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d 43
/?É^. S 5^74-
EL ANTIGUO MADEID.
EL
ANTIGUO MADRID.
píseos ÉISTtRICO-ilECltTICOS
FOl LAS UllES Y CASilS DE ESTA VILLA,
S. RAMOH DE HESONIRO ROMANOS.
NUEVA. EDICIÓN.
70UO PBIMEXIO.
MADRID,
OFiaNAS DE LA ILD&TIIACÍON ESPAROLA Y AMERICANA.
^ *
RíP. S 5¿7lt
ASA ^sC A g
^
jA
ú
V
V
Á
O
VI ADVERTENCIA.
Cuando por los años 1831 publiqué el Manual
descriptivo de ella (que luego en ocasiones pos-
teriores he tenido que reproducir ó rehacer del
todo con arreglo á las radicales variaciones ocur-
ridas), así como también en otros escritos sobre
la administración económica ó reforma material
de esta población, que trabajé en desempeño de
los diversos cargos concejiles y honoríficos que
me fueron impuestos , hube de ocuparme exclu-
sivamente del Madrid material ^ describirle y con-
siderarle bajo sus diversos aspectos, estadístico,
topográfico y administrativo.
En otra obrilla literaria bien conocida, que du-
rante los diez años de 1832 á 1842 fácilmente se
deslizó de mi entonces juvenil imaginación á la
festiva pluma, claro es que me propuse pintar á
mis paisanos en su vida activa, trazar los carac-
teres, rasgos y fisonomía de su condición social;
el cuadro, en fin, filosófico en el fondo, aunque
risueño en la forma, del Madrid moral. — Pero en
las Escenas matritenses ^ así como en el Manual
descriptivo , siempre habia considerado á este pue-
blo desde el punto de vista moderno ó contem-
poráneo; para completar su estudio en diversas
fases, faltábame contemplarle en su vida pasada,
en la marcha de su historia y de su cultura.
Aquí (lo confieso francamente) tropecé con
ADVERTENCIA. . VII
mayor dificultad, porque todo el entusiasmo, la-
boriosidad y diligencia que pude aplicar no al-
canzaron á dar á mi pluma el impulso y energía
bastantes á lanzarse en las altas regiones de la
historia ; mas no queriendo, ni estando en mi ca-
rácter, renunciar al propósito una vez formado,
hube de contentarme con ejercitar aquélla dentro
de los límites de la narración anecdótico-topo-
gráfíca, encarnándola, por decirlo así, en la loca-
lidad material ; y de aquí resultó esta leyenda
del Madrid antiguo ó histórico^ que con las ante-
riores del moderno, físico y social^ forme bien ó
mal la trilogía que me propuse dedicar á mi pa-
tria con más sana intención que confianza en el
acierto.
Contando en esta ocasión , como en las anterio-
res, con la benevolencia de mis lectores, no in-
tentaré aquí desarmar ó conjurar la crítica con
defensas anticipadas. Creo sinceramente que en
un libro de esta índole», obra más que de la ima-
ginación, de erudición y de estudio, y ocasiona-
da, por consecuencia, á muchas equivocaciones,
se hallarán fácilmente, á poco que se intente bus-
carlos, errores de apreciación y aun de hecho;
redundancias, repeticiones, y hasta contradicción
entre alguna de sus páginas, escritas, como antes
dije, á largas distancias, y con diverso objeto y
Vni ADTUTKBCU.
«stilo. Una cita equivocada, un error de fecha,
una impropiedad de expresión, podrá tal vez re-
gocijar á quien haya de juzgarle con acrimonia;
pero en mi descargo sólo podré decir que he pro-
curado sinceramente huir de estos escollos , tan
frecuentes cuando se navega en el océano de la his-
toria, rodeado de libros de todos tiempos, entre
la balumba de manuscritos y mamotretos de ín-
dole, forma y objeto diferentes, y la penosa tarea
de prolijas y encontradas averiguaciones mate-
riales. Ko me lisonjea la idea de haberlo conse-
guido del todo; pero si habré de decir (aunque
sea en perjuicio propio) que, tales como aparez-
can, aciertos 6 errores, son obra exclusivamente
personal, que uo he contado con colaboración al-
guna para este pobre trabajo, ni más ayuda que
el de mi propio criterio, escasa inteligencia y te-
naz laboriosidad. Sobre nadie, por lo tanto, nt
corporación, ni individuo, podré declinar aque-
llas faltas, porque á nadie he solicitado, á nadie
demandado favor.
En cuanto á protección de otra especie, excu-
sado es decir que jamas en mis humildes y gra-
fnitoa tafoiiB 1q lio üretcndído ni deseado, y que
encia, tuve merced que ngra-
i deplorar.
obrita , sale , pues , á luz , sin
ADVERTENCIA. IX
otra pretensión, repito, de parte de uu autor, que
la de rendir este nuevo tributo de adhesión á su
patria; sin otro Mecenas que la simpatía y bene-
volencia de sus paisanos ; sin otra recomendación
que la firma de un patricio sincero, de un buen
hijo de esta villa, que, contento con el aprecio de
8Q8 convecinos, no aspira á extender su fama li-
teraria ni social más allá de los limites del arra-
bal de Chamberí.
(1861.)
Ramón de Mesonero Romanos.
INTRODUCCIÓN.
m^^0*0^0^0^0*^*0*^^0^^*^^^*0^^
RESEÑA HISTÓRICO -TOPOGRÁFICA Y CIVIL
ÉPOCA DESCONOCIDA.
Madrid, como todas las ciudades, como todos los es-
tados, como todos los personajes, que enaltecidos por la
«aerte llegaron á adquirir fí|y:ta importancia política, tu-
vo muy luego sus aduladores panegiristas, que, no con-
tentos con defender esta importancia y justificar aquel
engrandecimiento con los méritos especiales del tal pueblo
ó del tal sujeto, estribándolos en las dotes de su valor
más bien que en el privilegio de su fortuna, ti^ataron de
rebuscar su origen en la más remota antigüedad, enlazán-
dole con los héroes mitológicos ó fabulosos, para forjarle
luego una empergaminada ejecutoria en que poder osten-
tar sus heráldicos blasones.
2 IHTRODÜCCION.
todo esto es muy entretenido j sabroso, si no muy ve-
rosímil ni importante á los ojos un tanto escépticos de la
actual generación, en cuyas almas no arde ya aquella fe
sincera y entusiasta que enaltecía al carácter y formaba
las delicias de nuestros apasionados abuelos; y ni aun
quiere dispensar á éstos los honores de. la controversia en
materias que considera de escaso interés, por remotas,
improbables y que 4 nada conducen. Por eso los moder-
nos historiadores dejan á aq^aeUos ardientes admiradoras
de lo desconocido, mano á mano entretenidos con sus
héroes mitológicos, con sus fantásticas ó místicas apari-
ciones, con sus hiperbólicas consejas y gratuitas y candida»
conjeturas , y procuran sólo aprovechar los datos fehacien-
tes, ya sea que puedan hallarlos escritos, ó ya los vean
consignados materialmente en los sitios y monumentos; y
en llegando á la época en que viene 4 faltarles aquel hilo
conductor, dejan á la historia envuelta en la noche de los
tiemposy y continúan tranquilos su narración.
Por el opuesto sistema, los entusiastas y prolijos coro-
nistas de Madrid, Gonzalo Fernandez de Oviedo (1) , el
maestro Juan López de Hoyos (2), Gil González Dávi-
(1) nutoria natural y gene- honrasfánebresdelSermo.Prin"
ral de las Indias, por Gonzalo cipe D, Carlos, por el maestro
Fernandez de Oviedo; 4 tomos, Juan López de Hoyos (Madrid,
folio (pnblicada por la Real ^»ji^68.)
Academia de la Historia. Ma- Historia y relación de la en-
ana, 1852.) fermedadj tránsito y exequias
Las Quincuagenas de los gene- de la Serma. Reina Z).* Isabel
rosos y no menos famosos Reyes, de Valois, y declaración de las
Principes, Duques, Marqueses, armas de Madrid y de alguna
Condes, é caballeros, é personas de sus antigüedades, por el mis-
notables de España, por el mis- mo Hoyos (Madrid, 1569).
mo Fernandez de Oviedo ( MS. Recibimiento que hizo la villa
en la Biblioteca Nacional , pu- de Madrid á la Serma, Reina
blicado recientemente). £).• Añade Austria, por el mis-
(2) Relación de la muerte y mo Hoyos (Madrid, 1672).
RESEÑA HISTÓBICA.
la (1), el licenciado Jerónimo Quintana (2), Antonio
León Pinelo (3), D. Juan de Vera Tasáis y Villaroel (4),
D. Antonio Nuñez de Castro (5), y otros que en los si-
glos XYi y XYii, á- consecuencia de la rápida importancia
adquirida por esta villa con la traslación á ella de la corte
de la monarquia, dedicaron sus plumas y desplegaron
toda la fuerza de su voluntad á rebuscar y consignar, con
más celo que buen criterio, mil confusas tradiciones, mil
absurdas conjeturas con que enaltecer á su modo al pue-
blo que los habia visto nacer y cuya historia ó panegírico
intentaban trasladar ; ocuparon muchas páginas de sus in-
digestos cronicones en aserciones notoriamente falsas , en
consejas maravillosas y en deducciones temerarias y hasta
ridiculas, que, si pudieron ser admitidas en la ¿poca en
que se escribían , hoy sólo alcanzan de la crítica sensata
ima sonrisa desdeñosa.
Nada, sin embargo, debemos extrañar que así sucedie-
ra, y que tan patriotas y eruditos escritores pagasen tri«
buto á la moda de aquellos tiempos , que queria que la re-
mota alcurnia fuese el primer título de gloria para los
(1) Teatro de las Grandezas
de la Villa y Corte de Madrid^
por el maestro Gil González D4%.
vila (Madrid, 1623).
(2). Historia de la antigüe-
dad, nobleza y grandeza de la
Villa de Madrid^ por el licen-
ciado Jerónimo Quintana
(1629).
(3) Ancdes de Madrid hasta
el año de 1658 (manuscrito),
por Antonio León Pinelo.
(4) Noticias historiales de la
enfermedad^ muerte y exequias
de la Reina Z).* Maria Luisa
de OrleanSf por D. Juan de Ve-
ra Tassis y Villaroel (Madrid,
1690).
Historia del origen, invencioit
y milagros de la sagrada ima-
gen de Ntra. Sra, de la A Imu-
dena, por el mismo Vera Tassis
(Madrid, 1692).
(5) Libro históríco-politico:
Solo Madrid es corte, por D. An-
tonio Nufiez de Castro (Madrid,
1668).
INTRODUCCIÓN.
pueblos como para los individuos ; y que dominados por
el deseo de hacer aparecer con mayor esplendor á su villa
ns^tal, objeto de su entusiasmo y reciente emporio de la
monarquía^ no titubeasen en admitir como buenos todos
los delirios, fábulas y comentos que pudieron hallar con-
signados en los falsos cronicones ^ en los ecos populares ó
en las maravillosas consejas del vulgo; que no retrocedie-
sen ante el temor de ser tratados algún dia de ligereza por
la crítica severa y la sana razón ^ ni que tampoco hiciesen
escrúpulo de alterar ó desfigurar los textos más respeta-
bles, atormentándolos á su modo para sacar consecuen-
cias absurdas que pudiesen conducir á su objeto preexis-
tente.
Al decir de aquellos candidos ó amartelados escritores,
la fundación de Madrid precedió en diez ó más siglos á la
de Boma ; se verificó en los primeros tiempos de la po-
blación de España, á muy pocos años después del Diluvio
universal , y cumplirla en el de gracia que atravesamos
4030 de respetable fecha, según muy seriamente afirmaba
hace pocos años nuestro Calendario oficial, — Añaden
que dicha fundación fué verificada por el príncipe Ocno-
Bianor, hijo de Tiber, rey de Toscana, y de la adivina
Manto, cuyo nombre quiso dejar consignado en esta villa
apellidándola Jbfan^u^. Pero semejante origen mitológico
de nuestro Madrid no es más^jjne un plagio del que plu-
go á Virgilio dar á la otra Mantua de Italia, su patria; y
no podia de modo algano aplicarse racionalmente á Ma-
drid en la época en. que se supone fundada, anterior en
más de mil años á dicho príncipe Ocno, que si existió efec-
tivamente, fué diez siglos después, en tiempo de la guer-
ra troyana.
No menos peregrinos son los demás cuentos con que
engalanan nuestros cronistas la cuna de su pretendida
Majüuay alegando, para probar su predilecto ensueño del
BEBEffA HISTÓRICA.
origen griego , datos tan concloyentes ó chistosos como
el espardable y fiero dragón que se halló escnlpido en ana
de sns pnertas, y que, según ellos ^ era el emblema que
usaban los griegos en sus banderas y dejaban como bla-
són á las ciudades que edificaban ; ó bien en ciertas lámi-
nas de metal que se suponen halladas al derribar el Arco
de Santa María, y que escritas (probablemente en caldeo)
probaban, según ellos , haber sido construido aquel muro
y puerta por Nabucodonosor, rey de Babilonia, á supuso
por Madrid,
La crítica moderna, más concienzuda ó menos apasio-
nada, rechaza al dominio de la fábula todas estas gratui-
tas é improbables aseveraciones ; y en busca de los datos
fehacientes que pudieran conducirla al esclarecimiento de
la verdad, no ha hallado en esta villa el más ligero indicio
ni la más remota señal de tan primitivo origen; sólo ha
visto señalada en las Tablas de Tolomeo una población
apellidada Mantua, que estaba situada en la región car-
petana ; pero la situación geográfica señalada por aquél á
esta Mantua (según la demostración de los más insignes
hombres de ciencia), contradice absolutamente á la de
nuestro Madrid, y difiere de este algunas leguas ; siendo
unos de opinión (como los coronistas Pedro Esquivel y
Ambrosio de Morales) de que puede referirse al pueblo
conocido ahora por Villamanta, y otros á Talamanca (-ár-
mántica), que se aproximan ó cuadran mejor á aquella si-
tuación, que conservan aún en sus nombres más raices ó
analogías con el primitivo de Mantua , y en que se obser-
varon también ruinas y hallaron vestigios de remota an-
tigüedad.
En este sentido hicieron preciosas observaciones, á fines
del siglo último, los eruditos escritores y arqueólogo^
maestro Enrique Florez, D. Antonio Ruy-Bamba, y so-
bre todos, D. Juan Antonio Pellicer, en dos obras espe-
INTRODUCCIÓN.
cíales (1) , el cual llegó hasta averigaar y demostrar el
origen de la equivocada antigüedad y nombre dados á
Madrid y explicándola en el texto adulterado de dichas 7a-
hlas de Tolomeo^ de la edición de Ulma, en 1491 , en el
cual se lee esta nota, puesta por ignorada mano (<rifan-
tua; Viseria olim; Madrid y>), cuya gratuita explicación
no se lee en las primeras ó anteriores ediciones de aquel
gran geógrafo, según puede consultarse en la de 1475 (la
más antigua que se conoce) y que existe en nuestra Bi-
blioteca Nacional, y cita también dicho erudito escritor.
Besulta, pues, probado hasta la evidencia, que lo de la
fundación de Mantua por el príncipe Oaio-Bianor es á
todas luces falso é imposible y y que la población que cita
Tolomeo con aquel nombre (ya fuese fundada por grie-
gos, cartagineses ó romanos) no es ni pudo ser con algu-
nas leguas de diferencia la que actualmente se denomina
Madrid; que el mismo Tolomeo no dijo tal cosa, sino que
fué una ligereza de alguno de sus ignorados anotadores.
Acaso, sin embargo, pudo existir Madrid en tiempo de
la dominación romana en España, y aun antes, como pre-
tenden la mayor parte de los escritores antiguos y muchos
modernos, é intentan probarlo con algunas lápidas sepul-
crales que dicen haberse hallado en esta villa y describen
é interpretan á su sabor ; pero en ninguna de dichas lápi-
das (que pudieron ser traídas, y alguna consta que lo fué
efectivamente, de otros puntos), aun violentando todo lo
posible las interpretaciones, se encuentra la más mínima
referencia á Madrid con el nombre de Mantua ni con otro
alguno.
. (1) Discurso sobre x'árias an- Disertación sobre el origen^
tigüedadea de Madrid, y origen nombre y población de Madrid,
de sus parroquias , por D. Juan asi en tiempo de nwros como de
Antonio Pellicer (Madrid, cWíímiwoí, por el mismo Pelli-
1791). cer (Madrid, 1803).
rkssKa histórica.
Si existió Madrid en tiempo de los romanos y, como se
faa pretendido, fué manicipio de algnna importancia; si re-
cibió en ellos U sagrada luz del Evangelio , viniendo á
predicarle el Apóstol Santiago ó alguno de sus compañe-
ros; si fué por entonces ensanchada la población y forti-
ficada con sólidos muros, y vio nacer dentro de ellos, co-
mo se ha defendido, á San Melchiades y San Dámaso,
papas , y morir en el martirio 4 San Gines y otros en de-
fensa de la fe y ¿cómo, pues, se llamaba esta población,
que ya vemos que no era Mantua y que tampoco está se-
ñalada en el Itinerario de Antonio Pío con los nombres
de Viseria, Ursaria ni Majoritum, que dicen aquellos his-
toriadores recibió de los latinos? — La critica moderna (ya
lo hemos dicho) niega absolutamente la primera de aque-
llas denominaciones, Viseria, probando que es nacida del
mismo error de la nota puesta 4 Tolomeo y que traduce
4iManto» ( Viseria olim, Adivina en otro tiempo) \ convie-
ne hasta cierto tiempo con que pudo ser llamada Ursaria
por los muchos osos de que abundaba su término y y que
al fin vinieron á formar el emblema de su escudo, y con-
tradice y demuestra absolutamente que el nombre supues-
to de Majoritum no es antiguo , sino pura y simplemente
el posterior del Magerit. morisco, latinizado de diversos
modos más ó menos bárbaros en los documentos pos-
teriores á la conquista; como Majoridum^ Mageriacum,
Mageridum, Magritum, Matritum, y otros muchos de que
inserta un largo árbol etimológico el citado Pellicer en su
Disertación histórica sobre el origen y nombre de Madrid,
y añade otros muchos la diligente investigación del di-
funto escritor contemporáneo D. Agustín Azcona (1).
(1) Historia de Madrid des- Azcona (Madrid, 1843). Des-
lié sus tiempos más antiguos has- graciadamente, sólo se publica-
Xa nuestros dias^ por D. Agustín ron las primeras entregas, que
8 INTRODUCCIÓN.
Estos y otros críticos modernos, en vista de todas aque-
llas observaciones 9 j á falta absoluta de datos fehaciente»
de los que se encuentran frecuentemente en pueblos de
aquella antigüedad, tales como ruinas de monumentos,,
inscripciones, medallas, ó simple mención en la historia,,
han concluido por dudar ó negar rotundamente la existen <
cia del Madrid griego y romano con el nombre de Mantua
ni con otro alguno; pero otros no menos apreciables la
creen probable, y entre ellos merece especial mención el
ilustrado y respetable académico, que fué, de la Historia^
D. Miguel Cortés y López, el cual, en artículos especíale»
de su importante Diccionario geográfico histórico de la Es^
paña antigua^ y en dos cartas que se sirvió dirigirnos des*
de Valencia, y que conservamos con el mayor aprecio^
consagró toda la fuerza de su talento y de su perspicacia
á demostrar que en el sitio en donde la actual villa de Ma--
drid, estuvo, no la Mantua de Tolomeo, sino la mansión
militar romana señalada con el nombre de Miacum en el
Itinerario de Antonino; supone dicha voz hebreo-fenicia,
y de su genitivo Miad deduce el de Madrid , y de las vo-
ees Miad-Nahar (equivalentes k rio de Miacó) el del que
hoy es conocido con el nombre de Manzanares; asentan-
do, ademas , que si con documentos antiguos y auténticos
se pudiera probar que Madrid en algún tiempo se llamó
Ursaria, no sería preciso inferir que este nombre deriva-
se del latino Ursus^ sino, con más verosimilitud, de la voz
hebrea Ur, que significa /uí/^o, con lo que vendría á decir
ciudad defuegOy y se justificaría el dicho de Juan Mena,
«En la su villa, de fuego cercada d,
comprenden hasta el reinado de á los principios el concienzuda
Enrique IV, y es sumamente trabajo de este apreciable es-
eensible el que quedase tan critor.
BESEÑA HISTÓRICA. ¡>
teniendo también mnchisima analogía con la voz Miacumy
qne significa lo mismo ^ ciudad levantada sobre un terreno
de fuego ó volcánico^ annque otros creen que este dicho
alada más bien á la muralla que estaba formada de gran-
des pedernales.
Vemos y pues, que todo esto no son mis que conjeturas
más ó menos ingeniosas , y que nada puede asegurarse
absolutamente por falta de datos fehacientes, durante la
dominación de los griegos y romanos, y lo que es más, ni
áan después dé la caida del imperio y de la irrupción y
dominio de los godos en nuestra España ; porque no sólo,
como queda dicho , no se hallan ni han hallado en Madrid
restos algunos que demuestren con evidencia que existió
en aquellas épocas, ni hay otra razón para creerlo que
tradiciones poéticas y maravillosas , sino que- tampoco se
ve siq^iiera hecha mención de esta villa en las antiguas
crónicas de España, hasta la de Sampiro, que la nombra
por primera vez con su nombre morisco y con referencia
al siglo X, dos centurias después de la invasión musulmana*
ÉPOCA HISTÓRICA.— MADRID MORISCO.
(siglo X.)
A las simples conjeturas y á los ingeniosos argumentos
dirigidos á probar la existencia anterior de Madrid , suce-
de ya aqui la evidencia, producida por las palabras termi-
nantes de la historia. — a:Reinando Ramiro II seguro (en
Ijeon), consultó con los magnates de su reino de qué modo
invadiría la tierra de los caldeos, y juntando su ejército,
se encaminó á la ciudad que llaman de Magerit, desman-
teló sus muros 9 hizo muchos estragos en un domingo, y
10
INTRODUCCIÓN.
ayudado de la clemencia de Dios^ volvió á su reino en paz
con su victorias (1).
Esta es la primera vez que figura Madrid en nuestra
historia, si bien es ya con el carácter de ciudad murada é
importante; éralo en efecto, porque defendiendo á Tole-
do, corte de los musulmanes, de las invasiones de los
castellanos y leoneses , que solian pasar los puertos de
Guadarrama y Fuenfria, procuraron los árabes fortifi-
carla con alcázar y castillo seguro , con fuertes murallas,
con robustas torres y con sólidas puertas;* por lo' que es
muy regular que se aplicasen luego á reparar la parte de
muros que desmanteló D. Ramiro, pues vivian siempre
recelosos y amenazados de los enemigos. — Esta acome-
tida del Bey leonés la señalan los coronistas por los años
933, y también hacen mención de otra posterior, verifica-
da por D. Fernando I (el Magno) , en 1047 , en la cual
maltrató las murallas de Magerit , y algunos suponen que
la tomó, que recibió en ella la visita de Alimenon, rey
moro de Toledo, y que le hizo su tributario, abandonán-
dole después su conquista.
Sobre la suerte de Magerit (2) durante la dominación
(1) Ramirug securus regnanSy
cormlium inhivit cum ómnibus
magnatibus regni suiy qualiter
caldmrorum ingrederetur ter-
ram; et coadunato exercitu, per-
gens ad civitatem quas dicitur
Maobrit, confregit muros ^us
^t maxirna fecit strages^ domini-
ca die; adjuvante clementia Deiy
reversus in domum suam^ cum
rictoriam in pace. (Crónica del
monje de Silos publicada por
Berganza.)
En el Cronicón de Cárdena^
publ icado también por Berganza
en sus Antigüedades de España j
se lee también : mEra de 965 años;
reynó D, Ramiro veinU años y
cercó á Madrid éprisola^ é lidió
muchas reces con los moros éfue
aventurado contra elhs.T^
(2) £1 nombre de Magerit^
primero ciertamente averiguado
de nuestra población, quieren
algunos suponer que significa
en el árabe antiguo venas 6 con-
ductos de agua y con alusión á la
abundancia que hubo de ellas
BBSEÑA EISTÓBICA.
11
de lo6 sarracenos, se ha delirado también bastante, sapo-
niéndole unos pueblo grande y rico, con muchas mez-
quitas é iglesias muzárabes, con grandes y poblados arra-
bales, notables escuelas de Astronomía, célebre én los
cantares de sus dominadores, y fortalecido por ellos, que
dieron á su alcaide la primera voz entre los del reino de
Toledo; pero otros pretenden rebajar mucho de este bri-
llante cuadro, y de todos modos, son sumamente escasas
las pruebas que so presentan de aquellas aserciones , pues
sólo á fines del mismo siglo x, el escritor árabe Ebu-Ka-
teb hace mención de Maseru, diciendo era una pequeña
población cerca de Alcalá, y por aquel mismo tiempo se
citan los nombres de Moalema Ben^Amet , gran matemá-
tico y astrónomo, conocido por el Magriti, y de Said
Sen ZuUma y Johia, madrileños también, que enseñaban
las ciencias y la Filosofía en Toledo y Granada.
No es de suponer, pues, que fuese tan grande la im-
portancia de esta morisca población , apenas citada en las
historias árabes , y de que tan escasos y mezquinos restos
quedaron después de la conquista; con ausencia absoluta
de importantes ruinas, de algunas construcciones de las
que tan frecuentemente se encuentran en nuestras ciuda-
des muslímicas, tales como mezquitas y palacios, fábricas,
baños, hospitales y acueductos, y únicamente el AlcázUr
ea esta región , de donde y de
la cerca de pedernal procede el
dicho antiguo: «iMadrid la Osa-
ría , cercada de fuego , fuiuiada
9obre agua.T» — Otros la explican
por caga de aires Baludables. —
Hay quien cree que quiera decir
Horcajo j porque tenía tres puer-
tas principales ; y otros niegan
absolutamente que esta voz sea
árabe, antigua n\ moderna, ni
tenga en esta lengua significa-
ción alguna ; diciendo , sin em-
bargo , que puede ser de origen
africano ; no faltando, por últi-
mo, quien sienta proceder del
nombre de un moro llamado
Magit 6 Mugit^ k quien atribuye
su fundación.
12 INTRODUCCIÓN.
Ó fortaleza (cuyo origen puede presumirse de aquel tíem^
po), y la muralla y puertas que aun se conservaron largo
tiempo después y revelan el verdadero carácter militar 6
la importancia estratégica de la población , situada orillas
del Manzanares. Si ésta fué fundación de los musulma-
nes, como parecen indicarlo sus condiciones y forma es-
pecialy la fisonomía y nombre con que aparece por primera
vez en la historia, ó si la hallaron ya fundada por los go-
dos ó romanos, es lo que seria aventurado, resolver.
Únicamente puede sospecharse que la primitiva pobla-
ción , ya fuese goda ó romana , ocupó efectivamente un
recinto mucho más pequeño de aquel con el que sucumbió
en el siglo xi ante las armas victoriosas de su conquista-
dor D. Alfonso VI. — Dicho recinto primitivo (que es el
atribuido por los historiadores poéticos á su pretendida
Mantua) era tan estrecho, que arrancando la muralla en
el alcázar ó fortaleza , seguia rectamente á la puerta de
la Vega, y luego , por detras del sitio donde hoy está la
casa de Consejos , revolvía hacia el frente de la calle del
Factor, donde estaba, mirando á Oriente, otro arco ó
puerta llamado luego de Sania María (que permaneció
aun después de la ampliación) , subia luego por dicha ca-
lle del Factor al altillo de palacio, y tornaba á cerrar con
el alcázar por su frente meridional. — Esta muralla , que
suponen fuerte los historiadores , tenía frente al alcázar y
donde ahora están las casas del marqués de Mal pica, una
torre llamada Narigües, sobre las aguas y huertas del
PozacJiOj que estaban donde ahora la calle de Segovia, y
otra llamada torre Gaona, fuera de los muros, é inme-
I diato á los Cafios del Peral.
Pero admitida ó allanada (no sabemos en qué tiempo)
esta primera muralla, se construyó (más probablemente
por los moros que no por los romanos del tiempo de Trsi-
jano, como se ha pretendido) la segunda y verdadera
RESBÑA HISTÓRICA. 13
con que aparece Magerit en la historia, j de qae no paede
dadarse absolutamente , tanto por hallarse descrita por
autores que aun la conocieron en pié, 7 que dicen que
era de doce pies de espesor , de sólida cantería 7 argama-
sa, 7 que, según Marineo Sícula, aun ostentaba, en tiem-
pos ^el emperador Carlos V, ciento veinte 7 ocho torres
ó cubos en sus lienzos, cuanto porque la vemos material-
mente reproducida casi por toda su extensión , 7 siguien-
do exactamente la dirección que la dan los historiadores,
en el gran Plano topográfico ífe Madrid, grabado en Am-
bares en 1656 (1), 7 en el cual se distingue perfecta-
mente dicha muralla, aunque interrumpida por las cons-
trucciones posteriores; últimamente, porque por los res-
tos de ella, que en nuestros mismos dias se han hallado
con ocasión de los derribos de casas, se puede apreciar
6D términos precisos su dirección, cubos 7 fortaleza.
Aquélla era, pues, la siguiente :
Arrancando, como la anterior, por detras del Alcázar
(que, como es sabido, estaba en el mismo sitio que ho7
el Heal Palacio), seguia recta hasta la Píierta de la Vega
(hasta aquí pudo ser el trozo de la muralla primitiva, si
es que existió), 7 penetrando luego por entre las casas del
marqués de Povar ( ho7 de Malpica), 7 de la conocida
actualmente por la chica de Osuna (que fué primero hos-
pital de San Lázaro), bajaba á las huertas del Pozacho,
que se hallaban en lo que ho7 es calle de Segovia, hacia
las casas viejas de la Moneda, dirigiéndose luego á ganar
las alturas fronteras de las Vistillas por el terreno que
(1) De este precioso 7 rarísi- su tiempo le describiremos, con
mo Plano de Madrid poseemos tanta mayor razón , cuanto que
un ejemplar sobre tela, acaso sobre él están calcados núes-
el único completo y perfecta- tros paseos por el Madrid del
mente conservado que existe. A siglo xvii.
14 rNTRODTTCCION.
ahora es conocido con el nombre de Cuesta de los Ciegos;
desde dicha altura penetraba por detras del moderno pa-
lacio del Duqne del Infantado^ basta salir delante de San
Andrés al sitio donde estaba la Puerta de Moros ^ qne boy
conserva aún este nombre; de aquí, tocando en los limi-
tes de lo que después se llamó la Cava Baja y call^ del
Almendro, seguia casi la dirección que actualmente di-
chas calles , saliendo 4 la Puerta Cerrada, la cual estaba
situada hacia el mismo sitio en que hoy la cruz de piedra.
— Aqui desaparece, en el plano citado, la continuidad de
la muralla, ofuscada con las posteriores construcciones;
pero se sabe que, subiendo por la Cava de San Miguel
hacia el sitio y trozo de la calle Mayor, conocido después
por las Platerías , alzábase en ¿1 la Puerta de Guadala-
jara enfrente de la embocadura de la actual calle de Mi-
laneses, y continuaba luego la muralla por entre las calles
del Espejo y de los Tintes (hoy de la Escalinata) & los Ca-
ños del Peral, torciendo, por último, hacia el Alcázar,
cerca del cual, y mirando al Norte, habia otra puerta lla-
mada de Balnadú.
Tal era el recinto interior averiguado del Magerit mo-
risco, y aunque los historiadores modernos suponen ya
entonces la existencia de grandes arrabales y aun de cier-
tos templos extramuros durante la dominación musulma-
na, esto es, por lo menos, discutible; y de toda manera,
no se halla mención en ningUn documento de dichos arra-
bales hasta el siglo xiii, cuando iban ya trascurridas casi
dos centurias después de la conquista.
BE8EÑA HISTÓRICA. 15
MADRID BESTAUBADO.
(siglos XI AL XVI.)
Llegó y en fín^ la época de la restaaracíon definitiva de
efita villa por las armas cristianas ^ cuya gloria estaba re*
servada al rej D. Alfonso VI de Castilla. Verificóla, se-
gnn se cree, por los años de 1083, cuando emprendió la
conquista de Toledo, aunque hay quien piensa que des-
pués de la de aquella ciudad. En la de Madrid dan algu-
nos autores la palma á los segovianos, diciendo que por
haber Uegado más tarde que los de otras ciudades al lla-
mamiento del Bey, pidiendo alojamiento, éste les contesta
^que te alejaran en Madrid i>; acordáronlo así los segovia-
nos , y otro dia al amanecer ganaron la puerta de Guada-
lajara y plantaron en ella las banderas de Alfonso. Pero
otros autores (entre ellos Quintana) niegan á los segó-
víanos aquella participación en tan importante suceso, y
lo prueban, 4 nuestro ^entender, con buena critica y datos
difíciles de combatir.
Conquistada, en fin, esta villa, y fijada al mismo tiem-
po en Toledo la corte castellana, empezó á tomar Madrid
importancia histórica , acreció considerablemente la po^
blacion, extendió su recinto y contribuyó con su riqueza,
con su lealtad, y con el valor y patriotismo de sus mora-
dores , al proseguimiento de las guerras encarnizadas y
seculares contra la morisma.
Alfonso VI (el Conquistador ó el Bravo) y sus nietos,
también Alfonsos, el Vil (llamado el Emperador) y
el VIII (el de las Navas) , que ocuparon el trono casto-
1 6 INTRODUCCIÓN.
llano durante todo el siglo xii y parte del xiii, manifes*
taron desde luego grande inclinación á esta villa , visitán-
dola frecuentemente y preparando en ella sus expedicio-
nes guerreras ; . purificaron y convirtieron en iglesias sus
pobres mezquitas, dando á la principal la advocación de
Santa María de la Almudena , por la milagrosa imagen
que, según la tradición, se halló el dia 9 de Noviembre
de 1083 (el mismo año de la conquista), escondida en un
cubo de la muralla cerca del Almudin 6 'pósito de trigo;
repararon sus murallas y defensas ; fundaron, á lo que se
cree , algunos grandes edificios, palacios é iglesias ; seña-
laron los términos de la villa; proveyeron á su organiza-
ción municipal; dictaron sus fueros y ordenanzas, y fun-
daron, ó por lo menos extendieron considerablemente, los
arrabales, concediendo notables privilegios al monasterio
de San Martin para poblar el «término de esta villa , de
que resultó la segunda ampliación de su recinto, verifica-
da á fines del siglo xiii.
Muchos antiquísimos y preciosos documentos, que prue-
ban todo esto, y dan una idea de lo que pudo ser por en-
tonces la villa de Madrid, se conservan todavía, y su
inserción y estudio ocuparían algunos volúmenes (1).
Pero contrayéndonos á nuestro propósito en esta rápida
reseña, sólo hacemos mención de dos de los más antiguos
y principales.
El primero, en el orden de antigüedad, esta expedido
dh Toledo, en I.** de Mayo, era de mil ciento noventa (cor-
(1) Poseemos original el Ca- D. 2fanuel Ramirez de Arella-
iálogo Cronológico de los privi- no , de orden del corregidor don
legios^ cédulas y cartas Reales José Antonio de Armona; un
qite se conservan en el archivo volumen manuscrito, de 174 fo-
de Madrid^ formado en 2 de jas útiles, que perteneció á dicho
Enero de 1780 por el archivero corregidor.
BESEÑA HISTÓRICA. . 17
respondiente al año de 1152) (1), por el rey D. Alfonso
«I VII, llamado ú Emperador j y en él hace carta de
donación al Concejo de Madrid de los montea y linderos
4pie son y están entre la villa de Madrid y Segovia , parti-
cular y señaladamente desde el puerto del Verrueco y aparte
el término entre Segovia y Avila hasta el puerto de Lozoya,
<ün todos sus intermedios y montes y simas y valles, así y de
la manera que corre el agua y desciende de la cumbre de los
montes hacia la diclia villa y hasta la dicha villa de Madrid;
€uya donación expresa hacer por el benejieio y servicio que
k prestó esta villa en las tierras de los moros y por lafide*
lidad (inconcusa fidelitas) que siempre encontró en los veci-
nos de Madrid; dicha carta de donación fíié seriamente
combatida durante siglos por los vecinos de Segovia y de
Avila, que intentaron varias veces poseer y poblar el
Real de Manzanares; y en sn consecuencia, hay otros
muchos privilegios confirmativos, expedidos por los mo-
narcas posteriores, y machas Beales cédulas amparando á
Madrid en su derecho contra las agresiones de Segovia
«n aquellos términos.
£1 segundo en el orden de los tiempos, aunque no en
importancia histórica, es el famoso Códice de los fueros,
que no fué conocido hasta 1748 , en que se encontró y
fué mandado copiar por el ministro de Estado D. José
Carbajal y Lancáster, con este titulo : Ordenanzas y fue-
ros* Reales que mandó liacer el rey 2?. Alfonso el Octavo
(1) Todas las dudas en que ginal latino^ que existe en el
»e pierde el 8r. Azcona respecto archivo del Ayuntamiento, lleva
i la fecha de este documento la de la era mil ciento noventa^
86 explican con decir que está correspondiente al año 1152, y
equivocada ésta en la traduc- no la era mil ciento sesenta , que
cion que inserta Quintana y re- correspondía efectivamente á
produce Azcona, y que el ori- 1127, que dice la traducción.
I. • s
18
INTKODUCCION.
. para gobierno de la villa de Madrid en la era MCCXL
(que es el año 1202) (1).
Este precioso docamento es el mejor dato que existe
para juzgar del estado civil de esta villa en su primer pe-
ríodo subsiguiente á la conquista , y ha dado lugar á no
menos preciosos trabajos é investigaciones críticas de los
Sres. Llaguno y Amirola, maestro Sarmiento, P. Burriel
y Pellicer, en el siglo pasado , y últimamente, al intere-
santísimo del digno académico de la Historia Sr. D. An-
tonio Cabanillesy que le inserta íntegro y analiza con gran
copia de discretas observaciones y delicado criterio (2),
La brevedad impuesta á nuestra pluma en esta reseña
histórica no nos permite seguir á aquellos laboriosos y
eruditos escritores en la explanación de las importantes
deducciones que ofrece este curioso documento, para juz-
gar la organización, régimen y vida íntima (digámoslo
así) de aquella sociedad, de aquel pueblo, en época tan
remota y poco conocida. Y ciertamente que en renunciar
á este estudio , á esta exposición crítica y filosófica de
aquel período de imperfecta cultura, aunque de grandes
y generosos instintos, hacemos un sensible sacrificio ; si
bien nos complacemos en reconocer que este trabajo inte-
(1) £1 códice orígÍDal está eq
pergamino, en veinte y seis fo-
jas, sin foliación , útiles, y co-
mienza por estas palabras : San-
Ti Spiritüs adsit nobis qbatia.
Incipit líber de foris de Ma-
uerit, vnde dives hac paüperes
VIVANT IN PACE. ErA M. DüCEN-
TB8SIHA ET QÜADRAOINTA ANNO*
RUH.
Hec bst carta quem facit
CONCUJUM DE Madrid ad hono-
REu Dno. Nro. reos Alfonsus
ET de OONCILIO DE >IaDRID, UN-
de DIVES ET PAUPERE8 VIVANT IN
PACE ET IN 8ALUTE. — Compren-
de disposiciones legales y orde-
nanzas de buen orden y policía,
desde 1145 basta 1235, en un
periodo de noventa años, y está
escrito en el latín arromanzado
propio de aquellos tíempos.
(2) Memoria sobre los fueron
de Madrid en el año 1202 , por
D. Antonio Cabanilles (Madrid ,
1852).
RBSSÑA HISTÓBICA. Id
tesante está hecho, y hecho con más perfección qae pn*
diera recibir de nuestra débil pluma, en la preciosa Me-
moria jSL citada del Sr. Cabanilles.
Limitándonos, pues, á los objetos materiales existentes
en aquella época, bastará á nuestro propósito decir que
en dicho códice se hace referencia en lo interior de la villa
de El eastiellOy las calles, casCrS, el corare j la alcantarieUa
de San Pedro, los portiellos , la puerta de Giiadalfajara,
el Palacio, las plazas ó azoches, las tabernas, las diez
parroquias de Santa Marta, San Andrés, San Pedro,.
San Justo, San Salvador, San Migvsl, Santiago, San
Juan, San Nicolás y San Miguel de Sagra; habla de laa
aldeas de Bolecas, Belemeco, Humara, Sumasaguas, JRi-
v€ís y Valdenegral, y también del Prado de Toya, el Car-
rascal de Bolecas, molinos, canal et toda la renda de
Rivas, del Arroyo de Tocha en Valnegral, y otros sitios y
ticmbres hoy desconocidos.
De los arrabales de Madrid (que los historiadores, y
especialmente Quintana, quieren que existieran ya en
tienipo de los moros, y suponen habitados entonces por
los cristianos) nada hablan expresamente los fueros, ni
tenemos noticia de su existencia hasta fines del siglo xiii,
entre otras causas, porque Juan Diácono, que escribió
ana Memoria sobre la vida y muerte de San Isidro, y que
TÍyia en 1240 (1), habla de dicho arrabal, y aun declara
hacia qué parte caia, que era cerca de la iglesia de San
Martín.
La fundación de este antiquísimo monasterio se ha
(1) Este documento ee pre- aquél en los primeros años de
cioBO por sn antigüedad, y por- la conquista. Consérvase en el
que ha sido el que ha servido archivo de la Heal Colegiata de
de fundamento para escribir la San Isidro ; está escrito en latin,
vida del patrón de Madrid, cuya en 28 fojas de pergamino,
historia está relacionada con
20 INTRODUCCIÓN.
querido también remontar á los tiempos anteriores á la
invasión musulmana (en que acaso aun no existia Madrid),
pero parece lo más probable fuese fundado por el rej don
Alfonso YI á pocos años de la conquista. — Sea de esto
lo que quiera, lo cierto es que el mismo Monarca conce-
dió al prior y monjes de San Martin , j su nieto Alfon-
so VII confirmó, en 1126, el importante privilegio que
inserta el P. Yepes para que pueda poblar el término de
San Martin según el fuero de Santo Domingo y de Salía-
guny y que los que fuesen sus vasallos no puedan servir á
otro señor ni ser vecinos de otro lugar; que nadie pueda
edificar casas sin licencia especial del prior de San Martin^
y el que viviese dentro del término dé parte de ello al prior;
y si el que de allí se saliese vendiese algunas casas, las
pueda comprar el convento por el tanto , y que si no halla
quien las quiera comprar, se queden por del monasterio;
con otras cláusulas no menos expresivas del mismo privi-
legio.— Debe, pues, considerarse esta carta de población
como el fundamento ú origen del Vicus Sti, Martini, ex-
tramuros de Madrid, y luego incorporado á la parte prin-
cipal del pueblo en la segunda ampliación , así como de
la inmensa extensión de la feligresía de dicha parroquia
basta los límites de la nueva villa.
Otra fundación religiosa, también extramuros de Ma-
drid, contribuyó á principios del siglo xiii á aumentar por
aquel lado del arrabal. Esta fué la que hizo el patriarca San-
to Domingo de Guzman, que en 1217 envió desde Fran-
cia (donde se hallaba en la guerra con los albigenses) á
algunos religiosos para pedir al Concejo de Madrid sitio en
que verificarlo, y concedido que fué uno fuera de la puer-
ta de Balnadú, y auxiliado ademas con cuantiosas limos-
nas del vecindario, dieron principio á la fundación; pero
habiendo venido el mismo Santo Domingo á Madrid al
año siguiente, determinó establecer en esta casa una co-
BESBÑA HISTÓRICA. 21
mnnidad de monjas, en vez de la de reUgiosos, qne tras-
ladó á otro sitio. Desde entonces los monarcas, los mag-
nates, el Concejo y los vecinos de Madrid manifestaron
sa devoción y simpatía hacia aqnella santa casa, dotán-
dola de privilegios especialísimos y coantiosas donaciones,
entre las coales es notable la qne les hizo el Santo rey
don Femando III, de la extendida hnerta qne llegaba
hasta las inmediaciones del alcázar, y se llamaba de la
Rema y despnes de la Priora.
Estos dos famosos monasterios fueron, pnes, induda-
blemente la causa de la formación de aquel extenso arra-
bal ó parte nueva de la población, llamada por entonces
el arrabal de San Martin, No es, sin embargo, cosa tan
fácil como parece el designar con precisión el orden con
que fué poblándose aquella barriada abierta y creciente
con la sucesión de los tiempos, hasta incorporarse más
tarde y formar un conjunto con la población principal ;
pero, sea como fuere este progreso, los cronistas matriten-
ses dicen que ya por los tiempos de Alfonso VIH, ó sea
en la segunda mitad del siglo xiii, fué necesario Aac^
otra nueva cerca de la villa ^ incluyendo los arrabales de
este lado del Norte, y también los que se hablan formado
hacia el Oriente y Mediodía, y de que hablaremos después.
No se marcan con exactitud los puntos intermedios por
donde corría esta cerca, ni ha quedado de ella vestigio
alguno que los señale, siendo de suponer que, si existió
efectivamente según el plano de su contorno que publicó
el diligente D. José Alvarez Baena (1), no impidió ni
contuvo en nada el progreso del caserío por la parte ex-
terior.
Debemos suponer, por la consideración del rumbo mar-
(1) Compendio histórico de villa de Madrid ^ por don José
la» grandeza» de la coronada Alvarez Baena (Madrid, 1786).
22 DíTBODUCCION.
cado & dicha tapia, por la forma del terreno, por los pan-
tos ó colocación de los portillos ó entradas, y por algunas
especies saeltas y alusiones á dichas puertas que suelen
hallarse en las fundaciones y títulos de los edificios con-
tiguos, que, arrancando por detras del alcázar, compren-
dia y encerraba dentro de ella la huerta de la Priora (hoy
Plaza de Oriente), y por las cuestas ó vistillas del rio
(después de doña María de Aragón) subia á la plazuela
de Sanio Domingo y donde abría otra entrada con este
nombre, mirando al Norte, y como al frente de la futura
calle ancha de San Bernardo. Continuaba luego por entre
las calles hoy de Jacometrezo y los Preciados, siguiendo
el pié de la colina que ocupa hoy la primera de aquellas
calles, y al llegar frente al monasterio de San Martin,
abria otro postigo al arranque de la calle que hoy conser-
va aún este nombre, y continuaba luego rectamente hasta
la Puerta del Sol, donde efectivamente hubo otra entrada
con este título, situada frente á la embocadura de la anti-
gua calle de los Preciados y entre los Olivares y Caños de
Alcalá y el Arenal d^ San GineSj que se extendía hasta
los barrancos de los Caños del Peral,
Hasta aquí el arrabal de San Martin. Pero el casorio
extramuros no sólo habia crecido por este lado y en di-
rección al Norte, sino también, y muy de antiguo, hacia
la banda oriental desde la Puerta de Guadalajara á la del
Soly y aun desde esta última mucho más adelante hacia
el Prado de AtocJia, como aproximándose por instinto
tradicional al antiquísimo santuario ó ermita de Nuestra
Señora de Atocha; por último, por los lados de Mediodía
y Poniente se habia formado otra extensa barriada, siem-
pre en dirección á otro santuario contemporáneo del de
San Martin, y era el devotísimo de San Francisco, funda-
do también en 1217 por el mismo santo patriarca; con
que vino á hacerse necesaria la nueva cerca en que abar-
RKSEÑA HISTÓRICA. 23
car todo este importante caserío. — Hasta la Puerta del
Sol queda ya detallada su dirección; desde aquí^ intestan-
do bastante por el camino ó calle del Sol (después Carrera
de San Jerónimo) llegaba hasta más allá de donde hoj
las Cuatro Calles, j torciendo aqui en escuadra hacia el
Mediodía, á salir por donde se formó después la Plazuela
ilel Matute al frente de Antón Martin, en la calle de Ato-
cha, abría alH otra entrada con el nombre de VallecaSj y
revolvía luego la tapia hacía Occidente (suponemos que
por donde ahora las calles de la Magdalena y del Duque
de Alba) hasta la ermita de San Millan, entre la cual y
el futuro hospital de la Latina, hubo otro postigo, que
después tomó este nombre, yendo á terminar la nueva tapia
é incorporarse á la antigua muralla en Puerta de Moros.
Son, como vemos, tres los trozos de caserío que, des-
pués de formarse independientemente como arrabales,
vinieron á ingresar de consuno en la antigua población^ á
saber: el de San Martin, el de San Gines y Santa Cruz,
y el que llamaremos de San Millan. — Pero el primero,
dividido como lo estaba naturalmente de los otros por los
barrancos de los Caños del Peral y el Arenal de San 6i-
nesy venia á formar una hurgada completamente separada
de la principal, que era la que ocupaba el espacio entre la
puerta de Guadalajara y las del Sol y Vallecas. Esta par-
te del caserío (hoy centro de la villa) es la que por espa-
cio de tres ó cuatro siglos (hasta mediados del xvi, en que
se trasladó la corte á esta villa) viene designada por anto-
nomasia en los documentos de la época, y en el lenguaje
vulgar, con el nombre do El arrabal de Madrid; añadién-
dose únicamente en algunos de aquéllos las palabras á
San Ginés ó á Santa Cruz, según la inmediación respec-
tiva á aquellas dos antiguas parroquias. — El arrabal del
Norte continuó llamándose El Postigo de San Martin. —
Tales fueron los limites que conservó aún Madrid durante
24 INTRODUCCIÓN.
cuatro siglos despaes de la conquista^ verifieada á fines
del XI, hasta mediados del xiY, en qne, con la venida de la
corte, se verifícó una tercera ampliación.
Pero más que en población 7 caserío creció la villa de
Madrid en importancia política, 7 ya sea por sa situación
ventajosa 7 central, ya por la inclinación que mereció^
según queda dicho, á su restaurador D. Alfonso VI 7 su»
inmediatos sucesores, la vemos continuar sin interrupción
figurando dignamente en la historia nacional, como fre-
cuente residencia de los re7es de Castilla, como punto de
reunión 7 partida de sns huestes para las grandes expedi-
ciones contra los infieles, como sitio preferente para la
convocación de grandes juntas, asambleas políticas 7 mi-
litares, 7 hasta las mismas Cortes del Reino.
Los vecinos de Madrid, señalándose desde el principio
por su valor 7 gallardía 7 por su adhesión sin límites á
los .monarcas 7 á la causa nacional, no solamente supieron
resistir las acometidas que todavía intentaron los sarrace-
nos contra los muros de esta villa, en principios del si-
glo XII, acaudillados por los re7es de Marruecos Tejufín 7
AIí, según unos, ó á fines del mismo siglo por Aben-Ju-
cef, re7 de los Almorávides, según otros, que llegó á dar
vista á la villa, poniendo sus reales á la parte occidental^
en el sitio llamado todavía el Campo del Moro, sino que,,
reunidos con los habitantes de Avila 7 Segovia, empren-
dieron la sorpresa de Alcalá 7 otros pueblos; 7 el pendón
de esta villa, donde fignraba como enseña el oso prieto en
campo de plata (1), se ostenta 7a en la famosa expedición
(1) La declaración de las ar- clones sucesivas. Se ve , por la
mas ó emblema de Madrid ha cita histórica anterior, que ya
dado lugar á infinitas contro- en el siglo xiii figuraba en ellas
versias más ó menos fundadas, el 000, probablemente por la ra>
tanto sobre su significación ó zon material de los muchos en
causa, cuanto sobre sus varía- que abundaba esta región, según
BSSEÑA HISTÓBICA.
25
preparada en Madrid por el rey D. Alfonso VIH, contra
el reino de Murcia en 1211^ y en el año siguiente, en la
célebre batalla de las Nava^ de Tolosa^ en la qne el Con-
cejo de Madrid llevó la vanguardia, á las órdenes del señor
de Vizcaya D. Diego López de Haro. En esta celebérri-
ma jomada es donde se cuenta haberse aparecido al Bey,
en el traje de rústico pastor, el glorioso patrón de Madrid
añnna el Libro de Montería del
rey D. Alfonso el XI, donde dice
que Madrid era buen lugar de
puerco y oso; posteriormente se
pintaron en la piel de éste las
fiete estrellae^ que después pa-
saron á formar en la orla de su
escudo, y que los genealogistas
quieren sea alusión á la conste-
lación Bootes, llamada vulgar-
mente El Carro, que consta de
otras tantas, violentando esta
i4>licac¡on diciendo que Madrid
estaba en la Carpentania ó Car-
petaniOj j que Carpentum quiere
decir carro en latin, con otras
razones no menos vulgares ó
gratuitas. Tampoco justificaron
más concienzudamente la pre-
sencia del madroño á que se
pinta abalanzado al oso en las
modernas armas de Madrid, y
sólo consignan que el motivo
de esta actitud del animal fué
de resultas de reñidos pleitos
qne hubo entre el Ayuntamiento
y el Cabildo eclesiástico de esta
villa sobre derecho á ciertos
montes y pastos, los cuales con-
cluyeron con una-concordia en
qne se estableció que pertene-
ciesen á la villa todos loa pies
de árboles y al Cabildo los pas-
tos; y para memoria, que pintase
éste la osa paciendo la hierba^
y el Ayuntamiento la pusiese
incorporada á las ramas. — Tam-
bién se ha pintado algunas ve-
ces un dragón alado como em-
blema de esta villa, acaso en
alusión al que dicen que se halló
esculpido en Puerta Cerrada;
pero este llamado dragón, no
sabemos porqué, no era sino una
culebra, según el mismo dibujo
que estampa el maestro López
de Hoyos, y su copia pintada
en el techo de una de las salas
del archivo del Ayuntamiento.
' — Las armas, en ñn, de la villa
de Madrid son hoy, en fondo
blanco ó plateado , un madroño
verde y el fruto rojo^ con un oso
trepando á él, una orla azul con
siete estrellas de plata, y encima
una corona real. Esta la conce-
dió el emperador don Carlos, en
las cortes de Valladolidde 1544,
á los procuradores de la villa de
Madrid, que pidieron este honor
por su patria.
26 INTRODUCCIÓN.
San Isidro labrador^ mostrándole los senderos por donde
podia penetrar en la fragosidad de la- sierra y atacar al
ejército masnlman.
Distingaióse igualmente nuestro concejo ^ acaudillado
por el caballero madrileño Gómez B.u¡z de Manzanedo^
en el cerco y toma de Sevilla por D. Fernando III en
1248^ como se puede ver detalladamente en la crónica, y
más adelante^ en el sitio de Algeciras y en la desgraciada
batalla llamada de los Siete Condes, á las órdenes del
infante D. Juan, arzobispo de Toledo.
Por premio de todos estos y otros servicios obtuvo
Madrid grandes privilegios y donaciones de todos estos
Monarcas, en términos los más expresivos y que prueban
bien la lealtad con que babian sido servidos por los ma-
drileños, y la afección especial con que eran recompensa-
dos por parte de aquéllos.
No fué menor la que mereció á D. Alfonso el SaMoj
como puede verse en las notables cédulas expedidas en su
tiempo acerca de las desavenencias con los de Segovia
sobre poblar el Real de Manzanares y sobre aprovecha-
miento de pastos, sobre restauración de los baños pú-
blicos (que debia de haber desde más antiguo hacia la
calle de Segovia), y otros puntos conducentes al engran-
decimiento de esta villa; privilegios y donaciones confir-
madas después por D. Sancho III, D. Fernando IV y
don Alfonso XI. — Don Sancho IV (llamado el Bravo)
enfermó gravemente en Madrid en 1295, y trasladado á
Toledo, murió á poco tiempo, dejando de tierna edad á su
hijo y sucesor D. Fernando IV, y encomendada su tutela
y la gobernación del reino á su viuda la heroica doña
Maria de Molina, apellidada justamente la Grande, En
tiempo de D. Femando renováronse más agriamente las
contiendas y luchas entre los concejos de Madrid y de
Segovia sobre el Real de Manzanares, y este Monarca
BKSEÑA HISTÓRICA.
27
expidió á favor de Madrid naevos privilegios en este rui-
doso asuntOy libertó & sas habitantes de ciertos impuestos
y les dispensó la facultad de nombrar jueces j alcaldes
según su fuero. — Últimamente, en su época se reunieron
en Madrid por primera vez, en 1309, las Cortes del Eeino,
para acordar la declaración de guerra al Bey de Granada,
y á ellas asistieron la reina madre doña María y los infan-
tes, el Arzobispo de Toledo, los maestres de Santiago y
Calatrava y otros prelados y ricos-homes, y los procura-
dores de las ciudades, y entre éstos, los de la villa de Ma-
drid, que tenía voto en ellas (1). — Nuevas Cortes fueron
reunidas en Madrid por D. Alfonso XI en 1329 y 1335,
que presidió él mismo en persona, y determinaron servirle
con numerosas cuantías para la guerra de moros y sobre
otros asuntos, entre ellos un curioso acuerdo de que el
Bey ^habia de sentarse dos dias en la semana en lugar
público, donde pudieran verle y llegar á él los ofendidos
y querellosos, señalándose los lunes para las peticiones y
querellas contra los oficiales de su casa, y el viernes para
que oya á los presos y á los rieptos. i>
Este Monarca varió la antigua forma de gobierno de
Madrid, que consistía en estados de nobles y pecheros,
los cuales ponían gobernador á quien llamaban Señor de
Madrid^ justicia, y demás empleos en preeminencia, y
(1) Sobre el edificio en que
pudieron reunirse, en estas y
otras ocasiones, las Cortes del
Beino, no hay más que con jetu-
ras, creyendo unos que pudo ser
el antiguo palacio, existente ya,
según se cree, desde los tiempos
de Alfonso Vil, sobre el sitio
donde después se fundó el mo-
nasterio de las Descalzas Reales,
y afirmando otros que en la igle-
sia de San Martin ; no falta tam-
poco quien asegura que lo fue-
ron en la lonja ó atrio delante
de la iglesia parroquial de San
Salvador, ó en la pieza encima
de la puerta de esta iglesia, en
donde solía celebrar sus juntas
el Concejo de Madrid.
28 INTRODUCCIÓN.
estableció doce regidores con dos alcaldes. Por úliimOy en
sa tiempo figura también el concejo de Madrid en la me-
morable batalla del Salado , en el cerco de Algeciras en
1343) en que por primera vez se hace mención en nues-
tras historias de haberse jugado por los moros la artillería,
y en el de Gibraltar en 1350, en que falleció el mismo
D. Alonso^ dejando por sucesor á su hijo D. Pedro, ape-
llidado por unos después el Cruel j por otros el Justiciero,
A este último Monarca (que residió muchas veces en
Madrid y vino á ser sepultado en ¿I) (1) se atribuye por
algunos la fundación del alcázar sobre el mismo sitio
donde existió la antigua fortaleza de los moros, aunque
otros suponen que no hizo más que restaurarla. Sucedida
1^ guerra civil entre ambos hermanos, D. Pedro y don
Enrique, se declaró Madrid por su legitimo monarca, y
aunque sitiada la villa y el Alcázar por las huestes de don
Enrique, hicieron los madrileños, acaudillados por los
Vargas, Luzones y otras ilustres familias de esta villa,
una memorable defensa, que sólo cedió á la inmensa su-
perioridad de las fuerzas enemigas. Muerto después don
Pedro por su mismo hermano en la funesta noche de
Montiel (23 de Marzo de 1369), vino D. Enrique á esta
villa, á quien tomó particular afecto por la misma heroica
lealtad con que habia defendido á su legitimo rey; hizo
nuevas obras, ó, según otros, reedificó por completo el anti-
guo Alcázar, recibió suntuosamente en esta villa al Rey de
Navarra y al principe D. Carlos, su hijo, y añadió nuevas
mercedes y privilegios á los madrileños, hasta que falleció
(1) Los restos mortales del aquel moDasterío, en el cual se
rey don Pedro fueron traídos á construyó un suntuoso sepulcro,
Madrid y depositados en el mo- con la estatua de aquel monar-
nasterio de Santo Domingo el ca, de que hoy sólo quedan ai-
Real, en 1444, por su nieta dofia gunos restos.
Constanza de Castilla, priora de
RESEÑA HISTÓRICA. 29
en Santo Domingo de la Calzada, á 29 de Mayo de 1379.
Beinando D. Juan I, y por los afíos de 1383, vino 4
España D. León Y, rey de Armenia, á dar gracias al de
Castilla por haber alcanzado la libertad, por sn cansa, del
Soldán de Babilonia, que le habia ganado el reino; y don
Joan, compadecido de su desgracia en haberle perdido en
defensa de la fe católica, le dio el título de Señor de Ma-
drid y de otros pueblos, haciendo que le rindiesen pleito-
homenf^e. Dominó en Madrid dos* años, confirmó sus
fueros y privilegios, reparó las torres del Alcázar, y des-
pués de su muerte,' el rey D. Enrique III, á solicitud de
los de Madrid, por su cédula de 13 de Abril de 1391,
alzó el pleito-homenaje que le hablan prestado los ma-
drileños. * i '
£1 rey D. Juan I murió en Alcalá, de una caida del
caballo, en 9 de Octubre de 1390, y su hijo y sucesor don
Enrique III, á la sazón en Madrid, fué proclamado en
ella, á los once años de edad, antes que en ninguna otra
cindad; aquí se reunieron los grandes del Beino, nombra-
dos tutores hasta la mayor edad del Bey, y aquí tuvieron
Ingar las famosas discordias sobre la gobernación del Bei-
no. Acordada la formación de un gran Consejo, compuesto
del arzobispo de Toledo, D, Pedro Tenorio; el de Santia-
go, los maestres de las órdenes militares, los condes de
Benavente y Trastamara y otros magnates, se reunieron
en la iglesia de San Martin, adonde fueron sitiados por
dichos condes de Benavente y Trastamara, individuos del
mismo Consejo, trabándose una sangrienta lucha, que se
reprodujo muchas veces y ofreció diversos aspectos, hasta
que en 1393, y cumplidos los catorce años, tomó Enri-
que III las riendas del gobierno. Inmediatamente convocó
i las Cortes del Beino en Madrid, y en ellas recibió el ju-
ramento y ofreció solemnemente reinar con blandura y
justicia. — Poco después celebró sus bodas con su prima
30 INTRODUCCIÓN.
doña Catalina de Inglaterra, con cuya ocasión hubo en
Madrid grandes fiestas y regocijos.
Este Monarca residió casi siempre en Madrid; constra-
yó nnevas torres en el Alcázar para custodia de sus teso-
ros; recibió en él á los embajadores del Papa, de Francia,
de Aragón y de Navarra, y envió como tal, cerca del
célebre conquistador de Oriente Timur Lenk (Tamorlan)
al noble caballero madrileño Buy González Clavijo, su
camarero, quien á su regreso de Samarkanda escribió su
curiosísima Relación de viaje, que anda impresa. Funda-
ción de este monarca fué también el Beal Sitio del Pardo,
á dos leguas de Madrid, que casi vino á ser su corte. Fa-
lleció en Toledo, para donde habia convocado las Cortes,
en 25 de Diciembre de 1406, & la temprana edad de vein-
te y siete años, dejando á su hijo y sucesor D. Juan II,
niño de catorce meses ^ bajo la tutela de su madre doña
Catalina y de su tio el principe D. Femando el de Ante-
quera, que gobernó el reino durante doce años á nombre
del Bey menor, con la bravura é hidalguía que le reconoce
la Historia, hasta que en 1412 heredó y fué proclamado
rey de Aragón. En 1418 falleció la Beina madre en Va-
Uadolid, y fué declarado mayor de edad el rey D. Juan II,
verificando luego su casamiento con su prima doña María,
hija del Infante de Antequera; trasladóse á Madrid en 20
de Octubre de 1418, y al año siguiente se abrieron las
Cortes en el Alcázar Beal, con inmensa concurrencia de
principes y magnates.
En 1433 recibió á los embajadores de Francia , arzo-
bispo y senescal de Tolosa , estando sentado en su trono
Beal y teniendo á sus pies un león manso, de que recibie-
ron no poco susto los embajadores. — El célebre valido y
condestable D. Alvaro de Luna vivió en Madrid largo
tiempo en la casa-palacio de Alvarez de Toledo (que hoy
no existe), contigua á la parroquia de Santiago, en cuya
RESEÍ^A HISTÓRICA. hl
casa le nació un hijo, con cuyo motivo hubo grandes
fiestas en la villa, dispuestas por el Bey, padrino del recien
nacido. Pocos años antes habia muerto en ella el célebre
D. Enrique de Yillena, maestre de Calatrava, eminente
literato y astrólogo, cuyos preciosos manuscritos fueron
quemados, de orden del Rey, por Fr. Lope Barrientes, en
los claustros de Santo Domingo, con sentimiento de los
amantes de la ciencia ; fué sepultado en el antiguo mo-
nasterio de San Francisco.
En tiempo de este monarca hubo varios bandos sobre
el gobierno de la villa, que tuvo gran dificultad en apa-
ciguar. Al reinado de D. Juan el II corresponden tam-
bién las dos grandes calamidades de las lluvias é inunda^
cienes de 1434, que quedó señalado en Madrid por el año
del diluvio y y la gran peste de 1438 , y de él recibió Ma-
drid una Beal cédula de que en lo sucesivo no pudiera ser
enajenado de la corona Real, así como también, por otro
privilegio de 8 de Abril de 1447, la merced de poder ce-
lebrar dos ferias anuales , una por San Miguel y otra por
San Mateo, en remuneración de las villas de Cubas y
Griñón, que pertenecian á Madrid y que dio el Rey á un
su criado llamado Luis de la Cerda.
Don Enrique IV , conocido en la historia por el desdi-
chado apodo de el Impotente, sucedió á su padre D. Juan
en 1454, y heredando la afección de aquél hacia la villa
de Madrid, residió casi constantemente en ella, dándola
ya todo el carácter de corte de Castilla. En ella reunió en
varias ocasiones las Cortes del Reino, recibió á los embaja-^
dores de los monarcas extranjeros, y al legado del Papa,
que le trajo el estoque y el sombrero bendecido, según
costumbre en la noche de Navidad ; celebró con grandes
funciones sus segundas bodas con la princesa D." Juana
de Portugal , y festejó á los enviados del Duque de Bre-
taña con incomparables fiestas en Madrid y en el Real
3á INTRODUCCIÓN.
sitio del Pardo , cayo relato asombra todavía^ y que ter-
minaron por el célebre Paso honroso , sostenido en el ca-
mino de aqnel real sitio por D. Beltran de la Cueva , pri-
vado del Bey. Este^ en memoria de aquella suntuosa
fiesta^ fundó en el mismo punto el monasterio de San
Jerónimo d^l PasOj que después trasladaron los Reyes Ca-
tólicos á lo alto del Prado.
Habiéndose declarado el embarazo de la reina D.* Jua-
na, hallándose en Aranda, la hizo conducir Enrique en
silla de manos ó litera á esta villa, saliendo á esperarla á
gran distancia, y haciéndola subir á las ancas de su caba-
llo, la condujo de este modo al Alcázar. En él nació, en
14629 IsL desdichada princesa D.* Juana, apellidada en la
historia la Beltraneja, que , aunque fué jurada por prin-
cesa de Asturias, no llegó nunca á reinar, por la ilegiti-
midad que se la supuso. Por último, en las largas turbulen-
cias del reinado de D. Enrique , promovidas por el infante
D. Alfonso y por los grandes del Reino , que le obligaron
á declarar su impotencia y á desheredar á su propia hija,
siempre Madrid le fué fiel, y Enrique por su parte re-
Compensó aquella adhesión con notables privilegios y exen-
ciones de tributos, facultad de un mercado franco los
martes de cada semana, nombramiento de un magistrado
para su gobierno, llamado primero el Asiste^ite y después
el Corregidor^ y el título de villa muy nobh y muy lealj
que aun lleva (1). Finalmente, era tal su predilección hacia
Madrid , que en ocasiones criticas hizo conducir al Alcá-
zar sus tesoros, y más tarde hizo custodiar también en él
(1) £1 Sr. D. José Antonio de Academia de la Historia, y de
Armona , corregidor que fué de que hablaremos en otro lugar,
esta villa á fines del siglo últi- el curioso catálogo de los corre-
mo , formó y consignó en un gi dores de Madrid hasta aquella
precioso manuscrito, que obra fecha, que trascribimos en el
en el dia en la Biblioteca de la Apéndice.
ksseSTa historio^.
33
por el Maestre de Santiago á la misma reina D.' Juana,
redneida á prisión á causa de su liviandad. Enrique IV es
«1 primero de los reyes de Castilla que muri<^ en Madrid,
<^n 1471, y fué enterrado en el monasterio de San Fran-
cisco, asi como igualmente la reina D.* Juana, que falleció
poco tiempo después.
Sabidas son las parcialidades y bandos ocurridos con
motiyo de la sucesión á la corona, defendiendo unos el
derecho de la princesa D.* Juana la 'Beltraneja, hija de
^Enrique IV, y sosteniendo otros el de la hermana del
mismo , la ínclita D.* Isabel ; y aunque ésta fué decidida-
mente aclamada reina y jurada en Segovia, no pudo de
pronto reducir á Madrid, donde los partidarios de doña
Juana , acaudillados por el Marqués de Villena, sostenian
el Alcázar y gran parte de la villa, que no consiguieron
dominar el Duque del Infantado y las tropas de Isabel
sino después de una larga y obstinada resistencia. Venci-
da ésta, en fin, y reducida esta villa á su obediencia, los
Beves Católicos hicieron su entrada solemne en ella en
1477, aposentándose por entonces en las casas de D. Pe-
dro Laso de Castilla, contiguas á San Andrés, que aun
subsisten. Al año siguiente reunieron en esta villa las Cor-
tes del Reino, y posteriormente residieron en ella todas las
ocasiones que se lo permitían sus continuadas expediciones
y guerras. La augusta D.* Isabel, que, al decir de muchos
autores, habia nacido en esta villa (1), la manifestó en
(1) Esta opinión está funda-
da en la carta, que inserta Col-
menares, del rey D. Juan el II á
la ciudad de Segovia , su fecha
en Madridi 23de Abríl de 1454,
en que la da parte del alumbra-
miento de la reina su esposa en
estos términos : a Fágovos saber
I.
i»que por la gracia de Nuestro
w Sefior, este jueves próximo pa-
]> sado la reina D.' Isabel, mi muy
» cara é muy amada mujer, en-
^caesció de una infanta.]» — Se
sabe que por entonces la corte
estaba en Madrid ^ y no hay mo-
tivo para creer que tan prdiáúio'
8
34
INTRODUCCIÓN.
todos tiempos tan singular predilección , que solia decir^
hablando de sus moradores, que o: el oficial y cortesano
3) de Madrid y oficios mecánicos vivian como hombres de
D bien 9 que se podian comparar á escuderos honrados y
» virtuosos de otras ciudades y villas, y los escuderos y
]s>ciudadanos (anadia) eran semejantes á honrados caballe-
2>ros de los pueblos principales de España, y los caballeros
y>j nobles de Madrid, á los señores grandes de Castilla. >
Muchas fueron las mercedes y declaraciones honorifica&
que hicieron los Reyes Católicos á la villa de Madrid,
agregándole definitivamente los terrenos disputados por
Segovia desde los tiempos de la conquista , concediéndola
nuevas franquicias y exenciones, dispensando su amistad
y favor á sus principales moradores, hijos ó representan-
tes de las antiquísimas familias madrileñas ; á los Rami-^
rezj Laso de Castilla, Vargas, OcafUij Gato, Luzon, Lu-
jan, Vera, Manzanedo, Lago, Coalla, Alarcon, Cárdenas^
Zapata, Bozmediano, Barríonuevo, Ayala, Coello, Árias^
Dávüa, Jibaja, Ludeña, Herrera, etc. Más adelante esta.s
nobilísimas familias, entroncadas con los Toledos, Giro^
nes, Guzmanes, Cisnéros, Mendozas, Sandovales, Pimen^
teles, Silvas, Lunas, Cerdas, Vélaseos, Pachecos, Ba-
zanes, Osorios, Córdovas, Aguilares, que formaban la
el parto (que era el primero) es-
tuviese la reina enAÍadrígal, don-
de Marineo Sículo primero, y
Garibay, Mariana y Florez des-
pués, afirman que nació la infan-
ta D.* Isabel ; se sabe también que
el 23 de Abril fué viernes, y por
consecuencia, el jueves próonmo
pasado es el 22, y por último, se
infiere del silencio de dicha car-
ta acerca del parto , que natu-
ralmente debia entenderse ha-
berse verificado en donde esta-
ba fechada aquélla. Este mismo
silencio guardaron los historia-
dores Pulgar, Nebrija y Pérez
de Guzman, y es el que ha dado
motivo bastante para que Col-
menares, Méndez Silva, Pinelo,
Ortiz de Zúñiga, Puente, Baena,
Azcona y otros hayan sostenida
el nacimiento de D." Isabel en
Madrid.
BESEÑA HISTÓRICA. 35
primera nobleza y que sígaieron á la corte para fijarse de-
fínitivamenie en Madrid, constituyeron la Grandeza del
Reino y enlazaron unos y otros blasones heráldicos en lo»
escudos de los Duques del Infantado j de Osuna, de FriaSf
de Alba, de Lerma, de Medinaceli, de Pastrana, de -Hí-
jaTj de Rivas, etc. ; de los condes de Paredes, de Oñate^
de Santistéban, de Castroponce, de Altamira; de los mar-
queses de San Vicente, del Valle, de FÍtía/*ra/w?a , del
Carpió, de Denia, de La Laguna, de Leganés, y de otros
muchos, ofreciendo en su genealógica descendencia una
larga serie de personajes históricos, que con sus altos he-
chos honraron en los siglos posteriores á la villa de Ma-
drid, su cuna; figuraron en su corte ó ejercieron las pri-
meras dignidades del Reino al frente de sus ejércitos, en
Granada, Italia y el Nuevo Mundo, y en las cortes ex-
tranjeras, como representantes del poderoso Imperio es-
pañol (1).
Algo también añadieron los Reyes Católicos al aumen-
to y mejora material de esta villa, en la forma que enton-
ces se acostumbraba ó se dispensaba esta protección, cos-
teando ó favoreciendo la construcción de casas religiosas,
entre las que merece notarse la ya citada del convento de
San Jerónimo del Prado (que fué fondado primero, como
queda dicho, camino del Pardo), la de las monjas llamadas
de Constantinopla (derribado en nuestros dias), la renova-
ción de la iglesia de San Andrés, convertida por ellos en
capilla Real , y á la que hicieron tribuna y paso (que iun
existia hasta hace poco) desde el contiguo palacio de Laso
de Castilla, que solian habitar. En dicho palacio recibieron,
en 1502, k su hija D.* Juana y su esposo el archiduque
D. Felipe, celebrando notables fiestas con este motivo.
(1) Véase el apéndice de la Nobleza madrileña é hijos ilustres de
Madrid. *
36
INTRODUCCIÓN.
Maerta^ en fin^ la Reina Católica en 1504, y snsdtadas
grandes tarbnlencias sobre el gobierno del reino, los ve-
cinos de Madrid, acaudillados de un lado por D. Joan
Arias y de otro por los Zapatas y Castillas, aclamaron
respectivamente ¿ la reina D/ Juana y al príncipe don
Carlos, hasta que el Rey Católico, en las Cortes reunidas
en la iglesia de San Jerónimo de Madrid en 1509, juró
gobernar como administrador de su hija y como tutor de
8u nieto. — En 1516 murió D. Fernando el Católico, y el
arzobispo de Toledo, Jiménez de Cisnéros, y el Dean de
Lovayna, gobernadores del Reino, trasladaron á Madrid
su residencia, aposentándose en las dichas casas de don
Pedro Laso de Castilla (hoy del Duque del Infantado).
En ellas se tuvo la célebre Junta para disponer del gobier-
no de Castilla, en la que, resentidos los grandes de la au-
toridad concedida al cardenal Cisnéros, le preguntaron
con qué poderes gobernaba; respondió el Cardenal que con
los del Rey Católico ; replicaron los grandes, y el Carde-
nal, sacándolos á un antepecho de la casa que daba al
campo, hizo disparar toda la artillería que tenia, y les dio
aquella célebre respuesta, propia de su enérgico carácter,
diciendo : « Con estos poderes^ que el Rey me dio, gobernaré á
España hasta que el principe vengay> (1). Vino, en efecto.
(1) Hay quien cree que esta
junta se tuvo en la casa propia
del mismo cardenal Cisnéros
(que es la que está en la plazue-
la de la Villa , donde estuvo el
Consejo Supremo de la Guerra),
y añaden que el Cardenal sacó
á los grandes al balcón grande
que está á la fachada de dicha
casa en la calle del Sacramento;
pero historias muy recientes
á aquella época aseguran que
por entonces el Cardenal y el
Dean de Lovayna se aposenta-
ron en las casas ya dichas de
Laso ) en las cuales habian vi-
vido antes los Reyes Católicos;
si bien es verdad que la casa
propia del Cardenal era la ya re-
ferida de la plazuela de la Villa,
habiéndola él mandado cons-
truir y vinculádola al mayoraz-
go de Cisnéros, que fundó para
su sobrino D. Benito.
BESEÑA HISTÓRICA. 37
Carlos , j entregándose del gobierno, cesaron los distur-
bios qae su ausencia ocasionaba. En el principio de su rei-
nado padecióenValladolid una penosa enfermedad de cuar-
tanas , j habiéndose venido á Madrid, curó prontamente
de ellas, con lo que cobró grande afición á este pueblo.
El faego de la guerra civil llamada de las Comunida-
des prendió también en Madrid en 1520, abrazando su
vecindario la causa de Toledo, Avila y otras ciudades , y
poniendo sus huestes á las órdenes de Juan de Padilla.
Los partidarios del Emperador se sostuvieron, sin embar-
go, en esta villa, levantando grandes fortificaciones, fo-
sos y barricadas á la parte nueva de la población, que ca-
recía de murallas, y construyeron un castillo cerca de la
Puerta del Sol, hasta que, vencidos los comuneros en Vi-
llalar, y regresando aquél á España, volvió Madrid á ser
la residencia frecuente del Monarca y su corte.
Hallándose en ella Carlos, recibió la noticia de la vic-
toria de Pavía y la prisión de Francisco I, rey de Francia,
que fué conducido de su orden á Madrid y custodiado
por Hernando de Alarcon, primero en las casas de Oca-
ña ,«llamadas después de Lujan, en la plazuela de la Villa,
y después en el Alcázar Beal. A poco tiempo vinieron á
Madrid su madre y hermana, para solicitar del Emperador
BU libertad, que no tardaron en conseguir, á consecuen-
cia de la concordia que se ajustó, estipulándose, entre otras
cosas, el matrimonio del Bey de Francia con la infanta
D.' Leonor, hermana de Carlos. Verificada la paz, vino
éste á Madrid desde Toledo á visitar al Bey como amigo
y cuñado ; salióle Francisco á recibir en una muía con
capa y espada á la española, é hicieron juntos su entrada,
porfiando cortésmente sobre cuál llevaria la derecha, que
al cabo tomó el Emperador.
También este Monarca convocó en Madrid las Cortes
del Beino, primero en 1528, en la iglesia de San Jeróni-
38 INTRODUCCIÓN.
mo, para la jura de su hijo D. Felipe como príncipe de
Asturias, y después en 1534 ; también favoreció á esta
villa con notables privilegios y distinciones, eximiéndola
de pechos , concediéndola nuevas franquicias y mercados,
y accediendo á la petición de sus procuradores de colocar
una corona Real sobre el escudo de sus armas, y el título
de villa imperial y coronada. — Últimamente, contribuyó
también á su engrandecimiento material, emprendiendo
la suntuosa reedificación del Alcázar, convertido ya por
él en palacio Real ; la fundación verificada por su hija la
princesa D.* Juana, del Real monasterio de las Descalzas,
sobre el mismo sitio que ocupaba el antiguo palacio en
que nació la misma fundadora ; la de los hospitales é igle-
sias del Buen Suceso , San Juan de Dios, casa de Miseri-
cordia y otros ; la suntuosa capilla llamada del obispo don
Gutierre de Vargas, contigua á San Andrés; la del con-
vento Real de Atocha; la parroquia de San Gines, y otras
varias iglesias y casas religiosas ; y en su tiempo , en fin,
empezó á poblarse el dilatado campo que mediaba entre
la Puerta del Sol, el convento de San Jerónimo y la
puerta de Alcalá al Levante; y al Norte, desde el Postigo
de San Martin, plazuela y puerta de Santo Domingo hasta
las de Fuencarral y Santa Bárbara.
Hasta este tiempo no habia, sin embargo, progresado
Madrid materialmente al compás de la importancia que
ya la daban su carácter de corte casi constante de Casti-
lla ; pues según el testimonio del apreciable historiador
de Indias Gonzalo Fernandez de Oviedo , natural de ella,
y que ya hemos dicho se ocupó mucho en su descripción,
la población de esta villa en los principios del siglo xvi
no pasaba de tres mil izednos, si bien crecia ó se aumen-
taba rápidamente , como lo expresa el mismo escritor en
estos términos : ce En el tiempo en que yo salí de aquella villa
}>para venir á las Indias, que fué en el año de 1513, era
BESEÑA HISTÓRICA. 39
:»]& vecindad de Madrid de tres mil vecinos, ét otros tan-
j^tos los de sn jurisdicción et tierra ; et cuando el año que
^pasó de 1546 volví á aquella por procurador de la ciudad
>de Santo Domingo et de esta isla Española en sólo
» aquella villa y sus arrabales habia doblado ó cuasi la mi-
stad más vecinos, et serían seis mil poco más ó menos,
>á causa de las libertades , et franquicias , et favores que
]>el emperador rey D. Carlos nuestro Señor le ha fecho.»
Efectivamente, consta ya que algunos años después de
la época en que escribía Oviedo, y aun antes que el mo-
narca Felipe n determinase fijar en Madrid su corte, en-
cerraba ya esta villa una población de veinte y cinco á
treinta mil almas, y un caserío de mas de dos mil quinien-
tos edificios, que era el comprendido en los límites que
quedan descritos á la segunda ampliación. Este progreso,
que venía indicándose y desenvolviéndose durante todo el
siglo XV, por la especial predilección que habia merecido
Madrid á los monarcas anteriores, especialmente á don
Juan II y D, Enrique IV, que residieron, como vimos, ca-
si constantemente en eUa ; á la católica reina D.* Isabel,
y últimamente al poderoso emperador D. Carlos , era to-
davía nada comparativamente con el que hubo de recibir
en el mero hecho de ser escogida por su hijo y sucesor
Felipe II para corte y capital de la monarquía.
LA CORTE EN MADRID.
(1 MEDIADOS DEL SIGLO XVI.)
Este acontecimiento histórico (aunque sin declaración
previa y solemne que precise absolutamente su fecha) de-
bió tener lugar, según se infiere de varios documentos
t •
40 • INTRODUCCIÓN.
que obran en el archivo de esta villa, en el año de 1561,
trasladándose á Madrid el sello real , los tribunales y ré-^
gia servidumbre , desde Toledo, donde á la sazón se halla-
ba la corte.
Medida tan importante y trascendental , adoptada por
el hijo del César Carlos Y á los pocos años de haber em-
puñado, por abdicación de su padre, el cetro más impor-
tante del orbe , ha sido agriamente censurada por mucho»
escritores, juzgada aposterioA por nuestros contemporá-
neos , 7 como que parece que Jia caido en gracia la cali-
ficación de desaciet'to, atribuido con este motivo á Felipe»
Se ha dicho y repetido hasta la saciedad (aunque harto
ligeramente) que la viUa de Madrid era un pueblo mez-
quino , impropio , sin importancia política j sin historia,'
situado en el interior, j el más lejano de las costas de un
reino peninsular, en un territorio pobre y desnudo, care-
ciendo de un rio caudaloso y de otras condiciones mate-
riales de prosperidad , asi como también de los grande»
monumentos del arte, que elevan en el concepto público á
las ciudades y las imprimen el sello de majestad y pode-
rlo. Y procediendo luego por comparación , se han enca-
recido hasta lo sumo las ventajas que en todos estos con-
ceptos llevan á Madrid varias capitales de provincia, que
pudieron obtener la preferencia para el establecimiento
definitivo de la corte en ellas.
Sin negar absolutamente todas las razones que en esto
sentido se vienen alegando en agravio de la corte madri-
leña, pero remontándonos, para proceder con la debida
imparcialidad, á la época en que recibió aquella augusta
investidura, no podremos menos de presentar otras mu-
chas políticas y de conveniencia que las contradicen, y
pudieron y debieron influir poderosamente en el ánimo
de Felipe II, como venian ya influyendo en el del gran
Cardenal Cisnéros y en el del emperador Carlos V, para
RESE^ti^ HISTÓRICA. 41
dar á la yilla de Madrid la preferencia en tan solemne
elección.
La reunión bajo un solo cetro de los diversos reinos
que compusieron la Monarquía española no llegó, como
es sabido, á verificarse basta los fines del siglo xv, y en
las augustas manos de los esclarecidos Beyes Católicos
dofia Isabel y D. Fernando.
Hasta entonces no pudo ni debió haber naturalmente
capital del reino, y los diversos monarcas tuvieron la
suya respectiva en el punto más conveniente de sus esta-
dos; en León, en Burgos, en Sevilla, en Toledo, en Bar-
celona, en Zaragoza, etc. ; pero operada la reunión defini-
tiva de las coronas de Castilla y Aragón y la toma de
Granada y expulsión total de los sarracenos , los Reyes
Católicos , después que hubieron terminado su alta em-
presa y las continuas guerras que les obligaban á la cons-
tante variación de la corte, debieron sentir la necesidad
de fijarla definitivamente en un punto céntrico, impor-
tante y autorizado; pero fluctuaron, al parecer indecisos^
entre Valladolid, Toledo y Madrid. Las dos primeras te-
man en su favor los recuerdos de su historia como cortes
de Castilla, ventaja inapreciable á los ojos de la reina
doña Isabel; la última, ademas de su situación más cen-
tral, ofrecía en su misma novedad mayor simpatía á los
ojos del Rey de Aragón. La misma reina Isabel , que, si
no había nacido en ella, como ya dijimos más arriba, la
manifestó, por lo monos, en todos tiempos singular pre-
dilección, parece como que se complacía en residir en ella
y darla todo el carácter de corte Real. — Posteriormente,
el gran político y Cardenal-regente del reino, Jiménez
de Cisnéros (aunque arzobispo de Toledo) , debió igual-
mente participar de esta opinión ventajosa hacia el puebla
madrileño; y acerca de la conveniencia de establecer en
el la nueva corte , pensó sin duda que llevaba la ventaja
42 INTBODUCCION.
de no representar el exclusivismo de ninguna de las ante-
riores, parciales y muchas veces antagonistas entre sí.
Carlos y, en fin, á estas consideraciones políticas, hubo
de añadir en la balanza la especialisima del hermoso clima
de Madrid, que le hizo recuperar la perdida salud.
Pero ni durante su ijeinado ni el de sus antecesores
pudieron permitir las continuas guerras el solaz suficiente
para realizar jaquel gran pensamiento, que parecia ya do-
minante en las altas regiones del Trono, y la corte oficial
de Toledo luchó todavía medio siglo con las de Vallado-
lid y Madrid. Subió, al fin, al trono Fefipe II, y en pací-
fica y omnímoda posesión del reino, fué naturalmente el
llamado á realizar aquel político pensamiento; debiendo
suponerse en su alta penetración que lo meditó detenida-
mente y bajo todos sus aspectos antes de resolverlo en
pro de Madrid.
¿Cuáles fueron ó pudieron ser estas consideraciones, que
hoy se afecta desconocer , y que llegaron entonces ¿ pesar
tanto en el ánimo de aquel gran Rey? — ^A nuestro enten-
der, la primera fué, sin duda, la política ya indicada, de
crear una capital nueva, única y general á todo el reino,
ajena á las tradiciones , simpatías ó antipatías históricas
de las anteriores , y que pudiera ser igualmente aceptable
á castellanos y aragoneses, andaluces y gallegos, catala-
nes y vascongados , extremeños y valencianos. Un pueblo
que, aunque con suficiente vida é historia propia (y por
cierto bien honrosas y nobles), pudiera absorber y fundir
en su seno todos aquellos distintos provincialismos , iden-
tificarse y representar simultáneamente aquellas diversas
poblaciones, y ser, en fin, la patria común, la expresión
y el compendio de las varias condiciones de los habitantes
del reino. Estos, de los cuales unos habian respetado
como cabeza á los mismos pueblos que los otros habian
combatido ó conquistado, necesitaban, pues, un centro
RESEÑA HISTÓRICA. 43
matao y sin antecedentes de antagonismo ó parcialidad^ en
que venir á confundirse bajo el titulo común de españoles;
y esta cualidad (que las antiguas cortes de Castilla, de
León, de Aragón ó de Navarra no podian disputarla) fué
sin duda alguna la que hizo aceptable para todos á la
ntíeva capital de la Monarquía española, corte de un reino
nuevo también.
En situación central y equidistante de los diversos lí-
mites de la Península, también Madrid llevaba á todas,
bajo este aspecto, la preferencia; circunstancia por cierto
muy ventajosa y propia para la gobernación y dominio
de tan apartadas provincias y encontradas nacionalidades.
La corte de Toledo ó Valladolid no podia nunca dominar
políticamente á la de Barcelona ó Zaragoza; la de Sevilla
no era posible tuviese el prestigio suficiente, ni estaba en
situación material para regir á Castilla y Aragón. Por
último, los que muy ligeramente, ¿ nuestro entender, han
censurado en Felipe II el no haber elegido á Lisboa para
capital de la Península, no reflexionan, primero, que
cuando colocó la corte en Madrid no poseía ni poseyó to-
davía en muchos años el Portugal; y segundo, que cuan-
do, en 1580, hubo heredado y conquistado aquel reino,
hubiera sido la medida más altamente impolítica la de
desnacionalizar su capital y trasladarla al pueblo conquis-
tado, al confín de la Península ; medida que, cuando me-
nos, hubiera dado entonces por resultado la inmediata se-
paración de la coronilla aragonesa, ó que el curso del
Ebro marcara, como ahora los Pirineos, el límite del ter-
ritorio español.
Ciertamente que aquella ciudad ( Lisboa) y la de Sevi-
lla brindaban ventajas naturales muy espléndidas y su-
periores á las de Madrid; pero ya quedan indicadas las
políticas razones á que debieron naturalmente ceder. En
cuanto á Valladolid, Burgos y Toledo, ademas de esta
44
INTRODUCCIÓN.
desventaja para entrar en la Incha, no poseían tampoco
mejores condiciones de centralidad ^ clima y fertilidad de
sa termino.
A la verdad que al tender la vista por la árida campiña
qne rodea hoy á Madrid, se creería con dificultad que
estas mismas lomas , áridas hoy y descamadas, fueron en
otro tiempo célebres por su feracidad y hermosura. Sin
embargo, los testimonios que de ello tenemos son irrecu-
sables. Testigos de vista los más imparciales nos han tras-
mitido la descripción de sus frondosos bosques ^ montes
poblados y abundantes pastos. El agua, este manantial de
vida, abundante entonces y espontáneo en esta región,
ofrecía su alimento á la inmensidad de árboles que la po-
blaban y que describe el Libro d^ Montería del rey don
Alonso XI; y este arbolado, esta abundancia de aguas,
hacían el clima de Madrid tan templado y apacible como
le pintan Marineo Slculo (1), Fernandez de Oviedo y otros
célebres escritores (2).
(1) Libro de las cosaf memo-
rables de España, escrito por
Lucio Marineo Siculo , cronista
del emperador Carlos V , y tra-
ducido del latín por el bachiller
Juan de Molina. Alcalá, 1539,
al folio XIII.
(2) Hé aquí los términos en
que el citado Fernandez de
Oviedo habla de Madrid en los
primeros aflos del siglo xvi. —
<c En muchas partes de esta vi-
lla el agua está cerca de la su-
perficie de la tierra, é muy so-
meros los pozos, tanto, que con
el brazo, sin cuerda, pueden
tomar el agua en ellos ; dentro
de la población é de afuera,
cerca de los muros, hay fuentes
naturales, é algunas de ellas de
muy singular agua para el man-
tenimiento é continuo servicio
de los vecinos é de todo el pue-
blo, deiTias de los pilares gran-
des, é comunes albercas, é ca-
fios, é abrevaderos para dar
agua á.los caballos é muías , é
otras bestias é ganados del ser-
vicio cotidiano del pueblo y en
abundancia. Así que con razón
se movieron á decir los antiguos
que aquella villa está armada
sobre agua ó fundada sobre
agua, porque tiene tanta, que
dentro del ámbito del muro se
riegan muchas huertas, é con
BESEÑA HISTÓRICA.
45
Pero el establecimiento de la corte, que debia ser para
esta comarca la señal de una nueva vida, sólo fué de des-
traccion y estrago. Sus árboles, arrasados por el hacha
destractora, pasaron á formar los inmensos palacios y ca-
seríos de la corte, y servir á sus crecientes necesidades.
Desterrada la humedad que atraian con sus frondosas co-
pas para filtrarla después en la tierra, dejaron ejercer
después su influjo á los rayos de un sol abrasador, que,
secando más y más aquellas faentes perennes, convirtie-
ron en desnudos arenales las que antes eran fértiles cam-
piñas. De aquí la falta de aguas en Madrid, de aquí la
miseria y triste aspecto de su comarca , y de aquí , final-
mente, el destemple actual de su clima; porque, no en-
contrando contrapeso ni temperamento los rayos del sol
canicular, ni los mortales vientos del Norte, alteraron las
estaciones y aumentaron el rigor de ellas , haciendo raros
la que sobra é sale fuera de la
circunferencia, se riegan otras
muchas huertas y heredades y
alcaceres en los tiempos conve-
nientes , y en grande abundan-
cia, é fuera de lo poblado se
encuentra con poca industria é
trabajo »
T en otra parte dice lo si-
guiente:
cLa región de Madrid es muy
templada et de buenos aires, et
limpios cielos, las aguas muy
buenas, el pan et el vino muy
singulares de su propia cosecha,
eten especial lo tinto es muy
famoso, et otros vinos blancos
et tintos muy buenos, et mu-
chas et muy buenas carnes de
todas suertes, et mucha sal va-
gina et caza, et montería de
puercos, et ciervos, et gamos,
et corzos, et muchos y muy
buenos conejos, et liebres, et
perdices, et diferentes aves, et
toros los más bravos de Espafia,
de la ribera del rio Jarama, á dos
leguas de Madrid, et muchos ca-
ballos, et muías, et todas las otras
animalias, et bestias, que son
muchas, para el servicio de casa
et de la agricultura ; et demás
el pan que se dijo de su cosecha
se trae de la comai*ca muy her-
moso et blanco candeal; et en
grande abundancia muchas le-
gumbres de todas suertes, mu-
cha y muy buena hortaliza de
todas maneras, diversas frutas
verdes y secas, de invierno y de
46
INTRODUCCIÓN.
entre nosotros los templados dias de primavera. Pero esto
mismo hubiera sucedido, y por iguales cansas^ á Vallado-
lid 7 Toledo, sin tener para compensar aquellos contra-
tiempos el alegre cielo , el aire trasparente y puro de Ma-
drid.— Yalladolidy aunque convenientemente situada en
una extensa llanura y en medio de fértiles campiñas , es
por demás nebulosa y enfermiza, y eKsatírico Quevedo la
definió en estos términos :
a Vienes á pedirme raso
En VaUadolid la bella,
Donde hasta el cielo no alcanza
Un vestido de esa tela, i»
En cuanto á la piramidal Toledo, en cuyas estrechas,
costaneras y laberínticas calles no hemos podido nunca
verano , según los tiempos. El
queso de Madrid et de su tierra
es muy escelente , et es del mis-
mo pasto que el de la villa de
Pinto , que es el mejor queso de
España , et tal que no se puede
decir mejor el .Parmesano de
Italia, ni el de Mallorca, ni los
cascaballos de Sicilia, et á todos
hace ventaja; porque no es me-
nos bueno si lo haces asadero
que de otra manera. Finalmen-
te, todo lo que es menester para
alimentar la vida humana lo
tiene aquella villa, excepto pes-
cado fresco de la mar , porque
como es el más apartado pueblo
de ella de España, no alcanza
pescado fresco que de ella ven-
ga , excepto besugos , en invier-
no , por la diligencia de las re-
cuas que los traen cuando es el
tiempo de ellos, pocos dias an-
tes 7 después de Navidad , et es
uno de los mejores pescados é
más sabrosos del mundo, puesta
que dura pocos dias. También
llegan congrios frescos et de
los otros salados vienen muchos
et muy buenos, asi congrios,
atunes, pulpos et pescadas fres-
cas , et sardinas , et de otros; et
vienen muchas truchas , et sal-
mones , et muchas anguilas , et
lampreas, et barbos, et otros
pescados de ríos, et de abun-
dancia se traen muchos de es-
cabeches , lenguados , et ace-
días, et hostias, et sábalos sala-
dos, etc.i»
RESEÑA HISTÓRICA. 47
comprender cómo cabia la corte de Carlos V, la aplicare-
mos los versos del mismo gran poeta :
c Vi una ciudad de puntillas
Y fabricada en un huso ,
Que si en ella bajo , ruedo ;
Y trepo en ella, si subo.B
La gran falta natural de Madrid para su futuro desar-
rollo, como ciudad populosa y corte de tan importante
monarquía, era la de un río caudaloso, que surtiendo á las
necesidades de un crecido vecindario, sirviese también
para fertilizar y hermosear su término y campiña. Esta
falta grave , representada en la exigüidad del modesta
Manzanares, ha dado también motivo á las continuadas
barias y chanzonetas de los poetas satíricos, del mismo
Qoevedo, de Góngora, de Tirso de Molina y otros, de que
pedia formarse una abultada colección. Pero es preciso
tener en cuenta que la mayor parte de nuestras ciudades
importantes del interior se hallan en el mismo caso; que
nnestros ríos, tan celebrados de los poetas por sus arenas
de oro y sus ondas transparentes, no son ningunos Táme-
8is, Senas ¿ Danubios caudalosos, navegables y conducto-
res de salud, de civilización y bienandanza; por lo cual
vemos que aun en los pueblos fundados en sus inmedia-
ciones, no trataron de albergarles ó darles paso dentro de
su recinto, como lo están los que bañan las prímeras ciu-
dades de Francia, Inglaterra y Alemania, etc., y éun así
se vieron expuestas las nuestras á las súbitas inundaciones
invernales ó á la maligna influencia de sus sequedades del
estío. — El padre Tajo, que circunda la imperíal Toledo,
aonqne también á respetuosa distancia, sólo empieza á ser
verdaderamente río cuando corre por territorio portugués.
liO mismo el Duero y el Guadiana ; el Ebro y el Guadal-
48 INTRODUCCIÓN.
qüivir son los que más se acercan entre nosotros á aque-
llas condiciones civilizadoras ; pero ya á las extremidades
de su curso, en los confines de la Península.
No se ocultó, sin embargo, esta falta al ilustrado Feli-
pe II, y sabido es de todos el proyecto que formó, y que
entonces se creyó realizable, de traer el Jarama á Madrid,
incorporándolo con el Manzanares. Este último también
por entonces debia ser bastante más caudaloso , ó correr
menos oculto en la arena, pues tenemos la relación del
viaje que Antonelli hizo desde Lisboa por el Tajo y el Ja-
rama, y continuó luego por el Manzanares hasta el Pardo.
Posteriormente, y según fué haciéndose sentir más y más
la necesidad, se renovaron otros proyectos análogos , y á
fines del siglo xvii se ideó la canalización hasta Vacia-
Madrid, y luego, con el auxilio del Jarama, hasta Toledo;
proyecto que no fué admitido por la Reina Goberna-
dora doña Mariana de Austria, hasta que en el reinado
de Carlos III se construyó por espacio de dos leguas
el que luego existió, aunque por cierto con bien escaso
resultado.
Pero, á falta de rio, se acudió al medio de adquirir las
aguas potables por filtración en unas minas subterráneas
que se extienden á cierta distancia y recogen las que der-
raman las sierras inmediatas. Estos viajes, algunos de los
cuales ya existian, y otros, como los grandes y copiosos
de Amaniel y AJrroñigal , se descubrieron y formaron en
el reinado de Felipe III, y bastaron, aunque no abundo-
samente, para surtir las primeras necesidades de la pobla-
ción; hasta que, creciendo ésta, y aumentándose y multi-
plicándose aquéllas de un modo extraordinario en el pre-
sente siglo, ha sido necesario acometer y llevar á cabo la
obra gigantesca del canal del Lozoya, que cambiará den-
tro de pocos años las condiciones materiales de Madrid.
Esta hermosa población, situada bajo un cielo limpio y
HIíSEÑJl históbica.
49
sereno, disfrutando de una atmósfera trasparente , un di-
latado y hermosísimo horizonte, rara vez turbado por las
tormentas, exento de miasmas pestilentes, ajeno á las epi-
demias , inundaciones, terremotos j otros azotes tan fre-
cuentes en poblaciones de su importancia ; rodeada al
Norte por las sierras Carpetanas, los bosques del Pardo y
la maravilla del Escorial; al Sur, por los verjeles de Aran-
juez; al Levante, por las llanuras del Henares y las pin-
torescas campiñas de la Alcarria , y al Poniente, por los
fértiles campos de Talavera ; centro de todos los caminos
que cruzan el reino en todas direcciones ; surtida por esta
razón de todas las producciones más ricas y preciadas de
nuestro suelo , y ciudad central , común y sin ñsonomia
especial de esta ó aquella provincia, de esta ó aquella his-
toria, la villa de Madrid (digan lo que quieran los escri-
tores antagonistas) justificó desde luego la preferencia
que la diera el gran político Felipe II al elevarla al rango
de corte de la Monarquía; y cuando algunos años después,
en 1601, y por un capricho inmotivado del joven rey Fe-
lipe III, trasladó su corte á Valladolid, muy pronto las
ventajas políticas y naturales de Madrid sobre aquélla se
hicieron tan sensibles y umversalmente reconocidas , que
á los cinco años (en 1606) volvió á ser trasladada defini-
tivamente á esta villa (1).
(1) Por este tiempo, y antes
de verificarse el regreso de la
corte á Madrid, escribieron Lo-
pe Deza y Juan de Jerez ( aun-
que no llegó á imprimirse) su
tratado, á que titularon Razón
de Corte. — El manuscrito origi-
nal, todo de letra del mismo
Deza, y con su firma y la de Je-
rez al pié, que existe en la Bi-
blioteca Nacional (y de la que
poseemos una copia contempo-
ránea), es un tomo de unas se-
senta fojas en folio. En él pre-
tende su autor demostrar la
conveniencia de que Madrid
fuese siempre la corte de Es-
paña; dividiendo para ello su
asunto en seis puntos, á saber:
l.o Si conviene que haya una
ciudad capital del Reino. 2.^ Si
conviene que la corte sea fija.
4
50
INTRODUCCIÓN.
En cnanto á la injusta caliñcacion de pueblo sin histo^
ria propia ni importancia polüicay repetida contra Madrid
por los modernos escritores^ con no menos ligereza, aun*
que en sentido inverso de la que guió á los del siglo xvii
para remontar su origen á los tiempos fabulosos y hacer-
le figurar en los anales griegos y romanos, no puede me-
nos de rechazarse con energía, y obligar á repetir, con la
historia nacional en la mano, á los que pretenden negarla,,
que cuando la villa de Madrid aparece en ella á princi-
pios del siglo X y en poder de los sarracenos , era ya una
población importante y fortificada, que suponía indudable-
mente algunos siglos de existencia anterior. — Que su con-
quista en el siglo xi fué una de las grandes empresas del
rey D. Alfonso VI de Castilla, y que el mismo monarca
y sus inmediatos sucesores la ampliaron y fortificaron
mas ; la dotaron de fueros y privilegios, ^n cuyo conteni-
do se echa de ver la importancia que tenía ya esta pobla-
ción.— Hallará también que el pendón del Concejo de
Madrid llevaba la vanguardia en la famosa batalla de la»
Navas de Tolosa, á las órdenes del señor de Vizcaya, don
Lope de Haro, y algunos años después asistió con gran
prez en el cerco de Sevilla, á las órdenes del santo rey
3.^ Qué circunattincias se re-
quieren para ello. 4.° ¿Cuáles
80D las que tienen las diversas
ciudades de España? 5.° ¿Cuá-
les Madrid? Y 6» y último.
¿ De qué modo se pueden su-
plir las que faltan?— £s un es-
crito sumamente curioso, donde,
á vueltas de la indigesta eru-
dición y del estilo pesado tan
frecuente en los escritores de
^quel tiempo, se leen observa-
ciones muy importantes y se
defiende con maestría el propó-
sito del discurso.
Este Lope Deza , según doD
Nicolás Antonio, fué segovia-
no , y estuvo avecindado en
Hortaleza, cerca de Madrid; pu-
blicó en 1G48 un libro titulado
Gobierno político de Agricultu-
ra^ y dejó manuscritos, ademas
del Tratado de Corte , otros, ti-
tulados Juicio de las leyes civi-
les y Apología del P, Mariana
contra su contradictor.
RESEÑA HISTÓRICA. 51
D. Femando IIL — Que todos los monarcas de ]os si-
glos ziii y XIV residieron frecuentemente en nuestra villa,
tuvieron en ella su corte y celebraron grandes juntas y
actos solemnes desde que, á principios del xiv, D. Fernan-
do IV congregó en ella, por primera vez, las Cortes del
Beino, cuyo ejemplo fué repetido después frecuentemente
por los sucesivos monarcas. — Que en la guerra civil entre
D. Pedro y D. Enrique dio Madrid pruebas de acrisolada
lealtad en defensa del legítimo rey. Que en esta villa em-
pezó su reinado D. Enrique III y tuvieron lugar las turbu-
lencias que señalaron su minoría, hasta que, declarado
mayor de edad á los once años , tomó en ella las riendas
del gobierno; y habiendo cobrado afición á este pueblo, re-
sidió en él casi siempre, renovó su Alcázar y recibió á los
embajadores extranjeros, enviando por su parte al gran
conquistador Timur Lenk, al madrileño Bui González de
Clavijo, su camarero. — Que también su hijo, D. Juan II,
hizo su residencia ordinaria en esta villa y recibió de Ma-
drid especial apoyo en las revueltas de su reinado ; asi
como D. Enrique IV, en las promovidas contra él por su
bermano D. Alfonso, siendo Madrid declarado defensor de
la buena causa. — Que en esta villa nació y fué jurada en
Cortes princesa de Asturias la desgraciada doña Juana,
llamada la Beltraneja^ cuya sucesión defendió á la muerte
de D. Enrique. Que los Reyes Católicos residieron tam-
bién en muchas ocasiones en esta villa , y así como todos
sus antecesores, reunieron en ella las Cortes del Beino, y
que en las celebradas en 1509, en la iglesia de San Jeróni-
mo, después de la muerte de la reina doña Isabel, el Rey
Católico juró gobernar como administrador de su hija do-
ña Juana y como tutor de su nieto D. Carlos. — Que á la
muerte de aquél, los gobernadores del Reino, Cardenal
Cisnéros y Dean de Lobayna , trasladaron á Madrid su
Fesidencía , y que desde ella gobernaron hasta la venida
52 INTRODUCCIÓN.
del Emperador. Que también esta villa abrazó ardiente-
mente la noble causa de las Comunidades, y sostuvo con-
tra las huestes de aquél una porfiada resistencia; pero
venido luego á esta villa, y curádose en ella de unas perti*
naces cuartanas que padecia, la cobró decidida afición , la
colmó de mercedes y privilegios, residió frecuentemente
en ella, dándola de hecho el carácter de corte de su Impe-
rio poderoso; reedificó su Alcázar, convirtiéndole en mag-
nífico palacio Beal, y á él hizo conducir al augusto prisio-
nero de Pavía; y por último, añadió á sus preciados
timbres de muy leal y muy noble, los altos y significativos •
de villa imperial y coronada.
Véase, pues , si un pueblo que durante cuatro siglos y
medio venía figurando tan dignamente en la historia na-
cional, venía sirviendo de residencia y de corte á los mo-
narcas, de lugar de reunión á las Cortes del Reino, de apo-
yo y defensa á las grandes y nobles causas y á los altos
intereses del Estado , era un pueblo sin historia ni antece*
dentes, insignificante , nulo y poco digno de recibir la al-
ta investidura de capital del reino.
En cuanto á la historia de esta villa en los tres siglos
siguientes , puede decirse que es la historia de la monar-
quía ; la parte tan principal é iniciativa que le ha cabido
en ella hace palidecer la suya propia en los siglos anterio-
res , y la corte de la Monarquía Española oscurece las
glorias de las antiguas de Castilla, de León, de Aragón,
de Sevilla y Barcelona.
Madrid, capital del Imperio de aquel gran monarca don
Felipe II, cuya voz obedecía la Europa entera; centro de
su acción y poderío; foco de aquel sol español que alum-
braba constantemente con sus rayos á los países más re-
motos del orbe; capital donde residia el supremo Gobier- *
no , los consejos y tribunales de tan remotos países ; de
donde salian los grandes capitanes, los vireyes y gobema-
RESEÑA HISTÓBICA. 53
dores para descubrir otros^ conquistar ó dominar en ellos,
7 adonde, cargados de trofeos, de merecimientos j servi-
dos j regresaban un D. Juan de Austria , un Gonzalo de
Córdoba, un Duque de Alba , para poner á los pies del
Monarca los trofeos de Lepante, de San Quintin, de Ita-
lia, Flándes y Portugal, que aun cuelgan pendientes de
las bóvedas del templo de Nuestra Señora de Atocha ó
de los techos de la Real Armería. — La corte de Feli-
pe III, que recibió en sus muros á los enviados del Shah
de Persia y del Gran Señor, y otros remotos imperios , y
bajo cuyo cetro vinieron á reunirse, no sólo los diez y ocho
reinos de la España peninsular, sino también el Portugal,
Ñápeles , Sicilia , Parma , Plasencia y el Milanesado en
Italia; el Rosellon , el Bearnés y la Navarra, el Artois y
el Franco Condado en Francia; las dos Flándes y Holan-
da en los Países-Bajos ; en África casi todas las costas,
Angola, Congo, Mozambique, Oran, Mazarquivir, Mos-
tagán, Tánger, Túnez y la Goleta; ademas de las islas
africanas, Azores, Madera, Cabo Verde, Malta, Baleares
y Canarias ; que tenia un imperio en el Asia en las costas
de Malabar, Coromandel y la China, y derecho á los San-
tos Lugares de Palestina; que poseyó también las ricas é
inmensas islas Filipinas, Visayas , Carolinas , Marianas y
de Palao, de la Sonda, Timor, Molucas y otras innumera-
bles del mar Pacífico; y extendió, en fin, su dominación
como emperador de Méjico, del Perú y del Brasil, á casi
todo el continente de América ó Nuevo-Mundo, y á casi
todas las islas del Océano; imperio colosal, que excedió á
los antiguos orientales , á los de Alejandro, Roma , Carta-
go, Carlo-Magno y Napoleón; como que contaba una
población calculada en 600 millones de almas y una ex- •
tensión de territorio de 800.000 leguas cuadradas , ó sea
la octava parte del mundo conocido. — La caballeresca y
poética corte de FeUpe IV, emblematizada en el sitio del
54 INTRODUCCIÓN.
Buen RetirOy que vio lucir el bullicio y esplendor de las
fiestas palacianas, de las justas y torneos caballerescos;
que escuchó la musa de Loj^e de Vega y Calderón , de
Tirso y de Morete, de Solís y de Quevedo, á quienes ha-
bía visto nacer en sus muros ; la corte en que ilorecian
ademas un Cervantes y un Mariana, un Velazquez y un
Murillo ; la que recibia espléndidamente á los monarcas
extranjeros que venian á solicitar la alianza del español 6
la mano de sus hijas y hermanas ; la que después del tris-
tísimo paréntesis del hechizado Carlos II, tornó á recobrar
su animación y su influencia , y dio luego tan altas prue-
bas de su no desmentida lealtad, de su energía y su valor
en pro de la nueva dinastía de Felipe de Borbon ; que vio
nacer en sus muros á los dos esclarecidos monarcas Fer-
nando VI y Carlos III, que más adelante hablan de en-
grandecerla y renovarla; la que á principios de este mis-
mo siglo alcanzó á dar, el Dos de Mayo de 1808, la
heroica señal del más noble y generoso alzamiento que
señalan los fastos de nuestra nación, por su independen-
cia y libertad; el pueblo, en fin , que en sus fastos an-
tiguos y modernos puede ostentar páginas tan brillantes,
tan altos y nobles merecimientos, tiene en ellos su defen-
sa mejor, su más preciada ejecutoria.
Pero nos hemos extralimitado demasiadamente de nues-
tro propósito ; y al tratar del suceso que más influencia
tuvo en la prosperidad y fortuna de esta villa , y que tan
combatido se ha visto por la ligereza de algunos escrito-
res , no hemos podido contener nuestra pluma dentro de
los límites del período á que ahora particularmente nos
referimos.
RESSÑA HISTÓRICA. 55
LA TILLA T COBTE DE MADRID
EN EL SIGLO XYII.
Desde la venida de la corte á Madrid , y con el con-
siderable aumento consigaiente en su población y en
sa riqueza, fué extendiendo de tal manera sns limites, que,
á vuelta de muy pocos años, borró las huellas de los ante-
riores, allanó sus cercas é hizo avanzar sus puertas,
quedando sólo los nombres de las antiguas , como recuer-
dos históricos, á los sitios en que estuvieron.
