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Full text of "El antiguo Madrid"

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d  43 


/?É^.  S  5^74- 


EL  ANTIGUO  MADEID. 


EL 


ANTIGUO  MADRID. 

píseos  ÉISTtRICO-ilECltTICOS 

FOl  LAS  UllES  Y  CASilS  DE  ESTA  VILLA, 


S.  RAMOH  DE  HESONIRO  ROMANOS. 


NUEVA.  EDICIÓN. 


70UO    PBIMEXIO. 


MADRID, 

OFiaNAS  DE  LA  ILD&TIIACÍON  ESPAROLA  Y  AMERICANA. 


^  * 


RíP.  S  5¿7lt 
ASA    ^sC    A   g 


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V 


V 


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O 


VI  ADVERTENCIA. 


Cuando  por  los  años  1831  publiqué  el  Manual 
descriptivo  de  ella  (que  luego  en  ocasiones  pos- 
teriores he  tenido  que  reproducir  ó  rehacer  del 
todo  con  arreglo  á  las  radicales  variaciones  ocur- 
ridas),  así  como  también  en  otros  escritos  sobre 
la  administración  económica  ó  reforma  material 
de  esta  población,  que  trabajé  en  desempeño  de 
los  diversos  cargos  concejiles  y  honoríficos  que 
me  fueron  impuestos ,  hube  de  ocuparme  exclu- 
sivamente del  Madrid  material ^  describirle  y  con- 
siderarle bajo  sus  diversos  aspectos,  estadístico, 
topográfico  y  administrativo. 

En  otra  obrilla  literaria  bien  conocida,  que  du- 
rante los  diez  años  de  1832  á  1842  fácilmente  se 
deslizó  de  mi  entonces  juvenil  imaginación  á  la 
festiva  pluma,  claro  es  que  me  propuse  pintar  á 
mis  paisanos  en  su  vida  activa,  trazar  los  carac- 
teres, rasgos  y  fisonomía  de  su  condición  social; 
el  cuadro,  en  fin,  filosófico  en  el  fondo,  aunque 
risueño  en  la  forma,  del  Madrid  moral. — Pero  en 
las  Escenas  matritenses  ^  así  como  en  el  Manual 
descriptivo ,  siempre  habia  considerado  á  este  pue- 
blo desde  el  punto  de  vista  moderno  ó  contem- 
poráneo; para  completar  su  estudio  en  diversas 
fases,  faltábame  contemplarle  en  su  vida  pasada, 
en  la  marcha  de  su  historia  y  de  su  cultura. 

Aquí  (lo   confieso  francamente)  tropecé  con 


ADVERTENCIA.  .  VII 


mayor  dificultad,  porque  todo  el  entusiasmo,  la- 
boriosidad y  diligencia  que  pude  aplicar  no  al- 
canzaron á  dar  á  mi  pluma  el  impulso  y  energía 
bastantes  á  lanzarse  en  las  altas  regiones  de  la 
historia ;  mas  no  queriendo,  ni  estando  en  mi  ca- 
rácter, renunciar  al  propósito  una  vez  formado, 
hube  de  contentarme  con  ejercitar  aquélla  dentro 
de  los  límites  de  la  narración  anecdótico-topo- 
gráfíca,  encarnándola,  por  decirlo  así,  en  la  loca- 
lidad material ;  y  de  aquí  resultó  esta  leyenda 
del  Madrid  antiguo  ó  histórico^  que  con  las  ante- 
riores del  moderno,  físico  y  social^  forme  bien  ó 
mal  la  trilogía  que  me  propuse  dedicar  á  mi  pa- 
tria con  más  sana  intención  que  confianza  en  el 
acierto. 

Contando  en  esta  ocasión ,  como  en  las  anterio- 
res, con  la  benevolencia  de  mis  lectores,  no  in- 
tentaré  aquí  desarmar  ó  conjurar  la  crítica  con 
defensas  anticipadas.  Creo  sinceramente  que  en 
un  libro  de  esta  índole»,  obra  más  que  de  la  ima- 
ginación, de  erudición  y  de  estudio,  y  ocasiona- 
da, por  consecuencia,  á  muchas  equivocaciones, 
se  hallarán  fácilmente,  á  poco  que  se  intente  bus- 
carlos, errores  de  apreciación  y  aun  de  hecho; 
redundancias,  repeticiones,  y  hasta  contradicción 
entre  alguna  de  sus  páginas,  escritas,  como  antes 
dije,  á  largas  distancias,  y  con  diverso  objeto  y 


Vni  ADTUTKBCU. 

«stilo.  Una  cita  equivocada,  un  error  de  fecha, 
una  impropiedad  de  expresión,  podrá  tal  vez  re- 
gocijar  á  quien  haya  de  juzgarle  con  acrimonia; 
pero  en  mi  descargo  sólo  podré  decir  que  he  pro- 
curado sinceramente  huir  de  estos  escollos  ,  tan 
frecuentes  cuando  se  navega  en  el  océano  de  la  his- 
toria, rodeado  de  libros  de  todos  tiempos,  entre 
la  balumba  de  manuscritos  y  mamotretos  de  ín- 
dole, forma  y  objeto  diferentes,  y  la  penosa  tarea 
de  prolijas  y  encontradas  averiguaciones  mate- 
riales. Ko  me  lisonjea  la  idea  de  haberlo  conse- 
guido del  todo;  pero  si  habré  de  decir  (aunque 
sea  en  perjuicio  propio)  que,  tales  como  aparez- 
can, aciertos  6  errores,  son  obra  exclusivamente 
personal,  que  uo  he  contado  con  colaboración  al- 
guna para  este  pobre  trabajo,  ni  más  ayuda  que 
el  de  mi  propio  criterio,  escasa  inteligencia  y  te- 
naz laboriosidad.  Sobre  nadie,  por  lo  tanto,  nt 
corporación,  ni  individuo,  podré  declinar  aque- 
llas faltas,  porque  á  nadie  he  solicitado,  á  nadie 
demandado  favor. 

En  cuanto  á  protección  de  otra  especie,  excu- 
sado es  decir  que  jamas  en  mis  humildes  y  gra- 
fnitoa  tafoiiB  1q  lio  üretcndído  ni  deseado,  y  que 

encia,  tuve  merced  que  ngra- 

i  deplorar. 

obrita ,  sale ,  pues ,  á  luz ,  sin 


ADVERTENCIA.  IX 


otra  pretensión,  repito,  de  parte  de  uu  autor,  que 
la  de  rendir  este  nuevo  tributo  de  adhesión  á  su 
patria;  sin  otro  Mecenas  que  la  simpatía  y  bene- 
volencia de  sus  paisanos ;  sin  otra  recomendación 
que  la  firma  de  un  patricio  sincero,  de  un  buen 
hijo  de  esta  villa,  que,  contento  con  el  aprecio  de 
8Q8  convecinos,  no  aspira  á  extender  su  fama  li- 
teraria ni  social  más  allá  de  los  limites  del  arra- 
bal de  Chamberí. 
(1861.) 


Ramón  de  Mesonero  Romanos. 


INTRODUCCIÓN. 


m^^0*0^0^0^0*^*0*^^0^^*^^^*0^^ 


RESEÑA  HISTÓRICO -TOPOGRÁFICA  Y  CIVIL 


ÉPOCA  DESCONOCIDA. 


Madrid,  como  todas  las  ciudades,  como  todos  los  es- 
tados, como  todos  los  personajes,  que  enaltecidos  por  la 
«aerte  llegaron  á  adquirir  fí|y:ta  importancia  política,  tu- 
vo muy  luego  sus  aduladores  panegiristas,  que,  no  con- 
tentos con  defender  esta  importancia  y  justificar  aquel 
engrandecimiento  con  los  méritos  especiales  del  tal  pueblo 
ó  del  tal  sujeto,  estribándolos  en  las  dotes  de  su  valor 
más  bien  que  en  el  privilegio  de  su  fortuna,  ti^ataron  de 
rebuscar  su  origen  en  la  más  remota  antigüedad,  enlazán- 
dole con  los  héroes  mitológicos  ó  fabulosos,  para  forjarle 
luego  una  empergaminada  ejecutoria  en  que  poder  osten- 
tar sus  heráldicos  blasones. 


2  IHTRODÜCCION. 


todo  esto  es  muy  entretenido  j  sabroso,  si  no  muy  ve- 
rosímil ni  importante  á  los  ojos  un  tanto  escépticos  de  la 
actual  generación,  en  cuyas  almas  no  arde  ya  aquella  fe 
sincera  y  entusiasta  que  enaltecía  al  carácter  y  formaba 
las  delicias  de  nuestros  apasionados  abuelos;  y  ni  aun 
quiere  dispensar  á  éstos  los  honores  de. la  controversia  en 
materias  que  considera  de  escaso  interés,  por  remotas, 
improbables  y  que  4  nada  conducen.  Por  eso  los  moder- 
nos  historiadores  dejan  á  aq^aeUos  ardientes  admiradoras 
de  lo  desconocido,  mano  á  mano  entretenidos  con  sus 
héroes  mitológicos,  con  sus  fantásticas  ó  místicas  apari- 
ciones, con  sus  hiperbólicas  consejas  y  gratuitas  y  candida» 
conjeturas ,  y  procuran  sólo  aprovechar  los  datos  fehacien- 
tes, ya  sea  que  puedan  hallarlos  escritos,  ó  ya  los  vean 
consignados  materialmente  en  los  sitios  y  monumentos;  y 
en  llegando  á  la  época  en  que  viene  4  faltarles  aquel  hilo 
conductor,  dejan  á  la  historia  envuelta  en  la  noche  de  los 
tiemposy  y  continúan  tranquilos  su  narración. 

Por  el  opuesto  sistema,  los  entusiastas  y  prolijos  coro- 
nistas  de  Madrid,  Gonzalo  Fernandez  de  Oviedo  (1) ,  el 
maestro  Juan  López  de  Hoyos  (2),  Gil  González  Dávi- 

(1)  nutoria  natural  y  gene-  honrasfánebresdelSermo.Prin" 
ral  de  las  Indias,  por  Gonzalo  cipe  D,  Carlos,  por  el  maestro 
Fernandez  de  Oviedo;  4  tomos,  Juan  López  de  Hoyos  (Madrid, 
folio  (pnblicada  por  la  Real  ^»ji^68.) 

Academia  de  la  Historia.  Ma-  Historia  y  relación  de  la  en- 
ana, 1852.)  fermedadj  tránsito  y  exequias 
Las  Quincuagenas  de  los  gene-  de  la  Serma.  Reina  Z).*  Isabel 
rosos  y  no  menos  famosos  Reyes,  de  Valois,  y  declaración  de  las 
Principes,  Duques,  Marqueses,  armas  de  Madrid  y  de  alguna 
Condes,  é  caballeros,  é  personas  de  sus  antigüedades,  por  el  mis- 
notables  de  España,  por  el  mis-  mo  Hoyos  (Madrid,  1569). 
mo  Fernandez  de  Oviedo  (  MS.  Recibimiento  que  hizo  la  villa 
en  la  Biblioteca  Nacional ,  pu-  de  Madrid  á  la  Serma,  Reina 
blicado  recientemente).  £).•  Añade  Austria,  por  el  mis- 

(2)  Relación  de  la  muerte  y  mo  Hoyos  (Madrid,  1672). 


RESEÑA  HISTÓBICA. 


la  (1),  el  licenciado  Jerónimo  Quintana  (2),  Antonio 
León  Pinelo  (3),  D.  Juan  de  Vera  Tasáis  y  Villaroel  (4), 
D.  Antonio  Nuñez  de  Castro  (5),  y  otros  que  en  los  si- 
glos XYi  y  XYii,  á-  consecuencia  de  la  rápida  importancia 
adquirida  por  esta  villa  con  la  traslación  á  ella  de  la  corte 
de  la  monarquia,  dedicaron  sus  plumas  y  desplegaron 
toda  la  fuerza  de  su  voluntad  á  rebuscar  y  consignar,  con 
más  celo  que  buen  criterio,  mil  confusas  tradiciones,  mil 
absurdas  conjeturas  con  que  enaltecer  á  su  modo  al  pue- 
blo que  los  habia  visto  nacer  y  cuya  historia  ó  panegírico 
intentaban  trasladar ;  ocuparon  muchas  páginas  de  sus  in- 
digestos cronicones  en  aserciones  notoriamente  falsas ,  en 
consejas  maravillosas  y  en  deducciones  temerarias  y  hasta 
ridiculas,  que,  si  pudieron  ser  admitidas  en  la  ¿poca  en 
que  se  escribían ,  hoy  sólo  alcanzan  de  la  crítica  sensata 
ima  sonrisa  desdeñosa. 

Nada,  sin  embargo,  debemos  extrañar  que  así  sucedie- 
ra, y  que  tan  patriotas  y  eruditos  escritores  pagasen  tri« 
buto  á  la  moda  de  aquellos  tiempos ,  que  queria  que  la  re- 
mota alcurnia  fuese  el  primer  título  de  gloria  para  los 


(1)  Teatro  de  las  Grandezas 
de  la  Villa  y  Corte  de  Madrid^ 
por  el  maestro  Gil  González  D4%. 
vila  (Madrid,  1623). 

(2).  Historia  de  la  antigüe- 
dad, nobleza  y  grandeza  de  la 
Villa  de  Madrid^  por  el  licen- 
ciado Jerónimo  Quintana 
(1629). 

(3)  Ancdes  de  Madrid  hasta 
el  año  de  1658  (manuscrito), 
por  Antonio  León  Pinelo. 

(4)  Noticias  historiales  de  la 
enfermedad^  muerte  y  exequias 


de  la  Reina  Z).*  Maria  Luisa 
de  OrleanSf  por  D.  Juan  de  Ve- 
ra Tassis  y  Villaroel  (Madrid, 
1690). 

Historia  del  origen,  invencioit 
y  milagros  de  la  sagrada  ima- 
gen de  Ntra.  Sra,  de  la  A  Imu- 
dena,  por  el  mismo  Vera  Tassis 
(Madrid,  1692). 

(5)  Libro  históríco-politico: 
Solo  Madrid  es  corte,  por  D.  An- 
tonio Nufiez  de  Castro  (Madrid, 
1668). 


INTRODUCCIÓN. 


pueblos  como  para  los  individuos ;  y  que  dominados  por 
el  deseo  de  hacer  aparecer  con  mayor  esplendor  á  su  villa 
ns^tal,  objeto  de  su  entusiasmo  y  reciente  emporio  de  la 
monarquía^  no  titubeasen  en  admitir  como  buenos  todos 
los  delirios,  fábulas  y  comentos  que  pudieron  hallar  con- 
signados en  los  falsos  cronicones  ^  en  los  ecos  populares  ó 
en  las  maravillosas  consejas  del  vulgo;  que  no  retrocedie- 
sen ante  el  temor  de  ser  tratados  algún  dia  de  ligereza  por 
la  crítica  severa  y  la  sana  razón  ^  ni  que  tampoco  hiciesen 
escrúpulo  de  alterar  ó  desfigurar  los  textos  más  respeta- 
bles, atormentándolos  á  su  modo  para  sacar  consecuen- 
cias absurdas  que  pudiesen  conducir  á  su  objeto  preexis- 
tente. 

Al  decir  de  aquellos  candidos  ó  amartelados  escritores, 
la  fundación  de  Madrid  precedió  en  diez  ó  más  siglos  á  la 
de  Boma ;  se  verificó  en  los  primeros  tiempos  de  la  po- 
blación de  España,  á  muy  pocos  años  después  del  Diluvio 
universal ,  y  cumplirla  en  el  de  gracia  que  atravesamos 
4030  de  respetable  fecha,  según  muy  seriamente  afirmaba 
hace  pocos  años  nuestro  Calendario  oficial,  —  Añaden 
que  dicha  fundación  fué  verificada  por  el  príncipe  Ocno- 
Bianor,  hijo  de  Tiber,  rey  de  Toscana,  y  de  la  adivina 
Manto,  cuyo  nombre  quiso  dejar  consignado  en  esta  villa 
apellidándola  Jbfan^u^.  Pero  semejante  origen  mitológico 
de  nuestro  Madrid  no  es  más^jjne  un  plagio  del  que  plu- 
go á  Virgilio  dar  á  la  otra  Mantua  de  Italia,  su  patria;  y 
no  podia  de  modo  algano  aplicarse  racionalmente  á  Ma- 
drid en  la  época  en.  que  se  supone  fundada,  anterior  en 
más  de  mil  años  á  dicho  príncipe  Ocno,  que  si  existió  efec- 
tivamente, fué  diez  siglos  después,  en  tiempo  de  la  guer- 
ra troyana. 

No  menos  peregrinos  son  los  demás  cuentos  con  que 
engalanan  nuestros  cronistas  la  cuna  de  su  pretendida 
Majüuay  alegando,  para  probar  su  predilecto  ensueño  del 


BEBEffA  HISTÓRICA. 


origen  griego ,  datos  tan  concloyentes  ó  chistosos  como 
el  espardable  y  fiero  dragón  que  se  halló  escnlpido  en  ana 
de  sns  pnertas,  y  que,  según  ellos  ^  era  el  emblema  que 
usaban  los  griegos  en  sus  banderas  y  dejaban  como  bla- 
són á  las  ciudades  que  edificaban  ;  ó  bien  en  ciertas  lámi- 
nas de  metal  que  se  suponen  halladas  al  derribar  el  Arco 
de  Santa  María,  y  que  escritas  (probablemente  en  caldeo) 
probaban,  según  ellos ,  haber  sido  construido  aquel  muro 
y  puerta  por  Nabucodonosor,  rey  de  Babilonia, á  supuso 
por  Madrid, 

La  crítica  moderna,  más  concienzuda  ó  menos  apasio- 
nada, rechaza  al  dominio  de  la  fábula  todas  estas  gratui- 
tas é  improbables  aseveraciones ;  y  en  busca  de  los  datos 
fehacientes  que  pudieran  conducirla  al  esclarecimiento  de 
la  verdad,  no  ha  hallado  en  esta  villa  el  más  ligero  indicio 
ni  la  más  remota  señal  de  tan  primitivo  origen;  sólo  ha 
visto  señalada  en  las  Tablas  de  Tolomeo  una  población 
apellidada  Mantua,  que  estaba  situada  en  la  región  car- 
petana ;  pero  la  situación  geográfica  señalada  por  aquél  á 
esta  Mantua  (según  la  demostración  de  los  más  insignes 
hombres  de  ciencia),  contradice  absolutamente  á  la  de 
nuestro  Madrid,  y  difiere  de  este  algunas  leguas  ;  siendo 
unos  de  opinión  (como  los  coronistas  Pedro  Esquivel  y 
Ambrosio  de  Morales)  de  que  puede  referirse  al  pueblo 
conocido  ahora  por  Villamanta,  y  otros  á  Talamanca  (-ár- 
mántica),  que  se  aproximan  ó  cuadran  mejor  á  aquella  si- 
tuación, que  conservan  aún  en  sus  nombres  más  raices  ó 
analogías  con  el  primitivo  de  Mantua ,  y  en  que  se  obser- 
varon también  ruinas  y  hallaron  vestigios  de  remota  an- 
tigüedad. 

En  este  sentido  hicieron  preciosas  observaciones,  á  fines 
del  siglo  último,  los  eruditos  escritores  y  arqueólogo^ 
maestro  Enrique  Florez,  D.  Antonio  Ruy-Bamba,  y  so- 
bre todos,  D.  Juan  Antonio  Pellicer,  en  dos  obras  espe- 


INTRODUCCIÓN. 


cíales  (1) ,  el  cual  llegó  hasta  averigaar  y  demostrar  el 
origen  de  la  equivocada  antigüedad  y  nombre  dados  á 
Madrid  y  explicándola  en  el  texto  adulterado  de  dichas  7a- 
hlas  de  Tolomeo^  de  la  edición  de  Ulma,  en  1491 ,  en  el 
cual  se  lee  esta  nota,  puesta  por  ignorada  mano  (<rifan- 
tua;  Viseria  olim;  Madrid  y>),  cuya  gratuita  explicación 
no  se  lee  en  las  primeras  ó  anteriores  ediciones  de  aquel 
gran  geógrafo,  según  puede  consultarse  en  la  de  1475  (la 
más  antigua  que  se  conoce)  y  que  existe  en  nuestra  Bi- 
blioteca Nacional,  y  cita  también  dicho  erudito  escritor. 
Besulta,  pues,  probado  hasta  la  evidencia,  que  lo  de  la 
fundación  de  Mantua  por  el  príncipe  Oaio-Bianor  es  á 
todas  luces  falso  é  imposible  y  y  que  la  población  que  cita 
Tolomeo  con  aquel  nombre  (ya  fuese  fundada  por  grie- 
gos, cartagineses  ó  romanos)  no  es  ni  pudo  ser  con  algu- 
nas leguas  de  diferencia  la  que  actualmente  se  denomina 
Madrid;  que  el  mismo  Tolomeo  no  dijo  tal  cosa,  sino  que 
fué  una  ligereza  de  alguno  de  sus  ignorados  anotadores. 
Acaso,  sin  embargo,  pudo  existir  Madrid  en  tiempo  de 
la  dominación  romana  en  España,  y  aun  antes,  como  pre- 
tenden la  mayor  parte  de  los  escritores  antiguos  y  muchos 
modernos,  é  intentan  probarlo  con  algunas  lápidas  sepul- 
crales que  dicen  haberse  hallado  en  esta  villa  y  describen 
é  interpretan  á  su  sabor ;  pero  en  ninguna  de  dichas  lápi- 
das (que  pudieron  ser  traídas,  y  alguna  consta  que  lo  fué 
efectivamente,  de  otros  puntos),  aun  violentando  todo  lo 
posible  las  interpretaciones,  se  encuentra  la  más  mínima 
referencia  á  Madrid  con  el  nombre  de  Mantua  ni  con  otro 
alguno. 

.    (1)  Discurso  sobre  x'árias  an-  Disertación  sobre  el  origen^ 

tigüedadea  de  Madrid,  y  origen  nombre  y  población  de  Madrid, 

de  sus  parroquias ,  por  D.  Juan  asi  en  tiempo  de  nwros  como  de 

Antonio     Pellicer    (Madrid,  cWíímiwoí,  por  el  mismo  Pelli- 

1791).  cer  (Madrid,  1803). 


rkssKa  histórica. 


Si  existió  Madrid  en  tiempo  de  los  romanos  y,  como  se 
faa  pretendido,  fué  manicipio  de  algnna  importancia;  si  re- 
cibió en  ellos  U  sagrada  luz  del  Evangelio ,  viniendo  á 
predicarle  el  Apóstol  Santiago  ó  alguno  de  sus  compañe- 
ros; si  fué  por  entonces  ensanchada  la  población  y  forti- 
ficada con  sólidos  muros,  y  vio  nacer  dentro  de  ellos,  co- 
mo se  ha  defendido,  á  San  Melchiades  y  San  Dámaso, 
papas ,  y  morir  en  el  martirio  4  San  Gines  y  otros  en  de- 
fensa de  la  fe  y  ¿cómo,  pues,  se  llamaba  esta  población, 
que  ya  vemos  que  no  era  Mantua  y  que  tampoco  está  se- 
ñalada en  el  Itinerario  de  Antonio  Pío  con  los  nombres 
de  Viseria,  Ursaria  ni  Majoritum,  que  dicen  aquellos  his- 
toriadores recibió  de  los  latinos? — La  critica  moderna  (ya 
lo  hemos  dicho)  niega  absolutamente  la  primera  de  aque- 
llas denominaciones,  Viseria,  probando  que  es  nacida  del 
mismo  error  de  la  nota  puesta  4  Tolomeo  y  que  traduce 
4iManto»  (  Viseria  olim,  Adivina  en  otro  tiempo)  \  convie- 
ne hasta  cierto  tiempo  con  que  pudo  ser  llamada  Ursaria 
por  los  muchos  osos  de  que  abundaba  su  término  y  y  que 
al  fin  vinieron  á  formar  el  emblema  de  su  escudo,  y  con- 
tradice y  demuestra  absolutamente  que  el  nombre  supues- 
to de  Majoritum  no  es  antiguo ,  sino  pura  y  simplemente 
el  posterior  del  Magerit.  morisco,  latinizado  de  diversos 
modos  más  ó  menos  bárbaros  en  los  documentos  pos- 
teriores á  la  conquista;  como  Majoridum^  Mageriacum, 
Mageridum,  Magritum,  Matritum,  y  otros  muchos  de  que 
inserta  un  largo  árbol  etimológico  el  citado  Pellicer  en  su 
Disertación  histórica  sobre  el  origen  y  nombre  de  Madrid, 
y  añade  otros  muchos  la  diligente  investigación  del  di- 
funto escritor  contemporáneo  D.  Agustín  Azcona  (1). 

(1)  Historia  de  Madrid  des-  Azcona  (Madrid,  1843).  Des- 
lié sus  tiempos  más  antiguos  has-  graciadamente,  sólo  se  publica- 
Xa  nuestros  dias^  por  D.  Agustín      ron  las  primeras  entregas,  que 


8  INTRODUCCIÓN. 


Estos  y  otros  críticos  modernos,  en  vista  de  todas  aque- 
llas observaciones  9  j  á  falta  absoluta  de  datos  fehaciente» 
de  los  que  se  encuentran  frecuentemente  en  pueblos  de 
aquella  antigüedad,  tales  como  ruinas  de  monumentos,, 
inscripciones,  medallas,  ó  simple  mención  en  la  historia,, 
han  concluido  por  dudar  ó  negar  rotundamente  la  existen  < 
cia  del  Madrid  griego  y  romano  con  el  nombre  de  Mantua 
ni  con  otro  alguno;  pero  otros  no  menos  apreciables  la 
creen  probable,  y  entre  ellos  merece  especial  mención  el 
ilustrado  y  respetable  académico,  que  fué,  de  la  Historia^ 
D.  Miguel  Cortés  y  López,  el  cual,  en  artículos  especíale» 
de  su  importante  Diccionario  geográfico  histórico  de  la  Es^ 
paña  antigua^  y  en  dos  cartas  que  se  sirvió  dirigirnos  des* 
de  Valencia,  y  que  conservamos  con  el  mayor  aprecio^ 
consagró  toda  la  fuerza  de  su  talento  y  de  su  perspicacia 
á  demostrar  que  en  el  sitio  en  donde  la  actual  villa  de  Ma-- 
drid,  estuvo,  no  la  Mantua  de  Tolomeo,  sino  la  mansión 
militar  romana  señalada  con  el  nombre  de  Miacum  en  el 
Itinerario  de  Antonino;  supone  dicha  voz  hebreo-fenicia, 
y  de  su  genitivo  Miad  deduce  el  de  Madrid ,  y  de  las  vo- 
ees  Miad-Nahar  (equivalentes  k  rio  de  Miacó)  el  del  que 
hoy  es  conocido  con  el  nombre  de  Manzanares;  asentan- 
do,  ademas ,  que  si  con  documentos  antiguos  y  auténticos 
se  pudiera  probar  que  Madrid  en  algún  tiempo  se  llamó 
Ursaria,  no  sería  preciso  inferir  que  este  nombre  deriva- 
se del  latino  Ursus^  sino,  con  más  verosimilitud,  de  la  voz 
hebrea  Ur,  que  significa /uí/^o,  con  lo  que  vendría  á  decir 
ciudad  defuegOy  y  se  justificaría  el  dicho  de  Juan  Mena, 

«En  la  su  villa,  de  fuego  cercada d, 


comprenden  hasta  el  reinado  de  á  los  principios  el  concienzuda 
Enrique  IV,  y  es  sumamente  trabajo  de  este  apreciable  es- 
eensible    el    que  quedase    tan      critor. 


BESEÑA  HISTÓRICA.  ¡> 


teniendo  también  mnchisima  analogía  con  la  voz  Miacumy 
qne  significa  lo  mismo ^  ciudad  levantada  sobre  un  terreno 
de  fuego  ó  volcánico^  annque  otros  creen  que  este  dicho 
alada  más  bien  á  la  muralla  que  estaba  formada  de  gran- 
des pedernales. 

Vemos  y  pues,  que  todo  esto  no  son  mis  que  conjeturas 
más  ó  menos  ingeniosas ,  y  que  nada  puede  asegurarse 
absolutamente  por  falta  de  datos  fehacientes,  durante  la 
dominación  de  los  griegos  y  romanos,  y  lo  que  es  más,  ni 
áan  después  dé  la  caida  del  imperio  y  de  la  irrupción  y 
dominio  de  los  godos  en  nuestra  España ;  porque  no  sólo, 
como  queda  dicho ,  no  se  hallan  ni  han  hallado  en  Madrid 
restos  algunos  que  demuestren  con  evidencia  que  existió 
en  aquellas  épocas,  ni  hay  otra  razón  para  creerlo  que 
tradiciones  poéticas  y  maravillosas ,  sino  que-  tampoco  se 
ve  siq^iiera  hecha  mención  de  esta  villa  en  las  antiguas 
crónicas  de  España,  hasta  la  de  Sampiro,  que  la  nombra 
por  primera  vez  con  su  nombre  morisco  y  con  referencia 
al  siglo  X,  dos  centurias  después  de  la  invasión  musulmana* 


ÉPOCA  HISTÓRICA.— MADRID  MORISCO. 

(siglo  X.) 

A  las  simples  conjeturas  y  á  los  ingeniosos  argumentos 
dirigidos  á  probar  la  existencia  anterior  de  Madrid ,  suce- 
de ya  aqui  la  evidencia,  producida  por  las  palabras  termi- 
nantes de  la  historia. — a:Reinando  Ramiro  II  seguro  (en 
Ijeon),  consultó  con  los  magnates  de  su  reino  de  qué  modo 
invadiría  la  tierra  de  los  caldeos,  y  juntando  su  ejército, 
se  encaminó  á  la  ciudad  que  llaman  de  Magerit,  desman- 
teló sus  muros 9  hizo  muchos  estragos  en  un  domingo,  y 


10 


INTRODUCCIÓN. 


ayudado  de  la  clemencia  de  Dios^  volvió  á  su  reino  en  paz 
con  su  victorias  (1). 

Esta  es  la  primera  vez  que  figura  Madrid  en  nuestra 
historia,  si  bien  es  ya  con  el  carácter  de  ciudad  murada  é 
importante;  éralo  en  efecto,  porque  defendiendo  á  Tole- 
do, corte  de  los  musulmanes,  de  las  invasiones  de  los 
castellanos  y  leoneses ,  que  solian  pasar  los  puertos  de 
Guadarrama  y  Fuenfria,  procuraron  los  árabes  fortifi- 
carla con  alcázar  y  castillo  seguro ,  con  fuertes  murallas, 
con  robustas  torres  y  con  sólidas  puertas;*  por  lo'  que  es 
muy  regular  que  se  aplicasen  luego  á  reparar  la  parte  de 
muros  que  desmanteló  D.  Ramiro,  pues  vivian  siempre 
recelosos  y  amenazados  de  los  enemigos. — Esta  acome- 
tida del  Bey  leonés  la  señalan  los  coronistas  por  los  años 
933,  y  también  hacen  mención  de  otra  posterior,  verifica- 
da por  D.  Fernando  I  (el  Magno) ,  en  1047 ,  en  la  cual 
maltrató  las  murallas  de  Magerit ,  y  algunos  suponen  que 
la  tomó,  que  recibió  en  ella  la  visita  de  Alimenon,  rey 
moro  de  Toledo,  y  que  le  hizo  su  tributario,  abandonán- 
dole después  su  conquista. 

Sobre  la  suerte  de  Magerit  (2)  durante  la  dominación 


(1)  Ramirug  securus  regnanSy 
cormlium  inhivit  cum  ómnibus 
magnatibus  regni  suiy  qualiter 
caldmrorum  ingrederetur  ter- 
ram;  et  coadunato  exercitu,  per- 
gens  ad  civitatem  quas  dicitur 
Maobrit,  confregit  muros  ^us 
^t  maxirna  fecit  strages^  domini- 
ca die;  adjuvante  clementia  Deiy 
reversus  in  domum  suam^  cum 
rictoriam  in  pace.  (Crónica  del 
monje  de  Silos  publicada  por 
Berganza.) 

En  el  Cronicón  de  Cárdena^ 


publ  icado  también  por  Berganza 
en  sus  Antigüedades  de  España j 
se  lee  también :  mEra  de  965  años; 
reynó  D,  Ramiro  veinU  años  y 
cercó  á  Madrid  éprisola^  é  lidió 
muchas  reces  con  los  moros  éfue 
aventurado  contra  elhs.T^ 

(2)  £1  nombre  de  Magerit^ 
primero  ciertamente  averiguado 
de  nuestra  población,  quieren 
algunos  suponer  que  significa 
en  el  árabe  antiguo  venas  6  con- 
ductos de  agua  y  con  alusión  á  la 
abundancia  que  hubo  de  ellas 


BBSEÑA  EISTÓBICA. 


11 


de  lo6  sarracenos,  se  ha  delirado  también  bastante,  sapo- 
niéndole  unos  pueblo  grande  y  rico,  con  muchas  mez- 
quitas é  iglesias  muzárabes,  con  grandes  y  poblados  arra- 
bales, notables  escuelas  de  Astronomía,  célebre  én  los 
cantares  de  sus  dominadores,  y  fortalecido  por  ellos,  que 
dieron  á  su  alcaide  la  primera  voz  entre  los  del  reino  de 
Toledo;  pero  otros  pretenden  rebajar  mucho  de  este  bri- 
llante cuadro,  y  de  todos  modos,  son  sumamente  escasas 
las  pruebas  que  so  presentan  de  aquellas  aserciones ,  pues 
sólo  á  fines  del  mismo  siglo  x,  el  escritor  árabe  Ebu-Ka- 
teb  hace  mención  de  Maseru,  diciendo  era  una  pequeña 
población  cerca  de  Alcalá,  y  por  aquel  mismo  tiempo  se 
citan  los  nombres  de  Moalema  Ben^Amet ,  gran  matemá- 
tico y  astrónomo,  conocido  por  el  Magriti,  y  de  Said 
Sen  ZuUma  y  Johia,  madrileños  también,  que  enseñaban 
las  ciencias  y  la  Filosofía  en  Toledo  y  Granada. 

No  es  de  suponer,  pues,  que  fuese  tan  grande  la  im- 
portancia de  esta  morisca  población ,  apenas  citada  en  las 
historias  árabes ,  y  de  que  tan  escasos  y  mezquinos  restos 
quedaron  después  de  la  conquista;  con  ausencia  absoluta 
de  importantes  ruinas,  de  algunas  construcciones  de  las 
que  tan  frecuentemente  se  encuentran  en  nuestras  ciuda- 
des muslímicas,  tales  como  mezquitas  y  palacios,  fábricas, 
baños,  hospitales  y  acueductos,  y  únicamente  el  AlcázUr 


ea  esta  región ,  de  donde  y  de 
la  cerca  de  pedernal  procede  el 
dicho  antiguo:  «iMadrid  la  Osa- 
ría ,  cercada  de  fuego ,  fuiuiada 
9obre  agua.T» — Otros  la  explican 
por  caga  de  aires  Baludables. — 
Hay  quien  cree  que  quiera  decir 
Horcajo j  porque  tenía  tres  puer- 
tas principales ;  y  otros  niegan 
absolutamente  que  esta  voz  sea 


árabe,  antigua  n\  moderna,  ni 
tenga  en  esta  lengua  significa- 
ción alguna ;  diciendo ,  sin  em- 
bargo ,  que  puede  ser  de  origen 
africano ;  no  faltando,  por  últi- 
mo, quien  sienta  proceder  del 
nombre  de  un  moro  llamado 
Magit  6  Mugit^  k  quien  atribuye 
su  fundación. 


12  INTRODUCCIÓN. 


Ó  fortaleza  (cuyo  origen  puede  presumirse  de  aquel  tíem^ 
po),  y  la  muralla  y  puertas  que  aun  se  conservaron  largo 
tiempo  después  y  revelan  el  verdadero  carácter  militar  6 
la  importancia  estratégica  de  la  población ,  situada  orillas 
del  Manzanares.  Si  ésta  fué  fundación  de  los  musulma- 
nes, como  parecen  indicarlo  sus  condiciones  y  forma  es- 
pecialy  la  fisonomía  y  nombre  con  que  aparece  por  primera 
vez  en  la  historia,  ó  si  la  hallaron  ya  fundada  por  los  go- 
dos ó  romanos,  es  lo  que  seria  aventurado,  resolver. 

Únicamente  puede  sospecharse  que  la  primitiva  pobla- 
ción ,  ya  fuese  goda  ó  romana ,  ocupó  efectivamente  un 
recinto  mucho  más  pequeño  de  aquel  con  el  que  sucumbió 
en  el  siglo  xi  ante  las  armas  victoriosas  de  su  conquista- 
dor D.  Alfonso  VI. —  Dicho  recinto  primitivo  (que  es  el 
atribuido  por  los  historiadores  poéticos  á  su  pretendida 
Mantua)  era  tan  estrecho,  que  arrancando  la  muralla  en 
el  alcázar  ó  fortaleza ,  seguia  rectamente  á  la  puerta  de 
la  Vega,  y  luego ,  por  detras  del  sitio  donde  hoy  está  la 
casa  de  Consejos ,  revolvía  hacia  el  frente  de  la  calle  del 
Factor,  donde  estaba,  mirando  á  Oriente,  otro  arco  ó 
puerta  llamado  luego  de  Sania  María  (que  permaneció 
aun  después  de  la  ampliación)  ,  subia  luego  por  dicha  ca- 
lle del  Factor  al  altillo  de  palacio,  y  tornaba  á  cerrar  con 
el  alcázar  por  su  frente  meridional.  —  Esta  muralla ,  que 
suponen  fuerte  los  historiadores ,  tenía  frente  al  alcázar  y 
donde  ahora  están  las  casas  del  marqués  de  Mal  pica,  una 
torre  llamada  Narigües,  sobre  las  aguas  y  huertas  del 
PozacJiOj  que  estaban  donde  ahora  la  calle  de  Segovia,  y 
otra  llamada  torre  Gaona,  fuera  de  los  muros,  é  inme- 


I  diato  á  los  Cafios  del  Peral. 


Pero  admitida  ó  allanada  (no  sabemos  en  qué  tiempo) 
esta  primera  muralla,  se  construyó  (más  probablemente 
por  los  moros  que  no  por  los  romanos  del  tiempo  de  Trsi- 
jano,  como  se  ha  pretendido)  la  segunda  y  verdadera 


RESBÑA  HISTÓRICA.  13 


con  que  aparece  Magerit  en  la  historia,  j  de  qae  no  paede 
dadarse  absolutamente ,  tanto  por  hallarse  descrita  por 
autores  que  aun  la  conocieron  en  pié,  7  que  dicen  que 
era  de  doce  pies  de  espesor ,  de  sólida  cantería  7  argama- 
sa, 7  que,  según  Marineo  Sícula,  aun  ostentaba,  en  tiem- 
pos ^el  emperador  Carlos  V,  ciento  veinte  7  ocho  torres 
ó  cubos  en  sus  lienzos,  cuanto  porque  la  vemos  material- 
mente reproducida  casi  por  toda  su  extensión ,  7  siguien- 
do exactamente  la  dirección  que  la  dan  los  historiadores, 
en  el  gran  Plano  topográfico  ífe  Madrid,  grabado  en  Am- 
bares en  1656  (1),  7  en  el  cual  se  distingue  perfecta- 
mente dicha  muralla,  aunque  interrumpida  por  las  cons- 
trucciones posteriores;  últimamente,  porque  por  los  res- 
tos de  ella,  que  en  nuestros  mismos  dias  se  han  hallado 
con  ocasión  de  los  derribos  de  casas,  se  puede  apreciar 
6D  términos  precisos  su  dirección,  cubos  7  fortaleza. 
Aquélla  era,  pues,  la  siguiente  : 

Arrancando,  como  la  anterior,  por  detras  del  Alcázar 
(que,  como  es  sabido,  estaba  en  el  mismo  sitio  que  ho7 
el  Heal  Palacio),  seguia  recta  hasta  la  Píierta  de  la  Vega 
(hasta  aquí  pudo  ser  el  trozo  de  la  muralla  primitiva,  si 
es  que  existió),  7  penetrando  luego  por  entre  las  casas  del 
marqués  de  Povar  ( ho7  de  Malpica),  7  de  la  conocida 
actualmente  por  la  chica  de  Osuna  (que  fué  primero  hos- 
pital de  San  Lázaro),  bajaba  á  las  huertas  del  Pozacho, 
que  se  hallaban  en  lo  que  ho7  es  calle  de  Segovia,  hacia 
las  casas  viejas  de  la  Moneda,  dirigiéndose  luego  á  ganar 
las  alturas  fronteras  de  las  Vistillas  por  el  terreno  que 


(1)  De  este  precioso  7  rarísi-  su  tiempo  le  describiremos,  con 

mo  Plano  de  Madrid  poseemos  tanta  mayor  razón ,  cuanto  que 

un  ejemplar  sobre  tela,  acaso  sobre  él  están  calcados  núes- 

el  único  completo  y  perfecta-  tros  paseos  por  el  Madrid  del 

mente  conservado  que  existe.  A  siglo  xvii. 


14  rNTRODTTCCION. 


ahora  es  conocido  con  el  nombre  de  Cuesta  de  los  Ciegos; 
desde  dicha  altura  penetraba  por  detras  del  moderno  pa- 
lacio del  Duqne  del  Infantado^  basta  salir  delante  de  San 
Andrés  al  sitio  donde  estaba  la  Puerta  de  Moros  ^  qne  boy 
conserva  aún  este  nombre;  de  aquí,  tocando  en  los  limi- 
tes de  lo  que  después  se  llamó  la  Cava  Baja  y  call^  del 
Almendro,  seguia  casi  la  dirección  que  actualmente  di- 
chas calles ,  saliendo  4  la  Puerta  Cerrada,  la  cual  estaba 
situada  hacia  el  mismo  sitio  en  que  hoy  la  cruz  de  piedra. 
— Aqui  desaparece,  en  el  plano  citado,  la  continuidad  de 
la  muralla,  ofuscada  con  las  posteriores  construcciones; 
pero  se  sabe  que,  subiendo  por  la  Cava  de  San  Miguel 
hacia  el  sitio  y  trozo  de  la  calle  Mayor,  conocido  después 
por  las  Platerías ,  alzábase  en  ¿1  la  Puerta  de  Guadala- 
jara  enfrente  de  la  embocadura  de  la  actual  calle  de  Mi- 
laneses,  y  continuaba  luego  la  muralla  por  entre  las  calles 
del  Espejo  y  de  los  Tintes  (hoy  de  la  Escalinata)  &  los  Ca- 
ños del  Peral,  torciendo,  por  último,  hacia  el  Alcázar, 
cerca  del  cual,  y  mirando  al  Norte,  habia  otra  puerta  lla- 
mada de  Balnadú. 

Tal  era  el  recinto  interior  averiguado  del  Magerit  mo- 
risco, y  aunque  los  historiadores  modernos  suponen  ya 
entonces  la  existencia  de  grandes  arrabales  y  aun  de  cier- 
tos templos  extramuros  durante  la  dominación  musulma- 
na, esto  es,  por  lo  menos,  discutible;  y  de  toda  manera, 
no  se  halla  mención  en  ningUn  documento  de  dichos  arra- 
bales hasta  el  siglo  xiii,  cuando  iban  ya  trascurridas  casi 
dos  centurias  después  de  la  conquista. 


BE8EÑA  HISTÓRICA.  15 


MADRID  BESTAUBADO. 


(siglos   XI   AL   XVI.) 

Llegó  y  en  fín^  la  época  de  la  restaaracíon  definitiva  de 
efita  villa  por  las  armas  cristianas  ^  cuya  gloria  estaba  re* 
servada  al  rej  D.  Alfonso  VI  de  Castilla.  Verificóla,  se- 
gnn  se  cree,  por  los  años  de  1083,  cuando  emprendió  la 
conquista  de  Toledo,  aunque  hay  quien  piensa  que  des- 
pués de  la  de  aquella  ciudad.  En  la  de  Madrid  dan  algu- 
nos autores  la  palma  á  los  segovianos,  diciendo  que  por 
haber  Uegado  más  tarde  que  los  de  otras  ciudades  al  lla- 
mamiento del  Bey,  pidiendo  alojamiento,  éste  les  contesta 
^que  te  alejaran  en  Madrid i>;  acordáronlo  así  los  segovia- 
nos ,  y  otro  dia  al  amanecer  ganaron  la  puerta  de  Guada- 
lajara  y  plantaron  en  ella  las  banderas  de  Alfonso.  Pero 
otros  autores  (entre  ellos  Quintana)  niegan  á  los  segó- 
víanos  aquella  participación  en  tan  importante  suceso,  y 
lo  prueban,  4  nuestro  ^entender,  con  buena  critica  y  datos 
difíciles  de  combatir. 

Conquistada,  en  fin,  esta  villa,  y  fijada  al  mismo  tiem- 
po en  Toledo  la  corte  castellana,  empezó  á  tomar  Madrid 
importancia  histórica ,  acreció  considerablemente  la  po^ 
blacion,  extendió  su  recinto  y  contribuyó  con  su  riqueza, 
con  su  lealtad,  y  con  el  valor  y  patriotismo  de  sus  mora- 
dores ,  al  proseguimiento  de  las  guerras  encarnizadas  y 
seculares  contra  la  morisma. 

Alfonso  VI  (el  Conquistador  ó  el  Bravo)  y  sus  nietos, 
también  Alfonsos,  el  Vil  (llamado  el  Emperador)  y 
el  VIII  (el  de  las  Navas) ,  que  ocuparon  el  trono  casto- 


1 6  INTRODUCCIÓN. 


llano  durante  todo  el  siglo  xii  y  parte  del  xiii,  manifes* 
taron  desde  luego  grande  inclinación  á  esta  villa ,  visitán- 
dola frecuentemente  y  preparando  en  ella  sus  expedicio- 
nes guerreras  ; .  purificaron  y  convirtieron  en  iglesias  sus 
pobres  mezquitas,  dando  á  la  principal  la  advocación  de 
Santa  María  de  la  Almudena ,  por  la  milagrosa  imagen 
que,  según  la  tradición,  se  halló  el  dia  9  de  Noviembre 
de  1083  (el  mismo  año  de  la  conquista),  escondida  en  un 
cubo  de  la  muralla  cerca  del  Almudin  6  'pósito  de  trigo; 
repararon  sus  murallas  y  defensas ;  fundaron,  á  lo  que  se 
cree ,  algunos  grandes  edificios,  palacios  é  iglesias ;  seña- 
laron los  términos  de  la  villa;  proveyeron  á  su  organiza- 
ción municipal;  dictaron  sus  fueros  y  ordenanzas,  y  fun- 
daron, ó  por  lo  menos  extendieron  considerablemente,  los 
arrabales,  concediendo  notables  privilegios  al  monasterio 
de  San  Martin  para  poblar  el  «término  de  esta  villa ,  de 
que  resultó  la  segunda  ampliación  de  su  recinto,  verifica- 
da á  fines  del  siglo  xiii. 

Muchos  antiquísimos  y  preciosos  documentos,  que  prue- 
ban todo  esto,  y  dan  una  idea  de  lo  que  pudo  ser  por  en- 
tonces la  villa  de  Madrid,  se  conservan  todavía,  y  su 
inserción  y  estudio  ocuparían  algunos  volúmenes  (1). 
Pero  contrayéndonos  á  nuestro  propósito  en  esta  rápida 
reseña,  sólo  hacemos  mención  de  dos  de  los  más  antiguos 
y  principales. 

El  primero,  en  el  orden  de  antigüedad,  esta  expedido 
dh  Toledo,  en  I.**  de  Mayo,  era  de  mil  ciento  noventa  (cor- 


(1)  Poseemos  original  el  Ca-  D.  2fanuel  Ramirez  de  Arella- 

iálogo  Cronológico  de  los  privi-  no ,  de  orden  del  corregidor  don 

legios^  cédulas  y  cartas  Reales  José  Antonio  de  Armona;  un 

qite  se  conservan  en  el  archivo  volumen  manuscrito,  de  174  fo- 

de  Madrid^  formado  en  2  de  jas  útiles,  que  perteneció  á dicho 

Enero  de  1780  por  el  archivero  corregidor. 


BESEÑA  HISTÓRICA.  .  17 

respondiente  al  año  de  1152)  (1),  por  el  rey  D.  Alfonso 
«I  VII,  llamado  ú  Emperador j  y  en  él  hace  carta  de 
donación  al  Concejo  de  Madrid  de  los  montea  y  linderos 
4pie  son  y  están  entre  la  villa  de  Madrid  y  Segovia ,  parti- 
cular y  señaladamente  desde  el  puerto  del  Verrueco  y  aparte 
el  término  entre  Segovia  y  Avila  hasta  el  puerto  de  Lozoya, 
<ün  todos  sus  intermedios  y  montes  y  simas  y  valles,  así  y  de 
la  manera  que  corre  el  agua  y  desciende  de  la  cumbre  de  los 
montes  hacia  la  diclia  villa  y  hasta  la  dicha  villa  de  Madrid; 
€uya  donación  expresa  hacer  por  el  benejieio  y  servicio  que 
k  prestó  esta  villa  en  las  tierras  de  los  moros  y  por  lafide* 
lidad  (inconcusa  fidelitas)  que  siempre  encontró  en  los  veci- 
nos de  Madrid;  dicha  carta  de  donación  fíié  seriamente 
combatida  durante  siglos  por  los  vecinos  de  Segovia  y  de 
Avila,  que  intentaron  varias  veces  poseer  y  poblar  el 
Real  de  Manzanares;  y  en  sn  consecuencia,  hay  otros 
muchos  privilegios  confirmativos,  expedidos  por  los  mo- 
narcas posteriores,  y  machas  Beales  cédulas  amparando  á 
Madrid  en  su  derecho  contra  las  agresiones  de  Segovia 
«n  aquellos  términos. 

£1  segundo  en  el  orden  de  los  tiempos,  aunque  no  en 
importancia  histórica,  es  el  famoso  Códice  de  los  fueros, 
que  no  fué  conocido  hasta  1748 ,  en  que  se  encontró  y 
fué  mandado  copiar  por  el  ministro  de  Estado  D.  José 
Carbajal  y  Lancáster,  con  este  titulo  :  Ordenanzas  y  fue- 
ros* Reales  que  mandó  liacer  el  rey  2?.  Alfonso  el  Octavo 


(1)  Todas  las  dudas  en  que  ginal  latino^   que  existe  en  el 

»e  pierde  el  8r.  Azcona  respecto  archivo  del  Ayuntamiento,  lleva 

i  la  fecha  de  este  documento  la  de  la  era  mil  ciento  noventa^ 

86  explican  con  decir  que  está  correspondiente  al  año  1152,  y 

equivocada  ésta  en  la  traduc-  no  la  era  mil  ciento  sesenta ,  que 

cion  que  inserta  Quintana  y  re-  correspondía   efectivamente    á 

produce  Azcona,  y  que  el  ori-  1127,  que  dice  la  traducción. 

I.  •                                  s 


18 


INTKODUCCION. 


.  para  gobierno  de  la  villa  de  Madrid  en  la  era  MCCXL 
(que  es  el  año  1202)  (1). 

Este  precioso  docamento  es  el  mejor  dato  que  existe 
para  juzgar  del  estado  civil  de  esta  villa  en  su  primer  pe- 
ríodo subsiguiente  á  la  conquista ,  y  ha  dado  lugar  á  no 
menos  preciosos  trabajos  é  investigaciones  críticas  de  los 
Sres.  Llaguno  y  Amirola,  maestro  Sarmiento,  P.  Burriel 
y  Pellicer,  en  el  siglo  pasado ,  y  últimamente,  al  intere- 
santísimo del  digno  académico  de  la  Historia  Sr.  D.  An- 
tonio Cabanillesy  que  le  inserta  íntegro  y  analiza  con  gran 
copia  de  discretas  observaciones  y  delicado  criterio  (2), 

La  brevedad  impuesta  á  nuestra  pluma  en  esta  reseña 
histórica  no  nos  permite  seguir  á  aquellos  laboriosos  y 
eruditos  escritores  en  la  explanación  de  las  importantes 
deducciones  que  ofrece  este  curioso  documento,  para  juz- 
gar la  organización,  régimen  y  vida  íntima  (digámoslo 
así)  de  aquella  sociedad,  de  aquel  pueblo,  en  época  tan 
remota  y  poco  conocida.  Y  ciertamente  que  en  renunciar 
á  este  estudio ,  á  esta  exposición  crítica  y  filosófica  de 
aquel  período  de  imperfecta  cultura,  aunque  de  grandes 
y  generosos  instintos,  hacemos  un  sensible  sacrificio ;  si 
bien  nos  complacemos  en  reconocer  que  este  trabajo  inte- 


(1)  £1  códice  orígÍDal  está  eq 
pergamino,  en  veinte  y  seis  fo- 
jas, sin  foliación ,  útiles,  y  co- 
mienza por  estas  palabras :  San- 
Ti  Spiritüs  adsit  nobis  qbatia. 
Incipit  líber  de  foris  de  Ma- 
uerit,  vnde  dives  hac  paüperes 

VIVANT  IN  PACE.  ErA  M.  DüCEN- 
TB8SIHA  ET  QÜADRAOINTA  ANNO* 
RUH. 

Hec  bst  carta  quem  facit 
CONCUJUM  DE  Madrid  ad  hono- 
REu  Dno.  Nro.  reos  Alfonsus 


ET  de  OONCILIO  DE  >IaDRID,  UN- 
de  DIVES  ET  PAUPERE8  VIVANT  IN 

PACE  ET  IN  8ALUTE. — Compren- 
de disposiciones  legales  y  orde- 
nanzas de  buen  orden  y  policía, 
desde  1145  basta  1235,  en  un 
periodo  de  noventa  años,  y  está 
escrito  en  el  latín  arromanzado 
propio  de  aquellos  tíempos. 

(2)  Memoria  sobre  los  fueron 
de  Madrid  en  el  año  1202 ,  por 
D.  Antonio  Cabanilles  (Madrid , 
1852). 


RBSSÑA  HISTÓBICA.  Id 

tesante  está  hecho,  y  hecho  con  más  perfección  qae  pn* 
diera  recibir  de  nuestra  débil  pluma,  en  la  preciosa  Me- 
moria jSL  citada  del  Sr.  Cabanilles. 

Limitándonos,  pues,  á  los  objetos  materiales  existentes 

en  aquella  época,  bastará  á  nuestro  propósito  decir  que 

en  dicho  códice  se  hace  referencia  en  lo  interior  de  la  villa 

de  El  eastiellOy  las  calles,  casCrS,  el  corare j  la  alcantarieUa 

de  San  Pedro,  los  portiellos ,  la  puerta  de  Giiadalfajara, 

el  Palacio,  las  plazas  ó  azoches,  las  tabernas,  las  diez 

parroquias  de  Santa  Marta,  San  Andrés,  San  Pedro,. 

San  Justo,  San  Salvador,  San  Migvsl,  Santiago,  San 

Juan,  San  Nicolás  y  San  Miguel  de  Sagra;  habla  de  laa 

aldeas  de  Bolecas,  Belemeco,  Humara,  Sumasaguas,  JRi- 

v€ís  y  Valdenegral,  y  también  del  Prado  de  Toya,  el  Car- 

rascal  de  Bolecas,  molinos,  canal  et  toda  la  renda  de 

Rivas,  del  Arroyo  de  Tocha  en  Valnegral,  y  otros  sitios  y 

ticmbres  hoy  desconocidos. 

De  los  arrabales  de  Madrid  (que  los  historiadores,  y 
especialmente  Quintana,  quieren  que  existieran  ya  en 
tienipo  de  los  moros,  y  suponen  habitados  entonces  por 
los  cristianos)  nada  hablan  expresamente  los  fueros,  ni 
tenemos  noticia  de  su  existencia  hasta  fines  del  siglo  xiii, 
entre  otras  causas,  porque  Juan  Diácono,  que  escribió 
ana  Memoria  sobre  la  vida  y  muerte  de  San  Isidro,  y  que 
TÍyia  en  1240  (1),  habla  de  dicho  arrabal,  y  aun  declara 
hacia  qué  parte  caia,  que  era  cerca  de  la  iglesia  de  San 
Martín. 

La  fundación  de  este  antiquísimo  monasterio  se  ha 

(1)  Este  documento  ee  pre-  aquél  en  los  primeros  años  de 

cioBO  por  sn  antigüedad,  y  por-  la  conquista.  Consérvase  en  el 

que  ha  sido  el  que  ha  servido  archivo  de  la  Heal  Colegiata  de 

de  fundamento  para  escribir  la  San  Isidro  ;  está  escrito  en  latin, 

vida  del  patrón  de  Madrid,  cuya  en  28  fojas  de  pergamino, 
historia  está   relacionada  con 


20  INTRODUCCIÓN. 


querido  también  remontar  á  los  tiempos  anteriores  á  la 
invasión  musulmana  (en  que  acaso  aun  no  existia  Madrid), 
pero  parece  lo  más  probable  fuese  fundado  por  el  rej  don 
Alfonso  YI  á  pocos  años  de  la  conquista.  —  Sea  de  esto 
lo  que  quiera,  lo  cierto  es  que  el  mismo  Monarca  conce- 
dió al  prior  y  monjes  de  San  Martin ,  j  su  nieto  Alfon- 
so VII  confirmó,  en  1126,  el  importante  privilegio  que 
inserta  el  P.  Yepes  para  que  pueda  poblar  el  término  de 
San  Martin  según  el  fuero  de  Santo  Domingo  y  de  Salía- 
guny  y  que  los  que  fuesen  sus  vasallos  no  puedan  servir  á 
otro  señor  ni  ser  vecinos  de  otro  lugar;  que  nadie  pueda 
edificar  casas  sin  licencia  especial  del  prior  de  San  Martin^ 
y  el  que  viviese  dentro  del  término  dé  parte  de  ello  al  prior; 
y  si  el  que  de  allí  se  saliese  vendiese  algunas  casas,  las 
pueda  comprar  el  convento  por  el  tanto ,  y  que  si  no  halla 
quien  las  quiera  comprar,  se  queden  por  del  monasterio; 
con  otras  cláusulas  no  menos  expresivas  del  mismo  privi- 
legio.— Debe,  pues,  considerarse  esta  carta  de  población 
como  el  fundamento  ú  origen  del  Vicus  Sti,  Martini,  ex- 
tramuros de  Madrid,  y  luego  incorporado  á  la  parte  prin- 
cipal del  pueblo  en  la  segunda  ampliación ,  así  como  de 
la  inmensa  extensión  de  la  feligresía  de  dicha  parroquia 
basta  los  límites  de  la  nueva  villa. 

Otra  fundación  religiosa,  también  extramuros  de  Ma- 
drid, contribuyó  á  principios  del  siglo  xiii  á  aumentar  por 
aquel  lado  del  arrabal.  Esta  fué  la  que  hizo  el  patriarca  San- 
to Domingo  de  Guzman,  que  en  1217  envió  desde  Fran- 
cia (donde  se  hallaba  en  la  guerra  con  los  albigenses)  á 
algunos  religiosos  para  pedir  al  Concejo  de  Madrid  sitio  en 
que  verificarlo,  y  concedido  que  fué  uno  fuera  de  la  puer- 
ta de  Balnadú,  y  auxiliado  ademas  con  cuantiosas  limos- 
nas del  vecindario,  dieron  principio  á  la  fundación;  pero 
habiendo  venido  el  mismo  Santo  Domingo  á  Madrid  al 
año  siguiente,  determinó  establecer  en  esta  casa  una  co- 


BESBÑA   HISTÓRICA.  21 

mnnidad  de  monjas,  en  vez  de  la  de  reUgiosos,  qne  tras- 
ladó á  otro  sitio.  Desde  entonces  los  monarcas,  los  mag- 
nates, el  Concejo  y  los  vecinos  de  Madrid  manifestaron 
sa  devoción  y  simpatía  hacia  aqnella  santa  casa,  dotán- 
dola de  privilegios  especialísimos  y  coantiosas  donaciones, 
entre  las  coales  es  notable  la  qne  les  hizo  el  Santo  rey 
don  Femando  III,  de  la  extendida  hnerta  qne  llegaba 
hasta  las  inmediaciones  del  alcázar,  y  se  llamaba  de  la 
Rema  y  despnes  de  la  Priora. 

Estos  dos  famosos  monasterios  fueron,  pnes,  induda- 
blemente la  causa  de  la  formación  de  aquel  extenso  arra- 
bal ó  parte  nueva  de  la  población,  llamada  por  entonces 
el  arrabal  de  San  Martin,  No  es,  sin  embargo,  cosa  tan 
fácil  como  parece  el  designar  con  precisión  el  orden  con 
que  fué  poblándose  aquella  barriada  abierta  y  creciente 
con  la  sucesión  de  los  tiempos,  hasta  incorporarse  más 
tarde  y  formar  un  conjunto  con  la  población  principal ; 
pero,  sea  como  fuere  este  progreso,  los  cronistas  matriten- 
ses dicen  que  ya  por  los  tiempos  de  Alfonso  VIH,  ó  sea 
en  la  segunda  mitad  del  siglo  xiii,  fué  necesario  Aac^ 
otra  nueva  cerca  de  la  villa  ^  incluyendo  los  arrabales  de 
este  lado  del  Norte,  y  también  los  que  se  hablan  formado 
hacia  el  Oriente  y  Mediodía,  y  de  que  hablaremos  después. 
No  se  marcan  con  exactitud  los  puntos  intermedios  por 
donde  corría  esta  cerca,  ni  ha  quedado  de  ella  vestigio 
alguno  que  los  señale,  siendo  de  suponer  que,  si  existió 
efectivamente  según  el  plano  de  su  contorno  que  publicó 
el  diligente  D.  José  Alvarez  Baena  (1),  no  impidió  ni 
contuvo  en  nada  el  progreso  del  caserío  por  la  parte  ex- 
terior. 

Debemos  suponer,  por  la  consideración  del  rumbo  mar- 

(1)  Compendio  histórico   de      villa  de  Madrid  ^  por  don  José 
la»  grandeza»  de  la  coronada      Alvarez  Baena  (Madrid,  1786). 


22  DíTBODUCCION. 


cado  &  dicha  tapia,  por  la  forma  del  terreno,  por  los  pan- 
tos ó  colocación  de  los  portillos  ó  entradas,  y  por  algunas 
especies  saeltas  y  alusiones  á  dichas  puertas  que  suelen 
hallarse  en  las  fundaciones  y  títulos  de  los  edificios  con- 
tiguos, que,  arrancando  por  detras  del  alcázar,  compren- 
dia  y  encerraba  dentro  de  ella  la  huerta  de  la  Priora  (hoy 
Plaza  de  Oriente),  y  por  las  cuestas  ó  vistillas  del  rio 
(después  de  doña  María  de  Aragón)  subia  á  la  plazuela 
de  Sanio  Domingo  y  donde  abría  otra  entrada  con  este 
nombre,  mirando  al  Norte,  y  como  al  frente  de  la  futura 
calle  ancha  de  San  Bernardo.  Continuaba  luego  por  entre 
las  calles  hoy  de  Jacometrezo  y  los  Preciados,  siguiendo 
el  pié  de  la  colina  que  ocupa  hoy  la  primera  de  aquellas 
calles,  y  al  llegar  frente  al  monasterio  de  San  Martin, 
abria  otro  postigo  al  arranque  de  la  calle  que  hoy  conser- 
va aún  este  nombre,  y  continuaba  luego  rectamente  hasta 
la  Puerta  del  Sol,  donde  efectivamente  hubo  otra  entrada 
con  este  título,  situada  frente  á  la  embocadura  de  la  anti- 
gua calle  de  los  Preciados  y  entre  los  Olivares  y  Caños  de 
Alcalá  y  el  Arenal  d^  San  GineSj  que  se  extendía  hasta 
los  barrancos  de  los  Caños  del  Peral, 

Hasta  aquí  el  arrabal  de  San  Martin.  Pero  el  casorio 
extramuros  no  sólo  habia  crecido  por  este  lado  y  en  di- 
rección al  Norte,  sino  también,  y  muy  de  antiguo,  hacia 
la  banda  oriental  desde  la  Puerta  de  Guadalajara  á  la  del 
Soly  y  aun  desde  esta  última  mucho  más  adelante  hacia 
el  Prado  de  AtocJia,  como  aproximándose  por  instinto 
tradicional  al  antiquísimo  santuario  ó  ermita  de  Nuestra 
Señora  de  Atocha;  por  último,  por  los  lados  de  Mediodía 
y  Poniente  se  habia  formado  otra  extensa  barriada,  siem- 
pre en  dirección  á  otro  santuario  contemporáneo  del  de 
San  Martin,  y  era  el  devotísimo  de  San  Francisco,  funda- 
do también  en  1217  por  el  mismo  santo  patriarca;  con 
que  vino  á  hacerse  necesaria  la  nueva  cerca  en  que  abar- 


RKSEÑA   HISTÓRICA.  23 


car  todo  este  importante  caserío. — Hasta  la  Puerta  del 
Sol  queda  ya  detallada  su  dirección;  desde  aquí^  intestan- 
do  bastante  por  el  camino  ó  calle  del  Sol  (después  Carrera 
de  San  Jerónimo)  llegaba  hasta  más  allá  de  donde  hoj 
las  Cuatro  Calles,  j  torciendo  aqui  en  escuadra  hacia  el 
Mediodía,  á  salir  por  donde  se  formó  después  la  Plazuela 
ilel  Matute  al  frente  de  Antón  Martin,  en  la  calle  de  Ato- 
cha, abría  alH  otra  entrada  con  el  nombre  de  VallecaSj  y 
revolvía  luego  la  tapia  hacía  Occidente  (suponemos  que 
por  donde  ahora  las  calles  de  la  Magdalena  y  del  Duque 
de  Alba)  hasta  la  ermita  de  San  Millan,  entre  la  cual  y 
el  futuro  hospital  de  la  Latina,  hubo  otro  postigo,  que 
después  tomó  este  nombre,  yendo  á  terminar  la  nueva  tapia 
é  incorporarse  á  la  antigua  muralla  en  Puerta  de  Moros. 
Son,  como  vemos,  tres  los  trozos  de  caserío  que,  des- 
pués de  formarse  independientemente  como  arrabales, 
vinieron  á  ingresar  de  consuno  en  la  antigua  población^  á 
saber:  el  de  San  Martin,  el  de  San  Gines  y  Santa  Cruz, 
y  el  que  llamaremos  de  San  Millan. — Pero  el  primero, 
dividido  como  lo  estaba  naturalmente  de  los  otros  por  los 
barrancos  de  los  Caños  del  Peral  y  el  Arenal  de  San  6i- 
nesy  venia  á  formar  una  hurgada  completamente  separada 
de  la  principal,  que  era  la  que  ocupaba  el  espacio  entre  la 
puerta  de  Guadalajara  y  las  del  Sol  y  Vallecas.  Esta  par- 
te del  caserío  (hoy  centro  de  la  villa)  es  la  que  por  espa- 
cio de  tres  ó  cuatro  siglos  (hasta  mediados  del  xvi,  en  que 
se  trasladó  la  corte  á  esta  villa)  viene  designada  por  anto- 
nomasia en  los  documentos  de  la  época,  y  en  el  lenguaje 
vulgar,  con  el  nombre  do  El  arrabal  de  Madrid;  añadién- 
dose únicamente  en  algunos  de  aquéllos  las  palabras  á 
San  Ginés  ó  á  Santa  Cruz,  según  la  inmediación  respec- 
tiva á  aquellas  dos  antiguas  parroquias. — El  arrabal  del 
Norte  continuó  llamándose  El  Postigo  de  San  Martin. — 
Tales  fueron  los  limites  que  conservó  aún  Madrid  durante 


24  INTRODUCCIÓN. 


cuatro  siglos  despaes  de  la  conquista^  verifieada  á  fines 
del  XI,  hasta  mediados  del  xiY,  en  qne,  con  la  venida  de  la 
corte,  se  verifícó  una  tercera  ampliación. 

Pero  más  que  en  población  7  caserío  creció  la  villa  de 
Madrid  en  importancia  política,  7  ya  sea  por  sa  situación 
ventajosa  7  central,  ya  por  la  inclinación  que  mereció^ 
según  queda  dicho,  á  su  restaurador  D.  Alfonso  VI  7  su» 
inmediatos  sucesores,  la  vemos  continuar  sin  interrupción 
figurando  dignamente  en  la  historia  nacional,  como  fre- 
cuente residencia  de  los  re7es  de  Castilla,  como  punto  de 
reunión  7  partida  de  sns  huestes  para  las  grandes  expedi- 
ciones contra  los  infieles,  como  sitio  preferente  para  la 
convocación  de  grandes  juntas,  asambleas  políticas  7  mi- 
litares, 7  hasta  las  mismas  Cortes  del  Reino. 

Los  vecinos  de  Madrid,  señalándose  desde  el  principio 
por  su  valor  7  gallardía  7  por  su  adhesión  sin  límites  á 
los  .monarcas  7  á  la  causa  nacional,  no  solamente  supieron 
resistir  las  acometidas  que  todavía  intentaron  los  sarrace- 
nos contra  los  muros  de  esta  villa,  en  principios  del  si- 
glo XII,  acaudillados  por  los  re7es  de  Marruecos  Tejufín  7 
AIí,  según  unos,  ó  á  fines  del  mismo  siglo  por  Aben-Ju- 
cef,  re7  de  los  Almorávides,  según  otros,  que  llegó  á  dar 
vista  á  la  villa,  poniendo  sus  reales  á  la  parte  occidental^ 
en  el  sitio  llamado  todavía  el  Campo  del  Moro,  sino  que,, 
reunidos  con  los  habitantes  de  Avila  7  Segovia,  empren- 
dieron la  sorpresa  de  Alcalá  7  otros  pueblos;  7  el  pendón 
de  esta  villa,  donde  fignraba  como  enseña  el  oso  prieto  en 
campo  de  plata  (1),  se  ostenta  7a  en  la  famosa  expedición 

(1)  La  declaración  de  las  ar-  clones  sucesivas.  Se  ve ,  por  la 

mas  ó  emblema  de  Madrid  ha  cita  histórica  anterior,  que  ya 

dado  lugar  á  infinitas  contro-  en  el  siglo  xiii  figuraba  en  ellas 

versias  más  ó  menos  fundadas,  el  000,  probablemente  por  la  ra> 

tanto  sobre  su  significación  ó  zon  material  de  los  muchos  en 

causa,  cuanto  sobre  sus  varía-  que  abundaba  esta  región,  según 


BSSEÑA   HISTÓBICA. 


25 


preparada  en  Madrid  por  el  rey  D.  Alfonso  VIH,  contra 
el  reino  de  Murcia  en  1211^  y  en  el  año  siguiente,  en  la 
célebre  batalla  de  las  Nava^  de  Tolosa^  en  la  qne  el  Con- 
cejo de  Madrid  llevó  la  vanguardia,  á  las  órdenes  del  señor 
de  Vizcaya  D.  Diego  López  de  Haro.  En  esta  celebérri- 
ma jomada  es  donde  se  cuenta  haberse  aparecido  al  Bey, 
en  el  traje  de  rústico  pastor,  el  glorioso  patrón  de  Madrid 


añnna  el  Libro  de  Montería  del 
rey  D.  Alfonso  el  XI,  donde  dice 
que  Madrid  era  buen  lugar  de 
puerco  y  oso;  posteriormente  se 
pintaron  en  la  piel  de  éste  las 
fiete  estrellae^  que  después  pa- 
saron á  formar  en  la  orla  de  su 
escudo,  y  que  los  genealogistas 
quieren  sea  alusión  á  la  conste- 
lación Bootes,  llamada  vulgar- 
mente El  Carro,  que  consta  de 
otras  tantas,  violentando  esta 
i4>licac¡on  diciendo  que  Madrid 
estaba  en  la  Carpentania  ó  Car- 
petaniOj  j  que  Carpentum  quiere 
decir  carro  en  latin,  con  otras 
razones  no  menos  vulgares  ó 
gratuitas.  Tampoco  justificaron 
más  concienzudamente  la  pre- 
sencia del  madroño  á  que  se 
pinta  abalanzado  al  oso  en  las 
modernas  armas  de  Madrid,  y 
sólo  consignan  que  el  motivo 
de  esta  actitud  del  animal  fué 
de  resultas  de  reñidos  pleitos 
qne  hubo  entre  el  Ayuntamiento 
y  el  Cabildo  eclesiástico  de  esta 
villa  sobre  derecho  á  ciertos 
montes  y  pastos,  los  cuales  con- 
cluyeron con  una-concordia  en 
qne  se  estableció  que  pertene- 


ciesen á  la  villa  todos  loa  pies 
de  árboles  y  al  Cabildo  los  pas- 
tos; y  para  memoria,  que  pintase 
éste  la  osa  paciendo  la  hierba^ 
y  el  Ayuntamiento  la  pusiese 
incorporada  á  las  ramas. — Tam- 
bién se  ha  pintado  algunas  ve- 
ces un  dragón  alado  como  em- 
blema de  esta  villa,  acaso  en 
alusión  al  que  dicen  que  se  halló 
esculpido  en  Puerta  Cerrada; 
pero  este  llamado  dragón,  no 
sabemos  porqué,  no  era  sino  una 
culebra,  según  el  mismo  dibujo 
que  estampa  el  maestro  López 
de  Hoyos,  y  su  copia  pintada 
en  el  techo  de  una  de  las  salas 
del  archivo  del  Ayuntamiento. 
' — Las  armas,  en  ñn,  de  la  villa 
de  Madrid  son  hoy,  en  fondo 
blanco  ó  plateado ,  un  madroño 
verde  y  el  fruto  rojo^  con  un  oso 
trepando  á  él,  una  orla  azul  con 
siete  estrellas  de  plata,  y  encima 
una  corona  real.  Esta  la  conce- 
dió el  emperador  don  Carlos,  en 
las  cortes  de  Valladolidde  1544, 
á  los  procuradores  de  la  villa  de 
Madrid,  que  pidieron  este  honor 
por  su  patria. 


26  INTRODUCCIÓN. 


San  Isidro  labrador^  mostrándole  los  senderos  por  donde 
podia  penetrar  en  la  fragosidad  de  la-  sierra  y  atacar  al 
ejército  masnlman. 

Distingaióse  igualmente  nuestro  concejo  ^  acaudillado 
por  el  caballero  madrileño  Gómez  B.u¡z  de  Manzanedo^ 
en  el  cerco  y  toma  de  Sevilla  por  D.  Fernando  III  en 
1248^  como  se  puede  ver  detalladamente  en  la  crónica,  y 
más  adelante^  en  el  sitio  de  Algeciras  y  en  la  desgraciada 
batalla  llamada  de  los  Siete  Condes,  á  las  órdenes  del 
infante  D.  Juan,  arzobispo  de  Toledo. 

Por  premio  de  todos  estos  y  otros  servicios  obtuvo 
Madrid  grandes  privilegios  y  donaciones  de  todos  estos 
Monarcas,  en  términos  los  más  expresivos  y  que  prueban 
bien  la  lealtad  con  que  babian  sido  servidos  por  los  ma- 
drileños, y  la  afección  especial  con  que  eran  recompensa- 
dos por  parte  de  aquéllos. 

No  fué  menor  la  que  mereció  á  D.  Alfonso  el  SaMoj 
como  puede  verse  en  las  notables  cédulas  expedidas  en  su 
tiempo  acerca  de  las  desavenencias  con  los  de  Segovia 
sobre  poblar  el  Real  de  Manzanares  y  sobre  aprovecha- 
miento de  pastos,  sobre  restauración  de  los  baños  pú- 
blicos (que  debia  de  haber  desde  más  antiguo  hacia  la 
calle  de  Segovia),  y  otros  puntos  conducentes  al  engran- 
decimiento de  esta  villa;  privilegios  y  donaciones  confir- 
madas después  por  D.  Sancho  III,  D.  Fernando  IV  y 
don  Alfonso  XI. — Don  Sancho  IV  (llamado  el  Bravo) 
enfermó  gravemente  en  Madrid  en  1295,  y  trasladado  á 
Toledo,  murió  á  poco  tiempo,  dejando  de  tierna  edad  á  su 
hijo  y  sucesor  D.  Fernando  IV,  y  encomendada  su  tutela 
y  la  gobernación  del  reino  á  su  viuda  la  heroica  doña 
Maria  de  Molina,  apellidada  justamente  la  Grande,  En 
tiempo  de  D.  Femando  renováronse  más  agriamente  las 
contiendas  y  luchas  entre  los  concejos  de  Madrid  y  de 
Segovia  sobre  el  Real  de  Manzanares,  y  este  Monarca 


BKSEÑA  HISTÓRICA. 


27 


expidió  á  favor  de  Madrid  naevos  privilegios  en  este  rui- 
doso asuntOy  libertó  &  sas  habitantes  de  ciertos  impuestos 
y  les  dispensó  la  facultad  de  nombrar  jueces  j  alcaldes 
según  su  fuero. — Últimamente,  en  su  época  se  reunieron 
en  Madrid  por  primera  vez,  en  1309,  las  Cortes  del  Eeino, 
para  acordar  la  declaración  de  guerra  al  Bey  de  Granada, 
y  á  ellas  asistieron  la  reina  madre  doña  María  y  los  infan- 
tes, el  Arzobispo  de  Toledo,  los  maestres  de  Santiago  y 
Calatrava  y  otros  prelados  y  ricos-homes,  y  los  procura- 
dores de  las  ciudades,  y  entre  éstos,  los  de  la  villa  de  Ma- 
drid, que  tenía  voto  en  ellas  (1). — Nuevas  Cortes  fueron 
reunidas  en  Madrid  por  D.  Alfonso  XI  en  1329  y  1335, 
que  presidió  él  mismo  en  persona,  y  determinaron  servirle 
con  numerosas  cuantías  para  la  guerra  de  moros  y  sobre 
otros  asuntos,  entre  ellos  un  curioso  acuerdo  de  que  el 
Bey  ^habia  de  sentarse  dos  dias  en  la  semana  en  lugar 
público,  donde  pudieran  verle  y  llegar  á  él  los  ofendidos 
y  querellosos,  señalándose  los  lunes  para  las  peticiones  y 
querellas  contra  los  oficiales  de  su  casa,  y  el  viernes  para 
que  oya  á  los  presos  y  á  los  rieptos.  i> 

Este  Monarca  varió  la  antigua  forma  de  gobierno  de 
Madrid,  que  consistía  en  estados  de  nobles  y  pecheros, 
los  cuales  ponían  gobernador  á  quien  llamaban  Señor  de 
Madrid^  justicia,  y  demás  empleos  en  preeminencia,  y 


(1)  Sobre  el  edificio  en  que 
pudieron  reunirse,  en  estas  y 
otras  ocasiones,  las  Cortes  del 
Beino,  no  hay  más  que  con  jetu- 
ras,  creyendo  unos  que  pudo  ser 
el  antiguo  palacio,  existente  ya, 
según  se  cree,  desde  los  tiempos 
de  Alfonso  Vil,  sobre  el  sitio 
donde  después  se  fundó  el  mo- 
nasterio de  las  Descalzas  Reales, 


y  afirmando  otros  que  en  la  igle- 
sia de  San  Martin ;  no  falta  tam- 
poco quien  asegura  que  lo  fue- 
ron en  la  lonja  ó  atrio  delante 
de  la  iglesia  parroquial  de  San 
Salvador,  ó  en  la  pieza  encima 
de  la  puerta  de  esta  iglesia,  en 
donde  solía  celebrar  sus  juntas 
el  Concejo  de  Madrid. 


28  INTRODUCCIÓN. 


estableció  doce  regidores  con  dos  alcaldes.  Por  úliimOy  en 
sa  tiempo  figura  también  el  concejo  de  Madrid  en  la  me- 
morable batalla  del  Salado ,  en  el  cerco  de  Algeciras  en 
1343)  en  que  por  primera  vez  se  hace  mención  en  nues- 
tras historias  de  haberse  jugado  por  los  moros  la  artillería, 
y  en  el  de  Gibraltar  en  1350,  en  que  falleció  el  mismo 
D.  Alonso^  dejando  por  sucesor  á  su  hijo  D.  Pedro,  ape- 
llidado por  unos  después  el  Cruel  j  por  otros  el  Justiciero, 
A  este  último  Monarca  (que  residió  muchas  veces  en 
Madrid  y  vino  á  ser  sepultado  en  ¿I)  (1)  se  atribuye  por 
algunos  la  fundación  del  alcázar  sobre  el  mismo  sitio 
donde  existió  la  antigua  fortaleza  de  los  moros,  aunque 
otros  suponen  que  no  hizo  más  que  restaurarla.  Sucedida 
1^  guerra  civil  entre  ambos  hermanos,  D.  Pedro  y  don 
Enrique,  se  declaró  Madrid  por  su  legitimo  monarca,  y 
aunque  sitiada  la  villa  y  el  Alcázar  por  las  huestes  de  don 
Enrique,  hicieron  los  madrileños,  acaudillados  por  los 
Vargas,  Luzones  y  otras  ilustres  familias  de  esta  villa, 
una  memorable  defensa,  que  sólo  cedió  á  la  inmensa  su- 
perioridad de  las  fuerzas  enemigas.  Muerto  después  don 
Pedro  por  su  mismo  hermano  en  la  funesta  noche  de 
Montiel  (23  de  Marzo  de  1369),  vino  D.  Enrique  á  esta 
villa,  á  quien  tomó  particular  afecto  por  la  misma  heroica 
lealtad  con  que  habia  defendido  á  su  legitimo  rey;  hizo 
nuevas  obras,  ó,  según  otros,  reedificó  por  completo  el  anti- 
guo Alcázar,  recibió  suntuosamente  en  esta  villa  al  Rey  de 
Navarra  y  al  principe  D.  Carlos,  su  hijo,  y  añadió  nuevas 
mercedes  y  privilegios  á  los  madrileños,  hasta  que  falleció 

(1)  Los  restos  mortales  del  aquel  moDasterío,  en  el  cual  se 
rey  don  Pedro  fueron  traídos  á  construyó  un  suntuoso  sepulcro, 
Madrid  y  depositados  en  el  mo-  con  la  estatua  de  aquel  monar- 
nasterio  de  Santo  Domingo  el  ca,  de  que  hoy  sólo  quedan  ai- 
Real,  en  1444,  por  su  nieta  dofia  gunos  restos. 
Constanza  de  Castilla,  priora  de 


RESEÑA  HISTÓRICA.  29 


en  Santo  Domingo  de  la  Calzada,  á  29  de  Mayo  de  1379. 

Beinando  D.  Juan  I,  y  por  los  afíos  de  1383,  vino  4 
España  D.  León  Y,  rey  de  Armenia,  á  dar  gracias  al  de 
Castilla  por  haber  alcanzado  la  libertad,  por  sn  cansa,  del 
Soldán  de  Babilonia,  que  le  habia  ganado  el  reino;  y  don 
Joan,  compadecido  de  su  desgracia  en  haberle  perdido  en 
defensa  de  la  fe  católica,  le  dio  el  título  de  Señor  de  Ma- 
drid y  de  otros  pueblos,  haciendo  que  le  rindiesen  pleito- 
homenf^e.  Dominó  en  Madrid  dos* años,  confirmó  sus 
fueros  y  privilegios,  reparó  las  torres  del  Alcázar,  y  des- 
pués de  su  muerte,'  el  rey  D.  Enrique  III,  á  solicitud  de 
los  de  Madrid,  por  su  cédula  de  13  de  Abril  de  1391, 
alzó  el  pleito-homenaje  que  le  hablan  prestado  los  ma- 
drileños.     *  i    ' 

£1  rey  D.  Juan  I  murió  en  Alcalá,  de  una  caida  del 
caballo,  en  9  de  Octubre  de  1390,  y  su  hijo  y  sucesor  don 
Enrique  III,  á  la  sazón  en  Madrid,  fué  proclamado  en 
ella,  á  los  once  años  de  edad,  antes  que  en  ninguna  otra 
cindad;  aquí  se  reunieron  los  grandes  del  Beino,  nombra- 
dos tutores  hasta  la  mayor  edad  del  Bey,  y  aquí  tuvieron 
Ingar  las  famosas  discordias  sobre  la  gobernación  del  Bei- 
no. Acordada  la  formación  de  un  gran  Consejo,  compuesto 
del  arzobispo  de  Toledo,  D,  Pedro  Tenorio;  el  de  Santia- 
go, los  maestres  de  las  órdenes  militares,  los  condes  de 
Benavente  y  Trastamara  y  otros  magnates,  se  reunieron 
en  la  iglesia  de  San  Martin,  adonde  fueron  sitiados  por 
dichos  condes  de  Benavente  y  Trastamara,  individuos  del 
mismo  Consejo,  trabándose  una  sangrienta  lucha,  que  se 
reprodujo  muchas  veces  y  ofreció  diversos  aspectos,  hasta 
que  en  1393,  y  cumplidos  los  catorce  años,  tomó  Enri- 
que III  las  riendas  del  gobierno.  Inmediatamente  convocó 
i  las  Cortes  del  Beino  en  Madrid,  y  en  ellas  recibió  el  ju- 
ramento y  ofreció  solemnemente  reinar  con  blandura  y 
justicia.  — Poco  después  celebró  sus  bodas  con  su  prima 


30  INTRODUCCIÓN. 


doña  Catalina  de  Inglaterra,  con  cuya  ocasión  hubo  en 
Madrid  grandes  fiestas  y  regocijos. 

Este  Monarca  residió  casi  siempre  en  Madrid;  constra- 
yó  nnevas  torres  en  el  Alcázar  para  custodia  de  sus  teso- 
ros; recibió  en  él  á  los  embajadores  del  Papa,  de  Francia, 
de  Aragón  y  de  Navarra,  y  envió  como  tal,  cerca  del 
célebre  conquistador  de  Oriente  Timur  Lenk  (Tamorlan) 
al  noble  caballero  madrileño  Buy  González  Clavijo,  su 
camarero,  quien  á  su  regreso  de  Samarkanda  escribió  su 
curiosísima  Relación  de  viaje,  que  anda  impresa.  Funda- 
ción de  este  monarca  fué  también  el  Beal  Sitio  del  Pardo, 
á  dos  leguas  de  Madrid,  que  casi  vino  á  ser  su  corte.  Fa- 
lleció en  Toledo,  para  donde  habia  convocado  las  Cortes, 
en  25  de  Diciembre  de  1406,  &  la  temprana  edad  de  vein- 
te y  siete  años,  dejando  á  su  hijo  y  sucesor  D.  Juan  II, 
niño  de  catorce  meses  ^  bajo  la  tutela  de  su  madre  doña 
Catalina  y  de  su  tio  el  principe  D.  Femando  el  de  Ante- 
quera,  que  gobernó  el  reino  durante  doce  años  á  nombre 
del  Bey  menor,  con  la  bravura  é  hidalguía  que  le  reconoce 
la  Historia,  hasta  que  en  1412  heredó  y  fué  proclamado 
rey  de  Aragón.  En  1418  falleció  la  Beina  madre  en  Va- 
Uadolid,  y  fué  declarado  mayor  de  edad  el  rey  D.  Juan  II, 
verificando  luego  su  casamiento  con  su  prima  doña  María, 
hija  del  Infante  de  Antequera;  trasladóse  á  Madrid  en  20 
de  Octubre  de  1418,  y  al  año  siguiente  se  abrieron  las 
Cortes  en  el  Alcázar  Beal,  con  inmensa  concurrencia  de 
principes  y  magnates. 

En  1433  recibió  á  los  embajadores  de  Francia ,  arzo- 
bispo y  senescal  de  Tolosa ,  estando  sentado  en  su  trono 
Beal  y  teniendo  á  sus  pies  un  león  manso,  de  que  recibie- 
ron no  poco  susto  los  embajadores. — El  célebre  valido  y 
condestable  D.  Alvaro  de  Luna  vivió  en  Madrid  largo 
tiempo  en  la  casa-palacio  de  Alvarez  de  Toledo  (que  hoy 
no  existe),  contigua  á  la  parroquia  de  Santiago,  en  cuya 


RESEÍ^A   HISTÓRICA.  hl 


casa  le  nació  un  hijo,  con  cuyo  motivo  hubo  grandes 
fiestas  en  la  villa,  dispuestas  por  el  Bey,  padrino  del  recien 
nacido.  Pocos  años  antes  habia  muerto  en  ella  el  célebre 
D.  Enrique  de  Yillena,  maestre  de  Calatrava,  eminente 
literato  y  astrólogo,  cuyos  preciosos  manuscritos  fueron 
quemados,  de  orden  del  Rey,  por  Fr.  Lope  Barrientes,  en 
los  claustros  de  Santo  Domingo,  con  sentimiento  de  los 
amantes  de  la  ciencia ;  fué  sepultado  en  el  antiguo  mo- 
nasterio de  San  Francisco. 

En  tiempo  de  este  monarca  hubo  varios  bandos  sobre 
el  gobierno  de  la  villa,  que  tuvo  gran  dificultad  en  apa- 
ciguar. Al  reinado  de  D.  Juan  el  II  corresponden  tam- 
bién las  dos  grandes  calamidades  de  las  lluvias  é  inunda^ 
cienes  de  1434,  que  quedó  señalado  en  Madrid  por  el  año 
del  diluvio  y  y  la  gran  peste  de  1438 ,  y  de  él  recibió  Ma- 
drid una  Beal  cédula  de  que  en  lo  sucesivo  no  pudiera  ser 
enajenado  de  la  corona  Real,  así  como  también,  por  otro 
privilegio  de  8  de  Abril  de  1447,  la  merced  de  poder  ce- 
lebrar dos  ferias  anuales ,  una  por  San  Miguel  y  otra  por 
San  Mateo,  en  remuneración  de  las  villas  de  Cubas  y 
Griñón,  que  pertenecian  á  Madrid  y  que  dio  el  Rey  á  un 
su  criado  llamado  Luis  de  la  Cerda. 

Don  Enrique  IV ,  conocido  en  la  historia  por  el  desdi- 
chado apodo  de  el  Impotente,  sucedió  á  su  padre  D.  Juan 
en  1454,  y  heredando  la  afección  de  aquél  hacia  la  villa 
de  Madrid,  residió  casi  constantemente  en  ella,  dándola 
ya  todo  el  carácter  de  corte  de  Castilla.  En  ella  reunió  en 
varias  ocasiones  las  Cortes  del  Reino,  recibió  á  los  embaja-^ 
dores  de  los  monarcas  extranjeros,  y  al  legado  del  Papa, 
que  le  trajo  el  estoque  y  el  sombrero  bendecido,  según 
costumbre  en  la  noche  de  Navidad ;  celebró  con  grandes 
funciones  sus  segundas  bodas  con  la  princesa  D."  Juana 
de  Portugal ,  y  festejó  á  los  enviados  del  Duque  de  Bre- 
taña con  incomparables  fiestas  en  Madrid  y  en  el  Real 


3á  INTRODUCCIÓN. 


sitio  del  Pardo ,  cayo  relato  asombra  todavía^  y  que  ter- 
minaron por  el  célebre  Paso  honroso ,  sostenido  en  el  ca- 
mino de  aqnel  real  sitio  por  D.  Beltran  de  la  Cueva ,  pri- 
vado del  Bey.  Este^  en  memoria  de  aquella  suntuosa 
fiesta^  fundó  en  el  mismo  punto  el  monasterio  de  San 
Jerónimo  d^l  PasOj  que  después  trasladaron  los  Reyes  Ca- 
tólicos á  lo  alto  del  Prado. 

Habiéndose  declarado  el  embarazo  de  la  reina  D.*  Jua- 
na, hallándose  en  Aranda,  la  hizo  conducir  Enrique  en 
silla  de  manos  ó  litera  á  esta  villa,  saliendo  á  esperarla  á 
gran  distancia,  y  haciéndola  subir  á  las  ancas  de  su  caba- 
llo, la  condujo  de  este  modo  al  Alcázar.  En  él  nació,  en 
14629  IsL  desdichada  princesa  D.*  Juana,  apellidada  en  la 
historia  la  Beltraneja,  que ,  aunque  fué  jurada  por  prin- 
cesa de  Asturias,  no  llegó  nunca  á  reinar,  por  la  ilegiti- 
midad que  se  la  supuso.  Por  último,  en  las  largas  turbulen- 
cias del  reinado  de  D.  Enrique ,  promovidas  por  el  infante 
D.  Alfonso  y  por  los  grandes  del  Reino ,  que  le  obligaron 
á  declarar  su  impotencia  y  á  desheredar  á  su  propia  hija, 
siempre  Madrid  le  fué  fiel,  y  Enrique  por  su  parte  re- 
Compensó  aquella  adhesión  con  notables  privilegios  y  exen- 
ciones de  tributos,  facultad  de  un  mercado  franco  los 
martes  de  cada  semana,  nombramiento  de  un  magistrado 
para  su  gobierno,  llamado  primero  el  Asiste^ite  y  después 
el  Corregidor^  y  el  título  de  villa  muy  nobh  y  muy  lealj 
que  aun  lleva  (1).  Finalmente,  era  tal  su  predilección  hacia 
Madrid ,  que  en  ocasiones  criticas  hizo  conducir  al  Alcá- 
zar sus  tesoros,  y  más  tarde  hizo  custodiar  también  en  él 

(1)  £1  Sr.  D.  José  Antonio  de  Academia  de  la  Historia,  y  de 
Armona ,  corregidor  que  fué  de  que  hablaremos  en  otro  lugar, 
esta  villa  á  fines  del  siglo  últi-  el  curioso  catálogo  de  los  corre- 
mo ,  formó  y  consignó  en  un  gi dores  de  Madrid  hasta  aquella 
precioso  manuscrito,  que  obra  fecha,  que  trascribimos  en  el 
en  el  dia  en  la  Biblioteca  de  la  Apéndice. 


ksseSTa  historio^. 


33 


por  el  Maestre  de  Santiago  á  la  misma  reina  D.'  Juana, 
redneida  á  prisión  á  causa  de  su  liviandad.  Enrique  IV  es 
«1  primero  de  los  reyes  de  Castilla  que  muri<^  en  Madrid, 
<^n  1471,  y  fué  enterrado  en  el  monasterio  de  San  Fran- 
cisco, asi  como  igualmente  la  reina  D.*  Juana,  que  falleció 
poco  tiempo  después. 

Sabidas  son  las  parcialidades  y  bandos  ocurridos  con 
motiyo  de  la  sucesión  á  la  corona,  defendiendo  unos  el 
derecho  de  la  princesa  D.*  Juana  la 'Beltraneja,  hija  de 
^Enrique  IV,  y  sosteniendo  otros  el  de  la  hermana  del 
mismo ,  la  ínclita  D.*  Isabel ;  y  aunque  ésta  fué  decidida- 
mente aclamada  reina  y  jurada  en  Segovia,  no  pudo  de 
pronto  reducir  á  Madrid,  donde  los  partidarios  de  doña 
Juana ,  acaudillados  por  el  Marqués  de  Villena,  sostenian 
el  Alcázar  y  gran  parte  de  la  villa,  que  no  consiguieron 
dominar  el  Duque  del  Infantado  y  las  tropas  de  Isabel 
sino  después  de  una  larga  y  obstinada  resistencia.  Venci- 
da ésta,  en  fin,  y  reducida  esta  villa  á  su  obediencia,  los 
Beves  Católicos  hicieron  su  entrada  solemne  en  ella  en 
1477,  aposentándose  por  entonces  en  las  casas  de  D.  Pe- 
dro Laso  de  Castilla,  contiguas  á  San  Andrés,  que  aun 
subsisten.  Al  año  siguiente  reunieron  en  esta  villa  las  Cor- 
tes del  Reino,  y  posteriormente  residieron  en  ella  todas  las 
ocasiones  que  se  lo  permitían  sus  continuadas  expediciones 
y  guerras.  La  augusta  D.*  Isabel,  que,  al  decir  de  muchos 
autores,  habia  nacido  en  esta  villa  (1),  la  manifestó  en 


(1)  Esta  opinión  está  funda- 
da en  la  carta,  que  inserta  Col- 
menares, del  rey  D.  Juan  el  II  á 
la  ciudad  de  Segovia ,  su  fecha 
en  Madridi  23de  Abríl  de  1454, 
en  que  la  da  parte  del  alumbra- 
miento de  la  reina  su  esposa  en 
estos  términos :  a  Fágovos  saber 


I. 


i»que  por  la  gracia  de  Nuestro 
w  Sefior,  este  jueves  próximo  pa- 
]>  sado  la  reina  D.'  Isabel,  mi  muy 
»  cara  é  muy  amada  mujer,  en- 
^caesció  de  una  infanta.]» — Se 
sabe  que  por  entonces  la  corte 
estaba  en  Madrid  ^  y  no  hay  mo- 
tivo para  creer  que  tan  prdiáúio' 

8 


34 


INTRODUCCIÓN. 


todos  tiempos  tan  singular  predilección ,  que  solia  decir^ 
hablando  de  sus  moradores,  que  o:  el  oficial  y  cortesano 
3)  de  Madrid  y  oficios  mecánicos  vivian  como  hombres  de 
D  bien  9  que  se  podian  comparar  á  escuderos  honrados  y 
» virtuosos  de  otras  ciudades  y  villas,  y  los  escuderos  y 
]s>ciudadanos  (anadia)  eran  semejantes  á  honrados  caballe- 
2>ros  de  los  pueblos  principales  de  España,  y  los  caballeros 
y>j  nobles  de  Madrid,  á  los  señores  grandes  de  Castilla.  > 
Muchas  fueron  las  mercedes  y  declaraciones  honorifica& 
que  hicieron  los  Reyes  Católicos  á  la  villa  de  Madrid, 
agregándole  definitivamente  los  terrenos  disputados  por 
Segovia  desde  los  tiempos  de  la  conquista ,  concediéndola 
nuevas  franquicias  y  exenciones,  dispensando  su  amistad 
y  favor  á  sus  principales  moradores,  hijos  ó  representan- 
tes de  las  antiquísimas  familias  madrileñas ;  á  los  Rami-^ 
rezj  Laso  de  Castilla,  Vargas,  OcafUij  Gato,  Luzon,  Lu- 
jan,  Vera,  Manzanedo,  Lago,  Coalla,  Alarcon,  Cárdenas^ 
Zapata,  Bozmediano,  Barríonuevo,  Ayala,  Coello,  Árias^ 
Dávüa,  Jibaja,  Ludeña,  Herrera,  etc.  Más  adelante  esta.s 
nobilísimas  familias,  entroncadas  con  los  Toledos,  Giro^ 
nes,  Guzmanes,  Cisnéros,  Mendozas,  Sandovales,  Pimen^ 
teles,  Silvas,  Lunas,  Cerdas,  Vélaseos,  Pachecos,  Ba- 
zanes,   Osorios,   Córdovas,   Aguilares,  que  formaban  la 


el  parto  (que  era  el  primero)  es- 
tuviese la  reina  enAÍadrígal,  don- 
de Marineo  Sículo  primero,  y 
Garibay,  Mariana  y  Florez  des- 
pués, afirman  que  nació  la  infan- 
ta D.*  Isabel ;  se  sabe  también  que 
el  23  de  Abril  fué  viernes,  y  por 
consecuencia,  el  jueves  próonmo 
pasado  es  el  22,  y  por  último,  se 
infiere  del  silencio  de  dicha  car- 
ta acerca  del  parto ,  que  natu- 
ralmente debia  entenderse  ha- 


berse verificado  en  donde  esta- 
ba fechada  aquélla.  Este  mismo 
silencio  guardaron  los  historia- 
dores Pulgar,  Nebrija  y  Pérez 
de  Guzman,  y  es  el  que  ha  dado 
motivo  bastante  para  que  Col- 
menares, Méndez  Silva,  Pinelo, 
Ortiz  de  Zúñiga,  Puente,  Baena, 
Azcona  y  otros  hayan  sostenida 
el  nacimiento  de  D."  Isabel  en 
Madrid. 


BESEÑA  HISTÓRICA.  35 


primera  nobleza  y  que  sígaieron  á  la  corte  para  fijarse  de- 
fínitivamenie  en  Madrid,  constituyeron  la  Grandeza  del 
Reino  y  enlazaron  unos  y  otros  blasones  heráldicos  en  lo» 
escudos  de  los  Duques  del  Infantado  j  de  Osuna,  de  FriaSf 
de  Alba,  de  Lerma,  de  Medinaceli,  de  Pastrana,  de  -Hí- 
jaTj  de  Rivas,  etc. ;  de  los  condes  de  Paredes,  de  Oñate^ 
de  Santistéban,  de  Castroponce,  de  Altamira;  de  los  mar- 
queses de  San  Vicente,  del  Valle,  de  FÍtía/*ra/w?a ,  del 
Carpió,  de  Denia,  de  La  Laguna,  de  Leganés,  y  de  otros 
muchos,  ofreciendo  en  su  genealógica  descendencia  una 
larga  serie  de  personajes  históricos,  que  con  sus  altos  he- 
chos honraron  en  los  siglos  posteriores  á  la  villa  de  Ma- 
drid, su  cuna;  figuraron  en  su  corte  ó  ejercieron  las  pri- 
meras dignidades  del  Reino  al  frente  de  sus  ejércitos,  en 
Granada,  Italia  y  el  Nuevo  Mundo,  y  en  las  cortes  ex- 
tranjeras, como  representantes  del  poderoso  Imperio  es- 
pañol (1). 

Algo  también  añadieron  los  Reyes  Católicos  al  aumen- 
to y  mejora  material  de  esta  villa,  en  la  forma  que  enton- 
ces se  acostumbraba  ó  se  dispensaba  esta  protección,  cos- 
teando ó  favoreciendo  la  construcción  de  casas  religiosas, 
entre  las  que  merece  notarse  la  ya  citada  del  convento  de 
San  Jerónimo  del  Prado  (que  fué  fondado  primero,  como 
queda  dicho,  camino  del  Pardo),  la  de  las  monjas  llamadas 
de  Constantinopla  (derribado  en  nuestros  dias),  la  renova- 
ción de  la  iglesia  de  San  Andrés,  convertida  por  ellos  en 
capilla  Real ,  y  á  la  que  hicieron  tribuna  y  paso  (que  iun 
existia  hasta  hace  poco)  desde  el  contiguo  palacio  de  Laso 
de  Castilla,  que  solian  habitar.  En  dicho  palacio  recibieron, 
en  1502,  k  su  hija  D.*  Juana  y  su  esposo  el  archiduque 
D.  Felipe,  celebrando  notables  fiestas  con  este  motivo. 


(1)  Véase  el  apéndice  de  la  Nobleza  madrileña  é  hijos  ilustres  de 
Madrid.  * 


36 


INTRODUCCIÓN. 


Maerta^  en  fin^  la  Reina  Católica  en  1504,  y  snsdtadas 
grandes  tarbnlencias  sobre  el  gobierno  del  reino,  los  ve- 
cinos de  Madrid,  acaudillados  de  un  lado  por  D.  Joan 
Arias  y  de  otro  por  los  Zapatas  y  Castillas,  aclamaron 
respectivamente  ¿  la  reina  D/  Juana  y  al  príncipe  don 
Carlos,  hasta  que  el  Rey  Católico,  en  las  Cortes  reunidas 
en  la  iglesia  de  San  Jerónimo  de  Madrid  en  1509,  juró 
gobernar  como  administrador  de  su  hija  y  como  tutor  de 
8u  nieto. — En  1516  murió  D.  Fernando  el  Católico,  y  el 
arzobispo  de  Toledo,  Jiménez  de  Cisnéros,  y  el  Dean  de 
Lovayna,  gobernadores  del  Reino,  trasladaron  á  Madrid 
su  residencia,  aposentándose  en  las  dichas  casas  de  don 
Pedro  Laso  de  Castilla  (hoy  del  Duque  del  Infantado). 
En  ellas  se  tuvo  la  célebre  Junta  para  disponer  del  gobier- 
no de  Castilla,  en  la  que,  resentidos  los  grandes  de  la  au- 
toridad concedida  al  cardenal  Cisnéros,  le  preguntaron 
con  qué  poderes  gobernaba;  respondió  el  Cardenal  que  con 
los  del  Rey  Católico ;  replicaron  los  grandes,  y  el  Carde- 
nal, sacándolos  á  un  antepecho  de  la  casa  que  daba  al 
campo,  hizo  disparar  toda  la  artillería  que  tenia,  y  les  dio 
aquella  célebre  respuesta,  propia  de  su  enérgico  carácter, 
diciendo :  «  Con  estos  poderes^  que  el  Rey  me  dio,  gobernaré  á 
España  hasta  que  el  principe  vengay>  (1).  Vino,  en  efecto. 


(1)  Hay  quien  cree  que  esta 
junta  se  tuvo  en  la  casa  propia 
del  mismo  cardenal  Cisnéros 
(que  es  la  que  está  en  la  plazue- 
la de  la  Villa ,  donde  estuvo  el 
Consejo  Supremo  de  la  Guerra), 
y  añaden  que  el  Cardenal  sacó 
á  los  grandes  al  balcón  grande 
que  está  á  la  fachada  de  dicha 
casa  en  la  calle  del  Sacramento; 
pero  historias  muy  recientes 
á  aquella  época  aseguran  que 


por  entonces  el  Cardenal  y  el 
Dean  de  Lovayna  se  aposenta- 
ron en  las  casas  ya  dichas  de 
Laso )  en  las  cuales  habian  vi- 
vido antes  los  Reyes  Católicos; 
si  bien  es  verdad  que  la  casa 
propia  del  Cardenal  era  la  ya  re- 
ferida de  la  plazuela  de  la  Villa, 
habiéndola  él  mandado  cons- 
truir y  vinculádola  al  mayoraz- 
go de  Cisnéros,  que  fundó  para 
su  sobrino  D.  Benito. 


BESEÑA  HISTÓRICA.  37 

Carlos ,  j  entregándose  del  gobierno,  cesaron  los  distur- 
bios qae  su  ausencia  ocasionaba.  En  el  principio  de  su  rei- 
nado padecióenValladolid  una  penosa  enfermedad  de  cuar- 
tanas ,  j  habiéndose  venido  á  Madrid,  curó  prontamente 
de  ellas,  con  lo  que  cobró  grande  afición  á  este  pueblo. 

El  faego  de  la  guerra  civil  llamada  de  las  Comunida- 
des prendió  también  en  Madrid  en  1520,  abrazando  su 
vecindario  la  causa  de  Toledo,  Avila  y  otras  ciudades ,  y 
poniendo  sus  huestes  á  las  órdenes  de  Juan  de  Padilla. 
Los  partidarios  del  Emperador  se  sostuvieron,  sin  embar- 
go, en  esta  villa,  levantando  grandes  fortificaciones,  fo- 
sos y  barricadas  á  la  parte  nueva  de  la  población,  que  ca- 
recía de  murallas,  y  construyeron  un  castillo  cerca  de  la 
Puerta  del  Sol,  hasta  que,  vencidos  los  comuneros  en  Vi- 
llalar,  y  regresando  aquél  á  España,  volvió  Madrid  á  ser 
la  residencia  frecuente  del  Monarca  y  su  corte. 

Hallándose  en  ella  Carlos,  recibió  la  noticia  de  la  vic- 
toria de  Pavía  y  la  prisión  de  Francisco  I,  rey  de  Francia, 
que  fué  conducido  de  su  orden  á  Madrid  y  custodiado 
por  Hernando  de  Alarcon,  primero  en  las  casas  de  Oca- 
ña  ,«llamadas  después  de  Lujan,  en  la  plazuela  de  la  Villa, 
y  después  en  el  Alcázar  Beal.  A  poco  tiempo  vinieron  á 
Madrid  su  madre  y  hermana,  para  solicitar  del  Emperador 
BU  libertad,  que  no  tardaron  en  conseguir,  á  consecuen- 
cia de  la  concordia  que  se  ajustó,  estipulándose,  entre  otras 
cosas,  el  matrimonio  del  Bey  de  Francia  con  la  infanta 
D.'  Leonor,  hermana  de  Carlos.  Verificada  la  paz,  vino 
éste  á  Madrid  desde  Toledo  á  visitar  al  Bey  como  amigo 
y  cuñado ;  salióle  Francisco  á  recibir  en  una  muía  con 
capa  y  espada  á  la  española,  é  hicieron  juntos  su  entrada, 
porfiando  cortésmente  sobre  cuál  llevaria  la  derecha,  que 
al  cabo  tomó  el  Emperador. 

También  este  Monarca  convocó  en  Madrid  las  Cortes 
del  Beino,  primero  en  1528,  en  la  iglesia  de  San  Jeróni- 


38  INTRODUCCIÓN. 


mo,  para  la  jura  de  su  hijo  D.  Felipe  como  príncipe  de 
Asturias,  y  después  en  1534 ;  también  favoreció  á  esta 
villa  con  notables  privilegios  y  distinciones,  eximiéndola 
de  pechos ,  concediéndola  nuevas  franquicias  y  mercados, 
y  accediendo  á  la  petición  de  sus  procuradores  de  colocar 
una  corona  Real  sobre  el  escudo  de  sus  armas,  y  el  título 
de  villa  imperial  y  coronada. — Últimamente,  contribuyó 
también  á  su  engrandecimiento  material,  emprendiendo 
la  suntuosa  reedificación  del  Alcázar,  convertido  ya  por 
él  en  palacio  Real ;  la  fundación  verificada  por  su  hija  la 
princesa  D.*  Juana,  del  Real  monasterio  de  las  Descalzas, 
sobre  el  mismo  sitio  que  ocupaba  el  antiguo  palacio  en 
que  nació  la  misma  fundadora ;  la  de  los  hospitales  é  igle- 
sias del  Buen  Suceso ,  San  Juan  de  Dios,  casa  de  Miseri- 
cordia y  otros ;  la  suntuosa  capilla  llamada  del  obispo  don 
Gutierre  de  Vargas,  contigua  á  San  Andrés;  la  del  con- 
vento Real  de  Atocha;  la  parroquia  de  San  Gines,  y  otras 
varias  iglesias  y  casas  religiosas ;  y  en  su  tiempo ,  en  fin, 
empezó  á  poblarse  el  dilatado  campo  que  mediaba  entre 
la  Puerta  del  Sol,  el  convento  de  San  Jerónimo  y  la 
puerta  de  Alcalá  al  Levante;  y  al  Norte,  desde  el  Postigo 
de  San  Martin,  plazuela  y  puerta  de  Santo  Domingo  hasta 
las  de  Fuencarral  y  Santa  Bárbara. 

Hasta  este  tiempo  no  habia,  sin  embargo,  progresado 
Madrid  materialmente  al  compás  de  la  importancia  que 
ya  la  daban  su  carácter  de  corte  casi  constante  de  Casti- 
lla ;  pues  según  el  testimonio  del  apreciable  historiador 
de  Indias  Gonzalo  Fernandez  de  Oviedo ,  natural  de  ella, 
y  que  ya  hemos  dicho  se  ocupó  mucho  en  su  descripción, 
la  población  de  esta  villa  en  los  principios  del  siglo  xvi 
no  pasaba  de  tres  mil  izednos,  si  bien  crecia  ó  se  aumen- 
taba rápidamente ,  como  lo  expresa  el  mismo  escritor  en 
estos  términos :  ce  En  el  tiempo  en  que  yo  salí  de  aquella  villa 
}>para  venir  á  las  Indias,  que  fué  en  el  año  de  1513,  era 


BESEÑA   HISTÓRICA.  39 

:»]&  vecindad  de  Madrid  de  tres  mil  vecinos,  ét  otros  tan- 
j^tos  los  de  sn  jurisdicción  et  tierra  ;  et  cuando  el  año  que 
^pasó  de  1546  volví  á  aquella  por  procurador  de  la  ciudad 

>de  Santo  Domingo  et  de  esta  isla  Española en  sólo 

» aquella  villa  y  sus  arrabales  habia  doblado  ó  cuasi  la  mi- 
stad más  vecinos,  et  serían  seis  mil  poco  más  ó  menos, 
>á  causa  de  las  libertades ,  et  franquicias ,  et  favores  que 
]>el  emperador  rey  D.  Carlos  nuestro  Señor  le  ha  fecho.» 
Efectivamente,  consta  ya  que  algunos  años  después  de 
la  época  en  que  escribía  Oviedo,  y  aun  antes  que  el  mo- 
narca Felipe  n  determinase  fijar  en  Madrid  su  corte,  en- 
cerraba ya  esta  villa  una  población  de  veinte  y  cinco  á 
treinta  mil  almas,  y  un  caserío  de  mas  de  dos  mil  quinien- 
tos edificios,  que  era  el  comprendido  en  los  límites  que 
quedan  descritos  á  la  segunda  ampliación.  Este  progreso, 
que  venía  indicándose  y  desenvolviéndose  durante  todo  el 
siglo  XV,  por  la  especial  predilección  que  habia  merecido 
Madrid  á  los  monarcas  anteriores,  especialmente  á  don 
Juan  II  y  D,  Enrique  IV,  que  residieron,  como  vimos,  ca- 
si constantemente  en  eUa ;  á  la  católica  reina  D.*  Isabel, 
y  últimamente  al  poderoso  emperador  D.  Carlos ,  era  to- 
davía nada  comparativamente  con  el  que  hubo  de  recibir 
en  el  mero  hecho  de  ser  escogida  por  su  hijo  y  sucesor 
Felipe  II  para  corte  y  capital  de  la  monarquía. 


LA  CORTE  EN  MADRID. 

(1  MEDIADOS   DEL   SIGLO   XVI.) 

Este  acontecimiento  histórico  (aunque  sin  declaración 
previa  y  solemne  que  precise  absolutamente  su  fecha)  de- 
bió tener  lugar,  según  se  infiere  de  varios  documentos 


t     • 


40  •  INTRODUCCIÓN. 


que  obran  en  el  archivo  de  esta  villa,  en  el  año  de  1561, 
trasladándose  á  Madrid  el  sello  real ,  los  tribunales  y  ré-^ 
gia  servidumbre ,  desde  Toledo,  donde  á  la  sazón  se  halla- 
ba la  corte. 

Medida  tan  importante  y  trascendental ,  adoptada  por 
el  hijo  del  César  Carlos  Y  á  los  pocos  años  de  haber  em- 
puñado, por  abdicación  de  su  padre,  el  cetro  más  impor- 
tante del  orbe ,  ha  sido  agriamente  censurada  por  mucho» 
escritores,  juzgada  aposterioA  por  nuestros  contemporá- 
neos ,  7  como  que  parece  que  Jia  caido  en  gracia  la  cali- 
ficación de  desaciet'to,  atribuido  con  este  motivo  á  Felipe» 

Se  ha  dicho  y  repetido  hasta  la  saciedad  (aunque  harto 
ligeramente)  que  la  viUa  de  Madrid  era  un  pueblo  mez- 
quino ,  impropio ,  sin  importancia  política  j  sin  historia,' 
situado  en  el  interior,  j  el  más  lejano  de  las  costas  de  un 
reino  peninsular,  en  un  territorio  pobre  y  desnudo,  care- 
ciendo de  un  rio  caudaloso  y  de  otras  condiciones  mate- 
riales de  prosperidad ,  asi  como  también  de  los  grande» 
monumentos  del  arte,  que  elevan  en  el  concepto  público  á 
las  ciudades  y  las  imprimen  el  sello  de  majestad  y  pode- 
rlo. Y  procediendo  luego  por  comparación ,  se  han  enca- 
recido hasta  lo  sumo  las  ventajas  que  en  todos  estos  con- 
ceptos llevan  á  Madrid  varias  capitales  de  provincia,  que 
pudieron  obtener  la  preferencia  para  el  establecimiento 
definitivo  de  la  corte  en  ellas. 

Sin  negar  absolutamente  todas  las  razones  que  en  esto 
sentido  se  vienen  alegando  en  agravio  de  la  corte  madri- 
leña, pero  remontándonos,  para  proceder  con  la  debida 
imparcialidad,  á  la  época  en  que  recibió  aquella  augusta 
investidura,  no  podremos  menos  de  presentar  otras  mu- 
chas políticas  y  de  conveniencia  que  las  contradicen,  y 
pudieron  y  debieron  influir  poderosamente  en  el  ánimo 
de  Felipe  II,  como  venian  ya  influyendo  en  el  del  gran 
Cardenal  Cisnéros  y  en  el  del  emperador  Carlos  V,  para 


RESE^ti^    HISTÓRICA.  41 


dar  á  la  yilla  de  Madrid  la  preferencia  en  tan  solemne 
elección. 

La  reunión  bajo  un  solo  cetro  de  los  diversos  reinos 
que  compusieron  la  Monarquía  española  no  llegó,  como 
es  sabido,  á  verificarse  basta  los  fines  del  siglo  xv,  y  en 
las  augustas  manos  de  los  esclarecidos  Beyes  Católicos 
dofia  Isabel  y  D.  Fernando. 

Hasta  entonces  no  pudo  ni  debió  haber  naturalmente 
capital  del  reino,  y  los  diversos  monarcas  tuvieron  la 
suya  respectiva  en  el  punto  más  conveniente  de  sus  esta- 
dos; en  León,  en  Burgos,  en  Sevilla,  en  Toledo,  en  Bar- 
celona, en  Zaragoza,  etc. ;  pero  operada  la  reunión  defini- 
tiva de  las  coronas  de  Castilla  y  Aragón  y  la  toma  de 
Granada  y  expulsión  total  de  los  sarracenos ,  los  Reyes 
Católicos ,  después  que  hubieron  terminado  su  alta  em- 
presa y  las  continuas  guerras  que  les  obligaban  á  la  cons- 
tante variación  de  la  corte,  debieron  sentir  la  necesidad 
de  fijarla  definitivamente  en  un  punto  céntrico,  impor- 
tante y  autorizado;  pero  fluctuaron,  al  parecer  indecisos^ 
entre  Valladolid,  Toledo  y  Madrid.  Las  dos  primeras  te- 
man en  su  favor  los  recuerdos  de  su  historia  como  cortes 
de  Castilla,  ventaja  inapreciable  á  los  ojos  de  la  reina 
doña  Isabel;  la  última,  ademas  de  su  situación  más  cen- 
tral, ofrecía  en  su  misma  novedad  mayor  simpatía  á  los 
ojos  del  Rey  de  Aragón.  La  misma  reina  Isabel ,  que,  si 
no  había  nacido  en  ella,  como  ya  dijimos  más  arriba,  la 
manifestó,  por  lo  monos,  en  todos  tiempos  singular  pre- 
dilección, parece  como  que  se  complacía  en  residir  en  ella 
y  darla  todo  el  carácter  de  corte  Real. — Posteriormente, 
el  gran  político  y  Cardenal-regente  del  reino,  Jiménez 
de  Cisnéros  (aunque  arzobispo  de  Toledo) ,  debió  igual- 
mente participar  de  esta  opinión  ventajosa  hacia  el  puebla 
madrileño;  y  acerca  de  la  conveniencia  de  establecer  en 
el  la  nueva  corte ,  pensó  sin  duda  que  llevaba  la  ventaja 


42  INTBODUCCION. 


de  no  representar  el  exclusivismo  de  ninguna  de  las  ante- 
riores, parciales  y  muchas  veces  antagonistas  entre  sí. 
Carlos  y,  en  fin,  á  estas  consideraciones  políticas,  hubo 
de  añadir  en  la  balanza  la  especialisima  del  hermoso  clima 
de  Madrid,  que  le  hizo  recuperar  la  perdida  salud. 

Pero  ni  durante  su  ijeinado  ni  el  de  sus  antecesores 
pudieron  permitir  las  continuas  guerras  el  solaz  suficiente 
para  realizar  jaquel  gran  pensamiento,  que  parecia  ya  do- 
minante en  las  altas  regiones  del  Trono,  y  la  corte  oficial 
de  Toledo  luchó  todavía  medio  siglo  con  las  de  Vallado- 
lid  y  Madrid.  Subió,  al  fin,  al  trono  Fefipe  II,  y  en  pací- 
fica y  omnímoda  posesión  del  reino,  fué  naturalmente  el 
llamado  á  realizar  aquel  político  pensamiento;  debiendo 
suponerse  en  su  alta  penetración  que  lo  meditó  detenida- 
mente y  bajo  todos  sus  aspectos  antes  de  resolverlo  en 
pro  de  Madrid. 

¿Cuáles  fueron  ó  pudieron  ser  estas  consideraciones,  que 
hoy  se  afecta  desconocer ,  y  que  llegaron  entonces  ¿  pesar 
tanto  en  el  ánimo  de  aquel  gran  Rey? — ^A  nuestro  enten- 
der, la  primera  fué,  sin  duda,  la  política  ya  indicada,  de 
crear  una  capital  nueva,  única  y  general  á  todo  el  reino, 
ajena  á  las  tradiciones ,  simpatías  ó  antipatías  históricas 
de  las  anteriores ,  y  que  pudiera  ser  igualmente  aceptable 
á  castellanos  y  aragoneses,  andaluces  y  gallegos,  catala- 
nes y  vascongados ,  extremeños  y  valencianos.  Un  pueblo 
que,  aunque  con  suficiente  vida  é  historia  propia  (y  por 
cierto  bien  honrosas  y  nobles),  pudiera  absorber  y  fundir 
en  su  seno  todos  aquellos  distintos  provincialismos ,  iden- 
tificarse y  representar  simultáneamente  aquellas  diversas 
poblaciones,  y  ser,  en  fin,  la  patria  común,  la  expresión 
y  el  compendio  de  las  varias  condiciones  de  los  habitantes 
del  reino.  Estos,  de  los  cuales  unos  habian  respetado 
como  cabeza  á  los  mismos  pueblos  que  los  otros  habian 
combatido  ó  conquistado,  necesitaban,  pues,  un  centro 


RESEÑA  HISTÓRICA.  43 

matao  y  sin  antecedentes  de  antagonismo  ó  parcialidad^  en 
que  venir  á  confundirse  bajo  el  titulo  común  de  españoles; 
y  esta  cualidad  (que  las  antiguas  cortes  de  Castilla,  de 
León,  de  Aragón  ó  de  Navarra  no  podian  disputarla)  fué 
sin  duda  alguna  la  que  hizo  aceptable  para  todos  á  la 
ntíeva  capital  de  la  Monarquía  española,  corte  de  un  reino 
nuevo  también. 

En  situación  central  y  equidistante  de  los  diversos  lí- 
mites de  la  Península,  también  Madrid  llevaba  á  todas, 
bajo  este  aspecto,  la  preferencia;  circunstancia  por  cierto 
muy  ventajosa  y  propia  para  la  gobernación  y  dominio 
de  tan  apartadas  provincias  y  encontradas  nacionalidades. 
La  corte  de  Toledo  ó  Valladolid  no  podia  nunca  dominar 
políticamente  á  la  de  Barcelona  ó  Zaragoza;  la  de  Sevilla 
no  era  posible  tuviese  el  prestigio  suficiente,  ni  estaba  en 
situación  material  para  regir  á  Castilla  y  Aragón.  Por 
último,  los  que  muy  ligeramente,  ¿  nuestro  entender,  han 
censurado  en  Felipe  II  el  no  haber  elegido  á  Lisboa  para 
capital  de  la  Península,  no  reflexionan,  primero,  que 
cuando  colocó  la  corte  en  Madrid  no  poseía  ni  poseyó  to- 
davía en  muchos  años  el  Portugal;  y  segundo,  que  cuan- 
do, en  1580,  hubo  heredado  y  conquistado  aquel  reino, 
hubiera  sido  la  medida  más  altamente  impolítica  la  de 
desnacionalizar  su  capital  y  trasladarla  al  pueblo  conquis- 
tado, al  confín  de  la  Península ;  medida  que,  cuando  me- 
nos, hubiera  dado  entonces  por  resultado  la  inmediata  se- 
paración de  la  coronilla  aragonesa,  ó  que  el  curso  del 
Ebro  marcara,  como  ahora  los  Pirineos,  el  límite  del  ter- 
ritorio español. 

Ciertamente  que  aquella  ciudad  (  Lisboa)  y  la  de  Sevi- 
lla brindaban  ventajas  naturales  muy  espléndidas  y  su- 
periores á  las  de  Madrid;  pero  ya  quedan  indicadas  las 
políticas  razones  á  que  debieron  naturalmente  ceder.  En 
cuanto  á  Valladolid,  Burgos  y  Toledo,  ademas  de  esta 


44 


INTRODUCCIÓN. 


desventaja  para  entrar  en  la  Incha,  no  poseían  tampoco 
mejores  condiciones  de  centralidad  ^  clima  y  fertilidad  de 
sa  termino. 

A  la  verdad  que  al  tender  la  vista  por  la  árida  campiña 
qne  rodea  hoy  á  Madrid,  se  creería  con  dificultad  que 
estas  mismas  lomas ,  áridas  hoy  y  descamadas,  fueron  en 
otro  tiempo  célebres  por  su  feracidad  y  hermosura.  Sin 
embargo,  los  testimonios  que  de  ello  tenemos  son  irrecu- 
sables. Testigos  de  vista  los  más  imparciales  nos  han  tras- 
mitido la  descripción  de  sus  frondosos  bosques  ^  montes 
poblados  y  abundantes  pastos.  El  agua,  este  manantial  de 
vida,  abundante  entonces  y  espontáneo  en  esta  región, 
ofrecía  su  alimento  á  la  inmensidad  de  árboles  que  la  po- 
blaban y  que  describe  el  Libro  d^  Montería  del  rey  don 
Alonso  XI;  y  este  arbolado,  esta  abundancia  de  aguas, 
hacían  el  clima  de  Madrid  tan  templado  y  apacible  como 
le  pintan  Marineo  Slculo  (1),  Fernandez  de  Oviedo  y  otros 
célebres  escritores  (2). 


(1)  Libro  de  las  cosaf  memo- 
rables de  España,  escrito  por 
Lucio  Marineo  Siculo ,  cronista 
del  emperador  Carlos  V ,  y  tra- 
ducido del  latín  por  el  bachiller 
Juan  de  Molina.  Alcalá,  1539, 
al  folio  XIII. 

(2)  Hé  aquí  los  términos  en 
que  el  citado  Fernandez  de 
Oviedo  habla  de  Madrid  en  los 
primeros  aflos  del  siglo  xvi. — 
<c  En  muchas  partes  de  esta  vi- 
lla el  agua  está  cerca  de  la  su- 
perficie de  la  tierra,  é  muy  so- 
meros los  pozos,  tanto,  que  con 
el  brazo,  sin  cuerda,  pueden 
tomar  el  agua  en  ellos  ;  dentro 
de  la  población  é  de  afuera, 


cerca  de  los  muros,  hay  fuentes 
naturales,  é  algunas  de  ellas  de 
muy  singular  agua  para  el  man- 
tenimiento é  continuo  servicio 
de  los  vecinos  é  de  todo  el  pue- 
blo, deiTias  de  los  pilares  gran- 
des, é  comunes  albercas,  é  ca- 
fios,  é  abrevaderos  para  dar 
agua  á.los  caballos  é  muías ,  é 
otras  bestias  é  ganados  del  ser- 
vicio cotidiano  del  pueblo  y  en 
abundancia.  Así  que  con  razón 
se  movieron  á  decir  los  antiguos 
que  aquella  villa  está  armada 
sobre  agua  ó  fundada  sobre 
agua,  porque  tiene  tanta,  que 
dentro  del  ámbito  del  muro  se 
riegan  muchas  huertas,  é  con 


BESEÑA   HISTÓRICA. 


45 


Pero  el  establecimiento  de  la  corte,  que  debia  ser  para 
esta  comarca  la  señal  de  una  nueva  vida,  sólo  fué  de  des- 
traccion  y  estrago.  Sus  árboles,  arrasados  por  el  hacha 
destractora,  pasaron  á  formar  los  inmensos  palacios  y  ca- 
seríos de  la  corte,  y  servir  á  sus  crecientes  necesidades. 
Desterrada  la  humedad  que  atraian  con  sus  frondosas  co- 
pas para  filtrarla  después  en  la  tierra,  dejaron  ejercer 
después  su  influjo  á  los  rayos  de  un  sol  abrasador,  que, 
secando  más  y  más  aquellas  faentes  perennes,  convirtie- 
ron en  desnudos  arenales  las  que  antes  eran  fértiles  cam- 
piñas. De  aquí  la  falta  de  aguas  en  Madrid,  de  aquí  la 
miseria  y  triste  aspecto  de  su  comarca ,  y  de  aquí ,  final- 
mente, el  destemple  actual  de  su  clima;  porque,  no  en- 
contrando contrapeso  ni  temperamento  los  rayos  del  sol 
canicular,  ni  los  mortales  vientos  del  Norte,  alteraron  las 
estaciones  y  aumentaron  el  rigor  de  ellas ,  haciendo  raros 


la  que  sobra  é  sale  fuera  de  la 
circunferencia,  se  riegan  otras 
muchas  huertas  y  heredades  y 
alcaceres  en  los  tiempos  conve- 
nientes ,  y  en  grande  abundan- 
cia, é  fuera  de  lo  poblado  se 
encuentra  con  poca  industria  é 
trabajo » 

T  en  otra  parte  dice  lo  si- 
guiente: 

cLa  región  de  Madrid  es  muy 
templada  et  de  buenos  aires,  et 
limpios  cielos,  las  aguas  muy 
buenas,  el  pan  et  el  vino  muy 
singulares  de  su  propia  cosecha, 
eten  especial  lo  tinto  es  muy 
famoso,  et  otros  vinos  blancos 
et  tintos  muy  buenos,  et  mu- 
chas et  muy  buenas  carnes  de 
todas  suertes,  et  mucha  sal  va- 


gina et  caza,  et  montería  de 
puercos,  et  ciervos,  et  gamos, 
et  corzos,  et  muchos  y  muy 
buenos  conejos,  et  liebres,  et 
perdices,  et  diferentes  aves,  et 
toros  los  más  bravos  de  Espafia, 
de  la  ribera  del  rio  Jarama,  á  dos 
leguas  de  Madrid,  et  muchos  ca- 
ballos, et  muías,  et  todas  las  otras 
animalias,  et  bestias,  que  son 
muchas,  para  el  servicio  de  casa 
et  de  la  agricultura ;  et  demás 
el  pan  que  se  dijo  de  su  cosecha 
se  trae  de  la  comai*ca  muy  her- 
moso et  blanco  candeal;  et  en 
grande  abundancia  muchas  le- 
gumbres de  todas  suertes,  mu- 
cha y  muy  buena  hortaliza  de 
todas  maneras,  diversas  frutas 
verdes  y  secas,  de  invierno  y  de 


46 


INTRODUCCIÓN. 


entre  nosotros  los  templados  dias  de  primavera.  Pero  esto 
mismo  hubiera  sucedido,  y  por  iguales  cansas^  á  Vallado- 
lid  7  Toledo,  sin  tener  para  compensar  aquellos  contra- 
tiempos el  alegre  cielo ,  el  aire  trasparente  y  puro  de  Ma- 
drid.— Yalladolidy  aunque  convenientemente  situada  en 
una  extensa  llanura  y  en  medio  de  fértiles  campiñas ,  es 
por  demás  nebulosa  y  enfermiza,  y  eKsatírico  Quevedo  la 
definió  en  estos  términos  : 


a  Vienes  á  pedirme  raso 
En  VaUadolid  la  bella, 
Donde  hasta  el  cielo  no  alcanza 
Un  vestido  de  esa  tela,  i» 


En  cuanto  á  la  piramidal  Toledo,  en  cuyas  estrechas, 
costaneras  y  laberínticas  calles  no  hemos  podido  nunca 


verano ,  según  los  tiempos.  El 
queso  de  Madrid  et  de  su  tierra 
es  muy  escelente ,  et  es  del  mis- 
mo pasto  que  el  de  la  villa  de 
Pinto ,  que  es  el  mejor  queso  de 
España ,  et  tal  que  no  se  puede 
decir  mejor  el  .Parmesano  de 
Italia,  ni  el  de  Mallorca,  ni  los 
cascaballos  de  Sicilia,  et  á  todos 
hace  ventaja;  porque  no  es  me- 
nos bueno  si  lo  haces  asadero 
que  de  otra  manera.  Finalmen- 
te, todo  lo  que  es  menester  para 
alimentar  la  vida  humana  lo 
tiene  aquella  villa,  excepto  pes- 
cado fresco  de  la  mar ,  porque 
como  es  el  más  apartado  pueblo 
de  ella  de  España,  no  alcanza 
pescado  fresco  que  de  ella  ven- 
ga ,  excepto  besugos ,  en  invier- 


no ,  por  la  diligencia  de  las  re- 
cuas que  los  traen  cuando  es  el 
tiempo  de  ellos,  pocos  dias  an- 
tes 7  después  de  Navidad ,  et  es 
uno  de  los  mejores  pescados  é 
más  sabrosos  del  mundo,  puesta 
que  dura  pocos  dias.  También 
llegan  congrios  frescos  et  de 
los  otros  salados  vienen  muchos 
et  muy  buenos,  asi  congrios, 
atunes,  pulpos  et  pescadas  fres- 
cas ,  et  sardinas ,  et  de  otros;  et 
vienen  muchas  truchas ,  et  sal- 
mones ,  et  muchas  anguilas ,  et 
lampreas,  et  barbos,  et  otros 
pescados  de  ríos,  et  de  abun- 
dancia se  traen  muchos  de  es- 
cabeches ,  lenguados ,  et  ace- 
días, et  hostias,  et  sábalos  sala- 
dos, etc.i» 


RESEÑA  HISTÓRICA.  47 

comprender  cómo  cabia  la  corte  de  Carlos  V,  la  aplicare- 
mos los  versos  del  mismo  gran  poeta  : 

c  Vi  una  ciudad  de  puntillas 

Y  fabricada  en  un  huso , 
Que  si  en  ella  bajo ,  ruedo  ; 

Y  trepo  en  ella,  si  subo.B 

La  gran  falta  natural  de  Madrid  para  su  futuro  desar- 
rollo,  como  ciudad  populosa  y  corte  de  tan  importante 
monarquía,  era  la  de  un  río  caudaloso,  que  surtiendo  á  las 
necesidades  de  un  crecido  vecindario,  sirviese  también 
para  fertilizar  y  hermosear  su  término  y  campiña.  Esta 
falta  grave ,  representada  en  la  exigüidad  del  modesta 
Manzanares,  ha  dado  también  motivo  á  las  continuadas 
barias  y  chanzonetas  de  los  poetas  satíricos,  del  mismo 
Qoevedo,  de  Góngora,  de  Tirso  de  Molina  y  otros,  de  que 
pedia  formarse  una  abultada  colección.  Pero  es  preciso 
tener  en  cuenta  que  la  mayor  parte  de  nuestras  ciudades 
importantes  del  interior  se  hallan  en  el  mismo  caso;  que 
nnestros  ríos,  tan  celebrados  de  los  poetas  por  sus  arenas 
de  oro  y  sus  ondas  transparentes,  no  son  ningunos  Táme- 
8is,  Senas  ¿  Danubios  caudalosos,  navegables  y  conducto- 
res de  salud,  de  civilización  y  bienandanza;  por  lo  cual 
vemos  que  aun  en  los  pueblos  fundados  en  sus  inmedia- 
ciones, no  trataron  de  albergarles  ó  darles  paso  dentro  de 
su  recinto,  como  lo  están  los  que  bañan  las  prímeras  ciu- 
dades de  Francia,  Inglaterra  y  Alemania,  etc.,  y  éun  así 
se  vieron  expuestas  las  nuestras  á  las  súbitas  inundaciones 
invernales  ó  á  la  maligna  influencia  de  sus  sequedades  del 
estío. — El  padre  Tajo,  que  circunda  la  imperíal  Toledo, 
aonqne  también  á  respetuosa  distancia,  sólo  empieza  á  ser 
verdaderamente  río  cuando  corre  por  territorio  portugués. 
liO  mismo  el  Duero  y  el  Guadiana ;  el  Ebro  y  el  Guadal- 


48  INTRODUCCIÓN. 


qüivir  son  los  que  más  se  acercan  entre  nosotros  á  aque- 
llas condiciones  civilizadoras ;  pero  ya  á  las  extremidades 
de  su  curso,  en  los  confines  de  la  Península. 

No  se  ocultó,  sin  embargo,  esta  falta  al  ilustrado  Feli- 
pe II,  y  sabido  es  de  todos  el  proyecto  que  formó,  y  que 
entonces  se  creyó  realizable,  de  traer  el  Jarama  á  Madrid, 
incorporándolo  con  el  Manzanares.  Este  último  también 
por  entonces  debia  ser  bastante  más  caudaloso ,  ó  correr 
menos  oculto  en  la  arena,  pues  tenemos  la  relación  del 
viaje  que  Antonelli  hizo  desde  Lisboa  por  el  Tajo  y  el  Ja- 
rama,  y  continuó  luego  por  el  Manzanares  hasta  el  Pardo. 
Posteriormente,  y  según  fué  haciéndose  sentir  más  y  más 
la  necesidad,  se  renovaron  otros  proyectos  análogos ,  y  á 
fines  del  siglo  xvii  se  ideó  la  canalización  hasta  Vacia- 
Madrid,  y  luego,  con  el  auxilio  del  Jarama,  hasta  Toledo; 
proyecto  que  no  fué  admitido  por  la  Reina  Goberna- 
dora doña  Mariana  de  Austria,  hasta  que  en  el  reinado 
de  Carlos  III  se  construyó  por  espacio  de  dos  leguas 
el  que  luego  existió,  aunque  por  cierto  con  bien  escaso 
resultado. 

Pero,  á  falta  de  rio,  se  acudió  al  medio  de  adquirir  las 
aguas  potables  por  filtración  en  unas  minas  subterráneas 
que  se  extienden  á  cierta  distancia  y  recogen  las  que  der- 
raman las  sierras  inmediatas.  Estos  viajes,  algunos  de  los 
cuales  ya  existian,  y  otros,  como  los  grandes  y  copiosos 
de  Amaniel  y  AJrroñigal ,  se  descubrieron  y  formaron  en 
el  reinado  de  Felipe  III,  y  bastaron,  aunque  no  abundo- 
samente, para  surtir  las  primeras  necesidades  de  la  pobla- 
ción; hasta  que,  creciendo  ésta,  y  aumentándose  y  multi- 
plicándose aquéllas  de  un  modo  extraordinario  en  el  pre- 
sente siglo,  ha  sido  necesario  acometer  y  llevar  á  cabo  la 
obra  gigantesca  del  canal  del  Lozoya,  que  cambiará  den- 
tro de  pocos  años  las  condiciones  materiales  de  Madrid. 

Esta  hermosa  población,  situada  bajo  un  cielo  limpio  y 


HIíSEÑJl  históbica. 


49 


sereno,  disfrutando  de  una  atmósfera  trasparente  ,  un  di- 
latado y  hermosísimo  horizonte,  rara  vez  turbado  por  las 
tormentas,  exento  de  miasmas  pestilentes,  ajeno  á  las  epi- 
demias ,  inundaciones,  terremotos  j  otros  azotes  tan  fre- 
cuentes en  poblaciones  de  su  importancia ;  rodeada  al 
Norte  por  las  sierras  Carpetanas,  los  bosques  del  Pardo  y 
la  maravilla  del  Escorial;  al  Sur,  por  los  verjeles  de  Aran- 
juez;  al  Levante,  por  las  llanuras  del  Henares  y  las  pin- 
torescas campiñas  de  la  Alcarria ,  y  al  Poniente,  por  los 
fértiles  campos  de  Talavera ;  centro  de  todos  los  caminos 
que  cruzan  el  reino  en  todas  direcciones ;  surtida  por  esta 
razón  de  todas  las  producciones  más  ricas  y  preciadas  de 
nuestro  suelo ,  y  ciudad  central ,  común  y  sin  ñsonomia 
especial  de  esta  ó  aquella  provincia,  de  esta  ó  aquella  his- 
toria, la  villa  de  Madrid  (digan  lo  que  quieran  los  escri- 
tores antagonistas)  justificó  desde  luego  la  preferencia 
que  la  diera  el  gran  político  Felipe  II  al  elevarla  al  rango 
de  corte  de  la  Monarquía;  y  cuando  algunos  años  después, 
en  1601,  y  por  un  capricho  inmotivado  del  joven  rey  Fe- 
lipe III,  trasladó  su  corte  á  Valladolid,  muy  pronto  las 
ventajas  políticas  y  naturales  de  Madrid  sobre  aquélla  se 
hicieron  tan  sensibles  y  umversalmente  reconocidas ,  que 
á  los  cinco  años  (en  1606)  volvió  á  ser  trasladada  defini- 
tivamente á  esta  villa  (1). 


(1)  Por  este  tiempo,  y  antes 
de  verificarse  el  regreso  de  la 
corte  á  Madrid,  escribieron  Lo- 
pe Deza  y  Juan  de  Jerez  ( aun- 
que no  llegó  á  imprimirse)  su 
tratado,  á  que  titularon  Razón 
de  Corte. — El  manuscrito  origi- 
nal, todo  de  letra  del  mismo 
Deza,  y  con  su  firma  y  la  de  Je- 
rez al  pié,  que  existe  en  la  Bi- 
blioteca Nacional  (y  de  la  que 


poseemos  una  copia  contempo- 
ránea), es  un  tomo  de  unas  se- 
senta fojas  en  folio.  En  él  pre- 
tende su  autor  demostrar  la 
conveniencia  de  que  Madrid 
fuese  siempre  la  corte  de  Es- 
paña; dividiendo  para  ello  su 
asunto  en  seis  puntos,  á  saber: 
l.o  Si  conviene  que  haya  una 
ciudad  capital  del  Reino.  2.^  Si 
conviene  que  la  corte   sea  fija. 

4 


50 


INTRODUCCIÓN. 


En  cnanto  á  la  injusta  caliñcacion  de  pueblo  sin  histo^ 
ria  propia  ni  importancia  polüicay  repetida  contra  Madrid 
por  los  modernos  escritores^  con  no  menos  ligereza,  aun* 
que  en  sentido  inverso  de  la  que  guió  á  los  del  siglo  xvii 
para  remontar  su  origen  á  los  tiempos  fabulosos  y  hacer- 
le figurar  en  los  anales  griegos  y  romanos,  no  puede  me- 
nos de  rechazarse  con  energía,  y  obligar  á  repetir,  con  la 
historia  nacional  en  la  mano,  á  los  que  pretenden  negarla,, 
que  cuando  la  villa  de  Madrid  aparece  en  ella  á  princi- 
pios del  siglo  X  y  en  poder  de  los  sarracenos ,  era  ya  una 
población  importante  y  fortificada,  que  suponía  indudable- 
mente algunos  siglos  de  existencia  anterior. —  Que  su  con- 
quista en  el  siglo  xi  fué  una  de  las  grandes  empresas  del 
rey  D.  Alfonso  VI  de  Castilla,  y  que  el  mismo  monarca 
y  sus  inmediatos  sucesores  la  ampliaron  y  fortificaron 
mas ;  la  dotaron  de  fueros  y  privilegios,  ^n  cuyo  conteni- 
do se  echa  de  ver  la  importancia  que  tenía  ya  esta  pobla- 
ción.—  Hallará  también  que  el  pendón  del  Concejo  de 
Madrid  llevaba  la  vanguardia  en  la  famosa  batalla  de  la» 
Navas  de  Tolosa,  á  las  órdenes  del  señor  de  Vizcaya,  don 
Lope  de  Haro,  y  algunos  años  después  asistió  con  gran 
prez  en  el  cerco  de  Sevilla,  á  las  órdenes  del  santo  rey 


3.^  Qué  circunattincias  se  re- 
quieren para  ello.  4.°  ¿Cuáles 
80D  las  que  tienen  las  diversas 
ciudades  de  España?  5.°  ¿Cuá- 
les Madrid?  Y  6»  y  último. 
¿  De  qué  modo  se  pueden  su- 
plir las  que  faltan?— £s  un  es- 
crito sumamente  curioso,  donde, 
á  vueltas  de  la  indigesta  eru- 
dición y  del  estilo  pesado  tan 
frecuente  en  los  escritores  de 
^quel  tiempo,  se  leen  observa- 
ciones muy   importantes  y  se 


defiende  con  maestría  el  propó- 
sito del  discurso. 

Este  Lope  Deza ,  según  doD 
Nicolás  Antonio,  fué  segovia- 
no ,  y  estuvo  avecindado  en 
Hortaleza,  cerca  de  Madrid;  pu- 
blicó en  1G48  un  libro  titulado 
Gobierno  político  de  Agricultu- 
ra^ y  dejó  manuscritos,  ademas 
del  Tratado  de  Corte ,  otros,  ti- 
tulados Juicio  de  las  leyes  civi- 
les y  Apología  del  P,  Mariana 
contra  su  contradictor. 


RESEÑA   HISTÓRICA.  51 

D.  Femando  IIL  —  Que  todos  los  monarcas  de  ]os  si- 
glos ziii  y  XIV  residieron  frecuentemente  en  nuestra  villa, 
tuvieron  en  ella  su  corte  y  celebraron  grandes  juntas  y 
actos  solemnes  desde  que,  á  principios  del  xiv,  D.  Fernan- 
do IV  congregó  en  ella,  por  primera  vez,  las  Cortes  del 
Beino,  cuyo  ejemplo  fué  repetido  después  frecuentemente 
por  los  sucesivos  monarcas. — Que  en  la  guerra  civil  entre 
D.  Pedro  y  D.  Enrique  dio  Madrid  pruebas  de  acrisolada 
lealtad  en  defensa  del  legítimo  rey.  Que  en  esta  villa  em- 
pezó su  reinado  D.  Enrique  III  y  tuvieron  lugar  las  turbu- 
lencias que  señalaron  su  minoría,  hasta  que,  declarado 
mayor  de  edad  á  los  once  años ,  tomó  en  ella  las  riendas 
del  gobierno;  y  habiendo  cobrado  afición  á  este  pueblo,  re- 
sidió en  él  casi  siempre,  renovó  su  Alcázar  y  recibió  á  los 
embajadores  extranjeros,  enviando  por  su  parte  al  gran 
conquistador  Timur  Lenk,  al  madrileño  Bui  González  de 
Clavijo,  su  camarero. — Que  también  su  hijo,  D.  Juan  II, 
hizo  su  residencia  ordinaria  en  esta  villa  y  recibió  de  Ma- 
drid especial  apoyo  en  las  revueltas  de  su  reinado  ;  asi 
como  D.  Enrique  IV,  en  las  promovidas  contra  él  por  su 
bermano  D.  Alfonso,  siendo  Madrid  declarado  defensor  de 
la  buena  causa. — Que  en  esta  villa  nació  y  fué  jurada  en 
Cortes  princesa  de  Asturias  la  desgraciada  doña  Juana, 
llamada  la  Beltraneja^  cuya  sucesión  defendió  á  la  muerte 
de  D.  Enrique.  Que  los  Reyes  Católicos  residieron  tam- 
bién en  muchas  ocasiones  en  esta  villa  ,  y  así  como  todos 
sus  antecesores,  reunieron  en  ella  las  Cortes  del  Beino,  y 
que  en  las  celebradas  en  1509,  en  la  iglesia  de  San  Jeróni- 
mo, después  de  la  muerte  de  la  reina  doña  Isabel,  el  Rey 
Católico  juró  gobernar  como  administrador  de  su  hija  do- 
ña Juana  y  como  tutor  de  su  nieto  D.  Carlos. — Que  á  la 
muerte  de  aquél,  los  gobernadores  del  Reino,  Cardenal 
Cisnéros  y  Dean  de  Lobayna ,  trasladaron  á  Madrid  su 
Fesidencía ,  y  que  desde  ella  gobernaron  hasta  la  venida 


52  INTRODUCCIÓN. 


del  Emperador.  Que  también  esta  villa  abrazó  ardiente- 
mente la  noble  causa  de  las  Comunidades,  y  sostuvo  con- 
tra las  huestes  de  aquél  una  porfiada  resistencia;  pero 
venido  luego  á  esta  villa,  y  curádose  en  ella  de  unas  perti* 
naces  cuartanas  que  padecia,  la  cobró  decidida  afición ,  la 
colmó  de  mercedes  y  privilegios,  residió  frecuentemente 
en  ella,  dándola  de  hecho  el  carácter  de  corte  de  su  Impe- 
rio poderoso;  reedificó  su  Alcázar,  convirtiéndole  en  mag- 
nífico palacio  Beal,  y  á  él  hizo  conducir  al  augusto  prisio- 
nero de  Pavía;  y  por  último,  añadió  á  sus  preciados 
timbres  de  muy  leal  y  muy  noble,  los  altos  y  significativos  • 
de  villa  imperial  y  coronada. 

Véase,  pues  ,  si  un  pueblo  que  durante  cuatro  siglos  y 
medio  venía  figurando  tan  dignamente  en  la  historia  na- 
cional, venía  sirviendo  de  residencia  y  de  corte  á  los  mo- 
narcas, de  lugar  de  reunión  á  las  Cortes  del  Reino,  de  apo- 
yo y  defensa  á  las  grandes  y  nobles  causas  y  á  los  altos 
intereses  del  Estado ,  era  un  pueblo  sin  historia  ni  antece* 
dentes,  insignificante ,  nulo  y  poco  digno  de  recibir  la  al- 
ta investidura  de  capital  del  reino. 

En  cuanto  á  la  historia  de  esta  villa  en  los  tres  siglos 
siguientes ,  puede  decirse  que  es  la  historia  de  la  monar- 
quía ;  la  parte  tan  principal  é  iniciativa  que  le  ha  cabido 
en  ella  hace  palidecer  la  suya  propia  en  los  siglos  anterio- 
res ,  y  la  corte  de  la  Monarquía  Española  oscurece  las 
glorias  de  las  antiguas  de  Castilla,  de  León,  de  Aragón, 
de  Sevilla  y  Barcelona. 

Madrid,  capital  del  Imperio  de  aquel  gran  monarca  don 
Felipe  II,  cuya  voz  obedecía  la  Europa  entera;  centro  de 
su  acción  y  poderío;  foco  de  aquel  sol  español  que  alum- 
braba constantemente  con  sus  rayos  á  los  países  más  re- 
motos del  orbe;  capital  donde  residia  el  supremo  Gobier-  * 
no ,  los  consejos  y  tribunales  de  tan  remotos  países ;  de 
donde  salian  los  grandes  capitanes,  los  vireyes  y  gobema- 


RESEÑA  HISTÓBICA.  53 


dores  para  descubrir  otros^  conquistar  ó  dominar  en  ellos, 
7  adonde,  cargados  de  trofeos,  de  merecimientos  j  servi- 
dos j  regresaban  un  D.  Juan  de  Austria ,  un  Gonzalo  de 
Córdoba,  un  Duque  de  Alba ,  para  poner  á  los  pies  del 
Monarca  los  trofeos  de  Lepante,  de  San  Quintin,  de  Ita- 
lia, Flándes  y  Portugal,  que  aun  cuelgan  pendientes  de 
las  bóvedas  del  templo  de  Nuestra  Señora  de  Atocha  ó 
de  los  techos  de  la  Real  Armería.  —  La  corte  de  Feli- 
pe III,  que  recibió  en  sus  muros  á  los  enviados  del  Shah 
de  Persia  y  del  Gran  Señor,  y  otros  remotos  imperios ,  y 
bajo  cuyo  cetro  vinieron  á  reunirse,  no  sólo  los  diez  y  ocho 
reinos  de  la  España  peninsular,  sino  también  el  Portugal, 
Ñápeles ,  Sicilia ,  Parma ,  Plasencia  y  el  Milanesado  en 
Italia;  el  Rosellon ,  el  Bearnés  y  la  Navarra,  el  Artois  y 
el  Franco  Condado  en  Francia;  las  dos  Flándes  y  Holan- 
da en  los  Países-Bajos ;  en  África  casi  todas  las  costas, 
Angola,  Congo,  Mozambique,  Oran,  Mazarquivir,  Mos- 
tagán, Tánger,  Túnez  y  la  Goleta;  ademas  de  las  islas 
africanas,  Azores,  Madera,  Cabo  Verde,  Malta,  Baleares 
y  Canarias ;  que  tenia  un  imperio  en  el  Asia  en  las  costas 
de  Malabar,  Coromandel  y  la  China,  y  derecho  á  los  San- 
tos Lugares  de  Palestina;  que  poseyó  también  las  ricas  é 
inmensas  islas  Filipinas,  Visayas ,  Carolinas ,  Marianas  y 
de  Palao,  de  la  Sonda,  Timor,  Molucas  y  otras  innumera- 
bles del  mar  Pacífico;  y  extendió,  en  fin,  su  dominación 
como  emperador  de  Méjico,  del  Perú  y  del  Brasil,  á  casi 
todo  el  continente  de  América  ó  Nuevo-Mundo,  y  á  casi 
todas  las  islas  del  Océano;  imperio  colosal,  que  excedió  á 
los  antiguos  orientales ,  á  los  de  Alejandro,  Roma ,  Carta- 
go,  Carlo-Magno  y  Napoleón;  como  que  contaba  una 
población  calculada  en  600  millones  de  almas  y  una  ex-  • 
tensión  de  territorio  de  800.000  leguas  cuadradas ,  ó  sea 
la  octava  parte  del  mundo  conocido.  —  La  caballeresca  y 
poética  corte  de  FeUpe  IV,  emblematizada  en  el  sitio  del 


54  INTRODUCCIÓN. 


Buen  RetirOy  que  vio  lucir  el  bullicio  y  esplendor  de  las 
fiestas  palacianas,  de  las  justas  y  torneos  caballerescos; 
que  escuchó  la  musa  de  Loj^e  de  Vega  y  Calderón ,  de 
Tirso  y  de  Morete,  de  Solís  y  de  Quevedo,  á  quienes  ha- 
bía visto  nacer  en  sus  muros ;  la  corte  en  que  ilorecian 
ademas  un  Cervantes  y  un  Mariana,  un  Velazquez  y  un 
Murillo ;  la  que  recibia  espléndidamente  á  los  monarcas 
extranjeros  que  venian  á  solicitar  la  alianza  del  español  6 
la  mano  de  sus  hijas  y  hermanas ;  la  que  después  del  tris- 
tísimo paréntesis  del  hechizado  Carlos  II,  tornó  á  recobrar 
su  animación  y  su  influencia ,  y  dio  luego  tan  altas  prue- 
bas de  su  no  desmentida  lealtad,  de  su  energía  y  su  valor 
en  pro  de  la  nueva  dinastía  de  Felipe  de  Borbon ;  que  vio 
nacer  en  sus  muros  á  los  dos  esclarecidos  monarcas  Fer- 
nando VI  y  Carlos  III,  que  más  adelante  hablan  de  en- 
grandecerla y  renovarla;  la  que  á  principios  de  este  mis- 
mo siglo  alcanzó  á  dar,  el  Dos  de  Mayo  de  1808,  la 
heroica  señal  del  más  noble  y  generoso  alzamiento  que 
señalan  los  fastos  de  nuestra  nación,  por  su  independen- 
cia y  libertad;  el  pueblo,  en  fin ,  que  en  sus  fastos  an- 
tiguos y  modernos  puede  ostentar  páginas  tan  brillantes, 
tan  altos  y  nobles  merecimientos,  tiene  en  ellos  su  defen- 
sa mejor,  su  más  preciada  ejecutoria. 

Pero  nos  hemos  extralimitado  demasiadamente  de  nues- 
tro propósito ;  y  al  tratar  del  suceso  que  más  influencia 
tuvo  en  la  prosperidad  y  fortuna  de  esta  villa ,  y  que  tan 
combatido  se  ha  visto  por  la  ligereza  de  algunos  escrito- 
res ,  no  hemos  podido  contener  nuestra  pluma  dentro  de 
los  límites  del  período  á  que  ahora  particularmente  nos 
referimos. 


RESSÑA  HISTÓRICA.  55 


LA  TILLA  T  COBTE  DE  MADRID 

EN   EL   SIGLO   XYII. 

Desde  la  venida  de  la  corte  á  Madrid ,  y  con  el  con- 
siderable aumento  consigaiente  en  su  población  y  en 
sa  riqueza,  fué  extendiendo  de  tal  manera  sns  limites,  que, 
á  vuelta  de  muy  pocos  años,  borró  las  huellas  de  los  ante- 
riores, allanó  sus  cercas  é  hizo  avanzar  sus  puertas, 
quedando  sólo  los  nombres  de  las  antiguas ,  como  recuer- 
dos históricos,  á  los  sitios  en  que  estuvieron. 

Este  rápido  crecimiento,  que  triplicó  ó  cuadruplicó  el 
antiguo  caserío  de  la  villa  y  sus  arrabales  j  se  verificó  si- 
multáneamente por  todos  lados ,  excepto  á  la  parte  occi- 
dental, donde  continuaron  (como  continúan)  sirviéndola  de 
limites  el  Beal  Alcázar  y  sus  jardines,  los  enormes  desni- 
veles ó  cuestas  de  la  Vega  y  las  Vistillas,  que  bajan  al  rio 
Manzanares. — La  puerta  de  Segovia  ó  Nueva  de  la  Vega, 
<!onstruida  por  entonces,  así  como  el  famoso  puente  fron- 
tero, obra  del  insigne  Juan  de  Herrera,  y  el  último  trozo 
<le  calle  del  mismo  nombre  desde  las  casas  de  la  Moneda, 
adelantaron,  algún  tanto,  sin  embargo,  por  aquel  lado, 
rebasando  la  antigua  muralla. — Multiplicóse  extraordina- 
riamente el  caserío  entre  los  altos  de  las  Vistillas  y  el 
antiguo  convento  extramuros  de  San  Francisco;  convir- 
tiéronse en  calles  animadas  el  camino  ó  carrera  que  á  éste 
guiaba  desde  la  vieja  Puerta  de  Moros ,  el  Humilladero 
de  Ntra,  Sra,  de  Gracia,  las  tierras  y  huertas  contiguas 
al  camino  real  de  Toledo ;  siendo  necesario  colocar  la  sa- 
lida de  la  Latina  (que,  como  ya  queda  expresado  anterior- 


56  INTRODUCCIÓN. 


mente,  se  hallaba  entre  la  plazuela  de  la  Cebada  y  San 
Millan),  macho  más  abajo,  j  en  el  mismo  sitio  próxima* 
mente  á  donde  la  actual  Puerta  de  Toledo, — El  Rastro j 
la  dehesa  de  Arganzuela  y  la  de  la  Ft'ZZa,  la  de  la  Enco- 
mienda de  Moratalaz,  la  Huerta  del  clérigo  Bayo  y  lo» 
rápidos  desniveles  y  barrancos,  ventas,  tejares  y  mesones 
en  dirección  al  Barranco  de  Lavapiésj  se  trasformaron 
en  las  célebres  barriadas  de  estos  nombres. —  La  puerta 
de  Antón  Martin  fué  sustituida  por  otra  también  deno- 
minada de  Vallecas ,  situada  cerca  del  arroyo  de  Atocha^ 
extendiéndose  hasta  ella  la  hermosa  calle  de  este  nombre, 
y  se  formó  la  Alameda  en  el  antiguo  prado  de  Atocha, 
desde  el  famoso  santuario  de  aquella  veneranda  imagen 
hasta  la  subida  á  San  Jerónimo.  La  parte  de  dicha  Ala- 
meda, que  después  llevó  el  nombre  de  Prado  de  San  «/e- 
rónimo  y  hoy  es  la  principal  de  aquel  magnifico  paseo,  se 
allanó  y  regularizó  por  primera  vez  (según  el  testimonio 
de  nuestro  Juan  López  de  Hoyos),  en  1570,  con  ocasión 
de  la  entrada  solemne  de  doña  Ana  de  Austria,  última 
esposa  de  Felipe  IL —  La  Puerta  dd  Sol  avanzó  por  este 
tiempo  al  camino  de  Alcalá,  como  hacia  donde  está  hoy 
la  entrada  del  Retiro,  y  entonces  se  formaron  y  poblaron 
la  principal  y  hermosísima  calle  de  Alcalá  y  el  extendido 
cuarto  de  círculo  de  B.  á  N.  trazado  entre  ella  y  las  de 
la  Montera,  Hortaleza  y  Fuencarral,  á  cuyos  extremo» 
se  abrieron  los  portillos  de  Recoletos^  de  Santa  Bárbara 
y  de  los  Pozos  de  la  Nieve.  —  Colmóse  el  otro  extenso 
distrito  entre  esta  última  calle  y  la  Ancha  de  San  Ber- 
nardo (llamada  entonces  de  los  Convalecientes,  por  el  hos- 
pital que  habia  en  ella) ,  á  cuyo  final  pasó  la  puerta  que 
estaba  en  la  plazuela  de  Santo  Domingo;  y  por  último, 
las  pueblas  nuevas,  hechas  por  D.  Joaquin  de   Peralta 
hacia  el  monte  de  Leganitos,  terminaban  al  N.  y  N.  O.  con 
los  portillos  de  Maravillas^  de  Amaniel^  del  Conde  Duque 


RE8SÑA   HISTÓRICA.  57 

j  de  San  Joaquín  (después  de  San  Bemardino),  quedan-* 
do  fuera  la  posesión  conocida  después  por  Montaña  del 
Príncipe  PiOy  con  las  huertas  de  las  MinillaSy  la  Florida^ 
Buytrera  y  otras ,  hasta  el  puente  del  Parque  de  Palacio^ 
que  venia  á  estar  donde  hoy  la  fuente  de  la  Regalada  ^  á 
la  bajada  de  las  Reales  Caballerizas.  Dicho  Parque  de 
Palacio  y  campo  llamado  del  Re¡/  se  extendian,  como 
hoy,  hasta  la  cuesta  de  la  Vega. 

y  ese,  por  lo  dicho,  que  los  nuevos  limites  señalados 
hace  tres  siglos  á  la  población  de  liladríd  no  han  tenido 
más  alteraciones  sustanciales,  en  tan  largo  periodo,  que 
la  inclusión  dentro  de  ellos  del  Real  sitio  del  Buen  Retiro, 
fundado  por  Felipe  IV,  y  alguna  mayor  extensión  hacia 
la  puerta  de  Alcalá;  y  por  el  lado  occidental,  la  Montaña 
del  Principe  Pío  y  bajada  ó  paseos  de  la  Puerta  de  San 
Vicente.  Pero  aquellos  límites,  que  entonces  se  señalaron 
á  Madrid,  incluyendo  multitud  de  huertas,  tierras  de  cul- 
tivo y  eriales,  tardaron  en  rellenarse  todo  el  siglo  que 
medió  entre  la  mitad  del  xvi  á  la  mitad  del.  xvii,  en  tér- 
minos que  en  esta  última  época  ya  presentaba  Madrid^ 
con  corta  diferencia,  la  misma  figura  en  su  perímetro  y 
el  mismo  trazado  de  sus  calles  que  hoy  dia,  salvas  algu- 
nas excepciones  de  cerramientos  ó  variaciones  posteriores. 
— De  todo  ello  podemos  juzgar  cumplidamente  por  la 
inspección  material  del  gran  Plano  (¡grabado  en  Ambéres 
en  1656,  de  que  hicimos  mención  y  que  vamos  á  repro- 
ducir. 

En  esta  nueva  población ,  trazada  ya  para  servir  á  más 
importantes  necesidades,  se  buscó  con  preferencia  un 
terreno  menos  accidentado ,  se  abrieron  ó  formaron  en  él 
calles  más  rectas  y  espaciosas,  algunas  muy  extensas, 
como  las  bajas  de  Toledo  y  de  Atocha,  la  Carrera  de  San 
Jerónimo,  la  de  Alcalá,  la  Montera,  Fuencarral,  Horta- 
leza  y  Ancha  de  San  Bernardo,  y  se  construyeron  en 


58  INTRODUCCIÓN. 


•ellas  multitud  de  edificios  de  consideración.  —  Sin  embar- 
go,  es  de  lamentar  que  á  la  creación,  puede  decirse,  de 
nueva  planta,  de  la  villa  capital  del  Beino,  no  presidiese 
mayor  gusto  j  esmero,  no  se  tuviesen  en  cuenta  ciertas 
condiciones  indispensables  para  su  futura  prosperidad. — 
No  pretendemos,  por  esto,  que  la  nueva  villa  fuese  im- 
provisada con  la  regularidad  y  fatigosa  monotonía  de  un 
tablero  de  damas,  sino  que,  procurándose  todo  lo  posible 
la  nivelación  de  los  terrenos,  dándose  á  todas  sus  calles  la 
conveniente  anchura,  cortes  y  comunicaciones,  propor- 
cionándose á  distancias  convenientes  plazas  regulares,  des- 
ahogadas avenidas  y  puntos  de  vista  calculados,  se  hu- 
biese en  ellas  construido  el  caserío  con  cierta  regularidad, 
y  algunos  edificios  públicos  de  necesidad  y  grandiosa 
perspectiva;  hubieran,  en  fin,  consignado  los  monarcas 
de  Castilla  de  aquella  época  en  la  corte  del  Beino  el  gusto 
y  la  magnificencia  que  ostentaban  en  otras  ciudades  del 
reino,  en  el  de  Italia,  y  en  las  nuevas  que  por  entonces  se 
fundaban  en  la  América  española.  No  fué,  sin  embargo, 
así ;  y  ni  los  tesoros  del  Nuevo  Mundo,  ni  la  fuerza  de  vo- 
luntad ,  poderío  y  alta  inteligencia  de  Felipe  II;  ni  el  colosal 
y  privilegiado  talento  de  Jua7i  de  Herrera  y  sus  scontem- 
poráneos  y  sucesores  los  Toledos,  Monegros,  Moras  y  Ve- 
gas, alcanzaron  á  imprimir  á  Madrid  aquel  sello  de  gran- 
deza y  majestad  que  requería  la  corte  de  la  monarquía. 
El  Alcázar  de  Carlos  V  y  Felipe  II,  obra  de  Cobarru- 
bias  y  de  Luis  de  la  Vega;  la  puente  aegoviana^  de  Juan 
de  Herrera,  en  tiempo  de  Felipe  II;  la  Plaza  Mayor  ^  del 
reinado  de  Felipe  III,  y  el  sitio  del  Btien  Retiro j  obra  de 
Felipe  IV,  son  los  objetos  más  dignos  que  recibió  la  cor- 
te de  Madrid  de  los  monarcas  de  la  dinastía  austríaca ;  si 
bien,  por  un  celo  indiscreto,  aunque  muy  propio  de  aquel 
siglo,  consumieron  sus  tesoros  en  fundar  en  ella  setenta 
ó  más  conventos,  con  otras  tantas  iglesias,  todas  media- 


RKSBÑA   HISTÓRICA.  59 


naa  naáa  más,  y  de  ningan  modo  comparables  á  nuestras 
magnificas  catedrales,  no  diremos  las  antiquísimas  de  To- 
ledo, Burgos  ó  Sevilla,  pero  ni  aun  de  las  modernas  ó 
oontemporáneas  de  Granada,  Segovia  y  Salamanca;  así 
como  los  pocos  edificios  civiles  de  aquellos  reinados,  tales 
como  la  Cárcel  de  Corte,  el  Ayuntamiento  y  la  casa  de 
Uceda  (los  Consejos)  no  pueden  sostener  comparación 
Con  los  alcázares  de  Toledo  y  de  Granada,  la  Lonja  de 
Sevilla ,  y  otros  muchos  de  aquella  época. 

PLANO   TOPOGRÁFICO   DE    1656. 

Pero  vengamos,  en  fin,  á  la  descripción  ofrecida  del 
Plano  topográfico  del  Madrid  del  siglo  xvil,  que  hemos 
tenido  la  suerte  de  exhumar  del  olvido ,  y  por  el  cual  po- 
demos juzgar  completamente  del  estado  y  aspecto  de  la 
corte  de  los  Felipes.  Niugun  libro  ni  descripción  nos  ser- 
virá tan  cumplidamente  para  ello  como  la  vista  material 
y  el  estudio  de  este  gran  plano.  Su  extensión,  la  exactitud 
y  minuciosidad  con  que  está  reproducido  en  perspectiva 
caballera  todo  el  caserío  de  la  villa,  en  escala  bastante 
extensa  para  poder  apreciar  sus  pormenores,  hacen  de 
este  grabado  un  documento  tan  precioso  como  general- 
mente ignorado  por  los  que  han  tratado  de  la  historia  de 
Madrid ;  y  como  es  de  temer  que  con  el  tiempo  lleguen  á 
faltar  los  rarísimos  ejemplares  que  aun  pueden  existir, 
creemos  hacer  un  servicio  en  consignar  aquí  sus  detalles. 

Consta  dicho  plano  de  veinte  hojas  de  gran  marca,  las 
cuales  y  unidas  y  pegadas  sobre  lienzo  (como  están  en  el 
precioso  ejemplar  que  poseemos,  y  también  en  el  otro  muy 
bien  restaurado  que  conserva  el  Ayuntamiento) ,  ocupan 
una  extensión  de  unos  ocho  pies  de  altura  por  diez  de 
ancho,  ó  sean  cerca  de  oQhenta  superficiales. 


60  INTRODUCCIÓN. 


En  la  parte  superior  de  dicho  plano  se  lee  esta  inscrip- 
ción :  Mantua  Carpetanorum  sive  Matritum  urbs  regia, 
Al  lado  derecho  están  las  armas  Heales'sobre  trofeos,  y  se 
lee  :  Philipo  IV  rege  Católico  forti  et  pió,  Urhem  hanc 
suam  et  in  ea  orbis  sivi  auljecti  compendium  exhtbit 
MDCIV. :  y  debajo,  en  una  tarjeta  sostenida  por  figuras 
alegóricas  y  trofeos,  se  encuentra  la  siguiente  inscripción : 
Topografía  de  la  villa  de  Madrid^  descrita  por  D.  Pedro 
Texeira,  año  de  1656,  en  la  que  se  demuestran  todas  sus 
callesy  el  largo  y  ancho  de  cada  una  de  ellas  ^  las  rincona^ 
das  y  lo  que  tuercen;  las  plazas^  fuentes^  jardines  y  huertaSy 
con  la  disposición  que  tienen  las  parroquias^  monasterios 
y  hospitales;  están  señalados  sus  nombres  con  letras  y  nú- 
meros que  se  Iwllarán  en  la  tabla  ^  y  los  edificios  y  torres  y 
delanteras  de  las  casas  están  sacadas  al  natural ,  que  se 
podrían  contar  las  puertas  y  ventanas  de  cada  una  de  ellas. 
A  la  izquierda  está  la  tabla  y  las  escalas  de  ^q,  y  debajo 
dice  :  Salomón  Sauri  cura  et  solidtudine  Joannis  et  Ja^ 
cóbi  Vanveerle,  Antuerpice, 

Efectivamente,  la  minuciosidad  y  exactitud  del  dibujo 
son  tales,  que  dejan  poco  que  desear,  no  sólo  en  cuanto  á 
.la  demostración  del  giro  y  disposición  de  las  calles,  sino 
en  el  alzado  de  las  fachadas  y  topografía  interior  de  los 
edificios,  pudiendo  juzgar  de  la  conciencia  con  que  fué 
hecho  aquel  precioso  trabajo  por  los  varios  públicos  y 
particulares  que  aun  se  conservan  en  el  mismo  estado  en 
que  los  representa  el  plano,  con  la  misma  repartición  de  sa 
planta,  con  el  propio  número  de  pisos,  puertas  y  ventanas, 
y  la  misma  forma  general  de  su  ornato  arquitectónico. 

Los  limites  de  la  población  marcados  en  este  plano 
eran  los  que  quedan  anteriormente  expresados,  y  son,  con 
corta  diferencia,  los  que  comprende  el  actual  perímetro 
de  Madrid. — La  puerta  de  Alcalá  (que  era  mezquina  y 
formada  por  dos  torrecillas)  se  bollaba  situada  más  aden* 


BES£!;^A  HISTÓRICA.  61 


tro  que  el  actual  arco  de  trianfo,  poco  más  ó  inénos 
frente  á  la  glorieta  ó  entrada  moderna  del  Buen  Retiro. 
Como  no  existían  aún  los  edificios  del  Pósito  ni  los  Hor- 
nos de  Villa  Nueva,  construidos  después,  corria  la  cerca 
por  detras  de  las  huertas  de  Recoletos  j  otras,  formando 
el  mismo  recodo  saliente  que  hoy  con  la  que  después  fué 
de  la  Veterinaria.  La  puerta  ó  portillo  de  Recoletos  (que 
también  era  sumamente  mezquina)  estaba  poco  más  ó 
inénos  en  el  mismo  sitio  que  la  que  acaba  de  derribarse, 
y  seguia  la  tapia  derecha  basta  la  de  Santa  Bárbara,  ha- 
ciendo aquí  un  saliente  notable  hasta  el  portillo,  que  es- 
taba en  el  mismo  sitio,  y  es  acaso  el  propio  que  hoy  al- 
canzamos; y  en  las  afueras  no  se  señala  más  que  tierras  de 
labor,  no  existiendo  la  haerta  después  llamada  de  Loinaz 
(hoy  de  Arango). — A  la  izquierda  del  portillo  de  Santa 
Bárbara  aparece  un  edificio  que  puede  ser  el  mismo  ó 
una  buena  parte  de  la  actual  Fábrica  de  Tapices,  y  en  él 
se  mira  un  molino  de  viento. —  Siguen  luego  algunos  tro- 
zos muy  irregulares  de  cerca,  hasta  la  puerta  ó  salida  lla- 
mada de  los  Pozos  de  la  Nieve,  en  el  mismo  sitio  que  la 
moderna  de  Bilbao, — Más  diferencias  se  observan  entre 
ésta  y  la  de  Fuencarral  (entonces  llamada  todavía  de 
Santo  Domingo),  y  se  ve  otra  salida  ó  puerta  llamada  de 
Maravillas  al  fin  de  una  calle,  que  puede  ser  la  de  San 
Andrés,  cerrada  luego  por  el  jardin  que  fué  de  Bringas. — 
Veíase  después  el  palacio  de  los  duques  de  Monteleon, 
con  su  extendida  huerta  y  cerca,  que  formaba  y  forma  la 
de  Madrid  por  aquella  parte,  aunque  no  parece  tan  salien- 
te como  ahora. — Corria  luego  por  la  izquierda  hasta  la 
salida  del  Conde'Duque  de  Olivares  (cuyo  palacio  y  jar- 
dines aparecen  en  los  sitios  en  donde  hoy  están  el  de 
Liria  y  el  cuartel  de  Guardias),  y  luego  continuaba  con 
la  misma  imperfección  que  hoy,  hasta  la  de  San  Joaquin 
(portillo  de  San  Bemardino),  Fuera  de  éste  habia  un  hu- 


62  INTRODUCCIÓN. 


milladero  de  ornees,  que  seguiría  sin  duda  hasta  el  con- 
vento,  j  se  señalan  vanos  caminos  al  Molino  quemado^  a 
la  Huerta  de  Buytrera ,  etc. ,  por  el  interior  de  la  monta- 
fia  llamada  hoy  del  PHncipe  Pió, — Esta  quedaba,  como 
queda  dicho,  fnera  de  la  población,  pues  la  cerca  bajaba 
costeándola  desde  el  portillo  de  San  Joaquín  hasta  el 
camino  del  río,  cercando  las  huertas  llamadas  de  las  Mi- 
nülaSj  la  Florida^  Buytrera^  etc.,  hasta  el  puente  del 
Parque,  que,  según  dijimos,  venía  á  estar  donde  hoy  la 
fuente  de  la  Regalada,  por  bajo  de  las  Reales  caballerízas. 
— El  dicho  Parque  de  Palacio  (que  seguia  después  ade- 
lantando, como  hoy  los  jardines  ,  hasta  el  rio  y  la  Tela) 
consistía,  por  lo  visto,  en  unas  alamedas  y  paseos  sin 
grande  importancia,  y  llegaba  hasta  la  puente  Segoviana 
y  la  bajada  de  la  Vega.  Al  lado  opuesto  del  rio  se  ve  la 
Casa  de  Campo,  poco  más  ó  menos  en  los  términos  que 
hoy,  aunque  con  mayor  frondosidad. — La  puerta  de  la 
Vega  tenia  aún  dos  cubos,  y  aparece  de  alguna  fortaleza^ 
y  la  de  Segovia  la  misma  que  hemos  visto  derribar  hace 
pocos  años.  Desde  ella  subia  la  cerca  por  las  Vistillas  y 
huerta  del  Infantado,  como  hoy,  hasta  la  del  convento  de 
San  Francisco,  no  viéndose  todavía  el  portillo  que  mandó 
después  abrir  y  á  que  dio  su  nombre  el  licenciado  Gil 
Imon  de  la  Mota,  fiscal  del  Consejo  de  Hacienda,  que 
tenía  allí  sus  casas,  en  donde  es  hoy  hospital  de  la  V.  O.  T. 
Por  último,  la  cerca  seguia  á  la  puerta  de  Toledo  (que 
estaba  algo  más  arriba  que  la  actual),  luego  al  portillo 
(le  Embajadores  y  al  de  Lavapv^s  (después  de  Valencia)y 
y  formando  varios  ángulos  y  desigualdades,  llegaba  á  La 
salida  que  llaman  de  Vallecas,  donde  después  estuvo  la 
puerüi  de  Atoc/ia,  hasta  incorporarse,  dando  vuelta  al 
Retiro,  con  la  de  Alcalá. 

Estos  eran  y  son  todavía  los  límites  del  perímetro  de 
Madrid  á  mediados  del  siglo  xvii,  hace  dos  siglos  cabales. 


RESEÑA   HISTÓRICA.  63 


£1  corte  interior  de  la  población  era  también  idéntico^ 
con  algunas  excepciones  de  rompimientos  ó  cierres  poste- 
riores de  algunas  calles,  y  los  nombres  de  éstas  se  con- 
servaron en  la  mayor  parte  los  mismos  hasta  estes  últimos 
años. 

La  descripción  interior  de  dichas  calles,  según  se  ob- 
servan en  el  plano,  nos  Uevaria  muy  lejos  y  alargaria  esta 
ResefUij  tanto  más  importunamente,  enante  que,  habiendo 
de  ser  dicha  descripción  el  objete  de  nuestros  paseos  his- 
tórieosj  nos  veriamos  obligados  á  repetir  aqui  lo  que  con 
mayor  extensión  hemos  de  consignar  después  en  ei  ingre- 
so de  esta  obrita.  Por  lo  tante,  nos  limitaremos  á  indicar 
algunas  consideraciones  generales  sobre  el  interior  de  la 
población  tal  como  se  presenta  en  el  plano. 

La  construcción  del  caserío  era  en  general  impropia  y 
mezquina.  La  grandeza  del  reino,  agrupada  en  derredor 
del  trono,  y  viniendo  á  formar  la  parte  principal  de  la 
población  de  Madrid,  se  contentó  con  levantar  enormes 
caserones,  que  sólo  se  diferenciaban  de  los  demás  por  su 
inmensa  extensión ;  y  el  vecindario  en  general,  dividiendo 
y  subdividiendo  hasta  un  término  ipfínito  los  terrenos  ó 
solares,  llegó  á  formar  hasta  el  número  próximamente  de 
las  doce  mil  casas  que  entonces  se  contaban,  y  que  hoy, 
refundidas  en  mayores  edificios,  no  pasan  acaso  de  siete 
mil ;  pues  si  por  un  lado  la  abundancia  de  jardines  perte- 
necientes á  ellas,  y  la  multitud  de  grandes  monasterios, 
que  hoy  se  han  utilizado  para  construcciones  particulares, 
ocupaban  una  buena  parte  del  perímetro,  por  otro  los 
edificios  construidos  posteriormente  son  mucho  más  ex- 
tensos, como  que  en  cada  uno  de  ellos  se  han  ocupado 
solares  de  tres  ó  cuatro  de  las  antiguas  casas.  Las  doce 
milj  ademas,  que  suponen  los  historiadores  del  siglo  xvii, 
puede  explicarse  por  el  lente  de  aumente  con  que  solian 
mirar  á  Madrid,  ó  por  la  hiperbólica  dicción  de  un  par 


64  mTRODüCCION. 


de  casas  con  que  acostumbraban  designar  á  cada  edificio 
que  tenia  dos  pisos  ó  habitaciones. 

Gleneralmente  éstos  eran  pocos,  por  muchas  razones: 
en  primer  lugar,  la  población  era  mucho  menor  todavía, 
y  la  vida  interior  del  pueblo  debia  ser  tan  modesta  y  poco 
ganosa  de  comodidades,  que  quedaba  satisfecho  con  cual- 
quier cosa,  con  un  hediondo  portal,  con  una  oscura  y 
empinada  escalera  y  con  media  docena  de  estrechos  y 
desnudos  aposentos,  coronados  por  un  mezquino  zaquiza* 
mi ;  todo  esto  formado  y  multiplicado  en  el  reducido  es- 
pacio que  toleraban  los  conventos  (que  en  Madrid,  como 
en  la  mayor  parte  de  las  ciudades  del  reino,  constítuian 
la  parte  principal  de  la  población),  y  aun  aquella  toleran- 
cia en  favor  del  vecindario  estaba  las  más  veces  limitada 
en  la  altura  de  las  casas  fronteras  y  contiguas,  en  el  nú- 
mero de  las  ventanas,  en  sus  salidas  y  comunicaciones, 
que  no  habian  de  privar  de  las  luces,  ventilación  é  inde- 
pendencia á  los  amplios  monasterios  do  ambos  sexos;  no 
habian  de  registrar  sus  espaciosas  huertas,  ni  impedir  que 
sus  extendidas  y  solitarias  cercas  dominasen  en  calles 
despobladas,  y  sus  elevadas  torres  levantasen  hasta  el  cielo 
sus  agujas  y  chapiteles. 

Por  último,  otra  razón  muy  poderosa  para  limitar  y 
reducir  á  mezquinas  condiciones  el  caserío  general  de 
Madrid  fué  la  gravosa  carga  que  el  establecimiento  de 
la  corte  trajo  consigo,  y  era  la  conocida  con  el  nombre 
de  Regalía  de  aposento.  Este  pesado  servicio  del  aloja- 
miento de  la  Real  comitiva  y  funcionarios  de  la  corte 
recala  naturalmente  sobre  las  casas  que  tenian  más  de  uu 
piso  y  cierta  espaciosidad,  y  aunque  posteriormente,  y 
cuando  en  1606  se  restituyó  á  Madrid  la  corte  desdo 
Yalladolid  (adonde  se  habia  trasladado  en  1601)  fué  com- 
pensado y  capitalizado  aquel  penoso  gravamen  con  el 
servicio  de  250.000  ducados  que  ofreció  la  villa  por  equi- 


RESEÑA  HISTÓRICA.  65 

valente  á  la  sexta  parte  de  los  alquileres  de  las  casas 
darante  diez  años,  continuó  pesando  por  vía  de  contribu- 
ción exclusivamente  sobre  todas  las  que  tenian  más  de  un 
piso,  razón  por  la  cual  continuaron  las  construcciones  de 
malicia  ó  sólo  piso  bajo.  Así  lo  vemos  expresado  termi- 
nantemente, entre  otros  varios  documentos  de  la  época, 
en  el  primitivo  Registro  general  del  aposento ,  concluido 
en  1651  (manuscrito  interesante,  que  posee  uno  de  nues- 
tros amigos),  donde  dice:  <i Calle  de  Toledo  (antes  de  la 
Mancebía),  Una  casa  de  Mari-Mendez,  mujer  de  Blas 
Caballero,  soldado  de  la  Guardia  Española,  que  era  de 
üposento,  j  el  que  mandó  se  hiciese  de  malicia  y  tasada  en 
3B  ducados.  i> — Atendiendo  también  á  esta  expresiva  sig- 
nificación de  aquella  palabra,  dijo  el  festivo  Quevedo,  ha- 
blando en  uno  de  sus  romances  de  cierta  mujer  de  mundo, 
de  las  que  él  solia  tratar  :  « 

€  Por  DO  estar  á  la  malicia 
Calzada  su  voluntad , 
Fué  su  huésped  de  aposento 
Antón  Martin  el  galán,  i» 

La  cerca  general  que  marca  hoy  los  límites  de  la  villa 
tardó  todavía  un  siglo  en  construirse,  como  se  puede  ver 
por  la  Real  cédula  expedida  por  el  señor  D.  Felipe  IV, 
fecha  9  de  Enero  de  1625,  en  que  se  manda  al  Ayunta- 
miento de  Madrid  levantarla,  aplicando  para  ello  la  sisa 
del  vino,  que  antes  lo  estuvo  á  la  obra  de  la  Plaza  Ma^ 
yor.  Dicha  Real  cédula  (que  obra  en  el  archivo  de  la 
Villa)  expresa  Claramente  que  la  mencionada  cerca  se 
construyó  más  bien  para  contener  que  para  favorecer  la 
ampliación;  error  que  ahora  lamentamos,  y  que  impidió 
i  esta  villa  continuar  su  conveniente  desarrollo.  Hé  aquí 
los  términos  en  que  está  concebido  el  curioso  preámbulo 
de  dicha  Real  cédula : 


I. 


66  INTRODUCCIÓN. 


(i  Desde  mnchos  años  á  esta  parte  se  han  reconocido  lois 
}>  daños  que  se  causan  de  no  estar  cercada  la  villa  de  Miz— 
i>dridy  donde  reside  mi  corte,  así  por  lo  que  sus  limites  so 
i>van  extendiendo  con  los  edificios,  como  por  las  salida» 
j>  que  hacen  al  campo  las  más  de  las  calles ,  y  ser  por  ella» 
}>  franca  y  libre  la  entrada  de  gente  y  mercaderías  en  el 
mingar,  por  no  poder  poner  en  ellas  (siendo  tantas)  la. 
aguarda  que  conviene,  con  lo  cual  falta  también  la  noticia 
» necesaria  de  los  que  entran  y  sajen  de  esta  corte,  y  á  lo» 
i>  delincuentes  les  es  fácil  salir  de  ella  y  librarse  de  no  ser 
D presos  por  las  justicias,  que  tendrían  más  mano  en  su 
D  prisión  si  las  salidas  fuesen  ciertas.  Y  siendo  de  tanta 
D  importancia  para  la  conservación  de  mi  Real  Hacienda  y 
Días  alcabalas  y  sisas  que  se  pagan,  que  de  tal  manera 
D  entren  los  bastimentos  y  mercaderías  por  puertas  cierta» 
Den  que  se  registren,  que  no  puedan  divertirse  ni  entrar 
Dpor  otras,  y  que  esta  misma  utilidad  y  conveniencia  se 
D  halla  cuanto  á  la  administración  de  las  sisas  y  beneficio 
Dde  las  sisas  que  para  causas  públicas  tengo  concedidas 
Dá  esta  villa,  y  mucho  mayor  y  de  necesidad  precisa  para 
aguardarla,  si,  lo  que  Dios  no  permita,  sucediese  en  oca^ 
D sienes  de  peste;  habiéndome  diversamente  consultado 
Dpor  los  de  mi  Consejo  y  considerando  en  esto  atenta- 
3) mente,  he  acordado  que  en  la  posada  de  vos,  el  Presi- 
D  dente,  se  haga  una  Junta  para  este  efecto,  en  que  se^ 
D  hallen  con  vos  los  dichos  Pedro  Tapia  y  Gil  Imon  de  la 
DMota,  el  corregidor  de  Madrid  y  seis  diputados  que 
D  están  nombrados  ó  se  nombrasen  en  adelante  por  el 
D  Ayuntamiento  de  esta  villa...  y  someto  á  la  dicha  Junta 
D  para  que  en  ella  ordenéis  y  dispongáis  que  con  la  mayor 
D  brevedad  que  se  pueda  se  cerque  esta  dicha  villa  por  las 
D  partes  y  sitios  y  con  la  forma  de  edificios  que  por  vos- 
D  otros  en  la  dicha  Junta  se  acordase,  dejando  las  puertas 
3>que  conviniesen  y  fuesen  necesarias  en  las  principales 


BBSEfÍA   HISTÓRICA.  67 


centradas  y  salidas  de  esta  villa,  cada  una  con  la  fábrica 
i>Y  adornos  que  os  pareciese,  según  los  sitios  y  parte 
adonde  hubiesen  de  quedar}) ,  etc. 

La  referida  cerca  se  emprendió  á  consecuencia  de  esta 
Heal  cédula  y  á  costa  de  la  villa  y  por  el  Patrimonio,  que 
tomó  á  su  cargo  la  parte  del  nuevo  sitio  de  Buen  Retiro, 
de  la  Montaña  del  Príncipe  Pío  y  del  Parque;  pero  tardó 
mucho  tiempo  en  concluirse :  de  suerte  que  algunos  afio» 
después  todavía  pudo  muy  bien  decir  el  Maestro  Tirso  de 
Molina  en  una  de  sus  comedias  (1) : 

«Como  está  Madrid  sin  cerca, 
A  todo  gusto  da  entrada ; 
Nombre  hay  de  Puerta  (Jarrada , 
Mas  pásala  quien  se  acerca.]» 

Kealizóse  al  fin,  aunque  muy  lentamente  y  sin  preten- 
siones de  muralla,  limitándose  á  la  construcción  de  una 
fuerte  tapia,  la  misma  que,  restaurada  en  algunos  trozos, 
ha  llegado  todavía  hasta  nuestros  dias ,  y  que  si  no  ha  ser- 
vido para  defender  á  Madrid  contra  las  acometidas  exte- 
riores, ha  sido  bastante  obstáculo  para  contener  ó  limitar 
su  desarrollo  prudente  y  hacerle  permanecer  más  de  dos 
siglos  encerrado  en  el  círculo  de  mamposteria  que  se  le 
trazó  de  Real  orden.  • 

Considerada,  pues,  en  su  forma  material,  ¿qué  era  lo 
que  ofrecía  á  la  admiración  de  los  contemporáneos  y  de 
los  venideros  la  opulenta'^córte  de  los  Felipes  de  Austria? 
¿Y  de  qué  modo  se  justifican  aquellos  encomios  tan  repe- 
tidos de  sus  impávidos  coronistas? — Ya  lo  hemos  dicho  : 
pocos,  muy  contados  edificios  civiles  de  alguna  impor- 
tancia ;  multitud  de  conventos  de  ambos  sexos,  más  no- 
tables en  general  por  su  extensión  que  por  su  mérito  ar- 

(1)  La  Huerta  de  Juan  Fernandez, 


68  INTBODUCCION. 


tístico,  y  nn  general  caserío,  comparable  por  su  mezquin- 
dez  al  de  una  pobre  aldea;  escasos  y  mal  dispuestos 
establecimiento^  de  beneficencia,  de  instrnccion  y  de  in- 
dustria ,  y  dos  míseros  corrales  para  representar  los  inmor- 
tales dramas  de  Lope  y  Calderón. — Bajo  el  punto  de  vista 
de  la  comodidad  y  de  la  policía  urbana,  todavía  aparece 
más  deplorable  aquel  cuadro:  las  calles,  tortuosas,  dos- 
iguales  ,  costaneras,  y  en  el  más  completo  abandono ,  sin 
empedrar,  sin  alumbrar  de  noche ,  y  sirviendo  de  albañal 
perpetuo,  y  barranco  abierto  á  todas  las  inmundicias.  La 
salubridad,  la  comodidad  del  vecindario  y  el  ornato  de  la 
población,  desconocidos  absolutamente;  la  misma  seguri- 
dad, amenazada  continuamente  en  medio  de  un  pueblo 
belicoso,  altanero  y  siempre  armado,  que  en  todas  oca- 
siones fiaba  al  acero  y  al  valor  la  razón  más  conclnyente. 

Pero  si,  bajo  el  aspecto  material  y  civil,  muy  poco  ó 
nada  puede  interesarnos  la  descuidada  capital  del  siglo  xvii, 
no  así  desde  el  punto  de  vista  romántico  ó  novelesco. 

El  reinado,  sobre  todoj  de  Felipe  IV  (que  empezó  en 
21  de  Marzo  de  1621 ,  á  la  muerte  de  su  padre  Felipe  III) 
es  sin  duda  alguna  para  esta  villa  el  período  más  brillante 
y  ostentoso ;  y  aunque  en  él  se  preparase  fatídicamente 
la  inevitable  y  próxima  ruina  del  Imperio  colosal  de  Car- 
los V  y  Felipe  II,  el  carácter  personal,  poético  y  caballe- 
resco del  joven  Rey,  la  elegante  cultura  de  su  corte,  y 
los  brillantes  festejos  con  que  supo  encantar  su  ánimo  el 
poderoso  valido  Conde  Duque  de  Olivares,  dieron  á  la 
corte  de  Madrid  un  aspecto  de  animación  y  de  elegancia, 
en  que  sólo  excedió  después  la  magnífica  y  espléndida 
corte  de  su  yerno  Luis  XIV  de  Francia. — La  venida  del 
Príncipe  de  Gales  para  pedir  por  esposa  é  la  hermana  del 
Rey  fué  motivo  de  funciones  magníficas.  Las  celebradas 
en  1637,  con  ocasión  de  haber  sido  elevado  al  Imperio  el 


RESEÑA   HISTÓRICA.  69 


rey  de  Bohemia  y  Hungría,  D.  Femando,  cañado  del 
Rey ,  costaron  de  diez  á  doce  millones  de  reales ;  y  eix  los 
cuarenta  dias  que  duraron,  las 'comedias,  los  toros,  las 
máscaras  se  sncedian  sin  cesar.  El  Palacio  Real  y  el  del 
Betiro  eran  el  foco  de  estas  continuas  diversiones,  y  el 
Rey,  siguiendo  su  inclinación  favorita,  se  interesaba  viva- 
mente en  ellas. 

En  tal  apogeo  de  su  aparente  esplendor  es  como  va- 
mos á  considerar  en  esta  obra  á  la  antigua  corte  de  Ma- 
drid.— El  período  á  que  nos  referimos  es  seguramente  el 
más  interesante  de  su  historia,  el  más  romancesco  tam- 
bién y  propio  para  ejercitar  la  pluma  de  los  poetas  y  lite- 
ratos; el  período  en  que  un  monarca  joven,  poeta,  y  aman- 
te de  las  letras  y  de  las  artes,  aunque  frivolo  y  descuida- 
do en  política,  cuyo  peso  descargaba  en  hombros  de  su 
favorito ,  se  entregaba  ardientemente  á  sus  aventuras  ga- 
lantes más  ó  menos  reprensibles,  al  bullicio  y  esplendor 
de  las  fiestas  palacianas ,  tomaba  parte  activa  en  las  jus- 
tas y  torneos  caballerescos  y  en  las  representaciones  escé- 
nicas, y  patrocinaba  con  su  ejemplo  y  liberalidad  á  Velaz- 
quez  y  Murillo,  Lope  de  Vega  y  Calderón;  época  y  corte 
en  que  florecian  ademas  un  Quevedo  y  un  Saavedra,  un 
TRrso  y  un  Morete,  Solis,  Montalvan,  Guevara,  Alarcon  y 
tantos  otros,  que  hicieron  apellidar  aquel  siglo  de  oro  de 
nuestra  literatura;  en  que  recibia  y  obsequiaba  á  los  ilustres 
potentados  y  embajadores  de  las  más  poderosas  naciones; 
en  que  los  reyes  de  Francia  ,  de  Inglaterra  y  de  Alema- 
nia solicitaban  la  mano  de  las  hijas  ó  hermanas  del  mo- 
narca español;  época  también  de  brillante  corrupción, 
que  describe  admirablemente  el  ignorado  autor  del  Gil 
Blas;  en  que  el  arrogante  Conde  Duque  de  Olivares,  fas- 
cinando al  Monarca  con  el  ruido  y  movimiento  de  los  con- 
tinuos festines,  le  hacía  ignorar  las  pérdidas  de  su  corona, 
hasta  el  punto  de  exclamar,  con  ocasión  de  la  de  una  de 


70  INTRODUCCIÓN. 


fíus  más  importantes  plazas  del  Franco-Condado:  «¡Pobre- 
cito  Rey  de  Francia!»,  y  congratularse  porque  la  insur- 
rección del  Dnque  de  Braganza  le  proporcionaría  algunos 
Estados  más,  al  propio  tiempo  que  se  sentia  con  bríos 
para  escribir  al  general  de  las  tropas  de  Flándes  aquella 
lacóniba  carta  que  decia :  <í  Marqués  de  Espinolay  tomad  d 
Breda,  d 

Pero  estaba  escrito  que  toda  aquella  fantástica  gloría, 
que  todo  aquel  fingido  esplendor,  babian  de  pasar  rápida- 
mente, sumiendo  á  la  España  en  ruda  y  sensible  oscuri- 
dad. La  continuada  y  afortunada  rebelión  del  Portugal, 
Italia,  Flándes,  el  Rosellon,  el  Franco-Condado,  la  Cata- 
luña misma,  contra  el  descuidado  Felipe ,  que  dio  por  re- 
sultado la  rápida  desmembración  del  Imperio  de  sus  abue- 
los ;  los  graves  disgustos  que  le  ocasionaba  la  política  de 
toda  Europa,  conjurada  contra  él;  los  temores  por  el  des- 
contento de  sus  pueblos;  las  enfermedades,  la  vejez,  y  los 
escrúpulos  de  su  propia  conciencia,  le  lanzaron  á  la  supers- 
tición y  ]a  melancolía,  y  terminaron  con  su  vida  el  largo 
reinado  de  casi  medio  siglo. — Para  colmo  de  desventura 
de  la  España,  dejaba  por  sucesor  á  un  niño  de  cuatro  años, 
enfermizo  y  delicado  (después  el  mezquino  Carlos  II,  co- 
nocido en  la  historia  con  el  apodo  de  el  Hechizado)^  y  bajo 
la  tutela  de  su  madre  la  reina  viuda  doña  María  Ana  de 
Austria. 

Conocidos  son  los  sucesos  ocasionados  durante  aquella 
larga  y  turbulenta  minoría,  con  motivo  de  la  privanza  y 
valimiento  que  la  Reina  gobernadora  dispensó  primero  á 
su  confesor  el  padre  jesuita  Everardo  Nithard,  y  luego  á 
D.  Fernando  de  Valenzuela ,  combatidos  ambos  arrogan- 
temente por  el  príncipe  D.  Juan  José  de  Austria,  hijo 
natural  de  Felipe  IV. — En  estas  turbulencias ,  que  agi- 
taron durante  algunos  años  á  todo  el  reino,  tocó  repre- 
sentar á  Madrid  ima  parte  principal,  como  tomando  la 


BESJEÑA   HISTÓRICA.  71 


iniciativa  ó  sosteniendo  enérgicamente  las  agresiones  y 
motines  preparados  por  el  príncipe  D.  Jnan  contra  ambos 
validos,  hasta  derrocarlos,  y  á  la  misma  Beina  madre,  cu- 
ya desgraciada  gobernación  terminó  con  la  menor  edad 
de  su  hijo  D.  Carlos,  que,  bajo  la  influencia,  ó  más  bien 
bajo  la  autoridad  de  su  hermano  D.  Juan,  tomó  las  ríen-* 
das  del  Gobierno  en  1677,  en  que  cumplió  los  catorce 
años. — Pero  las  desdichas  del  país  no  por  eso  terminaron, 
ni  siquiera  se  contuvieron  en  la  rápida  pendiente  á  que 
las  impulsaba  la  mala  gobernación. — Mal  miradas  ó  per- 
seguidas las  ciencias,  descuidada  la  educación  del  pueblo, 
patrocinado  el  empirismo  y  la  codicia  de  los  asentistas  ex- 
tranjeros, ofuscadas  las  imaginaciones  por  la  ignorancia, 
el  fanatismo  ó  la  intriga,  y  descuidados  y  hasta  olvidados 
los  principios  más  sencillos  de  una  buena  administración, 
poco  ó  nada  pudo  hacer  el  príncipe  D.  Juan  en  la  corta 
época  que  bajo  el  nombre  de  Carlos  II  gobernó  el  reino, 
cojno  ni  tampoco  este  desdichado  Monarca,  luego  que  se 
desprendió  de  aquella  segunda  tutela. 

La  capital  del  reino,  fiel  trasunto  y  emblema,  en  todas 
ocasiones,  del  estado  próspero  ó  adverso  del  país,  siguió 
presentando  el  aspecto  más  triste  y  deplorable. — Su  admi- 
nistración embrollada  y  nula,  su  población  menguada  por 
la  miseria,  su  vitalidad  amortiguada  y  embrutecida  por 
el  fanatismo  y  la  ignorancia,  destruida  y  aniquilada  su 
riqueza  ó  sumergida  en  el  abandono  y  la  desidia  de  un 
pueblo  estúpido  ó  indolente. — Ofuscadas  las  artes  ó  cor- 
rompidas por  el  mal  gusto  que  difundió  su  dañada  semilla 
por  todos  los  ramos  del  saber,  sólo  of recia  Madrid  espec- 
táculos ominosos,  edificios  mezquinos  y  escritos  extrava- 
gantes.— Las  únicas  mejoras  materiales  que  recibió  en 
aquella  época  fueron  la  suntuosa  capilla  de  San  Isidro,  en 
la  parroquia  de  San  Andrés ;  la  casa  Beal  de  la  Panadería, 
en  la  Plaza  Mayor,  renovada  con  motivo  de  haberse  que- 


72  INTRODUCCIÓN. 


mado  este  lienzo  de  la  plaza^  y  el  arco  de  la  Armería;  toda» 
las  demás  obras  de  aquella  ¿poca  desdicLada  faeron  dig- 
nas por  cierto  de  ella  y  de  la  grotesca  imaginación  de  los 
Donosos,  Churrigueras  y  otros  arquitectos  semejantes,  que 
en  tal  tiempo  empezaron  á  lucir  su  peregrina  habilidad. 
La  salud  del  Eey  se  debilitaba  al  mismo  tiempo  que  lor 
monarquía ;  los  conjuros  ó  exorcismos  más  extravagantes, 
las  penitencias  y  rogativas  más  señaladas,  los  tremendos- 
y  memorables  autos  de  fe  de  1680,  y  otros,  en  que  des- 
plegó todo  su  rigor  é  imponente  aparato  la  suprema  In- 
quisición, nada  fué  suficiente  para  alejar  del  ánimo  y  de 
la  doliente  imaginación  del  Monarca  los  pretendidos  espí- 
ritus malignos  de  que  se  creia  «apoderado,  hasta  que,  re- 
sintiéndose cada  vez    más  y  más  su  débil  complexión 
á  impulsos  de  esta  congoja,  llegó  á  enfermar  gravemente 
en  1696,  y  empezó  á  ocupar  la  atención  de  los  políticos  la 
sucesión  posible  á  la  corona  de  España  por  falta  de  des- 
cendencia directa  de  Carlos. — Madrid,  con  este  motivo,  lle- 
gó á  ser  el  centro  de  las  intrigas  y  manejos  de  las  corte» 
extranjeras ,  sostenidas  respectivamente  por  sus  represen- 
tantes en  ella  y  por  los  principales  magnates  del  país,  in* 
diñados  unos  á  la  dinastía  austriaca,  y  otros  á  la  france- 
sa de  Borbon ,  entroncada  con  aquélla  por  el  matrimonio 
de  la  hermana  de  Carlos  II  con  Luis  XIV. — En  tanto,  el 
pueblo  madrileño,  que  no  se  habia  mostrado  parte  en' 
esta  cuestión  futura,  la  tomó,  y  grande,  en  la  presente  del 
desgobierno,  miseria  y  abatimiento  general ;  y  un  dia  de 
1699,  con  pretexto  del  encarecimiento  del  pan,  acudió  en 
tumultuoso  desorden  bajo  las  ventanas  del  Real  Alcázar^ 
pidiendo,  ó  más  bien  ordenando,  al  Monarca  pusilánime 
que  despertase  de  su  letargo  y  acudiese  á  remediar  las 
públicas  necesidades. — Carlos  II  apenas  tuvo  fuerzas  para 
otra  cosa  que  para  conjurar  aquella  nube  tumultuaria  y 
hacerla  descargar  contra  su  ministro  el  Conde  de  Oropesa^ 


RESEÑA   HISTÓRICA.  73 

quien^  por  fortana,  pado  escapar  de  las  iras  del  pneblo  ma-« 
dríleño.  Por  fin,  viéndose  Carlos  cerca  ya  del  sepulcro, 
ordenó  so  famoso  testamento,  en  que  designaba  por  su  he- 
redero al  nieto  de  Luis  XIV,  Felipe,  duque  de  Anjou,  y 
falleció  en  el  primer  dia  de  Noviembre  de  1700,  dejando 
á  la  nación,  por  último  regalo  de  su  impotencia,  el  triste 
legado  de  una  guerra  civil  y  europea. 

« 
Aquí  debiéramos  terminar  esta  Reseña  histórica,  coma 
destinada  á  servir  de  introducción  á  los  paseos  que  vamos 
a  emprender  por  el  antiguo  Madrid;  pero  los  graves  acon- 
tecimientos políticos,  y  las  radicales  alteraciones  que  han 
sido  su  consecuencia  en  estos  dos  últimos  siglos,  borraron 
de  tal  modo  en  nuestra  capital  las  huellas  do  los  anterio* 
res,  imprimieron  tan  nuevo  carácter  á  su  fisonomía  mate- 
rial y  á  su  condición  civil,  que  necesariamente ,  y  aunque 
DO  sea  más  que  para  la  inteligencia  y  explicación  lógica 
de  aquellas  trasmutaciones,  que  hemos  de  señalar  en  el 
curso  de  nuestros  paseos ,  nos  vemos  precisados  á  extra- 
limitamos, haciendo  una  excursión  en  la  historia  del 


MADRID  MODERNO. 


(  SIGLO  xviii; ) 

Hemos  recorrido ,  aunque  ligeramente,  y  según  lo  ha 
permitido  la  índole  y  forma  de  esta  reseña,  las  diversas 
fases  políticas  y  materiales  de  nuestra  villa  de  Madrid 
desde  los  tiempos  más  remotos  hasta  fines  del  siglo  xvii; 
la  hemos  contemplado  en  su  humilde  origen,  y  creciendo 
después  en  importancia,  hasta  el  punto  de  merecer  el  in- 


74  INTKODUCCION. 


signe  honor  de  ser  escogida  para  corte  Real  y  capital  de 
la  monarquía  española ;  deteniendo  más  particularmente 
nuestra  consideración  en  aquellos  siglos  xvi  y  xvu,  en 
que  bajo  este  concepto  representó  tan  importante  papel  en 
Europa,  como  centro  del  poder  y  grandeza  de  los  monar- 
cas de  la  dinastía  austríaca. — Hemos  visto  también  que,  a 
pesar  de  que  éstos  quisieron  enaltecerla  con  el  pomposo 
título  de  capital  de  dos  mundos ,  no  acertaron,  sin  embar- 
go, á  darla  apenas  ninguna  de  las  condiciones  necesarias 
á  un  pueblo  tan  principal;  y  como  los  tesoros  del  Nuevo 
Mundo  y  el  inmenso  poderío  de  los  Carlos  y  Felipes,  y 
sus  arrogantes  validos  los  Lermas  y  Calderones,  Olivares 
y  Oropefias,  Ni  tardos  y  Valenzuelas,  apenas  dejaron  otras 
señales  de  su  paso  por  Madrid,  que  la  inmensa  multitud 
de  iglesias  y  monasterios  con  que  cubrieron  la  tercera  par- 
te de  su  suelo  (1). 

