 
acuerdo con los comisionados de Tenerife y Gran Canaria, 
se formuló un Reglamento, volviendo á quedar autorizadas 
las tres islas mencionadas, para la directa navegación con 
América, á cambio del uno por ciento, donativo para la 
Corona, y comprometiéndose á trasladar á los puertos de 
Santo Domingo, Puerto-Rico, Campeche, Camaná y Tri- 
nidad de la Cuayana, cincuenta familias de cinco personas 
cada una. 

Esta era la isla de San Miguel de la Palma, en la infancia 
y adolescencia de su historia española, y á falta de datos 
concretos que nos esclarecieran mejor los orígenes de la 
familia que investigamos, perdidos tal vez por su condición 
humilde ó víctima de la tea incendiaria, de piratas y corsa- 
rios, no está demás tener en consideración este estado 
social, y si «el estilo es el hombre» según frase célebre, y 
basta un hueso para reconstruir todo un organismo, sur- 
jan vivos los ignorados conocida su época, y así se demos- 
trará también, como España supo colonizar con procedi- 
dimientos paternales en el período de su grandeza, y si 
luego no ha sabido conservar lo que con tanta gloria hizo 
suyo, fué por no seguir empleando sus gobernantes los 
medios genuinamente españoles, los que se hubieran so- 
brado para afianzar la soberanía perdida, y la prueba es 
que aún roto el vínculo político, sigue informando la psico- 
logía de los pueblos que estuvieron bajo su bandera, y sí 
religión, lengua, literatura, y en una palabra, fusión de es- 
píritu y sangre fué un hecho, no es menos verdad, la civili- 
zación material que se desarrolló á su sombra, y veremos 



— 25- 

la obra de España en América, conociendo Canarias, estu- 
diando las familias extranjeras que con entusiasmo jamás 
igualado se hicieron españolas, lo que no hubiera pasado 
á ser verdad lo que dicen de nosotros los libelos, que se 
desvanecen como el humo, al más benévolo examen de una 
honrada critica. 



CAPÍTULO V 



Ai reseñar los orígenes de la colonización en Canarias, 
precisábamos la naturaleza portuguesa de D. Diego Díaz 
Pimienta y su mujer D.* Mayor f' raneo, tronco de la ilustre 
descendencia que en esta parte y en las siguientes será ob- 
jeto primordial de nuestra atención. 

Este matrimonio, vecino de Puntallana, tuvo tres hijos, 
D. Francisco, D, Pedro y D," Felipa Díaz Pimienta y 
Franco. Indicaremos á continuación la descendencia de los 
dos últimos, para fijarnos más detenidamente en D. Fran- 
cisco, por ser, como su hijo del mismo nombre, los protago- 
nistas de este libro. 

Don Pedro Diaz Pimienta se casó en Garacliíco con doña 
María Román (i), y fué regidor de Tenerife, contrayendo 
nupcias su hija D.* Catalina y nieta D.* Isabel con los res- 
pectivos capitanes D. Esteban de Liarena y Calderón y don 
Cristóbal de Ponte y Hoyo, padre este último de D. Pedro, 
conde del Palmar, del Orden de Calatrava y capitán gene- 
ral de Canarias, y de D. Cristóbal, del Orden de Alcántara 



(i) Según consta en su testamento, fecha i6 de Diciembre de 
i6i3, en Garachico y ame Juan de Pireu. 



-27 - 

y marqués de la Quinta Roja, deduciéndose de lo referido 
los ventajosos enlaces, considerándolos bajo el aspecto so- 
cial, de la hija y nieta de D. Pedro Díaz Pimienta. 

Si esto ocurrió en la isla de Tenerife, en la de la Palma 
contrajo matrimonio en Puntallana D.* Felipa con Luis 
Hernández, teniendo un hijo, á quien pusieron Antonio, y 
que también se casó en el pueblo mencionado con María 
González, pasando ahora el mayor de los hijos de D. Diego, 
cuya vida y obras solicitan nuestro mayor interés, adelan- 
tando como primera noticia de tan ilustre palmero, para 
que el cuadro de familia resulte completo, que D. Francis- 
co Díaz Pimienta se casó con D.'^ Beatriz Rodríguez Acos- 
ta, habiendo tenido cinco hijos, de los que murieron tres en 
edad pupilar, viviendo dos hembras, llamadas D.'^ Lucía y 
D.* Inés, de cuyos nacimientos y matrimonios nos hemos 
de ocupar con más detalles en lugar oportuno. 

Los libros sacramentales de la parroquia matriz del 
Salvador no alcanzan, y por consiguiente menos los de 
Puntallana, por tener con posterioridad jurisdicción ecle- 
siástica, al nacimiento y matrimonio de estos hermanos 
Díaz Pimienta, sin duda por los frecuentes incendios en 
los archivos parroquiales; no obstante, hemos procura- 
do adquirir algunos documentos que resultan páginas elo- 
cuentísimas en la imperfecta biografía del renombrado 
capitán. 

Vino á la vida D. Francisco Díaz Pimienta y Franco 
en pleno siglo de oro de nuestra historia , cuando la raza 
consultaba sólo el querer de España creyendo eficazmente 
en su poder, característica del apogeo de las naciones, lo 
que hay que tener muy en cuenta, pues si el florecimiento 
del país influye eñ el individuo, no hay que desconocer que 
la colectividad de los mismos forma á los pueblos y de la 



independencia é importancia de estos surgen las naciones, 
que visten el espléndido manto de la hegemonía, si sus hijos 
son capaces de bordarlo. 

Uno de estos campeones del siglo genuinamente espa- 
ñol, fué D. Francisco Díaz Pimienta, cuya voz se percibe 
en el majestuoso coro que proclama nuestra grandeza pa- 
sada, y del cual aunque no recojamos más que pocas no- 
tas, siempre resultarán maternales -amonestaciones que nos 
enseñen la manera de sacudir la presente inacción, tan es- 
téril en el provecho como fecunda en el suicidio. 

Si el conocimiento de las causas nos hace profetas con 
relación á los hechos, también las noticias conservadas por 
tradición ó en dispersos documentos nos pueden conducir 
á las determinaciones ciertas que los produjeron, y aquí 
procede con relación á lo que deseamos investigar, afirmar 
desde luego, que el rango adquirido por Francisco Díaz Pi- 
mienta, fué más de individual trabajo que herencia de sus 
padres, pues si á D. Diego Díaz Pimienta le vemos figurar 
como capitán en algunas declaraciones de testigos en expe- 
dientes de caballeros de su descendencia, indicando esto ya 
cierta distinción, no hay que perder de vista que el referido 
D. Diego vivió en una sociedad eminentemente militar por 
época é instinto, que la emigración á nuestro modesto jui- 
cio le llevó á Canarias, en unión de su esposa D.* Mayor 
Franco, que los enlaces fueron lo que elevaron el nivel social 
de sus hijos y nietos, alejándose del pueblo natural de Punta- 
llana, y que todos los títulos que dan bautizo de nobleza, 
como vestir hábito de caballero, creación de mayorazgos, 
etc., comienzan en su descendencia, razones todas que nos 
autorizan para buscaren el trabajo el comienzo de su pros- 
peridad, timbre muy de estimar cuando la honradez es el 
juicio que precede al negocio. 



KfiL: 



— 29 — 

El comercio y la navegación fueron las primitivas faenas 
de D. Francisco Díaz Pimienta, las ventajosas condiciones 
en que éste se realizaba con América desde la Palma, rica 
en productos de exportación, y la sobresaliente aptitud del 
pueblo palmero en las construcciones navales, aprovechan- 
do las superiores maderas de sus bosques, fué lo que dio po- 
sición y nombre á este distinguido biografiado, pasando de 
los pequeños negocios á los grandes, y de los navios alqui- 
lados á los de su propiedad, como consta en el acta del Ca- 
bildo, que con fecha i3 de Marzo de 1594, le dio licencia 
para cortar maderas en Puntallana, con el objeto de fabri- 
car un navio, desde cuyo buque y los que en lo sucesivo 
construyó, le reservaba la Providencia grandes servicios 
para la patria, como el mismo rey D. Felipe III lo recono- 
ce, al otorgarle la Real cédula para la creación del mayo- 
razgo en su familia. 

Para compenetrarnos con el asunto en cuestión, y ver la 
manera racional cómo el hombre privado y modesto fué 
ensanchando sus horizontes, hasta llegar á ser distinguido 
patricio, hagamos brevísimas consideraciones de la marina 
de guerra en los tiempos á que nos referimos, y así se com- 
prenderá fácilmente, cómo el comerciante evolucionó en 
militar, y el valor ahora, como anteriormente el trabajo, in- 
forma los actos en esta época, la más gloriosa de su vida (i). 



(i) Si esto acontecía en el Mediodía de Europa, en la parte Sep- 
tentrional, la liga que conocemos con el nombre de Hansa, nos 
hace ver antes los buques armados, pero como un auxiliar para 
defender la ruta y mercancías; así pues, la evolución á que hace- 
mos referencia, pertenece á los pueblos latinos, á quienes no pue- 
den arrebatar los del Norte la gloria de haber concebido y reali- 
zado con anterioridad á ellos, superiores ideales en todas las gran- 
des manifestaciones del espíritu. 



-3o- 

Recíentes las aplicaciones de materias explosivas Ipara la 
guerra, próximo también el cambio de "elemento como 
campo de operaciones en las contiendas, y débiles las fuer- 
zas del Estado sin sólida ^organización Ipermanente, son re- 
flexiones que en alta voz nos dicen, no ser estos los medios 
más aparentes para una prosperidad naval, tar| diferente á 
como hoy entendemos esto; así es, que el buque de guerra 
en la época á que nos referimos, lo estudiaremos dentro de 
la táctica militar terrestre; pues sólo variaba el lugar de la 
acción, y eso que los bajeles sujetos unos á otros, aprisiona- 
dos por garfios, sustituían al sólido pavimento^ las aguas 
quedaban ocultas á las miradas de los combatientes, y cuer- 
po á cuerpo se dirimían las peleas, entrando en el botín los 
flotantes y elegantes castillos que se echaban al mar. 

Por otra parte, lo costoso de los navios y la escasez de 
los mismos, invitó á la marina mercante á áer de guerra, 
y primero con un carácter mixto, y más tarde haciéndose 
genuinamente militar, precediendo un cambio á la fusión, 
los navieros comerciantes enseñarían á los guerreros infi- 
nitas cosas que ignoraban, y á su vez aprendieron éstos de 
aquéllos muchas virtudes morales, siendo ambas cosas ne- 
cesarias para ir á América, conquistarla y colonizarla lue- 
go, y poder d^ir el alto en el mar del Archipiélago á la Me- 
dia Luna, que resurgía por Oriente provocativa y amena- 
zadora; queriendo vengar las lágrimas y suspiros de Boabdil 
cuando pasó el Estrecho. 

Dos hechos realizados por D. Francisco Díaz Pimienta, 
testimonian lo anteriormente expuesto, lamentando dejar 
á la consideración particular á falta de otras pruebas, como 
esto no se debe admitir como hechos aislados, sino dentro 
de las costumbres de la época, y como acciones sobresa- 
lientes á las realizadas por Díaz Pimienta, revelan una ex- 



r 



— 31 — 

periencia que no nace en un día, sino antes bien, se forja 
con el tiempo y la repetición de análogos actos. 

Quiso la Providencia que D. Francisco Díaz Pimienta 
demostrara su temple de bizarro marino, en «la más alta 
ocasión que han visto los siglos», y que tuviera por com- 
pañero en el combate al autor célebre de la solemne frase, 
tal vez como un presagio y comienzo de sucesivas proezas 
que iban como á quedar vinculadas en su descendencia 
obligada á seguir el paternal ejemplo. Refiere la tradición 
y existen datos escritos de su vida, hasta ahora por nadie 
desmentidos, que D. Francisco Díaz Pimienta fué piloto de 
uno de los navios que lucharon en Lepanto y se cubrió de 
gloria en esta importantísima refriega. 

Se puede precisar en la vida de Díaz Pimienta, una etapa 
de formación y otra correspondiente á una aureola militar, 
y á partir de aquí, le vemos desempeñar en su isla natal 
cargos propios de procer distinguido, como el de Maestre 
de Campo de la compañía miliciana de Puntallana, San 
Andrés y Sauces y Barlovento, Castellano de uno de los 
fuertes de Santa Cruz de la Palma (i), empleo sólo confiado 
á los nobles, y Regidor perpetuo del Cabildo, capital de la 
mencionada Isla, constando en acta del mismo, con fecha 
de 14 de Diciembre de i6o3, su donativo para hacer la im- 
portante obra de la muralla del muelle. 

De concurrir como nosotros creemos D. Francisco Díaz 
Pimienta á la batalla de Lepanto, es este sin disputa el 
acontecimiento más importante de su existencia, y sobre 
lo que debemos decir todo lo que sepamos concerniente al 
mismo. La constante tradición en el país era suficiente 



(i) CasiÜlo de Santa Catalina, cuyas obras terminaron en i56o, 
tratándose de este particular con más extensión en el apéndice. 



-32 — 

prueba, si la crítxa moderna fuera tan buena de confor- 
mar como las de otras épocas, pero á favor de nuestro cri- 
terio guarda el Archivo parroquial del Salvador unos au- 
tos, que. contienen la declaración de varios testigos (i), per- 
sonas todas de posición social y pundonorosos militares, 
que en un renombrado pleito que siguió Díaz Pimienta, por 
unanimidad declararon todos que fué Piloto de la Armada 
de Lepanto y que peleó por nuestra Santa Fe, al aducir 
testimonio de méritos y conocimientos con relación á este 
distinguido palmero, y concordando este documento con lo 
que dice la tradición, fijándonos en la calidad de los testi- 
gos, y tratándose de un asunto en que nada podían ganar 
ni perder, lo mismo que ser tan corriente en la época el 
hacerse de guerra los navios particulares^ creemos fuera de 
toda duda la acción cooperadora de Díaz Pimienta, en la 
derrota que domó la fiereza otomana. 

Hiere por el contrario la imaginación del Monarca con 
vivos colores otro hecho, que conceptuándolo nosotros me- 
nos importante en el orden militar y nacional, es más es- 
timado y agradecido al parecer en las altas esferas. En la 
Real Cédula que se expidió para autorizar á Díaz Pimienta 
la creación del Mayorazgo se consigna que en 'tiempo del 
general Alvaro Flores y de D. Francisco Coloma venisteis 
con una nao vuestra, acompañando las fragatas desde la 
Habana y fué causa de que el inglés no se llevase la una 
que la tenia envestida y la salvastes; y la Capitana de 
Francisco Coloma habiendo salido muy malparada de una 



(i) Estos fueron los capitanes: D. Blas Lorenzo de Cepeda, don 
Miguel Pérez, D. Juan Fernández Sodore, D. Francisco Salgado, 
D. Francisco Rege Garbolano, D. Blas Simón de Silva y D Gas- 
par de Olivares Maldonado. 



-33- 

tormenta fué socorrida por vos con una nao, y fuéremos 
servidos de daros licencia y facultad nuestra para hacer 
los dichos mayora¡{gos ó como la vuestra merced fuere. La 
explicación que damos nosotros á esto, es que el aislamien- 
to del caso destaca la figura de Díaz Pimienta, y que al li- 
brar la fragata envestida por el enemigo, salvó la honra 
nacional y á su vez hizo un beneficio material; además las 
acciones de tanta gloria como la de Leparito, requieren. un 
supremo estuerzo colectivo, oscureciendo los epítetos que 
por el triunto se dan á los caudillos, prodigios de valor y 
sangre vertida con sublime abnegación por seres anónimos. 
Mas la historia como madre amorosa, siente remordimien- 
tos por estos exclusivismos al fin, y para rehabilitar su con- 
ducta y que siempre resplandezca en sus juicios la verdad 
y la justicia, rectifica las páginas de su gran libro, y hace 
una disgregación de méritos, para que éstos vayan á ador- 
nar á los despojos del osario común, como acontece con 
esta clase de trabajos, por muy humildes y poco documen- 
tados -que resulten. 

Con toda intención habíamos aplazado hablar de la des- 
cendencia legítima del capitán D. Francisco Díaz Pimien- 
ta, hasta entrelazar este acontecimiento con la creación del 
mayorazgo, estando ambos hechos tan íntimamente rela- 
cionados en el orden social. Verdad es, que con anteriori- 
dad se ha citado este documento, pero ha sido con carácter 
bien distinto, y como medio para testimoniar otras accio- 
nes de su vida. 



CAPITULO VI 



No existe en los archivos parroquiales de la isla de la 
Palma, la partida de casamiento de D. Francisco Díaz Pi- 
mienta, pero tenemos á la vista otro documento que sub- 
sana su falta, y es el contenido en el libro primero de bau- 
tismos de la Parroquia del Salvador en el folio 194 que di- 
ce: En quince de Man^o de mil quinientos ochenta y un 
años; yo Melchor Vi^caitio^ Beneficiado baptisé á Inés hija 
de Francisco Dia^ mareante y de Beatriz Rodrigue^ su 
mujer, fué su padrino Luis de Vandevale y Vellido, y ma- 
drina Luisa Vandevaky su hija, Melchor Vi¡^caino, Y en el 
mismo libro al folio 281 vuelto, se encuentra la partida si- 
guiente: En veinte de Diciembre de mil quinientos y ochen- 
ta y siete años, yo el Beneficiado Alarcón, bapticé á Lucia 
hija de Francisco Dia^ Pimienta y de Beatriz Rodrigue!^ 
su mujer. Fué su padrino Juan del Valle y madrina Jua- 
na de Miranda su mujer, Miguel Alarcón, 

Kstas partidas conformes con sus originales se bastan, 
para probar el matrimonio del capitán D. Francisco Díaz 
Pimienta con D.* Beatriz Rodríguez, y préstanse á algunas 
consecuencias de anteriores juicios emitidos por nosotros. 
La redacción de estos escritos es sencilla y humilde en ar- 
monía tal vez con las costumbres de la Iglesia, pero debe- 
mos fijarnos, que figura en la de Inés como mareante, sin 
mencionarse para nada ningún título militar, habiendo me- 



-35- 

diado ya diez anos de la batalla de Lepanto, y diez y seis de 
la de su otra hija Lucía. 

Estas dos hijas de D. Francisco Díaz Pimienta las vemos 
crecer, y pasar de inocentes criaturas á mujeres, que cons- 
tituyen hogar cristiano según nos dice el libro primero de 
matrimonios de la mencionada parroquia del Salvador en 
su foliq 41: En veinte de Septiembre de mil y seiscientos y 
dos añoSf yo el Doctor Docanto, Beneficiado y Vicario, 
casé en pa^ de la Santa Madre Iglesia, á Gabriel Gon^ále^ 
del Valle, hijo de Pedro Goniále!{ del Valle y de Elvira 
Gutierre^ del Valle, vecinos del Valle de ^ ^ ^ en la Mon- 
taña, con Lucia Dia^ Pimietita, hija del Capitán Fran- 
cisco Dia^ Pimienta y de Beatrií^ Rodriguéis de Acosta, su 
mujer, estando presentes por testigos el capitán Juan del 
Valle, Juan Dia¡{, Francisco y Juan de Ocanto y otras 
personas. — El Doctor Docanto. Hallándose igualmente 
en el folio 186 otra partida al tenor siguiente. El Domin- 
go doce de Mayo de mil y seiscientos y trece años, yo el 
Doctor Medel, Beneficiado é Vicario, casé según horden de 
la Santa Madre Iglesia, al capitán Pablo de Brito y 
Lugo, hijo legitimo de Alvaro Luis de Brito, Jami liar del 
Santo Oficio de la Inquisición de estas islas y de Francis- 
ca de Lugo, sus padres, con Doña Inés Dia^ Pimienta, hija 
legitima del capitán Francisco Dias^, Regidor que fué de 
esta isla y de Beatriz Rodrigue^ de Acosta, sus padres, es- 
tando presentes el capitán Francisco Re je y el Licenciado 
Francisco Beniie^ de Lugo y Pedro de Brito y Domingo 
Corona y otras personas. — El Doctor Medel (í). 



(i) D.* Inés Díaz Pimienta contrajo dos matrimonios; el prime- 
ro con el capiíán García de las Muñecas, cuya partida no se en- 
cuentra por el mal estado de las primeras ojas del libro primero 



^SO- 
LOS testimonios transcritos presentan en escala ascenden- 
te la consideración social de la familia Díaz Pimienta, mu- 
cho más modesta cuando nacen las hijas del Capitán, que 
al contraer matrimonio. Los enlaces, fueron un medio de 
adquirir mayor distinción, cosa análoga á lo ocurrido en 
Tenerife con la descendencia de su hermano D. Pedro (i). 
Pasa á los individuos con la sociedad en que viven si llegan 
á estimar en algo sus hechos, lo que á los pueblos que han 
realizado un ideal: ambos buscan el medio de perpetuar la 
memoria y salvarla de la destrucción, demoledora é ingra- 
ta piqueta, que se complace en ser rasero universal. 

Y siendo lo dicho ley colectiva é individual, no iba á ser 
D. Francisco Díaz Pimienta una excepción en el cumpli- 
miento de la misma, máxime, al ser hijo de un siglo y de 
una civilización, que por doquier ha dejado vivos testimo- 
riios de su grandeza, todos inspirados en profundas convic- 
ciones religiosas tan maravillosamente interpretadas por el 
arte. Así quiere asegurar á los suyos un bienestar que les 
haga la vida agradable, moral y materialmente, como lo dis- 
pone en sus mayorazgos, pero antes él se avecina en la casa 
del Señor, como buscando el reposo después de tanto bata- 
llar, y la anhelada paz que siempre se encuentra en los si- 
tios de oración. 



de matrimonios, y el segundo con el capitán Pablo de Brito y 
Lugo, según se ve en la partida copiada, no teniendo descendencia 
en ninguna de sus nupcias. 

(i) Consta en el acta del Cabildo con fecha 14 de Diciembre de 
i6o3, que por renuncia hecha á favor de D. Francisco Díaz Pi- 
mienta, por su hijo político D. Gabriel del Valle, pasó á ser Re- 
gidor perpetuo de la isla. Además, por los mairimonios de D.» Inés 
y D.*^ Lucía, emparentó la familia Díaz Pimienta con otras distin- 
guidas familias; Valcárcel, Alvarez y otras. 



-37- 

Por escritura otorgada ante D. Bartolomé Moral, con fe- 
cha 8 de Enero de 1601, cedieron en propiedad con todos 
sus derechos y acciones D.* Inés de Llanes y su esposo don 
Andrés de Arma, procurador de causas al capitán don 
Francisco Díaz Pimienta y á su mujer D.* Beatriz Rodrí- 
guez, la capilla de Santa Ana en la parroquia matriz del 
Salvador, por cierto en estado ruinoso, y motivando la 
venta la taita de recursos de sus dueños, que no disponían 
de medios para reedifícarla. 

Era obispo de Canarias el limo. Sr. D. Francisco Martí- 
nez de Cenizeros, ante quien se presentó García de las Mu- 
ñecas como mandatario de su padre político el capitán Fran- 
cisco Díaz Pimienta, á fin de que el Prelado aprobase esta 
donación, siendo confirmada por auto de 29 del mismo mes 
y año de la referida escritura, mandó se diera posesión de 
ella al adquirente, salvo tercero de mejor derecho. Los pá- 
rrocos del Salvador se opusieron alegando cíque la expresada 
Capilla pertenecía á la Iglesia, porque habiendo sostenido un 
pleito con Francisco Román de Llanes, padre de la cedente, 
sobre la propiedad de dicha Capilla, ésta lo había perdido 
aquí, cuyos autos había más de treinta años que pendían 
en apelación ante la del Arzobispo de Sevilla, sin que hasta 
entonces se hubiera resuelto cosa alguna en el asunto». 

Esta oposición y resistencia de los párrocos defensores de 
lo que ellos entendían derechos de la Iglesia, es causa de 
otro litigio enojoso y desagradable , tratándose de partes 
piadosas, hasta que el capitán D. Francisco Díaz Pimienta 
presentó un nuevo escrito á U autoridad eclesiástica, ofre- 
ciendo entregar 200 ducados de limosna ó por vía de tran- 
sación para las obras de la iglesia. 

En vista del ofrecimiento, el señor Vicario, de acuerdo 
con los párrocos, dictó auto, con fecha i3 de Marzo de 1601, 



— 38 — 

accediendo á lo solicitado, y el mismo día le fué dada al 
capitán Díaz Pimienta la posesión de la mencionada Capi- 
lla de Santa Ana en la forma ordinaria, cuya posesión fué 
aprobada y ratificada por el Diocesano en auto de 3 de Ju- 
nio de i6o3. 

La mencionada Capilla fué restaurada por sus nuevos 
dueños^ dándole más elevación y construyendo paredes, 
arcos de piedra, techo, pavimento y retablo, sin olvidar el 
sepulcro para sí y sus descendientes (i). 

He aquí la vivienda espiritual de esta distinguida familia. 
Postrada ante su altar sacrosanto pedirían al cielo sus ben- 
diciones: más de una vez, seguro, le adornaron con delica- 
das flores, como homenaje de gratitud por dichas recibidas, 
vertiéndose otras muchas bajo su bóveda acerbas lágrimas 
al ritmo de melancólicos suspiros; pero nada de mayor pie- 
dad y que resulte al alma en esta clase de capillas, como el 



(i) En la actualidad se llama esta capilla de San Pedro, por ha- 
berse colocado en ella el año 1818 el paso de la Negación del refe- 
rido Sanio Apóstol. 

En escritura que hizo el 24 de Marzo de 1601 ante Bartolomé 
Morel, fundó capellanías de misas que habían de decirse en dicha 
capilla, y el sepulcro que guardaba las cenizas del veterano de Le- 
panto, al sustituirse el piso de madera por otro de baldosas, des- 
apareció el exterior, por más que sus despojos y de todos los que 
fueron enterrados de su familia, allí descansan. 

Su hijo, el Almirante y gloria de nuestras armas, tiene una 
cláusula en su testamento, que dice: «Es mi voluntad que en la 
capilla de la Señora Santa Ana que está al lado del Evangelio de 
la Iglesia Mayor de la ciudad de la Palma, una de las Islas Cana- 
rias, fundación y entierro de mis padres se coloque una lámpara 
de plata dotada con seis arrobas de aceite al año, para que arda 
por nuestras almas, de mis padres, hermanos y descendientes.* 

Igual donación dejó para una iglesia de Garachico (Tenerife) 
fundada por parientes suyos. 



-39- 

rezo en la cripta, consoladora armonía y misteriosa socia- 
bilidad entre la vida y la muerte, santificadas ambas cosas 
por la Cruz, que tiene el privilegio de transformar los se- 
pulcros en cunas, para que los arrulle tierna y amorosa- 
mente la oración fecunda y creadora... 



i 



CAPITULO VII 



Por Real Cédula dada en Madrid á 6 de Marzo 1606, fa- 
cultó el rey D. Felipe líl al capitán D. Francisco Díaz Pi- 
mienta y á su esposa D." Beatriz Rodríguez de Acosta, 
para hacer la fundación de dos mayorazgos en las personas 
de sus dos hijas Inés y Lucia, en la misma forma y deseos 
que los solicitantes pedían la merced. 

La escritura de fundación se firmó en la muy noble ciu- 
dad de Santa Cruz de la Palma el 24 de Marzo de 1607, 
figurando como testigos distinguidas personas, y dando fe 
D. Miguel de Brito, Escribano público y del Cabildo. 

Puede utilizarse también la Real Cédula, como hoja de 
servicios donde constan, los grandes méritos prestados á la 
Patria y á su país por D. Francisco Díaz Pimienta, habien- 
do sido nuestra principal fuente al relatar sus hechos, los 
que se complace en enumerar con expresiva y vivísima 
gratitud el Monarca. 

Poseemos también un documento que indica personalidad 
en el biografiado, y nos referimos á la carta de privilegio 
del rey D. Felipe III, confirmando y aprobando la carta de 
venta hecha por él mismo el 6 de Julio de 1606, al capitán 
Francisco Díaz Pimienta, para sí, sus herederos y suceso- 
res, de un juro al quitar de 257.500 maravedís, por cinco 




— 41 -^ 

cuentos, ciento cincuenta mil maravedís á razón de á vein- 
te mil el millar, situados en la renta del seis por ciento y 
almojarifazgo del cargo y descargo de las mercadurías y 
otras cosas de la isla de Tenerife, á pagar desde el i.® de 
Enero del mismo año, la mitad en fin de Abril y la otra 
mitad en fin de Agosto de cada año, dada en Madrid á 21 
de Octubre de 1606. 

Fáltanos conocer el Testamento de dicho capitán, y de su 
mujer D.* Beatriz, para completar las principales fuentes 
que nos han servido de orientación, al narrar el bosquejo 
biográfico de este distinguido palmero, y aunque su princi- 
pal mérito no se haga resaltar en esta parte, por tener su 
lugar oportuno en la siguiente, trataremos de lo que vie- 
ne á dar solemne carácter á lo expuesto , reservándonos 
noticias muy esenciales del mismo para sucesivos capí- 
tulos. 

Prescindiendo del formulismo religioso común á todos 
estos escritos, se observa en el testamento otorgado ante 
el escribano público, D. Simón de Chyde, en la muy no- 
ble ciudad de Santa Cruz de la Palma, capital de la Isla 
del mismo nombre, en 12 de Febrero de 1610 por el capi- 
tán D. PVancisco Díaz Pimienta y su esposa D.** Beatriz Ro- 
dríguez de Acosia, la fe de los otorgantes, los que se dispo- 
nían á morir llenos de cristiana resignación, dictando con- 
ducentes medidas, que velaran por la paz de sus cuerpos y 
la salvación de sus almas. 

Ordenan ser enterrados en la capilla de Santa Ana, cuya, 
adquisición nos es ya conocida, y amortajados con el hábito 
de San Francisco, pedido á los padres de esta seráfica re- 
gla, á cambio de una limosna, instituyen mandas piadosas, 
mostrándose dadivosos con la familia en sus diferentes gra- 
dos, lo que acusa sólida posición y generosos sentimientos, 



^ 



— 42 — 

y tienen también presente la Beneficencia pública dejando 
legados á favor del Hospital de Dolores. 

Ignoramos el día que dejaron de existir: los libros parro- 
quiales no dicen nada del particular, siendo posterior el re- 
gistro de defunciones que hay en la parroquia del Salvador, 
explicando este silencio los frecuentes incendios que sufrió 
el mismo. Más esta ocultación, aunque de lamentar, no nos 
priva de luz para hacer el epitafio á este ilustre canario, y 
sobre el sagrado pavimento que cubre sus cenizas sin temor 
de ser desmentidos, escribiremos. Aquí yace el capitán don 
Francisco Díaz Pimienta, murió como un justo después de 
haber sido grande ante la Patria; la Palma que le vio nacer 
bendice su memoria, y con sus más frondosas ramas hace 
el marco para su recuerdo. 



CAPITULO vm 



Hasta aquí las páginas de este libro tienen un interés 
más local que nacional. El capitán Díaz Pimienta adqui- 
rió su reputación en hechos gloriosísimos de gran transcen- 
dencia, no sólo para los destinos de España, sino también 
para los de Europa; portaestandarte de la civilización que 
hubiese muerto en las aguas de Lepanto, si los campeones 
de la Cruz no hubieran sido de su temple en aquella solem* 
nísima ocasión, en que se libraron los destinos del mundo, 
es timbre de inmarcesible honor; pero obsérvese cómo 
vuelve á la isla de la Palma, donde continúa viviendo y es- 
calando su posición social, aislándose de la que pudo adqui* 
rir en la Península con sus servicios militares, después de 
tan honroso bautizo de valor y de fortuna, que se bastaba 
para pre^ntarlo. 

Habla esto muy en su favor, pues sólo el patriotismo sin 
mezcla de bastardo interés le impulsó á dejar Canarias 
cuando Selim II amenazó á Europa, y cumplida su misión 
de cristiano y guerrero, retornó á las islas sin prodigar sus 
hechos que otros en su caso hubieran explotado, para con- 
tinuar viviendo en aquella sociedad , que generosamente le 
ofreció sus primeros puestos, correspondiendo á sus méri- 
tos, y en modesta recompensa á sus grandes servicios, de- 



— 44 — 

(luciéndose de lo dicho, que como es ingrata ley de la vida 
que la propagación de las hazañas de más renombre en el 
mundo que la virtualidad de las mismas, su fígura, que de- 
biera ser nacional, pertenece de cuerpo entero á la galería 
de palmeros ilustres. 

Conocida la descendencia legítima de D. Francisco Díaz 
Pimienta, procede ya tratar con toda la claridad que recla- 
ma la narración histórica, pero sin que la ligereza de jui- 
cio sirva de fundamento á las afirmaciones, todo lo que se- 
pamos de su descendencia ilegítima (i), estableciendo antes 
una radical separación entre la humana debilidad y sus 
consecuencias, siendo el hombre hijo de las propias accio- 
nes y juzgado por las mismas ante Dios. 

Es tradicional en la isla de San Miguel de la Palma, que 
el que más tarde figura entre la pléyade de generales dis- 
tinguidos y marinos célebres de la nación española, llama- 
do D. Francisco Díaz Pimienta, nació en la mencionada 
isla, siendo su padre el Capitán del mismo nombre á quien 
hemos biografiado; pero frente á esta creencia sancionada 
por el tiempo, existen importantes declaraciones que le dan 
naturaleza cubana, las que recoge el Sr. Arrate y Salinas, 
distinguido historiador de la bella Antilla, para extender su 
partida de nacimiento en la Habana , quedando planteado 
un debate donde hace de juez para su fallo, lo que severa- 
mente investiguemos. 



(i) D. José Vandevalle y Carballón, notable genealogista, dice 
que el Capitán tuvo dos hijos naturales; D. Francisco y D.* Jacinta 
Díaz Pimienta, que vivía en Sevilla, y allí tuvo una hija natural 
con D. Miguel de Abreu, vecino de San Andrés y Sauces. Esta 
hija se llamó D.* María de Abreu, y casó con el sargento Domingo 
Alvarez, padres del primer marqués de la Regalía y de sus demás 
hermanos. 



-45- 

La fíel tradición conservada y transmitida en la isla de 
la Palma, es que el almirante D. Francisco Díaz Pimienta 
nació en Tazacorte (La Palma) por el año 1594 (i), fecha 
que concuerda con las edades de dicho general en otros tes- 
t'monios de su vida militar, y de los que tenemos copia. 
Abunda en esta opinión, dándola gran autoridad, un verí- 
dico historiador canario, coetáneo suyo, D. Pedro Agustín 
del Castillo (2), pues sólo habían mediado diez y siete años 
de la muerte del almirante, siguiéndose igual criterio en 
una biografía publicada en un periódico titulado El Rami- 
llete de Canarias (3), y corroborando lo mismo los ilustra- 
dos bibliófilos palmeros D. Juan Bautista Lorenzo y D. Pe- 
dro José de las Casas Pestaña, investigadores incansables 
y conocedores de la historia palmera en sus más puras y 
honradas fuentes, al tener la certeza adquirida por las dis- 
persas notas que han visto é ideas vertidas en múltiples do- 
cumentos, que el mencionado general de la Armada espa- 
ñola fué hijo natural del Capitán del mismo nombre, sin 
que nadie pueda con sólidos argumentos arrebatarle á la 
Isla de la Palma la gloria de contarle entre sus ilustres 
hijos. 



(i) Consta en acta del Cabildo con fecha 22 de Abril de i6oa, 
que el capitán Francisco Díaz Pimienta y Melchor García fueron 
cobradores y recaudadores de los derechos del Almogerifazgo en 
la isla de la Palma, y teniendo el puerto de Tazacorte en este 
tiempo mucha importancia, es muy probable que por razón de su 
cargo tuviera que permanecer en él algunas temporadas. 

(2) Descripción histórica y geográfica de las isias Canarias, 
página 281. 

(3) Núm. 67. Agosto 1866, Abril 1867. Ei Ensayo y otras pu- 
blicaciones de la provincia la reproducen, con la diferencia que en 
unas aparece anónima, mientras en otras la fírma D. Alfonso 
Dugour. 



-46- 

Antes de entrar en el examen de los documentos que 
contradicen la tradición palmera, no está demás fijarnos 
en la e'poca á que pertenece el Almirante, y así veremos cla- 
ras muchas cosas que de lo contrario siempre resultarían 
enigmáticas. 

El concepto social era tan diferente al que hoy informa 
nuestras costumbres, que con dificultad se concibe cómo 
esa manera de ser en espacio de tiempo relativamente corto, 
sufriera una transformación tan intensa, que hace que las 
épocas se alejen, como si las separasen el transcurso de 
años que deslindan una Edad de otra. Las revoluciones que 
á partir de 1789 se suceden, sientan otras nuevas bases de 
constitución, que rompe el eslabón de encadenamiento his- 
tórico, y el negar la ley de herencia, se conceptúa libre é 
independiente del pasado, con quien cree no ligarle vínculo 
de solidaridad. 

Todo lo que dice la tradición del país respecto á su ile- 
gitimidad, queda confirmado por el Testamento de su padre 
el Capitán, en terminante y expresiva cláusula^ que á con- 
tinuación transcribimos: c(Declaramos que Francisco Díaz 
Pimienta, estudiante, lo tenemos en los estudios de Sevilla, 
á quien criamos en nuestra casa é á quien tenemos mucho 
amor é amistad, del cual en los dichos estudios le estamos 
sustentando y alimentamos, y el susodicho se aplica á 
la t t t y trabaja para sí adelante con nuestra preten- 
ción para ser de misa y graduado; y le damos en cada un 
año mil y quinientos t t t reales para sus alimentos; 
queremos y es nuestra voluntad que se le den de aquí ade- 
lante la dicha cantidad en cada un año hasta que acabe sus 
cursos y se gradúe de Bachiller, y después para tres años 
que ha de pasar para graduarse de Licenciado, en cada uno 
de los dichos tres años se le den los tres mil y cuatro reales 



— 47 — 

y cuatrocientos ducados para cuando se gradúe de Licen- 
ciado, y compre libros y después del dicho grado manda- 
mos se le den de nuestros bienes mil y quinientos ducados 
para que sea señor de ellos, la cual dicha manda queremos 
que aunque sea vivo cualquiera de nos, siendo fallecido se 
hará se cumpla al dicho Francisco Díaz, estudiante, lo que 
en esta cláusula está dicho que le mandamos por vía de 
manda honorosa ó por v/a de tercio y quinto ó en aque- 
lla vía y forma que mejor haya y pueda tener lugar de 
derecho para que se le pague todo ello de mis bienes, por 
que se lo damos por via de limosna y caridad atento 
que es pobre.í> No quisiéramos comentar esta cláusula, 
convencidos que todas las consideraciones que pudiéra- 
mos hacer, sugieren mucho más elocuentes en el ánimo 
de todo lector, pero nuestra misión nos veda el callar, 
y ya que nos impone hablar, seamos sencillos y lacóni- 
cos, para aproximarnos más al silencio que á la ampulo- 
sidad. 

¿Quién puede ser este est udtant ellamaído Francisco Z)ia^ 
Pimienta^ ¿Sobrino del Capitán ó pariente en algún otro 
grado por el apellido que usa? No, pues en tal caso lo diría, 
y no hubiera empleado frases para dar é entender una pa- 
ternidad que se avergonzaba de pronunciar los labios; y 
esto, unido á la general costumbre de dedicar á los hijos 
bastardos á la carrera eclesiástica, como buscando en la 
oración y ejemplaridad del hijo, el perdón para la falta pa- 
terna y la extinción de la descendencia ilegítima á la vez, 
afirma la creencia palmera, y á nuestro concepto, presen- 
tan desnuda la verdad de su juicio. 

Dispénsenos el Capitán, pero en esta cláusula de su tes- 
tamento no brilla la discreción natural en él, ni la genero- 
sidad empleada en otras ocasiones, dice lo que nadie le pre- 



gunta ni hay para qué saber, y presume de espléndido con 
un hijo, por pía de limosna (i). 

Sólo atenúan estas faltas la mancomunidad del testamen- 
to; le sería violento á D. Francisco denominar hijo al estu- 
diante de Sevilla, hablando á la vez que su esposa O." Bea- 
triz, pero esta señora, que al parecer no era ninguna mujer 
vulgar, y que tan sumisa la vemos secundar la acción de su 
marido siempre, se hubiera avenido á otra forma que pro- 
digara más honor. 

Su condición de hijo ¡legítimo está tan enlazada con su 
naturaleza, que nunca lo debemos olvidar, como también, 
Jas preocupaciones de la época, que por sí dilucidan muchos 
puntos oscuros respecto á su origen. 

La aclaración de esto nos aleja en unas páginas de la 
rigurosa cronología que debiera encauzar este trabajo y 
adelantar noticias pertenecientes á la parte más culminan- 
te de su vida, tomadas del expediente que se incoó en el 
año 1642, para recibirse caballero de la ínclita Orden de 
Santiago. La genealogía en el referido expediente dice: 
c(EI General Francisco Díaz Pimienta, natural tle la Ha- 
vana, donde nació de paso viniendo sus padres á españa de 
un Corregimiento en que estubieron en las Indias en servi- 
cio de su Magestad. — Padres: El Capitán Francisco Díaz 
Pimienta, natural y rrexidor de la ciudad de la Palma en 
la isla de Canaria, y Doña Juana Pérez de Mendi^abal que 



(i) En la cláusula siguiente á ésta se consigna una manda de 
mil escudos para Jacinta, hija de Mencía de Oca, vecina de Sevilla, 
por vía de candad y limosna por el amor que le tengo. Confróntese 
esto con lo que sobre la descendencia ilegítima del Capitán don 
Francisco Díaz Pimienta dijo D. José Vandewalle y Cerbellón para 
que se vea una gran concordancia. 



t fe. 



-49 — 

nació de passo en la Havana, viniendo sus padres de las In- 
dias de un officio del servicio de su Magestad. — Abuelos pa- 
ternos: El Capitán Diego Díaz Pimienta y Mayor Franco, 
naturales de la ciudad de la Palma, Isla de Tenerife. — 
Abuelos maternos: Juan Pérez de Mendi^abal y Doña María 
de Lezcano, naturales y originarios de la provincia y Gui- 
púzcoa en Ofíate.» La descendencia por línea paterna es 
perfectamente armónica con lo ya consignado, salvo los 
errores sobre geografía canaria, y conceptuar naturales 
de las mismas islas á D. Diego y á D.* Mayor, pero lo esen- 
cial para el fin que perseguimos, es el matrimonio de su pa- 
dre el capitán D. Francisco Díaz Pimienta con D.* Juana 
Pérez de Mendigabal. ¿Quién era esta señora desconocida 
en la Palma? No existe ni un solo documento de todos los 
que se relacionan con el Piloto de LepantOy donde conste 
ó dé á entender estas nupcias; la tradición tampoco dice 
nada del particular, y esto no es posible lo ignorara todo el 
país, tratándose de uno de sus hijos más distinguidos, aho- 
gando la falsedad de este hecho las declaraciones que ya sa- 
bemos hizo el Capitán en su testamento, fulminador rayo 
de todo el artificio de la descendencia materna en esa infor- 
mación. 

Obsérvese la coincidencia de haber nacido de paso en la 
Habana madre é hijo, aparente circunstancia para justificar 
la falta de documentos concretos y terminantes, tanto en la 
isla de la Palma como en Ofíate, y fiarlo todo á la declara- 
ción de testigos, donde dicho sea sin ofender á la excepción 
honrada, tiene marcado influjo el salario y el favor para 
dejar complacido al interesado. La edad que la tradición 
palmera asigna al Almirante concuerda desde luego, con 
la que figura en el expediente de la Orden, y esto expresa 
que se trata del mismo individuo, y además, como si estás 

4 



-5o- 

fueran pocas pruebas para evidenciar su origen, tenemos 
la escritura de fundación de los dos mayorazgos, donde no 
se menciona para nada á este Francisco Díaz Pimienta, 
omisión que no existiría, si éste fuera hijo legítimo, pues en- 
tonces á él con más derecho que á sus hermanas, por sexo y 
edad, le correspondiera ocupar el primer puesto, aunque 
fuese hijo de otras nupcias, pues la posición era principal- 
^ mente de su padre, incapaz de haber hecho tal postergación, 
adornándole bellas condiciones morales, y como él mismo 
dice en su testamento, teniéndole mucho amor é amistad. 

Debemos ahora fijarnos en otro extremo, que si para al- 
guno puede favorecer su cualidad de cubano, el que nos- 
otros conceptuamos palmero, nunca puede ser bien exami- 
nado fundamento en contra de la tesis que venimos susten- 
tando con una insistencia innecesaria, si no lo requiriera la 
índole de nuestro trabajo. Nos referimos, á no existir en la 
iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, en la ciudad 
de los Llanos, la partida de baujtismo del Almirante en 
cuestión, dependiendo Ta^acorte, lugar de su nacimiento 
de aquella parroquia, pero esto es tan corriente en esa épo- 
ca, que no puede invocarse como argumento, pues los hijos 
naturales que por la suerte ó el mérito como ocurre aquí, 
querían mejorar su condición social, se valían de mil me- 
dios para que desapareciera de los archivos parroquiales 
el valladar que les entorpecía ingresar en la aristocracia, 
habiendo observado el erudito palmero D. Juan Bautista 
Lorenzo, en el libro de nacimientos, hojas arrancadas, coin- 
cidiendo con la fecha del natalicio que da la tradición al al- 
mirante Díaz Pimienta. 

Por versar todas las declaraciones de los testigos, sobre 
los cargos que se hicieron al Consejo de la Orden, relacio- 
nados con el origen y naturaleza de D. Francisco Díaz Pi- 



— 5r — 

mienta (hijo) copiamos los mismos para poder apreciar la 
refutación testifical: 

«Al Consejo se da noticia de que el dicho Francisco Díaz 
Pimienta no es Caballero, ni limpio de sangre por padre ni 
por madre y que se previno viniendo este año con los ga- 
leones, en hacer una información en la Habana donde na- 
ció, de que era hijo expósito, siendo falso porque es hijo de 
Fulano Pimienta, de nación Purtugués, hebreo y descen- 
diente de tales aunque nacido en las Islas de Canaria según 
la pública voz y fama que hay en la dicha Isla, y en la de 
la Habana, donde hubo al pretendiente por hijo, en una 
mulata esclava llamada Catalina y como hijo de padres tan 
humildes se crió en exercicios bajos, andando descalco 
por la ciudad, llevando un quitasol á su padre, ocupación 
en aquellas partes, de negros, mulatos, indios, ó mestizos 
y no españoles. Y siendo mayor fué mercader vendiendo 
por menudo sus mercancías, hasta que navegó á Angola 
por cargada de negros que es ocupación de gente muy or- 
dinaria. Y que esto es público y notorio en la Habana, Ca- 
naria, Sevilla, Cádiz y en esta Corte en las personas que la 
conocen naturales de dichas partes, ó que hayan navegado 
y estado en ellas, y en particular de las que han venido este 
año en los galeones, de que se ha de procurar noticia,- y 
proceder los informantes con toda atención, porque la ha 
de tener el Consejo. En Madrid á 2 de Jullio de 1642.» 

El dictamen del expediente condensa el contenido de las 
declaraciones testificales, sin desvirtuar lo consignado por 
nosotros respecto á su origen y naturaleza. Es de notoria 
importancia, que de los 102 testigos que con este motivo 
prestaron declaración, ninguno afirmara por sí, más que 
por referencia oídas á parientes ó conocidos, que el mencio- 
nado general de la armada nació en la Habana^ y si al pron- 



— 52 — 

to parece dar fuerza á esta creencia, el número de testigos 
canarios, cuya cifra se eleva á 24 que hablan en este senti- 
do, no se eche en olvido la condición de ser la provincia de 
Canarias archipiélago, y en una época, en que las islas her- 
manas vivían en gran aislamiento una de la otra, que con- 
vertía en remotos, pueblos próximos, debiendo también pe- 
sar en la balanza de nuestro juicio, la casi negativa del cro- 
nista D. Juan B. Lorenzo, de que estos canarios fuesen pal- 
meros. Sólo el esgrimir estos testigos que de lo contrario, 
no se hubiera enlazado el general con la distinguida familia 
vascongada de Vallecillo, parece razonable, pero si consi- 
deramos que cuando esto se realizó, ya tenía hecha su per- 
sonalidad el Almirante, y que le acompañaba una buena 
posición material, se explican fácilmente sus nupcias, pre- 
valeciendo la idea que venimos sustentando. 

Estas informaciones pasaban, por lo dificultoso y escasas 
que eran las comunicaciones, y se prefería como medio de 
ganar tiempo lo que se declaraba, ó la copia en su fuente 
legalizada por serias firmas, y ocupando la misma situación 
geográfica, la Habana, Canarias y Oñate, que hoy venían á 
ser lejanos países, el uno con relación al otro para estos 
efectos, y facilitaba la adulteración generalizada en estos 
casos para obtener el fin apetecido. 

Es también significativo, que todos los testigos ensalzan 
los méritos de sus mayores por línea paterna, concordando 
en un todo con lo que ya conocemos del Capitán y su fa- 
milia, teniendo estas revelaciones espontaneidad, y no obe- 
deciendo á una consigna, como ocurre al hacer referencia 
á la materna, donde el laconismo es tan igual, que resulta 
sospechoso (i). 

(i) El testamento del almirante D. Francisco Díaz Pimienta, 
es otra prueba indirecta de nuestra creencia, no lega nada á la ciu- 



Además, cargos como los referidos, vistos á través del 
prisma social de la época, reclamaban otra refutación, don- 
de la réplica enmudeciera, y aún faltando su partida de bau- 
tismo ¿cómo es posible que no existiese ni un sólo documen- 
to que probase el matrimonio de su padre el Capitán con 
D.* Juana Pérez de Mendi^abal? 

Si estas consideraciones son lógicas haciendo el estudio 
de este expediente, tal vez alguno se atrava á refutarlas, 
fundándose en otros expedientes de Ordenes de la descen- 
dencia del Almirante. En el que se incoó para recibirse ca- 
ballero su hijo primogénito, dice el informe: «hemos exami- 
nado veintitrés testigos de la hislade la Palma y Canaria, 
y que han estado en ella , que concuerdan que su padre y 
abuelo nacieron de paso en la Habana.» Como se deduce de 
la letra y espíritu de lo transcrito, no era necesario vivir 
en una localidad como parecía natural para ser testigo en 
estos casos, donde no solo se declara lo que se ve, sino tam- 
bién los antecedentes á estas niismas cosas; bastaba haber 
estado aunque fuera de paso , pues no precisa la ley tiempo 
determinado para tener fuerza testifical lo que se alegue, y 
esto se presta á tantos abusos é inexactitudes, que huelga el 
comentario, y queda en pie lo probado con documentos 
irrecusables. 

En otro informe, también de orden militar relacionado 

con su segundo hijo, se dice que c<el Capitán Francisco Díaz 

. Pimienta, abuelo paterno del pretendiente, rregidor que fué 

desta dicha isla y donde vivió casado con Doña Juana Pé- 



dad de la Habana, y aunque no le profesara cariño por no ser 
criado en ella, un alma que se muestra tan generosa en sus últi- 
mas disposiciones, es natural que algún recuerdo hubiera dejado, 
para asociar su natalicio. 



-54- 

reí( de Mendigaba! su legítima mujer,» Declarando veinte 
testigos haber conocido al general Francisco Díaz Pimien- 
ta, padre del almirante, en casa de su padre el capitán 
Francisco Díaz Pimienta y D.* Juana Péreíii de Mendiga- 
bal, Este contenido es más importante que el del expe- 
diente anterior, al figurar hecho en la isla de la Palma á 28 
de Septiembre de 1674, pero al admitirlo como verídico te- 
nemos que incluir en el número de documentos falsos, el 
testamento del Capitán, la escritura de mayorazgo y toda 
la tradición del país, á la vez que nos contradeciríamos 
también con el sinnúmero de observaciones ya señaladas, 
al hacer la crítica del expediente del Almirante. 

Estas son ramificaciones de la falsa genealogía presen- 
tada por el General al Consejo de la Orden de Santiago, sin 
merecernos autoridad los testigos que en estas informacio- 
nes tomaron parte, pues la inmensa mayoría desconocían 
la geografía del país, supuesto ponen la Palma en la isla de 
Tenerife y viceversa, para que conocieran la historia del 
mismo, y antes como ahora, la ignorancia es muy dúctil 
para que la discreta intención haga el ídolo que desea. 

La historia de la Isla de la Palma y el expediente aludi- 
do, eran desconocidos' por el Sr. Arrate y Salinas en su 
Llave del Nuevo Mundo; pues no creemos pospusiese la sa- 
grada misión del historiador á los excesos de patriotismo 
para afirmar, que el almirante Díaz Pimienta «fué hijo de 
la ciudad de la Habana, como lo expuso al Rey nuestro se- 
ñor el reverendísimo P. Fr. Buenaventura de Salinas, co- 
misario general de las provincias de la Nueva España del 
Orden de San Francisco, que como autor coetáneo y tan 
grave, debe ser atendido más que alguno que hoy pone en 
duda la certidumbre de su naturaleza». Si estas opiniones 
gratuitas, por muy grandes que sean los respetos que nos 



-55 — 

« 

merezcan los hábitos religiosos, se bastaran ahogar la voz 
de la crítica después de un riguroso examen, no sería la 
Historia ni la lu^ de la verdad, ni la maestra de la vida, 
sino el arte acomodaticio ó la gran fábrica de las humanas 
conveniencias. 

La isla de San Miguel de la Palma no se ha dado y cono- 
ciéndola, notificada de esta opinión, y al ver que el testa- 
mento y escritura de mayorazgo del Capitán dan fe de la 
veracidad del tradicional rumor respecto á la naturaleza 
del Almirante, y prescindiendo de otros muchos testimo- 
nios ya citados, que asilo confirman también, solemne- 
mente le reconoce por uno de sus hijos ilustres, y en públi- 
ca sesión celebrada el 3 de Noviembre de 1894 por el exce- 
lentísimo Ayuntamiento de su capital, se acuerda por 
unanimidad poner su nombre, á la calle denominada hasta 
aquel día de la Cuna, fijándose aquí, por haber tenido su 
padre y familia en esta via una casa de su propiedad (i). 

Este acuerdo del Ayuntamiento de Santa Cruz de la Pal- 
ma significa también, el perdón de una madre, como todas 
generosas, al hijo, que por estorbarle su humildad y pobre- 
za para escalar puesto de honor en la jerarquía social, la 
niega, mancha moral que nunca se logrará desaparezca y 
que formará eterno contraste siempre, al lado de la sublime 
esclamación ¡Dejadle paso, es mi madre! del orador elo- 
cuente, á la muchedumbre absorta por las ternuras de su 
alma y la elevación de su pensamiento, que erguían hasta 
el mismo cielo su cabeza de apóstol, convirtiéndola en es- 



(i) Dice D. Juan B. Lorenzo en su folleto. Y sin embargo, en 
un documento del siglo xvi hemos visto que la casa del capitán 1 

D. Francisco Díaz Pimienta era la del número 20 de la calle lla- 
mada hoy de O'Daly, denominada entonces «Calle Real del 
Puerto». 



lAuk. 



-56 — 

trella de donde irradiaba luz ásus palabras, transformadas 
en piedras preciosas para en iris de caridad lanzarse á to- 
dos los corazones. 

Pero no olvidemos, que juzgando la culpa ajena, honra 
la atenuación á quien la emplee, y si el recuerdo es prueba 
de amor, esto expresan los trofeos que el almirante Díaz 
Pimienta envió á la Palma de su más renombrada victoria, 
siguiendo á este acto de cariño otro de piedad, simbolizado 
en la lámpara que mandó ardiera después de su muerte en 
la capilla de sus mayores, retornando en espíritu al hogar, 
cual otro hijo pródigo, y dándole su patria, ya que no ban- 
quetes como al de la Escritura, toda la inmortalidad que 
está á su alcance. 



CAPITULO IX 



La infancia del que al correr los años iba á ser una gran 
figura nacional, no la podemos delinear con la claridad que 
quisiéramos, pues los primeros de su existencia nos resultan 
oscuros, teniéndonos que concretar á lo que nos dice el 
testamento de su padre, base de estas investigaciones, re- 
putando este testimonio como el más serio y tal vez como 
la única fuente. 

La cláusula que nos define su naturaleza, dice al princi- 
pio: Declaramos que Francisco DiaK, Pimienta lo tenemos 
en los estudios de Sevilla, a quien criamos en nuestra casa 
é á quien tenemos mucho amor é amistad. Como se ve, en 
menos palabras no se puede decir más, porque ellas conden- 
san un número de años que por sí forman toda una edad, 
y á su vez manifiestan que el primer período, del que an- 
dando el tiempo iba á ser preclaro hijo de la Patria española 
no fué desgraciado, al hacerle su padre el Capitán partícipe 
de todas las ventajas y consideraciones que adornaban su 
hogar, ya distinguido en la Isla de la Palma. 

El mismo Almirante hace una revelación en su testa- 
mento interesante al caso, y dice, al legar una lámpara para 
que ardiera después de su muerte, en la mayor de la 
Iglesia del Monasterio que en Gar achico de la Isla de 



-58- • 

Tenerije, que es otra de las de Canarias Jundaron los 
señores Pedro Dia¡{ Pimienta y Z)." María Román, mi mui 
amados Tíos, que me criaron algunos años con amor y 
ajecto de padres, noticia que, armonizándose con la an- 
terior, y con el juicio que aquella nos sugiere, hace que 
nos ratifiquemos en considerar felices los primeros años 
pasándolos en estos referidos hogares, al disfrutar ambos, 
tanto en la Palma, como en Tenerife, de gran distinción 
social. 

El testamento del Capitán expresa que su hijo se ha- 
llaba en Sevilla el año 1610, estudiando la carrera ecle- 
siástica, y siendo la fecha ya indicada de su nacimien- 
to 1594, tenía, como es consiguiente, i6,años, recibiendo de 
su padre y de la esposa de éste, D.* Beatriz, mil quinientos 
reales para sus alimentos, hasta graduarse de Bachiller, 
abonándosele luego durante los tres años que habían de 
pasar para recibirse Licenciado, cada año, tres mil y cua- 
tro reales y cuatrocientos ducados, y después de la inves- 
tidura de este grado, se le den de nuestros bienes mil y qui- 
nientos ducados para que sea señor de ellos. 

Estas noticias que llevan el sello de autenticidad, tienen 
más adelante confirmación en las declaraciones testificales, 
con motivo de la información incoada, para recibirse caba- 
llero de Santiago. Varios son los testigos que hacen referen- 
cia á esta etapa del General, y todos declaran en igual for- 
ma. D. Pedro Pacheco refiere, que conoció á D. Francisco 
Díaz Pimienta en Sevilla, estudiando en la Compañía de 
Jesús tendría doce años, y le acompañaba un ayo clérigo, 
denominado Fulano Vizcaíno, á esto sólo agrega Juan de 
Miranda, que el clérigo ayo se llamaba Juan Sánchez Viz- 
caíno, y en igual sentido se expresan D. Luis de Alcacer, 
quien dice, que sabe por cosa constante, que D, Francisco 



r 



I 



-59- 

Dta^ Pimienta se crió y estudió en la ciudad de Sevilla 
«con lustre como hombre principal é hijo de tal». Jerónimo 
de Pinedo y de Guzmán afírma, haber sido compañero de 
Díaz Pimienta, coincidiendo en este extremo Alonso de Pa- 
reda con lo dicho por Pedro Pacheco, terminando esla na- 
rración con la copia textual de lo que refiere Gaspar de 
Vedoya, considerándolo de interés sumo y evidente prueba 
de la armonía reinante, entre el testamento paterno y estas 
manifestaciones: «vino de ocho años á Sevilla en casa del 
Licenciado Gaspar de Vedoya, tío suyo, que era oidor de 
aquella Audiencia, y en el dicho tiempo le parece que, ha- 
biendo estado allí dos años, vino á Sevilla á estudiar Fran- 
cisco DiaK Pimienta, y allí fueron ambos condiscípulos y se 
trataron y comunicaron, por que el dicho su tío, había 
sido oidor en Canarias, y allí había tenido amistad con los 
padres del pretendiente y tuvo carta de su padre pidiéndole 
le favoreciese, por cuya causa Francisco Díaz Pimienta y él 
fueron muy amigos, siendo muy conocido entre todos y lla- 
mándole el isleño. 

Estos son los testigos de que se hace mención en el dicta- 
men del expediente, de la Orden á que perteneció, especifi- 
cando D. Diego Maldonado de Paz, colegial del Mayor del 
Arzobispo de Salamanca, folio 14, que conoció al Capitán 
su padre, y le vio criar con ostentación sostenida en Sevi- 
lla, donde tenía además del clérigo que ya conocemos, á 
dos pajes. 

Ef Ramillete donde como sabemos se insertaron brevísi- 
mas noticias de este Almirante, pero todas de una gran 
orientación y veraíidad, refiriéndose á su vida de estudian- 
te, dice: «que á los 14 años ya había leído á Tito Libio y á 
Quinto Curcio, inflamándose su juvenil imaginación con 
las relaciones guerreras de estos autores.» 



L 



-6o~ 

Refiere también El Ramillete de donde lo tomó sin re- 
serva el Sr. Lorenzo, respetando la firma del D. José Van- 
dewalle y Cerbellón (i), para un trabajo periodístico con- 
sagrado al Capitán y su hijo, que el joven Díaz Pimienta, 
«pidió con insistencia al autor de sus días lo destinara á la 
marina de guerra y lo enviase á Cartagena, no sin haberse 
antes perfeccionado en las matemáticas, las cuales acabó de 
repasar en aquella población.» Esta noticia dicha áprio- 
ri parece una afirmación gratuita, y como recurso aparen- 
te para seguir la ilación de su vida, pero al atender á los 
gloriosos hechos que en los sucesivos años de su existencia 
realizó, resultan, tan lógicos como evidentes sus ímpetus 
juveniles, precursores de sus éxitos en el mar, y celebridad 
posterior. 

El tiempo que permaneció en la hermosa ciudad que ba- 
ña el Guadalquivir no lo podemos precisar, como tampoco 
los estudios que en ella hizo, pero por el testamento de su 
padre sabemos, que por el año 1610 seguía los cursos para 
graduarse de Bachiller en la carrera eclesiástica, y si á par- 
tir de aquí se nos oculta el orden cronológico de sus hechos, 
no está demás que adelantemos otro dato, que aportan al- 
gunas de las declaraciones ya mencionadas, las que mani- 
fiestan, que abandonó la carrera eclesiástica y se casó en 
Sevilla á la muerte de su padre, relacionándose con lo prin- 
cipal de esta población, reservándonos para páginas si- 
guientes los comentarios á estas nupcias, que rechaza nues- 
tra crítica. 



(i) Este aristócrata é ilustrado palmero cdhfírma en una nota 
puesta al pié de un árbol genealógico de esta familia^ las noticias 
que posteriormente consigna El Ramillete respecto al Almirante, 
Los datos del Sr. Vandewalle fueron tomados en Madrid^ pero sin 
citar las fuentes. 



— 6i — 

Criado como hemos visto el joven Díaz Pimienta, en el 
hogar del Capitán de su mismo nombre, no podía ser otra 
su inclinación más que la de marino; la ley de herencia 
que fatalmente rige el orden físico, influye en el moral con 
gran poder, y teniéndose en cuenta que la psicología del 
ñiño es un clichie para conservar palabras de mayores, 
¡qué extraño tiene que los relatos paternos quedaran en su 
memoria y formaran su ideal! 

El origen portugués también tenía que inclinarle al mar, 
y si á esto añadimos su condición de isleño, y natural de 
una isla, tan naviera como la Palma, á la vez que sus re- 
flexiones y gratitud al poderoso elemento, pues de él vino 
bienestar y nobleza á aquel hogar que conceptuaba suyo, 
tanto por la sangre de sus venas, como por las bonda- 
des de D.* Beatriz, muy grande debió ser su contrariedad 
al imponérsele la vocación sacerdotal, pero no obstante, 
sumiso y obediente á las paternas órdenes, seguía en Sevilla 
con gran aprovechamiento los estudios eclesiásticos, bajo 
la dirección de los Jesuítas, hasta que, la muerte de su padre 
le dio libertad de acción en sus resoluciones, y pasó á 
Cartagena donde ingresó en la armada con la categoría 
equivalente á la que tiene hoy el guardia marina. 

Infructuosas han sido todas mis gestiones para documen- 
tar el ingreso en la marina de guerra del general Díaz Pi- 
mienta, pero no organizándose nuestras fuerzas navales 
como cuerpo administrativo hasta el reinado de Felipe V, la 
falta de ese dato en esta biografía no es imperdonable, como 
sería, tratándose de otro marino cuya existencia fuera pos- 
terior al nieto de Luis XIV, y además, como ninguno de los 
hechos consignados en los textos citados, se encuentran des- 
mentidos por la documentación posterior que poseemos, los 
consideramos ciertos. 



1 



— 62 — 

La impresión que causara en la Isla de la Palma el 
brusco cambio, de seminarista en marino^ nos es descono- 
cida. 

La familia de Díaz Pimienta, toda vez que los deseos é 
indicaciones del padre quedaron incumplidos, ¿prestó asen- 
timiento^ ó mostró desagrado por tal resolución? Lo igno- 
ramos. 

El testamento de su padre le daba derecho á percibir 
ciertas cantidades y ser señor de las mismas que nos son 
conocidas, siempre que el joven clerizante se aplicare y tra- 
bajare para ir adelante en nuestra pretensión para ser de 
misa y graduado, de lo que se deduce que la posesión de 
este dinero envuelve el compromiso indicado; pero algún 
acuerdo amistoso ó pronta reconciliación tuvo que haber 
entre el joven Díaz Pimienta y su familia de Canarias, ó 
recibiría alguna protección particular, para contar con re- 
cursos que le permitieran abonar todos los gastos que esta 
mudanza traía consigo, y trasladarse de Sevilla á Carta- 
gena. 



CAPÍTULO X 



Comienza D. Francisco Díaz Pimienta la carrera naval 
en los precisos momentos que se introducía en la marina 
trascendentales reformas, que venían á organizar esta fuer- 
za tan necesaria, con las aplicaciones cientíñcas de que se 
le hacía objeto y de las dignidades que comenzaron á tribu- 
tarse á los valientes y decididos campeones, que buscaban 
en el mar nuevas soberanías á la bandera de la Patria. 

Las enérgicas y razonadas verdades que el almirante ge- 
neral D. Diego Brochero elevó al tercer de los Felipes, cau- 
saron una transformación completa y favorable á los intere- 
ses de la armada como cuerpo nacional, y sirvieron á su 
vez de programa al mencionado Almirante, para desenvol- 
verlo desde el Consejo á donde fué llamado en premio á 
sus geniales aptitudes. 

Historiando este período áque hacemos referencia, me- 
jor es oir la autorizada palabra del ilustre académico y 
marino el Excmo. Sr. D. Cesáreo Fernández Duro, conser- 
vada en su magistral obra Historia de la Armada españo- 
la, que disertar por nuestra cuenta, hallándonos tan faltos 
de competencia como sobrados de admiración á las sabias 
enseñanzas del citado maestro. Éste, haciendo relación á 
D. Diego Brochero, se expresa en estos términos: «Lo pri- 



-64- 

mero en que puso la mano fué en el personal inferior. Sin 
marineros no puede haber marina, y ya se ha visto que al 
organizar apresuradamente las armadas regionales fué ne> 
cesario traerlos de Genova y tomarlos de naves extranjeras, 
después de sacar forzosamente de las flotas de Indias y de 
los barcos de cabotaje una parte y de embarcar otra de la- 
briegos inútiles, no porque fuese absoluta la falta en los 
puertos, sino porque huían del servicio de los navios de 
guerra, prefiriendo expatriarse y aceptar plaza donde los 
considerasen y atendieran á sus necesidades. 

))Redactá|pnse y pusiéronse en vigor las ordenanzas para 
las armadas del mar Océano y flotas de Indias firmadas en 
Ventosilla el 4 de Noviembre de 1606, reconociendo cuan 
justo era honrar y premiar á los marineros españoles, sin 
que fuese menester echar mano de los extraños, y se am- 
pliaron por Real cédula de 22 de Enero de 1607, conce- 
diendo á los hombres de mar uso de armas primitivas y de 
trajes, cuellos y coletos á su gusto, exención de alojamiento 
mientras estuviesen ausentes de sus casas; jurisdicción pri- 
vativa y prerrogativas varias, condensadas en esta meditada 
prescripción. 

dQue á los que fuesen hijosdalgos, no sólo no ha de parar 
perjuicio á su nobleza ni á sus hijos y sucesores el asentarse 
á servirme ó haberme servido en las armadas y flotas de 
marinero ú otra de las plazas que acostumbre á servir en 
los navios la dicha gente de mar, ahora ni en ningún tiempo 
del mundo; pero que el hacerlo sea calidad de más honra y 
estimación de su persona. 

Como consigna el mismo autor de la mencionada obra, 
con estos preceptos desapareció la irritante desigualdad es- 
tablecida entre soldados de mar y de tierra, y se acabó tam- 
bién la granjeria de las autoridades de provincia con la dis- 



— 65 — 

posición de 5 de Octubre de 1607, donde se mandaba que 
«se formase una matrícula de todos los marineros efectivos, 
sin excepción y ordenando que no pudiera salir á pescar 
el que no estuviera matriculado, ni los matriculados á 
viajes largos sin licencia del corregidor del Rey. Guipúz- 
coa protestó de esta medida é influyó para anular la ma- 
trícula». 