Este rápido crecimiento, que triplicó ó cuadruplicó el
antiguo caserío de la villa y sus arrabales j se verificó si-
multáneamente por todos lados , excepto á la parte occi-
dental, donde continuaron (como continúan) sirviéndola de
limites el Beal Alcázar y sus jardines, los enormes desni-
veles ó cuestas de la Vega y las Vistillas, que bajan al rio
Manzanares. — La puerta de Segovia ó Nueva de la Vega,
<!onstruida por entonces, así como el famoso puente fron-
tero, obra del insigne Juan de Herrera, y el último trozo
<le calle del mismo nombre desde las casas de la Moneda,
adelantaron, algún tanto, sin embargo, por aquel lado,
rebasando la antigua muralla. — Multiplicóse extraordina-
riamente el caserío entre los altos de las Vistillas y el
antiguo convento extramuros de San Francisco; convir-
tiéronse en calles animadas el camino ó carrera que á éste
guiaba desde la vieja Puerta de Moros , el Humilladero
de Ntra, Sra, de Gracia, las tierras y huertas contiguas
al camino real de Toledo ; siendo necesario colocar la sa-
lida de la Latina (que, como ya queda expresado anterior-
56 INTRODUCCIÓN.
mente, se hallaba entre la plazuela de la Cebada y San
Millan), macho más abajo, j en el mismo sitio próxima*
mente á donde la actual Puerta de Toledo, — El Rastro j
la dehesa de Arganzuela y la de la Ft'ZZa, la de la Enco-
mienda de Moratalaz, la Huerta del clérigo Bayo y lo»
rápidos desniveles y barrancos, ventas, tejares y mesones
en dirección al Barranco de Lavapiésj se trasformaron
en las célebres barriadas de estos nombres. — La puerta
de Antón Martin fué sustituida por otra también deno-
minada de Vallecas , situada cerca del arroyo de Atocha^
extendiéndose hasta ella la hermosa calle de este nombre,
y se formó la Alameda en el antiguo prado de Atocha,
desde el famoso santuario de aquella veneranda imagen
hasta la subida á San Jerónimo. La parte de dicha Ala-
meda, que después llevó el nombre de Prado de San «/e-
rónimo y hoy es la principal de aquel magnifico paseo, se
allanó y regularizó por primera vez (según el testimonio
de nuestro Juan López de Hoyos), en 1570, con ocasión
de la entrada solemne de doña Ana de Austria, última
esposa de Felipe IL — La Puerta dd Sol avanzó por este
tiempo al camino de Alcalá, como hacia donde está hoy
la entrada del Retiro, y entonces se formaron y poblaron
la principal y hermosísima calle de Alcalá y el extendido
cuarto de círculo de B. á N. trazado entre ella y las de
la Montera, Hortaleza y Fuencarral, á cuyos extremo»
se abrieron los portillos de Recoletos^ de Santa Bárbara
y de los Pozos de la Nieve. — Colmóse el otro extenso
distrito entre esta última calle y la Ancha de San Ber-
nardo (llamada entonces de los Convalecientes, por el hos-
pital que habia en ella) , á cuyo final pasó la puerta que
estaba en la plazuela de Santo Domingo; y por último,
las pueblas nuevas, hechas por D. Joaquin de Peralta
hacia el monte de Leganitos, terminaban al N. y N. O. con
los portillos de Maravillas^ de Amaniel^ del Conde Duque
RE8SÑA HISTÓRICA. 57
j de San Joaquín (después de San Bemardino), quedan-*
do fuera la posesión conocida después por Montaña del
Príncipe PiOy con las huertas de las MinillaSy la Florida^
Buytrera y otras , hasta el puente del Parque de Palacio^
que venia á estar donde hoy la fuente de la Regalada ^ á
la bajada de las Reales Caballerizas. Dicho Parque de
Palacio y campo llamado del Re¡/ se extendian, como
hoy, hasta la cuesta de la Vega.
y ese, por lo dicho, que los nuevos limites señalados
hace tres siglos á la población de liladríd no han tenido
más alteraciones sustanciales, en tan largo periodo, que
la inclusión dentro de ellos del Real sitio del Buen Retiro,
fundado por Felipe IV, y alguna mayor extensión hacia
la puerta de Alcalá; y por el lado occidental, la Montaña
del Principe Pío y bajada ó paseos de la Puerta de San
Vicente. Pero aquellos límites, que entonces se señalaron
á Madrid, incluyendo multitud de huertas, tierras de cul-
tivo y eriales, tardaron en rellenarse todo el siglo que
medió entre la mitad del xvi á la mitad del. xvii, en tér-
minos que en esta última época ya presentaba Madrid^
con corta diferencia, la misma figura en su perímetro y
el mismo trazado de sus calles que hoy dia, salvas algu-
nas excepciones de cerramientos ó variaciones posteriores.
— De todo ello podemos juzgar cumplidamente por la
inspección material del gran Plano (¡grabado en Ambéres
en 1656, de que hicimos mención y que vamos á repro-
ducir.
En esta nueva población , trazada ya para servir á más
importantes necesidades, se buscó con preferencia un
terreno menos accidentado , se abrieron ó formaron en él
calles más rectas y espaciosas, algunas muy extensas,
como las bajas de Toledo y de Atocha, la Carrera de San
Jerónimo, la de Alcalá, la Montera, Fuencarral, Horta-
leza y Ancha de San Bernardo, y se construyeron en
58 INTRODUCCIÓN.
•ellas multitud de edificios de consideración. — Sin embar-
go, es de lamentar que á la creación, puede decirse, de
nueva planta, de la villa capital del Beino, no presidiese
mayor gusto j esmero, no se tuviesen en cuenta ciertas
condiciones indispensables para su futura prosperidad. —
No pretendemos, por esto, que la nueva villa fuese im-
provisada con la regularidad y fatigosa monotonía de un
tablero de damas, sino que, procurándose todo lo posible
la nivelación de los terrenos, dándose á todas sus calles la
conveniente anchura, cortes y comunicaciones, propor-
cionándose á distancias convenientes plazas regulares, des-
ahogadas avenidas y puntos de vista calculados, se hu-
biese en ellas construido el caserío con cierta regularidad,
y algunos edificios públicos de necesidad y grandiosa
perspectiva; hubieran, en fin, consignado los monarcas
de Castilla de aquella época en la corte del Beino el gusto
y la magnificencia que ostentaban en otras ciudades del
reino, en el de Italia, y en las nuevas que por entonces se
fundaban en la América española. No fué, sin embargo,
así ; y ni los tesoros del Nuevo Mundo, ni la fuerza de vo-
luntad , poderío y alta inteligencia de Felipe II; ni el colosal
y privilegiado talento de Jua7i de Herrera y sus scontem-
poráneos y sucesores los Toledos, Monegros, Moras y Ve-
gas, alcanzaron á imprimir á Madrid aquel sello de gran-
deza y majestad que requería la corte de la monarquía.
El Alcázar de Carlos V y Felipe II, obra de Cobarru-
bias y de Luis de la Vega; la puente aegoviana^ de Juan
de Herrera, en tiempo de Felipe II; la Plaza Mayor ^ del
reinado de Felipe III, y el sitio del Btien Retiro j obra de
Felipe IV, son los objetos más dignos que recibió la cor-
te de Madrid de los monarcas de la dinastía austríaca ; si
bien, por un celo indiscreto, aunque muy propio de aquel
siglo, consumieron sus tesoros en fundar en ella setenta
ó más conventos, con otras tantas iglesias, todas media-
RKSBÑA HISTÓRICA. 59
naa naáa más, y de ningan modo comparables á nuestras
magnificas catedrales, no diremos las antiquísimas de To-
ledo, Burgos ó Sevilla, pero ni aun de las modernas ó
oontemporáneas de Granada, Segovia y Salamanca; así
como los pocos edificios civiles de aquellos reinados, tales
como la Cárcel de Corte, el Ayuntamiento y la casa de
Uceda (los Consejos) no pueden sostener comparación
Con los alcázares de Toledo y de Granada, la Lonja de
Sevilla , y otros muchos de aquella época.
PLANO TOPOGRÁFICO DE 1656.
Pero vengamos, en fin, á la descripción ofrecida del
Plano topográfico del Madrid del siglo xvil, que hemos
tenido la suerte de exhumar del olvido , y por el cual po-
demos juzgar completamente del estado y aspecto de la
corte de los Felipes. Niugun libro ni descripción nos ser-
virá tan cumplidamente para ello como la vista material
y el estudio de este gran plano. Su extensión, la exactitud
y minuciosidad con que está reproducido en perspectiva
caballera todo el caserío de la villa, en escala bastante
extensa para poder apreciar sus pormenores, hacen de
este grabado un documento tan precioso como general-
mente ignorado por los que han tratado de la historia de
Madrid ; y como es de temer que con el tiempo lleguen á
faltar los rarísimos ejemplares que aun pueden existir,
creemos hacer un servicio en consignar aquí sus detalles.
Consta dicho plano de veinte hojas de gran marca, las
cuales y unidas y pegadas sobre lienzo (como están en el
precioso ejemplar que poseemos, y también en el otro muy
bien restaurado que conserva el Ayuntamiento) , ocupan
una extensión de unos ocho pies de altura por diez de
ancho, ó sean cerca de oQhenta superficiales.
60 INTRODUCCIÓN.
En la parte superior de dicho plano se lee esta inscrip-
ción : Mantua Carpetanorum sive Matritum urbs regia,
Al lado derecho están las armas Heales'sobre trofeos, y se
lee : Philipo IV rege Católico forti et pió, Urhem hanc
suam et in ea orbis sivi auljecti compendium exhtbit
MDCIV. : y debajo, en una tarjeta sostenida por figuras
alegóricas y trofeos, se encuentra la siguiente inscripción :
Topografía de la villa de Madrid^ descrita por D. Pedro
Texeira, año de 1656, en la que se demuestran todas sus
callesy el largo y ancho de cada una de ellas ^ las rincona^
das y lo que tuercen; las plazas^ fuentes^ jardines y huertaSy
con la disposición que tienen las parroquias^ monasterios
y hospitales; están señalados sus nombres con letras y nú-
meros que se Iwllarán en la tabla ^ y los edificios y torres y
delanteras de las casas están sacadas al natural , que se
podrían contar las puertas y ventanas de cada una de ellas.
A la izquierda está la tabla y las escalas de ^q, y debajo
dice : Salomón Sauri cura et solidtudine Joannis et Ja^
cóbi Vanveerle, Antuerpice,
Efectivamente, la minuciosidad y exactitud del dibujo
son tales, que dejan poco que desear, no sólo en cuanto á
.la demostración del giro y disposición de las calles, sino
en el alzado de las fachadas y topografía interior de los
edificios, pudiendo juzgar de la conciencia con que fué
hecho aquel precioso trabajo por los varios públicos y
particulares que aun se conservan en el mismo estado en
que los representa el plano, con la misma repartición de sa
planta, con el propio número de pisos, puertas y ventanas,
y la misma forma general de su ornato arquitectónico.
Los limites de la población marcados en este plano
eran los que quedan anteriormente expresados, y son, con
corta diferencia, los que comprende el actual perímetro
de Madrid. — La puerta de Alcalá (que era mezquina y
formada por dos torrecillas) se bollaba situada más aden*
BES£!;^A HISTÓRICA. 61
tro que el actual arco de trianfo, poco más ó inénos
frente á la glorieta ó entrada moderna del Buen Retiro.
Como no existían aún los edificios del Pósito ni los Hor-
nos de Villa Nueva, construidos después, corria la cerca
por detras de las huertas de Recoletos j otras, formando
el mismo recodo saliente que hoy con la que después fué
de la Veterinaria. La puerta ó portillo de Recoletos (que
también era sumamente mezquina) estaba poco más ó
inénos en el mismo sitio que la que acaba de derribarse,
y seguia la tapia derecha basta la de Santa Bárbara, ha-
ciendo aquí un saliente notable hasta el portillo, que es-
taba en el mismo sitio, y es acaso el propio que hoy al-
canzamos; y en las afueras no se señala más que tierras de
labor, no existiendo la haerta después llamada de Loinaz
(hoy de Arango). — A la izquierda del portillo de Santa
Bárbara aparece un edificio que puede ser el mismo ó
una buena parte de la actual Fábrica de Tapices, y en él
se mira un molino de viento. — Siguen luego algunos tro-
zos muy irregulares de cerca, hasta la puerta ó salida lla-
mada de los Pozos de la Nieve, en el mismo sitio que la
moderna de Bilbao, — Más diferencias se observan entre
ésta y la de Fuencarral (entonces llamada todavía de
Santo Domingo), y se ve otra salida ó puerta llamada de
Maravillas al fin de una calle, que puede ser la de San
Andrés, cerrada luego por el jardin que fué de Bringas. —
Veíase después el palacio de los duques de Monteleon,
con su extendida huerta y cerca, que formaba y forma la
de Madrid por aquella parte, aunque no parece tan salien-
te como ahora. — Corria luego por la izquierda hasta la
salida del Conde'Duque de Olivares (cuyo palacio y jar-
dines aparecen en los sitios en donde hoy están el de
Liria y el cuartel de Guardias), y luego continuaba con
la misma imperfección que hoy, hasta la de San Joaquin
(portillo de San Bemardino), Fuera de éste habia un hu-
62 INTRODUCCIÓN.
milladero de ornees, que seguiría sin duda hasta el con-
vento, j se señalan vanos caminos al Molino quemado^ a
la Huerta de Buytrera , etc. , por el interior de la monta-
fia llamada hoy del PHncipe Pió, — Esta quedaba, como
queda dicho, fnera de la población, pues la cerca bajaba
costeándola desde el portillo de San Joaquín hasta el
camino del río, cercando las huertas llamadas de las Mi-
nülaSj la Florida^ Buytrera^ etc., hasta el puente del
Parque, que, según dijimos, venía á estar donde hoy la
fuente de la Regalada, por bajo de las Reales caballerízas.
— El dicho Parque de Palacio (que seguia después ade-
lantando, como hoy los jardines , hasta el rio y la Tela)
consistía, por lo visto, en unas alamedas y paseos sin
grande importancia, y llegaba hasta la puente Segoviana
y la bajada de la Vega. Al lado opuesto del rio se ve la
Casa de Campo, poco más ó menos en los términos que
hoy, aunque con mayor frondosidad. — La puerta de la
Vega tenia aún dos cubos, y aparece de alguna fortaleza^
y la de Segovia la misma que hemos visto derribar hace
pocos años. Desde ella subia la cerca por las Vistillas y
huerta del Infantado, como hoy, hasta la del convento de
San Francisco, no viéndose todavía el portillo que mandó
después abrir y á que dio su nombre el licenciado Gil
Imon de la Mota, fiscal del Consejo de Hacienda, que
tenía allí sus casas, en donde es hoy hospital de la V. O. T.
Por último, la cerca seguia á la puerta de Toledo (que
estaba algo más arriba que la actual), luego al portillo
(le Embajadores y al de Lavapv^s (después de Valencia)y
y formando varios ángulos y desigualdades, llegaba á La
salida que llaman de Vallecas, donde después estuvo la
puerüi de Atoc/ia, hasta incorporarse, dando vuelta al
Retiro, con la de Alcalá.
Estos eran y son todavía los límites del perímetro de
Madrid á mediados del siglo xvii, hace dos siglos cabales.
RESEÑA HISTÓRICA. 63
£1 corte interior de la población era también idéntico^
con algunas excepciones de rompimientos ó cierres poste-
riores de algunas calles, y los nombres de éstas se con-
servaron en la mayor parte los mismos hasta estes últimos
años.
La descripción interior de dichas calles, según se ob-
servan en el plano, nos Uevaria muy lejos y alargaria esta
ResefUij tanto más importunamente, enante que, habiendo
de ser dicha descripción el objete de nuestros paseos his-
tórieosj nos veriamos obligados á repetir aqui lo que con
mayor extensión hemos de consignar después en ei ingre-
so de esta obrita. Por lo tante, nos limitaremos á indicar
algunas consideraciones generales sobre el interior de la
población tal como se presenta en el plano.
La construcción del caserío era en general impropia y
mezquina. La grandeza del reino, agrupada en derredor
del trono, y viniendo á formar la parte principal de la
población de Madrid, se contentó con levantar enormes
caserones, que sólo se diferenciaban de los demás por su
inmensa extensión ; y el vecindario en general, dividiendo
y subdividiendo hasta un término ipfínito los terrenos ó
solares, llegó á formar hasta el número próximamente de
las doce mil casas que entonces se contaban, y que hoy,
refundidas en mayores edificios, no pasan acaso de siete
mil ; pues si por un lado la abundancia de jardines perte-
necientes á ellas, y la multitud de grandes monasterios,
que hoy se han utilizado para construcciones particulares,
ocupaban una buena parte del perímetro, por otro los
edificios construidos posteriormente son mucho más ex-
tensos, como que en cada uno de ellos se han ocupado
solares de tres ó cuatro de las antiguas casas. Las doce
milj ademas, que suponen los historiadores del siglo xvii,
puede explicarse por el lente de aumente con que solian
mirar á Madrid, ó por la hiperbólica dicción de un par
64 mTRODüCCION.
de casas con que acostumbraban designar á cada edificio
que tenia dos pisos ó habitaciones.
Gleneralmente éstos eran pocos, por muchas razones:
en primer lugar, la población era mucho menor todavía,
y la vida interior del pueblo debia ser tan modesta y poco
ganosa de comodidades, que quedaba satisfecho con cual-
quier cosa, con un hediondo portal, con una oscura y
empinada escalera y con media docena de estrechos y
desnudos aposentos, coronados por un mezquino zaquiza*
mi ; todo esto formado y multiplicado en el reducido es-
pacio que toleraban los conventos (que en Madrid, como
en la mayor parte de las ciudades del reino, constítuian
la parte principal de la población), y aun aquella toleran-
cia en favor del vecindario estaba las más veces limitada
en la altura de las casas fronteras y contiguas, en el nú-
mero de las ventanas, en sus salidas y comunicaciones,
que no habian de privar de las luces, ventilación é inde-
pendencia á los amplios monasterios do ambos sexos; no
habian de registrar sus espaciosas huertas, ni impedir que
sus extendidas y solitarias cercas dominasen en calles
despobladas, y sus elevadas torres levantasen hasta el cielo
sus agujas y chapiteles.
Por último, otra razón muy poderosa para limitar y
reducir á mezquinas condiciones el caserío general de
Madrid fué la gravosa carga que el establecimiento de
la corte trajo consigo, y era la conocida con el nombre
de Regalía de aposento. Este pesado servicio del aloja-
miento de la Real comitiva y funcionarios de la corte
recala naturalmente sobre las casas que tenian más de uu
piso y cierta espaciosidad, y aunque posteriormente, y
cuando en 1606 se restituyó á Madrid la corte desdo
Yalladolid (adonde se habia trasladado en 1601) fué com-
pensado y capitalizado aquel penoso gravamen con el
servicio de 250.000 ducados que ofreció la villa por equi-
RESEÑA HISTÓRICA. 65
valente á la sexta parte de los alquileres de las casas
darante diez años, continuó pesando por vía de contribu-
ción exclusivamente sobre todas las que tenian más de un
piso, razón por la cual continuaron las construcciones de
malicia ó sólo piso bajo. Así lo vemos expresado termi-
nantemente, entre otros varios documentos de la época,
en el primitivo Registro general del aposento , concluido
en 1651 (manuscrito interesante, que posee uno de nues-
tros amigos), donde dice: <i Calle de Toledo (antes de la
Mancebía), Una casa de Mari-Mendez, mujer de Blas
Caballero, soldado de la Guardia Española, que era de
üposento, j el que mandó se hiciese de malicia y tasada en
3B ducados. i> — Atendiendo también á esta expresiva sig-
nificación de aquella palabra, dijo el festivo Quevedo, ha-
blando en uno de sus romances de cierta mujer de mundo,
de las que él solia tratar : «
€ Por DO estar á la malicia
Calzada su voluntad ,
Fué su huésped de aposento
Antón Martin el galán, i»
La cerca general que marca hoy los límites de la villa
tardó todavía un siglo en construirse, como se puede ver
por la Real cédula expedida por el señor D. Felipe IV,
fecha 9 de Enero de 1625, en que se manda al Ayunta-
miento de Madrid levantarla, aplicando para ello la sisa
del vino, que antes lo estuvo á la obra de la Plaza Ma^
yor. Dicha Real cédula (que obra en el archivo de la
Villa) expresa Claramente que la mencionada cerca se
construyó más bien para contener que para favorecer la
ampliación; error que ahora lamentamos, y que impidió
i esta villa continuar su conveniente desarrollo. Hé aquí
los términos en que está concebido el curioso preámbulo
de dicha Real cédula :
I.
66 INTRODUCCIÓN.
(i Desde mnchos años á esta parte se han reconocido lois
}> daños que se causan de no estar cercada la villa de Miz—
i>dridy donde reside mi corte, así por lo que sus limites so
i>van extendiendo con los edificios, como por las salida»
j> que hacen al campo las más de las calles , y ser por ella»
}> franca y libre la entrada de gente y mercaderías en el
mingar, por no poder poner en ellas (siendo tantas) la.
aguarda que conviene, con lo cual falta también la noticia
» necesaria de los que entran y sajen de esta corte, y á lo»
i> delincuentes les es fácil salir de ella y librarse de no ser
D presos por las justicias, que tendrían más mano en su
D prisión si las salidas fuesen ciertas. Y siendo de tanta
D importancia para la conservación de mi Real Hacienda y
Días alcabalas y sisas que se pagan, que de tal manera
D entren los bastimentos y mercaderías por puertas cierta»
Den que se registren, que no puedan divertirse ni entrar
Dpor otras, y que esta misma utilidad y conveniencia se
D halla cuanto á la administración de las sisas y beneficio
Dde las sisas que para causas públicas tengo concedidas
Dá esta villa, y mucho mayor y de necesidad precisa para
aguardarla, si, lo que Dios no permita, sucediese en oca^
D sienes de peste; habiéndome diversamente consultado
Dpor los de mi Consejo y considerando en esto atenta-
3) mente, he acordado que en la posada de vos, el Presi-
D dente, se haga una Junta para este efecto, en que se^
D hallen con vos los dichos Pedro Tapia y Gil Imon de la
DMota, el corregidor de Madrid y seis diputados que
D están nombrados ó se nombrasen en adelante por el
D Ayuntamiento de esta villa... y someto á la dicha Junta
D para que en ella ordenéis y dispongáis que con la mayor
D brevedad que se pueda se cerque esta dicha villa por las
D partes y sitios y con la forma de edificios que por vos-
D otros en la dicha Junta se acordase, dejando las puertas
3>que conviniesen y fuesen necesarias en las principales
BBSEfÍA HISTÓRICA. 67
centradas y salidas de esta villa, cada una con la fábrica
i>Y adornos que os pareciese, según los sitios y parte
adonde hubiesen de quedar}) , etc.
La referida cerca se emprendió á consecuencia de esta
Heal cédula y á costa de la villa y por el Patrimonio, que
tomó á su cargo la parte del nuevo sitio de Buen Retiro,
de la Montaña del Príncipe Pío y del Parque; pero tardó
mucho tiempo en concluirse : de suerte que algunos afio»
después todavía pudo muy bien decir el Maestro Tirso de
Molina en una de sus comedias (1) :
«Como está Madrid sin cerca,
A todo gusto da entrada ;
Nombre hay de Puerta (Jarrada ,
Mas pásala quien se acerca.]»
Kealizóse al fin, aunque muy lentamente y sin preten-
siones de muralla, limitándose á la construcción de una
fuerte tapia, la misma que, restaurada en algunos trozos,
ha llegado todavía hasta nuestros dias , y que si no ha ser-
vido para defender á Madrid contra las acometidas exte-
riores, ha sido bastante obstáculo para contener ó limitar
su desarrollo prudente y hacerle permanecer más de dos
siglos encerrado en el círculo de mamposteria que se le
trazó de Real orden. •
Considerada, pues, en su forma material, ¿qué era lo
que ofrecía á la admiración de los contemporáneos y de
los venideros la opulenta'^córte de los Felipes de Austria?
¿Y de qué modo se justifican aquellos encomios tan repe-
tidos de sus impávidos coronistas? — Ya lo hemos dicho :
pocos, muy contados edificios civiles de alguna impor-
tancia ; multitud de conventos de ambos sexos, más no-
tables en general por su extensión que por su mérito ar-
(1) La Huerta de Juan Fernandez,
68 INTBODUCCION.
tístico, y nn general caserío, comparable por su mezquin-
dez al de una pobre aldea; escasos y mal dispuestos
establecimiento^ de beneficencia, de instrnccion y de in-
dustria , y dos míseros corrales para representar los inmor-
tales dramas de Lope y Calderón. — Bajo el punto de vista
de la comodidad y de la policía urbana, todavía aparece
más deplorable aquel cuadro: las calles, tortuosas, dos-
iguales , costaneras, y en el más completo abandono , sin
empedrar, sin alumbrar de noche , y sirviendo de albañal
perpetuo, y barranco abierto á todas las inmundicias. La
salubridad, la comodidad del vecindario y el ornato de la
población, desconocidos absolutamente; la misma seguri-
dad, amenazada continuamente en medio de un pueblo
belicoso, altanero y siempre armado, que en todas oca-
siones fiaba al acero y al valor la razón más conclnyente.
Pero si, bajo el aspecto material y civil, muy poco ó
nada puede interesarnos la descuidada capital del siglo xvii,
no así desde el punto de vista romántico ó novelesco.
El reinado, sobre todoj de Felipe IV (que empezó en
21 de Marzo de 1621 , á la muerte de su padre Felipe III)
es sin duda alguna para esta villa el período más brillante
y ostentoso ; y aunque en él se preparase fatídicamente
la inevitable y próxima ruina del Imperio colosal de Car-
los V y Felipe II, el carácter personal, poético y caballe-
resco del joven Rey, la elegante cultura de su corte, y
los brillantes festejos con que supo encantar su ánimo el
poderoso valido Conde Duque de Olivares, dieron á la
corte de Madrid un aspecto de animación y de elegancia,
en que sólo excedió después la magnífica y espléndida
corte de su yerno Luis XIV de Francia. — La venida del
Príncipe de Gales para pedir por esposa é la hermana del
Rey fué motivo de funciones magníficas. Las celebradas
en 1637, con ocasión de haber sido elevado al Imperio el
RESEÑA HISTÓRICA. 69
rey de Bohemia y Hungría, D. Femando, cañado del
Rey , costaron de diez á doce millones de reales ; y eix los
cuarenta dias que duraron, las 'comedias, los toros, las
máscaras se sncedian sin cesar. El Palacio Real y el del
Betiro eran el foco de estas continuas diversiones, y el
Rey, siguiendo su inclinación favorita, se interesaba viva-
mente en ellas.
En tal apogeo de su aparente esplendor es como va-
mos á considerar en esta obra á la antigua corte de Ma-
drid.— El período á que nos referimos es seguramente el
más interesante de su historia, el más romancesco tam-
bién y propio para ejercitar la pluma de los poetas y lite-
ratos; el período en que un monarca joven, poeta, y aman-
te de las letras y de las artes, aunque frivolo y descuida-
do en política, cuyo peso descargaba en hombros de su
favorito , se entregaba ardientemente á sus aventuras ga-
lantes más ó menos reprensibles, al bullicio y esplendor
de las fiestas palacianas , tomaba parte activa en las jus-
tas y torneos caballerescos y en las representaciones escé-
nicas, y patrocinaba con su ejemplo y liberalidad á Velaz-
quez y Murillo, Lope de Vega y Calderón; época y corte
en que florecian ademas un Quevedo y un Saavedra, un
TRrso y un Morete, Solis, Montalvan, Guevara, Alarcon y
tantos otros, que hicieron apellidar aquel siglo de oro de
nuestra literatura; en que recibia y obsequiaba á los ilustres
potentados y embajadores de las más poderosas naciones;
en que los reyes de Francia , de Inglaterra y de Alema-
nia solicitaban la mano de las hijas ó hermanas del mo-
narca español; época también de brillante corrupción,
que describe admirablemente el ignorado autor del Gil
Blas; en que el arrogante Conde Duque de Olivares, fas-
cinando al Monarca con el ruido y movimiento de los con-
tinuos festines, le hacía ignorar las pérdidas de su corona,
hasta el punto de exclamar, con ocasión de la de una de
70 INTRODUCCIÓN.
fíus más importantes plazas del Franco-Condado: «¡Pobre-
cito Rey de Francia!», y congratularse porque la insur-
rección del Dnque de Braganza le proporcionaría algunos
Estados más, al propio tiempo que se sentia con bríos
para escribir al general de las tropas de Flándes aquella
lacóniba carta que decia : <í Marqués de Espinolay tomad d
Breda, d
Pero estaba escrito que toda aquella fantástica gloría,
que todo aquel fingido esplendor, babian de pasar rápida-
mente, sumiendo á la España en ruda y sensible oscuri-
dad. La continuada y afortunada rebelión del Portugal,
Italia, Flándes, el Rosellon, el Franco-Condado, la Cata-
luña misma, contra el descuidado Felipe , que dio por re-
sultado la rápida desmembración del Imperio de sus abue-
los ; los graves disgustos que le ocasionaba la política de
toda Europa, conjurada contra él; los temores por el des-
contento de sus pueblos; las enfermedades, la vejez, y los
escrúpulos de su propia conciencia, le lanzaron á la supers-
tición y ]a melancolía, y terminaron con su vida el largo
reinado de casi medio siglo. — Para colmo de desventura
de la España, dejaba por sucesor á un niño de cuatro años,
enfermizo y delicado (después el mezquino Carlos II, co-
nocido en la historia con el apodo de el Hechizado)^ y bajo
la tutela de su madre la reina viuda doña María Ana de
Austria.
Conocidos son los sucesos ocasionados durante aquella
larga y turbulenta minoría, con motivo de la privanza y
valimiento que la Reina gobernadora dispensó primero á
su confesor el padre jesuita Everardo Nithard, y luego á
D. Fernando de Valenzuela , combatidos ambos arrogan-
temente por el príncipe D. Juan José de Austria, hijo
natural de Felipe IV. — En estas turbulencias , que agi-
taron durante algunos años á todo el reino, tocó repre-
sentar á Madrid ima parte principal, como tomando la
BESJEÑA HISTÓRICA. 71
iniciativa ó sosteniendo enérgicamente las agresiones y
motines preparados por el príncipe D. Jnan contra ambos
validos, hasta derrocarlos, y á la misma Beina madre, cu-
ya desgraciada gobernación terminó con la menor edad
de su hijo D. Carlos, que, bajo la influencia, ó más bien
bajo la autoridad de su hermano D. Juan, tomó las ríen-*
das del Gobierno en 1677, en que cumplió los catorce
años. — Pero las desdichas del país no por eso terminaron,
ni siquiera se contuvieron en la rápida pendiente á que
las impulsaba la mala gobernación. — Mal miradas ó per-
seguidas las ciencias, descuidada la educación del pueblo,
patrocinado el empirismo y la codicia de los asentistas ex-
tranjeros, ofuscadas las imaginaciones por la ignorancia,
el fanatismo ó la intriga, y descuidados y hasta olvidados
los principios más sencillos de una buena administración,
poco ó nada pudo hacer el príncipe D. Juan en la corta
época que bajo el nombre de Carlos II gobernó el reino,
cojno ni tampoco este desdichado Monarca, luego que se
desprendió de aquella segunda tutela.
La capital del reino, fiel trasunto y emblema, en todas
ocasiones, del estado próspero ó adverso del país, siguió
presentando el aspecto más triste y deplorable. — Su admi-
nistración embrollada y nula, su población menguada por
la miseria, su vitalidad amortiguada y embrutecida por
el fanatismo y la ignorancia, destruida y aniquilada su
riqueza ó sumergida en el abandono y la desidia de un
pueblo estúpido ó indolente. — Ofuscadas las artes ó cor-
rompidas por el mal gusto que difundió su dañada semilla
por todos los ramos del saber, sólo of recia Madrid espec-
táculos ominosos, edificios mezquinos y escritos extrava-
gantes.— Las únicas mejoras materiales que recibió en
aquella época fueron la suntuosa capilla de San Isidro, en
la parroquia de San Andrés ; la casa Beal de la Panadería,
en la Plaza Mayor, renovada con motivo de haberse que-
72 INTRODUCCIÓN.
mado este lienzo de la plaza^ y el arco de la Armería; toda»
las demás obras de aquella ¿poca desdicLada faeron dig-
nas por cierto de ella y de la grotesca imaginación de los
Donosos, Churrigueras y otros arquitectos semejantes, que
en tal tiempo empezaron á lucir su peregrina habilidad.
La salud del Eey se debilitaba al mismo tiempo que lor
monarquía ; los conjuros ó exorcismos más extravagantes,
las penitencias y rogativas más señaladas, los tremendos-
y memorables autos de fe de 1680, y otros, en que des-
plegó todo su rigor é imponente aparato la suprema In-
quisición, nada fué suficiente para alejar del ánimo y de
la doliente imaginación del Monarca los pretendidos espí-
ritus malignos de que se creia «apoderado, hasta que, re-
sintiéndose cada vez más y más su débil complexión
á impulsos de esta congoja, llegó á enfermar gravemente
en 1696, y empezó á ocupar la atención de los políticos la
sucesión posible á la corona de España por falta de des-
cendencia directa de Carlos. — Madrid, con este motivo, lle-
gó á ser el centro de las intrigas y manejos de las corte»
extranjeras , sostenidas respectivamente por sus represen-
tantes en ella y por los principales magnates del país, in*
diñados unos á la dinastía austriaca, y otros á la france-
sa de Borbon , entroncada con aquélla por el matrimonio
de la hermana de Carlos II con Luis XIV. — En tanto, el
pueblo madrileño, que no se habia mostrado parte en'
esta cuestión futura, la tomó, y grande, en la presente del
desgobierno, miseria y abatimiento general ; y un dia de
1699, con pretexto del encarecimiento del pan, acudió en
tumultuoso desorden bajo las ventanas del Real Alcázar^
pidiendo, ó más bien ordenando, al Monarca pusilánime
que despertase de su letargo y acudiese á remediar las
públicas necesidades. — Carlos II apenas tuvo fuerzas para
otra cosa que para conjurar aquella nube tumultuaria y
hacerla descargar contra su ministro el Conde de Oropesa^
RESEÑA HISTÓRICA. 73
quien^ por fortana, pado escapar de las iras del pneblo ma-«
dríleño. Por fin, viéndose Carlos cerca ya del sepulcro,
ordenó so famoso testamento, en que designaba por su he-
redero al nieto de Luis XIV, Felipe, duque de Anjou, y
falleció en el primer dia de Noviembre de 1700, dejando
á la nación, por último regalo de su impotencia, el triste
legado de una guerra civil y europea.
«
Aquí debiéramos terminar esta Reseña histórica, coma
destinada á servir de introducción á los paseos que vamos
a emprender por el antiguo Madrid; pero los graves acon-
tecimientos políticos, y las radicales alteraciones que han
sido su consecuencia en estos dos últimos siglos, borraron
de tal modo en nuestra capital las huellas do los anterio*
res, imprimieron tan nuevo carácter á su fisonomía mate-
rial y á su condición civil, que necesariamente , y aunque
DO sea más que para la inteligencia y explicación lógica
de aquellas trasmutaciones, que hemos de señalar en el
curso de nuestros paseos , nos vemos precisados á extra-
limitamos, haciendo una excursión en la historia del
MADRID MODERNO.
( SIGLO xviii; )
Hemos recorrido , aunque ligeramente, y según lo ha
permitido la índole y forma de esta reseña, las diversas
fases políticas y materiales de nuestra villa de Madrid
desde los tiempos más remotos hasta fines del siglo xvii;
la hemos contemplado en su humilde origen, y creciendo
después en importancia, hasta el punto de merecer el in-
74 INTKODUCCION.
signe honor de ser escogida para corte Real y capital de
la monarquía española ; deteniendo más particularmente
nuestra consideración en aquellos siglos xvi y xvu, en
que bajo este concepto representó tan importante papel en
Europa, como centro del poder y grandeza de los monar-
cas de la dinastía austríaca. — Hemos visto también que, a
pesar de que éstos quisieron enaltecerla con el pomposo
título de capital de dos mundos , no acertaron, sin embar-
go, á darla apenas ninguna de las condiciones necesarias
á un pueblo tan principal; y como los tesoros del Nuevo
Mundo y el inmenso poderío de los Carlos y Felipes, y
sus arrogantes validos los Lermas y Calderones, Olivares
y Oropefias, Ni tardos y Valenzuelas, apenas dejaron otras
señales de su paso por Madrid, que la inmensa multitud
de iglesias y monasterios con que cubrieron la tercera par-
te de su suelo (1).
En punto á la organización administrativa, á su fomen-
to material, á su comodidad, su policía y ornato, la vimos
(1) Hé aquí el cuadro cronológico de las fundaciones de con-
ventos en Madrid, casi todos durante los dos siglos xvi y xvii, en
que ocupó el trono español la dinastía austríaca. — (Los demolidos
hoy por completo van en cursiva.)
San Martin (benitos), de origen antiquisimo é ignorado. (^Derri-
bado recientemente.)
Sanio Domingo (de monjas), fundado por el Santo Patriarca
en 1217. (ídem,)
San Francisco, por el mismo Santo, en 1217. — £1 edificio actual
es del reinado de Carlos III. (Cuartel.)
Santa Clara (monjas franciscas), en 1460.
San Jerónimo, fundado en el Pardo en 1464, y trasladado ¿
Madrid por los Reyes Católicos. (Queda la iglesia.)
Conataniinopla (monjas franciscas), fundado en Rejas en 1479
y trasladado á Madrid en 1561.
Concepción Jerónima (monjas), fundado por la Latina en 1504.
1
resbFTa histórica. 75
permanecer durante siglo y medio , después de recibir la
alta inyestidura de corte , no sólo inferior á esta elevada
eategoria, sino también muy por bajo de varias de nues-
tras ciudades de provincia. De todo ello dan cumplido
testimonio los escritos de aquel tiempo, que podríamos ex-
tractar, si creyésemos oportuno detenemos más en aque*
Ha enojosa exposición.
Cúmplenos ahora más grata tarea, que consiste en con-
Concepción Francisca (idem), fundado por la misma en 1512.
Santa Catalina (monjas), fundado en 1510.
DINASTÍA austríaca.
CARLOS V.
Atocha (dominicos), en 1523. {Cuartel de Inválidos.)
Ballecas (monjas bemardas), en 1535.
San Juan de Dios (hospitalarios), en 15
San Felipe el Real (agustinos), en 1547.
Descalzas Reales (monjas), en 1557.
FELIPE II.
Colegio imperial (jesuítas), en 1560. {Instituto.)
La Magdalena (monjas agustinas), en 1*560.
La Victoria (mínimos), en 1561.
La Santísima Trinidad (redentores), en 1562. {Ministerio de Fo-
mento.)
La Merced (idem), en 1564. {Plaza del Progreso.)
Los Angeles (monjas franciscas), en 1564.
San Bemardino, en 1570, {Albergue de mendicidad.)
£1 Carmen Calzado, en 1570. {Oficinas de la Deuda pública.)
Santo Tomás (dominicos), en 1583.
El Carmen Descalzo, en 1586.
Santa Ana (monjas carmelitas), en 1586. {Plazuela de Santa
Ana.)
Pinto (monjas bemardas), trasladado á Madrid en 1588.
Santa Isabel (agustinas), en 1588.
Doña María de Aragón (agustinos), en 1590. (Senado.)
Agustinos recoletos y en 1595.
76 INTRODUCCIÓN.
signar que sólo al empezar con el siglo xviii la nueva di*
nastía de Borbon, acertó á comprenderse la importancia
y la necesidad de dotar á la corte de grandiosos edificios
de decoroso ornato j de establecimientos de ilustrada ad-
ministración. El nieto (fe Luis XIV^ aquel joven animoso,
nacido y criado en la esplendente corte de Versálles, po-
do y debió echar de menos su magnificencia y halagos.
Espíritu Santo (menores), en 1554. (Congreso,)
San Bernardo (monjes), en 1596.
FELIPE III.
Noviciado (jesuítas), en 1602. (Universid^id.)
El Caballero de Gracia (monjas), en 1603.
San Gil (franciscos descalzos], en 1606.
Santa Bárbara (mercenarios), en 1606.
Jesús (trinitarios), en 1606.
La Carbonera [monjas jerónimas), en 1607.
San Basilio (monjes), en 1608.
Capuchinos del Prado, en 1609. (Colegio,)
Don Juan de Alarcon (monjas mercenarias), en 1609.
Trinitarias descalzas, en 1609.
Mosienses (premostratenses), en 1611.
La Encamación (monjas agustinas), en 1611.
£1 Sacramento (monjas bemardas), en 1615.
Capuchinas (monjas), en 1617.
• FELIPE IV.
Comendadoras de Calatrava, (^Qu^da la iglesia,)
San Plácido (monjas benedictinas), en 1623.
Maravillas (carmelitas), en 1624. {Plaza del 2 de Mayo,)
El Rosario (dominicos), en 1622.
Afligidos (premostratenses], en 1635.
La Pasión (dominicos), en 1637.
San José (beatas), en 1638.
Capuchinos de la Paciencia^ en 1639. {Plaza de Bilbao.)
Portaceli (menores), en 1643. {Parroquia de San Martin,}
KKSESfA HISTÓRICA. 77
caando atravesando yermas campiñas, miserables aldeas j
escabrosos caminos^ llegara á verse encerrado en el vetus-
to y desmantelado Alcázar de Madrid, 6 recorriese las
calles tortuosas, sombrías y eriales, su miserable caserío^
sns débiles cercas y puertas , sus incultos paseos , su ca-
rencia de fuentes y monumentos públicos, de todo ornato^
en fin, y policía de comodidad; y no podría menos de
reir al leer los biperbólicos encomios de los Dávilas, Quin-
Agonizantes (de San Camilo), en 1643.
Monserrat (monjes benitos), en 1642. (Cárcel de mujeres,)
San Cayetano (reglares), en 1644. (Parroquia de San Millan.)
El Salvador (misioneros), en 1644.
Comendadoras de Santiago, en 1650.
Baronesas (carmelitas), en 1651 . (Jardín.)
San Felipe Neri (menores), en 1660.
Ctóogora (mercenarias), en 1665.
CARLOS II.
San Fernando (mercenarias), en 1676. (Teatro de la Alhambra.)
San Pascual (franciscas), en 1683. (Eeedificado,)
Santa Teresa (carmelitas), en 1684.
DINASTÍA DE BORBON.
«Santo Rosalía (agonizantes), en 1720.
Escolapios (Nuestra Señora del Pilar), en 1733.
Salesas Beales, por Fernando VI, en 1748. {Palacio de Justicia,)
San Antonio Abad (escolapios), en 1755.
Salesas nuevas (Carlos IV), en 1804.
San Vicente de Paul. (Hermanas adoratrices. )
Total, 72 conventos, que todos han llegado hasta nuestros dias.
De ellos han desaparecido completamente desde 1809 treinta y
llueve; otros quince en parte reformados y destinados á diversos
U808, y quedan en pié, con comunidad de morcas ^ escolapios ú
hospitalarios, diez y ocho.
78 INTRODUCCIÓN.
tanas, Pinelos y Nañez de Castro sobre las grandezas de
esta villa, que entusiasmaban á los unos, extasiaban á los
otros, y hacian prorumpir al último en su donoso libro,
titulado o: Sólo Madrid e» córtey>.
El hecho es que , considerado bajo el aspecto material
y de cultura, sólo llegó á serlo desde el advenimiento de
la augusta casa de Borbon. — Felipe V, que pagó la deci-
dida afición de este pueblo hacia su persona , por lo me-
nos con otra igual , dio el impulso y los primeros é im-
portantes pasos en el camino de su regeneración. Vamos,
pues, á consignarlos ; pero como la historia política de su
reinado está tan enlazada con la suerte de Madrid, á
quien cupo en ella tanta parte, necesariamente habrá de
ocuparnos antes, siquiera sea brevemente, su indica-
ción.
Felipe de Borbon, aclamado en Madrid por rey de Es-
paña á consecuencia del testamento de Carlos II, hizo sa
entrada pública en la capital de la Monarquía el dia 14
de Abril de 1701, y en este mismo año celebró su casa-
miento con la princesa doña María Luisa Gabriela de Sa-
boya ; pero declarada la famosa guerra de 'Sucenon, á cau-
sa de pretender la corona de España el Emperador de
Austria para su hijo el archiduque Carlos, fué reconocido
éste por otras potencias y por los reinos de Aragón , Va-
lencia y Cataluña, de que se apoderó el ejército inglés y
portugués, mandado por el mismo Archiduque. — Por
consecuencia de las alternativas de esta sangrienta guer-
ra , en que las armas de Felipe , victoriosas unas veces,
eran vencidas otras, fué invadido Madrid por primera vez
por tropas extranjeras, entrando en 1706 las inglesas y
portuguesas, mandadas por Gallo way y el Marqués Das
Minas ; y habiéndose la Heina y la corte retirado á Bur-
gos, los ingleses y portugueses proclamaron en Madrid al
Archiduque. Pero muy luego, atacados con intrepidez por
RESEÑA HISTÓRICA. 79^
los mismos madrileños , viéronse obligados á retirarse r
entregar el Alcázar : á pocos días volvió á entrar Felipe,
qne fué recibido con el mayor entusiasmo; y dejando por
regente á la Eeina, marchó á tomar el mando del ejército.
Las batallas de Almenara y Zaragoza^ perdidas por éste,
pusieron á los aliados en disposición de internarse de nue-
vo en Castilla en 1710; Felipe salió con la corte á Valla-
dolid, y fueron seguidos de más de treinta mil moradores
de Madrid, después de lo cual volvió á entrar el Archidu-
que; pero la repugnancia del pueblo madrileño hacia su
persona era tal, que no viendo Carlos gente en las calles
ni en los balcones, al llegar á la Plaza Mayor y portales
de Guadalajara, se volvió por la calle Mayor y de Alcalá^
diciendo que Madrid era un pueblo desierto; y apenas él
y su ejército habian dejado estas cercanías, oyeron el rui-
do de las campanas, fuegos y regocijos con que celebraba
la villa la nueva proclamación de Felipe V , que volvió á
entrar en 13 de Diciembre del mismo año, en medio del
entusiasmo universal. Poco después las b/itallas de Brihue-
ga y Villaviciosa aseguraron en la cabeza de Felipe la co-
rona de España.
Un siglo nuevo, y con él una nueva era de progreso y
cultura se inauguraba, en fin, para la nación con el cam-
bio de dinastía, completamente distinta en origen é incli-
naciones de la que acababa de regirla. Durante el último
período de ésta habia pasado el país por el angustioso de
vtna. larga minoría, por el desdichado gobierno de un mo-
narca enfermizo y pusilánime , último vastago masculino
y directo de la gran estirpe de Carlos V; una larga y
complicada guerra civil y europea, durante catorce años,
habia después yermado nuestras ciudades, asolado nues-
tros campos, y apartado de las artes, de las ciencias y las
letras á una generación que sólo parecia llamada á pelear.
— Por fortuna, y á pesar de tantos desastres , y á vueltas
80 IKTRODÜCCION.
de laa considerables pérdidas materiales de territorio, que
fueron consecuencia de aquella lucha encarnizada , de
aquel cambio de dinastía, quedaron todavía unidas al im-
perio español preciosas y dilatadas regiones en uno y otro
hemisferio, que bien regidas, como toda la monarquía,
por la vigorosa mano de Felipe de Borbon {el Animoso)
en el largo período de aquel primer medio siglo, pudieron
caminar á un alto grado de esplendor y de prosperidad,
pudieron devolver al cetro español una parte del brillo
y poderío que ostentara en las manos del segundo de los
Felipes.
A la sombra de la paz, y correspondiendo á los gene-
rosos instintos é ilustradas miras de un buen monarca, las
artes, las ciencias y las letras, que casi habian desapareci-
do en el último tercio del siglo anterior, bajo el cetro de
i?Z Hechizado, tornaron á aparecer en nuestro suelo; y si
bien habian perdido su original y espontánea lozanía, ve-
nian ahora engalanadas con el clásico colorido de la corte
del gran rey que desde las orillas del Sena dictaba el mo-
vimiento político é intelectual de Europa y daba nombre
á su siglo. — El nieto de Luis XIV, colocado en el trono
español por las simpatías y el ardimiento de sus pueblos;
nacido y criado en la ilustrada corte de Versálles, dotado
de gran energía y varonil esfuerzo, de talento y probidad,
y dominado, en fin, por el sentimiento de gratitud y amor
hdcia un pueblo que tan leal se le habia mostrado, no
pudo menos de corresponder con toda su solicitud sobe-
rana á las legítimas esperanzas fundadas á su advenimien-
to al trono español; y efectivamente, no sólo supo con-
quistar hasta el último corazón de los que ofuscados le
negaron en un principio la obediencia ; no sólo terminó
personalmente una guerra tan delicada y desastrosa , ha-
ciendo reconocer su corona por todas las potencias de Eu-
ropa, sino que acertó á curar las profundas llagas abiertas
RESEÑA HISTÓRICA. '81
por las pasadas calamidades ; estableció un buen sistema
administrativo y económico; procuró aliviar las cargas pú-
blicas; creó y sostuvo un brillante ejército y un^ respeta-
ble marina , y protector especial de las ciencias y de Iqs
artes, fundó academias encargadas de restaurarlas, y atra-
jo á su corte célebres artistas, que volviesen al buen gusto
el imperio, que habia perdido á impulsos de la ignoran-
cia y la osadía.
La construcción de más importancia en Madrid, duran^
te su reinado, fué la del suntuoso Palacio Real, levanta-»
do de nueva planta por su orden, á consecuencia de ha-
berse incendiado en la Noche Buena de 1734 el antiguo
Alcázar de Madrid. — Sabido es que e^te ilustre monarca,
deseoso de edificar para los reyes de España una morada
digna de su grandeza, y considerando el lamentable esta-
do á que habia llegado el arte en nuestro país por aquella
época, llamó para encargarse de esta importantísima obra
al abate Jubara, célebre arquitecto de Turin, el cual pro-
yectó un modelo de palacio gigantesco y magnífico, que,
reducido después á menores proporciones , fué llevado á
efecto bajo la dirección de D. Juan Bautista Saqueti , su
discípulo, y es el que hoy existe. — La grandeza de la ca-
pital y el buen gusto del arte recibieron, sin duda alguna,
un notable refuerzo con esta bella obra; mas, por desgra-
cia, el empeño de Felipe de hacerla levantar en el mismo
sitio que ocupaba el antiguo Alcázar, malogró el pensa-
miento de Jubara, que era el de colocarla á la parte Nor-
te de Madrid, hacia la puerta de San Bernardino, y trans-
formar la montaña del Príncipe Pío en magníficos jardines
reales. Esto, sin duda alguna, hubiera llamado la pobla-
ción hacia aquella parte , permitiéndola extenderse luego
por todos los terrenos que median entre dicho portillo y;
la Fuente Castellana, y regularmente, de este modo, la
apremiante necesidad hubiera adelantado más de un siglo'
I. 6
82 INTRODUCCIÓN,
la traída de las aguas suficientes á aquellos contomos, y
la ampliación consiguiente de Madrid.
Pero, en fin, ya que asi no se hizo, j ya que el distin-^
guido Saqueti, siguiendo las órdenes del Bey , colocó su
bello palacio en el punto elevado y pintoresco que ocupa,
habría sido de desear que el mismo Monarca y ó sus su-
cesores, que continuaron aquel edificio (el cual no estuvo
habitable hasta 1764, reinando ya Carlos III), hubiesen
adoptado ó procurado llevar á cabo el plan magnifico de
obras contiguas á él, que presentó el mismo Saqueti, y
que original se conserva en el archivo de la Real casa (1).
Consistían éstas en prolongar ambas alas de la fachada
del Mediodía con dos pabellones (de los cuales hay uno
concluido)^ continuando luego con terrazas sobre galería»
de arcos, y en llegando al edificio de la Armería , supo-
niendo que desapareciera éste, cerrar la plaza con una
gran verja; la galería de la izquierda contendría el cuar*
tel para la guardia, y la de la derecha , abierta con vistas
al campo, se habia de continuar luego hasta la misma al-
tura, con dobles arcadas, atravesando por medio de un ex-
tenso puente la cuesta de la Vega y la calle de Segovia
hasta las Vistillas de San Francisco, con lo cual, no sólo
se establecía la necesaria comunicación entre ambos ex-
tremos de Madrid, sino que se daba á éste un ingreso y
vista asombrosos. Detras de esta galería magnifica, y ha-
cia donde ahora está la plazuela de Santa María, desco-
llaba, según el plan de Saqueti, la elevada cúpula de una
hermosa iglesia catedral, un teatro, biblioteca Real, casa»
de oficios y otras bellas construcciones en todo lo que es
(1) Del)emo8 á la amistad del loso de este bellísimo plano de
señor don Juan de Rivera, in- obras, formado por el distin*
geniero director del Canal de guido Saqueti, y de él habla-
Isabel II, un calcado escrupu- remos en otra ocasión.
BS8BÑA HISTÓRICA. 83
hoj plaza de Oriente , con qne quería dotar Saqueti las
inmediaciones de la Beal morada, y que formando un
magnifíco conjunto con el palacio, enaltecia en extremo
aquellos sitios y daba á la capital del Beino un aspecto
sorprendente.
Al mismo tiempo que la obra colosal del Beal Palacio,
se emprendieron y llevaron á cabo por Felipe las impor-
tantes del puente de Toledo, el Seminario de Nobles, ^1
teatro de los Caños del Peral , los nuevos del Príncipe y
el de la Cruz, la iglesia de San Cayetano, la de Santo
Tomás, el Hospicio, la Fábrica de Tapices y otros varios
edificios de consideración; si bien en todos ellos, asi como
en las fuentes públicas de la Puerta del Sol, Antón Mar-
tin, Eed de San Luis y otras, se echó de ver el extrava-
gante gusto peculiar de sus directores los Churrigueras,
Riveras y otros á este tenor, que aun duraban de la des-
dichada época anterior.
La fundación de las Reales Academias Española y de
la Historia, la de la Biblioteca Real, el Gabinete de Histo-
ria Natural y otros establecimientos científicos y litera-
rios, la del Monte de Piedad, hospicios, hospitales y otros
institutos de beneficencia, todas estas ventajas debió la
corte española al feliz reinado del primer Borbon ; y al
terminar, en fin, su larga y gloriosa carrera en 1746,
pudo legar á su hijo y sucesor Femando VI un reino
tranquilo y obediente, un tesoro desahogado, un pueblo
pacífico y animado por las ideas más nobles de patriotis-
mo y honradez.
FERNANDO VI.
Durante el corto, pero tranquilo reinado del piadosa
Fernando, germinaron estas ideas; la paz y la abundan-
84 INTRODUCCIÓN.
cia hicieron sentir sus beneficios; los pueblos, desahoga-
dos de graves atenciones, pudieron atender á sus necesi-
dades y mejoras. A la ilustrada j enérgica voz del minis-
tro Marqués de la Ensenada , se alzó en nuestros puertos
una nueva y poderosa armada; abriéronse muchas y fáciles
comunicaciones , entre las cuales es muy señalada la mag-
nífica entre ambas Castillas por el puerto de Guadarrama,
vecino á Madrid; fundáronse algunos establecimientos
importantes, tales como el Pósito, los hospitales genera-
les y Escuelas Pías. Creóse la Academia de Nobles Artes
de San Fernando , y se levantaron algunos edificios nota-
bles, entre los que sobresale por su grandiosidad el sun-
tuoso monasterio de las Salesas Keales. Protegida deci-
didamente la ilustración, combatidos, hasta donde la época
lo permitia, los errores, se prepararon, en fin, los medios y
la opinión á la nueva era de cultura y de prosperidad que
habia de llegar á tan grande altura bajo el reinado siguiente.
Todas estas ventajas trascendentales al reino entero
se reflejaban naturalmente, en ambos reinados de Felipe y
de Fernando, en la corte y capital de la monarquía espa-
. ñola; pero como el error habia echado tan hondas raices,
nada hay que extrañar que tardaran muchos años en al-
canzar éxito feliz los sacrificios hechos para combatirle.
Fijando, pues, por ahora nuestras miradas en esta última
época, trataremos, según nuestro proposito, de examinar
la fisonomía ó aspecto material de Madrid antes de la
ilustrada administración del inmortal Carlos IIL
Nuestros lectores han visto en los párrafos anteriores
cuál era éste durante el reinado de Felipe IV, cuando ya
llevaba una centuria con el carácter de corte; ahora nos
cumple trazar el que presentaba desde 1746 á 1759, que
ocupó el Trono español Fernando VI. — Para la posible
exactitud de aquel cuadro, tuvimos á la vista el gran
Plano topográfico de 1656, en que se halla retratada mi-
BESEÑA HISTÓRICA. 85
nnciosamente esta capital. Hoj, para ofrecer á nuestros
lectores una pintura semejante (aunque á un siglo de dis-*
tancia de aquella época ^ j otro do- la actual), podemos
disponer de otro documento aun más explícito y acabado,
que debe Madrid al ilustrado gobierno de Femando el Y I^
aunque no fué terminado en sus dias.
Titúlase Planimetría general de la villa de Madrid y )/
vÍ8Íta de sus casas , asientos y razón dé sus dueños, sus sitios
y rentas, formada de orden de S, M. por la Regalía del
Real Aposento de Corte j á virtud de Real cédula, fecha
en San Lorenzo á 22 de Octubre de 1749, refrendada por
D, Cenon Somodevilla, Marqués de la Ensenada,- —ílste
magnifico trabajo, en que tomaron parte como arquitec-
tos de la Real Hacienda j de la villa D. José Arredondo,
D. Ventura Padiema, D. Nicolás Churriguera, D. Fer-
nando Moradillo y D. Francisco Pérez Cobo, está auto-
rizado por D. Manuel Miranda y Testa, visitador del
Real aposento , y D. Miguel Fernandez, teniente Direc-
tor de la Academia de San Femando y arquitecto de
Palacio, y no quedó terminado hasta 1767. Verificóse
por ella la numeración de las casas de Madrid ( de que
hasta entonces carecieron) , dando un resultado de 7.049
casas, contenidas en 557 manzanas ó grupos de ellas; mi-
dióse exactamente el perímetro de cada casa, señalando
su figura topográfica en la proporción de la escala Vaoo, y
hasta indicando en los planos , por medio de diversos co-
lores, el estado de la conservación de cada edificio en
aquella época ; y aparte de los planos, se consignó en un
Registro general el resultado de estas mediciones, el va-
lor de cada casa en renta, el origen y trasmisiones de su
propiedad, y la cuota de su gravamen por razón de Apo-
sento, cuyas preciosas noticias se han continuado hasta el
dia en los expedientes respectivos , seguidos en la admi-
nistración de aquel ramo, según la obligación impuesta á
86
INTBODUCCION.
cada nuevo poseedor de pasar por aquel registro la adqui-
sición de su propiedad.
Tan precioso trabajo (que probablemente será único de
su clase en España) consta de doce volúmenes en marca
imperial; los seis primeros comprenden los Planos^ j los
otros seis el Registro j explicación. De esta excelente obra.
Hecha modesta^ aunque concienzudamente j sin grandes
pretensiones, se mandaron sacar por el Gobierno, 7 exis-
ten, tres copias: una para ser colocada en el Archivo de
Simancas, otra para la Biblioteca Real, j otra para la de
la Academia de Nobles Artes de San Femando. En cuan-
to á la Tilla de Madrid , á quien principalmente interesaba
el conocimiento de su topografía y riqueza, no tomó, al
parecer, parte en él , y ni aun se ocurrió á su Ayunta-
miento el natural deseo y solicitud de obtener para su
archivo otra copia ó ejemplar de aquella preciosa obra (1).
De este mismo tiempo existe también el primer plano
manual de Madrid, por D. Tomás López, y el que publi-
có el célebre arquitecto D. Ventura Rodríguez en 1760,
con lo cual, y los escritos de aquella época, podemos for-
mar una idea exacta del estado topográfico de la villa. —
En cuanto á su administración y policia interior, existen
varios libros impresos , que nos ofrecen datos preciosos
para formar un juicio muy aproximado (2). Sobre todo
(1) Este inconcebible des-
cuido que venia lamentando,
llamando sobre él la atención
del Ayuntamiento, está ya re-
parado, y colocada en la Biblio-
teca Municipal , creada, bajo mi
dirección, en 1876, una exacta
copia de esta obra preciosa, pla-
nos y texto.
(2) Tratado breve sobre las
Ordenanzas de la villa de Ma-
drid y policia de ella ^ por don
Juan de Torija , maestro arqui-
tecto y alarife de ella. (Ma-
drid, 1661.)
Ordenanzas de Madrid, por
don Teodoro Ardemans. (Ma*
drid, 1760.)
Dificultades vencidas^ y curso
natural en que se dan reglas
para la limpieza y aseo de las
calles de esta Cárte, etc,, por
beseSTa msTÓBicA. 87
poseemos nn apreciable libro MS. de la época, con el
títalo de Discurso sobre la importancia y las ventajas que
puede producir la creación del gobierno político y militar
de Madrid nuevamente creado (1) , el cual lleva la fecha
de 26 de NoTÍembre de 1746; forma mi tomo en 4.* bas-
tante abultado, y parece dispuesto para la imprenta. —
Con todos estos datos y documentos á la vista, vamos á
trazar el cuadro topogr&fico y civil de Madrid á mediados
del siglo xvín , como ya lo hicimos en el mismo período
del anterior.
En primer lugar, vemos que los limites de la villa no
habían tenido sustancial alteración desde que por la Beal
imilla de Felipe IV^ expedida en 1625 (de la cual hici-
mos mención en las páginas anteriores), se mandó al
Ayuntamiento proceder á la construcción de la nueva
cerca ó tapias, que son las que aun permanecen en gran
parte. De modo que la villa de Madrid no ha crecido en
extensión en dos siglos y medio, si bien ha aumentado
eonsiderablemente en caserío, construyendo en los sitios
que entonces estaban solares ú ocupados por casas bajas
y mezquinas, otros edificios más considerables y con cuatro
ó cinco pisos de elevación; razón por la cual, sin aumen-
tar su perímetro , ha podido triplicarse su vecindario , y
subir de tal modo su riqueza inmueble, que calculados los
productos en 1765 (en que se dan á Madrid 7.250 casas),
en unos diez y ocho millones de reales, pasan hoy de ochen-
ta los que se regulan para las contribuciones.
Entre las varias causas que, sin duda alguna, .contri-
buyeron á no dejar crecer en extensión á nuestra villa, ya
Josef Alonso de Arce, inge- (1) Es el titulo de Goberna-
niero. (Madrid , 1734.) dor militar y civil de Madrid,
TrideniR escéptico en Espa- conferido en aquel año mismo
«ia, efc., por D. Joaquin de Cas- al teniente general Conde de
«8 y Jalo, 1738. Maceda.
88 INTRODUCCIÓN,
dijimos que puede colocarse la inoportuna medida de sa
cerca, limitación q/ieial que posteriormente se fué autori*
zando más, con la construcción de suntuosas puertas de
entrada y la carencia de arrabales extramuros , y redujo
á los centros de la población la vitalidad y el movimiento.
— Los solares (ya mezquinos desde un principio) se sub-
dividieron aun más y más, y crecieron en valor, tan des-
proporcionado respecto á los distantes de aquel centro,
que, según la tarifa inserta en las Ordenanzas de Madridf
de D. Teodoro Ardemans, vemos, por ejemplo, que dán«r
dose precio de 88 reales por cada pié superficial en la»
inmediaciones de la Plaza Mayor, se calculaba á 12 reales
en la Puerta del Sol (1), á 4 reales en la calle de Alcalá,
frente al Carmen Descalzo, á 6 reales en el medio de la
calle de Fuencarral , á 5 reales en la calle de Atocha , ba-
cía los Desamparados, á 4 reales en la Ancha de San
Bernardo , y á real y á medio real en las inmediaciones d>
las puertas de Alcalá, Atocha, Segovia, Toledo, etc.
La misma Regalía de Aposento (que, por otro lado, hizo
á Madrid el importante servicio ya indicado de realizar
su planimetría y numeración) contribuyó también, como
queda también dicho anteriormente, á impedir el desarro-
llo de la construcción de buen caserío. Esta enojosa ga-
bela, que pesaba sobre los pisos principales, y que se divi-
día en casas sujetas á huésped, casas reducidas á dinero^ y
otras compuestas con piezas señaladas para el aposento, y
cuyo producto total ascendía á 150.000 ducados anuales^
que se distribuían entre la Real servidumbre, los minis-
tros, embajadores, consejeros y otros funcionarios de cor-
te, por consideración de casa ó aposento , hizo que el in-
terés, bien ó mal calculado, de los dueños de solares los
(1) A 300 y 400 reales se han solnres ocasionados para el en-
vendido en este año pasado los sanche de dicha Puerta del SoL
reseSTa histórica.
89
dividiese en pequeños trozos de á mil, de quinientos , de
trescientos pies, y en ellos, por sustraerse á aquella contri-
bución, construian casas bajas ó de malicia j como se las
apellidó por no tener piso principal, y de éstas se compo-
nian, hasta fines del siglo pasado, las dos terceras parte»
del caserío de Madrid (1).
La construcción de este caserío siguió el deplorable
rumbo que en los anteriores babia tomado desde un prin*
cipio, y gracias por un lado á las poderosas causas ante-^
nórmente indicadas y al sórdido egoismo de los dueños, y
merced tambieaá la ignorancia ó mal gusto de los arqui-
tectos , las calles de Madrid continuaron presentando el
agmpamiento más discordante de casas altas y bajas , ex-
tensas y diminutas , y ridiculas fachadas del peor gusta
posible. Nada de desmontes ó rellenos oportunos para di-
simular los desniveles de las calles; nada de alineación ni
de proporciones en la altura de las casas ; nada de ensan-^
che de la vía pública, ni dé disminución ó remedio de sus
tortuosidades, ni de conveniente formación de anchas pla-
zas y avenidas de elegante perspectiva; nada, en fin, de
ornato exterior ni de comodidad interior para el vecin-
dario.
Si de la inspección material pasamos ahora á la de su
administración y policía, aun habremos de reconocer que,
(I) En el sitio que ocupa la
moderna de Correos habia trein-
ta y más casas j y otras tantas
en la de la Aduana, Historia
Natural , etc.
En el año 1851 ha sido der-
ribada para construirla de nuevo,
formando una sola con la inme-
diata, la casa número 20 anti-
guo y 9 moderno de la man-
zana 88, sita en la calle de San-
ta Ana, Entre las muchas casa»
mezquinas que existen en Ma-
drid era sin duda alguna la más
pequeña, pues constaba de 1^0
pies superficiales y 5 Vj de fa-
chada, por lo que era conocida
por la Casa de las cinco t^aSy
porque de ellas sólo constaba su
alero.
90 INTRODUCCIÓN.
sean cualesquiera los errores de la actual generación, sabe
mejor que las anteriores procurar aquellas comodidades y
halagos que embellecen algún tanto la existencia del hom-
bre en sociedad , y á que tiene derecho , á cambio de. las
penalidades á que la civilización por otra parte le sujeta.
Todavía hemos alcanzado á comprender en algunas de
nuestras ciudades y villas , especialmente de Castilla la
Vieja, Extremadura y Gralicia, el espectáculo que podria
ofrecer un pueblo en los tiempos primitivos, ó por lo me-
nos de la Edad Media, abandonado absolutamente al ins-
tinto individual de sus moradores, desnudp absolutamente
de todas las condiciones de comodidad y aseo , y despro-
visto, en fín, de todo cuidado y auxilio de parte de la pú-
blica administración; á no ser as{, no podríamos formar
una idea, siquiera aproximada, del aspecto miserable déla
villa imperial y coronada de Madrid , no sólo al tiempo
del establecimiento de la corte en ella, á mediados del si-
glo XVI, sino dos centurias después, á la mitad del si-
^lo XVIII, á que ahora alcanza nuestra revista retrospec-
tiva.
Aquellas calles estrechas, tortuosas y costaneras ape-
nas podian decirse empedradas, si hemos de atender á los
términos en que hablan de ello los escritos de la época, y
especialmente las ordenanzas é instrucciones de 1745 al
47, y hasta el reinado de Carlos III, que adoptó y llevó
á cabo en 1761 d proyecto del ingeniero Sabatini para
el empedrado y limpieza de Madrid, que mal ó bien llegó
á establecerse en los términos, bien mezquinos por cierto,
en que aun le hemos conocido á principios del siglo -ac-
tual.— La numeración de las casas tampoco se verificó
hasta 1751, pero entonces lo fué por el mal sistema de
dar vuelta á la manzana , que ha durado hasta nuestros
dias, y ocasionaba tan considerable embrollo por la coin-
cidencia muy frecuente de los mismos números en una
BESBÑA HISTÓRICA. 91
calle. — No existían apenas sumideros ni alcantarillas sub-*
terráneas para la necesaria limpieza : las inmundicias que
arrojaban de las casas por las ventanas j las basuras
amontonadas en las calles convertian á éstas en un sucio al-
banal. — No habia más alumbrado que el de algunas luces
que se encendian á las imágenes que solia haber en las es-
quinas^ ó tal cual farolillo que se colgaba de los cuartos
principales de las pocas casas que los tenian y cumplían
con los bandos que lo mandaban. — Las fuentes públicas ,
pocas y escasas; los mercados, reducidos á los miserables
tinglados j cajones de la Plaza Mayor , de la Cebada, de
Antón Martin, Bed de San Luis y y algunos puestos y
tiendas ambulantes en las esquinas, apellidados bodegonea
de puntapié^ desprovistos todos hasta de lo más preciso,
y sujeto el vecindario á los abastos y tasas y á acudir á
los sitios privilegiados donde se despachaba el pan, la car-
ne y los demás alimentos en limitadas proporciones y á
los precios del abasto. — Por consecuencia de todo aquel
desorden y abandono, las calles, inundadas de mendigos de
dia, de rateros por la noche, sin verse el transeúnte pro-
tegido por los vigilantes ó serenos (que no se crearon has-
ta el reinado de Carlos III) ni ninguna otra precaución
de parte de la autoridad. — Todo aquel que, por necesidad
ó por recurso, habia de echarse á las calles después de cer-
rada la noche , tenia que hacerlo bien armado y dispuesto
ademas con el auxilio de alguna linterna ; y las señoras
que iban en sillas de manos á las tertulias, debian hacerlo
precedidas de lacayos con hachas de viento , para apagar
las cuales solia haber, en las puertas y escaleras de los
grandes señores , cañones ó tubos de fábrica en forma de
apagador, de que aun quedaba una muestra en la casa del
señor Marqués de Santiago, hoy Casino, en la Carrera de
San Jerónimo.
Mas para completar el cuadro del estado lamentable de
92 INTRODUCCIÓN.
la policía Qrbana de Madrid en aqnella época , dejemos
hablar al anónimo autor del manuscrito oficial ya citado,
el cual, con fecha 19 de Noviembre de 1746 (el mismo año
en que entró á reinar Fernando VI), la reseñaba magis-
tralmente en su extenso informe al nuevo Gobernador, en
estos párrafos, que tomamos al dcaso :
<i Dicen los que han viajado por las cortes extranjeras,
que en algunas nunca hay noche, porque jamas oscurece,
tanto es el cuidado de suplir con luz artificial la falta de
la del sol. El pensamiento es muy racional y muy cristia-
no, porque la noche es capa de facinerosos Esta pro-
videncia, que en todas las cortes es muy justa, en la nues-
tra es sumamente necesaria, porque en ésta, más que en
otra alguna, son frecuentes los robos y los insultos , y la
lobreguez ayuda para ellos : también favorece á la lasci-
via, y nuestra corte está en este vicio lastimosa. En aten-
ción á esto, se tomaron, algunos añoshá, distintas dispo-
siciones; mas todas fueron inútiles; se echaron bandos,
mas siempre sin efecto, porque se burló de las disposicio-
nes la inobediencia, ó fué un remedio insuficiente. Mandón
se poner farolea en los balcones de los cuartos principaleSy
y solia haber tanto claro entre uno y otro farol, que en
poco se remediaba la oscuridad (1). Los pobres que no
puedan costear esta luz están, por su pobreza, exentos de
la ley, y sea por esto ó por aquello, ó que se procedió con
descuido, no tenia Madrid más luz que la del dia, y por la
noche apenas se distinguía de una aldea. Para ocurrir á
una fealdad tan perniciosa á las costumbres y seguridad
pública, pudiera imitarse la práctica de París, donde cuel-
gan los faroles en distancias proporcionadas , y queda la
(1) Esta disposición fué dic- nación de D. Juan José de Ans-
iada en 1677, durante la gober- tría, á nombre de Carlos IL
reseSTa histórica. 93
Tilla, no solamente Incida , sino segara. Esto puede veri-
ficarse por asientoD j etc.
€ La limpieza de la corte se ha hallado hasta aqni como
imposible, porque aunque se han presentado varios pro-
yectos para su logro, no han tenido efecto alguno, y por
esto no solamente es Madrid la corte más sucia que se co-
noce en Europa, sino la villa más desatendida en este pun-
to de cuantas tiene el Bey en sus dominios , y es hasta
vergüenza que, por descuido nuestro, habite el Soberano el
pueblo menos limpio de los suyos. y> — ( Aquí se extiende
el antor en consideraciones sobre las malas consecuencias
de tal desaseo para la salubridad pública , y otros perjui-
cios, entre los cuales enumera el que el aire inficionado
toma y tifle la plata de las vajillas, los galones y los bor-
dados de los trajes, diciendo con mucha candidez) : «Un
vestido de tisú, que en otro pueblo pasará siempre de pa-
dres á hijos, en Madrid debe arrimarse antes del año, y
hacerse otro, porque con la mayor brevedad deja de ser
tisú, V es un tizón. i>
« Hace sucio á Madrid lo que se vierte por las ventanas
(continúa nuestro discreto y anónimo escritor de 1746),
y dfcese que es muy difícil remediarlo ; pero no confun-
damos lo difícil con lo imposible, y tengamos presente que
si se quisiese de veras, se puede remediar ; la prueba evi-
dente es que en otros pueblos no hay esta suciedad. Sin
embargo, haciéndome cargo de lo arduo de esta empresa,
diré qup , aunque ninguno hay que no desee la limpieza
de Madrid y vitupere su piso y empedrado, estos mismos,
si se les incomoda con el gasto ó con la obra , serán los
mayores impugnadores de su remedio. Muchas cosas, sin
embargo, se pierden, no porque no las podamos alcanzar,
sino porque no las osamos emprender , y todo lo puede
vencer el espíritu y la perseverancia de un ministro sos-
tenido por la voluntad de su Bey, y á la verdad el que
I
94 INTRODUCCIÓN.
consigniese el fin seria digno de inmortal alabanza, por*
qne sería hacer corte á Madrid Comprendiendo esta
importancia, Sevilla , Toledo, Valencia j otras ciudades
han tomado tales providencias , que sólo por noticiéis de
Madrid conocen la inmundicia; pues ¿ por qué no imitare-
mos su buen gusto , teniendo tan cerca de nosotros mis*
mos el ejemplo?» — (El autor se extiende luego en tratar
de este ramo de policía de las ciudades, recordando y des-
cribiendo las cloacas máximas de Boma, los comunes pú-
blicos j sumideros de Sevilla, las alcantarillas de Toledo^
y las grandes obras subterráneas de Valencia, y propone,
en su vista, los remedios convenientes para imitar respec-
tivamente en los diversos sitios de Madrid obras análogas,
con lo que podia prohibirse en adelante verterá las calles,
y sí sólo por los comunes y pozos de las casas, poniéndose
en comunicación con aquéllas, concluyendo sus juiciosas
observaciones con estas palabras) : a Bien conozco que
para todo esto es menester mucho; pero lo que no se
emprende no se logra, lo que no se empieza no se acaba. J>
Trata después de los caminos del término y de los pa-
seos extramuros de Madrid , y de todas sus indicaciones
se deduce la carencia absoluta de ellos , y que el acceso á
la capital del Reino por todos lados era obra verdadera-
mente de ánimos heroicos. Las escarpadas cuestas sobre
que asienta el Real Palacio, la de la *Vega, la de las Vis-
tillas y del puente de Toledo, estaban , á lo que se infiere
del dicho del autor, poco menos que inaccesibles á seres
humanos; no existían ningunas de las cómodas bajadas,
caminos y paseos que hoy las facilitan y trasforman; tam-
poco las que dan vuelta á Madrid por toda la Ronda es-
taban desmontadas, y á la salida de la puerta de Atocha
no habia tampoco el paseo llamado de las Delicias, y sólo
81 el asqueroso arroyo ó manantial que venía descubierto
por todo el Prado viejo desde la Fuente Castellana ; qué-
RSSEfTA HISTÓRICA. 95
jase ademas el autor de que á dicha saudade Atocha , ha-
cia los hospitales, se arrojaban ó depositaban los escom-
bros de las obras, formando tales altaras, qne estrechaban
y redacian á nn callejón el camino real. Tampoco existia
el Canal de Manzanares, ni habia sobre el rio más que los
dos puentes de Segovia j de Toledo. — Desde el Retiro á
la Montaña del Principe Fio no habia tampoco paseo al-
guno, ni más camino que el de Alcalá y el de Francia.
Tampoco se habia abierto aún la bajada al rio por la cues-
ta de Areneros, ni los paseo^ de la Florida, Nuestra Se-
ñora del Puerto y bajada de San Vicente. Por todo recrea
y desahogo quedaba á los tristes habitantes de Madrid el
paseo del Prado viejoj en los términos en que á su tiempo
le describiremos, y los jardines del Buen Betiro, aunque
éstos, más que paseos públicos , tenian entonces el carác-
ter de parques y dependencias del Beal Sitio, en que casi
constantemente residió durante su reinado Femando VI,
Siguiendo luego nuestro autor su apreciable revista,
trata del empedrado, diciendo : — ^También el empedrado
de la corte está tenido por una de las grandes dificultades;
pocas ó ninguna habrá que tengan para ello situado tan
crecido, y sin que nada le baste, está una mitad mal em^
pedradaj y la otra sin empedrar. Pónense las puntas hacia
arriba, porque suponen que se quebrantarían las piedras
si las pusieran en otra forma ; pero siendo esta forma tan
ofensiva á los carros de las bestias, vienen á causar su es-
trago. Aun todo se pudiera tolerar si no padeciese también
la gente de á pié; pero se lamentan á todas horas de tener
los pies mortificados, por caminar por suelos puntiagudos,
de que se originan molestias que, si no matan, atormentan.
Lo peor es que ni aun á este coste se logra el intento^
porque siempre tiene el suelo muchos claros. De todo esto
tiene la culpa la mala piedra que se gasta, y el abuso que
he observado algunas veces de componer las calles con las
96 IKTRODUCCION.
piedras qne se encuentran, sin traer otra alguna, saplien-
do con tierra la falta de ellas ; pero si en esto se imitase
la moda de París, nos faera más útil y cómodo que imi-
tarla en la moda del vestido. Usanse allí, j en algunas
calzadas, caminos de Francia, una piedra de figura cua-
drada, del tamaño de un pié, j las colocan tan perfecta-
mente unidas, que parecen sólo una, pero con una aspere-
za tan á propósito en su superficie, que siendo muy suave
para la gente de á pié, es bastante detención para que los
caballos no puedan resbalar. .No sucede con aquellas pie-
dras lo que con las que usamos en España. Con éstas se
ve que en quitándose una de su lugar se lleva otras mu-
chas tras si , por falta de trabazón ; con aquéllas sucede
que, eñ quebrantándose una, se pone otra, sin que padez-
can las compañeras ; y tiene otra utilidad más este modo
de empedrado, y es que gastada una piedra por un lado,
se pone por el otro, y vuelve á servir de nuevo, de forma
que en la conveniencia y en la duración lleva muchas ven-
tajas al nuestro este modo de empedrar. Si esto pareciese
de excesivo coste para Madrid, háganse á lo menos los
empedrados por cajones , con piedras más grandes que las
que boy se usan, las puntas hacia abajo y los anchos arri-
ba, bien unidas y de la aspereza que se ha dicho, y pues-
tas así en buena forma las calles, dése en arriendo la con-
tribución de ellas D, etc. (1).
(1) Más de un siglo ha tras- roqueña, ó por lo menos de pe-
currido desde que el autor que dernal recortado , y sentado so-
trascribimos hacia estas precio- bre lecho bien apisonado. Y á
isas observaciones respecto al pesar de las preocupaciones y
empedrado de Madrid, para que vulgaridades de los críticos de
8U8 autoridades se convenciesen todo lo bueno, Madrid disfruta
de la necesidad de seguirle al hoy en su parte principal de
pié de la letra, adoptando el esta comodidad.
empedrado de adoquines de ber-
BESEÑA HISTÓRICA. 97
Tras de estos radicales defectos de que adolecía la poli-
da urbana de Madrid en el pasado siglo ^ y como si ellos
no bastasen para hacerla indigna morada de los monarcas,
c6úe j gobierno de sus dilatados reinos, todavía describe
«1 aator. otros abusos escandalosos, que acababan por darla
el aspecto de una aldea miserable, ó más bien de una bur-
gada del interior del África. Sirva de muestra el siguien-
te, que escogemos entre otros por no cansar la atención
del lector :
(I Para que sea una corte embarazosa, le basta su nu-
merosa gente, sus carrozas, sillas de mano y coches; ^ste
es un embarazo tolerable; pero Madrid tiene otros muchos
<\ne por ningún caso toleraría la policía de otros pueblos.
Los cerdos que llaman de San Antón se han hecho famo-
sos por la atención que han merecido, no solamente á la
corte, sino aun 4 la Beal Cámara por vía de patronato.
Ellos se pasean en crecidísimo número por el lugar j sin
límite conocido de jurisdicción, y sin que sus dueños (que
son los padres de San Antón Abad) tengan para ello más
que un privilegio mal entendido , según dice la sala de los
Alcaldes, porque sólo se extiende su facultad á pastar en
las dehesas de Madrid. Los inconvenientes de este abuso
son tan abultados, que no es menester decirlos, porque
todos vemos que con ellos no hay empedrado seguro; por-
que, revolcándose .en la hediondez, hacen todavía peor el
mal olor de Madrid; porque, acosados y huyendo de los
perros, hacen caer á muchos ; porque, introducidos entre
las muías de los coches, hacen muchas veces que aquéllas
se disparen ; y en fin, por otras perjudiciales resultas, que
sería razón evitar. Los tales cerdos privilegiados acuerdan
(acarrean) los chirriones^ que sin duda se conservan por
anticuados ; éstos, destrozando los empedrados, producen
un ruido insoportable, y parecen estar reducidos á traspor-
tar sólo hasta treinta arrobas, acaso por lo mucho que pesa
98 INTRODUCCIÓN.
el carro. Pues ¿para qué se ha de conservar esta antigualla, y
no se ha de examinar, oyendo á los peritos, cómo se podía
remediar esto y sustituir en su lugar lo que sea más útil?
Buena prueba son los carros catalanes, que pocos años há
se introdujeron en la corte, y hoy los usan todos, porque
con sus tres muías, puestas una detras de otra, y con el
auxilio que facilita su construcción , traen de ochenta á
cien arrobas cada uno de Barcelona á Madrid d , etc.
Entrando, en fin, el autor en más amplias y trascen-
dentales reformas , discurre luego sobre la que cree posi-
ble, la traída de las aguas del Jarama á los altos de Santa
Bárbara; sobre la apertura del canal de navegación desde
Madrid á Aranjuez ; sobre la creación de algunos edificios
públicos de absoluta necesidad en una corte ; sobre el le-
vantamiento (por cierto bien excusado) de una cerca ó
muralla bastante fuerte; sobre el del puente que atravesan-
do la calle de Se ff ovia , uniese los barrios de Palacio y de
San Francisco (1); sobre el rompimiento de los paseos de
alrededor de la villa, y otras obras ; y en punto á buena
policía, propone, entre otras cosas, la prohibición de la ca-
pa y el chambergo, que entonces era de uso casi general ;
la de llevar más de dos muías en cada coche ó carroza ; el
planteamiento del servicio de fiacres ó coches de plaza,
como ya existia on París ; la reforma del ramo de abas-
tos de comestibles, como la entendiaa en su tiempo; la
ampliación y conclusión del pósito y albóndiga, y la for-
mación de otros depósitos de aceite y carbón; y para aten-
der á todo ello acude á las sisas de la villa de Madrid.
Propone ademas la reforma completa del ramo de hospi-
(1) De la indicación hecha que presenté al Ayuntamiento,
en esta luminosa Memoria, na- como conceja], la realización del
ció- en mí el pensamiento de puente ó viaducto, que quedó
proponer, en 1846, el Proyecto al fin inaugurado treinta año»
de mejoras generales de Madrid después.
RESEÑA HISTÓRICA. 99
tales, hospicios y demás casas de Beneficencia; y por cier-
to con mny preciosas obser^'aciones, que honran al autor
de este apreciable trabajo^ y que han tardado un siglo en-
tero en obtener su aplicación.
Tal es la luminosa Memoria dirigida al Gobierno de
Femando VI en el "primer año de su reinado; mas, por
desgracia, no eran aún llegados los tiempos en que en la
esfera del Gobierno y de la opinión tuviesen acogida, los
sanos é ilustrados principios de una culta administración.
A pesar del sincero deseo del acierto del Monarca, á
pesar de la buena disposición de sus delegados, los erro-
res, los abusos y despropósitos continuaron, como hasta
entonces, su desatentada marcha; los escritos y esfuerzos
más interesantes hechos para combatirlos fueron olvida-
dos al siguiente dia, y la capital del reino poderoso que
daba reyes á Ñapóles y Sicilia, vireyes á Méjico y Lima^
gobernadores a tantos otros pueblos en las cuatro partes
del mundo conocido , ofrecía el contraste más extraño y
lamentable con la grandeza y majestad de aquellas mis-
mas capitales que de ella recibian las leyes. — Y todo esto
precisamente en una ¿poca en que la paz interior no fué
interrumpida por más de medio siglo; en un período prós-
pero y tranquilo, en que, después de colosal impulso dado
á nuestra marina y á nuestro ejército, todavía sobraban
caudales para hundir las apuntaladas tesorerías, para com-
prar la paz' á todo precio , y para emplear ochenta y tíin-
tos millones en la piadosa fundación de las Salesas Reales
de Madrid. — Debemos, sin embargo, convenir en que este
contrasentido entre la paternal solicitud del Monarca y d©
su Gobierno y sus errores administrativos era hijo de la
época, fruto del atraso de las ideas, y de las necesidades
posteriores que la mayor ilustración ha creado. Mucho es,
sin embargo, para aquella época el que empezaran á sen-
tirse y á reconocerse esas exigencias de la moderna cul-
1 00 INTBODUCCION.
tura, y mucho es también que en el breve reinado de Fer-
nando el VI se diesen los primeros pasos para satisfacer-
las en algún modo.
CARLOS III.
Por fortuna de Madrid, al arribar á sus puertas, el dia
9 de Noviembre de 1759, el gran Carlos III, para sentarse
en el trono español por la muerte de su hermano Fernan-
do VI, hubo de llamar sin duda su ilustrada y soberana
atención el repugnante cuadro de una corte tan descuida-
da; y á la mágica voz con que en su anterior reino de Ña-
póles supo imprimir su nombre y su grandeza á aquella
hermosa capital, supo elevar á Caserta y desenterrar á
Herculano, hizo, como á éste, salir á Madrid, si no de sus
ruinas, por lo menos de su letargo; le engrandeció con
todos ó casi todos los edificios públicos más importantes
que hoy ostenta, tales como el grandioso Museo del Pra-
do y las suntuosas fábricas de la Aduana, las puertas de
Alcalá y San Vicente, la casa de Correos, la Imprenta
Nacional, el Hospital general, el templo y convento de
San Francisco el Grande, el Observatorio Astronómico,
las Beales Caballerizas , la Fábrica platería de Martínez,
la de Tapices, la de la China, y otros ciento ; transformó
en uno de los paseos más deliciosos de Europa el Prado
de San Jerónimo, con sus bellas fuentes ; abrió el de la
Florida y el de las Delicias ; embelleció el sitio del Buen
Betiro con suntuosas obras , entre ellas la dicha fábrica de
la China (destruida por los ingleses en 1812); abrió el ca-
nal de Manzanares y casi todos los caminos que conducen
á la capital. — Todas estas concepciones de su inteligencia
privilegiada y paternal encontraron robusto apoyo é im-
pulso en sus famosos ministros los condes de Aranda y
RESEÑA HISTÓRICA. n 101
de Floridablanca, en la ciencia j bnen gasto de los ar-
quitectos Rodríguez , Villanueva y Sabatini , verdaderos
restauradores del arte en nuestra moderna España. De
este tiempo data el levantamiento del Plano topográfico
de Madrid^ por D. Antonio Espinosa^ dedicado al ilustra-
do ministro Conde de Aranda, en 1769, y por entonces se
concluyó la Visita y Planimetría de las casas , emprendi-
da en el reinado anterior.
Llevando Carlos III á más elevado punto sus miras ge-
nerosas, creó nuestros establecimientos principales de ins-
trucción y de beneficencia, de industria y comercio; fundó
Academias y Museos, Colegios y cátedras públicas; estap-
bleció el Gkibinete de Historia Natural, el Jardin Botáni-
co, el Observatorio Astronómico, la Sociedad de Amigos
del País , el Seminario de Nobles , las Escuelas Pías y las
gratuitas de instrucción primaria ; estableció las diputa-
ciones de caridad, fundó el Banco Nacional de San Car-
los y las opulentas compañías de los Cinco' Gremios, Fili-
pinas y otras ; mejoró considerablemente los pósitos, los
hospitales y hospicios, y protegió de todos modos las ar-
tes, las ciencias y la laboriosidad.
En cuanto á la comodidad de los habitantes de Madrid,
é su seguridad y recreo, ocurrió con el establecimiento de
los vigilantes nocturnos (^serenos^ y el de un regular
alumbrado; la limpieza y empedrado de la villa sufrió tam-
bién una reforma, si no perfecta, por lo menos muy ade-
lantada sobre la que existia; por consecuencia también de
sus sabias disposiciones, se reformó el sistema pernicioso
de abastos, y consiguió que Madrid estuviese abundante-
mente surtido de víveres; así como por otras acertadas
medidas, dirigidas á la buena administración de la corte,
pudo al fin hacer que ésta se elevase , si no á la altura de
tan gran monarca, por lo menos á la del título de capital^
todo esto en pro comunal, y como dice la bella inscripción
102 » INTRODUCCIÓN.
que D. Juan Iriarte colocó sobre la portada del Botánico :
Civium aalute et oblectamento.
Las honrosas guerras que sostuvo con más ó menos
¿xito no llegaron á afectar á Madrid^ á quien también
hizo plaza de armas. Este pueblo , admirador de su mo-
narca^ tuvo la honra de poseerle durante su reinado, y
sólo extraviado por la intriga política de cierta clase,
pudo atreverse á alterar su tranquilidad un domingo de
Bamos, 23 de Marzo de 1766, con la célebre conmoción
dirigida contra el ministro Esquilache.
Carlos III, llorado de sus pueblos, murió en Madrid
en 1788. En esta misma, villa habia nacido, en 20 de
Enero de 1716, y ciertamente es reprensible que, después
de un siglo de fecha, éun no se ostente en el sitio más
privilegiado de Madrid la estatua del noble monarca, su
verdadero restaurador.
SIGLO XIX.
CARLOS IV.
El siglo actual se inauguró, para la capital y para el
reino entero, bajo muy tristes auspicios. Al reinado pa-
ternal y fecundo del gran Carlos III habia sucedido, en
los últimos años del anterior, el vacilante de su hijo, ca-
balmente en un tiempo en que rugia á nuestras puertas
el terrible huracán de la Revolución francesa, y era ne-
cesario al frente del país un espíritu superior para domi-
nar la critica situación de los ánimos, y hasta para sacar
de ella el mejor partido posible. El bondadoso y tímido
Carlos IV. no era seguramente este genio privilegiado, y
en tan imperiosa situación, en presencia de una revolución
BESEÑA HISTÓRICA. 103
exterior amenazadora, de nna población ya preparada,
por cierto grado de ilustración, de aspiraciones y deseos,
á los grandes cambios y reformas políticas; de una gene-
ración, en fin, que Labia crecido y desarrollado su inteli-
gencia á la sombra de los Arandas y Floridablancas,
Feijoos y Olavides, Sarmientos, Campománes y Jovellá-
nos, Islas y Clavijos, Juanes y Llagunos, Sarmientos y
Cabanilles, Mentíanos y Luzanes, y tantos otros ilustra-
dos ministros y sabios escritores del reinado anterior, no
encontró más recurso que abandonar tranquilamente el
ejercicio del poder soberano, confiar las riendas del Go-
bierno en las inexpertas manos de un favorito improvisa-
do, de un joven sin estudios ni experiencia, y reservarse
para bu tarea ordinaria las brillantes cacerías en los bos-
ques del Pardo y en las florestas de Aranjuez.
Aquel recurso tradicional en nuestros antiguos monar-
cas, no ofrecía ciertamente al ánimo de Carlos (si consul-
taba la Historia) ejemplos muy halagüeños de resultado
favorable ; antes bien, á poco que en ella hubiera meditado,
babría conocido los sinsabores profundos, los disturbios y
penalidades que á sus remotos antecesores D. Juan el II
y D. Enrique lY ocasionaron las fatales privanzas de don
Alvaro de Luna y D. Beltran de la Cueva ; y sin ir tan
lejos, tenía más inmediatas las de Antonio Pérez, del
Buque de Lerma, de D. Rodrigo Calderón y del Conde-
Duque de Olivares, bajo el gobierno de los tres Felipes
de Austria; de los Nitardos, Valenzuelas y Oropesas, en
la minoría y reinado de Carlos II ; de las de la Princesa
de los Ursinos, AJberoni, Riperdá, Patino y Farinelli, en
los dos primeros reinados de la casa de Borbon. Hasta el
mismo de su magnánimo padre ofrecía también en el mi-
nistro Esquilache un ejemplo vivo de lo mal que solia
recibir el pueblo español esta clase de sustituciones en el
ejercicio de la regia autoridad. Y cuenta que, en el caso
104 INTRODUCCIÓN.
presente, todavía era más grande la responsabilidad, tanta
por recaer tan inesperada renuncia en los hombros de un
SQJeto absolutamente oscuro, sin antecedentes algunos, y
que necesariamente habia de chocar con todas las clases
del Estado, cuanto porque las circunstancias excepcionales
de la nación y las de la Europa entera eran harto más gra-
ves y complicadas que las que tuvieron que arrostrar los
monarcas anteriores y los validos ó favoritos ya indicados.
No es ésta la ocasión, ni nuestra modesta pluma lo
consiente tampoco, de entrar de lleno en la historia polí-
tica de aquel reinado, comprendido entre 1789 y 1808^
ni trazar la rápida marcha de los sucesos políticos comu-
nes á todo el reino, ni los errores cometidos por el poder
ó por la opinión, ni la dfreccion más ó menos acertada
que en manos de D. Manuel Godoy^ favorito y ministro
casi constante de Carlos IV, generalísimo, almirante y
principe de la Paz^ recibieron los negocios públicos;, ni
las guerras, en fin, más ó menos afortunadas, que sostuvo
en el exterior contra la República francesa, el Portugal
y los ingleses, y sus luchas políticas con el formidable
poder de Napoleón, en que vino al fin á estrellarse.
Todo esto no entra en nuestro humilde propósito, limi-
tado á trazar rápidamente la marcha política y social de
nuestra villa y corte de Madrid en aquel periodo; y si lo
indicamos someramente, es sólo como punto de vista para
colocar nuestro trazado.
La corte de Carlos IV y María Luisa, con su arrogante
favorito, su ligereza, su voluptuosidad, sus errores y hasta
su inmoralidad, si se quiere, tenía también su lado bri-
llante para la capital; y era la ostentación y magnificen-
cia, la tolerancia y libertad práctica de las opiniones, la
ausencia de toda persecución política ó religiosa, la pro-
tección y el impulso dispensado á las Letras y las Artes
por ese mismo Godoy, á quien políticamente pudieran
RESEÑA HISTÓRICA. 105
hacerse severos cargos; á qnien la mayoría de la opinión
aborrecía de muerte; á quien la Revolución y la vengan-
za llevaron á expiar sus faltas en una muerte oscura en
país extranjero^ al cabo de un destierro de cuarenta años;
á quien la historiad contemporánea ha estado escarne-
ciendo durante medio siglo por todos los modos posibles
con una exageración apasionada y rencorosa.
Sin embargo, en medio de aquellos cargos que preten-
den jastiíicarse, no podria sin injusticia negarse á Qodoy
un grado no vulgar de talento, un espíritu profundamente
nacional, un arrojo hasta temerario en acometer grandes
luchas, y una sagacidad muy marcada para sostener su
poderío y para desconcertar á sus contrarios internos y
externos. La lectura y meditación de las Memorias que
el mismo Godoy publicó en el. destierro, en 1836, son
hasta ahora la única historia de aquel reinado ; y aunque
naturalmente escritas con la parcialidad que es de supo-
ner en el propio protagonista, contestan, á nuestro en-
tender, victoriosamente á muchas de las vulgaridades
estampadas por sus implacables acusadores.
Haciendo, pues, más justicia á aquella épot^a y á
aquella administración, tan terriblemente atacada, precisa
es confesar ique á los grandes nombres que ilustraron el
reinado anterior y que siguieron brillando en éste, á los
Arandas, Floridablancas, Campománes y Jovellános, hay
que añadir los de los Azaras, Lerenas, Kodas, Espinosas,
Saavedras, Soler, Cabarrús y otros muchos en la Admi-
nistración y en las ciencias políticas; los de ürrutia,
Mazarredo, Socorro, la Romana, Ofarril, Castaños, Gra-
vina. Ciscar, Vargas Ponce, Galiano, Churruca y muchos
más en el ejército y marina; Fomer, Cadalso, Melendez,
Iglesias, Cienfnegos, Conde, Moratin y Quintana en las
buenas letras; Rojas Clemente, Pavón, Ulloa, Bails, Or-
tega, Luznriaga, Badía en las ciencias ; Goya, Carmena,
106 INTRODUCCIÓN.
Selma^ Álvarez, Villanueva, Sola y Pérez en las Bellas
Artes. — De aquel periodo datan el inmortal Informe
wbre la ley agraria^ de Jovellános; los célebres escritos
de Campománes; las obras científicas de Pavón, ToiifiO|
Bails, Boules, Antillon^ Cabanilles, Rojas Clemente; los
atrevidos viajes políticos y científicos de Badia (Alí Bey)
en África y en Asia; los de Balmis en América, para la
propagación de la vacuna; las obras literarias de Capma-
ni, Marina, Clemencin y Navarrete ; la restauración' de la
poesía lírica castellana por la musa de Meléndez, de Igle-
sias, de Cienfuegos y de Quintana; la gloriosa creación
del teatro moderno por el inmortal Fernandez de Moratin.
Todos estos y otros muchos ilustres nombres políticos,
científicos, literarios y artísticos menos conocidos, brilla-
ron en todo su esplendor en la corte de Carlos IV; todos
disfrutaban del favor del Monarca y del especial del fa-
vorito, trabajaban en pro de la ilustración y del buen
gusto, bajo los auspicios, y muchas veces á impulsos y
excitación suya. — No sólo protegió las letras y la ciencia
con este apoyo en las personas de sus más genuinos repre-
sentantes, sino que impulsó de varios modos la instruc-
ción pública, creó en Madrid diversos establecimientos
científicos, tales como el Depósito Hidrográfico, la Junta
de Fomento y Balanza, la Escuela de Ingenieros, la Ins-
titución Pestaloziana y el primer Conservatorio de Artes;
atacó, aunque disimuladamente, y tuvo á raya el fanatis-
mo y el poderío del poder inquisitorial, la educación
frailuna y escasa de los conventos, y la pedantesca de las
universidades; combatió las preocupaciones vulgares con-
tra ciertas clases; procuró aliviar. en lo posible las cargas
públicas, y dando la señal de la desamortización de la
propiedad del país (que estaba casi toda afecta á capella-
nías, memorias y obras pías), abrió un nuevo y esplen-
dente manantial á la riqueza pública y particular.
BESEÑA HISTÓRICA. 107
La capital del reino, sólo con este motivo , pudo ase-
gurar ja su futura renovación ; miles de casas raquíticas ó
miñosas, afectas á aquellas religiosas fundaciones, fueron
vendidas, en los primeros años de este siglo, por disposi-
ción del Gobierno de aquella ¿poca, preludiando de este
modo la completa desamortización religiosa y civil, que
más adelante hablan de obrar las revoluciones. Y á la
verdad que, sin este punto de partida, nada podria hacerse
en Madrid, cuyo perímetro en su mitad estaba ocupado,
como hemos visto, por más de setenta conventos, sus
hnertas y accesorios, y el resto lleno de un mezquino
caserío (propiedad, en sus cuatro quintas partes, de manos
muertas), tolerado más bien que protegido por los verda-
deros dueños del territorio.
La Administración pública siguió, sin embargo, poco
más ó menos envuelta en aquel caos de confusión, en
aquel tejido secular y formidable de trabas ingeniosas, que
tenían al país envuelto en la impotencia y en la ignoran-
cia de sus propias fuerzas ; con su Co7isejo y Cámara de
Castilla y su Sala de Alcaldes de Casa y Corte, omnipo-
tentes é inevitables en todos los actos de la vida pública
y privada, desde la sucesión del trono hasta el ejercicio
de la pesca, ó de la caza con hurones; desde los bandos
de buen gobierno para el orden político de la población,
hasta la tasa del pan y del tocino; desde el* pase de las
bulas pontificias, hasta la censura de una novela ó de un
tomo de poesías; desde las causas de alta traición y lesa
majestad, hasta los matrimonios contra la autoridad pa.
terna y los amancebamientos privados; desde los pleitos
de tenutaj hasta los amparos y moratorias; desde la pro-
visión ó consulta para las altas dignidades de la Iglesia y
de la Magistratura, hasta el examen de los escribanos y
alguaciles; desde las pragmáticas-sanciones y leyes cons-
titutivas del reino, hasta la presidencia de los teatros y
108 INTRODUCCIÓN.
diversiones ; desde la decisión de los litigios más graves
y complicados, hasta el permiso para una feria ó para una
corrida de toros por cédula Real.
La administración local estaba confiada á la corpora-
ción municipal, compuesta de regidores perpéUios perjuro
de heredad, con un corregidor al frente (por lo general
salido de las salas de aquel mismo Consejo ó su sala de
Alcaldes de Casa y Corte) , que giraba dentro de la órbita
que le marcaba aquel planeta ; y apoyada después en las
innumerables juntas de abastos, de tasas y de bureo y de
aposentamiento, de sisas y de propios, etc., flanqueada
por las corporaciones religiosas y profanas, los gremios y
cofradías, ofrecia un todo digno de tales medios; esto es,
una paralización y un marasmo intelectual, lógico resul-
tado de tantas trabas ó de tan encontrados agentes.
Todavía hemos alcanzado á oir de boca de los mismos
que tuvieron valor suficiente para combatir aquellos erro-
res el espectáculo indecoroso y repugnante que ofrecia á
principios del siglo actual, y en medio de ]a esplendorosa
corte de Carlos IV, la capital de la monarquía. — Su as-
pecto general (á pesar de las considerables aunque parcia-
les mejoras que había recibido de los tres monarcas ante-
riores) presentaba todavía el mismo aire villanesco que
queda descrito por un testigo contemporáneo á mediados
del siglo anterior; su alumbmdo, su limpieza, su salubri-
dad, su policía urbana, en fín, eran poco más que insig-
nificantes ; la seguridad misma, comprometida absoluta-
mente á cada paso, hacía preciso á todo ciudadano salir
de noche bien armado y dispuesto á sufrir un combate en
cada esquina; sus mercados desprovistos de bastimentos y
sólo abiertos, en virtud de las tasas y privilegios, á las
clases más elevadas ; sus comunicaciones con las provin-
cias poco menos que inaccesibles; sus establecimientos de
instrucción y de beneficencia en el estado más deplorable;
BE8BÑA HISTÓfilCA. 109
SUS calles y paseos yermos y cubiertos de hierba ó de sa-
ciedad por la desidia de la autoridad y el abandono de la
población, y los cadáveres de ésta sepultados en medio de
ella, en las bóvedas ó i las puertas de las iglesias, ó ex-
hamados de tiempo en tiempo en grandes mondas para
ser cond ácidos en carretas al estercolero común ¡ Así
irian seguramente ignorados los del inmortal Cervantes,
y así fueron también, en los primeros años de este mismo
siglo, los del Féiijü de los ingenios, Lope de Vega, que
yacia en las bóvedas de la parroquia de San Sebastian!
La fábrica de Tabacos , el convento , hoy cuartel, de
San Gil; el Depósito Hidrográfico, la casa de la calle del
Turco, que sirve hoy de Escuela de Caminos; el convento
de las Salesas Nuevas, calle Ancha de San Bernardo, fue-
ron los únicos edificios públicos que legó á Madrid el
reinado de Carlos IV; pero como el buen gusto en las ar-
tes iba infiltrándose en la opinión general, se revela tam-
bién su progreso en las construcciones particulares de
aquella época, tales como el palacio de Liria y el de Bue-
na Vista , la casa de los Gremios , la del Nuevo Rezado,
la del Duque de Villa-Hermosa, y la reforma principiada
en la de Altamira.
FERNANDO VII.
El famoso levantamiento de 18 de Marzo de 1808, en
Aranjaez, que puso término á aquel reinado con la abdi-
cación de Carlos, y redaje, por consiguiente, al poderoso
valido á la más estrepitosa caida, tuvo un eco instantáneo
en la población de Madrid, qne, ebria de entusiasmo y
dominada por el más rencoroso encono contra éste y sus
hechuras, renovó con creces el famoso motin de 1766
contra el ministro Esquilache, y por una coincidencia for-
lio INTRODUCCIÓN.
taita, reprodiTJo las mismas escenas violentas en los sitios
mismos contra la cesa del naevo ídolo derrocado, en la
calle del Barquillo , contigua á la llamada de las Siete
ChimenecLBj que liabitaba el antiguo en el siglo anterior.
Aquel memorable dia empezó la nueva era española^ y
Madrid, cegado por el vértigo de las malas pasiones, se
mostró terrible é implacable en sus enconos contra el po-
der derrocado y sus hechuras, envolviendo en tan horrible
proscripción los buenos y los malos ; atacó despiadada y
frenéticamente las casas de Godoy y de su madre y her-
manos, la del corregidor Marquina , la del ilustrado mi-
nistro Soler, la del intendente D. Manuel Sixto Espinosa,
y amenazó también la de otros muchos tan inofensivos
como el célebre poeta Fernandez de Moratin.
Tan horrible desentono cedió lugar, á pocos dias, al más
férvido entusiasmo de la población madrileña, al recibir
en sus calles al nuevo rey Fernando VII, á quien en 1789
habia jurado en San Jerónimo por Príncipe de Asturias,
á quien prodigó el 24 de Marzo de 1808 las demostracio-
nes de una verdadera idolatría. Pero este regocijo se vio
mezclado con el fundado recelo que infundia la presencia
del ejército francés, que, bajo las órdenes del Príncipe
Murat, habia entrado en Madrid la víspera que el nuevo
Rey. — La patriótica agitación, la incertidumbre del objeto
de esta venida de los ejércitos del Emperador, y los te-
mores por la independencia del país, conmovieron á Ma-
drid en aquellos dias; y esta agitación, estos temores
subieron de todo punto cuando vio salir de sus muros,
el 10 de Abril siguiente, á su amado Femando. El funesto
y desatentado viaje del Rey á Bayona vino á llenar la
medida de la cólera de los madrileños, y tomando por
pretexto la salida de los demás individuos de la Real fa-
milia, que habian quedado en Palacio, dio rienda suelta á
su frenético coraje, y señaló en los fastos matritenses el
RESEÑA HISTÓRICA. 111
día más celebre que registra en sus anales. — ' Este (lia fué
el Dos DE Mayo de 1808. — En él la población de Ma-
drid ^ arrojando el guante al vencedor de Austerlitz, de
Marengo j de Jena, dio á la Europa atónita el grandioso
esp^táculo de la resistencia posible á aquel coloso ^ hasta
entonces invulnerable y omnipotente.
Los franceses^ dueños de Madrid á tan cara costa, sólo
permanecieron entonces hasta I."" de Agosto, en que, á
consecuencia de la célebre batalla de Bailen, hubieron de
retirarse, y las tropas españolas, mandadas por el general
Castaños, ocuparon á Madrid. Pero Napoleón en persona,
con un ejército formidable , se presentó delante de la ca-
•
pital el 1.° de Diciembre del mismo año de 1808. La re-
sistencia de este indefenso pueblo en los tres primeros
dias de aquel mes es otro de los sucesos que raya en lo
heroico y aun temerario ; pero que mereció hasta el apre-
cio del sitiador, que le ocupó el 4 bajo una honrosa capi-
tulación.
Gimió Madrid cerca de cuatro años bajo el peso de la
dominación extranjera , y durante ellos no se desmintió un
solo momento en sus patrióticas ideas. Ni los halagos que
al principio se usaron, ni el rigor, ni la miseria, ni el
hambre más espantosa, pudieron hacerle retroceder. Fir-
me en sus propósitos , no le venció el temor ni le lisonjea-
ron las ilusiones de una encarecida felicidad. Jugando á
veces con las cadenas que no podía romper, combatía con
la sátira y la ironía todas las acciones del intruso Bey y
de su Gobierno , le mofaba en las calles, en los paseos y
en las ocasiones más solemnes; revestido otras de una
fiereza estoica, moria á manos de la horrible hambre
de 1812, antes que recibir el más mínimo socorro de sus
enemigos. En vano se emplearon, para debilitarle, los
medios más eficaces; sus habitantes, muriendo á millares
112
INTBODUCCION.
de dia en día, le dejaban desierto, pero no rendido (1).
Llegó, por ñn, el 12 de Agosto de 1812, célebre en los
fastos de Madrid. En este dia, habiéndose retirado los fran-
ceses, de resultas de la batalla de Salamanca, ñié ocupada
la capital por el ejército aliado anglo-hispano-portugnes,
al mando de lord Wellington, que hizo su entrada entre
demostraciones inexplicables de alegría. Pero aun faltaba á
Madrid parte de sus padecimientos, pues vuelto á acer-
carse el ejército francés, tomó á ocuparle en 3 de No-
viembre, saliendo á los cuatro dias y volviendo á apode-
rarse de él en 3 de Diciembre del mismo año de 1812.
Por último, en 28 de Mayo de 1813 salieron los france-
ses ]a última vez de Madrid , y le ocuparon las tropas
españolas al mando de D. Juan Martin Diez el Empeci-
nado. El 5 de Enero de 1814 se trasladó á Madrid desde
Cádiz la Regencia del Reino y el Gobierno, y á pocos
«lias se abrieron, en el antiguo teatro de los Caños del
Peral, las Cortes generales, con arreglo á la Constitución
política promulgada en Cádiz á 19 de Marzo de 1812.
Las novedades introducidas por ella en el gobierno de
la monarquía afectaron por entonces poco al pueblo de
Madrid , que sólo ansiaba reponerse de los estragos de la
(1) Para probar este espíritu
hoHtil de la generalidad de la
población de Madrid hacia los
franceses , cita el Conde de To-
rcuo una anécdota que hemos
oído varias veces de boca de su
mismo protagonista el señor
don Carlos Outierrez de la Tor-
re, niño á la sazón de siete á
ocho años. Era hijo del señor
don Dámaso de la Torre , corre-
gidor de Madrid por el Gobierno
francés, el cual, queriendo sin
duda halagar al rey José , llevó
un dia á palacio á su niño/ ves-
tido con el uniforme que usaba
su guardia ; el Rey le recibió
muy complacido y le prodigó
sus caricias ; y preguntándole
en su español italianizado : ¡Oh^
oh, helio f bello niño! ¿para qué
tenéis qüesto sableJ — Para matar
franceses y — le dijo con natura-
lidad el hijo del Corregidor, que
sin duda se quedaría yerto con
tal respuesta.
BBSBSA HI8TÓRICA. 113^
^erra j esperaba gozoso la vuelta de su deseado Fer-
naado.
Verificóse , por fin, ésta el dia 13 de Mayo de 1814,
en medio de un entusiasmo grande , si bien neutralizado
en parte con las consecuencias del célebre decreto de
Valencia de 4 del mismo mes, por el cual abolía el Rey
la Constitución y las Cortes, y mandaba volver las cosas
al ser y estado que tenían en 1808; cuyo acto altamente
impolítico, y las terribles persecuciones suscitadas por
aquellos dias contra los diputados y demás personas com-
prometidas en el nuevo régimen, dieron la señal de esa
larga serie de reacciones funestas, cuyos efectos sentimos
aún después de medio siglo de fecha.
El estado material de Madrid al terminarse la ocupa*
cion francesa y regreso de Femando era, á la verdad, de-
sastroso. Aquel Gobierno (á quien, sin duda , guiaba un
deseo ardiente de reformas y de popularidad ) emprendió
derribos considerables, la mayor parte (preciso es confe-
sarlo) muy necesarios ; pero que no fueron comprendidos
entonces ni apreciados como tales por la actitud hostil del
vecindario. Éste, que veia desaparecer, sin más motivo,
á su juicio, que el deseo de hacer mal, sus antiguas, po-
bres y respetables parroquias de Santiago y de San Juan,
San Miguel y San Martin; sus templos venerandos de
Atocha y San Jerónimo, los Mostenses, Santa Ana, San-
ta Catalina, Santa Clara y otros; sus palacios del Betiro,
asi como también manzanas enteras de caserío en toda la
extensa superficie de lo que hoy son Plaza de Oriente y
de la Armería, no comprendia que aquello pudiera hacerse
por un cálculo más ó menos exagerado , pero de acuerdo
con la reforma material de la población ; y por otro lado,
como esta clase de mejoras sólo lo son tales cuando, re-
clamadas por la necesidad y por la opinión, encuentran
inmediatamente su apoyo y medios de realización en el
L 8
114 INTRODUCCIÓN.
ínteres privado , que es quien en último término ha de
llevarlas i cabo, y esto era imposible en el estado de aba-
timiento j hostilidad de la población de Madrid, de aquí
el error j hasta la injusticia con que se calificó de actos
vandálicos muchos de estos derribos determinados por el
Gobierno intruso; de aquí el odio j la animosidad que
llegó i profesar á José Napoleón, á quien apellidaba el
Tuerto, Pepe Botellas, el JRet/ Plazuelas, por las que ha-
bla formado en Madrid. Hasta muchos años después, hu-
biera corrido riesgo el que se hubiera determinado á apre-
ciar de otra manera estos actos de la administración fran-
cesa y á dar la razón á aquel Gobierno en su plan de
reforma de Madrid.
En él entraba , sin embargo , la formación de la plaza
de Oriente, y la continuación del Palacio Beal hasta la
Armería ; el empalme de ésta con los barrios de las Vis-
tillas , por medio del puente de la calle de Segovia, pro-
puesto ya por Saqueti á Felipe V, y la transformación de
la iglesia de San Francisco en salón de las futuras Cor-
tes; el ensanche de la calle del Arenal y de la Puerta del
Sol, con la formación de un teatro en la manzana del
Buen Suceso, y la construcción de la Bolsa de Comercio
en el sitio de los Basilios, con otras muchas de las refor-
mas propuestas y adoptadas después con general satisfac-
ción, pero que no era dado hacer á un Gobierno intruso
y aborrecido. Faltábale á éste la fuerza moral y los me-
dios materiales para realizar estas costosas reformas, y su
única misión parecía estar reducida á destruir los obstácu-
los existentes para su futura realización. — Esta misioni
la cumplió efectivamente, dejando á Madrid cubierto lite-
ralmente de escombros ; pero en cuanto á la reconstruc-
ción, proyectada , nada pudo hacer. José Napoleón , que
apenas salia de su palacio más que para la contigua Casa
de Campo, se limitó á algunas obras de reparación en las
BESEN A. HISTÓRICA. 115
avenidas de aquél y en esta Real posesión; y á su Gobier-
no sólo cupo la gloria de haber hecho efectiva una mejora -
local mandada ya, aunque infructuosamente, desde el rei-
nado de Carlos III, que fué el establecimiento de los ce-,
menteríos extramuros de Madrid.