En  punto  á  la  organización  administrativa,  á  su  fomen- 
to material,  á  su  comodidad,  su  policía  y  ornato,  la  vimos 


(1)  Hé  aquí  el  cuadro  cronológico  de  las  fundaciones  de  con- 
ventos en  Madrid,  casi  todos  durante  los  dos  siglos  xvi  y  xvii,  en 
que  ocupó  el  trono  español  la  dinastía  austríaca. —  (Los  demolidos 
hoy  por  completo  van  en  cursiva.) 

San  Martin  (benitos),  de  origen  antiquisimo  é  ignorado.  (^Derri- 
bado recientemente.) 

Sanio  Domingo  (de  monjas),  fundado  por  el  Santo  Patriarca 
en  1217.  (ídem,) 

San  Francisco,  por  el  mismo  Santo,  en  1217. — £1  edificio  actual 
es  del  reinado  de  Carlos  III.  (Cuartel.) 

Santa  Clara  (monjas  franciscas),  en  1460. 

San  Jerónimo,  fundado  en  el  Pardo  en  1464,  y  trasladado  ¿ 
Madrid  por  los  Reyes  Católicos.  (Queda  la  iglesia.) 

Conataniinopla  (monjas  franciscas),  fundado  en  Rejas  en  1479 
y  trasladado  á  Madrid  en  1561. 

Concepción  Jerónima  (monjas),  fundado  por  la  Latina  en  1504. 


1 


resbFTa  histórica.  75 


permanecer  durante  siglo  y  medio ,  después  de  recibir  la 
alta  inyestidura  de  corte ,  no  sólo  inferior  á  esta  elevada 
eategoria,  sino  también  muy  por  bajo  de  varias  de  nues- 
tras ciudades  de  provincia.  De  todo  ello  dan  cumplido 
testimonio  los  escritos  de  aquel  tiempo,  que  podríamos  ex- 
tractar, si  creyésemos  oportuno  detenemos  más  en  aque* 
Ha  enojosa  exposición. 
Cúmplenos  ahora  más  grata  tarea,  que  consiste  en  con- 

Concepción  Francisca  (idem),  fundado  por  la  misma  en  1512. 
Santa  Catalina  (monjas),  fundado  en  1510. 

DINASTÍA  austríaca. 

CARLOS  V. 

Atocha  (dominicos),  en  1523.  {Cuartel  de  Inválidos.) 
Ballecas  (monjas  bemardas),  en  1535. 

San  Juan  de  Dios  (hospitalarios),  en  15 

San  Felipe  el  Real  (agustinos),  en  1547. 
Descalzas  Reales  (monjas),  en  1557. 

FELIPE   II. 

Colegio  imperial  (jesuítas),  en  1560.  {Instituto.) 

La  Magdalena  (monjas  agustinas),  en  1*560. 

La  Victoria  (mínimos),  en  1561. 

La  Santísima  Trinidad  (redentores),  en  1562.  {Ministerio  de  Fo- 
mento.) 

La  Merced  (idem),  en  1564.  {Plaza  del  Progreso.) 

Los  Angeles  (monjas  franciscas),  en  1564. 

San  Bemardino,  en  1570,  {Albergue  de  mendicidad.) 

£1  Carmen  Calzado,  en  1570.  {Oficinas  de  la  Deuda  pública.) 

Santo  Tomás  (dominicos),  en  1583. 

El  Carmen  Descalzo,  en  1586. 

Santa  Ana  (monjas  carmelitas),  en  1586.  {Plazuela  de  Santa 
Ana.) 

Pinto  (monjas  bemardas),  trasladado  á  Madrid  en  1588. 

Santa  Isabel  (agustinas),  en  1588. 

Doña  María  de  Aragón  (agustinos),  en  1590.  (Senado.) 

Agustinos  recoletos  y  en  1595. 


76  INTRODUCCIÓN. 


signar  que  sólo  al  empezar  con  el  siglo  xviii  la  nueva  di* 
nastía  de  Borbon,  acertó  á  comprenderse  la  importancia 
y  la  necesidad  de  dotar  á  la  corte  de  grandiosos  edificios 
de  decoroso  ornato  j  de  establecimientos  de  ilustrada  ad- 
ministración. El  nieto  (fe  Luis  XIV^  aquel  joven  animoso, 
nacido  y  criado  en  la  esplendente  corte  de  Versálles,  po- 
do y  debió  echar  de  menos  su  magnificencia  y  halagos. 


Espíritu  Santo  (menores),  en  1554.  (Congreso,) 
San  Bernardo  (monjes),  en  1596. 


FELIPE  III. 

Noviciado  (jesuítas),  en  1602.  (Universid^id.) 

El  Caballero  de  Gracia  (monjas),  en  1603. 

San  Gil  (franciscos  descalzos],  en  1606. 

Santa  Bárbara  (mercenarios),  en  1606. 

Jesús  (trinitarios),  en  1606. 

La  Carbonera  [monjas  jerónimas),  en  1607. 

San  Basilio  (monjes),  en  1608. 

Capuchinos  del  Prado,  en  1609.  (Colegio,) 

Don  Juan  de  Alarcon  (monjas  mercenarias),  en  1609. 

Trinitarias  descalzas,  en  1609. 

Mosienses  (premostratenses),  en  1611. 

La  Encamación  (monjas  agustinas),  en  1611. 

£1  Sacramento  (monjas  bemardas),  en  1615. 

Capuchinas  (monjas),  en  1617. 

•  FELIPE   IV. 

Comendadoras  de  Calatrava,  (^Qu^da  la  iglesia,) 

San  Plácido  (monjas  benedictinas),  en  1623. 

Maravillas  (carmelitas),  en  1624.  {Plaza  del  2  de  Mayo,) 

El  Rosario  (dominicos),  en  1622. 

Afligidos  (premostratenses],  en  1635. 

La  Pasión  (dominicos),  en  1637. 

San  José  (beatas),  en  1638. 

Capuchinos  de  la  Paciencia^  en  1639.  {Plaza  de  Bilbao.) 

Portaceli  (menores),  en  1643.  {Parroquia  de  San  Martin,} 


KKSESfA  HISTÓRICA.  77 

caando  atravesando  yermas  campiñas,  miserables  aldeas  j 
escabrosos  caminos^  llegara  á  verse  encerrado  en  el  vetus- 
to y  desmantelado  Alcázar  de  Madrid,  6  recorriese  las 
calles  tortuosas,  sombrías  y  eriales,  su  miserable  caserío^ 
sns  débiles  cercas  y  puertas ,  sus  incultos  paseos ,  su  ca- 
rencia de  fuentes  y  monumentos  públicos,  de  todo  ornato^ 
en  fin,  y  policía  de  comodidad;  y  no  podría  menos  de 
reir  al  leer  los  biperbólicos  encomios  de  los  Dávilas,  Quin- 

Agonizantes  (de  San  Camilo),  en  1643. 

Monserrat  (monjes  benitos),  en  1642.  (Cárcel  de  mujeres,) 

San  Cayetano  (reglares),  en  1644.  (Parroquia  de  San  Millan.) 

El  Salvador  (misioneros),  en  1644. 

Comendadoras  de  Santiago,  en  1650. 

Baronesas  (carmelitas),  en  1651 .  (Jardín.) 

San  Felipe  Neri  (menores),  en  1660. 

Ctóogora  (mercenarias),  en  1665. 

CARLOS  II. 

San  Fernando  (mercenarias),  en  1676.  (Teatro  de  la  Alhambra.) 
San  Pascual  (franciscas),  en  1683.  (Eeedificado,) 
Santa  Teresa  (carmelitas),  en  1684. 

DINASTÍA  DE  BORBON. 

«Santo  Rosalía  (agonizantes),  en  1720. 

Escolapios  (Nuestra  Señora  del  Pilar),  en  1733. 

Salesas  Beales,  por  Fernando  VI,  en  1748.  {Palacio  de  Justicia,) 

San  Antonio  Abad  (escolapios),  en  1755. 

Salesas  nuevas  (Carlos  IV),  en  1804. 

San  Vicente  de  Paul.  (Hermanas  adoratrices. ) 

Total,  72  conventos,  que  todos  han  llegado  hasta  nuestros  dias. 

De  ellos  han  desaparecido  completamente  desde  1809  treinta  y 
llueve;  otros  quince  en  parte  reformados  y  destinados  á  diversos 
U808,  y  quedan  en  pié,  con  comunidad  de  morcas ^  escolapios  ú 
hospitalarios,  diez  y  ocho. 


78  INTRODUCCIÓN. 


tanas,  Pinelos  y  Nañez  de  Castro  sobre  las  grandezas  de 
esta  villa,  que  entusiasmaban  á  los  unos,  extasiaban  á  los 
otros,  y  hacian  prorumpir  al  último  en  su  donoso  libro, 
titulado  o:  Sólo  Madrid  e»  córtey>. 

El  hecho  es  que ,  considerado  bajo  el  aspecto  material 
y  de  cultura,  sólo  llegó  á  serlo  desde  el  advenimiento  de 
la  augusta  casa  de  Borbon. — Felipe  V,  que  pagó  la  deci- 
dida afición  de  este  pueblo  hacia  su  persona ,  por  lo  me- 
nos con  otra  igual ,  dio  el  impulso  y  los  primeros  é  im- 
portantes pasos  en  el  camino  de  su  regeneración.  Vamos, 
pues,  á  consignarlos ;  pero  como  la  historia  política  de  su 
reinado  está  tan  enlazada  con  la  suerte  de  Madrid,  á 
quien  cupo  en  ella  tanta  parte,  necesariamente  habrá  de 
ocuparnos  antes,  siquiera  sea  brevemente,  su  indica- 
ción. 

Felipe  de  Borbon,  aclamado  en  Madrid  por  rey  de  Es- 
paña á  consecuencia  del  testamento  de  Carlos  II,  hizo  sa 
entrada  pública  en  la  capital  de  la  Monarquía  el  dia  14 
de  Abril  de  1701,  y  en  este  mismo  año  celebró  su  casa- 
miento con  la  princesa  doña  María  Luisa  Gabriela  de  Sa- 
boya ;  pero  declarada  la  famosa  guerra  de  'Sucenon,  á  cau- 
sa de  pretender  la  corona  de  España  el  Emperador  de 
Austria  para  su  hijo  el  archiduque  Carlos,  fué  reconocido 
éste  por  otras  potencias  y  por  los  reinos  de  Aragón ,  Va- 
lencia y  Cataluña,  de  que  se  apoderó  el  ejército  inglés  y 
portugués,  mandado  por  el  mismo  Archiduque.  —  Por 
consecuencia  de  las  alternativas  de  esta  sangrienta  guer- 
ra ,  en  que  las  armas  de  Felipe ,  victoriosas  unas  veces, 
eran  vencidas  otras,  fué  invadido  Madrid  por  primera  vez 
por  tropas  extranjeras,  entrando  en  1706  las  inglesas  y 
portuguesas,  mandadas  por  Gallo way  y  el  Marqués  Das 
Minas  ;  y  habiéndose  la  Heina  y  la  corte  retirado  á  Bur- 
gos, los  ingleses  y  portugueses  proclamaron  en  Madrid  al 
Archiduque.  Pero  muy  luego,  atacados  con  intrepidez  por 


RESEÑA  HISTÓRICA.  79^ 


los  mismos  madrileños ,  viéronse  obligados  á  retirarse  r 
entregar  el  Alcázar :  á  pocos  días  volvió  á  entrar  Felipe, 
qne  fué  recibido  con  el  mayor  entusiasmo;  y  dejando  por 
regente  á  la  Eeina,  marchó  á  tomar  el  mando  del  ejército. 
Las  batallas  de  Almenara  y  Zaragoza^  perdidas  por  éste, 
pusieron  á  los  aliados  en  disposición  de  internarse  de  nue- 
vo en  Castilla  en  1710;  Felipe  salió  con  la  corte  á  Valla- 
dolid,  y  fueron  seguidos  de  más  de  treinta  mil  moradores 
de  Madrid,  después  de  lo  cual  volvió  á  entrar  el  Archidu- 
que; pero  la  repugnancia  del  pueblo  madrileño  hacia  su 
persona  era  tal,  que  no  viendo  Carlos  gente  en  las  calles 
ni  en  los  balcones,  al  llegar  á  la  Plaza  Mayor  y  portales 
de  Guadalajara,  se  volvió  por  la  calle  Mayor  y  de  Alcalá^ 
diciendo  que  Madrid  era  un  pueblo  desierto;  y  apenas  él 
y  su  ejército  habian  dejado  estas  cercanías,  oyeron  el  rui- 
do de  las  campanas,  fuegos  y  regocijos  con  que  celebraba 
la  villa  la  nueva  proclamación  de  Felipe  V ,  que  volvió  á 
entrar  en  13  de  Diciembre  del  mismo  año,  en  medio  del 
entusiasmo  universal.  Poco  después  las  b/itallas  de  Brihue- 
ga  y  Villaviciosa  aseguraron  en  la  cabeza  de  Felipe  la  co- 
rona de  España. 

Un  siglo  nuevo,  y  con  él  una  nueva  era  de  progreso  y 
cultura  se  inauguraba,  en  fin,  para  la  nación  con  el  cam- 
bio de  dinastía,  completamente  distinta  en  origen  é  incli- 
naciones de  la  que  acababa  de  regirla.  Durante  el  último 
período  de  ésta  habia  pasado  el  país  por  el  angustioso  de 
vtna.  larga  minoría,  por  el  desdichado  gobierno  de  un  mo- 
narca enfermizo  y  pusilánime ,  último  vastago  masculino 
y  directo  de  la  gran  estirpe  de  Carlos  V;  una  larga  y 
complicada  guerra  civil  y  europea,  durante  catorce  años, 
habia  después  yermado  nuestras  ciudades,  asolado  nues- 
tros campos,  y  apartado  de  las  artes,  de  las  ciencias  y  las 
letras  á  una  generación  que  sólo  parecia  llamada  á  pelear. 
— Por  fortuna,  y  á  pesar  de  tantos  desastres ,  y  á  vueltas 


80  IKTRODÜCCION. 


de  laa  considerables  pérdidas  materiales  de  territorio,  que 
fueron  consecuencia  de  aquella  lucha  encarnizada ,  de 
aquel  cambio  de  dinastía,  quedaron  todavía  unidas  al  im- 
perio español  preciosas  y  dilatadas  regiones  en  uno  y  otro 
hemisferio,  que  bien  regidas,  como  toda  la  monarquía, 
por  la  vigorosa  mano  de  Felipe  de  Borbon  {el  Animoso) 
en  el  largo  período  de  aquel  primer  medio  siglo,  pudieron 
caminar  á  un  alto  grado  de  esplendor  y  de  prosperidad, 
pudieron  devolver  al  cetro  español  una  parte  del  brillo 
y  poderío  que  ostentara  en  las  manos  del  segundo  de  los 
Felipes. 

A  la  sombra  de  la  paz,  y  correspondiendo  á  los  gene- 
rosos instintos  é  ilustradas  miras  de  un  buen  monarca,  las 
artes,  las  ciencias  y  las  letras,  que  casi  habian  desapareci- 
do en  el  último  tercio  del  siglo  anterior,  bajo  el  cetro  de 
i?Z  Hechizado,  tornaron  á  aparecer  en  nuestro  suelo;  y  si 
bien  habian  perdido  su  original  y  espontánea  lozanía,  ve- 
nian  ahora  engalanadas  con  el  clásico  colorido  de  la  corte 
del  gran  rey  que  desde  las  orillas  del  Sena  dictaba  el  mo- 
vimiento político  é  intelectual  de  Europa  y  daba  nombre 
á  su  siglo. — El  nieto  de  Luis  XIV,  colocado  en  el  trono 
español  por  las  simpatías  y  el  ardimiento  de  sus  pueblos; 
nacido  y  criado  en  la  ilustrada  corte  de  Versálles,  dotado 
de  gran  energía  y  varonil  esfuerzo,  de  talento  y  probidad, 
y  dominado,  en  fin,  por  el  sentimiento  de  gratitud  y  amor 
hdcia  un  pueblo  que  tan  leal  se  le  habia  mostrado,  no 
pudo  menos  de  corresponder  con  toda  su  solicitud  sobe- 
rana á  las  legítimas  esperanzas  fundadas  á  su  advenimien- 
to al  trono  español;  y  efectivamente,  no  sólo  supo  con- 
quistar hasta  el  último  corazón  de  los  que  ofuscados  le 
negaron  en  un  principio  la  obediencia ;  no  sólo  terminó 
personalmente  una  guerra  tan  delicada  y  desastrosa ,  ha- 
ciendo reconocer  su  corona  por  todas  las  potencias  de  Eu- 
ropa, sino  que  acertó  á  curar  las  profundas  llagas  abiertas 


RESEÑA  HISTÓRICA.  '81 

por  las  pasadas  calamidades ;  estableció  un  buen  sistema 
administrativo  y  económico;  procuró  aliviar  las  cargas  pú- 
blicas; creó  y  sostuvo  un  brillante  ejército  y  un^  respeta- 
ble marina ,  y  protector  especial  de  las  ciencias  y  de  Iqs 
artes,  fundó  academias  encargadas  de  restaurarlas,  y  atra- 
jo á  su  corte  célebres  artistas,  que  volviesen  al  buen  gusto 
el  imperio,  que  habia  perdido  á  impulsos  de  la  ignoran- 
cia y  la  osadía. 

La  construcción  de  más  importancia  en  Madrid,  duran^ 
te  su  reinado,  fué  la  del  suntuoso  Palacio  Real,  levanta-» 
do  de  nueva  planta  por  su  orden,  á  consecuencia  de  ha- 
berse incendiado  en  la  Noche  Buena  de  1734  el  antiguo 
Alcázar  de  Madrid. — Sabido  es  que  e^te  ilustre  monarca, 
deseoso  de  edificar  para  los  reyes  de  España  una  morada 
digna  de  su  grandeza,  y  considerando  el  lamentable  esta- 
do á  que  habia  llegado  el  arte  en  nuestro  país  por  aquella 
época,  llamó  para  encargarse  de  esta  importantísima  obra 
al  abate  Jubara,  célebre  arquitecto  de  Turin,  el  cual  pro- 
yectó un  modelo  de  palacio  gigantesco  y  magnífico,  que, 
reducido  después  á  menores  proporciones ,  fué  llevado  á 
efecto  bajo  la  dirección  de  D.  Juan  Bautista  Saqueti ,  su 
discípulo,  y  es  el  que  hoy  existe. — La  grandeza  de  la  ca- 
pital y  el  buen  gusto  del  arte  recibieron,  sin  duda  alguna, 
un  notable  refuerzo  con  esta  bella  obra;  mas,  por  desgra- 
cia, el  empeño  de  Felipe  de  hacerla  levantar  en  el  mismo 
sitio  que  ocupaba  el  antiguo  Alcázar,  malogró  el  pensa- 
miento de  Jubara,  que  era  el  de  colocarla  á  la  parte  Nor- 
te de  Madrid,  hacia  la  puerta  de  San  Bernardino,  y  trans- 
formar la  montaña  del  Príncipe  Pío  en  magníficos  jardines 
reales.  Esto,  sin  duda  alguna,  hubiera  llamado  la  pobla- 
ción hacia  aquella  parte ,  permitiéndola  extenderse  luego 
por  todos  los  terrenos  que  median  entre  dicho  portillo  y; 
la  Fuente  Castellana,  y  regularmente,  de  este  modo,  la 
apremiante  necesidad  hubiera  adelantado  más  de  un  siglo' 

I.  6 


82  INTRODUCCIÓN, 


la  traída  de  las  aguas  suficientes  á  aquellos  contomos,  y 
la  ampliación  consiguiente  de  Madrid. 

Pero,  en  fin,  ya  que  asi  no  se  hizo,  j  ya  que  el  distin-^ 
guido  Saqueti,  siguiendo  las  órdenes  del  Bey ,  colocó  su 
bello  palacio  en  el  punto  elevado  y  pintoresco  que  ocupa, 
habría  sido  de  desear  que  el  mismo  Monarca  y  ó  sus  su- 
cesores, que  continuaron  aquel  edificio  (el  cual  no  estuvo 
habitable  hasta  1764,  reinando  ya  Carlos  III),  hubiesen 
adoptado  ó  procurado  llevar  á  cabo  el  plan  magnifico  de 
obras  contiguas  á  él,  que  presentó  el  mismo  Saqueti,  y 
que  original  se  conserva  en  el  archivo  de  la  Real  casa  (1). 
Consistían  éstas  en  prolongar  ambas  alas  de  la  fachada 
del  Mediodía  con  dos  pabellones  (de  los  cuales  hay  uno 
concluido)^  continuando  luego  con  terrazas  sobre  galería» 
de  arcos,  y  en  llegando  al  edificio  de  la  Armería  ,  supo- 
niendo que  desapareciera  éste,  cerrar  la  plaza  con  una 
gran  verja;  la  galería  de  la  izquierda  contendría  el  cuar* 
tel  para  la  guardia,  y  la  de  la  derecha ,  abierta  con  vistas 
al  campo,  se  habia  de  continuar  luego  hasta  la  misma  al- 
tura, con  dobles  arcadas,  atravesando  por  medio  de  un  ex- 
tenso puente  la  cuesta  de  la  Vega  y  la  calle  de  Segovia 
hasta  las  Vistillas  de  San  Francisco,  con  lo  cual,  no  sólo 
se  establecía  la  necesaria  comunicación  entre  ambos  ex- 
tremos de  Madrid,  sino  que  se  daba  á  éste  un  ingreso  y 
vista  asombrosos.  Detras  de  esta  galería  magnifica,  y  ha- 
cia donde  ahora  está  la  plazuela  de  Santa  María,  desco- 
llaba, según  el  plan  de  Saqueti,  la  elevada  cúpula  de  una 
hermosa  iglesia  catedral,  un  teatro,  biblioteca  Real,  casa» 
de  oficios  y  otras  bellas  construcciones  en  todo  lo  que  es 


(1)  Del)emo8  á  la  amistad  del  loso  de  este  bellísimo  plano  de 
señor  don  Juan  de  Rivera,  in-  obras,  formado  por  el  distin* 
geniero  director  del  Canal  de  guido  Saqueti,  y  de  él  habla- 
Isabel  II,  un  calcado  escrupu-  remos  en  otra  ocasión. 


BS8BÑA   HISTÓRICA.  83 


hoj  plaza  de  Oriente ,  con  qne  quería  dotar  Saqueti  las 
inmediaciones  de  la  Beal  morada,  y  que  formando  un 
magnifíco  conjunto  con  el  palacio,  enaltecia  en  extremo 
aquellos  sitios  y  daba  á  la  capital  del  Beino  un  aspecto 
sorprendente. 

Al  mismo  tiempo  que  la  obra  colosal  del  Beal  Palacio, 
se  emprendieron  y  llevaron  á  cabo  por  Felipe  las  impor- 
tantes del  puente  de  Toledo,  el  Seminario  de  Nobles,  ^1 
teatro  de  los  Caños  del  Peral ,  los  nuevos  del  Príncipe  y 
el  de  la  Cruz,  la  iglesia  de  San  Cayetano,  la  de  Santo 
Tomás,  el  Hospicio,  la  Fábrica  de  Tapices  y  otros  varios 
edificios  de  consideración;  si  bien  en  todos  ellos,  asi  como 
en  las  fuentes  públicas  de  la  Puerta  del  Sol,  Antón  Mar- 
tin, Eed  de  San  Luis  y  otras,  se  echó  de  ver  el  extrava- 
gante gusto  peculiar  de  sus  directores  los  Churrigueras, 
Riveras  y  otros  á  este  tenor,  que  aun  duraban  de  la  des- 
dichada época  anterior. 

La  fundación  de  las  Reales  Academias  Española  y  de 
la  Historia,  la  de  la  Biblioteca  Real,  el  Gabinete  de  Histo- 
ria Natural  y  otros  establecimientos  científicos  y  litera- 
rios, la  del  Monte  de  Piedad,  hospicios,  hospitales  y  otros 
institutos  de  beneficencia,  todas  estas  ventajas  debió  la 
corte  española  al  feliz  reinado  del  primer  Borbon ;  y  al 
terminar,  en  fin,  su  larga  y  gloriosa  carrera  en  1746, 
pudo  legar  á  su  hijo  y  sucesor  Femando  VI  un  reino 
tranquilo  y  obediente,  un  tesoro  desahogado,  un  pueblo 
pacífico  y  animado  por  las  ideas  más  nobles  de  patriotis- 
mo y  honradez. 


FERNANDO   VI. 


Durante  el  corto,  pero  tranquilo  reinado  del  piadosa 
Fernando,  germinaron  estas  ideas;  la  paz  y  la  abundan- 


84  INTRODUCCIÓN. 


cia  hicieron  sentir  sus  beneficios;  los  pueblos,  desahoga- 
dos de  graves  atenciones,  pudieron  atender  á  sus  necesi- 
dades y  mejoras.  A  la  ilustrada  j  enérgica  voz  del  minis- 
tro Marqués  de  la  Ensenada ,  se  alzó  en  nuestros  puertos 
una  nueva  y  poderosa  armada;  abriéronse  muchas  y  fáciles 
comunicaciones ,  entre  las  cuales  es  muy  señalada  la  mag- 
nífica entre  ambas  Castillas  por  el  puerto  de  Guadarrama, 
vecino  á  Madrid;  fundáronse  algunos  establecimientos 
importantes,  tales  como  el  Pósito,  los  hospitales  genera- 
les y  Escuelas  Pías.  Creóse  la  Academia  de  Nobles  Artes 
de  San  Fernando ,  y  se  levantaron  algunos  edificios  nota- 
bles, entre  los  que  sobresale  por  su  grandiosidad  el  sun- 
tuoso monasterio  de  las  Salesas  Keales.  Protegida  deci- 
didamente la  ilustración,  combatidos,  hasta  donde  la  época 
lo  permitia,  los  errores,  se  prepararon,  en  fin,  los  medios  y 
la  opinión  á  la  nueva  era  de  cultura  y  de  prosperidad  que 
habia  de  llegar  á  tan  grande  altura  bajo  el  reinado  siguiente. 

Todas  estas  ventajas  trascendentales  al  reino  entero 
se  reflejaban  naturalmente,  en  ambos  reinados  de  Felipe  y 
de  Fernando,  en  la  corte  y  capital  de  la  monarquía  espa- 
.  ñola;  pero  como  el  error  habia  echado  tan  hondas  raices, 
nada  hay  que  extrañar  que  tardaran  muchos  años  en  al- 
canzar éxito  feliz  los  sacrificios  hechos  para  combatirle. 
Fijando,  pues,  por  ahora  nuestras  miradas  en  esta  última 
época,  trataremos,  según  nuestro  proposito,  de  examinar 
la  fisonomía  ó  aspecto  material  de  Madrid  antes  de  la 
ilustrada  administración  del  inmortal  Carlos  IIL 

Nuestros  lectores  han  visto  en  los  párrafos  anteriores 
cuál  era  éste  durante  el  reinado  de  Felipe  IV,  cuando  ya 
llevaba  una  centuria  con  el  carácter  de  corte;  ahora  nos 
cumple  trazar  el  que  presentaba  desde  1746  á  1759,  que 
ocupó  el  Trono  español  Fernando  VI. — Para  la  posible 
exactitud  de  aquel  cuadro,  tuvimos  á  la  vista  el  gran 
Plano  topográfico  de  1656,  en  que  se  halla  retratada  mi- 


BESEÑA  HISTÓRICA.  85 

nnciosamente  esta  capital.  Hoj,  para  ofrecer  á  nuestros 
lectores  una  pintura  semejante  (aunque  á  un  siglo  de  dis-* 
tancia  de  aquella  época ^  j  otro  do-  la  actual),  podemos 
disponer  de  otro  documento  aun  más  explícito  y  acabado, 
que  debe  Madrid  al  ilustrado  gobierno  de  Femando  el  Y I^ 
aunque  no  fué  terminado  en  sus  dias. 

Titúlase  Planimetría  general  de  la  villa  de  Madrid  y  )/ 
vÍ8Íta  de  sus  casas ,  asientos  y  razón  dé  sus  dueños,  sus  sitios 
y  rentas,  formada  de  orden  de  S,  M.  por  la  Regalía  del 
Real  Aposento  de  Corte j  á  virtud  de  Real  cédula,  fecha 
en  San  Lorenzo  á  22  de  Octubre  de  1749,  refrendada  por 
D,  Cenon  Somodevilla,  Marqués  de  la  Ensenada,- —ílste 
magnifico  trabajo,  en  que  tomaron  parte  como  arquitec- 
tos de  la  Real  Hacienda  j  de  la  villa  D.  José  Arredondo, 
D.  Ventura  Padiema,  D.  Nicolás  Churriguera,  D.  Fer- 
nando Moradillo  y  D.  Francisco  Pérez  Cobo,  está  auto- 
rizado por  D.  Manuel  Miranda  y  Testa,  visitador  del 
Real  aposento ,  y  D.  Miguel  Fernandez,  teniente  Direc- 
tor de  la  Academia  de  San  Femando  y  arquitecto  de 
Palacio,  y  no  quedó  terminado  hasta  1767.  Verificóse 
por  ella  la  numeración  de  las  casas  de  Madrid  ( de  que 
hasta  entonces  carecieron) ,  dando  un  resultado  de  7.049 
casas,  contenidas  en  557  manzanas  ó  grupos  de  ellas;  mi- 
dióse exactamente  el  perímetro  de  cada  casa,  señalando 
su  figura  topográfica  en  la  proporción  de  la  escala  Vaoo,  y 
hasta  indicando  en  los  planos ,  por  medio  de  diversos  co- 
lores, el  estado  de  la  conservación  de  cada  edificio  en 
aquella  época ;  y  aparte  de  los  planos,  se  consignó  en  un 
Registro  general  el  resultado  de  estas  mediciones,  el  va- 
lor de  cada  casa  en  renta,  el  origen  y  trasmisiones  de  su 
propiedad,  y  la  cuota  de  su  gravamen  por  razón  de  Apo- 
sento, cuyas  preciosas  noticias  se  han  continuado  hasta  el 
dia  en  los  expedientes  respectivos ,  seguidos  en  la  admi- 
nistración de  aquel  ramo,  según  la  obligación  impuesta  á 


86 


INTBODUCCION. 


cada  nuevo  poseedor  de  pasar  por  aquel  registro  la  adqui- 
sición de  su  propiedad. 

Tan  precioso  trabajo  (que  probablemente  será  único  de 
su  clase  en  España)  consta  de  doce  volúmenes  en  marca 
imperial;  los  seis  primeros  comprenden  los  Planos^  j  los 
otros  seis  el  Registro  j  explicación.  De  esta  excelente  obra. 
Hecha  modesta^  aunque  concienzudamente  j  sin  grandes 
pretensiones,  se  mandaron  sacar  por  el  Gobierno,  7  exis- 
ten, tres  copias:  una  para  ser  colocada  en  el  Archivo  de 
Simancas,  otra  para  la  Biblioteca  Real,  j  otra  para  la  de 
la  Academia  de  Nobles  Artes  de  San  Femando.  En  cuan- 
to á  la  Tilla  de  Madrid ,  á  quien  principalmente  interesaba 
el  conocimiento  de  su  topografía  y  riqueza,  no  tomó,  al 
parecer,  parte  en  él ,  y  ni  aun  se  ocurrió  á  su  Ayunta- 
miento el  natural  deseo  y  solicitud  de  obtener  para  su 
archivo  otra  copia  ó  ejemplar  de  aquella  preciosa  obra  (1). 

De  este  mismo  tiempo  existe  también  el  primer  plano 
manual  de  Madrid,  por  D.  Tomás  López,  y  el  que  publi- 
có el  célebre  arquitecto  D.  Ventura  Rodríguez  en  1760, 
con  lo  cual,  y  los  escritos  de  aquella  época,  podemos  for- 
mar una  idea  exacta  del  estado  topográfico  de  la  villa. — 
En  cuanto  á  su  administración  y  policia  interior,  existen 
varios  libros  impresos ,  que  nos  ofrecen  datos  preciosos 
para  formar  un  juicio  muy  aproximado  (2).  Sobre  todo 


(1)  Este  inconcebible  des- 
cuido que  venia  lamentando, 
llamando  sobre  él  la  atención 
del  Ayuntamiento,  está  ya  re- 
parado, y  colocada  en  la  Biblio- 
teca Municipal ,  creada,  bajo  mi 
dirección,  en  1876,  una  exacta 
copia  de  esta  obra  preciosa,  pla- 
nos y  texto. 

(2)  Tratado  breve  sobre  las 
Ordenanzas  de  la  villa  de  Ma- 


drid  y  policia  de  ella  ^  por  don 
Juan  de  Torija ,  maestro  arqui- 
tecto y  alarife  de  ella.  (Ma- 
drid, 1661.) 

Ordenanzas  de  Madrid,  por 
don  Teodoro  Ardemans.  (Ma* 
drid,  1760.) 

Dificultades  vencidas^  y  curso 
natural  en  que  se  dan  reglas 
para  la  limpieza  y  aseo  de  las 
calles  de  esta  Cárte,  etc,,  por 


beseSTa  msTÓBicA.  87 


poseemos  nn  apreciable  libro  MS.  de  la  época,  con  el 
títalo  de  Discurso  sobre  la  importancia  y  las  ventajas  que 
puede  producir  la  creación  del  gobierno  político  y  militar 
de  Madrid  nuevamente  creado  (1) ,  el  cual  lleva  la  fecha 
de  26  de  NoTÍembre  de  1746;  forma  mi  tomo  en  4.*  bas- 
tante abultado,  y  parece  dispuesto  para  la  imprenta. — 
Con  todos  estos  datos  y  documentos  á  la  vista,  vamos  á 
trazar  el  cuadro  topogr&fico  y  civil  de  Madrid  á  mediados 
del  siglo  xvín ,  como  ya  lo  hicimos  en  el  mismo  período 
del  anterior. 

En  primer  lugar,  vemos  que  los  limites  de  la  villa  no 
habían  tenido  sustancial  alteración  desde  que  por  la  Beal 
imilla  de  Felipe  IV^  expedida  en  1625  (de  la  cual  hici- 
mos mención  en  las  páginas  anteriores),  se  mandó  al 
Ayuntamiento  proceder  á  la  construcción  de  la  nueva 
cerca  ó  tapias,  que  son  las  que  aun  permanecen  en  gran 
parte.  De  modo  que  la  villa  de  Madrid  no  ha  crecido  en 
extensión  en  dos  siglos  y  medio,  si  bien  ha  aumentado 
eonsiderablemente  en  caserío,  construyendo  en  los  sitios 
que  entonces  estaban  solares  ú  ocupados  por  casas  bajas 
y  mezquinas,  otros  edificios  más  considerables  y  con  cuatro 
ó  cinco  pisos  de  elevación;  razón  por  la  cual,  sin  aumen- 
tar su  perímetro ,  ha  podido  triplicarse  su  vecindario ,  y 
subir  de  tal  modo  su  riqueza  inmueble,  que  calculados  los 
productos  en  1765  (en  que  se  dan  á  Madrid  7.250  casas), 
en  unos  diez  y  ocho  millones  de  reales,  pasan  hoy  de  ochen- 
ta los  que  se  regulan  para  las  contribuciones. 

Entre  las  varias  causas  que,  sin  duda  alguna,  .contri- 
buyeron á  no  dejar  crecer  en  extensión  á  nuestra  villa,  ya 

Josef   Alonso  de  Arce,  inge-  (1)  Es  el  titulo  de  Goberna- 

niero.  (Madrid ,  1734.)  dor  militar  y  civil  de  Madrid, 

TrideniR  escéptico  en   Espa-  conferido  en  aquel  año  mismo 

«ia,  efc.,  por  D.  Joaquin  de  Cas-  al  teniente  general   Conde   de 


«8  y  Jalo,  1738.  Maceda. 


88  INTRODUCCIÓN, 


dijimos  que  puede  colocarse  la  inoportuna  medida  de  sa 
cerca,  limitación  q/ieial  que  posteriormente  se  fué  autori* 
zando  más,  con  la  construcción  de  suntuosas  puertas  de 
entrada  y  la  carencia  de  arrabales  extramuros ,  y  redujo 
á  los  centros  de  la  población  la  vitalidad  y  el  movimiento. 
— Los  solares  (ya  mezquinos  desde  un  principio)  se  sub- 
dividieron  aun  más  y  más,  y  crecieron  en  valor,  tan  des- 
proporcionado respecto  á  los  distantes  de  aquel  centro, 
que,  según  la  tarifa  inserta  en  las  Ordenanzas  de  Madridf 
de  D.  Teodoro  Ardemans,  vemos,  por  ejemplo,  que  dán«r 
dose  precio  de  88  reales  por  cada  pié  superficial  en  la» 
inmediaciones  de  la  Plaza  Mayor,  se  calculaba  á  12  reales 
en  la  Puerta  del  Sol  (1),  á  4  reales  en  la  calle  de  Alcalá, 
frente  al  Carmen  Descalzo,  á  6  reales  en  el  medio  de  la 
calle  de  Fuencarral ,  á  5  reales  en  la  calle  de  Atocha ,  ba- 
cía los  Desamparados,  á  4  reales  en  la  Ancha  de  San 
Bernardo ,  y  á  real  y  á  medio  real  en  las  inmediaciones  d> 
las  puertas  de  Alcalá,  Atocha,  Segovia,  Toledo,  etc. 

La  misma  Regalía  de  Aposento  (que,  por  otro  lado,  hizo 
á  Madrid  el  importante  servicio  ya  indicado  de  realizar 
su  planimetría  y  numeración)  contribuyó  también,  como 
queda  también  dicho  anteriormente,  á  impedir  el  desarro- 
llo de  la  construcción  de  buen  caserío.  Esta  enojosa  ga- 
bela, que  pesaba  sobre  los  pisos  principales,  y  que  se  divi- 
día en  casas  sujetas  á  huésped,  casas  reducidas  á  dinero^  y 
otras  compuestas  con  piezas  señaladas  para  el  aposento,  y 
cuyo  producto  total  ascendía  á  150.000  ducados  anuales^ 
que  se  distribuían  entre  la  Real  servidumbre,  los  minis- 
tros, embajadores,  consejeros  y  otros  funcionarios  de  cor- 
te, por  consideración  de  casa  ó  aposento ,  hizo  que  el  in- 
terés, bien  ó  mal  calculado,  de  los  dueños  de  solares  los 

(1)  A  300  y  400  reales  se  han      solnres  ocasionados  para  el  en- 
vendido  en  este  año  pasado  los      sanche  de  dicha  Puerta  del  SoL 


reseSTa  histórica. 


89 


dividiese  en  pequeños  trozos  de  á  mil,  de  quinientos ,  de 
trescientos  pies,  y  en  ellos,  por  sustraerse  á  aquella  contri- 
bución, construian  casas  bajas  ó  de  malicia  j  como  se  las 
apellidó  por  no  tener  piso  principal,  y  de  éstas  se  compo- 
nian,  hasta  fines  del  siglo  pasado,  las  dos  terceras  parte» 
del  caserío  de  Madrid  (1). 

La  construcción  de  este  caserío  siguió  el  deplorable 
rumbo  que  en  los  anteriores  babia  tomado  desde  un  prin* 
cipio,  y  gracias  por  un  lado  á  las  poderosas  causas  ante-^ 
nórmente  indicadas  y  al  sórdido  egoismo  de  los  dueños,  y 
merced  tambieaá  la  ignorancia  ó  mal  gusto  de  los  arqui- 
tectos ,  las  calles  de  Madrid  continuaron  presentando  el 
agmpamiento  más  discordante  de  casas  altas  y  bajas ,  ex- 
tensas y  diminutas ,  y  ridiculas  fachadas  del  peor  gusta 
posible.  Nada  de  desmontes  ó  rellenos  oportunos  para  di- 
simular los  desniveles  de  las  calles;  nada  de  alineación  ni 
de  proporciones  en  la  altura  de  las  casas ;  nada  de  ensan-^ 
che  de  la  vía  pública,  ni  dé  disminución  ó  remedio  de  sus 
tortuosidades,  ni  de  conveniente  formación  de  anchas  pla- 
zas y  avenidas  de  elegante  perspectiva;  nada,  en  fin,  de 
ornato  exterior  ni  de  comodidad  interior  para  el  vecin- 
dario. 

Si  de  la  inspección  material  pasamos  ahora  á  la  de  su 
administración  y  policía,  aun  habremos  de  reconocer  que, 


(I)  En  el  sitio  que  ocupa  la 
moderna  de  Correos  habia  trein- 
ta y  más  casas  j  y  otras  tantas 
en  la  de  la  Aduana,  Historia 
Natural ,  etc. 

En  el  año  1851  ha  sido  der- 
ribada para  construirla  de  nuevo, 
formando  una  sola  con  la  inme- 
diata, la  casa  número  20  anti- 
guo y  9  moderno  de  la  man- 


zana 88,  sita  en  la  calle  de  San- 
ta Ana,  Entre  las  muchas  casa» 
mezquinas  que  existen  en  Ma- 
drid era  sin  duda  alguna  la  más 
pequeña,  pues  constaba  de  1^0 
pies  superficiales  y  5  Vj  de  fa- 
chada, por  lo  que  era  conocida 
por  la  Casa  de  las  cinco  t^aSy 
porque  de  ellas  sólo  constaba  su 
alero. 


90  INTRODUCCIÓN. 


sean  cualesquiera  los  errores  de  la  actual  generación,  sabe 
mejor  que  las  anteriores  procurar  aquellas  comodidades  y 
halagos  que  embellecen  algún  tanto  la  existencia  del  hom- 
bre en  sociedad ,  y  á  que  tiene  derecho ,  á  cambio  de.  las 
penalidades  á  que  la  civilización  por  otra  parte  le  sujeta. 

Todavía  hemos  alcanzado  á  comprender  en  algunas  de 
nuestras  ciudades  y  villas ,  especialmente  de  Castilla  la 
Vieja,  Extremadura  y  Gralicia,  el  espectáculo  que  podria 
ofrecer  un  pueblo  en  los  tiempos  primitivos,  ó  por  lo  me- 
nos de  la  Edad  Media,  abandonado  absolutamente  al  ins- 
tinto individual  de  sus  moradores,  desnudp  absolutamente 
de  todas  las  condiciones  de  comodidad  y  aseo ,  y  despro- 
visto, en  fín,  de  todo  cuidado  y  auxilio  de  parte  de  la  pú- 
blica administración;  á  no  ser  as{,  no  podríamos  formar 
una  idea,  siquiera  aproximada,  del  aspecto  miserable  déla 
villa  imperial  y  coronada  de  Madrid ,  no  sólo  al  tiempo 
del  establecimiento  de  la  corte  en  ella,  á  mediados  del  si- 
glo XVI,  sino  dos  centurias  después,  á  la  mitad  del  si- 
^lo  XVIII,  á  que  ahora  alcanza  nuestra  revista  retrospec- 
tiva. 

Aquellas  calles  estrechas,  tortuosas  y  costaneras  ape- 
nas podian  decirse  empedradas,  si  hemos  de  atender  á  los 
términos  en  que  hablan  de  ello  los  escritos  de  la  época,  y 
especialmente  las  ordenanzas  é  instrucciones  de  1745  al 
47,  y  hasta  el  reinado  de  Carlos  III,  que  adoptó  y  llevó 
á  cabo  en  1761  d  proyecto  del  ingeniero  Sabatini  para 
el  empedrado  y  limpieza  de  Madrid,  que  mal  ó  bien  llegó 
á  establecerse  en  los  términos,  bien  mezquinos  por  cierto, 
en  que  aun  le  hemos  conocido  á  principios  del  siglo  -ac- 
tual.— La  numeración  de  las  casas  tampoco  se  verificó 
hasta  1751,  pero  entonces  lo  fué  por  el  mal  sistema  de 
dar  vuelta  á  la  manzana ,  que  ha  durado  hasta  nuestros 
dias,  y  ocasionaba  tan  considerable  embrollo  por  la  coin- 
cidencia muy  frecuente  de  los  mismos  números  en  una 


BESBÑA   HISTÓRICA.  91 

calle. — No  existían  apenas  sumideros  ni  alcantarillas  sub-* 
terráneas  para  la  necesaria  limpieza :  las  inmundicias  que 
arrojaban  de  las  casas  por  las  ventanas  j  las  basuras 
amontonadas  en  las  calles  convertian  á  éstas  en  un  sucio  al- 
banal. — No  habia  más  alumbrado  que  el  de  algunas  luces 
que  se  encendian  á  las  imágenes  que  solia  haber  en  las  es- 
quinas^ ó  tal  cual  farolillo  que  se  colgaba  de  los  cuartos 
principales  de  las  pocas  casas  que  los  tenian  y  cumplían 
con  los  bandos  que  lo  mandaban. — Las  fuentes  públicas , 
pocas  y  escasas;  los  mercados,  reducidos  á  los  miserables 
tinglados  j  cajones  de  la  Plaza  Mayor ,  de  la  Cebada,  de 
Antón  Martin,  Bed  de  San  Luis  y  y  algunos  puestos  y 
tiendas  ambulantes  en  las  esquinas,  apellidados  bodegonea 
de  puntapié^  desprovistos  todos  hasta  de  lo  más  preciso, 
y  sujeto  el  vecindario  á  los  abastos  y  tasas  y  á  acudir  á 
los  sitios  privilegiados  donde  se  despachaba  el  pan,  la  car- 
ne y  los  demás  alimentos  en  limitadas  proporciones  y  á 
los  precios  del  abasto. — Por  consecuencia  de  todo  aquel 
desorden  y  abandono,  las  calles,  inundadas  de  mendigos  de 
dia,  de  rateros  por  la  noche,  sin  verse  el  transeúnte  pro- 
tegido por  los  vigilantes  ó  serenos  (que  no  se  crearon  has- 
ta el  reinado  de  Carlos  III)  ni  ninguna  otra  precaución 
de  parte  de  la  autoridad. — Todo  aquel  que,  por  necesidad 
ó  por  recurso,  habia  de  echarse  á  las  calles  después  de  cer- 
rada la  noche ,  tenia  que  hacerlo  bien  armado  y  dispuesto 
ademas  con  el  auxilio  de  alguna  linterna ;  y  las  señoras 
que  iban  en  sillas  de  manos  á  las  tertulias,  debian  hacerlo 
precedidas  de  lacayos  con  hachas  de  viento ,  para  apagar 
las  cuales  solia  haber,  en  las  puertas  y  escaleras  de  los 
grandes  señores ,  cañones  ó  tubos  de  fábrica  en  forma  de 
apagador,  de  que  aun  quedaba  una  muestra  en  la  casa  del 
señor  Marqués  de  Santiago,  hoy  Casino,  en  la  Carrera  de 
San  Jerónimo. 

Mas  para  completar  el  cuadro  del  estado  lamentable  de 


92  INTRODUCCIÓN. 


la  policía  Qrbana  de  Madrid  en  aqnella  época ,  dejemos 
hablar  al  anónimo  autor  del  manuscrito  oficial  ya  citado, 
el  cual,  con  fecha  19  de  Noviembre  de  1746  (el  mismo  año 
en  que  entró  á  reinar  Fernando  VI),  la  reseñaba  magis- 
tralmente  en  su  extenso  informe  al  nuevo  Gobernador,  en 
estos  párrafos,  que  tomamos  al  dcaso : 

<i  Dicen  los  que  han  viajado  por  las  cortes  extranjeras, 
que  en  algunas  nunca  hay  noche,  porque  jamas  oscurece, 
tanto  es  el  cuidado  de  suplir  con  luz  artificial  la  falta  de 
la  del  sol.  El  pensamiento  es  muy  racional  y  muy  cristia- 
no, porque  la  noche  es  capa  de  facinerosos Esta  pro- 
videncia, que  en  todas  las  cortes  es  muy  justa,  en  la  nues- 
tra es  sumamente  necesaria,  porque  en  ésta,  más  que  en 
otra  alguna,  son  frecuentes  los  robos  y  los  insultos ,  y  la 
lobreguez  ayuda  para  ellos  :  también  favorece  á  la  lasci- 
via, y  nuestra  corte  está  en  este  vicio  lastimosa.  En  aten- 
ción á  esto,  se  tomaron,  algunos  añoshá,  distintas  dispo- 
siciones; mas  todas  fueron  inútiles;  se  echaron  bandos, 
mas  siempre  sin  efecto,  porque  se  burló  de  las  disposicio- 
nes la  inobediencia,  ó  fué  un  remedio  insuficiente.  Mandón 
se  poner  farolea  en  los  balcones  de  los  cuartos  principaleSy 
y  solia  haber  tanto  claro  entre  uno  y  otro  farol,  que  en 
poco  se  remediaba  la  oscuridad  (1).  Los  pobres  que  no 
puedan  costear  esta  luz  están,  por  su  pobreza,  exentos  de 
la  ley,  y  sea  por  esto  ó  por  aquello,  ó  que  se  procedió  con 
descuido,  no  tenia  Madrid  más  luz  que  la  del  dia,  y  por  la 
noche  apenas  se  distinguía  de  una  aldea.  Para  ocurrir  á 
una  fealdad  tan  perniciosa  á  las  costumbres  y  seguridad 
pública,  pudiera  imitarse  la  práctica  de  París,  donde  cuel- 
gan los  faroles  en  distancias  proporcionadas ,  y  queda  la 

(1)  Esta  disposición  fué  dic-      nación  de  D.  Juan  José  de  Ans- 
iada en  1677,  durante  la  gober-      tría,  á  nombre  de  Carlos  IL 


reseSTa  histórica.  93 


Tilla,  no  solamente  Incida ,  sino  segara.  Esto  puede  veri- 
ficarse por  asientoD  j  etc. 

€  La  limpieza  de  la  corte  se  ha  hallado  hasta  aqni  como 
imposible,  porque  aunque  se  han  presentado  varios  pro- 
yectos para  su  logro,  no  han  tenido  efecto  alguno,  y  por 
esto  no  solamente  es  Madrid  la  corte  más  sucia  que  se  co- 
noce en  Europa,  sino  la  villa  más  desatendida  en  este  pun- 
to de  cuantas  tiene  el  Bey  en  sus  dominios ,  y  es  hasta 
vergüenza  que,  por  descuido  nuestro,  habite  el  Soberano  el 
pueblo  menos  limpio  de  los  suyos.  y>  —  (  Aquí  se  extiende 
el  antor  en  consideraciones  sobre  las  malas  consecuencias 
de  tal  desaseo  para  la  salubridad  pública ,  y  otros  perjui- 
cios, entre  los  cuales  enumera  el  que  el  aire  inficionado 
toma  y  tifle  la  plata  de  las  vajillas,  los  galones  y  los  bor- 
dados de  los  trajes,  diciendo  con  mucha  candidez) :  «Un 
vestido  de  tisú,  que  en  otro  pueblo  pasará  siempre  de  pa- 
dres á  hijos,  en  Madrid  debe  arrimarse  antes  del  año,  y 
hacerse  otro,  porque  con  la  mayor  brevedad  deja  de  ser 
tisú,  V  es  un  tizón.  i> 

«  Hace  sucio  á  Madrid  lo  que  se  vierte  por  las  ventanas 
(continúa  nuestro  discreto  y  anónimo  escritor  de  1746), 
y  dfcese  que  es  muy  difícil  remediarlo  ;  pero  no  confun- 
damos lo  difícil  con  lo  imposible,  y  tengamos  presente  que 
si  se  quisiese  de  veras,  se  puede  remediar ;  la  prueba  evi- 
dente es  que  en  otros  pueblos  no  hay  esta  suciedad.  Sin 
embargo,  haciéndome  cargo  de  lo  arduo  de  esta  empresa, 
diré  qup ,  aunque  ninguno  hay  que  no  desee  la  limpieza 
de  Madrid  y  vitupere  su  piso  y  empedrado,  estos  mismos, 
si  se  les  incomoda  con  el  gasto  ó  con  la  obra ,  serán  los 
mayores  impugnadores  de  su  remedio.  Muchas  cosas,  sin 
embargo,  se  pierden,  no  porque  no  las  podamos  alcanzar, 
sino  porque  no  las  osamos  emprender ,  y  todo  lo  puede 
vencer  el  espíritu  y  la  perseverancia  de  un  ministro  sos- 
tenido por  la  voluntad  de  su  Bey,  y  á  la  verdad  el  que 


I 


94  INTRODUCCIÓN. 


consigniese  el  fin  seria  digno  de  inmortal  alabanza,  por* 

qne  sería  hacer  corte  á  Madrid Comprendiendo  esta 

importancia,  Sevilla ,  Toledo,  Valencia  j  otras  ciudades 
han  tomado  tales  providencias ,  que  sólo  por  noticiéis  de 
Madrid  conocen  la  inmundicia;  pues  ¿  por  qué  no  imitare- 
mos su  buen  gusto ,  teniendo  tan  cerca  de  nosotros  mis* 
mos  el  ejemplo?» — (El  autor  se  extiende  luego  en  tratar 
de  este  ramo  de  policía  de  las  ciudades,  recordando  y  des- 
cribiendo las  cloacas  máximas  de  Boma,  los  comunes  pú- 
blicos j  sumideros  de  Sevilla,  las  alcantarillas  de  Toledo^ 
y  las  grandes  obras  subterráneas  de  Valencia,  y  propone, 
en  su  vista,  los  remedios  convenientes  para  imitar  respec- 
tivamente en  los  diversos  sitios  de  Madrid  obras  análogas, 
con  lo  que  podia  prohibirse  en  adelante  verterá  las  calles, 
y  sí  sólo  por  los  comunes  y  pozos  de  las  casas,  poniéndose 
en  comunicación  con  aquéllas,  concluyendo  sus  juiciosas 
observaciones  con  estas  palabras)  :  a  Bien  conozco  que 
para  todo  esto  es  menester  mucho;  pero  lo  que  no  se 
emprende  no  se  logra,  lo  que  no  se  empieza  no  se  acaba.  J> 
Trata  después  de  los  caminos  del  término  y  de  los  pa- 
seos extramuros  de  Madrid ,  y  de  todas  sus  indicaciones 
se  deduce  la  carencia  absoluta  de  ellos ,  y  que  el  acceso  á 
la  capital  del  Reino  por  todos  lados  era  obra  verdadera- 
mente de  ánimos  heroicos.  Las  escarpadas  cuestas  sobre 
que  asienta  el  Real  Palacio,  la  de  la  *Vega,  la  de  las  Vis- 
tillas y  del  puente  de  Toledo,  estaban ,  á  lo  que  se  infiere 
del  dicho  del  autor,  poco  menos  que  inaccesibles  á  seres 
humanos;  no  existían  ningunas  de  las  cómodas  bajadas, 
caminos  y  paseos  que  hoy  las  facilitan  y  trasforman;  tam- 
poco las  que  dan  vuelta  á  Madrid  por  toda  la  Ronda  es- 
taban desmontadas,  y  á  la  salida  de  la  puerta  de  Atocha 
no  habia  tampoco  el  paseo  llamado  de  las  Delicias,  y  sólo 
81  el  asqueroso  arroyo  ó  manantial  que  venía  descubierto 
por  todo  el  Prado  viejo  desde  la  Fuente  Castellana ;  qué- 


RSSEfTA  HISTÓRICA.  95 

jase  ademas  el  autor  de  que  á  dicha  saudade  Atocha ,  ha- 
cia los  hospitales,  se  arrojaban  ó  depositaban  los  escom- 
bros de  las  obras,  formando  tales  altaras,  qne  estrechaban 
y  redacian  á  nn  callejón  el  camino  real.  Tampoco  existia 
el  Canal  de  Manzanares,  ni  habia  sobre  el  rio  más  que  los 
dos  puentes  de  Segovia  j  de  Toledo.  — Desde  el  Retiro  á 
la  Montaña  del  Principe  Fio  no  habia  tampoco  paseo  al- 
guno, ni  más  camino  que  el  de  Alcalá  y  el  de  Francia. 
Tampoco  se  habia  abierto  aún  la  bajada  al  rio  por  la  cues- 
ta de  Areneros,  ni  los  paseo^  de  la  Florida,  Nuestra  Se- 
ñora del  Puerto  y  bajada  de  San  Vicente.  Por  todo  recrea 
y  desahogo  quedaba  á  los  tristes  habitantes  de  Madrid  el 
paseo  del  Prado  viejoj  en  los  términos  en  que  á  su  tiempo 
le  describiremos,  y  los  jardines  del  Buen  Betiro,  aunque 
éstos,  más  que  paseos  públicos ,  tenian  entonces  el  carác- 
ter de  parques  y  dependencias  del  Beal  Sitio,  en  que  casi 
constantemente  residió  durante  su  reinado  Femando  VI, 
Siguiendo  luego  nuestro  autor  su  apreciable  revista, 
trata  del  empedrado,  diciendo : — ^También  el  empedrado 
de  la  corte  está  tenido  por  una  de  las  grandes  dificultades; 
pocas  ó  ninguna  habrá  que  tengan  para  ello  situado  tan 
crecido,  y  sin  que  nada  le  baste,  está  una  mitad  mal  em^ 
pedradaj  y  la  otra  sin  empedrar.  Pónense  las  puntas  hacia 
arriba,  porque  suponen  que  se  quebrantarían  las  piedras 
si  las  pusieran  en  otra  forma ;  pero  siendo  esta  forma  tan 
ofensiva  á  los  carros  de  las  bestias,  vienen  á  causar  su  es- 
trago. Aun  todo  se  pudiera  tolerar  si  no  padeciese  también 
la  gente  de  á  pié;  pero  se  lamentan  á  todas  horas  de  tener 
los  pies  mortificados,  por  caminar  por  suelos  puntiagudos, 
de  que  se  originan  molestias  que,  si  no  matan,  atormentan. 
Lo  peor  es  que  ni  aun  á  este  coste  se  logra  el  intento^ 
porque  siempre  tiene  el  suelo  muchos  claros.  De  todo  esto 
tiene  la  culpa  la  mala  piedra  que  se  gasta,  y  el  abuso  que 
he  observado  algunas  veces  de  componer  las  calles  con  las 


96  IKTRODUCCION. 


piedras  qne  se  encuentran,  sin  traer  otra  alguna,  saplien- 
do  con  tierra  la  falta  de  ellas  ;  pero  si  en  esto  se  imitase 
la  moda  de  París,  nos  faera  más  útil  y  cómodo  que  imi- 
tarla en  la  moda  del  vestido.  Usanse  allí,  j  en  algunas 
calzadas,  caminos  de  Francia,  una  piedra  de  figura  cua- 
drada, del  tamaño  de  un  pié,  j  las  colocan  tan  perfecta- 
mente unidas,  que  parecen  sólo  una,  pero  con  una  aspere- 
za tan  á  propósito  en  su  superficie,  que  siendo  muy  suave 
para  la  gente  de  á  pié,  es  bastante  detención  para  que  los 
caballos  no  puedan  resbalar.  .No  sucede  con  aquellas  pie- 
dras lo  que  con  las  que  usamos  en  España.  Con  éstas  se 
ve  que  en  quitándose  una  de  su  lugar  se  lleva  otras  mu- 
chas tras  si ,  por  falta  de  trabazón  ;  con  aquéllas  sucede 
que,  eñ  quebrantándose  una,  se  pone  otra,  sin  que  padez- 
can las  compañeras ;  y  tiene  otra  utilidad  más  este  modo 
de  empedrado,  y  es  que  gastada  una  piedra  por  un  lado, 
se  pone  por  el  otro,  y  vuelve  á  servir  de  nuevo,  de  forma 
que  en  la  conveniencia  y  en  la  duración  lleva  muchas  ven- 
tajas al  nuestro  este  modo  de  empedrar.  Si  esto  pareciese 
de  excesivo  coste  para  Madrid,  háganse  á  lo  menos  los 
empedrados  por  cajones ,  con  piedras  más  grandes  que  las 
que  boy  se  usan,  las  puntas  hacia  abajo  y  los  anchos  arri- 
ba, bien  unidas  y  de  la  aspereza  que  se  ha  dicho,  y  pues- 
tas así  en  buena  forma  las  calles,  dése  en  arriendo  la  con- 
tribución de  ellas  D,  etc.  (1). 


(1)  Más  de  un  siglo  ha  tras-  roqueña,  ó  por  lo  menos  de  pe- 
currido  desde  que  el  autor  que  dernal  recortado ,  y  sentado  so- 
trascribimos  hacia  estas  precio-  bre  lecho  bien  apisonado.  Y  á 
isas  observaciones  respecto  al  pesar  de  las  preocupaciones  y 
empedrado  de  Madrid,  para  que  vulgaridades  de  los  críticos  de 
8U8  autoridades  se  convenciesen  todo  lo  bueno,  Madrid  disfruta 
de  la  necesidad  de  seguirle  al  hoy  en  su  parte  principal  de 
pié  de  la  letra,  adoptando  el  esta  comodidad. 


empedrado  de  adoquines  de  ber- 


BESEÑA   HISTÓRICA.  97 

Tras  de  estos  radicales  defectos  de  que  adolecía  la  poli- 
da  urbana  de  Madrid  en  el  pasado  siglo  ^  y  como  si  ellos 
no  bastasen  para  hacerla  indigna  morada  de  los  monarcas, 
c6úe  j  gobierno  de  sus  dilatados  reinos,  todavía  describe 
«1  aator.  otros  abusos  escandalosos,  que  acababan  por  darla 
el  aspecto  de  una  aldea  miserable,  ó  más  bien  de  una  bur- 
gada  del  interior  del  África.  Sirva  de  muestra  el  siguien- 
te, que  escogemos  entre  otros  por  no  cansar  la  atención 
del  lector : 

(I Para  que  sea  una  corte  embarazosa,  le  basta  su  nu- 
merosa gente,  sus  carrozas,  sillas  de  mano  y  coches;  ^ste 
es  un  embarazo  tolerable;  pero  Madrid  tiene  otros  muchos 
<\ne  por  ningún  caso  toleraría  la  policía  de  otros  pueblos. 
Los  cerdos  que  llaman  de  San  Antón  se  han  hecho  famo- 
sos por  la  atención  que  han  merecido,  no  solamente  á  la 
corte,  sino  aun  4  la  Beal  Cámara  por  vía  de  patronato. 
Ellos  se  pasean  en  crecidísimo  número  por  el  lugar  j  sin 
límite  conocido  de  jurisdicción,  y  sin  que  sus  dueños  (que 
son  los  padres  de  San  Antón  Abad)  tengan  para  ello  más 
que  un  privilegio  mal  entendido ,  según  dice  la  sala  de  los 
Alcaldes,  porque  sólo  se  extiende  su  facultad  á  pastar  en 
las  dehesas  de  Madrid.  Los  inconvenientes  de  este  abuso 
son  tan  abultados,  que  no  es  menester  decirlos,  porque 
todos  vemos  que  con  ellos  no  hay  empedrado  seguro;  por- 
que, revolcándose  .en  la  hediondez,  hacen  todavía  peor  el 
mal  olor  de  Madrid;  porque,  acosados  y  huyendo  de  los 
perros,  hacen  caer  á  muchos ;  porque,  introducidos  entre 
las  muías  de  los  coches,  hacen  muchas  veces  que  aquéllas 
se  disparen ;  y  en  fin,  por  otras  perjudiciales  resultas,  que 
sería  razón  evitar.  Los  tales  cerdos  privilegiados  acuerdan 
(acarrean)  los  chirriones^  que  sin  duda  se  conservan  por 
anticuados  ;  éstos,  destrozando  los  empedrados,  producen 
un  ruido  insoportable,  y  parecen  estar  reducidos  á  traspor- 
tar sólo  hasta  treinta  arrobas,  acaso  por  lo  mucho  que  pesa 


98  INTRODUCCIÓN. 


el  carro.  Pues  ¿para  qué  se  ha  de  conservar  esta  antigualla,  y 
no  se  ha  de  examinar,  oyendo  á  los  peritos,  cómo  se  podía 

remediar  esto  y  sustituir  en  su  lugar  lo  que  sea  más  útil? 

Buena  prueba  son  los  carros  catalanes,  que  pocos  años  há 
se  introdujeron  en  la  corte,  y  hoy  los  usan  todos,  porque 
con  sus  tres  muías,  puestas  una  detras  de  otra,  y  con  el 
auxilio  que  facilita  su  construcción ,  traen  de  ochenta  á 
cien  arrobas  cada  uno  de  Barcelona  á  Madrid  d  ,  etc. 

Entrando,  en  fin,  el  autor  en  más  amplias  y  trascen- 
dentales reformas ,  discurre  luego  sobre  la  que  cree  posi- 
ble, la  traída  de  las  aguas  del  Jarama  á  los  altos  de  Santa 
Bárbara;  sobre  la  apertura  del  canal  de  navegación  desde 
Madrid  á  Aranjuez ;  sobre  la  creación  de  algunos  edificios 
públicos  de  absoluta  necesidad  en  una  corte ;  sobre  el  le- 
vantamiento (por  cierto  bien  excusado)  de  una  cerca  ó 
muralla  bastante  fuerte;  sobre  el  del  puente  que  atravesan- 
do la  calle  de  Se ff ovia ,  uniese  los  barrios  de  Palacio  y  de 
San  Francisco  (1);  sobre  el  rompimiento  de  los  paseos  de 
alrededor  de  la  villa,  y  otras  obras ;  y  en  punto  á  buena 
policía,  propone,  entre  otras  cosas,  la  prohibición  de  la  ca- 
pa y  el  chambergo,  que  entonces  era  de  uso  casi  general ; 
la  de  llevar  más  de  dos  muías  en  cada  coche  ó  carroza ;  el 
planteamiento  del  servicio  de  fiacres  ó  coches  de  plaza, 
como  ya  existia  on  París  ;  la  reforma  del  ramo  de  abas- 
tos de  comestibles,  como  la  entendiaa  en  su  tiempo;  la 
ampliación  y  conclusión  del  pósito  y  albóndiga,  y  la  for- 
mación de  otros  depósitos  de  aceite  y  carbón;  y  para  aten- 
der á  todo  ello  acude  á  las  sisas  de  la  villa  de  Madrid. 
Propone  ademas  la  reforma  completa  del  ramo  de  hospi- 

(1)   De  la  indicación  hecha  que  presenté  al  Ayuntamiento, 

en  esta  luminosa  Memoria,  na-  como  conceja],  la  realización  del 

ció- en   mí   el  pensamiento  de  puente  ó  viaducto,  que  quedó 

proponer,  en  1846,  el  Proyecto  al  fin  inaugurado  treinta  año» 

de  mejoras  generales  de  Madrid  después. 


RESEÑA   HISTÓRICA.  99 

tales,  hospicios  y  demás  casas  de  Beneficencia;  y  por  cier- 
to con  mny  preciosas  obser^'aciones,  que  honran  al  autor 
de  este  apreciable  trabajo^  y  que  han  tardado  un  siglo  en- 
tero en  obtener  su  aplicación. 

Tal  es  la  luminosa  Memoria  dirigida  al  Gobierno  de 
Femando  VI  en  el  "primer  año  de  su  reinado;  mas,  por 
desgracia,  no  eran  aún  llegados  los  tiempos  en  que  en  la 
esfera  del  Gobierno  y  de  la  opinión  tuviesen  acogida,  los 
sanos  é  ilustrados  principios  de  una  culta  administración. 
A  pesar  del  sincero  deseo  del  acierto  del  Monarca,  á 
pesar  de  la  buena  disposición  de  sus  delegados,  los  erro- 
res, los  abusos  y  despropósitos  continuaron,  como  hasta 
entonces,  su  desatentada  marcha;  los  escritos  y  esfuerzos 
más  interesantes  hechos  para  combatirlos  fueron  olvida- 
dos al  siguiente  dia,  y  la  capital  del  reino  poderoso  que 
daba  reyes  á  Ñapóles  y  Sicilia,  vireyes  á  Méjico  y  Lima^ 
gobernadores  a  tantos  otros  pueblos  en  las  cuatro  partes 
del  mundo  conocido ,  ofrecía  el  contraste  más  extraño  y 
lamentable  con  la  grandeza  y  majestad  de  aquellas  mis- 
mas capitales  que  de  ella  recibian  las  leyes. — Y  todo  esto 
precisamente  en  una  ¿poca  en  que  la  paz  interior  no  fué 
interrumpida  por  más  de  medio  siglo;  en  un  período  prós- 
pero y  tranquilo,  en  que,  después  de  colosal  impulso  dado 
á  nuestra  marina  y  á  nuestro  ejército,  todavía  sobraban 
caudales  para  hundir  las  apuntaladas  tesorerías,  para  com- 
prar la  paz'  á  todo  precio ,  y  para  emplear  ochenta  y  tíin- 
tos  millones  en  la  piadosa  fundación  de  las  Salesas  Reales 
de  Madrid. — Debemos,  sin  embargo,  convenir  en  que  este 
contrasentido  entre  la  paternal  solicitud  del  Monarca  y  d© 
su  Gobierno  y  sus  errores  administrativos  era  hijo  de  la 
época,  fruto  del  atraso  de  las  ideas,  y  de  las  necesidades 
posteriores  que  la  mayor  ilustración  ha  creado.  Mucho  es, 
sin  embargo,  para  aquella  época  el  que  empezaran  á  sen- 
tirse y  á  reconocerse  esas  exigencias  de  la  moderna  cul- 


1 00  INTBODUCCION. 


tura,  y  mucho  es  también  que  en  el  breve  reinado  de  Fer- 
nando el  VI  se  diesen  los  primeros  pasos  para  satisfacer- 
las en  algún  modo. 


CARLOS   III. 

Por  fortuna  de  Madrid,  al  arribar  á  sus  puertas,  el  dia 
9  de  Noviembre  de  1759,  el  gran  Carlos  III,  para  sentarse 
en  el  trono  español  por  la  muerte  de  su  hermano  Fernan- 
do VI,  hubo  de  llamar  sin  duda  su  ilustrada  y  soberana 
atención  el  repugnante  cuadro  de  una  corte  tan  descuida- 
da; y  á  la  mágica  voz  con  que  en  su  anterior  reino  de  Ña- 
póles supo  imprimir  su  nombre  y  su  grandeza  á  aquella 
hermosa  capital,  supo  elevar  á  Caserta  y  desenterrar  á 
Herculano,  hizo,  como  á  éste,  salir  á  Madrid,  si  no  de  sus 
ruinas,  por  lo  menos  de  su  letargo;  le  engrandeció  con 
todos  ó  casi  todos  los  edificios  públicos  más  importantes 
que  hoy  ostenta,  tales  como  el  grandioso  Museo  del  Pra- 
do y  las  suntuosas  fábricas  de  la  Aduana,  las  puertas  de 
Alcalá  y  San  Vicente,  la  casa  de  Correos,  la  Imprenta 
Nacional,  el  Hospital  general,  el  templo  y  convento  de 
San  Francisco  el  Grande,  el  Observatorio  Astronómico, 
las  Beales  Caballerizas ,  la  Fábrica  platería  de  Martínez, 
la  de  Tapices,  la  de  la  China,  y  otros  ciento ;  transformó 
en  uno  de  los  paseos  más  deliciosos  de  Europa  el  Prado 
de  San  Jerónimo,  con  sus  bellas  fuentes ;  abrió  el  de  la 
Florida  y  el  de  las  Delicias ;  embelleció  el  sitio  del  Buen 
Betiro  con  suntuosas  obras ,  entre  ellas  la  dicha  fábrica  de 
la  China  (destruida  por  los  ingleses  en  1812);  abrió  el  ca- 
nal de  Manzanares  y  casi  todos  los  caminos  que  conducen 
á  la  capital. — Todas  estas  concepciones  de  su  inteligencia 
privilegiada  y  paternal  encontraron  robusto  apoyo  é  im- 
pulso en  sus  famosos  ministros  los  condes  de  Aranda  y 


RESEÑA   HISTÓRICA.  n  101 

de  Floridablanca,  en  la  ciencia  j  bnen  gasto  de  los  ar- 
quitectos Rodríguez ,  Villanueva  y  Sabatini ,  verdaderos 
restauradores  del  arte  en  nuestra  moderna  España.  De 
este  tiempo  data  el  levantamiento  del  Plano  topográfico 
de  Madrid^  por  D.  Antonio  Espinosa^  dedicado  al  ilustra- 
do ministro  Conde  de  Aranda,  en  1769,  y  por  entonces  se 
concluyó  la  Visita  y  Planimetría  de  las  casas ,  emprendi- 
da en  el  reinado  anterior. 

Llevando  Carlos  III  á  más  elevado  punto  sus  miras  ge- 
nerosas, creó  nuestros  establecimientos  principales  de  ins- 
trucción y  de  beneficencia,  de  industria  y  comercio;  fundó 
Academias  y  Museos,  Colegios  y  cátedras  públicas;  estap- 
bleció  el  Gkibinete  de  Historia  Natural,  el  Jardin  Botáni- 
co, el  Observatorio  Astronómico,  la  Sociedad  de  Amigos 
del  País ,  el  Seminario  de  Nobles ,  las  Escuelas  Pías  y  las 
gratuitas  de  instrucción  primaria ;  estableció  las  diputa- 
ciones de  caridad,  fundó  el  Banco  Nacional  de  San  Car- 
los y  las  opulentas  compañías  de  los  Cinco'  Gremios,  Fili- 
pinas y  otras ;  mejoró  considerablemente  los  pósitos,  los 
hospitales  y  hospicios,  y  protegió  de  todos  modos  las  ar- 
tes, las  ciencias  y  la  laboriosidad. 

En  cuanto  á  la  comodidad  de  los  habitantes  de  Madrid, 
é  su  seguridad  y  recreo,  ocurrió  con  el  establecimiento  de 
los  vigilantes  nocturnos  (^serenos^  y  el  de  un  regular 
alumbrado;  la  limpieza  y  empedrado  de  la  villa  sufrió  tam- 
bién una  reforma,  si  no  perfecta,  por  lo  menos  muy  ade- 
lantada sobre  la  que  existia;  por  consecuencia  también  de 
sus  sabias  disposiciones,  se  reformó  el  sistema  pernicioso 
de  abastos,  y  consiguió  que  Madrid  estuviese  abundante- 
mente surtido  de  víveres;  así  como  por  otras  acertadas 
medidas,  dirigidas  á  la  buena  administración  de  la  corte, 
pudo  al  fin  hacer  que  ésta  se  elevase ,  si  no  á  la  altura  de 
tan  gran  monarca,  por  lo  menos  á  la  del  título  de  capital^ 
todo  esto  en  pro  comunal,  y  como  dice  la  bella  inscripción 


102    »  INTRODUCCIÓN. 


que  D.  Juan  Iriarte  colocó  sobre  la  portada  del  Botánico : 
Civium  aalute  et  oblectamento. 

Las  honrosas  guerras  que  sostuvo  con  más  ó  menos 
¿xito  no  llegaron  á  afectar  á  Madrid^  á  quien  también 
hizo  plaza  de  armas.  Este  pueblo ,  admirador  de  su  mo- 
narca^ tuvo  la  honra  de  poseerle  durante  su  reinado,  y 
sólo  extraviado  por  la  intriga  política  de  cierta  clase, 
pudo  atreverse  á  alterar  su  tranquilidad  un  domingo  de 
Bamos,  23  de  Marzo  de  1766,  con  la  célebre  conmoción 
dirigida  contra  el  ministro  Esquilache. 

Carlos  III,  llorado  de  sus  pueblos,  murió  en  Madrid 
en  1788.  En  esta  misma,  villa  habia  nacido,  en  20  de 
Enero  de  1716,  y  ciertamente  es  reprensible  que,  después 
de  un  siglo  de  fecha,  éun  no  se  ostente  en  el  sitio  más 
privilegiado  de  Madrid  la  estatua  del  noble  monarca,  su 
verdadero  restaurador. 


SIGLO  XIX. 


CARLOS  IV. 


El  siglo  actual  se  inauguró,  para  la  capital  y  para  el 
reino  entero,  bajo  muy  tristes  auspicios.  Al  reinado  pa- 
ternal y  fecundo  del  gran  Carlos  III  habia  sucedido,  en 
los  últimos  años  del  anterior,  el  vacilante  de  su  hijo,  ca- 
balmente en  un  tiempo  en  que  rugia  á  nuestras  puertas 
el  terrible  huracán  de  la  Revolución  francesa,  y  era  ne- 
cesario al  frente  del  país  un  espíritu  superior  para  domi- 
nar la  critica  situación  de  los  ánimos,  y  hasta  para  sacar 
de  ella  el  mejor  partido  posible.  El  bondadoso  y  tímido 
Carlos  IV.  no  era  seguramente  este  genio  privilegiado,  y 
en  tan  imperiosa  situación,  en  presencia  de  una  revolución 


BESEÑA   HISTÓRICA.  103 


exterior  amenazadora,  de  nna  población  ya  preparada, 
por  cierto  grado  de  ilustración,  de  aspiraciones  y  deseos, 
á  los  grandes  cambios  y  reformas  políticas;  de  una  gene- 
ración, en  fin,  que  Labia  crecido  y  desarrollado  su  inteli- 
gencia á  la  sombra  de  los  Arandas  y  Floridablancas, 
Feijoos  y  Olavides,  Sarmientos,  Campománes  y  Jovellá- 
nos,  Islas  y  Clavijos,  Juanes  y  Llagunos,  Sarmientos  y 
Cabanilles,  Mentíanos  y  Luzanes,  y  tantos  otros  ilustra- 
dos ministros  y  sabios  escritores  del  reinado  anterior,  no 
encontró  más  recurso  que  abandonar  tranquilamente  el 
ejercicio  del  poder  soberano,  confiar  las  riendas  del  Go- 
bierno en  las  inexpertas  manos  de  un  favorito  improvisa- 
do, de  un  joven  sin  estudios  ni  experiencia,  y  reservarse 
para  bu  tarea  ordinaria  las  brillantes  cacerías  en  los  bos- 
ques del  Pardo  y  en  las  florestas  de  Aranjuez. 

Aquel  recurso  tradicional  en  nuestros  antiguos  monar- 
cas, no  ofrecía  ciertamente  al  ánimo  de  Carlos  (si  consul- 
taba la  Historia)  ejemplos  muy  halagüeños  de  resultado 
favorable ;  antes  bien,  á  poco  que  en  ella  hubiera  meditado, 
babría  conocido  los  sinsabores  profundos,  los  disturbios  y 
penalidades  que  á  sus  remotos  antecesores  D.  Juan  el  II 
y  D.  Enrique  lY  ocasionaron  las  fatales  privanzas  de  don 
Alvaro  de  Luna  y  D.  Beltran  de  la  Cueva ;  y  sin  ir  tan 
lejos,  tenía  más  inmediatas  las  de  Antonio  Pérez,  del 
Buque  de  Lerma,  de  D.  Rodrigo  Calderón  y  del  Conde- 
Duque  de  Olivares,  bajo  el  gobierno  de  los  tres  Felipes 
de  Austria;  de  los  Nitardos,  Valenzuelas  y  Oropesas,  en 
la  minoría  y  reinado  de  Carlos  II ;  de  las  de  la  Princesa 
de  los  Ursinos,  AJberoni,  Riperdá,  Patino  y  Farinelli,  en 
los  dos  primeros  reinados  de  la  casa  de  Borbon.  Hasta  el 
mismo  de  su  magnánimo  padre  ofrecía  también  en  el  mi- 
nistro Esquilache  un  ejemplo  vivo  de  lo  mal  que  solia 
recibir  el  pueblo  español  esta  clase  de  sustituciones  en  el 
ejercicio  de  la  regia  autoridad.  Y  cuenta  que,  en  el  caso 


104  INTRODUCCIÓN. 


presente,  todavía  era  más  grande  la  responsabilidad,  tanta 
por  recaer  tan  inesperada  renuncia  en  los  hombros  de  un 
SQJeto  absolutamente  oscuro,  sin  antecedentes  algunos,  y 
que  necesariamente  habia  de  chocar  con  todas  las  clases 
del  Estado,  cuanto  porque  las  circunstancias  excepcionales 
de  la  nación  y  las  de  la  Europa  entera  eran  harto  más  gra- 
ves y  complicadas  que  las  que  tuvieron  que  arrostrar  los 
monarcas  anteriores  y  los  validos  ó  favoritos  ya  indicados. 

No  es  ésta  la  ocasión,  ni  nuestra  modesta  pluma  lo 
consiente  tampoco,  de  entrar  de  lleno  en  la  historia  polí- 
tica de  aquel  reinado,  comprendido  entre  1789  y  1808^ 
ni  trazar  la  rápida  marcha  de  los  sucesos  políticos  comu- 
nes á  todo  el  reino,  ni  los  errores  cometidos  por  el  poder 
ó  por  la  opinión,  ni  la  dfreccion  más  ó  menos  acertada 
que  en  manos  de  D.  Manuel  Godoy^  favorito  y  ministro 
casi  constante  de  Carlos  IV,  generalísimo,  almirante  y 
principe  de  la  Paz^  recibieron  los  negocios  públicos;,  ni 
las  guerras,  en  fin,  más  ó  menos  afortunadas,  que  sostuvo 
en  el  exterior  contra  la  República  francesa,  el  Portugal 
y  los  ingleses,  y  sus  luchas  políticas  con  el  formidable 
poder  de  Napoleón,  en  que  vino  al  fin  á  estrellarse. 

Todo  esto  no  entra  en  nuestro  humilde  propósito,  limi- 
tado á  trazar  rápidamente  la  marcha  política  y  social  de 
nuestra  villa  y  corte  de  Madrid  en  aquel  periodo;  y  si  lo 
indicamos  someramente,  es  sólo  como  punto  de  vista  para 
colocar  nuestro  trazado. 

La  corte  de  Carlos  IV  y  María  Luisa,  con  su  arrogante 
favorito,  su  ligereza,  su  voluptuosidad,  sus  errores  y  hasta 
su  inmoralidad,  si  se  quiere,  tenía  también  su  lado  bri- 
llante para  la  capital;  y  era  la  ostentación  y  magnificen- 
cia, la  tolerancia  y  libertad  práctica  de  las  opiniones,  la 
ausencia  de  toda  persecución  política  ó  religiosa,  la  pro- 
tección y  el  impulso  dispensado  á  las  Letras  y  las  Artes 
por  ese  mismo  Godoy,  á  quien  políticamente  pudieran 


RESEÑA   HISTÓRICA.  105 


hacerse  severos  cargos;  á  qnien  la  mayoría  de  la  opinión 
aborrecía  de  muerte;  á  quien  la  Revolución  y  la  vengan- 
za llevaron  á  expiar  sus  faltas  en  una  muerte  oscura  en 
país  extranjero^  al  cabo  de  un  destierro  de  cuarenta  años; 
á  quien  la  historiad  contemporánea  ha  estado  escarne- 
ciendo durante  medio  siglo  por  todos  los  modos  posibles 
con  una  exageración  apasionada  y  rencorosa. 

Sin  embargo,  en  medio  de  aquellos  cargos  que  preten- 
den jastiíicarse,  no  podria  sin  injusticia  negarse  á  Qodoy 
un  grado  no  vulgar  de  talento,  un  espíritu  profundamente 
nacional,  un  arrojo  hasta  temerario  en  acometer  grandes 
luchas,  y  una  sagacidad  muy  marcada  para  sostener  su 
poderío  y  para  desconcertar  á  sus  contrarios  internos  y 
externos.  La  lectura  y  meditación  de  las  Memorias  que 
el  mismo  Godoy  publicó  en  el.  destierro,  en  1836,  son 
hasta  ahora  la  única  historia  de  aquel  reinado ;  y  aunque 
naturalmente  escritas  con  la  parcialidad  que  es  de  supo- 
ner en  el  propio  protagonista,  contestan,  á  nuestro  en- 
tender, victoriosamente  á  muchas  de  las  vulgaridades 
estampadas  por  sus  implacables  acusadores. 

Haciendo,  pues,  más  justicia  á  aquella  épot^a  y  á 
aquella  administración,  tan  terriblemente  atacada,  precisa 
es  confesar  ique  á  los  grandes  nombres  que  ilustraron  el 
reinado  anterior  y  que  siguieron  brillando  en  éste,  á  los 
Arandas,  Floridablancas,  Campománes  y  Jovellános,  hay 
que  añadir  los  de  los  Azaras,  Lerenas,  Kodas,  Espinosas, 
Saavedras,  Soler,  Cabarrús  y  otros  muchos  en  la  Admi- 
nistración y  en  las  ciencias  políticas;  los  de  ürrutia, 
Mazarredo,  Socorro,  la  Romana,  Ofarril,  Castaños,  Gra- 
vina.  Ciscar,  Vargas  Ponce,  Galiano,  Churruca  y  muchos 
más  en  el  ejército  y  marina;  Fomer,  Cadalso,  Melendez, 
Iglesias,  Cienfnegos,  Conde,  Moratin  y  Quintana  en  las 
buenas  letras;  Rojas  Clemente,  Pavón,  Ulloa,  Bails,  Or- 
tega, Luznriaga,  Badía  en  las  ciencias ;  Goya,  Carmena, 


106  INTRODUCCIÓN. 


Selma^  Álvarez,  Villanueva,  Sola  y  Pérez  en  las  Bellas 
Artes. — De  aquel  periodo  datan  el  inmortal  Informe 
wbre  la  ley  agraria^  de  Jovellános;  los  célebres  escritos 
de  Campománes;  las  obras  científicas  de  Pavón,  ToiifiO| 
Bails,  Boules,  Antillon^  Cabanilles,  Rojas  Clemente;  los 
atrevidos  viajes  políticos  y  científicos  de  Badia  (Alí  Bey) 
en  África  y  en  Asia;  los  de  Balmis  en  América,  para  la 
propagación  de  la  vacuna;  las  obras  literarias  de  Capma- 
ni,  Marina,  Clemencin  y  Navarrete ;  la  restauración'  de  la 
poesía  lírica  castellana  por  la  musa  de  Meléndez,  de  Igle- 
sias, de  Cienfuegos  y  de  Quintana;  la  gloriosa  creación 
del  teatro  moderno  por  el  inmortal  Fernandez  de  Moratin. 
Todos  estos  y  otros  muchos  ilustres  nombres  políticos, 
científicos,  literarios  y  artísticos  menos  conocidos,  brilla- 
ron en  todo  su  esplendor  en  la  corte  de  Carlos  IV;  todos 
disfrutaban  del  favor  del  Monarca  y  del  especial  del  fa- 
vorito, trabajaban  en  pro  de  la  ilustración  y  del  buen 
gusto,  bajo  los  auspicios,  y  muchas  veces  á  impulsos  y 
excitación  suya. — No  sólo  protegió  las  letras  y  la  ciencia 
con  este  apoyo  en  las  personas  de  sus  más  genuinos  repre- 
sentantes, sino  que  impulsó  de  varios  modos  la  instruc- 
ción pública,  creó  en  Madrid  diversos  establecimientos 
científicos,  tales  como  el  Depósito  Hidrográfico,  la  Junta 
de  Fomento  y  Balanza,  la  Escuela  de  Ingenieros,  la  Ins- 
titución Pestaloziana  y  el  primer  Conservatorio  de  Artes; 
atacó,  aunque  disimuladamente,  y  tuvo  á  raya  el  fanatis- 
mo y  el  poderío  del  poder  inquisitorial,  la  educación 
frailuna  y  escasa  de  los  conventos,  y  la  pedantesca  de  las 
universidades;  combatió  las  preocupaciones  vulgares  con- 
tra ciertas  clases;  procuró  aliviar. en  lo  posible  las  cargas 
públicas,  y  dando  la  señal  de  la  desamortización  de  la 
propiedad  del  país  (que  estaba  casi  toda  afecta  á  capella- 
nías, memorias  y  obras  pías),  abrió  un  nuevo  y  esplen- 
dente manantial  á  la  riqueza  pública  y  particular. 


BESEÑA  HISTÓRICA.  107 

La  capital  del  reino,  sólo  con  este  motivo ,  pudo  ase- 
gurar ja  su  futura  renovación ;  miles  de  casas  raquíticas  ó 
miñosas,  afectas  á  aquellas  religiosas  fundaciones,  fueron 
vendidas,  en  los  primeros  años  de  este  siglo,  por  disposi- 
ción del  Gobierno  de  aquella  ¿poca,  preludiando  de  este 
modo  la  completa  desamortización  religiosa  y  civil,  que 
más  adelante  hablan  de  obrar  las  revoluciones.  Y  á  la 
verdad  que,  sin  este  punto  de  partida,  nada  podria  hacerse 
en  Madrid,  cuyo  perímetro  en  su  mitad  estaba  ocupado, 
como  hemos  visto,  por  más  de  setenta  conventos,  sus 
hnertas  y  accesorios,  y  el  resto  lleno  de  un  mezquino 
caserío  (propiedad,  en  sus  cuatro  quintas  partes,  de  manos 
muertas),  tolerado  más  bien  que  protegido  por  los  verda- 
deros dueños  del  territorio. 

La  Administración  pública  siguió,  sin  embargo,  poco 
más  ó  menos  envuelta  en  aquel  caos  de  confusión,  en 
aquel  tejido  secular  y  formidable  de  trabas  ingeniosas,  que 
tenían  al  país  envuelto  en  la  impotencia  y  en  la  ignoran- 
cia de  sus  propias  fuerzas ;  con  su  Co7isejo  y  Cámara  de 
Castilla  y  su  Sala  de  Alcaldes  de  Casa  y  Corte,  omnipo- 
tentes é  inevitables  en  todos  los  actos  de  la  vida  pública 
y  privada,  desde  la  sucesión  del  trono  hasta  el  ejercicio 
de  la  pesca,  ó  de  la  caza  con  hurones;  desde  los  bandos 
de  buen  gobierno  para  el  orden  político  de  la  población, 
hasta  la  tasa  del  pan  y  del  tocino;  desde  el* pase  de  las 
bulas  pontificias,  hasta  la  censura  de  una  novela  ó  de  un 
tomo  de  poesías;  desde  las  causas  de  alta  traición  y  lesa 
majestad,  hasta  los  matrimonios  contra  la  autoridad  pa. 
terna  y  los  amancebamientos  privados;  desde  los  pleitos 
de  tenutaj  hasta  los  amparos  y  moratorias;  desde  la  pro- 
visión ó  consulta  para  las  altas  dignidades  de  la  Iglesia  y 
de  la  Magistratura,  hasta  el  examen  de  los  escribanos  y 
alguaciles;  desde  las  pragmáticas-sanciones  y  leyes  cons- 
titutivas del  reino,  hasta  la  presidencia  de  los  teatros  y 


108  INTRODUCCIÓN. 


diversiones ;  desde  la  decisión  de  los  litigios  más  graves 
y  complicados,  hasta  el  permiso  para  una  feria  ó  para  una 
corrida  de  toros  por  cédula  Real. 

La  administración  local  estaba  confiada  á  la  corpora- 
ción municipal,  compuesta  de  regidores  perpéUios  perjuro 
de  heredad,  con  un  corregidor  al  frente  (por  lo  general 
salido  de  las  salas  de  aquel  mismo  Consejo  ó  su  sala  de 
Alcaldes  de  Casa  y  Corte) ,  que  giraba  dentro  de  la  órbita 
que  le  marcaba  aquel  planeta ;  y  apoyada  después  en  las 
innumerables  juntas  de  abastos,  de  tasas  y  de  bureo  y  de 
aposentamiento,  de  sisas  y  de  propios,  etc.,  flanqueada 
por  las  corporaciones  religiosas  y  profanas,  los  gremios  y 
cofradías,  ofrecia  un  todo  digno  de  tales  medios;  esto  es, 
una  paralización  y  un  marasmo  intelectual,  lógico  resul- 
tado de  tantas  trabas  ó  de  tan  encontrados  agentes. 

Todavía  hemos  alcanzado  á  oir  de  boca  de  los  mismos 
que  tuvieron  valor  suficiente  para  combatir  aquellos  erro- 
res el  espectáculo  indecoroso  y  repugnante  que  ofrecia  á 
principios  del  siglo  actual,  y  en  medio  de  ]a  esplendorosa 
corte  de  Carlos  IV,  la  capital  de  la  monarquía. — Su  as- 
pecto general  (á  pesar  de  las  considerables  aunque  parcia- 
les mejoras  que  había  recibido  de  los  tres  monarcas  ante- 
riores) presentaba  todavía  el  mismo  aire  villanesco  que 
queda  descrito  por  un  testigo  contemporáneo  á  mediados 
del  siglo  anterior;  su  alumbmdo,  su  limpieza,  su  salubri- 
dad, su  policía  urbana,  en  fín,  eran  poco  más  que  insig- 
nificantes ;  la  seguridad  misma,  comprometida  absoluta- 
mente á  cada  paso,  hacía  preciso  á  todo  ciudadano  salir 
de  noche  bien  armado  y  dispuesto  á  sufrir  un  combate  en 
cada  esquina;  sus  mercados  desprovistos  de  bastimentos  y 
sólo  abiertos,  en  virtud  de  las  tasas  y  privilegios,  á  las 
clases  más  elevadas ;  sus  comunicaciones  con  las  provin- 
cias poco  menos  que  inaccesibles;  sus  establecimientos  de 
instrucción  y  de  beneficencia  en  el  estado  más  deplorable; 


BE8BÑA  HISTÓfilCA.  109 


SUS  calles  y  paseos  yermos  y  cubiertos  de  hierba  ó  de  sa- 
ciedad por  la  desidia  de  la  autoridad  y  el  abandono  de  la 
población,  y  los  cadáveres  de  ésta  sepultados  en  medio  de 
ella,  en  las  bóvedas  ó  i  las  puertas  de  las  iglesias,  ó  ex- 
hamados  de  tiempo  en  tiempo  en  grandes  mondas  para 

ser  cond ácidos  en  carretas  al  estercolero  común ¡  Así 

irian  seguramente  ignorados  los  del  inmortal  Cervantes, 
y  así  fueron  también,  en  los  primeros  años  de  este  mismo 
siglo,  los  del  Féiijü  de  los  ingenios,  Lope  de  Vega,  que 
yacia  en  las  bóvedas  de  la  parroquia  de  San  Sebastian! 

La  fábrica  de  Tabacos ,  el  convento ,  hoy  cuartel,  de 
San  Gil;  el  Depósito  Hidrográfico,  la  casa  de  la  calle  del 
Turco,  que  sirve  hoy  de  Escuela  de  Caminos;  el  convento 
de  las  Salesas  Nuevas,  calle  Ancha  de  San  Bernardo,  fue- 
ron los  únicos  edificios  públicos  que  legó  á  Madrid  el 
reinado  de  Carlos  IV;  pero  como  el  buen  gusto  en  las  ar- 
tes iba  infiltrándose  en  la  opinión  general,  se  revela  tam- 
bién su  progreso  en  las  construcciones  particulares  de 
aquella  época,  tales  como  el  palacio  de  Liria  y  el  de  Bue- 
na Vista ,  la  casa  de  los  Gremios ,  la  del  Nuevo  Rezado, 
la  del  Duque  de  Villa-Hermosa,  y  la  reforma  principiada 
en  la  de  Altamira. 


FERNANDO   VII. 

El  famoso  levantamiento  de  18  de  Marzo  de  1808,  en 
Aranjaez,  que  puso  término  á  aquel  reinado  con  la  abdi- 
cación de  Carlos,  y  redaje,  por  consiguiente,  al  poderoso 
valido  á  la  más  estrepitosa  caida,  tuvo  un  eco  instantáneo 
en  la  población  de  Madrid,  qne,  ebria  de  entusiasmo  y 
dominada  por  el  más  rencoroso  encono  contra  éste  y  sus 
hechuras,  renovó  con  creces  el  famoso  motin  de  1766 
contra  el  ministro  Esquilache,  y  por  una  coincidencia  for- 


lio  INTRODUCCIÓN. 


taita,  reprodiTJo  las  mismas  escenas  violentas  en  los  sitios 
mismos  contra  la  cesa  del  naevo  ídolo  derrocado,  en  la 
calle  del  Barquillo ,  contigua  á  la  llamada  de  las  Siete 
ChimenecLBj  que  liabitaba  el  antiguo  en  el  siglo  anterior. 

Aquel  memorable  dia  empezó  la  nueva  era  española^  y 
Madrid,  cegado  por  el  vértigo  de  las  malas  pasiones,  se 
mostró  terrible  é  implacable  en  sus  enconos  contra  el  po- 
der derrocado  y  sus  hechuras,  envolviendo  en  tan  horrible 
proscripción  los  buenos  y  los  malos  ;  atacó  despiadada  y 
frenéticamente  las  casas  de  Godoy  y  de  su  madre  y  her- 
manos, la  del  corregidor  Marquina ,  la  del  ilustrado  mi- 
nistro Soler,  la  del  intendente  D.  Manuel  Sixto  Espinosa, 
y  amenazó  también  la  de  otros  muchos  tan  inofensivos 
como  el  célebre  poeta  Fernandez  de  Moratin. 

Tan  horrible  desentono  cedió  lugar,  á  pocos  dias,  al  más 
férvido  entusiasmo  de  la  población  madrileña,  al  recibir 
en  sus  calles  al  nuevo  rey  Fernando  VII,  á  quien  en  1789 
habia  jurado  en  San  Jerónimo  por  Príncipe  de  Asturias, 
á  quien  prodigó  el  24  de  Marzo  de  1808  las  demostracio- 
nes de  una  verdadera  idolatría.  Pero  este  regocijo  se  vio 
mezclado  con  el  fundado  recelo  que  infundia  la  presencia 
del  ejército  francés,  que,  bajo  las  órdenes  del  Príncipe 
Murat,  habia  entrado  en  Madrid  la  víspera  que  el  nuevo 
Rey. — La  patriótica  agitación,  la  incertidumbre  del  objeto 
de  esta  venida  de  los  ejércitos  del  Emperador,  y  los  te- 
mores por  la  independencia  del  país,  conmovieron  á  Ma- 
drid en  aquellos  dias;  y  esta  agitación,  estos  temores 
subieron  de  todo  punto  cuando  vio  salir  de  sus  muros, 
el  10  de  Abril  siguiente,  á  su  amado  Femando.  El  funesto 
y  desatentado  viaje  del  Rey  á  Bayona  vino  á  llenar  la 
medida  de  la  cólera  de  los  madrileños,  y  tomando  por 
pretexto  la  salida  de  los  demás  individuos  de  la  Real  fa- 
milia, que  habian  quedado  en  Palacio,  dio  rienda  suelta  á 
su  frenético  coraje,  y  señaló  en  los  fastos  matritenses  el 


RESEÑA   HISTÓRICA.  111 

día  más  celebre  que  registra  en  sus  anales. — '  Este  (lia  fué 
el  Dos  DE  Mayo  de  1808. — En  él  la  población  de  Ma- 
drid ^  arrojando  el  guante  al  vencedor  de  Austerlitz,  de 
Marengo  j  de  Jena,  dio  á  la  Europa  atónita  el  grandioso 
esp^táculo  de  la  resistencia  posible  á  aquel  coloso  ^  hasta 
entonces  invulnerable  y  omnipotente. 

Los  franceses^  dueños  de  Madrid  á  tan  cara  costa,  sólo 
permanecieron  entonces  hasta  I.""  de  Agosto,  en  que,  á 
consecuencia  de  la  célebre  batalla  de  Bailen,  hubieron  de 
retirarse,  y  las  tropas  españolas,  mandadas  por  el  general 
Castaños,  ocuparon  á  Madrid.  Pero  Napoleón  en  persona, 
con  un  ejército  formidable ,  se  presentó  delante  de  la  ca- 

•  

pital  el  1.°  de  Diciembre  del  mismo  año  de  1808.  La  re- 
sistencia de  este  indefenso  pueblo  en  los  tres  primeros 
dias  de  aquel  mes  es  otro  de  los  sucesos  que  raya  en  lo 
heroico  y  aun  temerario ;  pero  que  mereció  hasta  el  apre- 
cio del  sitiador,  que  le  ocupó  el  4  bajo  una  honrosa  capi- 
tulación. 

Gimió  Madrid  cerca  de  cuatro  años  bajo  el  peso  de  la 
dominación  extranjera ,  y  durante  ellos  no  se  desmintió  un 
solo  momento  en  sus  patrióticas  ideas.  Ni  los  halagos  que 
al  principio  se  usaron,  ni  el  rigor,  ni  la  miseria,  ni  el 
hambre  más  espantosa,  pudieron  hacerle  retroceder.  Fir- 
me en  sus  propósitos ,  no  le  venció  el  temor  ni  le  lisonjea- 
ron las  ilusiones  de  una  encarecida  felicidad.  Jugando  á 
veces  con  las  cadenas  que  no  podía  romper,  combatía  con 
la  sátira  y  la  ironía  todas  las  acciones  del  intruso  Bey  y 
de  su  Gobierno ,  le  mofaba  en  las  calles,  en  los  paseos  y 
en  las  ocasiones  más  solemnes;  revestido  otras  de  una 
fiereza  estoica,  moria  á  manos  de  la  horrible  hambre 
de  1812,  antes  que  recibir  el  más  mínimo  socorro  de  sus 
enemigos.  En  vano  se  emplearon,  para  debilitarle,  los 
medios  más  eficaces;  sus  habitantes,  muriendo  á  millares 


112 


INTBODUCCION. 


de  dia  en  día,  le  dejaban  desierto,  pero  no  rendido  (1). 

Llegó,  por  ñn,  el  12  de  Agosto  de  1812,  célebre  en  los 
fastos  de  Madrid.  En  este  dia,  habiéndose  retirado  los  fran- 
ceses, de  resultas  de  la  batalla  de  Salamanca,  ñié  ocupada 
la  capital  por  el  ejército  aliado  anglo-hispano-portugnes, 
al  mando  de  lord  Wellington,  que  hizo  su  entrada  entre 
demostraciones  inexplicables  de  alegría.  Pero  aun  faltaba  á 
Madrid  parte  de  sus  padecimientos,  pues  vuelto  á  acer- 
carse el  ejército  francés,  tomó  á  ocuparle  en  3  de  No- 
viembre, saliendo  á  los  cuatro  dias  y  volviendo  á  apode- 
rarse de  él  en  3  de  Diciembre  del  mismo  año  de  1812. 
Por  último,  en  28  de  Mayo  de  1813  salieron  los  france- 
ses ]a  última  vez  de  Madrid ,  y  le  ocuparon  las  tropas 
españolas  al  mando  de  D.  Juan  Martin  Diez  el  Empeci- 
nado. El  5  de  Enero  de  1814  se  trasladó  á  Madrid  desde 
Cádiz  la  Regencia  del  Reino  y  el  Gobierno,  y  á  pocos 
«lias  se  abrieron,  en  el  antiguo  teatro  de  los  Caños  del 
Peral,  las  Cortes  generales,  con  arreglo  á  la  Constitución 
política  promulgada  en  Cádiz  á  19  de   Marzo  de  1812. 

Las  novedades  introducidas  por  ella  en  el  gobierno  de 
la  monarquía  afectaron  por  entonces  poco  al  pueblo  de 
Madrid ,  que  sólo  ansiaba  reponerse  de  los  estragos  de  la 


(1)  Para  probar  este  espíritu 
hoHtil  de  la  generalidad  de  la 
población  de  Madrid  hacia  los 
franceses ,  cita  el  Conde  de  To- 
rcuo  una  anécdota  que  hemos 
oído  varias  veces  de  boca  de  su 
mismo  protagonista  el  señor 
don  Carlos  Outierrez  de  la  Tor- 
re, niño  á  la  sazón  de  siete  á 
ocho  años.  Era  hijo  del  señor 
don  Dámaso  de  la  Torre ,  corre- 
gidor de  Madrid  por  el  Gobierno 
francés,  el  cual,  queriendo  sin 


duda  halagar  al  rey  José ,  llevó 
un  dia  á  palacio  á  su  niño/ ves- 
tido con  el  uniforme  que  usaba 
su  guardia ;  el  Rey  le  recibió 
muy  complacido  y  le  prodigó 
sus  caricias ;  y  preguntándole 
en  su  español  italianizado :  ¡Oh^ 
oh,  helio f  bello  niño!  ¿para qué 
tenéis  qüesto sableJ — Para  matar 
franceses  y  —  le  dijo  con  natura- 
lidad el  hijo  del  Corregidor,  que 
sin  duda  se  quedaría  yerto  con 
tal  respuesta. 


BBSBSA  HI8TÓRICA.  113^ 

^erra  j  esperaba  gozoso  la  vuelta  de  su  deseado  Fer- 
naado. 

Verificóse ,  por  fin,  ésta  el  dia  13  de  Mayo  de  1814, 
en  medio  de  un  entusiasmo  grande ,  si  bien  neutralizado 
en  parte  con  las  consecuencias  del  célebre  decreto  de 
Valencia  de  4  del  mismo  mes,  por  el  cual  abolía  el  Rey 
la  Constitución  y  las  Cortes,  y  mandaba  volver  las  cosas 
al  ser  y  estado  que  tenían  en  1808;  cuyo  acto  altamente 
impolítico,  y  las  terribles  persecuciones  suscitadas  por 
aquellos  dias  contra  los  diputados  y  demás  personas  com- 
prometidas en  el  nuevo  régimen,  dieron  la  señal  de  esa 
larga  serie  de  reacciones  funestas,  cuyos  efectos  sentimos 
aún  después  de  medio  siglo  de  fecha. 

El  estado  material  de  Madrid  al  terminarse  la  ocupa* 
cion  francesa  y  regreso  de  Femando  era,  á  la  verdad,  de- 
sastroso. Aquel  Gobierno  (á  quien,  sin  duda ,  guiaba  un 
deseo  ardiente  de  reformas  y  de  popularidad  )  emprendió 
derribos  considerables,  la  mayor  parte  (preciso  es  confe- 
sarlo) muy  necesarios ;  pero  que  no  fueron  comprendidos 
entonces  ni  apreciados  como  tales  por  la  actitud  hostil  del 
vecindario.  Éste,  que  veia  desaparecer,  sin  más  motivo, 
á  su  juicio,  que  el  deseo  de  hacer  mal,  sus  antiguas,  po- 
bres y  respetables  parroquias  de  Santiago  y  de  San  Juan, 
San  Miguel  y  San  Martin;  sus  templos  venerandos  de 
Atocha  y  San  Jerónimo,  los  Mostenses,  Santa  Ana,  San- 
ta Catalina,  Santa  Clara  y  otros;  sus  palacios  del  Betiro, 
asi  como  también  manzanas  enteras  de  caserío  en  toda  la 
extensa  superficie  de  lo  que  hoy  son  Plaza  de  Oriente  y 
de  la  Armería,  no  comprendia  que  aquello  pudiera  hacerse 
por  un  cálculo  más  ó  menos  exagerado ,  pero  de  acuerdo 
con  la  reforma  material  de  la  población ;  y  por  otro  lado, 
como  esta  clase  de  mejoras  sólo  lo  son  tales  cuando,  re- 
clamadas por  la  necesidad  y  por  la  opinión,  encuentran 
inmediatamente  su  apoyo  y  medios  de  realización  en  el 

L  8 


114  INTRODUCCIÓN. 


ínteres  privado ,  que  es  quien  en  último  término  ha  de 
llevarlas  i  cabo,  y  esto  era  imposible  en  el  estado  de  aba- 
timiento j  hostilidad  de  la  población  de  Madrid,  de  aquí 
el  error  j  hasta  la  injusticia  con  que  se  calificó  de  actos 
vandálicos  muchos  de  estos  derribos  determinados  por  el 
Gobierno  intruso;  de  aquí  el  odio  j  la  animosidad  que 
llegó  i  profesar  á  José  Napoleón,  á  quien  apellidaba  el 
Tuerto,  Pepe  Botellas,  el  JRet/  Plazuelas,  por  las  que  ha- 
bla formado  en  Madrid.  Hasta  muchos  años  después,  hu- 
biera corrido  riesgo  el  que  se  hubiera  determinado  á  apre- 
ciar de  otra  manera  estos  actos  de  la  administración  fran- 
cesa y  á  dar  la  razón  á  aquel  Gobierno  en  su  plan  de 
reforma  de  Madrid. 

En  él  entraba ,  sin  embargo ,  la  formación  de  la  plaza 
de  Oriente,  y  la  continuación  del  Palacio  Beal  hasta  la 
Armería ;  el  empalme  de  ésta  con  los  barrios  de  las  Vis- 
tillas ,  por  medio  del  puente  de  la  calle  de  Segovia,  pro- 
puesto ya  por  Saqueti  á  Felipe  V,  y  la  transformación  de 
la  iglesia  de  San  Francisco  en  salón  de  las  futuras  Cor- 
tes; el  ensanche  de  la  calle  del  Arenal  y  de  la  Puerta  del 
Sol,  con  la  formación  de  un  teatro  en  la  manzana  del 
Buen  Suceso,  y  la  construcción  de  la  Bolsa  de  Comercio 
en  el  sitio  de  los  Basilios,  con  otras  muchas  de  las  refor- 
mas propuestas  y  adoptadas  después  con  general  satisfac- 
ción, pero  que  no  era  dado  hacer  á  un  Gobierno  intruso 
y  aborrecido.  Faltábale  á  éste  la  fuerza  moral  y  los  me- 
dios materiales  para  realizar  estas  costosas  reformas,  y  su 
única  misión  parecía  estar  reducida  á  destruir  los  obstácu- 
los existentes  para  su  futura  realización. — Esta  misioni 
la  cumplió  efectivamente,  dejando  á  Madrid  cubierto  lite- 
ralmente de  escombros ;  pero  en  cuanto  á  la  reconstruc- 
ción, proyectada  ,  nada  pudo  hacer.  José  Napoleón ,  que 
apenas  salia  de  su  palacio  más  que  para  la  contigua  Casa 
de  Campo,  se  limitó  á  algunas  obras  de  reparación  en  las 


BESEN  A.  HISTÓRICA.  115 

avenidas  de  aquél  y  en  esta  Real  posesión;  y  á  su  Gobier- 
no sólo  cupo  la  gloria  de  haber  hecho  efectiva  una  mejora  - 
local  mandada  ya,  aunque  infructuosamente,  desde  el  rei- 
nado de  Carlos  III,  que  fué  el  establecimiento  de  los  ce-, 
menteríos  extramuros  de  Madrid. 

El  regreso  del  cautivo  Monarca  al  seno  de  su  capital,  y 
el  beneficio  de  la  paz  material  que  obtuvo  el  país  durante 
los  seis  primeros  afios  del  gobierno  de  Fernando  VII ;  la 
afición  particular  que  manifestaba  éste  al  pueblo  de  Ma- 
drid, y  el  aparato  de  una  corte  montada  con  arreglo  i  la 
antigua  etiqueta  castellana ,  templaban  en  parte  la  agita- 
ción política  que  sordamente  iba  minando  los  espíritus,  y  ' 
adormecian  el  ánimo  del  Monarca,  que  se  complacia  en  ad- 
quirir cierta  popularidad,  presentándose  improvisadamen- 
te, y  sin  ningún  aparato,  en  los  establecimientos ,  paseos ' 
y  diversiones  públicas,  dispensando  cuantiosos  socorros  á  ■ 
aquéllos,  especialmente  á  los  religiosos,  para  reedificar  sus 
conventos  destruidos  por  los  franceses,  y  emprendiendo, 
por  su  cuenta  varias  obras,  entre  las  cuales ,  la  más  nota- 
ble, y  que  forma  hoy  una  hermosa  página  de  su  reinado, 
fué  la  reparación  y  terminación  del  Museo  del  Prado ,  y 
la  colocación  en  él  de  su  rica  colección  de  Pintura  y  Es- . 
cultura,  en  cuya  gloria  cabe  no  poca  parte  á  la  reina  do- 
ña María  Isabel  de  Braganza,  con  quien  habia  contraido 
Femando  matrimonio  en  1816.  Igualmente  data  de  aque- 
lla fecha  el  embellecimiento  y  adorno  del  Beal  Sitio  del 
Buen  Betiro  (que  habian  dejado  los  franceses  convertido 
en  una  cindadela);  la  reparación  y  mejora  del  canal  de 
Manzanares  y  sus  contomos;  la  formación  y  colocación 
del  Museo  Militar  y  Parque  de  Artillería  en  el  palacio  de 
Buenavista ;  el  lindo  Casino  de  la  Beina  y  sus  jai'dines^ 
regalados  á  la  misma  por  la  villa  de  Madrid;  el  derribo 
del  teatro  de  los  Caños  del  Peral,  y  los  principios  del  de  . 


116  INTRODUCCIÓN. 


Oriente,  con  otras  obras  de  utilidad  j  ornato  para  la  villa 
de  Madrid. 

La  revolución  de  1820^  que  dio  por  resultado  el  jura- 
mento de  la  Constitución  de  1812  por  Fernando,  verifica- 
do solemnemente  en  el  seno  de  las  Cortes  en  9  de  Julio 
de  dicho  año ,  vino  á  apagar  en  el  ánimo  del  Monarca 
aquellas  ideas  de  mejora  material,  j  puede  decirse  que  en 
el  ruidoso  periodo  de  los  tres  años  desde  1820  á  1823,  la 
población  de  Madrid,  agitada  continuamente  con  los  gra- 
ves sucesos  políticos,  las  borrascosas  sesiones  de  las  Cor- 
tes y  Sociedades  patrióticas,  las  conspiraciones  y  los  te- 
mores por  la  guerra  civil,  encendida  en  las  provincias  en 
defensa  del  absolutismo,  pudo  atender  muj  poco  á  su  par-* 
ticular  interés.  Únicamente  quedaron  de  aquella  época 
turbulenta  dos  hechos,  que  han  tenido  grande  influencia 
en  la  mejora  progresiva  que  se  advirtió  luego  en  nuestra 
capital.  £1  primero  fué  la  reunión  de  los  propietarios  de 
ella,  verificada  en  1821 ,  para  formar  la  Sociedad  de  Se- 
guros mutuos  contra  incendios ,  la  cual ,  por  sus  sencillas 
bases,  orden  y  excelentes  resultados,  puede  citarse  como 
modelo,  y  el  segundo  fué  la  desamortización  y  venta  de 
las  fincas  de  los  extinguidos  monacales,  las  cuales  reci- 
bieron grandes  mejoras  en  manos  de  los  compradores. 

Los  sucesos  políticos  más  señalados,  entre  los  muchísi- 
mos parciales  de  aquel  período  en  nuestra  capital,  fueron 
los  del  7  de  Julio  de  1822,  en  que  se  dio  una  sangrienta 
acción  en  la  Plaza  Mayor  entre  la  Milicia  Nacional  y  la 
Guardia  ReaU  y  los  de  20  de  Mayo  de  1823,  en  que  la 
guarnición  de  Madrid,  al  mando  del  general  Zayas,  batió 
y  dispersó  en  las  afueras  de  la  puerta  de  Alcalá  á  la  van- 
guardia de  las  tropas  realistas  que  precedían  al  ejército 
francés.  El  Duque  de  Angulema,  general  en  jefe  de  éste, 
verificó  su  entrada  en  Madrid  en  24  del  mismo  mes,  é 
instalando  en  la  capital  la  regencia  del  Reino,  marchó  á 


BESEÜtA  HISTÓRICA.  117 


poner  sitio  á  la  plaza  de  Cádiz ,  adonde  se  había  retirado 
el  Gobierno  constitucional ,  llevando  consigo  al  Bey. — 
libre,  en  fin,  éste  el  1.°  de  Octubre,  y  siguiendo  su  sis- 
tema iavorito,  anuló  por  un  Beal  decreto,  de  la  misma  fe- 
cha, la  Constitución,  las  Cortes,  y  todos  los  actos  de  los 
tres  años,  persiguiendo  duramente  i  sus  partidarios,  á 
cuya  consecuencia  fué  preso  y  conducido  i  Madrid  el 
caudillo  principal,  D.  Rafael  del  Biego,  y  en  7  de  No- 
viembre del  mismo  aflo  fué  ahorcado  en  la  plaza  de  la 
Cebada.  Femando  Vil  regresó  i  Madrid  el  13  del  mismo 
Noviembre,  haciendo  su  entrada  pública  con  grande  apa- 
rato y  festejos. 

Otro  periodo  histórico  más  largo,  aunque  no  tan  agita- 
do por  graves  sucesos  políticos,  sucedió  al  constitucional, 
y  éste  fué  la  famosa  década  apellidada  Calomardinay  des- 
de 1823  á  1833.  No  es  ésta  la  ocasión  de  seguirle  en  sus 
distintas  fases ,  y  prescindiendo  del  uso  que  Femando, 
restaurado  por  los  franceses  en  el  lleno  de  la  soberanía, 
hizo  ó  pudo  hacer  de  la  suprema  autoridad ,  nos  limita- 
remos sólo  á  consignar  los  adelantos  y  mejoras  que  por 
aquella  época  mereció  al  Monarca  y  su  Gobierno  la  capi- 
tal del  Beino. 

A  su  protección  y  continua  residencia  en  ella ,  y  al 
inestimable  don  de  la  paz,  en  este  período  bastante  prolon- 
gado ,  se  debió  la  creación  de  muchos  establecimientos  y 
otras  reformas  útiles  y  de  comodidad.  La  policía  urbana 
recibió  considerables  mejoras ;  la  instrucción  de  la  juven- 
tud se  facilitó  sobremanera  con  el  establecimiento  de  es- 
cuelas y  cátedras  gratuitas  de  las  diputaciones  de  los  bar- 
rios, de  los  Conservatorios  y  Museos ,  de  los  colegios  de 
jesuitas,  dominicos  y  escolapios;  llevóse  á  cabo  por  el  Bey, 
ademas  de  la  grande  obra  del  Beal  Museo  de  Pinturas,  la 
del  militar  de  Artillería  é  Ingenieros,  el  Gabinete  topo- 
gráfico y  la  nueva  colección  de  la  Biblioteca  Beal,  en  un 


118  INTRODUCCIÓN. 


.edificio  especial;  creó  el  Conseryatorio  de  Artes,  con  su 
gabinete  y  cátedras,  mandando  celebrar  las  primeras  ex- 
posiciones públicas  de  la  industria  española;  el  Conserva- 
torio de  Música,  bajo  la  protección  y  nombre  de  su  au- 
gusta esposa  doña  Maria  Cristina;  la  Dirección  de  minas, 
su  gabinete  y  cátedras,  ordenando  nuevas  leyes  y  dispo- 
siciones beneficiosas  á  este  ramo;  el  Consulado  de  Madrid 
y  la  Bolsa  de  Comercio;  restauró  los  palacios  y  sitios  Bea- 
les;  mandó  repararlos  caminos  y  abrir  nuevos  paseos,  que 
circundan  á  la  capital ;  hizo  emprender  notables  trabajos 
preparatorios  para  el  abastecimiento  de  aguas  suficientes; 
empezó  y  siguió,  aunque  sin  concluirle,  el  teatro  de  Orien- 
te; terminó  las  cocheras  Beales,  la  puerta  de  Toledo,  el 
cuartel  de  caballería,  á  la  bajada  de  Palacio ,  y  la  fuente 
de  la  Bed  de  San  Luis;  y  dando,  en  fin,  una  prueba  de 
magnanimidad  y  patriotismo,  poco  común  hasta  entonces, 
mandó  fundir  en  bronce  la  estataa  de  Cervantes  para  co- 
locarla en  una  plaza  pública,  é  hizo  poner  un  recuerdo 
honorífico  en  la  casa  en  que  murió  aquel  insigne  escritor. 
El  aumento  de  la  población ,  consiguiente  á  las  mayo- 
res comodidades ,  hizo  también  que  el  interés  particular 
se  asociara  naturalmente  á  este  movimiento  de  progreso. 
Centenares  de  casas  particulares  se  alzaron  ó  repararon 
en  pocos  años  con  mayor  gusto  ;  multitud  de  compañías 
y  empresas  industriales  se  formaron,  ya  para  la  rápida 
comunicación  con  las  provincias,  ya  para  el  abastecimien- 
to de  los  objetos  de  consumo,  ya,  en  fin,  para  la  elabora- 
ción de  muchos  artefactos  desconocidos  antes  en  nuestra 
industria ;  y  por  consecuencia  de  todo»  estos  adelantos, 
empezó  Madrid  á  disfrutar  de  más  comodidad  y  abundan- 
cia en  los  bastimentos,  de  más  elegancia  en  los  vestidos, 
en  las  habitaciones,  en  los  muebles,  en  todas  las. nece- 
sidades de  la  vida ,  que  fueron  desconocidas  á  nuestros 
mayores. 


BBSKÑA   mSTÓRIOA.  119 

*La  llegada  á  Madrid,  en  11  de  Diciembre  de  1829,  de 
la  reina  doña  María  Cristina  de  Borbon,  coarta  y  última 
esposa  de  Femando  YII,  fué  uno  de  los  sucesos  memora- 
bles de  aquella  ¿poca  en  que  más  parte  activa  tomó  la 
población  de  Madrid.  Acompañaban  á  aquella  augusta 
flefiora  sus  padres,  los  reyes  de  las  Dos  Sicilias,  j  con  tan 
iansto  acontecimiento,  se  hicieron  grandes  festejos  j  de- 
mostraciones de  público  regocijo.  BepitiéronseéstasenlO 
de  Octubre  de  1830,  al  nacimiento  de  la  princesa  doña 
Isabel,  declarada  heredera  del  trono,  al  tenor  de  la  ley 
hecha  en  Cortes  en  1789  ,  j  publicada  por  Femando;  j 
últimamente,  subieron  de  todo  punto  estas  gratas  demos- 
traciones cuando,  en  20  de  Junio  de  1833,  fué  jurada  la 
misma  Isabel  como  Princesa  de  Asturias  por  las  Cortes 
del  Beino,  convocadas  á  este  efecto  en  la  iglesia  de  San 
Jerónimo'.  Las  fiestas  Beales  celebradas  con  este  motivo, 
las  iluminaciones,  fuegos,  toros,  carreras,  torneos,  másca- 
ras, comedias  j  evoluciones  militares  se  sucedieron  sin 
cesar  durante  quince  dias ,  que  fueron  una  de  las  épocas 
más  brillantes  de  Madrid  en  el  presente  siglo. 


ISABEL  u. 

La  muerte  del  rey  Fernando  Vil,  ocurrida  en  Madrid 
en  29  de  Setiembre  del  mismo  año  de  1833,  vino  de  nue- 
vo 4  complicar  la  situación  política  del  reino,  y  á  parali- 
zar por  el  pronto  todas  las  mejoras  y  progresos  materia- 
les. Aclamada  en  24  de  Octubre  la  reina  Doña  Isabel  I[ 
en  la  tierna  edad  de  tres  años,  y  cometida  la  gobernación 
del  reino  á  su  augusta  madre  Doña  Mabí a  Cristina,  no 
tardó  en  levantarse  de  nuevo  el  pendón  de  la  guerra  civil, 
sostenida  en  las  provincias  por  el  pretendiente,  infante 
D.  Carlos,  y  sus  numerosos  partidarios,  al  paso  que  los  de 


120  INTRODUCCIÓN. 


Isabel  y  de  Cristina  acometieron  simaltáneamente  la  oBra 
(ie  la  nneva  revolución  política ,  que  siguiendo  diverso» 
períodos,  pareció  al  pronto  satisfecha  con  la  promulgación 
del  Estatuto  Beal,  otorgado  por  la  Reina  Gobernadora  en 
10  de  Abril  de  1834 ,  y  fué  creciendo  después  hasta  la 
nueva  promulgación  de  la  Constitución  de*1812,  verificar- 
da  en  16  de  Agosto  de  1836,  y  luego  la  nueva  de  18  de 
Junio  de  1837,  formada  y  sancionada  por  las  Cortes  gene- 
rales, que  después  fué  modificada  en  1845,  y  rige  todavía» 

Largo  y  enojoso,  a  par  que  delicado,  seria  el  consignar 
aquí  los  diversos  y  gravísimos  acontecimientos  de  que  eo 
aquella  angustiosa  época  fué  teatro  la  capital  del  reino; 
pero  no  puede  tampoco  dejar  de  recordarse  los  más  im- 
portantes y  memorables.  Entre  ellos,  ocupan  el  primer  lu- 
gar los  dias  16,  17yl8de  Julio  de  1834,  que  quedaron 
inscriptos  en  la  historia  de  Madrid  con  la  sangre  inocente 
de  los  religiosos,  asesinados  inhumanamente  al  pié  de  los 
altares ,  á  impulsos  del  vértigo  agitador  de  las  pasiones 
políticas  y  del  funesto  cólera-morbo  ^  que  por  aquellos 
dias  se  desarrolló  en  la  capital  de  un  modo  asombro- 
so. Al  través  de  este  espantoso  cuadro,  se  ofreció  en  aque- 
llos mismos  dias  á  la  vista  de  sus  habitantes  el  magnífico 
episodio  de  la  apertura  de  las  Cortes  del  Reino,  en  sus 
dos  Estamentos  de  Proceres  y  de  Procuradores,  verifica- 
da en  persona  por  la  Reina  Gobernadora. 

No  fueron  menos  graves  los  acontecimientos  de  15  de 
Agosto  de  1836,  que  dieron  por  resultado  el  restableci- 
miento de  la  Constitución  de  1812;  los  del  11  de  Setiem- 
bre de  1837,  en  que  Uegó  D.  Carlos  con  su  ejército  hasta 
las  tapias  de  Madrid ,  sin  poder  penetrar  en  él ;  los  del 
1.*  de  Setiembre  de  1840,  cuya  consecuencia  fué  la  abdi- 
cación de  la  Reina  Grobernadora  y  su  salida  de  España,  y 
la  elevación  á  la  regencia  del  reino  del  general  D.  Baldo- 
mcro Espartero,  duque  de  la  Victoria;  la  tentativa  arma- 


BESBÑA   HISTÓRICA.  121 


da  contra  el  Gobierno  de  éste  en  la  noche  del  7  de  Octu- 
bre de  1841,  de  que  fué  víctima  el  general  D.  Diego 
León  j  otros  compañeros  de  infortunio ;  la  especie  de  sitio 
pnesto  á  Madrid  i  mediados  de  Julio  de  1843  por  las  tro- 
pas pronunciadas  contra  el  Begente ,  hasta  la  entrada  de 
ellas  7  del  Grobiemo  provisional  en  22  del  mismo  Julio,  j 
últimamente,  la  declaración  solemne  de  la  mayoría  de  la 
reina  doña  Isabel  II,  verificada  por  las  Cortes,  y  el  ju- 
ramento prestado  en  ellas  por  la  misma  Beina  en  10  de 
Noviembre  de  1843. 

En  medio  de  tan  graves  acontecimientos ,  al  través  de 
una  guerra  civil  de  siete  años,  obstinada  y  dudosa,  agita- 
dos los  espíritus  con  la  revolución  política  que  el  curso  de 
los  acontecimientos  y  de  las  ideas  hizo  desarrollar ,  com- 
prometidas las  fortunas,  preocupados  los  ánimos  y  care- 
ciendo de  la  seguridad  y  de  la  calma  necesarias  para  las 
útiles  empresas,  parecía  natural  que ,  abandonadas  éstas, 
hubieran  hecho  retrogradar  á  nuestro  Madrid  hasta  des- 
pojarle de  aquel  grado  de  animación  que  habia  llegado  á 
conquistar  en  los  últimos  años  del  reinado  anterior. 

Pues  sucedió  precisamente  todo  lo  contrario ;  y  el  que 
regresaba  á  la  corte  después  de  una  ausencia  de  algunos 
años,  no  podia  menos  de  convenir  en  los  grandes  adelan- 
tos que  se  observaban  ya  en  todos  los  ramos  que  consti-* 
tnyen  la  administración  local  y  la  comodidad  de  la  vida. 
La  parte  material  de  la  villa  sufrió  en  aquel  período 
una  completa  metamorfosis.  La  revolución  política,  al 
paso  que  hizo  variar  absolutamente  la  organización  del 
supremo  gobierno,  tribunales  y  oficinas  de  administración 
pública,  dejó  también  impresas  sus  huellas  en  los  objetos 
materiales;  borró  con  atrevida  mano  muchos  de  nuestros 
monumentos  religiosos  é  históricos ;  levantó  otros  de  nue- 
vo, y  aspiró  á  presentar  otras  formas  exteriores  de  una 
nueva  época,  de  diversa  constitución. 


122  INTRODUCCIÓN. 


Por  consecuencia  de  la  supresión  de  las  comunidades 
TiUgiosas,  verificada  en  1836,  .quedaron  vacíos  multitud 
•de  conventos,  que  fueron  luego  destinados  á  diversos  usos, 
tales  como  oficinas  civiles,  cuarteles,  albergues  de  bene- 
ficencia ,  y  sociedades  literarias ;  otros  fueron  completa- 
mente derribados  para  formar  plazas,  mercados  j  edificios 
particulares;  éstos  son  los  de  la  Merced,  Agustinos  Re- 
coletos, la  Victoria,  San  Felipe  el  Real,  Espíritu  Santo, 
San  Bernardo,  Capuchinos  de  la  Paciencia,  San  Felipe 
Neri,  Agonizantes  de  la  calle  de  Atocha,  Monjas  de  Cons- 
tantinopla,  la  Magdalena,  los  Angeles,  Santa  Ana,  Pinto, 
el  Caballero  de  Gracia,  las  Baronesas  y  la  parroquia  de 
San  Salvador,  que  desaparecieron  del  todo. 

La  completa  desamortización  y  venta  de  las  cuantiosas 
fincas  del  clero  regular  y  secular  fué  también  causa  de 
que,  pasando  éstas  á  manos  activas,  se  renovasen  en  su  ma- 
yor parte.  La  reunión  de  capitales  sin  ocupación,  y  el  ma- 
yor gusto  y  exigencia  de  la  época,  llamaron  el  interés 
privado  hacia  este  objeto,  y  renovaron  en  su  consecuencia, 
ó  alzaron  de  nuevo,  multitud  de  casas,  que  forman  calles, 
barrios  enteros ;  tales  fueron  las  de  la  Plaza  de  Oriente  á 
la  derecha  del  Beal  Palacio ,  las  de  San  Felipe  el  Real,  la 
Victoria  y  otros  sitios ;  pero  al  interés  y  el  buen  gusto 
particular  y  demás  causas  indicadas,  se  unió,  para  fortuna 
de  Madrid,  una  principal,  y  fué  la  feliz  coincidencia  de 
una  autoridad  celosa,  que  en  los  afios  1834,  35  y  36  estu- 
vo al  frente  de  la  administración  municipal,  y  en  quien  se 
vieron  felizmente  reunidos  los  conocimientos,  el  gusto  y 
el  prestigio  necesarios  para  entablar  un  sistema  general 
de  mejoras  locales,  que  ha  podido  después  ser  continuado 
fácilmente.  No  seriamos  justos  si  dejáramos  pasar  esta 
ocasión  sin  consignar  el  tributo  de  gratitud  que  todo  Ma- 
drid rinde  á  la  memoria  de  su  malogrado  corregidor  don 
Joaquín  Vizcaíno^  marqués  viudo  de  Pontéjos. 


reseüTa  históbica.  123 


Colocado  inopinadamente  en  1834  al  frente  de  la  Ad- 
mistracion  municipal  de  Madrid ,  sin  salir,  como  sns  an^ 
tecesores,  de  las  aulas  universitarias,  de  las  salas  de  los 
Consejos,  ni  de  las  antecámaras  del  Palacio,  antes  bien 
del  seno  de  la  parte  más  culta,  ilustrada  y  yital  de  nues- 
tra sociedad,  conocedor  práctico  de  las  necesidades  y 
deseos  de  ésta,  observador  diligente  de  los  adelantos  de 
otras  naciones ,  y  dotado  de  una  mirada  certera  y  de  un 
instinto  de  buen  gusto,  de  un  don  de  autoridad  irresis- 
tible, de  una  franqueza  y  caballerosidad  de  trato  singu- 
lares, supo  romper  la  cadena  de  la  rutina  que  venian 
arrastrando  los  que  le  precedieron  en  el  mando,  sobrepo- 
nerse á  las  preocupaciones  vulgares,  y  salvando  con  in- 
creíble constancia  y  fuerza  de  voluntad  los  innumerables 
obstáculos  que  la  ignorancia  y  la  mala  fe  le  oponian  al 
paso,  acertó  á  iniciar  y  asentar  sobre  sólidas  bases  el  gran- 
dioso pensamiento  de  la  reforma  material  y  administrati- 
va de  Madrid,  que  después  han  podido  continuar  sus  su- 
cesores sin  tanto  esfuerzo. 

Por  desgracia  para  esta  población,  las  revueltas  políti- 
cas y  las  injustas  disidencias  de  los  partidos  apartaron 
demasiado  pronto  de  la  autoridad  á  aquel  dignísimo  fun- 
cionario, el  cual,  en  medio  de  sus  reconocidas  y  excelen- 
tes cualidades  de  mando,  tenía  para  aquéllos  el  achaque 
imperdonable  de  no  pertener  á  bandería  determinada,  li- ' 
mitándose  únicamente  á  su  especialidad  administrativa  y 
local. 

La  numeración  de  las  casas  se  reformó  en  su  tiempo 
completamente  por  el  misino  sistema  que  vinimos  propo- 
niendo en  nuestro  Manual  dk  Madbid  de  1831.  La  ro- 
tulación de  l&s  calles  igualmente  fué  reformada;  el  empe- 
drado y  aceras  recibieron  grandes  mejoras  en  todas  las 
calles  principales,  y  ensayó  en  muchas  de  ellas  los  siste- 
mas más  modernos  y  acreditados,  colocando  también  las 


124  DíTRODUCCION. 


ñnevas  aceras  anchas  j  elevadas.  La  limpieza  de  dia   se 
empezó  á  verífícar  con  mayor  regularidad^  y  el  alambrado 
fué  también  completamente  establecido,  con  buenos    re- 
verberos, colocados  á  convenientes  distancias.  Concluyé- 
ronse al  mismo  tiempo  varios  edificios  y  monnmentos  pú- 
blicos, tales  como  el  Colegio  de  Medicina,  el  teatro  del 
Circo ,  cuatro  mercados  cubiertos,  el  mausoleo  del.  Dos  de 
Mayo  y  el  obelisco  de  la  fuente  Castellana ;  se  formaron 
nuevas  plazas  y  paseos  en  lo  interior  de  la  villa  y  en  todos 
sus  alrededores ;  plantáronse  árboles  en  las  placas  y  calles 
principales ,  y  en  los  cafés,  tiendas   y  demás  estableci- 
mientos públicos  se  empezó  á  desplegar  un  gusto  y  ele- 
gancia hasta  entonces  desconocidos. 

Si  adelantamos  á  buscar  reformas  de  más  importancia, 
no  dejaremos  de  reconocerlas  en  gran  número  y  de  la  ma- 
yor trascendencia. — El  albergue  do  mendicidad  de  San 
Bemardino,  creado  y  sostenido  por  la  caridad  del  pueblo 
de  Madrid;  las  Salas  de  asilos  ó  Escuelas  de  párvulos, 
institución  benéfica,  planteada  por  la  Sociedad  para  mejo- 
rar y  propagar  la  educación  del  pueblo;  la  Caja  de  Ahor- 
ros, servida  igualmente  por  otra  junta  de  personas  bené- 
ficas ;  la  ampliación  y  considerable  aumento  del  Monte  de 
Piedad ;  la  formación  y  trabajos  de  la  Sociedad  para  la  re- 
forma del  sistema  carcelario;  la  de  otras  sociedades  contra 
los  incendios  y  granizo ;  las  muchas  de  socorros  mutuos 
que  sustituyeron  á  los  montes  píos,  y  otra  multitud  de 
establecimientos  útiles,  demuestran  bien  que  no  fueron 
olvidadas,  aun  en  aquellos  momentos  de  vértigo,  los  sanos 
principios  de  una  buena  administración;  asi  como  también 
la  reinstalación  de  la  Sociedad  Económica  Matritense,  la 
formación  del  Ateneo  científico,  la  del  Liceo  artístico  y 
literario^  la  del  Instituto  y  otras  sociedades  de  estimulo 
é  instrucción,  la  apertura  del  Museo  nacional  de  la  Trini- 
dad, la  de  nuevos  espectáculos ,  casinos  y  otros  estableci- 


RESSf^A   HISTÓRICA.  125 

« 

mientos  de  recreo,  prueban  también  que  se  procuró  infun- 
dir en  nuestra  sociedad  aquel  grado  de  cultura  j  como- 
didad que  exigen  ya  las  necesidades  del  siglo. 

El  reinado  de  Isabel  II,  que  propiamente  empieza  des- 
de 1843,  en  que  fué  declarada  por  las  Cortes  mayor  de 
edad  y  empuñó  las  riendas  del  Estado,  ha  sido  hasta 
ahora  el  más  fecundo  en  prosperidad  para  la  corte  de  la 
monarqma,  y  en  él  se  encierra  el  periodo  de  renovación 
casi  completa  de  la  antigua  villa  capital. 

Los  graves  sucesos  políticos  acaecidos  en  este  largo  pe- 
ríodo no  han  influido^  por  fortuna,  en  detener  el  progreso^ 
material  y  social  de  Madrid,  y  terminada  ya  la  guerra 
civil  de  los  siete  años,  ha  podido  seguir  la  marcha  civili- 
zadora del  siglo,  aprovechar  los  ejemplos  de  países  más 
adelantados,  y  remediar  en  lo  posible  sus  propios  errores 
ó  desaciertos. 

No  han  faltado,  sin  embargo,  en  estos  diez  y  siete  años 
períodos  turbulentos,  épocas  agitadas  por  las  pasiones 
políticas,  y  en  ellas  tuvo  que  pasar  Madrid  por  ser  teatro 
de  episodios  más  ó  menos  trágicos  y  lamentables ;  tales 
fueron  los  ocurridos  en  Marzo  y  Mayo  de  1848,  á  conse- 
cuencia de  la  parodia  intentada  de  la  revolución  francesa 
de  Febrero  de  aquel  año;  y  los  más  trascendentales  aún 
del  levantamiento  general  de  la  nación  en  1854,  que  dio 
por  resultado  la  violenta  desaparición  de  aquel  gobierno, 
el  destierro  de  la  Beina  madre,  la  subida  al  poder  del  ge- 
neral Espartero,  duque  de  la  Victoria,  y  comienzo  del  fa- 
moso bienio  de  1854  al  56 ;  últimamente,  la  contrarevo- 
lacion,  que  así  puede  llamarse,  de  este  último  año,  en 
que  tuvo  que  sufrir  Madrid  no  poco,  viéndose  bombar- 
deados y  ametrallados  sus  edificios  y  las  barricadas  de  sus 
calles,  y  sujeta  la  revolución  por  la  fuerza  del  Gobierno,  á 
qnien  casi  siempre  habia  logrado  aquélla  burlar. 


126  níTRODUCCION. 


Por  otro  lado  ha  ofrecido  también  muy  diverso  aspec- 
to con  faustos  y  memorables  sucesos  políticos,  en  cuysL 
celebración  ostentó  su  antiguo  esplendor.  Señalemos  en- 
tre estos  últimos  brillantes  acontecimientos  y  festejos  los 
de  los  últimos  dias  de  Marzo  de  1844,  al  regreso  de  S.  M.  la 
reina  madre  doña  María  Cristina,  las  espléndidas  funcio- 
nes celebradas  con  motivo  de  las  Reales  bodas  de  S.  M.  la. 
reina  doña  Isabel  II  con  su  augusto  primo ,  y  de  S.  A.  la 
infanta  doña  Luisa  Fernanda  con  el  Sr.  Duque  de  Mont- 
pensier,  que  tuvieron  lugar  el  10  de  Octubre  de  1846; 
las  siguientes  á  que  dio  ocasión  el  nacimiento  de  la  infanta 
doña  Isabel,  en  20  de  Diciembre  de  1851,  y  el  del  sere- 
nísimo Príncipe  de  Asturias  en  29  de  Noviembre  de  1857, 
dejarán  memoria  en  la  presente  generación ,  y  forman  en 
el  presente   siglo  gratos   episodios  para  la  capital  del 
reino. 

En  la  tendencia  de  prosperidad,  de  fomento  de  las  cien- 
cias, de  las  artes  y  de  la  riqueza  del  país,  general  ya  y 
dominante  en  el  nuestro ,  ha  cabido  sin  duda  la  gloria  de 
dar  la  señal  y  los  primeros  pasos  á  la  capital  de  la  mo- 
narquía, que  por  razones  políticas  que  se  dejan  conocer, 
ejerce  hoy  en  la  actual  forma  de  gobierno  más  influencia, 
reúne  mayor  prestigio,  y  atrae  á  su  centro  mayores  me- 
dios de  acción  que  en  los  sistemas  anteriores. — Como  queda 
expuesto,  todos  los  adelantos ,  todas  las  mejoras  que  habia 
experimentado  en  los  siglos  pasados  el  pueblo  de  Madrid, 
así  como  los  demás  del  reino ,  eran  obra  exclusiva  de  los 
monarcas  y  sus  gobiernos;  ahora,  el  mismo  pueblo,  vivi- 
ficado, rejuvenecido,  y  con  la  conciencia  de  sus  propias 
fuerzas ,  es  quien  se  encarga  especialmente  de  desarrollar 
sus  elementos  de  prosperidad,  de  ilustración  y  de  riqueza. 

Queda,  pues,  sentado,  en  los  párrafos  anteriores ,  el 
principio  de  aquel  movimiento,  inaugurado  casi  al  mismo, 
tiempo  que  la  revolución  política,  y  desarrollado  en  me- 


BESEf^A   HISTÓRICA.  127 

dio  de  sos  vaivenes ,  y  en  oposición  á  sus  desmanes,  hasta 
un  pnnio  que  parecía  increíble  y  temerario  cuando  nos. 
atrevimos  á  indicarle  en  el  recinto  de  la  corporación  mu- 
nicipal en  1846  (1);  pero  precisamente  data  desde  enton- 
ces la  verdadera  restauración  y  vida  de  nuestro  Madrid, 
que  hoy  presenta  una  nueva  y  lisonjera  faz. 

Desde  1843  dio  la  señal  el  Gobierno  con  la  inaugura- 
ción de  obras  públicas  de  la  mayor  importancia,  tales 
como  el  Palacio  del  Congreso,  la  Universidad,  los  Minis- 
terios, el  Teatro  Beal,  el  Hospital  de  la  Princesa,  la  Casa 
Fábrica  de  Moneda  y  los  cuarteles. — La  reina  doña  Isa- 
bel II,  con  más  decisión  y  magnánimos  brios  que  sus  pa- 
dres ó  abuelos ,  acometió  la  empresa  verdaderamente  co- 
losal de  terminar  el  Beal  Palacio  y  sus  magnificas  aveni-, 
das  y  jardines ,  que  renuevan  con  notables  aumentos  las 
gratas  memorias  del  romántico  Parque^  célebre  en  las 
comedias  de  Lope  y  Calderón. — La  municipalidad  matri- 
tense (aunque  siempre  rezagada  por  la  escasez  de  medios 
y  otras   causas)  procuró  en  lo   posible  corresponder  ¿ 
aquella  voz  de  orden ,  terminando  y  decorando  convenien- 
temente la  hermosa  Plaza  Mayor,  formando  y  regulari- 
zando otras  caUes  y  plazas ,  adoptando  un  buen  empedra- 
do de  adoquines,  el  alumbrado  de  gas,  y  mejor  y  más 
frecuente  sistema  de  limpieza ;  abriendo  nuevos,  cómodos 
y  hasta  bellísimos  paseos ,  lales  como  el  de  la  fuente  Cas- 
tellana, la  cuesta  de  la  Vega  y  otros,  y  haciendo  levan- 
tar un  excelente  plano  geométrico  de  Madrid  para  su  fu- 
tura y  progresiva  regularizacion  y  belleza. — ^Y  el  interés 
privado,  en  fin,  siguiendo  inmediatamente  las  huellas  de 
la  administración  y  el  instinto  de  un  buen  cálculo,  acudió 


(1)  Proyecto  de  m^oras  ma-  gidor  canstítucional  D.  Ramón 
teríales  de  Madrid^preseniado  al  Mesonero  Bomanos,  é  impreso  de 
Excmo.  AyuntanUeiUo por  el  re-      orden  de  S,  E.  (Madrid,  1846.) 


128  INTRODUCCIÓN. 


solicito  á  donde  éste  le  llamaba,  y  renovó  casi  instantánea- 
mente calles,  barrios,  distritos  enteros,  dándoles  con  las 
nuevas  constracciones  un  aspecto  brillante  y  lisonjero. 
La  bella  plaza  de  Oriente,  las  de  Bilbao  y  del  Progreso, 
los  distritos  del  Barquillo ,  del  Congreso  y  de  Becoletos, 
y  últimamente  la  nueva  Puerta  del  Sol  y  calles  adyacen- 
tes, han  hecho  surgir  un  nuevo  Madrid  sobre  las  ruinas 
del  antiguo. — El  elegante  caserío  de  estos  nuevos  distri- 
tos y  de  la  mayor  parte  de  las  calles  de  la  capital;  la 
creación  en  ella  y  en  sus  inmediaciones  de  fábricas  de  su- 
ma importancia,  de  numerosos  establecimientos  benéficos, 
científicos,  literarios,  industriales  y  mercantiles;  los  ya 
muy  importantes  arrabales;  y  más  que  todo,  el  aumento 
considerable  de  la  población,  casi  duplicada  en  lo  que  va 
de  siglo,  y  que  hoy  se  eleva  á  300.000  almas  próxima- 
mente, hacen  ya  necesaria  y  urgente  una  considerable  am" 
pliacioriy  que  aunque  no  tan  extensa  quizás  como  la  pro- 
puesta, decretada  y  mandada  llevar  á  cabo  en  este  mismo 
año,  será  para  el  Madrid  actual  lo  que  fueron  las  de  los 
siglos  XIII  y  XVI  para  el  anterior. 

Para  dar  á  este  engrandecimiento  motivado  de  Madrid 
condiciones  de  estabilidad  y  firmeza,  y  elevar  á  la  capital 
del  reino  al  grado  de  comodidad  y  de  importancia  que 
requiere  el  estado  de  la  nación,  y  el  suyo  propio,  faltá- 
banle sólo  dos  circunstancias  vitales,  cuales  eran  la  abun- 
dancia de  aguMs  con  que  atender  suficientemente  á  las  in- 
finitas necesidades  de  una  población  creciente ,  rica ,  in- 
dustrial y  productora;  y  la  rapidez  de  sus  comunicaciones 
con  las  diversas  provincias,  costas  y  fronteras  del  reino. 
Ambas  cuestiones  han  sido  ventajosamente  resueltas  en 
estos  últimos  años,  y  Madrid,  que  cuenta  ya  en  su  seno 
una  población  numerosa  y  creciente,  una  influencia  poU- 
tica  decisiva  como  capital  del  reino ,  una  riqueza  consi- 
derable en  propiedad,  en  industria  y  en  comercio,  puede 


RBSEStA   HI8TÓBICA.  129 

también  prometerse  el  sólido  desarrollo  de  todas  estas 
ventajas,  con  la  desaparición  de  los  dos  inconvenientes  ú 
obstáculos  qne  antes  se  oponian  á  todos  sas  planes  de  me- 
jora, j  á  asegurarla  su  puesto  como  corte  y  capital  del 
reino. 

£1  magnifico  canal  de  Isabel  II,  que  conduce  á  esta 
villa  en  abundoso  raudal  las  aguas  del  Lozoya,  y  la  red 
de  los  ferro-carriles,  que  la  enlazan  ya  con  los  puertos  del 
Mediterráneo  y  muy  pronto  lo  harán  con  los  del  Océano 
y  con  nuestras  fronteras  terrestres,  han  variado  radical- 
mente nuestras  condiciones  de  vida,  nuestra  razón  de  ser, 
como  ahora  se  dice. — El  silbido  de  la  locomotora,  que  es- 
cachó Madrid  por  la  primera  vez  el  dia  9  de  Febrero  de 
1850,  y  el  inmenso  grito  de  regocijo  con  que  saludó,  el 
24  de  Junio  de  1858,  la  llegada  á  sus  muros  de  las  aguas 
del  Lozoya,  son,  pues,  los  dos  sucesos  clásicos  yerdadera- 
mente  decisivos  para  el  Madrid  del  siglo  xix. 

Con  ellos  terminamos  aquí  esta  breve  reseña  de  su  his- 
toria moderna;  y  al  recorrer  las  imperfectas  lineas  que 
dqjamos  trazadas,  no  podrá  menos  de  convenirse  en  que 
sólo  á  Carlos  III  parece  que  le  ocurrió  el  pensamiento  de 
que  Madrid  era  su  corte,  y  que  sólo  en  el  reinado  de  Isa- 
bel n  ha  caido  el  propio  Madrid  en  la  cuenta  de  que  es  la 
capital  de  la  monarquía. 

Pero  al  revestirse  de  este  nuevo  manto  purpúreo  y  ver- 
daderamente imperial,  al  ascender  de  hecho  al  primer 
puesto  entre  nuestras  poblaciones  y  á  uno  de  los  más  im- 
portantes entre  las  capitales  de  Europa,  la  morisca  villa 
del  Oso  y  el  Madroño  no  puede  menos  de  imponerse  el 
sensible  sacrificio  de  ver  desaparecer  hasta  los  últimos 
restos  de  su  vieja  fisonomía.  Llegado,  pues,  con  el  tras- 
curso del  tiempo,  este  plazo  fatal,  permítasenos  que,  como 
hijos  de  esta  villa,  entusiastas  por  ella,  y  dedicados  por 
afición  á  su  estudio,  nos  apresuremos  á  recoger  y  consig- 

t.  9 


130  INTRODUCCIÓN. 


nar  Alganos  recnerdos  de  su  antigua  condición,  alguna^ 
páginas  de  su  gloriosa  historia;  y  todo  ello  antes  que  es-* 
tos  restos  materiales  se  alejen  para  siempre  de  nuestra 
vista,  ó  se  olviden  por  completo  de  nuestra  memoria. 

Tal  es  el  objeto  que  nos  guió  en  los  paseos  históricos 
por  el  antiguo  Madrid,  que  vamos  á  ofrecer  á  nuestros 
lectores. 


Aquí  terminábamos  en  1860  esta  reseña  histórica  y 
topográfica  de  Madrid.  Desde  entonces  y  en  los  veinte 
años  transcurridos  se  ha  operado  una  completa  transfor- 
mación en  el  caserío  de  la  villa,  que  ha  duplicado  en 
perímetro  y  en  población ;  viendo  desaparecer  hasta  los 
últimos  restos  de  su  antigua  fisonomía. 


EL  ANTIGUO   MADRID. 


PASEOS  HiSTÓRICO-ANECDÓTiCOS. 


EL  ANTIGUO  MADRID, 


PASEOS  HISTÓRICO-AHECDÓTICOS 


roB 


LAS  CALLES  Y  CASAS  DE  ESTA  VILLA. 


PRraEB  BEcncro  de  madbid. 


Cuatro  son ,  según  queda  expresado  en  la  Introducción 
histórica  y  los  recintos  sucesivos  de  la  villa  de  Madrid, 
desde  su  antiquísimo  y  dudoso  origen  hasta  nuestros 
días. — El  primero  (no  demostrado,  aunque  verosímil)  per- 
tenece á  aquella  ¿poca  remota  en  que  se  supone  existia 
ya,  con  el  pretendido  nombre  de  Mantua,  y  bajo  la  do- 
minación de  los  ^egos  y  romanos.  — Este  recinto  (se- 
gún la  constante  tradición  y  algunos  datos  positivos  que 
ha  recogido  la  Historia)  existió,  al  parecer,  con  tan  bre- 
ves dimensiones,  como  que  sólo  comprendia  desde  el  cas- 
tillo ó  Alcázar  j  hasta  la  puerta  de  la  Vega ;  y  desde  allí, 
revolviendo  rápidamente  por  la  cuesta  de  Bamon  á  es- 


134  EL   A^TIGUO   MADRÍD. 


paldas  do  donde  luego  se  alzaron  las  casas  de  Malpica  ó  de 
Fovar  j  la  de  los  Consejos ,  tornaba  á  la  calle  ó  plaza  de  la 
Almádena,  como  frente  á  la  del  Factor,  por  donde  corría 
luego  la  muralla  á  cerrar  de  nuevo  por  el  pretil  con  el 
Alcázar. — Dicha  muralla  primitiva  (que  debió  desapare- 
cer en  un  tiempo  remoto  é  ignorado),  dicen  los  cronistas 
que  se  hallaba  flanqueada  por  varias  torres,  entre  ellas 
una,  llamada  Narigués^  donde  ahora  estaban  las  casas 
de  Malpica,  sobre  las  huertas  del  Pozaclio,  y  otra  inde- 
pendiente y  extramuros,  aunque  contigua,  llamada  Torre 
Gaona,  hacia  el  sitio  donde  estuvieron  después  los  Caños 
(¿el  Peral,  —  Finalmente,  las  dos  únicas  entradas  ó  puer- 
tas que  interrumpian  la  continuidad  de  dicha  muralla,  y 
limitaban  á  tan  breves  términos  el  perímetro  de  la  villa, 
eran  las  de  la  Vega,  al  Poniente ,  y  el  Arco  de  Santa  Ma- 
ría j  mirando  á  Oriente,  en  la  que  después  se  llamó  calle, 
ó  más  bien  plazuela  de  la  Almudena ,  frente  de  la  embo- 
cadura de  la  calle  del  Factor. 

Tan  modesta  fué  la  cuna  de  la  futura  capital  de  dos 
mundos;  y  excusado  es  decir  que,  embebida  después  en 
una  población  infinitamente  mayor,  no  quedó  de  ella  ras- 
tro alguno,  ni  piedra  sobre  piedra,  de  sus  primitivas  cons- 
trucciones.— Allí,  sin  embargo,  tuvo  Madrid  su  funda- 
ción primera,  sus  primitivos  muros,  su  primera  iglesia, 
su  primera  fortaleza  y  Alcázar  Real ;  y  aunque  todos  estos 
monumentos  materiales  hayan  desaparecido  con  el  trans- 
curso del  tiempo,  quédale  todavía  á  aquel  modesto  recin- 
to la  gloriosa  ejecutoria  de  su  remoto  origen,  y  sus  no- 
bles tradiciones  históricas,  continuadas  después,  en  la 
serie  de  los  siglos,  como  parte  principal  de  más  importan- 
te conjunto;  los  recuerdos,  en  fin,  de  la  primitiva  villa  del 
Oso  y  el  Madroño,  cuna  de  su  infancia,  símbolo  y  mo- 
numento de  su  antiquísima  fundación. 

En  este  sentido  es  como  nos  cumple  hoy  recorrer  esto 


EL  ALClzAB.  135 


breve  recinto,  consagrándole  nuestros  primeros  paseos 
históricos  por  el  antiguo  Madrid;  pero  excusado  es  repetir 
que,  como  quiera  que  sus  primitivas  condiciones  queda- 
ron envueltas  en  la  noche  de  los  siglos,  habremos  necesa- 
riamente de  contemplarle,  no  con  las  que  entonces  pudo 
tener,  sino  con  las  que  adquirió  después  y  nos  ha  tras- 
mitido la  Historia,  ó  el  tiempo  ha  respetado. 

Empezaremos,  pues,  por  el  Alcázar,  que,  según  las 
más  probables  conjeturas,  fué  la  verdadera  causa  de  la 
fundación  de  Madrid,  á  quien  la  sana  critica  no  halla 
fundamento  bastante  para  conceder  existencia  anterior  á 
la  dominación  de  los  sarracenos. 


I. 


EL  ALCÁZAR. 


El  primer  carácter  de  aquella  vetusta  fábrica,  origen 
de  la  importancia  histórica  y  política,  cuando  no  de  la 
fundación  de  esta  villa,  fué  sin  duda  el  mismo  que  el  de 
tantas  fortalezas  con  que  poblaron  los  moros  las  crestas 
de  nuestras  montañas,  con  el  objeto  de  atender  á  la  defen- 
sa y  dominación  de  las  poblaciones  vecinas.  Esto  indican 
claramente  su  situación  topográfica,  su  destino  primitivo, 
y  hasta  su  nombre  mismo  de  Al-cassar,  genérico,  entre 
ios  árabes,  de  esta  clase  de  construcciones.  Muchos  de  los 
autores  apreciables  de  la  historia  de  Madrid  atribuyen, 
fiin  embargo,  su  fundación  á  época  más  cercana,  después 
de  la  conquista  de  esta  villa  por  las  armas  de  Alfonso  VI; 
y  de  todos  modos,  parece  seguro  que  á  mediados  del  si- 


136  EL  A^rriGüo  madbid. 

glo  XIV,  el  rey  D.  Pedro  de  Castilla  verificó  en  esta  for- 
taleza una  completa  reedificación  y  ampliación,  dándola 
mayor  importancia,  de  que  muy  luego  pudo  hacer  alarde 
en  defensa  suya  y  contra  las  huestes  de  su  competidor  y 
hermano,  D.  Enrique  de  Trastamara,  que  cercaron  á 
Madrid  en  1369,  y  le  ocuparon  sólo  por  la  traición  de  un 
paisano  que  tenía  dos  torres  á  su  cargo ;  á  pesar  de  la  he- 
roica defensa  del  Alcázar,  hecha  por  los  Vargas  y  Luzo- 
nes,  caballeros  principales  de  esta  villa. 

Anteriormente  á  esta  época,  la  Historia  refiere  que  to- 
dos, ó  casi  todos,  los  monarcas  de  Castilla  y  León  residie- 
ron largas  temporadas  en  Madrid ;  desde  D.  Fernando 
el  Magno  (que  suponen  algunos  la  conquistó  primitiva- 
mente en  1047,  para  abandonarla  después,  y  que  recibió 
en  ella  visita  de  Almenen,  rey  moro  de  Toledo)  y  Alfon- 
so VI,  su  verdadero  restaurador  en  1086,  hasta  D.  Al- 
fonso XI,  padre  del  mismo  rey  I).  Pedro;  según  más  por- 
menor indicamos  en  la  Reseña  histórica  que  precede  á  e^- 
tos  paseos. — Pero  lo  que  no  dicen  los  historiadores,  ni 
consta  de  ninguna  manera,  es  que  dichos  monarcas  hicie- 
ran su  residencia  en  el  Alcázar,  ni  se  trata  de  él  como 
mansión  Real,  sino  sólo  como  defensa  formidable  en  todas 
ocasiones;  ya  contra  las  acometidas  que  á  los  pocos  años 
de  la  reconquista  hizo  contra  Madrid,  en  1109,  el  rey  de 
los  Almorávides  Tejufin,  y  que  resistieron  victoriosamen- 
te los  habitantes,  encerrados  en  el  Alcázar,  rechazando  al 
ejército  marroquí,  que  habia  llegado  á  sentar  sus  reales  en 
el  sitio  que  aun  se  llama  el  Campo  del  Moro ;  ya  en  las 
funestas  revueltas  interiores  de  los  reinados  sucesivos, 
hasta  la  misma  guerra  fratricida  de  D.  Pedro  y  D.  Enri- 
que.—  Lo  más  probable  es  suponer  que  aquellos  monar- 
cas habitarían  en  el  palacio  que  parece  existió  sobre  el 
sitio  mismo  en  que  más  tarde  fué  fundado  el  monasterio 
de  las  Descalzas  Reales  (al  que  sin  duda  hacen  referen- 


BL  ALCÁZAR.  137 


cia  los  Fueros  dejííadríd  en  principios  del  siglo  xiil, 
cnando  establecen  distinción  entre  el  Palacio  y  el  castie" 
llo)j  y  que  sólo  en  tiempo  de  D.  Pedro  y  D.  Enrique,  y  á 
consecuencia  de  las  notables  obras  verificadas  por  ellos, 
pudo  el  Alcázar  servir  de  mansión  á  los  reyes  de  Castilla. 
^  De  todos  modos,  la  Historia  no  hace  mención  de  este  Al- 
cázar sino  como  fortaleza,  y  únicamente  cnando  en  1389, 
reinando  D.  Juan  I,  expidió  privilegio  concediendo  á  don 
León  Y,  rey  de  Armenia,  el  señorío  de  Madrid  y  de  otros 
poeblos,  se  escribe  que  dicho  señor  residió  en  nuestra  villa 
durante  dos  años,  confirmó  sus  fueros  y  privilegios,  y 
reedificó  las  torrea  del  Alcázar ,  en  que  se  cree  pudo  ha- 
bitar. 

Al  año  siguiente  (1390)  murió  D.  Juan  I,  dejando 
por  heredero  é  su  hijo  D.  Enrique  (tercero  de  este  nom- 
bre), niño  de  poca  edad,  y  á  la  sazón  en  esta  villa,  donde 
luego  fué  aclamado  por  rey  de  Castilla  antes  que  en  nin- 
guna otra  ciudad  del  reino. — Durante  la  minoría  de  don 
Enrique  tuvieron  lugar  las  largas  y  complicadas  turbu- 
lencias que  agitaron  a  Castilla  (y  á  Madrid  muy  particu- 
larmente),  hasta  que  en  1394,  y  contando  ya  Enrique  ca- 
torce años,  las  Cortes  del  Reino,  reunidas  en  esta  villa,  en 
la  iglesia  del  monasterio  de  San  Martin,  le  declararon 
mayor  de  edad  y  tomó  las  riendas  del  Gobierno. — De 
este  monarca,  que  residió  en  Madrid  la  mayor  parte  de 
su  breve  reinado,  se  sabe  ya  con  alguna  seguridad  que  se 
aposentó  alguna  vez  en  el  Alcázar,  celebró  en  él  sus  bo- 
das con  la  infanta  D.*^  Catalina,  y  recibió  los  embajado- 
res del  Papa  y  de  los  reyes  de  Francia,  de  Aragón  y  de 
Navarra;  por  último,  dice  la  Historia  que  hizo  en  el  mis- 
mo Alcázar  grandes  obras,  y  nuevas  y  fuertes  torres  para 
depositar  sus  tesoros,  fundando,  ademas,  para  su  recreo  la 
casa  fuerte  y  el  Beal  Sitio  del  Pardo,  á  dos  leguas  de 
Madrid, 


138  EL   ANTIGUO   MADRID.    . 

,  A  la  inesperada  y  temprana  muerte,  de  D.  Enrique  el 
Doliente  y  ocurrida  en  Toledo  en  1406,  quedó  aclamado 
por  su  sucesor  su  hijo  D.  Juan  el  Segundo,  á  la  tierna  edad 
de  catorce  meses,  bajo  la  tutela  de  la  reina  viuda  D.*  Ca- 
talina y  de  su  tio  el  i  rifante  D.  Femando,  rey  de  Aragón, 
apellidado  el  de  Anteqúeray  quienes  en  la  larga  minoría 
de  doce  años  condujeron  con  talento  y  patriotismo  la  di- 
fícil gobernación  del  reino,  hasta  que,  habiendo  sido  pro- 
clamado D.  Fernando  rey  de  Aragón,  y  falleciendo  doña 
Catalina,  la  reina  viuda,  en  1418,  D.  Juan,  llegado  á  la 
mayor  edad,  y  habiendo  contraído  matrimonio  con  su  pri- 
ma D.'  María,  hija  del  difunto  D.  Fernando,  vino  con  su 
esposa  á  Madrid,  para  donde  convocó  las  Cortes  del  Reino, 
que  se  abrieron  en  el  Real  Alcázar,  el  dia  10  de  Marzo  de 
1419.  La  crónica  hace  larga  mención  de  es¿a  asamblea, 
describiendo  ])rolijament6  la  ceremonia  y  ostentación  con 
que  se  verificó  su  solemne  apertura  en  la  sala  rica  del  uXU- 
cazar,  con  asistencia  del  rey  D.  Juan,  de  los  infantes  de 
Aragón,  de  los  arzobispos  de  Toledo,  Santiago  y  Sevilla, 
otros  muchos  prelados  y  todas  las  altas  dignidades  del 
reino ;  estampa  el  discurso  dirigido  al  Rey  por  el  Arzobispo 
de  Toledo,  y  la  contestación  de  aquél,  y  presenta,  en  fin, 
en  este  Real  Alcázar  el  primer  cuadro  digno  de  la  grande- 
za y  majestad  de  los  monarcas  de  Castilla. 

Otros  varios  y  de  no  menor  importancia,  ofreció  más 
adelante  la  poética  y  caballeresca  corte  de  D.  Juan,  y 
muy  especialmente  durante  la  privanza  del  célebre  con- 
destable D.  Alvaro  de  Luna,  que  habitaba  cerca  del  Al- 
cázar, en  las  casas  de  Alvarez  de  Toledo ,  señor  de  Villa- 
franca,  que  estaban  hacia  la  calle  de  Santiago,  en  el 
terreno  donde  después  se  fundó  el  convento  de  Santa 
Clara.  Las  crónicas  describen  las  famosas  justas,  saraos  y 
diversiones  celebradas  en  Madrid  por  aquel  tiempo,  siendo 
mantenedores  el  mismo  D.  Alvaro  y  otros  magnates,  así 


EL   ALCÍZAB.  139 


como  el  suntuoso  festín  con  motívo  del  nacimiento  de  un 
hijo  de  éste,  de  que  fué  padrino  el  mismo  Rey.  Pero,  como 
más  contraída  al  Alcázar,  no  podemos  dejar  pasar  otra  so- 
lemnidad, que  expresa  detaliad«amente  la  crónica  de  don 
Juan,  y  es  la  relación  de  la  solemne  embajada  del  Bey  de 
Francia,  recibida  por  él  en  Madrid. 

«Vinieron  allí  (dice  la  crónica)  embajadores  del  Bey 
> Charles  de  Francia,  los  cuales  eran  el  arzobispo  de  To- 
llosa, que  se  llamaba  D.  Luis  de  Molin;  i  un  caballero 

>  senescal  de  Tolosa,  llamado  Mosen  Juan  de  Moncays  :  i 
]»como  el  Bey  supo  de  su  venida,  mandó  que  el  condesta- 
>ble  i  todos  los  otros  condes  i  caballeros  i  perlados  que 
>en  su  corte  estaban  los  salieran  á  rescebir,  i  salieron 

>  cerca  de  una  legua  i  vinieron  con  ellos  al  palacio  que  era 
»ya  cerca  de  la  noche,  i  hallaron  al  Bey  en  una  gran  sala 

>  del  Alcázar  de  Madrid,  acompañado  de  muy  noble  gen- 
^  te,  donde  habia  colgados  seis  antorcheros  con  cada  cua- 
^  tro  antorchas ,  i  mandó  el  Bey  que  saliesen  veinte  de  sus 
}> donceles  con  sendas  antorchas  á  los  rescebir  á  la  puerta. 
»  El  Bey  estaba  en  su  estrado  alto ,  assentado  en  su  silla 
> guarnida  debajo  de  un  rico  dosel  de  brocado  carmesí,  la 
y>  casa  toldada  de  rica  tapicería  y  tenia  á  loa  pies  un  muy  gran 
y>leon  manso  con  collar  de  brocado  ^  que  fué  cosa  muy  nue- 
»  va  para  los  embajadores  de  que  mucho  se  maravillaron, 
3>  i  el  Bey  se  levantó  á  ellos  y  les  hizo  muy  alegre  recibi- 

>  miento  y  el  Arzobispo  comenzó  de  dudar  con  temor  del 
3>  león»  El  Bey  le  dijo  que  llegase  i  luego  llegó  i  abrazólo  i 
>el  senescal  quiso  besar  la  mano  al  Bey  i  pidiósolo;  i  el  Bey 
DE)  no  ge  la  quiso  dar  i  abrazólo  con  muy  graciosa  cara  i 

>  mandó  que  se  acercasen  los  embajadores  i  así  se  asen- 
>taron  en  dos  escabeles  con  sendas  almohadas  de  seda 
»que  el  Bey  les  mandó  poner,  el  uno  de  la  una  parte  i  el 
2>otro  de  la  otra,  apartados  del  Bey  cuanto  una  braza.  El 
»Bey  les  preguntó  las  nuevas  del  Bey  de  Francia  su  her- 


140 


EL   ANTIGUO   MADRID. 


D  mano  9  y  de  algunos  grandes  señores  del  Teino,  y  oídas 
D nuevas  que  les  dijeron  el  Bey  mandó  traer  colación^  la 
}>cual  se  dio  tal  como  convenia  en  sala  de  tan  gran  prín- 
Dcipe  y  de  tales  embajadores.  Suplicaron  al  Bay  que  le» 
D mandase  asignar  día  para  explicar  su  embajada,  el  Bey 
»le8  asignó  para  el  miércoles  siguiente,  etc.»  (1). 

Asistían  á  esta  embajada  el  condestable  D.  Alvaro  de 
Luna,  D.  Enrique  de  Villena,  tío  del  Bey;  los  condes  de 
Benavente  y  de  Castañeda,  el  adelantado  Pero  Manrique, 
el  arzobispo  de  Toledo  D.  Juan  de  Cerezuela,  D.  Pedro 
de  Castilla,  tio  del  Bey;  obispo  de  Osma,  y  todos  los  alto» 
señores  de  su  Consejo. 

Otras  varias  ceremonias  no  menos  solemnes  celebró  en 
el  Alcázar  de  Madrid  aquel  ilustrado  monarca,  tales  co- 
mo la  reunión  de  Cortes ,  la  recepción  del  embajador  del 


(1)  A  esta  solemne  ceremonia      temporáneo  Juan  de  Mena  en 
se  refiere  el  famoso  poeta  con-      estas  estancias  de  su  Laberinto  r 

«Al  nuestro  Rey  magno  j  bien  aventnrado 
>Vi  lobre  todos  en  su  firme  silla; 
»Dfgno  de  reino  mayor  qne  CaaUUa ; 
>  VeUoso  león  ü  sus  pies  por  estrado ; 
iVestido  de  mnrice  ropa  de  estado , 
lEbúrneo  cetro  mandaba  sn  diestra , 
lY  rica  corona  á  la  mano  siniestra, 
iMás  prefulgente  qne  el  cielo  estrellado. 

iTal  lo  hallaron  los  embajadores 
^  9En  la  su  villa,  de/utgo  cercada, 

»Cuando  le  yino  la  gran  embajada 
>De  bérbaroe  reyes  y  grandes  tefiores,  eto; 


que  explica  y  anota  el  maestro 
Sánchez  (eZ  Bróceme)  de  esta 
manera : 

«  Dicen  que  el  rey  D.  Juan  te- 
))nia  un  león  manso  que  comía  á 
nsu  mesa,  y  se  le  echaba  á  sus 
n  piós  estando  el  Rey  sentado,  y 
n estaba  tan  gordo,  que  llevan- 


« 

))dole  en  una  carreta  desde  Ma- 
»dríd  é  Alcalá,  reventó  de  calor 

Den  la  Puente  de  Viveros La 

» villa  cercada  de  fuego  es  Ma- 
»drid,  porque  allí  hay  muchos 
B pedernales,  y  los  muros  esta- 
»ban  hechos  de  estas  piedras.» 


BL  ALCÁZAR.  X41 


Pontífice,  que  le  trajo  la  rosa  de  oro  bendecida  por  el 
mismo  Papa  en  1435,  y  otras,  hasta  que  las  rebeliones  de 
los  grandes,  de  los  infantes  de  Aragón,  y  de  su  propio  hi- 
jo D.  Enrique,  ennegrecieron  los  últimos  años  de  su  rei- 
nado, que  terminó,  con  su  vida,  en  Yalladolid,  el  21  de 
Julio  de  1454. 

A  los  tiempos  poéticos  y  caballerescos  de  D.  Juan  el  Se- 
gundo sucedieron  los  míseros  y  fatales  de  ese  mismo  D.  En- 
rique IV,  su  hijo,  que  tan  larga  y  completa  expiación  habia 
de  sufrir  de  los  desmanes  y  rebeldías  que  él  mismo  habia 
tramado  contra  su  padre,  de  los  desarreglos  de  su  juven- 
tud, de  la  infidelidad  y  torpeza  de  su  conducta  en  toda  la 
vida.  Hallábase  ya  é  la  edad  de  veinte  y  siete  años  cuan- 
do ciñó  la  corona,  y  divorciado  de  su  primera  mujer,  do- 
ña Blanca  de  Navarra,  contrajo  nuevo  matrimonio  con 
la  hermosa  infanta  de  Portugal  doña  Juana ,  en  1455, 
conduciéndola  luego  al  real  Alcázar  de  Madrid,  donde  se 
celebraron  con  este  motivo  señaladas  fiestas,  entre  otras, 
por  cierto  una  singular  de  cierta  cena  espléndida  ofrecida 
á  los  Reyes  y  á  la  corte  por  el  Arzobispo  de  Sevilla  ( no 
sabemos  en  qué  casa  moraba),  cuyo  último  servicio  con- 
sistió en  dos  bandeas  de  anillos  de  oro  con  piedras  precio^ 
sas  para  que  la  Reina  y  sus  damas  escogiesen  las  de  su 
gusto ;  galante  demostración,  que  así  demuestra  la  corte- 
sanía del  buen  prelado ,  como  la  corrupción  de  aquella 
corte  voluptuosa.  Enrique,  dotado  de  un  temperamento 
ardiente, y  dado  á  los  placeres  sensuales,  daba  el  ejemplo 
con  sus  extravíos ;  y  en  prueba  de  ello ,  refieren  las  histo- 
rias que,  á  pesar  de  hallarse  recien  casado  con  la  hermosa 
doña  Juana  de  Portugal,  no  puso  coto  á  ellos;  antes  bien 
se  dejó  arrastrar  de  una  vehemente  pasión  hacia  una  de 
las  damas  que  acompañaban  á  la  Reina,  llamada  doña 
Guiomar  de  Castro ,  á  quien  suponen  también  muy  bella; 
y  queriéndola  obsequiar  cierto  dia,  dispuso  una  corrida 


142  EL  ANTIQÜO  MADRID. 

de  toros  en  la  plaza  delante  del  Alcázar  de  Madrid,  Sabe- 
dora la  Reina  del  objeto  de  aquella  fiesta,  prohibió  á  todas 
sas  damas  asomarse  á  las  ventanas  del  Alcázar;  pero  esta 
orden  fué  escandalosamente  infringida  por  la  orgallosa 
favorita,  qae  la  presenció  desde  una  de  ellas.  Indignada 
la  Reina,  lá  esperó  al  pasar  cierta  escalera ,  y  acometién- 
dola brascamente,  la  azotó  con  nn  cbapin.  A  los  gritos 
de  doña  Guiomar  acudió  presuroso  el  Rey,  é  interponién- 
dose entre  ambas,  lanzó  violentamente  á  la  Reina  y  pro- 
tegió á  doña  Guiomar,  con  quien  luego  continuó  en  cri- 
minales relaciones ,  colocándola  en  una  magnifica  quinta 
ó  casa  de  campo  que  había  hecho  construir  cerca  de  Val- 
demorillo,  á  corta  distancia  de  Madrid,  adonde  iba  á  visi- 
tarla con  frecuencia. 

Ya  por  entonces  andaba  en  auge  la  privanza  con  el 
Rey  del  antiguo  paje  de  lanza,  después  mayordomo  ma- 
yor y  duque  de  Alburquerque,  D,  Beltran  de  la  CuevOy  y 
este  profundo  cortesano  y  favorito ,  interesado  por  más 
de  un  motivo  en  embriagar  á  la  corte  y  al  Monarca  en  el 
humo  de  los  festines,  preparaba  y  dirigía  incomparables 
fiestas,  entre  las  cuales  sobresale  la  del  famoso  Paso  han-- 
roso ,  defendido  por  el  mismo  D.  Beltran  en  el  camino 
del  Pardo,  con  el  objeto  aparente  de  obsequiar  á  los  em- 
bajadores del  Duque  de  Bretaña,  aunque  h:]iy  quien  su- 
pone que  con  el  verdadero  de  manifestar  su  destreza  y 
gallardía  á  los  ojos  de  la  reina  doña  Juana.  La  descrip- 
ción do  esta  magnífica  fiesta,  y  de  los  saraos  y  festines 
celebrados  con  esto  motivo  en  los  alcázares  de  Madrid  y 
del  Pardo ,  ocupa  algunas  páginas  de  los  anales  madrile- 
ños ,  y  asombra  todavía  por  su  inmenso  coste  y  magnifi- 
cencia ;  pero  es  tan  conocida,  que  creemos  excusado  repro- 
ducirla aqm'. 

Hacia  fines  del  año  1461,  hallándose  en  Aranda  la  rei- 
na doña  Juana,  muy  adelantada  en  su  preñez,  la  hizo  En- 


EL  ALClzAB.  143 


riqoe  condacir  á  Madrid  en  ¿illa  de  manos  6  andas,  como 
entonces  se  decía,  saliendo  á  recibirla  á  larga  distancia; 
j  haciéndola  sabir  con  cariñosa  solicitud  á  las  ancas  de  sti 
muía,  la  condujo  de  este  modo  al  Alcázar ,  entre  las  más 
expresivas  aclamaciones  de  los  fieles  madrileños. 

En  él,  pues,  nació  i  pocos  dias  la  desdichada  princesa 
doña  Joana ,  á  quien  más  adelante  los  grandes  y  los  pue- 
blos rebelados  contra  Enrique  apellidaron  con  el  fatal 
epíteto  de  la  Beltraneja,  así  como  á  ¿1  mismo  le  designa- 
ron con  el  no  menos  injurioso  de  el  Impotente.  Si  ambas 
calificaciones  vulgares ,  que  ha  consagrado  la  Historia;  si 
el  desarreglo  que  supone  ésta  en  la  conducta  de  doña 
Juana ,  fueron  ó  no  ciertos,  ó  gratuitas  invenciones  de 
los  grandes  sus  enemigos,  y  partidarios  de  los  infantes  don 
Alonso  y  doña  Isabel,  es  lo  que  no  ha  aclarado  aún  la 
Historia. 

A  nuestro  objeto  cumple  sólo  consignar  que  en  este 
propio  Alcázar  fué  más  adelante  presa  y  custodiada  la 
misma  doña  Juana,  en  castigo  de  su  supuesta  liviandad; 
que  también  lo  fué  en  1465,  en  una  de  sus  torres,  el  al- 
caide Pedro  Munzares,  y  el  propio  Enrique  se  vio  en  él 
asaltado,  perseguido,  reducido  á  esconderse  en  un  retrete, 
y  sufrir  una  de  tantas  humillaciones  con  que  empañó  el 
brillo  de  la  corona  de  Castilla,  y  que  le  condujeron  hasta 
el  extremo  de  reconocer  su  impotencia  y  la  ilegitimidad 
de  su  propia  hija. 

Este  desdichado  monarca  falleció  en  este  mismo  Alcá- 
zar, que  con  su  menguada  conducta  habia  por  tanto  tiem- 
po profanado. 

A  su  muerte  subió  al  trono  de  Castilla  su  hermana  la 
infanta  doña  Isabel ,  casada  ya  con  el  príncipe  D.  Fer- 
nando de  Aragón;  pero  esto  no  aconteció  sin  que  por 
parte  del  vecindario  de  Madrid  y  de  otros  pueblos,  que 
lamentaban  la  injusta  exclusión  de  la  princesa  doña  Jua- 


144  EL  ANTIGUO   HADBTD. 

na,  y  eran  fíeles  al  derecho  legitimo  qtie  ella  reclamaba, 
DO  opnsieee  una  larga  y  obstinada  resistencia,  y  esp^ecial- 
mente  en  el  Alcázar  de  Madrid,  defendido  por  cuatrocien- 
tos hombres  valerosos,  y  que  sólo  al  cabo  de  dos  meses  de 
sitio  rigoroso  logró  rendir  el  Duque  del  Infantado,  que 
mandaba  las  tropas  de  Isabel. 

Los  Beyes  Católicos  no  hicieron  su  entrada  solemne  en 
Madrid  hasta  1477 ;  pero  consta  que  por  entonces  residie- 
ron en  las  casas  de  D.  Pedro  Laso  de  Castilla,  en  la  pla- 
zuela de  San  Andrés ,  y  no  en  el  Alcázar,  en  donde  tam- 
poco pararon  más  adelante  su  hija  doña  Juana  y  el  ar- 
chiduque, después  rey,  D.  Felipe  I. 

Los  Iteyes  Católicos,  sin  embargo,  debieron  morar  en 
otros  ocasiones  en  el  Alcázar,  y  durante  ellas,  ¡qué  espec- 
táculo tan  diverso  ofrecía  este ,  en  contraste  con  el  que 
presentara  en  tiempo  de  su  infeliz  hermano  t  ¡  Qué  cuadro 
tan  sublime  de  majestad,  de  grandeza  y  de  virtud,  y  có- 
mo supieron  purgar  aquel  augusto  recinto  de  los  miasmas 
pestilentes  de  que  estaba  impregnado!  Oigamos,  para  con- 
vencemos de  ello,  al  celoso  coronista  matritense  Gonzalo 
Fernandez  de  Oviedo,  qae  en  su  ya  citada  obra  de  La* 
Quincuagenas,  traza  este  cuadro  majestuoso,  como  testigo 
ocular,  en  estas  palabras  dignas  y  reposadas: 

«  Acuerdóme  verla  en  el  Alcázar  de  Madrid,  con  el  Ca- 
«tólico  rey  D.  Fernando,  Quinto  de  tal  nombre,  so  mari-' 
»do,  sentidos  públicamente  por  tribunal  todos  los  viér- 
»ues,  dando  audiencia  á  chicos  é  grandes  cuantos  qnerian 
^pedir  justicia,  et  á  los  lados  en  el  mismo  estrado  alto  (al 

1  ™i,: : /.  gejg  gradas),  en  aquel  espacio  fuera 

itaba  un  banco  de  cada  parte,  en  que 
ce  oidores  del  consejo  de  la  justicia, 
icho  consejo  Real ,  é  de  pié  estaba 
del  consejo  llamado  Castañeda,  que 
s  peticiones;  al  pié  de  dichas  grados 


EL  ALClZAR.  145 


restaba  otro  escribano  del  consejo,  que  en  cada  petición 
>anotaba  lo  qae  se  proveia ,  é  á  los  costados  de  aquella 
i>me6a  donde  estas  peticiones  pasaban,  estaban  de  pié  seis 
»ballesteros  de  maza ;  á  la  puerta  de  la  sala  de  esta  au- 
»diencia  Real  estaban  los  porteros,  que  libremente  de- 
»jaban  entrar  (¿asi  lo  hablan  mandado)  á  todos  los  que 
i»qaerian  dar  peticiones,  et  los  alcaldes  de  corte  estaban 
>alli  para  lo  que  convenia  ó  se  habia  de  remitir  ó  cónsul- 
>tar  con  ellos  J>  (1). 

A  la  muerte  de  doña  Isabel  ocurrieron  grandes  turbu- 
lencias en  el  gobierno  del  reino ,  y  todavía  figura  en  ellas 
el  Alcázar  como  fortaleza,  hasta  que  quedaron  aquéllas 
terminadas  en  las  Cortes  reunidas  en  San  Jerónimo  del 
Prado  en  1509,  con  el  juramento  del  rey  D.  Fernando  de 
gobernar  como  administrador  de  su  hija  y  como  tutor  dé 
su  nieto  D.  Carlos. 

Este,  el  Emperador,  proclamado  en  Madrid  por  los  re- 
gentes del  reino,  no  halló,  sin  embargo,  en  un  principio 
grande  adhesión  entre  los  madrileños,  que  abrazaron  en 
su  mayoría  la  causa  de  las  Comunidades  y  ofrecieron  una 
formidable  resistencia  á  las  huestes  imperiales  en  el  Alca- 
zar  de  esta  villar  de  que  se  habian  apoderado ,  aunque  te- 
nazmente defendido  por  la  esposa  de  Francisco  de  Var- 
gas, su  alcaide,  á  la  sazón  ausente.  Vencidos  al  fin  los  co- 
muneros, vino  é  Madrid  el  Emperador,  y  habiendo  tenido 
la  suerte  de  curarse  en  él  de  unas  pertinaces  cuartanas 
que  padecía ,  cobró  grande  afición  é  esta  villa ,  residió 
siempre  que  pudo  en  ella,  y,  sin  duda  con  el  pensamien- 


(1)  Este  cuadro  sublime  fué  sentado  en  la  Exposición,  me- 
trasladado    ventajosamente   al  recio  digno  premio, 
lienzo  por  uno  de  nuestros  jó-  Este  distinguido  artista  falle- 
yenes  y  brillan  tes  artistas,  el  se-  ció  poco  tiempo  después. 


fiiorP.  .Víctor  Manzano,  y  pre- 


10 


146  sil   ANTIGUO   MADRID. 


to  de  fijar  ya  decididamente  sn  córte^  emprendió  la  reedi- 
ficación del  Alcázar,  quitándole  su  antiguo  carácter  de 
fortaleza  y  levantando  sobre  sus  ruinas  un  verdadero  pa- 
lacio Real. 

No  consta^  sin  embargo,  ni  era  posible,  que  Carlos  V 
residiese,  siempre  que  estuvo  en  Madrid,  en  el  Alcázar, 
cuya  reedificación  él  mismo  emprendió;  antes  bien  se 
afirma  que  solia  morar  en  el  palacio  ya  dicho,  que  ocupa- 
ba la  misma  área  que  hoy  el  monasterio  de  las  Descalzas 
Eeales;  en  él,  por  lo  menos,  nació  su  hija  doña  Juana, 
fundadora  después  de  aquel  monasterio,  madre  de  don 
Sebastian  de  Portugal,  y  Quintana  asegura  que  antes  de 
partir  el  Emperador  á  la  toma  de  Túnez,  se  aposentó  en 
las  casas  del  secretario  Juan  de  Yozmediano,  frente  á 
Santa  María,  y  que  luego  que  marchó,  se  pasó  la  Empe- 
ratriz con  el  príncipe  D.  Felipe  á  las  que  fueron  de  Alonso 
Gutiérrez  (hoy  Monte  de  Piedad),  que  eran  anejas  al  pa- 
lacio ya  citado. 

Hallándose  el  Emperador  en  Madrid  por  los  años  1524, 
recibió  la  nueva  de  que  el  Marqués  de  Pescara,  estando 
sobre  Pavía,  habia  obtenido  una  señalada  victoria  contra 
el  ejército  francés  y  hecho  prisionero  á  su  rey  Francisco. 
El  Emperador  manifestó  en  tan  dichosa  ocasión  la  misma 
serenidad  y  grandeza  de  ánimo  que  otras  veces  ostentó 
en  la  desgracia,  y  sin  hablar  palabra,  se  entró  en  el  ora- 
torio de  su  Real  Alcázar  á  dar  gracias  al  Señor  por  el 
triunfo  de  sus  armas.  La  villa  de  Madrid  solicitó  el  per- 
miso de  S.  M.  para  entregarse  á  públicos  regocijos;  pero. 
Carlos  no  lo  consintió,  diciendo  que  no  era  victoria  gana- 
da  á  loa  enemigoa  de  la  fe.  Luego  envió  orden  para  que 
pasasen  á  Ñápeles  al  Rey  su  prisionero ;  pero  como  éste 
solicitase  que  le  trajesen  á  España,  fiando  en  la  visita  del 
César  la  libertad  de  su  persona,  vino  en  ello  el  Empera-» 
dor,  y  en  su  consecuencia,  desembarcó  en  Barcelona  el 


EL  ALCÁZAR.  147 


rey  francés,  y  pasando  por  Valencia,  llegó  á  esta  capital. 

Sa  primera  mansión  en  ella  fné  en  la  torre  de  la  casa 
qne  llaman  de  Lujan^  en  la  plazuela  del  Salvador,  hoy  de 
la  Villa,  y  á  poco  tiempo  fué  trasladado  á  un  aposento 
del  Real  Alcázar,  dispensándole  el  tratamiento  debido  á 
su  alta  jerarquía.  Allí  recibió  varios  mensajes  del  Em- 
perador, que  estaba  en  Toledo,  haciéndole  varias  propues- 
tas convenientes  para  el  arreglo  de  la  paz  y  restituirle  á 
la  libertad;  pero  como  en  ellas  insistiese  Carlos  en  la  de- 
volución del  ducado  de  Borgoña,  y  el  lley  de  Francia  en 
la  negativa,  las  negociaciones  se  dilataban,  y  la  paz  no 
llegaba  á  realizarse.  Francisco  I,  en  la  dura  alternativa 
de  morir  en  su  prisión,  ó  deshonrarse  aceptando  condicio- 
nes que  creia  humillantes,  vivia  triste  y  abatido,  aguar- 
dando de  dia  en  dia  la  visita  del  Emperador,  y  esperando 
que,  entendiéndose  con  él  personalmente,  conseguiría  un 
rescate  menos  oneroso;  pero  en  vano  esperaba,  porque 
Carlos,  temiendo  sin  duda  ceder  á  los  impulsos  de  su  ge- 
nerosidad, envióle  á  decir  que  no  le  veria  hasta  tanto  que 
las  estipulaciones  se  hallaren  terminadas.  Esta  noticia 
produjo  en  el  Bey  de  Francia  una  desesperación  tal,  que 
cayó  peligrosamente  enfermo,  y  Hernando  de  Alarcon, 
que  tenía  la  persona  del  Rey  en  su  guarda,  despachó  un 
posta  al  Emperador,  que  estaba  en  el  lugar  de  San  Agus- 
tín, dándole  aviso  de  la  gravedad  del  accidente  del  Rey 
de  Francia,  que  ofrecia  poca  esperanza  de  vida,  y  que, 
para  alivio  de  su  mal,  no  pedia  otra  cosa  que  el  que  Su 
Majestad  Cesárea  le  viese. 

El  Emperador  partió  luego  en  posta  á  Madrid,  y  llegó 
en  aquella  misma  noche  (28  de  Setiembre  de  1525),  y 
aposentándose  en  el  Alcázar,  pasó  inmediatamente  á  la 
habitación  del  Rey  francés.  Cuando  éste  le  vio  entrar  en 
ella,  se  incorporó  con  viveza  en  su  lecho,  y  con  tono  en- 
fático le  dijo  :  «¿  VenU  á  ver  si  la  muerte  os  desembara-^ 


148  EL   AKTIGÜO   MADRID. 

» 

"pzará  pronto  de  vuestro  prisionero? — No  sois  mi  pristo^ 
7>nero  (respondió  prontamente  Carlos),  sino  mi  hermano 
y>¡/  mi  amigo,  y  mi  único  deseo  es  restituiros  á  la  libertad, 
T>y  cuantas  satisfacciones  podáis  esperar  de  mú »  En  se- 
guida le  abrazó  y  conversó  con  él  largo  rato  con  gran 
franqueza  y  cordialidad. 

Esta  visita  produjo  tan  saludable  efecto  en  el  enfermo, 
que  á  pocos  dias  se  halló  fuera  de  peligro;  mas  cuando  el 
Emperador  le  vio  restablecido,  cambió  de  lenguaje  y 
tomó  de  nuevo  su  inflexible  severidad.  En  vano  Francis- 
co le  recordó  sus  benévolas  palabras;  nada  pudo  conseguir, 
hasta  que,  por  fin,  se  decidió  á  firmar  la  capitulación  ó 
tratado  de  Madrid,  en  14  de  Enero  de  1526,  por  la  que 
restituia  el  ducado  de  Borgoña,  con  otras  condiciones 
onerosas  para  la  Francia,  obligándose  á  casar  con  Leonor, 
hermana  del  Emperador. 

Carlos  entonces  regresó  á  Madrid  á  visitar  al  Rey  de 
Francia  ya  como  amigo  y  cuñado,  y  Francisco  I  salió  á 
recibirle  con  capa  y  espada  á  la  española,  abrazándose 
con  muestras  de  mucho  amor.  Al  siguiente  dia  salieron 
juntos  en  sendas  muías,  y  porfiando  cortésmente  sobre 
cuál  tomaria  la  derecha  (que  al  cabo  llevó  el  Emperador), 
pasaron  á  oir  misa  al  convento  de  San  Francisco. 

El  Rey  de  Francia  conservó  tal  recuerdo  de  su  prisión, 
que  al  recobro  de  su  libertad  y  regreso  á  su  corte,  hizo 
construir,  inmediato  á  la  misma,  en  el  bosque  de  Boulogne, 
un  trasunto  del  mismo  Alcázar,  que  se  conservó  hasta  los 
tiempos  de  la  Revolución,  conocido  con  el  nombre  de 
CJuiteau  de  Madrid. 

La  importancia  que  habia  dado  Carlos  Y  á  la  villa  de 
Madrid,  y  especialmente  á  este  Alcázar,  trasformado  en 
palacio  regio  por  disposición  suya  y  de  su  hijo  el  principe 
D.  Felipe,  creció  de  todo  punto  cuando  éste,  inmediata- 
mente después  de  haber  subido  al  trono  por  la  abdicación 


EL  ALClZAB.  149 


de  sa  padre  el  Emperador,  se  decidió  á  trasladar  á  Ma* 
drid  su  corte  en  1561. 

Con  fecha  7  de  Mayo  de  dicho  año  escribía  desde  To- 
ledo á  sn  arquitecto  Luis  de  la  Vega  (encargado  de  las 
obras  de  Palacio)  que  reteniendo  determinado  ir  con  su 
»casa  y  corte  á  Madrid,  deseaba  que  estuviesen  conclui- 
»das  para  de  allí  &  un  mes,  y  que  no  diese  lugar  á  que 
» ninguno  viese  sin  mandato  suyo  los  aposentos  de  pala- 
9 cío,  ningún  atajo,  oficina,  ni  otra  cosai),  y  de  mano 
propia  anadia  :  <r  Luis  de  Vega,  enviadme  otra  traza  como 
9  la  baja  y  alta  que  me  enviaste  de  los  cuartos  de  Medio- 
j^dia,  que  son  los  aposentos  principales,  como  agora  están, 
i>y  sea  luego.»  Representó  Vega  que  por  falta  de  oficia- 
les no  podia  concluirse  todo  con  tanta  brevedad;  y  el  Rey 
mandó  al  corregidor  D.  Jorge  de  Beteta  proveyese  que 
todos  los  oficiales  de  la  villa  se  ocupasen  de  esto,  sin 
atender  á  otra  ninguna  obra.  Poco  después,  y  ya  en  los 
últimos  meses  del  mismo  año  1561,  consta  que  la  corte 
se  hallaba  en  Madrid,  y  que  Felipe  II  habia  realizado  su 
pensamiento  de  fijarla  en  ella. 

En  este  palacio,  obra  en  su  parte  principal  del  Empe- 
rador su  padre,  y  de  él  mismo,  residió  constantemente, 
durante  su  larga  permanencia  en  esta  villa,  el  poderoso  y 
austero  monarca,  que  extendía  ^u  dominación  y  su  polí- 
tica hasta  las  más  apartadas  regiones  del  globo.  En  él 
recibió  las  solemnes  embajadas  de  todos  los  monarcas  de 
Europa,  las  visitas  de  muchos  de  sus  príncipes,  las  armas 
y  banderas  ganadas  á  sus  enemigos  por  los  grandes  ven- 
cedores de  Lepante  y  San  Quintín,  de  Italia,  Flándes  y 
el  Nuevo  Mundo.  Este  Alcázar,  respetado  y  temido  en- 
tonces de  todos  los  reyes  y  de  todos  los  pueblos,  sirvió 
también  de  teatro  al  misterioso  y  terrible  drama  íntimo 
de  la  prisión  y  muerte  del  heredero  del  trono,  príncipe 
D.  Carlos,  y  el  fallecimiento  á  los  dos  meses  de  la  reina 


150  EL   ANTIGUO  MAD&ID. 


doña  Isabel  de  Valois.  Drama  terrible,  aun  no  bastante- 
mente aclarado,  y  fatal  coincidencia,  que  ha  dado  motivo 
á  los  novelistas  y  poetas  para  tantos  brillantes  dramas, 
para  tantas  ingeniosas  fábulas,  para  tantos  comentarios 
gratuitos,  más  ingeniosos  que  fundados  (1). 

En  el  Alcázar  de  Madrid,  apoyado  en  el  valor  incom* 
parable  de  sus  grandes  capitanes,  su  hermano  D.  Juan 
de  Austria,  el  Duque  de  Alba,  D.  Alvaro  de  Bazan,  etc.; 
en  el  tacto  político  de  sus  ministros  y  favoritos  Ruy  Gó- 
mez de  Silva,  Antonio  Pérez  y  otros,  y  más  que  todo,  en 
su  extrema  sagacidad,  severo  carácter  y  profunda  inten- 
ción, se  concibieron,  desplegaron  y  pusieron  en  ejecución 
tantos  planes  políticos,  tantos  proyectos  guerreros,  tantas 
intrigas  cortesanas,  que  interesaban  á  la  Europa,  al  mun^^ 
do  entero,  hasta  que,  levantada,  á  la  voz  de  Felipe,  la 
austera  y  portentosa  fábrica  de  San  Lorenzo  del  Escorial, 
trasladó  á  ¿1  el  poderoso  monarca  de  dos  mundos  el  mis- 
terioso nudo  y  laboratorio  de  su  elevada  política. 

Felipe  II,  viudo  por  tres  veces,  primero  de  la  princesa 
doña  María  de  Portugal;  después,  de  la  reina  de  Ingla- 
terra María  Tudor,  y  por  tercera  vez,  de  doña  Isabel  de 
Valois  ó  de  la  Paz,  contrajo  matrimonio  por  cuarta  vez 
con  doña  Ana  de  Austria,  en  1570,  y  de  esta  unión  nació, 
en  1578,  su  hijo  y  sucesor  D.  Felipe,  primer  monarca 
madrileño  de  los  que  ocuparon  el  trono  castellano. 

Durante  el  reinado  de  Felipe  III,  que  empezó  á  la 
muerte  de  su  padre,  en  1588,  el  Real  Alcázar,  que  fué 
su  cuna,  le  sirvió  también  de  residencia,  y  en  él  se  des- 


(1)  Entre  las  infinitas  reía-  más  imparcial ,  fundada  y  sen- 

clones,  con  pretensiones  de  bis-  sata  que  la  que  hace  el  señor 

tóricas,  impresas  y  manuscritas,  don   Modesto  Laf  uente  en   su 

que  hemos  visto  de  este  trágico  Historia  de  España,  tomo  xii. 


episodio,  ninguna  nos  parece 


EL  ALClZAR.  151 


plegaron  la  esplendente  magnificencia,  las  intrigas  corte- 
sanas,  las  aventaras  galantes,  la  desvanecida  privanza  y 
ambición  de  los  famosos  ministros  Daque  de  Lerma  y 
D.  Rodrigo  Calderón,  tan  diestramente  trazadas  por  el 
a.utor  (sea  quien  faere)  de  la  ingeniosísima  novela  histó- 
rica de  Gil  Blas  de  Santillanaj  que  nos  dispensa  de  todo 
punto  de  hacerlo  aquí. 

Felipe  IV  sube  al  trono  en  1621,  á  la  muerte  de  su 
padre,  y  en  su  largo  reinado  es  cuando  la  forma  material 
del  edificio,  obra  de  los  ya  dichos  arquitectos,  Cobarru- 
bias  y  Vega,  recibió  nuevo  esplendor  en  manos  de  los 
Moras,  Crescenti  y  otros  célebres  artistas,  cuando  sus 
regios  salones,  pintados  por  Lúeas  Jordán,  y  decorados 
con  los  magníficos  lienzos  de  Velazquez  y  Murillo,  de 
Rubens  y  del  Ticiano,  reflejaban  la  grandeza  del  Monarca 
español,  á  quien  tales  artistas  servian;  cuando  en  sus  altas 
bóvedas  resonaba  la  voz  de  los  Lopes  y  Calderones,  Tir- 
sos y  Moretes,  Quevedos  y  Guevaras,  en  ingeniosos  dra- 
mas, improvisados  muchas  veces  en  presencia  y  con  la 
cooperación  del  Monarca;  cuando  sus  regias  estaleras  y 
suntuosas  estancias  sentian  la  planta  del  Príncipe  de  Gales 
(después  el  desgraciado  Carlos  1)  y  otros  potentados, 
que  venían  á  visitar  al  Monarca  español  ó  á  solicitar  su 
alianza. 

La  importancia  histórica  de  este  palacio  empezó,  sin 
embargo,  á  decaer  en  el  mismo  reinado,  teniendo  que 
luchar  con  la  del  nuevo  Sitio  del  Retiro,  levantado  por  el 
favorito  D.  Gaspar  de  Guzman,  conde-duque  de  Oliva- 
res, para  adalar  al  Monarca,  y  que  acabó,  en  fin,  por  im- 
primir al  gabinete  su  nombre,  y  al  de  La  Corte  de  Madrid 
sustituyó  el  de  La  Corte  del  Buen  Retiro, 

Lo  mismo  puede  decirse  durante  la  larga  y  turbulenta 
minoría  de  Carlos  IT,  y  la  aciaga  gobernación  en  ella  de 
la  Reina  Gobernadora  doña  Mariana  de  Austria,  que,  sin 


150  EL   ANTIGUO  MADRID. 


doña  Isabel  de  Yalois.  Drama  terrible,  aun  no  bastante- 
mente aclamdo^  y  fatal  coincidencia,  que  ha  dado  motivo 
á  los  novelistas  y  poetas  para  tantos  brillantes  dramas, 
para  tantas  ingeniosas  fábulas,  para  tantos  comentarios 
gratuitos,  más  ingeniosos  que  fundados  (1). 

En  el  Alcázar  de  Madrid,  apoyado  en  el  valor  incom- 
parable de  sus  grandes  capitanes,  su  hermano  D.  Juan 
de  Austria,  el  Duque  de  Alba,  D.  Alvaro  de  Bazan,  etc.; 
en  el  tacto  político  de  sus  ministros  y  favoritos  Ruy  Gó- 
mez de  Silva,  Antonio  Pérez  y  otros,  y  más  que  todo,  en 
su  extrema  sagacidad,  severo  carácter  y  profunda  inten- 
ción, se  concibieron,  desplegaron  y  pusieron  en  ejecución 
tantos  planes  políticos,  tantos  proyectos  guerreros,  tantas 
intrigas  cortesanas,  que  interesaban  á  la  Europa,  al  mun-^ 
do  entero,  hasta  que,  levantada,  á  la  voz  de  Felipe,  la 
austera  y  portentosa  fábrica  dé  San  Lorenzo  del  Escorial, 
trasladó  á  ¿1  el  poderoso  monarca  de  dos  mundos  el  mis- 
terioso nudo  y  laboratorio  de  su  elevada  política. 

Felipe  II,  viudo  por  tres  veces,  primero  de  la  princesa 
doña  María  de  Portugal;  después,  de  la  reina  de  Ingla- 
terra María  Tudor,  y  por  tercera  vez,  de  doña  Isabel  de 
Valois  ó  de  la  Paz,  contrajo  matrimonio  por  cuarta  vez 
con  doña  Ana  de  Austria,  en  1570,  y  de  esta  unión  nació, 
en  1578,  su  hijo  y  sucesor  D.  Felipe,  primer  monarca 
madrileño  de  los  que  ocuparon  el  trono  castellano. 

Durante  el  reinado  de  Felipe  III,  que  empezó  á  la 
muerte  de  su  padre,  en  1588,  el  Real  Alcázar,  que  fué 
su  cuna,  le  sirvió  también  de  residencia,  y  en  él  se  des- 


(1)  Entre  las  infinitas  reía-  más  imparcial,  fundada  y  san- 
ciones, con  pretensiones  de  his-  sata  que  la  que  hace  el  señor 
tóricas,  impresas  y  manuscritas,  don  Modesto  Laf  uente  en  su 
que  hemos  visto  de  este  trágico  Historia  de  España ,  tomo  xii. 
episodio,  ninguna  nos  parece 


EL  ALClZAR.  151 


plegaron  la  esplendente  magnificencia,  las  intrigas  corte- 
sanas,  las  aventaras  galantes,  la  desvanecida  privanza  y 
ambición  de  los  famosos  ministros  Duque  de  Lerma  y 
D.  Rodrigo  Calderón,  tan  diestramente  trazadas  por  el 
aptor  (sea  quien  fuere)  de  la  ingeniosísima  novela  histó- 
rica de  Gil  Blas  de  Santillanay  que  nos  dispensa  de  todo 
punto  de  hacerlo  aqui. 

Felipe  IV  sube  al  trono  en  1621,  á  la  muerte  de  su 
padre,  y  en  su  largo  reinado  es  cuando  la  forma  material 
del  edificio,  obra  de  los  ya  dichos  arquitectos,  Cobarru- 
bias  y  Vega,  recibió  nuevo  esplendor  en  manos  de  los 
Moras,  Crescenti  y  otros  célebres  artistas,  cuando  sus 
regios  salones,  pintados  por  Lúeas  Jordán,  y  decorados 
con  los  magníficos  lienzos  de  Velazquez  y  Murillo,  de 
Rabens  y  del  Ticiano,  reflejaban  la  grandeza  del  Monarca 
español,  á  quien  tales  artistas  servian;  cuando  en  sus  altas 
bóvedas  resonaba  la  voz  de  los  Lopes  y  Calderones,  Tir- 
sos y  Moretes,  Quevedos  y  Guevaras,  en  ingeniosos  dra- 
mas, improvisados  muchas  veces  en  presencia  y  con  la 
cooperación  del  Monarca;  cuando  sus  regias  escaleras  y 
«untuosas  estancias  sentian  la  planta  del  Príncipe  de  Gráles 
(después  el  desgraciado  Carlos  I)  y  otros  potentados, 
que  venian  á  visitar  al  Monarca  español  ó  á  solicitar  su 
alianza. 

La  importancia  histórica  de  este  palacio  empezó,  sin 
embargo,  á  decaer  en  el  mismo  reinado,  teniendo  que 
luchar  con  la  del  nuevo  Sitio  del  Butiro,  levantado  por  el 
favorito  D.  Gaspar  de  Guzman,  conde-duque  de  Oliva- 
res, para  adular  al  Monarca,  y  que  acabó,  en  fin,  por  im- 
primir al  gabinete  su  nombre,  y  al  de  La  Corte  de  Madrid 
sustituyó  el  de  La  Corte  del  Buen  Retiro. 

Lo  mismo  puede  decirse  durante  la  larga  y  turbulenta 
minoría  de  Carlos  II,  y  la  aciaga  gobernación  en  ella  de 
la  Reina  Gobernadora  doña  Mariana  de  Austria,  que,  sin 


154 


EL  ANTIGUO   MADRID. 


El  primero^  hablando  de  ella  como  testigo  ocular  en 
1623,  se  expresa  en  los  términos  siguientes,  que  trans- 
cribimos por  las  curiosas  noticias  que  encierran  del  cere- 
monial de  aquella  corte,  y  que  tan  análogas  hallamos  á  la 
índole  de  nuestro  recuerdo  histórico-anecdótico. 