Se dictaron penas enérgicas, comprendiendo la de muer- 
te i los marineros é individuos de maestranza que sirvieran 
en el extranjero, y á su vez se obligaba á la oficialidad á un 
plan completo de instrucción. 

Nada importante y trascendental para la marina se omitió 
en estas reformas. Se ordenó á los superintendentes de fá- 
bricas, cuidar del número y especie de árboles que se ha- 
bían de plantar anualmente, y con el propósito de estimu- 
lar á las constructores y facilitarles los medios, se le hacían 
empréstitos de la caja real, dando preferencia á los que qui- 
sieran construir naos de 3oo toneladas arriba. 

Las ordenanzas impresas y publicadas en 21 de Diciem- 
bre de 1607, venían á unificar á la marina, sometiendo la 
libertad de construir á un plan científico, como lo recla- 
maba ya la época para poder navegar y pelear con proba- 
bilidades de éxito, y para este fin se reunieron en la Corte 
las personas más competentes, y después de pedir informes 
á los puertos y astilleros, determinó el Consejo de Guerra 
las reglas para las sucesivas construcciones. 

Estas ordenanzas comenzaron de lleno á regir, á partir 
del año 161 o, al concederse el período de tres anos para 
consumir las naves existentes en la carrera de las ludias, 
irrogando el menor daño posible al antiguo estado de cosas. 
No por esto dejó de protestar el comercio, considerando 
contrario á sus intereses las mencionadas ordenanzas, dis- 

5 



-66- 

tinguiéndose en este sentido los navieros de Sevilla, como 
más interesados en la navegación de las Indias. 

Al parecer razonaban sus quejas los navieros y protesta- 
ba el comercio con lógica, pero examinando la cuestión 
con imparcialidad, todo derecho estaba de parte del Go- 
bierno, quien velaba por intereses más sagrados y aun 
por los futuros del mismo comercio, que al pronto se 
consideró perjudicado, sin fijarse que los sacrificios del día 
redundarían mañana en beneficios, representando el Go- 
bierno el espíritu progresivo de la navegación, y el comer- 
cio español la antigua tradición desechada ya por nuestros 
enemigos. 

El Arte para Jabricar, Jortificar y aparejar naos de 
guerra y mercante, escrito por Tomás Cano, aprobado por 
el Consejo é impreso en i6i i, tiene un interés particularí- 
simo en esta narración, y vienen á ser elocuentes páginas 
donde se pintan con vivos colores el estado de la marina en 
general, dándole al Rey sanísimos consejos, y evidenciando 
como la prosperidad de otras naciones, estribaba precisa- 
mente en la atención prestada á la marina, y urgía en nues- 
tro país estimular la opinión en este sentido, pues aún en 
el Imperio turco, se preciaba la gente principal de perte- 
necer á la armada. 

Siguió á este tratado otro del ilustre capitán Juan de 
Veas, reputado por el mejor maestro de España, como lo 
probaba la capitana de la armada que construyó, en la Ha- 
bana, que montaba 54 cañones y de la cual se dijo «no ha- 
ber visto mejor nao en la mar». Siendo también gran mari- 
no y fabricante Diego Ramírez y otros varios. 

Se comenzó la construcción de galeones por asiento para 
el servicio de la Corona; en Liérganes (provincia de San- 
tander) se montó una fundición dirigida por alemanes, para 



-67- 

la artillería de los buques, y el 3 de Junio de i6i i se decre^ 
tó el establecimiento de fundición en Sevilla, á cargo de Se- 
bastián González de León. 

También se dictaron por el Monarca disposiciones para 
que se trataran á los buques del Estado con igual cuidado 
y esmero que si fuesen de particulares. Ya era corriente la 
idea de poca utilidad que las galeras reportaban, concep- 
tuándose como vehículos muy caros, acordando los diputa- 
dos por Cataluña desarmar las que sostenía el Principado. 

Para evitar competencias, se señaló el orden de proce- 
dencia de escuadra en los siguientes términos: España, Ña- 
póles, Sicilia y Genova y si concurrían las aliadas del Me- 
diterráneo, la del Pontífice, Saboya, Malta y Florencia. La 
capitana de la armada del Océano precedía y á ella tenían 
que rendir homenaje todos los estandartes y saludarla con 
el pito y artillería. 

Las obras de fortificación tuvieron gran impulso, como 
lo demuestran los puertos de Cádiz, Gibraltar y Málaga, á 
la vez que las mujeres guipuzcoanas se dedicaban á coser 
velas y á trabajar en estas industrias, mientras sus maridos 
é hijos sentaban en el mundo plaza y nombre de los más 
intrépidos navegantes. 

Lástima que á estos entusiasmos no acompañase el esta- 
do del Tesoro, empobrecido y decadente por las atrevidas 
empresas de los anteriores Monarcas, faltando por parte de 
quien había de dar el ejemplo con harta frecuencia el cum- 
plimiento de los compromisos con las casas constructoras 
de buques, que más de una vez llamaron informal al Go- 
bierno y se negaron á entablar contrataciones sin seguras 
garantías. No obstante, hagamos justicia al piadoso Monar- 
ca y sus Gobiernos, y tributémosles el aplauso y elogio que 
merecen, comenzando bajo sus auspicios nuevos derroteros 



—^8 — 

en la marina^ que si bien es verdad no bastó para volver á 
recuperar la hegemonía, mayores hubieran sido nuestras 
derrotas y más de la integridad del territorio se hubiera 
perdido, si no se implantan estas importantísimas reformas 
en su reinado. 



1 



CAPITULO XI 



Siguiendo el relato publicado en El Ramillete, única 
orientación que tenemos hasta el año 162 1 , donde se vuelven 
á testimoniar los hechos que se imputan al almirante Díaz 
Pimienta con documentos irrecusables, dice, que este dis- 
tinguido General pidió, una vez ingresado en la marina, 
ser destinado á Flandes, haciendo en estas costas su primera 
campaña. 

Al fírmarse el tratado que ponía término á las largas y 
sangrientas guerras de los Países Bajos, en Berg-op-Zoom, 
el 9 de Abril de 1609, y ajustándose la tregua de doce años, 
inaugura Díaz Pimienta su carrera de marino, siendo verí- 
dico el hecho que hemos sentado, pues como hemos visto 
en 1610, fecha del testamento de su padre, se encontraba en 
Sevilla siguiendo la carrera eclesiástica, y en este mismo 
año, ó en los dos sucesivos, es muy posible que hiciera su 
viaje á Flandes, teniendo en cuenta el haber ingresado en 
la armada después de haber cursado ya ciertos estudios, 
ser hijo de marino y el carácter práctico que prevalecía en 
aquella época de formación naval. 

Las Provincias Unidas, no sólo defendían la absoluta in- 
dependencia de España, con los radicalismos como la que- 
rían Guillermo de Orange y Mauricio de Nassau, sino 



1 



también á la sombra 4e aquella los intereses comercia- 
les, donde Holanda cifraba todo su porvenir, y el medio 
más eficaz para asegurar su libertad era basarla en la pros- 
peridad del país, forma mucho más duradera y positiva 
que la que proporciona el resplandor de las armas; por eso 
frente á las intransigencias de Mauricio de Nassau, se le- 
vantó la elocuente voz de Juan Barneyel, mejor intérprete 
en esta ocasión de los sentimientos generales, cansados de 
ensangrentar su suelo pantanoso, y anhelantes de la paz 
después del hastío de la guerra. 

En las negociaciones para suspender las hostilidades hay 
que tener muy presente, cómo Holanda hacía tan esencial 
el reconocimiento de su independencia, como la libre nave- 
gación por las Indias, presentando España muchos mayores 
escrúpulos y repugnancia á aceptar la segunda parte que la 
primera, pues en esta tregua, la libertad de los católicos en 
los Países Bajos y la libre navegación, era lo que retrasaba 
la paz y la parte más delicada del tratado, interesándose 
Francia é Inglaterra por las ex,igencias de Holanda, su- 
puesto ellas al ceder España, también saldrían beneficiadas 
en sus intereses. 

Bien sabía España las tristes consecuencias que tenían 
que sobrevenirla, pero hallándose exhausta de sangre y oro, 
la ataban de brazos para una enérgica contestación, y se- 
guir una guerra que ya llevaba más de cuarenta años de 
existencia, imposible, al interesarse Inglaterra y Francia 
por nuestros enemigos, asegurándoles la independencia, 
amparándola en la libre navegación, para que no nos fal- 
tara remora en la única fuente de riqueza que por aquel 
entonces teníamos con las Indias, de donde venían los úni- 
cos recursos para afrontar á todas las necesidades de la na- 
ción. 



-71 - 

Como España no reconoció oficialmente la independen- 
cia de Holanda hasta la paz de Westfalia en 1648, y aun 
teníamos que salvar y defender algo de lo que unió á nues- 
tro destino Felipe el Hermoso, por la cláusula de reversibi- 
lidad que llevó consigo la donación á Isabel Clara por su 
padre Felipe II, además de estar los odios adormecidos aun- 
que ocultos en cenizas, es natural que nuestros marinos es- 
tuvieran en aquellas costas prevenidos á toda eventualidad, 
y nuestra nación no se confiara de los antiguos bátanos y 
frisones, que se esparcían por el mundo como señores del 
comercio y fundadores de las grandes Compañías de Indias 
y países remotos, demostrado que ya no se conformaban 
con ser hijos del mar, sino dueños del mismo. 

El botín para ellos más codiciado eran los galeones espa- 
ñoles, que cargados de metal precioso venían de América, 
á quienes asaltaban disfrazados de piratas y corsarios, con 
su sistema de guerrillas navales y sin el menor respeto á los 
derechos adquiridos y á los títulos de posesión que concede 
la Historia. 

No se vio España á pesar del tratado de Berg-op-Zoom 
libre de enemigos. Además de las inquietudes y recelos 
que la inspiraban los pueblos del Norte, ya poderosos y que 
tenían que aumentar su patrimonio á costa suya, siendo 
hasta aquellos desgraciados momentos la dominadora de 
dos Mundos, le molestaban y perjudicaban sus intereses por 
el Sur, los turcos y argelinos, que armados de corsarios y 
amaestrados por Simón Dancer y otros varios, no cesaban 
de hostilizar y hacer una guerra de rapiñas, donde el valor 
y el arrojo de nuestros marinos, más de una vez fué burla- 
do por la astucia y habilidad de aquellos bandoleros del 
mar, hechos que aunque interesantes en los fastos de nues- 
tra marina, merecen en estas páginas un lugar secundario, 



al no encontrar el nombre de nuestro biografiado coope- 
rando á estas empresas, que por igual favorecían los desti- 
nos de la Patria como los de la civilización en general. 

Corresponden también á estos años, en que D. Francisco 
Díaz Pimienta comenzó su carrera de marino, las brillan- 
tes campañas llevadas á cabo en el Mediterráneo por Don 
Pedro Téllez Girón, Duque de Osuna, pero no nos autoriza 
ningún indicio, para incluir al isleño ilustre en la distin- 
guida oficialidad, que tantos éxitos obtuvo en lucha con los 
enemigos de España. 

No es natural y nos aleja del supuesto, que, Díaz Pimien- 
ta, formara parte de la marina del procer á quien tanto de- 
be su Patria, la superioridad de la misma respecto á suel- 
dos y administración, con las que sostenía el Monarca, ha- 
cía que todas sus plazas fueran solícítadísimas por gente de 
méritos ya adquiridos, y Díaz Pimienta por sus pocos años 
no ios podía ostentar, y lo que es más expresivo, su silencio, 
pues de haber figurado, seguro que alguna alusión hubiera 
hecho y quedaría grabada en su memoria, constituyendo 
gloriosa portada de sus brillantes acciones. 

Muchas de las circunstancias que atravesó la expedición 
dirigida por D. Miguel de Vidazábal, hijo ilustre de Motri- 
co, para reforzar el ejército español en Flandes, guardan 
analogía con los hechos indocumentados que El Ramillete 
atribuye al almirante Díaz Pimienta en el comienzo de 
su carrera. Dice éste: «Un acto de valor y de humani- 
dad le valió el empleo de alférez. Parece que corriendo una 
terrible tormenta el comandante de su buque cayó al agua 
arrancado del alcázar de popa por las furiosas olas del mar, 
y el joven guardia marina, despreciando el peligro y desa- 
fiando el embravecido oleaje, se arrojó al agua y logró sal- 
var de segura muerte á su desventurado jefe cuando ya iba 



-73- 

á sumergirse, manteniéndose con él aferrado á uno de los 
muchos toneles que la tripulación desesperada arrojaba al 
mar, dando tiempo á que llegasen algunos botes en su au- 
xilio.» Confróntese la narración referida con las líneas que 
el señor Fernández Duro dedica en su Historia de la Ar- 
mada á un hecho, y se verán ciertas coincidencias , que se- 
guramente no tacharán á nuestra pluma de atrevida ni de 
ligera, atendiendo á la cronología y contratiempos, dando 
por el contrario á nuestro juicio el carácter de probable. 
«En 1614 llegó Vidazábal á Dunquerque con cuatro galeo- 
nes de su mando y 18 extranjeros fletados y 42 compañías 
de infantería en refuerzo del ejército de Flandes. En la en- 
trada del puerto se perdió el galeón capitana San Luis y y á 
la vuelta sufrió durísimo temporal , durante el que otro ga- 
león, San Alberto, se abrió por la proa, teniendo que arri- 
bar á Plymoulz; pero los soldados desembarcaron sin nove- 
dad con no poco contento del archiduque.» 

A este acontecimiento, donde muy bien pudo actuar 
nuestro biografiado, sigue otro, según la misma fuente, 
encadenándose con el párrafo anterior , que dice: «Esta 
buena acción no quedó sin recompensa, como ya hemos 
visto; más, habiéndose distinguido poco tiempo después 
en un abordaje contra dos galeones holandeses, fué promo- 
vido al mando de un buque que con otros, á las órdenes del 
marqués de Andújar, fueron enviados para convoyar los 
ricos galeones que debían zarpar del Perú con dirección á 
España. 

»Colocado á la vanguardia del convoy, nuestro Pimien- 
ta supo evitar cuidadosamente todos los cruceros ingleses 
que ya en aquella época se ostentaban formidables; pero al 
aportar á las costas de Galicia, y sabiendo que la expedi- 
ción le seguía de cerca, no titubeó en atacar á dos navios 



— 74 — 

ingleses que le cerraban el paso.. Supo darles tanto en que 
entender, que logró ver desfilar el convoy y entrar en el 
Ferrol á las barbas del enemigo, sin .que éste, acosado por 
el intrépido canario, pudiese impedirlo.» 

Es tan verosímil lo transcrito, y se adapta tanto á la épo- 
ca, que desde luego lo. podemos considerar como histórico. 
Nuestros marinos, en los momentos á que se hace referencia, 
más de una vez realizaran operaciones análogas, y eran tan 
frecuentes los abordajes por ingleses y holandeses á nues- 
tros navios cuando regresaban de América, que casi cons- 
tituía uno de los ordinarios accidentes de los viajes. 

En la relación de los navios de la Armada del mar Océa- 
no, y las galeras de España que kan navegado en efectos 
del servicio de S, M, desde el año 1617 á 162 1, resumen 
de las fuerzas navales en este período, y que se hizo para 
noticia de las Cortes por D. Martín de Arostegui, secreta- 
rio de despacho, se comprueba nuestro aserto, y por eso 
tenemos que admitir todo lo que de este particular se diga 
de D. Francisco Díaz Pimienta, y verle tan pronto defen- 
diendo el litoral de nuestra península, como internándose 
para escoltar los galeones que traían el oro y la plata del 
•Nuevo Mundo, y hasta formando parte de la tripulación de 
los mismos. Así pasó el duro noviciado, cumpliendo siem- 
pre órdenes que ponían en riesgo su vida, y cuanto más crí- 
ticos fueron los instantes, serenaba su alma con el temple 
de su corazón, para ir poco á poco labrando, ó mejor de mé- 
rito en mérito construyendo el pedestal de su fama, que le 
designaría para la dirección de otras superiores empresas. 



CAPÍTULO XII 



No se contentaban los piratas europeos con estos aborda- 
jes á nuestros navios al regresar de América, sino que fue- 
ron avanzando en el Océano hasta llegar á las nuevas cos- 
tas, y tras la cláusula del mencionado tratado, que ambi- 
guamente les daba derecho á navegar por el mar de las 
Indias, sintieron los deseos de hacer sus guaridas en aque- 
lla parte del globo, y ponerse así en ventajosas condiciones 
para el ataque, y al huir con la presa de sus rapiñas, te- 
ner próximos puertos donde ocultarlas, ya de antemano 
atrincherados para defenderlas. 

El ilustre académico á quien seguimos por maestro en la 
parte general y doctrinaria de la marina, dice en su obra (i) 
ya citada, mucho que en estos momentos nos interesa y de- 
biéramos saber, pero el temor de ser latos sacrifica nues- 
tras intenciones, y sólo nos aconseja hacer un sucinto cua- 
dro extractado de la indicada fuente, para apreciar mejor 
la situación de nuestro pueblo, que ya tenía á sus enemi- 
gos exteriores de ayer, convertidos en interiores, lo que 
manifiesta el engrandecimiento de los mismos. 



(i) La Armada Española: tomo IV, cap. XVIII. 



-76- 

Los holandeses hostilizaron á España y ocuparon las islas 
de Fonseca Tabagq, cercana de Trinidad; la de Curasao, 
de más importancia, dándose la mano con ingleses, quienes 
habían ocupado ya la de Barbada con i .700 hombres, que 
regía el Conde Carli, escocés, con el título de Gobernador 
por el Rey de Inglaterra; la de San Andrés en el meridiano 
de Portobelo y algunas más, pasando de 80 las naves que 
mantenían á la vela y proyectaban á menudo ataques á las 
islas de Santo Domingo y Puerto Rico, contando con esta^ 
blecerse sólidamente en Jamaica, en la creencia que no ha- 
bía de resistirles. 

El corsario francés Mr. d'Enambuc, maltratado por los 
cruceros españoles, se refugió en la isla de San Cristóbal, 
viéndose en el mismo caso el capitán inglés Waernard. 
Ambos influyeron con sus respectivos gobiernos, comu- 
nicándoles la utilidad que podía reportar dicha isla. Estas 
indicaciones dieron por resultado las compañías explotado- 
ras para fundar colonias donde tuvieran por conveniente, 
desde 11 á 18 grados de latitud Norte, y singularmente en 
las islas de San Cristóbal y la Barbada. 

Del Havre salió d'Enambuc con tres naves y 5oo hom- 
bres eri 1627; casi al mismo tiempo lo hacía Waernard de 
Inglaterra con otra tanta gente. En escritura pública ó tra- 
tado formal hicieron deslinde de las dos colonias. Pasaron 
trabajos y miserias que extinguió á la mayoría de europeos; 
á los franceses les llegó un importante refuerzo y se impu- 
sieron á sus vecinos por las armas, y así como los ingleses 
habían ocupado la islilla de las Nieves al Sur, se fortifica- 
ron los franceses en la de San Eustaquio. 

De Sanlúcar salió la flota el año 1629, guardada por 
D. Fadrique de Toledo con 17 galeones fuertes, yendo á sus 
órdenes por almirante real D. Antonio de Oquendo, y 






-77- 

general de la flota D. Martín de Vallecilla. Abiertos en el 
mar los pliegos de instrucción, se mandaba desalojar á los 
enemigos apoderados de las Antillas menores, y comenza- 
ron aprestarse, estudiando las escasas noticias hidrográficas 
que de las islas tenían. 

El 17 de Septiembre, recaló la armada de improviso so- 
bre la isla de Nieves, yendo á vanguardia D. Martín de Va- 
llecilla con cuatro galeones, y sorprendió en el puerto á 
10 navios de corsarios que intentaron huir; dos lo lograron, 
metiéndose entre los bajos; dando caza á los otros y tomán- 
dolos á fuerza de armas. 

El almirante Oquendo saltó y se posesionó de la isla, que 
estaba en poder de ingleses, haciéndoles 22 bajas y sembran- 
do el temor en el resto que huyeron á los bosques. 

Continuaron la jornada en la isla próxima de San Cristó- 
bal, donde vivían ingleses y franceses perfectamente atrin- 
cherados, mas trabadas las primeras escaramuzas, que le 
costó la existencia al Gobernador del fuerte, huyeron al 
bosque los otros defensores que eran franceses; los españo- 
les continuaron destruyendo fortificaciones, y los ingleses 
capitulaban, aceptando las duras condiciones impuestas por 
D. Fadrique. A los 2.300 prisioneros de las dos islas se fa- 
cilitaron seis navios y las raciones proporcionadas para el 
viaje á Inglaterra y Francia, á condición de abonar el valor 
asegurado con rehenes. 

De resultas se inventariaron 192 cañones y i.35o armas 
de fuego portátiles, con abundancia de municiones. Todo 
esto se hizo en diecisiete días. El 4 de Octubre continuaron 
armada y flota el viaje á Portabelo y la Habana á recoger el 
tesoro, con el cual volvieron felizmente á Sanlúcar y Cádiz 
en í.® de Agosto de i63o, faltando trece días para cumplir 
el año de su salida. 



-78- 

D. Fadrique regresó satisfecho de haber terminada con 
dos nidos de piratas^ trayendo caudales, y con una pérdida 
que no llegó á loo hombres, poniendo buen correctivo á la 
última agresión holandesa de Santa María. 

Los ingleses y franceses burláronse de las capitulacio- 
nes, y volvieron á las viviendas de San Cristóbal, tan 
pronto como la armada española regresó á la Península, es- 
parciéndose los franceses además por las islas de la Anti- 
gua, Anguila, San Bartolomé y Monserrat. 

Ya hemos visto á grandes rasgos cómo nos combatían 
nuestros enemigos allende el Océano, y cuan diferentes son 
los títulos que ellos y nosotros podemos ostentar para razo- 
nar el derecho á las ocultas tierras que Colón descubrió. 
Es verdad que nos beneficiamos de los tesoros de su sub- 
suelo, y que los galeones españoles venían cargados de rico 
metal, pero á cambio poblamos aquel virgen país, que es el 
factor principal en la prosperidad de los pueblos, llevando 
esto consigo una savia de cultura y progreso, que jamás se 
ha podido desmentir, y aunque prescindamos del descubri- 
miento, y de las brisas protectoras de nuestros Reyes mag- 
nánimos en sus sabias leyes de Indias, comparemos la ha- 
zaña de un Balboa en el istmo, á Cortés incendiando las 

naves, y á Orellana en las márgenes del Amazonas, callando 

I. 

otros miles episodios heroicos de la conquista y coloniza- 
ción, para apreciar el contraste con lo anteriormente na- 
rrado por la docta pluma aludida. Ellos todo lo concebían 
cobardemente, estando siempre más prevenidos para la 
huida que para el ataque con la franqueza que da el valor, 
con astucia aguardaban los buques para robarles el metal é 
incautarse de los mismos, sin haber dejado la cultura en el 
territorio que invadían luego, y que ya había recibido el 
germen de civilización que los españoles sembraron, pu- 



r 



-79— . 

/ diendo hoy proclamarse á todos los vientos, y trofeo que 

I nunca se les podrá arrebatar á los hijos de la antigua Ibe- 

ria, que éstos sólo necesitaron el genio de Col¿n para ser 
dueños de América, pues todo lo demás lo tenían en su 
raza; mientras los otros, haciendo la excepción de los ex- 
ploradores del Norte, cuyos nombres se hallan inmortali- 
zados en los mares, golfos e' islas que circundan esa jpar- 
te septentrional, no supieron ir sin compañía á arrancar 
los secretos á las olas, pero sí coaligarse para robarnos el 
botín que el trabajo y el valor habían cargado en nuestros 
navios. 



CAPITULO XIII 



Cuando el eco del testamento del capitán Díaz Pimienta 
y el de las declaraciones de los testigos que, haciendo refe- 
rencia á la niñez del Almirante en Sevilla, deja de perci- 
birse, y calla también la narración de El Ramillete^ habla 
él mismo en su postrera voluntad y pone en nuestras manos 
la buscada cronología. Dice: «porque mi muerte no dé oca- 
sión á que mis herederos paguen lo que no debo, declaro y 
advierto á mis albaceas que saliendo por la varra de Sant- 
Lucar un Galeón mío mando (debe de ser «llamado») Sant- 
Francisco de Padua el año de seiscientos y veinte y uno, 
sirviendo de Galeón de plata debajo de asiento que hice con 
la Administración de la abería de la Armada que á la sazón 
corría por asiento, y uno de los capítulos de la obligación 
que hice de que serviría en aquel viaje el dicho mi Galeón» 
contiene que el tal Galeón serviría de hida y buelta á las 
Indias, por el primero que contiene la Escriptura que son 
doce mil ducados de plata, si no me olvido, por cuenta de 
los cuales reciví de contado las dos tercias partes, y me 
obligué á bolberles, si por falta del Galeón, y no sucedien- 
do Naufragio ó caso fortuito dejare de nabegar, y por que 
el dicho Galeón se perdió saliendo por la varra en que Yo 
pedí lo que me había costado, y el dinero que en su apresto 



/ 



r 



— 8i — 

havía gastado, que fué aún más que los dos tercios que re- 
civí del segundo y según el dicho asiento cuio testimonio se 
hallará en mi casa en mi papelera grande de Nogal y Caño; 
Yo perdí el Galeón y la administración de la abería el di- 
nero que me dio por cuenta del sueldo de él para aprestarle 
de la manera que pierden los flotadores de las Naos mar- 
chantes las aberías que pagan en España por cuenta del 
porte ó flete de lo que cargan en caso semejante, y, sin 
embargo, intentaron cobrar de mí lo que havía recibido, 
y aunque recombenido§ con la dicha condición de nau- 
fragio dessistieron sin llegar á demanda, y de allí en ade- 
lante mudaron esta condición con mano poderosa de 
servicio del Rey, ó no reparando los que fletaron sus 
Galeones, advierto lo que contrataron conmigo, por que 
si bolbieren á intentar la cobranza, no se balgan de la 
consecuencia de los otros contratos, antes por mi parte 
se puede alegar que en el que después hice para fabricar los 
dos Galeones, la Concepción y Santa Theresa en la Hav." 
contraté esta condición de riesgo en la misma conformidad 
de haver de ser por cuenta de su Magestad en la parte de el 
segundo.» 

Sobre el interés particular que tiene este dato, al pro- 
barnos su aptitud de constructor, personalidad por su pro- 
pio talento adquirida, y como los diez ú once años de 
carrera los había sabido aprovechar, es además un buen 
ejemplar que nos da á conocer , la forma de contrato 
que en esa época se acostumbraba, adelantándonos tam- 
bién la noticia de otro sucesivo, en que él fué parte contra- 
tante. 

Esto consta en un documento titulado: Asiento de los dos 
galeones que el capitán Francisco Dia^ Pimienta hi^o en la 
Habana el año i625 para servir en la Armada de In- 

6 



— 82~ 

dias{i) de donde tomamos interesantes hechos, autorizados 
todos por su pluma. 

En el mencionado año de 1625 ya tenía D. Francisco Díaz 
Pimienta la graduación de capitán, y armonizando lo dicho 
anteriormente con este nuevo contrato de dos galeones, que 
habían de fabricarse en la Habana para servir en la arma- 
da de Indias, el uno por capitana y el otro por almirante, 
presupuestándose el valor de ambos en 24.000 ducados, que 
se le abonarían al armador en determinados plazos y con- 
diciones, evidencia su importancia y la seriedad que mere- 
cía al Estado, para confiar á su dirección empresas de esta 
índole. 

Su competencia de construaor queda probada en este 
asiento, siguiendo con brillantez la tradición de su país, y 
las excepcionales de su padre, el piloto de Lepanto, que á 
eso debió su posición en primer lugar, en la Isla de San Mi- 
guel de la Palma. 

Según el mismo testimonio, era dueño de un navio de 
200 toneladas, que fabricó en el puerto de la Habana, deno- 
minado Nuestra Señora de Aguas Santas y sabido es, que 
los propietarios de estos buques aunque vistieran el unifor- 
me de la armada, disfrutaban de libertad para trasportar 
pasajeros y cargas de particulares, lo que proporcionaba á 
sus dueños grandes rendimientos, igual que también eran 
muy bien remunerados los servicios, que con los navios 
particulares se prestaban á el gobierno de la Nación, lo que 
constantemente acontecía, por no bastarse la marina mili- 



(i) Hállase este original en el Archivo general de indias de 
Sevilla, entre los papeles traídos del de Simancas, legajo i.® 
de los de la Junta de Armadas, desde el año i55o hasta el 
de 1608. 



r 



-83- 

tar para cumplir sus compromisos en esta época de forma- 
ción, y de gran penuria para el Tesoro público. 

El asiento tiene la fecha de 8 de Febrero de 1625 otorga- 
do en Madrid, y figurando como vecino de Sevilla D. Fran- 
cisco Díaz Pimienta, población por él ya conocida y centro 
importantísimo para la marina, residiendo en ella la Junta 
de Guerra de Indias y el Presidente y jueces oficiales de la 
Casa de Contratación. Los dos galeones debían entregarse 
en el puerto de la Habana á fines de Junio de 1626, para 
que vinieran á España en compañía de la escuadra de di- 
cho año. 

Lo que acabamos de exponer tiene directo encadena- 
miento con la poética narración hecha por Simón Fosear- 
do: Diseurso de lo sucedido en este año de 1626 en ga^ 
leones y flota de Nueva España, así desde que se Juntaron en 
la ciudad de la Habana, como desde que salieron del la dia 
de Nuestra Señora de Agosto, Dase cuenta de las Jacciones 
que tuvieron con el enemigo, que descubrieron antes de en- 
trar en el canal de Bahamo, y de las rigurosas tormentas 
que se vieron sobre la Bermuda, la pérdida de Almirante 
y otros navios, muerte de D. Bernardino de Lugo y otras 
cosas; también se verá la dichosa salida de D. Fadrique 
y lo que sucedió cuando vio la Armada. Es muy posible, 
que los buques que Díaz Pimienta se comprometió á fabri- 
car y entregar en la Habana á fines de 1626, vinieran á la 
Península con los galeones y flota que componían la escua- 
dra que traía la plata de Tierrafirme, á no haber rescindi- 
do el contrato, cosa no creible dadas sus condiciones y ap- 
titudes, y la parte lucrativa del mismo, para quien como 
él aspiraba á un mejoramiento de fortuna, y lo que es 
más evidente, sabiendo por su testamento que fueren cons- 
truidos, y hasta denominados, y aunque no se hace men- 



-84- 

ción al tiempo, existe la elocuente coincidencia de ser dos 
también. 

La lectura del aludido romance encierra un doble inte- 
rés, pues al tiempo que consagra epíteto» gloriosos á nues- 
tro biografiado, pone de relieve con la animación propia de 
la poesía mucho de lo concerniente á la marina en aquel 
momento histórico, haciendo desfilar por la imaginación 
los elegantes bageles, tan pronto deslizándose por la tran- 
quila superficie con la arrogancia de su velamen creyéndo- 
se legisladores del mar, como luchando con el Océano cuan- 
do la tempestad ponía en sus olas el cAro de su indomable 
brío; ó bien atacando á piratas y corsarios en conflagración 
contra nuestra bandera, portadora de ricos tesoros, después 
de haber sido mensajera de la cultura y de la civilización. 
. La escuadra salió de la Habana para la Península, á "los 
cinco días de haber llegado de Nueva España, mandada por 
el Marte VÍ!(caino, como denomina el poeta al general don 
Lope de Hoces. Se componía de 54 navios, cargados con «el 
tesoro más grande» según frase de Foscardo que á España 
rendía el Nuevo-Mundo. Eran corsarios de este mar 14 ba- 
geles, y la capitana de flota se retiró de la armada, persi- 
guiendo á uno de los mismos que huyó y se puso libre de su 
alcance, lo que aconteció el segundo día pasando el canal 
de Bahamo, deseosa la armada de combatir con los corsa- 
rios, á la vez que éstos evadían el encuentro. Desde las Ber- 
mudas comienzan para los españoles las vicisitudes efecto 
de la tempestad, perdiéndose un petacho, aunque felizmen- 
te salvándose la tripulación. A medida que la escuadra se 
internaba arreciaban las borrascas, atrayendo un mástil de 
la capitana mayor de galeones un rayo, que causó la muer- 
te á cuatro hombres y el terror á los demás de sus marean- 
tes, que se consideraron perdidos, También un huracán des- 



-8S- 

arboló á la nao «Santa Gertrudis», y dividió en dos partes 
á la armada, luchando ambas con las furias, y encontrán- 
dose D. Lope de Hoces solo con diez naves, dando presuro- 
sas órdenes para ir en socorro de la «Santa Gertrudis» que 
pedía urgentes auxilios, y ya tenía cuatro palmos de agua 
sobre la carlinga. Dice el poeta, que D. Lope mostró 
en esta ocasión ser otro Alejandro, pues previniendo cha- 
lupas salvó la vida de 3oo hpmbres, que todos irremisi- 
blemente hubieran sido pasto de los peces, pero no con- 
siguió el almirante D. Juan de Leos, á pesar de la tena- 
cidad de su sangre navarra y alientos á la infantería, salvar 
el buque que peligraba. Convencidos de la inutilidad de los 
trabajos, se decidieron abandonarle y si hasta aquí los de- 
beres militares se cumplieron, vino como una explosión de 
instintos y ambiciones, en pugna con el valor y desprendi- 
miento de almas generosas, convirtiéndose en corsarios 
unos de otros, y en enemigos los llamados por compañeris- 
mo á ser hermanos. Más, contrasta con tal conducta la se- 
guida en esta tragedia por D. Baltasar de Torres, capitán 
de infantería y Andrés de Espina, joya rica de sus padres 
como le llama el vate, y los encomiásticos términos con 
que se expresa al hablar del ilustre hijo de la Palma: 

«El gran Don Lope cogió 
Cien hombres y fué su atlante 
Francisco Díaz Pimienta. 
Pues haciendo de sí alarde 
Kn la ocasión más honrada 
Fué de su pimienta esmalte.» 

Continuó la navegación después de este aciago aconteci- 
miento, que agrandó la fama de D. Lope, cuando se oyeron 
cañonazos, pero al punto se^supo, con lo que se tranquili- 
zaron los ánimos, que eran salvas por la muerte de D. Bgr- 



— 86 — 

nardino de Lugo, acaecida en el galeón San Juan y después 
de haber dado días de gloria á su patria , por sus servicios 
que eternamente dice el poeta, cantarán las ninfas del mar 
del Norte. Las señales de próxima tierra trajo el júbilo á 
los navegantes, ya algunos desfallecidos por falta de susristen- 
cia; pero al divisar las Terceras renace el entusiasmo, por 
masque siempre D. Lope, tan valiente como previsor, se 
mostró padre de todos, remediando las necesidades con los 
medios de que disponía. 

La presencia en el horizonte una alegre mañana, de 31 
velas juntas, puso en espectativa á las mandadas por don 
Lope, y formando medialuna permanecieron todo aquel 
día, mandando este bizarro marino que guardara cada uno 
su puesto durante la noche de sobresaltos y dudas, que 
hizo más bella la aurora, al traerles la luz para que vie- 
ran que los navios conceptuados enemigos eran herma- 
nos, aquellos que había separado la borrasca de tan tris- 
tes recuerdos. Vuelven á unirse las velas de Tomás de la 
Raspur á las de D. Lope de Hoces, lamentándose la pérdida 
de la almirante de Honduras, y la de Lázaro Sánchez, que 
viajaba en un petecho, pero al fin, como dice la Musa del 
poeta con ironía, sobrelleváronse estos males, al no faltar 
ninguna ;mo de plata. Prosigue el romance haciendo una 
sabrosa crítica de la administración de la marina, por cier- 
to bien poco favorable, y evidenciando detalles más propios 
de aventureros que de un cuerpo genuinamente patriótico, 
como tenía que ser con el tiempo en su totalidad, pero es- 
tos comentarios se suspenden por el feliz encuentro de la 
Armada Real, que al mando de D. Fadrique, el general de 
reputación más universal, iba á custodiar y á defender de 
alguna emboscada á los navios que venían de América. El 
general de galeones recogió las naos que encerraba la plata, 



-87- 

y dejó á D. Lope de Hoces las de guerra, á cuyas inmedia- 
tas órdenes estaba el capitán Pimienta, que en el galeón 
San Esteban partió á reconocer urcas flamencas^ no fuera 
que viniesen en son de combate, pero temiendo seguramen- 
te á la poderosísima fuerza que paseaba por el mar el es- 
tandarte de Castilla, saludaron con respeto á las dos escua- 
dras, que en número de go velas arribaron al puerto de 
Cádiz, más afortunado que Sanlúcar en esta ocasión me- 
morable. 

Como acabamos de ver, suena en el citado romance por 
dos veces el nombre del celebre marino, cuyos hechos in- 
vestigamos, cuando su graduación era aún modesta, sí la 
comparamos con los altos destinos que el premio á sus 
muchos méritos le reservaba; y á pesar de la indepen- 
dencia de la Musa y de la imparcialidad que refleja el 
romance, tiene para Díaz Pimienta frases tan laudatorias, 
que le dan el primer lugar al lado de los generales reputa- 
dos de Alejandros en las proezas del mar por aquel enton- 
ces, debiendo nosotros añadir en su brillante hoja de ser- 
vicios con colores llamativos el valor y la honradez que 
informan por completo este pasaje de su vida. 



CAPITULO XIV 



Los hechos reah'zados por el entonces capitán D. Fran- 
cisco Díaz Pimienta, propagaban su nombre y todos di- 
rigían á él las miradas; así es que nada tiene de extraño lo 
que refiriere la biografía ya citada. c<Poco tiempo después 
contando el Gobierno con su pericia y denodado valor, le 
confió el encargo de perseguir á los filibusteros que á la 
sazón asolaban con sus continuos desmanes casi toda la 
América española. Cuando Pimienta recibió sus despachos 
se hallaba en la Habana, y sin pérdida de tiempo aprestó 
tres naves y zarpó hacia Santo Domingo con el objeto de 
destruir el establecimiento de los forbanes en la isla de la 
Tortuga; así se lo anunció al gobernador de la isla Espa- 
ñola, pero fueron tantas las dificultades que este funciona- 
rio opuso á su proyecto, que avisados los piratas, tuvieron 
tiempo de poner en salvo su botín, abortando por entonces 
la empresa del capitán Pimienta.» ^ 

«Continuó prestando muchos servicios á los recientes es- 
tablecimientos españoles en aquellos mares; entre otros de- 
bemos mencionar el brillante auxilio que dispensó al gober- 
nador de Maracaibo.» 

«Hallábase invadida la población por un gran número de 
filibusteros, y la escasa guarnición de un fortín avanzado 



-89- 

que dominaba la rada había abandonado aquel reducto. 
Llega Pimienta con su buque, embarca parte de su gente en 
los botes y se apodera del fortín abandonado, y con las cua- 
tro piezas que le guarnecían hace fuego al enemigo. Este, 
que oye disparar hacia su retaguardia, se cree sorprendido 
y huye apresuradamente, dejando parte del botín.* 

Así pasó una buena parte de su vida este intrépido pal- 
mero en los mares de América, testigos de sus innumerables 
proezas, prestando grandes servicios en una guerra más pe- 
ligrosa que lucida, y por eso mucho más de agradecer es 
su patriótico concurso. 

Más afortunado fué el capitán Benito Arias Montano que 
Díaz Pimienta en el reconocimiento de la isla de la Tortuga 
al Este de la Guaira, pues según el señor Fernández Duro, 
conocedor general de todos estos hechos, esta isla servía á 
los holandeses para proveerse de sal, á cuyo fin habían 
construido muelles y artefactos. El lo de Julio de i63i, 
llegó Arias Montano á la playa con seis piraguas, en que 
había esquifado á 40 españoles y 1 17 indios, y estuvo oculto 
durante el día, preparando el ataque por sorpresa á dos naos 
allí surtas. Con ambas regresó á la Guaira, después de ven- 
cer al enemigo el 16 del mencionado mes. 

En la misma obra fundamental del ilustre académico ci- 
tado se consigna, que no salieron notas de España en i632. 
El Consejo de Indias acordó que la escuadra de galeones no 
se concretase sólo á escoltar, sino que aprovechando el viaje 
deshicieran alagunas de las guaridas, principiando por la isla 
de San Martín, desde donde hacían gran daño los corsarios. 

En Cádiz se juntaron las escuadras de D. Lope de Hoces, 
y de D. Nicolás de Masibradi, á la del Marqués de Cederey- 
to, general en jefe, reforzándolas con cuatro urcas suecas. 
Pusiéronse á la vela el 12 de Mayo de i633 y formaron un 



~9o - 

total de 55 navios, yendo en los 24 de guerra una pléyade de 
distinguidos marinos como en las notas de Nueva España, 
Tierra Firme y Honduras, agregados de generales y almi- 
rantes, al Estado Mayor D. Carlos de Ibarra, D. Miguel de 
Rediez, D. Francisco Díaz Pimienta, D. Juan de Vega Ba- 
zán, D. Luis Fernández de Córdoba, D. Luis de Aguilar. 
Como novedad, acompañaban á la escuadra cinco barcos 
luengos /aleados de reciente invención, que se gobernaban 
á remo y vela. 

Recaló sin notable ocurrencia sobre la isla de San Bar- 
tolomé el 22 de Junio. Ocuparon una urca pequeña que los 
corsarios habían dejado abandonada, los que sin duda fue- 
ron portadores de noticias á San Martín, pues á la llegada 
de la escuadra el 24 estaban apercibidos. 

El fondeadero estaba bien detendido por una fortaleza de 
22 piezas. Se propuso por parte de los españoles la rendi- 
ción y entrega del fuerte, con parlamento, encargándose de 
ello Arias Montano, nombrado gobernador de Arcaya, y el 
ayudante Candelas conocedor de la lengua flamenca. 

El gobernador del fuerte recibió á la embajada con cor- 
tesía, les obsequió, brindó por la salud del Rey de España, 
pero les manifestó que defendería sus deberes militares has- 
ta el último momento. 

La guarnición flamenca constaba de i5o soldados euro- 
peos y 40 negros. 

Se ordenó se dividieran las naos de la flota, y con los ga- 
leones se fué derecho al ataque, rompiendo fuego vivo, y 
contestando el castillo; desembarcaron i.3oo hombres al 
mando de D. Lope de Hoces y Córdoba, que llevaba por 
maestre de campo á D. Luis de Rojas. 

Después de mil heroicidades para buscar la espalda de la 
fortificación, abriéronse paso por selva impenetrable, con 



calor y sed, pisando terreno pantanoso, y sufriendo fuego 
de artillería y mosquete, D. Lope resultó herido en un bra- 
zo, quedando de él inútil. 

El I.® de Julio arboló bandera blanca el fuerte, y envió 
tambor con proposiciones más ventajosas. Quedaban vivos 
62 holandeses.yjS negros, y el jefe mal herido, después de 
cumplir la palabra de resistir cuanto pudiera. 

El Consejo acordó conservar la fortaleza, y se abrió el 
canal de comunicación entre las dos puertas que tiene la 
isla, se artilló mejor y se puso de guarnición 25o soldados 
á las órdenes del capitán D. Cebrián Lizarazu, caballero de 
Santiago, continuando su viaje la armada y flota á Nueva 
España. 

Volviendo al anterior terreno, vengaron los bátanos el 
escozor sentido por lo de San Martín, saqueando á Campe- 
che, con ayuda de los ingleses y franceses corsarios. Reu- 
nieron tres ?iaos grandes, con siete menores, y desembarca- 
ron 5oo hombres. Prácticos en la piratería, fueron estable- 
ciéndose á la vez que en la isla de Curasao, en la de Arube 
y Bonaire, sobre la costa de Venezuela en la Antigua Sabe, 
Santa Cruz y otras de las Caribes, causando tales daños 
con su vecindad á los de Santo Domingo y Puerto-Rico, 
que por remedio y defensa, organizó el gobernador de éste 
una expedición dirigida á la de Santa Cruz, de donde arro- 
jó á los ocupantes ingleses, pasando muchos á cuchillo. 

También figura Díaz Pimienta en las expediciones á las 
costas brasileñas^ donde tenía sus miras la Compañía de las 
Indias, allí tuvieron ocasión nuestros ilustres marinos de 
probar sus aptitudes, y á pesar de ser las mismas sobresa- 
lientes en un Oquendo y otros muchos, que les hacía al 
pronto dueños del mar, al regresar á España, surgían de 
nuevo más pujantes los holandeses, y recobraban lo perdi- 



^ga- 
do, sin luchar para reconquistarlo. Es verdad que había- 
mos quebrantado el poder colonial de nuestros enemigos, 
pero á fuerza de grandes sacrificios, que poco á poco iban 
extenuando nuestras energías, sin lograr extinguir la causa 
que nos arrebataba hombres y dinero que hacían mucha 
falta en nuestra Península. El regreso de D. Lope después 
de pelear dos días, con las ocho naves enemigas que defen- 
dían la posesión de la isla de Curasao á los holandeses, 
donde aún continúan fabricando el famoso licor de naran- 
ja, sin haber recuperado antes á Pernambuco, cometiendo 
la torpeza de desembarcar en las Lagunas, sitio deshabita- 
do, y que presentaba al adversario un ingrato suelo, es cen- 
surado por el Marqués de Basto, no debe apasionarnos lo 
funesto de este acontecimiento, confiado á D. Lope, para 
borrar la parte de gloria que le pertenece, yendo siempre á 
la vanguardia, quebrantando cuando no venciendo á los 
ambiciosos holandeses y corsarios de otros países, é influ- 
yendo con estos diques de heroismo, en el fracaso de Mau- 
ricio Nassau, al ir sobre Bahía, con 45 velas y 6.000 infan- 
tes en i638. 

Tiene para nosotros particular interés, al formar parte 
activa de ella D. Francisco Díaz Pimienta, la expedición 
sucesiva, donde el conde de Linares y el marqués de Villa- 
franca rehusaron el alto honor de capitanes generales del 
mar Océano, y á los que se confiaba la dirección de la mis- 
ma, siendo al fin designado D. Fernando Mascarenhas, con- 
. de de la Torre. Las escuadras de Portugal y Castilla sa- 
lieron de Lisboa ascendiendo las dos á 42 velas, 23 de 
la primera, mandada por D. Francisco Meló de Castro y 
D. Cosme de Couto Barbosa, almirante, y 18 de Castilla, 
mandadas igualmente por D. Juan de Vega Bazán y almi- 
rante D. Francisco Díaz Pimienta, con S.ooo hombres de 



-93- 

infantería, que contaba con la mitad del tercio famoso de 
anfibios, organizado por D. Lope de Figueroa, en el reinado 
de Felipe II. 

Sufrió esta armada una fuerte epidemia que costó la vida 
á 3.000 tripulantes al tocar en las islas de Cabo Verde, y 
llegando á Bahía de Todos Santos debilitada por este acci- 
dente. 

El conde de La Torre estuvo algún tiempo reponiendo 
sus fuerzas, y salió á primeros de Enero de 1640, en direc- 
ción de Arrecife, plaza sitiada. Los holandeses con 36 na- 
vios á las órdenes del almirante Loos, salieron al encuen- 
tro, y el día 12 de Enero, entre Tamaracé y Colana, rom- 
pieron batalla, por cierto muy desfavorable para ellos, que 
perdieron el jefe, quien se fué al fondo con la capitana y 
otros cinco navios más. 

En los días siguientes se renovó la acción frente á Paray- 
va, pero la más importante fué á la altura de Río Crande, 
durante todo un día. 

Los holandeses, escarmentados por Oquendo, se mantu- 
vieron á distancia, haciendo uso de su artillería, superior 
á la nuestra, y tras pequeños contratiempos por una y otra 
parte, se alejó nuestra escuadra de Arrecife, celebrando 
Nasau como un triunfo esta decisión, y en realidad lo fué, 
al ser infecundo y poco provechoso para los españoles los 
sacrificios hechos. 

El relato que veníamos siguiendo en esta época, respecto 
á Díaz Pimienta, omite lo que se acaba de narrar, en 
que este ilustre canario figura con la alta graduación de 
almirante, haciéndole regresar á la Península en el año 1 634, 
después de su brillante auxilio al gobernador de Maracai- 
bo, dónde permaneció algunos años enfermo del pecho, y 
contrayendo luego matrimonio con D.* Alfonsa Jacinta de 



- 94 — 

Vallecilla, apettido ya conocido por nosotros, y adornado 
con laureles en los fastoade la marina española. 

La noticia que nos da El Ramillete de regresar Pi- 
mienta el año 1634 á la Península de América, concuer- 
da perfectamente con el contrato matrimonial del mismo, 
celebrado en la villa de Portugalete (Vizcaya) en 26 de 
Enero de i636, al mediar entre esas dos fechas un tiempo 
prudencial para estas cosas, pero al estar probada su pre- 
sencia en la expedición mandada por el conde de La To- 
rre, Pimienta volvió al Nuevo Mundo antes de la gloriosa 
jornada de Santa Catalina, ocurrida en 1641, y en los 
años 1 689 y 1640, viajaba también por aquellos agitados 
mares sin disfrutar del tranquilo hogar, como suponen los 
brevísimos datos insertados en la prensa canaria. 



CAPÍTULO XV 



Capítulo de paz y amor corresponde ahora, dedicado por 
completo á narrar las nupcias del bizarro Almirante, la le- 
gítima descendencia de esta unión, y el lugar que en la so- 
ciedad española ocupó la ilustre familia, que al constituirse 
por indisoluble lazo, presentó al altar que hubo de bende- 
cirla méritos mil, sirviendo de prescinto á las flores que sim- 
bolizan la inocencia, y de cinturón á la valiente espada, 
siempre al servicio de los altos intereses de la Monarquía y 
de la Patria. 

El primer documentó que hemos de examinar en esta 
tregua^ es el contrato matrimonial (i) del general D. Fran- 
cisco Díaz Pimienta y su prometida D.* María Alfonsa Ja- 
cinta de Vallecilla, procurando, aunque sacrifiquemos la 
amenidad á la severa narración, ocultarnos todo lo más 
posible, y que ellos hablen, ya que tenemos á la vista testi- 
monios suficientes para que la verdad se abra paso sin nin- 
guna clase de comentarios. 

((En el nombre de Dios Todopoderoso y de la Virgen 
nuestra Señora Santa María, su madre, amén. Sepan quan- 
tos esta carta matrimonial hieren como en la noble villa de 



(i) Archivo histórico nacional; Alcántara^ expediente 43a. 



-96- 

Portugalete á veinte y seis dias del mes de Henero de mil 
seiscientos y treinta y seis años, en presencia de mí, Pedro 
de Gordun, escrivano público del Rey Nuestro Señor y del 
número de la dicha villa, y testigos parezieron presentes de 
la una parte los Señores Don Martin de Vallezilla, cava- 
llero de orden de Santiago y Superintendente de fábricas y 
plantíos en este Señorío de Bizcaya por su Magestad, y 
Doña María Alfonsa de Ojeda y Velasco, su lexitima mujer, 
y de la otra el Señor almirante Don Francisco Dia^ Pi- 
mienta, Superintendente de las fábricas y plantíos de las 
islas de Barlobento del mar océano^ y castellano del Cas- 
tillo de la fuer ¡(a Vieja de la abana por su Magestad, á 
todos los cuales yo, el dicho escrivano, doy fe conosco, y 
la dicha Señora Doña Maria Alfonsa, con licenzia y auto- 
ridad y expreso consentimiento, y ante todas cosas pidió y 
demandó del dicho Señor Don Martin de Vallezilla, su ma- 
rido, para azer y otorgar esta escritura y lo que en ella será 
declarado, y el dicho Señor Don Martin se la dio y conze- 
dió en la mejor forma y manera que puede y de derecho 
debe, según por ella le es pedido, y la dicha Señora Doña 
Maria Alfonsa le recivió y aceptó, y de ella usando dijeron 
que por quanto los dichos maridos y mujer an tratado y 
concertado á que mediante la grazia y bendizion de Dios 
nuestro Señor, precediendo ante todas cosas las moniziones 
conforme lo dispone el Santo Conzilio de Trento, se ayan 
de casar en uno por palabras de presente el dicho Señor al- 
mirante Don Francisco Diai Pimienta con la Señora Doña 
Maria Alfonsa Jacinta de Vallezilla, hixa lexitima de los 
dichos señores Don Martín de Vallezilla y Doña Maria Al- 
fonsa de Ojeda y Velasco, Y por que las cargas del matri- 
monio son grandes, y para que los dichos casantes las pue- 
dan Uebar los dichos Señor Don Martin de Vallezilla y 



-57 — 

Doña Maria Alfonsa de Ojeda donan y doctan á la dicha 
Señora las lexitimas paterna y materna para que las aya de 
aber después de los dichos sus padres, sin que á ellos pueda 
tener pretenzion ni pedirlas el dicho Señor Almirante ni la 
dicha Señora Doña Maria Alíonsa Jacinta ni otra persona 
en su nombre asta el dicho tiempo; y el dicho Señor almi- 
rante aseptando como asepta la dicha manda y promesa de 
dote que asen los dichos Señores Don Martin y Doña Maria 
Alfonsa en favor de la dicha su hixa dixe que traia^ traxo 
para este matrimonio de con la dicha Doña Maria Alfonsa 
Jazinta, su esposa, que a de ser siento y veinte i un mil du- 
cados de plata doble en las partidas y bienes siguientes: » 

«Primeramente: Zinquenta y quairo mil ducados de plata 
doble que su Magestad le debe del prosedido y balor que 
tubieron los dos galeones que le hendió nombrado Santa 
Theresa y otro la Conzepsion, los quales se los an de pagar 
de la moneda rexistrada en los galeones.» 

«Mas treze mili y quatrocientos ducados de plata que 
bale la mitad de la Nao nombrada Nuestra Señora de Ato^ 
cha que tiene en parsoneria con el Capitán Hernando, la 
cual está en la Nueba España.» 

«Mas seis mili y seiscientos ducados en una urca nom- 
brada San Antonio que en compañia de la nao de suso está 
en Nueba España.» 

«Mas onze mili ciento y quarenta ducados en diferentes 
mercadurías que tiene en Nueba España consignadas al Ca- 
pitán Hernando Rodríguez.» 

«Mas tres mili seiscientos y sesenta y cuatro ducados en 
mercadurías y dinero en poder de Christobal Granados, 
vecino de la Abana.» 

«Mas nuebe mili nobecientos y treinta ducados que ha de 
haver de la hazienda de su Magestad por los fletes é inver- 

7 



-98- 

hadas Je la Almirante, de los Galeones del viaje de Don 
Antonio de Oquendo, cuia paga está consignada en la con- 
tratación de Sevilla.» 

«Mas que me deve la averia de la cassa de la contratazion 
de Sevilla cinco mili ciento y setenta y cinco ducado de 
resto de mayor quantia de los fletes, que hubo de haver el 
galeón la «Concepción» por este último viaje.» 

«Mas ocho mili seiscientos y veinte y cinco ducados que 
tiene em podci* del Capitán Martin Garcia Londono, vezino 
de la ziudad de Zevilla.» 

«Mas en plata labrada, joyas, tapizeria y otras alájas de 
cassa, cinco mili ducados.» 

«Mas ciento y quarenta mili reales que ha de haver de 
vellón, por el apresto de la Capitana de Nueba España que 
está allá y de algunas mercadurías que en ella cambió, de 
los quales se an de rebatir y vajar cinco mili seiscientos y 
cincuenta ducados de plata que deve á diferentes personas, 
quedan liquidos en la dicha partida de vellón sesenta y cinco 
mili y doscientos reales qué hazen de plata quatro mili 
seiscientos y veinte y cinco ducados con que se cumplen los 
ciento y veinte y un mili ducados poco mas ó menos.» 

«Y el dicho señor almirante dixo que en la forma y ma- 
nera i por la via que de derecho aya lugar dona y dota á la 
dicha Señora Doña Maria Alfonsa Jazinta de Vallezilla, por 
bia de arras y aumento de dote seis mil ducados de plata 
doble, las quales confeso caver en la dezima parte de sus 
vienes las quales dichos seis mil ducados los aya de aber la 
dicha Señora Doña Jazinta por la dicha via de arras para 
sí misma i en lo mejor parado de su azienda; y es condición 
que si lo que Dios no quiere ni permite este dicho matri- 
monio se disolviere sin hixos lexitimos, y aunque los aya si 
los tales no llegaren á edad de poder testar, cada uno de los 



-99 — 

dichos casantes ó sus herederos salga cada uno de ellos con 
los bienes que trae á este matrimonio, y la dicha Doña Ma- 
ría Alfonsa Jazinta ó sus herederos con los seis mil duca- 
dos de arras que el dicho señor almirante le dona y dota, y 
asi bien los bienes gananziales que en este matrimonio 
ubiere los ayan de partir entre los dichos casantes ó sus he- 
rederos. Y con este el dicho señor almirante se obliga con 
su persona^ y bienes de se casar con la dicha Señora Doña 
Maria Altonsa Jacinta de Vallezilla á orden i bendizion de 
la santa Madre Iglesia, prezediendo lo dispuesto por el di- 
cho conzilio de Trento y los dichos Señores Don Martin de 
Vallezilla y Doña Maria Alfonsa de Ojeda se obligan de 
traer consintiente á este dicho matrimonio á la dicha Se- 
ñora Doña Maria Alfonsa Jacinta de Vallezilla. Y después 
de otras clausulas en que los dichos Don Martin de Valle- 
zilla y Doña Maria Alfonsa de Ojeda se obligan á cumplir 
esta escritura de obligación, renunciando los fueros y leyes 
favorables del derecho, concluye con lo siguiente;» 

«En testimonio de lo qual todas las dichas partes lo otor- 
garon asi ante mí el dicho escrivano, estando presente por 
testigos el lizenciado Antonio de Musques, comisario del 
Santo Oficio de la Inquisición, y Don Diego de Chavarri, 
Juan del Cazal Martiarte, el lizenciado Antonio de San 
Martin, Christoval de Torreblanca, menos alguazil del 
Santo Oficio, todos bezinos y estantes en la dicha villa, y 
los otorgantes lo firmaron de sus nombres justamente con 
los testigos: — Doña Maria Alfonsa de Ojeda — Francisco 
Diaz Pimienta— Don Martin de Vallezilla — Christobal de 
Torreblanca — Don Diego Veles de Chavarri y Belauste- 
gui — el lisenziado Antonio de Musques — el lisenziado An- 
tonio de San Martin — Juan del Cazal — Christobal de To- 
rreblanca — Ante mí, Pedro de Gordon.» 



— 100 — 

Esta importantísima fuente corrobora nuestros juicios 
anteriores, al biografiar etapas de la vida del famoso Almi- 
rante, sin recibir nuestra pluma la meridiana luz que 
emana del transcrito contrato matrimonial, y por eso no 
nos sorprende y extraña las cantidades que aportó á su ma- 
trimonio, importe del valor de sus buques, de servicios 
prestados á su Nación y de otros comercios, como el tras- 
porte de pasajeros y carga de particulares, costumbre, no 
sólo corriente, sino meritoria (i) ^^^ aquellos años, aunque 
hoy nos parezca censurable, pero hay que tener presente 
para la justa apreciación, el carácter mixto de la marina en 
la época á que nos referimos, pues al carecer el Estado 
de recursos y de organización para sostener una marina 
eminentemente militar, no podía coartar la libre acción en 
tráficos bien vistos, á los que siempre se hallaban dispues- 
tos á acudir solícitos á su llamamiento, secundando las ór- 
denes hasta el sacrificio. 

El matrimonio concertado en el referido contrato, se 
efectuó en Portugalete (Vizcaya), y aunque el archivo de la 



(i) En la información testifícal del expediente núm. 2.465. Ar- 
chivo Histórico Nacional, refiriéndose al almirante Díaz Pimienta 
se lee: — «El testigo Juan Bautista Ruiz de Bañuelas dice que ha 
oido que después que el pretendiente heredó á los dichos sus pa- 
dres, compró navios y los echó al mar con sus maestres, y él fue 
capitán de un navio en servicio de su Magestad, y después a ocu- 
pado los puestos de general que ha merecido por su valor, y que 
en aquellas partes los mas nobles, los virreyes y gobernadores tra- 
tan por la mar, y el que tiene navio se tiene por ;7ic7S noble y que 
nunca ha entendido ni ha oido que por su persona haya tratado ni 
contratado en mar ni en tierra sino como dicho tiene por sus maes- 
tres, y si esto uviera de obstar á su pretensión, nadie que pase por 
aquellas parles pudiera tener hábito, por que con los tratos seme- 
jantes se vive, y es caso notorio y constante no se pudiera vivir en 
las Indias y Canarias de otra manera.» 



— lÓÍ — 

parroquia de esta villa no conserva la partida de este he- 
cho, lo que nada tiene de extraño, después del incendio su- 
frido por motivo de nuestras guerras civiles, conservándose 
muy pocos documentos, destruidos en su mayor parte por 
la humedad y el tiempo, la partida de bautismo de su pri-> 
mer hijo está fechada en la mencionada localidad, y vivien- 
do allí D.* Alfonsa Jacinta y sus padres, era razón sobrada 
para tener fundamento nuestra afirmación. En este mismo 
sentido declaran D. Pedro de Galdegui Isasi, D. Domingo 
de Legarola, D. Ignacio de Mendoza y Artiaga, D. Sebas- 
tián de Ariola y D. Domingo Salaverri en el expediente in- 
coado para vestir el hábito de Santiago el Almirante, como 
testigos oculares, y que guardando perfecta armonía con las 
otras razones expuestas, la debemos admitir sin reserva 
alguna. 

En el contrato matrimonial del Almirante no se hace 
para nada referencia á su estado de viudez, á pesar de las 
anteriores nupcias que le atribuyen algunas declaraciones, 
al incoarse la información para que pudiera vestir el hábito 
de Santiago, D. Luis del Alcafar dice entre otras cosas de 
importancia: «que el dicho pretendiente se crió y estudió 
en la ciudad de Sevilla, con lustre como hombre principal 
y hijo de tal, y questudiando se casó en la dicha ciudad de 
Sevilla, y su mujer visitaba y comunicava las señoras de 
más porte y calidad de la dicha ciudad». Jerónimo Pi- 
nedo de Guzmán se expresa en estos términos: «estudiando 
en la ciudad de Sevilla, fué condiscípulo suyo el ahora 
General Díaz Pimienta, hasta que allí se casó y ansí quan- 
do se casa en ella vio que las señoras principales visita- 
ron á su mujer». Alonso de Parada manifestó que «Fran- 
cisco Díaz Pimienta vino á Sevilla de doze años de edad, y 
que en ella estudió y se casó acabados sus estudios.» Guar- 



— t02 — 

dando armonía con lo expuesto, lo que dijo Antonio Je 
Isasi c(que al casarse Pimienta sólo era capitán de un ga- 
leónv. 

Nos extraña que un hecho de esta importancia para 
su vida privada, no conste más que en las declaraciones de 
estos testigos, y no venga ningún documento posterior á 
confirmarlo! Además sus pocos años y los modestos recursos 
de que podía disponer, según hemos visto en el testamento 
de su padre, son circunstancias que nos inclinan á la nega- 
ción, máxime estando en Sevilla bajo la estrecha vigilan- 
cia de los Padres Jesuítas y estudiando la carrera eclesiástica. 
Nuestro juicio no niega la posibilidad de esta boda, y aun- 
que habla á su favor el que Díaz Pimienta no destruyera esta 
noticia, propalándose en su presencia, fijémonos que á él lo 
que le preocupaba es lo que se dijera de su origen y natura- 
leza, y estas declaraciones incluyéndole lo mismo que á 
esta supuesta mujer en el círculo aristocrático de la buena 
sociedad sevillana, le proporcionaba honor, que era lo que 
buscaba por todos los medios. 

La distinguida esposa del almirante Díaz Pimienta, doña 
María Alfonsa Jacinta de Valle^illa, tenía entre otros mu- 
chos atractivos los de la tierna edad; fué bautizada el 14 de 
Noviembre de 1621, y por consiguiente, no tenía aún cum- 
plidos los dieciseis años, cuando nació su hijo mayor, según 
se ve en la partida de bautismo del mismo, debiendo veri- 
ficarse su matrimonio á fines del año i635 ó á principios 
de 1 636. Existía desproporción de edad entre estos cónyu- 
ges, pues el Almirante tenía cuarenta y un años aproxima- 
damente, edad que coincide con la fecha en que localiza su 
nacimiento la biografía anónima que ya conocemos. 

La designada por la Providencia para ser madre de los 
que seguirían ostentando el famoso apellido del Almirante, 



— 103 — 

que aún tenía que proporcionar á la Nación mayores 
triunfos, y con el recuerdo de sus beneficios para la Patria 
asegurar para los suyos la propia inmortalidad, pertenecía 
á la aristocracia, y ocupaba en el señorío de Vizcaya ele- 
vada alcurnia. 

Su abuelo paterno D. Martín de Vallezillo, famoso Ge- 
neral de marina; su padre, del mismo nombre, Superinten- 
dente de fábricas y plantíos en el señorío de Vizcaya por su 
Majestad, y Caballero de la Orden de Santiago, leyéndose en 
el informe del expediente de D. Martín Díaz Pimienta de Va- 
Uecillo, para recibirse Caballero de^ la Orden de Alcán- 
tara, frases tan concernientes á lo que tratamos, que tex- 
tualmente copiamos: Ay muy vivas noticias de todos, 
por que todos viben por su antigua y Jiotoria limpieza y 
nobleza de sangre, así por que todos los originarios de di^ 
cha provincia (Vizcaya) son hijos dalgo de sangre y lim- 
pias. 

Si es este el abolengo por línea paterna de la que fué 
compañera querida y respetada de D. Francisco Díaz Pi- 
mienta, digamos algo de la materna para completar ante- 
cedentes genealógicos, encontrando en el mismo documento 
citado datos que recogemos, y que nos sirven de mucho: 
c<Doña María Ojeda no era originaria de la villa de Por- 
tugalete, pero su padre el Capitán Agustín de Ojeda, na- 
tural de la villa de Oñate, Guipúzcoa, llevaba mas de 
ochenta años residiendo en Portugalete, donde estubo siem- 
pre en opinión y posesión de hijo dalgo de sangre y limpio ^ 
desempeñó cargos que implican nobleza, como Alcalde y 
Regidor, y Alcalde ordinario el año 1609.» A lo dicho hay 
que añadir, que de este apellido han vestido hábito de órde- 
nes religiosas militares, suprema distinción é indiscutibles 
timbres de nobleza, perteneciendo á la milicia del Santo 



— ^4 — 

Apóstol D. Juan de Ojeda, hermano de D. Agustín y tío 
carnal, como es consiguiente, de D.* Jacinta y D. Agustín, 
hijo del referido D. Juan, lo mismo que D. Pedro Galindo, 
vecino de Sevilla, y primo hermano de la que fué madre 
política de Díaz Pimienta, declarando unánimemente los 
testigos del expediente que nos suministra estas noticias, 
que á ninguno de los de esta familia toca raza ni mezcla de 
secta reprobada, villanía ni penitencia en grado alguno, 
viéndose en el folio g8 y 99 de la indicada fuente, las armas 
que corresponden á los apellidos de Vallefilla, Ojeda y Ve- 
lasco. Además, es muy expresivo el hecho que, aunque in- 
dicado, no está esclarecido hasta aquí, como varios testigos, 
y sobre todo el que hace el número 80, D. Martín de Aso y 
Camino, en el expediente aludido, cuando el Almirante se 
iba á recibir caballero, se empeña en probar la distinción 
de Díaz Pimienta, al haberse casado con D.* María Alfonsa 
de Vallezilla, pues de lo contrario, dice, no lo hubiera con- 
sentido el general D. Martín de Vallezilla, «hombre tan 
principal y rico». 

Estas referencias genealógicas podían ampliarse con mu- 
chos más detalles que conocemos, pero probada ya la dis- 
tinguida prosapia de D.^ Alfonsa Jacinta, hablemos de su 
descendencia en su matrimonio con el Almirante. 

En la partida de bautismo que transcribimos se lee: c<En 
onze dias del mes de henero de mil seiscientos y treynta y 
siete, yo el Bachiller Sevastian de Rebilla, Cura y Vene- 
ficiado y Vicario de la Villa de Portugalete y su partido, 
Baptisé á Francisco, hijo legitimo del Almirante Francisco 
Diaz Pimienta y de Doña Jacinta de Vallezilla; fueron sus 
padrinos Don Diego de Chavarri y Velastigui y Doña Ma- 
ría Alfonsa de Ojeda y Velasco, y por verdad lo firmo jun- 
tamente con el padrino y Miguel de Oyó por testigo; fecha 



rr 
I 



— io5 — 

ui supra, — El Bachiller Sebastian de Rebilla. — Don Die»- 
go de Belez de Chavarri y Velastegui. — Miguel del Oyó > (i ). 