El regreso del cautivo Monarca al seno de su capital, y
el beneficio de la paz material que obtuvo el país durante
los seis primeros afios del gobierno de Fernando VII ; la
afición particular que manifestaba éste al pueblo de Ma-
drid, y el aparato de una corte montada con arreglo i la
antigua etiqueta castellana , templaban en parte la agita-
ción política que sordamente iba minando los espíritus, y '
adormecian el ánimo del Monarca, que se complacia en ad-
quirir cierta popularidad, presentándose improvisadamen-
te, y sin ningún aparato, en los establecimientos , paseos '
y diversiones públicas, dispensando cuantiosos socorros á ■
aquéllos, especialmente á los religiosos, para reedificar sus
conventos destruidos por los franceses, y emprendiendo,
por su cuenta varias obras, entre las cuales , la más nota-
ble, y que forma hoy una hermosa página de su reinado,
fué la reparación y terminación del Museo del Prado , y
la colocación en él de su rica colección de Pintura y Es- .
cultura, en cuya gloria cabe no poca parte á la reina do-
ña María Isabel de Braganza, con quien habia contraido
Femando matrimonio en 1816. Igualmente data de aque-
lla fecha el embellecimiento y adorno del Beal Sitio del
Buen Betiro (que habian dejado los franceses convertido
en una cindadela); la reparación y mejora del canal de
Manzanares y sus contomos; la formación y colocación
del Museo Militar y Parque de Artillería en el palacio de
Buenavista ; el lindo Casino de la Beina y sus jai'dines^
regalados á la misma por la villa de Madrid; el derribo
del teatro de los Caños del Peral, y los principios del de .
116 INTRODUCCIÓN.
Oriente, con otras obras de utilidad j ornato para la villa
de Madrid.
La revolución de 1820^ que dio por resultado el jura-
mento de la Constitución de 1812 por Fernando, verifica-
do solemnemente en el seno de las Cortes en 9 de Julio
de dicho año , vino á apagar en el ánimo del Monarca
aquellas ideas de mejora material, j puede decirse que en
el ruidoso periodo de los tres años desde 1820 á 1823, la
población de Madrid, agitada continuamente con los gra-
ves sucesos políticos, las borrascosas sesiones de las Cor-
tes y Sociedades patrióticas, las conspiraciones y los te-
mores por la guerra civil, encendida en las provincias en
defensa del absolutismo, pudo atender muj poco á su par-*
ticular interés. Únicamente quedaron de aquella época
turbulenta dos hechos, que han tenido grande influencia
en la mejora progresiva que se advirtió luego en nuestra
capital. £1 primero fué la reunión de los propietarios de
ella, verificada en 1821 , para formar la Sociedad de Se-
guros mutuos contra incendios , la cual , por sus sencillas
bases, orden y excelentes resultados, puede citarse como
modelo, y el segundo fué la desamortización y venta de
las fincas de los extinguidos monacales, las cuales reci-
bieron grandes mejoras en manos de los compradores.
Los sucesos políticos más señalados, entre los muchísi-
mos parciales de aquel período en nuestra capital, fueron
los del 7 de Julio de 1822, en que se dio una sangrienta
acción en la Plaza Mayor entre la Milicia Nacional y la
Guardia ReaU y los de 20 de Mayo de 1823, en que la
guarnición de Madrid, al mando del general Zayas, batió
y dispersó en las afueras de la puerta de Alcalá á la van-
guardia de las tropas realistas que precedían al ejército
francés. El Duque de Angulema, general en jefe de éste,
verificó su entrada en Madrid en 24 del mismo mes, é
instalando en la capital la regencia del Reino, marchó á
BESEÜtA HISTÓRICA. 117
poner sitio á la plaza de Cádiz , adonde se había retirado
el Gobierno constitucional , llevando consigo al Bey. —
libre, en fin, éste el 1.° de Octubre, y siguiendo su sis-
tema iavorito, anuló por un Beal decreto, de la misma fe-
cha, la Constitución, las Cortes, y todos los actos de los
tres años, persiguiendo duramente i sus partidarios, á
cuya consecuencia fué preso y conducido i Madrid el
caudillo principal, D. Rafael del Biego, y en 7 de No-
viembre del mismo aflo fué ahorcado en la plaza de la
Cebada. Femando Vil regresó i Madrid el 13 del mismo
Noviembre, haciendo su entrada pública con grande apa-
rato y festejos.
Otro periodo histórico más largo, aunque no tan agita-
do por graves sucesos políticos, sucedió al constitucional,
y éste fué la famosa década apellidada Calomardinay des-
de 1823 á 1833. No es ésta la ocasión de seguirle en sus
distintas fases , y prescindiendo del uso que Femando,
restaurado por los franceses en el lleno de la soberanía,
hizo ó pudo hacer de la suprema autoridad , nos limita-
remos sólo á consignar los adelantos y mejoras que por
aquella época mereció al Monarca y su Gobierno la capi-
tal del Beino.
A su protección y continua residencia en ella , y al
inestimable don de la paz, en este período bastante prolon-
gado , se debió la creación de muchos establecimientos y
otras reformas útiles y de comodidad. La policía urbana
recibió considerables mejoras ; la instrucción de la juven-
tud se facilitó sobremanera con el establecimiento de es-
cuelas y cátedras gratuitas de las diputaciones de los bar-
rios, de los Conservatorios y Museos , de los colegios de
jesuitas, dominicos y escolapios; llevóse á cabo por el Bey,
ademas de la grande obra del Beal Museo de Pinturas, la
del militar de Artillería é Ingenieros, el Gabinete topo-
gráfico y la nueva colección de la Biblioteca Beal, en un
118 INTRODUCCIÓN.
.edificio especial; creó el Conseryatorio de Artes, con su
gabinete y cátedras, mandando celebrar las primeras ex-
posiciones públicas de la industria española; el Conserva-
torio de Música, bajo la protección y nombre de su au-
gusta esposa doña Maria Cristina; la Dirección de minas,
su gabinete y cátedras, ordenando nuevas leyes y dispo-
siciones beneficiosas á este ramo; el Consulado de Madrid
y la Bolsa de Comercio; restauró los palacios y sitios Bea-
les; mandó repararlos caminos y abrir nuevos paseos, que
circundan á la capital ; hizo emprender notables trabajos
preparatorios para el abastecimiento de aguas suficientes;
empezó y siguió, aunque sin concluirle, el teatro de Orien-
te; terminó las cocheras Beales, la puerta de Toledo, el
cuartel de caballería, á la bajada de Palacio , y la fuente
de la Bed de San Luis; y dando, en fin, una prueba de
magnanimidad y patriotismo, poco común hasta entonces,
mandó fundir en bronce la estataa de Cervantes para co-
locarla en una plaza pública, é hizo poner un recuerdo
honorífico en la casa en que murió aquel insigne escritor.
El aumento de la población , consiguiente á las mayo-
res comodidades , hizo también que el interés particular
se asociara naturalmente á este movimiento de progreso.
Centenares de casas particulares se alzaron ó repararon
en pocos años con mayor gusto ; multitud de compañías
y empresas industriales se formaron, ya para la rápida
comunicación con las provincias, ya para el abastecimien-
to de los objetos de consumo, ya, en fin, para la elabora-
ción de muchos artefactos desconocidos antes en nuestra
industria ; y por consecuencia de todo» estos adelantos,
empezó Madrid á disfrutar de más comodidad y abundan-
cia en los bastimentos, de más elegancia en los vestidos,
en las habitaciones, en los muebles, en todas las. nece-
sidades de la vida , que fueron desconocidas á nuestros
mayores.
BBSKÑA mSTÓRIOA. 119
*La llegada á Madrid, en 11 de Diciembre de 1829, de
la reina doña María Cristina de Borbon, coarta y última
esposa de Femando YII, fué uno de los sucesos memora-
bles de aquella ¿poca en que más parte activa tomó la
población de Madrid. Acompañaban á aquella augusta
flefiora sus padres, los reyes de las Dos Sicilias, j con tan
iansto acontecimiento, se hicieron grandes festejos j de-
mostraciones de público regocijo. BepitiéronseéstasenlO
de Octubre de 1830, al nacimiento de la princesa doña
Isabel, declarada heredera del trono, al tenor de la ley
hecha en Cortes en 1789 , j publicada por Femando; j
últimamente, subieron de todo punto estas gratas demos-
traciones cuando, en 20 de Junio de 1833, fué jurada la
misma Isabel como Princesa de Asturias por las Cortes
del Beino, convocadas á este efecto en la iglesia de San
Jerónimo'. Las fiestas Beales celebradas con este motivo,
las iluminaciones, fuegos, toros, carreras, torneos, másca-
ras, comedias j evoluciones militares se sucedieron sin
cesar durante quince dias , que fueron una de las épocas
más brillantes de Madrid en el presente siglo.
ISABEL u.
La muerte del rey Fernando Vil, ocurrida en Madrid
en 29 de Setiembre del mismo año de 1833, vino de nue-
vo 4 complicar la situación política del reino, y á parali-
zar por el pronto todas las mejoras y progresos materia-
les. Aclamada en 24 de Octubre la reina Doña Isabel I[
en la tierna edad de tres años, y cometida la gobernación
del reino á su augusta madre Doña Mabí a Cristina, no
tardó en levantarse de nuevo el pendón de la guerra civil,
sostenida en las provincias por el pretendiente, infante
D. Carlos, y sus numerosos partidarios, al paso que los de
120 INTRODUCCIÓN.
Isabel y de Cristina acometieron simaltáneamente la oBra
(ie la nneva revolución política , que siguiendo diverso»
períodos, pareció al pronto satisfecha con la promulgación
del Estatuto Beal, otorgado por la Reina Gobernadora en
10 de Abril de 1834 , y fué creciendo después hasta la
nueva promulgación de la Constitución de*1812, verificar-
da en 16 de Agosto de 1836, y luego la nueva de 18 de
Junio de 1837, formada y sancionada por las Cortes gene-
rales, que después fué modificada en 1845, y rige todavía»
Largo y enojoso, a par que delicado, seria el consignar
aquí los diversos y gravísimos acontecimientos de que eo
aquella angustiosa época fué teatro la capital del reino;
pero no puede tampoco dejar de recordarse los más im-
portantes y memorables. Entre ellos, ocupan el primer lu-
gar los dias 16, 17yl8de Julio de 1834, que quedaron
inscriptos en la historia de Madrid con la sangre inocente
de los religiosos, asesinados inhumanamente al pié de los
altares , á impulsos del vértigo agitador de las pasiones
políticas y del funesto cólera-morbo ^ que por aquellos
dias se desarrolló en la capital de un modo asombro-
so. Al través de este espantoso cuadro, se ofreció en aque-
llos mismos dias á la vista de sus habitantes el magnífico
episodio de la apertura de las Cortes del Reino, en sus
dos Estamentos de Proceres y de Procuradores, verifica-
da en persona por la Reina Gobernadora.
No fueron menos graves los acontecimientos de 15 de
Agosto de 1836, que dieron por resultado el restableci-
miento de la Constitución de 1812; los del 11 de Setiem-
bre de 1837, en que Uegó D. Carlos con su ejército hasta
las tapias de Madrid , sin poder penetrar en él ; los del
1.* de Setiembre de 1840, cuya consecuencia fué la abdi-
cación de la Reina Grobernadora y su salida de España, y
la elevación á la regencia del reino del general D. Baldo-
mcro Espartero, duque de la Victoria; la tentativa arma-
BESBÑA HISTÓRICA. 121
da contra el Gobierno de éste en la noche del 7 de Octu-
bre de 1841, de que fué víctima el general D. Diego
León j otros compañeros de infortunio ; la especie de sitio
pnesto á Madrid i mediados de Julio de 1843 por las tro-
pas pronunciadas contra el Begente , hasta la entrada de
ellas 7 del Grobiemo provisional en 22 del mismo Julio, j
últimamente, la declaración solemne de la mayoría de la
reina doña Isabel II, verificada por las Cortes, y el ju-
ramento prestado en ellas por la misma Beina en 10 de
Noviembre de 1843.
En medio de tan graves acontecimientos , al través de
una guerra civil de siete años, obstinada y dudosa, agita-
dos los espíritus con la revolución política que el curso de
los acontecimientos y de las ideas hizo desarrollar , com-
prometidas las fortunas, preocupados los ánimos y care-
ciendo de la seguridad y de la calma necesarias para las
útiles empresas, parecía natural que , abandonadas éstas,
hubieran hecho retrogradar á nuestro Madrid hasta des-
pojarle de aquel grado de animación que habia llegado á
conquistar en los últimos años del reinado anterior.
Pues sucedió precisamente todo lo contrario ; y el que
regresaba á la corte después de una ausencia de algunos
años, no podia menos de convenir en los grandes adelan-
tos que se observaban ya en todos los ramos que consti-*
tnyen la administración local y la comodidad de la vida.
La parte material de la villa sufrió en aquel período
una completa metamorfosis. La revolución política, al
paso que hizo variar absolutamente la organización del
supremo gobierno, tribunales y oficinas de administración
pública, dejó también impresas sus huellas en los objetos
materiales; borró con atrevida mano muchos de nuestros
monumentos religiosos é históricos ; levantó otros de nue-
vo, y aspiró á presentar otras formas exteriores de una
nueva época, de diversa constitución.
122 INTRODUCCIÓN.
Por consecuencia de la supresión de las comunidades
TiUgiosas, verificada en 1836, .quedaron vacíos multitud
•de conventos, que fueron luego destinados á diversos usos,
tales como oficinas civiles, cuarteles, albergues de bene-
ficencia , y sociedades literarias ; otros fueron completa-
mente derribados para formar plazas, mercados j edificios
particulares; éstos son los de la Merced, Agustinos Re-
coletos, la Victoria, San Felipe el Real, Espíritu Santo,
San Bernardo, Capuchinos de la Paciencia, San Felipe
Neri, Agonizantes de la calle de Atocha, Monjas de Cons-
tantinopla, la Magdalena, los Angeles, Santa Ana, Pinto,
el Caballero de Gracia, las Baronesas y la parroquia de
San Salvador, que desaparecieron del todo.
La completa desamortización y venta de las cuantiosas
fincas del clero regular y secular fué también causa de
que, pasando éstas á manos activas, se renovasen en su ma-
yor parte. La reunión de capitales sin ocupación, y el ma-
yor gusto y exigencia de la época, llamaron el interés
privado hacia este objeto, y renovaron en su consecuencia,
ó alzaron de nuevo, multitud de casas, que forman calles,
barrios enteros ; tales fueron las de la Plaza de Oriente á
la derecha del Beal Palacio , las de San Felipe el Real, la
Victoria y otros sitios ; pero al interés y el buen gusto
particular y demás causas indicadas, se unió, para fortuna
de Madrid, una principal, y fué la feliz coincidencia de
una autoridad celosa, que en los afios 1834, 35 y 36 estu-
vo al frente de la administración municipal, y en quien se
vieron felizmente reunidos los conocimientos, el gusto y
el prestigio necesarios para entablar un sistema general
de mejoras locales, que ha podido después ser continuado
fácilmente. No seriamos justos si dejáramos pasar esta
ocasión sin consignar el tributo de gratitud que todo Ma-
drid rinde á la memoria de su malogrado corregidor don
Joaquín Vizcaíno^ marqués viudo de Pontéjos.
reseüTa históbica. 123
Colocado inopinadamente en 1834 al frente de la Ad-
mistracion municipal de Madrid , sin salir, como sns an^
tecesores, de las aulas universitarias, de las salas de los
Consejos, ni de las antecámaras del Palacio, antes bien
del seno de la parte más culta, ilustrada y yital de nues-
tra sociedad, conocedor práctico de las necesidades y
deseos de ésta, observador diligente de los adelantos de
otras naciones , y dotado de una mirada certera y de un
instinto de buen gusto, de un don de autoridad irresis-
tible, de una franqueza y caballerosidad de trato singu-
lares, supo romper la cadena de la rutina que venian
arrastrando los que le precedieron en el mando, sobrepo-
nerse á las preocupaciones vulgares, y salvando con in-
creíble constancia y fuerza de voluntad los innumerables
obstáculos que la ignorancia y la mala fe le oponian al
paso, acertó á iniciar y asentar sobre sólidas bases el gran-
dioso pensamiento de la reforma material y administrati-
va de Madrid, que después han podido continuar sus su-
cesores sin tanto esfuerzo.
Por desgracia para esta población, las revueltas políti-
cas y las injustas disidencias de los partidos apartaron
demasiado pronto de la autoridad á aquel dignísimo fun-
cionario, el cual, en medio de sus reconocidas y excelen-
tes cualidades de mando, tenía para aquéllos el achaque
imperdonable de no pertener á bandería determinada, li- '
mitándose únicamente á su especialidad administrativa y
local.
La numeración de las casas se reformó en su tiempo
completamente por el misino sistema que vinimos propo-
niendo en nuestro Manual dk Madbid de 1831. La ro-
tulación de l&s calles igualmente fué reformada; el empe-
drado y aceras recibieron grandes mejoras en todas las
calles principales, y ensayó en muchas de ellas los siste-
mas más modernos y acreditados, colocando también las
124 DíTRODUCCION.
ñnevas aceras anchas j elevadas. La limpieza de dia se
empezó á verífícar con mayor regularidad^ y el alambrado
fué también completamente establecido, con buenos re-
verberos, colocados á convenientes distancias. Concluyé-
ronse al mismo tiempo varios edificios y monnmentos pú-
blicos, tales como el Colegio de Medicina, el teatro del
Circo , cuatro mercados cubiertos, el mausoleo del. Dos de
Mayo y el obelisco de la fuente Castellana ; se formaron
nuevas plazas y paseos en lo interior de la villa y en todos
sus alrededores ; plantáronse árboles en las placas y calles
principales , y en los cafés, tiendas y demás estableci-
mientos públicos se empezó á desplegar un gusto y ele-
gancia hasta entonces desconocidos.
Si adelantamos á buscar reformas de más importancia,
no dejaremos de reconocerlas en gran número y de la ma-
yor trascendencia. — El albergue do mendicidad de San
Bemardino, creado y sostenido por la caridad del pueblo
de Madrid; las Salas de asilos ó Escuelas de párvulos,
institución benéfica, planteada por la Sociedad para mejo-
rar y propagar la educación del pueblo; la Caja de Ahor-
ros, servida igualmente por otra junta de personas bené-
ficas ; la ampliación y considerable aumento del Monte de
Piedad ; la formación y trabajos de la Sociedad para la re-
forma del sistema carcelario; la de otras sociedades contra
los incendios y granizo ; las muchas de socorros mutuos
que sustituyeron á los montes píos, y otra multitud de
establecimientos útiles, demuestran bien que no fueron
olvidadas, aun en aquellos momentos de vértigo, los sanos
principios de una buena administración; asi como también
la reinstalación de la Sociedad Económica Matritense, la
formación del Ateneo científico, la del Liceo artístico y
literario^ la del Instituto y otras sociedades de estimulo
é instrucción, la apertura del Museo nacional de la Trini-
dad, la de nuevos espectáculos , casinos y otros estableci-
RESSf^A HISTÓRICA. 125
«
mientos de recreo, prueban también que se procuró infun-
dir en nuestra sociedad aquel grado de cultura j como-
didad que exigen ya las necesidades del siglo.
El reinado de Isabel II, que propiamente empieza des-
de 1843, en que fué declarada por las Cortes mayor de
edad y empuñó las riendas del Estado, ha sido hasta
ahora el más fecundo en prosperidad para la corte de la
monarqma, y en él se encierra el periodo de renovación
casi completa de la antigua villa capital.
Los graves sucesos políticos acaecidos en este largo pe-
ríodo no han influido^ por fortuna, en detener el progreso^
material y social de Madrid, y terminada ya la guerra
civil de los siete años, ha podido seguir la marcha civili-
zadora del siglo, aprovechar los ejemplos de países más
adelantados, y remediar en lo posible sus propios errores
ó desaciertos.
No han faltado, sin embargo, en estos diez y siete años
períodos turbulentos, épocas agitadas por las pasiones
políticas, y en ellas tuvo que pasar Madrid por ser teatro
de episodios más ó menos trágicos y lamentables ; tales
fueron los ocurridos en Marzo y Mayo de 1848, á conse-
cuencia de la parodia intentada de la revolución francesa
de Febrero de aquel año; y los más trascendentales aún
del levantamiento general de la nación en 1854, que dio
por resultado la violenta desaparición de aquel gobierno,
el destierro de la Beina madre, la subida al poder del ge-
neral Espartero, duque de la Victoria, y comienzo del fa-
moso bienio de 1854 al 56 ; últimamente, la contrarevo-
lacion, que así puede llamarse, de este último año, en
que tuvo que sufrir Madrid no poco, viéndose bombar-
deados y ametrallados sus edificios y las barricadas de sus
calles, y sujeta la revolución por la fuerza del Gobierno, á
qnien casi siempre habia logrado aquélla burlar.
126 níTRODUCCION.
Por otro lado ha ofrecido también muy diverso aspec-
to con faustos y memorables sucesos políticos, en cuysL
celebración ostentó su antiguo esplendor. Señalemos en-
tre estos últimos brillantes acontecimientos y festejos los
de los últimos dias de Marzo de 1844, al regreso de S. M. la
reina madre doña María Cristina, las espléndidas funcio-
nes celebradas con motivo de las Reales bodas de S. M. la.
reina doña Isabel II con su augusto primo , y de S. A. la
infanta doña Luisa Fernanda con el Sr. Duque de Mont-
pensier, que tuvieron lugar el 10 de Octubre de 1846;
las siguientes á que dio ocasión el nacimiento de la infanta
doña Isabel, en 20 de Diciembre de 1851, y el del sere-
nísimo Príncipe de Asturias en 29 de Noviembre de 1857,
dejarán memoria en la presente generación , y forman en
el presente siglo gratos episodios para la capital del
reino.
En la tendencia de prosperidad, de fomento de las cien-
cias, de las artes y de la riqueza del país, general ya y
dominante en el nuestro , ha cabido sin duda la gloria de
dar la señal y los primeros pasos á la capital de la mo-
narquía, que por razones políticas que se dejan conocer,
ejerce hoy en la actual forma de gobierno más influencia,
reúne mayor prestigio, y atrae á su centro mayores me-
dios de acción que en los sistemas anteriores. — Como queda
expuesto, todos los adelantos , todas las mejoras que habia
experimentado en los siglos pasados el pueblo de Madrid,
así como los demás del reino , eran obra exclusiva de los
monarcas y sus gobiernos; ahora, el mismo pueblo, vivi-
ficado, rejuvenecido, y con la conciencia de sus propias
fuerzas , es quien se encarga especialmente de desarrollar
sus elementos de prosperidad, de ilustración y de riqueza.
Queda, pues, sentado, en los párrafos anteriores , el
principio de aquel movimiento, inaugurado casi al mismo,
tiempo que la revolución política, y desarrollado en me-
BESEf^A HISTÓRICA. 127
dio de sos vaivenes , y en oposición á sus desmanes, hasta
un pnnio que parecía increíble y temerario cuando nos.
atrevimos á indicarle en el recinto de la corporación mu-
nicipal en 1846 (1); pero precisamente data desde enton-
ces la verdadera restauración y vida de nuestro Madrid,
que hoy presenta una nueva y lisonjera faz.
Desde 1843 dio la señal el Gobierno con la inaugura-
ción de obras públicas de la mayor importancia, tales
como el Palacio del Congreso, la Universidad, los Minis-
terios, el Teatro Beal, el Hospital de la Princesa, la Casa
Fábrica de Moneda y los cuarteles. — La reina doña Isa-
bel II, con más decisión y magnánimos brios que sus pa-
dres ó abuelos , acometió la empresa verdaderamente co-
losal de terminar el Beal Palacio y sus magnificas aveni-,
das y jardines , que renuevan con notables aumentos las
gratas memorias del romántico Parque^ célebre en las
comedias de Lope y Calderón. — La municipalidad matri-
tense (aunque siempre rezagada por la escasez de medios
y otras causas) procuró en lo posible corresponder ¿
aquella voz de orden , terminando y decorando convenien-
temente la hermosa Plaza Mayor, formando y regulari-
zando otras caUes y plazas , adoptando un buen empedra-
do de adoquines, el alumbrado de gas, y mejor y más
frecuente sistema de limpieza ; abriendo nuevos, cómodos
y hasta bellísimos paseos , lales como el de la fuente Cas-
tellana, la cuesta de la Vega y otros, y haciendo levan-
tar un excelente plano geométrico de Madrid para su fu-
tura y progresiva regularizacion y belleza. — ^Y el interés
privado, en fin, siguiendo inmediatamente las huellas de
la administración y el instinto de un buen cálculo, acudió
(1) Proyecto de m^oras ma- gidor canstítucional D. Ramón
teríales de Madrid^preseniado al Mesonero Bomanos, é impreso de
Excmo. AyuntanUeiUo por el re- orden de S, E. (Madrid, 1846.)
128 INTRODUCCIÓN.
solicito á donde éste le llamaba, y renovó casi instantánea-
mente calles, barrios, distritos enteros, dándoles con las
nuevas constracciones un aspecto brillante y lisonjero.
La bella plaza de Oriente, las de Bilbao y del Progreso,
los distritos del Barquillo , del Congreso y de Becoletos,
y últimamente la nueva Puerta del Sol y calles adyacen-
tes, han hecho surgir un nuevo Madrid sobre las ruinas
del antiguo. — El elegante caserío de estos nuevos distri-
tos y de la mayor parte de las calles de la capital; la
creación en ella y en sus inmediaciones de fábricas de su-
ma importancia, de numerosos establecimientos benéficos,
científicos, literarios, industriales y mercantiles; los ya
muy importantes arrabales; y más que todo, el aumento
considerable de la población, casi duplicada en lo que va
de siglo, y que hoy se eleva á 300.000 almas próxima-
mente, hacen ya necesaria y urgente una considerable am"
pliacioriy que aunque no tan extensa quizás como la pro-
puesta, decretada y mandada llevar á cabo en este mismo
año, será para el Madrid actual lo que fueron las de los
siglos XIII y XVI para el anterior.
Para dar á este engrandecimiento motivado de Madrid
condiciones de estabilidad y firmeza, y elevar á la capital
del reino al grado de comodidad y de importancia que
requiere el estado de la nación, y el suyo propio, faltá-
banle sólo dos circunstancias vitales, cuales eran la abun-
dancia de aguMs con que atender suficientemente á las in-
finitas necesidades de una población creciente , rica , in-
dustrial y productora; y la rapidez de sus comunicaciones
con las diversas provincias, costas y fronteras del reino.
Ambas cuestiones han sido ventajosamente resueltas en
estos últimos años, y Madrid, que cuenta ya en su seno
una población numerosa y creciente, una influencia poU-
tica decisiva como capital del reino , una riqueza consi-
derable en propiedad, en industria y en comercio, puede
RBSEStA HI8TÓBICA. 129
también prometerse el sólido desarrollo de todas estas
ventajas, con la desaparición de los dos inconvenientes ú
obstáculos qne antes se oponian á todos sas planes de me-
jora, j á asegurarla su puesto como corte y capital del
reino.
£1 magnifico canal de Isabel II, que conduce á esta
villa en abundoso raudal las aguas del Lozoya, y la red
de los ferro-carriles, que la enlazan ya con los puertos del
Mediterráneo y muy pronto lo harán con los del Océano
y con nuestras fronteras terrestres, han variado radical-
mente nuestras condiciones de vida, nuestra razón de ser,
como ahora se dice. — El silbido de la locomotora, que es-
cachó Madrid por la primera vez el dia 9 de Febrero de
1850, y el inmenso grito de regocijo con que saludó, el
24 de Junio de 1858, la llegada á sus muros de las aguas
del Lozoya, son, pues, los dos sucesos clásicos yerdadera-
mente decisivos para el Madrid del siglo xix.
Con ellos terminamos aquí esta breve reseña de su his-
toria moderna; y al recorrer las imperfectas lineas que
dqjamos trazadas, no podrá menos de convenirse en que
sólo á Carlos III parece que le ocurrió el pensamiento de
que Madrid era su corte, y que sólo en el reinado de Isa-
bel n ha caido el propio Madrid en la cuenta de que es la
capital de la monarquía.
Pero al revestirse de este nuevo manto purpúreo y ver-
daderamente imperial, al ascender de hecho al primer
puesto entre nuestras poblaciones y á uno de los más im-
portantes entre las capitales de Europa, la morisca villa
del Oso y el Madroño no puede menos de imponerse el
sensible sacrificio de ver desaparecer hasta los últimos
restos de su vieja fisonomía. Llegado, pues, con el tras-
curso del tiempo, este plazo fatal, permítasenos que, como
hijos de esta villa, entusiastas por ella, y dedicados por
afición á su estudio, nos apresuremos á recoger y consig-
t. 9
130 INTRODUCCIÓN.
nar Alganos recnerdos de su antigua condición, alguna^
páginas de su gloriosa historia; y todo ello antes que es-*
tos restos materiales se alejen para siempre de nuestra
vista, ó se olviden por completo de nuestra memoria.
Tal es el objeto que nos guió en los paseos históricos
por el antiguo Madrid, que vamos á ofrecer á nuestros
lectores.
Aquí terminábamos en 1860 esta reseña histórica y
topográfica de Madrid. Desde entonces y en los veinte
años transcurridos se ha operado una completa transfor-
mación en el caserío de la villa, que ha duplicado en
perímetro y en población ; viendo desaparecer hasta los
últimos restos de su antigua fisonomía.
EL ANTIGUO MADRID.
PASEOS HiSTÓRICO-ANECDÓTiCOS.
EL ANTIGUO MADRID,
PASEOS HISTÓRICO-AHECDÓTICOS
roB
LAS CALLES Y CASAS DE ESTA VILLA.
PRraEB BEcncro de madbid.
Cuatro son , según queda expresado en la Introducción
histórica y los recintos sucesivos de la villa de Madrid,
desde su antiquísimo y dudoso origen hasta nuestros
días. — El primero (no demostrado, aunque verosímil) per-
tenece á aquella ¿poca remota en que se supone existia
ya, con el pretendido nombre de Mantua, y bajo la do-
minación de los ^egos y romanos. — Este recinto (se-
gún la constante tradición y algunos datos positivos que
ha recogido la Historia) existió, al parecer, con tan bre-
ves dimensiones, como que sólo comprendia desde el cas-
tillo ó Alcázar j hasta la puerta de la Vega ; y desde allí,
revolviendo rápidamente por la cuesta de Bamon á es-
134 EL A^TIGUO MADRÍD.
paldas do donde luego se alzaron las casas de Malpica ó de
Fovar j la de los Consejos , tornaba á la calle ó plaza de la
Almádena, como frente á la del Factor, por donde corría
luego la muralla á cerrar de nuevo por el pretil con el
Alcázar. — Dicha muralla primitiva (que debió desapare-
cer en un tiempo remoto é ignorado), dicen los cronistas
que se hallaba flanqueada por varias torres, entre ellas
una, llamada Narigués^ donde ahora estaban las casas
de Malpica, sobre las huertas del Pozaclio, y otra inde-
pendiente y extramuros, aunque contigua, llamada Torre
Gaona, hacia el sitio donde estuvieron después los Caños
(¿el Peral, — Finalmente, las dos únicas entradas ó puer-
tas que interrumpian la continuidad de dicha muralla, y
limitaban á tan breves términos el perímetro de la villa,
eran las de la Vega, al Poniente , y el Arco de Santa Ma-
ría j mirando á Oriente, en la que después se llamó calle,
ó más bien plazuela de la Almudena , frente de la embo-
cadura de la calle del Factor.
Tan modesta fué la cuna de la futura capital de dos
mundos; y excusado es decir que, embebida después en
una población infinitamente mayor, no quedó de ella ras-
tro alguno, ni piedra sobre piedra, de sus primitivas cons-
trucciones.— Allí, sin embargo, tuvo Madrid su funda-
ción primera, sus primitivos muros, su primera iglesia,
su primera fortaleza y Alcázar Real ; y aunque todos estos
monumentos materiales hayan desaparecido con el trans-
curso del tiempo, quédale todavía á aquel modesto recin-
to la gloriosa ejecutoria de su remoto origen, y sus no-
bles tradiciones históricas, continuadas después, en la
serie de los siglos, como parte principal de más importan-
te conjunto; los recuerdos, en fin, de la primitiva villa del
Oso y el Madroño, cuna de su infancia, símbolo y mo-
numento de su antiquísima fundación.
En este sentido es como nos cumple hoy recorrer esto
EL ALClzAB. 135
breve recinto, consagrándole nuestros primeros paseos
históricos por el antiguo Madrid; pero excusado es repetir
que, como quiera que sus primitivas condiciones queda-
ron envueltas en la noche de los siglos, habremos necesa-
riamente de contemplarle, no con las que entonces pudo
tener, sino con las que adquirió después y nos ha tras-
mitido la Historia, ó el tiempo ha respetado.
Empezaremos, pues, por el Alcázar, que, según las
más probables conjeturas, fué la verdadera causa de la
fundación de Madrid, á quien la sana critica no halla
fundamento bastante para conceder existencia anterior á
la dominación de los sarracenos.
I.
EL ALCÁZAR.
El primer carácter de aquella vetusta fábrica, origen
de la importancia histórica y política, cuando no de la
fundación de esta villa, fué sin duda el mismo que el de
tantas fortalezas con que poblaron los moros las crestas
de nuestras montañas, con el objeto de atender á la defen-
sa y dominación de las poblaciones vecinas. Esto indican
claramente su situación topográfica, su destino primitivo,
y hasta su nombre mismo de Al-cassar, genérico, entre
ios árabes, de esta clase de construcciones. Muchos de los
autores apreciables de la historia de Madrid atribuyen,
fiin embargo, su fundación á época más cercana, después
de la conquista de esta villa por las armas de Alfonso VI;
y de todos modos, parece seguro que á mediados del si-
136 EL A^rriGüo madbid.
glo XIV, el rey D. Pedro de Castilla verificó en esta for-
taleza una completa reedificación y ampliación, dándola
mayor importancia, de que muy luego pudo hacer alarde
en defensa suya y contra las huestes de su competidor y
hermano, D. Enrique de Trastamara, que cercaron á
Madrid en 1369, y le ocuparon sólo por la traición de un
paisano que tenía dos torres á su cargo ; á pesar de la he-
roica defensa del Alcázar, hecha por los Vargas y Luzo-
nes, caballeros principales de esta villa.
Anteriormente á esta época, la Historia refiere que to-
dos, ó casi todos, los monarcas de Castilla y León residie-
ron largas temporadas en Madrid ; desde D. Fernando
el Magno (que suponen algunos la conquistó primitiva-
mente en 1047, para abandonarla después, y que recibió
en ella visita de Almenen, rey moro de Toledo) y Alfon-
so VI, su verdadero restaurador en 1086, hasta D. Al-
fonso XI, padre del mismo rey I). Pedro; según más por-
menor indicamos en la Reseña histórica que precede á e^-
tos paseos. — Pero lo que no dicen los historiadores, ni
consta de ninguna manera, es que dichos monarcas hicie-
ran su residencia en el Alcázar, ni se trata de él como
mansión Real, sino sólo como defensa formidable en todas
ocasiones; ya contra las acometidas que á los pocos años
de la reconquista hizo contra Madrid, en 1109, el rey de
los Almorávides Tejufin, y que resistieron victoriosamen-
te los habitantes, encerrados en el Alcázar, rechazando al
ejército marroquí, que habia llegado á sentar sus reales en
el sitio que aun se llama el Campo del Moro ; ya en las
funestas revueltas interiores de los reinados sucesivos,
hasta la misma guerra fratricida de D. Pedro y D. Enri-
que.— Lo más probable es suponer que aquellos monar-
cas habitarían en el palacio que parece existió sobre el
sitio mismo en que más tarde fué fundado el monasterio
de las Descalzas Reales (al que sin duda hacen referen-
BL ALCÁZAR. 137
cia los Fueros dejííadríd en principios del siglo xiil,
cnando establecen distinción entre el Palacio y el castie"
llo)j y que sólo en tiempo de D. Pedro y D. Enrique, y á
consecuencia de las notables obras verificadas por ellos,
pudo el Alcázar servir de mansión á los reyes de Castilla.
^ De todos modos, la Historia no hace mención de este Al-
cázar sino como fortaleza, y únicamente cnando en 1389,
reinando D. Juan I, expidió privilegio concediendo á don
León Y, rey de Armenia, el señorío de Madrid y de otros
poeblos, se escribe que dicho señor residió en nuestra villa
durante dos años, confirmó sus fueros y privilegios, y
reedificó las torrea del Alcázar , en que se cree pudo ha-
bitar.
Al año siguiente (1390) murió D. Juan I, dejando
por heredero é su hijo D. Enrique (tercero de este nom-
bre), niño de poca edad, y á la sazón en esta villa, donde
luego fué aclamado por rey de Castilla antes que en nin-
guna otra ciudad del reino. — Durante la minoría de don
Enrique tuvieron lugar las largas y complicadas turbu-
lencias que agitaron a Castilla (y á Madrid muy particu-
larmente), hasta que en 1394, y contando ya Enrique ca-
torce años, las Cortes del Reino, reunidas en esta villa, en
la iglesia del monasterio de San Martin, le declararon
mayor de edad y tomó las riendas del Gobierno. — De
este monarca, que residió en Madrid la mayor parte de
su breve reinado, se sabe ya con alguna seguridad que se
aposentó alguna vez en el Alcázar, celebró en él sus bo-
das con la infanta D.*^ Catalina, y recibió los embajado-
res del Papa y de los reyes de Francia, de Aragón y de
Navarra; por último, dice la Historia que hizo en el mis-
mo Alcázar grandes obras, y nuevas y fuertes torres para
depositar sus tesoros, fundando, ademas, para su recreo la
casa fuerte y el Beal Sitio del Pardo, á dos leguas de
Madrid,
138 EL ANTIGUO MADRID. .
, A la inesperada y temprana muerte, de D. Enrique el
Doliente y ocurrida en Toledo en 1406, quedó aclamado
por su sucesor su hijo D. Juan el Segundo, á la tierna edad
de catorce meses, bajo la tutela de la reina viuda D.* Ca-
talina y de su tio el i rifante D. Femando, rey de Aragón,
apellidado el de Anteqúeray quienes en la larga minoría
de doce años condujeron con talento y patriotismo la di-
fícil gobernación del reino, hasta que, habiendo sido pro-
clamado D. Fernando rey de Aragón, y falleciendo doña
Catalina, la reina viuda, en 1418, D. Juan, llegado á la
mayor edad, y habiendo contraído matrimonio con su pri-
ma D.' María, hija del difunto D. Fernando, vino con su
esposa á Madrid, para donde convocó las Cortes del Reino,
que se abrieron en el Real Alcázar, el dia 10 de Marzo de
1419. La crónica hace larga mención de es¿a asamblea,
describiendo ])rolijament6 la ceremonia y ostentación con
que se verificó su solemne apertura en la sala rica del uXU-
cazar, con asistencia del rey D. Juan, de los infantes de
Aragón, de los arzobispos de Toledo, Santiago y Sevilla,
otros muchos prelados y todas las altas dignidades del
reino ; estampa el discurso dirigido al Rey por el Arzobispo
de Toledo, y la contestación de aquél, y presenta, en fin,
en este Real Alcázar el primer cuadro digno de la grande-
za y majestad de los monarcas de Castilla.
Otros varios y de no menor importancia, ofreció más
adelante la poética y caballeresca corte de D. Juan, y
muy especialmente durante la privanza del célebre con-
destable D. Alvaro de Luna, que habitaba cerca del Al-
cázar, en las casas de Alvarez de Toledo , señor de Villa-
franca, que estaban hacia la calle de Santiago, en el
terreno donde después se fundó el convento de Santa
Clara. Las crónicas describen las famosas justas, saraos y
diversiones celebradas en Madrid por aquel tiempo, siendo
mantenedores el mismo D. Alvaro y otros magnates, así
EL ALCÍZAB. 139
como el suntuoso festín con motívo del nacimiento de un
hijo de éste, de que fué padrino el mismo Rey. Pero, como
más contraída al Alcázar, no podemos dejar pasar otra so-
lemnidad, que expresa detaliad«amente la crónica de don
Juan, y es la relación de la solemne embajada del Bey de
Francia, recibida por él en Madrid.
«Vinieron allí (dice la crónica) embajadores del Bey
> Charles de Francia, los cuales eran el arzobispo de To-
llosa, que se llamaba D. Luis de Molin; i un caballero
> senescal de Tolosa, llamado Mosen Juan de Moncays : i
]»como el Bey supo de su venida, mandó que el condesta-
>ble i todos los otros condes i caballeros i perlados que
>en su corte estaban los salieran á rescebir, i salieron
> cerca de una legua i vinieron con ellos al palacio que era
»ya cerca de la noche, i hallaron al Bey en una gran sala
> del Alcázar de Madrid, acompañado de muy noble gen-
^ te, donde habia colgados seis antorcheros con cada cua-
^ tro antorchas , i mandó el Bey que saliesen veinte de sus
}> donceles con sendas antorchas á los rescebir á la puerta.
» El Bey estaba en su estrado alto , assentado en su silla
> guarnida debajo de un rico dosel de brocado carmesí, la
y> casa toldada de rica tapicería y tenia á loa pies un muy gran
y>leon manso con collar de brocado ^ que fué cosa muy nue-
» va para los embajadores de que mucho se maravillaron,
3> i el Bey se levantó á ellos y les hizo muy alegre recibi-
> miento y el Arzobispo comenzó de dudar con temor del
3> león» El Bey le dijo que llegase i luego llegó i abrazólo i
>el senescal quiso besar la mano al Bey i pidiósolo; i el Bey
DE) no ge la quiso dar i abrazólo con muy graciosa cara i
> mandó que se acercasen los embajadores i así se asen-
>taron en dos escabeles con sendas almohadas de seda
»que el Bey les mandó poner, el uno de la una parte i el
2>otro de la otra, apartados del Bey cuanto una braza. El
»Bey les preguntó las nuevas del Bey de Francia su her-
140
EL ANTIGUO MADRID.
D mano 9 y de algunos grandes señores del Teino, y oídas
D nuevas que les dijeron el Bey mandó traer colación^ la
}>cual se dio tal como convenia en sala de tan gran prín-
Dcipe y de tales embajadores. Suplicaron al Bay que le»
D mandase asignar día para explicar su embajada, el Bey
»le8 asignó para el miércoles siguiente, etc.» (1).
Asistían á esta embajada el condestable D. Alvaro de
Luna, D. Enrique de Villena, tío del Bey; los condes de
Benavente y de Castañeda, el adelantado Pero Manrique,
el arzobispo de Toledo D. Juan de Cerezuela, D. Pedro
de Castilla, tio del Bey; obispo de Osma, y todos los alto»
señores de su Consejo.
Otras varias ceremonias no menos solemnes celebró en
el Alcázar de Madrid aquel ilustrado monarca, tales co-
mo la reunión de Cortes , la recepción del embajador del
(1) A esta solemne ceremonia temporáneo Juan de Mena en
se refiere el famoso poeta con- estas estancias de su Laberinto r
«Al nuestro Rey magno j bien aventnrado
>Vi lobre todos en su firme silla;
»Dfgno de reino mayor qne CaaUUa ;
> VeUoso león ü sus pies por estrado ;
iVestido de mnrice ropa de estado ,
lEbúrneo cetro mandaba sn diestra ,
lY rica corona á la mano siniestra,
iMás prefulgente qne el cielo estrellado.
iTal lo hallaron los embajadores
^ 9En la su villa, de/utgo cercada,
»Cuando le yino la gran embajada
>De bérbaroe reyes y grandes tefiores, eto;
que explica y anota el maestro
Sánchez (eZ Bróceme) de esta
manera :
« Dicen que el rey D. Juan te-
))nia un león manso que comía á
nsu mesa, y se le echaba á sus
n piós estando el Rey sentado, y
n estaba tan gordo, que llevan-
«
))dole en una carreta desde Ma-
»dríd é Alcalá, reventó de calor
Den la Puente de Viveros La
» villa cercada de fuego es Ma-
»drid, porque allí hay muchos
B pedernales, y los muros esta-
»ban hechos de estas piedras.»
BL ALCÁZAR. X41
Pontífice, que le trajo la rosa de oro bendecida por el
mismo Papa en 1435, y otras, hasta que las rebeliones de
los grandes, de los infantes de Aragón, y de su propio hi-
jo D. Enrique, ennegrecieron los últimos años de su rei-
nado, que terminó, con su vida, en Yalladolid, el 21 de
Julio de 1454.
A los tiempos poéticos y caballerescos de D. Juan el Se-
gundo sucedieron los míseros y fatales de ese mismo D. En-
rique IV, su hijo, que tan larga y completa expiación habia
de sufrir de los desmanes y rebeldías que él mismo habia
tramado contra su padre, de los desarreglos de su juven-
tud, de la infidelidad y torpeza de su conducta en toda la
vida. Hallábase ya é la edad de veinte y siete años cuan-
do ciñó la corona, y divorciado de su primera mujer, do-
ña Blanca de Navarra, contrajo nuevo matrimonio con
la hermosa infanta de Portugal doña Juana , en 1455,
conduciéndola luego al real Alcázar de Madrid, donde se
celebraron con este motivo señaladas fiestas, entre otras,
por cierto una singular de cierta cena espléndida ofrecida
á los Reyes y á la corte por el Arzobispo de Sevilla ( no
sabemos en qué casa moraba), cuyo último servicio con-
sistió en dos bandeas de anillos de oro con piedras precio^
sas para que la Reina y sus damas escogiesen las de su
gusto ; galante demostración, que así demuestra la corte-
sanía del buen prelado , como la corrupción de aquella
corte voluptuosa. Enrique, dotado de un temperamento
ardiente, y dado á los placeres sensuales, daba el ejemplo
con sus extravíos ; y en prueba de ello , refieren las histo-
rias que, á pesar de hallarse recien casado con la hermosa
doña Juana de Portugal, no puso coto á ellos; antes bien
se dejó arrastrar de una vehemente pasión hacia una de
las damas que acompañaban á la Reina, llamada doña
Guiomar de Castro , á quien suponen también muy bella;
y queriéndola obsequiar cierto dia, dispuso una corrida
142 EL ANTIQÜO MADRID.
de toros en la plaza delante del Alcázar de Madrid, Sabe-
dora la Reina del objeto de aquella fiesta, prohibió á todas
sas damas asomarse á las ventanas del Alcázar; pero esta
orden fué escandalosamente infringida por la orgallosa
favorita, qae la presenció desde una de ellas. Indignada
la Reina, lá esperó al pasar cierta escalera , y acometién-
dola brascamente, la azotó con nn cbapin. A los gritos
de doña Guiomar acudió presuroso el Rey, é interponién-
dose entre ambas, lanzó violentamente á la Reina y pro-
tegió á doña Guiomar, con quien luego continuó en cri-
minales relaciones , colocándola en una magnifica quinta
ó casa de campo que había hecho construir cerca de Val-
demorillo, á corta distancia de Madrid, adonde iba á visi-
tarla con frecuencia.
Ya por entonces andaba en auge la privanza con el
Rey del antiguo paje de lanza, después mayordomo ma-
yor y duque de Alburquerque, D, Beltran de la CuevOy y
este profundo cortesano y favorito , interesado por más
de un motivo en embriagar á la corte y al Monarca en el
humo de los festines, preparaba y dirigía incomparables
fiestas, entre las cuales sobresale la del famoso Paso han--
roso , defendido por el mismo D. Beltran en el camino
del Pardo, con el objeto aparente de obsequiar á los em-
bajadores del Duque de Bretaña, aunque h:]iy quien su-
pone que con el verdadero de manifestar su destreza y
gallardía á los ojos de la reina doña Juana. La descrip-
ción do esta magnífica fiesta, y de los saraos y festines
celebrados con esto motivo en los alcázares de Madrid y
del Pardo , ocupa algunas páginas de los anales madrile-
ños , y asombra todavía por su inmenso coste y magnifi-
cencia ; pero es tan conocida, que creemos excusado repro-
ducirla aqm'.
Hacia fines del año 1461, hallándose en Aranda la rei-
na doña Juana, muy adelantada en su preñez, la hizo En-
EL ALClzAB. 143
riqoe condacir á Madrid en ¿illa de manos 6 andas, como
entonces se decía, saliendo á recibirla á larga distancia;
j haciéndola sabir con cariñosa solicitud á las ancas de sti
muía, la condujo de este modo al Alcázar , entre las más
expresivas aclamaciones de los fieles madrileños.
En él, pues, nació i pocos dias la desdichada princesa
doña Joana , á quien más adelante los grandes y los pue-
blos rebelados contra Enrique apellidaron con el fatal
epíteto de la Beltraneja, así como á ¿1 mismo le designa-
ron con el no menos injurioso de el Impotente. Si ambas
calificaciones vulgares , que ha consagrado la Historia; si
el desarreglo que supone ésta en la conducta de doña
Juana , fueron ó no ciertos, ó gratuitas invenciones de
los grandes sus enemigos, y partidarios de los infantes don
Alonso y doña Isabel, es lo que no ha aclarado aún la
Historia.
A nuestro objeto cumple sólo consignar que en este
propio Alcázar fué más adelante presa y custodiada la
misma doña Juana, en castigo de su supuesta liviandad;
que también lo fué en 1465, en una de sus torres, el al-
caide Pedro Munzares, y el propio Enrique se vio en él
asaltado, perseguido, reducido á esconderse en un retrete,
y sufrir una de tantas humillaciones con que empañó el
brillo de la corona de Castilla, y que le condujeron hasta
el extremo de reconocer su impotencia y la ilegitimidad
de su propia hija.
Este desdichado monarca falleció en este mismo Alcá-
zar, que con su menguada conducta habia por tanto tiem-
po profanado.
A su muerte subió al trono de Castilla su hermana la
infanta doña Isabel , casada ya con el príncipe D. Fer-
nando de Aragón; pero esto no aconteció sin que por
parte del vecindario de Madrid y de otros pueblos, que
lamentaban la injusta exclusión de la princesa doña Jua-
144 EL ANTIGUO HADBTD.
na, y eran fíeles al derecho legitimo qtie ella reclamaba,
DO opnsieee una larga y obstinada resistencia, y esp^ecial-
mente en el Alcázar de Madrid, defendido por cuatrocien-
tos hombres valerosos, y que sólo al cabo de dos meses de
sitio rigoroso logró rendir el Duque del Infantado, que
mandaba las tropas de Isabel.
Los Beyes Católicos no hicieron su entrada solemne en
Madrid hasta 1477 ; pero consta que por entonces residie-
ron en las casas de D. Pedro Laso de Castilla, en la pla-
zuela de San Andrés , y no en el Alcázar, en donde tam-
poco pararon más adelante su hija doña Juana y el ar-
chiduque, después rey, D. Felipe I.
Los Iteyes Católicos, sin embargo, debieron morar en
otros ocasiones en el Alcázar, y durante ellas, ¡qué espec-
táculo tan diverso ofrecía este , en contraste con el que
presentara en tiempo de su infeliz hermano t ¡ Qué cuadro
tan sublime de majestad, de grandeza y de virtud, y có-
mo supieron purgar aquel augusto recinto de los miasmas
pestilentes de que estaba impregnado! Oigamos, para con-
vencemos de ello, al celoso coronista matritense Gonzalo
Fernandez de Oviedo, qae en su ya citada obra de La*
Quincuagenas, traza este cuadro majestuoso, como testigo
ocular, en estas palabras dignas y reposadas:
« Acuerdóme verla en el Alcázar de Madrid, con el Ca-
«tólico rey D. Fernando, Quinto de tal nombre, so mari-'
»do, sentidos públicamente por tribunal todos los viér-
»ues, dando audiencia á chicos é grandes cuantos qnerian
^pedir justicia, et á los lados en el mismo estrado alto (al
1 ™i,: : /. gejg gradas), en aquel espacio fuera
itaba un banco de cada parte, en que
ce oidores del consejo de la justicia,
icho consejo Real , é de pié estaba
del consejo llamado Castañeda, que
s peticiones; al pié de dichas grados
EL ALClZAR. 145
restaba otro escribano del consejo, que en cada petición
>anotaba lo qae se proveia , é á los costados de aquella
i>me6a donde estas peticiones pasaban, estaban de pié seis
»ballesteros de maza ; á la puerta de la sala de esta au-
»diencia Real estaban los porteros, que libremente de-
»jaban entrar (¿asi lo hablan mandado) á todos los que
i»qaerian dar peticiones, et los alcaldes de corte estaban
>alli para lo que convenia ó se habia de remitir ó cónsul-
>tar con ellos J> (1).
A la muerte de doña Isabel ocurrieron grandes turbu-
lencias en el gobierno del reino , y todavía figura en ellas
el Alcázar como fortaleza, hasta que quedaron aquéllas
terminadas en las Cortes reunidas en San Jerónimo del
Prado en 1509, con el juramento del rey D. Fernando de
gobernar como administrador de su hija y como tutor dé
su nieto D. Carlos.
Este, el Emperador, proclamado en Madrid por los re-
gentes del reino, no halló, sin embargo, en un principio
grande adhesión entre los madrileños, que abrazaron en
su mayoría la causa de las Comunidades y ofrecieron una
formidable resistencia á las huestes imperiales en el Alca-
zar de esta villar de que se habian apoderado , aunque te-
nazmente defendido por la esposa de Francisco de Var-
gas, su alcaide, á la sazón ausente. Vencidos al fin los co-
muneros, vino é Madrid el Emperador, y habiendo tenido
la suerte de curarse en él de unas pertinaces cuartanas
que padecía , cobró grande afición é esta villa , residió
siempre que pudo en ella, y, sin duda con el pensamien-
(1) Este cuadro sublime fué sentado en la Exposición, me-
trasladado ventajosamente al recio digno premio,
lienzo por uno de nuestros jó- Este distinguido artista falle-
yenes y brillan tes artistas, el se- ció poco tiempo después.
fiiorP. .Víctor Manzano, y pre-
10
146 sil ANTIGUO MADRID.
to de fijar ya decididamente sn córte^ emprendió la reedi-
ficación del Alcázar, quitándole su antiguo carácter de
fortaleza y levantando sobre sus ruinas un verdadero pa-
lacio Real.
No consta^ sin embargo, ni era posible, que Carlos V
residiese, siempre que estuvo en Madrid, en el Alcázar,
cuya reedificación él mismo emprendió; antes bien se
afirma que solia morar en el palacio ya dicho, que ocupa-
ba la misma área que hoy el monasterio de las Descalzas
Eeales; en él, por lo menos, nació su hija doña Juana,
fundadora después de aquel monasterio, madre de don
Sebastian de Portugal, y Quintana asegura que antes de
partir el Emperador á la toma de Túnez, se aposentó en
las casas del secretario Juan de Yozmediano, frente á
Santa María, y que luego que marchó, se pasó la Empe-
ratriz con el príncipe D. Felipe á las que fueron de Alonso
Gutiérrez (hoy Monte de Piedad), que eran anejas al pa-
lacio ya citado.
Hallándose el Emperador en Madrid por los años 1524,
recibió la nueva de que el Marqués de Pescara, estando
sobre Pavía, habia obtenido una señalada victoria contra
el ejército francés y hecho prisionero á su rey Francisco.
El Emperador manifestó en tan dichosa ocasión la misma
serenidad y grandeza de ánimo que otras veces ostentó
en la desgracia, y sin hablar palabra, se entró en el ora-
torio de su Real Alcázar á dar gracias al Señor por el
triunfo de sus armas. La villa de Madrid solicitó el per-
miso de S. M. para entregarse á públicos regocijos; pero.
Carlos no lo consintió, diciendo que no era victoria gana-
da á loa enemigoa de la fe. Luego envió orden para que
pasasen á Ñápeles al Rey su prisionero ; pero como éste
solicitase que le trajesen á España, fiando en la visita del
César la libertad de su persona, vino en ello el Empera-»
dor, y en su consecuencia, desembarcó en Barcelona el
EL ALCÁZAR. 147
rey francés, y pasando por Valencia, llegó á esta capital.
Sa primera mansión en ella fné en la torre de la casa
qne llaman de Lujan^ en la plazuela del Salvador, hoy de
la Villa, y á poco tiempo fué trasladado á un aposento
del Real Alcázar, dispensándole el tratamiento debido á
su alta jerarquía. Allí recibió varios mensajes del Em-
perador, que estaba en Toledo, haciéndole varias propues-
tas convenientes para el arreglo de la paz y restituirle á
la libertad; pero como en ellas insistiese Carlos en la de-
volución del ducado de Borgoña, y el lley de Francia en
la negativa, las negociaciones se dilataban, y la paz no
llegaba á realizarse. Francisco I, en la dura alternativa
de morir en su prisión, ó deshonrarse aceptando condicio-
nes que creia humillantes, vivia triste y abatido, aguar-
dando de dia en dia la visita del Emperador, y esperando
que, entendiéndose con él personalmente, conseguiría un
rescate menos oneroso; pero en vano esperaba, porque
Carlos, temiendo sin duda ceder á los impulsos de su ge-
nerosidad, envióle á decir que no le veria hasta tanto que
las estipulaciones se hallaren terminadas. Esta noticia
produjo en el Bey de Francia una desesperación tal, que
cayó peligrosamente enfermo, y Hernando de Alarcon,
que tenía la persona del Rey en su guarda, despachó un
posta al Emperador, que estaba en el lugar de San Agus-
tín, dándole aviso de la gravedad del accidente del Rey
de Francia, que ofrecia poca esperanza de vida, y que,
para alivio de su mal, no pedia otra cosa que el que Su
Majestad Cesárea le viese.
El Emperador partió luego en posta á Madrid, y llegó
en aquella misma noche (28 de Setiembre de 1525), y
aposentándose en el Alcázar, pasó inmediatamente á la
habitación del Rey francés. Cuando éste le vio entrar en
ella, se incorporó con viveza en su lecho, y con tono en-
fático le dijo : «¿ VenU á ver si la muerte os desembara-^
148 EL AKTIGÜO MADRID.
»
"pzará pronto de vuestro prisionero? — No sois mi pristo^
7>nero (respondió prontamente Carlos), sino mi hermano
y>¡/ mi amigo, y mi único deseo es restituiros á la libertad,
T>y cuantas satisfacciones podáis esperar de mú » En se-
guida le abrazó y conversó con él largo rato con gran
franqueza y cordialidad.
Esta visita produjo tan saludable efecto en el enfermo,
que á pocos dias se halló fuera de peligro; mas cuando el
Emperador le vio restablecido, cambió de lenguaje y
tomó de nuevo su inflexible severidad. En vano Francis-
co le recordó sus benévolas palabras; nada pudo conseguir,
hasta que, por fin, se decidió á firmar la capitulación ó
tratado de Madrid, en 14 de Enero de 1526, por la que
restituia el ducado de Borgoña, con otras condiciones
onerosas para la Francia, obligándose á casar con Leonor,
hermana del Emperador.
Carlos entonces regresó á Madrid á visitar al Rey de
Francia ya como amigo y cuñado, y Francisco I salió á
recibirle con capa y espada á la española, abrazándose
con muestras de mucho amor. Al siguiente dia salieron
juntos en sendas muías, y porfiando cortésmente sobre
cuál tomaria la derecha (que al cabo llevó el Emperador),
pasaron á oir misa al convento de San Francisco.
El Rey de Francia conservó tal recuerdo de su prisión,
que al recobro de su libertad y regreso á su corte, hizo
construir, inmediato á la misma, en el bosque de Boulogne,
un trasunto del mismo Alcázar, que se conservó hasta los
tiempos de la Revolución, conocido con el nombre de
CJuiteau de Madrid.
La importancia que habia dado Carlos Y á la villa de
Madrid, y especialmente á este Alcázar, trasformado en
palacio regio por disposición suya y de su hijo el principe
D. Felipe, creció de todo punto cuando éste, inmediata-
mente después de haber subido al trono por la abdicación
EL ALClZAB. 149
de sa padre el Emperador, se decidió á trasladar á Ma*
drid su corte en 1561.
Con fecha 7 de Mayo de dicho año escribía desde To-
ledo á sn arquitecto Luis de la Vega (encargado de las
obras de Palacio) que reteniendo determinado ir con su
»casa y corte á Madrid, deseaba que estuviesen conclui-
»das para de allí & un mes, y que no diese lugar á que
» ninguno viese sin mandato suyo los aposentos de pala-
9 cío, ningún atajo, oficina, ni otra cosai), y de mano
propia anadia : <r Luis de Vega, enviadme otra traza como
9 la baja y alta que me enviaste de los cuartos de Medio-
j^dia, que son los aposentos principales, como agora están,
i>y sea luego.» Representó Vega que por falta de oficia-
les no podia concluirse todo con tanta brevedad; y el Rey
mandó al corregidor D. Jorge de Beteta proveyese que
todos los oficiales de la villa se ocupasen de esto, sin
atender á otra ninguna obra. Poco después, y ya en los
últimos meses del mismo año 1561, consta que la corte
se hallaba en Madrid, y que Felipe II habia realizado su
pensamiento de fijarla en ella.
En este palacio, obra en su parte principal del Empe-
rador su padre, y de él mismo, residió constantemente,
durante su larga permanencia en esta villa, el poderoso y
austero monarca, que extendía ^u dominación y su polí-
tica hasta las más apartadas regiones del globo. En él
recibió las solemnes embajadas de todos los monarcas de
Europa, las visitas de muchos de sus príncipes, las armas
y banderas ganadas á sus enemigos por los grandes ven-
cedores de Lepante y San Quintín, de Italia, Flándes y
el Nuevo Mundo. Este Alcázar, respetado y temido en-
tonces de todos los reyes y de todos los pueblos, sirvió
también de teatro al misterioso y terrible drama íntimo
de la prisión y muerte del heredero del trono, príncipe
D. Carlos, y el fallecimiento á los dos meses de la reina
150 EL ANTIGUO MAD&ID.
doña Isabel de Valois. Drama terrible, aun no bastante-
mente aclarado, y fatal coincidencia, que ha dado motivo
á los novelistas y poetas para tantos brillantes dramas,
para tantas ingeniosas fábulas, para tantos comentarios
gratuitos, más ingeniosos que fundados (1).
En el Alcázar de Madrid, apoyado en el valor incom*
parable de sus grandes capitanes, su hermano D. Juan
de Austria, el Duque de Alba, D. Alvaro de Bazan, etc.;
en el tacto político de sus ministros y favoritos Ruy Gó-
mez de Silva, Antonio Pérez y otros, y más que todo, en
su extrema sagacidad, severo carácter y profunda inten-
ción, se concibieron, desplegaron y pusieron en ejecución
tantos planes políticos, tantos proyectos guerreros, tantas
intrigas cortesanas, que interesaban á la Europa, al mun^^
do entero, hasta que, levantada, á la voz de Felipe, la
austera y portentosa fábrica de San Lorenzo del Escorial,
trasladó á ¿1 el poderoso monarca de dos mundos el mis-
terioso nudo y laboratorio de su elevada política.
Felipe II, viudo por tres veces, primero de la princesa
doña María de Portugal; después, de la reina de Ingla-
terra María Tudor, y por tercera vez, de doña Isabel de
Valois ó de la Paz, contrajo matrimonio por cuarta vez
con doña Ana de Austria, en 1570, y de esta unión nació,
en 1578, su hijo y sucesor D. Felipe, primer monarca
madrileño de los que ocuparon el trono castellano.
Durante el reinado de Felipe III, que empezó á la
muerte de su padre, en 1588, el Real Alcázar, que fué
su cuna, le sirvió también de residencia, y en él se des-
(1) Entre las infinitas reía- más imparcial , fundada y sen-
clones, con pretensiones de bis- sata que la que hace el señor
tóricas, impresas y manuscritas, don Modesto Laf uente en su
que hemos visto de este trágico Historia de España, tomo xii.
episodio, ninguna nos parece
EL ALClZAR. 151
plegaron la esplendente magnificencia, las intrigas corte-
sanas, las aventaras galantes, la desvanecida privanza y
ambición de los famosos ministros Daque de Lerma y
D. Rodrigo Calderón, tan diestramente trazadas por el
a.utor (sea quien faere) de la ingeniosísima novela histó-
rica de Gil Blas de Santillanaj que nos dispensa de todo
punto de hacerlo aquí.
Felipe IV sube al trono en 1621, á la muerte de su
padre, y en su largo reinado es cuando la forma material
del edificio, obra de los ya dichos arquitectos, Cobarru-
bias y Vega, recibió nuevo esplendor en manos de los
Moras, Crescenti y otros célebres artistas, cuando sus
regios salones, pintados por Lúeas Jordán, y decorados
con los magníficos lienzos de Velazquez y Murillo, de
Rubens y del Ticiano, reflejaban la grandeza del Monarca
español, á quien tales artistas servian; cuando en sus altas
bóvedas resonaba la voz de los Lopes y Calderones, Tir-
sos y Moretes, Quevedos y Guevaras, en ingeniosos dra-
mas, improvisados muchas veces en presencia y con la
cooperación del Monarca; cuando sus regias estaleras y
suntuosas estancias sentian la planta del Príncipe de Gales
(después el desgraciado Carlos 1) y otros potentados,
que venían á visitar al Monarca español ó á solicitar su
alianza.
La importancia histórica de este palacio empezó, sin
embargo, á decaer en el mismo reinado, teniendo que
luchar con la del nuevo Sitio del Retiro, levantado por el
favorito D. Gaspar de Guzman, conde-duque de Oliva-
res, para adalar al Monarca, y que acabó, en fin, por im-
primir al gabinete su nombre, y al de La Corte de Madrid
sustituyó el de La Corte del Buen Retiro,
Lo mismo puede decirse durante la larga y turbulenta
minoría de Carlos IT, y la aciaga gobernación en ella de
la Reina Gobernadora doña Mariana de Austria, que, sin
150 EL ANTIGUO MADRID.
doña Isabel de Yalois. Drama terrible, aun no bastante-
mente aclamdo^ y fatal coincidencia, que ha dado motivo
á los novelistas y poetas para tantos brillantes dramas,
para tantas ingeniosas fábulas, para tantos comentarios
gratuitos, más ingeniosos que fundados (1).
En el Alcázar de Madrid, apoyado en el valor incom-
parable de sus grandes capitanes, su hermano D. Juan
de Austria, el Duque de Alba, D. Alvaro de Bazan, etc.;
en el tacto político de sus ministros y favoritos Ruy Gó-
mez de Silva, Antonio Pérez y otros, y más que todo, en
su extrema sagacidad, severo carácter y profunda inten-
ción, se concibieron, desplegaron y pusieron en ejecución
tantos planes políticos, tantos proyectos guerreros, tantas
intrigas cortesanas, que interesaban á la Europa, al mun-^
do entero, hasta que, levantada, á la voz de Felipe, la
austera y portentosa fábrica dé San Lorenzo del Escorial,
trasladó á ¿1 el poderoso monarca de dos mundos el mis-
terioso nudo y laboratorio de su elevada política.
Felipe II, viudo por tres veces, primero de la princesa
doña María de Portugal; después, de la reina de Ingla-
terra María Tudor, y por tercera vez, de doña Isabel de
Valois ó de la Paz, contrajo matrimonio por cuarta vez
con doña Ana de Austria, en 1570, y de esta unión nació,
en 1578, su hijo y sucesor D. Felipe, primer monarca
madrileño de los que ocuparon el trono castellano.
Durante el reinado de Felipe III, que empezó á la
muerte de su padre, en 1588, el Real Alcázar, que fué
su cuna, le sirvió también de residencia, y en él se des-
(1) Entre las infinitas reía- más imparcial, fundada y san-
ciones, con pretensiones de his- sata que la que hace el señor
tóricas, impresas y manuscritas, don Modesto Laf uente en su
que hemos visto de este trágico Historia de España , tomo xii.
episodio, ninguna nos parece
EL ALClZAR. 151
plegaron la esplendente magnificencia, las intrigas corte-
sanas, las aventaras galantes, la desvanecida privanza y
ambición de los famosos ministros Duque de Lerma y
D. Rodrigo Calderón, tan diestramente trazadas por el
aptor (sea quien fuere) de la ingeniosísima novela histó-
rica de Gil Blas de Santillanay que nos dispensa de todo
punto de hacerlo aqui.
Felipe IV sube al trono en 1621, á la muerte de su
padre, y en su largo reinado es cuando la forma material
del edificio, obra de los ya dichos arquitectos, Cobarru-
bias y Vega, recibió nuevo esplendor en manos de los
Moras, Crescenti y otros célebres artistas, cuando sus
regios salones, pintados por Lúeas Jordán, y decorados
con los magníficos lienzos de Velazquez y Murillo, de
Rabens y del Ticiano, reflejaban la grandeza del Monarca
español, á quien tales artistas servian; cuando en sus altas
bóvedas resonaba la voz de los Lopes y Calderones, Tir-
sos y Moretes, Quevedos y Guevaras, en ingeniosos dra-
mas, improvisados muchas veces en presencia y con la
cooperación del Monarca; cuando sus regias escaleras y
«untuosas estancias sentian la planta del Príncipe de Gráles
(después el desgraciado Carlos I) y otros potentados,
que venian á visitar al Monarca español ó á solicitar su
alianza.
La importancia histórica de este palacio empezó, sin
embargo, á decaer en el mismo reinado, teniendo que
luchar con la del nuevo Sitio del Butiro, levantado por el
favorito D. Gaspar de Guzman, conde-duque de Oliva-
res, para adular al Monarca, y que acabó, en fin, por im-
primir al gabinete su nombre, y al de La Corte de Madrid
sustituyó el de La Corte del Buen Retiro.
Lo mismo puede decirse durante la larga y turbulenta
minoría de Carlos II, y la aciaga gobernación en ella de
la Reina Gobernadora doña Mariana de Austria, que, sin
154
EL ANTIGUO MADRID.
El primero^ hablando de ella como testigo ocular en
1623, se expresa en los términos siguientes, que trans-
cribimos por las curiosas noticias que encierran del cere-
monial de aquella corte, y que tan análogas hallamos á la
índole de nuestro recuerdo histórico-anecdótico.
<r En la parte occidental de Madrid , en lo que antigua-
2)mente era el Alcázar Beal, tiene su asiento el palacio de
» nuestros ínclitos Reyes, que representa, por lo que se ve
))de fuera, la grandeza y autoridad de su príncipe, ador-
»nado de torres, chapiteles, portadas, ventanas , balco-
» nes y miradores. Lo interior del palacio se compone de
5) patios, corredores, galerías, salas, capilla, oratorios,
» aposentos, retretes, parques, jardines y huertas, y ca-
)) mina la vista atravesando valles, rios, arboledas y pra-
y> dos, y se detiene en las cumbres de las sierras del Gua-
» darrama y Buitrago y en la que confina con el convento
» Real del EscuriaJ. En los patios principales tienen salas
>»los consejos de Castilla, Aragón, Estado, Guerra, Ita-
5) lia, Flándes y Portugal, y en otro más apartado los
)) consejos de Indias, Ordenes, Hacienda y Contaduría
5)mayor (1).
j>En el primer corredor está la capilla Real y el apo-
5) sentó de la majestad del Rey. Reina y personas Reales,
» donde se ven pinturas, tapicerías, mármoles y varias
y> cosas. En la primera sala del cuarto de S. M. asisten
^las guardias española, tudesca y archeros. En la de más
(1) En el archivo de Madrid
hemos visto un documento por el
que consta que en 1622 mandó
el rey D. Felipe IV abrir unas
ventanillas que se llamaban escu-
chas, y daban á las salas donde se
reunian los Consejos, para poder
oir desde ellas las discusiones.
Ademas de dichos Consejos,
se hallaban dentro del Alcázar
todas las secretarías del despa-
cho, en los aposentos bajos, lla-
mados Las Covachuelas, de don-
de quedó á los oficiales el título
de covachuelistas.
EL ALClZAB. 155
> adelante 9 los porteros; en la siguiente, S. M. hace, el
> primer dia que se junta el Beiuo de Cortes, la proposi-
j»cion de lo que han de tratar los procuradores de las ciu-
>dades de los reinos de Castilla y León, y los viernes de
> cada semana consulta con S. M. el Consejo de Castilla
2» las cosas de gobierno, oye la primera vez á los embaja-
j> dores extraordinarios, celebra el Jueves Santo el lava-
je torio de los pobres y les da de comer. En otra más ade-
j^lante esperan á S. M., para acompañarle cuando sale á
i>misa y sermón, el nuncio de S. S. y embajadores que
j> tienen asiento en su capilla. Becibe la primera vez, en
3>pié9 con el collar del Tusón, arrimado á un bufete, á
dIos embajadores ordinario^., y á k)S presidentes y conse-
jí»jeros, sentado, cuando le dan las pascuas y besan la
j^manoj da la caballería del Tusón de Oro á principe,
> potentado ó grande de sus reinos. Hace nombramien-
» tos de treces del Orden de Santiago, y oye á los vasallos
>que piden justicia ó gracia.
^ En una sala más adelante come retirado. Comer reti-
» rado es cuando le sirven los gentiles hombres de su cá-
2>mara. En ella recibe á los cardenales, hacen juramento
»lo8 vireyes, capitanes generales de mar y tierra, y oye
j> á los embajadores. En otra, á los presidentes cuando le
> consultan negocios, y manda se les dé asiento. Más ade-
> lante está una sala de ciento setenta pies de largo y
JE» treinta y uno de ancho; en ella come S. M. en público,
:»se representan comedias, máscaras, torneos y fiestas, y
» en ella dio las gradas al rey Felipe III Mons. de üme-
]»na, embajador de Francia, por Laberse capitulado los
9 casamientos entre el rey Cristianísimo de Francia
> Luis XIII , y la Serenísima infanta doña Ana de Aus-
i>tria, y el príncipe D. Felipe de las Españas con la Se-
}>renísima madama doña Isabel de Borbon. En esta sala
J^hay muchas cosas que ver, de pinturas, mapas de muchas
156 EL ANTIGUO MADRID.
2> ciudades de España, Italia y Flándes, de mano de Jor-
^ge de las Viñas , que tuvo primor en esto. Entrando
9 más adelante por diferentes salas y retretes, está la
i> Torre Dorada ^ y una hermosa galería compuesta de
2> pinturas, mesas de jaspe, y cosas extraordinarias, y
» sorprende á los ojos, por la banda de Poniente y Me-
»diodía, una deleitosa vista; cerca de esta galería duerme
D el Rey, escribe, firma y despacha. Cerca de ella hay un
Djardin adornado de fuentes y estatuas de emperadores
x> romanos, y la del gran Carlos V. En él hay unas cua-
}E>dras, acompañadas de pinturas de diferentes fábulas, de
]i>mano del gran Ticiano, y mesas de jaspe de diferentes
D colores, una, entre otras, obrada con gran primor, tara-
» ceada de piedras extraordinarias ; presentóla al rey Fe-
3)lipe II el cardenal Miguel Bonelo Alejandrino, sobrino
3>del santo papa Pío V, y en memoria de ser así, el Car-
3>denal mandó grabar en dos piedras preciosas, que están
^oen la misma mesa, sus armas y las del Papa su tio. Cer-
dea de estas cuadras hay un pasadizo secreto, compuesto
j> de azulejos y de estatuas ; por él se baja al Parque y Casa
3) del Campo. Otra torre donde estuvo preso el rey Fran-
x> cisco de Francia ; antes de subir á ella hay una galería
J> que llaman del Cierzo, adornada con retratos de los re-
j>yes de Portugal, mapas y pinturas varias. Cerca de esta
2> galería está la sala , donde los reinos de Castilla y León
3) se juntan á conferir en Cortes lo que conviene á los rei-
2>nos. Más adelante, el cuarto del Príncipe, el de la Reina
j>y de sus hijas, con muchas salas, oratorios y retretes y
3i> viviendas de las damas, que corresponde á ia plaza de
» Palacio. Edificóle la villa para dar comodidad á la glo-
Driosa memoria de la reina Margarita. En otro patio tie-
Dnen su cuarto los infantes de Castilla ; cerca de él está el
)> guardajoyas y lo raro de la naturaleza del orbe. No hay
apalabras con que poder explicar lo que ella es. 2>
EL ALCÁZAR. 157
Aquí entra el autor en una larga digresión de las jo-
yas de la corona ; habla de una. Jlor de lis de oroj de media
vara de alto y poco menos de ancho, bordada de piedras
preciosas, que fué primero de los Duques de Borgoña;
un diamante del tamaño de un real de á dos, valuado en
doscientos mil ducados, del que pendia la famosa perla,
llamada, por ser sola, la Huérfana (ó la Peregrina)^ del
tamaño de una avellana, tasada en treinta mil ducados, y
de unos famosos cuernos de unicornio, « cuyo valor (dice)
importaba más de un millón ; con otras muchas riquezas,
en escritorios, vasos de cristal y de la China, aderezos y
piedras preciosas, plata labrada y otra multitud de jojas,
que todo pereció en el incendio de 1734. Habla también
de las insignes pinturas de las mejores manos de Italia,
Alemania y Flándes que adornaban el palacio, y concluye
diciendo :
tic Lo demás del palacio es la vivienda de las personas
^Reales y oficinas de la casa, que todos son quinientoa
Jt aposentos. En los tiempos muy antiguos dio principio á
9 este palacio el rey Enrique II (1). Aumentáronle los
i>reyes Enrique III y IV, y el emperador D. Carlos,
i^como se manifiesta en las armas y letras que están en-
>'cima de muchas puertas, que dicen : Carolus V^ Roma--
^noruin Imperator et Hispaniarum Rea,
]» Acrecentó lo que dejó comenzado el Emperador el
>rey Felipe II, como se ve en letreros de puertas y otras
apartes :
Philipus 11^ Hispaniarum Rex A. MDLXI.
(1) El señor Llaguno, en su señor Cean Bermudez, atribuye
excelente obra titulada Noticias decididamente su fundación al
de los arquitectos y arquitecta- rey D. Pedro,
ra española , adicionada por el
158
EL ANTIGUO MADRID.
D Prosiguieron con el deseo de ver acabado un edifício
3>tan lindo los reyes Felipe III y IV, hasta llegar á la
5) perfección que hoy vemos. Tiene delante una espaciosa
:í> plaza, la Caballeriza y Armería, y al un lado el con vén-
eto de San Gil, de religiosos descalzos del Orden de San
» Francisco, y la parroquia de San Juan Bautista, y por
y> un pasadizo alcanza al convento Real de la Encamación,
»de religiosas descalzas del Orden de San Agustín. En
Deste tránsito, que es una distancia grande, hay muchas
D cosas que ver, pinturas y retratos del tiempo antiguo y
J> moderno, d
Hasta aquí el contemporáneo Gil González Ddvila :
añadiremos á su descripción algunas otras indicaciones
esparcidas en div.ersas obras, y en especial en la que es-
cribió en francés D. Juan Alvarez Colmenar. {AnaUs
<f JEspaffne et du Portugal; Amsterdam, 1741, cuatro to-
mos en folio.)
En la época de Felipe IV no conservaba ya el Alcázar
más recuerdo de su primitivo destino y condición que al-
gunos torreones ó cubos en las bandas del Norte y Po-
niente, al Campo del Moro. La principal fachada, situada
á Mediodía coqio la del actual palacio, era obra, como
queda dicho, de los reinados de Carlos V y Felipe II , y
del gusto de la primera época; terminaba en dos pabe-<
llones con sendas torres cuadradas (1), y las puertas
(1) La torre de la derecha, lla-
mada de la Reina , fué obra de
doña Mariana de Austria, duran-
te el tiempo de su gobernación.
Por esto no aparece en la vista
de la fachada en tiempo de Feli-
pe IV, que es la que reproduci-
mos en el grabado.
En esta ocasión, y por dispo-
sición del privado Valenzuela,
se colocó encima de la fachada
principal del Alcázar hi estatua
en bronce del rey D. Felipe IV,
la misma que estaba en el Reti-
ro y hoy se ostenta en medio
de los jardines de la plaza^
EL ALOlzAB.
159
abiertas en el centro de ella daban paso á dos grandes
patios, en el fondo de los cnales se veian las escaleras
qne condncian á las habitaciones superiores. En estos
patios se formaban galerías de arcos, qae sostenian lindas
terrazas con tiestos y estatuas.
Subíase á los cuartos de las personas Beales por una
escalera extremadamente ancha, con los pasamanos de pie-
dra azulada y adornos dorados, la cual daba entrada á
una galería bastante ancha, llamada Sala de Guardias, en
la cual daban el servicio las tres compañías de archeros ó
de la cuchilla, compuesta de flamencos y borgoñones, los
alabarderos españoles y los tudescos ó alemanes.
Las habitaciones Beales eran efectivamente inmensas^
suntuosas y ricamente adornadas de primorosos cuadros^
estatuas y muebles. Alvarez Colmenar cita entre los pri-
meros una pintura de Miguel Ángel, que dice haber cos-
de Oriente , aunque á los pocos
años fué bajada de nuevo de
tan peligrosa altura.
Don Antonio Ponz duda, con
justa razón, de que pudiera ha-
ber estado algún tiempo colo-
cada dicha estatua sobre el pa-
lacio; pero el mismo inserta una
de las coplillas que circularon
en ocasión de haberla hecho ba-
jar durante el gobierno de don
Juan José de Austria. Ademas,
en un libro manuscrito que po-
seemos de aquella época, y se
titula : Diario de todo lo suce-
dido en Madrid desde el sábado
23 de Enero de 1^11^ que entró
el Sermo, Sr, D, Juan de A us-
tria , llamado de 8. M.^y com-
prende hasta 15 de Julio de
1678, se lee expresamente : ilDo-
mingo 25 de Abril; el caballo
de bronce que puso Valenzuela
en la fachada de palacio se baja
hoy y se vuelve á su sitio del Re-
tiro^ donde, sobre no haber ries-
go, logra la compostura del jar-
din y los que le miran lo perfecto
de la estatua que tiene encima y
la suya » , y más adelante inser-
ta el pasquin y coplas que cir-
cularon con este motivo y la
carestía de loe víveres.
€i A qné vino el Sr. D. Joaii ?
A bajar el caballo y sabir el pan.»
cFan 7 carne á quince y once,
Como fné el afio pasado;
Con qne nada se ha bajado
Sipo el caballo de bronce »
160 EL ANTIGUO MADRID.
tado á Felipe IV cinco mil doblones^ y representaba la.
oración de N, S. en el huerto de las Olivas. Habla también
de las ricas y primorosas tapicerías flamencas, y de los
frescos qne adornaban las paredes de las salas. Sobre todo,
el salón de audiencia ó de Embajadores era magnífica,
cubierto profusamente de ricos adornos dorados.
Los grandes calores del estío obligaron también á los
monarcas habitadores de aquel palacio á guarecerse con
gruesas paredes y economía eñ las luces. Por lo demás,
la distribución de las ventanas, su elegante adorno de
mármol y balaustres dorados , daban á la fachada princi-
pal y del Mediodía un aspecto exterior muy agradable, de
que puede formarse una idea por el grabado que inserta-
mos, conforme á la vista completa del alzado de dicho
palacio en el plano de Ambéres de 1556.
En el pabellón izquierdo es donde moró el Príncipe de
Gales cuando vino á Madrid, en 1623, á solicitar la mano
de la infanta D.' María, y delante de este pabellón existió
un pequeño parterre ó jardin cercado, que también está
señalado en el plano.
IL
DESDE EL ALCÁZAR Á LA CUESTA DE LA VEGA.
Las cercanías del antiguo Alcázar, y aun las del moder-
no Palacio hasta nuestros dias, presentaban por todas
partes un aspecto muy poco digno, ciertamente, de la
grandeza y decoro propios de la mansión Real. En vano
DESDE EL ALCÁZAR 1 LA CUESTA DE LA VEGA. 161
Carlos V y Felipe II, á costa de crecidos sacrificios, ha-»
bian adquirido considerable extensión de terreno, que se
llamó el Campo del iZéy, á la parte de Occidente, desde
la montaña qne hoy se llama del Príncipe Ptb, hasta el rio
Manzanares y cuesta de la Vega, y más allá, la inmensa
posesión de la Casa de Campo, comprada á los herederos
de D. Fadrique de Vargas, en 1558; en vano emprendieron
obras considerables, desmontes y plantíos en toda aque-
lla extensión, y muy especialmente en el trozo que media
entre Palacio y el rio, convertido por ellos en el ameno
tParqti€y que luego fué destruido injustamente, hasta que
le hemos visto reaparecer de nuevo más brillante en el
reinado actual. En vano hicieron desaparecer algunos
huertos y casuchos, asi como también la parroquia de San
Miguel de la Sagra, que estaba delante de la puerta prin-
cipal del Alcázar, y que se derribó y trasladó á otro sitio,
con el objeto de dejar desembarazada aquélla y regulari-
zar la explanada que hoy es plaza principal de Palacio.
Todo lo que consiguieron fué hacerle algo más accesi-
ble por este lado y formar aquella plaza, cerrándola con
un cuartelillo para la tropa y el edificio de las Caballeri-
zas Reales (Armería), quedando abierta por la parte occi-
dental, hasta que en tiempo de José Napoleón se hizo la
balaustrada de piedra que la limita y decora.
Por lo que hace á los demás frentes del Alcázar, per-
manecieron poco menos ahogados que en un principio, con
los barrancos, precipicios, huertas, conventos y callejue-
las de que nos ocuparemos á su tiempo.
Siguiendo, por ahora, en nuestro paseo mental, la di-
rección de la antigua muralla hasta la puerta de la Vega,»
tropezamos, en primer lugar, con el ya citado edificio
(aun existente) de la Armería Real, mandado construir ^^ Anncri»,
por Felipe II con destino á caballerizas ; sobre cuya obra
le escribía el mismo Felipe á su arquitecto Gaspar Vega,
I 11
162
EL ANTIGUO MADRID
desde Bruselas, en fecha 15 de Febrero de 1559, dicien-
do, entre otras cosas, lo siguiente: a:El tejado de las caba-
i>llerizas de Madrid queremos sea también de pizarra, y
}&de la facción de los de por acá; haréis se prevéngala
:» materia para ello y porque en el dicho cuarto ha de
}> haber mucha gente y paja y otras cosas peligrosas para
»el fuego, será bien que el primero y segundo suelo sean
D todos de bóveda, sin que en dichos suelos haya obra de
D madera, sino puertas y ventanas, y así lo ordenamos.:» Y
efectivamente, se verificó de este modo y cubrió con un
alto caballete apuntado, empizarrado y escalonado en for-.
ma de piñón á los costados, al gusto flamenco. De este
edificio, que ocupaba ademas, con sus accesorios por una
prolongación y figura bastante irregulares, gran parte de
lo que hoy es plazuela de la Armería, sólo se conserva el
cuerpo principal frente al Palacio , y que en su piso alto
encierra el inmenso salón de 227 pies de largo por 32 de
ancho que ocupa el magnífico Museo de la Armería Real,
mandado trasladar á él desde Yalladolid por el mismo
monarca Felipe II, el año siguiente de su terminación
(1565) (1).
(1) Limitados en esta obrita
á la parte histórica de los edifi-
cios, y no entrando en su plan
la descripción de ellos y de los
establecimientos , por la mayor
parte modernos, que contienen,
y que ya hicimos en distintas
ocasiones en nuestro Manual
m
descriptivo de Madrid ^ habre-
mos de abstenemos, aunque con
sentimiento, de reproducir aquí
lo que de esta Armería Real di-
jimos entonces; y decimos con
sentimiento, porque en ningu-
no de nuestros establecimien-
tos, palacios, ni museos, halla-
mos como en éste representada^
encamada, por decirlo asi, la
historia heroica de nuestra pa-
tria, las gloriosas páginas de
nuestros anales, desde Covadon-
ga á Granada, desde Otumbaá.
Lepanto, desde Túnez á Oran,
desde Pavía á San Quintín, des-
de Flándes á Ñapóles y Sicilia.
En ninguna se preseotan á núes*
DSSDE EL ALCXZ AR A LA CUESTA DE LA TEGA. 1 63
Un cnanto al grandioso arco nnido al mismo edificio, y
que sirve de ingreso á la plaza de Palacio, annqne pare-
ce formar parte de la primitiva constrnccion, no fué así;
pues consta qne dicho arco faé obra del tiempo de la mi-
noría de Carlos II, mientras la privanza de D. Fernando
de Yalenznela con la Beina Gobernadora; así es qne no
está señalado en el plano de 1556, como qne ánn no
existia.
Durante la dominación francesa se derribó muy opor-
tunamente la prolongación lateral de este edificio, des-
tinada á caballerizas y pajares, y que ocupaba, como que-
da dicho, casi todo el espacio que es hoy plazuela de la
Armeria, juntamente con las manzanas de casas, núme-
ros 444 y 46y que se levantaban é interponian entre dicho
tros ojos y se ofrecen más vi-
vas á nuestra imaginación el
varonil esfuerzo, el noble conti-
nente y la colosal fígura de un
Pelayo j de un Roldan , de un
Cid y de un. Bernardo, de un
Gonzalo y de un Cortés, de un
Colon y de un Cisnéros, de una
Isabel y un Carlos V; tipos to-
dos casi fabulosos, inmensos,
universales, y como no los ofre-
ce la historia de ninguna de las
naciones modernas; en ningu-
no, en fin, de nuestros museos ó
galerías (bien que enriquecidos
con las efigies y estatuas de
aquellos héroes, por mano de
los primeros artistas del mundo)
podríamos, como en éste, ver
por nuestros propios ojos, tocar
con nuestras manos aquellas la-
bradas armaduras, aquellos pe-
sados yelmos, aquellas reful-
gentes espadas que vistieron
aquellos cuerpos, que cubrieron
aquellas frentes y blandieron
aquellos brazos esforzados, y en
ninguna ocasión, por lo tanto,
podríamos dejar correr nuestra
pluma por el campo heroico de
nuestra historia, á impulsos del
amor pati io.
Pero repetimos que no lo cree-
mos^ dentro del plan que nos
propusimos en estos paseos ; y
contrayéndonos á evocar el re-
cuerdo históríco de la Armería
Real (acaso el único museo ó
establecimiento de esta clase
que nos trasmitieron los siglos
pasados), nos limitaremos á de-
cir que desde que el rey D. Fe-
164
EL AirnOÜO MADRID.
arco y la cuesta de la Vega, formando las callejuelas de
Pomar j de Santa Ana la Vieja j del^PostiffOy que hoy no
existen.
CisadeFftjei. SóIo quedó CU pié, enfrente á la Armería, la antigua
casa llamada de Pajes de S. M.j por haber sido destina-
da luego á este colegio Beal , pero que en lo antiguo per-
teneció á la familia j mayorazgo de los Gueuaras, ha-
biendo sido labrada en el siglo xvi por D. Felipe de Gue-
vara, señor de la casa de este apellido, gentil-hombre del
Emperador, muy valiente capitán y erudito anticuario,
autor de los Comentarios de la Pintura v de otras obras.
La manzana frontera á esta plazuela, y señalada con el
número 442 j estaba formada por las casas de los mayo-
razgos de Bamirez, condes de Bornos (derribada hace
OMa de Bornos
y otras.
lipe II dispuso su formación,
haciendo servir de base para ella
la multitud de objetos histó-
rico-militares que habia en Va-
lladolid y Simancas, fué conti-
nuada con exquisito celo por los
monarcas sucesivos, mandando
colocar en ella , no sólo las ar-
maduras y otros objetos anti-
guos que pudieron allegar, sino
también los modernos de su
propio uso, los ganados á sus
enemigos en los campos de ba-
talla, ó recibidos en obsequio
de los monarcas extranjeros. —
Entre aquéllos figuraba, como
glorioso trofeo de la victoria de
Pavía , la espada del rey Fran-
cisco I, rendida en aquella ba-
talla al español Juan de Orbie-
ta; pero después de haber bri-
llado en aquel sitio por casi tres
siglos, cúpole, en principios del
actual , al rey D. Femando VII
el triste privilegio de inaugurar
BU reinado en 1808 con el Real
decreto de 30 de Marzo, en que
disponia la entrega de dicha es-
pada al emperador Napoleón,
que habia gignificado que le se-
ria gra/o poseerla; cuya vergon-
zosa ceremonia se verificó al si-
guiente dia en manos del prin-
cipe Murat, gran duque de Berg,
y ahora se halla en el Museo de
Artillería de París, señalada con
el núm. 832 1 S. M. el rey
consorte D. Francisco de Ásis
tuvo la feliz idea de borrar en
parte aquel ignominioso recuer-
do, mandando reproducir exac-
tamente aquella famosa espada
y colocar esta preciosa copia en
el sitio en que estaba el original.
DESDE EL ALCÁZAR 1 LA CUESTA DE LA VEGA. 165
pocos añoSy asi como las de los Mndarras y Herreras), y
las de los Daqnes de Medina de Bioseco, que se incendia-
ron y demolieron á principios del siglo xvii. En el solar
que ocapó después toda la manzana 443 la moderna y
llamada del Platero (1) existió en lo antiguo el palacio cwa del Platero.
de los Daqnes de Alburqueqne, que acaso fué fundado y
habitado por el célebre privado D, Beltran de la Cueva,
primero de aquel titulo, sí bien más adelante, en la calle
Mayor, existe aun hoy otra casa que fué de los mismos
mayorazgos y pero que no creemos existiera ya en tiem-
pos de Enrique IV.
Contigua al edificio moderno de la casa del Platero y caaa de Maiptca.
al opuesto lado de la mezquina callejuela llamada de Mal-
pica , se alzó la antiquísima casa (hoy derribada también)
de los marqueses de este titulo y de Povar, que en lo anti-
guo perteneció á la familia de los Bozmedianos, que des-
empeñaron los elevados cargos de secretarios ó ministros
del Emperador y de su hijo Felipe II; siendo tradición
que el primero de aquellos monarcas paró más de una
vez en Madrid en las casas del secretario Juan de Bozme-
diano (aunque la principal de esta familia y á que pueda
referirse aquella estancia no era ésta, sino la que se alza-
ba en el solar que hoy ocupa la de los Consejos, frente á
Santa Maria).
(1) Este nombre le ha que-
dado por haber sido construida,
á principios del siglo pasado,
por un rico comerciante joyero,
llamado Jorge Santos^ que solía
decir «que, después de haber
ileyantado aquel palacio, le que-
sdaba todavía una onza para
i>poner debajo de cada teja.»
Posteriormente su viuda y he-
redera, Z).' Josefa Abady fundó
sobre dicha casa varías obras
pías en favor del colegio de
San Eloy de Plateros, de quien
lo adquirió, sin duda, el Estado,
á principios de este siglo, para
la Caja de Amortización y Cré-
dito público, y colocando luego
el Colegio Naval, el Tribunal
de Cuentas y la Administración
Económica, hasta que reciente-
mente ha sido derribada.
166 EL ANTIGUO MADRID.
Casa de B«na*
Tente,
En esta de Malpica nació, en 1548, la heroica y desgra-
ciada D,* Juana Coello y BozmedianOy esposa del secreta-
rio de Felipe II, Antonio Pérez j que, no contenta con fa-
cilitar la evasión de su marido de la rigorosa prisión en
que estaba, y atraerse por esta causa las más inhumanas
persecuciones , hizo grandes viajes por mar y tierra en su
seguimiento y defensa, fué modelo de amor conyugal, de
valor y fortaleza. Esta casa debió ser la última de Madrid
por aquel lado y estaba unida á la primitiva muralla, que
bajaba por detras de ella y de la cuesta llamada de Ra-
món ^ á volver por el Pretil de los Consejos á la calle
Mayor.
La casa contigua de los Duques de Osuna y Benaven-
te, que se ve después á la bajada, debió construirse sobre
las ruinas de la primitiva muralla, y aun sospechamos
que la otra casa más abajo, conocida también por la chica
de Osuna , fuera en gran parte la misma fábrica en que
estaba colocado el hospital de San Lázaro, destinado á la
cura de leprosos, y que dio nombre al callejón contiguo,
que aun conserva.
Yc^^ *^® ^* La puerta única de Madrid por aquel lado era la de la
Vega, pues no existia todavía la de Segovia^ ni el trozo
de calle que va al puente, ni éste tampoco, que fueron
obras todas del siglo xvi. Dicha puerta de la Vega, ó Al-
vega^ que interrumpia la fortísima muralla, y era, según se
concibe del Plano , de enttada angosta y estaba debajo de
una fuerte torre, tenia dos estancias; en el centro déla
de adentro habia dos escaleras, á cada lado la suya, por
donde se subia á lo alto; en la de afuera habia, en el punto
del alto, un agujero, donde habia oculta una gran pesa de
hierro, que en tiempo de guerra dejaban caer con violen-
cia sobre el enemigo que intentase penetrar; en medio de
las dos estancias aparecían las puertas, guarnecidas por
una gran hoja de hierro y muy fuerte clavazón.
DESDE EL ALCÁZAR 1 LA CUESTA DE LA VEGA. 167
Pero este edificio y trozo de mnralla desapareció hace
dos siglos por lo menos, y ni siquiera el portillo que lo
«ustitu JÓ mas arriba, y se renovó en el último , existe ya,
annqne si lo hemos alcanzado á ver todavía con su efigie
de piedra en lo. alto de él, representando la imagen de
nuestra Señora de la Almudenaj patrona de Madrid, que
fué hallada, según la tradición, en un cubo de esta mu-
ralla, cerca del Almudin ó Albóndiga de los moros ; ha-
biendo permanecido oculta en él, según se cree, desde
que lo fué por los fieles en tiempo de la invasión, durante
trescientos setenta y tres años , que al decir de los auto-
res duró en Madrid la dominación sarracena, hasta el 9
<le Noviembre de 1083, en que fué hallada por el mismo
Bey conquistador , como asi lo expresaba la inscripción
puesta en el nuevo arco ó puerta, construida en 1708 y
derribada en nuestros dias.
El recuerdo de esta milagrosa imagen, y su inmedia- igiesiadesacta
cion, nos lleva naturalmente á la vecina iglesia parroquial
de Santa María y matriz de la villa, donde original se con-
flerva y venera todavía dicha imagen. La fundación de
esta iglesia es tan remota , que está envuelta en la mayor
oscuridad. Hay quien la supone nada menos que del tiem-
po de los romanos, asegurando ser en ella donde se pre-
dicó por primera vez el Evangelio en Madrid, y añadien-
do que después fué colegiata de canónigos reglares; otros ••
la señalan origen en tiempo de los monarcas godos, aun-
que no fijan precisamente la época; pero unos y otros con-
vienen en que sirvió de mezquita á los moros, y fué puri-
scada y consagrada después de la restauración por el rey
D. Alfonso el VI. Posteriormente, en varias ocasiones se
trató de sustituir este templó , venerable por su antigüe-
dad é historia, aunque mezquino en su forma y dimensio-
nes, por una catedral ó colegiata digna de la capital del
reino, y aun obtenidas las bulas al efecto en el reinado da
168
EL ANTIGUO MADRID.
Felipe IV, se sentó solemnemente la primera piedra para
esta naeva constrnccion , en la plazoleta que se forma de-
trás del templo actual (1).
(1) El proyecto de erigir en
Madrid nna catedral, ó por lo
menos de ampliar, restaurar y
consagrar á este objeto la anti-
quísima iglesia primada de San-
ta María, data de los tiempos
del emperador Carlos V, que ga-
nó bula al efecto en 23 de Julio
de 1518, expedida por el Sumo
Pontífice León X ; pero no tuvo
lugar por entonces, por la opo-
sición del cardenal arzobispo de
Toledo Guillermo de Croy. Re-
novóse un siglo después, reinan-
do Felipe III, que al efecto ob-
tuvo nueva bula de Clemen-
te VIII , aunque tampoco tuvo
resultado, siempre por la oposi-
ción del arzobispo toledano, á
la sazón cardenal de Sandoval y
Rojas. Últimamente , en el rei-
nado de Felipe IV se dio un
paso más en este desgraciado
asunto, á consecuencia de la de-
terminación expresa que en su
testamento hizo la reina doña
lBal)el de Borbon, en 12 de No-
viembre de 1623, de dotar á la
futura catedral con sesenta mil
duccuios ; y habiendo ademas el
Rey admitido el donativo ú ofer-
ta de la villa de Madrid de otros
ciento cincuenta mil ducados^ se
nombró una Junta de prelados
y otros altos funcionarios para
determinar la fundación, se lla-
maron arquitectos que levanta-
ran los planos del suntuoso tem-
plo , y la villa de Madrid, ade-
mas dé su cuantioso donativo
ofrecido, determinó ceder el si-
tio competente, señalando el que
ocuparon las casas del Duque de
Medina de Rioseco, almirante
de Castilla (que poco antes ha-
bían sido presa de las llamas), y
estaban contiguas 6 la iglesia de
Santa Marta, dando /rente á lo
que es hoy arco de la Armería.
Con lo cual dispuso el rey don
Felipe IV celebrar una función
solemne para el acto de colocar
la primera piedra del santo tem-
plo. Esta función (que describe
prolijamente Vera Társis en sa
Historia de la Virgen de la Al-
mud ená) tuvo lugar el dia 15 de
Noviembre de 1623, con una
pompa y una magnificencia sin-
gulares, y con asistencia del Rey
y toda su corte, las Comunida-
des, clerecía y Ayuntamiento
de Madrid , los Consejos , caba-
lleros de las Ordenes militares,
etc. , y entre ellos el Fénix de
los ingenios, Frey Lope de Vega
Carpió , que la describe florida-
mente en el Poema que dedicó
á aquella sagrada imagen.
A pesar de todo este entu-
DESDE EL ALClZAR 1 LA CUESTA DE LA VEGA. 169
Pero el respeto y veneración que éste inspiraba fué
siempre causa de no llevarse á cabo el pensamiento ^ con-
tentándose sólo con reparar y adornar el antiguo, aunque
de una manera bien pobre por cierto. Su interior tampo-
co ofrece grandes objetos de alabanza (aunque fué res-
taurado en lo posible á fines del siglo anterior por el céle-
bre arquitecto D. Ventura Rodríguez), siendo lo más no-
table la capilla de los Bozmedianos , que da frente á la
entrada principal y fué construida por aquella ilustre fa-
milia, que ya hemos dicho que tenia casas allí cerca á
mediados del siglo xvi (1).
Frente á la iglesia de Santa María, y donde se eleva hoy paiaofo de vca-
el hermoso palacio conocido por los Consejos y mandado ^*^'°*^'^^^'
construir en los primeros años del siglo xvii por D. Cris-
tóbal Gómez de Sandoval y doña María Padilla, duques
de Uceda, ministro aquól y mayordomo mayor del rey
D. Felipe III, é hijo del famoso Duque de Lerma, favo-
rito del mismo monarca, se alzaban antes dichas casas
principales de los Porras, Bozmedianos y otras familias
nobles, cuyos edificios debieron síer tan considerables, que
en uno de ellos moró D, Juan de Austria ^ el vencedor de
Lepan to, los ministros y secretarios del Emperador, y aun
este último , en algunas ocasiones , y fueron derribados
para la construcción del ya citado palacio de los Duques
de Uceda á principios del siglo xvii : encomendada su
construcción al arquitecto Juan Gómez de Mora, dejó en
giasmo, y del empeño que tuvo haberse designado á Madrid por
al principio el Rey, no llegó si- silla episcopal en el último Con-
quiera á empezarse la obra de la cordato, que tampoco ha llega-
nueva iglesia, quedando 'aban- do á cumplirse,
donado este proyecto, hasta que (1) Esta antiqufsiraa párro-
ca el reinado actual ha vuelto á quia ha sido derribada al fin en
renovarse, á consecuencia de 1870.
170 EL ANTIGUO MADRID.
el consignado su severo gusto artístico , asi como el due-
ño su esplendidez y opulencia, bien que á costa de mu-
chas y acerbas sátiras disparadas con este motivo por par-
te del cáustico Conde de Villamediaua y otros poetas de
8U tiempo. En este palacio vivió después el valido de Fe-
lipe IV, J9. Luis Méndez de HarOj marqués del Carpió^ y
piás adelante la reina viuda d^ña Mariana de Austria^ al
regreso de su destierro de Toledo, y en el mismo falleció
en 16 de Mayo de 1676. Adquirido después por el Esta-
do, en el reinado de Felipe V, en 1747, fueron coloca-
dos en él los Consejos Supremos de Castilla é Indias, de.
Ordenes y de Hacienda , la Contaduría mayor y Tesore-
ría general, hasta que, extinguidos aquellos tribunales, so
hallan hoy establecidos en él el Consejo de Estado y la
Capitanía general.
Coino al frente de la embocadura de la calle del Fac-
tor por la Real de la Almudena (hoy plazuela de los Con-
sejos), é interrumpiendo la muralla primitiva que se cree
haber existido en Madrid, se alzaba la otra de las dos
puertas, únicas que debió contar el primitivo recinto de
esta villa, y que fué conocida después con el nombre de
Atoo de Santa ^^.^^ d^ Santa María, Esto famoso arco (único testi-
Maria. ^ ^
motiio que quedaba ya hace tres siglos de aquel estrechí-
simo recinto) fué derribado en 1569, en ocasión de la en-
trada de la reina doña Atia de Austria, esposa de Feli-
pe II , y para ensanchar el paso.
«Era (según el maestro Juan López de Hoyos, docto
madrileño , que escribió una obra muy curiosa para des-
cribir aquella solemnidad) una torre caballero fortisima,
»de pedernal, y estaba tan fuerte, que con grandísima di-
Dficultad muchos artífices con grandes instrumentos no
»podian desencajar la cantería, que entendieron que no
]e>era pequeño argumento de su antigüedad. }» Estas son
las palabras únicas que estampó el maestro Hoyos , refe-
DESDE EL ALCÁZAR A LA CUESTA DE LA VEGA. 171
rentes á dicha puerta ó arco de Santa María; y las repro*
dncimos integras (tomándolas del ejemplar rarísimo^ aca-
so único, de dicha obra que existe en Madrid y tenemos
a la vista), para denunciar la inexactitud con que el licen-
«ciado Quintana atribuyó al maestro López de Hoyos la
peregrina especie de que en los cimientos de dicho arco
se hallaron unas láminas dé metaly en las cuales estaba es-
crito (no dice en qué lengua) que aquella muralla y puer-
ta se habían hecho en tiempo de Nabucodonosor ; de lo cual
deduce el mismo Quintana, y dedujeron otros cronistas
matritenses , el paso de aquel famoso guerrero por esta
villa; aunque, con permiso del licenciado historiador, nos
atreveremos á dudar que haya tenido el honor de alber-
garle en sus muros, á no ser bajo la forma del Bruto de
JBabiloma , en la antigua comedia de este titulo, ó en es-
tos últimos años en la ópera de Verdi exhibido por la per-
sonalidad de Ferri ó de Ronconi, — Sobre el derribo de
esta torre ó puerta se construyó por entonces otro arco
más grande, que se llamó de la Almudena y fué también
derribado posteriormente.
El elegante edificio que da frente al de los Consejos ca» de loe cue-
j que ha renovado su dueño el señor Duque de Abrán-
tes , perteneció antes á la familia de los Cuevas y Pa-
checos , y forma en el dia por uno de sus costados , y
formaba ya en el siglo xvr, la estrecha callejuela del Ca-
marín de Santa María (hoy de la Almudena); en ella
tuvo lugar el alevoso asesinato del secretario de D. Juan
de Austria, Juan de Escobedo, mandado ejecutar por or-
den de Felipe II y por el intermedio de su ministro An-
tonio Pérez (1).
(1) Esta callejuela ha des- casa la ha adquirido para sus
«parecido coa el derribo de la oficinas el dueño de La Corres-
iglesia de Santa María , y esta pondencia de España,
VñU»
172
EL ANTIGUO MADRID.
GMAdelaFxin-
deEboU.
Detras de esta casa, formando escuadra y parte de la
manzana, se mira aun en pié la que fué propiedad de Ruy
Gómez de Silva, duque de Fastrana, mayordomo y favo-
rito de Felipe II, y de su mujer, la célebre doña Ana de
Mendoza y la Cerda, princesa de JEboli, que tanto influjo
ejerció en el ánimo de aquel austero monarca, y cuya in-
fidelidad y relación amorosa con el célebre Antonio Pérez,
ya citado, fué, sin duda, causa de la trágica muerte de
Juan Escobedo y de la horrible persecución suscitada por
la venganza del Key contra su infiel privado. Aun se veia
también en el costado de la izquierda de Santa María, qap
da frente á esta casa, la pequeña puerta en cuyo quicio es
fama que el burlado y vengativo Monarca asistió embo-
zado á ver tomar el coche al objeto de su cariño , la no-
che misma que partia para ser conducida por orden suya
á la torre de Finto. La casa pertenece hoy al colegio de
niñas de Leganés, y es la señalada con el número 4 nue-
yo (1).
(1) Antonio Pérez (según el
maestro Juan López de Hoyos,
y confirma Alvarez Baena, pro-
lijo biógrafo de los hijos ilus-
tres de Madrid) nació en esta
villa, en la parroquia de Santa
María (probablemente en las ca-
sas citadas de Bozmediano, en
que vivió su padre el secretario
Gonzalo Pérez), á 6 de Mayo de
1634. — Introducido en la corte
desde sus más tiernos afios, lle-
gó, por la alta posición de su pa-
dre y por el influjo del mayor-
domo ó ministro Ruy Gómez de
Silva, á captarse la voluntad de
Felipe II, por su gran talento y
extensos conocimientos, adqui-
ridos en las Universidades de
Alcalá, Salamanca y Padua; y
tanto, que á la muerte de su se-
cretarío Francisco de Eraso le
sucedió en el despacho de Esta-
do, y desde 1570, en que esto
acaeció, y durante diez afios, des-
cargó Felipe en él todo el peso
de su inmensa dominación, y le
reveló la misteriosa clave de su
profunda política. — El secreta-
rio ó favorito (preciso es reco-
nocerlo) no correspondió como
debia á tan espléndido favor;
pues, según se infiere claramen-
te de sus mismas Relaciones y
de su largo y ruidoso Proceso^
impresos ambos, no sólo se ne-
DESDE EL ALCÁZAR 1 LA CUESTA DE LA YEOA. 173
A espaldar de esta casa, y formando con ella la manza- c»» ^ pretor,
na 440, qae sube al pretil, y por donde corría la supuesta
muralla del primer recinto que hoy nos ocupa, estuvieron
en el siglo xvi las casas del Factor Fernán López de Ocamn
po (que dio nombre á la calle), á la esquina de la del
Viento. La 437 , 38 y 39, que formaban las calles y pla-
zuela de Rébeque y de Nóblejasj de San Gil y del 2m/o, uSfy BetoSne!
fueron derribadas por los franceses, y reconstruidas mo*
demamente bajo otra forma. En ellas estaban las suntuo-
sas casas ó palacio de los Borja^j que habitó el Marqués
de Lombay y Duque de Gandía San Francisco de Borja^
en la misma nació su primogénito y heredero , y poste-
tregó á toda clase de excesos y
dilapidaciones en su elevada po-
sición , sino que se atrevió tam-
bién á sostener la rivalidad y
competencia con el mismo Mo-
narca cerca de la viuda de Ruy
Gómez de Silva, doña Ana de la
Oerda, princesa de Mélito y du-
quesa de Pastrana, mujer de un
oir&cter resuelto é intrigante,
que habia llegado con sus atrac-
tivos ( á pesar de ser tuerta) á
dominar la austera entereza de
Felipe , para luego serle infiel.
— El asesinato del secretario
Juan de Escobedo, enviado de
D. Juan de Austria, ejecutado
efectivamente en el callejón de
Santa María, por disposición de
Pérez, aunque en virtud de man-
dato expreso del Rey, no fué
más que una horrible trama ur-
dida por Antonio y la Princesa
para deshacerse de este testigo
importuno y reprensor de sus
extravíos; habiendo hallado me-
dios de malquistarle con el Rey,
suponiéndole planes tenebrosos
de conspiración, y hasta preten-
siones amorosas cerca de la mis-
ma Princesa. Con lo cual , irri-
tado Felipe, autorizó aquel aten-
tado, que muy gustoso se prestó
á consumar Antonio Pérez. —
Llegó, sin embargo, al cabo de
algún tiempo , la verdad de la
traición de éste y de la Princesa
á oídos del Rey, y subiendo has-
ta un punto indecible su indig-
nación contra el pérfido minis-
tro y su infiel favorita, permitió
aparecer á éste como reo único
del asesinato de Escobedo, man-
dóle prender en la noche de 28
de Julio de 1579, al mismo tiem-
po que confinaba á la torre de
Pinto d la Princesa, y fulminó
contra aquél el célebre proceso
que duró largos años. Fué redu-
cido á prisión, primero en su
174
EL ANTIGUO HADBID.
riormente el famoso poeta príncipe de Esqailache (1).
Después esta casa, y la plazuela en que estaba situada, se
llamó de Rebeque^ por corrupción del nombre del embaja-
dor de Holanda Mr. Eobekj que la habitó largos años. —
AUi estaban también las casas de los condes de Noblejas,
do los Espinosas, Guevaras, Zarates, Granados, Barrio-
nuevos y otros ilustres apellidos, y finalmente, formaba
la manzana 434 á la izquierda, que subía al pretil de Pa-
lacio, el convento é iglesia de San Gil, fundado por Fe-
lipe III, adelantando bastante á la plaza principal de Pa-
lacio , hacia el nuevo arco , según se ve en el antiguo pía-
casa propia, en la plazuela del
Cordón , luego en las contiguas,
que fueron del cardenal Cisne-
ros , donde sufrió los horrores
del tormento, y de donde al fin,
próximo á subir al patíbulo, pu-
do evadirse milagrosamente,
merced al ingenio y heroicidad
de su esposa doña Juana Coe-
11o, la noche del miércoles San-
to, 18 de Marzo de 1590, fugán-
dose á Aragón. Alli, con su gran
influencia y travesura, sublevó
á favor suyo á aquel antiguo
reino , de que sobrevinieron las
formidables revueltas que die-
ron por resultado sangrientas
guerras, el suplicio del Justicia
mayor, Juan de Zanuza, y la
desaparición de los fueros ara-
goneses.— Antonio Pérez, fuga-
do nuevamente á París ^ repre-
sentó todavía un importante
papel en aquella corte y en la
de Inglaterra , continuó su vida
agitada, sus intrigas y sus es-
critos políticos, hasta que falle-
ció en el mismo París, en 1611,
siendo sepultado en el convento
de los Celestinos de aquella ca-
pital, que hoy no existe.
(1) Don Franctsoo de Borja
Y Araqo^ y principe de Esquila-
dle , nieto de San Francisco de
Boija, nació en Madrid y en sus
casas propias, en 1582; y en las
mismas falleció en 26 de Octu-
bre de 1668 , siendo sepultado
en la bóveda de la capilla lla-
mada de los Borfas, en la Real
iglesia de San Isidro , entonces
Colegio imperial de los Jesuí-
tas. Fué Virey del Perú y des-
empeñó otras elevadísimas dig-
nidades; pero su principal re-
nombre lo debe á sus numero-
sos escritos, ó sea la colección
de obras poéticas, que figuran
como una de- las más preciadas
joyas de nuestro Parnaso en el
siglo XVII.
DESDE EL ALCXZAR 1 LA CUESTA DE LA VEGA. 175
no, con lo que quedaba esta plaza bastante irregular.
Nada de esto existe ya, y todo faé derribado por los fran-
ceses, como lo fueron asimismo varias otras manzanas de
casas más allá de este recinto, y en lo que hoy es plaza de
Oriente , de que nos ocuparemos cuando la serie de nues-
tros paseos en la primera ampliación de Madrid nos trai-
gan de nuevo á estos sitios.
SEGUNDO RECINTO MURADO DE MADRID.