<r  En  la  parte  occidental  de  Madrid ,  en  lo  que  antigua- 
2)mente  era  el  Alcázar  Beal,  tiene  su  asiento  el  palacio  de 
» nuestros  ínclitos  Reyes,  que  representa,  por  lo  que  se  ve 
))de  fuera,  la  grandeza  y  autoridad  de  su  príncipe,  ador- 
»nado  de  torres,  chapiteles,  portadas,  ventanas ,  balco- 
»  nes  y  miradores.  Lo  interior  del  palacio  se  compone  de 
5) patios,  corredores,  galerías,  salas,  capilla,  oratorios, 
» aposentos,  retretes,  parques,  jardines  y  huertas,  y  ca- 
))  mina  la  vista  atravesando  valles,  rios,  arboledas  y  pra- 
y>  dos,  y  se  detiene  en  las  cumbres  de  las  sierras  del  Gua- 
»  darrama  y  Buitrago  y  en  la  que  confina  con  el  convento 
»  Real  del  EscuriaJ.  En  los  patios  principales  tienen  salas 
>»los  consejos  de  Castilla,  Aragón,  Estado,  Guerra,  Ita- 
5) lia,  Flándes  y  Portugal,  y  en  otro  más  apartado  los 
))  consejos  de  Indias,  Ordenes,  Hacienda  y  Contaduría 
5)mayor  (1). 

j>En  el  primer  corredor  está  la  capilla  Real  y  el  apo- 
5)  sentó  de  la  majestad  del  Rey.  Reina  y  personas  Reales, 
» donde  se  ven  pinturas,  tapicerías,  mármoles  y  varias 
y>  cosas.  En  la  primera  sala  del  cuarto  de  S.  M.  asisten 
^las  guardias  española,  tudesca  y  archeros.  En  la  de  más 


(1)  En  el  archivo  de  Madrid 
hemos  visto  un  documento  por  el 
que  consta  que  en  1622  mandó 
el  rey  D.  Felipe  IV  abrir  unas 
ventanillas  que  se  llamaban  escu- 
chas,  y  daban  á  las  salas  donde  se 
reunian  los  Consejos,  para  poder 
oir  desde  ellas  las  discusiones. 


Ademas  de  dichos  Consejos, 
se  hallaban  dentro  del  Alcázar 
todas  las  secretarías  del  despa- 
cho, en  los  aposentos  bajos,  lla- 
mados Las  Covachuelas,  de  don- 
de quedó  á  los  oficiales  el  título 
de  covachuelistas. 


EL  ALClZAB.  155 


> adelante 9  los  porteros;  en  la  siguiente,  S.  M.  hace,  el 

>  primer  dia  que  se  junta  el  Beiuo  de  Cortes,  la  proposi- 
j»cion  de  lo  que  han  de  tratar  los  procuradores  de  las  ciu- 
>dades  de  los  reinos  de  Castilla  y  León,  y  los  viernes  de 

>  cada  semana  consulta  con  S.  M.  el  Consejo  de  Castilla 
2»  las  cosas  de  gobierno,  oye  la  primera  vez  á  los  embaja- 
j>  dores  extraordinarios,  celebra  el  Jueves  Santo  el  lava- 
je torio  de  los  pobres  y  les  da  de  comer.  En  otra  más  ade- 
j^lante  esperan  á  S.  M.,  para  acompañarle  cuando  sale  á 
i>misa  y  sermón,  el  nuncio  de  S.  S.  y  embajadores  que 
j>  tienen  asiento  en  su  capilla.  Becibe  la  primera  vez,  en 
3>pié9  con  el  collar  del  Tusón,  arrimado  á  un  bufete,  á 
dIos  embajadores  ordinario^.,  y  á  k)S  presidentes  y  conse- 
jí»jeros,  sentado,  cuando  le  dan  las  pascuas  y  besan  la 
j^manoj  da  la  caballería  del  Tusón  de  Oro  á  principe, 

>  potentado  ó  grande  de  sus  reinos.  Hace  nombramien- 
» tos  de  treces  del  Orden  de  Santiago,  y  oye  á  los  vasallos 
>que  piden  justicia  ó  gracia. 

^  En  una  sala  más  adelante  come  retirado.  Comer  reti- 
»  rado  es  cuando  le  sirven  los  gentiles  hombres  de  su  cá- 
2>mara.  En  ella  recibe  á  los  cardenales,  hacen  juramento 
»lo8  vireyes,  capitanes  generales  de  mar  y  tierra,  y  oye 
j>  á  los  embajadores.  En  otra,  á  los  presidentes  cuando  le 

>  consultan  negocios,  y  manda  se  les  dé  asiento.  Más  ade- 

>  lante  está  una  sala  de  ciento  setenta  pies  de  largo  y 
JE» treinta  y  uno  de  ancho;  en  ella  come  S.  M.  en  público, 
:»se  representan  comedias,  máscaras,  torneos  y  fiestas,  y 
» en  ella  dio  las  gradas  al  rey  Felipe  III  Mons.  de  üme- 
]»na,  embajador  de  Francia,  por  Laberse  capitulado  los 
9  casamientos    entre    el  rey   Cristianísimo    de  Francia 

>  Luis  XIII ,  y  la  Serenísima  infanta  doña  Ana  de  Aus- 
i>tria,  y  el  príncipe  D.  Felipe  de  las  Españas  con  la  Se- 
}>renísima  madama  doña  Isabel  de  Borbon.  En  esta  sala 
J^hay  muchas  cosas  que  ver,  de  pinturas,  mapas  de  muchas 


156  EL   ANTIGUO   MADRID. 

2>  ciudades  de  España,  Italia  y  Flándes,  de  mano  de  Jor- 
^ge  de  las  Viñas ,  que  tuvo  primor  en  esto.  Entrando 
9  más  adelante  por  diferentes  salas  y  retretes,  está  la 
i>  Torre  Dorada  ^  y  una  hermosa  galería  compuesta  de 
2> pinturas,  mesas  de  jaspe,  y  cosas  extraordinarias,  y 
» sorprende  á  los  ojos,  por  la  banda  de  Poniente  y  Me- 
»diodía,  una  deleitosa  vista;  cerca  de  esta  galería  duerme 
D  el  Rey,  escribe,  firma  y  despacha.  Cerca  de  ella  hay  un 
Djardin  adornado  de  fuentes  y  estatuas  de  emperadores 
x> romanos,  y  la  del  gran  Carlos  V.  En  él  hay  unas  cua- 
}E>dras,  acompañadas  de  pinturas  de  diferentes  fábulas,  de 
]i>mano  del  gran  Ticiano,  y  mesas  de  jaspe  de  diferentes 
D  colores,  una,  entre  otras,  obrada  con  gran  primor,  tara- 
» ceada  de  piedras  extraordinarias  ;  presentóla  al  rey  Fe- 
3)lipe  II  el  cardenal  Miguel  Bonelo  Alejandrino,  sobrino 
3>del  santo  papa  Pío  V,  y  en  memoria  de  ser  así,  el  Car- 
3>denal  mandó  grabar  en  dos  piedras  preciosas,  que  están 
^oen  la  misma  mesa,  sus  armas  y  las  del  Papa  su  tio.  Cer- 
dea de  estas  cuadras  hay  un  pasadizo  secreto,  compuesto 
j>  de  azulejos  y  de  estatuas ;  por  él  se  baja  al  Parque  y  Casa 
3)  del  Campo.  Otra  torre  donde  estuvo  preso  el  rey  Fran- 
x>  cisco  de  Francia ;  antes  de  subir  á  ella  hay  una  galería 
J>  que  llaman  del  Cierzo,  adornada  con  retratos  de  los  re- 
j>yes  de  Portugal,  mapas  y  pinturas  varias.  Cerca  de  esta 
2>  galería  está  la  sala ,  donde  los  reinos  de  Castilla  y  León 
3)  se  juntan  á  conferir  en  Cortes  lo  que  conviene  á  los  rei- 
2>nos.  Más  adelante,  el  cuarto  del  Príncipe,  el  de  la  Reina 
j>y  de  sus  hijas,  con  muchas  salas,  oratorios  y  retretes  y 
3i> viviendas  de  las  damas,  que  corresponde  á  ia  plaza  de 
»  Palacio.  Edificóle  la  villa  para  dar  comodidad  á  la  glo- 
Driosa  memoria  de  la  reina  Margarita.  En  otro  patio  tie- 
Dnen  su  cuarto  los  infantes  de  Castilla ;  cerca  de  él  está  el 
)>  guardajoyas  y  lo  raro  de  la  naturaleza  del  orbe.  No  hay 
apalabras  con  que  poder  explicar  lo  que  ella  es.  2> 


EL  ALCÁZAR.  157 


Aquí  entra  el  autor  en  una  larga  digresión  de  las  jo- 
yas de  la  corona ;  habla  de  una.  Jlor  de  lis  de  oroj  de  media 
vara  de  alto  y  poco  menos  de  ancho,  bordada  de  piedras 
preciosas,  que  fué  primero  de  los  Duques  de  Borgoña; 
un  diamante  del  tamaño  de  un  real  de  á  dos,  valuado  en 
doscientos  mil  ducados,  del  que  pendia  la  famosa  perla, 
llamada,  por  ser  sola,  la  Huérfana  (ó  la  Peregrina)^  del 
tamaño  de  una  avellana,  tasada  en  treinta  mil  ducados,  y 
de  unos  famosos  cuernos  de  unicornio,  «  cuyo  valor  (dice) 
importaba  más  de  un  millón ;  con  otras  muchas  riquezas, 
en  escritorios,  vasos  de  cristal  y  de  la  China,  aderezos  y 
piedras  preciosas,  plata  labrada  y  otra  multitud  de  jojas, 
que  todo  pereció  en  el  incendio  de  1734.  Habla  también 
de  las  insignes  pinturas  de  las  mejores  manos  de  Italia, 
Alemania  y  Flándes  que  adornaban  el  palacio,  y  concluye 
diciendo  : 

tic  Lo  demás  del  palacio  es  la  vivienda  de  las  personas 
^Reales  y  oficinas  de  la  casa,  que  todos  son  quinientoa 
Jt  aposentos.  En  los  tiempos  muy  antiguos  dio  principio  á 
9  este  palacio  el  rey  Enrique  II  (1).  Aumentáronle  los 
i>reyes  Enrique  III  y  IV,  y  el  emperador  D.  Carlos, 
i^como  se  manifiesta  en  las  armas  y  letras  que  están  en- 
>'cima  de  muchas  puertas,  que  dicen  :  Carolus  V^  Roma-- 
^noruin  Imperator  et  Hispaniarum  Rea, 

]» Acrecentó  lo  que  dejó  comenzado  el  Emperador  el 
>rey  Felipe  II,  como  se  ve  en  letreros  de  puertas  y  otras 
apartes  : 

Philipus  11^  Hispaniarum  Rex  A.  MDLXI. 


(1)  El  señor  Llaguno,  en  su  señor  Cean  Bermudez,  atribuye 

excelente  obra  titulada  Noticias  decididamente  su  fundación  al 

de  los  arquitectos  y  arquitecta-  rey  D.  Pedro, 
ra  española ,  adicionada  por  el 


158 


EL   ANTIGUO   MADRID. 


D  Prosiguieron  con  el  deseo  de  ver  acabado  un  edifício 
3>tan  lindo  los  reyes  Felipe  III  y  IV,  hasta  llegar  á  la 
5)  perfección  que  hoy  vemos.  Tiene  delante  una  espaciosa 
:í>  plaza,  la  Caballeriza  y  Armería,  y  al  un  lado  el  con  vén- 
eto de  San  Gil,  de  religiosos  descalzos  del  Orden  de  San 
»  Francisco,  y  la  parroquia  de  San  Juan  Bautista,  y  por 
y>  un  pasadizo  alcanza  al  convento  Real  de  la  Encamación, 
»de  religiosas  descalzas  del  Orden  de  San  Agustín.  En 
Deste  tránsito,  que  es  una  distancia  grande,  hay  muchas 
D  cosas  que  ver,  pinturas  y  retratos  del  tiempo  antiguo  y 
J>  moderno,  d 

Hasta  aquí  el  contemporáneo  Gil  González  Ddvila : 
añadiremos  á  su  descripción  algunas  otras  indicaciones 
esparcidas  en  div.ersas  obras,  y  en  especial  en  la  que  es- 
cribió en  francés  D.  Juan  Alvarez  Colmenar.  {AnaUs 
<f  JEspaffne  et  du  Portugal;  Amsterdam,  1741,  cuatro  to- 
mos en  folio.) 

En  la  época  de  Felipe  IV  no  conservaba  ya  el  Alcázar 
más  recuerdo  de  su  primitivo  destino  y  condición  que  al- 
gunos torreones  ó  cubos  en  las  bandas  del  Norte  y  Po- 
niente, al  Campo  del  Moro.  La  principal  fachada,  situada 
á  Mediodía  coqio  la  del  actual  palacio,  era  obra,  como 
queda  dicho,  de  los  reinados  de  Carlos  V  y  Felipe  II ,  y 
del  gusto  de  la  primera  época;  terminaba  en  dos  pabe-< 
llones  con  sendas  torres  cuadradas  (1),  y  las  puertas 


(1)  La  torre  de  la  derecha,  lla- 
mada de  la  Reina ,  fué  obra  de 
doña  Mariana  de  Austria,  duran- 
te el  tiempo  de  su  gobernación. 
Por  esto  no  aparece  en  la  vista 
de  la  fachada  en  tiempo  de  Feli- 
pe IV,  que  es  la  que  reproduci- 
mos en  el  grabado. 


En  esta  ocasión,  y  por  dispo- 
sición del  privado  Valenzuela, 
se  colocó  encima  de  la  fachada 
principal  del  Alcázar  hi  estatua 
en  bronce  del  rey  D.  Felipe  IV, 
la  misma  que  estaba  en  el  Reti- 
ro y  hoy  se  ostenta  en  medio 
de   los  jardines    de   la  plaza^ 


EL  ALOlzAB. 


159 


abiertas  en  el  centro  de  ella  daban  paso  á  dos  grandes 
patios,  en  el  fondo  de  los  cnales  se  veian  las  escaleras 
qne  condncian  á  las  habitaciones  superiores.  En  estos 
patios  se  formaban  galerías  de  arcos,  qae  sostenian  lindas 
terrazas  con  tiestos  y  estatuas. 

Subíase  á  los  cuartos  de  las  personas  Beales  por  una 
escalera  extremadamente  ancha,  con  los  pasamanos  de  pie- 
dra azulada  y  adornos  dorados,  la  cual  daba  entrada  á 
una  galería  bastante  ancha,  llamada  Sala  de  Guardias,  en 
la  cual  daban  el  servicio  las  tres  compañías  de  archeros  ó 
de  la  cuchilla,  compuesta  de  flamencos  y  borgoñones,  los 
alabarderos  españoles  y  los  tudescos  ó  alemanes. 

Las  habitaciones  Beales  eran  efectivamente  inmensas^ 
suntuosas  y  ricamente  adornadas  de  primorosos  cuadros^ 
estatuas  y  muebles.  Alvarez  Colmenar  cita  entre  los  pri- 
meros una  pintura  de  Miguel  Ángel,  que  dice  haber  cos- 


de  Oriente ,  aunque  á  los  pocos 
años  fué  bajada  de  nuevo  de 
tan  peligrosa  altura. 

Don  Antonio  Ponz  duda,  con 
justa  razón,  de  que  pudiera  ha- 
ber estado  algún  tiempo  colo- 
cada dicha  estatua  sobre  el  pa- 
lacio; pero  el  mismo  inserta  una 
de  las  coplillas  que  circularon 
en  ocasión  de  haberla  hecho  ba- 
jar durante  el  gobierno  de  don 
Juan  José  de  Austria.  Ademas, 
en  un  libro  manuscrito  que  po- 
seemos de  aquella  época,  y  se 
titula  :  Diario  de  todo  lo  suce- 
dido en  Madrid  desde  el  sábado 
23  de  Enero  de  1^11^  que  entró 
el  Sermo,  Sr,  D,  Juan  de  A  us- 
tria ,  llamado  de  8.  M.^y  com- 
prende hasta  15   de   Julio  de 


1678,  se  lee  expresamente :  ilDo- 
mingo  25  de  Abril;  el  caballo 
de  bronce  que  puso  Valenzuela 
en  la  fachada  de  palacio  se  baja 
hoy  y  se  vuelve  á  su  sitio  del  Re- 
tiro^ donde,  sobre  no  haber  ries- 
go, logra  la  compostura  del  jar- 
din  y  los  que  le  miran  lo  perfecto 
de  la  estatua  que  tiene  encima  y 
la  suya  » ,  y  más  adelante  inser- 
ta el  pasquin  y  coplas  que  cir- 
cularon con  este  motivo  y  la 
carestía  de  loe  víveres. 

€i  A  qné  vino  el  Sr.  D.  Joaii  ? 
A  bajar  el  caballo  y  sabir  el  pan.» 


cFan  7  carne  á  quince  y  once, 
Como  fné  el  afio  pasado; 
Con  qne  nada  se  ha  bajado 
Sipo  el  caballo  de  bronce  » 


160  EL   ANTIGUO   MADRID. 


tado  á  Felipe  IV  cinco  mil  doblones^  y  representaba  la. 
oración  de  N,  S.  en  el  huerto  de  las  Olivas.  Habla  también 
de  las  ricas  y  primorosas  tapicerías  flamencas,  y  de  los 
frescos  qne  adornaban  las  paredes  de  las  salas.  Sobre  todo, 
el  salón  de  audiencia  ó  de  Embajadores  era  magnífica, 
cubierto  profusamente  de  ricos  adornos  dorados. 

Los  grandes  calores  del  estío  obligaron  también  á  los 
monarcas  habitadores  de  aquel  palacio  á  guarecerse  con 
gruesas  paredes  y  economía  eñ  las  luces.  Por  lo  demás, 
la  distribución  de  las  ventanas,  su  elegante  adorno  de 
mármol  y  balaustres  dorados ,  daban  á  la  fachada  princi- 
pal y  del  Mediodía  un  aspecto  exterior  muy  agradable,  de 
que  puede  formarse  una  idea  por  el  grabado  que  inserta- 
mos, conforme  á  la  vista  completa  del  alzado  de  dicho 
palacio  en  el  plano  de  Ambéres  de  1556. 

En  el  pabellón  izquierdo  es  donde  moró  el  Príncipe  de 
Gales  cuando  vino  á  Madrid,  en  1623,  á  solicitar  la  mano 
de  la  infanta  D.'  María,  y  delante  de  este  pabellón  existió 
un  pequeño  parterre  ó  jardin  cercado,  que  también  está 
señalado  en  el  plano. 


IL 


DESDE  EL  ALCÁZAR  Á  LA  CUESTA  DE  LA  VEGA. 


Las  cercanías  del  antiguo  Alcázar,  y  aun  las  del  moder- 
no Palacio  hasta  nuestros  dias,  presentaban  por  todas 
partes  un  aspecto  muy  poco  digno,  ciertamente,  de  la 
grandeza  y  decoro  propios  de  la  mansión  Real.  En  vano 


DESDE  EL  ALCÁZAR  1  LA  CUESTA  DE  LA  VEGA.   161 


Carlos  V  y  Felipe  II,  á  costa  de  crecidos  sacrificios,  ha-» 
bian  adquirido  considerable  extensión  de  terreno,  que  se 
llamó  el  Campo  del  iZéy,  á  la  parte  de  Occidente,  desde 
la  montaña  qne  hoy  se  llama  del  Príncipe  Ptb,  hasta  el  rio 
Manzanares  y  cuesta  de  la  Vega,  y  más  allá,  la  inmensa 
posesión  de  la  Casa  de  Campo,  comprada  á  los  herederos 
de  D.  Fadrique  de  Vargas,  en  1558;  en  vano  emprendieron 
obras  considerables,  desmontes  y  plantíos  en  toda  aque- 
lla extensión,  y  muy  especialmente  en  el  trozo  que  media 
entre  Palacio  y  el  rio,  convertido  por  ellos  en  el  ameno 
tParqti€y  que  luego  fué  destruido  injustamente,  hasta  que 
le  hemos  visto  reaparecer  de  nuevo  más  brillante  en  el 
reinado   actual.   En  vano  hicieron  desaparecer  algunos 
huertos  y  casuchos,  asi  como  también  la  parroquia  de  San 
Miguel  de  la  Sagra,  que  estaba  delante  de  la  puerta  prin- 
cipal del  Alcázar,  y  que  se  derribó  y  trasladó  á  otro  sitio, 
con  el  objeto  de  dejar  desembarazada  aquélla  y  regulari- 
zar la  explanada  que  hoy  es  plaza  principal  de  Palacio. 

Todo  lo  que  consiguieron  fué  hacerle  algo  más  accesi- 
ble por  este  lado  y  formar  aquella  plaza,  cerrándola  con 
un  cuartelillo  para  la  tropa  y  el  edificio  de  las  Caballeri- 
zas Reales  (Armería),  quedando  abierta  por  la  parte  occi- 
dental, hasta  que  en  tiempo  de  José  Napoleón  se  hizo  la 
balaustrada  de  piedra  que  la  limita  y  decora. 

Por  lo  que  hace  á  los  demás  frentes  del  Alcázar,  per- 
manecieron poco  menos  ahogados  que  en  un  principio,  con 
los  barrancos,  precipicios,  huertas,  conventos  y  callejue- 
las de  que  nos  ocuparemos  á  su  tiempo. 

Siguiendo,  por  ahora,  en  nuestro  paseo  mental,  la  di- 
rección de  la  antigua  muralla  hasta  la  puerta  de  la  Vega,» 
tropezamos,  en  primer  lugar,  con  el  ya  citado  edificio 
(aun  existente)  de  la  Armería  Real,  mandado  construir  ^^  Anncri», 
por  Felipe  II  con  destino  á  caballerizas ;  sobre  cuya  obra 
le  escribía  el  mismo  Felipe  á  su  arquitecto  Gaspar  Vega, 
I  11 


162 


EL  ANTIGUO   MADRID 


desde  Bruselas,  en  fecha  15  de  Febrero  de  1559,  dicien- 
do, entre  otras  cosas,  lo  siguiente:  a:El  tejado  de  las  caba- 
i>llerizas  de  Madrid  queremos  sea  también  de  pizarra,  y 
}&de  la  facción  de  los  de  por  acá;  haréis  se  prevéngala 

:» materia  para  ello y  porque  en  el  dicho  cuarto  ha  de 

}>  haber  mucha  gente  y  paja  y  otras  cosas  peligrosas  para 
»el  fuego,  será  bien  que  el  primero  y  segundo  suelo  sean 
D  todos  de  bóveda,  sin  que  en  dichos  suelos  haya  obra  de 
D  madera,  sino  puertas  y  ventanas,  y  así  lo  ordenamos.:»  Y 
efectivamente,  se  verificó  de  este  modo  y  cubrió  con  un 
alto  caballete  apuntado,  empizarrado  y  escalonado  en  for-. 
ma  de  piñón  á  los  costados,  al  gusto  flamenco.  De  este 
edificio,  que  ocupaba  ademas,  con  sus  accesorios  por  una 
prolongación  y  figura  bastante  irregulares,  gran  parte  de 
lo  que  hoy  es  plazuela  de  la  Armería,  sólo  se  conserva  el 
cuerpo  principal  frente  al  Palacio ,  y  que  en  su  piso  alto 
encierra  el  inmenso  salón  de  227  pies  de  largo  por  32  de 
ancho  que  ocupa  el  magnífico  Museo  de  la  Armería  Real, 
mandado  trasladar  á  él  desde  Yalladolid  por  el  mismo 
monarca  Felipe  II,  el  año  siguiente  de  su  terminación 
(1565)  (1). 


(1)  Limitados  en  esta  obrita 
á  la  parte  histórica  de  los  edifi- 
cios, y  no  entrando  en  su  plan 
la  descripción  de  ellos  y  de  los 
establecimientos ,  por  la  mayor 
parte  modernos,  que  contienen, 
y  que  ya  hicimos  en  distintas 
ocasiones  en  nuestro  Manual 

m 

descriptivo  de  Madrid  ^  habre- 
mos de  abstenemos,  aunque  con 
sentimiento,  de  reproducir  aquí 
lo  que  de  esta  Armería  Real  di- 
jimos entonces;  y  decimos  con 


sentimiento,  porque  en  ningu- 
no  de  nuestros  establecimien- 
tos, palacios,  ni  museos,  halla- 
mos como  en  éste  representada^ 
encamada,  por  decirlo  asi,  la 
historia  heroica  de  nuestra  pa- 
tria, las  gloriosas  páginas  de 
nuestros  anales,  desde  Covadon- 
ga  á  Granada,  desde  Otumbaá. 
Lepanto,  desde  Túnez  á  Oran, 
desde  Pavía  á  San  Quintín,  des- 
de Flándes  á  Ñapóles  y  Sicilia. 
En  ninguna  se  preseotan  á  núes* 


DSSDE  EL  ALCXZ AR  A  LA  CUESTA  DE  LA  TEGA.   1 63 

Un  cnanto  al  grandioso  arco  nnido  al  mismo  edificio,  y 
que  sirve  de  ingreso  á  la  plaza  de  Palacio,  annqne  pare- 
ce formar  parte  de  la  primitiva  constrnccion,  no  fué  así; 
pues  consta  qne  dicho  arco  faé  obra  del  tiempo  de  la  mi- 
noría de  Carlos  II,  mientras  la  privanza  de  D.  Fernando 
de  Yalenznela  con  la  Beina  Gobernadora;  así  es  qne  no 
está  señalado  en  el  plano  de  1556,  como  qne  ánn  no 
existia. 

Durante  la  dominación  francesa  se  derribó  muy  opor- 
tunamente la  prolongación  lateral  de  este  edificio,  des- 
tinada á  caballerizas  y  pajares,  y  que  ocupaba,  como  que- 
da dicho,  casi  todo  el  espacio  que  es  hoy  plazuela  de  la 
Armeria,  juntamente  con  las  manzanas  de  casas,  núme- 
ros 444  y  46y  que  se  levantaban  é  interponian  entre  dicho 


tros  ojos  y  se  ofrecen  más  vi- 
vas á  nuestra  imaginación  el 
varonil  esfuerzo,  el  noble  conti- 
nente y  la  colosal  fígura  de  un 
Pelayo  j  de  un  Roldan ,  de  un 
Cid  y  de  un. Bernardo,  de  un 
Gonzalo  y  de  un  Cortés,  de  un 
Colon  y  de  un  Cisnéros,  de  una 
Isabel  y  un  Carlos  V;  tipos  to- 
dos casi  fabulosos,  inmensos, 
universales,  y  como  no  los  ofre- 
ce la  historia  de  ninguna  de  las 
naciones  modernas;  en  ningu- 
no, en  fin,  de  nuestros  museos  ó 
galerías  (bien  que  enriquecidos 
con  las  efigies  y  estatuas  de 
aquellos  héroes,  por  mano  de 
los  primeros  artistas  del  mundo) 
podríamos,  como  en  éste,  ver 
por  nuestros  propios  ojos,  tocar 
con  nuestras  manos  aquellas  la- 


bradas armaduras,  aquellos  pe- 
sados yelmos,  aquellas  reful- 
gentes espadas  que  vistieron 
aquellos  cuerpos,  que  cubrieron 
aquellas  frentes  y  blandieron 
aquellos  brazos  esforzados,  y  en 
ninguna  ocasión,  por  lo  tanto, 
podríamos  dejar  correr  nuestra 
pluma  por  el  campo  heroico  de 
nuestra  historia,  á  impulsos  del 
amor  pati  io. 

Pero  repetimos  que  no  lo  cree- 
mos^ dentro  del  plan  que  nos 
propusimos  en  estos  paseos ;  y 
contrayéndonos  á  evocar  el  re- 
cuerdo históríco  de  la  Armería 
Real  (acaso  el  único  museo  ó 
establecimiento  de  esta  clase 
que  nos  trasmitieron  los  siglos 
pasados),  nos  limitaremos  á  de- 
cir que  desde  que  el  rey  D.  Fe- 


164 


EL  AirnOÜO  MADRID. 


arco  y  la  cuesta  de  la  Vega,  formando  las  callejuelas  de 
Pomar j  de  Santa  Ana  la  Vieja  j  del^PostiffOy  que  hoy  no 
existen. 
CisadeFftjei.  SóIo  quedó  CU  pié,  enfrente  á  la  Armería,  la  antigua 
casa  llamada  de  Pajes  de  S.  M.j  por  haber  sido  destina- 
da luego  á  este  colegio  Beal ,  pero  que  en  lo  antiguo  per- 
teneció á  la  familia  j  mayorazgo  de  los  Gueuaras,  ha- 
biendo sido  labrada  en  el  siglo  xvi  por  D.  Felipe  de  Gue- 
vara, señor  de  la  casa  de  este  apellido,  gentil-hombre  del 
Emperador,  muy  valiente  capitán  y  erudito  anticuario, 
autor  de  los  Comentarios  de  la  Pintura  v  de  otras  obras. 
La  manzana  frontera á  esta  plazuela,  y  señalada  con  el 
número  442  j  estaba  formada  por  las  casas  de  los  mayo- 
razgos de  Bamirez,  condes  de  Bornos  (derribada  hace 


OMa  de  Bornos 
y  otras. 


lipe  II  dispuso  su  formación, 
haciendo  servir  de  base  para  ella 
la  multitud  de  objetos  histó- 
rico-militares  que  habia  en  Va- 
lladolid  y  Simancas,  fué  conti- 
nuada con  exquisito  celo  por  los 
monarcas  sucesivos,  mandando 
colocar  en  ella ,  no  sólo  las  ar- 
maduras y  otros  objetos  anti- 
guos que  pudieron  allegar,  sino 
también  los  modernos  de  su 
propio  uso,  los  ganados  á  sus 
enemigos  en  los  campos  de  ba- 
talla, ó  recibidos  en  obsequio 
de  los  monarcas  extranjeros.  — 
Entre  aquéllos  figuraba,  como 
glorioso  trofeo  de  la  victoria  de 
Pavía ,  la  espada  del  rey  Fran- 
cisco I,  rendida  en  aquella  ba- 
talla al  español  Juan  de  Orbie- 
ta;  pero  después  de  haber  bri- 
llado en  aquel  sitio  por  casi  tres 


siglos,  cúpole,  en  principios  del 
actual ,  al  rey  D.  Femando  VII 
el  triste  privilegio  de  inaugurar 
BU  reinado  en  1808  con  el  Real 
decreto  de  30  de  Marzo,  en  que 
disponia  la  entrega  de  dicha  es- 
pada al  emperador  Napoleón, 
que  habia  gignificado  que  le  se- 
ria gra/o poseerla;  cuya  vergon- 
zosa ceremonia  se  verificó  al  si- 
guiente dia  en  manos  del  prin- 
cipe Murat,  gran  duque  de  Berg, 
y  ahora  se  halla  en  el  Museo  de 
Artillería  de  París,  señalada  con 

el  núm.  832 1  S.  M.  el  rey 

consorte  D.  Francisco  de  Ásis 
tuvo  la  feliz  idea  de  borrar  en 
parte  aquel  ignominioso  recuer- 
do, mandando  reproducir  exac- 
tamente aquella  famosa  espada 
y  colocar  esta  preciosa  copia  en 
el  sitio  en  que  estaba  el  original. 


DESDE  EL  ALCÁZAR  1  LA  CUESTA  DE  LA  VEGA.   165 

pocos  añoSy  asi  como  las  de  los  Mndarras  y  Herreras),  y 
las  de  los  Daqnes  de  Medina  de  Bioseco,  que  se  incendia- 
ron y  demolieron  á  principios  del  siglo  xvii.  En  el  solar 
que  ocapó  después  toda  la  manzana  443  la  moderna  y 
llamada  del  Platero  (1)  existió  en  lo  antiguo  el  palacio  cwa  del  Platero. 
de  los  Daqnes  de  Alburqueqne,  que  acaso  fué  fundado  y 
habitado  por  el  célebre  privado  D,  Beltran  de  la  Cueva, 
primero  de  aquel  titulo,  sí  bien  más  adelante,  en  la  calle 
Mayor,  existe  aun  hoy  otra  casa  que  fué  de  los  mismos 
mayorazgos  y  pero  que  no  creemos  existiera  ya  en  tiem- 
pos de  Enrique  IV. 

Contigua  al  edificio  moderno  de  la  casa  del  Platero  y  caaa  de  Maiptca. 
al  opuesto  lado  de  la  mezquina  callejuela  llamada  de  Mal- 
pica ,  se  alzó  la  antiquísima  casa  (hoy  derribada  también) 
de  los  marqueses  de  este  titulo  y  de  Povar,  que  en  lo  anti- 
guo perteneció  á  la  familia  de  los  Bozmedianos,  que  des- 
empeñaron los  elevados  cargos  de  secretarios  ó  ministros 
del  Emperador  y  de  su  hijo  Felipe  II;  siendo  tradición 
que  el  primero  de  aquellos  monarcas  paró  más  de  una 
vez  en  Madrid  en  las  casas  del  secretario  Juan  de  Bozme- 
diano  (aunque  la  principal  de  esta  familia  y  á  que  pueda 
referirse  aquella  estancia  no  era  ésta,  sino  la  que  se  alza- 
ba en  el  solar  que  hoy  ocupa  la  de  los  Consejos,  frente  á 
Santa  Maria). 


(1)  Este  nombre  le  ha  que- 
dado por  haber  sido  construida, 
á  principios  del  siglo  pasado, 
por  un  rico  comerciante  joyero, 
llamado  Jorge  Santos^  que  solía 
decir  «que,  después  de  haber 
ileyantado  aquel  palacio,  le  que- 
sdaba  todavía  una  onza  para 
i>poner  debajo  de  cada  teja.» 
Posteriormente  su  viuda  y  he- 
redera, Z).'  Josefa  Abady  fundó 


sobre  dicha  casa  varías  obras 
pías  en  favor  del  colegio  de 
San  Eloy  de  Plateros,  de  quien 
lo  adquirió,  sin  duda,  el  Estado, 
á  principios  de  este  siglo,  para 
la  Caja  de  Amortización  y  Cré- 
dito público,  y  colocando  luego 
el  Colegio  Naval,  el  Tribunal 
de  Cuentas  y  la  Administración 
Económica,  hasta  que  reciente- 
mente ha  sido  derribada. 


166  EL   ANTIGUO   MADRID. 


Casa  de  B«na* 
Tente, 


En  esta  de  Malpica  nació,  en  1548,  la  heroica  y  desgra- 
ciada D,*  Juana  Coello  y  BozmedianOy  esposa  del  secreta- 
rio de  Felipe  II,  Antonio  Pérez j  que,  no  contenta  con  fa- 
cilitar la  evasión  de  su  marido  de  la  rigorosa  prisión  en 
que  estaba,  y  atraerse  por  esta  causa  las  más  inhumanas 
persecuciones ,  hizo  grandes  viajes  por  mar  y  tierra  en  su 
seguimiento  y  defensa,  fué  modelo  de  amor  conyugal,  de 
valor  y  fortaleza.  Esta  casa  debió  ser  la  última  de  Madrid 
por  aquel  lado  y  estaba  unida  á  la  primitiva  muralla,  que 
bajaba  por  detras  de  ella  y  de  la  cuesta  llamada  de  Ra- 
món ^  á  volver  por  el  Pretil  de  los  Consejos  á  la  calle 
Mayor. 

La  casa  contigua  de  los  Duques  de  Osuna  y  Benaven- 
te,  que  se  ve  después  á  la  bajada,  debió  construirse  sobre 
las  ruinas  de  la  primitiva  muralla,  y  aun  sospechamos 
que  la  otra  casa  más  abajo,  conocida  también  por  la  chica 
de  Osuna ,  fuera  en  gran  parte  la  misma  fábrica  en  que 
estaba  colocado  el  hospital  de  San  Lázaro,  destinado  á  la 
cura  de  leprosos,  y  que  dio  nombre  al  callejón  contiguo, 
que  aun  conserva. 
Yc^^  *^®  ^*  La  puerta  única  de  Madrid  por  aquel  lado  era  la  de  la 
Vega,  pues  no  existia  todavía  la  de  Segovia^  ni  el  trozo 
de  calle  que  va  al  puente,  ni  éste  tampoco,  que  fueron 
obras  todas  del  siglo  xvi.  Dicha  puerta  de  la  Vega,  ó  Al- 
vega^  que  interrumpia  la  fortísima  muralla,  y  era,  según  se 
concibe  del  Plano ,  de  enttada  angosta  y  estaba  debajo  de 
una  fuerte  torre,  tenia  dos  estancias;  en  el  centro  déla 
de  adentro  habia  dos  escaleras,  á  cada  lado  la  suya,  por 
donde  se  subia  á  lo  alto;  en  la  de  afuera  habia,  en  el  punto 
del  alto,  un  agujero,  donde  habia  oculta  una  gran  pesa  de 
hierro,  que  en  tiempo  de  guerra  dejaban  caer  con  violen- 
cia sobre  el  enemigo  que  intentase  penetrar;  en  medio  de 
las  dos  estancias  aparecían  las  puertas,  guarnecidas  por 
una  gran  hoja  de  hierro  y  muy  fuerte  clavazón. 


DESDE  EL  ALCÁZAR  1  LA  CUESTA  DE  LA  VEGA.   167 

Pero  este  edificio  y  trozo  de  mnralla  desapareció  hace 
dos  siglos  por  lo  menos,  y  ni  siquiera  el  portillo  que  lo 
«ustitu JÓ  mas  arriba,  y  se  renovó  en  el  último ,  existe  ya, 
annqne  si  lo  hemos  alcanzado  á  ver  todavía  con  su  efigie 
de  piedra  en  lo.  alto  de  él,  representando  la  imagen  de 
nuestra  Señora  de  la  Almudenaj  patrona  de  Madrid,  que 
fué  hallada,  según  la  tradición,  en  un  cubo  de  esta  mu- 
ralla, cerca  del  Almudin  ó  Albóndiga  de  los  moros  ;  ha- 
biendo permanecido  oculta  en  él,  según  se  cree,  desde 
que  lo  fué  por  los  fieles  en  tiempo  de  la  invasión,  durante 
trescientos  setenta  y  tres  años ,  que  al  decir  de  los  auto- 
res duró  en  Madrid  la  dominación  sarracena,  hasta  el  9 
<le  Noviembre  de  1083,  en  que  fué  hallada  por  el  mismo 
Bey  conquistador ,  como  asi  lo  expresaba  la  inscripción 
puesta  en  el  nuevo  arco  ó  puerta,  construida  en  1708  y 
derribada  en  nuestros  dias. 

El  recuerdo  de  esta  milagrosa  imagen,  y  su  inmedia-  igiesiadesacta 
cion,  nos  lleva  naturalmente  á  la  vecina  iglesia  parroquial 
de  Santa  María  y  matriz  de  la  villa,  donde  original  se  con- 
flerva  y  venera  todavía  dicha  imagen.  La  fundación  de 
esta  iglesia  es  tan  remota ,  que  está  envuelta  en  la  mayor 
oscuridad.  Hay  quien  la  supone  nada  menos  que  del  tiem- 
po de  los  romanos,  asegurando  ser  en  ella  donde  se  pre- 
dicó por  primera  vez  el  Evangelio  en  Madrid,  y  añadien- 
do que  después  fué  colegiata  de  canónigos  reglares;  otros  •• 
la  señalan  origen  en  tiempo  de  los  monarcas  godos,  aun- 
que no  fijan  precisamente  la  época;  pero  unos  y  otros  con- 
vienen en  que  sirvió  de  mezquita  á  los  moros,  y  fué  puri- 
scada y  consagrada  después  de  la  restauración  por  el  rey 
D.  Alfonso  el  VI.  Posteriormente,  en  varias  ocasiones  se 
trató  de  sustituir  este  templó ,  venerable  por  su  antigüe- 
dad é  historia,  aunque  mezquino  en  su  forma  y  dimensio- 
nes, por  una  catedral  ó  colegiata  digna  de  la  capital  del 
reino,  y  aun  obtenidas  las  bulas  al  efecto  en  el  reinado  da 


168 


EL  ANTIGUO   MADRID. 


Felipe  IV,  se  sentó  solemnemente  la  primera  piedra  para 
esta  naeva  constrnccion ,  en  la  plazoleta  que  se  forma  de- 
trás del  templo  actual  (1). 


(1)  El  proyecto  de  erigir  en 
Madrid  nna  catedral,  ó  por  lo 
menos  de  ampliar,  restaurar  y 
consagrar  á  este  objeto  la  anti- 
quísima iglesia  primada  de  San- 
ta María,  data  de  los  tiempos 
del  emperador  Carlos  V,  que  ga- 
nó bula  al  efecto  en  23  de  Julio 
de  1518,  expedida  por  el  Sumo 
Pontífice  León  X ;  pero  no  tuvo 
lugar  por  entonces,  por  la  opo- 
sición del  cardenal  arzobispo  de 
Toledo  Guillermo  de  Croy.  Re- 
novóse un  siglo  después,  reinan- 
do Felipe  III,  que  al  efecto  ob- 
tuvo   nueva  bula  de  Clemen- 
te VIII ,  aunque  tampoco  tuvo 
resultado,  siempre  por  la  oposi- 
ción del  arzobispo  toledano,  á 
la  sazón  cardenal  de  Sandoval  y 
Rojas.  Últimamente ,  en  el  rei- 
nado de  Felipe  IV  se  dio  un 
paso  más  en  este  desgraciado 
asunto,  á  consecuencia  de  la  de- 
terminación expresa  que  en  su 
testamento  hizo  la  reina  doña 
lBal)el  de  Borbon,  en  12  de  No- 
viembre de  1623,  de  dotar  á  la 
futura  catedral  con  sesenta  mil 
duccuios  ;  y  habiendo  ademas  el 
Rey  admitido  el  donativo  ú  ofer- 
ta de  la  villa  de  Madrid  de  otros 
ciento  cincuenta  mil  ducados^  se 
nombró  una  Junta  de  prelados 
y  otros  altos  funcionarios  para 


determinar  la  fundación,  se  lla- 
maron arquitectos  que  levanta- 
ran los  planos  del  suntuoso  tem- 
plo ,  y  la  villa  de  Madrid,  ade- 
mas  dé  su  cuantioso  donativo 
ofrecido,  determinó  ceder  el  si- 
tio competente,  señalando  el  que 
ocuparon  las  casas  del  Duque  de 
Medina  de  Rioseco,  almirante 
de  Castilla  (que  poco  antes  ha- 
bían sido  presa  de  las  llamas),  y 
estaban  contiguas  6  la  iglesia  de 
Santa  Marta,  dando /rente  á  lo 
que  es  hoy  arco  de  la  Armería. 
Con  lo  cual  dispuso  el  rey  don 
Felipe  IV  celebrar  una  función 
solemne  para  el  acto  de  colocar 
la  primera  piedra  del  santo  tem- 
plo. Esta  función  (que  describe 
prolijamente  Vera  Társis  en  sa 
Historia  de  la  Virgen  de  la  Al- 
mud ená)  tuvo  lugar  el  dia  15  de 
Noviembre  de   1623,   con   una 
pompa  y  una  magnificencia  sin- 
gulares, y  con  asistencia  del  Rey 
y  toda  su  corte,  las  Comunida- 
des,  clerecía  y  Ayuntamiento 
de  Madrid ,  los  Consejos ,  caba- 
lleros de  las  Ordenes  militares, 
etc. ,  y  entre  ellos  el  Fénix  de 
los  ingenios,  Frey  Lope  de  Vega 
Carpió ,  que  la  describe  florida- 
mente en  el  Poema  que  dedicó 
á  aquella  sagrada  imagen. 
A  pesar  de  todo  este  entu- 


DESDE  EL  ALClZAR  1  LA  CUESTA  DE  LA  VEGA.   169 


Pero  el  respeto  y  veneración  que  éste  inspiraba  fué 
siempre  causa  de  no  llevarse  á  cabo  el  pensamiento  ^  con- 
tentándose sólo  con  reparar  y  adornar  el  antiguo,  aunque 
de  una  manera  bien  pobre  por  cierto.  Su  interior  tampo- 
co ofrece  grandes  objetos  de  alabanza  (aunque  fué  res- 
taurado en  lo  posible  á  fines  del  siglo  anterior  por  el  céle- 
bre arquitecto  D.  Ventura  Rodríguez),  siendo  lo  más  no- 
table la  capilla  de  los  Bozmedianos ,  que  da  frente  á  la 
entrada  principal  y  fué  construida  por  aquella  ilustre  fa- 
milia, que  ya  hemos  dicho  que  tenia  casas  allí  cerca  á 
mediados  del  siglo  xvi  (1). 

Frente  á  la  iglesia  de  Santa  María,  y  donde  se  eleva  hoy  paiaofo  de  vca- 
el  hermoso  palacio  conocido  por  los  Consejos  y  mandado  ^*^'°*^'^^^' 
construir  en  los  primeros  años  del  siglo  xvii  por  D.  Cris- 
tóbal Gómez  de  Sandoval  y  doña  María  Padilla,  duques 
de  Uceda,  ministro  aquól  y  mayordomo  mayor  del  rey 
D.  Felipe  III,  é  hijo  del  famoso  Duque  de  Lerma,  favo- 
rito del  mismo  monarca,  se  alzaban  antes  dichas  casas 
principales  de  los  Porras,  Bozmedianos  y  otras  familias 
nobles,  cuyos  edificios  debieron  síer  tan  considerables,  que 
en  uno  de  ellos  moró  D,  Juan  de  Austria  ^  el  vencedor  de 
Lepan to,  los  ministros  y  secretarios  del  Emperador,  y  aun 
este  último ,  en  algunas  ocasiones ,  y  fueron  derribados 
para  la  construcción  del  ya  citado  palacio  de  los  Duques 
de  Uceda  á  principios  del  siglo  xvii  :  encomendada  su 
construcción  al  arquitecto  Juan  Gómez  de  Mora,  dejó  en 


giasmo,  y  del  empeño  que  tuvo  haberse  designado  á  Madrid  por 
al  principio  el  Rey,  no  llegó  si-  silla  episcopal  en  el  último  Con- 
quiera á  empezarse  la  obra  de  la  cordato,  que  tampoco  ha  llega- 
nueva  iglesia,  quedando 'aban-  do  á  cumplirse, 
donado  este  proyecto,  hasta  que  (1)  Esta  antiqufsiraa  párro- 
ca el  reinado  actual  ha  vuelto  á  quia  ha  sido  derribada  al  fin  en 
renovarse,  á  consecuencia    de  1870. 


170  EL   ANTIGUO   MADRID. 


el  consignado  su  severo  gusto  artístico ,  asi  como  el  due- 
ño su  esplendidez  y  opulencia,  bien  que  á  costa  de  mu- 
chas  y  acerbas  sátiras  disparadas  con  este  motivo  por  par- 
te del  cáustico  Conde  de  Villamediaua  y  otros  poetas  de 
8U  tiempo.  En  este  palacio  vivió  después  el  valido  de  Fe- 
lipe IV,  J9.  Luis  Méndez  de  HarOj  marqués  del  Carpió^  y 
piás  adelante  la  reina  viuda  d^ña  Mariana  de  Austria^  al 
regreso  de  su  destierro  de  Toledo,  y  en  el  mismo  falleció 
en  16  de  Mayo  de  1676.  Adquirido  después  por  el  Esta- 
do, en  el  reinado  de  Felipe  V,  en  1747,  fueron  coloca- 
dos en  él  los  Consejos  Supremos  de  Castilla  é  Indias,  de. 
Ordenes  y  de  Hacienda ,  la  Contaduría  mayor  y  Tesore- 
ría general,  hasta  que,  extinguidos  aquellos  tribunales,  so 
hallan  hoy  establecidos  en  él  el  Consejo  de  Estado  y  la 
Capitanía  general. 

Coino  al  frente  de  la  embocadura  de  la  calle  del  Fac- 
tor por  la  Real  de  la  Almudena  (hoy  plazuela  de  los  Con- 
sejos), é  interrumpiendo  la  muralla  primitiva  que  se  cree 
haber  existido  en  Madrid,  se  alzaba  la  otra  de  las  dos 
puertas,  únicas  que  debió  contar  el  primitivo  recinto  de 
esta  villa,  y  que  fué  conocida  después  con  el  nombre  de 
Atoo  de  Santa  ^^.^^   d^   Santa  María,  Esto   famoso  arco  (único  testi- 

Maria.  ^  ^ 

motiio  que  quedaba  ya  hace  tres  siglos  de  aquel  estrechí- 
simo recinto)  fué  derribado  en  1569,  en  ocasión  de  la  en- 
trada de  la  reina  doña  Atia  de  Austria,  esposa  de  Feli- 
pe II ,  y  para  ensanchar  el  paso. 

«Era  (según  el  maestro  Juan  López  de  Hoyos,  docto 
madrileño ,  que  escribió  una  obra  muy  curiosa  para  des- 
cribir aquella  solemnidad)  una  torre  caballero  fortisima, 
»de  pedernal,  y  estaba  tan  fuerte,  que  con  grandísima  di- 
Dficultad  muchos  artífices  con  grandes  instrumentos  no 
»podian  desencajar  la  cantería,  que  entendieron  que  no 
]e>era  pequeño  argumento  de  su  antigüedad. }»  Estas  son 
las  palabras  únicas  que  estampó  el  maestro  Hoyos ,  refe- 


DESDE  EL  ALCÁZAR  A  LA  CUESTA  DE  LA  VEGA.   171 


rentes  á  dicha  puerta  ó  arco  de  Santa  María;  y  las  repro* 
dncimos  integras  (tomándolas  del  ejemplar  rarísimo^  aca- 
so único,  de  dicha  obra  que  existe  en  Madrid  y  tenemos 
a  la  vista),  para  denunciar  la  inexactitud  con  que  el  licen- 
«ciado  Quintana  atribuyó  al  maestro  López  de  Hoyos  la 
peregrina  especie  de  que  en  los  cimientos  de  dicho  arco 
se  hallaron  unas  láminas  dé  metaly  en  las  cuales  estaba  es- 
crito (no  dice  en  qué  lengua)  que  aquella  muralla  y  puer- 
ta se  habían  hecho  en  tiempo  de  Nabucodonosor ;  de  lo  cual 
deduce  el  mismo  Quintana,  y  dedujeron  otros  cronistas 
matritenses ,  el  paso  de  aquel  famoso  guerrero  por  esta 
villa;  aunque,  con  permiso  del  licenciado  historiador,  nos 
atreveremos  á  dudar  que  haya  tenido  el  honor  de  alber- 
garle en  sus  muros,  á  no  ser  bajo  la  forma  del  Bruto  de 
JBabiloma ,  en  la  antigua  comedia  de  este  titulo,  ó  en  es- 
tos últimos  años  en  la  ópera  de  Verdi  exhibido  por  la  per- 
sonalidad de  Ferri  ó  de  Ronconi, —  Sobre  el  derribo  de 
esta  torre  ó  puerta  se  construyó  por  entonces  otro  arco 
más  grande,  que  se  llamó  de  la  Almudena  y  fué  también 
derribado  posteriormente. 

El  elegante  edificio  que  da  frente  al  de  los  Consejos  ca»  de  loe  cue- 
j  que  ha  renovado  su  dueño  el  señor  Duque  de  Abrán- 
tes  ,  perteneció  antes  á  la  familia  de  los  Cuevas  y  Pa- 
checos ,  y  forma  en  el  dia  por  uno  de  sus  costados ,  y 
formaba  ya  en  el  siglo  xvr,  la  estrecha  callejuela  del  Ca- 
marín de  Santa  María  (hoy  de  la  Almudena);  en  ella 
tuvo  lugar  el  alevoso  asesinato  del  secretario  de  D.  Juan 
de  Austria,  Juan  de  Escobedo,  mandado  ejecutar  por  or- 
den de  Felipe  II  y  por  el  intermedio  de  su  ministro  An- 
tonio Pérez  (1). 

(1)  Esta  callejuela  ha  des-  casa  la  ha  adquirido  para  sus 
«parecido  coa  el  derribo  de  la  oficinas  el  dueño  de  La  Corres- 
iglesia  de  Santa  María ,  y  esta      pondencia  de  España, 


VñU» 


172 


EL   ANTIGUO   MADRID. 


GMAdelaFxin- 
deEboU. 


Detras  de  esta  casa,  formando  escuadra  y  parte  de  la 
manzana,  se  mira  aun  en  pié  la  que  fué  propiedad  de  Ruy 
Gómez  de  Silva,  duque  de  Fastrana,  mayordomo  y  favo- 
rito de  Felipe  II,  y  de  su  mujer,  la  célebre  doña  Ana  de 
Mendoza  y  la  Cerda,  princesa  de  JEboli,  que  tanto  influjo 
ejerció  en  el  ánimo  de  aquel  austero  monarca,  y  cuya  in- 
fidelidad y  relación  amorosa  con  el  célebre  Antonio  Pérez, 
ya  citado,  fué,  sin  duda,  causa  de  la  trágica  muerte  de 
Juan  Escobedo  y  de  la  horrible  persecución  suscitada  por 
la  venganza  del  Key  contra  su  infiel  privado.  Aun  se  veia 
también  en  el  costado  de  la  izquierda  de  Santa  María,  qap 
da  frente  á  esta  casa,  la  pequeña  puerta  en  cuyo  quicio  es 
fama  que  el  burlado  y  vengativo  Monarca  asistió  embo- 
zado á  ver  tomar  el  coche  al  objeto  de  su  cariño ,  la  no- 
che misma  que  partia  para  ser  conducida  por  orden  suya 
á  la  torre  de  Finto.  La  casa  pertenece  hoy  al  colegio  de 
niñas  de  Leganés,  y  es  la  señalada  con  el  número  4  nue- 
yo  (1). 


(1)  Antonio  Pérez  (según  el 
maestro  Juan  López  de  Hoyos, 
y  confirma  Alvarez  Baena,  pro- 
lijo biógrafo  de  los  hijos  ilus- 
tres de  Madrid)  nació  en  esta 
villa,  en  la  parroquia  de  Santa 
María  (probablemente  en  las  ca- 
sas citadas  de  Bozmediano,  en 
que  vivió  su  padre  el  secretario 
Gonzalo  Pérez),  á  6  de  Mayo  de 
1634. — Introducido  en  la  corte 
desde  sus  más  tiernos  afios,  lle- 
gó, por  la  alta  posición  de  su  pa- 
dre y  por  el  influjo  del  mayor- 
domo ó  ministro  Ruy  Gómez  de 
Silva,  á  captarse  la  voluntad  de 
Felipe  II,  por  su  gran  talento  y 
extensos  conocimientos,  adqui- 


ridos en  las  Universidades  de 
Alcalá,  Salamanca  y  Padua;  y 
tanto,  que  á  la  muerte  de  su  se- 
cretarío  Francisco  de  Eraso  le 
sucedió  en  el  despacho  de  Esta- 
do, y  desde  1570,  en  que  esto 
acaeció,  y  durante  diez  afios,  des- 
cargó Felipe  en  él  todo  el  peso 
de  su  inmensa  dominación,  y  le 
reveló  la  misteriosa  clave  de  su 
profunda  política. — El  secreta- 
rio ó  favorito  (preciso  es  reco- 
nocerlo) no  correspondió  como 
debia  á  tan  espléndido  favor; 
pues,  según  se  infiere  claramen- 
te de  sus  mismas  Relaciones  y 
de  su  largo  y  ruidoso  Proceso^ 
impresos  ambos,  no  sólo  se  ne- 


DESDE  EL  ALCÁZAR  1  LA  CUESTA  DE  LA  YEOA.   173 

A  espaldar  de  esta  casa,  y  formando  con  ella  la  manza-  c»»  ^  pretor, 
na  440,  qae  sube  al  pretil,  y  por  donde  corría  la  supuesta 
muralla  del  primer  recinto  que  hoy  nos  ocupa,  estuvieron 
en  el  siglo  xvi  las  casas  del  Factor  Fernán  López  de  Ocamn 
po  (que  dio  nombre  á  la  calle),  á  la  esquina  de  la  del 
Viento.  La  437 ,  38  y  39,  que  formaban  las  calles  y  pla- 
zuela de  Rébeque  y  de  Nóblejasj  de  San  Gil  y  del  2m/o,  uSfy  BetoSne! 
fueron  derribadas  por  los  franceses,  y  reconstruidas  mo* 
demamente  bajo  otra  forma.  En  ellas  estaban  las  suntuo- 
sas casas  ó  palacio  de  los  Borja^j  que  habitó  el  Marqués 
de  Lombay  y  Duque  de  Gandía  San  Francisco  de  Borja^ 
en  la  misma  nació  su  primogénito  y  heredero ,  y  poste- 


tregó  á  toda  clase  de  excesos  y 
dilapidaciones  en  su  elevada  po- 
sición ,  sino  que  se  atrevió  tam- 
bién á  sostener  la  rivalidad  y 
competencia  con  el  mismo  Mo- 
narca cerca  de  la  viuda  de  Ruy 
Gómez  de  Silva,  doña  Ana  de  la 
Oerda,  princesa  de  Mélito  y  du- 
quesa de  Pastrana,  mujer  de  un 
oir&cter  resuelto  é  intrigante, 
que  habia  llegado  con  sus  atrac- 
tivos (  á  pesar  de  ser  tuerta)  á 
dominar  la  austera  entereza  de 
Felipe ,  para  luego  serle  infiel. 
—  El  asesinato  del   secretario 
Juan  de  Escobedo,  enviado  de 
D.  Juan  de  Austria,  ejecutado 
efectivamente  en  el  callejón  de 
Santa  María,  por  disposición  de 
Pérez,  aunque  en  virtud  de  man- 
dato expreso  del  Rey,  no  fué 
más  que  una  horrible  trama  ur- 
dida por  Antonio  y  la  Princesa 
para  deshacerse  de  este  testigo 
importuno  y  reprensor  de  sus 


extravíos;  habiendo  hallado  me- 
dios de  malquistarle  con  el  Rey, 
suponiéndole  planes  tenebrosos 
de  conspiración,  y  hasta  preten- 
siones amorosas  cerca  de  la  mis- 
ma Princesa.  Con  lo  cual ,  irri- 
tado Felipe,  autorizó  aquel  aten- 
tado, que  muy  gustoso  se  prestó 
á  consumar  Antonio  Pérez. — 
Llegó,  sin  embargo,  al  cabo  de 
algún  tiempo ,  la  verdad  de  la 
traición  de  éste  y  de  la  Princesa 
á  oídos  del  Rey,  y  subiendo  has- 
ta un  punto  indecible  su  indig- 
nación contra  el  pérfido  minis- 
tro y  su  infiel  favorita,  permitió 
aparecer  á  éste  como  reo  único 
del  asesinato  de  Escobedo,  man- 
dóle prender  en  la  noche  de  28 
de  Julio  de  1579,  al  mismo  tiem- 
po que  confinaba  á  la  torre  de 
Pinto  d  la  Princesa,  y  fulminó 
contra  aquél  el  célebre  proceso 
que  duró  largos  años.  Fué  redu- 
cido á  prisión,  primero  en  su 


174 


EL  ANTIGUO   HADBID. 


riormente  el  famoso  poeta  príncipe  de  Esqailache  (1). 
Después  esta  casa,  y  la  plazuela  en  que  estaba  situada,  se 
llamó  de  Rebeque^  por  corrupción  del  nombre  del  embaja- 
dor de  Holanda  Mr.  Eobekj  que  la  habitó  largos  años. — 
AUi  estaban  también  las  casas  de  los  condes  de  Noblejas, 
do  los  Espinosas,  Guevaras,  Zarates,  Granados,  Barrio- 
nuevos  y  otros  ilustres  apellidos,  y  finalmente,  formaba 
la  manzana  434  á  la  izquierda,  que  subía  al  pretil  de  Pa- 
lacio, el  convento  é  iglesia  de  San  Gil,  fundado  por  Fe- 
lipe III,  adelantando  bastante  á  la  plaza  principal  de  Pa- 
lacio ,  hacia  el  nuevo  arco ,  según  se  ve  en  el  antiguo  pía- 


casa  propia,  en  la  plazuela  del 
Cordón ,  luego  en  las  contiguas, 
que  fueron  del  cardenal  Cisne- 
ros ,  donde  sufrió  los  horrores 
del  tormento,  y  de  donde  al  fin, 
próximo  á  subir  al  patíbulo,  pu- 
do evadirse  milagrosamente, 
merced  al  ingenio  y  heroicidad 
de  su  esposa  doña  Juana  Coe- 
11o,  la  noche  del  miércoles  San- 
to, 18  de  Marzo  de  1590,  fugán- 
dose á  Aragón.  Alli,  con  su  gran 
influencia  y  travesura,  sublevó 
á  favor  suyo  á  aquel  antiguo 
reino ,  de  que  sobrevinieron  las 
formidables  revueltas  que  die- 
ron por  resultado  sangrientas 
guerras,  el  suplicio  del  Justicia 
mayor,  Juan  de  Zanuza,  y  la 
desaparición  de  los  fueros  ara- 
goneses.— Antonio  Pérez,  fuga- 
do nuevamente  á  París  ^  repre- 
sentó todavía  un  importante 
papel  en  aquella  corte  y  en  la 
de  Inglaterra ,  continuó  su  vida 
agitada,  sus  intrigas  y  sus  es- 


critos políticos,  hasta  que  falle- 
ció en  el  mismo  París,  en  1611, 
siendo  sepultado  en  el  convento 
de  los  Celestinos  de  aquella  ca- 
pital, que  hoy  no  existe. 

(1)  Don  Franctsoo  de  Borja 
Y  Araqo^ y  principe  de  Esquila- 
dle ,  nieto  de  San  Francisco  de 
Boija,  nació  en  Madrid  y  en  sus 
casas  propias,  en  1582;  y  en  las 
mismas  falleció  en  26  de  Octu- 
bre de  1668 ,  siendo  sepultado 
en  la  bóveda  de  la  capilla  lla- 
mada de  los  Borfas,  en  la  Real 
iglesia  de  San  Isidro ,  entonces 
Colegio  imperial  de  los  Jesuí- 
tas. Fué  Virey  del  Perú  y  des- 
empeñó otras  elevadísimas  dig- 
nidades; pero  su  principal  re- 
nombre lo  debe  á  sus  numero- 
sos escritos,  ó  sea  la  colección 
de  obras  poéticas,  que  figuran 
como  una  de-  las  más  preciadas 
joyas  de  nuestro  Parnaso  en  el 

siglo  XVII. 


DESDE  EL  ALCXZAR  1  LA  CUESTA  DE  LA  VEGA.   175 

no,  con  lo  que  quedaba  esta  plaza  bastante  irregular. 
Nada  de  esto  existe  ya,  y  todo  faé  derribado  por  los  fran- 
ceses, como  lo  fueron  asimismo  varias  otras  manzanas  de 
casas  más  allá  de  este  recinto,  y  en  lo  que  hoy  es  plaza  de 
Oriente ,  de  que  nos  ocuparemos  cuando  la  serie  de  nues- 
tros paseos  en  la  primera  ampliación  de  Madrid  nos  trai- 
gan de  nuevo  á  estos  sitios. 


SEGUNDO  RECINTO  MURADO  DE  MADRID. 


Supuesto  y  recorrido  ya  en  nuestro  primer  paseo  el 
primitivo  y  reducido  recinto  de  la  villa  de  Madrid,  vamos 
á  hacerlo  ahora  del  segundo,  y  ciertamente  averiguado, 
con  que  aparece  por  primera  vez  en  la  Historia,  en  tiem- 
po de  la  dominación  de  los  moros,  y  el  mismo  con  que 
fué  reconquistada  á  fines  del  siglo  xi  por  las  armas  victo- 
riosas de  Alfonso  el  VI  de  Castilla. 

De  este  recinto,  bastante  mayor  que  el  primero  y  fuer- 
temente amurallado  y  no  cabe  la  menor  duda;  tanto  por 
haber  per^ianecido  gran  parte  de  su  fortificación  hasta  el 
siglo  XVI,  y  hallarse  descrita  por  testigos  oculares,  cuanto 
porque  la  hallamos  clara  y  distintamente  sepalada  en  el 
Plano  efe  Ambares  (tantas  veces  citado  en  nuestra  Intro- 
ducción), y  sobresaliendo  por  entre  los  edificios  apiñados, 
construidos  á  sus  pies,  varios  lienzos  y  cubos  de  la  citada 
muralla  por  casi  toda  su  extensión  ;  aun  ahora  mismo,  en 
nuestros  dias ,  se  han  hallado  en  varios  de  aquellos  pun- 
tos, y  con  motivo  de  derribos  recientes,  restos  de  ella, 
que  marcan  perfectamente  su  dirección  y  forma. 

Si  esta  muralla  fué  anterior  á  los  moros  y  aun  á  los 
godos,  y  obra  de  los  romanos  del  tiempo  de  Trajano,  co- 
mo quieren  los  historiadores  matritenses,  que  adjudicaron 
á  los  griegos  la  primitiva  de  su  pretendida  Mantua,  ó  si 


SEGUNDO   BECINTO   MURADO   DE  MADRID.  177  , 

fué  (como  es  muy  verosímil)  obra  de  los  mismos  musul- 
manes en  su  larga  dominación,  es  cuestión  que  no  pre- 
tendemos decidir.  Bástenos  saber  que  dicha  muralla,  que, 
según  el  testimonio  de  Marineo  Sículo  j  Gonzalo  Fer- 
nandez de  Oviedo ,  ostentaba  ciento  veintiocho  torres  ó 
cubos,  era  de  doce  pies  de  espesor ,  de  sólida  cantería  y 
argamasa,  y  que  su  dirección  demostrada  era  la  siguiente: 

Arrancando  por  defras  del  Alcázar,  y  en  la  parte  baja,  *^°*»"»* 
del  lado  que  mira  al  Poniente  (no,  como  repiten  todos  los 
historiadores,  en  el  mismo  Alcázar,  sino  así  como  deci- 
mos y  está  señalado  en  el  plano),  continuaba  recta  á  la 
puerta  de  la  Vega,  que  venía  á  estar  frente  al  callejón  de 
San  Lázaro,  y  penetrando  luego  por  el  sitio  de  éste,  ba- 
jaba á  las  huertas  del  Pozacho ,  que  se  hallaban  en  lo  que 
después  formó  la  calle  nueva  de  la  Puente  (de  Segovia), 
hacia  las  antiguas  casas  de  la  Moneda,  dirigiéndose  luego 
á  ganar  la  altura  frontera  de  las  Vistillas  por  la  Cuesta 
de  los  Ciegos.  Ya  en  dicha  altura ,  revolvía  con  dirección 
al  Este  por  detras  del  antiguo  palacio  del  Infantado  y  ca- 
lle de  Don  Pedro  ó  de  la  Alcantarilla ,  hasta  salir  detras 
de  San  Andrés  al  sitio  conocido  aún  hoy  por  Puerta  de 
Maros,  por  la  que  allí  se  abria,  mirando  al  Sur.  Continua- 
ba después  sobre  los  límites  de  la  misma  alcantarilla  ó 
cava,  entre  las  que  hoy  se  denominan  Cava  Baja  y  calle 
del  Almendro,  en  dirección  al  sitio  donde  se  abria  la 
puerta  llamada  en  lo  antiguo  de  la  Culebra  ó  del  Dragón, 
y  después  Puerta  Cerrada,  cuyo  nombre  retiene.  Luego, 
siguiendo  sobre  la  cava  (foso)  de   San  Miguel,  se  iba 
elevando  por  detras  de   donde  hoy   está  la  Escalerilla 
de  Piedra,  hasta  la  altura  de  las  Platerías,  donde,  como 
al  frente  de  la  calle  de  Milaneses,  abria  su  puerta  princi- 
pal (la  de  Guadalajara),  Penetraba  luego  por  entre  las 
calles  del  Espejo  y  de  los  Tintes  (hoy  de  la  Escalinata), 
á  los  Caños  del  Peral ,  y  cambiando  de  dirección  al  fren- 

L  13 


178  EL  ANTIGUO   MADBID. 

te  de  la  subida  de  Santo  Domingo,  abría  la  última  pnerta^ 
llamada  de  Balnadú,  cerca  del  Alcázar,  con  el  que  se- 
guia  á  cerrar  después. —  Tal  era  el  recinto  verdaderamen- 
te averíguado  del  Madrid  morisco,  á  que  se  pudieran  aña- 
dir los  dudosos  arrabales  extramuros  (  que ,  sin  embargo, 
no  aparecen  mencionados  hasta  un  siglo  después  de  la 
conquista),  y  que  fueron  incorporados  más  tarde  al  resto 
de  la  villa.  Seguiremos,  pues,  por  ahora  nuestros  paseos 
por  el  interior  de  la  muralla,  y  recorreremos  luego  los 
arrabales^  que,  andando  el  tiempo,  hablan  de  convertirse 
en  centro  de  la  población. 


II, 


DESDE  LA  PUERTA  DE  LA  VEGA  1  PUERTA  DE  MOROS. 


Detras  del  pretil  de  los  Consejos,  por  donde  supusimos 
que  cerraba  el  primer  recinto  de  Madrid ,  se  ofrecen  al 
paso  la  estrecha  callejuela  del  Estudio  de  la  Villa,  la  pla- 
zuela de  la  Cruz  Verde,  y  los  derrumbaderos ,  más  bien 
que  calles,  de  la  Ventanilla  y  de  Ramón,  que  desembocan 
en  la  calle  de  Segovia  (1).  En  dicha  callejuela  del  Estudio, 
y  con  el  número  2  nuevo  de  la  manzana  189,  existia  hasta 
poco  há  la  casa  á  que  debe  su  nombre,  qne  fné  Estudio 
público  de  humanidades,  pagado  por  la  villa  de  Madrid,  el 

(1)  Desde   el   pretil  de  los  á  asistir  ¿  la  solemne  ceremonia 

Consejos  al  frontero  barrio  de  de  inauguración,  el  31  de  Enero 

la  Morería  se  ha  echado  al  fin,  de  1872,  como  cronista  de  Ma- 

en  1872,  el  puente  ó  viaducto  drid,  y  más  bien  como  autor  del 

quejo  propuse  en  1846alAyun-  pensamiento, 
tamiento,  habiéndome  invitado 


DESDE  LA  PTA.  DE  LA  VEGA  1  PTA.  DE  HOBOS.     179 

I 

mismo  que  regentaba,  á  mediados  del  siglo  xvi,  el  maes- 
tro Juan  López  de  Hoyos,  y  á  que  asistió  el  inmortal  Cer--  .^^^  ^  ^* 
ventea  (1).  Esta  casa,  propiedad  entonces  de  Madrid,  per- 
tenece hoy  á  los  Condes  de  la  Vega  del  Pozo,  y  tiene  su 


(1)  El  maestro  Juan  López 
DB  Hotos,  célebre  catedrático 
de  buenas  letras  en  el  citado  es- 
tudio, sostenido  por  la  villa,  fué 
natnral  de  Madrid ,  sacerdote  y 
cura  párroco  de  San  Andrés, 
donde  murió  y  fué  sepultado  en 
1583.  Su  principal  celebridad 
respecto  á  la  villa  de  Madrid  es 
por  haber  escrito  y  publicado 
tres  libros  (hoy  muy  raros) ,  ti- 
tulados, el  uno ,  Historia  de  la 
enfermedadj  tránsito  y.  exequias 
de  la  serenísima  reina  doña  Isa- 
bel de  Vahis  (Madrid,  en  8.", 
1569),  en  el  cual  hay  dos  car- 
tas donde  habla  con  su  natural 
entusiasmo  y  buena  fe  de  las 
antigüedades  de  esta  villa ,  y  al 
fin  hace  un  discurso  titulado: 
Declaración  de  las  armas  de 
Madrid,  por  manera  curioso  y 
peregrino.  En  este  libro  es  don- 
de se  hallan  varios  versos  de 
Miguel  de  Cervantes,  á  quien  el 
autor  apellida  su  caro  y  amado 
discípulo» — Otro  libro  escribió 
el  maestro  Hoyos  en  1568,  titu- 
lado Relación  de'  la  muerte  y 
honras  fúnebres  del  serenísimo 
principe  D.  Carlos ,  y  por  últi- 
mo, otro  en  1572,  del  Recehi- 
mtento  que  hizo  la  villa  de  Ma- 
drid á  la  serenísima  reina  doña 
Ánade  Austria,  sumamente  cu- 


rioso por  los  detalles  que  da  en 
él  de  la  topografía  de  Madrid 
en  aquella  época.  —  De  estos  li- 
bros (cuyos  ejemplares  rarísi- 
mos tenemos  á  la  vista ,  y  de 
que  daremos  más  pormenores 
en  el  Apéndige)  es  de  donde 
todos  los  historiadores  de  Ma- 
drid tomaron  la  multitud  de  fá- 
bulas y  extravagantes  deduc- 
ciones sobre  la  antigüedad  y 
grandezas  de  esta  villa,  que  ins- 
piraban al, buen  maestro  Juan 
López  su  patrio  entusiasmo  y 
su  afición  á  lo  maravilloso.  To- 
dos estos  libros  son,  por  lo  de- 
mas,  de  tan  escaso  mérito  lite- 
rario, por  su  indigesta  erudi- 
ción ,  absoluta  falta  de  crítica  y 
afectado  estilo,  que  hubieran 
desaparecido  por  completo  si  la 
crítica  moderna  no  hubiera  ha- 
llado en  ellos  algunas  noticias, 
triviales  entonces,  que  al  autor 
se  le  escaparon,  sin  pensarlo 
acaso ,  de  los  sitios  principales 
de  Madrid  en  aquella  época,  y 
esos  versillos  hechos  á  nombre 
del  Estudio  por  su  caro  y  ama- 
do discípulo  Miguel  de  Cer- 
vantes, que  han  servido  á  los 
biógrafos  de  este  insigne  escri- 
tor para  computar  los  primeros 
años  de  su  vida. 


180 


BL  AKTIGÜO  MADRID. 


.  entrada  por  dicha  calle,  llamada  hoy  de  la  Vüla,  y  otra 
fachada  á  la  calle  de  Segovia,  al  número  24  nuevo  (1). 
tmRoSi^^  ^  ^^®  ^^^  esquina  y  vuelve  á  la  plazuela  de  la  Cruz 
Verde  y  calle  de  Segovia  perteneció  en  el  siglo  xvn  al 
maestro  Bernardo  de  Clavijo,  y  posteriormente,  k  princi- 
pios del  siglo  XVIII,  fué  de  Sebastian  de  Flores,  maestro 
herrero  de  la  Beal  casa,  con  cuya  hija  doña  Josefa  estu- 
vo casado  el  célebre  arquitecto  D.  Vetitura  Rodríguez,  que 
poseyó  por  mitad  esta  casa  y  habitó  en  ella  en  el  piso  ter- 
cero, donde  falleció  (2). 

piatneía  de  la  I^a  plazoletsLQue  sc  fonua  delante,  tomó  el  nombre  de 
la  Cruz  Verde,  por  una  grande  de  madera  pintada  de  este 
color,  que  sirvió  en  el  último  auto  general  de  fe  de  la  Su- 
prema Inquisición,  y  se  hallaba  colocada  en  el  testero  de 
dicha  plazuela,  en  el  murallon  de  la  huerta  del  Sacramen- 
to, á  donde  ha  permanecido  hasta  nuestros  dias,  en  que  ha 
caido  á  pedazos  por  el  trascurso  del  tiempo.  En  el  mismo 
sitio  se  ve  hoy  una  fuente,  construida  en  1850,  cuando  se 
suprimió  la  general  de  Puerta  Cerrada. 

Calle  de  Segó-  ^^  tro?o  de  Calle  de  Segovia  comprendido  entre  dicha 
plazoleta  de  la  Cruz  Verde  hasta  la  muralla  antigua  es- 
taba ocupado  por  las  huertas  del  PozacJio,  y  se  cree  tam- 
bién que  hubo  allí  baños  públicos  en  tiempo  de  los  ára- 
bes; pero  no  tomó  forma  de  calle  hasta  que,  destruida  la 
muralla ,  continuaron  en  su  direcciotí ,  y  las  de  la  nueva 
salida  al  campo,  las  construcciones  de  casas  á  uno  y  otro 


vía. 


(1)  Habiéndose  derribado  por 
ruinosa  dicha  casa  en  1870,  su 
propietaria  la  Sra.  Condesa  de  la 
Vega  del  Pozo  me  invitó  á  re- 
dactar, como  lo  hice,  una  ins- 
cripción conmemorativa  de  ha- 
ber estado  en  ella  el  Estudio 
público  de  la  villa,  á  que  asistia 


Cervantes,  y  la  hizo  esculpir  en 
letras  de  oro  en  una  magnífica 
lápida  de  mármol  de  Carrara, 
que  se  colocó  sobre  la  puerta  de 
la  casa  nueva. 

(2)  Poseí  esta  casa  desde 
1824  hasta  1856,  en  que  le 
vendí. 


DESDE  LA  PTA.  DE  LA  YEQA  1  PTA.  DE  MOROS.   181 

hdo;  siendo  acaso  las  primeras  las  dos,  una  enfrente  de  n^ST*^*^  ^^ 
otra,  destinadas  á  la  fabricación  de  la  moneda  (qne  en- 
tonces, como  es  sabido ,  era  un  privilegio  afecto  al  oficio 
de  tesorero,  enajenado  de  la  Corona,  y  no  recuperado  por 
esta  hasta  el  siglo  pasado),  y  ba  continuado  en  el  mis- 
mo destino  á  ambos  edificios,  por  cierto  bien  impropios 
é  indignos  de  tan  importante  fabricación  (1). —  Los  de- 
mas  edificios  de  este  trozo  de  calle  (que  por  largos  años 
se  tituló  Nueva  del  Puente^  por  dirigirse  á  la  célebre  obra 
de  Juan  de  Herrera,  construida  sobre  el  rio  Manzanares 
en  el  reinado  de  Felipe  II)  son  más  modernos,  y  carecen 
de  títulos  ó  recuerdos  históricos,  á  excepción  del  antes 
indicado  número  24,  que  sirvió  de  Estudio  de  la  Villa  y 
tiene,  como  dijimos,  su  entrada  por  la  callejuela  de  este 
nombre.  —  En  la  manzana  frontera,  señalada  con  el  nú- 
mero 136,  entre  la  costanilla  de  San  Andrés  y  la  plazoleta  ^  ^^^  7^* 
y  cuesta  llamada  de  los  Caños  Viejos ,  hay  varias  casas  de 
sólida  y  moderna  construcción.  La  última,  algo  más  anti- 
gua y  conocida  (acaso  por  su  afortunado  dueño)  con  el 
nombre  de  la  Casa  del  Pastor  (2),  tiene  la  particularidad  Cwa  del  Pa«tor. 
de  que,  estando  colocada  entre  la  calle  baja  de  Segovia  y 
el  final  del  callejón  ó  plazuela  del  Alamillo ,  da  salida  á 
ésta  como  piso  bajo  por  el  que  es  segundo  en  aquélla. 
En  el  costado  de  dicha  casa  que  mira  á  la  plazoleta  estuvo 
la  fnentecilla  que  se  llamó  de  los  Caños  Viejos  de  San  Pe- 


(1)  Estas  cusas  perdieron  su 
objeto  cuando  se  construyó  en 
1868  la  nueva  y  magnifica  casa 
de  Moneda  en  las  afueras  de 
la  antigua  puerta  de  Recoletos. 

(2)  Llamada  asi,  á  lo  que  pa- 
rece, porque  en  el  siglo  pasado, 
habiendo  muerto   su  poseedor 


sin .  dejar  herederos ,  tuvo  la 
ocurrencia  de  legarla  al  primero 
que  entrase  el  dia  de  su  entierro 
por  la  puerta  de  Segovia ;  y  ha- 
biendo sido  un  pastor  con  su 
rebaño  de  merinas,  le  fué  adju- 
dicada la  casa  por  los  testamen- 
tarios. 


182  EL  ANTIGUO   MADBID. 

dro,  y  sobre  ella  hay  un  escudo  con  las  armas  de  Madrid» 
Trepando  y  más  bien  que  subiendo,  por  aquella  esca- 
brosa cuesta,  ó  la  contigua  de  los  Cielos ,  se  penetra  en  el 
tortuoso  laberinto  de  callejuelas  ^  boj  en  gran  parte  con- 
vertidas en  ruinas,  conocido  por  la  Morería,  Este  distrito 
puede  dividirse  en  dos  trozos  :  el  primero ,  comprendido 
desde  la  muralla  antigua,  entre  las  casas  del  Duque  del 
Infantado  y  de  la  calle  llamada  boj  de  Don  Pedro,  hasta 
puerta  de  Moros  y  plazuela  y  costanilla  de  San  Andrés; 
y  el  segundo,  entre  dicho  San  Andrés  y  Puerta  de  Moros, 
hasta  donde  estaba  la  Puerta  Cerrada,  entre  las  cavas  de 
San  Francisco  y  San  Miguel.  Quizás  sea  ésta  la  misma 
división  que  antes  se  designaba  con  los  nombres  de  Mo- 
rería vieja  y  nueva.  Nos  ocuparemos  antes  del  primero  de 
dichos  trozos. 

Lo  estrecho,  tortuoso  y  laberíntico  de  aquellas  calle- 
juelas, Real  d£  la  Morería^  del  Granado  y  del  Yesero  ^  de 
los  Mancebos  j  del  Aguardiente  ^  del  TorOj  de  la  Redondi- 
lla, etc.;  los  rápidos  desniveles  del  suelo,  la  caprichosa  y 
estudiada  falta  de  alineación  en  las  casas,  y  los  restos  que 
aun  quedan  de  algunas  de  ellas,  que  han  resistido  al  poder 
del  tiempo  hasta  nuestros  dias,  están  evidentemente  de- 
mostrando su  origen  arábigo,  como  las  calles  de  Toledo, 
Granada,  Sevilla  y  otras  muchas  de  nuestras  ciudades 
principales;  pero  la  modestia  misma  de  las  ruinas  que  aun 
puedan  sospecharse  de  aquella  ¿poca,  y  la  carencia  abso- 
luta de  algunas  construcciones  importantes,  tales  como 
palacios,  mezquitas,  fábricas,  baños,  hospitales,  que  tan 
frecuentemente  se  encuentran  en  las  ciudades  muslímicas, 
da  claramente  á  entender  la  poca  importancia  que  pudo 
tener  el  Madrid  morisco,  ó  por  lo  menos  este  distrito,  á 
pesar  de  los  poéticos  arranques  de  sus  entusiastas  coro- 
nistas  y  de  las  preciosas  quintillas  y  encomiásticos  terce- 
tos del  poeta  madrileño  D.  Nicolás  Fernandez  de  Mora- 


DESDE  LA  PTA.  DE  LA  VSOA  X  PTA.  DE  MOROS.  188 

tin  (1),  que  se  placen  en  consignar  la  tradición  de  haber 
estado  situado  el  tribunal  ó  Alamin  del  alcaide  moro  en 
el  callejón  ó  plazuela  llamada  del  Alamillo;  aunque  más 
probablemente  vendrá  aquel  nombre  de  un  árbol,  plantado 
al  extremo  de  eUa,  que  todos  hemos  conocido.  La  casa, 
decorada  por  la  tradición  en  aquellos  barrios  con  el  pom- 
poso titulo  de  Palacio  del  Rey  moro,  j  que  acabó  de  ser 
demolida,  por  ruinosa,  en  estos  últimos  años,  no  ofrecia, 
por  cierto,  restos  dignos  de  semejante  presunción,  y  se 
diferenciaba  poco,  en  su  construcción  y  ornato,  del  común 
del  caserío  mezquino  de  aquel  barrio  primitivo  (2). 

Este,  á  nuestro  entender,  no  pudo  ser  tampoco  el  prin- 
cipal de  la  villa  en  tiempo  de  la  dominación  morisca,  pues 
es  natural  que  las  principales  construcciones  estuvieran 
más  cerca  del  Alcázar,  en  la  parte  llana,  y  hacia  la  puerta 
principal,  llamada  de  Guadalajara.  Después  de  la  con- 
quifita  es  cuando,  relegados  los  moros  y  judíos  á  estos 
confines  de  la  población,  formaron  su  aljama  ó  barrio,  que 
se  apellidó  desde  entonces  la  Morería.  Mal  pudieran,  en 


(1)  o: Madrid,  castillo  famoso, 

]» Que  al  Key  moro  alivia  el  miedo, 

»Hace  ñestas  en  su  coso, 

}>  Por  ser  el  natal  dichoso 

}>  De  Alímenon  de  Toledo,  etc.  ]> 

«Y  del  cerrillo 

]E>  Vienen,  y  del  corral  de  las  Naranjas 
]»Y  del  moro  Alamin,  hoy  Alamillo. 
i>  Estas  saben  tejer  ñores  y  franjas, 
:» Obra  morisca,  y  saben  que  el  juzgado 
»Suyo  allí  estuvo,  entre  el  arroyo  y  zanjas.  i> 

(2)  Todo  este  distrito  está      longacion  proyectada  de  la  calle 
en  completa  renovación,  á  con-      de  Bailen. 

Mcuencia  del  Viaducto  y  la  pro- 


184  BL  AKTIGÜO   MADRID. 

tal  estado,  emprender  en  ¿1  grandes  construcciones,  j  en 
efecto,  no  se  han  hallado  vestigios  de  ellas. 

Muy  posteriormente  á  la  reconquista  de  Madrid  por 
las  armas  cristianas,  y  al  compás  que  iba  creciendo  su 
importancia  y  extendiendo  sus  limites  con  el  derribo  de 
la  muralla  y  el  terraplén  de  la  alcantarilla ,  que  servia  de 
foso  á  aquélla,  y  dio  después  su  nombre  á  la  calle  hoy 
llamada  de  Don  Pedro,  se  construyeron  sobre  las  ruinas 
de  las  antiguas  habitaciones  morunas  algunas  casas  prin- 
cipales de  más  importancia,  y  que  éun  se  conservan  en 
las  calles  de  los  Dos  Mancebos,  Redondilla  y  otras. 

La  principal,  sin  duda,  de  éstas,  y  el  verdadero  palacio 
de  aquel  distrito  es  la  que,  ocupando  un  espacio  de  más 
de  sesenta  mil  pies,  y  dando  frentes  á  dichas  calles  y  á  la 
plazuela  de  la  Paja,  formó  independiente  la  manzana  130 
de  c£ii£  ^^  y  perteneció  á  D.  Pedro  Laso  de  Castilla,  y  después  á 
los  duques  del  Infantado. — Este  inmenso  edificio,  el  más 
notable  entre  los  rarísimos  monumentos  históricos  que 
aun  se  conservan  en  Madrid,  anteriores  al  siglo  XV,  me- 
reció ya,  á  fines  del  mismo,  servir  de  palacio  ó  aposenta- 
miento á  los  señores  Beyes  Católicos  D.  Fernando  y  doña 
Isabel;  habiéndose  construido  de  su  orden  el  pasadizo  que 
desde  dicho  palacio  comunicaba  i  la  tribuna  de  la  inme- 
diata parroquia  de  San  Andrés,  convertida  en  capilla 
Real  en  esta  ocasión  por  aquellos  Monarcas.  Igualmente 
recibieron  en  esta  misma  casa  á  su  hija  la  princesa  doña 
Juana  y  su  esposo  el  Archiduque,  después  Felipe  I;  y 
después  de  su  muerte  se  aposentaron  en  ella  los  regentes 
del  Reino,  el  cardenal  Cisnéros  y  el  deán  de  Lovayna, — 
En  ella  hubo  de  celebrarse  la  célebre  Junta  de  los  Gran- 
des de  Castilla,  en  que,  interpelando  éstos  al  Cardenal 
para  que  manifestase  con  qué  poderes  gobernaba,  contes- 
tó asomándolos  á  los  balcones,,  que  daban  al  campo,  y  se- 
ñalando la  artillería  y  tropas :  Con  estos  poderes  gobernaré 


n 


ti 


DESDB  LA  PTA.  DB  LA  VEGA  1  FTA.  DE  MOROS.  18$ 


hasta  que  el  Príncipe  venga. — Posteriormente,  enlazada 
la  casa  de  los  Lasos  de  Castilla  ( descendientes  qne  eran 
del  'Rey  D.  Pedro)  con  la  de  los  Mendozas,  duques  del 
Infantado,  pasó  este  palacio  á  ser  propiedad  de  estos  se- 
ñores, residiendo  en  él  hasta  los  fines  del  siglo  anterior  los 
poseedores  de  aquel  ilustre  titulo,  que  tan  dignamente 
han  figurado  en  la  Historia  nacional.  La  necesidad  de 
abreviar  nos  obliga  á  pasar  por  alto  muchos  de  los  perso- 
najes históricos  nacidos  ó  fallecidos  con  este  motivo  en 
aquella  casa,  haciendo  únicamente  excepción  de  D.  Ho- 
drigo  Diaz  de  Vivar,  Hurtado  de  Mendoza,  sétimo  duque 
del  Infantado  y  nieto  del  célebre  D.  Francisco  Gómez 
Sandoval,  duque  de  Lerma,  ministro  favorito  de  Feli- 
pe III,  y  luego  cardenal  de  la  Santa  Iglesia  Homana. 

La  solemnidad  con  que  se  celebró  el  bautizo  de  este 
infante,  verificado,  en  3  de  Abril  de  1614,  en  la  vecina 
parroquia  de  San  Andrés,  siendo  su  padrino  en  persona 
el  Eey  D,  Felipe  III,  y  corriendo  la  disposición  de  él  por 
su  ministro  favorito  el  Duque  de  Lerma,  fué  tal,  que  m€j- 
reció  quedar  consignada  en  las  historias  de  Gijadalajara 
y  de  Madrid.  Hizose  bajada  desde  la  tribuna  de  la  casa  á 
la  iglesia,  y  desde  ella  al  aposento  de  la  parida  habia 
veintidós  salas  seguidas  y  ricamente  colgadas.  Fué  bau- 
tizado en  la  pila  de  Santo  Domingo ,  que  sirve  para  los 
príncipes  de  Asturias,'  y  asistieron  á  la  ceremonia  y  fiesta 
toda  la  familia  Beal  y  Grandeza  de  la  corte.  Este  duque 
fué  después  general  de  la  caballería  en  el  principado 'de 
Cataluña;  luego,  embajador  en  Boma  y  virey  y  capitán 
general  en  el  reino  de  Sicilia  ^  y  murió  en  esta  misma 
casa,  en  14  de  Enero  de  1657,  sin  sucesión,  pasando  sus 
estados  á  incorporarse  á  los  del  príncipe  de  Mélito  y 
Éboli,  duque  de  Pastrana,  D.  Rodrigo  de  Silva  y  Men- 
doza. 

Desgraciadamente  este  noble  palacio,  que  ha  perma- 


186  EL  AKTIGÜO  MADRID. 


Decido  en  pié  y  regalarmente  conservado  hasta  hace  pocos 
añoS;  empezó  á  desmoronarse,  habiéndose  tenido  qne  der- 
ribar, por  ruinosa,  gran  parte  de  ¿1  y  el  pasadizo  que 
comunicaba  á  la  tribuna  de  los  reyes  en  San  Andrés. 

La  manzana  número  129,  contigua  á  este  palacio,  y 
unida  é  él,  como  ya  queda  dicho,  por  el  pasadizo  que  co- 
municaba á  la  tribuna  de  San  Andrés,  es  de  una  figura 
muy  irregular,  dando  frente  á  dicha  plazuela  de  la  Paja, 
costanilla  de  San  Andrés,  plazuela  de  Puerta  de  Moros, 
costanilla  de  San  Pedro  y  Calle  sin  puertas;  y  encierra  en 
su  espacio  dilatado  notables  edificios  y  monumentos,  reli- 
giosos é  históricos,  dignos  de  la  mayor  atención. — Es  el 
primero  de  ellos  la  antiquísima  é  inmemorial  parroquia 
qiüS desan^An-  ^®  ^au  Audrcs,  quc  ya  existia,  por  lo  menos,  en  vida  del 
^^'  glorioso  San  Isidro  LabradoTy  patrón  de  Madrid,  á  fines 

del  siglo  XII,  si  bien  el  templo  actual,  con  la  ampliación 
que  recibió  en  tiempo  de  los  Reyes  Católicos,  y  posterior- 
mente, á  mediados  del  siglo  xvii,  conserva  muy  poco  del 
antiguo,  y  es  también  muy  distinto  en  su  forma  y  distri- 
bución. Actualmente  la  capilla  mayor  está  sobre  el  mis- 
mo sitio  en  que  antes  el  cementerio,  y  en  ella  se  halla 
señalado  con  una  reja  el  sitio  en  que  primitivamente 
estuvo  sepultado  el  Santo  patrono  de  Madrid.  Y  como 
quiera  que  esta  antiquísima  iglesia  y  sus  capillas  y  casas 
contiguas  respiran,  por  decirlo  así,  todas  ellas  el  puro 
ambiente  de  aquella  santa  existencia,  que  allí  exhaló  su 
último  aliento,  y  en  donde  por  espacio  de  siete  siglos 
permanecieron  sus  venerables  restos,  parécenosla  ocasión 
oportuna  para  recordar  aquí  algunos  hechos  referentes  á 
su  memoria. 
saniddroLa-  La  vida  de  cste  sencillo  y  modesto  hijo  de  Madrid, 
cuyas  eminentes  virtudes  y  sólida  piedad,  aunque  ejerci- 
das en  la  humilde  esfera  de  un  pobre  labrador,  bastaron 
á  elevarle  á  los  altares  y  á  colocarle  entre  sus  paisanos 


DESDE  LA  PTA.  DE  LA  VEGA  1  FTA.  DE  MOROS.     187 

— c  -  ■  

en  el  rango  privilegiado  de  patrono  j  tatelar  de  la  villa 
de  Madrid,  ha  sido  tantas  veces  trazada  y  comentada  por 
los  autores  sagrados  y  profanos,  y  de  tal  modo  está  enla- 
zada por  los  historiadores  con  los  sucesos  y  tradiciones 
de  la  época  de  la  restauración  de  esta  villa  por  las  armas 
cristianas,  que  es  indispensable  conocerla  y  estudiarla 
para  comprender,  en  lo  posible,  aquel  periodo  importan- 
tísimo y  remoto.  En  nuestra  literatura  histórica  no  es 
éste  el  único  ejemplo  de  relación  inmediata  entre  las 
crónicas  y  descripciones  más  ó  menos  apasionadas  de 
mártires  y  de  santos,  de  célebres  santuarios,  monasterios 
y  de  imágenes  aparecidas,  y  las  vicisitudes,  historia  y 
marcha  política  de  los  pueblos  y  las  sociedades  en  que 
aquéllos  brillaron  :  por  eso  el  historiador  tiene  que  tomar 
en  cuenta  todos  los  documentos  de  esta  especie  (y  que 
por  desgracia  van  desapareciendo),  donde,  á  vueltas  de 
'relaciones  exageradas,  de  milagros  apócrifos  y  de  estilo 
afectado  y  campanudo,  suele  hallar  datos  preciosísimos, 
descripciones  animadas  y  minuciosos  detalles,  que  explican 
los  sucesos,  los  enigmas  y  la  filosofía  de  la  Historia. 

Tal  sucede  en  nuestro  Madrid  con  los  muchos  coronis- 
tas  ó  entusiastas  panegíricos  de  las  célebres  imágenes  de 
Nuestra  Señora  de  la  Almudena  y  de  Atocha,  y  muy 
especialmente  con  las  relaciones  de  la  vida  de  su  insigne 
patrono,  colocado  por  la  Iglesia  en  el  rango  de  los  santos, 
del  humilde  labrador  á  quien  algunos  apellidan  Isidro  de 
Merlo  y  Quintana. 

Desde  el  códice  casi  contemporáneo  del  Santo,  escrito, 
á  lo  que  parece,  por  Juan  Diácono,  á  mediados  del  si- 
glo xni,  que  se  conservaba  en  la  iglesia  de  San  Andrés,  y 
hoy  en  la  Colegiata  de  San  Isidro  el  Real,  y  que  fué  pri- 
mero publicado  en  Flándes  por  el  padre  Daniel  Pape- 
broquio,  y  después  traducido  del  original  y  ampliamente 
comentado  por  el  padre  fray  Jaime  Bleda,  hasta  las  re- 


188  EL   ANTIGUO  MADRID. 

j 

ñidas  y  eruditas  disertaciones  de  los  señores  Bosell,  Mon- 
dejar,  Pellicer  y  otros,  en  el  siglo  pasado,  los  hechos  his- 
tóricos y  las  relaciones  milagrosas  del  glorioso  San  Isidro 
han  sido  debatidos  hasta  la  saciedad,  pereque  prueban  con 
evidencia  el  carácter  y  virtudes  altamente  recomendables 
de  aquel  siervo  de  Dios,  y  la  simpatía  y  devoción  que  aun 
en  vida  logró  inspirar  á  sus  compatriotas. 

No  es  de  este  lugar  el  entrar  ahora  en  las  intrincadas 
controversias  históricas  que  han  suscitado  aquellos  dili- 
gentes escritores,  asi  como  los  coronistas  madrileños, 
sobre  la  autenticidad  de  las  apariciones  del  piadoso  labra- 
dor al  Rey  D.  Alfonso  VIH  en  la  batalla  de  las  Navas, 
sus  prodigiosos  milagros  durante  su  vida,  ni  los  obrados 
por  su  intercesión  después  de  su  dichosa  muerte. 

Tampoco  pretendemos  enlazar  su  modesta  historia  con 
la  de  la  restauración  de  Madrid  por  D.  Alfonso  VI ,  en 
1083,  ni  con  la  nueva  acometida  que  hicieron  los  moros 
marroquíes  de  Texufin  y  Alí,  ^en  1108.  En  la  primera 
(ocurrida,  á  lo  que  se  cree,  en  los  mismos  años  del  naci- 
miento de  San  Isidro  Labrador)  estaría  de  más  el  atri- 
buirle inter^'^encion  alguna;  en  la  segunda,  acaecida  cuan- 
do pudiera  tener  veintiséis  años,  le  consideramos  orando 
al  Señor  por  la  defensa  de  su  pueblo,  como  le  vemos  aún 
pintado  en  antiguos  cuadros  de  nuestras  iglesias.  Para 
nuestro  objeto  basta  consignar  aquí  las  rápidas  noticias 
de  su  vidar,  que  se  deducen  de  aquellos  piadosos  comenta- 
rios, diciendo  que  pudo  ser  su  nacimiento  hacia  1082,  y 
su  muerte  en  30  de  Noviembre  de  1172,  sobre  los  noven- 
ta años  de  su  edad ;  que  hijo,  según  se  cree,  de  labrado- 
res, fué  labrador  él  mismo,  y  sirvió,  entre  otros,  á  la 
ilustre  familia  de  los  Vargas,  en  cuyos  caseríos  de  campo 
vivió  el  Santo  largo  tiempo;  que  trabajó  también  de 
obrero  ó  albañil,  abriendo  varios  pozos,  según  la  tradición 
que  se  conserva  en  diferentes  sitios  de  esta  villa;  que  toda 


DESDE  LA  PTA.  DE  LA  VEGA  1  PTA.  DE  MOROS.  189 

BU  vida  fué  ana  serie  no  interrumpida  de  actos  de  caridad, 
de  oración  y  de  modestia,  sobresaliendo  entre  todos  ellos 
sn  profunda  devoción  á  Nuestra  Señora  bajo  los  títulos  ó 
advocaciones  de  la  Almudena  y  de  Atocha;  que  vivió 
algnn  tiempo  en  Torre-Laguna  y  allí  casó  con  María  de 
la  Cabeza,  que  se  cree  natural  de  la  aldea  de  Oarraquíz, 
y  qne  también,  como  su  esposo,  alcanzó  por  sus  virtudes 
la  canonización  de  la  Iglesia;  y  que  honrado,  en  fin,  por 
un  especial  favor  del  cielo,  que  le  hacía  aparecer  como 
santo  entre  sus  piadosos  contemporáneos,  descansó  en  el 
Señor  en  una  edad  avanzada,  con  sentimiento  general  de 
sus  convecinos  y  adoradores.  Desde  el  mismo  instante  de 
su  muerte  empezaron  á  tributarle,  con  espontáneo  entu- 
siasmo, el  más  tierno  culto  y  veneración,  y  siendo  mu- 
chos los  milagros  obrados  por  su  intercesión,  movieron  á 
la  santidad  de  Paulo  Y  á  acordar  su  beatificación,  en  14 
de  Febrero  de  1619,  y  posteriormente,  á  12  de  Marzo  de 
1622,  fué  canonizado  solemnemente  por  Gregorio  XV, 
con  cuyo  motivo  se  celebraron  en  Madrid  grandes  fiestas 
y  regocijos. 

Ademas  de  los  documentos  escritos,  quedan  en  Ma- 
drid, á  pesar  del  trascurso  de  siete  siglos,  otros  objetos 
materiales,  consagrados  por  la  tradición,  de  los  sitios  en 
que  vivió  nuestro  Santo  y  en  que  obró  sus  notables  mi- 
lagros, ó  de  los  que  ocupó  su  precioso  cuerpo  después  de 
su  muerte;  por  último,  queda  este  mismo  venerando  ca- 
dáver, entero,  incorrupto  y  resistente  á  la  acción  de  los 
siglos  y  á  los  argumentos  de  la  incredulidad  (1). 

(1)  Entre  los  primeros,  seña-  zuela  de  San  Andrés,  núm.  21. 

larémos  más  adelante  tres  mo-  £n  esta  antiquisima  casa,  y  al 

destos  recintos,  convertidos  hoy  servicio  de    Ivan    de   Vargas, 

en  otras  tantas  capillas  dedicadas  tronco  de  aquella  ilustre  faxni- 

al  Santo :  el  primero,  el  que  se  lia  madrileña,  es  opinión  cons- 

ve  en  la  casa  de  los  Vargas,  pía-  tante  que  vivió  el  labrador  Isi- 


190 


EL  AKTIGUO   MASBID. 


Consta  de  aquellas  historias  j  relaciones  contempori^ 
neas,  y  de  las  diligencias  hechas  para  la  canonización,  que, 
acaecida  la  muerte  del  Santo  Labrador,  como  queda  dicho, 
en  1172,  fué  sepultado  én  el  cementerio  contiguo  á  esta 
parroquia  de  San  Andrés,  en  el  mismo  sitio  en  que  aun 
se  ve  una  reja  y  es  hoy  el  suelo  del  presbiterio  ó  altar  ma- 
yor de  dicha  iglesia ,  por  haberse  ésta  agrandado  y  dado 
diversa  forma  á  su  planta  y  distribución.  Y  esos  cuarenta 
años  parece  que  permaneció  el  cuerpo  del  Santo  en  aquel 
sitio,  hasta  que  en  1212,  creciendo  de  dia  en  dia  la  devo- 
ción de  los  madrileños  á  su  intervención  milagrosa,  fué 
solemnemente  exhumado  y  colocado  en  un  sepulcro  dig- 
no en  la  capilla  mayor,  que  entonces  estaba  donde  hoy 
los  pies  de  la  iglesia. — Allí  es  donde,  según  varios  coro- 


dro,  y  la  capilla  ocupa  una  pie- 
za baja  pequeña,  en  que  se  su- 
pone ocurrió  su  gloriosa  muerte. 
En  ella  se  conserva  una  buena 
imagen  del  Santo,  de  tamaño 
natural,  y  se  le  da  culto  público 
el  dia  de  su  conmemoración. 

Otra  capilla  existe  en  el  patio 
de  la  casa  del  Marqués  de  Villa- 
nueva  de  la  Sagra  (calle  del  Al- 
mendro, núm.  9),  y  es  conocida 
por  la  Cuadra,  donde  la  tradi- 
ción supone  que  guardaba  el 
ganado  el  Santo  doméstico  de 
I  van  de  Vargas,  y  otra  en  la 
calle  del  Águila,  número  1,  en 
la  misma  casa  de  la  sacramental 
de  San  Andrés,  donde  se  con- 
serva una  de  las  arcas  en  que  se 
guardó  en  lo  antiguo  el  cuerpo 
del  Santo. 

La  tradición  también  ha  seña- 
lado hasta  nuestros  tiempos  el 


paso  del  piadoso  Madrileño  en 
otros  sitios  de  esta  villa  y  sus 
contomos ,  ya  en  lo  que  hoy  es 
su  calle  Mayor,  y  entonces  era 
extramuros  de  la  puerta  de  Gua- 
dalajara,  donde  había  hasta  hace 
pocos  años  un  trozo  de  soporta- 
les, llamados  aún  de  San  Isi- 
dro, que  se  han  derribado.  Allí 
se  encontraba  un  pozo  milagro- 
samente abierto, ,  según  se  cree, 
por  el  Santo,  y  otro  en  una  casa 
de  la  calle  de  los  Estudios,  con- 
tigua al  colegio  Imperial.  Tam- 
bién se  señala  gratamente  el  si- 
tio que  ocupa  hoy,  á  la  orilla 
opuesta  del  Manzanares,  la  fa- 
mosa ermita  que  visita  en  su  dia 
toda  la  población  de  Madrid,  por 
ser  el  mismo  donde  hizo  brotar 
el  Santo,  al  impulso  de  su  ahija- 
da, la  fuente  milagrosa,  á  cuyas 
aguas  se  atribuye  gran  virtud. 


DJSSDE  LA.  PTA.  DE  LA  YBGA  X  FTA.  DE  MOROS.     191 

nistafly  j  con  más  6  menos  probabilidad ,  le  visitó  el  rey 
don  Alfonso  YIU,  y  declaró,  en  vista  de  las  facciones 
conservadas  del  Santo,  8er  el  mismo  milagroso  pastor  que 
se  le  habia  aparecido  y  conducido  su  ejército  por  las  aspe- 
rezas de  Sierra  Morena  la  víspera  de  la  batalla  de  las  Na- 
vas de  Tolosa. 

Atribuyen  también  á  esta  visita  del  mismo  monarca  el 
origen  del  arca  de  madera^  cubierta  de  cuero,  en  que  se 
encerró  el  cuerpo  del  Santo,  y  que  aun  se  conserva  en  el 
sitio  mismo,  aunque  sumamente  deteriorada,  sobre  unos 
leones  de  piedra,  y  mostrando  en  sus  costados  restos  de 
las  pinturas  con  que  mandó  adornarla  Alfonso,  represen- 
tando los  milagros  del  Santo  (1). 

En  aquella  arca  y  capilla  permaneció  el  Santo  Cuerpo, 
hasta  que  el  obispo  D.  Gutierre  de  Vargas  Carvajal  cons- 
truyó, en  1535 ,  la  suntuosa  que  lleva  su  nombre,  conti- 
gua á  esta  parroquia  de  San  Andrés,  y  le  hizo  trasladar 
á  ésta  con  gran  solemnidad  ;  pero  por  discordias  ocurri- 
das entre  los  capellanes  de  ambas,  sólo  permaneció  en 
ésta  unos  veinticuatro  años,  hasta  que  se  cerró  la  comu- 
nicación y  quedó  independiente  aquella  capilla. 


(1)  Este  preciosisimo  resto 
de  venerable  antigüedad  excitó, 
hace  algunos  afiop,  el  celo  del 
Gobierno  y  de  la  Comisión  de 
Monumentos  artisticos,  para  em- 
peñar al  Ayuntamiento  de  Ma- 
drid á  su  conservación,  y  la 
traslación  á  sitio  más  decoroso 
y  resguardado  de  la  humedad  ; 
y  el  que  escribe  estas  lineas 
(como  individuo  que  era  de  la 
Corporación  municipal),  en 
unión  del  arquitecto  de  Madrid 
y  de  dos  seQores  vocales  de  la 


Comisión  de  Monumentos,  fue- 
ron encargados  de  llevar  á  eje- 
cución aquella  idea.  Reconocie- 
ron, en  su  consecuencia,  los  si- 
tios y  el  arca ,  levantó  el  Arqui- 
tecto el  plano  de  la  nueva  colo- 
cación en  la  capilla  propia  del 
Santo  en  la  misma  iglesia,  se 
proyectó  también  una  restaura- 
ción bien  entendida  de  las  pin- 
turas del  arca  y  de  los  leones ; 
pero  después  se  olvidó  el  asun- 
to y  quedó  en  tal  estado. 


192  EL  A^^IGÜO  KADBID. 

Capilla  de  fian      Yuelto  el  Santo  á  la  parroquia,  al  sitio  en  que  antes 
estuvo,  permaneció  en  él  más  de  otro  siglo,  hasta  que  se 
concluyó  á  costa  del  Rey  y  de  la  villa  la  magnifica  Capilla 
bajo  la  advocación  del  mismo  Santo,  que  hoy  admiramos 
aún  al  lado  del  Evangelio  de  aquella  iglesia  parroquial ; 
y  en  ella  y  en  su  altar  central  fué  colocado  el  Santo ' 
Cuerpo  con  una  pompa  extraordinaria  el  dia  15  de  Mayo 
de  1669.  —  La  descripción  de  esta  suntuosa  capilla,  ó 
más  bien  templo  primoroso,  nos  llevaría  más  lejos  de  los 
Hmites  que  por  sistema  nos  hemos  impuesto  en  esta  obri- 
ta.  Baste  decir  que  en  las  dos  piezas  de  que  consta,  cua- 
drada la  primera  y  ochavada  la  segunda,  apuraron  sus 
autores,  Fray  Diego  de  Madrid,  José  de  Villareal  y  Se- 
bastian Herrera,  todos  los  recursos  de  la  más  rica  arqui- 
tectura, mezclados  con  todos  los  caprichos  del  gusto  pla- 
teresco de  la  época,  y  realzado  el  todo  con  bellas  escul- 
turas, bustos  y  relieves,  magníficas  pinturas  de  Rici  y  de 
Carreño,  y  una  riqueza  tal,  en  fin,  en  la  materia  y  en  la 
forma,  que  sin  disputa  puede  asegurarse  que  es  el  objeto 
más  primoroso  de  su  clase  que  encierra  Madrid.  Tardó  la 
construcción  de  esta  elegante  obra  unos  doce  años,  em- 
pleándose en  ella  11.960.000  reales,  suministrados  por 
el  Rey,  por  la  Villa  y  por  los  vireyes  de  Méjico  y  el  Perú. 

Por  último,  diremos  que  en  el  magnifico  altar  ó  reta- 
blo de  mármoles  que,  formado  de  cuatro  frentes,  se  le- 
vanta aislado  en  medio  del  ochavo  ó  pieza  segunda,  se 
conservó  cien  años  el  cuerpo  de  San  Isidro,  hasta  que  en 
1769,  de  orden  de  Carlos  III,  fué  trasladado  á  la  iglesia 
del  colegio  imperial  de  los  extinguidos  jesuitas,  que  quiso 
dedicar  al  Santo  Patrono  de  Madrid ,  aunque  separándole 
inoportunamente  para  ello  de  los  sitios  en  que  durante 
seis  siglos  habia  permanecido,  y  que  estaban,  por  decirlo 
asi ,  impregnados  de  su  memoria. 

Anteriormente  y  en  1620,  el  ¿remio  de  plateros  de  esta 


IlfiSDE  LA  PTA.  DS  LA  VS6A  Á  PTA.  DE  MOROS.      193 

villa  consagró  al  Santo,  en  ocasión  de  su  beatificación, 
ana  urna  primorosa  de  oro,  plata  y  bronce,  que  aunque 
obra  qae  adolece  del  mal  gusto  de  la  ¿poca,  es  de  gran 
valor,  como  que  sólo  la  materia,  sin  hechuras,  ascendió  á 
16.000  ducados,  y  dentro  de  esta  urna  está  la  interior  de 
filigrana  de  plata  sobre  tela  de  raso  de  oro  riquísimo,  que 
le  dio  la  Beina  D.*  Mariana  de  Neoburg.  En  ella  reposa 
el  Santo  Cuerpo  perfectamente  conservado,  incorrupto, 
amomiado  y  completo,  pues  sólo  le  faltan  tres  dedos  de 
los  píes;  7  por  lo  que  puede  calcularse  de  su  extensión 
(que  es  mayor  de  dos  varas),  debió  ser  en  vida  de  una  es- 
tatura elevada.  Cúbrenle  ricos  paños,  guarnecidos  de  en- 
caje, y  renovados  de  tiempo  en  tiempo  por  la  piedad  de 
los  reyes,  en  cuyas  tribulaciones  de  nacimientos,  enfer- 
medades y  muertes,  son  conducidas  las  preciosas  reliquias 
álos  Reales -aposentos,  ó  expuestas  con  pompa  á  la  pública 
veneración ;  y  á  veces  también,  cuando  las  personas  Rea- 
les desean  implorar  la  intercesión  del  Santo  y  van  á  ado- 
rar su  sepulcro,  la  urna  que  contiene  los  preciosos  restos 
es  bajada  á  mano  por  ocho  regidores  de  Madrid  y  coloca- 
da sobre  una  mesa,  donde,  á  presencia  del  Señor  Patriar- 
ca de  las  Indias,  del  Vicario  eclesiástico,  clerecía  de  San 
Andrés  y  San  Isidro,  del  Ayuntamiento  de  Madrid,  del 
Conde  de  Paredes  (que  cuenta  entre  los  timbres  de  su  casa 
el  descender  del  piadoso  Ivan  de  Vargas ,  amo  de  San  Isi- 
dro) y  de  la  congregación  de  los  plateros,  con  hachas  ver- 
des encendidas,  van  entregando  todos  las  llaves  que  con- 
servan respectivamente  de  la  urna  preciosa,  y  abierta  ésta 
y  puesto  de  manifiesto  el  cadáver,  le  adoran  los  reyes,  los 
prelados,  corporaciones  y  demás  circunstantes  (1)» 


(1)  De  esta  ceremonia  fuimos  visitar  el  cuerpo  y  cambiarlos 

testigos  y  actores  el  dia  4  de  paños  riquísimos  que  le  cubrían 

Marzo  de  1847,  con  ocasión  de  con  los  que  le  regaló  S.  Mi  la 

I.  18 


194 


t:L  Am^IGTTO  MADRID. 


Terminaremos  lo  relativo  á  esta  parroquia  diciendo  qne 
la  otra  iglesia  contigua  ^  aunque  independiente  de  la  par» 
roquia  de  San  Andrés,  cae  al  lado  de  la  Espistola,  j  es  la 
CapiUadeiobtepo  couocida  con  el  uombre  de  CapiUa  del  Obispo^  aunque  su 
verdadero  nombre  es  el  de  San  Juan  de  Letran,  con  sali*- 
da  también  por  un  patio  y  escalerilla  á  la  plazuela  de  la 
Paja.  Este  precioso  templo,  de  una  sola  nave  al  estilo  gó* 
tico  ú  ojival,  del  que  apenas  queda  otro  ejemplar  en  Ma-- 
drid,  encierra,  entre  obras  notables  del  arte,  los  magní* 
fieos  sepulcros  ó  enterramientos  de  sus  fundadores  don 
Gutierre  de  Vargas  Carvajal ,  obispo  de  Plasencia,  y  sa 
padre  el  licenciado  D.  Francisco  Vargas,  del  Consejo  de 
los  Beyes  Católicos  y  del  emperador  Carlos  V,  primoro- 
sa obra  de  escultura,  la  primera  de  su  clase  en  Madrid, 
así  como  también  las  preciosas  hojas  de  la  puerta  de  in- 
greso á  la  capilla,  delicadamente  esculpidas  y  bastante 
bien  conservadas. 

En  el  sitio  mismo  donde  est¿  edificada  esta  suntuosa 
capilla,  y  en  la  parte  más  alta  de  la  colina  conocida  hoy 
por  Plazuela  de  la  Paja^  existió,  á  principios  del  siglo  xVy 
la  casa  del  muy  noble  madrileño  Ruy  González  ClavijOf 
llamado  el  Orador  por  su  facundia,  camarero  de  D.  En« 
rique  III,  y  célebre  en  el  mundo  por  el  viaje  que  hizo  á 
Samarcanda,  en  la  gran  Bukaria,  por  los  años  1403,  cod 


reina  madre  dofia  María  Cristina 
de  Borbon ,  lo  que  creemos  no 
había  tenido  lugar  desde  el  rei- 
nado de  Femando  el  VI. — El 
patriarca  de  las  Indias,  Sr.  Orbe, 
después  Cardenal  Arzobispo  de 
Toledo,  levantó  por  sus  manos 
los  paños,  incorporó  y  dio  á  ado- 
rar el  precioso  cadáver,  y  le  vol- 
vió á  colocar  y  envolver  en  una 
rica  sabanilla  de  encajes,  cerran- 


do después  la  urna  y  dirigiendo 
á  los  circunstantes  una  breve  y 
patética  exhortación  ;  hecho  lo 
cual,  fué  de  nuevo  subida  aqué- 
lla por  ocho  regidores  en  repre- 
sentación de  la  villa  de  Madrid, 
duefia  del  santo  cuerpo,  y  colo> 
cada  en  el  sepulcro  de  mármol 
que  se  ostenta  en  el  altar  ma- 
yor. Fui  uno  de  los  ocho  regi- 
dores que  subieron  el  arca. 


DESDE  LA  PTA.  DE  LA  VEGA  1  PTA.  DE  MOROS.  1 95 


el  objeto  de  cumplimentar,  de  parte  de  su  soberano,  al 
memorable  conquistador  Timur-Bek  (Tamorlan),  siendo 
el  primer  europeo,  según  se  cree,  que  penetró  en  aquel 
país  de  ]a  Tartaria  Mayor.  Regresado  á  Madrid ,  publicó 
8U  curioso  itinerario  de  viaje,  que  anda  impreso  (1).  Las 


(1)  Titúlase  Vkla  y  hazañas 
del  gran  Tamorlan  y  con  la  des^ 
cripcion  de  la»  tierras  de  su  im- 
perio y  señorío^  escrita  por  Ruy 
González  de  ClavíJQy  camarero 
del  muy  alto  y  poderoso  señor 
don  Enrique  III  de  este  nombre^ 
rey  dé  Castilla  y  de  Leorij  con 
un  Itinerario  de  lo  sucedido  en 
7a  embajada  que  por  dicho  señor 
Rey  hizo  al  dicho  Principe^  lia- 
fnado  por  otro  nombre  Tamur- 
beCj  año  del  nacimiento  de  1403. 

£s  muy  interesante  esta  rela- 
ción de  viaje  que  emprendió 
Ruy  Clavijo  en  unión  con  Frey 
Alfonso  Pererde  Santa  María, 
maestro  en  teología,  y  Gómez 
de  Salazar,  su  guarda,  embar- 
cándose en  el  Puerto  de  Santa 
María  en  22  de  Mayo  de  dicho 
afio  1403,  y  haciendo  su  derro- 
tero por  las  Baleares,  Córcega, 
Cerdeña,  Sicilia,  Malta,  islas 
de  Grecia,  Gonstantinopla  y 
Turquía ,  hasta  Samarcanda,  cu- 
yos diversos  países  describe ;  y 
también  la  recepción  que  mere- 
cieron del  Gran  Tamorlan,  y 
los  obsequios  y  ñestas  que  les 
dispensó,  etc.;  todo  con  gran 
candidez  y  modestia.  Recorríe- 
roD  luego  la  Persia  y  la  Tartana, 
y  otros  muchos  y  remotos  paí- 


ses, y  reembarcados  en  Gons- 
tantinopla ,  regresaron  á  Espafia 
en  1.°  de  Marzo  de  1406,  diri- 
giéndose en  seguida  á  Alcalá 
de  Henares  y  Madrid,  adonde 
llegaron  en  24  de  dicho  mes, 
y  dieron  cuenta  al  Rey  de  su 
embajada.  Esta  interesante  rela- 
ción fué  publicada  por  Gonzalo 
Argote  de  Molina  en  1582,  y 
posteriormente  el  Sr.  Llaguno 
Amírola  la  volvió  á  publicar  en- 
tre las  Crónicas  españolas,  im- 
presas por  Sancha  á  fines  del  si- 
glo último. 

Ruy  González  de  Clavijo,  á  su 
regreso  á  Madrid ,  su  patria,  de 
aquel  dilatado  y  peligroso  viaje, 
reedificó  á  sus  expensas  la  capi- 
lla mayor  del  monasterio  de  San 
Francisco  de  esta  villa,  donde 
después  fué  sepultado  en  un 
rico  y  suntuoso  sepulcro  alto  de 
mármol,  con  su  busto  de  ala- 
bastro en  su  memoria,  con  un 
epitafio  que  decía  :  Aqui  yace 
el  honrado  caballero  Ruy  Gon- 
zález de  Clavijo,  que  Dios  per- 
done ,  cam4irero  de  los  reyes  don 
Enrique^  de  buena  memoria ,  é 
del  rey  D,  Juan  sufijo^  al  cual 
el  dicho  Sr.  Rey  uvo  enviado  por 
su  embajador  al  Tamorlan  y  et 
finó  dos  dias  de  A  bril  año  del 


196 


KL  ANTIGUO   MADRID* 


casas  de  Ruy  González  Clavijo  debían  de  ser  tan  snntnosad, 
que  sirvieron  de  aposento  al  infante  D.  Enrique  de  Ara- 
gón, primo  del  rey  D.  Juan  el  II,  en  1422,  y  pasando  á 
fines  del  mismo  siglo  XV  á  la  ilustre  y  antiquísima  fami- 
lia madrileña  de  los  Vargas  (que  tenía  también  contiguas 
las  solariegas  de  su  apellido),  labraron  en  su  recinto  la 
bella  capilla  ya  indicada. 
Casas  de  Vargas.  El  resto  de  la  manzana  hasta  la  Costanilla  de  San  Pe^ 
drOy  Calle  Sin  Puertas  y  Plazuela  de  la  Paja^  fué  todo 
igualmente  casas  del  ya  citado  Francisjco  de  Vargas,  de 
quien  era  también  la  Casa  del  Campo  antes  de  comprarla 
Felipe  II  ¿  sus  herederos.  Este  licenciado  Francisco  de 
Vargas  y  padre  del  obispo  D.  Gutierre,  y  señor  de  la  ilus- 
tre y  antiquísima  casa  de  los  Vargas  de  Madrid ,  fué  tan 
privado  consejero  de  los  señores  Reyes  Católicos  y  del 
Emperador,  que  no  liabia  asunto  de  importancia  que  no 
le  consultasen,  respondiendo  con  la  fórmula  de  Averigüelo 
Vargas,  que  quedó  después  como  dicho  popular,  y  aun 
como  título  de  comedias  de  Tirso  y  otros.  —  La  parte  co- 
nocida hoy  más  propiamente  con  el  nombre  de  Casa  de 
San  Isidro,  que  recayó,  por  alianza  con  los  Vargas,  en  la 
familia  de  los  Lujanes,  es  la  que  cae  á  los  pies  de  la  igle- 
sia de  San  Andrés  y  tiene  su  entrada  por  la  plazoleta.  En 
ella  es  donde,  como  dijimos,  vivió  Ivan  de  Vargas  en  el 
siglo  XI,  en  tiempo  en  que  le  servia  para  la  labranza  de 
sus  propiedades  el  piadoso  Isidro  Labrador,  y  en  el  patio 


Señor  de  mil  e  cuatrocientos  e 
doce  años. 

Este  sepulcro,  que  describe 
Gonzalo  Argote  de  Molina,  dice 
él  mismo  que  luego  fué  quitado 
de  la  capilla  mayor  y  trasladado 
á  otro  sitio  para  dar  en  ella  lu- 
gar al  cuerpo  de  la  reina  doña 
Juana.  Es  excusado  decir  que 


estos  monumentos  desaparecie- 
ron cuando  la  iglesia  y  conven- 
to antiguo  de  San  Francisco. 

Sobre  las  curiosas  patrañas 
que  Gonzalo  Fernandez  de  Ovie- 
do y  el  maestro  Hoyos  atribu- 
yen á  Ruy  González  cerca  del 
Tamorlan ,  véase  el  Apéndice. 


1  DE  l.\   TAJA. 


DESDE  LA  PTA.  DE  LA  YEQA  X  PTA.  DE  MOROS.  197 

de  la  misma  casa  se  ve  aún  el  pozo  milagroso  de  donde 
sacó  el  Santo  al  hijo  de  Ivan,  que  habia  caido  en  él,  7  la 
estancia,  hoj  convertida  en  capilla,  donde,  según  la  tradi- 
ción, espiró  aquel  Bienaventurado.  Esta  casa  pertenece 
en  el  dia  al  Sr.  Conde  de  Paredes,  descendiente  de  Ivan 
de  Vargas  por  una  de  sus  nietas,  D."  Catalina  Lujan, 
condesa  de  Paredes,  á  cuyo  título  debe  también  el  privi- 
legio, que  ja  hemos  indicado,  de  guardar  una  de  las  lla- 
ves del  arca  en  que  se  conserva  el  cuerpo  del  Santo  Patro- 
no de  Madrid.  —  Las  otras  casas  contiguas  á  la  capilla 
del  Obispo  por  la  plazuela  de  la  Paja  fueron  también  de 
los  mayorazgos  fundados  por  Francisco  de  Vargas,  que 
recayeron  en  su  hijo  D.  Francisco,  primer  marqués  de 
San  Vicente,  y  hoy  pertenecen  como  tal  al  señor  Duque 
de  Híjar,  que  conserva  el  patronato  de  la  capilla.  En  una 
de  ellas  (en  la  que  está  el  pasadizo  de  San  Pedro)  existe 
aún  un  espacioso  patio  cuadrado,  circundado  de  galerías 
con  columnas  y  escudos  de  armas,  de  cuyo  gusto  puede 
inferirse  su  construcción  en  los  principes  del  siglo  xvi. — 
Todas  estas  casas,  habitadas  por  el  mismo  licenciado  Var- 
gas en  tiempo  de  los  disturbios  de  los  comuneros,  fueron 
saqueadas  y  maltratadas  por  éstos  en  ocasión  de  hallarse 
aquél  ausente  al  lado  del  Emperador,  y  encomendada  la 
defensa  de  Madrid,  de  que  era  alcaide,  á  su  heroica  es- 
posa D."  María  del  Lago  y  Coalla ;  posteriormente  su- 
frieron un  terrible  incendio,  en  1541,  hallándose  habitadas 
por  el  Cardenal  Arzobispo  de  Sevilla;  y  en  ellas  nació,  en 
1609,  el  octavo  condestable  de  Castilla,  D.  Bernardino 
Fernandez  de  Velasco,  siendo  notables  las  fiestas  hechas 
para  celebrar  su  nacimiento,  entre  las  cuales  merece  men- 
ción especial  la  mascarada  que  salió  de  la  casa  frontera  del 
Duque  del  Infantado,  en  la  misma  plazuela  de  la  Paja, 
por  donde  tiene  también  la  casa  de  San  Vicente  su  entra- 
da principal  por  dos  arcos  pareados. 


198  EL  ANTIGUO   MADRID. 


piasaeía  de  u      Esta  plazuela,  aunque  costanera  é  irregular,  era  la  más 
espaciosa  en  el  recinto  interior  de  la  antigua  villa,  y  po- 
dia  ser  considerada  como  la  principal  de  ella ;  pues  sabido 
es  que  la  que  boj  tiene  esta  categoría  no  existió  basta  el 
tiempo  de  D.  Juan  el  II,  y  eso  extramuros  de  la  puerta 
de  Guadalajara,  en  el  arrabal  de  San  Gines. — Aquel  dis- 
trito, recuerdo  interesante  del  Madrid  morisco,  y  siglos 
después  con  la  sucesiva  construcción  de  los  palacios  ó 
casas  principales  de  los  Vargas  y  Castillas,  Coellos,  Agui- 
leras, Sandovales,  Lujanes  y  Mendozas,  perdió  notable- 
mente su  celebridad  cuando,  establecida  la  corte  en  Ma- 
drid, á  mediados  del  siglo  xvi,  fué  extendiéndose  rápi- 
damente el  recinto  de  la  villa,  y  buscando  terreno  mis 
llano  en  las  direcciones  de  Norte,   Levante  y    Medio- 
día, fueron  abandonadas  aquellas  tortuosas  calles,  aque- 
llos desniveles  y  derrumbaderos  de  la  parte  occidental,  en 
la  cual  apenas  queda  sólo  boy  más  que  el  recuerdo  de  su 
grandeza  primitiva. 

Detras  de  la  iglesia  de  San  Andrés,  y  bácia  el  sitio  que 
hoy  lleva  el  nombre  de  Plazuela  de  los  Carros,  venia  á  sa- 
lir, como  queda  dicho,  por  detras  de  la  casa-palacio  de 
Laso  de  Castilla ,  el  lienzo  de  muralla  en  que  se  abria  allí  la 
Puerta  de  Moros.  Puerta  de  Aforos  al  sitio  mis^io  donde  habia  la  fuente  con 
el  propio  nombre  (1).  Esta  puerta,  que  era  también 
fuerte,  estrecha  y  con  torres  en  su  entrada,  según  la 
usanza  de  los  musulmanes ,  y  conforme  aun  se  observa  en 
la  principal  del  palacio  de  la  Alhambra  de  Granada,  en  las 
de  Serranos  y  del  Cuarte  en  Valencia,  y  otras  de  igual 
origen,  estaba  mirando  &  Mediodia,  y  servia  para  la  co- 
municación con  Toledo  y  otras  ciudades  principales,  hasta 
que ,  extendiéndose  el  arrabal  de  la  villa  por  aquel  lado, 
desaparecieron  puerta  y  muralla. 

(1)  Esta  fuente  ha  sido  demolida. 


DSSDE  PUERTA  DE  MOROS  X  PUERTA  CERRADA.  199 


IIL 


DESDE  PUERTA  DE  MOROS  1  PUERTA  CERRADA. 


Despaes  de  abrir  la  entrada  meridionai  de  la  villa  en 
Puerta  de  Moros  ^  continuaba  luego  la  muralla  en  direc- 
ción del  Norte,  por  entre  lo  que  después  filé,  y  es  toda- 
vía, calle  de  la  Cava  Baja  y  la  del  Almendro,  basta  salir 
por  detras  de  la  embocadura  de  la  del  Nuncio,  al  sitio  que 
hoy  conserva  el  nombre  de  Puerta  Cerrada,  en  que  se  ve 
colocada  la  cruz  de  piedra,  sin  duda  en  conmemoración 
de  haber  sido  éste  el  límite  de  Madrid  por  aquel  lado  y  el 
punto  mismo  que  ocupó  la  antigua  puerta.  Esta  Cava  de 
San  Francisco  y  la  de  San  Miguel,  que  la  continúa,  han 
conservado,  bajo  la  forma  de  calles,  su  nombre  morisco, 
y  no  eran  otra  cosa  que  el  barranco  y  alcantarilla  que  ve- 
nia corriendo  al  pié  do  la  muralla  desde  las  Vistillas,  y  que 
dio  su  nombre  primitivo  á  la  calle  hoy  llamada  de  Don 
Pedro,  y  antes  de  la  Alcantarilla.  Delante  de  esta  puerta 
murada  que  ahora  nos  ocupa  habia  su  puente  levadizo 
para  salvar  el  foso  ó  cava. 

La  entrada  de  Madrid  por  este  lado  (seffun  el  maestro 
Juan  López  de  Hoyos,  que  la  conoció,  pues  fué  derriba- 
da en  el  siglo  xvi)  era  angosta  y  recta  al  principio,  ha- 
ciendo luego  dos  revueltas ,  de  suerte  que  ni  los  que  sa- 
llan podian  ver  á  los  que  entraban,  ni  éstos  á  los  de  fue- 
ra. Llamáronla  en  lo  antiguo  la  Puerta  de  la  Culebra^ 
por  tener  esculpida  encima  de  ella  aquella  célebre  cule- 
bra ó  dragón,  que  á  tantos  comentarios  ha  dado  lugar 


200. 


BL  AKTIOÜO   MADBID. 


sobre  su  origen,  atribuyéndole  algunos  de  los  analistas 
madrileños  nada  menos  que  &  los  griegos,  fundadores, 
según  ellos,  de  la  villa,  á  quien  dejaron  como  blasón  este 
emblema,  que  i^olian  llevar  en  sus  banderas.  Así  lo  afirma 
con  la  mayor  seriedad  el  mismo  honrado  madrileño  maes- 
tro López  de  Hoyos,  en  cuya  casa  de  los  Estudios  de  la 
villa  (de  que  ya  anteriormente  hicimos  mención)  se  con- 
servó, al  derribo  de  la  puerta,  la  piedra  en  que  estaba  es- 
culpida dicha  culebra,  que  copió  después  en  su  obra  del 
Recibimiento  de  D.^  Ana  de  Austria^  y  que  reproducida 
exactamente  de  dicha  obra,  hallarán  nuestros  lectores  en 
ú  Apéndice  (1).  Después  del  .de  la  Culebra,  ú  nombre 
con  que  fué  conocida  esta  entrada  fué  el  de  Puerta  Cer^ 
rada,  por  haberlo  estado  largo  tiempo,  para  evitar  las  fe-^ 
chorías  de  la  gente  facinerosa,  que,  según  Quintana,  «es- 
Dcondianse  allí,  y  robaban  y  capeaban  á  los  que  entraban 
Dy  sallan  por  ella,   sucediendo  muchas  desgracias  con 
D  ocasión  de  un  peligroso  paso  que  habia  á  la  salida  de 
2>  ella  en  una  puentecilla  para  pasar  la  cava ,  que  era  muy 
:^  honda  D ;  pero  poblándose  después  el  arrabal  hacia  lo 
que  es  hoy  calle  de  Toledo  y  de  Atocha,  hubo  necesidad 
de  volver  á  abrir  la  puerta  para  la  más  fácil  comunica-» 
cion,  hasta  que,  como  ya  queda  dicho,  fué  demolida 
en  1569. 


(1)  Obsérvese  la  contradic- 
ción en  qiie  incurren  estos  mis- 
mos candidos  analistas,  pues 
que  primero  dicen  que  la  Man- 
tua de  los  griegos  no  contenia 
más*que  un  estrecho  recinto, 
que  terminaba  en  el  arco  de  la 
Almudena,  donde  pretenden 
haberse  hallado  las  láminas  que 
nadie  vio ;  y  después  aseguran 
que  los  romanos  agrandaron  á 


Madrid ,  llamándole  por  esta  ra* 
zon  Majoritum^  y  que  la  miu^- 
lla  (en  que  estaba  ya  compren- 
dida la  puerta  Cerrada)  fué 
obra  de  éstos  en  tiempo  de  Tra* 
jano.  Y  á  renglón  seguido  es- 
tampan que  el  dragón  ó  culebra 
esculpida  en  ella  es  el  emblema 
que  los  griegos  dejaban  á  loB 
ciudades  que  fundaban. 


DESDE  PUERTA  DE  MOROS  1  PUERTA  CERRADA.  20 1 

■  ■  ■  ^ 

Por  último,  y  antes  de  emprender  nuestro  paseo  por  el 
interior  del  trozo  comprendido  entre  ambas  puertas  de 
Moros  j  Cerrada,  y  en  el  que  estamparemos  los  datos  y 
noticias  que  aun  se  conservan  y  hayamos  podido  allegar^ 
relativos  á  esta  antigua  parte  de  la  población ,  habremos 
de  decir  que,  para  fijar  el  rumbo  que  llevaba  el  lienzo  de 
muralla  entre  las  casas  de  la  Cava  Baja  y  calle  del  Almen- 
drOy  hemos  tenido  en  estos  últimos  años  dos  tan  positi- 
vos, como  es  haber  visto  al  descubierto  uno  de  los  cubo» 
de  dicha  muralla,  con  motivo  del  derribo  y  reconstruc- 
cion  de  la  casa  número  28  de  la  primera,  y  posteriormen- 
te otro  más  ailá  en  el  número  31,  última  casa  de  la  se- 
gunda. Ademas,  notoriamente  está  sostenido  en  el  mura- 
llon  antiguo  el  vetusto  edificio  llamado  Posada  del  Dra-- 
ffon  de  la  Villa^  que  da  á  una  de  las  rinconadas  de  la  m- 
eoncebible  calle  del  Almendro,  cuyas  tortuosidades  labe- 
rínticas debian,  por  cierto,  desaparecer  en  gran  parte, 
rompiendo  fácil  salida  á  la  Cava  Baja  por  la  parte  más 
estrecha  de  la  irregularisima  manzana  150,  una  de  las 
más  extensas  de  Madrid  (1). 

Todavía  continuaban  en  este  distrito  las  muchas  pro- 
piedades de  la  ilustre  familia  de  los  Vargas,  de  quien,  y 
las  de  Lujan,  Mendoza,  Laso,  Sandoval  y  demás  conexio- 
nadas con  ella,  llegó  á  ser  todo  aquel  caserío,  ademas  de 
las  propiedades  rurales  del  término  de  Madrid.  En  dicha 
calle  del  Almendro,  y  bajo  su  número  6  moderno,  está  la 
casa  propia  de  los  marqueses  de  Yillanueva  de  la  Sagra, 
que  en  lo  antiguo  fué  casa  de  labor  perteneciente  á  Ivan 


(1)  Habiendo  sido  derribada  para  las  nuevas  construcciones 

en  le 67  dicha  posada  del  Dra-  de  casas,  y  abierta  la  comuni- 

gon,  quedó  en  efecto  descu-  cacion  que  proponíamos  entre 

bierto  un  cubo  y  trozo  de  mu-  la  Cava  y  la  calle  del  Almendro, 
ralla,  que  fué  también  demolido 


202  EL  ANTIGUO   MADRID. 


de  Vargas^  rico  hacendado  madrileño  del  siglo  xi,  cajas 
propiedades  labraba  San  Isidro,  y  en  ella  se  ve  converti- 
da en  capilla  una  estancia  baja,  donde ^  segan  tradición, 
acostumbraba  encerrar  el  ganado  de  la  labranza. 
Kanciatora.    .    La  casa  qae  hace  esquina  y  vuelve  á  la  calle  del  Nun- 
cio, hoy  palacio  y  tribunal  de  la  Nunciatura  Apostólica  j 
perteneció  también  á  la  familia  de  Vargas,  y  por  casa- 
itiiento  de  una  señora  de  esta  familia  (D.*  Inés  de  Var- 
gas Carvajal  y  Trejo,  bisnieta  del  licenciado  Francisco  de 
Vargas)  con  el  célebre  ministro  D.  Rodrigo  Cald^rorij 
marqués  de  Siete  Iglesias,  llegó  por  esta  razón  i  ser  pro- 
piedad de  aquel  desdichado  valido.  En  la  manzana  inme- 
diata, entre  dichas  calles  del  Almendro  y  del  Nuncio,  y 
la  antigua  de  la  Parra  (hoy  costanilla  de  San  Pedro)j 
dando  frente  á  la  puerta  de  la  antiquísima  parroquia  de 
esta  advocación,  se  ve  otra  casa  principal,  de  sólida  cons- 
coaadeSantis-  truccion  y  regular  forma,  conocida  por  la  casa  de  Santis' 
téban,  apoyada  por  uno  de  sus  costados  en  el  pretil  á  que 
da  su  nombre.  Este  importante  edificio,  que  lleva  uno  de 
los  títulos  del  célebre  condestable  D.  Alvaro  de  Luna  y  de 
su  hijo  D.  Juan,  nacido  en  Madrid  en  1435,  y  hoy  posee 
el  Sr.  Duque  de  Medinaceli  y  de  Santistéban,  debe  tam- 
bién tener  su  historia,  que  no  nos  ha  sido  posible  averi- 
guar. Anteriormente  tuvo,  según  Quintana,  una  torre 
muy  grande ,  que  hoy  no  existe, 
«ftn  pSt""^  ^*      ^  parroquia  de  San  Pedro,  matriz  de  aquella  feligre- 
sía, cuya  fundación  en  este  sitio  se  atribuye  al  rey  don 
Alfonso  XI,  á  principios  del  siglo  xiv,  en  acción  de  gra- 
cias por  la  toma  de  Algeciras,  existió,  según  se  cree,  an- 
teriormente, algo  más  arriba,  en  dirección  de  Puerta 
Cerrada;  y  en  efecto,  en  algunos  documentos  se  habla  de 
San  F,edro  el  Viejo,  para  distinguirle,  sin  duda,  del  pos- 
terior. El  templo  es  pequeño.,  pobre  y  mezquino  en  su 
forma  y  decoración,  y  ofrece  muy  pocos  objetos  de  curio- 


DESDE  PUERTA  DE  ÚOROS  1  PUERTA  CERRADA.  203 

sidad,  si  no  es  su  misma  sencillez  y  antigüedad,  en  que, 
sin  dada  alguna ,  lleva  ventaja  á  los  demás  existentes  en 
Madrid;  pnes  las  otras  parroquias  primitivas,  ó  desapare- 
cieron ya,  ó  han  sido  renovadas  en  su  mayor  parte.  Hay 
también  en  él  algunos  enterramientos  notables  de  varios 
individuos  de  la  familia  madrileña  de  los  Lujanes,  en  su 
capilla  propia,  al  lado  del  Evangelio.  Esta  iglesia  forma 
independiente  la  manzana  152.  En  su  cuadrada  y  sencilla 
torre  existia,  y  no  sabemos  si  existe  aún,  la  famosa  cam^ 
pana  de  San  Pedro  y  que  durante  siglos  fué  para  los  sa- 
cristanes de  esta  parroquia  un  verdadero  tesoro,  pues  los 
labradores  de  la  tierra  les  contribuían  con  un  seguro  tri- 
buto para  que  no  se  descuidasen  en  tocar  á  nublado,  para 
conjurarle. 

La  manzana  contigua  132,  entre  la  calle  llamada  Sin  ^SJo^  '^*^*^' 
Puertas  y  la  calle  de  Segovia,  la  forma  también  exclusi- 
vamente la  casa  que  hoy  pertenece  al  señor  Marqués  de 
Javalquinto,  príncipe  de  Anglona,  y  anteriormente  fué 
de  los  condes  de  Benavente  y  también  de  la  familia  de 
los  Vargas  y  Sandoval;  considerable  edificio,  notable 
también  por  el  jardin  que  tiene  contiguo,  fundado  sobre 
fuertes  murallones  entre  la  plazuela  de  la  Faja  y  la  calle 
de  Segovia,  y  resultando  dicho  pensil,  por  el  desnivel  del 
terreno,  á  la  altura  del  piso  principal  de  la  casa. 

Al  lado  opuesto  de  la  calle  de  Segovia,  y  enfrente  del 
breve  distrito  que  acabamos  de  recorrer,  hay,  entre  la 
plazoleta  de  la  Cruz  Verde  y  la  de  Puerta  Cerrada ,  otro 
pequeño  laberinto  de  callejuelas,  placetas  y  costanillas, 
llamadas  del  Rollo,  del  Cond^,  de  San  Javier,  del  Cordón 
y  de  San  Justo  (antes  de  Tentetieso,  con  alusión,  sin 
duda,  á  su  rápido  desnivel),  las  cuales,  siguiendo  el  ca- 
prichoso rumbo  de  las  manzanas  de  casas,  y  ascendiendo 
con  trabajoso  pavimento,  convertido  tal  cual  vez  en  esca- 
lones, van  á  ganar  la  pequeña  altura  en  que  está  fundada 


204      .  EL  ANTIGUO  MADRID. 


la  calle  del  Sacramento  y  que  corre  desde  la  plazuela   ció 
Puerta  Cerrada  á  la  casa  de  los  Consejos, 
mento^  án^Tde      ^sta  Calle,  la  primera  y  tal  vez  única  del  Madrid  anti-» 
Wc.^„.  g„„^  q„^  iba  por  terreno  llano  en  una  regular  extensión, 
debió  estar  formada,  en  sus  principios,  por  un  caserío  in- 
significante ó  de  escasa  importancia,  que  desapareció,  sin 
dejar    rastro  alguno  de  su  existencia,   para  dar  lugar 
á  otras  construcciones  más  importantes,  hechas  en  los  si— 
glos  xvi  y  xvii,  con  destino  á  casas  principales  de  algunai» 
familias  de  la  nobleza,  y  de  ellas  quedan  aún  en  pié  las  de 
los  Coallas,  después  de  los  marqueses  de  San  Juan  (que 
hoy  posee  el  señor  Marqués  de  Bélgida),  con  frente  ¿ 
Puerta  Cerrada;  la  de  AlfarOy  número  1,  manzana  178, 
al  frente  de  la  plazuela  del  Cordón,  con  los  costados  á  la 
calle  del  mismo  nombre  y  á  la  costanilla  de  San  Justo,  y 
la  del  señor  Marqués  de  Beyillagijedo,  esquina  á  la  misma 
plazoleta. 
denalcteDórSí'^       DescucUa  sobro  todas  ellas,  por  su  importancia  material 
é  histórica,  la  construida  á  principios  del  siglo  xvi  por 
el  cardenal  Frai/  Francisco  Jiménez  de  Cisnéros,  arzobispo 
de  Toledo  y  regente  que  fué  del  reino,  que  está  situada 
á  la  acera  derecha  de  dicha  calle  con  accesorias  á  la  pla- 
zuela de  la  Villa  ^  formando  independiente  la  manzana 
180. — A  la  predilección  y  cariño  que  siempre  tuvo  y  se 
plació  en  demostrar  á  la  villa  de  Madrid  aquel  insigne 
hombre  de  Estado,  debió  ésta,  no  sólo  el  distinguido  honoi* 
de  servirle  de  residencia  casi  todo  el  tiempo  que  tuvo  á 
su  cargo  la  gobernación  del  reino,  dándola  cierto  carác- 
ter de  corte,  que  después  continuó  el  Emperador,  y  de 
que  la  revistió,  por  último,  su  hijo  Felipe  II,  sino  que 
quiso  vincular  en  ella  su  casa  y  familia,  fundando  aquel 
suntuoso  palacio  y  amayorazgándolo  en  cabeza  de  su 
sobrino  D.  Benito  Cisnéros,  hijo  de  su  hermano  D.  Juan^ 
cuyes  sucesores,  enlazados  después  con  las  familias  de  lo3 


DESDE  PUERTA  DE  MOROS  ¿  PUERTA  CERRADA.  205 


Onzmanes  y  Ladrón  de  Gnevara,  pasaron  á  éstos  ]a  pro- 
•piedad  de  dichos  mayorazgos,  que  hoy  representa  el  señor 
Marqués  de  Montealegre,  conde  de  Oñate,  aunque  en  el 
Biglo  pasado  compró  á  censo  esta  casa  la  Beal  Hacienda, 
para  colocar  en  ella  el  Supremo  Consejo  de  la  Guerra,  y 
boy  es  de  propiedad  particular  (1).  La  circunstancia  de 
ienei^  un  largo  balcón  corrido  por  toda  su  fachada  á  la 
calle  del  Sacramento  ha  dado  origen,  sin  duda,  á  la 
creencia  vulgar  de  ser  aquel  á  que  el  Cardenal  Regente 
hizo  asomar  &  los  Grandes  para  enseñarles  la  artillería; 
pero  esta  aserción  no  tiene  fundamento  alguno,  pues  ni 
dicho  balcón  daba  ya  vista  al  campo,  y  si  á  la  parte  más 
poblada  entonces  de  la  villa,  ni  acaso  existia  todavía  aquel 
palacio,  ni,  en  fin,  aunque  existiese,  se  aposentó  en  él  el 
Regente  del  reino,  y  sí,  como  dijimos,  en  el  de  don 
Pedro  Laso  de  Castilla,  contiguo  á  la  parroquia  de  San 
Andrés,  adonde  es  de  presumir  que  tuvo  lugar  aquella 
dramática  escena. — La  casa  de  Cisnéros  es  también  céle- 
bre por  haber  servido  de  rigorosa  prisión,  donde  sufrió  la 
inhumana  tortura  en  que  estuvo  próximo  á  espirar,  el  fa- 
moso secretario  de  Felipe  II,  Antonio  Pérez,  quien,  con 
auxilio  de  su  esposa,  la  heroica  doña  Juana  Coello  y 
Bozmediano,  logró  escaparse  de  ella  en  la  noche  del 
Miércoles  Santo,  18  de  Marzo  de  1590,  marchando  á  su- 
blevar en  su  favor  al  reino  de  Aragón,  y  ocasionando  la 
famosa  guerra  que  acabó  con  los  fueros  de  aquel  reino. 
Este  desdichado  ministro  no  sufrió,  sin  embargo,  toda 
su  larga  prisión  de  más  de  once  años  en  aquella  casa,  sino 
que  anteriormente  estuvo  detenido  en  la  de  su  propia 


(1 )  Ed  ella  vivió  también,  en  el  xviii,  el  último  Duque  de  Ar- 
el siglo  XVI,  el  cardenal  arzo-  eos,  y  el  célebre  jurisconsulto  y 
bispo  de  Toledo  Bojas  y  Sando-  gobernador  del  Consejo,  D.  Pe- 
val,  que  fué  su  propietario,  y  en  dro  Rodríguez  de  Campomáaes. 


206  EL  ANTIGUO  MADBID. 

habitación/ que  era  la  contigua,  llamada  del  Cordón,  pro* 
piedad  de  la  familia  Arias  Demias  condes  de  Pañonros- 
troy  la  misma  que  ha  sido  demolida  hace  pocos  años  por 
su  estado  ruinoso,  y  que,  en  su  tiempo,  era  suntuosa  y 
estaba  magníficamente  decorada  por  la  orgullosa  esplen- 
didez de  aquel  arrogante  ministro.  De  ella  también  inten- 
tó escaparse,  descolgándose  al  efecto  por  la  tribuna  qne 
comunicaba  á  la  iglesia  inmediata  de  San  Justo,  de  donde 
fué  extraído  en  el  acto  por  la  justicia  y  conducido  á  la 
fortaleza  de  Turégano,  y  luego,  según  se  dice,  al  castillo 
de  Villaviciosa,  hasta  que,  más  adelante,  le  trajeron  á  la 
casa  de  Cisnéros. 
Iglesia  de  San      La  iglesia  parroquial  de  San  Justo  (á  la  que  se  incor- 
^  '  poro  la  de  San  Miguel,  demolida  en  los  principios  de  este 

siglo)  es  de  antiquísima  fundación;  pero  el  templo  actaal 
es  moderno  y  fué  construido,  en  el  pasado  siglo ,  sobre  ei 
mismo  sitio  que  ocupaba  el  antiguo,^  á  expensas  del  in- 
fante D,  Luis;  siendo  lástima  que  la  estrechez  de  la  calle 
en  que  está  situado  no  permita  la  vista  á  su  elegante 
fachada  convexa,  con  dos  torres  laterales  y  de  una  con- 
siderable elevación. 
^  ^  .El  otro  templo  que  ennoblece  esta  calle,  á  su  final,  ya 

en  la  plazuela  de  los  Consejos,  es  el  del  convento  de 
monjas  del  Sacramento  y  fundado  en  los  principios  del 
siglo  XVII,  por  la  piedad  y  grandeza  del  duque  de  Uceda, 
D.  Cristóbal  Gómez  de  Sandoval,  el  mismo  que  <x)nstruyó 
el  suntuoso  palacio  de  los  Consejos;  si  bien  el  templo  ac- 
tual es  más  moderno,  de  mediados  del  siglo  anterior,  y 
de  buena  forma  y  proporciones  (1).  También  cedió  el 
mismo  fundador  al  propio  convento,  y  formaron  parte  de 
la  fundación,  las  grandes  casas  contiguas,  llamadas  del 

(1)  Á  esta  iglesia  se  ha  trasladado  la  parroquia  de  Santa  María, 
hoy  derribada. 


DESDE  PUERTA  DE  MOROS  1  PUERTA  CERRADA.  207 

Sacramento  y  hasta  la  esquina  de  la  calle  del  Bollo. — Por 
ültímo,  el  palacio  arzobispal,  sito  al  otro  extremo  de  la  ^^  ^'™**' 
misnia  calle,  á  sti  salida  á  Puerta  Cerrada,  es  nn  edificio 
también  moderno,  construido  en  el  siglo  pasado,  durante 
los  arzobispados  de  los  señores  infante  D.  Luis  y  Loren- 
zana  y  que  no  ofrece,  por  lo  tanto,  más  recuerdos  históri- 
cos que  los  de  haber  espirado  en  él  los  últimos  arzobispo^ 
cardenales  de  Borbon,  Inguanzo,  Bonel  y  Orbe  y  Ala- 
meda (Fr.  Cirilo). 

Se  ve,  por  lo  dicho,  que  la  expresada  calle  está  com- 
puesta exclusiyamente  de  templos,  palacios  ó  casas  prin" 
cipales  de  la  nobleza  madrileña,  y  que  ha  llegado  hasta 
nosotros  con  su  aspecto  severo  y  sus  pretensiones  herál- 
dicas, sin  que  ni  una  sola  tienda  de  comercio,  símbolo  de 
la  animación  y  movimiento  de  la  moderna  villa,  haya  veni- 
do todavía  á  interrumpir  aquel  grave  continente  de  sus 
fachadas  austeras  y  monótonas.  Su  inmediación  á  la  casa 
de  los  Consejos  y  Tribunales  superiores,  su  apartamiento 
del  bullicio  mercantil  y  cortesano,  y  la  espaciosidad  y 
clásica  distribución  desaquelles  vetustos  caserones,  les 
hicieron  muy  propios  para  albergar,  después  de  la  noble- 
za del  siglo  xvn,  á  la  alta  magistratura  del  siguiente  y  el 
actual ;  y  muchos  nombres,  célebres  en  aquélla,  y  señala- 
dos en  los  fastos  de  nuestro  foro,  figuraron  en  la  calle  del 
Sacramento,  tales  como  los  Macanazes,  Bodas,  Tovares, 
Campománes  y  otros  muchos,  hasta  los  últimos  goberna- 
dores de  Castilla,  Martinez  de  Villela  y  Puig-Samper, 
que  en  ella  vivieron  y  murieron. 


208  EL  ANTIGUO  MADRID. 


IV. 


DESDE  PUERTA  CERRADA  1  PUERTA  DE  GUADALAJARA« 


El  trozo  comprendido  entre  dicha  calle  del  Sacramento 
y  la  antigua  de  la  Almudena,  ó  sea  Mayor,  hasta  las 
JPlateríaa  y  Puerta  de  Gruadalajara  y  aunque  limitado  su 
espacio,  es  sumamente  interesante  bajo  el  aspecto  históri- 
co. Verdadero  centro  del  Madrid  primitivo,  siempre  en  la 
inclinación  á  Oriente,  como  las  posteriores  ampliaciones 
ya  efectuadas,  y  probablemente  como  las  que  tendrán 
lugar  después,  la  calle  üeal  de  la  Abnudena,  que  partia 
desde  la  iglesia,  ó  más  bien  desde  el  arco  del  mismo 
nombre,  de  que  antes  hicimos  mención,  era  desde  un 
principio,  por  su  situación  central,  su  piso  ligeramente 
inclinado  y  su  dirección  oriental,  la  principal  arteria  de 
comunicación  entre  los  barrios  más  opuestos  de  la  anti- 
gua villa  y  sus  arrabales ;  creciendo  aun  más  en  impor- 
tancia á  medida  que,  extendiéndose  I  considerablemente 
el  caserío  por  ambos  lados,  Norte  y  Sur,  fué  preciso  pro- 
longar aquélla,  primero  hasta  la  Puet^ta  del  Solj  y  des- 
pués hasta  la  de  Alcalá,  ^ 

Contrayéndonos  por  ahora  á  dicho  trozo  primero,  ó 
sea  calle  principal  en  la  época  á  que  nos  referimos,  en 
que  estaba  limitada  la  población,  al  medio  de  ella,  por  la 
antigua  muralla,  nos  detendremos  en  el  sitio  en  que,  in- 
terrumpiendo ésta  la  continuidad  de  su  fortísimo  lienzo, 
daba  al  pueblo  su  entrada  oriental  por  la  suntuosa  Puerta 


DESDE  PTA.  CERRADA  1  PTA.  DE  GUADALAJARA.     209 

4 

de  Cruadalajaraj  en  aquel  punto  mismo  que  hoy  retiene 
ÁVL  nombre;  esto  es,  entre  la  embocadura  de  la  Cava  de 
San  Miguel  y  la  calle  de  Milaneses. 

El  origen  de  esta  puerta  (la  principal,  sin  duda,  de  la  dSjíü.^*  ^^' 
antigua  villa)  se  atribuye,  como  de  costumbre,  por  los 
unos,  á  los  romanos;  por  los  otros,  á  los  godos;  pero  lo 
probable,  sin  duda,  es  que  fuera,  como  las  demás,  obra 
morisca,  y  así  parecen  indicarlo  su  nombre  y  su  misma 
forma,  que,  según  la  minuciosa  descripción  que  de  ella 
hace  el  maestro  Juan  López  de  Hoyos,  que  la  alcanzó  á 
ver  (por  no  haber  sido  destruida  hasta  1570),  c:  tenía  dos 
atorres  colaterales,  fortísimas,  de  pedernal,  aunque  anti- 
>guamente  tenía  dos  caballeros  á  los  lados,  inexpugnables. 
>La  puerta,  pequeña,  la  cual  hacía  tres  vueltas,  como 
>tan  gran  fortaleza.  Estas  se  derribaron  para  ensanchar 
>la  puerta  y  desenfadar  el  paso,  porque  es  de  gran  fre- 
^cuencia  y  concurso.  Estas  torres  ó  cubos  hacen  una 
i^  agradable  y  vistosa  puerta  de  veinte  pies  de  hueco  con 
Bsu  dupla  proporción  de  alto,  y  en  la  vuelta  que  el  arco 
i>de  la  bóveda  hace,  todo  de  sillería  berroqueña  fortísima, 
J^hace  un  tránsito  de  la  una  torre  á  la  otra,  con  unas 
]> barandas  y  balaustres  de  la  misma  piedra,  todas  dora- 
»das.  Sobre  este  arco  se  levanta  otro  arco  de  bóveda,  que 
>hace  una  hermosa  y  rica  capilla,  toda  la  cual  estaba 
3í>  canteada  de  oro,  y  en  ella  un  altar  con  una  imagen  de 
» Nuestra  Señora,  con  Jesucristo  Nuestro  Señor  en  los 
1» brazos,  de  todo  relieve,  ó  como  el  vulgo  dice,  de  bulto, 
»todo  maravillosamente  dorado  y  adornado  con  muchos 
»brutescos.5) — Todavía  continúa  el  maestro  Hoyos  su 
minuciosa  descripción,  expresando  con  toda  escrupulosi- 
dad los  remates  y  adornos  de  aquella  suntuosa  fábrica, 
que  consistían  en  una  multitud  de  chapiteles,  barandas, 
pirámides  y  torrecillas,  incomprensibles  ciertamente  á 
una  mera  descripción,  y  amenizado  el  todo  con  otras 
L  u 


210  BL  ANTIGUO   MADRID. 


imágenes 9  una  del  Santo  Ángel  de  la  Guarda  (que  es  I^ 
misma  que  hoy  se  venera,  á  costa  de  los  maceros  de  la 
Villa,  en  la  ermita  del  paseo  de  Atocha),  ((cuatro  colosos 
:^ó  gigantes  de  relieve,  varias  cruces,  escudos  de  armas, 
]>y  un  reloj,  que  era  una  hermosa  campana,  que  se  oía  & 
Dtres  leguas  en  contorno. » — Así  la  describe  en  sus  últi- 
mos tiempos  el  referido  maestro  contemporáneo,  y  no  hay 
motivo  razonable  para  dudar  de  su  veracidad  (1).  Pero 
D.  Diego  de  Colmenares,  en  su  famosa  Historia  de  Segó* 
viáy  con  motivo  de  encarecer  la  parte  más  ó  menos  faba* 
losa  atribuida  á  los  segovianos  en  la  conquista  de  Madrid, 
dice  terminantemente  que  «en  memoria  de  haber  entrado 
Dá  Madrid  por  aquel  lado,  se  mandaron  colocar  sobre 
i>  dicha  puerta  las  armas  de  Segovia,  sostenidas  por  las 
D  estatuas  de  los  dos  caballeros  D.  Fernán  Grarcía  y  don 
j)  Diaz  Sanz  3> ,  todo  en  los  términos  que  se  ve  en  el  yra- 
bado  de  dicha  puerta  que  acompaña  el  mismo  Colmena- 
res y  que  ofrece  una  absoluta  contradicción,  en  forma  y 
accesorios,  con  la  descrita  por  Hoyos;  verdad  es  que, 
según  Colmenares,  existió  ésta  en  dichos  términos  hasta 
1542,  en  que  se  arruinó  una  parte  de  ella;  aunque  Quin- 
tana contradice  abiertamente  la  existencia  nunca  de  di- 
chas armas  y  estatuas  segovianas.  Pero  de  todos  modos, 
y  bajo  una  ú  otra  forma,  es  lo  cierto  que  aquella  ponde- 
rada fábrica  desapareció  en  una  noche  del  año  1580,  en 
que,  haciendo  festejos  la  Villa  por  haber  terminado  el 
rey  Felipe  II  la  conquista  de  Portugal,,  fueron  tantas 
las  luminarias  que  en  ella  mandó  poner  el  corregidor  don 
Luis  Gaytan,  que  se  incendió  del  todo;  lo  cual, -cierta- 
mente, no  depone  en  gran  manera  en  pro  de  su  preten- 
dida fortaleza.  Verdad  es  que  dicha  destrucción  acafo  no 

(1)  Recibimiento  de  la  reina  doña  Ana  de  Aiutria,  página  219 
y  BÍguientes. 


DESDE  PTA.  CERRADA  1  PTA,  DS  GX7AD  ALA  JARA.    211 

fuese  toda  obra  del  incendio,  sino  que,  habiéndose  exten- 
dido ya  tan  considerablemente  Madrid  por  aqnel  lado,  y 
cesado,  por  consecuencia,  el  objeto  de  la  pnerta  de  Gua-* 
dalajara,  se  aprovecharia  tal  ocasión  para  derribar  aquella 
masa,  qne  sólo  servía  ya  de  estorbo  en  sitio  tan  principal 
y  céntrico  de  la  nueva  villa  y  corte. 

Bajando  á  la  izquierda  de  dicha  puerta  por  la  Cava  de 
S€m  Afíffuely  que  ocupó  luego  el  sitio  del  antiguo  foso  ex- 
tramuros, y  que,  por  su  gran  desnivel  respecto  á  la  inme-» 
diata  altura,  donde  estaba  la  Plaza  del  Arrabal  (hoy  la 
Mayor),  da  lugar  á  que  las  accesorias  de  las  casas  nuevas 
de  la  misma  hacia  donde  hoy  está  el  arco  y  escalerilla  de 
piedra,  pre^nten  una  altura  formidable  y  sean  las  únicas 
en  Madrid  que  tienen  ochó  pisos,  lo  primero  que  se  pre-- 
senta  es  el  solar  irregular  denominado  Plazuela  de  San  toqSH  V  sañ 
Miguel,  convertido  hoy  en  mercado  de  comestibles.  Parte  ^^'^^^' 
de  este  solar  ó  plazuela  estaba  ocupado,  desde  principios 
del  siglo  XIV  al  menos,  por  la  antigua  iglesia  parroquial 
de  San  Miguel  de  loa  Octoea,  apellidada  así  por  el  nombre 
de  una  rica  familia  feligresa  y  bienhechora  de  esta  par- 
roquia ,  y  para  diferenciarla  de  la  otra,  aun  más  antigua, 
de  San  Miguel  de  Sagra ,  que  ya  dijimos  estuvo  situada 
cerca  del  Alcázar. 

El  templo  de  la  parroquia  que  ahora  nos  ocupa  era 
moderno,  del  reinado  de  Felipe  III,  capaz  y  hermoso, 
contenia  sepulcros  notables  (1)  y  otros  objetos  primoro- 


(1)  Entre  las  personas  distin- 
guidaa  que  yacían  en  esta  igle- 
sia parroquial  fué  una  el  famoso 
poeta  Juan  Pérez  de  Montalvany 
nacido  en  Madrid,  en  1602,  hijo 
de  Alonso  Pérez,  librero  del 
Bey.  Á  los  veinte  y  tres  afios 
fué  doctor  en  Teologia  y  se  or- 


denó de  sacerdote  :  como  dis- 
cretísimo autor  dramático ,  fué 
amigo ,  discípulo  predilecto  y  el 
más  feliz  imitador  del  gran  Lo- 
pe de  Vega ,  escribiendo  unas 
cuarenta  comedías ,  algunas  de 
las  cuales  merecen  compararse 
á  las  mejores  de  aquel  insigne 


212 


EL   AKTIOÜO   HADRID. 


SOS  de  arte^  entre  ellos,  el  precioso  tabemácnlo  de  piedras 
finas  y  bronces ,  trabajado  en  Roma^  en  precio  de  6.000 
ducados,  á  costa  del  cardenal  D.  Antonio  Zapata  de  Cis- 
néros ,  hijo  del  Conde  de  Barajas ,  madrileño  insigne,  qae 
hizo  presente  de  él  á  esta  iglesia  (1). 

Es  el  único  objeto  que  pudo  salvarse  de  ella  en  el  hor- 
roroso fuego  de  la  Plaza  Mayor  y  calles  contiguas,  ocur- 
rido en  16  de  Agosto  de  1790,  y  hoy  se  halla  colocado  en 
la  iglesia  de  San  Justo ,  á  cuya  parroquia  se  unió  igual- 
mente la  feligresía  y  el  titulo  de  la  arruinada  de  San  Mi- 
guel. Después  del  incendio,  acabó  ésta  de  ser  demolida  en 
tiempo  de  la  dominación  francesa ,  así  como  también  la 
manzana  de  casas  número  172,  que  desde  dicha  plazuela 
daba  frente  á  las  Platerías  y  formaba  los  dos  callejones 
laterales  de  la  Chamberga  y  de  San  Miguel;  hoy  sirve 
aquel  solar  de  ingreso  y  parte  del  mercado,  con  una  por- 
tada de  ladrillo ,  construida  hace  pocos  años  para  cubrir 
algún  tanto  el  mal  aspecto  de  los  cajones  á  la  parte  de  la 
calle   Mayor,  que  ciertamente  debieran  suprimirse   en 


dramaturgo.  Igualmente  escri- 
bió doce  novelas  y  el  Para  to- 
dos ,  libro  estimado  y  lleno  de 
erudición  é  ingenio;  el  Or/eo 
castellano  y  poema,  y  un  libro 
que  tituló  Fama  postuma  de 
Lope  de  Vega,  Murió  resentido 
de  la  cabeza  á  consecuencia  de 
un  trabajo  tan  continuado,  y  en 
la  temprana  edad  de  treinta  y 
seis  años,  en  el  de  1638,  siendo 
sepultado  en  esta  parroquia. 
Creemos  que  vivia  en  la  calle  de 
Milaneses  ó  en  la  de  Santiago. 
(1)  El  cardenal  D.  Antonio 
Zapata  de  Cisn¿ros  nació  en 
Madrid)  en  1550,  bijo  del  Conde 


de  Barajas,  y  sucesivamente  ca- 
nónigo de  Toledo,  inquisidor  de 
Cuenca,  obispo  de  Cádiz  y  Pam- 
plona, arzobispo  de  'Burgos, 
cardenal  de  la  Santa  I.  K.  y  vi- 
rey  de  Ñapóles ;  asistió  á  dos 
cónclaves;  fué,  después  de  su  re- 
greso á  España,  inquisidor  ge* 
neral  y  consejero  de  Estado;  y 
cansado  de  tantos  honores,  se 
retiró  en  sus  últimos  años  á  la 
villa  de  Barajas,  donde  falleció, 
á  los  ochenta  y  cuatro  años,  en 
1635,  siendo  sepultado  en  el  con- 
vento de  franciscos  del  mismo. 
Fué  sujeto  de  suma  instrucción 
Y  de  grande  influencia  política. 


DESDE  PTA.  CERRADA  1  PTA.  DE  GÜADALAJARA.  213 

aquel  sitio.  —  En  esta  manzana  de  edificios  debió  estar, 
en  el  siglo  xvi,  la  cárcel  de  Villa,  pues  el  maestro  Hoyos, 
en  sa  obra  del  Recibimiento  de  la  reina  doña  Ana,  hace 
mención  de  que  al  llegar  á  este  sitio,  antes  de  las  Plate- 
rías y  de  la  plazuela  del  Salvador,  «se  oyeron  los  lamen- 
tos de  los  presos,  que  pedian  gracia  á  los  Beyes.D 

Detras  de  esta  plazuela,  hacia  Puerta  Cerrada,  se  halla 
escondida  otra  en  una  rinconada  que  forma  la  irregulari- 
sima  manzana  169,  á  cuyo  frente  está  la  casa  principal 
de  los  Condes  de  Barajas ,  de  la  familia  de  los  Zapatas^ 
enlazada  después  con  los  Cárdenas  y  Mendozas ,  de  quie- 
nes eran  la  mayor  parte  de  las  casas  principales  de  aquel 
distrito.  Esta ,  que  después  estuvo  ocupada  por  la  Co- 
misaria general  de  la  Santa  Cruzada ,  y  luego  por  la  Di- 
rección de  Ultramar ,  es  hoy  la  principal  de  aquel  ma- 
yorazgo, y  en  ella  nacieron  ó  habitaron  'muchos  ilustres 
personajes  de  dichos  apellidos.  En  ella  también,  según 
nuestras  noticias,  vivió,  á  principios  del  pasado  siglo,  el 
famoso  Duque  de  Riperdáy  ministro  de  Felipe  V,  cuya 
historia  aventurera  es  tan  conocida. 

A  espaldas  de  dicha  casa,  en  la  misma  manzana,  y  dan- 
do frente  á  la  otra  retirada  plazoleta  denominada  del  Con-- 
de  de  Miranda ,  están  las  casas  conocidas  por  las  de  los 
Salvajes  j  sin  duda  por  alusión  á  dos  figuras  de  piedra  que 
hay  á  los  lados  del  balcón  principal ;  estas  casas  fueron 
también  del  mayorazgo  fundado  á  mediados  del  siglo  xv 
por  D.  Juan  2^pata  y  Cárdenas,  primer  Conde  de  Bara- 
jas de  Madrid.  Forman  escuadra  y  comunican  por  medio 
de  un  arco  con  la  otra  de  la  manzana  174,  del  dicho  ma- 
yorazgo de  Cárdenas,  y  de  ambas  es  hoy  poseedora  la  se- 
ñora Condesa  de  Miranda  y  del  Montijo  (1).  Otro  de  los 

(1)  Don  Iñigo  de  Cárdenas      natural  y  alférez  mayor  de  Ma* 
y  Zapata,  señor  de  Loeches,  fué      drid ,  embajador  á  la  República 


Cara  del  Conde 
de  Bardjaa. 


214 


EL  ANTIOUO   MADRID. 


CkmTeato  de  la 
Corbonen. 


frentes  de  dicha  plazuela  le  forma  la  iglesia  y  convento 
de  las  monjas  Jerónimas  de  Corpus  Chrütiy  apellidado  de 
la  Carbonera ,  por  una  imagen  de  la  Concepción  que  se 
venera  en  él,  y  fué  extraída  de  una  carbonera.  Este  con- 
vento ñié  fundado  por  la  señora  doña  Beatriz  Ramirez 
de  Mendoza,  condesa  del  Castellar,  á  principios  del  si- 
glo XVII,  en  las  casas  propias  del  mayorazgo  de  los  Ra- 
mirez de  Madrid. 

Las  demás  callejuelas  que  desde  Puerta  Cerrada  y  calle 
del  Sacramento  conducen  á  la  calle  de  la  Almudena  y 
plazuela  de  la  Villa,  y  llevan  hoy  los  títulos  de  la  Pasa, 
del  Codo,  de  Puñonrostro ,  del  Cordón  (antes  de  los  Azo- 
tados), del  Holló,  del  Duque  de  Nájera  y  Traviesa ,  no 
nos  ofrecen  cosa  digna  de  llamar  la  atención ,  como  tam- 
poco el  mezquino  callejón  que  con  el  pomposo  nombre 
de  calle  de  Madrid  corre  á  espaldas  de  las  Casas  Consis- 
toriales. 
vma!*°*^  ^®  ^      Pero  saliendo  luego  á  la  plazuela  llamada  de  la  Viüaj 
y  antes  de  San  Salvador,  nos  encontramos  ya  en  un  sitio 
altamente  interesante  por  su  importancia  y  recuerdos  his- 
tóricos. Formada  esta  plazuela  por  los  considerables  edi- 


de  Venecia,  y  en  la  corte  de  Pa- 
rís en  tiempo  de  Enrique  IV.  En 
la  ceremonia  de  la  coronación 
de  la  Reina  de  Francia,  tuvo  una 
rífia  con  el  Embajador  de  Vene- 
cia, á  quien  dio  de  bofetadas  á 
presencia  de  toda  la  corte.  La 
casualidad  de  haber  asesinado  al 
Bey  aquella  misma  tarde  Fran- 
cisco RaveillaCy  hizo  nacer  la 
voz  de  que  el  Embajador  espa- 
ñol le  habia  muerto ,  y  cayó  un 
gran  tumulto  sobre  su  casa,  has- 
ta que  se  hizo  pública  su  inocen- 


cia. Este  caballero  fué  célebre  por 
su  agudeza  en  el  Consejo,  y  sus 
oportunas  respuestas,  tales  como 
las  que  mediaron  con  el  dicho 
rey  Enrique  de  Francia ,  y  que 
merecen  leerse  por  lo  discretas 
y  arrogantes.  Murió,  en  1617,  en 
estas  casas  de  su  mayorazgo.— 
También  fundó  ó  reconstruyó  la 
hermosa  casa  de  campo,  entre 
los  dos  Carabancheles,  que  aun 
disfrutan  sus  sucesores  los  Con- 
des de  Miranda  y  del  Montijo. 


DESDE  PTA.  CERRADA  Á  PTA.  DE  6UADALAJARA.     215 


ficios  del  Ayuntamiento  ó  Casas  Consistoriales  á  Oriente, 
las  de  los  Lnjanes  al  opnesto  lado,  las  accesorias  de  la  del 
cardenal  Cisnéros  en  el  fondo,  j  al  frente  la  antiquisima 
parroquia  del  Salvador,  que  la  daba  nombre,  fué  largo 
tiempo  considerada  como  la  principal  plaza  de  la  villa, 
puesto  que  la  Mayor  actual  caia  del  otro  lado  de  la  mu- 
ralla, en  el  arrabal. 

El  humilde  origen  de  la  villa  de  Madrid,  y  su  limitada  ruies. 
importancia  hasta  los  siglos  xv  y  xvi,  es  la  causa  de  que 
no  se  encuentren  en  ella  edificios  públicos  de  considera- 
ción anteriores  á  dicha  época,  careciendo ,  bajo  este  pun- 
to de  vista ,  del  atractivo  que  para  el  arqueólogo  y  para 
el  poeta  tienen  otras  muchas  de  nuestras  ciudades ,  hoy 
de  segundo  orden,  como  Toledo,  Valladolid,  Burgos,  Se- 
gó via,  etc. 

Aunque  quedó  establecida  la  corte  en  esta  villa  en  1561, 
el  Ayuntamiento  de  Madrid,  respetuoso  observador  de  su 
sencilla  costumbre ,  siguió  celebrando  sus  reuniones  en  la 
pequeña  Sala  Capitular,  situada  encima  del  pórtico  de  la 
parroquia  de  San  Salvador,  según  consta  de  muchos  do- 
cumentos, y  entre  otros,  de  unos  acuerdos  que  hizo  la 
villa  para  trocar  ciertos  terrenos,  cuyo  documento  empie- 
za asi :  <i:  En  la  villa  de  Madrid ,  seis  dias  del  mes  de  Oc- 
>tubre,  año  del  nacimiento  de  Nuestro  Señor  Jesucristo 
}>de  mil  y  quinientos  y  tres  años,  estando  ayuntado  el 
^  Concejo  de  la  dicha  villa  en  la  sala  que  es  encima  del 
i>  portal  de  la  iglesia  de  San  Salvador  de  la  dicha  villa, 
> según  que  lo  han  de  uso  y  costumbre»,  etc.  (1). 

(1)  Este  pórtico  fué  derriba  Felipe  III,  según  leemos  en  las 

do,  jontamente  con  aquel  lien-  Relaciones  de  Luis  Cabrera  de 

zo  de  casas  de  la  Platería,  en  Córdoba,  en  estos  términos:  cLa 

1599  para  ensanchar  la  calle,  »acera  de  las  casas  de  la  Píate- 

con  motivo  de  la  entrada  de  la  »ría  se  ha  echado  á  tierra,  con 

reina  doña  Margarita ,  esposa  de  »que  ha  quédalo  la  calle  de  San- 


216  EL  ANTIGUO   MADRID. 


De  otros  docnmentos  que  hemos  reconocido  en  el  ar- 
chivo de  esta  villa,  consta  que  el  lunes  19  de  Agosto  de 
1619  celebró  Madrid  el  primer  Ayuntamiento  en  las  ca- 
sas qhe  fueron  de  D.  Juan  de  Acuña,  presidente  de  Cas- 
tilla, en  la  plazuela  de  San  Salvador  (hoy  de  la  Villa);  y 
aunque  nada  sabemos  de  la  obra  que  en  ellas  se  hizo  con 
este  motivo,  si  fué  completa  ó  parcial,  ni  el  arquitecto- 
que  la  dirigió,  debemos  suponer  que  fué  en  lo  principal, 
según  hoy  se  ve,  consistiendo  su  edificio  en  un  cuadro  de 
bastante  extensión,  con  dos  pisos,  bajo  y  principal,  torre» 
en  los  cuatro  ángulos  y  dos  puertas  iguales  por  la  parte 
de  la  plazuela,  construidas,  á  lo  que  parece,  á  fines  del 
siglo  XVI,  con  hojarascas,  que  acaso  se  le  añadirían  des- 
pués, como  lo  fué  más  adelante,  en  el  siglo  pasado,  bajo 
la  dirección  del  arquitecto  Villanueva,  el  espacioso  balcón 
de  columnas  que  da  á  la  calle  de  la  Almudena. — El  inte» 
rior  de  este  edificio  tampoco  ofrece  nada  notable ,  ni  por 
su  forma ,  ni  por  su  decorado ,  y  está  muy  lejos  de  res- 
ponder á  la  importancia  que  debiera  tener  la  casa  comu- 
nal, el  Hotel  de  Ville  de  la  capital  del  reino.  En  sus  sa- 
lones, modestamente  decorados,  no  hay  que  buscar  pri- 
mores de  arte,  ni  objetos  de  interés  histórico;  el  antiguo 
Concejo  de  Madrid  y  su  Ayuntamiento  durante  tres  si- 
glos cuidaron  poco  de  enriquecer  su  mansión  con  tale» 
ornamentos ,  que  creerían  superfinos  y  pegadizos ;  ni  si- 
quiera una  mala  colección  de  retratos  ó  de  bustos  de  los 
monarcas  de  Castilla,  desde  los  Católicos  Isabel  y  Fer- 
nando, que  enaltecieron  y  dispensaron  tantas  mercedes  á 


>ta  María  muy  espaciosa  (pági-  i^ensanchar  la  calle ,  de  manera 

»na  17)i> ;  y  en  las  notas  (pági-  ))que  venga  á  emparejar  con  la 

na  620)  se  lee  :  <í  Las  Platerías  ncasa  del  Sr.  Presidente  de  Cas- 

»se  van  derribando,  y  también  ]»tilla.)) 


»la  iglesia  de  San  Salvador,  para 


DESDE  PTA.  CERRADA  A  PTA.  DE  GUADALAJARA.  217 

la  yilla  de  Madrid;  ni  siquiera  una  inscripción^  ni  una  lá- 
pida, ni  una  imagen  de  ninguno  de  sus  hijos  célebres;  ni 
an  libro  raro ,  ni  una  Memoria  curiosa  de  su  historia  an- 
tigua; ni  nada,  en  fín,  de  lo  que  en  otros  pueblos  de  me- 
nos importancia  ostentan  con  religiosa  veneración  sus 
casas  comunales.  ¡  Y  esto,  en  el  pueblo  que  vio  nacer  á 
Carlos  III  y  Femando  el  VI,  al  gran  Duque  de  Osuna 
y  á  Castaños,  á  Lope  de  Vega  y  á  Tirso,  á  Quevedo  y  á 
Mondéjar,  á  Calderón  y  á  Moreto,  á  Moratin  y  á  Quin- 
tana!  ¡En  la  patria  adoptiva  de  Jiménez  de  Cisnéros 

y  de  Jovellános,  de  Hernán  Cortés  y  de  D.  Juan  de 
Austria,  de  Mariana  y  de  Cervantes ! (1). 

Al  lienzo  frontero  de  las  Casas  Consistoriales  están  las  casas  de  Lnjai 
antiguas,  llamadas  de  loa  Lujanes,  que  pertenecieron  á  esta 
antigua  familia  madrileña  en  la  rama  que  se  llamaba  del 
Arrabal,  y  continuó  después  en  los  Condes  de  Castropon- 
ce,  para  diferenciarla  del  tronco  principal,  que  eran  los 
de  la  Morería,  que  habitaban  en  las  casas  antes  referidas 
de  los  Vargas,  contiguas  á  la  parroquia  de  San  Andrés. 

Estas  de  la  plazuela  de  San  Salvador  fueron  anterior- 
mente de  Gonzalo  de  Ocaña^  señor  de  la  casa  de  los  Oca- 
ñas ,  y  regidor  y  guía  de  esta  villa,  y  de  su  esposa  doña 
Teresa  de  Alarcon,  parienta  muy  cercana  del  capitán  Iler-- 
nandú  de  Alarcon ,  el  cual  trajo  á  esta  villa,  y  colocó  en 
dicha  casa,  al  rey  Francisco  I  de  Francia,  prisionero  en 
la  batalla  de  Pavía  por  el  soldado  Juan  de  Urbieta.  — 
Aun  se  conserva,  aunque  muy  deteriorado,  el  torreón 
en  que  fué  guardado  dicho  Monarca  durante  poco  tiem- 
po ,  hasta  ser  trasladado  al  Alcázar,  y  la  pequeña  puerta 
lateral  en  forma  de  arco  apuntado,  que  daba  entrada  á  di- 
cho torreón,  fué  tapiada,  según  se  dice,  desde  entonces, 


(1)  Véase  el  Apéndice,  «Archivo  y  Biblioteca  Municipal,  p 


218 


KL  ANTIGUO   MADRID. 


con  este  motivo  (1).  —  En  medio  de  la  plazuela  se  alzaba 
Tilla.  hasta  hace  pocos  años  una  fuente  pública,  de  la  extrava- 

gante construcción  que  estaba  en  moda  á  principios  del 
siglo  pasado ,  y  ha  sido  demolida  en  estos  últimos  años; 
debiendo )  sin  embargo,  á  nuestro  entender,  ser  sustitui- 
da por  un  monumento  público,  y  ninguno  más  oportuno 
que  la  estatua  del  triunfador  de  Pavía,  que  estuvo  colocada 
anteriormente  en  el  Retiro  y  en  la  plazuela  de  Santa  Ana, 
y  en  la  actualidad  (aunque  de  bronce  y  revestida  con  pe- 
sadas armaduras)  se  halla  á  cubierto  de  la  intemperie  en  la 
galería  de  Escultura  del  Beal  Museo. 
VftTToqni»  de  Daudo  frente  y  hasta  nombre  á  esta  plazuela,  se  alzar 
ba  también  en  la  calle  Mayor,  hasta  1842,  en  que  fue 
derribada  por  ruinosa,  la  antiquísima  iglesia  parroquial 
de  San  Salvador  ^  una  de  las  primitivas  de  Madrid ,  y  no- 
table en  su  historia  por  más  de  un  concepto,  pues  ya  que- 
da dicho  que  el  Concejo  de  Madrid ,  por  antigua  costum- 
bre, celebraba  sus  reuniones  en  la  pequeña  sala  capitular, 
situada  encima  del  pórtico  de  la  iglesia,  y  hasta  se  afirma 
que  en  éste  y  la  lonja  formada  delante  de  la  iglesia  se  re- 
unieron alguna  vez  dicho  Concejo  y  aun  las  antiguas  Cor- 
tes del  Reino.  La  torre  de  la  misma  iglesia,  apellidada  la 
atalaya  de  la  Villa ,  era  bastante  elevada,  y  así  ella  como 
las  campanas  y  el  reloj  pertenecían  á  Madrid.  En  la  pila 


í^an  SalTAdor. 


(1)  Mucho  se  ha  discutido  y 
discute  sobre  la  pennaneDcia 
en  esta  casa  del  prisionero  de 
Pavía.  Los  escritores  modernos 
la  niegan;  pero  los  antiguos  la 
indican,  y  Lope  de  Vega,  en  una 
carta  autógrafa,  que  fué  de  don 
Agustín  Duran,  dice,  aludiendo 
á  BU  nacimiento ,  que  fué  en  la 
Plateria^ pared  por  medio  del  si" 


Uo  en  que  el  César  Carlos  Vpuso 
la  Francia  á  sus  pies,  y  esto,  di- 
cho en  un  escritor  casi  contem- 
poráneo, es  muy  de  tener  en 
cuenta. 

Hoy  se  halla  destinada  esta 
casa  á  la  Academia  de  Ciencias 
Morales  y  Políticas,  y  á  la  So- 
ciedad  Económica  Matritense. 


DESDE  PTA.  CKBBADA  Á  PTA.  DE  GUADAL  AJABA.    219 

bautismal  de  esta  parroquia  se  leia  una  inscripción  mo- 
derna expresando  haber  sido  bautizado  en  ella  el  papa  San 
Dátnasoy  natural  de  Madrid  (1). 

En  las  bóvedas  de  esta  parroquia  estuvieron  enterrados 
el  gran  poeta  J?.  Pedro  Calderón  de  la  Barca;  traslada- 
doy  antes  del  derribo  de  aquella  iglesia^  al  cementerio  de 
San  Nicolás  y  extramuros  de  la  puerta  de  Atocha  (2);  el 
célebre  n^agistrado  Conde  de  CampománeSj  el  Duque  de 
Arcos,  D.  Antonio  PonccLde  León  j  otras  personas  no- 
tables; hoy  la  ha  sustituido  una  casa  particular ,  asi  como 
á  las  solares  de  la  ilustre  familia  madrileña  del  apellido  de 
Grato  (que  estaban  contiguas  á  dicha  torre  de  San  Salva- 
dor), familia  rica  en  sujetos  notables  por  su  travesara  y 
su  valor,  con  alusión  á  los  cuales  quieren  derivar  el  orí- 
gen  del  proverbio  de  llamar  á  los  madrileños  despiertos 
Gatos  de  Madrid,  ( Yéáse  el  Apéndice,) 

En  el  trozo  bajo  de  calle  desde  San  Salvador  apenas 
se  encuentra  edificio  alguno  que  merezca  parar  la  aten- 
ción por  su  antigüedad  ó  importancia,  á  excepción  del  ya 


(1)  Por  tal  le  dan,  ademas  de 
esta  inscripción ,  todos  los  ana- 
listas de  esta  villa,  aunque  la 
sana  crítica  ponga  en  prudente 
duda  la  existencia  de  Madrid 
en  principios  del  siglo  iv,  y  aun- 
que, ademas,  haya  intentado  de- 
mostrar que  dicho  santo  Papa 
no  fué  madrileño ,  ni  aun  espa- 
fiol  siquiera. 

(2)  £1  insigne  dramaturgo 
D.  Pedro  Calderón  de  la.  Bar- 
ca nació  en  Madrid ,  y  fué  bau- 
tizado en  la  parroquia  de  San 
Martin  en  14  de  Febrero  de  1 600, 
hijo  de  D.  Diego ,  señor  de  la 


casa  de  Calderón  de  Sotillo  y 
también  natural  de  Madrid.  Des- 
pués de  una  larga  carrera  lite- 
raria, sirvió  en  las  guerras  de 
Flándes  y  fué  condecorado  con 
el  hábito  de  Santiago.  En  1651 
se  hizo  sacerdote  y  obtuvo  una 
capellania  de  los  Reyes  Nuevos 
de  Toledo,  siendo  después  ele- 
vado á  capellán  de  honor  de  Su 
Majestad  el  rey  D.  Felipe  IV, 
que  le  profesaba  una  sincera 
amistad  y  admiración  por  las 
muchas  y  esclarecidas  produc- 
ciones de  su  musa  inmortal. 


220  EL  ANTIGUO   MADRID. 

citado  de  las  Casas  Consistoriales ,  cnya  fachada  septeo- 
GaiíA  Major.  trioDal  da  á  dicho  trozo  de  calle.  La  himediata,  que  forma 
independiente  la  manzana  184^  perteneció  antes  á  los 
Marqueses  de  Cañete  y  luego  á  los  de  Caraarasa,  hasta 
que  la  adquirió  últimamente  el  Estado  para  colocar  en 
ella  el  Gobierno  civil  de  la  provincia ,  aunque,  según  nues- 
tra opinión  y  esta  autoridad  estaría  más  dignamente  colo- 
cada en  el  edificio  de  la  Plaza  Mayor  conocido  por  la  Real 
Panadería ,  y  en  varias  ocasiones  he  propuesto  al  Ayun- 
tamiento que  solicitase  este  cambio  entre  ambos  edificios. 
— Por  último,  la  casa  que  da  frente  al  balcón  grande  de 
la  del  Ayuntamiento  y  hace  esquina  á  la  del  Luzon  (antes 
«     . ,  «         de  San  Salvador)  era,  acaso,  la  más  anti£:ua  de  toda  la 

Casa  del  Parque.  ^  '  .  ,  '     .         ^  *^  . 

calle  Mayor,  y  perteneció  también  á  la  familia  de  Acuña, 
y  después  á  los  Duques  de  Alburquerque  y  del  Parque. 
En  ella  vivió,  á  mediados  del  siglo  xvii,  el  virey  de  Sici- 
lia que  llevó  el  primero  de  aquellos  títulos,  y  en  la  mis- 
ma falleció  su  ayudante  ó  capitán  de  armas,  el  distinguido 
poeta  cómico  D,  Agustín  de  Salazar  y  Torres  (1). — Con- 
tiguo á  esta  casa,  y  formando  parte  de  la  misma  manzana, 
Monjas  de  cona-  se  alzaba  hasta  1840,  en  que  fué  derribado,  el  convento 
é  iglesia  de  monjas  franciscas,  apellidado  vulgarmente  de 
Constantinopla ,  por  una  imagen  de  la  Virgen  traida  de 
aquella  ciudad,  que  se  veneraba  en  su  altar  mayor.  Hoy, 
en  vez  de  aquel  edificio,  se  ha  roto  una  calle,  denominada, 
á  propuesta  mia,  de  Calderón  de  la  Barca;  se  han 
construido  varias  casas  particulares,  asi  como  sobre  el  sitio 

(1)  En  esta  casa  fué  preso,  randa,  luego  á  Vallecas,  después 
en  8  de  Abril  de  1621 ,  el  gran  ala  huerta  del  Condestable  (don- 
duque  de  Osuna ,  virey  de  Ná-  de  hoy  el  barrio  de  Salamanca), 
poles,  D.  Pedro  Girón,  de  donde  y  por  último  á  las  casas  de  Gil 
primero  fué  conducido  al  casti-  Imon  de  la  Mota  (hoy  V.  O.  T.), 
lio  de  la  Alameda,  después  á  donde  falleció  en  1624. 
Carabanchel  á  la  quinta  de  Mi- 


I 

I 

i 


DESDE  PTA.  CERRADA  Á  PTA.  DE  GUADAL  A  JAR  A.     221 


qne  ocuparon  más  abajo  las  antiguas  del  mayorazgo  de 
Hamirez  de  Vargas  ^  que  llevan  los  Condes  de  Bomos  y 
tenían  su  entrada  por  San  Nicolás ,  se  ven  hoy  las  nuevas 
áe- Pulgar, 

ÍjI  otro  trozo  de  calle  Mayor,  conocido  por  las  Píate-'  lm  pkteriM. 
riasj  estuvo  desde  un  principio  formado  de  casas  de  co- 
mercio en  reducidos  solares  y  con  tres  ó  cuatro  pisos  de 
elevación.  Las  tiendas  (que  estuvieron  hasta  poco  há  en 
gran  parte  ocupadas  por  las  escribanías  de  número)  lo 
eran  en  los  siglos  xvi  y  xvii  por  los  ricos  artífices  y  mer- 
caderes plateros  de  Madrid ,  que  ostentaban  su  floreciente 
comercio  y  aventajada  industria  en  ocasiones  tales  como 
en  las  entradas  de  las  reinas  D/  Margarita,  esposa  de  Fe-  ' 

lipe  III,  en  1599,  y  D.*^  Mariana  de  Austria,  esposa  de 
Felipe  IV,  en  1649;  haciendo  alarde,  en  sendos  aparado- 
res colocados  al  frente  de  sus  comercios,  de  una  cantidad 
prodigiosa  de  alhajas  de  oro  y  plata,  hasta  en  valor  de 
dos,  tres  y  más  millones  de  ducados,  según  se  lee  en  las 
prolijas  relaciones  de  aquellos  festejos. 

En  una  de  las  casas  más  contiguas  á  la  puerta  misma 
de  Guadalajara  (la  señalada  con  los  números  7  y  8  anti- 
guos y  82  moderno  de  la  manzana  415)  nació,  en  25  de 
Noviembre  de  1562 ,  hijo  de  Félix  de  Vega  y  Francisca  cSíS^TvcJÍ 
Fernandez,  personas  de  conocida  nobleza  en  esta  villa,  el 
Fénix  de  los  ingenios,  Lope  de  Vega  Carpió,  La  casa  actual 
es  moderna  y  está,  reunida  con  otros  sitios  que  pertene- 
cieron á  Gaspar  Rodríguez  Cortés  y  Francisco  López,  y 
á  los  herederos  de  Jerónimo  de  Soto,  con  accesorias  al  calle- 
jón sin  salida  de  la  costanilla  de  Santiago,  formando  una 
superficie  dé  3.340  pies;  fué  después  de  las  memorial 
que  fundó  D.  Pedro  de  Uribe  y  Salazar,  y  hoy  es  propie- 
dad particular.  Designamos  esta  casa  como  la  que  ocupa 
el  lugar  del  nacimiento  de  Lope,  porque  todos  los  biógra- 
fos dicen  que  nació  en  la  puerta  de  Quadalajara  y  casas 


222 


EI«  ANTIGUO  MADRID, 


de  Jerónimo  Soto;  j  habiendo  reconocido  los  registros  d^ 
todas  las  de  aquellas  inmediaciones,  sólo  hallamos  en  ésta 
la  circunstancia  de  haber  pertenecido  á  herederos  de  dicha 
Jerónimo  Soto.  Contra  esta  dedaccion  nuestra  pudiera 
oponerse  un  párrafo  de  una  carta  autógrafa  de  Lope,  que 
posee  el  Sr.  D.  Agustín  Duran  y  que  dice:  «Yo  nací  pa- 
J>  red  por  medio  del  sitio  en  que  Carlos  V  puso  á  la  Francia 
]>á  sus  piés.D  Lo  cual  indicaría  que  fué  en  la  manzana  de 
enfrente  y  á  la  esquina  de  la  plazuela  donde  están  las  casas 
de  Lujan;  pero  ninguna  de  las  de  estas  manzanas  pertene- 
ció á  Jerónimo  de  Soto;  y  sospechamos  que  la  expresión 
pared  por  medio,  que  usa  Lope,  es  una  locución  poética 
para  expresar  su  proximidad  á  la  torre  de  los  Lujanes  (1). 


(1)  La  vida  de  este  portento 
de  la  naturaleza  fué  en  extre- 
mo dramática:  habiendo  sido 
estudiante,  militar,  dos  veces 
casado ,  y  luego  eclesiástico,  ca- 
ballero profeso  de  la  orden  de 
San  Juan,  doctor  en  teología, 
capellán  mayor  de  la  congrega- 
ción de  presbíteros  naturales  de 
Madrid,  promotor  fiscal  de  la 
reverenda  cámara  apostólica  y 
del  tribunal  de  la  Inquisición, 
y  notario  escrito  en  el  archivo 
romano.  En  su  borrascosa  juven- 
tud tuvo  grandes  empeño^ 
amorosos  y  caballerescos,  de 
que  resultaron  laicos  viajes, 
desaños  y  persecuciones ,  hasta 
que,  acogido  á  la  austeridad  de 
la  vida  religiosa  en  su  edad 
avanzada,  fué  un  modelo  de 
piedad  y  de  recogimiento. — 
Murió  en  Madrid,  á  27  de  Agos- 
to de  1635,  en  la  calle  de  Fran- 


cos, en  su  casa  propia,  de  que 
hablarémoB  en  su  lugar.  Tuvo 
varios  hijos  legítimos  y  natura- 
les, de  que  le  sobrevivieron  so- 
lamente dos  hembras.  Este  ce- 
lebérrimo ingenio ,  uno  de  los 
primeros  del  mundo,  escribió, 
según  BUS  biógrafos,  1.800  co- 
medias y  400  autos  sacramenta- 
les, y  otro  inmenso  número  de 
obras,  sueltas  que  todavía  no  lian 
podido  catalogarse.  La  fama  que 
le  granjearon  en  vida  no  puede 
compararse  con  otra  alguna;  los 
pontífices  y  los  monarcas  le 
honraban  con  su  amistad,  y  el 
entusiasmo  que  excitaba  en  el 
pueblo  rayaba  en  idolatría. 

En  Febrero  del  año  1872  se 
ha  colocado  en  esta  casa,  por 
disposición  del  alcalde  D.  M.  M, 
de  Galdo,  una  lápida  con  unA 
inscripción  conmemorativa. 


A 


DESDE  PTA.  CEBRADA  1  PTA.  DE  6UADALAJARA.     22^ 

Por  nna  coincidencia  singular  (que  no  ha  sido  hasta 
ahora  notada  por  nadie),  en  otra  casa  casi  enfrente  de 
aqnélla,  en  la  acera  opuesta  (la  señalada  con  el  número  4 
antígno  y  95  moderno  de  la  manzana  173),  murió,  en  25 
de  Mayo  de  1681,  el  otro  no  menos  célebre  poeta  madri- 
leño D,  Pedro  Calderón  de  la  Barca.  Dicha  casa,  que  caaa  de  calderón. 
poseyó  en  vida  el  mismo  Calderón ,  como  perteneciente  al 
patronato  real  de  legos  que  en  la  capilla  de  San  José  de 
la  parroquia  de  San  Salvador  fundó  D.^  Inés  Riaño  y  fué 
de  Andrés  de  Henao,  sus  ascendientes  matemos,  existe 
todavía,  probablemente  con  la  misma  distribución  inte- 
rior que  en  tiempo  en  que  la  habitó  el  gran  poeta  en  su 
piso  principal  (único  entonces),  ofreciendo  no  escaso  mo- 
tivo de  admiración  en  su  misma  modesta  exigüidad ,  re- 
ducida toda  ella  á  una  superficie  de  849  pies  con  17  y 
medio  de  fachada,  y  un  solo  balcón  en  cada  piso  á  la  calle 
Mayor;  y  al  contemplar  al  grande  ingenio  de  la  corte  de 
Felipe  IV,  al  octogenario  capellán  de  honor,  al  noble  ca- 
ballero del  hábito  de  Santiago,  idolo  de  la  corte  y  de  la 
villa,  subit  los  elevados  peldaños  de  aquella  estrecha  esca- 
lera, y  cobijarse  en  el  reducido  espacio  de  aquella  mez- 
quina habitación,  donde  exhaló  el  último  suspiro,  no  pue- 
de prescindirse  de  un  sentimiento  profundo  de  admiración 
y  de  respeto  hacia  tanta  modestia  en  aquel  genio  inmortal, 
que  desde  tan  humilde  morada  lanzaba  los  rayos  de  su  in- 
teligencia sobre  el  mundo  civilizado. 

MAHTUAE   URBE  NATUS,   MÜNDI  ORBE  NOTÜS   (1), 


(1)  En  el  afio  de  1859  halla-  de    las   protestas   del  patrono 

base  denunciada  como  ruinosa  de  la  capellanía  á  que  correspon- 

esta  casita,  y  procediase   eje-  de  y  que  la  disfruta  como  here- 

cutivamente  á  su  derribo  por  dero  en  los  mayorazgos  de  los 

la  autoridad  municipal,  á  pesar  fundadores ,  señor  Conde  del 


224 


EL   ANTIGUO   MADRID. 


V, 


DESDE  LA  PUERTA  DE  GUADALAJARA  A  LA  PUERTA 
DE  BALNADU  T  AL  ALCÁZAR. 


•  El  Último  trozo  de  los  en  que  hemos  subdividido  nuestro 
paseo  mental  por  el  morisco  Madrid  estaba  cpmprendi- 
do  dentro  del  lienzo  de  muralla  que,  partiendo  de  la  puer- 
ta de  Guadalajara  en  dirección  al  Norte,  penetraba  cerca 


Asalto. — En  tal  circunstancia, 
el  autor  de  esta  obríta  llamó 
la  atención  del  público ,  de  la 
autoridad  municipal  y  del  Go- 
bierno, y  hasta  de  la  misma  rei- 
na Isabel,  en  un  sentido  artículo 
denunciando  esta  ruina,  próxi- 
ma á  llevarse  á  cabo,  de  tan  res- 
petable memoria  (como  ya  en 
otra  ocasión  lo  habia  hecho  con 
buen  éxito  respecto  de  la  casa 
de  Cervantes),  y  tanto  hizo,  que 
logró  llamar  In  atención  del 
Ayuntamiento  hacia  este  asun- 
to ,  y  que,  suspendida  la  demo- 
lición ,  se  acordase  que  luego  de 
reparada  la  casa  se  pusiese ,  á 
nombre  de  la  Corporación  muni- 
cipal, un  Sencillo  monumento 
que  recordase  al  ilustre  madri- 
leño que  allí  habia  terminado 
su  existencia.  El  proyecto  de 
dicha  decoración  consistia  en 


el  busto  en  relieve  del  gran 
poeta ,  con  los  atributos  del  sa- 
cerdocio,  de  la  orden  militar  y 
de  la  musa  cómica ,  y  una  ins- 
cripción conveniente  y  digna, 
y  fué  presentado  al  Ayunta- 
miento, pero  esta  corporación, 
después  de  muchos  meses  de 
dilaciones,  se  limitó  á  poner 
una  tabla  de  mármol,  que  dice: 
tí  Aquí  murió  D.  Pedro  Calde- 
ron.i>— Tan  mezquino  resultado 
no  merecía  la  pena  de  que  la 
munioípalidad  matritense  hu- 
biera tomado  á  su  cargo  repre- 
sentar el  interés  y  simpatía  que 
en  el  pueblo  de  Madrid  despertó 
en  esta  ocasión  la  memoria  de 
tan  insigne  compatriota. 

Hoy,  próxima  la  celebración 
del  centenario  de  la  muerte  del 
gran  dramaturgo,  ha  llegado 
el  caso  de  repararse  esta  falta. 


DESDE  LA  PTA.  DE  GUADAL.'^  1  LA  DE  BALNADÚ.      225 

de  k  actaal  calle  de  Milaneses ,  y  más  adelante  por  el  si- 
tio qae  ocupan  las  casas  entre  las  calles  del  Espejo  y  la 
del  Mesón  de  Paños  y  los  Tintes  (hoy  de  la  Escalina- 
ta) (1 ),  á  salir  sobre  las  fuentes  ó  Caños  del  Peral  ó  de 
Perat/lo,  y  revolviendo  después  al  Occidente,  abria  la  úl- 
tima entrada  por  la  puerta  llamada  de  Balnadú,  cerca  de 
donde  después  estuvo  la  calle  y  casa  del  Tesoro,  que  ya 
no  existen,  hasta  cercar,  en  fin,  con  el  'ángulo  meridional 
del  Alcázar. 

De  todo  el  caserío  contenido  en  este  recinto,  no  sólo 
en  tiempos  remotos,'8Íno  aun  de  las  construcciones  pos- 
teriores de  los  siglos  XVI  y  xvii,  apenas  queda  ya  uno  ú 
otro  edificio,  habiéndose  renovado  completamente  en 
nuestros  dias,  y  desaparecido  hasta  las  memorias  que  for- 
maban las  páginas  de  su  historia.  Procuraremos ,  sin  em- 
bargo, traer  á  nuestro  recuerdo  aquellas  que  aun  hayamos 
podido  reunir. 

Sobre  las  ruinas,  sin  duda,  de  la  muralla,  y  como  á  la 
embocadura  de  la  calle  del  Espejo ,  dando  frente  á  la  ca- 
lle de  Milaneses,  existe  aún ,  aunque  renovada,  la  casa 
número  4  antiguo  y  2  nuevo,  en  que  nació,  en  8  de  Di-  miÍ^u^^*  *"^*** 
ciembre  de  1664,  la  beata  Mariana  de  Jesús,  célebre  por 
su  santidad  y  virtudes,  hija  de  Luis  Navarro,  pellejero 


(1)  En  comprobación  de  que 
la  dirección  de  la  antigua  mura- 
lla iba  por  donde  hoy  la  calle 
del  Espejo,  y  no  por  la  de  las 
Fuentes,  como  algunos  opina- 
ban ,  cita  Alvarez  Baena,  en  su 
Compendio  de  las  grandezas  de 
Madrid^  el  hecho  de  haberse 
arruinado,  en  1640,  un  trozo  de 
dicha  muralla  sobre  las  casas 
del  relator  Llanos,  donde  vivía 


un  médico ,  de  cuya  familia  pe- 
recieron cinco  individuos;  y  úl- 
timamente, en  1835,  con  moti- 
vo de  la  reconstrucción  de  las 
casas  números  3  y  5  de  la  calle 
del  Mesón  de  Paíios ,  detras  de 
dicha  calle  del  Espejo,  vimos 
nosotros  mismos  al  descubierto 
otro  cubo  ó  trozo  de  muralla,  que 
seguramente  nos  convenció  de 
su  dirección  entre  ambas  calles. 