A los siete años del más feliz acontecimiento para un ho- 
gar, viene otra partida á decirnos que el mismo matrimo- 
nio había tenido un nuevo hijo que reanudaba los goces ín- 
timos y las satisfacciones infinitas, simbolizados por el vul- 
gar dicho del pan que traía el recién nacido al mundo, 
«Don Francisco Sarco Alemán Cuse, el mas antiguo de 
la Santa Iglesia Cathedral desta ciudad, certifico que en 
uno de los libros bautismales della está un capítulo del 
thena siguiente: En Cádiz, sábado veynte y nueve de Agosto 
de mili y seiscientos y quarenta y tres años, yo, Don An- 
drés Vadillo, Canónigo desta Santa Iglesia con beneplasito 
del cura semanero, bautisé á* Martin Joseph, hijo del gene- 
ral Francisco Diaz Pimienta, del Consejo de Guerra de su 
Magestad y de Doña Jacinta Alfonsa de Vallesilla, su lexi- 
tima muger; fue su padrino el General Fernando de Sosa y 
Caballero, del abito de Santiago, á quien avissé el paren- 
tesco espiritual y sus obligaciones, y lo firma ut supra Don 
Andrés Vadillo. — Pedro de Galbes Vergara» (2). 

Estos dos hijos, como veremos en lugar oportuno, brilla- 
ron luego en sociedad, ostentando ambos títulos de Casti- 
lla, y vistiendo el hábito de Santiago D. Francisco, y el de 
Calatrava D. Martín José; mas no termina aquí la des- 
cendencia del Almirante, pues así como legó á la sociedad 
civil dos hijos que continuaron honrando su apellido, dio por 
igual á la Iglesia un varón justo, que profesó en la Orden 
calzada de la Merced, llamado Fray Nicolás Díaz Pimienta, 
y el puro corazón de una virgen, llamada en el mundo Te- 



(i) Archivo histórico nacional. CalatraVa. Expediente 770. 
(2) Archivo histórico nacional. Alcántara. Expediente i.i83. 



— io6 — 

resa Díaz Pimienta, que fué religiosa profesa en el convento 
de Santa Ciara en la ciudad de Guadalajara. 

Las partidas de bautismo de los hijos religiosos las des- 
conocemos, siendo muy posible que en los libros bautismal- 
les de la Catedral ó parroquias de Cádiz se encuentren, no 
así en Portugalete, donde la destrucción de nuestras quere- 
llas civiles los incendió, pero no interesándonos para pro- 
bar la legitimidad, por cuanto los testamentos paterno y 
materno la acreditan y es lo esencial del caso, pasamos á 
otra cosa. 

Referido el matrimonio del almirante Díaz Pimienta y 
la descendencia de esta unión, con el fin de no interrum- 
pir el orden cronológico de los acontecimientos que se 
vienen narrando, realizados por la figura culminante á 
quien se consagran estas páginas, volvemos á pasar de las 
ternuras del hogar á los azares de la guerra, faena que casi 
no interrumpe ya el bizarro General en los once años que 
aún le restaban de existencia, y tiempo que le reservaba los 
mayores triunfos en su carrera militar. 



CAPÍTULO XVI 



Siguiendo las inspiraciones del sabio académico, que con 
sus estudios sobre nuestra marina adquiridos en datos dis- 
persos, ha logrado formar doctrina y salvar como es consi- 
guiente del más ingrato de los naufragios, verdaderos teso- 
ros de la historia patria, presentaremos las generales carac- 
terísticas de la navegación, y las condiciones en que se mo- 
vían nuestros adversarios en esta época, para así apreciar 
más en justicia, los hechos llevados á cabo por Díaz Pimien- 
ta, y los que desde luego ofrecen á nuestra mira particular 
interés. 

Las notas de Indias realizaban sus viajes periódicos sin 
las intranquilidades y las luchas de los anteriores años, las 
emboscadas en el Atlántico no eran yaírecuentes, y casi se 
desterraron, sin duda convencidos los corsarios de nuestra 
superioridad, ó efecto del cálculo, conceptuando más ven- 
tajosos los incidentes de recalada á las islas de Barloren- 
to, donde los caribes ya domesticados establecían comer- 
cio con nuestros navios, y llevaban en sus embarcaciones 
exquisitas frutas á cambio de objetos de hierro, de cris- 
tal y otras muchas cosas de relumbrón. La táctica ahora 
empleada, era reconocer nuestro convoy y aprovechar 



- io8 — 

los descuidos de nuestra nota, á fín de obtener botín de 
algún buque, falto de condiciones marineras para defen- 
derse. 

En los años lóBg, 1640 y 1641, fueron los huracanes los 
temibles enemigos para españoles y corsarios; primera- 
mente probamos nosotros las inclemencias del temporal, 
sufriendo grandes averías la armada y flota de Don Jeró- 
nimo Gómez de Sandoval, que había salido de la Haba- 
na el 20 de Septiembre de lóSg. Por cierto, este acciden- 
te evidenció, estar los ingleses en posesión de las Ber- 
mudas. 

£1 contratiempo indicado, no fué de consecuencias tan 
funestas para los intereses de la Nación española, como el 
sufrido por el almirante holandés JoU, (Pie de Palo) en el 
año siguiente (1640), entre la Habana y Mariel, pereciendo 
casi todos los tripulantes, y arrojando á su país como dice 
la narración que nos guía y orienta, «maltrecho, al molesto 
espumador de aquellos mares.)> 

Tampoco lograron sus pretensiones los corsarios, cuando 
se presentaron en tres navios, con la intención de incen- 
diar el astillero que el Marqués de Villena, virrey de Méji- 
co, había mandado á construir en San Juan de UUúa y río 
Alvarado, para hacer galeones y aumentar la armada. Los 
dos mayores después de combatir, huyeron, y el petacho 
se rindió. 

Los buques fabricados en el mencionado astillero tuvie- 
ron un bautizo aciago, y sorprendidos por el furioso hura- 
cán en el mes de Septiembre de 1641 á los pocos días de ha- 
cer escala en la Habana, todo fué un desecho, consolándo- 
nos de tales momentos, haber salvado parte de la plata y 
las noticias que llegaron de nuevas derrotas por iguales efec- 
tos á las escuadras enemigas. 



— 109 — 

No está demás que á estas noticias generales agreguemos 
otras particulares, que nos llevan de la mano al suceso, 
donde Díaz Pimienta alcanzó su inmortalidad, franqueán- 
dole las puertas de los elevados cargos sociales con todas 
las preeminencias y honores que le dan sobrados títulos, 
para pertenecer á la pléyade de generales ilustres, y ascen- 
diente glorioso de una familia. 

«Aparte de las flotas la navegación interinsular ó de ca- 
botaje se iba haciendo imposible por el número de cruceros 
holandeses, ingleses y franceses, sostenidos en las pequeñas 
islas ocupadas por otras naciones. En la de Santo Domingo 
se armaban de vez en cuando algunos navios del comercio; 
en la de Cuba se sostenían escuadrillas de galeotas á cargo 
de Andrés Manso que prestó nuevos servicios, y así lo ve- 
rificaban en Puerto Rico y en Cartagena de un modo insu- 
ficiente: estaba la mar dominada por los piratas y anulado 
por ende el comercio. Cada vez que se trataba de proveer 
á la isla de San Martín, arrojados que fueron de ella los in- 
trusos, había que sostener combate en que no siempre ven- 
cían los nuestros. Así lo decía á la Corte el Capitán Gene- 
ral de la Española, acompañando información de ocurren- 
cias en catorce expediciones, de las que varias fueron im- 
pedidas á pesar del esfuerzo con que procuraron realizarlas 
los capitanes Pedro Verdugo, Juan Lamego y Gonzalo 
Fernández de Frías. Averiguado que muchas partes de los 
daños procecTía de la isla de Santa Catalina situada á unas 
6o leguas al Norte de Cartagena, donde se habían instalado 
desde 1629 los ingleses, que la nombraban isla Providen- 
cia^ se organizó expedición al mando del sargento mayor 
Antonio Maldonado y fué con los galeones y seis fragatas á 
castigarlos el año 1640; pero tan prevenido y fortificados 
estaban que hubo de retirarse con pérdida de dos capitanes 



— - lio — 

y 100 soldados, creciendo con el mal suceso la insolencia 
de los ocupantes» (i). 

Siguiendo el método establecido en anteriores pasajes, 
empezaremos la narración de este culminante aconteci- 
miento, consignando primero lo que de el nps dice El Ra- 
millete, pues ya que es la única luz en muchos episodios de 
su vida, no es justo que ahora prescindamos de la misma, 
al documentar la propia investigación independiente de la 
biografía primitiva, debiendo antes reconocer, que dentro de 
su exposición sintética, contiene interesantes noticias, tanto 
de general interés como de localidad. Refiriéndose á Don 
Francisco Díaz Pimienta, pues á él se dedican todos los 
renglones, dice: «Una enfermedad de pecho le obligó á per- 
manecer en tierra durante tres años, en cuyo tiempo se 
casó, hasta que encendiéndose cada vez más la guerra con 
los ingleses, se le nombró en 1641, en vista de sus muchos 
servicios y capacidad, General y Almirante de la Real Ar- 
mada de las Indias.» 

«Algunos meses después salió del Ferrol con una división 
naval, haciendo rumbo hacia las Antillas. Cerca de la isla 
Española apresó una nave británica que no pudo huir de su 
persecución. Cuando aportó á Santo Domingo supo que los 
ingleses se habían apoderado de la isla de Santa Catalina ó 
Providencia, y al punto se decidió á recobrar aquella po- 
sición.» 

«En efecto, á pesar de la escasez de sus fuerzas, consiguió 
después de un sangriento combate, entrar en la ciudad don- 
de hizo gran número de prisioneros quitándoles el botín.» 



(1) Carta é información enviada por Don Juan Bitrián de Bia- 
monte, Capitán general de la isla, con fecha 29 de Junio de 1640. 
Colección Navarrele, tomo XXV. 



— III — 

«En premio de este memorable suceso, le concedió el Rey 
el hábito de Santiago y existe en la capilla de Santa Ana 
en la Parroquia de la Palma una pintura de aquella con-« 
quista.)^ 

c<En 1642 imprimió en Madrid, en folio una relación de 
aquel suceso con este título: «Relación del suceso que tuvo 
en la isla de Santa Catalina ó de la Providencia, el Almi- 
rante D. Francisco Díaz Pimienta, en que se da cuenta de 
como la tomó á los enemigos echándolos de ella y de la es- 
timación de los despojos y número de prisioneros.» 

Estos datos tan concisos, han recibido en algunas de sus 
partes ampliación por el cronista palmero Don Juan Bautista 
Lorenzo, sirviéndonos de nueva prueba además para que 
nos ratifiquemos, en apreciaciones ya formuladas respecto 
á la descendencia del Almirante. Dice el aludido escritor: 

«Entre los despojos se contaron algunas banderas de -na- 
cionalidad inglesa, de las cuales, el Almirante, envió dos á 
esta isla para que juntamente con un cuadro ó lámina que 
representaba la isla de Santa Catalina, fuesen colocados en 
la capilla de Santa Ana, al principio mencionada, patrona- 
to de su familia. Así se lee en un memorial que transcribi- 
mos, cuyo contenido, como documento de prueba debe ser 
conocido de nuestros lectores.» 

«Doña Lucía Díaz Pimienta, viuda del alférez mayor don 
Gabriel del Valle, alguacil del Santo Oficio de la Inquisi- 
ción, hija del Capitán Francisco Díaz Pimienta y hermana 
del General Francisco Díaz Pimienta, dijo: Que por orden 
de S. M. (Dios lo guarde) fué á las Indias á traer el dinero 
Don Francisco Díaz Pimienta, mi hermano, el año pasado 
de 1641 y que en el Ínterin llegaba el tiempo de traer la 
plata á España desalojó á los ingleses que ocupaba la isla 
de Santa Catalina, que está treinta leguas de Cartagena. El 



— 112 — 

dicho general, mi hermano, con la dicha orden de S. M. fué 
con su Armada y desalojó á los ingleses por fuerza de armas 
con el favor de Dios; y después de haberlos rendido, entre 
los de^ojos que de ellos hubo fueron banderas, de las cua- 
les me ha enviado dos y la descripción de la dicha isla de 
Santa Catalina para que se pongan en hacimiento de gra- 
cias en nuestra capilla de Santa Ana sita en la parroquia 
del San Salvador de esta ciudad que edificó y dotó con mu-^ 
chas memorias el referido nuestro padre Francisco Díaz 
Pimienta.» A. Vmd. (el Vicario de esta Isla) pido y suplico 
mande se pongan en la dicha nuestra capilla de Santa Ana 
las dichas dos banderas y la descripción de. la isla de San" 
ia Catalina; pues todo lo que en este asunto digo es públi- 
co y notorio, pública voz y fama; y que el día que se hubie- 
ran de poner se digan dos misas cantadas con diácono y 
subdiácono, ia una al Espíritu Santo, y la otra á nuestra 
Señora Santa Ana, que pagaré su limosna de ella, y pido 
justicia Doña Lucía Díaz Pimienta.» (i) 

Siendo este hecho.de armas de tanto relieve en la carrera 
militar del Almirante palmero, no cumplimos con sólo 
anotarlo, consagradas estas páginas á registrar las escenas 
más importantes de sus hazañas, sino que es de nuestro de- 
ber esclarecer lo sabido, y procurar aportar algún dato 
nuevo, que venga á aumentar las noticias que la investiga- 
ción va desentrañando. 

Después de D. Antonio Maldonado, recibió D. Francis- 
co Díaz Pimienta la orden de hacerse cargo del mando de 
la escuadra y volver á sitiar la isla de Santa Catalina, al 
hacer las escalas ordinarias en Cartagena y Portobelo, ere- 



(i) Existe original en el Archivo del- Sr. Marqués de Guisla y 
Ghuiselin. 



yendo todos que el que llegó al generalato, por ser héroe de 
aquellos mares, era el más indicado para esta empresa, 
punto de atención donde convergían todas las miradas, y 
de dudas y temores que nuestro Almirante supo vencer. 

La situación geográfica de la mencionada isla según la 
relación del suceso que nos guía y que hemos comprobado 
es la siguiente: «Yace en el Océano una isla nunca habitada 
de los españoles, aunque nombrada dellos en el mapa San- 
ta Catalina y de los ingleses la Providencia, en trece gra- 
dos y tres cuartos de altura, de la equinocial del Norte, 
noventa leguas distante de Cartagena de Indias, al Noro- 
este cuarto del Oeste; corre su costa dos leguas y media, y 
de circunferencia tiene siete; guarnécela de tal manera es- 
collos y vajios que particularmente se dilatan tres leguas de 
la cabeza del Norte hacia este rumbo que le hacen de muy 
difícil entrada; y aunque estos peligros hacen más segura y 
bonancible el puerto, que es casa de muchos navios grue- 
sos, añaden tal dificultad á su entrada, que sólo della se pu- 
diera fiar su defensa». 

Su vecindad á Cartagena como hemos visto, y más á 
Portobelo, de donde distaba sesenta leguas, la fertilidad de 
su suelo, y sus excelentes condiciones para que los nave- 
gantes corsarios pudieran ocultarse después de sus pirate- 
rías, hizo que los ingleses le ocuparan por el año 1629, y se 
beneficiaran del tabaco que allí se producía, exportándolo 
á Inglaterra; mas la población se multiplicaba, y unidos 
ingleses y holandeses pot* iguales vínculos en estos países, 
se hicieron dueños en aquellos mares del comercio en Tie- 
rra Firme, llegando hasta las costas de Nueva España, 
Cuba, Campeche y Honduras, saquearon en ióSq á Tru- 
jillo, rescatándose su población en catorce mil pesos para 

librarse de las llamas. 

8 



— M-4 — 

D. Melchor Aguilar, Gobernador y Capitán general de 
la provincia de Cartagena, aprovechó la invernada de las 
armas de Castilla y Portugal, que del Brasil arribaron á 
aquel puerto, y con 800 españoles de las armadas y del pre- 
sidio, y 200 negros y mulatos de las compañías milicianas 
de aquella plaza, mandadas por D. Antonio Maldonado y Te- 
jada, su sargento mayor, partió de aquel puerto á principio 
de Junio del año 1640, componiendo su fuerza naval un ga- 
león de la armada, la capitana de Cartagena, y seis fragatas. 

Llegó i la Isla é hizo un pequeño desembarco, que fué 
rechazado por los ingleses, y costó la vida á los capitanes 
Juan de Ibarra y Nicolás de Sosa, con 100 individuos de la 
clase de tropa, y los demás casi todos heridos tomando las 
chalupas, convencidos que aquella empresa requería ma- 
yores fuerzas de combate; pues la Isla se hallaba guarneci- 
da de cincuenta y seis piezas de artillería gruesa y cuatro 
pequeñas, fovoreciendo además su defensa, los arrecifes, 
escollos y caletas, estando muchas atrincheradas. 

Esta contrariedad para nuestras armas, coincidió con la 
llegada á España de D. Francisco Díaz Pimienta, ya Almi- 
rante de las referidas escuadras, ordenándole el Rey su in- 
mediato regreso á América, y dándole de plazo para des- 
alojar los corsarios de Santa Catalina, el tiempo que fal- 
taba para realizar el viaje periódico á la Península, con el 
cargamento de plata. 

Dicha orden no fué cumplida por el General, convenci- 
do al llegar á Cartagena de Indias, que la estación de in- 
vierno en nada favorecía la empresa, tiempo que empleó en 
carenar los navios, disciplinar la infantería y en redactar 
las instrucciones para la jornada en proyecto. 

Pueden éstas figurar de modelo en la estrategia naval 
de su época, no sabiendo qué admirar más, si el espíritu 



religioso que las vívífíca, ja ruta que indica, con celo pa- 
ternal, yendo el débil siempre al amparo del fuerte, para 
formar un haz en los momentos de peligro el plan de 
ataque que con gran sencillez y claridad expone, las obser- 
vaciones que aconseja para librarse de los enemigos natu- 
rales, que por sí constituyen la más inexpugnable trinche- 
ra de tomar, y que por igual evidencian sus conocimientos, 
tanto hidrográficos como de la topografía de la Isla, ó la 
previsión en los alimentos, á fin de evitar los estragosdel 
hambre y la sed, ganando en justicia con este plan la repu- 
tación de organizador (i). 

El 6 de Mayo salió de Cartagena para Santa Catalina, las 
fuerzas que hacían un total de 2.000 hombres, yendo em- 
barcado el General en el galeón San Juan, de 400 toneladas 
«que eligió para su Capitana para asegurarlo con su asisten- 
cia del peligro de la mucha agua que hacía, excusando así 
los sustos que en el viaje le darían con nuevas de que no 
podrían vencer este trabajo». En la urca Sansón de 800 
toneladas, iba su almirante D. Jerónimo de Ojeda, y acom- 
pañando á estos dos citados navios el galeón Jesús Marta 
de Castilla de 400 toneladas; Santa Ana, de 35o toneladas; 
Almirante de Portugal: urca de S. M, San Marcos, y el 
Convoy, de 400 y 3oo toneladas, y la Teatina de este último 
porte: Jesús María de Ajuda de Portugal, de 230 toneladas; 
la charúa San Pedro y tres petaches, de á 70 y á 80 toneladas. 

El 17 de Mayo dio la armada vista á la Isla, pero hasta 
el 19, por los vientos escasos, no penetró en los arrecifes 
con gran temor por parte del General, á quien no se ocul- 
taba como á los demás marinos, que los accidentes de aque- 
llas costas era el principal enemigo. Después de explorar con 
una chalupa la profundidad de los pequeños canales, fondeó 

(i) Colección Vargas Ponce, tomo XXL 



— n6- 

en uno el día de Pascua de Espíritu Santo i las nueve de la 
mañana, levando anclas á las tres de la tarde para avanzar, 
y quedando fuera de combate la urca San Marcos, que re- 
gresó á Cartagena, al no poder montar los arrecifes, res- 
tando á las fuerzas españolas 270 hombres, parte del tren 
de campaña, y muchos bastimentos y municiones. 

Empleó Díaz Pimienta cierta estratagema para desorien- 
tar al enemigo, y acompañado de los Ministros de más 
puesto y Capitanes de experiencia, salió en su falúa á reco- 
nocer las fortificaciones de sotavento, de donde le hicieron 
fuego y pudo apreciar el alcance de la artillería enemiga. 

p. Francisco de Castrejón envió de Cartagena una fraga- 
ta con 35o arrobas de carne, y un moro, que por haberse 
criado en navios de piratas franceses, se le conceptuaba 
como de esta nación. El General Pimienta supo, que había 
huido á Jamaica un hombre que pirateaba con los habitan- 
tes de Santa Catalina, y escribió al gobernador para que se 
lo enviase, á fin de indagar por este conducto alguna noti- 
cia conveniente para el mejor sitio del desembarco: este 
moro tampoco lo sabía, aunque se comprometió á ello con 
exposición, pues se fué sobre las peñas con un petacho que 
conducía infantería. 

Este mismo moro se había expresado en Cartagena en 
términos muy pesimistas, hasta el punto, que los de aquí no 
tenían ninguna esperanza de que se consiguiera la expur- 
gación en proyecto, y como aseguraba que la Isla se halla- 
ba defendida por i.ooo hombres y socorrida por cuarenta 
piezas de artillería y muchas municiones, el General ya no 
vio en él al práctico útil, sino al hombre funesto, y le ame- 
nazó_con ahorcarle en un penal si cundían sus noticias en 
las fuerzos de su mando, ya por sí desalentadas por las re- 
ferencias de la jornada anterior. 



-117- 

Ordenó luego Díaz Pimienta á los Ministros y Capitanas, 
que exploraran por sí las playas y los parajes que tuvieran 
por más capaces, y que le informaran antes de tomar nin- 
guna resolución, cosa que hicieron con mucho riesgo, por 
los balazos que tiraba el enemigo. 

No esperó Díaz Pimienta á bordo de su buque las impre- 
siones de estos exploradores á sus órdenes, sino que, em- 
barcándose en una chalupa vizcaína, con D. Antonio Mal- 
donado y Tejada, Maese de Campo por orden de S. M., fué 
el más atrevido en el reconocimiento, y enterándose de 
aquel litoral, desvaneció falsas creencias, que sin su inspec-. 
ción ocular, hubieran proporcionado una segura derrota. 
El 20 de Mayo hubo junta en la Capitana, y propuso el Ge- 
neral, que la infantería se desembarcase en diez y nueve 
chalupas, capaces para 600 hombres, y que de dos barca- 
das, echaran 1.200 en la playa del Este de la Isla, inmedia- 
ta á la cortadura del castillo, donde parecía encontrarse 
menos oposición. Por unanimidad se aprobó este plan de 
ataque, y el General dio las órdenes para que se pusiera en 
práctica, el día siguiente antes de amanecer. 

Aquella misma noche sobrevinieron vientos y aguaceros 
que impidió desenvolver lo acordado, mandando entonces 
el General que á la media noche del día próximo^ estu- 
vieran todos embarcados con la infantería. Cumplióse así, 
pero mayor borrasca que la anterior, hizo que las chalupas 
se anegaran, mojándose la pólvora, aún la que llevaban en 
zurrones de respeto, por lo que dispuso que todos volvieran 
á sus navios, quedándose él contrariado y en espera de una 
ocasión mejor, como le pedía á Dios le reparase. 

No bien había amanecido salió de su alojamiento, y 
mandó á sus ayudantes citaran á los jefes para comer al 
medio día en su Capitana. Reunidos todos, ministros y ca- 



— ii8 — 

pitanes, les hizo ver los grandes perjuicios que podía oca- 
sionar á los intereses del Rey y de los particulares, el re- 
traso en espurgar la isla de piratas, pues ellos mismos .eran 
los que tenían que llevar á la Península el tesoro que perió- 
dicamente se remitía de América, y esto se aproximaba, á 
la vez que continuando el fuerte viento reinante, se dificul- 
taban los anteriores acuerdos; así, su opinión era desem- 
barcar toda la infantería dentro del puerto, donde menos 
la habían de esperar, estando los enemigos en la creencia 
que nuestro ataque sería por barlovento. Todos de acuerdo 
con lo propuesto por el general en la referida Junta, se pre- 
pararon, y el 24 de Mayo al amanecer ya estaba D. Fran- 
cisco Díaz Pimienta, acompañado del conde de Castime- 
Uor, en una chalupa vizcaína, pasando revista á unas 19 
lanchas, donde iba la fuerza de infantería, dando la señal 
de partir de seis á siete de la mañana, y favorecidos por 
el aire, sin inmutarse á pesar del fuego que, según frase 
gráfica de las Relaciones, «parecía la isla un infierno», lle- 
garon todos como movidos por una mano con bizarría á las 
trincheras; evitando el fuerte viento por la velocidad que 
dio á la navegación, una segunda carga, cosa prevista ya é 
indicada por Díaz Pimienta en la Junta que precedió á esta 
acción. 

Se situaron nuestras chalupas en la falda de una alta trin-^ 
chera que defendía una playa, distante doscientos pasos, á 
donde se dirigieron los españoles con decisión; los ingle- 
ses abandonaron entonces la trinchera y corrieron hacía 
unos manglares inmediatos á la playa, donde espera- 
ban hacer una gran resistencia á los invasores, mas estos 
arribaron de golpe á la trinchera, y aunque ésta ya estaba 
guarnecida por fuerzas de otra fortificación , era tal el ím- 
petu de los españoles, que no desistieron de tomarla, ma- 



- 119 — 

tando á estocadas al cabo de los ingleses y á quince ó veinte 
más de los corsarios, logrando además poner en desbandada 
el resto, y á una buena copia de negros que hacían su causa» 

Apoderados los españoles de las trincheras y guarnecidas 
las eminencias, marchó el general con el resto de la infan- 
tería por sobre las mismas, haciendo ostentación de su gen- 
te y acuartelando sus tropas en la cas;i del Gobernador in- 
glés, que está al opósito del castillo principal. 

Desde este sitio marcharon seis compañías á alojarse al 
opósito de la cortadura, estrechando los ángulos, y viendo 
los ingleses su causa perdida, arriaron sus banderas en los 
castillos é izaron una blanca en una chalupa, mandando de 
parlamentarios al General, dos frailes dominicos que hacía 
tres años tenían prisioneros. 

Estos religiosos intercedieron por hombres que tan mal 
se habían portado con ellos, dándoles apostólico ejemplo de 
su sagrado ministerio, y regresaron al castillo después de 
haber sido recibidos con gran reverencia por el general 
Díaz Pimienta, acompañados de cuatro Capitanes, que en su 
nombre aseguraron al Gobernador inglés las vidas de todos, 
pasaje hasta Cádiz, y que serian tratados con gran benigni- 
dad, «sin permitir que á las mujeres se les quitase su ropa, 
ni de vestir ni de dormir.» 

Los Capitanes españoles que fueron acompañando á los 
religiosos, regresaron hechas estas manifestaciones tan hu- 
manas, en unión del Gobernador, Sargento mayor y oficia- 
les ingleses, que venían á besar la mano del General ven- 
cedor y á darle gracias por su clemencia, asegurándole que 
ésta les tenía más vencidos que las armas, pues de lo con- 
trario hubieran defendido hasta morir el castillo principal, 
ya que no pudieron evitar el desembarco de la infantería, 
ante la imposibilidad de luchar con el viento, que hizo que 



las chalupas desmintieran sqs intentos.» El General les 
prodigó consuelos y agasajos, y ordenó que marcharan dos 
compañías á quedar de guardia aquella noche en el castillo, 
encargando á sus capitanes tratar con gran cortesía á las 
mujeres, que en número de sesenta entre casadas y solteras 
se acogieron á la fortaleza custodiada. 

Al siguiente día, sábado 25 de Mayo, fué Díaz Pimienta 
con lo más distinguido de su séquito á tomar posesión del 
castillo, á cuyo tránsito, como dice el documento citado, 
tenían los ingleses i5o carabinas y mosquetes y otras armas 
echadas por el suelo, y á la puerta, abatidas las banderas. 
Este triunfo, refiere la misma fuente que nos sirve de testimo- 
nio, le hizo olvidar los sinsabores y peligros de la empresa. 

«Tomada posesión del castillo, se dijo misa entre cuatro-; 
cientos herejes, á quien se hizo estar con la reverencia de- 
bida, y se dieron gracias á Dios con el himno de Te Deum 
laudamus. Acabada la misa y estación de gracias, entró el 
General en una pieza donde estaban las mujeres y las visitó 
con la cortesía de paz que se usa entre ellas, y las consoló y 
aseguró que hasta ponerlas en Cádiz y solicitarlas allí su em- 
barcación para Inglaterra, las asistiría con mucha atención á 
que todos las respetasen; ellas lo agradecieron entre grandes 
sollozos y lágrimas que pudieran enternecer al más duro de 
corazón, porque son algunas mujeres hermosas y modestas.» 

Este fué un día de los que honra á la Patria, de verdadero 
júbilo para la armada y de profunda satisfacción para Díaz 
Pimienta; todos lo admiraron, amigos y adversarios se dis- 
putaban las pruebas de afecto, y nunca tan íntimamente uni- 
dos se encontraron, castellanos y portugueses formando un. 
solo pueblo, como en esta memorable ocasión, teniendo su 
símbolo en la sangre de D. Francisco Díaz Pimienta, lusitana 
por su origen y española por naturaleza y.gloriosa tradición.; 



/ 



CAPITULO XVII 



Dispuso el General la vuelta á Cartagena á la mayor bre- 
vedad, quedando de gobernador en la isla D. Jerónimo de 
Ojeda, que había servido de almirante, quien guarneció la 
parte de la cortadura que incluye al castillo principal, con 
32 piezas de artillería, muchos artilleros y copioso número 
de infantería, hasta nuevas órdenes de la Corona. Tomó 
toda clase de precauciones para que la navegación se reali- 
zara sin tener que lamentar accidente desagradable, orde- 
nando que ningún navio se adelantara á la Capitana, donde 
iban los prácticos en medio de aquel laberinto de arrecifes 
y penales, á pesar de lo que el navio portugue's Santa Ma- 
ría d* A judo, de 290 toneladas, se adelantó, perdiéndose en 
aquellos escollos. 

Llegó á noticias del General las relaciones de un mari- 
nero, que atribuyó la pérdida de dicho navio á castigo so- 
brenatural, por la intención de los que iban á su borde, que 
proyectaban alzarse en armas, secundando el movimiento 
que se abría paso en Portugal, y aunque esta es la nota 
triste en la feliz campaña, pone de manifiesto los dotes 4e. 
mando y energía del general Díaz Pimienta, pues el que supo 
ser generoso con el vencido, respetuoso con las mujeres y 
tierno con los niños, ordena arcabucear y colgar de los pe-» 



— \22 — 

« 

ñoles de la Almíranta, como castigo y escarmiento, á dos 
alférez, cabezas de esta rebelión ; y lo digno de ser conside- 
rado fué el aplauso de los distinguidos portugueses, que, 
como dice la Relación, «parecía cualquiera de ellos físcaMe 
esta maldad)^, lo que no hubiera acontecido, si el descon- 
tento y animosidad hubiera sido unánime en nuestros her- 
manos los lusitanos, á ser verdad todo lo que refíeren los 
apologistas de su independencia. 

El 6 de Junio, entró en Cartagena la armada, y se le 
tributó un entusiasta recibimiento, diciéndonos el tantas 
veces aludido testimonio aque el General gozó el dia de 
mayor lucimiento y aplauso, festividad de artilleria, lumi- 
narias y otros regocijos que otro ninguno en las Indias», 
agregando que al pasar Díaz Pimienta triunfante por las 
calles, se «conoció en su semblante que no desperdiciaba 
la gloria que debía dar á Dios de tan singular triunfo, en 
que se le abatieron tantas banderas con tanta reverencia 
como afecto* (i). 

Las obras de reparación que en Cartagena se hacían á 
los buques, las encontró el General atrasadas, y determinó 
para ganar tiempo, ir con los navios que habían vuelto de 
la jornada de Santa Catalina por la plata á Portobelo; 
hasta el 9 de Julio no pudo salir, y el i5 del mismo mes, 
fué vista la escuadra del puerto referido, pero sobrevino 
calma, y durante tres días fueron los navios gobernados 
por la corriente, que les llevó al cabo de Tiburón. El 16 
despachó una chalupa para el Presidente de Panamá y jue- 
ces y oficiales de Tierra-Firme, pidiéndoles que hicieran 



(i) «La Compañía de Jesús celebró esta victoria con un colo- 
quio de la vida de San Pabio^ y en su primer jornada lo refirió, 
acción tan lucida como aplaudida.» 



- 123 - 

bajar la plata á Portobelo con urgencia, con el fin que la 
armada se detuviera pocos días. Hasta los primeros de 
Agosto no pudieron arribar á Portobelo, donde aún no ha- 
bía llegado la plata, por los temores de la rebelión de Por- 
tugal, como le dijo al General el Oidor D. Andrés de León 
Garabito. 

Después de celebrarse en la Audiencia una Junta de auto- 
ridades, se decidió traer la plata á Portobelo, desde cuyo 
punto se embarcó para Cartagena, saliendo el 3o de Agosto 
y llegando felizmente al referido puerto el 5 de Septiembre, 
observándose todo lo dispuesto en la instrucción dada en 
Portobelo á 26 de Agosto de 1641 (i), y restablecido ya el 
General Díaz Pimienta de unas fiebres, que no lograron 
distraer su atención y restar su actividad de los sagrados 
intereses á él confiados. 

A su regreso á Cartagena vino otro conato de conspira- 
ción á dar la nota de sinsabor á esta jornada de glorías y 
afortunados viajes. El Conde de Castelmellor, acompañado 
del capitán Pedro Xaques de Magallanes, habían dicho al 
Capitán D. Antonio de Acevedo, caballero de la Orden del 
Cristo, que se pusiera de acuerdo con ellos para ganar las 
cuatro fortificaciones del puerto y apoderarse de Guinina- 
ni, donde estaban almacenados los bastimentos, municio- 
nes y velamen que el General había ordenado á su Almi- 
rante no se embarcase antes de su vuelta, como también la 
pólvora almacenada en el castillo principal de esta plaza. 
Antonio de Acevedo, lejos de aceptar las proposiciones, las 
rechazó con alteza de-miras, y denunció la traición proyec- 
tada, dando esto por resultado la prisión del Conde, del Ca- 
pitán Xaques de Magallanes y demás camaradas, recogién- 



(i) «Colección Vargas Ponce^^, tomo XXI. 



— 124 — 

dose las armas á la infantería portuguesa, comprometida 
hasta la llegada del General, quien instruyó con gran ener- 
gía las indagaciones concernientes al caso, sin conseguir 
mayores pruebas, ni ser tampoco desmentido Acevedo en 
sus declaraciones anteriores. 

Debemos hacer constar, para que esto no resulte contra- 
dictorio con nuestros comentarios, sobre otro accidente del 
mismo género, que también aquí, aunque la clase de los 
que conspiraban era más distinguida, no fué de la simpatía 
unánime de los lusitanos, pues D. Antonio Acevedo Falcón, 
gobernador de infantería portuguesa, apoyó al capitán don 
Antonio de Acevedo. 

Por la instrucción que dio el General D. Francisco Díaz 
Pimienta, desde la Capitana real en el puerto de Cartagena 
á 7 de Octubre de 1641, podemos ver no sólo al hombre de 
excepcionales condiciones, sino también el derrotero que 
siguió la armada en su regreso á la Península, triunfadora 
de la campaña de Santa Catalina y con la plata que había 
cargado en Portobelo. Bien quisiéramos indicar sólo la ruta 
de la referida instrucción, pero no podemos menos que 
transcribir el párrafo íntegro que la contiene, siendo mo- 
delo de previsión, conocimientos geográficos y elevado pa- 
triotismo. Dice: c(Si por algún accidente que Dios no per- 
mita sucediere de este puerto de la Habana, el navio que 
se hallare apartado procure tomar lengua del cabo de la 
guardia que el gobernador de la Habana tiene en Cabo de 
Corrientes, y si no le diere noticia de que ha pasado la ar- 
mada, se detendrá un día sólo en aquel paraje y seguirá su 
viaje á la Habana apartándose cuanto pudiere de la costa 
con buena guardia de día y de noche, procurando descubrir 
la armada ó sus faroles, y si sucediere habiendo salido de la 
Habana, navegará según que los tiempos insinuaren más 



— 125 — 

breve y acertado el viaje, procurando no multiplicar más 
altura que 36 grados sin forcejar ni fatigar el navio, y cer- 
ca de la costa de España pasando por el Sur diez leguas de 
la isla de Santa María, llevará abierta la boca del Estrecho 
de Gibraltar, para que si estuviese obscura la costa y hubie- 
se travesía de fondo en Gibraltar ó Málaga, en caso que no 
sea posible darlo en Sanlúcar ó Cádiz, que es lo que se ha 
de procurar con toda atención y desvelo, apartándose en 
todo caso de las islas Azores y costas de Portugal , y si en- 
contrasen navios enemigos peleará hasta morir defendién- 
dose sin rendir el navio mientras tuviere gente viva, so 
pena de la vida, y si fuere el navio ó navios de iguales fuer- 
zas, procurará rendirlos con el valor que confío.» 

Relacionándose los accidentes de este viaje con la enco- 
nada guerra que nos hacían nuestros enemigos, aplazare- 
mos este punto y sólo diremos aquí que la armada española 
entró en Cádiz después de luchar con la luso-holandesa; 
noticia tristísima , el ver á nuestros hermanos los portu- 
gueses engrosar las filas de los adversarios de la gran Patria 
Ibérica. 



CAPÍTULO xvm 



Regresó el General D. Francisco Díaz Pimienta á la Pe- 
nínsula con la armada que hemos visto salir de Cartagena, 

siendo portador de la plata y de los trofeos, de la jornada de 

i 

Santa Catalina, que da universal celebridad á nuestro bio- j 

grafíado, y le pone en condiciones de solicitar la honrosa 

merced de figurar entre los caballeros santiaguistas. j 

La fecha más próxima que conocemos á la que lleva la 1 

instrucción que dio desde la Capitana real en el puerto de 
Cartagena á 7 de Octubre de 1641, y que bien puede for^ 
mar época en estos datos biografíeos, es la de 16 de Junio . 
de 1642 que lleva el mandato regio para comenzar la previa 
información antes de tomar acuerdo definitivo respecto á 
la concesión del hábito. 

El expediente motivado por esto no es nuevo para nos- 
otros, pues en anteriores capítulos tuvinios que hacer refe- 
rencia al mismo, al ocuparnos de la genealogía del Almi- 
rante y de los años de su juventud, sacrificando el orden 
cronológico á la exposición clara de los acontecimientos, 
pues él nos ha suministrado elocuentes é irrefutables prue- 
bas, para que la leyenda y la historia en este personaje es- 
tén perfectamente deslindadas, y así evitamos intercalar 
mitos en el curso verídico de los hechos. 



— 127 — 

Ahora bien, si el contenido del mencionado expediente 
tiene en este momento un secundario interés al ser conoci- 
do, no así las fechas en él consignadas, pues á falta de otros 
testimonios concretos, nos permiten inducir su paradero, 
inclinándonos á creer que permaneció en Madrid gestio- 
nando su ingreso en la Orden, y máxime discutiéndose tan- 
to su genealogía, misión ardua y espinosa, para haberla 
sacado adelante otro que no hubiera sido el mismo intere- 
sado, agregando á la fecha i6 de Junio que ya conocemos, 
la de 23 de Julio que lleva el acuerdo del Consejo, y la de 
1 3 de Octubre del dictamen, todas correspondientes al año 
de 1642. 

Eran tan grandes los infortunios de la Patria, en los 
precisos momentos en que D. Francisco Díaz Pimienta re- 
gresó á la Península, coronado de gloria de la difícil jornada 
de Santa Catalina, que sí no llega á otorgársele la merced 
del hábito de Santiago, nos veríamos en la necesidad de ta- 
char los referidos relatos de exagerados, ó de ingrata á la 
Nación, que con el silencio y la mayor indiferencia recibía, 
á quien tan alto supo dejar el pabellón de su sagrada insig- 
nia, haciendo derroches de valor y de castellana hidalguía. 
Mas todo lo ocurrido se explica lógicamente, y para justi- 
ficarlo, hagamos una síntesis de la situación de España, y 
pongamos de manifiesto los enemigos interiores y exterio- 
res que se encargaron de arrancar las últimas plumas que 
le quedaban á sus alas imperiales. 

La funesta política del Conde-Duque de Olivares fué la 
causa principal de nuestros males interiores, pues sería ma- 
nifiesta injusticia hacerle responsable así mismo, de lo mal 
que también nos fué en el exterior, iniciándose con más de 
un siglo de anterioridad á su existencia, é influyendo causas 
tan complejas que aquí no es lugar oportuno de indagar. 



— 1 28 — 

Entregado el débil Felipe IV á este favorito, en la mejor 
y más larga etapa de su reinado, compete á él y no al Mo- 
narca, que así reconocía su impotencia, las responsabilida- 
.des de la política seguida, y la sangre de hermanos que co- 
rrió en unas guerras fratricidas, donde nadie podía ganar y 
sí todos perder. 

No nos sorprende la rebelión de Portugal después de co- 
nocer los conatos de conspiración, que Díaz Pimienta tuvo 
que castigar con mano dura en la jornada de Santa Catali- 
na, es el eco de lo que tramaba Lusitania mal avenida con 
la unidad Ibérica, donde figuraba como la hermana menor, 
habiendo sabido por espacio de siglos, desde i . 1 35 conservar 
su independencia, y hacer el primer imperio colonial del 
mundo hasta i38i , que quedó anexionado á España^ no por 
el asentimiento de sus moradores, sino por la fuerza de las 
armas. 

El derramamiento de sangre, no engendra en la Historia 
ma's que odios irreconciliables, y jamás ha sido el crisol 
para fundir en un sólo prisma la voluntad de dos pueblos; 
pues aunque estos sean muy afines en vínculos de raza, tal 
vez por eso mismo duele más las violencias y torpezas del 
vencedor, y se aguarde con más anhelo el momento de lu- 
char por la conquista de la libertad perdida. De lo expues- 
to, no debemos de recriminar al Conde-Duque, que ya eran 
males tradicionales cuando él gobernó, ni tampoco de los 
auxilios que los portugueses recibieron de las naciones ene- 
migas nuestras, la que como Francia, considerándonos 
siempre como austríacos, quería humillarnos y abatirnos, 
así como Inglaterra á quien convenía nuestras derrotas para 
ensanchar ella sus miras coloniales. Pero á este Ministro 
competía dulcificar las antiguas imposiciones y no exacer- 
barlas, dando el gobierno del país hermano á hombres 



— 129 — 

aborrecidos por los natuf'ales, y los que con su pésima con- 
ducta encendieron el combustible de la guerra, que dio por 
resultado la proclamación del Duque de Braganza, y como 
es consiguiente, la ruptura de la unidad Ibérica, que sólo 
sirvió para contribuir á nuestra ruina, y para que ellos 
quedaran viviendo hasta el día en menor edad, no bajo la 
tutela de un consejo de familia, sino á las órdenes de un 
tutor extranjero, que ha sabido lucrarse de su colosal genio, 
sin el cual le hubiera sido imposible ser soberano del mar 
y dominador cosmopolita de las cinco partes del mundo. 

No terminan aquí nuestras contrariedades y desdichas. 
Es coetánea á la rebelión de Portugal la sublevación de Ca- 
taluña, y si se quiere, hiere en lo más íntimo el corazón de 
la Nación española; pues con Portugal, á pesar de la artifi- 
ciosa unidad, no se logró por las causas expuestas aquella 
compenetración que era de desear, y al fin, había sido por 
siglos un pueblo independiente, pero no asi el Principado, 
que sin menoscabo á su regionalismo y de su brillante pe- 
culiar historia, viene por otras causas muy diferentes á 
conjuntarse con Aragón y Castilla, gérmenes y elementos 
los tres, generadores del gran pueblo español, colosal cuan- 
do comulgó en su unidad, así como pequeño al querer dis- 
gregar lo que supremas causas habían juntado, locuras y alu- 
cinaciones tan absurdas, como si el hijo tuviera poder para 
establecer diferencias en la sangre que por él circula, y pu- 
diera á su vez poner barrera á sus rasgos fisonómicos, des- 
lindando la herencia paternal de la materna, ignorando 
que esta clase de parricidio, le lleva irremisiblemente á la 
negación absoluta de su ser. 

Por esto, la sublevación de Cataluña la consideramos 
más trascendental para los futuros destinos de* España, que 
la de Portugal, y aplaudimos, lejos de censurar, que mere- 

9 



•*- i3o — 

ciese preferente atención al gobierno; pues la revolución 
portuguesa, sólo rompía el vinculo fraternal al fin de 
una confederación impuesta por las armas, sin extinguir á 
ningún pueblo, mientras que la de Cataluña tuvo todos los 
caracteres de una guerra civil, que de sofocarla y vencerla 
las tropas del Monarca, á ser derrotados por los levantis- 
cos catalanes, iba la gran diferencia de continuar España 
siendo de los españoles, á borrarla del mapa Richelieu como 
nación libre é independiente, para encadenarla como su 
más hermosa esclava al carro, que de triunfo en triunfo, 
llevaba el trono francés á su hegemonía de oro. 

Herido el amor propio altivo y valiente de los catalanes, 
por las imprudencias cetralizadoras del Conde-Duque, no 
reflexionaron las tristes consecuencias que podía traer la 
lucha interior que con razón emprendieron, habiendo sido 
preferible soportar las imposiciones de alojamiento, y hasta 
los excesos de la soldadesca forastera en Cataluña, que tuvo 
que buscar el hospedaje en los hogares catalanes, acostum- 
brados á la independencia y libertad con que los cobijaba 
sus fueros, á la protesta razonada, ante las infamias y ho- 
rrendas profanaciones verificadas por el tercio de don Leo- 
nardo Moles, que exaltó los ánimos para tomar luego ins- 
tinto sanguinario todo el movimiento que se hizo general 
en el Principado, personificándole los segadores, que cam- 
biaron con su vituperable conducta la decoración. 

No se empeñen historiadores y cronistas catalanes, que 
alardean de españolismo, atenuar con el ¡Viva el Rey! de 
la insurrección, los excesos de les segadores, como tampoco 
el haber encontrado este movimiento simpatías en muchos 
y valiosos elementos eclesiásticos, pues el Monarca no vivía 
por sí, sino porque aquellos soldados y oficiales que en 
determinados momentos ellos asesinaron, hacían eficaz su 



- i3i -- 

soberanía, apenando más el alma, como se bastardeó tam^ 
bien el ideal religioso, tremolando el divino Evangelio y su 
sacrosanta doctrina como bandera de venganzas y odios, 
interpretación inicua de su amor y caridad inagotable. 

Todo esto, que sólo indicamos, era lamentable para los 
intereses, tanto colectivos de la Nación, como á los parti- 
culares del Principado, y nos llevaba á un decaimiento que 
sólo beneficiaba á nuestros enemigos exteriores, quienes se 
iban enriqueciendo á costa de gastar nosotros las energías en 
luchas intestinas: pero el gran error, y lo que no adniite diV 
culpa fué la declaración de guerra á Cataluña por parte del 
Gobierno, como si se tratara de algo extraño é indepen-r 
diente de la patria española, y en los precisos momentos 
que en el Principado, por la respetable palabra del Obispo 
de Urgel y por comisiones que vinieron á Madrid, se pedía 
la paz y el término á tan absurda contienda; manifestacio- 
nes que si se hubieran oído, y á la vez se evacúa de Cata- 
luña las tropas que avivaban los recuerdos de tanta san- 
gre inútilmente vertida, sustituyéndolas por otras alojadas 
por el Estado, recomendándose á todos la prudencia como 
la ocasión requería, se hubiera ahogado la belicosa voz del 
Canónigo Claris^ que alentaba á la sedición y que llevó á 
Cataluña al suicidio, al solicitar la protección de Francia 
para vengarse del Monarca D. F'elipe, variando entonces de 
aspecto el conflicto con caracteres mucho más graves para 
nuestra Nación, pero más simpáticos para la causa que ya 
procede llamarse genuinamente espítñola y no castellana 
como hasta aquí. 

Richelieu se hallaba en Amiens, donde recibió al enviado 
de Cataluña, D. Francisco Vilaplana, y después de oirle se 
declaró protector de los rebeldes, ofreciendo por parte del 
Rey Cristianísimo fuerzas para el sostenimiento de la cam- 



paña, á condición de quedar en rehenes personalidades sa- 
lientes catalanas, lo mismo que el no hacer paces con el 
rey Felipe IV, sin el expreso consentimiento de Francia. 
Declarada la guerra, es digno de señalarse la entrada en 
Tortosa de los castellanos por lo que facilitaba la posesión 
de esta plaza el paso del Ebro, pero no tuvieron igual 
suerte los de D. Juan de Garay allende el Pirineo, que en 
el sitio de Illa, famoso por el heroismo de sus moradores, 
rechazando á los soldados españoles, y además notable por 
el auxilio que luego recibió de un cuerpo de franceses, man- 
dados por el Mariscal de Shomberg y por M, de Espertan, 
hecho de armas que envaneció á Cataluña, é hizo decaer el 
ánimo de las tropas y personajes que hacían la causa es- 
pañola. 

Explorada la opinión de los catalanes, se convencieron 
los del bando central de la Península que no cederían aqué- 
llos en sus pretensiones primitivas, y máxime ahora, que el 
desgraciadísimo sitio de Illa para los españoles, les hizo 
concebir tales esperanzas de triunfo, que muy pronto les 
ponía en situación de imponer condiciones al contendien- 
te, y no recibirlas del adversario como se pretendía. 

Diéronse órdenes al Marqués de Vélez, que residía en Za- 
ragoza, y que hacía de Capitán general, para que dividiese 
el ejército en tres cuerpos, y penetrara en Cataluña en la 
forma siguiente: uno que lo hiciese por el llano de Urgel; 
otro por Tortosa, y el tercero se quedara en la frontera, 
mandado en personapor el mismo Rey, en espera de las 
necesidades que surgieran luego, á la vez que se mandó á 
Garay dejara el Rosellón y fuera á Barcelona á atacar esta 
ciudad, en combinación con los cuerpos de ejército. 

El Marqués de Vélez entró en Tortosa, donde se ce- 
lebró aquel simulacro de jurar los fueros y privilegios del 



— i33- 

país, requisito para ejercer autoridad de virrey en el Prin- 
cipado, pero esta ceremonia fué conceptuada de horrible 
profanación por los catalanes, que llegaron á hacer rogati- 
vas públicas y solemnes procesiones en toda Cataluña en 
señal de desagravio. No obstante, los pueblos de la comarca 
de Tortosa quedaron reducidos á la obediencia, poniéndose 
en marcha Vélez con su ejército camino de Coll, se apo- 
deraron de Perelló, y continuaron la marcha hacia el 
Coll de Balaguer, donde tenían los catalanes las grandes 
probabilidades de éxito, que les engañó, sucediéndose las 
victorias del ejército español que se hicieron dueños en el 
campo de Tarragona del Hospitalet, noticias que causaron 
pánico en Barcelona, é influyeron para que pidiera apre- 
suradamente socorros á Francia, cuya nación envió á 
Mr. d' Espenan con tres regimientos de infantería y mil ca- 
ballos, fuerzas que con algunas milicias del país se encerra- 
ron en Tarragona. 

La conducta de las tropas del Marqués de Vélez, al que- 
rer desbalijar á los valientes moradores de la pequeña villa 
de Cambrils, que se habían rendido por capitulación, des- 
luce por completo los anteriores triunfos, y vuelve á encen- 
der las pasiones que, como dice un historiador ilustre, nal 
grito de ¡traición! sucedió el desorden más espantoso, y al 
desorden una horrible matanza en que se degollaban unos 
á otros sin saber por qué», exaltando aún más los ánimos 
encolerizados, el castigo que aplicó el Marques, lo que 
no dejó satisfechos á los castellanos al ver una gran injus- 
ticia, y desesperó á los catalanes que se prepararon para la 
defensa. 

No se decidió el General español á atacar la ciudad de 
Tarragona, y se puso en marcha por instigación del Duque 
de San Jorge hasta llegar á Salou y Vilaseca^ puntos perfec- 



— I $4 — 

támeníe fortificados por los catalanes. Por cierto, ocurre un 
episodio digno de mención. U Espedan pidió desde Tarra- 
gona el cange de prisioneros, contestándole el marqués de 
Vélez «que le dijera en qué concepto estaba en España, y si 
le hacía la guerra como capitán del Rey Cristianísimo con- 
tra el Rey Católico, ó conio auxiliar de una provincia re- 
belde á su legítimo soberano». Este fué el preámbulo de 
inteligencia próxima, y convencido d' Espadan de las po- 
cas fuerzas de que disponía para la defensa de tal plaza, y 
cuan superiores eran las del ejército que venía á sitiarle, se 
consideró desligado del compromiso contraído con los cata- 
lanes, y se marchó del Principado con las tropas francesas, 
aconsejando á la ciudad se presentase á implorar la gracia 
del rey Felipe, pidiendo perdón de sus yerros. 

Diputados de Ja ciudad y Cabildo, rindieron homenaje al 
Marqués, quien les admitió á la obediencia de su Rey des- 
pués de haberlos hecho humillar, justo castigo que recibie- 
ron los catalánes, al mezclar en asuntos interiores la egois- 
ta intervención de Francia, que si llegó á interesarse por 
Cataluña, no era por amor á sus hijos ni á su historia, sino 
por las cualidades ddjeudo que incorporaban á su corona. 
. Salió el ejército del Rey Católico de Tarragona entrando 
QTi Martorrely y siguiendo el avance, ocupó á Sans^ antes 
de sitiar á Barcelona^ que por segunda vez invitó al per- 
dón si entraban en la obediencia los tenaces y valientes 
catalanes, los que no creyeron la sinceridad de esta propo- 
sición y contestaron al Marqués de Vélez, que antes retira- 
ra sus tropas, que era el mayor beneficio para el Principa- 
do y para la Monarquía. 

' La altiva respuesta, en quien esperaban ver los ejércitos 
de-Felipe 1 V, la humildad propia del cansancio de tan larga 
jornada^ como, adversa hasta aquí para los catalanes, irritó 



— i35 — 

á las tropas reales, á la vez que los moradores de la ciudad, 
recapacitando el alcance y consecuencia de la arrogancia, 
aclamaron por Conde de Barcelona á Luis XIII de Francia, 
con genera] alegría. 

El 26 de Enero de 1641, comenzaron las operaciones de 
combate, haciendo tal heroica defensa los barceloneses de 
su ciudad, como belicosos fueron los ímpetus de los gene- 
rales y soldados (kl rey Felipe, quedando Barcelona por 
sus hijos que, frenéticos de entusiasmo recibieron á A/r. de 
Argen^on, representante del soberano Cristianísimo, con 
amplios poderes para pactar una ficticia alianza, que era 
ya anexión en los secretos de la política francesa. 

Retiráronse los ejércitos españoles á Tarragona, á la vez 
que entraba en el Principado el general Houdencourt ^ con- 
de de la Motte con tropas francesas, en número considera- 
ble, y se presentaba en las costas de Cataluña el Arzobispo 
de Burdeos con una flota de doce galeras y veinte naves 
para auxiliar desde la costa las operaciones de la Motte, 
quien sin disparar un tiro se hizo dueño del territorio in- 
vadido, y quería serlo también de Tarragona, cuya ciudad 
sólo pedía al gobierno español, ser defendida por mar, á lo 
que se accedió, enviándose galeras al mando del Marqués 
de Villafranca, que socorrieron la plaza de Tarragona á 
pesar de la escuadra del Arzobispo, y desembarazaron la 
suerte de 14.000 hombres armados militarmente, que per- 
manecían leales al Rey de España en esta histórica pobla- 
ción. 

Con muy buen acuerdo el gobierno del Conde-Duque, 
hizo un esfuerzo supremo, para no perder á Tarragona, 
yendo en ello, como dice un sabio historiador, la suerte de 
España, y pertenece la gloria de haberse conservado esta 
importantísima plaza bajo el dominio español, á nuestra 



— i36 — 

marina, que organizó una escuadra poderosa, y reuniendo 
las galeras de Dunquerkue, Ñapóles, Genova, Toscana y 
Mallorca, mandadas por los Duques de Fernandino y Ma- 
queda, fuerzas que, sumadas á k escuadra del Marqués de 
Villafranca, dieron por resultado poner en precipitada hui- 
da al Arzobispo con sus buques de guerra, y retirarse igual- 
mente los sitiadores de tierra. 

El espíritu catalán decayó, y para reanimarlo, todos pe- 
dían que visitara á Cataluña Luis Xlll^ quien no lo hizo 
por la guerra de los Países-Bajos, pero envió al Marqués de 
5re^e, mariscal de Francia , á prestar juramento en su 
nombre al convenio que habían hecho los del Principado 
para salvar sus tradiciones, y que á él llevó un Hipías 
llamado A/argar/í. 

£1 encuentro del mariscal francés con las tropas españo- 
las, fué desafortunado para sus armas y las de los rebeldes, 
probando los españoles á las órdenes del Marqués de la 
Mortara, y del valiente Torrecusdj un inmenso caudal de 
energías inagotables, y como resultado práctico, las previ- 
siones que dejaron en Perpiñán para su sitio, y la rendición 
de Argeles y de Santa María de Mar. 

El ejército que habíamos dejado en Tarragona, derrotó á 
las órdenes del Marqués de la Hinojosa en Plá á los fran- 
ceses, y á las fuerzas de la Motte, superiores en número á 
las españolas; además, se apoderaron de otros sitios inpor- 
tantes, pero afea este cuadro de victorias sucesivas, el paso 
á cuchillo á los habitantes del castillo de Constanti, fun- 
dándose en la resistencia que hicieron estos infelices mora- 
dores á las armas del Rey Felipe. 

La competencia que suscitó el fraccionamiento de mando 
entre los hijos del Duque de Cardona, y la disparatada or- 
den que recibió Don Pedro de Aragón de marchar al Ro- 



— 137 — 

sellón con 6.000 infantes, i.5oo corazas y i.ooo dragones, 
teniendo que atravesar todo el Principado, proporcionó á 
las armas españolas la derrota que esperaban los prácticos, 
pero sin el heroísmo de que dieron ejemplo en aquellos mo- 
mentos de fatiga y soledad, que así se debieran llamar las 
borlas del bastón de mariscal, con que el Conde de la Mo- 
tte fué recompesado, sólo por aprisionar valientes, á quie- 
nes el cansancio y la bravura habían extenuado. 

Todo pareció empeorar ahora para la causa' española, un 
ejército de 26.000 hombres, operaba en el Rosellón al man- 
do de los mariscales Sckomberg, y la Meylleraie, á la vez 
que el Rey y Richelieu visitaban el campamento y anima- 
ban á la pelea, considerando seguro el éxito, y así fué, pues 
á pesar de la lealtad de los españoles y de los inútiles sacri- 
ficios que se impusieron, los enemigos quedaron dueños del 
Rosellón que definitivamente se fraccionó de España. 

Cuando esto sucedió en la parte Septentrional, quiso la 
Motte apoderarse de Tortosa^ cuya defensa honra tanto á 
esta leal población, que la de sobrado título para que siem- 
pre sea invicta y predilecta ciudad de la patria española, 
retirándose el francés sin lograr su intento, dejando en los 
fosos 800 muertos y marchando hacia Aragón, ignorando 
la fidelidad y el valor de esta región, que con Castilla for- 
man el corazón de nuestra nacionalidad. 

En Tamarite de Litera venció la Motte, mandando 
á prender fuego, y Monzón capituló; pero algo vería de in- 
vencible en los aragoneses, cuando en lugar de avanzar se 
retiró á Lérida. 

El aparatoso viaje del rey Felipe que no pasó de Zara- 
goza, y mucho más hubiera ganado la causa que represen- 
taba y su persona, si no se hubiese movido de Madrid, y la 
desorganización del ejército del Marqués de LeganéSj cuan- 



^i38 — 

do acampó el 7 de Octubre de 1642 delante de Lérida, en el 
llano de las Horcas, benefició á la Motte, que como siem- 
pre, seguía triunfando con nuestras desgracias ajenas al 
choque de la campaña, y que él luego hacía sus victorias. 
Tal vez parezcan episodios muy extensos para un tra- 
bajo biográfico los que hemos referido de las dos subleva- 
ciones de Portugal y Cataluña; pero en esta parte preferi- 
mos presentar un cuadro donde abundan más las noticias 
generales de la época, que buscar tan sólo el engranaje de 
aquéllas con los hechos que conocemos de nuestro biogra- 
fiado; desde luego sería lo que procediese si no se hiciese 
otra cosa más que^ narrar sus acciones, suprimiendo la 
crítica de las mismas; pero al juzgar éstas, para que las 
afirmaciones sean justas, hay que conocer los principales 
acontecimientos que vienen á constituir los grandes núcleos 
de la dinámica social, y si se añade, que en todo lo que in- 
terviene D. FranciscoDíaz Pimienta en lo sucesivo, es Fran- 
cia la enemiga nuestra, y la que alentó á los rebeldes cata- 
lanes para que sólo consiguieran la propia ruina y dejar 
exangüe á España, más se comprenderá nuestro interés en 
fijar la atención en ello, y así también se apreciarán mejor 
sus servicios, y se tendrán en la estima que merecen. 



CAPITULO XIX 



Muy bien pudo D. Francisco Díaz Pimienta al regresar 
á la Península de la jornada de Santa Catalina, tomar par- 
te como marino en la defensa ó ataque en las costas de 
Portugal y Cataluña; pero nada en concreto podemos afir- 
mar hasta el año 1644. Desde luego no figuró en la escua- 
dra que, bajo el mando del Marqués de Villafranca, burló 
la vigilancia de la del Arzobispo de Burdeos, y llevó pro- 
visiones á la ciudad de Tarragona, cuando nuestros enemi- 
gos le sitiaban por mar y tierra, pues esto acontecía en 
Julio de i64i,y ya sabemos que Díaz Pimienta salió de 
América para España en Octubre del mismo año, de regre- 
so de la feliz acción de la Providencia; como tampoco por 
la misma razón en aquel esfuerzo colectivo de galeras, de 
Dunquerke, Ñapóles, Genova, Toscana y Mallorca, al ve- 
rificarse esto en el mes de Agosto del mencionado año. 

Nos extraña que no figure el nombre del general Díaz 
Pimienta conociendo ya sus mlichos méritos en la marina, 
cuando «quedaron sin cabeza las fuerzas de mar en el Me- 
diterráneo», por la prisión de los Duques de Medína-Sido- 
nia, Fernandiña y Maqueda, habiendo sido tan consecuente 
y leal su conducta, ajena las intrigas cortesanas y siempre 
dispuesto á secundar las órdenes de su Rey. 



— 140 — 

Tal vez el merecido descanso en recompensa á su última 
y dificilísima campaña lo explique todo, y el haber confiado 
la defensa del sitio de Golibre, á almirantes de otras escua- 
dras como Jospiter, y Juanetin Doria, conocedores de 
aquel litoral y del carácter de aquella guerra, que desmem- 
braba á la misma Patria, que Pimienta había agrandado, al 
reintegrar con su talento y valor, lo que piratas concep- 
tuaron segura y hábil fortaleza de sus fechorías. 

Volvamos otra vez con Portugal, pero ahora sólo fiján- 
donos, en la participación qué tuvo la marina en esta gue- 
rra, que si debe merecer igual atención para los intereses 
de la gran unidad ibérica, no es el campo donde vemos á 
nuestro biografiado batallar como en Cataluña, y razón 
por la cual hemos sido más detallistas en la rebelión 
oriental. . 

El acontecimiento naval en el Océano, que sobresale 
por su importancia en los momentos históricos á que nos 
referimos es: La recalada de nuestra escuadra sobre la 
Rochela é isla Re, de donde salieron á su encuentro na- 
vios enemigos, y se libró una refriega, envuelta en la oscu- 
ridad, adjudicándoles unos la victoria á Miguel de Horno, 
general de las galeras de Dunquerke, y otros atribuyéndo- 
la á Oquendo como general en jefe. 

La muerte de este bizarro marino y la pérdida de otros, 
con la crisis que atravesó la construcción, fueron circuns- 
tancias adversas que supo aprovechar nuestro gran enemi- 
go RichelieUy organizando dos escuadras, la de Poniente y 
la de Levante, saliendo la primera de la Rochela para 
nuestras costas, al mando del Marqués de Bresié, la que 
sabiendo por un bergatín que huía de navios argelinos 
y se refugió entre sus buques, que se preparaba la salida 
de la flota de Indias de Cádiz, se dispuso atacarla en alta 



— 141 — 

mar, y así lo hizo^ sorprendiendo á los jefes de la armada 
española, que á pesar de la desigualdad de fuerzas, regresa- 
ron al puerto de salida con la reputación de valientes, opi- 
nión que ha prevalecido á pesar de las acusaciones en con« 
tra, de Mr, Jel, 

Los hechos de la escuadra de Levante ya los conocemos 
con relación á Cataluña, sufriendo también reveses y con- 
trariedades en Italia por D. Melchor de Borja, y aunque 
sin la importancia del éxito que obtuvo el Marqués de 
Villafranca, con la de Poniente, quebrantó su poder y hu- 
milló su orgullo. 

Los portugueses no prepararon su rebelión tan sólo en 
tierra, si no á su vez trabajaron para que esta fuera secun- 
dada en el mar, constándonos por la relación del sitio de 
Santa Catalina, que ya la idea de emancipación era mone- 
da que entre portugueses corría, aunque con los temores 
consiguientes, favoreciéndoles con su inacción desleal el 
Duque de Medina-Sidonia, más preocupado con ser rey de 
Andalucía que de sofocar los conatos de insurrección como 
era su deber, y así se explica, que al estallar el motín, sólo 
hubiera en aquellas aguas dos galeras, á que se había redu- 
cido la escuadra de Portugal. 

Comprendían los lusitanos muy bien su inferioridad 
respecto á España, á pesar de la sublevación de Cataluña, 
y para ponerse en condiciones ventajosas, contaban con 
refuerzos del Brasil, y entraban en negociaciones con nues- 
tros enemigos exteriores, Francia y Holanda. 

Ambas naciones prestaron poderoso auxilio á los portu- 
gueses; llegó á Lisboa la escuadra de Poniente compuesta 
de 35 navios, y los holandeses se encontraron con la de 
Dunquerke mandada por Judocus Peeters, que le hizo 
muertos y heridos, teniendo mayor poder á pesar de esto 



— 142 — 

Portugal, recibió' grandes refuerzos y tomó la ofensiva en 
el mar. 

El gobierno revolucionario nombró al general D. Anto- 
nio Téllez jefe de la escuadra, que con 3o naves holandesas 
y i6 portuguesas, partió con el fin de apoderarse de Cádiz 
ó de Sanlúcar. Había salido de la primera ciudad Jodocus 
Peeters con cinco navios buscando una escuadrilla argeli- 
na, y se encontró con la armada coaligada, batiéndose en 
retirada con tal serenidad y valor, que su regreso al puerto 
de salida fué conceptuado y aplaudido como una victoria 
mientras los enemigos volvieron á Lisboa, y Téllez fué sus- 
tituido por Tristán de Mendoza. 

Salieron por segunda vez al mar, para interceptar las 
flotas de Indias, aguardándolas en el cabo de San Vicente 
ó sobre las Azores por el mes de Noviembre de 1 641, al 
mismo tiempo que veinte y tres bajeles partían de Cádiz 
para escoltarlos y defenderlos de los enemigos, dando prin- 
cipio en San Vicente la batalla, tan desfavorable para nues- 
tros enemigos aliados, que muchos de sus navios quedaron 
sepultados en el Océano, y otros holandeses fueron á parar 
á Inglaterra, mientras el general Tristán Mendoza aban- 
donó la Capitana y pasó á un bergantín «que le sirvió de 
tumba». 

La armada enemiga pudo haber sido aniquilada en opi- 
nión de un distinguido escritor, á no haber sido por la 
inexperiencia del Duque de Ciudad Real, pero lo que nos 
importan de todas estas querellas para nuestro objeto, es 
saber qué flotas se aguardaban de las indias, de donde re- 
gresaba nuestro biografiado custodiando la plata, los trofeos 
y el botín de la famosa jornada de Santa Catalina, siendo 
á nuestro juicio entre otras, la que había salido según ins- 
trucción que ya conocemos de Cartagena en Octubre del 



— 143 — 

mismo año 164Í, con rumbo hacia el lugar donde se reali- 
zaban las referidas escenas y el mando de D. Francisco Díaz 
Pimienta. 

Antes de tomar parte nuestro Almirante en las guerras 
de rebeldías que extenuaron á su patria, podemos certificar, 
que realizó otro viaje á América, asociando su nombre, ya 
ilustre, á un descubrimiento geográfico de reconocida im- 
portancia. 

Desde luego, este casi que reclama para sí la atención y 
oscurece las huellas que aquí encontramos suyas, pero en 
el documento que transcribimos constan ambas cosas, y 
aunque es verdad que no figura Díaz Pimienta como pro- 
tagonista, nadie negará que mientras sus hermanos se ma- 
taban en la Península, él surcaba el mar sirviendo á su 
Nación y coadyuvando á que el genio español siguiera des- 
envolviéndose, y no quedase nada oculto y apartado en el 
corazón americano sin ser cubierto por sus alas, para en 
justicia sentir y llamarse madre del Nuevo Mundo. 

(i) «Para el descubrimiento del Golfo de la California, se 
le dieron los despachos al Almirante Don Pedro Porter Ca- 
sanate á 8 de Agosto de 1640, con título de Cavo y Almiran- 
te de los Navios, gente de Mar y Guerra que en la Mar del 
Sur Uebase á su cargo con las mesmas honras y prehemi- 
nencias que si lo fuere en España de Escuadra de Armada 
de S. M., es el primero á quien los Señores Reyes han nom- 
brado para este descubrimiento permitiéndole á él solo sin 
límite de tiempo, ni leguas, prohiviéndole á otros y man- 
dando que ninguno navegue en aquel golfo.» 