Supuesto y recorrido ya en nuestro primer paseo el
primitivo y reducido recinto de la villa de Madrid, vamos
á hacerlo ahora del segundo, y ciertamente averiguado,
con que aparece por primera vez en la Historia, en tiem-
po de la dominación de los moros, y el mismo con que
fué reconquistada á fines del siglo xi por las armas victo-
riosas de Alfonso el VI de Castilla.
De este recinto, bastante mayor que el primero y fuer-
temente amurallado y no cabe la menor duda; tanto por
haber per^ianecido gran parte de su fortificación hasta el
siglo XVI, y hallarse descrita por testigos oculares, cuanto
porque la hallamos clara y distintamente sepalada en el
Plano efe Ambares (tantas veces citado en nuestra Intro-
ducción), y sobresaliendo por entre los edificios apiñados,
construidos á sus pies, varios lienzos y cubos de la citada
muralla por casi toda su extensión ; aun ahora mismo, en
nuestros dias , se han hallado en varios de aquellos pun-
tos, y con motivo de derribos recientes, restos de ella,
que marcan perfectamente su dirección y forma.
Si esta muralla fué anterior á los moros y aun á los
godos, y obra de los romanos del tiempo de Trajano, co-
mo quieren los historiadores matritenses, que adjudicaron
á los griegos la primitiva de su pretendida Mantua, ó si
SEGUNDO BECINTO MURADO DE MADRID. 177 ,
fué (como es muy verosímil) obra de los mismos musul-
manes en su larga dominación, es cuestión que no pre-
tendemos decidir. Bástenos saber que dicha muralla, que,
según el testimonio de Marineo Sículo j Gonzalo Fer-
nandez de Oviedo , ostentaba ciento veintiocho torres ó
cubos, era de doce pies de espesor , de sólida cantería y
argamasa, y que su dirección demostrada era la siguiente:
Arrancando por defras del Alcázar, y en la parte baja, *^°*»"»*
del lado que mira al Poniente (no, como repiten todos los
historiadores, en el mismo Alcázar, sino así como deci-
mos y está señalado en el plano), continuaba recta á la
puerta de la Vega, que venía á estar frente al callejón de
San Lázaro, y penetrando luego por el sitio de éste, ba-
jaba á las huertas del Pozacho , que se hallaban en lo que
después formó la calle nueva de la Puente (de Segovia),
hacia las antiguas casas de la Moneda, dirigiéndose luego
á ganar la altura frontera de las Vistillas por la Cuesta
de los Ciegos. Ya en dicha altura , revolvía con dirección
al Este por detras del antiguo palacio del Infantado y ca-
lle de Don Pedro ó de la Alcantarilla , hasta salir detras
de San Andrés al sitio conocido aún hoy por Puerta de
Maros, por la que allí se abria, mirando al Sur. Continua-
ba después sobre los límites de la misma alcantarilla ó
cava, entre las que hoy se denominan Cava Baja y calle
del Almendro, en dirección al sitio donde se abria la
puerta llamada en lo antiguo de la Culebra ó del Dragón,
y después Puerta Cerrada, cuyo nombre retiene. Luego,
siguiendo sobre la cava (foso) de San Miguel, se iba
elevando por detras de donde hoy está la Escalerilla
de Piedra, hasta la altura de las Platerías, donde, como
al frente de la calle de Milaneses, abria su puerta princi-
pal (la de Guadalajara), Penetraba luego por entre las
calles del Espejo y de los Tintes (hoy de la Escalinata),
á los Caños del Peral , y cambiando de dirección al fren-
L 13
178 EL ANTIGUO MADBID.
te de la subida de Santo Domingo, abría la última pnerta^
llamada de Balnadú, cerca del Alcázar, con el que se-
guia á cerrar después. — Tal era el recinto verdaderamen-
te averíguado del Madrid morisco, á que se pudieran aña-
dir los dudosos arrabales extramuros ( que , sin embargo,
no aparecen mencionados hasta un siglo después de la
conquista), y que fueron incorporados más tarde al resto
de la villa. Seguiremos, pues, por ahora nuestros paseos
por el interior de la muralla, y recorreremos luego los
arrabales^ que, andando el tiempo, hablan de convertirse
en centro de la población.
II,
DESDE LA PUERTA DE LA VEGA 1 PUERTA DE MOROS.
Detras del pretil de los Consejos, por donde supusimos
que cerraba el primer recinto de Madrid , se ofrecen al
paso la estrecha callejuela del Estudio de la Villa, la pla-
zuela de la Cruz Verde, y los derrumbaderos , más bien
que calles, de la Ventanilla y de Ramón, que desembocan
en la calle de Segovia (1). En dicha callejuela del Estudio,
y con el número 2 nuevo de la manzana 189, existia hasta
poco há la casa á que debe su nombre, qne fné Estudio
público de humanidades, pagado por la villa de Madrid, el
(1) Desde el pretil de los á asistir ¿ la solemne ceremonia
Consejos al frontero barrio de de inauguración, el 31 de Enero
la Morería se ha echado al fin, de 1872, como cronista de Ma-
en 1872, el puente ó viaducto drid, y más bien como autor del
quejo propuse en 1846alAyun- pensamiento,
tamiento, habiéndome invitado
DESDE LA PTA. DE LA VEGA 1 PTA. DE HOBOS. 179
I
mismo que regentaba, á mediados del siglo xvi, el maes-
tro Juan López de Hoyos, y á que asistió el inmortal Cer-- .^^^ ^ ^*
ventea (1). Esta casa, propiedad entonces de Madrid, per-
tenece hoy á los Condes de la Vega del Pozo, y tiene su
(1) El maestro Juan López
DB Hotos, célebre catedrático
de buenas letras en el citado es-
tudio, sostenido por la villa, fué
natnral de Madrid , sacerdote y
cura párroco de San Andrés,
donde murió y fué sepultado en
1583. Su principal celebridad
respecto á la villa de Madrid es
por haber escrito y publicado
tres libros (hoy muy raros) , ti-
tulados, el uno , Historia de la
enfermedadj tránsito y. exequias
de la serenísima reina doña Isa-
bel de Vahis (Madrid, en 8.",
1569), en el cual hay dos car-
tas donde habla con su natural
entusiasmo y buena fe de las
antigüedades de esta villa , y al
fin hace un discurso titulado:
Declaración de las armas de
Madrid, por manera curioso y
peregrino. En este libro es don-
de se hallan varios versos de
Miguel de Cervantes, á quien el
autor apellida su caro y amado
discípulo» — Otro libro escribió
el maestro Hoyos en 1568, titu-
lado Relación de' la muerte y
honras fúnebres del serenísimo
principe D. Carlos , y por últi-
mo, otro en 1572, del Recehi-
mtento que hizo la villa de Ma-
drid á la serenísima reina doña
Ánade Austria, sumamente cu-
rioso por los detalles que da en
él de la topografía de Madrid
en aquella época. — De estos li-
bros (cuyos ejemplares rarísi-
mos tenemos á la vista , y de
que daremos más pormenores
en el Apéndige) es de donde
todos los historiadores de Ma-
drid tomaron la multitud de fá-
bulas y extravagantes deduc-
ciones sobre la antigüedad y
grandezas de esta villa, que ins-
piraban al, buen maestro Juan
López su patrio entusiasmo y
su afición á lo maravilloso. To-
dos estos libros son, por lo de-
mas, de tan escaso mérito lite-
rario, por su indigesta erudi-
ción , absoluta falta de crítica y
afectado estilo, que hubieran
desaparecido por completo si la
crítica moderna no hubiera ha-
llado en ellos algunas noticias,
triviales entonces, que al autor
se le escaparon, sin pensarlo
acaso , de los sitios principales
de Madrid en aquella época, y
esos versillos hechos á nombre
del Estudio por su caro y ama-
do discípulo Miguel de Cer-
vantes, que han servido á los
biógrafos de este insigne escri-
tor para computar los primeros
años de su vida.
180
BL AKTIGÜO MADRID.
. entrada por dicha calle, llamada hoy de la Vüla, y otra
fachada á la calle de Segovia, al número 24 nuevo (1).
tmRoSi^^ ^ ^^® ^^^ esquina y vuelve á la plazuela de la Cruz
Verde y calle de Segovia perteneció en el siglo xvn al
maestro Bernardo de Clavijo, y posteriormente, k princi-
pios del siglo XVIII, fué de Sebastian de Flores, maestro
herrero de la Beal casa, con cuya hija doña Josefa estu-
vo casado el célebre arquitecto D. Vetitura Rodríguez, que
poseyó por mitad esta casa y habitó en ella en el piso ter-
cero, donde falleció (2).
piatneía de la I^a plazoletsLQue sc fonua delante, tomó el nombre de
la Cruz Verde, por una grande de madera pintada de este
color, que sirvió en el último auto general de fe de la Su-
prema Inquisición, y se hallaba colocada en el testero de
dicha plazuela, en el murallon de la huerta del Sacramen-
to, á donde ha permanecido hasta nuestros dias, en que ha
caido á pedazos por el trascurso del tiempo. En el mismo
sitio se ve hoy una fuente, construida en 1850, cuando se
suprimió la general de Puerta Cerrada.
Calle de Segó- ^^ tro?o de Calle de Segovia comprendido entre dicha
plazoleta de la Cruz Verde hasta la muralla antigua es-
taba ocupado por las huertas del PozacJio, y se cree tam-
bién que hubo allí baños públicos en tiempo de los ára-
bes; pero no tomó forma de calle hasta que, destruida la
muralla , continuaron en su direcciotí , y las de la nueva
salida al campo, las construcciones de casas á uno y otro
vía.
(1) Habiéndose derribado por
ruinosa dicha casa en 1870, su
propietaria la Sra. Condesa de la
Vega del Pozo me invitó á re-
dactar, como lo hice, una ins-
cripción conmemorativa de ha-
ber estado en ella el Estudio
público de la villa, á que asistia
Cervantes, y la hizo esculpir en
letras de oro en una magnífica
lápida de mármol de Carrara,
que se colocó sobre la puerta de
la casa nueva.
(2) Poseí esta casa desde
1824 hasta 1856, en que le
vendí.
DESDE LA PTA. DE LA YEQA 1 PTA. DE MOROS. 181
hdo; siendo acaso las primeras las dos, una enfrente de n^ST*^*^ ^^
otra, destinadas á la fabricación de la moneda (qne en-
tonces, como es sabido , era un privilegio afecto al oficio
de tesorero, enajenado de la Corona, y no recuperado por
esta hasta el siglo pasado), y ba continuado en el mis-
mo destino á ambos edificios, por cierto bien impropios
é indignos de tan importante fabricación (1). — Los de-
mas edificios de este trozo de calle (que por largos años
se tituló Nueva del Puente^ por dirigirse á la célebre obra
de Juan de Herrera, construida sobre el rio Manzanares
en el reinado de Felipe II) son más modernos, y carecen
de títulos ó recuerdos históricos, á excepción del antes
indicado número 24, que sirvió de Estudio de la Villa y
tiene, como dijimos, su entrada por la callejuela de este
nombre. — En la manzana frontera, señalada con el nú-
mero 136, entre la costanilla de San Andrés y la plazoleta ^ ^^^ 7^*
y cuesta llamada de los Caños Viejos , hay varias casas de
sólida y moderna construcción. La última, algo más anti-
gua y conocida (acaso por su afortunado dueño) con el
nombre de la Casa del Pastor (2), tiene la particularidad Cwa del Pa«tor.
de que, estando colocada entre la calle baja de Segovia y
el final del callejón ó plazuela del Alamillo , da salida á
ésta como piso bajo por el que es segundo en aquélla.
En el costado de dicha casa que mira á la plazoleta estuvo
la fnentecilla que se llamó de los Caños Viejos de San Pe-
(1) Estas cusas perdieron su
objeto cuando se construyó en
1868 la nueva y magnifica casa
de Moneda en las afueras de
la antigua puerta de Recoletos.
(2) Llamada asi, á lo que pa-
rece, porque en el siglo pasado,
habiendo muerto su poseedor
sin . dejar herederos , tuvo la
ocurrencia de legarla al primero
que entrase el dia de su entierro
por la puerta de Segovia ; y ha-
biendo sido un pastor con su
rebaño de merinas, le fué adju-
dicada la casa por los testamen-
tarios.
182 EL ANTIGUO MADBID.
dro, y sobre ella hay un escudo con las armas de Madrid»
Trepando y más bien que subiendo, por aquella esca-
brosa cuesta, ó la contigua de los Cielos , se penetra en el
tortuoso laberinto de callejuelas ^ boj en gran parte con-
vertidas en ruinas, conocido por la Morería, Este distrito
puede dividirse en dos trozos : el primero , comprendido
desde la muralla antigua, entre las casas del Duque del
Infantado y de la calle llamada boj de Don Pedro, hasta
puerta de Moros y plazuela y costanilla de San Andrés;
y el segundo, entre dicho San Andrés y Puerta de Moros,
hasta donde estaba la Puerta Cerrada, entre las cavas de
San Francisco y San Miguel. Quizás sea ésta la misma
división que antes se designaba con los nombres de Mo-
rería vieja y nueva. Nos ocuparemos antes del primero de
dichos trozos.
Lo estrecho, tortuoso y laberíntico de aquellas calle-
juelas, Real d£ la Morería^ del Granado y del Yesero ^ de
los Mancebos j del Aguardiente ^ del TorOj de la Redondi-
lla, etc.; los rápidos desniveles del suelo, la caprichosa y
estudiada falta de alineación en las casas, y los restos que
aun quedan de algunas de ellas, que han resistido al poder
del tiempo hasta nuestros dias, están evidentemente de-
mostrando su origen arábigo, como las calles de Toledo,
Granada, Sevilla y otras muchas de nuestras ciudades
principales; pero la modestia misma de las ruinas que aun
puedan sospecharse de aquella ¿poca, y la carencia abso-
luta de algunas construcciones importantes, tales como
palacios, mezquitas, fábricas, baños, hospitales, que tan
frecuentemente se encuentran en las ciudades muslímicas,
da claramente á entender la poca importancia que pudo
tener el Madrid morisco, ó por lo menos este distrito, á
pesar de los poéticos arranques de sus entusiastas coro-
nistas y de las preciosas quintillas y encomiásticos terce-
tos del poeta madrileño D. Nicolás Fernandez de Mora-
DESDE LA PTA. DE LA VSOA X PTA. DE MOROS. 188
tin (1), que se placen en consignar la tradición de haber
estado situado el tribunal ó Alamin del alcaide moro en
el callejón ó plazuela llamada del Alamillo; aunque más
probablemente vendrá aquel nombre de un árbol, plantado
al extremo de eUa, que todos hemos conocido. La casa,
decorada por la tradición en aquellos barrios con el pom-
poso titulo de Palacio del Rey moro, j que acabó de ser
demolida, por ruinosa, en estos últimos años, no ofrecia,
por cierto, restos dignos de semejante presunción, y se
diferenciaba poco, en su construcción y ornato, del común
del caserío mezquino de aquel barrio primitivo (2).
Este, á nuestro entender, no pudo ser tampoco el prin-
cipal de la villa en tiempo de la dominación morisca, pues
es natural que las principales construcciones estuvieran
más cerca del Alcázar, en la parte llana, y hacia la puerta
principal, llamada de Guadalajara. Después de la con-
quifita es cuando, relegados los moros y judíos á estos
confines de la población, formaron su aljama ó barrio, que
se apellidó desde entonces la Morería. Mal pudieran, en
(1) o: Madrid, castillo famoso,
]» Que al Key moro alivia el miedo,
»Hace ñestas en su coso,
}> Por ser el natal dichoso
}> De Alímenon de Toledo, etc. ]>
«Y del cerrillo
]E> Vienen, y del corral de las Naranjas
]»Y del moro Alamin, hoy Alamillo.
i> Estas saben tejer ñores y franjas,
:» Obra morisca, y saben que el juzgado
»Suyo allí estuvo, entre el arroyo y zanjas. i>
(2) Todo este distrito está longacion proyectada de la calle
en completa renovación, á con- de Bailen.
Mcuencia del Viaducto y la pro-
184 BL AKTIGÜO MADRID.
tal estado, emprender en ¿1 grandes construcciones, j en
efecto, no se han hallado vestigios de ellas.
Muy posteriormente á la reconquista de Madrid por
las armas cristianas, y al compás que iba creciendo su
importancia y extendiendo sus limites con el derribo de
la muralla y el terraplén de la alcantarilla , que servia de
foso á aquélla, y dio después su nombre á la calle hoy
llamada de Don Pedro, se construyeron sobre las ruinas
de las antiguas habitaciones morunas algunas casas prin-
cipales de más importancia, y que éun se conservan en
las calles de los Dos Mancebos, Redondilla y otras.
La principal, sin duda, de éstas, y el verdadero palacio
de aquel distrito es la que, ocupando un espacio de más
de sesenta mil pies, y dando frentes á dichas calles y á la
plazuela de la Paja, formó independiente la manzana 130
de c£ii£ ^^ y perteneció á D. Pedro Laso de Castilla, y después á
los duques del Infantado. — Este inmenso edificio, el más
notable entre los rarísimos monumentos históricos que
aun se conservan en Madrid, anteriores al siglo XV, me-
reció ya, á fines del mismo, servir de palacio ó aposenta-
miento á los señores Beyes Católicos D. Fernando y doña
Isabel; habiéndose construido de su orden el pasadizo que
desde dicho palacio comunicaba i la tribuna de la inme-
diata parroquia de San Andrés, convertida en capilla
Real en esta ocasión por aquellos Monarcas. Igualmente
recibieron en esta misma casa á su hija la princesa doña
Juana y su esposo el Archiduque, después Felipe I; y
después de su muerte se aposentaron en ella los regentes
del Reino, el cardenal Cisnéros y el deán de Lovayna, —
En ella hubo de celebrarse la célebre Junta de los Gran-
des de Castilla, en que, interpelando éstos al Cardenal
para que manifestase con qué poderes gobernaba, contes-
tó asomándolos á los balcones,, que daban al campo, y se-
ñalando la artillería y tropas : Con estos poderes gobernaré
n
ti
DESDB LA PTA. DB LA VEGA 1 FTA. DE MOROS. 18$
hasta que el Príncipe venga. — Posteriormente, enlazada
la casa de los Lasos de Castilla ( descendientes qne eran
del 'Rey D. Pedro) con la de los Mendozas, duques del
Infantado, pasó este palacio á ser propiedad de estos se-
ñores, residiendo en él hasta los fines del siglo anterior los
poseedores de aquel ilustre titulo, que tan dignamente
han figurado en la Historia nacional. La necesidad de
abreviar nos obliga á pasar por alto muchos de los perso-
najes históricos nacidos ó fallecidos con este motivo en
aquella casa, haciendo únicamente excepción de D. Ho-
drigo Diaz de Vivar, Hurtado de Mendoza, sétimo duque
del Infantado y nieto del célebre D. Francisco Gómez
Sandoval, duque de Lerma, ministro favorito de Feli-
pe III, y luego cardenal de la Santa Iglesia Homana.
La solemnidad con que se celebró el bautizo de este
infante, verificado, en 3 de Abril de 1614, en la vecina
parroquia de San Andrés, siendo su padrino en persona
el Eey D, Felipe III, y corriendo la disposición de él por
su ministro favorito el Duque de Lerma, fué tal, que m€j-
reció quedar consignada en las historias de Gijadalajara
y de Madrid. Hizose bajada desde la tribuna de la casa á
la iglesia, y desde ella al aposento de la parida habia
veintidós salas seguidas y ricamente colgadas. Fué bau-
tizado en la pila de Santo Domingo , que sirve para los
príncipes de Asturias,' y asistieron á la ceremonia y fiesta
toda la familia Beal y Grandeza de la corte. Este duque
fué después general de la caballería en el principado 'de
Cataluña; luego, embajador en Boma y virey y capitán
general en el reino de Sicilia ^ y murió en esta misma
casa, en 14 de Enero de 1657, sin sucesión, pasando sus
estados á incorporarse á los del príncipe de Mélito y
Éboli, duque de Pastrana, D. Rodrigo de Silva y Men-
doza.
Desgraciadamente este noble palacio, que ha perma-
186 EL AKTIGÜO MADRID.
Decido en pié y regalarmente conservado hasta hace pocos
añoS; empezó á desmoronarse, habiéndose tenido qne der-
ribar, por ruinosa, gran parte de ¿1 y el pasadizo que
comunicaba á la tribuna de los reyes en San Andrés.
La manzana número 129, contigua á este palacio, y
unida é él, como ya queda dicho, por el pasadizo que co-
municaba á la tribuna de San Andrés, es de una figura
muy irregular, dando frente á dicha plazuela de la Paja,
costanilla de San Andrés, plazuela de Puerta de Moros,
costanilla de San Pedro y Calle sin puertas; y encierra en
su espacio dilatado notables edificios y monumentos, reli-
giosos é históricos, dignos de la mayor atención. — Es el
primero de ellos la antiquísima é inmemorial parroquia
qiüS desan^An- ^® ^au Audrcs, quc ya existia, por lo menos, en vida del
^^' glorioso San Isidro LabradoTy patrón de Madrid, á fines
del siglo XII, si bien el templo actual, con la ampliación
que recibió en tiempo de los Reyes Católicos, y posterior-
mente, á mediados del siglo xvii, conserva muy poco del
antiguo, y es también muy distinto en su forma y distri-
bución. Actualmente la capilla mayor está sobre el mis-
mo sitio en que antes el cementerio, y en ella se halla
señalado con una reja el sitio en que primitivamente
estuvo sepultado el Santo patrono de Madrid. Y como
quiera que esta antiquísima iglesia y sus capillas y casas
contiguas respiran, por decirlo así, todas ellas el puro
ambiente de aquella santa existencia, que allí exhaló su
último aliento, y en donde por espacio de siete siglos
permanecieron sus venerables restos, parécenosla ocasión
oportuna para recordar aquí algunos hechos referentes á
su memoria.
saniddroLa- La vida de cste sencillo y modesto hijo de Madrid,
cuyas eminentes virtudes y sólida piedad, aunque ejerci-
das en la humilde esfera de un pobre labrador, bastaron
á elevarle á los altares y á colocarle entre sus paisanos
DESDE LA PTA. DE LA VEGA 1 FTA. DE MOROS. 187
— c - ■
en el rango privilegiado de patrono j tatelar de la villa
de Madrid, ha sido tantas veces trazada y comentada por
los autores sagrados y profanos, y de tal modo está enla-
zada por los historiadores con los sucesos y tradiciones
de la época de la restauración de esta villa por las armas
cristianas, que es indispensable conocerla y estudiarla
para comprender, en lo posible, aquel periodo importan-
tísimo y remoto. En nuestra literatura histórica no es
éste el único ejemplo de relación inmediata entre las
crónicas y descripciones más ó menos apasionadas de
mártires y de santos, de célebres santuarios, monasterios
y de imágenes aparecidas, y las vicisitudes, historia y
marcha política de los pueblos y las sociedades en que
aquéllos brillaron : por eso el historiador tiene que tomar
en cuenta todos los documentos de esta especie (y que
por desgracia van desapareciendo), donde, á vueltas de
'relaciones exageradas, de milagros apócrifos y de estilo
afectado y campanudo, suele hallar datos preciosísimos,
descripciones animadas y minuciosos detalles, que explican
los sucesos, los enigmas y la filosofía de la Historia.
Tal sucede en nuestro Madrid con los muchos coronis-
tas ó entusiastas panegíricos de las célebres imágenes de
Nuestra Señora de la Almudena y de Atocha, y muy
especialmente con las relaciones de la vida de su insigne
patrono, colocado por la Iglesia en el rango de los santos,
del humilde labrador á quien algunos apellidan Isidro de
Merlo y Quintana.
Desde el códice casi contemporáneo del Santo, escrito,
á lo que parece, por Juan Diácono, á mediados del si-
glo xni, que se conservaba en la iglesia de San Andrés, y
hoy en la Colegiata de San Isidro el Real, y que fué pri-
mero publicado en Flándes por el padre Daniel Pape-
broquio, y después traducido del original y ampliamente
comentado por el padre fray Jaime Bleda, hasta las re-
188 EL ANTIGUO MADRID.
j
ñidas y eruditas disertaciones de los señores Bosell, Mon-
dejar, Pellicer y otros, en el siglo pasado, los hechos his-
tóricos y las relaciones milagrosas del glorioso San Isidro
han sido debatidos hasta la saciedad, pereque prueban con
evidencia el carácter y virtudes altamente recomendables
de aquel siervo de Dios, y la simpatía y devoción que aun
en vida logró inspirar á sus compatriotas.
No es de este lugar el entrar ahora en las intrincadas
controversias históricas que han suscitado aquellos dili-
gentes escritores, asi como los coronistas madrileños,
sobre la autenticidad de las apariciones del piadoso labra-
dor al Rey D. Alfonso VIH en la batalla de las Navas,
sus prodigiosos milagros durante su vida, ni los obrados
por su intercesión después de su dichosa muerte.
Tampoco pretendemos enlazar su modesta historia con
la de la restauración de Madrid por D. Alfonso VI , en
1083, ni con la nueva acometida que hicieron los moros
marroquíes de Texufin y Alí, ^en 1108. En la primera
(ocurrida, á lo que se cree, en los mismos años del naci-
miento de San Isidro Labrador) estaría de más el atri-
buirle inter^'^encion alguna; en la segunda, acaecida cuan-
do pudiera tener veintiséis años, le consideramos orando
al Señor por la defensa de su pueblo, como le vemos aún
pintado en antiguos cuadros de nuestras iglesias. Para
nuestro objeto basta consignar aquí las rápidas noticias
de su vidar, que se deducen de aquellos piadosos comenta-
rios, diciendo que pudo ser su nacimiento hacia 1082, y
su muerte en 30 de Noviembre de 1172, sobre los noven-
ta años de su edad ; que hijo, según se cree, de labrado-
res, fué labrador él mismo, y sirvió, entre otros, á la
ilustre familia de los Vargas, en cuyos caseríos de campo
vivió el Santo largo tiempo; que trabajó también de
obrero ó albañil, abriendo varios pozos, según la tradición
que se conserva en diferentes sitios de esta villa; que toda
DESDE LA PTA. DE LA VEGA 1 PTA. DE MOROS. 189
BU vida fué ana serie no interrumpida de actos de caridad,
de oración y de modestia, sobresaliendo entre todos ellos
sn profunda devoción á Nuestra Señora bajo los títulos ó
advocaciones de la Almudena y de Atocha; que vivió
algnn tiempo en Torre-Laguna y allí casó con María de
la Cabeza, que se cree natural de la aldea de Oarraquíz,
y qne también, como su esposo, alcanzó por sus virtudes
la canonización de la Iglesia; y que honrado, en fin, por
un especial favor del cielo, que le hacía aparecer como
santo entre sus piadosos contemporáneos, descansó en el
Señor en una edad avanzada, con sentimiento general de
sus convecinos y adoradores. Desde el mismo instante de
su muerte empezaron á tributarle, con espontáneo entu-
siasmo, el más tierno culto y veneración, y siendo mu-
chos los milagros obrados por su intercesión, movieron á
la santidad de Paulo Y á acordar su beatificación, en 14
de Febrero de 1619, y posteriormente, á 12 de Marzo de
1622, fué canonizado solemnemente por Gregorio XV,
con cuyo motivo se celebraron en Madrid grandes fiestas
y regocijos.
Ademas de los documentos escritos, quedan en Ma-
drid, á pesar del trascurso de siete siglos, otros objetos
materiales, consagrados por la tradición, de los sitios en
que vivió nuestro Santo y en que obró sus notables mi-
lagros, ó de los que ocupó su precioso cuerpo después de
su muerte; por último, queda este mismo venerando ca-
dáver, entero, incorrupto y resistente á la acción de los
siglos y á los argumentos de la incredulidad (1).
(1) Entre los primeros, seña- zuela de San Andrés, núm. 21.
larémos más adelante tres mo- £n esta antiquisima casa, y al
destos recintos, convertidos hoy servicio de Ivan de Vargas,
en otras tantas capillas dedicadas tronco de aquella ilustre faxni-
al Santo : el primero, el que se lia madrileña, es opinión cons-
ve en la casa de los Vargas, pía- tante que vivió el labrador Isi-
190
EL AKTIGUO MASBID.
Consta de aquellas historias j relaciones contempori^
neas, y de las diligencias hechas para la canonización, que,
acaecida la muerte del Santo Labrador, como queda dicho,
en 1172, fué sepultado én el cementerio contiguo á esta
parroquia de San Andrés, en el mismo sitio en que aun
se ve una reja y es hoy el suelo del presbiterio ó altar ma-
yor de dicha iglesia , por haberse ésta agrandado y dado
diversa forma á su planta y distribución. Y esos cuarenta
años parece que permaneció el cuerpo del Santo en aquel
sitio, hasta que en 1212, creciendo de dia en dia la devo-
ción de los madrileños á su intervención milagrosa, fué
solemnemente exhumado y colocado en un sepulcro dig-
no en la capilla mayor, que entonces estaba donde hoy
los pies de la iglesia. — Allí es donde, según varios coro-
dro, y la capilla ocupa una pie-
za baja pequeña, en que se su-
pone ocurrió su gloriosa muerte.
En ella se conserva una buena
imagen del Santo, de tamaño
natural, y se le da culto público
el dia de su conmemoración.
Otra capilla existe en el patio
de la casa del Marqués de Villa-
nueva de la Sagra (calle del Al-
mendro, núm. 9), y es conocida
por la Cuadra, donde la tradi-
ción supone que guardaba el
ganado el Santo doméstico de
I van de Vargas, y otra en la
calle del Águila, número 1, en
la misma casa de la sacramental
de San Andrés, donde se con-
serva una de las arcas en que se
guardó en lo antiguo el cuerpo
del Santo.
La tradición también ha seña-
lado hasta nuestros tiempos el
paso del piadoso Madrileño en
otros sitios de esta villa y sus
contomos , ya en lo que hoy es
su calle Mayor, y entonces era
extramuros de la puerta de Gua-
dalajara, donde había hasta hace
pocos años un trozo de soporta-
les, llamados aún de San Isi-
dro, que se han derribado. Allí
se encontraba un pozo milagro-
samente abierto, , según se cree,
por el Santo, y otro en una casa
de la calle de los Estudios, con-
tigua al colegio Imperial. Tam-
bién se señala gratamente el si-
tio que ocupa hoy, á la orilla
opuesta del Manzanares, la fa-
mosa ermita que visita en su dia
toda la población de Madrid, por
ser el mismo donde hizo brotar
el Santo, al impulso de su ahija-
da, la fuente milagrosa, á cuyas
aguas se atribuye gran virtud.
DJSSDE LA. PTA. DE LA YBGA X FTA. DE MOROS. 191
nistafly j con más 6 menos probabilidad , le visitó el rey
don Alfonso YIU, y declaró, en vista de las facciones
conservadas del Santo, 8er el mismo milagroso pastor que
se le habia aparecido y conducido su ejército por las aspe-
rezas de Sierra Morena la víspera de la batalla de las Na-
vas de Tolosa.
Atribuyen también á esta visita del mismo monarca el
origen del arca de madera^ cubierta de cuero, en que se
encerró el cuerpo del Santo, y que aun se conserva en el
sitio mismo, aunque sumamente deteriorada, sobre unos
leones de piedra, y mostrando en sus costados restos de
las pinturas con que mandó adornarla Alfonso, represen-
tando los milagros del Santo (1).
En aquella arca y capilla permaneció el Santo Cuerpo,
hasta que el obispo D. Gutierre de Vargas Carvajal cons-
truyó, en 1535 , la suntuosa que lleva su nombre, conti-
gua á esta parroquia de San Andrés, y le hizo trasladar
á ésta con gran solemnidad ; pero por discordias ocurri-
das entre los capellanes de ambas, sólo permaneció en
ésta unos veinticuatro años, hasta que se cerró la comu-
nicación y quedó independiente aquella capilla.
(1) Este preciosisimo resto
de venerable antigüedad excitó,
hace algunos afiop, el celo del
Gobierno y de la Comisión de
Monumentos artisticos, para em-
peñar al Ayuntamiento de Ma-
drid á su conservación, y la
traslación á sitio más decoroso
y resguardado de la humedad ;
y el que escribe estas lineas
(como individuo que era de la
Corporación municipal), en
unión del arquitecto de Madrid
y de dos seQores vocales de la
Comisión de Monumentos, fue-
ron encargados de llevar á eje-
cución aquella idea. Reconocie-
ron, en su consecuencia, los si-
tios y el arca , levantó el Arqui-
tecto el plano de la nueva colo-
cación en la capilla propia del
Santo en la misma iglesia, se
proyectó también una restaura-
ción bien entendida de las pin-
turas del arca y de los leones ;
pero después se olvidó el asun-
to y quedó en tal estado.
192 EL A^^IGÜO KADBID.
Capilla de fian Yuelto el Santo á la parroquia, al sitio en que antes
estuvo, permaneció en él más de otro siglo, hasta que se
concluyó á costa del Rey y de la villa la magnifica Capilla
bajo la advocación del mismo Santo, que hoy admiramos
aún al lado del Evangelio de aquella iglesia parroquial ;
y en ella y en su altar central fué colocado el Santo '
Cuerpo con una pompa extraordinaria el dia 15 de Mayo
de 1669. — La descripción de esta suntuosa capilla, ó
más bien templo primoroso, nos llevaría más lejos de los
Hmites que por sistema nos hemos impuesto en esta obri-
ta. Baste decir que en las dos piezas de que consta, cua-
drada la primera y ochavada la segunda, apuraron sus
autores, Fray Diego de Madrid, José de Villareal y Se-
bastian Herrera, todos los recursos de la más rica arqui-
tectura, mezclados con todos los caprichos del gusto pla-
teresco de la época, y realzado el todo con bellas escul-
turas, bustos y relieves, magníficas pinturas de Rici y de
Carreño, y una riqueza tal, en fin, en la materia y en la
forma, que sin disputa puede asegurarse que es el objeto
más primoroso de su clase que encierra Madrid. Tardó la
construcción de esta elegante obra unos doce años, em-
pleándose en ella 11.960.000 reales, suministrados por
el Rey, por la Villa y por los vireyes de Méjico y el Perú.
Por último, diremos que en el magnifico altar ó reta-
blo de mármoles que, formado de cuatro frentes, se le-
vanta aislado en medio del ochavo ó pieza segunda, se
conservó cien años el cuerpo de San Isidro, hasta que en
1769, de orden de Carlos III, fué trasladado á la iglesia
del colegio imperial de los extinguidos jesuitas, que quiso
dedicar al Santo Patrono de Madrid , aunque separándole
inoportunamente para ello de los sitios en que durante
seis siglos habia permanecido, y que estaban, por decirlo
asi , impregnados de su memoria.
Anteriormente y en 1620, el ¿remio de plateros de esta
IlfiSDE LA PTA. DS LA VS6A Á PTA. DE MOROS. 193
villa consagró al Santo, en ocasión de su beatificación,
ana urna primorosa de oro, plata y bronce, que aunque
obra qae adolece del mal gusto de la ¿poca, es de gran
valor, como que sólo la materia, sin hechuras, ascendió á
16.000 ducados, y dentro de esta urna está la interior de
filigrana de plata sobre tela de raso de oro riquísimo, que
le dio la Beina D.* Mariana de Neoburg. En ella reposa
el Santo Cuerpo perfectamente conservado, incorrupto,
amomiado y completo, pues sólo le faltan tres dedos de
los píes; 7 por lo que puede calcularse de su extensión
(que es mayor de dos varas), debió ser en vida de una es-
tatura elevada. Cúbrenle ricos paños, guarnecidos de en-
caje, y renovados de tiempo en tiempo por la piedad de
los reyes, en cuyas tribulaciones de nacimientos, enfer-
medades y muertes, son conducidas las preciosas reliquias
álos Reales -aposentos, ó expuestas con pompa á la pública
veneración ; y á veces también, cuando las personas Rea-
les desean implorar la intercesión del Santo y van á ado-
rar su sepulcro, la urna que contiene los preciosos restos
es bajada á mano por ocho regidores de Madrid y coloca-
da sobre una mesa, donde, á presencia del Señor Patriar-
ca de las Indias, del Vicario eclesiástico, clerecía de San
Andrés y San Isidro, del Ayuntamiento de Madrid, del
Conde de Paredes (que cuenta entre los timbres de su casa
el descender del piadoso Ivan de Vargas , amo de San Isi-
dro) y de la congregación de los plateros, con hachas ver-
des encendidas, van entregando todos las llaves que con-
servan respectivamente de la urna preciosa, y abierta ésta
y puesto de manifiesto el cadáver, le adoran los reyes, los
prelados, corporaciones y demás circunstantes (1)»
(1) De esta ceremonia fuimos visitar el cuerpo y cambiarlos
testigos y actores el dia 4 de paños riquísimos que le cubrían
Marzo de 1847, con ocasión de con los que le regaló S. Mi la
I. 18
194
t:L Am^IGTTO MADRID.
Terminaremos lo relativo á esta parroquia diciendo qne
la otra iglesia contigua ^ aunque independiente de la par»
roquia de San Andrés, cae al lado de la Espistola, j es la
CapiUadeiobtepo couocida con el uombre de CapiUa del Obispo^ aunque su
verdadero nombre es el de San Juan de Letran, con sali*-
da también por un patio y escalerilla á la plazuela de la
Paja. Este precioso templo, de una sola nave al estilo gó*
tico ú ojival, del que apenas queda otro ejemplar en Ma--
drid, encierra, entre obras notables del arte, los magní*
fieos sepulcros ó enterramientos de sus fundadores don
Gutierre de Vargas Carvajal , obispo de Plasencia, y sa
padre el licenciado D. Francisco Vargas, del Consejo de
los Beyes Católicos y del emperador Carlos V, primoro-
sa obra de escultura, la primera de su clase en Madrid,
así como también las preciosas hojas de la puerta de in-
greso á la capilla, delicadamente esculpidas y bastante
bien conservadas.
En el sitio mismo donde est¿ edificada esta suntuosa
capilla, y en la parte más alta de la colina conocida hoy
por Plazuela de la Paja^ existió, á principios del siglo xVy
la casa del muy noble madrileño Ruy González ClavijOf
llamado el Orador por su facundia, camarero de D. En«
rique III, y célebre en el mundo por el viaje que hizo á
Samarcanda, en la gran Bukaria, por los años 1403, cod
reina madre dofia María Cristina
de Borbon , lo que creemos no
había tenido lugar desde el rei-
nado de Femando el VI. — El
patriarca de las Indias, Sr. Orbe,
después Cardenal Arzobispo de
Toledo, levantó por sus manos
los paños, incorporó y dio á ado-
rar el precioso cadáver, y le vol-
vió á colocar y envolver en una
rica sabanilla de encajes, cerran-
do después la urna y dirigiendo
á los circunstantes una breve y
patética exhortación ; hecho lo
cual, fué de nuevo subida aqué-
lla por ocho regidores en repre-
sentación de la villa de Madrid,
duefia del santo cuerpo, y colo>
cada en el sepulcro de mármol
que se ostenta en el altar ma-
yor. Fui uno de los ocho regi-
dores que subieron el arca.
DESDE LA PTA. DE LA VEGA 1 PTA. DE MOROS. 1 95
el objeto de cumplimentar, de parte de su soberano, al
memorable conquistador Timur-Bek (Tamorlan), siendo
el primer europeo, según se cree, que penetró en aquel
país de ]a Tartaria Mayor. Regresado á Madrid , publicó
8U curioso itinerario de viaje, que anda impreso (1). Las
(1) Titúlase Vkla y hazañas
del gran Tamorlan y con la des^
cripcion de la» tierras de su im-
perio y señorío^ escrita por Ruy
González de ClavíJQy camarero
del muy alto y poderoso señor
don Enrique III de este nombre^
rey dé Castilla y de Leorij con
un Itinerario de lo sucedido en
7a embajada que por dicho señor
Rey hizo al dicho Principe^ lia-
fnado por otro nombre Tamur-
beCj año del nacimiento de 1403.
£s muy interesante esta rela-
ción de viaje que emprendió
Ruy Clavijo en unión con Frey
Alfonso Pererde Santa María,
maestro en teología, y Gómez
de Salazar, su guarda, embar-
cándose en el Puerto de Santa
María en 22 de Mayo de dicho
afio 1403, y haciendo su derro-
tero por las Baleares, Córcega,
Cerdeña, Sicilia, Malta, islas
de Grecia, Gonstantinopla y
Turquía , hasta Samarcanda, cu-
yos diversos países describe ; y
también la recepción que mere-
cieron del Gran Tamorlan, y
los obsequios y ñestas que les
dispensó, etc.; todo con gran
candidez y modestia. Recorríe-
roD luego la Persia y la Tartana,
y otros muchos y remotos paí-
ses, y reembarcados en Gons-
tantinopla , regresaron á Espafia
en 1.° de Marzo de 1406, diri-
giéndose en seguida á Alcalá
de Henares y Madrid, adonde
llegaron en 24 de dicho mes,
y dieron cuenta al Rey de su
embajada. Esta interesante rela-
ción fué publicada por Gonzalo
Argote de Molina en 1582, y
posteriormente el Sr. Llaguno
Amírola la volvió á publicar en-
tre las Crónicas españolas, im-
presas por Sancha á fines del si-
glo último.
Ruy González de Clavijo, á su
regreso á Madrid , su patria, de
aquel dilatado y peligroso viaje,
reedificó á sus expensas la capi-
lla mayor del monasterio de San
Francisco de esta villa, donde
después fué sepultado en un
rico y suntuoso sepulcro alto de
mármol, con su busto de ala-
bastro en su memoria, con un
epitafio que decía : Aqui yace
el honrado caballero Ruy Gon-
zález de Clavijo, que Dios per-
done , cam4irero de los reyes don
Enrique^ de buena memoria , é
del rey D, Juan sufijo^ al cual
el dicho Sr. Rey uvo enviado por
su embajador al Tamorlan y et
finó dos dias de A bril año del
196
KL ANTIGUO MADRID*
casas de Ruy González Clavijo debían de ser tan snntnosad,
que sirvieron de aposento al infante D. Enrique de Ara-
gón, primo del rey D. Juan el II, en 1422, y pasando á
fines del mismo siglo XV á la ilustre y antiquísima fami-
lia madrileña de los Vargas (que tenía también contiguas
las solariegas de su apellido), labraron en su recinto la
bella capilla ya indicada.
Casas de Vargas. El resto de la manzana hasta la Costanilla de San Pe^
drOy Calle Sin Puertas y Plazuela de la Paja^ fué todo
igualmente casas del ya citado Francisjco de Vargas, de
quien era también la Casa del Campo antes de comprarla
Felipe II ¿ sus herederos. Este licenciado Francisco de
Vargas y padre del obispo D. Gutierre, y señor de la ilus-
tre y antiquísima casa de los Vargas de Madrid , fué tan
privado consejero de los señores Reyes Católicos y del
Emperador, que no liabia asunto de importancia que no
le consultasen, respondiendo con la fórmula de Averigüelo
Vargas, que quedó después como dicho popular, y aun
como título de comedias de Tirso y otros. — La parte co-
nocida hoy más propiamente con el nombre de Casa de
San Isidro, que recayó, por alianza con los Vargas, en la
familia de los Lujanes, es la que cae á los pies de la igle-
sia de San Andrés y tiene su entrada por la plazoleta. En
ella es donde, como dijimos, vivió Ivan de Vargas en el
siglo XI, en tiempo en que le servia para la labranza de
sus propiedades el piadoso Isidro Labrador, y en el patio
Señor de mil e cuatrocientos e
doce años.
Este sepulcro, que describe
Gonzalo Argote de Molina, dice
él mismo que luego fué quitado
de la capilla mayor y trasladado
á otro sitio para dar en ella lu-
gar al cuerpo de la reina doña
Juana. Es excusado decir que
estos monumentos desaparecie-
ron cuando la iglesia y conven-
to antiguo de San Francisco.
Sobre las curiosas patrañas
que Gonzalo Fernandez de Ovie-
do y el maestro Hoyos atribu-
yen á Ruy González cerca del
Tamorlan , véase el Apéndice.
1 DE l.\ TAJA.
DESDE LA PTA. DE LA YEQA X PTA. DE MOROS. 197
de la misma casa se ve aún el pozo milagroso de donde
sacó el Santo al hijo de Ivan, que habia caido en él, 7 la
estancia, hoj convertida en capilla, donde, según la tradi-
ción, espiró aquel Bienaventurado. Esta casa pertenece
en el dia al Sr. Conde de Paredes, descendiente de Ivan
de Vargas por una de sus nietas, D." Catalina Lujan,
condesa de Paredes, á cuyo título debe también el privi-
legio, que ja hemos indicado, de guardar una de las lla-
ves del arca en que se conserva el cuerpo del Santo Patro-
no de Madrid. — Las otras casas contiguas á la capilla
del Obispo por la plazuela de la Paja fueron también de
los mayorazgos fundados por Francisco de Vargas, que
recayeron en su hijo D. Francisco, primer marqués de
San Vicente, y hoy pertenecen como tal al señor Duque
de Híjar, que conserva el patronato de la capilla. En una
de ellas (en la que está el pasadizo de San Pedro) existe
aún un espacioso patio cuadrado, circundado de galerías
con columnas y escudos de armas, de cuyo gusto puede
inferirse su construcción en los principes del siglo xvi. —
Todas estas casas, habitadas por el mismo licenciado Var-
gas en tiempo de los disturbios de los comuneros, fueron
saqueadas y maltratadas por éstos en ocasión de hallarse
aquél ausente al lado del Emperador, y encomendada la
defensa de Madrid, de que era alcaide, á su heroica es-
posa D." María del Lago y Coalla ; posteriormente su-
frieron un terrible incendio, en 1541, hallándose habitadas
por el Cardenal Arzobispo de Sevilla; y en ellas nació, en
1609, el octavo condestable de Castilla, D. Bernardino
Fernandez de Velasco, siendo notables las fiestas hechas
para celebrar su nacimiento, entre las cuales merece men-
ción especial la mascarada que salió de la casa frontera del
Duque del Infantado, en la misma plazuela de la Paja,
por donde tiene también la casa de San Vicente su entra-
da principal por dos arcos pareados.
198 EL ANTIGUO MADRID.
piasaeía de u Esta plazuela, aunque costanera é irregular, era la más
espaciosa en el recinto interior de la antigua villa, y po-
dia ser considerada como la principal de ella ; pues sabido
es que la que boj tiene esta categoría no existió basta el
tiempo de D. Juan el II, y eso extramuros de la puerta
de Guadalajara, en el arrabal de San Gines. — Aquel dis-
trito, recuerdo interesante del Madrid morisco, y siglos
después con la sucesiva construcción de los palacios ó
casas principales de los Vargas y Castillas, Coellos, Agui-
leras, Sandovales, Lujanes y Mendozas, perdió notable-
mente su celebridad cuando, establecida la corte en Ma-
drid, á mediados del siglo xvi, fué extendiéndose rápi-
damente el recinto de la villa, y buscando terreno mis
llano en las direcciones de Norte, Levante y Medio-
día, fueron abandonadas aquellas tortuosas calles, aque-
llos desniveles y derrumbaderos de la parte occidental, en
la cual apenas queda sólo boy más que el recuerdo de su
grandeza primitiva.
Detras de la iglesia de San Andrés, y bácia el sitio que
hoy lleva el nombre de Plazuela de los Carros, venia á sa-
lir, como queda dicho, por detras de la casa-palacio de
Laso de Castilla , el lienzo de muralla en que se abria allí la
Puerta de Moros. Puerta de Aforos al sitio mis^io donde habia la fuente con
el propio nombre (1). Esta puerta, que era también
fuerte, estrecha y con torres en su entrada, según la
usanza de los musulmanes , y conforme aun se observa en
la principal del palacio de la Alhambra de Granada, en las
de Serranos y del Cuarte en Valencia, y otras de igual
origen, estaba mirando & Mediodia, y servia para la co-
municación con Toledo y otras ciudades principales, hasta
que , extendiéndose el arrabal de la villa por aquel lado,
desaparecieron puerta y muralla.
(1) Esta fuente ha sido demolida.
DSSDE PUERTA DE MOROS X PUERTA CERRADA. 199
IIL
DESDE PUERTA DE MOROS 1 PUERTA CERRADA.
Despaes de abrir la entrada meridionai de la villa en
Puerta de Moros ^ continuaba luego la muralla en direc-
ción del Norte, por entre lo que después filé, y es toda-
vía, calle de la Cava Baja y la del Almendro, basta salir
por detras de la embocadura de la del Nuncio, al sitio que
hoy conserva el nombre de Puerta Cerrada, en que se ve
colocada la cruz de piedra, sin duda en conmemoración
de haber sido éste el límite de Madrid por aquel lado y el
punto mismo que ocupó la antigua puerta. Esta Cava de
San Francisco y la de San Miguel, que la continúa, han
conservado, bajo la forma de calles, su nombre morisco,
y no eran otra cosa que el barranco y alcantarilla que ve-
nia corriendo al pié do la muralla desde las Vistillas, y que
dio su nombre primitivo á la calle hoy llamada de Don
Pedro, y antes de la Alcantarilla. Delante de esta puerta
murada que ahora nos ocupa habia su puente levadizo
para salvar el foso ó cava.
La entrada de Madrid por este lado (seffun el maestro
Juan López de Hoyos, que la conoció, pues fué derriba-
da en el siglo xvi) era angosta y recta al principio, ha-
ciendo luego dos revueltas , de suerte que ni los que sa-
llan podian ver á los que entraban, ni éstos á los de fue-
ra. Llamáronla en lo antiguo la Puerta de la Culebra^
por tener esculpida encima de ella aquella célebre cule-
bra ó dragón, que á tantos comentarios ha dado lugar
200.
BL AKTIOÜO MADBID.
sobre su origen, atribuyéndole algunos de los analistas
madrileños nada menos que & los griegos, fundadores,
según ellos, de la villa, á quien dejaron como blasón este
emblema, que i^olian llevar en sus banderas. Así lo afirma
con la mayor seriedad el mismo honrado madrileño maes-
tro López de Hoyos, en cuya casa de los Estudios de la
villa (de que ya anteriormente hicimos mención) se con-
servó, al derribo de la puerta, la piedra en que estaba es-
culpida dicha culebra, que copió después en su obra del
Recibimiento de D.^ Ana de Austria^ y que reproducida
exactamente de dicha obra, hallarán nuestros lectores en
ú Apéndice (1). Después del .de la Culebra, ú nombre
con que fué conocida esta entrada fué el de Puerta Cer^
rada, por haberlo estado largo tiempo, para evitar las fe-^
chorías de la gente facinerosa, que, según Quintana, «es-
Dcondianse allí, y robaban y capeaban á los que entraban
Dy sallan por ella, sucediendo muchas desgracias con
D ocasión de un peligroso paso que habia á la salida de
2> ella en una puentecilla para pasar la cava , que era muy
:^ honda D ; pero poblándose después el arrabal hacia lo
que es hoy calle de Toledo y de Atocha, hubo necesidad
de volver á abrir la puerta para la más fácil comunica-»
cion, hasta que, como ya queda dicho, fué demolida
en 1569.
(1) Obsérvese la contradic-
ción en qiie incurren estos mis-
mos candidos analistas, pues
que primero dicen que la Man-
tua de los griegos no contenia
más*que un estrecho recinto,
que terminaba en el arco de la
Almudena, donde pretenden
haberse hallado las láminas que
nadie vio ; y después aseguran
que los romanos agrandaron á
Madrid , llamándole por esta ra*
zon Majoritum^ y que la miu^-
lla (en que estaba ya compren-
dida la puerta Cerrada) fué
obra de éstos en tiempo de Tra*
jano. Y á renglón seguido es-
tampan que el dragón ó culebra
esculpida en ella es el emblema
que los griegos dejaban á loB
ciudades que fundaban.
DESDE PUERTA DE MOROS 1 PUERTA CERRADA. 20 1
■ ■ ■ ^
Por último, y antes de emprender nuestro paseo por el
interior del trozo comprendido entre ambas puertas de
Moros j Cerrada, y en el que estamparemos los datos y
noticias que aun se conservan y hayamos podido allegar^
relativos á esta antigua parte de la población , habremos
de decir que, para fijar el rumbo que llevaba el lienzo de
muralla entre las casas de la Cava Baja y calle del Almen-
drOy hemos tenido en estos últimos años dos tan positi-
vos, como es haber visto al descubierto uno de los cubo»
de dicha muralla, con motivo del derribo y reconstruc-
cion de la casa número 28 de la primera, y posteriormen-
te otro más ailá en el número 31, última casa de la se-
gunda. Ademas, notoriamente está sostenido en el mura-
llon antiguo el vetusto edificio llamado Posada del Dra--
ffon de la Villa^ que da á una de las rinconadas de la m-
eoncebible calle del Almendro, cuyas tortuosidades labe-
rínticas debian, por cierto, desaparecer en gran parte,
rompiendo fácil salida á la Cava Baja por la parte más
estrecha de la irregularisima manzana 150, una de las
más extensas de Madrid (1).
Todavía continuaban en este distrito las muchas pro-
piedades de la ilustre familia de los Vargas, de quien, y
las de Lujan, Mendoza, Laso, Sandoval y demás conexio-
nadas con ella, llegó á ser todo aquel caserío, ademas de
las propiedades rurales del término de Madrid. En dicha
calle del Almendro, y bajo su número 6 moderno, está la
casa propia de los marqueses de Yillanueva de la Sagra,
que en lo antiguo fué casa de labor perteneciente á Ivan
(1) Habiendo sido derribada para las nuevas construcciones
en le 67 dicha posada del Dra- de casas, y abierta la comuni-
gon, quedó en efecto descu- cacion que proponíamos entre
bierto un cubo y trozo de mu- la Cava y la calle del Almendro,
ralla, que fué también demolido
202 EL ANTIGUO MADRID.
de Vargas^ rico hacendado madrileño del siglo xi, cajas
propiedades labraba San Isidro, y en ella se ve converti-
da en capilla una estancia baja, donde ^ segan tradición,
acostumbraba encerrar el ganado de la labranza.
Kanciatora. . La casa qae hace esquina y vuelve á la calle del Nun-
cio, hoy palacio y tribunal de la Nunciatura Apostólica j
perteneció también á la familia de Vargas, y por casa-
itiiento de una señora de esta familia (D.* Inés de Var-
gas Carvajal y Trejo, bisnieta del licenciado Francisco de
Vargas) con el célebre ministro D. Rodrigo Cald^rorij
marqués de Siete Iglesias, llegó por esta razón i ser pro-
piedad de aquel desdichado valido. En la manzana inme-
diata, entre dichas calles del Almendro y del Nuncio, y
la antigua de la Parra (hoy costanilla de San Pedro)j
dando frente á la puerta de la antiquísima parroquia de
esta advocación, se ve otra casa principal, de sólida cons-
coaadeSantis- truccion y regular forma, conocida por la casa de Santis'
téban, apoyada por uno de sus costados en el pretil á que
da su nombre. Este importante edificio, que lleva uno de
los títulos del célebre condestable D. Alvaro de Luna y de
su hijo D. Juan, nacido en Madrid en 1435, y hoy posee
el Sr. Duque de Medinaceli y de Santistéban, debe tam-
bién tener su historia, que no nos ha sido posible averi-
guar. Anteriormente tuvo, según Quintana, una torre
muy grande , que hoy no existe,
«ftn pSt""^ ^* ^ parroquia de San Pedro, matriz de aquella feligre-
sía, cuya fundación en este sitio se atribuye al rey don
Alfonso XI, á principios del siglo xiv, en acción de gra-
cias por la toma de Algeciras, existió, según se cree, an-
teriormente, algo más arriba, en dirección de Puerta
Cerrada; y en efecto, en algunos documentos se habla de
San F,edro el Viejo, para distinguirle, sin duda, del pos-
terior. El templo es pequeño., pobre y mezquino en su
forma y decoración, y ofrece muy pocos objetos de curio-
DESDE PUERTA DE ÚOROS 1 PUERTA CERRADA. 203
sidad, si no es su misma sencillez y antigüedad, en que,
sin dada alguna , lleva ventaja á los demás existentes en
Madrid; pnes las otras parroquias primitivas, ó desapare-
cieron ya, ó han sido renovadas en su mayor parte. Hay
también en él algunos enterramientos notables de varios
individuos de la familia madrileña de los Lujanes, en su
capilla propia, al lado del Evangelio. Esta iglesia forma
independiente la manzana 152. En su cuadrada y sencilla
torre existia, y no sabemos si existe aún, la famosa cam^
pana de San Pedro y que durante siglos fué para los sa-
cristanes de esta parroquia un verdadero tesoro, pues los
labradores de la tierra les contribuían con un seguro tri-
buto para que no se descuidasen en tocar á nublado, para
conjurarle.
La manzana contigua 132, entre la calle llamada Sin ^SJo^ '^*^*^'
Puertas y la calle de Segovia, la forma también exclusi-
vamente la casa que hoy pertenece al señor Marqués de
Javalquinto, príncipe de Anglona, y anteriormente fué
de los condes de Benavente y también de la familia de
los Vargas y Sandoval; considerable edificio, notable
también por el jardin que tiene contiguo, fundado sobre
fuertes murallones entre la plazuela de la Faja y la calle
de Segovia, y resultando dicho pensil, por el desnivel del
terreno, á la altura del piso principal de la casa.
Al lado opuesto de la calle de Segovia, y enfrente del
breve distrito que acabamos de recorrer, hay, entre la
plazoleta de la Cruz Verde y la de Puerta Cerrada , otro
pequeño laberinto de callejuelas, placetas y costanillas,
llamadas del Rollo, del Cond^, de San Javier, del Cordón
y de San Justo (antes de Tentetieso, con alusión, sin
duda, á su rápido desnivel), las cuales, siguiendo el ca-
prichoso rumbo de las manzanas de casas, y ascendiendo
con trabajoso pavimento, convertido tal cual vez en esca-
lones, van á ganar la pequeña altura en que está fundada
204 . EL ANTIGUO MADRID.
la calle del Sacramento y que corre desde la plazuela ció
Puerta Cerrada á la casa de los Consejos,
mento^ án^Tde ^sta Calle, la primera y tal vez única del Madrid anti-»
Wc.^„. g„„^ q„^ iba por terreno llano en una regular extensión,
debió estar formada, en sus principios, por un caserío in-
significante ó de escasa importancia, que desapareció, sin
dejar rastro alguno de su existencia, para dar lugar
á otras construcciones más importantes, hechas en los si—
glos xvi y xvii, con destino á casas principales de algunai»
familias de la nobleza, y de ellas quedan aún en pié las de
los Coallas, después de los marqueses de San Juan (que
hoy posee el señor Marqués de Bélgida), con frente ¿
Puerta Cerrada; la de AlfarOy número 1, manzana 178,
al frente de la plazuela del Cordón, con los costados á la
calle del mismo nombre y á la costanilla de San Justo, y
la del señor Marqués de Beyillagijedo, esquina á la misma
plazoleta.
denalcteDórSí'^ DescucUa sobro todas ellas, por su importancia material
é histórica, la construida á principios del siglo xvi por
el cardenal Frai/ Francisco Jiménez de Cisnéros, arzobispo
de Toledo y regente que fué del reino, que está situada
á la acera derecha de dicha calle con accesorias á la pla-
zuela de la Villa ^ formando independiente la manzana
180. — A la predilección y cariño que siempre tuvo y se
plació en demostrar á la villa de Madrid aquel insigne
hombre de Estado, debió ésta, no sólo el distinguido honoi*
de servirle de residencia casi todo el tiempo que tuvo á
su cargo la gobernación del reino, dándola cierto carác-
ter de corte, que después continuó el Emperador, y de
que la revistió, por último, su hijo Felipe II, sino que
quiso vincular en ella su casa y familia, fundando aquel
suntuoso palacio y amayorazgándolo en cabeza de su
sobrino D. Benito Cisnéros, hijo de su hermano D. Juan^
cuyes sucesores, enlazados después con las familias de lo3
DESDE PUERTA DE MOROS ¿ PUERTA CERRADA. 205
Onzmanes y Ladrón de Gnevara, pasaron á éstos ]a pro-
•piedad de dichos mayorazgos, que hoy representa el señor
Marqués de Montealegre, conde de Oñate, aunque en el
Biglo pasado compró á censo esta casa la Beal Hacienda,
para colocar en ella el Supremo Consejo de la Guerra, y
boy es de propiedad particular (1). La circunstancia de
ienei^ un largo balcón corrido por toda su fachada á la
calle del Sacramento ha dado origen, sin duda, á la
creencia vulgar de ser aquel á que el Cardenal Regente
hizo asomar & los Grandes para enseñarles la artillería;
pero esta aserción no tiene fundamento alguno, pues ni
dicho balcón daba ya vista al campo, y si á la parte más
poblada entonces de la villa, ni acaso existia todavía aquel
palacio, ni, en fin, aunque existiese, se aposentó en él el
Regente del reino, y sí, como dijimos, en el de don
Pedro Laso de Castilla, contiguo á la parroquia de San
Andrés, adonde es de presumir que tuvo lugar aquella
dramática escena. — La casa de Cisnéros es también céle-
bre por haber servido de rigorosa prisión, donde sufrió la
inhumana tortura en que estuvo próximo á espirar, el fa-
moso secretario de Felipe II, Antonio Pérez, quien, con
auxilio de su esposa, la heroica doña Juana Coello y
Bozmediano, logró escaparse de ella en la noche del
Miércoles Santo, 18 de Marzo de 1590, marchando á su-
blevar en su favor al reino de Aragón, y ocasionando la
famosa guerra que acabó con los fueros de aquel reino.
Este desdichado ministro no sufrió, sin embargo, toda
su larga prisión de más de once años en aquella casa, sino
que anteriormente estuvo detenido en la de su propia
(1 ) Ed ella vivió también, en el xviii, el último Duque de Ar-
el siglo XVI, el cardenal arzo- eos, y el célebre jurisconsulto y
bispo de Toledo Bojas y Sando- gobernador del Consejo, D. Pe-
val, que fué su propietario, y en dro Rodríguez de Campomáaes.
206 EL ANTIGUO MADBID.
habitación/ que era la contigua, llamada del Cordón, pro*
piedad de la familia Arias Demias condes de Pañonros-
troy la misma que ha sido demolida hace pocos años por
su estado ruinoso, y que, en su tiempo, era suntuosa y
estaba magníficamente decorada por la orgullosa esplen-
didez de aquel arrogante ministro. De ella también inten-
tó escaparse, descolgándose al efecto por la tribuna qne
comunicaba á la iglesia inmediata de San Justo, de donde
fué extraído en el acto por la justicia y conducido á la
fortaleza de Turégano, y luego, según se dice, al castillo
de Villaviciosa, hasta que, más adelante, le trajeron á la
casa de Cisnéros.
Iglesia de San La iglesia parroquial de San Justo (á la que se incor-
^ ' poro la de San Miguel, demolida en los principios de este
siglo) es de antiquísima fundación; pero el templo actaal
es moderno y fué construido, en el pasado siglo , sobre ei
mismo sitio que ocupaba el antiguo,^ á expensas del in-
fante D, Luis; siendo lástima que la estrechez de la calle
en que está situado no permita la vista á su elegante
fachada convexa, con dos torres laterales y de una con-
siderable elevación.
^ ^ .El otro templo que ennoblece esta calle, á su final, ya
en la plazuela de los Consejos, es el del convento de
monjas del Sacramento y fundado en los principios del
siglo XVII, por la piedad y grandeza del duque de Uceda,
D. Cristóbal Gómez de Sandoval, el mismo que <x)nstruyó
el suntuoso palacio de los Consejos; si bien el templo ac-
tual es más moderno, de mediados del siglo anterior, y
de buena forma y proporciones (1). También cedió el
mismo fundador al propio convento, y formaron parte de
la fundación, las grandes casas contiguas, llamadas del
(1) Á esta iglesia se ha trasladado la parroquia de Santa María,
hoy derribada.
DESDE PUERTA DE MOROS 1 PUERTA CERRADA. 207
Sacramento y hasta la esquina de la calle del Bollo. — Por
ültímo, el palacio arzobispal, sito al otro extremo de la ^^ ^'™**'
misnia calle, á sti salida á Puerta Cerrada, es nn edificio
también moderno, construido en el siglo pasado, durante
los arzobispados de los señores infante D. Luis y Loren-
zana y que no ofrece, por lo tanto, más recuerdos históri-
cos que los de haber espirado en él los últimos arzobispo^
cardenales de Borbon, Inguanzo, Bonel y Orbe y Ala-
meda (Fr. Cirilo).
Se ve, por lo dicho, que la expresada calle está com-
puesta exclusiyamente de templos, palacios ó casas prin"
cipales de la nobleza madrileña, y que ha llegado hasta
nosotros con su aspecto severo y sus pretensiones herál-
dicas, sin que ni una sola tienda de comercio, símbolo de
la animación y movimiento de la moderna villa, haya veni-
do todavía á interrumpir aquel grave continente de sus
fachadas austeras y monótonas. Su inmediación á la casa
de los Consejos y Tribunales superiores, su apartamiento
del bullicio mercantil y cortesano, y la espaciosidad y
clásica distribución desaquelles vetustos caserones, les
hicieron muy propios para albergar, después de la noble-
za del siglo xvn, á la alta magistratura del siguiente y el
actual ; y muchos nombres, célebres en aquélla, y señala-
dos en los fastos de nuestro foro, figuraron en la calle del
Sacramento, tales como los Macanazes, Bodas, Tovares,
Campománes y otros muchos, hasta los últimos goberna-
dores de Castilla, Martinez de Villela y Puig-Samper,
que en ella vivieron y murieron.
208 EL ANTIGUO MADRID.
IV.
DESDE PUERTA CERRADA 1 PUERTA DE GUADALAJARA«
El trozo comprendido entre dicha calle del Sacramento
y la antigua de la Almudena, ó sea Mayor, hasta las
JPlateríaa y Puerta de Gruadalajara y aunque limitado su
espacio, es sumamente interesante bajo el aspecto históri-
co. Verdadero centro del Madrid primitivo, siempre en la
inclinación á Oriente, como las posteriores ampliaciones
ya efectuadas, y probablemente como las que tendrán
lugar después, la calle üeal de la Abnudena, que partia
desde la iglesia, ó más bien desde el arco del mismo
nombre, de que antes hicimos mención, era desde un
principio, por su situación central, su piso ligeramente
inclinado y su dirección oriental, la principal arteria de
comunicación entre los barrios más opuestos de la anti-
gua villa y sus arrabales ; creciendo aun más en impor-
tancia á medida que, extendiéndose I considerablemente
el caserío por ambos lados, Norte y Sur, fué preciso pro-
longar aquélla, primero hasta la Puet^ta del Solj y des-
pués hasta la de Alcalá, ^
Contrayéndonos por ahora á dicho trozo primero, ó
sea calle principal en la época á que nos referimos, en
que estaba limitada la población, al medio de ella, por la
antigua muralla, nos detendremos en el sitio en que, in-
terrumpiendo ésta la continuidad de su fortísimo lienzo,
daba al pueblo su entrada oriental por la suntuosa Puerta
DESDE PTA. CERRADA 1 PTA. DE GUADALAJARA. 209
4
de Cruadalajaraj en aquel punto mismo que hoy retiene
ÁVL nombre; esto es, entre la embocadura de la Cava de
San Miguel y la calle de Milaneses.
El origen de esta puerta (la principal, sin duda, de la dSjíü.^* ^^'
antigua villa) se atribuye, como de costumbre, por los
unos, á los romanos; por los otros, á los godos; pero lo
probable, sin duda, es que fuera, como las demás, obra
morisca, y así parecen indicarlo su nombre y su misma
forma, que, según la minuciosa descripción que de ella
hace el maestro Juan López de Hoyos, que la alcanzó á
ver (por no haber sido destruida hasta 1570), c: tenía dos
atorres colaterales, fortísimas, de pedernal, aunque anti-
>guamente tenía dos caballeros á los lados, inexpugnables.
>La puerta, pequeña, la cual hacía tres vueltas, como
>tan gran fortaleza. Estas se derribaron para ensanchar
>la puerta y desenfadar el paso, porque es de gran fre-
^cuencia y concurso. Estas torres ó cubos hacen una
i^ agradable y vistosa puerta de veinte pies de hueco con
Bsu dupla proporción de alto, y en la vuelta que el arco
i>de la bóveda hace, todo de sillería berroqueña fortísima,
J^hace un tránsito de la una torre á la otra, con unas
]> barandas y balaustres de la misma piedra, todas dora-
»das. Sobre este arco se levanta otro arco de bóveda, que
>hace una hermosa y rica capilla, toda la cual estaba
3í> canteada de oro, y en ella un altar con una imagen de
» Nuestra Señora, con Jesucristo Nuestro Señor en los
1» brazos, de todo relieve, ó como el vulgo dice, de bulto,
»todo maravillosamente dorado y adornado con muchos
»brutescos.5) — Todavía continúa el maestro Hoyos su
minuciosa descripción, expresando con toda escrupulosi-
dad los remates y adornos de aquella suntuosa fábrica,
que consistían en una multitud de chapiteles, barandas,
pirámides y torrecillas, incomprensibles ciertamente á
una mera descripción, y amenizado el todo con otras
L u
210 BL ANTIGUO MADRID.
imágenes 9 una del Santo Ángel de la Guarda (que es I^
misma que hoy se venera, á costa de los maceros de la
Villa, en la ermita del paseo de Atocha), ((cuatro colosos
:^ó gigantes de relieve, varias cruces, escudos de armas,
]>y un reloj, que era una hermosa campana, que se oía &
Dtres leguas en contorno. » — Así la describe en sus últi-
mos tiempos el referido maestro contemporáneo, y no hay
motivo razonable para dudar de su veracidad (1). Pero
D. Diego de Colmenares, en su famosa Historia de Segó*
viáy con motivo de encarecer la parte más ó menos faba*
losa atribuida á los segovianos en la conquista de Madrid,
dice terminantemente que «en memoria de haber entrado
Dá Madrid por aquel lado, se mandaron colocar sobre
i> dicha puerta las armas de Segovia, sostenidas por las
D estatuas de los dos caballeros D. Fernán Grarcía y don
j) Diaz Sanz 3> , todo en los términos que se ve en el yra-
bado de dicha puerta que acompaña el mismo Colmena-
res y que ofrece una absoluta contradicción, en forma y
accesorios, con la descrita por Hoyos; verdad es que,
según Colmenares, existió ésta en dichos términos hasta
1542, en que se arruinó una parte de ella; aunque Quin-
tana contradice abiertamente la existencia nunca de di-
chas armas y estatuas segovianas. Pero de todos modos,
y bajo una ú otra forma, es lo cierto que aquella ponde-
rada fábrica desapareció en una noche del año 1580, en
que, haciendo festejos la Villa por haber terminado el
rey Felipe II la conquista de Portugal,, fueron tantas
las luminarias que en ella mandó poner el corregidor don
Luis Gaytan, que se incendió del todo; lo cual, -cierta-
mente, no depone en gran manera en pro de su preten-
dida fortaleza. Verdad es que dicha destrucción acafo no
(1) Recibimiento de la reina doña Ana de Aiutria, página 219
y BÍguientes.
DESDE PTA. CERRADA 1 PTA, DS GX7AD ALA JARA. 211
fuese toda obra del incendio, sino que, habiéndose exten-
dido ya tan considerablemente Madrid por aqnel lado, y
cesado, por consecuencia, el objeto de la pnerta de Gua-*
dalajara, se aprovecharia tal ocasión para derribar aquella
masa, qne sólo servía ya de estorbo en sitio tan principal
y céntrico de la nueva villa y corte.
Bajando á la izquierda de dicha puerta por la Cava de
S€m Afíffuely que ocupó luego el sitio del antiguo foso ex-
tramuros, y que, por su gran desnivel respecto á la inme-»
diata altura, donde estaba la Plaza del Arrabal (hoy la
Mayor), da lugar á que las accesorias de las casas nuevas
de la misma hacia donde hoy está el arco y escalerilla de
piedra, pre^nten una altura formidable y sean las únicas
en Madrid que tienen ochó pisos, lo primero que se pre--
senta es el solar irregular denominado Plazuela de San toqSH V sañ
Miguel, convertido hoy en mercado de comestibles. Parte ^^'^^^'
de este solar ó plazuela estaba ocupado, desde principios
del siglo XIV al menos, por la antigua iglesia parroquial
de San Miguel de loa Octoea, apellidada así por el nombre
de una rica familia feligresa y bienhechora de esta par-
roquia , y para diferenciarla de la otra, aun más antigua,
de San Miguel de Sagra , que ya dijimos estuvo situada
cerca del Alcázar.
El templo de la parroquia que ahora nos ocupa era
moderno, del reinado de Felipe III, capaz y hermoso,
contenia sepulcros notables (1) y otros objetos primoro-
(1) Entre las personas distin-
guidaa que yacían en esta igle-
sia parroquial fué una el famoso
poeta Juan Pérez de Montalvany
nacido en Madrid, en 1602, hijo
de Alonso Pérez, librero del
Bey. Á los veinte y tres afios
fué doctor en Teologia y se or-
denó de sacerdote : como dis-
cretísimo autor dramático , fué
amigo , discípulo predilecto y el
más feliz imitador del gran Lo-
pe de Vega , escribiendo unas
cuarenta comedías , algunas de
las cuales merecen compararse
á las mejores de aquel insigne
212
EL AKTIOÜO HADRID.
SOS de arte^ entre ellos, el precioso tabemácnlo de piedras
finas y bronces , trabajado en Roma^ en precio de 6.000
ducados, á costa del cardenal D. Antonio Zapata de Cis-
néros , hijo del Conde de Barajas , madrileño insigne, qae
hizo presente de él á esta iglesia (1).
Es el único objeto que pudo salvarse de ella en el hor-
roroso fuego de la Plaza Mayor y calles contiguas, ocur-
rido en 16 de Agosto de 1790, y hoy se halla colocado en
la iglesia de San Justo , á cuya parroquia se unió igual-
mente la feligresía y el titulo de la arruinada de San Mi-
guel. Después del incendio, acabó ésta de ser demolida en
tiempo de la dominación francesa , así como también la
manzana de casas número 172, que desde dicha plazuela
daba frente á las Platerías y formaba los dos callejones
laterales de la Chamberga y de San Miguel; hoy sirve
aquel solar de ingreso y parte del mercado, con una por-
tada de ladrillo , construida hace pocos años para cubrir
algún tanto el mal aspecto de los cajones á la parte de la
calle Mayor, que ciertamente debieran suprimirse en
dramaturgo. Igualmente escri-
bió doce novelas y el Para to-
dos , libro estimado y lleno de
erudición é ingenio; el Or/eo
castellano y poema, y un libro
que tituló Fama postuma de
Lope de Vega, Murió resentido
de la cabeza á consecuencia de
un trabajo tan continuado, y en
la temprana edad de treinta y
seis años, en el de 1638, siendo
sepultado en esta parroquia.
Creemos que vivia en la calle de
Milaneses ó en la de Santiago.
(1) El cardenal D. Antonio
Zapata de Cisn¿ros nació en
Madrid) en 1550, bijo del Conde
de Barajas, y sucesivamente ca-
nónigo de Toledo, inquisidor de
Cuenca, obispo de Cádiz y Pam-
plona, arzobispo de 'Burgos,
cardenal de la Santa I. K. y vi-
rey de Ñapóles ; asistió á dos
cónclaves; fué, después de su re-
greso á España, inquisidor ge*
neral y consejero de Estado; y
cansado de tantos honores, se
retiró en sus últimos años á la
villa de Barajas, donde falleció,
á los ochenta y cuatro años, en
1635, siendo sepultado en el con-
vento de franciscos del mismo.
Fué sujeto de suma instrucción
Y de grande influencia política.
DESDE PTA. CERRADA 1 PTA. DE GÜADALAJARA. 213
aquel sitio. — En esta manzana de edificios debió estar,
en el siglo xvi, la cárcel de Villa, pues el maestro Hoyos,
en sa obra del Recibimiento de la reina doña Ana, hace
mención de que al llegar á este sitio, antes de las Plate-
rías y de la plazuela del Salvador, «se oyeron los lamen-
tos de los presos, que pedian gracia á los Beyes.D
Detras de esta plazuela, hacia Puerta Cerrada, se halla
escondida otra en una rinconada que forma la irregulari-
sima manzana 169, á cuyo frente está la casa principal
de los Condes de Barajas , de la familia de los Zapatas^
enlazada después con los Cárdenas y Mendozas , de quie-
nes eran la mayor parte de las casas principales de aquel
distrito. Esta , que después estuvo ocupada por la Co-
misaria general de la Santa Cruzada , y luego por la Di-
rección de Ultramar , es hoy la principal de aquel ma-
yorazgo, y en ella nacieron ó habitaron 'muchos ilustres
personajes de dichos apellidos. En ella también, según
nuestras noticias, vivió, á principios del pasado siglo, el
famoso Duque de Riperdáy ministro de Felipe V, cuya
historia aventurera es tan conocida.
A espaldas de dicha casa, en la misma manzana, y dan-
do frente á la otra retirada plazoleta denominada del Con--
de de Miranda , están las casas conocidas por las de los
Salvajes j sin duda por alusión á dos figuras de piedra que
hay á los lados del balcón principal ; estas casas fueron
también del mayorazgo fundado á mediados del siglo xv
por D. Juan 2^pata y Cárdenas, primer Conde de Bara-
jas de Madrid. Forman escuadra y comunican por medio
de un arco con la otra de la manzana 174, del dicho ma-
yorazgo de Cárdenas, y de ambas es hoy poseedora la se-
ñora Condesa de Miranda y del Montijo (1). Otro de los
(1) Don Iñigo de Cárdenas natural y alférez mayor de Ma*
y Zapata, señor de Loeches, fué drid , embajador á la República
Cara del Conde
de Bardjaa.
214
EL ANTIOUO MADRID.
CkmTeato de la
Corbonen.
frentes de dicha plazuela le forma la iglesia y convento
de las monjas Jerónimas de Corpus Chrütiy apellidado de
la Carbonera , por una imagen de la Concepción que se
venera en él, y fué extraída de una carbonera. Este con-
vento ñié fundado por la señora doña Beatriz Ramirez
de Mendoza, condesa del Castellar, á principios del si-
glo XVII, en las casas propias del mayorazgo de los Ra-
mirez de Madrid.
Las demás callejuelas que desde Puerta Cerrada y calle
del Sacramento conducen á la calle de la Almudena y
plazuela de la Villa, y llevan hoy los títulos de la Pasa,
del Codo, de Puñonrostro , del Cordón (antes de los Azo-
tados), del Holló, del Duque de Nájera y Traviesa , no
nos ofrecen cosa digna de llamar la atención , como tam-
poco el mezquino callejón que con el pomposo nombre
de calle de Madrid corre á espaldas de las Casas Consis-
toriales.
vma!*°*^ ^® ^ Pero saliendo luego á la plazuela llamada de la Viüaj
y antes de San Salvador, nos encontramos ya en un sitio
altamente interesante por su importancia y recuerdos his-
tóricos. Formada esta plazuela por los considerables edi-
de Venecia, y en la corte de Pa-
rís en tiempo de Enrique IV. En
la ceremonia de la coronación
de la Reina de Francia, tuvo una
rífia con el Embajador de Vene-
cia, á quien dio de bofetadas á
presencia de toda la corte. La
casualidad de haber asesinado al
Bey aquella misma tarde Fran-
cisco RaveillaCy hizo nacer la
voz de que el Embajador espa-
ñol le habia muerto , y cayó un
gran tumulto sobre su casa, has-
ta que se hizo pública su inocen-
cia. Este caballero fué célebre por
su agudeza en el Consejo, y sus
oportunas respuestas, tales como
las que mediaron con el dicho
rey Enrique de Francia , y que
merecen leerse por lo discretas
y arrogantes. Murió, en 1617, en
estas casas de su mayorazgo.—
También fundó ó reconstruyó la
hermosa casa de campo, entre
los dos Carabancheles, que aun
disfrutan sus sucesores los Con-
des de Miranda y del Montijo.
DESDE PTA. CERRADA Á PTA. DE 6UADALAJARA. 215
ficios del Ayuntamiento ó Casas Consistoriales á Oriente,
las de los Lnjanes al opnesto lado, las accesorias de la del
cardenal Cisnéros en el fondo, j al frente la antiquisima
parroquia del Salvador, que la daba nombre, fué largo
tiempo considerada como la principal plaza de la villa,
puesto que la Mayor actual caia del otro lado de la mu-
ralla, en el arrabal.
El humilde origen de la villa de Madrid, y su limitada ruies.
importancia hasta los siglos xv y xvi, es la causa de que
no se encuentren en ella edificios públicos de considera-
ción anteriores á dicha época, careciendo , bajo este pun-
to de vista , del atractivo que para el arqueólogo y para
el poeta tienen otras muchas de nuestras ciudades , hoy
de segundo orden, como Toledo, Valladolid, Burgos, Se-
gó via, etc.
Aunque quedó establecida la corte en esta villa en 1561,
el Ayuntamiento de Madrid, respetuoso observador de su
sencilla costumbre , siguió celebrando sus reuniones en la
pequeña Sala Capitular, situada encima del pórtico de la
parroquia de San Salvador, según consta de muchos do-
cumentos, y entre otros, de unos acuerdos que hizo la
villa para trocar ciertos terrenos, cuyo documento empie-
za asi : <i: En la villa de Madrid , seis dias del mes de Oc-
>tubre, año del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo
}>de mil y quinientos y tres años, estando ayuntado el
^ Concejo de la dicha villa en la sala que es encima del
i> portal de la iglesia de San Salvador de la dicha villa,
> según que lo han de uso y costumbre», etc. (1).
(1) Este pórtico fué derriba Felipe III, según leemos en las
do, jontamente con aquel lien- Relaciones de Luis Cabrera de
zo de casas de la Platería, en Córdoba, en estos términos: cLa
1599 para ensanchar la calle, »acera de las casas de la Píate-
con motivo de la entrada de la »ría se ha echado á tierra, con
reina doña Margarita , esposa de »que ha quédalo la calle de San-
216 EL ANTIGUO MADRID.
De otros docnmentos que hemos reconocido en el ar-
chivo de esta villa, consta que el lunes 19 de Agosto de
1619 celebró Madrid el primer Ayuntamiento en las ca-
sas qhe fueron de D. Juan de Acuña, presidente de Cas-
tilla, en la plazuela de San Salvador (hoy de la Villa); y
aunque nada sabemos de la obra que en ellas se hizo con
este motivo, si fué completa ó parcial, ni el arquitecto-
que la dirigió, debemos suponer que fué en lo principal,
según hoy se ve, consistiendo su edificio en un cuadro de
bastante extensión, con dos pisos, bajo y principal, torre»
en los cuatro ángulos y dos puertas iguales por la parte
de la plazuela, construidas, á lo que parece, á fines del
siglo XVI, con hojarascas, que acaso se le añadirían des-
pués, como lo fué más adelante, en el siglo pasado, bajo
la dirección del arquitecto Villanueva, el espacioso balcón
de columnas que da á la calle de la Almudena. — El inte»
rior de este edificio tampoco ofrece nada notable , ni por
su forma , ni por su decorado , y está muy lejos de res-
ponder á la importancia que debiera tener la casa comu-
nal, el Hotel de Ville de la capital del reino. En sus sa-
lones, modestamente decorados, no hay que buscar pri-
mores de arte, ni objetos de interés histórico; el antiguo
Concejo de Madrid y su Ayuntamiento durante tres si-
glos cuidaron poco de enriquecer su mansión con tale»
ornamentos , que creerían superfinos y pegadizos ; ni si-
quiera una mala colección de retratos ó de bustos de los
monarcas de Castilla, desde los Católicos Isabel y Fer-
nando, que enaltecieron y dispensaron tantas mercedes á
>ta María muy espaciosa (pági- i^ensanchar la calle , de manera
»na 17)i> ; y en las notas (pági- ))que venga á emparejar con la
na 620) se lee : <í Las Platerías ncasa del Sr. Presidente de Cas-
»se van derribando, y también ]»tilla.))
»la iglesia de San Salvador, para
DESDE PTA. CERRADA A PTA. DE GUADALAJARA. 217
la yilla de Madrid; ni siquiera una inscripción^ ni una lá-
pida, ni una imagen de ninguno de sus hijos célebres; ni
an libro raro , ni una Memoria curiosa de su historia an-
tigua; ni nada, en fín, de lo que en otros pueblos de me-
nos importancia ostentan con religiosa veneración sus
casas comunales. ¡ Y esto, en el pueblo que vio nacer á
Carlos III y Femando el VI, al gran Duque de Osuna
y á Castaños, á Lope de Vega y á Tirso, á Quevedo y á
Mondéjar, á Calderón y á Moreto, á Moratin y á Quin-
tana! ¡En la patria adoptiva de Jiménez de Cisnéros
y de Jovellános, de Hernán Cortés y de D. Juan de
Austria, de Mariana y de Cervantes ! (1).
Al lienzo frontero de las Casas Consistoriales están las casas de Lnjai
antiguas, llamadas de loa Lujanes, que pertenecieron á esta
antigua familia madrileña en la rama que se llamaba del
Arrabal, y continuó después en los Condes de Castropon-
ce, para diferenciarla del tronco principal, que eran los
de la Morería, que habitaban en las casas antes referidas
de los Vargas, contiguas á la parroquia de San Andrés.
Estas de la plazuela de San Salvador fueron anterior-
mente de Gonzalo de Ocaña^ señor de la casa de los Oca-
ñas , y regidor y guía de esta villa, y de su esposa doña
Teresa de Alarcon, parienta muy cercana del capitán Iler--
nandú de Alarcon , el cual trajo á esta villa, y colocó en
dicha casa, al rey Francisco I de Francia, prisionero en
la batalla de Pavía por el soldado Juan de Urbieta. —
Aun se conserva, aunque muy deteriorado, el torreón
en que fué guardado dicho Monarca durante poco tiem-
po , hasta ser trasladado al Alcázar, y la pequeña puerta
lateral en forma de arco apuntado, que daba entrada á di-
cho torreón, fué tapiada, según se dice, desde entonces,
(1) Véase el Apéndice, «Archivo y Biblioteca Municipal, p
218
KL ANTIGUO MADRID.
con este motivo (1). — En medio de la plazuela se alzaba
Tilla. hasta hace pocos años una fuente pública, de la extrava-
gante construcción que estaba en moda á principios del
siglo pasado , y ha sido demolida en estos últimos años;
debiendo ) sin embargo, á nuestro entender, ser sustitui-
da por un monumento público, y ninguno más oportuno
que la estatua del triunfador de Pavía, que estuvo colocada
anteriormente en el Retiro y en la plazuela de Santa Ana,
y en la actualidad (aunque de bronce y revestida con pe-
sadas armaduras) se halla á cubierto de la intemperie en la
galería de Escultura del Beal Museo.
VftTToqni» de Daudo frente y hasta nombre á esta plazuela, se alzar
ba también en la calle Mayor, hasta 1842, en que fue
derribada por ruinosa, la antiquísima iglesia parroquial
de San Salvador ^ una de las primitivas de Madrid , y no-
table en su historia por más de un concepto, pues ya que-
da dicho que el Concejo de Madrid , por antigua costum-
bre, celebraba sus reuniones en la pequeña sala capitular,
situada encima del pórtico de la iglesia, y hasta se afirma
que en éste y la lonja formada delante de la iglesia se re-
unieron alguna vez dicho Concejo y aun las antiguas Cor-
tes del Reino. La torre de la misma iglesia, apellidada la
atalaya de la Villa , era bastante elevada, y así ella como
las campanas y el reloj pertenecían á Madrid. En la pila
í^an SalTAdor.
(1) Mucho se ha discutido y
discute sobre la pennaneDcia
en esta casa del prisionero de
Pavía. Los escritores modernos
la niegan; pero los antiguos la
indican, y Lope de Vega, en una
carta autógrafa, que fué de don
Agustín Duran, dice, aludiendo
á BU nacimiento , que fué en la
Plateria^ pared por medio del si"
Uo en que el César Carlos Vpuso
la Francia á sus pies, y esto, di-
cho en un escritor casi contem-
poráneo, es muy de tener en
cuenta.
Hoy se halla destinada esta
casa á la Academia de Ciencias
Morales y Políticas, y á la So-
ciedad Económica Matritense.
DESDE PTA. CKBBADA Á PTA. DE GUADAL AJABA. 219
bautismal de esta parroquia se leia una inscripción mo-
derna expresando haber sido bautizado en ella el papa San
Dátnasoy natural de Madrid (1).
En las bóvedas de esta parroquia estuvieron enterrados
el gran poeta J?. Pedro Calderón de la Barca; traslada-
doy antes del derribo de aquella iglesia^ al cementerio de
San Nicolás y extramuros de la puerta de Atocha (2); el
célebre n^agistrado Conde de CampománeSj el Duque de
Arcos, D. Antonio PonccLde León j otras personas no-
tables; hoy la ha sustituido una casa particular , asi como
á las solares de la ilustre familia madrileña del apellido de
Grato (que estaban contiguas á dicha torre de San Salva-
dor), familia rica en sujetos notables por su travesara y
su valor, con alusión á los cuales quieren derivar el orí-
gen del proverbio de llamar á los madrileños despiertos
Gatos de Madrid, ( Yéáse el Apéndice,)
En el trozo bajo de calle desde San Salvador apenas
se encuentra edificio alguno que merezca parar la aten-
ción por su antigüedad ó importancia, á excepción del ya
(1) Por tal le dan, ademas de
esta inscripción , todos los ana-
listas de esta villa, aunque la
sana crítica ponga en prudente
duda la existencia de Madrid
en principios del siglo iv, y aun-
que, ademas, haya intentado de-
mostrar que dicho santo Papa
no fué madrileño , ni aun espa-
fiol siquiera.
(2) £1 insigne dramaturgo
D. Pedro Calderón de la. Bar-
ca nació en Madrid , y fué bau-
tizado en la parroquia de San
Martin en 14 de Febrero de 1 600,
hijo de D. Diego , señor de la
casa de Calderón de Sotillo y
también natural de Madrid. Des-
pués de una larga carrera lite-
raria, sirvió en las guerras de
Flándes y fué condecorado con
el hábito de Santiago. En 1651
se hizo sacerdote y obtuvo una
capellania de los Reyes Nuevos
de Toledo, siendo después ele-
vado á capellán de honor de Su
Majestad el rey D. Felipe IV,
que le profesaba una sincera
amistad y admiración por las
muchas y esclarecidas produc-
ciones de su musa inmortal.
220 EL ANTIGUO MADRID.
citado de las Casas Consistoriales , cnya fachada septeo-
GaiíA Major. trioDal da á dicho trozo de calle. La himediata, que forma
independiente la manzana 184^ perteneció antes á los
Marqueses de Cañete y luego á los de Caraarasa, hasta
que la adquirió últimamente el Estado para colocar en
ella el Gobierno civil de la provincia , aunque, según nues-
tra opinión y esta autoridad estaría más dignamente colo-
cada en el edificio de la Plaza Mayor conocido por la Real
Panadería , y en varias ocasiones he propuesto al Ayun-
tamiento que solicitase este cambio entre ambos edificios.
— Por último, la casa que da frente al balcón grande de
la del Ayuntamiento y hace esquina á la del Luzon (antes
« . , « de San Salvador) era, acaso, la más anti£:ua de toda la
Casa del Parque. ^ ' . , ' . ^ *^ .
calle Mayor, y perteneció también á la familia de Acuña,
y después á los Duques de Alburquerque y del Parque.
En ella vivió, á mediados del siglo xvii, el virey de Sici-
lia que llevó el primero de aquellos títulos, y en la mis-
ma falleció su ayudante ó capitán de armas, el distinguido
poeta cómico D, Agustín de Salazar y Torres (1). — Con-
tiguo á esta casa, y formando parte de la misma manzana,
Monjas de cona- se alzaba hasta 1840, en que fué derribado, el convento
é iglesia de monjas franciscas, apellidado vulgarmente de
Constantinopla , por una imagen de la Virgen traida de
aquella ciudad, que se veneraba en su altar mayor. Hoy,
en vez de aquel edificio, se ha roto una calle, denominada,
á propuesta mia, de Calderón de la Barca; se han
construido varias casas particulares, asi como sobre el sitio
(1) En esta casa fué preso, randa, luego á Vallecas, después
en 8 de Abril de 1621 , el gran ala huerta del Condestable (don-
duque de Osuna , virey de Ná- de hoy el barrio de Salamanca),
poles, D. Pedro Girón, de donde y por último á las casas de Gil
primero fué conducido al casti- Imon de la Mota (hoy V. O. T.),
lio de la Alameda, después á donde falleció en 1624.
Carabanchel á la quinta de Mi-
I
I
i
DESDE PTA. CERRADA Á PTA. DE GUADAL A JAR A. 221
qne ocuparon más abajo las antiguas del mayorazgo de
Hamirez de Vargas ^ que llevan los Condes de Bomos y
tenían su entrada por San Nicolás , se ven hoy las nuevas
áe- Pulgar,
ÍjI otro trozo de calle Mayor, conocido por las Píate-' lm pkteriM.
riasj estuvo desde un principio formado de casas de co-
mercio en reducidos solares y con tres ó cuatro pisos de
elevación. Las tiendas (que estuvieron hasta poco há en
gran parte ocupadas por las escribanías de número) lo
eran en los siglos xvi y xvii por los ricos artífices y mer-
caderes plateros de Madrid , que ostentaban su floreciente
comercio y aventajada industria en ocasiones tales como
en las entradas de las reinas D/ Margarita, esposa de Fe- '
lipe III, en 1599, y D.*^ Mariana de Austria, esposa de
Felipe IV, en 1649; haciendo alarde, en sendos aparado-
res colocados al frente de sus comercios, de una cantidad
prodigiosa de alhajas de oro y plata, hasta en valor de
dos, tres y más millones de ducados, según se lee en las
prolijas relaciones de aquellos festejos.
En una de las casas más contiguas á la puerta misma
de Guadalajara (la señalada con los números 7 y 8 anti-
guos y 82 moderno de la manzana 415) nació, en 25 de
Noviembre de 1562 , hijo de Félix de Vega y Francisca cSíS^TvcJÍ
Fernandez, personas de conocida nobleza en esta villa, el
Fénix de los ingenios, Lope de Vega Carpió, La casa actual
es moderna y está, reunida con otros sitios que pertene-
cieron á Gaspar Rodríguez Cortés y Francisco López, y
á los herederos de Jerónimo de Soto, con accesorias al calle-
jón sin salida de la costanilla de Santiago, formando una
superficie dé 3.340 pies; fué después de las memorial
que fundó D. Pedro de Uribe y Salazar, y hoy es propie-
dad particular. Designamos esta casa como la que ocupa
el lugar del nacimiento de Lope, porque todos los biógra-
fos dicen que nació en la puerta de Quadalajara y casas
222
EI« ANTIGUO MADRID,
de Jerónimo Soto; j habiendo reconocido los registros d^
todas las de aquellas inmediaciones, sólo hallamos en ésta
la circunstancia de haber pertenecido á herederos de dicha
Jerónimo Soto. Contra esta dedaccion nuestra pudiera
oponerse un párrafo de una carta autógrafa de Lope, que
posee el Sr. D. Agustín Duran y que dice: «Yo nací pa-
J> red por medio del sitio en que Carlos V puso á la Francia
]>á sus piés.D Lo cual indicaría que fué en la manzana de
enfrente y á la esquina de la plazuela donde están las casas
de Lujan; pero ninguna de las de estas manzanas pertene-
ció á Jerónimo de Soto; y sospechamos que la expresión
pared por medio, que usa Lope, es una locución poética
para expresar su proximidad á la torre de los Lujanes (1).
(1) La vida de este portento
de la naturaleza fué en extre-
mo dramática: habiendo sido
estudiante, militar, dos veces
casado , y luego eclesiástico, ca-
ballero profeso de la orden de
San Juan, doctor en teología,
capellán mayor de la congrega-
ción de presbíteros naturales de
Madrid, promotor fiscal de la
reverenda cámara apostólica y
del tribunal de la Inquisición,
y notario escrito en el archivo
romano. En su borrascosa juven-
tud tuvo grandes empeño^
amorosos y caballerescos, de
que resultaron laicos viajes,
desaños y persecuciones , hasta
que, acogido á la austeridad de
la vida religiosa en su edad
avanzada, fué un modelo de
piedad y de recogimiento. —
Murió en Madrid, á 27 de Agos-
to de 1635, en la calle de Fran-
cos, en su casa propia, de que
hablarémoB en su lugar. Tuvo
varios hijos legítimos y natura-
les, de que le sobrevivieron so-
lamente dos hembras. Este ce-
lebérrimo ingenio , uno de los
primeros del mundo, escribió,
según BUS biógrafos, 1.800 co-
medias y 400 autos sacramenta-
les, y otro inmenso número de
obras, sueltas que todavía no lian
podido catalogarse. La fama que
le granjearon en vida no puede
compararse con otra alguna; los
pontífices y los monarcas le
honraban con su amistad, y el
entusiasmo que excitaba en el
pueblo rayaba en idolatría.
En Febrero del año 1872 se
ha colocado en esta casa, por
disposición del alcalde D. M. M,
de Galdo, una lápida con unA
inscripción conmemorativa.
A
DESDE PTA. CEBRADA 1 PTA. DE 6UADALAJARA. 22^
Por nna coincidencia singular (que no ha sido hasta
ahora notada por nadie), en otra casa casi enfrente de
aqnélla, en la acera opuesta (la señalada con el número 4
antígno y 95 moderno de la manzana 173), murió, en 25
de Mayo de 1681, el otro no menos célebre poeta madri-
leño D, Pedro Calderón de la Barca. Dicha casa, que caaa de calderón.
poseyó en vida el mismo Calderón , como perteneciente al
patronato real de legos que en la capilla de San José de
la parroquia de San Salvador fundó D.^ Inés Riaño y fué
de Andrés de Henao, sus ascendientes matemos, existe
todavía, probablemente con la misma distribución inte-
rior que en tiempo en que la habitó el gran poeta en su
piso principal (único entonces), ofreciendo no escaso mo-
tivo de admiración en su misma modesta exigüidad , re-
ducida toda ella á una superficie de 849 pies con 17 y
medio de fachada, y un solo balcón en cada piso á la calle
Mayor; y al contemplar al grande ingenio de la corte de
Felipe IV, al octogenario capellán de honor, al noble ca-
ballero del hábito de Santiago, idolo de la corte y de la
villa, subit los elevados peldaños de aquella estrecha esca-
lera, y cobijarse en el reducido espacio de aquella mez-
quina habitación, donde exhaló el último suspiro, no pue-
de prescindirse de un sentimiento profundo de admiración
y de respeto hacia tanta modestia en aquel genio inmortal,
que desde tan humilde morada lanzaba los rayos de su in-
teligencia sobre el mundo civilizado.
MAHTUAE URBE NATUS, MÜNDI ORBE NOTÜS (1),
(1) En el afio de 1859 halla- de las protestas del patrono
base denunciada como ruinosa de la capellanía á que correspon-
esta casita, y procediase eje- de y que la disfruta como here-
cutivamente á su derribo por dero en los mayorazgos de los
la autoridad municipal, á pesar fundadores , señor Conde del
224
EL ANTIGUO MADRID.
V,
DESDE LA PUERTA DE GUADALAJARA A LA PUERTA
DE BALNADU T AL ALCÁZAR.
• El Último trozo de los en que hemos subdividido nuestro
paseo mental por el morisco Madrid estaba cpmprendi-
do dentro del lienzo de muralla que, partiendo de la puer-
ta de Guadalajara en dirección al Norte, penetraba cerca
Asalto. — En tal circunstancia,
el autor de esta obríta llamó
la atención del público , de la
autoridad municipal y del Go-
bierno, y hasta de la misma rei-
na Isabel, en un sentido artículo
denunciando esta ruina, próxi-
ma á llevarse á cabo, de tan res-
petable memoria (como ya en
otra ocasión lo habia hecho con
buen éxito respecto de la casa
de Cervantes), y tanto hizo, que
logró llamar In atención del
Ayuntamiento hacia este asun-
to , y que, suspendida la demo-
lición , se acordase que luego de
reparada la casa se pusiese , á
nombre de la Corporación muni-
cipal, un Sencillo monumento
que recordase al ilustre madri-
leño que allí habia terminado
su existencia. El proyecto de
dicha decoración consistia en
el busto en relieve del gran
poeta , con los atributos del sa-
cerdocio, de la orden militar y
de la musa cómica , y una ins-
cripción conveniente y digna,
y fué presentado al Ayunta-
miento, pero esta corporación,
después de muchos meses de
dilaciones, se limitó á poner
una tabla de mármol, que dice:
tí Aquí murió D. Pedro Calde-
ron.i>— Tan mezquino resultado
no merecía la pena de que la
munioípalidad matritense hu-
biera tomado á su cargo repre-
sentar el interés y simpatía que
en el pueblo de Madrid despertó
en esta ocasión la memoria de
tan insigne compatriota.
Hoy, próxima la celebración
del centenario de la muerte del
gran dramaturgo, ha llegado
el caso de repararse esta falta.
DESDE LA PTA. DE GUADAL.'^ 1 LA DE BALNADÚ. 225
de k actaal calle de Milaneses , y más adelante por el si-
tio qae ocupan las casas entre las calles del Espejo y la
del Mesón de Paños y los Tintes (hoy de la Escalina-
ta) (1 ), á salir sobre las fuentes ó Caños del Peral ó de
Perat/lo, y revolviendo después al Occidente, abria la úl-
tima entrada por la puerta llamada de Balnadú, cerca de
donde después estuvo la calle y casa del Tesoro, que ya
no existen, hasta cercar, en fin, con el 'ángulo meridional
del Alcázar.
De todo el caserío contenido en este recinto, no sólo
en tiempos remotos,'8Íno aun de las construcciones pos-
teriores de los siglos XVI y xvii, apenas queda ya uno ú
otro edificio, habiéndose renovado completamente en
nuestros dias, y desaparecido hasta las memorias que for-
maban las páginas de su historia. Procuraremos , sin em-
bargo, traer á nuestro recuerdo aquellas que aun hayamos
podido reunir.
Sobre las ruinas, sin duda, de la muralla, y como á la
embocadura de la calle del Espejo , dando frente á la ca-
lle de Milaneses, existe aún , aunque renovada, la casa
número 4 antiguo y 2 nuevo, en que nació, en 8 de Di- miÍ^u^^* *"^***
ciembre de 1664, la beata Mariana de Jesús, célebre por
su santidad y virtudes, hija de Luis Navarro, pellejero
(1) En comprobación de que
la dirección de la antigua mura-
lla iba por donde hoy la calle
del Espejo, y no por la de las
Fuentes, como algunos opina-
ban , cita Alvarez Baena, en su
Compendio de las grandezas de
Madrid^ el hecho de haberse
arruinado, en 1640, un trozo de
dicha muralla sobre las casas
del relator Llanos, donde vivía
un médico , de cuya familia pe-
recieron cinco individuos; y úl-
timamente, en 1835, con moti-
vo de la reconstrucción de las
casas números 3 y 5 de la calle
del Mesón de Paíios , detras de
dicha calle del Espejo, vimos
nosotros mismos al descubierto
otro cubo ó trozo de muralla, que
seguramente nos convenció de
su dirección entre ambas calles.
18
226 EL ANTIGUO MADRID.
amíante en corte, que vivía en dicha casa (1), Esta humil-
de sierva de Dios murió en 17 de Abril de 1624, en una
casilla aislada que ha existido hasta hace pocos años con-
vertida en capilla, y fué construida para ella inmediata al
convento de Santa Bárbara; mereciendo ser beatificada
por la santidad de Pío VI en 1783, y hoy se conserva su
cuerpo incorrupto en la iglesia de monjas de D. Juan de
Alarcon, calle de Valverde,
caiiede Santiago. La callc de Santiago, que va á Palacio, compuesta, has-
. ta bien entrado el siglo actual, de un antiquísimo, elevado
y apiñado caserío, se ha renovado por completo, quedando
sólo del antiguo, á la entrada de dicha calle por la de Mi-
laneses, una casa grande, que creemos fué de los Victoriaitf
familia muy estimada de Madrid ; y hasta la primitiva
san'iro"^* ^^ iglesia parroquial de Santiago Apóstol (cuyo origen preten-
, den los historiadores remontar á los tiempos de la monar-
quía goda), y que por lo menos existia ya desde el siglo xn,
inmediato á la conquista de la villa, arruinada á impul-
sos de los tiempos , en el actual siglo fué reedificada de
nueva planta en 1811, bajo los planos del arquitecto don
Juan Antonio Cuervo.
Convento de Por la misma época desapareció también el inmediato
Santaclara, couvento de monjas franciscanas de Santa Claruj fundado
en 1460 por doña Catalina Nuñez, viuda de Alonso Al-
varez de Toledo , tesorero del rey D. Enrique IV, que te-
nía sus casas contiguas y con tribuna á ambas iglesias de
Santa Clara y Santiago , y formaba con la misma parro-
quia la manzana 429, en el sitio en que hoy está la casa
de baños de la Estrella (2). Hoy no existen tampoco di-
(1) Ha sido derribada recien- el 15 de Febrero, el malogrado
temente y construida de nuevo. ingenio D. Mariano José de
(2) En el piso segundo do Zarra, conocido por i'^i^aro, na-
esta casa, núm. 3 nuevo, de la tural de Madrid.
calle de Santa Clara, se suicidó,
DESDE LA PTA. DE GUADAL.* Á LA DE BALNADIÍ. 227
chas casas de Alvarez de Toledo, señor de Villafranca,
qne debieron ser tan extensas, como que en ocasiones sir- rez de xoiedo^*'
vieron de alojamiento á los reyes D. Juan II y D. Enri- ***'*"'
que IV. En 1435 vivió en ellas el famoso condestable y
maestre de la Orden de Santiago Z). Alvaro de Luna, y
en las mismas nació su hijo D. Juan , conde de Santisté-
ban y de Alburquerque y señor del Infantado, siendo sus
padrinos el Rey y la Reina, que regalaron á la parida,
doña Juana de Pimentel , mujer del Condestable, un rubí
de valor de mil doblas , é hicieron celebrar grandes feste-
jos con este motivo. Estas casas pertenecieron después á
los Condes de Lémus, hasta que fiíeron derribadas por
los franceses, como otras varias contiguas de la antigua
nobleza castellana, tales como la del Marqués de Auñon,
de los Herreras, las de los Riberas, Pimenteles, Noble-
jas, y otras, que formaban de distinta manera las manza-
nas 420 y contiguas , entre dicha calle de Santiago, la
del Espejo, los Caños del Peral y pretil de Palacio, se-
gún expresamos anteriormente.
En este terreno, y por donde ahora van las nuevas
manzanas de casas que han sustituido á aquéllas, y %e for-
man las calles alineadas y regulares de la Amnistía, la
Union, la Independencia, Santa Clara, Verffara, Veloz-
quez (1), Ramales, el Lazo y Lémus, corrian otras , in-
formes, estrechas y costaneras, tituladas plazuela de 6ra-
(1) Esta calle, que apellida-
mos aqní con el nombre del cé-
lebre pintor D, Diego Velazquez,
por haberlo asi acordado, á pro-
puesta nuestra, en 1848, el Exce-
lentísimo Ayuntamiento, publi-
cándolo en el Diario y consig-
nándolo en el Plano oficial de
la villa , se ha rotulado después
como continuación de la calle
de Vergara , no siéndolo recta-
mente, y sobre todo, olvidán-
dose el Ayuntamiento de su pro-
pio acuerdo y mandato, al tiem-
po que fijó el nombre de todas
las calles nuevas de la plaza de
Oriente.
228 EL ANTIGUO MADRID.
ray^ Q uebrajit apiernas , del Gallo, del Recodo y de Santa
Catalina, del Carnero, del Buey, de la Parra, plazuela y
calles de Santa Clara, de Reheque , de JS'ohlejas y de San
Juan, en donde estaban todas aquellas casas principales
de las familias ya citadas , construcción las más de ellas
de los siglos XV y xvi; y que, si no gran mérito artístico,
tenian, por lo menos , el recuerdo histórico de los perso-
najes que las habitaron.
Todas ellas , repetimos, hasta el número de cincuenta
ó sesenta edificios, desaparecieron por consecuencia de los
planes de reforma que para las avenidas del Real Palacio
ideó el intruso rey José Bonaparte en los primeros años
del siglo actual.
Con ellas cayó, ademas de las ya dichas iglesias de
Parroquia de gantiaffo j Santa Clara ^ lo que es más sensible, la inme-
morial parroquia de San Juan, que formaba la manza-
na 430, al desembocar de las calles de Santiago y de la
Cruzada y y era tan antigua, que los autores matritenses
la suponen fabricada en tiempo de los emperadores roma-
nos, y fué consagrada á mediados del siglo xiii. A esta
parroqtia estaba agregada desde 1606 la de San Gil el
Real y San Miguel de Sagra, contiguas á Palacio, que
estaban en el convento de franciscos descalzos de San Gil,
que también sucumbió en la demolición general. En la
bóveda de dicha parroquia de San Juan fué sepultado el
insigne pintor de cámara I). Diego Velazquez de Silva, y
en nuestros tiempos se han hecho, aunque sin fruto, á
costa de los apasionados de aquel gran artista, algunas
excavaciones, para tropezar con dicha bóveda, que en-
cierra sus restos. La feligresía de esta parroquia se incor-
poró á la de Santiago, que hoy se titula de Santiago y
San Juan,
Algo más conservado, aunque con notables y recientes
modificaciones, existe el otro trozo de caserío, entre las
DESDE LA PTA. DE GUADAL.* A LA DE BALNADTÍ. 229
calles de Santiago y Mayor, formando las tituladas de Lu-
zon (antes de San Salvador), de la Cruzada, del Biombo,
de San Nicola^^ del Viento y de los Autores , hasta salir á
donde estovo el antiguo pretil de Palacio. En la primera Luíon/ *^*' *^*
de ellas existe, señalada con el número 4 nuevo, la anti-
gua casa solar de los Luzones de Madrid, de cuyo ilustre
apellido ya se bace mención en tiempos de Juan II, de
quien fué tesorero y maestresala Pedro Luzon, alcaide de
los alcázares de esta villa, y su alguacil mayor, y cuyos
sucesores vienen figurando siglos después en la historia
de esta villa, siendo todos sepultados en la capilla propia
que tenian en el antiguo convento de San Francisco. Des-
pués, creemos que á principios del siglo xvii, pasó esta
casa y apellido á incorporarse & la del Conde del Montijo,
y posteriormente á la de Aranda, donde su ilustre posee-
dor, el famoso ministro de Carlos III y IV, hizo colocar .
una fábrica de loza.
Formando la esquina de dicha calle, frente á la iglesia ca»8deio«Lo-
de Santiago, existe otra casa notable, que fué de la ilustre
familia de los Lodeñas (1), y labró de nuevo, á principios
del siglo XVII, D. Sancho de la Cerda, marqués de la La-
guna, cuyos escudos de armas se ven en la fachada, y á
la esquina de ella se alza una torrecilla como las que so-
lian tener todas estas casas principales de la nobleza ma-
drileña, y un ancho zaguán de dos puertas. La inmediata,
que forma con ella la manzana 428 y tiene su entrada por
la calle de la Cruzada con vuelta á la de Santiago, perte-
neció á la familia de los Guzmanes.
La familia de los Herreras, fundada en Madrid por „ ^ „
. . . Caaas de Herre-
Alonso Gómez de Herrera, á principios del siglo xv,y en ™ y ^e u cm-
la que su nieto D. Melchor tuvo el título de primer mar-
(1) Esta casa, adquirida y re- vincial, sirve hoy para sus se-
íormada por la Diputación pro- dones y oficinas.
230 EL ANTIGUO MADRID.
qués de Auñon, regidor y alférez de Madrid en 1583, po-
seia varias otras casas en esta demarcación y capilla pro-
pia en esta parroquia ; las principales de aquéllas eran las
que estaban á la esquina, frente á la iglesia de San Juan,
por la puerta que miraba á Palacio, y otras en la plazue-
la de Santiago y detras de Santa Clara ; ninguna de ellas
existe, y sí sólo las de enfrente, que fueron de Pedro de
Herrera el Viejo, del Marqués de Auñon y Conde de
Olivares, que reedificó después el consejo de la Sarda Cru^'
zadüj para establecerse en ella, y boy poseen los Condes
de Campo Alange, por el mayorazgo de Negrete. Dicbas
casas son suntuosas y de buena fábrica , con frentes á la
calle de la Cruzada y de San Nicolás.
caiaadeLaca- Eu la misma callc de Luzon, y frente á la casa del pro-
y e a rera. ^j^ apellido, cxistc todavía otra casa que, según Quinta-
na, fué del regidor Velazquez de La Canal , en que solia
vivir el canciller de Aragón, y recayó después en los Mar-
' queses de Villatoya. También fué de la misma familia de
La Canal y de la de Cabrera y Bobadilla , de los Condes
de Chinchón, y luego del Marqués de Tolosa, el desman-
telado é inmenso caserón de la manzana 436, que da á las
calles de San Nicolás y del Factor, y sirvió en nuestros
dias de cuartel de veteranos (1).
Entre dichas calles de San Nicolás y la de Luzon , y á
las accesorias del demolido convento de Constantinopla^
se formaban unos recodos y callejuelas estrambóticas,
El Biombo, propiamente apellidadas el Biombo, que se han regulari-
zado en parte con el derribo de dicho convento, en cuyo
solar, ademas de las casas construidas recientemente, se
han abierto las calles tituladas, también á propuesta nues-
(1) Derribada esta casa, se ha tel de Alabarderos, hoy de la
construido en su eolar el cuar- Guardia.
DESDE LA PTA. DE GUADAL.* i LA DE BALNADÚ. 231
tra, de Calderón de la Barca y de Juan de Herrera» — La
manzana 426 la ocupa la antiquísima y mezquina parro-
quia de San Nkolasj á que en el dia está incorporada ^qnicoIw!*^^
también la feligresía de la demolida de San Salvador. En
esta iglesia fué bautizado el famoso poeta y guerrero don
Alonso de Ercilla (1), y en su bóveda estuvo sepultado el
célebre arquitecto del Escorial Juan de Herrera.
Por la parte baja del pretil de Palacio y convento de
San Gil , y próximamente al sitio por donde ahora corre
la calle de Requena j lo hacía anteriormente la calle del
Tesoro j donde estaba la casa del Tesoro , después Biblio- caiieycasa dei
teca Real, siguiendo la dirección de la antigua muralla
hasta el ángulo del Alcázar. Cerca de esta casa se abría
la puerta de Balnadú y quedando á la parte de fuera la
huerta ó Jardín de la Priora (que ocupaba casi todo el
espacio que hoy los paseos y jardines de la plaza de Orien^
te), los Caños y lavaderos del Peral y la cava ó foso del
Alcázar.