18 


226  EL   ANTIGUO   MADRID. 

amíante  en  corte,  que  vivía  en  dicha  casa  (1),  Esta  humil- 
de sierva  de  Dios  murió  en  17  de  Abril  de  1624,  en  una 
casilla  aislada  que  ha  existido  hasta  hace  pocos  años  con- 
vertida en  capilla,  y  fué  construida  para  ella  inmediata  al 
convento  de  Santa  Bárbara;  mereciendo  ser  beatificada 
por  la  santidad  de  Pío  VI  en  1783,  y  hoy  se  conserva  su 
cuerpo  incorrupto  en  la  iglesia  de  monjas  de  D.  Juan  de 
Alarcon,  calle  de  Valverde, 
caiiede  Santiago.      La  callc  de  Santiago,  que  va  á  Palacio,  compuesta,  has- 
.  ta  bien  entrado  el  siglo  actual,  de  un  antiquísimo,  elevado 
y  apiñado  caserío,  se  ha  renovado  por  completo,  quedando 
sólo  del  antiguo,  á  la  entrada  de  dicha  calle  por  la  de  Mi- 
laneses,  una  casa  grande,  que  creemos  fué  de  los  Victoriaitf 
familia  muy  estimada  de  Madrid  ;  y  hasta  la  primitiva 
san'iro"^*  ^^  iglesia  parroquial  de  Santiago  Apóstol  (cuyo  origen  preten- 
,    den  los  historiadores  remontar  á  los  tiempos  de  la  monar- 
quía goda),  y  que  por  lo  menos  existia  ya  desde  el  siglo  xn, 
inmediato  á  la  conquista  de  la  villa,  arruinada  á  impul- 
sos de  los  tiempos ,  en  el  actual  siglo  fué  reedificada  de 
nueva  planta  en  1811,  bajo  los  planos  del  arquitecto  don 
Juan  Antonio  Cuervo. 
Convento  de      Por  la  misma  época  desapareció  también  el  inmediato 
Santaclara,      couvento  de  monjas  franciscanas  de  Santa  Claruj  fundado 
en  1460  por  doña  Catalina  Nuñez,  viuda  de  Alonso  Al- 
varez  de  Toledo ,  tesorero  del  rey  D.  Enrique  IV,  que  te- 
nía sus  casas  contiguas  y  con  tribuna  á  ambas  iglesias  de 
Santa  Clara  y  Santiago ,  y  formaba  con  la  misma  parro- 
quia la  manzana  429,  en  el  sitio  en  que  hoy  está  la  casa 
de  baños  de  la  Estrella  (2).  Hoy  no  existen  tampoco  di- 

(1)  Ha  sido  derribada  recien-  el  15  de  Febrero,  el  malogrado 
temente  y  construida  de  nuevo.  ingenio  D.  Mariano  José  de 

(2)  En  el   piso  segundo  do  Zarra,  conocido  por  i'^i^aro,  na- 
esta  casa,  núm.  3  nuevo,  de  la  tural  de  Madrid. 

calle  de  Santa  Clara,  se  suicidó, 


DESDE  LA  PTA.  DE  GUADAL.*  Á  LA  DE  BALNADIÍ.     227 

chas  casas  de  Alvarez  de  Toledo,  señor  de  Villafranca, 
qne  debieron  ser  tan  extensas,  como  que  en  ocasiones  sir-  rez  de  xoiedo^*' 
vieron  de  alojamiento  á  los  reyes  D.  Juan  II  y  D.  Enri-  ***'*"' 
que  IV.  En  1435  vivió  en  ellas  el  famoso  condestable  y 
maestre  de  la  Orden  de  Santiago  Z).  Alvaro  de  Luna,  y 
en  las  mismas  nació  su  hijo  D.  Juan ,  conde  de  Santisté- 
ban  y  de  Alburquerque  y  señor  del  Infantado,  siendo  sus 
padrinos  el  Rey  y  la  Reina,  que  regalaron  á  la  parida, 
doña  Juana  de  Pimentel ,  mujer  del  Condestable,  un  rubí 
de  valor  de  mil  doblas ,  é  hicieron  celebrar  grandes  feste- 
jos con  este  motivo.  Estas  casas  pertenecieron  después  á 
los  Condes  de  Lémus,  hasta  que  fiíeron  derribadas  por 
los  franceses,  como  otras  varias  contiguas  de  la  antigua 
nobleza  castellana,  tales  como  la  del  Marqués  de  Auñon, 
de  los  Herreras,  las  de  los  Riberas,  Pimenteles,  Noble- 
jas,  y  otras,  que  formaban  de  distinta  manera  las  manza- 
nas 420  y  contiguas ,  entre  dicha  calle  de  Santiago,  la 
del  Espejo,  los  Caños  del  Peral  y  pretil  de  Palacio,  se- 
gún expresamos  anteriormente. 

En  este  terreno,  y  por  donde  ahora  van  las  nuevas 
manzanas  de  casas  que  han  sustituido  á  aquéllas,  y  %e  for- 
man las  calles  alineadas  y  regulares  de  la  Amnistía,  la 
Union,  la  Independencia,  Santa  Clara,  Verffara,  Veloz- 
quez  (1),  Ramales,  el  Lazo  y  Lémus,  corrian  otras ,  in- 
formes, estrechas  y  costaneras,  tituladas  plazuela  de  6ra- 


(1)  Esta  calle,  que  apellida- 
mos aqní  con  el  nombre  del  cé- 
lebre pintor  D,  Diego  Velazquez, 
por  haberlo  asi  acordado,  á  pro- 
puesta nuestra,  en  1848,  el  Exce- 
lentísimo Ayuntamiento,  publi- 
cándolo en  el  Diario  y  consig- 
nándolo en  el  Plano  oficial  de 
la  villa ,  se  ha  rotulado  después 


como  continuación  de  la  calle 
de  Vergara ,  no  siéndolo  recta- 
mente, y  sobre  todo,  olvidán- 
dose el  Ayuntamiento  de  su  pro- 
pio acuerdo  y  mandato,  al  tiem- 
po que  fijó  el  nombre  de  todas 
las  calles  nuevas  de  la  plaza  de 
Oriente. 


228  EL  ANTIGUO   MADRID. 

ray^  Q uebrajit apiernas ,  del  Gallo,  del  Recodo  y  de  Santa 
Catalina,  del  Carnero,  del  Buey,  de  la  Parra,  plazuela  y 
calles  de  Santa  Clara,  de  Reheque ,  de  JS'ohlejas  y  de  San 
Juan,  en  donde  estaban  todas  aquellas  casas  principales 
de  las  familias  ya  citadas ,  construcción  las  más  de  ellas 
de  los  siglos  XV  y  xvi;  y  que,  si  no  gran  mérito  artístico, 
tenian,  por  lo  menos ,  el  recuerdo  histórico  de  los  perso- 
najes que  las  habitaron. 

Todas  ellas ,  repetimos,  hasta  el  número  de  cincuenta 
ó  sesenta  edificios,  desaparecieron  por  consecuencia  de  los 
planes  de  reforma  que  para  las  avenidas  del  Real  Palacio 
ideó  el  intruso  rey  José  Bonaparte  en  los  primeros  años 
del  siglo  actual. 

Con  ellas  cayó,  ademas  de  las  ya  dichas  iglesias  de 
Parroquia  de  gantiaffo  j  Santa  Clara  ^  lo  que  es  más  sensible,  la  inme- 
morial parroquia  de  San  Juan,  que  formaba  la  manza- 
na 430,  al  desembocar  de  las  calles  de  Santiago  y  de  la 
Cruzada  y  y  era  tan  antigua,  que  los  autores  matritenses 
la  suponen  fabricada  en  tiempo  de  los  emperadores  roma- 
nos, y  fué  consagrada  á  mediados  del  siglo  xiii.  A  esta 
parroqtia  estaba  agregada  desde  1606  la  de  San  Gil  el 
Real  y  San  Miguel  de  Sagra,  contiguas  á  Palacio,  que 
estaban  en  el  convento  de  franciscos  descalzos  de  San  Gil, 
que  también  sucumbió  en  la  demolición  general.  En  la 
bóveda  de  dicha  parroquia  de  San  Juan  fué  sepultado  el 
insigne  pintor  de  cámara  I).  Diego  Velazquez  de  Silva,  y 
en  nuestros  tiempos  se  han  hecho,  aunque  sin  fruto,  á 
costa  de  los  apasionados  de  aquel  gran  artista,  algunas 
excavaciones,  para  tropezar  con  dicha  bóveda,  que  en- 
cierra sus  restos.  La  feligresía  de  esta  parroquia  se  incor- 
poró á  la  de  Santiago,  que  hoy  se  titula  de  Santiago  y 
San  Juan, 

Algo  más  conservado,  aunque  con  notables  y  recientes 
modificaciones,  existe  el  otro  trozo  de  caserío,  entre  las 


DESDE  LA  PTA.  DE  GUADAL.*  A  LA  DE  BALNADTÍ.     229 

calles  de  Santiago  y  Mayor,  formando  las  tituladas  de  Lu- 
zon  (antes  de  San  Salvador),  de  la  Cruzada,  del  Biombo, 
de  San  Nicola^^  del  Viento  y  de  los  Autores ,  hasta  salir  á 
donde  estovo  el  antiguo  pretil  de  Palacio.  En  la  primera  Luíon/ *^*' *^* 
de  ellas  existe,  señalada  con  el  número  4  nuevo,  la  anti- 
gua casa  solar  de  los  Luzones  de  Madrid,  de  cuyo  ilustre 
apellido  ya  se  bace  mención  en  tiempos  de  Juan  II,  de 
quien  fué  tesorero  y  maestresala  Pedro  Luzon,  alcaide  de 
los  alcázares  de  esta  villa,  y  su  alguacil  mayor,  y  cuyos 
sucesores  vienen  figurando  siglos  después  en  la  historia 
de  esta  villa,  siendo  todos  sepultados  en  la  capilla  propia 
que  tenian  en  el  antiguo  convento  de  San  Francisco.  Des- 
pués, creemos  que  á  principios  del  siglo  xvii,  pasó  esta 
casa  y  apellido  á  incorporarse  &  la  del  Conde  del  Montijo, 
y  posteriormente  á  la  de  Aranda,  donde  su  ilustre  posee- 
dor, el  famoso  ministro  de  Carlos  III  y  IV,  hizo  colocar    . 
una  fábrica  de  loza. 

Formando  la  esquina  de  dicha  calle,  frente  á  la  iglesia  ca»8deio«Lo- 
de  Santiago,  existe  otra  casa  notable,  que  fué  de  la  ilustre 
familia  de  los  Lodeñas  (1),  y  labró  de  nuevo,  á  principios 
del  siglo  XVII,  D.  Sancho  de  la  Cerda,  marqués  de  la  La- 
guna, cuyos  escudos  de  armas  se  ven  en  la  fachada,  y  á 
la  esquina  de  ella  se  alza  una  torrecilla  como  las  que  so- 
lian  tener  todas  estas  casas  principales  de  la  nobleza  ma- 
drileña, y  un  ancho  zaguán  de  dos  puertas.  La  inmediata, 
que  forma  con  ella  la  manzana  428  y  tiene  su  entrada  por 
la  calle  de  la  Cruzada  con  vuelta  á  la  de  Santiago,  perte- 
neció á  la  familia  de  los  Guzmanes. 

La  familia  de  los  Herreras,  fundada  en  Madrid  por  „      ^  „ 

.    .  .  Caaas  de  Herre- 

Alonso  Gómez  de  Herrera,  á  principios  del  siglo  xv,y  en  ™  y  ^e  u  cm- 
la  que  su  nieto  D.  Melchor  tuvo  el  título  de  primer  mar- 

(1)  Esta  casa,  adquirida  y  re-      vincial,  sirve  hoy  para  sus  se- 
íormada  por  la  Diputación  pro-      dones  y  oficinas. 


230  EL  ANTIGUO   MADRID. 

qués  de  Auñon,  regidor  y  alférez  de  Madrid  en  1583,  po- 
seia  varias  otras  casas  en  esta  demarcación  y  capilla  pro- 
pia en  esta  parroquia ;  las  principales  de  aquéllas  eran  las 
que  estaban  á  la  esquina,  frente  á  la  iglesia  de  San  Juan, 
por  la  puerta  que  miraba  á  Palacio,  y  otras  en  la  plazue- 
la de  Santiago  y  detras  de  Santa  Clara ;  ninguna  de  ellas 
existe,  y  sí  sólo  las  de  enfrente,  que  fueron  de  Pedro  de 
Herrera  el  Viejo,  del  Marqués  de  Auñon  y  Conde  de 
Olivares,  que  reedificó  después  el  consejo  de  la  Sarda  Cru^' 
zadüj  para  establecerse  en  ella,  y  boy  poseen  los  Condes 
de  Campo  Alange,  por  el  mayorazgo  de  Negrete.  Dicbas 
casas  son  suntuosas  y  de  buena  fábrica ,  con  frentes  á  la 
calle  de  la  Cruzada  y  de  San  Nicolás. 
caiaadeLaca-      Eu  la  misma  callc  de  Luzon,  y  frente  á  la  casa  del  pro- 

y  e  a  rera.  ^j^  apellido,  cxistc  todavía  otra  casa  que,  según  Quinta- 
na, fué  del  regidor  Velazquez  de  La  Canal ,  en  que  solia 
vivir  el  canciller  de  Aragón,  y  recayó  después  en  los  Mar- 
'  queses  de  Villatoya.  También  fué  de  la  misma  familia  de 

La  Canal  y  de  la  de  Cabrera  y  Bobadilla ,  de  los  Condes 
de  Chinchón,  y  luego  del  Marqués  de  Tolosa,  el  desman- 
telado é  inmenso  caserón  de  la  manzana  436,  que  da  á  las 
calles  de  San  Nicolás  y  del  Factor,  y  sirvió  en  nuestros 
dias  de  cuartel  de  veteranos  (1). 

Entre  dichas  calles  de  San  Nicolás  y  la  de  Luzon ,  y  á 
las  accesorias  del  demolido  convento  de  Constantinopla^ 
se  formaban  unos  recodos  y  callejuelas  estrambóticas, 

El  Biombo,  propiamente  apellidadas  el  Biombo,  que  se  han  regulari- 
zado en  parte  con  el  derribo  de  dicho  convento,  en  cuyo 
solar,  ademas  de  las  casas  construidas  recientemente,  se 
han  abierto  las  calles  tituladas,  también  á  propuesta  nues- 


(1)  Derribada  esta  casa,  se  ha      tel  de  Alabarderos,  hoy  de  la 
construido  en  su  eolar  el  cuar-      Guardia. 


DESDE  LA  PTA.  DE  GUADAL.*  i  LA  DE  BALNADÚ.     231 

tra,  de  Calderón  de  la  Barca  y  de  Juan  de  Herrera» — La 
manzana  426  la  ocupa  la  antiquísima  y  mezquina  parro- 
quia de  San  Nkolasj  á  que  en  el  dia  está  incorporada  ^qnicoIw!*^^ 
también  la  feligresía  de  la  demolida  de  San  Salvador.  En 
esta  iglesia  fué  bautizado  el  famoso  poeta  y  guerrero  don 
Alonso  de  Ercilla  (1),  y  en  su  bóveda  estuvo  sepultado  el 
célebre  arquitecto  del  Escorial  Juan  de  Herrera. 

Por  la  parte  baja  del  pretil  de  Palacio  y  convento  de 
San  Gil ,  y  próximamente  al  sitio  por  donde  ahora  corre 
la  calle  de  Requena j  lo  hacía  anteriormente  la  calle  del 
Tesoro  j  donde  estaba  la  casa  del  Tesoro ,  después  Biblio-  caiieycasa  dei 
teca  Real,  siguiendo  la  dirección  de  la  antigua  muralla 
hasta  el  ángulo  del  Alcázar.  Cerca  de  esta  casa  se  abría 
la  puerta  de  Balnadú  y  quedando  á  la  parte  de  fuera  la 
huerta  ó  Jardín  de  la  Priora  (que  ocupaba  casi  todo  el 
espacio  que  hoy  los  paseos  y  jardines  de  la  plaza  de  Orien^ 
te),  los  Caños  y  lavaderos  del  Peral  y  la  cava  ó  foso  del 
Alcázar. 

Esta  puerta  de  Balnadú^  como  hemos  dicho,  interrum-  Puerta  oe  boi- 
pia  por  última  vez  los  lienzos  de  la  muralla,  y  era  igual- 
mente del  tiempo  de  los  árabes,  fuerte,  estrecha  y  con 
revueltas;  miraba  al  Norte,  dando  frente  lejano  á  la  cues- 


(1)  Don  Alonso  de  Ercilla 
T  ZáÑiGA  nació  en  Madrid  en 
1533,  y  fué  hijo  de  Fortunio 
de  Ercilla,  consejero  del  empe- 
rador Carlos  V.  Don  Alonso  se 
crió  en  clase  de  paje  del  princi- 
pe D.  Felipe,  y  con  él  mismo 
fué  á  Bruselas  y  á  Inglaterra  en 
1547;  pasó  luego  á  América,  á 
la  pacificación  de  los  Estados  de 
Arauco ,  cuya  guerra  inmortali- 


zó con  su  célebre  poema  heroi- 
co titulado  La  ^rawcaMa.— Ca- 
só en  Madrid  con  doña  María  de 
Bazan ,  de  la  casa  de  los  Mar- 
queses de  Santa  Cruz ,  y  ambos 
yacen  en  el  convento  de  carme- 
litas descalzas  de  Ocafia.  —  Sus 
restos,  destinados  al  Panteón  Na- 
cional, se  trajeron  á  Madrid  é 
iglesia  de  San  Francisco,  el  20 
de  Junio  de  1869. 


232  EL  ANTIGUO   MADRID. 

ta  de  Santo  Domingo,  y  debió  desaparecer  cuando  la  mu- 
ralla y  ampliación  de  Madrid  por  aquel  lado,  hacia  los 
siglos  XIV  ó  XV,  pues  aunque  en  la  obra  del  señor  Cean 
se  lee  que  fué  derribada  en  1787,  es  evidente  que   hay 
una  errata  de  tres  siglos  lo  menos.  Sobre  la  etimología  del 
nombre  de  dicha  puerta  también  han  entablado  las  obli- 
gadas controversias  los  analistas  madrileños,  suponiéndole 
los  más  impertérritos  defensores  del  origen  romano,  deri- 
vado de  las  dos  palabras  latinas  balnea-duo^  <rque  indica 
claratnente  que  por  allí  se  salia  á  los  baños  i>,  y  los  del  orí- 
gen  árabe,  de  las  palabras  de  este  idioma  hal^aUnadury 
que  traducen  puerta  de  las  atalayas^  6  del  Diablo^  ó  de  la 
frontera  del  enemigo. 

Queda  recorrido  el  recinto  interior  de  Madrid,  que  de- 
bemos llamar  primitivo,  y  dentro  del  cual  hemos  visto 
que  no  queda  ya  una  sola  piedra  sobre  piedra ,  no  diremos 
de  la  época  fabulosa  de  la  pretendida  Mantu^i  griega,  Ur^ 
saria  y  Majoritum  de  los  romanos  y  los  godos ,  pero  ni 
aun  del  histórico  Magerit  de  los  musulmanes.  Alcázares, 
castillos,  mezquitas,  baños,  palacios,  casas  y  calles,  hasta 
la  misma  fortísima  muralla  que  encerraba  y  defendía  to- 
dos aquellos  objetos,  y  faé  conquistada  á  fuerza  de  armas 
á  fines  del  siglo  xi  por  las  huestes  vencedoras  del  monar- 
ca castellano  D.  Alfonso  el  VI;  todo,  absolutamente  todo, 
desapareció  en  el  trascurso  de  casi  ocho  centurias,  sin  de- 
jar más  que  los  nombres  de  algunos  sitios,  edificios  y 
puertas,  que  recuerdan  la  larga  dominación  de  los  secta- 
rios de  la  media  luna. 

Aun  las  construcciones  que  sucedieron  á  aquellas  rui- 
nas, en  los  siglos  inmediatos  á  la  conquista  cedieron  tam- 
bién á  la  segur  del  tiempo  ó  de  las  dominaciones  moder- 
^^Sj  y  ya  hemos  señalado  los  rarísimos  edificios  que  to- 
davía se  conservan  anteriores  al  siglo  xvi.  Baste  decir 
que  de  las  diez  iglesias  parroquiales  intramuros  que  cita 


DESDE  LA  PTA.  DE  GUADAL.*  A  LA  DE  BALNADtí.     233 

Gonzalo  Fernandez  de  Oviedo,  á  principios  del  dicho  (1), 
y  de  que  se  hace  ya  referencia  en  el  fuero  de  Madrid  en 
el  xn,  sólo  existen  ya ,  como  hemos  visto,  con  edificio 
antiguo,  aaoqne  considerablemente  renovado,  las  tres, 
San  Pedro,  San  Andrés  y  San  Picolas,  Las  de  Santiago 
y  San  Justo  tienen  templos  modernos,  y  las  de  San  Mi- 
guel, de  San  Juan,  San  Gil  y  San  Salvador  perdieron 
sus  templos  y  hasta  su  parroquialidad.  En  cuanto  á  las 
tres  de  San  Martin,  San  Gines  y  Santa  Cruz,  fundadas 
en  el  arrabal  extramuros,  y  de  este  mismo  arrabal,  que 
fué  formándose  después  de  la  conquista,  hasta  constituir 
una  Hueva  y  más  importante  población  que  la  primitiva, 
nos  ocuparemos  en  los  paseos  siguientes. 


(1)  c  Hay  diez  iglesias  par- 
roquiales dentro  de  los  límites 
de  Madrid,  7  tres  en  el  arrabal, 
que  son  aquestas  :  Santa  María 
de  la  Almudena,  Sant  Johan, 
Santiago,  Sant  Gil,  alias  Sant 
Miguel  de  Sagra,  y  esta  es  una 
pequefia  iglesia ,  y  está  dentro 
de  la  puente  ó  cava  del  Alcázar. 
Hay  otra  que  se  dice  Sant  Mi- 


guel Ottores ,  Sant  Nicolás, 
Sant  Salvador,  Santi  Juste,  et 
Sant  Andrés,  al  que  algunos  lla- 
man Sant  Isidro,  por  un  cuerpo 
sancto  que  allí  dicen  que  hay  y 
hace  muchos  siglos  que  está, 
que  no  está  canonizado.  Las 
iglesias  del  arrabal  son  tres  : 
Santa  Cruz,  Sant  Ginés  et  Sant 
Martin.)  {Quinctiagenas,) 


SEGUNDA  AMPLIACIÓN.  (SIGLO  XIII.) 


LOS  ARRABALES. 


Dijimos  en  la  Introducción  ó  Reseña  histófnca  que  pre- 
cede á  estos  paseos,  que  los  historiadores  de  Madrid  que 
escribieron  á  principios  del  siglo  xvii  afirman  terminan- 
temente la  existencia  de  sus  arrabales  desde  el  tiempo  de 
la  dominación  de  los  moros.  Efectivamente,  y  con  motivo 
de  la  acometida  que  hizo  á  esta  villa,  en  principios  del  si- 
glo X,  el  rey  D.  líamiro  de  León ,  dicen  que  éstos  forti- 
ficaron y  reedificaron  sus  murallas  y  ampliaron  eus  arra-' 
hales  para  qxie  viviesen  los  cristianos  que  quedaron  en  ella; 
y  tratando  en  otro  sitio  de  la  fundación  del  monasterio  de 
monjes  benitos  de  San  Martin  y  de  la  iglesia  parroquial 
de  San  Gines,  no  dudan  en  asegurar  que  fueron  templos 
muzárabes,  anteriores  á  la  conquista  de  la  villa  por  los 
cristianos  y  y  á  donde  éstos  acudían  4  celebrar  su  culto  y 
oraciones.  De  todo  esto,  lo  único  que  puede  asegurarse 
documentalmente  es  la  existencia  en  el  siglo  xiii  de  un 
arrabal  extramuros  de  ]VIadrid  é  inmediato  al  monasterio 
de  San  Martin  (  Vicus  Sancti  Martini),  fundado,  á  lo  que 
parece,  por  el  mismo  Alfonso  VI  en  los  primeros  años  in- 
mediatos á  la  conquista. 


LOS   ARRABALES.  235 


Poco  importa  averiguar  si  este  viais  era  ó  no  una  po- 
blación independiente  de  Madrid  y  propia  sólo  del  dicho 
monasterio  de  San   Martin  como  las  aldeas  de    Valne- 
ffrcd,  Villanueva  del  Jarama  j  otras  (hoy  desconocidas), 
de  que  se  hace  mención  en  el  privilegio  concedido  á  aquel 
monasterio  por  el  rey  D.  Alfonso  el  VI,  y  confirmado 
por  el  VII,  el  año  de  Cristo  de  1126,  para  poblar  el  bar- 
rio de  San  Martin,  en  los  términos  expresivos  que  trascri- 
bimos ya  de  dicho  privilegio.   Pero  no  puede  menos  de 
convenirse  en  que  esta  carta  de  población  fué,  sin  duda  al- 
guna, el  fundamento  ú  origen  material  de  la  extensión  de 
Madrid  por  aquel  lado,  como  puede  comprobarse  aún  por 
los  títulos  originales  de  las  casas  de  dicha  barriada,  en  que 
se  descubre  dicho  origen,  por  la  imposición  de  censos  so- 
bre los  solares  á  favor  de  dicho  monasterio  de  San  Mar- 
tin ;  cuya  parroquia,  una  de  las  primitivas  de  Madrid, 
llegó  por  esta  razón  á  extender  su  distrito  jurisdiccional 
hasta  los  limites  de  la  nueva  villa. 

Por  otro  lado ,  y  simultáneamente  con  el  barrio  ó  ar- 
rabal extramuros  de  San  Martin,  se  habia  ido  formando 
al  otro  lado  del  Arenal  de  San  GineSy  y  en  dirección  á 
Oriente,  el  arrabal  principal  de  Madrid,  en  la  considera- 
ble extensión  que  mediaba  entre  la  puerta  de  Guadalaja- 
ra,  la  del  Sol  y  la  plazuela  de  Antón  Martin ,  término  en- 
tonces de  la  calle  de  Atocha. — Este  numeroso  caserio  se 
prolongaba  luego  á  Mediodía  en  otro  trozo  considerable, 
desde  la  calle  de  Atocha  y  plaza  Mayor  hasta  la  esquina 
de  la  calle  de  Toledo  y  plazuela  de  la  Cebada.  Estos  dos 
trozos  más  importantes  del  nuevo  caserío  extramuros 
fueron  los  que  por  espacio  de  tres  ó  cuatro  siglos  (hasta 
mediados  del  xvi ,  en  que  se  trasladó  la  corte  á  esta  villa) 
vienen  designados  por  antonomasia ,  en  los  documentos  y 
en  el  lenguaje  vulgar  de  la  época,  con  el  nombre  de  JiJl 
Arrabal  y  añadiéndose  únicamente  en  algunos  de  aquellos 


236  EL   ANTIGUO   MADRID. 

las  palabras  de  á  San  Gines^  á  Santa  Cruz  6  San  Mil  la  n, 
según  la  inmediación  respectiva  á  aquellas  iglesias.  En 
cuanto  al  de  San  Martin ,  al  Norte,  dividido,  como  lo  es- 
taba materialmente  por  los  barrancos  y  terreno  arenoso 
que  mediaba  entre  las  fuentes  ó  los  Caños  del  Peral  y  la 
Puerta  del  Sol  y  venía  á  formar  una  barriada  completa- 
mente separada  de  la  central ;  hasta  que  unos  y  otros  fue- 
ron comprendidos  dentro  de  la  nueva  cerca,  verificada,  se- 
gún se  cree ,  en  el  siglo  xiii,  y  que  constituyó  la  seguudu 
ampliación  de  Madrid. 

Esta  cerca  (de  la  que  no  queda  vestigio  alguno  mÁs 
que  los  nombres  de  las  puertas  y  entradas  que  la  inter- 
rumpían) debió  ser,  sin  duda,  una  sencilla  tapia,  que  no 
impidió  ni  contuvo  el  progreso  ulterior  del  caserío ;  y,  á 
juzgar  por  las  relaciones  poco  precisas  de  los  historiado- 
res matritenses,  y  por  el  pianito  que  publicó  Alvarez  Bae- 
na  en  su  Compendio  de  las  grandezas  de  Madrid ,  arranca- 
ba por  detras  del  Alcázar,  subiendo  hasta  lo  alto  de  la 
colina  donde  hoy  es  plazuela  de  Santo  Domingo ;  allí 
abría  una  entrada  ó  puerta  con  este  nombre ,  mirando  al 
Norte,  y  como  al  frente  de  la  futura  calle  Ancha  de  San 
Bernardo ;  y  continuaba  luego  por  entre  las  calles  hoy  de 
Jacometrezo  y  los  Preciados,  hasta  frente  al  monasterio 
de  San  Martin,  donde  abría  otro />o«fi^o  al  arranque  de 
la  calle  que ,  aun  hoy ,  retiene  este  nombre ;  descendia 
luego  recta,  por  encima  de  la  cava  del  Carmen^  hasta  salir 
al  sitio  conocido  después  por  la  Puerta  del  Sol ,  donde 
efectivamente  se  abríó  ésta ,  dando  frente  á  los  olivares  y 
camino  de  Alcalá. — Aquí  se  prolongaba  en  dirección  á 
Oriente  hasta  cerca  de  los  Italianos,  abarcando  el  sitio 
que  después  se  llamó  Carrera  de  San  Jerónimo;  y  revol- 
viendo allí  en  escuadra ,  iba  á  buscar  la  recta  de  la  plazue- 
la de  Antón  Martin,  donde  se  abrió  otra  puerta,  titulada 
de  Vallecas.  Por  último,  torcía  luego  al  Occidente,  por 


£L   ABRABAL   DE    SAN   MARTIN.  237 


donde  hoy  las  calles  de  la  Magdalena  y.  Duque  de  Alba, 
y  salia  á  la  ermita  (después  parroquia)  de  San  Millan, 
donde  se  abrió  otro  postigo,  yendo  á  terminar  é  incorpo- 
rarse con  la  antigua  muralla  en  Puerta  de  Moros. — Tal  fué, 
en  conjunto,  el  nuevo  recinto  de  Madrid,  producido  por 
la  segunda  ampliación  é  incorporación  de  sus  arrabales  á 
\a  parte  principal,  antigua  y  murada. — Para  recorrerle  por 
este  mismo  orden,  daremos  el  primer  lugar  en  nuestros 
paseos  al  arrabal  de  San  Martin ^  comprendido,  como 
queda  dicho,  entre  la  cuesta  y  plazuela  de  Santo  Domin- 
go, el  postigo  de  San  Martin  y  la  Puerta  del  Sol,  hasta 
el  Arenal  de  San  Crines, 


YI. 


SL   ARRABAL   DE   SAN   MARTIN. 


El  objeto  más  notable  que  nos  sale  al  paso  y  afecta  á 
la  imaginación  de  este  antiguo  distrito ,  y  uno  también 
délos  dos  primeros  que  presidieron,  puede  decirse,  á  su 
formación,  es  el  Real  monasterio  de  monjas  de  Santo  Do- 
mingo, situado  al  pié  de  la  cuesta  del  mismo  nombre, 
monumento  venerable  y  de  la  más  alta  importancia  en  la 
historia  religiosa,  política  y  artística  de  Madrid. 

Dicen  los  coronistas  matritenses  que  el  Patriarca  San-  g^„^  Domingo 
to  Domingo  de  Guzman,  que  se  hallaba  en  Francia  en  <í1í*«^- 
1217  haciendo  la  guerra  á  los  albigenses,  envió  á  Madrid 
algunos  religiosos,  bajo  la  dirección  de  otro  del  mismo 
nombre,  para  que  hiciesen  fundaciones  ;  los  cuales  obtu- 
vieron del  concejo  de  Madrid,  con  aquel  objeto,  un  sitio 
extramuros  de  la  villa,  cerca  de  la  puerta  de  Balnadú  y. 


238  EL   ANTIGUO   MADRID. 

considerables  limosnas  y  donaciones  de  los  piadosos  veci- 
nos de  Madrid,  y,  en  su  consecuencia,  dieron  principio  á 
la  fundación  del  convento ;  pero  habiendo  venido  á  Ma- 
drid al  año  siguiente  el  mismo  Santo  Domingo,  y  pare- 
ciéndole  poco  conveniente  que  sus  frailes  tuviesen  tanta 
liacienda  y  rentas,  determinó  establecer  en  la  indicada 
casa  un  monasterio  de  monjas ,  y  trasladar  á  otro  sitio  á 
los  religiosos,  como  así  lo  verificó,  recogiendo  un  núme- 
ro de  doncellas,  á  quienes  \ístió  el  mismo  Santo  el  hábito 
y  dio  la  profesión ,  y  dejando  enteramente  á  beneficio  de 
ellas  todos  los  bienes  que  ya  poseia  el  monasterio.  Conti- 
nuaron las  monjas  su  construcción,  que  estuvo  concluida 
en  breve  tiempo,  y  aun  se  guarda  en  este  convento  la  car- 
ta original  de  Santo  Domingo,  dirigida  á  las  mismas,  en 
contestación  al  aviso  que  le  dirigieron  de  estar  concluida 
la  obra.  Desde  entonces  los  monarcas,  los  magnates,  el 
concejo  y  los  vecinos  de  Madrid  manifestaron  su  devo- 
ción y  simpatía  hacia  aquella  santa  casa,  dotándola  de  pri- 
vilegios especialísimos  y  cuantiosas  donaciones,  entre 
las  cuales  es  notable  la  que  les  hizo  el  santo  rey  D.  Fer- 
nando III,  de  la  extendida  huerta,  que  llegaba  hasta  las 
inmediaciones  del  Alcázar  y  se  llamaba  de  la  Reina,  y 
después  de  la  Priora. 

En  esta  casa  vivieron  y  profesaron  algunas  personas  de 
sangre  Real,  y  en  ella  yacian  los  restos  del  rey  D.  Pedro 
de  Castilla,  los  de  su  hijo  el  infante  D.  Juan,  y  su  nieta 
doña  Constanza,  priora  que  fué  del  mismo  convento ;  y 
también  estuvieron  los  del  desgraciado  principe  D.  Carlos, 
hijo  de  Felipe  II,  antes  de  ser  trasladados  al  Escorial;  eran 
objetos  del  mayor  interés  histórico  y  artístico  dichos  sepul- 
cros, hoy  destruidos,  á  excepción  del  de  la  priora  doña 
Constanza  y  la  estatua  mutilada  del  rey  D.  Pedro,  que  se 
conservan.  También  existió  hasta  pocos  años  há  el  elegante 
coro,  obra  del  insigne  Juan  de  Herrera,  la  espaciosa  igle- 


EL   ARRABAL   DE   SAN   MARTIN.  239 

sia  de  dos  naves ,  sns  buenos  cnadros  y  la  antiquísima  pila 
en  qne  fué  bautizado  Santo  Domingo  de  Guzman,  que  se 
halla  metida  en  otra  de  plata^  y  sirve  para  bautizar  á  las 
personas  Beales,  á  cuyo  efecto  es  conducida^  en  las  oca- 
siones, á  la  capilla  Real. — Antiguamente,  la  portada  de  la 
iglesia  formaba  rinconada  mirando  á  Palacio  ,  pero  hace 
muchos  años  fué  cubierta  esta  portada  y  fachada  del  con- 
vento con  unas  casas,  y  la  entrada  á  la  iglesia  era  lateral, 
formada  por  un  pórtico,  que  fué  reconstruido  á  fínes  del 
siglo  pasado.  En  el  portal  de  dichas  casas  contiguas  y  en 
el  de  la  portería  del  convento  se  veian  hasta  hace  pocos 
años  dos  lápidas  muy  antiguas,  y  que  debieron  estar  en 
otro  sitio  anteriormente,  en  las  que  se  leian  las  palabras 
que,  según  la  tradición,  pronunció  al  morir  el  clérigo  ase- 
sinado por  el  rey  D.  Pedro,  y  aparecido  al  mismo  en  las 
sombras  de  la  noche ,  al  pasar  por  delante  de  este  conven- 
to. En  esta  santa  casa  fueron  recogidas  por  las  religiosas  las 
principales  señoras  de  la  villa  durante  los  encarnizados  dis- 
turbios ocasionados  por  la  guerra  de  las  Comunidades,  cu- 
yos partidarios  pegaron  fuego  al  convento,  que  estuvo  á 
punto  de  desaparecer. — En  los  claustros  de  este  convento 
fué  donde  D.  Lope  Barrientes,  obispo  de  Cuenca  y  fraile  de 
Santo  Domingo,  quemó,  de  orden  del  rey  D.  Juan  el  II, 
todos  los  libros  ó  escritos  del  famoso  D.  Enrique  de  Ville- 
na,  maestre  de  Calatrava,  que  falleció  en  Madrid  por  en- 
tonces; varón  eminente  en  ciencias  y  en  literatura,  y  á 
quien  la  opinión  vulgar  tenía  por  mágico  y  hechicero, 
aunque  es  de  presumir  que  fuera  en  razón  de  que  se  ade- 
laivtó  á  su  siglo  en  grandes  conocimientos  científicos.  Hay 
quien  cree  que  no  todas  las  obras  de  este  ilustre  varón 
perecieron  en  el  incendio;  pero  á  nosotros  no  ha  llegado 
más  que  una  poco  importante,  titulada  El  Arte  cüoria  ó 
del  cuchillo.  De  todos  modos,  el  proceder  de  D.  Lope 
Barrientes  ha  merecido  la  condenación  de  todos  los  aman- 


240  EL   ANTIGUO   MADRID. 


tes  de  la  ciencia,  y ,  en  su  tiempo  mismo,  le  lamento  muy 
amargamente  el  insigne  Juan  de  Mena,  haciendo  el  elogio 
más  cumplido  del  ilustre  astrónomo,  filósofo  y  poeta  (!}• 
Otros  muchos  recuerdos  históricos,  religiosos  y  artisti* 
eos,  pudiéramos  añadir  á  este  notabilísimo  monasterio ; 
pero  preferimos  remitir  al  lector  á  la  interesante  Memoria 
histórica  y  descriptiva  que  de  él  publicó  en  1850,  ]).  J.  M. 
de  Eguren  (2). 

(1)  ((  Aquel  que  tú  ves  estar  contemplando 
»  En  el  movimiento  de  tantas  estrellas 
]»La  fuerza,  la  orden,  la  obra  de  aquéllas, 
DQue  mide  los  versos,  de  cómo  y  de  cuándo. 
3>Y  ovo  noticia  philosofando 

»  Del  movedor  y  los  conmovidos , 

»De  fuego ,  de  rayos,  de  son  de  tronidos, 

p  Y  supo  las  causas  del  mundo  velando  ; 

»  Aquel  claro  padre ,  aquel  dulce  fuerte , 
V  Aquel  que  en  Castalio  monte  resuena , 
»  Es  don  Enrique ,  señor  de  Villena , 
»  Honra  de  España  y  del  siglo  presente. 
» ¡  Oh  ínclito  sabio ,  autor  muy  sciente ! 
»  Otra  y  aun  otra  vegada  te  lloro , 
»  Porque  Castilla  perdió  tal  tesoro, 
]» No  conoscido  delante  de  gente. 

3^ Perdió  los  tus  libros,  sin  ser  conoscidos, 
»  Y  como  en  exequias  te  fueron  ya  luego 
»  Unos  metidos  al  ávido  fuego , 
»  Y  otros  sin  orden  no  bien  repartidos. 
)) Cierto,  en  Atenes  los  libros  fingidos 
»  Que  de  Protágoras  se  reprobaron , 
»  Con  cerimonia  mayor  se  quemaron 
»  Cuando  al  Senado  le  fueron  leidos. » 

(2)  Este  antiquísimo  conven-  en  nombre  de  la  Religión ,  de  la 
to,  iglesia  y  magnífico  coro  fue-  Historia  y  de  las  Artes,  y  entre 
ron  bárbaramente  demolidos  en  ellas  la  especial  que  yo  hice 
1870,  sin  atender  á  las  muchas  para  salvar  al  menos  la  iglesia 
reclamaciones  que  se  hicieron  y  el  coro. 


EL  ARRABAL  DE  SAN  MARTIN.         241 

Contigao  á  este  monasterio^  en  la  misma  manzana  404, 
86  hallaba  el  otro  de  religiosas  franciscas  de  Santa  María 

1     1         A         1  xii'ji  x"j  Convento  de  los 

de  loa  Angeles;  y  tanto  lo  estaba,  que  con  motivo  de  un  Angeles. 
grande  incendio,  ocurrido  en  1617,  se  salvaron  en  el  de 
Santo  Domingo  las  religiosas  de  aquél  con  sólo  rompoj* 
una  tapia  medianera.  Dicho  convento  y  su  iglesia,  que 
habian  sido  fundados  en  1564  por  D/  Leonor  de  Masca- 
reñas,  que  vino  á  Castilla  con  la  emperatriz  D.*  Isabel,  y 
fué  aya  del  rey  D.  Felipe  II  y  del  príncipe  D.  Carlos, 
era  poco  notable  en  su  forma  artística.  En  ¿1  se  aposentó 
la  Santa  Madre  Teresa  de  Jesús  en  alguna  de  las  ocasio- 
nes en  que  permaneció  en  esta  villa,  según  expresa  ella 
misma,  y  en  otras  en  el  monasterio  de  las  Descalzas  Hea- 
les.  Este  convento  de  los  Angeles  fué  demolido  hacia 
1838,  alzándose  hoy  en  su  solar  y  en  el  de  la  inmediata 
huerta  de  Santo  Domingo  varias  casas  particulares. 

Enfrente  del  convento  de  Santo  Domingo  el  Heal,  y  en 
la  cuesta  del  mismo  título,  existían  hasta  poco  há  varias 
casas  principales  de  alguna  importancia  histórica ;  las 
primeras,  eon  el  número  1  antiguo  y  7  moderno,  fueron 
propias  del  mayorazgo  que  fundó  el  contador  Francisco 
Grarnica  á  fines  del  siglo  XVT,  y  posee  hoy  el  Sr.  Duque  de 
Granada,  vizconde  de  Zolina.  Una  parte  de  dichas  casas 
(donde  se  alzaba  un  torreón  en  que,  según  tradición,  no 
sabemos  hasta  qué  punto  fundada,  estuvo  también  preso 
algún  tiempo  el  famoso  secretario  de  Felipe  II,  Antonio 
Pérez)  ha  sido  derribada  y  reconstruida  de  nueva  planta 
en  estos  lUtimos  años. 

En  la  contigua  vivió  el  famoso  cardenal  Portoearre- 
ro  (1),  arzobispo  de  Toledo,  que  tanta  influencia  tuvo  cayde  oropelL 
en  la  poUtica  del  Gabinete  español  en  el  último  reinado 
de  los  monarcas  iiustriacos,  y  á  quien  se  atribuye   el 

(1)  También  ésta  ha  sido  derribada  y  reconstruida  de  planta. 

L  16 


242  EL   ANTIGUO   MADRID. 

famoso  testamento  de  Carlos  II;  qne  llamó  al  trono  espa- 
ñol á  la  familia  de  los  Borbones;  fué  hijo  del  Conde  de 
Palma;  y  murió  en  Boma  en  1730. — La  otra  es  la  seña- 
lada con  el  número  1  antiguo  y  2  moderno,  con  su  en- 
trada por  la  antigua  calle  de  la  Puebla  (hoy  del  Fomento), 
y  que  hoy  poseen  y  habitan  los  Sres.  Duques  de  Frías, 
como  Marqueses  de  Villena  y  Condes  de  Oropesa.  En  la 
inmediata  ya  citada,  y  que  hoy  se  está  derribando,  yivia 
el  de  este  último  titulo,  Presidente  de  Castilla  y  ministro 
en  tiempos  del  mismo  monarca  Carlos  II,  y  fué  asaltada 
y  saqueada  por  el  populacho  en  la  famosa  asonada  de 
1699,  conocida  por  el  motín  del  pan,  que  ocasionó  la  cai- 
da  de  aquel  magnate. 

A  espaldas  de  dicho  monasterio  de  Santo  Domingo,  y 
entre  él  y  el  de  San  Martin,  se  forman  yirias  callejuelas  y 
plazoletas,  algunas  suprimidas  hoy,  otras  regularizadas 
y  ensanchadas  con  las  nuevas  construcciones ;  si  bien  por 
la  mayor  parte  conservan  sus  antiguos  nombres  de  Bajada 
de  los  Angeles,  plazuela  de  los  Trujülos,  calle  de  las  Con-- 
chas  y  de  la  Sartén  j  de  las  Veneras,  de  la  Ternera,  del 
Postigo,  de  la  Bodega  de  San  Martin,  de  la  Flora  y  pla- 
zuela de  Navalon. 

Poco  es  lo  que  ofrecen  de  notable  estas  escondidas  ca- 
lles ;  sin  embargo,  alguna  cosa  queda  todavía  del  antiguo 
caserío,  por  ejemplo,  de  las  tres  ó  cuatro  casas  que  for- 
siinta   Catalina  mau  la  pkzolcta  dc  Santa  Catalina  de  los  Donados  y  la 

de  los  Donados.         «ii  ir  <•  i*  i       \ 

señalada  con  el  numero  1  nuevo,  que  tiene  su  entrada  por 
dicha  plazuela  y  costanilla  de  los  Angeles,  con  vuelta 
también  á  la  calle  de  la  Priora  y  de  los  Caños,  es  la  que 
fundó  y  en  que  vivió  el  famoso  licenciado  D.  Garda  de 
casad^Barrio-  Barrionuevo  y  Peralta,  del  consejo  del  Emperador  y  tron- 
nnevo.  ^q  ¿^  ]^  familia  de  los  Barrionuevos,  tan  considerada  en 

esta  villa,  así  como  él  lo  fué  por  su  extremada  gran- 
deza, liberalidad  y  virtudes;  llevó  el  título  de  primer 


EL  ARRABAL  DE  SAN  MARTIN.         243 


Marques  de  Cusano,  y  aun  hoy  la  poseen  sus  descendien- 
tes en  este  título ;  fundó  para  sus  hijos  otros  mayorazgos^ 
labrando  para  ellos ,  no  sólo  estas  casas^  sino  otras  dos 
de  que  más  adelante  haremos  mención ;  instituyó  varias 
memorias  y  obras  pías  en  la  capilla  propia  de  su  apellido, 
en  la  parroquia  de  San  Gines,  donde  yace  sepultado. 

Enfrente  de  esta  casa,  en  la  misma  plazuela  y  calle  de 
Santa  Catalina,  están  las  otras ,  que  fíieronde  Pedro  Fer-  Loa  Donados. 
nandez  Lorca,  secretario  y  tesorero  de  los  reyes  D.  Juan 
el  II  y  D.  Enrique  lY,  y  convertidas  por  él,  en  1460,  en 
albergue  ú  hospicio  para  doce  Jiombres  honrados^  á  quienes 
la  demasiada  edad  quitó  la  fuerza  para  ganar  el  sustento; 
vestían  unas  becas  ó  caperuzas  de  paño  pardo,  y  llamá- 
ronlos los  donados;  pero  en  el  dia  creemos  que  no  exis- 
tan ya  en  comunidad,  ni  bajo  las  reglas  que  les  prescribió 
el  ñindador  (1).  Estas  casas  debieron  ser  tan  notables  en 
sn  tiempo,  que  hay  quien  asegura  que  en  ella  se  hospeda 
ron  varias  personas  Beales ,  y  áim  el  mismo  emperador 
Carlos  V. — La  manzana  401,  entre  la  calle  de  los  Dona- 
dos y  la  casa  de  Barrionuevo,  estaba  formada  hasta  hace 
pocos  años,  en  que  ha  sido  derribada  para  construirla 
de  nueva  planta,  la  propia  del  apellido  de  Olivares,  fa- 
milia de  esclarecida  nobleza  en  Madrid,  fundada  por  don 
Gabriel  de  Olivares.  La  del  frente  de  la  plazuela  (recons- 
truida también)  pertenecia,  á  principios  del  siglo  xvii,  á 
las  familias  de  Espinóla  y  Pedresa,  y  luego  al  Marqués  de 
Vega,  Al  principio  de  la  inmediata  calle  de  la  Flora,  es- 
quina y  con  vuelta  á  la  de  la  Bodega  de  San  Martin,  habia 
otra  casa  antigua  señalada  hoy  con  el  número  1  moderno, 
que,  según  los  registros  de  sus  títulos,  perteneció  nada 
menos  que  á  D.  Alvaro  de  Luna ;  pero  aunque  bastante 

(1)  A  esta  casa-hospital  se      vida,  el  célebre  escritor  Vicente 
refugió,  en  los  últimos  de  su      Espinel ,  j  en  ella  falleció. 


244 


EL   ANTIGUO   MADRID. 


In  Conchas. 


vieja  ^  no  creemos  fuera  del  siglo  xv^  contemporánea  de 
aquel  célebre  privado  de  D.  Juan  el  Segundo  (1). 

En  el  trozo  de  calle  de  la  Sartén  comprendido  entre 
c^iieycaMde  la  bajada  de  los  Angeles  y  la  calle  de  las  Veneras  existió 
hasta  hace  muy  pocos  años,  que  ha  sido  reedificada,  se- 
ñalada con  los  números  10  antiguo  y  7  moderno,  la  casa 
conocida  por  de  las  Conchas  ^  que  ha  dado  nombre  á  este 
trozo  de  calle.  Dicha  casa  fué  de  Diego  de  Alfaro,  á  fines 
del  siglo  XVI,  y  no  sabemos  si  él  mismo  ó  alguno  de  sos 
sucesores  fué  el  que  hizo  construir  en  ella,  y  con  ocasión 
de  haber  hecho  una  peregrinación  á  Tierra  Santa,  una  ca- 
pilla ú  oratorio,  y  decoró  ó  revistió  su  fachada  con  mul- 
titud de  conchas;  de  que  hoy  se  ha  conservado  en  la  reno- 
vación de  la  casa  una  sola  sobre  cada  balcón. 

En  la  casa  que  forma  la  esquina  entre  las  calles  de  las 
Veneras  y  los  Angeles  vivió  y  murió  el  famoso  poeta  Ca- 
ñizares, á  mediados  del  siglo  anterior  (2).  —  El  callejón 
de  la  Ternera  y  que  desde  la  de  la  Sartén  sale  á  la  de  los 
Preciados,  sólo  tiene  un  recuerdo  histórico  moderno,  y  es 


(1)  Mientras  la  impresión  de 
esta  obríta  se  ha  derribado  esta 
antigua  casa,  que  ocupaba  muy 
cerca  de  19.000  pies  de  sitio,  y 
se  ha  construido  en  él  una  mag- 
nifica casa. 

(2)  Don  José  de  Castizares 
(último  de  los  esclarecidos  in- 
genios que  á  tan  alto  punto  ele- 
varon el  teatro  español  del  si- 
glo XVI i)  nació  en  Madrid,  á 
14  de  Julio  de  1676.  A  los  ca- 
torce afios  escribió  su  primer 
comedia,  Las  Cuentas  del  Gran 
Capitán,  y  sucesivamente  otras 
muchas  hasta  ciento  ó  más,  que 
le  colocaron  entre  nuestros  más 


afamados  escritores  dramáticos. 
En  sus  manos,  y  en  las  de  don 
Antonio  Zamora,  concluyó,  pue- 
de decirse ,  el  antiguo  teatro  es- 
pafiol.  Kntre  sus  muchos  y  apre- 
ciables  dramas.  El  Domine  Lú- 
eas, El  Picaríllo  en  España ,  El 
honor  da  entendimiento,  y  otros, 
son  hoy  muy  populares  y  dignos 
de  serlo.  Fué  militar  de  caballe- 
ría, y  luego  procurador  de  los 
Reales  Consejos.  Manó  en  esta 
casa,  en  4  de  Setiembre  de  1740, 
y  fué  sepultado  en  el  convento 
del  Rosario,  qué  ha  sido  derrí* 
bado  recientemente. 


EL   ARRABAL  BE   SAN  MARTIN.  245 


la  gloriosa  muerte  del  héroe  2?.  Luis  Daoiz^  ocurrida  en 
Dos  de  Mayo  de  1808  en  la  casa  en  que  habitaba,  y  á 
donde  fué  trasladado,  herido  mortalmente  en  defensa  del 
parque  de  artillería.  En  su  fachada  se  ha  colocado  una  lá- 
pida conmemorativa. 

A  la  entrada  de  la  calle  del  Postigo  de  San  Martin  por 
la  plazuela  de  las  Descalzas  está,  aun  perfectamente  con- 
servada ,  la  casa  que  fué  del  secretario  Alonso  Muriel  y  Val-  ca»  de  Mnriei. 
dimeso  (es  la  señalada  con  el  número  1  antiguo  y  8  moder- 
no de  la  manzana  395).  Dicesc  que  es  obra  del  famoso  ar- 
qnitecto  del  Escorial  Juan  de  Herrera,  y  cuando  no  lo 
dijera  la  tradición,  lo  declararía  la  severídad  y  corrección 
de  su  estilo  y  gusto  propio,  que  se  revela  hasta  en  las 
obras  menos  importantes  de  aquel  insigne  arquitecto. 

La  iglesia  parroquial  de  San  Martin,  que  estaba  frente  ^at^¿n^' 
á  esta  calle,  y  formaba  parte  de  la  manzana  392,  ocupada  **°- 
toda  ella  por  el  célebre  monasterio  de  monjes  benitos, 
avanzaba  bastante  hasta  dicha  calle  del  Postigo,  cuadran- 
do y  regularizando  la  plazuela  de  las  Descalzas.  —  Esta 
iglesia  parroquial  era  obra  de  los  primeros  años  del  si- 
glo zvii,  y  su  capilla  mayor  fué  dotada  y  labrada  á  ex- 
pensas del  ya  dicho  Alonso  Muriel,  secretario  de  cámara 
de  Felipe  III,  en  cuyo  presbiterio  yacia,  en  un  suntuoso 
panteón,  juntamente  con  su  esposa  D.^  Catalina  Medina. 
También  existían  en  dicha  iglesia  otros  sepulcros  notables 
del  contador  y  tesorero  de  Carlos  V,  Alonso  Gutiérrez, 
dueño  que  fué  de  la  casa  donde  luego  estuvo  el  Monte  de 
Piedad;  del  Patriarca  de  las  Indias  y  Gobernador  del  Con- 
sejo Sr.  Figueroa,  del  insigne  escritor  P.  maestro  Fray 
Martin  Sarmiento,  y  del  célebre  general  de  marina  don 
Jorge  Juan  (1).  Era  ademas  notable  este  templo  por  sus 


(1)  Hemos  leido  hace  tiempo,      periódico  de  la  época,  que  cuan- 
no  recordamos  si  en  folleto  ó      do  los  franceses  hicieron  derri- 


246  EL   AKTIOUO  MADRID. 

Suntuosas  capillas  ^  sas  devotas  imágenes  y  sus  ricas  al- 
hajas y  pinturas;  pero  fué  demolido  por  los  franceses^  y 
no  ha  vuelto  á  ser  reconstruido,  quedando  todavía  descam- 
pado el  solar  que  ocupaba.  En  cuanto  al  convento  conti- 
guo, que  después  de  la  exclaustración  de  los  monjes  faé 
sucesivamente  destinado  á  las  oficinas  del  Gobierno  polí- 
tico, Diputación  provincial ,  Bolsa  y  Tribunal  de  Comer- 
cio, Junta  de  Sanidad  y  cuartel  de  la  Guardia  civil,  nada 
más  hay  que  decir  sino  que  al  fin  fué  derribado  hace  po- 
cos años,  y  construidose  en  él  el  nuevo  edificio  destinado 
á  Monte  de  Piedad  y  Caja  de  Ahorros  y  magníficas  casas 
particulares. 
pimxaeía  de  las  La  plazuela  dc  las  Descalzas,  centro  del  ajntiguo  arra- 
bal de  San  Martin,  era  aún  en  los  primeros  años  de  este 
siglo  un  reflejo  fiel,  una  página  intacta  de  la  corte  de  la 
dinastía  austríaca,  del  Madrid  del  siglo  xvii. — Formada 
por  uno  de  sus  costados  por  la  dicha  iglesia  de  San  Mar- 
tin, que  tenía  su  pórtico  y  entrada  principal  frente  al 
Postigo,  y  de  la  casa,  ya  citada,  del  secretario  Muríel, 
ocupaba,  como  en  el  dia,  todo  su  frente  meridional  la 
severa  fachada  del  monasterio  de  señoras  Descalzas  Rea-- 
les,  y  la  linda  portada  de  su  iglesia,  construida  según  el 
estilo  clásico  del  siglo  xvi.  Un  arco  y  pasadizo  de  comu- 
nicación unia  esta  fachada  con  la  casa  que  formó  el  otro 
frente  de  la  plazuela  y  que  ocupaba  el  Monte  de  Piedad 
y  Caja  de  Ahorros,  severo  edificio,  que  fué  del  tesorero 
Alonso  Gutiérrez,  y  que  mereció  el  honor  de  ser  habitado 


bar  dicha  iglesia,  en  1809,  ex-  noramos  en  qué  sitio  fueron  de- 
humaron  de  su  suntuoso  sepul-  positados,  y  todas  nuestras  in- 
fero los  restos  del  célebre  rnarí-  vestigaciones  para  averiguarlo 
no  y  los  hicieron  trasladar  al  han  sido  inútiles ,  si  bien  cree- 
Ayuntamiento,  tributándole  los  mos  que  fueron  de  nuevo  tras- 
honores  de  capitán  general.  Ig-  ladadosá  esta  parroquia  en  1815. 


EL  ARRABAL  DE   SAN  MARTIN.  247 

por  el  emperador  Carlos  V,  y  en  el  que  dejó  á  la  Empe- 
ratriz y  á  sa  hijo  Felipe  II  al  partir  para  la  jornada  de 
Túnez.  Hoy  se  halla  derribado  y  reducido  á  solar. — Más 
allá  de  este  arco  se  alcanzaba  á  divisar  ^  y  existe  todavía, 
otro  notable  edificio,  obra  del  arquitecto  MonegrO;  desti- 
nado á  habitación  de  los  Capellanes  y  á  Casa  de  Miseria 
eordia  para  doce  sacerdotes  pobres,  y  cerraba,  por  último, 
la  plazuela  al  lienzo  Norte  con  las  casas  del  Marqués  de 
Mejorada  y  del  Duque  de  Lerma,  sustituidas  más  tarde 
por  la  grande  y  sólida  del  Marqués  de  Villenaj  que  hace 
esquina  y  vuelve  á  la  bajada  de   San  Martin. — Todos 
aquellos  edificios,  no  sólo  por  su  gusto  especial  y  el  orden 
de  su  construcción  y  ornato,  sino  también  por  su  severo 
aspecto  y  tostado  ^colorido,  revelaban  su  fecha  y  trasla- 
daban fielmente  la  imaginación  del  espectador  á  la  época 
gloriosa  de  su  fundación.  Pero  vinieron  los  franceses  y  ' 
echaron  abajo  (sin  pretexto  alguno)  la  iglesia  parroquial 
de  San  Martin,  y  no  sabemos  si  también  el  arco  de  comu- 
nicación entre  el  convento  de  las  Descalzas  y  la  casa  del 
Monte,  si  bien  pudo  ser  suprimido  anteriormente,  con 
motivo  de  haber  recibido  esta  casa  su  nuevo  destino.  Vino 
después  la  Bevolucion  y  la  exclaustración  de  los  monjes 
de  San  Martin,  y  se  apoderó  el  Gobierno  de  este  monas- 
terio; colocó  en  él  sus  oficinas  y  dependencias,  y  á  pre- 
texto de  mejorar  su  aspecto ,  desmochó  sus  torrecillas, 
varió  el  orden  de  sus  ventanas  y  envolvió  sus  lienzos  en 
el  obligado  colorete  beurre  fraise,  que  tan  en  moda  es- 
taba en  las  modernas  casas  de  Madrid.  Las  contiguas  á 
las  Descalzas,  y  que  formaban  parte  del  mismo  monaste- 
rio, vendidas  después,  ó  destinadas  á  las  oficinas  de  la 
Hacienda,  fueron  también  recompuestas  y  revocadas; 
hasta  el  secular  Monte  de  Piedad  tuvo  precisión  de  seguir 
el  movimiento  regenerador  impreso  por  la  opinión  pública 
de  los  gacetilleros  y  los  apremios  y  multas  de  las  autori- 


248  EL  AKTIGÜO   MADRID. 


dades;  asi  como  igualmente  la  CcLsa  de  Misericordia^  que 
habia  dado  en  manos  de  particulares  y  convertídose  en 
compañía  mercantil^  imprenta,  teatro  y  salones  de  baile^ 
tuvo  que  elevarse  á  la  altura  del  siffloy  j  vestir  de  moda 
y  cubrir  sus  arrugas  con  el  consabido  colorete;  con  la 
cual,  y  la  graciosa  fuente  colocada  en  el  centro  de  la  pla- 
zuela, y  á  donde  vino  á  refugiarse  la  estatua  de  la  mito- 
lógica deidad  que,  con  el  prosaico  nombre  de  la  Mari- 
blancay  reinaba  sobre  los  aguadores  de  la  Puerta  del  Sol 
y  fué  lanzada  de  aquel  sitio,  quedó  completamente  civili- 
zada y  secularizada  aquella  levitica  plazuela. — Salvóse, 
empero,  hasta  el  dia,  su  clásico  y  religioso  frente  meri- 
dional, con  la  fachada  de  la  iglesia  y  monasterio  de  las 
Descalzas  Reales,  si  bien  es  de  temer  que  no  dure  mucho 
tiempo  en  aquel  traje  discordante,  habiéndose  encargado 
ya  las  gacetillas  de  excitar  el  celo  de  la  Autoridad  para 
que  los  pase  una  buena  mano  de  ocre  y  almagre ,  ó  por 
lo  menos  que  lave  sus  sillares  con  ceniza  ó  porcelana, 
como  se  ha  hecho  con  la  cárcel  de  Corte,  el  Ayunta- 
miento, los  Consejos  y  otros  bellos  edificios  antiguos, 
quitándoles  su  austeridad  y  gusto  característico. — Se  ha 
revocado,  por  fortuna,  con  inteligencia,  y  guardando  ana- 
logía con  su  construcción. 
Las  Deecains      ^®  ®^^  Celebérrimo  monasterio  de  religiosas  francis- 
Reaiea.  ^j^s,  apellidado  de  las  Descalzas  Reales,  por  ser  funda- 

ción de  la  princesa  doña  Juana,  hija  del  emperador  Car- 
los V  y  madre  del  desgraciado  rey  D.  Sebastian,  de 
Portugal,  nada  podemos  decir  aquí  que  no  sea  harto 
conocido;  y  sólo  nos  limitaremos  á  expresar  que  fué 
construido,  en  1559,  por  el  arquitecto  Antonio  Sillero, 
sobre  la  misma  área  que  ocupaba  un  palacio  antiguo,  y 
acaso  aprovechó,  para  el  murallon  que  mira  al  Postigo, 
una  parte  de  la  construcción  antigua» 

De  la  de  este  palacio,  que  se  hace  remontar  por  algu- 


EL  ARRABAL  BE   SAN  HARTIN.  249 

1  — • 

nos  al  reinado  de  D.  Jnan  II,  j  por  otros  nada  menos 
que  al  de  Alfonso  VI,  el  Conquistador,  diciendo  que  en 
él  se  celebraron  las  primeras  Cortes  del  Reino  en  Madrid, 
en  1339 ,  no  tenemos  más  noticias  que  la  de  que  dicha 
Serenísima  princesa  dofía  Juana  de  Austria,  siendo  viuda 
del  príncipe  D.  Juan  de  Portugal,  y  Gobernadora  de 
estos  reinos  de  España,  que  habia  nacido  en  este  mismo 
palacio,  del  que  era  propietaria,  le  trasformó  en  conventa 
para  las  religiosas  de  Santa  Clara,  que  trajo  de  Gandía 
San  Francisco  de  Borja,  é  ingresaron  en  este  monasterio 
en  1558.  En  su  preciosa  iglesia,  renovada,  á  mediados 
del  siglo  pasado,  por  el  arquitecto  D.  Diego  Villanueva, 
se  conservaba  aún,  hasta  hace  pocos  años,  el  célebre  altar 
mayor,  obra  del  famoso  arquitecto,  escultor  y  pintor 
Graspar  Becerra.  En  una  preciosa  capilla  de  mármol,  al  lado 
de  la  Epístola,  está  el  sepulcro  de  la  piadosa  fundadora, 
sobre  el  cual  se  ve  su  estatua  de  rodillas,  obra  de  Pompeya 
Leoni.  En  el  coro  está  también  su  hermana,  la  emperatriz 
de  Alemania  doña  María,  que  vivió  y  murió  en  esta  santa 
casa,  en  la  que  la  acompañó,  como  religiosa  profesa ,  su 
hija  doña  Margarita  y  otras  varías  personas  Beales. 

También  fué  sepultada  provisionalmente  en  esta  iglesia, 
en  4  de  Noviembre  de  1567,  la  reina  doña  Isabel  de  Va- 
íow,  tercera  esposa  de  Felipe  II,  celebrándose  en  la  mis- 
ma, con  este  motivo,  las  solemnísimas  exequias  que  des- 
cribe prolijamente  el  maestro  Juan  López  de  Hoyos  en  el 
libro  especial,  tantas  veces  citado,  que  consagró  á  este  obje- 
to; y  como  este  libro  sea  hoy  tan  raro,  y  curiosas  las  noti- 
cias que,  á  vuelta  de  la  minuciosa  descripción  del  túmulo 
y  solemnidad  religiosa,  da  aquel  autor  contemporáneo  de 
la  fundación  y  traza  de  este   insigne  monasterio   (1), 


(1)  Hace  pocos  años  ocurrió      preciosa  iglesia,  que  destruyó 
un  violento  incendio  en   esta      por  completo  el  magnífico  reta- 


250 


EL  ANTIGUO   MADRID. 


entresacamos  de  ella  los  párrafos  qae  áon  boy  puedan 
interesar  al  lector  (1). 


blo  de  Becerra  y  otras  preciosi- 
dades. Después  se  ha  renovado  . 
con  muy  buen  gusto  el  templo,  y 
colocado,  en  lugar  de  dicho  re- 
tablo, el  de  S.  J.  Francisco  de 
Begis,  preciosa  obra  de  mármol, 
que  estuvo  en  la  iglesia  del  No- 
viciado de  Jesuítas,  donde  hoy 
la  Universidad. 

(1)  a  La  Serenísima  Princesa 
doña  Juana  trujo  de  Gandía  las 
primeras  monjas  del  monaste- 
rio que  allí  habla  fundado  el 
papa  Alejandro  VI  (Borja)^, 
Fué  la  primera  abadesa  una 
hermana  del  Marqués  de  Denia, 
y  la  segunda,  otra  hermana  del 
padre  Francisco,  que  dando  de 
mano  al  mundo  y  sus  falsas 
apariencias  de  señorío,  con  harto 
triunfo  de  la  religión,  dejó  el 
ducado  de  Gandía,  y  tomó  el 
Orden  de  la  Gompaflia  de  Jesús, 
donde  al  presente  es  generalí- 
simo...» (Sigue  después  en  la 
relación  de  las  austeridades  y 
penitencias  á  que  por  la  regla 
se  sujetan  aquellas  ilustres  se- 
ñoras, y  continúa) : 

ttY  porque  de  la  descripción 
del  templo  se  infiera  la  disposi- 
ción y  Beal  aparato  que  en  las 
honras  hubo,  con  la  brevedad  que 
en  mí  fuere,  diré  sólo  lo  que  hi- 
ciere al  propósito  y  declaración 
del  templo,  dejando  aparte  el  si- 
tio y  clemencia  del  cielo,  jardi- 


nes, fuentes  Reales,  patios  y 
claustros,  adornados  de  mucha 
escultura  y  columnas  de  már- 
mol de  Genova  y  muy  rico  ala- 
bastro; la  grandísima  capacidad 
de  toda  la  casa,  que  es  una  isla, 
donde  en  los  años  pasados  el 
invictísimo  y  católico  empera- 
dor Carlos  V  y  la  emperatriz 
doña  Isabel  de  Castilla,  padres 
del  rey  D.  Phelipe ,  nuestro 
señor,  y  de  la  Serenísima  Prin- 
cesa, y  el  arzobispo  de  Sevilla 
D.  Hernando  de  Valdés,  inqui- 
sidor general,  se  aposentaron 
hasta  holgadamente ,  lo  cual  no 
es  mal  agüero  de  la  gran  ca- 
pacidad y  compartimiento  de 
aposento,  y  dejo  aparte  lo  mu- 
cho que  cada  dia  la  Serenísima 
Princesa  va  ilustrando  con  nue- 
vos edificios,  escultura  y  pintu- 
ra de  toda  la  casa  y  claustros, 
suntuosísimamente. 

ȣ1  templo,  en  su  edificio  y 
planta  (para  hablar  con  término 
de  arquitectura)  es  de  orden 
dórica.  La  portada,  que  comun- 
mente llámase  delantera,  es  la- 
brada á  lo  romano,  del  mismo 
orden  toda,  de  recuadramentos 
de  piedra  berroqueña;  los  claros 
ó  macizos,  de  ladrillo,  que  her- 
mosean mucho  el  edificio;  en 
medio  cae  la  puerta,  á  la  cual  se 
sube  con  tres  gradas  muy  bien 
compartidas.  Es  guarnecida  de 


EL  ABBABAL  DK  SAN  MABTIN. 


251 


Xia  fandacion  de  este  monasterio  fué  hecha  con  ana 
magnificencia  verdaderamente  regia,  pues  no  sólo  fué 


iin  alquitrave,  que  va  haciendo 
un    recuadramento  á    toda  la 
puerta ;  salen  á  los  lados  dos 
inedias  columnas  dóricas ,  que 
alcanzan  hasta  el  alto  de  las 
jambas;  parece  que  salen  como 
detrás  de  la  guarnición ;  encima 
un  friso  y  alquitraye,  sobre  el 
cual  hay  un  tablamento,  al  an- 
cho de  la  puerta,  con  su  guarni- 
ción por  las  mismas  jambas, 
encima  de  la  cual  corona  una 
comisa  con  su  frontispicio,  la 
cual  sale  por  detrasi  del  entabla- 
miento  hasta  el  plomo  de  las 
columnas. 

>  Sobre  esto   se  levanta  un 
zócalo  ó  embasamento,  sobre  el 
cual  viene  otro  segundo  cuerpo, 
y  en  medio  un  compartimiento 
romano  con  las  armas  de   la 
Serenísima  Princesa  y^Rey  de 
Portugal;  todos  los  encuadra- 
mentos  que  la  acompañan  son 
de  columnas  dóricas;  sobre  la 
comisa  que  las  corona  corre  y 
abraza  toda  la  obra  un  muy  rico 
frontispicio  con  su  friso  y  alqui- 
trave;  difínen  y  rematan  toda 
la  obra  tres  aero  tenas,  en  las 
cuales  hay  unos  globos  de  pie- 
dra, grandes,  con  tres  emees  de 
piedra  berroquefía;  encima  del 
escudo  de  armas  está  un  tondo, 
ó  ventana  redonda,  con  una  cor- 
nisa alrededor  y  vidriera,  por 
donde  entra  la  luz  al  coro  de  las 


monjas,  que  está  fabricado  so- 
bre un  pórtico  entrante  en  la 
iglesia,  de  la  manera  siguiente.» 
(Sigue  la  descripción  del  tem- 
plo, que  no  está  ajustado  á 
lo  que  hoy  parece,  por  haber 
sido,  renovado  en  el  siglo  an- 
terior.) 

Del  famoso  altar  mayor  dice 
lo  siguiente : 

tt£l  altar  mayor  tiene  un  re- 
tablo, labrado  de  escultura  y 
pintura,  de  más  de  cincuenta 
pies  de  alto,  sentado  sobre  dos 
escudos  de  armas,  de  la  Serení- 
sima Princesa  y  Rey  de  Portu- 
gal; son  de  mármol  de  Genova; 
toda  su  guarnición  y  ornato,  de 
lo  mismo,  labrado  costosisima- 
mente;  hay  en  el  retablo  diez 
cuadros  de  mármol  negro,  en  los 
cuales  hay  muchas  historias  sa- 
gradas, pintadas  dé  mano  de 
Gaspar  Becerra^  español^  fnaes- 
tro  de  Ift  obras  del  rey  don 
Felipe,  nuestro  señor,  que,  á  tes- 
timonio de  todos  los  artífices 
extranjeros  y  personas  que  en 
esto  tienen  voto,  Jui  sido  el  que 
más  ha  tirado  la  harra^  como 
tan  notablemehte  declaran  sus 
obras,  y  entre  las  esculturas 
(porque  todo  es  de  su  mano),  que 
hay  maravillosas,  hay  la  Anun- 
ciación de  Maria  Santísima,  que 
es  la  dedicación  del  templo,  por- 
que en  tal  dia  fueron  las  prime- 


252 


EL   ANTIGUO  MADBID. 


dotada  con  el  mismo  y  su  huerta  contigua  (1),  sino  con 
el  resto  de  la  manzana  que  ocupa  y  da  vuelta  á  las  calles 
de  Capellanes,  de  Preciados  y  del  Postigo,  en  un  espacio 
de  más  de  133.000  pies  de  terreno,  con  más  la  Cam  de 
Misericordia  para  habitación  y  hospital  de  capellanes  y  de- 
pendientes, con  57.000  pies,  y  las  que  hoy  son  del  Monte 
de  Piedad,  con  unos  12.000.  Su  abadesa  era  y  es  consi- 
derada como  Grande  de  España;  su  clerecía  se  componía 
de  un  capellán  mayor,  quince  titulares,  seis  de  altar,  un 
maestro  de  ceremonias  y  tres  sacristanes  presbíteros; 
tenía  su  capilla  de  música  y  celebraba  el  culto  con  suma 
pompa  y  ornato.  Hoy,  con  las  reformas  políticas,  ha  per- 
dido gran  parte  de  aquellos  bienes  y  ha  decaído  mucho 
de  su  antigua  magnificencia. 

Monte  de  Piedad.  ^^  ^^^  ^®^  Monte  de  Piedad,  adquirida  por  la  villa 
de  Madrid,  á  principios  del  siglo  xvii,  para  hacer  de  ella 
servicio  á  S.  M.,  fué  donada  por  T).  Felipe  V,  en  los  pri- 
meros años  del  siglo  xviii,  al  piadoso  establecimiento  del 
Monte,  fundado  en  1700  por  el  capellán  D.  Francisco 
Piquer,  con  tan  asombroso  resultado  (2). 


ras  monjas  colocadas  en  este 
monasterio,  afío  de  1558,  acom- 
pañadas con  gran  aparato  y  pro- 
cesión general  desde  las  casas 
del  Ilustrisimo  y  Heverendisimo 
señor  D.  Gutierre  de  Vargas 
Carvajal,  obispo  de  Plasencia, 
natural  de  Madrid,  donde  Su 
Señoría,  por  comisión  de  la  Se- 
renísima Princesa,  las  tuvo  mu- 
chos dias  con  gran  veneración 
y  costa  en  el  ínterin  que  se  ha- 
cía este  monasterio,  donde  fue- 
ron acomodadas. »  —  Describe 
después  el  relicario,  la  sacristía. 


los  pulpitos,  y  oratorios  (en  el 
sitio  de  uno  de  los  cuales  dice 
que  nació  la  Serenísima  Prince- 
sa fundadora),  y  saliendo  del 
convento,  termina  describiendo 
el  jardin  con  su  exageración 
acostumbrada. 

(1)  Vendida  por  la  Comuni- 
dad la  parte  de  la  huerta  que 
mira  á  la  calle  de  Preciados,  se 
alzó  en  ella  una  manzana  de  ca- 
sas por  la  Sociedad  titulada  La 
Peninsular. 

(2)  Ta  queda  dicho  que  esta 
casa  ha  sidu  derribada  á  conse- 


EL  abuabal  de  san  mabtik.  253 

£1  resto  de  las  calles  de  este  distrito  ó  arrabal  ofrece  piazncia  de  ca- 
poco  interés.  La  plazoleta  que  se  forma  al  fin  de  dicha  '•°'°'- 
calle  de  Capellanes  lleva  el  títnlo  de  Celenque,  y  ante- 
riormente de  Don  Juan  de  Córdoba  y  por  estar  en  ella  en 
lo  antiguo  las  casas  del  mayorazgo  qne  poseyó  y  habitó, 
en  tiempo  del  rey  D.  Enrique  IV  y  de  los  Reyes  Católi- 
cos, D,  Juan  de  Córdoba  y  Zelenque,  alcaide  de  la  Casa  ^^^^  ^  p^^^ 
Beal  del  Pardo.  La  calle  de  Peregrinos  ^  hoy  de  Tetuan,  S'^'^ofcS^*' 
tomó  su  nombre  del  hospital  de  Caballeros  de  San  GineSy 
trasladado  á  ella  desde  el  otro  lado  del  Arenal.  Del  estrechí- 
simo y  tortuoso  callejón  que  comunicaba  entre  la  de  la 
Zarza  y  1^  Puerta  del  Sol,  y  llevaba  el  título  de  callejón 
del  Cofre  ó  de  Cofreros  (des  JBahutiers),  ya  se  hace  expresa 
mención  en  la  novela  de  Gil  Blas  de  Santillanay  por  vivir 
en  ella  el  señor  Mateo  ¿felendez,  mercader  de  paños  de 
Segovia,  á  quien  vino  recomendado  el  mismo  Gil  Blas. 
Ambas  calles  han  desaparecido  para  el  ensanche  de  la 
Puerta  del  Sol. — La  calle  de  los  Preciados  j  en  fin,  que  cSdoa.**^^'^"" 
limitaba  este  arrabal  desde  las  inmediaciones  de  la  puerta 
de  Santo  Domingo  ó  la  del  Sol,  no  sabemos  por  qué  razón 
lleva  este  título,  aunque  creemos  sea  el  apellido  de  una 
familia  habitante  en  ella,  y  nos  parece  que  con  motivo 
de  su  completa  renovación  y  ensanche  actual,  y  de  la 
importancia  que  adquiere,  debia  cambiar  aquel  insignifi- 
cante título  por  uno  más  glorioso  y  digno.  Pocos. son  los 
recuerdos  ni  objetos  históricos  que  nos  ofrecia  su  caserío 
aun  antes  de  derribarlo,  pues  casi  todo  él  era  también 
moderno.  En  una  de  sus  casas,  señalada  con  el  número  74, 
se  ve  una  lápida  sobre  la  que,  en  relieve,  está  represen- 
tado el  ilustre  y  desgraciado  general  D.  José  María  Tor- 
rijos  y  que  nació  en  ella  y  fué  arcabuceado  en  Málaga,  en 


cuencia  del  nuevo  edificio  cons-      Martin  para  el  Monte  de  Pie- 
truido  sobre  el    solar  de  San      dad. 


254  EL  AKTI6Ü0  MADRID. 


1831,  por  haber  intentado  restablecer  la  Constitución  (1). 
Últimamente,  la  casa  que  terminaba  esta  calle  con  vaelta 
á  la  Puerta  del  Sol  y  calle  del  Carmen  fué,  hasta  el  siglo 
pasado,  Casa  Real  de  expósitos j  hospital  é  iglesia  de  la 
Inclusa^  fundada  por  la  coíVadia  de  la  Soledad,  en  1567, 
hasta  que  se  trasladó  dicho  establecimiento  á  la  calle  del 
Mesón  de  Paredes.  Esta  casa ,  renovada  en  el  siglo  últi- 
mo, aunque  labrada  anteriormente  por  la  cofradía  en  el 
sitio  en  que  habia  otras  varías,  y  reducida  después  á  ha- 
bitaciones particulares  y  tiendas  de  comercio,  ha  sido 
derribada,  así  como  las  manzanas  contiguas,  en  1854  y 
siguientes,  para  el  ensanche  de  la  Puerta  del  Sol. 


VIL 


EL  ARRABAL  DE   SAN  GINES. 


Los  rápidos  desniveles  que  mediaban  entre  la  puerta  de 
Guadalajara  y  el  barranco  que,  costeando  la  antigua  mu- 
ralla ,  vem'a  á  interceptar  el  camino  de  las  Fuentes  ó  Ca- 
ños del  Peral,  fueron  desapareciendo  con  el  tiempo  para 
formar  la  explanada  donde  hoy  está  la  plaza  llamada  de 
Isabel  II;  sin  embargo,  aun  han  podido  nuestros  padres 
saborear  una  buena  parte  de  aquellos  despeñaderos  en  las 
calles  que  por  fortuna  no  existen  ya)  de  San  Bartoloinéj 


(1)  Derribada  esta  casa  para      locar  en  ella  la  nueva  lápida 
reconstruirla,  se  ha  vuelto  á  co-      conmemorativa. 


EL  ARRABAL   DE   SAN  OINES.  255 

plazuela  de  Garay  ^  de  Quebrantaptemas  ^  y  otras  que, 
desde  la  tortuosa  del  Espejo  ó  la  de  los  Tintes  (hoy  de  la 
Escalinata)^  los  conducia,  ó  más  bien  los  precipitaba,  al 
puentecillo  que  daba  el  paso  á  los  Caños  del  Peral.  A  la 
espalda  de  este  edificio ,  en  la  subida  á  la  plazuela  del 
Barranco  (frente  de  la  calle  de  las  Fuentes),  j  con  un  sa- 
liente irregular,  la  casa  de  los  Marqueses  de  Legarda 
cerraba  la  entrada  recta  á  la  calle  del  Arenal,  hasta  que 
con  el  derribo  de  dicha  casa  y  otras  en  tiempo  de  los  fran- 
ceses, y  la  nueva  alineación  de  la  manzana  402,  se  facilitó 
su  acceso  y  comunicación. 

Los  Caños  del  Peral,  llamados  también  las  Fuentes  del  p^i.^**^  ^^' 
arrabal,  eran  unos  lavaderos  públicos,  propios  de  la  villa, 
y  tenian  contiguo  un  corral  cercado,  que  en  1704  cayó  en 
gracia  á  una  compañía  ambulante  de  comediantes  y  ope- 
ristas italianos,  para  dar  sus  representaciones  al  aire  li- 
bre, mediante  algunos  cuantos  tablones  que  formaban  el 
escenario  y  unos  toldos  que  servian  para  defender  del  sol 
á  los  espectadores.  Pocos  años  después  una  compañía  de 
trufaldinesy  bajo  la  dirección  de  Francisco  BartoU,  cons- 
truyó jn  en  este  corral  un  mezquino  teatro  (que  con  de- 
cir que  algún  tiempo  más  adelante  fué  tasado  en  treinta 
mil  reales  para  cargarse  con  él  la  villa ,  está  expresado  lo 
que  podia  ser),  hasta  que,  derribado  en  1737,  y  construi- 
do de  nueva  planta  otro  edificio  más  decoroso,  compren- 
diendo también  en  él  el  terreno  donde  estaban  los  caños 
y  lavaderos,  fué  inaugurado  este  coliseo  por  una  buena 
compañía  italiana  en  1738.  Este  es  el  que  ha  durado  casi 
nn  siglo  con  el  mismo  destino,  hasta  que  después  de  la 
salida  de  los  franceses  y  de  haber  servido,  aunque  por  bre- 
ves dias,  en  1814,  para  la  reunión  de  las  Cortes  del  reino, 
fué  demolido  por  ruinoso  en  1818,  y  se  sentaron  sobre  su 
solar  los  cimientos  del  magnífico  Teatro  Real  que  hemos 
visto  terminar  en  1850. 


256  EL   ANTIGUO  MADRID. 

Entre  aquel  corral  y  caños  y  el  Alcázar  habia  varios 
huertos,  y  más  principalmente  el  ya  citado  de  la  Priora, 
que  ocupaba  la  parte  que  hoy  la  glorieta  central  da  los 
jardines  y  paseos  de  la  plaza  de  Oriente,  y  en  derredor 
de  cuyas  tapias  se  fueron  levantando  posteriormente  di- 
versas casas  de  oficios  del  Real  Palacio,  conocidas  por  la 
Casa  del  Tesoro  (después  Real  Biblioteca),  el  Jue^o  de 
pelota,  Picadero f  etc.  Frontero  al  otro  lado  del  corral  ya 
CaUe  del  ArenaL  dicho  fué  formáudose  la  calle  del  Arenal  de  San  Gfines, 
terraplenándose  ésta  con  los  desmontes  hechos  para  for- 
mar las  calles  de  Jacometrezo  y  el  Desengaño  en  la  parte 
alta  del  arrabal ,  y  construyéndose  á  uno  y  otro  lado  va- 
rios edificios  en  dirección  á  la  Puerta* del  Sol, 

El  primero  y  más  importante  de  esta  calle,  y  el  que  da 

también  nombre  á  todo  el  arrabal  que  se  extendia  á  sus 

espaldas  hasta  la  Plaza  Mayor  y  calle  de  Atocha ,  era  la 

antiquísima  iglesia  parroquial  d^  San  Crines, 

PArroquia  de      Sobrc  la  fuudacioD  de  esta  parroquia  también  han  dis- 

8aD  Qinés.  . 

currido  largamente,  y  con  su  consabido  entusiasmo,  los 
coronistas  de  Madrid,  suponiéndola  muy  anterior  á  la  do- 
minación de  los  moros,  y  añadiendo  que  fué  parroquia 
muzárabe ,  y  que  en  sus  principios  estuvo  dedicada  á  un 
San  Gines,  mártir  de  Madrid  en  tiempo  de  Juliano  el 
Apóstata,  por  los  años  372 ;  pero  todas  estas  suposiciones 
corren  parejas,  por  lo  gratuitas,  con  las  del  dragón  de  los 
griegos  en  Puerta  Cerrada  y  las  inscripciones  caldeas  del 
Arco  de  Santa  Maríaj  y  fueron  ya  contradichas  con  mu- 
cha copia  de  razones  por  el  erudito  Pellicer  y  otros  críti- 
cos modernos.  Lo  único  que  se  sabe  de  cierto  es  que  ya 
existia  esta  parroquia  por  los  años  de  1358,  y  que  estaba 
dedicada,  como  hoy ,  á  San  Crines  de  Arles ^  infiriéndose 
que  pudo  ser  fundada  á  poco  tiempo  de  la  conquista  de 
Madrid  y  con  motivo  del  crecimiento  de  sus  arrabales; 
pero  arruinada  su  capilla  mayor  á  mediados  del  siglo  xvii, 


EL   ARRABAL   DE   SAN   GIKES.  257 


en  1642,  porque  su  mucha  antigüedad  no  permitía  ya  más 
duración  y  fué  menester  derribar  todo  el  resto,  levantando 
de  nueva  planta  el  templo ,  lo  que  se  verificó  á  costa  de 
Diego  de  San  Juan,  devoto  y  rico  parroquiano,  que  gastó 
en  la  obra  60.000  ducados,  celebrándose  la  inauguración 
con  una  procesión  j  fiesta  solemne  á  25  de  Julio  de  1645. 
—  Esta  iglesia  es  clara  y  espaciosa ,  con  tres  naves  y  va- 
rias capillas  laterales,  entre  las  cuales  es  muy  notable  la 
del  santísimo  Cristo,  de  crucero  y  con  cúpula,  y  cuya  an- 
tigüedad es  tanta,  que  ya  fué  reparada  en  el  siglo  xiv  y 
reedificada  á  mediados  del  xvii.  Tiene  muy  buenas  escul- 
turas y  retablos,  y  debajo  de  ella  está  la  Santa  Bóveda, 
en  donde  las  noches  de  la  Cuaresma  se  celebraban  ejerci- 
cios espirituales  de  oración  y  disciplina.  —  La  torre  de 
esta  parroquia  remata  en  una  aguja  con  su  cruz,  que  vie- 
ne á  ser  un  verdadero  pararayos,  pues  sirviéndole  luego 
de  conductores  las  aristas  del  chapitel,  representa  en  al- 
gunas ocasiones  el  fenómeno  de  aparecer  éstas  ilumina- 
das, con  no  poca  sorpresa  y  alarma  de  los  vecinos  y  tran- 
seúntes. Este  fenómeno  fué  observado  á  principios  de  este 
siglo  por  un  monje  de  San  Martin,  y  sobre  el  mismo  (que 
tuvo  ocasión  de  observar  en  Agosto  de  1 836)  escribió  una 
curiosa  Memoria  el  celoso  y  discreto  académico  de  Cien- 
cias señor  Marqués  del  Socorro,  y  en  1846  publicó  un 
folleto  el  señor  cura  de  dicha  parroquia. — El  16  de  Agos- 
to de  1824  sufrió  esta  iglesia  un  horroroso  incendio,  en 
el  que  pereció  el  gran  cuadro  del  altar  mayor,  obra  de 
Francisco  de  Rizzi  (1). 


(1)  La  fachada  del  costado  de  ha  sido  reformada  nuevamen- 

dicha  iglesia  que  mira  á  la  calle  te  en  1871,  ofreciendo  hoy  una 

del  Arenal   presentaba  un  as-  entrada  más  decorosa, 
pecio  ridiculo  y  extravagante,  y 

L  17 


Calle  del  Arenal. 


258  EL   ANTIGUO   MADRID. 

De  las  casas  de  la  nobleza  madrileña  que  fueron  cu- 
briendo ambos  lados  de  la  nueva  calle  del  Arenal^  en  el  si- 
glo XYI,  apenas  queda  ninguna  ya;  habiendo  desapareci- 
do, para  dar  lugar  á  modernas  construcciones ,  la  de  Le- 
garda  á  su  salida,  de  la  que  ya  hicimos  mención ;  la  de 
Olivares  (que  hoy  está  reedificada  de  nueva  planta  con  el 
número  30),  la  de  la  Duquesa  de  Nájera^  que  daba  vuelta 
á  la  plazuela  de  Zelenque;  la  de  D.  Juan  de  Córdoba  y 
ZelenquCy  que  dio  nombre  á  ésta;  la  del  Conde  de  Fuen- 
teventura,  á  la  otra  esquina ;  la  del  Duque  de  Arcos  y  de 
Maqueda  (sustituida  hoy  por  la  elegante  y  magnifica  del 
Marqués  de  Casa-Gaviria);  la  de  Juez  Sarmiento,  y  la 
del  Conde  de  Fuentes j  después  del  de  Clavijo,  que  forma- 
ba la  esquina  de  la  Puerta  del  Sol  y  calle  Mayor;  quedaba 
únicamente  en  pié  (aunque  muy  renovada)  la  de  los  Con- 
des de  Torrubia,  que/w^  del  Duque  de  Lerma^  número  22 
nuevo,  frente  á  San  Gines,  y  también  ha  sido  derribada  y 
sustituida  por  una  elegante  construcción. 

Ningún  recuerdo  ni  objeto  particular  de  interés  histó- 
rico nos  ofrecen  las  calles  que  median  entre  la  del  Arenal 
y  la  Mayor,  y  llevan  los  nombres  que  denotan  su  origen: 
de  las  Fuentes  j  de  las  Hileras  y  plazuela  de  HerradoreSy 
calles  de  Coloreros,  Arco  de  San  Crines  y  de  Bordadores, 
—  El  callejón  llamado  de  la  Duda,  que  hoy  no  existe,  y 
estaba  al  costado  de  la  casa  del  Conde  de  Oñate,  pudo  to- 
mar su  nombre  misterioso  del  objeto  primitivo  á  que  es- 
tuvo destinado  el  edificio  que  soportaba  hasta  mediados 
el  siglo  XVI.  —  En  el  archivo  del  Ayuntamiento  se  en- 
cuentra original  una  Real  cédula  de  Carlos  I  y  la  reina 
doña  Juana,  con  fecha  28  de  Julio  de  1541 ,  cometida  al 
Corregidor  de  Madrid,  en  la  cual  se  le  previene  «  que  las 
D  casas  de  la  mancebía  publica,  que  están  cerca  de  la  Puer- 
)>ta  del  Sol  (en  el  mismo  sitio  que  ocupaba  dicho  calle- 
3)jon  y  parte  del  palacio  de  Oñate),  se  trasladen  á  otro 


EL   ARRABAL   DE   SAN   GINBS.  259 

»  panto  más  distante  y  apartado  del  camino  que  va  á  los 
^mopasterios  de  San  Jerónimo  y  de  Atocha,  á  cuya  soli- 
^citnd  se  manda  dicha  traslación,  para  evitar  los  escán- 
2»  dalos  que  presenciaban  los  fieles  que  concurrían  á  dichos 
» monasterios.  ]> — Después  de  una  recia  oposición  de  los 
dueños,  se  llevó  á  cabo  dicha  traslación,  comprándose 
para  ello  por  la  villa  un  sitio  que  tenía  Juan  de  Madrid, 
mercader,  y  estaba  á  la  cava  de  la  Puerta  del  Sol  (en  el 
mismo  donde  después  se  formó  el  convento  del  Carmen 
Calzado  ),  cuyo  sitio  fué  cedido  al  Licenciado  de  la  Car- 
denoj  Maria  de  Peralta  y  Francisco  Jiménez,  dueños  de  la 
mancebía,  par  indemnización  de  la  que  se  les  mandaba  cer^ 
rar  en  la  calle  Mayor  y  para  poder  construir  la  otra  nue- 
va. Dos  de  los  once  siíios  que  forman  la  superficie  de  los 
34.303  que  ocupa  el  palacio  de  los  Condes  de  Oñate,  per- 
tenecieron, según  los  registros  originales  de  sus  títulos,  á 
los  herederos  de  dichos  Jiménez  y  Peralta, 

Esta  casa-palacio ,  una  de  las  más  espaciosas  é  impor-  q^^^^  ¿^  Q^^t^ 
tantes  de  la  grandeza,  debió  ser  construida á  fines  del  si- 
glo XVI ,  si  bien  la  portada  y  balcón  principal  son  obra 
del  xvu  ó  principios  del  pasado,  al  estilo  apellidado  chur- 
rigueresco y  tan  encomiado  y  seguido  entonces,  como  acaso 
injustamente  censurado  después.  A  dicho  balcón  princi- 
pal sólian  asistir  las  personas  Reales  en  ocasiones  solem- 
nes, y  desde  él  presenció  Carlos  II  y  su  madre  doña  Ma- 
riana de  Austria  la  entrada  de  la  primera  esposa  de  aquél, 
doña  María  Luisa  de  Orleans,  el  dia  13  de  Enero  de  1680, 
cuya  ceremonia  describe  la  Marquesa  d'Aulnoi ,  testigo 
presencial,  en  sus  tan  preciosas  como  poco  conocidas  Me- 
moriasj  en  los  términos  siguientes : 

«Luego  que  S.  M.  estuvo  adornada  con  los  diamantes 
:»de  ambos  mundos,  y  cuando  se  hubo  puesto  un  rico 
]» sombrerillo,  adornado  con  plumas  blancas  y  realzado  con 
>Ia  preciosa  perla  llamada  la  Peregrina  (la  más  bella  de 


Tillamediana. 


260  EL   ANTIGUO   MADRID. 

* 

2>Ias  perlas  célebres),  montó  en  un  brioso  alazán  andalaz, 
}>que  el  Marqués  de  Yillamayna,  su  caballerizo  msiyor^ 
7>  llevaba  de  la  brida.  La  riqueza  del  traje  anadia  nuevos 
y>  encantos  á  la  belleza  y  majestad  de  la  Reina,  y  toda 
2>  ponderación  es  poca  para  pintar  la  grandeza  y  lujo  de 
3)  su  comitiva.  S.  M.  hizo  un  ligero  movimiento  al  pasar 
]b  por  delante  de  la  casa  del  Conde  de  Oñate^  para  saludar 
3>  al  Rey  y  á  su  madre ^  que  estaban  en  sus  balcones.  En  se- 
3)  guida  se  dirigió  á  Santa  María ,  donde  el  cardenal  Por- 
y>tocarrero  entonó  un  solemne  Te  Deum,  Al  salir  de  la 
3> iglesia,  la  Beina  pasó  por  bajo  de  varios  arcos  triunfales, 
j>  y  entró  en  la  plaza  de  Palacio  en  medio  de  las  aclama- 
D  cienes  de  un  inmenso  pueblo.  Pomposos  arcos  y  grade- 
J)rías,  con  muchos  personajes  alegóricos,  fábulas  y  em- 
»blemas,  le  enviaban  las  felicitaciones  más  cordiales.  Los 
5) magistrados  y  autoridades,  ricamente  vestidos,  la  aren- 
))garon  en  español  y  en  francés;  el  Ayuntamiento  la  ofre- 
J)ció  las  llaves  de  la  villa,  y  los  grandes  de  España  acu- 
3>  dieron  á  cumplimentarla  con  todo  su  magnifico  séquito. 
3)  Llegada  á  Palacio ,  el  Rey  y  su  madre  bajaron  á  reci- 
2> birla  al  pié  de  la  escalera,  y  después  de  haberla  abra- 
)>zado  tiernamente,  la  condujeron  al  salón  Real,  donde 
3>toda  la  corte  se  postró  á  sus  pies  y  besó  respetuosamen- 
3>te  su  mano.D 

A  las  puertas  mismas  de  esta  casa-palacio  tuvo  lugar 
también,  en  la  noche  del  21  de  Agosto  de  1622,  el  horri- 
ble asesinato,  inferido  de  un  ballestazo  y  en  su  propio  co- 
che, en  la  persona  del  mordaz ,  aunque  ingenioso,  poeta 
D.  Juan  Tassis  y  Peralta,  conde  de  Villaniedianay  de  la 
misma  casa  de  Oñate,  atribuido  (aunque  en  nuestro 
sentir  ligeramente)  á  celos  de  Felipe  IV  contra  aquel 
arrogante  y  presuntuoso  ingenio  ;  triste  suceso ,  que, 
por  lo  misterioso  y  audaz,  dio  motivo  á  tantos  comenta- 
rios, versos  y  leyendas  contemporáneas,  entre  los  cuales 


f  I 
i 


EL  AKRABAL  DE   SAN   OINES.  261 

se  atribuyen  á  Lope  de  Vega  las  siguientes  décimas: 

«Mentidero  de  Madrid  (1), 
Decidme :  ¿quién  mató  al  Conde  ? 
Ni  se  dice,  ni  se  esconde; 
Sin  discurso  discurrid. 
Unos  dicen  que  fué  el  Cid, 
Por  ser  el  Conde  Lozano; 
¡  Disparate  chabacano ! 
Pues  lo  cierto  de  ello  ha  sido 
Que  el  matador  fué  Bellido, 
Y  el  impulso,  soberano, » 

a  Aquí  una  mano  violenta, 
Más  segura  que  atrevida. 
Atajó  el  paso  á  una  vida 
*Y  abrió  el  camino  á  una  afrenta; 
Que  el  poder  que  osado  intenta 
Juzgar,  la  espada  desnuda, 
£1  nombre  de  humano  muda 
En  inhumano,  y  advierta 
Que  pide  venganza  cierta 
Esta  salvación  en  duda.  9 

A  la  entrada  de  dicha  calle  Mayor,  en  la  acera  enfren- 
te de  este  palacio,  se  fundó  por  Felipe  II,  á  mediados  del 
sifirlo  xvi,  el  conyento  de  padres  ac^ustinos  calzados  de 

^  '  .     .  .  San    Felipo   el 

San  Felipe  el  Real  y  que  ha  existido  hasta  nuestros  dias,  Rc»i. 
en  que  fué  derribado  después  de  la  exclaustración,  y  sus- 
tituido por  las  suntuosas  casas  del  señor  Cordero.  En  di- 
cho convento  era  notable,  y  merecía  haber  sido  conserva- 
do, el  claustro  principal,  bella  obrado  Francisco  de  Mo- 
ra, bajo  la  traza  de  Andrés  de  Nántes;  era  también  céle- 
bre este  edificio  por  la  espaciosa  lonja  alta,  que  corria  de- 
lante de  su  fachada  á  la  calle  Mayor,  conocida  bajo  el 
nombre  de  las  Gradas  de  San  Felipe,  y  también  por  las  Felipe. 

(1)  Las  Gradas  de  San  Felipe^  que  estaban  allí  enfrente. 


262  EL  ANTIGUO   MADRID. 

Covachuelas  y  á  causa  de  las  treinta  j  cuatro  tiendas  de 
juguetes  abiertas  debajo  de  ella.  Las  Gradas  de  San  Feli- 
pe, reunión  de  noticieros  y  gente  desocupada,  como  ahora 
la  Puerta  del  Sol,  juegan  un  papel  muy  importante  en  las 
novelas  de  Quevedo,  Velez  de  Guevara,  Zabaleta,  Fran- 
cisco Santos,  D.  Diego  de  Torres  y  demás  escritores  de 
costumbres  de  los  siglos  xvii  y  xviii. 

£1  trozo  principal  de  calle  Mayor ,  hasta  la  puerta  de 
Guadalajara,  of recia  el  aspecto  de  que  aun  hemos  podido 
juzgar  por  el  resto  de  caserío,  que  ha  llegado  hasta  nos- 
otros, y  sido  sustituido  en  nuestros  tiempos  por  otro  más 
elegante.  Aquel  caserío,  destinado  principalmente  á  tien- 
das y  comercios,  era,  en  lo  general,  de  extraordinaria 
elevación ,  con  tres  y  cuatro  pisos  ( cosa  rarísima  enton- 
ces en  Madrid),  aunque  en  tan  reducidos  espacios ,  que 
apenas  ninguna  casa  llegaba  á  tener  mil  pies  superji'' 
cíales  y  y  muchas,  las  más  de  ellas,  no  pasaban  de  cuatro- 
cientos. 

Por  bajo  de  sus  pisos  principales  corrían  los  muy  úti- 
les, aunque  mezquinos,  soportales  y  apellidados  de  Mangui- 
teros y  de  Guadalajara  á  la  derecha ,  y  de  San  I»idro  y 
Pretineros  á  la  izquierda,  que  han  ido  desapareciendo  des- 
pués en  su  mayor  parte  con  las  nuevas  construcciones; 
siendo  lástima  que  no  haya  podido  seguirse,  por  respeto 
al  interés  privado,  el  sistema  de  sustituirlos  con  otros  más 
elevados  y  espaciosos,  como  se  empezó  á  hacer  algún 
tiempo  y  se  abandonó  después ;  pues  realmente  su  utilidad 
en  una  calle  tan  espaciosa  y  casi  siempre  bañada  del  sol, 
por  su  dirección  de  Oriente  á  Poniente,  era  incontestable. 
En  el  portal  llamado  de  San  Isidro  (que  cayó  hace  pocos 
años),  y  en  el  sitio  de  la  casa  de  baños  que  se  estableció 
después,  se  hallaba  el  pozo  que,  según  dijimos,  se  supone 
abierto  por  el  mismo  Santo  en  una  alquería  ó  casa  de  cam- 
po, en  que  vivia, /uera  de  la  puerta  de  Guadalajara ^  una 


EL  ABBABAL   DE   SAK   GINE8.  263 

señora  principal ,  á  quien  llamaban  Santa  Ñufla,  por  su 
gran  recogimiento  y  virtud. 

A  la  esquina  de  la  calle  de  Bordadores,  frente  á  la  Ma-  san  Felipe  Nezi. 
yor,  existía  también ,  hasta  hace  pocos  años,  en  que  fué 
derribado,  y  sustituido  por  un  mercado  y  galería  cubierta, 
la  casa  profesa  de  los  padres  Jesuitas  é  iglesia  de  San 
Francisco  de  Borja,  ocupada ,  desde  la  extinción  de  aqué* 
líos,  por  los  clérigos  menores  de  San  Felipe  Neri,  que 
tuTieron  antes  la  suya  en  la  plazuela  del  Ángel. — En  este 
templo  de  San  Felipe  Neri  (que  era  de  muy  buena  forma 
y  no  merecía  ciertamente  ser  destruido  sin  necesidad  al- 
guna) se  hallaba  colocado  en  su  altar  mayor  el  precioso 
cuerpo  de  San  Francisco  de  Borja ,  duque  de  Gandía  y 
marqués  de  Lombay,  general  de  la  compañía  de  Jesús, 
y  ascendiente  de  los  duques  de  Osuna  y  de  Medinaceli, 
que  su  nieto,  el  célebre  duque  de  Lerma,  primer  ministro 
del  rey  Felipe  III,  y  después  cardenal  ^  hizo  traer  de  Boma 
para  colocarlo  en  la  iglesia  contigua  á  su  casa ,  sita  en  la 
calle  del  Prado,  adonde  ha  vuelto  á  ser  trasladada  aque- 
lla venerable  reliquia  después  de  la  extinción  de  las  comu- 
nidades religiosas  y  derribo  de  San  Felipe  Neri. 

La  calle  Mayor,  sin  la  interrupción  ya  de  la  puerta  de  ^^^^  ^ 
Guadalajara ,  y  formando  una  sola  y  ancha  vía  con  la  de 
Platerías  y  de  la  Almudena,  ha  sido,  como  es  de  suponer, 
teatro  de  las  más  espléndidas  escenas  de  la  corte  y  de  la 
villa:  las  entradas,  proclamaciones  y  desposorios  de  los 
reyes;  las  procesiones  y  actos  públicos  religiosos  é  histó- 
ricos ,  han  dado  lugar  en  ella  á  las  más  solemnes  demos- 
traciones ó  suntuosos  alardes  de  magnífico  esplendor,  que 
sería  prolijo  relatar.  Arcos  de  triunfo,  recuerdo  más  ó 
menos  pasajero  de  los  marmóreos  de  Grecia  y  Boma,  do- 
seles y  colgaduras,  magníficos  altares  y  estrados,  ricas  y 
vistosas  tapicerías ,  y  hasta  galerías  de  cuadros  originales 
de  nuesti:os  grandes  artistas,  decoraron  su  ámbito  y  el 


264 


EL  ANTIGUO   MADRID. 


frente  de  las  fachadas  de  sus  casas  en  ocasiones  solemnes; 
desde  que,  montados  en  sendas  muías,  ricamente  ataviadas, 
la  atravesaron  el  César  Carlos  V  y  el  Rey  de  Francia,  sa 
prisionero ,  después  de  restituida  á  éste  su  libertad ,  hasta 
el  último  monarca  Fernando  VII,  en  sus  diversas  entra- 
das triunfales,  y  la  reina  doña  Isabel  II  en  1846,  con 
ocasión  de  su  matrimonio  y  el  de  la  señora  infanta  doña 
Luisa. — En  el  siglo  xvii ,  ademas ,  servia  de  paseo  6  de 
rúa  para  las  anchas  carrozas  que  encerraban  á  las   al- 
tisonantes damas  de  la  esplendorosa  corte  de  los    Feli- 
pes III  y  lY,  y  para  los  amartelados  galanes  que,  á  pié 
ó  á  caballo ,  gustaban  ostentar  ante  sus  ojos  su  garbo  y 
bizarría.  A  esta  rúa  (que  comprendía  el  trozo  desde  la 
puerta  del  Sol  á  la  de  Guadalajara)  se  alude  frecuente- 
mente en  los  ingeniosos  y  cabaUereseos  dramas  de  Calde- 
rón, de  Rojas  y  Moreto. 

Sabida  es  la  venida  del  Príncipe  de  Gales  (después 
Carlos  I  de  Inglaterra,  que  murió  en  un  cadalso)  á  la  cor- 
te^ de  España  en  1623 ,  con  el  objeto  de  ofrecer  su  mano 
á  la  infanta  doña  María,  hermana  de  Felipe  IV.  Habiendo 
partido  misteriosamente  de  Londres  el  2  de  Marzo ,  acom- 
pañado sólo  del  Marqués  de  Buckinghaiii  y  de  algunos 
criados,  llegó  á  Madrid  el  jueves  26  en  la  noche,  apeán- 
dose en  la  casa  del  Conde  de  Brístol,  embajador  de  Su  Ma- 
jestad británica  (que  moraba  en  la  calle  de  Alcalá),  á 
quien  sorprendió  inesperadamente  su  arribo  (1).  Difundi- 


(1)  Aquí  ídcuití  en  una  equi- 
vocación, que  me  advirtió  en  una 
cordialísima  carta  el  erudito  y 
caballeroso  Lord  Howden  (ge- 
neral Garadoc),  embajador  que 
fué  de  S.  M.  B.  en  Madrid,  que 
tuvo  la  amabilidad  de  dirigirme 


desde  Bayona,  con  fecha  25  de 
Marzo  de  1862,  dia  de  la  Anun- 
ciación de  Xtra,  Sra.  (sic).  En 
ella  me  decia  que  el  Príncipe  de 
Gales  paró  en  la  casa  de  las  Siete 
Chimeneas,  calle  de  las  Infan- 
tas ,  y  así  es  la  verdad. 


EL   ARRABAL   DE    SAN   QIKES.  265 

da  la  DQeva  al  día  siguiente  por  la  capital,  y  avisados  de 
ella  el  Rey  y  sn  gobierno,  pasó  á  visitar  al  Príncipe  el 
Conde-daqne  de  Olivares,  acordándose  que  aquella  noche 
86  viesen  en  el  Prado  S.  M.  y  él ,  como  así  se  verificó ,  y 
apeándose  los  dos  simultáneamente  de  sus  coches  y  abra- 
zándose con  mucha  cordialidad  y  cortesía,  entraron  en 
seguida  ambos  en  el  coche  del  Rey ,  y  continuaron  su  pa- 
seo más  de  dos  horas.  El  domingo  siguiente  hubo  rúa  ó  q¿^^^^^  ^® 
paseo  por  la  calle  Mayor ,  á  que  asistió  gran  concurso  de 
principes  y  magnates  en  sus  carrozas,  y  todas  las  hermo- 
sas de  la  corte.  Encubierto  también  en  una  de  aquéllas, 
recorrió  el  paseo  el  Príncipe  de  Gales,  acompañado  de  sus 
embajadores  y  séquito,  á  todos  los  cuales  saludaron  desde 
la  suya  el  Rey,  la  Reina,  los  infantes  y  la  princesa  María. 
Otros  varios  dias  duraron  las  entrevistas  confidenciales  é 
indirectas  en  los  paseos  y  en  las  calles  y  desde  las  venta- 
nas de  los  palacios  respectivos ,  hasta  que  se  señaló  para 
la  entrada  pública  el  domingo  29  de  Marzo,  en  que  se 
celebró  con  la  mayor  ostentación. 

Las  calles  que  se  dirigen  desde  la  Mayor  á  la  Plaza,  y 
son  conocidas  con  los  nombres  de  la  Amargura  (recuerdo 
acaso  de  los  autos  de  fe),  de  Felipe  III  (antes  de  Bote^ 
ros)  y  el  callejón  del  Triunfo  (antes  del  In/iemo),  no  me- 
iW3en  especial  mención.  A  espaldas  de  la  Mayor,  y  entre 
ella  y  la  subida  de  Santa  Cruz  á  la  Plaza,  se  formaba,  y 
¿un  existe  en  gran  parte,  un  laberinto  de  callejuelas  y  de 
apiñadas  casas,  dedicadas  á  tiendas  y  almacenes  de  co- 
mercio, muy  semejantes  al  recinto  morisco  titulado  la 
Alcaiceria  en  Granada.  Los  nombres  de  estas  calles  son 
de  San  Cristóbal,  del  Vicario,  de  San  Jacinto ,  de  la  Sal, 
Zapatería  de  Viejo  (hoy  de  Zaragoza)^  de  la  Fresa  y  de 
Postas. 

Esta  calle  de  Postas  (á  su  conclusión  por  lo  menos)  Ctíie  de  Postai. 
debia  tener  antes  soportales  con  columnas  ó  machones, 


266  EL   ANTIGUO   MADRID. 


como  la  Mayor,  y  en  la  casa  número  31  viejo  y  32  nue- 
vo, que  debia  ser  la  más  grande  de  ella,  estavo  la  prime- 
ra oficina  del  Correo  ó  las  Postas  que  hubo  en  Madrid,  de 
que  le  quedó  el  nombre  á  la  calle.  Esta  casa  fué  vincula- 
da en  el  siglo  xvii  por  Juan  Arias,  que  la  compró  á  la 
Corona,  y  en  el  dia  pertenece,  según  creemos,  á  D.  José 
Pardo  Yuste.  En  los  títulos  de  fundación  se  hace  mención 
de  la  imagen  de  Nuestra  Señora  colocada  aún  en  sn  reta- 
blo en  el  portal  de  dicha  casa ,  á  la  cual  conservan  mucha 
devoción  los  vecinos  de  aquel  barrio.  Dicho  lienzo  de  la 
Virgen  parece  que  existió  antes  en  la  Plaza  Mayor;  pero 
adquirida  por  el  fundador  del  mayorazgo,  la  expnso  al 
público  en  el  portal  de  su  casa,  que  aun  es  conocido  por 
el  Portal  de  la  Virgen, 

El  aprovechamiento  extremado  del  sitio,  la  estrechez 
y  elevación  de  las  fachadas,  y  el  descuido  absoluto  del  or- 
nato exterior  llegan  aquí  á  su  colmo,  si  bien  la  decora- 
ción que  forma  el  alarde  de  telas  de  las  infinitas  tiendas 
de  lencerías  y  de  otros  comercios ,  la  sombría  luz  y  la  ani- 
mación mercantil,  hacen  por  manera  interesantes  á  estas 
calles,  especialmente  la  de  Postas  y  que  es  la  arteria  cen- 
tral de  aquellas  ramificaciones,  y  en  donde  apenas  hay  un 
solo  portal  ni  un  palmo  de  terreno  que  no  esté  destinado 
á  aparador  de  telas  y  mercancías,  ofrece,  bajo  más  de  un 
concepto ,  grande  analogía  y  puntos  de  comparación  con 
el  Zacatín  de  Granada,  la  calle  Llana  de  Toledo,  la  Rúa 
de  Salamanca,  la  de  Orates  de  Valladolid,  la  de  Escude^ 
llers  de  Barcelona,  la  de  la  Sierpe  en  Sevilla,  y  la  de  Juan 
de  Andas  en  Cádiz. 

En  cuanto  á  la  distribución  interior  de  las  mezquinas 
moradas  de  dichas  calles,  la  Mayor,  y  generalmente  las 
que  servian  de  habitación  al  vecindario  en  general,  no  se 
concibe  ciertamente  cómo  en  aquellos  estrechísimos  por- 
tales, ó  más  bien  profundas  cavernas  y  callejones,  en 


EL  ARRABAL  DE   SAN   6IKES. 


267 


aquellas  escaleras  casi  perpendiculares  y  sin  átomo  de  luz, 
en  aqaellos  aposentos  reducidos  y  mal  cortados  y  acerta- 
ban á  penetrar  y  cobijarse  los  bizarros  galanes  del  si- 
glo xvn,  con  sus  vistosas  ropillas,  capas,  plumeros,  gre- 
güescos  y  valonas;  y  los  tacones,  ¡guarda-infantes ,  ton- 
tillos y  artificiosos  tocados  de  las  altivas  damas  de  la 
^poca  (1).  Seguros  estamos  de  que  ocurrirá  esta  misma 
observación  á  todo  el  que  examine  las  pocas  casas  que  aun 


(1)  Guarda-infante  se  llama- 
ba, en  el  siglo  xvii,  el  engorroso 
aparato,  hecho  de  telas  y  alam- 
bres, que  asaban  las  damas  para 
ahaecar  sus  vestidos,  reprodu- 
cido después  en  el  pasado  siglo 
con  el  nombre  de  tontillo  y  con- 
feccionado con  ballenas  y  en- 
tretelas. Olvidado  después,  la 
voluble  moda,  exhumando  este 
«nojoao  mueble  á  mediados  del 
presente,  lo  ha  exagerado  hasta 
*1  extremo,  en  su  materia  y  di- 
mensiones ,  con  muelles  y  aros 


de  hierro,  y  generalizado  su  uso 
hasta  las  clases  más  ínfimas  de 
la  sociedad,  con  el  impropio  é 
insignificante  título  de  miriña- 
que. En  el  fondo ,  y  hasta  en  la 
forma ,  la  cosa  es  esencialmen- 
te la  misma ;  y  por  lo  tanto,  le 
cuadra  muy  bien  la  donosa  de- 
finición que  uno  de  los  gracio- 
sos de  Rojas  (apellidado  con  el 
mismo  nombre  de  Guarda-in- 
fante) hace  de  este  mueble  en 
la  comedia  de  Los  Tres  blasones 
de  España : 


¿Cómo  08  llamáis? 

Ouarda-infantf, 
¿  Qaé  M  guarda-infante  t 

ün  enredo 
para  ajustar  á  las  gordas ; 
un  molde  de  engordar  cuerpos ; 
es  una  plaia  redonda, 
adonde  pueden  los  diestros 
entrar  á  jugar  las  armas , 
por  lo  grande  y  por  lo  extenso ; 
es  un  encubre-prefiados , 
estorbo  de  los  aprietos , 
arillo  de  las  barrigas , 
disfraz  de  loe  ornamentos  , 
y  es,  en  fin,  el  guarda-infante 
un  enjugador  perpetuo, 
que  está  secando  la  ropa 
sobre  el  natural  brasero. 


268  EL   ANTIGUO   MADRID. 

se  conservan  de  aquel  tiempo,  en  sitios  tan  principales 
como  la  calle  Mayor ^  Puerta  de  Guadalajara  y  Plater{<zsy 
y  la  única  que  ha  quedado  en  pié  (aunque  ya  muy  corre- 
gida y  aumentada)  de  la  antigua  Plaza  Mayor ^  á  cuj^os 
balcones  acudian  de  oji^^ioy  á  presenciar  las  fiestas  de  toros^ 
cañas  y  torneos ,  los  magnates  de  la  corte,  los  tribunales, 
los  embajadores,  la  grandeza  y  la  servidumbre  Beal.  Peri> 
esto  de  la  Plaza  Mayor  es  cosa  demasiado  importante  para 
tocada  por  incidencia,  y  (como  decia  Cervantes)  capitulo 
por  si  merece. 


VIH. 


LA   PLAZA  MAYOR. 


Desde  los  tiempos  de  Juan  II,  á  principios  del  si- 
glo XV,  viene  haciéndose  ya  mención  de  la  Plaza  del  Arra^ 
JaZ,  extramuros  de  la  puerta  de  Guadalajara,  en  el  mismo 
sitio  que  ocupa  hoy  la  Mayor  y  más  central  de  la  villa, 
aunque  por  entonces  debió  ser  de  forma  irregular  y  cer- 
cada de  mezquinas  casas,  propias  de  un  arrabal;  pero  á 
medida  que  éste  fué  creciendo  en  importancia,  y  dedicán- 
dose al  comercio  la  parte  inmediata  á  la  antigua  entrada 
principal  de  la  villa ,  fueron  también  renovándose  aqué- 
llas y  dando  lugar  á  otras ,  generalmente  destinadas  á 
tiendas  y  almacenes ,  algunas  construidas  por  cuenta  de 
la  villa,  como  lo  fué  la  Carnicería  y  otras.  En  una  Real 
provisión  que  existe  en  el  archivo  de  Madrid,  del  rey  don 
Felipe  II,  fecha  en  Barcelona,  á  17  de  Setiembre  de  1593, 
<L  cometida  al  licenciado  Cristóbal  de  Toro»,  para  que  ¡n- 


» 


LA   PLAZA  MAYOR. 


269 


formase  equé  costaría  hacer  unas  tiendas  en  la  Plaza  del 
3»  Arrabal j  j  si  seguiria  utilidad  en  hacerías  quedando  su 
]» fábrica  para  los  propios  de  la  villa  ^í),  advertimos  la  cir- 
cunstancia de  que ,  aun  tres  siglos  después  de  la  amplia- 
ción de  Madrid  con  la  nueva  cerca,  y  hasta  treinta  y  más 
años  posterior  al  establecimiento  de  la  corte  en  ella,  se 
seguía  apellidando  el  arrabal  á  la  parte  de  la  población 
fuera  de  la  antigua  muralla. 

£1  estado  de  deterioro  á  que  había  venido  la  plaza*  á 
principios  del  siglo  xvii  movió  al  rey  D.  Felipe  III  á  dis- 
poner su  completa  demolición,  y  la  construcción  de  una 
nueva ,  digna  de  la  corte  más  poderosa  del  mundo.  A  este 
fin  dictó  las  órdenes  más  convenientes  á  su  arquitecto 
Juan  Gómez  de  Mora,  uno  de  los  más  aventajados  discí- 
pulos de  Juan  de  Herrera,  el  cual  la  dio  terminada  en  el 
corto  espacio  de  dos  años  (en  el  de  1619),  ascendiendo  su 
coste  total  á  900.000  ducados. 

Tiene  su  asiento  en  medio  de  la  villa  actual,  formando 
un  espacio  de  434  piós  de  longitud ,  por  334  de  latitud  y 
1.536  en  la  circunferencia,  y  antes  de  su  última  renova- 
ción ofrecía  una  gran  simetría  en  su  caserío,  que  constaba 
de  cinco  pisos,  sin  los  portales  y  bóvedas,  con  75  pies  de 
alto  y  30  de  cimientos,  y  con  salidas  descubiertas  á  seis 
calles,  y  tres  con  arcos;  en  sus  cuatro  frentes  habia  136 
casas  (1),  con  477  ventanas  con  balcón,  y  habitación  para 


(1)  No  acertamos  á  combinar 
este  número  de  casas  que  dan  á 
la  antigua  Plaza  los  escritores 
de  la  época ,  con  el  que  aparece 
de  la  Planimetría  y  registro  ge- 
neral para  la  visita  de  aposento, 
verificada  en  mediados  del  si- 
glo pasadO)  por  la  cual  se  de- 
muestra que  el  número  de  di- 


chas casas  de  la  Plaza  era  sólo 
el  de  68 ,  la  mitad  exacta  de  las 
136  de  que  hablan  los  escrito- 
res; á  menos  que  éstos  no  adop- 
tasen del  lenguaje  común  de  en- 
tonces la  calificación  vulgar  de 
un  par  de  casas,  que  solia  darse 
á  los  edificios  que  constaban  de 
más  de  un  piso  ;  en  cuyo  caso, 


270 


EL  ANTIGUO   MADRID. 


3.700  vecinos,  pudiendo  colocarse  en  ella,  con  ocaáon 
de  fiestas  Reales,  basta  50.000  espectadores.  Los  frontis- 
picios de  las  casas  eran  de  ladrillo  colorado,  y  estaba  co- 
ronada por  terrados  y  azoteas  cubiertas  de  plomo  y  de- 
fendidas por  una  balaustrada  de  hierro.  Ésta  y  las  cuatro 
hileras  de  los  distintos  pisos  estaban  tocadas  de  negro  y 
oro,  todo  lo  cual,  y  su  rigorosa  uniformidad,  le  daban  un 
aspecto  verdaderamente  magnífico.  En  medio  del  lienza 
que  mira  al  Sur  se  construyó,  al  mismo  tiempo  que  la 
Plaza,  el  elegante  y  suntuoso  edificio  con  destino  á  servir 
de  Panadería  en  su  parte  baja,  y  casa  Real,  con  magnífi- 
cos salones  en  la  principal,  para  Juntas  y  otros  actos  pú- 
blicos ,  y  para  recibir  á  los  Reyes  cuando  acudían  á  las 
fiestas  solemnes  que  se  celebraban  en  esta  plaza. 


los  68  pares  de  la  Plaza  repre- 
sentarían el  citado  número  de 
136. —  Por  lo  demás ,  el  espacio 
de  éstas  era  tan  reducido,  aun 
para  68 ,  que  las  más  de  ellas 
andaban  entre  200  y  600  pies 
de  superficie;  lo  suficiente  para 
una  tienda  en  el  piso  bajo  y 
otra  pieza  en  cada  uno  de  los 
superiores,  á  que  se  subía  por 
una  empinadísima  escalera,  de 
que  puede  verse  muestra  en  la 
única  casa  que  queda  de  aquella 
época  (es  la  señalada  con  el  nú- 
mero 1  antiguo,  6  nuevo,  de  la 
manzana  195). — Á  propósito  de 
esta  casa,  debemos  decir  que 
no  es  cierto,  como  han  asegura- 
do varios  periódicos,  que  perte- 
neciese en  el  siglo  xvii  á  la  co- 
median ta  Maria  Calderón^  fa- 
vorita de  Felipe  IV  y  madre  de 


D.  Juan  de  Austria,  ni,  por  con- 
siguiente ,  sea  exacta  la  suposi- 
ción de  haberla  hecho  la  Reina 
retirar  de  sus  balcones  en  una 
función  de  toros.  Esta  casa  per- 
tenecía, según  nuestras  noticias, 
en  la  época  á  que  se  alude ,  al 
mayorazgo  de  Sebastian  Vicen- 
te,  que  poseyó  después  el  Mar- 
qués de  Huerta. — £1  cuento  del 
balcón  se  refiere,  sin  duda,  á 
otra  casa  más  hacía  la  esquena 
de  la  calle  de  Boteros  (que  no 
existe  ya),  en  la  cual  se  veía  un 
balconcillo  fuera  de  alineación, 
que  llamaba  el  vulgo  el  halcón 
de  MarizápaloSf  y  al  cual  se  re- 
fiere la  tradición  de  haber  sido 
improvisado  una  noche ,  de  or- 
den del  Rey,  para  que  pudiese 
presenciar  la  fiesta  una  de  sus 
favoritas,  que  no  tenía  balcón. 


LA   PLAZA  MAYOR.  271 


JSn  el  lienzo  frontero  se  elevó  también  otro  suntuoso 
edificio  para  Carnicería  de  la  villa,  la  cual  era  común  ¿ 
Yecinos  Y  forasteros ,  ¿  diferencia  de  las  otras  dos  carni- 
cejias  públicas  que  existían  anteriormente,  una  en  la  pla- 
zuela del  Salvador,  para  solo  los  hijosdalgo,  en  que  se  pe- 
seiba  sin  sisa  y  j  la  otra  en  la  colación  de  San  Gines,  para 
los  pecheros,  can  sisa,  j  duraron  hasta  1583,  en  que  se 
quitaron  los  pechos. 

La  relación  de  los  sucesos,  ya  trágicos,  ya  festivos^  de 
que  desde  su  construcción  hasta  el  dia  ha  sido  testigo  esta 
plaza  daría  materia  á  un  largo  volumen;  pero  limitados 
hoy  á  los  estrechos  términos  de  este  capitulo,  indicaremos 
sólo  los  más  príncipaleSy  para  excitar  la  curiosidad  y  el  in- 
terés de  los  investigadores  de  la  historia  matritense. 

El  primer  suceso  histórico  á  que  sirvió  de  teatro  esta 
plaza  tuvo  lugar  á  15  de  Mayo  de  1620,  pocos  meses 
después  de  concluida  la  nueva.  Celebrábase  aquel  dia  por 
la  villa  la  beatificación  del  glorioso  Isidro  Labrador  con 
una  solemne  función  y  para  lo  cual  se  juntaron  en  Madrid 
los  pendones,  cruces  y  cofradías,  clerecías,  alcaldes,  regi- 
dores y  alguaciles  de  cuarenta  y  siete  villas  y  lugares, 
formando  una  procesión,  en  que  se  contaban  156  estan- 
dartes, 78  cruces,  19  danzas  y  muchos  ministriles,  trom- 
petas y  chirimías.  El  cuerpo  del  Santo  se  colocó  en  el  arca 
de  plata  que  hicieron  y  donaron  los  plateros  de  Madrid,  y 
habiendo  venido  el  Rey  y  su  familia  desde  Aranjuez,  hubo 
danzas,  máscaras,  juegos  y  encamisadas  por  espacio  de 
seis  dias;  en  la  plaza  se  armó  un  castillo  con  muchos  ar- 
tificios y  fuegos,  que  se  quemó  por  descuido,  terminán- 
dose la  función  con  un  certamen  poético  para  nueve  te- 
mas que  propuso  la  villa,  y  de  que  fué  secretario  el  célebre 
Lope  de  Vega,  que  después  lo  publicó. 

Por  auto  acordado  en  30  de  Junio  del  mismo  año  se 
puso  tasa  en  los  balcones  de  la  misma  plaza  para  las  fíes- 


272  EL   AKTIGÜO   MADRID. 

tas  Beales,  señalando  el  precio  de  doce  ducados  para  los 
primeros,  ocho  para  los  segundos,  seis  para  los  terceros,  y 
cuatro  para  los  cuartos,  lo  cual  se  entendía  sólo  por  las 
tardes;  pues  el  disfrute  de  las  mañanas  era  de  los  inquiü- 
nos  de  las  mismas  casas. 

Habiendo  fallecido  Felipe  III  en  31  de  Marzo  de  1621, 
levantó  Madrid  pendones  por  su  hijo  Felipe  IV  en  2  de 
Mayo  siguiente ,  celebrándose  esta  ceremonia  con  grande 
aparato  en  la  nueva  Plaza  Mayor. 

Más  trágica  escena  se  representó  en  ésta  en  21  de  Oc- 
tubre del  mismo  año ,  alzándose  en  medio  de  ella  el  pu- 
blico cadalso  en  que  fué  decapitado  el  célebre  ministro  y 
valido  D.  Rodrigo  Calderón,  marqués  de  Siete  Iglesias j  y 
■\dendo  Madrid  con  asombro  rodar  á  los  pies  del  verdugo 
la  cabeza  del  mismo  magnate  á  quien  pocos  meses  antes 
.  habla  visto  pasear  aquella  plaza  con  gallardía  al  frente  de 
la  guardia  tudesca,  cuyo  capitán  era.  Catástrofe  memo- 
rable, que  le  pronosticó  el  también  desgraciado  Conde  de 
Villamediana,  con  motivo  de  cierta  reyerta  que  en  las 
fiestas  anteriores  tuvo  D.  Rodrigo  en  la  plaza  con  D.  Fer- 
nando Verdugo,  capitán  de  la  guardia  española,  en  aque- 
llos versos  que  decian  : 

¿  Pendencia  con  Verdugo,  y  en  la  plaza  ? 
Mala  señal ,  por  cierto,  te  amenaza. 

El  domingo  19  de  Junio  de  1622  celebró  Madrid  la 
Ciinonizacion  del  mismo  patrón  San  Isidro  Labrador,  al 
propio  tiempo  que  la  de  los  santos  Ignacio  de  Loyol4i, 
FrancUco  Javier ,  Teresa  de  Jesús  y  Felipe  Neri,  con  gran- 
de solemnidad  de  altares  en  la  plaza  y  calles  del  tránsito, 
procesiones,  máscaras  y  luminarias,  cuya  pomposa  rela- 
ción publicó  Lope  de  Vega,  autor  de  las  dos  comedias  re- 
presentadas en  aquella  ocasión  á  los  Consejos  y  Ayunta- 


LA   PLAZA   MAYOR.  273 


miento  en  la  misma  Plaza  Mayor,  y  cuyo  argumento  está 
tomado  de  la  vida  de  San  Isidro. 

Con  motivo  de  la  venida  del  Príncipe  de  Gráles  á  la  cor- 
te de  España  en  1623,  con  el  objeto  de  ofrecer  su  mano 
á  la  infanta  doña  María^  hermana  de  Felipe  IV,  ya  hemos 
dicho  que  los  seis  meses  que  estuvo  en  Madrid,  hasta  9  de 
Setiembre,  en  que  salió  para  Inglaterra,  fueron  una  serie 
no  interrumpida  de  festejos  asombrosos,  en  que  desplegó 
su  carácter  poético  y  caballeresco  el  Rey,  y  su  corte  la 
grandeza  y  riqueza  que  encerraba  en  su  seno;  pero  no 
siendo  nuestro  intento,  por  ahora,  detenernos  á  describir 
aquella  brillante  época  de  Madrid,  fijaremos  sólo  la  aten- 
ción en  las  solemnes  yí^^^a^  de  toros  ^  celebradas,  para  ob- 
sequiar al  Príncipe,  en  la  Plaza  Mayor,  el  dia  1."  de  Ju- 
nio. Para  ello  se  puso  otro  balcón  dorado  junto  al  de 
SS.  MM. ;  y  habiendo  venido  la  Heina  en  silla  ^  por  ha- 
llarse preñada,  acompañándola  á  pié  el  Conde-duque  de 
Olivares  y  el  de  Benavente,  el  Marqués  de  Almazany  dos 
alcaldes  de  corte,  ocupó  su  balcón  con  los  infantes  é  in- 
fanta doña  María;  en  el  otro  balcón  nuevo,  dividido  con 
un  cancel  ó  biomhoj  se  colocó  el  Rey  con  el  Príncipe  inglés. 
En  esta  fiesta,  dicen  los  historiadores  madrileños  que  fué 
la  primera  en  que  se  introdujo  sacar  de  la  plaza  los  toros 
muertos  por  medio  de  muías,  peregrina  invención,  que 
atribuyeron  al  corregidor  D.  Juan  de  Castro  y  Castilla. 
Últimamente,  para  celebrar  el  ajuste  del  próximo  casa- 
miento del  Príncipe  con  la  Infanta  (que  al  fin  no  llegó  á 
verificarse  ) ,  dispuso  el  Rey  una  solemne  fiesta  Real  de 
cañas  para  el  lunes  21  de  Agosto,  arreglándose  diez  cua- 
drillas, que  regian  el  Corregidor  de  Madrid ,  el  Duque  de 
Oropesa,  el  Marqués  de  Villafranca,  el  Almirante  de  Cas- 
tilla, el  Conde  de  Monterey,  el  Marqués  de  Castel- Ro- 
drigo, el  Conde  de  Cea,  el  Duque  de  8esa,  el  Marqués  del 
Carpió  y  el  Rey  en  persona.  Merece  leerse  la  suntuosa 

L  *    18 


274  EL   ANTIGUO   MADKID. 

descripción  que  hacen  los  historiadores  de  esta  fiesta,  una 
de  las  más  magnificas  que  ha  presenciado  la  corte  de  £s- 
paña ;  pasando  de  quinientos  el  número  de  caballos  qne 
entraron  en  ella,  soberbiamente  enjaezados,  j  montados 
por  los  iná^  bizarros  personajes.  La  Beina  7  la  Infanta  (k 
quien  ya  llamaban  Princesa)  asistieron  al  balcón  de   la 
Panadería,  y  se  permitió  á  dicha  Infanta  usar  los  colares^ 
del  Principe^  que  era  el  blanco.  Luego  entró  en  el  balcón 
el  Rey  con  el  Príncipe  é  Infantes,  y  por  orden  de  S.  M.  se 
quitó  el  cancel  que  estaba  puesto  entre  ambos  balcones^  que- 
dando  el  Príncipe  de  Gales  al  lado  de  la  Infanta,  supro^ 
metida,  con  sólo  la  reja  de  hierro  en  el  medio.  Corriéronse 
primero  algunos  toros ,  y  luego  pasó  el  Rey  á  vestirse  a 
casa  de  la  Condesa  de  Miranda,  desde  donde  vino  á  la 
plaza  con  su  cuadrilla,  empezando  S.  M.  la  primera  car- 
rera con  el  Conde-duque  de  Olivares ;  y  así  que  se  avistó 
la  Real  persona,  se  levantaron  la  Reina,  el  Príncipe,  la 
Infanta,  el  Infante,  los  Consejos,  Tribunales  y  la  demás 
concurrencia  que  llenaba  la  plaza,  y  estuvieron  descu- 
biertos hasta  que  S.  M.  terminó  la  carrera ;  siguiendo  lue- 
go las  demás  escaramuzas  y  juego  todas  las  otras  cuadri- 
llas, señalándose  en  todas  ellas  la  del  Rey,  cuya  gallardía 
y  juventud  (tenía  á  la  sazón  diez  y  ocho  años)  dio  mucho 
que  admirar  al  concurso  todo. 

Espectáculo  de  muy  diverso  género  presentó  la  plaza 
nueva,  el  dia  21  de  Enero  de  1624,  en  el  auto  de  fe  (el  pri- 
mero de  que  se  hace  mención  en  ella)  celebrado  por  la 
Inquisición  para  juzgar  al  reo  Benito  Ferrer  por  fingirse 
sacerdote.  A  esta  ceremonia  asistieron  los  consejos  y  au- 
toridades, con  todo  el  séquito  de  costumbre,  los  familia- 
res de  la  Inquisición  y  las  comunidades  religiosas,  y  el 
reo  fué  quemado  vivo  en  el  brasero  que  se  formó  fuera  de 
la  puerta  de  Alcalá.  Otro  auto  de  fe  se  menciona  en  14  de 
Julio  del  propio  año,  en  que  fué  condenado  Reinaldos  de 


LA  PLAZA  UAYOB.  275 

Peralta;  buhonero  francés;  éste  faé  sentenciado  á  garrote 
7  deepaes  quemado  sn  cadáver. 

Entre  las  varias  fiestas  Reales  celebradas  en  aquella  ¿po» 
ca,  merece  mencionarse  la  de  toros  y  cañas  que  hubieron 
lugar  en  esta  plaza  á  12  de  Octubre  de  1629,  para  cele- 
brar el  casamiento  de  la  misma  infanta  D.*  María  (antes 
prometida  al  Príncipe  de  G^es)  con  el  Rey  de  Hungría,  ¿ 
cuja  fiesta  asistió  la  misma  Infanta,  y  acabada  aquélla, 
salió  de  Madrid  para  reunirse  con  su  esposo  en  Alemania. 

£1  dia  7  de  Julio  de  1631  fué  bien  trágico  para  la  Pla- 
za Mayor,  pues  habiendo  prendido  fuego  en  unos  sótanos, 
cerca  de  la  Carnicería,  tomó  tal  incremento,  que  corrió 
hasta  el  arco  de  Toledo,  desapareciendo  en  breves  horas 
todo  aquel  lienzo.  Duró  el  fuego  tres  dias ;  murieron  doce 
6  trece  personas,  y  se  quemaron  más  de  cincuenta  casas, 
cuya  pérdida  se  valuó  en  un  millón  y  trescientos  mil  du- 
cados. 

No  bastando  los  socorros  humanos,  acudieron  á  los  di- 
vinos, llevando  á  la  plaza  el  Santísimo  Sacramento  de  las 
parroquias  de  Santa  Cruz,  San  Crines  y  San  Miguel,  y 
levantando  altares  en  los  balcones,  donde  se  celebraban 
misas.  Colocaron  también  las  imágenes  de  Nuestra  Señora 
de  los  Remedios,  de  la  Novena,  y  otras  varias,  siendo  ex- 
traordinaria la  agitación  y  pesadumbre  que  tan  extraor- 
dinario suceso  ocasionó  en  el  vecindario. 

Sin  embargo,  no  dejaron  de  correrse  pocos  dias  después 
los  toros  de  Santa  Ana  en  la  misma  plaza;  á  16  de  Agosto 
siguiente  (1) ;  los  Reyes  mudaron  de  balcón,  y  asistieron 
á  la  fiesta  en  uno  de  la  acera  de  los  Pañeros ,  porque  en 
la  Casa  Panaderia  habia  enfermos  de  garrotillo ;  y  suce- 


(1)  Las  fiestas  ordinarias  de      dias  de  San  Isidro,  de  San  Juan 
toros  eran  tres  al  alio,  y  se  cele-      y  de  Santa  Ana. 
braban  en  la  Plaza  Mayor,  en  los 


276  EL   ANTIGUO   MADKID. 

dio  que  á  lo  mejor  de  la  fiesta  corrió  rápidamente  la  toz 
de  ¡Fuego  en  la  Plaza I^  ocasionada  por  el  hamo  que 
veian  salir  de  los  terrados,  y  era  á  cansa  de  que  anos  es- 
portilleros se  habían  colocado  á  ver  la  fiesta  sobre  los  ca- 
ñones de  las  chimeneas  del  portal  de  Manteros  y  Zapate- 
ría. La  confusión  que  esta  voz  produjo,  por  el  recuerdo 
de  la  reciente  catástrofe,  fué  tal  entre  los  cincuenta  riiil 
y  más  espectadores  que  ocupaban  la  plaza ,  que  unos  se 
arrojaron  por  los  balcones,  otros  de  los  tablados ;  en  las 
casas  de  la  Zapatería  reventaron  las  escaleras,  muriendo 
en  todo  y  estropeándose  multitud  de  personas ;  y  gracias 
á  que  el  Rey  conservó  la  serenidad  y  permaneció  en  su 
balcón,  mandando  continuar  la  fiesta  para  asegurar  álos 
alucinados. 

Otro  auto  de  fe  celebró  en  esta  plaza  la  Inquisición  de 
Toledo  en  1632,  con  asistencia  de  la  Suprema  y  de  los 
Consejos  de  Castilla,  Aragón,  Italia,  Portugal,  Flándes 
y  las  Indias.  Juzgóse  en  este  auto  á  treinta  y  tres  reos 
por  diferentes  delitos,  cuya  relación  imprimió  el  arquitec- 
to Juan  Gómez  de  Mora.  El  Rey  y  su  familia  asistieron 
á  esta  solemnidad  en  el  balcón  sétimo  del  ángulo  de  la 
Cava  de  San  Miguel. 

A  consecuencia  de  la  causa  de  conspiración  contra  el 
Estado,  formada  al  duque  de  Híjar  D.  Rodrigo  Silva,  al 
general  D.  Carlos  Padilla  y  al  Marqués  de  la  Vega,  fue- 
ron degollados  en  público  cadalso  los  dos  últimos,  en  la 
Plaza  Mayor,  el  Viernes  5  de  Noviembre  de  1648  (1). 

Muchos  otros  acontecimientos  y  fiestas  tuvieron  lugar 
en  la  plaza  durante  el  largo  reinado  de  Felipe  IV;  pero 

(1)  Hasta  que  en  1790  se  tras-  á  la  Panadería;  cuando  era  de 

]adó  á  la  plazuela  de  la  Cebada  garrote,  delante  del  portal  de 

el  sitio  de  las  ejecuciones  de  los  Paños  ;  si  era  de  horca  ó  para  los 

reos ,  tuvo  lugar  en  esta  plaza,  degollados ,  en  la  parte  de  las 

levantándose  el  cadalso  frente  Carnicerías. 


LA   PLAZA  MAYOR.  277 

el  más  señalado,  sin  dada^  fue  ocasionado  por  la  entrada 
pública  de  su  segnnda  esposa 'D/  Mariana  de  Austria,  el 
15  de  Noviembre  de  1645.  La  pomposa  descripción  de 
los  adornos  de  la  carrera,  arcos,  templetes,  teatros,  danzas 
y  máscaras  puede  verse  en  el  analista  Pinelo,  que  la  des- 
cribe con  su  acostumbrada  prolijidad.  Baste  decir  que  en 
la  calle  de  Platerías  se  formaron  dos  grandes  gradas  ó 
mostradores ,  donde  el  gremio  de  plateros  colocó  joyas  y  al- 
hajas riquísimas,  por  valor  de  más  de  dos  millones  de  du- 
cados. 

El  reinado  de  Carlos  II,  el  de  los  hechizos  ^  ni  durante 
su  larga  minoría ,  ni  después  que  tomó  las  riendas  del 
gobierno,  prestó  ni  pudo  prestar  á  la  corte  de  España 
aquel  colorido  brillante,  poético  y  caballeresco  que  el  an- 
terior, distando  tanto  el  carácter  é  inclinaciones  del  nue- 
vo Monarca  de  las  que  su  padre  habia  ostentado  toda  su 
vida.  La  austeridad  y  la  tristeza  ocasionadas  por  la  enfer- 
miza constitución  de  Carlos  y  su  espíritu  apocado  se  re- 
flejaron sensiblemente  en  toda  la  monarquía,  y  el  pueblo 
madrileño,  ocupado  unas  veces  con  las  intrigas  palaciegas 
del  padre  Nitard  y  Valenzuela,  otras  con  los  regios  dis- 
turbios de  D.*  Mariana  y  D.  Juan  de  Austria,  y  poste- 
riormente con  las  dolencias  y  escrúpulos  del  Bey,  sus  con- 
juros y  su  impotencia,  apenas  tuvo  lugar  de  presenciar 
en  la  Plaza  Mayor  aquellos  magníficos  espectáculos  de 
que  tan  grata  memoria  conservaba. 

Hubo,  sin  embargo,  algunos  paréntesis  halagüeños  en 
aquella  época  doliente  y  monacal,  y  tal  fué,  sin  duda,  el 
que  ocasionó  el  regio  enlace  de  Carlos  con  la  princesa  JLTa- 
ria  Luisa  de  Orleans, 

Pero  antes  debemos. hacer  mención  de  otro  episodio 
desgraciado  en  esta  plaza,  y  fué  un  segundo  incendio, 
ocurrido  en  la  noche  de  20  de  Agoso  de  1672,  que  devo- 
ró muchas  casas  y  la  Beal  de  la  Panaderia,  la  cual  fué  le- 


278  EL  AirriGUO  mabrid. 

yantada  de  nuevo  en  el  espacio  de  diez  j  siete  meses, 
merced  al  empeño  del  privado  Yalenzuela,  y  bajo  los  pla- 
nes y  dirección  del  arquitecto  D.  José  Donoso,  uno  de 
los  corruptores  del  buen  gusto  en  aquella  época  desdicha* 
da ;  si  bien  en  este  edificio,  conservándose  la  planta  baja 
(que  era  de  Gómez  de  Mora),  trató  el  Donoso  de  imitar  en 
las  demás  la  construcción  antigua,  con  los  mismos  tres 
órdenes  de  balcones  y  uno  corrido  en  el  principal,  y  las 
dos  torrecillas  en  los  extremos  del  edificio.  La  escalera  es 
ancha  y  majestuosa,  y  los  salones  tienen  magm'fícos  ar- 
tesones pintados  á  competencia  por  el  mismo  Donoso  y 
Claudio  Coello.  Pero  volvamos  á  María  Luisa  de  Or- 
léans. 

La  solemne  entrada  de  esta  desgraciada  Beina  en  13 
de  Enero  de  1680  sirvió  de  ocasión  al  pueblo  madrileño 
para  desplegar  su  natural  alegria ,  y  á  la  corte  de  Espa- 
ña para  ostentar  aún  las  últimas  llamaradas  de  su  antigua 
grandeza.  Entre  la  multitud  de  festejos  celebrados  con 
este  motivo,  l&s  Jiestas  Reales  de  toros  que  tuvieron  lugar 
en  la  Plaza  Mayor  fueron  acaso  las  más  señaladas.  Una 
autora  francesa  contemporánea  describe  aquella  regia  fies- 
ta con  brillantes  pinceladas. 

<L  La  Plaza  Mayor,  circundada  por  un  extenso  tablado 
Dy  decorada  magníficamente  con  elegantes  colgaduras, 
:d ofrecía  un  golpe  de  vista  mágico;  al  ruido  de  las  mú- 
» sicas,  y  entre  la  animada  agitación  de  la  multitud,  fue- 
Dron  ocupando  los  balcones  que  les  estaban  señalados 
>las  Autoridades  de  la  villa,  los  Consejos  de  Castilla,  de 
3>  Aragón,  de  la  Inquisición,  de  Hacienda,  de  las  Ordenes, 
i>de  Flándes  y  de  Italia,  las  embajadas  de  todas  las  cor- 
etes, los  jefes  y  servidumbre  de  la  casa  Beal,  los  grandes 
y>j  títulos  del  Keino.  Ricos  tabaques  henchidos  de  dulces, 
2>de  guantes,  de  cintas,  abanicos,  medias,  ligas,  bolsillos 
^de  ámbar  llenos  de  monedas  de  oro,  eran  ofrecidos  á  las 


LA.  PLAZA  MATOB.  279 


i>  damas  convidadas  por  S.  S^.,  7  por  todas  partes  reina- 
}>ba  un  movimiento,  una  alegría  imposible  de  pintar.  Al 
>  aspecto  de  aquella  plaza  ^  que  traia  á  la  memoria  los  an- 
}>tiguos  usos  del  pueblo-rey ,  de  aquellas  ricas  tapicerías, 
:&de  aquellos  balcones  llenos  de  hermosuras,  de  aquellos 
3  caballeros  gallardeando  sobre  caballos  andaluces  7  lu- 
>ciendo  á  la  vez  su  magnificencia  7  su  destreza,  María 
^  Luisa  pudo  gloriarse  de  ser  la  soberana  de  un  pueblo 
^  tan  noble  7  tan  galán. 

2»  Luego  que  el  Ee7  7  la  Beina  hubieron  tomado  asien- 
9to  en  su  balcón,  la  guardia  de  Archeroa  7  de  la  Lancilla 
>hizo  el  despejo  de  la  plaza ;  entraron  en  seguida  cincuen- 
i»ta  toneles  de  agua,  que  la  regaron,  7  la  guardia  se  reti- 
>ró  bajo  el  balcón  del  Re7,  conservando  aquel  peligro- 
>60  puesto  durante  toda  la  corrida,  sin  más  acción  de  de- 
i»fensa  que  la  de  presentar  al  toro  en  espesa  fila  la  punta 
>de  sus  alabardas,  7  si  el  animal  moría  al  impulso  de 
:» éstas,  los  despojos  eran  para  los  soldados.  Seis  alguaci- 
3>les  ricamente  vestidos  7  sobre  ligeros  caballos  atrave- 
i^saron  luego  la  plaza  para  traer  á  los  caballeros  que  de- 
i^bian  lidiar.  Otros  recibieron  de  las  manos  del  Be7  las 
i^Uaves  del  toril  7  fueron  á  desempeñar  su  comisión,  no  sin 
:» visibles  señales  de  pavura  á  la  vista  del  toro  que,  abierta 
i>la  compuerta,  se  lanzaba  á  la  plaza  con  toda  la  ferocidad 
]»de8u  instinto. 

i>  Entre  los  caballeros  en  plaza  se  hallaba  el  Duque  de 
^Hedinasidonia,  el  Marqués  de  Camarasa,  el  Conde  de 
3>Rivadavia  7  otros  grandes,  7  un  joven  sueco  (el  Conde 
J>de  Konismarck),  hermoso,  valiente,  7  que  atraia  las  mira- 
ndas de  todos  por  la  magnificencia  de  su  comitiva.  Com- 
1^ poníase  de  doce  caballos  soberbios,  conducidos  por  pa- 
nlafraneros,  7  seis  muías  cubiertas  de  terciopelo  bordado 
»de  oro,  que  llevaban  las  lanzas  7  rejoncillos.  Cada  comba- 
n tiente  tenía  igualmente  su  comitiva,  7  todos  estaban  ri- 


280  EL   ANTIGUO   MADRID. 


Dcamente  vestidos  con  variados  colores  y  plumajes,  bañ- 
adas y  divisas.  Cada  caballero  llevaba  cuarenta  lacayos  ves- 
2>tidos  de  indios  y  ó  de  turcos,  ó  de  húngaros,  ó  de  moros. 
3)  Esta  comitiva  paseó  la  plaza  y  se  retiró  después  á  la 
»  barrera. 

dNo  bien  el  primer  toro  se  presentó  en  la  plaza,  cuan- 
í>do  una  lluvia  de  dardos  arrojadizos,  llamados  banderillas^ 
D cayeron  sobre  él,  excitando  el  furor  de  la  fiera  con  sus 
T>  vivas  picaduras.  Corria  entonces  á  buscar  al  caballero,  el 
»cual  le  esperaba  con  una  pequeña  lanza  en  la  mano,  hin- 
Dcaba  su  punta  en  el  toro  y,  quebrando  el  mangOy  daba 
»una  airosa  vuelta,  y  burlaba  esquivando  la  furia  del  ani- 
Dmal ;  un  lacayo  presentaba  entonces  al  caballero  otro  re- 
i>joncillo,  y  volyia  á  repetir  la  misma  suerte.  El  toro  entón- 
Dces,  fuera  de  sí,  ciego  de  colera,  se  adelantó  una  vez  rá- 
3)pidamente  al  Conde  de  Konismarck;  un  grito  general 
y>se  oyó  en  toda  la  plaza;  la  Beina,  no  pudiendo  resistir 
3)  este  espectáculo  tan  nuevo  para  ella,  se  cubrió  la  vista 
y>  cen  las  manos ;  el  joven  resistió  el  primer  ímpetu  del 
Dtoro,  pero  insistiendo  éste  con  el  caballo,  cae  revuelto 
3>con  él,  en  tanto  que  un  diestro  vestido  á  la  morisca  Ua- 
3>ma  la  atención  del  animal ,  y  le  pasa  la  espada  tan  feliz- 
»  mente,  que  la  fiera  cayó  redonda  á  sus  pies.  Las  músicas 
3) resonaron  de  nuevo;  las  aclamaciones  frenéticas  de  la 
» multitud  poblaron  los  aires,  y  el  Rey  arrojó  una  bolsa 
3>de  oro  al  intrépido  matador.  Seis  muías  adornadas  de 
3>  cintas  y  campanillas  arrancaron  en  seguida  al  toro  muer- 
3>to  fuera  del  arenal ;  los  lacayos  retiraron  al  conde  de  Ko- 
Dnismarck  herido,  y  el  drama  volvió  á  empezar  con  un 
asegundo  toro.D 

Contraste  formidable  con  esta  fiesta  presentó  en  el 
mismo  año  aquella  plaza  con  el  memorable  auto  de  fe  de 
30  de  Junio.  La  relación  de  esta  trágica  escena,  publica- 
da por  José  del  Olmo,  maestro  mayor  de  obras  Reales  y  fa- 


LA   PLAZA   MAYOR.  281 


miliar  del  Santo  Oficio^  es  demasiado  conocida  y  anda  en 
manos  de  todos,  para  que  nos  detengamos  en  renovarla  (1). 
Diremos  sólo  qae  en  ella,  como  en  los  últimos  alardes  so- 
lemnes de  sn  poderío,  ostentó  la  Suprema  Inquisición  todo 
aquel  aparato  terrible,  á  par  que  magnifico,  con  que  solia 
revestir  las  decisiones  de  su  tribunal.  Desde  las  siete  de  la 
mañana  hasta  muy  cerrada  la  noche  duró  la  suntuosa 
ceremonia  del  juramento,  la  misa,  sermón,  la  lectura  de 
las  cansas  y  sentencias.  El  Bey  y  la  Beina  (aunque  esta 
última  debe  suponerse  que  á  despecho  de  su  voluntad 
tierna  y  apasionada)  permanecieron  en  los  balcones  que  se 
les  prepararon  hacia  el  ángulo  de  la  escalerilla  de  Piedra, 
las  doce  horas  que  duró  aquel  terrible  espectáculo,  y  lo 
mismo  hicieron  los  consejos,  tribunales,  grandes,  títulos 
y  embajadores. 

La  descripción  minuciosa  de  las  ceremonias  y  el  aspec- 
to imponente  que  presentaba  la  plaza  henchida  de  espec- 
tadores ;  la  noticia  de  los  nombres  ^  cualidades ,  causas  y 
sentencias  de  los  reos,  que  ascendieron  á  más  de  ochenta, 
de  los  cuales  veinte  y  uno  fueron  condenados  á  ser  quema^ 
dos  vivos  j  todo  ello  puede  verse  en  la  ya  citada  relación  de 
José  del  Olmo,  testigo  de  vista  y  funcionario  en  la  citada 
ceremonia.  Concluida  ésta ,  los  veinte  y  un  reos  condena- 
dos al  último  suplicio  fueron  conducidos  al  Quemadero, 
fuera  de  la  puerta  de  Fuencarral,  durando  la  ejecución  de 
las  sentencias  hasta  pasada  la  media  noche. 

El  siglo  XVIII  comenzó  para  la  monarquía  española  con 
un  cambio  de  dinastía,  de  política  y  hasta  de  usos  y  cos- 
tumbres; pues  con  la  muerte  de  Carlos  II  sin  sucesión  di- 
recta, acaecida  en  1700,  entró  á  ocupar  el  trono  español 

(1)  cKelacion  histórica   del  D.  Carlos  II,  etc.  9  Un  tomo  en 

anto  (le  fe  que  se  celebró  en  Ma-  4.°,  Madrid,  impreso  por  Roque 

drid  este  afio  de  1680,  con  asis-  Miranda,  1680. 
tencia  del   Rey  nuestro  señor 


282  EL   ANTIGUO   MADRID. 

la  augusta  casa  de  Borbon,  representada  por  el  Duque  de 
Anjou,  solemnemente  proclamado  bajo  el  nombre  de  Fe- 
lipe V. 

La  famosa  guerra  que  tuvo  que  sostener  catorce  años 
con  varias  potencias  de  Europa  para  hacer  valer  sus  de- 
rechos se  hizo  sentir  hasta  en  el  pueblo  de  Madrid^  que, 
en  medio  de  sus  desgracias^  le  manifestó  una  fidelidad  á 
toda  prueba.  La  Plaza  Mayor  vio  alzarse  en  1701  tabla- 
dos para  la  solemne  proclamación  de  Felipe ,  j  luego,  por 
los  reveses  sufridos  por  sus  armas,  tuvo  que  presenciar 
los  que  alzaron  los  austríacos  para  proclamar  á  su  archi- 
duque ;  j  hasta  miró  atravesar  al  mismo,  más  como  fugi- 
tivo que  como  triunfador ,  cuando,  habiendo  entrado  en 
Madrid  el  dia  29  de  Setiembre  de  1710,  se  volvió  al  cam- 
po desde  la  Plaza ,  quejándose. de  que  no  había  gente  que 
saliera  á  recibirle. 

Terminada,  en  fin ,  la  contienda  en  favor  de  Felipe,  y 
asegurado  éste  en  el  trono  español ,  dedicó  sus  cuidados  é 
embellecer  la  capital ,  y  promovió  también  regocijos  pro- 
pios de  un  pueblo  ilustrado ;  pero  como  sus  costumbres  é 
inclinaciones  estaban  más  en  analogía  con  las  francesas, 
que  habia  seguido  en  la  niñez,  en  la  espléndida  corte  de 
su  abuelo  Luis  XIY,  no  fueron  tan  comunes  en  su  reina- 
do las  fiestas  de  toros,  cañas  y  autos  sacramentales,  y  has- 
ta llegó  á  prohibir  las  primeras  y  mandar  aplicar  á  las  ne- 
cesidades de  la  guerra  los  gastos  que  se  hacian  en  la  re- 
representacion  de  estos  últimos  en  la  Plaza  durante  la 
octava  del  Corpus. 

Huyendo  instintivamente  de  todo  lo  que  le  recordaba  á 
la  casa  de  Austria,  su  antagonista,  edificó  nuevo  Palacio 
Beal,  desdeñó  profundamente  el  Buen  Retiro  y  Aranjuez, 
creó  un  nuevo  Versálles  en  San  Ildefonso,  y  hasta  mandó 
labrar  su  sepulcro  en  él,  por  no  ir  á  reposar  con  sus  an- 
teriores en  el  regio  panteón  del  Escorial. 


LA   PLAZA   MAYOR.  283 


La  Plaza  Mayor ,  ya  destituida  de  la  importancia  de 
aquellos  actos  de  ostentación ,  se  convirtió  en  mercado 
público,  y  cubriéndose  de  cajones  y  tinglados  para  la  ven- 
ta de  toda  clase  dé  comestibles,  sólo  en  algunas  ocasiones 
solemnes  de  entradas  de  reyes  ^  coronación  ó  desposorios, 
solia  despojarse  y  volver  á  servir  de.  teatro  á  las  fiestas 
Beales.  Tal  sucedió  en  el  pasado  siglo  á  la  coronación  de 
Femando  VI,  á  la  proclamación  de  Carlos  III,  el  13  de 
Julio  de  1760;  últimamente  d  la  jura  del  Príncipe  de  As- 
turias,  después  D.  Carlos  IV,  su  proclamación,  y  en  al- 
guna otra  ocasión  análoga. 

Pero  a  fines  del  mismo  siglo  otra  tercer  catástrofe  vino 
á  destruir  parte  de  dicha  plaza  antigua ;  tal  fué  el  violen- 
tísimo incendio  que  empezó  en  la  noche  del  16  de  Agosto 
de  1790,  y  de  que  aun  hemos  alcanzado  á  escuchar  de  al- 
gunos ancianos  la  dolorosa  narración.  Todo  el  lienzo  que 
nnia  á  Oriente  y  parte  del  arco  de  Toledo  desaparecieron 
completamente,  y  las  desgracias  y  pérdidas  fueron  impo- 
sibles de  calcular. 

Pero  de  estas  mismas  desgracias  nació  la  necesidad  de 
reedificar  bajo  una  forma  más  elegante  y  sólida  los  dos 
lienzos  ya  dichos ,  bajo  los  planes  del  arquitecto  D.  Juan 
de  Yillanueva,  que  levantó  el  portal  llamado  de  Bringas 
á  principios  de  este  siglo,  y  han  seguido  después  los  ar- 
quitectos municipales  en  las  construcciones  posteriores; 
variando,  sin  embargo,  muy  acertadamente,  el  plan  de 
ViUanueva  en  cuanto  á  la  forma  de  arcos  rebajados  que 
ideó  para  la  entrada  de  las  calles,  construyendo  éstos  de 
medio  punto  y  suficiente  elevación,  en  cuyos  términos 
quedó  cerrada  la  nueva  plaza  el  año  de  1853. 

£1  siglo  actual  no  carece  tampoco  de  episodios  brillan- 
tes para  la  Plaza ,  y  tal  puede  llamarse  el  de  las  funciones 
Beales  celebradas  en  ella  el  19  de  Julio  de  1803  con  mo- 
tivo del  casamiento  del  principe  de  Asturias  D.  Fernán- 


284  EL  ANTIGUO  MADRID. 

do  (después  VII)  con  la  infanta  doña  Antonia  de  Ña- 
póles. 

Durante  la  invasión  francesa ,  y  algunos  años  después, 
continuó  sirviendo  esta  plaza  de  mercado  general  j  hasta 
que  se  trasladó  á  la  plazuela  de  San  Miguel ,  j  también 
de  teatro  de  los  suplicios  de  los  patriotas  españoles  con- 
denados por  el  Gobierno  de  José.  En  1812  vio  levantarse 
arcos  triunfales  para  recibir  las  tropas  anglo-hispano-por- 
tuguesas,  al  mando  de  lord  Wellington.  A  los  tres   días 
de  su  entrada,  el  15  del  mismo  Agosto,  se  publicó  en  ella 
solemnemente  la  Constitución  política  de  la  monarquía  es- 
pañola, promulgada  en  Cádiz,  á  19  de  Marzo  del  mismo 
año,  y  se  descubrió  sobre  el  balcón  de  la  Panadería  la  lá- 
pida con  la  inscripción  en  letras  de  oro  <í  Plaza  db  la 
Constitución.  »  Esta  lápida  fué  arrancada  y  hecha  peda- 
zos el  dia  11  de  Mayo  de  1814  con  gran  algazara,  y  en 
aquel  mismo  dia  alzaban  los  vendedores  de  la  Plaza  tres 
arcos  de  verdura  para  recibir  á  Fernando  VII  de  regreso 
de  su  cautiverio.  En  Marzo  de  1820  fué  de  nuevo  esta- 
blecida la  Constitución  y  y  colocada  una  nueva  lápida  con 
toda  solemnidad  y  una  alegría  frenética,  y  en  23  de  Mayo 
de  1823  fué  vuelta  á  arrancar  con  estrépito,  á  la  entrada 
del  Duque  de  Angulema  y  del  ejército  francés,  sustitu- 
yendo en  su  lugar  otra  que  decia  :  d  Plaza  Real.  i> 

Pero  antes  de  esta  última  escena  habia  sido  teatro  la 
Plaza  de  otra  memorable  en  la  mañana  del  7  de  Julio  de 
1822,  en  que  se  trabó  una  reñida  acción  entre  la  Milicia 
Nacional  y  la  Guardia  Real,  sosteniendo  aquélla  la  Cons- 
titución, y  ésta  el  Rey  absoluto;  de  que  resultó  vencedora 
aquélla  en  las  calles  de  la  Amargura,  de  Boteros  y  calUfon 
del  Infierno,  que  llevaron  después  por  algún  tiempo  los 
nombres  del  Siete  de  Julio,  del  Triunfo  y  de  la  Milicia  -^a- 
cional. 

Por  último,  habiendo  muerto,  en  29  de  Setiembre  de 


LA   PLAZA   MAYOR.  285 


1833,  el  rey  Fernando  VII,  fué  proclamada  solemnemente 
en  esta  plaza  su  augusta  hija  doña  Isabel  II  por  reina 
de  £spaña,  j  publicada  luego  la  Constitución  de  la  mo- 
narquía, volvió  á  colocarse  otra  lápida,  aplicando  por  ter- 
cera vez  á  la  Plaza  este  nombre,  á  costa  de  tanta  sangre 
disp  atado. 

Todavía  los  hijos  de  este  siglo  hemos  llegado  4  tiempo 
de  presenciar  en  esta  plaza  en  distintas  ocasiones  aquellas 
magníficas  fiestas  Reales  de  toros  en  que  ostentaba  su 
grandeza  la  antigua  corte  española.  La  primera,  en  21  de 
Junio  de  1833,  con  motivo  de  la  jura  de  la  Princesa  de 
Asturias  (después  reina  doña  Isabel  II),  y  las  últimas,  en 
los  días  16,  17  y  18  de  Octubre  de  1846,  en  celebración 
de  las  bodas  de  esta  misma  augusta  señora  y  de  la  infanta 
doña  Luisa  Fernanda  con  loa  Duques  de  Cádiz  y  de  Mont- 
pensier.  Presentes  están  en  la  memoria  de  todos  los  habi- 
tantes de  Madrid  el  deslumbrador  aparato,  la  animación 
y  la  alegría  que  ostentó  esta  hermosa  plaza  en  aquellos 
dias.  Suntuosamente  decorada  con  ricas  colgaduras  de 
grana  y  oro,  henchidos  sus  balcones,  gradas  y  tablados  de 
una  inmensa  concurrencia ,  al  frente  de  la  cual  brillaban 
en  primera  línea  los  angostos  novios,  la  Heina  madre  y 
señores  Infantes,  los  Duques  de  Montpensier  y  de  Auma- 
Í€,  las  regias  comitivas  y  todo  lo  que  la  corte  encierra  de 
más  brillante,  ademas  del  inmenso  número  de  forasteros, 
entre  los  que  se  contaban  muchas  notabilidades  políticas 
y  literarias  de  los  países  extranjeros,  que  consignaron 
luego  pomposas  descripciones  de  la  fiesta ,  reflejaba  dig- 
namente el  espléndido  poderío  y  grandeza  de  la  antigua 
corte  de  dos  mundos. 

También  la  bizarría  y  denuedo  de  los  lidiadores  y  ca- 
balleros en  plaza,  y  en  especial  del  héroe  de  la  fiesta,  el 
capitán  2?.  Antonix)  Romero^  que  quebrando  el  rejonci- 
llo, dejó  varios  toros  muertos  á  sus  pies,  colocaron  en 


286 


EL   ANTIGUO   MADRID. 


mny  alto  punto  la  proverbial  fama  del  valor  español,  die- 
ron á  los  propios  y  extraños  nn  espectáculo  completamen- 
te caballeresco  y  nacional. 

Concluidas  aquellas  Beales  funciones,  y  habiéndose  de 
reponer  el  empedrado  de  la  Plaza,  el  Ayuntamiento  de 
1846  determinó  arreglar  su  pavimento  en  más  elegante 
forma,  dejando  en  el  centro  una  explanada  elíptica ,  cir- 
cundada de  bancos  y  faroles,  y  de  una  calle  adoquinada 
para  el  paso  de  coches  entre  ella  y  las  anchas  y  cómodas 
aceras  al  lado  de  los  portales ,  y  nivelar  el  piso  de  éstos  á 
las  entradas  de  los  arcos  y  bocacalles,  para  proporcionar 
de  este  modo  un  cómodo  paseo  cubierto  (1). 

Colocóse,  en  fin,  en  el  centro  de  aquella  explanada, 
sobre  un  elevado  pedestal,  la  estatua  ecuestre  en  bronce 
de  Felipe  III,  que  se  hallaba  en  la  Casa  de  Campo,  y  que 
fué  cedida  para  este  objeto  por  la  munificencia  de  S.  M. 
En  dicho  pedestal  se  puso  esta  inscripción  :  La  reina  do- 
ña Isabel  II ,  á  solicitud  del  Ai/untamiento  de  Madrid, 
mandó  colocar  en  este  sitio  la  estatua  del  señor  rey  dan  Fe- 
Upe  III  f  hijo  de  esta  villa ,  que  restituyó  á  ella  la  corte  en 
1606,  y  ^n  1619  hizo  construir  esta  Plaza  Mayor.  Año  de 
1848  (2). 


(1)  Después  se  han  vuelto  á 
poner  las  escaleras  interiores  de 
los  soportales,  sacrificando  esta 
comodidad  del  pueblo  en  gene- 
ral al  tránsito  de  los  carruajes. 

(2)  Permítase  al  autor  de  es- 
ta obríta  recordar  aqui  que  la 
reforma  de  esta  hermosa  Plaza, 
y  la  colocación  en  ella  de  la  es- 
tatua de  Felipe  III  (que  de  mu- 
chos afios  atrás  venia  indican- 
do), fué  adoptada  por  la  Corpo- 
ración   municipal    á  propuesta 


suya^  como  concejal  que  era  por 
los  afios  1846  al  50  ;  y  también 
que  en  representación  de  la  mis- 
ma Corporación  solicitó,  y  ob- 
tuvo directamente  de  S.  M.  la 
Reina,  la  cesión  de  la  estatua, 
propia  de  su  Real  patrimonio, 
que  estaba  en  la  Casa  de  Cam- 
po. Este  monumento ,  obra  de 
Felipe  de  Borgofia  (el  mismo 
escultor  de  la  estatua  ecuestre 
de  Enrique  IV  que  está  en  el 
Puente  Nuevo  de  París),  en  nín- 


EL  ABRABAL   DE   SANTA   CRUZ. 


287 


IX. 


EL  ARRABAL  DE  SANTA  CRUZ. 


El  trozo  de  arrabal  denominado  así  por  su  inmediación 
i  dicha  parroquia  comprendia  hasta  la  puerta  de  Valle- 
casj  situada  donde  hoy  la  plazuela  de  Antón  Martin  en  la 
calle  de  Atocha,  y  desde  allí,  por  su  costado  izquierdo ,  á 
la  plazuela  del  Matute  y  calle  del  Lobo^  hasta  salir  á  la 
Carrera  de  San  Jerónimo  y  Puerta  del  Sol,  volviendo  al 
punto  de  partida  por  la  subida  de  Santa  Cruz.  —  El  otro 
trozo  de  arrabal  á  la  derecha  de  la  calle  de  Atocha,  desde 
la  puerta  de  Yallecas  hasta  la  de  la  Latina  (aunque  com- 
prendido en  el  mismo  arrabal),  le  consideraremos  inde- 
pendientemente en  el  siguiente  paseo,  con  el  título  del  Ar- 
rabal  de  San  Añilan. 

La  iglesia  parroquial  de  Santa  Cruz  quieren  los  histo-  Parroquia  de 
riadores  que  fuese  primero  ermita  y  luego  beneficio  rural  ^     ""* 
con  derecho  parroquial  desde  el  tiempo  de  los  árabes,  en 
la  hipótesis  (poco  probable,  4  nuestro  entender)  de  estar 
entonces  poblados  de  caserío  aquellos  sitios  extramuros. 


gon  sitio  de  Madrid  está  mejor 
colocado  que  en  la  Plaza  Mayor, 
obra  de  dicho  Monarca  ;  y  el 
Ayuntamiento  de  Madrid  no 
podría  tocar  á  él  para  removerle 
8in  faltar  á  bu  propio  acuerdo, 
i  la  conveniencia  histórica}  y,  lo 
que  68  más,  al  favor  que  solici- 


tó y  obtuvo  de  la  reina  dofia 
Isabel  II. 

Pero,  establecida  la  República 
en  11  de  Febrero  de  1873,  se 
quitó  esta  estatua  en  Junio  de 
dicho  año ;  mas  después  de  la 
Restauración  fué  vuelta  á  colo- 
car en  su  pedestal. 


288  EL   ANTIGUO   MADRID. 

; , ; * 

Mas  lo  que  se  sabe  de  cierto  es  que  después  de  la  con- 
quista por  las  armas  cristianas,  y  á  medida  que  la  pobla- 
ción se  iba  extendiendo  en  dirección  al  antiquisimo  j  ve- 
nerando santuario  de  Atocha  j  la  parroquialidad  de  Santa 
Cruz  vino  á  ser  la  más  extensa  de  la  nueva  villa ,  como 
que  llegaba,  según  queda  dicho,  á  las  puertas  del  Sol  y  de 
Antón  Martin  y  de  la  Latina^  hasta  mediados  del  siglo  xvi, 
en  que  se  fundó  la  de  San  Sebastian  y  que  dividió  con 
aquélla  su  extensa  feligresía. 

El  templo  antiguo  de  Santa  Cruz  puede  decirse  que  no 
existia  ya,  pues  4  consecuencia  de  dos  incendios,  padecidos 
en  1620  y  en  17 63,  fué  necesario  reedificarle  en  1767,  por 
cierto  con  poco  gusto  y  ostentación.  La  torre,  sin  embar- 
go, era  anterior,  aunque  no  la  primitiva  que  hubo  en  esta 
parroquia,  y  era  llamada  la  atalaya  de  la  corte ,  así  como 
la  de  San  Salvador  la  atalaya  de  la  villa*  Aquélla  fué  der- 
ribada por  ruinosa  en  1632 ,  y  se  emprendió  la  obra  de  la 
.nueva  á  costa  del  Ayuntamiento  y  de  los  vecinos  de  la 
•parroquia,  la  cual  no  llegó,  sin  embargo,  á  verse  termi- 
nada hasta  1680,  según  más  por  menor  se  expresa  en  el 
excelente  artículo  Madrid  del  Diccionario  del  señor  Ma- 
doz  (1).  — La  altura  de  esta  torre  era  de  144  pies,  y  ha- 
llándose en  sitio  bastante  elevado,  descollaba  sobre  todas 
las  demás  de  la  población,  aunque  por  su  forma  cuadra- 
da, sencilla  y  sin  ornato  alguno,  era  por  otro  lado  un  ob- 
jeto poco  digno  de  fijar  la  atención  del  viajero  que  se  acer- 
caba á  la  capital.  En  esta  parroquia  existían  las  piadosas 
y  antiguas  congregaciones  de  la  Caridad  y  de  la  Par,  que 

(1)  En  1869  ha  sido  inútil-  del  sábado  13  de  Abril  de  1872. 

mente  demolida  esta  iglesia  y  La  parroquialidad  de  Santa  Cruz 

Ru  célebre  torre  para  dejar  un  ha  andado  después  de  iglesia 

hueco  más,  pasando  la  parroquia  en  iglesia,  y  hoy  se  halla  en  la 

á  la  iglesia  de  Santo  Tomás,  la  del  Carmen  Calzado, 
misma  que  se  incendió  la  noche 


EL  ARRABAL  DE  SANTA  CRUZ.         289 

asisten  á  los  reos  de  muerte  desde  el  momento  que  entran 
en  la  capilla  de  la  cárcel,  les  acompañan  al  suplicio  y  cui- 
dan de  su  enterramiento,  el  cual  se  verificaba  antigua- 
mente en  esta  parroquia  el  de  los  degollados,  en  San  Mi- 
guel el  de  los  dados  garrote,  y  en  San  Gines  el  de  los 
ahorcados;  celebrábanse  misas  en  la  capilla  de  dicLas  con- 
gregaciones por  el  alma  de  aquellos  desgraciados  en  el 
momento  en  que  se  les  notificaba  la  sentencia,  desde  cuyo 
día  se  levantaba  en  la  esquina  de  la  plazuela  un  altar  con 
el  crucifijo  que  habia  de  acompañarles  al  suplicio,  fijándo- 
se á  la  puerta  de  la  iglesia  la  tablilla  de  indulgencias  con- 
cedidas á  los  fieles  asistentes  á  aquellos  sufragios. 

También  antes  (y  todavía  lo  hemos  alcanzado  á  ver)  se 
recogian  el  sábado  de  Bamos  por  las  mismas  cofradías 
las  cabezas  y  miembros  de  dichos  ajusticiados,  que  solian 
exponerse  en  los  caminos  públicos,  y  eran  colocados,  an- 
tes de  darles  sepultura,  en  el  mismo  cajón  ó  altar  portátil 
de  la  plazuela;  espectáculo,  por  cierto,  bien  repugnante, 
que,  por  fortuna,  ha  desaparecido  de  nuestras  costum- 
bres. 
En  la  bajada  de  Santa  Cruz,  ó  sea  calle  denominada  ^  .  ^  ,  ^   * 

*'  ^ '  Bailada  de  Santa 

de  los  Esparteros  y  en  una  rinconada  que  formaban  las  Cruz. 
accesorias  del  convento  de  San  Felipe  el  Real,  hubo  an- 
tiguamente un  recogimiento  de  donadas  con  el  nombre 
de  San  Esteban  y  que  le  quedó  luego  al  solar  ó  plazoleta  j  Recogimiento 
que  más  adelante  se  apellidó  también  de  los  Pájaros,  y 
hoy  forma  el  ingreso  de  la  nueva  calle  rota  hasta  la  de  la 
Paz,  que  lleva  el  nombre  del  inolvidable  corregidor  Mar- 
qués de  Pontéjosy  así  como  la  plazoleta  formada  á  su  tér- 
mino, donde  se  ha  trasladado  la  fuente  de  la  Puerta  del 
Sol  y  colocádose  en  ella  el  busto  de  aquel  benemérito 
funcionario. 

La  calle  de  la  Paz  tomó  el  nombre  de  un  hospital  que 
fundó  en  ella  doña  Isabel  de  Valois  ó  de  la  Paz,  tercera  ^  „  ^  ,  « 

'  Calle  do  la  Paz. 

L  19 


290  EL  ANTIGUO   MADRID. 


esposa  de  Felipe  IT,  en  que  se  veneraba  la  imagen  de 
Nuestra  Señora  bajo  la  misma  advocación  que  hoy  he- 
mos dicho  que  se  halla  en  la  parroquia  de  Santa  Craz. 
Dicho  hospital  estuvo  en  el  terreno  de  la  casa  que  des- 
pués sirvió  de  aduana,  y  en  que  hoy  está  la  Bolsa  de 
Comercio. 
La  irregular  calle  (malamente  llamada  plazuela)  de  la 

LeñL"™******  ^  ieñ«,  así  como  la  inmediata  y  principal  de  las  Carretasy 
quieren  decir  que  tomaron  estos  nombres,  á  su  formación 
ó  regularizacion  en  principios  del  siglo  xvi,  por  el  re- 
cuerdo reciente  de  las  barricadas  de  leña  y  carretería* 
formadas  en  aquellos  sitios  para  su  defensa  por  los  comu- 
neros venidos  de  Segovia,  que  en  unión  con  los  de  Ma- 
drid, ofrecieron  tan  porfiada  resistencia  á  las  huestes  del 
Emperador. — En  la  rinconada  de  dicha  plazuela  de  la  Le- 
fia se  labró,  á  mediados  del  siglo  xvii,  dicha  casa  Adua^ 
Aduana  Vieja.  ^i<^>  Q^®  sirvió  para  cstc  objcto  hasta  que  en  1769  hizo 
construir  Carlos  III  el  nuevo  y  magnífico  edificio  de  la 
calle  de  Alcalá,  recibiendo  aquél  desde  entonces  diversos 
destinos,  ya  para  archivos  públicos,  ya  de  cuartel  de  vo- 
luntarios realistas,  ya  de  Escuela  de  Caminos  y  Canales, 
hasta  que  en  1850  le  ocupó  la  Junta,  Tribunal  y  Bolsa  de 
Comercio^  que  ha  construido  en  este  solar  su  edificio  propio. 

Calle  de  carrttas.  ^  ^alle  de  Carretas^  hoy  una  de  las  principales  de  la 
villa,  ofrece  pocos  recuerdos  y  carece  de  monumentos 
históricos.  Los  edificios  públicos  que  la  decoran,  tales 
como  la  casa  de  la  extinguida  Comjmñia  de  Filipinas  ^  la 
de  la  Imprenta  Nacional  y  la  de  Correos  (hoy  Ministerio 
de  la  Gobernación)  son  modernos,  y  en  los  solares  que 
ocupan  existieron  anteriormente  multitud  de  mezquinos 
casuchos,  propios  de  un  arrabal.  Baste  decir  que  la  parte 
de  manzana  que  se  segregó  de  las  205  y  206  para  formar 
aislada  la  que  constituye  el  edificio  de  Correos,  construido 
en  el  reinado  de  Carlos  III,  comprendía  treinta  y  cuatro 


EL  ABBABAL  DE  SANTA  CRUZ.         291 

casas  particulares^  que  fueron  compradas  para  derribarlas 
j  dar  lugar  i  la  nueva  construcción. 

El  caserío  general  de  esta  calle  es  igualmente  moderno 
y  muy  renovado,  y  sus  apreciadísimas  tiendas  estuvieron 
exclusivamente  dedicadas  hasta  hace  pocos  años  al  co- 
mercio de  líbretnay  y  antes  al  gremio  de  broqueleros  y  con 
cuyos  nombres  de  comercio  fué  también  sucesivamente 
conocida  esta  calle ;  así  como  las  contiguas  callejuelas, 
estrecha  y  ancha  de  los  Majaderiios ,  tomaron  aquel  caue  de  Maja- 
ridículo  título  del  mazo  que  usaban  los  bati-hojas  ó  tira- 
dores de  oro  que  ocupaban  dicha  calle,  y  solian  apellidar 
el  tnajadero  6  majaderito. — Posteriormente  fueron  habi- 
tadas por  los  famosos  guitarreros  de  Madrid,  y  otros  ofi- 
cios no  menos  alegres  y  divertidos,  hasta  que,  renovado 
en  nuestros  dias  su  caserio,  y  continuada  una  de  ellas  con 
el  derribo  del  convento  de  la  Victoria,  han  recibido  los 
nombres  de  Cádiz  ^  de  Barcelona  y  y  de  Espoz  y  iíinaj  y 
más  elegantes  comercios  y  habitadores  (1). 

Aquel  famoso  convento,  que  con  su  iglesia,  huerta  y  La  victoria. 
tahona  ocupaba  gran  parte  de  la  manzana  207,  y  ha 
dado  lugar  con  su  derribo,  en  1836,  á  la  formación  de 
dicha  hermosa  calle  de  Espoz  y  Mina,  al  ensanche  de  la 
de  la  Victoria  y  á  la  construcción  entre  ambas  de  las 
manzanas  de  casas  de  los  señores  Mariátegui  y  Maten, 
pasaje  ó  galería  cubierta  y  otros  varios  edificios,  habia 
sido  fundado  en  aquel  sitio  (confín  entonces  de  la  pobla- 
ción) por  el  padre  fray  Juan  de  la  Victoria,  provincial 
délos  mínimos  de  San  Francisco  de  Paula,  con  la  protec- 
ción del  rey  D.  Felipe  II,  y  en  el  mismo  año  de  1561,  en 
que  trasladó  ¿  Madrid  la  corte. — Era  muy  poco  notable 
bajo  el  aspecto  artístico,  y  sólo  bajo  el  religioso,  por  la 

(1)  La   sustitución    de    los      lies  por  los  nuevos  fué  propues- 
nombres  antiguos  de  estas  ca-      ta  por  mi  como  concejal. 


292  EL   ANTIGUO  MADKID. 

Nuestra  Señora  gran  devocioD  de  los  inadlrileflos  á  la  venerable  imagen 
de  la  Soledad,  j^  Jíuestra  Señora  de  la  Soledad,  obra  famosa  ejecutada 
en  madera  con  ciertas  misteriosas  condiciones  por  el  cé- 
lebre escultor  Gaspar  Becerra,  y  que  fué  copiada  de  un 
cuadro  que  facilitó  para  ello  la  reina  doña  Isabel  de  la 
Paz :  esta  sagrada  imagen  tenia  su  capilla  propia  con- 
tigua 4  la  iglesia,  y  hoy  se  halla  en  San  Isidro  el  Real, 
y  es  la  misma  que  sale  en  la  solemne  procesión  del  Vier- 
nes Santo. 

Entre  el  modesto  camino  que,  flanqueado  á  la  derecha 
por  el  ya  citado  convento  de  la  Victoria  y  algún  pobre 
caserío,  y  por  su  izquierda  por  las  tapias  del  hospital  del 
Buefi  Suceso  y  algunos  huertos  ó  posesiones  rurales^  con- 
tiguas á  los  olivares  y  caños  de  Alcalá  y  y  la  espléndida 
calle  que,  con  el  nombre  de  Carrera  de  San  Jerónimo, 
conduce  hoy  desde  el  sitio  central  y  más  animado  de  la 
corte  á  su  primero  y  magnífico  paseo,  y  al  Sitio  Beal  del 
Buen  Betiro,  median  siglos  de  distancia,  animados  por 
muchas  generaciones,  sucesos  y  peripecias  históricas^  de 
que  nos  haremos  cargo  cuando,  después  de  haberle  consi- 
derado hoy  como  límite  de  la  antigua  villa,  regresemos 
al  centro  de  la  nueva  en  la  tercera  y  última  ampliación. 

Dijimos  antes  que  los  historiadores  que  nos  dejaron 
Ugeramente  indicados  los  términos  del  arrabal,  apuntando 

Lia  i  te  8  del  la  direcciou  que  llevaba  la  tapia  ó  cerca  que  suponen  (y 
que  por  cierto  no  creemos  existiese  en  este  sitio) ,  no  m- 
dican  con  precisión  su  marcha  desde  la  Puerta  del  Sol  en 
dirección  á  San  Jerónimo ,  diciendo  sólo  que  á  cierta 
altura  de  este  camino  tercia  en  escuadra  a  buscar  la  linea 
recta  de  la  plazuela  de  Antón  Martin,  lo  cual,  caso  de 
ser  cierto,  podría  ser  entre  las  calles  del  Lobo  y  del  Baño 
en  Dirección  á  la  plazuela  del  Matute.  Pero  tenemos  mo- 
tivos para  sospechar  qiie  no  existió  semejante  cerca  sin 
solución  de  continuidad,  entre  la  Puerta  del  Sol  y  la  de 


EL  ARRABAL  DE  SANTA  CRUZ. 


293 


Antón  Martin,  ó  que  acaso  seria  sólo  en  los  primeros 
tiempos  de  la  ampliación,  j  mny  provisional  j  pasajera; 
pues  no  se  hace  mención  de  ella  en  los  títulos  y  docu- 
mentos del  siglo  XVI,  sino  que  consta  ya  la  existencia  de 
todas  aquellas  calles  y  de  muchos  de  sus  edificios ;  y  que 
la  verdadera  entrada  de  Madrid  era  abierta  hacia  donde 
ahora  está  la  iglesia  de  los  Italianos,  sin  puerta  que  limi- 
tase la  extensión  del  arrabal. — Esta  se  fué  verificando 
constante  aunque  lentamente  y  prescindiendo  de  cualquier 
obstáculo  que  le  saliese  al  paso,  y  que  evidentemente  no 
existia  ya  ¿  mediados  del  siglo  xvi  cuando  se  estableció 
en  Madrid  la  corte.  Por  lo  tanto,  y  porque  así  conviene  4 
la  claridad  material  de  la  narración,  seguiremos  en  nuestro 
paseo  esa  línea  recta,  suponiendo  límite  de  ella  dicha 
Carrera  (entonces  poco  poblada),  y  comprendiendo  sólo 
las  calles  á  la  derecha,  entre  la  misma  y  la  de  Atocha,  hasta 
Antón  Martin. 

Las  primeras  que  se  ofrecen  al  paso  son  las  tituladas  c^u^  ¿e,  j^^^ 
del  Lobo,  del  Príncipe  y  de  la  Cruz,  las  cuales  nos  traen  J  c^Í"*'*^"  ^' ^^ 
simultáneamente  á  la  imaginación  el  recuerdo  de  las  pri- 
meras representaciones  escénicas  en  nuestra  villa  de  Ma- 
drid, que  con  tanta  copia  de  erudición  y  de  crítica  reseñó 
don  Casiano  Pellicer  en  su  conocida  obra  titulada  Tra- 
tado histórico  de  la  comedia  y  del  histrionismo  de  Espa- 
ña (1). 


(1)  £1  sefior  D.  José  Antonio 
Annona,  corregidor  que  fué  de 
Madrid  á  fines  del  siglo  ante- 
rior, dejó  también  escrita  é  in- 
édita una  obra  importante  sobre 
este  asunto ;  titúlase  Memorias 
cromlógicas  sobre  el  origen  de 
^  ^^presentación  de  comedias  en 
^«pañay  formadas  en  1785  por 


el  corregidor  de  Madrid,  don 
José  Antonio  de  Ármona, — Son 
dos  tomos  en  4.^^  perfectamente 
manuscritos,  de  letra  de  Palo- 
mares, y  encuadernados  en  tafí* 
lete.  Después  de  la  muerte  de 
su  autor,  acaecida  en  1792,  de- 
bieron pasar  á  manos  del  señor 
Llaguno,  de  cuya  almoneda  lo^ 


294 


EL  ANTIGUO   MADRID. 


Corrales  de  co- 
Doediaa. 


El  origen  indadable  de  la  representación  de  comedias 
en  Madrid  fué  el  privilegio  concedido  á  las  cof radica  de 
la  Sagrada  Pasión  de  Nuestro  Señor  Jesucristo  y  la  de 
la  Soledad  y  que  habia  fundado  la  Casa  de  expósitos  y  para 
que  pudiesen  dar  á  su  beneficio  dichas  representaciones 
en  las  casas  ó  sitios  que  señalasen.  En  su  consecuencia^  la 
primera,  ó  de  la  Pasión,  señaló  para  este  objeto  un  corral 
que  tenia  en  la  calle  del  Sol  (¿Puerta?),  otro  en  la  del 
Principe  y  propio  de  Isabel  Pacheco  y  j  otro  en  la  misma 
*  JJÍPÍle>  perteneciente  á  iV.  Burguillosy  cuyo  último  corral 
se  aplicó  después  á  sí  la  cofradía  de  la  Soledad ;  y  consta 
que  el  miércoles  5  de  Mayo  de  1568  entró  á  representar 
en  el  de  la  Pacheca  el  comediante  Alonso  Velazquezy  y 
posteriormente  en  ambos  por  convenio  de  dichas  cofra- 


adquirió  nuestro  amigo  el  sefior 
don  Toribio  de  Areytio,  quien 
los  ha  cedido  á  la  Real  Acade- 
mia de  la  Historia,  permitién- 
donos antes  disfrutarlos. — Com- 
prenden dichas  Memorias  un 
Discurso  desde  el  origen  de  la 
representación  de  las  comedias 
en  España,  y  particularmente 
en  Madrid ,  desde  que  por  ha- 
berse hecho  pública  esta  diver- 
sión, empezó  á  merecer  las  aten- 
ciones del  Gobierno ;  y  después 
de  señalar  los  primeros  ensayos 
dramáticos,  anteriores  y  poste- 
riores á  Carlos  V ,  se  fija  en  los 
tiempos  de  Cervantes  y  de  Lope 
de  Vega,  y  empieza  la  historia 
de  los  Corrales  de  Madrid,  fun- 
dados por  los  hospitales  hacia 
1560. — Inserta  los  diversos  ban- 
dos, instrucciones  y  reglamen- 
tos dictados  para  su   servicio 


desde  1584  (algunos  muy  curio- 
sos) ,  y  otros  varios  documentos 
sobre  la  controversia  de  propie- 
dad y  disfrute  entre  los  hospi- 
tales y  la  villa  de  Madrid,  y 
sobre  las  prohibiciones  y  permi- 
sos de  la  representación  de  co- 
medias; todo  lo  cual  tuvo  á  la 
vista  Pellicer  para  su  curioso 
libro  arriba  citado,  cuya  publi- 
cación en  1804  quita  mucho 
mérito  á  este  manuscrito  de  Ar- 
mona.  Sin  embargo,  todavía 
tiene  bastante,  por  contener  di- 
chos documentos  íntegros,  y 
otros  varios  que  aquél  no  dio, 
como  el  Catálogo  de  los  corre- 
gidores de  Madrid  (que  inserta- 
mos en  el  Apéndice) ,  el  de  los 
jueces  protectores  de  teatros,  la 
visita  de  las  casas  ó  corrales  de 
la  Cruz  y  del  Principe  hecha 
por  la  casa  de  aposento  en  1606, 


EL  ARRABAL  DE   SANTA  CRUZ. 


295 


días. — En  1574,  un  comediante  italiano.  llamado  Alberto 
Ganosa,  autor  ó  cabeza  de  una  Compañía  que  represen- 
taba farsas  y  hacía  juegos  de  manos  v  volatines,  contrató 
con  las  cofradías  para  que  se  le  cubriese  eotí  tejados  dicho 
corral  (excepto  el  patio,  que  quedó  siempre  al  descubier- 
to), y  aquéllos  alquilaron  y  adornaron  para  las  otras  com- 
pañías un  nuevo  corral  en  la  calle  del  Lobo,  en  la  casa 
que  pertenecia  á  Cristóbal  de  la  Puente,  hasta  que  más 
adelante  las  mismas  cofradías  fabricaron  ya  sus  coliseos 
propios,  el  uno  en  la  calle  de  la  Cruz,  en  1579,  y  el  otro 
en  la  del  Principe,  en  1582,  cesando  entonces  y  desha- 
ciendo el  de  la  calle  del  Lobo. 

Según  las  escrituras  de  compra  de  dichos  solares,  cons- 
ta que  el  primero  (el  de  la  Cruz)  <i:alindaba  con  el  horno 


y  dos  vistas  de  las  plantas  de 
dichos  corrales  antiguos,  con  su 
distribución  en  patio  ^  alojero^ 
gradas^  aposentos ,  rutilas ^  ca- 
zuela y  tertulia,  muy  curiosas  y 
detalladas.  También  incluye  una 
planta  del  teatro  de  la  Cruz,  pro- 
yectado por  D.  Phelipe  Jubara, 
y  tres  planos  de  fachada,  corte 
y  proscenio,  firmados  por  don 
Manuel  Martin  Rodríguez,  en 
1785,  sobríno  y  discípulo  del  cé- 
lebre D.  Ventura,  de  quien  aca- 
so eran  aquellos  planos. — Hace 
después  la  historía  del  teatro  del 
Principe,  obra  del  ai-qtiitecto 
Sacheti  (que  se  quemó  en  1806), 
la  de  la  representación  de  los 
Autos  Sacramentales  de  Calde- 
rón, y  finalmente,  da  varios  es- 
tados de  productos  de  los  tea- 
tros de  diferentes  afios ;  termi- 


nando el  tomo  primero  con  un 
bando  ó  instrucción  impreso,  de 
dicho  corregidor  Armona,  para 
el  servicio  de  los  mismos. 

El  segundo  tomo ,  menos  in- 
teresante, comprende  un  Dis- 
curso original  sobre  asentar  so- 
bre bases  útiles  y  buenas  los  tea- 
tros y  los  cómicos,  en  lo  moral  y 
en  lo  político,  escrito  por  el  ex- 
celentísimo señor  Duque  de  Hi- 
jar,  y  la  correspondencia  que 
medió  entre  él  y  el  corregidor 
Armona  sobre  este  Discurso, 
con  todos  los  documentos  que 
comprende  el  tomo  anterior, 
que  le  remitió  éste  á  aquél  por 
vía  de  notas,  y  otros  muchos 
trozos  tomados  de  las  obras  de 
Caramuel,  Cervantes,  Candamo, 
Luzan,  Nasarre,  etc. ,  todos  im- 
presos y  conocidos. 


296  EL   ANTIGUO   MADRID. 

3>  de  Antonio  Ventero  y  con  el  solar  de  Antonio  G-onza- 
i>lez  Labrador,  y  por  delante  la  calle  pública  que  dicen 
y>d€  la  Cruz,  donde  es  la  cárcel  que  dicen  de  la  Carona  y  en 
3)  la  parroquia  de  Santa  Cruz  i>,  y  que  fué  comprado  en  550 
ducados;  y  el  segundo,  ó  del  Principe,  propio  del  doctor 
Álava  de  Ibarra,  médico  de  Felipe  II,  dieran  dos  casas  y 
J>  corrales  contiguos  al  mencionado  de  la  Pacheca,  y  tenían 
J>por  linderos  casas  de  Catalina  Villanueva,  de  Lope  de 
» Vergara  y  del  contador  Pedro  Calderón,  y  por  delante 
»la  dicJia  calle  principal  del  Principela,  y  fueron  vendi- 
das en  800  ducados.  En  éste  se  principiaron  las  represen- 
taciones en  21  de  Setiembre  de  1583 ,  y  en  el  de  la  Cruz. 
habian  empezado  anteriormente  en  29  de  Noviembre 
de  1578. 

La  afición  de  los  madrileños  á  las  representaciones  es- 
cénicas, y  los  productos  de  los  corrales  ( que  este  nombre 
conservaron  ) ,  utilizados  por  las  cofradías  para  los  santos 
objetos  de  su  instituto  fueron  tales ,  que  lo  que  isn  los 
primeros  años  representaba  un  beneficio  líquido  de  140 
á  200  rs.  por  representación,  luego  de  construidos  los  nue- 
vos coliseos  (cuyo  sitio  vemos  que  compraron  las  cofra- 
días por  sólo  1.350  ducados),  llegó  al  punto  de  arrendarse 
por  cuatro  años  (desde  1629  4  1633)  en  la  enorme  suma 
de  114.400  ducados,  que  distribuían  entre  sí  los  diversos 
hospitales  y  hospicios,  hasta  que  en  1638  se  encargó  de 
los  teatros  la  villa  de  Madrid,  consignando  á  aqueQos  es- 
tablecimientos varios  censos  y  subvenciones,  que  han  veni- 
do disfrutando  hasta  el  dia. 

Poco  podemos  añadir  á  las  infinitas  y  curiosas  investi- 
gaciones que  sobre  este  asunto  consignaron  los  eruditos 
Sres.  Armona  y  Pellicer  en  sus  ya  citadas  obras ,  y  úni- 
camente diremos  que,  por  el  registro  de  los  títulos  anti- 
guos, vemos  que  el  corral  arrendado  en  la  calle  del  Lobo 
y  casa  propia  de  Cristóbal  de  la  Puente  estaba  en  la  se- 


• 


EL  ARRABAL  DE  SANTA  CRUZ.         29 T 

ñalada  con  el  número  23  viejo  y  9  nuevo  de  dicha  calle,  y 
manzana  218,  poseída  por  el  dicho  la  Puente,  y  que  hoy 
pertenece  al  Sr.  D.  Vicente  Pereda.  La  casa  de  Isabel  de 
Pacheco  y  en  la  calle  del  Principe,  donde  estaba  el  famoso 
corral  apellidado  de  la  Paclieca,  ya  hemos  dicho  que  era 
contigua  á  la  comprada  por  las  cofradías  al  doctor  Alara 
de  Tbarra  para  la  construcción  del  nuevo  coliseo,  y  quedó 
incluida  en  éste,  asi  como  también  lo  fué  después  otra, 
propia  de  D.  Rodrigo  de  Herrera ,  que  tenia  una  ventaría 
que  daba  al  corral,  cuando  la  villa  de  Madrid  reedificó  y 
agrandó  el  teatro  en  1745,  hasta  darle  el  espacio  de 
11.594  pies  que  hoy  tiene ,  y  sobre  el  cual  se  volvió  á  re- 
edificar en  1806  bajo  los  planes  y  dirección  del  arquitecto 
Villanueva,  por  haberse  quemado  el  anterior  (1). 

El  otro  de  la  calle  de  la  Cru::  (llamado  así  por  un  cer- 
rillo que  hubo  antiguamente  en  aquel  sitio,  sobre  que  es- 
taba colocada  una  cruz  )  fiíé  también  reedificado  bajo  las 
trazas,  dirección  y  mal  gusto  del  arquitecto  D.  Pedro  de 
Ribera,  en  1737  (no  según  el  plan  ya  indicado  de  Jubaríi 
y  Rodriguez),  y  es  el  mismo  que  acaba  de  derribarse  para 
continuar  la  nueva  calle  de  Espoz  y  Mina. 

Los  recuerdos  histórico-literarios  de  aquellos  antiguos 
corrales  ó  coliseos  nos  Uevarian  muy  lejos,  y  son,  por  lo 
(lemas,  bastante  conocidos;  sólo  diremos  que  en  ambos  in- 
distintamente brillaron  en  su  tiempo  (al  paso  que  en  los 
suntuosos  de  Buen  Retiro,  de  Palacio  y  de  los  sitios  del 
Pardo  y  de  la  Zarzuela)  las  populares  musas  de  Lope  de  ^^¡^  ^  *^®°*®' 
Vega,  Tirso,  Morete  y  Calderón ;  que  el  primero  solia  dar 
preferencia  al  de  la  Cruz,  y  también  el  monarca  Feli- 

(1)  Se  ha  renoyado  su  facha-  con  el  derribo  de  la  manzana  de 
da  en  1867  con  bastante  buen  casas  fronterizas,   ha  quedado 
gusto,  y  lo  mismo  el  interior  de  en  la  linda  plaza-jardin  de  San- 
la  sala.  Posteriormente  ha  vuel-  ta  Ana. 
to  á  titularse  Teatro  Español,  y 


298 


EL   ANTIGUO   MADRID. 


pe  IV,  tan  aficionado  á  esie  espectáculo,  que  solia  asistir  de 
incógnito  ¿  él^  entrando  por  la  plazuela  del  Ángel  j  casa 
contigua  (j  que  fué  luego  incorporada  al  mismo  teatro), 
en  la  cual ,  según  nuestras  noticias ,  vivió  el  célebre  poeta 
D.  Jerónimo  Villaizan  (1).  Don  Bodrigo  Calderón,  el  Du- 
que de  Lerma  y  otros  magnates  preferían,  por  el  contra- 
rio j  asistir  al  del  Príncipe ,  donde  tenian  aposento  con  ce- 
lo8ia.  En  el  prímer  coliseo  representaba  la  famosa  María 
Calderón  (madre  de  D.  Juan  José  de  Austria)  y  las  no 
menos  célebres  Amarilis  (María  de  Córdova)  y  Antandra 
(Antonia  Granados) ;  las  posteriores  celebridades  escéni- 
cas María  Ladvenant  y  María  del  Rosario  Fernandez  (la 
Tirana)  representaron  casi  siempre  en  el  Príncipe. — En 
cuanto  al  recuerdo  moderno  de  los  bandos  de  C/iorizos  y 
Polacos^  con  cuyos  nombres  se  designó  á  ambos  teatros 
del  Príncipe  y  de  la  Cruz  á  fines  del  siglo  pasado ,  es  de- 
masiado conocido  para  que  haya  necesidad  de  reprodu- 
cirle. Las  preciosas  comedias  modernas  de  Moratin,  titu- 
ladas El  Viejo  y  la  Niña  y  El  Café^  se  representaron  en 
el  Príncipe,  y  las  de  El  Barón ^  La  Mogigata  y  El  Sí  de 
las  Niñas  y  en  el  de  la  Cruz.  Los  eminentes  actores  Rita 
Luna  é  Isidoro  Maiquez  trabajaron  en  un  principio  en  ara- 
bos (aunque  nunca  llegaron  á  reunirse  en  la  escena),  pero 


(1)  El  licenciado  D.  Jeróni- 
mo Villaizan  y  Garces  nació 
en  Madrid ,  y  fué  bautizado  en 
la  parroquia  de  San  Martin,  á  9 
de  Junio  de  1604.  Fué  hijo  de 
Diego  de  Villaizan,  boticario; 
siguió  la  carrera  de  la  abogacía, 
cuya  profesión  ejerció  muchos 
años,  con  grande  aplauso,  en  los 
tribunales  de  la  corte ;  distin- 
guiéndose igualmente  entre  los 


literatos  por  su  ameno  ingenio 
y  fecundidad  en  la  poesía  dra- 
mática; circunstancia  que  le  va- 
lió el  favor  y  hasta  la  amistad 
del  rey  Felipe  IV.  Entre  las  co- 
medias de  Villaizan  que  fueron 
impresas  y  han  llegado  hasta 
nosotros,  la  más  apreciable  es 
la  que  lleva  por  título  Ofender 
con  las  finezas. 


EL  ARRABAL   DE   SANTA  .CRUZ.  299 


Últimamente  aquella  se  fijó  en  la  Cruz  y  éste  lo  hizo  exclu- 
sivamente en  el  Príncipe,  que  supo  convertir  desde  princi- 
pio del  siglo  actual  en  el  favorito  del  público  madrileño. 
No  puede  ser  exacta  la  observación  de  que  la  calle  del 
Principe  recibiese  este  nombre  con  motivo  del  nacimiento  ^{^"*  ^^  ^''"' 
en  Madrid  del  príncipe  D.  Felipe  (después  Felipe  III), 
ocurrido  el  14  de  Abril  de  1578,  ni  aun  los  de  sus  dos 
hermanos  anteriores,  que  murieron  sin  llegar  á  reinar, 
D.  Femando  y  D.  Diego,  que  también  hablan  nacido  en 
Madrid  en  1571  y  1575 ;  porque  ya  vimos  que  anterior- 
mente, en  1568,  se  apellidaba  ya  calle  del  Príncipe  la 
del  corral  de  Pacheca;  creemos,  por  lo  tanto,  que  dicho 
nombre  pudo  dársele  con  alusión  al  príncipe  D.  Felipe  II, 
jurado  en  San  Jerónimo  en  1528,  en  cuya  ¿poca  pudo 
abrirse  dicha  calle.  Con  esto  queda  también  contestada  la 
opinión  de  algunos,  que  han  supuesto  referirse  el  nom- 
bre de  la  misma  al  príncipe  de  Fez  y  de  Marruecos^  Muley 
Xeque,  que  no  vino  á  España  ni  recibió  el  bautismo  has- 
ta 1593 ,  tomando  el  nombre  de  D.  Felipe  de  África  ó  de 
Austria  y  y  es  más  conocido  con  el  de  El  Principe  Negro. 
Este  personaje  vivió  efectivamente  en  dicha  calle ,  en  la 
casa  que  fué  de  Ruy  López  de  Vega  (que  es  la  que  da 
vuelta  á  la  calle  de  las  Huertas  y  hoy  está  reedificada  por 
sn  dueño,  el  Duque  de  Santoña,  y  lleva  el  número  40 
nuevo).  El  sobrescrito  de  la  carta  de  que  habla  el  inmor- 
tal autor   del   Quijote  en  la  Adjunta  al  Parnaso  dice : 
<lAI  Sr.  Miguel  de  Cervantes  Sauvedra,  en  la  calle  de  las 
Huertas,  frontero  de  las  casas  donde  solia  vivir  el  Principe 
<le Marruecosi> j  es  decir,  que  pudo  habitar  aquel  ingenio 
en  las  señaladas  ahora  con  los  números  6  al  10  nuevo  de 
dicha  calle. — Algo  más  abajo,  y  conduciendo  desde  la 
calle  del  Príncipe  á  la  plazuela  de  Antón  Martin ,  está 
la  plazoleta  llamada  del  Matute,  cuyo  nombre  hay  mo-  pusoeudei na- 
tivo para  creer  que  lo  quedó  por  la  razón  de  que  en  ella  *"*** 


300  El,   ANTIGUO   MADRID. 

y  las  huertas  inmediatas  á  la  puerta  de  Vallecas  se  pre- 
paraban los  contrabandos  ó  matutes. 
.  Hasta  el  tiempo  de  la  dominación  francesa,  en  los  pri- 
meros años  de  este  siglo,  existió,  formando  la  mayor  parte 
de  la  manzana  215  y  prolongando  las  calles  del  Prado,  de 
la  Gorgnera  y  de  la  Lechuga,  el  convento  é  iglesia  de  re- 

sanulní^*  ^  ligíosas  Carmelitas  descalzas  de  Santa  Ana^  fundado  por  San 
Juan  de  la  Cruz  en  1586,  en  cuyo  solar  se  formó,  en  1810, 
la  Plazuela  de  Santa  Ana,  con  árboles  y  una  fuente  en 
medio,  en  que  fué  colocada  la  estatua  en  bronce  de  Car- 
los V,  que  existe  en  la  galería  de  escultura  del  Museo  (1). 
Por  este  mismo  tiempo  creemos  que  se  construyó,  bajo 
la  dirección  del  arquitecto  D.  Silvestre  Pérez,  la  bella 

coaa  de  Montijo.  casa-palacio  propia  de  los  Condes  del  Montijo  y  de  Tdni, 
esquina  á  dicha  plazuela  y  á  la  del  Ángel,  sobre  casas 
que  fueron  anteriormente  de  los  condes  de  Baños  y  de 

Angeí^*^^*^*^  D.  Pedro  Velasco  de  Bracamente. — La  plazuela  rfeZ  -4n- 
gel^  al  frente  de  dicha  «casa,  estuvo  antes  ocupada  por 
una  manzana  aislada  con  el  oratorio  y  casa  de  padres  de 
San  Felipe  Neri^  hasta  que  á  la  extinción  de  los  Jesuítas, 
en  1769,  pasaron,  como  ya  dijimos,  á  la  casa  profesa  de 
aquéllos,  en  la  calle  de  Bordadores,  y  se  demolió  la  suya, 
que  daba  lugar,  entre  la  calle  del  Prado  y  la  de  las  Huer- 
tas, á  otra  callejuela  llamada  del  Beso, 
coKideTepa.  La  otra  elegante  casa  de  los  Condes  de  Tepa^  frontera 
á  la  de  Montijo,  con  entradas  también  por  las  calles  de 
San  Sebastian  y  de  Atocha,  es  uno  de  los  mejores  edificios 
particulares  de  principios  de  este  siglo ,  y  creemos  fué, 
como  él  palacio  de  Villa-hermosa,  obra  del  arquitecto  don 
Antonio  López  Aguado. 