(i) Relación de los sucesos del almirante D. Pedro Porter Ca- 
sanate. Caballero de \? Orden de Santiago, desde que salió de Es- 
paña el año 1643 al descubrimiento del Golfo de California hasta 
fín del año de 1644. 



- 144 — 

«Detúbole esta jornada S. M. con particulares decretos, 
ordenándole por la satisfacción que tenía de su persona le 
amitiese en sus Armadas como lo hizo los años siguientes 
de 41, 42, 43, conque tubo muchas órdenes del Consejo de 
Indias para que con brevedad partiese á ellas, excitándolo 
así bolvió á mandarle S. M. fuese á servir á Armada, que 
aquel año se aprestava. Este decreto bajó al Consejo Real 
de las Indias, el cual atendiendo á los daños que resultavan 
de dilatar la jornada hizo consulta de Oficio por la Junta 
de Guerra y por decreto de S. M. de 12 de Marzo mandó 
no fuese á la Armada, sino á la Nueba España á la qué es- 
taba á su cargo y selo tenia ordenado por lo mucho que im- 
portaba la brevedad y causa que habían llegado á este des- 
cubrimiento.» 

«Con esta última resolución de S. M. y los títulos y Zé- 
dulas que se le dieron para el Viaje se embarcó en los Ga- 
leones de la plata que llebó el General Francisco Dta^ Pi- 
mienta, partiendo de Cádiz á 2 de Junio de 1643. Llegó á 
Cartagena á 19 de Julio con feliz Viaje y á 2 de Agosto sa- 
lió de aquel puerto con los navios de Azogue que el Capi- 
tán Don Pedro Girón pasó á la Nueba España y entró en la 
Vera-Cruz á 22 del dicho mes.» 



CAPITULO XX 



Mientras que la campaña con Portugal quedaba reducida 
á incursiones recíprocas en la frontera sin importancia, se 
pensó en emplear enérgicas medidas para evitar el desas- 
troso efecto de la desgraciada acción de las Horcas, que en- 
tre sus daños mayores, fué sin disputa el desaliento que trajo 
la deserción, matando la resistencia al enemigo, que pro- 
yectaba trasladar el campo de operaciones de Cataluña á 
Aragón. 

Afortunadamente hubo una reacción favorable, llegando 
á reunirse en la frontera de Aragón y Cataluña un ejército 
que ascendía á 3o.ooo hombres, distinguiéndose en las ope- 
raciones, el general y pundonoroso portugués D. Felipe de 
Silba, adicto á la causa de la unidad ibérica, como aque- 
llos otros que en la jornada de Santa Catalina estuvieron al 
lado de Díaz Pimienta cuando éste castigó con severidad los 
conatos de rebelión. Recuperaron á Mondón y pusieron 
sitio á la plaza de Lérida con iS.ooo hombres, obteniendo 
una completa victoria sobre la Motte, lo que sirvió para 
franquear las puertas del Principado al Monarca español, y 
hacer eficaz la soberanía de derecho con el laurel que en 
esta ocasión ostentaron sus soldados. 

10 



1 



— 146 — 

Los franceses y rebeldes catalanes, con un ejército de 
12.000 hombres y un gran tren de artillería, buscaron el 
desquite á estas derrotas, sitiando á Tarragona por mar y 
tierra, no logrando con este cerco otra cosa más que esta 
ciudad, tantas veces heroica, evidenciase nuevamente su 
resistencia. Vino en su auxilio fuerzas á las órdenes de 
Cantelmo, y logró poner en huida á 3.ooo, lo que descon- 
ceptuó al Conde de la Motte, que fué relevado. 

Si el ejército francés no se aleja con tanta precipitación, 
mucho daño pudo hacer á las fuerzas de mar, siendo la ma- 
rina enemiga, más poderosa que la nuestra. 

El Duque de Tursi, pretestando motivos de salud, resig- 
nó el mando de las galeras y motivó con su dimisión un 
cambio de personal. Este jnismo afío de 1644 había falleci- 
do el Duque de Maqueda, capitán general de la armada del 
Océano, y el almirante Sancho de Urdanivia, á la vez que 
el duque de Medina Sidonia había sido condenado á prisión 
perpetua y á perder Sanlúcar de Barrameda. Estos impor- 
tantísimos cargos los ocuparon luego las siguientes per- 
sonas: Capitán general de las costas de Andalucía y del 
mar Océano, el Duque de Medinaceli, corriéndose la 
escala en las escuadras de galeras y pasando D. Melchor 
de Borja de general á las de España, el Marqués del Viso 
á las de Ñapóles, el de Bayona á las de Sicilia, y D. Fran- 
cisco Díaz Pimienta, interinamente, á la de navios de alto 
bordo. 

Reemplazó á U Motte el Conde de Harcourt , nom- 
brado virrey de Cataluña por la Reina Regente, quien vino 
decidido á tomar la plaza de Rosas con buena artillería 
y 12.000 hombres, á fin de abrir la comunicación entre 
el Rosellón y Cataluña. Se dio esta misión al conde de 
Plesis Prasltrif á la vez que una escuadra bloqueaba la 



— 147 ~ 

plaza, que con S.ooo infantes y 3oo caballos, á las órde- 
nes de Z). Diego Caballero, resistió dos meses, pero al fin 
capituló, con la reprobación del Gobierno, que ordenó la 
prisión del jefe. 

El sitio y rendición de Rosas tiene para nosotros un es- 
pecial interés; D. Francisco Díaz Pimienta fué mandado 
en su socorro (i), debiendo aquí hacerse notar, que á pesar 
de la rendición por parte de los españoles, ninguna res- 
ponsabilidad pesa sobre él, pues al capitular D. Diego Caba- 
llero incapacitaba la acción de las fuerzas tanto marítimas 
como terrestres. Fijemos también que nuestros enemigos se 
habían aproximado á la muralla, cubriendo sus embarca- 
ciones con techumbres de hierro, y abrieron la misma, por 
donde entraron carros, contribuyendo además el haber 
Volado un almacén de pólvora. 

Z). Melchor de Borja fué relevado por no haber socorri- 
do la plaza con sus galeras, preso en el castillo de Odón, y 
sometido á un largo proceso que al fin proclamó su ino- 
cencia. 

Harcourt se internó en el Principado, cerca de Balaguer, 
dispersó el ejército español, y si no es por tener que acudir 
á Barcelona á sofocar una conspiración favorable á nues- 
tra causa, penetra en Aragón, agravándose el año 1645 la 
situación para España, y lo que es más desconsolador, vien- 
do al Rey solo preocupado en que le juren las Cortes prín- 
cipe heredero á su hijo Baltasar Carlos, sin considerar que 
el reino que á éste se le prometía se iba deshaciendo. 

La muerte de los Generales Silva y Cantelmo hizo que 
volviera por segunda vez el Marqués de Leganés i encar- 



(i) La mar descrita por los mareados: «Mis disquisiciones,» por 
D, Cesáreo Fernández Duro. 



— 148 — 

gárse del mando de la campaña, siendo para nosotros de 
preferente atención, el hecho que le rehabilitó de las des- 
gracias de las Horcas al cooperar á esta victoria D. Fran- 
cisco Díaz Pimienta. 

La magistral pluma de D. Modestó de Lafuente refiere lo 
aludido en la forma siguiente: «Tuvo el Marqués de Lega- 
nés la fortuna y la habilidad en la campaña de este año 
(1646) un triunfo, que hizo olvidar en gran parte las malas 
impresiones de su desgracia anterior. Tenía el de Harcourt 
circunvalada la ciudad de Lérida; había atrincherado fuer- 
temente en su campamento; seis meses llevaba ya el francés 
sobre la plaza; la miseria y el hambre apretaba á la guar- 
nición, y el Marqués de Leganés no parecía á redimirla, 
siendo en tan largo transcurso de tiempo objeto de descon- 
fianza y de murmuración. Pero un día fingiendo una reti- 
rada y haciendo á sus tropas dar un largo rodeo por unos 
desfiladeros, cayó de improviso sobre las descuidadas lincas 
francesas, las rompió y derrotó, causando tal espanto y 
desorden al enemigo, que hubo de retirarse con gran pér- 
dida. Ya las molestias y fatigas del sitio habían mermado 
bastante el ejército de Harcourt^ de suerte que veintidós 
mil hombres que contaba cuando comenzó el cerco, apenas 
en la retirada llevaba catorce mil.» La prueba para asociar 
nosotros á este hecho á D. Francisco Díaz Pimienta se en- 
cuentra en el transcrito documento: «Después de haberse 
escrito la orden de S. M. que va con ésta, ha llegado correo 
de que la Armada lo ha hecho á Vinaróz, y se ha ordenado 
á Fran.c^Díaz Pimienta desembarque i.5oo hombres para 
la ocasión del socorro de Lérida y que en habiéndolo hecho 
se vaya á invernar á Cádiz, y S. M. me ha mandado le 
avise á Vm. para que lo tenga entendido demás de lo que 
contiene su orden guarde Dios á Vm. muchos años. Zara- 



— 149 — 

goza 14 de Setiembre de 1646. — Fernando Ruiz de Contre- 
ras. — Sr. Gerónimo de la Torre (i). 

La vacante por el proceso en que fué envuelto D. Mel- 
chor de Borja, la ocupó él de Conde Linares, noble portu- 
gués, que había sido con anterioridad virrey de la India 
Oriental, quien inauguró su mando con la captura de un 
convoy de cuatro navios franceses, que llevaban provisiones 
á las fuerzas de Barcelona, después de haber desembarcado 
en Vinaróz 7.000 hombres con destino al sitio de Lérida, 
ayudando al Conde á la realización de estos dos hechos de 
importancia y fortuna la escuadra que mandaba D. Fran- 
cisco Díaz Pimienta (2). • 

No contradice el número de infantes que acabamos de 
consignar, el ya conocido de i.5oo en el documento autén- 
tico que consignamos, pues aquí se deben indicar tan sólo 
los que condujo los buques al mando del General Diai^ 
Pimienta^ mientras los 7.000 es la cifra total que se desem- 
barcó en Vinaróz, contando los que á este puerto condujo 
las galeras de España y los buques de alto bordo. 

A pesar de la decadencia que ya se acentuaba con carac- 
teres muy alarmantes en la marina, hizo el Gobierno un 
esfuerzo con el propósito de que en Febrero de 1646 estu- 
viera en el Mediterráneo parte de la armada del Océano, 
que se preparaba en Cádiz, á la vez que se aprestaba la en- 
cargada de salir en busca de las flotas de Indias y los ba!}e- 
les que tenían que trasportar á Flandes un tercio de solda- 
dos sardos, los que tenían que llevar 4.C00 infantes para 
reemplazar á los inútiles de esa tenaz guerra. 



(i) Documento núm. 982, art. 3." de la Colección Sanz de Ba- 
ruteli, de la Dirección de Hidrografía. 

(2) Memorial histórico, t. XVIII, pág. 144. — Academia déla 
Historia, Colección de Jesuítas, t. CXX, núm. 96. 



- Según hemos visto en la orden que recibió D. Francisco 
Díaz Pimienta para el socorro de Lérida, después de cumplir 
esta disposición, se le mandaba á invernar á Cádiz, y así, se 
hallaba en esta bella ciudad, cuando le visitó el Conde Du- 
que de Olivares, animando á todos á hacer un esfuerzo que 
sorprendió á nuestros enemigos, que al pronto abandonaron 
las costas de nuestro litoral. Desde luego afirmamos que, 
dadas las aptitudes de Díaz Pimienta y su probado patrio- 
tismo, contribuyó á este apresto (i) que, si bien no nos pro- 
porcionó glorias inmediatas, impidió la derrota segura que 
la armada española hubiera sufrido en encuentros sucesi- 
vo?, y el evitar un desastre en momentos tan críticos siem- 
pre se debe reputar como una victoria. 

Contrasta con lo narrado, la dimisión presentada por 
Díaz Pimienta del cargo dé general interino de los navios 
de alto bordo, á nuestro entender molesto, por considerar- 
se con méritos sobrados para que su empleo tuviera carác- 
ter definitivo, y no por motivos de enfermedad en lo que él 
por delicadeza basaba la renuncia. De haber sido cierto su 
enfermedad, al no admitirle el Monarca la dimisión no hu- 
biera podido continuar en funciones y tomando parte muy 
activa en nuevas campañas. Tampoco podemos creer que 
influyera en su ánimo, la crisis que atravesaba la marina, 
Vizcaya, Guipúzcoa y Cuatro Villas, no respondieron á los 
rec^erimientos del gobierno para la construcción de buques, 
alcanzado como estaba el tesoro, y aunque este estado no 
fuera el más aparente para animar á nadie, no era suficiente 
para amilanar á este Almirante, curtido en otras crisis más 
duras, y habiendo cooperado á la organización de nuestra 



(i) La escritura de venta de Puerto Real coincide con esta fecha 
y conñrma su estancia en Cádiz. 



— i5i - 

marina de guerra, que desde luego quitaba para él novedad 
á la carencia de elementos y recursos. 

Sí estas consideraciones no bastan para satisfacer una 
crítica meticulosa, poseenrfos copia de una carta del Almi- 
rante perteneciente á esta época, que con claridad expresa 
su descontento, y confintia á la vez, su adhesión incondicio- 
nal y probada á las Instituciones vigentes. Además ella nos 
servirá, para conocerle íntimamente, franqueando sus no- 
bles y legítimas ambiciones, página singular del ilustre ma- 
rino canario y reveladora de su mucho talento, al saber con- 
vertir unas sencillas y respetuosas líneas, en límpido espejo, 
donde se refl3j\in amargas qü3jas, y toda una enérgica pro- 
testa á aquella política más cortesana que patriótica. Su 
contenido es el siguiente: «Dígame Vm. señor mío como no 
se llega por acá supuesto que me ha dicho el secretario Gre- 
gorio de Eguía que le mandaban venir por la posta, y aun- 
que he tenido carta del buen Domingo de Herrera no me 
avisa de su salud de Vm. que me tendrá con mucho cuida- 
do hasta que de ella me de las nuevas que deseo, y me diga 
que frías y calientes son éstas que le suceden, que aun creo 
que serán más difíciles de conocer con la ausencia de la 
corte del Sr. D. Luis.)^ 

«Ya habrá sabido Vm. que el despacho que hallé en po- 
der del Sr. D. Julio Pae para entrar en el gobierno general 
de la Armada, con la misma mano, poder y autoridad que 
el difunto que Dios haya y como de esto el título de la pro- 
piedad hay la diferencia que usted sabe, aunque viviendo el 
General no pude hallarle acá, como se que á los que tienen 
seguros los tratan como se les antoja, sin embarazarse de 
promesas ni de la justicia no me doy por seguro aunque el 
Sr. D. Julio ha escrito á S. M. con aprieto muy fundado en 
razón y en conveniencias de su servicio mientras no llega 



— l52 — 

el titulo halU sabrá usted mejor lo que sobre esto pasare; y 
si encaminóse, Dios y yo viese á usted en esta Armada con. 
«i puesto que deseo y reconozco que merece. Sería mi ma- 
yor itlivio de las penalidades que'están vinculadas á su go- 
erno.» 

«Dios guarde á usted muchos años como deseo. De la Real 
bre los Alfaques i lo de Julio de 1647, Francisco Díaz 
imienta, Sr. Gobernador, D. Julio de Echeverri» (i). 



(1) Colección de documentos de Vargas Ponce, arctiivados en 
Dirección de Hidrografía. 



CAPITULO XXI 



Para apreciar en todo su valor la campaña de Orbitelo, 
donde figura en preeminente lugar nuestro biografiado, 
oreemos procedente decir algo de la geografía é historia del 
nuevo campo de operaciones que ahora se presenta. 

Trasladamos nuestra atención á la hermosísima penín- 
^ sula italiana, y muy en particular á su parte central deno- 

minada Toscana, localizando á la vez la mirada en los 
35 1 kilómetros de costa en el Mar Tirreno, donde se en- 
cuentran los golfos de Piombino, Grorsetto, Orbetello ó 
Talamone y Porto Ercola, siendo Liorna el puerto de ma- 
yor importancia. 

Abundan en esta región las lagunas, llamadas Stagno 
d' Orbetello y el lago de Buaano, y el S. de Liorna se ex- 
tiende paralelo á la costa una faja de marismas, separadas 
del mar por duras colinas de arena que hacen inhabitable 
estos lugares por sus malsanas emanaciones. 

Se encuentran varias islas próximas al litoral de Tosca- 
naj formando la isla de Elba que es la de más importancia, 
con las otras denominadas Caprajo, Pianosa, Montecristo^ 
Giglio y Giannutriaj el Archipiélago Tostano, con algu- 
nos islotes sin importancia y la isla Gorgona enfrente de 
Liorna. 



— 1 54 — 

Aunque los Apeninos cubren la mayor parte del suelo 
de Toscana, esta parte del litoral queda aislada del recinto 
continuo, sinuoso y de altitud variable, al extenderse de 
N. O. á S. E. por esta parte de Italia, pero en cambio le 
comprenden los montes de Mugello entre el Amo y el Siepe 
y los Alpes de Catenaja entre el Arno y el alto valle del 
Tíber, sistemas paralelos á la cordillera principal llamados 
Antiapeninos, correspondiendo mejor esta denominación á 
las montañas del litoral. 

Esta es la orografía de Toscana que reclama nuestra 
atención, pasando á hacer algunas consideraciones históricas 
que completen nuestros propósitos, antes de narrar los he- 
chos en que intervino en Italia D. Francisco Díaz Pimienta, 

Una bula de Alejandro IV (12 de Enero de i255) confir- 
ma á favor del Abad de Tres Fontanas, ó sea de Aguas Sal- 
vias la concesión de Ansedonia, Puerto Hércules y Monte 
Giglio, agregando la concesión de Orbitelo y de su estanque 
y sus iglesias. 

Antes, en 1208, el conde lldebrando había legado el país 
de Orbitelo á su hijo y el usufructo á su esposa la condesa 
Adelaida. 

En 1269, muerta la condesa Adelaida de Soana el Abad 
de Tres Fontanas, dio á Ildebrandino de Soana, con el tí- 
tulo de feudo, la investidura del castillo y distrito de Orbi- 
telo, con la facultad de poder suceder al mismo sus hijos ó 
herederos de ambos sexos: cuya investidura fué renovada 
en 1286 á favor de la condesa Margarita. 

El feudo de Orbitelo con el condado de Soana pasó, des- 
pués de Margarita, á su hija la condesa Anastasia, la cual 
por su casamiento con Romano di Gentíle di Bertoldo, in- 
corporó sus bienes á la familia Orsini de Roma, á la cual 
pertenecía su marido. 



Muertos Anastasia y el conde de Orsini, se renovó la in- 
vestidura del feudo de Orbitelo por el Abad de Tres Fonta- 
nas á favor del conde Nic(jlás de Orsini y de sus hermanos 
con fecha lo de Mayo de i358. 

En 1 5 de Junio de 1407, el síndico del abad de Tres 
Fontanas renovó la investidura del feudo á favor del conde 
Bertoldo Orsini, nieto del conde Nicolás, con la obligación 
de pagar á los monjes el laudemio pactado. 

Continuó Orbitelo en poder dé los Orsini hasta 1462, en 
que por decreto del Pontífice Nicolás V, se resolvió que 
Orbitelo con otros lugares del Monasterio de las Tres Fon- 
tanas, quedase en poder de la República de Siena á condi- 
ción de pagar esta al Abad el censo anual de 5o florines de 
oro; esta decisión pontificia fué confirmada por Pío II en 
1459 y 146 1. En 1466 se convino que el Municipio de Siena, 
pagase de censo anual por lel feudo de Orbitelo, un cáliz de 
plata de 36 decágramos de peso. Durante este tiempo Orbi- 
telo había sido ocupado á principios del siglo xv por las 
tropas de Ladislao de Ñapóles, saqueado en 1464 por las 
mesnadas de Carlos Gonzaga, y ocupado en 1455 por las 
tropas del aventurero Jacobo PiacininOy el cual devolvió 
Orbitelo á los sieneses. 

Así se mantuvieron Orbitelo, Puerto Hércules y Puerto 
de San Esteban bajo el dominio de la República de Siena, 
á pesar de algunas protestas de los Abades de Tres Fonta- 
nas y de algunas transitorias ocupaciones llevadas á cabo 
por enemigos de la República de Siena, como son la 
de 1 526 por tropas pontificias y la de 1548 por una flota 
turca. 

Llegados en i554 los españoles al paraje de Puerto de 
Hércules y de Talamón para arrojar de él á los franceses 
y sieneses, se hicieron dueños de Orbitelo y de toda su co- 



— i56 — 

marca, quedando el territorio de Orbitelo sujeto desde en- 
tonces á los conquistadores de Siena y á su rey Carlos V, 
que hizo renuncia de estos territorios que denominó R. R. 
Presida á favor de su hijo Felipe II en iSSy, juntando 
expresamente al territorio orbitelano el castillo de Tala- 
món: esta comarca fué cedida en lySó por el Rey de Espa- 
ña al de Ñapóles; y en 1 808 el gobierno francés incorporó 
Orbitelo á la Toscana y confirmó en posesión de los mis- 
mos el gran duque de Toscana en 1814 por el tratado de 
Viena. 

El estado de Orbitelo comprendía además de su capital, 
los paisesde Talamón, Ansedonia, Puerto Hércules, Puer- 
to San Esteban con el Monte Argantaro y Puerto Longo en 
la isla de Elba. 

Es extraño que á pesar de la resonancia que tuvo la cam- 
paña de Orbitelo, y de los numerosos documentos que 
prueban la activa participación en la misma del almirante 
D. Francisco Díaz Pimienta, se omita en les datos biográ- 
ficos del Ramillete, donde solo se dice, que después de la 
jornada de Santa Catalina tomó parte en los sucesos más 
importantes de la época, sin especificar nada que con esto 
tenga una relación directa. 

/Esto nos explica también, el silencio que sobre el mismo 
particular guarda el cronista palmero D. Juan B. Lorenzo, 
al tener por principal fuente en su folleto dedicado al Ca- 
pitán Díaz Pimienta, y su hijo el Almirante la narración 
del Ramillete, cosa que seguramente no hubiera pasado, 
viviendo el Sr. Lorenzo en otro centro, y teniendo á su dis- 
posición bibliotecas y archivos sirviendo de campo á su 
perseverante y discreta investigación. 

Pero lo que es extraño con relación al Ramillete y se 
justifica en el distinguido historiador de la Palma, es cen- 



— I Sy — 

surablé en «Arrate y Salinas», quien apropiándose derechos 
de apócrifa paternidad, comienza por ignorar hechos de 
importancia de hijos esclarecidos, rayando en indisculpable 
ligereza que en una obra de las justas pretensiones del Dic- 
cionario Enciclopédico-Ibero-Americano, no se mencione 
para nada la parte que toma D. Francisco Díaz Pimienta 
en esta campaña, y sin embargo hace gratuitas afirmacio- 
nes respecto á su naturaleza aceptando la autoridad de 
Arrate, 

Según el Diario de Relaciones de lo que ha sucedido en 
el sitio de Orbitelo, impreso en Sevilla con Real licencia 
por Juan Góme^ de Blas el año 1646, los acontecimientos 
que tuvieron lugar desde que arribó á aquellas posesio- 
nes españolas la escuadra francesa, que precipitadamente 
dejó Cataluña, atemorizada ante el titánico esfuerzo de bu- 
ques españoles que fueron deseosos de combatir, empezaron 
el 9 de Mayo de 1646, día memorable, en que se descubrió 
la armada de Francia que iba á sitiar á Orbitelo compuesta 
de 28 bajeles gruesos, 18 galeras, y más de 100 velas entre 
falucas, tartanas y bergantines. El 10, ó sea el siguiente día 
de divisarse, se apoderaron de San Esteban y Talamón, cu- 
yos puertos tomaron en pocas horas, obligándoles á la ren- 
dición el número de cañonazos. Desembarcaron el 1 1, 7.500 
infantes y 800 caballos y toman la torre de las Salinas, 
haciendo prisionero al capitán español, D. José Mastril, á 
quien había enviado Carlos de la Gata gobernador de la 
plaza de Orbitelo, con el propósito de reconocer la escuadra 
francesa, por cierto el príncipe Tomás, no quiso devolverlo 
á'pesar de las reiteradas gestiones de Carlos. El 12 se pose- 
sionaron los franceses de la Ermita que llamaban del Cristo, 
próxima á Orbitelo, siendo lo importante de esta adquisi- 
ción, el poderse atrincherar en muy buenas condiciones. 



— i58 — 

Del 12 al 20 no ocurrió nada digno de referirse, sólo este 
último día, cerró el enemigo la comunicación que había de 
puerto Hércules i Orbitelo, construyendo un puente real á 
la margen del Estaño, y colocó lanchas para impedir el 
socorro. 

Estos fueron los hechos precursores de la defensa heroica, 
llevado á cabo por el bizarro capitán napolitano Carlos de 
la Gata, la que dio principio el 21 del mismo mes de Mayo 
de 1646, con el primer asalto á una media luna, que defen- 
dían el teniente de Maestre de Campo, General Robusteli, 
el ayudante de teniente de Maese de Campo, General Jeró- 
nimo de Aznar y el capitán español D. Pedro Méndez de 
Acosta con su compañía, rechazando al enemigo con bajas, 
y perdiendo los nuestros sólo un soldado. El 22 por la ma- 
ñana se les degolló mucha gente en una salida que hicieron 
los españoles, y el 2 5 se divisó una escuadra de galeras, de 
las que entraron cinco remolcando dos tartanas, que en 
menos de media hora las introdujo el Marqués del Viso á 
la vista de la armada francesa, y desembarcaron socorros 
en Puerto Hércules. 

El 30 de este mes de Mayo, con más propiedad llamado 
en este paraje de Italia el año 1646, de sangre que de flores, 
repitieron los franceses otro ataque, que rechazaron los 
nuestros matando mucha gente. Dice la relación ya citada, 
que este mismo día murió de un cañonazo el hijo del Go- 
bernador Carlos de la Gata al hallarse sobre la muralla, 
cuya muerte toleró su padre con mucha prudencia y resig- 
nación. 

El 2 de Junio, comenzaron los franceses á cegar el foso, 
fortificándose por dentro de la estrada encubierta, donde 
pusieron una buena batería, y el 3 al amanecer se recono- 
ció, que la noche del anterior habían puesto tres piezas 



— i59 — 

con las que tiraban al torreón de Santa María, teniendo 
lugar un suceso el 5, digno de referirse. La misma noche 
de este día salieron seis soldados españoles fuera de la plaza 
con unos canutos de madera con fuego artificial, y quema- 
ron la galería que traía el enemigo toda de fagina y talla- 
zón, pasando el fuego á las trincheras, los franceses trata- 
ron de sofocarle, y entonces recibieron tan cruel carga de 
mosquetazos desde la plaza, que muchos de ellos quedaron 
muertos y abrasados, y para que las desdichas fueran ma- 
yores á nuestros adversarios, las dos bombas que tiraron á 
la plaza de Orbitelo, hicieron explosión en sus propios 
cuarteles con gran daño. El 6 volvieron á salir los mismos 
soldados y quemaron la batería del enemigo, quien aperci- 
bido, apagó por tres veces con agua y tierra las llamas que 
prendieron los que defendían la causa española, experi- 
mentando estos una confortable alegría la noche del 8, con 
la entrada de un soldado en la plaza á nado, portador de 
unas cartas del Duque de Arcos, virrey de Ñapóles, en la 
que aconsejaba á Carlos de la Gata, que no se rindiera, al 
venir en su auxilio la armada española y un ejercito por 
tierra, arbricias tan gratas en aquellos críticos momentos, 
que reanimó á los pocos que supieron multiplicarse por el 
valor heroico que ardía en sus pechos. 

Hasta el día 14 en que llegó á aquellas aguas nuestra Ar- 
mada Real, son hechos dignos de mención, la lluvia de 
piedra que recibieron los franceses, y las continuas cargas 
de mosquetería desde la Roca, cuando intentaron batir 
unos bonetes que estaban dominados por la altura^ y se les 
volvió á incendiar un montón de fagina que tenían prepa- 
rada después de trabajar en ella ocho días, con el fin de ma- 
cizar el foso. No pudieron lograr los franceses ningún éxito 
y quedaron reducidas todas sus hazañas á las bombas que 



arrojaron, la mayor parte á la Iglesia, donde se recon- 
centraron las mujeres, los niños y los ancianos, á quienes 
Carlos de la Gata consoló en la natural aflicción, cuando 
dejaba los sitios de peligro apartado por sus soldados, sa- 
biendo como todo héroe, trocar el coraje en ternura, y la 
ternura en coraje, según lo reclamaban las circunstancias. 



CAPITULO XXII 



Hasta aquí hemos visto la lucha sostenida en nuestras 
posesiones de Italia, entre las fuerzas invasoras y los 
leales que defendían la soberanía de España en el litoral de 
Toscana, pero comienza otro nuevo aspecto en esta guerra 
que divide la atención, desenvolviéndose unos aconteci- 
mientos en el mar, donde las escuadras de las dos naciones 
enemigas continúan sus querellas, y otros en tierra, que 
por cierto constituyen estos últimos un trofeo de oro^ que 
puede servir de lenitivo al Monarca grande tan sólo en in- 
fortunios. 

Consagrándose de lleno estas páginas al almirante don 
Francisco Díaz Pimienta, ocupa para nosotros el pri- 
mer lugar entre las relaciones que tratan lo sucedido en 
el sitio de Orbitelo, la que él dirigió al Rey, y aunque so- 
mos poco aficionados á la copia literal de documentos, por 
lo cansado y poco ameno que resulta, exceptuamos de este 
criterio la importancia de algunos, procediendo consignarlos 
en la narración, con el fin de hacer resaltar su mérito, lo 
que en el apéndice tal vez pasase desapercibido , con gran 
injusticia y no menos perjuicio para la clara dilucidación 
de los hechos. 



II 



— l62 — 

i<Carta de Francisco Diasi Pimienta escrita á su Ma- 
gestad desde Puerto Hércules, su fecha á 3 de Julio 
de 1646 (i). 

»Señor: 

«Navegando esta Armada y las galeras de España la buel- 
ta de Ñapóles para incorporarse con los Navios y Galeras 
que allí se prebenian, como desde Mahon escribí á Vuestra 
Magestad, encontramos en la costa de Cerdeña las 18 Ga- 
leras de Italia, que por la prisa con que el enemigo atacaba 
á Orbitelo* nos salieron al paso á cargo del Marqués del 
Viso, de quien entendí que los ocho Navios, Capitana y Al- 
mirante de Ñapóles, y seis de la Esquadra del General Me- 
sebray, que se quedaron previniendo, saldrian poco después 
que dichas Galeras. Y en junta de aquel dia que se contaron 
7 de Junio, hizo el Conde de Linares en su Capitana se re- 
solvió que viniésemos via recta á buscar la Armada enemi- 
ga, y porque los vientos eran muy bonancibles se adelanta- 
se las Galeras por si se pudiese ganar tiempo en el socorro. 
Llegué con los 27 Navios de mi cargo á reconocer entre 
Santo Stephano y Telamón á i3 de Junio; y aviendo des- 
cubierto la armada de Francia en número de 36 vageles y 
20 galeras sobre el monte Argentario desde el topo de la 
Capitana, al poner el Sol hizo señal el Gobernador de Or- 
bitelo con artilleria y ahumadas, correspondidas por él , en 
señal de que tenia esta Armada de S. M. en su socorro. 
Aquella misma noche nos juntamos en aquella ensenada los 
Navios y Galeras, que no haviendo hallado oportunidad de 



(i) Es copia de la que á su vez existe en la Dirección de Hidro- 
grafía. D. núm. 27, t. 7.* 



— 163 — 

entrar en Puerto Hércules, avian esperado la Armada de 
Monte Cristi, y resolvimos embestir la enemiga el dia si- 
guiente. Y haviendo amanecido sobre viento bonancible, 
navegamos como la visazon nos diese la ventaja que enton- 
ces tenían, remolcada esta Capitana de las Galeras de Es- 
paña, y todos los demás Navios de otros 26 para suplir (en 
abordando la Armada enemiga) el poco viento que corria. 
Y aunque la Capitana de Francia y otros Navios gruesos 
imitaran esta diligencia, mientras estavan de sobre viento, 
luego que entró la visazon y me salió la quenta que hize, 
largándole todo el trapo para abordar la Capitana de Fran- 
cia, bolvió la grupa de manera que la Galera que la remol- 
cava solo mostrava la palamenta por una y otra vanda, que 
parecia que hera el Navio que embogava. Y como nuestros 
Navios gruesos yvan remolcados de las Capitanas y Patro- 
nas, de manera que yvamos alcanzando la Armada que á 
las 9 de la mañana tubo por cierto avia de ser aquel dia el 
mas glorioso que hubiesen tenido Armas navales de V. Ma- 
gestad, y asi parece que lo temió el Duque de Brezel y su 
Armada según se desordenó en esta retirada, dejando la re- 
taguardia sin navios de Guerra, y tan cortados de nuestras 
Galeras y Navios de fuego, que pareció imposible que de- 
jasen de quemarlos los Capitanes de los que tubiesen orde- 
nes para hazerlo.» 

«Pero los Franceses lograron esta dicha, cobrando uno 
de dos navios, de que ia se havia salido la gente, y cubrien- 
do los otros con Navios de Guerra remolcados de sus Gale- 
ras desde la Vanguardia á la Retaguardia. A esta sazón co- 
menzaron las cargas de la artilleria de vna y otra parte, 
continuando esta Armada de V. M. el alcanze de la enemi- 
ga, con igual deseo de alcanzarla y abordarla en los Capi- 
tanes como se conocia en lo mucho que velejavan, y de la 



— 164 — 

actividad con que manejavan la artillería. Pero fué tan di- 
chosa la del enemigo que contra todos los exemplos, en Na- 
vios de tanto porte y de tan gruesos árboles, me llebó una 
bala rasa el Mastelero meior desta Capitana, echándome de 
alto abajo la vela de Gavia y Juanete maior con que hiva 
alcanzando la de Francia con grande destrozo del aparejo. 

Y como eran tantas las velas de todos los Navios enemigos, 
era imposible que la gente de Mar pudiese obrar en desen- 
redar el aparejo para volverme aparejar, y tan evidente el 
riesgo de lograr los navios de fuego enemigos tan oportuna 
ocasión. Girando de sobreviento desta Capitana desapare- 
jada, avisé al Conde de Linares, que remolcase á viento, 
como lo hizo todo el resto del día mientras me aparejava. 

Y el General Don Pablo de Contreras (que sirve de Almi- 
rante y este día procedió con tanto valor y atención que es 
mui digno de que V. M. le mande dar mui particulares 
gracias y se sirva de hacerle merced de lo bien que procede 
en este cargo) que rindiese el borde peleando para que si- 
giéndole nuestra Armada pudiese evitar que la enemiga no 
echase Navios de fuego, como lo hizo. Y como la Armada 
enemiga después que entró el viento fresco se apartaba de 
ser abordada, no tuvo más daño aquel día que en un Navio 
de fuego que se bolo de un cañonazo nuestro. Y para que 
la fragata Santa Catalina de fuego haviendo recebido vn 
balazo en la berga maior de sotavento de manera que las 
Galeras de Francia la podían cortar, el Capitán sacó su 
gente, á un Navio de guerra nuestro, y la quemó para que 
no la tomase el enemigo. El día siguiente que se contaron 
1 5 de Junio amaneció aparejada esta Capitana, y la Arma- 
da de Francia de sobreviento, y para ganárselo escrivi al 
conde de Linares que rindiese el bordo con las Galeras la 
bueltade Puerto Hércules, para que creyendo que hivan á 



— i65« 

introducir el socorro viniese la Armada enemiga y io le ga- 
nase el barlovento. Y aunque sucedió así luego que se le 
gané y largué todo el trapo en su alcance, se puso en huyda, 
largando todo el mío, sin que me fuese posible alcanzarla 
ni ella se diese por entendida de una pieza que le disparé 
llamándola á batalla quando se hallaba con todas sus Gale' 
ras, y io mui apartado de las de V. M. por la causa referi- 
da que io havia solicitado. El día siguiente que se contaron 
1 6, que también amaneció sobreviento, la Armada de Fran- 
cia, y á su vista y por su barlovento los 8 Navios de Ñapó- 
les referidos; que por apartarse della no se me agregaron 
hasta los 24 del dicho mes, no me pareció disputar el bar- 
lovento; y aunque se lo cedí, y arrié las velas para que me 
buscase con la ventaja de sobreviento, ni lo hize ni me dejó ' 
esperanza de poderla alcanzar; porque aquel día averigüé 
que sus navios se aventajavan á los de V. M. en volocidad, 
ó porque tienen más limpios los costados, ó por que ha me- 
nos tiempo que navegan, ó porque son más veleros. Y así 
resolvimos el Conde de Linares y yo; de amanecer el día 
siguiente en Puerto Longo para tratar del socorro de Orbi- 
telo, y sobrevino tanto viento Sueste, que nos obligó á atra- 
vesarnos entre el Monte Argentario y Tillo: sobre el qual 
se perdió aquella noche la Galera Santa Bar vara de Espa- 
ña que con mucha niar y uiento no pudo montar la Isla, de 
que se salvó la gente y continuó el día siguiente 17 la mis- 
ma borrasca, con que se perdió una Galera de Francia, 
aquella misma noche en Pisemblin, de que tomamos la ar- 
tillería y gente.» 

c(Dos dellas que amanecieron arrimadas á Santo Stephano 
derrotadas de su Esquadra, llegaron nuestras Galeras y las 
reconocieron; y poniéndose en huyda fue alcanzada la una 
nombrada Santo Domingo, buena Galera y nueba que el 



— i66 — 

Conde armó en lugar de la perdida. Y no permitiéndonos 
el tiempo llegar á Puerto Hércules, me obligó á correr 
hasta cerca de Cabo de Cors, quedando la maior parte de 
las Galeras en una cala abrigada del Tillo; de donde luego 
que abonanzó el tiempo, pasó el Conde á Puerto Hércules 
y desembarcó la Infantería que tenia para el socorro de 
Orbitelo. Y haviendo amanecido esta armada sobre la costa 
de Córcega á 19 de Junio y á su vista dos Navios de Fran- 
cia que con el temporal referido se avian dividido en tropas 
cogí el vno que es el mejor de los mios de luego, á que luego 
hize pasar la gente de la fragata Santa Catalina; y el otro 
que era de Guerra se me fue por velero favorecido del 
viento, quando yo quedé en calma, aviendo comenzado á 
cañonearle. Y aviendo entrado en Puerto Longon las Ga- 
leras y Navios á reparar descalabros y á rechazar la Agua- 
da, salimos las Galeras á 23 y los Navios á 24 de aquel 
Puerto, á cuia salida se me agregaron los Navios de Ñapó- 
les, trayendo savida que la Armada y Galeras de Francia 
havian hecho alto en San Remo y enterrados alli los muer- 
tos particulares, excepto el Duque de Bresel, que embalsa- 
mado lo llevaron á Tolón, á donde dizen que se refuerza el 
Armada de doze Navios, y mucha gente para bol vernos á 
buscar, la nuestra la espera de buen agre. Y aviendonos 
juntado en este Puerto de Hércules á 25, y sabiendo que la 
plaza de Orbitelo se hallaba apretada, y que el Gobernador 
della pedia que mientras llegara la Cavalleria, y Infantería 
de Ñapóles, que según carta del Duque de Arcos marchava 
desde i5 con que se pudiese hazer socorro Real, se hiziese 
diversión con la Infantería de la Armada, y Galeras, y que 
se batiesen los Fuertes de Santo Stephano y Telamón, hizo 
salir los Navios de Ñapóles á batir el primer Fuerte, y á 
Jospiter con los de Flandes, el segundo. Y él y el almirante 



— 167 — 

Velaque procedieron lan valerosamente que quemaron y 
sacaron de los Fuertes 70 saetines. Tartanas y Polacas, 
muchas dellas cargadas de viberes y Municiones: el año 
que ha sido mui sensible á los Franceses. Y en junta hecha 
en 26 en que boté lo que contiene la copia de mi voto que 
será con ésta, resolvi que io me desembarcase con la Infan- 
teria de la Armada y Galeras á executar la diversión refe- 
rida. Y haviendolo hecho á 28, y acordado en junta que 
para esto hize con los Maestres de Campo de esta Armada, 
que Don Tavio de San Feliche, que es el que dellos más ha 
militado en tierra y auia para esto reconocido los puertos 
que se avian de ocupar, se encargare como con acuerdo de 
todos se encargó de guiar las marchas, ocupar los puestos 
y componer los batallones y obrar por menox-qtianto con- 
viniese, advirtiendome de lo que conviniese ordenar por 
maior, como quien tiene más experiencia de la guerra por 
tierra, que io le tengo tan limitado como en la junta refe- 
rida confesé, ofreciendo mi persona á falta de más experi- 
mentado sugeto, que por supuesto pudiese excluir la más 
honrada disputa de los Maestres de Campo, sobre no servir 
los vnos debaxo de la mano de los otros. Y aviendome en- 
cargado el Conde esta facción, y ocupado con 3.3oo plazas 
que se juntaron de Armada y Galeras dos colonias que caen 
sobre el Estaño de Orvitelo, á 29 por la mañana recivi un 
papel del Conde de Linares en que me ordenava que reti- 
rase á la colina, donde yo me hallava el tercio viejo del 
Maestre de Campo Don Luis de Sotomayor, que avia mar- 
chado en la vanguardia; y en la misma hora que serian las 
8 de la mañana, y con el mismo oficial que recivi este papel 
se le remití á Don Luis de Sotomayor para que le execu- 
tase. Y aviendome escusado con razones mui corformes á 
su valor, le escrivi un papel desde mi quartel, ordenándole 



- i68 — 

con aprieto á que se retirase. A que me respondió que si se 
lo ordenaua por que no muriese gente de su tercio, que to- 
dos los que en él se hallaran sacrificaban sus vidas de buena 
gana por la gloria que esperaban dar á las Armas de S. M. 
Y en el tiempo que pasavan estas replicas^ se apareció el 
Principe Tomás, aviendo dejado no más que la precisa 
guarnición en los quarteles y ataques con todo el grueso de 
su Cavalleria é Infanteria, al pie de la colina. Y hallando 
el dicho tercio que estava de vanguardia mal guarnecidos 
. de Mosquetería los Batallones de Picas, porque toda la sol- 
daderia de tierra que pude juntar, no supo reparar este in- 
conveniente rompió la Cavalleria é Infantería la vanguar- 
dia, en que se hallaron como soldados en la primera hilera, 
los dos hijos maiores del Conde de Linares y otros Cavalle- 
ros; que aviendo procedido con increible valor, como tam- 
bién lo hizo el Maestre de Campo y su Sargento maior y 
Capitanes, aunque éstos con menos buena disposición, pa- 
saron los Cavallos por sobre ellos; quedando muchos mui 
mal heridos, y presos, el sargento maior deste tercio Alonso 
de Lara, el Capitán Juan Baptista Elexalde, el Capitán Don 
José Centeno y Don Diego de Velasco, para cuio cambio 
tenemos Prisioneros. Y haviendo salido yo á los que de la 
vanguardia se retiraban leshize bolber las caras á mi quar- 
tel. Y aunque el enemigo osado y orgulloso con el primer 
suceso procuró tres vezes romper nuestro cuartel, llebó ta- 
les cargas, con tanto daño de oficiales y soldados, que se re- 
tiraron á puertos superiores, en que pelearon 7 horas con- 
tinuas, procediendo asi la gente particular, como los solda- 
dos sencillos con tal valor, que me costó más cuidado tener 
la vanguardia que no abanzase, porque no convenia, según 
los puertos que haviá tomado el enemigo, que no instarlos 
á que peleasen. Bien que como la contienda fue tan dilatada 



— 169 — 

y más de 400 los heridos, aunque no más de 40 los muertos 
de nuestra parte, y más de tres doblada la del enemigo, con 
pretexto de retirarlos y de cansados de pelear con el mos- 
quete, se me deshilava al poner del sol mucha gente. Por lo 
qual, y por que averigüé que no me hallaba con oficiales de 
Guerra que pudiesen governar segunda batalla contra tan 
gran soldado como el Principe Tomás, no por la parte del 
valor (que éste- también lo han ponderado los enemigos, y 
yo lo debo ponderar á V. M.), sino con la de suficiencia y 
experiencia de guerra terrestre, hize junta con los Maestres 
de Campo de la Armada, que entonces se hallavan sanos, 
que fueron el Marques de la Algava, Don Juan de Benavi- 
des, Don Juan de Chaverri; que todos procedieron como se 
esperaba dellos, y de sus Capitanes que se señalaron vale- 
rosisimamente; por que Don Luis de Sotomayor, y Don Fa- 
vio de San Feliche, aviendo procedido de la misma suerte, 
se hallavart en esta sazón mui mal heridos; y Don Nicolás 
Doria, que governava el tercio de Ñapóles, procedió mui 
como se debe esperar de sus obligaciones, sin retirarse aun- 
que estaba herido. Y con los referidos Don Fernando y Don 
Jerónimo Doria, que tienen mui igual valor con el juicio é 
inteligencia de la guerra, á todos pareció que por las razo- 
nes referidas convenia retirarnos. Y haviendolo hecho el 
enemigo á las 9 de la noche, retiramos nuestros heridos, 
armas y siratrapas, dexando guarnición en la retaguardia, 
á la entrada de las viñas de Monte Felipe. Y haviendo pa- 
rado alli aquella noche, el Conde de Linares se desembarcó 
y mandó que se embarcase como se embarcó la Infanteria. 
La mañana siguiente que se contaron 3o y á primero de Ju- 
lio, hizo Junta el Conde para determinar lo que se devia 
hacer; lo que yo voté, fue lo que se contiene en la copia de 
mi voto, que también será con ésta. Y aunque hubo pare- 



— 170 — 

ceres que se intentase el socorro con la gente de la Armada 
y Galeras los mismos votaron que se intentase la diversión 
y no socorro, por no tener las fuerzas suficientes para in- 
tentarlo sin Gavalleria.» 

«El Conde en consideración de lo referido y haver entra- 
do en la Plaza 60 hombres de 160 que se dispusieron que 
no pudo entrar la vltima tropa por haverla sentido, resol- 
vió que se esperase á que llegue la cavallería .é Infantería de 
Ñapóles, que según cartas del Duque de Arcos se deve espe- 
rar por horas, para obrar según el poder, como más con- 
venga el servicio de V. M. así en el socorro de la Plaza 
como en la seguridad de la gente de la Armada; que ya 
deseo infinito que sin demora en Ñapóles, buelba el resto 
del verano á las costas de Cataluña, aviándose dejado ver 
destos Potentados y Repúblicas; que sin duda han mudado 
semblante con su presencia.» 

«Suplico á V. M. me perdone tan larga carta, que avien- 
do de dar qüenta individual de todo lo sucedido como el 
Conde de Linares me lo ha encargado por su indisposición 
(que en su mucho travajo le he pronosticado por precisa) 
no he podido reducirla á menos volumen.» 

«Guarde Dios la Catholica y Real Persona de V. M.» 

Volvamos de los acontecimientos realizados en las 
aguas, á compartir con los sitiados las penalidades, las 
zozobras y hasta las alegrías que en determinados momen- 
tos disfrutaron, reanudando estos hechos á partir del día 14 
del mes de Junio, donde interrumpimos la diaria relación 
de Jerónimo de Aznar, Maestre de Campo general en Or- 
bitelo. 

Al saberse en la plaza, que había muerto el Duque de 
Bresé de resultas de la batalla, fué grande el júbilo, au- 
mentado por haberse rechazado el enemigo con pe'rdida de 



mucha gente en el asalto á uno de los bonetes que estaban 
debajo de la Roca. El i5 de madrugada, nuestros soldados 
se valieron de hondas para prender fuego á una batería, 
habiendo una explosión de municiones que hizo volar á mu- 
chos hombres y otros daños considerables. 

Los enemigos no lograban salvar ninguna galería, todas 
se las quemaban, pero el 23 tiraron el lienzo de muralla 
entre la Roca y Santa María, y abrieron brecha para entrar 
25 hombres de frente. El 25 á las ocho de la mañana dieron 
un asalto á la brecha y bonete, y fueron rechazados con 
muchos muertos, permaneciendo del 25 al 3o ambos con- 
tendientes trabajando en sus fortificaciones, sin otra cosa 
digna de mención. 

El príncipe Tomás les intimó el lo de Julio á una rendi- 
ción, pero Carlos de la Gata sólo contestó aLtrompeta, que 
si su Alteza quería retirarse, le daba palabra de no darle la 
cola, ni ofenderle desde aquella plaza. 

Repitieron los franceses las embestidas, sufriendo tanto 
daño en la que realizaron el 12, que se volvieron sin avan- 
zar un paso. 

Fué memorable en este sitio el degüello que el día 1 5 hizo 
un Alférez con 25 hombres, matando á 40 de los contra- 
rios; éxito en la guerra que contribuyó á que las energías 
se conservaran para realizar acciones de mayor entusiasmo, 
al saber que la caballería á cargo de D. Luis Federico, in- 
corporado con la infantería que mandaban los Sres. Mar- 
queses del Viso y Torrecusa, marchaban hacia Orbitelo y 
obligaban al enemigo á dividir sus fuerzas. 

En estos momentos ordenó Carlos de la Gata una salida, 
propia de figurar en un poema heroico, y más digna de ser 
cantada por una lira, que de exponerse con la sencillez, 
como se consigna en este relato, sacrificando el entusiasmo 




— 172 — 

á la veracidad del suceso. Salieron de la plaza 100 hombres, 
mandados por el ayudante de Teniente general D. Jeróni- 
mo Aznar, y de los capitanes Miguel Puche y Pedro Mén- 
dez, quemaron á los contrarios algunas fortificaciones, y se 
posesionaron de doce piezas de artillería de bronce y un 
trabuco, faenas que con gran interés se observaban desde 
la plaza, mas llegó un momento que los de la fortaleza con- 
ceptuaron en peligro las vidas de aquellos cien valientes, y 
entonces el capitán Juan de Urbiales que se hallaba de 
guardia ese día, se arrojó al foso diciendo á los suyos: «Aho- 
ra es tiempo de seguirme el que estimara el servicio del Rey 
y fuere mi amigo», con lo que enardeció á sesenta, que in- 
corporados á los ciento, acabaron de ganar las fortificacio- 
nes y pusieron á los franceses en huida con tal desorden, 
que el príncipe Tomás y sus oficiales no los pudieron de- 
tener. 

Pasa entonces la acción á Telamón, donde el Príncipe 
había desembarcado 2.5oo infantes de su Armada y Gale- 
ras, para vérselas con los Marqueses del Viso y Torrecusa 
y D. Luis Ruderico. El Príncipe Matías, por mediación del 
Abad Bentinovo, persuadió al Príncipe Tomás de la conve- 
niencia de embarcarse, al exponerse á perder la armada 
como había perdido el ejército de tierra, si aguardaba al re- 
greso de la nuestra de Ñapóles con repuesto que por mo- 
mentos estaría á la vista, reflexiones que fueron atendidas y 
marchándose de aquellos parajes el 28, dejando en Talamón 
y San Esteban las fortificaciones construidas, y efectuando 
canje de prisioneros con Carlos de la Gata. 

«La pérdida de nuestra gente en todo el discurso de este 
sitio había sido de 100 hombres. El enemigo había perdido 
desde que echó la gente en tierra hasta la fuga, más de 6.000, 
entre muertos á hierro y enfermedad. De cuyos sucesos se 



— 173 — 

• 

deben á nuestro Señor las gracias; el incomparable desvelo 
del Sr. Duque de Arcos, las asistencias y el valor del gene- 
ral Carlos de la Gata, al haber defendido más de 70 días una 
plaza (con sólo la vecindad de tan grandes Generales como 
venían á socorrerla) que el que mas creia que se podia de- 
fender se alargaba á 20 dias, siendo así que los enemigos 
siempre creyeron llevarla en cinco.» 

No se nos oculta que la rigurosa crítica ponga sus reparos 
á los dos textos hasta aquí mencionados y preferidos para 
narrar la campaña de Orbitelo, tachándolos de interesados, 
al ser juez y parte las plumas que la describen, pero este 
criterio para erigirse en ley tiene que ser general, y no siendo 
la veracidad patrimonio de la espada brillante, sino hija de 
toda honrada conciencia, no hay razón justa para que un 
Jenofontes y un César sean narradores y caudillos de las 
mismas acciones y se excluyan á otros, aunque de menor 
aureola tan honrados, como sucede aquí. 

Lo referido sobre el sitio de Orbitelo tiene también su 
comprobación en otros documentos que tenemos á la vista, 
y conocido ya el proceso general de esta célebre campaña, 
reseñaremos algunos episodios que por su importancia no 
debemos omitir. 

En la correspondencia que se cruzó entre el Marqués de 
Bayona y el Conde de Linares, general de la armada que 
fué en socorro de Orbitelo, hay datos curiosos que eviden- 
cian una vez más la heroica resistencia dirigida por Carlos 
de la Gata, y también la verdad de lo que con justicia se 
acusa á esta campaña, tan sobrada en valor, como falta de 
unidad en el mar. 

El Marqués de Bayona aconsejó en sus dos primeras car- 
tas dirigidas al Conde, la una fechada en la Capitana de Si- 
cilia á vista de la isla Tablada, en 10 de Junio de 1646, y la 



- 174 — 

Otra en Puerto Longo á 28 del propio mes, que auxiliara y 
ordenase pronto desembarco en virtud de las críticas cir- 
cunstancias de los sitiados, y aprovechando la ausencia de 
la escuadra de Francia, que después de hacer escala en San 
Remo, hizo rumbo hacia la Provenza. 

El Conde de Linares desde la Capitana de España, na- 
vegando hacia Puerto Longo á 21 de Junio de 1646, es- 
cribió al Marqués, dándole las gracias por la rendición de 
una de las dos galeras de Francia, que dio caza Bayona, 
adelantándose con la Capitana de su cargo. Continúa Bayo- 
na su correspondencia, siendo digna dé atención la carta 
escrita en Puerto Hércules á 27 del referido Junio, donde 
expone un plan de ataque, de acuerdo con Carlos de la 
Gata, proponiendo desembarco de fuerzas por la parte del 
Tumbano, y á la vez por Puerto Hércules, para llevar la 
contusión al enemigo y fortificar dos puertos de impor- 
tancia. 

No tiene este carácter la que escribió el mismo Marqués 
de Bayona, á 28 de Junio en Puerto Hércules, formulando 
quejas por haberse designado el General D. Francisco Díaz 
Pimienta, para ir al frente de las tropas que se desembarca- 
sen, después de él haberlo solicitado con anticipación, cosa 
que le tenía «mortificadísimo». El Conde le contestó el mis- 
mo día, sintiéndose más correctísimo caballero, que gene- 
ral en jefe, le reiteró su alto aprecio, y fundó la elección de 
Díaz Pimienta, por haber en la Armada Real cinco tercios, 
y podían nacer diferencias entre los Maestres de Campo so- 
bre el gobierno, y á fin de evitar esto, creyó conveniente, 
que quien los mandaba en el mar los mandase también en 
tierra. 

La de i.® de Julio de 1646 desde Puerto Hércules nada 
nuevo nos manifiesta, se concreta el Marqués de Bayona á 



-175- 

mencionar los peligros que acosaban á los sitiados, insis- 
tiendo en el desembarco de tropas para socorrer la plaza, 
y no fiarlo todo á la caballería del Duque de Arcos que 
aun no había llegado. 

Sobresale en importancia la que con fecha 5 de Julio, di- 
rige el Marqués al Conde, haciéndole ver, lo que suponía 
para España la guerra de Orbitelo, expresándose en estos 
términos c<el mantener á Su Magestad aquella plaza era el 
mayor servicio que por entonces podía recibir Su Monar- 
quía por las consecuencias tan considerables que de sí daba 
la materia, así para la quietud de Italia, como para las asis- 
tencias de España á donde llamaban las ocasiones presentes 
la mayor uniformidad de sus milicias y armadas, lo que si 
se perdiese Orbitelo totalmente se embarazaba». Tiene la 
referida carta otra parte donde aconseje procedimientos de 
guerra inmediata. 

La declaración del mismo aristócrata que dice, c<la expe- 
riencia nos ha mostrado estos anos que la Armada de Fran- 
cia nunca quiere abordar, y que sus propósitos no son 
otros, que distraernos en la mar, hasta que se rindan los 
sitiados», es un testimonio de valor por su índole privada, y 
por tanto sincero, del cual tomamos nota, insistiendo en el 
desembarco de gente de galeras y bageles, para que unida 
á la caballería den la batalla decisiva, mientras la escua- 
dra vaya á Ñapóles á reforzarse, y ponerse en condiciones 
de combate. 

Desde la Capitana de Sicilia y en Puerto Hércules á 9 de 
Julio, escribió Bayona á Linares «que habiéndose descu- 
bierto la Armada del enemigo, era de sentir que S. E. no 
fuera servido de que la de S. M. no dejase de pelear». A lo 
que contestó el General Conde de Linares. «Con este cui- 
dado me dejo estar. Esta noche entró la Armada como V. E. 



— "176 — 

habrá visto, sí pelea me meteré de muy buena gana con ella, 
caso de no, seguiré mi viaje». 

Amonestaciones idénticas á las ya coincidas, contiene la 
correspondencia que desde la Capitana de Sicilia, en la 
Csla de Guillo á 10 de Julio, dirigió Bayona al General, 
niendo para nosotros particular aliciente esta carta, su- 
puesto se nombra á D. Francisco Díaz Pimienta, á quien 
indica el Marqués para aguardar al enemigo, valiéndose de 
Una extratagema que en su opinión darfa seguro éxito á 
nuestras armas. 

I El 16 de Julio escribió el Marqués de Bayona i Di'az Pi- 
Inienta, participándole el desembarco de gente, que al 
i^^^ando de los Marqueses del Viso y Torrecusa fueron á la 
defensa de Orbitelo, y volviendo él á las galeras, pospo- 
¡liendo sus anhelos de soldados á las conveniencias de la ar- 
piada, después de reiterar se le autorizara luchar con nues- 
tros enemigos en el mar, si se le presentara ocasión, don 
J'rancisco Díaz Pimienta le contestó el mismo día, desde la 
Jí.eal sobre Ansidonia, probando en esta ocasión como en 
kodos los actos de su carrera singular talento. No concep- 
tuaba á la armada del Marqués de Bayona en condiciones de 
■;ombate después de desembarcar toda la infantería, debien- 
lio ir á Ñapóles á reponer la guarnición y no confiarlo todo 
*il mayor número de bageles, que al pelear éstos sin gente, 
m6\o serviría de mayor ignominia la derrota. 

No necesita el Marqués de Bayona el laudatorio certifíca- 
lo que ostenta en su brillante hoja de servicios, ñrmada 
I^UMr el General de las galeras de España en Puerto Longo á 
Ja de Julio de 1646, para merecernos un alto concepto como 
^►.Tiarino distinguidísimo, se basta su correspondencia para 
^^'iianifestar sus singulares méritos y vehemencias de gran 
Tialriota, y aunque él jamás lo supusiera, iban á reportar 



estas cartas grandes beneficios á la Historia, pues pueden 
servir para una imparcial crítica de los acontecimientos, 
al ser tratados con toda la naturalidad y franqueza que 
lleva en sí la documentación privada. 

Todo lo dicho por Díaz Pimienta y Aznar queda en pie y 
robustecido con los juicios del Marqués de Bayona, lo mismo 
que también se confirma plenamente, la falta de condiciones 
del Conde de Linares para llevar la representación supre- 
ma en nuestra armada, al recibir á diario lecciones de lo 
que tema que hacer, á la vez que le recriminaban por lo 
mandado. 

Otra figura de primer orden es la del Marqués del Viso, 
y su carta al IVlonarca escrita en el campo sobre Orbitelo 
á 19 de Julio de 1646, es un precioso testimonio que trans- 
cribimos á continuación, seguros que al extractarlo, sólo 
mutilaríamos su contenido, sin decir ni tan bien ni en tan 
cortas líneas todo lo que ella condensa, pues sin omitir-nada, 
no le sobra una letra al interesante relato. 

Señor : 

c(A los 12 de éste resolvió el Conde de Linares hirse á 
España con las Galeras de su cargo, y quedando al mío las 
Armas marítimas de Vuestra Magestad, resolvimos el Mar- 
ques de Torrecusa y yo el desembarcar toda la Infantería 
de la Armada del Mar Océano y la de las Galeras y inten- 
tar el socorro con toda resolución y fuerza; púsose en exe<«- 
cucion á los 16, y haviendonos incorporado con la Cavaile- 
ria que nos aguardaba en torre Guiano, se formaron las 
tropas con toda celeridad por conocer el aprieto con que se 
hallava Orvitelo; fuimos juntos el Marqués y yo, marchan- 
do con la buena orden y disposición que convenia, y ha- 
viendo llegado estas Armas con toda resolución puestas en 



— 178 — 

batalla abanzandose contra las fortifícacíones del enemigo, 
en llegando á vista de ellas el Principe Tomás las desam- 
paró y se metió en fuga, dejando toda la Artillería que era 
mucha y de gran calidad, quemando todas las municiones 
con todas las diligencias y todo lo demás. El Marqués de 
Torrecusa a acudido como se devia esperar de su mucha 
experiencia y valor al servicio de V. M. y Luis Puderico 
que ha tenido á su cargo la cavalleria, ha hecHo lo que le 
ha tocado con particular afecto y deseo de conseguir suceso 
de tan gran calidad, como haver dechado á Franceses de 
esta parte de Italia, puesto en fuga dos veces su Armada na- 
val, socorrido á Orvitelo y desechos los grandes aparatos, 
gastos y designios con que havian acometido esta Guerra 
contra el Reyno de Ñapóles, y división del estado de Milán, 
de que doy á V. M. la norabuena con todo el gusto que pi- 
den mis obligaciones y con vibo deseo de emplear en otras 
ocasiones la vida que me quedase en el servicio de V. M.» 

«Pondrase la Plaza con toda brevedad en el estado que 
conviene, y con la misma llevaré estas Galeras á Ñapóles 
la Infantería de la Armada para restituírsela, y bolveré á 
salir con todas las fuerzas de Mar juntas á buscar otras oca- 
siones del servicio de V. M.» (1) 

Las Reales cédulas que conocemos con motivo de la cam- 
paña de Orbitelo, fundamentan también lo narrado, y de- 
muestran la importancia que á este sitio se le dio en la 
Corte del rey Felipe, el que si por desgracia hubiese sido 
desafortunado para las armas españolas, hubiera repercu- 
tido muy desfavorablemente para nuestros destinos en 
Cataluña, aún en litigio. 



(i) Es copia del documento núm. 27 de! tomo VII de la colec- 
ción de Navarrete. 



— «79 — 

Todas están expedidas en Zaragoza, residencia por aque- 
lla época del Monarca. La del i5 de Julio de 1646 va dirigida 
al Marqués del Viso, y se le ordena ejecute con toda pun- 
tualidad lo que mande el Conde de Linares, quien directa- 
mente habia recibido instrucciones del Rey. Mucho más in- 
teresante es la de i.® de Agosto del mismo año, confirman- 
do al Marqués en la dirección de las fuerzas navales y par- 
ticipando la llegada á España del Conde de Linares, por 
quien quedaba enterado de todo lo sucedido. Por cierto, no 
hay testimonio tan elocuente como esta Real cédula para 
afirmar, cómo la resolución del Conde de regresar á nues- 
tra Península, fué desaprobada en las altas esferas, siendo 
el criterio del Rey y de los directores de su política, el mis- 
mo que hemos visto con anterioridad defender á los IVIar* 
queses de Bayona, Viso y Torrecusa, quienes sostenían que, 
la defensa de Orbitelo, era lo mejor que se podía hacer en 
beneficio de nuestra Nación y de la Monarquía que la regía, 
no conteniendo ni una sola frase de atenuación para el 
Conde de Linares, y sí líneaá enteras de censura al no con- 
testar las órdenes que se le enviaban, probando los renglo- 
nes que de la misma transcribimos, cómo la regia opinión 
estaba divorciada de la del General de las galeras de Espa- 
ña, pues el instinto de conservación de éste y su excesiva 
prudencia ante perder la armada que conceptuaba de más 
valor que la plaza sitiada, decía el Rey al Marqués del Viso: 
«caso de volver otra vez la dicha Armada enemiga á asistir 
á socorrer al principe Tomás, habéis de salir al encuentro 
para impedirselo y pelear con ella como lo tengo mandado». 
La misma Real cédula menciona á Díaz Pimienta, á quien 
iguala el Monarca en autoridad al Marqués del Viso, al 
terminar una relación detallada de importantes órdenes 
con esta» palabras: «y dejo á vuestra elección y á la de 



— i8o — 

Francisco Díaz Pimienta lo que en esto se pudiere dis- 
_poner». 

McDos importantes son las que tienen la fecha 8 de Agos- 
to y 10 de Octubre de_i646, como testimonios comprobato- 
rios á lo referido, pero no por eso dejan de aportar alguna 
noticia, avisando la primera que de Portugal habi'an salido 
12 navios de guerra y un petacho, desconociéndose el rum- 
bo, y no sea que fueran á unirse á la armada francesa, lo 
advertía al Marqués del Viso y á Diaz Pimienta, concre- 
tándose la otra á darse el Rey por enterado de la forma en 
que se dispuso el socorro de Orbitelo. 

Otra relación anónima (i) que conocemos, nada esencial 
agrega á lo hasta aquí dicho, siendo para nosotros lo más 
importante de la misma, las varias referencias que hace de 
D. Francisco Díaz Pimienta, al quedar de jefe el Marqués 
del Viso. Se ve que muchas órdenes no las cumple el marino 
canario; pero esto, antes de calificarlo de insubordinación , 
se debe analizar, pues tal vez poderosísimas razones le obli- 
gaban. Ninguna negativa que pueda afectar al honor na- 
cional ni al propio, se encuentra; pero cuando se le trazaba 
un itinerario, desconociendo las necesidades de la escuadra 
á sus órdenes (que en determinados momentos fué un hos- 
pital flotante), prescindió de las absurdas disposiciones, y 
velando por los intereses de los buques á él conflados, y lo 
que aún valia más, por la salud y el bienestar de aquellos 
enfermos, buscaba los mejores medios para aliviarles la 
situación, á la vez que hacía lógicas observaciones que ex- 
plicaban su proceder. Además, su alta jerarquía disculpa 
su conducta, y remontándose con su experiencia á los re- 

(p) Hállase impresa en folio sin expresión de lugar ni año, ni 
autor, en el Códice rotulado Sucesos del año 1646, del estante H de 
la sala de Manuscritos de la Biblioteca Keal de Madrid. 



— i8i - 

sultados de las indicaciones, y posesionado de su valer, no 
secundaba lo que creía funesto é inspirado por vehemen- 
cias, que no es nunca buena consejera en esta clase de cam- 
pañas, más de cálculo y previsión que de aventuras. 

La relación del Coronel D. Pedro de la Puente, no nos 
suministra datos nuevos que esclarezcan la figura de nues- 
tro biografiado, pero siempre es un testimonio de impor- 
tancia, que una persona de su autoridad hable de Díaz Pi- 
mienta en análoga forma y coincida con las referidas apre- 
ciaciones sobre esta campaña. También proclama Gregorio 
de Bedoya la alta personalidad del Almirante isleño en esta 
guerra, á la que conceptúa como feliz victoria por mar y 
tierra sobre los franceses (i). 

La disertación hecha por Novao relativa á la armada es- 
pañola, es más explícita en detalles que las ya conocidas, y 
como estas comprenden á Díaz Pimienta, dejan de ser para 
nosotros episodios y tienen sobrados honores para transcri- 
birlos como parte integrante de este estudio. 

«Apartadas las armadas se estuvieron acañoneando has- 
ta las cinco de la tarde de aquel día, porque entre los Gene- 
rales de armada y galeras se despertó rigurosa y perjudicial 
competencia, como suele acontecer para destrucción de em- 
presas y en que España ha recibido ruinas sin encarecimien- 
to y efectos peligrosos sobre quien había de gobernar la fac- 
ción. El Conde de Linares, de nación portuguesa, quería 
descollarse sobre todos; decía que á él le tocaba como gene- 
ral de las galeras de España; el marqués del Viso que él lo 
era de Ñapóles, en cuyo reino estaba y que había de proce- 
der y le pertenecía, y sospecho que seguía este parecer el 



(i) Existe esta relación en el tomo 6i, núm. 22, dé los «Pape- 
les de Jesuítas, en la Biblioteca de ia Academia de la Historia. 