Esta puerta de Balnadú^ como hemos dicho, interrum- Puerta oe boi-
pia por última vez los lienzos de la muralla, y era igual-
mente del tiempo de los árabes, fuerte, estrecha y con
revueltas; miraba al Norte, dando frente lejano á la cues-
(1) Don Alonso de Ercilla
T ZáÑiGA nació en Madrid en
1533, y fué hijo de Fortunio
de Ercilla, consejero del empe-
rador Carlos V. Don Alonso se
crió en clase de paje del princi-
pe D. Felipe, y con él mismo
fué á Bruselas y á Inglaterra en
1547; pasó luego á América, á
la pacificación de los Estados de
Arauco , cuya guerra inmortali-
zó con su célebre poema heroi-
co titulado La ^rawcaMa.— Ca-
só en Madrid con doña María de
Bazan , de la casa de los Mar-
queses de Santa Cruz , y ambos
yacen en el convento de carme-
litas descalzas de Ocafia. — Sus
restos, destinados al Panteón Na-
cional, se trajeron á Madrid é
iglesia de San Francisco, el 20
de Junio de 1869.
232 EL ANTIGUO MADRID.
ta de Santo Domingo, y debió desaparecer cuando la mu-
ralla y ampliación de Madrid por aquel lado, hacia los
siglos XIV ó XV, pues aunque en la obra del señor Cean
se lee que fué derribada en 1787, es evidente que hay
una errata de tres siglos lo menos. Sobre la etimología del
nombre de dicha puerta también han entablado las obli-
gadas controversias los analistas madrileños, suponiéndole
los más impertérritos defensores del origen romano, deri-
vado de las dos palabras latinas balnea-duo^ <rque indica
claratnente que por allí se salia á los baños i>, y los del orí-
gen árabe, de las palabras de este idioma hal^aUnadury
que traducen puerta de las atalayas^ 6 del Diablo^ ó de la
frontera del enemigo.
Queda recorrido el recinto interior de Madrid, que de-
bemos llamar primitivo, y dentro del cual hemos visto
que no queda ya una sola piedra sobre piedra , no diremos
de la época fabulosa de la pretendida Mantu^i griega, Ur^
saria y Majoritum de los romanos y los godos , pero ni
aun del histórico Magerit de los musulmanes. Alcázares,
castillos, mezquitas, baños, palacios, casas y calles, hasta
la misma fortísima muralla que encerraba y defendía to-
dos aquellos objetos, y faé conquistada á fuerza de armas
á fines del siglo xi por las huestes vencedoras del monar-
ca castellano D. Alfonso el VI; todo, absolutamente todo,
desapareció en el trascurso de casi ocho centurias, sin de-
jar más que los nombres de algunos sitios, edificios y
puertas, que recuerdan la larga dominación de los secta-
rios de la media luna.
Aun las construcciones que sucedieron á aquellas rui-
nas, en los siglos inmediatos á la conquista cedieron tam-
bién á la segur del tiempo ó de las dominaciones moder-
^^Sj y ya hemos señalado los rarísimos edificios que to-
davía se conservan anteriores al siglo xvi. Baste decir
que de las diez iglesias parroquiales intramuros que cita
DESDE LA PTA. DE GUADAL.* A LA DE BALNADtí. 233
Gonzalo Fernandez de Oviedo, á principios del dicho (1),
y de que se hace ya referencia en el fuero de Madrid en
el xn, sólo existen ya , como hemos visto, con edificio
antiguo, aaoqne considerablemente renovado, las tres,
San Pedro, San Andrés y San Picolas, Las de Santiago
y San Justo tienen templos modernos, y las de San Mi-
guel, de San Juan, San Gil y San Salvador perdieron
sus templos y hasta su parroquialidad. En cuanto á las
tres de San Martin, San Gines y Santa Cruz, fundadas
en el arrabal extramuros, y de este mismo arrabal, que
fué formándose después de la conquista, hasta constituir
una Hueva y más importante población que la primitiva,
nos ocuparemos en los paseos siguientes.
(1) c Hay diez iglesias par-
roquiales dentro de los límites
de Madrid, 7 tres en el arrabal,
que son aquestas : Santa María
de la Almudena, Sant Johan,
Santiago, Sant Gil, alias Sant
Miguel de Sagra, y esta es una
pequefia iglesia , y está dentro
de la puente ó cava del Alcázar.
Hay otra que se dice Sant Mi-
guel Ottores , Sant Nicolás,
Sant Salvador, Santi Juste, et
Sant Andrés, al que algunos lla-
man Sant Isidro, por un cuerpo
sancto que allí dicen que hay y
hace muchos siglos que está,
que no está canonizado. Las
iglesias del arrabal son tres :
Santa Cruz, Sant Ginés et Sant
Martin.) {Quinctiagenas,)
SEGUNDA AMPLIACIÓN. (SIGLO XIII.)
LOS ARRABALES.
Dijimos en la Introducción ó Reseña histófnca que pre-
cede á estos paseos, que los historiadores de Madrid que
escribieron á principios del siglo xvii afirman terminan-
temente la existencia de sus arrabales desde el tiempo de
la dominación de los moros. Efectivamente, y con motivo
de la acometida que hizo á esta villa, en principios del si-
glo X, el rey D. líamiro de León , dicen que éstos forti-
ficaron y reedificaron sus murallas y ampliaron eus arra-'
hales para qxie viviesen los cristianos que quedaron en ella;
y tratando en otro sitio de la fundación del monasterio de
monjes benitos de San Martin y de la iglesia parroquial
de San Gines, no dudan en asegurar que fueron templos
muzárabes, anteriores á la conquista de la villa por los
cristianos y y á donde éstos acudían 4 celebrar su culto y
oraciones. De todo esto, lo único que puede asegurarse
documentalmente es la existencia en el siglo xiii de un
arrabal extramuros de ]VIadrid é inmediato al monasterio
de San Martin ( Vicus Sancti Martini), fundado, á lo que
parece, por el mismo Alfonso VI en los primeros años in-
mediatos á la conquista.
LOS ARRABALES. 235
Poco importa averiguar si este viais era ó no una po-
blación independiente de Madrid y propia sólo del dicho
monasterio de San Martin como las aldeas de Valne-
ffrcd, Villanueva del Jarama j otras (hoy desconocidas),
de que se hace mención en el privilegio concedido á aquel
monasterio por el rey D. Alfonso el VI, y confirmado
por el VII, el año de Cristo de 1126, para poblar el bar-
rio de San Martin, en los términos expresivos que trascri-
bimos ya de dicho privilegio. Pero no puede menos de
convenirse en que esta carta de población fué, sin duda al-
guna, el fundamento ú origen material de la extensión de
Madrid por aquel lado, como puede comprobarse aún por
los títulos originales de las casas de dicha barriada, en que
se descubre dicho origen, por la imposición de censos so-
bre los solares á favor de dicho monasterio de San Mar-
tin ; cuya parroquia, una de las primitivas de Madrid,
llegó por esta razón á extender su distrito jurisdiccional
hasta los limites de la nueva villa.
Por otro lado , y simultáneamente con el barrio ó ar-
rabal extramuros de San Martin, se habia ido formando
al otro lado del Arenal de San GineSy y en dirección á
Oriente, el arrabal principal de Madrid, en la considera-
ble extensión que mediaba entre la puerta de Guadalaja-
ra, la del Sol y la plazuela de Antón Martin , término en-
tonces de la calle de Atocha. — Este numeroso caserio se
prolongaba luego á Mediodía en otro trozo considerable,
desde la calle de Atocha y plaza Mayor hasta la esquina
de la calle de Toledo y plazuela de la Cebada. Estos dos
trozos más importantes del nuevo caserío extramuros
fueron los que por espacio de tres ó cuatro siglos (hasta
mediados del xvi , en que se trasladó la corte á esta villa)
vienen designados por antonomasia , en los documentos y
en el lenguaje vulgar de la época, con el nombre de JiJl
Arrabal y añadiéndose únicamente en algunos de aquellos
236 EL ANTIGUO MADRID.
las palabras de á San Gines^ á Santa Cruz 6 San Mil la n,
según la inmediación respectiva á aquellas iglesias. En
cuanto al de San Martin , al Norte, dividido, como lo es-
taba materialmente por los barrancos y terreno arenoso
que mediaba entre las fuentes ó los Caños del Peral y la
Puerta del Sol y venía á formar una barriada completa-
mente separada de la central ; hasta que unos y otros fue-
ron comprendidos dentro de la nueva cerca, verificada, se-
gún se cree , en el siglo xiii, y que constituyó la seguudu
ampliación de Madrid.
Esta cerca (de la que no queda vestigio alguno mÁs
que los nombres de las puertas y entradas que la inter-
rumpían) debió ser, sin duda, una sencilla tapia, que no
impidió ni contuvo el progreso ulterior del caserío ; y, á
juzgar por las relaciones poco precisas de los historiado-
res matritenses, y por el pianito que publicó Alvarez Bae-
na en su Compendio de las grandezas de Madrid , arranca-
ba por detras del Alcázar, subiendo hasta lo alto de la
colina donde hoy es plazuela de Santo Domingo ; allí
abría una entrada ó puerta con este nombre , mirando al
Norte, y como al frente de la futura calle Ancha de San
Bernardo ; y continuaba luego por entre las calles hoy de
Jacometrezo y los Preciados, hasta frente al monasterio
de San Martin, donde abría otro />o«fi^o al arranque de
la calle que , aun hoy , retiene este nombre ; descendia
luego recta, por encima de la cava del Carmen^ hasta salir
al sitio conocido después por la Puerta del Sol , donde
efectivamente se abríó ésta , dando frente á los olivares y
camino de Alcalá. — Aquí se prolongaba en dirección á
Oriente hasta cerca de los Italianos, abarcando el sitio
que después se llamó Carrera de San Jerónimo; y revol-
viendo allí en escuadra , iba á buscar la recta de la plazue-
la de Antón Martin, donde se abrió otra puerta, titulada
de Vallecas. Por último, torcía luego al Occidente, por
£L ABRABAL DE SAN MARTIN. 237
donde hoy las calles de la Magdalena y. Duque de Alba,
y salia á la ermita (después parroquia) de San Millan,
donde se abrió otro postigo, yendo á terminar é incorpo-
rarse con la antigua muralla en Puerta de Moros. — Tal fué,
en conjunto, el nuevo recinto de Madrid, producido por
la segunda ampliación é incorporación de sus arrabales á
\a parte principal, antigua y murada. — Para recorrerle por
este mismo orden, daremos el primer lugar en nuestros
paseos al arrabal de San Martin ^ comprendido, como
queda dicho, entre la cuesta y plazuela de Santo Domin-
go, el postigo de San Martin y la Puerta del Sol, hasta
el Arenal de San Crines,
YI.
SL ARRABAL DE SAN MARTIN.
El objeto más notable que nos sale al paso y afecta á
la imaginación de este antiguo distrito , y uno también
délos dos primeros que presidieron, puede decirse, á su
formación, es el Real monasterio de monjas de Santo Do-
mingo, situado al pié de la cuesta del mismo nombre,
monumento venerable y de la más alta importancia en la
historia religiosa, política y artística de Madrid.
Dicen los coronistas matritenses que el Patriarca San- g^„^ Domingo
to Domingo de Guzman, que se hallaba en Francia en <í1í*«^-
1217 haciendo la guerra á los albigenses, envió á Madrid
algunos religiosos, bajo la dirección de otro del mismo
nombre, para que hiciesen fundaciones ; los cuales obtu-
vieron del concejo de Madrid, con aquel objeto, un sitio
extramuros de la villa, cerca de la puerta de Balnadú y.
238 EL ANTIGUO MADRID.
considerables limosnas y donaciones de los piadosos veci-
nos de Madrid, y, en su consecuencia, dieron principio á
la fundación del convento ; pero habiendo venido á Ma-
drid al año siguiente el mismo Santo Domingo, y pare-
ciéndole poco conveniente que sus frailes tuviesen tanta
liacienda y rentas, determinó establecer en la indicada
casa un monasterio de monjas , y trasladar á otro sitio á
los religiosos, como así lo verificó, recogiendo un núme-
ro de doncellas, á quienes \ístió el mismo Santo el hábito
y dio la profesión , y dejando enteramente á beneficio de
ellas todos los bienes que ya poseia el monasterio. Conti-
nuaron las monjas su construcción, que estuvo concluida
en breve tiempo, y aun se guarda en este convento la car-
ta original de Santo Domingo, dirigida á las mismas, en
contestación al aviso que le dirigieron de estar concluida
la obra. Desde entonces los monarcas, los magnates, el
concejo y los vecinos de Madrid manifestaron su devo-
ción y simpatía hacia aquella santa casa, dotándola de pri-
vilegios especialísimos y cuantiosas donaciones, entre
las cuales es notable la que les hizo el santo rey D. Fer-
nando III, de la extendida huerta, que llegaba hasta las
inmediaciones del Alcázar y se llamaba de la Reina, y
después de la Priora.
En esta casa vivieron y profesaron algunas personas de
sangre Real, y en ella yacian los restos del rey D. Pedro
de Castilla, los de su hijo el infante D. Juan, y su nieta
doña Constanza, priora que fué del mismo convento ; y
también estuvieron los del desgraciado principe D. Carlos,
hijo de Felipe II, antes de ser trasladados al Escorial; eran
objetos del mayor interés histórico y artístico dichos sepul-
cros, hoy destruidos, á excepción del de la priora doña
Constanza y la estatua mutilada del rey D. Pedro, que se
conservan. También existió hasta pocos años há el elegante
coro, obra del insigne Juan de Herrera, la espaciosa igle-
EL ARRABAL DE SAN MARTIN. 239
sia de dos naves , sns buenos cnadros y la antiquísima pila
en qne fué bautizado Santo Domingo de Guzman, que se
halla metida en otra de plata^ y sirve para bautizar á las
personas Beales, á cuyo efecto es conducida^ en las oca-
siones, á la capilla Real. — Antiguamente, la portada de la
iglesia formaba rinconada mirando á Palacio , pero hace
muchos años fué cubierta esta portada y fachada del con-
vento con unas casas, y la entrada á la iglesia era lateral,
formada por un pórtico, que fué reconstruido á fínes del
siglo pasado. En el portal de dichas casas contiguas y en
el de la portería del convento se veian hasta hace pocos
años dos lápidas muy antiguas, y que debieron estar en
otro sitio anteriormente, en las que se leian las palabras
que, según la tradición, pronunció al morir el clérigo ase-
sinado por el rey D. Pedro, y aparecido al mismo en las
sombras de la noche , al pasar por delante de este conven-
to. En esta santa casa fueron recogidas por las religiosas las
principales señoras de la villa durante los encarnizados dis-
turbios ocasionados por la guerra de las Comunidades, cu-
yos partidarios pegaron fuego al convento, que estuvo á
punto de desaparecer. — En los claustros de este convento
fué donde D. Lope Barrientes, obispo de Cuenca y fraile de
Santo Domingo, quemó, de orden del rey D. Juan el II,
todos los libros ó escritos del famoso D. Enrique de Ville-
na, maestre de Calatrava, que falleció en Madrid por en-
tonces; varón eminente en ciencias y en literatura, y á
quien la opinión vulgar tenía por mágico y hechicero,
aunque es de presumir que fuera en razón de que se ade-
laivtó á su siglo en grandes conocimientos científicos. Hay
quien cree que no todas las obras de este ilustre varón
perecieron en el incendio; pero á nosotros no ha llegado
más que una poco importante, titulada El Arte cüoria ó
del cuchillo. De todos modos, el proceder de D. Lope
Barrientes ha merecido la condenación de todos los aman-
240 EL ANTIGUO MADRID.
tes de la ciencia, y , en su tiempo mismo, le lamento muy
amargamente el insigne Juan de Mena, haciendo el elogio
más cumplido del ilustre astrónomo, filósofo y poeta (!}•
Otros muchos recuerdos históricos, religiosos y artisti*
eos, pudiéramos añadir á este notabilísimo monasterio ;
pero preferimos remitir al lector á la interesante Memoria
histórica y descriptiva que de él publicó en 1850, ]). J. M.
de Eguren (2).
(1) (( Aquel que tú ves estar contemplando
» En el movimiento de tantas estrellas
]»La fuerza, la orden, la obra de aquéllas,
DQue mide los versos, de cómo y de cuándo.
3>Y ovo noticia philosofando
» Del movedor y los conmovidos ,
»De fuego , de rayos, de son de tronidos,
p Y supo las causas del mundo velando ;
» Aquel claro padre , aquel dulce fuerte ,
V Aquel que en Castalio monte resuena ,
» Es don Enrique , señor de Villena ,
» Honra de España y del siglo presente.
» ¡ Oh ínclito sabio , autor muy sciente !
» Otra y aun otra vegada te lloro ,
» Porque Castilla perdió tal tesoro,
]» No conoscido delante de gente.
3^ Perdió los tus libros, sin ser conoscidos,
» Y como en exequias te fueron ya luego
» Unos metidos al ávido fuego ,
» Y otros sin orden no bien repartidos.
)) Cierto, en Atenes los libros fingidos
» Que de Protágoras se reprobaron ,
» Con cerimonia mayor se quemaron
» Cuando al Senado le fueron leidos. »
(2) Este antiquísimo conven- en nombre de la Religión , de la
to, iglesia y magnífico coro fue- Historia y de las Artes, y entre
ron bárbaramente demolidos en ellas la especial que yo hice
1870, sin atender á las muchas para salvar al menos la iglesia
reclamaciones que se hicieron y el coro.
EL ARRABAL DE SAN MARTIN. 241
Contigao á este monasterio^ en la misma manzana 404,
86 hallaba el otro de religiosas franciscas de Santa María
1 1 A 1 xii'ji x"j Convento de los
de loa Angeles; y tanto lo estaba, que con motivo de un Angeles.
grande incendio, ocurrido en 1617, se salvaron en el de
Santo Domingo las religiosas de aquél con sólo rompoj*
una tapia medianera. Dicho convento y su iglesia, que
habian sido fundados en 1564 por D/ Leonor de Masca-
reñas, que vino á Castilla con la emperatriz D.* Isabel, y
fué aya del rey D. Felipe II y del príncipe D. Carlos,
era poco notable en su forma artística. En ¿1 se aposentó
la Santa Madre Teresa de Jesús en alguna de las ocasio-
nes en que permaneció en esta villa, según expresa ella
misma, y en otras en el monasterio de las Descalzas Hea-
les. Este convento de los Angeles fué demolido hacia
1838, alzándose hoy en su solar y en el de la inmediata
huerta de Santo Domingo varias casas particulares.
Enfrente del convento de Santo Domingo el Heal, y en
la cuesta del mismo título, existían hasta poco há varias
casas principales de alguna importancia histórica ; las
primeras, eon el número 1 antiguo y 7 moderno, fueron
propias del mayorazgo que fundó el contador Francisco
Grarnica á fines del siglo XVT, y posee hoy el Sr. Duque de
Granada, vizconde de Zolina. Una parte de dichas casas
(donde se alzaba un torreón en que, según tradición, no
sabemos hasta qué punto fundada, estuvo también preso
algún tiempo el famoso secretario de Felipe II, Antonio
Pérez) ha sido derribada y reconstruida de nueva planta
en estos lUtimos años.
En la contigua vivió el famoso cardenal Portoearre-
ro (1), arzobispo de Toledo, que tanta influencia tuvo cayde oropelL
en la poUtica del Gabinete español en el último reinado
de los monarcas iiustriacos, y á quien se atribuye el
(1) También ésta ha sido derribada y reconstruida de planta.
L 16
242 EL ANTIGUO MADRID.
famoso testamento de Carlos II; qne llamó al trono espa-
ñol á la familia de los Borbones; fué hijo del Conde de
Palma; y murió en Boma en 1730. — La otra es la seña-
lada con el número 1 antiguo y 2 moderno, con su en-
trada por la antigua calle de la Puebla (hoy del Fomento),
y que hoy poseen y habitan los Sres. Duques de Frías,
como Marqueses de Villena y Condes de Oropesa. En la
inmediata ya citada, y que hoy se está derribando, yivia
el de este último titulo, Presidente de Castilla y ministro
en tiempos del mismo monarca Carlos II, y fué asaltada
y saqueada por el populacho en la famosa asonada de
1699, conocida por el motín del pan, que ocasionó la cai-
da de aquel magnate.
A espaldas de dicho monasterio de Santo Domingo, y
entre él y el de San Martin, se forman yirias callejuelas y
plazoletas, algunas suprimidas hoy, otras regularizadas
y ensanchadas con las nuevas construcciones ; si bien por
la mayor parte conservan sus antiguos nombres de Bajada
de los Angeles, plazuela de los Trujülos, calle de las Con--
chas y de la Sartén j de las Veneras, de la Ternera, del
Postigo, de la Bodega de San Martin, de la Flora y pla-
zuela de Navalon.
Poco es lo que ofrecen de notable estas escondidas ca-
lles ; sin embargo, alguna cosa queda todavía del antiguo
caserío, por ejemplo, de las tres ó cuatro casas que for-
siinta Catalina mau la pkzolcta dc Santa Catalina de los Donados y la
de los Donados. «ii ir <• i* i \
señalada con el numero 1 nuevo, que tiene su entrada por
dicha plazuela y costanilla de los Angeles, con vuelta
también á la calle de la Priora y de los Caños, es la que
fundó y en que vivió el famoso licenciado D. Garda de
casad^Barrio- Barrionuevo y Peralta, del consejo del Emperador y tron-
nnevo. ^q ¿^ ]^ familia de los Barrionuevos, tan considerada en
esta villa, así como él lo fué por su extremada gran-
deza, liberalidad y virtudes; llevó el título de primer
EL ARRABAL DE SAN MARTIN. 243
Marques de Cusano, y aun hoy la poseen sus descendien-
tes en este título ; fundó para sus hijos otros mayorazgos^
labrando para ellos , no sólo estas casas^ sino otras dos
de que más adelante haremos mención ; instituyó varias
memorias y obras pías en la capilla propia de su apellido,
en la parroquia de San Gines, donde yace sepultado.
Enfrente de esta casa, en la misma plazuela y calle de
Santa Catalina, están las otras , que fíieronde Pedro Fer- Loa Donados.
nandez Lorca, secretario y tesorero de los reyes D. Juan
el II y D. Enrique lY, y convertidas por él, en 1460, en
albergue ú hospicio para doce Jiombres honrados^ á quienes
la demasiada edad quitó la fuerza para ganar el sustento;
vestían unas becas ó caperuzas de paño pardo, y llamá-
ronlos los donados; pero en el dia creemos que no exis-
tan ya en comunidad, ni bajo las reglas que les prescribió
el ñindador (1). Estas casas debieron ser tan notables en
sn tiempo, que hay quien asegura que en ella se hospeda
ron varias personas Beales , y áim el mismo emperador
Carlos V. — La manzana 401, entre la calle de los Dona-
dos y la casa de Barrionuevo, estaba formada hasta hace
pocos años, en que ha sido derribada para construirla
de nueva planta, la propia del apellido de Olivares, fa-
milia de esclarecida nobleza en Madrid, fundada por don
Gabriel de Olivares. La del frente de la plazuela (recons-
truida también) pertenecia, á principios del siglo xvii, á
las familias de Espinóla y Pedresa, y luego al Marqués de
Vega, Al principio de la inmediata calle de la Flora, es-
quina y con vuelta á la de la Bodega de San Martin, habia
otra casa antigua señalada hoy con el número 1 moderno,
que, según los registros de sus títulos, perteneció nada
menos que á D. Alvaro de Luna ; pero aunque bastante
(1) A esta casa-hospital se vida, el célebre escritor Vicente
refugió, en los últimos de su Espinel , j en ella falleció.
244
EL ANTIGUO MADRID.
In Conchas.
vieja ^ no creemos fuera del siglo xv^ contemporánea de
aquel célebre privado de D. Juan el Segundo (1).
En el trozo de calle de la Sartén comprendido entre
c^iieycaMde la bajada de los Angeles y la calle de las Veneras existió
hasta hace muy pocos años, que ha sido reedificada, se-
ñalada con los números 10 antiguo y 7 moderno, la casa
conocida por de las Conchas ^ que ha dado nombre á este
trozo de calle. Dicha casa fué de Diego de Alfaro, á fines
del siglo XVI, y no sabemos si él mismo ó alguno de sos
sucesores fué el que hizo construir en ella, y con ocasión
de haber hecho una peregrinación á Tierra Santa, una ca-
pilla ú oratorio, y decoró ó revistió su fachada con mul-
titud de conchas; de que hoy se ha conservado en la reno-
vación de la casa una sola sobre cada balcón.
En la casa que forma la esquina entre las calles de las
Veneras y los Angeles vivió y murió el famoso poeta Ca-
ñizares, á mediados del siglo anterior (2). — El callejón
de la Ternera y que desde la de la Sartén sale á la de los
Preciados, sólo tiene un recuerdo histórico moderno, y es
(1) Mientras la impresión de
esta obríta se ha derribado esta
antigua casa, que ocupaba muy
cerca de 19.000 pies de sitio, y
se ha construido en él una mag-
nifica casa.
(2) Don José de Castizares
(último de los esclarecidos in-
genios que á tan alto punto ele-
varon el teatro español del si-
glo XVI i) nació en Madrid, á
14 de Julio de 1676. A los ca-
torce afios escribió su primer
comedia, Las Cuentas del Gran
Capitán, y sucesivamente otras
muchas hasta ciento ó más, que
le colocaron entre nuestros más
afamados escritores dramáticos.
En sus manos, y en las de don
Antonio Zamora, concluyó, pue-
de decirse , el antiguo teatro es-
pafiol. Kntre sus muchos y apre-
ciables dramas. El Domine Lú-
eas, El Picaríllo en España , El
honor da entendimiento, y otros,
son hoy muy populares y dignos
de serlo. Fué militar de caballe-
ría, y luego procurador de los
Reales Consejos. Manó en esta
casa, en 4 de Setiembre de 1740,
y fué sepultado en el convento
del Rosario, qué ha sido derrí*
bado recientemente.
EL ARRABAL BE SAN MARTIN. 245
la gloriosa muerte del héroe 2?. Luis Daoiz^ ocurrida en
Dos de Mayo de 1808 en la casa en que habitaba, y á
donde fué trasladado, herido mortalmente en defensa del
parque de artillería. En su fachada se ha colocado una lá-
pida conmemorativa.
A la entrada de la calle del Postigo de San Martin por
la plazuela de las Descalzas está, aun perfectamente con-
servada , la casa que fué del secretario Alonso Muriel y Val- ca» de Mnriei.
dimeso (es la señalada con el número 1 antiguo y 8 moder-
no de la manzana 395). Dicesc que es obra del famoso ar-
qnitecto del Escorial Juan de Herrera, y cuando no lo
dijera la tradición, lo declararía la severídad y corrección
de su estilo y gusto propio, que se revela hasta en las
obras menos importantes de aquel insigne arquitecto.
La iglesia parroquial de San Martin, que estaba frente ^at^¿n^'
á esta calle, y formaba parte de la manzana 392, ocupada **°-
toda ella por el célebre monasterio de monjes benitos,
avanzaba bastante hasta dicha calle del Postigo, cuadran-
do y regularizando la plazuela de las Descalzas. — Esta
iglesia parroquial era obra de los primeros años del si-
glo zvii, y su capilla mayor fué dotada y labrada á ex-
pensas del ya dicho Alonso Muriel, secretario de cámara
de Felipe III, en cuyo presbiterio yacia, en un suntuoso
panteón, juntamente con su esposa D.^ Catalina Medina.
También existían en dicha iglesia otros sepulcros notables
del contador y tesorero de Carlos V, Alonso Gutiérrez,
dueño que fué de la casa donde luego estuvo el Monte de
Piedad; del Patriarca de las Indias y Gobernador del Con-
sejo Sr. Figueroa, del insigne escritor P. maestro Fray
Martin Sarmiento, y del célebre general de marina don
Jorge Juan (1). Era ademas notable este templo por sus
(1) Hemos leido hace tiempo, periódico de la época, que cuan-
no recordamos si en folleto ó do los franceses hicieron derri-
246 EL AKTIOUO MADRID.
Suntuosas capillas ^ sas devotas imágenes y sus ricas al-
hajas y pinturas; pero fué demolido por los franceses^ y
no ha vuelto á ser reconstruido, quedando todavía descam-
pado el solar que ocupaba. En cuanto al convento conti-
guo, que después de la exclaustración de los monjes faé
sucesivamente destinado á las oficinas del Gobierno polí-
tico, Diputación provincial , Bolsa y Tribunal de Comer-
cio, Junta de Sanidad y cuartel de la Guardia civil, nada
más hay que decir sino que al fin fué derribado hace po-
cos años, y construidose en él el nuevo edificio destinado
á Monte de Piedad y Caja de Ahorros y magníficas casas
particulares.
pimxaeía de las La plazuela dc las Descalzas, centro del ajntiguo arra-
bal de San Martin, era aún en los primeros años de este
siglo un reflejo fiel, una página intacta de la corte de la
dinastía austríaca, del Madrid del siglo xvii. — Formada
por uno de sus costados por la dicha iglesia de San Mar-
tin, que tenía su pórtico y entrada principal frente al
Postigo, y de la casa, ya citada, del secretario Muríel,
ocupaba, como en el dia, todo su frente meridional la
severa fachada del monasterio de señoras Descalzas Rea--
les, y la linda portada de su iglesia, construida según el
estilo clásico del siglo xvi. Un arco y pasadizo de comu-
nicación unia esta fachada con la casa que formó el otro
frente de la plazuela y que ocupaba el Monte de Piedad
y Caja de Ahorros, severo edificio, que fué del tesorero
Alonso Gutiérrez, y que mereció el honor de ser habitado
bar dicha iglesia, en 1809, ex- noramos en qué sitio fueron de-
humaron de su suntuoso sepul- positados, y todas nuestras in-
fero los restos del célebre rnarí- vestigaciones para averiguarlo
no y los hicieron trasladar al han sido inútiles , si bien cree-
Ayuntamiento, tributándole los mos que fueron de nuevo tras-
honores de capitán general. Ig- ladadosá esta parroquia en 1815.
EL ARRABAL DE SAN MARTIN. 247
por el emperador Carlos V, y en el que dejó á la Empe-
ratriz y á sa hijo Felipe II al partir para la jornada de
Túnez. Hoy se halla derribado y reducido á solar. — Más
allá de este arco se alcanzaba á divisar ^ y existe todavía,
otro notable edificio, obra del arquitecto MonegrO; desti-
nado á habitación de los Capellanes y á Casa de Miseria
eordia para doce sacerdotes pobres, y cerraba, por último,
la plazuela al lienzo Norte con las casas del Marqués de
Mejorada y del Duque de Lerma, sustituidas más tarde
por la grande y sólida del Marqués de Villenaj que hace
esquina y vuelve á la bajada de San Martin. — Todos
aquellos edificios, no sólo por su gusto especial y el orden
de su construcción y ornato, sino también por su severo
aspecto y tostado ^colorido, revelaban su fecha y trasla-
daban fielmente la imaginación del espectador á la época
gloriosa de su fundación. Pero vinieron los franceses y '
echaron abajo (sin pretexto alguno) la iglesia parroquial
de San Martin, y no sabemos si también el arco de comu-
nicación entre el convento de las Descalzas y la casa del
Monte, si bien pudo ser suprimido anteriormente, con
motivo de haber recibido esta casa su nuevo destino. Vino
después la Bevolucion y la exclaustración de los monjes
de San Martin, y se apoderó el Gobierno de este monas-
terio; colocó en él sus oficinas y dependencias, y á pre-
texto de mejorar su aspecto , desmochó sus torrecillas,
varió el orden de sus ventanas y envolvió sus lienzos en
el obligado colorete beurre fraise, que tan en moda es-
taba en las modernas casas de Madrid. Las contiguas á
las Descalzas, y que formaban parte del mismo monaste-
rio, vendidas después, ó destinadas á las oficinas de la
Hacienda, fueron también recompuestas y revocadas;
hasta el secular Monte de Piedad tuvo precisión de seguir
el movimiento regenerador impreso por la opinión pública
de los gacetilleros y los apremios y multas de las autori-
248 EL AKTIGÜO MADRID.
dades; asi como igualmente la CcLsa de Misericordia^ que
habia dado en manos de particulares y convertídose en
compañía mercantil^ imprenta, teatro y salones de baile^
tuvo que elevarse á la altura del siffloy j vestir de moda
y cubrir sus arrugas con el consabido colorete; con la
cual, y la graciosa fuente colocada en el centro de la pla-
zuela, y á donde vino á refugiarse la estatua de la mito-
lógica deidad que, con el prosaico nombre de la Mari-
blancay reinaba sobre los aguadores de la Puerta del Sol
y fué lanzada de aquel sitio, quedó completamente civili-
zada y secularizada aquella levitica plazuela. — Salvóse,
empero, hasta el dia, su clásico y religioso frente meri-
dional, con la fachada de la iglesia y monasterio de las
Descalzas Reales, si bien es de temer que no dure mucho
tiempo en aquel traje discordante, habiéndose encargado
ya las gacetillas de excitar el celo de la Autoridad para
que los pase una buena mano de ocre y almagre , ó por
lo menos que lave sus sillares con ceniza ó porcelana,
como se ha hecho con la cárcel de Corte, el Ayunta-
miento, los Consejos y otros bellos edificios antiguos,
quitándoles su austeridad y gusto característico. — Se ha
revocado, por fortuna, con inteligencia, y guardando ana-
logía con su construcción.
Las Deecains ^® ®^^ Celebérrimo monasterio de religiosas francis-
Reaiea. ^j^s, apellidado de las Descalzas Reales, por ser funda-
ción de la princesa doña Juana, hija del emperador Car-
los V y madre del desgraciado rey D. Sebastian, de
Portugal, nada podemos decir aquí que no sea harto
conocido; y sólo nos limitaremos á expresar que fué
construido, en 1559, por el arquitecto Antonio Sillero,
sobre la misma área que ocupaba un palacio antiguo, y
acaso aprovechó, para el murallon que mira al Postigo,
una parte de la construcción antigua»
De la de este palacio, que se hace remontar por algu-
EL ARRABAL BE SAN HARTIN. 249
1 — •
nos al reinado de D. Jnan II, j por otros nada menos
que al de Alfonso VI, el Conquistador, diciendo que en
él se celebraron las primeras Cortes del Reino en Madrid,
en 1339 , no tenemos más noticias que la de que dicha
Serenísima princesa dofía Juana de Austria, siendo viuda
del príncipe D. Juan de Portugal, y Gobernadora de
estos reinos de España, que habia nacido en este mismo
palacio, del que era propietaria, le trasformó en conventa
para las religiosas de Santa Clara, que trajo de Gandía
San Francisco de Borja, é ingresaron en este monasterio
en 1558. En su preciosa iglesia, renovada, á mediados
del siglo pasado, por el arquitecto D. Diego Villanueva,
se conservaba aún, hasta hace pocos años, el célebre altar
mayor, obra del famoso arquitecto, escultor y pintor
Graspar Becerra. En una preciosa capilla de mármol, al lado
de la Epístola, está el sepulcro de la piadosa fundadora,
sobre el cual se ve su estatua de rodillas, obra de Pompeya
Leoni. En el coro está también su hermana, la emperatriz
de Alemania doña María, que vivió y murió en esta santa
casa, en la que la acompañó, como religiosa profesa , su
hija doña Margarita y otras varías personas Beales.
También fué sepultada provisionalmente en esta iglesia,
en 4 de Noviembre de 1567, la reina doña Isabel de Va-
íow, tercera esposa de Felipe II, celebrándose en la mis-
ma, con este motivo, las solemnísimas exequias que des-
cribe prolijamente el maestro Juan López de Hoyos en el
libro especial, tantas veces citado, que consagró á este obje-
to; y como este libro sea hoy tan raro, y curiosas las noti-
cias que, á vuelta de la minuciosa descripción del túmulo
y solemnidad religiosa, da aquel autor contemporáneo de
la fundación y traza de este insigne monasterio (1),
(1) Hace pocos años ocurrió preciosa iglesia, que destruyó
un violento incendio en esta por completo el magnífico reta-
250
EL ANTIGUO MADRID.
entresacamos de ella los párrafos qae áon boy puedan
interesar al lector (1).
blo de Becerra y otras preciosi-
dades. Después se ha renovado .
con muy buen gusto el templo, y
colocado, en lugar de dicho re-
tablo, el de S. J. Francisco de
Begis, preciosa obra de mármol,
que estuvo en la iglesia del No-
viciado de Jesuítas, donde hoy
la Universidad.
(1) a La Serenísima Princesa
doña Juana trujo de Gandía las
primeras monjas del monaste-
rio que allí habla fundado el
papa Alejandro VI (Borja)^,
Fué la primera abadesa una
hermana del Marqués de Denia,
y la segunda, otra hermana del
padre Francisco, que dando de
mano al mundo y sus falsas
apariencias de señorío, con harto
triunfo de la religión, dejó el
ducado de Gandía, y tomó el
Orden de la Gompaflia de Jesús,
donde al presente es generalí-
simo...» (Sigue después en la
relación de las austeridades y
penitencias á que por la regla
se sujetan aquellas ilustres se-
ñoras, y continúa) :
ttY porque de la descripción
del templo se infiera la disposi-
ción y Beal aparato que en las
honras hubo, con la brevedad que
en mí fuere, diré sólo lo que hi-
ciere al propósito y declaración
del templo, dejando aparte el si-
tio y clemencia del cielo, jardi-
nes, fuentes Reales, patios y
claustros, adornados de mucha
escultura y columnas de már-
mol de Genova y muy rico ala-
bastro; la grandísima capacidad
de toda la casa, que es una isla,
donde en los años pasados el
invictísimo y católico empera-
dor Carlos V y la emperatriz
doña Isabel de Castilla, padres
del rey D. Phelipe , nuestro
señor, y de la Serenísima Prin-
cesa, y el arzobispo de Sevilla
D. Hernando de Valdés, inqui-
sidor general, se aposentaron
hasta holgadamente , lo cual no
es mal agüero de la gran ca-
pacidad y compartimiento de
aposento, y dejo aparte lo mu-
cho que cada dia la Serenísima
Princesa va ilustrando con nue-
vos edificios, escultura y pintu-
ra de toda la casa y claustros,
suntuosísimamente.
ȣ1 templo, en su edificio y
planta (para hablar con término
de arquitectura) es de orden
dórica. La portada, que comun-
mente llámase delantera, es la-
brada á lo romano, del mismo
orden toda, de recuadramentos
de piedra berroqueña; los claros
ó macizos, de ladrillo, que her-
mosean mucho el edificio; en
medio cae la puerta, á la cual se
sube con tres gradas muy bien
compartidas. Es guarnecida de
EL ABBABAL DK SAN MABTIN.
251
Xia fandacion de este monasterio fué hecha con ana
magnificencia verdaderamente regia, pues no sólo fué
iin alquitrave, que va haciendo
un recuadramento á toda la
puerta ; salen á los lados dos
inedias columnas dóricas , que
alcanzan hasta el alto de las
jambas; parece que salen como
detrás de la guarnición ; encima
un friso y alquitraye, sobre el
cual hay un tablamento, al an-
cho de la puerta, con su guarni-
ción por las mismas jambas,
encima de la cual corona una
comisa con su frontispicio, la
cual sale por detrasi del entabla-
miento hasta el plomo de las
columnas.
> Sobre esto se levanta un
zócalo ó embasamento, sobre el
cual viene otro segundo cuerpo,
y en medio un compartimiento
romano con las armas de la
Serenísima Princesa y^Rey de
Portugal; todos los encuadra-
mentos que la acompañan son
de columnas dóricas; sobre la
comisa que las corona corre y
abraza toda la obra un muy rico
frontispicio con su friso y alqui-
trave; difínen y rematan toda
la obra tres aero tenas, en las
cuales hay unos globos de pie-
dra, grandes, con tres emees de
piedra berroquefía; encima del
escudo de armas está un tondo,
ó ventana redonda, con una cor-
nisa alrededor y vidriera, por
donde entra la luz al coro de las
monjas, que está fabricado so-
bre un pórtico entrante en la
iglesia, de la manera siguiente.»
(Sigue la descripción del tem-
plo, que no está ajustado á
lo que hoy parece, por haber
sido, renovado en el siglo an-
terior.)
Del famoso altar mayor dice
lo siguiente :
tt£l altar mayor tiene un re-
tablo, labrado de escultura y
pintura, de más de cincuenta
pies de alto, sentado sobre dos
escudos de armas, de la Serení-
sima Princesa y Rey de Portu-
gal; son de mármol de Genova;
toda su guarnición y ornato, de
lo mismo, labrado costosisima-
mente; hay en el retablo diez
cuadros de mármol negro, en los
cuales hay muchas historias sa-
gradas, pintadas dé mano de
Gaspar Becerra^ español^ fnaes-
tro de Ift obras del rey don
Felipe, nuestro señor, que, á tes-
timonio de todos los artífices
extranjeros y personas que en
esto tienen voto, Jui sido el que
más ha tirado la harra^ como
tan notablemehte declaran sus
obras, y entre las esculturas
(porque todo es de su mano), que
hay maravillosas, hay la Anun-
ciación de Maria Santísima, que
es la dedicación del templo, por-
que en tal dia fueron las prime-
252
EL ANTIGUO MADBID.
dotada con el mismo y su huerta contigua (1), sino con
el resto de la manzana que ocupa y da vuelta á las calles
de Capellanes, de Preciados y del Postigo, en un espacio
de más de 133.000 pies de terreno, con más la Cam de
Misericordia para habitación y hospital de capellanes y de-
pendientes, con 57.000 pies, y las que hoy son del Monte
de Piedad, con unos 12.000. Su abadesa era y es consi-
derada como Grande de España; su clerecía se componía
de un capellán mayor, quince titulares, seis de altar, un
maestro de ceremonias y tres sacristanes presbíteros;
tenía su capilla de música y celebraba el culto con suma
pompa y ornato. Hoy, con las reformas políticas, ha per-
dido gran parte de aquellos bienes y ha decaído mucho
de su antigua magnificencia.
Monte de Piedad. ^^ ^^^ ^®^ Monte de Piedad, adquirida por la villa
de Madrid, á principios del siglo xvii, para hacer de ella
servicio á S. M., fué donada por T). Felipe V, en los pri-
meros años del siglo xviii, al piadoso establecimiento del
Monte, fundado en 1700 por el capellán D. Francisco
Piquer, con tan asombroso resultado (2).
ras monjas colocadas en este
monasterio, afío de 1558, acom-
pañadas con gran aparato y pro-
cesión general desde las casas
del Ilustrisimo y Heverendisimo
señor D. Gutierre de Vargas
Carvajal, obispo de Plasencia,
natural de Madrid, donde Su
Señoría, por comisión de la Se-
renísima Princesa, las tuvo mu-
chos dias con gran veneración
y costa en el ínterin que se ha-
cía este monasterio, donde fue-
ron acomodadas. » — Describe
después el relicario, la sacristía.
los pulpitos, y oratorios (en el
sitio de uno de los cuales dice
que nació la Serenísima Prince-
sa fundadora), y saliendo del
convento, termina describiendo
el jardin con su exageración
acostumbrada.
(1) Vendida por la Comuni-
dad la parte de la huerta que
mira á la calle de Preciados, se
alzó en ella una manzana de ca-
sas por la Sociedad titulada La
Peninsular.
(2) Ta queda dicho que esta
casa ha sidu derribada á conse-
EL abuabal de san mabtik. 253
£1 resto de las calles de este distrito ó arrabal ofrece piazncia de ca-
poco interés. La plazoleta que se forma al fin de dicha '•°'°'-
calle de Capellanes lleva el títnlo de Celenque, y ante-
riormente de Don Juan de Córdoba y por estar en ella en
lo antiguo las casas del mayorazgo qne poseyó y habitó,
en tiempo del rey D. Enrique IV y de los Reyes Católi-
cos, D, Juan de Córdoba y Zelenque, alcaide de la Casa ^^^^ ^ p^^^
Beal del Pardo. La calle de Peregrinos ^ hoy de Tetuan, S'^'^ofcS^*'
tomó su nombre del hospital de Caballeros de San GineSy
trasladado á ella desde el otro lado del Arenal. Del estrechí-
simo y tortuoso callejón que comunicaba entre la de la
Zarza y 1^ Puerta del Sol, y llevaba el título de callejón
del Cofre ó de Cofreros (des JBahutiers), ya se hace expresa
mención en la novela de Gil Blas de Santillanay por vivir
en ella el señor Mateo ¿felendez, mercader de paños de
Segovia, á quien vino recomendado el mismo Gil Blas.
Ambas calles han desaparecido para el ensanche de la
Puerta del Sol. — La calle de los Preciados j en fin, que cSdoa.**^^'^""
limitaba este arrabal desde las inmediaciones de la puerta
de Santo Domingo ó la del Sol, no sabemos por qué razón
lleva este título, aunque creemos sea el apellido de una
familia habitante en ella, y nos parece que con motivo
de su completa renovación y ensanche actual, y de la
importancia que adquiere, debia cambiar aquel insignifi-
cante título por uno más glorioso y digno. Pocos. son los
recuerdos ni objetos históricos que nos ofrecia su caserío
aun antes de derribarlo, pues casi todo él era también
moderno. En una de sus casas, señalada con el número 74,
se ve una lápida sobre la que, en relieve, está represen-
tado el ilustre y desgraciado general D. José María Tor-
rijos y que nació en ella y fué arcabuceado en Málaga, en
cuencia del nuevo edificio cons- Martin para el Monte de Pie-
truido sobre el solar de San dad.
254 EL AKTI6Ü0 MADRID.
1831, por haber intentado restablecer la Constitución (1).
Últimamente, la casa que terminaba esta calle con vaelta
á la Puerta del Sol y calle del Carmen fué, hasta el siglo
pasado, Casa Real de expósitos j hospital é iglesia de la
Inclusa^ fundada por la coíVadia de la Soledad, en 1567,
hasta que se trasladó dicho establecimiento á la calle del
Mesón de Paredes. Esta casa , renovada en el siglo últi-
mo, aunque labrada anteriormente por la cofradía en el
sitio en que habia otras varías, y reducida después á ha-
bitaciones particulares y tiendas de comercio, ha sido
derribada, así como las manzanas contiguas, en 1854 y
siguientes, para el ensanche de la Puerta del Sol.
VIL
EL ARRABAL DE SAN GINES.
Los rápidos desniveles que mediaban entre la puerta de
Guadalajara y el barranco que, costeando la antigua mu-
ralla , vem'a á interceptar el camino de las Fuentes ó Ca-
ños del Peral, fueron desapareciendo con el tiempo para
formar la explanada donde hoy está la plaza llamada de
Isabel II; sin embargo, aun han podido nuestros padres
saborear una buena parte de aquellos despeñaderos en las
calles que por fortuna no existen ya) de San Bartoloinéj
(1) Derribada esta casa para locar en ella la nueva lápida
reconstruirla, se ha vuelto á co- conmemorativa.
EL ARRABAL DE SAN OINES. 255
plazuela de Garay ^ de Quebrantaptemas ^ y otras que,
desde la tortuosa del Espejo ó la de los Tintes (hoy de la
Escalinata)^ los conducia, ó más bien los precipitaba, al
puentecillo que daba el paso á los Caños del Peral. A la
espalda de este edificio , en la subida á la plazuela del
Barranco (frente de la calle de las Fuentes), j con un sa-
liente irregular, la casa de los Marqueses de Legarda
cerraba la entrada recta á la calle del Arenal, hasta que
con el derribo de dicha casa y otras en tiempo de los fran-
ceses, y la nueva alineación de la manzana 402, se facilitó
su acceso y comunicación.
Los Caños del Peral, llamados también las Fuentes del p^i.^**^ ^^'
arrabal, eran unos lavaderos públicos, propios de la villa,
y tenian contiguo un corral cercado, que en 1704 cayó en
gracia á una compañía ambulante de comediantes y ope-
ristas italianos, para dar sus representaciones al aire li-
bre, mediante algunos cuantos tablones que formaban el
escenario y unos toldos que servian para defender del sol
á los espectadores. Pocos años después una compañía de
trufaldinesy bajo la dirección de Francisco BartoU, cons-
truyó jn en este corral un mezquino teatro (que con de-
cir que algún tiempo más adelante fué tasado en treinta
mil reales para cargarse con él la villa , está expresado lo
que podia ser), hasta que, derribado en 1737, y construi-
do de nueva planta otro edificio más decoroso, compren-
diendo también en él el terreno donde estaban los caños
y lavaderos, fué inaugurado este coliseo por una buena
compañía italiana en 1738. Este es el que ha durado casi
nn siglo con el mismo destino, hasta que después de la
salida de los franceses y de haber servido, aunque por bre-
ves dias, en 1814, para la reunión de las Cortes del reino,
fué demolido por ruinoso en 1818, y se sentaron sobre su
solar los cimientos del magnífico Teatro Real que hemos
visto terminar en 1850.
256 EL ANTIGUO MADRID.
Entre aquel corral y caños y el Alcázar habia varios
huertos, y más principalmente el ya citado de la Priora,
que ocupaba la parte que hoy la glorieta central da los
jardines y paseos de la plaza de Oriente, y en derredor
de cuyas tapias se fueron levantando posteriormente di-
versas casas de oficios del Real Palacio, conocidas por la
Casa del Tesoro (después Real Biblioteca), el Jue^o de
pelota, Picadero f etc. Frontero al otro lado del corral ya
CaUe del ArenaL dicho fué formáudose la calle del Arenal de San Gfines,
terraplenándose ésta con los desmontes hechos para for-
mar las calles de Jacometrezo y el Desengaño en la parte
alta del arrabal , y construyéndose á uno y otro lado va-
rios edificios en dirección á la Puerta* del Sol,
El primero y más importante de esta calle, y el que da
también nombre á todo el arrabal que se extendia á sus
espaldas hasta la Plaza Mayor y calle de Atocha , era la
antiquísima iglesia parroquial d^ San Crines,
PArroquia de Sobrc la fuudacioD de esta parroquia también han dis-
8aD Qinés. .
currido largamente, y con su consabido entusiasmo, los
coronistas de Madrid, suponiéndola muy anterior á la do-
minación de los moros, y añadiendo que fué parroquia
muzárabe , y que en sus principios estuvo dedicada á un
San Gines, mártir de Madrid en tiempo de Juliano el
Apóstata, por los años 372 ; pero todas estas suposiciones
corren parejas, por lo gratuitas, con las del dragón de los
griegos en Puerta Cerrada y las inscripciones caldeas del
Arco de Santa Maríaj y fueron ya contradichas con mu-
cha copia de razones por el erudito Pellicer y otros críti-
cos modernos. Lo único que se sabe de cierto es que ya
existia esta parroquia por los años de 1358, y que estaba
dedicada, como hoy , á San Crines de Arles ^ infiriéndose
que pudo ser fundada á poco tiempo de la conquista de
Madrid y con motivo del crecimiento de sus arrabales;
pero arruinada su capilla mayor á mediados del siglo xvii,
EL ARRABAL DE SAN GIKES. 257
en 1642, porque su mucha antigüedad no permitía ya más
duración y fué menester derribar todo el resto, levantando
de nueva planta el templo , lo que se verificó á costa de
Diego de San Juan, devoto y rico parroquiano, que gastó
en la obra 60.000 ducados, celebrándose la inauguración
con una procesión j fiesta solemne á 25 de Julio de 1645.
— Esta iglesia es clara y espaciosa , con tres naves y va-
rias capillas laterales, entre las cuales es muy notable la
del santísimo Cristo, de crucero y con cúpula, y cuya an-
tigüedad es tanta, que ya fué reparada en el siglo xiv y
reedificada á mediados del xvii. Tiene muy buenas escul-
turas y retablos, y debajo de ella está la Santa Bóveda,
en donde las noches de la Cuaresma se celebraban ejerci-
cios espirituales de oración y disciplina. — La torre de
esta parroquia remata en una aguja con su cruz, que vie-
ne á ser un verdadero pararayos, pues sirviéndole luego
de conductores las aristas del chapitel, representa en al-
gunas ocasiones el fenómeno de aparecer éstas ilumina-
das, con no poca sorpresa y alarma de los vecinos y tran-
seúntes. Este fenómeno fué observado á principios de este
siglo por un monje de San Martin, y sobre el mismo (que
tuvo ocasión de observar en Agosto de 1 836) escribió una
curiosa Memoria el celoso y discreto académico de Cien-
cias señor Marqués del Socorro, y en 1846 publicó un
folleto el señor cura de dicha parroquia. — El 16 de Agos-
to de 1824 sufrió esta iglesia un horroroso incendio, en
el que pereció el gran cuadro del altar mayor, obra de
Francisco de Rizzi (1).
(1) La fachada del costado de ha sido reformada nuevamen-
dicha iglesia que mira á la calle te en 1871, ofreciendo hoy una
del Arenal presentaba un as- entrada más decorosa,
pecio ridiculo y extravagante, y
L 17
Calle del Arenal.
258 EL ANTIGUO MADRID.
De las casas de la nobleza madrileña que fueron cu-
briendo ambos lados de la nueva calle del Arenal^ en el si-
glo XYI, apenas queda ninguna ya; habiendo desapareci-
do, para dar lugar á modernas construcciones , la de Le-
garda á su salida, de la que ya hicimos mención ; la de
Olivares (que hoy está reedificada de nueva planta con el
número 30), la de la Duquesa de Nájera^ que daba vuelta
á la plazuela de Zelenque; la de D. Juan de Córdoba y
ZelenquCy que dio nombre á ésta; la del Conde de Fuen-
teventura, á la otra esquina ; la del Duque de Arcos y de
Maqueda (sustituida hoy por la elegante y magnifica del
Marqués de Casa-Gaviria); la de Juez Sarmiento, y la
del Conde de Fuentes j después del de Clavijo, que forma-
ba la esquina de la Puerta del Sol y calle Mayor; quedaba
únicamente en pié (aunque muy renovada) la de los Con-
des de Torrubia, que/w^ del Duque de Lerma^ número 22
nuevo, frente á San Gines, y también ha sido derribada y
sustituida por una elegante construcción.
Ningún recuerdo ni objeto particular de interés histó-
rico nos ofrecen las calles que median entre la del Arenal
y la Mayor, y llevan los nombres que denotan su origen:
de las Fuentes j de las Hileras y plazuela de HerradoreSy
calles de Coloreros, Arco de San Crines y de Bordadores,
— El callejón llamado de la Duda, que hoy no existe, y
estaba al costado de la casa del Conde de Oñate, pudo to-
mar su nombre misterioso del objeto primitivo á que es-
tuvo destinado el edificio que soportaba hasta mediados
el siglo XVI. — En el archivo del Ayuntamiento se en-
cuentra original una Real cédula de Carlos I y la reina
doña Juana, con fecha 28 de Julio de 1541 , cometida al
Corregidor de Madrid, en la cual se le previene « que las
D casas de la mancebía publica, que están cerca de la Puer-
)>ta del Sol (en el mismo sitio que ocupaba dicho calle-
3)jon y parte del palacio de Oñate), se trasladen á otro
EL ARRABAL DE SAN GINBS. 259
» panto más distante y apartado del camino que va á los
^mopasterios de San Jerónimo y de Atocha, á cuya soli-
^citnd se manda dicha traslación, para evitar los escán-
2» dalos que presenciaban los fieles que concurrían á dichos
» monasterios. ]> — Después de una recia oposición de los
dueños, se llevó á cabo dicha traslación, comprándose
para ello por la villa un sitio que tenía Juan de Madrid,
mercader, y estaba á la cava de la Puerta del Sol (en el
mismo donde después se formó el convento del Carmen
Calzado ), cuyo sitio fué cedido al Licenciado de la Car-
denoj Maria de Peralta y Francisco Jiménez, dueños de la
mancebía, par indemnización de la que se les mandaba cer^
rar en la calle Mayor y para poder construir la otra nue-
va. Dos de los once siíios que forman la superficie de los
34.303 que ocupa el palacio de los Condes de Oñate, per-
tenecieron, según los registros originales de sus títulos, á
los herederos de dichos Jiménez y Peralta,
Esta casa-palacio , una de las más espaciosas é impor- q^^^^ ¿^ Q^^t^
tantes de la grandeza, debió ser construida á fines del si-
glo XVI , si bien la portada y balcón principal son obra
del xvu ó principios del pasado, al estilo apellidado chur-
rigueresco y tan encomiado y seguido entonces, como acaso
injustamente censurado después. A dicho balcón princi-
pal sólian asistir las personas Reales en ocasiones solem-
nes, y desde él presenció Carlos II y su madre doña Ma-
riana de Austria la entrada de la primera esposa de aquél,
doña María Luisa de Orleans, el dia 13 de Enero de 1680,
cuya ceremonia describe la Marquesa d'Aulnoi , testigo
presencial, en sus tan preciosas como poco conocidas Me-
moriasj en los términos siguientes :
«Luego que S. M. estuvo adornada con los diamantes
:»de ambos mundos, y cuando se hubo puesto un rico
]» sombrerillo, adornado con plumas blancas y realzado con
>Ia preciosa perla llamada la Peregrina (la más bella de
Tillamediana.
260 EL ANTIGUO MADRID.
*
2>Ias perlas célebres), montó en un brioso alazán andalaz,
}>que el Marqués de Yillamayna, su caballerizo msiyor^
7> llevaba de la brida. La riqueza del traje anadia nuevos
y> encantos á la belleza y majestad de la Reina, y toda
2> ponderación es poca para pintar la grandeza y lujo de
3) su comitiva. S. M. hizo un ligero movimiento al pasar
]b por delante de la casa del Conde de Oñate^ para saludar
3> al Rey y á su madre ^ que estaban en sus balcones. En se-
3) guida se dirigió á Santa María , donde el cardenal Por-
y>tocarrero entonó un solemne Te Deum, Al salir de la
3> iglesia, la Beina pasó por bajo de varios arcos triunfales,
j> y entró en la plaza de Palacio en medio de las aclama-
D cienes de un inmenso pueblo. Pomposos arcos y grade-
J)rías, con muchos personajes alegóricos, fábulas y em-
»blemas, le enviaban las felicitaciones más cordiales. Los
5) magistrados y autoridades, ricamente vestidos, la aren-
))garon en español y en francés; el Ayuntamiento la ofre-
J)ció las llaves de la villa, y los grandes de España acu-
3> dieron á cumplimentarla con todo su magnifico séquito.
3) Llegada á Palacio , el Rey y su madre bajaron á reci-
2> birla al pié de la escalera, y después de haberla abra-
)>zado tiernamente, la condujeron al salón Real, donde
3>toda la corte se postró á sus pies y besó respetuosamen-
3>te su mano.D
A las puertas mismas de esta casa-palacio tuvo lugar
también, en la noche del 21 de Agosto de 1622, el horri-
ble asesinato, inferido de un ballestazo y en su propio co-
che, en la persona del mordaz , aunque ingenioso, poeta
D. Juan Tassis y Peralta, conde de Villaniedianay de la
misma casa de Oñate, atribuido (aunque en nuestro
sentir ligeramente) á celos de Felipe IV contra aquel
arrogante y presuntuoso ingenio ; triste suceso , que,
por lo misterioso y audaz, dio motivo á tantos comenta-
rios, versos y leyendas contemporáneas, entre los cuales
f I
i
EL AKRABAL DE SAN OINES. 261
se atribuyen á Lope de Vega las siguientes décimas:
«Mentidero de Madrid (1),
Decidme : ¿quién mató al Conde ?
Ni se dice, ni se esconde;
Sin discurso discurrid.
Unos dicen que fué el Cid,
Por ser el Conde Lozano;
¡ Disparate chabacano !
Pues lo cierto de ello ha sido
Que el matador fué Bellido,
Y el impulso, soberano, »
a Aquí una mano violenta,
Más segura que atrevida.
Atajó el paso á una vida
*Y abrió el camino á una afrenta;
Que el poder que osado intenta
Juzgar, la espada desnuda,
£1 nombre de humano muda
En inhumano, y advierta
Que pide venganza cierta
Esta salvación en duda. 9
A la entrada de dicha calle Mayor, en la acera enfren-
te de este palacio, se fundó por Felipe II, á mediados del
sifirlo xvi, el conyento de padres ac^ustinos calzados de
^ ' . . . San Felipo el
San Felipe el Real y que ha existido hasta nuestros dias, Rc»i.
en que fué derribado después de la exclaustración, y sus-
tituido por las suntuosas casas del señor Cordero. En di-
cho convento era notable, y merecía haber sido conserva-
do, el claustro principal, bella obrado Francisco de Mo-
ra, bajo la traza de Andrés de Nántes; era también céle-
bre este edificio por la espaciosa lonja alta, que corria de-
lante de su fachada á la calle Mayor, conocida bajo el
nombre de las Gradas de San Felipe, y también por las Felipe.
(1) Las Gradas de San Felipe^ que estaban allí enfrente.
262 EL ANTIGUO MADRID.
Covachuelas y á causa de las treinta j cuatro tiendas de
juguetes abiertas debajo de ella. Las Gradas de San Feli-
pe, reunión de noticieros y gente desocupada, como ahora
la Puerta del Sol, juegan un papel muy importante en las
novelas de Quevedo, Velez de Guevara, Zabaleta, Fran-
cisco Santos, D. Diego de Torres y demás escritores de
costumbres de los siglos xvii y xviii.
£1 trozo principal de calle Mayor , hasta la puerta de
Guadalajara, of recia el aspecto de que aun hemos podido
juzgar por el resto de caserío, que ha llegado hasta nos-
otros, y sido sustituido en nuestros tiempos por otro más
elegante. Aquel caserío, destinado principalmente á tien-
das y comercios, era, en lo general, de extraordinaria
elevación , con tres y cuatro pisos ( cosa rarísima enton-
ces en Madrid), aunque en tan reducidos espacios , que
apenas ninguna casa llegaba á tener mil pies superji''
cíales y y muchas, las más de ellas, no pasaban de cuatro-
cientos.
Por bajo de sus pisos principales corrían los muy úti-
les, aunque mezquinos, soportales y apellidados de Mangui-
teros y de Guadalajara á la derecha , y de San I»idro y
Pretineros á la izquierda, que han ido desapareciendo des-
pués en su mayor parte con las nuevas construcciones;
siendo lástima que no haya podido seguirse, por respeto
al interés privado, el sistema de sustituirlos con otros más
elevados y espaciosos, como se empezó á hacer algún
tiempo y se abandonó después ; pues realmente su utilidad
en una calle tan espaciosa y casi siempre bañada del sol,
por su dirección de Oriente á Poniente, era incontestable.
En el portal llamado de San Isidro (que cayó hace pocos
años), y en el sitio de la casa de baños que se estableció
después, se hallaba el pozo que, según dijimos, se supone
abierto por el mismo Santo en una alquería ó casa de cam-
po, en que vivia, /uera de la puerta de Guadalajara ^ una
EL ABBABAL DE SAK GINE8. 263
señora principal , á quien llamaban Santa Ñufla, por su
gran recogimiento y virtud.
A la esquina de la calle de Bordadores, frente á la Ma- san Felipe Nezi.
yor, existía también , hasta hace pocos años, en que fué
derribado, y sustituido por un mercado y galería cubierta,
la casa profesa de los padres Jesuitas é iglesia de San
Francisco de Borja, ocupada , desde la extinción de aqué*
líos, por los clérigos menores de San Felipe Neri, que
tuTieron antes la suya en la plazuela del Ángel. — En este
templo de San Felipe Neri (que era de muy buena forma
y no merecía ciertamente ser destruido sin necesidad al-
guna) se hallaba colocado en su altar mayor el precioso
cuerpo de San Francisco de Borja , duque de Gandía y
marqués de Lombay, general de la compañía de Jesús,
y ascendiente de los duques de Osuna y de Medinaceli,
que su nieto, el célebre duque de Lerma, primer ministro
del rey Felipe III, y después cardenal ^ hizo traer de Boma
para colocarlo en la iglesia contigua á su casa , sita en la
calle del Prado, adonde ha vuelto á ser trasladada aque-
lla venerable reliquia después de la extinción de las comu-
nidades religiosas y derribo de San Felipe Neri.
La calle Mayor, sin la interrupción ya de la puerta de ^^^^ ^
Guadalajara , y formando una sola y ancha vía con la de
Platerías y de la Almudena, ha sido, como es de suponer,
teatro de las más espléndidas escenas de la corte y de la
villa: las entradas, proclamaciones y desposorios de los
reyes; las procesiones y actos públicos religiosos é histó-
ricos , han dado lugar en ella á las más solemnes demos-
traciones ó suntuosos alardes de magnífico esplendor, que
sería prolijo relatar. Arcos de triunfo, recuerdo más ó
menos pasajero de los marmóreos de Grecia y Boma, do-
seles y colgaduras, magníficos altares y estrados, ricas y
vistosas tapicerías , y hasta galerías de cuadros originales
de nuesti:os grandes artistas, decoraron su ámbito y el
264
EL ANTIGUO MADRID.
frente de las fachadas de sus casas en ocasiones solemnes;
desde que, montados en sendas muías, ricamente ataviadas,
la atravesaron el César Carlos V y el Rey de Francia, sa
prisionero , después de restituida á éste su libertad , hasta
el último monarca Fernando VII, en sus diversas entra-
das triunfales, y la reina doña Isabel II en 1846, con
ocasión de su matrimonio y el de la señora infanta doña
Luisa. — En el siglo xvii , ademas , servia de paseo 6 de
rúa para las anchas carrozas que encerraban á las al-
tisonantes damas de la esplendorosa corte de los Feli-
pes III y lY, y para los amartelados galanes que, á pié
ó á caballo , gustaban ostentar ante sus ojos su garbo y
bizarría. A esta rúa (que comprendía el trozo desde la
puerta del Sol á la de Guadalajara) se alude frecuente-
mente en los ingeniosos y cabaUereseos dramas de Calde-
rón, de Rojas y Moreto.
Sabida es la venida del Príncipe de Gales (después
Carlos I de Inglaterra, que murió en un cadalso) á la cor-
te^ de España en 1623 , con el objeto de ofrecer su mano
á la infanta doña María, hermana de Felipe IV. Habiendo
partido misteriosamente de Londres el 2 de Marzo , acom-
pañado sólo del Marqués de Buckinghaiii y de algunos
criados, llegó á Madrid el jueves 26 en la noche, apeán-
dose en la casa del Conde de Brístol, embajador de Su Ma-
jestad británica (que moraba en la calle de Alcalá), á
quien sorprendió inesperadamente su arribo (1). Difundi-
(1) Aquí ídcuití en una equi-
vocación, que me advirtió en una
cordialísima carta el erudito y
caballeroso Lord Howden (ge-
neral Garadoc), embajador que
fué de S. M. B. en Madrid, que
tuvo la amabilidad de dirigirme
desde Bayona, con fecha 25 de
Marzo de 1862, dia de la Anun-
ciación de Xtra, Sra. (sic). En
ella me decia que el Príncipe de
Gales paró en la casa de las Siete
Chimeneas, calle de las Infan-
tas , y así es la verdad.
EL ARRABAL DE SAN QIKES. 265
da la DQeva al día siguiente por la capital, y avisados de
ella el Rey y sn gobierno, pasó á visitar al Príncipe el
Conde-daqne de Olivares, acordándose que aquella noche
86 viesen en el Prado S. M. y él , como así se verificó , y
apeándose los dos simultáneamente de sus coches y abra-
zándose con mucha cordialidad y cortesía, entraron en
seguida ambos en el coche del Rey , y continuaron su pa-
seo más de dos horas. El domingo siguiente hubo rúa ó q¿^^^^^ ^®
paseo por la calle Mayor , á que asistió gran concurso de
principes y magnates en sus carrozas, y todas las hermo-
sas de la corte. Encubierto también en una de aquéllas,
recorrió el paseo el Príncipe de Gales, acompañado de sus
embajadores y séquito, á todos los cuales saludaron desde
la suya el Rey, la Reina, los infantes y la princesa María.
Otros varios dias duraron las entrevistas confidenciales é
indirectas en los paseos y en las calles y desde las venta-
nas de los palacios respectivos , hasta que se señaló para
la entrada pública el domingo 29 de Marzo, en que se
celebró con la mayor ostentación.
Las calles que se dirigen desde la Mayor á la Plaza, y
son conocidas con los nombres de la Amargura (recuerdo
acaso de los autos de fe), de Felipe III (antes de Bote^
ros) y el callejón del Triunfo (antes del In/iemo), no me-
iW3en especial mención. A espaldas de la Mayor, y entre
ella y la subida de Santa Cruz á la Plaza, se formaba, y
¿un existe en gran parte, un laberinto de callejuelas y de
apiñadas casas, dedicadas á tiendas y almacenes de co-
mercio, muy semejantes al recinto morisco titulado la
Alcaiceria en Granada. Los nombres de estas calles son
de San Cristóbal, del Vicario, de San Jacinto , de la Sal,
Zapatería de Viejo (hoy de Zaragoza)^ de la Fresa y de
Postas.
Esta calle de Postas (á su conclusión por lo menos) Ctíie de Postai.
debia tener antes soportales con columnas ó machones,
266 EL ANTIGUO MADRID.
como la Mayor, y en la casa número 31 viejo y 32 nue-
vo, que debia ser la más grande de ella, estavo la prime-
ra oficina del Correo ó las Postas que hubo en Madrid, de
que le quedó el nombre á la calle. Esta casa fué vincula-
da en el siglo xvii por Juan Arias, que la compró á la
Corona, y en el dia pertenece, según creemos, á D. José
Pardo Yuste. En los títulos de fundación se hace mención
de la imagen de Nuestra Señora colocada aún en sn reta-
blo en el portal de dicha casa , á la cual conservan mucha
devoción los vecinos de aquel barrio. Dicho lienzo de la
Virgen parece que existió antes en la Plaza Mayor; pero
adquirida por el fundador del mayorazgo, la expnso al
público en el portal de su casa, que aun es conocido por
el Portal de la Virgen,
El aprovechamiento extremado del sitio, la estrechez
y elevación de las fachadas, y el descuido absoluto del or-
nato exterior llegan aquí á su colmo, si bien la decora-
ción que forma el alarde de telas de las infinitas tiendas
de lencerías y de otros comercios , la sombría luz y la ani-
mación mercantil, hacen por manera interesantes á estas
calles, especialmente la de Postas y que es la arteria cen-
tral de aquellas ramificaciones, y en donde apenas hay un
solo portal ni un palmo de terreno que no esté destinado
á aparador de telas y mercancías, ofrece, bajo más de un
concepto , grande analogía y puntos de comparación con
el Zacatín de Granada, la calle Llana de Toledo, la Rúa
de Salamanca, la de Orates de Valladolid, la de Escude^
llers de Barcelona, la de la Sierpe en Sevilla, y la de Juan
de Andas en Cádiz.
En cuanto á la distribución interior de las mezquinas
moradas de dichas calles, la Mayor, y generalmente las
que servian de habitación al vecindario en general, no se
concibe ciertamente cómo en aquellos estrechísimos por-
tales, ó más bien profundas cavernas y callejones, en
EL ARRABAL DE SAN 6IKES.
267
aquellas escaleras casi perpendiculares y sin átomo de luz,
en aqaellos aposentos reducidos y mal cortados y acerta-
ban á penetrar y cobijarse los bizarros galanes del si-
glo xvn, con sus vistosas ropillas, capas, plumeros, gre-
güescos y valonas; y los tacones, ¡guarda-infantes , ton-
tillos y artificiosos tocados de las altivas damas de la
^poca (1). Seguros estamos de que ocurrirá esta misma
observación á todo el que examine las pocas casas que aun
(1) Guarda-infante se llama-
ba, en el siglo xvii, el engorroso
aparato, hecho de telas y alam-
bres, que asaban las damas para
ahaecar sus vestidos, reprodu-
cido después en el pasado siglo
con el nombre de tontillo y con-
feccionado con ballenas y en-
tretelas. Olvidado después, la
voluble moda, exhumando este
«nojoao mueble á mediados del
presente, lo ha exagerado hasta
*1 extremo, en su materia y di-
mensiones , con muelles y aros
de hierro, y generalizado su uso
hasta las clases más ínfimas de
la sociedad, con el impropio é
insignificante título de miriña-
que. En el fondo , y hasta en la
forma , la cosa es esencialmen-
te la misma ; y por lo tanto, le
cuadra muy bien la donosa de-
finición que uno de los gracio-
sos de Rojas (apellidado con el
mismo nombre de Guarda-in-
fante) hace de este mueble en
la comedia de Los Tres blasones
de España :
¿Cómo 08 llamáis?
Ouarda-infantf,
¿ Qaé M guarda-infante t
ün enredo
para ajustar á las gordas ;
un molde de engordar cuerpos ;
es una plaia redonda,
adonde pueden los diestros
entrar á jugar las armas ,
por lo grande y por lo extenso ;
es un encubre-prefiados ,
estorbo de los aprietos ,
arillo de las barrigas ,
disfraz de loe ornamentos ,
y es, en fin, el guarda-infante
un enjugador perpetuo,
que está secando la ropa
sobre el natural brasero.
268 EL ANTIGUO MADRID.
se conservan de aquel tiempo, en sitios tan principales
como la calle Mayor ^ Puerta de Guadalajara y Plater{<zsy
y la única que ha quedado en pié (aunque ya muy corre-
gida y aumentada) de la antigua Plaza Mayor ^ á cuj^os
balcones acudian de oji^^ioy á presenciar las fiestas de toros^
cañas y torneos , los magnates de la corte, los tribunales,
los embajadores, la grandeza y la servidumbre Beal. Peri>
esto de la Plaza Mayor es cosa demasiado importante para
tocada por incidencia, y (como decia Cervantes) capitulo
por si merece.
VIH.
LA PLAZA MAYOR.
Desde los tiempos de Juan II, á principios del si-
glo XV, viene haciéndose ya mención de la Plaza del Arra^
JaZ, extramuros de la puerta de Guadalajara, en el mismo
sitio que ocupa hoy la Mayor y más central de la villa,
aunque por entonces debió ser de forma irregular y cer-
cada de mezquinas casas, propias de un arrabal; pero á
medida que éste fué creciendo en importancia, y dedicán-
dose al comercio la parte inmediata á la antigua entrada
principal de la villa , fueron también renovándose aqué-
llas y dando lugar á otras , generalmente destinadas á
tiendas y almacenes , algunas construidas por cuenta de
la villa, como lo fué la Carnicería y otras. En una Real
provisión que existe en el archivo de Madrid, del rey don
Felipe II, fecha en Barcelona, á 17 de Setiembre de 1593,
<L cometida al licenciado Cristóbal de Toro», para que ¡n-
»
LA PLAZA MAYOR.
269
formase equé costaría hacer unas tiendas en la Plaza del
3» Arrabal j j si seguiria utilidad en hacerías quedando su
]» fábrica para los propios de la villa ^í), advertimos la cir-
cunstancia de que , aun tres siglos después de la amplia-
ción de Madrid con la nueva cerca, y hasta treinta y más
años posterior al establecimiento de la corte en ella, se
seguía apellidando el arrabal á la parte de la población
fuera de la antigua muralla.
£1 estado de deterioro á que había venido la plaza* á
principios del siglo xvii movió al rey D. Felipe III á dis-
poner su completa demolición, y la construcción de una
nueva , digna de la corte más poderosa del mundo. A este
fin dictó las órdenes más convenientes á su arquitecto
Juan Gómez de Mora, uno de los más aventajados discí-
pulos de Juan de Herrera, el cual la dio terminada en el
corto espacio de dos años (en el de 1619), ascendiendo su
coste total á 900.000 ducados.
Tiene su asiento en medio de la villa actual, formando
un espacio de 434 piós de longitud , por 334 de latitud y
1.536 en la circunferencia, y antes de su última renova-
ción ofrecía una gran simetría en su caserío, que constaba
de cinco pisos, sin los portales y bóvedas, con 75 pies de
alto y 30 de cimientos, y con salidas descubiertas á seis
calles, y tres con arcos; en sus cuatro frentes habia 136
casas (1), con 477 ventanas con balcón, y habitación para
(1) No acertamos á combinar
este número de casas que dan á
la antigua Plaza los escritores
de la época , con el que aparece
de la Planimetría y registro ge-
neral para la visita de aposento,
verificada en mediados del si-
glo pasadO) por la cual se de-
muestra que el número de di-
chas casas de la Plaza era sólo
el de 68 , la mitad exacta de las
136 de que hablan los escrito-
res; á menos que éstos no adop-
tasen del lenguaje común de en-
tonces la calificación vulgar de
un par de casas, que solia darse
á los edificios que constaban de
más de un piso ; en cuyo caso,
270
EL ANTIGUO MADRID.
3.700 vecinos, pudiendo colocarse en ella, con ocaáon
de fiestas Reales, basta 50.000 espectadores. Los frontis-
picios de las casas eran de ladrillo colorado, y estaba co-
ronada por terrados y azoteas cubiertas de plomo y de-
fendidas por una balaustrada de hierro. Ésta y las cuatro
hileras de los distintos pisos estaban tocadas de negro y
oro, todo lo cual, y su rigorosa uniformidad, le daban un
aspecto verdaderamente magnífico. En medio del lienza
que mira al Sur se construyó, al mismo tiempo que la
Plaza, el elegante y suntuoso edificio con destino á servir
de Panadería en su parte baja, y casa Real, con magnífi-
cos salones en la principal, para Juntas y otros actos pú-
blicos , y para recibir á los Reyes cuando acudían á las
fiestas solemnes que se celebraban en esta plaza.
los 68 pares de la Plaza repre-
sentarían el citado número de
136. — Por lo demás , el espacio
de éstas era tan reducido, aun
para 68 , que las más de ellas
andaban entre 200 y 600 pies
de superficie; lo suficiente para
una tienda en el piso bajo y
otra pieza en cada uno de los
superiores, á que se subía por
una empinadísima escalera, de
que puede verse muestra en la
única casa que queda de aquella
época (es la señalada con el nú-
mero 1 antiguo, 6 nuevo, de la
manzana 195). — Á propósito de
esta casa, debemos decir que
no es cierto, como han asegura-
do varios periódicos, que perte-
neciese en el siglo xvii á la co-
median ta Maria Calderón^ fa-
vorita de Felipe IV y madre de
D. Juan de Austria, ni, por con-
siguiente , sea exacta la suposi-
ción de haberla hecho la Reina
retirar de sus balcones en una
función de toros. Esta casa per-
tenecía, según nuestras noticias,
en la época á que se alude , al
mayorazgo de Sebastian Vicen-
te, que poseyó después el Mar-
qués de Huerta. — £1 cuento del
balcón se refiere, sin duda, á
otra casa más hacía la esquena
de la calle de Boteros (que no
existe ya), en la cual se veía un
balconcillo fuera de alineación,
que llamaba el vulgo el halcón
de MarizápaloSf y al cual se re-
fiere la tradición de haber sido
improvisado una noche , de or-
den del Rey, para que pudiese
presenciar la fiesta una de sus
favoritas, que no tenía balcón.
LA PLAZA MAYOR. 271
JSn el lienzo frontero se elevó también otro suntuoso
edificio para Carnicería de la villa, la cual era común ¿
Yecinos Y forasteros , ¿ diferencia de las otras dos carni-
cejias públicas que existían anteriormente, una en la pla-
zuela del Salvador, para solo los hijosdalgo, en que se pe-
seiba sin sisa y j la otra en la colación de San Gines, para
los pecheros, can sisa, j duraron hasta 1583, en que se
quitaron los pechos.
La relación de los sucesos, ya trágicos, ya festivos^ de
que desde su construcción hasta el dia ha sido testigo esta
plaza daría materia á un largo volumen; pero limitados
hoy á los estrechos términos de este capitulo, indicaremos
sólo los más príncipaleSy para excitar la curiosidad y el in-
terés de los investigadores de la historia matritense.
El primer suceso histórico á que sirvió de teatro esta
plaza tuvo lugar á 15 de Mayo de 1620, pocos meses
después de concluida la nueva. Celebrábase aquel dia por
la villa la beatificación del glorioso Isidro Labrador con
una solemne función y para lo cual se juntaron en Madrid
los pendones, cruces y cofradías, clerecías, alcaldes, regi-
dores y alguaciles de cuarenta y siete villas y lugares,
formando una procesión, en que se contaban 156 estan-
dartes, 78 cruces, 19 danzas y muchos ministriles, trom-
petas y chirimías. El cuerpo del Santo se colocó en el arca
de plata que hicieron y donaron los plateros de Madrid, y
habiendo venido el Rey y su familia desde Aranjuez, hubo
danzas, máscaras, juegos y encamisadas por espacio de
seis dias; en la plaza se armó un castillo con muchos ar-
tificios y fuegos, que se quemó por descuido, terminán-
dose la función con un certamen poético para nueve te-
mas que propuso la villa, y de que fué secretario el célebre
Lope de Vega, que después lo publicó.
Por auto acordado en 30 de Junio del mismo año se
puso tasa en los balcones de la misma plaza para las fíes-
272 EL AKTIGÜO MADRID.
tas Beales, señalando el precio de doce ducados para los
primeros, ocho para los segundos, seis para los terceros, y
cuatro para los cuartos, lo cual se entendía sólo por las
tardes; pues el disfrute de las mañanas era de los inquiü-
nos de las mismas casas.
Habiendo fallecido Felipe III en 31 de Marzo de 1621,
levantó Madrid pendones por su hijo Felipe IV en 2 de
Mayo siguiente , celebrándose esta ceremonia con grande
aparato en la nueva Plaza Mayor.
Más trágica escena se representó en ésta en 21 de Oc-
tubre del mismo año , alzándose en medio de ella el pu-
blico cadalso en que fué decapitado el célebre ministro y
valido D. Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias j y
■\dendo Madrid con asombro rodar á los pies del verdugo
la cabeza del mismo magnate á quien pocos meses antes
. habla visto pasear aquella plaza con gallardía al frente de
la guardia tudesca, cuyo capitán era. Catástrofe memo-
rable, que le pronosticó el también desgraciado Conde de
Villamediana, con motivo de cierta reyerta que en las
fiestas anteriores tuvo D. Rodrigo en la plaza con D. Fer-
nando Verdugo, capitán de la guardia española, en aque-
llos versos que decian :
¿ Pendencia con Verdugo, y en la plaza ?
Mala señal , por cierto, te amenaza.
El domingo 19 de Junio de 1622 celebró Madrid la
Ciinonizacion del mismo patrón San Isidro Labrador, al
propio tiempo que la de los santos Ignacio de Loyol4i,
FrancUco Javier , Teresa de Jesús y Felipe Neri, con gran-
de solemnidad de altares en la plaza y calles del tránsito,
procesiones, máscaras y luminarias, cuya pomposa rela-
ción publicó Lope de Vega, autor de las dos comedias re-
presentadas en aquella ocasión á los Consejos y Ayunta-
LA PLAZA MAYOR. 273
miento en la misma Plaza Mayor, y cuyo argumento está
tomado de la vida de San Isidro.
Con motivo de la venida del Príncipe de Gráles á la cor-
te de España en 1623, con el objeto de ofrecer su mano
á la infanta doña María^ hermana de Felipe IV, ya hemos
dicho que los seis meses que estuvo en Madrid, hasta 9 de
Setiembre, en que salió para Inglaterra, fueron una serie
no interrumpida de festejos asombrosos, en que desplegó
su carácter poético y caballeresco el Rey, y su corte la
grandeza y riqueza que encerraba en su seno; pero no
siendo nuestro intento, por ahora, detenernos á describir
aquella brillante época de Madrid, fijaremos sólo la aten-
ción en las solemnes yí^^^a^ de toros ^ celebradas, para ob-
sequiar al Príncipe, en la Plaza Mayor, el dia 1." de Ju-
nio. Para ello se puso otro balcón dorado junto al de
SS. MM. ; y habiendo venido la Heina en silla ^ por ha-
llarse preñada, acompañándola á pié el Conde-duque de
Olivares y el de Benavente, el Marqués de Almazany dos
alcaldes de corte, ocupó su balcón con los infantes é in-
fanta doña María; en el otro balcón nuevo, dividido con
un cancel ó biomhoj se colocó el Rey con el Príncipe inglés.
En esta fiesta, dicen los historiadores madrileños que fué
la primera en que se introdujo sacar de la plaza los toros
muertos por medio de muías, peregrina invención, que
atribuyeron al corregidor D. Juan de Castro y Castilla.
Últimamente, para celebrar el ajuste del próximo casa-
miento del Príncipe con la Infanta (que al fin no llegó á
verificarse ) , dispuso el Rey una solemne fiesta Real de
cañas para el lunes 21 de Agosto, arreglándose diez cua-
drillas, que regian el Corregidor de Madrid , el Duque de
Oropesa, el Marqués de Villafranca, el Almirante de Cas-
tilla, el Conde de Monterey, el Marqués de Castel- Ro-
drigo, el Conde de Cea, el Duque de 8esa, el Marqués del
Carpió y el Rey en persona. Merece leerse la suntuosa
L * 18
274 EL ANTIGUO MADKID.
descripción que hacen los historiadores de esta fiesta, una
de las más magnificas que ha presenciado la corte de £s-
paña ; pasando de quinientos el número de caballos qne
entraron en ella, soberbiamente enjaezados, j montados
por los iná^ bizarros personajes. La Beina 7 la Infanta (k
quien ya llamaban Princesa) asistieron al balcón de la
Panadería, y se permitió á dicha Infanta usar los colares^
del Principe^ que era el blanco. Luego entró en el balcón
el Rey con el Príncipe é Infantes, y por orden de S. M. se
quitó el cancel que estaba puesto entre ambos balcones^ que-
dando el Príncipe de Gales al lado de la Infanta, supro^
metida, con sólo la reja de hierro en el medio. Corriéronse
primero algunos toros , y luego pasó el Rey á vestirse a
casa de la Condesa de Miranda, desde donde vino á la
plaza con su cuadrilla, empezando S. M. la primera car-
rera con el Conde-duque de Olivares ; y así que se avistó
la Real persona, se levantaron la Reina, el Príncipe, la
Infanta, el Infante, los Consejos, Tribunales y la demás
concurrencia que llenaba la plaza, y estuvieron descu-
biertos hasta que S. M. terminó la carrera ; siguiendo lue-
go las demás escaramuzas y juego todas las otras cuadri-
llas, señalándose en todas ellas la del Rey, cuya gallardía
y juventud (tenía á la sazón diez y ocho años) dio mucho
que admirar al concurso todo.
Espectáculo de muy diverso género presentó la plaza
nueva, el dia 21 de Enero de 1624, en el auto de fe (el pri-
mero de que se hace mención en ella) celebrado por la
Inquisición para juzgar al reo Benito Ferrer por fingirse
sacerdote. A esta ceremonia asistieron los consejos y au-
toridades, con todo el séquito de costumbre, los familia-
res de la Inquisición y las comunidades religiosas, y el
reo fué quemado vivo en el brasero que se formó fuera de
la puerta de Alcalá. Otro auto de fe se menciona en 14 de
Julio del propio año, en que fué condenado Reinaldos de
LA PLAZA UAYOB. 275
Peralta; buhonero francés; éste faé sentenciado á garrote
7 deepaes quemado sn cadáver.
Entre las varias fiestas Reales celebradas en aquella ¿po»
ca, merece mencionarse la de toros y cañas que hubieron
lugar en esta plaza á 12 de Octubre de 1629, para cele-
brar el casamiento de la misma infanta D.* María (antes
prometida al Príncipe de G^es) con el Rey de Hungría, ¿
cuja fiesta asistió la misma Infanta, y acabada aquélla,
salió de Madrid para reunirse con su esposo en Alemania.
£1 dia 7 de Julio de 1631 fué bien trágico para la Pla-
za Mayor, pues habiendo prendido fuego en unos sótanos,
cerca de la Carnicería, tomó tal incremento, que corrió
hasta el arco de Toledo, desapareciendo en breves horas
todo aquel lienzo. Duró el fuego tres dias ; murieron doce
6 trece personas, y se quemaron más de cincuenta casas,
cuya pérdida se valuó en un millón y trescientos mil du-
cados.
No bastando los socorros humanos, acudieron á los di-
vinos, llevando á la plaza el Santísimo Sacramento de las
parroquias de Santa Cruz, San Crines y San Miguel, y
levantando altares en los balcones, donde se celebraban
misas. Colocaron también las imágenes de Nuestra Señora
de los Remedios, de la Novena, y otras varias, siendo ex-
traordinaria la agitación y pesadumbre que tan extraor-
dinario suceso ocasionó en el vecindario.
Sin embargo, no dejaron de correrse pocos dias después
los toros de Santa Ana en la misma plaza; á 16 de Agosto
siguiente (1) ; los Reyes mudaron de balcón, y asistieron
á la fiesta en uno de la acera de los Pañeros , porque en
la Casa Panaderia habia enfermos de garrotillo ; y suce-
(1) Las fiestas ordinarias de dias de San Isidro, de San Juan
toros eran tres al alio, y se cele- y de Santa Ana.
braban en la Plaza Mayor, en los
276 EL ANTIGUO MADKID.
dio que á lo mejor de la fiesta corrió rápidamente la toz
de ¡Fuego en la Plaza I^ ocasionada por el hamo que
veian salir de los terrados, y era á cansa de que anos es-
portilleros se habían colocado á ver la fiesta sobre los ca-
ñones de las chimeneas del portal de Manteros y Zapate-
ría. La confusión que esta voz produjo, por el recuerdo
de la reciente catástrofe, fué tal entre los cincuenta riiil
y más espectadores que ocupaban la plaza , que unos se
arrojaron por los balcones, otros de los tablados ; en las
casas de la Zapatería reventaron las escaleras, muriendo
en todo y estropeándose multitud de personas ; y gracias
á que el Rey conservó la serenidad y permaneció en su
balcón, mandando continuar la fiesta para asegurar álos
alucinados.
Otro auto de fe celebró en esta plaza la Inquisición de
Toledo en 1632, con asistencia de la Suprema y de los
Consejos de Castilla, Aragón, Italia, Portugal, Flándes
y las Indias. Juzgóse en este auto á treinta y tres reos
por diferentes delitos, cuya relación imprimió el arquitec-
to Juan Gómez de Mora. El Rey y su familia asistieron
á esta solemnidad en el balcón sétimo del ángulo de la
Cava de San Miguel.
A consecuencia de la causa de conspiración contra el
Estado, formada al duque de Híjar D. Rodrigo Silva, al
general D. Carlos Padilla y al Marqués de la Vega, fue-
ron degollados en público cadalso los dos últimos, en la
Plaza Mayor, el Viernes 5 de Noviembre de 1648 (1).
Muchos otros acontecimientos y fiestas tuvieron lugar
en la plaza durante el largo reinado de Felipe IV; pero
(1) Hasta que en 1790 se tras- á la Panadería; cuando era de
]adó á la plazuela de la Cebada garrote, delante del portal de
el sitio de las ejecuciones de los Paños ; si era de horca ó para los
reos , tuvo lugar en esta plaza, degollados , en la parte de las
levantándose el cadalso frente Carnicerías.
LA PLAZA MAYOR. 277
el más señalado, sin dada^ fue ocasionado por la entrada
pública de su segnnda esposa 'D/ Mariana de Austria, el
15 de Noviembre de 1645. La pomposa descripción de
los adornos de la carrera, arcos, templetes, teatros, danzas
y máscaras puede verse en el analista Pinelo, que la des-
cribe con su acostumbrada prolijidad. Baste decir que en
la calle de Platerías se formaron dos grandes gradas ó
mostradores , donde el gremio de plateros colocó joyas y al-
hajas riquísimas, por valor de más de dos millones de du-
cados.
El reinado de Carlos II, el de los hechizos ^ ni durante
su larga minoría , ni después que tomó las riendas del
gobierno, prestó ni pudo prestar á la corte de España
aquel colorido brillante, poético y caballeresco que el an-
terior, distando tanto el carácter é inclinaciones del nue-
vo Monarca de las que su padre habia ostentado toda su
vida. La austeridad y la tristeza ocasionadas por la enfer-
miza constitución de Carlos y su espíritu apocado se re-
flejaron sensiblemente en toda la monarquía, y el pueblo
madrileño, ocupado unas veces con las intrigas palaciegas
del padre Nitard y Valenzuela, otras con los regios dis-
turbios de D.* Mariana y D. Juan de Austria, y poste-
riormente con las dolencias y escrúpulos del Bey, sus con-
juros y su impotencia, apenas tuvo lugar de presenciar
en la Plaza Mayor aquellos magníficos espectáculos de
que tan grata memoria conservaba.
Hubo, sin embargo, algunos paréntesis halagüeños en
aquella época doliente y monacal, y tal fué, sin duda, el
que ocasionó el regio enlace de Carlos con la princesa JLTa-
ria Luisa de Orleans,
Pero antes debemos. hacer mención de otro episodio
desgraciado en esta plaza, y fué un segundo incendio,
ocurrido en la noche de 20 de Agoso de 1672, que devo-
ró muchas casas y la Beal de la Panaderia, la cual fué le-
278 EL AirriGUO mabrid.
yantada de nuevo en el espacio de diez j siete meses,
merced al empeño del privado Yalenzuela, y bajo los pla-
nes y dirección del arquitecto D. José Donoso, uno de
los corruptores del buen gusto en aquella época desdicha*
da ; si bien en este edificio, conservándose la planta baja
(que era de Gómez de Mora), trató el Donoso de imitar en
las demás la construcción antigua, con los mismos tres
órdenes de balcones y uno corrido en el principal, y las
dos torrecillas en los extremos del edificio. La escalera es
ancha y majestuosa, y los salones tienen magm'fícos ar-
tesones pintados á competencia por el mismo Donoso y
Claudio Coello. Pero volvamos á María Luisa de Or-
léans.
La solemne entrada de esta desgraciada Beina en 13
de Enero de 1680 sirvió de ocasión al pueblo madrileño
para desplegar su natural alegria , y á la corte de Espa-
ña para ostentar aún las últimas llamaradas de su antigua
grandeza. Entre la multitud de festejos celebrados con
este motivo, l&s Jiestas Reales de toros que tuvieron lugar
en la Plaza Mayor fueron acaso las más señaladas. Una
autora francesa contemporánea describe aquella regia fies-
ta con brillantes pinceladas.
<L La Plaza Mayor, circundada por un extenso tablado
Dy decorada magníficamente con elegantes colgaduras,
:d ofrecía un golpe de vista mágico; al ruido de las mú-
» sicas, y entre la animada agitación de la multitud, fue-
Dron ocupando los balcones que les estaban señalados
>las Autoridades de la villa, los Consejos de Castilla, de
3> Aragón, de la Inquisición, de Hacienda, de las Ordenes,
i>de Flándes y de Italia, las embajadas de todas las cor-
etes, los jefes y servidumbre de la casa Beal, los grandes
y>j títulos del Keino. Ricos tabaques henchidos de dulces,
2>de guantes, de cintas, abanicos, medias, ligas, bolsillos
^de ámbar llenos de monedas de oro, eran ofrecidos á las
LA. PLAZA MATOB. 279
i> damas convidadas por S. S^., 7 por todas partes reina-
}>ba un movimiento, una alegría imposible de pintar. Al
> aspecto de aquella plaza ^ que traia á la memoria los an-
}>tiguos usos del pueblo-rey , de aquellas ricas tapicerías,
:&de aquellos balcones llenos de hermosuras, de aquellos
3 caballeros gallardeando sobre caballos andaluces 7 lu-
>ciendo á la vez su magnificencia 7 su destreza, María
^ Luisa pudo gloriarse de ser la soberana de un pueblo
^ tan noble 7 tan galán.
2» Luego que el Ee7 7 la Beina hubieron tomado asien-
9to en su balcón, la guardia de Archeroa 7 de la Lancilla
>hizo el despejo de la plaza ; entraron en seguida cincuen-
i»ta toneles de agua, que la regaron, 7 la guardia se reti-
>ró bajo el balcón del Re7, conservando aquel peligro-
>60 puesto durante toda la corrida, sin más acción de de-
i»fensa que la de presentar al toro en espesa fila la punta
>de sus alabardas, 7 si el animal moría al impulso de
:» éstas, los despojos eran para los soldados. Seis alguaci-
3>les ricamente vestidos 7 sobre ligeros caballos atrave-
i^saron luego la plaza para traer á los caballeros que de-
i^bian lidiar. Otros recibieron de las manos del Be7 las
i^Uaves del toril 7 fueron á desempeñar su comisión, no sin
:» visibles señales de pavura á la vista del toro que, abierta
i>la compuerta, se lanzaba á la plaza con toda la ferocidad
]»de8u instinto.
i> Entre los caballeros en plaza se hallaba el Duque de
^Hedinasidonia, el Marqués de Camarasa, el Conde de
3>Rivadavia 7 otros grandes, 7 un joven sueco (el Conde
J>de Konismarck), hermoso, valiente, 7 que atraia las mira-
ndas de todos por la magnificencia de su comitiva. Com-
1^ poníase de doce caballos soberbios, conducidos por pa-
nlafraneros, 7 seis muías cubiertas de terciopelo bordado
»de oro, que llevaban las lanzas 7 rejoncillos. Cada comba-
n tiente tenía igualmente su comitiva, 7 todos estaban ri-
280 EL ANTIGUO MADRID.
Dcamente vestidos con variados colores y plumajes, bañ-
adas y divisas. Cada caballero llevaba cuarenta lacayos ves-
2>tidos de indios y ó de turcos, ó de húngaros, ó de moros.
3) Esta comitiva paseó la plaza y se retiró después á la
» barrera.
dNo bien el primer toro se presentó en la plaza, cuan-
í>do una lluvia de dardos arrojadizos, llamados banderillas^
D cayeron sobre él, excitando el furor de la fiera con sus
T> vivas picaduras. Corria entonces á buscar al caballero, el
»cual le esperaba con una pequeña lanza en la mano, hin-
Dcaba su punta en el toro y, quebrando el mangOy daba
»una airosa vuelta, y burlaba esquivando la furia del ani-
Dmal ; un lacayo presentaba entonces al caballero otro re-
i>joncillo, y volyia á repetir la misma suerte. El toro entón-
Dces, fuera de sí, ciego de colera, se adelantó una vez rá-
3)pidamente al Conde de Konismarck; un grito general
y>se oyó en toda la plaza; la Beina, no pudiendo resistir
3) este espectáculo tan nuevo para ella, se cubrió la vista
y> cen las manos ; el joven resistió el primer ímpetu del
Dtoro, pero insistiendo éste con el caballo, cae revuelto
3>con él, en tanto que un diestro vestido á la morisca Ua-
3>ma la atención del animal , y le pasa la espada tan feliz-
» mente, que la fiera cayó redonda á sus pies. Las músicas
3) resonaron de nuevo; las aclamaciones frenéticas de la
» multitud poblaron los aires, y el Rey arrojó una bolsa
3>de oro al intrépido matador. Seis muías adornadas de
3> cintas y campanillas arrancaron en seguida al toro muer-
3>to fuera del arenal ; los lacayos retiraron al conde de Ko-
Dnismarck herido, y el drama volvió á empezar con un
asegundo toro.D
Contraste formidable con esta fiesta presentó en el
mismo año aquella plaza con el memorable auto de fe de
30 de Junio. La relación de esta trágica escena, publica-
da por José del Olmo, maestro mayor de obras Reales y fa-
LA PLAZA MAYOR. 281
miliar del Santo Oficio^ es demasiado conocida y anda en
manos de todos, para que nos detengamos en renovarla (1).
Diremos sólo qae en ella, como en los últimos alardes so-
lemnes de sn poderío, ostentó la Suprema Inquisición todo
aquel aparato terrible, á par que magnifico, con que solia
revestir las decisiones de su tribunal. Desde las siete de la
mañana hasta muy cerrada la noche duró la suntuosa
ceremonia del juramento, la misa, sermón, la lectura de
las cansas y sentencias. El Bey y la Beina (aunque esta
última debe suponerse que á despecho de su voluntad
tierna y apasionada) permanecieron en los balcones que se
les prepararon hacia el ángulo de la escalerilla de Piedra,
las doce horas que duró aquel terrible espectáculo, y lo
mismo hicieron los consejos, tribunales, grandes, títulos
y embajadores.
La descripción minuciosa de las ceremonias y el aspec-
to imponente que presentaba la plaza henchida de espec-
tadores ; la noticia de los nombres ^ cualidades , causas y
sentencias de los reos, que ascendieron á más de ochenta,
de los cuales veinte y uno fueron condenados á ser quema^
dos vivos j todo ello puede verse en la ya citada relación de
José del Olmo, testigo de vista y funcionario en la citada
ceremonia. Concluida ésta , los veinte y un reos condena-
dos al último suplicio fueron conducidos al Quemadero,
fuera de la puerta de Fuencarral, durando la ejecución de
las sentencias hasta pasada la media noche.
El siglo XVIII comenzó para la monarquía española con
un cambio de dinastía, de política y hasta de usos y cos-
tumbres; pues con la muerte de Carlos II sin sucesión di-
recta, acaecida en 1700, entró á ocupar el trono español
(1) cKelacion histórica del D. Carlos II, etc. 9 Un tomo en
anto (le fe que se celebró en Ma- 4.°, Madrid, impreso por Roque
drid este afio de 1680, con asis- Miranda, 1680.
tencia del Rey nuestro señor
282 EL ANTIGUO MADRID.
la augusta casa de Borbon, representada por el Duque de
Anjou, solemnemente proclamado bajo el nombre de Fe-
lipe V.
La famosa guerra que tuvo que sostener catorce años
con varias potencias de Europa para hacer valer sus de-
rechos se hizo sentir hasta en el pueblo de Madrid^ que,
en medio de sus desgracias^ le manifestó una fidelidad á
toda prueba. La Plaza Mayor vio alzarse en 1701 tabla-
dos para la solemne proclamación de Felipe , j luego, por
los reveses sufridos por sus armas, tuvo que presenciar
los que alzaron los austríacos para proclamar á su archi-
duque ; j hasta miró atravesar al mismo, más como fugi-
tivo que como triunfador , cuando, habiendo entrado en
Madrid el dia 29 de Setiembre de 1710, se volvió al cam-
po desde la Plaza , quejándose. de que no había gente que
saliera á recibirle.
Terminada, en fin , la contienda en favor de Felipe, y
asegurado éste en el trono español , dedicó sus cuidados é
embellecer la capital , y promovió también regocijos pro-
pios de un pueblo ilustrado ; pero como sus costumbres é
inclinaciones estaban más en analogía con las francesas,
que habia seguido en la niñez, en la espléndida corte de
su abuelo Luis XIY, no fueron tan comunes en su reina-
do las fiestas de toros, cañas y autos sacramentales, y has-
ta llegó á prohibir las primeras y mandar aplicar á las ne-
cesidades de la guerra los gastos que se hacian en la re-
representacion de estos últimos en la Plaza durante la
octava del Corpus.
Huyendo instintivamente de todo lo que le recordaba á
la casa de Austria, su antagonista, edificó nuevo Palacio
Beal, desdeñó profundamente el Buen Retiro y Aranjuez,
creó un nuevo Versálles en San Ildefonso, y hasta mandó
labrar su sepulcro en él, por no ir á reposar con sus an-
teriores en el regio panteón del Escorial.
LA PLAZA MAYOR. 283
La Plaza Mayor , ya destituida de la importancia de
aquellos actos de ostentación , se convirtió en mercado
público, y cubriéndose de cajones y tinglados para la ven-
ta de toda clase dé comestibles, sólo en algunas ocasiones
solemnes de entradas de reyes ^ coronación ó desposorios,
solia despojarse y volver á servir de. teatro á las fiestas
Beales. Tal sucedió en el pasado siglo á la coronación de
Femando VI, á la proclamación de Carlos III, el 13 de
Julio de 1760; últimamente d la jura del Príncipe de As-
turias, después D. Carlos IV, su proclamación, y en al-
guna otra ocasión análoga.
Pero a fines del mismo siglo otra tercer catástrofe vino
á destruir parte de dicha plaza antigua ; tal fué el violen-
tísimo incendio que empezó en la noche del 16 de Agosto
de 1790, y de que aun hemos alcanzado á escuchar de al-
gunos ancianos la dolorosa narración. Todo el lienzo que
nnia á Oriente y parte del arco de Toledo desaparecieron
completamente, y las desgracias y pérdidas fueron impo-
sibles de calcular.
Pero de estas mismas desgracias nació la necesidad de
reedificar bajo una forma más elegante y sólida los dos
lienzos ya dichos , bajo los planes del arquitecto D. Juan
de Yillanueva, que levantó el portal llamado de Bringas
á principios de este siglo, y han seguido después los ar-
quitectos municipales en las construcciones posteriores;
variando, sin embargo, muy acertadamente, el plan de
ViUanueva en cuanto á la forma de arcos rebajados que
ideó para la entrada de las calles, construyendo éstos de
medio punto y suficiente elevación, en cuyos términos
quedó cerrada la nueva plaza el año de 1853.
£1 siglo actual no carece tampoco de episodios brillan-
tes para la Plaza , y tal puede llamarse el de las funciones
Beales celebradas en ella el 19 de Julio de 1803 con mo-
tivo del casamiento del principe de Asturias D. Fernán-
284 EL ANTIGUO MADRID.
do (después VII) con la infanta doña Antonia de Ña-
póles.
Durante la invasión francesa , y algunos años después,
continuó sirviendo esta plaza de mercado general j hasta
que se trasladó á la plazuela de San Miguel , j también
de teatro de los suplicios de los patriotas españoles con-
denados por el Gobierno de José. En 1812 vio levantarse
arcos triunfales para recibir las tropas anglo-hispano-por-
tuguesas, al mando de lord Wellington. A los tres días
de su entrada, el 15 del mismo Agosto, se publicó en ella
solemnemente la Constitución política de la monarquía es-
pañola, promulgada en Cádiz, á 19 de Marzo del mismo
año, y se descubrió sobre el balcón de la Panadería la lá-
pida con la inscripción en letras de oro <í Plaza db la
Constitución. » Esta lápida fué arrancada y hecha peda-
zos el dia 11 de Mayo de 1814 con gran algazara, y en
aquel mismo dia alzaban los vendedores de la Plaza tres
arcos de verdura para recibir á Fernando VII de regreso
de su cautiverio. En Marzo de 1820 fué de nuevo esta-
blecida la Constitución y y colocada una nueva lápida con
toda solemnidad y una alegría frenética, y en 23 de Mayo
de 1823 fué vuelta á arrancar con estrépito, á la entrada
del Duque de Angulema y del ejército francés, sustitu-
yendo en su lugar otra que decia : d Plaza Real. i>
Pero antes de esta última escena habia sido teatro la
Plaza de otra memorable en la mañana del 7 de Julio de
1822, en que se trabó una reñida acción entre la Milicia
Nacional y la Guardia Real, sosteniendo aquélla la Cons-
titución, y ésta el Rey absoluto; de que resultó vencedora
aquélla en las calles de la Amargura, de Boteros y calUfon
del Infierno, que llevaron después por algún tiempo los
nombres del Siete de Julio, del Triunfo y de la Milicia -^a-
cional.
Por último, habiendo muerto, en 29 de Setiembre de
LA PLAZA MAYOR. 285
1833, el rey Fernando VII, fué proclamada solemnemente
en esta plaza su augusta hija doña Isabel II por reina
de £spaña, j publicada luego la Constitución de la mo-
narquía, volvió á colocarse otra lápida, aplicando por ter-
cera vez á la Plaza este nombre, á costa de tanta sangre
disp atado.
Todavía los hijos de este siglo hemos llegado 4 tiempo
de presenciar en esta plaza en distintas ocasiones aquellas
magníficas fiestas Reales de toros en que ostentaba su
grandeza la antigua corte española. La primera, en 21 de
Junio de 1833, con motivo de la jura de la Princesa de
Asturias (después reina doña Isabel II), y las últimas, en
los días 16, 17 y 18 de Octubre de 1846, en celebración
de las bodas de esta misma augusta señora y de la infanta
doña Luisa Fernanda con loa Duques de Cádiz y de Mont-
pensier. Presentes están en la memoria de todos los habi-
tantes de Madrid el deslumbrador aparato, la animación
y la alegría que ostentó esta hermosa plaza en aquellos
dias. Suntuosamente decorada con ricas colgaduras de
grana y oro, henchidos sus balcones, gradas y tablados de
una inmensa concurrencia , al frente de la cual brillaban
en primera línea los angostos novios, la Heina madre y
señores Infantes, los Duques de Montpensier y de Auma-
Í€, las regias comitivas y todo lo que la corte encierra de
más brillante, ademas del inmenso número de forasteros,
entre los que se contaban muchas notabilidades políticas
y literarias de los países extranjeros, que consignaron
luego pomposas descripciones de la fiesta , reflejaba dig-
namente el espléndido poderío y grandeza de la antigua
corte de dos mundos.
También la bizarría y denuedo de los lidiadores y ca-
balleros en plaza, y en especial del héroe de la fiesta, el
capitán 2?. Antonix) Romero^ que quebrando el rejonci-
llo, dejó varios toros muertos á sus pies, colocaron en
286
EL ANTIGUO MADRID.
mny alto punto la proverbial fama del valor español, die-
ron á los propios y extraños nn espectáculo completamen-
te caballeresco y nacional.
Concluidas aquellas Beales funciones, y habiéndose de
reponer el empedrado de la Plaza, el Ayuntamiento de
1846 determinó arreglar su pavimento en más elegante
forma, dejando en el centro una explanada elíptica , cir-
cundada de bancos y faroles, y de una calle adoquinada
para el paso de coches entre ella y las anchas y cómodas
aceras al lado de los portales , y nivelar el piso de éstos á
las entradas de los arcos y bocacalles, para proporcionar
de este modo un cómodo paseo cubierto (1).
Colocóse, en fin, en el centro de aquella explanada,
sobre un elevado pedestal, la estatua ecuestre en bronce
de Felipe III, que se hallaba en la Casa de Campo, y que
fué cedida para este objeto por la munificencia de S. M.
En dicho pedestal se puso esta inscripción : La reina do-
ña Isabel II , á solicitud del Ai/untamiento de Madrid,
mandó colocar en este sitio la estatua del señor rey dan Fe-
Upe III f hijo de esta villa , que restituyó á ella la corte en
1606, y ^n 1619 hizo construir esta Plaza Mayor. Año de
1848 (2).
(1) Después se han vuelto á
poner las escaleras interiores de
los soportales, sacrificando esta
comodidad del pueblo en gene-
ral al tránsito de los carruajes.
(2) Permítase al autor de es-
ta obríta recordar aqui que la
reforma de esta hermosa Plaza,
y la colocación en ella de la es-
tatua de Felipe III (que de mu-
chos afios atrás venia indican-
do), fué adoptada por la Corpo-
ración municipal á propuesta
suya^ como concejal que era por
los afios 1846 al 50 ; y también
que en representación de la mis-
ma Corporación solicitó, y ob-
tuvo directamente de S. M. la
Reina, la cesión de la estatua,
propia de su Real patrimonio,
que estaba en la Casa de Cam-
po. Este monumento , obra de
Felipe de Borgofia (el mismo
escultor de la estatua ecuestre
de Enrique IV que está en el
Puente Nuevo de París), en nín-
EL ABRABAL DE SANTA CRUZ.
287
IX.
EL ARRABAL DE SANTA CRUZ.
El trozo de arrabal denominado así por su inmediación
i dicha parroquia comprendia hasta la puerta de Valle-
casj situada donde hoy la plazuela de Antón Martin en la
calle de Atocha, y desde allí, por su costado izquierdo , á
la plazuela del Matute y calle del Lobo^ hasta salir á la
Carrera de San Jerónimo y Puerta del Sol, volviendo al
punto de partida por la subida de Santa Cruz. — El otro
trozo de arrabal á la derecha de la calle de Atocha, desde
la puerta de Yallecas hasta la de la Latina (aunque com-
prendido en el mismo arrabal), le consideraremos inde-
pendientemente en el siguiente paseo, con el título del Ar-
rabal de San Añilan.
La iglesia parroquial de Santa Cruz quieren los histo- Parroquia de
riadores que fuese primero ermita y luego beneficio rural ^ ""*
con derecho parroquial desde el tiempo de los árabes, en
la hipótesis (poco probable, 4 nuestro entender) de estar
entonces poblados de caserío aquellos sitios extramuros.
gon sitio de Madrid está mejor
colocado que en la Plaza Mayor,
obra de dicho Monarca ; y el
Ayuntamiento de Madrid no
podría tocar á él para removerle
8in faltar á bu propio acuerdo,
i la conveniencia histórica} y, lo
que 68 más, al favor que solici-
tó y obtuvo de la reina dofia
Isabel II.
Pero, establecida la República
en 11 de Febrero de 1873, se
quitó esta estatua en Junio de
dicho año ; mas después de la
Restauración fué vuelta á colo-
car en su pedestal.
288 EL ANTIGUO MADRID.
; , ; *
Mas lo que se sabe de cierto es que después de la con-
quista por las armas cristianas, y á medida que la pobla-
ción se iba extendiendo en dirección al antiquisimo j ve-
nerando santuario de Atocha j la parroquialidad de Santa
Cruz vino á ser la más extensa de la nueva villa , como
que llegaba, según queda dicho, á las puertas del Sol y de
Antón Martin y de la Latina^ hasta mediados del siglo xvi,
en que se fundó la de San Sebastian y que dividió con
aquélla su extensa feligresía.
El templo antiguo de Santa Cruz puede decirse que no
existia ya, pues 4 consecuencia de dos incendios, padecidos
en 1620 y en 17 63, fué necesario reedificarle en 1767, por
cierto con poco gusto y ostentación. La torre, sin embar-
go, era anterior, aunque no la primitiva que hubo en esta
parroquia, y era llamada la atalaya de la corte , así como
la de San Salvador la atalaya de la villa* Aquélla fué der-
ribada por ruinosa en 1632 , y se emprendió la obra de la
.nueva á costa del Ayuntamiento y de los vecinos de la
•parroquia, la cual no llegó, sin embargo, á verse termi-
nada hasta 1680, según más por menor se expresa en el
excelente artículo Madrid del Diccionario del señor Ma-
doz (1). — La altura de esta torre era de 144 pies, y ha-
llándose en sitio bastante elevado, descollaba sobre todas
las demás de la población, aunque por su forma cuadra-
da, sencilla y sin ornato alguno, era por otro lado un ob-
jeto poco digno de fijar la atención del viajero que se acer-
caba á la capital. En esta parroquia existían las piadosas
y antiguas congregaciones de la Caridad y de la Par, que
(1) En 1869 ha sido inútil- del sábado 13 de Abril de 1872.
mente demolida esta iglesia y La parroquialidad de Santa Cruz
Ru célebre torre para dejar un ha andado después de iglesia
hueco más, pasando la parroquia en iglesia, y hoy se halla en la
á la iglesia de Santo Tomás, la del Carmen Calzado,
misma que se incendió la noche
EL ARRABAL DE SANTA CRUZ. 289
asisten á los reos de muerte desde el momento que entran
en la capilla de la cárcel, les acompañan al suplicio y cui-
dan de su enterramiento, el cual se verificaba antigua-
mente en esta parroquia el de los degollados, en San Mi-
guel el de los dados garrote, y en San Gines el de los
ahorcados; celebrábanse misas en la capilla de dicLas con-
gregaciones por el alma de aquellos desgraciados en el
momento en que se les notificaba la sentencia, desde cuyo
día se levantaba en la esquina de la plazuela un altar con
el crucifijo que habia de acompañarles al suplicio, fijándo-
se á la puerta de la iglesia la tablilla de indulgencias con-
cedidas á los fieles asistentes á aquellos sufragios.