(1  ]  Al  fin  se  derribó  esta  la.  En  su  centro  se  ha  colocado 
manzana  de  casas  y  y  regularizó  la  estatua  de  Calderón  dando 
y  convirtió  en  square  la  plazue-      frente  al  Teatro  Español. 


EL  ARRABAL  DE  SANTA  CRUZ.         301 

La  iglesia  parroquial  de  San  Sebastian^  tan  poco  nota-  Parroqniade 
ble  bajo  el  aspecto  artístico,  como  importante  por  su  ex- 
tendida y  rica  feligresía,  ya  dijimos  que  compartió  ésta 
con  la  de  Santa  Cruz,  cuando  se  construyó  en  1550,  to- 
mando la  advocación  de  aquel  santo  mártir,  por  una  er- 
mita dedicada  al  mismo  que  hubo  más  abajo,  hacia  la 
plazuela  de  Antón  Martin.  El  cementerio  contiguo  á  esta 
parroquia,  que  da  á  la  calle  de  las  Huertas  y  á  la  ya  men- 
cionada de  San  Sebastian  (antes  llamada  del  Viento)  era 
uno  de  los  padrones  más  ignominiosos  de  la  policía  del 
antiguo  Madrid;  y  así  permi^neció  hasta  la  construcción 
de  los  cementerios  extramuros ,  en  tiempo  de  los  france- 
ses. Becordamos  haber  escuchado  á  nuestros  padres  la 
nauseabunda  relación  de  las  famosas  mondas  ó  extracción 
de   cadáveres   que    se    verificaban    periódicamente,    en 
una  de  las  cuales  fueron  extraídos  de  la  bóveda,  confun- 
didos y  arrumbados,  los  preciosos  restos  del  gran  Lope  de 
Vega,  que  yacian  sepultados  en  ella  en  el  segundo  nicho  sepultura  de 
del  tercer  ¿rdeny  no  de  la  Orden  Ter9era,  como  dice  al- 
gan  documento,  donde  buscándole  nosotros  hace  pocos 
años  con  el  difunto  cura  de  aquella  parroquia,  Sr.  Quija- 
na,  hallamos  la  lápida  que  dice  estar  enterrada  en  aquel 
nicho  la  señora  doña  N.  Eamiro  y  Arcayo,  hermana  del 
vicario  que  fué  de  Madrid. 

Este  lamentable  descuido,  esta  criminal  profanación 
(que  nos  priva  ahora  de  mostrar  álos  extranjeros  el  sepul- 
cro del  Fénix  de  los  ingenios)  se  cometía  ya  en  el  siglo  xix 
ó  á  fines  del  anterior,  á  la  faz  de  una  corte  ilustrada  y 
culta,  y  delante  cabalmente  de  los  distinguidos  literatos  y 
famosos  poetas  restauradores  de  las  letras  españolas ,  de 
losMoratines  é  Iriartes,  Áyalas  y  Cadalsos,  Cerdas,  Rios, 
Ortegas,  Llagunos,  Melendez  y  otros  varios,  y  de  los  ex- 
tranjeros Signorelli,  Conti,  Pizzi,  Bemascone,  etc.,  los 
cuales  en  el  último  cuarto  del  siglo  anterior  hablan  esta- 


302  EL   ANTIGUO   MADRID. 


blecido  una  especie  de  liceo  ó  academia  privada  en  una 
sala  de  la  Fonda  de  San  Sebastian^  en  la  casa  contigua  á 
dicho  cementerio  (porque  entonces  no  existia  todavía  la 
del  Conde  de  Tepa);  apreciable  reunión,  que  duró  en  todo 
su  esplendor  hasta  que,  desapareciendo  poco  á  poco  sus 
insignes  fundadores,  degeneró  en  manos  de  la  medianía  ó 
del  pedantismo.  Y  es  evidente  que  el  insigne  Moratín, 
hijo,  se  refirió  á  ella  y  á  sus  principales  concurrentes,  Co- 
mella ,  Cladera,  Guerrero,  Salanueva^  Nifo  y  otros  pseu- 
do-poetas  de  la  época,  en  la  deliciosa  sátira  dramática  ti- 
tulada La  Comedía  nueva,  en  que  los  retrató,  como  pudie- 
ra decirse,  con  pelos  y  señales  ^  bajo  los  nombre  de  don 
Eleuterioy  D.  Hermógenes  y  D.  Serapio ,  y  hasta  fijó  la 
escena  en  el  mismo  café  del  entresuelo,  haciendo  figurar 
en  ella  al  mozo  llamado  Agapito  y  emblematizando  en  él 
la  buena  fe  del  vulgo  sandio  é  ignorante,  bajo  el  gráfico 
nombre  de  Pipi. 

La  arteria  principal  de  este  trozo  de  la  población  com- 
prendido entre  Santa  Cruz  y  Antón  Martin  fué  desde  los 
cauede  Atocha,  principios  la  calU  de  Atocha,  una  de  las  más  importantes 
de  la  nueva  villa,  encerrando,  ademas  de  su  notable  case- 
río ,  varios  edificios  religiosos  y  civiles  muy  señalados  de 
los  siglos  XVI  y  XVII. 

Entre  los  primeros  descuella  el  extenso  convento  é 
lA  Trinidad,  jglesia  quc  fué  de  los  padres  trinitarios  calzados ,  cuya 
traza  dio  de  su  propia  mano  Felipe  II ,  señalando  él  mis- 
mo el  sitio  que  ocupa,  que  con  sus  accesorios  comprende 
nada  menos  que  108.646  pies.  Su  construcción,  que  prin- 
cipió hacia  los  años  de  1547,  corrió  á  cargo  del  arquitec- 
to Gaspar  Ordoñez.  De  la  iglesia  (que  era  muy  espaciosa 
y  decorada)  no  puede  juzgarse  ya ,  por  las  notables  alte- 
raciones y  cortes  que  se  la  han  dado  en  estos  últimos  años^ 
y  conforme  á  los  nuevos  destinos  que  recibió  este  edificio 
después  de  la  exclaustración  en  1836.  Convertida  primero 


EL  ARRABAL  DE  SANTA  CRUZ.         303 

en  teatro  y  salones  de  la  sociedad  llamada  del  Instituto 
eífañolj  Inégo  para  las  Exposiciones  de  pinturas  j  para  el 
Conservatorio  de  Artes,  hoy  está  en  gran  parte  ocupada 
por  éste,  y  otra  parte  sirve  de  ingreso  al  claustro  y  esca- 
lera principal.  Estos  permanecen  todavía  en  su  estado 
primitivo,  y  por  su  buena  forma  y  gusto  recuerdan ,  espe- 
cialmente la  escalera,  al  monasterio  del  Escorial.  El  espa- 
cioso convento,  que  ya  en  tiempo  de  la  dominación  fran- 
cesa y  algunos  años  después  sirvió  de  Biblioteca  Real, 
fué  destinado  después  á  reunir  en  él  la  gran  colección  de 
cuadros  recogidos  de  las  iglesias  y  conventos  de  la  pro- 
vincia y  otros  9  bajo  el  título  de  Museo  Nacional,  y  hoy, 
sin  suprimirse  del  todo  aquél,  le  ocupan  simultáneamente, 
7  por  cierto  con  extraña  amalgama,  las  oficinas  del  Minis- 
(trio  de  Fomento;  habiéndose  hecho  necesarias  para  ello 
costosas  obras  de  reparación  y  distribución,  así  en  el  in- 
terior como  en  la  fachada  del  edificio,  que,  por  efecto  de 
ellas,  ofrece  hoy  un  aspecto  bastante  anómalo  entre  su 
antiguo  y  nuevo  destino.  También  se  ha  suprimido  la  verja 
que  cerraba  la  espaciosa  lonja  delantera,  quedando,  empe- 
ro, en  posesión  de  sus  muros  el  comercio  de  librería,  que 
desde  tiempo  inmemorial  la  ocupaba,  así  como  las  inol- 
vidables Gradas  de  San  Felipe, 

Sería  largo  enumerar  los  varones  distinguidos  en  virtud 
y  en  ciencia  que  albergó  desde  su  fundación  esta  religio- 
sa casa,  sobresaliendo  entre  los  primeros  el  Beato  Simón 
de  Rojas  (cuyo  cuerpo  se  veneraba  en  ella  y  hoy  se  halla  en 
la  iglesia  de  Santa  Cruz),  y  entre  los  segundos,  el  célebre 
predicador  y  literato  del  siglo  pasado  Padre  Hortensio 
Paramcino  (1).  De  ella  salieron  también,  en  el  mes  de 


(I)  El  maestro  Hortensio  ingenio, que  á  los  cinco afios  ya 
Féux  Pakavicino  nació  en  Ma-  Babia  leer,  escribir  y  contar ; 
^d  en  1580,  con  tan  peregrino      concluida  su  carrera  en  Alcalá 


804 


EL   ANTIGUO   MADRID. 


i 


Mayo  de  1580,  los  padres  redentores  Fray  Juan  Gil  y 
Fray  Antonio  de  la  Bella,  que  rescataron  al  inmortal 
Cervantes,  cautivo  en  Argel,  cuya  partida  de  rescate  se 
conservaba  en  su  archivo. 
Santo  Tomás.  El  otro  notabilísimo  edificio  religioso,  á  un  extremo  de 
este  trozo  de  calle,  es  la  iglesia  y  convento  de  Santo  To- 
mas, que  fué  de  los  religiosos  dominicos,  esüiblecido  en 
aquel  sitio  á  instancia  de  Fray  Diego  de  Chaves,  confe- 
sor de  Felipe  11,  por  los  años  de  1583,  erigiendo  esta  casa 
en  priorato,  y  desmembrándola  entonces  de  la  de  Atocha. 
La  iglesia  antigua  pereció  en  un  incendio  en  1652,  y  en 
1(556  se  concluyó  la  nueva,  aunque  la  capilla,  mayor  y 
media  naranja  eran  posteriores,  obra  del  célebre  y  extra- 
vagante D.  José  Ghurriguera  y  sus  hijos  D.  Jerónimo 
y  D.  Nicolás,  quienes  la  ejecutaron  con  tan  escaso  acier- 
to, que  á  poco  de  haber  sido  terminada  la  cúpula,  en  1726, 
se  desplomó  con  estrépito,  cabalmente  en  un  dia  en  que, 
con  motivo  del  jubileo  del  año  Santo,  estaba  llena  de  gente, 
por  lo  que  quedaron  sepultadas  en  sus  ruinas  más  de 
ochenta  personas  (1).  A  pesar  de  estos  contratiempos  ^  que 
fueron  remediados  con  nuevas  reparaciones,  y  no  obstan- 
te el  mal  gusto  de  dichos  arquitectos ,  que  quedó  consig- 
nado en  los  adornos  interiores,  y  singularmente  en  la 


y  Salamanca ,  entró  de  religioso 
trinitario  en  esta  ciudad ;  se  gra- 
duó de  doctor  en  teología,  y  des- 
pués fué  definidor  de  la  provin- 
cia de  Madrid,  predicador  del 
Rey  y  Vicario  general  de  su  re- 
ligión ;  habiendo  hecho  varios 
viajes  á  Italia  y  Flándes,  y  ad- 
quiriendo en  todas  partes  una 
fama  colosal  por  su  elocuencia 
y  sus  abundantes  escritos ,  pu- 
blicados muchos  de  ellos  bajo 


el  nombre  de  D,  Félix  de  Ártea- 
ga.  Murió  en  el  convento  de  Ma- 
drid, en  12  de  Diciembre  de  1633. 
(1)  Una  nueva  desgracia  ha 
venido  á  caer  sobre  este  templo 
con  el  violento  incendio  de  que 
fué  presa  en  la  noche  del  sába- 
do 13  de  Abril  de  1872,  en  que 
también  se  hundió  la  cúpula  y 
muchas  otras  partes  de  la  igle- 
sia, habiendo  hecho  necesario 
8u  derribo  total. 


EL  ARRABAL  DE  8AKTA  CRUZ.         305 


portada  de  la  iglesia ,  este  templo,  por  sq  espaciosidad  y 
grandeza,  era  de  las  más  notables  de  Madrid,  y  muy  par- 
ticularmente por  las  solemnes  funciones  religiosas  que  en 
él  se.  celebraban,  entre  las  cuales  ocupa  el  primer  lugar  la 
magnífica  de  la  octava  de  Pascua  de  Resurrección,  en  que 
desplega  un  aparato  incomparable  la  congregación  de  lá 
Gxiardia  y  oración  del  Santísimo  Sacramento.  De  esta  igle- 
sia salia  también  el  Viernes  Santo  la  procesión  del  Santo 
Entierro. — El  convento  era  muy  espacioso,  y  en  ¿1  tu- 
vieron  establecidas   los  frailes   dominicos   las  cátedras 
públicas  de  filosofía  y  teologia  escolástica  y  moral,  que 
permanecieron  abiertas  hasta  la  extinción  de  los  regula- 
res.— De  esta  famosa  casa  de  padres  predicadores  solia 
salir,  en  los  pasados  tiempos,  )a  ostentosa  comitiva  de  los 
Autos  de  /<?,  con  los  pendones  y  cruces  del  Santo  Oficio; 
y  por  una  anomalía  bien  extraña ,  en  aquellos  mismos  re- 
ligiosos claustros,  donde  en  los  siglos  pasados  se  entona- 
ba el  terrible  Kxurgcj  Domine j  etjudica  causam  tuam,  re- 
sonaron en  el  presente,  por  los  años  22  y  23,  los  furibun- 
dos «eos  de  la  célebre  sociedad  demagógica  titulada  la 
Ijandahuriana;  y  más  adelante  fueron  teñidos  con  la  san- 
gre inocente  de  sus  inofensivos  moradores,  en  la  trágica 
jomada  de  17  de  Julio  de  1834.  Convertido  después  di- 
cho convento  en  cuartel  de  la  Milicia  Nacional,  sirvió 
también  de  prisión,  en  Octubre  de  1841^  al  desventura- 
do general  2>.  Diego  León,  Conde  de  Belascoain,  y  otros 
compañeros  de  infortunio,  que  salieron  de  él  para  perecer 
en  el  patíbulo.  Este  convento,  ocupado  por  el  Tribunal 
Supremo  de  la  Guerra  y  Capitanía  general,  después  de 
haberlo  sido  por  el  Consejo  del  mismo  ramo,  ha  sido  de- 
molido últimamente. 

El  monasterio  de  religiosas  agustinas  de  la  Magda-  LaHngdaieim. 
/éfna,  fundado  jwr  el  mismo  tiempo,  estaba  en  el  otro 

trozo  de  la  calle  de  Atoclia,  al  número  30  nuevo  y  sitio 
I.  so 


306  EL  ANTIGUO   UADBID. 


que  hoy  ocupan  las  casas  nuevas  del  Sr.  Ceñóla ;  ere 
poco  notable  bajo  el  aspecto  artístico,  y  fué  demolido 
bácia  1837. 

Al  extremo  de  este  trozo  de  csille,  á  su  salida  á  la  pla- 
zuela de  Antón  Martin,  con  vuelta  ala  de  Matute,  fundó 
también  Felipe  II,  en  1581,  el  colegio  Beal  de  Nuestra 
Lorvto.  Señora  de  Loreto,  para  niñas  pobres,  coya  iglesia  no  se 
concluyó  hasta  1654,  venerándose  en  su  altar  mayor  la 
imagen  de  Nuestra  Señora  de  Loreto,  traida  de  Boma  por 
un  religioso  en  1587 ;  Felipe  IV  convirtió  este  colegio 
en  casa  de  educación  de  señoritas  huérfanas. 

Entre  los  edificios  civiles  de  la  calle  de  Atocha  me- 
rece la  preferencia  el  que  fué  conocido  con  el  nombre 
de  la  Cárcel  de  Corte,  y  que  más  recientemente  se  llamó 
Palacio  de  la  Audiencia,  y  antes  Sala  de  alcaldes 
de  Casa  y  Corte;  pues  la  carcelería,  que  al  principia 
estuvo,  sin  duda,  destinada  para  los  nobles  y  sujetos» 
distinguidos,  se  relegó  después  para  toda  clase  de  presos 
al  edificio  contiguo,  que  daba  á  la  calle  de  la  Concepción 
Jerónima,  y  que  fué  antes  Oratorio  y  casa  de  padre» 
del  Salvador;  á  pesar  de  ello,  quedó  en  la  portada  del 
palacio  la  inscripción  :  Reinando  la  majestad  de  Feli- 
pe IV,  año  de  1634,  con  acuerdo  del  Consejo,  se  fabricif 
esta  cárcel  de  Corte  para  comodidad  y  seguridad  de  lo 
presos. 

Este  edificio,  obra  del  Marqués  Crescenci,  es  uno  de 
^M^cároéi  de  j^g  pocos  bucuos  de  aquella  época  que  quedan  en  Madrid. 
La  escalera  principal,  colocada  entre  ambos  patios,  es 
elegante  y  aun  magnifica,  y  éstos  ofrecen  hoy,  despojados 
de  los  tabiques  y  vidrieras  que  antes  las  afeaban,  una 
bella  perspectiva,  ostentando  en  sus  centros  respectiva- 
mente las  estatuas  de  Cristóbal  Colon  y  Sebastian  Elca- 
no.  La  fachada  que  da  á  la  plazuela  de  Provincia  es  se- 
vem  y  majestuosa,  y  en  el  año  último  se  ha  repuesto  al 


SL  ARRABAL  DE  SANTA  CRUZ.         307 


fin  la  torrecilla  y  chapitel  que  se  qnemó  en  el  siglo  pasa- 
do.— Delante  de  este  palacio,  y  enfrente  de  la  calle  de 
Atocha,  estaba  la  fnente  llamada  también  de  Provincia 
(acaso  la  única  que  quedaba  ya  de  construcción  del  si- 
glo XVII  y  hasta  que  ha  sido  demolida) ,  con  alusión  á  la 
ctial,  y  á  la  de  la  suprimida  plazuela  de  la  Villa,  decia 
Tirso  de  Molina,  en  un  romance  al  rio  Manzanares : 


a  Fuentes  tenéis  que  imitar, 
A  Que  han  ganado  con  sus  cuerpos , 
«Como  damas  cortesanas, 
B  Sitios  en  Madrid  soberbios ; 
n  Adornadas  de  oro  y  perlas 
»  Visitan  plazas  y  templos ; 
nYya  son  dos  escribanas, 
»  Que  aquí  hasta  el  agua  anda  en  pleitos. 
»No  sé  yo  por  qué  se  entonan , 
»  Que  no  há  mucho  que  se  vieron 
»  Por  las  calles  de  Madrid 
pA.\a  vergüenza  en  jumentos.  3» 


El  caserío  particular  de  dicha  calle  es  generalmente 
moderno,  y  destinado  á  habitación  de  la  clase  media  y 
acomodada,  que  ya  en  el  siglo  anterior  empezó  á  abrirse 
camino  y  á  figurar  dignamente  al  lado  de  la  nobleza  de 
origen ;  y  aunque  muchas  de  dichas  casas,  por  su  esplen- 
didez y  grandeza,  no  temerían  la  comparación  con  los  nn- 
tignos  caserones  \\ama.do3  palacios  de  la  aristocracia  nobi- 
liaria, y  aun  les  aventajan  notablemente  en  comodidad  y 
buen  gusto,  no  lucen,  sin  embargo,  sobre  su  puerta 

a  Grabado  en  berroqueña  un  ancho  escudo  9, 

ni  por  la  condición  de  sus  moradores ,  ni  por  la  fecha  de 


308  EL  ANTIGUO   MADRID. 

SU  construcción,  representan  recuerdos  históricos  dignos 
de  ser  aquí  consignados. 

El  único  entre  estos  suntuosos  edificios  modernos,  y 
que  emblematiza,  puede  decirse,  al  Madrid  de  la  clase 
media,  industrial  y  mercantil ,  es  la  elegante  casa  cons* 
truida  en  1791  por  la  opulenta  Compañía  de  los  cinco  Gre- 
mios Mayores^  para  sus  oficinas,  y  hoy  posee  y  ocupa  El 
Banco  de  España  j  por  compra  que  hizo  de  ella,  en  1845, 
cu  la  respetable  suma  de  3.350.000  rs.  Este  edificio,  por 
su  solidez  y  buen  gusto,  es  uno  de  los  primeros  de  Madrid 
moderno,  y  honra  sobremanera  á  su  arquitecto  y  direc- 
tor D.  José  Ballina ;  era  lástima  que  por  hallarse  incor- 
))orado  á  la  parte  occidental  con  las  demás  casas  de  la 
manzana,  no  la  formaba  independiente,  careciendo  por 
aquel  lado  de  fachada ;  pero  pocos  años  há  se  ha  rea- 
lizado esta  mejora  por  el  Banco  de  España,  rompiendo 
una  nueva  calle  frente  á  la  de  la  Paz,  y  dando  i  todo  el 
edifijcio  la  suntuosidad  é  independencia  que  requería.  Esta 
calle,  acotada  con  verjas,  se  convirtió  en  un  lindo  jardin. 


X. 


EL   ARRABAL   DE    SAN   MILLAN. 


Ya  hemos  dicho  que  el  arrabal,  y  por  consiguiente,  la 
.sogunda  ampliación ,  se  extendían  por  la  iVanda  meridio- 
nal desde  la  calle  de  Atocha  y  plazuela  de  Antón  Martin 
hasta  la  esquina  de  la  plazuela  de  la  Cebada,  donde  se 


EL   ARRABAL   DE   SAN   HILLAN.  309 

abrió  otro  portillo,  y  qne  se  incorporaba  luego  en  la  puer- 
ta de  Moros  con  el  caserío  antiguo. 
,  Entre  dicbas  calles  principales  de  Atocha  7  de  la  Mag- 
dalena se  rompieron  las  traviesas  apellidadas  de  Cañiza-' 
res  y  de  las  Uroaas  y  de  Relatores.  En  la  primera  (que 
también  se  llamó  del  Olivar j  como  hoy  su  continuación) 
sólo  hay  que  hacer  mención  del  Oratorio  de  la  Congrega- 
ción del  Santísimo  Sacramento,  fundada  en  la  Trinidad  en 
1608,  y  qne  luego  estuvo  en  la  iglesia  de  la  Magdalena, 
hasta  que  en  1647  labró  esta  iglesia  y  casa  para  sus  jun- 
tas y  ejercicios.  Antes  de  construirse  esta  iglesia  pertene- 
ció el  solar  i  un  N.  Cañizares,  que  no  sabemos  si  seria  cniíe  y  oratorio 
acaso  Felipe  de  Cañizares ,  padre  de  D.  Luis,  hijo  de  Ma- 
drid ,  que  tomó  el  hábito  en  el  convento  de  la  Victoria  y 
después  fué  obispo  de  Filipinas.  El  edificio  es  bien  pobre 
y  modesto;  pero  la  congregación  es  notable ^  no  sólo  por 
sus  ejercicios  piadosos,  sino  por  haber  pertenecido  &  ella 
insignes  varones  en  la  política  y  en  las  letras;  viéndose 
en  sus  registros  (que  por  esta  razón  han  sido  muy  con- 
sultados) los  nombres  y  firmas  de  Cervantes,  Lope^  Cal-- 
deron,  Montalban^  Solis  y  otros  grandes  escritores  del  si- 
glo xvn. 

La  calle  de  las  Urosas  tomó  su  nombre  del  apellido  de 

.,.«.,.,.  ,  .  ,       ^     .       .    .  ralle  de  Us  Uro- 

una  ilustre  familia,  a  quien  pertenecían  en  los  pnncipios  sas. 
del  sig^o  XVI  varias  casas  en  ella,  y  era  la  principal  la  que 
hace  esquina  y  vuelve  á  la  calle  de  Atocha ,  por  donde 
tiene  su  entrada,  con  el  número  2  antiguo  y  18  moderno 
déla  manzana  157,  y  las  qne  estaban  contiguas,  donde 
después  se  construyó  el  teati^o  del  Instituto,  la  frontera 
número  26  viejo  y  3  nuevo  de  la  manzana  156,  y  alguna 
otra.  En  una  de  ellas  (no  podemos  decir  en  cuál,  sino  que 
era  calle  y  casa  de  las  Urosaé)  vivió,  y  murió  en  1639,  el 
ilustre  y  desdichado  poeta  dramático  D.  Jijutn  Rxiiz  de 
Alarcon  (el  de  \bs  jorobas),  relator  que  fué  del  Consejo  de 


310  EL   ANTIGUO   MADRID. 


las  IndiaSj  que  fué  sepultado,  como  Lope  de  Vega,  en  la- 
parroquia  de  San  Sebastian. 
Calle dcBeíato-  Del  título  de  Calle  de  los  Relatoresy  con  que  es  conocida, 
dScíiar  ***  la  inmediata,  ignoramos  el  origen,  á  no  ser  su  proximi- 
dad al  tribunal  de  la  sala  de  Alcaldes.  —  La  de  la  Alag^ 
dalena  tomó  el  nombre  de  las  accesorias  del  convento  de 
monjas  dh  aquella  advocación,  de  que  ya  hemos  hecho  re- 
ferencia, yes  una  hermosa  calle,  que  ostenta  muy  buenos 
edificios  del  siglo  pasado  y  del  presente,  distinguiéndose 
entre  los  primeros  el  señalado  con  el  número  12  nuevo  de 
la  manzana  9,  que  es  la  elegante  casa  de  los  Marqueses  de 
Perales  y  y  fué  labrada  á  principios  del  siglo  pasado  con 
cierta  grandiosidad ,  aunque  con  el  gusto  caprichoso  en  su 
ornato  (especialmente  en  la  portada)  que  distinguia  al 
arquitecto  D.  Pedro  Ribera  y  los  de  su  escuela.  —  En  la 
misma  manzana  9,  á  la  esquina  de  la  calle  de  Lavapiés,  hay 
otra  gran  casa  (probablemente  de  la  misma  época),  que 
sirvió  para  la  Dirección  general  de  Pósitos  y  otras  oficinas; 
y  en  la  acera  de  enfrente,  con  vuelta  á  la  calle  de  las  Uro- 
sas,  están  las  sólidas  y  espaciosas  conocidas  por  de  las  Me-- 
morías  de  Aitona,  que  son,  sin  disputa,  de  las  mejores 
construcciones  particulares  de  Madrid  en  el  siglo  anterior. 
La  irregular  manzana  142,  que  ocupaba  por  entero  el 
convento  de  la  Merced  y  sus  dependencias,  en  el  sitio  que 
después  de  la  demolición  de  dicho  convento  es  conocido 
con  el  nombre  de  Plaza  del  Progre$o^  comprendia  un  es- 
pacio de*  65.000  pies,  y  formaba  á  sus  costados  las  estre- 
chas calles  de  los  Remedios ,  de  la  Merced  y  de  Cosme  efe 
Médicisy  que  han  desaparecido  también  con  aquel  extenso 
edificio,  fundado  por  la  Orden  de  Mercenarios  calzados  en 
1564  (1). 

(1)  En  el  centro  de  esta  pía-       la  estatua  en  bronce  de  D.  Juan 
Ea- jardín  se  ha  colocado,  en  1 870^      Al  varez  Mendizábal. 


La  Merced. 


EL   ARRABAL   DS   SAN   MILLÁK. 


311 


8a  iglesia  era  notable  por  su  espaciosidad  y  el  mérito 
ile  los  frescos  de  sos  bóvedas ,  por  lo  suntuoso  del  culto 
y  la  gran  devoción  de  los  madrileños  á  la  imagen  de 
nuestra  Señoi'a  de  los  Remedios,  que  se  veneraba  en  una 
de  8ns  capillas,  y  á  la  del  mercenario  San  Ramón  Non^ 
nato,  que  después  pasaron,  la  primera  á  Santo  Tomás,  y  la 
:^ganda  i  San  Cayetano. 

£n  ella  era  también  notable  el  elegante  sepulcro  del 
tercer  Marqués  del  Valle,  D.  Fernando  Cortés^  y  su  espo- 
sa doña  Maria  de  la  Cerda,  nietos  de  Hernán  Cortés  y 
]>atronos  de  esta  iglesia ,  que  se  alzaban  en  el  crucero  al 
lado  de  la  Epístola  con  sus  bustos  de  piedra.  El  convento 
4^ra  famoso,  más  que  por  su  material  construcción,  por 
las  personas  ilustres  en  santidad  y  en  ciencia  que  en  él 
vistieron  el  hábito  de  la  milicia  redentora  de  cautivos,  cu- 
yas obras  impresas  y  manuscritas  se  conservaban  en  su 
copiosa  biblioteca;  entre  otras,  la  Crónica  de  la  Urden,  es- 
crita por  el  reverendo  padre  maestro /ray  Gabriel  Tellez, 
bien  conocido  en  la  república  literaria  bajo  el  nombre  de 
Tirso  d^  Molina^  hijo  de  Madrid  y  religioso  de  esta  casa. 
£n  ella  visitamos  en  1830  la  modeste  celda  de  aquel  gran, 
poeta  dramático,  y  tratando  de  inquirir  algunas  noticias 
de  su  vida  y  escritos ,  supimos  que  habian  sido  anterior- 
mente reunidas  por  el  Excmo.  é  Ihno.  general  que  fué 
de  la  Orden,  fray  Manuel  Martínez ,  que  murió  de  obispo 
de   Málaga  hacia  1832 ,   y  entre   cuyos  papeles  del)en 
obrar  (1). 


(1)  Fkay  Gabriel  Tellkz 
(maesbro  Tirso  de  Molina)  na- 
ció en  Madrid ,  como  él  mismo 
iUKgora,  hacia  1585.  Fué  gran 
fílÓBofo  y  teólogo,  historiador  y 
poeta  insigne.  Escribió  muchas 
obras  en  prosa  y  verso ,  pero  su 


principal  celebridad  la  debe  á 
sus  ingeniosísimas  comedias,que 
él  mismo  asegura  llegaron  á  300 
y  fueron  publicadas  en  parte 
con  el  nombre  ya  dicho  de  Tir- 
so de  Molina ,  con  el  que  es  tan 
conocido  y  popular.  Avanzado 


31:2  sil  ANTIGUO   MADRID/ 

Este  convento  fué  de  los  qne  más  tuvieron  qae  safrir 
en  la  sacrilega  asonada  de  17  de  Julio  de  1834,  perecien- 
do en  ella  algunos  de  los  indefensos  religiosos» 
cuies  de  Bar.      La  oalle  de  Barrianuevo  6  del  Barrio  Nuevo  (como  se 

coaoepoion.  la  apellida  en  documentos  antiguos  de  la  casa  del  mayo- 
razgo de  Vera  Ordoñez^  que  era  en  la  calle  de  Atocfuij  qvue 
hace  esquina  á  la  del  Barrionnevo,  en  la  isla  del  colegio  de 
Santo  Tomás)  comprendía  también  el  trozo  primero  de 
]a  que  hoy  es  conocida  con  el  de  la  Concepción  Jeróninuij 
basta  su  salida  i  la  calle  de  Atocba.  —  La  casa  más  nota- 
ble de  dicho  trozo  por  su  importancia  y  extensión ,  qne 
ocupa  nada  menos  que  28.362  pies  superficiales,  es  la  se- 
ñalada con  el  número  31  antiguo  y  7  nuevo  de  la  manza- 
na 158,  y  es  conocida  por  la  casa  de  TineOj  y  también  de 
Marquina,  por  haberla  habitado  en  1808  el  célebre  corre- 
gidor de  Madrid  D.  José  Marquina,  que  fué  uno  de  lof» 
blancos  de  la  ira  popular  en  el  levantamiento  del  pueblo 
contra  el  privado  Godoy  y  sus  parciales  en  19  de  Marzo 
de  aquel  año.  Hoy  pertenece  al  Marqués  de  Montesacro, 
En  la  calle  propia  de  Barrionnevo  y  la  única  antigua  está 
.señalada  con  el  número  24  antiguo  y  12  nuevo,  y  perte- 
neció al  vinculo  de  los  marqueses  de  Lara. 
lA  Concepción      ^^  ^^^^  trozo  de  callc  propia  de  la  Concepción  Jeróm^ 

jerAoima.  ,,j^  tomó  SU  uombro  del  antiguo  monasterio  de  monjas  je- 

rónimas  de  la  Concepción  de  Nuestra  Señora ,  fundado  en 
1504  por  la  célebre  doña  Beatriz  Galindo,  llamada  la 
Latina,  camarera  mayor  y  maestra  de  la  reina  doña  Isa- 
bel la  Católica,  qiiien  le  colocó  primero  contiguo  al  hos- 

en  la  edad,  tomó  el  hábito  de  la  ronista  general  de  la  misma  y 

Merced  calzada  en  el  convento  definidor  de  Castilla  la  Vieja, 

de  Madrid,  hacia  1620,  y  en  di-  En  1645  fué  elegido  comenda- 

cha  Orden  obtuvo  muchos  car-  dor  del  convento  de  Soria,  don- 

go8  ;  fué  maestro  de  Teología,  de  se  cree  que  murió  hacia  1648. 
predicador  de  mucha  fama,  co- 


EL  ABRABAL  DE   BAN   MILLAN. 


315. 


pital  que  ella  y  sa  marido  Francisco  Ramirez,  general  de 
artilleria  de  los  Beyes  Católicos,  habian  fundado  esquina 
de  la  plaza  de  la  Cebada ;  basta  que,  á  consecuencia  de  un 
reñido  pleito  con  el  guardián  de  San  Francisco,  se  vid 
precisada  á  trasladar  las  monjas  á  las  casas  propias  del 
mayorazgo  de  su  marido,  construyéndolas  el  nuevo  con- 
vento en  el  sitio  en  que  hoy  está,  en  1509.  —  En  la  igle-^ 
sia  del  mismo,  y  á  los  lados  del  altar  mayor,  se  ven  los  se-*> 
pulcros  de  n^ármol  con  las  estatuas  de  ambos  ilustres  fun-^ 
dadores,  que  yacen  en  esta  casa  (1).  Contigua  áella,  y  con 
frente  al  otro  lienzo  de  la  plazoleta,  se  alza  todavía  (aun- 
que elegantemente  reformada  en  estos  últimos  afíos)  la 
casa  principal  de  los  Ramírez  y  SaavedraSj  que  pertene- 
ció en  el  siglo  xvii  á  la  Condesa  del  Castellar,  y  por  su-, 
cesión  á  los  Duques  de  Rivas,  cuyo  titular,  el  ilustre  poe-^ 
ta  Sr,  D,  Ángel  Saavedra  Ramírez  y  BaqtiedanOy  la  pose-, 
yó  y  habitó  después  hasta  su  muerte  en  1861. 

En  la  acera  frontera  de  esta  calle  se  alzaba,  hasta  los. 
últimos  años,  el  funesto  edificio  que,  construido  á  princi- 
pios del  siglo  pasado  para  Casa  y  oratorio  de  clérigos  mi- 
sioneros titulados  del  Salvador  j  vino  después  &  servir  de< 
cárcel  pública  y  apellidada  de  Corte  ^  como  ampliación  del 
edificio  contiguo  de  que  ya  tratamos,  y  que  lleva  aquel 
título,  pasando  después  los  padres  á  ocupar  la  casa  del 


LBCineU 


(1)  Francisco  Ramírez,  hijo 
de  Madrid  y  de  la  casa  de  Bor- 
no8»  capitán  general  de  artille- 
ría de  los  Reyes  Católicos ,  fué 
célebre  por  su  valor,  y  sefiala- 
damente  en  el  cerco  del  castillo 
de  Alabar  y  Cambil,  y  en  la 
conquista  de  Málaga,  que  puede 
decirse  decidió  su  arrojo ,  aien- 
do  amuido  caballero  por  el  rey 


Femando  en  el  mismo  sitio. 
Casó  en  segundas  nupcias  con 
doña  Beatriz  Galindo  (La  Lati- 
na) ,  maestra  de  la  Reina  Cató- 
lica, y  murió  en  las  guerras  con 
los  moros,  en  la  Serranía  de  Ron- 
da, en  1601.  Beatriz  Galindo 
{La  Launa)  fué  natural  de  Sa- 
lamanca. 


314  Eti   ANTIGUO   MADRID. 


Noviciado  de  los  jesuítas,  en  la  calle  Ancha  de  San  Ber- 
nardo, á  la  extinción  de  dicha  compañía  en  1767.  —  Un 
tomo  entero  no  bastaría  á  consignar  los  recuerdos  lúgu- 
bres ú  ominosos  de  esta  funesta  mansión  durante  la  últí- 
roa  mitad  del  siglo  anterior  y  primera  del  presente,  en  que 
ha  servido  de  encierro  á  tantos  célebres  bandidos  ó  mal- 
hechores, y  en  que  también  vio  penetrar  por  sus  ignomi- 
niosas puertas,  á  consecuencia  de  los  disturbios  y  con- 
mociones políticas  de  1814  y  1823,  á  tantos  ilnstres 
proscriptos,  injusta  é  indecorosamente  confundidos  con 
aquellos  grandes  criminales.  Cuando  eran  conducidos  á 
expiar  en  el  patíbulo  su  delito  6  su  desdicha,  el  fdnebre 
acompañamiento  los  esperaba  á  la  mezquina  pueriecilla 
que  salia  á  la  callejuela  del  costado,  que  llevaba  el  nom- 
bre nefando  del  Verdugo  (hoy  de  Santo  Tomás),  forman- 
do antitesis  con  el  del  Salvador,  que  apellidaron  á  la  otra 
paralela. —  Hoy,  por  fortuna,  ha  dejado  de  existir  aquel 
edificio,  y  dado  lugar  en  su  solar  á  la  construcción  de  una 
nueva  manzana  de  casas  y  una  calle  entre  ella  y  la  de  la 
Audiencia,  trasladándose  la  carcelería  a  la  casa  llamada 
del  Saladero.  Con  este  motivo  también  se  ha  trasladado 
el  sitio  de  las  ejecuciones,  que  antes  era  en  la  plazuela  de 
la  Cebada  y  puerta  de  Toledo,  á  otro  más  cercano  á  la 
misma  cárcel. 
caue  de  la  Co-  La  otra  callc,  á  espaldas  de  esta  de  la  Concepción ,  que 
^^  ^  desemboca,  como  ella,  en  la  de  Toledo,  se  llamó  en  su  prin- 

cipio de  la  Compañía,  por  el  colegio  imperial  de  los  je- 
suítas ,  cuyas  accesorias  dan  á  ella  ;  á  la  extinción  de  és- 
tos tomó  el  nombre  de  San  Isidro,  como  el  grandioso 
templo  de  aquéllos;  posteriormente,  y  aunque  no  de  ofi- 
cio, ha  sido  conocida  vulgarmente  por  la  calle  del  Bur- 
ro, cuyo  título  cambió  bruscamente  por  el  del  héroe 
de  Villalar,  Padilla  j  hacia  el  año  40,  y  después,  vol- 
viendo á  sus  primeros  amores,  ha  sido  confirmada  con 


I 


KL  ARRABAL  DE   SAN  HILLAN.  315 


el  nombre  de  la  Colegiata  (1).  Sii  paralela,  la  del  Duque  CAitodeiDoqne 
4le  Albüj  toma  igualmente   su  titiilo  de  la  casa  antigua  ^'  ^^^ 
de   dicho  personaje,  que  existe  todavía,  aunque  comple- 
tamente .reedificada,   señalada  con  el  número   1   anti- 
guo y  15  moderno  de  la  manzana  14,  y  que  tiene  la 
enorme  extensión  de  52.000  pies  de  sitio,  y  vuelve  ¿  la 
calle  de  los  Estudios  y  de  Juanelo.  En  esta  casa,  ade- 
mas de  sus  ilustres  é  históricos  dueños  en  los  siglos  xvi 
y  xvn,  habitó,  según  la  tradición,  á  la  parte  que  da  á  la 
calle  de  Juanelo,  la  insigne  doctora  Santa  Teresa  de  Je- 
^U9y  en  una  de  las  ocasiones  en  que  vino  i  Madrid  para 
entablar  sus  fundaciones.  En  nuestros  tiempos  también  es 
memorable  por  haber  vivido  en  ella  el  famoso  ministro 
D.  Francisco  Tadeo  Calomarde  durante  la  década  de  1823 
al  33,  que  por  antonomasia  lleva  su  nombre. 

La  calle  de  Toledo,  en  su  primer  trozo,  como  continua-  •  * 

cion  del  centro  mercantil  de  la  Plaza  Mayor,  compuesta, 
en  lo  general,  de  un  caserío  reducido  y  aprovechado  por 
las  habitaciones  y  tiendas  de  los  mercaderes,  ofrece  ya 
poco  interés  histórico  y  menos  objetos  artísticos. — Com- 
prende, sin  embargo,  dos  de  la  más  alta  importancia  bajo 
aquel  aspecto  y  el  religioso,  cuales  son  el  Colegio  impe- 
rial de  la  Compañía  de  Jesús,  y  su  magnifico  templo,  hoy 
colegiata,  de  San  Isidro  el  Real,  y  el  monasterio  de  reli- 
giosas y  hospital  de  la  Latina. — El  primero  de  aquéllos 
ocupa  una  buena  parte  de  la  manzana  143,  con  su  facha- 
da principal  á  las  calles  de  Toledo  y  de  los  Estudios.  Trae 
BU  orígen  de  la  fundación  hecha  en  el  reinado  de  Feli- 

(l)  Hao  sido  inútiles  niiü  es-  ella,  desde  donde,  dice  en  MSS. 

fiierzos  para  conseguir  que  esta  de  la  Historia  de  la  Merced , 

<*alle  fuese  denominada  de  Tir-  «  que  estaba  viendo  el  Burro  que 

*)  de  Molina,  hijo  de  Madrid,  y  tenía  por  muestra  un  corral  >,  y 

monje  mercenario,  que  tenia  su  que  dio  nombre  á  la  calle  por 

celda  en  la  esquina  enfrente  de  algún  tiempo. 


316  EL   ANTIGUO   MADRID. 


pe  11,  por  cuya  religiosidad  y  munificencia  se  construyó 
en  1567,  y  en  el  mismo  sitio  que  ocupa  el  actual,  un 
templo  bajo  la  advocación  de  San  Pedro  y  San  Pablo, 
que  fué  demolido  en  1603,  cuando  la  emperatriz  doña 
María,  hija  del  César  Carlos  V,  aceptó  el  patronato  de 
esta  casa,  que  por  esta  razón  llevó  el  título  de  Imperial, 
para  dar  principio  á  la  erección  del  suntuoso  templo  ac- 
tual, bajo  los  planes  y  dirección  de  un  padre  jesuíta  lla- 
gan Isidro  el  mado  Francisco  Bautista,  que  comenzó  en  1626  y  quedó 
terminado  en  1651. — Por  su  grandiosidad  y  elegancia 
artística  esta  hermosa  iglesia  es  sin  disputa  la  primera  y 
más  digna  de  la  capital ;  y  así  que,  á  la  extinción  de  los 
padres  jesuítas,  el  rey  Carlos  III  dispuso  dedicarla  al 
Santo  Patrono  de  Madrid,  trasladando  á  ella  sus  venera- 
bles reliquias,  dotándola  de  una  espléndida  capilla  Beal, 
y  disponiendo  obras  de  consideración  y  elegante  ornato 
en  el  referido  templo,  que  desde  entonces  ha  sido  consi- 
derado como  colegiata,  á  falta  de  la  catedral  de  que  carece 
la  corte. 

No  es  de  este  lugar,  ni  propio  de  nuestras  escasas  pre- 
tensiones, el  emprender  la  descripción  artística  (que,  por 
otra  parte,  está  ya  bien  hecha  en  distintas  obras)  de  este 
magnífico  templo  y  de  la  multitud  de  objetos  apreciabili- 
simos  de  bellas  artes  que  le  engrandecen.  Limitados  al 
recuerdo  histórico,  sólo  consignaremos  el  hecho  de  qae 
esta  santa  iglesia,  por  su  capacidad  é  importancia  y  por 
su  dedicación  al  Patrono  de  Madrid,  ha  sido  escogida 
con  preferencia  para  las  grandes  solemnidades  religiosas 
de  la  corte  y  de  la  villa,  para  las  exequias  de  los  monar- 
cas, los  aniversarios  nacionales  y  las  rogativas  públicas, 
mereciendo  una  cita  especial  los  honores  fúnebres  tribu- 
tados anualmente  en  ella,  con  grande  ostentación,  alas 
víctimas  del  2  de  Mayo  de  1808,  cuyos  restos  gloriosoí> 
se  guardaron  en  sus  bóvedas  desde  1814  hasta  1841,  ev 


EL  ARRABAL  DE   SAN  MILLAN.  317 

qae  fueron  trasladados  al  monumento  nacional  del  Prado. 
£n  dichas  religiosas  bóvedas  yacen  también  las  cenizas 
de  multitud  de  varones  célebres  por  su  santidad,  dignidad 
ó  ciencia,  tales  como  el  Padre  Diego  Laynez,  general 
qae  fué  de  los  jesuítas ,  compañero  de  San  Ignacio  de 
Leyóla,  y  uno  de  los  que  asistieron  al  santo  Concilio  de 
TrentOy  el  cual  renunció  las  mitras  de  Florencia  y  de 
Pisa,  el  capelo  y  hasta  la  misma  tiara,  que  tuvo  proba- 
bilidad de  obtener.  El  otro  santo  y  sapientísimo  padre 
jesuita,  Juan  Eusebia  Ifteremberg,   autor  de  infinitas 
obras  (1),  y  otros  muchos  hijos  de  esta  insigne  casa,  que 
figuraron  dignamente  en  la  república  literaria,  en  los  si- 
glos XVI  y  XVII,  y  no  les  acompañan  en  ella  las  de  los 
celebérrimos  padres  Isla^  Andrés  y  otras  lumbreras  de 
este  último  siglo,  por  haber  muerto  en  tierra  extraña,  á 
consecuencia  de  la  expulsión  general  de  los  padres  de  la 
Compañía.  Pero  brillan  al  lado  de  aquéllos  los  monu- 
mentos fúnebres  que  guardan  los  restos  de  otras  muchas 
personas  de  grande  importancia  política  y  literaria,  como 
los  del  célebre  diplomático  y  autor  D,  Diego  de  Saave- 

(1)  £1  Padre  Juan  Eusedio  Fué  sepultado  con  mucha  pom- 

DE  NiERBMBERG,  jcBuita,  86  bau-  pa  en  la  bóveda  de  la  iglesia  de 

tizó  en  la  parroquia  de  San  Mar-  la  Compañía,  debajo  del  pres- 

tin,  en  9  de  Setiembre  de  1595,  biterío  del    altar  mayor.    Las 

y  fué  hijo  de  un  noble  alemán  obras,  castellanas  y  latinas,  que 

ni  servicio  de  la  Casa  Real.  Su  compuso  fueron  tantas,  que  pa- 

virtud-  ascética,  la  rigidez  de  su  rece  imposible  que  bastase  á 

vida  y  su  prodigioso  taleqto  le  ellas  su  vida  entera,  y  ocupan 

brindaron  las  mayores  dignída-  un  largo  catálogo  en  las  biblio- 

des  de  la  Compafiia  de  Jesús,  á  tecas ;  son  ascéticas,  históricas, 

que  pertenecía,  y  le  granjearon  filosóficas  y  poéticas,  y  varias 

la  fama  general  de  grande  y  de  ellas,  como  la  titulada  Dije- 

«anto.  Su  muerte,  acaecida  á  los  rencia  entre  lo  temporal  y  eterno, 

sesenta  y  tres  años  de  edad,  el  han  sido  reimpresas  muchas  ve- 

7  de  Abril  de  1G58,  fué  llorada  ees  y  traducidas  en  diversos 

como  una  calamidad   pública.  idiomas. 


318 


SL  ANTIGUO   MADRID. 


(Ira  Fajardo  j  que  estavieron  anteriormente  en  la  iglesia 
de  Recoletos,  los  del  principe  de  Esqmlache  D.  Francisco 
de  Borja  y  Aragón^  insigne  poeta  del  siglo  xvu  y  nieto 
de  San  Francisco  de  Borja,  y  los  del  principe  Muley  Xe- 
que^  hijo  del  Rey  de  Marruecos,  qne  se  convirtió  á  la  fe 
cristiana  y  fué  bautizado  con  el  nombre  de  D.  Felipe  de 
África^  más  conocido  por  el  del  Principe  Negro  (1). 

En  el  espacioso  convento  contiguo  se  establecieron,  en 
el  reinado  de  Felipe  IV,  los  Estudios  Reales  con  diferen- 
tes cátedras,  encomendadas  á  los  padres  de  la  Compañía, 
cesando  entonces  los  que  la  villa  de  Madrid  sostenía  en  la 
calle  del  Estudio,  de  que  ya  hablamos  anteriormente. 
Estas  cátedras  fueron  ampliadas,  á  la  extinción  de  la 
Compañía,  por  el  rey  D-  Carlos  III,  y  hoy  forman  ono 
de  los  dos  institutos  de  la  Universidad  Central.  También 
merece  especial  mención  la  rica  biblioteca  pública,  que 
sigue  inmediatamente  en  importancia  á  la  Nacional. 
ooncepcion  ^1  otro  cdifício  rcligioso  que  antes  citamos,  el  monas- 
S'^TTM;  teño  de  la  Com^cim,  Francisca,  fundado  por  doña  Bea- 
triz  Galindo,  y  destinado  á  estas  religiosas,  en  1512,  y 
su  templo  propio,  son  objetos  poco  dignos  de  atención 
bajo  el  aspecto  artístico.  No  asi  el  Hospital  contiguo,  lla- 
mado de  la  Latina,  como  fundación  de  la  misma  señora 
y  su  marido,  el  general  D.  Francisco  Ilamirez,  cuya 


(1)  Últimamente,  trasladados 
á  Madrid  desde  París,  por  Real 
órdeD,  los  restos  mortales  del 
iosigne  poeta  cómico  D.  Lean- 
dro Fernandez  de  Mora  Un  y  los 
del  moderno  publicista  y  orador 
don  Juan  Donoso  Cortés,  mar- 
qués de  Valdegamas^  fueron  de- 
positados en  estas  bóvedas,  el 
día  12  de  Octubre  de  1853.  des- 
pués de  un  solemne  funeral,  con 


asistencia  del  Consejo  de  Minis- 
tros y  de  otros  altos  funciona- 
nos,  y  representantes  de  las 
Corporaciones  científicas  y  lite- 
rarias. 

A  esta  misma  bóveda  han  ve- 
nido también  los  restos  de  don 
Juan  Melendez  ValdeSy  exhu- 
mados y  traídos,  de  orden  del 
Gobierno,  desde  el  cementerio 
de  Montpellier,  en  que  yacían. 


EL   ARBABAL   DE   SAN  MILLAN.  319 

£ibríca,  obra  de  Hazan,  moro,  merece  especial  atención, 
notablemente  en  la  portada  y  escalera,  únicos  objetos  que 
acaso  quedan  ya  en  Madrid  de  aquel  gusto  que  predomi- 
nó muchos  aftos  después  de  la  expulsión  de  los  árabes  y 
precedió  al  Henaciraiento. 

De  este  hospital  ftié  rector  el  licenciado  Jerónimo  rónSaS^Qdiiíí^ 
Quintana j  natural  de  esta  villa,  uno  de  aquellos  varones 
que  emplean  toda  su  vida  en  beneficio  de  la  patria,  y 
Madrid  le  debe  la  fundación  de  la  venerable  Congrega- 
ción de  sacerdotes  naturales  de  esta  villa  y  la  Historia  de 
su  antigüedad  y  grandeza^  que  es  la  más  completa,  basta 
ahora,  de  este  pueblo.  Falleció  en  la  misma  casa  del  hos- 
pital, en  1644. 

Frente  á  este  hospital  estaba,  por  aquellos  tiempos,  la 
antigua  ermita  de  San  Afilian,  hasta  que,  en  1591,  ha-  sanMiiiM. 
ciéndose  sentir  la  necesidad  de  una  nueva  parroquia  aneja 
á  la  de  San  Justo,  por  la  considerable  extensión  que  ha- 
bla tomado  el  caserío  hacia  aquella  parte,  lo  dispuso  asi 
el  cara  de  dich^  parroquia;  para  lo  cual,  saliendo  una 
tarde  con  el  Santísimo  para  un  enferma,  se  entró  á  su 
vuelta  en  ella  y  le  colocó  en  el  sagrario.  Posteriormente 
se  labró  una  nueva  iglesia  en  lugar  de  la  ermita;  pero 
quedó  reducida  á  cenizas  en  1720,  y  levantada  de  nuevo 
á  los  dos  años,  fué  erigida  al  fin  en  parroquia  indepen- 
diente, en  1806  (1). 

Por  entre  esta  iglesia  y  la  de  la  Latina  abria  la  tapia 
á  la  calle  de  Toledo  su  último  portillo,  y  luego,  por  la 
derecha  del  sitio  que  es  hoy  plazuela  de  la  Cebada,  y  en- 
tonces dehesa  de  la  Encomienda ,  corria  á  incorporarse 
con  la  antigua  muralla  en  Puerta  de  Moros. 


(1)  Derribada  también  esta      Cayetano,  en  la  calle  de  Emba- 
igleaia  en  1869,  ha  eido  trasla-      jadores. 
dada  la  parroquia  á  la  de  San 


520 


th  ANTIGUO   MADRID. 


Asi  terminaba  la  segunda  ampliación  de  Madrid;  por- 
que el  caserío  exterior,  inmediato  al  antiguo  convento  de 
San  Francisco,  y  que  existia  ya,  no  fué  comprendido  en 
ella  y  quedó  todavía  considerado  como  arrabal. 

Y  aquí  hacemos  un  alto  en  nuestros  paseos  por  los  cir- 
<$uitos  anteriores,  para  continuarlos  por  el  recinto  actual 
(1860)  en  la  última  ampliación. 


I 


'    FIN    DEL   TOMO    PRIMERO. 


ÍNDICE  DEL  TOMO  PRIMERO. 


Págioas. 

INTRODUCCIÓN  :  REfiEÑA  IIISTÓRICO-TOPOGrAfICA I 

Época  desconocida id. 

Época  histórica :  Madrid  morisco 9 

Madrid  restaurado 15 

La  corte  en  Madrid 39 

l^a  villa  y  corte  de  Madrid  en  el  siglo  xvii 55 

Madrid  moderno :  siglo  xviii 75 

Siglo  XIX 102 

El  antiguo  madrip 131 

Paseos 133 

Primer  recinto  de  Madrid id. 

I.  El  Alcázar 135 

II.  Desde  el  Alcázar  á  la  Puerta  de  la  Vega 160 

Keal  Armería 161 

Casa  de  Pajes 164 

—  de  Bomos id. 

—  del  Platero 165 

—  de  Malpico. id. 

—  de  Benavente 166 

Puerta  de  la  Vega id. 

2.  21 


322  ÍNDICK. 

PágioM. 

iglesia  de  Santa  María 167 

Palacio  de  Uceda  (los  Oonsejos) 169 

Arco  de  Santa  María 170 

Casa  de  las  Cuevas 171 

—   de  la  Princesa  de  Ebol  i 172 

Antonio  Pérez ,  nota id. 

Casa  del  Factor 173 

Casa  de  Esquilache,  y  nota  de  éste id. 

Segundo  recinto  murado  de  Madrid 176 

II.  Desde  la  Puerta  de  la  Vega  á  Puerta  de  Moros.  178 

Estudio  de  la  Villa 179 

El  maestro  Juan  López  de  Hoyos,  nota id. 

Casa  de  D.  Ventura  Rodríguez IBO 

Plazuela  de  la  Cruz  Verde id. 

Calle  de  Segovia >**• 

Casas  de  la  Moneda 1^^ 

Los  Caños  Viejos i^* 

Casa  del  Pastor ^^- 

La  Morería 1^ 

Casa  de  Laso  de  Castilla 1^ 

Iglesia  parroquial  de  San  Andrés 1^ 

San  Isidro  Labrador i"* 

Capilla  de  San  Isidro ^^ 

—     del  Obispo 1^"* 

Plazuela  de  la  Paja. '"• 

'A 

Rui  González  Clavijo ,  y  nota '"• 

Casas  de  los  Vargas ^^ 

Plazuela  de  la  Paja \^^ 

Puerta  de  Moros '  *"* 

in.  Desde  Puerta  de  Moros  &  Puerta  Cerrada..  •  -  -  ^^ 


m  . 


Las  Cavas |^' 

Puerta  Cerrada. -•  V* 

Nunciatura -  -  • 

Casa  de  Santistéban •  *  \* 

Parroquia  de  San  Pedro -•  *' 

Casa  de  Jaralquinto -  -• 


ÍNDICE.  323 

PágiDM. 

CSalIe  del  Sacramento 4 204 

Casa  del  cardenal  Cisnéros id. 

—  del  Cordón id. 

Iglesia  de  San  Justo < 206 

SI  Sacramento id. 

Palacio  arzobispal id. 

IV.  Desde  Pnerta  Cerrada  á,  Pnerta  de  Guadala- 

Jara 208 

Puerta  de  Guadalajara 209 

Cava ,  plazuela  é  iglesia  de  San  Miguel 21 1 

Juan  Pérez  de  Montalvan,  nota id. 

Gasas  del  Conde  de  Barajas 213 

—  de  los  Cárdenas ,  nota id. 

Convento  de  la  Carbonera. 214 

Plazuela  de  la  Villa id. 

Casas  Consistoriales 215 

Casas  y  torre  de  los  Lujanes 217 

Puente  de  la  Villa 218 

Parroquia  del  Salvador id. 

Don  Pedro  Calderón  de  la  Barca,  nota 219 

Calle  Mayor • 220 

Casa  del  Parque id. 

Monjas  de  Constantinopla id. 

Las  Platerías 221 

Casa  en  que  nació  Lope  de  Vega,  y  nota id. 

Casa  de  Calderón,  y  nota 223 

Y.  Besde  Pnerta  de  Guadalajara  á,  Puerta  de  Bal- 

nadú 224 

Casa  de  la  beata  Mariana  de  Jesús ,  nota 225 

Calle  y  parroquia  de  Santiago 226 

Convento  de  Santa  Clara id. 

Casa  de  Alvarez  de  Toledo : 227 

Parroquia  de  San  Juan 228 

Calle  y  casas  de  Luzon 229 

—  de  los  Lodefias id. 

—  de  los  Herreras  y  de  la  Cruzada id. 

—  de  la  Canal  y  de  Cabrera 230 


324  ÍNDICE. 

FáginM. 

El  Biombo 230 

Parroquia  de  San  Nicolás 231 

ErcíUa  (don  Alonso) ,  nota id. 

Calle  y  casa  del  Tesoro id. 

Puerta  de  Balnadú • id. 

Segunda  ampliación. — Lps  arrabales 234 

VI.  El  arrabal  de  San  BCartin 237 

Santo  Domingo  el  Real id. 

Los  Angeles 241 

Gasas  de  Gamica  y  de  Oropesa id. 

Plazuela  de  Santa  Catalina  y  Donados 242 

Casa  de  Barrionue vo id. 

Los  Donados 243 

("asa  de  las  Conchas 244 

--   de  Muriel 245 

—   de  D.  José  Cafiizares,  nota 244 

Iglesia  y  convento  de  Son  Martin 245 

Plazuela  de  las  Descalzas 246 

Las  Descalzas  Reales 248 

Monte  de  Piedad 252 

Plazuela  de  Celenque 253 

Calle  de  Peregrinos  y  Zarza id. 

Calle  de  los  Preciadoa id. 

vn.  SI  arrabal  de  San  Gines 254 

Los  Cafios  del  Peral 255 

Calle  del  Arenal 256 

Parroquia  de  San  Gines id. 

Casa  de  Oñate 259 

El  C^nde  de  Villamediana 260 

San  Felipe  el  Real  y  gradas 261 

San  Felipe  Neri 263 

Calle  Mayor id. 

El  Príncipe  de  Gales.  ^. 265 

Calle  de  Postas id. 

VIII.  La  plaza  Mayor 268 


íiíDiCK.  á2S 

Páginas. 

IX.  El  arrabal  de  Santa  Gnu 287 

Parroquia  de  Santa  Cruz 289 

Kecogimiento  de  San  Esteban id. 

Calle  de  la  Paz ¡d. 

Plazuela  de  la  Lefia.. .' 290 

Aduana  vieja ¡d. 

Calle  de  Carretas id. 

—    de  MajaderítoB 291 

La  Victoria. id. 

Nuestra  Señora  de  la  Soledad 292 

Límites  del  arrabal id. 

Calle  del  Lobo  y  otras 293 

Corrales  de  comedias 294 

l^oetas  y  comediantes » 297 

Don  Jerónimo  de  Víllaizan,  nota 298 

Calle  del  Príncipe id. 

Plazuela  de  Matute 299 

Plazuela  de  Santa  Ana 300 

Casas  de  Montijo  y  de  Tepa id. 

Plazuela  del  Ángel id. 

Parroquia  de  San  Sebastian 301 

Sepultura  de  Lope id. 

Calle  de  Atocha 302 

La  Trinidad id. 

Santo  Tomás 304 

Padre  Paravicino ,  Twia id. 

I-A  Magdalena 305 

Loreto 306 

La  cárcel  de  CJórte id. 


X  El  arrabal  de  San  MiUan 308 

Calle  y  oratorio  de  Cañizares 309 

—  de  las  Urosas id. 

—  de  Relatores  y  la  Magdalena 310 

La  Merced id. 

Tirso  de  Molina,  nota 312 

Calle  de  Barrionuevo  y  la  Concepción id. 

Concepción  Jerónima id. 

l^'nincisco  Ramirez  y  Beatriz  Galindo ,  7iota id. 


326  ÍNDIOT. 

Págioaa, 

La  cárcel 313 

Calle  de  la  Colegiata 314 

—    del  Duque  de  Alba ; 315 

Colegio  imperial  y  San  Isidro  el  Real 316 

Padre  Nieremberg,  y  nota *. 317 

Concepción  francisca  y  hospital  de  la  Latina. 318 

£1  licenciado  Jerónimo  de  Quintana « 31^ 

San  Millan id» 


LÁMINAS  DEL  PRESENTE  TOMO. 


El  Alcázar. 

Patio  del  Alcázar. 

Plaza  de  la  Paja. 

Casa  del  Cardenal  Cisnéros. 

Casa  y  Torre  de  los  Lujanes. 

Capilla  de  San  Isidro. 

Casas  Consistoriales. 

Palacio  de  los  Consejos. 

Fachada  y  escalera  del  Hospital  de  la  Latina. 

San  Felipe  el  Real  y  Gradas. 


EL  ANTIGUO  MADRID. 


EL 


ANTIGUO  MADRID, 

PASEOS  KSTtRICO-AIIECIÍmOOS 

POR  m  CALLES  ¥  CASAS  DE  ESTA  VILLA, 


11.  RAMÓN  DE  MESONERO  ROMANOS. 


HÜKVA  EDICIÓN. 


TOMO    SE«3UH»0. 


MADRID, 

OnaNAS  DE  LA  ILUSTRACIÓN  ESPAllOLA  Y  AMERICANA, 


Bs  propiedad. 


tf  IDUID ,  1881.~Iinpronta,  ostereotipia  y  gAlTanopIostla  de  Aribaa  j  C* 
(sucesores do  Riradenejra),  impnaores  de  Oiuui»  de  S.  If. 


EL  ANTIGUO  MADRID, 


PASEOS  HISTÓRICO-AllECDdTIGOS 


roB 


LAS  CALLES  Y  CASAS  DE  ESTA  VILLA. 


TERCERA  AMPLIACIÓN  (SIGLO  XVI). 


RECINTO   ACTUAL. 


(1860.) 


Recorridos  ya  los  tres  primeros  circuitos  de  la  villa  de 
Madrid,  desde  su  primitivo  origen  hasta  el  establecimien- 
to de  la  Corte  en  ella^  cúmplenos  dedicar  hoy  nuestros 
paseos  á  la  parte  nueva ,  ó  sea  la  que  resultó  de  .la  tercera 
y  muy  superior  ampliación,  ocasionada  de  aquel  impor- 
tantísimo acontecimiento  á  mediados  del  siglo  xvi. — For 
resultado  de  este  considerable  ensanche  j  realizado  en  to- 
das direcciones  (á  e;scepcion  únicamente  de  la  banda  oc- 


II. 


EL  ANTIGUO  MADRID. 


cidental) ,  quedaron  como  centrales  los  arrabales  y  limites 
de  la  antigua  villa,  desapareciendo  las  tapias  que  babian 
sucedido  á  la  fortisima  muralla  morisca  y  y  con  ellas  tam- 
bién los  portillos  ó  entradas  d^  Moros  ^  de  La  Latina  y  de 
Antón  Martin^  del  Sol,  de  San  Martin  y  de  Sardo  Domin- 
go, Las  nuevas  puertas  de  Segovia^  de  Toledoyde  Embaja- 
dores, de  Lavapiés  (después  de  Valencia),  de  Atocha ^  de 
Alcalá,  de  Recoletos,  de  Santa  Bárbara,  de  los  Pozos  de 
la  Nieve j  de  Maravillas ,  de  Fuencarral,  de  San  Joaquín 
y  de  San  Vicente  reemplazaron  á  aquéllas  al  extremo  de 
las  anchas  y  espaciosas  calles  que  se  extendieron  en  forma 
de  estrella,  cuyo  centro  vino  á  resultar  la  Puerta  del  SoL 

Estos  nuevos  y  extendidos  barrios  (hoy  los  más  impor- 
tantes de  la  villa)  tardaron,  sin  embargo,  en  rellenarse  de 
caserío  durante  todo  el  siglo  xvi  y  parte  del  xvii,  hasta 
que  en  éste  quedó  limitado  su  desarrollo  por  la  malha- 
dada cerca  mandada  construir  por  Felipe  IV,  según  expre- 
samos ya  en  la  Introducción;  desde  entonces  hasta  estos 
últimos  tiempos  el  perímetro  de  Madrid  ha  permanecido, 
con  ligeras  alteraciones ,  dentro  de  los  límites  que  enton- 
ces de  Real  orden  se  le  trazaron. 

Vamos,  pues,  á  emprender  nuestros  paseos  en  este  úl- 
timo recinto ;  y  si  bien  en  ellos  carecerán  estos  recuerdos 
del  atractivo  que  su  antigüedad  pudo  prestar  á  los  ante- 
riores, todavía  pensamos  que  hallarán  simpatía  en  el  áni- 
mo del  lector,  ya  por  la  importancia  material  de  los  suce- 
sos que  hemos  de  consignar,  ya  también  por  la  especial 
fisonomía  y  antecedentes  de  estos  barrios,  más  de  acuer- 
do con  nuestras  costumbres  modernas  y  más  conocidos 
también. 

Para  seguir  en  esta  parte  de  nuestros  paseos  el  mismo 
orden  que  establecimos  de  la  circunferencia  al  centro,  di- 
vidiremos este  ancho  círculo  del  nuevo  recinto  en  tres 
grandes  trozos,  en  que  comprendamos  todo  lo  amplia- 


RBCIKTO  ACTUAL. 


do  desde  los  límites  de  la  antigaa  villa  hasta  los  actuales, 
cuyos  tres  trozos,  siguiendo  en  parte  la  nomenclatura 
oficial,  llamaremos  cuartel  bajoy  central  y  alto;  y  limitados 
por  las  grandes  lineas  de  las  calles  de  Atocha,  San  Jeró- 
nimo y  Alcalá ,  Hortaleza  y  Fuencarral  y  Ancha  de  San 
Bernardo,  les  subdividirémos  en  los  parciales  que  conven- 
gan después  á  la  mejor  inteligencia,  apellidándolos,  no 
precisamente  con  los  nombres  oficiales  de  sus  distritos, 
ni  contenidos  tampoco  dentro  de  los  límites  municipales, 
sino  con  arreglo  á  la  acepción  vulgar  y  á  la  división  mar- 
cada que  establecen  entre  ellos  las  grandes  líneas  ya  di- 
chas que  los  separan.  —  De  este  modo,  en  el  cuartel  bajo 
llamaremos  las  Vistillas  á  todo  el  trozo  comprendido  en- 
tre la  calle  de  Segovia  y  la  de  Toledo;  el  Rastro  y  la  In- 
clusa,  entre  esta  calle  y  la  de  Valencia  al  barranco  de  Em- 
bajadores; Lavapiésj  entre  ella  y  la  de  Atocha ,  y  Hospi- 
tal y  hñ  Huertas^  desde  aquella  calle  á  la  del  Prado.  Lla- 
maremos del  Centro  el  comprendido  entre  el  Prado  y  la 
Puerta  del  Sol;  consagraremos  capítulos  especiales  á  ésta, 
al  Prado  y  JRetirOy  y  dando  la  vuelta  por  el  cuartel  altOy 
dedicaremos  los  últimos  paseos  á  Recoletos  y  el  Barquillo^ 
otro  á  la  línea  del  Norte  de  la  Pue7*ta  del  Sol  al  Hospicio; 
otro  al  de  Desengaño  y  Maravillas  hasta  la  calle  Ancha  de 
San  Bernardo,  y  el  último  de  Afligidos  y  Leganiios^  hasta 
la  subida  de  San  Vicente  y  el  Palacio  Beal,  donde  prin- 
cipió y  terminó  siempre  la  villa  de  Madrid. 


EL  AKTIGÜO  MADRID. 


I. 


LAS  VISTILLAS   DE   SAN  FRANCISCO. 


Empezando,  pues,  por  el  extremo  occidental ,  en  donde 
«aspendimos  nuestro  paseo  anterior,  repetiremos  qne  en  la 
segunda  ampliación  no  habia  sido  comprendida  la  parte 
•exterior  de  Puerta  de  Maros ^  que  aunque  bastante  pobla- 
da ya  de  caserío  (especialmente  á  las  inmediaciones  del 
antiquísimo  convento  de  San  Francisco),  quedó  todavía 
extramuros,  y  considerada  como  ufi  mezquino  arrabal, 
hasta  que,  creciendo  en  importancia,  con  la  sucesión  de 
los  tiempos,  el  aumento  de  la  población  y  de  las  construc- 
.ciones,  mereció  ser  incluida  en  el  recinto  de  la  nueva  villa 
.  cuando ,  á  poco  tiempo  de  establecida  en  ella  la  Corto,  y 
.reinando  todavía  Felipe  II,  se  alargó  fuera  de  la  antigua 
mu)*alla  la  parte  baja  de  la  calle  de  Segovia  ó  Kiieva  de 
la  Pílente,  se  construyó  éste  y  la  Puerta  de  la  Vega  6  de 
Segovia  (la  misma  que  ha  sido  demolida  en  estos  últimos 
tiempos),  y  se  dirigió  la  moderna  cerca  hasta  la  puerta  de 
Toledo,  abrazando  ya  loe  altos  de  las  Vistillas. — En  ellos, 
aunque  elevados  tan  enormemente  sobre  la  calle  de  Sego- 
via, que  casi  les  impide  toda  comunicación  con  la  otro 
mitad  de  la  villa,  se  formaron  nuevas  manzanas  de  casas 
y  se  construyeron  por  algunos  magnates  y  grandes  del 
reino  considerables  edificios,  formando  las  dos  espaciosas 
F«nS™  y^'Jíie  ^^^^^  ^®  ^^'^  Píy//*o  y  Carrera  de  San  Francisco  y  sus 
de  Don  Tedro.    travicsas. — La  primera,  que  primitivamente  formaba  con 
la  de  la  Redondilla  un  paseo  muy  concurrido  en  los  tiem- 


íi 


!! 


LAS  VISTILLAS   DE   SAN  *  FRANCISCO. 


5i 


pos  de  Enrique  IV,  desde  el  cual  arrancaba  la  alcantarí- 
IJa  ó  foso  antiguo  que  corría  por  delante  de  Puerta  de 
Moros,  fué  convertida  en  calle,  conservando  ambos  nom-. 
bres  de  la  Alcantarilla  y  también  de  Don  Pedro  Laso  de 
Castilla,  cuyas  notabilísimas  casas  ó  palacio  (de  que  yar 
hicimos  especial  mención)  están  situadas  á  la  espalda  de* 
ella» — A  la  acera  derecha  de  esta  espaciosa  calle  se  vé 
hoy  la  hermosa  casa-palacio  de  los  Duques  de  Medina  Si-  t^^^^  ^"^ 
donia,  Marqueses  de  Villaf ranea,  que  mide  la  considera- 
ble extensión  de  51.715  pies  (1) ;  y  más  allá  la  que  ocu- 
pa exclusivamente  la  manzana  127,  construida  á  fines  del 
siglo  xvix  para  su  habitación,  por  los  señores  Duques  del 
Infantado,  j  que  hoy  se  halla  ocupada  por  las  oficinas  de  iwacio  dei  in. 
la  casa  y  la  preciosísima  Biblioteca  y  Armería  del  ilustre* 
poseedor  de  aquel  título.  —  Como  tal  es  dueño  también 
de  gran  parte  de  aquel  distrito,  siendo  de  su  pertenencia, 
ademas  de  los  extensos  palacios  ya  citados  de  Laso  de 
Castilla  y  del  Infantado,  el  otro  principal,  moderno,  que 
está  situado  al  final  de  dicha  calle  de  Don  Pedro  y  frente 
del  descampado  de  las  Vistillas;  magnífica  casa,  manda- 
da construir  en  el  siglo  último  para  la  señora  Duquesa  Palacio  de  osnna. 


(1)  Aprovechamos  la  ocasión 
de  citar  este  palacio,  para  decir 
que  en  el'  archivo  de  esta  ilustre 
casa  de  los  descendientes-  de 
Guzman  el  Bueno,  entre  otros 
preciosos  documentos,  se  con- 
servan completas  las  profundas 
y  eruditas  ohrás  históricas  y 
literarias  del  sapientísimo  escri- 
tor/wífrc  maestro  Fray  Martin 
Sarmiento,  que  forman ,  si  no  re- 
cordamos mal,  catorce  volúme- 
nes en  folio,  manuscritos,  y 
parte  de  ellos  de  su  misma  le- 


tra, cuya  preciosa  colección  (la 
mayor  parte  inédita)  fué  rega- 
lada por  el  mismo  autor  al  Mar* 
qués  de  Villafranca,  su  discí- 
'  pulo.  Mucho  honraría  al  posee- 
dor actual  de  aquella  ilustre 
casa  disponer  que  dichas  obras 
viesen  la  luz  pública,  en  lo  cual 
haria  un  servicio  eminente  á  las 
letras  españolas  ;  y  de  todos  mo- 
dos, llamamos  aquí  sobre  dicho 
precioso  tesoro  la  atención  de  la 
Academia  de  la  Historia. 


EL  AKTIQÜO   MADRID. 


TÍada,  princesa  de  Salm  Salnij  y  que  recuerda  por  sa 
forma  y  gusto  especial  el  de  los  palacios  de  la  nobleza  pa- 
risiense en  el  Faubourg  Saint' Germain^  entre  la  Caur  cT-' 
honneur  de  su  entrada  y  su  grande  y  preciosísimo  jardin, 
límite  de  Madrid  por  aquella  parte.  —  Su  actual  daeño, 
el  Sr.  Duque  de  Osuna  y  del  Infantado,  Conde  de  Bena- 
vente,  la  habita  hoy,  y  es  imponderable  la  riqueza  y  bnen 
gusto  con  que  están  decorados  sus  bellos  salones  y  de- 
pendencias.— Las  otras  casas,  ó  más  bien  manzanas  de  ca- 
sas contiguas,  casi  todas  propiedad  del  mismo  título,  es- 
tán destinadas,  unas  á  las  oficinas  y  dependencias  de  los 
diversos  estados  que  han  venido  á  reunirse  en  aquella  ilus- 
tre casa ;  otras,  para  habitación  de  los  empleados  y  depen- 
dientes, y  otra,  finalmente  (la  señalada  con  el  número  5 
antiguo  de  la  calle  de  los  Dos  Mancebos),  ha  sido  conver- 
tida, por  la  esplendidez  del  actual  Duque,  en  un  precioso 
hospital  ó  enfermeria  para  los  criados  subalternos  de  la 
misma.  —  No  sólo  los  edificios,  sino  también  los  huertos, 
bajadas,  y  hasta  el  mismo  inmenso  descampado  de  las  Visti- 
llas, aumentado  con  la  demolición  de  la  manzana  128,  que 
formaba  la  calle  del  Corral  de  las  Naranjas  ^  son  pro- 
piedad de  la  casa  del  Infantado ;  por  cierto  que  en  estos 
últimos  tiempos,  y  siguiéndolos  mismos  impulsos  de  gran- 
deza, ha  proyectado  y  emprendido  el  Sr.  Duque  actual 
una  obra  colosal  de  mejora,  desmontando  y  rebajando 
aquella  inmensa  explanada  en  más  de  diez  pies,  para  re- 
ducirla á  un  hermoso  plano  á  que  se  ha  de  dar  forma  de 
paseo,  con  un  bello  jardin  ó  glorieta  en  el  centro. 
San  FnAdaco      El  Monasterio  de  San  Francisco,  causa  principal  de  la 
«loimnde.         prolougaciou  de  la  villa  de  Madrid  entre  Poniente  y  Me- 
diodía, así  como  el  de  Santo  Domingo  lo  habia  sido  ha- 
cia el  Norte,  y  los  de  Atocha  y  San  Jerónimo  á  la  banda 
oriental,  no  cede  á  ninguno  de  ellos  en  antigüedad,  pues 
trae  su  origen  nada  menos  que  desde  los  principios  del  si- 


LAS  VISTILLAS  PE   SAN   FBAlfCISCO.  ?• 


g\o  xui,  y  debe  su  fundación  al  mismo  santo  patriarca 
FTancisco  de  Aais.  Habiendo  venido  á  Madrid  en  1217, 
y  ofrecfdole  sns  moradores  nn  sitio  en  que  fundar  fuera  de 
los  muros,  á  la  parte  del  rio,  lo  hizo  construyendo  con  sus 
propias  manos  una  choza  y  una  pequeña  ermita,  que  lue- 
go se  conservó  en  la  huerta  del  convento  al  lado  de  una 
fuente,  con  cuyas  aguas  es  tradición  que  amasaba  la  tierra 
el  Santo  para  su  modesta  construcción.  La  extraordinaria 
devoción  de  los  madrileños  á  esta  piadosa  casa  fué  cre- 
ciendo con  el  tiempo,  y  adelantando,  y  mejorándose  en 
consecuencia,  el  primitivo  edificio  de  la  ermita,  se  convir- 
tió en  un  templo  y  convento  bastante  espacioso.  Contri- 
buyó principalmente  á  ello  la  particular  devoción  de  Buy 
González  Clavijo,  embajador  que  fué  del  rey  Enrique  III 
á  Tamerlauy  que  ya  dijimos  vivia  en  sus  casas  propias  de 
la  costanilla  de  San  Andrés.  Éste  labró  á  su  costa  la  capi- 
lla mayor,  y  cuando  falleció,  en  1412,  fué  sepultado  en 
medio  de  ella,  bajo  un  suntuoso  túmulo  de  alabastro  fino, 
con  su  estatua,  que  por  cierto  fué  quitado  de  aquel  sitio, 
en  1573,  para  enterrar  á  la  reina  D.'  Juana,  esposa  de 
Enrique  lY;  y  últimamente  desapareció  de  todo  pimto 
en  1617,  cuando  se  renovó  la  iglesia,  perdiéndose  así  la 
memoria  dedicada  á  uno  de  los  más  ilustres  entre  los  an- 
tiguos hijos  de  Madrid.  —  La  misma  devoción  que  Buy 
Clavijo  ostentaron  hacia  esta  santa  casa  los  personajes  y 
familias  más  distinguidas  de  la  antigua  nobleza  matriten- 
se, los  Vargas  y  Ramírez  j  Lujanes,  Cárdenas  y  Zapatas^ 
los  cuales  fundaron  en  ellas  capillas  propias,  memorias 
pías  y  suntuosos  túmulos  para  sus  enterramientos. — Pero 
todo  desapareció  indebidamente  cuando,  á  consecuencia 
de  lo  averiado  del  templo  y  estrechez  del  convento,  de- 
terminó la  comunidad  demolerlo  para  labrar  otro  nuevo, 
)ocual  tuvo  .principio  en  1761. — La  obra  del  templo  ac- 
tual corrió  á  cargo  de  un  religioso  lego  de  la  misma  Or- 


8-  EL  ANTIGUO   MADRID. 

den,  llamado  Fray  Francisco  Cabezas,  que  la  dejó  en  la. 
comisa  en  el  año  68.  Continaóla  laégo-  el  arqoitecto  don 
Antonio  Pió,  y  fué  por  último  terminada,  en  1784,  por. 
D.  Francisco  Sabatini,  quien  dirigió  ademas  la  obra  del 
convento.  La  iglesia,  de  planta  circular,  con  116  pies  de- 
diámetro,   coronada   por  una  hermoda  media  naranja, 
ofrece  un  aspecto  majestuoso  por  su  extensión  y  regula- 
ridad, aunque  escasa  de  ornato.  La  fachada  y  pórtico  soir 
igualmente  de  gusto  clásico,  pero  bastante  pesado,  y  á 
nuestros  ojos  profanos,  impropio  de  un  templo  grandioso, 
por  aquellas  ventanas,  y  sobre  todo,  aquellas  dos  raezqui* 
ñas  torres  laterales.  —  El  convento  contiguo,  hoy  con- 
vertido en  cuartel,  comprende  una  extensión  prodigiosa,  y 
es  también  de  severo  estilo,  regularidad  y  fortaleza,  bas-^ 
tando  decir  que  tiene  diez  patios ,  el  principal  de  los  cua- 
les mide  más  de  19.000  pies,  y  la  huerta  que  avecina  á  la 
del  Infantado  es  correspondiente  á  tan  considerable  edifi- 
cio. —  Pero  ni  el  sitio  escogido  para  él,  ni  el  gusto  que 
presidió  á  su  construcción,  son  proporcionados  á  las  in-* 
mensas  sumas  invertidas  en  esta  obra,  ni  á  la  piadosa 
munificencia  del  gran  Carlos  III,  en  cuyo  reinado  se  levan» 
tó. — Pretendióse,  al  parecer,  dotará  Madrid  de  un  templa 
principal;  pero  por  una  fatalidad  inconcebible,  que  presidió 
todas  ó  casi  todas  las  grandiosas  obras  propuestas  por  el 
célebre  arquitecto  D.  Ventura  Rodríguez^  no  se  adopta- 
ron  los  planes  que  á  este  efecto  ideó,  y  ni  aun  se  hizo 
la  nueva  construcción  en  el  sitio  que  él  indicaba,  más  á 
la  izquierda,  dando  frente  á  la  carrera  de  San  Francisco. 
- — Todas  aquellas  razones,  y  muy  especialmente  la  aitna-r 
cion  excéntrica  de  esta  iglesia,  la  impiden  ocupar  el  primer 
lugar,  que  sin  duda  la  corresponde,  entre  las  de  Madrid, 
si  bien  por  su  magnitud  y  elegancia  ha  sido  varias  veces 
^cogida  para  las  grandes  celebridades  de  la  Corte,  en  los 
desposorios  y  honras  fúnebres  de  los  monarcafi. 


LAS  VISTILLAS   DE   SAN  FRAlff CISCO. 


£n  algunas  ocasiones  se  ha  indicado  la  idea  de  erigirla 
en  Catedral  de  Madrid;  en  otras  se  la  ha  designado  para 
Panteón  Nacional  (1),  y  en  el  efímero  reinado  de  José 
Napoleón  esiavo  indicada  para  Salón  de  sesiones  de  las  fu- 
taras  Cortes  que  habian  de  convocarse  con  arreglo  ¿  la^ 
Constitución  de  Bayona. — A  todos  estos  proyectos  se  opo- 
ne la  casi  incomunicación  de  aquel  barrio  con  el  resto  de>' 
la  capital ;  incomunicación  que  ya  desde  principios  del  si^ 
glo  anterior  se  trató  de  remediar  con  el  proyecto  de  un> 
puente  sobre  la  calle  baja  de  Segovia  á  las  Vistillas  ^  pre-^ 
sentado  por  el  arquitecto  Saqueti;  pensamiento  altamente^ 
beneficioso  á  aquel  extenso  distrito  y  á  Madrid  en  gene-* 
ral,  que  el  autor  de  estos  Paseos  exhumó  del  olvido  y 
promovió  en  la  corporación  municipal  en  1846 ,  y  que^ 
realizado  algún  dia,  dará  á  aquella  parte  de  Madrid  la 
importancia  que  merece  (2). 

Todas  las  calles  de  este  extenso  distrito  están,  en  efec- 
to, bastante  bien  cortadas,  son  espaciosas  y  pobladas  de 
buen  caserío,  distinguiéndose  principalmente  las  dos  ya 
citadas  de  Don  Pedro  y  Carrera  de  San  Francisco  ^  y  más 
adelante  la  de  las  Tabemillas  y  del  Humilladero. — ^Esta» 
arrancan  también  de  la  plazuela  de  Puerta  de  Moros, 


(1)  Dedicado  á  este  objeto 
por  decreto  de  las  Corte»  cons- 
titayentes  de  1869,  fueron  tras- 
ladados á  él  con  gran  pompa, 
en  20  de  Junio  de  dicho  año, 
los  restos  mortales  de  el  Gran 
Capitán ,  Juan  de  Lanuza ,  el 
Conde  de  Aranda,  el  almirante 
GravinOj  Garcilasso  de  la  Vega, 
Juan  de  Mena  ,  Quevedo ,  Cal- 
derón ^  Er cilla,  el  médico  La- 
guna ,  Ambrosio  de  Morales ,  y 
los  arquitectos  Rodríguez  y  Vi- 


llanueva;  pero  abandonada  des- 
pués indiscretamente  aquella 
idea ,  han  vuelto  á  sus  antiguas 
sepulturas  todos  ó  casi  todos 
aquellos  preciosos  restos. 

(2)  En  31  de  Enero  de  1872 
tuvo  el  autor  la  satisfacción  de 
ser  invitado,  como  iniciador  del 
pensamiento,  á  la  solemne  cere- 
monia de  inauguración  del  mag- 
nífico viaducto  de  hierro  que  se 
ha  construido  en  el  sitio  mismo 
en  que  él  le  propuso  en  1846¿ 


10  XL  ANTIGUO  MADBID. 

y  continuada  la  primera  por  la  del  Ai^gel  j  Scm  Ber^ 
nabék  la  derecha,  y  la  del  Águila  á  la  izquierda,  salen 
ál  campillo  titulado  de  Gilimonj  y  la  del  Humilladero 
desemboca  en  la  calle  baja  de  Toledo, — De  las  muchas 
traviesas  que  median  entre  estas  grandes  líneas,  la  más 
importante  es  la  calle  de  Calatrava;  y  aunque  todas  bas- 
tante regulares  y  espaciosas,  carecen  de  interés  por  la 
monotonía  y  sencillez  de  sus  casas,  algunas  de  las  cuales 
albergan  cuarenta,  cincuenta  y  hasta  cien  vecinos,  en  ba- 
.   bitaciones  reducidas,  cuyo  humilde  alquiler,  satisfecho 
con  trabajo  semanalmente,  las  vinculó  el  epíteto  de  eascís 
domingueras. — La  escasez  de  monumentos   ó  edificios 
públicos ,  históricos  ó  religiosos  en  este  distrito,  es  com- 
pleta.— El  único  notable,  aunque  moderno,  de  fines  del 
siglo  XVII,  es  el  precioso  Hospital  de  la  F.   O.  T,,  con 
una  linda  capilla ,  sito  en  la  calle  de  San  Bernabé^  conti* 
gua  al  portillo  de  Gilimonj  y  fundada  sobre  el  sitio  que 
ocupaban  las  casas  en  que  vivió  el  famoso  fiscal  y  presi- 
dente del  consejo  de  Hacienda  Gil  Imon  de  la  Mota^  cuyo 
nombre  quedó  al  dicho  portillo,  abierto  en  su  tiempo  (boy 
derribado).  En  estas  casas  estuvo  preso  y  murió  el  virey 
de  Ñapóles  Duque  de  Osuna,  á  fines  del  siglo  xvii,  después 
de  BUS  largas  detenciones  en  el  castillo  de  la  Alameda  y 
otras  fortalezas. — En  la  calle  del  Águila ,  número  1 ,  está 
la  casa  de  la  Sacramental  de  San  Andrés,  con  una  pe- 
queña capilla,  dedicada  á  San  Isidro,  en  la  que  se  guarda 
una  de  las  arcas  en  que  primitivamente  estuvo  el  cuerpo 

L»  Virgen  de  ¿gj  ganto. — Y  en  la  calle  de  la  Paloma,  entre  las  de  Ca- 
ía PaloiDA.  ^ 

latrava  y  la  Ventosa  ^  se  halla,  entre  los  números  21  y  23, 
otra  pequeña,  aunque  preciosa,  capilla,  construida  en  los 
últimos  años  del  siglo  pasado  por  la  diligencia  y  caridad 
de  una  piadosa  mujer  llamada  María  Isabel  Tintero ,  y 
con  las  limosnas  de  los  fieles  vecinos  de  aquel  barrio,  para 
colocar  en  ella  una  devota  imagen  de  nuestra  Señora  de 


LAS  VISTILLAS  DE   SAN  FRAKCISCO.  II 

hi  Soledad^  mnj  venerada  en  el  mismo  por  su  milagrosa 
Tuiad.  Esta  es  la  célebre  efigie  conocida  por  la  Virgen  ele 
la  P<doma,  cnyo  peqaeño  santuario  se  ve  constantemente 
asistido  del  concurso  dé  los  vecinos ,  y  sus  paredes  vesti- 
das de  multitud  de  exvotos  ó  piadosas  ofrendas. 

A  la  esquina  de  la  Plazuela  de  la   Cebada  á  Puerta  de  Niustn  sefior» 
Moros  está  la  iglesia  ó  Humilladero  de  Santa  María  de  *   ^^ 
Grada^  que  dio  nombre  á  la  calle  accesoria.  Esta  iglesia 
fué  construida  á  fines  del  siglo  xvii  por  la  hermandad  de 
la  Santa  Vera  Cruz^  que  existia  desde  el  siglo  xiii  en  el 
convento  de  San  Francisco. — Más  adelante ,  en  la  misma 
calle  del  Humilladero ,  número  23,  se  encuentra  el  hospi^ 
tal  ó  iglesia  de  San  Patricio  de  los  Irlandeses  j  fundado 
hada  los  años  1629  por  los  clérigos  católicos  emigrados  ^oe  irlandeses. 
de  aquel  reino  á  consecuencia  de  la  revolución  inglesa,  y 
ampliado  después  como  colegio,  á  semejanza  de  otros  que 
existían  en  España,  para  los  naturales  de  aquellos  países. 

Hé  aquí  los  únicos  objetos  algún  tanto  notables  de 
aquel  apartado  distrito,  de  aquellas  rectas  calles  entre  las 
Vistillas  y  la  de  Toledo,  denominadas  de  San  Buenaven-- 
tura,  d€  San  Isidro,  de  las  Aguas,  del  Oriente ^  del  Lu^ 
dente,  del  Mediodía,  de  la  Paloma,  de  Calatrava  y  otras; 
en  cuyas  casas,  bajas  y  mezquinas  unas,  subdivididas 
otras  en  infinidad  de  viviendas  por  demás  incómodas ,  ha- 
llan albergue  millares  de  familias  de  artesanos,  jornaleros, 
corredores,  chalanes,  vagos  y  hasta  malhechores,  que 
abundan,  como  en  todos,  en  el  pueblo  bajo  de  Madrid; 
bastando  decir  que  la  modesta  calle  del  Águila  encierra 
en  sus  42  casas  1.294  habitantes,  y  la  de  la  Paloma  muy 
cerca  de  1.000  en  sólo  31  edificios.  A  pesar  de  esto,  la 
espaciosidad  regular  de  las  calles  y  la  ventilación  y  altura 
de  los  sitios  dan  á  este  barrio  cierto  aspecto  halagüeño 
y  condiciones  de  alegría  y  salubridad. 

loL  plazuela  de  la  Cebada  ^  formada  en  los  principios  ^¿¡J^®^  ^®  ** 


12r  EL  AííTIGUO   MADRID. 

del  siglo  XVI  en  tierras  pertenecientes  á  la  encomienda  de 
Moratalazj  del  Orden  de  Calatrava,  según  se  ve  por  es- 
critura otorgada  en  1536  por  Rodrigo  de  Coalla,  del  con- 
sejo de  Hacienda  y  del  de  Castilla  (por  quien  aparece  fir- 
mado el  perdón  que  el  Emperador  dio  á  los  comuneros}  y 
,    por  su  mujer,  que  compraron  un  quiñón  de  tierras  en  di- 
cho sitio,  es  un  descampado  irregular,   más  bien  que 
una  plaza  pública,  y  desde  su  principio  estuvo  dedicada 
al  comercio  de  granos,  de  tocino  y  de  legumbres. — ^En  el 
siglo  pasado  fué  también  muy  famosa  por  celebrarse  en 
ella  las  famosas  Ferian  de  Madrid ,  y  el  paseo  y  bullicio 
consiguiente,  de  que  aun  hemos  podido  ser  testigos  en  al- 
gunos años  del  presente,  en  que  se  han  continuado  en  eUa; 
pero  á  fines  del  siglo  último  adquirió  esta  plazuela. más. 
funesta  celebridad  por  haberse  trasladado  á  la  misma  las 
ejecuciones  de  las  sentencias  de  muerte  en  horca  ó  garrote; 
á  cuyo  efecto  se  levantaba  la  víspera  en  el  centro  de  ella  el 
funesto  patíbulo,  y  las  campanas  de  las  próximas  iglesias 
de  San  Millan  y  Nuestra  Señora  de  Gracia  eran  las  encar- 
gadas de  trasmitir  con  su  lúgubre  clamor  á  toda  la  pobla* 
cion  de  Madrid  el  instante  supremo  de  K)s  reos  desdicha* 
dos.  Muchos  grandes  criminales  expiaron  en  aquel  sitio 
una  serie  de  delitos  comunes,  y  cuando,  en  este  siglo 
principalmente ,  se  inventó  la  nueva  clasificación  de  deli- 
tos políticos,  muchas  víctimas  del  encono  de  los  partidos 
ó  de  la  venganza  del  poder  regaron  con  su  sangre  aquel 
funesto  recinto;  1822, 1823  y  1830  son  fechas  muy  mar- 
cadas en  aquella  plazuela.  Los  nombres  de  Goifieu,  Mie^ 
ffo,  Iglesias  y  Miyar  dicen  bastante  en  acusación  de  la  in- 
tolerancia y  animosidad  de  los  políticos  partidos  (1). 
Calla  b»ja  de      La  calh  baja  de  Toledo  (llamada  en  un  principio  de  la 

(1)  Esta  plaza,  despejada  de      vertido  hoy  en  un  magnific(^ 
los  cajones  de  venta,  se  ka  con-      mercado  de  hierro. 


■ 


3  t 

1 


I.AS  VISTILLAS   DE   SAN  FRANCISCO.  13 


Mancfhía ,  por  hallarse  ésta  situada  en  una  de  sus  casas, 

con  entrada  también  por  la  del  Humilladero)  es  sin  duda 

alguna  la   más  poblada  y  animada  de  Madrid,  como  que 

sn  caserío  llega  al  número  143  por  la  acera  izquierda  y  al 

174  por  la  derecha,  y  su  vecindario,  según  los  censos 

modernos  y  alcanza,  si  no  excede,  la  cifra  de  4.000  habi- 

-tantes.  Formado  aquél  principalmente  de  posadas  y  casas 

de  vecindad  y  para  oficios  humildes,  dicha  población  fija 

se  aumenta  extraordinariamente  con  la  accidental  de  los 

forasteros  y  trajineros  que  en  crecido  número  acuden  de 

continuo  &  Madrid  de  todas  las  provincias  del  reino,  y 

que  con  sus  diversos  trajes,  acentos  y  modales  marcan  á 

esta  famosa  calle  su  fisonomía  especial,  y  la  hacen  ser  un 

compendio  abreviado  de  la  España. — De  monumentos  ó 

grandes  objetos  artísticos  é  históricos  no  se  trate,  porque 

ninguno  se  encuentra  en  ella,  á  menos  que  no  queramos 

calificar  de  tal  (y  pudiera  serlo  fúnebre  del  buen  gusto) 

la  desdichada  fuente  construida  en  el  reinado  anterior  á 

la  entrada  de  lá  calle  dé  la  Arganzuela, — Ninguna  iglesia, 

ningún  edificio  público  ni  principal  viene  á  interrumpir  la 

continuada  democracia  de  esta  calle ,  y  desde  el  principio 

de  ella  hasta  el  fin,  está  seguro  el  paseante  de  hallar  por 

ambos  lados  después  de  una  posada  una  taberna,  luego 

una  barbería ,  más  allá  un  albardero  junto  á  un  herrador, 

y  enfrente  de  un  bodegón  ó  de  una  espartería. — Se  nos 

olvidaba  que  á  su  extremidad  la  hallamos  dignamente  ter^ 

minada  á  la  izquierda  por  la  Casa  Matadero,  útil  aunque  Matadero. 

muy  repugnante  establecimiento,  hoy  muy  mejorado  con 

nuevas  construcciones ;  y  á  la  derecha  por  un  principio 

•de  gran  caserón,  empezado  á  construir  por  la  misma 

-Villa,  no  sabemos  con  qué  objeto,  hace  algunos  años,  y 

abandonado  después.  Este  edificio,  conocido  por  la  Casa 

'  Pabellones j  fué  un  tiempo  cedido  á  la  Sociedad  de  Mejo- 

'  ra  de  Cárceles  para  establecer  en  ella  una  casa  de  corree- 


14  EL  ANTIGUO  MADRID. 

m 

cion,  pero  no  llegó  á  verificarse» — ^Antes  de  llegar  a  la 
casa  del  Matadero^  y  á  la  esquina  de  la  calle  de  los  Cojos, 
g^^^¿J¿"¿J***®  estuvo  también  el  piadoso  albergue  de  San  Lorenzo  ^  en 
que  se  recogia  por  la  ronda  de  pan  y  huevo  á  los  pobres 
extraviados  en  las  calles  durante  la  noche,  y  se  les  daba 
aquella  frugal  colación  j  un  humilde  lecho ,  por  la  her- 
mandad fundada  en  1598  por  Pedro  Cuenca.  Hoy  no  exis- 
te ya  ni  la  casa  ni  el  albergue. 

Esta  calle^  en  fin ,  y  sus  traviesas,  con  su  numerosa  j 
heterogénea  población,  su  vitalidad  y  su  energía,  es  ¿ 
Madrid  en  tiempos  de  revueltas  lo  que  el  faubourg  SainC 
Antoine  á  la  ciudad  de  París,  y  su  formidable  aspecto  de 
fosos  y  barricadas  en  1854  y  1856  está  demasiado  préseos- 
te á  la  memoria  para  que  haya  necesidad  de  recordarlo. 
PnertB  de  To-      La  nucva  Puerta  de  Toledo,  que  termina  esta  calle  y 

ledo.  ■■■  ^ 

da  salida  al  camino  real  de  Andalucía,  sustituyó  hace 
muchos  años  a  la  mezquina  y  antigua  que  habia  un  poco 
más  arriba.  Tuvo  ésta  origen  en  tiempo  de  la  dominación 
francesa,  en  que  se  sentó  la  primera  piedra,  teniendo  muy 
buen  cuidado  de  encerrar  bajo  de  ella,  con  laidebida  pom- 
pa, la  correspondiente  caja  con  las  monedas  de  José  Na- 
poleón, los  Calendarios,  Guías  y  Constituciones  á  la  sa- 
zón vigentes  ;  pero  salieron  los  franceses  y  su  intruso  go- 
bierno, y  en  1813  el  Ayuntamiento  constitucional  de 
Madrid  acordó  continuar  la  obra,  dedicándola  á  la  me- 
moria del  triunfo  obtenido  contra  aquellos  mismos  que  la 
empezaron;  y  como  era  consiguiente,  la  operación  prime- 
ra fué  la  de  extraer  la  intrusa  cajita  con  sus  intrusos 
guías,  monedas  y  calendarios,  y  colocar  en  su  lugar  otra 
ñamante  con  la  novísima  Constitución  de  Cádiz,  y  las  me- 
dallas con  la  efigie  de  Fernando  VII  el  Deseado. — Re- 
gresó éste  al  año  siguiente  de  su  cautiverio,  y  tuvo  á 
bien  anular  con  una  plumada  y  borrar  de  la  serie  del  tiem- 
po y  como  si  no  hubiesen  existido  jamas  y  los  seis  años  ante- 


EL  BASTEO  T  LA   INCLUSA.  15 

riores;  y  el  ayuntamiento  perpetuo  ^  que  volvia  á  abrazar 
sa  perpetuidad,  creyó  de  sn  deber  desembarazar  los  ci- 
mientes  de  aquella  obra  triunfal  de  la  insegura  base  de  la 
llamada  Constüucionj  y  poner  en  su  lugar  el  Ahnanak,  el 
Diario  de  Madrid ^  la  Guia  de  Forasteros  j  y  no  sabemos 
ñ  el  Sarrabal  de  Milán. — Todavía  sufrieron  aquellos  sub- 
terráneos alguna  otra  visita  municipal  con  ocasión  de  la 
nueva  edición  de  la  susodicha  Constitución  política  en 
1820,  y  luego  con  los  decretos  anuladores  de  los  tres  ne- 
gros llamados  años  y  en  1823;  pero,  en  fin,  en  1827  se  vio 
terminada  aquella  pesadísima  mole,  y  pudo  leerse  en  su 
cuerpo  ático  la  inscripción  dedicatoria  que  decia  :  A  Fer- 
nando VII y  el  Deseado ,  padre  de  la  patria ,  restituido  á 
sus  pueblos  y  exterminada  la  usurpación  francesa  y  el  Ayun- 
tamierUo  de  Madrid  consagró  este  monumento  de  fidelidad  y 
de  triunfo  y  de  alegría,  Pero  aun  esta  inscripción  desapa- 
reció á  resultas  de  la  revolución  de  1868. 


II. 


EL  RASTRO  Y   LA  INCLUSA. 


Á  la  izquierda  de  la  calle  baja  de  Toledo ,  y  entre  ésta 
y  la  de  Embajadores  y  se  encierra  el  famoso  distrito  cono- 
cido por  el  RastrOy  nombre  significativo,  según  el  Diccio- 
nario de  la  Academia,  del  e:  lugar  público  donde  se  matan 
:»lasreses  para  el  pueblo}),  en  cuyo  sentido  lo  usaron 
también  Cervantes ,  Covarrubias  y  otros  célebres  hablis- 
tas. En  los  documentos  oficiales  de  Madrid  se  dice  tam- 


<16  KL   ANTIGUO   MADRID. 


-  bien  él  Rastro  de  la  Corte  para  designar  el  territorio  has- 
ta donde  alcanzaba  la  jarisdiceion  de  los  alcaldes  ;  pero 
la  primera  calificación  es  y  sin  dada  ^  la  apropiada  á  este 
distrito  ^  en  que  desde  tiempos  remotos  estavieron  sitoa- 
( dos  los  mataderos  j  las  tenerías  ó  fábricas  de  curtidos^  co- 
mo lo  indican  los  nombres  mismos  dé  sus  calles,  Rivera  de 
Curtidores  y  del  Carnero ^  Cabestreros^  de  las  Velasy  etc.,  r 
la  misma  existencia  basta  el  dia  de  aquellas  fábricas  y  ofi- 
cios, á  que  se  presta  también  por  otro  lado  la  misma  lo- 
calidad por  sus  condiciones  materiales ,  mayor  surtido  de 
aguas ,  desniveles ,  ventilación  y  amplitud.  • —  Divide  en 
dos  trozos  este  extenso  distrito  la  espaciosa  vía  que^  co- 
piaiaeía  del  mcuzando  cou  el  título  de  Plazuela  del  Rastro,  sigue  con 
el  de  Rivera  de  Curtidores  hasta  las  tapias  de  las  casas  y 
huertos  que  avecinan  á  la  cérea  de  Madrid.  Aquella  cele- 
bérrima plazuela  es  el  mercado  central  adonde  van  á  pa- 
rar todos  los  utensilios,  muebles,  ropas  y  cachivaches  ave- 
riados por  el  tiempo,  castigados  por  la  fortuna,  ó  sustrai- 
dos  por  el  ingenio  á  sus  legítimos  dueños.  Allí  es  donde 
acuden  á  proveerse  de  los  respectivos  menesteres  las  cla- 
ses desvalidas,  los  jornaleros  y  artesanos;  á  las  miserables 
covachas  de  aquellos  mauleros,  cubiertas  literalmente  de 
retales  de  paño,  de  telas  de  todos  colores;  á los  tinglados  de 
los  chamarileros,  henchidos  de  herramientas,  cerraduras, 
cazos,  sartenes,  velones,  relojes,  cadenas  y  otras  barati- 
jas; á  los  montones  improvisados  de  libros,  estampas  y 
cuadros  viejos,  que  cubren  el  pequeño  espacio  del  pavi- 
mento que  dejan  los  puestos  fijos,. asisten  diariamente  en 
busca  de  alguna  ganga  6  chiripa  los  aficionados  vetera- 
nos ,  rebuscadores  de  antiguallas ,  arqueólogos  y  numis- 
máticos de  deshecho,  bibliógrafos  y  coleccionistas  de  vie- 
jo; á  los  corredores,  en  fin,  ambulantes,  que  circulan  ó 
se  deslizan  difícil  y  misteriosamente  entre  todos  aquellos 
grupos  de  marchantes  y  baratillos  ^  es  donde  llama  coa 


EL  RABTBO  T   LA  INCLUSA.  17 


maso  menos  probable  éxito  todo  aquel  desdichado  qué 
en  cualquier  concurrencia  se  vio  aliviado  del  peso  de  su 
bolsillo  ó  de  su  reloj ;  especie  de  Corte  d£  los  Milagrosy  de 
lonja  de  contratación  de  los  tomadores  del  dos  y  en  donde 
se  cotizan  los  efectos  producidos  por  las  operaciones  del 
dia  anterior;  sumisos  todos  á  la  voz  del  Monipodio  res- 
pectivo,  quien  7  para  investigar  el  paradero  de  una  alhaja 
hallada  antes  de  perderse ,  suele  preguntar  con  toda  for» 
malidad  :  —  d  ¿  Cuál  de  vosotros  estuvo  ayer  de  cuarenta 
liora^  6  de  teatro'^  —  AquÍT>y  responde  el  interpelado,  con 
la  alhaja  en  cuestión. 

La  espaciosa  calle,  continuación  de  aquella  plazuela,  y  Rivera  de  cur- 
denominada  Rivera  de  Curtidores,  sería  aun  más  impor- ***^'** 
tante  para  ciertos  comercios  incómodos,  aunque  indis- 
pensables, de  consumo  que  la  ocupan,  y  para  la  circula- 
ción de  las  carreterías  que  conducen  las  reses  y  sus  des- 
pojos, las  pieles,  curtidos,  etc.,  si  á  su  mucha  espaciosi- 
dad correspondiera  su  entrada  por  la  calle  de  los  Estu- 
dios de  San  Isidro;  hoy,  por  fin,  ya  tiene  salida  directa 
al  paseo  de  la  Ronda  desde  el  sitio  llamado  Campillo  del 
Mundo  Nuevo  j  circunstancia  reclamada  mucho  tiempo 
liabia  para  la  salubridad  y  facilitar  salida  á  aquella  impor- 
tante, aunque  humilde,  barriada.  Para  completar  esta  me- 
jora es  de  absoluta  necesidad  que  se  facilite  igualmente 
por  la  parte  alta,  desapareciendo  por  completo  la  manza- 
na 71,  que  la  obstruye,  con  lo  cual  se  reformaría  este 
barrio  en  términos  convenientes,  y  se  facilitaría  también 
la  comunicación  entre  las  calles  de  la  Arganzuela,  Mira 
el  Rio  y  del  Rastro,  de  los  Cojos,  del  Peñón  y  otras,  que 
bajan  desde  la  de  Toledo;  y  las  de  Fasiony  de  Rodas ^  de 
la  Muerta  del  Bayo,  de  Mira  el  Sol  y  del  Calino,  que 
desembocan  en  la  de  Embajadores. 

Los  expresivos  nombres  ya  citados  de  todas  estas  ca- 
lles, su  mezquino  caserío,  su  gran  desnivel,  el  descuido  é 


IL 


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£L  AimCiUO  ItADBID. 


incuria  de  su  pavimento  j  de  su  policía,  revuelan  desde 
luégó  el  más  infeliz  y  abandonado  distrito  de  la  villa. — 
Su  pobre  historia  está  consignada  también  en  aquellos 
mismos  nombres,  en  este  propio  destino,  aspecto  j  condi- 
ciones, con  que  viene  hasta  hoy  atravesando  los  siglos; 
pero  no  por  esto  deja  de  tener  su  importancia  en  la  rique- 
za de  la  villa,  por  el  gran  número  de  fábricas  de  curtidos, 
de  papel ,  velas,  tahonas  y  otras  ;  y ,  aunque  lentamente, 
también  va  reformándose  el  antiguo  caserío  y  desa- 
pareciendo las  casas  bajas  y  de  reducidísimos  espacios, 
para  dar  lugar  á  construcciones  más  importantes  (1).  No 
tiene  tampoco  ningún  edificio  público,  ni  más  iglesia 
que  la  reducida  casa  y  capilla  provisional,  adonde  se  re- 
tiraron los  padres  del  convento  de  la  Pasión,  que  faé 
derribado  en  tiempo  de  los  franceses,  y  estaba  situado 
entre  la  plazuela  de  San  Afilian  y  la  calle  de  las  Maído- 
nadas. 

caiiedeKmi»-      P^^o  la  Calle  de  Embajadores ,  que  contioúa  la  de  los 

jadoree.  Estudios  j  de  San  Dámaso  ,  hasta  el  portillo  de  aquel 

nombre,  cuenta  ya  bastante  caserío  y  edificios  públicos  de 

bm  Cayetano.  Consideración. —  La  iglesia  y  convento  de  San  Cayetano^ 
principal  edificio  religioso  de  aquel  extenso  distrito,  y  si- 
tuada en  el  número  19  de  dicha  calle,  con  vuelta  á  la  in- 
mediata del  OsOj  es  lástima  ciertamente  que  se  halle  es- 
condida en  sitio  tan  extraviado  y  en  una  calle  estrecha, 


(1)  En  la  calle  de  Santa  Ana 
(entre  la  de  la  Ruda  y  del  Ras- 
tro) existía  hasta  el  año  de  1851 
(en  que  fué  derribada  para  in- 
corporarla con  BU  inmediata)  la 
casa  de  las  cinco  iejas^  porque, 
en  efecto,  no  tenia  más  que  este 
número  en  su  frente  ó  fachada; 
era  señalada  con  el  número  20 


antiguo,  9  moderno,  de  la  man- 
zana 88,  y  se  componia  de  cien- 
to treinta  pies  superficiales ,  con 
cinco  y  medio  de  fa^ihada  ;  per- 
teneció á  las  memorias  de  María 
León ,  en  la  parroquia  de  San 
Justo,  y  estaba  arrendada  en  ca- 
torce reales  al  mes.  Era  sin  dis- 
puta la  casa  más  chica  de  Madríil* 


EL  RASTRO   Y   LA   INCLUSA.  19 

donde  DO  pnede  lucir  su  grandeza.  Este  hennoso  templo, 
construido  en  principios  del  siglo  pasado  bajo  la  dirección 
de  los  célebres  arquitectos  D.  José  Churriguera  y  D.  Pe- 
dro de  Rivera  (aunque  con  diseños  venidos  de  Homa^  se- 
gún D.  Antonio  Ponz),  es  suntuoso,  despejado  en  su 
planta  interior  y  magnifico  en  su  fachada,  aunque  el  abu- 
so de  adornos  superfinos  con  que,  siguiendo  su  escuela  y 
gnsto  particular,  quisieron  recargarla  los  arquitectos  di- 
rectores haya  dado  lugar  á  las  severas  censuras  de  los 
críticos  rigoristas,  entre  otros  del  mismo  Ponz,  que  no 
hallaba  otro  arbitrio  para  remediar  la  suntuosa  fachada  de 
piedra  í\iie picarla  toda  y  dejarla  ^^z;  hasta  este  punto  llegó 
el  encono  de  los  críticos  á  fines  del  siglo  pasado.  Esto  no 
obstante  (y  á  pesar  de  tan  a^rbas  censuras  y  académicos 
anatemas),  la  iglesia  de  San  Cayetano  continua  figurando 
entre  los  más  bellos  templos  de  Madrid ,  y  su  magnífica 
fachada  constituiría  uno  de  sus  más  ricos  ornamentos,  á 
estar  situada  en  punto  conveniente,  por  ejemplo,  en  el  que 
ocupaba  el  Buen  Suceso  ó  la  casa  de  Astraerena.  —  Este 
templo  padeció  un  horroroso  incendio  hace  algunos  años, 
pero  ya  se  halla  restaurado.  El  convento,  fundado  en  1644 
para  casa  de  seglares  de  San  Cayetano ,  estuvo  ocupado 
últimamente  por  la  comunidad  de  San  Gil,  y  ha  sido  ven- 
dido después  de  su  extinción,  aunque  el  templo  continúa 
dedicado  al  culto  (1).  —  Más  abajo-,  en  la  misma  calle  do 
Embajadores,  está  el  colegio  de  niñas  huérfanas ,  llamado  Colegio  de  u 
de  la  Pazj  unido  al  piadoso  establecimiento  de  la  Inclusa, 
situado  á  la  espalda,  en  la  calle  de  Mesón  de  Paredes,  y 
de  que  hablaremos  luego.  Este  colegio  está  destinado  á 
recibir  y  educar  en  él  á  las  niñas  expósitas  en  aquél,  des- 
de que  cumplen  la  edad  de  siete  años,  y  uno  y  otro  esta- 

(1)  Hoy  está  en  él  la  parroquia  de  San  Millan,  que  fué  derribada 
en  1870. 


20  EL  ANTIGUO  MADRID. 


gazTo«. 


blecimiento  corren  á  cargo  de  una  Junta  de  Señoras  de  la 
primera  nobleza.  Es  una  filantrópica  y  excelente  institu- 
ción, fundada  en  1679  por  la  señora  doña  Ana  Fernandez 
de  Córdoba,  duquesa  de  Feria,  y  dirigida  con  notable 
acierto  por  la  expresada  Junta  de  Señoras. 

Fábrica  de  d-  Al  terminar  dicha  calle  de  Embajadores,  en  la  acera 
izquierda ,  se  alza  el  extenso  edificio  construido  en  los  úl* 
timos  años  del  siglo  pasado  con  destino  k  fábrica  de  aguar^ 
dientes  y  licores ,  estancados  entonces  por  la  Real  Hacien- 
da ,  barajas,  papel  sellado  y  depósito  de  efectos  plomizos, 
y  hoy  destinado  á  la  de  Tabacosy  desde  1809,  en  que  co- 
menzó en  él  la  elaboración  de  cigarros  y  rapé ,  hasta  el 
dia,  en  que  cuenta  más  de  cinco  mil  operarios,  principal- 
mente mujeres ,  con  inmensq^  talleres ,  en  que  se  labran 
al  año  sobre  dos  millones  de  libras  de  cigarros.  Este  con- 
siderable edificio,  que  ocupa  una  superficie  de  101.406 
pies,  tiene  su  fachada  principal  á  dicha  calle  en  428  pies 
de  línea ,  29  balcones  y  una  decoración  seria  y  apropiada 
al  objeto  (1).  Frente  de  este  edificio,  y  terminando  por  su 
derecha  la  misma  calle  de  Embajadores,  está  el  precioso 

Bi  Casino,  jardin  llamado  el  Casino  de  la,  Reina,  que  mide  nada  me- 
nos que  la  considerable  extensión  de  más  de  13  fanegas 
de  tierra,  y  en  su  centro  tiene  un  lindísimo  palacio,  deco- 
rado con  bellas  pinturas  al  fresco  y  suntuoso  adorno  de 
muebles.  Este  magnifico  jardin  y  mansión  Beal,  una  de 
las  más  preciadas  curiosidades  de  Madrid,  fué  conocido 
en  lo  antiguo  por  la  Huerta  del  clérigo  Bayo,  y  adquirido 
por  la  villa  de  Madrid  en  1816  para  regalarlo  á  la  reina 
doña  María  Isabel  de  Braganza,  El  principal  ingreso  á 
esta  Beal  posesión  por  la  parte  de  la  Bonda  consiste  en 
una  elegante  portada  de  granito,  decorada  con  dos  colam- 
nas  dóricas  á  cada  lado,  con  remates  y  adornos  corres- 

(1)  Esta  fábrica  sufrió  un  horroroso  incendio  en  1862. 


EL  RASTRO   T   LA   INCLUSA.  21 

pendientes  y  separados  por  una  verja  de  hierro  (1). — En- 
tre esta  posesión  y  la  Fábrica  de  cigarros,  dando  frente  á 
la  citada  calle  de  Embajadores,  se  alzaba  el  portillo  del 
mismo  nombre ,  moderno,  de  piedra  y  de  regular  cons- 
trucción, derribado  también  inútilmente. —  Sobre  el  ori- 
gen, en  fin,  del  encumbrado  nombre  de  esta  calle,  nada 
cierto  podemos  asegurar  ;  únicamente  consignaremos  la 
tradición  de  que  en  la  epidemia  que  padeció  Madrid ,  co- 
mo gran  parte  del  reino,  en  1597,  parece  que  se  refugia- 
ron en  aquellos  sitios  los  embajadores  ó  enviados  de  las 
potencias  extranjeras ,  y  desde  entonces  le  fué  aplicado 
este  nombre,  dejando  el  de  calle  de  la  Dehesa  de  la  Villa, 
con  que  la  vemos  designada  en,  los  títulos  antiguos  de  las 
casas. 

La  otra  parte  de  este  distrito,  á  la  izquierda  de  la  calle 
de  Embajadores,  y  á  que  denominamos  de  la  Inclusa^  está 
cruzada  por  las  calles  paralelas  del  Mesón  de  Paredes  y  de 
la  Comadre  hasta  el  Barranco  de  Embajadores,  y  de  Este 
á  Oeste  por  las  tituladas  de  Juanelo  (en  que  vivió  el  céle- 
bre inquiero  flamenco  Juanelo  Turriano,  en  tiempo  del 
emperador  Carlos  V)  (2);  la  de  la  Encomienda  de  Mora- 
ialaZy  de  las  Dos  Hermanas^  de  \o%  Abades,  del  Oso,  de 
Cabestreros  j  del  Sombrerete,  del  Tribulete  y  otras,  todas 
bastante  rectas ,  desahogadas  y  con  un  regular  caserío, 
pero  absolutamente  desnudas  para  nosotros  de  interés  ar- 
tístico é  histórico. 

Únicamente  en  la  principal,  ó  sea  la  del  Mesón  de  Pa- 
redes (en  que  estaba  la  casa  del  Conde  del  mismo  título), 

(1)  En  el  Casino  de  la  Beina  en  I09  últimos  años  del  siglo  an- 
se  ha  establecido ,  harto  impro-  tenor,  el  insigne  patricio  don 
píamen te,  el  magnifico  J/u«éoar-  Gaspar  Melchor  de  Jovellános, 
queolágicoy  inaugarado  en  1871.  siendo  consejero  del  de  las  Ór- 

(2)  También  vivió  en  esta  ca-  denes  y  ministro  de  Gracia  y 
Ue,  y  casa  número  20  moderno,  Justicia. 


23  .      BL   ANTIGUO   MABBID. 


existe  (como  ya  dijimos  anteriormente),  á  su  número  74, 
el  precioso  establecimiento  de  beneficencia  titulado  de  la 
lAiucioM.  Inclusa  (1),  casa  de  Expósitos j  cuya  dirección  corre  á 
caxgo  de  la  Junta  de  Señoras,  y  es  de  tan  alta  importan- 
cia,  que  suelen  ingresar  en  ella  anualmente  más  de  1.600 
criaturas,  existiendo  siempre,  un  año  con  otro,  más  de 
4.000. 

Esta  excelente  institución  tuvo  principio  en  1572  por 
la  piadosa  cofradía  titulada  de  Nuestra  Señora  de  la  So^ 
Udadj  sita  en  el  convento  do  la  Victoria  (de  que  ya  hici- 
mos mención  cuando  tratamos  de  los  Corrales  de  come- 
dias); tuvo  primero  su  casa  é  iglesia  en  la  Puerta  del  Sol, 
entre  la  calle  de  Preciados  y  del  Carmen ,  según  se  dijo 
también  anteriormente;  después  se  trasladó  á  la  del  Sol« 
dado,  en  el  edificio  conocido  por  el  nombre  de  Galera 
Vieja,  que  hoy  no  existe,  y,  ya  entrado  este  siglo,  vino  á 
ocupar  el  edificio  que  hoy  ocupa,  y  que,  aunque  no  todo  lo 
espacioso  y  bien  dispuesto  que  requiere  tan  importante 
establecimiento,  es,  sin  embargo,  muy  digno  de  ser  visi- 
tado por  su  buena  distribución,  organización  y  gobierno. 

Algo  más  abajo,  en  la  misma  calle ,  ó  más  bien  en  una 
plazuela  que  se  forma  delante  de  él,  está  el  Colegio  de  San 
*  *•  Fernando,  á  cargo  de  los  padres  Escolapios,  fundado  en 
1729,  y  colocado  bnjo  la  protección  de  la  villa  de  Madrid 
en  1734,  en  el  cual  reciben  la  instrucción  primaria  gra- 
tuitamente unos  2.000  niños,  y  ademas  se  admiten  alum- 
nos internos,  que  pagan  una  pensión  diaria,  y  para  los  cua- 
les hay  cátedras  de  Gramática,  Latinidad,  Historia,  Greo- 
grafia,  Matemáticas,  etc. — El  templo  propio  de  esta  casa 
es  uno  de  los  más  bellos  de  Madrid ,  por  su  planta,  que 


(1)  Este  nombro  le  fué  vul-  tra  Señora  que  se  conserva  en  su 
garmente  dado  por  corrupción,  y  capilla  y  que  trajo  un  soldado  de 
á  causa  de  una  imagen  de  Núes-      Enkuissen,  ciudad  de  Holanda. 


EL   RASTBO   X   I«A  JKCI^ÜSA.  23 

consiste  en  una  amplia  rotonda  precedida  de  nn  espacio 
cuadrangular^  que  hace  veces  de  nave,  y  cubierta  por  una 
]iermosa  cúpula,  que  sobresale  notablemente  entre  todas 
las  de  Madrid.  Fué  construido  por  el  hermano  Miguel  Es- 
cribano, y  terminado  en  1791,  y  la  bella  colección  de  es- 
culturas que  decoran  sus  altares,  obras  todas  de  los  artis- 
tas modernos,  llama  justamente  la  atención  de  los  inteli- 
gentes.—  Algo  más  arriba,  frente  de  la  fuente  y  calle  de 
Cabestreros ¡  se  ha  habilitado  la  casa  número  39  para  con- 
vento de  las  monjas  de  Santa  Catalina  de  Sena,  que  antes 
estuvo  donde  hoy  las  casas  nuevas  frente  al  palacio  del 
Congreso,  y  fué  demolido  por  los  franceses  (1). 

En  las  demás  calles  de  este  distrito,  muy  poco  ó  nada 
merece  mención;  únicamente  diremos  que  la  contigua,  lla- 
mada de  la  Comadre,  y  anteriormente  de  la  Comadre  de 
Granada  f  que  corre  paralela  á  la  del  Mesón  de  Paredes 
hasta  el  barranco  de  Embajadores,  es  una  de  las  más  po- 
bladas de  Madrid,  como  que  cuenta  más  de  3.000  habi- 
tantes, y  la  numeración  de  sus  casas,  la  mayor  parte  ba- 
jas y  humildes  hasta  hace  pocos  años,  alcanza  al  95.  — 
Todas  estas  calles  y  sus  travesías,  especialmente  á  la  parte 
baja,  están  habitadas  por  jornaleros,  artesanos  y  depen- 
dientes de  la  Fábrica  de  Tabacos  y  otras,  y  la  ya  indica- 
da de  la  Comadre  se  ha  distinguido  siempre  por  la  anima- 
ción de  su  vecindario,  del  que  (si  hemos  de  creer  á  un 
viajero  inglés  contemporáneo,  muy  inteligente  en  esta  ma- 
teria) (2),  forma  una  buena  parte  la  raza  trashumante  de 
los  gitanos,  —  Otras  calles. más  altas  de  este  distrito,  y  que 
desembocan  en  la  nueva  plaza  del  Progreso,  como  la  de  la 


(1)  A  esta  modesta  casa  ha  ríbo  de   su  convento  en  1870. 
sida  trasladada   la  comunidad  (2)  Georges  Borrow,  The  Bi- 
dé religiosas  de  Santo  Domingo  blia  in  Spain, 
éi  Real,  cuando  el  bárbaro  der- 


24  EL  ANTIGUO  MADRID. 

• 

Espada  y  de  Jesús  y  Marta  j  y  las  mismas  del  Mesón  d^ 
Paredes  y  de  la  Comadrej  han  mejorado  mncho  sa  caserfo 
en  estos  últimos  años  y  en  términos  que  muj  pronto  per- 
derán por  completo  el  humilde  aspecto  y  mezquinas  pro- 
porciones que  hasta  aquí  las  afrentaban. 

Al  extremo  de  la  antes  conocida  por  calle  de  la  Boz 
Baja,  y  entre  el  portillo  de  Valencia  y  el  de  Embajadores, 
se  extiende  el  erial  inmenso  conocido  por  el  Barranco  de 
Embajadores,  sitio  indebidamente  abandonado ,  y  que 
debe  regularizarse  por  la  Villa,  plantando  en  ¿1  un  paseo 
que  sirva  de  desahogo  y  salida  á  las  calles  del  Mesón  d^ 
Paredes,  del  Espino,  de  la  Comadre  y  demás  de  aquella 
populosa  barriada,  quedando  todavía  espacio,  por  su  for- 
ma irregular,  para  construir  un  amplio  mercado  de  coba- 
Herías,  donde  pueda  celebrarse  sin  peligro  el  que  se  tiene 
todos  los  jueves  en  el  mismo  sitio  (1). — Para  ambos  ob- 
jetos fué  solicitado  este  terreno,  en  1847,  á  nombre  del 
Ayuntamiento;  pero  el  Gobierno,  á  quien  corresponde 
por  amortización,  no  tuvo  ¿  bien  acceder  á  ello,  y  así 
permanece'  sin  utilidad  de  nadie,  antes  con  detrimento^ 
de  la  salubridad,  comodidad  y  ornato  de  aquella  parte 
de  la  población. 

(1)  Ya  no  Be  celebra  allí. 


EL  UíVATlÚB.  25 


IIL 


KL  LAVAPEÉS. 


Entramos  en  pleno  distrito  de  Lavapiés  6  del  Avapiésj 
como  antiguamente  solia  escribirse,  sin  que  acertemos  á 
explicar  ]a  etimología  de  este  nombre  con  la  candidez 
del  buen  D.  Nicolás  Fernandez  de  Moratin  (1),  porque 
con  ambos  títulos  viene  emblematizando  hace  tres  siglos 
&  la  población  indígena  matritense  en  el  último  término 
de  la  escala  social. — No  nos  meteremos  en  eruditas  y 
empalagosas  investigaciones  para  buscar  en  tales  ó  cuales 
razas  el  origen  de  esta  parte  del  pueblo  bajo  de  Madrid, 
apellidado  la  Manolerla,  que  tiene  su  asiento  principal  en  La  Manoieria. 
el  famoso  cuartel  de  Lavapiés,  ajinqne  rebosando  también 
4  los  inmediatos  de  la  Inclusa,  el  Rastro  y  las  Vistillas. 
— Para  nosotros  es  evidente  que  el  tipo  del  Manolo  se 
fué  formando  espontáneamente  con  la  población  propia 
de  nuestra  viDa  y  la  agregación  de  los  infinitos  advene- 
c^zos  que  de  todos  los  puntos  del  reino  acudieron  á  ella 
desde  el  principo  á  buscar  fortuna.  Entre  los  que  vinie- 
i*on  guiados  de  próspera  estrella  y  cambiaron  luego  sus 
humildes  trajes  y  groseros  modales  por  los  brillantes 
nniformes  y  el  estudiado  idioma  de  la  corte,  vinieron 

(1)  c  Vinieron  con  semblantee  pudibundos 

Las  que  habitan  el  Austro,  donde  lavan 
Los  pies  el  agua  de  árboles  profundos. » 


g6  EL  A^IGÜO  MADRID. 


también,  aunque  con  más  modestas  pretensiones,  los  ale- 
gres habitadores  de  Triaría  ^  Macarena  y  el  Compon  de 
Sevilla,  los  de  las  Huertas  de  Murcia  y  de  Valencia,  de  la 
Manteria  de  Valladolid,  de  los  Percheles  y  las  islas  á^ 
litaran  de  Málaga,  del  Azogúejo  de  Segovia,  de  la  Oli- 
vera de  Valencia,  de  las  Tendillas  de  Granada,  del  Po- 
tro de  Córdoba,  y  las  Ventillas  de  Toledo,  y  demás  sitias 
célebres  del  mapa  picaresco  de  España,  trazado  por  la 
pluma  del  inmortal  autor  del  Quijote;  todos  los  cuales, 
mezclándose  naturalmente  con  las  clases  más  humildes 
de  nuestra  población  matritense,  adoctrinándola  con  su 
ingenio  y  travesura,  despertando  su  natural  sagacidad, 
su  desenfado  y  arrogancia,  fueron  parte  á  formar  en  los 
Manolos  madrileños  un  carácter  marcado,  un  tipo  origi- 
nal y  especialísimo,  aunque  compuesto  de  la  gracia  y  de 
la  jactancia  andaluzas,  de  la  viveza  valenciana  y  de  la 
seriedad  y  eutonamiento  castellanos. 

Cuando,  á  mediados  del  siglo  xvi,  se  verificó,  casi 
simultáneamente  con  la  venida  de  la  corte,  la  tercera 
ampliación  de  Madrid,  ya  existia  numeroso  caserío  más 
allá  de  la  cerca  que,  según  dijimos,  corria  desde  la  puer- 
ta de  Antón  Martin  hasta  la  calle  de  Toledo,  y  aquellos 
sitios  costaneros  y  despejados  por  donde  abora  corren  las 
calles  de  Jesús  y  Maria,  de  Lavapiés,  del  Olivar  ^  del 
Ave  María  y  sus  traviesas,  eran  ya  célebres  por  sus 
afamados  ventorrillos,  tabernas  y  bodegones,  entre  los 
cuales  sobresalia  el  nombrado  de  Manuela,  sito  en  el 
Campillo  (hoy  calle)  que  conserva  su  nombre,  y  los 
altillos  y  rellanos  de  Buena  Vista,  de  las  Damas  y  Pri- 
mavera, que  eran  los  puntos  adonde  acudian  á  solazarse 
los  menestrales  madrileños ,  como  ahora  al  nuevo  arrabal 
de  CJuimberi  —  Con  el  trascurso  del  tiempo  y  el  aumento 
de  la  población  fué  agrupándose  el  caserío  y  formando 
dichas  calles  y  sus  traviesas,  tales  como  las  de  la  Cabe- 


BL  LAVAPIÉS.  27 


wrt  (1),  del  Calvario f  del  Olmo,  dé  los  Ministriles,  de  los 
Tres  Peces  y  de  la  Esperanza,  de  Zurita,  del  Salitre  y 
de  la  J^tf . 

Arteria  principal  de  todas  ellas,  y  centro  de  este  bullí-  caiio  rmi  da 
cioso  distrito,  la  calle  de  Lavapiés  (que,  cómala  del  Bar-  ^^•^y^^ 
qaillo,  tuTO  el  privilegio  de  apellidarse  Real)  arranca  de 
la  extremidad  de  la  de  la  Magdalena,  y  estrecha  al  prin- 
cipio, aunque  siempre  desigual  y  costanera,  va  ensan- 
chando después  y  adquiriendo  grande  importancia,  como 
rio  creciente. y  majestuoso,  con  la  incorporación  de  la  de 
JesQs  y  María  primero,  á  la  plazoleta  del  Campillo  de 
Manuela,  y  luego  con  las  del  Olivar  y  del  Ave  María 
en  la  iamosa  plazuela  de  Lavapiés ,  que  es  la  Puerta  del 
Sol  de  aquel  distrito,  ingreso  y  corazón  de  todas  aquellas 
y  otras  calles ,  hasta  que,  cambiando  su  nombre  por  el  de 
Valencia,  llega  al  portillo  mencionado  del  mismo  título,  y 
antes  de  Lavapits. — Los  expresivos  nombres  de  todas 
¿stas,  que  quedan  ya  apuntados,  revelan  bien  á  las  claras 
8U  humilde  historia  ó  sus  condiciones  materiales. — La 
del  Ave  María  recibió  este  nombre  del  Beato  Simón  de 
Rojas,  que  parece  hizo  expulsar  de  ella  á  las  prostitutas 
que  la  ocupaban,  y  por  eso  se  llamó  también  de  San  Si- 
món una  de  las  contiguas.  La  del  Calvario  debió  apelli- 
darse asi  porque  existia  un  Via  Crucis  en  aquel  sitio,  en 
dirección  á  Atocha,  y  merece  justamente  este  nombre  por 
el  horrible  desnivel  de  su  suelo;  la  de  la  Escuadra,  por  sú 
forma  en  esta  figura;  las  del  Olmo,  del  Olivar,  de  la  Rosa 
y  otras,  por  los  plantíos  y  huertas  en  que  fueron  trazadas; 
la  del  Salitre,  por  su  inmediación  ¿  las  tierras  y  fábrica 

(1)  En  la  casa  número  16  de  T821,  el  desdichado  D.  Matías 

esta  calle  estaba  la  cárcel  ecle-  Vinuesa,  antiguo  cura  de  Ta- 

siástica  ó  de  la  Corona^  y  en  ella  majon,  preso  en  ella  por  los  plal- 

fué  asesinado  por  el  populacho,  nes  contrarevolucionarios  que 


ea  la  tarde  del  4  de  Mayo  de      se  le  atribuyeron. 


28  EL   ANTIGUO  MADRID. 


del  mismo  (adonde  se  ha  trasladado  la  Aduana),  y  asi  la» 
demás,  sin  que  en  ninguna  de  ellas  exista  edificio,  monn- 
mentó  ni  recuerdo  histórico  de  importancia  que  decore  ó 
enaltezca  aquella  humilde  barriada. 

Ba^'^pSdrVde      ^n  la  Calle  llamada  de  la  Torrecilla  del  Leal  existe 

?ÍSr de^MiSrid]  únicamente  la  casa  é  iglesia  de  la  venerable  Congregación 
de  San  Pedro  de  Presbíteros  naturales  de  Madrid  y  fun- 
dada por  el  venerable  licenciado  Jerónimo  Quintana, 
autor  de  la  Historia  de  esta  villa,  y  muy  célebre  por  su 
filantrópica  piedad  y  por  haber  pertenecido  á  ella  insignes 
escritores  como  Lope  de  Vega,  Calderón  de  la  Barca  (que 
la  nombró  su  heredera)  (1),  SoHs,  Montalban  y  otros. — 
Al  extremo  de  la  calle  de  la  Fe,  que  va  desde  la  plazuela 
de  Lavapiés  hasta  la  calle  del  Salitre,  se  alza  la  parroquia 
PazToqaia  de  ^^  ^^^  Lorenzo,  quc  fué  aucjo  de  San  Sebastian  desde 

sanixxren»».  1662,  CU  quo  se  coustruyó,  y  hoy  es  parroquia  inde- 
pendiente, y  acaso  la  más  poblada  de  Madrid,  pues  com- 
prende 6.624  vecinos  y  24.998  feligreses.  Este  templo 
sufrió  un  horroroso  incendio  el  dia  16  de  Junio  de 
1851,  habiendo  sido  reparado  luego  con  las  limosnas 
de  los  feligreses.  En  las  calles  de  Zurita  ^  los  Tres  Peces, 
la  Esperanza  y  demás  contiguas  nada  tenemos  que 
recordar. 

A  estas  nuevas  barriadas,  apartadas  y  humildes,  de- 
bieron naturalmente  refluir  las  clases  más  desvalidas  de 
la  población  cuando,  creciendo  ésta  en  número  é  impor- 
tancia, rebasó  las  antiguas  cercas  y  cubrió  de  edificios 
costosos  las  calles  y  términos  de  la  villa.  Formóse,  pues, 

ixMstorrio0&a;<M.  la  uatural  división  de  barrios  altos  y  bajos  (2),  y  ocnpan- 


(1)  Ed  el  año  pasado  de  1880  taban  depositadas  en  el  cernen - 

han  sido  trasladadas  á  este  pe-  terio  de  San  Nicolás, 

queño  templo   las  cenizas  de  (2)  Aunque  posterioiroente 

aquel  insigne  ingenio,  que  es-  los  de  Maravillas  y  Barquillo^ 


EL  LAYAPlée.  29 


do  los  primeros  los  empleados  de  la  corte  y  las  clases 
acomodadas,  tocaron  naturalmente  los  segundos  á  los 
jornaleros  menestrales;  aquéllos,  renovándose  continua- 
mente con  los  favores  del  poder  y  de  la  fortuna,  con  la 
inmigración  constante  de  forasteros,  y  con  el  trasiego  de 
los  propios  en  viajes  y  comisiones,  modificaron  infinita- 
mente su  carácter  y  tipo  primitivo,  perdieron  el  colorido 
local,  y  de  la  reunión  de  aquellos  matices,  adaptados  de 
tan  diferentes  orígenes  y  fundidos  en  el  crisol  de  la  corte, 
vino  á  formarse  otro  especial,  y  por  cierto  bien  intere- 
sante, que  es  el  del  habitante  de  Madrid;  pero  los  signos 
característicos  del  madrileño   (especialmente  en  la  parte 
menos  culta  de  la  población)  que  pudieron  escapar  al  roce 
continuo  de  los  otros  pueblos  y  á  las  tendencias,  intrigas 
y  favores  cortesanos,  han  llegado  hasta  nosotros  trasmi- 
tidos de  generación  en  generación  en  los  habitadores  de 
los  barrios  bajos. — El  trascurso  del  tiempo,  los  sucesos 
históricos  y  políticos,  y  la  alteración  consiguiente  de  las 
costumbres,  han  podido  ciertamente  modificar  las  condi- 
ciones de  aquel  carácter  primitivo;  pero  aplicando  á  su 
análisis  un  estudio  concienzudo,  y  haciendo  abstracción 
de  los  accesorios,  es  fácil  descubrir,  al  través  de  ellos,  el 
tipo  original  del  madrileño  arrogante  y  leal,  temerario  é 
indolente,  sarcástico  y  hasta  agresivo  contra  el  poder, 
desdeñoso  de  la  fortuna  y  de  la  desgracia,  mezcla  del  fa- 
talismo árabe,  del  orgullo,  del  valor  y  de  la  inercia  cas- 
tellanas. 

Este  pueblo  bajo  madrileño,  que  tanta  parte  tomó  en 
las  revueltas  políticas  de  los  pasados  siglos ;  que  defendió 

y  otros,  en  la  parte  alta  de  la  vecindario  conocida  por  la  ma^ 

población,  compartieron  con  los  noleria  prefirió  siempre  los  ba- 

flemas  el  albergue  de  estas  cía-  jos  de  Lavajnés^  Ragtro,  Inclusa 

ses  y  fueron  comprendidos  en  y  Embajadores,  asi  como  los 

la  misma  categoría,  la  parte  d§I  chisperos  aquellos  altos. 


30  EL  ANTIGUO   MADRID. 

tenazmente  la  causa  de  su  legítimo  rey  D.  Pedro  de 
Castilla  contra  el  dichoso  D.  Enrique,  y  mis  tarde,  la 
legitimidad  dudosa  de  la  desdichada  doña  Juana  la  JBel- 
traneja  contra  la  misma  princesa  doña  Isabel;  que  negó 
los  tributos  y  alzó  barricadas,  en  unión  con  los  comu- 
neros de  Castilla,  contra  las  huestes  del  poderoso  Empe- 
rador, quedó  como  amortiguado,  y  aun  pudiera  decirse 
que  habia  cambiado  del  todo,  cuando,  halagado  por  la 
fortuna,  vio  fijarse  en'  medio  de  él  la  opulenta  corte  cas- 
tellana, y  se  convirtió  durante  siglo  y  medio  en  sumiso  y 
obediente  subdito  de  los  monarcas  de  la  austriaca  dinas- 
tía; pero  durante  la  minoría  del  desdichado  Carlos  II  y 
el  gobierno  impopular  de  la  Beina  madre,  aparece  ya  el 
pueblo  madrileño  tomando  una  parte  activa  en  las  turbu- 
lencias políticas  ocasionadas  por  la  privanza  del  jesuíta 
Nithard,  y  más  adelante,  del  osado  Valenzuela;  persigue  á 
ambos  con  su  reprobación ,  con  su  censura ,  con  sas  sáti- 
ras y  con  su  fuerza  material,  hasta  que  los  obliga  4  aban- 
donar el  puesto  y  huir  del  encono  popular.  Luego,  en  los 
últimos  dias  del  reinado  miserable  del  mismo  Carlos,  se 
presenta  de  nuevo,  terrible  y  osado,  á  las  puertas  de  su 
Real  Alcázar,  en  1699,  con  pretexto  de  la  carestía  del 
pan,  á  pedir,  ó  más  bien  ordenar,  al  Monarca  que  des- 
pierte de  8u  prolofigado  letargo,  y  no  depone  las  armas 
hasta  que  recibe  sus  seguridades  y  obliga  á  la  fuga  al 
Ministro,  Conde  de  Oropesa. 

En  principios  del  siglo  pasado,  y  durante  la  famosa 
guerra  de  sucesión ,  notoria  es  la  parte  tan  activa  que  to- 
mó el  pueblo  propio  madrileño ,  y  las  muestras  tan  os- 
tentosas  que  dio  de  su  simpatía  hacia  la  persona  de  Felipe 
de  Borbon  y  contra  las  huestes  del  Archiduque  en  los 
breves  dias  que  éstas  le  ocuparon;  en  que  no  hubo  géne- 
ro de  asechanzas,  de  desmanes  y  alevosías  que  no  pusie- 
ra en  juego  contra  los  desgraciados  tudescos,  los  cuales 


EL  LAYAPUés.  31 


(según  el  Marqnés  de  San  Felipe^  historiador  de  aquella 
guerra)  pagaron  bien  caros  los  funestos  favores  de  las 
mujeres  de  la  plebe  madrileña. 

Adelantada  ya  la  segunda  mitad  del  siglo,  todavía  el 
fiero  madrileño  ostentó  un  dia  toda  la  arrogancia  de  sus 
antecesores,  defendiendo  sus  capas  y  chambergos^  fusilando 
las  ventanas  del  ministro  Esquilacfae,  persiguiendo  á  las 
tropas  extranjeras  y  marchando  osado,  en  numerosa  tur- 
ba á  las  órdenes  del  calesero  Bernardo  ^  hasta  el  mismo 
palacio  y  Beal  cámara  de  Aranjuez,  á  imponer  condicio- 
nes de  potencia  á  potencia  al  mismo  monarca,  el  gran 
Carlos  III. — Durante  casi  medio  siglo  dunnió,  al  parecer, 
tranquilo  el  impertérrito  pueblo  de  Madrid;  pero  el  19  de 
Marzo  de  1808,  rugiendo  de  nuevo  terrible  y  vengador 
contra  el  poder  y  la  osadía  de  un  nuevo  y  más  arrogante 
favorito,  se  presentó  en  los  mismos  sitios  y  con  el  mismo 
imponente  aparato  que  en  1766  (1),  y  comenzó  á  repetir 
el  drama,  que  fué  á  terminar,  como  aquél,  á  las  orillas 
del  Tajo. 

En  aquel  famoso  año,  clásico  para  toda  la  nación  espa- 
ñola, y  especialmente  para  el  pueblo  madrileño ,  hay  tres 
fechas  eternas,  que  jamas  podrán  borrarse  de  sus  anales: 
19  DE  Marzo;  2  de  Mayo,  y  2,  3  y  4  de  Diciembre. 

En  la  primera  consiguió  derrocar  el  ídolo  del  poderoso 
valido,  que  arrastró  en  su  caida  al  Monarca  débil  y  apoca- 
do ;  en  la  segunda  desafió  y  abatió,  aunque  á  costa  de  un 
cruento  sacrificio ,  el  orgullo  y  arrogancia  de  las  huestes 
del  dominador  de  Europa ;  en  la  tercera,  en  fin,  se  atre- 
vió á  resistir  á  éste  en  persona  y  al  frente  de  sus  ejérci- 


(1)  Ya  hicimos  notar  la  coin-  Chimeneas^  y  el  Principe  de  la 

cidencia  de  que  el  ministro  Es-  Paz  en  la  otra  esquina  á  la  calle 

quilache  vivía  en  la  calle  de  las  á^  Barquillo, 
Infantas  y  casa  de    las  Sietfi 


32 


£L   ANTIGUO   MADBID. 


El  Manolo. 


tos ,  oponiéndole  sus  débiles  tapias  y  la  fortaleza  y  teme- 
ridad de  sus  pechos. — El  pueblo  de  Madrid,  que,  subyu- 
gado y  encadenado  al  carro  del  usurpador,  sufrió  durante 
cinco  años  los  efectos  de  su  ira,  los  rigores  del  hambre  y 
de  la  miseria,  no  perdió  por  eso  su  carácter  desdeñoso  y 
arrogante,  y  valiéndose  de  las  armas  del  sarcasmo  y  la 
ironía,  se  mofaba  del  intruso  rey  y  de  su  gobierno,  le  es- 
camecia  públicamente  en  las  ocasiones  más  solemnes  (1), 
y  moría  á  manos  del  hambre  espantosa  de  1812,  sin  que- 
rer recibir  el  menor  auxilio  de  sus  enemigos,  ni  perder  un 
momento  su  dignidad ,  su  agresivo  carácter  y  audacia. 

Pero  volviendo  al  tipo  especial  del  Manolo  de  Madrid, 
según  nos  le  dejó  pintado  Goya  en  sus  caprichos^  y  en  sos 
deliciosos  sainetea  el  picaresco  D.  Ramón  de  la  CruZj  de- 
bemos consignar  que  ha  venido  sufriendo  constantes  y 
sucesivas  modificaciones  en  sus  costumbres,  modales  y 
trajes ;  sus  oficios  más  favoritos  continúan  siendo,  como 
en  el  siglo  pasado,  los  de  zapatero,  tabernero,  carnicero, 
calesero  y  tratantes  en  hierro,  trapo,  papel,  sebo  y  pieles, 
que  constituian,  hasta  hace  pocos  años,  los  gremios  de 
traperos,  chisperos,  corredores  de  la  cuatropea ,  y  otros;  ha 
abandonado  la  coleta  y  redecilla,  el  calzón  y  el  chupetín, 
el  capote  de  mangas  y  el  sombrero  apuntado,  con  que 


(1)  Entre  los  inñnitos  rasgos 
que  la  tradición  nos  ha  conser- 
vado, significativos  de  esta  acti- 
tud del  pueblo  bajo  de  Madrid 
respecto  á  José  Napoleón  y  su 
gobierno,  no  queremos  privar  á 
nuestros  lectores  de  un  pasquín 
que  apareció  simultáneamente 
en  las  esquinas  de  Madrid  con 
la  alocución  ó  proclama  del 
nuevo  monarca ;  si  bien  los  tér- 
minos demasiado  libres  en  que 


está  concebido  nos  hicieron  ti- 
tubear en  estamparlo :  decia, 
pues,  asi: 

€  En  la  plam  hay  un  cartel 
Qae  no0  dice  eu  caf  tellano 
Qae  Joeó,  rey  Italiano, 
Boba  4  Bapafia  su  dosel; 
Y  al  leer  este  cartel , 
Dijo  nna  maja  4  sn  majo : 
— Manolo,  pon  ahí  abajo 

Qoe  me  C en  esa  ley , 

Porque  acá  queremos  rey 
Qae  sepa  dedr  C.^!» 


BL  LAYAPI^S.  33 


nos  le  pintan  á  principios  de  este  siglo;  su  traje  actnal^ 
modificado  con  la  imitación  de  los  de  Andalucía  y  de  las 
clases  más  elevadas  y  consiste  generalmente  en  chaquetita 
estrecha  y  corta,  con  multitud   de  botoncitos;  chaleco 
abierto  y  con  igual  botonadura ,  pero  sin  echar  más  que 
el  primero ;  camisa  bordada,  doblado  el  cuello  y  recogido 
con  un  pañolito  de  color  saliente,  asido  con  una  sortija  al 
pecho;  faja  encamada  ó  amarilla;   pantalón  ancho  por 
abajo ;  media  blanca  y  zapato  corto  y  ajustado.  El  som- 
brero redondo  y  alto,  terso  y  reluciente,  ha  sido  trocado 
por  el  sombrerito  catanes ;  pero  la  varita  en  la  mano  y  la 
terrible  navaja  á  la  cintura  son  prendas  de  que  no  se  ha 
desprendido  todavia  ningún  manólo. 

Este  nombre,  á  nuestro  entender,  no  tiene  otra  anti- 
güedad ni  origen  que  el  propio  con  que  quiso  ataviar  al 
famoso  personaje  de  su  burlesca  tragedia  para  reír  y  saí- 
nete para  llorar  el  ya  dicho  D.  Bamon  de  la  Cruz  ;  pues 
en  ninguna  obra  anterior  de  los  escritores  de  costumbres 
y  novelas,  tales  como  Castillo,  Zabaleta,  Torres  y  otros, 
hallamos  designadas  con  este  nombre  á  los  habitantes  de 
aquellos  barrios  de  Madrid. 

En  cuanto  á  la  Manola ,  precioso  y  clásico  tipo  que  va 
desapareciendo  á  nuestra  vista,  y  cuyo  donaire,  gracia  y 
desenfado  son  proverbiales  en  toda  España,  ¿quién  no  co- 
noce el  campanudo  y  guarnecido  guardapiés,  la  nacarada 
inedia,  el  breve  zapato,  la  desprendida  mantilla  de  tira  y 
la  artificiosa  trenza  de  Paca  la  Salada,  Geroma  la  Casta- 
fiera,  Manola  la  BÁbeteadoray  Pepa  la  Naranjera,  y  Ma- 
ruja y  Damiana  y  Buperta,  floreras,  rabaneras  ú  oficia- 
las de  la  fábrica  de  cigarros?  ¿Quién  no  sabe  de  memoria 
sus  dichos  gráficos ,  sus  epigramas  naturales ,  su  prover- 
bial fiereza  y  arrogancia?  ¿Quién  no  ve  con  sentimiento 
confundirse  este  gracioso  tipo  en  el  otro  repugnante  de  la 
mujer  mundana,  que,  en  su  deseo  de  parecer  bien,  ha  que- 

n.  8 


La  Manola. 


34  EL  ANTIGUO  MADBID. 


rido  parodiar  la  gracia,  traje  j  modales  peculiares  de  la 
Manola^ 

El  carácter  altivo  é  independiente  de  estas  clases  en 
ambos  sexos ,  sa  animosidad  contra  todo  lo  extranjero  ó- 
sus  recuerdos ,  su  indómita  arrogancia  y  su  escasa  instmo- 
cion,  unido  todo  á  los  vicios  y  disipación  propios  de  las- 
grandes  poblaciones  y  han  hecho  que  hasta  hace  pocos 
años  esta  parte  del  vecindario  de  nuestra  villa,  estos 
barrios  del  Lavapiés,  del  Salitre,  Tres  Peces,  Inclusa  ^  el 
Rastro  y  Eiribajadores  fuesen  como  una  población  aparte, 
aislada,  hostil  y  terrible  para  el  resto  de  ella;  pero  las 
vicisitudes  políticas  por  que  hemos  pasado  en  lo  que  va 
de  siglo ,  y  en  que  tanta  y  tan  apasionada  parte  ha  toma- 
do en  todas  ocasiones  el  pueblo  bajo  de  Madrid ,  le  fueron 
adversas  en  general ,  y  castigando  duramente  sus  pasio- 
nes, sus  excesos,  sus  demasías  y  exageraciones  de  1814, 
1820,  1823,  1834,  1843,  1854  y  1856,  le  han  debido 
dar  á  conocer,  bien  á  su  costa,  que  hay  en  la  sociedad 
otra  fuerza  mayor  que  la  fuerza  numérica,  y  que  han  pa- 
sado los  tiempos  de  los  ignos  y  lairones,  de  las  pitüas  rea- 
listas y  de  los  trágalas  revolucionarios. 

De  esperar  es  que,  mejorándose  constantemente  la  ins- 
trucción, y  aumentada  la  vigilancia  del  Gobierno;  crecien- 
do en  ellos  el  amor  al  trabajo  y  á  los  goces  más  halagüe- 
ños de  la  sociedad  culta,  y  extendiéndose  también  en 
aquellos  barrios  extremos  una  parte  de  la  población  más 
acomodada,  con  el  aumento  y  mejora  del  caserío,  la  en- 
trada en  ellos  no  vuelva  á  ofrecer,  como  antes,  un  valladar 
impenetrable  á  las  personas  decentes.  Ta  no  choca,  en 
efecto,  en  ellos,  el  ruido  de  los  coches,  ni  son  persegui- 
das las  señoras  con  gorro,  ni  los  hombres  con  futraque  o 
levosa,  ni  los  chicos  de  tierna  edad  aparecen  ya  en  cueros 
ó  en  camisa ;  antes  bien  se  recogen  en  las  benéficas  aulas 
de  las  Escuelas  Pías  y  Salas  de  Asilo  de  las  calles  del  Es- 


EL   LAYAPléd.  35 


pino ,  de  Atocha  ó  de  la  Fábrica  de  cigarros ;  las  manólas 
no  serpentean  ya  todo  el  dia  con  sos  trajes  ondulantes  y 
campanados  (excepto  aquella  parte  proporcional  dedicada 
al  vicio  y  á  la  prostitución);  asisten  á  trabajar  modesta  y 
silenciosamente  hasta  en  número  de  5.000  en  aquella  fá- 
brica 6  en  los  particulares  obradores  de  zapatería^  sastre- 
ría y  otros ;  los  manólos  son  también  artesanos  ó  merca- 
deres ambulantes^  y  han  tomado  el  gusto  á  una  ganancia 
legitima  y  segura  ^  si  bien  no  curados  enteramente  de  la 
excesiva  afición  á  los  toros  y  á  la  taberna;  y  preciso  es 
confesar  (á  despecho  de  los  encomiadores  de  todo  lo  an- 
tiguo) que  el  pueblo  bajo  de  Madrid ,  entrando  sin  répli- 
ca en  el  sorteo  para  la  quinta  (de  que  antes  estaba  excep- 
tuado)^  pagando  su  patente  industrial  y  su  habitación  al 
casero  (obligaciones  ambas  de  que  antes  se  exceptuaba 
¿I),  trocando ,  para  ir  á  los  toros,  el  antiguo  y  estrepitoso 
eaie^n  por  el  ómnibus  comunista,  las  aeguidillaa  por  la 
polk4i^  la  bandurria  y  el  pandero  por  la  orquesta  militar  ó 
el  organillo  alemán,  y  asistiendo  frecuentemente  á  la  Zar- 
zuela y  á  la  Opera,  al  Circo  Ecuestre  y  al  ferro-carril  de 
Aranjuez,  si  ha  perdido  la  fisonomía  local,  excepcional  y 
tal  vez  poética  que  fotografió  D.  Ramón  de  la  Cruz  en 
BUS  admirables  farsas  de  La  Casa  de  Tócame  Roque,  El 
Manolo j  Las  Castañeras  picadas  ^  La   Venganza  del  Zur^ 
diUo,  ha  ganado,  y  mucho,  en  moralidad,  en  instrucción  y 
en  bienestar,  y  bajo  todos  aspectos  ese  distrito,  especial- 
mente en  sus  calles  principales  del  Lavapiés,  Olivar,  Ave 
María,   el  Olmo  y  la  Cabeza,  pueden  sostener  actual- 
mente el  parangón  con  los  demás  de  Madrid. 

La  ancha  y  espaciosa  calle  de  Santa  Isabel  por  su  iz-  q^,^  ^  g^^ 
qnierda  y  las  demás  traviesas  entre  ésta  y  la  de  Atocha,  ^****^- 
aonque  pertenecen  al  mismo  distrito,  están  ya  de  antiguo 
formadas  de  buen  caserío  y  habitadas  por  clases  pudientes. 
En  la  primera  de  ellas  hay  que  notar  la  moderna  casa- 


3G  EL  AirriGUo  uaduw. 


Kbcio  de  los  ]>alacio  de  los  condes  de  Cerbellon,  dnqoés  de  Feman-No- 
Dwl^oñJ^.   ^  ñcz,  y  al  extremo  de  ella  el  suotnoso  monasterio  de  reli- 
giosas de  Santa  Isabel ^  fondado  en  1589  en  la  calle  del 
Príncipe,  hasta  qne  la  reina  doña  Margaríta,  esposa  de  Feii- 
coiegiodesan.  pe  III,  las  trasladó  en  1610  á  este  sitio,  en  donde  estznro 
la  casa  de  campo  del  célebre  secretario  de  Felipe  II,  An- 


tonio Pérez.  La  iglesia,  terminada  en  1665,  es  may 
y  decorada  con  apreciables  pinturas.  Unido  á  este  con- 
vento está  el  colegio  de  niñas,  fundado  en  1595  por  Feli- 
pe II  con  la  denominación  de  Casa-Recogimiento  de  San- 
ta Isabel ,  cayo  patronato  corresponde  siempre  á  los  reyes 
de  España ,  y  en  el  qne  se  admiten  también  y  educan  co- 
legialas pensionistas.  Termina  esta  calle  y  distrito  con  las 
accesorias  del  nuevo  edificio  de  la  Facultad  de  Medicina 
y  el  inmenso  Hospital  General ,  cuyos  frentes  dan  ya  á  la 
calle  de  Atocha,  que  habrá  de  ocuparnos  en  el  próximo 
fiasco. 


IV. 


EL   HOSPITAL   Y   LAS  HU£RTAS. 


El  importante  trozo  de  la  nueva  población  comprendi- 
do entre  las  calles  baja  de  Atocha,  del  León  y  del  Prado, 
que  vino  á  incorporarse  al  antiguo  Madrid  ya  mediado  el 
siglo  XVI ,  encierra  muchos  objetos  dignos,  muchos  esta- 
blecimientos religiosos  y  benéficos,  muchos  interesantes 
y  poéticos  recuerdos,  que  merecen  ser  aquí  consignados. 

La  plazuela  de  Antón  Martin  ,  en  cuyo  sitio  estaba  la 
ton  Martin,      puerta  llamada  de  Vallecas  (que  se  abrió  cuando  la  incor- 


FlaxueladeAn- 


EL  HOSPITAL  Y   LAS  HUERTAS.  37 

poracion  de  los  arrabales  á  la  nneva  villa),  por  su  situación 
central  respecto  de  las  diversas  calles  nuevas  que  alli  se 
fueron  formando,  vino  á  oqnvertirse  en  una  especie  de 
carrefour  6  encrucijada  muy  semejante  á  la  Puerta  del 
Sol,  á  la  plazuela  de  Santo  Domingo  ó  la  de  Lavapiés; 
y  aunqne  continuación  y  principio  de  ambos  trozos  alto  y 
bajo  de  la  calle  de  Atocha ,  recibió  el  nombre  especial  de 
PUzzuela  de  Antón  Martin,  por  el  venerable  hermano  de  Ho«piuidesan 

'  ^  _^  ^         Joan  de  Dios. 

este  nombre,  compañero  y  discípulo  de  San  Juan  de  Dios, 
que  por  entonces  (en  1552)  fundo  en  aquel  sitio,  á  la  sa- 
zón extramuros  de  la  villa,  el  famoso  hospital  para  enfer- 
mos de  mal  venéreo,  que  aun  se  conserva,  servido  por  los 
religiosos  de  la  misma  Orden  hospitalaria,  y  es  considera- 
do como  uno  de  los  generales  que  corren  á  cargo  del 
ramo  de  Beneficencia.  Es  establecimiento  muy  importan- 
te y  bien  servido,  y  su  iglesia,  construida  á  mediados  del 
siglo  XVII,  y  reedificada  en  el  último,  es  de  buena  forma, 
y  encierra  notables  esculturas  modernas ,  entre  otras  los 
dos  pasos  del  Ecce-lwmo  y  los  Azotes,  que  salen  en  la  pro- 
cesión del  Viernes  Santo. 

Casi  enfrente  de  esta  casa  religiosa,  y  en  la  misma  pla- 
zuela de  Antón  Martin,  está  el  otro  hospital  é  iglesia  lla- 
mada de  Monserrat^  páralos  naturales  déla  antigua  coro-  Hospital  de 
na  de  Aragón,  fundado  primero,  en  1616,  en  una  casa  de 
campo  sita  en  el  barrio  de  Lavapiés  (donde  ahora  están 
las  escuelas  pías  de  San  Femando),  que  cedió  para  ello  don 
Gaspar  Pons,  y  fué  trasladado  al  sitio  que  hoy  ocupa,  en 
1652,  bajo  el  patrocinio  del  Rey  y  del  Consejo  de  Aragón. 
La  iglesia  construida  entonces  es  buena  y  tiene  dos  her- 
mosas capillas,  dedicada  una  á  Nuestra  Señora  del  Pilar 
de  Zaragoza  j  y  otra  á  la  de  los  Desamparados  de  Valen- 
cia j  servidas  por  sus  respectivas  cofradías  de  naturales  de 
Ruellos  reinos ;  y  á  los  mismos  está  destinado  el  hospital, 
que  en  el  dia  creemos  tenga  escaso  uso. 


38  EL  ANTIGUO   HADBID. 

En  este  hospital  (annqne  sin  duda  en  el  sitio  primitivo 
de!  Lavapiés)  fué  sepultado  de  limosna,  en  28  de  JoUo  de 
1631,  el  distinguido  autor  dramático  D.  Guülen  de  Cas^ 
tro,  caballero  del  hábito  de  Santiago,  cuya  agitada  vida, 
altivez  y  travesura  le  hicieron  descuidar  los  intereses  ma- 
teriales y  condujeron  á  espirar  en  las  camas  de  aquel  asilo, 
á  pesar  de  su  extraordinaria  y  merecida  fama  como  poeta, 
y  de  contar  con  la  protección  y  amistad  de  los  magnates 
y  dejos  esclarecidos  ingenios  de  su  ¿poca  (1). 
Fuente  de  An-      Alzábase  CU  mcdio  de  esta  plazuela  la  caprichosa  Tafi- 
te construida  á  principios  del  siglo  pasado  por  el  arquitec- 
to D.  Pedro  Bivera,  que  habia  quedado,  juntamente  con 
la  portada  del  Hospicio,  como  tipo  6  emblema  del  gusto 
churrigueresco,  y  que  como  tal,  y  página  del  arte  (aunque 
en  una  de  sus  más  lastimosas  aberraciones),  merecía  ser 
conservada  con  mayor  razón  que  otros  monumentos  pos- 
teriores de  igual  clase,  y  que  más  que  como  páginas  del 
arte  pueden  ser  considerados  como  otros  tantos  borrones 
echados  en  ¿1 ;  pero  á  nuestros  ediles  de  estos  últimos 
años  pareció  conveniente  quitar  aquel  estorbo,  y  ha  sido 
al  fin  derribada. 
Calle  de  Atocha.      La  callc  áe  Atochü,  dcspucs  de  la  plazuela,  continúa 
por  el  camino  y  humilladero  que  conducía  á  aquel  anti- 
quísimo y  venerando  santuario,  y  en  el  cual  habia  varias 
ermitas,  dedicadas  á  San  Cebrian,  San  Sebastian  y  Sarda 
Catalina,  San  Juan  Evangelista,  Santa  Polonia,  hacia 
los  sitios  donde  hoy  corren  las  calles  de  estos  nombres,  y 
más  adelante  el  Santo  Cristo  de  la  Oliva  y  San  Blas,  cer- 
ca de  Atocha. —  Los  principales  edificios  de  esta  calle 
continuaron  siendo  siempre  hospitales  y  recogimientos,  y 

(1)  El  comendador  Vtch^eu  »1631,  de  edad  de  62  afio8,y 

svLS  E/emérideSy  dice;   «Murió  »tan  pobre,  que  delimosDalo 

))  Castro  (D.  Guillen)  en    Ma-  » enterraron  en  el  hospital  de  la 

ndrid,  lunes  28   de  Junio  de  «Corona  de  Aragón.» 


BL  HOSPITAL   T  LAS  HUERTAS.  39 

¿tin  hoy  se  conservan  varios  de  ellos,  que  vainos  ¿  señalar. 
En  la  acera  izquierda,  y  casa  número  117  moderno,  se 
colocó  en  1609  un  recogimiento  de  niños  y  niñas  huérfa- 
nos, llamado  de  Nuestra  Señora  de  los  Desamparados^  que  ¿ÍÍ^^USSdí 
existía  anteriormente  en  Santa  Isabel,  labrándose  entón-  !»«"»**»• 
ees,  de  orden  del  Bej,  la  casa  é  iglesia  que  hoy  tienen,  y 
destinándose  en  ella  una  habitación  para  mujeres  enfer- 
mas é  impedidas,  llamadas  vulgarmente  las  carracas ,  y 
otra  para  casa  de  maternidad.  También  estaba  unida  á  él 
la  reclusión  de  mujeres  á  quienes  sus  parientes  hacian  re- 
tirar, y  era  conocida  por  la  de  San  Nicolás  de  Bari,  Hoy 
se  halla  destinada  esta  casa  á  Hospital  de  hombres  incura- 
bles ^  bajo  el  titulo  de  Nuestra  Señora  del  Carmen  ^  fun- 
dado en  10  de  Octubre  de  1852. — Inmediato  á  este  edi- 
ficio, en  el  número  115  de  la  misma  acera,  está  el  Beate- 
río de  hermanas  de  la  Orden  Tercera^  llamado  de  San  Jose\  j2í5^í¡^tt5»de 
y  en  él  quedó  establecida,  en  1837,  la  primera  sala  de^^^^^^ 
asilo  ó  escuela  de  párvulos  ^  fundada  por  la  Sociedad  filan- 
trópica  para  propagar  y  mejorar  la  educación  del  pueblo. — 
Casi  enfrente  de  esta  casa,  esquina  á  la  calle  de  San  Eu-  Recogimiento. 
genio,  en  la  que  después  ocuparon  las  oficinas  de  la  Junta 
de  Beneficencia,  y  hoy  esfá  un  recogimiento  de  mujeres, 
fundado  por  la  señora  Vizcondesa  de  Jorbalan,  estaba  an- 
tes el  hospital  de  convalecientes,  reunido  en  nuestros  dias 
al  general.  —  Bastante  más  abajo,  en  la  acera  opuesta, 
frente  ya  al  Hospital  general,  se  hallaba  el  convento  de 
clérigos  agonizantes,  bajo  la  advocación  de  Santa  Rosalía,   Agonisutea. 
fundado  por  el  Marqués  de  Santiago,  en  1720,  que  quedó 
suprimido  como  todos  los  de  regulares,  y  demolido  después, 
fué  construida  en  su  lugar  una  casa  particular. 

Termina  esta  hermosa  calle  el  inmenso  edificio  moder-  Hospital  gcneni 
no  del  Hospital  general,  en  que  han  venido  á  refundirse 
todos  ó  casi  todos  los  particulares,  antiguos  y  modernos, 
que  existían  en  Madrid. 


*0  KL  ANTIGUO   MADRID. 


El  origen  de  aquéllos^  ó  más  bien,  la  primera  reanion 
en  ano  coman  de  los  diversos  qne  con  distintas  denomina^ 
cienes  existían  desde  muy  antiguo  en  Madrid,  fué  dispo-* 
sicion  del  rey  D.  Felipe  II,  y  tuvo  efecto  por  los  años  de ' 
1581,  colocándolos  entonces  en  el  edificio  situado  entre 
la  calle  del  Prado  y  Carrera  de  San  Jerónimo,  qne  faé 
después  convento  de  Santa  Catalina  y  y  hoy,  derribado,  ha 
sido  sustituido  por  las  casas  del  mismo  nombre. — A  él 
vinieron  á  reunirse  el  del  Campo  del  Rey;  el  de  San  Gi-- 
nes;  el  del  Amor  de  Dios,  en  la  misma  calle;  el  de  la  Pa-' 
sion,  cerca  de  San  Millan;  el  de  Convalecientes,  de  la 
calle  Ancha  de  San  Bernardo ;  el  de  la  Paz^  en  la  calle 
del  mismo  nombre,  y  otros ;  pero  á  pocos  años  de  verifica- 
da  Qsta  reunión,  y  habiéndose  hecho  sentir  necesariamen- 
te la  incapacidad  de  aquel  edificio,  se  trasladó  el  Hospi- 
tal general  al  sitio  en  que  hoy  se  encuentra,  donde  se  ha- 
llaba establecido  un  Albergue  para  los  mendigos,  que  ha- 
bilitado en  la  forma  conveniente,  pasó  á  ser  hospital  ge- 
neral (de  hombres),  y  ocuparon  los  enfermos  en  1603  f 
pocos  años  después  se  fabricó,  también  contiguo,  un  edi- 
ficio para  hospital  de  la  Pasión  (de  mujeres)  en  las  casas 
que  faabian  sido  de  D.  Luis  Gaitan  de  Ayala,  y  ambos 
hospitales  generales,  con  la  protección  de  los  reyes  y  la 
especial  del  Consejo  de  Castilla,  y  sostenidos  con  las  sub- 
venciones y  arbitrios  concedidos  sobre  las  representacio- 
'nes  de  comedias,  impuestos  municipales  y  rurales,  y  con 
las  limosnas  y  mandas  piadosas,  siguieron  en  cierto  esta- 
do de  prosperidad ,  hasta  que  en  principios  del  siglo  pasa- 
do, en  tiempo  de  las  guerras  de  sucesión,  vinieron  á  una 
espantosa  decadencia ;  pero  la  magnanimidad  del  rey  don 
Femando  el  VI  consiguió  levantar  de  su  postración  este 
piadoso  instituto,  á  costa  de  enormes  sacrificios,  donaeio- 
nes  y  mercedes.  Su  sucesor  el  gran  Carlos  III  emprendió, 
bajo  la  dirección  del  ingeniero  D.  José  Hermosilla^  la  obja 


EL   HOSPITAL  Y   LAS   HUBRTAS. 


41 


colosal  del  nuevo  Hospital  general  y  qne  después  continnd 
bajo  la  dirección  de  D.  Francisco  Sabatini,  y  qne  seria  ver- 
daderamente asombrosa  si  hubiera  llegado  á  terminarse.  ^ 

Hoy  corre  la  dirección  y  administración  de  este  inmen- 
so establecimiento  á  cargo  de  la  Junta  de  Beneficencia, 
y  el  servicio  al  de  los  profesores  falcultativos^  de  las  her- 
manas de  la  Caridad  y  de  la  congregación  fundada  por 
el  venerable  hermano  Bemardino  de  Obregon  (1),  y  es  la 


(1)  La  relación  de  la  conver- 
BÍon  á  la  penitencia  de  eHte  pia- 
doso varón  es  sumamente  in- 
teresante, y  ha  ocupado  las  plu- 
mas de  los  historiadores  y  bió- 
grafos, y  hasta  fué  presentada 
en  la  escena  por  la  musa  cómi- 
ca de  Gaspar  de  Avila. —  Era 
natural  de  las  Huelgas  de  Bur- 
gos y  procedía  de  una  familia 
ilustre  y  acomodada.  Siguió  la 
carrera  de  las  armas,  y  fué  se- 
cretario y  ayudante  del  Duque 
de  Sesa,  D.  Gonzalo  Fernandez 
de  Córdova ;  su  nobleza,  cauda], 
javentud  y  dotes  personales  le 
hacian  uno  de  los  más  cumpli- 
dos caballeros  de  la  corte  de 
Felipe  II.  —  Adornado  primo- 
rosamente con  el  esmero  propio 
de  tan  apuesto  galán,  pasaba 
una  mañana  por  la  calle  de  las 
Postas ,  cuando  un  barrendero, 
por  inadvertencia ,  le  salpicó  de 
lodo  el  vestido  :  irritado  nues- 
tro caballero,  y  no  pudiendo 
contener  sus  ímpetus,  dio  una 
bofetada  al  barrendero,  el  cual, 
lejos  de  enojarse,  arrojó  la  es- 
coba, y  postrándose  á  los  pies 


de  Obregon,  di  jóle  con  una 
mansedumbre  evangélica:  cDoy 
ná  vuestra  merced  las  gracias 
»por  esta  bofetada  con  que  me 
»ha  honrado,  y  castigado  mi 
1»  falta  i>,  de  cuya  heroica  res- 
puesta sorprendido  Bemardino,. 
no  pudo  menos  de  estrechar  en 
sus  brazos  al  barrendero  y  pe- 
dirle fervorosamente  perdón ;  y 
herido  como  por  un  rayo  de 
luz  divina  por  aquella  escena, 
regresó  á  su  casa,  resolvió  cam- 
biar su  vida  disipada,  y  trocar 
su  fortuna  y  brillante  posición 
por  la  de  un  humilde  servidor 
de  los  pobres ;  retiróse  primero 
para  ello  al  hospital  de  Corte ;. 
fundó  después  el  de  Convale- 
cencia, y  por  último  la  Santa 
Hermandad  ó  cofradia  llamada 
por  él  de  los  Hermanos  Obre- 
gones ,  y  que  es  conocida  en  toda 
España  por  el  generoso  sacrifi- 
cio con  que  se  dedican  al  cuida- 
do de  los  enfermos  en  los  hos- 
pitales. El  cuerpo  del  venerable 
yace  en  la  iglesia  de  este  Hos- 
pital general. 


42  -    EL  ANTIGUO   MADRID. 

mejor  posible  en  un  establecimiento  vasto  y  complicado, 
en  que  entran  próximamente  cada  año  más  de  18.000  en- 
fermos de  ambos  sexos,  j  que  exige  un  presupuesto  anual 
de  tres  millones  de  reales,  contando  únicamente  con  un 
ingreso  fijo  de  poco  más  de  la  mitad. 

Contiguo  al  vasto  edificio  del'general,  en  el  que  ocupa- 
ba antes  el  ya  dicho  hospital  de  la  Pasión^  se  sustituyó  en 
m5552¿**^  ^  1'^^^  ®^  Colegio  de  Cirugía  de  San  Carlos^  que  tan  alto  re- 
nombre llegó  á  adquirir  en  la  ciencia,  y  que  después,  por 
el  plan  general  de  estudios,  ha  quedado  formando  parte  de 
la  Universidad  Central  con  el  título  de  Facultad  de  Me- 
diúinay  habiéndose  construido  hace  pocos  años  un  edificio 
suntuoso  sobre  la  extensa  superficie  de  205.705  pies,  con 
espaciosos  salones,  cátedras,  anfiteatros  de  disección,  ga- 
binetes anatómicos  y  biblioteca. 

Las  calles  traviesas  entre  la  de  Atocha  y  San  Juan 
(que  también  sale  al  Prado  desde  la  plazuela  de  Antón 
Martin)  son  las  denominadas  hoy  Costanilla  de  loa  Desam" 
parados  y  del  Fúcar  y  de  San  Pedro,  de  la  Leche  y  de  la 
Alameda,  de  Ceniceros  (antes  de  la  Redondilla),  del  tro- 
hemador  y  de  la  Verónica,  y  ofrecen  poco  interés  históri- 
co ni  material.  El  objeto  más  notable,  aunque  moderno, 
que  se  presenta  ya  al  final  de  ellas,  digno  de  especial 
Real  Platería.  Mieucion,  es  la  Real  Fábrica  Platería,  elegante  edificio 
y  establecimiento  fundado  por  el  gran  Carlos  III  para 
premiar  el  mérito  y  aprovechar  la  laboriosidad  y  cono- 
cimientos de  D.  Antonio  Martínez,  natural  de  Huesea  de 
Aragón,  bajo  cuya  dirección  dispuso  crear  en  ella  uno 
de  los  establecimientos  fabriles  más  importantes  y  ade- 
lantados del  reino.  El  edificio,  concluido  en  1792,  es  de 
los  más  elegantes  y  bellos  de  Madrid ;  su  fachada  prin- 
cipal, de  orden  dórico,  enriquecida  con  un  lindo  pórtico  y 
columnata ;  la  extensión  del  gran  taller,  y  la  distribución, 
orden  y  comodidad  de  las  demás  dependencias*  acredita- 


EL   HOSPITAL   Y   LAS   HUERTAS.  43 

ban  el  buen  gasto  del  arquitecto.  Eran  igualmente  mag- 
níficas las  máquinas  que  servían  para  la  elaboración,  j  los 
primorosos  objetos  de  arte  construidos  desde  el  principio 
en  esta  Real  fábrica  son  demasiado  conocidos  y  aprecia- 
dos en  toda  España.  Hoy  no  existe  como  tal. 

La  calle  del  Fúcar^  llamada  con  más  propiedad  de  los  c«ue  de  Fúcar 
Fúcares  y  tomó  este  nombre  de  los  famosos  hermanos  y 
opulentos  contratistas  flamencos  en  el  siglo  xvi  (los  Fug^ 
^aers),  cuyas  casas  de  campo  estaban  allí,  creemos  que 
donde  ahora  la  manzana  250,  al  número  9  antiguo  y  15 
moderno,  en  el  inmenso  espacio,  descampado  hoy,  aunque 
cercado,  que  se  extiende  entre  la  dicha  calle  y  la  costani- 
lla, terreno  malamente  desaprovechado,  conocido  por  el 
Corralón  de  los  Desamparados,  que  podría  utilizarse  cons- 
truyendo en  ¿1  un  extenso  mercado,  que  tanta  falta  hace 
en  aquellos  barrios. 

Entre  la  calle  de  San  Juan  y  la  del  León  hasta  la  del 
Prado  está  la  parte  más  interesante  del  distrito  por  su 
.easerío,  y  también  por  los  recuerdos  históricos  y  literarios 
que  á  él  van  unidos. —  Empezando  á  recorrerle  por  la  ca- 
lle del  León,  que  le  limita  en  su  parte  alta,  y  que  (sea 
dicho  de  paso  )  es  una  de  las  más  rectas  y  elegantes  de 
Madrid ,  hallamos  en  ella  un  caserío  nuevo ,  levantado  de 
pocos  años  á  esta  parte,  y  un  bello  y  suntuoso  edificio,  ti- 
tulado el  Níievo  Rezado,  que  es  el  principal  ornamento  de 
dicha  calle,  y  fué  obra,  según  creemos,  del  célebre  ar- 
quitecto Villanueva,  en  los  últimos  años  del  siglo  pasado; 
perteneció  á  los  monjes  Jerónimos  del  Escorial,  que  tenian 
el  privilegio  de  la  impresión  de  los  libros  del  rezo  divino, 
y  hoy  al  Real  Patrimonio,  que  le  cedió  después  para  ha- 
bitación del  Patriarca  de  las  Indias,  y  últimamente  para 
colocar  en  ella  la  Academia  de  la  Historia  y  su  preciosa 
biblioteca.  Frente  de  él ,  con  entrada  por  la  calle  de  las 
Huertas,  hay  otro  gracioso  edificio,  también  moderno, 


Calle  del  Leoa. 


Naeyo  Besado. 


44  EL  Ain^IGUO   MADRID. 


La  MestA. 


construido  para  las  juntas  y  oficinas  del  Honrado  Coneeja 
de  la  Mesta,  á  que  hoy  ha  sustituido  la  Asociación  general 
de  ganaderos  del  reino. 

Prescindiremos,  pues,  de  este  aspecto  moderno,  para 
considerar  la  calle  antigua,  que  desde  un  principio,  ó  por 
lo  menos  desde  el  siglo  xvii,  viene  designada  ya  (no  sa- 
bemos por  qué  motivo)  con  el  titulo  del  León.  —  A  sn 
entrada  por  la  calle  del  Prado,  hasta  la  de  Francos  y  Can- 
taranas,  se  ensanchaba  entonces  algún  tanto ,  formando 
una  plazoleta,  que  era  conocida  con  el  nombre  del  Menú'- 

de  iM  repKflea-  dero  de  lo8  representantes ,  sin  duda  por  ser  el  punto  de 
reunión  de  cómicos  y  ancionados,  como  después  la 
plazuela  de  Santa  Ana.  —  Con  este  nombre  vemos  desig- 
nado este  sitio  en  el  gran  plano  de  Texeira  en  1656,  en 
los  escritos  de  Quevedo,  Lope,  Hojas ,  Villamediana  y 
otros,  y  en  el  testamento  del  obispo  del  Cuzco  D.  Manuel 
de  MoUinedo  y  Ángulo,  que  expresamente  dice  que  «te- 
cnia en  Madrid  la  casa  de  sus  padres  en  la  calle  del  León,. 
5)  al  Mentidero  de  los  representantes.  J>  —  Todas  aquellas, 
cercanías  están  impregnadas,  por  decirlo  así,  de  la  me- 
moria de  los  antiguos  autores  y  actores  dramáticos  que 
vivieron  en  ellas  ó  las  frecuentaron ;  cuya  frecuencia  se 
explica  naturalmente  por  la  inmediación  de  los  antiguos 
corrales  de  la  Pacheca  y  de  JBurffuillos,  en  la  calle  del 
Príncipe,  y  de  Cinstóbal  de  la  PtcentCj  en  la  del  Lobo,  de 
que  ya  tratamos  en  su  capítulo. 

Acaso  contribuyó  á  ello  también  otra  circunstancia  de 
carácter  religioso ,  de  que  hace  mención  el  erudito  Pelli- 
cer  en  su  Tratado  histórico  de  la  comedia  y  del  histrionismo 
en  España.  —  Dice,  pues,  que  la  actriz  Catalina  Flores^ 
casada  con  Ijázaro  Ramirez,  de  ejercicio  buhonero,  ha- 
biendo quedado  tullida  á  consecuencia  de  un  parto,  deter- 
Knegtro  Seño-  miuó  haccr  uua  uovcua  á  cierta  devota  imagen  de  Nues- 

ra  e      ovena.  ^^^  geüora,  quc  cstaba  en  la  calle  del  Leon^  esquina  á  la 


EL   HOSPITAL   Y   LAS  HUERTAS. 


45 


de  Sania  María ,  y  para  obligarla  más,  pasaba  las  noches 
«n  la  calle,  siendo  tanta  su  fe,  que  el  último  dia  de  ella 
(que  fué  el  15  de  Julio  de  1624)  se  sintió  buena  del  todo 
y  colgó  las  muletas  al  pié  de  dicha  imagen;  y  que  de  esta 
milagrosa  curación  tomaron  ocasión  los  cómicos  para  ele- 
gir por  su  patrona  y  abogada  á  esta  sagrada  imagen,  con 
el  título  de  Nuestra  Señora  de  la  Novena,  trasladándola  á 
la  parroquia  de  San  Sebastian  (donde  se  conserva)  y  fun- 
dando en  ella  una  capilla  y  congregación ,  y  más  adelante 
el  hospital  propio,  que  existe  todavía  en  la  travesía  del  Fú- 
car y  calle  de  la  Leche. 

Consta ,  pues ,  por  los  escritos  y  memorias  de  aquellos 
tiempos,  que  todos  los  actores  y  actrices  de  los  siglos  xvii 
y  xviu,  desde  los  célebres  Agustín  de  Rojas  y  Alonso  de  anSSSÍ*  J'^mo' 
Olmedo  hasta  Manuel  García  Parra  y  Mariano  Querol,  **^'°°^ 
y  desde  María  Riquelme  y  María  Calderón  hasta  la  La~ 
devenant  y  la  Tirana  (María  del  Rosario  Fernandez),  to- 
dos vivieron  en  aquellas  calles  de  las  Huertas,  del  Amor 
de  Dios ,  de  San  Juan ,  de  Santa  María ,  de  Francos,  de 
Cantaranas  y  del  León  (1). 

Los  autores  siguieron  el  mismo  rumbo. —  £1  insigne  caiioycwade 
Oerváktes,  que  habitó,  como  dijimos,  un  tiempo,  en  la 
calle  de  las  Huertas ,  hacia  el  número  16  nuevo,  frontero 
de  las  casas  donde  solia  vivir  el  Príncipe  de  Marruecos,  mo- 
ró otra  vez  en  la  plazuela  de  Matute,  detras  del  colegio 


Cerrantes. 


(1)  Esta  costumbre  han  con- 
tinuado hasta  hoy  los  actores 
contemporáneos ,    desde    Eita 
Luna  é  Isidoro  Maiquez,  hasta 
Guzman ,  La  Torre^  Romea  y 
otros.  La  Rita  Luna  vivía  á 
principios  de  este  siglo  en  la 
calle  de  San  Juan ;  Isidoro  Mai- 
quez  en  la  de  las  Huertas,  nú- 


mero 6,  y  en  1840  y  41  se  titu- 
ló esta  calle  de  Maiquez ,  aun- 
que después  se  revocó  esta 
denominación.  También  vivió 
en  la  calle  de  Alcalá ,  pasada  la 
de  Cedaceros ,  y  en  la  de  ^nta 
Catalina,  número  10  nuevo,  de 
donde  salió  para  el  destierro,  en 
que  falleció  en  1820,  en  Granada. 


46 


EL  ANTIGUO  UADRID. 


del  Loreto;  otra  en  la  calle  del  León  (ó  MenJtidero\  núme- 
ro 9  antiguo  y  8  moderno ;  y  en  fin  ^  vino  i  fallecer  en  la 
misma  calle,  en  la  casa  número  20  antiguo  de  la  manza- 
na 228;  que  hace  esquina  ¿  la  de  Francos,  y  que  fué  de- 
molida por  ruinosa  en  1833. 

Beconstruida  entonces  esta  casa  de  nueva  planta,  dán- 
dole la  entrada  por  la  calle  de  Francosy  se  impuso  á  esta 
calle  el  nombre  del  eminente  escritor,  y  se  colocó  sobre 
la  puerta  su  busto  en  relieve  y  la  inscripción  que  expresa 
haber  vivido  y  muerto  en  aquel  sitio. — Esta  casa  tiene  la 
nota  siguiente  en  la  visita  general  y  numeración  practi- 
cada i  mediados  del  siglo  pasado. — €  Pertenece  i  D.  Ma- 
2>riano  Pérez  de  La  Herran ;  fué  de  herederos  de  Gabriel 
:^  Muñoz,  que  la  privilegió  en  3.000  mrs.  en  14  de  Febre- 
Dro  de  1615.  Tiene  su  fachada  á  la  calle  de  Francos,  59 
2>piés,  3  octavos,  y  á  la  del  León,  ¿  que  hace  esquina,  45, 
2>y  en  total,  2.988.  d  —  Posteriormente  se  unió  i  esta  casa 
la  contigua  número  21,  que  perteneció  al  mismo  Pérez  de 
lia  Herran  á  mediados  del  siglo  pasado,  y  i  Pedro  Haedo 
en  1665,  y  tenia  26  pies  de  fachada,  y  en  todo,  998.  La 
nueva  casa,  construida  en  1834  sobre  aquellos  solares,  era 
propiedad  de  D.  Luis  Franco  (1). 


(1)  En  23  de  Abril  de  1833 
(aniversario  de  la  muerte  de 
Cervantes  en  16 1 6),  y  en  el  mo- 
mento de  hallarse  derribando 
esta  casa,  aprovechó  el  autor  de 
esta  obríta  ambas  circunstancias 
para  insertar  un  sentido  articu- 
lo, con  el  epígrafe  de  La  Casa  de 
Cervantes^  en  el  único  periódico 
literario  que  entonces  se  publi- 
caba, y  que  después  incluyó  en 
sus  Escenas  Matritenses.  Este 
articulo  llamó  la  atención  del 


monarca  Femando  VII,  quien , 
guiado  de  un  alto  sentimiento 
de  patriotismo,  y  secundado  por 
el  celo  y  la  ilustración  del  di- 
funto comisario  de  Cruzada  don 
Manuel  Fernandez  Várela,  dis- 
puso por  una  Real  orden,  publi- 
cada en  la  Gaceta  á  los  pocos 
dias,  que  sé  hiciesen  proposicio- 
nes al  dueño  de  la  casa  para  ad- 
quirirla el  Estado^  y  destinarla 
á  algún  establecimiento  litera- 
rio ;  pero  negándose  el  duefio 


IL  HOSPITAL  Y   LAS   HUERTAS.  47 

Poco  más  abajo ^  á  la  izquierda,  en  la  misma  calle  an- 
iigna  de  Francos  y  señalada  con  el  número  11  antiguo  j  vega. 
15  moderno,  manzana  227,  existe  todavía  en  muj  buen 
estado  de  conservación  la  casa,  de  su  propiedad,  en  que 
vivió  y  murió,  en  1635 ,  el  Fénix  de  los  ingenios  Lope  de 
YsoA  Carpió.  —  De  los  títulos  originales  de  dicha  casa, 
que  sus  actuales  dueños  nos  han  permitido  reconocer  pro- 
lijamente, resulta  que  por  los  años  de  1570,  siendo  solar, 
se  lo  dieron  á  los  señores  cura  y  beneficiados  de  la  iglesia 
parroquial  de  Santa  Cruz ,  con  la  carga  de  un  censo  per- 
petuo á  su  favor,  con  laudemio,  tanteo,  licencia,  veinte- 
na, etc.  Por  los  de  1587  estaba  ya  edificada  la  casa,  y  era  ' 
dueña  de  ella  Inés  de  Mendoza,  viuda  de  Juan  Pérez,  ve- 
cino de  la  ciudad  de  Segovia.  Hacia  15^90  la  poseían  el 
capitán  Juan  de  Villegas  Denuncibay  y  su  mujer  Maria- 
na Ayala.  Por  muerte  de  ambos  otorgó  escritura  de  ven>- 
ta  judicial  el  licenciado  Gregorio  López  Madera,  del  Con- 
sejo de  S.M.  y  alcalde  de  casa  y  corte,  fecha  10  de  Enero 
de  1608,  á  favor  del  mercader  de  lanas,  vecino  de  Ma- 
drid, Juan  Ambrosio  Leva;  y  por  otra  de  fecha  7  de  Se- 
tiembre de  1610,  ante  Juan  Obregon,  la  compró  el  doc- 
tor «jD.  Frey  Lope  Félix  de   Vega  Carpió  ^  familiar  del 
^Santo  Oficio  de  la  Inquisición,  presbítero,  de  la  sagrada 
^religión  militar  de  San  Juan  de  Jerusalen,  doctor  en 
>Teología,  capellán  mayor  de  la  congregación  de  presbí- 
>teros  naturales  de  Madrid ,  promotor  fiscal  de  la  reve- 
>renda  cámara  apostólica  y  notario  escrito  en  el  archivo 

i  enajenarla,  se  mandó  por  el  de  contar  para  ello  con  el  autor 
Bey  que  se  colocase  sobre  la  del  pensamiento^  quien  se  com- 
puerta el  monumento  que  exis-  place  en  recordar  aqui  la  parte 
te ,  lo  cual  tuvo  lugar  á  ezpen-  que  le  cupo  en  esta  magnánima 
ns  de  los  fondos  de  Cruzada  y  disposición  del  rey  D.  Fernán- 
por  la  disposición  del  Ck^misarío  do  VII. 
^neral,  que  tuvo  la  amabilidad 


48 


BL   ANTIGUO   MADRID. 


2>romano,  etc. ,  conocido  por  el  Fénix  de  loa  Ingenios^  que 
Dnació  en  Madrid,  en  25  de  Noviembre  de  1562. }»  (Tales 
son  los  términos  de  la  escritura.)  El  mismo  Lope  la  redi- 
mió de  huésped  de  aposento  de  corte,  con  cargo  de  4.500 
raaravedis.  de  tercera  parte  en  cada  año,  por  priyile^o 
de  S.  M.  D.  Felipe  III ,  firmado  j  refrendado  de  su  se- 
cretario D.  Alonso  Ordoftez  de  Valdivieso  y  Mendoza, 
fecha  en  el  Pardo,  á  14  de  Febrero  de  1613. 

Dicho  Lope  de  Yega  vivió  en  esta  casa  muchos  años 
hasta  su  muerte,  ocurrida  en  27  de  Agosto  de  1635;  y 
por  su  testamento,  que  acompaña  á  los  títulos,  otorgado 
en  26  de  Agosto,  dia  anterior  al  de  su  muerte,  ante  el 
escribano  Francisco  de  Morales,  heredó  esta  casa  su  hija 
única  doña  Feliciana  de  Vega  Carpió^  esposa  de  Luis  de 
Usátegui ,  vecino  de  Madrid ;  por  el  otorgado  por  dicha 
señora  en  5  de  Junio  de  1657,  ante  Juan  Caballero,  y  bajo 
el  cual  falleció  en  la  misma  casa,  la  heredó  su  hijo  don 
Luis  Antonio  de  Usátegui  y  Vega  Carpió,  capitán  de  in- 
fantería española  en  los  Estados  de  Milán;  el  cual,  por 
escritura  de  13  de  Julio  de  1674,  otorgada  ante  Ma- 
nuel Alvarez  Aldana,  la  vendió  á  Mariana  Romero,  mujer 
divorciada  de  Luis  Orti ,  la  cual  era  religiosa  novicia  del 
convento  de  Trinitarias  descalzas,  con  el  nombre  de  her- 
mana Mariana  de  la  Santísima  Trinidad  (1).  Después  hu- 
bo en  el  siglo  anterior  varias  sucesiones  y  ventas ,  hasta 


(1)  Esta  Mariana  Romero  es 
sin  duda  la  cómica  famosa  de 
que  hace  mención  Pellicer  en  su 
obra  sobre  el  Origen  de  la  co- 
media (  parte  2.",  pág.  113),  la 
cual  se  metió  monja  descalza, 
y  luego ,  antes  de  profesar  ,  se 
cansó  del  monasterio  y  se  fué  á 
vivir  á  su  casa  (sin  duda  á  esta 


misma) ,  donde  murió  de  allí  á 
poco,  aunque  antes  se  casó  coa 
el  comediante  Manuel  Ángel, 
que  era  ya  viudo  de  otras  cinco 
mujeres,  y  también  Bobrevivió 
á  ésta,  hasta  que,  ya  retirado  del 
teatro,  murió  en  1.®  de  Enero 
de  1711,  en  su  casa  propia,  calle 
del  Barco. 


EL  HOSPITAL-  Y  LAS  HIIEBTAS.  49' 

la  que  se  verificó,  en  21  de  Junio  de  1825,  en  favor  de 
D.  Francisco  María  López  de  Morelle ,  vecino  y  del  co- 
mercio de  esta  corte,  cuyos  hijos  la  poseen  en  él  dia. 

La  fachada  ha  sufrido  alguna  alteración  sustancial,  y 
«especialmente  la  de  haber  sido  mudado  mas  al  centro  el 
portal,  que  estaba  intes  donde  ahora  la  primera  reja,  y 
haberse  quitado  entonces,  al  revocarla,  la  piedra  que  ha- 
tía  hecho  colocar  Lope  sobre  el  dintel  de  la  puerta  con 
<^sta  inscripción : 

D.  O.  M. 

PARVA   PROPRIA,  MAGNA. 
MAGNA  AUENA,  PARVA. 

Conservóse ,  sin  embargo,  la  antigua  escalera,  j  en  ge- 
neral la  distribución  interior  de  la  casa  en  sus  dos  únicos 
pisos,  bajo  y  principal,  aunque  ha  desaparecido  el  orato- 
rio que  Lope  tenía,  y  donde  celebraba  misa  diariamente. 
— El  patinillo  que  hoy  queda  debió  ser  en  su  tiempo  ma- 
yor, como  se  observa  en  las  construcciones  añadidas  en 
000  de  sus  costados,  y  es  sin  duda  el  huerto  que  cultiya- 
ba  el  mismo  Lope ,  á  que  hace  referencia  Montaiban  en 
&n  Fama  postuma  ^  cuBJido  dice  ce  haberle  hallado  muy 
^de  mañana  regando  su  huerto,  después  de  haberse  des- 
> ayunado  con  un  torrezno  y  escrito  el  primer  acto  de  una 
1»  comedia,  d  La  casa  ocupa  una  superficie  de  5.533  pies, 
con  57  de  fachada  ala  calle  de  Francos,  con  cuatro  balco- 
nes en  su  único  piso  principal  (1). 

(1)  En  25  de  Noviembre  de  Academia  Espafiol a  en  obsequio 
1862  (centenario  tercero  del  na-  de]  Fénix  de  los  Ingenios ,  en 
cimiento  de  Lope )  se  descu-  cuya  propia  casa  celebró  aquel 
brió  solemnemente  el  lindo  mo-  dia  una  solemnisima  sesión,  con 
Dumento  mural  que,  á propuesta  asistencia  de  las  demás  Acade- 
mia, mandó  construir  la  Real  mias  y  otros  cuerpoR  literarios, 
n.  4 


50 


EL  ANTIGUO  MADUll)* 


GaUey 
Que  vedo.* 


Frente  de  dicha  casa  condace  á  la  contigua  de  Canta^ 
ranas  la  peqnefia  titulada  del  Niño  (hoy  de  Quevedd)^  co- 
ya casa  número  4  antiguo  y  9  moderno  (qne  áan  existe 
en  parte,  aanoue  segregadas  de  ellas  las  accesorias  que  da- 
ban á  la  calle  de  Cantaranas  )  fué  propiedad  del  esclare- 
•*•  cido  ingenio  D.  Francisco  de  Quevedo  y  Villegas. 
— En  el  Registro  primitivo  de  Aposento  de  1651  dice  así, 
aunque  sin  designarla  fijamente,  por  no  estar  efectuada 
todavía  la  numeración  :  c:  Traviesa  de  la  calle  del  Niño  á 
3) la  de  las  Huertas,  una  casa  de  D.  Francisco  de  Queve- 
T>  do,  que  fué  de  María  de  la  Paz  y  fué  compuesta  y  tasa- 
}>da  en  30  ducados.]^)  Y  en  la  Visita  general  practicada  d 
mediados  del  siglo  pasado  dice  :  <c  Manzana  229^  núme- 
D  ro  4,  pertenece  á  D.  Francisco  Moradillo;se  compone  de 
»tres  sitios;  el  primero  fué  de  D.  Francisco  de  Quevedo 
3)  y  dofía  María  de  la  Paz  en  3.750  mrs.,  y  los  réditos  de 
D 130  ducados,  con  los  que  la  privilegió  D.  Francisco  de 
))  Quevedo,  y  de  los  herederos  de  Juan  Pérez,  que  los  com- 
3) puso  el  licenciado  D.  Juan  Pérez  de  Espinosa,  con  18 
.  educados,  en  30  de  Agosto  de  1752.  Tiene  su  fachada  á 
3>la  calle  del  Niño  49  pies,  y  su  todo  7,917;  renta  1.900 
3) reales,  carga  11.952  maravedises.  3)  Quiere  decir  qne 
dicha  accesoria  de  la  calle  de  Cantaranas  (en  el  solar  que 
hoy  se  ha  construido  la  casa  del  señor  Arango)  pudo  ser 
segregada  después  de  la  de  Quevedo,  que  es  la  de  la  calle 
del  Niño,  número  9  nuevo  ya  citado  (1). 


habiéndose  al  efecto  restaurado 
la  casa  en  la  fachada,  y  en  lo  in- 
terior el  oratorio,  alcobas ,  jar- 
dinillo,  etc.,  en  los  términos  en 
que  pudo  estar  en  vida  de  Lope, 
de  cuya  ejecución  material  fui 
encargado  por  la  Academia. 

(1)  Esta  casa,  vendida  en  1868, 
ha  sido  renovada  y  desfigurada 


completamente  por  el  compra- 
dor Sr.  Jonceda,  si  bien  debo 
decir  que  dicho  Sefior  me  invitó 
k  redactar  (como  lo  hice)  «n* 
inscripción  que  se  proponia  co- 
locar en  una  lápida;  pero  ocum- 
da  á  poco  la  muerte  del  mismo, 
su  viuda  no  ha  realizado  «QueJ 
pensamiento. 


EL   HOSPITAL  Y  LAS   HUERTAS. 


51 


Últimamente,  para  qae  nada  faltase  á  aquel  distrito  de 
sn  especialidad  literaria ,  nació  también  en  él,  el  dia  10  de 
Marzo  de  1760,  y  en  la  casa  última  de  la  calle  de  San 
Juan ,  con  vnelta  á  la  de  Santa  María  (señalada  hoy  con 
los  números  43  y  45),  el  restaurador  de  nuestra  musa  dra- 
mática y  fundador  del  moderno  teatro  español,  D,  Lean- 
dro Fernandez  de  Moratin.  El  dueño  de  esta  casa,  D.  Nar- 
ciso üreta,  me  invitó  i  consignar  una  inscripción  conme- 
morativa, que  ha  colocado  en  una  lápida  en  su  fachada. 

Pero  volviendo  á  la  calle  de  Cantaranas  (hoy  impro- 
piamente apellidada  de  Lope  de  Vega)  (1),  existe  en  ella  la  ca*ie  de  caotA- 

>!•  .       t  •■••.•1  «  ni        ranos  (hoy  de  JLo- 

Iglesia  y  convento  de  monjas  tnmtanas  descalzas,  funda-  pede  veg*). 
do  por  doña  Juana  Gaitan ,  en  1609 ,  hija  del  general  don 
Julián  Romero.  En  él  fué  sepultado  en  1616  Miguel  de 
Cervantes  Saavedra;  su  diligentísimo  biógrafo  el  Sr.  Na-  nít^aí  y^»™' 
varrete  consignó  la  duda  (acreditada  en  el  convento,  y  *°™  ^®  oeryán- 


tes. 


que  nosotros  seguimos  también  ligeramente  en  las  prime- 
ras ediciones  del  Manual  de  Madrid)  de  que  pudo  haber 
sido  sepultado  en  la  calle  del  Humilladero,  donde ,  al  de- 
cir de  las  mismas  monjas ,  permanecieron  algunos  años, 
mientras  la  obra  de  su  convento,  si  bien  afirmaban  que 
cuando  se  trasladaron  á  este  sitio  hicieron  traer  á  él  los 
huesos  de  las  religiosas  y  sus  parientes  enterrados  en  aqué- 
lla, en  cuyo  caso  vendrian  también  los  de  Cervantes,  cuya 


(1)  Cuando  en  1835  se  dio  á 
la  calle  de  Francos  el  nombre 
de  Cervantes^  fui  de  opinión  (y 
asi  se  lo  manifesté  al  corre- 
gidor Marqués  de  Pontéjos) 
que  este  nombre  cuadraba  me- 
jor á  la  del  León,  donde  pro- 
piamente estaba  la  casa  en  que 
aqaél  murió  ,  y  en  otras  de  las 
cuales  vivió  también  anterior- 
mente ;  ó  bien  á  la  de  Canta- 


ranas ,  donde  yace  enterrado 
aquel  grande  ingenio,  en  el  con- 
vento de  las  Trinitarias,  reser- 
vando á  la  de  Francos  el  nombre 
de  Lope  de  Vega ,  que  tenia  en 
ella  su  casa  propia,  y  donde  f a> 
lleció ;  pero  se  equivocó  dicha 
nomenclatura ,  y  se  dio  este  úl- 
timo á  la  de  Cantaranas,  que 
nada  tiene  que  ver  con  el  Fénix 
de  los  Ingenios, 


52  EL   ANTIGUO   HADRID. 

hija  natural  doña  Isabel  profesó  en  este  monasterio  en 
1614. — Pero  en  el  artículo  Madrid  del  Sr«  Mado^  se  re- 
suelve terminantemente  esta  cuestión,  asegurando  que 
las  monjas  permanecieron  en  este  convento  de  la  calle  de 
Cantaranas  desde  su  fundación  en  1609  basta  1639,  en 
que  por  algún  tiempo  se  trasladaron  i  la  casa  que  les  ce- 
dió en  la  calle  del  Humilladero  una  señora  de  la  casa  de 
Braganza;  y  por  lo  tanto,  parece  indudable  que  Cervan- 
tes, que  falleció  allí  inmediato  en  1616,  y  que  se  mandó 
enterrar  en  este  convento,  yace  sepultado  en  óL  Mas,  des- 
graciadamente,  y  á  pesar  de  las  exquisitas  diligencias 
practicadas  en  varias  ocasiones*,  y  muy  especialmente  en 
tiempo  de  la  dominación  francesa,  por  el  arquitecto  don 
Silvestre  Pérez  y  los  módicos  Luzuriaga  y  Morejon,  no 
ba  sido  posible  bailar  dicbos  preciosos  restos. 

En  el  mismo  convento  profesó  también  otra  bija  natu- 
ral de  Lope  de  Vega,  doña  Marcela,  y  el  suntuosísimo 
entierro  del  mismo,  verificado  en  28  de  Agosto  de  1635, 
con  una  pompa  y  concurrencia  nunca  vistas,  pasó  desde 
la  casa  mortuoria  de  la  calle  de  Francos,  por  la  de  San 
Agustín ,  que  da  frente  á  las  rejas  del  mismo  convento, 
para  que  pudiera  verle  su  bija  sor  Marcela;  la  de  Canta- 
ranas  ,  la  del  León ,  plazuela  de  Antón  Martin  y  calle  de 
Atocba  basta  San  Sebastian,  siendo  tan  inmenso  el  con- 
curso, que  ya  babia  entrado  la  cruz  parroquial  en  la  iglesia 
y  aun  no  babia  salido  el  cadáver  de  su  casa.  —  Este  con- 
vento, sin  embargo,  no  avanzaba  tanto  entonces  bácia  el 
frente  á  la  calle  de  San  Agustín,  pues  en  el  plano  de  1656 
vemos  que  ésta  (llamada  entonces  de  San  José)  conti- 
nuaba recta  basta  la  de  San  Juan ,  y  no  existia  á  su  lado 
la  costanilla  llamada  de  las  Trinitarias  (1). — Este  reduci- 

(1)  Cuando  en  1869  amenazó      iglesia,  tuve  la  fortuna,  invita- 
el  derribo   de  este  convento  é      do  por  la  atribulada  comunidad, 


EL   HOSPITAL  Y  LAS  HÜSRTAS. 