— l83 - 

es (Marques de Bayona), como pariente, y que lo 
de Sicilia; el Pimienta deci'a que al hacer de gene- 
|uella armada real, que no quería ni podía estar á 
nadie, y embistiendo con la capitana francesa, ia 
con ella toda la escuadra, y queriéndola seguir se 
arbolado de un balazo, con que se embarazó y paró; 
}ués se supo que de otro de nuestra capitana mató 
it Francés. Las galeras dicen siguieron la derrota 
rgarita, puerto en la costa de Francia de aquel mar; 
is, sin elegir mejor consejo y el que pedía el caso, 
I con sus galeras á los puertos de Valencia ; envió 
Zaragoza á dar cuenta al Rey de su viaje y de su 
lación, que no quiso oir, y obrando como mal ser- 
tó las galeras al Linares y las dio á D. Luis Her- 
le Córdoba, y aun los demás están amenazados de 
a y castigo, porque en el mejor sentir de todos, si 
ran entrado en discordia, emulación y competen- 
leran haber tomado y desecho aquella armada... 
irgo, fué la fuga d? la Armada enemiga de grande 
ara Francia, y que no se hizo más (de grande glo- 
Espana), prez y honra de Italia, fortuna al fin y 
1 de armadas, en que por algunos años hemos pa- 
uisieranquela hubieran quemado, pues se llevaban 
i fuego, ó presa toda la francesa y dado esta victo- 
ndo. Culpaban al general Pimienta y á todos los 
que si era la dificultad y el impedimento hallarse 
bol, que hubiera hecho capitana de otro bajel, se- 
onducido al fin prósperamente; mas donde se huye 
ide hricer nada; hagámosle ó sírvales esta defensa á 
an trabajado; que sin duda no les debió faltar el 
Qs. deseos particularmente en cabos de tanta ca- 



- i831— 



Á 



En las varias narraciones que conocemos de la guerra de 
Toscana, hay un fondo común, y si se quiere hasta una for- 
ma casi igual en la exposición de los hechos, pero á nuestro 
entender ninguna de ellas es crítica, y todas adolecen de 
juzgar á las personalidades salientes de esta campaña por 
la actitud fínal de los mismos, haciendo omisión de las cir- 
cunstancias y motivos anteriores, que influyeron y deter- 
minaron la conducta de estos distinguidos individuos. Por 
lo que respecta á Díaz Pimienta, observamos nosotros dos 
maneras de ser, una mientras el Conde de Liniers fué ge- 
neral en jefe, y otra cuando éste regresó á España y pasó á 
ocupar su puesto el Marqués del Viso; en ambas etapas, su 
patriotismo y lealtad á las Instituciones es intachable, pero 
la disciplina militar se quebrantó, y si de derecho era el 
Marqués del Viso el general en jefe, Díaz Pimienta lo era 
de hecho, guardando perfecta armonía lo que refiere Novao 
«el Pimienta decía que al hacer de general de aquella ar- 
mada real, que no quería ni podía estar á orden de nadie,» 
con lo que nos manifiesta la Relación anónima que se con- 
serva en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, anterior- 
mente comentada. Sus primeros actos se pueden estudiar 
en su carta al Rey, donde se expresa Díaz Pimienta con 
gran corrección y disciplina, tributa espontanea alabanza 
al Conde de Linares por la acción del 14 de Junio, á quien 
reconoce por jefe hasta el extremo de decir, que escribe 
en nombre y autorizado por el general de las galeras de 
España, quien no lo hace por encontrarse indispuesto, 
á consecuencia de un trabajo excesivo, debiéndonos fijar 
como prueba de lo que sustentamos, que esto lo decía Pi- 
mienta el 3 de Julio de 1646, y la Real Cédula ratificando 
la jefatura de Linares, al enterarse de la desavenencia en- 
tre los generales de galeras, tiene fecha i5 del mencionado 



— i84 — 

mes. Además Díaz Pimienta apoyó al Conde de Linares 
frente al Marqués del Viso y de Bayona, creyendo más con- 
veniente salir al encuentro de la armada francesa entre las 
islas Elba y Monte Cristo, que acudir en socorro de la plaza 
sitiada, siendo injusto que se haga á estos marinos respon- 
sables de no practicar sus planes de batalla, huyendo y eva- 
diendo el enemigo todo encuentro, á pesar de las infinitas 
provocaciones por nuestra parte. Ahora bien,* no fué Díaz 
Pimienta del bando de los exaltados, y por no compartir 
con el Marqués de Bayona y del Viso la manera de pensar, 
se le ha conceptuado indiferente, olvidando sin duda su 
arrojo y bravura, persiguiendo al poderoso enemigo, en un 
navio desaparejado, impulsado por su valor, sin contar el 
número de los contrarios, ni meditar las funestas conse- 
cuencias que podían sobrevenirle. 

D. Diego Duque de Estrada (i), que se hallaba en Ña- 
póles al frente del hospital que recibía á los heridos y en- 
fermos de la guerra de Orbitelo, escribió sobre esta campa- 
ña, tomando por fuente las conversaciones oidas á éstos, y 
se ocupa del general Díaz Pimienta en el mismo sentido 
que ya conocemos. 

El apéndice al capítulo XXI del lomo IV de La Ar- 
mada Española es copiosísima fuente de lo que veni- 
mos discutiendo, y en él pone su ilustre autor de mani- 
fiesto los diferentes cargos que se hicieron á toda la plana 
mayor de generales, donde según «los comentarios de co- 
rrillo,» no brilló la buena dirección y el mayor provecho 
para nuestra armada, habiendo podido destruir á la de 
Francia. Dice: «Deseará V. M. saber la causa: esta ha sido 
discordia entre los Generales. El Conde de Linares, con- 



(i) Memorial histórico, t. XII, pág. 479. 



— i85 — 

forme á la orden que de S. M. tenía, quería pelear , y Pi- 
mienta decía haría lo que se le ordenase, que á todo estaba 
dispuesto. El Marqués del Viso, General de las galeras de 
Ñapóles, y, por consiguiente, de la demás armada de aquel 
reino, decía tener orden del Virrey de Ñapóles de sólo so- 
correr á Orbitelo. Con estas demandas y respuestas pasó la 
armada francesa delante de la nuestra, sin que nosotros hi- 
ciésemos nada, y se fué en salvo á sus puertos. El de Lina- 
res se enfadó y se vino; Pimienta se retiró á un puerto nues- 
tro, y el del Viso se fué á Ñapóles, aunque después volvió 
al socorro de Orbitelo. Halo sentido grandemente S. M., y 
con todo eso no sé si se hacer la demostración que conviene 
en caso tan grave para escarmiento de otros. Él hijo de Li- 
nares fué á dar cuenta de todo á S. M.: unos dicen que no 
le dieron audiencia, otros que sí, mas que fué oido con poco 
gusto de S. M. Linares está en Vinaroz con su escuadra de 
galeras; el del Viso culpa á Linares, que no dio órdenes 
como debía y á Pimienta, que diciéndole bornease su navio- 
para embestir con el enemigo, no lo hizo, diciendo tenía 
poca gente; Linares culpa al del Viso, que no obedeció, y 
así anda todo.» 

No hay en las transcritas líneas cargo ninguno grave ni 
leve para Díaz Pimienta, existiendo en las mismas contra- 
dicciones manifiestas con relación á todos, según lo ante- 
riormente expuesto. Dice que Linares quería pelear, y sin 
embargo, en la correspondencia con el Marqués de Bayona 
se ve lo contrario. Que Pimienta no cumplió órdenes de 
embestir al enemigo, siendo el que sobresalió en bravura, 
sin duda confunndiendo sus hechos de guerrero con los de 
general, cuando Bayona quiso luchar con bajeles vacíos, á 
lo que se opuso Díaz Pimienta, creyendo tan segura la de- 
rrota como vergonzosa. Tampoco vemos nada censurable 



— 186 — 

en las apreciaciones del Marqnés del Viso, al dar prefero^- 
cia al socorro de Orbitelo, y mal podía disgustar esto al 
Monarca, cuando en las mismas Reales Cédulas citadas se 
ve una completa identificación en pareceres entre el Rey y 
el bizarro procer. Pero lo que más hace resaltar la ligereza 
de estos comentarios, es presentar al Conde de Linares 
como un general contrariado por no hallar eco sus ímpe- 
tus belicosos, después de conocer sus cartas, donde se 
muestra frío é indiferente á ello, diciendo claramente que 
no valen aquellos parajes los daños que podía recibir nues- 
tra armada. 

La docta pluma (i) que ha iluminado recientemente los 
anales de nuestra Marina, hace la crítica de la campaña de 
Orbitelo tal vez con un excesivo rigor , fijándose que «las 
escuadras se habían dispuesto y despachado para restaurar 
el crédito de la marina; para buscar y destruir á la de Fran- 
cia aun cuando fuera dentro de sus puertos; órdenes y re- 
comendaciones que los jefes habían desatendido, teniendo 
por dos veces ocasión de realizarlas.» Acusación que no la 
consideramos, á pesar de todos los respetos que nos mere- 
ce su autor, justa, después de saber por varios conductos 
cómo la táctica de la escuadra francesa, desde que aban- 
donó Tarragona para ir á Toscana, consistía más en huir 
del enemigo que en buscarle; ahora bien, participamos de 
su opinión cuando censura duramente «el alejamiento de 
la mar de que habían quedado señores,)^ lo que alentó la 
vuelta del enemigo, que si fué rechazado en Cerdeña, quedó 
dueño de Puerto Longone en la isla de Elba y de Piombino 
en el continente. 



(i) Hacemos referencia al autor ilustre de la Armada Espa- 
ñola, Excmo. Sr. D. Cesáreo Fernández Duro. 



El hecho de ser Díaz Pimienta (i) el almirante designado 
por el Rey para sustanciar causas á aquellos oficiales que 
hubieran faltado á sus deberes, significa mucho al pres- 
tigio del mismo, por masque en la investigación incoada 
con ese propósito le alcanzaran las responsabilidades, pa- 
sando de fue^ á reo, en la compañía del Conde de Linares, 
Marqueses del Viso y de Bayona y D. Pablo de Contreras, 
almirante de la armada del Océano, principales figuras de 
esta campaña, que muy bien podían exclamar el dicho tan 
vulgar como sentencioso, c(que así paga el diablo á quien 
bien le sirve.» 

Convencidos de la patriótica conducta seguida en la gue- 
rra de Orbitelo por nuestro biografiado, deseábamos co- 
nocer el proceso que á él envolvió, seguros que de las acu- 
saciones que se formularon, obtendríamos los mayores fun- 
damentos para el criterio que se viene sosteniendo en estas 
páginas. Mas en esta ocasión nuestra perseverancia no ha 
sido correspondida, y ningún dato nuevo agregamos á la 
noticia que da el ilustre Navarrete en su Biblioteca Mari- 
tima (2). 

Desde luego nos atrevemos á asegurar, que los cargos he- 
chos al almirante Díaz Pimienta por D. Cristóbal Mosco- 
so, fiscal del Consejo de Indias, no pueden ser otros que los 

(i) Archivo Real y general Ue Simancas. Secretaría de Guerra 
de Mar. Decretos de S. M. Ordenes de la Junta de Armadas. Lega- 
jo 2.— 21 Julio 1806. — Sanz de Baruttell. 

(2) Discurso de D. Cristóbal Moscoso contra Francisco Díaz 
Pimienta. Alegaciones. Biblioteca del Arzobispo.— T. V. 

Nuestras gestiones han sido infructuosas para encontrar la 
mencionada biblioteca, utilizando todos los centros que nos han 
proporcionado los testimonios para este trabajo. Los índices de 
procesos conservados en Simancas correspondientes á esta época 
y que hemos detenidamente examinado, también lo omiten. 



>s al hacer las diferentes críticas de la guerra 
e Toscana, y abrigamos esta convicción, por 
;us compañeros en el generalato en idénticas 

üé faltas fueron estas que pudieran afectar á 
constituir cuerpo de delito, viéndole á los po- 
¡mpeñar empleos de igual categoría, y ser la 
soluta confianza de D. Juan de Austria en las 
deras? La lógica tiene sobrados títulos para 
> la historia enmudece, y como ocurre en este 
asta para disipar sombras y dudas, y que siga 
D. Francisco Díaz Pimienta la lealtad que 
só á su Patria y el valor con que supo defen- 
!ra en todos los momentos, 
linar los comentarios que nos sugiere esta in- 
ipaña, no pasemos por alto lo que sobre el 
;n los escritores franceses, quienes como hace 
: Fernández Duro, se apropian el triunfo en 
aciendo afirmaciones que no han tenido otra 
la imaginación de los mismos. Este ilustre 
ite la manera de hacer historia nuestros veci- 
te las célebres frases del P. Mariana: «Asi 
'e los enemigos de España.» 



' 



CAPITULO xxm 



El 22 de Agosto de 1646 (i) zarpó la escuadra española de 
Italia con rumbo á España, viniendo al mando del general 
Díaz Pimienta, y aunque no podamos precisar el día que 
llegó á Baleares, por un Decreto de S. M., dado en Za- 
ragoza el 14 de Septiembre (2), nos consta su llegada á 
Mahón, desde cuyo sitio D. Francisco Díaz Pimienta es- 
cribió varias cartas, fechadas algunas, según el testimonio 
que conocemos, el 3o de Agosto del mencionado ano. El 
contenido de una de éstas refíere que de Mahón pasaría la 
escuadra i las costas de Valencia, con orden de desembar- 
car los tres tercios, de D. Luis de Sotomayor, de D. Juan 
Benavides y de D. Juan de Echeverri, fuerzas que se habían 
de encaminar al socorro de Lérida, siguiendo la escuadra 
á Cádiz á sufrir una reparación general de los desperfectos 
de la jornada de Orbitelo. 

Después de haber escrito esta orden se recibió correo de 
que la armada lo había hecho á Vinaróz, y se mandaba á Pi- 

(i) Sucesos del año 1646 del Estante H, de la sala de Mss. de la 
Biblioteca del Palacio Real de Madrid. 

(2) Decretos deS. M. Ordenes de la Junta de Armada. Lega- 
jo 2, 21 Julio de 1806. Simancas. Sanz de Baruttell. 



— igo — 

mienta desembarcara i.Soo hombres para el socorro de 

Lérida, reiterándole las indicaciones de ir á invernar á 

Cádiz. 
Quebrantado el prestigio de los marinos que liguraron 

cnmo directores en la batalla de Orbitelo, á nuestro entín- 
T por las sombras que la envidia y malquerencia lanza 
:nipre sobre las personas sobresalientes en estas públicas 
apresas, y no por justas acusaciones, pasó el mando de las 
erzas marítimas á D. Juan de Austria, hijo natural del 
onarca, siendo su nombramiento bien recibido; y con el 
-opósito de evitar cuestiones de competencia, se le dio el 
ando de los dos Mares, dejando á su libre elección em- 
ircarse en las galeras ó bajeles. 

Con gran actividad se procedió á la reorganización, 
indo los consejeros del Príncipe, D. Melchor de Borja y 
. Sebastián de Echevarría. La armada salió de Cádiz el 6 
• Mayo de 1647, y constaba de 23 bajeles de guerra, ocho 
: fuego, con unos S.ooo hombres de mar y guerra, mas 
is galeras de España, escolt . de la Real, en que se embar- 
i D. Juan de Austria, incorporándosele en Cartagena tres 
lleras en Vinaróz, desembarcando la mayor parte de la 
fanter.'a con destino al sitio de Lérida, que al fin levanta- 
in los franceses, 

Al morir D. Jerónimo Gómez de Sandoval, le sustituyó 
I su elevado cargo D. Francisco Díaz Pimienta, y hablen- 
) recibido la escuadra nuevos refuerzos, se preparaba á 
iscar la de Francia y Portugal que se creían coaligadas 
mtra nosotros, cuando los graves acontecimientos de Si- 
lia y Ñápeles, reclamaron nuestra atención y nuestras 
erzas, para auxiliar la causa española en peligro, en los 
ismos lugares que habían proclamado ya las proezas de 
jestro Gran Capitán. 



- igi — 

Un documento que no debemos pasar en olvido, por la 
directa relación que tiene con nuestro biografiado al hacer 
encomiásticas referencias que nos complacemos en referir, 
es la Instrucción que dio D. Juan de Austria en el puerto 
de Tarragona, á 26 de Julio de 1647, á los Cabos y Gober- 
nadores de la armada del mar Océano, en el viaje desde 
aquel puerto á Italia. Dice: «Y como quiera que es imposi- 
ble prevenir todos los accidentes de la guerra, se deja al ar- 
bitrio y disposición de tan experimentados y valerosos sol- 
dados el remedio de las cosas que fuera de los referidos avi- 
niesen. En esta conformidad encargamos y mandamos á 
Francisco Díaz Pimienta, caballero de ía Orden de Santia- 
go, del Consejo de guerra del Rey nuestro señor y Gober- 
nador general de ia armada del mar Océano, dé las órde- 
nes á su almirante y demás cabos y capitanes de todos los 
bajeles de esta armada, para la ejecución y cumplimiento 
de esta mía, que ha de ir inserta en las que así diere y dis- 
tribuyere.» 

Ya que vemos á D. Francisco Díaz Pimienta ejerciendo 
un alto cargo en la escuadra que se dirigía á Italia; y que 
reconocía por general en jefe á D. Juan de Austria, no está 
demás que, siendo consecuentes con el método establecido, 
digamos algo de los acontecimientos desarrollados en Sici- 
lia y Ñapóles, hechos que determinaron la salida de la es- 
cuadra de Cádiz el 6 de Mayo de 1647, Y 9"^ llevaba por 
misión terminar con esas revoluciones, que aumentaban 
las desdichas en uno de los momentos críticos de nuestra 
historia. 

Las guerras que sostenía España, obligaban á poner car- 
gas y contribuciones y hacer levas considerables, que de- 
jaban en estado miserable los países que vivían bajo su so- 
beranía, agravando esta situación en Sicilia una gran se-* 



— 192- 

quía, precursora del hambre que muy pronto se dejó 
sentir. 

El Marqués de Velez, virrey por entonces en aquella isla, 
prohibió á los panaderos subir el precio del pan, los que 
dejaron de trabajar, y faltó en el mercado este artículo de 
primera necesidad. Los ánimos se exacerbaron, poniéndose 
al frente de las turbas un calderero llamado Juan Meció, 
siendo Palermo víctima de la anarquía con todos sus ho- 
rrores, hasta que, debilitado el partido popular por la adhe- 
sión de muchos elementos levantiscos, se logró desarmar la 
insurrección, enseñoreada, á excepción de Mesina, de la 
importante isla del Sur de Italia. 

La sublevación de Ñapóles tuvo más importancia, y para 
nuestro objeto ofrece mayor interés. Aquí reinaba el mal- 
estar común á todos los países que en esta época dependían 
de España; los tributos con que gravaban á sus habitantes 
encarecían la vida, y la política no supo evitar, como en 
Cataluña, Portugal y los Países Bajos, que la revolución 
visitase esta comarca de lealtad probada, y en momentos 
comprometidos para la causa española. 

No es nuevo para nosotros el nombre del virrey que 
ejercía el mando por entonces, pues ya le conocemos con 
motivo de la campaña de Orbitelo, y el mismo Duque de 
Arcos que en aquella ocasión envió á Toscana la valiente 
caballería, para libertar á Carlos de la Gata del asedio en 
que le tenía el Príncipe Tomás, es á quien respetables his- 
toriadores acusan de haber provocado los graves aconte- 
cimientos que sucintamente relataremos. 

Para atender á los gastos de la guerra que sosteníamos 
con los franceses, impuso el Duque de Arcos un tributo, al 
consumo de la fruta, alimento principal del proletariado, 
lo que disgustó al pueblo en tal forma, que fué el hecho que 



— igS — 

determinó la revolución. El 7 de Julio de 1647 hubo una 
disputa entre unos vendedores de frutas y los arrendadores 
de la gabela, por negarse aquéllos á pagar lo que se les re- 
clamaba por tributación, tomando parte la muchedumbre 
á favor de los vendedores, y surgiendo de la misma el ven- 
dedor de pescado Tomás Aniello de Amelfi, de 27 años, 
caudillo de los sublevados y jefe de Ñapóles durante estas 
revueltas, que hicieron al Duque ocultarse de las iras po- 
pulares. 

Como pasa siempre en estos casos, lo que comenzó por 
una justa protesta, acabó por una serie de crímenes y es- 
cándalos, que asustan y causan horror, sucediendo á la es- 
cena de abrir las cárceles á los criminales para que hicie- 
ran causa común con el motín que les puso en libertad, 
los incendios de las casas de los que conceptuaban los re- 
volucionarios adictos á la política del Duque de Arcos, y 
hasta hechos de antropofagia que nunca lograrán atenua- 
ción, y siempre merecerán el eterno vituperio de la critica. 

Este estado de anarquía era insoportable aun para los 
mismos que lo crearon, y el 14 de Julio de 1647 se hizo la 
jura de los nuevos privilegios y concesiones, apareciendo 
unidos para el restablecimiento del orden, el virrey y Ma- 
saniello, pudiendo muy bien decirse, que con esto terminó 
el primer período de esta revolución. 

La transacción con el virrey, le trajo á Masaniello el 
desvío del pueblo que le tuvo por ídolo, considerando mu- 
danza tan repentina, de la enemistad encarnizada á la 
alianza conveniente, como apostasía y traición á los ideales 
anteriormente defendidos con belicosa actitud; así pues, 
suscamaradas se convirtieron en sus enemigos para luego 
trocarse otra vez en amantes y admiradores, cuando una 
cuadrilla de asesinos le dieron muerte á puñaladas, y el 

i3 



— '94 — 
fuego al parecer ya extinguido de la revolución adquiere 
cuerpo con mayor furia y empuje, atribuyendo los rebel- 
des este crimen á inspiración del Virrey. Entonces ofrecie- 
ron al héroe de Orbitelo, Carlos de la Gata, el primer pues- 
to en esta revolución, el cual no aceptó, «acreditando más 
con esto su acrisolada lealtad.» No fué del mismo parecer 
el Marqués de Toralto, el que había defendido á Tarragona 
con heroísmo, y como hace notar un iluhire historiador, 
tal vez le obligaría, tener á su esposa en poder de los ínsu- 
. rrectos, ó buscar una fórmula de concordia, cosa más creí- 
ble tratándose de este bizarro procer, que verle alucinado 
por las promesas de los sediciosos. Sin embargo, no lué 
grande su ascendiente para impedir el ataque que hicieron 
los sublevados al palacio donde se hallaba el tercio viejo de 
napolitanos, respondiendo los dos castillos á esta agresión 
y entablándose una mortífera pelea, que Toralto al fin pudo 
refrenar y entrar en capitulación, cuando se presentó en 
aquellas aguas la escuadra española el i.° de Octubre 
de 1647. 

La Historia general de E^spaña de D. Modesto Lafuente 
dice, que la armada que llegó á Ñapóles al mando de 
D. Juan de Austria, se componía de 22 galeras, 12 naves 
gruesas y [4 buques menores, y los tres tercios de españoles 
y uno de napolitanos que iban á bordo, sacados de Catalu- 
ña, hacían un cuerpo de 4.000 hombres. 

Muchos de los rebeldes visitaron á D. Juan de Austria y 
se mostraban propicios á la paz, entre estos el Marqués de 
Toralto, pero los exaltados esperaban auxilios del Rey de 
Francia y optaban por el combate, Fracasadas las negocia- 
ciones, comenzó á la vez el fuego de los castillos y de los 
bajeles sobre la población, llegando á la importante cifra de 
ibo.ooo los sublevados, que impidieron á los 4.000 hombres 



— 195 — 

que desembarcó el Príncipe penetrar en las calles, enta- 
blándose una lucha cruel, admirablemente descrita por 
nuestro gran Duque de Rivas, que consigue con su estilo al 
historiar estos acontecimientos, que todo ese pasado vuelva 
á adquirir envoltura carnal al evocarlo su genial pluma. 

Haciendo relación á estos sucesos, se expresa en estos tér- 
minos el más ilustre de los historiadores de la Marina es- 
pañola en la actualidad, señor Fernández Duro: «Días de 
horrible lucha, de estrago y sangre fueron aquellos en que 
disparó la armada 16.000 balas, sin conseguir el resultado 
que el Virrey se prometía. Lejos de ello, los tibios y los in- 
decisos hicieron causa común con los que los excitaban: la 
sublevación pasó á ser rebelión declarada, proclamándose 
los jefes del pueblo en república independiente bajo la pro- 
tección del Rey de Francia.» 

En estos días perecieron unos 12.000 hombres y 2.000 ca- 
sas fueron destruidas; El Marqués de Toralto corrió igual 
suerte que Masianiello, pasando á ser generalísimo de los 
tumultuosos Genaro Annese, quien tenía por principal tí- 
tulo su odio á España. 

Hubo entonces una reacción favorable para la causa es- 
pañola; queriendo contrarrestar los nobles napolitanos, 
acaudillados por el general Tuttaville, las simpatías que 
iban despertando en Europa los partidarios de la .emanci- 
pación de nuestra península, cosa natural, siendo todo el 
continente, á excepción de la parte católica del Imperio 
austriaco, nuestro común enemigo. 

Los sublevados, queriendo unir á sus quejas presentes 
antecedentes históricos, ofrecieron el trono de Ñapóles al 
Duque de Guisa, Enrique de Lorena, como descendiente de 
Renato de Anjou. Se juzga al de Guisa falto de talento al 
conceptuarse con fuerzas propias para ser en Ñapóles lo 



— 196 — 

|ue fué en las Provincias Unidas Guillermo de Orange, 
uando el éxito de su candidatura dependía de ta protección 
' simpatía que Francia le mostrara. 

El 18 de Diciembre de 1647 se avistó la escuadra francesa 
1I mando del Duque de Rtchelieu, compuesta de 3f) navios 
e linea, 11 burletes y 30 galeras. Desde ese momento fué 
onvicción general que Ñapóles dejaba de ser de los espa- 
oles; mas todo fué un engaño, pues á !a política francesa 
o le convenía el engrandecimiento de ta casa de Lorena, y 
ste era el fin que llevó á aquellas aguas la escuadra de Rí- 
helieu, para evitarlo por hábiles medios. 

Pronto encontraron el motivo de desavenencia con el de 
luisa, éste les negó el torreón del Carmen, y entonces 
lO desembarcaron las fuerzas para hacer su causa; inter- 
alos tranquilos para D. Juan de Austria, que reunió su 
scuadra, embarcó los cationes y soldados que estaban en 
erra, y salió á esperar á la de Francia el 21 de Diciem- 
re, con 30 navfos de guerra , siete de fuego y 1 a galeras, 
¡niendo lugar al siguiente día un combate parcial, que duró 
ñas horas, sin importancia. 

Los franceses esquivaban encontrarse con nuestros bu- 
ues, y repitiéndose en los días sucesivos operaciones aná- 
)gas á las ya conocidas, hicieron rumbo á las costas de 
rancia, mientras los nuestros retornaron á las aguas na- 
olitanas. Grande fué la decepción de los sublevados al 
ersuadirse que la escuadra francesa no apoyaba al Duque 
; Guisa, decayendo el entusiasmo; éste á su vez, con sus 
cencías y soberbia, no supo organizar un partido fuerte, 
rcunstancias todas favorables que aprovechó D. Juan de 
\ustria viendo que el Duque de Arcos era incapaz de res- 
iblecer el orden, para apropiarse funciones de virrpy. em- 
szando por embarcar para España al mencionado Duque. 



— 197 — 

El gobierno de Madrid no amonestó al Príncipe por las 
atribuciones que se tomó para deponer al Duque^ y con- 
siderando transitorio este estado de cosas, nombró virrey á 
D. Iñigo Velez de Guevara, Conde de Oñate, embajador á 
la sazón en Roma y personaje de honrosa historia. Cuando 
llegó á Ñapóles encontró muy levantado el espíritu de las 
tropas españolas y sin haber perdido una sola posición, á 
pesar de la superioridad en número del bando contrario. 

La noticia de haberse apoderado de la isla de Nisida, 
próxima al Promontorio Posilippo, unas galeras españo- 
las, hizo que el Duqne de Guisa con 5 ooo de los suyos 
abandonase Ñapóles para defender sus derechos á la isla, 
circunstancias que aprovechó el de Oñate para atacar á la 
ciudad y hacerse dueño de ella, desarmando á una revolu- 
ción que en ocho meses hizo derramar sangre á torrentes. 
Las piov^incias se fueron sometiendo y el de Guisa huyó, 
pero se le alcanzó en Capua, quedando prisionero (el 6 de 
Abril de 1648), perdonándole generosamente la vida Don 
Juan de Austria, y consiguiendo más tarde la libertad á 
ruegos del Príncipe Conde. 

El Conde de Oñate empleó procedimientos de demasiado 
rigor para restablecer la soberanía española, política que 
contrastaba con la diplomacia que usó D. Juan de Austria, á 
quien querían los napolitanos por virrey, pero éste tuvo ta- 
lento y patriotismo para posponer los halagos á su amor pro- 
pio, ante los derechos que delegó su Nación en el de Oñate. 

Dice la Armada Española: «La escuadra del mando de 
Pimienta regresó á fines de Agosto, trayendo veinticuatro 
navios de guerra y ocho de fuego, no tuvo por entonces 
otro servicio que la conducción del príncipe D. Juan á Si- 
cilia y asistencias á las fiestas con que tomó posesión en Me- 
sina el 27 de Septiembre.» 



En los acontecimientos que tuvieron lugar en estas re- 
vueltas, no tenemos noticias que nos autoricen para sin- 
gularizar á D. Francisco Díaz Pimienta; pero desde luego 
á él cabe parte de la gloria que todos reconocen en Don 
Juan de Austria. Que el' Pn'ncipe le tuvo en alta estima, 
y que el cargo que desempeñó en la armada española tenía 
gran importancia, se encargan de probarlo documentos 
cuya transcrtción resulta más oportuna á medida que 
avanzamos, lo mismo que la instrucción dada en Tarra- 
gona por D. Juan que nos es conocida; además, la %ura 
de un individuo de la familia real al frente del mando, 
hace que sus consejeros vivan obscurecidos para la opi- 
nión, y que ésta, ofuscada por la estirpe regia, tributara 
todo su aplauso al Príncipe, é ingratamente olvidase á 
oíros que contribuyeron al éxito, máxime tratándose de 
D. Juan, en quien nos complacemos reconocer indiscuti- 
bles méritos. Siguiendo los pasos á nuestro almirante Don 
Francisco D/az Pimienta podemos decir, en virtud de lo 
narrado, que regresó á España de Ñapóles y Sicilia en 1648, 
y aunque individualmente no ostentase nuevos laureles en 
su carrera, desde luego nos atrevemos á asegurar su coope- 
ración, conociendo ya su patriotismo y lealtad, y conside- 
rando que nuestra soberanía quedaba restablecida en las 
posesiones de Italia, y por cierto con mejor fortuna que la 
que nos acompañó en los Países Bajos, que rompió con Es- 
paña todo vínculo político, después de hacer tiempo que 
no nos ligaba ningún lazo de amor. 



CAPITULO XXIV 



A un espectáculo más elegante y aparatoso, que conve^ 
nionte para los destinos de nuestra Patria, concurrió tam- 
bién D. Francisco Díaz Pimienta, y nos referimos, á la con- 
ducción de D.* María Ana de Austria, hija del emperador 
Fernando III, la prometida del malogrado príncipe Balta- 
sar Carlos, desposada luego con el que iba á ser su padre 
político, nuestro monarca Felipe IV. En Final, punto de 
partida, se reunieron para acompañar á la galera real, 
tres de la escuadra de España, cuatro de Ñapóles, cuatro 
de la de Sicilia, dos de la de Gerdeña y cinco de la. de 
Genova, acudiendo además al mencionado puerto, la 
escuadra del Mar Océano del mando de Díaz Pimienta, 
con 20 navios y S.ooo soldados de infantería, estando toda 
esta fuerza á las órdenes del Duque de Tursi. El 29 de Agos- 
to salió de Final y desembarcó en Denia el 4 de Septiem- 
bre de 1649, la que iba á ser reina de España, sin ninguna 
otra contrariedad en la travesía, que los disparos desde la 
torre de Llobregat, violándose así el salvo-conducto, y acto 
que pugna con toda cortesía que para poderlo disculpar,, 
hubo que atribuirlo á un Gapitán demente. 

En el año i65o hay un movimiento de fuerzas, y tuvieron 
las escuadras ocupación de mayor importancia. Se enviaron 



— 200 — 

en auxilio de Venecia amenazada por los turcos, ocho na- 
ve^; las de la guarda de la carrera de Indias al mando del 
general D. Juan de Echeverri al cruce ordinario, y en pre- 
visión de lo que ocurriera en Francia por la guerra de la 
Fi^nddy vigilaban en San Sebastián tres fragatas de Dun- 
querque, guardando las bocas del Ebro ia escuadra de 
galeras de España, reconcentrándose la demás fuerza en 
Italia á las superiores órdenes de D. Juan de Austria, y 
constando de 27 bajeles de guerra, 9 galeras^ 120 tartanas, 
y 80 falucas, componiendo un total de i3.ooo soldados con- 
tando con el contingente de Genova y Sicilia. 

Toda esta fuerza se dedicaba á la nueva campaña de 
Toscana, relatándola el tantas veces citado como maestro 
en estas páginas Sr. Fernández Duro, con tal claridad y 
sencillez, que preferimos copiar su narración que presumir 
de originales, no lográndolo nunca, y si exponiéndonos á 
falsiñcar la verdad de lo sucedido. 

«Destinábase tan considerable expedición á desalojar á 
los franceses de Toscana y reunida que estuvo en Gaeta 
el 18 de Mayo pasando á San Estéfano, se acometió al mis- 
mo tiempo la expugnación de Piombino en el continente y 
de Portolongone en la isla de Elba, desembarcando tropa 
y material y abriendo desde luego trincheras. La armada 
se situó en crucero sobre la costa de Provenza para impe- 
dir acción de la de Francia, dejando algunas naves que 
ayudaran á batir y asaltar los muros de Piombino. El blo- 
queo de ambas plazas se confío á las galeras, que hicieron 
buena guardia día y noche impidiendo socorros. Seis fran- 
cesas que lo intentaron de frente se vieron obligadas á re- 
troceder y á intentar el recurso de reforzar una con 900 
hombres y arriesgarla de noche, pegándose á tierra; mas 
aun asi fué descubierta y echada á pique, sacrificándose los 



íi>. 



— 20I — 

valerosos tripulantes en obsequio de sus compatriotas; ac- 
ción siempre digna de loor.» 

«Piombino capituló el 19 de Junio, saliendo con los ho- 
nores de la guerra 400 franceses, y quedando otros 100 pri- 
sioneros. Portolongone resistió más; estaba bien guarnecido 
y aprovisionado, y mientras mantuvo esperanza de auxilio 
exterior puso en juego cuanto enseña el arte de la guerra, 
al fin se rindió igualmente con buenas condiciones el 3 1 de 
Julio; y aunque se restituyeron las plazas á su señor el 
príncipe Ludovisio, sobrino de su Santidad, quedaron de 
guarnición 2.000 hombres en una y 800 en la otra. El res- 
to reembarcó, restituyéndose D. Juan de Austria á Palermo, 
donde fué recibido con honores triunfantes; el Conde de 
Oñate á Ñapóles, las galeras de Sicilia á llevar al Final su 
tropa; las de Ñapóles y Genova á España, y á Cataluña la 
armada de navios, conduciendo 400 infantes y 400 caballos.» 

En este nuevo triunfo para la armada española también 
intervino D. FranciscorDíaz Pimienta, según se precisa cla- 
ra y terminantemente en la colección de documentos de 
Vargas Ponce. El título de Veedor de galeras que dio el 
Rey á Egües y Beaumont, con fecha 5 de Agosto de i65o, 
el hacer relación á los servicios que había prestado dicho 
marino, que le hacían muy acreedor á esta merced, cita 
entre otros títulos el siguiente: «gobernando los galeones 
El Salvador del Mundo y la Concepción, en que pasasteis 
llevando á nuestro cargo desde Cádiz al reino de Ñapóles 
la infantería que se juntó con la Andalucia. y habiéndoos 
agregado á la dicha armada el general Francisco Díaz Pi- 
mienta, os nombró por Almirante de ella en el Ínterin». 

Era fatal destino para nuestra Patria en esta época, lu- 
char en la península y fuera de ella con tantos enemigos 
diseminados como guerrilleros, que procuraron no dejarnos 



— 202 — 

un momento de sosiego, convencidos, que la mejor y eficaz 
manera para vencernosj era dividir nuestras energías. 

Si en la autorizada opinión de un escritor ilustre, las em- 
presas de nuestra Historia en su siglo de oro, fijándonos 
principalmente en el descubrimiento y conquista de Amé- 
rica, se tomarían por mitológicas si no dieran fe de las mis- 
mos tiempos un tanto recientes que se eslabonan con los 
que corremos, estudiando el período de nuestras desgracias 
y viendo la resistencia y constancia jamás igualada con que 
se defendió España de sus enemigos, aunque parezca un 
contrasentido, procede emplear el mismo comentario. Ar- 
mas rebeldes desgarraron la península en guerras fratrici- 
das, Ñapóles y Sicilia se sublevaron; las Provincias Unidas 
consiguen su independencia después de una tenaz como 
sangrienta porfía, combatiéndonos Francia erl todas partes 
y en todos los momentos, mientras holandeses é ingleses, no 
pasaba un día sin hacernos un daño en nuestros dominios 
transatlánticos, logrando con lo <iue habían explorado 
y más aun con lo que nos despojaron formar un imperio 
colonial que hiciera frente al nuestro, y que al fin no sólo 
nos superase, sino que ya constituido en un Estado inde- 
pendiente de Europa, nos expulsara de lo que fué legítimo 
solar de la Patria española. 

Es verdad que no surge el poema heroico ni se forma la 
epopeya en la literatura de los pueblos, cuando infortunios 
análogos á los reseñados se posa en los mismos, pero hay de- 
cadencias, ó mejor declinaciones de poder, en que intervie- 
nen supremas causas que al investigador se le ocultan, ó lo 
provocan conflagraciones que pueden sembrar la muerte 
á un estado, sin que éste por eso desmerezca en digni- 
dad y en sublime abnegación , preciosas virtudes, que 
cuántas veces las ostenta mejor el vencido que el vence- 



— 203 — 

dor, y se pueden encontrar en su mayor pureza, sirviendo 
de epitafio, que rebosando el botín del avariento conquis- 
tador. 

Casi al mismo tiempo que desalojábamos á los franceses 
de las plazas que tenían en Toscana, se sitiaba en Cataluña 
á la de Tortosa, que desde Junio de 1648 la tomó por asalto 
el mariscal Schomberg. Siendo virrey el marqués de la 
Mortera, se formó un ejército de 12.000 bombes, y aprove- 
chando el desmayo que los catalanes sentían, se apoderaron 
las tropas leales de Flix y de Mirazet, sitiando luego á 
Tortosa, plaza que la recuperaron el 27 de Noviembre del 
año mencionado. En este sitio ejerció nuestra marina un 
papel muy útil, y tal vez á su cooperación se deba el triunfo 
de nuestras armas: cinco galeras de España y una de Cerde- 
ña vigilaban el litoral, pues los sitiados no podían esperar 
otros auxilios que los que por mar vinieran, así lo vio tam- 
bién el duque de Mercoeur, virrey en Cataluña de los fran- 
ceses, y al efecto envió una flotilla de barcos ligeros con 
víveres y municiones, en la creencia que llegarían al poder 
desús compatriotas sitiados. El barón de Ligni se propuso 
con cuatro navios eliminar á nuestras galeras, pero más 
hábil y favorecido por la suerte el duque de Alburquerque, 
á pesar de la desigualdad, batió y rindió á los navios france- 
ses, mereciendo reputación universal de intrépido y singular 
marino (1). 

Anterior á la toma de Tortosa por las armas españolas, 
se habían realizado otros acontecimientos favorables á 
nuestra causa nacional, mereciendo especial recuerdo la 



(i) Memorias de la Real Academia de la Historia, tomo X, pá- 
gina 35 1. 



— 204 — 

incursión, que llevó á cabo D. Juan de Garay, al fretiteilel 
ejército hasta las mismas puertas de Barcelona, más para 
atemorizar á los naturales, que con el ñn de sitiar y tomar 
plazas, no obstante Castelló quedó por España. 

El espíritu belicoso de los catalanes decaía, «reconociendo 
al cabo que de su separación no habian recogido otro fruto 
que perder en el cambio de señores; porque pérdida era te- 
ner que sufrir de extraiios lo que no habían podido tolerar 
de los propios» magistral apreciación considerando esta 
guerra en general del ilustre D. Modesto Lafuente, por mis 
que no hubiera sido tan afortunada su réplita seguramen- 
te, si algún hijo de la rei;ión catalana entusiasta de este mo- 
vimiento separatista, le hubiese objetado, que las ofensas 
de los intimes duelen más que las que infringen los ajenos. 
Decidió el Marqués de la Mortera, observando la desanima- 
ción de los catalanes, al ver que los franceses, sus aliados, 
no se preparaban para recuperar á Tortosa, sitiar la ciudad 
de Barcelona, saliendo de Lérida con 1 1 .000 hombres, en- 
tre ellos muchos' catalanes, en Junio de i65t. Para dirigir 
la acción en el mar secundando los deseos de la Mortera se 
trasladó D. Juan de Austria desde Sicilia á las aguas catala- 
nas, haciendo el viaje con seis galeras de Ñapóles al mando 
de D. Alvaro de Meló, y sumándose á las mismas, cinco de 
Sicilia á las órdenes del Marqués de Bayona, y cuatro na- 
vios transportes con 40.000 fanegas de trigo que salieron de 
Palermo el a8 de Mayo, tocando en Trápana, Caller, Ma- 
llorca é Ibiza. 

En la navegación de Sicilia á Barcelona ocurrieron dos 
accidentes de importancia. Un navio francés denominado 
■León Coronado», el 17 de Julio del referido año, con 36 
cañones y 400 tripulantes, rompió el fuego sobre nuestras 
1 1 galeras causando en hora y media á todas averías, y mu- 



— 205 — 

riendo de nuestra parte 99 y heridos 227. Este rasgo de va- 
lor y arrogancia también les costó caro á ellos, al sucumbir 
el Comandante, cuatro caballeros de Malta y 200 marinos 
y soldados, quedando heridos 70. Una cosa parecida acon- 
teció con otro navio catalán, que protegido por una torre 
artillada embistió á toda la escuadra, y como dice el señor 
Fernández Duro, «fué de reputación para las armas y de 
buen ejemplo para la gente, pero temerario.» 

Barcelona pasa ahora á ser el objeto de toda mira é inte- 
rés para las partes contendientes, los franceses trocaron la 
indiferencia que les dominaba en bélico entusiasmo, y si es 
verdad que dentro de la plaza existía una corriente de sim- 
patía favorable á España, no hay que perder de vista que 
alH afluyeron también todos los portaestandartes del sepa- 
ratismo, acaudillados por D. José de Viure y Margarit, 
quienes con gran denuedo construyeron fortificaciones, y 
conservaron la comunicación con Monjuich, sitio extratégi- 
co de primer orden, que les permitía hacer segura puntería 
eo el campamento de Sans, donde el Marqués de la Mortera 
tenía parte de su ejército sitiado hasta la torre de Novell, 
así como otra parte acampó, de San Andrés al mar, mien- 
tras la caballería ocupaba el llano para impedir la entrada 
de bastimentos. 

Esta era la situación de las fuerzas terrestres, y con rela- 
ción á las de mar hay que advertir, que á los buques que 
vinieron de Italia con el Príncipe D. Juan, se unieron las 
galeras de la escuadra de España, que mandaba el Duque 
de Alburquerque 

No se formalizó tan pronto como fuera de desear el sitio 
de Barcelona, pero la situación de la ciudad fué crítica des- 
de luego, si se considera el espíritu de la región y las fuer- 
zas de importancia que sitiaban la plaza, superiores á las 



— 206 — 

que Francia pudiera mandar en su defensa, sin que este 
juicio sirva para conceptuar despreciables los refuerzos que 
introdujo el Conde de la Motte y que hicieron recobrar 
alientos á Magerit. 

Si hasta aquí no suena en la última etapa de esta campa- 
na el nombre de nuestro biografiado D. Francisco Díaz Pi- 
mienta, á quien dejamos en la honrosa campaña del Veedor 
Egües y Beeumont, no pasa un sólo día desde que se decidió 
cerrar el puerto, que no figure nuestro General desempe- 
ñando misiones importantísimas, siendo el brazo derecho 
de D. Juan de Austria y ¡quién podrá negar si en muchos 
de los hechos cerebro director!, pero apena, verle trabajar 
con alma y vida en una empresa, cuyo éxito definitivo le 
reservaba la Providencia no alcanzar, y por lo mismo le 
da la historia mayor parte en la gloria, habiendo sufrido 
todas las penalidades y exhalando el último suspiro la vís- 
pera del triunfo. 



CAPITULO XXV 



En la «Historia de los hechos del Serenísimo Señor Don 
Juan de Austria en el Principado de Cataluña, por Z). Fran- 
cisco Fabro Bremundanoi), se lee en la pág. 94 lo siguiente: 
Habiendo D. Juan de Austria significado al Rey cdo que 
importaría (para cerrar el puerto de Barcelona) tener allí á 
la armada del mar Océano ó la mayor parte, y juntamente 
un buen número de Barcos Longos de Cádiz y Bergantines y 
Saetias armadas de Mallorca», contestó Felipe IV con fecha 
7 de Septiembre de i65i: «Que en quanto á cerrar la puerta 
de la Mar, se había reconocido el acierto con que su Alteza 
lo discurría, y assi havia mandado Su Magestad, que viniese 
el general Francisco Dia^ Pimienta y que de Cádiz se em- 
biassen algunos Navios que incorporados con los que se ha- 
llavan en las costas de Cataluña, hiziesen un Cuerpo de Ar- 
mada sufficiente. Y que otrosí viniesen los Barcos Longos 
de Cádiz y una Armadilla de Bergantines de Mallorca.» 

Nos hubiera bastado que en estos términos se expresase 
t'abro Brcmundano para recoger nosotros lo escrito por su 
autorizada pluma y tenerlo por cierto y evidente, pero como 
en esta clase de trabajos no está nunca demás la abundan- 
cia de pruebas, nos complacemos en que la orden á que 
alude este distinguido escritor, lo corrobora el Rey al decir 



«que se prometeo muy buenos efectos medíante la vígílan- 
t, celo y atención de Díaz Pimienta (i), volviendo á ex- 
esar^e en términos laudatorios para csie marino en la 
leva orden que con fecha i3 de Septiembre de! mismo 

0(2) dio, ratificando su juklo de confiar el éxito del sitio 

asedio por mar. 

Hay cuatro días en un Dietario (3) sobre este sitio, donde 

encuentran noticias que confirman la ejecución de las 
denes que ya conocemos. «Viernes 1 5 (Septiembre). Tam- 
én llegaron de Madrid tres cavalleros Portugueses de mu- 
ía sangre que pasaban á servir al cxercito y tocaron en 
ta plaza de Binaroz para buscar embarcaciones en que 
isar con sus cavallos; besaron la mano de S. A. (Don Juan 

Austria) y salieron ¿idmirados de sus grandes portes; 
serón que de la Armada Real, que estaba en el pasaje 

navios, las dcmiis tuercas con su general Francisco Dia^ 
imienta partieron á assislir á la parte del mar de Barce- 
na para quitar el que no les entrasen bastimentos; y que 
ihian 1 5 barcos longos y cuatro bergantines. Jueves i5 
tetubre). A las 8 de la noche por tierra llegó D. Manuel 
muelos, Almirante general de la Armada Real; vino del 
isage, traxo consigo algunos cabos y entretenidos, y se 
po que los navios del pasage ninguno vendría á esta oca- 
>n de Barcelona: sino quedaban para la de Burdeos, que 
ibía partido el General Francisco Dia\ Pimienta de Ma- 

(1) Documento núm. 1.002 del arl, 3," de la colección de Saní 

Baruiiell. Dirección de Hidrograíla. 
(3) Documento núm. 1.004 del ari. 3.° de la colección de Sanz 

Barutlell. Dirección de Hidrografía. 
(3) Biblioteca Nacional. M. 11, núm. 2.38a. «Relación de todo 

sucedido en el sitio de Barcelona, puesto por el Señor Don Juan 

Austria y el Marqués de Morlara en quanio duró el año de 
5i.» 



— 209 — 

drid á Cádiz á disponerlos que habia allí para venir con 
ellos... Martes 24 (Octubre). Al amanecer dio fondo en una 
tartana el general Francisco Diax Pimienta , que vino de 
Madrid á Cádiz, y venían 12 barcos longos y 3 saetías pard 
defender que embarcaciones pequeñas no entrasen basti- 
mentos en Barcelona; llegó luego á besar la ñfiano á S. A., 
de quien fué muy bien recibido... Sábado 28 (Octubre). 
Este día llegaron los barcos longos de Cádiz que fueron 12 
y se reconocieron también á la mar tres tartanas, que 
venían de la misma parte; y unos y otros eran para guar- 
dar la entrada de las embarcaciones pequeñas en Barce- 
lona.)^ 

Más adelante en el libro de Fabro Bremundano, en la 
pág. 128, se relata un suceso que no puede ser más lison- 
jero para nuestro biografiado. Notaron las fuerzas de mar 
que habían disminuido las defensas de los sitiados en el 
barrio opuesto á Santa Madrona, por haberse aumentado 
las de Montjuich en cinco baterías. Entonces «ordenó sU 
Alteza al General Francisco Díaz Pimienta, á 27 del mes 
(Octubre de i65i), que con los seis Navios de Guerra que se 
hallavan en aquella cercanía bordease sobre la ciudad y lo 
que se hallasse en el Puerto, y les diesse las mas cargas que 
permitiesse su movimiento. Lo qual ejecutó como quien era, 
que mas no se puede encarecer, pues aunque el temporal no 
le dio lugar de rendir segundo bordo y duplicar la carga, 
hizo tanto daño en lo que no cubría la muralla bastante- 
mente, que el escarmiento obligó á restituir sin dilación á 
sus puestos antiguos la Artillería gruesa. Y huvo avisos, que 
solo esta resolución pudo obviar á un motin popular, que ya 
se iba formandocontralosautores.de la primera mudan9a.x> 
«Ocho días antes del suceso de Monjuich)^, dice Fabro Bre- 
mundano, habían llegado de Cádiz los 12 Barcos Longos 

í4 



fjrometidos de su Magestad á instancia del Señor Don Juan, 
y'dispuestos en las avenidas oportunas entre los Navios y 
Galeras, comenzaban á componer el bordón, de que aque- 
llos cuerpos mayores eran los fuertes, mientras no los des- 
componían los temporales. Estos á 3i del mes (Octubre 
de i65i) havian apresado felizmente y sin resistencia un 
Navio Bretón, que con dos míl quintales de Bacalao venia 
de Terranova para Barcelona, y desde que el General 
Francisco Dta^ Pimienta huvo (según vimos) mostrado el 
. camino de acañonear la Ciudad por aquella parte apenas 
passava dia, que algún Vagel á remolque ó con bordos no 
frequentasse aquel divertimiento, y ansi mesmo las Galeras 
con recíproca emulación.» 

Siendo esta clase de trabajos más de análisis y crítica que 
de síntesis, no hay otro camino que seguir paso á paso to- 
das las huellas que el biografiado dejó en su marcha por el 
campo histórico, reportando utilidad y cumpliendo su fin, 
si el examen logra, que lo accidental en el curso general de 
los sucesos, pase i ser pKirte esencial en los hechos núcleos 
del relato, y así las efemérides es fuente de primer orden, y 
ya que por fortuna podemos disponer en esta parte de este 
poderosísimo auxiliar, sería manifiesta imperfección omitir 
sus datos. 

Por esta misma época recibía en otro sentido D. Fran- 
cisco Díaz Pimienta (i) alta prueba de aprecio y distinción, 
elegiéndole la Villa de sus amores Alcalde, por el año 
de 1 65 1. En un libro de elección de oficios que se guardaba 
en el Archivo del Ayuntamiento de Portugalete tVizcaya) 
al folio 1 36 vuelto, se dice, que en las elecciones de oficios 
que se hizo para el año de 1637, fué sorteado por Alcalde 

(i) Archivo Histórico Nacional. Calatrava.— Expediente 770. 



21 I — 



el Almirante Francisco Díaz Pimienta, «el quál año no 
sacó oficio.» 

En el mismo libro, al folio 1 15, en la elección de Alcal- 
des y Regidores que se hizo el día primero de Enero de i63i, 
lo siguiente: «En las Casas del ayuntamiento de esta noble 
villa de Portugalete se lee, á primero día del mes de heriero 
de mil y sepscientos y cinquenta y un años; los Señores Jus- 
ticia y Regimiento de la dicha villa habiéndose juntado para 
tratar y conferir las cosas tocantes al servicio de Nuestro 
Señor y utilidad de esta dicha villa y especialmente para 
hazer las elecciones de Alcaldes, Regidores y procurador 
General, que an de gobernar este presente año esta dicha 
villa, por testimonio de mí el presente Secretario del Ayun- 
tamiento Disceron; que por quanto esta dicha villa tiene 
prebilegio de su Magestad y ordenan9as confirmadas para 
ha^er las dichas elecciones, sorteando las personas que an 
de entrar ó estando conformes elegir de común consenti- 
miento á la persona y personas mas beneméritas, y en quie- 
nes concurran las cualidades nezesarias; y por que el Exce- 
lentísimo Sr. Francisco Díaz Pimienta, Cavallero del orden 
de Santiago, Capitán General de la Armada y Exercito del 
Mar Ozeano, y del Consejo de guerra de su Magestad y su 
Junta de Armadas, es hijo de esta dicha villa por estar ca- 
sado con la Excma. Sra. D.* Alfonsa Jacinta de Vallecilla 
y Velasco y estimando su Excelencia ser vecino de esta di- 
cha villa hubo obtenido carta de abezindacion; como cons- 
tava del libro de acuerdos de esta dicha villa y porque su 
Excelencia el dicho Señor General se a mostrado verdade- 
ro hijo de ella en las cosas que se le an ofrecido, mostrán-« 
dose con mucha fuerza y se espera que en adelante corres- 
pondiendo con las obligaciones de tal hijo ha de hacer lo 
mesmo que esta aqui y todos los dichos Señores, Justicia 



y Regimiento de esta dicha villa unánimes y conformes d? 
una del iteración, elegían ^nombraban al dicho Scilor Ge- 
neral francisco Díaz Pimienta por Alcalde ordinario de 
esta dicha villa para este presente año de mil y seiscientos 
ycinquenta'y uno='y prosigue eic.^y está firmada de== 
Don Fernando de Taborga, Don Juan Andrés IVfontaño de 
Salazar, Pedro de Elguero, Christobal de Torreblanca, 
Domingo Sánchez de la Cueba, Don Aiuoniodel Casal, 
Don Lope de Larrinaga, IVIartin de, Mendibíl, Ochoa de 
Otanez, Don Pedro de Manzanal, Don Gabriel de Otañes, 
ante mi Pedro de Sarmiento, por el cual sirbioel dicho ofi- 
cio de Alcalde ordinario Don Lope Larrinaga, por haver 
salido segundo Alcalde y aliarse el dicho General ausente 
en sus ocupaciones.» 

Si hoy esto no pasa de ser un acto de consideración y 
simpatía, que dispensa una localidad, en la época á que ha- 
cemos referencia eminentemente foral, constituye todo un 
homenaje, y dado el espíritu del país vascongado, y el ele- 
vado concepto que siempre han tenido sus hijos de su raza, 
singulares méritos reconocerían en Díaz Pimienta, para 
darle carta de naturaleza, y brindar á un extraño nada 
menos que con el principal puesto en una Villa, de las de 
más importancia en el Serior/o, y en unas circunstancias, 
en que n¡ aún ésta podía beneficiarse de sus iniciativas é in- 
ñuencia, dándose por satisfecha con que el preclaro Almi- 
rante, aceptara este cargo honorífico y asi sumar una honra 
más á los anales de aquel IVlunicipio. 

El ya mencionado Dietario dice que el 5 de Enero 
de i652, salieron por la noche cuatro galeras. Capitana, 
San Paulino, de Ñapóles; Quetralva y Milicia, de Sicilia, 
barcos longos, un petacho y otras embarcaciones pequeñas 
en busca de unas tartanas del enemigo que estaban arma- 



— 2l3 — 

das y llenas de bastimento en el lugar de Blanes, para en- 
trar en Barcelona, lo que coincide con lo que dice Fabro 
Bremundano en las páginas 167 y 168. «el Señor Don Juan, 
teniendo aviso, de que á principios de año (i652) ya havian 
llegado treinta y quatro grandes Saetías (Cargadas de víve- 
res al puerto de Blanes) y consultado con los Cabos de la 
Armada, sobre si sería factible apoderarse de ellas ó que- 
marlas en aquel paraje, preponderó la affirmativa; encar- 
gándose al General de las Galeras de Sicilia Juanetín Doria 
la expedición, en compañía del General Francisco Díaz Pi* 
mienta (uño y otro ios mas platicas en toda la costa) con 
quátro Galeras, cinco Barcos Longos y otras tantas Lan- 
chas; sin embargo quedaron burlados sus bríos y capacidad, 
de la prevención advertida de los de Blanes, pues hallaron 
barkdas las embarcaciones menores en tierra, y abrigadas 
las Saetías, de vna Isla pequeña, guarnecida de Mosquete- 
ría y Artillería, que se cruzaban en corto espacio, con las 
del continente en forma inaccesible, sin temeridad, á las 
fuergas que llevavan. Assi les fue preciso esta vez, conten- 
tarse de haber visto sin vencer: y bolver con el pesar, al 
quarto dia de viaje, á sus puertos de la marítima circunva- 
lación. Este suceso, como aun de los mas leves se ceua la 
vanidad, fue muy festejado de los contrarios hasta en la 
mesma Ciudad.» Indudablemente el historiador célebre de 
este sitio tan famoso, tuvo á la vista lo que se consigna en 
el Dietario citado, con la fecha Lunes 8 de Enero, al existir 
una identidad completa en la narración de estos sucesos^ 

No solo fueron estos los hechos realizados por nuestro 
General en el mes de Enero de i652, se distinguió también 
en la construcción de un fuerte real para la marina que 
custodíoba el cuartel de Sanz, y así cortar el paso de Mon- 
juich á la plaza. Durante los días 27, 28 y 29, en que su 



— 214 — 

Alteza D. Juan de Austria no tuvo un segundo de descanso, 
«ni de día ni de noche», estuvo siempre á su lado D. Fran- 
cisco Díaz Pimienta y fué el que dio la orden en la mar 
para combatir con los buques que se divisaran por Levante 
que se creían saetías con bastimentos para la ciudad condal. 

Es documento interesante la carta que D. Francisco Díaz 
Pimienta dirigió al Rey, desde la Capitana, sobre Barcelo- 
na á i8 de Febrero de i652, contestando al despacho regio 
en que el Monarca reconoce los grandes servicios que en 
este sitio reportarían saetías, por no impedir totalmente los 
barcos luengos, la entrada de socorros en la ciudad; Díaz 
Pimienta se esfuerza en demostrar al Soberano, como con 
anterioridad á su despacho, ya él participaba de esta opi- 
nión, habiéndole expresado á D. Juan de Austria, y lamen- 
tando, que el virrey de Mallorca no pudiera añadir á* las 
cuatro que desde el i5 de Octubre venían prestando servi- 
cios, quince ó dieciseis más de esta clase, y solo permitir la 
cuestión económica agregar otras cuatro, haciendo un total 
de ocho. Se extiende luego D. Francisco Díaz Pimienta en 
consideraciones de orden económico, que evidencian una 
vez más su previsión y se permite aconsejar al Rey, con el 
fin que salde sus compromisos con Mallorca, pues consiste 
todo su afán en que no falten elementos, y el mejor medio 
es contentar aquellas regiones que los suministran, francas 
indicaciones que alejan de su persona toda cortesanía, y 
manifíestan su familiaridad con el jefe del Estado. 

El contenido de la referida carta nos da otras noticias, 
que aunque de índole distinta no dejan de ser menos inte- 
resantes, y á su vez rehabilitan á España de calumniosas 
acusaciones, hijas de plumas protestantes, pues á ser verdad 
lo que de nosotros propalan, no se hubieran dado estas 
pruebas de simpatía y afecto, que establecen las diferencias 



— 2x5 — 

entre los fines políticos y los humanos. Sin ir más lejos, 
en los momentos que historiamos, se hallaban en el puerto 
de Alicante dos bageles holandeses, y sus Capitanes se ofre- 
cieron á servir agregados á la armada que sitiaba á Barce- 
lona, lo que no nos debe sorprender, pues ya hemos visto 
portugueses ilustres dirigir las fuerzas castellanas en Cata-? 
luna, y muchos hijos del Principado, intrépidos caudillos 
de la causa nacional. 

Advierte también nuestro biografiado al Monarca, cómo 
la ciudad de Barcelona tiene en el mar la esperanza para 
libertarse del sitio y á este efecto hace diligencias en Lisboa- 
un jurado del Rey Cristianísimo, «que resolvió que con 
ocho navios dé guerra de que estaban aprestados, dos para 
el corso y dos de fuego, fuese socorrida esta ciudad, están 
aprestados en Tolón los cinco navios más gruesos de su 
armada, incluso su Capitana y otro navio de guerra y dos 
de fuego» teniendo además los navios del Poniente dispues- 
tos aparte. Termina su correspondencia nuestro General 
con Felipe IV, mostrándole la urgencia de tener los buques 
guarnecidos^ pues casi todos los soldados se habían desem- 
barcado para contrarrestar los refuerzos que introdujo la 
Motte de 4.000 franceses, lo mismo que creía la conve- 
niencia de destinar á este sitio los galeones que llegasen 
aquel año de América con la plata, atendiendo que harían 
el viaje con brevedad con su gente de mar y guerra, y ma- 
nifiesta por último, que ésta era suficiente armada para 
hacer frente á cualquiera de Francia, siempre que en los 
puertos de Andalucía se embarcaran soldados. 

La carta de D. Francisco Díaz Pimienta al Monarca, co- 
menta ciertos extremos de la que en el mismo día dirigió 
al Rey D. Juan de Austria, quien dice al final de la suya 
que comisionaba á Díaz Pimienta para que ccrepresente á 



— 2l6 — 

S. M. lo que se ha discurrido en la materia con toda in- 
dividualidad». Ambos contenidos trazan el cuadro y con- 
diciones de la marina en aquel momento histórico, confir- 
mándose en sentido más amplio con la del general en jefe, 
la crítica que nos merecen los renglones de nuestro biogra- 
fiado (i). 

Dice la Relación mencionada, que el 9 de Abril vié- 
ronse en Montjuich 23 fuegos, y el general Pimienta avisó 
que por toda la marina, hasta Mataró, se habfan hecho des- 
cargas; corriendo la voz que la noche anterior habían entra- 
do en la plaza 32 barcos con bastimentos. El 10 del mismo 
mes, se vió por la mañana una tartana con dirección á la 
plaza, favorecida por el levante fresco, por la hora, y al en- 
caminarse por medio de nuestros navios, daba á entender 
que no traía bastimentos de Mallorca, pero fué el caso, que 
á las dos de la tarde hizo un bordo para encaminarse á la 
plaza, rompiendo entonces nuestros navios y galeras el fue- 
go, que ella burló, logrando entrar en Barcelona á las cua- 
tro de la tarde. Esto llevó el desconsuelo á los españoles, 
haciéndoles ver lo difícil que era guardar aquel litoral, y 
que por hambre se tomase la ciudad sitiada. 

El 3 de Junio realizó D. Juan de Austria una prueba ocu- 
lar llegando en una faluca hasta debajo del muelle de la pla- 
za, con tal serenidad de ánimo que le proclama un valien- 
te, convenciéndose que el círculo de las embarcaciones era 
muy grande y que había mucha distancia de las mayores á 
las menores. Díaz Pimienta fué llamado como otros gene- 
rales á la Real á recibir órdenes, para ejecutar lo que el 
Príncipe trazó en la «palma de su mano», pero confiando 



(1) Archivo Real y General de Simancas. Secretaria de Guerra 
le mar. Dacretoj y órdenes de la Junta de Armada. L^ajo 3.', 33 
ie Julio de 1806.— Juan Sanz de Barutielt. 



— 217 "~ 

más Su Alteza en la pericia de estos grandes militares que 
en sus propios proyectos. 

Dice Fabro Bremundano que abrigándose en el puerto de 
San Felíu las saetías que conducían víveres á Barcelona, 
pensó D. Juan de Austria llevar parte de su armada á di- 
cho puerto para destruirlas «que ponderando las conve- 
niencias de deshacer aquellas saetías, había considerado 
muchas veces si se iría con las galeras á sacarlas ó quemara- 
las dentro del puerto. Pero que habiendo comunicado la 
materia con los pilotos más pláticos, y otras personas que te- 
nían conocimiento de aquel puerto, delante del Marqués de 
la Mortera, del Duque de Alburquerque y del general Fran- 
cisco Díaz Pimienta se tenía por impracticable». No obs- 
tante, en el Dietario se encuentra esta anotación (i8 Junio). 
«Al volver D. Juan de Austria y sus galeras de incendiar 
las saetías que había en San Feh'u, frontera de Mataró, sol- 
tó el viento á la proa y dieron fondo enfrente del lugar; y 
más por aguardar las galeras, que no podían prohijar por 
los remolcos; aquella mañana en un bergantín llegaron el 
general Pimienta, el almirante Bañuelos, el Marqués de 
Falces, D. Diego de Portugal, á dar la norabuena á S A. del 
suceso. La Capitana del mar Océano y demás navios y 
embarcaciones hicieron salva Real». 

Se deduce de lo dicho, que los generales que fueron en el 
bergantín á felicitar á S. A., no lomaron parte en la ac- 
ción, que proporcionó al Príncipe motivos de júbilo, pero 
Fabro Bremundano, en la pág. 269, refiere, que en le rela- 
ción que hizo del suceso de San Felíu, D. Juan de Austria, 
á Felipe IV, le encarecía diera las gracias á todos los Cabos 
de mar y de tierra que contribuyeron al resultado de la 
empresa «y al igual á Francisco Díaz Pimienta, por lo que 
también facilitó el embarco de la gente». 



— 2l8 — 

El 10 de Julio dieron fondo en Barcelona dos bajeles, que 
eran de la Armada Real, y de la fábrica de Quincoces el 
San Josphe, buque nuevo de 1.200 toneladas y 60 piezas de 
bronce, disponiéndose para Capitana á donde pasó el gene- 
ral Francisco Díaz Pimienta. 

£1 17 del mismo mes se apoderaron los sitiados del fuerte 
de San Juan de los Reyes, y reconociendo D. Juan de Aus- 
tria la importancia de esta posición, ordenó c<que los gene- 
rales, Duque de Alburquerque y Francisco Díaz Pimienta 
echasen gente en tierra y guarneciesen los fuertes de Santa 
Isabel y de la marina de San Martín». 

Grande fué la emoción el 2 de Agosto por la noticia que 
llevó á los sitiadores un soldado del fuerte de la Trini- 
dad, desde cuyo sitio se había descubierto la armada fran- 
cesa, contándose muchas velas. La Relación citada refiere, 
que D. Juan de Austria en el acto se embarcó y comen- 
zó á dictar órdenes á los navios y galeras. Antes de la 
media noche levaron, habiendo calma muerta, teniendo las 
galeras que dar cabo para que las remolcasen, y S. A. fué 
el primero que de su Real remolcó la Capitana del Mar 
Océano mandada por Díaz Pimienta, haciendo lo mismo 
los otros navios con las demás galeras. Estas eran unas 
diez y seis, yendo en la Capitana del Mar Océano Díaz Pi- 
mienta, como hemos visto, la de España con su general el 
Duque de Alburquerque, la de Sicilia con el Marqués de 
Bayona, la de Genova con el Duque de Tursi, la de Ñapó- 
les con su general Juanetín Doria, y la de Cerdcña con su 
gobernador, uniéndose á estas las restantes en el número 
indicado, navegaron joda la noche, y los primeros resplan- 
dores del nuevo día (sábado 3) les hizo ver á la armada 
enemiga, dando fondo en una ensenada antes de la punta 
del cabo de San Felíu. Esta, reconoció á la nuestra, «alar- 



— 219 — 

gó los ferros y las velas, y con un poco de terral que co- 
rría dobló la punta con harto cuidado, y aunque con poco 
viento empezó á hacerse á la mar á tiempo que una gale- 
ra de Ñapóles qu^ estaba de guarda en Cañete le había 
pescado una saetía que se quedó atrasada. Las galeras pro- 
hijaron todo lo posible; y S. A. viendo que se iba alcan- 
zando la armada se pasó á la Capitana del mar Océano 
para pelear en ella; dióse orden á las galeras que alcanzan- 
do la armada enemiga y poniendo nuestros navios en 
medio de ella, acudiesen á coger las saetías que se habían 
contado y eran 27 y los navios 12.» cíMedia.hora antes de 
ponerse el sol llegó nuestra Armada á media legua de la 
del enemigo y viendo que no se podia alcanzar con el dia, 
se mandó dejar los remolques; y que en disparando la Ca- 
pitana una pieza entrasen las galeras de los remolcos á 
tiempo que sobrevino un temporal con el levante tan recio, 
que en un instante se apartaron las dos armadas y las ga- 
leras hubieron de correr. Duró toda la noche con mucha 
fuerza del viento de la mar, y el medio della; reconociendo 
S. A. que habiéndose echo el enemigo, le era fácil rendir el 
bordo y dexarsc llevar del levante y con el entrar el soco- 
rro en Barcelona, que era bien hacerlo nuestra armada 
para asigurar no entrase el socorro y habiéndolo comuni- 
cado con el general Francisco Diaz Pimienta fue del mismo 
sentir; y assi se disparó una pieza para que los navios co- 
nociessen la resolución que la executaran.» 