También antes (y todavía lo hemos alcanzado á ver) se
recogian el sábado de Bamos por las mismas cofradías
las cabezas y miembros de dichos ajusticiados, que solian
exponerse en los caminos públicos, y eran colocados, an-
tes de darles sepultura, en el mismo cajón ó altar portátil
de la plazuela; espectáculo, por cierto, bien repugnante,
que, por fortuna, ha desaparecido de nuestras costum-
bres.
En la bajada de Santa Cruz, ó sea calle denominada ^ . ^ , ^ *
*' ^ ' Bailada de Santa
de los Esparteros y en una rinconada que formaban las Cruz.
accesorias del convento de San Felipe el Real, hubo an-
tiguamente un recogimiento de donadas con el nombre
de San Esteban y que le quedó luego al solar ó plazoleta j Recogimiento
que más adelante se apellidó también de los Pájaros, y
hoy forma el ingreso de la nueva calle rota hasta la de la
Paz, que lleva el nombre del inolvidable corregidor Mar-
qués de Pontéjosy así como la plazoleta formada á su tér-
mino, donde se ha trasladado la fuente de la Puerta del
Sol y colocádose en ella el busto de aquel benemérito
funcionario.
La calle de la Paz tomó el nombre de un hospital que
fundó en ella doña Isabel de Valois ó de la Paz, tercera ^ „ ^ , «
' Calle do la Paz.
L 19
290 EL ANTIGUO MADRID.
esposa de Felipe IT, en que se veneraba la imagen de
Nuestra Señora bajo la misma advocación que hoy he-
mos dicho que se halla en la parroquia de Santa Craz.
Dicho hospital estuvo en el terreno de la casa que des-
pués sirvió de aduana, y en que hoy está la Bolsa de
Comercio.
La irregular calle (malamente llamada plazuela) de la
LeñL"™****** ^ ieñ«, así como la inmediata y principal de las Carretasy
quieren decir que tomaron estos nombres, á su formación
ó regularizacion en principios del siglo xvi, por el re-
cuerdo reciente de las barricadas de leña y carretería*
formadas en aquellos sitios para su defensa por los comu-
neros venidos de Segovia, que en unión con los de Ma-
drid, ofrecieron tan porfiada resistencia á las huestes del
Emperador. — En la rinconada de dicha plazuela de la Le-
fia se labró, á mediados del siglo xvii, dicha casa Adua^
Aduana Vieja. ^i<^> Q^® sirvió para cstc objcto hasta que en 1769 hizo
construir Carlos III el nuevo y magnífico edificio de la
calle de Alcalá, recibiendo aquél desde entonces diversos
destinos, ya para archivos públicos, ya de cuartel de vo-
luntarios realistas, ya de Escuela de Caminos y Canales,
hasta que en 1850 le ocupó la Junta, Tribunal y Bolsa de
Comercio^ que ha construido en este solar su edificio propio.
Calle de carrttas. ^ ^alle de Carretas^ hoy una de las principales de la
villa, ofrece pocos recuerdos y carece de monumentos
históricos. Los edificios públicos que la decoran, tales
como la casa de la extinguida Comjmñia de Filipinas ^ la
de la Imprenta Nacional y la de Correos (hoy Ministerio
de la Gobernación) son modernos, y en los solares que
ocupan existieron anteriormente multitud de mezquinos
casuchos, propios de un arrabal. Baste decir que la parte
de manzana que se segregó de las 205 y 206 para formar
aislada la que constituye el edificio de Correos, construido
en el reinado de Carlos III, comprendía treinta y cuatro
EL ABBABAL DE SANTA CRUZ. 291
casas particulares^ que fueron compradas para derribarlas
j dar lugar i la nueva construcción.
El caserío general de esta calle es igualmente moderno
y muy renovado, y sus apreciadísimas tiendas estuvieron
exclusivamente dedicadas hasta hace pocos años al co-
mercio de líbretnay y antes al gremio de broqueleros y con
cuyos nombres de comercio fué también sucesivamente
conocida esta calle ; así como las contiguas callejuelas,
estrecha y ancha de los Majaderiios , tomaron aquel caue de Maja-
ridículo título del mazo que usaban los bati-hojas ó tira-
dores de oro que ocupaban dicha calle, y solian apellidar
el tnajadero 6 majaderito. — Posteriormente fueron habi-
tadas por los famosos guitarreros de Madrid, y otros ofi-
cios no menos alegres y divertidos, hasta que, renovado
en nuestros dias su caserio, y continuada una de ellas con
el derribo del convento de la Victoria, han recibido los
nombres de Cádiz ^ de Barcelona y y de Espoz y iíinaj y
más elegantes comercios y habitadores (1).
Aquel famoso convento, que con su iglesia, huerta y La victoria.
tahona ocupaba gran parte de la manzana 207, y ha
dado lugar con su derribo, en 1836, á la formación de
dicha hermosa calle de Espoz y Mina, al ensanche de la
de la Victoria y á la construcción entre ambas de las
manzanas de casas de los señores Mariátegui y Maten,
pasaje ó galería cubierta y otros varios edificios, habia
sido fundado en aquel sitio (confín entonces de la pobla-
ción) por el padre fray Juan de la Victoria, provincial
délos mínimos de San Francisco de Paula, con la protec-
ción del rey D. Felipe II, y en el mismo año de 1561, en
que trasladó ¿ Madrid la corte. — Era muy poco notable
bajo el aspecto artístico, y sólo bajo el religioso, por la
(1) La sustitución de los lies por los nuevos fué propues-
nombres antiguos de estas ca- ta por mi como concejal.
292 EL ANTIGUO MADKID.
Nuestra Señora gran devocioD de los inadlrileflos á la venerable imagen
de la Soledad, j^ Jíuestra Señora de la Soledad, obra famosa ejecutada
en madera con ciertas misteriosas condiciones por el cé-
lebre escultor Gaspar Becerra, y que fué copiada de un
cuadro que facilitó para ello la reina doña Isabel de la
Paz : esta sagrada imagen tenia su capilla propia con-
tigua 4 la iglesia, y hoy se halla en San Isidro el Real,
y es la misma que sale en la solemne procesión del Vier-
nes Santo.
Entre el modesto camino que, flanqueado á la derecha
por el ya citado convento de la Victoria y algún pobre
caserío, y por su izquierda por las tapias del hospital del
Buefi Suceso y algunos huertos ó posesiones rurales^ con-
tiguas á los olivares y caños de Alcalá y y la espléndida
calle que, con el nombre de Carrera de San Jerónimo,
conduce hoy desde el sitio central y más animado de la
corte á su primero y magnífico paseo, y al Sitio Beal del
Buen Betiro, median siglos de distancia, animados por
muchas generaciones, sucesos y peripecias históricas^ de
que nos haremos cargo cuando, después de haberle consi-
derado hoy como límite de la antigua villa, regresemos
al centro de la nueva en la tercera y última ampliación.
Dijimos antes que los historiadores que nos dejaron
Ugeramente indicados los términos del arrabal, apuntando
Lia i te 8 del la direcciou que llevaba la tapia ó cerca que suponen (y
que por cierto no creemos existiese en este sitio) , no m-
dican con precisión su marcha desde la Puerta del Sol en
dirección á San Jerónimo , diciendo sólo que á cierta
altura de este camino tercia en escuadra a buscar la linea
recta de la plazuela de Antón Martin, lo cual, caso de
ser cierto, podría ser entre las calles del Lobo y del Baño
en Dirección á la plazuela del Matute. Pero tenemos mo-
tivos para sospechar qiie no existió semejante cerca sin
solución de continuidad, entre la Puerta del Sol y la de
EL ARRABAL DE SANTA CRUZ.
293
Antón Martin, ó que acaso seria sólo en los primeros
tiempos de la ampliación, j mny provisional j pasajera;
pues no se hace mención de ella en los títulos y docu-
mentos del siglo XVI, sino que consta ya la existencia de
todas aquellas calles y de muchos de sus edificios ; y que
la verdadera entrada de Madrid era abierta hacia donde
ahora está la iglesia de los Italianos, sin puerta que limi-
tase la extensión del arrabal. — Esta se fué verificando
constante aunque lentamente y prescindiendo de cualquier
obstáculo que le saliese al paso, y que evidentemente no
existia ya ¿ mediados del siglo xvi cuando se estableció
en Madrid la corte. Por lo tanto, y porque así conviene 4
la claridad material de la narración, seguiremos en nuestro
paseo esa línea recta, suponiendo límite de ella dicha
Carrera (entonces poco poblada), y comprendiendo sólo
las calles á la derecha, entre la misma y la de Atocha, hasta
Antón Martin.
Las primeras que se ofrecen al paso son las tituladas c^u^ ¿e, j^^^
del Lobo, del Príncipe y de la Cruz, las cuales nos traen J c^Í"*'*^" ^' ^^
simultáneamente á la imaginación el recuerdo de las pri-
meras representaciones escénicas en nuestra villa de Ma-
drid, que con tanta copia de erudición y de crítica reseñó
don Casiano Pellicer en su conocida obra titulada Tra-
tado histórico de la comedia y del histrionismo de Espa-
ña (1).
(1) £1 sefior D. José Antonio
Annona, corregidor que fué de
Madrid á fines del siglo ante-
rior, dejó también escrita é in-
édita una obra importante sobre
este asunto ; titúlase Memorias
cromlógicas sobre el origen de
^ ^^presentación de comedias en
^«pañay formadas en 1785 por
el corregidor de Madrid, don
José Antonio de Ármona, — Son
dos tomos en 4.^^ perfectamente
manuscritos, de letra de Palo-
mares, y encuadernados en tafí*
lete. Después de la muerte de
su autor, acaecida en 1792, de-
bieron pasar á manos del señor
Llaguno, de cuya almoneda lo^
294
EL ANTIGUO MADRID.
Corrales de co-
Doediaa.
El origen indadable de la representación de comedias
en Madrid fué el privilegio concedido á las cof radica de
la Sagrada Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y la de
la Soledad y que habia fundado la Casa de expósitos y para
que pudiesen dar á su beneficio dichas representaciones
en las casas ó sitios que señalasen. En su consecuencia^ la
primera, ó de la Pasión, señaló para este objeto un corral
que tenia en la calle del Sol (¿Puerta?), otro en la del
Principe y propio de Isabel Pacheco y j otro en la misma
* JJÍPÍle> perteneciente á iV. Burguillosy cuyo último corral
se aplicó después á sí la cofradía de la Soledad ; y consta
que el miércoles 5 de Mayo de 1568 entró á representar
en el de la Pacheca el comediante Alonso Velazquezy y
posteriormente en ambos por convenio de dichas cofra-
adquirió nuestro amigo el sefior
don Toribio de Areytio, quien
los ha cedido á la Real Acade-
mia de la Historia, permitién-
donos antes disfrutarlos. — Com-
prenden dichas Memorias un
Discurso desde el origen de la
representación de las comedias
en España, y particularmente
en Madrid , desde que por ha-
berse hecho pública esta diver-
sión, empezó á merecer las aten-
ciones del Gobierno ; y después
de señalar los primeros ensayos
dramáticos, anteriores y poste-
riores á Carlos V , se fija en los
tiempos de Cervantes y de Lope
de Vega, y empieza la historia
de los Corrales de Madrid, fun-
dados por los hospitales hacia
1560. — Inserta los diversos ban-
dos, instrucciones y reglamen-
tos dictados para su servicio
desde 1584 (algunos muy curio-
sos) , y otros varios documentos
sobre la controversia de propie-
dad y disfrute entre los hospi-
tales y la villa de Madrid, y
sobre las prohibiciones y permi-
sos de la representación de co-
medias; todo lo cual tuvo á la
vista Pellicer para su curioso
libro arriba citado, cuya publi-
cación en 1804 quita mucho
mérito á este manuscrito de Ar-
mona. Sin embargo, todavía
tiene bastante, por contener di-
chos documentos íntegros, y
otros varios que aquél no dio,
como el Catálogo de los corre-
gidores de Madrid (que inserta-
mos en el Apéndice) , el de los
jueces protectores de teatros, la
visita de las casas ó corrales de
la Cruz y del Principe hecha
por la casa de aposento en 1606,
EL ARRABAL DE SANTA CRUZ.
295
días. — En 1574, un comediante italiano. llamado Alberto
Ganosa, autor ó cabeza de una Compañía que represen-
taba farsas y hacía juegos de manos v volatines, contrató
con las cofradías para que se le cubriese eotí tejados dicho
corral (excepto el patio, que quedó siempre al descubier-
to), y aquéllos alquilaron y adornaron para las otras com-
pañías un nuevo corral en la calle del Lobo, en la casa
que pertenecia á Cristóbal de la Puente, hasta que más
adelante las mismas cofradías fabricaron ya sus coliseos
propios, el uno en la calle de la Cruz, en 1579, y el otro
en la del Principe, en 1582, cesando entonces y desha-
ciendo el de la calle del Lobo.
Según las escrituras de compra de dichos solares, cons-
ta que el primero (el de la Cruz) <i:alindaba con el horno
y dos vistas de las plantas de
dichos corrales antiguos, con su
distribución en patio ^ alojero^
gradas^ aposentos , rutilas ^ ca-
zuela y tertulia, muy curiosas y
detalladas. También incluye una
planta del teatro de la Cruz, pro-
yectado por D. Phelipe Jubara,
y tres planos de fachada, corte
y proscenio, firmados por don
Manuel Martin Rodríguez, en
1785, sobríno y discípulo del cé-
lebre D. Ventura, de quien aca-
so eran aquellos planos. — Hace
después la historía del teatro del
Principe, obra del ai-qtiitecto
Sacheti (que se quemó en 1806),
la de la representación de los
Autos Sacramentales de Calde-
rón, y finalmente, da varios es-
tados de productos de los tea-
tros de diferentes afios ; termi-
nando el tomo primero con un
bando ó instrucción impreso, de
dicho corregidor Armona, para
el servicio de los mismos.
El segundo tomo , menos in-
teresante, comprende un Dis-
curso original sobre asentar so-
bre bases útiles y buenas los tea-
tros y los cómicos, en lo moral y
en lo político, escrito por el ex-
celentísimo señor Duque de Hi-
jar, y la correspondencia que
medió entre él y el corregidor
Armona sobre este Discurso,
con todos los documentos que
comprende el tomo anterior,
que le remitió éste á aquél por
vía de notas, y otros muchos
trozos tomados de las obras de
Caramuel, Cervantes, Candamo,
Luzan, Nasarre, etc. , todos im-
presos y conocidos.
296 EL ANTIGUO MADRID.
3> de Antonio Ventero y con el solar de Antonio G-onza-
i>lez Labrador, y por delante la calle pública que dicen
y>d€ la Cruz, donde es la cárcel que dicen de la Carona y en
3) la parroquia de Santa Cruz i>, y que fué comprado en 550
ducados; y el segundo, ó del Principe, propio del doctor
Álava de Ibarra, médico de Felipe II, dieran dos casas y
J> corrales contiguos al mencionado de la Pacheca, y tenían
J>por linderos casas de Catalina Villanueva, de Lope de
» Vergara y del contador Pedro Calderón, y por delante
»la dicJia calle principal del Principela, y fueron vendi-
das en 800 ducados. En éste se principiaron las represen-
taciones en 21 de Setiembre de 1583 , y en el de la Cruz.
habian empezado anteriormente en 29 de Noviembre
de 1578.
La afición de los madrileños á las representaciones es-
cénicas, y los productos de los corrales ( que este nombre
conservaron ) , utilizados por las cofradías para los santos
objetos de su instituto fueron tales , que lo que isn los
primeros años representaba un beneficio líquido de 140
á 200 rs. por representación, luego de construidos los nue-
vos coliseos (cuyo sitio vemos que compraron las cofra-
días por sólo 1.350 ducados), llegó al punto de arrendarse
por cuatro años (desde 1629 4 1633) en la enorme suma
de 114.400 ducados, que distribuían entre sí los diversos
hospitales y hospicios, hasta que en 1638 se encargó de
los teatros la villa de Madrid, consignando á aqueQos es-
tablecimientos varios censos y subvenciones, que han veni-
do disfrutando hasta el dia.
Poco podemos añadir á las infinitas y curiosas investi-
gaciones que sobre este asunto consignaron los eruditos
Sres. Armona y Pellicer en sus ya citadas obras , y úni-
camente diremos que, por el registro de los títulos anti-
guos, vemos que el corral arrendado en la calle del Lobo
y casa propia de Cristóbal de la Puente estaba en la se-
•
EL ARRABAL DE SANTA CRUZ. 29 T
ñalada con el número 23 viejo y 9 nuevo de dicha calle, y
manzana 218, poseída por el dicho la Puente, y que hoy
pertenece al Sr. D. Vicente Pereda. La casa de Isabel de
Pacheco y en la calle del Principe, donde estaba el famoso
corral apellidado de la Paclieca, ya hemos dicho que era
contigua á la comprada por las cofradías al doctor Alara
de Tbarra para la construcción del nuevo coliseo, y quedó
incluida en éste, asi como también lo fué después otra,
propia de D. Rodrigo de Herrera , que tenia una ventaría
que daba al corral, cuando la villa de Madrid reedificó y
agrandó el teatro en 1745, hasta darle el espacio de
11.594 pies que hoy tiene , y sobre el cual se volvió á re-
edificar en 1806 bajo los planes y dirección del arquitecto
Villanueva, por haberse quemado el anterior (1).
El otro de la calle de la Cru:: (llamado así por un cer-
rillo que hubo antiguamente en aquel sitio, sobre que es-
taba colocada una cruz ) fiíé también reedificado bajo las
trazas, dirección y mal gusto del arquitecto D. Pedro de
Ribera, en 1737 (no según el plan ya indicado de Jubaríi
y Rodriguez), y es el mismo que acaba de derribarse para
continuar la nueva calle de Espoz y Mina.
Los recuerdos histórico-literarios de aquellos antiguos
corrales ó coliseos nos Uevarian muy lejos, y son, por lo
(lemas, bastante conocidos; sólo diremos que en ambos in-
distintamente brillaron en su tiempo (al paso que en los
suntuosos de Buen Retiro, de Palacio y de los sitios del
Pardo y de la Zarzuela) las populares musas de Lope de ^^¡^ ^ *^®°*®'
Vega, Tirso, Morete y Calderón ; que el primero solia dar
preferencia al de la Cruz, y también el monarca Feli-
(1) Se ha renoyado su facha- con el derribo de la manzana de
da en 1867 con bastante buen casas fronterizas, ha quedado
gusto, y lo mismo el interior de en la linda plaza-jardin de San-
la sala. Posteriormente ha vuel- ta Ana.
to á titularse Teatro Español, y
298
EL ANTIGUO MADRID.
pe IV, tan aficionado á esie espectáculo, que solia asistir de
incógnito ¿ él^ entrando por la plazuela del Ángel j casa
contigua (j que fué luego incorporada al mismo teatro),
en la cual , según nuestras noticias , vivió el célebre poeta
D. Jerónimo Villaizan (1). Don Bodrigo Calderón, el Du-
que de Lerma y otros magnates preferían, por el contra-
rio j asistir al del Príncipe , donde tenian aposento con ce-
lo8ia. En el prímer coliseo representaba la famosa María
Calderón (madre de D. Juan José de Austria) y las no
menos célebres Amarilis (María de Córdova) y Antandra
(Antonia Granados) ; las posteriores celebridades escéni-
cas María Ladvenant y María del Rosario Fernandez (la
Tirana) representaron casi siempre en el Príncipe. — En
cuanto al recuerdo moderno de los bandos de C/iorizos y
Polacos^ con cuyos nombres se designó á ambos teatros
del Príncipe y de la Cruz á fines del siglo pasado , es de-
masiado conocido para que haya necesidad de reprodu-
cirle. Las preciosas comedias modernas de Moratin, titu-
ladas El Viejo y la Niña y El Café^ se representaron en
el Príncipe, y las de El Barón ^ La Mogigata y El Sí de
las Niñas y en el de la Cruz. Los eminentes actores Rita
Luna é Isidoro Maiquez trabajaron en un principio en ara-
bos (aunque nunca llegaron á reunirse en la escena), pero
(1) El licenciado D. Jeróni-
mo Villaizan y Garces nació
en Madrid , y fué bautizado en
la parroquia de San Martin, á 9
de Junio de 1604. Fué hijo de
Diego de Villaizan, boticario;
siguió la carrera de la abogacía,
cuya profesión ejerció muchos
años, con grande aplauso, en los
tribunales de la corte ; distin-
guiéndose igualmente entre los
literatos por su ameno ingenio
y fecundidad en la poesía dra-
mática; circunstancia que le va-
lió el favor y hasta la amistad
del rey Felipe IV. Entre las co-
medias de Villaizan que fueron
impresas y han llegado hasta
nosotros, la más apreciable es
la que lleva por título Ofender
con las finezas.
EL ARRABAL DE SANTA .CRUZ. 299
Últimamente aquella se fijó en la Cruz y éste lo hizo exclu-
sivamente en el Príncipe, que supo convertir desde princi-
pio del siglo actual en el favorito del público madrileño.
No puede ser exacta la observación de que la calle del
Principe recibiese este nombre con motivo del nacimiento ^{^"* ^^ ^''"'
en Madrid del príncipe D. Felipe (después Felipe III),
ocurrido el 14 de Abril de 1578, ni aun los de sus dos
hermanos anteriores, que murieron sin llegar á reinar,
D. Femando y D. Diego, que también hablan nacido en
Madrid en 1571 y 1575 ; porque ya vimos que anterior-
mente, en 1568, se apellidaba ya calle del Príncipe la
del corral de Pacheca; creemos, por lo tanto, que dicho
nombre pudo dársele con alusión al príncipe D. Felipe II,
jurado en San Jerónimo en 1528, en cuya ¿poca pudo
abrirse dicha calle. Con esto queda también contestada la
opinión de algunos, que han supuesto referirse el nom-
bre de la misma al príncipe de Fez y de Marruecos^ Muley
Xeque, que no vino á España ni recibió el bautismo has-
ta 1593 , tomando el nombre de D. Felipe de África ó de
Austria y y es más conocido con el de El Principe Negro.
Este personaje vivió efectivamente en dicha calle , en la
casa que fué de Ruy López de Vega (que es la que da
vuelta á la calle de las Huertas y hoy está reedificada por
sn dueño, el Duque de Santoña, y lleva el número 40
nuevo). El sobrescrito de la carta de que habla el inmor-
tal autor del Quijote en la Adjunta al Parnaso dice :
<lAI Sr. Miguel de Cervantes Sauvedra, en la calle de las
Huertas, frontero de las casas donde solia vivir el Principe
<le Marruecosi> j es decir, que pudo habitar aquel ingenio
en las señaladas ahora con los números 6 al 10 nuevo de
dicha calle. — Algo más abajo, y conduciendo desde la
calle del Príncipe á la plazuela de Antón Martin , está
la plazoleta llamada del Matute, cuyo nombre hay mo- pusoeudei na-
tivo para creer que lo quedó por la razón de que en ella *"***
300 El, ANTIGUO MADRID.
y las huertas inmediatas á la puerta de Vallecas se pre-
paraban los contrabandos ó matutes.
. Hasta el tiempo de la dominación francesa, en los pri-
meros años de este siglo, existió, formando la mayor parte
de la manzana 215 y prolongando las calles del Prado, de
la Gorgnera y de la Lechuga, el convento é iglesia de re-
sanulní^* ^ ligíosas Carmelitas descalzas de Santa Ana^ fundado por San
Juan de la Cruz en 1586, en cuyo solar se formó, en 1810,
la Plazuela de Santa Ana, con árboles y una fuente en
medio, en que fué colocada la estatua en bronce de Car-
los V, que existe en la galería de escultura del Museo (1).
Por este mismo tiempo creemos que se construyó, bajo
la dirección del arquitecto D. Silvestre Pérez, la bella
coaa de Montijo. casa-palacio propia de los Condes del Montijo y de Tdni,
esquina á dicha plazuela y á la del Ángel, sobre casas
que fueron anteriormente de los condes de Baños y de
Angeí^*^^*^*^ D. Pedro Velasco de Bracamente. — La plazuela rfeZ -4n-
gel^ al frente de dicha «casa, estuvo antes ocupada por
una manzana aislada con el oratorio y casa de padres de
San Felipe Neri^ hasta que á la extinción de los Jesuítas,
en 1769, pasaron, como ya dijimos, á la casa profesa de
aquéllos, en la calle de Bordadores, y se demolió la suya,
que daba lugar, entre la calle del Prado y la de las Huer-
tas, á otra callejuela llamada del Beso,
coKideTepa. La otra elegante casa de los Condes de Tepa^ frontera
á la de Montijo, con entradas también por las calles de
San Sebastian y de Atocha, es uno de los mejores edificios
particulares de principios de este siglo , y creemos fué,
como él palacio de Villa-hermosa, obra del arquitecto don
Antonio López Aguado.
(1 ] Al fin se derribó esta la. En su centro se ha colocado
manzana de casas y y regularizó la estatua de Calderón dando
y convirtió en square la plazue- frente al Teatro Español.
EL ARRABAL DE SANTA CRUZ. 301
La iglesia parroquial de San Sebastian^ tan poco nota- Parroqniade
ble bajo el aspecto artístico, como importante por su ex-
tendida y rica feligresía, ya dijimos que compartió ésta
con la de Santa Cruz, cuando se construyó en 1550, to-
mando la advocación de aquel santo mártir, por una er-
mita dedicada al mismo que hubo más abajo, hacia la
plazuela de Antón Martin. El cementerio contiguo á esta
parroquia, que da á la calle de las Huertas y á la ya men-
cionada de San Sebastian (antes llamada del Viento) era
uno de los padrones más ignominiosos de la policía del
antiguo Madrid; y así permi^neció hasta la construcción
de los cementerios extramuros , en tiempo de los france-
ses. Becordamos haber escuchado á nuestros padres la
nauseabunda relación de las famosas mondas ó extracción
de cadáveres que se verificaban periódicamente, en
una de las cuales fueron extraídos de la bóveda, confun-
didos y arrumbados, los preciosos restos del gran Lope de
Vega, que yacian sepultados en ella en el segundo nicho sepultura de
del tercer ¿rdeny no de la Orden Ter9era, como dice al-
gan documento, donde buscándole nosotros hace pocos
años con el difunto cura de aquella parroquia, Sr. Quija-
na, hallamos la lápida que dice estar enterrada en aquel
nicho la señora doña N. Eamiro y Arcayo, hermana del
vicario que fué de Madrid.
Este lamentable descuido, esta criminal profanación
(que nos priva ahora de mostrar álos extranjeros el sepul-
cro del Fénix de los ingenios) se cometía ya en el siglo xix
ó á fines del anterior, á la faz de una corte ilustrada y
culta, y delante cabalmente de los distinguidos literatos y
famosos poetas restauradores de las letras españolas , de
losMoratines é Iriartes, Áyalas y Cadalsos, Cerdas, Rios,
Ortegas, Llagunos, Melendez y otros varios, y de los ex-
tranjeros Signorelli, Conti, Pizzi, Bemascone, etc., los
cuales en el último cuarto del siglo anterior hablan esta-
302 EL ANTIGUO MADRID.
blecido una especie de liceo ó academia privada en una
sala de la Fonda de San Sebastian^ en la casa contigua á
dicho cementerio (porque entonces no existia todavía la
del Conde de Tepa); apreciable reunión, que duró en todo
su esplendor hasta que, desapareciendo poco á poco sus
insignes fundadores, degeneró en manos de la medianía ó
del pedantismo. Y es evidente que el insigne Moratín,
hijo, se refirió á ella y á sus principales concurrentes, Co-
mella , Cladera, Guerrero, Salanueva^ Nifo y otros pseu-
do-poetas de la época, en la deliciosa sátira dramática ti-
tulada La Comedía nueva, en que los retrató, como pudie-
ra decirse, con pelos y señales ^ bajo los nombre de don
Eleuterioy D. Hermógenes y D. Serapio , y hasta fijó la
escena en el mismo café del entresuelo, haciendo figurar
en ella al mozo llamado Agapito y emblematizando en él
la buena fe del vulgo sandio é ignorante, bajo el gráfico
nombre de Pipi.
La arteria principal de este trozo de la población com-
prendido entre Santa Cruz y Antón Martin fué desde los
cauede Atocha, principios la calU de Atocha, una de las más importantes
de la nueva villa, encerrando, ademas de su notable case-
río , varios edificios religiosos y civiles muy señalados de
los siglos XVI y XVII.
Entre los primeros descuella el extenso convento é
lA Trinidad, jglesia quc fué de los padres trinitarios calzados , cuya
traza dio de su propia mano Felipe II , señalando él mis-
mo el sitio que ocupa, que con sus accesorios comprende
nada menos que 108.646 pies. Su construcción, que prin-
cipió hacia los años de 1547, corrió á cargo del arquitec-
to Gaspar Ordoñez. De la iglesia (que era muy espaciosa
y decorada) no puede juzgarse ya , por las notables alte-
raciones y cortes que se la han dado en estos últimos años^
y conforme á los nuevos destinos que recibió este edificio
después de la exclaustración en 1836. Convertida primero
EL ARRABAL DE SANTA CRUZ. 303
en teatro y salones de la sociedad llamada del Instituto
eífañolj Inégo para las Exposiciones de pinturas j para el
Conservatorio de Artes, hoy está en gran parte ocupada
por éste, y otra parte sirve de ingreso al claustro y esca-
lera principal. Estos permanecen todavía en su estado
primitivo, y por su buena forma y gusto recuerdan , espe-
cialmente la escalera, al monasterio del Escorial. El espa-
cioso convento, que ya en tiempo de la dominación fran-
cesa y algunos años después sirvió de Biblioteca Real,
fué destinado después á reunir en él la gran colección de
cuadros recogidos de las iglesias y conventos de la pro-
vincia y otros 9 bajo el título de Museo Nacional, y hoy,
sin suprimirse del todo aquél, le ocupan simultáneamente,
7 por cierto con extraña amalgama, las oficinas del Minis-
(trio de Fomento; habiéndose hecho necesarias para ello
costosas obras de reparación y distribución, así en el in-
terior como en la fachada del edificio, que, por efecto de
ellas, ofrece hoy un aspecto bastante anómalo entre su
antiguo y nuevo destino. También se ha suprimido la verja
que cerraba la espaciosa lonja delantera, quedando, empe-
ro, en posesión de sus muros el comercio de librería, que
desde tiempo inmemorial la ocupaba, así como las inol-
vidables Gradas de San Felipe,
Sería largo enumerar los varones distinguidos en virtud
y en ciencia que albergó desde su fundación esta religio-
sa casa, sobresaliendo entre los primeros el Beato Simón
de Rojas (cuyo cuerpo se veneraba en ella y hoy se halla en
la iglesia de Santa Cruz), y entre los segundos, el célebre
predicador y literato del siglo pasado Padre Hortensio
Paramcino (1). De ella salieron también, en el mes de
(I) El maestro Hortensio ingenio, que á los cinco afios ya
Féux Pakavicino nació en Ma- Babia leer, escribir y contar ;
^d en 1580, con tan peregrino concluida su carrera en Alcalá
804
EL ANTIGUO MADRID.
i
Mayo de 1580, los padres redentores Fray Juan Gil y
Fray Antonio de la Bella, que rescataron al inmortal
Cervantes, cautivo en Argel, cuya partida de rescate se
conservaba en su archivo.
Santo Tomás. El otro notabilísimo edificio religioso, á un extremo de
este trozo de calle, es la iglesia y convento de Santo To-
mas, que fué de los religiosos dominicos, esüiblecido en
aquel sitio á instancia de Fray Diego de Chaves, confe-
sor de Felipe 11, por los años de 1583, erigiendo esta casa
en priorato, y desmembrándola entonces de la de Atocha.
La iglesia antigua pereció en un incendio en 1652, y en
1(556 se concluyó la nueva, aunque la capilla, mayor y
media naranja eran posteriores, obra del célebre y extra-
vagante D. José Ghurriguera y sus hijos D. Jerónimo
y D. Nicolás, quienes la ejecutaron con tan escaso acier-
to, que á poco de haber sido terminada la cúpula, en 1726,
se desplomó con estrépito, cabalmente en un dia en que,
con motivo del jubileo del año Santo, estaba llena de gente,
por lo que quedaron sepultadas en sus ruinas más de
ochenta personas (1). A pesar de estos contratiempos ^ que
fueron remediados con nuevas reparaciones, y no obstan-
te el mal gusto de dichos arquitectos , que quedó consig-
nado en los adornos interiores, y singularmente en la
y Salamanca , entró de religioso
trinitario en esta ciudad ; se gra-
duó de doctor en teología, y des-
pués fué definidor de la provin-
cia de Madrid, predicador del
Rey y Vicario general de su re-
ligión ; habiendo hecho varios
viajes á Italia y Flándes, y ad-
quiriendo en todas partes una
fama colosal por su elocuencia
y sus abundantes escritos , pu-
blicados muchos de ellos bajo
el nombre de D, Félix de Ártea-
ga. Murió en el convento de Ma-
drid, en 12 de Diciembre de 1633.
(1) Una nueva desgracia ha
venido á caer sobre este templo
con el violento incendio de que
fué presa en la noche del sába-
do 13 de Abril de 1872, en que
también se hundió la cúpula y
muchas otras partes de la igle-
sia, habiendo hecho necesario
8u derribo total.
EL ARRABAL DE 8AKTA CRUZ. 305
portada de la iglesia , este templo, por sq espaciosidad y
grandeza, era de las más notables de Madrid, y muy par-
ticularmente por las solemnes funciones religiosas que en
él se. celebraban, entre las cuales ocupa el primer lugar la
magnífica de la octava de Pascua de Resurrección, en que
desplega un aparato incomparable la congregación de lá
Gxiardia y oración del Santísimo Sacramento. De esta igle-
sia salia también el Viernes Santo la procesión del Santo
Entierro. — El convento era muy espacioso, y en ¿1 tu-
vieron establecidas los frailes dominicos las cátedras
públicas de filosofía y teologia escolástica y moral, que
permanecieron abiertas hasta la extinción de los regula-
res.— De esta famosa casa de padres predicadores solia
salir, en los pasados tiempos, )a ostentosa comitiva de los
Autos de /<?, con los pendones y cruces del Santo Oficio;
y por una anomalía bien extraña , en aquellos mismos re-
ligiosos claustros, donde en los siglos pasados se entona-
ba el terrible Kxurgcj Domine j etjudica causam tuam, re-
sonaron en el presente, por los años 22 y 23, los furibun-
dos «eos de la célebre sociedad demagógica titulada la
Ijandahuriana; y más adelante fueron teñidos con la san-
gre inocente de sus inofensivos moradores, en la trágica
jomada de 17 de Julio de 1834. Convertido después di-
cho convento en cuartel de la Milicia Nacional, sirvió
también de prisión, en Octubre de 1841^ al desventura-
do general 2>. Diego León, Conde de Belascoain, y otros
compañeros de infortunio, que salieron de él para perecer
en el patíbulo. Este convento, ocupado por el Tribunal
Supremo de la Guerra y Capitanía general, después de
haberlo sido por el Consejo del mismo ramo, ha sido de-
molido últimamente.
El monasterio de religiosas agustinas de la Magda- LaHngdaieim.
/éfna, fundado jwr el mismo tiempo, estaba en el otro
trozo de la calle de Atoclia, al número 30 nuevo y sitio
I. so
306 EL ANTIGUO UADBID.
que hoy ocupan las casas nuevas del Sr. Ceñóla ; ere
poco notable bajo el aspecto artístico, y fué demolido
bácia 1837.
Al extremo de este trozo de csille, á su salida á la pla-
zuela de Antón Martin, con vuelta ala de Matute, fundó
también Felipe II, en 1581, el colegio Beal de Nuestra
Lorvto. Señora de Loreto, para niñas pobres, coya iglesia no se
concluyó hasta 1654, venerándose en su altar mayor la
imagen de Nuestra Señora de Loreto, traida de Boma por
un religioso en 1587 ; Felipe IV convirtió este colegio
en casa de educación de señoritas huérfanas.
Entre los edificios civiles de la calle de Atocha me-
rece la preferencia el que fué conocido con el nombre
de la Cárcel de Corte, y que más recientemente se llamó
Palacio de la Audiencia, y antes Sala de alcaldes
de Casa y Corte; pues la carcelería, que al principia
estuvo, sin duda, destinada para los nobles y sujetos»
distinguidos, se relegó después para toda clase de presos
al edificio contiguo, que daba á la calle de la Concepción
Jerónima, y que fué antes Oratorio y casa de padre»
del Salvador; á pesar de ello, quedó en la portada del
palacio la inscripción : Reinando la majestad de Feli-
pe IV, año de 1634, con acuerdo del Consejo, se fabricif
esta cárcel de Corte para comodidad y seguridad de lo
presos.
Este edificio, obra del Marqués Crescenci, es uno de
^M^cároéi de j^g pocos bucuos de aquella época que quedan en Madrid.
La escalera principal, colocada entre ambos patios, es
elegante y aun magnifica, y éstos ofrecen hoy, despojados
de los tabiques y vidrieras que antes las afeaban, una
bella perspectiva, ostentando en sus centros respectiva-
mente las estatuas de Cristóbal Colon y Sebastian Elca-
no. La fachada que da á la plazuela de Provincia es se-
vem y majestuosa, y en el año último se ha repuesto al
SL ARRABAL DE SANTA CRUZ. 307
fin la torrecilla y chapitel que se qnemó en el siglo pasa-
do.— Delante de este palacio, y enfrente de la calle de
Atocha, estaba la fnente llamada también de Provincia
(acaso la única que quedaba ya de construcción del si-
glo XVII y hasta que ha sido demolida) , con alusión á la
ctial, y á la de la suprimida plazuela de la Villa, decia
Tirso de Molina, en un romance al rio Manzanares :
a Fuentes tenéis que imitar,
A Que han ganado con sus cuerpos ,
«Como damas cortesanas,
B Sitios en Madrid soberbios ;
n Adornadas de oro y perlas
» Visitan plazas y templos ;
nYya son dos escribanas,
» Que aquí hasta el agua anda en pleitos.
»No sé yo por qué se entonan ,
» Que no há mucho que se vieron
» Por las calles de Madrid
pA.\a vergüenza en jumentos. 3»
El caserío particular de dicha calle es generalmente
moderno, y destinado á habitación de la clase media y
acomodada, que ya en el siglo anterior empezó á abrirse
camino y á figurar dignamente al lado de la nobleza de
origen ; y aunque muchas de dichas casas, por su esplen-
didez y grandeza, no temerían la comparación con los nn-
tignos caserones \\ama.do3 palacios de la aristocracia nobi-
liaria, y aun les aventajan notablemente en comodidad y
buen gusto, no lucen, sin embargo, sobre su puerta
a Grabado en berroqueña un ancho escudo 9,
ni por la condición de sus moradores , ni por la fecha de
308 EL ANTIGUO MADRID.
SU construcción, representan recuerdos históricos dignos
de ser aquí consignados.
El único entre estos suntuosos edificios modernos, y
que emblematiza, puede decirse, al Madrid de la clase
media, industrial y mercantil , es la elegante casa cons*
truida en 1791 por la opulenta Compañía de los cinco Gre-
mios Mayores^ para sus oficinas, y hoy posee y ocupa El
Banco de España j por compra que hizo de ella, en 1845,
cu la respetable suma de 3.350.000 rs. Este edificio, por
su solidez y buen gusto, es uno de los primeros de Madrid
moderno, y honra sobremanera á su arquitecto y direc-
tor D. José Ballina ; era lástima que por hallarse incor-
))orado á la parte occidental con las demás casas de la
manzana, no la formaba independiente, careciendo por
aquel lado de fachada ; pero pocos años há se ha rea-
lizado esta mejora por el Banco de España, rompiendo
una nueva calle frente á la de la Paz, y dando i todo el
edifijcio la suntuosidad é independencia que requería. Esta
calle, acotada con verjas, se convirtió en un lindo jardin.
X.
EL ARRABAL DE SAN MILLAN.
Ya hemos dicho que el arrabal, y por consiguiente, la
.sogunda ampliación , se extendían por la iVanda meridio-
nal desde la calle de Atocha y plazuela de Antón Martin
hasta la esquina de la plazuela de la Cebada, donde se
EL ARRABAL DE SAN HILLAN. 309
abrió otro portillo, y qne se incorporaba luego en la puer-
ta de Moros con el caserío antiguo.
, Entre dicbas calles principales de Atocha 7 de la Mag-
dalena se rompieron las traviesas apellidadas de Cañiza-'
res y de las Uroaas y de Relatores. En la primera (que
también se llamó del Olivar j como hoy su continuación)
sólo hay que hacer mención del Oratorio de la Congrega-
ción del Santísimo Sacramento, fundada en la Trinidad en
1608, y qne luego estuvo en la iglesia de la Magdalena,
hasta que en 1647 labró esta iglesia y casa para sus jun-
tas y ejercicios. Antes de construirse esta iglesia pertene-
ció el solar i un N. Cañizares, que no sabemos si seria cniíe y oratorio
acaso Felipe de Cañizares , padre de D. Luis, hijo de Ma-
drid , que tomó el hábito en el convento de la Victoria y
después fué obispo de Filipinas. El edificio es bien pobre
y modesto; pero la congregación es notable ^ no sólo por
sus ejercicios piadosos, sino por haber pertenecido & ella
insignes varones en la política y en las letras; viéndose
en sus registros (que por esta razón han sido muy con-
sultados) los nombres y firmas de Cervantes, Lope^ Cal--
deron, Montalban^ Solis y otros grandes escritores del si-
glo xvn.
La calle de las Urosas tomó su nombre del apellido de
.,.«.,.,. , . , ^ . . . ralle de Us Uro-
una ilustre familia, a quien pertenecían en los pnncipios sas.
del sig^o XVI varias casas en ella, y era la principal la que
hace esquina y vuelve á la calle de Atocha , por donde
tiene su entrada, con el número 2 antiguo y 18 moderno
déla manzana 157, y las qne estaban contiguas, donde
después se construyó el teati^o del Instituto, la frontera
número 26 viejo y 3 nuevo de la manzana 156, y alguna
otra. En una de ellas (no podemos decir en cuál, sino que
era calle y casa de las Urosaé) vivió, y murió en 1639, el
ilustre y desdichado poeta dramático D. Jijutn Rxiiz de
Alarcon (el de \bs jorobas), relator que fué del Consejo de
310 EL ANTIGUO MADRID.
las IndiaSj que fué sepultado, como Lope de Vega, en la-
parroquia de San Sebastian.
Calle dcBeíato- Del título de Calle de los Relatoresy con que es conocida,
dScíiar *** la inmediata, ignoramos el origen, á no ser su proximi-
dad al tribunal de la sala de Alcaldes. — La de la Alag^
dalena tomó el nombre de las accesorias del convento de
monjas dh aquella advocación, de que ya hemos hecho re-
ferencia, yes una hermosa calle, que ostenta muy buenos
edificios del siglo pasado y del presente, distinguiéndose
entre los primeros el señalado con el número 12 nuevo de
la manzana 9, que es la elegante casa de los Marqueses de
Perales y y fué labrada á principios del siglo pasado con
cierta grandiosidad , aunque con el gusto caprichoso en su
ornato (especialmente en la portada) que distinguia al
arquitecto D. Pedro Ribera y los de su escuela. — En la
misma manzana 9, á la esquina de la calle de Lavapiés, hay
otra gran casa (probablemente de la misma época), que
sirvió para la Dirección general de Pósitos y otras oficinas;
y en la acera de enfrente, con vuelta á la calle de las Uro-
sas, están las sólidas y espaciosas conocidas por de las Me--
morías de Aitona, que son, sin disputa, de las mejores
construcciones particulares de Madrid en el siglo anterior.
La irregular manzana 142, que ocupaba por entero el
convento de la Merced y sus dependencias, en el sitio que
después de la demolición de dicho convento es conocido
con el nombre de Plaza del Progre$o^ comprendia un es-
pacio de* 65.000 pies, y formaba á sus costados las estre-
chas calles de los Remedios , de la Merced y de Cosme efe
Médicisy que han desaparecido también con aquel extenso
edificio, fundado por la Orden de Mercenarios calzados en
1564 (1).
(1) En el centro de esta pía- la estatua en bronce de D. Juan
Ea- jardín se ha colocado, en 1 870^ Al varez Mendizábal.
La Merced.
EL ARRABAL DS SAN MILLÁK.
311
8a iglesia era notable por su espaciosidad y el mérito
ile los frescos de sos bóvedas , por lo suntuoso del culto
y la gran devoción de los madrileños á la imagen de
nuestra Señoi'a de los Remedios, que se veneraba en una
de 8ns capillas, y á la del mercenario San Ramón Non^
nato, que después pasaron, la primera á Santo Tomás, y la
:^ganda i San Cayetano.
£n ella era también notable el elegante sepulcro del
tercer Marqués del Valle, D. Fernando Cortés^ y su espo-
sa doña Maria de la Cerda, nietos de Hernán Cortés y
]>atronos de esta iglesia , que se alzaban en el crucero al
lado de la Epístola con sus bustos de piedra. El convento
4^ra famoso, más que por su material construcción, por
las personas ilustres en santidad y en ciencia que en él
vistieron el hábito de la milicia redentora de cautivos, cu-
yas obras impresas y manuscritas se conservaban en su
copiosa biblioteca; entre otras, la Crónica de la Urden, es-
crita por el reverendo padre maestro /ray Gabriel Tellez,
bien conocido en la república literaria bajo el nombre de
Tirso d^ Molina^ hijo de Madrid y religioso de esta casa.
£n ella visitamos en 1830 la modeste celda de aquel gran,
poeta dramático, y tratando de inquirir algunas noticias
de su vida y escritos , supimos que habian sido anterior-
mente reunidas por el Excmo. é Ihno. general que fué
de la Orden, fray Manuel Martínez , que murió de obispo
de Málaga hacia 1832 , y entre cuyos papeles del)en
obrar (1).
(1) Fkay Gabriel Tellkz
(maesbro Tirso de Molina) na-
ció en Madrid , como él mismo
iUKgora, hacia 1585. Fué gran
fílÓBofo y teólogo, historiador y
poeta insigne. Escribió muchas
obras en prosa y verso , pero su
principal celebridad la debe á
sus ingeniosísimas comedias,que
él mismo asegura llegaron á 300
y fueron publicadas en parte
con el nombre ya dicho de Tir-
so de Molina , con el que es tan
conocido y popular. Avanzado
31:2 sil ANTIGUO MADRID/
Este convento fué de los qne más tuvieron qae safrir
en la sacrilega asonada de 17 de Julio de 1834, perecien-
do en ella algunos de los indefensos religiosos»
cuies de Bar. La oalle de Barrianuevo 6 del Barrio Nuevo (como se
coaoepoion. la apellida en documentos antiguos de la casa del mayo-
razgo de Vera Ordoñez^ que era en la calle de Atocfuij qvue
hace esquina á la del Barrionnevo, en la isla del colegio de
Santo Tomás) comprendía también el trozo primero de
]a que hoy es conocida con el de la Concepción Jeróninuij
basta su salida i la calle de Atocba. — La casa más nota-
ble de dicho trozo por su importancia y extensión , qne
ocupa nada menos que 28.362 pies superficiales, es la se-
ñalada con el número 31 antiguo y 7 nuevo de la manza-
na 158, y es conocida por la casa de TineOj y también de
Marquina, por haberla habitado en 1808 el célebre corre-
gidor de Madrid D. José Marquina, que fué uno de lof»
blancos de la ira popular en el levantamiento del pueblo
contra el privado Godoy y sus parciales en 19 de Marzo
de aquel año. Hoy pertenece al Marqués de Montesacro,
En la calle propia de Barrionnevo y la única antigua está
.señalada con el número 24 antiguo y 12 nuevo, y perte-
neció al vinculo de los marqueses de Lara.
lA Concepción ^^ ^^^^ trozo de callc propia de la Concepción Jeróm^
jerAoima. ,,j^ tomó SU uombro del antiguo monasterio de monjas je-
rónimas de la Concepción de Nuestra Señora , fundado en
1504 por la célebre doña Beatriz Galindo, llamada la
Latina, camarera mayor y maestra de la reina doña Isa-
bel la Católica, qiiien le colocó primero contiguo al hos-
en la edad, tomó el hábito de la ronista general de la misma y
Merced calzada en el convento definidor de Castilla la Vieja,
de Madrid, hacia 1620, y en di- En 1645 fué elegido comenda-
cha Orden obtuvo muchos car- dor del convento de Soria, don-
go8 ; fué maestro de Teología, de se cree que murió hacia 1648.
predicador de mucha fama, co-
EL ABRABAL DE BAN MILLAN.
315.
pital que ella y sa marido Francisco Ramirez, general de
artilleria de los Beyes Católicos, habian fundado esquina
de la plaza de la Cebada ; basta que, á consecuencia de un
reñido pleito con el guardián de San Francisco, se vid
precisada á trasladar las monjas á las casas propias del
mayorazgo de su marido, construyéndolas el nuevo con-
vento en el sitio en que hoy está, en 1509. — En la igle-^
sia del mismo, y á los lados del altar mayor, se ven los se-*>
pulcros de n^ármol con las estatuas de ambos ilustres fun-^
dadores, que yacen en esta casa (1). Contigua áella, y con
frente al otro lienzo de la plazoleta, se alza todavía (aun-
que elegantemente reformada en estos últimos afíos) la
casa principal de los Ramírez y SaavedraSj que pertene-
ció en el siglo xvii á la Condesa del Castellar, y por su-,
cesión á los Duques de Rivas, cuyo titular, el ilustre poe-^
ta Sr, D, Ángel Saavedra Ramírez y BaqtiedanOy la pose-,
yó y habitó después hasta su muerte en 1861.
En la acera frontera de esta calle se alzaba, hasta los.
últimos años, el funesto edificio que, construido á princi-
pios del siglo pasado para Casa y oratorio de clérigos mi-
sioneros titulados del Salvador j vino después & servir de<
cárcel pública y apellidada de Corte ^ como ampliación del
edificio contiguo de que ya tratamos, y que lleva aquel
título, pasando después los padres á ocupar la casa del
LBCineU
(1) Francisco Ramírez, hijo
de Madrid y de la casa de Bor-
no8» capitán general de artille-
ría de los Reyes Católicos , fué
célebre por su valor, y sefiala-
damente en el cerco del castillo
de Alabar y Cambil, y en la
conquista de Málaga, que puede
decirse decidió su arrojo , aien-
do amuido caballero por el rey
Femando en el mismo sitio.
Casó en segundas nupcias con
doña Beatriz Galindo (La Lati-
na) , maestra de la Reina Cató-
lica, y murió en las guerras con
los moros, en la Serranía de Ron-
da, en 1601. Beatriz Galindo
{La Launa) fué natural de Sa-
lamanca.
314 Eti ANTIGUO MADRID.
Noviciado de los jesuítas, en la calle Ancha de San Ber-
nardo, á la extinción de dicha compañía en 1767. — Un
tomo entero no bastaría á consignar los recuerdos lúgu-
bres ú ominosos de esta funesta mansión durante la últí-
roa mitad del siglo anterior y primera del presente, en que
ha servido de encierro á tantos célebres bandidos ó mal-
hechores, y en que también vio penetrar por sus ignomi-
niosas puertas, á consecuencia de los disturbios y con-
mociones políticas de 1814 y 1823, á tantos ilnstres
proscriptos, injusta é indecorosamente confundidos con
aquellos grandes criminales. Cuando eran conducidos á
expiar en el patíbulo su delito 6 su desdicha, el fdnebre
acompañamiento los esperaba á la mezquina pueriecilla
que salia á la callejuela del costado, que llevaba el nom-
bre nefando del Verdugo (hoy de Santo Tomás), forman-
do antitesis con el del Salvador, que apellidaron á la otra
paralela. — Hoy, por fortuna, ha dejado de existir aquel
edificio, y dado lugar en su solar á la construcción de una
nueva manzana de casas y una calle entre ella y la de la
Audiencia, trasladándose la carcelería a la casa llamada
del Saladero. Con este motivo también se ha trasladado
el sitio de las ejecuciones, que antes era en la plazuela de
la Cebada y puerta de Toledo, á otro más cercano á la
misma cárcel.
caue de la Co- La otra callc, á espaldas de esta de la Concepción , que
^^ ^ desemboca, como ella, en la de Toledo, se llamó en su prin-
cipio de la Compañía, por el colegio imperial de los je-
suítas , cuyas accesorias dan á ella ; á la extinción de és-
tos tomó el nombre de San Isidro, como el grandioso
templo de aquéllos; posteriormente, y aunque no de ofi-
cio, ha sido conocida vulgarmente por la calle del Bur-
ro, cuyo título cambió bruscamente por el del héroe
de Villalar, Padilla j hacia el año 40, y después, vol-
viendo á sus primeros amores, ha sido confirmada con
I
KL ARRABAL DE SAN HILLAN. 315
el nombre de la Colegiata (1). Sii paralela, la del Duque CAitodeiDoqne
4le Albüj toma igualmente su titiilo de la casa antigua ^' ^^^
de dicho personaje, que existe todavía, aunque comple-
tamente .reedificada, señalada con el número 1 anti-
guo y 15 moderno de la manzana 14, y que tiene la
enorme extensión de 52.000 pies de sitio, y vuelve ¿ la
calle de los Estudios y de Juanelo. En esta casa, ade-
mas de sus ilustres é históricos dueños en los siglos xvi
y xvn, habitó, según la tradición, á la parte que da á la
calle de Juanelo, la insigne doctora Santa Teresa de Je-
^U9y en una de las ocasiones en que vino i Madrid para
entablar sus fundaciones. En nuestros tiempos también es
memorable por haber vivido en ella el famoso ministro
D. Francisco Tadeo Calomarde durante la década de 1823
al 33, que por antonomasia lleva su nombre.
La calle de Toledo, en su primer trozo, como continua- • *
cion del centro mercantil de la Plaza Mayor, compuesta,
en lo general, de un caserío reducido y aprovechado por
las habitaciones y tiendas de los mercaderes, ofrece ya
poco interés histórico y menos objetos artísticos. — Com-
prende, sin embargo, dos de la más alta importancia bajo
aquel aspecto y el religioso, cuales son el Colegio impe-
rial de la Compañía de Jesús, y su magnifico templo, hoy
colegiata, de San Isidro el Real, y el monasterio de reli-
giosas y hospital de la Latina. — El primero de aquéllos
ocupa una buena parte de la manzana 143, con su facha-
da principal á las calles de Toledo y de los Estudios. Trae
BU orígen de la fundación hecha en el reinado de Feli-
(l) Hao sido inútiles niiü es- ella, desde donde, dice en MSS.
fiierzos para conseguir que esta de la Historia de la Merced ,
<*alle fuese denominada de Tir- « que estaba viendo el Burro que
*) de Molina, hijo de Madrid, y tenía por muestra un corral >, y
monje mercenario, que tenia su que dio nombre á la calle por
celda en la esquina enfrente de algún tiempo.
316 EL ANTIGUO MADRID.
pe 11, por cuya religiosidad y munificencia se construyó
en 1567, y en el mismo sitio que ocupa el actual, un
templo bajo la advocación de San Pedro y San Pablo,
que fué demolido en 1603, cuando la emperatriz doña
María, hija del César Carlos V, aceptó el patronato de
esta casa, que por esta razón llevó el título de Imperial,
para dar principio á la erección del suntuoso templo ac-
tual, bajo los planes y dirección de un padre jesuíta lla-
gan Isidro el mado Francisco Bautista, que comenzó en 1626 y quedó
terminado en 1651. — Por su grandiosidad y elegancia
artística esta hermosa iglesia es sin disputa la primera y
más digna de la capital ; y así que, á la extinción de los
padres jesuítas, el rey Carlos III dispuso dedicarla al
Santo Patrono de Madrid, trasladando á ella sus venera-
bles reliquias, dotándola de una espléndida capilla Beal,
y disponiendo obras de consideración y elegante ornato
en el referido templo, que desde entonces ha sido consi-
derado como colegiata, á falta de la catedral de que carece
la corte.
No es de este lugar, ni propio de nuestras escasas pre-
tensiones, el emprender la descripción artística (que, por
otra parte, está ya bien hecha en distintas obras) de este
magnífico templo y de la multitud de objetos apreciabili-
simos de bellas artes que le engrandecen. Limitados al
recuerdo histórico, sólo consignaremos el hecho de qae
esta santa iglesia, por su capacidad é importancia y por
su dedicación al Patrono de Madrid, ha sido escogida
con preferencia para las grandes solemnidades religiosas
de la corte y de la villa, para las exequias de los monar-
cas, los aniversarios nacionales y las rogativas públicas,
mereciendo una cita especial los honores fúnebres tribu-
tados anualmente en ella, con grande ostentación, alas
víctimas del 2 de Mayo de 1808, cuyos restos gloriosoí>
se guardaron en sus bóvedas desde 1814 hasta 1841, ev
EL ARRABAL DE SAN MILLAN. 317
qae fueron trasladados al monumento nacional del Prado.
£n dichas religiosas bóvedas yacen también las cenizas
de multitud de varones célebres por su santidad, dignidad
ó ciencia, tales como el Padre Diego Laynez, general
qae fué de los jesuítas , compañero de San Ignacio de
Leyóla, y uno de los que asistieron al santo Concilio de
TrentOy el cual renunció las mitras de Florencia y de
Pisa, el capelo y hasta la misma tiara, que tuvo proba-
bilidad de obtener. El otro santo y sapientísimo padre
jesuita, Juan Eusebia Ifteremberg, autor de infinitas
obras (1), y otros muchos hijos de esta insigne casa, que
figuraron dignamente en la república literaria, en los si-
glos XVI y XVII, y no les acompañan en ella las de los
celebérrimos padres Isla^ Andrés y otras lumbreras de
este último siglo, por haber muerto en tierra extraña, á
consecuencia de la expulsión general de los padres de la
Compañía. Pero brillan al lado de aquéllos los monu-
mentos fúnebres que guardan los restos de otras muchas
personas de grande importancia política y literaria, como
los del célebre diplomático y autor D, Diego de Saave-
(1) £1 Padre Juan Eusedio Fué sepultado con mucha pom-
DE NiERBMBERG, jcBuita, 86 bau- pa en la bóveda de la iglesia de
tizó en la parroquia de San Mar- la Compañía, debajo del pres-
tin, en 9 de Setiembre de 1595, biterío del altar mayor. Las
y fué hijo de un noble alemán obras, castellanas y latinas, que
ni servicio de la Casa Real. Su compuso fueron tantas, que pa-
virtud- ascética, la rigidez de su rece imposible que bastase á
vida y su prodigioso taleqto le ellas su vida entera, y ocupan
brindaron las mayores dignída- un largo catálogo en las biblio-
des de la Compafiia de Jesús, á tecas ; son ascéticas, históricas,
que pertenecía, y le granjearon filosóficas y poéticas, y varias
la fama general de grande y de ellas, como la titulada Dije-
«anto. Su muerte, acaecida á los rencia entre lo temporal y eterno,
sesenta y tres años de edad, el han sido reimpresas muchas ve-
7 de Abril de 1G58, fué llorada ees y traducidas en diversos
como una calamidad pública. idiomas.
318
SL ANTIGUO MADRID.
(Ira Fajardo j que estavieron anteriormente en la iglesia
de Recoletos, los del principe de Esqmlache D. Francisco
de Borja y Aragón^ insigne poeta del siglo xvu y nieto
de San Francisco de Borja, y los del principe Muley Xe-
que^ hijo del Rey de Marruecos, qne se convirtió á la fe
cristiana y fué bautizado con el nombre de D. Felipe de
África^ más conocido por el del Principe Negro (1).
En el espacioso convento contiguo se establecieron, en
el reinado de Felipe IV, los Estudios Reales con diferen-
tes cátedras, encomendadas á los padres de la Compañía,
cesando entonces los que la villa de Madrid sostenía en la
calle del Estudio, de que ya hablamos anteriormente.
Estas cátedras fueron ampliadas, á la extinción de la
Compañía, por el rey D- Carlos III, y hoy forman ono
de los dos institutos de la Universidad Central. También
merece especial mención la rica biblioteca pública, que
sigue inmediatamente en importancia á la Nacional.
ooncepcion ^1 otro cdifício rcligioso que antes citamos, el monas-
S'^TTM; teño de la Com^cim, Francisca, fundado por doña Bea-
triz Galindo, y destinado á estas religiosas, en 1512, y
su templo propio, son objetos poco dignos de atención
bajo el aspecto artístico. No asi el Hospital contiguo, lla-
mado de la Latina, como fundación de la misma señora
y su marido, el general D. Francisco Ilamirez, cuya
(1) Últimamente, trasladados
á Madrid desde París, por Real
órdeD, los restos mortales del
iosigne poeta cómico D. Lean-
dro Fernandez de Mora Un y los
del moderno publicista y orador
don Juan Donoso Cortés, mar-
qués de Valdegamas^ fueron de-
positados en estas bóvedas, el
día 12 de Octubre de 1853. des-
pués de un solemne funeral, con
asistencia del Consejo de Minis-
tros y de otros altos funciona-
nos, y representantes de las
Corporaciones científicas y lite-
rarias.
A esta misma bóveda han ve-
nido también los restos de don
Juan Melendez ValdeSy exhu-
mados y traídos, de orden del
Gobierno, desde el cementerio
de Montpellier, en que yacían.
EL ARBABAL DE SAN MILLAN. 319
£ibríca, obra de Hazan, moro, merece especial atención,
notablemente en la portada y escalera, únicos objetos que
acaso quedan ya en Madrid de aquel gusto que predomi-
nó muchos aftos después de la expulsión de los árabes y
precedió al Henaciraiento.
De este hospital ftié rector el licenciado Jerónimo rónSaS^Qdiiíí^
Quintana j natural de esta villa, uno de aquellos varones
que emplean toda su vida en beneficio de la patria, y
Madrid le debe la fundación de la venerable Congrega-
ción de sacerdotes naturales de esta villa y la Historia de
su antigüedad y grandeza^ que es la más completa, basta
ahora, de este pueblo. Falleció en la misma casa del hos-
pital, en 1644.
Frente á este hospital estaba, por aquellos tiempos, la
antigua ermita de San Afilian, hasta que, en 1591, ha- sanMiiiM.
ciéndose sentir la necesidad de una nueva parroquia aneja
á la de San Justo, por la considerable extensión que ha-
bla tomado el caserío hacia aquella parte, lo dispuso asi
el cara de dich^ parroquia; para lo cual, saliendo una
tarde con el Santísimo para un enferma, se entró á su
vuelta en ella y le colocó en el sagrario. Posteriormente
se labró una nueva iglesia en lugar de la ermita; pero
quedó reducida á cenizas en 1720, y levantada de nuevo
á los dos años, fué erigida al fin en parroquia indepen-
diente, en 1806 (1).
Por entre esta iglesia y la de la Latina abria la tapia
á la calle de Toledo su último portillo, y luego, por la
derecha del sitio que es hoy plazuela de la Cebada, y en-
tonces dehesa de la Encomienda , corria á incorporarse
con la antigua muralla en Puerta de Moros.
(1) Derribada también esta Cayetano, en la calle de Emba-
igleaia en 1869, ha eido trasla- jadores.
dada la parroquia á la de San
520
th ANTIGUO MADRID.
Asi terminaba la segunda ampliación de Madrid; por-
que el caserío exterior, inmediato al antiguo convento de
San Francisco, y que existia ya, no fué comprendido en
ella y quedó todavía considerado como arrabal.
Y aquí hacemos un alto en nuestros paseos por los cir-
<$uitos anteriores, para continuarlos por el recinto actual
(1860) en la última ampliación.
I
' FIN DEL TOMO PRIMERO.
ÍNDICE DEL TOMO PRIMERO.
Págioas.
INTRODUCCIÓN : REfiEÑA IIISTÓRICO-TOPOGrAfICA I
Época desconocida id.
Época histórica : Madrid morisco 9
Madrid restaurado 15
La corte en Madrid 39
l^a villa y corte de Madrid en el siglo xvii 55
Madrid moderno : siglo xviii 75
Siglo XIX 102
El antiguo madrip 131
Paseos 133
Primer recinto de Madrid id.
I. El Alcázar 135
II. Desde el Alcázar á la Puerta de la Vega 160
Keal Armería 161
Casa de Pajes 164
— de Bomos id.
— del Platero 165
— de Malpico. id.
— de Benavente 166
Puerta de la Vega id.
2. 21
322 ÍNDICK.
PágioM.
iglesia de Santa María 167
Palacio de Uceda (los Oonsejos) 169
Arco de Santa María 170
Casa de las Cuevas 171
— de la Princesa de Ebol i 172
Antonio Pérez , nota id.
Casa del Factor 173
Casa de Esquilache, y nota de éste id.
Segundo recinto murado de Madrid 176
II. Desde la Puerta de la Vega á Puerta de Moros. 178
Estudio de la Villa 179
El maestro Juan López de Hoyos, nota id.
Casa de D. Ventura Rodríguez IBO
Plazuela de la Cruz Verde id.
Calle de Segovia >**•
Casas de la Moneda 1^^
Los Caños Viejos i^*
Casa del Pastor ^^-
La Morería 1^
Casa de Laso de Castilla 1^
Iglesia parroquial de San Andrés 1^
San Isidro Labrador i"*
Capilla de San Isidro ^^
— del Obispo 1^"*
Plazuela de la Paja. '"•
'A
Rui González Clavijo , y nota '"•
Casas de los Vargas ^^
Plazuela de la Paja \^^
Puerta de Moros ' *"*
in. Desde Puerta de Moros & Puerta Cerrada.. • - - ^^
m .
Las Cavas |^'
Puerta Cerrada. -• V*
Nunciatura - - •
Casa de Santistéban • * \*
Parroquia de San Pedro -• *'
Casa de Jaralquinto - -•
ÍNDICE. 323
PágiDM.
CSalIe del Sacramento 4 204
Casa del cardenal Cisnéros id.
— del Cordón id.
Iglesia de San Justo < 206
SI Sacramento id.
Palacio arzobispal id.
IV. Desde Pnerta Cerrada á, Pnerta de Guadala-
Jara 208
Puerta de Guadalajara 209
Cava , plazuela é iglesia de San Miguel 21 1
Juan Pérez de Montalvan, nota id.
Gasas del Conde de Barajas 213
— de los Cárdenas , nota id.
Convento de la Carbonera. 214
Plazuela de la Villa id.
Casas Consistoriales 215
Casas y torre de los Lujanes 217
Puente de la Villa 218
Parroquia del Salvador id.
Don Pedro Calderón de la Barca, nota 219
Calle Mayor • 220
Casa del Parque id.
Monjas de Constantinopla id.
Las Platerías 221
Casa en que nació Lope de Vega, y nota id.
Casa de Calderón, y nota 223
Y. Besde Pnerta de Guadalajara á, Puerta de Bal-
nadú 224
Casa de la beata Mariana de Jesús , nota 225
Calle y parroquia de Santiago 226
Convento de Santa Clara id.
Casa de Alvarez de Toledo : 227
Parroquia de San Juan 228
Calle y casas de Luzon 229
— de los Lodefias id.
— de los Herreras y de la Cruzada id.
— de la Canal y de Cabrera 230
324 ÍNDICE.
FáginM.
El Biombo 230
Parroquia de San Nicolás 231
ErcíUa (don Alonso) , nota id.
Calle y casa del Tesoro id.
Puerta de Balnadú • id.
Segunda ampliación. — Lps arrabales 234
VI. El arrabal de San BCartin 237
Santo Domingo el Real id.
Los Angeles 241
Gasas de Gamica y de Oropesa id.
Plazuela de Santa Catalina y Donados 242
Casa de Barrionue vo id.
Los Donados 243
("asa de las Conchas 244
-- de Muriel 245
— de D. José Cafiizares, nota 244
Iglesia y convento de Son Martin 245
Plazuela de las Descalzas 246
Las Descalzas Reales 248
Monte de Piedad 252
Plazuela de Celenque 253
Calle de Peregrinos y Zarza id.
Calle de los Preciadoa id.
vn. SI arrabal de San Gines 254
Los Cafios del Peral 255
Calle del Arenal 256
Parroquia de San Gines id.
Casa de Oñate 259
El C^nde de Villamediana 260
San Felipe el Real y gradas 261
San Felipe Neri 263
Calle Mayor id.
El Príncipe de Gales. ^. 265
Calle de Postas id.
VIII. La plaza Mayor 268
íiíDiCK. á2S
Páginas.
IX. El arrabal de Santa Gnu 287
Parroquia de Santa Cruz 289
Kecogimiento de San Esteban id.
Calle de la Paz ¡d.
Plazuela de la Lefia.. .' 290
Aduana vieja ¡d.
Calle de Carretas id.
— de MajaderítoB 291
La Victoria. id.
Nuestra Señora de la Soledad 292
Límites del arrabal id.
Calle del Lobo y otras 293
Corrales de comedias 294
l^oetas y comediantes » 297
Don Jerónimo de Víllaizan, nota 298
Calle del Príncipe id.
Plazuela de Matute 299
Plazuela de Santa Ana 300
Casas de Montijo y de Tepa id.
Plazuela del Ángel id.
Parroquia de San Sebastian 301
Sepultura de Lope id.
Calle de Atocha 302
La Trinidad id.
Santo Tomás 304
Padre Paravicino , Twia id.
I-A Magdalena 305
Loreto 306
La cárcel de CJórte id.
X El arrabal de San MiUan 308
Calle y oratorio de Cañizares 309
— de las Urosas id.
— de Relatores y la Magdalena 310
La Merced id.
Tirso de Molina, nota 312
Calle de Barrionuevo y la Concepción id.
Concepción Jerónima id.
l^'nincisco Ramirez y Beatriz Galindo , 7iota id.
326 ÍNDIOT.
Págioaa,
La cárcel 313
Calle de la Colegiata 314
— del Duque de Alba ; 315
Colegio imperial y San Isidro el Real 316
Padre Nieremberg, y nota *. 317
Concepción francisca y hospital de la Latina. 318
£1 licenciado Jerónimo de Quintana « 31^
San Millan id»
LÁMINAS DEL PRESENTE TOMO.
El Alcázar.
Patio del Alcázar.
Plaza de la Paja.
Casa del Cardenal Cisnéros.
Casa y Torre de los Lujanes.
Capilla de San Isidro.
Casas Consistoriales.
Palacio de los Consejos.
Fachada y escalera del Hospital de la Latina.
San Felipe el Real y Gradas.
EL ANTIGUO MADRID.
EL
ANTIGUO MADRID,
PASEOS KSTtRICO-AIIECIÍmOOS
POR m CALLES ¥ CASAS DE ESTA VILLA,
11. RAMÓN DE MESONERO ROMANOS.
HÜKVA EDICIÓN.
TOMO SE«3UH»0.
MADRID,
OnaNAS DE LA ILUSTRACIÓN ESPAllOLA Y AMERICANA,
Bs propiedad.
tf IDUID , 1881.~Iinpronta, ostereotipia y gAlTanopIostla de Aribaa j C*
(sucesores do Riradenejra), impnaores de Oiuui» de S. If.
EL ANTIGUO MADRID,
PASEOS HISTÓRICO-AllECDdTIGOS
roB
LAS CALLES Y CASAS DE ESTA VILLA.
TERCERA AMPLIACIÓN (SIGLO XVI).
RECINTO ACTUAL.
(1860.)
Recorridos ya los tres primeros circuitos de la villa de
Madrid, desde su primitivo origen hasta el establecimien-
to de la Corte en ella^ cúmplenos dedicar hoy nuestros
paseos á la parte nueva , ó sea la que resultó de .la tercera
y muy superior ampliación, ocasionada de aquel impor-
tantísimo acontecimiento á mediados del siglo xvi. — For
resultado de este considerable ensanche j realizado en to-
das direcciones (á e;scepcion únicamente de la banda oc-
II.
EL ANTIGUO MADRID.
cidental) , quedaron como centrales los arrabales y limites
de la antigua villa, desapareciendo las tapias que babian
sucedido á la fortisima muralla morisca y y con ellas tam-
bién los portillos ó entradas d^ Moros ^ de La Latina y de
Antón Martin^ del Sol, de San Martin y de Sardo Domin-
go, Las nuevas puertas de Segovia^ de Toledoyde Embaja-
dores, de Lavapiés (después de Valencia), de Atocha ^ de
Alcalá, de Recoletos, de Santa Bárbara, de los Pozos de
la Nieve j de Maravillas , de Fuencarral, de San Joaquín
y de San Vicente reemplazaron á aquéllas al extremo de
las anchas y espaciosas calles que se extendieron en forma
de estrella, cuyo centro vino á resultar la Puerta del SoL
Estos nuevos y extendidos barrios (hoy los más impor-
tantes de la villa) tardaron, sin embargo, en rellenarse de
caserío durante todo el siglo xvi y parte del xvii, hasta
que en éste quedó limitado su desarrollo por la malha-
dada cerca mandada construir por Felipe IV, según expre-
samos ya en la Introducción; desde entonces hasta estos
últimos tiempos el perímetro de Madrid ha permanecido,
con ligeras alteraciones , dentro de los límites que enton-
ces de Real orden se le trazaron.
Vamos, pues, á emprender nuestros paseos en este úl-
timo recinto ; y si bien en ellos carecerán estos recuerdos
del atractivo que su antigüedad pudo prestar á los ante-
riores, todavía pensamos que hallarán simpatía en el áni-
mo del lector, ya por la importancia material de los suce-
sos que hemos de consignar, ya también por la especial
fisonomía y antecedentes de estos barrios, más de acuer-
do con nuestras costumbres modernas y más conocidos
también.
Para seguir en esta parte de nuestros paseos el mismo
orden que establecimos de la circunferencia al centro, di-
vidiremos este ancho círculo del nuevo recinto en tres
grandes trozos, en que comprendamos todo lo amplia-
RBCIKTO ACTUAL.
do desde los límites de la antigaa villa hasta los actuales,
cuyos tres trozos, siguiendo en parte la nomenclatura
oficial, llamaremos cuartel bajoy central y alto; y limitados
por las grandes lineas de las calles de Atocha, San Jeró-
nimo y Alcalá , Hortaleza y Fuencarral y Ancha de San
Bernardo, les subdividirémos en los parciales que conven-
gan después á la mejor inteligencia, apellidándolos, no
precisamente con los nombres oficiales de sus distritos,
ni contenidos tampoco dentro de los límites municipales,
sino con arreglo á la acepción vulgar y á la división mar-
cada que establecen entre ellos las grandes líneas ya di-
chas que los separan. — De este modo, en el cuartel bajo
llamaremos las Vistillas á todo el trozo comprendido en-
tre la calle de Segovia y la de Toledo; el Rastro y la In-
clusa, entre esta calle y la de Valencia al barranco de Em-
bajadores; Lavapiésj entre ella y la de Atocha , y Hospi-
tal y hñ Huertas^ desde aquella calle á la del Prado. Lla-
maremos del Centro el comprendido entre el Prado y la
Puerta del Sol; consagraremos capítulos especiales á ésta,
al Prado y JRetirOy y dando la vuelta por el cuartel altOy
dedicaremos los últimos paseos á Recoletos y el Barquillo^
otro á la línea del Norte de la Pue7*ta del Sol al Hospicio;
otro al de Desengaño y Maravillas hasta la calle Ancha de
San Bernardo, y el último de Afligidos y Leganiios^ hasta
la subida de San Vicente y el Palacio Beal, donde prin-
cipió y terminó siempre la villa de Madrid.
EL AKTIGÜO MADRID.
I.
LAS VISTILLAS DE SAN FRANCISCO.
Empezando, pues, por el extremo occidental , en donde
«aspendimos nuestro paseo anterior, repetiremos qne en la
segunda ampliación no habia sido comprendida la parte
•exterior de Puerta de Maros ^ que aunque bastante pobla-
da ya de caserío (especialmente á las inmediaciones del
antiquísimo convento de San Francisco), quedó todavía
extramuros, y considerada como ufi mezquino arrabal,
hasta que, creciendo en importancia, con la sucesión de
los tiempos, el aumento de la población y de las construc-
.ciones, mereció ser incluida en el recinto de la nueva villa
. cuando , á poco tiempo de establecida en ella la Corto, y
.reinando todavía Felipe II, se alargó fuera de la antigua
mu)*alla la parte baja de la calle de Segovia ó Kiieva de
la Pílente, se construyó éste y la Puerta de la Vega 6 de
Segovia (la misma que ha sido demolida en estos últimos
tiempos), y se dirigió la moderna cerca hasta la puerta de
Toledo, abrazando ya loe altos de las Vistillas. — En ellos,
aunque elevados tan enormemente sobre la calle de Sego-
via, que casi les impide toda comunicación con la otro
mitad de la villa, se formaron nuevas manzanas de casas
y se construyeron por algunos magnates y grandes del
reino considerables edificios, formando las dos espaciosas
F«nS™ y^'Jíie ^^^^^ ^® ^^'^ Píy//*o y Carrera de San Francisco y sus
de Don Tedro. travicsas. — La primera, que primitivamente formaba con
la de la Redondilla un paseo muy concurrido en los tiem-
íi
!!
LAS VISTILLAS DE SAN * FRANCISCO.
5i
pos de Enrique IV, desde el cual arrancaba la alcantarí-
IJa ó foso antiguo que corría por delante de Puerta de
Moros, fué convertida en calle, conservando ambos nom-.
bres de la Alcantarilla y también de Don Pedro Laso de
Castilla, cuyas notabilísimas casas ó palacio (de que yar
hicimos especial mención) están situadas á la espalda de*
ella» — A la acera derecha de esta espaciosa calle se vé
hoy la hermosa casa-palacio de los Duques de Medina Si- t^^^^ ^"^
donia, Marqueses de Villaf ranea, que mide la considera-
ble extensión de 51.715 pies (1) ; y más allá la que ocu-
pa exclusivamente la manzana 127, construida á fines del
siglo xvix para su habitación, por los señores Duques del
Infantado, j que hoy se halla ocupada por las oficinas de iwacio dei in.
la casa y la preciosísima Biblioteca y Armería del ilustre*
poseedor de aquel título. — Como tal es dueño también
de gran parte de aquel distrito, siendo de su pertenencia,
ademas de los extensos palacios ya citados de Laso de
Castilla y del Infantado, el otro principal, moderno, que
está situado al final de dicha calle de Don Pedro y frente
del descampado de las Vistillas; magnífica casa, manda-
da construir en el siglo último para la señora Duquesa Palacio de osnna.
(1) Aprovechamos la ocasión
de citar este palacio, para decir
que en el' archivo de esta ilustre
casa de los descendientes- de
Guzman el Bueno, entre otros
preciosos documentos, se con-
servan completas las profundas
y eruditas ohrás históricas y
literarias del sapientísimo escri-
tor/wífrc maestro Fray Martin
Sarmiento, que forman , si no re-
cordamos mal, catorce volúme-
nes en folio, manuscritos, y
parte de ellos de su misma le-
tra, cuya preciosa colección (la
mayor parte inédita) fué rega-
lada por el mismo autor al Mar*
qués de Villafranca, su discí-
' pulo. Mucho honraría al posee-
dor actual de aquella ilustre
casa disponer que dichas obras
viesen la luz pública, en lo cual
haria un servicio eminente á las
letras españolas ; y de todos mo-
dos, llamamos aquí sobre dicho
precioso tesoro la atención de la
Academia de la Historia.
EL AKTIQÜO MADRID.
TÍada, princesa de Salm Salnij y que recuerda por sa
forma y gusto especial el de los palacios de la nobleza pa-
risiense en el Faubourg Saint' Germain^ entre la Caur cT-'
honneur de su entrada y su grande y preciosísimo jardin,
límite de Madrid por aquella parte. — Su actual daeño,
el Sr. Duque de Osuna y del Infantado, Conde de Bena-
vente, la habita hoy, y es imponderable la riqueza y bnen
gusto con que están decorados sus bellos salones y de-
pendencias.— Las otras casas, ó más bien manzanas de ca-
sas contiguas, casi todas propiedad del mismo título, es-
tán destinadas, unas á las oficinas y dependencias de los
diversos estados que han venido á reunirse en aquella ilus-
tre casa ; otras, para habitación de los empleados y depen-
dientes, y otra, finalmente (la señalada con el número 5
antiguo de la calle de los Dos Mancebos), ha sido conver-
tida, por la esplendidez del actual Duque, en un precioso
hospital ó enfermeria para los criados subalternos de la
misma. — No sólo los edificios, sino también los huertos,
bajadas, y hasta el mismo inmenso descampado de las Visti-
llas, aumentado con la demolición de la manzana 128, que
formaba la calle del Corral de las Naranjas ^ son pro-
piedad de la casa del Infantado ; por cierto que en estos
últimos tiempos, y siguiéndolos mismos impulsos de gran-
deza, ha proyectado y emprendido el Sr. Duque actual
una obra colosal de mejora, desmontando y rebajando
aquella inmensa explanada en más de diez pies, para re-
ducirla á un hermoso plano á que se ha de dar forma de
paseo, con un bello jardin ó glorieta en el centro.
San FnAdaco El Monasterio de San Francisco, causa principal de la
«loimnde. prolougaciou de la villa de Madrid entre Poniente y Me-
diodía, así como el de Santo Domingo lo habia sido ha-
cia el Norte, y los de Atocha y San Jerónimo á la banda
oriental, no cede á ninguno de ellos en antigüedad, pues
trae su origen nada menos que desde los principios del si-
LAS VISTILLAS PE SAN FBAlfCISCO. ?•
g\o xui, y debe su fundación al mismo santo patriarca
FTancisco de Aais. Habiendo venido á Madrid en 1217,
y ofrecfdole sns moradores nn sitio en que fundar fuera de
los muros, á la parte del rio, lo hizo construyendo con sus
propias manos una choza y una pequeña ermita, que lue-
go se conservó en la huerta del convento al lado de una
fuente, con cuyas aguas es tradición que amasaba la tierra
el Santo para su modesta construcción. La extraordinaria
devoción de los madrileños á esta piadosa casa fué cre-
ciendo con el tiempo, y adelantando, y mejorándose en
consecuencia, el primitivo edificio de la ermita, se convir-
tió en un templo y convento bastante espacioso. Contri-
buyó principalmente á ello la particular devoción de Buy
González Clavijo, embajador que fué del rey Enrique III
á Tamerlauy que ya dijimos vivia en sus casas propias de
la costanilla de San Andrés. Éste labró á su costa la capi-
lla mayor, y cuando falleció, en 1412, fué sepultado en
medio de ella, bajo un suntuoso túmulo de alabastro fino,
con su estatua, que por cierto fué quitado de aquel sitio,
en 1573, para enterrar á la reina D.' Juana, esposa de
Enrique lY; y últimamente desapareció de todo pimto
en 1617, cuando se renovó la iglesia, perdiéndose así la
memoria dedicada á uno de los más ilustres entre los an-
tiguos hijos de Madrid. — La misma devoción que Buy
Clavijo ostentaron hacia esta santa casa los personajes y
familias más distinguidas de la antigua nobleza matriten-
se, los Vargas y Ramírez j Lujanes, Cárdenas y Zapatas^
los cuales fundaron en ellas capillas propias, memorias
pías y suntuosos túmulos para sus enterramientos. — Pero
todo desapareció indebidamente cuando, á consecuencia
de lo averiado del templo y estrechez del convento, de-
terminó la comunidad demolerlo para labrar otro nuevo,
)ocual tuvo .principio en 1761. — La obra del templo ac-
tual corrió á cargo de un religioso lego de la misma Or-
8- EL ANTIGUO MADRID.
den, llamado Fray Francisco Cabezas, que la dejó en la.
comisa en el año 68. Continaóla laégo- el arqoitecto don
Antonio Pió, y fué por último terminada, en 1784, por.
D. Francisco Sabatini, quien dirigió ademas la obra del
convento. La iglesia, de planta circular, con 116 pies de-
diámetro, coronada por una hermoda media naranja,
ofrece un aspecto majestuoso por su extensión y regula-
ridad, aunque escasa de ornato. La fachada y pórtico soir
igualmente de gusto clásico, pero bastante pesado, y á
nuestros ojos profanos, impropio de un templo grandioso,
por aquellas ventanas, y sobre todo, aquellas dos raezqui*
ñas torres laterales. — El convento contiguo, hoy con-
vertido en cuartel, comprende una extensión prodigiosa, y
es también de severo estilo, regularidad y fortaleza, bas-^
tando decir que tiene diez patios , el principal de los cua-
les mide más de 19.000 pies, y la huerta que avecina á la
del Infantado es correspondiente á tan considerable edifi-
cio. — Pero ni el sitio escogido para él, ni el gusto que
presidió á su construcción, son proporcionados á las in-*
mensas sumas invertidas en esta obra, ni á la piadosa
munificencia del gran Carlos III, en cuyo reinado se levan»
tó. — Pretendióse, al parecer, dotará Madrid de un templa
principal; pero por una fatalidad inconcebible, que presidió
todas ó casi todas las grandiosas obras propuestas por el
célebre arquitecto D. Ventura Rodríguez^ no se adopta-
ron los planes que á este efecto ideó, y ni aun se hizo
la nueva construcción en el sitio que él indicaba, más á
la izquierda, dando frente á la carrera de San Francisco.
- — Todas aquellas razones, y muy especialmente la aitna-r
cion excéntrica de esta iglesia, la impiden ocupar el primer
lugar, que sin duda la corresponde, entre las de Madrid,
si bien por su magnitud y elegancia ha sido varias veces
^cogida para las grandes celebridades de la Corte, en los
desposorios y honras fúnebres de los monarcafi.
LAS VISTILLAS DE SAN FRAlff CISCO.
£n algunas ocasiones se ha indicado la idea de erigirla
en Catedral de Madrid; en otras se la ha designado para
Panteón Nacional (1), y en el efímero reinado de José
Napoleón esiavo indicada para Salón de sesiones de las fu-
taras Cortes que habian de convocarse con arreglo ¿ la^
Constitución de Bayona. — A todos estos proyectos se opo-
ne la casi incomunicación de aquel barrio con el resto de>'
la capital ; incomunicación que ya desde principios del si^
glo anterior se trató de remediar con el proyecto de un>
puente sobre la calle baja de Segovia á las Vistillas ^ pre-^
sentado por el arquitecto Saqueti; pensamiento altamente^
beneficioso á aquel extenso distrito y á Madrid en gene-*
ral, que el autor de estos Paseos exhumó del olvido y
promovió en la corporación municipal en 1846 , y que^
realizado algún dia, dará á aquella parte de Madrid la
importancia que merece (2).
Todas las calles de este extenso distrito están, en efec-
to, bastante bien cortadas, son espaciosas y pobladas de
buen caserío, distinguiéndose principalmente las dos ya
citadas de Don Pedro y Carrera de San Francisco ^ y más
adelante la de las Tabemillas y del Humilladero. — ^Esta»
arrancan también de la plazuela de Puerta de Moros,
(1) Dedicado á este objeto
por decreto de las Corte» cons-
titayentes de 1869, fueron tras-
ladados á él con gran pompa,
en 20 de Junio de dicho año,
los restos mortales de el Gran
Capitán , Juan de Lanuza , el
Conde de Aranda, el almirante
GravinOj Garcilasso de la Vega,
Juan de Mena , Quevedo , Cal-
derón ^ Er cilla, el médico La-
guna , Ambrosio de Morales , y
los arquitectos Rodríguez y Vi-
llanueva; pero abandonada des-
pués indiscretamente aquella
idea , han vuelto á sus antiguas
sepulturas todos ó casi todos
aquellos preciosos restos.
(2) En 31 de Enero de 1872
tuvo el autor la satisfacción de
ser invitado, como iniciador del
pensamiento, á la solemne cere-
monia de inauguración del mag-
nífico viaducto de hierro que se
ha construido en el sitio mismo
en que él le propuso en 1846¿
10 XL ANTIGUO MADBID.
y continuada la primera por la del Ai^gel j Scm Ber^
nabék la derecha, y la del Águila á la izquierda, salen
ál campillo titulado de Gilimonj y la del Humilladero
desemboca en la calle baja de Toledo, — De las muchas
traviesas que median entre estas grandes líneas, la más
importante es la calle de Calatrava; y aunque todas bas-
tante regulares y espaciosas, carecen de interés por la
monotonía y sencillez de sus casas, algunas de las cuales
albergan cuarenta, cincuenta y hasta cien vecinos, en ba-
. bitaciones reducidas, cuyo humilde alquiler, satisfecho
con trabajo semanalmente, las vinculó el epíteto de eascís
domingueras. — La escasez de monumentos ó edificios
públicos , históricos ó religiosos en este distrito, es com-
pleta.— El único notable, aunque moderno, de fines del
siglo XVII, es el precioso Hospital de la F. O. T,, con
una linda capilla , sito en la calle de San Bernabé^ conti*
gua al portillo de Gilimonj y fundada sobre el sitio que
ocupaban las casas en que vivió el famoso fiscal y presi-
dente del consejo de Hacienda Gil Imon de la Mota^ cuyo
nombre quedó al dicho portillo, abierto en su tiempo (boy
derribado). En estas casas estuvo preso y murió el virey
de Ñapóles Duque de Osuna, á fines del siglo xvii, después
de BUS largas detenciones en el castillo de la Alameda y
otras fortalezas. — En la calle del Águila , número 1 , está
la casa de la Sacramental de San Andrés, con una pe-
queña capilla, dedicada á San Isidro, en la que se guarda
una de las arcas en que primitivamente estuvo el cuerpo
L» Virgen de ¿gj ganto. — Y en la calle de la Paloma, entre las de Ca-
ía PaloiDA. ^
latrava y la Ventosa ^ se halla, entre los números 21 y 23,
otra pequeña, aunque preciosa, capilla, construida en los
últimos años del siglo pasado por la diligencia y caridad
de una piadosa mujer llamada María Isabel Tintero , y
con las limosnas de los fieles vecinos de aquel barrio, para
colocar en ella una devota imagen de nuestra Señora de
LAS VISTILLAS DE SAN FRAKCISCO. II
hi Soledad^ mnj venerada en el mismo por su milagrosa
Tuiad. Esta es la célebre efigie conocida por la Virgen ele
la P<doma, cnyo peqaeño santuario se ve constantemente
asistido del concurso dé los vecinos , y sus paredes vesti-
das de multitud de exvotos ó piadosas ofrendas.
A la esquina de la Plazuela de la Cebada á Puerta de Niustn sefior»
Moros está la iglesia ó Humilladero de Santa María de * ^^
Grada^ que dio nombre á la calle accesoria. Esta iglesia
fué construida á fines del siglo xvii por la hermandad de
la Santa Vera Cruz^ que existia desde el siglo xiii en el
convento de San Francisco. — Más adelante , en la misma
calle del Humilladero , número 23, se encuentra el hospi^
tal ó iglesia de San Patricio de los Irlandeses j fundado
hada los años 1629 por los clérigos católicos emigrados ^oe irlandeses.
de aquel reino á consecuencia de la revolución inglesa, y
ampliado después como colegio, á semejanza de otros que
existían en España, para los naturales de aquellos países.
Hé aquí los únicos objetos algún tanto notables de
aquel apartado distrito, de aquellas rectas calles entre las
Vistillas y la de Toledo, denominadas de San Buenaven--
tura, d€ San Isidro, de las Aguas, del Oriente ^ del Lu^
dente, del Mediodía, de la Paloma, de Calatrava y otras;
en cuyas casas, bajas y mezquinas unas, subdivididas
otras en infinidad de viviendas por demás incómodas , ha-
llan albergue millares de familias de artesanos, jornaleros,
corredores, chalanes, vagos y hasta malhechores, que
abundan, como en todos, en el pueblo bajo de Madrid;
bastando decir que la modesta calle del Águila encierra
en sus 42 casas 1.294 habitantes, y la de la Paloma muy
cerca de 1.000 en sólo 31 edificios. A pesar de esto, la
espaciosidad regular de las calles y la ventilación y altura
de los sitios dan á este barrio cierto aspecto halagüeño
y condiciones de alegría y salubridad.
loL plazuela de la Cebada ^ formada en los principios ^¿¡J^®^ ^® **
12r EL AííTIGUO MADRID.
del siglo XVI en tierras pertenecientes á la encomienda de
Moratalazj del Orden de Calatrava, según se ve por es-
critura otorgada en 1536 por Rodrigo de Coalla, del con-
sejo de Hacienda y del de Castilla (por quien aparece fir-
mado el perdón que el Emperador dio á los comuneros} y
, por su mujer, que compraron un quiñón de tierras en di-
cho sitio, es un descampado irregular, más bien que
una plaza pública, y desde su principio estuvo dedicada
al comercio de granos, de tocino y de legumbres. — ^En el
siglo pasado fué también muy famosa por celebrarse en
ella las famosas Ferian de Madrid , y el paseo y bullicio
consiguiente, de que aun hemos podido ser testigos en al-
gunos años del presente, en que se han continuado en eUa;
pero á fines del siglo último adquirió esta plazuela. más.
funesta celebridad por haberse trasladado á la misma las
ejecuciones de las sentencias de muerte en horca ó garrote;
á cuyo efecto se levantaba la víspera en el centro de ella el
funesto patíbulo, y las campanas de las próximas iglesias
de San Millan y Nuestra Señora de Gracia eran las encar-
gadas de trasmitir con su lúgubre clamor á toda la pobla*
cion de Madrid el instante supremo de K)s reos desdicha*
dos. Muchos grandes criminales expiaron en aquel sitio
una serie de delitos comunes, y cuando, en este siglo
principalmente , se inventó la nueva clasificación de deli-
tos políticos, muchas víctimas del encono de los partidos
ó de la venganza del poder regaron con su sangre aquel
funesto recinto; 1822, 1823 y 1830 son fechas muy mar-
cadas en aquella plazuela. Los nombres de Goifieu, Mie^
ffo, Iglesias y Miyar dicen bastante en acusación de la in-
tolerancia y animosidad de los políticos partidos (1).
Calla b»ja de La calh baja de Toledo (llamada en un principio de la
(1) Esta plaza, despejada de vertido hoy en un magnific(^
los cajones de venta, se ka con- mercado de hierro.
■
3 t
1
I.AS VISTILLAS DE SAN FRANCISCO. 13
Mancfhía , por hallarse ésta situada en una de sus casas,
con entrada también por la del Humilladero) es sin duda
alguna la más poblada y animada de Madrid, como que
sn caserío llega al número 143 por la acera izquierda y al
174 por la derecha, y su vecindario, según los censos
modernos y alcanza, si no excede, la cifra de 4.000 habi-
-tantes. Formado aquél principalmente de posadas y casas
de vecindad y para oficios humildes, dicha población fija
se aumenta extraordinariamente con la accidental de los
forasteros y trajineros que en crecido número acuden de
continuo & Madrid de todas las provincias del reino, y
que con sus diversos trajes, acentos y modales marcan á
esta famosa calle su fisonomía especial, y la hacen ser un
compendio abreviado de la España. — De monumentos ó
grandes objetos artísticos é históricos no se trate, porque
ninguno se encuentra en ella, á menos que no queramos
calificar de tal (y pudiera serlo fúnebre del buen gusto)
la desdichada fuente construida en el reinado anterior á
la entrada de lá calle dé la Arganzuela, — Ninguna iglesia,
ningún edificio público ni principal viene á interrumpir la
continuada democracia de esta calle , y desde el principio
de ella hasta el fin, está seguro el paseante de hallar por
ambos lados después de una posada una taberna, luego
una barbería , más allá un albardero junto á un herrador,
y enfrente de un bodegón ó de una espartería. — Se nos
olvidaba que á su extremidad la hallamos dignamente ter^
minada á la izquierda por la Casa Matadero, útil aunque Matadero.
muy repugnante establecimiento, hoy muy mejorado con
nuevas construcciones ; y á la derecha por un principio
•de gran caserón, empezado á construir por la misma
-Villa, no sabemos con qué objeto, hace algunos años, y
abandonado después. Este edificio, conocido por la Casa
' Pabellones j fué un tiempo cedido á la Sociedad de Mejo-
' ra de Cárceles para establecer en ella una casa de corree-
14 EL ANTIGUO MADRID.
m
cion, pero no llegó á verificarse» — ^Antes de llegar a la
casa del Matadero^ y á la esquina de la calle de los Cojos,
g^^^¿J¿"¿J***® estuvo también el piadoso albergue de San Lorenzo ^ en
que se recogia por la ronda de pan y huevo á los pobres
extraviados en las calles durante la noche, y se les daba
aquella frugal colación j un humilde lecho , por la her-
mandad fundada en 1598 por Pedro Cuenca. Hoy no exis-
te ya ni la casa ni el albergue.
Esta calle^ en fin , y sus traviesas, con su numerosa j
heterogénea población, su vitalidad y su energía, es ¿
Madrid en tiempos de revueltas lo que el faubourg SainC
Antoine á la ciudad de París, y su formidable aspecto de
fosos y barricadas en 1854 y 1856 está demasiado préseos-
te á la memoria para que haya necesidad de recordarlo.
PnertB de To- La nucva Puerta de Toledo, que termina esta calle y
ledo. ■■■ ^
da salida al camino real de Andalucía, sustituyó hace
muchos años a la mezquina y antigua que habia un poco
más arriba. Tuvo ésta origen en tiempo de la dominación
francesa, en que se sentó la primera piedra, teniendo muy
buen cuidado de encerrar bajo de ella, con laidebida pom-
pa, la correspondiente caja con las monedas de José Na-
poleón, los Calendarios, Guías y Constituciones á la sa-
zón vigentes ; pero salieron los franceses y su intruso go-
bierno, y en 1813 el Ayuntamiento constitucional de
Madrid acordó continuar la obra, dedicándola á la me-
moria del triunfo obtenido contra aquellos mismos que la
empezaron; y como era consiguiente, la operación prime-
ra fué la de extraer la intrusa cajita con sus intrusos
guías, monedas y calendarios, y colocar en su lugar otra
ñamante con la novísima Constitución de Cádiz, y las me-
dallas con la efigie de Fernando VII el Deseado. — Re-
gresó éste al año siguiente de su cautiverio, y tuvo á
bien anular con una plumada y borrar de la serie del tiem-
po y como si no hubiesen existido jamas y los seis años ante-
EL BASTEO T LA INCLUSA. 15
riores; y el ayuntamiento perpetuo ^ que volvia á abrazar
sa perpetuidad, creyó de sn deber desembarazar los ci-
mientes de aquella obra triunfal de la insegura base de la
llamada Constüucionj y poner en su lugar el Ahnanak, el
Diario de Madrid ^ la Guia de Forasteros j y no sabemos
ñ el Sarrabal de Milán. — Todavía sufrieron aquellos sub-
terráneos alguna otra visita municipal con ocasión de la
nueva edición de la susodicha Constitución política en
1820, y luego con los decretos anuladores de los tres ne-
gros llamados años y en 1823; pero, en fin, en 1827 se vio
terminada aquella pesadísima mole, y pudo leerse en su
cuerpo ático la inscripción dedicatoria que decia : A Fer-
nando VII y el Deseado , padre de la patria , restituido á
sus pueblos y exterminada la usurpación francesa y el Ayun-
tamierUo de Madrid consagró este monumento de fidelidad y
de triunfo y de alegría, Pero aun esta inscripción desapa-
reció á resultas de la revolución de 1868.
II.
EL RASTRO Y LA INCLUSA.
Á la izquierda de la calle baja de Toledo , y entre ésta
y la de Embajadores y se encierra el famoso distrito cono-
cido por el RastrOy nombre significativo, según el Diccio-
nario de la Academia, del e: lugar público donde se matan
:»lasreses para el pueblo}), en cuyo sentido lo usaron
también Cervantes , Covarrubias y otros célebres hablis-
tas. En los documentos oficiales de Madrid se dice tam-
<16 KL ANTIGUO MADRID.
- bien él Rastro de la Corte para designar el territorio has-
ta donde alcanzaba la jarisdiceion de los alcaldes ; pero
la primera calificación es y sin dada ^ la apropiada á este
distrito ^ en que desde tiempos remotos estavieron sitoa-
( dos los mataderos j las tenerías ó fábricas de curtidos^ co-
mo lo indican los nombres mismos dé sus calles, Rivera de
Curtidores y del Carnero ^ Cabestreros^ de las Velasy etc., r
la misma existencia basta el dia de aquellas fábricas y ofi-
cios, á que se presta también por otro lado la misma lo-
calidad por sus condiciones materiales , mayor surtido de
aguas , desniveles , ventilación y amplitud. • — Divide en
dos trozos este extenso distrito la espaciosa vía que^ co-
piaiaeía del mcuzando cou el título de Plazuela del Rastro, sigue con
el de Rivera de Curtidores hasta las tapias de las casas y
huertos que avecinan á la cérea de Madrid. Aquella cele-
bérrima plazuela es el mercado central adonde van á pa-
rar todos los utensilios, muebles, ropas y cachivaches ave-
riados por el tiempo, castigados por la fortuna, ó sustrai-
dos por el ingenio á sus legítimos dueños. Allí es donde
acuden á proveerse de los respectivos menesteres las cla-
ses desvalidas, los jornaleros y artesanos; á las miserables
covachas de aquellos mauleros, cubiertas literalmente de
retales de paño, de telas de todos colores; á los tinglados de
los chamarileros, henchidos de herramientas, cerraduras,
cazos, sartenes, velones, relojes, cadenas y otras barati-
jas; á los montones improvisados de libros, estampas y
cuadros viejos, que cubren el pequeño espacio del pavi-
mento que dejan los puestos fijos,. asisten diariamente en
busca de alguna ganga 6 chiripa los aficionados vetera-
nos , rebuscadores de antiguallas , arqueólogos y numis-
máticos de deshecho, bibliógrafos y coleccionistas de vie-
jo; á los corredores, en fin, ambulantes, que circulan ó
se deslizan difícil y misteriosamente entre todos aquellos
grupos de marchantes y baratillos ^ es donde llama coa
EL RABTBO T LA INCLUSA. 17
maso menos probable éxito todo aquel desdichado qué
en cualquier concurrencia se vio aliviado del peso de su
bolsillo ó de su reloj ; especie de Corte d£ los Milagrosy de
lonja de contratación de los tomadores del dos y en donde
se cotizan los efectos producidos por las operaciones del
dia anterior; sumisos todos á la voz del Monipodio res-
pectivo, quien 7 para investigar el paradero de una alhaja
hallada antes de perderse , suele preguntar con toda for»
malidad : — d ¿ Cuál de vosotros estuvo ayer de cuarenta
liora^ 6 de teatro'^ — AquÍT>y responde el interpelado, con
la alhaja en cuestión.
La espaciosa calle, continuación de aquella plazuela, y Rivera de cur-
denominada Rivera de Curtidores, sería aun más impor- ***^'**
tante para ciertos comercios incómodos, aunque indis-
pensables, de consumo que la ocupan, y para la circula-
ción de las carreterías que conducen las reses y sus des-
pojos, las pieles, curtidos, etc., si á su mucha espaciosi-
dad correspondiera su entrada por la calle de los Estu-
dios de San Isidro; hoy, por fin, ya tiene salida directa
al paseo de la Ronda desde el sitio llamado Campillo del
Mundo Nuevo j circunstancia reclamada mucho tiempo
liabia para la salubridad y facilitar salida á aquella impor-
tante, aunque humilde, barriada. Para completar esta me-
jora es de absoluta necesidad que se facilite igualmente
por la parte alta, desapareciendo por completo la manza-
na 71, que la obstruye, con lo cual se reformaría este
barrio en términos convenientes, y se facilitaría también
la comunicación entre las calles de la Arganzuela, Mira
el Rio y del Rastro, de los Cojos, del Peñón y otras, que
bajan desde la de Toledo; y las de Fasiony de Rodas ^ de
la Muerta del Bayo, de Mira el Sol y del Calino, que
desembocan en la de Embajadores.
Los expresivos nombres ya citados de todas estas ca-
lles, su mezquino caserío, su gran desnivel, el descuido é
IL
18
£L AimCiUO ItADBID.
incuria de su pavimento j de su policía, revuelan desde
luégó el más infeliz y abandonado distrito de la villa. —
Su pobre historia está consignada también en aquellos
mismos nombres, en este propio destino, aspecto j condi-
ciones, con que viene hasta hoy atravesando los siglos;
pero no por esto deja de tener su importancia en la rique-
za de la villa, por el gran número de fábricas de curtidos,
de papel , velas, tahonas y otras ; y , aunque lentamente,
también va reformándose el antiguo caserío y desa-
pareciendo las casas bajas y de reducidísimos espacios,
para dar lugar á construcciones más importantes (1). No
tiene tampoco ningún edificio público, ni más iglesia
que la reducida casa y capilla provisional, adonde se re-
tiraron los padres del convento de la Pasión, que faé
derribado en tiempo de los franceses, y estaba situado
entre la plazuela de San Afilian y la calle de las Maído-
nadas.
caiiedeKmi»- P^^o la Calle de Embajadores , que contioúa la de los
jadoree. Estudios j de San Dámaso , hasta el portillo de aquel
nombre, cuenta ya bastante caserío y edificios públicos de
bm Cayetano. Consideración. — La iglesia y convento de San Cayetano^
principal edificio religioso de aquel extenso distrito, y si-
tuada en el número 19 de dicha calle, con vuelta á la in-
mediata del OsOj es lástima ciertamente que se halle es-
condida en sitio tan extraviado y en una calle estrecha,
(1) En la calle de Santa Ana
(entre la de la Ruda y del Ras-
tro) existía hasta el año de 1851
(en que fué derribada para in-
corporarla con BU inmediata) la
casa de las cinco iejas^ porque,
en efecto, no tenia más que este
número en su frente ó fachada;
era señalada con el número 20
antiguo, 9 moderno, de la man-
zana 88, y se componia de cien-
to treinta pies superficiales , con
cinco y medio de fa^ihada ; per-
teneció á las memorias de María
León , en la parroquia de San
Justo, y estaba arrendada en ca-
torce reales al mes. Era sin dis-
puta la casa más chica de Madríil*
EL RASTRO Y LA INCLUSA. 19
donde DO pnede lucir su grandeza. Este hennoso templo,
construido en principios del siglo pasado bajo la dirección
de los célebres arquitectos D. José Churriguera y D. Pe-
dro de Rivera (aunque con diseños venidos de Homa^ se-
gún D. Antonio Ponz), es suntuoso, despejado en su
planta interior y magnifico en su fachada, aunque el abu-
so de adornos superfinos con que, siguiendo su escuela y
gnsto particular, quisieron recargarla los arquitectos di-
rectores haya dado lugar á las severas censuras de los
críticos rigoristas, entre otros del mismo Ponz, que no
hallaba otro arbitrio para remediar la suntuosa fachada de
piedra í\iie picarla toda y dejarla ^^z; hasta este punto llegó
el encono de los críticos á fines del siglo pasado. Esto no
obstante (y á pesar de tan a^rbas censuras y académicos
anatemas), la iglesia de San Cayetano continua figurando
entre los más bellos templos de Madrid , y su magnífica
fachada constituiría uno de sus más ricos ornamentos, á
estar situada en punto conveniente, por ejemplo, en el que
ocupaba el Buen Suceso ó la casa de Astraerena. — Este
templo padeció un horroroso incendio hace algunos años,
pero ya se halla restaurado. El convento, fundado en 1644
para casa de seglares de San Cayetano , estuvo ocupado
últimamente por la comunidad de San Gil, y ha sido ven-
dido después de su extinción, aunque el templo continúa
dedicado al culto (1). — Más abajo-, en la misma calle do
Embajadores, está el colegio de niñas huérfanas , llamado Colegio de u
de la Pazj unido al piadoso establecimiento de la Inclusa,
situado á la espalda, en la calle de Mesón de Paredes, y
de que hablaremos luego. Este colegio está destinado á
recibir y educar en él á las niñas expósitas en aquél, des-
de que cumplen la edad de siete años, y uno y otro esta-
(1) Hoy está en él la parroquia de San Millan, que fué derribada
en 1870.
20 EL ANTIGUO MADRID.
gazTo«.
blecimiento corren á cargo de una Junta de Señoras de la
primera nobleza. Es una filantrópica y excelente institu-
ción, fundada en 1679 por la señora doña Ana Fernandez
de Córdoba, duquesa de Feria, y dirigida con notable
acierto por la expresada Junta de Señoras.
Fábrica de d- Al terminar dicha calle de Embajadores, en la acera
izquierda , se alza el extenso edificio construido en los úl*
timos años del siglo pasado con destino k fábrica de aguar^
dientes y licores , estancados entonces por la Real Hacien-
da , barajas, papel sellado y depósito de efectos plomizos,
y hoy destinado á la de Tabacosy desde 1809, en que co-
menzó en él la elaboración de cigarros y rapé , hasta el
dia, en que cuenta más de cinco mil operarios, principal-
mente mujeres , con inmensq^ talleres , en que se labran
al año sobre dos millones de libras de cigarros. Este con-
siderable edificio, que ocupa una superficie de 101.406
pies, tiene su fachada principal á dicha calle en 428 pies
de línea , 29 balcones y una decoración seria y apropiada
al objeto (1). Frente de este edificio, y terminando por su
derecha la misma calle de Embajadores, está el precioso
Bi Casino, jardin llamado el Casino de la, Reina, que mide nada me-
nos que la considerable extensión de más de 13 fanegas
de tierra, y en su centro tiene un lindísimo palacio, deco-
rado con bellas pinturas al fresco y suntuoso adorno de
muebles. Este magnifico jardin y mansión Beal, una de
las más preciadas curiosidades de Madrid, fué conocido
en lo antiguo por la Huerta del clérigo Bayo, y adquirido
por la villa de Madrid en 1816 para regalarlo á la reina
doña María Isabel de Braganza, El principal ingreso á
esta Beal posesión por la parte de la Bonda consiste en
una elegante portada de granito, decorada con dos colam-
nas dóricas á cada lado, con remates y adornos corres-
(1) Esta fábrica sufrió un horroroso incendio en 1862.
EL RASTRO T LA INCLUSA. 21
pendientes y separados por una verja de hierro (1). — En-
tre esta posesión y la Fábrica de cigarros, dando frente á
la citada calle de Embajadores, se alzaba el portillo del
mismo nombre , moderno, de piedra y de regular cons-
trucción, derribado también inútilmente. — Sobre el ori-
gen, en fin, del encumbrado nombre de esta calle, nada
cierto podemos asegurar ; únicamente consignaremos la
tradición de que en la epidemia que padeció Madrid , co-
mo gran parte del reino, en 1597, parece que se refugia-
ron en aquellos sitios los embajadores ó enviados de las
potencias extranjeras , y desde entonces le fué aplicado
este nombre, dejando el de calle de la Dehesa de la Villa,
con que la vemos designada en, los títulos antiguos de las
casas.
La otra parte de este distrito, á la izquierda de la calle
de Embajadores, y á que denominamos de la Inclusa^ está
cruzada por las calles paralelas del Mesón de Paredes y de
la Comadre hasta el Barranco de Embajadores, y de Este
á Oeste por las tituladas de Juanelo (en que vivió el céle-
bre inquiero flamenco Juanelo Turriano, en tiempo del
emperador Carlos V) (2); la de la Encomienda de Mora-
ialaZy de las Dos Hermanas^ de \o% Abades, del Oso, de
Cabestreros j del Sombrerete, del Tribulete y otras, todas
bastante rectas , desahogadas y con un regular caserío,
pero absolutamente desnudas para nosotros de interés ar-
tístico é histórico.
Únicamente en la principal, ó sea la del Mesón de Pa-
redes (en que estaba la casa del Conde del mismo título),
(1) En el Casino de la Beina en I09 últimos años del siglo an-
se ha establecido , harto impro- tenor, el insigne patricio don
píamen te, el magnifico J/u«éoar- Gaspar Melchor de Jovellános,
queolágicoy inaugarado en 1871. siendo consejero del de las Ór-
(2) También vivió en esta ca- denes y ministro de Gracia y
Ue, y casa número 20 moderno, Justicia.
23 . BL ANTIGUO MABBID.
existe (como ya dijimos anteriormente), á su número 74,
el precioso establecimiento de beneficencia titulado de la
lAiucioM. Inclusa (1), casa de Expósitos j cuya dirección corre á
caxgo de la Junta de Señoras, y es de tan alta importan-
cia, que suelen ingresar en ella anualmente más de 1.600
criaturas, existiendo siempre, un año con otro, más de
4.000.
Esta excelente institución tuvo principio en 1572 por
la piadosa cofradía titulada de Nuestra Señora de la So^
Udadj sita en el convento do la Victoria (de que ya hici-
mos mención cuando tratamos de los Corrales de come-
dias); tuvo primero su casa é iglesia en la Puerta del Sol,
entre la calle de Preciados y del Carmen , según se dijo
también anteriormente; después se trasladó á la del Sol«
dado, en el edificio conocido por el nombre de Galera
Vieja, que hoy no existe, y, ya entrado este siglo, vino á
ocupar el edificio que hoy ocupa, y que, aunque no todo lo
espacioso y bien dispuesto que requiere tan importante
establecimiento, es, sin embargo, muy digno de ser visi-
tado por su buena distribución, organización y gobierno.
Algo más abajo, en la misma calle , ó más bien en una
plazuela que se forma delante de él, está el Colegio de San
* *• Fernando, á cargo de los padres Escolapios, fundado en
1729, y colocado bnjo la protección de la villa de Madrid
en 1734, en el cual reciben la instrucción primaria gra-
tuitamente unos 2.000 niños, y ademas se admiten alum-
nos internos, que pagan una pensión diaria, y para los cua-
les hay cátedras de Gramática, Latinidad, Historia, Greo-
grafia, Matemáticas, etc. — El templo propio de esta casa
es uno de los más bellos de Madrid , por su planta, que
(1) Este nombro le fué vul- tra Señora que se conserva en su
garmente dado por corrupción, y capilla y que trajo un soldado de
á causa de una imagen de Núes- Enkuissen, ciudad de Holanda.
EL RASTBO X I«A JKCI^ÜSA. 23
consiste en una amplia rotonda precedida de nn espacio
cuadrangular^ que hace veces de nave, y cubierta por una
]iermosa cúpula, que sobresale notablemente entre todas
las de Madrid. Fué construido por el hermano Miguel Es-
cribano, y terminado en 1791, y la bella colección de es-
culturas que decoran sus altares, obras todas de los artis-
tas modernos, llama justamente la atención de los inteli-
gentes.— Algo más arriba, frente de la fuente y calle de
Cabestreros ¡ se ha habilitado la casa número 39 para con-
vento de las monjas de Santa Catalina de Sena, que antes
estuvo donde hoy las casas nuevas frente al palacio del
Congreso, y fué demolido por los franceses (1).