53 


do  distrito^  aanqae  casi  renovado  en  su  caserío  de  mny 
pocos  años  acá,  conserva  todavía ,  como  vemos,  recner- 
dos  interesantes  para  nuestra  historia  literaria  del  si- 
glo XYii,.  representada  en  los  tres  grandes  nombres  de 
Cervantes j  Lope  y  Quevedo^  con  que  hoy  se  enaltecen  tres 
de  sas  calles ,  perpetuando  dichas  memorias. 

En  el  número  6  de  esta  calle,  y  su  cuarto  bajo,  vivió 
la  célebre  impostora  apellidada  la  beata  Claray  y  en  el 
mismo  se  representaron  las  sacrilegas  escenas  que  escan- 
dalizaron la  corte  en  los  primeros  años  de  este  siglo;  des- 
pués pasó  á  vivir  á  la  casa  del  Campillo  de  San  Francisco 
(hoy  calle  de  los  Santos),  que  hace  esquina  á  la  Carrera  ^ 
en  donde  fué  presa  y  llevada  á  la  Inquisición  de  Toledo. 

En  la  misma  calle  de  Cantaranas ,  número  45  nuevo, 
murió,  en  23  de  Marzo  de  1844,  el  célebre  orador  parla- 
mentario Z?.  Affustin  Arguelles  j  y  posteriormente,  en  la 
misma,  sus  compañeros  i?.  Martin  de  los  Heros  y  D.  Ra^ 
mon  Gil  de  la  Cuadra. 

Por  una  fatalidad  de  la  suerte,  estos  mismos  barrios  de 
las  Huertas  y  de  Santa  María  y  de  San  Juan  y  del  Amor 


en  unión  del  Director  y  Acadé- 
mico de  la  Española  Sres.  Mar- 
qués de  Molins  y  D.  Antonio 
Ferrer  del  Bio,  de  obtener,  pre- 
vias vivísimas  gestiones  cerca 
del  patriota  gobernador  de  la 
provincia,  Sr.  Moreno  Benitez, 
que  se  revocase  dicha  orden  f  a- 
ta] ;  y  en  su  consecuencia,  propu- 
se á  la  Academia  la  erección  del 
bello  monumento  mural  que  á 
BUS  expensas  costeó  en  la  facha- 
da de  dicho  convento,  que  al  pa- 
so que  para  honra  del  egregio 
ingenio  que   alH   reposa  sirve 


también  para  ponerle  á  cubierto 
de  toda  profanación  ulterior.  De 
este  modo  el  insigne  Cervantes , 
que  alcanzó  su  redención  del 
cautiverio  por  a  Orden  trinita- 
ria, devolvió  el  mismo  beneficio 
á  la  propia  Orden  redentora,  con 
la  sombra  y  fama  de  su  preclaro 
ingenio. 

A  consecuencia  de  este  suce- 
so publicó  en  el  mismo  año  el 
Sefior  Marqués  de  Molins  su 
interesante  libro  titulado  La 
Se^ltura  de  Cervantes, 


54  EL  ANTIGUO   MADBID. 

de  Dio8y  tan  enaltecidos  con  sus  recuerdos  histórico-lite* 
rarios,  despiertan  al  mismo  tiempo  otros  de  fama  más 
equivoca,  habiendo  obtenido  desde  el  mismo  siglo  xvii 
basta  nuestros  dias  el  triste  ó  alegre  privilegio  de  servir 
de  centro  principal  al  comercio  amoroso  al  pormenor. — 
La  forma  de  sus  casas,  bajas  en  la  mayor  parte  hasta 
estos  últimos  tiempos,  con  sus  indispensables  rejas  á  flor 
de  calle ;  su  apartamiento  misterioso  del  bullicio,  y  su 
vecindad  al  Prado,  y  hasta  sus  mismas  poéticas  tradicio* 
nes,  consignadas  en  las  comedias  de  Moreto,  Bojasy 
otros  autores,  hicieron  que  las  calles  de  las  Huertas j  de 
Santa  María  y  del  Amor  de  Dios^  del  Infante  ^  de  Santa 
Polonia^  San  Juan,  Costanilla^  etc. ,  fueran  las  preferidas 
por  la  razón  social  de  Venus  y  compañía;  y  hasta  jefe  po- 
lítico de  Madrid  hubo,  no  hace  muchos  años,  que  inten- 
tó vincular  en  ellas  este  funesto  privilegio,  obligando  á 
reducirse  i  este  distrito  i  todas  las  adoradoras  de  aquel 
culto,  hasta  que,  á  instancias  de  los  vecinos  honrados  de 
dichos  barrios,  se  levantó  esta  ridicula  y  arbitraria  desig- 
nación ,  que  los  convertía  en  especie  de  sucio  lazareto. 
¡  Singular  coincidencia,  la  aproximación  instintiva  hacia 
los  hospitales  de  los  favoritos  de  las  musas  y  las  sacrífica- 
doras  de  Venus  Citerea ! 

La  última  manzana  de  este  distrito ,  señalada  con  el 
número  233,  que  consta  de  más  de  millón  y  medio  de 
pies,  y  que  comenzando  en  dicha  calle  de  San  Agustín  á 
la  esquina  de  la  del  Prado,  se  prolonga  hasta  este  paseo, 
revolviendo  luego  por  la  calle  de  las  Huertas  y  cerrando 
indebidamente  las  salidas  á  aquel  paseo  de  las  de  Francos 
y  Cantaranas  (1) ,  fué  toda  propiedad  del  famoso  D.  Fran- 
cisco Gómez  de  Sandoval,  duque  de  Lerma^  ministro  y 


(1)  Esta  úllima  salida  se  ha  abierto  recientemente  por  la  huerta 
de  Jesús. 


XL  HOSPITAL  Y  LAS  HU£BTAS.  55 


privado  de  Felipe  III,  y  cardenal  después  de  la  S«  I.  H. 
Ocupa  BU  parte  principal  el  extendido  palacio  de  Medina- 
eelij  de  que  Lablarémos  después^  j  i  sus  espaldas  el  convento 
que  fundó  el  mismo  Duque  de  Lerma  en  1606,  de  trinita- 
rios descalzos  cíe  Jesús  Nazareno  ^  que  después  de  la  ex-  jesnM  Noxareno. 
claustracion  de  los  frailes,  fué  cedido  por  el  actual  señor 
Duque  de  Medinaceli  á  las  monjas  del  Caballero  de  Gra- 
cia, y  posteriormente  á  las  de  la  Magdalena,  con  la  parte 
de  huerta  que  le  corresponde,  y  la  otra  parte,  que  da  á 
la  calle  de  las  Huertas  (propiedad  después  del  JBstado), 
se  ha  cedido  por  el  Gobierno  á  las  Jiermanas  de  la  Cari- 
dad  para  la  construcción,  que  ya  han  realizado,  de  su 
casa  principal.  La  iglesia  de  Jesús  fué  destruida  en  tiem- 
po de  la  dominación  francesa ;  pero  en  una  capilla  habili- 
tada para  el  culto   se  venera  la  célebre  efigie  de  Jesús 
Nazareno  (que  parece  estuvo  cautiva  en  Fez),  y  es  la  mis- 
ma que  sale  en  la  procesión  del  Y iérnes  Santo,  y  i  que  tiene 
tanta  devoción  el  vecindario  de  Madrid. — No  contento  el  BanAntoniodei 
Duque  de  Lerma  con  esta  fundación  religiosa  contigua  á 
su  casa,  destinó  una  gran  parte  de  aquel  terreno,  por  el 
lado  de  las  calles  del  Prado  y  San  Agostin,  á  casa  profesa 
de  jesuítas f  haciendo  construir  una  iglesia  dedicada  á  colo- 
-car  el  cuerpo  de  su  glorioso  antecesor  San  Francisco  de 
JBorjoy  duque  de  Gandtay  traido  expresamente  desde  Roma 
para  este  efecto.  Posteriormente,  cuando  la  traslación  de 
dichos  jesuítas  á  San  Felipe  Neri,  ocuparon  este  convento 
los  padres  capuchinos  de  San  Antonio  del  Prado,  y  hoy, 
&  la  extinción  de  los  regulares,  está  alquilado  á  un  cole- 
gio de  enseñanza  de  señoritas  y  y  la  iglesia,  con  el  título 
de  San  Antonio,  ha  vuelto  á  reivindicar  y  ostentar  en  sus 
altares  los  venerables  restos  del  Duque  de  Gandía. 

Ademas  de  esto,  el  mismo  cardenal  Duque  de  Lerma 
trajo,  en  1610,  ala  casa  frontera  (en  que  antes,  según  di- 
jimos, estuvo  el  Hospital  general)  i  las  religiosas  de  /San- 


56  EL  ANTIGUO   MADAIO 

Banu  cataUna.  ta  Catalina  de  Sena  y  que  estaban  en  la  calle  de  Legani-*^ 
tos,  y  allí  las  reconstmyó  el  convento  é  iglesia,  que  fué 
demolido  por  los  franceses  y  ocupa  boy  la  manzana  de 
casas  nuevas.— Desde  este  convento  al  de  San  Antoni(> 
babia  un  arco  ó  pasadizo  al  término  de  la  calle  del  Prado, 
para  comunicar  á  las  tribunas  que  en  ambas  iglesias  tenia 
la  casa  de  Medinaceli. 
casadeAbrántes.  También  fué  propiedad  de  la  misma  la  hermosa  casa- 
palacio  á  la  otra  esquina  de  la  calle  de  San  Agustín,  co- 
nocida por  la  calía  de  Abrántes^  y  que  boy  creemos  per- 
tenece al  señor  Conde  de  Ezpeleta  (1). 

Con  la  demolición  de  dicbo  convento  de  Santa  Catali- 
na, que  ocupaba  77.607  pies  y  la  construcción  en  181fr 
de  la  nueva  manzana  de  casas,  no  sólo  se  ensanchó  y  re- 
gularizó la  estrecha  y  tortuosa  calle  contigua  del  mismo 
^  nombre ,  sino  que  quedó  una  extensa  plaza  dando  frente 
al  Prado. — En  medio  de  ella  mandó  colocar  (por  disposi- 
ción muy  memorable  y  digna  de  alabanza)  el  monarca 
EfltatoadeOor-don  Femaudo  YII  la  estatua  en  bronce  del  escritor  ame- 
no,  del  regocijo  de  las  musas ,  del  inimitable  Cervánte^j. 
encargada  en  Roma  al  célebre  escultor  español  D.  Anto- 
nio Sola,  y  que,  según  nuestra  opinión,  debe  ser  traslada- 
da á  la  plazuela  del  Ángel  ó  á  la  de  Antón  Martin^  como 
sitios  más  oportunos  que  el  que  hoy  ocupa;  al  designar  el 
cual  el  difunto  monarca,  estaba  bien  lejos  de  pensar  que 
la  colocaba  á  las  puertas  del  futuro  palacio  del  Congreso 
DE  LOS  Diputados. 


(1)  Ed  los  Balones  de  esta  ca-  núm.  27  nuevo,  luego  á  la  calle 

sa  se  instaló  el  Ateneo  de  Ma-  de  Carretas,  núm.  37,  después  á 

drid,  en  la  noche  del  5  de  Di-  la  plazuela  del  Ángel,  núm.  1,  J 

ciembre  de  1835,  que  después  actualmente  á  la   calle  de  la 

pasó  á  ocupar  otra  en  la  misma  Montera,  núm  32. 
calle  del  Prado ,  señalada  con  el 


BL  PRADO   VIEJO.  67 


V. 


KL  PRADO  VIEJO. 


Antes  de  penetrar  en  la  parte  principal  de  la  nueva 
población  por  la  Carrera  de  San  Jerónimo  (que  fué  du- 
rante un  siglo  la  verdadera  entrada  de  Madrid),  no  es- 
posible  prescindir  de  tratar  de  su  romántico  límite  orien- 
tal, que  con  el  nombre  de  El  Prado  Viejo  vino  siendo, 
desde  mediados  del  siglo  xvi,  el  sitio  preferente  de  re- 
unión para  los  habitantes  de  la  nueva  corte. 

Este  sitio  no  abarcaba,  sin  embargo,  por  entonces 
toda  la  inmensa  extensión  comprendida  boy  bajo  la  co- 
mún denominación  de  Paseo  del  Prado,  desde  el  con- 
vento de  Atocha  hasta  la  puerta  de  Recoletos,  y  que 
mide  una  distancia  de  unos  9.000  pies,  ó  sea  cerca  de 
media  legua.  Consistia,  pues,  en  diferentes  trozos  y  po- 
sesiones, que,  reunidos  sucesivamente,  vinieron  á  recibir 
una  común  denominación  y  destino. — El  primero  era  la 
continuación  de  la  Carrera  de  Atocha  hasta  el  convento, 
y  la  prolongación,  por  su  izquierda,  con  el  alto  de  San 
Blas;  aquí  estuvieron  efectivamente  Jos  prados  de  la  villa, 
el  Prado  de  Toya  ó  de  Atocha  (de  que  ya  se  hace  men- 
ción en  los  Fueros  de  Madrid,  á  principios  del  siglo  xiii), 
y  aun  continuó  apellidándose  así  tres  siglos  después;  el 
segundo  trozo,  compuesto  de  huertas,  al  pié  de  las  coli- 
nas sobre  las  cuales  se  erigió  por  los  Reyes  Católicos  el 
monasterio  de  San  Jerónimo,  y  más  adelante,  por  Feli- 
pe IV,  el  delicioso  Sitio  Real  de  El  Buen  Retiro,  recibió 


58  BL  ANTIGUO  MADBID. 


<Ie  aquel  celebre  monasterio  el  nombre  de  Prado  de  San 
J^er ánimo;  y  andando  los  tiempos,  la  alameda  que  se 
plantó  hacia  el  Norte,  en  dirección  á  la  antigna  Fuente 
Castellana,  eran  tierras  de  labor,  huertas  j  caseríos  de 
los  vecinos  de  la  villa,  y  recibió  el  nombre  de  Prado  de 
Recoletos,  del  convento  de  Agustinos  que  se  erigió^  en 
1595,  al  extremo  de  éL — Por  toda  la  extensión  de  este 
gran  trayecto,  y  aun  desde  la  Fuente  Castellana^  venia 
atravesando  el  inmundo  barranco  que  desemboca  fuera 
de  la  puerta  de  Atocha,  y  que  aun  permaneció  descubierto 
hacia  la  parte  de  Recoletos,  hasta  que  fué  embovedado 
en  tiempo  de  la  dominación  francesa. 

Debe  suponerse  que  la  parte  que  primero  se  regularizó 
y  redujo  á  camino  transitable  fué,  sin  duda,  la  conti- 
nuación de  la  calle  ó  carrera  de  Atocha,  objeto  culmi- 
nante de  este  extendido  recinto,  causa  principal  de  la 
ampliación  de  la  nueva  corte  por  aquel  lado. 
Nuestra  Seño-      ^-'^^  historiadores  de  Madrid*,  guiados  por  su  entusias- 
xadj  Atocha,     jj^q  patriótico  y  SU  fcrvor  religioso,  ocuparon  volúmenes 
enteros  para  consignar  y  amplificar  las  remotísimas  tra- 
diciones referentes  á  la  sagrada  imagen  de  Nuestra  Se- 
ñora, que  suponen  obra  de  San  Lúeas  y  de  Nicodémns, 
y  traida  de  Antioquia,  nada  menos  que  por  alguno  de  los 
apóstoles,  y  colocada  en  una  ermita  hacia  estos  sitios,  que 
entonces  eran  unos  atochares,  con  cuyos  dos  nombres 
viene  alternativamente  designándose  en  las  diversas  his- 
torias, relaciones  y  poemas  cuyo  catálogo  solo  ocuparía 
algunas  páginas.  Siguiendo  siempre  en  su  íntima  convic- 
ción de  la  existencia  de  Madrid  muchos  siglos  antes  de 
la  invasión  sarracénica,  dicen  que,  al  tiempo  de  verifi- 
carse ésta,  los  piadosos  vecinos  de  la  villa,  al  abandonar- 
la, debieron  esconder  la  imagen  en  unos  prados  de  aqu^ 
líos  contornos,  en  que  se  criaba  la  hierba  tocha  ó  atocha 
{como  también  lo  hablan  hecho  con  la  de  la  Almudena 


EL  PBADO   VIEJO.  59 


«n  el  cobo  de  la  muralla) ,  y  que  en  ellos  la  encontró^  á 
poco  tiempo,  el  caballero  Gradan  Ramírez ^  dueño  de  roz. 
aquellas  posesiones,  cuando,  viniendo  de  su  casa  de  Rivas 
(adonde  se  habia  retirado  con  su  familia),  emprendió  y 
consiguió  con  algunos  pocos  caballeros  la  reconquista  de 
su  villa  natal. 

Pero  esta  primera  reconquista  (de  que  no  hacen  men- 
<ÁQTí  las  antiguas  crónicas  ni  ninguno  de  los  grandes  histo- 
riadores, y  que  sólo  tradicionalmente  ha  sido  recibida)  se 
halla  envuelta  en  una  portentosa  maravilla,  en  un  milagro 
de  Nuestra  Señora  de  Atocha. 

Cuentan,  pues,  que  temeroso  el  intrépido  Gracian  del 
mal  éxito  de  su  heroica  tentativa,  y  después  de  haberse 
encomendado  á  Nuestra  Señora,  degolló  por  su  propia 
mano  á  su  mujer  é  hijas,  para  que,  en  caso  de  sucumbir 
en  la  demanda,  no  quedasen  abandonadas  á  la  brutalidad 
de  los  moros;  pero  que  habiendo,  con  el  favor  divino, 
llevado  á  cabo  su  propósito  de  reconquistar  á  Madrid 
triunfando  de  los  infieles,  se  arrepintió  de  su  precipitada 
determinación  primera,   y  regresando  al  santuario  de 
Nuestra  Señora,  mereció,  en  premio  de  su  heroicidad, 
hallar  á  sus  victimas,  resucitadas,  al  pié  de  la  Santa  ima- 
gen^ si  bien  conservando  en  sus  cuellos  la  fatal  huella  del 
cuchillo  paternal. — Este  es  el  maravilloso  y  poético  caso 
que,  con  mayor  ó  menor  criterio  é  inspiración,  ocupó  las 
plumas  de  tantos  panegiristas  y  poetas ,  entre  los  cuales 
descuella  el  maestro  Pereda^  en  su  libro  titulado  La  Pa- 
tnma  de  Madrid;  los  poetas  Lope  d^Vega  y  Salas  Bar- 
badiUo,  en  dos  poemas  heroicos,  y  D.  Francisco  de  Rojas, 
en  la  comedia  que  tituló  Nuestra  Señora  de  Atocha. 

Supuesto,  pues,  este  milagroso  suceso,  y  supuesta,  por 
consiguiente,  la  remotísima  existencia  de  aquella  pobre 
ermita,  no  debe  extrañarse  que  desde  los  tiempos  subsi- 
guientes á  la  reconquista  histórica  de  Madrid  por  Alfonso 


«o 


EL  ANTIGUO  MADRID. 


CmiTento 
AtocliA. 


el  VI  faese  ya  célebre  esta  imagen  y  este  santuaiio. 
A  ¿1  acudían  en  devotas  romerías  multitud  de  pere- 
grinos de  todos  los  puntos  de  España^  razón  por  la  cual 
se  hubo  de  labrar^  andando  los  tiempos,  arrimado  al 
mismo,  un  hospital  ú  hospedería  para  albergarlos,  cuyo 
patronato  corría  á  cargo  de  la  misma  casa  de  los  Bamirez 
(hoy  de  los  condes  de  Bomos),  que  conservaron  allí 
cerca  grandes  propiedades,  alguna  de  las  cuales  han  ve* 
nido  poseyendo  hasta  nuestros  dias,  en  que  fué  vendida 
para  construir  en  ella  la  Estación  del  ferro-carril. — Por 
los  años  de  1523,  y  en  el  reinado  del  emperador  Cár- 
^®  los  V,  se  escogió  aquel  sitio  para  la  fundación  de  un 
convento  de  religiosos  del  Orden  de  Santo  Domingo,  y 
construido  éste  (al  que  se  agregó,  en  1588,  una  suntuosa 
capilla,  que  Felipe  II  mandó  labrar  en  el  sitio  mismo  en 
que  estuvo  el  antiquísimo  santuario  ó  ermita  de  Nuestra 
Señora),  quedó  bajo  el  patronato  Real,  que  el  mismo 
monarca  y  sus  sucesores  se  apresuraron  á  aceptar,  col- 
mando de  privilegios,  mercedes  y  cuantiosos  dones  á  esta 
Beal  casa  y  santuario,  enriqueciéndole  con  primorosas 
obras  de  arte,  y  ostentando,  en  fin,  por  todos  los  medios 
imaginables  sii  piadosa  devoción  hacia  la  Santa  Patrona 
de  su  corte  Real  (1). — Un  tomo  entero  no  bastaría  acaso 
para  reseñar  la  historia  de  su  piadoso  culto,  los  testimo- 
nios vivísimos  de  adoración  y  de  entusiasmo  de  que  en 
todos  tiempos  ha  sido  objeto  por  parte  de  los  monarcas, 
de  la  corte  y  vecindario  de  Madrid;  sus  solemnes  trasla- 


(1)  Sobre  este  titulo  de  pa- 
trona de  Madrid,  con  que  es 
apellidada  alternativamente  esta 
imagen  y  la  de  Nuestra  Señora 
de  la  Alraudena,  también  han 
entablado  graades  controver- 
sias los  escritores;  pero  de  ellas 


puede  deducirse  que  en  los  pa- 
sados tiempos,  y  hasta  la  venida 
de  la  corte,  la  de  la  Almndena 
era  la  designada  generalmente 
por  patrona  de  la  Villa,  y  por  lo 
tanto,  la  de  Atocha  se  sobren- 
tiende serlo  de  la  corte.  • 


EL  PRADO   VIBJ'O.  61 


cioneSy  ñnas  veces  al  palacio  de  nuestros  Reyes  con  mo- 
tivo de  graves  peligros  en  su  vida;  otras  á  diversos  tem- 
plos, con  ocasión  de  pestes,  guerras  j  demás  calamidades; 
sus  regresos  triunfales  á  esta  santa  casa,  de  dos  de  los 
cuales  hemos  sido  testigos  en  este  siglo;  la  primera,  á  la 
expalsion  de  los  franceses,  que  convirtieron  en  cuartel  y 
caballeriza  el  convento  é  iglesia;  y  la  segunda,  cuando,  ya 
extíngoidos  los  Regulares,  se  designó,  en  1838,  á  este 
Mificio  para  Hospital  de  inválidas  militares, — El  templo 
de  Atocha,  restaurado  en  lo  posible  por  la  piedad  del  rey 
D,  Femando  VII,  ostenta  hoy  en  su  altar  aquella  primi- 
tiva y  celebérrima  imagen.  De  sus  elevados  muros  pen- 
den los  gloriosos  estandartes  de  los  antiguos  tercios  cas- 
tellanos, las  inmortales  banderas  de  los  modernos  ejércitos 
de  la  guerra  de  la  Independencia.  Los  dos  caudillos  más 
memorables  de  ella,  Castaños  y  Palafox,  yacen  bajo 
sus  bóvedas,  aguardando  el  monumento  nacional  que  ha 
de  eternizar  materialmente  las  glorias  de  Bailen  y  Zara- 
goza, También  en  sus  capillas  se  han  inaugurado  recien- 
temente los  suntuosos  sepulcros  de  los  generales  Prim, 
marqués  de  los  Castillejos,  y  Concha,  marqués  del  Duero, 
y  los  veteranos  inválidos  de  nuestros  ejércitos,  la  corte  y 
el  pueblo  de  Madrid  llenan  constantemente  su  recinto  y 
confunden  á  todas  horas  sus  plegarias  con  las  de  los  mo- 
narcas, que,  según  la  costumbre  introducida  desde  Feli- 
pe III ^  vienen  á  este  santuario  todos  los  sábados  á  im- 
plorar la  protección  divina,  y  en  ocasiones  solemnes  de 
8u  advenimiento  al  trono,  de  su  entrada  en  Madrid,  de 
sus  casamientos  ó  de  la  presentación  del  heredero  de  la 
corona,  celebran  en  él  las  más  grandiosas  ceremonias  de 
1a  Iglesia  y  de  la  corte. 

El  trozo  del  paseo  que  conduce  á  esta  iglesia,  desde  prado  de  Atocha, 
donde  se  alzaba  la  mezquina  puerta  del  mi^o  nombre, 
Uamada  primitivamente  de  Vallecas,  y  derribada  en  estos 


62  EL  AimOUO   MADRID. 

Últimos  años,  es  el  menos  decorado  y  brillante  del  Prado^ 
y  consiste  sólo  en  algunas  filas  de  árboles,  con  nn  camino  ¡ 
central  para  los  cocbes  y  estrechos  paseos  laterales  entre  t 
el  cerrillo  en  que  estnvo  la  ermita  de  San  Blas  (más 
abajo  de  donde  hoy  el  Observatorio  Astronómico)  y  la 
cerca  que  da  al  camino  de  Vallecas  (hoy  ya  derribada), 
y  arrimada  á  la  cual  está  la  otra  mezquina  ermita,  deno- 
minada del  Ángel j  y  antes  del  Santo  Cristo  de  la  Oliva. 
Pero  aun  este  mezquino  paseo  ó  alameda  no  existía  en 
esta  forma  en  el  siglo  xvii,  presentando  sólo  entonces  el 
aspecto  desnudo  y  pelado  de  una  carretera. 

El  otro  trozo  considerable  del  paseo  moderno,  que 
media  entre  dicha  calle  de  Atocha  y  la  Carrera  de  San 
Jerónimo,  consistió,  hasta  fines  del  siglo  último,  en  una 
estrecha  calle  de  álamos,  flanqueada  por  algunas  huertas 
del  lado  de  la  población,  y  por  el  opuesto  limitada  por  el 
inmundo  barranco  ya  mencionado,  que  venía  descubierto 
desde  las  afueras  de  Recoletos. 
Prado  de  San  ^^^  ^^^^  lado,  cutrc  la  Carrera  y  la  calle  de  Alcalá,  es 
Jerónimo.  dondc  cxistió  de  más  antiguo  el  paseo  primitivo  y  favo- 
rito de  los  madrileños,  pues  que  vemos  que  el  maestro 
Pedro  de  Medina  ^  que  se  supone  escribia  en  1543  sn 
libro  de  Grandezas  y  cosas  memorables  de  España  (aun- 
que la  edición  que  tenemos  á  la  vista  lleva  la  fecha  de 
Alcalá,  1560),  consagraba  ya  á  este  paseo  las  lineas 
siguientes : 

<ic  Hacia  la  parte  oriental  (de  Madrid),  luego  en  salien- 
»do  de  las  casas,  sobre  una  altura  que  se  hace,  hay  un 
» suntuosísimo  monesterio  de  frailes  Hierónimos,  con 
j)  aposentamientos  y  cuartos  para  recibimiento  y  hospe- 
))  dería  de  reyes,  con  una  hermosísima  y  extendida  huerta. 
3>  Entre  las  casas  y  este  monesterio  hay,  á  la  mano 
y)  izquierda  en  saliendo  del  pueblo  ^  una  grande  y  hermosí» 
»8Íma  alameda,  puestos  los  álamos  en  tres  órdenes,  que 


EL   PRADO   VIEJO.  6$ 


chacen  dos  calles  muy  anchas  y  muy  largas,  con  cuatro 
^  fuentes  hermosísimas  y  de  lindísima  agua,  i  trechos 
^pnestas  por  la  una  calle,  y  por  la  otra  muchos  rosales 
1»  entretejidos  á  los  pies  de  los  árboles  por  toda  la  carrera. 

>  Aqní^  en  esta  alameda,  hay  un  estanque  de  agua  que 
:» ayuda  mucho  á  la  grande  hermosura  y  recreación  de  la 
^alameda. 

i>A  la  otra  mano,  derecha  del  mismo  monesterio^ 
1^ saliendo  de  las  casas,  hay  otra  alameda,  también  muy 
^apacible,  con  dos  órdenes  de  árboles,  que  hacen  una 
acalle  muy  larga  hasta  salir  al  camino  que  llaman  de 
i&  Atocha;  tiene  esta  alameda  sus  regueros  de  agua,  y  en 
»gran  parte  se  va  arrimando  por  la  una  mano  á  unas 

>  huertas.  Llaman  á  estas  alamedas  el  Prado  de  San  Hie- 
^rónimoj  en  donde,  de  invierno  al  sol,  y  de  verano  á  gozar 
^de  la  frescura,  es  cosa  muy  de  ver,  y  de  mucha  recroa- 
^cion,  la  multitud  de  gente  que  sale,  de  bizarrísimas  da- 
:»mas,  de  bien  dispuestos  caballeros,  y  de  muchos  señores 
i>y  señoras  principales  en  coches  y  carrozas.  Aquí  se  goza 
Dcon  gran  deleite  y  gusto  de  la  frescura  del  viento  todas 
3>la8  tardes  y  noches  del  estío,  y  de  muchas  buenas  miisí- 
»cas,  sin  daños,  perjuicios  ni  deshonestidades,  por  el  buen 
:^ cuidado  y  diligencia  de  los  alcaldes  de  la  corte.» 

El  maestro  Juan  López  de  Hoyos,  en  su  tantas  veces 
citado  libro  de  la  entrada  de  la  reina  doña  Ana  de  Austria 
en  1569 ,  hace^todavía  más  entusiasta  descripción  del  en- 
tonces nuevo  paseo  del  Prado,  y  de  su  decoración  para 
esta  fiesta ;  pero  su  mucha  prolijidad  nos  priva  de  re- 
producirla aquí,  remitiendo  al  lector  al  Apéndice,  donde 
haremos  un  extracto  de  aquel  rarísimo  libro. 

A  pesar  de  estas  exageradas  relaciones  del  Prado  do 
Madrid  á  mediados  del  siglo  xvi,  hechas  por  autores  con- 
temporáneos, creemos  que  debian  ser  tan  gratuitamente 


64  EL   ANTIOTJO  MADRID. 


•encomiásticas  como  de  costumbre,  cuando  sabemos  por 
la  tradición  lo  escabroso  é  inculto  de  aquellos  sitios,  y 
hasta  los  vemos  representados  minuciosamente,  un  siglo 
después ,  en  el  plano  de  1656. — ^En  él  se  ven  efectivamen- 
te dos  alamedas  formadas  por  tres  filas  de  árboles  desde 
la  calle  de  Alcalá  hasta  la  Carrera.  El  barranco  que  cor- 
ría por  toda  la  línea  del  paseo  se  hallaba  poco  más  ó  me- 
nos por  donde  ahora  el  paseo  de  coches ,  j  sobre  las  al- 
turas cercanas  al  Retiro  ,  donde  después  el  cuartel  de 
artillería  (hoy  derribado),  estaba  el  Jueffo  de  pelota  y  ha- 
biendo tenido  la  Villa  que  desmontar  parte  de  aquella  for- 
midable altura,  que  estaba  allí  desde  el  principio  d^l  mundo 
•(según  afirma  seriamente  Pinelo),  para  facilitar  el  acceso 
al  Real  sitio  con  ocasión  de  unas  solemnes  fiestas  en  1637, 
que  reseñaremos  á  su  tiempo.  Próximamente  adonde 
está  ahora  la  fuente  de  Neptuno  habia  una  torrecilla  para 
las  músicas  que  amenizaban  el  paseo,  y  una  fuente  titula- 
da el  Caño  dorado ,  y  alguna  otra  igualmente  insignifi- 
cante por  donde  ahora  la  de  Apolo.  A  la  parte  de  la  po- 
blación cerraban  el  paseo  las  cercas  de  los  jardines  con- 
tiguos, y  las  modestas  fachadas  y  miradores  de  las  casas 
de  los  duques  de  Lerma,  de  Maceda,  de  Monterey  y  de 
Béjar.  Asi  se  ve  también  en  nn  precioso  cuadro  de  prín- 
cipios  del  siglo  xvii ,  que  posee  en  su  apreciable  colección 
el  Sr.  Marqués  de  Salamanca. 

Este  era,  pues,  todo  el  adorno  de  aquellas  deliciosas 
alamedas  del  maestro  Medina,  de  aquel  romántico  paseo 
y  sitio  de  recreación,  de  aventuras  y  galanteos,  déla 
poética  y  disipada  corte  de  los  Felipes  III  y  IV,  la  que, 
por  lo  visto ,  quedaba  satisfecha  con  tan  pobre  aparato  y 
tan  míseras  condiciones  de  comodidad.  Verdad  es  que  en 
aquellos  tiempos  de  valor  y  de  galantería,  la  poesía  y  el 
amor  solian  embellecer  los  sitios  más  groseros  é  indife- 


SL  PBAIK»  TUJCl  t^ 


rentes  ;  pues  aunque  Lope  ¿e  V^r^.  m^  «r  siunnc» 
mal  hmnor^  se  dejó  decir: 


>Soo  T  «rán  «¿tenida» : 
iBien  hacéis  ck  xatsxz  jrbáitf  r 
«Pues  haj  b«A  pos»  ^ 


y  el  cáustico  Villaiaediana.  x^H'-skniy  ^l  :^l?zr:  ^lo.^^^io 
al  propio  paseo,  lo  expresó  ukutú  c«:c  ká^  o^ts«í-cij»io : 


•Llego  á  Mjdñl.  t  a:.  3ccí:xi>:  kl  P->f'  ; 
dY  no  lo  desooDOXD^  por  •  "tíí:  , 
ySino  porque  me  coc^t»  ^:j!-  e»  p  labi' 
BPor  mochos  que  defateta  «er  paúv.  :« 


en  cambio,  Calderón,  Bojas  t  Moreto«  t  !o§  denui«  e^ 
critores  de  sa  tiempo,  se  esmeraron  en  poetizarle  á  por- 
fía con  las  deserípciones  más  bellas  j  faaciéodole  teatro 
de  las  escenas  más  interesantes  de  sos  dramas.  ¿Qnién  no 
trae  á  la  memoria  aqnellas  damas  tapadas  que .  á  hurtadi- 
llas de  sus  celosos  padres  ó  hermanos,  venían  i  este  sitio 
al  acecho  de  tal  ó  cual  galán  perdidizo,  ó  bien  que  se  le 
hallaban  allí  sin  buscarle?  ¿Quién  no  cree  ver  á  éstos^  tan 
generosos,  tan  comedidos  con  las  damas,  tan  altaneros 
con  el  rival?  ¿AqneUas  criadas  malignas  j  revoltosas, 
aquellos  escuderos  socarrones  y  entremetidos,  aquellos  le- 
vantados razonamientos,  aquellas  intrigas  galantes,  aque- 
lla metafísica  amorosa,  que  nos  revelan  sus  ingeniosisi- 
mas  comedias  (únicas  historias  de  las  costumbres  de  su 
tiempo),  y  que  no  sólo  estabgín  en  la  mente  de  sus  autores, 
pues  que  el  público  las  aplaudia  y  ensalzaba  como  pintu- 
ra fiel  de  la  sociedad,  espejo  de  su  carácter  y  acciones? 
¡Qué  gratas  memorias  debian  acompañar  á  este  Prado, 
que  todos  los  poetas  se  apropiaban  como  suyo  I  Y  cuando 


u» 


66  EL  ANTIGUO   MADBII). 

sa  inmediación  á  la  nueva  corte  del  Betiro  le  hizo  acrecer 
aún  en  importancia,  ¡  qué  de  intrigas,  qué  de  venganzas, 
qué  de  traiciones  no  vinieron  también  á  compartir  con  la 
histórica  su  poética  celebridad ! 

En  los  tres  jardines  reunidos  de  las  casas  de  los  duques 
de  Maceda  (donde  hoy  el  de  Yillahermosa),  del  Conde 
de  Monterey  (donde  hoy  San  Fermin)  y  de  D.  Luís  Mén- 
dez Carrion,  marqués  del  Carpió  (hoy  de  Alcañices),  fué 
donde  tuvo  lugar  la  famosa  fiesta  dada  por  el  Conde-duque 
de  Olivares  á  Felipe  IV  y  su  corte,  la  noche  de  San  Juan 
de  1631,  cuya  pomposa  y  curiosísima  relación  inserta 
Pellicer  como  apéndice  de  su  libro  titulado  Origen  de  la 
comedia  en  España. 

En  ella  se  representaron  dos  comedias,  una  de  Lope  de 
Vega,  titulada  La  Noche  de  San  Juan^  y  otra  de  Quevedo 
y  D.  Antonio  Mendoza,  con  el  titulo  de  Quien  más  miente 
medra  más  (que  acaso  sea  la  comprendida  en  las  obras  de 
este  último  con  el  título  de  Los  Empeños  del  mentir). 
Hubo  ademas  bailes,  músicas,  cena  y  mascaradas,  y  luego 
una  suntuosa  rúa  por  el  paseo  inmediato  hasta  el  ama- 
necer. 

En  el  último  término  de  este  cuadro  poético  de  galan- 
tería y  voluptuosidad  aparecían  las  tostadas  murallas  y 
saxi  Jerónimo,  góticas  agujas  del  monasterio  de  San  Jerónimo  el  Beal, 
trasladado  á  este  sitio  por  los  Beyes  Católicos,  en  los  prin- 
cipios del  siglo  XVI,  desde  el  camino  del  Pardo,  donde  le 
fundara  Enrique  IV  con  motivo  del  paso  honroso  defen- 
dido en  aquel  sitio  por  su  privado  D.  Beltran  de  la  Cue- 
va. A  este  celebérrimo  monasterio ,  á  que  se  hallaba  uni- 
do desde  tiempo  de  sus  fundadores  un  cuarto  ó  aposenta^ 
miento  Realy  solian  retirarse  los  reyes  Felipe  II  y  sas 
sucesores  en  las  solemnidades  de  la  Iglesia  ó  en  sus  gran- 
des tribulaciones ;  y  en  su  templo  (el  más  importante  de 
los  pocos  que  se  erigieron  en  Madrid  en  el  estilo  ojival) 


EL  PBABO  VIEJO.  67 


verificaron^  desde  el  reinado  de  Femando  el  Católico, 
]as  Cortes  del  reino  j  las  solemnes  ceremonias  de  la  jura 
de  los  Principes  de  Asturias,  desde  la* de  Felipe  II,  veriñca- 
da  en  1528,  hasta  la  de  la  reina  doña  Isabel  II,  en  1833. 
— ^El  convento  quedó  destruido  por  los  franceses,  pero  la 
iglesia,  aunque  reparada  j  decorada  exteriormente  según 
sa  estilo,  se  halla  hoy  abandonada,  aunque  parece  ha  de 
quedar  incorporada  como  parroquia  al  Prado  y  el  Retiro. 

Del  lado  de  Recoletos,  á  la  izquierda  de  la  alameda,  P™do  de  r«oo- 
estaba  la  famosa  huerta  del  regidor ,  Juan  Fernandez,  que 
era  un  sitio  de  pública  recreación,  y  de  que  hacen  mención 
las  comedias  de  aquel  tiempo,  y  especialmente  la  que  el 
maestro  Tirso  de  Molina  la  consagró,  haciéndola  servir 
de  lugar  de  su  escena  y  titulándola  con  su  mismo  nom- 
bre; es  la  misma  huerta  que  luego  fué  de  la  casa  de  la 
Dirección  de  Infantería,  detras  de  la  fuente  de  Cibeles; 
hoy  derribada  la  casa,  y  la  huerta  ó  jardin  destinados  á 
paseo  púbUco  y  al  Parque  de  Buenavista ;  más  adelante 
estaba  el  delicioso  Retiro  del  almirante  de  Castilla  don 
Juan  Gaspar  Enriquez  de  Cabrera  j  duque  de  Medina  de 
Bioseco,  convertido  más  adelante  por  el  mismo  en  con- 
vento, y  la  sala  de  su  teatro  en  iglesia  de  las  religiosas  de 
San  Pascual;  más  allá  otra  casa-palacio  y  jardin  del  Conde 
de  Baños,  después  del  de  Medina  de  las  Torres,  y  enfrente 
la  huerta  de  San  Felipe  Neri  (luego  de  la  Veterinaria)  (1), 
el  jardin  del  Marqués  de  Montealegre ,  donde  hoy  los  pa- 
lacios de  los  Sres.  Salamanca,  Calderón  y  Remisa,  y  que 
llegaba  hasta  la  huerta  del  Condestable  (de  los  duques  de 
Frias),  que  es  la  que  hoy  se  extiende  detras  de  la  Plaza 
de  los  Toros  y  ocupada  en  parte  por  la  calle  de  Claudio 
Coello,  en  el  barrio  de  Salamanca. 

(1)  Se  construye  en  este  sitio  el  edificio  destinado  á  Bibliotecas 
J  Museos. 


68  EL  ANTIGUO  KADBID. 


Como  contraste  de  tan  ostentoso  aparato  profano ,  en 
medio  de  todas  aqaellas  mansiones  de  animación  j  de  pla- 
cer, otro  austero  convento  elevaba  allí  también  al  cielo 
coítSf*"^  ^*"  sns  religiosas  torres ;  era  el  de  padres  Agustinos  Recole- 
tos^ fundación  de  doña  Eufrasia  de  Guzman,  princesa  de 
Asculi,  marquesa  de  Terranova,  en  1595,  y  engrandecido 
más  adelante  con  la  protección  del  famoso  Marqués  de 
Mejorada,  secretario  de  Estado  de  Felipe  Y,  que  vino  á 
yacer  en  él  en  un  suntuoso  sepulcro.  También  reposaba 
bajo  otro  mausoleo,  en  la  misma  iglesia,  el  insigne  diplo- 
mático y  escritor  D.  Diego  de  Saavedra  Fajardo  y  que  al 
cabo  de  su  agitada  vida  se  habia  retirado  á  este  con- 
vento. 

De  este  modo,  en  la  larga  extensión  de  los  frondosos 
paseos  del  Prado  Viejo,  al  principio,  medio  y  término  de 
ellos,  entre  el  bullicio  de  la  corte,  de  la  voluptuosidad  y 
de  la  poesía ,  se  bailaban  colocadas  tres  casas  de  austeros 
cenobitas,  dominicos,  Jerónimos  y  agustinos,  y  la  cam- 
pana de  Atocha,  que  sonaba  á  la  bora  del  Ángelus,  hallaba 
luego  eco  en  la  de  San  Jerónimo ,  para  terminar  su  reli- 
gioso clamor  en  las  sombrías  alamedas  sobre  que  desco- 
llábanlas torres  de  Recoletos. 

Todo  ha  variado  completamente  con  el  trascurso  del 

El    paseo    del     ,  ,  , 

Prado.  tiempo  y  las  exigencias  de  la  época ;  y  donde  antes  el  in- 

culto, aunque  poético,  recinto  en  que  se  holgaba  la  corte 
madrileña,  se  extiende  hoy  y  admira  uno  de  los  más  be- 
llos y  magníficos  paseos  de  Europa.  A  la  voz  del  gran 
Carlos  III,  de  este  buen  rey,  á  quien  debe  su  villa  natal 
casi  todo  lo  que  la  hace  digna  del  nombre  de  corte ,  y  por 
la  influencia  y  decisión  del  ilustrado  Conde  de  Aranda,  8ü 
primer  ministro,  cedieron  todas  las  dificultades,  hubieron 
de  callar  las  excusas  producidas  por  la  ignorancia  ó  por  la 
envidia,  contra  el  grandioso  pensamiento  y  sus  numero- 
sos detalles  propuestos  para  la  obra  colosal  de  este  paseo 


EL  PRADO  VIBJO.  69 


por  el  ingeniero  D.  José  Hermosilla  y  por  el  arquitecto 
D.  Ventura  Bodrignez. — Explayóse  grandemente  el  ter- 
reno con  desmontes  considerables;  terraplenáronse  ó  se 
cabrieron  y  allanaron  los  barrancos,  plantándose  multitad 
de  árboles,  y  proveyéndose  á  su  riego  con  costosas  obras; 
alzáronse  á  las  distancias  convenientes  las  magníficas 
fuentes  de  Cibeles,  de  Apolo,  de  Neptuno,  de  la  Alcachofa 
y  otras 9  y  se  formaron,  en  fin,  las  hermosas  calles  y  pa- 
seos laterales  y  el  magnifico  salan  central, — No  contenta 
con  esto  la  ilustración  de  aquel  inmortal  monarca,  levan- 
tó &  las  inmediaciones  del  Prado  suntuosos  edificios  con 
destino  á  importantísimos  establecimientos  científicos  ó 
de  beneficencia ,  y  que  al  paso  que  sirviesen  á  estos  ob- 
jetos^ concurrieran  también  á  dar  á  aquel  brillante  paseo 
todo  el  realce  y  grandeza  que  merece. 

Sobre  el  cerrillo  vecino  á  Atocha  fué  construido  á  sus 
expensas,  por  el  arquitecto  D.  Juan  de  Villanueva,  el  pre- 
cioso Observatorio  Astronómico;  en  la  parte  baja,  y  frente 
al  inmenso  Hospital  General,  el  precioso  y  útilísimo  Jar- 
din  Satánico,  Civium  saluti  et  oblectamento,  como  dijo  don 
Juan  de  Iriarte  en  la  elegante  inscripción  de  su  entrada; 
frente  de  ésta,  la  Real  Fábrica  Platería,  con  su  bellísimo 
pórtico,  y  más  allá,  el  magnífico  Museo  con  destino  á 
Ciencias  Naturales,  que,  concluido  en  el  reinado  de  Fer- 
nando Vlly  ha  sido  destinado  á  pintura  y  escultura,  y 
forma  hoy  el  orgullo  de  la  corte  matritense;  mejoró  y 
decoró  el  sitio  del  Buen  Retiro,  cercándole  con  un  fuerte 
muro ,  dividiéndole  del  Prado  con  una  elegante  verja  y 
dándole  su  entrada  principal  por  la  puerta  de  la  Glorieta, 
frente  al  Pósito;  y  engrandeció  alargando  por  aquel  lado 
la  entrada  de  Madrid  con  el  arco  de  triunfo  que  termina 
la  calle  de  Alcalá. — Hoy  el  refinamiento  del  gusto  y  la 
moderna  cultura  han  venido  á  corresponder  dignamente 
á  la  obra  del  gran  Carlos  III^  cubriendo   de  suntuosas 


70  EL  AKTIOUO   MADRID. 


mansiones  y  verdaderos  palacios,  una  7  otra  orilla  del  pa- 
seo,  decorando  éste  por  toda  su  extensión  y  y  colocando  en 
sn  centro  el  monamente  patrio  al  Dos  de  Mayo  y  j  á  k 
cabeza  j  final  de  él,  dos  establecimientos  que  emblemaii- 
zan  el  desarrollo  de  la  riqueza  j  el  movimiento  de  la  in- 
dustria.— Una  casa  de  moneda  y  una  estación  de  ferro- 
carril. 

A  la  turbulenta  agitación  y  i  la  voluptuosa  galantería 
de  la  corte  de  los  Felipes  ha  sucedido  la  elegante  cortesía 
de  la  actual;  al  severo  tañido  de  las  campanas  de  Atocha, 
de  San  Jerónimo  y  de  Becoletos,  el  silbido  de  la  locomo- 
tora, el  humo  del  vapor  y  el  compasado  golpeo  del  vo- 
lante sobre  el  troquel. 


VL 


LÍNEA  CENTRO  ORIENTAL. 


BNTRB  BL  PRADO  T  LA  PÜBBTA  DBL  SOL. 

Tócanos  ahora  penetrar  en  el  distrito  central  oriental 
de  la  nueva  población  por  su  ingreso  natural  del  Prado 
Yiyo,  frente  al  antiguo  monasterio  de  San  Jerónimo,  por 
donde  en  principios  del  siglo  xvii,  y  antes  de  existir  el 
sitio  del  Buen  Retiro,  venia  el  camino  de  Yalnegral  (Bro- 
ñigal),  según  aparece  claramente  en  la  relación  de  la  en- 
trada de  la  reina  D.*  Ana  de  Austria,  prolijamente  hecha 
por  el  maestro  Juan  López  de  Hoyos. — En  un  capitulo 
anterior,  y  con  referencia  á  la  prolongación  del  arrabal 
desde  la  Puerta  del  Sol  hacia  el  Prado,  dudamos  que  la 


LÜnSA   CBKTBO   OBIENTAL.  71 

tapia  ó  cerca  que  se  supone  á  dicho  arrabal  continuara 
más  allá  de  ]a  misma  Puerta  del  Sol ;  y  efectivamente,  ni 
dicho  maestro  Hoyos ,  ni  los  escritores  contemporáneos, 
hacen  mención  de  ella,  deduciéndose  solamente  de  sus  in- 
dicaciones que  el  caserío  de  uno  y  otro  lado  de  la  Carre- 
ra se  fué  extendiendo  naturalmente  hacia  San  Jerónimo, 
y  que  ya  en  1569  (época  de  la  entrada  de  D.*  Ana  de 
Austria)  llegaba  hasta  donde  poco  después  se  fundó  el 
convento  del  Espíritu  SantOy  y  que  allí,  en  la  entrada  dd 
puebloy  <se  elevó  el  primer  arco  triunfal,  que  tan  prolija- 
mente describe  el  dicho  autor. — No  paró  aquí  la  prolon- 
gación, sino  que  continuó  hasta  el  mismo  Prado  de  San 
Jerónimo,  y  ya  en  los  límites  que  hoy  tiene  dicha  Carrera 
la  vemos  claramente  pintada  en  el  ya  citado  cuadro,  que 
la  representa  en  principios  del  siglo  xvii  y  que  posee  el 
Excmo.  Sr.  Marqués  de  Salamanca. — Mírase  en  su  primer 
término  la  alameda  del  Prado  y  la  torrecilla  que  habia 
donde  ahora  la  fuente  de  Neptuno,  y  en  que  se  coloca- 
ban las  músicas  que  amenizaban  el  paseo ;  á  la  izquierda 
la  casa-palacio  del  Marqués  de  Denia  (después  duque  de 
Lerma),  y  hoy  del  de  Medinaceli,  que  tenía  á  su  esquina 
una  torre,  que  conservó  hasta  fines  del  siglo  pasado;  á  la 
derecha  algunas  casas  particulares  y  las  del  Duque  de  Ma- 
ceda,  la  de  la  Marquesa  del  Valle  (después  la  Dirección 
de  Minas  y  hoy  reconstruida  de  planta  ) ,  y  enfrente  la 
manzana  del  convento  de  Santa  Catalina  (entonces  Hos- 
pital General.) 

De  suerte  que  desde  principios  del  siglo  xvii  presen- 
taba este  sitio,  con  corta  diferencia,  el  aspecto  con  que  ha 
llegado  á  saludar  al  actual. — Convertido  este  distrito,  por 
su  ventajosa  posición,  en  el  más  importante  del  nuevo 
Madrid,  desde  entonces  fué  el  favorito  de  las  clases  más 
elevadas  de  la  antigua  y  moderna  aristocracia,  y  vióse 
pronto  cubierto  de  importantes  edificios  religiosos,  de 


76 


BL   ANTIQÜO   MADRID. 


la  reunión  del  Estamento  de  Procuradores;  j  habilitado 
convenientemente  el  templo  para  salón  de  sesiones,  y  dán- 
dole un  ingreso  decoroso  por  esta  plazuela  j  otro  por  la 
accesoria  de  la  calle  del  Sordo,  se  hizo  en  el  resto  del  edi- 
ficio la  distribución  oportuna,  y  continuó  sirviendo  á  este 
objeto  en  las  diversas  y  borrascosas  legislaturas  siguien- 
tes, hasta  Mayo  de  1841,  en  que,  habiéndose  declarado 
ruinosa  una  gran  parte  de  la  obra,  se  trasladó  el  Congre- 
so de  Diputados  al  salón  del  teatro  de  Oriente.  Acordada 
después  por  ley  expresa  la  construcción  del  nuevo  palacio 
scbre  el  sitio  mismo  que  ocupaba  el  antiguo  (1),  se  colocó 
por  S.  M.  la  reina  D.*  Isabel  II  la  primera  piedra  el  día 
10  de  Octubre  de  1 843  ;  y  siguiendo  la  obra  bajo  la  direc- 
ción y  planes  del  arquitecto  D.  Narciso  Pascual  y  Colo- 


(1)  Este  acuerdo  fatal  privó 
á  la  capital  de  España  de  osten- 
tar en  sitio  conveniente  un  mo- 
numento público  de  tan  alta  im- 
portancia, al  arquitecto  de  lucir 
la  esplendidez  de  sus  planes,  y 
al  Congreso  mismo  de  su  futura 
comodidad  y  desahogo.  Pero  la 
intolerancia  y  exclusivismo  de 
los  partidos  políticos  pudieron 
más  que  las  razones  de  conve- 
niencia que  se  expusieron  para 
la  construcción  de  este  palacio 
en  el  sitio  que  ocupaba  el  Tívoli 
ó  en  la  huerta  de  la  casa  en  que 
estaba  la  Dirección  de  Infante- 
ría, previa  la  desaparición  de 
ésta,  y  dando  aquél  frente  .al 
magnifico  salón  del  Prado.  Am- 
bas cosas  eran  más  convenien- 
tes ,  menos  costosas  y  hacederas, 
por  la  mayor  espaciosidad  y  ni- 


velación  del  terreno,    holgara 
del  aspecto  y  acceso  convenien- 
te ;  pero  el  Gobierno ,  llamado 
progresista,  de  aquellos  afios  se 
empeñó  decididamente  en  sos- 
tener el  acuerdo  de  construir  el 
nuevo  edificio  en  el  mismo  so- 
lar del  antiguo,  para  anudar  la 
memoria  de  ambos;  así  como  el 
Gobierno  anterior  de  1834,  ape- 
llidado moderado,  se  negó  abier- 
tamente á  reunir  las  primeras 
Cortes  generales  en  el  antigno 
salón  del  convento  de  D.'  Ha- 
ría de  Aragón,  a  para  que  no  pa- 
»  reciese  que  eran  una  continna- 
»cion  del  espíritu  é   ideas  de 
»1823]» ,  y  designó  él  mismo  el 
templo  del  Espíritu  Santo  para 
el  Estamento  de  Procuradores^ 
y  el  Cason  del  Retiro  para  el  de 
Proceres, 


LÍNEA   CBNTRO   OBIENTAL.  7.3 

liistórica.— Con  decir  que  en  esta  casi  regia  mansión  vivió 
el  poderoso  ministro  de  Felipe  III ,  su  fundador^  durante 
su  inmenso  valimiento,  y  después,  siendo  cardenal,  queda 
manifiesta  la  importancia  histórica  de  este  palacio.  —  No 
fué  menor  el  interés  literario  de  que  le  revistió  después  el 
ilustre  duque  de  Medinaceli  D.  Antonio  de  la  Cerda, 
gran  protector  de  los  célebres  ingenios  de  aquel  brillant(d 
siglo  XVII,  haciéndole  servir  de  teatro,  donde  en  suntuo- 
sas fiestas  palacianas  ostentaban  las  claras  dotes  de  su  in- 
genio los  Lopes  y  Calderones,  Guevaras  j  Moretes  y  de- 
más que  formaban  la  pléyade  luminosa  de  nuestra  repú- 
blica literaria.  Habitando  en  esta  casa  él  insigne  Quevedo 
fué  preso,  por  una  sátira  que  se  le  atribuyó,  en  la  noche 
del  7  de  Diciembre  de  1639. 

A  este  palacio,  en  fin,  se  retiró  Felipe  Y ,  á  la  muerte 
de  su  primera  esposa  D.*  María  Gabriela  de  Saboya,  en 
Febrero  de  1714,  por  consejo  y  disposición  déla  intrigan- 
te y  poderosa  Princesa  de  los  Ursinos  (1). 

Frontero  á  este  palacio  se  eleva  hoy  el  elegante  y  mo-  Paiacío  de  vi- 
demo  de  los  dttques  de  Villa-Hermosa  y  suntuosa  obra  de"**^™^*- 
primeros  años  de  este  siglo,  construida  por  orden  de  la 
duquesa  viuda  D.*  María  Pignatelli  y  Gonzaga,  bajo  los 
planes  y  dirección  del  arquitecto  D.  Antonio  López  de 
Aguado.  Este  bello  edificio  es  una  de  las  construcciones 
más  dignas  é  importantes  del  moderno  Madrid.  Su  inte- 
rior es  correspondiente  á  sus  elegantes  fachadas,  distin- 
guiéndose notablemente  su  grandiosa  escalera,  la  magní- 
fica capilla  ducal  y  el  suntuoso  salón  de  bailes,  en  que  es- 
tovo el  teatro  de  la  brillante  sociedad  del  Liceo  Artístico  y 
Literario^  y  las  principales  habitaciones  ocupadas  por  los 
daques  propietarios,  y  que  en  1823  habitó  el  delfin  de 

(1)  Histoire  publique  et  secrete  de  la  cour  de  Madrid,  Colo- 
gne,  1719. 


LÍNEA  CENTRO   ORIENTAL.  77 


mer^  qnedó  terminada  en  1850,  habiéndose  celebrado  en 
^1  la  sesión  regia  de  apertura  de  las  Cortes  el  dia  3  de  No- 
YÍembre  de  dicho  año.  No  es  de  esta  ocasión  entrar  en  la 
descripción  crítica  ni  artística  de  este  moderno  palacio, 
apreciado  de  diversas  maneras,  pero  que,  tal  cual  es,  cons- 
tituye uno  de  los  principales  monnmentos  artísticos  del 
Madrid  moderno,  j  el  más  importante  acaso  de  los  cons- 
tmidos  en  nuestros  dias. 

Frente  á  este  moderno  palacio  y  antiguo  convento  del  sant»  catalina. 
Espíritu  Santo  estaba  la  casa  que,  desde  el  reinado  de 
Felipe  II,  servia  de  Hospital  general,  y  después,  ocupada 
por  las  monjas  franciscas  de  Santa  Catalina^  demolida 
por  los  franceses,  fué  sustituida,  hacia  1818,  por  una 
manzana  de  casas  particulares,  siendo  de  lamentar  que  no 
se  hubiese  aprovechado  entonces  aquel  preferente  sitio 
para  la  construcción  de  un  gran  edificio  público  de  ma- 
jestuoso aspecto  y  grandeza. 

AI  costado  de  la  iglesia  del  Espíritu  Santo,  hoy  pala- 
cio del  Congreso,  estaba  la  casa  de  los  duques  de  ITijar, 
notablemente  mejorada  con  el  rompimiento  de  la  nueva 
calle  de  Floridablaiica,  entre  ella  y  dicho  palacio,  que 
creemos  hizo  construir  el  Marqués  de  los  Balbases,  ó 
reformar  la  que  entonces  existia,  propia  del  Marqués  de 
Spínola,  y  antes  del  caballero  D.  Carlos  Stratta,  famoso 
y  opulento  comerciante,  natural  de  Genova,  aunque 
avecindado  en  España,  y  tan  considerado  en  la  corte  de 
Felipe  IV,  que  mereció  de  él  la  merced  del  hábito  de 
Santiago  para  sí,  y  para  su  hijo  D.  José  la  encomienda 
de  las  casas  de  Toledo  y  el  título  de  marqués  ds  Robledo 
de  Chávela, 

En  su  casa  se  vistió  el  mismo  rey  D.  Felipe,  el  domin- 
go 15  do  Febrero  de  1637,  á  efecto  de  salir  con  todo  el 
tren  para  la  7nascarada  Seal  que  tuvo  en  el  Buen  Retiro, 
en  celebridad  de  la  elevación  al  imperio  de  su  cuñado  el 


78 


EL  ANTIGUO   MADRID. 


Bey  de  Hungría;  magnífica  fnncion,  mny  señalada  en  los 
anales  de  Madrid  y  que  describiremos  en  el  capitulo  del 
Buen  Retiro.  Los  ostentosos  adornos  y  grandeza  con  qae 
estaba  enriquecida  la  casa  del  caballero  Stratta ;  el  festín 
y  regalos  que  tributó  al  Monarca  este  opulento  magnate, 
ineron  cosa  que  ocupa  algunas  páginas  en  los  anales  de 
esta  villa;  y  de  esta  solemnísima  ocasión  databa  acaso 
la  señal  que  ostentó  esta  casa  hasta  nuestros  dias,  de  ana 
cadena  sobre  el  dintel  de  la  puerta,  que  también   tenian 
.otras  casas,  como  distintivo  de  haberse  aposentado  en 
ellas  la  persona  Real. — Este  palacio,  vendido  hace  pocos 
años,  fué  derribado,  y  construida  en  su  solar,  por  la  So- 
ciedad apellidada  La  Peninsular  j  una  manzana  de  ele- 
gantes casas. 

El  palacio  de  los  señores  duques  de  Híjar  era  mo- 
derno y  digno  de  tan  ilustres  personajes,  en  qaienes 
han  venido  á  reunirse  los  marquesados  de  Orani  y  de  San 
Vicente,  los  condados  de  Aranda,  Salvatierra,  de  Riva- 
deo  y  otros  muchos;  mereciendo  especial  mención  en 
aquélla  el  suntuoso  salón  del  solio  ^  apellidado  de  los  Ta- 
pices, en  que  todos  los  años  recibe  S.  E.  con  gran  solem- 
nidad el  vestido  que  llevó  S.  M.  el  dia  de  la  Epifanía  (1). 


(1)  El  sefior  rey  D.  Juan 
el  II  hizo  merced  á  D.  Rodrigo 
de  Yillandrando,  conde  de  Ri- 
vadeo,  por  privilegio  despacha- 
do en  Torríjos,  el  año  de  1441, 
de  que,  en  memoria  del  señalado 
servicio  que  hizo  á  S.  M.  el  dia 
de  la  Epifanía,  adquiriéndole  la 
entrada  en  la  ciudad  de  Toledo 
y  salvando  su  Real  persona,  él 
y  sus  sucesores  en  su  casa  se 
sentasen  en  la  mesa  de  SS.  MM. 
y  la  de  los  señores  reyes  sus 


sucesores  en  Castilla  y  León,  en 
aquel  dia,  y  les  fuesen  dadas  las 
ropas  y  vestiduras  que  se  vistie- 
sen en  él,  y  la  forma  en  que  se 
ejecutaba  esta  función  es  la  si- 
guiente : 

£1  Conde  iba  á  palacio  á  la 
hora  de  mediodia,  acompañado 
de  sus  parientes  y  amigos,  y 
aguardaba  en  la  parte  que  tiene 
entrada  á  que  saliera  S.  M.  i 
comer. 

Después  de  haber  cubierto  y 


iíkka  osktbo  oriektat.. 


7» 


Era  ignalniento  notable  sa  lindo  teatro,  en  que  se  re- 
presentaron,  hasta  los  primeros  años  del  siglo  actual,  por 


puesto  la  mesa  pora  8.  M.  en  la 
antecámara,  en  la  forma  que  se 
acostumbra  en  la  comida  públi- 
ca y  solemne,  trayendo  las  vian- 
das con    maceros,  atabales  y 
trompetas    (se  refiere   al  afto 
1651),  sale  S.  M.  acompañado  de 
los  grandes,  mayordomos  y  gen- 
tiles-hombres de  la  cámara.  Los 
castro  reyes  de  armas  con  cotas 
toman  su  lugar  sobre  la  tarima, 
á  las  cuatro  esquinas,  y  los  ma- 
ceras abajo,  á  los  dos  lados  de 
la  tarima,  con  sus  mazas  para 
desembarazar  el  paso  y  acom- 
paftar  la  copa  cuando  S.  M.  la 
pide. 

En  lavándose  S.  M.,  habiendo 
echado  la  bendición  el  prelado 
y  sentádose  S.  M. ,  al  tomar  el 
mantel  y  la  servilleta,  hace  seña 
al  Conde  de  Rivadeo  para  que 
ae  siente,  y  al  mismo  tiempo  un 
ayuda  de  la  furriera  le  pone  un 
banquillo  de  nogal  en  el  testero 
de  la  mesa  á  la  mano  izquierda 
de  8.  M.,  donde  se  sienta  des- 
cubierto, y  porque  en  la  mesa 
no  hay  recado  ninguno  para  el 
Conde,  un  ayuda  de  la  panatería 
disimuladamente  le  da  una  ser- 
villeta, y  en  ella  un  panecillo  y 
cuchillo.  Los  platos  de  que  Su 
Majestad  no  gusta,  hace  seña  al 
trinchante  para  que  se  levanten, 
y  los  que  va  comiendo  aparta  á 
la  mano  izquierda  hacia  el  Con- 
ds,  el  cual,  después  de  haber 


comido  de  ellos,  los  da  al  sausier 
ó  á  un  ayuda.  En  sirviendo  á  Su 
Majestad  la  copa,  lleva  al  Conde 
la  suya  (que  para  este  efecto 
sube  secreta  del  oficio  de  la  Ca- 
va) algún  pariente  de  su  casa, 
descubierta  y  sin  salva.  En  le- 
vantándose 8.  M.  y  levantado  el 
último  mantel,  el  Conde  se  pone 
en  pié,  quita  la  mesa  el  aposen- 
tador de  palacio  y  sus  ayudas, 
da  las  gracias  el  limosnero  ma- 
yor, el  Conde  besa  á  S.  M.  la 
mano  y  le  acompaña  oOn  los 
demás  caballeros  hasta  su  apo- 
sento, y  los  mayordomos  y  gen- 
tiles-hombres de  la  boca  se  van 
á  comer  al  Estado,  y  con  ellos 
el  Barlet  Servant. 

(^Hace  muchos  año»,  inclmo  el 
presenUy  que  por  la  vtayordomia 
Tnayor  de  S.  M,  se  avisa  á  S,  E, 
con  la  debida  anticipación  que 
S»  M,  no  come  en  público^  y  que^ 
por  lo  tanto,  no  puede  disfrutar 
del  privilegio  de  sentarse  á  su 
Real  mesa  como  conde  de  Ri- 
vadeo.) 

Las  diligencias  y  formalida- 
des que  se  observan  hof/  para  la 
solicitud  y  recibo  del  vestido  que 
el  Rey  se  pone  el  dia  de  la  Epi- 
fanía de  cada  un  año  son  las 
siguientes : 

El  Excmo.  Sr.  Duque  de  Hi- 
jar  pasa  un  oficio  al  Sr.  Sumi- 
ller de  Corps,  á  fin  de  que  haga 
presente  á  S.  M.  que  correspon- 


80 


EL   ANTIGUO   MADBID. 


las  personas  más  distingaidas  de  la  aristocracia,  diversas 
fanciones  dramáticas  j  líricas,  algnnas  de  ellas,  como  la 


diéndole,  como  conde  de  Riva- 
deo,  la8  Reales  vestiduras  que 
usó  S.  M.  el  dia  de  la  Epifania, 
se  digne  dar  la  orden  correspon- 
diente para  su  entrega. 

£1  seftor  Sumiller  contesta  al 
seftor  Duque  que  el  vestido  está 
pronto,  y  que  señale  dia  y  hora 
para  recibirle :  vuelve  S.  £<  á 
escribir  señalando  dia  y  hora, 
que  siempre  acostumbra  ser  tres 
ó  cuatro  dias  después,  para  que 
el  Sumiller  tenga  tiempo  de  co- 
municar sus  órdenes  al  guarda- 
ropa  de  S.  M. ,  y  éste  á  sus  de- 
pendientes: asimismo  se  pasa 
otro  oñcio  al  caballerizo  mayor 
para  el  coche  de  la  casa  Real, 
mancebos  y  cocheros  que  han 
de  ir  con  él ;  otro  al  capitán  de 
alabarderos  para  que  nombre  y 
envié  los  que  han  de  acompañar 
el  vestido ;  la  hora  que  se  señala 
es  generalmente  las  once  de  la 
mañana. 

Sale  dicho  vestido,  desde  Pa- 
lacio, en  un  coche  de  la  casa 
Real,  de  media  gala,  tirado  de 
cuatro  muías  á  guias,  acompa- 
ñado de  cuatro  alabarderos  y 
sus  correspondientes  mancebos; 
de  la  Real  casa  viene  en  dicho 
coche  el  jefe  del  guardaropa  de 
Su  Majestad,  que  trae  el  vestido 
colocado  en  una  bandeja  envuel- 
ta en  un  tafetán,  y  dos  ayudan- 
tes del  guardaropa. 

£n  el  gran  salón  de  tapices 


de  la  casa  de  S.  £.  hay  on  do- 
sel, y  delante  de  él  una  mesa  y 
silla,  en  la  que  se  sienta  S.  K  á 
la  hora  señalada. 

Al  llegar  el  coche  á  U  casa 
del  señor  Duque ,  se  bailan  los 
jefes  y  dependientes  de  sus  ofi- 
cinas en  traje  de  etiqueta,  y  loe 
criados  y  lacayos  con  librea  de 
gala,  aguardando  al  pié  de  la 
escalera,  y  dichos  ayudantes 
del  guardaropa  se  apean  y  reci- 
ben la  bandeja  cubierta  con  el 
tafetán  que  contiene  el  Real  ves- 
tido; y  luego  que  lo  verifica  el 
jefe  del  guardaropa,  vuelve  i 
recibir  la  bandeja  y  la  sube  en 
sus  manos,  acompañada  de  los 
cuatro  alabarderos,  ayudantes 
del  guardaropa,  dependientes, 
criados  y  lacayos  del  señor  Du- 
que. Al  apearse  del  coche  el  jefe 
del  guardaropa,  el  escribano  de 
la  casa  de  S.  £.  le  pregunta 
cómo  se  llama,  para  insertarlo 
en  el  testimonio  con  los  porme- 
nores de  la  ceremonia. 

Subiendo  toda  la  comitiva,  los 
dos  ayudantes  del  guardaropa, 
junto  con  su  jefe,  y  al  lado  los 
cuatro  alabarderos,  entran  en  el 
salón  destinado  al  efecto,  en 
cuyo  momento  S.  £.  el  señor 
Duque  se  levanta ,  les  hace  so 
cumplimiento  saliendo  á  una 
punta  de  la  mesa  y  se  vuelve  i 
su  silla,  y  el  jefe  del  guardaropa 
le  dice :  «que  el  Rey  (hoy  Ift 


LÍNEA  CENTRO   ORIENTAL. 


81 


tragedia  de  Las  Trcyanas,  obra  del  ilustre  duque  ÓAm 
Águétin  de  Suva,  á  que  algunas  veces  asistieron  los  mis- 
mos monarcas  (1). 

Contiguo  4  este  palacio  esté  el  Hospital  Pontificio  y  Loa  luiianof. 
Regio  de  San  Pedro  de  los  Italianosj  establecido  en  1598 
bajo  la  protección  del  nuncio  Camilo  Gaetano^  y  destina- 
do á  los  naturales  de  aquel  país.  Tiene  su  pequeña  iglesia, 
muy  concurrida,  y  en  la  que  se  celebra  el  culto  con  no- 
table aparato ;  pero  bajo  el  aspecto  artístico  ofrece  poco 
digno  de  atención. 

Frente  á  esta  iglesia  y  hospital  habia  un  convento  de  Monjaa  de  pinto. 
monjas  bemardas,  llamadas  de  Pinto,  por  haber  sido 
fundado  en  aquella  villa  en  1539,  y  trasladadas  á  ésta 
en  1588.  Era  un  edificio  muy  poco  notable,  y  su  iglesia, 
pobre  y  desnuda  de  adornos;  pero  con  su  jardin  accesorio 
comprendía  66.779  pies  entre  la  Carrera  de  San  Jeróni- 
mo y  la  calle  del  Baño;  y  habiendo  sido  demolida  hacia 
1837,  se  construyeron  en  él  tres  magnificas  casas  parti- 
culares. También  se  demolió  la  moderna  de  los  duques 


>  Reina)  le  ha  mandado,  en  cum- 
iplimiento  de  su  privilegio 
»como  conde  de  Rivadeo,  lle- 

>  varíe  el  vestido  que  usó  el  dia 
>de  la  Epifanía  B,  y  oido  el  re- 
cado, se  levanta  el  señor  Du(}ue 
y  responde  que  se  pone  á  los 
Keales  pies  de  S.  M.  y  le  da  las 
gracias  por  las  honras  que  dis- 
pensa á  su  casa  y  persona.  He- 
cha esta  ceremonia,  se  retiran 
por  el  mismo  orden  que  entra- 
ron en  la  sala,  y  S.  £.  para  des- 
pedirlos se  levanta  y  sale  basta 
I^  punta  de  la  mesa.  Acto  con- 
tinuo y  á  presencia  del  escriba- 

n. 


no  de  su  casa  descubre  S.  E.  el 
tafetán,  y  se  extiende  testimonio 
en  fomia  de  las  prendas  de  que 
80  compone  el  vestido,  se  man- 
da un  traslado  á  la  Suxnillería,  y 
otro  queda  en  el  archivo  de  la 
casa  del  sefior  Duque,  donde 
existen  muchos  testimonios  de 
este  acto,  referentes  á  diversos 
reinados. 

(1)  También  ha  sido  derriba- 
do este  palacio,  y  construida  en 
su  solar  una  manzana  de  casas 
magnifica  por  la  sociedad  Pe- 
ninsular, 


6 


82  EL  ANTIGUO  MADRID. 


Tf 


de  Tamámes,  por  el  saliente  que  hacia  estrechando  la  ca- 
lle, y  la  contigua  de  la  Marquesa  de  Yaldegama,  en  caja 
esqtdna  estaba  el  sotanillo  llamado  la  Botillería  de  Cano^. 
sa,  que  hacía  las  delicias  de  nuestros  padres  y  abuelos. 
Casas  de  la      Otrds  várías  casas,  propias  de  la  grandeza,  se  levanta- 
*^*^*"*  ron  en  esta  Carrera,  en  los  siglos  xvii  y  xviii,  alguna 

de  los  cuales,  como  la  señalada  con  el  número  5  antiguo 
y  40  moderno,  propia  de  los  marqueses  de  Iturbietaj 
esquina  á  la  calle  del  Baño,  ha  sido  reconstruida  de  plan- 
ta ;  la  del  número  38,  propiedad,  después,  del  general 
Liñan,  que  iaé  de  los  marqueses  de  Casa-Fontéjos,  es- 
quina á  la  del  Lobo,  existe  en  pié;  habiéndose  derribado, 
pocos  años  há,  la  del  Príncipe  de  las  Torres  y  en  donde 
estuvo  la  famosa  fonda  y  café  de  la  Fontana  de  Oro,  y 
después  el  hotel  y  librería  de  Monier;  y  á  la  acera  izquier- 
da existen  también  las  modernas  del  Marqués  de  Santiago 
(donde  ahora  está  el  Casino)  y  la  del  Conde  de  Villapa» 
tema  y  D.  Antonio  Pando  y  Bríngas,  hoy  del  señor  Mar- 
qxiés  de  Miraflores  (1 ). 

Terminaba  la  Carrera  en  la  Puerta  del  Sol  con  los  dos 
edificios  religiosos  de  la  Victoria  y  el  Buen  Suceso.  Del 
primero  ya  hablamos  en  el  capítulo  anterior;  del  Hospi- 
tal de  Corte,  y  de  su  iglesia  titulada  del  Buen  Suceso, 
trataremos  en  el  capítulo  de  la  Puerta  del  Sol. 

Las  calles  que  ponen  en  comunicación  esta  elegante 
Carrera  con  la  aun  más  espléndida  calle  de  Alcalá  no 
corresponden  en  modo  alguno  á  la  importancia  de  ambas 
y  á  la  numerosa  y  activa  circulación  que  existe  entre 


(1)  En  el  cuarto  entresuelo  caino,  marqués  viudo  de  Pon- 
de  eata  casa  vivió  y  murió,  en  t^os;  y  su  propietario,  el  Mar- 
30  de  Setiembre  de  1840,  el  dig-  qués  de  Miraflores,  falleció  en 
no  corregidor  de  Madrid  é  inol-  ella  en  Febrero  de  1872. 


vidable  patricio  D.  Joaquín  Viz- 


LÍNEA.  CENTRO   ORIENTAL.  83 

ellas.  Son,  por  el  contrario,  de  las  más  estrechas,  incó- 
modas y  mal  decoradas  de  Madrid. 

Empezando  por  el  lado  más  inmediato  á  la  Puerta  del  caiiedePeUgros 
Sol  9  se  nos  presenta  desde  luego  (y  cabalmente  en  el 
punto  más  interesante,  por  la  confluencia  de  las  calles  del 
Príncipe  y  de  la  Cruz)  la  mezquina  y  sombría  apellidada 
antijguamente  de  los  Panaderos  j  después  de  los  Peligros 
(¡ ancha !)y  y  en  la  actualidad  de  Sevilla^  y  que  por  su 
estrechez  ha  habido  necesidad  de  cerrar  al  tránsito  de 
carruajes,  asfaltándola,  y  hay  precisamente  que  ensanchar 
en  otro  tanto,  si  ha  de  corresponder  á  la  importancia  del 
punto  que  ocupa. 

Flanquean  á  este  callejón  por  ambos  lados  los  dos,  ^^^^  ^^  ^^ 
aun  más  inmundos,  apellidados  el  primero,  en  lo  antiguo,  y  Gitano», 
de  los  Bodegones j  después  de  Hita,  y  actualmente  trave- 
sía de  los  Peligros  (¡y  tan  peligrosa  travesía!),  y  frontero 
á  él  el  de  los  Gitanos^  verdaderos  albañales  de  inmundicia 
social,  dignos  en  un  todo  de  sus  menguados  nombres  y 
reputación. — La  calle  de  los  Cedaceros,  también  estrecha,  ^^  ^  ^^^^^^ 
aunque  habilitada,  por  la  necesidad,  para  el  tránsito  de 
carruajes,  ha  reformado  en  estos  años  su  caserío,  quedan- 
do en  pié  todavía  del  antiguo  dos  únicas  casas  principa- 
les, una  señalada  con  el  número  11  nuevo,  que  fué  del 
Marqués  de   Valparaíso,  y  después    de  los  condes  de 
Parsent,  y  otra,  número  13,  con  vuelta  á  la  calle  del 
Sordo,  del  Marqués  de  Santiago. — Dicha  calle  del  Sordo 
y  su  paralela  la  de  la   Greda  sufrieron  plena  trasfor-  caiies  dei  sorto 
macion,  por  la  importancia  que  han  adquirido  con  ]j¡^y^*^^"^ 
construcción  del  palacio  del  Congreso  y  del  teatro  de  la 
Zarzuela  en  estos  últimos  años,  y  con  la  prolongación 
recientemente  hecha  hacia  el  Prado  por  el  jardin  de  Vi- 
Uahermosa. 

La  de  la  Greda  ha  aprovechado  para  su  reforma  total 
de  la  venta,  hecha  hace  algunos  años,  del  inmenso  jardin 


84  EL  Airriouo  hadrid. 


y  corralón  que  pertenecieron  al  palacio  del  Duque  de 
Maceda,  j  después  á  la  Duquesa  de  Medinaceli ,  entre 
dicha  calle,  la  del  Sordo  y  la  del  Turco. — En  este 
terreno,  ademas  de  haberse  roto  una  nueva  calle  trayiesa, 
titulada  de  Jovellánosy  se  han  construido  varias  casas 
nuevas,  algunas  de  ellas  casi  unos  palacios,  y  en  la  nueva 
de  Jovellános,  el  lindísimo  teatro,  ya  mencionado,  de  la 
Zarzuela, 

alie  del  Torco.  La  Calle  del  Turco  (apellidada  antes  de  los  Siete  jardi" 
nesy  cuyo  nombre  cambió  por  el  que  hoy  lleva,  á  causa 
de  haber  sido  alojado,  en  la  gran  casa  de  la  esquina  á  la 
de  Alcalá,  el  Embajador  del  Gran  Turco,  que  vino  á 
Madrid  en  1649)  (1)  no  ofrece  otro  objeto  notable  que 
el  sencillo  y  prolongado  edificio,  construido  en  los  últi- 
mos años  del  siglo  anterior  bajo  la  dirección  del  arqui- 
tecto D.  Manuel  Martin  Bodriguez,  sobrino  y  discípulo 
del  famoso  D.  Ventura,  y  con  destino  á  almacén  de 
cristales  procedentes  de  la  Real  fábrica  de  la  Granja. — 
Después  estuvo  ocupado  por  la  Sociedad  Económica  Ma- 
tritense, que  tenía  en  ¿1  sus  cátedras  de  Economía  polí- 
tica, Taquigrafía  y  otras  y  el  Colegio  de  aordo-mudos  y 
ciegos^  institución  de  la  misma  Sociedad.  También  estuvo 
en  él  establecido  el  Conservatorix)  de  Artes^  y  en  sus  salas 
se  celebró  la  primera  exposición  de  industria  en  1828. — 
Hoy,  roto  este  edificio  para  la  continuación  de  la  calle  de 
la  Greda,  está  ocupado  una  parte  por  la  Escuela  de  Ca- 
minos y  Canales,  y  otra  y  principal  por  la  Caja  de  De- 
pósitos. 

Calle  de  Aiwai  Eutremos  ya  en  la  hermosa  calle  de  Alcalá,  la  prime- 
ra, más  autorizada  y  digna  vía  del  Madrid  moderno,  des- 

(1)  A  la  entrada  de  esta  calle  del  Consejo  de  Ministros  don 
por  la  de  Alcalá  fué  alevosa-  Juan  Prim,  lá  noche  del  27  de 
mente  asesinado  el  presidente      Diciembre  de  1870. 


LÍNEA   CENTRO   ORIENTAL.  85 

* 

« 

de  la  Puerta  del  Sol  al  paseo  del  Prado,  ¿  más  bien  al 
arco  de  triunfo  erigido  al  gran  Carlos  III,  que  sirve  de 
entrada  al  camino  real  de  Aragón  con  el  nombre  de  Fuer-- 
ta  de  Alcalá, — Hemos  dicho  en  otro  artículo  que  cuando 
Madrid  estaba  limitado  á  la  parte  oriental  por  la  Puerta 
del  Soly  existia  entre  dicho  sitio  j  el  Prado  de  la  Villa  un 
extenso  olivar,  que  dio  su  nombre  á  la  nueva  calle,  forma- 
da á  mediados  del  siglo  XYI,  con  el  nombre  de  calle  de  los 
Olivares  j  de  los  Caños  de  Alcalá,  —  Prolongación  de  la 
espaciosa  línea  de  Poniente  á  Oriente,  que  venía  dividien- 
do á  Madrid  desde  la  antigua  puerta  de  la  Vega,  la  calle 
de  Alcalá,  como  su  paralela  la  Carrera  de  San  Jerónimo, 
no  tardó  en  ser  preferida  por  las  clases  más  elevadas  para 
la  construcción  de  sus  aristocráticas  mansiones  y  para  la 
fundación  (de  moda  en  aquellos  tiempos)  de  suntuosos 
conventos  j  casas  religiosas. 

De  éstos  (ademas  de  la  iglesia  y  hospital  Real  del  Buen  i^onjaa  vaiiecas. 
Suceso,  que  ocupaba  el  ingreso  de  esta  dalle  y  la  Carrera 
de  San  Jerónimo)  se  trajo  ya  á  la  de  Alcalá,  y  cuando  aun 
era  arrabal,  á  mediados  del  siglo  xvi,  el  de  monjas  ber^ 
nardas  que  existia  en  la  villa  de  Vaiiecas,  fundado  por 
Alvar  Garcidiez  de  Rivadeneyra,  maestresala  de  Enri- 
que IV;  construyéndoselas  de  orden  del  cardenal  Silíceo, 
Arzobispo  de  Toledo,  el  convento  é  iglesia  que  ocuparon 
hasta  nuestros  dias,  con  vuelta  á  la  callejuela  que  fué  ti- 
tulada con  el  nombre  de  una  imagen  llamada  Nuestra  Se- 
ñora de  los  Peligros,  de  poco  más  de  tercia  de  alta,  que 
trajo  el  doctor  Herrera  de  Jaén,  y  á  quien,  por  los  traba- 
jos de  que  le  habia  librado,  puso  dicha  advocación  y  colo- 
có en  este  mismo  templo. 

Por  otro  lado,  la  tal  callejuela  justifica  muy  bien  este  ciue  de  im  Pe- 
título,  y  anteriormente  aun  más  que  en  el  dia,  porque  "^'^ 
liasb  fines  del  siglo  pasado  avanzaba  tanto  la  cerca  del 
convento,  que  reducia  aquélla  auna  suma  estrechez,  hasta 


86  .   EL  ANTIGUO  MADRID. 

que  el  Conde  de  Montarco,  presidente  de  Castilla,  i  des- 
pecho de  las  monjas,  y  con  una  dosis  de  energía  muy  no- 
table en  aquella  época,  la  hizo  retirar  hasta  el  sitio  que 
ocupó  después,  que  no  era  mucho. — Este  edificio  deedi- 
.  chado  y  viejo,  que  después  de  la  traslación  de  las  monjas 
fué  sucesivamente  destinado  á  instrucción  de  quintos  y  de 
milicianos  y  á  colegio  electoral  ^  á  inuseo  filarmónico^  á  bolsa 
de  comercioj  á  teatro  UricOy  á  colegio  de  enseñanza  y  á  al" 
macen  de  plomos  y  ha  desaparecido  para  dar  lugar  á  la  cons- 
trucción de  magníficas  casas,  muy  propias  de  tan  privile- 
giada localidad,  permitiendo  al  mismo  tiempo  ensanchar  y 
regularizar  considerablemente  la  estrecha  y  pasajera  calle, 
que  debe  pronto  cesar  de  ser  y  llamarse  de  los  Peligro». 

Las  caiatnyaa.  A  principios  del  siglo  XYii  SO  trasladaron  también  á 
Madrid,  desde  la  villa  de  Almonacid  de  Zurita,  las  seño- 
ras comendadoras  de  la  Urden  de  Calatravay  y  con  la  pro- 
tección y  dones  del  Monarca  pudieron  construir  su  iglesia 
y  convento,  que.no  carecen  de  ostentación,  en  el  sitio  que 
hoy  ocupan  en  lo  alto  de  la  calle  de  Alcalá,  á  la  coal 
favorece  mucho  la  hermosa  cúpula  que  cubre  el  crucero 
del  templo.  Este  convento  y  su  religiosa  comunidad  no  se 
han  salvado  de  la  destrucción  y  trasiego  general  de  esta 
última  época,  quedando  sólo  la  iglesia,  en  que  se  conti- 
núa sin  interrupción  el  culto  divino,  con  gran  solemni- 
dad y  pompa,  á  que  se  asocian  las  ordeñes  militares  de 
Calatrava  y  Montesay  que  asisten  en  ella  á  sus  solemnes 
funciones  y  ceremonias.  Todavía  más  adelante,  en  la  mis- 
ma calle  y  en  el  terreno  convertido  hoy  en  jardin  del 
Marqués  de  Casa-Biera,  habia  otro  convento  de  monjas 
lm  BaronesftB.  Carmelitas  recoletas,  denominadas  las  Baronesas  y  por  sn 
fundadora  la  baronesa  D.*  Beatriz  Silveira,  que  fué  de- 
molido, y  vendido  su  solar  en  1836. 

Oármen  Descalzo      Últimamente ,  enfrente  de  éste  se  construyó,  con  puerta 
á  la  calle  de  los  Caños  de  Alcalá  y  en  los  primeros  años 


LfNBA  CBirrBO   ORIENTAL.  87 

del  siglo  xvii,  el  convento  de  padres  carmelitas  descalzos 
de  San  Hermenegildo,  aunque  la  iglesia  actual  fué  cons- 
truida en  1742  ;  hoy  sirve  de  parroquia  de  San  José,  y  es 
acaso  la  más  hermosa  y  capaz  de  las  iglesias  parroquiales 
de  Madrid.  Fué  trasladada  á  ella  la  parroquialidad  ¿  la  ex- 
tinción de  los  regulares  en  1836,  habiendo  estado  antes 
en  el  hospital  de  Flamencos,  calle  de  San  Marcos,  en  las 
monjas  de  Góngora  y  en  la  capilla  que  fundó  para  este 
objeto,  en  1745,  en  la  sala  teatro  de  su  propio  palacio,  el 
Duque  de  Frías  D.  Bernardino  Fernandez  de  Velasco.  — 
La  iglesia  actual  de  San  José,  ó  del  Carmen,  tiene  conti- 
gua la  capilla  de  Santa  Teresa,  fundada  primitivamente 
por  el  célebre  y  desdichado  ministro  D.  Rodrigo  Calde- 
rón, marqués  de  Siete  Iglesias,  y  en  ella  estuvo  deposi- 
tado su  cadáver  hasta  ser  trasladado  á  las  monjas  de  Por- 
taceli  de  Valladolid. — El  convento,  que  ocupaba  toda  la 
inmensa  manzana  número  288,  entre  las  calles  de  Alca- 
lá, de  las  Torres,  délas  Siete  Chimeneas  y  del  Barquillo, 
«n  una  extensión  de  202.668  pies,  y  la  huerta,  que  ya  ha- 
bia  sido  mermada  en  tiempo  en  que  vivia  en  la  casa  fron- 
tera el  Príncipe  de  la  Paz,  para  formar  la  plazuela  que 
tomó  del  mismo  el  titulo  de  Almirante,  hoy  del  Rey,  han 
sido  vendidos  después,  y  construidas  en  ella  diversas  casas 
particulares  y  el  teatro  de  Apolo. 

Entre  los  edificios  civiles  que  ostenta  esta  hermosa 
calle  de  Alcalá,  sobresale  por  su  belleza  é  importancia,  y 
ocupa  el  primer  lugar,  después  del  Real  palacio,  entre  to- 
dos los  públicos  de  Madrid,  el  construido  en  el  reinado 
del  gran  Carlos  III  con  destino  á  Aduana,  y  que  hoy  ocu- 
pan el  Ministerio  de  Hacienda  y  sus  dependencias.  Los  pla- 
nos y  dirección  de  este  suntuoso  palacio,  terminado  en 
1769,  corrieron  á  cargo  del  general  D.  Francisco  Sabati- 
ni,  y  su  elegante  arquitectura  y  el  buen  gusto  de  su  or- 
nato traen  á  la  memoria  los  prinieros  y  más  celebrados 


La  Aduana. 


88  EL  ANTIGUO  MADBU). 

palacios  de  Italia,  al  paso  qae  por  sq  extensión,  solidez  y 
grandeza )  pnede  sostener  la  comparación  con  los  buenos 
de  otras  capitales.  Desgraciadamente,  no  habo  la  mejor 
elección  en  cuanto  al  sitio  en  que  está  construido,  costa- 
nero é  intercalado  entre  otras  casas,  que  no  le  permiten  os- 
tentar fachadas  laterales  á  Levante  y  Poniente,  j  cam- 
pear con  la  independencia  y  desahogo  que  requerían  sa 
importancia  y  mérito  artístico;  y  lo  peor  fué  que,  para  ad- 
quirir aquel  -sitio  tan  inconveniente,  hubo  necesidad  de 
comprar  á  gran  cost^  hasta  diez  y  seis  casas  que  ocupaban 
aquella  superficie  de  80.000  pies  próximamente,  y  demo- 
lerlas, en  vez  de  haberse  fijado  en  otro  sitio  aislado;  bo 
renunciamos  todavía,  sin  embargo,  á  que  algún  dia  llegue 
á  ostentar  una  nueva  fachada  al  lado  que  mira  á  la  Puer- 
ta del  Sol,  rompiéndose  por  allí  una  calle  ó  pasaje  de  co- 
mercio por  el  sitio  que  ocupa  la  casa  del  Marqués  de  la 
Torrecilla,  que  sale  á  la  calle  angosta  de  San  Bernardo, 
hoy  de  la  Aduana. 
Academia  de     Lindante  con  este  suntuoso  edificio  luce  todavía  (pro- 

San  Fernando.  .  i     i    \     i      i  x  •       •      i 

porción  guardada)  el  otro  que  ocupa  en  su  parte  pnncipal 
la  Real  Academia  de  Nobles  Artes  de  San  Fernando^  y  en 
el  piso  segundo  el  Gabinete  de  Historia  Natural ,  á  cuya 
reunión  alude  la  elegante  inscripción  que  D.  Juan  de 
Iriarte  compuso  y  está  colocada  sobre  la  puerta  principal : 
«  Carolus  III  rex^  naturam  et  artera  sub  uno  tecto  in  publi' 
cam  utilüatem  consociavit.  y>  Efectivamente,  en  los  salones 
bajos  y  principales,  ocupados  por  la  Academia,  se  en- 
cuentran sus  bellas  galerías  de  pintura  y  escultura  y  algu- 
nas de  sus  enseñanzas,  y  en  la  parte  alta  de  este  edificio 
el  precioso  gabinete  de  Historia  Natural;  pero  esta  re- 
unión de  ambos  importantísimos  establecimientos,  que 
pudo  tolerarse  en  una  misma  casa  cuando  eran ,  puede  de- 
cirse, nacientes,  no  tardó  en  hacerse  incompatible  con  el 
aumento  y  prosperidad  sucesiva  de  ambos ;  y  ya  en  el  reí- 


LÍNEA   CENTRO   ORIENTAL.  89 

nado  del  mismo  Carlos  III  dispuso  aquel  gran  monarca 
la  construcción  del  magnífico  Museo  del  PradOy  con  des- 
tino á  la  colocación  del  de  Ciencias  Naturales;  pero  como 
este  suntuoso  edificio  ha  recibido  otra  aplicación,  al  paso 
que  el  Gabinete  ha  crecido  extraordinariamente  en  precio- 
sos objetos  de  los  tres  reinos,  que  no  pueden  ser  disfruta- 
dos ni  colocados  científicamente  en  las  estrechas  y  som- 
brías salas  de  esta  casa,  es  de  absoluta  necesidad  su  tras- 
lación á  otro  edificio,  si  puede  ser,  construido  expresa- 
mente; sobre  lo  cual  creemos  que  existan  planes  y  aun 
cesión  por  parte  de  S.  M.  del  sitio  conveniente  en  el  Re- 
tiro; reuniendo  así,  como  deben  estarlo,  los  tres  estable- 
cimientos que  forman  el  Museo  de  Ciencias  Naturales  y  á  sa- 
ber :  el  Gabinete j  el  Botánico  y  el  Observatorio  Astronó' 
'nica.  —  Esta  casa  fué  obra  del  arquitecto  D.  Pedro  Ri- 
vera, y  sirvió  primero  para  el  Estanco  del  tabaco,  siendo 
adquirida  á  censo,  por  el  Gobierno,  de  D.  Francisco  de  Go- 
jeneche,  conde  de  Saceda,  marqués  de  Bejzunce  :  no  ca- 
rece de  grandiosidad ,  especialmente  en  su  portal  y  her- 
mosa escalera,  si  bien  recargó  la  portada  con  los  adornos 
acostumbrados  de  su  gusto,  que  fueron  mandados  quitar,  y 
reformada  aquélla,  cuando  Carlos  III  colocó  allí  la  Aca- 
demia y  Gabinete ;  tiene  de  sitio  36.695  pies. 

Aunque  no  precisamente  en  la  calle  de  Alcalá,  sino  mi-  Bu«n*Ti8ta. 
nindo  á  ésta  desde  larga  distancia,  se  levanta  el  ostentoso 
palacio  de  Buenavista^  que  hoy  ocupa  el  Ministerio  de  la 
Guerra,  obra  verdaderamente  regia,  mandada  construir 
en  los  últimos  años  del  siglo  pasado  por  la  célebre  duque- 
sa de  Alba  D.'  María  del  Pilar  Teresa  de  Silva  y  su  espo- 
so el  Marqués  de  Villafranca,  que  no  llegaron,  sin  embar- 
go, i  verle  concluido  ni  á  habitarle.  En  1805  fué  compra- 
do este  palacio  á  los  herederos  de  la  Duquesa  por  la  villa 
de  Madrid,  y  regalado  al  almirante  Principe  de  la  Paz, 
que  tampoco  lo  llegó  á  ocupar;  y  secuestrados  en  1808 


so 


SL  ANTIGUO  MADBID. 


los  bienes  de  éste,  ha  venido  recibiendo  distintas  aplica- 
ciones, tales  como  Parque  de  Artillería  ^  Mu$eo  milüor^ 
habitación  del  regente  del  reino  Duque  de  la  Victoria  (1), 
del  embajador  turco  Fuad-E/endí,  j  por  último  Ministerio 
de  la  Guerra.  En  él  también  fueron  recientemente  alojados 
el  principe  Muley-El-Abbas  j  los  embajadores  de  Marrue- 
cos que  vinieron  é  Madrid  después  de  la  paz  en  1860. 

En  el  sitio  que  ahora  ocupa  este  suntuoso  palacio  7  sus 
cercanias  estaban  las  casas  del  Marqués  de  la  Ensenada^ 
de  D.  Francisco  de  Hojas ,  Diego  de  Vargas,  D,  Rodri- 
go de  Silva  y  otros,  formando  las  calles  de  la  Emperatriz^ 
de  Buenamsta  (hoy  cerradas),  y  que  salían  á  la  del  Bar- 
quillo, y  la  plazuela  de  Chamberí j  dentro  del  inmenso  tér- 
mino comprendido  ahora  bajo  el  número  de  la  manza- 
na 277,  y  que  ha  absorbido  también  las  286  y  287.  A  sa 
limite  por  la  calle  de  Alcalá  á  la  del  Barquillo  se  alza 
hoy  la  moderna  casa  del  Marqués  de  Casa-Irujo,  y  á  la 
esquina  del  pgseo  de  Recoletos  la  casa  que  fué  Dirección 
de  Infantería,  y  después  habitación  del  Presidente  del 
Consejo  de  Ministros  (2).  Este  edificio  (considerado 
también  como  del  Estado,  aunque  procedente  igualmente 


(1)  Con  alusión  á  la  vecindad 
de  la  casa  de  la  embajada  ingle- 
sa al  palacio  de  Buenavista,  y 
de  la  supuesta  influencia  que 
ejercía  el  ministro  británico  mis- 
ter  Asthon  en  los  consejos  del 
regente  Espartero,  se  dijo  haber 
aparecido  un  diade  1841  este 
pasquin  : 

<Bn  este  palacio 
»  Habita  el  Regente ; 
»  Pero  el  que  noi  rige  * 

»Vive  en  el  de  enfrente.» 


(2)  Derribado  este  edificio 
en  1870,  se  ha  dedicado  su  sokr 
y  el  jardín  contiguo  á  paseo  pú- 
blico y  á  un  magnifico  parque 
delante  del  palacio  de  Bueoa- 
vÍ8ta,que  se  ha  cerrado  con  una 
elegantísima  verja  de  hierro. 
Dicho  palacio  de  Buenavista  0e 
ha  duplicado  ó  triplicado  con 
magnífica  edificación  hasta  lis 
calles  del  Barquillo  y  del  Saúco, 
y  hoy  forma,  después  del  Real 
Palacio,  el  más  grandioso  edifi- 
cio de  la  corte. 


LÍNBA  CENTBO  OBIBNTAL.  91 

del  secuestro  de  Godoy,  y  en  que  vivió  su  hermano  don  *' 
Diego  en  1808)  no  merecia  ciertamente  detenemos  en  ¿1^ 
y  únicamente  como  recuerdo  histórico  repetiremos  que 
sn  hermoso  jardin  era  la  misma  famosa  huerta  del  regidor 
Juan  Fernandez  y  célebre  por' su  amenidad,  y. relacionada  pfjSMÜte/"*" 
con  las  memorias  poéticas  del  siglo  xvii^  como  sitio  que 
era  entonces  de  pública  recreación  y  y  á  que  aludieron  y 
en  el  que  colocaron  algunas  ingeniosas  escenas  de  sus  dra- 
mas los  célebres  escritores  de  aquella  época,  entre  ellos 
Tirso  de  Molina,  que  la  dedicó  y  consignó  su  nombre  en 
una  comedia  entera  :  La  Huerta  de  Juan  Fernandez, 

Estos  son  los  principales  edificios  de  la  hermosa  calle 
de  Alcalá,  que,  como  tan  principal  y  señalada,  no  tardó  en 
ser  escogida  por  la  nobleza  de  la  corte  para  su  residencia 
j  mansión,  construyendo  desde  principios  del  siglo  xvii 
considerables  casas  particulares;  hoy  existen  ya  muy  pocas 
de  ellas,  habiendo  sido  sustituidas  casi  todas  con  otras  aun 
más  suntuosas  y  decoradas. — Entre  las  que  aun  existen 
de  aquella  época,  apenas  podrá  citarse  alguna  otra,  como 
la  última  de  dicha  calle  con  vuelta  al  Prado,  propia  hoy 
de  los  marqueses  de  Alcañices  y  antes  de  los  duques  de  ^^^^  Aicafu- 
Ariün  y  de  Béjar,  construida  por  D.  Luis  Méndez  Carrion, 
marqués  del  Carpioy  y  que  aun  conserva  la  torrecilla  so- 
bre su  esquina,  que  era  el  distintivo  de  todas  las  casas  prin^ 
cipales  de  la  antigua  nobleza  madrileña. 

La  que  estaba  contigua,  que  fué  del  Marqués  de  Villa-  ^¡^^^  ^  campo 
maina  y  después  de  los  condes  de  Campo  Alange,  sirvió  ^^^f^ 
desde  muy  antiguo  de  residencia  á  la  embajada  inglesa. 
En  ella  se  refugió,  en  16  de  Mayo  de  1726,  el  famoso  mi- 
nistro de  Felipe  V,  Duque  de  Riperdá ,  y  de  ella  fué  ex- 
traído, en  25,  con  notable  allanamiento  y  violencia,  de  la 
mansión  del  embajador  Stanhope ,  que  ocasionó  tan  vivas 
reclamaciones  de  parte  del  gobierno  británico.  En  ella , 
en  fin ,  hemos  conocido  en  nuestros  dias  de  ministros  de 


92  EL  ANTIGUO   MADRID. 

la  Gran  Bretaña  a  sir  Enrique  Wellesley,  hermano  del 
célebre  lord  Wellington,  sir  Jorge  Williers  {lord  Cía- 
rendon)y  después  ministro  de  Negocios  Extranjeros  en  In- 
glaterra; mister  Asthon  y  otros,  hasta  que,  adquirida  dicha 
casa  por  el  rico  banquero  Sr,  Santa  Marca ,  hizo  cons- 
truir en  su  solar  una  de  las  más  ostentosas  y  magnificas 
entre  las  particulares. 
Casa  de  Riera.      I^  casa-palacio  uúmero  64,  que  hoy  posee  el  Marqués 
de  Casa-Riera  y  y  ha  enriquepido  con  obras  de  considera- 
ción y  con  un  nuevo  jardin  en  el  solar  del  convento  de 
las  Baronesas,  es  también  moderna,  de  principios  del  si- 
glo actual,  y  fué  construida  y  señalada  en  dote  para  la 
señora  Duquesa  de  Abrántes,  por  cuya  circunstancia  era 
designada  con  el  nombre  de  la  Casa  de  los  Alfileres.  En 
lo  antiguo  existia  en  este  solar  la  que  el  Marqués  de  Anñon 
(de  quien  ya  hablamos  en  el  capitulo  correspondiente  á  la 
parroquia  de  Santiago)  hizo  labrar  para  su  hijo  natoiad 
2?.  Rodrigo  de  Herrera  y  célebre  poeta  dramático,  autor 
de  las  comedias  Del  Cielo  viene  el  buen  rey  y  La  Fe  no 
ha  menester  armas.  Después  fué  del  Conde  de  Miranda  y 
de  las  memorias  fundadas  por  el  Marqués  de  Mancera.  Ya 
queda  dicho  que  á  mediados  del  siglo  xvii  fué  alojado 
en  esta  casa  el  embajador  turco,  que  dio  nombre  á  la  calle 
contigua ;  en  el  edificio  ¿uevo  vivieron  en  nuestros  dias 
los  marqueses  de  Ariza ,  el  embajador  de  Rusia  Príncipe 
Tatischef ,  y  el  célebre  provisionista  francés  y  gran  finan- 
ciero Mr.  Ouvrard  en  1823  y  24,  en  cuyo  tiempo  se  ce- 
lebraron en  sus  salones  magníficos  saraos  y  festines ,  hasta 
que  la  adquirió  el  señor  Riera  j  que  ha  invertido  en  su  de- 
coración grandes  sumas.  La  extensión  de  esta  casa  y  sus 
dos  jardines  es  considerable ;  ademas  tiene  enfrente,  en  la 
calle  del  Turco ,  otra  también  grande  para  cocheras  y 
oficios ,  con  la  que  se  comunica  por  una  galería  subter- 
ránea. 


LÍNEA  CENTRO   ORIENTAL. 


93 


Las  dos  casas  modernas  que  están  más  arriba  j  conoci- 
da una  por  la  de  los  Heroa  y  por  el  almacén  de  cristales  ros  y  Depósito 
(que  S.  A.  el  infante  D.  Sebastian  después  ocupó,  y  hoy  ^**'^'*^**- 
ocupa  la  Presidencia  del  Consejo  de  Ministros)^  y  la  otra, 
en  que  se  halla  el  Depósito  Hidrográfico  ^  fueron  también 
de  la  antigua  nobleza ;  y  la  del  Conde  de  Saceda,  que  sólo 
tema  piso  bajo ,  aunque  en  la  grande  extensión  de  32.284 
pies,  también  ha  sido  sustituida  por  un  nuevo  edificio, 
propio  del  Sr,  Casariego. — Otros  opulentos  capitalistas  han 
construido  en  estos  últimos  años  elegantes  casas  en  el  sitio 
que  ocupaban  las  antiguas,  entre  ellas  la  Hospedería  de 
los  Cctrtújosj  sobre  caya  puerta  estaba  colocada  la  famo-  LotCartu- 
aa  estatua  de  San  Bruno,  obra  muy  excelente  del  escultor 
Pereira  (1). 

En  toda  aquella  acera  no  ha  quedado,  pues,  en  pié,  de 
las  casas  nobiliarias  antiguas,  más  que  la  señalada  con  el 


(1)  Esta  bellísima  estatua,  de 
quien  se  dijo  muy  expresiva- 
mente que  hablaría  si  no  fuera 
cartujo,  se  halla  hoy  en  el  Mu- 
seo de  la  Real  Academia  de  San 
Femando.  Y  como  estamos  bor- 
rajeando un  Paseo  anecdótico, 
no  queremos  privamos  de  es- 
tampar un  caso  (aunque  moder- 
no) referente  á  ella,  que-  acaso 
logre  hacer  asomar  la  risa  á  los 
labios  del  lector. 

Era  en  1823,  al  regreso  de  Fer- 
nando VII  de  su  viaje  á  Cádiz 
y  la  extinción  del  gobierno 
constitucional ,  y  celebrábanse 
estos  acontecimtentos  con  gran- 
des iluminaciones  y  regocijos. 
En  la  casa  donde  estaba  la  hos- 
pedería de  los  cartujos  (núme- 


ro 40  moderno),  suprimidos  dos 
veces,  una  en  tiempo  de  los 
franceses  y  otra  en  el  de  la 
Constitución ,  veíase ,  en  el  ni- 
cho donde  antes  la  estatua  de 
San  Bruno,  un  trasparente  con 
esta  deliciosa  décima : 

«El  prodigio  de  las  artes, 
»E1  San  Bruno  de  los  Branos , 
»E1  perseguido  de  tunos, 
»B1  que  admiró  en  todas  partes ; 

9E1  qae [oh  mi  Dioii  no  me  apartes 

»De  tenerte  devoción ; 
»BI  qae  dos  veces  baloon 

bVIó  este  nicho  convertido 

»¡Oraclas  á  Dios  que  ha  caldo 
»La  infame  y  negra  facción  I » 

Malo. 

Este  malo  (con  M  grande)  era 
el  apellido  del  autor. 


/• 


94  EL  ANTIGUO  HADBID. 

número  44  nuevo,  que  hace  esquina  y  vuelve  á  la  de  Ce- 
daceros, y  fué  del  mayorazgo  fundado  por  Baltasar  Gil 
Imon  de  la  Mota.  Todas  las  demás  son  nuevas,  construidas 
sobre  las  ruinas  de  las  antiguas,  y  obra  de  la  opulencia  ' 
mercantil  y  de  la  clase  media,  que  ha  desalojado  de  allí  á 
la  antigua  aristocracia. — Lo  mismo  sucede  en  la  acera 
opuesta,  donde,  á  excepción  de  la  casa  del  Marqués  de  la 
Torrecilla j  número  15,  inmediato  ala  Aduana,  y  la  seña- 
lada con  el  número  25  nuevo,  del  Conde  de  Pino^HermosOj 
que  fué  del  de  Villar eal^  donde  hoy  está  el  Veloz-Club, 
ninguna  otra  queda  ya  de  las  del  siglo  xvii,  habiendo 
sufrido  las  restantes  renovación  completa  ó  parcial  en 
manos  de  los  capitalistas  modernos. 

Tal  como  hoy  se  ostenta  esta  magnifica  calle,  puede 
sostener  la  comparación  con  las  primeras  de  otras  capita- 
les europeas ,  y  recientemente ,  con  el  ensanche  de  la 
Puerta  del  Sol,  aunque  pierde  en  longitud,  gana  en  an- 
chura por  su  entrada,  que  antes  era  de  47  pies  por  aquel 
extremo,  mientras  que  llega  á  contar  233  á  la  entrada 
del  Prado.  También  pudiera  allanarse  algo  más  el  desni- 
vel del  pavimento,  de  suerte  que  permitiera  disfrutar  su 
vista  de  un  extremo  al  otro,  si  bien  es  preciso  confesar 
que  en  estos  últimos  años  ha  recibido  considerables  me- 
joras en  este  punto ,  y  con  la  colocación  de  sus  espaciosa» 
aceras,  de  las  columnas  para  el  alumbrado  y  el  plantío  de 
los  árboles  en  toda  la  mitad  baja,  que  lo  permite  por  su 
anchura,  se  ha  acercado  mucho  al  grado  de  elegancia  que 
reclamaba  la  primera  calle  de  la  capital. — Bajo  este  ca- 
rácter (que  no  adquirió,  sin  embargo,  hasta  ya  entrada 
el  siglo  XVIII,  venciendo  á  su  rival  y  paralela  la  Carrera 
de  San  Jerónimo)  la  calle  de  Alcalá  viene  ocupando  las 
páginas  de  la  historia  madrileña  en  esta  última  época,  y 
figurando  desde  entonces  en  primera  linea  en  las  demos- 
traciones solemnes  á  que  dieron  lugar  las  guerras,  los  le- 


LÍNEA  CENTRO   OBÜENTAL.  95 

Yantamientos  y  tumultos  populares^  las  entradas  trinofa- 
les  y  y  las  ceremonias  y  festejos  de  la  corte  y  villa.  En 
unas  ocasiones ,  y  según  lo  han  requerido  las  circunstan- 
cias, se  ha  visto  cubierta  de  tropas  y  cañones,  de  fosos  y 
barricadas;  en  otras,  por  fortuna  más  frecuentes,  se  ha 
mirado  engalanada  con  los  arcos  de  Tito  y  de  Trajano, 
con  las  agujas  de  Luksor,  con  los  templetes  alegóricos  de 
Atenas  y  Corinto. 

£1  último  trozo  de  esta  hermosa  calle,  más  allá  del  pa- 
seo del  Prado,  está  embellecido  por  la  derecha  con  la  ver- 
ja de  los  jardines  del  Retiro,  y  las  construcciones  moder- 
nas á  su  izquierda.  Hasta  el  reinado  de  Felipe  III  no  se 
construyó  puerta  de  ingreso  por  este  lado ,  y  entonces,  y 
con  motivo  de  la  entrada  de  la  reina  doña  Margarita  en 
1599,  se  levantó  ésta  como  hacia  el  sitio  donde  hoy  está 
la  entrada  del  Retiro  por  la  Glorieta.  Era  mezquina,  y  con- 
sistía en  dos  torrecillas  con  un  arco  en  medio,  y  fué  derri- 
bada en  1764,  cuando,  con  ocasión  del  advenimiento  del 
gran  Carlos  III  al  trono  español,  se  acordó  levantar, 
bastante  más  apartado,  el  magnifico  arco  de  ^triunfo  que 
hoy  sirve  de  puerta,  que  dirigió  el  teniente  general  don 
Francisco  Sabatini,  y  es  una  de  las  más  preciadas  obras 
de  aquel  reinado,  terminada  en  1778 ,  según  se  ve  por  la 
dedicatoria  de  su  frontis : 


Rege  Carolo  III.  Anno  MDCCLXXVIIL 

Hoy,  demolido  todo  el  caserío  y  la  parte  del  Retiro  y 
cerca  qne  circundaba  el  arco,  se  ha  formado  la  anchísima 
plaza  titulada  de  la  Independencia ,  dejando  aislado  en  su 
centro  el  monumento. 


í<6  EL   A^IOUO   MADRID. 


VII. 


*  RECOLETOS  T   EL   BARQUILLO. 


A  la  izquierda  de  la  puerta  de  Alcalá  v  hasta  la  de  Re- 
coletos (reconstruida  de  nueva  planta  en  el  reinado  de 
Fernando  el  VI,  y  que  ha  sido  derribada)  se  empezó  á 
formar  ya  en  el  siglo  xvii,  con  destino  á  hornos  y  tahonas, 
uaNntva.  uu  cascrío  quc  se  llamó  Villa  Nueva  ^  compuesto  de  cua- 
renta y  dos  edificios  inmediatos  al  que  tenía  allí  desde  más 
antiguo  el  Ayuntamiento  de  Madrid ;  si  bien  los  grandes 
edificios  delanteros,  conocidos  luego  con  este  nombre,  eran 
obra  posterior,  de  mediados  del  siglo  pasado.  En  él  se 
construyó,  también  en  el  reinado  de  Femando  el  VI,  la 
gran  panera  en  figura  de  rotonda  que  daba  al  paseo  de 
Recoletos,  y  era  capaz  de  100.000  fanegas  de  grano.  Los 
otros  edificios  que  continuaban  hasta  la  puerta  de  Alcalá 
y  servian  de  cuartel  de  ingenieros  eran  otras  de  las  obras 
más  importantes  del  reinado  de  Carlos  III.  En  esta  in- 
mensa manzana,  destinada  desde  hace  muchos  años  á  ex- 
traños usos,  es  donde,  á  nuestro  entender,  debió  colocar- 
se la  nueva  Aduana  (1). 

Después  de  los  edificios  del  Pósito,  hasta  la  puerta  de 
Kícototos.    Recoletos,  estaban,  como  ya  expresamos,  el  antiguo  con- 
vento de  agustinos  recoletos  y  su  huerta ,  que  compren- 
día nada  menos  de  515.459  pies,  y  la  casa  y  huerta  del 

(1)  Todo  esto  ha  variado  com-  estos  solares  y  los  contiguos  de 
pletamente  de  aspecto  con  los  las  afueras,  con  los  nombres 
suntuosos  barrios  levantados  en      de  Recoletos  y  Salamanca. 


RECOLETOS  T  EL  BARQUILLO.  97 

Conde  de  Oñate^  marqués  de  Montealegre,  con  cerca  de 
200.000 ;  la  huerta  que  después  ocupó  el  Colegio  de  Ve- 
terinaria,  que  perteneció  á  San  Felipe  Neri,  conservó  la 
misma  forma,  con  un  gran  saliente  fuera  de  la  puerta  y 
la  enorme  superficie  de  523.716  pies  (1).  Por  el  lado 
opuesto  al  principio  del  paseo ,  después  de  la  huerta  del 
regidor  J%mn  Fet^nandez ,  la  gran  casa  y  jardín  del  almi- 
rante de  Castilla  D.  Juan  Gaspar  Enriquez  de  Cabrera, 
(]ue  daba  vuelta  por  la  calle  llamada  entonces  del  Escorial^ 
y  que  después  recibió  el  título  del  Almiraíite,  que  aun 
conser\'a ,  hasta  la  de  los  Rei/ea  Alta ,  hoy  de  las  Salesae, 
Cedida  esta  posesión  en  gran  parte  por  aquel  ilustre  mag- 
nate para  la  fundación  del  convento  de  San  Pascual ,  y 
convertida  en  iglesia  la  sala-teatro  del  propio  palacio,  en- 
riqueció á  ésta  con  su  preciosa  colección  de  pinturas  de 
los  mejores  maestros ;  rico  tesoro  que  desapareció  en  tiem- 
|K)  de  la  dominación  francesa.  Cayó  también  en  nuestros 
(lias  la  iglesia  para  ensanche  del  paseo,  y  ha  vuelto  á  ser 
construida  alineando  con  los  nuevos  palacios.  El  resto  de 
la  huerta  fué  después  del  general  de  artillería  1).  Juan 
Brancac/iOy  con  cuyo  apellido  es  aún  conocida,  y  el  antiguo 
(»alacio  ó  retiro  del  Almirante  desapareció  también  é  im- 
pulso del  tiempo. — A  la  otra  esquina  de  esta  calle  del  Al- 
mirante, y  entre  ésta  y  la  llamada  hoy  de  la  Veterinaria 
(antes  de  San  José),  se  alzaba  ya  en  principios  del  siglo 
))asado  la  casa  y  famoso  jardin  del  Conde  de  Baños,  des- 
pués del  de  Altamira,  y  luego  del  Duque  de  Medina  de  laK 
Torres,  conocida  modernamente  por  las  Delicias,  cuando 
ostaba  abierta  al  público  con  bailes,  conciertos,  baños , 
fonda  y  otros  excesos ;  pública  recreación  enseñoreada  des- 
pués del  sitio  de  la  huerta  contigua  de  Brancacho  ó  el 

(I)  Hoy  se  construye  en  este  inm2n8C  solar  el  palacio  destinado 
á  Museos  y  Bibliotecas. 

II.  7 


98  EL  AKTIGUO   MADRID. 

Almirante,  con  los  nombres  de  la  Camelia  y  el  Elüeo,  etc. 
Hoy  todo  se  ha  transformado  en  palacios,  circos,  etc. 

Más  alia  jle  dicha  calle  antigua  de  San  José,  en  diver- 
sidad de  sitios,  que  todos  fueron  comprados  para  este  ob- 
jeto, se  fundó  por  la  reina  doña  María  Bárbara  y  su  es- 
poso D..Fernando  el  VI,  en  1758,  el  suntuoso  monasterio 
Saiesas  Reales,  de  la  Vmitacion  de  religiosas  Salesas,  con  su  extendida 
huerta  y  jardín,  que,  en  unión  del  monasterio,  comprenden 
el  inmenso  espacio  de  750.523  pies,  y  todavía  se  agrega- 
ron á  él  otras  posesiones  contiguas ;  habiendo  invertido  en 
esta  grandiosa  fundación  la  enorme  suma  de  83  millonea 
de  reales,  según  una  nota  puesta  en  la  copia  del  testamen- 
to de  dicha  reina,  que  existe  en  la  Biblioteca  Nacional. — 
En  cuanto  á  la  grandeza  y  mérito  artístico  del  edificio, 
dirigido  por  los  arquitectos  Carliery  Moradillo,  no  podría 
negársele  sin  injusticia,  si  bien  no  es  todo  lo  que  hubiera 
sido  algunos  años  después ,  con  los  adelantos  del  arte  y 
del  buen  gusto,  y  mucho  menos  correspondiente  todavía 
á  las  inmensas  sumas  prodigadas  en  él.  £1  templo,  sin 
embargo ,  por  su  elegante  forma ,  por  la  riqueza  de  sn 
materia  y  la  preciosidad  de  su  ornato  y  accesorios,  entre 
los  que  sobresale  el  sepulcro  de  los  reyes  fundadores,  que 
yacen  en  él,  es,  sin  duda  alguna,  el  más  ostentoso  de 
Madrid  (1). — El  convento  puede  llamarse  un  verdadero 
palacio  regio,  especialmente  la  parte  designada  con  este 
nombre  por  la  reina  fundadora,  que  destinaba  á  su  habi- 
tiacion  la  que  mira  á  los  jardines.  Estos  y  la  huerta  soii 
primorosos,  y  la  extendida  cerca  que  los  limitaba  por  los 
paseos  de  Becoletos  y  de  la  Bonda,  hasta  incorporarse 
con  la  otra  del  extinguido  convento  de  Santa  Bárbara, 


(1)  En  el  otro  lado  del  cruce-      nacional  al  general  D.  Leopoldo 
ro   se  ostenta  hoy  la  suntuosa      O'Donnell,  duque  de  Tetnan. 
tumba  elevada   por  suscricion 


RECOLETOS  Y  EL  BARQUILLO.  99 


acaba  de  ser  demolida  para  el  ensanche  del  paseo  (1). 

Antes  de  la  fundación  de  este  magnífico  monasterio,  y 
según  el  plano  del  siglo  xvii,  ocupaban  aquel  sitio  varias 
casas  y  huertas ;  y  desde  el  altillo  que  hoy  forma  la  pla- 
zuela de  las  Salesas  corria  recta  la  calle  del  mismo  nom- 
bre (entonces  llamada  de  los  Reí/es  Alta)  á  salir  á  la  de 
Alcalá,  por  donde  después  fué  jardín  conocido  por  el  del 
Valenciano  j  y  entre  donde  después  se  alzaron  los  edifi- 
cios de  Buéna-Viata  y  la  Dirección  de  Infantería.  Todo 
esto  ha  Tariado  completamente  con  la  rotura  al  paseo  de 
Recoletos  de  las  calles  del  Saúco,  Píamente  y  Salesas,  en 
donde  se  ha  formado  el  barrio  más  elegante  de  Madrid. 

En  el  lugar  que  ocupaba  el  convento  y  huerta  de  las  santa  xercfa. 
monjas  de  Santa  Teresa  estaba  la  casa  del  Príncipe  As- 
tülano,  fundador  del  mismo  convento  :  en  1656  las  calles 
del  propio  nombre,  de  San  Lúeas j  Piainonte,  del  Rincony 
del  Saúco,  de  la  Emperatriz,  de  la  Buena-  Vista  y  la  pla- 
zuela del  Chamberí,  todas  tenían  salidas  á  las  ya  citadas 
de  los  Re7/es  Alta  ó  Salesas  ;  Varias  de  ellas  quedaron  su- 
primidas ó  cortadas  con  la  construcción  del  palacio  de  los 
Duques  de  Alba ,  que  incorporaron  á  la  dilatada  manza- 
na 277  las  286  y  287 ,  donde  entonces  estaban  las  casas 
de  los  Valenzuelas,  Yermos ,  Alvarados  y  otras.  —  Las 
demás  casas  entre  dichas  calles  del  Satíco  y  del  Piamon- 
te,  donde  después  se  alzó  el  edificio  construido  en  el  rei- 
nado anterior  con  destino  á  las  misiones  de  San  Vicente 
Paul,  y  ocupado  luego  por  una  prísion  de  mujeren,  y  la 
elegante  y  moderna  casa  contigua  del  señor  Conde  de 
Vegamar,  pertenecieron  al  Conde  de  Molina,  y  después  al 


(1)  Lanzada  la  coinunidad  en       ba  para  hacer  una  transfonna- 
1870,  ha  sido  destinado  el  con-      cion  completa  en  un  barrio  mag- 


vento  á  Palacio  de  Justicia,  y      nifico. 
derribado  todo  lo  que  le  rodea- 


100  EL   ANTIGUO   MADRID. 


de  Torrehermosa.  Destruido  hoy  el  convento,  rotas  las 
calles  y  establecidas  otras  nuevas. 
Calle  Real  del      Esta  calle  Real  del  Barquillo  (según  dice  D.  Nicolás 
Barquillo.  Moratin)  correspondió  en  un  principio  a  la  jurisdicción 

de  Vicálvaro,  sin  duda  por  estar  fundada  en  tierras  de  sa 
término,  y  se  hizo  desde  luego  una  importante  vía  de  co- 
municación entre  la  parte  central  y  alta  de  Madrid;  im- 
portancia que  ha  ido  creciendo  sucesivamente,  y  hecho 
necesaria  la  reconstrucción  y  alineación  de  esta  calle  y 
sus  avenidas  en  los  presentes  años. — Ya  queda  dicho  en 
los  términos  en  que  estaba  fundada  por  la  derecha,  y  las 
comunicaciones  que  la  ponian  en  contacto  con  el  paseo  de 
Recoletos;  todas  han  sido  restablecidas,  aunque  hubiera 
sido  conveniente  que  al  verificarse  los  rompimientos  y 
nuevas  construcciones  se  procediera  á  rebajar  el  terreno, 
disimulando,  cuando  no  suprimiendo  del  todo,  el  grandes- 
nivel  ocasionado  por  la  colina  que  media  entre  dicha  calle 
y  el  paseo  del  Prado  (1). 

Del  lado  de  la  izquierda  aparecía  esta  calle  aun  más 
solitaria  y  triste,  ocupada  por  el  convento  y  huerta  de 
Carmelitas  Descalzos,  que,  como  hemos  dicho,  avanzaba 
hasta  ocupar  casi  todo  el  espacio  que  ahora  se  llama  Pla- 
zuela del  Rey  y  y  primero  del  Almirante  (Godoy),  en  cu- 
yos últimos  años  de  privanza ,  primeros  de  este  siglo,  fué 
formada  para  dar  mayor  desahogo  á  las  casas  que  hacen 
esquina  y  á  la  frontera ,  propias  ambas  de  su  esposa  la 
Condesa  de  Chinchón;  dichas  casas  se  comunicaban  por 
medio  de  un  pasadizo  por  cima  de  la  calle  á  la  altura  de 
los  pisos  principales,  que  ha  sido,  por  fortuna,  suprimi- 
do; si  bien  éste  no  aparece  en  el  plano  del  siglo  xvn,  y 
no  sabemos  si  fué  obra  del  mismo  Príncipe  de  la  Paz,  ó 


(1)  Se  lian  roto  las  calles,  aun-      mirante,  no  se  ha  operado  como 
que  en  alguna,  como  en  la  del  Al-      debia,  la  nivelación  del  terreno. 


RECOLETOS  Y  EL  BARQUILLO. 


101 


anterior  (1). —  Las  casas  contiguas,  procedentes  del  doc- 
tor Sandi,  doña  Beatriz  Vargas  y  otros  varios,  estaban 
ya ,  poco  más  ó  menos ,  en  los  mismos  términos  que  hoy 
á  mediados  del  siglo  pasado,  cuando  pertenecían  á  D.  José 
Ignacio  Goyeneche ;  y  á  ellas  seguia  luego  la  extendida 
tapia  de  la  huerta  de  los  duques  de  Frías ,  que  ocupaba 
nádamenos  que  187.200  pies,  con  inclusión  del  palacio 
que  da  á  la  plazuela  del  mismo  nombre  y  a  la  calle  de 
Góngora,  antes  de  Santa  Bárbara  la  Vieja, — Esta  in* 
mensa  posesión,  recientemente  suprimida  y  rota  por  va- 
rios lados ,  ha  sido  poblada  de  nuevo  y  elegante  caserío, 
dando  salida  á  las  dos  calles,  cerradas  por  ella,  de  Santa 
Marta  del  Arco  y  de  Válgame  Dios  (ahora  de  Gravina). 
Todavía  la  enorme  manzana  307 ,  aun  convertida  ya  en 
tres  trozos ,  debe  romperse  por  la  calle  cerrada  de  San 
Marcos,  según  la  alineación  proyectada. —  El  resto  de 
las  casas  de  dicha  acera  ningún  interés  ofrecen,  si  se  ex- 
ceptúa sola  la  s^alada  con  los  números  4  y  5  antiguos  y 
27  moderno  de  la  manzana  324,  que  hace  esquina  y 
vuelve  á  la  calle  de  Belén ,  y  era  y  es  muy  célebre  desde 
tiempo  antiguo  por  su  numeroso  vecindario  y  demás  con- 
diciones, y  designada  con  el  nombre  popular  de  la  Casa  camde Tócame 
de  Tócame^Itoque,  Este  apodo  (cuyo  origen  desconoce- 
mos) es  también  aplicado  al  famoso  saínete  de  D.  Ra- 
món de  la  Cruz,  titulado  La  Petra  y  la  Juana ,  sin  que 


(1)  En  esta  casa ,  proceden- 
te, como  la  frontera,  de  D.  Car- 
los Prevost  y  Alvarado,  y  antes 
<le  D,  Juan  Pablo  Bonet,  habi- 
taba aquel  deslumhrado  valido 
cuando  el  19  de  Marzo  de  1808 
payó  del  poder  á  impulsos  de  la 
insurrección  popular;  en  ella 
loé  donde  los  amotinados  des- 


cargaron sus  iras ,  destruyendo 
y  arrojando  á  la  calle  los  mue- 
bles y  adornos,  con  los  demás 
atropellos  consiguientes.  En  la 
frontera,  también  de  la  Condesa 
de  Chinchón  ,  y  hoy  señalada 
con  el  número  6,  nació  el  ilustre 
general  Castaños. 


102  EL  ANTIGUO   MADRID. 


tampoco  podamos  aseguFar,  como  quiere  la  tradición,  que 
fuese  la  intención  de  aquel  escritor  colocar  en  esta  casa 
el  lugar  de  su  escena,  que  por  otro  lado  hallamos  poco 
apropiado  á  ella.  Esta  casa  fué  de  D.  Martin  Herce,  y  ac- 
tuíilmente  del  Sr.  Conde  de  Polentinos,  y  esta  renovada 
en  estos  últimos  años. 

A  espaldas  de  la  calle  del  Barquillo,  y  hasta  la  de  Hor- 
taleza,  está  el  extendido  trozo  de  caserío  que  llegará  á  ser 
en  breve  tiempo  uno  de  los  más  importantes  de  Madrid, 
cuando  haya  acabado  de  recibir  los  cortes,  rompimientos 
y  mejoras  reclamados  por  la  necesidad  y  propuestos  y 
aprobados  en  el  plano  de  nueva  alineación.  Consisten 
aquéllos  en  el  ya  dicho  rompimiento  de  la  calle  cerrada 

Bomp'mientM.  de  San  Márcos  á  la  del  Barquillo ,  y  desde  esta  misma 
calle  de  San  Marcos  otra  lateral  á  la  de  Góngora ,  por  la 
huerta  de  las  monjas  de  San  Fernando,  ademas  del  de  la 
calle  del  Soldado  y  ya  verificado  hasta  la  de  las  Infantas; 
la  supresión  del  cuartel ,  y  continuación  f^or  su  terreno  de 
la  calle  llamada  de  la  Libei^tad  (antes  de  San  Femando  j 
de  Gravina) ;  igualmente  la  de  los  viejos  edificios  en 
que  estuvieron  la  Galera  y  las  pinsiones  militares. — To- 
do esto,  vitalizando  uno  de  los  trozos  más  importantes 
del  Madrid  moderno  hasta  nuestros  dias  se  ha  realiza- 
do ya. 

Calle  de  San  Poco  hay  CU  cl  dia  que  mencionar  para  nuestro  pro- 
pósito en  este  abandonado  distrito.  La  calle  de  San  An- 
tón (hoy  de  Pela¡/o),  que  va  desde  la  de  San  Marcos  á  la 
de  Santa  Teresa,  era  y  es  la  arteria  central  de  él,  y  céle- 
bre en  el  siglo  pasado  por  el  bullicio  é  intrepidez  de  las 
clases  que  la  ocupaban,  y  sus  contiguas  de  Regueros ,  de 
Belén,  de  Jesús  y  María,  de  San  Lúeas,  las  de  San  Gre- 
gorio ,  de  San  Francisco  y  Válgame  Dios  y  del  Soldado. 
Todas  estas  calles ,  aunque  en  la  parte  alta  de  Madrid, 
formaban  parte  de  los  barrios  apellidados  bajos  ^  y  enuí 


RECOLETOS  Y   KL  B.VUQUILLO.  103 

preferidas  por  los  famosos  chisperos ,  ramificación  de  la 
manoleria,  fabricantes  y  mercaderes  de  utensilios  de  hier- 
ro; y  lo  hamilde  de  su  caserío,  casi  todo  de  un  solo  piso, 
y  lo  ennegrecido  y  solitario  de  sus  revueltas  las  hacian 
muy  propias  para  las  escenas  inmorales  y  alevosas  que 
aspiraron  á  poetizar  D.  Bamon  de  la  Cruz  en  sus  saine- 
tes  y  D.  Francisco  Gregorio  de  Salas  en  su  festiva  pin- 
tara de  dicha  calle  de  San  Antón. 

Los  edificios  algún  tanto  notables  de  este  distrito  y  ya 
hemos  dicho  que  contríbuj^en  á  entristecerle  más  que  á 
darle  importancia.  Los  dos  conventos  de  monjas,  el  uno 
de  mercenarias  calzadas,  titulado  de  San  Femando,  en  la  Monjas  de  su 

Feriiftxido. 

calle  llamada  actualmente  de  la  Libertad,  fué  fondado  i 
fines  del  siglo  xvii  por  la  Marquesa  de  Aguilafuente,  y 
no  llegó  d  terminarse ,  ni  su  iglesia ',  que  está  reducida  á 
una  pequeña  capilla  (1).  — El  otro  de  trinitarias  descal- 
cas, apellidado  de  Góngora  (por  haber  corrido  la  funda-  Monjas  de  gód- 
oion,  de  orden  de  Carlos  II,  á  cargo  de  D.  Juan  Felipe  *^™' 
de  Góngora,  ministro  del  Consejo  de  Castilla) ,  fué  obra 
<le  fines  del  siglo  xvii  y  es  poco  notable,  como  lo  era 
también  el  palacio  frontero  de  los  duques  de  Frias,  cuya  p^^actodePriafc 
¿$ala-teatro  fué  convertida  en  anejo  de  la  parroquia  de  San 
Luis ,  con  el  titulo  de  parroquia  de  San  José,  en  1745, 
I)or  el  mismo  daque  de  Frias  D.  Bernardino  Fernandez 
de  Velasco;  después,  como  parroquia  independiente,  la 
hemos  visto  pasar  en  nuestros  dias  á  la  iglesia  de  dichas 
monjas  de  Góngora  y  á  la  del  Hospitalito  de  flamencos, 
calle  de  San  Marcos  (que  se  hundió  en  1848)  y  está  ac- 
tualmente, como  ya  queda  dicho,  en  el  Carmen  calzado, 
calle  de  Alcalá. — En  cuanto  al  referido  cuartel  del  Sol- 
dado, que  fué  de  Guardias  Walonas  y  que  ocupa  toda  la  ^^^  **'  ^**' 

(1)  Suprimido,  y  en  su  lugar  se  ha  construido  el  teatro  de  la 
Alhambra. 


104  EL   ANTIGUO   MADRID. 


manzana  317,  con  64.648  pies,  y  la  casa  llamada  de  la 
Gralera,  y  el  otro  edificio,  apellidado  Prisiones  militares, 
ya  queda  dicho  que  han  de  desaparecer  muy  pronto  por 
su  inoportuna  colocación  y  mal  estado  de  sus  fábricas  (1). 
El  resto  de  este  distrito  entre  la  calle  de  San  Marcos  y 

m 

la  del  Caballero  de  Gracia  tiene  ya  otra  importancia,  por 

su  situación  más  céntrica,  lo  bien  cortado  de  sus  calles  y 

comunicaciones,  y  la  mayor  brillantez  consiguiente  de  su 

caserío,  especialmente  desde  la  formación  de  la  Plaza  </#? 

Bilbao  con  el  derribo  verificado  en  1837  del  convento  é 

csapuchfnos  de  iorlesia  de  Caviichinos  llamados  de  la  Paciencia.  Éste  ha- 
la E*aciencia. 

bia  sido  fundado  en  1639,  por  el  rey  D.  Felipe  IV,  sobre 
el  mismo  sitio  que  ocupaba  la  casa  del  licenciado  Bar- 
quero, en  que  unos  judíos  que  la  habitaban  solian  maltra- 
tar en  ciertos  dias  y  ceremonias  á  un  crucifijo;  y  denun- 
ciados á  la  Inquisición,  fueron  quemados  hasta  siete  en 
persona  y  cuatro  en  estatua,  y  demolidas  sus  casas  para 
la  fundación  de  dicho  convento  é  iglesia.  Hoy,  con  el  ar- 
bolado y  verja  de  dicha  plazuela  y  las  elegantes  casas  mo- 
dernas que  la  rodean,  es  uno  de  los  sitios  preferentes  de 
Madrid.  —  La  calle  frontera  de  las  Infantas,  especial- 
fantas.  mcutc  CU  SU  últímo  trozo,  abierto ,  como  queda  dicho,  por 

la  huerta  del  Carmen  en  tiempo  de  Godoy,  ha  adquirido 
mayor  importancia  con  las  nuevas  casas  construidas  en 
dicha  huerta  por  el  señor  Murga,  y  el  teatro  del  Circo,  en 
donde  ahora  se  llama  la  plazuela  del  Reí/,  y  antes  era  ana 
Laa  Siete  chi-  Callejuela  en  escuadra,  que  se  llamaba  de  las  Si^te  Chime' 
neas.  — -  La  casa  conocida  con  este  título  (que  es  la  de  la 
esquina  y  propia  del  señor  Conde  de  Polen  tinos)  debió 
ser  en  los  principios  una  hermosa  casa  de  campo,  rodeada 
de  extendidos  jardines  y  huertas ,  y  cuya  sólida  y  ciegan- 

(1)  Ya  han  desaparecido,  y  construídose  en  sus  solares  nn  ele- 
gante caserío. 


meneas. 


{8 


RECOLETOS  Y  EL  BARQUILLO.         105 


te  construcción  en  su  parte  principal ,  que  da  á  dichos 
jardines  y  á  la  plazuela  (pues  la  que  mira  á  la  calle  de  las 
Infantas,  se  ve  palpablemente  que  es  añadida)  ^  revela  el 
gusto  especial  de  las  construcciones  de  Juan  de  Herrera, 
en  cuyo  tiempo  pudo  ser  fabricada ,  á  mediados  del  si- 
glo XVI,  para  el  mayorazgo  fundado  por  el  doctor  D.  Fran- 
cisco Sandi  y  Mesa,  que  hoy  posee  el  Sr.  Conde  de  Po- 
lentiños.  Su  exteasion  comprendía  los  jardines,  posesio- 
nes y  casas  contiguas ,  incluso  el  teatro  del  Circo,  y  pasa 
de  100.000  pies.  Es  también  histórica,  por  haber  habita- 
do en  ella  el  Príncipe  de  Gales  en  1623,  cuando  vino  á 
pedir  la  mano  de  la  infanta  doña  María;  luágo  el  ministro 
de  Carlos  III  Marqués  de  Esquilacfie,  cuando  el  dia  23 
de  Marzo  de  1766  estalló  el  célebre  motin  de  las  capas  y 
sombreros,  atacando  el  populacho  la  morada  del  Minis- 
tro (cuyas  señales  se  han  conservado  hasta  nuestros  dias), 
y  presentando  el  mismo  terrible  aspecto  que  medio  siglo 
despuf  s  ofreció  delante  de  la  inmediata  casa  del  Príncipe 
de  la  Paz.  La  de  las  Siete  Chimeneas  ha  sido  después  mo- 
rada de  los  embajadores  de  Ñapóles,  de  Francia  y  de 
Austria. — En  esta  calle  de  las  Infantas  y  su  número  13, 
hoy  reconstruido  de  planta,  falleció  en  1847  el  insigne 
defensor  de  Zaragoza,  general  Palafox. 

Las  otras  calles  paralelas  á  la  de  las  Infantas,  tituladas 
de  la  Reina,  de  San  Miguel  y  del  Caballero  de  Gracia,  y 
sus  travesías  de  las  Torres,  de  San  Jorge  y  del  Clavel, 
también  nos  ofrecen  algún  interés  histórico  local. 

La  manzana  296,  formada  entre  las  calles  de  la  Reina   _  „    .  ,  «  , 

'  Calles  de  la  Rp{- 

y  de  San  Miguel,  del  Clavel  y  de  Hortaleza,  recuerda  la  «»  y  de  stn  mi- 
memoria  del  celebérrimo  autor  dramático  D.  Agustín 
Moreto  y  Cabana,  &  cuyo  padre  pertenecieron  varias  ca- 
sitas que  ocupaban  gran  parte  de  dicha  manzana,  y  en 
ana  de  las  cuales  creemos  que  nació  aquel  insigne  in- 
genio. 


106  EL  ANTIGUO   MADBID. 

Casas  de  Morete.  Scgun  el  primitivo  Registro  de  Aposento^  que  empezó 
en  1()25,  á  su  folio  133  vuelto,  se  hace  mención  de  siete 
(le  estas  casas  de  la  acera  izquierda  de  la  calle  de  San 
Miguel  desde  su  entrada  por  la  de  Hortaleza^  que  poseyó 
Agustín  Aforeto,  padre  del  autor,  y  que  libertó  de  apo- 
sento en  1G23.  Posteriormente  estas  casas  (que  debian 
ser  muy  reducidas)  se  refundieron,  con  otros  sitios  mayo» 
res,  en  dos  grandes  casas,  que  constaii  registradas  en  la 
Planimetría  y  visita  general  de  1751  con  los  números  2 
y  3  ]>or  la  calle  de  la  Reina,  en  estos  términos : — «  Caile 
ya  de  la  Reina,  número  2,  pertenece  á  D.  Francisco  Antonio 
»Salazar,  como  marido  de  doña  Ana  Salazar  y  Albis;  se 
» compone  de  cinco  sitios,  el  tercero  de  los  cuales  le  pri- 
)>vilegió  Agustin  JUoretOj  en  1G23,  con  1.750  maravedi- 
3)ses  y  con  réditos  de  100  ducados  anuales  á  censo;  pies 
3>de  sitio,  10.682.  Fachadas  á  la  calle  de  la  Reina, 
»60  V4  pies,  y  á  la- de  San  Miguel,  66.» — ultem,  núme- 
y>,ro  3;  pertenece  á  D.  Fehciano  de  la  Vega;  se  compone 
»de  cinco  sitios,  el  primero,  de  herederos  de  Mosquera, 
»la  privilegió  Agustin  Moreto,  en  30  de  Enero  de  1623, 
5)  con  2.256  maravedises  y  réditos  de  100  ducados  á  oen- 
D  so.  Fachada  á  la  calle  de  la  Reina,  67  Vi  pies,  y  i  la  de 
»San  Miguel,  65  V,,  y  el  sitio,  10.980  pies.» — Eéta$ 
<asas  tienen  hoy,  por  la  calle  de  la  Reina,  los  números  4  y 
6  nuevos,  y  por  la  calle  de  San  Miguel,  el  5  y  7. — Má« 
adelante,  en  la  misma  acera  izquierda  de  la  calle  de  San 
Miguel,  pero  antes  de  salir  á  la  del  Clavel,  fué  señalada 
con  el  número  10  antiguo  otra  casita  que  perteneció  al 
mismo  Morete,  padre,  según  se  expresa  en  el  Registro  y 
Planimetría,  en  estos  términos  : — «Número  10,  pertene- 
3)ce  á  D.  Juan  Manuel  Diaz  del  Corral;  fué  de  herederos 
2>de  Luzon,  con  dos  ducados,  con  los  que,  y  los  réditos  de 
3>  100  ducados  á  censo,  la  privilegió  Agustin  Moreto,  en 
»11  de  Enero  de  1653.  Fachada  á  la  calle  de  San  Hi- 


RECOLETOS  Y  EL  BARQUILLO. 


107 


>>gael,  27  pies,  y  su  todo,  2.003.:»  Esta  casita,  aunque 
incorporada  hoy,  ó  refundida,  en  la  señalada  con  el  nú- 
mero 15  nuevo  (que  hace  esquina  y  vuelve  á  la  del  Cla- 
vel), es  la  única  que  se  conser^'a  en  pié  del  grupo  de 
ellas  pertenecientes  á  Morete ;  y  en  su  estrecha  fachada 
se  ven  aún  los  dos  halcones  penúltimos  y  bajo  los  cuales 
está  el  azulejo  de  la  numeración  antigua. — Quizás  esta 
casa,  que  pudo  ser  entonces  la  mayor  de  todas,  fué  la  que 
habitó  el  padre  de  Moreto,  y  donde  nació  este  insigne 
ingenio,  en  1618  (1).  Todas  estas  casas  han  desaparecido 


(1)  DoD  Agustín  Moreto  y 
Cabana,  tan  célebre  en  la  repú- 
blica literaria  como  uno  de  nues- 
tros primeros  autores  dramáti- 
cos^ nació  en  Madrid  y  fué  bau- 
tizado en  la  parroquia  de  San 
Oinea  (á  que  aun  correspondía 
la  calle  de  San  Miguel,  antes  de 
erígirHe  como  tal  la  de  San  Luis) 
á  9  de  Abril  de  1618,  según  la 
fe  de  bautismo  que  su  diligen- 
tísimo biógrafo  el  sefior  D.  Luis 
Fernandez-Guerra  ha  tenido  la 
gloria  de  hallar  y  estampar  al 
frente  del  tomo  de  las  comedias 
de  aquel  insigne  ingenio  en  la 
Biblioteca  de  Autores  Españo- 
les,—  Fué  hijo  de  Agustín  Mo- 
reto y  de  Violante  Cabana,  su 
mujer,  vecinos  de  esta  villa; 
lúzo  BUS  estudios  en  la  Univer- 
sidad de' Alcalá  hasta  obtener  el 
titulo  de  licenciado,  dándose  á 
conocer  muy  luego  entre  nues- 
trofl  primeros  literatos  por  la 
gala  y  acierto  de  sus  obras,  prin- 
cipalmente dramáticas,  que  des- 
de luego  le  señalaron  uno  de  los 


altos  puestos  en  nuestra  escena, 
al  lado  de  Calderón,  Alarcon  y 
Hojas.  Todavía  se  ignoran  mu- 
chas particolaridades  de  su  vida, 
ni  si  efectivamente  militó  á  las 
órdenes  de  D.  Juan  José  de  Aus- 
tria, como  se  presume;  ni  pue- 
den precisarse  las  dramáticas 
aventuras  amorosas  y  cortesa- 
nas que  se  le  han  supuesto;  sólo 
sí  se  sabe  que,  siguiendo  las 
huellas  de  Lope,  Tirso,  Calde- 
rón, Montalvan  y  Solís,  abrazó 
el  estado  eclesiástico  y  fué  ca- 
pellán del  cardenal  Moscoso, 
arzobispo  de  Toledo,  retirándo- 
se con  él  á  aquella  ciudad,  don- 
de vivió,  en  la  casa  inmediata 
al  Refugio,  y  donde  al  fin  falle.- 
ció,  en  28  de  Octubre  de  1669, 
á  los  cincuenta  y  un  años  de 
edad.  En  cuanto  á  las  demás 
conjeturas  que  se  han  venido 
formando  hasta  el  día  sobre  la 
circunstancia  de  haberse  man- 
dado enterrar  en  el  Pradillo^  no 
ဠ los  ahorcados,  sino  del  Car- 
men,  de  aquella  ciudad,  y  sobre 


108  EL   ANTIGUO   MADRID, 


néa. 


Últimamente  para  dar  lugar  á  nuevas   construcciones. 
La  inmediata  casa^  en  la  calle  de  la  Reina^  número  8 
moderno,  es  la  que  habitó,  en  principios  de  este  siglo,  el 
general  Príncipe  Maserano,  y  que  ocupó  también  algún 
tiempo,  mientras  la  dominación  francesa,  el  general  Abel 
Hugo,  gobernador  de  la  provincia  de  Guadalajaní  y 
nombrado  por  el  rey  José  marqués  de  Cogolludo,  tenien- 
do en  su  compañía  á  su  hijo,  el  famoso  poeta  ViHor 
IlugOj  á  quien  colocó  de  paje  del  Rey  en  el  Seminaria 
de  Nobles.  En  esta  casa  estuvo,  después,  la  fonda  de 
Genyeis,  y  en  ella  pararon,  en  1831,  el   celebérrimo 
maestro  Joxquvi  Rossini  y  su  compañero  de  viaje  el 
marqués  de  las  Marismas,  D.  Alejandro  Aguado. 
Niñas  de  Lega-      Al  fin  de  csta  calle  está  el  colegio  de  Nuestra  Señora 
de  la  Presentación,  de  niñas,  que  llaman  de  Legones j 
fundado,  en  su  propia  casa,  por  el  caballero  D.  Andrés 
Spínola,  de  la  de  los  marqueses  de  los  Ralbases  y  Lega- 
nés,  en  1630,  con  su  pequeña  capilla,  abierta  al  público. 
Otras  casas  notables  hay  en  dicha  calle,  como  la  del 
Conde  de  Montealegre,  que  fué  del  de  Villacastel,  entre 
ella  y  la  de  las  Infantas,  y  entre  las  de  San  Jorge  y  San 
Miguel  la  del  Marqués  de  la  Vega  de  Armijo,  derribada 
esta,  y  construida  en  su  solar  otra  nueva,  y  la  del  jardín 
de  Valero,  propia  del  Duque  de  Arion. 

En  la  del  Clavel,  señalada  con  el  número  11  nuevo  y 
16  antiguo,  contigua  á  la  nueva  del  señor  Maquieira,  y 
reedificada  de  planta  en  el  año  último ,  estaba  la  linda 
casa  que  habitó,  según  sus  Memorias  y  novelas,  la  célebre 
escritora  francesa,  esposa  del  mariscal  Junot,  titulado 
Duque  de  Abrántes,  durante  el  tiempo  que  fué  éste  go- 


las demás  noticias  biográficas  giilar  acierto  su  afortunado  y 
de  este  insigne  autor,  ya  las  ha  erudito  biógrafo,  el  aefior  Fer- 
ilustrado  y  combatido  con  sin-      nandez- Guerra. 


Calle  del  ClaTel. 


RECOLKTOS  7  £L  BARQUILLO. 


109 


bornador  de  Madrid.  Igiiíjlmente,  y  según  noticia  recien- 
te dada  por  él  mismo,  Víctor  Hugo  habitó  también  esta 
casa  con  su  padre  en  1809.  También  vivió  en  ella,  por  la 
misma  ¿poca,  la  Condesa  de  Jaruco,  señora  célebre  por  su 
hermosura  y  altas  relaciones  en  la  corte  de  José  Bonaparte, 
y  madre  de  otra  persona  no  menos  célebre  después,  en  la 
corte  parisiense,  con  el  nombre  de  la  Condesa  de  Merlinj 
apreciable  escritora,  distinguida  artista,  y  dotada,  ademas, 
de  un  excelente  carácter  y  amenidad  de  trato.  Esta  seño- 
ra, nacida  en  la  Habana,  donde  su  padre  mandaba  como 
gobernador  segundo  cabo,  fué  casada  de  tierna  edad,  por 
el  rey  José,  con  uno  de  sus  ayudantes,  el  general  Mer- 

La  calle  del  Caballero  de  Grada  lleva  este  nombre  del  caiie  dei  c^ba- 
(saballero  de  la  Orden  de  Cristo ,  Jácome  ó  Jacobo  de  Gra^  """  ^  ^"^^' 
i^isy  virtuoso  sacerdote,  natural  de  Módena,  que  vino  a 
España  con  el  Nuncio  de  S.  S.  y  se  avecindó  en  Madrid, 
hasta  que,  en  1619,  falleció  á  la  edad  de  ciento  dos  años. 
El  mismo  fundó,  en  sus  propias  casas,  un  convento  de 
padres  clérigos  menores,  que  después  pasaron  al  Espíritu 
¡Santo,  ocupando  entonces  aquéllas  la  comunidad  de  Re- 


(1)  Su  madre,  la  ya  men- 
cionada Condesa  de  Jaruco, 
murió,  según  mis  noticias,  en 
1810,  y  he  oído  decir  que,  re- 
cientemente concluido  el  ce- 
menterio de  la  puerta  de  Fuen- 
carral ,  fué  de  los  primeros  ca- 
<lávere8  conducidos  á  él ;  pero 
al  dia  siguiente,  ya  sea  por  la 
repugnancia  que  excitara  esta 
clase  de  enterramiento  extra- 
muros, nuevo  á  la  sazón  en  Ma- 
drid ,  ó  ya  por  otra  razón ,  fué 
sustraída,  no  sabemos  t^impoco 


por  disposición  de  quién,  y  en- 
terrada en  el  jardín  de  esta 
casa,  debajo  de  un  árbol  fron- 
doso, que  todos  hemos  conocido 
en  el  mismo  hasta  hace  pocos 
años,  en  que  se  construyó  la  casa 
nueva  en  el  solar  de  dicho  jar- 
din.  Pero  se  me  ha  hecho  notar 
que  esta  señora  no  murió  en  di- 
cha casa  y  calle,  sino  en  la  del 
Pez  que  hoy  posee  el  señor 
Conde  de  Cheste ,  aunque  mis 
noticias  proceden  de  contem- 
poráneos. 


lio  KL  ANTIGUO  MADBID. 

coletas  de  la  Concepción,  conocjdas  también  por  el  nom* 
Monjas  del  Cft.  bre  del  mismo   Caballero  de    Gracia. — Su  convento  é 
Iglesia,  que  teman  en  dicha  calle  esquina  a  la  del  Ulavel, 
fueron  demolidos  en  1838,  y  sustituidos   después  por 
tres  elegantes  casas,  entre  las  que  sobresale  la  suntuosa 
que  construyó  la  sociedad  del  Crédito  Mobiliario,  En  la 
iglesia  de  aquel  convento  se  veneraba  el  cuerpo  del  vir- 
tuoso caballero,  en  un  sepulcro  de  mármol,  que  ha  sido 
trasladado  y  colocado  en  el  Oratorio  de  la  misma  calle  y 
advocación. 
Oratorio.         Este  Oratorio,  que  la  venerable  Congregación  de  es- 
clavos del  Santísimo,  fundada  por  el  mismo  caballero, 
labró  á  sus  expensas,  en  1654,  en  la^casa  que  fué  de  doJ5a 
Elvira  de  Paredes,  en  que  acaeció  la  muerte  violenta  de 
don  Antonio  Escon,  enviado  del  Parlamento  de  Ingla- 
terra (1),  fué  renovado  completamente  á  principios  de 
este  siglo  bajo  los  planes  del  arquitecto  Villanneva,  y 
en  su  iglesia,  muy  linda  aunque  pequeña,  se  celebra  con 
mucha  solemnidad  el  culto  divino. 

De  la  dificultosa  comunicación  de  esta  calle  con  la  de 
Alcalá  por  medio  de  la  angostísima  llamada  justamente 
de  los  Peligros  (aunque  ya  dijimos  que  recibió  este  nom- 
bre, no  por  esta  razón  material,  sino  por  una  imagen  de 
Nuestra  Señora  que  se  veneraba,  con  el  título  de  los  Pe- 
ligros,  en  el  templo  del  inmediato  convento  de  monjas  de 
San  Bernardo)  nada  más  nos  ocurre  que  mencionar,  ni 


(1)  El  dia  de  Pascua,  5  de  eo   ingleses,  llamados    Gilen, 

Mayo  de  1660,  entró  en  Madrid  Holsal,  Perchor,  Separty  Ar- 

D.  Antonio  Escon,  enviado  del  mes,  quienes  parece  quisieron 

Parlamento  de  Inglaterra,  y  se  vengar  la  muerte  de  su  def^gra- 

apeó  en  esta  casa,  y  al  dia  si-  ciado  rey  Carlos,  que  parece  ha- 

guiente  fué  sorprendido  en  ella  bia  votado  Escon  en  el  Parla- 

y  asesinado  <á  puñaladas  por  cin-  mentó. 


Ul  PUERTA   DEL   SOL.  111 


tampoco  de  las  otras  dos  contiguas  de  San  Bernardo  (hoy 
de  la  Aduana)  y  de  los  Jardines,  que  no  tienen  impor- 
tancia más  que  por  la  situación  tan  privilegiada  que  ocu- 
pan entre  las  de  Alcalá  y  de  la  Montera. 


VIII. 


LA   PUERTA   DEL   SOL. 


El  orden  de  nuestro  paseo  por  el  Madrid  histórico  nos 
conduce  por  segunda  vez  al  sitio  famoso  y  confín  oriental 
un  tiempo  de  la  antigua  villa,  hoy  centro  privilegiado  de 
la  moderna;  lazo  de  unión  histórica  y  topográfica  entro 
nna  y  otra  época;  foco  de  donde  irradia  la  grande  estrella 
que  en  derredor  suyo  fueron  formando  con  la  serie  de 
los  siglos  las  principales  calles  ó  arterías  de  la  población 
en  sus  diversas  amplitudes,  para  atravesarla  luógo  en  to- 
das direcciones  hasta  sus  últimos  confínes. 

En  su  lugar  dijimos  ya  que,  cuando  la  segunda  am- 
pliación (verificada,  según  se  cree,  hacia  el  final  del  si- 
glo XIII ),  quedaron  comprendidos  dentro  de  la  nueva 
tapia  ó  cerca  los  arrabales  de  San  Martin ,  San  Gines 
y  Santa  Cruz;  la  puerta  de  Guadalajara  avanzó  hastíi 
este  sitio  el  ingreso  oriental  de  la  villa,  continuando  la 
tapia  que  venía  desde  Santo  Domingo  por  donde  hoy 
corren  las  calles  de  los  Preciados  y  del  Carmen,  á  salir  n 
^te  anchuroso  espacio,  comprendido  entre  los  olivares  y 
el  arrabal  de  San  Gines. 

Parece  que  en  esta  tapia,  y  damlo  frente  al  camino  ó 


112 


EL  ANTIGUO   MADRID. 


carrera  despaes  llamada  de  San  Jerónimo^  hubo  de  abrir- 
se un  postigo  cuya  colocación  y  forma  dos  son  descono- 
cidos; pero  que,  según  algunas  indicaciones,  sospechamos 
que  pudo  ser  como  al  medio  de  la  plaza  actual,  entre  las 
calles  posteriores  de  las  Carretas  y  la  Montera,  y  miran- 
do á  dicha  Carrera,  que  era  entonces,  como  queda  dicho, 
un  camino  que  guiaba  á  dicho  monasterio  y  á  las  ermi- 
tas de  Atocha,  San  Juan,  Santa  Polonia  y  otras,  y  tenía 
á  su  izquierda  I03  ya  dichos  olivares  de  Alcalá  y  el  ca- 
mino de  Hortaleza,  con  sus  ermitas  de  San  Luis  y  Santa 
Bárbara,  y  á  su  derecha  las  modestas  casas  del  arrabal  de 
Santa  Cruz. 
Hospital  del      Al  principio  de  dicha  Carrera,  á  la  parte  fuera  de  la 
población,  y  con  ocasión  de  la  gran  peste  de  1438,  fun- 
dóse un  hospital  para  el  socorro  y  curación  de  los  conta- 
giados, el  cual  fué  reconstruido,  en  1529,  por  el  empe- 
rador Carlos  V,  y  erigido  en  Hospital  Real  de  Carie  y 
para  la  cura  de  los  soldados  y  la  servidumbre  de  la  casa 
Keal.  Este  hospital,  con  su  iglesia,  sitos  en  el  ya  dicho 
camino  fuera  de  la  Puerta  del  Sol,  es  el  que  ha  permane- 
cido en  pié  hasta  estos  últimos  años,  en  que  ha  sido  der- 
ribado para  el  ensanche  el  hospital  é  iglesia  del  Dnen 
Suceso  (1). 

El  maestro  Juan  López  de  Hoyos,  celoso  é  ilustrado 
escritor  madrileño,  aunque  crédulo  y  fanático  encomia- 


(1)  £1  nombre  de  esta  ima- 
gen (que  se  veneraba  en  su  altar 
mayor,  y  hoy  se  halla  en  la  igle- 
sia del  colegio  de  Loreto)  le  re- 
cibió del  pontífice  Paulo  V,  á 
quien  fué  presentada,  en  1606, 
por  dos  hermanoH  de  la  Congre- 
gación de  los  ObregoneSf  que 
yendo  en  peregrinación  á  Roma 


se  refugiaron,  en  unas  peñas, 
cerca  de  Tortosa,  huyendo  de 
una  furiosa  tormenta,  y  hallao- 
do  escondida  en  ella  á  esta  sa- 
grada imagen,  la  llevaron  cod- 
sigo  á  Roma,  y  á  su  Tueltaá 
Madrid  la  colocaron  en  la  enfer- 
mería de  esta  casa,  y  luego  en 
BU  iglesia,  á  que  dio  el  titulo. 


LA   TUERTA   DEL    SOL,  113 

áordesus  antigüedades,  en  sus  dos  curiosisimos  libros 
descriptivos  de  la  enfermedad j  tránsito  y  exequias  de  la 
reina  doña  Isabel  de  Valois  y  del  recibimiento  de  la  reina 
doña  Ana  de  Austria,  á  vueltas  de  tantas  fábulas  mitoló» 
^icas  ó  heroicas  relativas  á.Ia  historia  de  esta  villa,  sus 
armas  j  blasones,  consignó  algunos,  aunque  escasos,  datos 
contemporáneos  á  él,  y  referentes  á  sus  diversas  localida- 
des; y  esta  parte,  que  sin  duda  era  la  accidental  y  que 
miraba  acaso  el  autor  como  supérflua  en  su  narración, 
es  la  que  hoy,  después  de  tres  siglos,  se  ha  hecho  la 
más  interesante  del  libro,  por  ser  aquéllos  los  más  anti- 
guos que  se  conservan  de  los  impresos  referentes  á  Ma* 
drid. 

Dice,  pues,  en  el  segundo  de  dichos  libros,  escritos  en 
1570  y  refiriéndose  á  la  Puerta  del  Sol,  lo  siguiente  : 
«Llegando  (la  reina  doña  Ana)  cerca  del  monasterio  de 

>  Nuestra  Señora  de  la  Victoria,  que  es  de  frailes  de  la  Gr- 
aden de  lofl  mínimos,  junto  al  Hospital  Real  de  esta  Cor- 
y^U,  se  le  ofreció  un  arco  exquisitamente  fabricado  y  me* 
)»dianamente  elegido...  Éste  se  fabricó  en  un  lugar  harto 
despacioso,  que  llaman  la  Puerta  del  Sol;  ésta  tuvo  este 
í> nombre  por  dos  razones  :  la  primera,  porque  está  ella  á 
>' Oriente,  y  en  naciendo  el  sol  parece  ilustrar  y  desparcir 
)ísus  rayos  por  aquel  espacio;  la  segunda,  porque  cuando 
)>en  España  hubo  aquellos  alborotos,  que  comunmente 

>  llaman  las  Comunidades,  este  pueblo,  por  tener  guarda- 
»do  su  término  de  los  bandoleros  y  comuneros,  hizo  un 
»foso  en  contorno  de  toda  esta  parte  del  pueblo  y  fabricó 
»un  castillo,  en  el  cual  pusieron  un  sol  encima  de  la 
» puerta,  que  era  el  común  tránsito  y  entrada  de  Madrid. 
)>  Y  después  de  la  pacificación  y  quietud  de  estos  reinos, 
í>por  lo  mucho  que  el  invictísimo  emperador  Carlos  V, 
)>rey  de  España,  nuestro  señor,  trabajó  en  allanar  los 
agrandes  tumultos  y  pacificar  todos  los  reinos  de  Espa- 

n  8 


114  EL   ANTIGUO   MADRID. 

D  ña  y  este  castillo  j  puerta  se  derribó  para  ensanchar  y 
2>  desenfadar  una  tan  principal  salida.  i> 

Esta  es,  pnes^  la  primera  noticia  escrita  que  enconira- 
mos  de  este  sitio  en  los  historiadores  matritenses,  y  la 
primera  vez  también  que  hallamos  estampado  el  poético 
nombre  que,  á  pesar  de  haber  desaparecido  su  objeto,  y 
del  trascurso  de  los  siglos,  le  quedó  para  siempre  vincu- 
lado. 

¡La  Puerta  del  Sol!  ¿qué  madrileño  (decimos  mal), 
qué  español,  aunque  se  halle  en  un  extremo  del  reino  ó 
en  las  más  apartadas  regiones  del  globo,  no  se  siente  in- 
teresado, conmovido,  al  recuerdo  de  este  nombre;  no  se 
complace  con  la  idea  de  visitar  algún  dia  este  célebre 
sitio? 

Dos  viajeros  de  nuestro  país,  encontrándose  en  los  ani- 
mados boulevares  parisienses  ó  en  las  solitarias  y  ásperas 
cordilleras  de  los  Andes ;  en  las  ruinas  de  Roma  ó  en  las 
nebulosas  márgenes  del  Támesis ;  ¿para  dónde  se  darán  cita 
después  de  sus  lejanas  expediciones,  ó  en  qué  punto  pri- 
vilegiado de  su  patria  desearán  volverse  á  hallar?  No  hay 
que  dudarlo :  en  la  Puerta  del  Sol;  en  este  centro  vital  de 
la  corte  de  España,  en  este  emporio  de  su  moderna  histo- 
ria, de  su  civilización  y  de  su  poesía. 

Tal  preeminencia  jerárquica  entre  todos  los  sitios  de 
Madrid,  ya  vemos,  sin  embargo,  que  no  es  antigua.  En 
los  siglos  anteriores  al  xvi,  la  vitalidad  ,  el  nervio  de  la 
población  convergia  hacia  la  plaza  de  San  Salvador,  hoy 
de  la  Villa  y  la  puerta  de  Guadalajara  y  la  Plaza  Mayor ^ 
como  queda  dicho  en  sus  capítulos  respectivos.  —  Ann 
después  de  la  última  ampliación,  que  colocó  en  la  Puerta 
del  Sol  el  punto  central  de  la  nueva  villa,  tardó  más  de  nn 
siglo  en  robar  á  aquella  última  su  preferencia ,  y  tanto, 
que  si  recorremos  todos  los  escritores  del  siglo  xvn,  asi 
historiadores  como  novelistas^  dramáticos  y  poetas^  apc- 


LA   PUERTA   DEL   SOL.  115 


ñas  hallaremos  mención  de  este  sitio,  ó  sólo  le  veremos 
apnntado  por  incidencia  al  tratar  de  las  románticas  y  ve- 
cinas rúas  6  paseos  de  los  coches  por  la  calle  Mayor,  ó  del 
bullicioso  mentidero  de  las  Gradas  de  San  Felipe,  —  Pero 
á  medida  que  fué  aumentando  en  importancia  la  parte 
nueva  al  Oriente  y  Norte  de  la  población,  y  compartien- 
do con  las  otras  la  animación  del  comercio  y  el  movimien- 
to de  la  vida  9  fué  enalteciéndose  la  fama  de  la  Puerta  del 
Sol,  hasta  tal  punto,  que  hoy  su  nombre  ha  llegado  á  ser 
el  emblema  del  Madrid  moderno,  y  los  anales  de  esta  villa 
en  los  dos  últimos  siglos  i^e  confunden  ó  resumen  en  los 
de  esta  célebre  plaza. 

Así  y  pues,  para  indicarlos,  siquiera  sea  de  pasada,  ha- 
bremos necesariamente  de  hacer  una  excursión  histórica 
hasta  los  presentes  tiempos,  apartándonos  de  aquel  á  que 
más  especialmente  hemos  consignado  nuestros  recuerdos 
en  este  libro;  pero  antes  de  proceder  á  esta  ojeada  histó- 
rico-moderna,  vamos  á  recordar  lo  que  era  la  Puerta  del 
Sol  hasta  fines  del  siglo  último,  y  aun  lo  que  ha  conti- 
nuado siendo,  en  gran  parte,  hasta  la  demolición  total 
emprendida  estos  últimos  años  para  su  ensanche. 

Esta  plaza,  ó  más  bien  espaciosa  encrucijada  de  las  di- 
versas calles  principales  de  la  población,  presentaba  la  fi- 
gura, que  todos  recordamos,  de  un  prolongado  trapecio,  y 
se  hallaba  dominada  en  su  frente  principal,  entre  las  ca- 
lles de  Alcalá  y  San  Jerónimo,  por  la  modesta  fachada  de 
la  iglesia  del  Buen  Suceso ,  la  cual,  antes  de  la  ocupación 
francesa,  estaba  algo  más  decorada  y  tenía  una  pequeña 
lonja  ó  atrio  con  verjas  de  hierro.  Delante  de  ella  estaba 
la  famosa  fuente  churrigueresca,  obra  del  célebre  D.  Pe- 
dro Rivera ,  de  principios  del  siglo  pasado,  y  que  reem- 
plazó á  otra  no  menos  extravagante,  si  hemos  de  creer  ¿ 
la  vista  de  ella  que  estampa  Alvarez  Colmenar  en  la  obra 
titulada  Anuales  d'Espagne  et  de  Portugal. — Una  y  otra 


116  EL   ANTIGUO   MADRID. 


estuvieron  coronadas  por  la  estatua  de  Venus,  no  la  Me- 
dicea,  de  Páfos  ó  de  Citéres,  sino  la  célebre  Mariblanroj 
que  hoy  yace  relegada  á  la  plazuela  de  las  Descalzas ;  j 
en  el  costado  de  la  derecha,  á  la  parte  del  convento  de  la 
Victoria,  estaban  los  cajones  de  la  fruta  y  como  así  vemos 
terminantemente  en  los  títulos  de  las  casas  fronteras. — 
Éstas,  en  todo  el  recinto  de  la  plaza ,  eran  tan  informes 
y  mezquinas,  que  la  mayor  parte  de  ellas  no  median  más 
que  seis  ú  ochocientos  pies  superficiales,  y  tenian  uno  solo 
ó  dos  balcones  en  cada  piso,  aunque  éstos  solian  elevarse 
al  cuarto  ó  quinto  piso  por  medio  de  imas  empinadísimas 
escaleras,  casi  inaccesibles,  y  que  arrancaban  á  flor  de 
calle  de  unas  aberturas  cavernosas,  hediondas  y  lóbregas, 
que  hacian  las  veces  de  portal,  —  Las  tiendas  ó  comercios 
de  los  mercaderes  de  la  seda,  de  paños  y  de  librería,  que 
disputaban  á  aquéllos  el  breve  espacio  de  la  fachada,  te- 
nian sus  mostradores  de  la  misma  fábrica,  hasta  la  em- 
bocadura de  la  puerta,  y  estaban  decoradas  por  todo  or- 
nato exterior  con  alguna  efigie  de  santo  ó  algún  letrero 
más  ó  menos  bárbaro  en  son  de  muestra  ó  enseña.  En  solo 
el  espacio  que  ocupa  hoy  la  casa  de  Correos  habia  treinta 
y  tantas  casas,  que  estrechaban  las  entradas  de  las  calles 
de  Carretas  y  de  San  Felipe. — En  el  frente,  entre  la  Mayor 
y  el  Arenal,  habia  una  casa  con  una  torrecilla ;  al  costado, 
las  mismas  que  hemos  conocido,  con  su  callejuela  en  es- 
cuadra llamada  del  Cofre  6  de  los  Cofreros  (des  Baliu- 
tiers)j  con  cuyo  título  ya  dijimos  que  se  halla  designada 
en  la  donosa  historia  de  Gil  Blas  (1). 

En  la  manzana  de  las  calles  del  Carmen  y  Preciados 

(1)  En  la  noche  del  17  de  cadas  después,  aunque  con  las 

Abril  de  1815  estalló  en  estas  mismas  pobres  condiciones:  Hoy 

casas  un  violento  incendio,  que  ha  desaparecido  toda  esta  man* 

destruyó  todas  las  de  este  frente  zana  y  las  calles  del  Cofre  y  de 

y  callejuela,  y  fueron  roedifí-  la  Zarza. 


LA   PUERTA   DEL   SOL.  117 

estaba  el  único  edificio  de  alguna  importancia^  y  era  el  que 
ocupó  anteriormente  la  casa  de  Expósitos  (la  Inclusa)  hasta  cuie  de  u  m* 
que  se  trasladó  á  la  calle  del  Soldado,  y  luego  al  que  ahora  **^"*' 
ocupa ;  pero  la  parte  de  casa  que  daba  á  la  Puerta  del  Sol 
era  construcción  moderna,  y  la  misma  pobreza  de  deco- 
ración ofrecía  que  las  otrds  casas  que,  siguiendo  este  fren- 
te, angostaban  las  embocaduras  de  las  calles  de  los  Precia- 
dos, del  Carmen,  de  la  Montera  y  de  Alcalá. 

La  importancia  topográfica  de  esta  plazuela  tampoco 
debía  ser  gran  cosa  hasta  principios  del  siglo  pasado,  pues 
vemos  que  en  las  Ordenanzas  de  Madrid  y  publicadas  por 
D.  Teodoro  Ardemans  en  1720,  se  da  el  valor  de  12  rea- 
les á  cada  pié  de  sitio  en  la  Pjierta  del  Sol  (1),  al  paso  que 
se  tasa  en  80  y  más  en  la  Plaza  Mayor.  En  cuanto  á  su 
condición  social,  no  era  más  que  punto  de  reunión  de  los 
apuestos  galanes  de  capa  y  espada  del  siglo  xvii,  y  pos- 
teriormente de  las  relumbrantes  casacas  y  empolvados  pe- 
lacones  del  siguiente ;  de  los  currutacos  y  los  petimetres  de 
principios  del  actual,  que  concurrían  alli  simplemente  á 
departir  sobre  sus  aventuras  amorosas,  á  tomar  el  sol,  á 
sorber  un  polvo,  fumar  un  cigarro  y  esperar  el  último  to- 
que de  la  misa  de  las  dos  del  Buen  Suceso.  También  en  los 
viernes  de  la  Cuaresma  solia  alzarse  un  pulpito  frente  á 
la  fachada  de  esta  iglesia,  donde  predicaban  al  aire  libré 
los  padres  encargados  de  las  misiones,  con  gran  edifica- 
ción de  los  asturianos  aguadores,  que  formaban  la  base  del 
auditorio.  Pero  tornemos  á  nuestro  recuerdo  histórico. 

Desde  la  mencionada  guerra  de  las  Comunidades,  ¿ 
principios  del  siglo  xvi,  no  vemos  figurar  para  nada  en 
las  crónicas  políticas  de  Madrid  á  la  Puerta  del  Sol,  hasta 
dos  siglos  después,  en  la  famosa  de  Sucesión,  y  aun  en- 

(1)  A  400  y  500  rs.  se  ha  ven-  nuevas  construcciones  con  mo- 
clido  el  pié  superficial  para  las      tivo  del  ensanche. 


118  EL   ANTIGUO   MADRID. 

tónces  muy  de  pasada,  con  motivo  de  las  dos  entradas 
fugaces  que  hizo  el  pretendiente  archiduque,  y  de  las  triun- 
fales que  antes  y  después  de  vencerle  verifico  Felipe  V, 
su  feliz  competidor. 

Más  importante  papel  le  cupo  en  el  ruidoso  motin  ape- 
llidado de  las  capas  y  sombreros  contra  el  ministro  Es- 
quilache,  en  23  de  Marzo  de  1766,  como  punto  central  é 
instintivo  de  reunión  del  pueblo,  levantado  de  una  manera 
formidable;  pero  como  la  explosión  de  su  ira  en  aquellos 
dias  estalló  hacia  otros  puntos  de  la  población,  verbi  gra- 
cia,  delante  de  los  cuarteles  de  los  guardias  walonas,  en  las 
plazuelas  de  Antón  Martin  y  de  Herradores,  y  de  las  ca- 
sas de  los  ministros  Esquilache  y  Grimaldi ,  en  las  calles 
de  las  Infantas  y  de  San  Miguel,  no  figura  todavia  la 
Puerta  del  Sol  en  primer  término  en  la  relación  de  aque- 
llas tumultuosas  escenas. 

Faltábale  para  ello  un  punto  principal  estratégico  de 
ataque  y  defensa,  y  éste  lo  recibió,  acaso  sin  pensarlo,  de 
manos  de  Carlos  III,  con  la  construcción,  en  1768,  de 
Oua  de  Gomos,  la  nueva  ca>sa  d£  Correos ,  que  ocupa  su  frente  principal. 
—La  magnanimidad  de  aquel  gran  monarca,  de  acuerdo 
con  sus  miras  generosas  é  ilustradas,  quiso  sin  duda  da- 
tar á  Madrid  de  este  y  otros  considerables  edificios  desti- 
nados únicamente  al  servicio  público,  y  para  ello  mandó 
adquirir  toda  la  manzana,  compuesta  de  treinta  y  seis  ca- 
sas informes  y  diminutas,  y  cometió  el  encargo  de  la  cons- 
trucción al  ingeniero  francés  D.  Jaime  Marquet,  el  cual  la 
emprendió  y  llevó  á  cabo  con  la  solidez  y  elegancia  que 
hoy  ostenta.  Pero  la  suspicacia  del  Conde  de  Aranda,  ca- 
pitán general  y  gobernador  del  Consejo,  y  sus  recuerdos 
del  pasado  motin ,  le  hicieron  comprender  que  esta  cons- 
trucción, en  sitio  semejante,  tenía,  ó  debia  tener,  gran 
importancia  militar,  y  se  empeñó  en  que  en  él  había  de 
colocarse  un  gran  cuerpo  de  guardia  principal  ó  de  pre- 


LA   PUERTA  DEL   SOL.  119 

vención;  para  lo  cual,  contrariando  los  planes  del  arqui- 
tecto^ hizo  destinar  á  él  la  planta  de  la  derecha ,  precisa- 
mente en  donde  aquél  colocaba  la  caja  de  la  escalera ,  que 
quedó  de  este  modo  oculta,  pequeña  j  poco  conveniente 
al  resto  del  edificio.  Desde  el  momento  en  que  éste  quedó 
concluido,  y  colocada  la  gran  guardia  en  él,  tomó  esta  cé- 
lebre plaza  la  importancia  que  después  ha  desplegado  en 
diversas  ocasiones. 

Muchos  años  tardó,  por  fortuna,  en  apercibirse  de  ello, 
y  en  los  largos  reinados  de  Carlos  III  y  Carlos  IV  sólo 
figuró  con  festivo  aparato  en  las  solemnes  ocasiones  de 
nacinaientos,  entradas  ó  bodas  de  personas  Beales,  deco- 
rando lo  mejor  posible  la  modesta  fachada  del  Buen  Su- 
ceso, su  extraña  fuente  y  la  elegante  casa  de  Correos. 

Pero  vino  un  dia,  un  dia  terrible  y  señalado  en  los 
fastos  modernos  de  Madrid /el  dia  2  de  Mayo  de  1808,  en 
que  este  pueblo  se  alzó  heroico  contra  el  osado  conquis- 
tador de  Europa.  Aquel  memorable  dia  recibió  la  Puerta 
del  Sol  su  bautismo  de  sangre ;  aquel  dia  sirvió  de  teatro 
á  uno  de  los  más  cruentos  episodios  de  su  tragedia.  Yióse 
en  él  la  desigual  li^ha  de  los  vecinos  de  Madrid,  indefen- 
sos, arrojados  y  temerarios,  con  el  cuerpo  de  caballería 
francesa  denominado  los  mamelucos  ^  por  el  traje  oriental 
que  vestían  ;  vióse  allí  á  los  chisperos  del  Barquillo  y  Ma- 
ra^dllas,  á  las  manólas  del  Lavapiés,  acometer  cuerpo  á 
cuerpo,  armados  de  sus  navajas,  á  las  formidables  falan- 
ges vencedoras  en  las  Pirámides  y  Austerlitz ;  vióseles  in- 
troducirse en  sus  filas  ó  entre  las  piernas  de  los  caballos, 
abalanzarse  á  los  jinetes,  y  atacar  á  unos  y  otros  con  sus 
navajas  y  estoques,  terciadas  las  capas  y  las  mantillas,  y 
caer  envueltos  con  ellos  en  un  lago  de  sangre ;  mientras  que 
otros,  desde  los  balcones  de  las  casas,  desde  las  esquinas  de 
las  calles ,  disparaban  contra  los  mamelucos  his  pistolas  y 
escopetas  que  hablan  arrancado  de  casa  de  los  armeros. 


I 


120  EL   ANTIGUO   MADRID. 


Extinguida  la  luz  de  tan  sangriento  dia,  oyóse  en  aquel 
sitio  mismo  el  terrible  estampido  del  plomo  vengador  y  el 
angustioso  ¡ay !  délas  víctimas  moribundas,  inmoladas  por 
el  francés  en  el  patio  del  Buen  Suceso.  —  La  Comisión 
militar  formada  por  Murat  y  presidida  por  Grouchy  para 
juzgar  breve  y  sumariamente,  ó  para  sacrificar,  mejor  di- 
cho, á  todos  los  paisanos  aprehendidos ,  se  hallaba  reuni- 
da en  la  casa  de  Correos,  y  de  allí  partian  á  cada  momento 
las  órdenes  de  fuego  á  los  diversos  piquetes  que  arrastra- 
ban á  la  muerte  á  las  víctimas  en  el  Buen  Suceso,  en  el 
Prado  y  en  la  Montaña  del  Príncipe  Pío. 

Bien  diferente  aspecto  presentó  la  Puerta  del  Sol  cua- 
tro años  después,  el  dia  12  de  Agosto  de  1812,  en  que, 
alejados  de  Madrid  los  franceses,  á  consecuencia  de  la  ba- 
talla de  Salamanca,  recibió  en  sus  muros  al  ejército  alia- 
do anglo-hispano-portugues,*al  mando  de  lord  Arturo 
Wellesley,  duque  de  Wellington  y  de  Ciudad-Rodrigo.  Be- 
cordamos  como  entre  sueños,  como  la  primera  impresión 
de  nuestra  tierna  infancia,  el  espectáculo  indescriptible  y 
mágico  que  ofrecía  la  Puerta  del  Sol  en  el  momento  que 
el  célebre  Wellington,  á  la  cabeza  del  ejército,  pisó  su  re- 
cinto, recibiendo  en  ella  la  más  entusiasta  y  sincera  ova- 
ción que  pudo  ofrecerse  á  vencedor  alguno,  por  aquel 
pueblo,  algunas  horas  antes  pálido,  extenuado,  moribun- 
do á  impulsos  del  hambre  y  la* miseria,  y  en  aquel  dia  y 
en  aquel  momento  restablecido,  vivificado  y  delirante  de 
entusiasmo,  de  valor  y  de  alegría. 

Dos  dias  después  alzábase  un  üiblado  en  la  Puerta  del 
Sol,  y  la  autoridad  superior  de  Madrid  proclamaba  y  leía 
en  alta  voz  la  Constitución  política  de  la  Monabquía 
Española,  promulgada  por  las  Cortes  generales  de  Cá- 
diz en  19  de  Marzo  de  aquel  mismo  año;  pero  dos  año» 
más  tarde,  al  regreso  de  Femando  VII  de  su  cautiverio, 
fue  quemada  esta  propia  constitución  poc  aquel  mismo 


I.  í 


LA   PUERTA   DEL    SOL.  121 

pueblo  qne  poco  antes  la  había  j  arado  de  todo  corazón  sin 
entenderla. 

De  aquí  datan  los  diversos  triunfos  caseros  con  que  di- 
cho monarca  regocijó  á  la  Puerta  del  Sol.  En  ellos  se  vio 
adornada  con  arcos  j  templetes,  más  ó  menos  extra va^ 
gantes,  engalanada  con  inscripciones  más  ó  menos  poéti- 
.*as  ó  prosaicas,  debidas  á  la  tierna  musa  del  poeta  oficial 
Arriaza  ó  al  sincero  patriotismo  del  sombrerero  Ahrial  6 
del  librero  D,  Diego  Rabadán. 

'.  .nive  todas  estas  entradas  ó  aclamaciones,  no  hay  que 
dudar  que  la  más  señalada  por  el  regocijo  público,  espon- 
táneo, inmenso,  del  vecindario,  fué  la  primera  verificada 
'^r  Femando  en  14  de  Mayo  de  1814.  Renovóse,  aunque 
no  ^on  tanta  suntuosidad,  en  28  de  Setiembre  de  1816,  á 
la  entrada  de  la  princesa  doña  Maria  Isabel  de  Braganza, 
segunda  esposa  de  Fernando,  y  á  la  de  la  tercera,  Maria 
Josefa  Amalia  de  Sajonia,  en  1819. 

Pero  sucedió  á  poco  el  levantamiento  del  ejército  de  la 
Isla,  en  1820,  y  la  jura  de  la  Constitución  por  Feman- 
do VII,  y  la  Puerta  del  Sol  cambió  de  papel.  De  ^laza 
cortesana,  de  sitio  oficial  de  proclamaciones  y  festejos, 
pasó  á  ser  el  gran  teatro  do  la  vida  pública  ;  úforum  ma- 
tritense de  los  tribunos  populares;  el  Capitolio  de  los  hé- 
roes de  circunstancias.  £n  ella  recibieron  su  patriótica 
ovación ,  su  corona  triunfal ,  los  caudillos  de  la  isla  de 
León,  RiegOy  Quiroga  y  Arco  Agüero;  á  ella  convergió  la 
energía  y  el  valor  revolucionario  de  las  masas  populares 
en  sus  frecuentes  asonadas,  que  salian  casi  diariamente 
armadas  de  punta  en  blanco  de  los  vecinos  %;Zi¿¿9-cafés  do 
Lorenzini  y  la  Fontana  de  Oro,  A  ella,  por  consecuencia, 
tuvo  también  que  acudir  la  fuerza  represiva  del  Gobier- 
no, desplegando  en  su  recinto  gran  lujo  de  tropas  y  ca- 
ñones en  muchos  de  aquellos  dias,  y  señaladamente  en  7 
de  Setiembre  de  1820,  28  de  Febrero  y  4  de  Mayo  de 


122  EL   ANTIGUO   MADRID. 


1821,  7  de  Julio  de  1822 ,  en  cuyo  dia  se  dio  la  célebre 
acción  de  la  Plaza  entre  la  Milicia  Nacional  y  la  Guardia 
Eeal,  y  luego,  en  20  de  Enero  y  20  de  Mayo  de  1823,  en 
que  se  acercaron  los  realistas  á  las  puertas  de  Madrid. — 
Ocupada  la  capital  en  24  de  Mayo  por  el  ejército  fran- 
cés al  mando  del  Duque  de  Angulema,  y  libre  en  fin  Fer- 
nando, en  1.°  de  Octubre,  del  gobierno  constitucional  re- 
íugiado  en  Cádiz ,  volvió  á  sus  triunfos  acostumbrados, 
primero  sobre  los  liberales  á  su  regreso  á  Madrid  en  13 
de  Noviembre  de  1823,  pasando  por  bajo  de  los  arcos  de 
Tito  y  de  Trajano ,  y  luego  contra  los  carlistas,  á  su  vuel- 
ta de  Cataluña  en  1828.  Por  último,  en  13  de  Diciembre 
de  1829  dio  á  la  Puerta  del  Sol  un  espléndido  espectáculo 
con  el  recibimiento  solemne  de  la  cuarta  y  última  esposa 
de  Femando,  doña  Jíarta  Cristina  y  á  quien  acompañaban 
sus  padres  los  reyes  de  las  Dos  Sicilias,  y  que  recibia  con 
gran  copia  de  esperanza  y  entusiasmo  la  triste  y  desven- 
turada España. — Entonces  fué  cuando  cubrió  Mariblanca 
su  extravagante  fuente  con  un  suntuoso  templete  del  gé- 
nero clasico-fastidioso,  sobremontado  en  las  cuatro  esqui- 
nas con  las  estatuas  de  Colon,  Hernán  Cortés ,  Pizarro  y 
Sebastian  Elcano ,  y  rematando ,  á  guisa  de  tapadera,  con 
un  globo  transparente  del  peor  efecto  posible. 

Renováronse  este  regocijo  público  y  demostraciones 
municipales  en  10  de  Octubre  de  1830 ,  al  nacimiento  de 
la  princesa  doña  Isabel  y  hoy  reina  de  España  j  en  que  se 
estrenó  por  primera  vez  en  Madrid  el  gas  en  la  ilumina- 
ción en  la  Puerta  del  Sol  y  calles  adyacentes,  y  en  el  de- 
corado de  la  fachada  del  Buen  Suceso;  y  posteriormente, 
en  20  de  Junio  de  1833,  con  ocasión  de  la  solemne  jara 
de  esta  señora  como  princesa  de  Asturias  en  el  templo 
de  San  Jerónimo. 

Muerto  Femando  en  el  mismo  año,  é  inaugurado  el 
nuevo  reinado   bajo  la  gobernación  de  la  reina   madre 


LA   PUERTA   DEL   SOL.  123 


doña  María  Cristina,  estalló  la  guerra  civil  y  la  revolu- 
ción política,  y  para  colmo  de  desgracias,  hasta  el  funesto 
colera  morbo ,  que  dio  lugar  ó  pretexto  á  la  horrorosa  es- 
cena de  17  de  Julio  de  dicho  año,  en  que  el  populacho 
atacó  los  conventos  de  San  Francisco,  la  Merced,  los  Je- 
suítas y  otros,  y  asesinó  á  muchos  religiosos  bajo  el  ab- 
surdo pretexto  de  que  estaban  envenenadas  por  ellos  las 
aguas  de  las  fuentes,  como  así  intentaba  probarlo  una  tur- 
ba de  asesinos  en  lá  de  la  Puerta  del  Sol. — Ocho  días  des- 
pués de  aquel  espantoso  cuadro  atravesaba  aquel  sitio 
María  Cristina,  radiante  de  juventud,  de  grandeza  y  de 
hermosura,  para  ir  á  abrir  en  persona  por  la  primera  vez 
las  Cortea  del  Reino,  convocadas  por  estamentos,  en  la  anti- 
gua iglesia  del  Espíritu  Santo. 

Otra  turbulencia,  promovida  por  el  alzamiento  de  algu- 
nas compañías  de  tropa,  se  representó  en  Enero  siguiente, 
también  en  la  Puerta  del  Sol,  siendo  su  teatro  la  casa  de 
Correos,  y  su  desdichada  víctima  el  capitán  general  don 
José  Canterac,  que  fué  muerto  á  sus  puertas.  Más  formi- 
dable aún  la  insurrección  de  la  Granja,  en  1836,  tuvo  tam- 
bién rápido  eco  en  la  Puerta  del  Sol ,  de  donde  salió  el 
capitán  general  Quesada  para  ser  sacrificado  en  Horta- 
leza,  á  las  puertas  de  Madrid. 

Continuaron  las  alarmas  y  alardes  militares  en  este  año' 
y  el  siguiente  con  motivo  de  la  aproximación  de  las  hues- 
tes de  D.  Carlos,  y  aun  después  del  convenio  de  Vergara, 
en  el  famoso  pronunciamiento  de  1.®  de  Setiembre  de 
1840,  que  dio  por  resultado  la  abdicación  y  marcha  de 
la  Reina  madre  y  la  regencia  del  general  Espartero.  En 
Julio  de  1843,  á  la  defensa  intentada  por  la  Milicia  Na- 
cional de  las  tropas  levantadas  contra  el  Regente  por  el 
general  Narvaez  ;  en  la  intentona  republicana  de  1848,  de 
que  fué  igualmente  víctima,  en  este  mismo  sitio,  el  capi- 
tán general  Fulgosio  (y  era  el  tercero  de  los  capitanes 


124  EL   ANTIGUO   MADRID. 


generales);  últrniamente,  en  el  levantamiento  ó  revolución 
de  Julio  de  1854,  y  en  su  terrible  represión  á  los  dos 
años  en  iguales  dias  de  1856,  siempre  la  Puerta  del  Sol 
ha  figurado  en  primer  término,  con  su  casa  fuerte  de 
Correos,  con  sus  barricadas,  sus  cañones ,  sus  tropas  y 
sus  caudillos  militares  y  paisanos. 

En  ella  so  ha  verificado  casi  siempre  el  desenlace  de 
todos  los  sangrientos  dramas  que  forman  el  tejido  de 
nuestra  historia  contemporánea ,  y  de  este  punto  fatídico, 
providencial,  centro  de  todas  las  carreteras  del  reino  ^  han 
partido  también  los  correos,  los  telegramas,  las  ^enes 
terminantes  para  todos  los  cambios  políticos  del  país. 

Con  estos  trágicos  episodios  han  alternado  también  en 
los  últimos  años  otros  suntuosos  regocijos;  ha  visto  le- 
vantarse en  su  centro  monumentos,  columnas,  arcos  y 
obeliscos,  ya  al  regente  Espartero  en  1840,  ya  á  María 
Cristina  á  su  vuelta  en  1844,  ya, en  fin,  con  ocasión  délos 
regios  enlaces  de  S.  M.  doña  Isabel  II  y  la  Serenísima 
Infanta  en  10  de  Octubre  de  1846.  En  esta  ocasión  fué 
,  cuando  se  vio  cubierta  la  fachada  del  Buen  Suceso  de  un 
elegante  pórtico  y  columnata,  á  semejanza  de  la  del 
Panteón. 

Por  último,  con  menos  preparación  artificial,  aunque 
con  el  fuego  que  imprime  el  amor  patrio  sobre  todos  los 
objetos  que  anima,  saludó  Madrid  en  la  mañana  del  7  de 
Febrero  de  1860  la  bandera  nacional,  que  por  única  demos- 
tración brillaba  en  lo  alto  de  la  antigua  casa  de  Correos, 
hoy  Ministerio  de  la  Gobernación,  al  mismo  tiempo  que 
ondeaba  victoriosa  sobre  los  muros  de  Tetuan. 

Pero  á  vuelta  de  estos  episodios  más  ó  menos  trágicos 
ó  sublimes,  ¿qué  es  la  Puerta  del  Sol  en  su  estado  normal, 
en  su  vida  íntima ,  prosaica ,  vulgar  y  cotidiana? — Ya  lo 
hemos  dicho :  es  el  corazón,  el  núcleo  de  la  vitalidad  y 
animación  de  la  población  cortesana.  A  él  van  á  conver- 


LA  PUERTA  DEL  SOL.  125 

gir,  por  las  diez  ó  más  arterias  de  las  calles  principales 
que  la  rodean,  todos  los  movimientos,  todos  los  intereses, 
iodos  los  instintos  y  aspiraciones  de  este  pueblo  numero- 
so.— El  noticiero  intrigante  ó  simplemente  hablador,  que 
sueña  con  las  peripecias  políticas,  con  las  guerras  y  los 
cataclismos,  acude  á  formar  corro  con  otros  semejan- 
tes en  que  satisfacer  su  sed  de  sensaciones,  sus  simpa- 
tías ó  su  curiosidad ;  el  magnate  que  cruza  en  su  carro- 
za en   dirección  á  Palacio;  el  funcionario  que  acude  á 
su  oficina ;  el  diputado  que  se  dirige  al  Parlamento ;  to- 
dos houcen  paso  por  este  sitio,  siquiera  no  sea  más  que  para 
observar  qué  cariz  presenta  la  Puei*ta  del  Solj  y  augurar 
por  los  grupos  raros  ó  numerosos  el  mayor  ó  menor  pe- 
ligro de  la  situación  política,  la  probabilidad  de  la  paz  ó 
de  la  guerra,  del  triunfo  de  las  elecciones,  de  la  derrota 
parlamentaria  ó  de  la  crisis  ministerial. — El  hombre  del 
pueblo,  el  negociante,  el  industrial,  van  allí  á  informarse 
por  la  voz  pública  de  la  alza  ó  de  la  baja  de  los  fondos, 
de  las  quiebras  aseguradas  j  de  los  seguros  quebrados ,  del 
yuloT  fabuloso  de  las  minas  auríferas  descubiertas  la  noche 
anterior  por  una  sociedad  explotadora  en  el  próximo  café. 
— El  obrero,  el  ganapán,  el  hombre  para  todo,  que  para 
nada  sirve,  vienen  allí  en  demanda  de  parroquianos  ó  de 
acomodo;  la  murga  de  bombo  y  platillos,  en  averiguación 
de  gracias,  de  bodas  ó  bautizos,  para  correr  á  felicitar  á 
los  dichosos;  el  mtisico  /estero j  contratista  por  mayor  de 
salves  ó  réquiem  á  toda  orquesta,  ajusta  con  los  muñidores 
de  las  cofradías  los  solemnes  entierros  en  las  parroquias, 
ó  las  fiestas  patronales  de  Vallecas  ó  Carabanchel.  El  cor- 
redor á  pié  quieto  ofrece  allí  sus  primas  á  los  primos  ad- 
venedizos; el  vividor  parásito  cata  caldos  y  panza  al  trote 
(pique  assiettCj  que  dicen  los  franceses,  caballero  del  mi- 
laffrOy  como  antiguamente  se  decia  por  los  españoles  )  an- 
dan á  caza  de  gangas  á  quien  agasajar  y  servir;  y  el  pres- 


126  EL   ANTIGUO   MADRID. 

tidigitador  aficionado,  el  tomador  del  dos  y  el  ratero  inci- 
piente ejercen  en  público  sus  escamoteos  con  una  destreza 
capaz  de  desesperar  á  los  Hermanns  y  Macallister. 

Cruza  brujuleando  entre  todos  estos  grupos  animados 
el  diligente  periodista,  abeja  literaria  que  liba  en  ellos  la 
miel  ó  sustancia  de  su  próxima  gacetilla;  el  apasionado 
dilettante;  el  amigo  del  autor  en  capilla  y  encargado  de 
crear  atmósfera  y  de  preparar  la  opinión  en  pro  de  la  pris- 
ma donna  que  aquella  noche  ha  de  dehitar  en  el  Real; 
del  drama  que  en  la  siguiente  ha  de  darse  á  luz  en  el 
Principe ;  el  taurómaco  que  sostiene  en  su  círculo  especial, 
compuesto  de  gente  crua,  la  importante  tesis  de  la  próxi- 
ma estocada  de  CúchareSy  ó  la  incongruencia  del  Tato  en 
su  último  volapié.  Todo  esto  amenizado  con  el  estridente 
chillido  del  muchacho  que  pregona  la  Correspondencia  ó 
la  Discusión;  del  pilludo  que  entona  los  premios  de  la 
lotería;  del  mendigo  que  os  ofrece  diez  mil  duros  al  con- 
tado en  un  billete  de  la  pasada  extracción ;  del  vendedor 
Ae  fósforos  y  calendarios,  propagadores  de  las  luces,  y  de 
libritos  de  papel  de  Alcoy;  del  limpiabotas  que  os  arrima 
el  banquillo  sin  pretenderlo  y  hace  ademan  de  apoderar- 
se de  vuestro  pié ;  del  barbero  ambulante  que  os  tropieza 
con  su  jarro  y  escudilla ;  de  la  aguadora  que  os  brinda  con 
agua  y  panales ;  del  horchatero  valenciano^  ó  del  que  por 
cuatro  cuartos  pregona  su  enigmático  café. 

Hay  quien  ocupa  cuatro  ó  seis  horas  diarias  en  revistar 
minuciosamente  el  progreso  de  las  obras  del  ensanche; 
otros  las  emplean  con  más  utilidad  en  recorrer  uno  por 
uno  los  mil  ó  más  retratos-tarjetas  expuestos  á  las  puertas 
de  los  fotógrafos ;  quien  pasa  y  detiene  á  todos  los  tran- 
seúntes para  hablar  á  un  conocido  y  preguntarle  con  el 
más  vivo  interés  «¿á  dónde  va  por  allí?»,  ó  para  decirle 
«cque  hace  calor :^;  quien  forma  sus  delicias  en  echarlos 
dobles  lentes  á  la  Quevedo  á  todos  los  agraciados  rostros, 


LA   PUERTA   DEL   SOL.  127 


á  todas  las  breves  plantas  femeniles  que,  incesantemente 
renovadas,  hacen  paso  por  aquellas  losas  en  dirección  á 
las  tiendas  de  las  calles  de  Postas  ó  de  Espoz  y  Mina,  ¿ 
la  misa  de  San  Luis  ó  los  Italianos ,  á  los  paseos  del  Pra- 
do ó  del  Retiro. — Alguno,  más  intencionado,  persigue 
con  tenacidad  á  una  de  esas  estrellas  del  sétimo  cielo  aléase 
piso)  que  toma  (acaso  por  huirle)  una  berlina  de  plaza  y 
se  mete  en  ella,  sin  reparar  ¡la  cuitada!  que  el  cochero,  ó 
indiscreto  ó  descuidado,  olvidó  bajar  el  banderín  que  de- 
nuncia su  graciosa  tripulación  con  el  infamante  Qi  se  al- 
quila, » 

Aqui  un  buen  mozo  provincial ,  un  Apolo  trashuman- 
te, se  pasea  entonado  por  la  ancha  acera  para  exhibir  sus 
gracias  delante  de  todos  los  grupos,  y  al  paso  por  todos 
los  espejos  de  las  puertas  se  mide  y  se  tasa  con  exquisita 
fruición;  más  allá  una  respetable  mamá  (casco  averiado 
contemporáneo  de  Trafalgar)  hace  rumbo  al  Prado,  pre- 
cedida de  dos  pimpollos  maravillosamente  bellos,  que  van 
causando  estragos  en  la  apiñada  muchedumbre ,  que  las 
abre  paso  con  sorpresa  y  admiración. — Ni  falta  tampoco 
grnpo  de  antiguos  veteranos  disfrazados  de  paisanos,  que 
entre  las  humaradas  del  habano  de  diez  maravedises,  que 
aspiran  con  heroica  resignación  ,  juran  y  reniegan  contra 
lo  presente  y  contni  lo  futuro,  encomiando  sólo  lo  pasado 
(que  son  ellos),  ó  hacen  estallar  su  ira  al  ver  cruzar,  por 
ejemplo,  á  un  mancebo  que  sirvió  de  teniente  á  sus  órde- 
nes en  la  guerra  de  Cataluña  y  hoy  luce  la  faja  de  gene- 
ral; ni  joven  estudiante  ó  literato  modesto,  que  cargado 
de  libros,  de  vuelta  de  su  Instituto  ó  Biblioteca,  reniega 
de  ambos  al  ver  cruzar  en  brillante  carroza  á  un  su  con- 
discipulo,  ministro  ó  cosa  tal,  que  lanzado  á  la  política 
sublime  en  alas  de  su  osadía,  dio  punto  á  sus  estudios  li- 
terarios, forenses  ó  cientifícos,  se  vino  á  la  Puerta  del 
Sol ,  cambió  de  carrera  y  penetró  audaz  por  la  que  se  le 


128  EL   ANTIGUO   MADRID. 

ofrecía  á  la  vista,  por  la  Carrera  de  San  Jeránimo,  que  es 
la  que  guía  al  moderno  Capitolio,  al  aura  popular,  al  po- 
der y  la  fortuna. 

La  Puerta  del  Sol  es,  pues,  el  laboratorio  político-cor- 
tesano, económico-social,  científico  j  literario  de  Madrid; 
la  gran  fábrica  de  las  reputaciones  históricas ,  políticas^ 
militares  y  financieras  del  país ;  el  horno  donde  se  ama- 
san sus  grandes  nombres,  sus  intereses  públicos  j  priva- 
dos; la  escena  en  la  que  se  trazan  y  desenlazan  las  peri- 
pecias de  su  historia,  las  intrigas  de  su  vida  íntima  y  so- 
cial. —  Por  eso  no  debe  extrañarse  que  el  anhelo  de  todo 
español  que  intente  elevarse  en  el  teatro  cortesano  sea  el 
de  instalarse,  desplegarse  y  brillar  en  persona  ó  mental- 
mente en  este  sitio ;  que  los  viajeros  extranjeros  que  es- 
cribieron de  nuestro  país  le  consagren  tomos  enteros  (1); 
que  los  escritores  indígenas  emblematicen  en  él  el  Ma- 
drid moderno,  y  que  los  peregrinos  y  viandantes,  de  que 
hablábamos  al  principio  de  este  capítulo,  se  citen  y  em- 
placen desde  los  más  remotos  climas  para  la  Puerta 
del  Sol. 

Y  aquí  el  lector  habrá  de  disimular  al  autor  de  esta 
obrita,  que  extralimitándose  de  su  propósito  de  pasear  en 
ella  por  el  Madrid  antiguo,  haya  hecho  en  el  presente  ca- 
pítulo una  doble  excursión  en  el  moderno,  y  en  el  estilo 
hmnoristico  propio  de  la  ya  olvidada  pluma  del  Curioso 
Parlante,  que  tan  mal  dice  con  la  fria  y  mesurada  grave- 
dad de  la  narración  histórica. 

(1)  RoGER  DE  Beauvoir.  La  Porte  du  Soleil,  4  vol. 


LÍNEA   DEL  ^'OUTE.  129 


IX. 


LÍNEA   DEL   NOBTE. 


DE  LA   PUERTA   DEL  SOL  Á  LA   DE  BILBAO. 


Volviendo  á  nuestros  paseos  después  del  episodio  que 
nos  hemos  permitido  en  el  punto  central  de  la  Puerta  del 
Sol,  seguiremos  ahora  la  línea  septentrional,  que  tiene  por 
límites  Jas  puertas  de  Santa  Bárbara  y  de  Bilbao  (antes 
<le  los  Pozos) j  comprendiendo  al  paso  (para  no  dejamos  * 
nada  rezagado)  la  calle  del  Carmen ,  que  parte  del  mismo 
punto  y  en  la  propia  dirección  hasta  el  postigo  de  San 
Martin,  donde  nos  encontramos  ya  con  el  antiguo  arrabal 
que  antes  describimos. 

De  las  demás  calles  que  parten  de  aquella  plaza  en  to- 
das direcciones  hasta  la  de  los  Preciados  inclusive,  ya 
queda  hablado  en  los  capítulos  respectivos,  restándonos 
solamente  hacer  mención  de  las  dichas  del  Carmen  y  de 
la  Montera  y  sus  traviesas  hasta  la  de  Jacometrezo  inclu- 
sive, que  enlaza  la  nueva  población  con  dicho  antiguo 
arrabal. 

Hoy  estas  calles,  importantísimos  puntos  mercantiles 
y  favoritos  del  capricho  y  de  la  moda,  son*para  Madrid 
lo  que  las  calles  Vivienne  y  de  Riclielieu  para  París,  con 
la  notable  y  sensible  diferencia  de  que  allí  los  preciosos 
objetos  y  mercancías  que  las  decoran  y  embellecen  son 
fruto  de  su  industria  indígena,  mientras  las  de  Madrid 
n.  9 


130  EL   ANTIGUO   MADRID. 

ya  citadas  no  ostentan,  por  lo  general,  otra  cosa  que  las 
ricas  manufacturas  extranjeras. 

c»ii«  de  la  Hasta  la  misma  población  de  estas  calles  es  exótica  (e¿- 
pecialmente  la  de  la  Montera),  compuesta  en  su  mayor 
parte  de  naturales  de  Francia  y  otros  países ,  aunque  a\"«^ 
ciudades  en  Madrid.  El  lujo  y  multitud  de  los  almacenes 
y  tiendas  de  comercio  en  que  están  convertidos  hasta  lo* 
mismos  portales  de  las  casas ;  la  infinidad  de  muestras  ó 
enseñas  de  las  sastrerías,  modistas,  peluquerías,  sombre- 
reros y  tiendas  de  telas  y  quincalla,  que  cubren  literal- 
mente las  ventanas,  los  balcones,  las  fachadas  casi  toda^; 
la  animación  consiguiente  á  este  inmenso  movimiento 
mercantil,  y  aun  la  misma  forma  de  esta  hermosa  calle 
en  suave  pendiente  desde  su  principio  hasta  la  Puerta  del 
Sol,  ostentando  en  su  centro  una  fuente  moderna,  inan- 
gurada  en  1833,  aunque  de  forma  impropia  de  aquel  si- 
tio (ya  ha  sido  derribada),  todo  esto  reunido  contriboye 
al  conjunto  y  especial  fisonomía  de  esta  interesante  call«* 
madrileña.  —  El  nombre  de  la  Montera,  que  llevó  desde 
los  principios ,  quieren  algunos  que  sea  corrupción  de  la 
Montería,  por  ser  el  sitio  por  donde  salian  para  las  gran- 
des monterías  ó  cazas  ;  y  otros  la  atribuyen  á  cierta  bel- 
dad que  habitaba  en  ella  en  el  siglo  xvi,  y  era  esposa  del 
montero  del  Rey.  —  Contiguo  á  la  fuente,  el  sitio  que 
media  hasta  cerca  de  la  parroquia  de  San  Luis  sirvió  en 
los  siglos  XVII  y  XVIII  para  la  venta  del  pan,  cuyos  pues- 
tos ó  tinglados  tenían  delante  una  red  defensiva ,  de  que 
le  ha  quedado  al  sitio  el  nombre  vulgar  de  la  Red  de  San 

La  Red  de  San  Luis,  Posteriormente,  y  hasta  hace  pocos  años,  ha  habido 
cajones  para  la  venta  de  carnes,  verdura  y  frutas,  que  se 
han  quitado  muy  acertadamente  de  allí.  —  La  parroquia 

Parroquia  de  de  San  Luis,  obispo,  quc  se  alza  en  el  comedio  de  esta  ca- 
lle, fué  erigida  en  1541  como  aneja  de  la  de  San  Gines; 
hoy  es  una  de  las  principales  de  Madrid ,  y  su  templo, 


LÍNEA   DEL   NORTE.  131 

constrnido  á  fines  del  siglo  xvii ,  es  de  los  más  espacio- 
sos 7  concurridos ,  aunque  no  tiene  nada  notable  bajo  el 
aspecto  artístico.  La  portada  es  obra  del  corruptor  don 
José  Donoso ,  á  quien  se  atribuye  también  el  pesado  or- 
nato churrigueresco  del  retablo  del  altar  mayor. 