A esta interesantísima narración hay que agregar algu- 
nas otras noticias que da Fabro Bremundano del mismo 
particular, y si en lo expuesto se destaca la figura de nuestro 
Almirante, en lo que á continuación transcribimos aún re- 
salta más su gran prestigio y el elevado concepto que mere- 
ció al generalato de su época. 



^ 



— 220 — 



«Sobré todo fue notable lo que el General Francisco Díaz 
Pimienta escrivio ai secretario Juan Bautista Arespacocha- 
ga, y como quiera que en el nombre y fortuna de tan grao 
sujeto^ se cifrassen las experiencias mayores de su.ofñcio, 
parece no caben mal aquí sus mesmas palabras, que fueron: 
Anoche por que llovió; quando rondava la Guardia,, me 
retiré á la Capitana de España con el Señor Almirante Ge- 
neral que íbamos juntos; y confiriendo con el Señor Duque 
de Alburquerque las noticias, que havía traido la Galera, 
quiso S. E. saber lo que yo resolueria si estuviera á mi car^ 
go la jornada.. Y como si hubiese visto el Papel que V. m. 
me. ha remitido, que contiene los motivos del Señor Don 
Juan para que vamos á buscar la ArmaJa Enemiga, voté 
todo lo que contiene en el mesmo número de Galeras, y sin 
que el desseo del Duque de llevar algunas mas me mudasse, 
por lo que importa dejar cubierto esto, y la circunstancia 
de que esta jornada es tan del dictamen de Su Alteza, me 
lleva con doblado gusto á ella, persuadido á que nos ha de 
dar Dios felicissimo suceso. Y para no perder hora de tiem- 
po he dado luego orden á los Navios, ^ue no tienen hecha su 
aguada, que se pongan sobre el Río hacerla con suma bre- 
vedad, sin que nada sepa el intento por que importa suma^ 
mente el secreto. Y después de otras advertencias, que no 
hacen al caso añadía por posdata: Señor mío, no tiene este ^ 

Papel (con que me quedo) letra superflua, ni circunstancia 
que anoche se quedasse en el tintero. De que me hallo muy 
vano y gustoso de creer, que es inspiración de Dios.» 

La escuadra fi ancesa á pesar de lo dicho por el soldado 
del fuerte de Trinidad, era inferior á la nuestra y eso que 
D. Juan de Austria dejó lo galeras en la rada á la vez que 
el salió con grandes ánimos en busca del enemigo. Se com- 
ponía de 8 navios gruesos de 46 á 90 cañones, cuatro de 






— 221 — 



fuego y convoy de 24 tartanas á las que se agi*egaron las 
dispuestas en Cadaqués y Rosas, y las del país que hacían el 
tráfico. 

Lo que se proponía Mr. de la Ferriére, comandante de 
la escuadra francesa y lo que comprendió D. Juan de Aus- 
tria, era distraer nuestras fuerzas navales haber si se con- 
seguía entrar algún convoy que reanimase á los sitiados, 
víctimas ya del hambre con todos sus horrores, pero viendo 
que la nuestra iba á un choque verdad, marcharon con di- 
rección á Marsella después de hacer «sufrir el tormento de 
Tántalo á los sitiados» como dice Parets , los que llega- 
ron á creer en su desesperación, que esta retirada fué com- 
prada á elevado precio por el Príncipe y les hizo odiar á 
Ferriére más que á los españoles, al fin francos enemigos. 

Los buques que componía nuestra armada retornaron, 
para estrechar más el bloqueo con nuevos refuerzos, cuatro 
galeones que habían llegado de Cádiz y una nao de Guipúz- 
coa, á la vez que los pueblos de la costa desde Mataró á 
Palomos, se iban entregando á los españoles, cansados de 
lucha tan estéril como perjudicial. 



CAPITULO XXVI 



stro Almirantese crei'a poseído de la inspi- 
, para vaticinar un triunfo definitivo en el s¡- 
la por parle de los españoles, seguro de que 
su pueblo sucesos felices, prometiendo á su 
limo alborear de alegrías, decretaban los al- 
rovidenciales el término de su temporal exis- 
tándosenos ahora un horizonte de grandes 
/er por ima parte á España recuperar i Ca- 
izando así su vida nacional, y, por otra, que 
Ta de esa región que se pisó después de tanta 
lo para levantar una triunfal columna que 
3s méritos de nuestro biografiado, sino para 
na fosa, y que diera paz cristiana á los mor- 
ilustre caudillo. 
3alabras dedica á su muerte la narración in- 
ias publicaciones de Canarias y que tanto he- 
do en estas páginas. Pasa por alto la campa- 
y los demás acontecimientos en que intervi- 
la guerra de Toscana, concretándose á de- 
is de la gloriosa jornada de Santa Catalina, 



— 223 — 

en 1642, «siguió nuestra intrépido marino tomando parte 
en todos los sucesos de aquella época, hasta que en. i652 
murió de un arcabuzazo en el sitio de Barcelona». 

No así el competentísimo historiador de este sitio Fabro 
Bremundano, quien se expresa en los términos siguientes: 
c<La muerte del general Francisco Díaz Pimienta, de unos 
dolores que le sobrevinieron, fué impensada; nunca se cre- 
yó eran mortales, engaño de la robustez que desde los años 
menores hasta los que vivió había cultivado con los ejerci- 
cios más penosos de la navegación, llegando por la senda 
más ardua y dificultosa al puesto con que murió, de Ca- 
pitán general de la Armada del mar Océano, y á un colmo 
do gloria que igualaba, si no excedía, á lo sublime de aque- 
lla dignidad. Sujeto en quien admiró la edad presente y ad- 
mirarán las venideras en el grado de perfección mayor to- 
das las prendas que la idea sepa desear en un soldado y ge- 
neral de mar. Y bien lo entendió así el Sr. D. Juan, escri- 
biendo al Rey lo mucho que habia sentido aquella pérdida, 
por la falta que juagaba harta al servicio de la Majestad 
un hombre de tantas experiencias y capacidadf). 

También el enemigo, con plausible generosidad, habla 
con encomio de quien le combatió constantemente con for- 
tuna, y el Diario de la Mota, refiriéndose á D. P'rancisco 
Díaz Pimienta, dice «que el i.** de Septiembre murió en la 
capitana y fué pérdida de este género la mayor que hizo la 
Monarquía». 

En las efemérides que han venido prestándonos luz se 
encuentra «Viernes 3o (Agosto). Esta mañana á las siete 
murió en la Capitana del Mar Océano, el general Francisco 
Díaz Pimienta, pérdida de este género la mayor que hizo la 
monarquía; y el día siguiente le llevaron á depositar en una 
galera.» 



— 224 — 

En el Dietario que conserva el archivo municipal de Bar- 
celona, del antiguo Consejo (i), se lee la transcrita noticia: 
nes, 2 de Septiembre de lóSa). Dicho día los barcos del 
ligo disparaban de cuando en cuando una pieza de ar- 
ia, ora un tajel, ora otro; y habiéndose procurado 
iguar la causa, se dijo qui; era por haber fallecido un 
ral de dichos bajeles llamado Pinto (a), acostumbrán- 
en semejantes casos A disparar en la forma expresada», 
mismo documento guarda silencio sobre las exequias 
nras fúnebres que se tributaron á los restos de Díaz 
enta (y no sólo en ese año sino en el siguiente). o 
sobre la fecha de su muerte podemos estar seguros al 
:idir las fuentes de mayor importancia, y para dar más 
:a á esto, todas de origen y naturaleza diferente, no nos 
lo mismo con relación á su sepultura. Las disposicio- 
estamentarias del Almirante en este particular fueron 
«si su Dibina vondad fuere servido de que muera en 
a ó tan cerca de ella que por su misericordia pueda ha- 
epultura, quiero que se me de en combentto del Seráfi- 
:ñor San Francisco, amortlajado en el mantto capitular 
tengo del glorioso pattriarca pattron de las Españas el 
ir Santtiago en la forma que por los Esttattuttos de su 
n está dispuesto que se entierren los cavalleros de ella, 
jc le soy profeso y no habiendo en el lugar en que 
ese de ser enterrado cómbenlo del Señor San Francís - 
rá mi entierro en el del Señor San Agustín y en falla 



Vo!. 3o. 

Tal vez el Dietario corrompió por equivocación, ó por ha- 
eniendido mal, el apcliido Pimienta,- y asi debió suceder, 
do las crónicas no hacen mención de haber muenc ningún 
genera] en aquellos días, y Fabro Bremundano nos dice, que 
Pimieala falleció el dia i." de Septiembre. 



^ 225 — 

.de dichos combentos ó de Carmelitas Descalzos en este Prin- 
cipado de Cataluña, quiero que prefieran á todos los referi- 
dos particularmente el de Nuestra Señora de Gracia que está 
dentro de nuestra línea en este sitio será en la parroquial ó 
otra cualquier Iglesia con calidad de depósito para que si 
mis subcesores quisieran trasladar mis huesos lo puedan 
hacer á la capilla maior de mi villa de Puerto Real adonde 
como adelante se dirá á de dar mi entierro y el de mis 
subcesores perpetuamente.» 

En virtud de lo expuesto, y conceptuando el testamento 
de donde hemos tomado la anterior cláusula, como el 
último que otorgó D. Francisco Díaz Pimienta (i) tenien- 
do la fecha de 26 de Mayo de i652 á bordo del buque que 
le servía de Capitana en el sitio, partimos de estos datos 
para investigar el lugar de su sepulcro, pues coordinaba 
•perfectamente con lo que diCe El Ramillete, quien mani- 
fiesta se halla depositado en la ermita de San Andrés, de- 
pendiente de su distinguida casa. 

Ilustrados bibliófilos del Principado han emitido autori- 
zada opinión sobre este dato interesante. El Sr. Damians 
refiere, que la pretendida ermita de San Andrés, no existe, 
inclinándose á creer que no debió ser otra, que la iglesia ó 
parroquia del antiguo pueblo de San Andrés de Palomar, 
robusteciéndose este parecer al creer lo mismo el señor 
Carreras y Candi, no recordando este infatigable investiga- 
dor, haber recogido ninguna noticia relativa á dicha ermi- 
ta, después de haber visto y examinado hasta en los meno- 



(i) Idéntica es la copia que existe en el archivo de sus descen- 
dientes en Corral de Almaguer (Toledo), y esto lo consideramos 
como prueba sufícienle para no hacer investigaciones del original 
en el de Protocolos. 

i5 



— 220 — 

res detalles todos los archivos de aquella región. Tampoco 

— * • 

sabe nada de la ermita de San Andrés, el Sr. Don Ramón 
N. Comas, historiador religioso de primer orden, y archivo 
viviente como le denominan sus admiradores. 

Y para que todos los datos sean negativos, ni en la mo- 
nografía de D. Juan Clapés Sant Andreu de Palomar, 
como en las Rúbricas de Bruniquer existentes en el archivo 
municipal de Barcelona, y hasta en el traiiuio heráldico de 
Piferrer, por ser la ermita de patronato, se dice nada ni 
haciéndose la menor alusión. 

Atendiendo á los deseos consignados por el Almirante, 
de que sus sucesores le trasladasen á Puerto Real, de cuya 
Villa era Señor desde el año 1646, en que le vendió la Co- 
rona la jurisdicción, señorío y vasallaje del mencionado 
lugar, y á la vez á lo que él mismo nos dice en su testa- 
mento, que aparenta dar por seguro que tal cosa se había de. 
realizar, como lo prueba la siguiente disposición: «Debajo 
del Altar maior de la Iglesia Parroquial de la dicha villa que 
ha de ser Patrón el que sucediere en este Mayorazgo se ha 
de hacer bobeda mui capaz y decente para mi Entierro y 
de mi mujer y de todos nuestros descendientes perpetua- 
mente, y á el lado del Ebangelio del dicho Altar maior que 
es arco que sale á otra Capilla y entrada sale al cuerpo de 
la Iglesia se ha de cerrar con tabique ó sitare fuerte á la 
qual se ha de arrimar nuestro Entierro que oy se halla en 
Cartagena de Lebante en diez y ocho cajones que alli entre- 
gó el Almirante Don Antonio de Berastain que los trajo de 
Ñapóles á el bedor del Almirantazgo que alli reside en los 
quales se incluyen dos con dos estatuas de Marmol, la una 
de Doña Alphonsa mi muger, y la otra mía, que deseando 
plantar sobre la urna, y todas las piedras de dicho Entierro, 
y la ñgura de él se han de formar debajo del dicho arco si 




— 227 — 

no contrabinieren á la proporción del dicho entierro que se 
acomodará como mejor parezca á los mejores artífices de 
la profesión con el dibujo del dicho PZntierro en la mano 
el qual se hallará en el papelero ó otro Escritorio, y la costa 
que hicieren estos cajones en la conducción á Puerto Real, 
y la de la bobeda y composición del dicho Entierro quiero 
que se haga de mis vienes como el funeral hasta acabar en 
toda perfección lo uno y lo otro.» Dirigimos nuestra espe- 
culación de Cataluña á Andalucía, y si estériles han sido 
las investigaciones en el Principado, mucho más negativas 
han resultado las de Puerto Real. 

Utilizando la amistad que nos honra del ilustre y piado- 
sísimo Prelado de Badajoz, Excmo. Sr. D. Eélix Soto y 
Mancera, quien á su vez la sostiene cordial con el actual 
Arcipreste de dicha Villa de Puerto Real, el dignísimo é 
ilustrado sacerdote Dr. D. Antonio Macías Liñán, hemos 
obtenido, después de molestar á los referidos señores, un 
dato que nos autoriza para afirmar, que las disposiciones 
del Almirante sobre su traslado á la Villa de su Seño- 
río, fueron incumplidas por sus herederos. Contestando 
el Arcipreste al Prelado sobre el particular que nos vie- 
ne ocupando, se expresa asi: «Aquí en la Parroquia no 
hay vestigio alguno que delate siquiera el nombre de don 
Francisco Díaz Pimienta. Visité al Sr. D. Rafael de Co- 
zar, persona peritísima y cronista de la Villa: este señor 
se ha llevado una porción de días rebuscando papeles y 
preguntando á la gente antigua, y el resultado ha sido ne- 
gativo.» 

c<Es para llamar mucho la atención que un Señor de 
esta Villa, no conserve su nombre en alguna calle, ó en la 
iglesia algún cuadro ó lápida. Para todos son desconoci- 
do esos apellidos, y hasta el nombre de Puerto Real, di- 



— 228 — 

cen los entendidos, que excluye el Señorío de que se ha- 
bla.» (i) 

Todo esto que parece extraño tiene lógica explicación, y 
si es verdad que por escritura de 28 de Junio de 1646, se 
dio comisión por la Corona á D. Juan de Góngora para que 
este diera posesión al general D. Francisco Díaz Pimienta 
de dicha Villa, se debe advertir, que el Consejo de Hacien- 
da mostró gran resistencia y expuso al Moiiarca todos los 
perjuicios que al Real Tesoro esta cesión ocasionaría, y 
además de lesionar los derechos adquiridos por sus vecinos 
constituía también una falta absoluta al espíritu y letra en 
que descansaba la fundación de dicha Villa, pues (dos Reyes 
Catholicps mandaron poblar el ano de mil y quatrocientos y 
ochenta y quatro, la villla de Puerto Real en el sitio que 
llaman de Matagorda, concediéndoles á los pobladores mu- 
chos privilegios y entre otros que pudiesen nombrar Justi- 
cias, Regidores y demás oficiales del Consejo y haciendo la 
villa con términos propios y los mismos Señores Reyes la 
exhimieron de la jurisdicción de la ciudad de Jerez, en cuyo 
territorio se higo en población y prometieron estaría y per- 
manecería siempre debajo de la Corona Real y que no la 
enagenaría jamás.í) 

De lo dicho se puede deducir, que el Almirante no estuvo 
nunca en posesión de hecho de dicha Villa, por más que 
creyera como se ve en su testamento, que esta resistencia 
del Consejo de Hacienda sería vencida, de lo contrario hu- 
biera omitido tantas disposiones con relación al señorío, ma- 
yorazgo para sostenerlo, y detalles como hemos visto cuan- 
do se ocupa de su sepultura y de otras muchas cosas que 
ordenaba para que sus herederos hicieran en Puerto Real. 

(i) En ninguna crónica n¡ historia de dicha villa, hemos visto 
nada consignado del particular que nos ocupa. 



— 229 — 

Estos se conoce, que no lograron allanar los obs- 
táculos del Consejo de Hacienda, y el tiempo transcu- 
rrió defendiendo ambas partes sus derechos, hasta que 
el Real Despacho en i663, concediendo á los herede- 
ros del General Díaz de Pimienta el señorío de Vicál- 
varo (i) si fuera de gusto de ellos, é indemnizándoles los 
perjuicios ocasionados, puso término al litigio sobre Puerto 
Real, y abrió otro como sucedió, pues ya los pueblos pro- 
testaban de que se vendiera su jurisdicción y que se pospu- 
sieran los derechos colectivos, que al fin eran los de la 
dación, por lo puramente individuales, como ocurre aquí. 

Tampoco es creíble que su viuda é hijos llevaran sus 
restos á Portugalete, en cuya parroquia, como hemos visto, 
tenían una capilla de su propiedad con sepulcro de familia, 
dada la distancia del sitio de su muerte á esta villa de Viz- 
caya, y aunque así fuera, destruido el archivo parroquial 
de esa época, y restaurada la capilla, nos vemos privados 
de toda huella que nos induzca á hacer alguna afirmación. 

Creemos, atendiendo á que los pueblos de la costa se iban 
entregando á los españoles, realizándose la tan deseada 
confraternidad, en virtud de lo consignado en el relato in- 
sertado en la prensa canaria, tan lacónico como veraz en 
lo que hemos podido confrontar, y sobre todo, fijándonos 
que al lado del Almirante al exhalar el último suspiro, se 
hallaba su hijo primogénito, y disfrutando de unánime 
prestigio y simpatía, que se cumplieran sus disposiciones en 
este punto, y sus restos fueron sepultados en alguno de los 
sitios por él indicado en su testamento, ó en el lugar que 
designa la narración tantas veces mencionada. 



(i) Archivo Histórico Nacional. Consejo de Castilla. Escribano 
Granados.— Legajo i36. 




CAPITULO XXVII 



No es el autor en esta clase de trabajos el llamado á 
hacer el epílogo, después de haberse procurado el. mayor 
número de datos, y estar en la creencia, que todos se han 
depurado con una crítica imparcial; compete tal misión al 
lector paciente, que logren despertar interés estas páginas, 
quien seguramente incluirá entre las humanas injusticias, 
que un personaje tan ilustre como el almirante Díaz Pi- 
mienta, haya estado oscurecido para la generalidad, y que 
Jos libros que presumen de vulgarizar nuestra Historia de 
España, no le hayan dedicado ni una nota siquiera, recor- 
dando por lo menos su nombre, ó asociándole á uno de 
tantos hechos importantísimos en que intervino. 

Y ya que nuestro criterio queda definido, sin tener la 
vana pretensión de imponerlo á nadie, permitánsenos dos 
consideraciones, que aunque iniciadas en anteriores capí- 
tulos sean como corolarios de lo ya demostrado. 

Desgraciadamente en nuestro país, por ser procedimiento 
sin duda más cómodo, y á la vez medio más adecuado, para 
la propaganda de determinadas ideas, se ha venido copiando 
más nuestra historia, de lo que se ha investigado, y eso ha 
hecho, debido al mayor número de obras que los extran- 
jeros han impreso, 1[ vi veros á su vez de infinitos folletos), 



' I 



- 23l — 

que éstas sean las fuentes de infornnación, y que desconoz- 
camos lo que nos dicen nuestros mayores, cuyas palabras 
se perciben si las queremos escuchar en nuestros archivos 
y bibliotecas, dándose el tristísimo y profanador caso, de 
posponer los acentos paternales á las difamaciones del 
enemigo, no debiendo ignorarse que si combatieron á nues- 
tra Patria fué tan solo por querernos legar íntegro, como 
bondadosísima madre todo el patrimonio moral y material 
que disfrutaba. 

En esta lucha, la figura del almirante D. Francisco Díaz 
Pimienta es genuína representación de nuestra raza, y 
viviendo una época más de infortunios que de apogeos, sus 
pasos militares todos son triunfales, y los cobija frondosa 
rama de laurel. EKmismo y en sencillas frases, por haber 
sentido siempre el calor del Alma española hace su sem- 
blanza, que muy bien puede ser también, la consecuen- 
cia moral obtenida del conocimiento de sus hechos, y la 
más elocuente de las apologías que pueden dedicarle sus 
biógrafos; y al exclamar en momentos solemnísimos, que 
varias veces recibió á Jesús Sacramentado para injlamarse 
en valor y despreciar la vida por la Patria, nos deja una 
proclamación de fe como sabia despedida que todos debié- 
ramos hacer y practicar, pues el que vive para Dios, y si es 
necesario sacrifica la existencia por su Patria, realiza los 
más preciados ideales, la inmortalidad que guarda la Histo- 
ria en sus páginas de oro, y la que se convierte en nimbo 
luminoso de eterna gloria. 



] 



APÉNDICE 



I (O 

Canarias: Situación, extensión y población. — El Archipiélago 
Canario se halla situado en el Occéano Atlántico entre los 27.°-29' 
•de latitud Norte y ios 9.*'-4o'-i4.°-3o' de longitud Oeste del meridia- 
no de Madrid, al Oeste del continente africano y como á 6o millas 
de su costa. Compónese de siete islas principales y seis desiertas. 
Las primeras son, por orden de importancia: Gran Canaria, Tene- 
rife, Palma, Lanzarote, Fuerte ven tura, Gomera y Hierro. Las se- 
gundas, Lobos, Graciosa, Alegranza, Montaña Clara, Roque del 
Este y Roque del Oeste. Todas éstas son peñones insignifícantes. 
La isla más oriental, y también la situada más al Norte es Lanza- 
rote; ai Norte de ella se hallan los islotes Graciosa, Montaña Clara, 
Roque del Oeste y Alegranza; al Este de Graciosa está el islote 
Roque del Este. Al Sur de Lanzarote y algo más al Oeste se en- 
cuentra la isla de Fuerteventura, y junto á su costa del N. E. está 
el islote Lobos. Al Oeste de Fuerteventura, y en dirección de Este 
á Oeste, se hallan las islas de Gran Canaria^ Tenerife y Gomera y 
al N. O. y S. O. de Gomera, respectivamente, las islas de Palma y 
Hierro. A 3o.*'-2o',al Norte de Tenerife, hállase también un pequeño 
grupo de islas bajas y salvajes, llamadas Gran Salvaje, y Grande y 
Pequeño Pitón (2). 

La superficie total del Archipiélago es de 7.272 kilómetros cua- 
drados, y se halla distribuida entre las islas principales del siguiente 
modo: Tenerife, 1.946 kilómetros cuadrados; Gran Canaria, 1.876; 
Palma, 726; Lanzarote, 741; Fuerteventura, 1.727; Gomera, 878; 



(i) Diccionario Eociclopédico Hispano-Americano de Montancr y Simón, 
tomo IV, pág. 400. 
(a) ídem, tomo XIII,''pág. 571. 



— 234 — 

Hierro, 378. La población, que según el censo de 1860 era de aSy.oSó 
habitantes, en 1877 ^*ccha del último recuento publicado de la po- 
blación española, ascendía á 283.532, habiendo aumentado, por lo 
tanto, en diecisiete años 46.496 habitantes, ó sea el 19*70 por 100. 
Esta cifra tan considerable explicase por la gran corriente de emi- 
gración que arranca de las islas, pues es sabido que no hay esti- 
mulante de la natalidad comparable á la emigración. Por eso en 
España solo aumenta rápidamente la población en aquellas pro- 
vincias de donde parten emigrantes. La población de las Canarias 
se reparte del siguiente modo: Tenerife, 106.452; Gran Canaria 
90.478; Palma, 39.726; Lanzarote, 17.750; Fuerteventura, 11.610; 
Gomera, 12.029; Hierro, 5.487. En conjunto, la población relati- 
va del Archipiélago es de 39 habitantes por kilómetro cuadrado, 
ocupando por este concepto el vigésimo lugar entre las provincias 
españolas^ Según los cálculos que ha hecho el Instituto Geográfi- 
co, en fín de 1884 la población ascendía á '304.210 habitantes (3). 

Santa Cruz de la Palma: Geografía. — Partido judicial de la 
provincia de Canarias. Comprende la isla de Palma, con los Ayun- 
tamientos de Barlovento, Breña Alta, Breña Baja, Fuencaliente, 
Garafía, Llanos (Los), Mazo, Paso, Puntagorda, Puntallana, San 
Andrés y Sauces, Santa Cruz de la Palma > Tijarafe; 39.622 habi- 
tantes. C. con Ayuntamiento, al que están agregados muchos ca- 
seríos y casas de labranza, cabeza de partido judicial, isla de La 
Palma, provincia y diócesis de Canarias; 6.695 habitantes. Sitúa* 
ción en la costa oriental de la isla, en una playa de arena y en el 
centro de la rada de su nombre. Sus calles principales siguen una 
dirección paralela á la costa y ocupan un plano algo estrecho y 
de más de un kilómetro de largo, á muy poca altura sobre el nivel 
del mar. El resto de l¿ población está en anfiteatro, por lo que 
presenta un aspecto muy agradable de vista desde á bordo. Por la 
parte del Sur se eleva una eminencia de unos 400 metros próxima- 
mente, que se denomina «Risco de la Concepción», desde cuya al- 
tura se ven la ciudad y la bahía á vista de pájaro, presentando un 
sorprendente panorama. Atraviesan la ciudad el barranco de los 
Dolores y otros de menor importancia. Por el Norte corre el de las 
Nieves, junto al pago de la Dehesa, formado en su mayor parte de 
fincas de recreo, con abundante riego. El agua del abasto público 
procede de manantiales; es excelente como agua potable, y con su 



(3) £n el transcurso de veíDticinco años, ha habido como es consiguiente 
aumento de población, sin contar la notante por el tráfíco de buques. 



rv 



— 235 — 

sobrante se riegan las huertas que dentro y en las afueras de la po: 
biación existen. El fondeadero está delante de la población y como 
á I, 6 cable de ella por 18 metros de agua. Está abrigado contra 
los vientros del Norte al Sur por el Oeste, y los del E. N. E. al Sur 
por el Este son igualmente bonancibles. Para esta rada se halla 
aprobado un proyecto de puerto. En la actualidad el muelle no 
permite el atraque de las embarcaciones de regular calado, y sí solo 
de las menores. El puerto está clasifícado de interés general de se- 
gundó orden. El término produce gran variedad de frutas, entre 
las que sobresale el melocotón; cereales, vino, hortalizas, caña de 
azúcar y madera de construcción. Hay cera y miel, y fábricas de 
dulces, de jabones y dé relojes; tenerías, molinos harineros, elabo- 
ración de tabacos, y telares para tejer lienzo y seda, muy apreciada 
por su brillo y hermosura, por cuyo motivo la piden del extranje. 
ro. Pero la principal industria ha consistido en la construcción de 
buques de vela, de hasta 600 toneladas y de excelentes condiciones. 
Tiene bastante importancia la pesca. La exportación consiste prin- 
cipalmente en cebollas, tomates, patatas, frijoles, plátanos, almen- 
dras, vino, aguardiente de uvas, frutas de conserva, tabaco, cochi- 
nilla, pieles, ganado vacuno y maderas. Tiene esta C. relaciones 
comerciales de cabotaje con las demás islas del Archipiélago, prin- 
cipalmente con Cuba y algunas con Barcelona y Cádiz, y en el ex- 
tranjero con Alemania, Inglaterra, Francia, Venezuela y Estados 
Unidos. El comercio de cabotaje lo hace por medio de los vapores 
correos y buques de vela; con Cuba por buques de vela del país, y 
también por los vapores de las Compañías de los Sres. Jover Serra 
y Prats, de Barcelona y de los de la casa de Herrera de la Haba- 
na, (i) Hay Dirección de Sanidad. Tiene esta población alumbrado 
eléctrico, una red telefónica que enlaza con los pueblos más impor- 
tantes de la isla, estación telegráfica que la pone en coixiunicación 
con Cádiz por intermedio de Tenerife, Colegios de primera y segun- 
da enseñanza. Museo Etnográfico y de Flistoria Natural, Sociedad 
de Amigos del País y'Teatro. Actualmente se publican cuatro pe- 
riódicos. Sus principales edificios son: el Ayuntamiento, de notable 
arquitectura, estilo del Renacimiento, edificado en tiempo de Feli- 
pe II, cuyo busto se halla grabado en piedra en la fachada; la Pa- 
rroquia del Salvador con ricos ornamentos, y el Circo. Esta ciudad 
recibió el nombre de Santa Cruz en memoria del día en que las ar- 



(i) También hacen escala en dicha isla en sus viajes á América, vapores 
de la Trasatlántica. 



— 236 — 

ñas de D. Alonso de Lugo consiguieron sobre los indígenas la vic- 
oria que puso fin á la conquista de La Palma. Desde entonces fi- 
;ur6 como capital de U isla. Fué la primera población del reino en 
|ue se abolieron los regidores perpetuos (por ejecutoria del Real y 
iupremo Consejo de Castilla de 3 de Diciembre de 1771) y en que 
e hicieron por primera vez elecciones populares en 1." de Enero 
le 1773. En i585 consiguió esta ciudad una completa victoria sobre 
a escuadra del almirante inglés Drake. Lleva el título de Muy No- 
lie y Leal, y su Ayuntamiento el tratamiento de Excelencia.> 



-^ 237 



II 

ESTADO demostrativo de los buques que han sido fabricados en el 
Astillero de Santa Cruí{ de la Palma en el siglo XiX, con expresión 
del numero de toneladas, aparejo, etc. 



NOMBRE DEL BUQUE 



Ano de 
suoons- 
truooiór 






APAREJO 



NOMBRE DE SU DUEÑO 



Gran Poder de Dios. 
Esperanza. . . . 

Oriente 

Ligero 

Pamplina 

Antenor 

Veloz 

Rosario 

Matraca 

iMonigote 

Periquito 

Pepa 

Teresa 

Flor de Mayo. . . 

Marinero 

Nieto 

Rosa 

Céfiro 

Aurora 

Caridad 

Constancia. . . . 

Rosa 

Nereyda 

San Sebastián. . . 

Ninfa 

Goleta de la Banda. 

Estrella 

Sim-par 

San Benedito. . . 
Tritón.. . . . . 

La Amistad. . . . 

El Argos 

Africano 

Diamante 

Voluntario. . . . 
Encarnación.. . . 

Gabilán 

San Miguel. . . . 

Elvira.' 

Carmita 

Segundo Benedito. . 



1809 



» 
» 

» 

» 



1827 

» 

» 

» 
1812 
1816 
1823 
1825 
1828 
1828 
1828 
1 836 
1 836 
1 836 
1 838 
1839 
1839 
1839 
1 841 



85 

65. 

70 

70 

45 

95 

80 

60 

5o 

75 
45 
5o 
40 
55 
65 
45 
70 
35 
40 
60 
65 
65 
28 
20 
45 
80 
45 
85 

97 

125 

i63 

1 63 

60 

90 

93 

62 

45 

1 38 

72 

75 
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Bergantín. 

ídem. 

ídem. 

ídem . 

ídem. 

ídem. 

ídem. 

ídem. 

ídem. 

ídem. 

ídem. 

ídem. 

Goleta. 

Bergantín. 

ídem. 

ídem. 

ídem, 
B. goleta. 

ídem. 
Bergantín. 
B. goleta. 
Bergantín. 
Pailebot. 
B. goleta. 
Bergantín. 

Goleta. 
B. goleta. 
Bergantín. 
B. goleta. 
Bergantín. 
Fragata. 
B. goleta. 

ídem. 

ídem. 

ídem. 

ídem. 

ídem. 

Bergantín. 

B. goleta. 

Pailebot. 

B. goleta. 



Manuel de Cáceres. 

Buenaventura Felipe. 

Félix Batista. 

Tomás González Mascareño. 

José García Carballo. 

José Miguel Fernántíez. 

Manuel González y Comp.* 

Pedro Massieu y Salgado. 

Miguel Toledo y Compañía. 

Antonio Felipe Mellan. 

Estanislao Miguel Cabrera. 

Diego González. 

Jorge Lubary. 

Tomás González Mascareño. 

Buenaventura González. 

Manuel Cáceres. 

Diego González. 

Blas Hernández y Compañía. 

Miguel Monteverde y Comp.* 

Buenaventura Felipe. 

Pedro Pestaña y Compañía. 

Manuel Riveros. 

Cayetano Arozena. 

José Gabriel González. 

Mariano Ferraz. 

Antonio Carballo. 

Salvador González. 

José Carballo y Compañía. 

Florencio Felipe. 

Antonio Jorge González. 

Manuel Buenamuerte. 

José Rodríguez Corbacho. 

ídem. 

Miguel Monteverde. 

Tomás Camacho. 

Rafaela Duque. 

José y Fernando Arozena. 

M.* Encarnación Lorenzo. 

Miguel Monteverde. 

Miguel Calderón. 

José Pestaña. 



^ 



— 238 — 



NOMBRE DEL BUQUE 



Pepita 

Negrita. . . . 

Camila 

Joven Temerario. 
Amonita. . . . 
Magdalena. . . 
Palmenta.. . . 
Vengativa.. . . 
Primera Dolores. 
Segunda Manuela. 
Judío Errante. . 
Cuatro hijos.. . 
Dos Hermanas. . 
Guanche. . . . 
Jesús Nazareno. . 
Correo de la Palma 

Franco 

Sant." (a) Andoriña 
Dorado. . . . 
Amparo. . . . 
Pensativo. . . . 

Audaz 

M.* Andrea. . . 
Mi querido. . . 
Pescador. . . . 

Isabel 

Rosa Palmera. . 
Rosario. . . . 

Piedad 

Mosca 

Ninfa de los Mares 
Juanito. . . . 
San José. . . . 
Cometa. . . . 
Mosquito. . . . 
Fama de Canarias. 
Pensamiento.. . 

Verdad 

Triunfo. . . . 

Águila 

Pollito 

María Luisa. . . 
Celaje. . . . . 
Palmito. . . . 
Estrella de Venus. 
Santa Cruz. . . 
Orotava. . . . 



Ailo de 
8u oons- 
truooión 



841 

842 
842 
843 
843 
843 

844 
845 

846 
846 
846 

849 
85o 
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8b4 
855 
855 
855 
855 
856 
857 
859 
859 
859 
860 
860 
861 
861 
863 
863 
862 
867 
867 
86q 
869 
870 
872 
873 
873 

874 
873 

876 

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881 
881 
883 
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61 

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82 

201 

299 

168 

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259 

186 

60 

75 

477 
89 

75 

87 

74 

4^4 

78 
5 00 

440 

77 
45 

298 
» 

47 
45 

5o 



APAREJO 



Goleta. 

Ídem. 

ídem. 
B. goleta. 

Goleta. 

B. goleta. 

Pailebot. 

Goleta. 

ídem. 

ídem. 
Fragata. 

Goleta. 

Barca. 
Bergantín. 
B. goleta. 
Pailebot. 
B. goleta. 
Pailebot. 
B. goleta. 
Bergantín. 

ídem. 
B. goleta. 

Goleta. 
Pailebot. 

ídem. 

Goleta. 

Barca. • 
Bergantín. 
Pailebot. 

ídem. 

Barca. 
Pailebot. 

ídem. 

ídem. 

ídem. 

Barca. 
Pailebot. 

Barca. 

ídem. 
Pailebot. 

ídem. 

Barca. 
Pailebot. 

ídem. 

ídem. 
Chalupa. 
Pailebot. 



NOMBRE DE SU BUENO 



Miguel Calderón. 

José M.* Fernández. 

Tomás Camacho. 

Jaime Roses y Compañía. 

José Buenamuerte González. 

José Perito y Francisco Brito. 

José M.*^ Fernández. 

José Manuel Hernández. 

Francisco Ramón Fernández. 

ídem. 

Francisco R. de Morales. 

Miguel Calderón. 

Leandro Rosa. 

Juan López Bergara. 

Antonio Mariano González. 

Miguel Pereyra y Compañía. 

Sebastián Arozena. 

Mariano Ferraz. 

Mariano Morales. 

Nicolás de las Casas. 

Antonio Bosch. 

Gabriel Bosch. 

Antonio Medina. 

Eugenio Vandama. 

Sebastián Arozena. 

Juan Pedro Suars. 

Leandro Rosa. 

Rodriguez y Compañía. 

José González y Compañía. 

José Manuel Hernández. 

Nicolás de las Casas. 

José González y Compañía. 

Pedro Hernández Fierro. 

Ignacio Pérez Delgado. 

Guillermo Cabrera. 

Rodríguez y Compañía. 

Guillermo Cabrera. 

Juan Yanes García. 

Rodríguez y Compañía. 

ídem. 

ídem. 

Juan Yanes García. 

Rodríguez y Compañía. 

Guillermo Cabrera. 

Félix Vidal. 

Sres. Hamiltun y Compañía. 

Antonio Díaz. 



— 239 — 

NoT\: Los trabajos de arquitectura naval premiados en ia ex- 
posición universal de Fiiadelfia de 1896 fueron: 

Pianos de buques de vela. 

■Modelos de buques, en madera y un álbum de arquitectura 
naval representando planos y vistas de buques. Todo acompañado 
de una memoria conteniendo, entre otras c^osas, una reseña y ex- 
plicación de la serie de cálculos á que habían sido sometidos los 
planos presentados, y noticias de las maderas del país empleadas 
en esta clase de construcciones. 

El expositor fué D. Sebastián Arozena Lomos. Los trabajos 
premiados fueron obra de D. José, D. Fernando y D. Sebastián 
Arozena Lemos y de D. Sebastián Arozena Henriquez, y se refie- 
ren á la Barca <íVerdad» y algunos otros buques delineados y 
construidos bajo la dirección de los mismos. 

Las personas que más se han distinguido en la provincia de Ca- 
narias como constructores de buques han sido los referidos her- 
manos Arozena. 



III 

PUERTO DE SANTA CRUZ DE LA PALMA 



Por Real orden de 23 de Septiembre de i853 se ordenó el estudio 
del proyecto del muelle de la isla de la Palma, cuya disposición 
gestionó y obtuvo D. Domingo Verdugo y Massieu, representante 
en Cortes de dicha isla. 

El día 12 de Julio de 1861, siendo Diputado á Cortes de dicho 
Distrito D. Santiago Verdugo y Massieu, se subastó el muelle. 

El día 8 de Junio de i883 el puerto de Santa Cruz de la Palma 
fué declarado de interés general, y este importante servicio fué 
debido á ia gestión del Diputado á Cortes D. Miguel Castañeda y 
Carmona. 

Desde esta fecha hasta el 18 de Septiembre de 1896 la menciona- 
da obra sufrió muchas vicisitudes relativas á variaciones de traza- 
do, prolongación, etc., etc. y, por último, el Estado rescindió el 
contrato por estar paralizada. 

Siendo Diputado á Cortes D. Pedro Poggio y Alvarez, el proyecto 
del muelle se convirtió en el de un Puerto, consistente en un dique 
de abrigo y un muelle de atraque, cuya obra se subastó el día 3i 



— 140 — 

de Mayo de [900 bajo el tipo de j.661.448 pesetas 53 céntimos, y 
se está consiru yendo. 

\í\ Sr. Po^io, adelantándose á las necesidades de su país en lo 
porvenir, tiene presentado en el Ministerio de Fomento, hoy deno- 
minado de AHriüuliura, Industria, Comercio y Obras públicas, 
una instancia, en la que se pianteít en sus primeras lineas el com- 
plemento del puerto actual y que consiste en un muelle y dique 
Sur con dirección al muelle y dique Norte que se están constru- 
yendo, enlazándose ambos por un muelle de ribera, cuyos datos 
tiene ya orden de recojer el Ingeniero Jefe de Obras públicas. 

El dia que esié terminado es un puerto capaz de competir con 
los mejores del Atlántico. 



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16 



242 — 



La escritura de fundación de mayorazgo del capitán D. Fran- 
cisco Díaz Pimienta y el testamento del mismo, existen en sus 
originales en la Notaría de D. Manuel Calero, en Santa Cruz de la 
Palma, que guarda la documentación correspondiente á la Escri- 
banía de D. Miguel de Brito y la de D. Simón de Chayde, lo que 
consignamos aquí dada la importancia de los referidos documen- 
tos, y para subsanar la omisión de no haberlo expresado en nota 
en lugar oportuno. 

VI 

TESTAMENTO DE D. FRANCISCO DÍAZ PIMIENTA 



Archivo Histórico Nacional. — Cámara de Castilla.— Facultades. 
Primera serie. — Leg. 45. 

C En la Capitana de Ñapóles, que sirve de Capi- 
Otorgamiento. \ tana del Mar Occeano, surta en Barcelona á 

' veinte y seis dias del mes de Mayo de mil seis- 
cientos y cinquenta y dos años ante mí el Alférez Thomas de Ga- 
randilla que sirvo el oficio de Escribano mayor de esta Armada y 
testigos que lo firmaron el Sr. Francisco Diaz Pimienta, Cavallero 
de la Orden de Santiago, Señor de la Villa de Puerto Real, del 
Consejo de Guerra de S. M., Capitán General de la Armada y 
Ejercito del Mar Occeano, á quien doy fee que conozco estando en 
su buen entendimiento natural qual Dios Nuestro Señor fue ser- 
vido de dárselo, dijo que creyendo como cree fiel Catholicamente 
en el Misterio de la Santísima Trinidad, y todo aquello que cree, 
y tiene la Santa Madre Iglesia Romana, en cuya creencia se guel- 
gan haver vivido, y protexta vivir y morir, otorgava, y otorgo esta 
Escriptura que me entregó cerrada y sellada con lacre en presen- 
cia de los dichos testigos, la qual dijo que es un testamento y vl- 
tima voluntad, y que en él declara sepoltura, herederos Albaceas y 
testamentarios para le hacer cumplir y lo otorgo por su testamen- 
to y quiere que valga por tal ó por su cobdicilio y ultima volun- 
tad en la forma que mejor haya lugar de derecho según su fuero 
militar, y dijo que revocava, y revoco otros qualesquier testamen- 
tos, mandas y cobdicilios que haya echo antes de este que no val- 
gan sino este presente ques es su ultima voluntad, y quiere que no 



se habrá ni publique hasta después de sus dias^ y que se le entre- 
gue original, y lo firmó de su nombre, siendo presentes por testi- 
gos el Padre Fray Sebastian González, de la Orden de Predicado- 
res, Capellán mayor de la dicha Armada; el Maestro de Campo 
D. Diego de Portugal, el Governador D. Juan Zapata de Tasis, el 
Sargento Mayor D. Pedro de Olaeta y Mendieta, el Sargento Ma- 
yor D. Francisco Solís, D. Francisco de Vivero Galindo y Francis- 
co García de Vargas. — Francisco Dia\ Pimienta. — Fray Sebastian 
Gon\alei^. — Z). Diego de Portugal f—D, Juan Zapata de Tassis. — 
D. Pedro de Olaeta y Mendieta, — Francisco García de Vargas, — 
Francisco Solis. — D, Francisco de Vivero Galindo, — Ante mí, 
Thomas de Garandilla,)^ 

Primeramente encomiendo mi alma á Dios Nuestro Señor que 
la formó y redimió con su preciosa Sangre, y el cuerpo á la tierra 
de que fue formado y si su dibina vondad fuere servido de que 
muera en tierra ó tan cerca de ella que por su Misericordia pueda 
hacer sepultura, quiero que se me de en Combentto del Seráfico 
Señor San F'rancisco, amorttajado en el mantto Capitular que ten- 
go del Glorioso Pattriarca Pattron de las Españas, el Señor San- 
ttiago, en la forma que por los Esttattuttos de su orden está dis- 
puesto que se entierren los Cavalleros de ella, en que lo soy pro. 
feso, y no habiendo en el lugar en que hubiese de ser enterrado 
Combento del Señor San Francisco, sera mi entierro en el del Se- 
ñor San Agustín, y en falta de dichos Combentos ó de Carmelitas 
Descalzos, en este Principado de Cataluña, quiero que prefieran á 
todos los referidos particularmente el de Nuestra Señora de Gracia 
que está dentro de nuestra linea en este sitio, sera en la Parro- 
quial ó otra qualquier Iglesia con cualidad de depósitos para que si 
mis subcesores quisieren trasladar mis huesos lo puedan hacer á 
la Capilla maior de mi villa de Puerto Real, adonde, como ade- 
lante se dirá, á de ser mi entierro y el de mis subcesores perpetua- 
mente; el dia de mi entierro, si fuere á hora competente ó el si- 
guiente, dirán misa de cuerpo presente todos los sacerdotes que 
hubiere en el lugar que se hallaran en mi entierro, mientras se 
cantan los oficios y la Misa cantada, diciendo cada uno diciendo 
todos responso sobre mi cuerpo ó sepultura ó en la tumba que la 
representare, si por mis pecados no tubiere dicha de haverla por 
alguno de los casos de la Guerra, y las mas que se pudiere, se di- 
rán en Altar privilegiado de Alma. 

ítem, demás de las misas que el dia de mi entierro ó oficios fu- 
nerales se dijeren, quiero que se digan el dia siguiente, ó con la ma- 



— 244 — 

yor brebedad que sea posible, nuebe misas cantadas y dos mil re- 
zadas por mi alma, quantas mas sean posibles en Altares privile- 
giados. 

ítem, en los dias siguientes ¿ mi entierro ó oficio funeral, se dirá 
un Noben(>rio de Missas cantadas, una en cada dia de los nuebe 
siguientes, con vigilia y oración deprecasorla á la gloriosissima 
Virgen nuestra Señora, mui indigno Esclabo soy y de mi muerte 
darán mis albaceas testamentarios, que adelante serán declarados, 
noticia á la Congregación de nuestra Señora de la Almudena y del 
Santo Chrislo de San Jinés de Madrid, mui indigno Esclabo soi 
también, para que me ayuden con los sufragios que su piedad 
acostumbra con los Esclabos que mueren, haciendo esta misma 
diligencia y gran Candad con la Cofradía de las Animas que en la 
ciudad de Mestna esti fundada en el Cómbenlo de la Santissima 
Trinidad que tiene gran Caridad con los hermanos que mueren, y 
yo lo soy, y ademas de lo referido dejo á elección de mi mui ama- 
da esposa D.' Alfonsa Jacinta de Valiecilla y Velasco, mi amada y 
mi Señora, que haga decir las Missas rezadas de su mayor devo- 
ción con que mas brebemente emienda que podra sacar mi alma 
de las Penas del Purgatorio, adonde espero que la ha de encami- 
nar nuestro Señor por su inñnita Misericordia, según concesión 
de Pontífices ó revelaciones de Sanios de que espero la informará 
mi amor y su piedad. 

ítem, es mí voluntad que luego se digan por las Animas del Pur- 
gatorio tres mil missas rezadas en Altares privilegiados. 

ítem, se darán cien ducados de limosna á el Monastterio de 
Carmelitas descalzas de Ecija para que se gasten en las cosas de 
la Sachristia ó en la enfermería del dicho monastterio i elección 
de la Excma. Señora Juana de la Saniíssíma Trinidad, Duquesa 
que fue de Bejar, fundadora, ó de la Madre Priora que á la sazón 
fuere, y aquella santa Comunidad suplico que quando sepa mi 
muerte hagan decir en su Iglesia por una bez en los tres dias si- 
guientes á su noticia tres missas cantadas por mi Alma eq_ Altar 
Privilegiado, ofreciendo la primera á nuestra Señora, la segunda á 
el Glorioso Patriarca San Josef, y la tercera á nuesrra Santa Ma- 
dre la Señora Sama Theresa de Jesús, cuyos perpetuos debotos en- 
cargo que sean á todos mis descendientes, y á la dicha Santa Co- 
munidad suplico que por amor de Dios Nuestro Señor, encomien- 
den mi Alma á su Dibína Magestad. 

'■em, es mi voluntad que en agradecimiento de lavoluntady amor 
que Ib Comunidad de las Religiosas del monasterio de nuestra 



— 245 — 

Señora de la Concepción de la villa y Puerto de Mahon en la Isla 
de Menorca ha muchos años que rezan una Salbe cada dia por mi 
salud y buenos sucesos á nuestra SeñoLa, y porque me continúan 
esta calidad por la de mi muger (que Guarde Dios muchos años) 
y por la de nuestros hijos y nuestras almas perpetuamente se em- 
bie á la Señora Priora del dicho monasterio un Relicario ó Sagra- 
rio de plata dorado en que se descubra el Santissimo Sacramento, 
ó urneta uno ó otro lo que la dicha Priora que entonces fuere di- 
jere que necesita mas que sea de valor de mil Reales de plata y en 
la primer jornada de la Armada ha Galeras hiciere después de mi 
muerte á lebante se entregará á cualquiera de los Generales ó Cabo 
para que con testimonio de esta clausula la entregue en mi nom- 
bre á la dicha Señora Priora y Comunidad por hacerme Caridad. 

ítem, es mi voluntad que en la Capilla de la Señora Santa Ana, 
que está á el lado del Cbangelio de la maior de la Iglesia maior de 
la Ciudad de la Palma una de las Islas de Canaria, fundación y 
entierro de mis padres, y en la maior de la Iglesia del Monasterio 
que en Garachico de la Isla de Tenerife que es otra de las de Ca- 
naria fundaron los Señores Pedro Diaz Franco y Pimienta, y Doña 
María Román mis mui amados Tios que me criaron algunos años 
con amor y afecto de padres en la misma cassa que aora es com- 
bento, que es Religiosa fundadora la Señora C^thalina de San 
Juan su nieta y mi sobrina se pongan dos lamparas de plata de 
valor de doscientos reales de á ocho cada una en la Capilla y Igle- 
sia referidas dotadas perpetuamente de cada seis arrobas de aceyte 
cada una para que ardan todo el año por nuestras Almas, de mis 
Padres hermanos y descendientes, y por las de mi tíos y sus des- 
cendientes, poniendo en la pared frontera la mira que declare que 
son dotadas perpetuamente para que no se puedan enagenar á 
larga carrera del tiempo. 

ítem, que á D.* Theodora Ferrer mi sobrina Religiosa Dominica 
en San Lucar de Barrameda se den todos los dias de su vida que 
le dé Dios mui larga porque la emplea bien quarenta ducados en 
cada un año, y grados en el receptor que en la dicha Ciudad co- 
<brare el derecho del primer uno por ciento que me pertenece para 
que los cobre con puntualidad. 

ítem, que se pague al Comisario de los Lugares Santos de Jeru- 
salem lo qife hubiese montado una limosna que mi Esposa y Yo 
ofrecimos cada uno por escrito. — Por que habiéndose muerto en 
mi servicio Gil de Andrade que se crio en mi cassa remiti de Car- 
tagena de las Indias á Gregorio Luydores vecino de Sevilla dos mil 



— 246 — 

doscientos y ochenta pesos, que montó lo que por su muerte 
quedó, para que !o quedase quitas costas de su traida lo repartiese 
y ratease entre sus acreedores que supe tenia quando murió, y á 
el hacer este testamento, manda cuidado (sic) no haver ajuntádo 
con el dicho Gregorio Luydres antes que muriese se cumplió esta 
obligación, aunque con haver puesto este dinero en poder de 
Hombre tan abonado, y de buena conciencia y Amigo del Difunto 
juzgo que cumplí, todabia, suplico á mis Albaceas testamentarios 
hagan ber los Libros del dicho Gregorio Luydres sobre esta par- 
tida y procuren que si no se hubieren satisfecho se satisfacha (sic), 
y de cualquier manera se sanee mi conciencia porque la miseri- 
cordia de Dios nuestro Señor no debo á persona alguna mas que 
lo que pareciere por Escriptura, y por la Cuenta de lo que en pago 
de ella pareciere que ha recivido Bernardo de Valdes vecino de Se- 
villa, y por otra á Francisco Fernandez Solís vecino de la dicha 
ciudad, y á las Señoras D.* Cathalina de Habiria, y Condesa de Je- 
rena y D. Diego de Egues y Beumon, que todo monta quatro 
Cuentos de marabedis de plata de que el dicho Francisco Fernan- 
dez Solís se encargó, y dio por recividos de S. M. por. restos de lo 
que monta el derecho del segundo uno por ciento de la vendible 
de la Ciudad de San Lucar, su Thesoreria y cinco villas de la de 
Cádiz, por cuia cuenta ha recivido de las dichas Señoras, y de 
D. Diego de Egues quarenta mil reales que Yo les debo, de que hay 
Escriptura para maior claridad, y por que mi muerte no dio oca- 
sión á que mis herederos paguen lo que no debo, declaro y ad- 
vierto á mis Albaceas que saliendo por la varra de Sant Lucar un 
Galeón mió nando.(debe de ser «llamado») Sant Francisco de Pa^ 
dua el año de seiscientos y veinte y uno sirbiendo de Galeón de 
plata debajo de asiento que dice con la Administración de la abe- 
ria de Armada que á la sazón corría por assiento, y uno de los 
Capítulos de la obligación que hice de que serviría en aquel viaje 
el dicho mi Galeón, contiene que el tal Galeón serviría de hida y 
buelta á las Indias, por el primero que contiene la Escriptura que 
son doce mil ducados de plata sí no me olbido, por cuenta de los 
cuales reciví de contado las dos tercias partes, y me obligué á bol- 
bérles si por falta del Galeón, y no sucediendo Naufragio ó caso 
fortuito dejase de nabegar, y porque el dicho Galeón se perdió sa- 
liendo por la varra en que Yo pedí lo que me había costado, y el 
dinero que en su apresto havia gastado que fue aun mas de los 
dos tercios que reciví del segundo y según el dicho asiento cuio 
testimonio se hallará en mi cassa en un papelero grande de Nogal 



— 247 — 

y Caña; Yo perdí el Galeón y el administración de la abería el di- 
nero que me dio por cuenta del sueldo de el para aprestarle de la 
manera que pierden los flotadores de las Naos marchantes las abe- 
nas que pagan en España por cuenta del porte ó ñete de lo que 
cargan en casos semejantes, y sin embargo intentaron cobrar de mi 
lo que havia recibido, y aunque recombenidos con la dicha con- 
dición de naufragio dessistieron sin llegar á demanda, y de alli en 
adelante mudafon esta condición con mano poderosa de servicio 
del Rey, ó no reparando los que fletaron sus Galeones, advierto lo 
que contrataron conmigo porque si bolbieren á intentar la cobran- 
za no se baigan de la consecuencia de los otros contratos, antes por 
mi parte se puede alegar que en el que después hice para fabricar 
los dos Galeones, la Concepción y Santa Theresa en la Havana 
contraté esta condición de riesgo en la misma conformidad de 
haver de ser por cuenta Su Magestad en la parte de el Segundo. 

ítem, advierto que en Sevilla también otorgué Escriptura de in- 
demnidad de Quantia de veinte mil Reales de Plata, algo mas, á 
favor de Diego Alvarez Gaivor, y de Diego Melendez; Digo que 
fueron veinte y tantos mil Reales en que los susodichos fueron 
fiadores de Juan Nuñez de Vargas á favor del General Francisco de 
Nobpa, y en virtud de esta obligación executado en Madrid pagué 
á la muger del dicho General la Quantidad que contenia, y ha- 
biendo sacado los dichos Gaibor y Melendez apremio contra mi 
se halló el mandamiento entre sus papeles de que quisieron usar 
sus Albaceas, y dejaron de hacerlo por estar pagada la parte á cuio 
favor ellos havian sido fiadores de Juan Nuñez por quien Yo pagué, 
con que ellos salieron de la fianza y quedó extinguida la obligación 
á sacarlos della que yo les hice, y porque estando yo para nabe- 
gar no pude rccojer este mandamiento de apremio que podría pa- 
recer muerto yo advierto que está pagada la cantidad referida, y no 
me acuerdo ante que Escribano pasó la Carta de pago de que po- 
dra ser que aya testimonio en mis papeles antiguos. 

Y porque Dios fue servido de darme por Compañera y lexitima 
Esposa á D.^Alphonsa Jacinta de Vallecilla y Velasco delaqual 
se ha servido de darme tres hijos varones, el primero nombrado 
Francisco Diaz Pimienta que es del orden de Santiago; el segundo 
Martín Pimienta de Vallecilla; y el tercero Nicolás Pimienta de 
Vallecilla y Velasco; y una hija nombrada Theresa Eugenia Jose- 
pha; Declaro por mis unibersales herederos á los dichos mis qua- 
tro hijos tres varones y una hembra en la torma que adelante será 
declarado. 



— 248 — 

Y porque no hube ni llebé dote con la dicha mi muger, sino lo 
que le tocase de su lexitima, de que no ha llegado el caso, y en las 
capitulaciones de nuestro Casamiento hechas con los Señores Don 
Martin de Vallecilla, y D/ María Alphonsa de Ojeda y Veiasco sus 
Padres y mis señores en la villa de Portugalete del Señorío de Viz- 
caya de la qual son vecinos originarios, prometí á la dicha mi muí 
amada Esposa seis mil ducados de plata en arras, quiero que en 
primer lugar los aya y cobre en las joyas, plata lalyada, ó alhajas 
que mas gustare ó en Reales, de lo mejor y mas bien parado de 
mi Hacienda, sin que se pueda decir ni dudar por mis herederos ó 
Albaceas si cabe esta quantidad según la disposición del derecho 
en la Hacienda que entonces hice Capital que se insertó en la dicha 
Escriptura dé Capitulación de Casamiento que passó ante uno de 
los Escribanos de la dicha villa de Portugalete, cuio testimonio 
incluye un testamento cerrado que hice en otra jorjiada, que re- 
mití á mi muger que dice para en poder de su padre el dicho Señor 
Don Martin de Vailecilla. 

Aunque según el dicho capital de cuya quantia no me acuerdo, 
no sé si hay multiplicado y caso que le haya los míos son bienes 
castrenses, habidos de grandes sueldos de Su Magestad que á mu- 
chos años que gozo y no pautibles (sic) por las causas, que el de- 
recho dispone que todas militan en mi persona es mi voluntad 
que por la justa confíanza, y mucho y muí devído amor que tengo 
á la dicha D.'^ Alphonsa Jacinta de Vailecilla y Veiasco, mi muí 
amada Esposa sea Tutora y Curadora de nuestros hijos y admi- 
nistradora de sus vienes en la forma que en adelante será decla- 
rada mientras conservase el Havito viudal de nuestro Casamiento, 
y si le pareciere conbeniente contraher segundo matrimonio, en 
que fío de la vondad de Dios que por su virtud se ha de inspirar y 
encaminar á su maior servicio porque en tal caso no le quedara 
deliberación combeniente para administrar la Hacienda de nues- 
tros hijos, es mi voluntad que luego que contraiga según á las 
(debe de decir «segundas») bodas se renueba la Administración de 
los vienes de nuestros hijos en la Persona ó Personas que adelante 
será declarado pero no la Tutela porque a de ser Tutora y Cura- 
dora de nuestros hijos mientras no llegaren á ed'ad de poder elegir 
según la disposición del derecho y por su muerte. Dios la deje go- 
zar muchos años (y) de la felicidací que merece. Si lo que Dios no 
permita fuesse antes que lleguen á la dicha hedad lo ha de ser el 
Señor D. García de Medrano del Conssejo de Su Magestad en el 
Real de Indias y en caso de segundo matrimonio ha de haver Doña 



Alphonsa Jacinta mi muger para alimentos de nuestros quatro hi- 
jos la cantidad que para cada uno de ellos ajustare de acuerdo con 
mis Albaceas ó determinare la Justicia, y en este mismo caso de 
segundas Bodas ha de haver para alimentos de su Persona por 
todos los dias de su vida tres mil ducados de renta en cada un año 
moneda corriente de lo mejor y mas bien parado á su elección 
haviendose primero y ante todas las cosas apartado de qualquier 
otro derecho y acción á mi Hacienda^ que los dichos seis mil Du- 
cados de Peseta de arras que atrás quedan declarados, y de estos 
tres mil Ducados de renta que ha de gozar por los dias de su vida 
de la del Mayorazgo que adelante hirá declarado, después de los 
quaies á de bolber á el tronco, y quedar libre para el Mayorazgo 
la dicha renta de los tres mil Ducados, con calidad de que si por 
muerte se pretendiere otro qualquier derecho por via de multipli- 
cado ó en otra qualquier manera sea bisto quedar por él por el 
mismo caso con solo testimonio de la primer petición de la tal de- 
manda revocada como desde haora para entonces revoco esta 
manda y legado gracioso que á buen seguro que no se de por su 
voluntad tal causa de revocación ni yo Persona en este remedio ni 
en división, sino para el caso de segundo matrimonio que no le 
dejada arvitrio en sus acciones, de cuia justificación tengo tantas 
experiencias. 

Declaro por vienes y Hacienda mia para cumplir este mi testa- 
mento, y todo lo que se vera declarado lo siguiente: 

Primeramente la mitad de la Prea (sic) Sansón, y la mitad de la 
carga que llebó á nueba España en la nota el cargo del General 
D. Pedro de Urpea, y Conde de Jerena en que tubo Compañía con 
Gregorio Luidre, vecino de Sevilla, como parece de la cuenta de su 
costo apresto y cargo de vino aceyte y otras cosas que está en un 
Papelero de Nogal y Caña en mi Posada en Cádiz, y parecerá en 
un libro la qual fue administrando y administró D. Gregorio Leu- 
dres de Salazar, su hijo, á quien se ha de tomar cuenta, que yo no 
he tenido lugar de tomar, de lo procedido de los Fletes, aprovecha- 
mientos y valor del Buque que se ha hecho ó el trabes y del valor 
de su carga que por dicha cuenta de que remiti copia á el dicho 
D. Gregorio constará la Quantidad de Pipas de vino. Botijas de 
vino, aceyte y otras cosas, que es de todo lo qual me pertenece la 
mitad y enteramente el valor de un Esclabo negro nombrado Pedro 
que llebo de mi Quenta, en la qual se le ha de hacer bueno cosa 
de dos mil pesos ó lo que pareciere costaron las cosas de China y 
matalotaje que de Nueba^spaña me embió á la Havana siendo yo 



— 25o — 

General de Galeones, y lo que en Sevilla hubiere gastado por mi 
orden, assi en cosas compradas como en alimentos, que después 
de la muerte de su padre hubiere dado á razón de tres mil Reales 
de vellón cada año á D/ Leonor Pimienta y Guilicastegui, mi 
hija natural, si los tales alimentos dados por su padre ó por el di- 
cho D. Gregorio Leudres, montaron mas de seiscientos pesos de á 
ocho Reales de plata, y sus réditos á razón de á diez por ciento que 
á este precio tomó el dicho Gregorio Leudres, su padre, de mí por 
cuenta de la Señora D.* Maria de Guilicastegue, á quien yo los de- 
via, y los hice buenos en la nuestra corriente á el dicho Gregorio 
Leudres que por no haver pagado ni el principal ni réditos á la di- 
cha Señora D.' Maria, cuia heredera universal es la dicha D^ Leo- 
nor Pimienta, mi hija, se los debe pagar y descontar de los que 
hubiere dado, y en este caso se harán buenos los dichos seiscien- 
tos Pesos á mi hija y también porque yo debo sanearlos como li- 
brador de ellos en el dicho Gregrorio Leudres á la dicha D.* Leo- 
nor Pimienta y Guilicastegue, que es mi hija natural, como ade- 
lante se dirá. 

ítem, declaro por vienes mios tres mil y tantos Reales de plata 
que me debe el Licenciado D. Francisco de Prado, oydorde la Au- 
diencia de Santa Fee de las Indias, por Escriptura que pasó el año 
de seiscientos y treinta y cinco ante Diego de Soto, Escribano pú- 
blico de Cádiz, de que tiene testimonio Francisco Garcia de Bargas, 
que se remitirá sobre carta del Consejo de Indias con Poder á quien 
cobre el dinero y lo remita. 

ítem, declaro por vienes mios diez mil ducados de plata á poca 
diferencia que el Capitán Martín Garcia Londino, vecino que solia 
ser de Sevilla, que ahora reside en San Lucar de Barrameda, me 
debe de dinero mió que entró en su poder el año de seiscientos y 
treinta y quatro, según parecerá en cuenta mia, y aunque no de 
todo lo que me debia me otorgó Escritura de la maior parte ante 
uno de los Escribanos de Sevilla que se hallará en mis papeles, 
lo qual me ha dejado de pagar por haver caído en quiebra y 
falta de caudal. 

ítem, declaro por bienes mios mil y quatrocientos ducados de 
plata que D. Melchor Zardo de Zespedes, vecino que fue de la di- 
cha villa, me debe por dos Escripturas otorgadas en Cádiz á favor 
de la Señora D.* Francisca Verdvel, que me pertenecen por tantos 
á poca diferencia que le presté para ir á el Correximiento que exer- 
cio en la nueba España, y el testimonio de las otras Escripturas y 
recaudos para cobrarlas entregue á Juan de el Tajo, vecino de Ca- 



— 25l — 

diz, que me avisó aberselas dejado en la Vera Cruz nueba sobsti- 
tuido mi poder á Francisco Largache Encomendero, vecino de la 
dicha ciudad de la nueba Vera Cruz, para que los cobrase quand) 
bolbiese por allí del Correximiento de Chiapa, en cuio exercicío he 
entendido murió y quedó con sus vienes la Señora D.* Cathalína 
Mesia, su muger, vecina de la Havana> como Tutora de sus hijos. 

ítem, declaro por vienes mios setecientos y cinquenta reales de 
renta en cada un año de Censo, perpetuo que la Ciudad de San 
Lucar de Barrameda debe otorgarme en virtud de diferentes cesio- 
nes de vecinos de la dicha Ciudad de quantídades que dieron para 
que de ellos lo otorgase la dicha Ciudad en virtud de orden de Su 
Magestad, y del Señor Presidente de Hacienda, Censos á razón de 
veinte á el millar que á la dicha razón montan todos los dichos se- 
tecientos y cinquenta Reales de renta que á de correr desde el dia 
de las fechas de la entrada del dinero, cuios réditos monta lo que 
parecerá en una cuenta que está con las dichas cesiones que en 
Madrid dejé á mi Esposa; y en poder de Christobal de Villarroel 
una certificación de la contaduría de la razón de que consta que 
se me debe despachar juro de mil reales á poca diferencia en 
millones de Sevilla de renta en cada un año por medias annatas de 
juros, y de ellla consta haver pagado por él seis y nueve por cien- 
to que pagan los cesonarios mil y sesenta Reales á Domingo Zen- 
turion. 

Declaro por bienes míos todas las joyas, perlas, plata labrada, 
colgaduras, tapizerias y demás atajas, menage y ornamentos de 
casa que D.* Alfhonsa, mi muger, dijere que ay en la de Cádiz, 
Puerto Real y Madrid, de que se hará Imbentario, según la rela- 
ción que diere, pidiendo cuenta de la plata labrada que ay en esta 
Capitana de mi servicio. 

ítem declaro por vienes y Hacienda mia la Villa de Puerto Real, 
obispado de Cádiz, Jurisdicción, Señorío y vasallage me costó tre- 
ce Quentos ochocientos y quarenta y quatro mil seiscientos y 
treinta y seis maravedises plata, que pagué á Su Magestad en pla- 
ta, de lo qual estoy mi posesión litigando la propiedad que encar- 
go á mis Albaceas executarien como yo executoriado la posesión, 
cuia executoria está en poder de D. Jacinto de Bustillos, Escribano 
de Cámara del Consejo de Hacienda, porque ha sido venta mui 
contra dicha combiene executoriarla y vencer con la fatoria del 
Conde de Recuela, en cuia virtud compré el Pribilegio que la villa 
pretende tener para no ser vendida que está derogando por la di- 
cha fatoria, y si fuere necesario valerse de una resolución que Su 



— 252 — 

Magestad tomó sobre consulta que el Consejo de Hacienda le hizo 
representando que aunque havía sentenciado á mi favor la pose- 
sión de esta villa en justicia bolbia por vía de Gobierno i represen- 
tar que la venta de esta villa tenía yncombenientes que en otras 
consultas havia representado para que si Su Magestad fuese servi- 
do se revocase en la revista á que Su Magestad respondió que 
quanto lo que se representaba fuere todo cierto se devia represen- 
tar quando aquel mismo Consejo lo havia consultado que aproba- 
se la venta de la dicha villa que en virtud de la tal consulta apro- 
bó con que por esta, y por otras compras se me havian sacado 
doscientos mil reales de á ocho, y quedarme pleyto ni dudar la 
posesión después de ha verme sacado el dinero no hera justo, y 
que se confírmase la sentencia en revista y se cumpliesse la venta 
y esta resolución y consulta hecha el mismo dia de la sentencia de 
vista, en cuia virtud se confírmó en revista esta en poder del Se- 
cretario Francisco de Yriarte, si no la volvió á rrecojer el Señor 
Josef Jonzalez Guerra, Presidente de Hazienda. 

ítem, declaro por Hacienda mia los derechos del primer uno por 
ciento, y del segundo de lo hendible que se causa en las ciudades 
y villas de la Thesorería de San Lucar de Barrameda, que cada 
uno de los dichos derechos montan cada un año igualmente se- 
gún los valores de un trienio antecedente á la- compra tres cuen- 
tos quatrocientos y treinta y nuebe mil quatrocientos y cinquenta 
marabedis en la manera siguiente: 

La dicha Ciudad de San Lucar de Barrameda dos cuentos seten- 
ta y tres mil quinientos maravedís. 