En las demás calles de este distrito, muy poco ó nada
merece mención; únicamente diremos que la contigua, lla-
mada de la Comadre, y anteriormente de la Comadre de
Granada f que corre paralela á la del Mesón de Paredes
hasta el barranco de Embajadores, es una de las más po-
bladas de Madrid, como que cuenta más de 3.000 habi-
tantes, y la numeración de sus casas, la mayor parte ba-
jas y humildes hasta hace pocos años, alcanza al 95. —
Todas estas calles y sus travesías, especialmente á la parte
baja, están habitadas por jornaleros, artesanos y depen-
dientes de la Fábrica de Tabacos y otras, y la ya indica-
da de la Comadre se ha distinguido siempre por la anima-
ción de su vecindario, del que (si hemos de creer á un
viajero inglés contemporáneo, muy inteligente en esta ma-
teria) (2), forma una buena parte la raza trashumante de
los gitanos, — Otras calles. más altas de este distrito, y que
desembocan en la nueva plaza del Progreso, como la de la
(1) A esta modesta casa ha ríbo de su convento en 1870.
sida trasladada la comunidad (2) Georges Borrow, The Bi-
dé religiosas de Santo Domingo blia in Spain,
éi Real, cuando el bárbaro der-
24 EL ANTIGUO MADRID.
•
Espada y de Jesús y Marta j y las mismas del Mesón d^
Paredes y de la Comadrej han mejorado mncho sa caserfo
en estos últimos años y en términos que muj pronto per-
derán por completo el humilde aspecto y mezquinas pro-
porciones que hasta aquí las afrentaban.
Al extremo de la antes conocida por calle de la Boz
Baja, y entre el portillo de Valencia y el de Embajadores,
se extiende el erial inmenso conocido por el Barranco de
Embajadores, sitio indebidamente abandonado , y que
debe regularizarse por la Villa, plantando en ¿1 un paseo
que sirva de desahogo y salida á las calles del Mesón d^
Paredes, del Espino, de la Comadre y demás de aquella
populosa barriada, quedando todavía espacio, por su for-
ma irregular, para construir un amplio mercado de coba-
Herías, donde pueda celebrarse sin peligro el que se tiene
todos los jueves en el mismo sitio (1). — Para ambos ob-
jetos fué solicitado este terreno, en 1847, á nombre del
Ayuntamiento; pero el Gobierno, á quien corresponde
por amortización, no tuvo ¿ bien acceder á ello, y así
permanece' sin utilidad de nadie, antes con detrimento^
de la salubridad, comodidad y ornato de aquella parte
de la población.
(1) Ya no Be celebra allí.
EL UíVATlÚB. 25
IIL
KL LAVAPEÉS.
Entramos en pleno distrito de Lavapiés 6 del Avapiésj
como antiguamente solia escribirse, sin que acertemos á
explicar ]a etimología de este nombre con la candidez
del buen D. Nicolás Fernandez de Moratin (1), porque
con ambos títulos viene emblematizando hace tres siglos
& la población indígena matritense en el último término
de la escala social. — No nos meteremos en eruditas y
empalagosas investigaciones para buscar en tales ó cuales
razas el origen de esta parte del pueblo bajo de Madrid,
apellidado la Manolerla, que tiene su asiento principal en La Manoieria.
el famoso cuartel de Lavapiés, ajinqne rebosando también
4 los inmediatos de la Inclusa, el Rastro y las Vistillas.
— Para nosotros es evidente que el tipo del Manolo se
fué formando espontáneamente con la población propia
de nuestra viDa y la agregación de los infinitos advene-
c^zos que de todos los puntos del reino acudieron á ella
desde el principo á buscar fortuna. Entre los que vinie-
i*on guiados de próspera estrella y cambiaron luego sus
humildes trajes y groseros modales por los brillantes
nniformes y el estudiado idioma de la corte, vinieron
(1) c Vinieron con semblantee pudibundos
Las que habitan el Austro, donde lavan
Los pies el agua de árboles profundos. »
g6 EL A^IGÜO MADRID.
también, aunque con más modestas pretensiones, los ale-
gres habitadores de Triaría ^ Macarena y el Compon de
Sevilla, los de las Huertas de Murcia y de Valencia, de la
Manteria de Valladolid, de los Percheles y las islas á^
litaran de Málaga, del Azogúejo de Segovia, de la Oli-
vera de Valencia, de las Tendillas de Granada, del Po-
tro de Córdoba, y las Ventillas de Toledo, y demás sitias
célebres del mapa picaresco de España, trazado por la
pluma del inmortal autor del Quijote; todos los cuales,
mezclándose naturalmente con las clases más humildes
de nuestra población matritense, adoctrinándola con su
ingenio y travesura, despertando su natural sagacidad,
su desenfado y arrogancia, fueron parte á formar en los
Manolos madrileños un carácter marcado, un tipo origi-
nal y especialísimo, aunque compuesto de la gracia y de
la jactancia andaluzas, de la viveza valenciana y de la
seriedad y eutonamiento castellanos.
Cuando, á mediados del siglo xvi, se verificó, casi
simultáneamente con la venida de la corte, la tercera
ampliación de Madrid, ya existia numeroso caserío más
allá de la cerca que, según dijimos, corria desde la puer-
ta de Antón Martin hasta la calle de Toledo, y aquellos
sitios costaneros y despejados por donde abora corren las
calles de Jesús y Maria, de Lavapiés, del Olivar ^ del
Ave María y sus traviesas, eran ya célebres por sus
afamados ventorrillos, tabernas y bodegones, entre los
cuales sobresalia el nombrado de Manuela, sito en el
Campillo (hoy calle) que conserva su nombre, y los
altillos y rellanos de Buena Vista, de las Damas y Pri-
mavera, que eran los puntos adonde acudian á solazarse
los menestrales madrileños , como ahora al nuevo arrabal
de CJuimberi — Con el trascurso del tiempo y el aumento
de la población fué agrupándose el caserío y formando
dichas calles y sus traviesas, tales como las de la Cabe-
BL LAVAPIÉS. 27
wrt (1), del Calvario f del Olmo, dé los Ministriles, de los
Tres Peces y de la Esperanza, de Zurita, del Salitre y
de la J^tf .
Arteria principal de todas ellas, y centro de este bullí- caiio rmi da
cioso distrito, la calle de Lavapiés (que, cómala del Bar- ^^•^y^^
qaillo, tuTO el privilegio de apellidarse Real) arranca de
la extremidad de la de la Magdalena, y estrecha al prin-
cipio, aunque siempre desigual y costanera, va ensan-
chando después y adquiriendo grande importancia, como
rio creciente. y majestuoso, con la incorporación de la de
JesQs y María primero, á la plazoleta del Campillo de
Manuela, y luego con las del Olivar y del Ave María
en la iamosa plazuela de Lavapiés , que es la Puerta del
Sol de aquel distrito, ingreso y corazón de todas aquellas
y otras calles , hasta que, cambiando su nombre por el de
Valencia, llega al portillo mencionado del mismo título, y
antes de Lavapits. — Los expresivos nombres de todas
¿stas, que quedan ya apuntados, revelan bien á las claras
8U humilde historia ó sus condiciones materiales. — La
del Ave María recibió este nombre del Beato Simón de
Rojas, que parece hizo expulsar de ella á las prostitutas
que la ocupaban, y por eso se llamó también de San Si-
món una de las contiguas. La del Calvario debió apelli-
darse asi porque existia un Via Crucis en aquel sitio, en
dirección á Atocha, y merece justamente este nombre por
el horrible desnivel de su suelo; la de la Escuadra, por sú
forma en esta figura; las del Olmo, del Olivar, de la Rosa
y otras, por los plantíos y huertas en que fueron trazadas;
la del Salitre, por su inmediación ¿ las tierras y fábrica
(1) En la casa número 16 de T821, el desdichado D. Matías
esta calle estaba la cárcel ecle- Vinuesa, antiguo cura de Ta-
siástica ó de la Corona^ y en ella majon, preso en ella por los plal-
fué asesinado por el populacho, nes contrarevolucionarios que
ea la tarde del 4 de Mayo de se le atribuyeron.
28 EL ANTIGUO MADRID.
del mismo (adonde se ha trasladado la Aduana), y asi la»
demás, sin que en ninguna de ellas exista edificio, monn-
mentó ni recuerdo histórico de importancia que decore ó
enaltezca aquella humilde barriada.
Ba^'^pSdrVde ^n la Calle llamada de la Torrecilla del Leal existe
?ÍSr de^MiSrid] únicamente la casa é iglesia de la venerable Congregación
de San Pedro de Presbíteros naturales de Madrid y fun-
dada por el venerable licenciado Jerónimo Quintana,
autor de la Historia de esta villa, y muy célebre por su
filantrópica piedad y por haber pertenecido á ella insignes
escritores como Lope de Vega, Calderón de la Barca (que
la nombró su heredera) (1), SoHs, Montalban y otros. —
Al extremo de la calle de la Fe, que va desde la plazuela
de Lavapiés hasta la calle del Salitre, se alza la parroquia
PazToqaia de ^^ ^^^ Lorenzo, quc fué aucjo de San Sebastian desde
sanixxren»». 1662, CU quo se coustruyó, y hoy es parroquia inde-
pendiente, y acaso la más poblada de Madrid, pues com-
prende 6.624 vecinos y 24.998 feligreses. Este templo
sufrió un horroroso incendio el dia 16 de Junio de
1851, habiendo sido reparado luego con las limosnas
de los feligreses. En las calles de Zurita ^ los Tres Peces,
la Esperanza y demás contiguas nada tenemos que
recordar.
A estas nuevas barriadas, apartadas y humildes, de-
bieron naturalmente refluir las clases más desvalidas de
la población cuando, creciendo ésta en número é impor-
tancia, rebasó las antiguas cercas y cubrió de edificios
costosos las calles y términos de la villa. Formóse, pues,
ixMstorrio0&a;<M. la uatural división de barrios altos y bajos (2), y ocnpan-
(1) Ed el año pasado de 1880 taban depositadas en el cernen -
han sido trasladadas á este pe- terio de San Nicolás,
queño templo las cenizas de (2) Aunque posterioiroente
aquel insigne ingenio, que es- los de Maravillas y Barquillo^
EL LAYAPlée. 29
do los primeros los empleados de la corte y las clases
acomodadas, tocaron naturalmente los segundos á los
jornaleros menestrales; aquéllos, renovándose continua-
mente con los favores del poder y de la fortuna, con la
inmigración constante de forasteros, y con el trasiego de
los propios en viajes y comisiones, modificaron infinita-
mente su carácter y tipo primitivo, perdieron el colorido
local, y de la reunión de aquellos matices, adaptados de
tan diferentes orígenes y fundidos en el crisol de la corte,
vino á formarse otro especial, y por cierto bien intere-
sante, que es el del habitante de Madrid; pero los signos
característicos del madrileño (especialmente en la parte
menos culta de la población) que pudieron escapar al roce
continuo de los otros pueblos y á las tendencias, intrigas
y favores cortesanos, han llegado hasta nosotros trasmi-
tidos de generación en generación en los habitadores de
los barrios bajos. — El trascurso del tiempo, los sucesos
históricos y políticos, y la alteración consiguiente de las
costumbres, han podido ciertamente modificar las condi-
ciones de aquel carácter primitivo; pero aplicando á su
análisis un estudio concienzudo, y haciendo abstracción
de los accesorios, es fácil descubrir, al través de ellos, el
tipo original del madrileño arrogante y leal, temerario é
indolente, sarcástico y hasta agresivo contra el poder,
desdeñoso de la fortuna y de la desgracia, mezcla del fa-
talismo árabe, del orgullo, del valor y de la inercia cas-
tellanas.
Este pueblo bajo madrileño, que tanta parte tomó en
las revueltas políticas de los pasados siglos ; que defendió
y otros, en la parte alta de la vecindario conocida por la ma^
población, compartieron con los noleria prefirió siempre los ba-
flemas el albergue de estas cía- jos de Lavajnés^ Ragtro, Inclusa
ses y fueron comprendidos en y Embajadores, asi como los
la misma categoría, la parte d§I chisperos aquellos altos.
30 EL ANTIGUO MADRID.
tenazmente la causa de su legítimo rey D. Pedro de
Castilla contra el dichoso D. Enrique, y mis tarde, la
legitimidad dudosa de la desdichada doña Juana la JBel-
traneja contra la misma princesa doña Isabel; que negó
los tributos y alzó barricadas, en unión con los comu-
neros de Castilla, contra las huestes del poderoso Empe-
rador, quedó como amortiguado, y aun pudiera decirse
que habia cambiado del todo, cuando, halagado por la
fortuna, vio fijarse en' medio de él la opulenta corte cas-
tellana, y se convirtió durante siglo y medio en sumiso y
obediente subdito de los monarcas de la austriaca dinas-
tía; pero durante la minoría del desdichado Carlos II y
el gobierno impopular de la Beina madre, aparece ya el
pueblo madrileño tomando una parte activa en las turbu-
lencias políticas ocasionadas por la privanza del jesuíta
Nithard, y más adelante, del osado Valenzuela; persigue á
ambos con su reprobación , con su censura , con sas sáti-
ras y con su fuerza material, hasta que los obliga 4 aban-
donar el puesto y huir del encono popular. Luego, en los
últimos dias del reinado miserable del mismo Carlos, se
presenta de nuevo, terrible y osado, á las puertas de su
Real Alcázar, en 1699, con pretexto de la carestía del
pan, á pedir, ó más bien ordenar, al Monarca que des-
pierte de 8u prolofigado letargo, y no depone las armas
hasta que recibe sus seguridades y obliga á la fuga al
Ministro, Conde de Oropesa.
En principios del siglo pasado, y durante la famosa
guerra de sucesión , notoria es la parte tan activa que to-
mó el pueblo propio madrileño , y las muestras tan os-
tentosas que dio de su simpatía hacia la persona de Felipe
de Borbon y contra las huestes del Archiduque en los
breves dias que éstas le ocuparon; en que no hubo géne-
ro de asechanzas, de desmanes y alevosías que no pusie-
ra en juego contra los desgraciados tudescos, los cuales
EL LAYAPUés. 31
(según el Marqnés de San Felipe^ historiador de aquella
guerra) pagaron bien caros los funestos favores de las
mujeres de la plebe madrileña.
Adelantada ya la segunda mitad del siglo, todavía el
fiero madrileño ostentó un dia toda la arrogancia de sus
antecesores, defendiendo sus capas y chambergos^ fusilando
las ventanas del ministro Esquilacfae, persiguiendo á las
tropas extranjeras y marchando osado, en numerosa tur-
ba á las órdenes del calesero Bernardo ^ hasta el mismo
palacio y Beal cámara de Aranjuez, á imponer condicio-
nes de potencia á potencia al mismo monarca, el gran
Carlos III. — Durante casi medio siglo dunnió, al parecer,
tranquilo el impertérrito pueblo de Madrid; pero el 19 de
Marzo de 1808, rugiendo de nuevo terrible y vengador
contra el poder y la osadía de un nuevo y más arrogante
favorito, se presentó en los mismos sitios y con el mismo
imponente aparato que en 1766 (1), y comenzó á repetir
el drama, que fué á terminar, como aquél, á las orillas
del Tajo.
En aquel famoso año, clásico para toda la nación espa-
ñola, y especialmente para el pueblo madrileño , hay tres
fechas eternas, que jamas podrán borrarse de sus anales:
19 DE Marzo; 2 de Mayo, y 2, 3 y 4 de Diciembre.
En la primera consiguió derrocar el ídolo del poderoso
valido, que arrastró en su caida al Monarca débil y apoca-
do ; en la segunda desafió y abatió, aunque á costa de un
cruento sacrificio , el orgullo y arrogancia de las huestes
del dominador de Europa ; en la tercera, en fin, se atre-
vió á resistir á éste en persona y al frente de sus ejérci-
(1) Ya hicimos notar la coin- Chimeneas^ y el Principe de la
cidencia de que el ministro Es- Paz en la otra esquina á la calle
quilache vivía en la calle de las á^ Barquillo,
Infantas y casa de las Sietfi
32
£L ANTIGUO MADBID.
El Manolo.
tos , oponiéndole sus débiles tapias y la fortaleza y teme-
ridad de sus pechos. — El pueblo de Madrid, que, subyu-
gado y encadenado al carro del usurpador, sufrió durante
cinco años los efectos de su ira, los rigores del hambre y
de la miseria, no perdió por eso su carácter desdeñoso y
arrogante, y valiéndose de las armas del sarcasmo y la
ironía, se mofaba del intruso rey y de su gobierno, le es-
camecia públicamente en las ocasiones más solemnes (1),
y moría á manos del hambre espantosa de 1812, sin que-
rer recibir el menor auxilio de sus enemigos, ni perder un
momento su dignidad , su agresivo carácter y audacia.
Pero volviendo al tipo especial del Manolo de Madrid,
según nos le dejó pintado Goya en sus caprichos^ y en sos
deliciosos sainetea el picaresco D. Ramón de la CruZj de-
bemos consignar que ha venido sufriendo constantes y
sucesivas modificaciones en sus costumbres, modales y
trajes ; sus oficios más favoritos continúan siendo, como
en el siglo pasado, los de zapatero, tabernero, carnicero,
calesero y tratantes en hierro, trapo, papel, sebo y pieles,
que constituian, hasta hace pocos años, los gremios de
traperos, chisperos, corredores de la cuatropea , y otros; ha
abandonado la coleta y redecilla, el calzón y el chupetín,
el capote de mangas y el sombrero apuntado, con que
(1) Entre los inñnitos rasgos
que la tradición nos ha conser-
vado, significativos de esta acti-
tud del pueblo bajo de Madrid
respecto á José Napoleón y su
gobierno, no queremos privar á
nuestros lectores de un pasquín
que apareció simultáneamente
en las esquinas de Madrid con
la alocución ó proclama del
nuevo monarca ; si bien los tér-
minos demasiado libres en que
está concebido nos hicieron ti-
tubear en estamparlo : decia,
pues, asi:
€ En la plam hay un cartel
Qae no0 dice eu caf tellano
Qae Joeó, rey Italiano,
Boba 4 Bapafia su dosel;
Y al leer este cartel ,
Dijo nna maja 4 sn majo :
— Manolo, pon ahí abajo
Qoe me C en esa ley ,
Porque acá queremos rey
Qae sepa dedr C.^!»
BL LAYAPI^S. 33
nos le pintan á principios de este siglo; su traje actnal^
modificado con la imitación de los de Andalucía y de las
clases más elevadas y consiste generalmente en chaquetita
estrecha y corta, con multitud de botoncitos; chaleco
abierto y con igual botonadura , pero sin echar más que
el primero ; camisa bordada, doblado el cuello y recogido
con un pañolito de color saliente, asido con una sortija al
pecho; faja encamada ó amarilla; pantalón ancho por
abajo ; media blanca y zapato corto y ajustado. El som-
brero redondo y alto, terso y reluciente, ha sido trocado
por el sombrerito catanes ; pero la varita en la mano y la
terrible navaja á la cintura son prendas de que no se ha
desprendido todavia ningún manólo.
Este nombre, á nuestro entender, no tiene otra anti-
güedad ni origen que el propio con que quiso ataviar al
famoso personaje de su burlesca tragedia para reír y saí-
nete para llorar el ya dicho D. Bamon de la Cruz ; pues
en ninguna obra anterior de los escritores de costumbres
y novelas, tales como Castillo, Zabaleta, Torres y otros,
hallamos designadas con este nombre á los habitantes de
aquellos barrios de Madrid.
En cuanto á la Manola , precioso y clásico tipo que va
desapareciendo á nuestra vista, y cuyo donaire, gracia y
desenfado son proverbiales en toda España, ¿quién no co-
noce el campanudo y guarnecido guardapiés, la nacarada
inedia, el breve zapato, la desprendida mantilla de tira y
la artificiosa trenza de Paca la Salada, Geroma la Casta-
fiera, Manola la BÁbeteadoray Pepa la Naranjera, y Ma-
ruja y Damiana y Buperta, floreras, rabaneras ú oficia-
las de la fábrica de cigarros? ¿Quién no sabe de memoria
sus dichos gráficos , sus epigramas naturales , su prover-
bial fiereza y arrogancia? ¿Quién no ve con sentimiento
confundirse este gracioso tipo en el otro repugnante de la
mujer mundana, que, en su deseo de parecer bien, ha que-
n. 8
La Manola.
34 EL ANTIGUO MADBID.
rido parodiar la gracia, traje j modales peculiares de la
Manola^
El carácter altivo é independiente de estas clases en
ambos sexos , sa animosidad contra todo lo extranjero ó-
sus recuerdos , su indómita arrogancia y su escasa instmo-
cion, unido todo á los vicios y disipación propios de las-
grandes poblaciones y han hecho que hasta hace pocos
años esta parte del vecindario de nuestra villa, estos
barrios del Lavapiés, del Salitre, Tres Peces, Inclusa ^ el
Rastro y Eiribajadores fuesen como una población aparte,
aislada, hostil y terrible para el resto de ella; pero las
vicisitudes políticas por que hemos pasado en lo que va
de siglo , y en que tanta y tan apasionada parte ha toma-
do en todas ocasiones el pueblo bajo de Madrid , le fueron
adversas en general , y castigando duramente sus pasio-
nes, sus excesos, sus demasías y exageraciones de 1814,
1820, 1823, 1834, 1843, 1854 y 1856, le han debido
dar á conocer, bien á su costa, que hay en la sociedad
otra fuerza mayor que la fuerza numérica, y que han pa-
sado los tiempos de los ignos y lairones, de las pitüas rea-
listas y de los trágalas revolucionarios.
De esperar es que, mejorándose constantemente la ins-
trucción, y aumentada la vigilancia del Gobierno; crecien-
do en ellos el amor al trabajo y á los goces más halagüe-
ños de la sociedad culta, y extendiéndose también en
aquellos barrios extremos una parte de la población más
acomodada, con el aumento y mejora del caserío, la en-
trada en ellos no vuelva á ofrecer, como antes, un valladar
impenetrable á las personas decentes. Ta no choca, en
efecto, en ellos, el ruido de los coches, ni son persegui-
das las señoras con gorro, ni los hombres con futraque o
levosa, ni los chicos de tierna edad aparecen ya en cueros
ó en camisa ; antes bien se recogen en las benéficas aulas
de las Escuelas Pías y Salas de Asilo de las calles del Es-
EL LAYAPléd. 35
pino , de Atocha ó de la Fábrica de cigarros ; las manólas
no serpentean ya todo el dia con sos trajes ondulantes y
campanados (excepto aquella parte proporcional dedicada
al vicio y á la prostitución); asisten á trabajar modesta y
silenciosamente hasta en número de 5.000 en aquella fá-
brica 6 en los particulares obradores de zapatería^ sastre-
ría y otros ; los manólos son también artesanos ó merca-
deres ambulantes^ y han tomado el gusto á una ganancia
legitima y segura ^ si bien no curados enteramente de la
excesiva afición á los toros y á la taberna; y preciso es
confesar (á despecho de los encomiadores de todo lo an-
tiguo) que el pueblo bajo de Madrid , entrando sin répli-
ca en el sorteo para la quinta (de que antes estaba excep-
tuado)^ pagando su patente industrial y su habitación al
casero (obligaciones ambas de que antes se exceptuaba
¿I), trocando , para ir á los toros, el antiguo y estrepitoso
eaie^n por el ómnibus comunista, las aeguidillaa por la
polk4i^ la bandurria y el pandero por la orquesta militar ó
el organillo alemán, y asistiendo frecuentemente á la Zar-
zuela y á la Opera, al Circo Ecuestre y al ferro-carril de
Aranjuez, si ha perdido la fisonomía local, excepcional y
tal vez poética que fotografió D. Ramón de la Cruz en
BUS admirables farsas de La Casa de Tócame Roque, El
Manolo j Las Castañeras picadas ^ La Venganza del Zur^
diUo, ha ganado, y mucho, en moralidad, en instrucción y
en bienestar, y bajo todos aspectos ese distrito, especial-
mente en sus calles principales del Lavapiés, Olivar, Ave
María, el Olmo y la Cabeza, pueden sostener actual-
mente el parangón con los demás de Madrid.
La ancha y espaciosa calle de Santa Isabel por su iz- q^,^ ^ g^^
qnierda y las demás traviesas entre ésta y la de Atocha, ^****^-
aonque pertenecen al mismo distrito, están ya de antiguo
formadas de buen caserío y habitadas por clases pudientes.
En la primera de ellas hay que notar la moderna casa-
3G EL AirriGUo uaduw.
Kbcio de los ]>alacio de los condes de Cerbellon, dnqoés de Feman-No-
Dwl^oñJ^. ^ ñcz, y al extremo de ella el suotnoso monasterio de reli-
giosas de Santa Isabel ^ fondado en 1589 en la calle del
Príncipe, hasta qne la reina doña Margaríta, esposa de Feii-
coiegiodesan. pe III, las trasladó en 1610 á este sitio, en donde estznro
la casa de campo del célebre secretario de Felipe II, An-
tonio Pérez. La iglesia, terminada en 1665, es may
y decorada con apreciables pinturas. Unido á este con-
vento está el colegio de niñas, fundado en 1595 por Feli-
pe II con la denominación de Casa-Recogimiento de San-
ta Isabel , cayo patronato corresponde siempre á los reyes
de España , y en el qne se admiten también y educan co-
legialas pensionistas. Termina esta calle y distrito con las
accesorias del nuevo edificio de la Facultad de Medicina
y el inmenso Hospital General , cuyos frentes dan ya á la
calle de Atocha, que habrá de ocuparnos en el próximo
fiasco.
IV.
EL HOSPITAL Y LAS HU£RTAS.
El importante trozo de la nueva población comprendi-
do entre las calles baja de Atocha, del León y del Prado,
que vino á incorporarse al antiguo Madrid ya mediado el
siglo XVI , encierra muchos objetos dignos, muchos esta-
blecimientos religiosos y benéficos, muchos interesantes
y poéticos recuerdos, que merecen ser aquí consignados.
La plazuela de Antón Martin , en cuyo sitio estaba la
ton Martin, puerta llamada de Vallecas (que se abrió cuando la incor-
FlaxueladeAn-
EL HOSPITAL Y LAS HUERTAS. 37
poracion de los arrabales á la nneva villa), por su situación
central respecto de las diversas calles nuevas que alli se
fueron formando, vino á oqnvertirse en una especie de
carrefour 6 encrucijada muy semejante á la Puerta del
Sol, á la plazuela de Santo Domingo ó la de Lavapiés;
y aunqne continuación y principio de ambos trozos alto y
bajo de la calle de Atocha , recibió el nombre especial de
PUzzuela de Antón Martin, por el venerable hermano de Ho«piuidesan
' ^ _^ ^ Joan de Dios.
este nombre, compañero y discípulo de San Juan de Dios,
que por entonces (en 1552) fundo en aquel sitio, á la sa-
zón extramuros de la villa, el famoso hospital para enfer-
mos de mal venéreo, que aun se conserva, servido por los
religiosos de la misma Orden hospitalaria, y es considera-
do como uno de los generales que corren á cargo del
ramo de Beneficencia. Es establecimiento muy importan-
te y bien servido, y su iglesia, construida á mediados del
siglo XVII, y reedificada en el último, es de buena forma,
y encierra notables esculturas modernas , entre otras los
dos pasos del Ecce-lwmo y los Azotes, que salen en la pro-
cesión del Viernes Santo.
Casi enfrente de esta casa religiosa, y en la misma pla-
zuela de Antón Martin, está el otro hospital é iglesia lla-
mada de Monserrat^ páralos naturales déla antigua coro- Hospital de
na de Aragón, fundado primero, en 1616, en una casa de
campo sita en el barrio de Lavapiés (donde ahora están
las escuelas pías de San Femando), que cedió para ello don
Gaspar Pons, y fué trasladado al sitio que hoy ocupa, en
1652, bajo el patrocinio del Rey y del Consejo de Aragón.
La iglesia construida entonces es buena y tiene dos her-
mosas capillas, dedicada una á Nuestra Señora del Pilar
de Zaragoza j y otra á la de los Desamparados de Valen-
cia j servidas por sus respectivas cofradías de naturales de
Ruellos reinos ; y á los mismos está destinado el hospital,
que en el dia creemos tenga escaso uso.
38 EL ANTIGUO HADBID.
En este hospital (annqne sin duda en el sitio primitivo
de! Lavapiés) fué sepultado de limosna, en 28 de JoUo de
1631, el distinguido autor dramático D. Guülen de Cas^
tro, caballero del hábito de Santiago, cuya agitada vida,
altivez y travesura le hicieron descuidar los intereses ma-
teriales y condujeron á espirar en las camas de aquel asilo,
á pesar de su extraordinaria y merecida fama como poeta,
y de contar con la protección y amistad de los magnates
y dejos esclarecidos ingenios de su ¿poca (1).
Fuente de An- Alzábase CU mcdio de esta plazuela la caprichosa Tafi-
te construida á principios del siglo pasado por el arquitec-
to D. Pedro Bivera, que habia quedado, juntamente con
la portada del Hospicio, como tipo 6 emblema del gusto
churrigueresco, y que como tal, y página del arte (aunque
en una de sus más lastimosas aberraciones), merecía ser
conservada con mayor razón que otros monumentos pos-
teriores de igual clase, y que más que como páginas del
arte pueden ser considerados como otros tantos borrones
echados en ¿1 ; pero á nuestros ediles de estos últimos
años pareció conveniente quitar aquel estorbo, y ha sido
al fin derribada.
Calle de Atocha. La callc áe Atochü, dcspucs de la plazuela, continúa
por el camino y humilladero que conducía á aquel anti-
quísimo y venerando santuario, y en el cual habia varias
ermitas, dedicadas á San Cebrian, San Sebastian y Sarda
Catalina, San Juan Evangelista, Santa Polonia, hacia
los sitios donde hoy corren las calles de estos nombres, y
más adelante el Santo Cristo de la Oliva y San Blas, cer-
ca de Atocha. — Los principales edificios de esta calle
continuaron siendo siempre hospitales y recogimientos, y
(1) El comendador Vtch^eu »1631, de edad de 62 afio8,y
svLS E/emérideSy dice; «Murió »tan pobre, que delimosDalo
)) Castro (D. Guillen) en Ma- » enterraron en el hospital de la
ndrid, lunes 28 de Junio de «Corona de Aragón.»
BL HOSPITAL T LAS HUERTAS. 39
¿tin hoy se conservan varios de ellos, que vainos ¿ señalar.
En la acera izquierda, y casa número 117 moderno, se
colocó en 1609 un recogimiento de niños y niñas huérfa-
nos, llamado de Nuestra Señora de los Desamparados^ que ¿ÍÍ^^USSdí
existía anteriormente en Santa Isabel, labrándose entón- !»«"»**»•
ees, de orden del Bej, la casa é iglesia que hoy tienen, y
destinándose en ella una habitación para mujeres enfer-
mas é impedidas, llamadas vulgarmente las carracas , y
otra para casa de maternidad. También estaba unida á él
la reclusión de mujeres á quienes sus parientes hacian re-
tirar, y era conocida por la de San Nicolás de Bari, Hoy
se halla destinada esta casa á Hospital de hombres incura-
bles ^ bajo el titulo de Nuestra Señora del Carmen ^ fun-
dado en 10 de Octubre de 1852. — Inmediato á este edi-
ficio, en el número 115 de la misma acera, está el Beate-
río de hermanas de la Orden Tercera^ llamado de San Jose\ j2í5^í¡^tt5»de
y en él quedó establecida, en 1837, la primera sala de^^^^^^
asilo ó escuela de párvulos ^ fundada por la Sociedad filan-
trópica para propagar y mejorar la educación del pueblo. —
Casi enfrente de esta casa, esquina á la calle de San Eu- Recogimiento.
genio, en la que después ocuparon las oficinas de la Junta
de Beneficencia, y hoy esfá un recogimiento de mujeres,
fundado por la señora Vizcondesa de Jorbalan, estaba an-
tes el hospital de convalecientes, reunido en nuestros dias
al general. — Bastante más abajo, en la acera opuesta,
frente ya al Hospital general, se hallaba el convento de
clérigos agonizantes, bajo la advocación de Santa Rosalía, Agonisutea.
fundado por el Marqués de Santiago, en 1720, que quedó
suprimido como todos los de regulares, y demolido después,
fué construida en su lugar una casa particular.
Termina esta hermosa calle el inmenso edificio moder- Hospital gcneni
no del Hospital general, en que han venido á refundirse
todos ó casi todos los particulares, antiguos y modernos,
que existían en Madrid.
*0 KL ANTIGUO MADRID.
El origen de aquéllos^ ó más bien, la primera reanion
en ano coman de los diversos qne con distintas denomina^
cienes existían desde muy antiguo en Madrid, fué dispo-*
sicion del rey D. Felipe II, y tuvo efecto por los años de '
1581, colocándolos entonces en el edificio situado entre
la calle del Prado y Carrera de San Jerónimo, qne faé
después convento de Santa Catalina y y hoy, derribado, ha
sido sustituido por las casas del mismo nombre. — A él
vinieron á reunirse el del Campo del Rey; el de San Gi--
nes; el del Amor de Dios, en la misma calle; el de la Pa-'
sion, cerca de San Millan; el de Convalecientes, de la
calle Ancha de San Bernardo ; el de la Paz^ en la calle
del mismo nombre, y otros ; pero á pocos años de verifica-
da Qsta reunión, y habiéndose hecho sentir necesariamen-
te la incapacidad de aquel edificio, se trasladó el Hospi-
tal general al sitio en que hoy se encuentra, donde se ha-
llaba establecido un Albergue para los mendigos, que ha-
bilitado en la forma conveniente, pasó á ser hospital ge-
neral (de hombres), y ocuparon los enfermos en 1603 f
pocos años después se fabricó, también contiguo, un edi-
ficio para hospital de la Pasión (de mujeres) en las casas
que faabian sido de D. Luis Gaitan de Ayala, y ambos
hospitales generales, con la protección de los reyes y la
especial del Consejo de Castilla, y sostenidos con las sub-
venciones y arbitrios concedidos sobre las representacio-
'nes de comedias, impuestos municipales y rurales, y con
las limosnas y mandas piadosas, siguieron en cierto esta-
do de prosperidad , hasta que en principios del siglo pasa-
do, en tiempo de las guerras de sucesión, vinieron á una
espantosa decadencia ; pero la magnanimidad del rey don
Femando el VI consiguió levantar de su postración este
piadoso instituto, á costa de enormes sacrificios, donaeio-
nes y mercedes. Su sucesor el gran Carlos III emprendió,
bajo la dirección del ingeniero D. José Hermosilla^ la obja
EL HOSPITAL Y LAS HUBRTAS.
41
colosal del nuevo Hospital general y qne después continnd
bajo la dirección de D. Francisco Sabatini, y qne seria ver-
daderamente asombrosa si hubiera llegado á terminarse. ^
Hoy corre la dirección y administración de este inmen-
so establecimiento á cargo de la Junta de Beneficencia,
y el servicio al de los profesores falcultativos^ de las her-
manas de la Caridad y de la congregación fundada por
el venerable hermano Bemardino de Obregon (1), y es la
(1) La relación de la conver-
BÍon á la penitencia de eHte pia-
doso varón es sumamente in-
teresante, y ha ocupado las plu-
mas de los historiadores y bió-
grafos, y hasta fué presentada
en la escena por la musa cómi-
ca de Gaspar de Avila. — Era
natural de las Huelgas de Bur-
gos y procedía de una familia
ilustre y acomodada. Siguió la
carrera de las armas, y fué se-
cretario y ayudante del Duque
de Sesa, D. Gonzalo Fernandez
de Córdova ; su nobleza, cauda],
javentud y dotes personales le
hacian uno de los más cumpli-
dos caballeros de la corte de
Felipe II. — Adornado primo-
rosamente con el esmero propio
de tan apuesto galán, pasaba
una mañana por la calle de las
Postas , cuando un barrendero,
por inadvertencia , le salpicó de
lodo el vestido : irritado nues-
tro caballero, y no pudiendo
contener sus ímpetus, dio una
bofetada al barrendero, el cual,
lejos de enojarse, arrojó la es-
coba, y postrándose á los pies
de Obregon, di jóle con una
mansedumbre evangélica: cDoy
ná vuestra merced las gracias
»por esta bofetada con que me
»ha honrado, y castigado mi
1» falta i>, de cuya heroica res-
puesta sorprendido Bemardino,.
no pudo menos de estrechar en
sus brazos al barrendero y pe-
dirle fervorosamente perdón ; y
herido como por un rayo de
luz divina por aquella escena,
regresó á su casa, resolvió cam-
biar su vida disipada, y trocar
su fortuna y brillante posición
por la de un humilde servidor
de los pobres ; retiróse primero
para ello al hospital de Corte ;.
fundó después el de Convale-
cencia, y por último la Santa
Hermandad ó cofradia llamada
por él de los Hermanos Obre-
gones , y que es conocida en toda
España por el generoso sacrifi-
cio con que se dedican al cuida-
do de los enfermos en los hos-
pitales. El cuerpo del venerable
yace en la iglesia de este Hos-
pital general.
42 - EL ANTIGUO MADRID.
mejor posible en un establecimiento vasto y complicado,
en que entran próximamente cada año más de 18.000 en-
fermos de ambos sexos, j que exige un presupuesto anual
de tres millones de reales, contando únicamente con un
ingreso fijo de poco más de la mitad.
Contiguo al vasto edificio del'general, en el que ocupa-
ba antes el ya dicho hospital de la Pasión^ se sustituyó en
m5552¿**^ ^ 1'^^^ ®^ Colegio de Cirugía de San Carlos^ que tan alto re-
nombre llegó á adquirir en la ciencia, y que después, por
el plan general de estudios, ha quedado formando parte de
la Universidad Central con el título de Facultad de Me-
diúinay habiéndose construido hace pocos años un edificio
suntuoso sobre la extensa superficie de 205.705 pies, con
espaciosos salones, cátedras, anfiteatros de disección, ga-
binetes anatómicos y biblioteca.
Las calles traviesas entre la de Atocha y San Juan
(que también sale al Prado desde la plazuela de Antón
Martin) son las denominadas hoy Costanilla de loa Desam"
parados y del Fúcar y de San Pedro, de la Leche y de la
Alameda, de Ceniceros (antes de la Redondilla), del tro-
hemador y de la Verónica, y ofrecen poco interés históri-
co ni material. El objeto más notable, aunque moderno,
que se presenta ya al final de ellas, digno de especial
Real Platería. Mieucion, es la Real Fábrica Platería, elegante edificio
y establecimiento fundado por el gran Carlos III para
premiar el mérito y aprovechar la laboriosidad y cono-
cimientos de D. Antonio Martínez, natural de Huesea de
Aragón, bajo cuya dirección dispuso crear en ella uno
de los establecimientos fabriles más importantes y ade-
lantados del reino. El edificio, concluido en 1792, es de
los más elegantes y bellos de Madrid ; su fachada prin-
cipal, de orden dórico, enriquecida con un lindo pórtico y
columnata ; la extensión del gran taller, y la distribución,
orden y comodidad de las demás dependencias* acredita-
EL HOSPITAL Y LAS HUERTAS. 43
ban el buen gasto del arquitecto. Eran igualmente mag-
níficas las máquinas que servían para la elaboración, j los
primorosos objetos de arte construidos desde el principio
en esta Real fábrica son demasiado conocidos y aprecia-
dos en toda España. Hoy no existe como tal.
La calle del Fúcar^ llamada con más propiedad de los c«ue de Fúcar
Fúcares y tomó este nombre de los famosos hermanos y
opulentos contratistas flamencos en el siglo xvi (los Fug^
^aers), cuyas casas de campo estaban allí, creemos que
donde ahora la manzana 250, al número 9 antiguo y 15
moderno, en el inmenso espacio, descampado hoy, aunque
cercado, que se extiende entre la dicha calle y la costani-
lla, terreno malamente desaprovechado, conocido por el
Corralón de los Desamparados, que podría utilizarse cons-
truyendo en ¿1 un extenso mercado, que tanta falta hace
en aquellos barrios.
Entre la calle de San Juan y la del León hasta la del
Prado está la parte más interesante del distrito por su
.easerío, y también por los recuerdos históricos y literarios
que á él van unidos. — Empezando á recorrerle por la ca-
lle del León, que le limita en su parte alta, y que (sea
dicho de paso ) es una de las más rectas y elegantes de
Madrid , hallamos en ella un caserío nuevo , levantado de
pocos años á esta parte, y un bello y suntuoso edificio, ti-
tulado el Níievo Rezado, que es el principal ornamento de
dicha calle, y fué obra, según creemos, del célebre ar-
quitecto Villanueva, en los últimos años del siglo pasado;
perteneció á los monjes Jerónimos del Escorial, que tenian
el privilegio de la impresión de los libros del rezo divino,
y hoy al Real Patrimonio, que le cedió después para ha-
bitación del Patriarca de las Indias, y últimamente para
colocar en ella la Academia de la Historia y su preciosa
biblioteca. Frente de él , con entrada por la calle de las
Huertas, hay otro gracioso edificio, también moderno,
Calle del Leoa.
Naeyo Besado.
44 EL Ain^IGUO MADRID.
La MestA.
construido para las juntas y oficinas del Honrado Coneeja
de la Mesta, á que hoy ha sustituido la Asociación general
de ganaderos del reino.
Prescindiremos, pues, de este aspecto moderno, para
considerar la calle antigua, que desde un principio, ó por
lo menos desde el siglo xvii, viene designada ya (no sa-
bemos por qué motivo) con el titulo del León. — A sn
entrada por la calle del Prado, hasta la de Francos y Can-
taranas, se ensanchaba entonces algún tanto , formando
una plazoleta, que era conocida con el nombre del Menú'-
de iM repKflea- dero de lo8 representantes , sin duda por ser el punto de
reunión de cómicos y ancionados, como después la
plazuela de Santa Ana. — Con este nombre vemos desig-
nado este sitio en el gran plano de Texeira en 1656, en
los escritos de Quevedo, Lope, Hojas , Villamediana y
otros, y en el testamento del obispo del Cuzco D. Manuel
de MoUinedo y Ángulo, que expresamente dice que «te-
cnia en Madrid la casa de sus padres en la calle del León,.
5) al Mentidero de los representantes. J> — Todas aquellas,
cercanías están impregnadas, por decirlo así, de la me-
moria de los antiguos autores y actores dramáticos que
vivieron en ellas ó las frecuentaron ; cuya frecuencia se
explica naturalmente por la inmediación de los antiguos
corrales de la Pacheca y de JBurffuillos, en la calle del
Príncipe, y de Cinstóbal de la PtcentCj en la del Lobo, de
que ya tratamos en su capítulo.
Acaso contribuyó á ello también otra circunstancia de
carácter religioso , de que hace mención el erudito Pelli-
cer en su Tratado histórico de la comedia y del histrionismo
en España. — Dice, pues, que la actriz Catalina Flores^
casada con Ijázaro Ramirez, de ejercicio buhonero, ha-
biendo quedado tullida á consecuencia de un parto, deter-
Knegtro Seño- miuó haccr uua uovcua á cierta devota imagen de Nues-
ra e ovena. ^^^ geüora, quc cstaba en la calle del Leon^ esquina á la
EL HOSPITAL Y LAS HUERTAS.
45
de Sania María , y para obligarla más, pasaba las noches
«n la calle, siendo tanta su fe, que el último dia de ella
(que fué el 15 de Julio de 1624) se sintió buena del todo
y colgó las muletas al pié de dicha imagen; y que de esta
milagrosa curación tomaron ocasión los cómicos para ele-
gir por su patrona y abogada á esta sagrada imagen, con
el título de Nuestra Señora de la Novena, trasladándola á
la parroquia de San Sebastian (donde se conserva) y fun-
dando en ella una capilla y congregación , y más adelante
el hospital propio, que existe todavía en la travesía del Fú-
car y calle de la Leche.
Consta , pues , por los escritos y memorias de aquellos
tiempos, que todos los actores y actrices de los siglos xvii
y xviu, desde los célebres Agustín de Rojas y Alonso de anSSSÍ* J'^mo'
Olmedo hasta Manuel García Parra y Mariano Querol, **^'°°^
y desde María Riquelme y María Calderón hasta la La~
devenant y la Tirana (María del Rosario Fernandez), to-
dos vivieron en aquellas calles de las Huertas, del Amor
de Dios , de San Juan , de Santa María , de Francos, de
Cantaranas y del León (1).
Los autores siguieron el mismo rumbo. — £1 insigne caiioycwade
Oerváktes, que habitó, como dijimos, un tiempo, en la
calle de las Huertas , hacia el número 16 nuevo, frontero
de las casas donde solia vivir el Príncipe de Marruecos, mo-
ró otra vez en la plazuela de Matute, detras del colegio
Cerrantes.
(1) Esta costumbre han con-
tinuado hasta hoy los actores
contemporáneos , desde Eita
Luna é Isidoro Maiquez, hasta
Guzman , La Torre^ Romea y
otros. La Rita Luna vivía á
principios de este siglo en la
calle de San Juan ; Isidoro Mai-
quez en la de las Huertas, nú-
mero 6, y en 1840 y 41 se titu-
ló esta calle de Maiquez , aun-
que después se revocó esta
denominación. También vivió
en la calle de Alcalá , pasada la
de Cedaceros , y en la de ^nta
Catalina, número 10 nuevo, de
donde salió para el destierro, en
que falleció en 1820, en Granada.
46
EL ANTIGUO UADRID.
del Loreto; otra en la calle del León (ó MenJtidero\ núme-
ro 9 antiguo y 8 moderno ; y en fin ^ vino i fallecer en la
misma calle, en la casa número 20 antiguo de la manza-
na 228; que hace esquina ¿ la de Francos, y que fué de-
molida por ruinosa en 1833.
Beconstruida entonces esta casa de nueva planta, dán-
dole la entrada por la calle de Francosy se impuso á esta
calle el nombre del eminente escritor, y se colocó sobre
la puerta su busto en relieve y la inscripción que expresa
haber vivido y muerto en aquel sitio. — Esta casa tiene la
nota siguiente en la visita general y numeración practi-
cada i mediados del siglo pasado. — € Pertenece i D. Ma-
2>riano Pérez de La Herran ; fué de herederos de Gabriel
:^ Muñoz, que la privilegió en 3.000 mrs. en 14 de Febre-
Dro de 1615. Tiene su fachada á la calle de Francos, 59
2>piés, 3 octavos, y á la del León, ¿ que hace esquina, 45,
2>y en total, 2.988. d — Posteriormente se unió i esta casa
la contigua número 21, que perteneció al mismo Pérez de
lia Herran á mediados del siglo pasado, y i Pedro Haedo
en 1665, y tenia 26 pies de fachada, y en todo, 998. La
nueva casa, construida en 1834 sobre aquellos solares, era
propiedad de D. Luis Franco (1).
(1) En 23 de Abril de 1833
(aniversario de la muerte de
Cervantes en 16 1 6), y en el mo-
mento de hallarse derribando
esta casa, aprovechó el autor de
esta obríta ambas circunstancias
para insertar un sentido articu-
lo, con el epígrafe de La Casa de
Cervantes^ en el único periódico
literario que entonces se publi-
caba, y que después incluyó en
sus Escenas Matritenses. Este
articulo llamó la atención del
monarca Femando VII, quien ,
guiado de un alto sentimiento
de patriotismo, y secundado por
el celo y la ilustración del di-
funto comisario de Cruzada don
Manuel Fernandez Várela, dis-
puso por una Real orden, publi-
cada en la Gaceta á los pocos
dias, que sé hiciesen proposicio-
nes al dueño de la casa para ad-
quirirla el Estado^ y destinarla
á algún establecimiento litera-
rio ; pero negándose el duefio
IL HOSPITAL Y LAS HUERTAS. 47
Poco más abajo ^ á la izquierda, en la misma calle an-
iigna de Francos y señalada con el número 11 antiguo j vega.
15 moderno, manzana 227, existe todavía en muj buen
estado de conservación la casa, de su propiedad, en que
vivió y murió, en 1635 , el Fénix de los ingenios Lope de
YsoA Carpió. — De los títulos originales de dicha casa,
que sus actuales dueños nos han permitido reconocer pro-
lijamente, resulta que por los años de 1570, siendo solar,
se lo dieron á los señores cura y beneficiados de la iglesia
parroquial de Santa Cruz , con la carga de un censo per-
petuo á su favor, con laudemio, tanteo, licencia, veinte-
na, etc. Por los de 1587 estaba ya edificada la casa, y era '
dueña de ella Inés de Mendoza, viuda de Juan Pérez, ve-
cino de la ciudad de Segovia. Hacia 15^90 la poseían el
capitán Juan de Villegas Denuncibay y su mujer Maria-
na Ayala. Por muerte de ambos otorgó escritura de ven>-
ta judicial el licenciado Gregorio López Madera, del Con-
sejo de S.M. y alcalde de casa y corte, fecha 10 de Enero
de 1608, á favor del mercader de lanas, vecino de Ma-
drid, Juan Ambrosio Leva; y por otra de fecha 7 de Se-
tiembre de 1610, ante Juan Obregon, la compró el doc-
tor «jD. Frey Lope Félix de Vega Carpió ^ familiar del
^Santo Oficio de la Inquisición, presbítero, de la sagrada
^religión militar de San Juan de Jerusalen, doctor en
>Teología, capellán mayor de la congregación de presbí-
>teros naturales de Madrid , promotor fiscal de la reve-
>renda cámara apostólica y notario escrito en el archivo
i enajenarla, se mandó por el de contar para ello con el autor
Bey que se colocase sobre la del pensamiento^ quien se com-
puerta el monumento que exis- place en recordar aqui la parte
te , lo cual tuvo lugar á ezpen- que le cupo en esta magnánima
ns de los fondos de Cruzada y disposición del rey D. Fernán-
por la disposición del Ck^misarío do VII.
^neral, que tuvo la amabilidad
48
BL ANTIGUO MADRID.
2>romano, etc. , conocido por el Fénix de loa Ingenios^ que
Dnació en Madrid, en 25 de Noviembre de 1562. }» (Tales
son los términos de la escritura.) El mismo Lope la redi-
mió de huésped de aposento de corte, con cargo de 4.500
raaravedis. de tercera parte en cada año, por priyile^o
de S. M. D. Felipe III , firmado j refrendado de su se-
cretario D. Alonso Ordoftez de Valdivieso y Mendoza,
fecha en el Pardo, á 14 de Febrero de 1613.
Dicho Lope de Yega vivió en esta casa muchos años
hasta su muerte, ocurrida en 27 de Agosto de 1635; y
por su testamento, que acompaña á los títulos, otorgado
en 26 de Agosto, dia anterior al de su muerte, ante el
escribano Francisco de Morales, heredó esta casa su hija
única doña Feliciana de Vega Carpió^ esposa de Luis de
Usátegui , vecino de Madrid ; por el otorgado por dicha
señora en 5 de Junio de 1657, ante Juan Caballero, y bajo
el cual falleció en la misma casa, la heredó su hijo don
Luis Antonio de Usátegui y Vega Carpió, capitán de in-
fantería española en los Estados de Milán; el cual, por
escritura de 13 de Julio de 1674, otorgada ante Ma-
nuel Alvarez Aldana, la vendió á Mariana Romero, mujer
divorciada de Luis Orti , la cual era religiosa novicia del
convento de Trinitarias descalzas, con el nombre de her-
mana Mariana de la Santísima Trinidad (1). Después hu-
bo en el siglo anterior varias sucesiones y ventas , hasta
(1) Esta Mariana Romero es
sin duda la cómica famosa de
que hace mención Pellicer en su
obra sobre el Origen de la co-
media ( parte 2.", pág. 113), la
cual se metió monja descalza,
y luego , antes de profesar , se
cansó del monasterio y se fué á
vivir á su casa (sin duda á esta
misma) , donde murió de allí á
poco, aunque antes se casó coa
el comediante Manuel Ángel,
que era ya viudo de otras cinco
mujeres, y también Bobrevivió
á ésta, hasta que, ya retirado del
teatro, murió en 1.® de Enero
de 1711, en su casa propia, calle
del Barco.
EL HOSPITAL- Y LAS HIIEBTAS. 49'
la que se verificó, en 21 de Junio de 1825, en favor de
D. Francisco María López de Morelle , vecino y del co-
mercio de esta corte, cuyos hijos la poseen en él dia.
La fachada ha sufrido alguna alteración sustancial, y
«especialmente la de haber sido mudado mas al centro el
portal, que estaba intes donde ahora la primera reja, y
haberse quitado entonces, al revocarla, la piedra que ha-
tía hecho colocar Lope sobre el dintel de la puerta con
<^sta inscripción :
D. O. M.
PARVA PROPRIA, MAGNA.
MAGNA AUENA, PARVA.
Conservóse , sin embargo, la antigua escalera, j en ge-
neral la distribución interior de la casa en sus dos únicos
pisos, bajo y principal, aunque ha desaparecido el orato-
rio que Lope tenía, y donde celebraba misa diariamente.
— El patinillo que hoy queda debió ser en su tiempo ma-
yor, como se observa en las construcciones añadidas en
000 de sus costados, y es sin duda el huerto que cultiya-
ba el mismo Lope , á que hace referencia Montaiban en
&n Fama postuma ^ cuBJido dice ce haberle hallado muy
^de mañana regando su huerto, después de haberse des-
> ayunado con un torrezno y escrito el primer acto de una
1» comedia, d La casa ocupa una superficie de 5.533 pies,
con 57 de fachada ala calle de Francos, con cuatro balco-
nes en su único piso principal (1).
(1) En 25 de Noviembre de Academia Espafiol a en obsequio
1862 (centenario tercero del na- de] Fénix de los Ingenios , en
cimiento de Lope ) se descu- cuya propia casa celebró aquel
brió solemnemente el lindo mo- dia una solemnisima sesión, con
Dumento mural que, á propuesta asistencia de las demás Acade-
mia, mandó construir la Real mias y otros cuerpoR literarios,
n. 4
50
EL ANTIGUO MADUll)*
GaUey
Que vedo.*
Frente de dicha casa condace á la contigua de Canta^
ranas la peqnefia titulada del Niño (hoy de Quevedd)^ co-
ya casa número 4 antiguo y 9 moderno (qne áan existe
en parte, aanoue segregadas de ellas las accesorias que da-
ban á la calle de Cantaranas ) fué propiedad del esclare-
•*• cido ingenio D. Francisco de Quevedo y Villegas.
— En el Registro primitivo de Aposento de 1651 dice así,
aunque sin designarla fijamente, por no estar efectuada
todavía la numeración : c: Traviesa de la calle del Niño á
3) la de las Huertas, una casa de D. Francisco de Queve-
T> do, que fué de María de la Paz y fué compuesta y tasa-
}>da en 30 ducados.]^) Y en la Visita general practicada d
mediados del siglo pasado dice : <c Manzana 229^ núme-
D ro 4, pertenece á D. Francisco Moradillo;se compone de
»tres sitios; el primero fué de D. Francisco de Quevedo
3) y dofía María de la Paz en 3.750 mrs., y los réditos de
D 130 ducados, con los que la privilegió D. Francisco de
)) Quevedo, y de los herederos de Juan Pérez, que los com-
3) puso el licenciado D. Juan Pérez de Espinosa, con 18
. educados, en 30 de Agosto de 1752. Tiene su fachada á
3>la calle del Niño 49 pies, y su todo 7,917; renta 1.900
3) reales, carga 11.952 maravedises. 3) Quiere decir qne
dicha accesoria de la calle de Cantaranas (en el solar que
hoy se ha construido la casa del señor Arango) pudo ser
segregada después de la de Quevedo, que es la de la calle
del Niño, número 9 nuevo ya citado (1).
habiéndose al efecto restaurado
la casa en la fachada, y en lo in-
terior el oratorio, alcobas , jar-
dinillo, etc., en los términos en
que pudo estar en vida de Lope,
de cuya ejecución material fui
encargado por la Academia.
(1) Esta casa, vendida en 1868,
ha sido renovada y desfigurada
completamente por el compra-
dor Sr. Jonceda, si bien debo
decir que dicho Sefior me invitó
k redactar (como lo hice) «n*
inscripción que se proponia co-
locar en una lápida; pero ocum-
da á poco la muerte del mismo,
su viuda no ha realizado «QueJ
pensamiento.
EL HOSPITAL Y LAS HUERTAS.
51
Últimamente, para qae nada faltase á aquel distrito de
sn especialidad literaria , nació también en él, el dia 10 de
Marzo de 1760, y en la casa última de la calle de San
Juan , con vnelta á la de Santa María (señalada hoy con
los números 43 y 45), el restaurador de nuestra musa dra-
mática y fundador del moderno teatro español, D, Lean-
dro Fernandez de Moratin. El dueño de esta casa, D. Nar-
ciso üreta, me invitó i consignar una inscripción conme-
morativa, que ha colocado en una lápida en su fachada.
Pero volviendo á la calle de Cantaranas (hoy impro-
piamente apellidada de Lope de Vega) (1), existe en ella la ca*ie de caotA-
>!• . t •■••.•1 « ni ranos (hoy de JLo-
Iglesia y convento de monjas tnmtanas descalzas, funda- pede veg*).
do por doña Juana Gaitan , en 1609 , hija del general don
Julián Romero. En él fué sepultado en 1616 Miguel de
Cervantes Saavedra; su diligentísimo biógrafo el Sr. Na- nít^aí y^»™'
varrete consignó la duda (acreditada en el convento, y *°™ ^® oeryán-
tes.
que nosotros seguimos también ligeramente en las prime-
ras ediciones del Manual de Madrid) de que pudo haber
sido sepultado en la calle del Humilladero, donde , al de-
cir de las mismas monjas , permanecieron algunos años,
mientras la obra de su convento, si bien afirmaban que
cuando se trasladaron á este sitio hicieron traer á él los
huesos de las religiosas y sus parientes enterrados en aqué-
lla, en cuyo caso vendrian también los de Cervantes, cuya
(1) Cuando en 1835 se dio á
la calle de Francos el nombre
de Cervantes^ fui de opinión (y
asi se lo manifesté al corre-
gidor Marqués de Pontéjos)
que este nombre cuadraba me-
jor á la del León, donde pro-
piamente estaba la casa en que
aqaél murió , y en otras de las
cuales vivió también anterior-
mente ; ó bien á la de Canta-
ranas , donde yace enterrado
aquel grande ingenio, en el con-
vento de las Trinitarias, reser-
vando á la de Francos el nombre
de Lope de Vega , que tenia en
ella su casa propia, y donde f a>
lleció ; pero se equivocó dicha
nomenclatura , y se dio este úl-
timo á la de Cantaranas, que
nada tiene que ver con el Fénix
de los Ingenios,
52 EL ANTIGUO HADRID.
hija natural doña Isabel profesó en este monasterio en
1614. — Pero en el artículo Madrid del Sr« Mado^ se re-
suelve terminantemente esta cuestión, asegurando que
las monjas permanecieron en este convento de la calle de
Cantaranas desde su fundación en 1609 basta 1639, en
que por algún tiempo se trasladaron i la casa que les ce-
dió en la calle del Humilladero una señora de la casa de
Braganza; y por lo tanto, parece indudable que Cervan-
tes, que falleció allí inmediato en 1616, y que se mandó
enterrar en este convento, yace sepultado en óL Mas, des-
graciadamente, y á pesar de las exquisitas diligencias
practicadas en varias ocasiones*, y muy especialmente en
tiempo de la dominación francesa, por el arquitecto don
Silvestre Pérez y los módicos Luzuriaga y Morejon, no
ba sido posible bailar dicbos preciosos restos.
En el mismo convento profesó también otra bija natu-
ral de Lope de Vega, doña Marcela, y el suntuosísimo
entierro del mismo, verificado en 28 de Agosto de 1635,
con una pompa y concurrencia nunca vistas, pasó desde
la casa mortuoria de la calle de Francos, por la de San
Agustín , que da frente á las rejas del mismo convento,
para que pudiera verle su bija sor Marcela; la de Canta-
ranas , la del León , plazuela de Antón Martin y calle de
Atocba basta San Sebastian, siendo tan inmenso el con-
curso, que ya babia entrado la cruz parroquial en la iglesia
y aun no babia salido el cadáver de su casa. — Este con-
vento, sin embargo, no avanzaba tanto entonces bácia el
frente á la calle de San Agustín, pues en el plano de 1656
vemos que ésta (llamada entonces de San José) conti-
nuaba recta basta la de San Juan , y no existia á su lado
la costanilla llamada de las Trinitarias (1). — Este reduci-
(1) Cuando en 1869 amenazó iglesia, tuve la fortuna, invita-
el derribo de este convento é do por la atribulada comunidad,
EL HOSPITAL Y LAS HÜSRTAS.
53
do distrito^ aanqae casi renovado en su caserío de mny
pocos años acá, conserva todavía , como vemos, recner-
dos interesantes para nuestra historia literaria del si-
glo XYii,. representada en los tres grandes nombres de
Cervantes j Lope y Quevedo^ con que hoy se enaltecen tres
de sas calles , perpetuando dichas memorias.
En el número 6 de esta calle, y su cuarto bajo, vivió
la célebre impostora apellidada la beata Claray y en el
mismo se representaron las sacrilegas escenas que escan-
dalizaron la corte en los primeros años de este siglo; des-
pués pasó á vivir á la casa del Campillo de San Francisco
(hoy calle de los Santos), que hace esquina á la Carrera ^
en donde fué presa y llevada á la Inquisición de Toledo.
En la misma calle de Cantaranas , número 45 nuevo,
murió, en 23 de Marzo de 1844, el célebre orador parla-
mentario Z?. Affustin Arguelles j y posteriormente, en la
misma, sus compañeros i?. Martin de los Heros y D. Ra^
mon Gil de la Cuadra.
Por una fatalidad de la suerte, estos mismos barrios de
las Huertas y de Santa María y de San Juan y del Amor
en unión del Director y Acadé-
mico de la Española Sres. Mar-
qués de Molins y D. Antonio
Ferrer del Bio, de obtener, pre-
vias vivísimas gestiones cerca
del patriota gobernador de la
provincia, Sr. Moreno Benitez,
que se revocase dicha orden f a-
ta] ; y en su consecuencia, propu-
se á la Academia la erección del
bello monumento mural que á
BUS expensas costeó en la facha-
da de dicho convento, que al pa-
so que para honra del egregio
ingenio que alH reposa sirve
también para ponerle á cubierto
de toda profanación ulterior. De
este modo el insigne Cervantes ,
que alcanzó su redención del
cautiverio por a Orden trinita-
ria, devolvió el mismo beneficio
á la propia Orden redentora, con
la sombra y fama de su preclaro
ingenio.
A consecuencia de este suce-
so publicó en el mismo año el
Sefior Marqués de Molins su
interesante libro titulado La
Se^ltura de Cervantes,
54 EL ANTIGUO MADBID.
de Dio8y tan enaltecidos con sus recuerdos histórico-lite*
rarios, despiertan al mismo tiempo otros de fama más
equivoca, habiendo obtenido desde el mismo siglo xvii
basta nuestros dias el triste ó alegre privilegio de servir
de centro principal al comercio amoroso al pormenor. —
La forma de sus casas, bajas en la mayor parte hasta
estos últimos tiempos, con sus indispensables rejas á flor
de calle ; su apartamiento misterioso del bullicio, y su
vecindad al Prado, y hasta sus mismas poéticas tradicio*
nes, consignadas en las comedias de Moreto, Bojasy
otros autores, hicieron que las calles de las Huertas j de
Santa María y del Amor de Dios^ del Infante ^ de Santa
Polonia^ San Juan, Costanilla^ etc. , fueran las preferidas
por la razón social de Venus y compañía; y hasta jefe po-
lítico de Madrid hubo, no hace muchos años, que inten-
tó vincular en ellas este funesto privilegio, obligando á
reducirse i este distrito i todas las adoradoras de aquel
culto, hasta que, á instancias de los vecinos honrados de
dichos barrios, se levantó esta ridicula y arbitraria desig-
nación , que los convertía en especie de sucio lazareto.
¡ Singular coincidencia, la aproximación instintiva hacia
los hospitales de los favoritos de las musas y las sacrífica-
doras de Venus Citerea !
La última manzana de este distrito , señalada con el
número 233, que consta de más de millón y medio de
pies, y que comenzando en dicha calle de San Agustín á
la esquina de la del Prado, se prolonga hasta este paseo,
revolviendo luego por la calle de las Huertas y cerrando
indebidamente las salidas á aquel paseo de las de Francos
y Cantaranas (1) , fué toda propiedad del famoso D. Fran-
cisco Gómez de Sandoval, duque de Lerma^ ministro y
(1) Esta úllima salida se ha abierto recientemente por la huerta
de Jesús.
XL HOSPITAL Y LAS HU£BTAS. 55
privado de Felipe III, y cardenal después de la S« I. H.
Ocupa BU parte principal el extendido palacio de Medina-
eelij de que Lablarémos después^ j i sus espaldas el convento
que fundó el mismo Duque de Lerma en 1606, de trinita-
rios descalzos cíe Jesús Nazareno ^ que después de la ex- jesnM Noxareno.
claustracion de los frailes, fué cedido por el actual señor
Duque de Medinaceli á las monjas del Caballero de Gra-
cia, y posteriormente á las de la Magdalena, con la parte
de huerta que le corresponde, y la otra parte, que da á
la calle de las Huertas (propiedad después del JBstado),
se ha cedido por el Gobierno á las Jiermanas de la Cari-
dad para la construcción, que ya han realizado, de su
casa principal. La iglesia de Jesús fué destruida en tiem-
po de la dominación francesa ; pero en una capilla habili-
tada para el culto se venera la célebre efigie de Jesús
Nazareno (que parece estuvo cautiva en Fez), y es la mis-
ma que sale en la procesión del Y iérnes Santo, y i que tiene
tanta devoción el vecindario de Madrid. — No contento el BanAntoniodei
Duque de Lerma con esta fundación religiosa contigua á
su casa, destinó una gran parte de aquel terreno, por el
lado de las calles del Prado y San Agostin, á casa profesa
de jesuítas f haciendo construir una iglesia dedicada á colo-
-car el cuerpo de su glorioso antecesor San Francisco de
JBorjoy duque de Gandtay traido expresamente desde Roma
para este efecto. Posteriormente, cuando la traslación de
dichos jesuítas á San Felipe Neri, ocuparon este convento
los padres capuchinos de San Antonio del Prado, y hoy,
& la extinción de los regulares, está alquilado á un cole-
gio de enseñanza de señoritas y y la iglesia, con el título
de San Antonio, ha vuelto á reivindicar y ostentar en sus
altares los venerables restos del Duque de Gandía.
Ademas de esto, el mismo cardenal Duque de Lerma
trajo, en 1610, ala casa frontera (en que antes, según di-
jimos, estuvo el Hospital general) i las religiosas de /San-
56 EL ANTIGUO MADAIO
Banu cataUna. ta Catalina de Sena y que estaban en la calle de Legani-*^
tos, y allí las reconstmyó el convento é iglesia, que fué
demolido por los franceses y ocupa boy la manzana de
casas nuevas.— Desde este convento al de San Antoni(>
babia un arco ó pasadizo al término de la calle del Prado,
para comunicar á las tribunas que en ambas iglesias tenia
la casa de Medinaceli.
casadeAbrántes. También fué propiedad de la misma la hermosa casa-
palacio á la otra esquina de la calle de San Agustín, co-
nocida por la calía de Abrántes^ y que boy creemos per-
tenece al señor Conde de Ezpeleta (1).
Con la demolición de dicbo convento de Santa Catali-
na, que ocupaba 77.607 pies y la construcción en 181fr
de la nueva manzana de casas, no sólo se ensanchó y re-
gularizó la estrecha y tortuosa calle contigua del mismo
^ nombre , sino que quedó una extensa plaza dando frente
al Prado. — En medio de ella mandó colocar (por disposi-
ción muy memorable y digna de alabanza) el monarca
EfltatoadeOor-don Femaudo YII la estatua en bronce del escritor ame-
no, del regocijo de las musas , del inimitable Cervánte^j.
encargada en Roma al célebre escultor español D. Anto-
nio Sola, y que, según nuestra opinión, debe ser traslada-
da á la plazuela del Ángel ó á la de Antón Martin^ como
sitios más oportunos que el que hoy ocupa; al designar el
cual el difunto monarca, estaba bien lejos de pensar que
la colocaba á las puertas del futuro palacio del Congreso
DE LOS Diputados.
(1) Ed los Balones de esta ca- núm. 27 nuevo, luego á la calle
sa se instaló el Ateneo de Ma- de Carretas, núm. 37, después á
drid, en la noche del 5 de Di- la plazuela del Ángel, núm. 1, J
ciembre de 1835, que después actualmente á la calle de la
pasó á ocupar otra en la misma Montera, núm 32.
calle del Prado , señalada con el
BL PRADO VIEJO. 67
V.
KL PRADO VIEJO.
Antes de penetrar en la parte principal de la nueva
población por la Carrera de San Jerónimo (que fué du-
rante un siglo la verdadera entrada de Madrid), no es-
posible prescindir de tratar de su romántico límite orien-
tal, que con el nombre de El Prado Viejo vino siendo,
desde mediados del siglo xvi, el sitio preferente de re-
unión para los habitantes de la nueva corte.
Este sitio no abarcaba, sin embargo, por entonces
toda la inmensa extensión comprendida boy bajo la co-
mún denominación de Paseo del Prado, desde el con-
vento de Atocha hasta la puerta de Recoletos, y que
mide una distancia de unos 9.000 pies, ó sea cerca de
media legua. Consistia, pues, en diferentes trozos y po-
sesiones, que, reunidos sucesivamente, vinieron á recibir
una común denominación y destino. — El primero era la
continuación de la Carrera de Atocha hasta el convento,
y la prolongación, por su izquierda, con el alto de San
Blas; aquí estuvieron efectivamente Jos prados de la villa,
el Prado de Toya ó de Atocha (de que ya se hace men-
ción en los Fueros de Madrid, á principios del siglo xiii),
y aun continuó apellidándose así tres siglos después; el
segundo trozo, compuesto de huertas, al pié de las coli-
nas sobre las cuales se erigió por los Reyes Católicos el
monasterio de San Jerónimo, y más adelante, por Feli-
pe IV, el delicioso Sitio Real de El Buen Retiro, recibió
58 BL ANTIGUO MADBID.
<Ie aquel celebre monasterio el nombre de Prado de San
J^er ánimo; y andando los tiempos, la alameda que se
plantó hacia el Norte, en dirección á la antigna Fuente
Castellana, eran tierras de labor, huertas j caseríos de
los vecinos de la villa, y recibió el nombre de Prado de
Recoletos, del convento de Agustinos que se erigió^ en
1595, al extremo de éL — Por toda la extensión de este
gran trayecto, y aun desde la Fuente Castellana^ venia
atravesando el inmundo barranco que desemboca fuera
de la puerta de Atocha, y que aun permaneció descubierto
hacia la parte de Recoletos, hasta que fué embovedado
en tiempo de la dominación francesa.
Debe suponerse que la parte que primero se regularizó
y redujo á camino transitable fué, sin duda, la conti-
nuación de la calle ó carrera de Atocha, objeto culmi-
nante de este extendido recinto, causa principal de la
ampliación de la nueva corte por aquel lado.
Nuestra Seño- ^-'^^ historiadores de Madrid*, guiados por su entusias-
xadj Atocha, jj^q patriótico y SU fcrvor religioso, ocuparon volúmenes
enteros para consignar y amplificar las remotísimas tra-
diciones referentes á la sagrada imagen de Nuestra Se-
ñora, que suponen obra de San Lúeas y de Nicodémns,
y traida de Antioquia, nada menos que por alguno de los
apóstoles, y colocada en una ermita hacia estos sitios, que
entonces eran unos atochares, con cuyos dos nombres
viene alternativamente designándose en las diversas his-
torias, relaciones y poemas cuyo catálogo solo ocuparía
algunas páginas. Siguiendo siempre en su íntima convic-
ción de la existencia de Madrid muchos siglos antes de
la invasión sarracénica, dicen que, al tiempo de verifi-
carse ésta, los piadosos vecinos de la villa, al abandonar-
la, debieron esconder la imagen en unos prados de aqu^
líos contornos, en que se criaba la hierba tocha ó atocha
{como también lo hablan hecho con la de la Almudena
EL PBADO VIEJO. 59
«n el cobo de la muralla) , y que en ellos la encontró^ á
poco tiempo, el caballero Gradan Ramírez ^ dueño de roz.
aquellas posesiones, cuando, viniendo de su casa de Rivas
(adonde se habia retirado con su familia), emprendió y
consiguió con algunos pocos caballeros la reconquista de
su villa natal.
Pero esta primera reconquista (de que no hacen men-
<ÁQTí las antiguas crónicas ni ninguno de los grandes histo-
riadores, y que sólo tradicionalmente ha sido recibida) se
halla envuelta en una portentosa maravilla, en un milagro
de Nuestra Señora de Atocha.
Cuentan, pues, que temeroso el intrépido Gracian del
mal éxito de su heroica tentativa, y después de haberse
encomendado á Nuestra Señora, degolló por su propia
mano á su mujer é hijas, para que, en caso de sucumbir
en la demanda, no quedasen abandonadas á la brutalidad
de los moros; pero que habiendo, con el favor divino,
llevado á cabo su propósito de reconquistar á Madrid
triunfando de los infieles, se arrepintió de su precipitada
determinación primera, y regresando al santuario de
Nuestra Señora, mereció, en premio de su heroicidad,
hallar á sus victimas, resucitadas, al pié de la Santa ima-
gen^ si bien conservando en sus cuellos la fatal huella del
cuchillo paternal. — Este es el maravilloso y poético caso
que, con mayor ó menor criterio é inspiración, ocupó las
plumas de tantos panegiristas y poetas , entre los cuales
descuella el maestro Pereda^ en su libro titulado La Pa-
tnma de Madrid; los poetas Lope d^Vega y Salas Bar-
badiUo, en dos poemas heroicos, y D. Francisco de Rojas,
en la comedia que tituló Nuestra Señora de Atocha.
Supuesto, pues, este milagroso suceso, y supuesta, por
consiguiente, la remotísima existencia de aquella pobre
ermita, no debe extrañarse que desde los tiempos subsi-
guientes á la reconquista histórica de Madrid por Alfonso
«o
EL ANTIGUO MADRID.
CmiTento
AtocliA.
el VI faese ya célebre esta imagen y este santuaiio.
A ¿1 acudían en devotas romerías multitud de pere-
grinos de todos los puntos de España^ razón por la cual
se hubo de labrar^ andando los tiempos, arrimado al
mismo, un hospital ú hospedería para albergarlos, cuyo
patronato corría á cargo de la misma casa de los Bamirez
(hoy de los condes de Bomos), que conservaron allí
cerca grandes propiedades, alguna de las cuales han ve*
nido poseyendo hasta nuestros dias, en que fué vendida
para construir en ella la Estación del ferro-carril. — Por
los años de 1523, y en el reinado del emperador Cár-
^® los V, se escogió aquel sitio para la fundación de un
convento de religiosos del Orden de Santo Domingo, y
construido éste (al que se agregó, en 1588, una suntuosa
capilla, que Felipe II mandó labrar en el sitio mismo en
que estuvo el antiquísimo santuario ó ermita de Nuestra
Señora), quedó bajo el patronato Real, que el mismo
monarca y sus sucesores se apresuraron á aceptar, col-
mando de privilegios, mercedes y cuantiosos dones á esta
Beal casa y santuario, enriqueciéndole con primorosas
obras de arte, y ostentando, en fin, por todos los medios
imaginables sii piadosa devoción hacia la Santa Patrona
de su corte Real (1). — Un tomo entero no bastaría acaso
para reseñar la historia de su piadoso culto, los testimo-
nios vivísimos de adoración y de entusiasmo de que en
todos tiempos ha sido objeto por parte de los monarcas,
de la corte y vecindario de Madrid; sus solemnes trasla-
(1) Sobre este titulo de pa-
trona de Madrid, con que es
apellidada alternativamente esta
imagen y la de Nuestra Señora
de la Alraudena, también han
entablado graades controver-
sias los escritores; pero de ellas
puede deducirse que en los pa-
sados tiempos, y hasta la venida
de la corte, la de la Almndena
era la designada generalmente
por patrona de la Villa, y por lo
tanto, la de Atocha se sobren-
tiende serlo de la corte. •
EL PRADO VIBJ'O. 61
cioneSy ñnas veces al palacio de nuestros Reyes con mo-
tivo de graves peligros en su vida; otras á diversos tem-
plos, con ocasión de pestes, guerras j demás calamidades;
sus regresos triunfales á esta santa casa, de dos de los
cuales hemos sido testigos en este siglo; la primera, á la
expalsion de los franceses, que convirtieron en cuartel y
caballeriza el convento é iglesia; y la segunda, cuando, ya
extíngoidos los Regulares, se designó, en 1838, á este
Mificio para Hospital de inválidas militares, — El templo
de Atocha, restaurado en lo posible por la piedad del rey
D, Femando VII, ostenta hoy en su altar aquella primi-
tiva y celebérrima imagen. De sus elevados muros pen-
den los gloriosos estandartes de los antiguos tercios cas-
tellanos, las inmortales banderas de los modernos ejércitos
de la guerra de la Independencia. Los dos caudillos más
memorables de ella, Castaños y Palafox, yacen bajo
sus bóvedas, aguardando el monumento nacional que ha
de eternizar materialmente las glorias de Bailen y Zara-
goza, También en sus capillas se han inaugurado recien-
temente los suntuosos sepulcros de los generales Prim,
marqués de los Castillejos, y Concha, marqués del Duero,
y los veteranos inválidos de nuestros ejércitos, la corte y
el pueblo de Madrid llenan constantemente su recinto y
confunden á todas horas sus plegarias con las de los mo-
narcas, que, según la costumbre introducida desde Feli-
pe III ^ vienen á este santuario todos los sábados á im-
plorar la protección divina, y en ocasiones solemnes de
8u advenimiento al trono, de su entrada en Madrid, de
sus casamientos ó de la presentación del heredero de la
corona, celebran en él las más grandiosas ceremonias de
1a Iglesia y de la corte.
El trozo del paseo que conduce á esta iglesia, desde prado de Atocha,
donde se alzaba la mezquina puerta del mi^o nombre,
Uamada primitivamente de Vallecas, y derribada en estos
62 EL AimOUO MADRID.
Últimos años, es el menos decorado y brillante del Prado^
y consiste sólo en algunas filas de árboles, con nn camino ¡
central para los cocbes y estrechos paseos laterales entre t
el cerrillo en que estnvo la ermita de San Blas (más
abajo de donde hoy el Observatorio Astronómico) y la
cerca que da al camino de Vallecas (hoy ya derribada),
y arrimada á la cual está la otra mezquina ermita, deno-
minada del Ángel j y antes del Santo Cristo de la Oliva.
Pero aun este mezquino paseo ó alameda no existía en
esta forma en el siglo xvii, presentando sólo entonces el
aspecto desnudo y pelado de una carretera.
El otro trozo considerable del paseo moderno, que
media entre dicha calle de Atocha y la Carrera de San
Jerónimo, consistió, hasta fines del siglo último, en una
estrecha calle de álamos, flanqueada por algunas huertas
del lado de la población, y por el opuesto limitada por el
inmundo barranco ya mencionado, que venía descubierto
desde las afueras de Recoletos.
Prado de San ^^^ ^^^^ lado, cutrc la Carrera y la calle de Alcalá, es
Jerónimo. dondc cxistió de más antiguo el paseo primitivo y favo-
rito de los madrileños, pues que vemos que el maestro
Pedro de Medina ^ que se supone escribia en 1543 sn
libro de Grandezas y cosas memorables de España (aun-
que la edición que tenemos á la vista lleva la fecha de
Alcalá, 1560), consagraba ya á este paseo las lineas
siguientes :
<ic Hacia la parte oriental (de Madrid), luego en salien-
»do de las casas, sobre una altura que se hace, hay un
» suntuosísimo monesterio de frailes Hierónimos, con
j) aposentamientos y cuartos para recibimiento y hospe-
)) dería de reyes, con una hermosísima y extendida huerta.
3> Entre las casas y este monesterio hay, á la mano
y) izquierda en saliendo del pueblo ^ una grande y hermosí»
»8Íma alameda, puestos los álamos en tres órdenes, que
EL PRADO VIEJO. 6$
chacen dos calles muy anchas y muy largas, con cuatro
^ fuentes hermosísimas y de lindísima agua, i trechos
^pnestas por la una calle, y por la otra muchos rosales
1» entretejidos á los pies de los árboles por toda la carrera.
> Aqní^ en esta alameda, hay un estanque de agua que
:» ayuda mucho á la grande hermosura y recreación de la
^alameda.
i>A la otra mano, derecha del mismo monesterio^
1^ saliendo de las casas, hay otra alameda, también muy
^apacible, con dos órdenes de árboles, que hacen una
acalle muy larga hasta salir al camino que llaman de
i& Atocha; tiene esta alameda sus regueros de agua, y en
»gran parte se va arrimando por la una mano á unas
> huertas. Llaman á estas alamedas el Prado de San Hie-
^rónimoj en donde, de invierno al sol, y de verano á gozar
^de la frescura, es cosa muy de ver, y de mucha recroa-
^cion, la multitud de gente que sale, de bizarrísimas da-
:»mas, de bien dispuestos caballeros, y de muchos señores
i>y señoras principales en coches y carrozas. Aquí se goza
Dcon gran deleite y gusto de la frescura del viento todas
3>la8 tardes y noches del estío, y de muchas buenas miisí-
»cas, sin daños, perjuicios ni deshonestidades, por el buen
:^ cuidado y diligencia de los alcaldes de la corte.»
El maestro Juan López de Hoyos, en su tantas veces
citado libro de la entrada de la reina doña Ana de Austria
en 1569 , hace^todavía más entusiasta descripción del en-
tonces nuevo paseo del Prado, y de su decoración para
esta fiesta ; pero su mucha prolijidad nos priva de re-
producirla aquí, remitiendo al lector al Apéndice, donde
haremos un extracto de aquel rarísimo libro.
A pesar de estas exageradas relaciones del Prado do
Madrid á mediados del siglo xvi, hechas por autores con-
temporáneos, creemos que debian ser tan gratuitamente
64 EL ANTIOTJO MADRID.
•encomiásticas como de costumbre, cuando sabemos por
la tradición lo escabroso é inculto de aquellos sitios, y
hasta los vemos representados minuciosamente, un siglo
después , en el plano de 1656. — ^En él se ven efectivamen-
te dos alamedas formadas por tres filas de árboles desde
la calle de Alcalá hasta la Carrera. El barranco que cor-
ría por toda la línea del paseo se hallaba poco más ó me-
nos por donde ahora el paseo de coches , j sobre las al-
turas cercanas al Retiro , donde después el cuartel de
artillería (hoy derribado), estaba el Jueffo de pelota y ha-
biendo tenido la Villa que desmontar parte de aquella for-
midable altura, que estaba allí desde el principio d^l mundo
•(según afirma seriamente Pinelo), para facilitar el acceso
al Real sitio con ocasión de unas solemnes fiestas en 1637,
que reseñaremos á su tiempo. Próximamente adonde
está ahora la fuente de Neptuno habia una torrecilla para
las músicas que amenizaban el paseo, y una fuente titula-
da el Caño dorado , y alguna otra igualmente insignifi-
cante por donde ahora la de Apolo. A la parte de la po-
blación cerraban el paseo las cercas de los jardines con-
tiguos, y las modestas fachadas y miradores de las casas
de los duques de Lerma, de Maceda, de Monterey y de
Béjar. Asi se ve también en nn precioso cuadro de prín-
cipios del siglo xvii , que posee en su apreciable colección
el Sr. Marqués de Salamanca.
Este era, pues, todo el adorno de aquellas deliciosas
alamedas del maestro Medina, de aquel romántico paseo
y sitio de recreación, de aventuras y galanteos, déla
poética y disipada corte de los Felipes III y IV, la que,
por lo visto , quedaba satisfecha con tan pobre aparato y
tan míseras condiciones de comodidad. Verdad es que en
aquellos tiempos de valor y de galantería, la poesía y el
amor solian embellecer los sitios más groseros é indife-
SL PBAIK» TUJCl t^
rentes ; pues aunque Lope ¿e V^r^. m^ «r siunnc»
mal hmnor^ se dejó decir:
>Soo T «rán «¿tenida» :
iBien hacéis ck xatsxz jrbáitf r
«Pues haj b«A pos» ^
y el cáustico Villaiaediana. x^H'-skniy ^l :^l?zr: ^lo.^^^io
al propio paseo, lo expresó ukutú c«:c ká^ o^ts«í-cij»io :
•Llego á Mjdñl. t a:. 3ccí:xi>: kl P->f' ;
dY no lo desooDOXD^ por • "tíí: ,
ySino porque me coc^t» ^:j!- e» p labi'
BPor mochos que defateta «er paúv. :«
en cambio, Calderón, Bojas t Moreto« t !o§ denui« e^
critores de sa tiempo, se esmeraron en poetizarle á por-
fía con las deserípciones más bellas j faaciéodole teatro
de las escenas más interesantes de sos dramas. ¿Qnién no
trae á la memoria aqnellas damas tapadas que . á hurtadi-
llas de sus celosos padres ó hermanos, venían i este sitio
al acecho de tal ó cual galán perdidizo, ó bien que se le
hallaban allí sin buscarle? ¿Quién no cree ver á éstos^ tan
generosos, tan comedidos con las damas, tan altaneros
con el rival? ¿AqneUas criadas malignas j revoltosas,
aquellos escuderos socarrones y entremetidos, aquellos le-
vantados razonamientos, aquellas intrigas galantes, aque-
lla metafísica amorosa, que nos revelan sus ingeniosisi-
mas comedias (únicas historias de las costumbres de su
tiempo), y que no sólo estabgín en la mente de sus autores,
pues que el público las aplaudia y ensalzaba como pintu-
ra fiel de la sociedad, espejo de su carácter y acciones?
¡Qué gratas memorias debian acompañar á este Prado,
que todos los poetas se apropiaban como suyo I Y cuando
u»
66 EL ANTIGUO MADBII).
sa inmediación á la nueva corte del Betiro le hizo acrecer
aún en importancia, ¡ qué de intrigas, qué de venganzas,
qué de traiciones no vinieron también á compartir con la
histórica su poética celebridad !
En los tres jardines reunidos de las casas de los duques
de Maceda (donde hoy el de Yillahermosa), del Conde
de Monterey (donde hoy San Fermin) y de D. Luís Mén-
dez Carrion, marqués del Carpió (hoy de Alcañices), fué
donde tuvo lugar la famosa fiesta dada por el Conde-duque
de Olivares á Felipe IV y su corte, la noche de San Juan
de 1631, cuya pomposa y curiosísima relación inserta
Pellicer como apéndice de su libro titulado Origen de la
comedia en España.
En ella se representaron dos comedias, una de Lope de
Vega, titulada La Noche de San Juan^ y otra de Quevedo
y D. Antonio Mendoza, con el titulo de Quien más miente
medra más (que acaso sea la comprendida en las obras de
este último con el título de Los Empeños del mentir).
Hubo ademas bailes, músicas, cena y mascaradas, y luego
una suntuosa rúa por el paseo inmediato hasta el ama-
necer.
En el último término de este cuadro poético de galan-
tería y voluptuosidad aparecían las tostadas murallas y
saxi Jerónimo, góticas agujas del monasterio de San Jerónimo el Beal,
trasladado á este sitio por los Beyes Católicos, en los prin-
cipios del siglo XVI, desde el camino del Pardo, donde le
fundara Enrique IV con motivo del paso honroso defen-
dido en aquel sitio por su privado D. Beltran de la Cue-
va. A este celebérrimo monasterio , á que se hallaba uni-
do desde tiempo de sus fundadores un cuarto ó aposenta^
miento Realy solian retirarse los reyes Felipe II y sas
sucesores en las solemnidades de la Iglesia ó en sus gran-
des tribulaciones ; y en su templo (el más importante de
los pocos que se erigieron en Madrid en el estilo ojival)
EL PBABO VIEJO. 67
verificaron^ desde el reinado de Femando el Católico,
]as Cortes del reino j las solemnes ceremonias de la jura
de los Principes de Asturias, desde la* de Felipe II, veriñca-
da en 1528, hasta la de la reina doña Isabel II, en 1833.
— ^El convento quedó destruido por los franceses, pero la
iglesia, aunque reparada j decorada exteriormente según
sa estilo, se halla hoy abandonada, aunque parece ha de
quedar incorporada como parroquia al Prado y el Retiro.
Del lado de Recoletos, á la izquierda de la alameda, P™do de r«oo-
estaba la famosa huerta del regidor , Juan Fernandez, que
era un sitio de pública recreación, y de que hacen mención
las comedias de aquel tiempo, y especialmente la que el
maestro Tirso de Molina la consagró, haciéndola servir
de lugar de su escena y titulándola con su mismo nom-
bre; es la misma huerta que luego fué de la casa de la
Dirección de Infantería, detras de la fuente de Cibeles;
hoy derribada la casa, y la huerta ó jardin destinados á
paseo púbUco y al Parque de Buenavista ; más adelante
estaba el delicioso Retiro del almirante de Castilla don
Juan Gaspar Enriquez de Cabrera j duque de Medina de
Bioseco, convertido más adelante por el mismo en con-
vento, y la sala de su teatro en iglesia de las religiosas de
San Pascual; más allá otra casa-palacio y jardin del Conde
de Baños, después del de Medina de las Torres, y enfrente
la huerta de San Felipe Neri (luego de la Veterinaria) (1),
el jardin del Marqués de Montealegre , donde hoy los pa-
lacios de los Sres. Salamanca, Calderón y Remisa, y que
llegaba hasta la huerta del Condestable (de los duques de
Frias), que es la que hoy se extiende detras de la Plaza
de los Toros y ocupada en parte por la calle de Claudio
Coello, en el barrio de Salamanca.
(1) Se construye en este sitio el edificio destinado á Bibliotecas
J Museos.
68 EL ANTIGUO KADBID.
Como contraste de tan ostentoso aparato profano , en
medio de todas aqaellas mansiones de animación j de pla-
cer, otro austero convento elevaba allí también al cielo
coítSf*"^ ^*" sns religiosas torres ; era el de padres Agustinos Recole-
tos^ fundación de doña Eufrasia de Guzman, princesa de
Asculi, marquesa de Terranova, en 1595, y engrandecido
más adelante con la protección del famoso Marqués de
Mejorada, secretario de Estado de Felipe Y, que vino á
yacer en él en un suntuoso sepulcro. También reposaba
bajo otro mausoleo, en la misma iglesia, el insigne diplo-
mático y escritor D. Diego de Saavedra Fajardo y que al
cabo de su agitada vida se habia retirado á este con-
vento.
De este modo, en la larga extensión de los frondosos
paseos del Prado Viejo, al principio, medio y término de
ellos, entre el bullicio de la corte, de la voluptuosidad y
de la poesía , se bailaban colocadas tres casas de austeros
cenobitas, dominicos, Jerónimos y agustinos, y la cam-
pana de Atocha, que sonaba á la bora del Ángelus, hallaba
luego eco en la de San Jerónimo , para terminar su reli-
gioso clamor en las sombrías alamedas sobre que desco-
llábanlas torres de Recoletos.
Todo ha variado completamente con el trascurso del
El paseo del , , ,
Prado. tiempo y las exigencias de la época ; y donde antes el in-
culto, aunque poético, recinto en que se holgaba la corte
madrileña, se extiende hoy y admira uno de los más be-
llos y magníficos paseos de Europa. A la voz del gran
Carlos III, de este buen rey, á quien debe su villa natal
casi todo lo que la hace digna del nombre de corte , y por
la influencia y decisión del ilustrado Conde de Aranda, 8ü
primer ministro, cedieron todas las dificultades, hubieron
de callar las excusas producidas por la ignorancia ó por la
envidia, contra el grandioso pensamiento y sus numero-
sos detalles propuestos para la obra colosal de este paseo
EL PRADO VIBJO. 69
por el ingeniero D. José Hermosilla y por el arquitecto
D. Ventura Bodrignez. — Explayóse grandemente el ter-
reno con desmontes considerables; terraplenáronse ó se
cabrieron y allanaron los barrancos, plantándose multitad
de árboles, y proveyéndose á su riego con costosas obras;
alzáronse á las distancias convenientes las magníficas
fuentes de Cibeles, de Apolo, de Neptuno, de la Alcachofa
y otras 9 y se formaron, en fin, las hermosas calles y pa-
seos laterales y el magnifico salan central, — No contenta
con esto la ilustración de aquel inmortal monarca, levan-
tó & las inmediaciones del Prado suntuosos edificios con
destino á importantísimos establecimientos científicos ó
de beneficencia , y que al paso que sirviesen á estos ob-
jetos^ concurrieran también á dar á aquel brillante paseo
todo el realce y grandeza que merece.
Sobre el cerrillo vecino á Atocha fué construido á sus
expensas, por el arquitecto D. Juan de Villanueva, el pre-
cioso Observatorio Astronómico; en la parte baja, y frente
al inmenso Hospital General, el precioso y útilísimo Jar-
din Satánico, Civium saluti et oblectamento, como dijo don
Juan de Iriarte en la elegante inscripción de su entrada;
frente de ésta, la Real Fábrica Platería, con su bellísimo
pórtico, y más allá, el magnífico Museo con destino á
Ciencias Naturales, que, concluido en el reinado de Fer-
nando Vlly ha sido destinado á pintura y escultura, y
forma hoy el orgullo de la corte matritense; mejoró y
decoró el sitio del Buen Retiro, cercándole con un fuerte
muro , dividiéndole del Prado con una elegante verja y
dándole su entrada principal por la puerta de la Glorieta,
frente al Pósito; y engrandeció alargando por aquel lado
la entrada de Madrid con el arco de triunfo que termina
la calle de Alcalá. — Hoy el refinamiento del gusto y la
moderna cultura han venido á corresponder dignamente
á la obra del gran Carlos III^ cubriendo de suntuosas
70 EL AKTIOUO MADRID.
mansiones y verdaderos palacios, una 7 otra orilla del pa-
seo, decorando éste por toda su extensión y y colocando en
sn centro el monamente patrio al Dos de Mayo y j á k
cabeza j final de él, dos establecimientos que emblemaii-
zan el desarrollo de la riqueza j el movimiento de la in-
dustria.— Una casa de moneda y una estación de ferro-
carril.
A la turbulenta agitación y i la voluptuosa galantería
de la corte de los Felipes ha sucedido la elegante cortesía
de la actual; al severo tañido de las campanas de Atocha,
de San Jerónimo y de Becoletos, el silbido de la locomo-
tora, el humo del vapor y el compasado golpeo del vo-
lante sobre el troquel.
VL
LÍNEA CENTRO ORIENTAL.
BNTRB BL PRADO T LA PÜBBTA DBL SOL.
Tócanos ahora penetrar en el distrito central oriental
de la nueva población por su ingreso natural del Prado
Yiyo, frente al antiguo monasterio de San Jerónimo, por
donde en principios del siglo xvii, y antes de existir el
sitio del Buen Retiro, venia el camino de Yalnegral (Bro-
ñigal), según aparece claramente en la relación de la en-
trada de la reina D.* Ana de Austria, prolijamente hecha
por el maestro Juan López de Hoyos. — En un capitulo
anterior, y con referencia á la prolongación del arrabal
desde la Puerta del Sol hacia el Prado, dudamos que la
LÜnSA CBKTBO OBIENTAL. 71
tapia ó cerca que se supone á dicho arrabal continuara
más allá de ]a misma Puerta del Sol ; y efectivamente, ni
dicho maestro Hoyos , ni los escritores contemporáneos,
hacen mención de ella, deduciéndose solamente de sus in-
dicaciones que el caserío de uno y otro lado de la Carre-
ra se fué extendiendo naturalmente hacia San Jerónimo,
y que ya en 1569 (época de la entrada de D.* Ana de
Austria) llegaba hasta donde poco después se fundó el
convento del Espíritu SantOy y que allí, en la entrada dd
puebloy <se elevó el primer arco triunfal, que tan prolija-
mente describe el dicho autor. — No paró aquí la prolon-
gación, sino que continuó hasta el mismo Prado de San
Jerónimo, y ya en los límites que hoy tiene dicha Carrera
la vemos claramente pintada en el ya citado cuadro, que
la representa en principios del siglo xvii y que posee el
Excmo. Sr. Marqués de Salamanca. — Mírase en su primer
término la alameda del Prado y la torrecilla que habia
donde ahora la fuente de Neptuno, y en que se coloca-
ban las músicas que amenizaban el paseo ; á la izquierda
la casa-palacio del Marqués de Denia (después duque de
Lerma), y hoy del de Medinaceli, que tenía á su esquina
una torre, que conservó hasta fines del siglo pasado; á la
derecha algunas casas particulares y las del Duque de Ma-
ceda, la de la Marquesa del Valle (después la Dirección
de Minas y hoy reconstruida de planta ) , y enfrente la
manzana del convento de Santa Catalina (entonces Hos-
pital General.)
De suerte que desde principios del siglo xvii presen-
taba este sitio, con corta diferencia, el aspecto con que ha
llegado á saludar al actual. — Convertido este distrito, por
su ventajosa posición, en el más importante del nuevo
Madrid, desde entonces fué el favorito de las clases más
elevadas de la antigua y moderna aristocracia, y vióse
pronto cubierto de importantes edificios religiosos, de
76
BL ANTIQÜO MADRID.
la reunión del Estamento de Procuradores; j habilitado
convenientemente el templo para salón de sesiones, y dán-
dole un ingreso decoroso por esta plazuela j otro por la
accesoria de la calle del Sordo, se hizo en el resto del edi-
ficio la distribución oportuna, y continuó sirviendo á este
objeto en las diversas y borrascosas legislaturas siguien-
tes, hasta Mayo de 1841, en que, habiéndose declarado
ruinosa una gran parte de la obra, se trasladó el Congre-
so de Diputados al salón del teatro de Oriente. Acordada
después por ley expresa la construcción del nuevo palacio
scbre el sitio mismo que ocupaba el antiguo (1), se colocó
por S. M. la reina D.* Isabel II la primera piedra el día
10 de Octubre de 1 843 ; y siguiendo la obra bajo la direc-
ción y planes del arquitecto D. Narciso Pascual y Colo-
(1) Este acuerdo fatal privó
á la capital de España de osten-
tar en sitio conveniente un mo-
numento público de tan alta im-
portancia, al arquitecto de lucir
la esplendidez de sus planes, y
al Congreso mismo de su futura
comodidad y desahogo. Pero la
intolerancia y exclusivismo de
los partidos políticos pudieron
más que las razones de conve-
niencia que se expusieron para
la construcción de este palacio
en el sitio que ocupaba el Tívoli
ó en la huerta de la casa en que
estaba la Dirección de Infante-
ría, previa la desaparición de
ésta, y dando aquél frente .al
magnifico salón del Prado. Am-
bas cosas eran más convenien-
tes , menos costosas y hacederas,
por la mayor espaciosidad y ni-
velación del terreno, holgara
del aspecto y acceso convenien-
te ; pero el Gobierno , llamado
progresista, de aquellos afios se
empeñó decididamente en sos-
tener el acuerdo de construir el
nuevo edificio en el mismo so-
lar del antiguo, para anudar la
memoria de ambos; así como el
Gobierno anterior de 1834, ape-
llidado moderado, se negó abier-
tamente á reunir las primeras
Cortes generales en el antigno
salón del convento de D.' Ha-
ría de Aragón, a para que no pa-
» reciese que eran una continna-
»cion del espíritu é ideas de
»1823]» , y designó él mismo el
templo del Espíritu Santo para
el Estamento de Procuradores^
y el Cason del Retiro para el de
Proceres,
LÍNEA CBNTRO OBIENTAL. 7.3
liistórica.— Con decir que en esta casi regia mansión vivió
el poderoso ministro de Felipe III , su fundador^ durante
su inmenso valimiento, y después, siendo cardenal, queda
manifiesta la importancia histórica de este palacio. — No
fué menor el interés literario de que le revistió después el
ilustre duque de Medinaceli D. Antonio de la Cerda,
gran protector de los célebres ingenios de aquel brillant(d
siglo XVII, haciéndole servir de teatro, donde en suntuo-
sas fiestas palacianas ostentaban las claras dotes de su in-
genio los Lopes y Calderones, Guevaras j Moretes y de-
más que formaban la pléyade luminosa de nuestra repú-
blica literaria. Habitando en esta casa él insigne Quevedo
fué preso, por una sátira que se le atribuyó, en la noche
del 7 de Diciembre de 1639.
A este palacio, en fin, se retiró Felipe Y , á la muerte
de su primera esposa D.* María Gabriela de Saboya, en
Febrero de 1714, por consejo y disposición déla intrigan-
te y poderosa Princesa de los Ursinos (1).
Frontero á este palacio se eleva hoy el elegante y mo- Paiacío de vi-
demo de los dttques de Villa-Hermosa y suntuosa obra de"**^™^*-
primeros años de este siglo, construida por orden de la
duquesa viuda D.* María Pignatelli y Gonzaga, bajo los
planes y dirección del arquitecto D. Antonio López de
Aguado. Este bello edificio es una de las construcciones
más dignas é importantes del moderno Madrid. Su inte-
rior es correspondiente á sus elegantes fachadas, distin-
guiéndose notablemente su grandiosa escalera, la magní-
fica capilla ducal y el suntuoso salón de bailes, en que es-
tovo el teatro de la brillante sociedad del Liceo Artístico y
Literario^ y las principales habitaciones ocupadas por los
daques propietarios, y que en 1823 habitó el delfin de
(1) Histoire publique et secrete de la cour de Madrid, Colo-
gne, 1719.
LÍNEA CENTRO ORIENTAL. 77
mer^ qnedó terminada en 1850, habiéndose celebrado en
^1 la sesión regia de apertura de las Cortes el dia 3 de No-
YÍembre de dicho año. No es de esta ocasión entrar en la
descripción crítica ni artística de este moderno palacio,
apreciado de diversas maneras, pero que, tal cual es, cons-
tituye uno de los principales monnmentos artísticos del
Madrid moderno, j el más importante acaso de los cons-
tmidos en nuestros dias.
Frente á este moderno palacio y antiguo convento del sant» catalina.
Espíritu Santo estaba la casa que, desde el reinado de
Felipe II, servia de Hospital general, y después, ocupada
por las monjas franciscas de Santa Catalina^ demolida
por los franceses, fué sustituida, hacia 1818, por una
manzana de casas particulares, siendo de lamentar que no
se hubiese aprovechado entonces aquel preferente sitio
para la construcción de un gran edificio público de ma-
jestuoso aspecto y grandeza.
AI costado de la iglesia del Espíritu Santo, hoy pala-
cio del Congreso, estaba la casa de los duques de ITijar,
notablemente mejorada con el rompimiento de la nueva
calle de Floridablaiica, entre ella y dicho palacio, que
creemos hizo construir el Marqués de los Balbases, ó
reformar la que entonces existia, propia del Marqués de
Spínola, y antes del caballero D. Carlos Stratta, famoso
y opulento comerciante, natural de Genova, aunque
avecindado en España, y tan considerado en la corte de
Felipe IV, que mereció de él la merced del hábito de
Santiago para sí, y para su hijo D. José la encomienda
de las casas de Toledo y el título de marqués ds Robledo
de Chávela,
En su casa se vistió el mismo rey D. Felipe, el domin-
go 15 do Febrero de 1637, á efecto de salir con todo el
tren para la 7nascarada Seal que tuvo en el Buen Retiro,
en celebridad de la elevación al imperio de su cuñado el
78
EL ANTIGUO MADRID.
Bey de Hungría; magnífica fnncion, mny señalada en los
anales de Madrid y que describiremos en el capitulo del
Buen Retiro. Los ostentosos adornos y grandeza con qae
estaba enriquecida la casa del caballero Stratta ; el festín
y regalos que tributó al Monarca este opulento magnate,
ineron cosa que ocupa algunas páginas en los anales de
esta villa; y de esta solemnísima ocasión databa acaso
la señal que ostentó esta casa hasta nuestros dias, de ana
cadena sobre el dintel de la puerta, que también tenian
.otras casas, como distintivo de haberse aposentado en
ellas la persona Real. — Este palacio, vendido hace pocos
años, fué derribado, y construida en su solar, por la So-
ciedad apellidada La Peninsular j una manzana de ele-
gantes casas.
El palacio de los señores duques de Híjar era mo-
derno y digno de tan ilustres personajes, en qaienes
han venido á reunirse los marquesados de Orani y de San
Vicente, los condados de Aranda, Salvatierra, de Riva-
deo y otros muchos; mereciendo especial mención en
aquélla el suntuoso salón del solio ^ apellidado de los Ta-
pices, en que todos los años recibe S. E. con gran solem-
nidad el vestido que llevó S. M. el dia de la Epifanía (1).
(1) El sefior rey D. Juan
el II hizo merced á D. Rodrigo
de Yillandrando, conde de Ri-
vadeo, por privilegio despacha-
do en Torríjos, el año de 1441,
de que, en memoria del señalado
servicio que hizo á S. M. el dia
de la Epifanía, adquiriéndole la
entrada en la ciudad de Toledo
y salvando su Real persona, él
y sus sucesores en su casa se
sentasen en la mesa de SS. MM.
y la de los señores reyes sus
sucesores en Castilla y León, en
aquel dia, y les fuesen dadas las
ropas y vestiduras que se vistie-
sen en él, y la forma en que se
ejecutaba esta función es la si-
guiente :
£1 Conde iba á palacio á la
hora de mediodia, acompañado
de sus parientes y amigos, y
aguardaba en la parte que tiene
entrada á que saliera S. M. i
comer.
Después de haber cubierto y
iíkka osktbo oriektat..
7»
Era ignalniento notable sa lindo teatro, en que se re-
presentaron, hasta los primeros años del siglo actual, por
puesto la mesa pora 8. M. en la
antecámara, en la forma que se
acostumbra en la comida públi-
ca y solemne, trayendo las vian-
das con maceros, atabales y
trompetas (se refiere al afto
1651), sale S. M. acompañado de
los grandes, mayordomos y gen-
tiles-hombres de la cámara. Los
castro reyes de armas con cotas
toman su lugar sobre la tarima,
á las cuatro esquinas, y los ma-
ceras abajo, á los dos lados de
la tarima, con sus mazas para
desembarazar el paso y acom-
paftar la copa cuando S. M. la
pide.
En lavándose S. M., habiendo
echado la bendición el prelado
y sentádose S. M. , al tomar el
mantel y la servilleta, hace seña
al Conde de Rivadeo para que
ae siente, y al mismo tiempo un
ayuda de la furriera le pone un
banquillo de nogal en el testero
de la mesa á la mano izquierda
de 8. M., donde se sienta des-
cubierto, y porque en la mesa
no hay recado ninguno para el
Conde, un ayuda de la panatería
disimuladamente le da una ser-
villeta, y en ella un panecillo y
cuchillo. Los platos de que Su
Majestad no gusta, hace seña al
trinchante para que se levanten,
y los que va comiendo aparta á
la mano izquierda hacia el Con-
ds, el cual, después de haber
comido de ellos, los da al sausier
ó á un ayuda. En sirviendo á Su
Majestad la copa, lleva al Conde
la suya (que para este efecto
sube secreta del oficio de la Ca-
va) algún pariente de su casa,
descubierta y sin salva. En le-
vantándose 8. M. y levantado el
último mantel, el Conde se pone
en pié, quita la mesa el aposen-
tador de palacio y sus ayudas,
da las gracias el limosnero ma-
yor, el Conde besa á S. M. la
mano y le acompaña oOn los
demás caballeros hasta su apo-
sento, y los mayordomos y gen-
tiles-hombres de la boca se van
á comer al Estado, y con ellos
el Barlet Servant.
(^Hace muchos año», inclmo el
presenUy que por la vtayordomia
Tnayor de S. M, se avisa á S, E,
con la debida anticipación que
S» M, no come en público^ y que^
por lo tanto, no puede disfrutar
del privilegio de sentarse á su
Real mesa como conde de Ri-
vadeo.)
Las diligencias y formalida-
des que se observan hof/ para la
solicitud y recibo del vestido que
el Rey se pone el dia de la Epi-
fanía de cada un año son las
siguientes :
El Excmo. Sr. Duque de Hi-
jar pasa un oficio al Sr. Sumi-
ller de Corps, á fin de que haga
presente á S. M. que correspon-
80
EL ANTIGUO MADBID.
las personas más distingaidas de la aristocracia, diversas
fanciones dramáticas j líricas, algnnas de ellas, como la
diéndole, como conde de Riva-
deo, la8 Reales vestiduras que
usó S. M. el dia de la Epifania,
se digne dar la orden correspon-
diente para su entrega.
£1 seftor Sumiller contesta al
seftor Duque que el vestido está
pronto, y que señale dia y hora
para recibirle : vuelve S. £< á
escribir señalando dia y hora,
que siempre acostumbra ser tres
ó cuatro dias después, para que
el Sumiller tenga tiempo de co-
municar sus órdenes al guarda-
ropa de S. M. , y éste á sus de-
pendientes: asimismo se pasa
otro oñcio al caballerizo mayor
para el coche de la casa Real,
mancebos y cocheros que han
de ir con él ; otro al capitán de
alabarderos para que nombre y
envié los que han de acompañar
el vestido ; la hora que se señala
es generalmente las once de la
mañana.
Sale dicho vestido, desde Pa-
lacio, en un coche de la casa
Real, de media gala, tirado de
cuatro muías á guias, acompa-
ñado de cuatro alabarderos y
sus correspondientes mancebos;
de la Real casa viene en dicho
coche el jefe del guardaropa de
Su Majestad, que trae el vestido
colocado en una bandeja envuel-
ta en un tafetán, y dos ayudan-
tes del guardaropa.
£n el gran salón de tapices
de la casa de S. £. hay on do-
sel, y delante de él una mesa y
silla, en la que se sienta S. K á
la hora señalada.
Al llegar el coche á U casa
del señor Duque , se bailan los
jefes y dependientes de sus ofi-
cinas en traje de etiqueta, y loe
criados y lacayos con librea de
gala, aguardando al pié de la
escalera, y dichos ayudantes
del guardaropa se apean y reci-
ben la bandeja cubierta con el
tafetán que contiene el Real ves-
tido; y luego que lo verifica el
jefe del guardaropa, vuelve i
recibir la bandeja y la sube en
sus manos, acompañada de los
cuatro alabarderos, ayudantes
del guardaropa, dependientes,
criados y lacayos del señor Du-
que. Al apearse del coche el jefe
del guardaropa, el escribano de
la casa de S. £. le pregunta
cómo se llama, para insertarlo
en el testimonio con los porme-
nores de la ceremonia.
Subiendo toda la comitiva, los
dos ayudantes del guardaropa,
junto con su jefe, y al lado los
cuatro alabarderos, entran en el
salón destinado al efecto, en
cuyo momento S. £. el señor
Duque se levanta , les hace so
cumplimiento saliendo á una
punta de la mesa y se vuelve i
su silla, y el jefe del guardaropa
le dice : «que el Rey (hoy Ift
LÍNEA CENTRO ORIENTAL.
81
tragedia de Las Trcyanas, obra del ilustre duque ÓAm
Águétin de Suva, á que algunas veces asistieron los mis-
mos monarcas (1).
Contiguo 4 este palacio esté el Hospital Pontificio y Loa luiianof.
Regio de San Pedro de los Italianosj establecido en 1598
bajo la protección del nuncio Camilo Gaetano^ y destina-
do á los naturales de aquel país. Tiene su pequeña iglesia,
muy concurrida, y en la que se celebra el culto con no-
table aparato ; pero bajo el aspecto artístico ofrece poco
digno de atención.
Frente á esta iglesia y hospital habia un convento de Monjaa de pinto.
monjas bemardas, llamadas de Pinto, por haber sido
fundado en aquella villa en 1539, y trasladadas á ésta
en 1588. Era un edificio muy poco notable, y su iglesia,
pobre y desnuda de adornos; pero con su jardin accesorio
comprendía 66.779 pies entre la Carrera de San Jeróni-
mo y la calle del Baño; y habiendo sido demolida hacia
1837, se construyeron en él tres magnificas casas parti-
culares. También se demolió la moderna de los duques
> Reina) le ha mandado, en cum-
iplimiento de su privilegio
»como conde de Rivadeo, lle-
> varíe el vestido que usó el dia
>de la Epifanía B, y oido el re-
cado, se levanta el señor Du(}ue
y responde que se pone á los
Keales pies de S. M. y le da las
gracias por las honras que dis-
pensa á su casa y persona. He-
cha esta ceremonia, se retiran
por el mismo orden que entra-
ron en la sala, y S. £. para des-
pedirlos se levanta y sale basta
I^ punta de la mesa. Acto con-
tinuo y á presencia del escriba-
n.
no de su casa descubre S. E. el
tafetán, y se extiende testimonio
en fomia de las prendas de que
80 compone el vestido, se man-
da un traslado á la Suxnillería, y
otro queda en el archivo de la
casa del sefior Duque, donde
existen muchos testimonios de
este acto, referentes á diversos
reinados.
(1) También ha sido derriba-
do este palacio, y construida en
su solar una manzana de casas
magnifica por la sociedad Pe-
ninsular,
6
82 EL ANTIGUO MADRID.
Tf
de Tamámes, por el saliente que hacia estrechando la ca-
lle, y la contigua de la Marquesa de Yaldegama, en caja
esqtdna estaba el sotanillo llamado la Botillería de Cano^.
sa, que hacía las delicias de nuestros padres y abuelos.
Casas de la Otrds várías casas, propias de la grandeza, se levanta-
*^*^*"* ron en esta Carrera, en los siglos xvii y xviii, alguna
de los cuales, como la señalada con el número 5 antiguo
y 40 moderno, propia de los marqueses de Iturbietaj
esquina á la calle del Baño, ha sido reconstruida de plan-
ta ; la del número 38, propiedad, después, del general
Liñan, que iaé de los marqueses de Casa-Fontéjos, es-
quina á la del Lobo, existe en pié; habiéndose derribado,
pocos años há, la del Príncipe de las Torres y en donde
estuvo la famosa fonda y café de la Fontana de Oro, y
después el hotel y librería de Monier; y á la acera izquier-
da existen también las modernas del Marqués de Santiago
(donde ahora está el Casino) y la del Conde de Villapa»
tema y D. Antonio Pando y Bríngas, hoy del señor Mar-
qxiés de Miraflores (1 ).
Terminaba la Carrera en la Puerta del Sol con los dos
edificios religiosos de la Victoria y el Buen Suceso. Del
primero ya hablamos en el capítulo anterior; del Hospi-
tal de Corte, y de su iglesia titulada del Buen Suceso,
trataremos en el capítulo de la Puerta del Sol.
Las calles que ponen en comunicación esta elegante
Carrera con la aun más espléndida calle de Alcalá no
corresponden en modo alguno á la importancia de ambas
y á la numerosa y activa circulación que existe entre
(1) En el cuarto entresuelo caino, marqués viudo de Pon-
de eata casa vivió y murió, en t^os; y su propietario, el Mar-
30 de Setiembre de 1840, el dig- qués de Miraflores, falleció en
no corregidor de Madrid é inol- ella en Febrero de 1872.
vidable patricio D. Joaquín Viz-
LÍNEA. CENTRO ORIENTAL. 83
ellas. Son, por el contrario, de las más estrechas, incó-
modas y mal decoradas de Madrid.
Empezando por el lado más inmediato á la Puerta del caiiedePeUgros
Sol 9 se nos presenta desde luego (y cabalmente en el
punto más interesante, por la confluencia de las calles del
Príncipe y de la Cruz) la mezquina y sombría apellidada
antijguamente de los Panaderos j después de los Peligros
(¡ ancha !)y y en la actualidad de Sevilla^ y que por su
estrechez ha habido necesidad de cerrar al tránsito de
carruajes, asfaltándola, y hay precisamente que ensanchar
en otro tanto, si ha de corresponder á la importancia del
punto que ocupa.