Entre  esta  calle  de  la  Montera  y  la  del  Carmen  desdo 
la  Tuerta  del  Sol  hasta  la  calle  de  Jacometrezo,  la  indus- 
tria mercantil  va  invadiendo  y  monopolizando  el  sitio 
todo,  en  términos  que  apenas  queda  ya  resto  alguno  de 
las  antiguas  construcciones  que  pudieran  tener  algún  in- 
terés histórico.  El  único  acaso  que  sirve  de  excepción  es 
la  iglesia  del  Carmen  Calzado ,  y  su  convento,  destinado  ei carmen c«i. 
hoy  á  las  oficinas  de  la  Deuda  del  Estado.  —  Ya  dijimos 
en  su  lugar  que  la  casa  mancebía  pública,  que  estaba  a 
principios  del  siglo  xvii  en  el  sitio  donde  ahora  el  palacio 
de  los  condes  de  Oñate,  se  mandó  trasladar  á  ese  punto 
por  Real  cédula  de  Carlos  I,  fecha  28  de  Julio  de  1541, 
lo  cual  se  verificó  comprándose  para  ello  por  la  villa  un 
sitio  que  tenia  Juan  de  Madrid  ,  mercader ,  y  estaba  á  la 
cava  de  la  Puerta  del  Sol,  donde  se  construyó  la  nueva 
casa  de  mujeres  públicas.  Pero  más  adelante ,  y  habiendo 
ingresado  este  sitio  dentro  de  la  población  y  formándose 
una  nueva  calle,  fueron  expulsadas  de  él  en  el  reinado  de 
Felipe  II,  y  designado  para  la  fundación  de  un  convento 
é  iglesia  de  religiosos  calzados  de  Nuestra  Señora  del 
Carmen,  lo  cual  se  verificó,  diciéndose  la  primera  misa 
en  17  de  Enero  de  1575. —  Es  un  templo  muy  espacioso 
y  concurrido  sobremanera,  aunque  poco  notable.  El  con- 
vento contiguo  es  de  creer  que  por  su  estado  desaparezca 
muy  pronto,  dando  lugar  al  ensanche  de  la  plazuela-mer- 
cado y  calles  contiguas. 

Entre  dicha  calle  del  Carmen  y  la  de  Jacometrezo  es- 
tán las  traviesas  de  ]os  Negros^  miserable  callejuela ,  que 
se  convertirá  pronto  en  una  continuación  de  la  nueva  de     Tr..Tcd«, 


132 


EL   ANTIGUO   MADRID. 


metrezo. 


Tetuariy  ó  en  una  elegante  galería  de  cristales;  la  de  la 
Salud  y  del  Olivo,  altas  y  bajas,  las  de  San  Jacinto  y  del 
IIo7mo  de  la  Mata,  de  Chinchilla  y  de  la  Abada  (que  re- 
cibió este  nombre  á  cansa  de  una  abada  6  rinoceronte 
hembra  que  trajeron  del  Brasil  y  enseñaban  en  ella  nnos 
portugueses),  y  en  todas  ellas  no  hay  un  objeto  digno  de 
mención  especial  (1).  —  La  de  Jacometrezo,  una  de  las 
más  pasajeras,  estrechas  y  peor  cortadas  de  Madrid,  fué 
llamada  así  á  causa  del  célebre  escultor  y  lapidario  de  Fe- 
CaUe  de  Jaco-  upe  II  Jácome  de  Trezzo.  natural  de  Milán  y  autor  de 
la  famosa  obra  del  tabernáculo  del  Escorial,  que  habito 
en  dicha  calle,  en  la  casa  de  su  propiedad,  construida  por 
Juan  de  Herrera  en  el  sitio  que  ocupa  hoy  la  del  núme- 
ro 15,  que  es  moderna;  la  antigua  de  Jácome  Trezzo  no 
tenía  más  que  un  solo  piso,  y  fué  después  que  de  Jácome, 
de  Juan  Bautista  Bordelasco,  milanes  también;  luego  de 
Juan  Kscarafigo,  Juan  Valdivieso  y  Juan  Bautista  Jns- 
tiniano ;  y  en  el  siglo  pasado  perteneció  á  D.  Pedro  Saa- 
vedra  Fajardo  Barnuevo  y   Villarasa.  Alguna  otra  casa 
antigua  existe  en  dicha  calle,  aunque  reformada,  tal  co- 
mo las  del  mayorazgo  de  Horcasitas,  á  la  plazuela  de 
Moriana  y  calle  de  Hita,  de  los  Marqueses  de  Villada- 
rias;  las  del  mayorazgo  de  Rivadeneyra  y  de^Ibafiez  de 
Segovia  (Mondéjar)  con  vuelta  á  la  de  la  Verónica,  y  la 


(1)  Para  el  autor  de  esta 
obrita  había,  sin  embargo,  en 
una  de  ellas  un  objeto  de  la  ma- 
yor simpatía ,  y  es  la  casa  en 
<iue  nació,  á  19  de  Julio  de  1803. 
Esta  casa,  propiedad  de  sus  pa- 
dres, y  después  suya ,  es  la  se- 
ñalada con  el  número  10  anti- 
guo ,  6  nuevo,  en  la  calle  baja 
del  Olivo.  Hoy  se  ha  recons- 


truido de  planta  esta  casa,  in- 
corporándola la  del  número  8. 
Seguramente  que  al  lector  im- 
portará muy  poco  esta  noticia; 
pero  habrá  de  disimulamos  que 
al  pasar  por  delante  de  la  casa 
que  fué  nuestra  cuna ,  nos  ha- 
yamos detenido  un  instante  i 
saludarla. 


LÍNEA   DEL   NORTE.  133 

del  Duque  de  Solferino  á  la  de  Tudescos  no  existen  ya,  ni 
tampoco  otías  que  han  sido  sustituidas  recientemente  por 
nuevas  construcciones. 

Las  calles  paralelas  de  Fuencarral  y  de  Ilortaleza,  que  cjaiie  de  Horu- 
van  desde  la  de  la  Montera  ¿  terminar  en  los  límites 
Norte  de  la  villa,  presentan  á  su  entrada,  dando  frente  á 
dicha  calle  de  la  Montera,  un  prolongado  trapecio,  que 
por  su  posición  ventajosa  (después  de  la  del  Buen  Suce- 
so, la  más  preferente  de  Madrid),  por  su  forma  regular  y 
considerable ,  merecía  bien  haber  sido  escogido  para  un 
edificio  público  y  de  grande  importancia ;  pero  desgracia- 
damente lo  fué  á  mediados  del  siglo  último  por  D,  Pedro 
de  Astrearenay  marqués  de  Murillo,  que  reunió  también  cas»  de  Astre»- 
las  contiguas  de  Apodaca  y  del  Marqués  de  la  Vera,  for-  '®^*- 
mando  una  sola  sobre  aquella  extendida  superficie  de 
32.000  pies,  con  tres  enormes  y  poco  elegante^  fachadas, 
que  han  dado  lugar  al  dicho  vulgar  de  los  madrileños  para 
caracterizar  todas  las  cosas  de  mayor  apariencia  que  fon- 
do relativo :  la  casa  de  Astrearenaj  mucha  f adiada  y  poca 
vivienda.  Especialmente  es  de  sentir  que  continuase  di- 
cho edificio  con  los  dos  adjuntos  ya  citados,  por  cuyo 
sitio  debia  prolongarse  utilí si  mámente  la  calle  de  San  Mi- 
guel á  dar  frente  á  la  del  Desengaño  y  de  la  Luna,  co- 
municación tan  necesaria  entre  los  barrios  al  Oriente  y 
Norte  de  Madrid. 

La  calle  de  Hortaleza,  renovada,  como  su  paralela  la  CftUcdenorta- 
de  Fuencarral,  casi  del  todo  en  estos  últimos  años,  apenas 
ofrece  ya  edificios  de  interés  histórico.  —  El  convento  de 
padres  agonizantes  de  San  Camilo  de  Lélis,  que  daba 
frente  á  ambas,  ha  sido  sustituido  con  casas  particulares; 
las  demás  de  los  antiguos  mayorazgos  todas  están  refor- 
madas ó  han  desaparecido  igualmente ;  y  de  edificios  pú- 
blicos, sólo  merece  mención  el  extenso  Colegio  Calasan- 
zio  de  padres  de  las  Escuelas  Pías,  fundado  en  1753,  y 


134  EL  ANTIGUO   MADRID. 

San  Antonio  ^^  tcmplo,  bajo  la  advocacioD  de  San  Antonio  Abad,  vas- 
Abad.  ^Q  y  suntuoso  edificio  aqaél,  donde  reciben  esmerada 

educación  literaria  un  número  considerable  de  niños  de 
las  primeras  familias  de  Madrid  en  clase  de  pensionis- 
tas, y  la  primaria  más  de  setecientos  de  las  clases  menes- 
terosas, gratuitamente.  —  Frente  de  este  colegio  está  la 
casa  Beal  titulada  de  Santa  María  Magdalena  de  mujeres 
'  arrepentidas ,  vulgo  Recogidas ,  trasladadas  á  este  sitio 
desde  el  Hospital  de  peregrinos,  en  1623 ,  y  su  modesto 
templo;  de  cuyo  establecimiento,  á  fines  del  siglo  pasado, 
fué  capellán  y  rector  el  sencillo  y  popular  poeta  T>.  Fran- 
cisco Gregorio  de  Salas  y  que  vivió  y  murió  en  el  cuarto 
bajo  de  dicha  casa.  — Al  fin  de  la  calle  se  alzaba,  hasta 
hace  pocos  años,  el  convento  de  mercenarios  descalzos 
Santa  Báibara.  ^®  Santa  Bárbara,  fundado  en  1612  sobre  el  sitio  que 
ocupaba  la  antigua  ermita  de  aquella  santa,  y  contigua 
á  él  existió  la  casilla  y  huerta  que  ocupó  la  beaía  Maria- 
na de  Jesús,  y  en  que  falleció  en  1624.  Los  restos  de  la 
iglesia  y  convento ,  después  de  haber  sido  destinado  á  fá- 
brica de  fundición  y  extendida  huerta,  han  desaparecido 
del  todo,  para  dar  lugar  á  la  construcción  de  casas  par- 
ticulares y  rompimiento  de  nuevas  calles,  que  forman 
hoy  una  extensa  y  elegante  barriada.  —  Frente  de  este 
convento,  en  unos  inmensos  eriales  propios  de  la  villa,  en 
el  dilatado  espacio  de  más  de  155.000  pies,  se  levantó,  á 
fines  del  siglo  pasado,  y  con  destino  á  la  matanza  y  sak- 
Ei  Saladero,  ^ero  de  cames,  el  sólido  edificio  que  hoy  sirve  para  cár- 
cel pública  ,  y  sus  accesorios  para  el  ramo  de  la  limpieza; 
terminando  la  calle  con  el  mismo  antiguo,  mezquino  y 
ridículo  portillo  (hoy  derribado)  que  daba  salida  á  la 
ronda  y  caminos  de  la  Fuente  Castellana,  muy  parecido, 
si  no  es  el  mismo,  que  aparece  ya  pintado  en  el  plano 
de  1656. 

Calle  de  Paen-      La  otra  callc ,  llamada  de  Fuencarral,  está  aun  mií 


LÍNEA   DEL  NORTE.  135 


completamente  renovada  y  aprovechada  por  las  nuevas 
y  elegantes  construcciones  particulares,  habiendo  des- 
aparecido casi  del  todo  el  antiguo  caserío  que,  por  otro 
lado,  carecía  de  importancia  y  de  monumentos  públicos, 
religiosos  ni  civiles;  siendo  en  este  punto,  aunque  una  de 
las  calles  principales  de  Madrid  por  su  extensión  de  3.676 
pies,  y  el  número  de  sus  casas,  que  llega  al  103  por  la  iz« 
quierda  y  92  por  la  derecha,  con  población  de  3.057  ha- 
bitantes, la  única  acaso  que  no  cuenta  en  su  recinto  una 
sola  iglesia,  ni  más  edificio  público  que  el  Hospicio  de  San 
Femando,  —  Pero  las  casas  modernas  en  general  son  im- 
portantes, aun  algunas  que  quedan  de  los  siglos  anterio- 
res, como  la  del  Marqués  de  la  Torrecilla ,  que  antes  fué 
el  de  Montellano  (número  55  nuevo),  frente  á  la  calle  de 
Santa  María  del  Arco,  y  la  antigua  del  Marqués  de  Na- 
va-hermosa; la  que  fué  del  Marqués  de  la  Mina  y  vivie- 
ron en  nuestros  dias  el  de  Ariza  y  la  Duquesa  de  San 
Fernando,  y  alguna  otra,  no  desdicen  de  las  modernas  de 
los  duques  de  Veragua,  esquina  á  la  de  Santa  María  del 
Arco;  las  construidas  sobre  el  solar  de  los  Agonizantes,  la 
del  Marqués  de  Morante  (antes  del  Conde  de  Cedíllo),  es- 
quina á  la  calle  de  San  Mateo,  y  otras.  La  pequeña  casa 
inimero  8  antiguo  fué  mandada  construir  á  principios  de 
este  siglo  por  Z?.  Leandro  Fernandez  de  Moratin,  y  en  c«wa  de  Moratiii. 
ella  vivió  durante  los  últimos  años  de  su  residencia  en 
Madrid,  hasta  1813.  La  dirigió  su  amigo  el  arquitecto  don 
Silvestre  Pérez,  y  sólo  tenia  piso  principal,  con  dos  ven- 
tanas antepechadas ;  hoy  se  halla  renovada,  con  dos  pisos 
y  dobles  balcones,  y  señalada  con  el  número  17  moder- 
no.— La  que  fué  del  famoso  ministro  de  Carlos  III  Con- 
de de  Aranda,  y  sirvió  en  nuestros  dias  de  cuartel  de  in-  de  Amada, 
fautería,  ha  sido  demolida  recientemente,  presentando 
una  superficie  de  35.275  pies,  aprovechada  para  construir 
el  nuevo  edificio  del  Tribunal  de  Cuentas. 


136  EL  A^TIGUO   MADRID. 

e:  Hospicio.  Frontero  de  este  sitio  se  trasladó,  darante  la  minoría 
de  Carlos  II  y  la  regencia  de  su  madre  doña  Mariana  de 
Austria^  el  hospicio  fundado  en  la  calle  de  Santa  Isabel 
por  la  congregación  del  nombre  de  María;  pero  el  exten- 
so edificio  actual  es  obra  del  siglo  xviii ,  haciéndose  no- 
table, aun  más  que  por  su  solidez  y  espaciosidad  y  por  la 
extravagante  y  famosísima  portada  con  que  plugo  deco- 
rarle al  célebre  arquitecto  D.  Pedro  Rivera,  y  que  viene 
siendo  desde  entonces  el  tipo  más  señalado  del  extraño 
gusto  que  se  apellidó  churrigueresco.  En  cuanto  á  la  im- 
portancia y  régimen  interior  de  este  grande  estableci- 
miento, primera  casa  de  socorro  de  Madrid,  seria  largo  é 
importuno  detenerse  á  reseñarlos,  cuando  son  general- 
mente conocidos,  y  en  el  dia  puede  ser  citado  como  mo- 
delo de  buena  administración.  —  La  calle  de  Fuencarraí 
termina  por  su  derecha  con  la  extendida  posesión  donde 

LosPosoedeu  estáu  los  pozos  de  la  nieve ^  que  llega  á  tocar  por  el  paseo 
de  la  Ronda  con  la  no  menos  extensa  del  Saladero,  y  por 
la  izquierda  concluía  la  calle  con  casa  y  jardin,  construi- 
da á  principios  del  siglo  actual  por  D.  Francisco  Bríngas, 
público  sitio  de  recreo  hace  pocos  años  bajo  el  nombre  de 

JaidindeBrin-  Jardín  de  Apolo,  quc  comprendia  en  su  cerca  toda  la  an- 
***'  tigua  jnanzaña  478.  Hoy  este  jardin  está  ocupado  por 

suntuosos  edificios  modernos.  Entre  ambas  posesione* 
se  alzaba  en  el  mismo  sitio  la  antigua  puerta  de  los  Po- 
zos ds  la  nieve ^  la  moderna  de  fines  del  siglo  último,  ape- 

p^j^^j^gjj  nidada  actualmente  de  Bilbao,  que  era  de  forma  muy 
^^'  regular,  y  ostentaba  en  sus  dinteles  las  honrosas  cica- 

trices ocasionadas  por  la  artillería  de  Napoleón  en  los  pri- 
meros dias  de  Diciembre  de  1808. 

De  las  calles  traviesas  entre  ambas  de  Fuencarraí  y  de 
Hortaleza,  sólo  la  espaciosa  de  San  Mateo  tiene  alfioina 

CaUe   de   San  .  .         .  •      •      i  x  l        x-  i.  l 

Mateo  y  otxas.    importancia,  y  principalmente  por  el  antiguo  cuartel  que 
fué  de  Guardias  españolas  de  infantería ,  que  comprende 


PORTA-COELI   Y   MARAVILLAS.  137 

54.550  pies  de  sitio,  y  hoy  sirve  para  los  cuerpos  de  l¿i 
guarnición.  Las  demás  calles  traviesas,  llamadas  antigua- 
mente de  Santa  Marta  la  Vieja ,  ahora  travesía  de  San 
Mateo  y  de  San  Lorenzo,  de  Santa  Brígida,  de  San  Juan 
(ahora  de  la  Farmacia),  de  San  Pedro  y  San  Pablo  (hoy 
de  Hetmán  Cortés),  del  Arco  de  Santa  María,  del  Col  mi" 
lio  y  la  del  Piajo  (ahora  continuación  de  la  de  las  Infan-» 
tas),  no  ofrecen  ningún  objeto  digno  de  mención  especial. 


X. 


PORTA-C(ELI  Y   MARAVILLAS. 


Comprendemos  bajo  esta  denominación  el  extenso  dis- 
trito encerrado  entre  las  calles  de  Jacometrezo,  Fuencar- 
ral  y  Ancha  de  San  Bernardo,  hasta  la  plazuela  de  Santa 
Domingo. 

Dicho  distrito  está  dividido  por  mitad  en  toda  su  ex- 
tensión desde  esta  plaza  por  las  calles  de  Tudescos  y  Cor- 
redera alta  y  baja  de  San  Pablo  hasta  su  término  en  lá 
puerta  de  Bilbao ;  y  una  y  otra  mitad ,  ó  sea  el  distrito 
entero,  no  tiene  más  antigüedad  que  la  de  mediados  del 
siglo  XVI.  —  La  parte  de  la  derecha,  comprendida  entre 
las  calles  de  Fuencarral  y  las  Correderas ,  fué  formada, 
según  noticias  fidedignas,  en  dicha  época,  á  consecuencia 
de  la  venta  hecha  por  D.  Juan  de  Victoria  Bracamontey 
en  7  de  Noviembre  de  1542,  de  unas  tierras  que  tenía 
«en  el  arrabal  de  Madrid,  fronteras  al  camino  de  Fuen- 
»  carral »,  cediéndolas  á  censo  por  diez  ducados  perpetuos 
de  oro  al  año,  y  reservándose  un  pedazo  para  labrar  casa 


138  EL  ANTIGUO   MADRID. 

para  él,  como  lo  hizo  en  la  calle  qae  tomó  su  nombre  de 
de^^tetírí  ^""^  ^^  Puebla  Vieja  de  Juan  de  Victoria.  Posteriormente,  un 
hijo  suyo  del  mismo  nombre,  en  17  de  Agosto  de  1597, 
concedió  su  licencia  para  dividir  dicha  tierra  en  noventa 
y  cinco  solares,  con  el  censo  anual  de  dos  reales  y  una 
gallina,  y  con  la  condición  de  que  habian  de  edificar  en 
ellos  casas  bajo  la  traza  que  diere  el  alarife  Francisco  Lo- 
zano ,  cuj'o  censo  viene  pesando  todavía  sobre  la  mayor 
parte  de  las  casas  de  dicha  procedencia.  Estos  solares 
fueron  en  gran  parte  los  que  vinieron  á  formar  las  calles 
del  Desengaño,  Valverde,  Barco,  Olivo,  Jacometrezo, 
Horno  de  la  Mata  y  Corredera  baja  de  San  Pablo,  hasta 
la  de  San  Joaquín.  —  En  1589  consta  que  de  estos  no- 
venta y  cinco  solares  poseia  una  parte  el  escribano  Diepo 
de  Ilenao,  y  que  fué  uno  de  los  que  con  los  Victorias  em- 
prendieron ésta  puebla  y  construcción,  habiendo  edifica- 
do la  tercera ,  cuarta  y  quinta  casa  de  la  Corredera  de 
San  Pablo,  con  accesorias  á  una  callejuela,  que  recibió, 
por  esta  razón,  su  apellido,  y  hoy  por  corrupción  se  llama 
calle  del  Nao. 

Poco  á  la  verdad  de  interesante  ofrecen  todas  estas  ca- 
lles bajo  el  punto  de  vista  histórico  y  artístico.  —  De  los 
edificios  públicos  en  ellas  construidos,  el  más  considera- 
Sftí  bÜLuTo!**  ^  hle  era  el  convento  é  iglesia  de  monjes  de  San  BasüiOy 
que  se  trasladaron  á  él  en  1611  desde  el  sitio  primitivo 
de  su  fundación,  que  era  un  cuarto  de  legua  de  Madrid, 
junto  al  arroyo  de  Abroñigal.  Durante  las  exclaustracio- 
nes anteriores  sirvió  esta  iglesia  de  parroquia  de  San 
Martin  j  y  después  de  la  de  1836  fué,  con  el  convento, 
cuartel  de  artillería  de  la  Milicia  Nacional,  después  BoU 
sa  de  Comercio ,  y  después,  vendido  este  edificio  y  verifi- 
cada en  él  una  completa  transformación ,  dio  cabida  al 
teatro  llamado  de  Lope  de  Vega ,  á  un  molino  de  choco- 
late al  vapor,  á  una  imprenta,  un  café,  un  taller  de  co- 


PORTA-C(ELI   Y   MARAVILLAS.  139 

ches  y  diversas  habitaciones  particulares  (1).  La  calle  que 
corre  por  delante  de  él  se  llamó  en  un  tiempo  de  los  /ia- 
^ilios ,  y  no  sabemos  desde  cuándo  ni  tampoco  por  cuál  ^  „  , ,  ^ 

y  ,  .  1    T-»  Calle  del  Daicn- 

razon  le  trocó  después  por  el  expresivo  del  Desengaño. —  gaño,  vaiverdey 
Ignoramos  también  el  origen  de  las  contiguas  de  Valver- 
de  j  de  la  Ballesta;  pero  el  de  la  del  Barco  le  hallamos 
perfectamente  justificado  con  la  figura  que  forma  su  pa- 
vimento, igual  á  la  del  casco  de  un  buque. 

El  otro  convento  de  clérigos  menores  de  San  Felipe 
Neri,  llamado  de  Porta- Coeli,  y  situado  al  extremo  de  di-.  Poru-cceu. 
cha  calle  del  Desengaño^  fué  antes  de  los  padres  domini- 
cos del  Rosario  y  destinado,  en  1613,  á  aquéllos,  cuando 
vinieron  huyendo  de  los  levantamientos  de  Portugal  y 
Cataluña ;  pero  el  templo  actual,  que  hoy  sirve  de  parro^ 
ijnia  de  San  Martin  j  es  moderno,  construido  en  1725,  y 
nada  tiene  de  particular. 

Entre  las  calles  de  la  Puebla  y  de  Val  verde  está  el  mo-  Monjw  de  don 
nasteno  de  monjas  mercenarias  descalzas  conocidas  por 
el  nombre  de  2?.  Juan  de  Alarcauj  venerable  sacerdote  á 
cuyo  cargo  corrió  la  fundación  del  mismo ,  verificada  en 
1609  á  expensas  de  doña  Maria  Miranda,  señora  ilustre, 
natural  de  Burgos;  el  templo,  concluido  á  mediados  del 
siglo  XVII,  es  poco  notable,  y  en  ,él  se  conserva  el  cuerpo 
del  venerable  fundador,  y  posteriormente  se  ha  traslada- 
do también  el  de  la  Beata  Mariana  de  Jesús. — Al  otro 
extremo  de  dicha  calle  de  la  Puebla ,  y  formando  exclusi- 
vamente la  manzana  371,  está  el  hospital  é  iglesia  llama- 
dos de  San  Antonio  de  los  Portugueses ,  y  actualmente  de 
la  Santa  Hermandad  del  Refugio.  Dicho  hospital  fué  fun-  San  Antonio  de 

11  T-ii»        "«TT  1  1         II'  iT>         loa  Portogue-^ 

dado  por  Felipe  III  para  los  naturales  del  reino  de  ror- 
togal,  y  después  de  la  separación  de  éste,  quedó  ampliado 

(1)  Derribado  al  fin  este  ex-  lar  una  manzana  de  elegantes 
tendido  convento,  la  Sociedad  casas,  y  abierto  una  calle  entre 
Peninsular  ha  alzado  en  su  so-      ellas,  titulada  de  Muñoz  Torrero. 


140  EL   ANTIGUO   MADRID. 

para  los  alemanes ;  y  la  hermandad  del  Refugio  (á  quien 
se  concedió  en  1701  el  patronato  y  administración  de 
esta  Real  casa  é  iglesia)  tiene  á  su  cargo,  no  sólo  el  soste- 
nimiento de  este  piadoso  hospital ,  uno  de  los  más  impor- 
tantes establecimientos  de  beneficencia  con  que  cuenta 
Madrid ,  sino  también  el  colegio  de  las  niñas  huer/anaSf 
propio  de  su  instituto,  y  el  suntuoso  culto  en  la  iglesia  de 
San  Antonio  de  Padxia ,  que  es  uno  de  los  templos  más 
lindos  y  decorados ,  y  está  soberbiamente  pintado  al  fres- 
co por  Lúeas  Jordán ,  Rizzi  y  Carreño ,  y  enriquecido 
con  bellos  retablos,  cuadros  y  esculturas. 

La  Corredera.  ^^^  Correderas  alta  y  baja  de  San  Pablo,  cuya  línea 
continúa  después  la  estrechísima  calle  apellidada  (na 
sabemos  por  qué)  de  los  Tudescos ,  hasta  la  plazuela  de 
Santo  Domingo,  nada  nos  ofrecen  de  particular  ;  y  entre 
esta  extensa  línea  y  la  paralela  trazada  por  la  calle  Anclta 
de  San  Bernardo  media  la  otra  importante  barriada  de 
calles  espaciosas  en  general,  y  bastante  rectas,  en  la  mis- 
ma dirección,  y  sus  traviesas.  La  más  importante  de  aque- 

caiiedesfivay  Has  es  la  llamada  de  Silva,  en  la  que  está  la  modesta  igle- 
sia y  hospitalito  de  la  parroquia  de  San  Martin  titulado 
de  la  Buena  Dicha;  por  entre  esta  calle  y  la  de  San  Ber- 
nardo hay  un  laberinto  de  callejuelas  angostas  y  mezqui- 
nas, tituladas  del  Perro  (que  es  la  más  estrecha  de  Madrid, 
como  que  no  tiene  más  que  ocho  pies  de  latitud  y  no  ha- 
bia  en  toda  ella  un  solo  portal),  del  Pozo,  de  la  Justa,  de 
la  Cueva,  de  Peralta,  de  la  Flor  Alta,  déla  Estrella  y  del 
Clavel  (ahora  traviesa  de  Altamira),  que  formaron  parte 
de  la  Puebla  Nueva,  verificada  en  el  mismo  siglo  xvii  por 
don  Juan  de  Peralta,  del  que  hablaremos  después  (1). 

(1)  Por  entre  estas  calle jue-  del   todo   desde  la  Puerta  del 

las  ha  de  cruzar  la  continuación  Sol,  ha  de  continuar  recta  hasta 

de  la  calle  de  Preciados,  que,  salir  á  la  Ancha  de  San  Ber- 

ensanchada  y  casi  reconstruida  nardo. 


PORTA-C(ELI   Y   MARAVILLAS.  141 

La  calle  de  la  Luna^  que  atraviesa  horízontalmente  con  cauede  uLnna. 
la  del  Desengaño  este  distrito,  es  muy  importante  por  su 
situación;  pero  no  cuenta  tampoco  monumentos  públicos, 
y  8i  sólo  algunas  grandes  casas,  como  la  del  Conde  de 
Sástago,  número  46,  en  que  estuvo  el  antiguo  banco  de 
San  Carlos,  y  después  un  teatrillo  llamado  de  Buena  vüta, 
y  la  del  Marqués  de  Llano,  á  la  esquina  de  la  calle  de  Pa- 
naderos, en  que  habitó  algún  tiempo  el  señor  infante  don 
Francisco  de  Paula  y  su  familia,  y  en  la  que  falleció  la 
señora  doña  María  Luisa  Carlota,  su  esposa. — Entre  dicha 
calle  y  la  del  Pez  median  las  rectas  de  San  Boque ,  de  la 
Madera  Baja,  de  Bizarro  (antes  de  la  Magdalena),  de  Pa- 
naderos  y  de  la  Cruz   Verde, — Lo  más  memorable  en 
ellas  es  el  convento  de  monjas  de  San  Plácido,  situado  al  Monjas  de  san 
confín  de  la  de  San  Boque  á  la  del  Pez ,  y  fundado  en 
1623  por  doña  Teresa  Valle  de  la  Cerda ;  cuya  iglesia, 
construida  hacia  la  mitad  de  aquel  siglo,  bajo  los  planes 
de  fray  Lorenzo  de  San  Nicolás ,  es,  á  juicio  de  algunos, 
de  lo  más  notable  de  Madrid  por  su  estilo  clásico  y  belle- 
za de  ornato ,  ademas  de  las  apreciables  pinturas  y  escul- 
turas con  que  fué  enriquecida. — El  recuerdo  histórico- 
anecdótico  de  este  convento  consiste  particularmente  en 
cierta  aventura  galante  del  rey  D.  Felipe  IV,  el  que,  se- 
gún parece,  prendado  de  una  de  las  monjas  de  esta  casa, 
llamada  Margarita  (á  quien  habia  visto  por  intervención 
de  D.  Jerónimo  de  Villanueva,  protonotarío  de  Aragón 
y  patrono  del  convento,  que  tenia  sus  casas  contiguas  á 
él),  siguió  este  galanteo  profano  en  tal  sitio  y  entre  tales 
personas,  á  pesar  de  un  piadoso  ardid  de  la  prelada,  que 
dispuso  sorprender  al  Rey  exponiendo  como  difunta  de 
cuerpo  presente  á  la  religiosa ;  terminó  este  escandaloso 
suceso ,  no  sin  haber  dado  motivo  á  un  notable  proceso 
por  la  Inquisición,  que  fué  hasta  Boma,  aunque  de  allí 
se  hizo  desaparecer,  y  de  que  resultó  castigado  el  proto- 


142  SL   ANTIGUO  MADRID. 


notario.  Dicese  también  que  á  costa  del  Rey  j  á  demanda 
de  la  abadesa  se  colocó  en  la  torre  de  esta  casa  el  reloj, 
que  aun  hoy  conserva,  y  que  en  el  tañido  de  su  campana 
recuerda  el  clamoreo  de  difuntos ,  en  memoria  de  aquel 
suceso  (1). 
Calle  del  Pez.  La  Calle  del  Pez  tampoco  nos  ofrece  más  que  alguno» 
caserones  antiguos ,  como  el  número  24 ,  conocida  tam- 
bién por  la  casa  del  Pez,  por  el  que  tenía  esculpido  en  su 
fachada,  no  sabemos  con  qué  motivo.  La  número  18,  del 
Marqués  de  Villariezo,  acaba  de  ser  derribada,  habiendo 
desaparecido  también  hace  pocos  años  la  mezquina  fuente 
que  a  su  salida  á  la  Ancha  de  San  Bernardo  llevaba  el 
nombre  del  Cura,  por  haberla  costeado  el  párroco  de  Col- 
menar.— En  la  calle  Alta  de  la  Madera,  al  número  26  nue- 
vo ,  existió  hasta  hace  poco ,  que  fué  reedificada  de  plan- 
Cfwaqnefüéde  ta,  lina  casa  que  fué  propiedad  de  D.  Francisco  Quevedo 

Qnevcdo.  ^  Villegas,  y  luego  de  su  descendiente  D.  José  Busta- 

mante  y  Quevedo ;  por  cierto  que  no  hace  mucho  que  no» 
sorprendió  el  verla  denunciada  como  mostrenco  ó  de  ig- 
norado dueño  en  el  Diario  Oficial,  cuando  consta  la  po- 
sesión y  propiedad  de  dicho  señor  Bustamante,  quien  sin 
duda  reclamaría  su  derecho.  Esta  casa  ha  sido  derribada 
y  construida  de  nuevo.  En  el  Begistro  de  aposento  y  Pla- 
nimetría de  1751  se  ve  que  esta  casa  (ipertenecia  entonces 
Dá  herederos  de  doña  Maria  Villegas,  que  fué  ante- 
Driormente  de  doña  Margarita  Quevedo,  Gabriel  Rniz  y 
j)  Miguel  de  Santa  Ana;  de  este  último,  en  1616.  Tiene  de 

nodeviwito.^     Dsitio  5.167  piés.  5) — La  calle   del  Molino  de  Viento  se 

(1)  En  el  Apéndice  inserta-  que  continuaba  con  él,  existe 
mo8  una  relación  de  esta  aven-  aún  y  es  la  señalada  con  el  nú- 
tura  y  proceso,  sacada  de  un  ma-  mero  8  nuevo  de  ]a  calle  de  la 
nuscríto  anónimo  de  la  época.  Madera,  propiedad  del  Sr.  Riva- 
La  casa  del  protonotarío  Villa-  deneyra,  y  en  que  estuvo  su  ini- 
nueva,  contigua  al  convento  y  prenta  hasta  hace  pocos  afios. 


PORTA-C<KLI   Y  MARAVILLAS.  143 

llamó  así  porque,  en  efecto,  existia  uno  en  lo  alto  de  ella, 
y  está  pintado  así  en  el  plano  del  siglo  xvii. — La  de  Don 
Felipe  se  llamó  del  lioaario  de  Don  Felipe  (no  sabemos 
la  razón),  y  la  plazuela  de  San  Ildefonso  se  ensanchó  al-  roquiadeinn- 
go  con  el  derribo  de  esta  iglesia  en  tiempo  de  los  fran-  **®'*"***- 
ceses ,  que  luego  fué  reconstruida  y  sirvió  de  anejo  de 
la  parroquia  de  San  Martin,  y  hoy  de  parroquia  inde- 
pendiente. Dicha  plazuela  estuvo  ocupada  por  los  cajo- 
nes para  la  venta  de  comestibles,  hasta  que,  á  consecuencia 
del  incendio  de  ellos,  ocurrido  en  1836,  se  construyó  el 
pequeño  aunque  útilísimo  mercado  cubierto ,  primero  de 
su  clase  establecido  en  Madrid.-^ De  las  calles  del  Esco^ 
rialy  de  Je¿u8  del  Valle  y  del  Rubio,  del    Tesoro,  de  las 
Minas  y  de  las  Pozas  no  sabemos  la  etimología  ni  la  his- 
toria; y  de  las  grandes  paralelas  altas  del  Espíritu  Santo, 
de  San  Vicente,  de  la  Palma  y  de  San  Miguel  (ahora  de 
Daoiz  y  Velarde)  sólo  podemos  decir  que,  sin  disputa,  son 
las  más  rectas  y  alineadas  de  Madrid,  aipque  su  situación 
extrema  y  el  gran  desnivel  de  su  suelo  las  han  hecho 
permanecer  todavía  en  un  estado  miserable  y  raquítico, 
con  su  menguado  caserío  de  un  solo  piso  por  lo  general, 
y  careciendo  de  población,  de  vitalidad  y  de  comercio. 

El  convento  de  monjas  carmelitas  llamado  de  las  Ma-  Las  xaraTiUaa. 
ravUlas  (cuyo  nombre  también  lleva  este  distrito),  sito 
entre  las  calles  de  la  Palma  Alta  y  de  San  Pedro  (ahora 
deliro*  de  Mayo),  es  el  único  edificio  religioso  de  todo  él. 
El  nombre  de  las  Maravillas  le  fué  dado  por  una  imagen 
de  Nuestra  Señora  que  se  venera  en  su  iglesia;  ésta  es 
bastante  espaciosa  y  arreglada ,  y  tiene  en  su  altar  mayor 
un  magnífico  retablo  de  mármoles,  obra  del  siglo  pasado, 
que  es  de  lo  más  bello  y  elegante  que  se  halla  en  las  igle- 
sias de  Madrid.  Esta  calle  de  San  Pedro  continuaba  en 
el  siglo  xvn  hasta  la  tapia,  y  al  fin  de  ella  habia  un  por- 
tillo, llamado  también  de  las  Maravillas,  que  está  señalado 


144 


EL   ANTIGUO   MADRID. 


Palacio 
Ifoateleon. 


en  el  plano,  y  quedó  luego  cerrado  dentro  de  la  posesión 
de  Monteleon  (1). 
do      Este  famoso  palacio  de  los  Marqueses  del  Valle  y  (fe 
Terranova  (nietos  de  Hernán  Cortés),  con  su  huerta,  com- 
prende nada  menos  que  la  inmensa  superficie  de  617.248 
pies  hasta  más  allá  del  portillo  de  Fuencarral  ó  de  Santo 
Domingo,  y  quedó  muy  maltratado  en  un  horroroso  in- 
cendio ocurrido  en  1723;  debió  ser,  por  los  restos  que  aun 
hemos  alcanzado ,  un  edificio  de  la  primera  importancia. 
Distinguíase,  á  lo  que  parece,  por  su  magnífica  escalera, 
pintada  al  fresco  por  Bartolomé  Pérez,  famoso  artista, 
yerno  de  Juan  de  Arellano,  en  1695  (que  por  cierto  mu- 
rió en  esta  operación,  cayendo  desde  un  elevado  andamio), 
por  sus  extendidos  y  magníficos  salones ,  decorados  con  el 
mayor  gusto  cuando  le  habitaba  la  famosa  Duquesa  de 
Terranova,  camarera  mayor  de  la  reina  doña  María  Luisa 
de  Orleans,  esposa  de  Carlos  II;  y  tanto,  que  mereció  des- 
pués servir  de  mansión  á  la  reina  doña  Isabel  Famesio  y 
sus  hijos  los  infantes  D.  Luis  y  doña  María  Antonia,  qne 
se  retiraron  á  él  á  la  muerte  de  su  esposo  y  padre  el  rey 
Felipe  V. — En  nuestros  dias  adquirió  este  famoso  palacio 
otra  celebridad  más  imperecedera,  cuando,  sirviendo  de 
Parque  de  Artillería ,  el  glorioso  dia  Dos  de  Mayo  de 
1808 ,  fué  el  punto  principal  del  alzamiento  del  pueblo  de 


(1)  Derribado  en  1869  el  con- 
vento (y  no  la  iglesia)  de  las 
Maravillas ,  y  la  cerca  de  la  po- 
sesión, y  el  palacio  de  Monte- 
león  ,  se  formó  en  su  solar  una 
linda  plaza-jardin,  quedando  en 
eu  centro  el  arco  de  entrada  á 
aquél ,  á  cuyo  pié  se  inmortali- 
zaron Daoiz  y  Velarde  el  dia  2 
de  Mayo,  el  cual ,  cercado  de 


una  verja,  aparece  aislado  ea 
medio  del  jardín ,  y  más  allá,  al 
extremo  del  solar  de  MonteleoOf 
en  la  parte  alta ,  descollaba  el 
grupo  de  mármol  de  los  dos  hé- 
roes, obra  del  célebre  esc'iltor 
Sola,  que  boy  se  ba  trasladado 
impropiamente  delante  de  Is 
fachada  del  Museo. 


PORTA-C(ELI   Y  MARAVILLAS.  145 


Madrid  contra  los  franceses,  y  el  sitio  donde  se  inmorta- 
lizaron los  héroes  D.  Luis  Daoiz  y  D.  Pedro  Velarde,  ca- 
pitanes del  cuerpo  de  Artillería ,  defendiendo  la  puerta  á 
la  calle  que  hoy  lleva  sus  ínclitos  nombres,  y  antes  se  lla- 
maba de  San  Miguel  y  San  Joaé^  y  da  frente  á  la  de  San 
Pedro  Nueva  ^  hoy  del  Dos  de  Mayo^  por  donde  ataca- 
ron las  columnas  enemigas.  En  los  restos  de  este  edificio 
existe  una  fábrica  de  maquinaria  y  fundición,  y  el  in- 
menso espacio  erial  de  su  antigua  huerta ,  que  sale  largo 
trecho  más  allá  de  la  puerta  de  Fuencarral,  está  llamado 
á  sustentar  una  barriada  entera  de  calles  y  edificios  de 
importancia. 

La  hermosa  y  espléndida  calle  Ancha  de  San  Bernar-  coiie  Ancha  de 
doj  llamada  en  un  principio  de  los  Convalecientes ,  por  el 
hospital  que  estuvo  situado  en  ella  y  habia  fundado,  en 
1579,  el  venerable  hermano  Bemardino  de  Obreffon,  es 
una  de  las  primeras  y  más  importantes  vias  del  Madrid 
moderno,  por  su  extensión  de  3.228  pies,  por  su  anchu- 
ra, y  por  la  importancia  de  sus  edificios  públicos  y  parti- 
culares, algunos  de  los  cuales  han  desaparecido  en  nues- 
tros dias,  y  otros  levantádose  de  nuevo. 

Contiguo  al  sitio  en  que  estuvo  el  antiguo  hospital  re- 
ferido del  venerable  Obregon,  fundó,  en  1626,  el  monas- 
terio del  Orden  de  San  Bernardo  Alonso  de  Peralta, 
contador  de  Felipe  II,  que  yacia  en  su  iglesia,  en  el  pres- 
biterio, bajo  un  suntuoso  mausoleo.  Esta  iglesia  y  conven- 
to han  desaparecido  del  todo  hace  algunos  años,  para  dar 
lugar  á  la  construcción  de  las  dos  casas  particulares  nú- 
meros 21  y  23.  Más  hacia  el  principio  de  dicha  calle  exis- 
tió hasta  poco  há  la  iglesia  y  convento  que  fué  de  padres 
dominicos  del  Rosarioy  que,  como  queda  dicho  ya,  estuvie-  ^  nosarfo. 
ron  primero  en  Porta-CceHy  y  se  trasladaron,  en  1646,  á 
esta  casa,  que  habia  fundado  para  ellos  el  marqués  de  Mo- 
nasterio, D.  Octavio  Centurión;  en  la  iglesia  se  veneraba 

11|  10 


Los  Bernanlos. 


146  EL  ANTIGUO   MADRID. 

la  célebre  y  devota  efigie  del  Santo  Cristo  del  Perdón  j 
obra  del  escultor  Fereira  y  una  de  las  más  veneradas  de 
Madrid.  El  convento  estuvo  dedicado,  después  de  la  ex- 
claustración, á  cuartel  de  guardias  alabarderos^  y  hoy,  de- 
rribado,  permanece  en  solar. 
El  Noviciado  y      Otro  odificio  rcligioso  dc  mayor  importancia  hubo  en 

la  UiiiTeraidad.     ,  .  ,«  -.  11/111 

la  misma  calle,  y  era  el  que  se  alzaba  más  adelante,  cono- 
'cido  por  la  casa  Noviciado  de  padres  jesuitcbs,  y  á  la  ex- 
tinción de  éstos,  ocupado  por  los  Padres  del  Salvador. 
Era  una  suntuosa  fábrica,  especialmente  la  iglesia,  clara, 
espaciosa  y  elegantemente  adornada,  en  la  cual  habia  un 
magnifico  altar  de  mármoles  y  bronces,  dedicado  á  San 
Francisco  de  Regis,  que  fué  construido  en  Roma  y  cree- 
mos que  no  exista  ya;  y  en  su  bóveda,  el  suntuoso  sepul- 
cro de  la  célebre  duquesa  de  Alba  doña  María  Teresa, 
trasladado  hoy  al  cementerio  de  San  Isidro.  Coronaban 
la  fachada  de  esta  famosa  iglesia  dos  torres  laterales,  qae 
contribuian  á  embellecer  la  espaciosa  calle  de  San  Ber- 
nardo.— Pero  destinado  este  edificio  á  Universidad  CVw- 
tral,  en  que  se  refundió  la  de  Alcalá,  los  arquitectos  en- 
cargados de  su  reparación  ó  apropiación  á  aquel  objeto, 
juzgaron  del  caso  echarle  abajo  y  sustituirle  por  otro  de 
nueva  planta ,  que  por  cierto  nada  tiene  de  particular. — 
Entre  las  muchas  demoliciones  de  edificios  religiosos  ve- 
rificadas en  la  última  época,  ninguna,  á  nuestro  entender, 
ha  sido  tan  sensible  y  menos  justificada  como  la  de  la 
hermosa  iglesia  del  Noviciado. 

Todavía  al  extremo  de  la  calle  existen  dos  templos  y 
casas  religiosas :  el  primero,  al  número  81,  es  el  convento 
é  iglesia  de  monjes  benitos,  apellidados  de  Monserratj 
que  fugitivos  del  levantíimiento  de  Cataluña,  en  tiempo 
de  Felipe  IV,  vinieron  á  Madrid ,  y  tuvieron  primero  su 
morada  en  la  quinta  del  Condestable  {la  huerta  de  Frias, 
hacia  el  arroyo  de  Abroñigal),  y  luego  fueron  traslada^ 


MonaeiTRt. 


PORTA-CCELI   Y   MARAVILLAS.  147 


dos  al  pnnto  que  hoy  ocupa.  La  iglesia  está  sin  concluir, 
j  su  fachada  tiene  una  torre  del  caprichoso  gusto  apadri- 
nado á  principios  del  pasado  siglo  por  el  arquitecto  D.  Pe- 
dro Rivera.  —  En  esta  iglesia  está  sepultado  el  célebre 
coronista  de  Indias  D,  Lnis  de  Sahzar  y  CastrOy  cuya 
rica  biblioteca  y  manuscritos  que  allí  se  conservaban  pa- 
saron á  la  de  las  Cortes.  El  convento,  después  de  la  exclaus- 
tración, sirvió  de  casa  corrección  de  mujeres,  la  llamada 
Galera,  y  después  de  la  traslación  de  éstas  á  San  Fernan- 
do, está  ocupado  hoy  por  una  comunidad  de  monjas.  — 
Frente  á  este  monasterio  está  situado  el  más  moderno,  en 
fundación  verificada  por  la  señora  doña  Manuela  de  Cen- 
turión, marquesa  de  Villena,  en  1798 ;  es  de  religiosas  de 
San  Francisco  de  Sales,  conocido  por  las  Sálesas  Nuevas,  saiesas  Nuevaa. 
para  distinguirle  del  otro  del  Barquillo,  fundado  por  la 
reina  D.*  Bárbara.  Su  iglesia,  aunque  pequeña,  es  de  muy 
buen  gusto  y  está  adornada  con  bellos  retablos  de  már- 
mol. Suprimido  éste  en  1836,  pasaron  las  monjas  al  otro 
convento  á  reunirse  con  aquella  comunidad,  establecién- 
dose en  éste  provisionalmente  la  Universidad  Central ; 
pero  después  que  ésta  ocupó  el  del  Noviciado,  han  vuel- 
to al  suyo  las  monjas.  —  Últimamente,  la  casa  núm.  80 
de  dicha  calle*,  que  daá  la  de  Daoiz  y  Velarde,  y  que,  se- 
gún nuestras  noticias,  fué  del  Conde  de  Colomera,  y  antes 
del  Duque  de  Abrántes,  fué  trasformada  en  convento  de 
monjas  franciscas  de  Santa  Clara  en  la  última  década  de 
Femando  VII ;  pero  ahora  sirve  de  Escuela  Normal. 

Varias  son  las  casas  particulares  de  la  grandeza  en  esta 
extendida  calle.  Figura  en  primera  línea  la  señalada  con 
el  número  18,  que  fué  de  los  marqueses  de  Léganos,  y 
después  de  los  condes  de  Altamira.  A  fines  del  siglo  pa-  ^^^^  ^^  ^j^^ 
sado  el  poseedor  de  este  ilustre  título  proyectó  reformar  ™*^ 
aquella  hermosa  fábrica ,  bajo  los  planes  del  célebre  don 
Ventura  Rodriguez,  en   unos  términos  verdaderamente 


148  EL   ANTIGUO   MADRID. 

tan  magníficos^  que  no  hubiera  tenido^  sin  duda  alguna, 
rival  en  Madrid;  pero  desgraciadamente  no  llegó  á  veri- 
íiciirse  más  que  una  parte  de  aquel  proyecto^  que  es  la 
que  da  á  la  calle  de  la  Flor  Alta.  —Contiguo  á  ella,  y 
señalada  con  el  número  28,  está^  aunque  reformada  úl- 
timamente, la  del  mayorazgo  que  fiíndaron  D.  Gabriel 
Peralta  y  D.*  Victoria  Grímaldo,  y  comprende  diversos 
sitios,  que  fueron  propios  de  los  Villaroelea  y  Peraltas, 
de  cjuienes  desciende  su  poseedor  hoy,  el  Marqués  de  Pa- 
lacios, duque  de  la  Conquista.  —  Esta  casa  tiene  el  re- 
cuerdo de  haber  sido  la  que  habitaba  y  sirvió  de  prisión 
Casa  en  que  ▼!-  al  célcbre  miuistro  de  Felipe  III  D.  Rodrigo   Calderón, 

Calderón.  marqués  de  Siete  Iglesias ,  y  de  donde  salió  para  ser  dego- 

llado en  público  cadalso  el  21  de  Octubre  de  1621. 
El  suntuoso  edificio  moderno,  número  07,  en  que  hoy 

oraciayj^ticí.  ^stá  el  Ministerio  de  Gracia  y  Justicia,  fué  <H)n8truido  oii 
el  siglo  pasado  por  la  Marquesa  de  la  Sonora,  donde  esta- 
ba la  casa  del  Marqués  de  la  Begalía ;  ocupa  un  espacio 
de  22.000  pies  entre  la  calle  de  los  Reyes  y  la  de  la  Man-- 
zana  y  y  es  una  de  las  construcciones  particulares  más  só- 
lidas y  regulares  de  Madrid.  No  llegó,  sin  embargo,  á  ser 
concluido,  habiendo  permanecido  inhabitado  casi  un  si- 
glo, hasta  que  adquirido  hace  pocos  años  por  un  particu- 
lar, le  concluyó  éste,  y  vendió  después  al  Gobierno  para 
colocar  en  él  el  referido  Ministerio  de  Gracia  y  Justicia. 
-7-  De  otras  varias  casas  de  importancia  de  esta  calle  pu- 
diéramos hacer  mención;  pero  por  no  dilatar  más  esta 
cansada  relación  nos  limitaremos  á  llamar  la  atención  so- 
bre la  nueva  y  elegantemente  reparada  del  número  72, 
Casa  de  Oaa-  propia  de  los  marqucses  de  Mejorada  y  de  Guadalcázar, 

daicázar.  ^^^  compreudc  la  extensión  de  52.857  pies.  En  ella  vi- 

vió á  fines  del  siglo  pasado  su  propietario,  casado  con  la 
célebre  y  erudita  señora  doña  Maria  Isidra  de  Guzman  y 
la  Cerda,  hija  de  los  condes  de  Oñate,  natural  de  Ma- 


PORTA-C(ELI   Y   MARAVILLAS. 


149 


Domingo. 


drid,  y  que  fué  graduada  de  doctora  en  la  universidad 
de  Alcalá,  á  los  diez  y  siete  años  de  edad^  en  1785.  En 
nuestros  dias  sólo  la  habiamos  visto  habitada  un  corto 
espacio  de  tiempo  por  la  señora  Duquesa  viuda  de  San 
Femando,  y  no  esi;ando  ruinosa,  no  acertamos  á  compren- 
der el  motivo  de  tal  abandono,  que  acaba  de  tener  fin  con 
las  costosas  obras  hechas  en  ella  recientemente. 

Terminaba,  en  fin,  esta  calle  con  la  antigua  y  mezqui-  J*°*'**  ^  ^°' 
na  puerta j  también  derribada,  que  sustituyó  y  heredó  el 
nombre  de  Santo  Domingo  de  la  que  estaba  en  aquella 
plazuela  y  limitaba  el  antiguo  arrabal  de  Madrid ;  pero 
generalmente  era  conocida  por  el  de  puerta  de  Fuencar- 
ral  y  habiendo  sido  una  de  las  principales  ó  de  registro 
hasta  que  se  trasladó  éste  á  la  de  los  Pozos  ó  Bilbao.  Su 
colocación  y  su  fábrica  material  eran  las  mismas  impropias 
y  ridiculas  que  contaba  ya  en  el  siglo  xvii ;  y  al  tenor  de 
lo  reclamado  por  la  opinión  pública  y  la  necesidad ,  vino 
en  fin  á  tierra  para  dejar  avanzar  por  aquel  lado  los  lími- 
tes de  Madrid,  ya  de  hecho  prolongados  á  la  parte  exte- 
rior con  el  nuevo  hospital  de  la  Princesa ,  construido  so- 
bre el  sitio  que  en  los  siglos  anteriores  soportaba  las  ho- 
gueras de  los  autos  de  fe  y  y  que  aun  conservaba  el  funes- 
to nombre  de  el  Quemadero  (1). 


(1)  Efectivamente  en  este  so- 
lar 86  levantó  la  hoguera  en  el 
famoso  auto  cíe  fe  de  30  de 
Agosto  de  1680,  cuya  relación , 
formada  por  el  maestro  de  ]a 
villa  José  del  Olmo,  que  dirigió 
la  función,  dice  terminantemen- 
te que  «dicho  quemadero  estaba 
» saliendo  de  la  puerta  de  Santo 
I»  Domingo,  como  unos  200  pasos 
»á  la  izquierda,  i»  To<lo  lo  que  se 
habló  en  las  Cortes  en  1 870  con 


motivo  del  desmonte  del  sitio 
frontero  é  invención  en  él  de 
huesos  calcinados  y  trenzas  in- 
combustibles, cae  por  su  base 
diciendo  que  no  era  éste  el  sitio 
de  las  ejecuciones,  sino  el  que 
tenia  enfrente,  á  la  izquierda  de 
la  puerta,  que  es  el  que  fuá 
antes  conocido  por  la  Cruz  del 
Quemadero,  y  que  está  señalado 
con  ella  en  el  plano  de  1656. 


150  EL  ANTIGUO   MADRID. 


XI. 


AFLIGIDOS  Y  LEGANITOS. 


Vamos  á  conclair  nuestro  histórico  paseo  matritense 
con  el  cuarto  de  circulo  comprendido  entre  la  plazuela  de 
Santo  Domingo  y  calle  Ancha  de  San  Bernardo  i  la  puerta 
de  San  Vicente  j  al  Alcázar  Real. 

Plazuela  de  lEsto,  plazuela  de  Santo  Domingo  llegó  á  ser  centro  de 
'  natalidad  de  la  nueva  población  que  se  fué  formando  ea 
su  derredor,  viniendo  á  desembocar  en  ella  hasta  una 
docena  de  calles  bastante  principales ,  de  las  cuales,  j  sus 
respectivas  barriadas,  hemos  tratado  ya  en  su  mayor  parte 
hasta  la  Ancha  de  San  Bernardo,  quedándonos  única- 
mente que  decir  de  las  de  la  Inquisición^  Leganitosy  Tort' 
ja  y  la  Bola ,  con  sus  respectivas  travesías. 

caUe  de  la  in-  La  Calle  de  la  Inquisición  (después  de  María  Cristina, 
y  hoy  de  Isabel  la  Católica)  tomó  aquel  nombre  por  el 
Consejo  y  tribunal  del  Santo  O/icio^  llamado  de  Corte  y  que 
estaba  situado  en  las  casas  números  7  y  8  antiguos  y  4 
moderno,  aunque  posteriormente,  á  fines  del  siglo  pasado, 
se  trasladó  el  Consejo  supremo  á  la  nueva  casa  que  bizo 
construir  en  la  calle  de  Torija,  de  que  hablaremos  des- 
pués ;  pero  las  cárceles  y  el  tribunal  de  Corte  continuaron 
siempre  en  la  antigua,  hasta  1820,  en^que  quedó  definiti- 
vamente suprimido  este  instituto.  En  aquellos  memora- 
bles dias  7,  8  y  9  de  Marzo  del  año  20,  en  que  el  rey 
!Fernando  se  vio  obligado  á  jurarla  Constitución  de  1812, 
fueron  forzadas  estas  prisiones  por  el  pueblo,  ávido  de 


qnlsicion. 


AFLIGIDOS  Y   LKGANITOS.  151 

•encontrar  en  ellas  las  horrendas  señales  de  los  tormentos 
y  las  TÍctimas  desdichadas  de  aquel  fanesto  tribunal ;  pero 
en  honor  de  la  verdad  debemos  decir  que  sólo  se  hallaron 
en  las  habitaciones  altas  que  daban  al  patio  dos  ó  tres 
presos  ó  detenidos  políticos,  uno  de  ellos  el  padre  D.  Luis 
Dae¿s,  cura  del  hospitalito  de  los  franceses,  bien  conoci- 
do por  su  realismo  exagerado ;  j  en  los  calabozos  subter- 
ráneos, que  corrian  largo  trecho  en  dirección  de  la  plazue- 
la de  Santo  Domingo,  nada  ahaolutamente  que  indicase 
^señales  de  suplicios,  ni  aun  de  haber  permanecido  en  ellos 
persona  alguna  de  mucho  tiempo  atrás.  Vendida  después 
-esta  casa  como  de  bienes  nacionales,  por  una  antitesis 
providencial  sirvió  de  imprenta  y  redacción  de  periódicos 
exaltados ,  y  después  ha  sido  convertida  en  habitaciones 
particulares. 

Más  adelante,  en  esta  misma  calle,  á  su  número  1  an-  candeTrasut- 
tiguo  y  23  moderno,  está  la  suntuosa  casa  que  fué  de  los  ™*"' 
condes  del  Águila  y  de  Trastamara,  y  comprende  varios 
sitios  hasta  35.210  pies,  sobre  uno  de  los  cuales  estuvo 
anteriormente  la  casa  que  el  licenciado  García  de  Barrio- 
nuevo  y  Peralta  fundó  para  su  hijo  D.  Bernardino.  La 
<lel  Conde  de  Trastornara,  que  hoy  ocupa  este  sitio,  era 
notable  por  la  esplendidez  de  sius  salones,  y  especialmente 
por  las  magnificas  estancias  llamadas  las  cuadras,  capri- 
chosamente enriquecidas  de  adornos,  de  flores  y  figuras 
en  relieve,  y  con  graciosos  saltadores  de  agua  en  el  cen- 
tro;  bellisimos  salones,  célebres  por  los  suntuosos  bailes 
dados  en  ellos  por  la  grandeza  en  1 831 ,  con  asistencia  de 
los  reyes,  y  posteriormente  por  los  que  dio  el  general 
Narvaez  cuando  la  ocupaba  y  era  de  su  propiedad.  — En 
la  inmediata,  número  25,  que  lo  fué  del  Conde  de  Revilla- 
gigedo,  se  fundó  y  colocó,  en  1830,  por  la  reina 'D.*  Maria 
Cristina  el  Conservatorio  de  MúsÍ4:a^  que  llevó  su  nombre. 
En  esta  casa  estuvo,  en  1823,  la  Suprema  Asamblea  (ó  lo  cm?.^*^^*'"-®'* 


1 52  'EL   AKTIGUO  MADRID, 

que  fuese)  de  la  célebre  sociedad  secreta  de  los  Comunes 
ros  de  Castilla.  Frontero  de  ella  estuvo  situado  el  conven- 
to de  San  Norberto,  de  padres  canónigos  premostratensetr 

LoaMoetemee.  (los  Mostenscs),  fundado  en  1611,  y  antes  las  monjas  de 
Santa  Catalina,  trasladadas  luego  por  el  Duque ,de  Lerma 
á  la  calle  del  Prado.  Tenian  aquéllos  una  buena  iglesia, 
parte  de  la  cual  se  arruinó  en  1740,  y  fué  reconstruida  de 
nuevo  en  1773,  con  una  bella  portada,  obra  del  célebre 
I).  Ventura  Rodríguez ;  pero  demolido  este  edificio  por 
los  franceses ,  ha  permanecido  erial  aquel  sitio,  basta  que 
últimamente  se  ba  construido  allí  un  mercado  de  hierro^ 

(Hile  do  En  En  las  callcs  que  median  entre  ésta  y  la  de  San  Ber- 
sai  8i  puedes  y  nardo  sólo  bay  que  notar  los  extraños  títulos  de  algunas^ 
de  ellas,  tales  como  la  Garduña,  En  hora  mala  vayas  (hoy 
travesía  de  la  Parada),  de  Aunque  os  pese  (ahora  travesía 
de  las  Beatas)  y  de  Sal  si  puedes  (hoy  Pretil  Alto,  que  da 
á  la  plazuela  de  los  Mostenses),  cuyos  nombres  parece  les 
fueron  dados  por  los  reñidos  pleitos  y  discordias  ocasio- 
nadas entre  los  terratenientes  para  el  rompimiento  de  di-* 
chas  calles. 

No  son  menos  extrañas  las  de  la  izquierda  de  esta  ca^ 
lie  á  la  de  Leganitos ,  tituladas  del  Recodo^  de  San  Cipria- 
no, de  la  Cuadra,  de  Egriiluz,  de  San  Ignacio  y  de  Santa 
Margarita;  únicamente  las  de  la  Flor  Baja  y  de  los  Reytf 
tienen  una  regular  anchura  y  proporciones.  En  esta  ul- 
tima hay,  señalada  con  el  número  29,  una  casa  que  puede 
ser  de  mediados  del  siglo  pasado,  con  una  caprichosa  fa- 
chada, que  no  carece  de  mérito. 

Calle  de  Lega-      ^^  ^^^  ^^  Lcganitos,  que  desde  la  plazuela  de  Santo- 
'^'***  Domingo  corre  hasta  los  confínes  de  la  población  entre 

Norte  y  Oeste,  es  una  extensa  vía  de  regular  caserío,  aun- 
que poco  notable,  como  destinado  á  habitaciones  particu- 
lares, excepto  el  edificio  que  sirvió  de  colegio  Real  de 
Santa  Bárbara  para  niños  músicos  al  ser^dcio  de  la  Real 


AFLIGIDOS   Y   LEGAKITOS.  153 

capilla,  fundado  por  Felipe  II  en  1590,  y  que  dirigió  en 
tiempo  de  Fernando  VI  el  célebre  Carlos  Broschi  (Fari^ 
nelli)j  y  produjo  en  todos  tiempos  excelentes  discípulos, 
conocidos  en  el  mundo  filarmónico.  —  El  nombre  de  Z«- 
'  ganitoé  ó  Leganésj  aplicado  á  esta  calle  y  cuartel,  era  el 
mismo  que  de  antiguo  llevaba  aquel  sitio  montuoso,  y 
})arece  que  viene  de  la  voz  árabe  algannet  algannit^  que 
significa  las  huertas  y  sin  duda  por  las  que  habría,  y  de 
qae  aun  existe  alguna  hacia  la  Montaña  del  Principe  Pío. 
— Entre  ésta  y  la  plazuela  de  Santo  Domingo,  por  donde 
ahora  van  la  calle  de  los  Reyes  y  la  de  San  Marcial,  en 
el  valle  ú  hondonada  formada  entre  ambas  colinas,  corría 
al  descubierto  una  esgueva  ó  barranco  procedente  de  la 
parte  alta  de  Santa  Bárbara,  obstáculo  formidable  para 
la  comunicación  con  el  nuevo  distrito  de  los  Áfligidosy 
que  fué  disimulado  en  parte,  durante  siglos  enteros,  por 
medio  de  un  puente  que  venía  á  estar  frente  á  la  calle  de 
Leganitos,  y  está  señalado  en  el  plano  de  1656.  Poste- 
riormente, en  el  siglo  pasado,  siendo  gobernador  del  Con- 
sejo el  señor  Figueroa,  se  cubrió  la  famosa  alcantarilla, 
que  á  pesar  de  su  ancha  boca  para  recibir  las  arroyadas 
de  dicha  calle  alta,  acasionaba  en  las  grandes  avenidas 
peligros  y  destrozos. 

Pasada  esta  alcantarilla,  y  al  final  de  la  parte  alta  de  ^^^^cío  de  osn- 
dicha  calle,  formando  la  manzana  557  (última  de  las  de 
Madrid  en  el  orden  de  numeración) ,  existe  aún  el  consi- 
derable edificio,  palacio  viejo  de  los  Duques  de  Osuna^ 
con  su  extendida  huerta,  llamada  en  lo  antiguo  de  las 
Minas,  Esta  casa,  de  gran  suntuosidad,  aunque  muy  de- 
teriorada, ha  tenido  en  nuestros  tiempos  varios  usos,  tales 
como  fábricas  y  talleres,  teatros  caseros,  y  otros,  ademas 
de  estar  ocupada  en  gran  parte  por  la  magnífica  biblio- 
teca del  señor  Duque  propietario,  hasta  que  últimamente 
fué  trasladada  á  la  del  Infantado  en  las  Tistillas.  Hoy, 


na. 


154  EL  ANTIGUO   MADRID. 

comprada  esta  casa  por  S.  M.  el  Bey^  ha  sido  destinada 
¿  convento  de  San  Vicente  de  Paul  (1). 
Parroquia  de      Entre  dicha  Calle  alta  de  Lefi:anitos  y  la  de  San   Ber- 

San  MáraoiL 

nardo,  en  la  parte  más  propia  del  cuartel  llamado  de 
Ajligidosy  hay  algunos  objetos  notables,  como  la  elegante 
aunque  pequeña  iglesia  parroquial  de  San  Marcos  j  obra 
de  mediados  del  siglo  pasado,  dirigida  por  el  célebre 
arquitecto  D.  Ventura  Rodríguez,  que  está  sepultado  en 
su  bóveda.  Dicha  iglesia  está  situada  en  la  calle  de  San 

iMXmp9titiáM.^^^^^^^y  y  enfrente  de  ella,  la  pequeña  capilla  y  casa 
recogimiento  de  mujeres  Arrepentidas,  fundada  en  el 
siglo  pasado  bajo  la  advocación  de  Santa  María  egip- 
ciaca.—  A  la  entrada  de  la  calle  de  San  Bernardina  hay, 
en  la  plazuela  que  lleva  su  nombre,  otro  convento  de 
capuchiMs.  monjas  capuchinas j  fundado,  en  1617,  en  la  calle  del  Me- 
són de  Paredes,  y  trasladadas  á  este  sitio  diez  años  des- 
pués.— Mucho  más  suntuoso  y  rico  es  el  otro  convento, 
situado  en  la  plazuela  que  se  forma  hacia  el  extremo  de 
la  calle  de  Amaniel,  fundado,  en  1650,  para  las  señoras 
Comendadoras  comendadoras  de  Santiago,  con  un  hermoso  templo,  nota- 
ble por  su  espaciosidad  y  decoración,  así  como  la  elegante 
sacristía,  en  que  están  colocadas  las  estatuas  de  los  reyes 
y  grandes  maestres  de  la  Orden ;  en  esta  iglesia  celebra 
ésta  las  funciones  de  su  instituto,  y  su  profesión  los  ca- 
balleros de  la  misma. 

Las  Incurables.  ^^  dicha  Calle  de  Amaniel,  al  número  11,  está  el 
hospital  de  mujeres  incurables,  precioso  establecimiento 
de  beneficencia,  fundado  por  la  Condesa  viuda  de  Lerena, 
en  1803.  Estuvo  en  diversos  sitios  hasta  que,  en  1824, 
fué  trasladado  á  este  edificio,  que  sirvió  anteriormente  al 


(1)  Hoy  es  hospital,  y  se  ha  lies,  formado  en  la  MoDtafiadel 
roto  para  la  comunicación  con  Príncipe  Pío,  y  el  frontero,  tito- 
el  magnífico  barrio  de  Argüe-      lado  de  Pozas. 


AFLIGIDOS   Y   LEGANITOS.  155 

colegio  de  niñas  huérfanas^  fundado  por  Felipe  V,  y  era 
<5onocido  por  el  de  Morder ey^  á  cansa  de  haber  pertene- 
<;ida  la  casa  al  Conde  de  este  titulo,  á  quien  la  compro 
Su  Majestad.  Este  precioso  hospital  sufrió  considerable- 
mente en  el  horroroso  incendio  ocurrido  el  dia  8  de  Julio 
•de  1851,  en  que  quedaron  reducidas  á  cenizas  diez  y  siete 
<;aaa8  en  las  cuatro  manzanas  que  dan  á  dicha  calle  y  las 
<iel  PortillOj  del  Cristo,  del  Limón  y  del  Conde-Duque. 

iEste  titulo  y  el  de  la  puerta  en  que  termina  dicha  Portiiiodeicon- 
<^lle  nos  trae  á  la  memoria  al  poderoso  valido  de  Fe- 
lipe IV,  D.  Gaspar  de  Guzman,  conde-duque  de  Oliva- 
res, cuyo  suntuoso  palacio  y  jardines  se  alzaban  en  aquel 
«itio,  y  están  representados  en  el  plano  antiguo  hacia 
•donde  ahora  el  cuartel  de  Guardias. — Dicho  cuartel  de 
Guardias  de  Corpa  y  que  ocupa  por  entero  la  manzana  on  artel  de 
¿50  en  una  extensión  de  244.365  pies,  es  el  edificio  más 
vasto  de  Madrid,  y  fué -construido  en  el  reinado  de  Feli- 
"pe  V,  bajo  la  dirección  del  arquitecto  D.  Pedro  Rivera. 
Sirvió  á  este  destino  hasta  la  supresión  de  este  Real 
-Cuerpo;  después,  de  colegio  general  militar,  y  ahora,  de 
.-cuartel  de  caballería,  y  sus  torres,  de  prisión  militar,  en 
<}ne  han  sido  custodiados  muchos  célebres  personajes  po- 
liticos  (1). — El  magnifico  palacio  contiguo,  propio  de 
los  duques  de  Liria,  de  Berwick  y  Alba,  construido,  en 

.  .  .  ¿V  -r*         .  Palftdo  de  LirUu 

1770,  bajo  la  dirección  del  célebre  D.  Ventura  Rodríguez, 
•es  por  su  suntuosidad  y  buen  gusto  el  primero  de  los  edi- 
ficios particulares  de  Madrid. — Cerca  de  este  palacio,  hacia 
•el  Seminario  de  Nobles,  hay  una  casa,  señalada  con  el  nú- 
mero 3,  que  es  conocida  por  la  Casa  del  Duende.  En  ella, 
isegnn  mis  presunciones,  habitó  el  famoso  D.  Fernando 
Valenzuela,  privado  de  la  reina  viuda  de  Felipe  IV,  y  que 

(1)  Este   magnifíco    cuartel      pocos  años,  del  que  aun  no  lia 
sufrió  un  incendio  total  ht^ce      sido  repuesto. 


Seminarlo. 


156  EI4  ANTIGUO   MADRID. 

tuvo  tan  estrepitosa  caida. — Más  allá,  al  confín  de  la  po- 
blación, y  formando  con  la  cerca  de  su  huerta  parte  de  la 
general  de  la  misma,  se  alza  el  suntuoso  Seminario  Real 
de  Niños  Nobles^  fundado  por  el  mismo  rey  D.  Felipe  V 
en  1725,  y  puesto  bajo  la  dirección  de  los  Padres  de  la 
Compañía  de  Jesús,  basta  que,  á  la  extinción  de  éstos,  re* 
cibió  una  nueva  organización  por  disposición  de  Carlos  III, 
y  bajo  la  dirección  del  célebre  general  de  marina  D,  Jorge 
Juan.  Posteriormente,  en  nuestros  dias,  volvieron  á  re- 
gentarle los  jesuitas,  hasta  que,  suprimidos  después,  sirvió 
de  cuartel,  y  hoy  de  Hospital  Militar^  importantísimo  y 
excelente  establecimiento,  uno  de  los  primeros  de  que 
puede  gloriarse  la  época  presente.  La  huerta  de  este  se- 
minario, que  comprende  una  vasta  extensión  de  terreno^ 
avanza  un  largo  trecho  más  allá  del  portillo  de  San  Bei^ 
nardino,  emparejando  su  esquina  con  la  de  la  MoiUaña 
del  Príncipe  Pío,  á  cuya  confluencia  sobre  este  solar  se 
ha  construido  la  linda  barriada  llamada  de  Pozas. 
Montaña  del      La  iumeusa  posesión  conocida  con  el  nombre  de  la 
Montaña  del  Príncipe  Pío  no  quedó  incluida  dentro  de 
la  cerca  general  "de  Madrid  hasta  los  tiempos  de  Car- 
los III;  mide  más  de  seis  millones  de  pies  superficiales; 
fué  de  los  marqueses  de  Castel-Rodrigo,  cuya  casa  se 
unió  después  por  enlaces  con  la  del  Principe  Pió  de 
Saboya.   En  el   plano  antiguo  está  dividida  en  varios 
trozos  de  huertas,  llamadas  de  Buitrera ,   del  Molino 
Quemado,  de  las  Minillasy  de  la  Florida^  etc.,  y  estaba 
entonces,  como  decimos,  fuera  del  portillo  de  San  Joa* 
tjuin  (hoy  de  San  Bernardina)  y  de  la  tapia  que  bajaba 
recta  desde  Afligidos  al  puente  del  Parque  efe  Palacio^ 
donde  después  la  fuente  de  la  Regalada,  á  la  bajada  de  San 
Vicente.  Esta  inmensa  posesión,  perteneciente  al  Real  pa- 
trimonio, fué  cedida  por  S.  M.,  en  usufructo,  al  Serenísi- 
mo señor  infante  D.  Francisco,  y  de  sitio  áspero  é  inculto 


AFLIGIDOS   Y   LBGANITOS.  157 

<}ne  era  antes,  vino  á  trasformarse  en  un  precioso  parque, 
huertas  y  jardines,  que  la  generosidad  de  su  augusto  po- 
seedor franqueaba  al  público,  proporcionándole  uno  de  sus 
más  gratos  desahogos ;  y  con  los  nuevos  edificios,  cuartel 
V  caserío  emprendidos  en  ella,  constituirá  muy  luego  un 
distrito  muy  importante  de  Madrid  (1). 

Fnera  de  esta  montaña  cercada,  hacia  la  parte  que  da  capiíudei Prín- 
¿  la  plazuela  de  Afligidos,  está  la  casa  y  la  capilla  que  la 
3Iarquesa  de  Castel-Bodrigo ,  doña  Leonor  de  Moura^ 
fundó  en  el  siglo  xvii,  y  en  la  que  se  venera  una  copia 
de  la  Cara  de  Dios  estampada  en  el  lienzo  de  la  Verónica, 
preciosa  alhaja  vinculada  en  el  mayorazgo,  que  se  expone 
al  público  en  la  Semana  Santa. — Frente  á  esta  casa  y 
, capilla  estuvo,  en  la  misma  plazuela  de  Afligidos,  el 
convento  de  San  Joaquin,  de  padres  premostratenses, 
Tulgo  de  Afligidos^  cuyo  título  (aplicado  después  á  todo  convent    de 
el  distrito)  le  tomaron  de  una  imagen  de  Nuestra  SefUyra^^^^^^- 
que  se  veneraba  en  el  altar  mayor  de  su  iglesia.  Hoy  ha 
vuelto  al  dominio  de  sus  patronos,  los  señores  condes  del 
Montijo,  y  está  destinado  á  habitaciones  particulares. 

Cruzando  aquella  grandísima  posesión  de  la  Montaña 
y  la  Florida,  se  rompió,  en  el  inmortal  reinado  de  Car- 
los III,  la  bajada  llamada  Cuesta  de  Areneros;  se  formó, 
á  la  parte  baja,  el  paseo  de  la  Florida;  magnífica  bajada  ne^*y  ^«wde 
y  puerta  de  San  Vicente;  se  levantó,  frontero  de  ella,  el  ^•^*®'^^*- 
inmenso  edificio  de  las  Caballerizas  Reales  ^  otra  de  las  c«baii erizas 
colosales  obras  de  aquella  época,   en  cuya  «asombrosa  ^^^«*- 

(1)  Ya  se  ha  construido  una  Sol,  y  el  inmenso  cuartel  de  In- 

hermosa  serie  de  edificios ,  ais-  f  anteria ,  que  por  su  extensión 

lados,  verdaderos  palacios  con  y  simtuosidad  es,  sin  duda,  el 

jardines,  y  al  extremo  se  levanta  primero  de  España,  formando 

la  elegante  iglesia  y  hospital  el  conjunto  de  todo  esto  el  ex- 

del  Buen  Suceso,  que  reemplazó  tenso  y  aristocrático  barrio  de 

k  la  destruida  en  la  Puerta  del  ArgiieUea, 


158  EL   ANTIGUO   MADRID. 


superficie  (qne  por  la  bajada  de  San  Vicente   presenta 
una  linea  de  700  pies)  hay^  ademas  de  suntuosos  patíos, 
verdaderas  plazas,  interminables  galerías  ó  cuadras ,  ca- 
paces de  contener  con  toda  comodidad  quinientos  caba- 
llos; el  magnifico  guadarnés,  espléndidas  cocheras  y  otras 
mil  dependencias,  ademas  de  las  habitaciones  correspon- 
dientes para  la  multitud  de  empleados,  hasta  el   número 
de  486 ;  y  al  otro  lado,  en  fin,  y  con  destino  á  convento 
Convento    de  de  Padres  de  San  Gil  (aunque  no  llegaron  á  ocuparle)^ 
el  otro  espacioso  edificio  que  mira  á  la  calle  de  San  Mar- 
cial,  y  hoy  es  cuartel  de  Artillería;  fué  constraido  bajo 
la  dirección  del  arquitecto  D.  Manuel  Martin  Rodríguez, 
sobrino  y  discípulo  de  D.  Ventura,  el  cual  conservó  en 
él  el  orden  severo  y  el  buen  gusto  propio  de  aqnél,  reve- 
lándose á  primera  vista  su  intención  de  reflejar  en  su 
extensa  fachada  la  del  clásico  monasterio  de  San  Lorenzo 
del  Escorial. 
Calle  Nueva  (de      Subicudo  por  la  calU  Nueva  (hoy  de  Bailen),  en  que 

Bailen).  tienen  su  entrada  principal  las  Reales  Caballerizas,  se    . 

alzó  al  opuesto  lado,  también  en  el  reinado  de  Carlos  III, 
y  con  destino  á  casa-habitacion  de  los  secretarios  de 
Estado,  el  elegante  edificio  que  tiene  su  entrada  contígoa 
al  convento  de  doña  María  de  Aragón.  En  él  habitó  el 
famoso  ministro  Conde  de  Floridahlancay  y  también,  en 
tiempo  de  su  mayor  prepotencia,  el  célebre  valido  de 
Carlos  IV,  D.  Manuel  Godoy^  principe  de  In  Paz;  des- 
pués sirvió  al  Consejo  del  Almirantazgo;  luego,  de  Bi" 
hlioteca  Real ;  posteriormente  encerró  los  ministerios  de 

teSosT^^*^*^  Hacienda  y  Gracia  y  Justicia  ^  Guerra  y  Marina  j  hasta 
que  ha  venido  á  quedar  en  él  sólo  este  último  y  el  Mtiseo 
Naval,  muy  importante  establecimiento  creado  hace  pocos 
años.  La  construcción  de  todas  estas  colosales  o\>tb3 
corrió  á  cargo  del  general  de  ingenieros  D.  Francisco 
Sabatiniy  que  levantó  al  mismo  tiempo,  para  su  propút 


AFLIGIDOS  Y   LEQANITOS.  159 

habitación  y  la  casa  contigaa  á  la  de  Ministerios^  frente  á 
las  Caballerizas  Reales. 

El  convento  de  relificiosos  Afi^ustinos  calzados,  fundado  convento  dedo- 
por  doña  María  de  Córdoba  y  Aragón,  en  1590,  eii  el  gon. 
sitio  que  entonces  se  llamaba  las  Vistillas  del  Rio,  estuvo 
ocupado  por  éstos,  que  tenian  en  él  su  colegio  y  cátedras 
de  Cánones  y  Disciplina  eclesiástica,  hasta  su  extinción 
en  1836.  Su  hermosa  iglesia  es  de  figura  oval,  cuya 
traza  y  pinturas  corrieron  á  cargo  del  célebre  Dominico 
Teutocópoli  (el  Greco) ,  y  fué  convertida  en  breves  dias, 
y  en  los  primeros  de  1814,  en  salón  de  sesiones  para  las 
Cortes  generales  del  Reino ^  en  que  trabajó  con  entusias- 
mo una  gran  parte  de  la  población  de  Madrid ,  si  bien  á 
pocos  dias  de  estrenado  por  ellas  (el  11  de  Mayo  del  mis- 
mo año),  con  motivo  de  la  abolición  de  la  Constitución  á 
la  llegada  de  Femando  VII  de  vuelta  de  su  cautiverio  en 
Francia,  fué  destrozado  por  el  populacho,  y  arrastradas 
las  estatuas  y  emblemas  alegóricos,  y  la  lápida  que  reno- 
vaba el  artículo  de  la  misma  Constitución  :  «  La  potestad 
de  hacer  las  leyes  reside  en  las  Cortes  con  el  ReyJ>  Vuelta 
la  iglesia  al  culto  divino,  y  los  padres  al  convento,  hubie- 
ron de  abandonarle  de  nuevo  en  1820,  en  que  tomó  á  su 
destino  de  salón  de  Cortes,  y  luego  á  los  padres  en  1824, 
hasta  que,  á  la  extinción  de  éstos  en  1836,  ha  sido  defini- 
tivamente dispuesto  y  convertido  en  Palacio  del  Senado. 
La  calle  del  Reloj,  que  corre  á  su  costado,  avanzaba 
en  los  siglos  anteriores  hasta  la  de  Torija  (que  en  el  pla- 
no antiguo  se  apellida  de  Corito),  y  en  ésta  se  alzó,  á  fi- 
nes del  siglo  pasado,  la  casa  principal  donde  estaba  el  ^^^^j^  ¿^  j^ 
Consejo  supremo  de  la  Inquisición ,  y  sobre  cuya  entrada  inquisición.  ^ 
hemos  alcanzado  á  leer  el  terrible  lema :  Exurge,  Domine, 
etjtidica  causam  tuam.  Después  ha  servido,  en  nuestros 
dias,  de  Ministerio  de  Fomento,  llamado  luego  de  lo  Inte- 
rior  y  de  la  Gobernación.  Después  se  han  instalado  en  él 


L 


160  EL  ANTIGUO   MADBID. 

sucesivamente  la  embajada  de  Francia,  un  hotel  inglés  y 
una  imprenta. — Todas  estas  calles,  desde  la  de  Torija 
hasta  la  de  la  Estrella  j  Silva,  fueron  formadas,  en  sa 
mayor  parte,  á  consecuencia  de  la  Puebla  NuerUj  verifica- 
poebia  de  Pe-  da  por  D.  Joaquifi  de  Peralta  en  el  siglo  xvii,  y  una  de 
las  principales  de  ellas  recibió  el  nombre  de  la  calle  de  la 
Puebla  Nv^va  (1),  hoy  del  Fomento,  y  también  la  pe- 
queña callejuela  hoy  travesía  de  Altamira  se  llamó  de 
la  Puebla  de  Peralta, 

Lft  Encarnación.      El  real  monasterio  de  la  Encarnación,  de  religiosas 
agustinas,  fué  fundación  de  la  reina  doña  Margarita,  es- 
posa de  Felipe  III,  y  construido  á  su  costa,  bajo  los  tra- 
zos y  dirección  del  arquitecto  Juan  de  Mora. — La  iglesia, 
que  es  preciosa  por  su  forma  y  por  sus  riquísimos  ador- 
nos, quedó  reformada  en  el  siglo  pasado  por  D.  Ventara 
Rodríguez;  pero  parte  del  monasterio  fué  demolido,  á  la 
verdad  innecesariamente,  en  estos  últimos  años ,  cuando 
salieron  de  ellas  religiosas  para  otros  conventos.  Hoy  se 
halla  reconstruido  en  parte ,  y  han  vuelto  aquéllas  á  oen- 
parle.  La  iglesia,  que,  como  decimos,  es  de  las  más  ricas 
y  ostentosas  de  Madrid,  sirve  de  parroquia  ministerial  de 
Palacio  de  la  Palacio. — La  casa  de  la  calle  de  las  Rejas,  cuyos  accesorios 

iieina  madre,  j^ban  frcutc  á  cstc  mouasterio,  y  después  se  amplió  con 
fachada  principal  á  la  plazuela  de  doña  Mana  de  Aragón; 
fué  de  los  marqueses  de  Santa  Cruz,  y  antes,  de  D.  José 
Portocarrero  y  Pelláres ;  en  el  sitio  de  ella  estuvieron  en 
el  siglo  XVI  las  caballerizas  del  principe  D.  Carlos,  y  en 
nuestros  dias  se  convirtieron  en  palacio  de  S.  M.  la  Beina 
madre  (2).  Al  Duque  de  Alburquerque,  marqués  de  Ca- 

(1)  En  el  número  20  antiguO)  mo,  entusiasta  por  las  glorias 

29  moderno,  de  esta  calle  nació  matritenses. 
D.  Nicolás  Fernandez  de  Mora-  (2)  Esta  casa-palacio  ha  eido 

tin,  padre  del  inmortal  D.  Lean-  derribada,  no  sabemos  con  qu^ 

dro,  y  apreciable  poeta  él  mis-  objeto. 


EL   BUEN   BETIRO.  161 


hraita,  correspondió  el  otro  edificio  contiguo,  que  hoy  sir- 
ve de  Biblioteca  NacionaL 

Desde  aquí  empiezan  las  nuevas  calles  formadas  á  la 
regularizacion  de  la  magnífica  Plaza  de  Oriente  del  Beal 
Palacio  y  con  los  espléndidos  nombres  de  San  Quintín^  de 
Pavía,  de  Felipe  F,  de  Carlos  III,  de  Lepanto,  etc.,  y  por 
consecuencia,  volvemos  á  los  términos  del  Real  Alcázar, 
donde  tuvieron  principio  estos  paseos ,  quedándonos  úni- 
camente que  recorrer  en  uno  el  antiguo  Sitio  Real  del 
Buen  Retiro ,  y  otro  final  de  circunvalación  por  el  exterior 
de  Madrid. 


XII. 


EL  BUEN   RETIRO. 


Más  allá  del  límite  oriental  de  Madrid ,  hasta  bien  en- 
trado el  siglo  XVII;  que  era,  como  queda  expresado  en  su 
capítulo,  el  romántico  Prado  de  San  Jerónimo,  no  existia 
población  alguna ,  ni  otro  edificio  que  aquel  antiguo  mo- 
nasterio y  el  de  Atocha ;  la  entrada  de  Madrid  por  aquel 
Jado,  como  por  todos,  era  abierta  y  franca,  sin  cerca  que 
la  limitase  ni  puerta  que  la  sirviera  de  ingreso ;  pues  basta 
la  misma  mezquina  de  Alcalá,  que  estuvo  primero  más 
cercana  al  arranque  de  aquella  calle ,  no  fué  construida 
hasta  el  año  de  1599,  en  ocasión  de  la  entrada  solemne  de 
la  reina  D.*  Margarita,  esposa  del  rey  Felipe  III. — Hasta 
entonces  el  camino  de  Valnegral  (^Ahroñigal)  venía  por 
donde  ahora  está  el  Eetiro,  hasta  frente  de  la  Carrera  de 

IL  11 


Biblioteca. 


162  EL   ANTIGUO   MADRID. 


San  Jerónimo ,  que  era  la  verdadera  entrada  de  Madrid^ 
Asi  lo  vemos  expresado  en  los  libros  de  la  ¿poca  (1),  y 
detalladamente  ennn  rarísimo  j9¿ano  de  Madrid  (anterior 
al  grande  de  Ambéres^  tantas  veces  citado)  y  que  tene- 
mos á  la  vista. 

Mírase  en  él ,  en  su  sitio ,  el  monasterio  de  San  Jeró- 
nimo y  su  extendida  huerta ,  y  unido  á  él  el  cuarto  6  habí'- 
tacion  Real,  adonde  Felipe  II,  su  hijo  y  nieto  solian  reti- 
rarse á  pasar  el  tiempo  santo  ó  con  ocasión  de  las  muertes 
ó  tribulaciones  en  su  casa.  También  acostumbraban  reci- 
bir en  él,  para  preparar  su  entrada  solemne  en  la  corte,  ¿ 
las  reinas,  sus  esposas,  ó  los  príncipes  que  solian  venir  á 
visitarlos,  y  á  los  legados  y  embajadores  de  las  naciones 
extranjeras ;  con  que  empezaba  á  preludiar  aquel  aposen- 
tamiento la  futura  importancia  del  Sitio  Real  que  había 
de  sucederle. 

En  31  de  Marzo  de  1621  murió  Felipe  III ,  y  su  hijo 
y  sucesor  Felipe  IV,  joven  á  la  sazón  de  diez  y  siete 
años,  subió  al  trono  de  Castilla  en  una  época  en  que  no 
se  habia  desmembrado  todavía  parte  alguna  del  colosal 
imperio  de  Carlos  V  y  Felipe  II.  Madrid  era,  pues,  en- 
tonces la  capital  más  importante  del  mundo  ;  el  cetro  es- 
pañol, que  en  su  mano  habia  de  quedar  tan  menguado, 
pasaba  aún  entero  á  las  del  joven  nieto  del  fondador  del 
Escorial.  Cómo  en  su  dilatado  reinado  de  cerca  de  medio 
siglo  vino  á  operarse  la  decadencia  política  de  la  España 
y  el  desmoronamiento  de  su  extenso  poderío »  es  lo  que 
largamente  ha  consignado  la  Historia,  imputando  con  im- 
parcialidad á  los  antecesores  de  Felipe  la  parte  que  le» 
cabe  en  aquella  necesaria  ruina  de  imperio  tan  colosal  y 
temerario ,  y  al  mismo  Felipe  (el  Grande^  el  Cuarto  Pía- 

(1)  Véanse,   entre  otros,  las       Cabrera  de  Córdoba,  inipresM 
preciosas   Relaciones  de    Luis      de  orden  del  Gobierno  en  1857. 


EL   BUEN   RETIRÓ.  1Í53 


neta^  como  le  llamaban  sus  lisonjeros  cortesanos),  la  grave 
responsabilidad  que  pesa  fatalmente  sobre  la  triste  memo- 
ria del  rey  poeta. 

Felipe  IV,  galán  y  bizarro  en  ¡«as  justas  y  torneos ,  dis- 
creto en  las  academias  y  fiestas  palacianas ,  liviano  en  sus 
placeres ,  ciego  adorador  de  las  artes  y  la  hermosura ,  de 
corazón  bueno,  de  intención  magnánima,  de  inteligencia 
despejada ;  pero  débil ,  vacilante  y  descuidado  en  los  altos 
deberes ,  en  la  inmensa  exigencia  de  su  elevado  puesto, 
era  un  gran  señor,  discreto,  amable,  magnífico  y  liberal, 
que  hubiera  formado  en  un  rango  inferior  al  trono  las  de- 
licias de  la  corte  y  de  la  sociedad;  un  niño,  en  cuyas  ma- 
nos indiscretas  la  preciosa  y  complicada  máquina  del  Go- 
bierno se  convertía  en  un  pasatiempo ,  en  un  dije  precio- 
so ,  cuyos  misteriosos  resortes  no  acertaba  á  comprender 
ni  manejar.  Este  niño  coronado,  esta  alma  disipada  por 
los  placeres  sensuales,  pródiga  y  activa  para  los  goces  del 
ingenio,  indolente  para  la  gobernación  y  los  negocios 
graves,  necesitaba  absolutamente  descargar  el  peso  del 
Gobierno  en  otra  superior  inteligencia,  en  otros  hombros 
más  fuertes ,  en  otras  manos  más  diestras  y  robustas. — 
El  cielo,  que  quiso  ofrecer  á  los  Reyes  Católicos  y  á  Car- 
los V  hombres  dignos  de  ellos,  un  Cardenal  Cisnéros  y 
un  Gonzalo  de  Córdoba;  que  habia  dado  á  Felipe  II  ge- 
nerales* y  hombres  de  estado  como  su  hermano  D.  Juan  de 
Austria  y  el  Duque  de  Alba;  que  habia  regalado  á  su  pa- 
dre Felipe  III  un  Duque  de  Lerma  y  un  D.  Rodrigo 
Calderón )  ambiciosos  y  petulantes,  colocó  al  lado  del  jo- 
ven Monarca  á  otro  personaje  aun  más  funesto  (que  le 
absorbió  en  la  escena  política),  al  conde-duque  de  Oliva- 
res^ D.  Gaspar  de  Guzman^  al  paso  que  adornaba  el  pe- 
destal de  la  estatua  del  rey  poeta  con  los  admirableí^ 
frutos  del  ingenio  de  los  Lopes  y  Calderones,  Moretos  y 
Tirsos,  Quevedos,  Rojas  y  Alarcones,  ó  inmortalizábalas 


1()4  EL   ANTIGUO   BIADRID. 


acciones  del  rey  caballero,  del  rey  artista  y  galán ,  con  los 
admirables  pinceles  de  Murillo  y  de  Velazquez. 

Bajo  este  último  pnnto  de  vista,  la  esplendorosa  oórte 
de  Felipe  IV,  haciendo  abstracción  de  la  profunda  gan- 
grena que  la  minaba  sordamente,  era  deslumbrante  y  fas- 
cinadora ^  y  tiene  muchos  puntos  de  contacto  con  el  as- 
pecto que  años  después  presentó  la  del  monarca  francés 
que  dio  nombre  al  siguiente  siglo;  pero  Luis  XIV,  ademas 
de  un  gentil  hombre,  valiente,  caballeresco  é  ilustrado, 
aimque  demasiado  dado  á  los  pl.iceres  y'galanteos,  era  un 
gran  monarca  político  y  guerrero ;  y  Felipe  IV,  que  bri- 
llaba con  aquellas  cualidades  del  caballero  y  del  ingenio, 
carecia  del  todo  de  las  que  como  rey  engrandecían  al  mo- 
narca francés ;  por  eso  éste,  con  su  gran  tacto  poUtico, 
lialló  para  compartir  los  trabajos  de  la  gobernación  y  de 
la  guerra  ministros  como  Richellieu  y  generales  como 
Turena  y  Conde,  al  paso  que  Felipe  halló  su  medida  en 
la  menguada  inteligencia  y  en  la  intriga  cortesana  de  dotí 
Gaspar  de  Guzman. — Aquel  monarca  dejó  reflejada  tam- 
bién su  grandeza  y  su  gusto  literario  en  las  inmortales 
obras  de  Hacine,  de  Moliere,  y  de  Comeille,  y  sus  mag- 
nifícos  extravíos  en  la  página  de  su  historia  que  se  llama 
<í  Ver8áUe8J> ;  Felipe  IV  dejó  eterna  la  memoria  de  su 
corte  disipada,  caballeresca  y  poética,  en  las  heroicas  far- 
sas de  Calderón^  de  Mendoza  y  de  Solis;  la  de  la  funesta 
privanza  de  su  favorito,  en  la  que  plugo  á  éste  escribir* 
con  el  título  de  (lEI  Buen  Retiroí>. 

Obra  exclusiva  este  Real  Sitio  de  aquel  refinado  cor- 
tesano, quiso  desplegar  en  él,  para  fascinar  al  joven  Mo- 
narca ,  todos  los  recursos  que  la  adulación  y  la  lisonja  le 
inspiraban ;  todo  el  poderío  que  ponia  en  sus  manos  su 
inmenso  valimiento  y  los  tesoros  del  Estado,  de  que  sni 
limitación  podia  disponer  ,  llegando  á  improvisar  en  pocos 
años  una  nueva  residencia  Keal ,  una  mansión  fantástica 


EL   BUEN    RETIRO.  165 


de  placer  y  de  holganza,  que  oscurecía  y  hacía  olvidar  las 
de  los  bosques^  jardines  y  palacios  antiguos  del  Pardo  y 
Casa  de  Campo,  que  habian  formado  las  delicias  de  los 
PeKpes  II  y  III. 

Allegó  para  ello  todos  los  terrenos  y  posesiones  inme- 
diatas al  monasterio  y  convento  Real  de  San  Jerónimo^ 
hasta  una  extensión  asombrosa;  emprendió  obras  colosa- 
les para  su  desmonte,  plantío  y  proveimiento  de  aguas; 
alzó  un  vistoso  palacio ;  rodeóle  de  extensos  jardines,  bos- 
ques, estanques  y  ermitas  y  caserío,  y  dispuso  para  asom- 
brosas fiestas  aquel  espléndido  teatro  de  su  elevación  y 
8U  fortuna.   ' 

La  fundación  de  este  Real  Sitio  empezó  en  1631  por 
nna  casa  de  aves  extrañas,  á  que  llamaban  el  Gallinero, 
arrimada  á  la  huerta  de  San  Jerónimo ;  varios  jardines  y 
el  estanque  grande ,  y  ya  en  la  noche  de  San  Juan  de 
aquel  mismo  año  pudo  estrenarse  aquella  risueña  mansión 
con  un  festín.  Al  año  siguiente  ya  se  hallaba  concluida  la 
plaza  y  cuerpo  principal  del  palacio,  y  el  1.®  de  Octubre 
de  1632,  al  presentarse  Felipe  IV  para  visitarle  y  ver  los 
preparativos  de  la  fiesta  que  en  él  habia  de  hacerse  para 
celebrar  el  nacimiento  del  príncipe  D.  Fernando,  hijo  de 
la  emperatriz  doña  María,  su  hermana,  el  Conde-Duque 
de  Olivares,  como  alcaide  Iionarario  que  era  de  esta  nue- 
va residencia  Real,  salió  á  la  puerta  de  ella,  y  en  una  fuen- 
te de  plata  presentó  al  Rey  las  llaves ,  que  recibió  con 
agrado,  volviéndoselas  á  entregar ;  hubo  pues  con  tal  oca- 
sión un  suntuoso  sarao,  y  para  las  damas,  bolsillos  de  ám- 
bar llenos  de  escudos,  y  ricos  cortes  de  vestidos.  Las  fiestas 
se  celebraron  el  dia  5  de  aquel  mes  y  siguientes,  empe- 
zando con  un  gran  juego  de  cañas,  en  que  corrió  el  Rey 
el  primero,  acompañado  de  su  indispensable  favorito,  y 
luego  la  villa  de  Madrid,  el  Condestable  de  Castilla,  el  Al- 
mirante y  demás  grandes  señores,  llevándose  la  gala,  como 


166  KL   ANTIGUO   MADBID. 

siempre  y  S.  M.^  <cno  como  rey,  sino  como  caballero  más 
galán  y  más  diestro  ]S> ;  cuya  fiesta  celebró  la  delicada  lira 
de  Lope,  en  la  Vega  del  Parnaso  y  en  aquellos  versos  que 
llevan  la  dedicatoria  :  A  la  primera  Jiesta  del  palacio  nue- 
vo;  otro  dia  se  corrieron  toros ,  y  otros  se  tuvieron  lanzas 
y  sortijas  con  grandes  premios,  consistentes  en  fuentes 
de  plata  dorada,  que,  por  supuesto,  ganó  el  Bey,  envián- 
dolas  en  obsequio  á  la  Beina  y  al  Principe. 

Pero  por  muy  amena  que  pudo  ser  esta  primera  fiesta 
y  otras  celebradas  en  los  años  inmediatos,  no  tienen  com- 
paración con  la  larga  serie  de  ellas  celebradas  en  1637, 
en  aquel  mismo  Real  Sitio,  con  motivo  de  la  elevación  al 
imperio  de  romanos  del  Rey  de  Hungría,  cuñado  de  Fe- 
lipe ;  y  por  ser  tan  señaladas,  parécenos  del  caso  ofrecer 
á  nuestros  lectores  una  relación  de  ellas,  no  la  que  inserta 
León  Pinelo  en  sus  Anales,  sino  otra  de  un  manuscrito 
distinto  que  poseemos,  y  que  nos  parece  curiosa  por  extre- 
mo. Esta  relación  se  hallará  en  el  Apéndice. 

Un  tomo  extenso  no  nos  bastaría  si  pretendiéramos  em- 
prender la  narración  de  tantas  fiestas  casi  diarias  en  aque- 
lla mansión  de  los  placeres,  ni  las  intrigas  cortesaosis  j 
amorosas  que  forman  la  romántica  historia  del  palacio  del 
Buen  Retiro,  y  pueden  verse  apuntadas  en  los  Anales  de 
Pelltcer  y  en  otras  relaciones  de  la  época,  impresas  y  ma- 
nuscritas. Algunas  de  aquellas  fiestas  no  pasaron,  sin  em- 
bargo, tranquilas  y  bonancibles ,  ni  faltaron  en  ellas  con- 
tratiempos que  dejaran  señalada  su  memoria. — Por  ejem- 
plo, en  la  de  la  noche  de  San  Juan  de  1639  ,  cuando  se 
encaminaban  los  reyes  á  sentarse  en  el  balcón  ó  estrado 
preparado  para  que  pudiesen  presenciar  las  danzas  y  músi- 
cas, se  rompió  un  estanque  que  estaba  detras  y  en  el  al- 
tura, y  arrojó  tanta  agua  sobre  el  dicho  balcón,  que  lo 
inundó  y  destrozó ;  lo  que  hubiera  ocasionado  una  catás- 
trofe á  ocurrir  algunos  momentos  después. — En  igual 


KL  BUEN  RETIRO.  167 


noche  del  año  siguiente^  1640,  habíase  dispuesto  un  tea- 
tro en  la  isleta  que  campeaba  en  medio  del  estanque  gran- 
de,  7  multitud  de  barcas  para  contener  la  orquesta  y  los 
espectadores  (que  eran  toda  la  corte),  y  se  representaba 
una  suntuosa  fiesta  dramático-mitológica,  cuando  en  me- 
dio de  la  fiesta  se  levantó  tan  recio  torbellino  de  viento, 
que  apagó  las  luces,  arrastró  los  toldos  del  tablado  y  las 
máquinas  teatrales,  dispersando  las  barcas,  cuya  aristo- 
<nrática  tripulación  estuvo  á  pique  de  perecer  en  aquel  im- 
provisado golfo. — No  fué  esta  sola  calamidad  la  aconte- 
cida al  Real  Sitio  por  aquellos  dias,  sino  que  poco  después, 
en  las  carnestolendas  del  año  1641 ,  se  prendió  fuego  al 
palacio,  quemándose  las  dos  torres  principales  y  todo  un 
lienzo  del  lado  que  miraba  á  Madrid ,  con  gran  pérdida  de 
cuadros ,  muebles  y  alhajas.  —  De  suerte  que  estas  tres 
calamidades,  ocurridas  en  el  espacio  de  pocos  meses  al 
nuevo  Beal  Sitio,  dieron  pábulo  á  los  comentarios  del  vul- 
go malicioso,  el  cual,  aludiendo  á  ellas  y  á  la  privanza  de 
su  ftindador,  el  odiado  Conde-Duque,  se  dejó  decir  que 
d  en  la  primera  ocasión  habia  dado  en  agua ,  en  la  segun- 
>  da  en  aire,  en  la  tercera  en  fuego ,  y  que  á  la  cuarta  da- 
» ria  en  tierra'»,  como  asi  sucedió  efectivamente  de  allí  á 
poco,  en  Enero  de  1643,  en  que  cayó  de  su  alto  vali- 
miento con  Felipe ,  y  salió  desterrado  á  Loeches,  y  des*- 
pues  á  la  ciudad  de  Toro,  donde  falleció  en  21  de  Julio 
de  1645. 

El  coliseo  que  se  extendía  en  una  de  las  alas  del  pala- 
cio era  principalmente  el  sitio  de  las  fiestas  animadas  en 
que  lucian  las  altas  dotes  de  su  ingenio  Calderón  y  Men- 
doza, Solis  y  Candamo.  En  el  mes  de  Mayo  de  1652,  y 
con  ocasión  del  cumpleaños  de  la  Reina,  se  presentó  con 
un  aparato  y  decoraciones  nunca  vistas  la  comedia  mi- 
tológica de  D.  Pedro  Calderón  de  la  Barca,  Las  Fierezas 
de  Anaxarte  y  el  Amor  correspondido,  que  duraba  siete 


168  EL   ANTIGUO   MADRID. 


horas,  y  en  algunas  de  sos  mudanzas  desaparecían  los  te- 
lones, dejando  ver  originales  los  jardines  y  bosques  del 
Real  Sitio  profusamente  iluminados.  —  Esta  regia  y  es- 
pléndida función  se  dio  el  primer  día  á  la  corte ,  el  segun- 
do á  los  Consejos,  el  tercero  á  la  villa  de  Madrid,  y  des- 
pués se  ejecutó  treinta  y  siete  noches  consecutivas  para  el 
pueblo  en  general. 

En  1654,  restablecida  la  Beina  de  su  enfermedad,  8c 
dispuso  otra  función  en  el  mismo  coliseo,  y  escribió  para 
ella  el  mismo  Calderón  la  de  La  Fábula  de  Perseo,  con  no 
monos  aparato  y  lucimiento ;  y  en  1658,  con  motivo  del 
parto  de  la  Reina,  se  puso  en  escena  la  de  Psiquis  y  Cu- 
pido j  de  D.  Antonio  Solis,  que  dejó  memoria  duraden 
por  su  gala  poética,  aparato  magnifico  y  grandeza  de  ac- 
cesorios,  siendo  durante  largos  dias  el  embeleso  de  la 
corte  y  de  la^villa.  De  D.  Antonio  Mendoza,  conocido  por 
el  dictado  del  discreto  de  Palacio^  también  se  represen- 
•taron  varios  (gramas,  y  asi  estos  y  otros  ingenios  cortesa- 
nos continuaron  enriqueciendo  aquel  coliseo,  que  por  su 
importancia  y  novedad  absorbía,  puede  decirse,  la  exis- 
tencia del  palacio  del  Buen  Retiro.  En  algunas  ocasiones 
las  meninas  y  damas  de  la  Reina,  los  grandes  y  cortesa- 
nos, y  hasta  las  mismas  personas  Reales  se  convertían  en 
actores  de  aquellos  magnifícos  dramas ;  llamaban  otras, 
para  representarlos,  á  los  más  acreditados  comediantes  de 
las  compañias  de  dentro  y  fuera  de  la  corte ;  los  arqui- 
tectos, pintores  y  escultores  nacionales   y   extranjeros 
competían  en  adornarlos  con  toda  la  magia  del  arte,  y  la» 
músicas  y  danzas  más  animadas  los  embellecian  á  por- 
fía (1).  En  otras,  reducida  su  representación  á  las  mi^- 


(1)  Ud  caballero  francés  que      por  la  Corte  de  París  para 
vino  á  España  en  1659  con  el      citar  la  mano  de  la  infanta  dofi* 
mariscal  de  Grammont,  enviado      María  Teresa,  hija  de  Felipe  I V^ 


EL  BUBN   RETIRO.  169 


mas  cámaras  Reales,  servian  éstas  de  escena  á  animadas  y 
discretas  improvisaciones,  en  que  el  mismo  Felipe  IV  al- 
ternaba airosamente  con  los  ingenios  más  esclarecidos  de 
la  época,  con  Lope  y  Calderón,  con  Montalban,  Moreto 
y  Velez  de  Guevara,  Coello  y  Villaizan,  ya  en  discretas 
y  caltas  escenas  de  los  dramas  conocidos,  ya  en  donosas 
y  livianas  improvisaciones,  parodias  de  aquéllos,  llenas 
de  ingenio  y  agudeza.  A  éstas  solian  asistir  las  damas  de 
la  corte  detras  de  una  cortina ,  para  no  privar  á  los  poe- 
tas de  la  desmedida  libertad  que  les  daba  Felipe  en  produ- 
cirse, á  las  veces  con  sobrada  desenvoltura. 

La  corte  del  Buen  Retiro  presentó,  pues,  durante  el 
reinado  de  Felipe  IV,  el  aspecto  más  halagüeño.  Sun- 
tuosos y  dilatados  bosques,  bellos  y  primorosos  jardines, 
regios  palacios,  magníficos  salones,  teatros,  templos, 
cuarteles  y  caserío  para  los  magnates  de  la  corte  y  su  nu- 
merosa servidumbre,  nada  faltaba  para  dar  al  Retiro  la 
importancia  de  una  ciudad.-—  La  general  disposición  del 
mismo  por  aquel  tiempo  (según  vemos  minuciosamente 
detallado  en  el  plano  de  Ambéres)  era  variada  y  pinto- 
resca y  y  comprendia  ya  poco  más  ó  menos  la  misma  di- 
mensión que  en  el  dia ,  que  pasa  de  diez  y  siete  millonea 
de  pies  superficiales^  aunque  entonces  no  estaba  todo  cer- 
cado.— A  su  entrada  principal,  frente  á  la  Carrera  de  San 
Jerónimo,  existia,  desde  1637,  la  plaza  cuadrada,  que 
quedó  en  nuestros  dias  por  única  de  las  construcciones  anti- 
guas, y  era  llamada  entonces  de  la  Pelota  ^  por  hallarse  el 
jaego  en  el  edificio  en  que  después  estuvo  la  iglesia  ó  par- 
roquia provisional.  A  su  costado  derecho  se  levantaba  y 

para  Luis  XIV ,  en  su  Relación  en  el  teatro  del   Buen  Retiro^ 
de  viaje  y   publicada   en   París  sumamente  interesante  por  la 
en  1665,  hace  una  curiosa  des-  etiqueta  y  ceremonias  que  des- 
cripción de  cierta  representa-  cribe, 
cion  á  que  asistió  con  la  Corte 


170  EL   ANTIGUO   MADRID. 

existe  el  suntuoso  salón  llamado  de  los  Reinos,  donde  se 
juntaron  las  Cortes,  hasta  las  de  1789  inclusive,  que  de- 
clararon la  abolición  de  la  ley  sálica.— -Este  magnifico 
salón,  cuya  extensión,  anchura,  excelentes  luces  y  riqueza 
de  decoración  eran  correspondientes  á  tan  alto  objeto,  ex- 
cita todavía  gran  interés  histórico  y  artístico  por  su  rico 
artesón,  recamado  de  oro,  en  que  aun  brillan  las  armas  y 
blasones  de  los  muchos  y  extendidos  reinos  que  en  aquel 
siglo  componian  la  corona  de  España,  colocados  por  este 
orden :  Castilla,  León,  Araron,  Toledo,  Córdoba,  Granad<i, 
Vizcaya,  Cataluña,  Ñapóles,  Milán,  Austria,  Perú,  Bra^ 
hante,  Cerdeña,  Méjico,  Borgoña,  Flándes,  Sevilla,  Sici- 
lia, Valencia,  Jaén,  Murcia,  Galicia,  Portugal  y  Navar- 
ra.  Habia  ademas,  colocados  en  los  lienzos  de  este  esplén- 
dido salón ,  muchos  de  los  grandes  cuadros  históricos  qne 
hoy  brillan  en  el  Real  Museo,  el  de  la  rendición  de  Breda, 
el  del  desembarco  de  los  ingleses  cerca  de  Cádiz,  y  otn>s; 
hoy  aparecen  desnudas  sus  paredes,  si  bien  el  salen  está 
dignamente  ocupado  por  el  precioso  Museo  de  Artillería, 
uno  de  los  establecimientos  que  más  honran  á  la  época  ac- 
tual. A  su  puerta  se  ven  bs  dos  estatuas  de  Felipe  IV, 
fundador  del  Real  Sitio,  y  de  Luis  I,  que  nació  en  él. 

Al  final  de  este  lienzo  es  donde  se  formó  la  sala  prin- 
cipal del  teatro,  aunque  creemos  que  fué  reconstruida 
muy  posteriormente  en  el  reinado  de  Fernando  VI;  en 
tiempo  de  Felipe  IV  parece  eran  varias  las  destinadas  á 
este  espectáculo. 

A  la  derecha  de  esta  plaza  estaba  el  palacio  Real,  qnc 
con  el  teatro  y  las  casas  de  oficios  formaban  un  gran  cna- 
<lro,  con  sendas  torrecillas  en  sus  cuatro  ángulos,  y  de- 
jando en  el  centro  una  hermosa  plaza-jardin ;  uníase  al 
palacio,  por  un  paso,  el  elegante  edificio  que  aun  existe, 
llamado  el  Cason,  y  fué  destinado  á  sala  de  bailes,  yJ«- 
corado  con  preciosas  pinturas  de  manos  de  Lúeas  JotíxOj 


EL  BUEN   ESTIBO.  171 


qae  representaban  la  institución  de  la  Orden  d^l  Toisón 
de  Oro  y  los  trabajos  de  Hércules,  bárbaramente  borradas 
en  1834  cnando  se  destinó  este  salón  para  la  reunión  del 
estamento  de  Proceres. — En  medio  de  la  gran  plaza  cer- 
rada,  formada  por  el  palacio,  teatro  y  casas  de  oficio,  se 
alzaba  la  estatua  ecuestre  de  Felipe  IV,  obra  del  célebre 
escultor  florentino  Pedro  Tacca,  qne  boy  campea  en  el 
centro  de  los  jardines  de  la  plaza  de  Oriente ;  y  más  ade- 
lante, la  bella  fuente  de  Narc'uo,  que  boy  creemos  está  en 
los  jardines  de  Aranjuez ;  continuaba  después  el  caserío, 
con  otra  plaza  y  edificios  llamados  de  la  Grandeza,  de  la 
Dispensa^  etc.,  hasta  tocar  con  el  monasterio  de  San  Jeró- 
nimo, que  comunicaba  y  venia  á  formar  como  una  parte 
del  sitio  ReaL 

A  éste  se  entraba  también  por  una  puerta  muy  curiosa, 
llamada  del  Ángel,  que  no  carece  de  elegancia,  y  que  muy 
oportunamente  se  ha  conservado  y  colocado  en  la  nueva 
entrada  que  se  ha  dado  al  sitio  por  aquel  lado. 

Por  detrás,  y  á  los  lados  de  palacio  y  demás  caserío, 
se  extendian  los  inmensos  bosques,  interpolados  con  lindos 
jardines  :  por  ejemplo ;  en  donde  ahora  está  el  precioso 
parterre,  habia  uno,  en  cuya  plaza  central,  llamada  el 
Ochavado,  venian  á  confluir  otras  tantas  calles  cubiertas 
de  enramadas ;  más  arriba  estaba  la  ermita  de  San  Brtt- 
no,  que  sirvió  después  de  parroquia  del  Beal  sitio,  cerca 
de  donde  ahora  el  estanque  llamado  de  las  Campanillas. 
El  otro  estanque  grande  y  principal  que  hoy  vemos,  bri- 
llaba desde  el  principio  por  su  asombrosa  extensión  de 
1.006  pies  de  largo  por  443  de  ancho,  ó  sea  una  superfi- 
cie de  445.658,  que  equivale  á  tres  veces  y  tercia  la  de  la 
Plaza  Mayor.  A  sus  márgenes  se  alzaban  hasta  cuatro  em- 
barcaderos y  varias  norias,  y  tenía  en  su  centro  una  isleta 
oval  con  árboles,  en  la  cual,  en  varias  ocasiones,  solia, 
como  queda  dicho,  alzarse  un  teatro,  por  disposición  del 


172  KL   ANTIGUO   MADKID. 


Conde-Duque  de  Olivares^  para  obsequiar  con  representa- 
ciones escénicas  al  Monarca  y  su  corte ;  y  aun  transfor- 
mada á  veces  con  suntuoso  aparato  en  la  mitológica  man- 
sión de  la  hechicera  Circe,  servia  de  escena  a  cumplidas  y 
brillantísimas  farsas  navales  y  terrestres. 

Desde  el  mismo  estanque  arrancaba  un  canal,  llamado 
el  Malloy  que  siguiendo  en  dirección  de  donde  hoy  está  la 
Casa  de  las  Fieras,  daba  luego  vuelta  á  los  confines  del  Re- 
tiro, é  iba  á  desembocar  en  otro  grande  estanque  situado 
donde  después  se  alzó  la  fábrica  de  porcelana  de  Ckirta 
(volada  por  los  ingleses  en  1812),  en  cuyo  centro  se  ele- 
vaba entonces  una  elegante  iglesia  ó  ermita,  llamada  de 
San  Antonio  de  los  Portugueses.  —  Los  nuevos  jardines?, 
á  espaldas  del  estanque  y  á  su  costado  izquierdo,  eran 
entonces  frondosas  alamedas  y  bosques,  que  se  llamaban 
el  Cazadero  de  las  liebres  y  las  Atarazanas  y  hacia  donde 
hoy  la  Casa  de  las  Fieras. — Hacia  la  puerta  de  Alcalá 
estaba  la  huerta  del  Rey,  con  una  ermita  de  la  Magdale- 
na,  el  cebadero  de  aves,  y  otro  canal,  llamado  rio  chico. 
No  existia  la  entrada  de  la  Glorieta,  ni  el  enverjado  de 
hierro  (obra  de  Carlos  III) ,  pero  si  los  frondosos  bos- 
ques entre  ésta  y  la  de  San  Jerónimo,  y  donde  luego  es- 
tuvo la  casa-palacio  de  San  Juan  estaba  el  jardín  de  pri- 
mavera  y  otra  ennita,  dedicada  al  mismo  santo. 

Lo  demás  del  extendido  recinto  de  este  Real  sitio,  y 
que  ya  en  el  siglo  xvii  venia  á  tener  los  mismos  límites 
que  en  el  dia,  aunque  sin  la  fuerte  cerca  que  hizo  construir 
Carlos  III,  y  que  comprende  más  de  la  cuarta  parte  déla 
general  de  Madrid  ó  casi  tres  cuartos  de  legua,  fué  conei 
tiempo  cubriéndose  de  bosques  y  plantíos  con  algunas  otra5 
ermitas  y  huertas,  de  San  Pablo  y  de  San  Isidro,  y  otras, 
é,  interpoladas  con  ellas,  varias  quintas,  templetes  y  des- 
cansos para  la  dirección  de  las  Reales  cacerías. 

Muerto  Felipe  IV  en  1665,  y  quedando  la  gobernación 


EL   BUEN   RETIRO.  173 


ciel  reino,  durante  la  menor  edad  de  Carlos  II,  en  manos 
de  sn  madre  D.*^  Mariana  de  Austria,  el  palacio  del  Retiro 
compartió  en  aquella  época  turbulenta  con  el  Real  Alcá- 
zar la  ingrata  misión  de  servir  de  escena  á  las  intrigas  y 
desvanecimientos  de  la  privanza  de  i?.  Femando  Valen- 
zuela,  que  dotado  de  ingenio  poético  y  de  carácter  caba- 
lleresco, intentó  reproducir  cerca  de  Mariana  las  espléndi- 
<las  excentricidades  del  Conde-Duque. — Sin  embargo,  la 
Reina  viuda  daba  la  preferencia  al  Alcázar,  y  el  teatro  del 
Retiro  no  resonaba  sino  de  tarde  en  tarde  con  los  fantás- 
ticos dramas  de  D.  Francisco  de  Sanees  Candamo  ó  con 
los  hoy  desconocidos  del  mismo  favorito  Yalenzuela. 

Emancipado  Carlos  II  de  la  tutela  maternal  al  cum- 
plir la  edad  de  quince  años,  el  dia  14  de  Enero  de  1677, 
en  que  salió  del  Alcázar  y  se  fué  al  Retiro,  dejando  á  su 
madre  retraida  en  aquél,  volvió  éste  á  tomar  cierta  im- 
portancia política^  especialmente  durante  el  primer  ma- 
trimonio del  Rey  con  María  Luisa  de  Orleans;  pero  des- 
pués, sus  enfermedades,  sus  temores,  sus  hechizos,  le 
hicieron  encerrarse  con  frecuencia  en  las  sombrías  salas 
del  Alcázar,  donde,  entre  parasismos  y  conjuros,  terminó 
su  mísera  existencia  en  1."  de  Noviembre  de  1700. 

La  nueva  dinastía  de  Borbon  no  fué,  en  un  principio, 
tan  favorable  al  Retiro  como  su  antecesora;  pero  habien- 
do desaparecido  el  Real  Alcázar  en  el  incendio  de  1734, 
Felipe  V  se  vio  en  la  necesidad  de  ocupar  el  del  Retiro 
todo  el  resto  de  su  reinado,  y  lo  mismo  su  hijo  y  sucesor 
Femando  el  VI,  que  hizo  de  él  su  corte  permanente,  le 
amplió  y  decoró  con  profusión,  y  construyó,  á  lo  que 
creemos,  el  bello  teatro,  en  que  introdujeron  las  óperas 
italianas  el  celebérrimo  Carlos  BroscJii  {Farinellí)  y  los 
primeros  compositores  y  cantantes  de  Europa. 

En  esta  época  volvió  á  adquirir  el  Retiro  su  primera 
importancia  y  animación;  y  aunque  no  tanta,  en  el  rei- 


174  EL  ANTIGUO  MADRID. 


nado  de  Carlos  1 11^  qne  pasó  ya  á  ocupar  el  naeTO  pala- 
cio Real,  todavía  hemos  alcanzado  á  escuchar  de  boca  de 
algunos  ancianos  la  narración  de  las  pomposas  fiestas  en 
aquellos  regios  salones,  cuando  campeaban  en  ellos  las 
casacas  bordadas  y  los  empolvados  pelucones  que  sustitu- 
yeron í  las  capas  y  ferreruelos.  Todavía  hemos  oido 
contar  á  nuestros  padres  la  asistencia  que  de  grado  ó  por 
fuerza  hubieron  de  hacer  á  las  comedias  que  á  principios 
del  siglo  hacía  representar  María  Luisa  en  aquel  coliseo, 
y  para  las  cuales,  necesitando  mayor  concurrencia  que  la 
ordinaria  de  la  corte,  hacía  destacar  á  los  guardias  de 
Corps  para  que  fuesen  á  reclutarla  á  los  paseos  inmedia- 
tos del  Prado. 

Pero  este  Real  sitio  dejó  de  existir  como  tal  cuando, 
ocupado  Madrid,  en  1808,  por  las  tropas  francesas,  fué 
convertido  por  ellas  en  una  imponente  cindadela  con  que 
tener  en  respeto  á  la  arrogante  población.  Sus  regían 
habitaciones,  demolidas  ó  trocadas  en  baterías,  cuarteles 
y  establos ;  sus  jardines  en  terraplenes  y  campos  de  ma- 
niobras, y  los  escasos  árboles,  que  aun  daban  testimonio 
de  sus  antiguos  bosques,  vióronse  regados  con  la  sangre 
de  las  víctimas  madrileñas.  Honor  era  y  deber  del  Mo- 
narca español,  restituido  al  trono  de  sus  mayores,  borrar 
aquel  testimonio  de  desdichas,  y  tomar  á  la  capital  del 
reino  su  primer  adorno  y  solaz. 

No  quedaron,  pues,  defraudadas  las  esperanzas  délos 
habitantes  de  Madrid;  pues  Fernando  VII,  consagrando 
grandes  sumas  á  la  reparación  do  este  Real  sitio,  alcanzó 
en  pocos  años  á  ponerle  en  un  estado  de  brillantez  y  lo- 
zanía que  iguala,  si  no  excede,  al  que  pudo  tener  en  lo» 
reinados  anteriores.  Hizo  más,  y  fué  que,  reservándose 
sólo  una  parte  de  sus  jardines,  entregó  el  resto  al  público, 
la  más  extensa  y  principal;  y  de  sitio  Real,  privilegiado 
y  exclusivo,  le  convirtió  en  el  primer  paseo  de  Madrid.— 


EL  BUEN  RETIRO. 


175 


Pero  el  palacio,  teatro  y  edificios  contiguos,  destruidos 
por  loB  franceses  (que,  si  hemos  de  creer  á  los  que  aun 
los  han  conocido,  valian  poco  bajo  el  aspecto  artístico), 
no  han  vuelto  á  levantarse ;conclujéronse,  si,  otros  edi- 
ficios  en  diversos  puntos  del  Real  sitio,  como  la  Casa 
palacio  de  San  Juan^  la  nueva  Casa  de  Fieras,  la  Pa- 
jarera, la  Faisanera^  el  Salón  oriental  y  el  Mirador ,  los 
Embarcaderos j  la  Casa  del  Pescador j  j  otras;  plantá- 
ronse nuevos  bosques,  paseos,  jardines  y  laberintos,  y  es- 
pecialmente en  la  parte  reservada  á  S.  M.,  que  compren- 
de desde  la  Casa  de  Fieras  hasta  la  montaña  artificial,  se 
pusieron  en  planta  varios  primores,  que  si  no  indican  el 
mayor  gusto  ni  grandeza  de  ideas  en  los  encargados  de 
ejecutarlos,  prueban,  por  lo  menos,  la  solicitud  del  Mo- 
narca hacia  su  sitio  favorito. — Hoy,  su  augusta  hija  doña 
Isabel  II j  dando  mayor  importancia  todavía  á  la  parto 
pública  de  estos  espléndidos  jardines,  los  ha  enriquecido 
y  decorado  de  un  modo  digno  de  la  capital  del  reino, 
proporcionando  á  sus  habitantes  un  gran  desahogo  y  co- 
modidad (1). 


(1)  Cedido  por  la  reina  Isa- 
bel II,  en  1865,  gran  parte  de 
este  Real  Sitio,  formóse  un  pla- 
no desatinado  para  vender  el 
solar  que  resultó,  con  objeto  de 
construcción  de  casas;  á  este 
efecto  se  devastó  una  gran  parte 
del  arbolado,  se  derribó  la  Casa 
antigua  de  Fieras,  y  se  proyectó 
lo  mismo  con  todos  los  edificios 
de  la  entrada  (incluso  el  históri- 
co salón  de  Cortes ,  en  que  hoy 
está  el  Museo  de  Artillería). 
Llegando  después  la  revolución 
de  1868,  y  cedido  este  Sitio  Real 


al  Ayuntamiento  de  Madrid,  éste 
emprendió  obras  costosísimas 
para  nivelar  el  terreno ;  derri- 
bó luego  la  plaza  de  entrada, 
la  iglesia,  la  administración  y 
otros  edificios,  borró  las  cercas 
de  los  sitios  reservados  antes  al 
Monarca,  y  la  general  del  Sitio, 
para  formar  la  gran  plaza  que 
circunda  la  Puerta  de  Alcalá ; 
abrió  nuevos  caminos  al  es- 
tanque grande,  ensanchó  el  Jar- 
din  Zoológico  y  Casa  de  Fie- 
ras, etc.,  abriendo  á  su  extremi- 
dad el  poseo  de  coches,  logo  de 


176  EL   ANTIGUO  MADRID. 


XIIL 


PASEO   EXTERIOR. 


Al  pié  del  Alcázar  y  su  florido  parque  del  Campo  del 
Moro  extiéndese  la  frondosa  vega^  regada  por  el  Manzor 
nares,  que  naciendo  en  unas  sierras  cerca  del  pueblo 
cuyo  hombre  toma,  entre  las  villas  de  Navacerrada  j 
Becerrily  viene  atravesando  en  su  curso  los  bosques  del 
Pardo,  la  Casa  de  Campo ,  deja  sobre  su  orilla  izquierda 
á  Madrid,  y  sigue  por  el  soto  de  Luzon,  Peralejos  y  la 
Torrecilla  y  hasta  llegar  á  Yácia-Madrid^  donde  se  con- 
funde en  el  Jarama. 

El  humilde  origen,  escaso  raudal  y  limitado  curso  de 
este  modesto  rio  no  le  daban  ciertamente  derecho  á 
esperar  ser  algún  dia  el  encargado  de  regar  los  muros  de 
la  capital  del  reino,  y  de  reflejar  en  sus  aguas  traspa- 
rentes los  suntuosos  alcázares,  los  Reales  bosques,  los 
puentes  monumentales  que  le  envidian  sus  rivales  el  Tajo 
y  el  Ebro,  el  Duero  y  el  Guadalquivir;  contraste  formi- 
dable con  su  mansa  corriente,  que  dio  lugar  en  todos 
tiempos  á  las  donosas  burlas  y  festivas  chanzas  de  los 
poetas  y  gentes  de  buen  humor. — Mas,  á  pesar  de  esia 
exigüidad  de  nuestro  pobre  Manzanares,  no  pudiera,  sin 
injusticia,  achacársele  de  inútil  ó  insignifícante  para  h 

patinar,  la  estufa,  fuentes  y  otras  jardines  contiguos  el  más  prín- 
iiiuchas  mejoras,  que  hacen  hoy  legiado  sitio  de  esparcimiento 
del  Parque  de  Madrid  y  sus      y  de  recreo. 


PASEO   EXTERIOR.  177 


población  madrileña,  cuya  vega  occidental  y  meridio- 
nal fnictifíca  y  alegra,  cnja  salnd  protege  en  sn  mismo 
prudente  apartamiento,  cuya  seguridad  nunca  compro- 
mete, y  cuya  policía,  limpieza  y  regalo  encomienda  á  su 
mansa  corriente  y  á  sus  ninfas  de  Lavapiés. 

Las  fértiles  huertas  y  jardines  de  una  y  otra  orilla,  la 
magnifica  Casa  Real  de  Campo  ^  propiedad  un  tiempo  de 
la  antiqtiisima  familia  de  los  Yargas,  de  Madrid,  adqui- 
rida y  aumentada  considerablemente  por  los  Felipes  II 
y  III  con  inmensos  bosques,  risueños  parques,  estanques, 
alamedas  y  paseos;  la  otra  preciosa  posesión,  también 
Beal,  de  la  Moncloa,  frontera  á  aquélla,  que  encierra  en 
una  las  famosas  del  cardenal  arzobispo  de  Toledo  don 
Bernardo, de  Bogas  Sandoval,  y  la  Floridüy  de  los  anti- 
guos duques  de  Alba;  sus  magníficos  jardines,  compara- 
bles en  amenidad  y  lozanía  á  los  más  preciados  del  Sitio 
de  Aranjuez;  las  frondosas  alamedas  de  ambas  orillas,  los 
sotos  de  la  Villa  y  de  Migascalientes  y  de  Luzon,  antiguos 
y  deliciosos  sitios  de  recreación  popular;  todo  declara  el 
benéfico  influjo  del  rio  Manzanares  en  esta  comarca  es- 
j)ontánea  para  la  vegetación,  benéfica  y  propia  para  la 
salud  y  la  holgura. 

Y  digan  lo  que  quieran  en  sus  festivas  sátiras  los  poe- 
tas madrileños  Lope  y  Quevedo,  Tirso  y  Calderón,  con- 
tra la  exigüidad  de  su  modesto  rio,  y  apuren  las  sales  de 
su  ingenio  en  sus  invectivas  contra  Felipe  II  por  haberle 
autorizado  con  la  famosa  puente  Segoviana^  obra  del  in- 
signe Juan  de  Herrera,  invirtiendo  en  ella  la  suma  de 
200.000  ducados;  y  truenen  otros  contra  el  corregidor. 
Marqués  del  Yadillo,  que  dos  siglos  después  levantó  con 
no  menor  sacrificio  la  otra  pueiite  Toledana  con  la  sun- 
tuosidad que  hoy  ostenta;  lo  cierto  es  que,  aparto  de 
cierto  lujo  romano  en  la  construcción  de  estas  obras,  su 
solidez  y  fortaleza  estuvieron  bien  calculadas,  y  el  mismo 

II.  12 


178 


EL  ANTIGUO  MADBID. 


Manzanares  las  justifica  ouando  tal  vez,  al  desprenderse 
las  nieves  de  las  sierras  vecinas,  acrece  tan  formidable- 
mente sa  caudal,  que  hace  necesarias  aquellas  obras  mo- 
numentales para  dominarle  y  resistir  á  su  empuja  (1). 


(1)  Entre  las  infinitas  y  fes- 
tivas sátiras  que  el  humilde 
Manzanares  y  su  suntuosa  puen- 
te inspiraron  en  todos  tiempos  á 
las  musas  matritenses,  no  pode- 
mos resistir  á  la  tentación  de 
transcribir  aquí  un  precioso  ro- 


mance del  célebre  poeta  dramá- 
tico maestro  Tirso  de  Holios, 
tanto  por  su  gracia  y  donosura, 
como  por  ser  muy  poco  conoci- 
do, como  inserto  que  está  eo  su 
rarísima  obra  titulada  Los  Ci- 
garrales de  Toledo.  Dice  así: 


BOMANCE  DEL  MAESTRO   TIRSO  DE  MOLINA. 


Á  las  nillas  de  Alcoroon 
Lm  cantaba  Faracnelloa, 
Mientras  se  juntan  al  valle 
I^ebajo  el  olmo,  estos  versos : 

•— Fnérame  yo  por  la  puente. 
Que  lo  es  sin  encantamento, 
Bn  Dlciemlnrr,  de  Madrid,  « 

Y  en  Agosto,  de  Rioseoo. 

La  qne  haciéndose  ojos  toda 
Por  ver  sn  amante  pigmeo, 
Se  queja  del  porque,  ingrato , 
Lo  da  con  arena  en  ellos. 

La  qv»  la  ves  que  le  asoma 
Á  mirar  sn  rostro  bello. 
Es,  á  fuer  de  dama  pobro, 
En  solo  nn  casco  de  espejo. 

La  pretina  de  jubón 
Qne,  estando  de  ojetes  Heno, 
Cual  pioaro,  no  trae  mAs 
Qne  una  cinta  en  los  gregUescos.  — 

Por  esta  puente  de  anillo 
Pasé  un  disanto  en  efecto. 
Aunque  pudiera  á  pié  enjnto 
Vadear  su  mar  bermejo. 

Relme  de  ver  sn  rio, 

Y  sobre  loe  antepechos 
De  su  puente  titalac 
Ko  sé  si  le  dije  aquesto : 

—  No  08  corráis,  el  Manzanares; 
Mas  ¿  cómo  podéis  correros. 
Si  llegáis  tan  despeado 


Y  de  gota  andáis  enfermo? 
Según  srenaa  orláis, 

Y  estáis  ya  caduco  y  viejo, 
Moriréis  de  mal  de  orina. 
Como  no  os  remedie  el  cielo. 

Y  en  fe  de  aquesta  verdad. 
Azadones  veraniego». 
Abriendo  en  vos  sepulturas. 
Pronostican  vuestro  entieno. 

Postulando  vais  vuestra  agua, 

Y  por  esta  causa  erro 
Qne  con  Jarama  intentó 
Filipo  daros  comento. 

Ño  lo  ejecutó  por  ser 
En  dafio  de  tantos  pueblos; 
Mas  como  os  vio  tan  qnebrado, 
De  piedra  o«  puso  el  braguero 

Titulo  de  venerable 
Merecéis,  aunqne  peqnefio, 
Pues  no  es  bien,  viéndoos  tan  cairo, 
Qne  os  perdamos  el  respeto. 

Como  Aloali  y  Salamanca 
Tenéis,  y  no  sois  colegio. 
Vacaciones  en  verano, 

Y  curso  sólo  en  invierno. 
Mas  como  estudiante  flojo, 

Por  andaros  en  floreos, 
Del  Botillo  mil  coir^es 
Afftntan  vuestros  cuadercos. 

Pero  dejando  las  burlas, 
Hablemos  nn  rato  en  seso, 


PASEO  BXTERIOB. 


179 


-  Debe,  sin  embargo,  suponerse  qne  en  el  siglo  xvi 
ifenisL  el  rio  más  crecido,  ó  por  lo  menos  más  somero,  y 
no  tan  escondido  entre  la  arena,  pues  qne  tenemos  la 
relación  del  yiaje  qne,  en  el  reinado  de  Felipe  II,  hizo 
desde  Lisboa  por  el  Tajo,  el  Jarama  j  el  Manzanares,  el 
ingeniero  Antonelli,  llegando  hasta  los  bosques  del  Par- 
do, ó  por  lo  menos  hasta  frente  al  Alcázar  de  Madrid. — 
Posteriormente  hubo  el  proyecto  de  aumentarle  é  incor^. 
porarle  al  Jarama,  y  más  adelante,  á  fines  del  siglo  xvii, 
por  los  ingenieros  hermanos  Grunnemberg  se  propuso  la 
canalización  del  rio  hasta  Yacia-Madrid,  que  al  fin  se 
llevó  á  cabo  en  el  reinado  de  Carlos  III,  con  grandes  es- 
peranzas de  resultado,  que  ha  venido  á  hacer  estéril  la 


61  no  es  ya  qne  ot  tienen  loco 
Seqoedadet  del  cerebro. 

i  Cámo,  decid,  MansanArei, 
Tuk  poco  medrado  os  vemos, 
Pretendiente  en  esta  oórte, 

Y  en  palacio  lisonjero? 

ün  siglo  7  más  h¿  que  andáis 
Hipócrita  7  macilento, 
Saliendo  al  paso  á  los  re7es 
QDe  tienen  gasto  de  veras. 

Alegar  podéis  servicios ; 
Díganlo  los  qoo  habois  hecho 
Ea  esa  Casa  de  Campo, 
Sbs  labsrintos  7  enrodos. 

Sn  Troya  burlesca  os  llama 
Hombre  sotU  y  de  ingenio, 
81n  qne  sn  artificio  «nvidie 
Los  del  Tajo  7  sn  Joanelo. 

Bn  asaf  ates  de  M a70 
Presentáis  á  vuestro  doefio 
Flom  pancayas,  qne  en  frutas 
Convierte  después  el  tiempo. 

¿  Qné  es  la  cansa,  pues,  mi  rÍo^ 
Qne  tantos  afios  sirviendo. 
No  es  den  siquiera  un  estado 
Que  os  pagne  en  agua  alimentos? 

FDipo  os  qnifo  haoer  grande 
Detpnes  de  haberos  cubierto 
Delante  de  él  con  la  puente, 

Y  él  mismo  os  puso  el  sombrero. 


Pedidle  al  Cnarto  mercedes, 
Qne  otros  han  servido  menos 

Y  goaan  ya  m¿s  ertadoe 
Que  cuatro- pozos  manchegos. 

cNo  soy,  diréis,  ambiciosos. 
Mas,  4  fe,  aunque  os  lo  confieso. 
Que  andáis  siempre  murmurando» 
Por  más  que  os  llamen  risuefio. 

Ánimo,  cobarde  rio. 
Quebrantad  vnestro  d^tierro; 

Y  pnes  rondáis  4  palacio. 
Entraos  una  noche  dentro. 

Fuentes  tenéis  qne  Imitar, 
Qne  han  ganado  con  sns  cuerpos^ 
Como  damas  cortesanas. 
Sitios  en  Madrid  soberbios. 

Adornadas  de  oro  y  piedras 
Visitan  plazas  y  templos, 

Y  ya  con  dos  escribanas; 

Que  aqui  hasta  el  agua  anda  en  pleitos. 

No  sé  yo  por  qué  se  entonan, 
Qne  no  h¿  mnoho  que  se  vieron 
Por  las  calles  de  Madrid 
Á  la  vergüenza  en  jumentos.— 


Más  dijeea,  á  no  llegar 
Con  dos  cargas  de  pucheros 
Bertol,  y  ansi  por  los  propies 
Dejo  cuidados  ajenos. 


180  EL  ANTIGUO  KADBID. 

aplicación  de  los  ferro-carriles ,  concurrencia  forroida- 
ble,  en  que  no  pudieron  soñar  ni  Antonelli  ni  Grunnem- 
berg. 

De  todos  modos,  preciso  es  convenir  en  que  donde 
concluye  la  influencia  del  Manzanares,  ¿  sea  desde  frente 
al  extremo  de  la  Montaña  del  Príncipe  Pío  bácia  el 
Norte^  y  el  de  la  buerta  de  Atocba  bácia  Levante,  idli 
acaba  también  la  animación ,  la  vida  y  la  fertilidad  de 
esta  comarca.  Dentro  de  estos  opuestos  polos,  al  Ocd- 
dente  y  Mediodía,  es  donde  se  desplega,  á  favor  del 
benéfico  influjo  de  su  escaso  rio,  la  risueña  vega  de  Ma- 
drid j  donde  en  tiempos  remotos  acudían  á  solazarse  los 
babitantes  de  esta  villa. — Allí  está  su  famoso  aotilloj  en 
donde,  el  1.*  de  Mayo,  celebraba  la  popular  y  animada 
fiesta  de  Santiago  el  Verde,  que  poetizaron  liasta  lo  sumo, 
en  sus  dramas  y  canciones  especiales,  las  musas  de  Lope, 
de  Bojas  y  Calderón ;  allí,  sus  antiguas  ei-mitas  de  San 
Isidro  (1),  del  Ángel  (2),  de  San  Dámaso  (3),  de  San 
Antonio  de  la  Florida  (4)  y  de  la  Virgen  del  Puerto  (5), 
que  en  sus  días  respectivos  presenciaban  sus  festivas  y 
vistosas  romerías;  allí  su  pradera  del  Corregidor ^  teatro 
de  sus  románticas  verbenas  la  mañana  de  San  Juan;  allí 
la  Tela  de  justar  y  en  que  los  briosos  caballeros  (no  diga- 
mos del  siglo  XI,  ni  acaudillados  por  el  Cid,  según  en  sus 
admirables  quintillas  describe  Moratin  el  padre),  sino  los 
apuestos  galanes  de  la  corte  de  los  Felipes,  holgaban  de 
lucir  su  gallardía  dominando  un  fogoso  alazán,  corriendo 
una  sortija,  quebrando  una  lanza  ó  rejón,  y  tendiendo  á 
un  toro  á  sus  pies;  allí  su  parque  de  Palacio ^  donde  las 


(1)  Donde  ahora  la  actual.  (4)  Donde  aliora  la  nueva. 

(2)  Junto  al  puente  de  Segó-  (5)  Eeta  es  también  moder- 
via.  na^  de  principios  del  siglo  pa- 

(3)  Camino  de  Carabanchel.  sado. 


PASEO  EXTERIOR. 


181 


elegantes  y  hermosas  damas  salian  á  lucir  su  belleza  y 
recibir  los  holocaustos  de  sos  amantes  en  las  mañanas  de 
Abril  y  Mayo;  alli  donde  el  Monarca,  los  magnates  de 
la  corte  y  los  antiguos  mayorazgos  de  la  villa  tenian  sus 
recreos  ó  retiros  campestres,  sus  huertas^oWdas;  el  Bey, 
8T1  Casa  de  Campo;  el  Arzobispo  de  Toledo,  su  Moncha; 
el  Duque  de  Alba,  la  Florida;  sus  huertas  los  Vargas, 
los  Luzones,  los  Lújanos,  los  Ramirez  de  Bomos,  los 
Coellos  y  los  Balbases  (1);  allí,  en  fin,  donde,  coronando 
dignamente  este  risueño  paisaje  sobre  las  altas  colinas 
de  su  fondo,  desplegaba  sus  antiguos  torreones,  sus  fuer- 
tes murallas,  su  puerta  primitiva,  la  villa  y  corte  de  Ma- 


(1 )  De  todas  estas  posesiones 
antiguas  apenas  se  conserva 
edificio  alguno,  y  si  sólo  los 
huertos,  aunque  con  distintos 
duefios  y  denominaciones.  Aca- 
so sea  la  única  excepción  la  úl- 
tima que  citamos  y  que  aun 
existe  hoy  con  el  título  de  Casa 
Puerta,  situada  á  la  bajada 
de  Atocha,  frente  al  Canal.— 
Esta  casa  existia  ya  en  el  si- 
glo XVII ,  y  consta  que  en  1668 
fué  cedida  á  D.  Pablo  Spfnola 
Doria,  marqués  de  los  Balbases  y 
de  Leganés,  duque  de  Sexto, 
opulento  y  nombrado  cortesano 
de  lá  época;  quien  la  reparó 
y  decoró  espléndidamente  con 
suntuosas  pinturas  al  fresco  en 
los  lienzos  de  sus  salones;  de 
las  que  aun  se  conserva  gran 
parte ,  especialmente  la  del  sa- 
lón principal ,  que  es  muy  cu- 
riosa, y  representa  la  apoteosis 


de  la  Monarquía  española,  Ven- 
se  en  ella  los  diversos  planos  de 
todos  sus  dominios  en  aquella 
época,  y  coronados  por  una  serie 
de  retratos  que  representan  á 
los  reyes  Carlos  II  y  su  esposa, 
y  los  más  insignes  hijos  de  Es- 
paña en  santidad,  armas  ó  cien- 
cias, á  saber :  los  santos  Domin- 
go de  GuzmaUy  Teresa  de  Jesús, 
Ignacio  de  Layóla  y  Pedro  de 
Alcántara;  los  gobernadores 
cardenal  Jiménez  de  Cisnéros  y 
Gil  de  Albornoz ;  los  juríscour 
sultos  El  Tostado  y  Cobarru- 
bias;  los  generales  Duque  de 
Alba  y  Gran  Capitán;  los  es- 
critores sagrados  Luis  de  Gra-r 
nada  y  Ensebio  Nieremberg ,  y 
los  profanos  Lope  de  Vega  y 
Góng&ra. — Estos  retratos  están 
muy  bien  ejecutados  y  conser- 
vados, ó  por  lo  menos  lo  esta- 
ban hace  muy  pocos  años.   . 


182  EL  ANTIGUO  MADRID. 

drid;  desde  el  Beal  Alcázar  hasta  el  yenerando  templo  de 
San  Francisco. 

A  espaldas  de  este  cuadro  pintoresco,  es  decir,  salvan- 
do los  limites  de  la  Montaña  del  Principe  Fio  j  de  Ato- 
cha al  Norte  y  Levante,  ¿qué  es  lo  que  ofrecia  Madrid,  j 
qué  ha  venido  ofreciendo  hasta  nuestros  dias,  en  que 
espera  fundadamente  su  trasformacion,  merced  i  las 
aguas  del  Lozoya,  tnddas  á  sus  puertas  con  obras  formi- 
dables? ¿Qué  objetos  halagüeños,  qué  señales  de  vitalidad 
presentaba  en  su  radio  exterior,  sino  una  monótona  suce- 
sión de  colinas  areniscas,  de  tierras  de  pan  llevar,  inter- 
rumpidas de  vez  en  cuando  por  alguna  triste  casa  de 
labor,  por  alguna  venta  ó  tejar,  por  tal  cual  posesión 
cercada,  más  ó  menos  rústica,  por  algún  barranco  seco  y 
pestilente  ó  por  una  solitaria  y  desnuda  carretera?  ¿Ni 
en  qué  se  diferenciaba  de  nn  yermo,  ni  en  qné  se  parecí, 
á  las  avenidas  de  otras  ciudades  populosas? 

Madrid  recibió,  es  verdad,  de  Felipe  IV  el  importantí- 
simo aumento  del  Buen  Retiro  á  su  banda  oriental;  con 
la  asombrosa  extensión  de  este  Beal  sitio  casi  duplicó  el 
perimetro  de  la  viUa  y  llamó  hacia  aquel  ext^mo  su  im- 
portancia y  su  riqueza;  pero  al  tiempo  que  la  dotó  de  tan 
espléndido  apéndice,  la  impuso  limites  fijos;  indeclina- 
bles, fatales,  por  aquel  lado,  y  contuvo  el  progreso  que 
desde  el  principio  venia  siguiendo  la  población  hacia  aquel 
extremo. 

La  formación  de  este  inmenso  parque  al  otro  lado  del 
Prado  prohibió  al  caserio  rebasar  la  linea  de  aquel  paseo 
y  convertirle  á  la  larga  en  una  rambla  6  boulevart  interior; 
y  la  cerca  del  Betiro,  desde  su  esquina  meridional  hasta 
la  que  mira  al  Norte,  donde  se  alza  hoy  la  montaña  arti- 
ficial, puede  decirse  que  eran  las  columnas  de  Hércules, 
el  ifon  plus  ultra  para  la  villa  de  Madrid  por  aquel  lado. 

A  la  vista  tenemos  también,  para  esta  ojeada  exterior^ 


PASEO   EXTERIOR. 


188 


un  preciso  Plano  de  Madrid  (del  que  hasta  últimamente 
no  teniamos  noticia) ;  y  aunque  no  de  la  extensión  y  pri- 
mor del  grande,  de  Tejeyra,  grabado  en  Ambéres  en 
1656,  sobre  el  cual  están  calcados  estos  paseos  por  el 
Madrid  antiguo,  es  indudablemente  anterior  á  él,  y  aun 
al  reinado  de  Felipe  IV,  pareciendo  ser  obra  de  los  últi- 
mos años  del  de  su  antecesor,  bácia  1617  ó  1618,  por 
carecer  todavía  del  Retiro,  de  la  nueva  Plaza  Mayor,  de 
la  puerta  de  Segovia,  de  la  cárcel  de  Corte,  del  Ayunta- 
miento y  demás  edificios  posteriores  (1). 


(1)  Este  pianito,  el  primero 
acaso,  ó  más  antiguo  de  la  villa 
de  Madrid,  consta  de  dos  plie- 
g<M  de  marca,  y  viene  á  ser 
como  la  décima  parte  del  gran- 
de de  1656. — No  tiene  escala,  y 
en  el  tarjeton  en  blanco  que  hay 
á  9U  pié  nada  se  dice  de  cuándo 
ni  por  quién  fué  hecho.  Su  mé- 
rito artistico  es  escaso;  su  exac- 
titud geométrica,  ninguna;  pero 
aunque  malamente  delineado, 
presenta  también,  como  el  gran- 
de, aunque  en  menor  escala  y 
no  con  tanta  escrupulosidad,  los 
frentes  de  los  edificios  en  pers- 
pectiva  caballera,  y  da  bastante 
razón  de  su  forma  y  situación  to- 
pográfica. Parece,  sin  embargo, 
haber  sido  hecho  muy  á  la  lige- 
ra y  fuera  de  Espafia,  para  algún 
atlas  ú  obra  geográfica,  pues  los 
nombres  de  las  calles  casi  todos 
están  mal  escritos,  como  San 
Yartf  por  San  Juan  ;  Placa  de 
HerradOf  por  Plaza  de  Herrado- 


res; CamesciOf  por  Cameceria; 
el  Conde  Varasas,  por  Barajas; 
calle  de  los  Brescados,  por  de 
los  Preciados;  CapusynaSj  por 
Capuchinas ;  Cannos^  por  Cafios, 
calle  MayoeTy  por  calle  Mayor, 
etc. ;  lo  que  demuestra  que 
pudo  ser  grabado  en  el  extran- 
jero, por  ejemplo,  en  Flándes  6 
en  Portugal. — Encima  de  él  se 
lee  este  rótulo :  La  Villa  de  Ma- 
drid, CÓfrTK  DE  LOS  REYES  CATÓ- 
LICOS DE  EsPAlfA;  y  á  SU  ángulo 
derecho  hay  un  genio  ó  fama 
trompetera,  sosteniendo  una  co- 
rona imperial,  de  la  que  pende 
un  grupo  de  otras  siete,  y  en  la 
otra  mano,  unos  banderines  con 
esta  leyenda :  Hic  sitas  gloria 
mundi  non  suficit  una.  En  el  án- 
gulo izquierdo  están  las  armas 
de  Madrid,  el  oso  y  el  madrofio. 
Este  plano,  procedente  de  la  co- 
lección que  formó  D.  Valentín 
Carderera,  obra  hoy  en  la  Bi- 
blioteca Nacional. 


184  EL  A17TIGU0  MADRID. 

Recorriendo  con  este  dato  contemporáneo  el  exterior 
de  Madrid  en  los  primeros  años  del  siglo  xvil^  empece- 
mos por  la  parte  alta  al  Norte^  donde  hallamos  la  dicha 
huerta  de  la  Florida  y  la  del  cardenal  de  Rojas  Sandaval 
(tio  del  Duque  de  Lerma),  y  otras^  formando  un  conjunto 
con  lo  que  hoy  las  dos  Reales  posesiones  de  la  Moncloa, 
ó  Real  Florida,  y  la  Montaña  del  Príncipe  Fío^  que  más 
adelante  fueron  separadas  por  Carlos  III  con  el  costoso 
desmonte  y  rotura  del  camino  ó  Cuesta  de  Areneros. — 
Donde  después  se  colocó  el  portillo  de  San  Joaquín^  ó 
de  «San  Bemardino  (porque  es  sabido  que  entonces  Ma- 
drid no  tenia  cerca  alguna),  arrancaba  el  camino  de  las 
Cruces,  que  guiaba  al  convento  de  San  Bemardino,  fun- 
dado por  el  contador  Gamica  en  1572;  y  la  primera 
casa  ó  edificio  de  Madrid  por  aquel  lado  estaba  en  lo  que 
después  se  llamó  plazuela  de  los  Afligidos^  y  era  el  con- 
vento de  clérigos  menores j  apellidados  con  aquel  título,  y 
la  huerta  contigua  del  Conde  de  Nieva,  hacia  donde  hoy 
el  palacio  de  liria;  á  que  seguían,  en  la  dirección  del  ac- 
tual cuartel  de  Guardias  y  portillo  del  Conde-Duque, 
otros  edificios  y  casas  particulares. — Al  término  de  la 
cuesta  de  Leganitos,  y  sobre  la  dicha  Montaña  del  Prín- 
cipe Pío,  en  que  hay  varias  huertas,  está  ya  señalado  el 
viejo  palacio  del  Duque  de  Osuna,  que  aun  subsiste,  y 
todas  las  dichas  calles  de  Leganitos  y  sus  paralelas,  hasta 
las  de  San  Bernardo,  Fuencarral  y  Hortaleza,  daban  sa- 
lida al  campo  y  no  se  prolongaban  tanto  como  después  lo 
hicieron. — Al  final  de  esta  última  (la  de  Hortaleza)  se 
ve  ya  en  la  extensa  plaza  ó  descampado  el  convento  de 
Santa  Bárbara  á  su  derecha,  y  al  frente,  otro  edificio  con- 
siderable con  su  huerta. — Detras  del  de  Santa  Bárbara 
estaban  el  palacio  y  jardines  del  Príncipe  Stillano,  conver- 
tido después,  por  él  mismo,  en  convento  de  monjas  de 
Santa  Teresa;  y  más  adelante  seguian  otros  huertos  y 


PA8E0  SXTSBIOR.  185 


casas  aisladas  hasta  el  extenso  campo  donde  después  se 
elevo  el  monasterio  de  las  Salesas. 

lEl  prado  de  Recoletos  está  ya,  poco  más  ó  menos  qae 
en  el  plano  de  Ambéres,  con  su  convento  de  Agustinos, 
su  huerta  de  San  Felipe  (luego  de  la  Yeterínaría),  y  otra 
muy  grande,  hasta  la  subida  de  la  puerta  de  Alcalá;  y  al 
otro  lado  del  paseo,  los  jardines  del  Conde  de  Baños,  del 
Almirante  y  de  Juan  Fernandez,  el  Regidor;  corriendo 
por  el  centro  el  antiguo  barranco  y  dos  filas  de  árboles. — 
La  puerta  de  Alcalá,  levantada  en  1599,  y  formada  dedos 
mezquinas  torrecillas,  apoyaba  entre  las  huertas  del  prado 
de  Becoletos  y  la  que  habia  enfrente,  hacia  donde  después 
la  entrada  del  Retiro  por  la  Glorieta.  Detras  de  esta  huerta 
seguia  otra,  donde  luego  el  jardín  de  Primavera  y  el  pa- 
lacio de  San  Juan,  hasta  la  subida  de  San  Jerónimo,  con 
un  edificio  de  alguna  apariencia,  en  donde  se  elevó  el 
cuartel  de  Artillería,  y  im  paseo  delante,  que  está  señalado 
en  el  plano  con  el  nombre  de  Carrera  de  los  Caballeros, 
También  habia  allí  una  ermita  ó  iglesia,  que  podia  ser  la 
antigua  de  San  Juan. — Lo  demás  que  hoy  forma  el  Real 
Sitio  del  Retiro  eran  tierras  y  casas  de  labor,  atravesando 
por  ellas  el  camino  de  Valnegral  ó  de  Abroñigal,  y  ter- 
minando aquella  banda  en  el  monasterio  y  cuarto  Real 
de  San  Jerónimo  y  su  extendida  huerta,  el  altillo  y  ermi- 
ta de  San  Blas^  el  convento,  iglesia  y  huerta  de  Atocha. 

Por  delante  de  todo  esto  se  ve  el  Prado  de  San  Jeró^ 
nimoy  como  en  el  plano  posterior,  con  sus  dobles  filas  de 
árboles,  sus  fuentes,  su  torrecilla  para  las  mVisicas,  sus 
huertas  y  barranco  á  la  izquierda,  las  cercas  de  sus  jar- 
dines á  la  derecha,  avanzando  éstas  más  adelante  que  hoy 
á  la  esquina  de  la  calle  de  Alcalá  y  de  la  Carrera,  no  for- 
mándola todavía  la  fachada  de  la  casa  del  Marqués  del 
Carpió  (hoy  de  Alcañices),  ni  la  del  Duque  de  Maceda,  y 
hoy  el  palacio  de  Yillahermosa. 


186 


EL  AKTIGCO  MADRID. 


La  huerta  del  Duque  de  Lerma,  j  los  diversos  edifi<áo9 
que  incorporó  á  ella  para  formar  su  palacio ,  aparecen 
donde  hoy  el  de  Medinaceli,  aunque  separados  é  indepen- 
dientes; uno  con  vista  al  Prado;  luego  la  verja  de  la 
huerta,  y  otros  edificios  al  término  de  ella,  hacia  la  calle 
del  Prado  (1).  También  está  detras  de  este  palacio  y 


(1)  En  vista  de  este  plano  y 
de  las  expresas  noticias  que  se 
leen  en  las  Relaciones  de  Luis 
Cabrera  de  Córdoba ,  no  tengo 
inconveniente  en  rectificar  mi 
equivocación  al  suponer,  como 
lo  hice,  que  este  palacio  fuese 
construido  por  el  Duque  de  Ler- 
ma,  siendo  marqués  de  Denia  y 
en  los  primeros  años  del  reinado 
de  Felipe  III. — Lo  fué,  si,  pero 
mucho  después,  y  sucesivamen- 
te, desde  1606  hasta  1616,  ó 
más  allá,  durante  todo  el  perío- 
do de  su  grande  privanza. — En 
la  página  166  de  dichas  Reía- 
dones  ^  con  fecha  de  Valladolid 
de  25  de  Enero  de  1603,  se  lee: 
— c  Andan  diversas  opiniones 
>aqu{  sobre  la  vuelta  de  la  cór- 
ate á  Madrid,  las  cuales  se  han 
]» fundado  en  haberse  quejado 
>el  Duque  de  Lerma  de  que  le 
y>  iba  mal  de  salud,  después  que 
]» estaba  en  esta  ciudad,  y  tam- 
9  bien  de  que  en  Madrid  trae 

>  grande  obra  en  una  huerta  que 
» hace  cerca  del  Prado  de  San 
1^  Jerónimo f  habiendo  acrecenta- 
ndo la  que  allí  tenia,  que  dicen 

>  será  mucho  de  ver,  asi  la  obra 

>  de  ella  como  su  grandeza  y 


>  curiosidad  con  que  la  hace» ; 
— y  más  adelante,  con  fecha  17 
de  Mayo  del  mismo  afio,  dice 
que  en  una  de  las  frecuentes 
excursiones  que  hicieron  los 
reyes  á  Madrid,  en  los  cinco 
afios  que  permaneció  la  corte  en 
Valladolid,  c  pasaron  á  el  mo- 
nnasterio  de  las  Descalzas  pan 

>  ir  á  visitar  á  la  Infanta,  su  tía, 

>  y  salieron  á  merendar  en  la 
»  huerta  del  Duque  de  Lerma ^ 

>  qtie  hace  en  el  Prado  de  San 
1^  Jerónimo,  y  que  el  Duque  ha- 
>bia  dejado  comprada  la  huerta 
>que  estaba  airimada  á  la  saya, 

>  y  la  casa  que  está  delante,  que 
>fué  del  prior  D.  Hernando  de 
» Toledo,  y  agora  tenía  Pedro 
»  Al  varez  Pereyra,  para  juntarla 

>  con  las  dichas  huertas,  incor- 
»  porando  á  ella  la  calle  que  las 

>  dividía  (debe  ser  la  de  Fran- 

>  cos)j  de  que  le  hizo  gracia  It 

>  villa,  y  dejó  hecha  mía  trazi 

>  de  todo,  lo  que  dioen  costará 

>  150.000  ducados  la  obra.»— 
En  el  mismo  afio  1603,  en  otro 
viaje  que  hicieron  SS.  MIL,  i 
fines  de  Octubre,  á  Madrid,  fue- 
ron á  parar  á  la  casa  que  el  Du- 
que de  Lerma  tiene  en  su  haer* 


PA8K0  BXTBBIOB. 


187 


haerta  el  convento  [de  los  trinitarios  de  Jesns^  fondado 
por  el  mismo  Dnqne  en  1^06. — Signe  el  Prado  hacia  la 
salida  al  camino  de  YallecaS;  con  dos  filas  de  árboles^  y  á 
8U  extremo  el  edificio  del  antiguo  hospital,  y  el  convento 
iglesia   de  Atocha  al  fin  de  sn  paseo. — Por  la  parte  baja 
no  se  presenta  nada  notable  en  los  limites  de  Madrid; 
todas  las  calles,  qne,  por  lo  qne  se  infiere,  no  se  prolon- 
gaban tanto  como  ahora,  tenian  salida  al  campo  y  termi- 
naban, la  de  Lavapiés  en  la  plazuela  de  este  nombre,  la 
del  *Meson  de  Paredes  en  la  Escuela  Pia^  donde  estaba 
el  Hospital  de  los  Aragoneses  ^  j  asi  las  demás  h¿cia  lá  de 
Toledo. 

A  la  parte  oriental,  al  otro  lado  del  rio ,  se  ve  la  anti- 


ta,  en  lo  que  estaba  edificado  de 
las  casas  antiguas,  que  fueron 
del  prior  Hernando  y  de  Alva- 
lez  Pereyra,  y  se  afiade  que 
allende  de  lo  fabricado  ^  el  Du- 
que va  aííadieiidopara  hacer  a  lli 
un  gran  palacio,  que  acompaña- 
do con  él  jardín  y  huerta^  será 
gran  cosa;  al  día  siguiente  de 
su  entrada  se  hizo  una  encami- 
sada por  el  Principe  de  Marrue- 
cos, marqués  de  Almenara,  y 
otros  caballeros  de  Madrid,  para 
obsequiar  á  SS.  MM.,  delante  de 
la  casa  del  Duque;  y  al  otro  les 
corrieron  también  toros  allí,  y 
celebraron  un  combate  de  un 
tigre  con  un  toro.  Después  de 
algunos  dias  partió  el  Rey  para 
Valencia,  dejando  á  la  Reina  é 
Infanta  en  el  monasterio  de  las 
Descalzas  y  su  casa  contigua 
(hoy  del  Monte  de  Piedad). — 
Sn  20  de  Mayo  de  1606  regresó 


definitiramente  Felipe  III  y  su 
corte  á  Madrid,  y  desde  entón* 
ees  el  Duque  de  Lerma,  en  el 
apogeo  de  su  valimiento,  fué 
cuando  fué  extendiendo  la  cons- 
trucción de  su  palacio,  en  que 
solia  aposentar  y  dar  suntuosas 
fiestas  á  los  reyes,  mandó  ha- 
cer también  una  plaza  ó  coso 
para  lidiar  toros,  y  fundó  pri- 
mero, en  1606 ,  el  convento  de 
trinitarios  de  Jesús,  y  en  1609, 
el  de  capuchinos ;  con  fecha  2 
de  Julio  de  1611,  se  lee  en  di- 
chas Relaciones:  <cAl  otro  dia 
9(11  de  Junio)  se  pasaron  Sus 
»  Majestades  á  la  huerta  del  Du- 
>que  de  Lerma,  y  estuvieron 
>ocho  dias,  y  á  los  diez  y  seis 
]bdel  mismo  se  les  corrieron  to- 
aros y  jugaron  cañas,  con  capas 
>y  gorras,  delante  déla  huerta, 
>  hacia  el  Prado,  donde  se  hicie- 
>ron  los  tablados  y  barreras,  to- 


188 


EL  ANTIGUO  MADBID. 


gaa  ermita  de  San  Isidro^  poco  más  ó  menos  de  la  misma 
forma  que  la  actual ,  y  luego  las  huertas  de   Lache,  los 
lavaderos,  la  Casa  de  Campo,  con  la  estatua  ya  de  Feli- 
pe  III  (que  fué  colocada  en  1616),  y  de  la  parte  acá  el 
monasterio  de  San  Francisco  y  su  huerta  (pero  no  la  del 
Infantado),  el  Puente  Nuevo,  sin  la  puerta  de  Seffovia, 
porque  la  calle  de  este  nombre  terminaba  en  las  casas  de 
Moneda,^  viéqdose  todavía  al  descubierto  la  muralla  anti- 
gua, que  bajaba  por  la  Cuesta  de  los  Ciegos,  y  sabia  lue- 
go, dejando  á  la  parte  fuera  el  hospital  de  San  Lázaro, 
que  se  ve  hacia  donde  ahora  el  callejón  de  este  nombre; 
luego  la  primitiva  y  única  puerta  de  la  Vega  en  la  esca- 
brosa cuesta,  terminando  con  el  parque  de  Palacio,  e/ 
Alcázar  y  Vistillas  al  rio,  en  las  que  se  mira  el  monaste- 
rio de  dofía  María  de  Aragón. — Aqiií  nos  hallamos  ja 
delante  del  cuadro  que  dejamos  trazado  al  principio  de 
este  paseo,  y  aquí  terminan  también  los  nuestros  por  el 
Antiguo  Madrid, 


2»  mando  el  pilón  del  agua  que 
2>  allí  está.  Los  toros  fueron  razó- 
la fiables :  mataron  cinco  ó  seis 
»  hombres,  hirieron  muchos.  Su- 
]» cedió  que  en  la  primera  carre- 
2>  ra  de  la  entrada  del  juego  de 
j&cafias  se  rompió  el  freno  del 
]>  caballo  del  Corregidor,  y  tuvo 
]» la  advertencia  de  arrimarse  á 
]»la  lanza  al  tiempo  de  caer,  y 
D  fué  de  menos  peligro ;  y  á  don 
» Pedro  de  Zúfiiga  dieron  un 
1»  golpe  en  la  cabeza  con  una 
:d  caña,  que  le  descalabró,  y  hubo 
9  de  estar  en  la  cama  sangrado; 
»y  á  D.  Juan  Vicente  le  hirie- 


9  ron  con  otra  en  las  narices, 
» que  le  sacó  mucha  sangre;  y 
3  porque  los  reyes  estaban  moy 
]» estrechos  de  aposento,  y  de 
»  cada  dia  hacian  llevar  y  traer 
2>  algunas  de  las  damas,  se  vol- 
9  vieron  al  otro  dia  á  palacio;  con 
j>  lo  cual,  el  Duque  ha  dado  orden 
>  de  acrecentarla  casa  de  aposeo- 
»t06  para  cuando  SS.  MM.  » 
]p  quisieren  ir  á  recoger  á  ella.> 
—  De  aqui  data,  sin  dada,  U 
continuación  de  la  obra  del  pa- 
lacio, ó  la  incorporación  en  OQO 
de  los  diversos  edificios  que  U- 
bia  á  lo  largo  de  la  huerta^ 


APÉNDICE. 


i^B^->— ^ 


APÉNDICE. 


Hemos  citado  tantas  veces,  en  el  curso  de  nuestros  pa- 
seos, los  antiguos  libros  del  maestro  López  de  Hoyos ,  que 
sinren  de  fandamento  á  la  mayor  parte  de  las  consejas  de 
los  Dávilas,  Quintanas ,  Pinelos  y  demás  historiadores  de 
Madrid ,  y  son  tan  rarísimos  aquellos  libros ,  que  creemos 
nos  agradecerán  nuestros  lectores  la  reproducción  que 
Tamos  á  hacer  de  la  parte  de  ellos  que  tiene  relación  con 
nuestro  asunto.  Titúlase  el  primero  : 


ITtstaria  y  relcunon  verdadera  de  la  enfermedad ,  felicí' 
simo  tránsito  y  suiúuosas  exequias  fúnebres  de  la  serenísi" 
ma  reina  de  España  doña  Isabel  de  Valois,  nuestra  señora; 
con  los  sermones^  letras  y  epitafios  á  su  túmulo;  dilatado 
con  costumbres  y  cerimonias  icarias  de  diferentes  naciones 
en  enterrar  sus  difuntos,  como  paresce  por  la  tabla  de  este 
libro.  En  el  qual  se  comprehende  el  nascimiento  y  muerte 
de  aS.  M.  Dirigido  al  ilustrísimo  y  reverendísimo  señor  don 
Diego  de  Espinosa^  cardenal  de  la  Santa  Iglesia  de  Roma^ 
titulo  San  Esteban  de  Montecelio,  obispo  y  señor  de  Siguen-- 
zttf  presidente  del  Consejo  Real,  inquisidor  apostólico  y  ge^ 
neral  de  los  reinos  y  tierras  de  España  contra  la  herética 
pravedad  y  apostasia,  etc.  Compuesto  y  ordenado  por  el 
maestro  Juan  López  ^  catedrático  del  Estudio  de  esta  villa 
de  Madrid.  Impreso  en  la  M.  N,  y  C.  villa  de  Madrid  eti 


192  EL  ANTIGUO  MADBID. 

casa  de  Fierres  Casifij  á  las  espaldas  de  la  Victoria^  Año 
M.D.LX.IX^  con  privilegio  Real.  Está  tacado  á  dos  rea-- 
les  y  medio.  Es  un  tomo  en  8.' 


Los  dos  documentos  interesantes  para  la  historia  de 
Madrid  que  contiene  este  libro  son  :  1.^,  una  caria  del  au^ 
to^*  al  Senado  (  Ayuntamiento  )  de  esta  villa ,  que  va  al 
principio ;  y  la  Declaración  de  las  armas  ¿fe  Madrid j  que 
hace  al  fin.  Por  su  muestra*  podrá  venirse  en  conoci- 
miento del  criterio  y  del  estilo  del  maestro  del  gran  Cer- 
vantes. 

Helos ;  pues  9  aquí : 


NÚMERO  1: 


CARTA 

Al  ilustre  Senado  de  la  muy  noble  villa  de  Madrid ,  el 

maestro  Juan  López  de  Hoyos. 

«  Es  muy  averiguado  y  doctrina  muy  clara  entre  filóso- 
fos y  varones  de  raras  prendas  y  singular  erudición-,  que 
no  menos  gloria  y  triunfo  se  debe  al  historiador  que  es- 
cribe, y  con  perpetua  memoria  de  escritura  celebra  las 
hazañas,  proezas  y  cosas  memorables  de  algún  principe, 
valeroso  capitán  ó  ilustre  ciudad ,  que  al  mismo  que  las 
Lace.  Porque  bien  se  deja  entender  que  ninguna  de  las 
naciones  que  desde  el  principio  del  mundo  ha  habido  has- 
ta ahora,  ni  ningún  capitán,  adquirió  tanto  para  su  tierra, 
ni  ninguno  de  los  Césares  tanto  fué  celebrado  en  vida 
por  sus  hazañas,  cuanto  todos  los  sobredichos  han  adqui- 
rido y  se  han  perpetuado,  y  su  nobleza  ha  sido  más  dila- 
tada y  conocida  por  lo  que  sus  historiadores  con  sus  es- 
critos los  han  hecho  inmortales  entre  las  gentes,  y  de  ellos 
por  sus  historias  hemos  conocido,  que  no  por  lo  que  ellos 
hicieron.  Porque  ¿quién  supiera  de  los  triunfos  y  monar- 
quía del  emperador  Alcibíades,  ni  del  gran  rey  de  Ponto 
Mitrídates?  ¿Ni  la  potencia  y  riqueza  del  rey  Darío,  ni 
su  competidor  Alejandro  el  Magno?  ¿Ni  de  las  grandes 
antigüedades  que  en  este  volumen  he  recogido,  si  los  es- 

II,  18 


1?4  EL   ANTIGUO   MADRID. 

critores  no  las  hubieren  eternizado  con  sus  escritos  v  1¡- 
brado  de  la  injuria  de  los  incendios  y  pérdidas  de  ciuda- 
des, destrucciones  y  diluvios  de  naciones,  y  la  variedad  de 
los  tiempos  y  antigüedad  de  siglos  que  suelen  ordinaria- 
mente arruinar  y  traer  su  ignominia  y  desautoridad  de 
perpetuo  olvido? 

Pues  pretendiendo  yo  que  las  cosas  que  tan  ilustre- 
mente en  servicio  de  los  SS.  reina  y  príncipe  D.  Carlos, 
SS^ nuestros,  en  sus  honras  y  recomendación  que  V.  S. 
hizo,  quedasen  en  perpetua  memoria ,  acordé  historiarlas 
cpn  el  mejor  y  más  cortesano  lenguaje  y  elegante  estilo 
que  en  mi  ha  sido. 
LswannMyca.      De  adoudo  todo  cl  muudo  conocerá  la  obediencia,  leal- 

lidadea  de  Madrid  .     ,  i       •  /  i  •    • 

en  suma.  tad  y  amor  con  que,  en  cualquier  género  de  servicio  que 

á  S.  M.  pertenezca ,  V.  S.  pone  por  obra  aficionadísima- 
mente  todo  en  decreto  y  autoridad.  Pues  por  la  miseri- 
cordia de  Dios  nuestra  patria  no  debe  ser  pospuesta  á  las 
muy  nobles  y  muy  felices  en  clemencia  y  serenidad  de 
cielo,  sus  aires  salutíferos,  en  fertilidad  de  todo  género 
de  bastimento  de  toda  su  comarca  y  términos,  que  tan  ce- 
lebrados son  por  el  universo,  llamados  los  lomos  de  Ma- 
drid ,  con  la  ribera  del  Jarama ,  la  cual  es  de  tanto  re- 
nombre ,  que  no  hay  nación  á  quien  no  sean  muy  conoci- 
dos y  notorios  los  toros ,  caza  y  pesca  sabrosísima ,  psto 
y  sotos  gravísimos,  humbriosos  y  deleitables.  No  dicien- 
do de  los  bosques  y  Real  casa  del  Pardo,  la  cusil  en  poli- 
cía y  pintura  y  grandes  riquezas,  caza,  cielo  y  sitio  y  com- 
partimiento y  buena  traza ,  es  la  mejor  y  más  rara  qne 
príncipe  alguno  en  el  mundo  tiene.  Y  la  floresta  gracio- 
sísima de  Aranjuez  y  los  jardines,  fuentes  y  recreación  d^ 
la  casa  (que  vulgarmente  llaman  del  Campo  en  esta  villa 
de  Madrid).  Ni  la  casa  y  Reales  palacios,  tan  antiguos  y 
tan  ilustrados  con  nuevos  edificios  y  presencia  de  la  ma- 
jestad del  rey  D.  Felipe  II,  nuestro  señor;  los  cuales  son 


APÉNDICE.  195 


de  tanta  majestad,  que  son  tenidos,  á  dicho  de  todos  los 
extranjeros,  por  edificio  muy  raro  y  de  gran  magnificencia 
y  digno  (como  desde  sa  antiquísima  fundación  lo  ha  sido, 
como  paresce  en  todas  las  crónicas)  de  ser  perpetuo  pala- 
cio de  reyes  y  principes. 

Entre  las  antigüedades  que  evidentemente  declaran  la  g^liJJSelnMtóS 
nobleza  y  fundación  antigua  de  este  pueblo,  ha  sido  una 
que  en  este  mes  de  Junio  de  1569  años,  por  ensanchar  la 
Puerta  Cerrada,  la  derribaron,  y  estaba  en  lo  más  alto  de 
la  paerta,  en  el  lienzo  de  la  muralla,  labrado  en  piedra 
berroqueña,  un  espantable  y  fiero  dragón,  el  cual  traian 
los  griegos  por  armas  y  las  usaban  en  sus  banderas  (1), 
como  paresce  en  las  historias,  y  particularmente  recopila- 
do por  Juan  Pierio,  libro  quince,  dice  cómo  el  clarísimo 
emperador  Epaminóndas ,  griego ,  traía  por  bandera  un 
dragón,  el  cual  ponia  en  las  obras  y  edificios  que  edifica- 
ba, de  donde  inferimos  estos  tan  excelentes  y  superbos 
muros  haber  sido  edificados  por  esta  tan  antigua  é  ilus- 
trada gente,  pues  en  ellos  hallamos  sus  armas  y  memo- 
ria. Y  siendo  yo  de  pocos  afios,  me  acuerdo  que  el  vulgo, 
no  entendiendo  esta  antigüedad,  llamaban  á  esta  puerta  la 
Puerta  de  la  Culebra  j  por  tener  este  dragón  labrado  bien 
hondo  y  con  unas  imágenes  que  en  yeso  sobre  esta  cule- 
bra se  pusieron,  se  atapó  de  manera  que  no  pudiera  ser 
visto.  Y  esto  no  piense  nadie  que  es  lisonja,  ó  que  los  grie- 
gos nunca  descendieron  tan  al  riñon  de  España.  Pues 
Ulíses,  griego,  descendió  tanto,  que  á  la  entrada  de  Tajo 

(1)  De  esta  gratuita  denomi-  tado  en  el  techo  de  una  de  las 

nacioD  de  dragón,  dada  ala  cule-  salas  del  Ayuntamiento  ,  y  aun 

brapor  el  Maestro  Hoyos,  parte,  hoy  ha  vuelto  á  reproducirse  en 

á  mi  ver,  el  origen  del  fantásti-  su  escudo.  El  mismo  Hoyos  no 

co  dragón   alado,  que   mucho  estampa  tal  dragón, y  sí  la  cule* 

tiempo  después  apareció  en  las  bra,  como  veremos  luego. 


armas  de  la  villa,  y  estaba  pin- 


196 


EL  ANTIGUO   MADRID. 


en  el  mar,  edificó  aquella  celebrada  ciudad  española  que 
de  su  mismo  nombre  llamó  UlisipoliS;  que  en  nuestro  vul- 
gar llamamos  Lisbona,  etc. 
Mayonzgos.  Jf q  es  ménos  notable  y  valerosa  su  nobleza  de  caballe- 
ros, pues  en  ella  hay  sesenta  y  cuatro  mayorazgos,  no  de 
granjeria,  sino  de  muy  buena  renta  y  cu<ilidad  en  nobleza 
de  sangre,  ilustres  familias,  entre  los  cuales  hay  muchos 
señores  de  vasallos  (1). 


(1)  Nobleza  madrileña. —  El 
licenciado  Jerónimo  Quintana 
consagró  una  buena  parte  de  su 
voluminosa  obra  titulada  Gran- 
dezas de  Madrid  á  reseñar  la 
historia  de  las  familias  de  la  no- 
bleza propia  de  esta  villa,  an- 


teriores al  establecimiento  de  la 
corte  en  ella,  y  >en  sendos  capí- 
tulos biográficos,  dedicados  á 
cada  uno  de  los  sesenta  v  cuatro 
mayorazgos  que  dice  el  maestro 
Hoyos,  los  señala  é  historia  por 
el  orden  siguiente  : 


Alarcon. 

Coello. 

Losada. 

Ribera. 

Alcalá. 

Córdoba. 

Lujan. 

Salcedo. 

Alcocer. 

Cuero, 

Luzon. 

Solía. 

Arias  Dávila. 

Eraso. 

Madrid. 

Toledo. 

Ayala. 

Fernandez. 

Manzanedo. 

Torre. 

Barreda. 

Francos. 

Mármol. 

llrbina. 

Barrionuevo. 

Gato. 

Méndez. 

Valera. 

Bibero. 

Guevara. 

Mendoza. 

Vallejo. 

Bozmediano. 

Guillen. 

Montes. 

Vainas. 

Cabrera. 

Gudiel. 

Monzón. 

Vera. 

Cáceres. 

Heredia. 

Ocaña. 

Villafuerte 

Canal. 

Herrera. 

Olivares. 

Vitoria. 

Castilla. 

Hoz. 

Peralta. 

Xibuja. 

Castillo. 

Hurtado. 

Prado. 

Zapata. 

Clavijo. 

Lago. 

Kamirez. 

Zarate. 

Coalla. 

Lodefía. 

liibadeneyra. 

Zisnéros. 

En  el  curso  de  nuestros  pa- 
aeos  hemos  indicado  dónde  es- 
taban situadas  las  casas  solarie- 
gas de  estos  antiguos  mayoraz- 
gos de  la  villa,  así  como  también 


los  ilustres  personajes  que  lle- 
varon y  enaltecieron  el  lustre 
de  aquellos  antiguos  apellidos. 
Muchos  de  ellos,  entroncados 
luego  con  los  insignes  y  cscla- 


APÉNDICE. 


197 


De  todo  lo  cual  no  es  mal  argumento  tantos  comenda- 
dores en  todas  las  órdenes  de  Caballería  y  tanto  número 
y  frecuencia  de  ciudadanos  de  este  pueblo  en  la  casa  Real, 
como  es  el  licenciado  Juan  Zapata,  oidor  del  Consejo  Real, 
gobernador  electo  del  arzobispado  de  Toledo.  Don  Gómez 
Zapata,  del  Consejo  Beal  de  Indias.  Don  Iñigo  de  Cár- 
denas, del  Consejo  de  Ordenes.  Francisco  de  Eraso,  de  la 
Orden  de  caballería  de  Calatrava,  secretario  de  S.  M,  Mel- 
chor de  Herrera ,  tesorero  mayor  de  S.  M.  Antonio  Gó- 
mez de  Eraso,  secretario  de  S.  M.  Antonio  Pérez ^  secre- 
tario del  Consejo  de  Estado  de  Italia.  Don  Gabriel  Zíi- 
pata,  gentil-hombre  de  la  boca  de  S.  M.  Y  D.  Ladrón  de 
Guevara,  gentil  hombre  de  la  boca  de  los  serenísimos  prín- 
cipes de  Bohemia  y  Hungría. 

Contadores,  Luis  de  Peralta  y  Juan  de  Galarza,  y  Luis 
de  Rivera,  superintendente  de  todas  las  obras.  Médicos 
de  la  casa  Real ,  el  doctor  Santiago ,  el  doctor  Madera  y 
el  doctor  Pedro  de  Torres.  Dejo  los  demás  acrois  y  pajes 
de  oficios,  porque  pocos,  ó  sea  ninguno,  son  (como  ade- 


recidos  de  los  Mendozan  ^  Pí- 
mentehsy  Sandovales,  Girones^ 
Silvas  ^  GuzmaneSf  forjas,  To- 
ledos^La  Cerda,  Pachecos,  Osa- 
rios ,  Bazanes ,  Cortés,  Colon, 
Aragón,  Córdoba,  Luna  y  Por- 
focarrero,  qiie  llevaban  los  pri- 
meros magnates  del  reino,  y 
vinieron  á  fijarse  en  Madrid 
cuando  la  corte,  constituyeron 
de  consuno  la  grandeza  de  Es- 
pafia ,  y  enlazaron  unos  y  otros 
blasones  heráldicos  en  los  escu- 
doá  y  títulos  de  los  duques  del 
Infantado,  de  Alba  ,  de  Feria, 


de  Osuna ,  de  Medinaceli ,  de 
Hijar,  de  Lerma,  de  Villaher- 
mosa,  de  Uceda,  de  Béjar,  de 
Veragua  y  de  Pastrana;  de  los 
condes  de  Oilaíe,  de  Paredes, 
de  Altamira,  de  Castróponce  y 
de  Santístéban;  de  los  marque- 
ses de  Villa/ranea,  de  Denia^ 
de  Legones,  del  Carpió,  de  Al- 
cañices,  del  Valle  y  de  la  La- 
guna ,  y  otros  muchos  que  han 
dado  á  Madrid  una  larga  serie 
de  hijos  ilustres  y  de  persona- 
jes célebres  á  la  historia  na- 
cional. 


198  EL  ANTIGUO  MADRID. 

lante  hemos  dicho)  los  ofícios  en  que  no  hay  gentes  y  ve- 
cinos de  nuestra  patria. 

Pues  en  la  capilla  Real  están  D.  Hierónimo  Zapata, 
arcediano  de  Madrid  en  la  santa  iglesia  de  Toledo,  y  An- 
tonio de  Eraso,  arcediano  de  Coria  y  canónigo  de  Sevi- 
lla, y  D.  Iñigo  de  Mendoza  y  otros  muchos  que ,  por  no 
ser  molesto  (aunque  perdonen),  paso  por  alto.  No«  callan- 
do á  Melchor  de  Valdés,  maestro  mayor  de  la  capilla 
Eeal,  una  de  las  raras  prendas  que  hay  de  su  arte.  Dejo 
los  tiples  y  demás  cantores  famosos  en  la  capilla  Beal, 
naturales  de  nuestra  patria. 

No  es  de  callar,  ver  cómo  en  el  Palacio  sacro  hay  tam- 
bién vecinos  de  Madrid ,  el  doctor  D.  Diego  de  Vargas, 
camarero  de  S.  S.  y  canónigo  de  Toledo.  Pues  en  el  san- 
to Consejo  de  la  Inquisición  también  tenemos  el  señor 
Tapia,  varón  de  gran  confianza  en  las  cosas  muy  ardaas, 
por  sus  excelentes  dotes  de  ánimo. 

Dejo  aparte  todos  los  señores  de  títulos  que  en  esto 
pueblo  se  han  avecindado.  Todo  lo  cual  hace  muy  feliz  y 
muy  ilustre  á  nuestra  patria,  no  tratando  de  los  antepa- 
sados por  no  hacerles  la  injuria  de  en  breves  palabras  his- 
toriar lo  mucho  que  de  ellos  hay  que  decir. 

Pues  á  lo  mucho  que  hay  que  notar  de  este  beatísimo 

Papa  San  D4-  ^  J    ~i 

maso  natural  do  padre  pontífice  San  Dámaso,  natural  de  este  pueblo,  de- 
jando aparte  su  santidad,  con  la  cual  ordenó  que  al  fin  de 
los  salmos  se  dijese  Gloria  Patri  et  Filio ,  etc. ,  y  que  al 
principio  de  la  misa  se  dijese  la  Confesión.  Sus  letras  fue- 
ron tan  grandes,  que  dio  harto  ejemplo  á  los  sucesores, 
como  elegantemente  lo  declara  el  maestro  Matamoros  en 
•  el  libro  que  compuso  de  Viris  illustrtbus.  Y  esto  mismo 

también  afirma  Lucio  Marineo  Sículo,  tratando  de  las  ca- 
lidades de  Madrid. 

Los  capitanes  y  gentes  valerosas  en  armas  que  de  Ma- 
drid han  salido,  y  al  presente  sirven  á  S.  M.,  en  defensft 


APÉNDICE. 


199 


de  nuestra  Santa  F¿  católica,  en  Flándes,  en  Granada  y 
en  otras  muchas  partes  tocantes  á  su  servicio  (1). 


(1)  Hijos  ilustres  de  Ma- 
drid.— A  estos  célebres  madrile- 
fios  que  á  mediados  del  siglo  xvi 
señala  el  maestro  Hoyos  aña- 
dieron   otros  muchos  los  his- 
toriadores Dávila  y  Quintana, 
que  escribieron  bien  entrado  ya 
el  siguiente ;  consignando  una 
larga  serie  de  santos ,  mártires, 
prelados  y  personajes  políticos 
y  militares ,  y  escritores  distin- 
guidos en  todos  los  ramos  del 
saber.  Sólo  en  la  literatura  y 
ciencias  inserta  Montalvan,  al  fin 
de  su  libro  Para  todos,  un  largo 
catálogo,  que    comprende  301 
genios  naturales  de  esta  villa. 
Por  último,  á  fines  del  siglo  pa- 
sado publicó  el  erudito  y  dili- 
gente escritor  D.  José  Alvarez 
Baeflf^   su  conocida  obra  bajo 
el  titulo  de   Hijos  ilustres  de 
Mctdrid^  que  en  cuatro  volumi- 
nosos tomos  comprende  nada 
menos  que  mil  seiscientos  cua- 
renta y  tres ,  cuyas  biografías 
hace  con  mucho  esmero  y  dili- 
gencia ;  bien  que  su  excesivo- 
celo  por  las  glorías  de  su  pue- 
blo natal  le  hace  incurrir  en  la 
debilidad  de  dar  cabida  en  aquel 
precioso  catálogo  á  muchas  me- 
dianías ó  nombres  insignifican- 
tes, que  no  debieran  alternar 
con  los  verdaderamente  ilustres 
que  ennoblecen  tan  espléndido 
repertorio.   Pero,  aun  reducido 


éste  por  una  sana  critica  á  la 
cuarta  parte ,  todavía  puede  os- 
tentar Madrid  una  gloriosa  eje- 
cutoria tachonada  de  nombres 
de  venerados  santos,  pontífices 
y  prelados ,  de  reyes  y  prínci- 
pes esclarecidos,  de  históricos 
personajes  políticos  y  militares, 
y  de  los  más  altos  ingenios  y 
eminentes  artistas. 

Los.  nombres  sólo  de  San  Isi- 
dro, San  Melquíades,  San  Dá- 
maso (aunque  éstos  muy  dudo- 
sos) y  la  beata  Mariana  de  Je- 
sús, entre  los  primeros;  los  del 
gran  Carlos  III,  Femando  VI, 
Felipe  III,  doña  Juana,  doña 
Maria  y  D,  Juan  José  de  Aus- 
tria, entre  los.  príncipes  ;  los  de 
Gradan  y  Francisco  Ramirez, 
D,    Rodrigo  Zapata  de  León, 
D,  A  lonso  Contreras  y  otros  bi- 
zarros capitanes;  los  de  Antonio 
Pérez  y  su  heroica  esposa  doña 
Juana  Coelho  Bozmediano,  Rui 
González  Clavijo,  D»  Francisco 
de  Vargas  y  su  hijo  el  obispo 
D,  Gutierre,  el  cardenal  Zapa- 
ta, Gregorio  López  Madera,  don 
García  de  Barrionuevo,  el  Gran 
Duque  de  Osuna,  el  Principe  de 
Esquilache,é\  Marqués  del  Car- 
pió,  D.  Juan  de  Chumacera  y 
Carrillo,  D.  Iñigo  de  Cárdenas, 
D.  José  de  Grimaldo  y  el  Mar- 
qués de  Mejorada,  y  otros  in- 
signes personajes    políticos  y 


200 


EL  ANTIGUO  MADRID. 


Y  por  concluir,  debe  V.  S.  dar  muchas  gracias  á  Nues- 
tro Señor  de  que  por  su  misericordia  son  todas  estas  par- 
tes, para  que  se  desvele  en  ordenar  y  conservar  su  repú- 
blioa  tan  santa  y  piadosamente,  que  en  virtud,  en  cien- 
cia, autoridad,  se  vaya  siempre  mejorando. 
Doedafiosnmy      ^^^^  ^°*  ^^^^  diré,  quc  cutre  todos  los  dichos  de  los 
re™bac«r  ^^^  filósofos,  recopilados  por  Erasmo,  Boterodamo,  en  un  li- 
bro que  llamó  Antiharbarorum ,  que  quiere  decir  libro 
contra  bárbaros,  hallo  yo  que  reprende  á  los  que  tienen 
el  gobierno  de  las  repúblicas,  dos  cosas :  primei*a,  los  que 
consienten  malos  vicios,  porque  ellos  corrompen  y  dañan 
los  cuerpos  humanos  y  con  sus  adobos  jengendran  piedra 
y  dolor  de  ijada  y  otras  muchas  indisposiciones ,  de  á 
donde  se  viene  á  destruir  la  salud  de  la  república  y  acor- 
tarse la  vida  de  los  hombres.  El  segundo  yerro  es  de  los 
que  consienten  en  sus  repúblicas  malos  preceptos,  porque 


eclesiásticos  ;  cardenales ,  vire- 
yes,  ministros,  embajadores  y 
diplomáticos  célebres  en  la  his- 
toria. —  Los  de  los  inmortales 
ingenios,  honra  de  nuestra  lite- 
ratura, Lope  de  Vega,  Que  vedo, 
Calderón,  Tirso  de  Molina,  Mo- 
rete, Er cilla.  Esquiladle,  Her- 
nando de  Acuña,  Montalran, 
Sol  i  8,  Salas  Barbadillo,  Hoz  y 
Mota,  Villaizan,  Zamora  y  Ca- 
ñizares ;  los  de  los  ■  historiado- 
res, teólogos  y  literatos,  Cara- 
muel,  Nieremberg,  Paravicino, 
Tamayo  de  Vargas ,  Jusepe  de 
Salas,  Nicolás  Gallo,  Fernan- 
dez de  Oviedo,  Jerónimo  de 
Quintana  y  Xuñez  de  Castro; 
los  de  los  apreciables  poetas  y 
escritores    Agustín   de   RojaSy 


Bernaldo  Pérez  de  Vargas, 
Francisco  Santos,  D,  Martin 
Martínez,  José  Lop&s  de  Castro 
y  D.  Ramón  de  la  Cruz;  los  de 
los  insignes  artistas  Juan  Bau- 
tista de  Toledo ,  Juan  Paníqfa 
de  la  Cruz,  Claudio  Coello,  Eu- 
genio Cajés,  Francisco  Ricci, 
Juan  del  Mazo  Martines,  Alon- 
so del  Arco,  Bartolomé  Romanj 
Fray  Lorenzo  de  San  Nicolás, 
D,  Teodoro  A  rdemans,  Juan  de 
Torija^  D,  Tomás  López  y  don 
Juan  de  Villanueva;  estos  solos 
ú  otros  igualmente  ilustres  de- 
bían figurar  en  una  Biografía 
madrileña,  discretamente  esco- 
gida, descartando  de  ella  U» 
muchas  medianías  ó  insigniñ- 
cantea  existencias  que  están  ba- 


APÉNDICE. 


201 


éstos  destruyen  y  corrompen  las  buenas  costumbres  de  los 
ánimos  tiernos  de  sus  discípulos.  Y  no  solamente  se  pier- 
de el  tiempo  y  la  hacienda ;  pero  queda  tan  habituado  á 
vicios  el  estudiante ,  que  en  breve  tiempo ,  de  ruin  niño 
va  vicioso  mancebo,  y  de  ahí  sube  poco  á  poco  á  ser  ver- 
dugo de  sus  padres,  con  justo  juicio  y  permisión  de  Dios. 
Pues  un  labrador  rústico  para  encargar  un  par  de  muías 
y  su  carro  á  quien  se  le  administre ,  le  busca  con  toda  di- 
ligencia qué  sea  discreto,  cuidadoso,  honesto,  diligente  y 
ejercitado  en  aquel  negocio,  y  con  ser  importancia  de 
doscientos  ducados,  cuando  mucho,  se  pone  este  cuidado. 
Y  para  dar  ayo  ó  maestro  á  un  principe ,  para  criar  un 
caballero,  para  ser  preceptor,  y  por  mejor  decir,  padre 
universal  de  la  república,  cualquier  cosa  basta. 

Pues  todos  han  de  ir  á  beber  de  la  fuente  y  leche  de  su 
doctrina,  la  cual  si  estuviere  atosigada  y  corrompida  con 


rajados  con  ellos  en  la  del  buen 
Alvarez  Baena,  y  que  no  hacen 
más  que  rebajar  el  valor  é  im- 
portancia de  BU  obra. —  En  el 
ingreso  de  nuestros  paseos  he- 
mos consignado  algunas  noti- 
cias de  la  mayor  parte  de  estos 
insignes  madrileños,  ya  con  mo- 
tivo de  sefialar  las  casas  en  que 
habitaron ,  ya  el  sitio  en  que 
fueron  sepultados. 

A  aquel  heroico  catálogo,  en 
ñn,  de  personajes,  de  ingenios 
eminentes  nacidos  en  esta  villa 
hasta  fínes  del  siglo  pasado,  hay 
que  añadir  no  pocos  (y  ya  lo 
hicimos  de  muchos  en  nuestro 
Manual  de  Madrid)  que  han 
continuado  las  glorias  de  nues- 
tro suelo,  podiendo  citar,  entre 


otros  de  los  ya  fallecidos,  á  los 
ilustres  generales  Castaños  y 
Torrijos,  á  los  célebres  escrito- 
res y  poetas  D.  Nicolás  y  don 
Leandro  Fernandez  de  Moratiriy 
D.  Nicasio  Alvarez  de  Cienfue- 
goSj  D.  Juan  Bautista  A  rriaza^ 
D.  José  Gómez  Hermosüla^áon 
Vicente  González  Amao^  don 
Mariano  Larra ,  el  Duque  de 
Frías  y  D.  Manuel  José  Quin- 
tana^  Escosura^  Uartzenbusch^ 
los  pintores  Alenza^  Rosales  y 
otros,  que  aun  por  fortuna  vi- 
ven y  dan  lustre  á  su  patria  en 
los  consejos  de  la  Corona,  en 
los  campos  de  batalla,  en  la  tri- 
buna ,  en  el  pulpito,  en  el  foro, 
en  el  teatro  y  en  el  silencio  de 
su  estudio. 


202  EL   ANTIGUO   MADRID. 


el  mal  ejemplo  y  barbarie ,  todos  los  que  alU  bebieren  lo 
irán,  y  así  sera  gran  daño  en  la  república  por  el  un  error 
de  éste  ó  del  otro.  Tenian  en  Atenas  en  tanta  veneración, 
y  trataban  tan  regaladamente ,  y  favoreeian  tan  por  el 
cabo  á  los  que  se  empleaban  en  este  ejercicio  de  enseñar 
y  tenian  cargo  de  historiar  las  cosas  de  su  patria,  que  para 
solo  este  efecto  edificaron  una  casa  muy  superba,  que  lla- 
maron Pritaneo,  donde  eran  sustentados  y  conservados 
en  mucha  paz  y  sosiego  con  las  rentas  del  Erario  público. 
Lugar  donde  Pucs  cs  así  quc,  como  dicc  Marco  Tulio,  en  el  tercer  li- 
virtuososenAié-  bro  dc  DivinatioTie y  que  no  podemos  hacer  otro  beneficio 
mayor  á  la  república  que  enseñar  é  industriar  los  mance- 
bos, de  donde  salen  buenos  ciudadanos  y  para  cualquier 
estado  bien  instruidos,  especialmente  en  tiempo  que  tan 
necesarias  son  las  buenas  costumbres,  y  tanta  corrui)CÍon 
vemos,  por  nuestros  pecados,  en  todas  las  edades ,  lo  cual 
declara  el  buen  filósofo  con  estas  palabras :  «  Nulluiñ  mu- 
nus  Beipublica;  affere  majus  nulliusve  possumus  qnam  si 
docemus    atque  erudiamus  juventutem  ejus  pra?sert¡m 
moribus  quibus  ita  prolapsa  est,  ut  omnium  opibus  refre- 
nanda  atque  coerca?nda  sit. »  Ningún  bien  (dice)  ni  mayor 
don,  ni  ningún  género  de  servicio  podemos  hacer  á  la  re- 
pública mayor,  que  enseñar  y  encaminar  á  virtud  los  áni- 
mos de  los  mancebos  y  niños,  principalmente  en  tiempos 
donde  va  el  negocio  tan  de  rota ,  que,  con  todas  las  vias, 
modo  y  riqueza  de  todos,  se  debian  refrenar  y  constreñir 
á  la  virtud. 

De  lo  cual,  y  de  toda  esta  obra,  y  de  todo  lo  que  yo  he 
hecho  en  servicio  de  mi  patria,  verá  V.  S.  si  cumplo  en 
)o  que  dijo  Platón ,  en  decir  que  no  sólo  nacimos  para 
nosotros,  sino  que  parte  de  nuestro  nacimiento  debemos 
á  nuestra  tierra ,  y  parte  á  los  amigos.  No  diré  yo  esto, 
sino  que  todo  me  debo  á  mi  patria,  y  nunca  á  mis  ami- 
gos, y  toda  mi  vida  y  tiempo  gasto  en  enseñar,  asi  en  el 


APÉNDICE.  203 


Sstudio  de  V.  S.,  con  buenas  letras,  como  en  la  declara- 
ción del  Sagrado  Evangelio  en  los  pulpitos.  De  donde 
confio  en  la  misericordia  de  Dios  conseguiré  mi  intento 
do  salir  con  el  fruto  que  todos  desean ,  teniendo  por  ave- 
riguado que  á  quien  es  tan  razonable  hijo  de  V.  S.  cor- 
responderá como  buena  madre,  y  en  ninguna  cosa  permi- 
tirá Y.  S.  ser  llamado  madrastra.  Cuyo  lustre  y  valor 
Nuestro  Señor  por  muchos  años  conserve.  Amén.í> 

Sigue  la  relación  pesadísima  y  empalagosa  de  la  enfer- 
medad de  la  Reina,  dia  por  dia  y  hora  por  hora,  hasta  su 
fallecimiento,  en  2  de  Octubre  de  1568;  ocupa  buena 
parte  del  libro  luego  la  disposición  y  orden  del  enterra- 
miento, que  se  verificó  con  gran  pompa  en  la  iglesia  del 
monasterio  de  las  Descalzas  Reales,  y  después  la  descrip- 
ción del  templo,  túmulo  y  exequias ,  que  llena  todo  el  tex- 
to del  tomo. —  Siguen  los  sermones  y  la  minuciosa  expli- 
cación de  las  alegorías  y  traza  del  túmulo,  con  el  sinnú- 
mero de  inscripciones  y  versos  latinos  y  castellanos  que 
le  adornaban,  la  mayor  parte  compuestos  por  el  mismo 
maestro  Hoyos  y  sus  discípulos  del  Estudio  de  la  villa, 
entre  los  cuales  hay  unas  quintillas,  un  soneto  y  una  elegía 
de  Afiffuel  de  Cervantes,  &  quien  apellidaba  nuestro  caro  y 
amado  discípulo^  y  que  (á  pesar  de  su  escasísimo  mérito) 
han  hecho  de  este  libro  una  rara  curiosidad  bibliográfica, 
por  referirse  al  insigne  autor  del  Quijote,  y  que  acredita 
8U  existencia  en  Madrid ,  cursando  en  el  Estudio  de  la 
villa  en  1569.  No  los  reproducimos  aquí,  por  haberlo  he- 
cho ya  los  biógrafos  de  Cervantes,  Sres.  Rios,  Pellicer, 
Navarrete,  y  más  extensamente  el  Sr.  Aribau  en  la  Bi- 
blioteca de  Autores  Españoles, 


NUMERO  2: 

DECLARACIÓN  DE  LAS  ARMAS  DE  MADRID. 

URSABIA  VKL  MANTUA  CAEPETASA  (maCHID)  (1). 


ArbuHlus  alq.  Ursas  capit  ande  Ursaria  Hom¿j¡; 
Sii/tuint  haiK  urbfm  monlr  fitisee  ñtam. 

Illa  corona  lamen,  qua  dumntt  cingitur  tirbi, 
A  Varólo  Quinlo  manert  Jixtt  fult. 

Ptriojul  at  lanío  dono  decórala,  Joonne» 
Mtndnciut  iiieruit  clara»  konore  quidem, 

Mantua  quem  gniait/oveat  hona  Mantua  natu, 
Qar.m,  genuil  nalu,  Uanlua  mater  alai. 

Oblante m  matrem  cmtdecorneie  sua. 
(1)  Eslns  armas  y  einbleinn      te,  estSn  calcadas  de  las  que  in- 
de  Madrid,  y  la  culebra  de  Piier-       Berta  Hoyoa  y  Bon  facsiiniletie 
ta  Cerrada,  que  Tan  más  adelao-      ellas. 


APÉNDICE.  205 


lios  cuales  versos,  declarados  en  nuestro  común  caste-  Deciaradon  de 
llano,  quieren  decir  que  el  oso  y  el  madroño,  de  los  cua-  lóamenos. 
les  Madrid  se  llama  ürsaria,  como  la  llama  Ptolomeo, 
dan  á  entender  claramente  los  grandes  montes  que  en  su 
fundación  en  todo  su  contorno  habia,  y  la  muchedumbre 
de  osos  que  en  ella  se  criaba ,  por  ser  tierra  mu j  fértil  y 
aparejada  para  ello  y  para  cualquier  género  de  caza,  y 
sierpes  y  culebras,  las  cuales  solia  haber  tan  grandes  y 
tan  disformes,  que  destruían  los  ganados  y  toda  la  tierra, 
y  no  era  negocio  fácil  y  de  poco  momento  el  matarlas,  así 
á  ellas  como  á  los  lobos  y  osos  que  en  ellas  se  criaban;  y 
porque  muchas  veces  los  del  pueblo  las  sallan  á  matar  y 
destruir,  tuvo  el  origen  y  principio  el  llamar  á  los  de  Ma- 
drid los  de  la  ballena,  porque  salian  á  allanar  la  tierra  y  4 
destruir  los  osos ,  sierpes ,  lobos  y  otros  feroces  animales, 
para  que  asi  la  gente  como  los  ganados  anduviesen  segu- 
ros y  pacíficamente  por  los  campos. 