La Ciudad del Puerto de Santa Maria setecientos y cinquenta 
maravedis. 

La villa de Chipeona veinte mil maravedis. 

La de Lebrija trescientos y quarenta mil. 

La de las Cabezas de San Juan cinquenta y siete mil nobecien- 
tos y cinquenta. 

La de Rota ciento y treinta mil. 

La de Tribujena sesenta y ocho mil. 

Y todas las dichas dos ciudades y cinco villas los dichos tres 
cuentos, quatrocientos y treinta y nuebe mil quatrocientos y cin- 
quenta marabedis, como parece en las siete partidas de suso, y 
porque yo compré el primero uno por ciento con cargo de pagar á 
diferentes personas un Quento trescientos y veinte y dos mil cien- 
to y veinte y un maravedis de renta en cada un año de juros que 
tenian sobre él dicho derecho, de que he redimido en virtud de la 



— 253 — 

facultad que en la compra me dio Su Magestad dos juros, el uno 
de trescientos y cinquenta mil marabedis de renta que estaba en 
primera situación á favor de Duarte Méndez, y el otro de doscien- 
tos y treinta y quatro mil maravedís de renta en segunda situación 
á favor del Monte de Piedad de Florencia, que ambos montan qui- 
nientos y ochenta y quatro mil marabedis; declaro que todavía ay 
cargados sobre el dicho primero uno por ciento setecientos y trein- 
ta y ocho mil ciento y veinte y cinco mil marabedis de renta en 
quatro juros que pertenecen á las personas siguientes.^Uno de 
Vescienios y cinquenta mil maravedís de renta de primera situa- 
ción de los herederos de Duarte Brandon Suarez, cuia Hacienda 
pretende administrar por concurso de Acrehedores Antonio Nu- 
ñez Gramache, y tener la mitad en este juro, que otro Acrehedor 
pretende que se le adjudique y de qualquiera á quien pertenezca se 
procurará comprar, como también los otros tres que no son de 
primera situación: otro Juan de Silba de Lisboa, de segunda situa- 
ción de doscientos y cinquenta y ocho mil maravedís de renta, 
que está anotado en los Libros reales porque á ííanzado con él 
una renta, y se advertirá en la compra. — Otro de nobenta y cinco 
doscientos y cinco marabedis de renta de las obras pías de Jorje de 
Paz Silbeira, creo que á redempcion de cautivos que lo trocara por 
otra tanta renta de su calidad..— Otro de. tercera situación á D. Luis 
de Avila, vecino de Sevilla, de treinta y quatro mil nobecientos 
y veinte marabedis de renta que á mi partida tenia concertado 
comprar por mi orden, y para su paga de trescientos á quatrocien- 
tos pesos de mi cuenta, D. Diego de Mirafuentes, vezino de Sevi- 
lla, que dirá lo que juntamente tiene mió para este efecto, los 
quales juros se han de pagar mientras no se redimieren en virtud de 
la facultad que de Su Magestad tengo que redimirlos y porque vie- 
nen á ser censo contra mi Hacienda, y será mui sensible á mis he- 
rederos, encargo y suplico á mis Albaceas que los rediman y com- 
pren quanto antes se puedan desentrampar, que considerados unos 
con otros á razón de siete mil de plata á el millar como he com- 
prado los otros ay largamente y cobrado para pagarlos en lo que 
oy ha caido de la dicha renta de uno y otro derecho, por lo qual 
considero este primer uno por ciento tan libre como el segundo 
que he comprado libre de cargo y situación y me pertenece ente- 
ramente, y la renta del primero y segundo uno por ciento de San 
Lucar y su Thesoreria monta en cada un año, según los dichos 
valores, seis quentos ochocientos y setenta y ocho mil y nobecien- 
tos maravedís. 



— 254 — 

ítem, declaro por bienes míos los mismos derechos del primero y 
segundo uno por ciento de lo hendible, que se cargan en las cinco 
villas, Puerto Real, Chiclana, Paterna de Ribera, Alcalá de los 
Grandules (sic) y Coníl; Que todas rentan según los valores por 
que compré el primero uno por ciento deducidos de un Quinque- 
nio antecedente á la compra, por el qual se reguló el segundo por 
uno, y otro derecho nobecientos y quarenta y siete mil doscientos 
y quarenta maravedís: Asaver, Puerto Real, por uno y otro dere- 
cho ciento y setenta y seis mil y ochocientos: los ochenta y ocho 
mihy quatrocientos por cada uno. — Chiclana ciento y setenta mil 
ochenta y cinco mil por cada uno. — Paterna once mil nobecientos 
y sesenta y ocho, cinco mil nobecientos y ochenta y quatro por 
cada uno. — Alcalá de los Grandules quatrocientos y veinte y cinco 
mil doscientos y setenta y dos marabedis, doscientos y doce mil 
sefscientos y treinta y seis por cada uno. — Conil ciento y sesenta 
y. tres mil y doscientos marabedis sesenta y un mil y seiscientos 
por cada uno. — Y es declaración que aunque quando compré el 
primero uno por ciento de las cinco villas referidas en que se in- 
cluyó la ciudad de Cádiz que es cabeza de su Thesoreria me cargué 
de quinientos y treinta y seis mil marabedis de renta en cada un 
año por juros que estaban cargados en esta Thesoreria. Después 
redimi dos juros de D.* Biolante Correa y D. Nicolás de buenaben- 
tura con que en la compra del segundo uno por ciento me quedó 
libre toda la renta de estas cinco villas en el primero y segundo 
uno por ciento quedando fuera la ciudad de Cádiz que con mi 
consentimiento compró lo que se causa de este derecho del primer 
uno por ciento dentro de su casco y termino, y los dichos siete 
cuentos, ochocientos y veinte y seis mil ciento y quarenta mrs. de 
renta en cada un año que en las dichas dos Thesorerias compré 
en la forma que queda referido pague á S. M. á razón de once el 
millar, con nombre de veinte mil como se estila con los hombres 
de negocios con jurisdicción alta y baja, excepto los quatrocientos 
y setenta y tres mil seiscientos y veinte mrs. de renta del primer 
uno por ciento que se me cargó á trece mil el millar en el ajusta- 
miento de la cuenta, y se ha de poner assi en el privilegio en que 
también se ha de declarar que si S. M. redimiere estos derechos ha 
de redimir y pagar por todo su valor de veinte y veinte y cinco mil 
el millar los juros que en esta compra no se me concedieron á mas 
que á once mil en descuento de esta compra. 

ítem, declaro por vienes y hacienda mia un censso que la ciudad 
de Cádiz me paga sobre sus propios, y particularmente con espe- 



— 255 — • 

cial hipoteca y calidad de que no se transfiera el dominio del dere- 
cho del primer uno por ciento de lo hendible que se causa dentro 
de su casco de dosmíl y seiscientos Ducados en cada uno año de- 
clarando el principal de este censso que me impuso á razón de once 
por ciento con facultad deS. M. lo combirtio en la compra del di- 
cho derecho del primer uno por ciento que compró de S. M. y esta 
Escriptura tiene en Cádiz Domingo de Lasier con poder para co- 
brar este censo que comenzó á correr desde principio del año pa- 
sado de seiscientos y cinquenta y uno. 

ítem, nombro por mis Albaceas testamentarios, Administradores 
de la Hacienda referida á mí mui amada esposa D.^ Jacinta de Va- 
llecilla y Velasco mientras conservare el Avito viudal de nuestro 
matrimonio, y á los Señores D. García de Medrano del Consejo 
real de las Indias, D. Luis de Oyanguren del orden de Calalrava 
del Consejo de S. M. y su Secretario en el de la Guerra de la parte 
del Mar, D. Diego de Guer y Beyentout del orden de Santiago, Be- 
hedor General de las Galeras de S. M. y á el Capitán Juan de Cas- 
sanueba Cailbegui, vecino de Cádiz, y á todos juntos, y á cada uno 
in solidum con declaración que si la dicha mi Esposa contragere 
segundo matrimonio con que no le quedará libre su buena delibe- 
ración, de que yo fio tanto en este caso a de quedar excluida como 
desde ahora,para entonces la excluyo desde el dia en que se casare 
ó capitulare del dicho Albaceazgo y administración, quedando so- 
lamente Tutora y Curadora de las personas de nuestros hijos 
mientras se estubiercn en la hedad pupílar, y por mis albaceas Ad- 
ministradores como queda dicho á los dichos Señores á quienes 
por nuestra buena amistad, y por la confianza con que los elijo, 
suplico con el major afecto que puedo lo acepten y me hagan tan 
señalado bien y merced. 

ítem, declaro que D.* Leonor Pimienta que está en mi cassa á la 
obediencia de D.^ Alfhonsa mí muger que la cría como á nuestros 
hijos es mí hija natural que siendo soltero la hube en una Señora 
doncella de tanta calidad y buenas parte-: que tubo esperanza de 
lexitimarla con mi casamiento, quiero y es mi voluntad que por 
vía de alimentos en la mas favorable^orma que el derecho permita 
haia y llebe de mi Hacienda para tomar el estado á que mas se in- 
clinare, y advertida de que me seria mas grato el de Religión del 
orden á que se inclinare, seis mil Ducados de á once Reales de mo- 
neda corriente á la sazón que los haia de haver en los Reynos de 
Castilla, los quales se le separarán por mis albaceas para que sus 
réditos le sirban de alimentos en el ínterin que toma estado, y no 



— 256 — 

fuera alimentada en la forma que ahora lo es, los quales quando 
llegue el caso se entregarán á quien judicialmente fuere discernido 
apartándose primero de que por razón de ser mí hija natural como 
lo es Ao pretenda otro ningún derecho ni acción á mis vienes de la 
dicha cuantidad de seis mil Ducados, renunciando otra qualquiera 
que por qualquier camino pudiese intentar imponiéndose pena de 
que sí lo intentare ó pusiere pleyto á sus hermanos (lo qual no es- 
pero) sea por el mismo caso excluida como desde ahora para en- 
tonces la excluio de la sucesión y llamamiento que adelante sera 
declarada por que deseo y espero que conserbe el amor en que se 
a criado de sus hermanos y de mí Esposa continuando su obedien- 
cia, y elijiendo estado con su parecer y vendícion, y á mi Esposa 
y á sus hermanos se la encargo, como á hija mía seguro de que le 
basta serlo para tener seguro su amor. 

Y aun declaro que como Padre Tutor y Curador de la persona 
y vienes de la dicha D.* Leonor Pimienta y Guelicastegui mí hija 
cobré y tengo en mi poder cinco mil Ducados de plata doble que 
le pertenecieron á poca diferencia como heredera de D/ María de 
Eguilícastegui su paríenta, de las quales otorgué Escritura á su 
favor de la qual le entregué á mí partida de Madrid testimonio im- 
poniendo censso á renta de la dicha cantidad sobre el derecho del 
primer uno por ciento de las cinco villas, que heran de la Theso- 
rería de Cádiz con declaración de haver pagado con la dicha quan- 
tia un juro impuesto sobre el dicho derechos remitiéndome á la 
dicha Escriptura en tcdo y por todo quiero que se pague el prin- 
cipal de los réditos que contiene á dicha mí hija, ó á quien su cau- 
sa hubiere á el tiempo y en la forma que lo contiene la dicha Es- 
criptura, para que con ia quantidad que montare el principal y re- 
ditos, y los dichos seis mil Ducados del legado antecedente pueda 
tomar el estado que Dios fuere servido de darle. 

ítem, declaro que ante Bartholome Foguete Notario y Escribano 
publico de la villa de Mahon en la Isla de Menorca otorgue Es- 
criptura de Fundación de una Capellanía que fundé á honrra y 
Gloria de Dios, y de la gloriosissima siempre virgen Santa María 
Señora nuestra, para que por mi Alma, la de mi Esposa, y de 
nuestros hijos y descendientes se digan las xMisas que en la dicha 
fundación se declara y en la conformidad de su thenor nombro 
por primer Capellán de ella, á D. Christobal de Torreblanca natu- 
ral de la villa de Portugalete en el Señorío de Vizcaya, y por Pa- 
irona á D.* Alfhonsa Jacinta de Vallecilla y Velasco mi muger por 
su muerte á Francisco Díaz Pimienta mi hijo maior si sucediere 



— 257 — 

en el Mayorazgo, que con el favor de Dios quiero fundar; ó á él 
hijo que de los referidos sucediere, en el dicho mayorazgo como 
adelante se dirá y á sus hijos y subcesores en el dicho Mayorazgo, 
porque siempre han de ser los Mayorazgos Patronos de la dicha 
Capellanía porque la renta del dicho Mayorazgo á de ser pagado 
el Capellán de los dos mil y quinientos reales que en la dicha fun- 
dación se declara de la limosna y servicio de la dicha Capellanía, y 
los tales Capellanes han de criar á los hijos de los Mayorazgos 
como en la dicha Capellanía se declara, de cuia fundación se saca- 
rá testimonio que se pondrá con la de Mayorazgo, cuio thenor 
cerca de la sucesión en él se ha de seguir en la del Patronato de esta 
Capellanía. ^ 

Y porque para la paga de los dos mil y quinientos reales conte- 
nidos en la clausula antecedente havia señalado un juro sobre el 
servicio ordinario y extraordinario del partido de Burgos el qual 
cede á Su Mageslad porque se me reciviese en cuenta de la compra 
del derecho del segundo por ciento de la Thesorería de San Lucar 
y villas, de la de Cádiz su valor señalo la renta que para el dicho 
Mayorazgo señalare, y lo mejor y mas bien pasado de ella para 
que sean pagados los dichos dos mil y quinientos Reales en cada 
un año á el dicho Capellán, después que se haya ordenado de Misa, 
y en el ínterin que no tiene hedad para ordenarse de sacerdote 
quiero que por vía de superávit del servicio de la dicha Capellanía 
que serviría el Capellán y Maestro de mis hijos se le den á el dicha 
D. Christobal de Torreblanca mil reales en cada un año para ayu- 
da de acabar sus estudios de los quales está satisfecho hasta fín del 
año pasado de mil seiscientos y cinquenla y uno, y se le ha de con- 
tinuar desde principio de este por la buena amistad que tube y ten- 
go con su abuelo y padre Christoval de Torreblanca. 

Y los dichos dos mil y quinientos Reales de renta en cada un 
año se han de pagar perpetuamente á el dicho Capellán y á los de- 
mas que adelante fueren de lo mejor y mas bien parado de la renta 
del Mavorazgo que se ha de fundar que ha de ser con cargo de esta 
Capellanía de que los subcesores en el dicho Mayorazgo han de 
gozar principalmente assi en lo espiritual como en lo temporal en 
su educación y crianza como en la de sus hijos. 
Declaraciones Y porque con el favor de Dios nuestro Señor, 

PARA LA \ y á honra y Gloria de su Divina Mageslad y de 

FUNDACIÓN la Sanlissima Virgen María su Madre y Señora 

DE ESTE I nuestra deseo que en el Mayorazgo que quiero 

Mayorazgo. [ fundar tenga Hacienda para sustentar el lustre 

17 




— 258 — 

de Titulo con que espero que el Rey nuestro Señor ha de honrrar 
mi Cassa, en la vía y forma que mejor puedo y debo, y el derecho 
y Leyes de estos Reynos me lo permiten hago por mis quatro hijos 
Francisco, Martin, Nicolás, y Theresa Eugenia, y por lodos, y por 
cada uno de ellos á quienes Dios que se sirba de guardarlos y dar- 
los larga vida para que le sirban, se sirbiese de llebar en la edad 
que el derecho me permite testar por ellos ó fuera de ella, ratifican- 
do este mi testamento como lo espero de su obediencia dejo por 
heredero universal, y de quanto el derecho permita en la lexitima 
de qualquiera de los dichos mis hijos á el dicho Mayorazgo aunque 
al tiempo del tal fallecimiento no se haya fundado en quanto ha 
haver sacado la facultad real ni señalado qual de los tres hijos va- 
rones haya de suceder en el, y este legado, y manda ó testamento y 
ultima voluntad que hago por los dichos mis quatro hijos quiero 
que tengan tan cumplido efecto como el derecho permite en la 
forma mas favorable, y que lo que montare la lexitima ó lexitimas 
de los dichos mis hijos, á quienes el dicho Mayorazgo heredare sea 
aumento de renta del dicho Mayorazgo, y quede vinculado como 
lo demás desde el dia que el caso llegue ympretando la facultad de 
S. M. en esta conformidad, y para que este testamento que en 
nombre dé los dichos mis quatro hijos y por ellos hago tenga todos 
los requisitos de tal, nombro por vienes de los dichos mis hijos las 
dichas sus lexitimas, y por su albacea y testamentaria á mi Esposa, 
su Madre D.*Alfhonsa Jacinta de Vallecilla y Velasco, y su entie- 
rro en la Capilla maior de la Iglesia Parroquial de nuestra villa de 
Puerto Real, y en su nombre y en el mió. Suplico á S. M. se sirva 
de conceder facultad para que las dichas Lexitimas que ansi here- 
dare el hijo maiorazgo queden vinculadas como los vienes seña- 
lados en la fundación de dicho Mayorazgo, que es como se sigue. 

En el nombre de Dios nuestro Señor y de la gloriosísima y San- 
tissima virgen Maria su Madre y Señora nuestra y del Patriarcha 
Santíssimo el Señor San Josef, y del Apóstol Santiago Patrón de 
las Españas fundo y consiituio perpetuamente eí Mayorazgo en 
la persona de D. Francisco Diaz Pimienta y Vallecilla mi hijo pri- 
mogénito, Cavallero del orden de Santiago que es de quince años, 
y sirbeá S. M. en esta Armada de mi cargo entretenido cerca de 
mi persona con cien escudos de sueldo á el mes, y que goce él y 
los subcesores en el dicho Mayorazgo en la forma que adelante se 
dirá los vienes y rentas siguientes. 

Primeramente el Titulo de Marques de la Villa de Puerto real 
con que espero de la grandeza deS, M. que ha de honrrar mi per- 



— 259 — 

sona, y mi Cassa, por premio de los servicios que ha hecho á su 
Corona que si yo (lo lo alcanzare en mi persona estahonrra supli- 
co á S. M. se sirva de hacérsela á el dicho mi hijo ó á el que de los 
otros mis hijos succediere en este Mayorazgo como adelante se 
dirá. 

ítem, la dicha villa de Puerto Real su jurisdicción. Señorío, y 
vasallage, y quanto en ella y su termino me pertenece y pertene- 
cer puede. 

ítem, la Capilla maior de la Iglesia Parroquial de la dicha villa 
de que ha de ser Patrón el que succediere en este Mayorazgo que 
encargo y suplico á mis albaceas ajusten con el Señor Obispo de 
Cádiz, obligando la renta del Mayorazgo á pagar en cada un año 
cinquenta Ducados que se han de ir depositando mientras no hu- 
biere en que gastarlos para ornamentos, retablo y servicio del Altar 
maior, debajo de cuias gradas se ha de hacer bobeda mui capaz y 
decente para mi Entierro y de mi muger, y de todos nuestros des- 
cendientes perpetuamente, y á el lado de Ebangelio del dicho Altar 
maior que es arco que sale á otra Capilla y entrada sale al cuerpo 
de la Iglesia se ha de cerrar con tabique ó sitara fuerte á la qual 
se ha de arrimar nuestro Entierro que oy se halla en Cartagena de 
Lehíinte en diez y ocho cajones que alli entrego el Almirante don 
Antonio de Berastam que los trajo de Ñapóles á el beedor del Al- 
mirantazgo que alli reside en las quales se incluyen dos con dos 
estatuas de Marmol, la una de D.* Alfhonsa mi muger, y la otra 
mia, que deseando plantar sobre la urna, y todas las piedras del 
dicho Entierro, y la figura de él se han de formar debajo del dicho 
arco si no contrabiniercn á la propolicion del dicho entierro que 
se acomodará como mejor parezca á los mejores artífices de la 
profession con el dibujo del dicho Entierro en la mano el qual se 
hallará en el papelero ó otro Escritorio, y la costa que hicieren es- 
tos cajones en la conducción á Puerto real, y la de la bobeda y 
composición del dicho Entierro quiero que se haga de mis bienes 
como el funeral hasta acabar en toda perfección lo uno y lo otro, 
pero la renta que se hubiere de pagar á la fabrica para hornato de 
servicio de la Capilla maior por razón del Patronato de ella quiero 
que cargue sobre la renta del Mayorazgo que ha de ser Patrón y 
se pague de ella, y que se considere como obra pia, y tanto menos 
renta á el ^Mayorazgo en el computo de la partición en el qual no 
quiero que se entienda asi cabe ó no la renta del Mayorazgo en el 
tercio y quinto de mejora pues aunque no tubieran como tengo 
facultad real para vincular aunque sea contra la lexitima de otros 



— 26o — 

hijos la dicha villa y rentas del primero y segundo uno por ciento 
todos mis vienes son castrenses. 

ítem, una cassa que tengo en la dicha villa de Puerto Real en la 
calle que sale al muelle que por mi horden se compró de los here- 
deros de Miliers, en treinta y ocho mil reales con su Almacén y 
tenajas para aceyte, y todo- lo á ella anejo y perteneciente assi fa- 
bricado como solar para fabricar. 

ítem, nobecienlos y quarenta y siete mil doscientos y quarenta 
maravedís de renta en cada un año en los derechos del primero y 
segundo uno por ciento de Alcabala que se causa en las cinco vi- 
llas que son de la Thesoreria de millones de !a ciudad de Cádiz, 
Puerto Real, Chiclana,. Paterna de Ribera, Alcalá de los Ganzules, 
y Conil, á saver en la dicha villa de Puerto Real ciento y setenta 
y seis mil y ochocientos maravedis en cada un año de renta, la 
mitad por el primer uno por ciento, y la otra mitad por el se- 
gundo. 

En la de Chiclana ciento y setenta mil marabcdis de renta, la 
mitad por el primero, y la mitad por el segundo uno por ciento de 
dicha Alcabala. 

En la de Paterna de Ribera once mil nobecientos y sesenta y 
ocho marabedis, la mitad por el primero, y la mitad por ^1 se- 
gundo. 

En la de Alcalá de los Ganzules quatrocientos y veinte y cinco 
mil doscientos y setenta y dos marabedis, mitad por el primer de- 
recho, y mitad por el segundo. 

En la de Conil ciento y sesenta y tres mil y doscientos marabe- 
dis de renta la mitad por el primer dicho derecho, y la mitad por 
el segundo. 

De los quales nobecientos y quarenta y siete mil doscientos y 
quarenta marabedis de renta en cada un año, está despachando 
derecho «Digo Privilegio que incluye ambos derechos que compré 
de S. M. apreciados en cada un año en la mitad de cada una de las 
partidas referidas por computo de un quinquenio del primer uno 
por ciento, por el cual se apreció la venta del segundo, quiere 
valga, mas quiere menos uno y otro derecho. 

ítem, demás de los novecientos y quarenta y siete mil doscientos 
y quarenta marabedis de renta que contienen las partidas referidas; 
otros dos cuentos setecientos y treinta y un mil y nobecienlos ma- 
rabedis de renta en cada un año sobre los dichos derechos del pri- 
mer uno y segundo por ciento de Alcabala que se causa en la Ciu- 
dad del Puerto de Santa María, y en las cinco villas, Chiclana, Pa- 



A 



— 201 — 

terna de Ribera. Alcalá de los Ganzules, Conil, Digo en las cinco 
villas de la Thesoreria de Millones de la ciudad de Sa:i Lucar de 
Barrameda, Rota, Chipiona, Las Cabezas de San Juan, Tribujena 
y Lebrija. A saver en la dicha Ciudad del Puerto de Santa Maria 
un Quento y quinientos mil maravedis de renta en cada un año, 
los setecientos y cinquenta mil por el derecho del primer uno por 
ciento, y la otra mitad por el segundo. 

En la dicha villa de Rota doscientos y sesenta mil maravedis de 
renta mitad por el primero y mitad por el segundo uno por ciento. 

En la Chipiona quarenta mil marabedis de renta, los veinte mil 
por la del primero, y los otros veinte mil por la del segundo. 

En la de las Cabezas de San Juan ciento y quince mil y nobe- 
cientos marabedis de renta la mitad por la del primero, y la mitad 
por la del segundo uno por ciento. 

En la de Tribujena ciento y treinta y seis mil marabedis de renta 
la mitad por la del primero, y la mitad por la del segundo uno por 
ciento. 

Kn la de Lebrija seiscientos y ochenta mil marabedis de renta, 
la mitad por la del primero uno por ciento, y la otra mitad por la 
del segundo. 

De los quales dos cuentos setecientos y treinta y un mil y nobe- 
cientos marabedis de renta que he comprada) á Su Magestad tengo 
despachado Privilegio en toda forma de lo que toca á el primero 
uno por ciento se está despahando del segundo que comezó acorrer 
por mi cuenta me pertenece. Desde primero de Henero del año pa- 
sado de seiscientos y cinquenta y uno y do este derecho, y del pri- 
mer uno por ciento ay renta caida en una y otra Thesoreria bas- 
tante á comprar el principal de setecientos, y treinta y ocho mil 
ciento y veinte y cinco maravedis de renta que como queda dicho 
atrás, ay todavía cargados sobre la renta de uno por ciento de la 
Thesoreria de San Lucar en los quatro juros referidos, que buelbo 
á suplicar á los dichos señores mis Albaceas compren quanto an- 
tes sea posible para que la dicha renta quede libre como la consi- 
dero en esta fundación. 

ítem, dos mil y seiscientos ducados de renta en cada un año que 
la Ciudad de Cádiz me paga de censso perpetuo en cada un año 
con ypoteca expecial de el derecho del primero uno por ciento que 
se causa dentro de el casco de la dicha ciudad y su termino, y de- 
clararon de haver pagado á S. AL parte del dicho derecho con e^ 
derecho que yo le di de que me pagan el dicho censso á razón de 
once mil á el millar. 



— 202 — 

Por manera que además de la dicha cassa que pertenece á este 
Mayorazgo en la dicha villa de Puerto Real señalo de renta en 
cada un año áel dicho Mayorazgo quatro Quentos setecientos y 
cinquenta y un mil quinientos y quarenta marebedis en las parti- 
das referidas, y demás de la dicha renta, quiero que pertenezca y 
sea del dicho Mayorazgo la Portada y diez y seis columnas de 
marmol, losas, cantidad de ladrillo, y los demás materiales que yo 
havia juntado en la dicha villa de Puerto Real para fabricar una 
cassa principal que fuese vivienda de los sucesores en el dicho Ma- 
yorazgo, de cuia renta quiero que se fabrique como y quando á mi 
muger y mi Señora pareciere y á mis albaceas mientras en ella lo 
fuere con el lustre competente á la renta del dicho Mayorazgo, en 
el qual, y en la dicha cassa Capilla y Entierro á de quedar la me- 
moria de nuestra succesíon que haga Dios mas feliz que yo se lo 
he sabido merecer por su misericordia. 

Sin embargo de que fundo este Mayorazgo como está dicho en 
persona de Francisco Diaz Pimienta como nuestro hijo primogé- 
nito, esperando que lo ara Dios nuestro Señor primero en virtudes 
y buenas partes, como se sirvió de hacerlo primero en nacer, como 
quiera que el temor de Dios es el principio de la Saviduria quiero 
que de mis tres hijos varones señalare en esta, y en las otras vir- 
tudes, y en la obediencia á su Madre subceda en este Mayorazgo á 
elección de la dicha su Madre y mi mui amada Esposa D.* Alphon- 
sa de Vallecilla y Velasco, la qual doy tan vastante poder como de 
derecho se requiere para que dentro de cinco años después de mi 
fallecimiento nombre ai hijo que por mejor tuviere, y mas bien 
visto le fuere de los dichos tres varones, Francisco, Martin y Nico" 
las, para que suceda en el dicho Mayorazgo, ó confirme el nom- 
bramiento del dicho primogénito si por bien lo tubiere y sus cos- 
tumbres no lo desmerecieren, que en caso de no aprovarlo lo revo- 
co en la mejor via que puedo y nombro y por nombrado á el hijo 
que la dicha mi Esposa nombrare por la justa conlianza que hago 
de su elección que ara con maior conocimiento de los talentos de 
los dichos nuestros hijos y de sus inclinaciones para que sea el 
mejor el que llevare la mejor parte de nuestros vienes en que le 
encargo la conciencia para que la razón y no el amor haga esta 
elección, para lo qual le doy tan vastante poder como le tengo, y 
para que en su conformidad pueda impetrar la facultad de S. M. 
para la fundación del Mayorazgo con los institutos siguientes: 

El quede mis tres hijos referidos sucediere en este Mayorazgo 
en la forma referida ha de gozarle enteramente después de los dias 



— 263 — 

de la dicha su Madre, que sean muchos y mui felices porque 
mientras viviere quiero que goce tres mil Ducados de su renta en 
el caso que queda ó en qualquier manera que los quiera gozar, y 
que del resto de su renta se fabrique la thasa (sic) en Ja dicha villa 
y que luego que se haya acabado que olgare que sea antes quanto 
se pueda loque se haia separado para su fabrica lo que pareciere 
necesario se aplique al remanente de la renta del Mayorazgo á el 
remanente de mi Hacienda que son los dichos muebles ó sn resi- 
duo pagadas las arras de m* Ksposa yquatro Quentos y ciento y 
quarenta y siete mil maravedís de renta en cada un año que mon- 
ta por mitad del derecho del primer uno por ciento, y del segundo 
que se causa dentro del casco de la Ciudad de San Lucar de Ba- 
rrameda y las otras partidas que se pudieren cobrar para que pa- 
gídas las mandas de mi testamento y las Escrituras que dejo en el 
declaradas con la renta caida y que cayere mientras los dichos 
mis hijos se crian sean vienes partibles igualmente entre mis tres 
hijos dos varones y Theresa que han de quedar fuera del maioraz- 
go procurando que se aumenten estas tres lexitimas con la renta 
del dicho mayorazgo, y la de la dicha Ciudad, pagado quanto 
contiene mi testamento en primer lugar y alimentada mi Esposa 
y nuestros hijos, y todo lo que mientras se pudiera aorrar después 
de pagado todo lo susodicho quiero que sea para aumento de las 
lexitimas de los dichos mis dos hijos y una hija en que huirá (sic) 
del buen Gobierno de su buena Madre. 

Y la dicha Villa de Puerto Real, y la cassa que en ella se ha 
comprado por mi orden y la que con el favor de Dios se ha de 
fabricar de la renta del Mayorazgo que expresamente obligo á su 
fabrica en la conformidad dicha, y los quatro Quentos seiscientos 
y cinquenta y un mil quinientos y quarenta maravedises de renta 
en cada un año que montan y suman las partidas atrás declaradas 
quiero que queden perpetuamente vinculado para que no pueda 
ser vendido ni enagenado en todo ni en parte, con las fuerzas y 
firmezas que los otros vinculos de los Mayorazgos hasta oy fun- 
dados en la via y forma que mejor firmeza haia y pueda haber, 
sin que los otros mis hijos ni otra persona alguna puedan contra- 
decir ni embarazar la dicha fundazion con pretexto de perxuicio 
de sus lexitimas de que en tal caso desheredo á aquel ó aquellos 
que lo contradijeren, y le aparto de mis vienes, según el fuero de 
Vizcaya en donde fue nuestro casamiento, y en la mejor via y for- 
ma que puedo en virtud de la facultad real que en la compra de 
los dichos vienes me concedió S. M. para que los pudiese vincular , 



1 



— 264 — 

y de otro qualquier derecho que á mi fuero y profesión competa 
y la lexitima ó lexitimas que desde aora para entonces desheredo 
á mi hijo ó hijos que contrabinieren á esta fundación quiero que 
las haya y herede él ó los que de mis hijos la acataren ó por bien 
lubieren, igualmente y en la manera y forma referida quiero que 
quede binculada y unida á el dicho Mayorazgo qualquier lexitima 
ó lexitimas que de los dichos mis hijos quedaren por failecimienio 
de qualquiera de ellos (Dios los guarde) á el dicho Mayorazgo en 
virtud del testamento que por ellos he4)torgado. 

Luego que por D^ Alfhonsa Jacinta de Vallecilla y Velasco, mi 
Esposa, sea nombrado el hijo que haia de suceder en este Mayo- 
razgo es mi voluntad que el subcesor lo acepte y haia por bien 
vinculado con juramento, y se obligue aquel ni sus hijos y sub- 
cesores lo contradirán alegando que no pudieran ser vinculadas 
sus lexitimas y sin embargo de que no pueden alegarlo aun sin 
facultad real los que hallan antecedente el vinculo á su nacimien- 
to.=«Y assi mismo encargo á los otros mis hijos assi mi bendición 
hayan que luego que entren en hedad razonable aprueben y rati- 
fiquen esta fundación, que también suplico á mi mui amada Es- 
posa apruebe y ratifique con juramento los unos y los otros para 
maior firmeza de su validación obligándose por contrato entre 
vivos yrrevocable D.* Alfhonsa á favor de los dichos nuestros 
quatro hijos á estar y passar por este mi testamento y fundación 
de Mayorazgo en todo y por todo como en el se contiene como lo 
fio de su amor y de su buena razón y buen Govierno con que han 
de quedar nuestros hijos mas acrecentados y leal de dever mas 
que á mi. 

Al que de mis hijos subcediere en este mayorazgo á de suceder 
su hijo varón primogénito, y en falta de este el segundo, y en la 
de este el tercero, y por este orden los varones. «=Y en falta de va- 
rones las hembras primogénitas, siguiendo en la subcesion el orden 
referido en los varones prefiriendo los maiores en hedad. 

Si el subcesor en este mayorazgo no tubiere hijos lexilimos ni 
hijas, no lo quiera Dios, ha de suceder en él si le sobreviviere mi 
hijo inmediato al subcesor en hedad ó mayor, si assi lo hubiere 
dispuesto la elección de su Madre, y en su falta si quando lo tal 
suceda hubiere muerto sus hijos lexitimos varones ó hembras en 
el borden de subceder que arriba queda declarado. 

Si el segundo subcesor en la forma dicha muriere sin hijos ó 
hijas lexitimas á de subceder mi tercer hijo y sus hijos ó hijas 
lexitimos en la forma y orden rreferido. 



- 265 — 

Si mi tercer hijo muriere sin tener hijos ni hijas lexitimas á dé 
subccder en este Mayorazgo mi hija D.* Theresa de Eugenia, y sus 
hijos y hijas y subcesores de lexitimo matrimonio prefiriendo los 
varones, y en uno y otro caso los primogénitos como queda dicho. 

A falla de subcesores lexitimos ó naturales de varón de los 
dichos mis tres hijos y D.* Theresa mi hija por linea recta ó trans- 
versal en qualquier grado que sea de 9u descendencia, y no de su 
ascendencia, quiero que suceda en este Mayorazgo D.* Leonor Pi- 
mienta Guiiicastegui, mi hija natural y sus descendientes de lexi- 
timo matrimonio, ó naturales de varón con tal que en este caso 
ella si fuese posible del y n mediato subcesor que le haia de subcc- 
der, se haian de casar y casen con el pariente ó la parienta mas 
cercana de D.* Alfhonsa, mi mujer, que si sobreviviere á todos sus 
hijos á de subccder por fin nuestra hija D.* Theresa y de sus des- 
cendientes en este Mayorazgo primero que la dicha D.'* Leonor, 
mi hija, cuio llamamiento á de llegar por fin y muerte de la dicha 
mi Esposa, y no antes lo qual en su testamento á de poder nom- 
brar á el pariente á parienta con quien gustare que se case la dicha 
D.* Leonor ó su descendiente que haya de subceder en el dicho 
Mayorazgo aunque no sea su mas cercano pariente siendo por 
su elección y sin cumplir con esta condición la escluio de este lla- 
mamiento, y quiero que por este caso ó por que falte descendiente 
de la dicha mi hija subcedan en el dicho Mayorazgo los hijos bas- 
tardos de los dichos mis hijos á falta de todos los á él llamados y 
sus descendientes aunque sean bastardos como sean de barón, 
prefiriendo en esta subcesion los hijos y descendientes de los hijos 
bastardos de mis hijos primogénitos en la forma que fueron suce- 
diendo y son llamados á la subcesion, prefiriendo los varones, y 
en uno y otro caso los primogénitos, los quales y sus descendien- 
tes, excepto bastardos de Embra que estos han de ser excluidos, 
han de preferir á los parientes transversales aunque sean lexitimos, 
y estos han de subceder por falta de descendientes mios de linea 
recta en la forma referida prefiriendo los varones, y en ambos 
casos los primogénitos descendientes de la Sra. D.* Lucia Diaz Pi- 
mienta, mi hermana, y de D.** Maria del Valle y Pimienta, su hija, 
con calidad que todos los que sucedieren en este Mayorazgo han 
de conservar el apellido de Pimienta en primer lugar, aunque no 
le hayan por varonía, y conservar sus Armas en reposteros, sellos 
y otros arneses en falta de subcesores descendientes de la dicha 
Señora mi hermana, quiero que sucedan en el borden antezedente 
los subcesores descendientes de la Señora D.* Catalina Pimienta, 



~ 2G6 — 

que Dios haya, m¡ prima hermana, hija del Señor Pedro Diaz 
Pimienta y Franco, mi lio, cuia niela ó hija de la dicha Señora es 
la Señora D.* Isabel Calderón, muger de D. Christoval de Ponte 
Calderón, que oy viben en Garachico de la Isla de Tenerife. 

Y en falta de desccndienles de la dicha Señora mi prima quiero 
que sucedan en este Mayorazgo en el orden referido los parientes 
mas cercanos de D.* Alfhonsa Jacinta de Vallecilla y Velasco, mi 
mui amada Esposa. 

Todos los subcesorcs en este Mayorazgo han de ser obligados 
á alimentar á sus hermanos congruamente según el numero de 
ellas ó ellos, y de su posibilidad hasta que los varones tengan 
sueldo de S. M. ó medio de vivir y las hembras tomen estado para 
lo qual ha de haver cada uno ocho mil ducados de la renta de 
este Mayorazgo, la mitad luego que le tome á gusto y satisfaccioii 
de su hermano que poseyere el Mayorazgo á el qual encargo la 
conciencia para que gobierne en aprobazion según razón y justicia 
y no según en interés, y la otra mitad en el año siguiente! — Esto 
se entiende desde el primer subcesor en adelante, y no con mis 
hijos y hija nacida á los quales la misericordia de Dios dejo lexi 
lima con que puedan vivir sin alimentos de este Mayorazgo. 

Cada uno de los subcesores en este Mayorazgo á de dar de 
limosna, luego que de él tome la posesión, cien ducados de plata 
por una bez á la Cassa Santa de Jerusaiem en que los Religiosos 
del Señor San Francisco sustentan costosamente los Lugares San- 
tos en que sepbró nuestra redempcion, con calidad que el Comi- 
sario á quien se entregaren entregue dentro de seis meses siguien- 
tes ccrtificazion del Padre Guardian de aquel Cómbenlo de haberse 
dicho en él una Misa cantada por las Almas de D.* Alfhonsa, mi 
Esposa y mía, y de nuestros descendientes en Altar Priviligiado. 

Y assi mismo a de ser obligado el dicho subcesor á tener en su 
aposento de dormir tabla de todas las misas cantadas que la fun- 
dación de la Capellanía que he fundado contiene que con este mi 
testamento sera testimonio autentico, y a de tener mucho cuidado 
de que se canten con mucha puntualidad y de oyr las que pudiere 
y repetir muchas Gracias á nuestro Señor por las mercedes que 
sirvió de hacerme en los casos por que boté perpetuamente las 
dichas Misas que los mas redundaron en Gloria y honor de las 
Armas del Rey nuestro Señor que han estado á mi cargo, y al 
testimonio de la dicha fundación de mayorazgo que como dicho 
es sera con este mi testamento, quiero que se ponga y permanezca 
en el protocolo de los papeles de mi casa y con la fundación del 



— 267 — 

maiorazgo y privilegios de la villa de Puerto real y de las rentas 
que á el Mayorazgo pertenecen, teniendo por cierto los que en 
este mayorazgo subcedieren por esta Capellanía á de ser siempre 
la baja principal de la perpetuidad del Mayorazgo, y que de lo 
mejor y mas bien parado se ha de pagar su renta ó limosna. 

Y supuesto que este mi testamento y fundación se reduce en 
sustancia á que D.* Alfhonsa Jacinta de Vallecilla y Velasco, crie, 
alimente y de estado á nuestros hijos, supla la falta que yo les 
haría si no les hubiese dado Dios tan buena Madre y á mi tan 
amable compañera, la buelbo á suplicar por nuestro amor que 
luego que este mi testamento cerrado se habrá con la solemnidad 
del derecho, lo apruebe y ratifique por escriptura irrevocable entre 
vivos como atrás queda dicho. 

Fírmelo en la Capitana del Reyno de Ñapóles que haora sobs- 
tituye á la del mar Occeano de mi cargo sobre Barcelona á veinte 
y seis dias del mes de Mayo de mil seiscientos y cincuenta y dos, 
siendo testigos el Governador, D. Juan Zapata de Tasis, el Maestro 
de Campo, D. Diego de Portugal, del horden de Alcántara, el Sar- 
gento maior, Francisco de Solis, el Padre Capellán maior. Fray 
Sebastian González, del horden de Predicadores, D. Francisco de 
Vivero y Francisco García de Vargas, Secretario de mi Capitana 
General que lo firmaron. — Francisco Diaz Pimienta. — Después de 
firmado adverti salvar las erratas que son las siguientes:— eitre 
renglones — en la misma Cassa que aora es Combento y matalo- 
taje — D.* Alfhonsa — de — y nobecientos — cinquenta — y un mil 
nobecientos y quarenta — cobrar — mil — valgan. 

Francisco Dia\ Pimienta. — Fray Sebastian Gon%joile^. — D. Die- 
go de Portugal. — D, Juan Zapata de Tassis. — Z). Pedro de Olaeta 
y Mendieta. — Francisco Solis. — D. Francisco de Vibero. — Galin- 
do Torralba.— Francisco Garda de Vargas. — D. Aibaro Queipo 
de Llanos y Va i des. 



— 268 — 



VII 



Curaduría y tutela de los hijos del General D. Francisco 

Díaz Pimienta. 

Archivo Histórico Nacional. — Consejo de Castilla. — Escribanía 
Granados. — Leg. i36. — Curaduría. 

En la villa de Madrid á veinte y ocho dias del mes de mayo año 
de mili y seiscientos y cinquenta y quatro ante mi Melchor Phelipe 
de Vaena Parada Scrivano del Rey nuestro Señor y perpetuo del 
número de madrid y de los testigos de esta carta parezio el señor 
Don Luis de Oyanguren cavailero del horden decalatrava del con- 
sexo de su magestad y su secretario de Guerra de la parte de la 
mar y azeptando como tiene azeptado y de nucbo azepta el dicho 
nombramiento que le esta hecho de curador de la persona y bienes 
de Don Francisco Diáz Pimienta, cavailero del horden de Santiago 
de hedad de diez y seis años, hixo mayor y uno de los quatro hi- 
jos y herederos que dexó el señor Jeneral Francisco Diaz Pimienta 
que estubo cassado lexitimamente con la señora Doña Alfonsa 
Jazinia de Vallecilla y Velasco, madre del dicho menor y muxer 
del Señor otorgante. — Y ansí mismo azeta el nombramiento de 
tutor que se le a hecho de las personas y vienes de Don Martin y 
Don Nicolás y Doña Teressa Diaz Pimienta que están en la hedad 
pupilar, también hixos y herederos de los dichos señores Jeneral 
Francisco Diaz Pimienta y Doña Alfonsa Jazinta de Vallecilla y 
Velasco — y juró á Dios y á la cruz que trae en su abito que ussa- 
rá bien y fielmente el cargo de la dicha tutela y curaduría de los 
dichos Don Francisco, Don Martin, Don Nicolás y Doña Teressa 
Diaz Pimienta, rijiendo y administrando sus personas y bienes y 
que en cualquier manera les toquen y pertenezcan por muerte y 
herenzia de dicho Señor Jeneral Francisco Diaz Pimienta su padre 
y en otra forma arrendando las raices y benefiziando los muebles 
y cobrará sus deudas y efectos que se les deban y debieren con 
ynstrumentos ó sin ellos y tendrá libro de quenta y razón y les 
defenderá en los pleytos que le fueren puestos ó que se les pussiere 
en cualesquier tribunales siguiéndolos en todas instancias y no 
bastando su ^onsexo le tomará de letrados y perssonas de zienzia 
y con^ienzia que se le sepan dar agregándoles todo el útil aumento 
y benefizio que pudiere, y administrando sus personas y bienes 



— 269 — 

como mas útil les sea sin que por su culpa ó negligencia á los di- 
chos menores se les causse ningún perjuicio y fenezido el cargo de 
la dicha tutela y curaduría dará quenta con pago de ella á los di- 
chos menores y á quien por ellos fuere parle lexitima y lo hubie- 
re de haber y por el alcanze y alcanzes que le fueren fechos quiere 
y consiente serexecutado por él y á ello se obligó con lodos sus 
bienes y rentas havidos y por haver. — Y para lo cumplir dio por 
sus fiadores á la dicha señora Doña Alfonsa Jazinta de Vallecilla 
y Velasco su muxer que estando presente lo quiso ser para lo qual 
pidió lisenz'a al dicho señor Don Luis de Oyanguren su marido 
para la otorgar y jurar y obligarse á lo que se dirá y el dicho se- 
ñor secretario s*? la dio en bastante forma y se obligó de la haver 
por firme y no la rrevocar contradezir ni limitar y la dicha señora 
Doña Alfonsa la azepió como sabidora del efecto para lo que se a 
de obligar y también se alió presente Pedro Hernani de Arilza, rre- 
sidente en esta corte en nombre del señor Don Antonio de ligarte 
y Hormachea señor de la villa de Legarda. — Y en virtud de su po- 
der que le otorgo ante mi el Scrivano en nueve de mayo de este 
año... 

CEste poder es el de Francisco Díaz Pimienta á favor de su pa- 
drasto D. Luis de Oyanguren, otorgado en Portugalete á 8 de Fe- 
brero de 1754: el auto de nombramiento de curador es de 9 de 
Mayo; el de tutor de los tres hijos varones es de 20 de Mayo; la 
aceptación de 28 de Mayo. Continúa con la escritura de aceptación 
de fiadores por parte de D.* Alfonsa Jacinta de Vallecilla y de don 
Antonio de ligarte y Hormaeche.) 



VII 

Real despacho, concediendo á los herederos del general 
Díaz Pimienta el señorío de Vicálvaro 

Archivo histórico Nacional. — Consejo de Castilla. — Escrib. Gra- 
nados. — Leg. 1 36. 

El Rey. — Governador y los de mi Consejo de Hacienda y conta- 
duría mayor del la. —Ya saveis que por principios del año de mil y 
seiscientos y quarenla y seis, aliándose en la Ciudad de Cádiz don 
Luis de Haro, Duque Conde de Olivares, Gentil ombre de mi Cá- 
mara, á diferentes negocios y disposiciones de mi servicio, propuso 
y persuadió á Francisco Díaz Pimienta, Cavallero del orden de San- 



— 2J0 — 

liago, de mi Consejo de Guerra y general de mi Armada del Mar Oc- 
ceano, que para socorro y alivio de las necesidades que havia para 
la defensa de estos Reynos i ymbasion que en ellos se hacia por 
diferentes enemigos, comprase el dicho Francisco Diaz Pimienta la 
jurisdicción civil y criminal con mero mixto ymperio de la villa de 
Puerto Real por juro de heredad para siempre jamas. Y él, desseo- 
so de mi servicio y por obedecer al dicho Duque Conde de Oliva- 
res, vino en hacer la dicha compra y dio memorial sobre ello y 
luego que llegaron las noticias deste tratado á esse Consejo se rre- 
conocío los graves yncombenientes que resultarían á mi Real ha- 
cienda y al vien de mis vasallos, causa publica y buen gobierno, 
que se efectuase la dicha venta representándome por diferentes 
consultas muchas caussas que havia para que no pasase adelante 
y refiriendo como los señores Reyes Catholicos mandaron poblar 
el año de mil y quatrocienios y ochenta y quatro la dicha villa 
del Puerto Real, en el sitio que llaman de Matagorda, concedién- 
doles á los pobladores muchos privilegios y entre otros que pudie- 
sen nombrar Justicias, Regidores y demás oficiales del Concejo y 
haciendo la villa con términos propios y los mismos Señores Re- 
yes la exhimieron de la jurisdicción de la Ciudad de Jerez en cuyo 
territorio se hi90 su población y prometieron estarla y permanece- 
ría siempre debajo de la Corona Real y que no la enagenaria ja- 
mas della, que está fundada en aquella pane que llega el mar por 
la vahia de Cádiz junto á la Carraca que es una ensenada donde 
las armadas del Occeano y Galeones se abrigan y retiran para se- 
guridad y dar carenas— que está frontero de Cádiz á dos leguas de 
aquella Ciudad estendiendo su costa por un braco que entra de la 
vahia junto al Puerto de Santa Maria y ba corriendo asta el casti- 
llo de Matagorda, donde la sigue asta la fuente de Ivajo que en 
todo será mas de tres leguas de costa donde ay salinas en que se 
labra cantidad de sal. Tiene assimismo esta villa Privilegio de se- 
guridad por quince dias para no poder ser presos por delito algu- 
no que se aya cometido fuera de su jurisdicción ni por otras cau- 
sas. Los que entraren con embarcaciones á essa villa con otras li- 
vertades todas en orden á aquella villa y puerto que llamaron 
Real, se poblase y conservase en mi Corona por estar en aquella 
vahia tan útil ymportante á la defensa y guarda destos Reynos — 
que las combeniencias de mi servicio para conservarla en mi Pa- 
trimonio son maiores en estos tiempos por haver crecido el co- 
mercio y fortificación de la Ciudad de Cádiz y estar dispuesto por 
ordenes mias que las Armadas, flotas y galeras salgan y entren en 



— 271 —- 

aquella vahia por ser entrada y salida muí fácil en todos tiempos 
como ha mostrado la experiencia sin los peligros que se vieron en 
San Lucar y su barra y por la nueva seguridad que tiene en las for- 
tificaciones de tierra y mar, principalmente en los castillos de la 
Matagorda y puntal que están enfrente á la parte de Cádiz y aquel 
en la de Puerto Real, que á tiro de mosquete se miran y son puer- 
ta para dejar cerrada la Carraca y por estar en término de aquella 
villa mui gran parte de los marineros y oficiales de fabricas y 
aprestos que abitan mui de ordinario en Puerto Real se proveen 
del— que tiene pasto común con Gerez de la Frontera y en ella re- 
cogen mucha parte de sus vinos y frutos de la tierra los morado- 
res de Cádiz— que es apta para que por alii en barcas ó navios pe- 
queños se puedan desaviar con facilidad haciendo fraudes contra 
la haveria y Almojarifazgos de la plata que viene en las flotas y 
Galeones sin registro y metiendo mercaderias de contravando sin 
poder estorbarlo los guardas de la casa de la contratación y Adua- 
nas y de sissas de millones, quedando todos estos daños expuestos 
á la tolerancia ó descuido de la justicia que pusiere el comprador 
de la villa que con los grandes yntereses ó ganancias que desto, 
según la general opinión tienen los encubridores, probablemente 
se puede temer que mi hacienda pierda el útil que ha tenido de los 
descaminos que tan considerable assido algunas veces y assi se 
consideró por ese Consejo, que por aquella parte si esta venta pa- 
sase adelante se abriria puerta á fraudes de mucha quantia contra 
mi hacienda y en perjuicio de terceros dueños de juros situados en 
las rentas de los Almojarifazgos y éstos se podian tener por me- 
nores si se pasase la consideración á que se dava señorío de un lu- 
gar á la lengua del agua, á la vista del agua, á la vista de Cádiz 
que se le permutó á quien le tenia en aquellos mares para recom- 
pensarle en otras villas y lugares la lierra adentro por las justas 
consideraciones y motibos que hubo de el vien y seguridad de es- 
tos Reynos. — Y habiéndoseme representado estas y otras ra9ones 
por ese Consejo en oposición de la venta de Puerto Real quando 
se vieron en él el contrato y condiciones della, conforme con ellos 
respondí á una de las consultas que aunque los tiempos y las ne- 
cesidades podian obligar á pasar por cossas extraordinarias todavía 
los re^^aros que hacia el Consejo me havian parecido de conside- 
ración y que seria combenienle decir al general Francisco Diaz Pi- 
mienta que pusiese los ojos en otra cossa y estando en este estado 
ymbié á ese Consejo decreto en veinte de maio del mismo año de 
mil y seiscientos y quarenta y seis, diciendo que respecto del aprie- 



— 27^ ~ 

lo de los liempos y de la necesidad que havia de dinero que obli- 
gava por entonces á pasar por algunos incombenienies y que aun- 
que se havian considerado muchos por los quales no havia passa- 
do adelante la venia de Puerto Reil, haviendo sido ynfomiado 
de-.pues di:l esmdg y capacidad de aquel lugar, y supuesto que los 
pribilepios que tubiese los podría defender y seguir en justicia, te- 
nia resuelto se ejecutase el contrato que se havia hecho sin réplica 
ni dilación alguna, con lo qual por mi cédula de quairo de Junio 
del mismo año mandé aprovar la escrjptura que en Cádiz en ocho 
de Febrero del dicho año de mil y seis y quarenta y seis, ante Ju- 
lio Gallego, otorgasteis vos al dicho D. Juan de Gongora, del mi 
Consejo y Cantara y Governadordel de Hacienda y sus Tribuna- 
les, siendo Presidente de la Cassa de la contratación de las Indias 
que rreslde en la Ciudad de Sevilla de orden del dicho Duque Con- 
de de Olivares en virtud de las que tubo mas en que se vendió en 
mi Real nombre al dicho Francisco Díaz Pimienta la jurisdicción, 
señorío y vasallaje de la villa de Puerto Real para él y para sus 
herederos y sucesores porque se obligaron á servirme á ra^on de 
diez y seis mil maravedís en plata por cada vecino de los que tu- 
viese en la dicha villa ó á la de seis mil y quatrocienios ducados de 
la misma moneda por legua legal del término que tubiese lo uno 
ó lo otro qiial mas fuese en veneficio de mi Real hacienda, y ha- 
viendose presupuesto por la dicha venia que la dicha villa tendría 
quatrocienlos vecinos sin perjuicio de lo que resultase de las abe- 
ríguaciones que havian de hacer de la vecindad y término della á 
que se havia de estar y pagar, montó su precio seis quenios y qua- 
trocientos mil maravedís, Los quales por la dicha escriplura al di- 
cho general Franiiisco Díaz Pimienta, se obligó á pagarlos en la 
dicha moneda de plata doble en la dicha ciudad en una paga den- 
tro de quince días después de haverle entregado título de la dicha 
compra y dadi) posession della con mas los intereses de la dilación 
de la paga arra;on de ocho por ciento al aiio en la dicha mone- 
da.— Y en veinte y ocho del dicha mes de Junio y año de mil y 
seiscientos y quarenta y seis se dio comisión Nuestra á vos el dicho 
D. Julio de Gongora para que diesedes al dicho general Francisco 
Diaz Pimienta la possession de la dicha villa de Puerto Real y ábe- 
riguasedcs los vecino5 que havia en ella y hiciesedes medir sus tér- 
minos y por los autos que hicisteis constó que en diez y ocho de 
Agosto de mil y seiscientos y quarenta y siete se dio la posesión al 
dicho general de la dicha villa y que havia en el 
sessenta vecinos que á la dicha rafon de á diez y s 



— 273 — 

dis por cada uno montó su precio doce quentos y quarenta mil 
maravedís, y por los Autos que hi^o Francisco de Ruesta, medi- 
dor, á quien vos el dicho D. Julio de Gongora nombrasteis para 
que midiese los términos de la dicha villa, constó tener ciento y 
quarenta y quatro quentos quatrocientos y veinte y quatro mil 
nuevecientas y sesenta y ocho varas quadradas'de las que veinte y 
cinco quentos de varas hacen una Jegua legal y hacen cinco leguas 
y tres quarios de otra y mas quatrocientas y sessenta y quatro mil 
nuevecientas y sessenta y cinco varas que á la dicha racon de seis 
mil y quatrocientos ducados por legua montó su precio trece 
quentos ochocientos y quarenta y quatro mil seiscientos y treinta 
y seis maravedís de plata, que es lo que el dicho general debía pa- 
gar por el precio de la dicha venta por montar mas que la dicha 
vecindad. — Los quales otros trece quentos ochocientos y quarenta 
y quatro mil seiscientos y treinta y seis maravedís de plata están 
satisfechos enieramente en dinero efectivo que entregó el dicho 
general asi por quentade la dicha venta como de lo que tenia en- 
tregado, por la que se le higo del primero uno por ciento de Jerez 
de la Frontera que no tuvo efecto. Y por decreto de ese Consejóse 
mandó aplicar á la dicha jurisdicción como de todo constó por 
ynforme de los contadores de la ragon de mi hacienda y havien-» 
dose reconocido que en todo tiempo que a estado esta villa fuera 
de mi Corona Real se an experimentado grandes incombeníentes 
y siempre los administradores y arrendadores de los Almoxarifaz- 
gos de la ciudad de Sevilla que son las mas quantiosas destos Rey- 
nos an advertido grandes fraudes en las rentas y a habido gran di- 
ficultad en poderse administrar devidamente, conque ynformado 
de todo, por decreto mió de diez y seis de Noviembre del año pa- 
sado de mil y seiscientos y sessenta y dos, os mandé remitiesedes 
todas las consultas que se havían hecho sobre lo referido y en su 
cumplimiento me imbiasteis siete consultas de artes después de 
executarse la dicha venta de Puerto Real en que están expresados 
todos los daños referidos antes desto y otros muchos, teniendo 
por vien considerar la forma en que se podra remediar porque ce- 
san los embarazos que aora se experimentan en el comercio por 
aquella parte, diciendo ser cierto que los daños, riesgos, yncombe- 
nientes para mi Real hacienda son grandes y que se deven evitar y 
se añadió que se entendía tratarse de vender el lugar con que se 
entraría en el riesgo de pasar de unos en otros la posessión y seño- 
río deste lugar por mariti no tan ocassionaJo á peligros y fraudes 
para que se tratase de dar satisfacion á las partes de lo que huvíe- 

18 



- Í74- 

jcer en la forma que par«¡ere justo y se rescinda y 
iguno el coniralo para que Puerto Real quede yncorpo- 
li corona Real como lo eslava antes desia venta por tO' 
usas y consideraciones que se refieren por menor en di- 
mitas y las demás que pueden ymportar al buen govier- 
o y militar defensa y seguridad desios Reynos, conser- 
lugmenio de mi Rea) hacienda, y vistas por mi todas las 
nsulias las mandé remitir á una junta que para esto man- 
de los primeros ministros de la corte, losquales.en otra 
ie diez y seis de mar5o deste año, me bolvieron á tepe- 
ndes comveniencias de que este lugar de Puerto Real, su 
vasallagc, rentas y derechos que en el se cobran y esian 
al general Pimienta, se buelva á yncorporar en mi coro- 
orno ames de venderse los esiavan, pues á su enagena- 
pudo obligar entonces la necesidad y aprietos de mi Real 
que por grandes que fuesen en aquellos tiempos y los 
edén ofrecer en este ni en los de adelanie no se pueden 
iejar de tener presentes para haverse escusado semejante 
lagenacion y escusarse la desie y oiro ningún lugar de 
aritimo como este lo es por ser uno de los mas capitales 
alucia y antemural desios Reynos para que jamas pueda 
ijo de otro dominio ni jurisdicción mas que la de mi co- 
que se propusiese á los herederos del dicho general Pi- 
distrato de la venta y enagenacion deste lugar para que 
liesse de toda conformidad dándoles ygual recompensa 
risdiccion, señorio y v.isallage y demás rentas que oy les 
tro de este lugar en otros del Andalucía ó Castilla que 
ejor y tenga maior conveniencia al reducir el contrato á 
de tal seguridad que la tengan aora y en lodos tiempos 
iiingencias y riesgos que ov tienen de que llegue el tiem- 
: por la causa predicha v leyes deslos Reynos se les pue- 
ar la posesión en queoy se alian deste lugar sin poder 
entonces la satisfacción y recompensa justa que oy se 
dar para que desde luego la elijan y propongan.— Y por 
ne conformé con esto y lo remiii á ese Consejo de ha- 
'a que se diese cumplimiento á mi resolución, lo qual se 
rio á los herederos del dich'i general Francisco Díaz Pi- 
conferido con ellos la forma en que se les podría dar la 
) de lo que ymporTó el desembolso que hizo el general 
compra y haviendolo tratado— por parte de los dichos 
se dio memorial en este Consejo en que refieren que en 



— 275 — 

conformidad de dicha resolución se les propuso sería de conve- 
niencia á mi servicio que la dicha villa de Puerto Real, que antes 
de aora compraron, sobre cuya venta mis fiscales havian puesto 
demandas en favor de mi Real hacienda por el perjuicio que sería 
vender lugar, Puerto de mar y rentas en. lugar de tan gran comer- 
cio y trato se buelva á mi Keal patrimonio por diferentes conve- 
niencias y consideraciones que miran á mi servicio ofreciendo que 
de la cantidad de vasallos y término della ó su valor se daria satis- 
facion en otros tales y tan buenos á su elección, y si esta fuere de 
menos vasallos ó término dar á mi Real hacienda satisfacion de la 
diferencia. Y también an entrado en esta misma consideración los 
derechos de primero y segundo uno por ciento que asimismo ha- 
vian comprado de algunos lugares segregados de la ciudad de Cá- 
diz con sus aduanas, que son la dicha villa de Puerto Real, Chicla- 
na de la Frontera, Paterna de Rivera, Alcalá de los Gandules y Co- 
nil, y los de la cuidad de San Lucar de Barrameda, ciudad y villas 
de su Thesoreria y sus aduanas que son: puerto de Santa María 
Chipiona, Lebrija, las Cavezas de San Juan, Rota y Tribugena 
con jurisdicion para su administración y cobran9a y al9a y baja 
para que asi mismo los goce para si perpetuamente mi y Real 
hacienda dando recompensa de la renta que esto monta en otra 
parte con las mismas calidades y condiciones que todo lo referído 
se vendió para con las demás seguridades y firmega que les 
combenga. Y atendiendo á la rendida obediencia conque el derecho 
general y ellos siempre me án servido y lo desean continuar y más 
en causa que se les dice combiene tanto á mi servicio, sin embargo 
del perjuicio que se les sigue, por no ser fácil aliar lugar de la 
autoridad, calidades y combeniencias que tiene la villa de Puerto 
Real, asi por su situación como por las grandes preheminencias 
que tiene desde su origen y fundación y que respecto dellas se 
podría esperar cada dia su maior población y que la renta que 
tienen en los lugares referidos se crecería y aumentaría por la 
buena calidad della y que esto fue lo que obligó á su compra 
haciendo desembolso tan considerable y que por estar vendidos y 
enagenados de mi Real hacienda los derechos del primero y 
segundo uno por ciento de todo el Reino no ai parteador de 
poderles dar renta de tan buena calidad como la que dejan consi- 
derando el servicio que en venir en lo qua se les a propuesto se 
hace, como muí particularmente lo tienen ponderado los fiscales 
de mi Real hacienda y consultado ese consejo en diversas ocassio- 
nes, vienen desde luejo en todo lo referido esperando que este 



— 276 — 

:Ío tan particular le tendría yo presente con los que h¡(o el 
al su padre para onrrarlos en las ocassíones que se ofrecie- 
í deseando que desde luego se ponga en execución lo que de 
arte se les a propuesto eligen el lugar de Vicalbaro, término 
villa de Madrid con jurisdicción según el precio y calidades 
paga de las demás ventas de vasallos de Castilla y si lubiere 
raco ó ympedimento eligirán otro con calidad que si el elegido 
e eligieren monure mas que el precio de la dicha villa de 
:o Real y su término lo pagarán y si menos se les a de dar 
:a saiisfacion en rema ó otros efectos de la Real bacienda á su 
on y que lo que ymporta la renta que compraron conforme á 
imacion que se hi;o al tipo de la venta della de todos los unos 
:Íento de las dichas ciudades, villas y lugares y sus aduanas 
'an referido, según con las calidades y condiciones, segurlda- 
lesfrucios y firmezas que se vendieron se les mude por via de 
ue y recompensa á la renta dedos por ciento que nuevamente 
impuesto en la de Puertos y diezmos de la mar para que lo 
nisiren, gocen y cobren señaladamente en el puerto de Ordu- 
)r menor y por maior en todos los demás desta renta, desde 
íro de henero desteaño, en la qual se les a de pagar por tercios 
n demora alguna y no lo haciendo en este caso si lo quisieren 
nistfar ellos ó sus suceros lo an de poder hacer con el mismo 
nio, administración, nombramiento de persona y demás 
ades, conveniencias y seguridades que mi Real hacienda a 
o en dicha renta assi en administración como en arrenda- 
to saneándola en la cantidad que an de hacer en esta renta 
i los embarazos, ympedimentos ó ympucstos que pueda 
■ en cualquier tiempo en toda ella para que la gocen en iodo 
' todo con la misma tirme^a que yu la go;ava y se administra 
se consejo y sino la quisieren administrar an de poder spre- 
al arrendador que huviere á la paga como por maravedís y 
• de mi Real hacienda y an de poder dar comission para ello 
seiscientos maravedís de salario y quitar á ellos y á sus mi- 
)s luego como suceda el caso y administrar por su quenta y 
), nombrando los ministros en la forma que va dicha y seña- 
iles los salarios competentes por quema del dicho arrendador 
mi hacienda si esiubiere en administración, asta lanto que se 
n pagados de lo que se les debiere y si no bastare lo que 
¡diere en dicha aduana para hacerse pago, an de poder hacer 
¡smo que en la de Orduña en otra qualquier aduana adonde 
;uda la dicha renta, asta hacerse pago, sin que por ra;on de la 



-^77- 

administración se les pueda hacer cargo de omisión, porque solo 
an de cumplir con dar quenta de lo que efectivamente entrare con 
su poder que sera- lo que bastare para hacerse pago y todo lo 
referido lo an de poder obrar en virtud del privilegio que se les 
diere sin necesitar de nuevo despacho ni acudir sobre ello á ese 
consejo ni á otro ningún Tribunal y estas clausulas se an de poner 
y estender á satisfacion de los dichos herederos. Y haviendose 
visto todo últimamente en ese consejo y consultadosemc porque 
por otra mi cédula de la fecha dcsta os he mandado dar satisfacion 
á los dichos herederos de lo que monta la renta de los dichos 
unos por ciento en la situación y con las condiciones que lo piden, 
he tenido por bien de dar la presente. Por lo qual^mando que la 
dicha ciudad de Puerto Real se buelva y restituía á mi Corona Real 
con toda la jurisdicion y señorío que estava antes que se vendiese 
al dicho general Francisco Díaz Pimienta y que en recompensa y. 
satifacion se les venda el lugar de Vicalbaro, jurisdicción desta 
villa de Madrid, todo con las condiciones y en la forma siguiente: 

I.* Que la venta del dicho lugar de Vicalbaro se aya de hacer á 
JOS precios con las condiciones y en la forma dispuesta por las ce- 
dulas despachadas á los factores que tubieron facultad para ven- 
tas de vasallos eligiéndose lo que fuere mas favorable para mi Real, 
hacienda ó por vecindad ó por término y con que si hecha esta 
elección ymportare mas el precio del dicho lugar de Vicalbaro que 
lo que montó el de Puerto Real lo ayan de pagar los dichos here- 
deros y si importare menos se les a de satisfacer prontamente. 

2.* Que por mi pane se han de sacar todos los consentimientos 
necesarios y allanar todos y qualesquier embara9os que pueda ha- 
ver asta ponerlos en quieta y pacifica posession y no lo haciendo 
dentro de quince dias contados, desde la fecha desta mi cédula, se 
les aya de dar satisfacion del precio que montare la dicha villa de 
Puerto Real en contado ó en otros qualesquier efectos ó compras 
que eligieren. 

3.* Que respecto de lo referido se aya de entender que se cum- 
ple por mi Real hacienda con la paga reciviendo aquel crédito y 
cantidad que se les deve á los dichos herederos por el precio de 
Puerto Real en cualesquier compras de jurisdicción como si fuera 
dinero de contado para poder hacer la compra que eligieren en 
conformidad de las dichas cédulas de factoría. 

4.* Que si todo el precio que ymporta la dicha villa de Puerto 
Real ó el que sobrare después de haver pagado lo que ajustare en 
lodo ó en parte librándosele ó no lo quisieren emplear en compras 



-278 ~ 

sdícciones de vasallos lo puedan hacer conforme i la dicha 
de faciocia de ventas de vasallos, asi en el dicho lugar de 
iro, como en otros qualesquier de la jurisdiíjcion de Madrid, 
) ó las demás provincias del Rejno con las calidades y con- 
:s contenidas en las dichas cédulas di factoría y en la venta 
hiijo de Puerto Real, y librándosele el dicho precio y co- 
ile lo entregara v en caso que no esté cobrado lo retrocede- 
favor de mi Real hacienda y no librándosele ayan de cum- 
a otorgar carta de pago á favor della de lo que ymponare 
io del dicho lugar ó otrcs qualesquier que se le vendieren y 
s quedare ádever algún resto se les aya de dar saUsfacion 
tado efeaos C¡ compras á su elei^cion y asta tanto que se les 
do la dicha satisfacion, asi del preí.'.Ío de la dicha villa de 
Real y lo que ymportan los dichos derechos de primero y 
o uno por ciento della y las demás ciudades y villas decla- 
' estar en quieta y pacifica posession, no aya de ser visto 
lejacion de la dicha villa ni derechos antes bien los aya de 
liar asta que todo tenga cumplido efecto y quando llegue 
in solo estar en quieta possession es visto hacer dejación ¡ie 
a villa de Puerto Real y dichos derechos sin que sea nece- 
ara diligencia alguna y para ella y que pueda correr el di- 
ntratü otorgaron las escripturas necessarias. 
Que por los dichos herederos se ayan de preseniar los re- 
necesarios para la legiümacióii de sus personas y otorgar 
eracion en favor de mi Real hacienda de la jurisdicion se- 
' vasallage y lodos los demás derechos que adquirió por la 
ompra del dicho general Frjncisco Diaz Pimienta y en que 
sdido los dichos herederos para que todo se buelba y resii- 
mi corona Real y quede incorporado en ella como lo estava 
le la venia hecha al dicho general, declarando si el dicho lu- 
iibiere vinculado abersc de subrrogar el de Viealbaro ó otro 
mpraren en el vinculo ó mayorazj^o'á que e^tubiere sugeio 
uerto Real, entregando para ello todos los recaudos quefue- 
:essario$ á satisfacion del dicho mi Consejo de hacienda y 
je en ningún tiempo les quede derecho á los dichos herede- 
á otra persona alguna por esia causa. 
Que en la escriptura que los dichos herederos huvleren de 
r para la compra del dicho lugar de Vicalbnro se ayan de 
todas las cláusulas y condiciones con que compraron la 
; Puerto Real y las demás que conbengan para la seguridad 
itrato, y si por no llegar á efecto la venta de Viealbaro eli- 



— 279 - 

gieren en su lugar otro ó otros que ayan de comprar siempre las 
sorep.as y privilegios y los demás despachos que se les dieren se 
^yan de poner todas las condicione- que ccnbiníeren á su satisfa- 
cion y de sus letrados y hacerse las ventas conforme á las dichas 
cédulas de factoría. 

7.* Y en conformidad de lo referido y concertado con los di- 
chos herederos del dicho general Francisco Diaz Pimienta mando 
á vos los dichos governador y los de mi Conssejo de hacienda y 
contaduría maior della proveáis y deis orden para que todo lo con- 
tenido en esta mi cédula tenga efecto y en su execucion se otorgue 
con los dichos herederos la escriptura de venta del. dicho lugar de 
Vicalbaro y se les den los despachos para la possession del nume- 
ración de sus habitantes y medida de sus términos y no ajustán- 
dose ó no pudiéndose hacer la dicha venta por faltar el consenti- 
miento de la ciudad de Madrid ó por otra cualquier causa ó ragon 
quesea daréis orden que se les venda el lugar ó lugares que eli- 
gieren á ios precios con las condiciones y en la forma contenida 
en las dichas cédulas de factoría y para ello los mismos despacho^ 
que os mando les deis para Vicalbaro para que estando los dichos 
herederos en la possession del lugar ó lugares que asi eligieren lle- 
gue el caso de volverse á reintegrar la dicha villa de Puerto Real 
en mi Corona como lo tengo mandado y del lugar ó lugares que 
asi eligieren demás de los dichos despachos de posession, medida 
de término y numeración de vecinos les daréis la carta ó cartas de 
privilegio que se os pidieren y fueren necessarias con todas las 
cláusulas y condiciones combenientes para su validación y firmeza 
como les locava y lo podian tener en virtud de la compra de Puerto 
Real, ajustándose la quenta de lo que aora hicieren en la forma re- 
ferida en las dichas condiciones de pagarse por los dichos herede- 
ros si montare mas que la compra de Puerto Real el lugar ó luga- 
res que aora eligieren y si montare menos dárseles satisfacion de lo 
que hubiere de diferencia por mi Real hacienda, porque mi volun- 
tad es que se aga la incorporación de Puerto Real en mi Corona 
sin daño alguno de los dichos herederos, los quales luego que se 
les dé la posession del lugar ó lugares que eligieren an de otorgar 
la dejación y renunciación de Puerto Real con las clausulas nece- 
sarias á satisfacion de ese consejo para que del todo quede rescin- 
dido y anulado aquel contrato y mi Real hacienda libre de todo lo 
que por el se concertó y si para maior declaración dello fueren 
necesarios ó se os pidieren otros cualesquier despachos probehe- 
reis que se den por los ministros a quien tocare que yo lo tengo 



— 28o - 

asi por bien y mando que desla mi cédula tomen la ra^on los con- 
tadores que la tienen de mi hacienda, en cuyos libros y en las de- 
mas partes que combengan se a de prevenir lo que sea menester . 
para el buen cobro de mi hacienda. Fecha en Madrid á veinte y 
tres de Junio de mil y seiscientos y sesenta y tres años.— Yo el 
Rey. — Por mandado del Rey nuestro Señor.— Francisco Carrillo. 

Tomo ra^on de la cédula de Su Magestad escrita en las siete 
ojas antes desta. — Antonio Sánchez de Taybo. 

Tomo ra^on de la cédula de Su Magestad escrita en las siete 
ojas antes desta. — Gerónimo de Arredondo. 



IX 



Real cédula de venta de la jurisdicción de Vicálvaro. 

Archivo Histórico Nacional. — Consejo de Castilla. — Grana- 
dos. — Leg. 1 36. 

Don Phelipe quarto deste nombre, Por la gracia de Dios, Rey de 
Castilla, de León... á vos Don Juan Díaz de la Mora, Cavallero del 
orden de Santiago, Alguacil mayor de mi Conssexo de Hacienda, 
saved que por mi cédula firmada de mi mano en on9e de mar90 
del año passado de mili y seiscientos y treinta y nuebe di poder y 
facultad á Bartolomé Espinóla, Conde que fue de Pe9uela de las 
Torres y de mis Consejos de Guerra y hacienda y mi factor Gene- 
ral para que en mi Real nombre pudiese hender y bendiesse, entre 
otras cosas, asta en cantidad de ocho mili vassallos que con con- 
sentimiento del Reyno tengo mandado se bendan de cualesquier 
villas y lugares y Aldeas y de cada una dolías que le pareciesse que 
están sujetas y debajo de la jurisdicción civil y criminal alta baja 
mero mixto ymperio señorio y bassallaje penas de Cámara y de 
sangre calumnias mostrencos y escrivanias y demás rentas juris- 
dicionales á los precios y con las facultades y prerrogativas cali- 
dades y condiciones conihenidas en la dicha cédula á que me re- 
fiero, en cuya conformidad por haver muerto el dicho Conde de 
Pecuela de las Torres y continuarse estas ventas por mi conssejo 
de hacienda por scriptura de assiento otorgada en la villa de Ma- 
drid, en la Secretaria de mi Real hacienda, en dos deste mes de mayo 
y año, por Juan Diaz Quijano, en nombre y em birtud de poder 
que tubo para ello de Don Luis de Oyanguren, Cavallero de la 




— 28i — ■ 

horden de Calatrava de mi Consexo y Cámara de Indias y mi se- 
cretario de Estado y del despacho universal, como marido y con- 
junta persona de Doña Alfonsa Xacinta de Ballecilla y Velasco, su 
muger, que primero lo fue de Francisco Diaz Pimienta, Cavallero 
de la horden de Santiago, General de mi armada Real del mar océano 
por la parte que le toca de los vienes y hacienda que quedaron del 
dicho General, su marido, y como tutor y curador de las personas 
y vienes de Don Martin, Don Nicolás y Doña Teressa Diaz Pi- 
mienta, que son los tres hijos que están debajo de tutela de los 
quatro hijos legítimos y herederos que quedaron del dicho Gene- 
ral y de dicha su muger de la una parte y con Juan Antonio Do- 
mínguez en nombre y embirtud de poder de Don Francisco Diaz 
Pimienta, hijo mayor del dicho General que por mayor de veinte y 
cinco años está ya fuera de la dicha curaduría de la otra, la qual 
dicha scriptura de asiento la aprové por cédula mia de la fecha 
desta, se vendió á los suso dichos como tales herederos del dicho 
General Francisco Diaz Pimienta la jurisdicion señorío y vasallaje 
del lugar de Vicalvaro y su término, que es de la jurisdicion de la 
villa de Madrid, en lugar de la villa de Puerto Real que primero se 
havia vendido al dicho General Francisco Diaz Pimienta, y te- 
niendo pagado lo que ymporta su precio en reales de plata de con- 
tado, por gedula mia de veinte y tres de mayo del año passado de 
mili y seiscientos y sessenta y tres, se mandó yncorporar en mi 
cor®na Real, dándose en rrecompensa á los herederos del dicho 
General el dicho lugar de Vicalvaro, vendiéndoseles á los precios y 
en la forma contenida en la dicha cédula de factoría, rresibiendose- 
les su paga y rrescontrandosela de lo que se les debiere dar satis- 
facion del de Puerto Real, sirviéndome por cada vecino de los que 
hubiere en el dicho lugar de Vicalvaro y su término á ra^on de 
quince mili maravedís emplata ó á la de cinco mili y seiscientos 
ducados en dicha moneda por cada legua legal del término que 
tubiere lo uno ó lo otro á mi ele^ion, y presuponiendo por aora 
que el dicho lugar de Vicalvaro tendrá quatrocientos y cinquenta 
vecinos y la dicha ragon de quince mili maravedís cada uno, mon- 
ta su precio seis quentos, setecientos y cinquenta mili maravedís 
emplata, los qualesel dicho Don Luis de Oyanguren, como marido 
y conjunta persona de la dicha Doña Alfonsa Xacinta de Valleci- 
lla y Velasco y como tutor y curador de las personas y vienes de 
los dichos Don Martin, Don Nicolás y Doña Theresa Diaz Pi- 
mienta, hijos y herederos del dicho General Francisco Diaz Pi- 
mienta, de la una parte, y de la otra el dicho Don Francisco Diaz 



— 282 — 

Pimienta, su hijo mayor, también como tal heredero quedan obli- 
gados á pagar y satisfacerlos en cierta forma, y porque aora por 
su parte se me a suplicado les mande dar la posesión de la juris- 
dicion, señorío y basallaje del dicho lugar de Vicalvaro y que se 
amojonen y dibidan sus términos y aberiguc su becindad. Por la 
presente os niando que luego que os sea entregada esta mi Carta, 
bais con bara alta de mi justicia al dicho lugar de Vicalvaro y á 
las demás partes que fueren necesarias y conforme á la dicha 
scriptura de asiento por mi aprovada, que assimismo os sera en- 
tregada deis y entreguéis al dicho Don Luis de Oyaguren como 
marido y conjunta persona de la Doña Alfonsa Xacinta de Valle- 
cilla y Velasco, su mujer, por la parte que le toca de los vienes y 
hacienda que quedó del dicho General Francisco Diaz Pimienta, su 
primero marido, y como tutor y curador de las personas y vienes 
de los dichos Don Martin, Don Nicolás y Doña Theresa Diaz Pi- 
mienta y al dicho Don Francisco Diaz Pimienta ó á la persona ó 
personas que tubieren sus poderes la posesión civil y natural del 
dicho lugar de Vicalvaro con el señorío y vasallaje y jurisdicion 
civil y criminal alta, baja mero mixto ymperio penas de cámara y 
de sangre, calumnias, mostrencos y escrivanias sí fueren anejas á 
la dicha jurisdicion y con todas las demás rentas jurisdicionales 
del señorío y vasallaje y jurisdicion anejas y pertenecientes en 
qualquíer manera, al dicho lugar y sus términos por donde los 
lubiere limitados, amojonados y deslindados con todos los otros 
lugares con quien confina, para que la puedan ussar y exercer los 
dichos herederos ó la persona ©.personas que después dellos sub- 
cediere en su derecho perpetuamente para siempre jamas por sí y 
sus alcaldes mayores, hordinaríos, alguaciles, guardas y ministros 
de justicia según y como en esta mi carta yra declarado, reservan- 
do para mi las apelaciones para mis chancillerias en los cassos que 
de derecho aya lugar, con declaración que no se an de com- 
prehender en esta venta las alcavalas y ter9Ías, servicio hordinrio 
y extraordinario, millones y de Galeotes, moneda forera, y que 
asimismo ayan de quedar y queden reservados para mi y mi co- 
rona Real qualesquier mineros de oro y plata y otros metales the- 
soros y salinas que en qualquíer manera hubiere y pareciere y fue- 
ren hallados y se aliaren en el dicho lugar de Vicalvaro y sus tér- 
minos con las otras cossas que son reservadas al supremo señorío 
para que las tengan y gocen desde el día que tomaren la posesión 
del dicho lugar perpetuamente para siempre jamas, y mandaréis 
de mi parte que yo por la presente mando al Concejo alcaldes hor- 



— 283 — 

dinarios y demás ministros de juslicia del dicho lugar de Vicalvaro 
y i Giras qualesquier personas de qualquier estado calidad y con- 
dición quesean vecinos del dicho lugar, obedezcan y tengan á los 
dichos herederos del dicho General Francisco Díaz Pimienta y á 
sus subcesores por señores del dicho lugar, y todo lo demás que 
conforme á lo susso dicho les bendo, y les den y presten la obe- 
diencia y fidelidad que como á señor de todo ello son obligados á 
le dar y prestar, y otrosi doy facultad á los dichos herederos y sus 
alcaldes mayores hordinarios, alguaciles, guardas y otros ministros 
de justicia para que puedan ponei* y pongan orea, picota, cuchi- 
llo, car9el, ^epo, agote y las demás ynsignias de justicia que para 
dio fueren necesarias, y quitareis los alcaldes hordinarios y de la 
hermandad, alguaíjiles y otras cualosquier personas que las exer- 
cieren en el dicho lugar de Vicalvaro por el corregidor de la villa 
de Madrid, el qual a de rremitir y por la presente mando rómila á 
las justicias que los herederos del dicho General Francisco Diaz 
Pimienta ó quien su poder tubiere nombraren todos los procesos, 
pleitos y caussas que estubieren hechos, sentenciados y por sen- 
tenciar, civiles y criminales, á pedimento de parte y de oficio y en 
otra cualquier manera contra los vecinos del dicho lugar de Vi- 
calvaro y sus términos con las prendas si algunas hubiere sacadas 
porque de todo ello les hinibo y e por hinibidos, por quanto al 
Corregidor de la dicha villa de Madrid ni á ella ni á otro concejo 
n-i persona ni á las justicias les a de quedar ni queda jurisdicion 
alguna civil ni criminalmente en el dicho lugar de Vicalvaro ni 
sus términos ni a de haver apelación de agravio ni otro recurso 
para ante ellos ni sus Thenientes y los que adelante subcedieren 
en el dicho oficio porque en los cassos que hubiere lugar la dicha 
apelación a de ser para la mi audiencia y chancilleria que reside en 
la ciudad de Balladolid y no para otra parte, y hecho lo susso di- 
cho citadas y oydas las partes á quien tocare bereis por vista de 
ojos los términos del dicho lugar de Vicalvaro y haréis ynforma- 
cion y averiguareis los que son suyos propios y los lindes y mo- 
jones que tienen conocidos y deslindados con la dicha villa de Ma- 
drid y los demás lugares con quien confina y asta donde llegan, y 
si los dichos mojones no estuvieren conocidos los pondréis y ha- 
réis de nuebo y daréis como dicho es á los dichos herederos ó á 
quien su poder hubiere la posesión civil y criminal de los dichos 
términos y jurisdicion, señorío y vasallaje y le amparareis y defen- 
deréis en ella, que yo por la presente les amparo y defiendo en la 
posesión de todo lo que dicho es, y para que se pueda saver la 



— 284- 

cantidad de maravedís que los herederos del dicho General Fran- 
cisco Diaz Pimienta me a de pagar por la dicha merced, averigua- 
reis todos los vecinos y moradores estantes y auitantes que ay en 
el dicho lugar de Vicalvaro y su término y jurisdicion, y para ello 
mandareis que yo por la presente mando al Concejo Xusticia y 
rrejimiento del dicho lugar de Vicalvaro que os den y entreguen 
luego los padrones dellos ciertos y berdaderos xurados y firmados 
de sus nombres en los quales pongan y asienten todos los vecinos 
y moradores que ay en el dicho lugar y sus términos y jurisdi- 
cion, nombrando á cada uno de porssi sin dejar de poner ninguno 
aunque sea hidalgo, clérigo, pechero, rico, pobre, viudas, menores 
y huérfanos so pena que por cada uno de los quexiejaren de po- 
ner paguen cinquenta mili maravedís y mas caygan e yncurran en 
las otras penas en que caen é yncurren los que hacen semejantes 
encubiertos y fraudes, y tomados los dichos padrones os ynfor- 
mareis si son ciertos y berdaderos ó- ay alguna falta en ellos, y 
contareis todos los vecinos y moradores estantes y avitantes, 
huérfanos, clérigos y hidalgos que hubiere en el dicho lugar de 
Vicalvaro y sus términos y jurisdicion, ricos, pobres, acalle hita 
sin dejar de poner niguno declarando en los dichos padrones los 
nombres de todos ellos, y de las viudas y de los hijos é hijas que 
cada una tubiere y si son de un matrimonio y de los que fueren 
huérfanos de padres y sus madres, casadas ó estu hieren viudas y 
de las personas que fueren sus tutores y curadores, y los que fue- 
ren ávidos de mas de un matrimonio y los mo^os de soldada y 
nombres de mugeres solteras que hubiere y si de algunos dias á 
esta parte $e an ydo del dicho lugar algunos vecinos y moradores 
y por que causa y á donde se an ydo y si se espera que bolberan á 
él y si dejaron hacienda alli, de forma que por las dichas vecinda- 
des se pueda saver los maravedís con que se me a de servir por lá 
dicha merced, y otrossi averiguareis si en el dicho lugar de Vical- 
varo ay algún castillo ó fortalecas que a mi me pertenezca y ha- 
viendolo lo haréis tasar y apreciar por canteros, albañiles, carpin- 
teros y otros oficiales y personas que tengan noticia del valor de 
semejantes edificios, los quales juntamente con Vos y otra perso- 
na que an de nombrar los herederos del dicho General Francisco 
Diaz Pimienta sobre juramento que primero hagan ante scrivano 
que bien y fielmente harán las tasaciones dellos, tasen y moderen 
lo que verdaderamente balen los dichos castillos ó fortalezas ó 
otros edificios como agora lo están, lo qual hayan de hacer y ha- 
gan confiriéndolo primero con los maestros canteros, albañiles, 



r 



— 285 — 

carpinteros y otros oficiales que con Vos y ellos los hubieren an- 
dado y visto, y si las dichas personas no conformaren en la dicha 
tasación se a de nombrar un tercero que sepa y tenga noticia de 
obras y edificios y cossas semejantes para que la dicha tasación se 
haga con toda justificación y lo que los tres ó en discordia de no 
conformarse todos en un parecer lo que los dos dellos de confor- 
midad declararen que balen sea reputado por su berdadero balor 
y precio y al mismo tiempo averiguareis con personas de expe- 
riencia que sepan y entiendan dello si de venderse los dichos casti- 
llos ó fortalecías, cassas ó otros edificios que ay en el dicho lugar 
de Vicalvaro á mi pertenecientes puede resultar algún yncombe- 
niente particular ó que ay caussa para reparar en ello, todo con 
mucha distinción y claridad, para que conforme lo quede la dicha 
aberiguacion resultare, se pueda resolver lo que pareciere, y tam- 
bién aberiguareis si las dichas fortale9as y edificios tienen algunas 
rentas, vienes y otros heredamientos que sean anejos á ellos y los 
harei» asimismo tasar y apreciar de la manera que queda dicho, 

• 

citada ia parle de los dichos erederos, y otrossi aberiguareis si ay 
algunos montes valdios en el dicho lugar que á mi me pertenezcan 
y el verdadero valor dellos según los puestos, pastos y estimación 
que lubieren, y si ay algunas scrivanias publicas y del Concejo de 
el dicho lugar y con que Títulos y nombramientos se sirven, y si 
fueren á mi provisión que valor tendrá cada una dellas de porssi 
vendiéndose perpetuas á los dichos herederos del General Francisco 
Diaz Pimienta y de la calidad y aprovechamiento que tienen y si 
dedar¿e en la dicha forma se podría seguir perjuicio ó daño á al- 
gún tercero y á quien y como y por que caussas, y mando á to- 
das y qualesquler personas de quien entendieredes ser ynformado 
para mejor saver la verdad de lo que dicho es que vengan y pa- 
rezcan ante Vos á vuestros llamamientos y enplacamientos y ju- 
ren y digan sus dichos y deposiciones á los plagos y en las partes 
y so las penas que de mi parle les pusieredes, y para lo hacer y 
cumplir favor y ayuda hubieredes menester, mando á todas y 
qualesquier justicias y personas quede mi parte les pidieredes que 
os le den y hagan dar cumplidamente so las dichas pen/is, las 
quales yo por la presente les pongo y e por puestas y por conde- 
nados en ellas, y las podréis executar en los que remisos é yno- 
bédienies fueren, y que ninguna justicia, audiencias ni tribunales 
os ympidan el cumplimiento de lo aqui contenido ni se entrome- 
tan á querer conocer de cossas tocantes á ella por via de excesso 
ni en otra manera que yo las hinibo é e por hinividos de todo ello 



y hechas las dichas averiguaciones las trayreis origtnalmenie sig- 
nados del escrivano de vuestra comissioi) y las presentareis en el 
dicho mi Consejo de hacienda por mano de mi ynfraseripto secre- 
tario para que vista en el manJe hai:er la quciita de lo que los di- 
chos herederos del General Francisco Díaz Pimienta me ande 
pagar conforme á lo suííso dicho Iodo lo qual quiero y es mí bo- 
luniad se guarde y. cumpla sin embargo de qualesquier coniradi- 
giones que se ynierpusieren por parte de la dicha villa de Madrid y 
del dicho lugar de Vícalvaro, y qualesquier personas y concefos y 
de qualesquier privilegios y cartas general es y particulares dadas 
por causeas onerosas ó fuera dellas que la dicha villa de Madrid y 
el dicho lugar de Vicaharo, y qualesquier personas tengan ó pue- 
dan tener de mi ó de los Reyes mis predecesores por donde se pue- 
da ó pueda ympedirlo en esta mi caria y en la dicha scriplura de 
venia conienido, y qualesquier fueros y derechos que en conirario 
dello sean ó ser puedan esptcialmente la ley fecha en Valladolid 
por el señor líey Don Juan con todas las demás leyes y ordenan- 
Sas fechas en Cortes ó fuera dellas que hablan y disponen sobre 
la enagenacion de los lugares y términos de la Corona y pairimo- 
nio Real, las quales e aqui por ynsertas é yncorporadas y con todo 
ello dispenso para en quanio á esto ( ca por esla voz y lo doy por 
ninguno de mi propio muiu cierta ciencia y poderío Keal pleno y 
absoluto de que en esia parte quiero usar y usso como Rey y se- 
ñor natural no reconociendo superior en lo temporal, quedando en 
su fuerca y vigor para en lo demás y si de algunos auctos ó cossa 
que cerca de la dicha posesión y mojonera hicieredes fuere de Vos 
apelado en casso que do derecho aya lugar otorgareis la tal apela- 
ción ó apelaciones que assi fueren ympuesias por ante los del di- 
cho mi Consejo y Contaduría mayor de hacienda y no para otro 
Tribunal alguno, y oirossi mando á qualesquier carceleros y de- 
mas minisiroi de justicia hagan en lo locante á sus oficios lo que 
les hordenaredes so las penas que de mi pane les pusieredes, las 
quales yo por la presente les pongo y he por puestas y por con- 
denados en ellas lo contrario haciendo á los que remisos é ynobe- 
dientfs fueren, en lo que os ocupareis doce dias ó los menos que 
fueren menester con mas los de la yda y buelta á mi Corte y lle- 
baréis de salario en cada uno de ellos mil y un cientos maravedís 
y á Joscph de León mi scrivano receptor del numero de mi Corte 
ame quien mando se haga y passe lo susso dicho quinientos ma- 
ravedís de mas y allende de los derechos de los autos y scripturas 
que ante i\ pasare y para la persona que nombraredes por algua- 



— 287 — 

cil para que cumpla y execute vuestros mandamientos quinientos 
maravedís, los quales dichos salarios y derechos cobrareis de los 
dichos herederos del General Francisco Díaz Pimienta, porque 
aunque la mitad de lo que montaren los de la ocupación, de la 
averiguación de la vecindad an de ser por quenta de mi Real 
hacienda buelto que hayáis á mi Corte se ajustará la quenta dello 
y se ara bueno á los dichos herederos lo que montare la dicha 
mitad á lo que dello restare, debiendo ó se le dará satisfacion por 
otro camino, y oirossi mando que no llevéis vos el dicho Juez ni 
consintáis que lleven el dicho scrivano receptor ni alguacil mas de 
los salarios que os ban señalados por esta comission ni que reci- 
vais de dichos herederos por sí ni por ynterposita persona directa 
ni yndirectamente ni consintáis que se os pague ni se les pague el 
alquiler de las muías en que fueredes ni que os den de comer ni 
presentes, ni rregalos so pena de pribacion de oficio y de doscien- 
tos ducados para mi Cámara á cualquiera que contraviniere á esto 
y que no sera nombrado ni probeydo en otra comisión y que an- 
tes que se tome la ra9on por los contadores de mi Real hacienda 
ayais de hacer juramento vos y el dicho scrivano y alguacil en 
mano de uno de los dichos contadores de que lo cumpliréis assi y 
si subcediere estar fuera de mi Corte vos y el dicho alguacil los 
aya de rrecivir el dicho juramento el dicho scrivano después de 
haverle él hecho en manos de uno de los dichos contadores y todo 
quede escrito originalmente al pie desta dicha comisión y sin haver 
hecho el dicho juramento no podéis ninguno de vosotros ganar 
salarios aunque se hagan auctos en birtud delia y todo lo que hi- 
cieredesen ra^on de dicha comisión lo entregareis firmado de vues- 
tro nombre y signado y firmado del dicho scrivano á la parte de 
los herederos del dicho General Francisco Díaz Pimienta para que 
lo trayga y presente en el dicho mi Conssejo de hacienda, y 
; visto en él se provea lo que combenga que para todo lo susso di- 
cho y lo á ello anejo y dependiente os doy poder y comisión cum- 
plido qual al casso combiene, y es necesario, y desta mi carta se a 
de tomar la ra9on por los contadores que la tienen de mi Real ha- 
cienda y es declaración que al tiempo que dieredes á los dichos he- 
rederos del dicho General Francisco Diaz Pimienta ó á la persona 
que nombraren la dicha posesión se les a de notificar que dentro 
de dos meses de como se la dieredes ayan de tener y tengan ajus- 
tado en los libros de la ra^on de mi Real hacienda por los dichos 
mis contadores della lo que ymporta el precio del dicho lugar, con 
apercebimiento que pasados y no haviendolo hecho se le quitará 



— 288 — 

y depondrá de dicha posesión y se proveerá lo que combenga á mi I i 

servicio. Dada en Aranjuez á diez de Mayo de mili y seiscientos y é 

sesenta y quatro años.— Yo el Rey.— Yo Francisco Carrillo, Se- \ 
crelario del Rey nuestro Señor la hize escribir por su mandado. 



X 

TÍTULO DE Castilla. — (14 Diciembre, 1671,) 

Su Magestad, en Decreto de 14 de Diziembre se sirvió decir, que 
«Havicndose enajenado de la Corona Real la Villa de Puerto Real 
por haverse vendido al general Francisco Diaz Pimienta, y convi- 
niendo bolverle á incorporar en ella, he resuelto en su recompen- 
sa hacer merceJ á D.* Alfonsa Jacinta de Vallecilla, muger que fue 
del dicho General de Titulo de Castilla por su vida, con calidad 
que después de sus días suceda en él, D. Francisco Manuel Diaz 
Pimienta de Vallecilla, hijo mayor del dicho General y de D.* Al- 
fonssa, y que este Titulo aya de andar vinculado con el Mayoraz- 
go que fundó el dicho General, estimada esta merced en veintiocho 
mil ducados de plata inclussa la media aunata della; y que demás 
desto se le dé satisfacción de ocho mil novecientos y diez y ocho 
ducados de plata que se restaran á deber del precio de la dicha vi- 
lla de Puerto Real en los vassallos de las tres villas de Ormijana, 
Subijana y Morillas (que serán sesenta, poco mas ó menos), que 
están á la otra parte del Ebro, con calidad de que si importaren 
mas estos vassallos, se aya de pagar en dinero de contado y si me- 
nos aya de quedar cedido el resto á favor de la Real Hacienda, y 
en caso de no tener effecto en los vasallos de dichas tres villas, en 
otros que se eligieren. Tendrase entendido, y darase por la Cáma- 
ra el despacho necessario á su cumplimiento.— En Madrid á 14 de 
Diziembre 1671. — Al Pressidente del Conssejo. 

La Cámara, mandó, se executase y luego se trujo contradic- 
ción, por parle de estas tres villas, con decreto del Consejo para 
que se llevasen á él los papeles de la Cámara, y se embió copia 
autorizada del Decreto en la forma que él acostumbra quedando 
el original en la Secretaria. 

Estando en este estado, embia su Magestad, con Decreto de 3i 
de Henero, un memorial de D.* Alfonsa de Vallecilla en que pide, 
que el despacho que se le ha de dar del Titulo de Marquesa, de 
que le está echa la merced, sea, con calidad, de que á falta de siis 




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— 289 — 

descendientes del matrimonio con el General Pimienta, suceda en 
él, el poseedor del Mayorazgo, que dejó el General D. Manin de 
Valleciila, su abuelo, de que es hereJera inmediata, y manda su 
Magestad se vea en la Cámara y se le represente sobre esta instan- 
ci.'i lo que pareziere. 

La Cámara en 2 de Marzo de 1672 acordó pedir copia de la mer* 
ced y del Mayorazgo y testamento de Pimienta. 



XI 
Título DE Vizconde. — (12 Abril, i6j2,) 



Don Carlos, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de 
las dos Sicilias, de Hierusalem, de Portugal, de Navarra, de Gra- 
nada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, 
de Cerdeña, de Cordova, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los 
Algarves, de Algecira, de Gibraitar, de las Islas de Canaria, de las 
Indias orientales y occidentales. Islas y Tierra firme del mar Oc- 
ceano, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Bravante y 
de Milán, Conde de Abspurgs, de Flandes, de Tirol, Rósellon y 
Var^elona, Señor de Vizcaya y de Molina, etc. Y la Reyna Doña 
Mariana de Austria, su madre, como su tutora y Governadora de 
los dichos Reynos y Señoríos. Por quanto haviendose enagenado 
de nuestra Corona Real la villa de Puerto Real por haverse bendi' 
\ do al general Francisco Díaz Pimienta y combiniendo bolverle á 

I yncorporar en ella, habemos resuelto de hacer merced en su re- 

compenssa la Doña Alfonssa Jacinta de Ballecilia, su muger, de 
i Titulo en Castilla por su vida, y que después de sus días Don 

Francisco Manuel Diez Pimienta de, Valleciila, su hijo mayor del 
dicho General, quedando vinculado en el Mayorazgo que él dejó 
fundado. Teniendo consideración á los muc ios y buenos ser-vi- 
cios que hi^o á esta Corona. En su conformidad es nuestra volun- 
tad que vos, la dicha Doña Alfonssa Jacinta de Valleciila, os po- 
dáis llamar e yntitular y os llaméis e yntituleis y os hacemos e 
yntitulamos Vizcondessa de Villa Real. Y mandamos á los Infan- 
tes, Prelados, Condes, Duques y Marqueses, Condes Ricoshom- 
bres, Priores de las Ordenes, Comendadores y Subcomendadores, 
Alcaydesde los Castillos y Cassas fuertes y llanas, y á los del mió 
Consejo pressenfes, y oydores de las nuestras Audiencias, Alcal- 
des, Algua9iles de la nuestra cassa y Corte y Chancillerias y á to- 

19 



— 290- 

dos los corregidores, Asistente Governadores, Alcaldes Mayores, 
AIgua9Íles, Merinos, Prebostes y á otros cualesquier nuestros Jue- 
ces y Justicias y personas de qualquier estado, condición, prehemi- 
nencia ó dignidad, que sean nuestros vassallos, subditos y natu- 
rales, assi á los que aora son como á los que adelante fueren y á 
cada vno y qualquier dellos que llamen e yntitulen ass' á vos como 
á los dichos vuestros successores Vizcondessa de Villa Real y á 
todos os guarden y hagan guardar todas las onrras, gracias, mer- 
cedes, franquezas, livertades, excmpciones, preheminencias, cere- 
monias que por ra^on de este titulo deveis haver y gozar confor- 
me á lo que sobre esto está resuelto, y sKiello quisieredes nuestra 
carta de Previlegio y confirmación Maridamos assimismo á los 
nuestros con^ertadores y escrivanos mayores de los Privilegios y 
confirmaciones y á nuestro Mayordomo chanciller Notario mayo- 
res y á los otros oficiales que están á la tabla de nuestros sellos 
que os la den, libren, pasen y sellen la mas fuerte, firme y bastan- 
te que les pidieredes y menester huviereJes, y declaramos que des- 
ta merced haveis pagado el derecho de la media Anata. Dada en 
Madrid á doce de Abrill de mili y seis9Íentos y setenta y dos 
años. — Yo la Reyna. — Yo Don Gerónimo de Cuellar, Secretario 
del Rey Nuestro Señor; le hice escrebir por mandado de su Mages- 
lad (rubricado). — El Conde de Villahumbrosa (rubricado). — Doc- 
tor Don García de Mediana (rubricado).— El Conde de Casarru- 
bios (rubricado). — Titulo de Vizcondessa de Villa Real á Doña Al- 
fonsa Jacinta de Vallecilla. 



XII 

Marquesado de Villa Real. — R, Cédula de concesión del Ti» 
tulo, — (i o Mayo i6y2), 

Don Carlos por la Gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de 
Aragón, de las Dos Sicilias, de Jerusalen, de Portugal, de Navarra, 
de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca de Se- 
villa, de Cerdeña, de Cordova, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de 
los Algarbes, de Algecira, de Gibraltar, de las Islas de Canaria, de 
las Islas Orientales y Occidentales, Islas y tierra firme del Mar 
Océano, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Brabante 
y de Milán, Conde de Abspurg; de Flandes, de Tirol, Rofsellon y 
Barcelona, Señor de Vizcaya y de Molina, <&a. Y la Reina Doña 



— 291 — 

Mariana de Austria, su madre como en tutofa y curadora y Go- 
bernadora en dichos Re>nos y Señorios. Por cuanto habiéndose 
enagenado de nuestra Corona Real la Villa de Puerto Real, por ha- 
berse vendido al General Francisco Diaz Pimienta y conviniendo 
volverla á incorporar én ella, habernos resuelto de hacer merced 
en su recompensa á vos Doña Alfonsa Jacinta de Vallecilla muger 
que fuisteis del dicho General, de Titulo de Castilla por vuestra 
vida, con calidad, que después de ella subceda en el Don Francisco 
Manuel Diaz Pimienta de Vallecilla, vuestro hijo mayor y del di- 
cho General vuestro marido, y que este titulo haya de andar vin* 
culadoen el Mayorazgo que fundó el dicho General, estimada esta 
merced en veinte y ocho mil ducados de plata inclusa la media 
annata de ella, y que demás de esto se os dé satisfacción de ocho 
mil novecientos y diez y ocho ducados de plata que se restaran á 
dever del precio de la dicha villa de Puerto Real en los vasallos de 
las tres villas de Ormigana, Subixana y Morillas que serán sesen- 
ta, pocos mas ó menos, que están á la otra parte del Ebro, con 
calidad de que si importaren mas estos vasallos se haya de pagar 
en dinero de contado, y si menos haya de quedar cedido el resto 
en favor de nuestra Real Hacienda y en caso de no tener efecto en 
los vasallos de las dichas tres villas en otros que se eligieren. Te* 
niendo consideración á los muchos y buenos señalados y particu- 
lares servicios que el dicho General nos hizo en los puestos y ne-» 
gocios que tuvo á su cargo en el discurso de muchos años, asi mi- 
litares como en otras materias y negocios del servicio de S. M. que 
corrieron por su mano de que resultó mucha utilidad y benefició 
á esta Corona, y en alguna enmienda y remuneración de ello, y 
porque también os habemos hecho merced de Titulo de Vizconde 
por una nuestra carta y provisión de doce de Abril de este año y 
queda rota y cancelada en la nuestra Secretaria de la Cámara para 
que no se pueda usar de ella ni darse por perdida ni duplicada en 
ningún tiempo; nuestra voluntades, que ahora y de aqui adelante 
vos la dicha Doña Alfonsa Jacinta de Vallecilla, durante vuestra 
vida os podáis llamar é intitular y os llaméis é intituléis, llamen é 
intitulen y os hacemos é intitulamos Marquesa de Villarreal, con 
calidad que después de vuestros dias subceda en este titulo el dicho 
Don Francisco Manuel Diaz Pimienta de Vallecilla, vuestro hijo 
mayor y del dicho General, el cual haya de andar y ande vincula- 
do como desde luego le vinculamos en el mayorazgo que fundó el 
dicho General Francisco Diaz Pimienta, para que el dicho Don 
Francisco Manuel Diaz Pimienta y sus sucesores le hayan, tengan 



1 



y itoien como bienes propios del dicho mayorazgo perpetuamente 
para siempre jamas y todos y cada uno en su tiempo después de 
vuestros días (como dicho es) se puedan llamar é intitular Mar- 
queses de Villarreal. Y por esta nuestra carta mandamos á los In* 
fantes, Prelados, Duques, Marqueses, Condes, Ricos hombres. 
Priores de las Ordenes, Comendadores y Subcomendadores, Al- 
caides de los Castillos y Casas Fuertes y Llanas y á los de el nues- 
tro Consejo Presidente y oidores de las nuestras Audiencias, AlcaK 
des. Alguaciles de la nuestra casa y Corte y Chancil lenas, y á to- 
dos los Concejos, Corregidores, Asistente, Gobernadores, Alcaldes 
mayores, Alguaciles, Merinos, Prebostes, y á oíros cualesquier 
nuestros Jueces y Justicias y personas de cualquier estado, condi- 
ción y dignidad que sean nuestros vasallos subditos y natiirales, 
asi á los que agora son como á los que adelante fueren y á cada 
ano y cualquier de ellos que os hayan y tengan, llamen é intitulen 
á TOS la dicha Doña Alfonsa Jacinta de Vallecilia durante vuestros 
dits y después de ellos al dicho Don Francisco Manuel Díaz Pi- 
mienta de Vallecilia vuestro h jo mayor y á sus sucesores y posee- 
dores que fueren del dicho mayorazgo y sus descendientes. Mar- 
queses de Villarreal y á todos os guarden y hagan guardar todas 
las honras, franquezas, libertades, exenciones, preeminencias, ce- 
remonias y todas las otras cosas que por razón de ser Marquesa, 
debéis haber y gozar y os deven ser guardadas todo bien y cum- 
plidamente sin faltaros cosa alguna. Y si de esta nuestra carta y de 
It gracia y merced en ella contenida quisierades ó quisieren nues- 
tra carta de privilegio y confirmación^ mandamos á ios nuestros 
Concertadores y Escribanos mayores de los privilegios y confir- 
nnaciones y á él nuestro Mayordomo mayor Chanciller y Notario 
mayores y á los otros oficiales que están á la tabla de nuestros 
sellos que os la den libren, pasen y sellen la mas fuerte firme y bas- 
tante que les pidieredes y menester hubieredes. Y declaramos que 
el derecho de la media annata queda satisfecho y pagado por esta 
vez por lo que á vos toca, que importa, quinientos y sesenta y dos 
mil y quinientos maravedís, la qual queda incluida en la satisfac- 
ción de los dichos veinte y ocho mil ducados de plata en que se 
eslimó esta merced por haberse vuelto á incorporar la dicha villa 
de nuestra Corona Real, y la misma cantidad han de pagar lodos 
los sucesores en este titulo de que ha de constar por certificación 
de la Contaduría de este derecho. Dada en Madrid á diez de Mayo 
de mil y seiscientos y setenta y dos años.— Yo la Reyna. — Yo don 
Jerónimo de Cuellar Secretario del Rey Nuestro Señor le hice es- 



J 



— 293 — 

cribir por mandado de S. M.: con rubrica. — Registrada. — Don Gar» 
cia de Villadran y Marban. — El Canciller mayor Don García de 
Villadran y Marban. — M. El Conde de Villahumbroso.-— Don José 
García de Mediana. — J. El Conde de Casarrubios — Titulo de Mar- 
quesa de Villarreal á Doña Alfonsa Jacinta de Vallecilla, muger que 
fué del General Francisco Díaz Pimienta por sus días y después de 
ellos subceda en él, el hijo mayor de ambos, quedando vinculado 
en el Mayorazgo del dicho General. — Hay un sello de lacre pen- 
diente del pergamino. 

(De un testimonio sacado del original que existía en el Archivo 
del Marqués, por el Notario de Madrid D. José .María Garamendi 
en 16 de Junio de 1862, cuyo testimonio obra en el Archivo de 
Gracia y Justicia). 

xni 

MAYORAZGOS Y OTROS BIENES 

A i5 de Julio de 1764 Don Antonio Díaz Pimienta otorgó poder, 
en Madrid ante el escribano Juan Nabarro, á favor de Don José 
Pérez y de Don José María de Ogarrio para que en su nombre 
tomasen posesión de sus Mayorazgos. 

El Don José Pérez en Malaga á 26 de Julio de 1754, ante eü 
Escribano Antonio Rivera, transmitió su poder en la forma si- 
guiente: «en Don Juan González Cadenas vezino de la ciudad de 
Cádiz para que tomase posesión de la casa principal de la villa de 
Puerto Real y administrarla: en Don Miguel Alevio y Brun, vezino 
de la misma ciudad y Thesorero de sus Reales Aduanas para el 
cobro de la renta del Juro del uno por ciento que se exige para 
particulares de las Alcavalas de ella: en Don Santiago de Barcena, 
Abogado de los Reales Consejos, vezino de la ciudad de Orduña, 
j)ara tomar posesión de los Mayorazgos que en ella su término y 
jurisdicción corresponden á su señorío y los administre: en Don 
Francisco limarán, vezino de la villa de Portugalete, para que 
igualmente la tome y administre ios que tiene en dicha villa y su 
término: en Don Antonio Pampliego, vezino y Theníente Alcalde 
mayor de las prenotadas villas de Villarreal de Burriel (i); AlvíUos 

(I) Si bien la Real Cédala por la que se creó este marquesado sólo le 
denomina de Villa Real, luego agregó el nombre de esta villa; existiendo 
además la diferencia, que se debe hacer notar, de consignarse en el expe- 
diente la palabra Burriel, y íirmar los poseedores últimos de Villarreal de 
Buniel. Creemos obedezca más ñ la adulierarión de Ja palabra que por 
hacer referencias á dos lugares distintos, que también pudiera ser. 



1 



— 294 — 

y Renuncio para tomar la posesión de ellas, administrarlas, cobrar 
y percivir las rentas que le pertenezcan al expresado Señor Mar- 
qués, como también del Prado mayor que tiene en medio del tér- 
mino de dichas villas.» 

(De un testimonio de posesión del Mayorazgo de Villarreal, 
Otorgado por el Escribano Felipe Pérez Beltrán en Madrid á 20 de 
Noviembre de 1754, cuyo testimonio se halla en el Archivo del 
Ministerio de Gracia y Justicia.) 

En la posesión de titulo á favor de José María Díaz Pimienta 
se hace mérito de un juro de quinientos sesenta y un mil quinien- 
tos diez maravedises de renta situado sobre el primer dos por 
ciento de diezmos de la mar de Castilla en cabeza de Juan de 
Zaldivar y Eguiluz, de cuyo juro se dio posesión en 4 de Noviem- 
bre de 1820; este juro había sido concedido á 20 de Marzo de 1623. 



XIV 

SUPRESIÓN DEL TÍTUI O 

Por Real orden de 12 de Septiembre de 1826 se declaró la supre- 
sión del título de Marqués de Villarreal. 

Pero el Secretario de Estado y del Despacho de Hacienda comu- 
nicaba con fecha i.** de Diciembre á Francisco Tadeo Galomarde, 
y éste en 26 de Diciembre lo transmitía al Gobernador del Consejo 
Real la siguiente aclaración: 

«que la supresión del titulo de Marqués de Villarreal deque ha- 
bla la Real orden de 12 de Septiembre ultimo, no comprende al 
Marquesado de Villarreal de Burriel, porque este titulo tiene satis- 
fecho y corriente el servicio de lanzas y medias annatas, sino al de 
Marqués de Villarreal, concedido en 9 de Diciembre de 1698 á la^ 
persona que se casase con Doña Barbara Centurión...» 



XV 



PRETENDIDO TRASPASO DEL TITULO DE MARQUES DE VILLARREAL 

Con fecha 3 de Julio de 1879 D. Luis Díaz Pimienta, Marqués de 
Villarreal, solicita Real licencia para designar sucesor en el Mar- 
quesado; la instancia la funda en los siguientes extremos: 



- 295 - 

«Que habiendo fallecido el pasado año mil ochocientos setenta y 
ocho su hijo único D. Eduardo Diaz Pimienta y Calvo, y en Fe- 
brero del presente su hermano D. Eduardo Diaz Pimienta y Ra^ 
mirez de Arellano, en los cuales habia de recaer forzosamente la 
sucesión del titulo de Marqués de Villarreal que viene poseyendo 
el que espone desde el año mil ochocientos cincuenta y dos, por lo 
que á su muerte quedará caducado dicho titulo, y por lo misma 
olvidados desde aquel momento los eminentes servicios prestados 
á la Patria por sus antepasados, que tantos dias de gloria dieron á 
la misma; y como por otra parte continuadas desgracias le han 
reducido sus rentas á una cantidad insignificante que solo le per- 
miten cubrir las primeras y mas apremiantes necesidades de la vida, 
pero no para dar la representación y brillo que requiere el antigua 
titulo de Villarreal, y como su deseo es retirarse ya que se encuen- 
tra en edad algo avanzada á disfrutar de tranquilidad en su casa 
solar del Corral de Almaguer, y como asi mismo tiene grandes 
motivos de gratitud y reconocimiento con persona de su familia, 
aunque de grado lejano, digna bajo todos conceptos para honrarse 
con tal distinción, y que por su fortuna envidiable realzarla á su 
antiguo esplendor el Marquesado de Villarreal, á V. M. 

»Suplica, etc.» 

Ya con fecha 8 de Agosto de iSSy habia el Marqués de Burriel 
elevado á la Reina una solicitud del tenor siguiente: 

«Señora. — D. Luis Diaz Pimienta, Marqués de Villa Real de Bu- 
rriel, P. A. L. R. P. de V. M., expone: Que oriundo de una de las 
familias mas ilustres de Castilla, ligado con mucha de la grandeza 
de España, vastago de una estirpe cuyos hechos gloriosos pregona 
la historia y que siempre lució tanto en letras como en armas y en 
servicios á sus Reyes y á su Patria, con el brillo y esplendor que 
circundaron sus cunas, se encuentra hoy efecto de circunstancias 
especiales de las guerras y los tiempos en una posición pobre y di- 
fícil; tanto que escasamente cuenta con recursos necesarios para 
cubrir las necesidades de la vida y de su consecuencia imposibili- 
tado de sostenerse en la sociedad con el decoro que un titulo de ta- 
jes circunstancias parece ser estar obligado si no á ostentar á sos- 
tener. No cansaré la alta atención de V. M. en numerar.hephos que 
prueben m' aserto, y me limitaré á tener el alto honor de indicar 
á V. M. dos estremos que prueben lo floreciente de mis antepasa- 
dos y las desgracias del presente: Don Francisco Diaz Pimienta, 
Gran Almirante de Marina y Capitán General de los Reales Ejér- 
citos, cedió cuantiosas sumas á los Augustos Antecesores de V, M. 



— 296 — 

pare atender las necesidades det Estado, como lo prueba un jui 
espedido i sti favor y caducado hoy por imprevistos difíciles ( 
esplicaf; y por ejecatorias libradas á su favor y la permuta que 1 
Aunusto Abuelo de V. M. el Rey Don Carlos hizo de la villa t 
Puerto Real que pericnecia i mis mayores y que se valuó en vein 
y ocho mil ducados de plata doble por el titulo de Marqués c 
Villa Real y ocho mil novecientos diez y ocho ducados en tos vi 
salios de las tres villas de Ormijana, Sabijaiia y Morillas, según ! 
comprueba por la copia adjunta; perdidas todas esus propiedad^ 
por las revoluciones de los tiempos y sin que exista el mayorazg 
que debia subvenir al decoroso sostenimiento de aquel titulo;!: 
llegado éste á mis manos sin los medios de sostenerlo privado c 
las ri^as posesiones que mis abuelos dieron por él, habiendo lU 
gado á tai minuciosidad la parte de fortuna que pudo correspon 
derme, que solo á la solicitud y cuidado de un protector de mi fi 
miha devo la salvación de mi educación y los pocos recursos co 
que cuento. Por estos motivos y deseando resarcir en parte los qv 
mis abuelos cedieron á la Corona en cambio del expresado titul< 
para de este modo poder entrar en posesión y goze de otros qi 
también me pertenecen. — Acudo á la piedad de V. M, para que pe 
la singularidad del caso por mi apurada situación y para que n 
caduquen mercedes que recuerdan los muchos y leales servicie 
de mis mayores se digne autorizarme por una carta Real, para Ci 
der ó enajenar el titulo de Marqués de Villa Real con arreglo y si 
jecioo á las leyes y lo practicado en oíros casos análogos, reuniet 
do la persona concesionaria, á una cuna ilustre, riqueza, servicie 
personales y conocida lealtad y buena fama de sus mayores pe 
los servicios prestados á los Abuelos de V. M. — Por lo tanto, et( 

(Hállanse las solicitudes originales en el Archivo de Gracia 
Justicia.) 

Con fecha 5 de Junio de 1879, ^- Luis Díaz Pimienta solicita ! 
apruebe la cesión del titulo de iW'arqués de Villa Real hecha por 1 
á favor de D," Isabel Faura y Ruiz en virtud de escritura públic 
otorgada ante el notario Sr. Pastrana en 5 de Junio del mism 
año.— !>.* Isabel Faura solicita lo mismo en la misma fecha y se 
expida la Real cédula. 

Fué denegado. 

La D." Isabel Faura solicitó en 1 3 y 38 de Agosto de 1879 que s 
le devolviera la documentación presentada junto con su solicitu 
de i de Junio, y se le librara copia de la resolución recaida. 

Asi se hizo. 



— 297- 



XVÍ 



Antonio Díaz Pimienta, Mariscal de Campo, Gobernador de Za- 
mora, murió á 10 de Marzo de 1774, sucediéndoie su hijo D. José 
M.* Díaz Pimienta y Paradas. 

£1 Antonio Díaz Pimienta iiabía sucedido á D. Juan Nicolás 
Díaz Pimienta. 

£1 día 8 de Julio de 1764 falleció D. Juan Nicolás Díaz Pimienta, 
Comandante general de la costa del reino de Granada, sucediéndo- 
ie su hijo D. Antonio Díaz Pimienta. 

£1 día 1 3 de Abril de 1S09 falleció D. José M.* Díaz Pimienta, 
Teniente coronel retirado, sucediéndoie D. Mariano Díaz Pimienta, 
á quien se concedió carta de posesión del título en 1824. 

El 14 Febrero 1840 falleció D. Mariano Díaz Pimienta, suce- 
diéndoie D. Luis Díaz Pimienta, último Marqués. 



XVII 



genealogía 



D. Francisco Díaz Pimienta y D.* Alfonsa Jacoba de Vallecilla, 
primera Marquesa de Villarreal de Burriel. 



D. Francisco Díaz Pimienta, Capitán general de Granada y la 

Marquesa de Rosalejo. 

D. Nicolás Díaz Pimienta, Capitán general de Zamora y 
D.* Geriudis Paradas y Andrade. 

D. José M.* Díaz Pimienta y Paradas y 
D.* Margarita Lafuente y Parreño. 

D. Mariano Díaz Pimienta y Lafuente y 
D.* Dolores JRamírez de Arellano. 



D. Luis Día2 Pimienta, Marqués de Villarreal de Burriel. 



298 - 



XVilI 

El último que fígura en la genealogía de este Marquesado fa- 
lleció según la siguiente partida: 

Don Delfín Dominguejo, y Amores, Jue\ municipal de esta villa. 

Certifico: Que al folio ciento ochenta y seis vuelto y bajo 
el número trescientos setenta y dos de orden del libro déci- 
mo octavo, de la sección de defunciones del Registro civil 
de mi cargo, se encuentra el acta de defunción, que literal- 
mente copiada dice así: 

D. Luis Díaz Pimienta y Ramírez de Arellano. — En la vi- 
lla de Corral de Almaguer, á las ocho de la mañana del día 
veinte y dos de Julio de mil ochocientos ochenta y seis, ante 
D. Víctor Riaño, Juez municipal; y D. Andrés Grima, Se- 
cretario, compareció con su cédula personal núm. 968, ex- 
pedida en primero de Febrero último, D. Norberto Chacón 
Parra, natural de esta villa, término n[iun¡cipal de ídem, pro- 
vincia de Toledo, mayor de edad, de estado casado, de pro- 
fesión propietario, y domiciliado en esta villa, calle Mayor, 
manifestando, que D. Luis Díaz Pimienta y Ramírez de Are- 
llano, de sesenta años de edad, natural de esta villa, y domi- 
ciliado en la misma, calle deja Amargura, falleció en su do- 
micilio á las nueve de la noche de ayer á consecuencia de 
gastritis crónica, de lo cual, como vecino del mismo, decla- 
ró daba parte en debida forma. En vista de esta manifesta- 
ción y de la certificación facultativa presentada, el señor 
'Juez municipal dispuso, se extendiese la presente acta de 
inscripción, consignándose en ella, además de lo expuesto 
por el declarante, y en virtud de las noticias que se han po- 
dido adquirir, las circunstancias siguientes: Que el referido 
finado al tiempo de su fallecimiento estaba viudo de Doña 
Josefa Espoz, de cuyo matrimonio no tiene hijo alguno, que 
era hijo legítimo de D. Mariano y de D.* Dolores, ambos di- 
funtos, que otorgó su testamento ante el notario público de 
esta villa en veinte del actual, que se le de sepultura en el 
Cementerio de esta villa, que al efecto se le pide la oportuna 
licencia, fueron testigos presentíales Joaquín García Gaseo 
y Julián García Mochales, de esta naturaleza y vecindad. 



— 299 — 

mayores de edad. Leída íntegramente esta acta, é invitados 
los que la han de suscribir á leerla por sí, se estampó en ella 
el sello del Juzgado municipal y la firmaron el señor Juez 
y uno de los testigos á ruego del compareciente por no sa- 
ber, de lo cual, yo el secretario, certifico: Víctor Riaño, 
como testigo, y á ruego del compareciente, Joaquín García 
Gaseo, Julián García Mochales, Andrés Grima, sello del Juz- 
gado municipal en tinta azul. 

La preinserto concuerda con su original á que me remito. 
Y para que conste expido la presente, que firmo y sello con 
el del Juzgado, en Corral de Almaguer veinte y dos de Mayo 
de mil novecientos cinco. — Delfín Domínguez.— P, M., Lo- 
renzo de Madariaga. 

Desde entonces está vacante el título de Marqués de Villarreal 
de Buniel, no por las razones que el difunto D. Luis Díaz Pimien- 
ta y Ramírez de Arellano expuso al solicitar Real licencia para 
ceder el Marquesado, pues si bien es verdad que sufrió la inmensa 
desgracia de sobrevivir á su hijo único D. Eduardo Diaz Pimienta 
y Calvo, que murió en 1878, y también á su hermano D. Eduardo 
Díaz Pimienta y Ramírez de Arellano, que á su vez dejó dé existir 
en Febrero de 1 879, éste dejó descendencia directa como lo prueban 
los transcritos Jbcumenlos. 

D. Andrés Lópe\ Cid, Presbítero , Doctor en Sagrada Teología, 
Ecónomo de la Iglesia parroquial de Ntra, Señora de la Asun- 
ción de esta villa de Corral de Almaguer, Diócesis de Cuenca, 
provincia de Toledo. 

Certifico: que en el libro de matrimonios que comienza 
el año mil ochocientos cincuenta y uno y se guarda en este 
archivo, en el folio ciento noventa y cuatro se lee la partida- 
siguiente. Al margen: «D. Eduardo Díaz Pimienta con doña 
Antonia Gregoria Isabel Amalia Guisasola, solteros. Despo- 
sados y velados». Dentro lo que sigue: «En la villa del Co- 
rral de Almaguer, provincia de Toledo, en el día primero de 
Noviembre de mil ochocientos sesenta y uno. Yo D. Pedro 
Venancio Villanueva, Cura propio de esta única Iglesia pa- 
rroquial de Ntra. Señora de la Asunción, del Obispado Prio- 
rato de Santiago de Veles; desposé y velé por palabras de 
presente, á D. Eduardo Día^ Pimienta, de estado soltero, 



— 3oo — 

Ingeniero mecánico, de edad veintiocho años, nitural de 
«su villa, y residente en la villa y Corte de Madrid, hijo le- 
gitimo de D. Mariano Díaz Pimienta, Marqués de Villarreal 
de Burriel, natural de esta última villa y Corte, y vecino de 
esta del Corral, y D.* Maria de los Dulores Bamirez de Are 
llano, natural de esia última villa, con D.' Antonia Grega- 
ria ¡sabe! Amalia de Guisasoh, del mismo estado, de edad 
veintidós años, natural de Same Foy, Diócesis de Burdeos, 
en Francia, hija legitima de D. Julián de Guisasdla, propie- 
tario, natural de Puentelarrá y vecino de esta del Corral, y 
de D." Gregoria Uriarte, natural de Verquenda en la provin- 
cia de Álava, habiéndoles sido dispensadas por el Sr. D. Be- 
nito García, Juez encargado del Gobierno Eclesiástico de este 
Obispado Priorato, en ausencia del Sr. Gobernador, en pro- 
piedadj las tres amonestaciones conciliares, y precedido to- 
dos los requisitos necesarios para la validez y legitimidad de 
este contrato sacramental. Siendo su; padrinos ios citados 
D. Julián y D.* Gregoria, padres de la contrayente, y testigos 
D. Julián Blas de Amores y D. Teodoro García Arroba. 
presbíteros de esta naturaleza y vecindad. Y por ser verdad 
lo ñrmo en esta villa del Corral de Almaguer en primero de 
Noviembre de mil ochocientos sesenta y i^o.— Pedro Ve- 
nancio Villanueva.» Concuerda con su original á que me 
refiero. Y para que conste, libro la presente que firmo y se- 
llo en Corral de Almaguer á veintiséis de Ma/o de mil no- 
is cinco. 

Dr. Anbrés López Cid. 



D. Gumersindo Flores y Sacristán, Presbítero, Coadjutor primero 
de esta iglesia Parroquial, Certifico; Que en el libro ochenta 
y uno de Bauli:^os, al folio ciento ochenta y seis vuelto, se halla 
¡a siguiente Partida: 

En la Iglesia Parroquial de San Martín de Madrid, á vein- 
te y cuatro de Noviembre de mil ochocientos setenta: Yo, 
D. Miguel Núñez Castelo, Teniente Cura de ella, bauticé 
solemnemente y puse los Santos Oleo y Crisma, á un niño 
que nació á las tres de la mañana del diez y siete del mismo 
en la calle del Carbón, número seis, cuarto principal, al que 
puse por nombre Vicente Victorio Francisco de Sales, hijo 



— 3oi — 

legítimo de D. Eduardo Díaz Pimienta, natural del Corral 
de Almaguer, Diócesis de Toledo, y de D.* Antonia Guisa- 
sola, natural de Sempia, Francia, abuelos paternos D. Ma- 
riano, natural de Madrid, y D.* Dolores Ramírez de Arella- 
no, natural del Corral de Almaguer, y maternos D. Julián, 
natural de Puentelarra, Diócesis de Vitoria, y D.* Gregoria 
Uriarte, natural de Besgüenda, de la misma Diócesis. Padri* 
nos Pablo Rada, y D.* Francisca Ramírez de AreHano, y en 
su nombre D. Eduardo Díaz Pimienta y Josefa Espoz y 
Calvo, á quienes advertí el parentesco espiritual y obligacio- 
nes contraídas. Testigos D. José Díaz y D. Bernardo López, 
y lo firmé, Miguel Núñez Gástelo. 

Concuerda con su original á que me remito, San Martín 
de Madrid, á treinta de Mayo de mil novecientos cinco.— 
Gumersindo Flores. 

Diez y seis años tenía el sobrino carnal del último Marqués, 
cuando éste falleció, pasando á él todos los derechos y honores de 
tan ilustre casa; pero huérfano desde la edad de nueve años y su- 
mando á su desgracia la poca experiencia de la vida, no se preocu- 
paron los que debieron de los blasones que le pertenecían y en 
esta indiferencia modestísima también ha continuado el interesado 
sin hacer ninguna solicitud hasta el presente de sus derechos. 

Vive en la actualidad dicho señor en la Villa de Corral de Alma- 
guer, provincia de Toledo, casado, según lo acredita la copia de 
esta partida. 

Don Delfín Dominguejo Amores, Juei^ municipal de esta villa. 

Certifico: Que al folio sesenta y dos y bajo el número 
veinte y ocho de orden del libro segundo, con arreglo al 
Código civil, de la sección de matrimonios, del Registo civil 
de este Juzgado municipal de mi cargo, se encuentra trans- 
crita el acta de matrimonio canónico, que copiada literal- 
mente dice así: 

Don Vicente Díaz Pimienta con Doña Laura Domínguez. 
En la villa de Corral de Almoguer, á diez y nueve de Marzo 
de mil ochocientos noventa y tres, se procede á la trans- 
cripción del matrimonio canónico á que se refiere el acta 
que dice así: En Corral de Almoguer á diez y nueve de Mar- 
zo de mil ochocientos noventa y tres, hallándome yo el In- 



— 3oa — 

5 Don Ruperto Barajas en la casa de Don Gabino 
Dominguez, de esta vecindad, adonde me trasladé como de- 
legado del señor Juez municipal de esie distrita para asistir, 
en cumplimiento de lo que dispone el articulo 77 del Códi- 
go civil, á la celebración del matiimbniü canónico conveni- 
do enire Don Vicente Diaz Pimienta y Guisasola y Doiía 
Laura Dominguez Guisasola, y en virtud de orden del pro- 
pio Juez declaro: Que á mi presencia ha procedido el Señor 
Cura Párroco de esta, D. Anastasio Moreno Giménez, á 
unir en matrimonio canónico i los referidos Don Vicente 
Díaz Pimienta de Guisasola, de edad veinte y dos años, sul- 
lero, domiciliado en esia villa, hijo de Don Eduardo y de 
Doña Antonia de Guisasola, y á Doña Laura Dominguez, 
natural y domiciliada en. esta viDa, soltera, hija legitima de 
Don Gabino y de Doña Amalia de Guisasola, habiendo asis- 
tido además á dicho acto los testigos Don Ulderico Luengo 
j Don Julián Ga'-cis Mochales; mayores de edad y vecinos 
de esta villa. Y para que conste levanto la presente acta de 
inscripción del expresado matrimonio, la cual será transcrita 
inmediatamente en la sección de matrimonios del Registro 
de este Juzgado municipal, á los efectos del artículo 77 del 
Código civil, ñrmándola conmigo los testigos, después de 
enterados de su contenido, de que certifico: Ruperto Bara- 
jas, Ulderico Luengo, Julián García Mochales. Transcrita 
esta acta queda archivada en el legajo corrrespoildiente, — 
El Juez municipal, Victor Riaño. — El Secretario, Jacinto 
Sedaño; sello del Juzgado. 

Lo preinserto concuerda con su original á que me remito. 
Y para que conste, á petición de parte, expido la presente 
que firmo y sello con el de mi Juzgado en Corral de Almo- 
guer treinta de Mayo de mil novecientos cinco. — Delfín Do- 
mínguez.— P. M., Lorenzo de Madariaga. 
De cuya unión viven en la actualidad las sigüieittes hijas: Anto- 
nia, de once años, Matilde, de siete, Amelia, de seis y Celia, de 



F'alta para terminar dirigir un saludo de consideración y afecto 
al descendiente directo del famoso Almirante, D. Vicente Diaz 
Piriiienta y Guisasola, por reclamarlo asi el grato recuerdo, que 



1 



— 3o3 — 

siempre conservará el autor de este libro, dedicado á propalar 
las glorias de sus ascendientes, de las horas que pasó en su 
distinguido hogar, donde si las evoluciones de la vida han trans- 
formado en instrumentos de labranza y aparatos de industria, 
las armas militares, la dignidad probada en Lepanto y confirmada 
en Santa Catalina, continúe viviendo en la misma honradez que 
en las heroicas narraciones de antaño, en medio de las.dulces y 
apacibles labores tan bien sentidas y mejor cantadas por el inmor- 
tal Gabriel y Galán. 



EC7 



índice 

Págs. 



Dedicatoria vii 

Carta-prólogo del Exctno, Sr, D. Cesáreo Fernánde%, Duro, ix 

Capítulo I. — La emigración europea en Canarias después 

de la conquista i 

Cap. II. — Polílica de los Adelantados, los Cabildos y la 

organización militar 7 

Cap. III.— Cooperación canaria en la conquista y colo- 
nización de América 1 3 

Cap. IV.— Noticias importantes de la isla de San Miguel 

de la Palma 18 

Cap. V. — La familia Díaz Pimienta. Formación del Ca- 
pitán del mismo apellido, su presencia en 
Lepanto y otros servicios gloriosos presta- 
dos á la nación 26 

Cap. VI. — Matrimonio del capitán D. Francisco Díaz 

Pimienta y Franco, descendencia y adquisi- 
ción de la capilla de Santa Ana en la parro- 
quia del Salvador 34 

Cap. Vil.— Real Cédula de mayorazgo, testamento y 

muerte del Capitán Díaz Pimienta. ... 40 

Cap. VIII. — Nacimiento y diversas opiniones acerca de la 

naturaleza de D. Francisco Díaz Pimienta 
(hijo) 43 

Cap. IX. — Su infancia y educación 57 

Cap. X. — Importantes reformasen la Marina 63 

Cap. XI. — La política y la guerra en los Países Bajos. 

Primeros hechos de armas de D. Francisco 
Díaz Pimienta (hijo) 69 

Cap. XII. — Guerra con piratas y corsarios* 7^ 

Cap. XIII. — D. Francisco Díaz Pimienta constructor de 

buques, y hechos reputados á él por Simón 
F'oscardo 80 

Cap. XIV.— Guerra con los filibusteros y alta graduación 

de Almirante 88 

Cap. XV.— Capitulaciones matrimoniales, nupcias y des- 
cendencia 9^ 

Cap. XVI.— Jornada de Santa Catalina ó de la Provi- 
dencia. . .....* 107 



p. XVII.— R^reso de la escuadra al mando de Díaz Pi- 
mienla á Cartagena de Indias, y conspira- 
ción portuguesa en la misma 

r. X VIH, —Llegada i España de la escuadra que tomó 
parteen la jornada de Santa C,i '.aliña. Situa- 
ción de la Península en estos momentos 
históricos [30 

p. XIX,— Sublevación de la marina portuguesa y coa- 
lición de la misma con Francia y Holanda. 
Descubrimiento del golfo de California.. . i3() 

p. XX. — Campaña en Cataluña. Sitios de Rosas y Lé- 

p. XXI.— Descripción geográfica é histórica en nuestras 
posesiones en Toscana. Comienzo de la 
guerra denominada de Orbitelo. . '. . . i S3 

p, XXII.— La marina española y francesa en la guerra 
de Orbitelo. Hechos importantes y vicisitu- 
des de las referidas escuadras. Final y dife- 
rentes juicios de la misma i6i 

p. XXlII.-Sublevación en la isla de Sicilia y Ñipóles. 
Intervención del almirante Diaz Pimienta 
en estos sucesos 189 

p. XXIV.— Escuadras qtie condujeron á España á doña 
María Ana de Austria. Nueva guerra en 
Toscana. Continúa la guerra en Cataluña, rog 

p. XXV.— Sitio de Barcelona 2¿7 

p. XXVI.— Muerte del almirante D. Francisco Diaz Pi- 
mienta. Investigaciones acerca de su sepul- 

p. XXVII.— Consideraciones finales 23o 

APÉNDICE 

icripción geográfica de Canarias y á su vez histórica de 

;ania Cruz de la Palma i33 

ado de los buques construidos en el astillero de esta po- 
blación desde [809 á igoS 237 

eriode Santa Cruz de la Palma 289 

adro genealógico de la familia Díaz Pimienta en Canarias. 241 

entes dedocumentos citados ' 24.2 

siamenio del Almirante 24a 

raduria de sus hijos a68 

al Despacho del señorío de Vicálvaro. Posesión del mismo. 269 
ieña del expediente que obra en Gracia y Justicia sobre los 

ituios de Castilla concedidos á esta familia 38S 

icendencia actual 398 




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