Y  aun  en  nuestros  tiempos  soy  yo  testigo  de  vista  que 
en  la  ribera  del  Jarama  unos  cazadores,  siendo  llamados 
para  ello ,  mataron  con  harta  astucia  una  sierpe  que  tenía 
más  de  once  palmos  de  larga,  la  cabeza  como  la  de  un 
mastín,  y  poco  más  bajo  tres  cuartas  de  ella  tenia  dos 
brazos  como  de  un  palmo  cada  uno  y  cinco  dedos  en  cada 
mano,  la  cual  destruía  toda  la  caza  y  comia  las  guardas, 
que  no  osaban,  como  dicen ,  asomar  á  la  ribera. 

De  manera  que  de  los  osos  y  fieras  que  en  esta  comar-  p^^  ¿  ^^  j,^_ 
ca  se  criaban,  y  de  su  destrucción,  se  llamó  Ursaria,  y  po-  ™^  ürsaria. 
eos  años  há  que  estando  los  Reyes  Católicos  en  esta  villa, 
saliendo  de  sus  Reales  palacios  á  caza  por  la  ribera  del 
rio  abajo,  mataron  un  oso  ferocísimo  junto  á  la  ermita 
del  bienaventurado  San  Isidro,  al  oual  piadosamente  to- 
dos tienen  por  tal  por  los  grandes  milagros  que  Nuestro 
Señor  ha  hecho  por  su  intercesión,  y  la  perseveracion 
que  en  su  cuerpo  vemos  casi  desde  el  rey   D.  Alonso 


206  EL  ANTIGUO   MADRID. 

el  VI,  que  ganó  á  Toledo  y  á  Madrid,  y  por  cnipa  del 
Santo  Isidro,  pueblo  y  SUS  ciudadanos ,  con  ser  el  mismo  santo  de  Ma- 
drid, no  está  canonizado;  y  los  señores  Reyes  Católicos  le 
pusieron  con  grande  veneración  en  una  capilla  pequeña 
junto  al  altar  mayor,  en  la  iglesia  del  señor  San  Andrés, 
donde  él  fué  enterrado;  dejo  sus  grandes  milagros,  que 
están  en  un  volumen  en  latín ,  porque  mi  principal  inten- 
to no  es  poner  aqui  por  extenso  las  cosas  notables  de  este 
santo ,  ni  las  memorables  que  de  Madrid  hay  que  histo- 
riar, mas  de  declarar  sus  armas  y  divisa.  Así  que,  desde 
antiquísimamente  tomó  este  pueblo  estas  armas  por  Ja 
muchedumbre  de  osos  que  mataron,  dejando  llana  y  pa- 
cífica la  tierra  y  toda  su  comarca  de  toda  las  ferocísima» 
Armas  de  Va-  bestias  quc  hcmos  dicho ,  de  la  manera  que  los  valencia- 
nos tienen  por  armas  unos  murciélagos,  que  ellos  llaman 
rata  perrata;  lo  cual  fué,  ó  por  haber  echado  y  alcanzado 
y  vencido  la  idolatría  y  moros  que  en  ella  habia,  ó  por- 
que comunmente  dicen  que  estando  en  el  cerco  de  Valen- 
cia en  la  bandera  y  tiendas  de  los  que  la  fueron  á  ganar, 
crió  aquel  murciélago.  Y  los  napolitanos  tomaron  por  ar- 
mas un  animal  barbado,  para  denotar  ser  gentes  para  mn- 
.    .^  cho  y  el  continuo  y  ordinario  trabajo,  con  el  cual  vencen 

Armas  de  Na-  *^  •'  *    ' 

polea.  y  alcanzan  todas  las  cosas. 

Tienen  las  armas  de  Madrid,  sobre  el  madroño  y  la 
osa,  la  corona  Real,  cuya  razón  es  que  los  años  pasados 
de  1544,  haciendo  cortes  en  Valladolid  el  emperador 
Carlos  V,  rey  de  España,  padre  del  serenísimo  y  católico 
rey  D.  Felipe,  nuestro  señor,  yendo  por  procuradores  de 
las  annaTd^e^Ma*  córtcs  de  csta  vili'a  de  Madrid  D.  Juan  Hurtado  de  Men- 
*^^^'  doza,  señor  de  Fresno  de  Torete,  y  Pero  Juárez,  acaba- 

das las  cortes  les  mandaron  que  entregaran  sus  memoria- 
les, advirtiendo  en  lo  que  pedian  se  les  hiciese  merced;  y 
el  dicho  D.  Juan  Hurtado,  como  tan  ilustre,  docto  y 
magnánimo,  suplicó  que  la  merced  que  á  él  se  le  había 


APÉNDICE.  207 


de  hacer  en  particular  la  hiciesen  á  sn  patria,  y  que  le 
diesen  una  corona  Real  que  en  sus  armas  trajese.  El  Em- 
perador, por  la  voluntad  que  siempre  á  Madrid  tuvo, 
antes  y  después  que  en  él  se  le  quitasen  las  cuartanas,  lo 
tuvo  por  bien  y  le  hizo  esta  merced,  y  de  este  tiempo  se 
puso  en  las  armas  de  Madrid  la  corona  Real,  y  á  esta 
causa  se  llamaba  Coronada  villa  de  Madrid. 

Dejo  de  decir  cómo  este  pueblo  ha  sido  siempre  muy 
estimado  de  muchos  emperadores,  pues  el  emperador 
^Constantino  el  Magno,  hijo  de  la  reina  Elena,  empera- 
dor treinta  y  cuatro  de  Roma  y  señor  de  España,  en  el  ei  tiempo  que 
año  del  Señor  de  339,  después  de  haber  sosegado  y  alla- 
nado muchos  alborotos  que  en  estos  reinos  habia,  para 
que  se  conservasen  en  paz  y  el  culto  divino  fuese  en  per- 
petuo aumento,  dividió  á  España  con  parte  de  Francia 
en  seis  arzobispados,  entre  los  cuales  el  cuarto  fué  el  de 
Toledo,  y  señalándole  los  obispados  que  le  hablan  de  ser 
sufragáneos  y  sujetos,  cuenta  la  crónica  con  estas  pala- 
bras :  o:  E  mandó  que  le  obediesen  estos  obispados,  Lor- 
ca,  Cartagena,  Madrid,  Ausis,  Segovia,  etc. »  De  adonde 
claramente  paresce  cómo,  ahora  1 230  años,  era  Madrid 
obispado,  que  se  deja  bien  entender  cuántos  años  antes 
fué  edificada  y  poblada  de  muchos  ciudadanos,  y  su  dis-  dicuur  quia   a 
trito  y  buena  comarca.  Y  pocos  anos  ha  que  la  iglesia  de  auget  cive$. 
Santa  María,  que  llaman  Nuestra  Señora  de  la  Almude- 
na,  la  cual  se  llama  asi  porque  en  arábigo  este  vocablo 
almut  quiere  decir  medida,  y  en  la  puerta  que  comun- 
mente llaman  de  Alvega  está  una  figura  de  piedra  á 
manera  de  la  medida  que  en  castellano  llamamos  media 
hanega,  y  porque  dentro  de  esta  antigua  muralla  no  ha- 
bia más  de  este  templo  de  Nuestra  Señora;  por  eso  se 
llama  Nuestra  Señora  de  la  Almudena;  era  de  canónigos 
regulares,  y  así  paresce  en  una  pintura  que  en  el  portal 
de  la  iglesia,  por  lo  alto,  estaba  junto  á  un  sepulcro  que 


208  EL  ANTIGUO   MADRID. 

sobre  una  columna  habia^  de  piedra,  á  la  manera  y  forma 
de  una  arca  con  una  tapa  de  piedra  negrísima,  y  treinta 
años  habrá  que,  renovando  el  enmaderamiento  de  la  te- 
chumbre de  la  iglesia,  borraron  los  canónigos,  que  con 
saota  ^mm5a  de  ^^^  capirotcs  Ó  coguUas  estaban  pintados  en  los  tabiques 
J¡^*"'ff**®"*i°^^  del  enmaderamiento,  á  los  cuales  pintaban  como  iban 
muriendo.  Todo  lo  que  testifican  todos  los  antiguos  y 
ancianos  ciudadanos  de  este  pueblo,  y  vese  muy  claro  en 
el  libro  de  los  milagros  de  San  Isidro,  donde  cuenta  un 
milagro  que  sucedió  á  un  canónigo,  sacando  el  cuerpo 
santo,  por  la  gran  falta  de  agua  que  habia,  dice  allí  qae 
fué  en  la  era  de  1270,  que  es  año  del  Señor  de  1253. 
Tienen  las  armas  de  Madrid  por  orla  siete  estrellas  eu 
campo  azul,  por  las  que  vemos  junto  al  Norte,   que  lla- 
mamos en  griego  Bootes,  y  en  nuestro  castellano,  por 
BBtreUasdeías  atajar  cosas  y  fábulas,  llaman  el  Carro,  las  cuales  andan 
•™***  junto  á  la  Ursa;  y  por  ser  las  armas  de  Madrid  osa,  tomó 

las  mismas  estrellas  que  junto  á  la  Ursa,  como  hemos  di- 
cho, andan,  por  razón  de  que,  como  eu  tiempo  de  don 
Alonso  VI,  viniendo  á  ganar  este  reino  de  Toledo,  el  pri- 
mer pueblo  que  ganaron  fué  á  Madrid,  y  para  denotar 
que  así  como  aquellas  siete  estrellas  que  andan  al 
rededor  del  Norte  son  indicio  de  la  revolución  y  del  go- 
bierno de  los  orbes  celestiales,  asi  Madrid,  como  alcázar 
y  casa  Real  y  primeramente  ganado,  habia  de  ser  pueblo 
de  donde  los  hombres  conociesen  el  gobierno  que  por  la 
asistencia  de  los  reyes  y  señores  de  estos  reinos  de  Ma- 
drid hubia  de  salir,  y  también  porque  este  nombre  Car- 
petano,  como  abajo  declaramos,  quiere  decir  Carro,  por 
eso  tomó  las  siete  estrellas  que  en  el  cielo  llamamos  el 

Carro. 

Llámase  por  otro  lado  en  latín  Mantua  Carpetana,  to- 
ra^Mantua'olr"  "^^"^^  ®^  uombre  de  los  montes  y  puertos  que  llamamos 
petaua.  ¿q  ¡a  Fueufrida  y  de  Guadarrama,  que  en  latig  se  llamao 


AP^NDICB.  209 


Oarpentano^  j  asi  los  llama  Julio  César  en  sus  Comenta;- 
riasj  y  para  diferenciar  de  la  Mantua  italiana  se  llama 
Mantua  Carpetana;  asi  la  llama  Ptolomeo,  y  la  pone  en 
40**  de  latitud  y  pocos  minutos  más  ó  ménos^  y  de  longi- 
tud ll**  4',  y  llámanse  los  montes  Carpetanos,  primero, 
porque  quiere  decir  el  Carro,  porque  toda  esta  tierra  has- 
ta llegará  estos  puertos  eran  los  trajineros  y. recueros 
de  este  instrumento  de  carros  (que  en  latin,  como  digo, 
se  llama  carpentum),  de  donde  se  llamó  Carpetana,  por 
los  llanos  y  planicies  que  en  todos  estos  términos  hay. 
!Eate  nombre  de  Mantua  tiene  después  que  los  draconife- 
ros  (que  en  la  carta  del  Ayuntamiento  arriba  hemos  di- 
cho) ampliaron  al  pueblo  con  nuevos  muros,  y  por  la 
magnitud  con  que  la  habian  adornado  la  llamaron  Man- 
tua, como  si  dijeran  mayor;  y  aunque  es  verdad  que  los 
romanos  también  traian  por  armas  los  dragones,  como  lo 
dice  Vegecio,  De  Re  militaría  llamándolos  con  este  tér- 
mino draconiferos,  asi  como  en  el  lugar  arriba  dicho  se 
declara,  los  principales  que  de  ellos  usaban  por  banderas 
fueron  los  griegos.  Y  asi  las  armas  de  Atenas  fueron  dra- 
gones, y  el  emperador  Epaminóndas,  griego  natural  de  Té- 
bas,  usaba  de  estas  armas,  como  lo  referimos  de  las  historias 
antiguas,  recopiladas  curiosa  y  elegantemente  por  Juan 
Pierio,  en  el  libro  quince,  donde  abundantemente  trata  de  este  yocabio  mu- 
todas  estas  insignias  de  dragones  y  quién  usaba  de  ellas; 
llámase  este  pueblo  Madrid ,  y  dejando  patrañas  aparte, 
este  nombre  es  arábigo,  y.  quiere  decir  en  nuestro  caste- 
llano «lugar  ventoso  y  de  aires  sutiles  y  saludables,  de 
cielo  claro  y  sitio  y  comarca  fértil.» 

Y  por  tanto,  Madrid  es  ilustre  en  lo  que  hemos  dicho, 
como  en  las  cosas  que  por  cualquier  respeto  se  pueden 
pedir;  quiero  decir,  en  las  que  hacen  á  un  pueblo  califica- 
do, que  son  las  necesarias  para  la  congrua  sustentación  y 
uso  humano,  como  es  abundancia  de  pan,  vino,  aceite, 

TL  14 


210  EL   ANTIGUO   MADRID. 

caza^  carnes,  frutas  y  todo  género  de  legumbres,  leña,  y 
Salidas  de  Ma-  finalmente,  agoas  dulces  y  muy  saludables,  que  asi  en  el 
y  cnt«8.  p^^IjJq  como  por  doquiera  que  salgan  hay  tanta  frescura 
con  la  frecuencia  de  las  fuentes,  que  admira  ver  en  una 
salida  que  llaman  el  Prado  de  San  Jerónimo  ocho  fuen- 
tes de  muy  excelente  agua,  y  ellas  en  si  bien  pulidas  y 
fabricadas,  con  ornato  de  grandes  arboledas  y  huertas  de 
mucha  recreación.  Dejo  otras,  de  la  salida  que  llaman  de 
Leganitos,  donde  hay  cinco  caños  de  muy  excelente  agua, 
con  gran  frescura  de  huertas,  y  los  caños  que  llaman  del 
agua  de  Lavapiés,  la  cual  dicen  que  sana  la  enfermedad 
de  la  piedra  y  la  deshace.  Y  no  son  de  callar  las  dos  fuen- 
tes santas:  la  primera,  la  que  hizo  el  bienaventurado  San- 
to Domingo,  en  el  año  del  Señor  de  1218,  de  la  cual  lle- 
nan por  devoción  para  muchas  enfermedades  incurables, 
y  de  la  fuente  de  San  Isidro,  en  la  cual  ha  habido  muchos 
milagros,  como  parecen  en  su  viduy  en  la  cual  están  his- 
toriados, que  son  muchos  los  que  Nuestro  Señor  en  esta 
fuente  ha  hecho,  y  muy  notables. 

Y  finalmente,  dejando  las  fuentes  del  monasterio  de  la 
serenísima  Princesa,  que  arriba  hemos  dicho,  de  Nuestra 
Señora  de  Atocha,  y  de  San  Jerónimo  y  San  Francisco, 
de  todos  los  jardines  particulares,  son  tantas  las  fuentes, 
que  es  cosa  de  admiración  ver  tantas  y  tan  ilustremente 
adornadas,  de  piedra  de  sillería  y  tan  excelente  obra,  qne 
adorna  maravillosamente  el  pueblo,  por  lo  cual  se  dice 
Madrid  ser  armada  sobre  agua. 

Las  murallas  son  de  pedernal  finísimo,  de  lo  que  se 

Torres  de  pe-  *  j     i  1 

deniau  gaca  fucgo;  tiene  en  su  contorno  190  torres,  de  las  cuales 

son  muchas  caballeros,  fortisimas,  y  no  puedo  dejar  de 
sentir  cómo  cada  dia  las  derriban,  y  finalmente,  en  todo 
este  territorio  hay  mucho  pedernal,  y  particularmente  en 
las  canteras  de  Madrid,  que  llaman  las  almadrabas  de  Va- 
llecas,  donde  hay  tanta  abundancia,  que  basta  y  es  mnj 


APÍNDIOE.  211 


suficiente  para  todos  los  edificios  de  la  casa  Real  y  de 
todo  el  pneblo,  los  cuales  son  tantos  j  tan  ordinarios,  que 
no  es  pequeña  exageración  decir  que  la  abundancia  de 
{)edemal  basta  para  todos,  porque  no  hay  calle  ni  barrio 
donde  no  haya  nuevos  edificios,  con  que  el  pueblo  está 
nauy  adornado  y  va  en  mucho  adelantamiento:  de  manera 
que  es  tanta  la  copia,  que  aunque  toda  la  furia  del  plane- 
ta Marte,  que  influye  cólera  y  fuego,  por  lo  cual  fingie- 
ron los  poetas  que  era  dios  de  las  guerras,  influyera  en 
este  pueblo^  no  podrá,  á  mi  parecer,  hacer  mayor  efecto. 

Por  lo  cual,  enviando  el  rey  D.  Enrique  III,  padre  del  Nota  lo  qne  4 
rey  D.  Juan  II,  á  Ruy  González  de  Clavijo,  su  camarero,  Madrid  pasó  con 
y  después  lo  tué  del  rey  D.  Juan,  porque  muñendo  el  lan. 
padre  en  Toledo,  quedó  el  rey  D.  Juan  de  veinte  meses, 
y  así  este  caballero,  natural  de  Madrid,  fué  camarero  de 
estos  dos  reyes,  como  digo;  fué  embajador  al  gran  Tam- 
borlan,  que  fué  en  el  año  del  Señor  1400;  el  cual  Tam- 
borlan ,  de  vaquero  vino  en  poco  tiempo  á  ganar  á  su 
propia  tierra,  que  era  Scitia,  y  todos  los  Medos,  Albanos, 
Mesopotamia,  Partos,  Persianos  y  á  las  dos  Armenias,  y 
pasando  el  rio  Eufrates  con  seiscientos  mil  de  á  pié  y 
trescientos  mil  de  á  caballo,  sujetó  la  Asia  Menor  y  cau- 
tivó á  Bayaceto,  rey  de  los  turcos,  de  la  familia  de  los 
Otomanos,  al  cual  traia  ignominiosamente  en  una  jaula; 
por  no  parecer  interpolar  lo  que  vamos  tratando,  verá 
esta  historia  el  curioso  lector  en  Rodiginio,  libro  xii, 
y  en  Pedro  Cisnito,  capítulo  i ;  siendo,  pues,  este  Clavijo 
embajador  del  rey  Enrique  III  de  España,  queriendo  el 
gran  Tamborlan  mostrar  algunas  cosas  notables,  le  dijo: 
«  Mira  Bsta  ciudad  y  la  fortaleza  de  sus  murallas.  2>  El  cual 
respondió:  «No  te  maravilles,  señor,  de  ver  esto,  porque  el 
legran  León  de  España,  mi  señor,  tiene  una  ciudad,  que  se 
B  llama  Madrid  la  Ursaria,  que  es  hoy  más  fuerte,  porque 
:»e8tá  cercada  de  fuego  y  armada  sobre  agua,  y  entran 


212  EL  ANTIGUO   MADRID. 

3» en  ella  por  Puerta  Cerrada;  y  más,  sepa  tu  alteza  que 
:»en  esta  ciudad  hay  un  tribunal  donde  los  alcaldes  son 
]»los  Gratos,  7  los  procuradores  son  los  Escarabajos,   y 
}»los  Muertos  andan  por  las  calles.  i>  Y  fué  la  historia 
que  una  puerta  de  esta  villa  se  llama  la  Puerta  Cerrada, 
que  antiguamente  llamaban  la  Puerta  de  la  Culebra,  por 
lo  que  arriba  dijimos  en  la  carta  del  Ayuntamiento.  Y 
hubo  una  familia  de  ciudadanos,  principales  en  este  pue- 
blo, que  se  llamaban  los  Gratos,  y  otros  que  se  llamaban 
los  Escarabajos,  todos  gente  honrada,  y  otros  habia  que 
se  llamaban  los  Muertos,  porque  yendo  á  la  guerra  mu- 
chos vecinos  de  este  pueblo,  acabada  la  guerra  volvieron 
á  sus  casas,  quedándose  algunos  ó  en  las  fronteras  ó  pa- 
sando en  Italia;  siendo  preguntados  los  que  habian  veni- 
do por  los  ausentes,  dijeron  que  creian  que  eran  muertos; 
y  pasando  algunos  dias,  entendiendo  todos  que  ya  eran 
muertos,  cuando  los  vieron  venir,  algunos  maliciosos  los 
llamaban  luego  los  muertos,  y  de  aquí  les  quedó  este 
nombre.   De  todo  lo  cual  quedó  muy  admirado  el  gran 
Tamborlan,  y  en  especial  de  lo  que  le  dijo  este  Embaja- 
dor,  mostrando   una  puente   el  gran  Tamborlan,  que 
su  señor,  el  León  de  Espafia,  tenia  una  puente  donde  se 
apacentaban  diez  mil  cabezas  de  ganado,  lo  cual  dijo  por 
el  río  de  Guadiana,  el  cual  se  hunde  diez  leguas  por  de- 
bajo de  tierra,  á  diez  ó  doce  leguas  de  Monda,  en  Extre- 
madura. 

Finalmente,  que  de  lo  que  este  Clavijo  pasó  con  el 
gran  Tamborlan,  y  las  cercas  de  piedra  y  la  mucha  agua 
que  en  este  pueblo  hay,  tomó  por  divisa  muchos  eslabones 
hiriendo  en  pedernal,  como  lo  declara  maravillosamente 
este  emblema  y  figura. 

(El  emblema  que  inserta  Hoyos  va  estampado  en  la 
página  siguiente») 


EMBLEMA  DE  MADRID. 

?  ESLABONES  HIRIENDO  A  DN  PEDERNAL. 


Fuf  sobre  agua  edificada, 
UiB  muros  de  fuego  bou, 
Bete  eB  mi  ÍDBJgDia  y  blasoí 


NÚMERO  3/ 


Real  aparato  y  sumptuoso  recelnmiento  con  que  Madrid 
(como  casa  y  morada  de  S.  M.)  rescibió  á  la  serenüima 
reina  doña  Ana  de  Austria  viniendo  á  ella  nuevamente j 
después  de  celebradas  sus  felicísimas  bodas.  Pénese  su  iii^ 
fierario.  Una  breve  relación  del  tiAunfo  del  serenísimo  don 
Juan  de  Austria.  El  parto  de  la  Reina  nuestra  señora.  Y 
el  solene  baptismo  del  SS.  príncipe  D.  Femando),  nuestra 
señor. 

Dirigido  al  ilustrísimo  y  revereíidísimo  cardenal  don 
Diego  de  Espinosa,  obispo  y  señor  de  Sigüenzaj  presente 
del  Consejo  Real^  inquisidor  apostólico  general  en  los  rei- 
nos y  señoríos  de  España,  etc. 

Compuesto  por  el  maestro  Juan  López  de  Hoyosy  cate- 
drático, del  Estudio  de  esta  felice  y  coronada  villa  de 
Madrid. 

Con  privilegio  impreso  en  la  coronada  villa  de  Madrid 
por  Juan  Gradan,  1572.  Un  tomo  en  8,**,  de  264  fojas. 

En  el  extracto  que  vamos  á  hacer  en  este  curioso  libro, 
prescindiremos  de  la  relación  que  precede  á  la  de  la  en- 
trada de  la  Beina^  y  que  cuenta  prolijamente  su  viaje 
desde  que  desembarcó  en  Santander,  en  3  de  Setiembre, 
basta  que  llegó  á  Segovia,  donde  se  verificó  el  casamien- 
to; la  de  esta  solemnidad  y  la  de  la  continuación  del  viaje 
basta  Madrid;  limitándonos  sólo  á  trascribir  la  descrip- 
ción de  esta  entrada,  de  los  festejos  con  que  se  celebro  y 
de  las  locíilidades  en  que  éstos  tuvieron  lugar,  que  es  lo 
que  boy  nos  interesa,  y  descartando ,  por  supuesto,  la  de- 
claración prolija  y  ridicula  de  los  arcos  triunfales,  sus 


APIÍNDICE.  215 


emblemas  é  inscripciones,  en  que  luce  el  maestro  Hoyos 
so  empalagosa  erudición  históríco-mitológica  y  su  pesado 
y  chabacano  estilo,  y  con  que  ocupa  las  nueve  décimas 
partes  de  su  libro. 


Preparativos  para  la  entrada  de  S.  M, 


Primeramente,  por  todos  los  caminos  por  donde  habia 
de  venir  S.  M. ,  se  dio  orden  de  muy  gran  copia  de  basti- 
mentos ,  y  los  pasos  dificultosos  y  de  grandes  atolladeros 
allanó,  asi  con  calzadas  de  argamasa ,  como  con  ingenios 
y  otros  instrumentos  fortalesció  para  que  queden  perpe- 
tuas. En  particular  se  remedió  uno  de  los  más  importan- 
tes puertos  ó  entradas  que  babia  á  un  pago ,  que  llaman 
de  Yalnigral,  distancia  de  media  legua  de  Madrid.  Han 
trabajado  en  él  más  de  un  mes  ciento  y  cincuenta  hom- 
bres cada  día ;  gastóse  grande  número  de  carretadas  de 
piedra;  allanóse  un  cerro  y  queda  enlosado,  que  se  repre- 
sentan aquellas  vías  stratas  romanas  (de  esto  y  de  la  puer- 
ta de  Guadalajara  y  su  ornato  fué  comisario  Pedro  de 
Herrera,  regidor  antiguo  de  este  pueblo,  varón  celoso  en 
lo  tocante  á  las  cosas  del  bien  público),  y  otros  muchos 
barrancos  y  obras  harto  necesarias,  que  la  buena  venida 
de  S.  M.  ha  remediado. 


fJl  Prado  de  Sant  Hierónimoj  sus  fuentes  y  su  ornato. 


Esta  planicie  y  llanura  llega  hasta  la  entrada  del  pue- 
blo, donde  se  ha  hecho  una  de  las  mejores  y  más  delecta- 
bles  recreaciones  públicas  que  hay  en  todo  el  reino,  por- 
que es  una  salida  á  Oriente  junto  á  uno  de  los  muy  Rea- 


216  EL   ANTIGUO   MADRID. 

les  y  aventajados  monasterios ,  asi  en  calidad  j  aposento 
de  S.  M.  como  en  la  mucha  religión  que  en  ¿I  se  profesa^ 
de  la  orden  de  Sant  Hierónimo ,  de  cuya  antigüedad  y 
fundación  dijimos  en  el  libro  que  de  la  reina  doña  Isabel 
de  Yalois  (que  en  gloria  es)  compusimos.  Esta  tan  santa 
vecindad  hace  esta  recreación  pública  muy  calificada,  y 
á  esta  causa  le  llaman  el  Prado  de  Sant  Hierónimo,  en  el 
cual  se  ha  hecho  una  calle  de  más  de  dos  mil  pies  de  lar- 
ga y  ciento  de  ancha,  plantada  de  muchas  y  diferente» 
suertes  de  árboles  muy  agradables  á  la  vista.  Al  lado  iz- 
quierdo como  entramos ,  hay  otra  calle  muy  fresca,  de  la 
misma  longitud  y  tamaño ,  y  de  muy  gran  arboleda  de 
una  parte,  y  de  otra  muchos  frutales  en  las  huertas  que 
la  cercan.  Los  árboles  están  plantados  por  sus  hileras 
muy  en  orden,  haciendo  sus  calles  proporcionadamente, 
mezclando  las  diferencias  de  árboles  para  que  §ean  más 
umbrosos  y  agradables. 

En  esta  calle  á  sus  lados  se  hicieron  cuatro  fuentes  de 
singular  artificio,  suntuosa  fábrica  y  particular  compar- 
timiento ;  todas  cuatro  Son  de  una  muy  excelente  piedra 
berroqueña;  hace  cada  una  una  bacía,  que  hace  una  taza 
redonda;  tiene  de  diámetro  diez  pies,  media  vara  de  bor- 
de, vaciadas  por  dedentro  y  aovadas  por  defuera,  asen- 
tadas sobre  un  balaustre  de  cinco  pies  de  alto  y  grande 
corpulencia  en  su  contorno.  Tiene  cada  fuente  unos  ado- 
quines de  piedra  labrados  harto  pulidamente ,  que  tienen 
de  diámetro  diez  y  siete  pies. 

Antes  que  se  entre  en  el  Prado  se  hizo  un  pilar,  que  en 
castellano  más  tosco  llaman  Abrevadero,  todo  de  cante- 
ría de  piedra  berroqueña.  Tiene  de  largo  más  de  setenta 
pies,  de  hueco  más  de  doce,  dos  gruesos  caños  de  agua 
en  los  dos  testeros,  el  uno  sale  por  la  boca  de  un  delfin 
de  bronce,  qué  se  levanta  del  agua  más  de  dos  pies;  tiene 
una  palabra  de  letra  de  relieve  que  dice  {Bueno);  el  otro 


APÉNDICE.  217 


cafio  sale  por  la  boca  de  noa  culebra;  á  ésta  rodean  otras 
dos  arevneltasy  y  en  la  esfera  que  hacen  tienen  un  espejo 
de  bronce,  y  en  medio  de  él  dice  (  Vida  y  gloria),  que  cor- 
responde con  la  letra  del  delfín,  y  así  dice  todo  :  {Del  fin 
bueno  vida  y  gloria^) 

Las  cinco  fuentes  del  Prado  hacen  tan  gracioso  mur-' 
mullo  y  salen  los  caños  por  ellas  tan  artificiosamente,  que 
no  nos  notará  el  discreto  lector  de  afectados  en  por  ex- 
tenso dar  noticia  de  ello. 

A  la  mano  derecha  de  la  entrada  del  Prado  da  luego  la 
vista  en  una  fuente,  de  enmedio  de  la  cual  salen  cinco 
caños,  que  suben  los  cuatro  tres  pies  en  alto,  y  al  caer 
hacen  cuatro  arcos ,  que  resuenan  en  el  borde  de  la  bacía 
harto  graciosamente.  De  enmedio  sale  otro,  que  sube  más 
que  ninguno. 

De  la  que  á  ésta  corresponde  á  la  mano  izquierda  se 
levantan  de  enmedio  mucha  abundancia  de  caños,  que  hin- 
chen toda  la  bacía  en  su  contorno  y  hacen  muy  suave  so- 
nido. Tiene  alrededor,  labrados  de  cantería,  unos  asientos 
en  un  semicírculo  para  que  de  verano  se  goce  de  una  tan 
excelente  recreación ,  porque  el  agua  sale  tan  desparcida 
y  por  tantos  caños,  que  parece  siempre  llover. 

Más  distante  de  enmedio  de  la  que  á  ésta  corresponde, 
salen  cuatro  golpes  de  agua  gruesos ,  que  suben  más  de 
cuatro  pies  en  alto ;  al  caer  cada  uno  de  ellos  hace  un 
gracioso  arco,  que  da  en  el  borde  de  la  bacía,  hace  grande 
mido  y  suave  armonía. 

La  cuarta,  que  graciosa  y  agradablemente  se  ofrece  á 
la  vista  al  fin  de  la  calle  y  arboleda  campeando,  hace  muy 
vistosa  perspectiva,  como  objeto  y  blanco  en  que  la  vista 
se  recrea ;  de  enmedio  de  ésta  brota  con  grande  ímpetu 
una  espadaña  de  agua  más  ancha  que  dos  palmos,  de  en- 
medio de  la  cual  salen  dos  caños  á  los  lados,  gruesos  de 
medio  real ,  suben  cerca  de  una  vara,  hacen  una  apañen- 


218  SL   ANTIGUO   MADRID. 

cia  y  vista  tan  graciosa  y  de  tan  gran  artificio,  qae  qui- 
siera JO  poderlo  particularmente  significar. 

Hay  otra  fuente  que  mira  al  monasterio  de  Sant  Hie- 
rónimo,  ochavada,  de  cantería  bien  labrada;  tiene  de  alta 
cinco  pies,  y  doce  de  diámetro,  asentada  sobre  dos  gradas 
de  cantería,  con  sus  molduras  relevadas  por  la  parte  de 
afuera.  De  enmedio  de  todo  esto  se  levanta  una  columna 
dórica  con  su  basa  y  capitel ,  encima  tiene  una  bacía  con 
un  cobertor,  que  hace  un  globo  ó  bola  redonda,  con  un 
bocel;  por  enmedio  de  la  junta  tiene  cuatro  serafines  y  en 
la  boca  de  cada  uno  de  ellos  un  caño  de  bronce  hecho  un 
balaustre,  por  do  sale  el  agua  :  está  singularmente  aca- 
bado. Con  que  esta  recreación  y  salida  es  la  más  insigne 
que  en  todos  estos  reinos  se  halla,  por  ser  tan  espaciosa  y 
desenfadada,  con  tanto  ornato  de  fuentes  y  arboledas, 
huertas  y  aires,  que  en  esta  parte  soplan  tan  plácida,  sua- 
ve y  saludablemente ,  que  parece  dilatarse  los  ánimos  y 
desechar  gran  parte  de  melancolía,  extendiendo  los  ojos 
por  tan  agradable  espectáculo,  donde  ninguna  parte  se 
puede  mirar  ociosa  ó  baldíamente.  De  este  tan  ilustre  apa- 
rato y  su  buen  término  fué  comisario  Diego  de  Vargas, 
más  antiguo  regidor  y  de  la  antigua  y  valerosa  familia  de 
los  Vargas  de  Madrid. 


Eiitrada  de  S,  M,   en  Madrid  y  orden  de  su  Real 

rescibimiento. 

Llegados  26  de  Noviembre  del  1569,  domingo,  con- 
tinuándose la  claridad  y  clemencia  del  cielo  para  que  h 
venida  de  S.  M.  fuese  más  cómodamente  solemnizada,  Y 
se  pudiese  el  gran  concurso  de  gente  que  de  toda  España 
(por  verla)  habia  concurrido  extender  y  dilatar  por  los 
campos,  fué  cosa  de  admiración  la  frecuencia  y  gran  con- 


APÉNDICE.  219 


curso  de  gente  que  más  de  una  legua  antes  que  S.  M.  lle- 
gase á  Madrid  se  habla  desparcido  por  una  parte  y  por 
otra  del  camino.  Parecía  un  muro  la  espesara  de  gente 
que  por  doquiera  liabia.  La  gente  de  infantería  que  se 
previno  de  todos  los  oficios  fueron  más  de  cuatro  mil  in- 
fantes ^  muy  lucidos  y  de  singular  bizarría  soldadesca,  con 
más  de  mil  quinientos  arcabuceros.  Quince  banderas,  que 
hermoseaban  todo  el  campo  y  eran  muy  gratas  á  la  vista. 
Don  Francisco  de  Vargas  Manrique  (patrón  de  la  capilla 
de  San  Juan  de  Letran,  fundada  por  su  tio  el  muy  ilus- 
tre y  reverendísimo  señor  don  Gutierre  de  Vargas  Car- 
vajal ,  obispo  de  Flasencia),  en  esta  villa  de  Madrid  muy 
calificado,  y  de  superbo  edificio,  fué  capitán  general,  co- 
mo tan  ejercitado  en  el  arte  militar,  como  paresce  en  el 
suceso  de  Malta ,  y  en  la  gente  que  llevó  á  la  guerra  de 
Granada  este  año  pasado  de  1569,  ordenaba  y  disponía  su 
campo  con  tanto  acierto  como  si  hubiera  de  dar  en  efecto 
una  campal  batalla.  Anduvieron  más  de  un  mes  antes  que 
S.  M.  en  Madrid  entrase,  por  todo  el  pueblo,  con  sus  pí- 
fanos y  tambores  regocijándolo.  Los  dias  de  fiesta  se  ha- 
cía muestra  y  alarde  de  cada  compañía  en  particular,  don- 
de sus  capitanes  hacían  bravos  gastos  de  comidas  francas 
y  tiendas  particulares  para  ello. 

Poco  antes  que  S.  M.  llegase  á  vista  del  pueblo,  el  Du- 
que de  Feria,  capitán  de  la  guarda  de  S.  M.,  ordenó  toda 
su  gente,  así  de  pié  como  de  á  caballo,  y  dende  sus  casas, 
con  gran  concierto  y  música,  salió  á  rescibir  á  S.  M.  Al 
principio  de  la  vanguardia  iba  D.  Lorenzo  Xuarez  de  Fi- 
gueroa,  marqués  de  Villalva,  heredero  de  la  casa  del  Du- 
que de  Feria,  su  padre,  con  Mons  de  Sela,  capitán  de  los 
archeros,  precediendo  los  archeros,  muy  lucidamente  ade- 
rezados con  la  librea  de  S.  M.,  con  sus  celadas  y  morrio- 
nes en  las  cabezas ,  adornadas  con  sus  plumas.  Campeaba 
mucho  su  ornato,  orden  y  majestad.  A  éstos  siguió  la 


220  EL   ANTIGUO   MADRID. 


guarda  de  á  pié  española,  la  cual  notablemente  represen- 
taba la  braveza  y  autoridad  española.   Tras  ellos  iba  el 
Duque  con  un  bastón  en  la  mano.  Luego  se  seguía  la 
guarda  alemana  y  borgoñona  bien  lucida.  En  la  reta- 
guarda iba  la  guarda  de  á  caballo  española,  con  sus  lan- 
zas jinetas  en  sus  manos;  parescia  bien  el  triunfo  y  mag- 
nificencia Real  en  el  copioso  número,  lucido  ornato,  orden 
y  valor  de  tanta  caballería.  Todos  asi  juntos  salieron  buen 
trecho  hasta  que  llegó  8.  M. ,  y  acercándose  á  Madrid, 
comenzando  á  entrar  por  el  Prado  (que  habemos  dicho), 
estaba  de  graciosa  pintura  Pales,  diosa  de  los  prados,  qne 
los  antigaos  poetas  fingieron  ser  diosa  de  los  pastos.  Esta 
ofrecía  á  S.  M.  una  guirnalda  de  flores,  y  le  suplica  reci- 
ba y  mire  con  clemencia  un  espectáculo  de  tanta  recrea- 
ción, como  allí  S.  M.  tan  aficionadamente  miraba,  con 
esta  letra  dándole  la  guirnalda  : 


Recibid  la  de  las  flores, 
Pues,  con  ser  tan  sin  segundo, 
Gozáis  la  de  todo  el  mundo. 


Las  ninfas  que  á  ésta  acompañaban ,  estaban  algo  dis- 
tantes ,  parecian  humillarse  á  la  hermosura  de  S.  M. ,  con 
este  soneto,  en  el  cual  habla  la  diosa  de  los  prados  : 

Serenísima  Reina ,  con  clemencia 
Os  suplico  miréis  mi  nuevo  Prado , 
Con  sus  hermosas  fuentes  adornado, 
Al  cual  ilustra  más  vuestra  presencia. 

Ya  las  silvestres  ninfas  obediencia 
Han  hoy  á  vuestra  gran  belleza  dado, 
Y  con  suaves  canciones  celebrado 
Vuestra  gran  hermosura  y  excelencia. 

Dichosa  Mantua,  dichosos  collados, 
Dichosas  ninfas ,  muy  dichosas  fuentes, 


APÉNDICE.  221 


Gózaos  con  nuevo  triunfo  aqueste  dia. 

Derramad  vuestras  aguas  y  corrientes 
Con  suave  murmullo  por  los  prados , 
Pues  con  razón  mostráis  gran  alegría. 

Al  reverso  habla  la  diosa  Pales  : 

No  porque  sea  rústica  pastora, 
Criada  al  sol  y  al  viento  por  los  prados, 
En  estos  regocijos  deseados 
Tengo  de  ser  ingrata  á  tal  señora. 

El  Indo  ofrezca  el  oro  que  atesora, 
Tajo  sus  ricos  dones  y  dorados, 
Presente  Aricie  olores  regalados 
Y  aquel  santo  licor  que  mirra  llora. 

Las  tres  Gracias  ya  han  dado  lo  más  alto 
Que  jamas  pudo  darse  en  gentileza. 
El  cielo  ya  ha  influido  mil  favores  ; 

Y  porque  sola  soy  yo  la  que  falto , 
A  tanta  majestad  y  á  tanta  alteza 
Ofrezco  aqueste  Prado  con  sus  flores. 

Mucho  gusto  rescibia  S.  M.  de  ver  el  gracioso  murmu- 
llo de  los  caños  de  agua  que  de  las  fuentes  hemoa  dicho 
iba  gozando  y  las  cuales  se  ofrescian  mirando  á  una  y  otra 
parte;  y  así,  al  fin  del  Prado,  con  grandísima  brevedad  y 
diligencia,  se  hizo,  en  espacio  de  diez  días,  un  estanque 
de  más  de  quinientos  pies  de  largo  y  ochenta  de  ancho, 
con  buena  profundidad.  A  un  lado  del  Prado,  á  la  mano 
izquierda  por  la  parte  superior  de  la  parte  de  Sant  Hieró- 
nimo,  se  hizo  un  castillo  muy  formado  con  cuatro  rebe- 
llines á  las  esquizias.  Del  medio  se  levantaba  una  torre, 
que  llaman  del  homenaje,  éste  muy  poblado  de  artillería; 
su  planta  fué  á  la  orilla  del  estanque,  que  páresela  el  agua 
batir  en  la  muralla.  Representaba  una  muy  formada  for- 
taleza, y  en  la  artillería  y  disposición  parecía  4  Argel.  Ar- 
máronse ocho  galeras  en  tan  poco  tiempo,  que  en  ocho 


222  EL   ANTIGUO   MADRID. 


(lias  se  echaron  al  agua,  que  no  es  mediano  argamento 
de  la  diligencia ,  suntuosos  gastos  y  copia  de  artífices  que 
en  ello  se  ocupó;  páreselo  bien  la  industria  de  Juan  Bap- 
tista,  extranjero,  asi  en  esto  como  en  la  arquitectura  de 
los  arcos;  cada  galera  llevaba  sus  remeros  con  ropillas  y 
bonetes  azules  y  zaragüelles,  hasta  en  pies  encadenados, 
y  en  cada  una  un  muy  diligente  cómitre ,  haciéndolos  bo- 
gar ;  llevaba  cada  galera  veinte  soldados  de  pelea ,  brava- 
mente aderezados,  cuatro  tiros  en  cada  una,  con  gran  nú- 
mero y  cantidad  de  cohetes;  llevaban  las  galeras  en  sus 
mástiles  y  antenas  banderas  de  tafetán  carmesí,  y  en  la, 
capitana  las  armas  Reales,  trompetas  y  músicas,  qne  pá- 
resela armada  copiosa  y  muy  á  punto  de  guerra.  Junto  á 
este  estanque  se  hizo  un  cadahalso,  á  manera  de  trono,  de 
muy  gran  majestad,  que  tenía  catorce  gradas  en  contor- 
no, para  que  sin  confusión  por  una  parte  se  pudiese  su- 
bir á  besar  las  manos  á  S.  M.,  y  por  la  otra  bajar.  Todas 
las  gradas,  y  por  lo  alto  que  hubo  un  buen  espacio  de  ca- 
dahalso, se  cubrieron  de  brocado  de  tres  altos.  Habia  tam- 
bién un  dosel  muy  suntuoso,  debajo  del  cual  se  puso  un 
sitial,  en  el  cual  S.  M.  se  sentó  para  gustar  de  las  danzas 
é  invenciones  y  bailes  y  folias  que  allí  se  le  representaron. 
Hubo  en  el  cadahalso  otnis  dos  sillas  á  los  lados  del  sitial. 


Combate  naval,  hatería  del  castillo  y  besamanos. 

Llegada  S.  M.,  descendió  del  coche  con  el  príncipe  Al- 
berto de  Austria,  y  subiendo  al  cadahalso  y  sentada  en  su 
trono,  se  le  hizo  la  salva  y  su  batería  al  castillo  con  gran 
alarido  délos  moros,  que  en  efecto  paresció  un  prelio  na- 
val que  antiguamente  los  emperadores  romanos  en  estas 
fiestas,  regocijos  y  triunfos  solían  representar.  Aunque  en 
éste  no  será  atrevimiento  decir  que  fué  más  estruendo  por 


apiSndice.  223 


la  artillería  y  pólvora  con  que  se  representó,  batiendo  el 
castillo  las  galeras  por  el  agua  con  mucha  música  j  arti- 
llería, la  infantería  por  la  parte  de  la  tierra,  y  hizo  un  tan 
animoso  asalto,  que  en  poco  tiempo  pusieron  sus  banderas 
en  la  torre  más  alta  del  castillo,  aunque  él  se  defendió 
con  su  artillería,  y  el  número  de  turcos  y  de  moros  qué 
en  él  habia  era  grande,  la  grita  y  alaridos,  ingenios  dé 
pólvora  y  alcanciazos  fueron  tan  furiosos,  que  cayeron 
muchos  soldados  de  la  muralla. 

Fué  ésta  una  muy  soberbia  batalla,  que,  á  testimonio  de 
todos  los  extranjeros,  afirmaban  no  haber  visto  más  for- 
mado campo,  ni  que  con  tanta  destreza  hubiese  represen- 
tado este  acto  militar. 

Habia  en  este  tiempo  una  confusión  y  ruido  que  no  nos 
entendíamos  unos  á  otros,  asi  por  el  sonido  y  estruendo 
de  los  atambores ,  como  por  la  música  de  los  menestriles, 
resonancia  de  las  trompetas ,  la  tabaola  de  los  tamboriles 
de  las  danzas,  que  fueron  más  de  cincuenta,  de  maravi- 
llosos aderezos  y  de  diferentes  invenciones,  y  el  apretura 
de  la  gente,  con  ser  un  campo  harto  espacioso  y  desen- 
fadado. 

Habiendo  S.  M.  gustado  mucho  de  este  espectáculo,  el 
Ayuntamiento  y  Senado  de  esta  villa,  habiendo  ya  venido 
dende  su  tribunal  todos  juntos  con  muy  acertada  música 
de  trompetas,  atabales  y  menestriles,  precediendo  todos  sus 
ministros  de  justicia,  con  libreas  de  grana  de  polvo,  fran- 
jas de  carmesí;  á  éstos  siguiendo  los  escribanos  de  Ayun- 
tamiento y  procurador  general  de  la  república ,  que  en  el 
pueblo  romano  llamaron  Tribuno  del  pueblo,  con  jubones 
de  raso  y  calzas  de  terciopelo  blanco ,  medias  de  aguja, 
zapatos  de  terciopelo ,  espadas  doradas ,  vainas  y  tiras  de 
terciopelo  blanco,  capas  que  llaman  rozagantes,  de  ter- 
ciopelo turquesado ,  aforradas  en  raso  amarillo,  gorras  de 
terciopelo  negro  con  plumas  del  color  del  vestido. 


224  EL   ANTIGUO  MADRID. 


Segoíause  el  Corregidor  y  los  señores  de  ÁTuntamiento 
y  el  licenciado  Gaspar  Doarte  de  Acuña  y  su  teniente,  j 
toda  la  más  justicia,  con  aquellas  vestiduras  senatorias 
hasta  los  pies  que  acerca  de  los  romanos  fueron  tan  ce- 
lebradas. Eran  de  terciopelo  carmesí  aforradas  en  tela  de 
oro,  jubones  de  raso  blanco  con  botones  de  oro,  muchos 
de  terciopelo  con  tafetanes  de  tela  de  oro  y  j  medias  de 
aguja  y  zapatos  de  terciopelo,  espadas  doradas,  gorras  de 
terciopelo  con  sus  plumas  y  piezas  de  oro,  collares  de  oro 
con  mucha  pedrería,  gualdrapas  de  terciopelo,  frenos,  es- 
tribos y  guarniciones  de  los  caballos  doradas. 

De  todo  este  ornato  de  guarniciones  fué  comisario  Mi- 
guel de  Cereceda  y  Salmerón ,  regidor  de  esta  villa.  Por 
este  concepto  llegaron  al  sitial  donde  S.  M.  estaba.  £1 
Corregidor ,  después  de  haber  besado  á  S.  M.  la  mano, 
hizo  este  breve  razonamiento  que  se  sigue,  y  dijo  : 

«  La  venida  de  V.  M.  sea  tan  próspera  y  felice  y  por 
;í>tan  largos  años  como  el  bien  universal  de  estos  reinos 
^lo  ha  menester  y  todos  á  Nuestro  Señor  suplicamos. 
3)  V.  M.  reciba  con  la  clemencia  que  acostumbra  el  servi- 
2>cio  que  esta  villa  tan  añcionadamente,  como  casa  y  mo- 
:iS>rada  de  Y.  M.,  hace,  deseando  en  todo  acertar,  como  tan 
;s>fíeles  y  leales  vasallos,  d  Dicho  esto,  todos  los  regidores 
por  sus  antigüedades  besaron  las  manos  de  S.  M.  y  vinie- 
ron al  primer  arco  triunfal,  adonde  esperaron  á  S.  M.con 
el  palio,  como  adelante  diremos. 

El  ilustrísimo  y  reverendísimo  cardenal  D.  Diego  de 
Espinosa  salió  con  grande  y  muy  ilustre  acompañamien- 
to de  todos  los  señores  del  Consejo  Real  y  sus  ministros, 
los  alcaldes  de  corte  y  mucha  frecuencia  de  caballeros. 
Por  este  orden  salieron  los  demás  consejos  y  tribunales 
de  la  corte  Beal  de  S.  M.,  con  sus  presidentes  y  minis- 
tros, todos  los  cuales  salieron  á  este  campo  de  Sant  Hie- 
rónimo,  aguardando  que  St  M.  llegase. 


APÉNDICE.  225 


El  orden  que  en  besar  las  manos  á  S*  M.  se  tuvo  y 
«Guardaron  los  Consejos  fué  éste.  Después  (como  hemos 
(lidio)  del  regimiento,  besaron  las  manos  á  S.  M.'  todos 
los  consejos.  El  primero  fué  la  Contaduría  Mayor  de 
Cuentas ,  donde  iban  D.  Pedro  Ñuño  y  el  Conde  de  Oli- 
vares, como  contadores  mayores  de  cuentas.  En  seguida, 
la  Contaduría  Mayor  de  Hacienda.  El  tercero,  el  Consejo 
<le  las  Ordenes,  cuyo  presidente  es  D.  Fadrique  Enriquez 
(ie  Rivera,  mayordomo  del  Rey.  El  cuarto,  el  Real  Con- 
sejo de  Indias.  El  quinto,  el  Consejo  de  Italia,  y  con  él  su 
presidente  el  doctor  D.  Gaspar  de  Quiroga.  El  sexto,  el 
Consejo  de  Aragón,  donde  iba  el  vice-canciller  de  Ara- 
gón y  el  Conde  de  Chinchón ,  como  su  tesorero  general 
de  este  reino  de  Aragón.  El  sétimo  y  postrero  de  todos 
fué  el  Consejo  Real,  donde  el  cardenal  D.  Diego  de  Es- 
pinosa, etc.,  como  presidente  y  cabeza,  fué  el  primero 
que  llegó  á  besar  las  manos  á  S.  M.  La  cual,  usando  de 
Ku  generosidad  de  ánimo,  se  levantó  a  él  y  le  mandó  dar 
una  silla,  preguntando  á  S.  S.  I.  por  su  salud  (porque  en 
Segovia  habia  estado  indispuesto).  S.  S.  I.  respondió  é 
hizo  un  razonamiento  de  subido  concepto  y  singular  elo- 
cuencia, dando  á  S.  M.  el  parabién  de  su  felice  venida  y 
significándole  la  voluntad  con  que  tan  aficionadamente 
todos  recibían  á  S.  M.  Y  habiéndose  S.  S.  I,  y  R.  senta- 
do ,  comenzaron  á  besar  las  manos  á  S.  M.  los  señores 
del  Consejo  por  sus  antigüedades,  nombrando  el  cardenal 
á  S.  M.  cada  uno  quién  era. 

En  el  cadahalso  hubo  gran  frecuencia  de  grandes  y  se- 
ñores de  título  acompañando  á  S.  M.  Entre  ellos  estaba 
<'l  príncipe  su  hermano  Alberto  de  Austria,  al  lado  iz- 
<luierdo,  apartado  de  S.  M.,  sentado  en  una  silla.  Hallá- 
ronse allí  el  Conde  de  Benavente,  el  Duque  de  Medina  de 
Rioseco,  él  Marqués  de  Mondéjar,  el  Conde  de  Alba  de 
Liste,  el  Marqués  de  Ayamonte,  D.  Fernando  de  Toledo, 
II.  " 


^» 


226  EL   ANTIGUO   MADRID. 

prior  de  San  Juan;  el  Conde  de  Arambergue,  y  las  damas 
que  con  8.  M.  vinieron. 

Después  que  todos  los  consejos  hicieron  este  oficio  con 
la  autoridad  y  decencia  que  de  tan  grandes  señores  y  le- 
trados padres  de  la  república  á  S.  M.  se  debia^  todos  pre- 
cedieron á  caballo  con  los  grandes  y  y  toda  la  nobleza  de 
España  que  á  8.  M.  acompañaba. 


Ornato  de  S,  M.  á  su  entrada  en  Madrid. 

La  Reina  subió  en  un  palafrén  blanco  mosqueado,  rí- 
camente  aderezado,  con  un  sillón  de  oro  con  mucha  pe- 
drería, muy  bien  labrado,  gualdrapa  de  terciopelo  negro 
guarnescida  y  bordada  con  franjas  de  oro.  8.  M.  se  mos- 
tró este  día  hermosísima,  y  con  aquella  majestad  y  seño- 
río que  tan  natural  y  tan  fundado  y  con  tantos  dotes  del 
ánimo  esmaltado  tiene,  representó  muy  bien  su  ser  y  mo- 
narquía. Llevaba  8.  M.  vestida  una  saya  de  tela  de  plata 
parda  bordada  de  oro  y  plata.  Un  gualdres  de  terciopelo 
negro  aforrado  en  tela  de  plata,  prensado  y  guarnescido 
con  unas  franjas  de  oro;  collar  y  apretador  de  muchos  dia- 
mantes, rubíes  y  piedras  de  mucho  valor;  un  sombrera 
adornado  con  una  cinta  de  oro,  con  unas  plumas  blancas, 
coloradas  y  amarillas,  que  son  los  colores  del  rey  N.  S.  El 
príncipe  Alberto  y  el  ilustrísimo  Cardenal  iban  cerca  de 
S.  M.  acompañándola.  El  orden  con  que  el  demás  acom- 
pañamiento iba,  diremos  adelante. 

Procediendo  un  poco  más  adelante,  8.  M.  recibió  muy 
grande  contento  en  ver  dos  estatuas  de  mármol  aparente. 
La  una  representaba  á  Baco  y  la  otra  á  Neptuno.  {Sigue 
aquí  la  descripción  alegórica  de  estas  estatuas^  y  los  versos 
y  artificios  que  las  engalanaban^  y  continúa,^ 
'    Habiendo  8.  M.  gustado  de  este  tan  agradable  espec- 


APÉNDICE.  227 


tácalo,  llegándose  poco  á  poco  á  Madrid ,  no  era  de  menor 
recreación  ver  la  copia  de  gente  que  desde  este  lagar  has- 
ta el  primer  arco  poblaban  los  cadahalsos  j  talleres  qae 
se  hablan  hecho  desde  esta  fábrica  de  Baco  j  de  Neptuno. 

Arcos  triunfales  y  descripción  de  la  carrera, 

A  la  entrada  de  Madrid  se  fabricó  an  arco  triunfal  de 
la  mayor  máqaina  y  majestad  qae  hasta  hoy  á  ningún 
principe  se  ha  fabricado  ni  jamas  hecho.  Fué  cierto  y  ex- 
quisitamente elegido,  etc.  (^Este  sitio  era  en  la  Carrera  de 
San  Jerónimo ,  hacia  donde  después  se  fundó  el  convento 
del  Espíritu  Santo.) 

Este  arco,  cuya' descripción  ocupa  setenta  fojas  del  li- 
bro, representaba  las  victorias  de  los  Reyes  Católicos  y 
de  la  Casa  de  Austria. 

Urden  de  la  procesión. 

A  la  entrada  de  este  arco,  con  toda  la  música  dicha,  el 
Ayuntamiento  y  Senado  de  Madrid ,  después  de  haber 
S.  M.  con  mucho  contentamiento  extendido  los  ojos  por 
esta  tan  maravillosa  fábrica,  la  rescibió  con  un  tnuy  sun- 
tuoso y  Real  palió  de  tela  de  oro  frisada,  brocado  de  tres 
altos  riquísimos,  en  el  cual  entraron  cuarenta  y  cuatro 
varas;  tuvo  dos  pares  de  goteras  con  su  flocadura  rica  de 
graciosas  labores ,  franjones  de  oro  y  plata ,  con  los  pen- 
dientes de  supremo  y  suntuoso  valor;  fué  esta  comisión 
de  D.  Pedro  de  Bozmediano,  regidor.  Este  estaba  puesto 
en  veinticuatro  varas  doradas,  las  cuales  tenian  veinti- 
cuatro regidores,  porque  aunque  es  más  su  número,  no  se 
hallaron  todos  aquí. 

Entrando  S.  M..  debajo  del  palio,  comenzó  toda  la  gen- 


228  EL   ANTIGUO   MADRID. 


te  á  caminar  por  este  orden  :  delante  de  todos  precedían 
las  trompetas  y  atabales  de  S.  M.  ^  y  con  ellos  los  de  la 
villa,  los  cuales  iban  alegrando  todo  el  pueblo  ¿on  su  ma- 
ravillosa armonía. 

A  éstos  seguían  gran  concurso  y  copia  de  caballeros; 
tras  ellos,  los  señores  de  título,  españoles  y  extranjeros.  A 
éstos  seguian  cuatro  niaceros  con  sus  mazas  de  oro  con 
las  armas  Reales  de  todo  relieve.  Estos  representan  aque- 
llos lictores  que  Bómulo,  fundador  de  Boma,  ordenó  para 
que  le  precediesen,  representando  Su  Majestad  é  impeño, 
y  de  allí  fueron  ministros  de  los  cónsules. 

Á  éstos  seguian  luego  los  grandes  que  habernos  dicho, 
y  con  ellos  D.  Francisco  Laso  de  Castilla,  como  mayor- 
domo mayor  de  S.  M.  En  su  seguimiento,  cuatro  reyes  de 
armas  con  sus  cotas.  Luego  se  seguía  S.  M.  debajo  del 
palio,  y  poco  atrás,  junto  al  palio,  iban  el  príncipe  Alberto 
de  Austria  y  el  ilustrísimo  y  reverendísimo  cardenal  don 
Diego  de  Espinosa,  etc.  A  estos  dos  príncipes  seguia  el 
guión,  que  es  una  bandera  pequeña  con  una  asta  con  las 
armas  Beales.  Este  se  lleva  de  camino  para  notar  que  ra 
allí  la  persona  Beal.  Luego  le  seguia  doña  Leonor  de 
( juzman,  camarera  mayor  de  S.  M.,  á  la  cual  acompañaba 
el  Duque  de  Feria.  Seguíase  luego  doña  Catalina  Laso  de 
Castilla,  mujer  de  D.  Francisco  Laso  de  Castilla.  Luego 
iba  la  guarda  mayor,  y  tras  ellas  las  damas  ricamente  ves- 
tidas, con  muchas  perlas,  collares,  cintas,  apretadores  de 
oro  riquísimos ,  sentadas  en  sus  palafrenes  con  sillones  de 
plata,  gualdrapas  de  terciopelo  guarnecidas,  acompaña- 
dlas de  príncipes  y  señores  opulentamente  aderezados.  La 
guarda  de  á  pié  acompañaba  á  un  lado  y  á  otro,  baciendo 
plaza ,  apartando  los  molestos  encuentros  del  gran  con- 
curso de  la  gente.  A  la  postre  de  todos  iba  la  guarda  de 
a  caballo  y  archeros  por  retaguarda.  Este  fué  el  orden 
con  que  S.  M.  partió  deste  primer  arco. 


APÉNDICE.  2S9 


Procediendo  poco  á  poco,  no  era  pequeño  espectáculo 
dilatar  los  ojos  por  el  ornato  de  colgaduras  de  brocado?, 
rasos,  damascos  y  otras  tapicerías  de  oro  y  seda  de  gran-^ 
dioso  valor.  Las  ventanas  eran  tan  adornadas  con  grande 
frecuencia  de  señoras  y  damas,  que  adornaban  é  ilustra- 
ban la  fiesta. 


Ijü  Puerta  del  Sol  y  la  calle  Mayor. 

Llegando  cerca  del  monasterio  de  Nuestra  Señora  de 
la  Victoria,  que  es  de  frailes  de  la  Orden  de  los  mínimos, 
junto  al  Hospital  Beal  de  esta  corte,  se  le  ofreció  un  arco 
exquisitamente  fabricado  y  medianamente  elegido,  por- 
que, en  efecto,  es  uno  de  los  más  heroicos  é  inmortales 
triunfos  que  á  ningún  príncipe  ni  monarca  hasta  hoy  se 
le  ha  ofrecido  ni  solemnizado ,  como  el  discreto  lector, 
considerándolo  bien  y  notando  lo  que  en  él  se  comprende, 
verá  claramente  ser  verdad. 

Éste  se  fabricó  en  un  lugar  harto  espacioso,  que  llaman 
la  Puerta  del  Sol :  ésta  tuvo  este  nombre  por  dos  razones. 
Tja  primera,  por  estar  ella  á  Oriente,  y  en  naciendo  el  sol, 
I)aresce  ilustrar  y  desparcir  sus  rayos  por  aquel  espacio. 
La  segunda,  porque  en  el  tiempo  que  en  España  hubo 
aquellos  alborotos  que  comunmente  llamaban  las  Comu- 
nidades, este  pueblo,  por  tener  guardado  su  término  de 
los  bandoleros  y  comuneros,  hizo  un  foso  en  con  tomo  de 
toda  esta  parte  del  pueblo  y  fabricó  un  castillo,  en  el  cual 
pintaron  un  sol  encima  de  la  puerta,  que  era  el  común 
tránsito  y  entrada  á  Madrid.  Y  después  de  la  pacificación 
y  quietud  de  estos  reinos,  por  lo  mucho  que  el  invitísimp 
emperador  Carlos  V,  rey  de  España ,  N.  S. ,  trabajó  en 
allanar  los  grandes  y  pacificar  todos  los  reinos  de  Espa- 
ña, este  castillo  y  puerta  se  derribó  para  ensanchar  y  des-» 


230  EL   ANTIGUO  MADRID. 


enfadar  una  tan  principal  salida  como  es  esta  de  esta 
puerta;  por  el  sol  que  allí  estaba,  llamaron  todos  este  tér- 
mino la  Puerta  del  Sol. 

Sigue  la  descripción  del  arco,  que  representaba  los  rei- 
nos y  poderío  de  España  en  las  Indias ;  ocupa  desde  la 
foja  104  á  la  123,  llena  de  digresiones  de  indigesta  eru- 
dición, y  continúa  así  : 

Habiendo  S.  M.  recibido  gran  contentamiento  en  ha- 
ber visto  y  entendido  un  tan  soberbio  triunfo  de  tantos 
reinos  como  aquí  se  le  ofreció,  porque  el  Conde  Ladrón, 
que  bacía  el  oficio  de  caballerizo,  brevemente  declaraba  á 
S.  M.  la  sustancia  de  lo  que  se  la  ofrecia. 

Prosiguiendo  la  reina  N.  S.  con  la  majestad  y  triunfo 
dicho,  llegó  al  tercer  arco,  el  cual  se  fabricó  en  medio  de 
la  calle  Mayor  {hacia  la  calle  de  Coloreros),  que  así  por 
la  comodidad  del  lugar,  porque  en  él  concurre  una  encru- 
cijada, como  por  el  sujeto  en  cuyo  servicio  se  fabrica,  por- 
que en  él  se  pone  alguna  de  las  muchas  grandes  y  heroi- 
cas virtudes  que  resplandecen  en  la  majestad  del  rey  don 
Felipe  II,  N.  S.,  fué  la  más  aventajada  cosa  que  en  estos 
reinos  se  ha  visto. 

Su  elección  y  compostura ,  etc. 

La  descripción  de  este  arco,  sus  alegorías  y  leyendas 
alusivas  al  apoteosis  que  representaba  del  Monarca,  no 
coge  menos  que  cien  hojas  del  libro.  —  Dice  luego  : 

Procediendo  S.  M.  por  el  orden  que  hemos  dicho  desde 
este  arco  hasta  la  puerta  que  llaman  de  Guadalajara,  era 
grandísimo  contentamiento  dilatar  y  extender  los  ojos  por 
tanta  variedad  de  riquezas  de  oro  y  plata  y  sedas  con  qne 
todo  este  trecho  estaba  adornado^  pasando  en  silencio  las 
damas  y  señoras  que  á  una  parte  y  á  otra  por  las  ventanas 


APÉNDICE.  231 

coa  sa  espectáculo  ilustrabaa  y  regocijaban  las  fiestas. 
Antea  que  entremos  con  la  historia  dentro  de  la  mura- 
lla, me  pareció  poner  aquí  un  encomio  y  loa,  en  que 
se  verá,  claramente  su  antigüedad,  y  el  que  más  qui- 
siere saber,  renoltole  al  libro  que  de  la  muerte  de  la  8e- 
renisima  reina  doña  Isabel  de  Valoís  compusimos,  porque 
alli  hicimos  un  particular  capítulo  de  las  armas  de  este 
pueblo  y  su  declaración. 

Aquí  reproduce  el  grabado  de  las  armas  de  Madrid  del 
otro  libro,  é  inserta  ademas  el  de  la  culebra  de  Puerta 
Cerrada  en  los  términos  que,  copiado  en/acsímüe,  va  en 
la  página  siguiente. 


EL  ANTIGUO  HAOltlD. 


""d  s  a  s  p  ^  ^ 


yilíi-J 


^1  «  C.-2  ~|  « 

lililil4i 


I       .1 

.S  -s  a  = 
J  S  S  í 

11  b 


6  5  3-1 


APIÍNDICE.  233 


Puerta  de  Guadalujara  y  su  ornato, 

,  Lflegando  á  esta  puerta,  que  es  de  la  soberbia  y  anti-^ 
qnísima  muralla,  se  le  ofreció  toda  renovada  desde  su 
planta  ¿asta  la  punta  de  las  pirámides  de  los  capiteles* 
Esta  tiene  dos  torres  colaterales  Tortísimas,  de  pedernal, 
aunque  antiguamente  tenia  dos  caballeros,  á  los  lados, 
inexpugnables;  la  puerta,  pequeña,  la  cual  hacia  tres 
vueltas,  como  tan  gran  fortaleza.  Estos  se  derribaron 
para  ensanchar  la  puerta  y  desenfadar  este  paso,  porque 
es  de  gran  frecuencia  y  concurso.  Estas  torres  ó  cubo« 
en  que  al  presente  están  hacen  una  agradable  y  vistosa 
puerta  de  veinte  pies  de  hueco  con  su  dupla  proporción 
de  alto,  y  en  la  vuelta  que  el  arco  de  la  bóveda  hace, 
todo  de  silleria  berroqueña  fortisima,  hace  un  tránsito  de 
la  una  torre  á  la  otra,  con  unas  barandas  y  balaustres  de 
la  misma  piedra,  todos  los  cuales  se  doraron.  Sobre  este 
tránsito  se  levanta  otro  arco  de  bóveda,  que  hace  una 
hermosa  y  rica  capilla,  toda  la  cual  está  canteada  de  oro, 
y  se  hizo  un  altar  con  una  imagen  de  Nuestra  Señora 
con  J.  C.  N.  S.  en  los  brazos,  de  todo  relieve  ó,  como  el 
vulgo  dice,  de  bulto,  todo  maravillosamente  dorado  y 
adornado  con  muchos  brutescos.  Est¿i  imagen  está  en  un 
encasamento  que  hace  una  muy  devota  capilla,  y  acompa- 
ña mucho  la  imagen  con  todo  buen  ornato  de  sus  térmi- 
nos y  frontispicios  dorados.  Sobre  esto,  en  un  encaje  que 
hace  otra  manera  de  baranda,  está  el  Ángel  de  la  Guarda, 
que  los  antiguos  llamaban  tutelar,  porque  guarda  y  am- 
para al  pueblo  de  los  ángeles  malos.  El  cual  tiene  en  la 
mano  derecha  una  espada  desnuda,  y  al  otro  lado  un 
modelo  de  Madrid  de  todo  relieve. 

Sobre  todo  lo  dicho,  en  contorno  de  todas  las  torres 


234  EL  AirriGUO   MADRID. 

viene  ana  baranda  de  hierro  bien  formada.  De  emnedio 
de  esta  fábrica  suben  tres  torres  con  tres  pirámides,  que 
el  valgo  llama  chapiteles.  Éstos  son  de  grande  altara, 
muy  resplandecientes,  porque  todos  son  de  hoja  de  hierro 
colado,  y  cada  uno  tiene  cuatro  chapiteles  pequeños;  á  sns 
cuatro  ángulos  de  sus  remates  tiene  cada  uno  un  globo, 
y  por  lo  alto  tienen  los  de  enmedio  unas  cruces  con  sos 
velas  doradas,  que  suben  sus  globos  ó  acroterias;  esto  es, 
i^n  los  colaterales,  en  los  cuales  hay  diez  chapiteles.  La 
torre  de  enmedio  sube  algo  más  con  toda  buena  propor« 
cion  de  arquitectura.  En  el  remate  de  ésta  de  los  cuatro 
ángulos  suben  cuatro  columnas  de  mármol  muj  bien 
estriadas.  Sobre  éstas  se  levanta  otro  chapitel  de  maravi- 
llosa fábrica  y  singular  artificio,  en  medio  del  cual,  en  el 
hueco  que  hacen  las  columnas,  pende  el  reloj,  que  es  una 
maravillosa  campana,  que  se  oye  tres  leguas  en  contomo 
del  pueblo.  Éste  también  tiene  su  cruz  y  vela  dorada,  con 
las  armas  de  Madrid  sobre  los  globos  y  acroterias. 

Este  es  un  cimborrio  que  levanta  por  alto  treinta  y 
seis  pies,  es  sexevado  y  va  en  diminución  como  pirámide. 
Tiene  á  los  cuatro  ángulos  otras  cuatro  pirámides  peque- 
ñas de  á  doce  pies  de  alto;  en  los  huecos  de  las  torres  se 
pusieron  cuatro  colosos,  hechos  de  todo  relieve,  represen- 
tando unos  gigantes  de  grande  altura,  con  sus  guirnaldas 
de  laurel  y  bastones  en  las  manos;  miran  por  la  delante- 
ra y  el  reverso  de  estas  torres  á  la  mano  índice,  que  seña- 
la las  horas  en  el  reloj,  porque  es  de  singular  artificio  que 
á  dos  haces  se  parece,  con  que  hace  una  agradable  y  muy 
suntuosa  perspectiva,  y  el  pueblo  tiene  mucho  ornato. 

El  altar  este  dia  dia  tuvo  muy  rico  frontal  de  brocado, 
con  media  docena  de  candeleros  altos  de  oro,  con  sos  velas 
de  cera  blanca,  que  causaba  harta  devoción. 

Habiendo  S.  M.  dilatado  la  vista  por  esta  tan  maravi- 
llosa fábrica,  y  las  joyas,  tan  ricas  preseas  y  brocados. 


ap]£ndice.  235 


con  que  los  mercaderes  habían  adornado  todo  este  trán- 
sito. Pasando  más  adelante,  no  estaba  menos  ataviada  la 
Platería  de  riquezas  y  joyas,  aunque  al  fin,  la  parte  que 
es  de  la  cárcel,  los  toldos  que  allí  hubo  fueron  los  lamen- 
tables gritos  y  profundas  voces  con  que  los  presos  pedían 
á  S.  M.  misericordia.  Lo  cual  oyendo  S.  M.,  preguntó  al 
corregidor,  D.  Antonio  de  Lugo,  que  qué  gritos  eran 
aquéllos;  él  respondió  que  eran  los  presos,  que  pedian 
merced  y  libertad  á  S.  M.  A  los  cuales  se  les  hizo  la 
merced  como  de  S.  M.  se  esperaba. 

Saliendo  de  la  Platería,  se  da  luego  en  la  plaza  de  San 
Salvador,  que  es  el  concurso  de  todos  los  nobles,  donde 
está  todo  el  colegio  de  los  escribanos  de  número  y  donde 
se  bate  el  cobre  de  todos  los  negocios,  porque  en  ella 
eatá  la  audiencia  y  foro  judicial,  con  las  casas  del  ilustre 
Ayuntamiento. 

En  este  lugar  se  pusieron  cuatro  colosos,  que  represen- 
taban á  Páris,  Juno,  Venus  y  Palas,  ó  sea  el  Juicio  de 
Páris,  sobre  cuya  declaración  se  extasía  el  axitor  en 
veinte  y  tantas  hojas  de  mitología. 


Entrada  de  la  segunda  muraUa,  y  lo  que  en  ella  se  hizo. 

Llegando  S.  M.  á  la  puerta  de  la  segunda  muralla  de 
este  pueblo,  que  vulgarmente  llaman  el  Arco  de  la  Almu- 
dena,  la  cual,  con  una  torre-caballero  fortisima  de  peder- 
nal, se  derribó  y  rompió  para  ensanchar  el  paso.  Estaba 
tan  fuerte,  que  con  grandísima  dificultad  muchos  artífices 
con  grandes  instrumentos  no  podían  desencajar  la  cante- 
ría, que  entendieron  que  no  era  pequeño  argumento  de 
su  grande  antigüedad.  Pero  para  servir  á  8.  M.,  ninguna 
cosa  había  que  se  pusiese  delante,  teniendo  respeto  á  lo 


23()  EL   ANTIGUO   MADRID. 


mucho  que  se  debe  hacer  en  su  Eeal  servicio.  Quedó  un 
tránsito  muy  claro^  espacioso  j  desenfadado,  todo  blan* 
queado  y  canteado^  con  sus  puntas  de  pirámides  y  aero- 
terías,  que  difínen  y  rematan  por  lo  alto. 

Entrando,  se  ofreció  lué^o  á  S.  M.  en  la  plaza  de  la 
iglesia  mayor  un  coloso,  estatua  y  figura  del  gigante 
Atlas.  (Declárase  quién  fué  Atlas,  alusión  á  Felipe  II,  y 
lo  que  sobre  él  fingieron  los  poetas.) 


Llegada  á  ASanta  María  y   Te  Deum. 

De  aquí  S.  M.  llegó  con  mucho  contentamiento  (aun* 
que  causada  y  maravillada  de  ver  tan  gran  variedad  de 
cosas)  al  templo  de  Santa  María,  que  es  la  iglesia  mayor 
y  más  antigua  de  Madrid,  donde  toda  la  clerecía  y  cabil- 
do se  habia  congregado,  esperando  la  felice  venida  de  Sa 
Majestad,  todos  con  capas  de  brocado  muy  ricas,  y  las 
catorce  cruces  de  las  parroquias  salieron  de  la  iglesia  á 
rescebir  á  S.  M.  El  Vicario,  con  una  cruz  muy  rica,  llegó 
á  un  sitial,  donde  S.  M.  se  apeó,  y  tomando  la  cruz  el 
limo,  y  Rmo.  cardenal  Espinosa,  etc.,  la  dio  á  besará 
S.  M.,  la  cual,  hincadas  las  rodillas  devotamente,  adoró 
y  besó  la  cruz.  Y  procediendo  la  procesión  con  mucki 
música,  volvieron  al  templo. 

Su  Majestad,  con  el  príncipe  Alberto  de  Austria  de  la 
mano,  y  el  limo,  cardenal  Espinosa,  etc.,  al  otro  lado, 
entró  en  el  templo  á  hacer  oración,  el  cual  estaba  mny 
adornado,  con  muchos  toldos  y  paños  de  sedas  y  brocados 
toda  su  entrada  y  pórtico,  renovado  y  canteado  con  ilus- 
tre ornato.  Junto  al  altar  mayor  se  puso  un  rico  sitial  de 
brocado  y  dos  cojines  de  lo  mismo,  donde  S.  M.,  hinca- 
da de  rodillas  con  mucha  devoción,  se  detuvo  buen  espa- 
cio de  tiempo,  mientras  la  capilla  Real,  con  muy  concer- 


APÉNDICE.  237 


tada  música,  cantó  el  Te  Deum  laudamus,  dando  todos 
inachas  gracias  á  Dios  por  la  merced  que  á  todos  estos 
reinos  ha  hecLo. 

Esta  es  una  muy  santa,  muy  religiosa  y  muy  antigua 
costumbre  de  los  reyes  de  España,  que  la  primera  visita 
es  dar  gracias  á  Nuestro  Señor,  y  reconocer  como  todo 
el  triunfo  y  gloria  8e4e  ha  de  dar  y  referir  á  Su  Divina 
Majestad;  pues  viniendo  de  su  divina  mano,  será  perfecto 
y  no  habrá  lugar  para  que  la  polilla  ambiciosa  y  soberbia 
del  mundo  estrague  aquello  que,  recibido  por  Dios,  ilus- 
tra al  cuerpo  y  al  alma.  Este  afecto  de  religión  guardaron 
muy  bien  los  romanos  cuando,  entrando  por  Roma,  triun- 
fando, todo  el  acompañamiento,  con  el  que  triunfaba, 
iban  al  Capitolio,  donde  estaba  el  templo  de  Júpiter,  y 
allí,  dando  gracias  á  Dios  por  la  victoria  y  triunfo  alcan- 
zado, hacía  machos  sacrificios. 


Llegada  á  Palacio, 

Acabado,  pues,  el  Te  Deum  laudamus,  y  dicha  la  ora- 
ción, la  cual  dijo  el  Vicario  (como  capellán  de  S,  M.),  la 
Eeina  nuestra  señora  partió  de  la  iglesia  con  todo  su 
acompañamiento  y  triunfo.  Y  procediendo  poco  á  poco, 
llegó  ¿  vista  de  Palacio,  una  de  las  más  principales  y 
suntuosas  casas  Reales  que  liay  en  el  orbe,  tan  ilustrada 
con  la  asistencia  de  todos  los  reyes  de  España,  como  su 
antigua  casa,  y  tan  Real  aposento,  y  de  nuevo  amplifica- 
da, y  tan  feliz  por  el  asiento  y  habitación  del  D.  Felipe, 
rey  nuesto  señor,  el  cual  con  muy  suntuosas  y  exquisitas 
fábricas,  dignas  de  tan  gran  Príncipe,  cada  dia  de  nuevo 
la  ilustra,  de  manera  que  es  (consideradas  todas  sus  cua- 
lidades) la  más  rara  casa  que  ningún  principo  tiene  en  el 
mundo. 


238  EL  ANTIGUO  MADBID. 

Con  este  tan  agradable  espectáculo  y  concurso,  toda  la 
infantería  que  en  el  asalto  del  castillo,  como  ya  dijimos, 
se  halló,  la  cual  toda  con  sus  banderas  y  mny  buen  orden 
y  concierto  concurrió  á  la  puerta  de  Palacio,  en  el  cual 
lagar  hay  un  campo  y  plaza  muy  espaciosa,  hechos  sus 
escuadrones  de  gente  tan  lucida  y  tan  bizarra,  que  fué 
una  de  las  cosas  de  que  S.  M.  más  gustó. 

Entrando  S.  M.  en  Palacio,  toda  la  infantería,  con  sus 
atambures  y  pífanos ,  las  trompetas  y  menestriles,  con 
toda  la  artillería  de  una  y  otra  parte,  y  la  que  la  guardia 
de  á  caballo  trae  y  dispara  en  estas  solemnidades,  toda  á 
un  tiempo,  con  grandísimo  estruendo,  hizo  una  de  las  más 
solemnes  y  graciosas  salvas,  y  (á  dicho  de  todos  los  que 
con  S.  M.  venian)  que  más  gusto  diese,  que  en  todos  es- 
tos reinos  jamas  se  ha  visto. 

Llegada  S.  M.,  y  entrando  dentro  de  Palacio,  la  salie- 
ron á  rescebir  hasta  el  zaguán  la  serenísima  princesa  de 
Portugal,  doña  Juana  de  Austria,  y  las  infantas  doña 
Isabel  Eugenia,  dofia  Catalina,  y  los  Sermos.  príncipes 
Rodolfo  y  Ernesto  salieron  del  aposento  de  las  serenísi- 
mas infantas  y  con  este  orden : 

Precedían  el  Duque  de  Nájera  y  el  Marqués  de  Sarria, 
y  el  Marqués  del  Adrada,  D.  Antonio  de  la  Cueva,  ma- 
yordomo mayor,  y  D.  Gonzalo  Chacón  y  D.  Pedro  Lasso 
de  Castilla,  señor  de  San  Martin,  mayordomo  de  S.  M., 
todos  con  sus  bastones  en  las  manos.  Luego  los  serenísi- 
mos príncipes;  tras  ellos  las  infantas,  que  llevaba  la  sere- 
nísima Princesa  delante  de  sí,  y  detras  de  S.  A.  iba  dofia 
Aldonza  de  Bazan,  marquesa  de  Fromesta,  camarera 
mayor  de  la  Beina;  llevábanla  de  la  mano  la  Duquesa 
de  Feria  y  el  Marqués  de  Fromesta,  su  hijo.  Luego  dofia 
Isabel  de  Quiñones,  camarera  mayor  de  la  Princesa,  y 
doña  Maria  Chacón,  aya  de  las  infantas;  luego  doña  Te- 
resa de  Guevara  y  otras  muchas  señoras  de  título.  XJlti" 


APl^KDICE.  239 


mámente  iban  las  damas  de  las  SS.  Infantas  y  Princesa, 
con  grande  ornato  y  compostura. 

Llegadas 9  pues,  todas  se  recibieron  con  grande  amor, 
y  abrazándose  mny  enternecidamente,  subieron  al  apo- 
sento de  la  Beina,  llevando  la  Princesa  á  la  Reina  á  la 
mano  derecha,  delante  las  infantas,  y  á  la  Berma,  infanta 
dofia  Isabel  llevó  el  limo,  cardenal  Espinosa  de  la  mano, 
las  cuales  hospedaron  á  S.  M.  donde  por  muchos  años 
Nuestro  Señor  sea  servido  conservar  con  suprema  felici- 
dad esta  tan  santa  compañía,  para  que  con  el  fruto  de  su 
bendito  matrimonio  se  amplifique  toda  la  república  cris- 
tiana, con  la  paz  y  contentamiento  que  de  tan  dichoso 
matrimonio  al  presente  goza.  El  limo,  cardenal  D.  Die- 
go de  Espinosa,  etc. ,  dejando  á  S.  M.,  volvió  á  su 
posada,  acompañado  de  toda  la  nobleza  de  la  corte,  el  cor- 
regidor y  Ayuntamiento,  el  cual  tenía  prevenidos  doscien- 
tos soldados  lucidamente  aderezados,  los  cuales  lleva- 
ban en  contorno  de  su  lima,  señoría  sus  hachas  de  cera 
blanca. 

Y  dejando  á  S.  S.  lima,  en  su  posada,  anduvieron  re- 
gocijando al  pueblo  con  otras  muchas  diferencias  de 
luminarias  é  ingenios  de  fuego,  con  que  hubo  un  público 
regocijo  muy  solemnizado. 

Fué  comisario  de  todo  el  aparato  de  las  hachas  y  lumi- 
narias Pedro  Rodríguez  de  Alcántara,  regidor. 

El  concurso  de  la  gente  fué  muy  grande ,  como  hemos 
dicho;  la  abundancia  de  bastimentos  y  de  todas  las  cosas 
necesarias  fué  tan  notable,  que  valió  este  dia  todo  muy 
barato,  más  que  los  otros  dias  ordinarios.  Por  caer  todos 
tan  cansados  de  haber  visto  tantos  y  tan  agradables  es- 
pectáculos, todos  se  retiraron  á  descansar  y  reposar. 


240  KL   ANTIGUO   MADRID. 


Festejos  al  siguiente  día. 

Otro  día  el  Corregidor  mandó  pregonar  se  liolgase  por 
todo  el  pueblo  y  concurriesen  á  Palacio  todas  las  compa- 
nias  de  infantería,  las  cuales,  con  tanto  número  de  pífanos 
y  tambores,  y  sus  lucidas  banderas,  vinieron  con  harta 
secuencia  de  muy  bizarros  y  dispuestos  soldados,  anda- 
vieron  por  todo  el  Campo  del  Rey  á  vista  de  S.  M.,  ha- 
ciendo reseña  y  muestra  lucida  y  curiosa,  que  se  gustó  de 
este  ensayo  y  preludio  militar,  como  si  fuera  un  campo 
muy  formado.  Al  cual,  por  ser  cosa  hermosa  y  tan  agra- 
dable, los  latinos  le  llamaron  Bellxiníy  que  quiere  decir 
hermoso,  bello  y  agradable. 

En  esta  parte  los  plateros  habian  hecho  un  muy  her- 
moso castillo,  con  sus  rebellines  y  muchos  ingenios  de 
fuego  en  su  contorno.  Venida  la  noche,  después  de  haber 
íSus  Majestades  cenado,  el  Corregidor,  con  todos  los  caba- 
lleros del  Ayuntamiento  y  algunos  ilustres  de  Madrid, 
hicieron  un  juego  de  alcanciazos  con  muy  suntuosas 
libreas.  Fueron  ocho  cuadrillas  de  A  veinte  caballeros,  que 
hacían  ochenta.  Cada  cuadrilla  fué  de  diferentes  libreas 
de  sendas  de  varios  colores. 

La  del  Corregidor  fué  de  marlotas  de  tafetán  carmesí 
y  capellares  de  tafetán  amarillo,  turbantes  de  terciopelos 
del  mismo  color, 

Don  Francisco  de  Vargas  Manrique,  con  su  cuadrilla? 
marlotas  negras,  capellares  blancos. 

Don  Lope  Zapata,  con  su  cuadrilla,  marlotas  blancas 
y  capellares  morados. 

Don  Diego  de  Ayala,  coq  su  cuadrilla,  marlotas  blan- 
cas y  c^ipellares  morados. 


APÉNDICE.  241 


Jaan  de  Villafaerte  con  su  cuadrilla,  marlotas  encar- 
nadas y  capellares  morados. 

Don  Pedro  de  Rivera  con  su  cuadrilla,  marlotas  ama- 
rillas y  capellares  morados. 

Pedro  de  Herrera  con  su  cuadrilla,  marlotas  amarillas 
y  capellares  colorados. 

Bartolomé  Vázquez  do  la  Canal  con  su  cuadrilla,  mar- 
lotas azules  y  capellares  verdes. 

Todos  con  turbantes  de  terciopelo  y  guarniciones  á  los 
caballos  de  lo  mismo,  trompetas  y  atabales  y  menestriles, 
con  libreas  de  damasco  colorado  y  fajas  de  terciopelo 
amarillo;  todos  así  juntos,  con  hachas  de  cera  blanca  en 
las  manos,  salieron  muv  ordenadamente  de  las  casas  de 
Ayuntamiento,  precediendo  toda  la  música,  vinieron  d 
vista  de  palacio,  donde,  en  presencia  de  SS,  MM.,  después 
de  haber  hecho  una  muy  concertada  escaramuza,  se  die- 
ron de  alcanciazos  en  sus  adargas,  que  fué  una  muy 
agradable  y  concertada  fiesta. 

En  el  interior  del  castillo  se  desparcian  y  tiraban  á 
diversas  partes  muchos  cohenes,  ardian  en  su  contorno 
unas  acroterías  é  ingenios  de  fuego,  con  que  á  modo  de 
pirámides  remataban  los  rebellines.  Toda  la  infantería 
cercando  el  castillo  le  combatió  y  subieron  las  banderas 
á  lo  alto,  donde,  con  grande  estruendo,  se  desparcian 
muchos  ingenios  de  fuego.  Hecho  este  amito  harto  ani- 
mosamente, se  desbarató  el  juego,  y  por  todo  el  pueblo 
con  grande  regocijo  anduvo  la  caballería  solemnizando  la 
fiesta;  fué  de  gran  contento,  porque  en  todo  el  discurso 
que  hemos  contado  ninguna  infelicidad  ni  desgracia  ha 
habido,  antes  con  mucha  paz  y  tranquilidad  (que  no  ha 
sido  pequeña  merced  de  N.  S.  habiendo  habido  tan  gran 
concurso  de  gente)  se  remataron  estas  fiestas. 

La  corte  de  S.  M.  está  muy  florida,  con  gran  concurso 
de  grandes,  libreas  muy  costosas,  gran  abundancia  de 

n.  16 


242  EL  Ain'IQÜO   MADRID. 

todas  las  cosas,  concordia  y  paz  en  todos  sus  reinos,  la 
cnal  N.  S.  por  muchos  años  con  larga  vida  de  estos  sere- 
nísimos príncipes,  reyes  y  señores  nuestros  conserve,  para 
que  de  su  deseado  fruto  se  alcance  la  feliz  prosperidad 
que  todos  estos  reinos  con  tanto  amor  y  afecto  desean. 
Lo  cual  por  su  divina  clemencia  y  misericordia  conceda. 

Qui  vivü  et  regnat  Irinus 

et  uiWj  in  scecula 

aceculorum. 

Amen. 


NÚMERO  4. 


FIESTAS  EN  EL  RETIRO  EN  1637. 

(Da  un  manoscrito  contemporáneo.) 

En  13  de  Enero  de  1637,  recibiendo  el  rey  nuestro  se- 
ñor D.  Felipe  IV  la  feliz  nueva  de  la  elección  de  rey  de 
romanos  del  serenísimo  Ferdinando  III,  su  cristianísimo 
primo  hermano ,  determinó  de  hacer  una  pública  demos- 
tración de  su  contento ,  queTuese  benemérita  de  él  y  de 
su  grandeza,  en  esta  manera : 

Plantóse  una  plaza  de  madera  fuera  del  nuevo  y  luci- 
dísimo palacio  del  Buen  Retiro,  en  un  eminente  sitio,  que 
tenía  608  pies  de  largo,  480  de  ancho,  y  en  toda  su  cir- 
cunferencia 408  balcones  de  gran  capacidad,  al  fin  en  que 
trabajaron  más  de  3.000  hombres,  cubriéndose  la  fábrica 
de  tejados  fingidos  de  madera  teñida  en  rojo,  que  miraba 
por  la  parte  del  Mediodía  á  lo  más  vistoso  de  esta  corte, 
así  por  la  copia  de  edificios  como  por  la  frescura  de  su 
prado  y  arboledas.  Por  la  del  Septentrión  terminaba  la 
puerta  de  Alcalá  y  monasterio  de  religiosos  descalzos  de 
San  Agustín.  Al  Oriente,  el  Real  de  los  de  San  Jerónimo, 
y  al  Occidente,  el  délos  carmelitas  descalzos  (1).  Estaban 

(1)  Es  la  misma  plaza  gran-  para  formarla  y  allanar  el  paso, 

de  que  luego  se  hizo  de  fábrica  dice  Pinelo  que  hubo  que  quitar 

y  se  tituló  de  Isl  Pelota  y  única  un  monte  que  allí  había  desde 

que,  hasta  hace  pocos  años,  que-  que  Dios  crió  el  mundo,  con  más 

dó  en  pié  de  todas  las  construc-  de  100.000  ducados  de  costa, 

ciones  del  palacio  del  Retiro;  y  que  pagó  la  villa  de  Madrid. 


244  BL   ANTIGUO   MADRID. 


los  balcones  por  la  parte  exterior  con  barandilla  de  plata 
y  oro,  y  por  dentro  perfectamente  colgados  de  variedades 
de  sedas  y  tapices.  En  cada  pilar  que  los  dividia,  dos  ha- 
chas blancas;  corriendo  por  toda  la  circunferencia  sobre 
el  friso  y  cornisa  novecientos  faroles  de  hermosos  vidrios 
y  graciosa  forma,  labrados  para  solo  este  efecto ,  en  los 
cuales  habia  innumerables  luces ,  porque  tenian  á  cuatro 
cada  uno,  á  más  de  trescientos  que,  con  ventajosa  grande- 
za, se  señalaban  de  espacio  á  espacio  breve,  quedando  en- 
tre uno  y  otro  tres  menores. 

A  la  parte  septentrional  estaba  fabricado  un  balcón  de 
mayor  eminencia  para  las  personas  Reales,  de  barandillas 
doradas ,  y  lo  mismo  el  techo,  con  gran  primor,  teñido  de 
agradable  verde  perfilado  de  oro  :  rompia  la  cornisa  un 
hermoso  globo  del  orbe;  á  un  lado,  el  cuarto  planeta,  re- 
matándolo todo  una  corona  imperial,  y  debajo  de  ella  esta 
letra  :  Ulustrat  et  foveL  Adornaban  tan  vistosa  estancia 
muchas  vidrieras  cristalinas,  desde  las  cuales,  reverbe- 
rando esa  máquina  de  luces,  hacía  dudar  de  la  posibilidad 
de  reducirse  á  número,  y  así  quedaba  la  claridad  de  la 
plaza  en  modo  que  podia  preguntarse  si  habia  amanecido 
con  estrellas  ó  anochecido  con  sol. 

Partian  desde  los  extremos  de  la  cornisa  de  este  balcón 
en  grande  espacio  sobre  la  de  toda  la  fábrica  los  escudos 
y  armas  de  los  reinos  que  felizmente  están  unidos  á  esta 
monarquía.  A  la  mano  derecha  aparecian  el  Real  Consejo 
de  Castilla,  el  de  la  Inquisición,  el  de  las  Indias,  el  de 
Ordenes,  el  de  Hacienda  y  la  Diputación  del  Reino.  Ala 
mano  izquierda,  el  de  Aragón,  el  de  Italia,  el  de  la  Cru- 
zada, el  de  Portugal,  la  Villa  de  Madrid  y  la  Junta  de 
Abastos. 

Asistían  el  Nuncio  de  Su  Santidad ,  el  Patriarca  de  las 
Indias,  el  Embajador  de  la  Majestad  Cesárea,  los  de  los 
reinos  y  diferentes  repúblicas.  Cuando  el  domingo  15  áñ 


APÉNDICE.  245 


Febrero  quiso  dar  S.  M.  principio  á  esta  pompa  con  sa- 
lir de  casa  de  Carlos  Stratta  {el palacio  de  Hijar)^  ca- 
ballero del  hábito  de  Santiago,  que  vivia  entre  los  Italia- 
nos y  los  Clérigos  menores^  adonde  fué  á  vestirse,  hallada 
cou  el  aparato  y  lucimiento  posible  4  tal  ocasión ;  desde 
ella  hasta  la  puerta  del  Real  convento  de  San  Jerónimo 
procedia  una  amplísima  calle  con  dos  hileras  de  luces  en- 
cendidas en  varias  y  copiosas  materias  y  agradables  cor- 
respondencias, con  que  se  manifestaba  todo  desde  un  ex- 
tremo al  otro,  así  como  pudiera  de  dia. 

Sobre  la  primera  puerta  estaba  fabricado  un  balcón, 
guarnecido  de  lo  propio  que  la  plaza ,  en  que  se  puso  la 
Reina ,  el  Príncipe  su  hijo,  y  la  Princesa  de  Carinan  con 
los  suyos,  empezando  luego  ¿  componerse  la  fiesta  en 
este  modo. 

Iban  delante  ocho  tambores  á  caballo  vestidos  de  lana 
blanca  y  sombreros  de  lo  mismo;  seguíanlos  cuatro  trom- 
petas también  ¿  caballo  con  vaqueros  de  terciopelo  car- 
mesí guarnecidos  de  plata  y  sombreros  de  lo  propio ;  dis- 
taban poco  las  chirimías  con  los  demás  instrumentos  so- 
norosos, dispuestos  por  su  orden,  llenando  el  aire  de 
armonía  inmensa,  á  quien  seguian  quince  cuadrillas  de  & 
doce  caballeros,  con  la  de  S.  M.  diez  y  seis,  todas  confor- 
mes en  los  vestidos  do  terciopelo  liso  negro ,  bordados  de 
hilo  de  plata  blanco,  tocados ,  plumas  y  jaeces  de  las  mis- 
mas colores,  puestos  todos  en  vistosos  caballos  de  dos  en 
dos  j  en  la  Carrera  de  San  Jerónimo,  con  sus  hachas  de 
cera  blanca  en  las  manos ,  y  con  otras  los  seguiau  gran 
número  de  lacayos  de  la  misma  librea ;  siendo  los  padri- 
nos de  esta  fiesta  el  Almirante  de  Castilla,  el  Príncipe  de 
Esqnilache,  el  Duque  de  Híjar  y  D.  Carlos  Coloma.  Es- 
tando todos  puestos  como  se  ha  dicho,  salió  S.  M.  de  la 
casa  de  Carlos  Stratta,  acompañándole  su  cuadrilla,  ves- 
tidos del  mismo  color,  si  bien.el  del  Rey  y  Conde  de  Oli- 


246  EL  ANTIGUO  MADRID. 


vares,  bordados  de  rica  j  vistosa  labor.  De  las  demás 
fueron  cuadrilleros  y  entraron  en  ella  los  señores  y  ca- 
balleros siguientes  : 

Cuadrilla  d£  S.  M,  —  Marqués  de  Belmonte  (hoy  du- 
que de  Maqueda)^  Marqués  de  Cañete,  Marqués  del  Espi- 
nar, Conde  del  Puerto,  Conde  de  Águilar,  Conde  de  Ba- 
rajas, Conde  de  Fuensalida,  Conde  de  la  Moncloa,  Conde 
de  la  Corzana,  Conde  de  Osidus  y  D.  Francisco  Masca- 
reñas. 

Cuadrilla  del  Conde-Duque. — El  Conde-Duque, el  Mar- 
qués de  Palacios,  el  Conde  de  Visa  ven,  D.  Rodrigo  de 
Cárdenas,  D.  Luis  Puerto  Carrero ,  D.  Lope  de  Hoces, 
D.  Diego  de  Zarate,  D.  Diego  Bamirez  de  Haro,  conde 
de  Bornes;  D.  Luis  Carnero,  Conde  de  Loyola  del  Prín- 
cipe, D,  Juan  de  Vargas,  D.  Rodrigo  Pimentel  y  D.  Juan 
de  Silva. 

Otra  cuadrilla  del  Cande-Duque. — El  Conde-Duque  de 
Villalba,  D.  Francisco  de  Bracamente,  D.  Luis  Jerónimo 
de  Contreras ,  D.  Antonio  Bonal,  D.  García  de  Brizuela, 
D.  Juan  de  Lujan,  D.  Francisco  de  Balcázar,  D.  Juan 
de  Prado,  D.  Gaspar  de  Prado,  D.  Francisco  de  Rojas 
Vivanco,  D.  Gaspar  de  Robles  y  D.  Juan  Mejía. 

Cuadrilla  del  Condestable  de  Castilla. — El  condestable 
Marqués  del  Fresno ,  su  hermano  Marqués  de  Cnéllar, 
Marqués  de  Tabara,  Conde  de  Grajal ,  Conde  de  la  Revi- 
lla, Vizconde  de  Molina,  D.  Antonio  Mesía  de  Tovar,  su 
hermano  D.  Alonso  Ortiz  de  Velasco  y  D.  Pedro  de  Cas- 
telví. 

Cuadrilla  del  Duque  del  Infantado.  —  El  Conde  de 
Tendilla  por  el  Duque,  Marqués  de  San  Román,  Marqués 
de  la  Fuente,  Marqués  de  Aitona,  Conde  de  Oruña,  Con- 
de de  Villar,  Conde  de  Brantivilla,  D.  Esteban  Hurtado 
de  Mendoza,  D.  Baltasar  de  Zúñiga,  D.  Bemardino  de 
Ayala,  D.  Luis  de  Mendoza  y  D.  Gaspar  de  Mantilla. 


APÍNDICK.  247 


Cucuirilla  del  Afargues  del  Carpió. —  Marqués  del  Car- 
pió, Marqués  de  Povar,  Conde  de  Castrillo,  Conde  de  Lo- 
dosa.  Conde  de  Cedilla,  Conde  de  la  Torre,  D.  Sancho  de 
la  Cerda,  D.  Fernando  Barradas,  D.  Cristóbal  Guardiola, 
D.  Francisco  de  Lerma,  D.  Martin  de  Saavedra  y  don 
Luis  de  Peralta. 

Cuadrilla  del  Duque  de  Pastrana. — Duque  de  Pastra- 
na,  Duque  de  Ciudad-Beal,  Marqués  de  la  Alameda,  Mar- 
qués de  Almenara,  Marqués  de  la  Miceda,  Marqués  de 
Mirallo,  D.  Francisco  Luzon,  D.  Luis  Trejo,  D.  Gaspar 
Bonifaz,  D.  Francisco  de  Ángulo  y  D.  Juan  de  Morales, 
Cuadrilla  del  Duque  de  Uijar.  —  El  Duque  de  Hfjar, 
Marqués  de  la  Conquista,  Marqués  de  Castrofuerte,  Con- 
de de  Taroca ,  Conde  de   Figuero,  Conde  de  Villamonte, 
D.  Francisco  Gurrea,  D.  Alberto  Coloma,  D.  Francisco 
Euriquez  de  Silva,  D.  Juan  Bamirez,  D.  Pedro  Niño  de 
Castro  y  D.  José  Stratta. 

Otra  cuadrilla  del  Duque  de  Ilijar»  —  El  Conde  del 
Real,  D.  Francisco  Valenzuela,  D.  Pedro  de  Vasconce-» 
los,  D.  Diego  de  Quiñones,  D.  Diego  de  Guznian,  don 
Alonso  de  Paz,  D.  Hodrigo  de  Herrera,  D.  Gaspar  de 
Gnzman ,  D.  Pedro  de  Alba ,  D.  Jerónimo  de  Carvajal 
y  D.  Baltasar  de  la  Cueva. 

Cuadrilla  del  Duque  de  Peñaranda. — Duque  de  Peña- 
randa, Marqués  de  Fromesta,  Conde  de  Motezuma,  don 
Juan  de  Cárdenas,  D.  Fernando  de  la  Cerda,  D.  Francis- 
co de  la  Cerda,  D.  Jerónimo  de  Vera,  D.  Gonzalo  Man- 
rique, D.  Pedro  de  Vega,  D.  García  de  Cárdenas,  D.  Ro- 
drigo de  Tapia,  D.  Pedro  Reinóse  y  Toledo,  señor  de 
UtriUa. 

Cuadrilla  del  Conde  de  Oropesa. — El  Conde  de  Orope- 
sa.  Marqués  de  Villamayor,  Marqués  de  Povar,  Marqués 
de  las  Navas,  Marqués  de  Malpica,  Marqués  de  Salinas, 
Conde  de  Montalvan,  D.  Francisco  Garnica,  D.  Manuel 


248  EL  AKTIGÜO   MADRID. 

de  Arriarán  y  Gamboa,  D.  José  de  Castrejon,  D.  Alonso 
Lancol  y  D.  Agastin. 

Cuadrilla  de  D.  Luis  de  Ilaro^  conde  de  MorerUe. — Con- 
de de  Morente,  Marqués  de  Gomares,  D.  Luis  Ponce  de 
León,  D.  Francisco  Mejía,  D.  Fernando  Bazan,  D.  Cos- 
me de  Médicis ,  D.  Fernando  de  Alarcon ,  D.  Francisco 
Ibañez,  D.  Diego  de  Salcedo,  D.  Francisco  Vivanco,don 
Martin  Forres  y  D.  Vicente  Zapata. 

Cuadrilla  del  Conde  de  Riela.  —  El  Conde  de  Riela, 
Marqués  de  Malagon,  Marqués  de  Torres,  Conde  de  Con- 
centaina ,  D.  Alvaro  de  Luna ,  Martin  Alonso  de  Ataide, 
D.  Juan  de  Borja,  I).  Mateo  Ibañez  de  Segovia,  D.  Sal- 
vador Correa,  D.  Pedro  Hurtado  de  Corcuera ,  D.  Pedro 
de  Valenzuela  y  D.  Grabriel  de  Silva. 

Cuadrilla  del  Conde  de  Alva  de  Liste, — Conde  de  Alva 
de  Liste,  Marqués  de  la  Adrada,  Conde  de  Villa  Fran- 
queza, Conde  de  Peñaflor,  D.  Manuel  Enriquez,  D.  Gar- 
cía Pareja,  D.  Luis  de  Córdoba,  D.  Pedro  Niño,  D.  Fer- 
nando Rivadeneira  Calderón,  D.  Pedro  de  la  Mota  Sal- 
mientos,  D.  Pompeyo  de  Tássis  y  D.  Luis  Enriquez. 

Cuadrilla  de  la  coronada  villa  de  Madrid. — El  Conde 
de  Montalvo,  su  corregidor;  Francisco  Enriquez,  Felipe 
Sierra,  D.  Gaspar  de  Valdés,  D.  Jerónimo  Casanate, 
Claudio  de  Cos,  D.  Diego  Ordoñez,  D.  Lope  de  Porras  y 
Castro,  D.  Francisco  Sardoneta,  D.  Francisco  Méndez 
Testa,  D.  Juan  del. Castillo  y  D.  Luis  Zañes  Monte- 
negro. 

Otra  cuadrilla  de  la  Villa. — Marqués  de  Cusano,  don 
Cristóbal  de  Medina,  D.  Jerónimo  Carmenas,  Manuel 
Cortizos  de  Villasante,  Pedro  Martínez,  D.  Rodrigo  de  la 
Castra,  D.  Bernardo  de  Salas,  D.  Mateo  Alonso  de  Orte- 
ga, D.  Pedro  Rodríguez  de  Villarroel,  D.  Gonzalo  Pa- 
checo, D.  Diego  Meras  y  D.  Pedro  Romero. 

Luego  se  seguian  dos  carros  triunfantes  de  maravillosa 


APÉNDICE.  24& 


y  apreciable  traza,  pintura  y  adornos,  hechos  por  Cosme 
Lotí,  industrioso  arquitecto  florentino,  que  tenían  22  pies 
de  ancho,  30  de  largo  y  46  de  alto.  En  la  parte  extrema 
de  cada  uno  se  levantaban  dos  pirámides  y  en  cuyas  pun- 
tas iban  tremolando  tafetanes  carmesíes  :  alumbrábase 
cada  uno  con  cien  hachas,  cargados  de  lucidísimas  figu- 
ras, con  varias  insignias  é  instrumentos  músicos ,  distri- 
buidos con  gentil  orden. 

Cada  uno  iba  tirado  de  veinticuatro  bueyes  con  paños 
rojos,  guarnecidos  de  plata  y  alumbrados  con  multitud 
de  hachas,  puestas  en  manos  de  hombres  vestidos  de  ve- 
lillos  de  plata  de  varios  colores  á  la  turquesa ,  crecia  el 
número  de  luces. 

Cuarenta  salvajes  llevando  en  las  manos  grandes  mazas 
encendidas  como  hachas.  Con  este  orden  iban  andando 
hasta  el  balcón  donde  dijimos  estaba  la  Reina ,  entrando 
en  la  plaza  donde  se  hallaba,  cuando  por  ella  entró  S.  M. 
gobernando  su  cuadrilla,  el  Conde  de  Olivares  la  suya,  y 
cada  nno  de  los  demás  la  que  le  tocaba,  formando  varios 
laberintos  de  escaramuzas,  compasados  con  los  escudos 
de  jeroglíficos,  que  para  división  de  las  cuadrillas  estaban 
en  diferentes  puestos. 

Fueron  entrando  los  carros,  dando  vuelta  á  la  plaza, 
empezando  las  figuras  á  sonar  los  instrumentos,  acompa- 
ñándolos con  su  misma  música,  que  llegando  enfrente 
del  balcón  de  la  Reina,  representaron  un  coloquio  de  la 
Paz  y  de  la  Guerra. 

Al  pié  casi  del  mismo  balcón  estaban  plantadas  las  va- 
llas y  el  estafermo ,  adonde  S.  M.  ejecutó  la  destreza  que 
en  esto  tenía,  superior  á  todos,  de  común  aplauso,  conti- 
nuándolo los  señores  y  caballeros.  Dejó  el  Rey  la  plaza, 
subiéndose  al  balcón  de  la  Reina,  después  de  haber  dado 
tanto  que  admirar ,  estuvo  mirando  el  resto  de  la  fiesta, 
que  fueron  representaciones,  miisicas  innumerables,  gen- 


250  EL  ANTIGUO  MADBID. 

te  varia  natural  y  extranjera  de  cuantas  naciones  frecuen- 
tan su  corte;  y  últimamente,  oyendo  repetir  las  voces  de 
tanta  multitud  junta,  vira  la  felicidad  de  Felipe  IV^  tnra, 
viva;  con  que  los  Reyes  se  retiraron  á  las  once  al  palacio 
del  Betiro,  dando  fin  á  la  fiesta^  siendo  de  tal  calidad, 
que  la  pudieron  envidiar  los  más  pomposos  frutos  que  ce- 
lebran las  memorias  del  mundo  en  siglos  pasados  y  han 
de  celebrar  en  los  futuros. 

Los  dias  siguientes,  desde  el  15  hasta  el  25  de  Febre- 
ro ^  continuaron  las  fiestas,  dirigidas,  el  primer  dia,  por 
la  Condesa  de  Olivares,  con  teatro,  baile,  loas  y  merienda; 
el  segundo,  por  el  Conde-Duque,  con  máscara,  folla  y  en- 
tremeses; el  tercero,  paseos  en  barcos,  con  músicas,  co- 
ros, iluminación  y  cena  espléndida  en  el  bosque;  otro  dia 
toros  con  rejoncillos  en  la  plaza  nueva;  otro  un  certamen 
poético,  que  presidió  Luis  Velez  Guevara,  y  de  que  faé 
secretario  Alfonso  de  Batres,  y  jueces  el  Príncipe  de  Es- 
quilache  y  otros;  otro  dia,  cucañas  y  carnestolendas  por 
las  salas,  con  huevos  de  olor;  el  domingo  de  Carnaval,  22 
de  Febrero,  una  gran  mojiganga  y  músicas,  baile  y  co- 
media por  la  noche;  lunes,  carreras  de  cañas  todos  dis- 
frazados, y  martes,  otra  gran  mojiganga  y  la  represen- 
tación de  la  comedia  Don  Quijote  de  la  Maticha,  de  don 
Pedro  Calderón, 


NÚMERO  5. 


Relación  de  la  fiesta  que  hizo  á  Sus  Majestades  y  Altezas 
el  Conde^Duque  la  noclie  de  San  Juan  de  este  año  t¿«  1631. 

Habiendo  festejado  á  Sus  Majestades  y  Altezas  domin- 
go 1.*"  de  Junio  la  excelentísima  señora  Condesa-Duque- 
sa de  San  Lúcar  en  el  jardin  del  Conde  de  Monte  Bey, 
su  hermano^  con  una  fiesta,  no  prevenida  con  ostenta- 
ción,  sino  con  gusto,  poniendo  en  ella  la  generosa  y  ati- 
nada sazón  con  que  tantas  veces  lo  hace ,  ya  en  ocasiones 
del  cumplimiento  de  sus  años,  ya  de  felices  sucesos  de 
sns  monarquías,  y  ordinariamente  por  sólo  entretenellos, 
tomando  de  la  merecida  gracia   que  alcanzan  mujer  y 
marido  con  Sus  Majestades,  no  más  del  ansia  y  acierto  de 
servillos ;  quiso  el  excelentísimo  señor  Conde- Duque  de 
volver  á  festejallos  en  el  mismo  sitio  la  noche  de  San 
Juan,  y  teniendo  tan  pocos  dias  para  disponello  y  ejecu- 
tallo,  se  resolvió  á  mostrar  hasta  en  esto  el  amor  y  el 
cuidado  con  que  sirve  al  Bey  nuestro  señor,  y  cuan  fá- 
cilmente vence  lo  más  dificultoso  en  su  nombre;  y  para 
primera  prevención  de  la  fiesta,  que  habia  de  constar,  en- 
tre otros  aparatos,  de  dos  comedias  nuevas,  que  aun  no  es- 
taban escritas  ni  imaginadas,  ordenó  S.  £.  á  Lope  de 
Vega  que  escribiese  la  una,  que  lo  hizo  en  tres  dias  ;  y  á 
don  Francisco  de  Quevedo  y  á  D.  Antonio  de  Mendoza 
la  otra,  que  la  acabaron  en  solo  uno,  entregándolas  para 
que  las  estudiasen  á  las  dos  compañías  de  Avendaño  y 
Vallejo,  las  mejores  que  hoy  representan.  T^no  rindién- 
dose el  Conde  al  poco  tiempo  que  le  quedaba  para  tanto 
como  tenía  dispuesto,  en  medio  de  sus  grandes  cuidados 


252  EL   ANTIGUO   MADRID. 

y  desvelos  en  el  universal  despacho  de  los  negocios ,  sin 
hacer  falta  á  ninguno,  parece  que  cuidaba  de  solo  ¿ste, 
tomando  para  alivio  de  tantas  fatigas  j  por  premio  de 
tan  gloriosos  trabajos,  entretener  á  Sus  Majestades  en  el 
más  lucido,  apacible  y  decente  divertimiento  que  pudo 
trazar  su  buen  gusto,  no  menos  galante  y  bizarro  en  las 
materias  leves  y  entretenidas,  que  prudente  y  desvelado 
en  las  severas  y  grandes.  Y  para  que  ni  en  cosas  tan  re- 
tiradas ya  de  sus  ejercicios  faltase  nada  á  la  puntualidad 
con  que  sirve  al  Bey,  lo  dispuso  todo  en  esta  forma  : 

Eligió  en  el  jardin  la  parte  más  á  propósito  para  las 
estancias  en  que  hablan  de  asistir  las  personas  Reales  y 
las  damas,  y  algunas  grandes  señoras,  deudas  suyas,  que 
embozadas  se  hablan  de  admitir  á  la  fiesta,  y  otras  mujeres 
de  ministros  y  criadas  suyas,  y  el  teatro  y  lo  demás  ima- 
ginado para  las  divisiones  en  que  Sus  Majestades  y  Al- 
tezas se  hablan  de  hallar  á  diferentes  horas.  Y  encargó  la 
fábrica  al  marqués  Juan  Bautista,  hermano  del  cardenal 
Crescencio,  caballero  del  Hábito  de  Santiago  y  superin- 
tendente de  las  obras  de  palacio  y  de  la  junta  de  obras 
y  bosques ,  persona  no  monos  señalada  que  por  su  bon- 
dad y  nobleza,  por  la  insigne  obra  del  panteón  de  San 
Lorenzo,  que  ha  pendido  de  su  ingenio  y  cuidado.  £1 
cual,  por  las  advertencias  del  Conde,  y  hallándose  algunas 
veces  á  encaminallas  y  dallas  prisa  mi  señora  la  Condesa, 
se  armó  un  hermoso  cenador,  adornado  rica  y  desahoga- 
damente, en  que  se  pusieron  las  sillas  del  Itey  y  sus  her- 
manos, y  las  almohadas  de  la  Reina  nuestra  señora  para 
ver  desde  allí  las  comedias ;  y  á  sus  lados  otros  dos,  com- 
puestos no  menos  lucidamente ,  en  que  asistieron  las  da- 
mas y  señoras  de  honor  que  se  nombran  después.  Y  en- 
tre unos  y  otros  unos  nichos,  en  que  retiradamente  estu- 
vieron los  condes  de  Olivares.  Y  enfrente  del  sitio  de  los 
reyes  se  fabricó  el  teatro  de  los  representantes,  corona- 


APéKDICE.  253 


do  de  muchas  luces,  en  faroles  cristalinos,  y  de  varias 
flores  y  hierbas,  que  no  sólo  hacian  hermosura,  sino  ad- 
miración en  el  modo  con  que  estaba  dispuesto.  Y  i  los  la- 
dos de  este  tablado,  con  distancia  proporcionada ,  se  fa- 
bricaron otros  dos,  que  en  el  más  vecino  asistiéronlas  se- 
ñoras, y  en  el  otro  las  criadas,  trazados  con  tal  arte,  que 
de  ambos  se  gozaba  todo  sin  embarazar  en  nada. 

Abriéronse  puertas  á  los  dos  jardines  confinantes  (1). 
En  el  del  Duque  de  Maqueda,  que  fué  del  Patriarca  Carde- 
nal de  Guzman,  se  pusieron  unas  enramadas  para  el  efec- 
to que  se  dirá  después ;  y  en  el  de  D.  Luis  Méndez  de 
Carrion  se  fabricó  otro  muy  excelente,  por  lo  que  se  verá 
adelante ;  y  en  lo  más  escondido  de  él  se  eligió  parte 
donde  estuvieron  los  oficios  sin  confusión,  y  fáciles  y 
prontos  para  cuanto  fueren  menester;  y  por  la  parte  del 
Prado  se  levantaron  unos  tablados  grandes,  hechos  en  tal 
forma,  que,  sin  embarazar  el  jardin,  estaba  en  él,  donde  ha- 
blan de  asistir  los  seis  coros  de  música,  y  capaces  para 
hospedar  á  todos  los  señores  y  caballeros  que  quisiesen 
ocupallos,  porque  á  ninguno  se  dio  lugar  en  la  fiesta,  por 
la  circunstancia  que  se  entenderá  á  su  tiempo;  y  porque 
ninguna  cosa  se  embarazase  con  otra,  partió  el  Conde 
el  cuidado  de  cada  una  de  las  esenciales  de  esta  ma- 
nera: 

AI  Duque  de  Medina  de  las  Torres,  su  hijo^  sumiller 
de  Corps  de  Su  Majestad,  encargó,  por  lo  menos  fácil  de 
perfeccionar  y  conseguir,  las  músicas  y  las  comedias,  para 
que  estuviesen  prevenidas  con  puntualidad ;  y  el  mismo 

(1)  Este  de  Monterrey  esta-  tres  juntos  ocupaban  todo   el 

ba  donde  ahora  San  Fermín ,  y  espacio  que  media  entre  la  Car- 

confinaban  con  él  los  del  Du-  rera  de  San  Jerónimo  y  calle 

que  de  Maqueda  (después  de  de  Alcalá,  ó  sea  la  extensión  del 

Villahermosa)  y  Méndez  Carrion  salón  del  Prado, 
^hoy  de  Alcafiices),  con  que  los 


254  EL  ANTIGUO   MADRID. 


cuidado  del  Conde  no  pudo  disponello  mejor^  que  los  obe- 
deció el  Duque, 

Los  tablados  de  la  parte  de  afuera,  y  el  palenque  que 
se  hizo  para  los  coches  de  Su  Majestad  y  de  las  damas  ^  y 
que  estuviese  todo  despejado  y  prevenido  con  decencia  y 
autoridad  y  encomendó  á  D,  Luis  de  Haro,  su  sobrino, 
gentil-hombre  del  Bey,  y  que  ordenase  á  los  músicos  los 
tiempos  á  que  habian  de  cantar,  para  que  en  ninguno  falta- 
sen las  voceS;  y  en  todo  se  oyese  diferente  armenia,  qne  lo 
ejecutó  con  cuanta  diligencia  lo  trazó  el  desvelo  de  su  tío. 

Las  viandas  tuvo  á  cargo  D.  Diego  Messia,  marqnés 
de  Léganos,  su  primo,  gentil-hombre  de  la  cámara  de  Sn 
Majestad  y  de  su  Consejo  de  Estado,  comendador  mayor 
de  León  y  capitán  general  de  la  caballería  de  España, 
y  con  ser  tanto  á  lo  que  se  habia  de  atender,  y  tan  dificul- 
toso la  gente  con  quien  se  habia  de  tratar,  lo  dispuso  el 
Marqués  tan  á  razón  y  tan  á  tiempo,  que  aun  esto  pndo 
acreditar  cuánto  en  cosas  mayores  se  fía  de  él  el  Conde. 

La  víspera  de  San  Juan  fué  á  comer  al  jardin  la  Con- 
desa de  Olivares  para  ver  si  estaba  todo  tan  bien  dispues- 
to como  el  Conde  lo  habia  prevenido,  y  para  ajusiallo  de 
suerte  que  ni  á  la  comodidad  ni  á  la  grandeza  faltase 
nada  de  lo  imaginado ;  y  hallando  que  algunas  cosas  no 
estaban  en  la  perfección  que  el  Conde  queria,  las  hizo  pu- 
lir y  poner  de  manera  que,  en  la  atención  y  respeto 
grande  con  que  ambos  sirven  al  Bey,  no  les  quedó  escrú- 
pulo ninguno. 

Llevó  consigo  á  la  señora  doña  Elvira  de  Guzman^ 
hija  del  Marqués  de  las  Navas,  dama  de  la  Reina  nues- 
tra señora,  y  estando  ya  todo  en  aquel  aventajado  punto 
que  deseaba,  avisó  al  Conde  que  ya  podia  ir  Su  Majestad 
cuando  fuese  servido.  Adelantóse  el  Conde  al  jardin,  y  do 
halló  qué  enmendar,  sino  qué  agradecer  al  cuidado  de  to- 
dos, si  bien  en  las  mayores  prevenciones,  aun  no  lepa* 


AP:éKDiC£.  255 


recia  á  su  bizarría  que  estaba  bastantemente  dispuesto  lo 
que  él  quisiera,  para  que  Sus  Majestades  y  Altezas  que- 
daran perfectamente  servidos. 

Llegaron  los  reyes  cerca  de  las  nueve  de  la  nocbe,  y 
salió  á  recibillos  la  Condesa,  y  al  punto  empezó  el  coro 
de  los  instrumentos  ^  no  en  aquella  armonía  que  hace  más 
estruendo  que  agrado,  sino  en  la  suavidad  apacible  de 
flautas  y  bajoncillos.  Entraron  por  el  palenque,  y  cuando 
en  el  Prado,  por  donde  venian  cuanta  inmensidad  de 
gente  y  coches  tiene  la  Corte ,  no  toparon  embarazo  nin- 
guno, y  al  instante  se  hallaron  en  los  mismos  cenadores 
que  habian  de  ocupar;  y  continuando  la  música,  se  divir- 
tieron en  ver  el  adorno  y  aparato,  admirando  después  de 
ello  la  quietud  y  soledad  del  sitio,  hallando  sólo  en  él  los 
que  servian,  que  eran  de  los  muchos  criados  del  Conde  los 
menos  y  escogidos  para  obedecer  lo  que  se  les  ordenase. 
Y  antes  de  ocupar  Sus  Majestades  y  Altezas  y  las  damas 
sus  asientos,  les  sirvieron  á  los  reyes  y  sus  hermanos 
unas  bandejillas  colchadas  de  ámbar,  y  con  agua  de  ella 
unos  pomos  de  cristal  y  lienzos,  ramilletes  y  búcaros,  y 
á  la  Reina  nuestra  señora  lo  mismo,  y  en  vez  de  bandeji- 
lla,  un  abano  de  Italia;  y  á  las  damas  y  señoras  de  honor 
abanos  y  lienzos  mojados  en  agua  de  ámbar,  búcaros  y 
ramilletes.  Y  al  punto  salieron  al  tablado  las  guitarras  de 
la  primera  comedia,  que  la  representó  Vallejo,  y  fué  la 
que  escribieron  D.  Francisco  de  Quevedo  y  D.  Antonio 
de  Mendoza,  que  se  llamó  Quien  más  intente  medra  más, 
poblada  de  las  agudezas  y  galanterías  cortesanas  de  don 
Francisco,  cuyo  ingenio  es  tan  aventajado,  singular  y 
conocido  en  el  mundo  (1).  Y  en  habiendo  cantado  los  mú- 


(1)  Entiendo  que  esta  come-      Antonio  Mendoza  con  el  título 
día  puede  ser  la  misma  que  se      de  Empeños  del  mentir, 
publicó  en   las  obras  de  Don 


256  EL   ANTIGUO  MADRID. 


sicos,  se  introdujo  por  loa  una  pandorga  de  la  noche  de 
San  Juan ,  entretenida  y  alegre,  con  variedad  de  instru- 
mentos vulgares,  Y  María  de  Riquelme,  insigne  repre- 
sentanta^  en  pocas  y  sazonadas  coplas  dio  la  bienvenida  á 
los  huéspedes,  celebrando  sus  heroicas  partes  y  virtudes, 
en  que  la  más  dilatada  pluma  quedará  á  deber  infinito  a 
la  verdad  y  a  la  obligación,  agradeciéndoles  la  honra  y 
favor  que  hacian  á  tan  gran  criado,  diciendo  al  Rey  que 
en  el  celo  y  amor  del  Conde,  más  lo  debia  en  hallarse  por 
Su  Majestad  en  fiestas  que  en  trabajos ;  y  pidió  que  le  die- 
sen por  testimonio  que  el  Conde-Duque  se  hallaba  en  al- 
guna ,  porque  en  la  increíble  y  constante  asistencia  de  los 
negocios  á  que  por  el  servicio  de  Su  Majestad  se  ha  en- 
tregado, sin  divertirse  ni  aun  á  pensar  en  si  mismo,  ni  en 
comodidades  ni  acrecentamientos  de  su  casa  y  persona, 
pareció  no  sólo  novedad,  sino  espanto,  que  el  Conde  asis- 
tiese en  fiestas,  y  ésta,  por  ser  para  los  reyes,  la  llamó 
suya. 

Duró  la  fiesta  dos  horas  y  media,  adornada  de  excelen- 
tes bailes,  y  aunque,  por  el  poco  tiempo  que  tuvieron  los 
farsantes  para  estudialla,  no  se  pudo  lograr  todo  el  donaire 
de  la  invención  y  los  versos,  es  sin  duda  que  en  muchas 
comedias  de  las  ordinarias  no  se  vieron  tantos  sazonados 
chistes  juntos  como  en  esta  sola  ;  que  en  la  agudeza  de 
don  Francisco  de  Quevedo,  un  solo  dia  de  ocupación  fué 
sobrado  campo  para  todo. 

En  acabándose  la  primera  comedia,  se  levantaron  Sus 
Majestades  y  pasaron  al  jardin  del  Duque  de  Maqneda, 
donde  estaban  hechas  las  enramadas  distintas ,  comoni- 
cándose  unas  á  otras  y  compuestas  de  muchas  flores  y 
luces  :  una  para  la  Reina  nuestra  señora ,  otra  para  el  Bey 
y  los  señores  infantes,  y  la  tercera  para  las  damas,  y  en 
ellas  tres  bufetes,  y  en  el  del  Rey  un  azafate  con  herre- 
ruelo de  albornoz  noguerado^  largeado  de  caracoles  en- 


APÍNDICK.  257 


contradoBy  hechos  de  sevillanejas  negras  y  de  plata ,  y  por 
alamares,  unos  corchetes  de  plata  de  martillo  con  fajas  y 
sin  forro;  sombrero  blanco,  y  por  toquilla  puntas  de  plu- 
ma nogueradas  y  penacho  pequeño,  broquel  de  cuero  de 
ámbar  y  guarnición  de  plata,  y  una  valona  caida  con  pun- 
tas; y  para  el  señor  infante  D.  Carlos,  un  capote  de  al- 
bornoz pardo,  largueado  de  sevillanejas  negras  y  oro,  y 
con  fajas  y  alamares  de  lo  mismo ;  su  broquel  de  ámbar 
con  guarnición  dorada,  y  sombrero  con  puntas  y  plumas;  al 
señor  Infante  Cardenal,  albornoz  plateado,  labrado  de  sevi- 
llanejas pardas  en  ondas,  y  alamares  y  fajas  de  lo  mismo; 
sombrero  y  valona,  y  el  broquel  de  ámbar  guarnecido  de 
acero  pavonado  y  blanco,  y  espada  pavonada  de  lo  mismo. 

£n  otro  azafate  una  canastilla  de  cuero  turco,  leonado, 
con  galones  de  oro,  llena  de  varios  dulces  para  hacer  co- 
lación ;  y  otro  azafate  con  búcaros ,  y  una  franquera  de 
plata  de  diferentes  aguas,  sin  que  nadie  les  sirviese,  por 
estar  menos  embarazados. 

En  la  enramada  de  la  Beina,  un  espejo  y  un  azafate 
con  nn  ferreruelo  de  lanilla  noguerada,  largueado  de  una 
forma  de  labor  como  ramillos  hechos  de  sevillanejas  ne- 
gras y  plata,  y  en  lugar  de  alamares,  unos  corchetes  de 
plata  de  martillo;  el  forro,  de  tafetán  noguerado,  presilla- 
do  de  zorzales  de  plata  y  seda  negra,  un  manto  de  gloría 
con  puntas  grandes,  sombrero  blanco  con  puntas  de  plu- 
mas nogueradas,  orladas  de  lantejuelas  de  plata,  y  el 
plumaje  con  lantejuelas;  un  puntillo  blanco  en  forma  de 
lechuguilla ;  y  no  se  le  tuvo  colación  aparte,  porque  quiso 
hacella  con  el  Rey  y  sus  hermanos. 

En  la  enramada  de  las  damas  habia  muchos  azafates 
con  sombreros  blancos,  partida  la  falda,  y  con  puntas  de 
plumas  y  plumajes  airosos  pardos,  noguerados  y  negros, 
un  color  en  cada  uno,  y  mantos  de  gloría  con  puntas,  y 
puntillos  de  diferentes  maneras,  y  cuatro  canastillas  de 

II.  17 


258  EL   ANTIGUO   MADRID. 

Portugal  con  los  dulces  para  la  colación,  frasqueras  de 
plata  y  azafates  con  búcaros ;  y  para  las  señoras  de  honor, 
ferreruelo  de  anafaya,  y  sombreros  negros  sevillanos ,  y 
por  cairel  ribetes  de  terciopelo  negro,  los  cordones  de  lo 
mismo,  levantada  la  falda  con  un  alamar  de  lo  propio. 

Acabada  la  colación ,  y  entrando  con  el  airoso  y  de- 
cente disfraz  que  tomaron ,  salieron  Sus  Majestades  y  Al- 
tezas y  las  damas  i  la  segunda  comedia;  y  el  Rey  nues- 
tro señor,  y  la  Beina  nuestra  señora,  de  la  mano ;  el  Bey 
en  valona  de  puntos  sin  aderezo ,  el  herreruelo  y  el  som- 
brero del  color  referido,  y  el  broquel  en  la  cinta,  y  la 
Reina  con  el  lierreruele,  sombrero  y  puntillo  que  estaba 
en  su  azafate,  añadiendo  á  la  natural  y  maravillosa  gen- 
tileza y  hermosura  suya  todo  el  aire  de  bizarría,  sin  per- 
der ninguna  parte  de  la  majestad ,  en  que  no  es  menos 
señalada  que  en  las  demás  admirables  virtudes  y  perfec- 
ciones que  resplandecen  en  ella.  Los  señores  infantes 
acompañándolos  en  el  propio  hábito  del  Rey,  siguiéndose 
las  damas  con  los  ya  referidos  sombreros  blancos,  puntillos 
y  mantos  de  gloria,  sin  que  lo  desusado  del  traje  queda- 
se &  deber  ninguna  bizarría  al  autorizado  y  real  modo 
con  que  se  visten  ordinariamente,  juntando  lo  que  la  vul- 
gar censura  y  envidia  quiere  dividir  siempre,  que  es  la 
mucha  belleza  y  el  buen  aire.  Y  acompañadas  de  las  se- 
ñoras de  honor,  y  haciendo  reverencia  á  Sus  Majestades  y 
Altezas,  pasaron  las  unas  al  puesto  primero,  y  las  otras 
se  quedaron  en  el  que  tenian.  Y  el  haber  de  salir  Sus  Ma- 
jestades y  Altezas  y  las  damas  en  este  traje  fué  cansa  que 
no  se  permitiesen  á  la  fiesta  4  los  señores  y  caballeros  de  h 
Corte,  ni  aun  á  les  criados  lucidos  y  grandes,  si  bien  den- 
tro del  mismo  disfraz  se  descubría  toda  la  decencia  y  auto- 
ridad de  palacio.  Y  aunque  4  muchos  les  parecerá  nuero 
en  personas  tan  soberanas  y  fuera  de  su  retiro,  no  tendrán 
noticia  de  las  veces  que  los  reyes  católicos  los  hicieron 


APÉNDICE.  259 


publicar  :  principes  tan  señalados  en  la  majestad  y  me- 
sura, como  en  la  prudencia  y  valor.  Y  que  en  el  lustre  de 
su  palacio,  y  en  la  grandeza  con  que  se  criaban  en  ¿1  las 
hijas  de  los  mayores  caballeros  y  señores  del  reino,  nun- 
ca les  fué  comparable  ninguno,  y  aun  no  recataban  que 
las  damas  y  galanes  se  comunicasen  y  viesen  en  todas  oca- 
siones, sabiendo  que  el  decoro  y  veneración  en  ellos  no 
habían  menester  leyes. 

Estando  ya  sentados  todos  se  empezó  la  segunda  farsa, 
que  fué  la  de  Lope  de  Vega ,  llamándose  La  Noche  de 
San  Juan,  retratando  en  ella  las  alegrías,  licencias,  tra- 
vesuras y  sucesos  de  la  misma  noche,  escrita  con  toda  la 
gala,  donaire  y  viveza  que  ha  mostrado  este  maravilloso 
ingenio  en  tantas  como  ha  escrito,  en  que  ninguno  del 
mundo  le  ha  igualado,  y  de  quien  los  que  agora  florecen 
en  este  arte  le  han  aprendido. 

Representó  al  principio  una  loa  suya  de  apacibles  y 
extremados  versos,  en  que  una  villana  hablaba  con  los 
reyes  y  los  infantes,  celebrando  sus  heroicas  virtu- 
des, merecedoras  de  mayor  voz  y  de  ocupar  todas  las 
plumas;  y  entre  otras  buenas  partes  que  tuvo,  fué  ser  bre- 
ve y  elegantemente  representada,  ayudándose  de  tres 
bailes  muy  gustosos,  compuestos  por  Luis  de  Benavente, 
persona  de  gran  primor  en  este  ejercicio. 

Acabada  la  comedia  con  el  aplauso  que  se  le  debia, 
volvieron  á  cantar  los  diferentes  coros  de  música,  y  los 
reyes,  los  infantes  y  las  damas  se  retiraron  á  una  gale- 
ría de  ramos  y  flores ,  que  estaba  hecha  en  el  jardín 
de  D.  Luis  Méndez,  y  allí  se  estuvieron  el  brevísimo  rato 
que  se  tardó  en  disponer  la  media  noche,  poniéndose  en 
cada  cenador  una  mesa,  y  junto  á  ella  un  escaparate,  en 
qué  estaban  frdscos  de  diferentes  aguas  de  limonadas, 
búcaros  y  vidrios,  principios  y  postres  :  el  bufete  de  Su 
Majestad  y  sus  Altezas  en  alto  ;  las  mesas  de  las  damas 


260  EL   AKTIOUO   MADRID. 


bajas  con  los  mismos  aparadores,  y  á  un  tiempo  se  pu- 
sieron las  viandas  en  todas,  y  cenaron ,  asistiendo  al  Bey 
sólo  el  Conde- Duque  y  la  Condesa,  que  ella  sirvió  la  copa 
á  Sus  Majestades ,  y  ól  ¿  sus  Altezas.  Y  en  los  dos  cena- 
dores distintos  en  que  cenaron  las  damas,  servía  en  cada 
uno  sólo  un  criado  del  Conde,  y  otro  en  el  tablado  de  las 
señoras  y  deudas  suyas,  que  se  nombrarán  después,  sir- 
viéndose ¿  un  mismo  tiempo  cinco  viandas  con  abundan- 
cia y  regalo  admirables,  y  m¿s  por  la  quietud,  puntuali- 
dad y  asistencia,  llevándose  cantidad  de  platos  á  los  mú- 
sicos y  representantes,  y  á  muchos  caballeros  y  señores  que 
por  la  parte  del  Prado  los  pedian,  sin  que  en  los  oficios, 
y  en  la  mucha  gente  que  los  asistian,  se  oyese  una  voz ; 
que  la  prevención  del  Marqués  lo  trazó  de  suerte  que  d¡ 
fuese  necesario  pedir  ni  esperar  nada. 

Todo  el  intermedio  de  la  cena  fueron  alternando  los 
coros  de  las  músicas  en  competencia  tan  apacible,  que 
tanto  por  ser  de  las  mejores  de  España,  como  por  el  gas- 
to  de  aventajarse  cada  una,  se  señalaron  todas. 

Acabada  la  cena,  se  fueron  á  poner  en  los  coches  que 
estaban  dentro  del  palenque,  y  tan  vecinos  al  sitio  en  que 
cenaron,  que  sólo  una  puerta  con  cuatro  escalones  les  di- 
vidia.  Entraron  Sus  Majestades  y  Altezas  en  su  coche,  y 
junto  á  él,  con  distancia  proporcionada  para  que  cupiesen 
algunos  criados,  en  medio  iba  otro  con  el  primer  coro  de 
música,  y  detras,  á  caballo,  el  Conde  Duqne  y  la  guarda 
sin  armas.  Siguieron  luego  los  coches  de  las  damas;  en 
el  primero,  las  señoras  doña  Isabel  y  doña  Ana  María  de 
Velasco,  hijas  la  primera  del  Marqués  de  Fromesta,  y  la 
segunda,  del  Conde  de  Siruela;  doña  Luisa  de  Benavides, 
hija  del  Conde  de  Santistéban;  doña  Luisa  Enríqnez, 
hija  del  Conde  de  Salvatierra ;  doña  María  de  Castro,  hija 
del  Marqués  de  Gobea,  y  con  ellas  las  marquesas  de  Vi- 
Uareal  y  Condesa  de  Santistéban,  señoras  de  honor,  y  con 


APÉNDICE.  261 


este  coche  otro  de  música,  j  entre  ellos  un  guarda-damas, 
un  repostero  de  camas  y  la  guarda*  Y  disfrazados  en  el 
traje  de  ella,  algunos  galanes,  que  observando  el  forzoso 
respeto  de  palacio,  iban  más  acechando  que  asistiendo. 

En  el  segundo  coche  de  damas,  las  señoras  doña  Anto- 
nia de  Mendoza ,  hija  del  Conde  de  Castro ;  doña  Mariana 
de  Córdoba,  del  Marques  de  Gnadalcázar;  doña  Beatriz 
de  Sayavedra,  hija  del  Conde  de  Castellar;  doña  María  de 
Toledo,  del  Conde  de  Santillana ;  doña  Catalina  de  Pi- 
mentel,  del  Conde  de  Benavente ;  doña  Juana  de  Armen- 
daris ,  del  Marqués  de  Cadereita,  y  la  Condesa  de  Castro, 
señora  de  honor,  llevando  á  su  lado  otro  coche  de  música, 
y  asistido  de  los  mismos  criados. 

En  el  tercero,  las  señoras  doña  Ana  Bazan,  hija  del 
Marqués  de  Santa  Cruz,  y  doña  Juana  Fimentel,  del 
Marqués  de  Tabara;  doña  Jerónima  de  Mendoza,  del 
Marqués  de  Belmar ;  doña  María  Bazan,  del  Conde  de 
Santistéban,  y  doña  Ana  María  y  doña  Antonia  María  de 
Córdoba,  señoras  de  honor,  y  otro  coche  de  música  con 
la  misma  asistencia. 

En  el  cuarto  coche,  las  señoras  doña  Inés  María  de 
Arellano,  hija  del  Conde  de  Aguilar ;  doña  Bárbara  de 
Lima,  del  Conde  de  Castro;  doña  Lucrecia  Palafox,  del 
Marqués  de  Ariza;  doña  Andrea  Pacheco,  del  Marqués 
de  Castro-fuerte ;  la  Condesa  de  Eril  y  la  Marquesa  de 
Montealegre,  señora  de  honor  y  guarda  mayor  de  las  da- 
mas. Con  este  coche,  otro  de  música,  y  tan  nivelados  y 
prevenidos ,  que,  en  la  muchedumbre  y  confusión  del  Pra- 
do, no  hallaron  estorbo  ninguno,  ni  tuvo  necesidad  la  guar- 
da de  valerse  de  la  forzosa  demasía  con  que  despeja  y 
hace  paso  en  los  lugares  públicos,  ajustado  todo  por  la 
prevención  de  D.  Luis  de  Haro,  que  ejecutó  con  suma 
puntualidad  lo  que  dispuso  y  le  encargó  su  tio. 

Las  señoras  embozadas  se  quedaron  en  el  jardin,  que 


262  KL   ANTIGUO   MADRID. 

fueron  la  Duquesa  de  FriaS;  las  marquesas  del  Carpió  y 
Aleañizas,  hermanas  del  Conde-Duque;  las  condesas  de 
Niebla  y  Alba,  las  marquesas  de  Léganos^  de  la  Puebla 
y  la  Inojosa,  primas  de  los  condes-duques;  doña  Catali- 
na Fernandez  de  Córdoba  y  Aragón,  hija  del  Duque  de 
Segorbe  y  Cardona,  mujer  de  D.  Luis  de  Haro. 

Los  coches  de  Sus  Majestades  y  las  damas  discurrieron 
por  el  Prado,  y  habiendo  dado  algunas  vueltas,  al  ama- 
necer se  recogieron,  y  siguiéndolos  cuantos  coches  de  se- 
ñores y  caballeros  se  hallaron  en  él. 

Entraron  en  palacio  tan  alegres,  entretenidos  y  gasto- 
sos ,  que  pagaron  la  fiesta  no  sólo  en  darse  por  servidos 
de  toda,  sino  celebrándola  con  el  agrado  y  encarecimien- 
to que  merecía ;  pues  cuando  no  fuera  de  un  criado  y  mi- 
nistro, que  entre  tantos  y  tan  señalados  servicios  se  la 
debieran  aplaudir  por  agradecimiento  de  todos,  ella  por 
sí  misma  fué  tan  admirable  y  tan  llena  de  cuanto  la  podo 
hacer  excelente ,  que  cuando  la  hubiera  hecho  el  más  des- 
valido y  desayudado,  pudiera  ser  estimada  y  agradecida ; 
y  púdose  notar  en  ella,  entre  tantas  cosas  tan  señaladas, 
dos  bien  singulares  :  la  primera,  que  al  amanecer  se  des- 
cubrió en  el  jardin  tanta  gente  escondida ,  que  hizo  admi- 
ración su  quietud  y  su  paciencia ,  pues  era  forzoso  que 
para  no  ser  vista  sufriese  muy  estrecho  retiramiento;  la 
otra,  que  estando  el  Prado  tan  vecino,  que  no  le  dividía 
sino  una  pared  delgada,  y  asistiendo  en  él  á  aquellas  ho- 
ras cuanta  muchedumbre  licenciosa  v  atrevida  tiene  Ma- 
drid,  ni  con  la  libertad  de  la  noche,  ni  con  la  ansia  de  ver 
la  fiesta,  en  que  no  era  admitida, y  envidiando  á  los  pocos 
señores  que  cabian  en  los  tablados,  estuvo  tan  quieto  j 
respetivo  el  pueblo,  que  se  mostró  bien  la  reverencia  con 
que  se  mira  lo  real  y  lo  soberano,  y  cuan  de  part«  estaban 
todos  de  la  fiesta  y  del  dueño. 


NUMERO  6; 


(Manaacrlto  contemporáneo.) 

Relación  de  todo  lo  sucedido  en  el  caso  de  la  Encantación 
Benita^  que  llaman  de  San  Plácido,  de  esta  corte. 

Habiendo  heredado  joven  la  corona  Felipe  IV,  era  todo 
su  valimiento  el  Conde  de  Olivares,  tercer  hijo  de  la  casa 
de  Medinasidonia,  con  quien  tenía  gran  cabida  D.  Jeró- 
nimo de  Villanueva,  proto-notario  de  Aragón  y  aj- uda  de 
cámara,  todos  tres  mozos;  y  con  la  ocasión  de  ser  el  pro- 
to-notario  patrono  del  convento  de  la  Encarnación  Beni- 
ta, unido  junto  á  su  casa,  estando  un  dia  en  conversación 
los  tres  casualmente,  dijo  que  en  su  convento  estaba  por 
religiosa  una  hermosísima  dama  :  la  curiosidad  del  Rey  y 
el  encarecimiento  del  proto-notario  dio  motivo  á  que  el  rey 
Felipe  quiso  verla.  Pasó  disfrazado  al  locutorio  ,  donde 
D.  Jerónimo ,  como  patrono,  con  su  autoridad  dispuso  el 
que  la  viera. 

Enamoróse  el  Bey  ;  el  Conde  con  su  poder  facilitó  las 
disposiciones,  y  en  fin,  todas  las  noches  eran  largas  las 
visitas.  No  se  pudo  esconder  tanto  este  galanteo,  que  no 
censurase  el  convento,  y  el  Rey,  encendido  con  el  fuego 
de  su  apetito,  no  pretendiese  atrepellar  con  todos  los 
inconvenientes. 

Las  dádivas  y  ofrecimientos  del  Conde,  la  maña  del 
proto-notario,  la  vecindad  de  las  casas,  hicieron  romper 
la  clausura  por  una  cueva  de  la  casa  del  patrono,  que  dio 


264  EIi  ANTIGUO   MADRID. 


paso  á  ana  bóveda  del  convento ;  destinada  para  guardar 
el  carbón  (1). 

La  dama  religiosa ,  entre  resuelta  y  tímida,  no  se  atre- 
vió á  la  ejecución  de  sacrilegio  sin  dar  parte  á  la  Abadesa, 
la  cual,  estrechándose  con  el  Conde  y  D.  Jerónimo,  pro- 
curó con  todo  recato  el  disuadir  tal  empeño.  Los  dos,  re- 
sueltos 4  complacer  al  Monarca ,  la  respondieron  con  de- 
terminación, á  que  ella,  animosa,  la  noche  que  estaba  pre- 
venida para  la  ejecución,  dispuso  en  la  celda  de  la  dama 
un  estrado,  en  cuyas  almohadas  la  hizo  reclinar,  y  á  su 
lado  puso  un  devoto  crucifijo  con  luces.  Entró  por  la  mi- 
na ,  primero  D.  Jerónimo,  dejando  en  su  casa  al  Rey  y  al 
Conde ,  y  á  vista  de  aquel  espectáculo,  volvió  confuso  y 
se  suspendió  la  ejecución. 

(Aquí  hay  un  párrafo  en  que  supone  el  autor  anónima 
que,  á  pesar  de  esta  suspensión,  siguió  aquel  galanteo  y 
criminales  relaciones  por  largo  tiempo,  y  continúa : ) 

No  pudo  estar  secreto  en  tanta  continuación  este  suce- 
so. Los  prelados  de  la  religión ^  confusos,  averiguaron  el 
todo  :  entre  el  error  y  el  poder  vacilaban.  En  fin,  llegó  á 
noticia  del  Santo  Tribunal  todo  el  caso.  Era  inquisidor 
general  D.  fray  Antonio  de  Sotomayor,  religioso  domini- 
co, arzobispo  de  Damasco,  confesor  del  Rey.  Éste  tuvo 
audiencias  repetidas  y  secretas  con  el  Rey,  ad virtiéndole 
los  muchos  errores  que  se  habian  cometido  en  el  cuento. 
Dio  Felipe  IV  palabra  de  abstenerse  de  toda  comunica- 
ción, y  que  inadvertido  se  habian  hecho  aquellas  demos- 

(1)  Esta  casa  es  hoy  la  sefia-  estuvo  hasta  hace  pocos  afioasn 
lada  con  el  número  8  nuevo  de  magnifico  establecimiento  tipo- 
la  calle  de  la  Madera,  propiedad  gráfico, 
del  sefior  Rivadeneyra,  en  la  que 


APÉNDICE.  265 


traciones;  pero  laégo  se  lo  participó  al  Conde-Duque  para 
que  discurriese  la  enmienda. 

El  Santo  Tribunal  fulminó  causa  contra  D.  Jerónimo 
de  Villanueva ,  que  en  las  declaraciones  secretas  que  se 
habian  tomado  resultó  culpado,  y  pasó  á  prenderle  (1). 
El  Rey  y  el  Conde  resolvieron  disimular  aquella  pri- 
sión; pero  el  Conde,  receloso  no  le  sucediera  algún  de- 
saire, previno  al  Rey  el  riesgo  y  procuró  atajar  todo  el 
cuento. 

Lo  primero  que  hizo  fué  irse  una  noche  á  la  casa  del 
Inquisidor  General  á  estar  con  él,  y  sin  darse  por  enten- 
dido de  nada,  le  puso  delante  dos  decretos  del  Rey,  el 
uno  en  que  S.  M.  le  concedia  doce  mil  ducados  de  renta 
con  la  calidad  que  hiciese  renuncia  de  la  inquisición  y  se 
retirase  á  Córdoba  (que  era  su  patria)  luego;  y  no  acep- 
tando esto,  el  otro  decreto  era  echándole  las  temporalida- 
des dentro  de  veinticuatro  horas ,  saliendo  desterrado  de 
todos  los  reinos.  Aceptó  el  Arzobispo  el  primer  decreto, 
hizo  la  dejación  y  se  retiró  á  Córdoba.  Estaba  por  emba- 
jador de  Roma  el  Conde  de  Peñaranda,  y  empezaba  su 
pontificado  Urbano  VIII.  Despachó  postas  el  Conde-Du- 
que con  pliegos  al  Papa  y  al  Embajador,  y  dentro  de  po- 
cos dias  vino  orden  muy  apretada  de  Roma  para  que  la 
causa  original  la  remitiese  la  Inquisición  á  Su  Santidad, 
cesando  entonces  las  diligencias  (2),  que  se  proseguirían 
en  aquella  corte.  Obedeció  el  Santo  Tribunal  y  nombró  á 
Alfonso  Paredes,  uno  de  los  notarios  del  Consejo,  para 
que  pasase  d  Roma,  y  en  una  arquilla  cerrada  y  sellada  le 
entregaron  los  papeles. 


(1)  Fué  preso  en  30  de  Agos-  causas  originales,  sin  quedar  co- 
to de  1644  y  llevado  á  la  Inqni-  pia,  y  después  de  este  suceso  se 
sicion  de  Toledo,  D.  Jerónimo.  quedan  traslados  en  España. 

(2)  Entonces  se  enviaban  las 


266  EL  ANTIGUO   MADRID. 

El  Coude-Duque  luego  que  supo  la  elección  del  minis- 
tro, lo  primero  que  hizo  fué,  con  todo  secreto,  sacar  su 
retrato  por  un  pintor  del  Bey,  de  que  «e  hicieron  copias, 
y  enviar  una  á  Genova  al  Embajador  de  España,  otra  al 
Virey  de  Sicilia,  otra  al  de  Népoles  y  otra  al  Embajador 
de  Roma,  con  órdenes  del  Bey  para  que  estuviesen  con 
gran  cuidado,  y  en  cualquier  paraje  donde  pudiese  ser  ha- 
llado Alfonso  Paredes,  cogiesen  su  persona  y  se  la  remi- 
tiesen al  Virey  de  Ñapóles  con  suficiente  guardia  y  gran 
secreto,  y  al  Virey  que  en  el  Castel  del  Ovo,  castillo  muy 
fuerte  de  Ñapóles ,  le  pusiese  preso,  señalándole  congrua 
suficiente  para  su  sustentación,  y  que  la  arquilla  con  el 
mismo  secreto  la  remitiese  al  Bey  con  un  cabo  de  los  de 
mayor  confianza ,  sin  permitir  se  abriese. 

Alfonso  de  Paredes,  con  su  encargo,  se  embarcó  en  Ali- 
cante y  llegó  á  Genova ,  donde  desembarcó.  El  Embaja- 
dor, que  ya  tenía  prevenido  al  Dux  mucho  antes  con  las 
cartas  y  el  retrato  que  habia  recibido,  luego  supo  su  lle- 
gada; y  pasando  inmediatamente  á  noticiárselo  al  dux, 
aquella  noche  le  prendieron  y  sacaron  de  la  ciudad  por  la 
via  de  Milán,  cuyo  gobernador,  que  también  estaba  pre- 
venido ,  le  remitió  con  el  mismo  recato  á  Ñapóles,  donde 
el  Virey  ejecutó  la  orden,  poniéndole  en  el  castillo,  seña- 
lándole dos  ducatones  (1)  cada  dia  para  su  manutención, 
imponiéndole  pena  de  la  vida  si  hablaba  ó  decia  la  menor 
palabra  de  quién  era  ó  á  qué  habia  venido,  sin  permitirle 
escribir,  y  al  alcaide  hicieron  la  misma  prevención,  y  asi 
estuvo  más  de  quince  años  que  tuvo  de  vida. 

El  Virey  de  Ñapóles  remitió  la  arquilla  con  un  capitán 
confidente  suyo  al  Conde-Duque,  quien  se  la  llevó  al  Rey, 
cerrada,  como  habia  venido,  y  sin  consentir  abrirla,  los 
dos  solos  la  quemaron  en  la  chimenea  del  cuarto  del  Bey. 

(1)  Son  dos  reales  de  á  ocho. 


APÍNDICK.  267 


Ya  en  este  tiempo  Labia  el  Bey  nombrado^  por  instan- 
cias de  la  reina  doña  Isabel,  por  inquisidor  general  á  don 
Diego  de  Arce  y  Beinoso,  y  la  religión  benedictina  habia 
puesto  el  más  conveniente  remedio  en  la  reforma  del  con- 
vento de  la  Encarnación  Benita ,  siendo  desde  entonces, 
así  la  cómplice  como  todas  las  demás  religiosas,  un  relica- 
rio de  santidad. 

Como  la  causa  no  llegaba  á  Boma  (no  obstante  que  se 
susurraba  todo  el  cuento),  el  proto-notario  se  estaba  preso 
en  Toledo,  adonde  le  hablan  llevado  desde  el  principio  : 
hacían  diligencias  sus  parientes  :  el  Bey  y  el  Duque  di- 
simulaban, pasando  en  esta  suspensión  más  de  dos  años. 
Escribieron  cartas  por  el  Inquisidor  General  á  Boma,  y 
el  Conde  de  Oñate  se  estrechó  con  el  Papa,  quien  también 
disimuló,  dejándolo  todo  en  silencio,  con  que  el  Inquisi- 
dor General,  de  su  rnotu  propio,  dispuso  que  en  la  sala  de 
la  Inquisición  de  Toledo,  delante  de  los  inquisidores  y  se- 
cretarios, convocados  el  guardián  de  San  Juan  de  los  Beyes, 
el  prior  de  San  Pedro  Mártir,  el  prepósito  de  la  casa  profesa 
de  Toledo,  el  comendador  de  la  Merced,  dos  canónigos  de  la 
santa  iglesia  y  el  priordel  Carmen,  saliese  D.  Jerónimo  de 
Villanueva  á  la  sala  en  cuerpo  y  sin  pretina,  sentado  en  un 
taburete  raso ,  sin  leerle  causa,  fuese  gravemente  repren- 
dido por  el  guardián  de  San  Francisco ,  sin  declarar  la 
causa,  diciendo  haber  incurrido  en  casos  de  irreligión, 
sacrilegios  y  supersticiones,  y  otros  pecados  enormes,  por 
donde  habia  sido  incurso  en  la  bula  de  la  Cena;  y  que  por 
usar  de  misericordia  el  Santo  Tribunal  le  absolvía  de  to- 
do, con  la  calidad  de  que  por  un  año  ayunase  los  viernes, 
no  entrase  en  el  convento  de  las  monjas,  ni  tuviese  comu- 
nicación con  ninguna,  y  repartiese  dos  mil  ducados  de  li- 
mosna, con  intervención  del  padre  prior  de  Atocha,  y  de 
todo  esto  se  dio  testimonio  por  el  secretario  del  secreto,  y 
fué  suelto.  Volvióse  á  su  casa  y  empleos  con  orden  pre- 


268  EL  ANTIGUO  MADRID. 


cisa  del  Rey  de  que  nunca  le  hablase^  ni  al  Conde- Duque, 
nada  de  este  suceso. 

Así  tuvo  fin  un  tan  singular  escándalo^  que  causó  tan- 
tos disturbios. 

A  un  hijo  que  dejó  en  España  Alfonso  de  Paredes  le 
dio  el  Rey  empleo  decoroso,  con  que  se  mantuvo  con  toda 
decencia. 

A  este  suceso  se  añade  por  tradición  la  circunstancia 
de  que,  muerta  la  monja  Margarita,  la  Priora  obtuvo  del 
Rey  la  donación  del  reloj  que  aun  existe  y  que  al  dar  la 
hord  repite  los  clamores  á  difunto. 


NUMERO  i: 


Catálogo  de  los  corregidores  de  Madrid  desde  el  año 
1219  hasta  el  1766,  fonnado  con  vista  ds  los  documentos 
del  mismo  archivo  y  de  lo  que  consta  en  varios  autores  im~ 
presos  y  manuscritos^  por  el  corregidor  D.  José  Antonio 
de  Armona ,  y  continuado  luego  hasta  el  dia. 


SIGLO  XIII. 


1.^ — Por  el  año  1219  consta  que  era  Justicia  ma- 
yor  de  Madrid  Rodrigo  Rodríguez ,  y  no 
hay  continuación  de  este  siglo  en  el  ar- 
chivo  1219 


SIGLO  XIV. 


2.** — Consta  que  en  el  año  1339  gobernaban  la 

villa  los  dos  estados,  noble  y  general.     .     1339 

3.** — Consta  igualmente  que  en  el  año  1346  se 
nombraron  regidores  para  su  gobierno  por 
el  rey  D.  Alfonso  el  Onceno,  que  celebró 
cortes  en  Madrid ,  siendo  regidor  Fran- 
cisco Lujan 1346 


SIGLO  XV. 


4." — Juan  de  Araco,  asistente  el  año  de.     .     .     .     1458 
5.** — Diego  de  Valderrábano,  asistente  en..     .     •     1465 


270  EL  ANTIGUO   MADRID. 

6.® —  Diego  Cabeza  de  Vaca,  asistente  en  1472,  y 
desde  este  tiempo  cesaron  los  alcaldes  or- 
dinarios, nombrando  un  corregidor  y  un 
teniente  letrado  para  los  pleitos  y  causas 

que  ocurrieren 1472 

7.° — Fernando  Gómez  de  Ayala,  fué  nombrado 

corregidor  en  el  año  de 1473 

8.® — Juan  de  Bobadilla,  en 1477 

9.® — Alonso  de  Heredia,  en 1479 

10. — Rodrigo  de  Mercado,  en 1481 

11. —  Juan  de  Torres,  en 1483 

12. — Antonio  García  de  la  Cuadra,  en.     .     .     .  1484 

13. — Alonso  del  Águila,  en 1485 

14. — Juan  Pérez  de  Barradas,  en 1487 

15. — El  doctor  Pedro  Suarez  de  Frias,  el  mismo 

año  de 1487 

16.— Tristan  de  Silva,  en 1491 

17. — Juan  de  Valderrama ,  en 1492 

18. — El  licenciado  Cristóbal  de  Toro,  en.  .     .     .  1494 

19. — Alonso  Martínez  de  Ángulo,  en 1499 


SIGLO  XVI. 

20. — El  licenciado  Lorenzo  de  Maldonado,  en.  .  1503 

21. — Don  Pedro  Velez  de  Guevara,  en.    ..     .     .  1506 

22. — Sancho  Pérez  Machuca,  en 1508 

23. — Francisco  de  Kero,  ep.  ,     , 1510 

24. — Pedro  Vaca,  el  mismo  año  de 1510 

25. — Don  Pedro  Conrella,  en 1514 

26. — Don  Alonso  de  Castilla,  en 1516 

27. — Don  Juan  de  Guevara,  en 1518 

28. — El  licenciado  de  Astudillo,  en.      ....  1520 

29.— Don  Martin  de  Acuña,  en 152^1 


APÉNDICE.  271 


30. —  Juan  Manrique  de  Luna,  en 1522 

31. —  Don  Pe^ro  Ordoñez  de  Villaquirán,  en.     .  1528 

32. — Antonio.  Vázquez  de  Cepeda,  en  ...     .  1531 

33. — Pedro  de  Quijada,  en 1535 

34. — Marcos  de  Barrionuevo,  el  mismo  año  de.  1535 

35. — Don  Sancho  de  Córdoba,  en 1537 

36. — Doctor  Suareís  de  Toledo,  en 1540 

37. —  Pedro  Nuñez  de  Avellaneda,  en  ...     .  1541 

38. — Licenciado  Antonio  de  Mena,  en.      ...  1543 

39. — Don  Alonso  de  Tovar,  en 1544 

40. —  Licenciado  Alfaro,  en 1547 

41. — Don  Juan  de  Acuña,  en 1548 

42. —  Licenciado  Céspedes  de  Oviedo,  en.  .     .     .  1551 

43. —  Licenciado  Arévalo,  en.      .     .....  1557 

44. —  Rui  Barba  Coronado,  en 1559 

45. —  Don  José  de  Beteta,  en 1561 

46. — Don  Francisco  Argote,  el  mismo  año  de.  .  1561 

47. — Don  Ruiz  de  Villaquirán,  en 1563 

48. — Don  Francisco  de  Sotomayor,  en.     .     .     .  1565 

49. —  Doctor  Fernia,  en 1567 

50. —  Don  Antonio  de  Lugo,  en 1569 

51. —  Don  Lázaro  de  Quiñones,  en 1573 

52. — Licenciado  Martin  de  Espinosa,  en.      .     .  1575 

53. — Luis  Gaitan  de  Ayala,  en 1579 

54. — Don  Alonso,  de  Cárdenas,  en 1583 

55. — Luis  Gaitan  de  Ayala,  segunda  vez,  en.     .  1587 

56. — Don  Rodrigo  de  Ayala,  en.     «...     .  1592 

57. — Mosen  Ruiz  de  Bracamente,  en.      ...  1599 


SIOLO  XVII. 


58. — Licenciado  Silva  de  Torres,  en.    .     .     .     .     1602 
59. — Don  Gonzalo  Manuel,  en.  .     .,  ,, 1607 


272 


EL   ANTIGUO   MADBID. 


60.- 
61.- 
62.- 

63.- 
64.- 
65.- 
66.- 
67.- 
68.- 
69.- 
70.- 
71.- 
72.- 

73.- 
74.- 
75.- 
76.- 

77.- 
78.- 

79.- 
80.- 
81.- 


-Don  Pedro  de  Gazman,en 1612 

-Don  Francisco  de  Villasis,  en 1618 

-Don  Joan  de  Castro  y  Castilla,  en.  .     •     .  1622 

-  Don  Francisco  de  Brizuela  j  Cárdenas,  en.  1625 

-Don  Ñuño  de  Mojica,  en 1630 

-El  Conde  de  Revilla,  en 1634 

-Don  Juan  Antonio  Freile  de  Arellano,  en.  1638 

•Don  Francisco  Arévalo  de  Zuazo,  en.    .     .  1641 

-Don  Alvaro  Queipo  de  Llano  y  Valdés,  en,  1647 

El  Conde  Torralba,  en 1649 

-El  Vizconde  de  la  Lagaña,  en     ...     .  1650 

•El  Conde  de  Cobatillas,  en 1652 

Don  Alvaro  Queipo  de  Llano  y  Valdés ,  se- 
gunda vez ,  en 1654 

•Don  Martin  de  Arrese  Girón,  en.      ...  1657 

■El  Marqués  de  Casares,  en 1659 

Don  Alonso  de  Navarra  y  Haro,  en.  .     .     .  1664 
Don  Francisco   de  Herrera  Enriquez  (el 

primero  de  Carlos  II),  en  (1).      .     .     .  1666 

Don  Baltasar  de  Bivadeneira,  en.     .     .     .  1672 
Don  Francisco  Herrera  Enriquez,  segunda 

vez,  en 1678 

El  Marqués  de  Ugena,  en 1679 

El  Marqués  de  Camposagrado,  en.   .     .     .  1682 

El  Marqués  de  Valhermoso,  en.  ...     .  1683 


(1)  Este  corregidor  Herrera 
publicó  un  bando  en  Madrid 
para  el  primer  alumbrado  de  las 
calles  y  plazas  por  la  noche.  Don 
Juan  de  Austria,  hermano  de 
Carlos  II,  mandaba  en  1668, 
y  quiso  hacer  lo  mismo  que 
Luis  XIV  hizo  en  París  por 
aquel  tiempo.  Fué  á  costa  de 


los  vecinos  y  asi  duró  poco. 
Don  Juan  de  Austria ,  que  mu- 
rió en  1679,  no  tuvo  tiempo 
para  acabar  de  establecer  el 
proyecto,  que,  por  otra  parte, 
fué  bien  murmurado  y  muy 
mal  recibido  del  vecindario  po- 
bre de  Madrid. 


APIÉNDICE. 


273 


82. — Don  Francisco  Ronquillo,  en 1690 

83. —  El  Conde  de  Arco  y  Guaro,  en 1694 

84. —  Don  Francisco  de  Vargas  y  Lezama,  en.    .  1697 
85. — Don  Francisco  Ronquillo,  segunda  vez,  por 

causa  del  tumulto  de 169Q 


(o 


r^ 


SIGLO  XVIII. 

86. —  Don  Fernando  Matanza,  en 1703 

87. — Don  Alonso  Pérez  de  Saavedra  y  Narvaez, 

Conde  de  la  Jarosa,  en 1707 

88. — Don  Antonio  Sanguineto  y  Zayas,  en.  .     .  1710 

89. —  El  Conde  la  Jarosa,  segunda  vez,  en.    .     .  1713 

90.— El  Marqués  de  Vadillo,  en 1715 

91. — Don  Martin  González  de  Arce,  en.  .     .     .  1730 

92. — El  Marqués  de  Montalvo,  en 1731 

93. — El  Conde  de  Maceda,  góbeimador  político  y 
militar  y  por  el  Sr.  D.  Fernando  VI  (nue- 
va forma,  que  duró  poco),  en 1 746 

94.— El  Marqués  del  Rafal  (1),  en  Noviembre  de.  1747 
95. — Don  Francisco  de  Lujan  y  Arce ,  corregi- 
dor m 1758 

96. — Don  Alonso  Pérez  Delgado 1765 

97. —  Don  Andrés  Gómez  de  la  Vega,  intendente 


(1)  El  Marqués  del  Rafal  fué 
el  primero  en  quien  se  reunie- 
ron las  tres  judicaturas  que  han 
gozado  y  gozan  hoy  sus  suce- 
sores. Esto  es :  la  de  corregidor 
de  Madrid,  superintendente  ge- 
neral de  sisas  reales  y  munici- 
pales, y  juez  protector  y  priva- 
tivo de  todos  los  teatros,  cómi- 


n. 


eos  y  representantes  de  Espa- 
ña. Antes  estuvieron  repartidas 
en  tres  ministros  diferentes. 
Esta  reunión  provino  de  la  no- 
vedad que  se  hizo  en  Madrid 
para  establecer  el  gobierno  del 
teniente  general  Conde  de  Ma- 
ceda. 


18 


274  EL   ANTIGUO  MADRID. 


general  de  ejército  del  reino  de  Valen- 
cia, en 1776 

98. —  Don  José  Antonio  de  Armona  y  Murga,  in- 
tendente general  de  ejército  del  reino  de 
Galicia,  desde  12  de  Enero  de  177 ?•  Es 
corregidor  actaal  y  ha  formado  este  catá- 
logo, por  no  haberle  hasta  ahora. 

(Hasta  aquí  el  catálogo,  formado  por  el  corregidor  Ar- 
mona, que  falleció  en  23  de  Mayo  de  1792.  Puede  con- 
tinuarse en  los  términos  siguientes  : ) 

Don  Juan  de    Morales   Gnzman   y  Tovar, 

por  los  años 1  792 

Don  José  Urbina,  en 1803 

Don  José  de  Marquina  y  Galindo  lo  era  en.  1805 

Don  Pedro  de  Mora  y  Lomas  lo  era  en.     .  1808 

Don  Dámaso  de  la  Torre  lo  era  en.    .     .     .  1810 

Don  Manuel  García  de  la  Prada,  en. .     .     .  1811 

Don  Magin  Ferrer,  en 1812 

Don  Pedro  Sainz  de  Baranda  (1),  en.     .     .  1813 

El  Conde  de  Motezuma,  en 1814 

Don  José  Manuel  de  Arjona,  en 181  íí 

(De  1820  á  1823  no  hubo  corregidores,  y 
en  su  lugar  regian  los  alcaldes  constitu- 
cionales.) 

Don  Joaquín  Lorenzo  Mozo,  en 1823 

Don  León  de  la  Cámara  Cano,  en.     .     .     .  1824 

Don  Tadeo  Ignacio  Gil,  en 1828 

(1)  Este  respetable  patricio  1813,  y  en  1820,  al  restableci- 

mereció  ser  aclamado  por  cor-  miento  de  la  Constitución.  — 

regidor,  alcalde  ó  régulo  ma-  £n  todas  ellas  prestó  gran  ser- 

drilefío  en  tres  ocasiones  solem-  vicio  al  vecindario,  y  en  1823 

nes :  á  la  primera  y  segunda  sa-  fué   también  jefe  político   de 

lida  de  los  franceses,  en  1812  y  Madrid. 


APÍNDICB.  275 


Don  Domingo  María  de  Barrafon,  hasta  1833.  1833 

El  Marqués  de  Falces,  en 1834 

Don  José  María  Galdeano,  en 1835 

El  Marqués  de  Pontéjos,  en 1835 

(En  1836,  con  el  restablecimiento  de  la 
Constituoíon  de  1812,  se  suprimió  el  car- 
go de  Corregidor,  que  á  la  sazón  desem- 
peñaba tan  dignamente  el  Marqués  viu- 
do de  Pontéjos,  y  quedaron  encargados 
los  Alcaldes  constitucionales,  renovados 
anualmente.) 

El  Marqués  de  Peñaflorida,  en 1845 

El  Duque  de  Veragua,  en 1846 

El  Marqués  de  Someruelos,  en 1847 

El  Conde  de  Vista-hermosa,  en.    ...     .  1847 

El  Marqués  de  Santa  Cruz,  en 1848 

Don  Luis  Piernas,  en 1849 

El  Conde  de  Quinto,  en 1853 

El  Duque  de  Alba,  en 1857 

Don  Cérlos  Marfori,  en 1857 

El  Duque  de  Sexto,  en 1860 

El  Duque  de  Tamámes,  en 1862 

El  Conde  de  Puñonrostro,  en 1863 

El  Conde  de  Belascoain,  en 1864 

El  Conde  de  San  Saturnino,  en 1864 

El  Marqués  de  Villaseca,  en 1865 

El  Marqués  de  Villamagna,  en 1866 

El  Marqués  viudo  del  Villar,  en 1869 

(En  1868  quedó  suprimido  el  cargo  de 
Corregidor,  y  desde  entonces  continúan 
los  Alcaldes.) 


NÚMERO  8 


En  el  texto  de  nuestra  obríta ,  hablando  del  origen  de 
los  nombres  de  algunas  calles  y  sitios  de  Madrid,  hemos 
citado  varias  veces  el  nombre  del  poeta  madrileño  J9.  37- 
colas  Fernandez  de  Moratin ,  y  por  lo  tanto ,  y  por  ser 
poquísimo  conocida  y  no  estar  inserta  en  la  colección  de 
sus  poesías ,  nos  parece  oportuno  insertar  aquí  la  compo- 
sición poética  de  aquel  autor  á  que  aludimos. 

Es  un  discurso  ó  elegía,  como  él  la  denomina,  que 
leyó  en  la  junta  general  de  la  Sociedad  Económica  Matri- 
tense en  24  de  Diciembre  de  1779  (cuatro  meses  antes  de 
su  fallecimiento),  con  motivo  de  la  solemne  distribución 
de  premios  á  las  discípulas  de  las  cuatro  escuelas  patrió- 
ticas sostenidas  en  esta  villa  por  la  Sociedad;  y  apro- 
vechando esta  ocasión  el  buen  Flumisho  Thennodonm- 
co  (1),  que  nunca  dejaba  escapar  ninguna  de  encomiar  á 
Madrid,  se  dejó  llevar  de  su  entusiasmo  patrio  y  de  sn 
imaginación  apasionada  y  poética,  y  consignó  en  el  cm^ 
de  su  peroración  todas  las  tradiciones,  todas  las  consejas 
más  ó  menos  vulgares  de  las  antigüedades  ú  orígenes  de 
esta  villa,  explicándolas  á  su  modo  con  notas  que  él  mis- 
mo puso  con  igual  criterio. 

Ni  dichos  recuerdos  tradicionales,  ni  su  expresión  poé- 
tica, ni  sus  notas,  valen  gran  cosa,  ni  prueban  más  qne 
el  afecto  de  Moratin  á  su  patria;  pero  creemos  no  severa 
con  disgusto  en  esta  ocasión  la  parte  principal  que  entre- 
sacamos de  dicha  larguísima  elegía  y  que  hace  referencia 
al  asunto  de  nuestros  paseos. 

Después  del  introito,  en  que  encarece  la  solemnidad 
del  acto  de  la  distribución  de  los  premios,  verificada  en 

(1)  Con  este  nombre  era  co-      como  su  célebre  hijo  D.  Lean- 
nocido  entre   los  Arcades    de      dro  con  el  de  Inarco  CeUnio. 
Boma  D.  Nicolás  Moratin,  asi 


APÉNDICE.  277 


las  salas  del  Ayuntamiento,  con  asistencia  del  Cardenal  de 
Lorenzana,  el  presidente  Conde  de  Campománes,  el  cor- 
regidor Armona  y  otros  ilustres  personajes ,  llega  á  tra- 
tar de  las  niñas  madrileñas  premiadas  por  sns  labores^  y 
continúa  : 

No  creeré  que  eran  ninfas  de  otra  tierra 
Las  que  hicieron  los  dioses  animales , 
Y  á  las  diosas  con  celos  cruda  guerra  ; 

Sino  nacidas  junto  á  los  umbrales  (1) 
Que  el  rey  León  de  Armenia  un  tiempo  habita, 
Con  pozos  de  agua  dulce  y  pedernales; 

Donde  reina  el  esmero  y  exquisita 
Discreción  y  lindeza  cortesana , 
Con  fuerza  que  arrebata  y  precipita. 

No  hechizos  dieron  en  la  edad  anciana 
Las  de  Tiro  y  Sidon  (2)  más  halagüeños, 
Ni  hoy  belleza  de  Persia  ó  georgiana. 

Si  esto  juzgáis  de  la  pasión  empefios, 
Conf esadlo ,  extranjeros ,  abrasados 
Al  volcan  de  los  ojos  madrileños. 

Mas  tales  dotes,  aunque  no  negados, 
No  admiran  tanto  al  carpetano  río 
Como  el  verlos  tan  bien  aprovechados. 

Pues  sin  virtud  es  todo  desvario ; 
¿  Ni  de  qué  sirve  cuanto  acopia  el  cielo 
En  los  mortales  con  influjo  pío? 

La  virtud ,  el  trabajo  y  patrio  celo 
Movieron  á  las  niñas  inocentes 
A  la  contienda  y  laborioso  duelo  ; 

Vinieron  de  los  barrios  diferentes 
De  Mantua  y  emperatriz  de  entrambos  mundos, 
Reina  augusta  y  señora  de  las  gentes. 

(1)  El  rey  D.  Juan  el  Prime-  á  costa  de  las  investigaciones  y 
ro  cedió  esta  villa  al  rey  don  desvelo  de  nuestro  socio  el  se- 
León  de  Armenia,  año  de  13  3.  ñor  D.  Juan  Pablo  Cañáis,  se- 

(2)  Ciudades  de  Fenicia,  fa-  gun  consta  de  las  memorias  que 
mosa  por  la  púrpura,  dihapha^  ha  publicado,  como  Director  ge- 
restaurada  este  año  en  España  neral  de  tintes  del  Reino. 


278  EL   ANTIGUO   MADRID. 


Vinieron  con  semblantes  pudibundos 
Las  que  habitan  el  austro,  donde  (1)  lava 
Los  píes  el  agua  de  árboles  fecundos. 

Ninguna  de  éstas  fué  del  ocio  esclava; 

Y  antes  que  suba  á  la  piadosa  escuela, 
Diestra  en  tejer  cordones ,  los  acaba. 

Ni  las  que  miran  de  justar  la  tela 
Faltan,  ni  las  que  están  hacia  los  juegos  (2) 
De  Rufina  y  Campillo  de  Manuela. 

Desde  allí  hasta  la  Cuesta  de  los  Ciegos , 

Y  la  calle  (3)  á  quien  dieron  nombradla, 
Perdida  Rodas ,  fugitivos  griegos. 

Las  que  el  cristal  del  Ave  de  María 
Beben  muy  puro  en  misteriosa  (4)  fuente , 
Las  de  la  nueva  y  vieja  Moreria. 

También  vosotras,  que  el  Salitre  (5)  ardiente 
Veis  destilar  en  el  reciente  hornillo 

Y  los  baños  de  fábrica  reciente. 

De  la  huerta  del  Bayo  y  del  Cerrillo 
Vienen,  y  del  corral  de  las  Naranjas, 

Y  del  moro  Alamin  (6) ,  y  hoy  Alamillo. 
Estas  saben  tejer  flecos  y  franjas , 

Obra  morisca ,  y  saben  que  el  juzgado 
Suyo  allí  estuvo,  entre  el  arroyo  y  zanjas. 

Tú,  Labrador  (7)  divino,  que  has  sacado 
De  la  Almudena  el  agua  á  maravilla, 
Como  el  trigo  en  su  cubo  reservado  : 

Enviaste  de  tu  calle  y  la  Vistilla 
Niñas  honestas,  en  virtud  iguales , 

Y  de  los  Torrejones  (8)  de  la  Villa. 

Ni  holgaron  con  el  fresco  en  sus  portales 
Las  que  de  San  Cebrian  la  antigua  (9)  ermita 
Buscan  en  tomo  y  no  hallan  las  señales. 


(1)  Barrio  de  Lavapiés.  (6)  Allí  estuvo  el  Alamin   ó 

(2)  Junto  á  las  monjas  trini-  tribunal  de  los  moros, 
tarias.  (7)  San  Isidro. 

(3)  Calle  de  Rodas.  (8)  Junto  á  San  Francisco. 

(4)  Fuente  del  Ave  María.  (9)  Entre    San  Sebastian    y 
{5)  Nueva  fábrica  de  salitre.  Santa  Cruz. 


APÍNDICK. 


279 


Ni  del  ciego  Alcorán  ven  la  mezquita  (1), 
Que  ya  el  Apóstol  Príncipe  mejora , 
Ni  del  maese  Hazan  (2)  la  obra  exquisita. 

También  llegaron  á  la  primer  hora 
Las  del  cerrillo  (3)  de  la  Cruz,  que  atruena 
Con  ridicula  farsa,  que  desdora. 

Y  de  la  plazoleta  donde  suena 

Solo  el  nombre  de  Ángel  (4),  que  es  segura 
Menos  que  aire  la  fábrica  no  buena. 

Las  de  la  fuente  (5)  que  condujo  el  cura 
De  Colmenar,  se  ofrecen  placenteras , 

Y  de  la  calle  (6)  que  por  tesón  dura. 

Y  de  la  de  las  Conchas  (7)  ó  Veneras, 
Con  su  casa  hospital  de  peregrinos, 
Pues  no  hay  vagas  hipócritas  romeras. 

£1  profundo  arenal  (8),  que  dio  caminos 
Al  agua  y  dio  llanuras ,  que  no  habia , 
Tragando  en  si  los  cerros  convecinos , 

Es  ya  calle  que  niñas  mil  envia, 

Y  es  casa  (9)  de  doncellas  laboriosas 
La  que  lo  fué  de  vil  mancebería. 

Dos  calles  (10)  remitieron  presurosas 
De  sus  Pueblas  las  castas  inocencias , 

Y  tres  cavas  (11)  sus  hijas  oficiosas. 

Y  el  pretil  y  escarpadas  eminencias 

Del  Castillo  (12)  y  Estudio,  porque  el  moro 


(1)  Hoy  parroquia  de  San  Pe- 
dro. 

(2)  Sólo  se  conserva  en  la 
Latina  una  escalera  y  la  puerta 
de  este  arquitecto  moro. 

(3)  Hubo  allí  sobre  un  cerri- 
llo una  cruz,  que  dio  nombre  al 
corral  ó  teatro. 

(4)  Hubo  allí  ermita  del  Án- 
gel de  la  Guarda. 

(5)  Fuente  del  Cura. 

(6)  Calle  de  Aunque  08  pese j 
por  las  disputas  que  hubo  sobre 
vender  el  terreno. 


(7)  Casa  de  las  Conchas,  que 
fué  hospital  de  peregrinos. 

(8)  La  calle  del  Arenal  se 
terraplenó  con  lo  que  desmon- 
taron de  la  de  Jácome  Trezzo  y 
otras. 

(9)  En  la  calle  de  Toledo. 

(10)  Calles  de  la  Puebla. 

(11)  Alta  y  baja  de  San  Mi- 
guel. 

(12)  Donde  hoy  vive  el  Mar- 
qués de  Tolosa,  plazuela  de  Re- 
beque y  parroquia  de  San  Ni- 
colás. 


280  EL   ANTIGUO   MADRID. 

Te  llamó,  ;oh  Maderít!  Madre  de  Ciencias, 

Presentaron  sos  niftas  con  decoro, 
Que  se  admiran  de  oir  en  su  barriada 
Cómo  retumba  el  cóncavo  sonoro; 

Y  es  que  allí  la  alcazaba  torreada 
ün  tiempo  fué  del  moro,  y  el  cristiano 
Con  minas  (1),  silos,  cuevas  y  escapada, 

Que  duran  á  pesar  del  tiempo  cano, 
Y  cuatro  torres  (2)  en  la  casa  antigua. 
Obra  Real  á  estilo  castellano. 

Moslema  (3)  tuvo  habitación  contigua, 
Sabio  astrólogo  moro,  en  Mageríto, 
Que  los  hados  futuros  averigua. 

Entre  cercas  de  fuego  en  tal  distrito 
Al  Rey  (4)  hallaron  los  embajadores 
Sobre  un  león,  con  ánimo  inaudito. 

Y  por  el  aire  y  situación  mejores 
Luego  en  la  torre  (5)  de  Hércules,  robusto 
Palacio  deja  que  el  dragón  (6)  explores. 

Y  Carlos  Quinto,  emperador  augusto, 
La  dio  su  nombre,  y  el  que  vive  y  viva 
Desde  ella  manda  con  imperio  justo. 

Decidiendo  con  rayo  ó  con  oliva 
De  la  suerte  del  orbe,  y  los  mortales 
Al  universo  que  en  su  apoyo  estriba. 

Las  que  junto  á  las  termas  (7)  minerales 
Que  tuvo  Magerít  antiguamente 
Con  pilas  de  fogosos  pedernales. 

Viven,  dejaron  el  metal  luciente, 
¡  Oh  calle  (8)  rica!  que  del  trasmierano 
Herrera  ves  la  Segoviana  puente. 

(1)  Hay  allí  profundas  minas  luego  se  llamó  de  Carlos  Quinto, 
y  escapes.  es  la  del  Parque  en  Palacio. 

(2)  Distintivo  de  casa  Real.  (6)  Armas  antiguas  de  Ma- 

(3)  Moslema,  natural  de  Ma-  dríd. 

drid  en  tiempo  de  moros,  ^t-  (7)  Debajo  de  donde  hoy  es 

bliút  Arab,  Hutp,  casa  de  los  Consejos. 

(4)  Don  Juan  el  II,  como  lo  (8)  Calle  de  Segovia  y  casas 
dice  Juan  de  Mena.  de  Moneda. 

(5)  La  torre  de  Hércules,  que 


APÉNDICE.  281 


Y  vinieron  también  del  altozano, 
Que  fué  Campo  del  Rey  y  su  Annería 
Y  del  portón  dé  Balnadú  (1)  africano. 

No  las  detuvo  la  alta  valentía 
Del  gran  palacio,  ni  la  nueva  (2)  puerta 
De  Castilla,  sus  fuentes  y  ancha  vía. 

Ni  el  justo  elogio  dejará  encubierta 
La  virtud  de  vosotras,  que  habitando 
Junto  al  Pozacho  (3)  trabajáis  alerta; 

Ni  la  que  ve  que  ya  no  están  manando 
Los  Caños  del  Peral,  antiguamente 
De  Perailo,  queda  en  ocio  blando; 

O  las  que  labran  junto  la  eminente 
Atalaya  deshecha,  que  á  su  calle 
Nombran  de  £spejo  (4)  equivocadamente. 

Ni  á  las  que  aparta  el  legamoso  valle 
De  Legan itos  con  su  alcantarilla 
Ya  llana  (5),  teman  que  mi  verso  calle. 

¡  Oh  monte  espeso  de  la  ursaria  villa, 
Quinta  del  rey  don  Pedro,  donde  yace  (6) 
La  luz  del  candilejo  de  Sevilla  I 

Tu  gran  barriada,  que  aftadir  le  place 
Al  Segundo  Filipo  en  anchurosas 
Calles  que  forma  y  mil  cruceros  hace. 

Envió  nifias  honestas  y  hacendosas. 
Que  hacia  el  Ártico  Polo  están  mirando 
Al  Dragón  enroscado  (7)  entre  las  Osas. 

Ni  dejarán  mis  versos  de  ir  loando 
Las  que,  hechas  las  hazañas  de  su  casa. 
De  Maravillas  (8)  vienen  en  fiel  bando, 

Y  del  Barquillo,  término  (9)  que  pasa 


(1)  Puerta  de  Balnadú  á  la  mo  señor  D.  Manuel  Ventura 
calle  del  Tesoro.  Figueroa,  gobernador  del  Con- 

(2)  Obras  suntuosas  del  Rey  sejo. 

nuestro  señor.  (6)  En  el  convento  Real  de 

(3)  Á  la  calle  de  los  Tintes.  Santo  Domingo. 

(4)  Speculum,  hoy  del  Es-  (7)  Constelaciones  celestes, 
pe  jo.  (8)  Barrios  de  Madrid. 

(6)  De  orden  del  excelentisi-  (9)  Fué  de  Vicálvaro. 


282  EL  ANTIGUO   MADRID. 

De  Vicálvaro  al  tuyo,  que  algún  dia 

;  Oh  patria  humilde !  en  tierra  fuiste  escasa. 

Aguardad,  que  ya  va  la  musa  mia 
A  celebrar  las  de  la  Red  (I),  en  donde 
£1  ganado  en  un  tiempo  se  vendia. 

Ni  en  silencio  pasarte  corresponde, 
Gran  (2)  calle,  andén  de  Olivo  jebuseo, 
Que  hoy  tanta  regia  máquina  le  esconde. 

Tus  hijas  llegan  con  feliz  deseo. 
Que  ven  venir  el  sol  del  claro  Oriente, 
Las  damas  de  los  toros  y  el  paseo. 

Ningún  precepto  hará  que  yo  no  cuente 
A  las  que  suben  de  la  Redondilla  (3) , 
De  mil  ninfas  verjel  antiguamente  ; 

Porque  en  el  tiempo  que  ensanchó  la  villa, 

Y  fundó  el  monesterio  (4),  edificado 
Del  rio  al  paso  en  la  juncosa  orilla, 

El  Cuarto  Enrique  en  el  antiguo  Prado 
Hizo  ruar  las  damas  muy  galanas, 
T  allí  su  caballero  amartelado; 

Ellos  en  potros  y  ellas  en  lozanas 
Muías  con  sus  gualdrapas,  andariegas, 

Y  con  sillas,  jinetas  y  rudanas. 

Mas  aunque  ¡  oh  tiempo !  todo  lo  trasiegas, 
No  evitarás  por  mi  ser  alabadas 
Las  de  otras  calles,  cuyo  autor  no  niegas  : 

De  Jácome  de  Trezzo  (5)  y  las  barriadas 
De  Juanelo,  del  de  Alba,  del  Bastero, 
De  las  Urosas  y  las  Maldonadas. 

Muchas  vienen  también  del  Mentidero  (6) 
De  las  damas,  plazuela  de  Moríana, 
Heras  de  San  Martin,  que  fué  primero. 

i^os  Fúcares  de  Genova  (7)  y  la  anciana 

(1)  Red  de  San  Luis.  nimo,  que  Femando  el  Católico 

(2)  Calle   de    Alcalá ;   antí-  trasladó  á  donde  hoy  está, 
guamente  olivares.  (5)  Calles  de  estos  nombres. 

(3)  Aquí  ruaban  en  tiempo  (6)  Hacia    la    calle    de    las 
de  Enrique  IV,  como  ahora  en  Huertas. 

el  Prado.  (7)  Calles  de  estos  nombres. 

(4)  El  convento  de  San  Jeró- 


APÉNDICE.  283 

Permisión  de  los  Francos,  y  de  Oriente 
La  A  bada  horrenda  ó  elefante  indiana, 

Dan  á  sus  calles  nombre  permanente, 
Que  hoy  le  afirman  las  niñas  sus  vecinas 
Con  el  de  los  Octoes  (1)  juntamente. 

Y  las  que  llenan  alcarrazas  finas 
De  agua  en  Puerta  Cerrada  y  de  Toledo 
En  la  calle,  San  Juan  y  Cuatro  Esquinas. 

Suplid,  señores,  que  olvidar  no  puedo 
De  Atocha  la  ancha  entrada,  y  la  pequeña 
Calle  del  Niño,  en  que  vivió  Quevedo. 

Ni  la  oculta  plazuela  (2) ,  cuya  lefia 
Allí  trajeron  mil  carreterías, 
Como  el  nombre  en  la  calle  nos  lo  enseña. 

Los  comuneros  y  turbados  dias 
Por  aquí  vieron  de  la  villa  el  foso 
Contra  la  rebelión  y  tropelías; 

Después,  siguiendo  el  tiempo  belicoso, 
El  gremio  la  ocupó  de  broqueleros  (3) ; 
Ya  no  usamos  adorno  tan  honroso. 

Las  madres,  que  habitando  en  los  cruceros 
De  la  Puerta  del  Sol  ven  el  gentío. 
Estruendo  y  confusión  de  forasteros, 

No  dejaron  criar  á  su  albedrío 
Sus  hijas,  que  labores  divertidas 
Hoy  de  aspirar  al  premio  tienen  brío. 

No  seréis  en  mis  versos  omitidas 
Las  que  de  Santa  Cruz  en  clara  fuente 
Laváis  manos  en  lana  entretenidas. 

Hubo  aquí  gran  laguna  antiguamente 
De  Lujan,  del  Vicario  aquí  la  audiencia, 
Hoy  la  torre  soberbia  y  eminente. 

Del  alto  capitel  y  la  eminencia 
Se  ven  llegar  las  niñas  sin  castigo, 
Se  admira  sin  los  años  la  prudencia. 


(1)  San  Miguel  de  los  Octoes,  (3)  Los  fabricantes  de  bro- 
ú  ocho  hermanos.  queles  vivían  en  la  calle  de  las 

(2)  Plazuela  de  la  Leña  y  Carretas,   aun    en   tiempo    de 
calle  de  Carretas.  Carlos  IL 


284  EL  ANTIGUO  MADRID. 


Desde  el  piadoso  (1)  albergue  del  mendigo 
Al  altillo  de  Losa,  y  hasta  donde 
Gil  Imon  (2)  de  la  Mota  abrió  postigo. 

Y  en  fin,  la  muchedumbre  que  se  esconde 
En  esta  regia  Babilonia  hispana, 
Al  superior  influjo  corresponde. 

El  blando  lino,  la  preciosa  lana, 
Que  al  refino  Melendez  (3)  fué  tarea, 

Y  en  Segovia  amarró  (4)  la  nota  indiana; 
La  hebra  que  al  espadar  más  hermosea, 

Dada  al  desgargolar  de  los  viciosos 
Cafiamares,  que  huelen  á  ajedrea. 

Fueron  los  materiales :  con  ansiosos 
Impulsos,  y  una  y  otra  lo  arrebata, 
Pone  el  copo  con  actos  bulliciosos. 

La  sefia  espera  á  su  deseo  grata, 

Y  en  sendos  tomos  que  en  la  sala  habia 
£1  ímpetu  de  todas  se  desata. 

AUi  se  ve  el  afán  y  la  porfía. 
La  noble  emulación,  y  volteando 
Los  rodetes  sonar  con  armonía. 

La  mano,  el  pié,  la  vista,  el  dedo  blando, 
El  brazo,  el  pecho  casto  y  anhelante, 
Sin  tregua  ni  descanso  trabajando ; 

Cual  enjambre  de  abejas  susurrante 
Que  en  la  fuente  (5)  Locaya  á  las  riberas 
Del  Arlas  (6)  liba  el  toronjil  fragante. 

No  hay  doncella  laconia  á  quien  pudieras 
Comparar  su  virtud  hilando  lana. 
Que  en  púrpura  dos  veces  la  tifieras. 

Así  serian  en  la  edad  anciana 
Del  buen  Gracian  (7)  Ramírez  ambas  hijas, 
Que  amparó  la  de  Atocha  Soberana. 

(1)  El  Real  Hospicio.  (5)  Fuente  Locaya,  en  la  Al> 

(2)  Fiscal  del  Consejo.  carria,  junto  á  Pastrana. 

(3)  Paño  refino  de  Melendez,  (6)  Arlas,  riachuelo  que  entra 
insigne  fabricante  antiguo  de  en  el  Tajo. 

Segovia.  (7)  Caudillo  de   Madrid    en 

(4)  La  flota  esperaba  hasta      tiempo  de  moros. 


que  Segovia  enviaba  sus  paños. 


APÉNDICE.  285 


Ellas  insisten  al  trabajo  fijas 
Con  tesón  incansable  porfiado, 
Acusando  las  horas  de  prolijas. 

Quien  al  brazo  español  ha  sindicado 
De  lento,  admire,  y  su  opinión  desmienta, 
O  á  otra  causa  lo  achaque,  si  ha  acertado; 

Que  ya  mi  tropa  femenil  contenta 
Dio  fin  á  la  carrera  comenzada, 
Y  intrépida,  aimqüe  honesta,  se  presenta; 

De  amantes  curadores  escoltada. 
Viene  con  su  labor  por  la  corona 
Tan  dignamente  en  tal  edad  ganada. 

De  la  ancha  plaza  el  término  abandona, 
De  doña  Nucía  el  pozo  (1)  atrás  dejando. 
Que  de  Isidro  los  méritos  pregona.  • 

El  gremio  virginal  camina  entrando 
Ya  por  la  puerta  de  Guadalfajara, 
Por  do  entró  Alfonso  (2)  á  hollar  el  moro  bando. 

No  fué  mayor  la  grita  y  algazara, 
Cuando  á  su  Rey  sirviendo  generoso. 
Entró  á  alzar  el  pendón  en  su  almenara, 

Y  á  ser  primer  alcaide  (3)  valeroso 
Con  Babieca  y  Tizona  relumbrante 
Rodrigo  de  Vivar,  el  Victorioso. 

La  hermosura  pueril  sigue  adelante; 
La  preciosa  arte  de  la  platería 
La  rinde  al  paso  el  oro  y  el  diamante. 

Llegan  al  atrio,  en  que  (4)  se  reunía 
El  Reino  en  Cortes,  y  se  amenazaba 
Al  bárbaro  poder  de  Andalucía. 

Torre  (5)  que  vio  la  majestad  esclava. 
Dejan  ;  oh  patria  I  y  suben  al  asiento 
Donde  el  concurso  amplísimo  esperaba. 


(1)  En  la  calle  Mayor,  en  el  (3)  El  Cid    fué    su    primer 
portal  de  San  Isidro,  por  haber  alcaide. 

hecho  el  Santo  allí  un  pozo.  (4)  En  la  Lonja  de  San  Sal- 

(2)  Alfonso  VI  ganó  á  Ma-  vador  se  celebraron  Cortes, 
dríd  por  la  puerta  de  Guadala-  (5)  En  la  casa  de  los  Lujanes, 
jara,  año  de  1083.  donde  estuvo  Francisco  I. 


286  EL   ANTIGUO   MADKID. 


Osténtase  el  magnffíco  aposento 
En  el  alcázar  (1)  de  Madrid  la  Ursaría, 
Que  terrones  (2)  de  fuego  es  su  cimiento,  etc. 

Aquí,  pintando  el  acto  de  la  distribución  de  premios, 
concluye  con  lisonjeras  alabanzas  al  Bey^  á  la  sociedad  y 
á  los  magnates  que  lo  presenciaban. 

(1)  Casas  de  Ayuntamiento  (2)  Por  fundarse   sobre   pe- 

de la  villa,  demal. 


FIN. 


ÍNDICE  DEL  TOMO  SEGUNDO. 


Páginas. 

TERrERA  AMPLIACIÓN  (SlGLO  XVl) 1 

XI.  Las  Vistillas  de  San  Francisco 4 

Carrera  de  San  Francisco  y  calle  de  Don  Pedro id. 

Capa  de  Villafranca 5 

—  del  Infantado id, 

—  de  Osuna id. 

San  Francisco  el  Grande 6 

Callee  del  Humilladero  y  Calatrava 9  y  10 

Hospital  de  la  Orden  Tercera 10 

La  Virgen  de  la  Paloma.     .     .    * id. 

Nuestra  Señora  de  Gracia 11 

Los  Irlandeses id. 

Plazuela  de  la  Cebada id. 

Calle  Baja  de  Toledo 12 

Matadero 13 

Albergue  de  San  Lorenzo 14 

Puerta  de  Toledo id, 

XII.  El  Rastro  y  la  Inclusa 15 

Plazuela  del  Rastro 16 

Rivera  de  Curtidores 17 

Calle  de  Embajadores 18 

San  Cayetano id. 

Colegio  de  la  Paz 19 

Fábrica  de  Tabacos 20 


288  ÍNDICE. 

PAglnai. 

El  Casino 20 

La  Inclusa 22 

Escuela  Pía id. 

Xin.  El  Lavapiés 25 

La  Manolería id. 

Calle  Real  de  Lavapiés 27 

Hospital  de  San  Pedro 28 

Parroquia  de  San  Lorenzo id. 

Los  barrios  bajos id. 

El  manólo 32 

La  manóla 33 

Calle  de  Santa  Isabel /  .    .  35 

Casa  de  Feman-Nuñez 36 

Colegio  de  Santa  Isabel id. 

• 

XIV.  El  Hospital  y  las  Huertas 36 

Plazuela  de  Antón  Martin id. 

Hospital  de  San  Juan  de  Dios 37 

Hospital  de  Monserrat id. 

Fuente  de  Antón  Martin 38 

Calle  de  Atocha id. 

Los  Desamparados. 39 

Beaterío  de  San  José * id. 

Kecogimiento id. 

Agonizantes id. 

Hospital  general id. 

Bemardino  de  Obregon ,  noto id. 

Facultad  de  Medicina 42 

Real  Platería. id. 

Calle  de  Fúcar  ó  de  Fúcares 43 

Calle  del  León id. 

Nuevo  Bezado id. 

La  Mesta 44 

El  Mentidero  de  los  representantes id. 

Nuestra  Señora  de  la  Novena id. 

Comediantes  antiguos  y  modernos 45 

Calle  y  casa  de  Cervantes ,  y  noto id. 

Casa  de  Lope  de  Vega ,  y  nota 47 


f]^iCE.  289 

PágiDM. 

Casa  y  calle  de  Quevedo 50 

—  en  qne  nació  Moratin id. 

Calle  de  Cantarranas  (hoy  de  Lope  de  Vega) 61 

Las  Trinitarias  y  Sepultura  de  Cervantes id. 

Jesús  Nazareno 55 

San  Antonio  del  Prado id. 

Santa  Catalina 56 

Estatua  de  Cervantes id. 

xy.  El  Prado  Viejo 57 

Nuestra  Señora  de  Atocha 58 

Gracian  Rarairez 59 

Convento  de  Atocha 60 

Prado  de  Atocha 61 

Prado  de  San  Jerónimo 62 

San  Jerónimo 66 

Prado  de  Recoletos 67 

Kecoletos 68 

El  paseo  del  Prado id. 

XVI.  liinea  centro  oriental*  Entre  el  Prado  y  la 

Puerta  del  Sol 70 

Palacio  del  Duque  de  Lerma 72 

—     de  Villa-Hermosa 73 

Casa  de  la  Marquesa  del  Valle 75 

El  Espíritu  Santo id. 

Palacio  del  Congreso id. 

Santa  Catalina 77 

Palacio  de  Hijar id. 

Los  Italianos 81 

Monjas  de  Pinto id. 

Otras  casas  de  grandeza 82 

Calle  de  Peligros  (Sevilla) 83 

—  de  Hita,  de  Gitanos  y  Cedaceros id. 

—  del  Sordo  y  de  la  Greda.    ...  * id. 

—  del  Turco 84 

Calle  de  Alcalá id. 

Monjas  Vallecas 85 

Calle  de  Peligros id. 

II.  19 


290  ÍNDICB. 


Wgii 

Ijas  Calatravas 86 

Las  Baronesas id. 

Carmen  Descalzo id. 

La  Aduana B7 

Academia  de  San  Fernando 88 

Palacio  de  Buena-Vista •    .    .    .    .  89 

Huerta  de  Juan  Fernandez 91 

Casa  de  Alcafiices id. 

—  de  Campo  Alange id. 

—  de  Riera 92 

—  de  los  Heros 93 

—  de  los  Cartujos id. 

Puerta  de  Alcalá 95 

XVII.  Recoletos  y  el  Barquillo 96 

Hornos  de  Villa-Nueva id. 

■ 

Recoletos id. 

Salesas  Reales 98 

Santo  Teresa 99 

Calle  del  Barquillo 100 

Casa  de  Tócame  Roque 101 

Calle  de  San  Antón 102 

Monjas  de  San  Femando 103 

Monjas  de  Góngora id. 

Palacio  de  Frías id. 

Cuartel  del  Soldado id. 

Capuchinos  de  la  Paciencia 104 

Calle  de  las  Infantas id. 

Las  Siete  Chimeneas id. 

Calles  de  la  Reina  y  San  Miguel 105 

Casas  de  Moreto,  y  nota 106 

Niñas  de  Leganes lOB 

Calle  del  Clavel id. 

—  del  Caballero  de  Gracia 109 

Monjas  de  id.,  y  oratorio 110 

XVIII.  La  Puerta  del  Sol 111 

Hospital  del  Buen  Suceso 1 12 

Casa  de  de  Inclusa.  , 117 


ÍNDICE.  291 

PARinat. 

Casa  de  Correos • 118 

XIX.  De  la  Puerta  del  Sol  á.  la  de  Bilbao 129 

Calle  de  la  Montera 130 

La  Red  de  San  Luis id. 

Iglesia  de  San  Luis id. 

El  Carmen  Calzado 131 

Calles  traviesas id. 

Calle  de  Jacoroetrezo 132 

—  de  Hortaleza 133 

Casa  de  Astrearena.  .     * id. 

San  Antonio  Abad 134 

Las  Recogidas id. 

Santa  Bárbara id. 

El  Saladero id. 

Calle  de  Fuencarral id. 

Casa  de  Moratin 135 

—  de  Aranda id. 

El  Hospicio 136 

Los  Pozos  de  la  Nieve id. 

Jardin  de  Bringas id. 

Puerta  de  Bilbao id. 

Calle  de  San  Mateo  y  otras id. 

XX.  PortacoBli  y  Maravillas 137 

Paebla  de  Juan  de  Victoria 138 

San  Basilio id. 

Calles  del  Desengafio»  Valverde  y  Barco 139 

Portaco&li id. 

Monjas  de  D.  Juan  de  Alarcon id. 

San  Antonio  de  los  Portugueses id. 

Las  Correderas 140 

Calle  de  Silva  y  otras id. 

—  de  la  Luna 141 

Monjas  de  San  Plácido Id. 

Calle  del  Pez 142 

Casa  de  Quevedo id. 

Calle  del  Molino  de  Viento id. 

Plazuela  é  iglesia  de  San  Ildefonso 143 


292  ÍNDICE. 

Pacoras. 

Palacio  de  Monteleon 144 

Las  Maravillas id. 

Calle  Ancha  de  San  Bernardo 145 

Los  Bernardos id. 

El  Rosario id. 

El  Noviciado 146 

Monserrat id. 

Salesas  nuevas 147 

Casa  de  Altamira I    .     .    .    .  id. 

—  de  D.  Rodrigo  Calderón 148 

—  del  Ministerio  de  Gracia  y  Justicia id. 

—  de  Guadalcázar id. 

Puerta  de  Santo  Domingo 149 


XXI.  Afligidos  y  Leganitos 150 

Plazuela  de  Santo  Domingo. '  id. 

Calle  de  la  Inquisición id. 

Casa  de  Trastamara 151 

—  del  Conservatorio id. 

Los  Mostenses 152 

Calles  de  Enhoramala,  Salsipuedes,  etc id. 

Calle  de  Leganitos id. 

Palacio  de  Osuna 153 

Parroquia  de  San  Marcos 154 

Las  Arrepentidas id. 

Capuchinas id. 

Comendadoras  de  Santiago id. 

Incurables id. 

Portillo  del  Conde-Duque ^ 155 

Cuartel  de  Guardias id. 

Palacio  de  Liria.   ...     * id. 

Seminario ^    •    .    .     .    .  156 

Montaña  del  Principe  Pío id. 

Capilla  del  Príncipe  Pío. 157 

Los  Afligidos id. 

Cuesta  de  Areneros  y  Florida id. 

Caballerizas  Reales id. 

Convento  de  San  Gil • 168 

Calle  de  Bailen id. 


ÍNDICE.  293 

Casa  de  Ministeños 158 

ConveDto  de  Doña  María  de  Aragón 159 

Consejo  de  la  Inquisición id. 

Puebla  de  Peralta 160 

La  Encamación id. 

Biblioteca id. 

Palacio  de  la  reina  María  Cristina id. 


.  El  Buen  Retiro 161 

Paseo  exterior 176 


Apéndice 192 

Núm.  1.**  Carta  del  Senado  {Ayuntamiento),  por  el  maestro 

Juan  López  de  Hoyos 193 

Núm.  2.*  Declaración  de  las  armas  de  Madrid,  por  el 

mismo 204 

Núm.  3.®  Jiecibimiento  de  la  reina  Doña  Ana  de  Austria, 

por  el  mismo 214 

Núm.  4°  Fiestas  en  el  Retiro  en  1637,  anónimo 243 

Núm.  6  °  Relación  de  la  fiesta  que  hizo  á  SS.  MÁf,  y  A  A,  el 

Conde- Duque,  en  la  noche  de  í>an  Juan  de  1631.  .  .  •  251 
Núm.  6.**  Relación  de  lo  ocurrido  en  San  Plácido,  anónimo.  263 
Núm.  7.*  Catálogo  de  los  corregidores  de  Madrid,  por  don 

José  Antonio  de  Armona 269 

Núm.  8.®  Las  calles  de  Madrid,  elegía,  por  D.  Nicolás  Fer- 
nandez de  Moratin ••.      276 


FIN   DEL  ÍNDICE. 


LÁMINAS  DEL  PRESENTE  TOMO. 


Interior  del  templo  de  San  Francisco  el  Grande. 

Interior  de  la  Basílica  de  Atocha. 

Plaza  de  la  Cebada. 

Palacio  de  Buenavista, 

Museo  de  Pinturas. 

Salesas  Reales. 

Aduana  y  calle  de  Alcalá. 

Capuchinos  de  la  Paciencia. 

Puerta  del  Sol  (siglo  xvii). 

Puerta  del  Sol  (siglo  xviii). 

El  Buen  Retiro  (siglo  xvii).