Flanquean á este callejón por ambos lados los dos, ^^^^ ^^ ^^
aun más inmundos, apellidados el primero, en lo antiguo, y Gitano»,
de los Bodegones j después de Hita, y actualmente trave-
sía de los Peligros (¡y tan peligrosa travesía!), y frontero
á él el de los Gitanos^ verdaderos albañales de inmundicia
social, dignos en un todo de sus menguados nombres y
reputación. — La calle de los Cedaceros, también estrecha, ^^ ^ ^^^^^^
aunque habilitada, por la necesidad, para el tránsito de
carruajes, ha reformado en estos años su caserío, quedan-
do en pié todavía del antiguo dos únicas casas principa-
les, una señalada con el número 11 nuevo, que fué del
Marqués de Valparaíso, y después de los condes de
Parsent, y otra, número 13, con vuelta á la calle del
Sordo, del Marqués de Santiago. — Dicha calle del Sordo
y su paralela la de la Greda sufrieron plena trasfor- caiies dei sorto
macion, por la importancia que han adquirido con ]j¡^y^*^^"^
construcción del palacio del Congreso y del teatro de la
Zarzuela en estos últimos años, y con la prolongación
recientemente hecha hacia el Prado por el jardin de Vi-
Uahermosa.
La de la Greda ha aprovechado para su reforma total
de la venta, hecha hace algunos años, del inmenso jardin
84 EL Airriouo hadrid.
y corralón que pertenecieron al palacio del Duque de
Maceda, j después á la Duquesa de Medinaceli , entre
dicha calle, la del Sordo y la del Turco. — En este
terreno, ademas de haberse roto una nueva calle trayiesa,
titulada de Jovellánosy se han construido varias casas
nuevas, algunas de ellas casi unos palacios, y en la nueva
de Jovellános, el lindísimo teatro, ya mencionado, de la
Zarzuela,
alie del Torco. La Calle del Turco (apellidada antes de los Siete jardi"
nesy cuyo nombre cambió por el que hoy lleva, á causa
de haber sido alojado, en la gran casa de la esquina á la
de Alcalá, el Embajador del Gran Turco, que vino á
Madrid en 1649) (1) no ofrece otro objeto notable que
el sencillo y prolongado edificio, construido en los últi-
mos años del siglo anterior bajo la dirección del arqui-
tecto D. Manuel Martin Bodriguez, sobrino y discípulo
del famoso D. Ventura, y con destino á almacén de
cristales procedentes de la Real fábrica de la Granja. —
Después estuvo ocupado por la Sociedad Económica Ma-
tritense, que tenía en ¿1 sus cátedras de Economía polí-
tica, Taquigrafía y otras y el Colegio de aordo-mudos y
ciegos^ institución de la misma Sociedad. También estuvo
en él establecido el Conservatorix) de Artes^ y en sus salas
se celebró la primera exposición de industria en 1828. —
Hoy, roto este edificio para la continuación de la calle de
la Greda, está ocupado una parte por la Escuela de Ca-
minos y Canales, y otra y principal por la Caja de De-
pósitos.
Calle de Aiwai Eutremos ya en la hermosa calle de Alcalá, la prime-
ra, más autorizada y digna vía del Madrid moderno, des-
(1) A la entrada de esta calle del Consejo de Ministros don
por la de Alcalá fué alevosa- Juan Prim, lá noche del 27 de
mente asesinado el presidente Diciembre de 1870.
LÍNEA CENTRO ORIENTAL. 85
*
«
de la Puerta del Sol al paseo del Prado, ¿ más bien al
arco de triunfo erigido al gran Carlos III, que sirve de
entrada al camino real de Aragón con el nombre de Fuer--
ta de Alcalá, — Hemos dicho en otro artículo que cuando
Madrid estaba limitado á la parte oriental por la Puerta
del Soly existia entre dicho sitio j el Prado de la Villa un
extenso olivar, que dio su nombre á la nueva calle, forma-
da á mediados del siglo XYI, con el nombre de calle de los
Olivares j de los Caños de Alcalá, — Prolongación de la
espaciosa línea de Poniente á Oriente, que venía dividien-
do á Madrid desde la antigua puerta de la Vega, la calle
de Alcalá, como su paralela la Carrera de San Jerónimo,
no tardó en ser preferida por las clases más elevadas para
la construcción de sus aristocráticas mansiones y para la
fundación (de moda en aquellos tiempos) de suntuosos
conventos j casas religiosas.
De éstos (ademas de la iglesia y hospital Real del Buen i^onjaa vaiiecas.
Suceso, que ocupaba el ingreso de esta dalle y la Carrera
de San Jerónimo) se trajo ya á la de Alcalá, y cuando aun
era arrabal, á mediados del siglo xvi, el de monjas ber^
nardas que existia en la villa de Vaiiecas, fundado por
Alvar Garcidiez de Rivadeneyra, maestresala de Enri-
que IV; construyéndoselas de orden del cardenal Silíceo,
Arzobispo de Toledo, el convento é iglesia que ocuparon
hasta nuestros dias, con vuelta á la callejuela que fué ti-
tulada con el nombre de una imagen llamada Nuestra Se-
ñora de los Peligros, de poco más de tercia de alta, que
trajo el doctor Herrera de Jaén, y á quien, por los traba-
jos de que le habia librado, puso dicha advocación y colo-
có en este mismo templo.
Por otro lado, la tal callejuela justifica muy bien este ciue de im Pe-
título, y anteriormente aun más que en el dia, porque "^'^
liasb fines del siglo pasado avanzaba tanto la cerca del
convento, que reducia aquélla auna suma estrechez, hasta
86 . EL ANTIGUO MADRID.
que el Conde de Montarco, presidente de Castilla, i des-
pecho de las monjas, y con una dosis de energía muy no-
table en aquella época, la hizo retirar hasta el sitio que
ocupó después, que no era mucho. — Este edificio deedi-
. chado y viejo, que después de la traslación de las monjas
fué sucesivamente destinado á instrucción de quintos y de
milicianos y á colegio electoral ^ á inuseo filarmónico^ á bolsa
de comercioj á teatro UricOy á colegio de enseñanza y á al"
macen de plomos y ha desaparecido para dar lugar á la cons-
trucción de magníficas casas, muy propias de tan privile-
giada localidad, permitiendo al mismo tiempo ensanchar y
regularizar considerablemente la estrecha y pasajera calle,
que debe pronto cesar de ser y llamarse de los Peligro».
Las caiatnyaa. A principios del siglo XYii SO trasladaron también á
Madrid, desde la villa de Almonacid de Zurita, las seño-
ras comendadoras de la Urden de Calatravay y con la pro-
tección y dones del Monarca pudieron construir su iglesia
y convento, que.no carecen de ostentación, en el sitio que
hoy ocupan en lo alto de la calle de Alcalá, á la coal
favorece mucho la hermosa cúpula que cubre el crucero
del templo. Este convento y su religiosa comunidad no se
han salvado de la destrucción y trasiego general de esta
última época, quedando sólo la iglesia, en que se conti-
núa sin interrupción el culto divino, con gran solemni-
dad y pompa, á que se asocian las ordeñes militares de
Calatrava y Montesay que asisten en ella á sus solemnes
funciones y ceremonias. Todavía más adelante, en la mis-
ma calle y en el terreno convertido hoy en jardin del
Marqués de Casa-Biera, habia otro convento de monjas
lm BaronesftB. Carmelitas recoletas, denominadas las Baronesas y por sn
fundadora la baronesa D.* Beatriz Silveira, que fué de-
molido, y vendido su solar en 1836.
Oármen Descalzo Últimamente , enfrente de éste se construyó, con puerta
á la calle de los Caños de Alcalá y en los primeros años
LfNBA CBirrBO ORIENTAL. 87
del siglo xvii, el convento de padres carmelitas descalzos
de San Hermenegildo, aunque la iglesia actual fué cons-
truida en 1742 ; hoy sirve de parroquia de San José, y es
acaso la más hermosa y capaz de las iglesias parroquiales
de Madrid. Fué trasladada á ella la parroquialidad ¿ la ex-
tinción de los regulares en 1836, habiendo estado antes
en el hospital de Flamencos, calle de San Marcos, en las
monjas de Góngora y en la capilla que fundó para este
objeto, en 1745, en la sala teatro de su propio palacio, el
Duque de Frías D. Bernardino Fernandez de Velasco. —
La iglesia actual de San José, ó del Carmen, tiene conti-
gua la capilla de Santa Teresa, fundada primitivamente
por el célebre y desdichado ministro D. Rodrigo Calde-
rón, marqués de Siete Iglesias, y en ella estuvo deposi-
tado su cadáver hasta ser trasladado á las monjas de Por-
taceli de Valladolid. — El convento, que ocupaba toda la
inmensa manzana número 288, entre las calles de Alca-
lá, de las Torres, délas Siete Chimeneas y del Barquillo,
«n una extensión de 202.668 pies, y la huerta, que ya ha-
bia sido mermada en tiempo en que vivia en la casa fron-
tera el Príncipe de la Paz, para formar la plazuela que
tomó del mismo el titulo de Almirante, hoy del Rey, han
sido vendidos después, y construidas en ella diversas casas
particulares y el teatro de Apolo.
Entre los edificios civiles que ostenta esta hermosa
calle de Alcalá, sobresale por su belleza é importancia, y
ocupa el primer lugar, después del Real palacio, entre to-
dos los públicos de Madrid, el construido en el reinado
del gran Carlos III con destino á Aduana, y que hoy ocu-
pan el Ministerio de Hacienda y sus dependencias. Los pla-
nos y dirección de este suntuoso palacio, terminado en
1769, corrieron á cargo del general D. Francisco Sabati-
ni, y su elegante arquitectura y el buen gusto de su or-
nato traen á la memoria los prinieros y más celebrados
La Aduana.
88 EL ANTIGUO MADBU).
palacios de Italia, al paso qae por sq extensión, solidez y
grandeza ) pnede sostener la comparación con los buenos
de otras capitales. Desgraciadamente, no habo la mejor
elección en cuanto al sitio en que está construido, costa-
nero é intercalado entre otras casas, que no le permiten os-
tentar fachadas laterales á Levante y Poniente, j cam-
pear con la independencia y desahogo que requerían sa
importancia y mérito artístico; y lo peor fué que, para ad-
quirir aquel -sitio tan inconveniente, hubo necesidad de
comprar á gran cost^ hasta diez y seis casas que ocupaban
aquella superficie de 80.000 pies próximamente, y demo-
lerlas, en vez de haberse fijado en otro sitio aislado; bo
renunciamos todavía, sin embargo, á que algún dia llegue
á ostentar una nueva fachada al lado que mira á la Puer-
ta del Sol, rompiéndose por allí una calle ó pasaje de co-
mercio por el sitio que ocupa la casa del Marqués de la
Torrecilla, que sale á la calle angosta de San Bernardo,
hoy de la Aduana.
Academia de Lindante con este suntuoso edificio luce todavía (pro-
San Fernando. . i i \ i i x • • i
porción guardada) el otro que ocupa en su parte pnncipal
la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando^ y en
el piso segundo el Gabinete de Historia Natural , á cuya
reunión alude la elegante inscripción que D. Juan de
Iriarte compuso y está colocada sobre la puerta principal :
« Carolus III rex^ naturam et artera sub uno tecto in publi'
cam utilüatem consociavit. y> Efectivamente, en los salones
bajos y principales, ocupados por la Academia, se en-
cuentran sus bellas galerías de pintura y escultura y algu-
nas de sus enseñanzas, y en la parte alta de este edificio
el precioso gabinete de Historia Natural; pero esta re-
unión de ambos importantísimos establecimientos, que
pudo tolerarse en una misma casa cuando eran , puede de-
cirse, nacientes, no tardó en hacerse incompatible con el
aumento y prosperidad sucesiva de ambos ; y ya en el reí-
LÍNEA CENTRO ORIENTAL. 89
nado del mismo Carlos III dispuso aquel gran monarca
la construcción del magnífico Museo del PradOy con des-
tino á la colocación del de Ciencias Naturales; pero como
este suntuoso edificio ha recibido otra aplicación, al paso
que el Gabinete ha crecido extraordinariamente en precio-
sos objetos de los tres reinos, que no pueden ser disfruta-
dos ni colocados científicamente en las estrechas y som-
brías salas de esta casa, es de absoluta necesidad su tras-
lación á otro edificio, si puede ser, construido expresa-
mente; sobre lo cual creemos que existan planes y aun
cesión por parte de S. M. del sitio conveniente en el Re-
tiro; reuniendo así, como deben estarlo, los tres estable-
cimientos que forman el Museo de Ciencias Naturales y á sa-
ber : el Gabinete j el Botánico y el Observatorio Astronó'
'nica. — Esta casa fué obra del arquitecto D. Pedro Ri-
vera, y sirvió primero para el Estanco del tabaco, siendo
adquirida á censo, por el Gobierno, de D. Francisco de Go-
jeneche, conde de Saceda, marqués de Bejzunce : no ca-
rece de grandiosidad , especialmente en su portal y her-
mosa escalera, si bien recargó la portada con los adornos
acostumbrados de su gusto, que fueron mandados quitar, y
reformada aquélla, cuando Carlos III colocó allí la Aca-
demia y Gabinete ; tiene de sitio 36.695 pies.
Aunque no precisamente en la calle de Alcalá, sino mi- Bu«n*Ti8ta.
nindo á ésta desde larga distancia, se levanta el ostentoso
palacio de Buenavista^ que hoy ocupa el Ministerio de la
Guerra, obra verdaderamente regia, mandada construir
en los últimos años del siglo pasado por la célebre duque-
sa de Alba D.' María del Pilar Teresa de Silva y su espo-
so el Marqués de Villafranca, que no llegaron, sin embar-
go, i verle concluido ni á habitarle. En 1805 fué compra-
do este palacio á los herederos de la Duquesa por la villa
de Madrid, y regalado al almirante Principe de la Paz,
que tampoco lo llegó á ocupar; y secuestrados en 1808
so
SL ANTIGUO MADBID.
los bienes de éste, ha venido recibiendo distintas aplica-
ciones, tales como Parque de Artillería ^ Mu$eo milüor^
habitación del regente del reino Duque de la Victoria (1),
del embajador turco Fuad-E/endí, j por último Ministerio
de la Guerra. En él también fueron recientemente alojados
el principe Muley-El-Abbas j los embajadores de Marrue-
cos que vinieron é Madrid después de la paz en 1860.
En el sitio que ahora ocupa este suntuoso palacio 7 sus
cercanias estaban las casas del Marqués de la Ensenada^
de D. Francisco de Hojas , Diego de Vargas, D, Rodri-
go de Silva y otros, formando las calles de la Emperatriz^
de Buenamsta (hoy cerradas), y que salían á la del Bar-
quillo, y la plazuela de Chamberí j dentro del inmenso tér-
mino comprendido ahora bajo el número de la manza-
na 277, y que ha absorbido también las 286 y 287. A sa
limite por la calle de Alcalá á la del Barquillo se alza
hoy la moderna casa del Marqués de Casa-Irujo, y á la
esquina del pgseo de Recoletos la casa que fué Dirección
de Infantería, y después habitación del Presidente del
Consejo de Ministros (2). Este edificio (considerado
también como del Estado, aunque procedente igualmente
(1) Con alusión á la vecindad
de la casa de la embajada ingle-
sa al palacio de Buenavista, y
de la supuesta influencia que
ejercía el ministro británico mis-
ter Asthon en los consejos del
regente Espartero, se dijo haber
aparecido un diade 1841 este
pasquin :
<Bn este palacio
» Habita el Regente ;
» Pero el que noi rige *
»Vive en el de enfrente.»
(2) Derribado este edificio
en 1870, se ha dedicado su sokr
y el jardín contiguo á paseo pú-
blico y á un magnifico parque
delante del palacio de Bueoa-
vÍ8ta,que se ha cerrado con una
elegantísima verja de hierro.
Dicho palacio de Buenavista 0e
ha duplicado ó triplicado con
magnífica edificación hasta lis
calles del Barquillo y del Saúco,
y hoy forma, después del Real
Palacio, el más grandioso edifi-
cio de la corte.
LÍNBA CENTBO OBIBNTAL. 91
del secuestro de Godoy, y en que vivió su hermano don *'
Diego en 1808) no merecia ciertamente detenemos en ¿1^
y únicamente como recuerdo histórico repetiremos que
sn hermoso jardin era la misma famosa huerta del regidor
Juan Fernandez y célebre por' su amenidad, y. relacionada pfjSMÜte/"*"
con las memorias poéticas del siglo xvii^ como sitio que
era entonces de pública recreación y y á que aludieron y
en el que colocaron algunas ingeniosas escenas de sus dra-
mas los célebres escritores de aquella época, entre ellos
Tirso de Molina, que la dedicó y consignó su nombre en
una comedia entera : La Huerta de Juan Fernandez,
Estos son los principales edificios de la hermosa calle
de Alcalá, que, como tan principal y señalada, no tardó en
ser escogida por la nobleza de la corte para su residencia
j mansión, construyendo desde principios del siglo xvii
considerables casas particulares; hoy existen ya muy pocas
de ellas, habiendo sido sustituidas casi todas con otras aun
más suntuosas y decoradas. — Entre las que aun existen
de aquella época, apenas podrá citarse alguna otra, como
la última de dicha calle con vuelta al Prado, propia hoy
de los marqueses de Alcañices y antes de los duques de ^^^^ Aicafu-
Ariün y de Béjar, construida por D. Luis Méndez Carrion,
marqués del Carpioy y que aun conserva la torrecilla so-
bre su esquina, que era el distintivo de todas las casas prin^
cipales de la antigua nobleza madrileña.
La que estaba contigua, que fué del Marqués de Villa- ^¡^^^ ^ campo
maina y después de los condes de Campo Alange, sirvió ^^^f^
desde muy antiguo de residencia á la embajada inglesa.
En ella se refugió, en 16 de Mayo de 1726, el famoso mi-
nistro de Felipe V, Duque de Riperdá , y de ella fué ex-
traído, en 25, con notable allanamiento y violencia, de la
mansión del embajador Stanhope , que ocasionó tan vivas
reclamaciones de parte del gobierno británico. En ella ,
en fin , hemos conocido en nuestros dias de ministros de
92 EL ANTIGUO MADRID.
la Gran Bretaña a sir Enrique Wellesley, hermano del
célebre lord Wellington, sir Jorge Williers {lord Cía-
rendon)y después ministro de Negocios Extranjeros en In-
glaterra; mister Asthon y otros, hasta que, adquirida dicha
casa por el rico banquero Sr, Santa Marca , hizo cons-
truir en su solar una de las más ostentosas y magnificas
entre las particulares.
Casa de Riera. I^ casa-palacio uúmero 64, que hoy posee el Marqués
de Casa-Riera y y ha enriquepido con obras de considera-
ción y con un nuevo jardin en el solar del convento de
las Baronesas, es también moderna, de principios del si-
glo actual, y fué construida y señalada en dote para la
señora Duquesa de Abrántes, por cuya circunstancia era
designada con el nombre de la Casa de los Alfileres. En
lo antiguo existia en este solar la que el Marqués de Anñon
(de quien ya hablamos en el capitulo correspondiente á la
parroquia de Santiago) hizo labrar para su hijo natoiad
2?. Rodrigo de Herrera y célebre poeta dramático, autor
de las comedias Del Cielo viene el buen rey y La Fe no
ha menester armas. Después fué del Conde de Miranda y
de las memorias fundadas por el Marqués de Mancera. Ya
queda dicho que á mediados del siglo xvii fué alojado
en esta casa el embajador turco, que dio nombre á la calle
contigua ; en el edificio ¿uevo vivieron en nuestros dias
los marqueses de Ariza , el embajador de Rusia Príncipe
Tatischef , y el célebre provisionista francés y gran finan-
ciero Mr. Ouvrard en 1823 y 24, en cuyo tiempo se ce-
lebraron en sus salones magníficos saraos y festines , hasta
que la adquirió el señor Riera j que ha invertido en su de-
coración grandes sumas. La extensión de esta casa y sus
dos jardines es considerable ; ademas tiene enfrente, en la
calle del Turco , otra también grande para cocheras y
oficios , con la que se comunica por una galería subter-
ránea.
LÍNEA CENTRO ORIENTAL.
93
Las dos casas modernas que están más arriba j conoci-
da una por la de los Heroa y por el almacén de cristales ros y Depósito
(que S. A. el infante D. Sebastian después ocupó, y hoy ^**'^'*^**-
ocupa la Presidencia del Consejo de Ministros)^ y la otra,
en que se halla el Depósito Hidrográfico ^ fueron también
de la antigua nobleza ; y la del Conde de Saceda, que sólo
tema piso bajo , aunque en la grande extensión de 32.284
pies, también ha sido sustituida por un nuevo edificio,
propio del Sr, Casariego. — Otros opulentos capitalistas han
construido en estos últimos años elegantes casas en el sitio
que ocupaban las antiguas, entre ellas la Hospedería de
los Cctrtújosj sobre caya puerta estaba colocada la famo- LotCartu-
aa estatua de San Bruno, obra muy excelente del escultor
Pereira (1).
En toda aquella acera no ha quedado, pues, en pié, de
las casas nobiliarias antiguas, más que la señalada con el
(1) Esta bellísima estatua, de
quien se dijo muy expresiva-
mente que hablaría si no fuera
cartujo, se halla hoy en el Mu-
seo de la Real Academia de San
Femando. Y como estamos bor-
rajeando un Paseo anecdótico,
no queremos privamos de es-
tampar un caso (aunque moder-
no) referente á ella, que- acaso
logre hacer asomar la risa á los
labios del lector.
Era en 1823, al regreso de Fer-
nando VII de su viaje á Cádiz
y la extinción del gobierno
constitucional , y celebrábanse
estos acontecimtentos con gran-
des iluminaciones y regocijos.
En la casa donde estaba la hos-
pedería de los cartujos (núme-
ro 40 moderno), suprimidos dos
veces, una en tiempo de los
franceses y otra en el de la
Constitución , veíase , en el ni-
cho donde antes la estatua de
San Bruno, un trasparente con
esta deliciosa décima :
«El prodigio de las artes,
»E1 San Bruno de los Branos ,
»E1 perseguido de tunos,
»B1 que admiró en todas partes ;
9E1 qae [oh mi Dioii no me apartes
»De tenerte devoción ;
»BI qae dos veces baloon
bVIó este nicho convertido
»¡Oraclas á Dios que ha caldo
»La infame y negra facción I »
Malo.
Este malo (con M grande) era
el apellido del autor.
/•
94 EL ANTIGUO HADBID.
número 44 nuevo, que hace esquina y vuelve á la de Ce-
daceros, y fué del mayorazgo fundado por Baltasar Gil
Imon de la Mota. Todas las demás son nuevas, construidas
sobre las ruinas de las antiguas, y obra de la opulencia '
mercantil y de la clase media, que ha desalojado de allí á
la antigua aristocracia. — Lo mismo sucede en la acera
opuesta, donde, á excepción de la casa del Marqués de la
Torrecilla j número 15, inmediato ala Aduana, y la seña-
lada con el número 25 nuevo, del Conde de Pino^HermosOj
que fué del de Villar eal^ donde hoy está el Veloz-Club,
ninguna otra queda ya de las del siglo xvii, habiendo
sufrido las restantes renovación completa ó parcial en
manos de los capitalistas modernos.
Tal como hoy se ostenta esta magnifica calle, puede
sostener la comparación con las primeras de otras capita-
les europeas , y recientemente , con el ensanche de la
Puerta del Sol, aunque pierde en longitud, gana en an-
chura por su entrada, que antes era de 47 pies por aquel
extremo, mientras que llega á contar 233 á la entrada
del Prado. También pudiera allanarse algo más el desni-
vel del pavimento, de suerte que permitiera disfrutar su
vista de un extremo al otro, si bien es preciso confesar
que en estos últimos años ha recibido considerables me-
joras en este punto , y con la colocación de sus espaciosa»
aceras, de las columnas para el alumbrado y el plantío de
los árboles en toda la mitad baja, que lo permite por su
anchura, se ha acercado mucho al grado de elegancia que
reclamaba la primera calle de la capital. — Bajo este ca-
rácter (que no adquirió, sin embargo, hasta ya entrada
el siglo XVIII, venciendo á su rival y paralela la Carrera
de San Jerónimo) la calle de Alcalá viene ocupando las
páginas de la historia madrileña en esta última época, y
figurando desde entonces en primera linea en las demos-
traciones solemnes á que dieron lugar las guerras, los le-
LÍNEA CENTRO OBÜENTAL. 95
Yantamientos y tumultos populares^ las entradas trinofa-
les y y las ceremonias y festejos de la corte y villa. En
unas ocasiones , y según lo han requerido las circunstan-
cias, se ha visto cubierta de tropas y cañones, de fosos y
barricadas; en otras, por fortuna más frecuentes, se ha
mirado engalanada con los arcos de Tito y de Trajano,
con las agujas de Luksor, con los templetes alegóricos de
Atenas y Corinto.
£1 último trozo de esta hermosa calle, más allá del pa-
seo del Prado, está embellecido por la derecha con la ver-
ja de los jardines del Retiro, y las construcciones moder-
nas á su izquierda. Hasta el reinado de Felipe III no se
construyó puerta de ingreso por este lado , y entonces, y
con motivo de la entrada de la reina doña Margarita en
1599, se levantó ésta como hacia el sitio donde hoy está
la entrada del Retiro por la Glorieta. Era mezquina, y con-
sistía en dos torrecillas con un arco en medio, y fué derri-
bada en 1764, cuando, con ocasión del advenimiento del
gran Carlos III al trono español, se acordó levantar,
bastante más apartado, el magnifico arco de ^triunfo que
hoy sirve de puerta, que dirigió el teniente general don
Francisco Sabatini, y es una de las más preciadas obras
de aquel reinado, terminada en 1778 , según se ve por la
dedicatoria de su frontis :
Rege Carolo III. Anno MDCCLXXVIIL
Hoy, demolido todo el caserío y la parte del Retiro y
cerca qne circundaba el arco, se ha formado la anchísima
plaza titulada de la Independencia , dejando aislado en su
centro el monumento.
í<6 EL A^IOUO MADRID.
VII.
* RECOLETOS T EL BARQUILLO.
A la izquierda de la puerta de Alcalá v hasta la de Re-
coletos (reconstruida de nueva planta en el reinado de
Fernando el VI, y que ha sido derribada) se empezó á
formar ya en el siglo xvii, con destino á hornos y tahonas,
uaNntva. uu cascrío quc se llamó Villa Nueva ^ compuesto de cua-
renta y dos edificios inmediatos al que tenía allí desde más
antiguo el Ayuntamiento de Madrid ; si bien los grandes
edificios delanteros, conocidos luego con este nombre, eran
obra posterior, de mediados del siglo pasado. En él se
construyó, también en el reinado de Femando el VI, la
gran panera en figura de rotonda que daba al paseo de
Recoletos, y era capaz de 100.000 fanegas de grano. Los
otros edificios que continuaban hasta la puerta de Alcalá
y servian de cuartel de ingenieros eran otras de las obras
más importantes del reinado de Carlos III. En esta in-
mensa manzana, destinada desde hace muchos años á ex-
traños usos, es donde, á nuestro entender, debió colocar-
se la nueva Aduana (1).
Después de los edificios del Pósito, hasta la puerta de
Kícototos. Recoletos, estaban, como ya expresamos, el antiguo con-
vento de agustinos recoletos y su huerta , que compren-
día nada menos de 515.459 pies, y la casa y huerta del
(1) Todo esto ha variado com- estos solares y los contiguos de
pletamente de aspecto con los las afueras, con los nombres
suntuosos barrios levantados en de Recoletos y Salamanca.
RECOLETOS T EL BARQUILLO. 97
Conde de Oñate^ marqués de Montealegre, con cerca de
200.000 ; la huerta que después ocupó el Colegio de Ve-
terinaria, que perteneció á San Felipe Neri, conservó la
misma forma, con un gran saliente fuera de la puerta y
la enorme superficie de 523.716 pies (1). Por el lado
opuesto al principio del paseo , después de la huerta del
regidor J%mn Fet^nandez , la gran casa y jardín del almi-
rante de Castilla D. Juan Gaspar Enriquez de Cabrera,
(]ue daba vuelta por la calle llamada entonces del Escorial^
y que después recibió el título del Almiraíite, que aun
conser\'a , hasta la de los Rei/ea Alta , hoy de las Salesae,
Cedida esta posesión en gran parte por aquel ilustre mag-
nate para la fundación del convento de San Pascual , y
convertida en iglesia la sala-teatro del propio palacio, en-
riqueció á ésta con su preciosa colección de pinturas de
los mejores maestros ; rico tesoro que desapareció en tiem-
|K) de la dominación francesa. Cayó también en nuestros
(lias la iglesia para ensanche del paseo, y ha vuelto á ser
construida alineando con los nuevos palacios. El resto de
la huerta fué después del general de artillería 1). Juan
Brancac/iOy con cuyo apellido es aún conocida, y el antiguo
(»alacio ó retiro del Almirante desapareció también é im-
pulso del tiempo. — A la otra esquina de esta calle del Al-
mirante, y entre ésta y la llamada hoy de la Veterinaria
(antes de San José), se alzaba ya en principios del siglo
))asado la casa y famoso jardin del Conde de Baños, des-
pués del de Altamira, y luego del Duque de Medina de laK
Torres, conocida modernamente por las Delicias, cuando
ostaba abierta al público con bailes, conciertos, baños ,
fonda y otros excesos ; pública recreación enseñoreada des-
pués del sitio de la huerta contigua de Brancacho ó el
(I) Hoy se construye en este inm2n8C solar el palacio destinado
á Museos y Bibliotecas.
II. 7
98 EL AKTIGUO MADRID.
Almirante, con los nombres de la Camelia y el Elüeo, etc.
Hoy todo se ha transformado en palacios, circos, etc.
Más alia jle dicha calle antigua de San José, en diver-
sidad de sitios, que todos fueron comprados para este ob-
jeto, se fundó por la reina doña María Bárbara y su es-
poso D..Fernando el VI, en 1758, el suntuoso monasterio
Saiesas Reales, de la Vmitacion de religiosas Salesas, con su extendida
huerta y jardín, que, en unión del monasterio, comprenden
el inmenso espacio de 750.523 pies, y todavía se agrega-
ron á él otras posesiones contiguas ; habiendo invertido en
esta grandiosa fundación la enorme suma de 83 millonea
de reales, según una nota puesta en la copia del testamen-
to de dicha reina, que existe en la Biblioteca Nacional. —
En cuanto á la grandeza y mérito artístico del edificio,
dirigido por los arquitectos Carliery Moradillo, no podría
negársele sin injusticia, si bien no es todo lo que hubiera
sido algunos años después , con los adelantos del arte y
del buen gusto, y mucho menos correspondiente todavía
á las inmensas sumas prodigadas en él. £1 templo, sin
embargo , por su elegante forma , por la riqueza de sn
materia y la preciosidad de su ornato y accesorios, entre
los que sobresale el sepulcro de los reyes fundadores, que
yacen en él, es, sin duda alguna, el más ostentoso de
Madrid (1). — El convento puede llamarse un verdadero
palacio regio, especialmente la parte designada con este
nombre por la reina fundadora, que destinaba á su habi-
tiacion la que mira á los jardines. Estos y la huerta soii
primorosos, y la extendida cerca que los limitaba por los
paseos de Becoletos y de la Bonda, hasta incorporarse
con la otra del extinguido convento de Santa Bárbara,
(1) En el otro lado del cruce- nacional al general D. Leopoldo
ro se ostenta hoy la suntuosa O'Donnell, duque de Tetnan.
tumba elevada por suscricion
RECOLETOS Y EL BARQUILLO. 99
acaba de ser demolida para el ensanche del paseo (1).
Antes de la fundación de este magnífico monasterio, y
según el plano del siglo xvii, ocupaban aquel sitio varias
casas y huertas ; y desde el altillo que hoy forma la pla-
zuela de las Salesas corria recta la calle del mismo nom-
bre (entonces llamada de los Reí/es Alta) á salir á la de
Alcalá, por donde después fué jardín conocido por el del
Valenciano j y entre donde después se alzaron los edifi-
cios de Buéna-Viata y la Dirección de Infantería. Todo
esto ha Tariado completamente con la rotura al paseo de
Recoletos de las calles del Saúco, Píamente y Salesas, en
donde se ha formado el barrio más elegante de Madrid.
En el lugar que ocupaba el convento y huerta de las santa xercfa.
monjas de Santa Teresa estaba la casa del Príncipe As-
tülano, fundador del mismo convento : en 1656 las calles
del propio nombre, de San Lúeas j Piainonte, del Rincony
del Saúco, de la Emperatriz, de la Buena- Vista y la pla-
zuela del Chamberí, todas tenían salidas á las ya citadas
de los Re7/es Alta ó Salesas ; Varias de ellas quedaron su-
primidas ó cortadas con la construcción del palacio de los
Duques de Alba , que incorporaron á la dilatada manza-
na 277 las 286 y 287 , donde entonces estaban las casas
de los Valenzuelas, Yermos , Alvarados y otras. — Las
demás casas entre dichas calles del Satíco y del Piamon-
te, donde después se alzó el edificio construido en el rei-
nado anterior con destino á las misiones de San Vicente
Paul, y ocupado luego por una prísion de mujeren, y la
elegante y moderna casa contigua del señor Conde de
Vegamar, pertenecieron al Conde de Molina, y después al
(1) Lanzada la coinunidad en ba para hacer una transfonna-
1870, ha sido destinado el con- cion completa en un barrio mag-
vento á Palacio de Justicia, y nifico.
derribado todo lo que le rodea-
100 EL ANTIGUO MADRID.
de Torrehermosa. Destruido hoy el convento, rotas las
calles y establecidas otras nuevas.
Calle Real del Esta calle Real del Barquillo (según dice D. Nicolás
Barquillo. Moratin) correspondió en un principio a la jurisdicción
de Vicálvaro, sin duda por estar fundada en tierras de sa
término, y se hizo desde luego una importante vía de co-
municación entre la parte central y alta de Madrid; im-
portancia que ha ido creciendo sucesivamente, y hecho
necesaria la reconstrucción y alineación de esta calle y
sus avenidas en los presentes años. — Ya queda dicho en
los términos en que estaba fundada por la derecha, y las
comunicaciones que la ponian en contacto con el paseo de
Recoletos; todas han sido restablecidas, aunque hubiera
sido conveniente que al verificarse los rompimientos y
nuevas construcciones se procediera á rebajar el terreno,
disimulando, cuando no suprimiendo del todo, el grandes-
nivel ocasionado por la colina que media entre dicha calle
y el paseo del Prado (1).
Del lado de la izquierda aparecía esta calle aun más
solitaria y triste, ocupada por el convento y huerta de
Carmelitas Descalzos, que, como hemos dicho, avanzaba
hasta ocupar casi todo el espacio que ahora se llama Pla-
zuela del Rey y y primero del Almirante (Godoy), en cu-
yos últimos años de privanza , primeros de este siglo, fué
formada para dar mayor desahogo á las casas que hacen
esquina y á la frontera , propias ambas de su esposa la
Condesa de Chinchón; dichas casas se comunicaban por
medio de un pasadizo por cima de la calle á la altura de
los pisos principales, que ha sido, por fortuna, suprimi-
do; si bien éste no aparece en el plano del siglo xvn, y
no sabemos si fué obra del mismo Príncipe de la Paz, ó
(1) Se lian roto las calles, aun- mirante, no se ha operado como
que en alguna, como en la del Al- debia, la nivelación del terreno.
RECOLETOS Y EL BARQUILLO.
101
anterior (1). — Las casas contiguas, procedentes del doc-
tor Sandi, doña Beatriz Vargas y otros varios, estaban
ya , poco más ó menos , en los mismos términos que hoy
á mediados del siglo pasado, cuando pertenecían á D. José
Ignacio Goyeneche ; y á ellas seguia luego la extendida
tapia de la huerta de los duques de Frías , que ocupaba
nádamenos que 187.200 pies, con inclusión del palacio
que da á la plazuela del mismo nombre y a la calle de
Góngora, antes de Santa Bárbara la Vieja, — Esta in*
mensa posesión, recientemente suprimida y rota por va-
rios lados , ha sido poblada de nuevo y elegante caserío,
dando salida á las dos calles, cerradas por ella, de Santa
Marta del Arco y de Válgame Dios (ahora de Gravina).
Todavía la enorme manzana 307 , aun convertida ya en
tres trozos , debe romperse por la calle cerrada de San
Marcos, según la alineación proyectada. — El resto de
las casas de dicha acera ningún interés ofrecen, si se ex-
ceptúa sola la s^alada con los números 4 y 5 antiguos y
27 moderno de la manzana 324, que hace esquina y
vuelve á la calle de Belén , y era y es muy célebre desde
tiempo antiguo por su numeroso vecindario y demás con-
diciones, y designada con el nombre popular de la Casa camde Tócame
de Tócame^Itoque, Este apodo (cuyo origen desconoce-
mos) es también aplicado al famoso saínete de D. Ra-
món de la Cruz, titulado La Petra y la Juana , sin que
(1) En esta casa , proceden-
te, como la frontera, de D. Car-
los Prevost y Alvarado, y antes
<le D, Juan Pablo Bonet, habi-
taba aquel deslumhrado valido
cuando el 19 de Marzo de 1808
payó del poder á impulsos de la
insurrección popular; en ella
loé donde los amotinados des-
cargaron sus iras , destruyendo
y arrojando á la calle los mue-
bles y adornos, con los demás
atropellos consiguientes. En la
frontera, también de la Condesa
de Chinchón , y hoy señalada
con el número 6, nació el ilustre
general Castaños.
102 EL ANTIGUO MADRID.
tampoco podamos aseguFar, como quiere la tradición, que
fuese la intención de aquel escritor colocar en esta casa
el lugar de su escena, que por otro lado hallamos poco
apropiado á ella. Esta casa fué de D. Martin Herce, y ac-
tuíilmente del Sr. Conde de Polentinos, y esta renovada
en estos últimos años.
A espaldas de la calle del Barquillo, y hasta la de Hor-
taleza, está el extendido trozo de caserío que llegará á ser
en breve tiempo uno de los más importantes de Madrid,
cuando haya acabado de recibir los cortes, rompimientos
y mejoras reclamados por la necesidad y propuestos y
aprobados en el plano de nueva alineación. Consisten
aquéllos en el ya dicho rompimiento de la calle cerrada
Bomp'mientM. de San Márcos á la del Barquillo , y desde esta misma
calle de San Marcos otra lateral á la de Góngora , por la
huerta de las monjas de San Fernando, ademas del de la
calle del Soldado y ya verificado hasta la de las Infantas;
la supresión del cuartel , y continuación f^or su terreno de
la calle llamada de la Libei^tad (antes de San Femando j
de Gravina) ; igualmente la de los viejos edificios en
que estuvieron la Galera y las pinsiones militares. — To-
do esto, vitalizando uno de los trozos más importantes
del Madrid moderno hasta nuestros dias se ha realiza-
do ya.
Calle de San Poco hay CU cl dia que mencionar para nuestro pro-
pósito en este abandonado distrito. La calle de San An-
tón (hoy de Pela¡/o), que va desde la de San Marcos á la
de Santa Teresa, era y es la arteria central de él, y céle-
bre en el siglo pasado por el bullicio é intrepidez de las
clases que la ocupaban, y sus contiguas de Regueros , de
Belén, de Jesús y María, de San Lúeas, las de San Gre-
gorio , de San Francisco y Válgame Dios y del Soldado.
Todas estas calles , aunque en la parte alta de Madrid,
formaban parte de los barrios apellidados bajos ^ y enuí
RECOLETOS Y KL B.VUQUILLO. 103
preferidas por los famosos chisperos , ramificación de la
manoleria, fabricantes y mercaderes de utensilios de hier-
ro; y lo hamilde de su caserío, casi todo de un solo piso,
y lo ennegrecido y solitario de sus revueltas las hacian
muy propias para las escenas inmorales y alevosas que
aspiraron á poetizar D. Bamon de la Cruz en sus saine-
tes y D. Francisco Gregorio de Salas en su festiva pin-
tara de dicha calle de San Antón.
Los edificios algún tanto notables de este distrito y ya
hemos dicho que contríbuj^en á entristecerle más que á
darle importancia. Los dos conventos de monjas, el uno
de mercenarias calzadas, titulado de San Femando, en la Monjas de su
Feriiftxido.
calle llamada actualmente de la Libertad, fué fondado i
fines del siglo xvii por la Marquesa de Aguilafuente, y
no llegó d terminarse , ni su iglesia ', que está reducida á
una pequeña capilla (1). — El otro de trinitarias descal-
cas, apellidado de Góngora (por haber corrido la funda- Monjas de gód-
oion, de orden de Carlos II, á cargo de D. Juan Felipe *^™'
de Góngora, ministro del Consejo de Castilla) , fué obra
<le fines del siglo xvii y es poco notable, como lo era
también el palacio frontero de los duques de Frias, cuya p^^actodePriafc
¿$ala-teatro fué convertida en anejo de la parroquia de San
Luis , con el titulo de parroquia de San José, en 1745,
I)or el mismo daque de Frias D. Bernardino Fernandez
de Velasco; después, como parroquia independiente, la
hemos visto pasar en nuestros dias á la iglesia de dichas
monjas de Góngora y á la del Hospitalito de flamencos,
calle de San Marcos (que se hundió en 1848) y está ac-
tualmente, como ya queda dicho, en el Carmen calzado,
calle de Alcalá. — En cuanto al referido cuartel del Sol-
dado, que fué de Guardias Walonas y que ocupa toda la ^^^ **' ^**'
(1) Suprimido, y en su lugar se ha construido el teatro de la
Alhambra.
104 EL ANTIGUO MADRID.
manzana 317, con 64.648 pies, y la casa llamada de la
Gralera, y el otro edificio, apellidado Prisiones militares,
ya queda dicho que han de desaparecer muy pronto por
su inoportuna colocación y mal estado de sus fábricas (1).
El resto de este distrito entre la calle de San Marcos y
m
la del Caballero de Gracia tiene ya otra importancia, por
su situación más céntrica, lo bien cortado de sus calles y
comunicaciones, y la mayor brillantez consiguiente de su
caserío, especialmente desde la formación de la Plaza </#?
Bilbao con el derribo verificado en 1837 del convento é
csapuchfnos de iorlesia de Caviichinos llamados de la Paciencia. Éste ha-
la E*aciencia.
bia sido fundado en 1639, por el rey D. Felipe IV, sobre
el mismo sitio que ocupaba la casa del licenciado Bar-
quero, en que unos judíos que la habitaban solian maltra-
tar en ciertos dias y ceremonias á un crucifijo; y denun-
ciados á la Inquisición, fueron quemados hasta siete en
persona y cuatro en estatua, y demolidas sus casas para
la fundación de dicho convento é iglesia. Hoy, con el ar-
bolado y verja de dicha plazuela y las elegantes casas mo-
dernas que la rodean, es uno de los sitios preferentes de
Madrid. — La calle frontera de las Infantas, especial-
fantas. mcutc CU SU últímo trozo, abierto , como queda dicho, por
la huerta del Carmen en tiempo de Godoy, ha adquirido
mayor importancia con las nuevas casas construidas en
dicha huerta por el señor Murga, y el teatro del Circo, en
donde ahora se llama la plazuela del Reí/, y antes era ana
Laa Siete chi- Callejuela en escuadra, que se llamaba de las Si^te Chime'
neas. — - La casa conocida con este título (que es la de la
esquina y propia del señor Conde de Polen tinos) debió
ser en los principios una hermosa casa de campo, rodeada
de extendidos jardines y huertas , y cuya sólida y ciegan-
(1) Ya han desaparecido, y construídose en sus solares nn ele-
gante caserío.
meneas.
{8
RECOLETOS Y EL BARQUILLO. 105
te construcción en su parte principal , que da á dichos
jardines y á la plazuela (pues la que mira á la calle de las
Infantas, se ve palpablemente que es añadida) ^ revela el
gusto especial de las construcciones de Juan de Herrera,
en cuyo tiempo pudo ser fabricada , á mediados del si-
glo XVI, para el mayorazgo fundado por el doctor D. Fran-
cisco Sandi y Mesa, que hoy posee el Sr. Conde de Po-
lentiños. Su exteasion comprendía los jardines, posesio-
nes y casas contiguas , incluso el teatro del Circo, y pasa
de 100.000 pies. Es también histórica, por haber habita-
do en ella el Príncipe de Gales en 1623, cuando vino á
pedir la mano de la infanta doña María; luágo el ministro
de Carlos III Marqués de Esquilacfie, cuando el dia 23
de Marzo de 1766 estalló el célebre motin de las capas y
sombreros, atacando el populacho la morada del Minis-
tro (cuyas señales se han conservado hasta nuestros dias),
y presentando el mismo terrible aspecto que medio siglo
despuf s ofreció delante de la inmediata casa del Príncipe
de la Paz. La de las Siete Chimeneas ha sido después mo-
rada de los embajadores de Ñapóles, de Francia y de
Austria. — En esta calle de las Infantas y su número 13,
hoy reconstruido de planta, falleció en 1847 el insigne
defensor de Zaragoza, general Palafox.
Las otras calles paralelas á la de las Infantas, tituladas
de la Reina, de San Miguel y del Caballero de Gracia, y
sus travesías de las Torres, de San Jorge y del Clavel,
también nos ofrecen algún interés histórico local.
La manzana 296, formada entre las calles de la Reina _ „ . , « ,
' Calles de la Rp{-
y de San Miguel, del Clavel y de Hortaleza, recuerda la «» y de stn mi-
memoria del celebérrimo autor dramático D. Agustín
Moreto y Cabana, & cuyo padre pertenecieron varias ca-
sitas que ocupaban gran parte de dicha manzana, y en
ana de las cuales creemos que nació aquel insigne in-
genio.
106 EL ANTIGUO MADBID.
Casas de Morete. Scgun el primitivo Registro de Aposento^ que empezó
en 1()25, á su folio 133 vuelto, se hace mención de siete
(le estas casas de la acera izquierda de la calle de San
Miguel desde su entrada por la de Hortaleza^ que poseyó
Agustín Aforeto, padre del autor, y que libertó de apo-
sento en 1G23. Posteriormente estas casas (que debian
ser muy reducidas) se refundieron, con otros sitios mayo»
res, en dos grandes casas, que constaii registradas en la
Planimetría y visita general de 1751 con los números 2
y 3 ]>or la calle de la Reina, en estos términos : — « Caile
ya de la Reina, número 2, pertenece á D. Francisco Antonio
»Salazar, como marido de doña Ana Salazar y Albis; se
» compone de cinco sitios, el tercero de los cuales le pri-
)>vilegió Agustin JUoretOj en 1G23, con 1.750 maravedi-
3)ses y con réditos de 100 ducados anuales á censo; pies
3>de sitio, 10.682. Fachadas á la calle de la Reina,
»60 V4 pies, y á la- de San Miguel, 66.» — ultem, núme-
y>,ro 3; pertenece á D. Fehciano de la Vega; se compone
»de cinco sitios, el primero, de herederos de Mosquera,
»la privilegió Agustin Moreto, en 30 de Enero de 1623,
5) con 2.256 maravedises y réditos de 100 ducados á oen-
D so. Fachada á la calle de la Reina, 67 Vi pies, y i la de
»San Miguel, 65 V,, y el sitio, 10.980 pies.» — Eéta$
<asas tienen hoy, por la calle de la Reina, los números 4 y
6 nuevos, y por la calle de San Miguel, el 5 y 7. — Má«
adelante, en la misma acera izquierda de la calle de San
Miguel, pero antes de salir á la del Clavel, fué señalada
con el número 10 antiguo otra casita que perteneció al
mismo Morete, padre, según se expresa en el Registro y
Planimetría, en estos términos : — «Número 10, pertene-
3)ce á D. Juan Manuel Diaz del Corral; fué de herederos
2>de Luzon, con dos ducados, con los que, y los réditos de
3> 100 ducados á censo, la privilegió Agustin Moreto, en
»11 de Enero de 1653. Fachada á la calle de San Hi-
RECOLETOS Y EL BARQUILLO.
107
>>gael, 27 pies, y su todo, 2.003.:» Esta casita, aunque
incorporada hoy, ó refundida, en la señalada con el nú-
mero 15 nuevo (que hace esquina y vuelve á la del Cla-
vel), es la única que se conser^'a en pié del grupo de
ellas pertenecientes á Morete ; y en su estrecha fachada
se ven aún los dos halcones penúltimos y bajo los cuales
está el azulejo de la numeración antigua. — Quizás esta
casa, que pudo ser entonces la mayor de todas, fué la que
habitó el padre de Moreto, y donde nació este insigne
ingenio, en 1618 (1). Todas estas casas han desaparecido
(1) DoD Agustín Moreto y
Cabana, tan célebre en la repú-
blica literaria como uno de nues-
tros primeros autores dramáti-
cos^ nació en Madrid y fué bau-
tizado en la parroquia de San
Oinea (á que aun correspondía
la calle de San Miguel, antes de
erígirHe como tal la de San Luis)
á 9 de Abril de 1618, según la
fe de bautismo que su diligen-
tísimo biógrafo el sefior D. Luis
Fernandez-Guerra ha tenido la
gloria de hallar y estampar al
frente del tomo de las comedias
de aquel insigne ingenio en la
Biblioteca de Autores Españo-
les,— Fué hijo de Agustín Mo-
reto y de Violante Cabana, su
mujer, vecinos de esta villa;
lúzo BUS estudios en la Univer-
sidad de' Alcalá hasta obtener el
titulo de licenciado, dándose á
conocer muy luego entre nues-
trofl primeros literatos por la
gala y acierto de sus obras, prin-
cipalmente dramáticas, que des-
de luego le señalaron uno de los
altos puestos en nuestra escena,
al lado de Calderón, Alarcon y
Hojas. Todavía se ignoran mu-
chas particolaridades de su vida,
ni si efectivamente militó á las
órdenes de D. Juan José de Aus-
tria, como se presume; ni pue-
den precisarse las dramáticas
aventuras amorosas y cortesa-
nas que se le han supuesto; sólo
sí se sabe que, siguiendo las
huellas de Lope, Tirso, Calde-
rón, Montalvan y Solís, abrazó
el estado eclesiástico y fué ca-
pellán del cardenal Moscoso,
arzobispo de Toledo, retirándo-
se con él á aquella ciudad, don-
de vivió, en la casa inmediata
al Refugio, y donde al fin falle.-
ció, en 28 de Octubre de 1669,
á los cincuenta y un años de
edad. En cuanto á las demás
conjeturas que se han venido
formando hasta el día sobre la
circunstancia de haberse man-
dado enterrar en el Pradillo^ no
ဠlos ahorcados, sino del Car-
men, de aquella ciudad, y sobre
108 EL ANTIGUO MADRID,
néa.
Últimamente para dar lugar á nuevas construcciones.
La inmediata casa^ en la calle de la Reina^ número 8
moderno, es la que habitó, en principios de este siglo, el
general Príncipe Maserano, y que ocupó también algún
tiempo, mientras la dominación francesa, el general Abel
Hugo, gobernador de la provincia de Guadalajaní y
nombrado por el rey José marqués de Cogolludo, tenien-
do en su compañía á su hijo, el famoso poeta ViHor
IlugOj á quien colocó de paje del Rey en el Seminaria
de Nobles. En esta casa estuvo, después, la fonda de
Genyeis, y en ella pararon, en 1831, el celebérrimo
maestro Joxquvi Rossini y su compañero de viaje el
marqués de las Marismas, D. Alejandro Aguado.
Niñas de Lega- Al fin de csta calle está el colegio de Nuestra Señora
de la Presentación, de niñas, que llaman de Legones j
fundado, en su propia casa, por el caballero D. Andrés
Spínola, de la de los marqueses de los Ralbases y Lega-
nés, en 1630, con su pequeña capilla, abierta al público.
Otras casas notables hay en dicha calle, como la del
Conde de Montealegre, que fué del de Villacastel, entre
ella y la de las Infantas, y entre las de San Jorge y San
Miguel la del Marqués de la Vega de Armijo, derribada
esta, y construida en su solar otra nueva, y la del jardín
de Valero, propia del Duque de Arion.
En la del Clavel, señalada con el número 11 nuevo y
16 antiguo, contigua á la nueva del señor Maquieira, y
reedificada de planta en el año último , estaba la linda
casa que habitó, según sus Memorias y novelas, la célebre
escritora francesa, esposa del mariscal Junot, titulado
Duque de Abrántes, durante el tiempo que fué éste go-
las demás noticias biográficas giilar acierto su afortunado y
de este insigne autor, ya las ha erudito biógrafo, el aefior Fer-
ilustrado y combatido con sin- nandez- Guerra.
Calle del ClaTel.
RECOLKTOS 7 £L BARQUILLO.
109
bornador de Madrid. Igiiíjlmente, y según noticia recien-
te dada por él mismo, Víctor Hugo habitó también esta
casa con su padre en 1809. También vivió en ella, por la
misma ¿poca, la Condesa de Jaruco, señora célebre por su
hermosura y altas relaciones en la corte de José Bonaparte,
y madre de otra persona no menos célebre después, en la
corte parisiense, con el nombre de la Condesa de Merlinj
apreciable escritora, distinguida artista, y dotada, ademas,
de un excelente carácter y amenidad de trato. Esta seño-
ra, nacida en la Habana, donde su padre mandaba como
gobernador segundo cabo, fué casada de tierna edad, por
el rey José, con uno de sus ayudantes, el general Mer-
La calle del Caballero de Grada lleva este nombre del caiie dei c^ba-
(saballero de la Orden de Cristo , Jácome ó Jacobo de Gra^ """ ^ ^"^^'
i^isy virtuoso sacerdote, natural de Módena, que vino a
España con el Nuncio de S. S. y se avecindó en Madrid,
hasta que, en 1619, falleció á la edad de ciento dos años.
El mismo fundó, en sus propias casas, un convento de
padres clérigos menores, que después pasaron al Espíritu
¡Santo, ocupando entonces aquéllas la comunidad de Re-
(1) Su madre, la ya men-
cionada Condesa de Jaruco,
murió, según mis noticias, en
1810, y he oído decir que, re-
cientemente concluido el ce-
menterio de la puerta de Fuen-
carral , fué de los primeros ca-
<lávere8 conducidos á él ; pero
al dia siguiente, ya sea por la
repugnancia que excitara esta
clase de enterramiento extra-
muros, nuevo á la sazón en Ma-
drid , ó ya por otra razón , fué
sustraída, no sabemos t^impoco
por disposición de quién, y en-
terrada en el jardín de esta
casa, debajo de un árbol fron-
doso, que todos hemos conocido
en el mismo hasta hace pocos
años, en que se construyó la casa
nueva en el solar de dicho jar-
din. Pero se me ha hecho notar
que esta señora no murió en di-
cha casa y calle, sino en la del
Pez que hoy posee el señor
Conde de Cheste , aunque mis
noticias proceden de contem-
poráneos.
lio KL ANTIGUO MADBID.
coletas de la Concepción, conocjdas también por el nom*
Monjas del Cft. bre del mismo Caballero de Gracia. — Su convento é
Iglesia, que teman en dicha calle esquina a la del Ulavel,
fueron demolidos en 1838, y sustituidos después por
tres elegantes casas, entre las que sobresale la suntuosa
que construyó la sociedad del Crédito Mobiliario, En la
iglesia de aquel convento se veneraba el cuerpo del vir-
tuoso caballero, en un sepulcro de mármol, que ha sido
trasladado y colocado en el Oratorio de la misma calle y
advocación.
Oratorio. Este Oratorio, que la venerable Congregación de es-
clavos del Santísimo, fundada por el mismo caballero,
labró á sus expensas, en 1654, en la^casa que fué de doJ5a
Elvira de Paredes, en que acaeció la muerte violenta de
don Antonio Escon, enviado del Parlamento de Ingla-
terra (1), fué renovado completamente á principios de
este siglo bajo los planes del arquitecto Villanneva, y
en su iglesia, muy linda aunque pequeña, se celebra con
mucha solemnidad el culto divino.
De la dificultosa comunicación de esta calle con la de
Alcalá por medio de la angostísima llamada justamente
de los Peligros (aunque ya dijimos que recibió este nom-
bre, no por esta razón material, sino por una imagen de
Nuestra Señora que se veneraba, con el título de los Pe-
ligros, en el templo del inmediato convento de monjas de
San Bernardo) nada más nos ocurre que mencionar, ni
(1) El dia de Pascua, 5 de eo ingleses, llamados Gilen,
Mayo de 1660, entró en Madrid Holsal, Perchor, Separty Ar-
D. Antonio Escon, enviado del mes, quienes parece quisieron
Parlamento de Inglaterra, y se vengar la muerte de su def^gra-
apeó en esta casa, y al dia si- ciado rey Carlos, que parece ha-
guiente fué sorprendido en ella bia votado Escon en el Parla-
y asesinado <á puñaladas por cin- mentó.
Ul PUERTA DEL SOL. 111
tampoco de las otras dos contiguas de San Bernardo (hoy
de la Aduana) y de los Jardines, que no tienen impor-
tancia más que por la situación tan privilegiada que ocu-
pan entre las de Alcalá y de la Montera.
VIII.
LA PUERTA DEL SOL.
El orden de nuestro paseo por el Madrid histórico nos
conduce por segunda vez al sitio famoso y confín oriental
un tiempo de la antigua villa, hoy centro privilegiado de
la moderna; lazo de unión histórica y topográfica entro
nna y otra época; foco de donde irradia la grande estrella
que en derredor suyo fueron formando con la serie de
los siglos las principales calles ó arterías de la población
en sus diversas amplitudes, para atravesarla luógo en to-
das direcciones hasta sus últimos confínes.
En su lugar dijimos ya que, cuando la segunda am-
pliación (verificada, según se cree, hacia el final del si-
glo XIII ), quedaron comprendidos dentro de la nueva
tapia ó cerca los arrabales de San Martin , San Gines
y Santa Cruz; la puerta de Guadalajara avanzó hastíi
este sitio el ingreso oriental de la villa, continuando la
tapia que venía desde Santo Domingo por donde hoy
corren las calles de los Preciados y del Carmen, á salir n
^te anchuroso espacio, comprendido entre los olivares y
el arrabal de San Gines.
Parece que en esta tapia, y damlo frente al camino ó
112
EL ANTIGUO MADRID.
carrera despaes llamada de San Jerónimo^ hubo de abrir-
se un postigo cuya colocación y forma dos son descono-
cidos; pero que, según algunas indicaciones, sospechamos
que pudo ser como al medio de la plaza actual, entre las
calles posteriores de las Carretas y la Montera, y miran-
do á dicha Carrera, que era entonces, como queda dicho,
un camino que guiaba á dicho monasterio y á las ermi-
tas de Atocha, San Juan, Santa Polonia y otras, y tenía
á su izquierda I03 ya dichos olivares de Alcalá y el ca-
mino de Hortaleza, con sus ermitas de San Luis y Santa
Bárbara, y á su derecha las modestas casas del arrabal de
Santa Cruz.
Hospital del Al principio de dicha Carrera, á la parte fuera de la
población, y con ocasión de la gran peste de 1438, fun-
dóse un hospital para el socorro y curación de los conta-
giados, el cual fué reconstruido, en 1529, por el empe-
rador Carlos V, y erigido en Hospital Real de Carie y
para la cura de los soldados y la servidumbre de la casa
Keal. Este hospital, con su iglesia, sitos en el ya dicho
camino fuera de la Puerta del Sol, es el que ha permane-
cido en pié hasta estos últimos años, en que ha sido der-
ribado para el ensanche el hospital é iglesia del Dnen
Suceso (1).
El maestro Juan López de Hoyos, celoso é ilustrado
escritor madrileño, aunque crédulo y fanático encomia-
(1) £1 nombre de esta ima-
gen (que se veneraba en su altar
mayor, y hoy se halla en la igle-
sia del colegio de Loreto) le re-
cibió del pontífice Paulo V, á
quien fué presentada, en 1606,
por dos hermanoH de la Congre-
gación de los ObregoneSf que
yendo en peregrinación á Roma
se refugiaron, en unas peñas,
cerca de Tortosa, huyendo de
una furiosa tormenta, y hallao-
do escondida en ella á esta sa-
grada imagen, la llevaron cod-
sigo á Roma, y á su Tueltaá
Madrid la colocaron en la enfer-
mería de esta casa, y luego en
BU iglesia, á que dio el titulo.
LA TUERTA DEL SOL, 113
áordesus antigüedades, en sus dos curiosisimos libros
descriptivos de la enfermedad j tránsito y exequias de la
reina doña Isabel de Valois y del recibimiento de la reina
doña Ana de Austria, á vueltas de tantas fábulas mitoló»
^icas ó heroicas relativas á.Ia historia de esta villa, sus
armas j blasones, consignó algunos, aunque escasos, datos
contemporáneos á él, y referentes á sus diversas localida-
des; y esta parte, que sin duda era la accidental y que
miraba acaso el autor como supérflua en su narración,
es la que hoy, después de tres siglos, se ha hecho la
más interesante del libro, por ser aquéllos los más anti-
guos que se conservan de los impresos referentes á Ma*
drid.
Dice, pues, en el segundo de dichos libros, escritos en
1570 y refiriéndose á la Puerta del Sol, lo siguiente :
«Llegando (la reina doña Ana) cerca del monasterio de
> Nuestra Señora de la Victoria, que es de frailes de la Gr-
aden de lofl mínimos, junto al Hospital Real de esta Cor-
y^U, se le ofreció un arco exquisitamente fabricado y me*
)»dianamente elegido... Éste se fabricó en un lugar harto
despacioso, que llaman la Puerta del Sol; ésta tuvo este
í> nombre por dos razones : la primera, porque está ella á
>' Oriente, y en naciendo el sol parece ilustrar y desparcir
)ísus rayos por aquel espacio; la segunda, porque cuando
)>en España hubo aquellos alborotos, que comunmente
> llaman las Comunidades, este pueblo, por tener guarda-
»do su término de los bandoleros y comuneros, hizo un
»foso en contorno de toda esta parte del pueblo y fabricó
»un castillo, en el cual pusieron un sol encima de la
» puerta, que era el común tránsito y entrada de Madrid.
)> Y después de la pacificación y quietud de estos reinos,
í>por lo mucho que el invictísimo emperador Carlos V,
)>rey de España, nuestro señor, trabajó en allanar los
agrandes tumultos y pacificar todos los reinos de Espa-
n 8
114 EL ANTIGUO MADRID.
D ña y este castillo j puerta se derribó para ensanchar y
2> desenfadar una tan principal salida. i>
Esta es, pnes^ la primera noticia escrita que enconira-
mos de este sitio en los historiadores matritenses, y la
primera vez también que hallamos estampado el poético
nombre que, á pesar de haber desaparecido su objeto, y
del trascurso de los siglos, le quedó para siempre vincu-
lado.
¡La Puerta del Sol! ¿qué madrileño (decimos mal),
qué español, aunque se halle en un extremo del reino ó
en las más apartadas regiones del globo, no se siente in-
teresado, conmovido, al recuerdo de este nombre; no se
complace con la idea de visitar algún dia este célebre
sitio?
Dos viajeros de nuestro país, encontrándose en los ani-
mados boulevares parisienses ó en las solitarias y ásperas
cordilleras de los Andes ; en las ruinas de Roma ó en las
nebulosas márgenes del Támesis ; ¿para dónde se darán cita
después de sus lejanas expediciones, ó en qué punto pri-
vilegiado de su patria desearán volverse á hallar? No hay
que dudarlo : en la Puerta del Sol; en este centro vital de
la corte de España, en este emporio de su moderna histo-
ria, de su civilización y de su poesía.
Tal preeminencia jerárquica entre todos los sitios de
Madrid, ya vemos, sin embargo, que no es antigua. En
los siglos anteriores al xvi, la vitalidad , el nervio de la
población convergia hacia la plaza de San Salvador, hoy
de la Villa y la puerta de Guadalajara y la Plaza Mayor ^
como queda dicho en sus capítulos respectivos. — Ann
después de la última ampliación, que colocó en la Puerta
del Sol el punto central de la nueva villa, tardó más de nn
siglo en robar á aquella última su preferencia , y tanto,
que si recorremos todos los escritores del siglo xvn, asi
historiadores como novelistas^ dramáticos y poetas^ apc-
LA PUERTA DEL SOL. 115
ñas hallaremos mención de este sitio, ó sólo le veremos
apnntado por incidencia al tratar de las románticas y ve-
cinas rúas 6 paseos de los coches por la calle Mayor, ó del
bullicioso mentidero de las Gradas de San Felipe, — Pero
á medida que fué aumentando en importancia la parte
nueva al Oriente y Norte de la población, y compartien-
do con las otras la animación del comercio y el movimien-
to de la vida 9 fué enalteciéndose la fama de la Puerta del
Sol, hasta tal punto, que hoy su nombre ha llegado á ser
el emblema del Madrid moderno, y los anales de esta villa
en los dos últimos siglos i^e confunden ó resumen en los
de esta célebre plaza.
Así y pues, para indicarlos, siquiera sea de pasada, ha-
bremos necesariamente de hacer una excursión histórica
hasta los presentes tiempos, apartándonos de aquel á que
más especialmente hemos consignado nuestros recuerdos
en este libro; pero antes de proceder á esta ojeada histó-
rico-moderna, vamos á recordar lo que era la Puerta del
Sol hasta fines del siglo último, y aun lo que ha conti-
nuado siendo, en gran parte, hasta la demolición total
emprendida estos últimos años para su ensanche.
Esta plaza, ó más bien espaciosa encrucijada de las di-
versas calles principales de la población, presentaba la fi-
gura, que todos recordamos, de un prolongado trapecio, y
se hallaba dominada en su frente principal, entre las ca-
lles de Alcalá y San Jerónimo, por la modesta fachada de
la iglesia del Buen Suceso , la cual, antes de la ocupación
francesa, estaba algo más decorada y tenía una pequeña
lonja ó atrio con verjas de hierro. Delante de ella estaba
la famosa fuente churrigueresca, obra del célebre D. Pe-
dro Rivera , de principios del siglo pasado, y que reem-
plazó á otra no menos extravagante, si hemos de creer ¿
la vista de ella que estampa Alvarez Colmenar en la obra
titulada Anuales d'Espagne et de Portugal. — Una y otra
116 EL ANTIGUO MADRID.
estuvieron coronadas por la estatua de Venus, no la Me-
dicea, de Páfos ó de Citéres, sino la célebre Mariblanroj
que hoy yace relegada á la plazuela de las Descalzas ; j
en el costado de la derecha, á la parte del convento de la
Victoria, estaban los cajones de la fruta y como así vemos
terminantemente en los títulos de las casas fronteras. —
Éstas, en todo el recinto de la plaza , eran tan informes
y mezquinas, que la mayor parte de ellas no median más
que seis ú ochocientos pies superficiales, y tenian uno solo
ó dos balcones en cada piso, aunque éstos solian elevarse
al cuarto ó quinto piso por medio de imas empinadísimas
escaleras, casi inaccesibles, y que arrancaban á flor de
calle de unas aberturas cavernosas, hediondas y lóbregas,
que hacian las veces de portal, — Las tiendas ó comercios
de los mercaderes de la seda, de paños y de librería, que
disputaban á aquéllos el breve espacio de la fachada, te-
nian sus mostradores de la misma fábrica, hasta la em-
bocadura de la puerta, y estaban decoradas por todo or-
nato exterior con alguna efigie de santo ó algún letrero
más ó menos bárbaro en son de muestra ó enseña. En solo
el espacio que ocupa hoy la casa de Correos habia treinta
y tantas casas, que estrechaban las entradas de las calles
de Carretas y de San Felipe. — En el frente, entre la Mayor
y el Arenal, habia una casa con una torrecilla ; al costado,
las mismas que hemos conocido, con su callejuela en es-
cuadra llamada del Cofre 6 de los Cofreros (des Baliu-
tiers)j con cuyo título ya dijimos que se halla designada
en la donosa historia de Gil Blas (1).
En la manzana de las calles del Carmen y Preciados
(1) En la noche del 17 de cadas después, aunque con las
Abril de 1815 estalló en estas mismas pobres condiciones: Hoy
casas un violento incendio, que ha desaparecido toda esta man*
destruyó todas las de este frente zana y las calles del Cofre y de
y callejuela, y fueron roedifí- la Zarza.
LA PUERTA DEL SOL. 117
estaba el único edificio de alguna importancia^ y era el que
ocupó anteriormente la casa de Expósitos (la Inclusa) hasta cuie de u m*
que se trasladó á la calle del Soldado, y luego al que ahora **^"*'
ocupa ; pero la parte de casa que daba á la Puerta del Sol
era construcción moderna, y la misma pobreza de deco-
ración ofrecía que las otrds casas que, siguiendo este fren-
te, angostaban las embocaduras de las calles de los Precia-
dos, del Carmen, de la Montera y de Alcalá.
La importancia topográfica de esta plazuela tampoco
debía ser gran cosa hasta principios del siglo pasado, pues
vemos que en las Ordenanzas de Madrid y publicadas por
D. Teodoro Ardemans en 1720, se da el valor de 12 rea-
les á cada pié de sitio en la Pjierta del Sol (1), al paso que
se tasa en 80 y más en la Plaza Mayor. En cuanto á su
condición social, no era más que punto de reunión de los
apuestos galanes de capa y espada del siglo xvii, y pos-
teriormente de las relumbrantes casacas y empolvados pe-
lacones del siguiente ; de los currutacos y los petimetres de
principios del actual, que concurrían alli simplemente á
departir sobre sus aventuras amorosas, á tomar el sol, á
sorber un polvo, fumar un cigarro y esperar el último to-
que de la misa de las dos del Buen Suceso. También en los
viernes de la Cuaresma solia alzarse un pulpito frente á
la fachada de esta iglesia, donde predicaban al aire libré
los padres encargados de las misiones, con gran edifica-
ción de los asturianos aguadores, que formaban la base del
auditorio. Pero tornemos á nuestro recuerdo histórico.
Desde la mencionada guerra de las Comunidades, ¿
principios del siglo xvi, no vemos figurar para nada en
las crónicas políticas de Madrid á la Puerta del Sol, hasta
dos siglos después, en la famosa de Sucesión, y aun en-
(1) A 400 y 500 rs. se ha ven- nuevas construcciones con mo-
clido el pié superficial para las tivo del ensanche.
118 EL ANTIGUO MADRID.
tónces muy de pasada, con motivo de las dos entradas
fugaces que hizo el pretendiente archiduque, y de las triun-
fales que antes y después de vencerle verifico Felipe V,
su feliz competidor.
Más importante papel le cupo en el ruidoso motin ape-
llidado de las capas y sombreros contra el ministro Es-
quilache, en 23 de Marzo de 1766, como punto central é
instintivo de reunión del pueblo, levantado de una manera
formidable; pero como la explosión de su ira en aquellos
dias estalló hacia otros puntos de la población, verbi gra-
cia, delante de los cuarteles de los guardias walonas, en las
plazuelas de Antón Martin y de Herradores, y de las ca-
sas de los ministros Esquilache y Grimaldi , en las calles
de las Infantas y de San Miguel, no figura todavia la
Puerta del Sol en primer término en la relación de aque-
llas tumultuosas escenas.
Faltábale para ello un punto principal estratégico de
ataque y defensa, y éste lo recibió, acaso sin pensarlo, de
manos de Carlos III, con la construcción, en 1768, de
Oua de Gomos, la nueva ca>sa d£ Correos , que ocupa su frente principal.
—La magnanimidad de aquel gran monarca, de acuerdo
con sus miras generosas é ilustradas, quiso sin duda da-
tar á Madrid de este y otros considerables edificios desti-
nados únicamente al servicio público, y para ello mandó
adquirir toda la manzana, compuesta de treinta y seis ca-
sas informes y diminutas, y cometió el encargo de la cons-
trucción al ingeniero francés D. Jaime Marquet, el cual la
emprendió y llevó á cabo con la solidez y elegancia que
hoy ostenta. Pero la suspicacia del Conde de Aranda, ca-
pitán general y gobernador del Consejo, y sus recuerdos
del pasado motin , le hicieron comprender que esta cons-
trucción, en sitio semejante, tenía, ó debia tener, gran
importancia militar, y se empeñó en que en él había de
colocarse un gran cuerpo de guardia principal ó de pre-
LA PUERTA DEL SOL. 119
vención; para lo cual, contrariando los planes del arqui-
tecto^ hizo destinar á él la planta de la derecha , precisa-
mente en donde aquél colocaba la caja de la escalera , que
quedó de este modo oculta, pequeña j poco conveniente
al resto del edificio. Desde el momento en que éste quedó
concluido, y colocada la gran guardia en él, tomó esta cé-
lebre plaza la importancia que después ha desplegado en
diversas ocasiones.
Muchos años tardó, por fortuna, en apercibirse de ello,
y en los largos reinados de Carlos III y Carlos IV sólo
figuró con festivo aparato en las solemnes ocasiones de
nacinaientos, entradas ó bodas de personas Beales, deco-
rando lo mejor posible la modesta fachada del Buen Su-
ceso, su extraña fuente y la elegante casa de Correos.
Pero vino un dia, un dia terrible y señalado en los
fastos modernos de Madrid /el dia 2 de Mayo de 1808, en
que este pueblo se alzó heroico contra el osado conquis-
tador de Europa. Aquel memorable dia recibió la Puerta
del Sol su bautismo de sangre ; aquel dia sirvió de teatro
á uno de los más cruentos episodios de su tragedia. Yióse
en él la desigual li^ha de los vecinos de Madrid, indefen-
sos, arrojados y temerarios, con el cuerpo de caballería
francesa denominado los mamelucos ^ por el traje oriental
que vestían ; vióse allí á los chisperos del Barquillo y Ma-
ra^dllas, á las manólas del Lavapiés, acometer cuerpo á
cuerpo, armados de sus navajas, á las formidables falan-
ges vencedoras en las Pirámides y Austerlitz ; vióseles in-
troducirse en sus filas ó entre las piernas de los caballos,
abalanzarse á los jinetes, y atacar á unos y otros con sus
navajas y estoques, terciadas las capas y las mantillas, y
caer envueltos con ellos en un lago de sangre ; mientras que
otros, desde los balcones de las casas, desde las esquinas de
las calles , disparaban contra los mamelucos his pistolas y
escopetas que hablan arrancado de casa de los armeros.
I
120 EL ANTIGUO MADRID.
Extinguida la luz de tan sangriento dia, oyóse en aquel
sitio mismo el terrible estampido del plomo vengador y el
angustioso ¡ay ! délas víctimas moribundas, inmoladas por
el francés en el patio del Buen Suceso. — La Comisión
militar formada por Murat y presidida por Grouchy para
juzgar breve y sumariamente, ó para sacrificar, mejor di-
cho, á todos los paisanos aprehendidos , se hallaba reuni-
da en la casa de Correos, y de allí partian á cada momento
las órdenes de fuego á los diversos piquetes que arrastra-
ban á la muerte á las víctimas en el Buen Suceso, en el
Prado y en la Montaña del Príncipe Pío.
Bien diferente aspecto presentó la Puerta del Sol cua-
tro años después, el dia 12 de Agosto de 1812, en que,
alejados de Madrid los franceses, á consecuencia de la ba-
talla de Salamanca, recibió en sus muros al ejército alia-
do anglo-hispano-portugues,*al mando de lord Arturo
Wellesley, duque de Wellington y de Ciudad-Rodrigo. Be-
cordamos como entre sueños, como la primera impresión
de nuestra tierna infancia, el espectáculo indescriptible y
mágico que ofrecía la Puerta del Sol en el momento que
el célebre Wellington, á la cabeza del ejército, pisó su re-
cinto, recibiendo en ella la más entusiasta y sincera ova-
ción que pudo ofrecerse á vencedor alguno, por aquel
pueblo, algunas horas antes pálido, extenuado, moribun-
do á impulsos del hambre y la* miseria, y en aquel dia y
en aquel momento restablecido, vivificado y delirante de
entusiasmo, de valor y de alegría.
Dos dias después alzábase un üiblado en la Puerta del
Sol, y la autoridad superior de Madrid proclamaba y leía
en alta voz la Constitución política de la Monabquía
Española, promulgada por las Cortes generales de Cá-
diz en 19 de Marzo de aquel mismo año; pero dos año»
más tarde, al regreso de Femando VII de su cautiverio,
fue quemada esta propia constitución poc aquel mismo
I. í
LA PUERTA DEL SOL. 121
pueblo qne poco antes la había j arado de todo corazón sin
entenderla.
De aquí datan los diversos triunfos caseros con que di-
cho monarca regocijó á la Puerta del Sol. En ellos se vio
adornada con arcos j templetes, más ó menos extra va^
gantes, engalanada con inscripciones más ó menos poéti-
.*as ó prosaicas, debidas á la tierna musa del poeta oficial
Arriaza ó al sincero patriotismo del sombrerero Ahrial 6
del librero D, Diego Rabadán.
'. .nive todas estas entradas ó aclamaciones, no hay que
dudar que la más señalada por el regocijo público, espon-
táneo, inmenso, del vecindario, fué la primera verificada
'^r Femando en 14 de Mayo de 1814. Renovóse, aunque
no ^on tanta suntuosidad, en 28 de Setiembre de 1816, á
la entrada de la princesa doña Maria Isabel de Braganza,
segunda esposa de Fernando, y á la de la tercera, Maria
Josefa Amalia de Sajonia, en 1819.
Pero sucedió á poco el levantamiento del ejército de la
Isla, en 1820, y la jura de la Constitución por Feman-
do VII, y la Puerta del Sol cambió de papel. De ^laza
cortesana, de sitio oficial de proclamaciones y festejos,
pasó á ser el gran teatro do la vida pública ; úforum ma-
tritense de los tribunos populares; el Capitolio de los hé-
roes de circunstancias. £n ella recibieron su patriótica
ovación , su corona triunfal , los caudillos de la isla de
León, RiegOy Quiroga y Arco Agüero; á ella convergió la
energía y el valor revolucionario de las masas populares
en sus frecuentes asonadas, que salian casi diariamente
armadas de punta en blanco de los vecinos %;Zi¿¿9-cafés do
Lorenzini y la Fontana de Oro, A ella, por consecuencia,
tuvo también que acudir la fuerza represiva del Gobier-
no, desplegando en su recinto gran lujo de tropas y ca-
ñones en muchos de aquellos dias, y señaladamente en 7
de Setiembre de 1820, 28 de Febrero y 4 de Mayo de
122 EL ANTIGUO MADRID.
1821, 7 de Julio de 1822 , en cuyo dia se dio la célebre
acción de la Plaza entre la Milicia Nacional y la Guardia
Eeal, y luego, en 20 de Enero y 20 de Mayo de 1823, en
que se acercaron los realistas á las puertas de Madrid. —
Ocupada la capital en 24 de Mayo por el ejército fran-
cés al mando del Duque de Angulema, y libre en fin Fer-
nando, en 1.° de Octubre, del gobierno constitucional re-
íugiado en Cádiz , volvió á sus triunfos acostumbrados,
primero sobre los liberales á su regreso á Madrid en 13
de Noviembre de 1823, pasando por bajo de los arcos de
Tito y de Trajano , y luego contra los carlistas, á su vuel-
ta de Cataluña en 1828. Por último, en 13 de Diciembre
de 1829 dio á la Puerta del Sol un espléndido espectáculo
con el recibimiento solemne de la cuarta y última esposa
de Femando, doña Jíarta Cristina y á quien acompañaban
sus padres los reyes de las Dos Sicilias, y que recibia con
gran copia de esperanza y entusiasmo la triste y desven-
turada España. — Entonces fué cuando cubrió Mariblanca
su extravagante fuente con un suntuoso templete del gé-
nero clasico-fastidioso, sobremontado en las cuatro esqui-
nas con las estatuas de Colon, Hernán Cortés , Pizarro y
Sebastian Elcano , y rematando , á guisa de tapadera, con
un globo transparente del peor efecto posible.
Renováronse este regocijo público y demostraciones
municipales en 10 de Octubre de 1830 , al nacimiento de
la princesa doña Isabel y hoy reina de España j en que se
estrenó por primera vez en Madrid el gas en la ilumina-
ción en la Puerta del Sol y calles adyacentes, y en el de-
corado de la fachada del Buen Suceso; y posteriormente,
en 20 de Junio de 1833, con ocasión de la solemne jara
de esta señora como princesa de Asturias en el templo
de San Jerónimo.
Muerto Femando en el mismo año, é inaugurado el
nuevo reinado bajo la gobernación de la reina madre
LA PUERTA DEL SOL. 123
doña María Cristina, estalló la guerra civil y la revolu-
ción política, y para colmo de desgracias, hasta el funesto
colera morbo , que dio lugar ó pretexto á la horrorosa es-
cena de 17 de Julio de dicho año, en que el populacho
atacó los conventos de San Francisco, la Merced, los Je-
suítas y otros, y asesinó á muchos religiosos bajo el ab-
surdo pretexto de que estaban envenenadas por ellos las
aguas de las fuentes, como así intentaba probarlo una tur-
ba de asesinos en lá de la Puerta del Sol. — Ocho días des-
pués de aquel espantoso cuadro atravesaba aquel sitio
María Cristina, radiante de juventud, de grandeza y de
hermosura, para ir á abrir en persona por la primera vez
las Cortea del Reino, convocadas por estamentos, en la anti-
gua iglesia del Espíritu Santo.
Otra turbulencia, promovida por el alzamiento de algu-
nas compañías de tropa, se representó en Enero siguiente,
también en la Puerta del Sol, siendo su teatro la casa de
Correos, y su desdichada víctima el capitán general don
José Canterac, que fué muerto á sus puertas. Más formi-
dable aún la insurrección de la Granja, en 1836, tuvo tam-
bién rápido eco en la Puerta del Sol , de donde salió el
capitán general Quesada para ser sacrificado en Horta-
leza, á las puertas de Madrid.
Continuaron las alarmas y alardes militares en este año'
y el siguiente con motivo de la aproximación de las hues-
tes de D. Carlos, y aun después del convenio de Vergara,
en el famoso pronunciamiento de 1.® de Setiembre de
1840, que dio por resultado la abdicación y marcha de
la Reina madre y la regencia del general Espartero. En
Julio de 1843, á la defensa intentada por la Milicia Na-
cional de las tropas levantadas contra el Regente por el
general Narvaez ; en la intentona republicana de 1848, de
que fué igualmente víctima, en este mismo sitio, el capi-
tán general Fulgosio (y era el tercero de los capitanes
124 EL ANTIGUO MADRID.
generales); últrniamente, en el levantamiento ó revolución
de Julio de 1854, y en su terrible represión á los dos
años en iguales dias de 1856, siempre la Puerta del Sol
ha figurado en primer término, con su casa fuerte de
Correos, con sus barricadas, sus cañones , sus tropas y
sus caudillos militares y paisanos.
En ella so ha verificado casi siempre el desenlace de
todos los sangrientos dramas que forman el tejido de
nuestra historia contemporánea , y de este punto fatídico,
providencial, centro de todas las carreteras del reino ^ han
partido también los correos, los telegramas, las ^enes
terminantes para todos los cambios políticos del país.
Con estos trágicos episodios han alternado también en
los últimos años otros suntuosos regocijos; ha visto le-
vantarse en su centro monumentos, columnas, arcos y
obeliscos, ya al regente Espartero en 1840, ya á María
Cristina á su vuelta en 1844, ya, en fin, con ocasión délos
regios enlaces de S. M. doña Isabel II y la Serenísima
Infanta en 10 de Octubre de 1846. En esta ocasión fué
, cuando se vio cubierta la fachada del Buen Suceso de un
elegante pórtico y columnata, á semejanza de la del
Panteón.
Por último, con menos preparación artificial, aunque
con el fuego que imprime el amor patrio sobre todos los
objetos que anima, saludó Madrid en la mañana del 7 de
Febrero de 1860 la bandera nacional, que por única demos-
tración brillaba en lo alto de la antigua casa de Correos,
hoy Ministerio de la Gobernación, al mismo tiempo que
ondeaba victoriosa sobre los muros de Tetuan.
Pero á vuelta de estos episodios más ó menos trágicos
ó sublimes, ¿qué es la Puerta del Sol en su estado normal,
en su vida íntima , prosaica , vulgar y cotidiana? — Ya lo
hemos dicho : es el corazón, el núcleo de la vitalidad y
animación de la población cortesana. A él van á conver-
LA PUERTA DEL SOL. 125
gir, por las diez ó más arterias de las calles principales
que la rodean, todos los movimientos, todos los intereses,
iodos los instintos y aspiraciones de este pueblo numero-
so.— El noticiero intrigante ó simplemente hablador, que
sueña con las peripecias políticas, con las guerras y los
cataclismos, acude á formar corro con otros semejan-
tes en que satisfacer su sed de sensaciones, sus simpa-
tías ó su curiosidad ; el magnate que cruza en su carro-
za en dirección á Palacio; el funcionario que acude á
su oficina ; el diputado que se dirige al Parlamento ; to-
dos houcen paso por este sitio, siquiera no sea más que para
observar qué cariz presenta la Puei*ta del Solj y augurar
por los grupos raros ó numerosos el mayor ó menor pe-
ligro de la situación política, la probabilidad de la paz ó
de la guerra, del triunfo de las elecciones, de la derrota
parlamentaria ó de la crisis ministerial. — El hombre del
pueblo, el negociante, el industrial, van allí á informarse
por la voz pública de la alza ó de la baja de los fondos,
de las quiebras aseguradas j de los seguros quebrados , del
yuloT fabuloso de las minas auríferas descubiertas la noche
anterior por una sociedad explotadora en el próximo café.
— El obrero, el ganapán, el hombre para todo, que para
nada sirve, vienen allí en demanda de parroquianos ó de
acomodo; la murga de bombo y platillos, en averiguación
de gracias, de bodas ó bautizos, para correr á felicitar á
los dichosos; el mtisico /estero j contratista por mayor de
salves ó réquiem á toda orquesta, ajusta con los muñidores
de las cofradías los solemnes entierros en las parroquias,
ó las fiestas patronales de Vallecas ó Carabanchel. El cor-
redor á pié quieto ofrece allí sus primas á los primos ad-
venedizos; el vividor parásito cata caldos y panza al trote
(pique assiettCj que dicen los franceses, caballero del mi-
laffrOy como antiguamente se decia por los españoles ) an-
dan á caza de gangas á quien agasajar y servir; y el pres-
126 EL ANTIGUO MADRID.
tidigitador aficionado, el tomador del dos y el ratero inci-
piente ejercen en público sus escamoteos con una destreza
capaz de desesperar á los Hermanns y Macallister.
Cruza brujuleando entre todos estos grupos animados
el diligente periodista, abeja literaria que liba en ellos la
miel ó sustancia de su próxima gacetilla; el apasionado
dilettante; el amigo del autor en capilla y encargado de
crear atmósfera y de preparar la opinión en pro de la pris-
ma donna que aquella noche ha de dehitar en el Real;
del drama que en la siguiente ha de darse á luz en el
Principe ; el taurómaco que sostiene en su círculo especial,
compuesto de gente crua, la importante tesis de la próxi-
ma estocada de CúchareSy ó la incongruencia del Tato en
su último volapié. Todo esto amenizado con el estridente
chillido del muchacho que pregona la Correspondencia ó
la Discusión; del pilludo que entona los premios de la
lotería; del mendigo que os ofrece diez mil duros al con-
tado en un billete de la pasada extracción ; del vendedor
Ae fósforos y calendarios, propagadores de las luces, y de
libritos de papel de Alcoy; del limpiabotas que os arrima
el banquillo sin pretenderlo y hace ademan de apoderar-
se de vuestro pié ; del barbero ambulante que os tropieza
con su jarro y escudilla ; de la aguadora que os brinda con
agua y panales ; del horchatero valenciano^ ó del que por
cuatro cuartos pregona su enigmático café.
Hay quien ocupa cuatro ó seis horas diarias en revistar
minuciosamente el progreso de las obras del ensanche;
otros las emplean con más utilidad en recorrer uno por
uno los mil ó más retratos-tarjetas expuestos á las puertas
de los fotógrafos ; quien pasa y detiene á todos los tran-
seúntes para hablar á un conocido y preguntarle con el
más vivo interés «¿á dónde va por allí?», ó para decirle
«cque hace calor :^; quien forma sus delicias en echarlos
dobles lentes á la Quevedo á todos los agraciados rostros,
LA PUERTA DEL SOL. 127
á todas las breves plantas femeniles que, incesantemente
renovadas, hacen paso por aquellas losas en dirección á
las tiendas de las calles de Postas ó de Espoz y Mina, ¿
la misa de San Luis ó los Italianos , á los paseos del Pra-
do ó del Retiro. — Alguno, más intencionado, persigue
con tenacidad á una de esas estrellas del sétimo cielo aléase
piso) que toma (acaso por huirle) una berlina de plaza y
se mete en ella, sin reparar ¡la cuitada! que el cochero, ó
indiscreto ó descuidado, olvidó bajar el banderín que de-
nuncia su graciosa tripulación con el infamante Qi se al-
quila, »
Aqui un buen mozo provincial , un Apolo trashuman-
te, se pasea entonado por la ancha acera para exhibir sus
gracias delante de todos los grupos, y al paso por todos
los espejos de las puertas se mide y se tasa con exquisita
fruición; más allá una respetable mamá (casco averiado
contemporáneo de Trafalgar) hace rumbo al Prado, pre-
cedida de dos pimpollos maravillosamente bellos, que van
causando estragos en la apiñada muchedumbre , que las
abre paso con sorpresa y admiración. — Ni falta tampoco
grnpo de antiguos veteranos disfrazados de paisanos, que
entre las humaradas del habano de diez maravedises, que
aspiran con heroica resignación , juran y reniegan contra
lo presente y contni lo futuro, encomiando sólo lo pasado
(que son ellos), ó hacen estallar su ira al ver cruzar, por
ejemplo, á un mancebo que sirvió de teniente á sus órde-
nes en la guerra de Cataluña y hoy luce la faja de gene-
ral; ni joven estudiante ó literato modesto, que cargado
de libros, de vuelta de su Instituto ó Biblioteca, reniega
de ambos al ver cruzar en brillante carroza á un su con-
discipulo, ministro ó cosa tal, que lanzado á la política
sublime en alas de su osadía, dio punto á sus estudios li-
terarios, forenses ó cientifícos, se vino á la Puerta del
Sol , cambió de carrera y penetró audaz por la que se le
128 EL ANTIGUO MADRID.
ofrecía á la vista, por la Carrera de San Jeránimo, que es
la que guía al moderno Capitolio, al aura popular, al po-
der y la fortuna.
La Puerta del Sol es, pues, el laboratorio político-cor-
tesano, económico-social, científico j literario de Madrid;
la gran fábrica de las reputaciones históricas , políticas^
militares y financieras del país ; el horno donde se ama-
san sus grandes nombres, sus intereses públicos j priva-
dos; la escena en la que se trazan y desenlazan las peri-
pecias de su historia, las intrigas de su vida íntima y so-
cial. — Por eso no debe extrañarse que el anhelo de todo
español que intente elevarse en el teatro cortesano sea el
de instalarse, desplegarse y brillar en persona ó mental-
mente en este sitio ; que los viajeros extranjeros que es-
cribieron de nuestro país le consagren tomos enteros (1);
que los escritores indígenas emblematicen en él el Ma-
drid moderno, y que los peregrinos y viandantes, de que
hablábamos al principio de este capítulo, se citen y em-
placen desde los más remotos climas para la Puerta
del Sol.
Y aquí el lector habrá de disimular al autor de esta
obrita, que extralimitándose de su propósito de pasear en
ella por el Madrid antiguo, haya hecho en el presente ca-
pítulo una doble excursión en el moderno, y en el estilo
hmnoristico propio de la ya olvidada pluma del Curioso
Parlante, que tan mal dice con la fria y mesurada grave-
dad de la narración histórica.
(1) RoGER DE Beauvoir. La Porte du Soleil, 4 vol.
LÍNEA DEL ^'OUTE. 129
IX.
LÍNEA DEL NOBTE.
DE LA PUERTA DEL SOL Á LA DE BILBAO.
Volviendo á nuestros paseos después del episodio que
nos hemos permitido en el punto central de la Puerta del
Sol, seguiremos ahora la línea septentrional, que tiene por
límites Jas puertas de Santa Bárbara y de Bilbao (antes
<le los Pozos) j comprendiendo al paso (para no dejamos *
nada rezagado) la calle del Carmen , que parte del mismo
punto y en la propia dirección hasta el postigo de San
Martin, donde nos encontramos ya con el antiguo arrabal
que antes describimos.
De las demás calles que parten de aquella plaza en to-
das direcciones hasta la de los Preciados inclusive, ya
queda hablado en los capítulos respectivos, restándonos
solamente hacer mención de las dichas del Carmen y de
la Montera y sus traviesas hasta la de Jacometrezo inclu-
sive, que enlaza la nueva población con dicho antiguo
arrabal.
Hoy estas calles, importantísimos puntos mercantiles
y favoritos del capricho y de la moda, son*para Madrid
lo que las calles Vivienne y de Riclielieu para París, con
la notable y sensible diferencia de que allí los preciosos
objetos y mercancías que las decoran y embellecen son
fruto de su industria indígena, mientras las de Madrid
n. 9
130 EL ANTIGUO MADRID.
ya citadas no ostentan, por lo general, otra cosa que las
ricas manufacturas extranjeras.
c»ii« de la Hasta la misma población de estas calles es exótica (e¿-
pecialmente la de la Montera), compuesta en su mayor
parte de naturales de Francia y otros países , aunque a\"«^
ciudades en Madrid. El lujo y multitud de los almacenes
y tiendas de comercio en que están convertidos hasta lo*
mismos portales de las casas ; la infinidad de muestras ó
enseñas de las sastrerías, modistas, peluquerías, sombre-
reros y tiendas de telas y quincalla, que cubren literal-
mente las ventanas, los balcones, las fachadas casi toda^;
la animación consiguiente á este inmenso movimiento
mercantil, y aun la misma forma de esta hermosa calle
en suave pendiente desde su principio hasta la Puerta del
Sol, ostentando en su centro una fuente moderna, inan-
gurada en 1833, aunque de forma impropia de aquel si-
tio (ya ha sido derribada), todo esto reunido contriboye
al conjunto y especial fisonomía de esta interesante call«*
madrileña. — El nombre de la Montera, que llevó desde
los principios , quieren algunos que sea corrupción de la
Montería, por ser el sitio por donde salian para las gran-
des monterías ó cazas ; y otros la atribuyen á cierta bel-
dad que habitaba en ella en el siglo xvi, y era esposa del
montero del Rey. — Contiguo á la fuente, el sitio que
media hasta cerca de la parroquia de San Luis sirvió en
los siglos XVII y XVIII para la venta del pan, cuyos pues-
tos ó tinglados tenían delante una red defensiva , de que
le ha quedado al sitio el nombre vulgar de la Red de San
La Red de San Luis, Posteriormente, y hasta hace pocos años, ha habido
cajones para la venta de carnes, verdura y frutas, que se
han quitado muy acertadamente de allí. — La parroquia
Parroquia de de San Luis, obispo, quc se alza en el comedio de esta ca-
lle, fué erigida en 1541 como aneja de la de San Gines;
hoy es una de las principales de Madrid , y su templo,
LÍNEA DEL NORTE. 131
constrnido á fines del siglo xvii , es de los más espacio-
sos 7 concurridos , aunque no tiene nada notable bajo el
aspecto artístico. La portada es obra del corruptor don
José Donoso , á quien se atribuye también el pesado or-
nato churrigueresco del retablo del altar mayor.
Entre esta calle de la Montera y la del Carmen desdo
la Tuerta del Sol hasta la calle de Jacometrezo, la indus-
tria mercantil va invadiendo y monopolizando el sitio
todo, en términos que apenas queda ya resto alguno de
las antiguas construcciones que pudieran tener algún in-
terés histórico. El único acaso que sirve de excepción es
la iglesia del Carmen Calzado , y su convento, destinado ei carmen c«i.
hoy á las oficinas de la Deuda del Estado. — Ya dijimos
en su lugar que la casa mancebía pública, que estaba a
principios del siglo xvii en el sitio donde ahora el palacio
de los condes de Oñate, se mandó trasladar á ese punto
por Real cédula de Carlos I, fecha 28 de Julio de 1541,
lo cual se verificó comprándose para ello por la villa un
sitio que tenia Juan de Madrid , mercader , y estaba á la
cava de la Puerta del Sol, donde se construyó la nueva
casa de mujeres públicas. Pero más adelante , y habiendo
ingresado este sitio dentro de la población y formándose
una nueva calle, fueron expulsadas de él en el reinado de
Felipe II, y designado para la fundación de un convento
é iglesia de religiosos calzados de Nuestra Señora del
Carmen, lo cual se verificó, diciéndose la primera misa
en 17 de Enero de 1575. — Es un templo muy espacioso
y concurrido sobremanera, aunque poco notable. El con-
vento contiguo es de creer que por su estado desaparezca
muy pronto, dando lugar al ensanche de la plazuela-mer-
cado y calles contiguas.
Entre dicha calle del Carmen y la de Jacometrezo es-
tán las traviesas de ]os Negros^ miserable callejuela , que
se convertirá pronto en una continuación de la nueva de Tr..Tcd«,
132
EL ANTIGUO MADRID.
metrezo.
Tetuariy ó en una elegante galería de cristales; la de la
Salud y del Olivo, altas y bajas, las de San Jacinto y del
IIo7mo de la Mata, de Chinchilla y de la Abada (que re-
cibió este nombre á cansa de una abada 6 rinoceronte
hembra que trajeron del Brasil y enseñaban en ella nnos
portugueses), y en todas ellas no hay un objeto digno de
mención especial (1). — La de Jacometrezo, una de las
más pasajeras, estrechas y peor cortadas de Madrid, fué
llamada así á causa del célebre escultor y lapidario de Fe-
CaUe de Jaco- upe II Jácome de Trezzo. natural de Milán y autor de
la famosa obra del tabernáculo del Escorial, que habito
en dicha calle, en la casa de su propiedad, construida por
Juan de Herrera en el sitio que ocupa hoy la del núme-
ro 15, que es moderna; la antigua de Jácome Trezzo no
tenía más que un solo piso, y fué después que de Jácome,
de Juan Bautista Bordelasco, milanes también; luego de
Juan Kscarafigo, Juan Valdivieso y Juan Bautista Jns-
tiniano ; y en el siglo pasado perteneció á D. Pedro Saa-
vedra Fajardo Barnuevo y Villarasa. Alguna otra casa
antigua existe en dicha calle, aunque reformada, tal co-
mo las del mayorazgo de Horcasitas, á la plazuela de
Moriana y calle de Hita, de los Marqueses de Villada-
rias; las del mayorazgo de Rivadeneyra y de^Ibafiez de
Segovia (Mondéjar) con vuelta á la de la Verónica, y la
(1) Para el autor de esta
obrita había, sin embargo, en
una de ellas un objeto de la ma-
yor simpatía , y es la casa en
<iue nació, á 19 de Julio de 1803.
Esta casa, propiedad de sus pa-
dres, y después suya , es la se-
ñalada con el número 10 anti-
guo , 6 nuevo, en la calle baja
del Olivo. Hoy se ha recons-
truido de planta esta casa, in-
corporándola la del número 8.
Seguramente que al lector im-
portará muy poco esta noticia;
pero habrá de disimulamos que
al pasar por delante de la casa
que fué nuestra cuna , nos ha-
yamos detenido un instante i
saludarla.
LÍNEA DEL NORTE. 133
del Duque de Solferino á la de Tudescos no existen ya, ni
tampoco otías que han sido sustituidas recientemente por
nuevas construcciones.
Las calles paralelas de Fuencarral y de Ilortaleza, que cjaiie de Horu-
van desde la de la Montera ¿ terminar en los límites
Norte de la villa, presentan á su entrada, dando frente á
dicha calle de la Montera, un prolongado trapecio, que
por su posición ventajosa (después de la del Buen Suce-
so, la más preferente de Madrid), por su forma regular y
considerable , merecía bien haber sido escogido para un
edificio público y de grande importancia ; pero desgracia-
damente lo fué á mediados del siglo último por D, Pedro
de Astrearenay marqués de Murillo, que reunió también cas» de Astre»-
las contiguas de Apodaca y del Marqués de la Vera, for- '®^*-
mando una sola sobre aquella extendida superficie de
32.000 pies, con tres enormes y poco elegante^ fachadas,
que han dado lugar al dicho vulgar de los madrileños para
caracterizar todas las cosas de mayor apariencia que fon-
do relativo : la casa de Astrearenaj mucha f adiada y poca
vivienda. Especialmente es de sentir que continuase di-
cho edificio con los dos adjuntos ya citados, por cuyo
sitio debia prolongarse utilí si mámente la calle de San Mi-
guel á dar frente á la del Desengaño y de la Luna, co-
municación tan necesaria entre los barrios al Oriente y
Norte de Madrid.
La calle de Hortaleza, renovada, como su paralela la CftUcdenorta-
de Fuencarral, casi del todo en estos últimos años, apenas
ofrece ya edificios de interés histórico. — El convento de
padres agonizantes de San Camilo de Lélis, que daba
frente á ambas, ha sido sustituido con casas particulares;
las demás de los antiguos mayorazgos todas están refor-
madas ó han desaparecido igualmente ; y de edificios pú-
blicos, sólo merece mención el extenso Colegio Calasan-
zio de padres de las Escuelas Pías, fundado en 1753, y
134 EL ANTIGUO MADRID.
San Antonio ^^ tcmplo, bajo la advocacioD de San Antonio Abad, vas-
Abad. ^Q y suntuoso edificio aqaél, donde reciben esmerada
educación literaria un número considerable de niños de
las primeras familias de Madrid en clase de pensionis-
tas, y la primaria más de setecientos de las clases menes-
terosas, gratuitamente. — Frente de este colegio está la
casa Beal titulada de Santa María Magdalena de mujeres
' arrepentidas , vulgo Recogidas , trasladadas á este sitio
desde el Hospital de peregrinos, en 1623 , y su modesto
templo; de cuyo establecimiento, á fines del siglo pasado,
fué capellán y rector el sencillo y popular poeta T>. Fran-
cisco Gregorio de Salas y que vivió y murió en el cuarto
bajo de dicha casa. — Al fin de la calle se alzaba, hasta
hace pocos años, el convento de mercenarios descalzos
Santa Báibara. ^® Santa Bárbara, fundado en 1612 sobre el sitio que
ocupaba la antigua ermita de aquella santa, y contigua
á él existió la casilla y huerta que ocupó la beaía Maria-
na de Jesús, y en que falleció en 1624. Los restos de la
iglesia y convento , después de haber sido destinado á fá-
brica de fundición y extendida huerta, han desaparecido
del todo, para dar lugar á la construcción de casas par-
ticulares y rompimiento de nuevas calles, que forman
hoy una extensa y elegante barriada. — Frente de este
convento, en unos inmensos eriales propios de la villa, en
el dilatado espacio de más de 155.000 pies, se levantó, á
fines del siglo pasado, y con destino á la matanza y sak-
Ei Saladero, ^ero de cames, el sólido edificio que hoy sirve para cár-
cel pública , y sus accesorios para el ramo de la limpieza;
terminando la calle con el mismo antiguo, mezquino y
ridículo portillo (hoy derribado) que daba salida á la
ronda y caminos de la Fuente Castellana, muy parecido,
si no es el mismo, que aparece ya pintado en el plano
de 1656.
Calle de Paen- La otra callc , llamada de Fuencarral, está aun mií
LÍNEA DEL NORTE. 135
completamente renovada y aprovechada por las nuevas
y elegantes construcciones particulares, habiendo des-
aparecido casi del todo el antiguo caserío que, por otro
lado, carecía de importancia y de monumentos públicos,
religiosos ni civiles; siendo en este punto, aunque una de
las calles principales de Madrid por su extensión de 3.676
pies, y el número de sus casas, que llega al 103 por la iz«
quierda y 92 por la derecha, con población de 3.057 ha-
bitantes, la única acaso que no cuenta en su recinto una
sola iglesia, ni más edificio público que el Hospicio de San
Femando, — Pero las casas modernas en general son im-
portantes, aun algunas que quedan de los siglos anterio-
res, como la del Marqués de la Torrecilla , que antes fué
el de Montellano (número 55 nuevo), frente á la calle de
Santa María del Arco, y la antigua del Marqués de Na-
va-hermosa; la que fué del Marqués de la Mina y vivie-
ron en nuestros dias el de Ariza y la Duquesa de San
Fernando, y alguna otra, no desdicen de las modernas de
los duques de Veragua, esquina á la de Santa María del
Arco; las construidas sobre el solar de los Agonizantes, la
del Marqués de Morante (antes del Conde de Cedíllo), es-
quina á la calle de San Mateo, y otras. La pequeña casa
inimero 8 antiguo fué mandada construir á principios de
este siglo por Z?. Leandro Fernandez de Moratin, y en c«wa de Moratiii.
ella vivió durante los últimos años de su residencia en
Madrid, hasta 1813. La dirigió su amigo el arquitecto don
Silvestre Pérez, y sólo tenia piso principal, con dos ven-
tanas antepechadas ; hoy se halla renovada, con dos pisos
y dobles balcones, y señalada con el número 17 moder-
no.— La que fué del famoso ministro de Carlos III Con-
de de Aranda, y sirvió en nuestros dias de cuartel de in- de Amada,
fautería, ha sido demolida recientemente, presentando
una superficie de 35.275 pies, aprovechada para construir
el nuevo edificio del Tribunal de Cuentas.
136 EL A^TIGUO MADRID.
e: Hospicio. Frontero de este sitio se trasladó, darante la minoría
de Carlos II y la regencia de su madre doña Mariana de
Austria^ el hospicio fundado en la calle de Santa Isabel
por la congregación del nombre de María; pero el exten-
so edificio actual es obra del siglo xviii , haciéndose no-
table, aun más que por su solidez y espaciosidad y por la
extravagante y famosísima portada con que plugo deco-
rarle al célebre arquitecto D. Pedro Rivera, y que viene
siendo desde entonces el tipo más señalado del extraño
gusto que se apellidó churrigueresco. En cuanto á la im-
portancia y régimen interior de este grande estableci-
miento, primera casa de socorro de Madrid, seria largo é
importuno detenerse á reseñarlos, cuando son general-
mente conocidos, y en el dia puede ser citado como mo-
delo de buena administración. — La calle de Fuencarraí
termina por su derecha con la extendida posesión donde
LosPosoedeu estáu los pozos de la nieve ^ que llega á tocar por el paseo
de la Ronda con la no menos extensa del Saladero, y por
la izquierda concluía la calle con casa y jardin, construi-
da á principios del siglo actual por D. Francisco Bríngas,
público sitio de recreo hace pocos años bajo el nombre de
JaidindeBrin- Jardín de Apolo, quc comprendia en su cerca toda la an-
***' tigua jnanzaña 478. Hoy este jardin está ocupado por
suntuosos edificios modernos. Entre ambas posesione*
se alzaba en el mismo sitio la antigua puerta de los Po-
zos ds la nieve ^ la moderna de fines del siglo último, ape-
p^j^^j^gjj nidada actualmente de Bilbao, que era de forma muy
^^' regular, y ostentaba en sus dinteles las honrosas cica-
trices ocasionadas por la artillería de Napoleón en los pri-
meros dias de Diciembre de 1808.
De las calles traviesas entre ambas de Fuencarraí y de
Hortaleza, sólo la espaciosa de San Mateo tiene alfioina
CaUe de San . . . • • i x l x- i. l
Mateo y otxas. importancia, y principalmente por el antiguo cuartel que
fué de Guardias españolas de infantería , que comprende
PORTA-COELI Y MARAVILLAS. 137
54.550 pies de sitio, y hoy sirve para los cuerpos de l¿i
guarnición. Las demás calles traviesas, llamadas antigua-
mente de Santa Marta la Vieja , ahora travesía de San
Mateo y de San Lorenzo, de Santa Brígida, de San Juan
(ahora de la Farmacia), de San Pedro y San Pablo (hoy
de Hetmán Cortés), del Arco de Santa María, del Col mi"
lio y la del Piajo (ahora continuación de la de las Infan-»
tas), no ofrecen ningún objeto digno de mención especial.
X.
PORTA-C(ELI Y MARAVILLAS.
Comprendemos bajo esta denominación el extenso dis-
trito encerrado entre las calles de Jacometrezo, Fuencar-
ral y Ancha de San Bernardo, hasta la plazuela de Santa
Domingo.
Dicho distrito está dividido por mitad en toda su ex-
tensión desde esta plaza por las calles de Tudescos y Cor-
redera alta y baja de San Pablo hasta su término en lá
puerta de Bilbao ; y una y otra mitad , ó sea el distrito
entero, no tiene más antigüedad que la de mediados del
siglo XVI. — La parte de la derecha, comprendida entre
las calles de Fuencarral y las Correderas , fué formada,
según noticias fidedignas, en dicha época, á consecuencia
de la venta hecha por D. Juan de Victoria Bracamontey
en 7 de Noviembre de 1542, de unas tierras que tenía
«en el arrabal de Madrid, fronteras al camino de Fuen-
» carral », cediéndolas á censo por diez ducados perpetuos
de oro al año, y reservándose un pedazo para labrar casa
138 EL ANTIGUO MADRID.
para él, como lo hizo en la calle qae tomó su nombre de
de^^tetírí ^""^ ^^ Puebla Vieja de Juan de Victoria. Posteriormente, un
hijo suyo del mismo nombre, en 17 de Agosto de 1597,
concedió su licencia para dividir dicha tierra en noventa
y cinco solares, con el censo anual de dos reales y una
gallina, y con la condición de que habian de edificar en
ellos casas bajo la traza que diere el alarife Francisco Lo-
zano , cuj'o censo viene pesando todavía sobre la mayor
parte de las casas de dicha procedencia. Estos solares
fueron en gran parte los que vinieron á formar las calles
del Desengaño, Valverde, Barco, Olivo, Jacometrezo,
Horno de la Mata y Corredera baja de San Pablo, hasta
la de San Joaquín. — En 1589 consta que de estos no-
venta y cinco solares poseia una parte el escribano Diepo
de Ilenao, y que fué uno de los que con los Victorias em-
prendieron ésta puebla y construcción, habiendo edifica-
do la tercera , cuarta y quinta casa de la Corredera de
San Pablo, con accesorias á una callejuela, que recibió,
por esta razón, su apellido, y hoy por corrupción se llama
calle del Nao.
Poco á la verdad de interesante ofrecen todas estas ca-
lles bajo el punto de vista histórico y artístico. — De los
edificios públicos en ellas construidos, el más considera-
Sftí bÜLuTo!** ^ hle era el convento é iglesia de monjes de San BasüiOy
que se trasladaron á él en 1611 desde el sitio primitivo
de su fundación, que era un cuarto de legua de Madrid,
junto al arroyo de Abroñigal. Durante las exclaustracio-
nes anteriores sirvió esta iglesia de parroquia de San
Martin j y después de la de 1836 fué, con el convento,
cuartel de artillería de la Milicia Nacional, después BoU
sa de Comercio , y después, vendido este edificio y verifi-
cada en él una completa transformación , dio cabida al
teatro llamado de Lope de Vega , á un molino de choco-
late al vapor, á una imprenta, un café, un taller de co-
PORTA-C(ELI Y MARAVILLAS. 139
ches y diversas habitaciones particulares (1). La calle que
corre por delante de él se llamó en un tiempo de los /ia-
^ilios , y no sabemos desde cuándo ni tampoco por cuál ^ „ , , ^
y , . 1 T-» Calle del Daicn-
razon le trocó después por el expresivo del Desengaño. — gaño, vaiverdey
Ignoramos también el origen de las contiguas de Valver-
de j de la Ballesta; pero el de la del Barco le hallamos
perfectamente justificado con la figura que forma su pa-
vimento, igual á la del casco de un buque.
El otro convento de clérigos menores de San Felipe
Neri, llamado de Porta- Coeli, y situado al extremo de di-. Poru-cceu.
cha calle del Desengaño^ fué antes de los padres domini-
cos del Rosario y destinado, en 1613, á aquéllos, cuando
vinieron huyendo de los levantamientos de Portugal y
Cataluña ; pero el templo actual, que hoy sirve de parro^
ijnia de San Martin j es moderno, construido en 1725, y
nada tiene de particular.
Entre las calles de la Puebla y de Val verde está el mo- Monjw de don
nasteno de monjas mercenarias descalzas conocidas por
el nombre de 2?. Juan de Alarcauj venerable sacerdote á
cuyo cargo corrió la fundación del mismo , verificada en
1609 á expensas de doña Maria Miranda, señora ilustre,
natural de Burgos; el templo, concluido á mediados del
siglo XVII, es poco notable, y en ,él se conserva el cuerpo
del venerable fundador, y posteriormente se ha traslada-
do también el de la Beata Mariana de Jesús. — Al otro
extremo de dicha calle de la Puebla , y formando exclusi-
vamente la manzana 371, está el hospital é iglesia llama-
dos de San Antonio de los Portugueses , y actualmente de
la Santa Hermandad del Refugio. Dicho hospital fué fun- San Antonio de
11 T-ii» "«TT 1 1 II' iT> loa Portogue-^
dado por Felipe III para los naturales del reino de ror-
togal, y después de la separación de éste, quedó ampliado
(1) Derribado al fin este ex- lar una manzana de elegantes
tendido convento, la Sociedad casas, y abierto una calle entre
Peninsular ha alzado en su so- ellas, titulada de Muñoz Torrero.
140 EL ANTIGUO MADRID.
para los alemanes ; y la hermandad del Refugio (á quien
se concedió en 1701 el patronato y administración de
esta Real casa é iglesia) tiene á su cargo, no sólo el soste-
nimiento de este piadoso hospital , uno de los más impor-
tantes establecimientos de beneficencia con que cuenta
Madrid , sino también el colegio de las niñas huer/anaSf
propio de su instituto, y el suntuoso culto en la iglesia de
San Antonio de Padxia , que es uno de los templos más
lindos y decorados , y está soberbiamente pintado al fres-
co por Lúeas Jordán , Rizzi y Carreño , y enriquecido
con bellos retablos, cuadros y esculturas.
La Corredera. ^^^ Correderas alta y baja de San Pablo, cuya línea
continúa después la estrechísima calle apellidada (na
sabemos por qué) de los Tudescos , hasta la plazuela de
Santo Domingo, nada nos ofrecen de particular ; y entre
esta extensa línea y la paralela trazada por la calle Anclta
de San Bernardo media la otra importante barriada de
calles espaciosas en general, y bastante rectas, en la mis-
ma dirección, y sus traviesas. La más importante de aque-
caiiedesfivay Has es la llamada de Silva, en la que está la modesta igle-
sia y hospitalito de la parroquia de San Martin titulado
de la Buena Dicha; por entre esta calle y la de San Ber-
nardo hay un laberinto de callejuelas angostas y mezqui-
nas, tituladas del Perro (que es la más estrecha de Madrid,
como que no tiene más que ocho pies de latitud y no ha-
bia en toda ella un solo portal), del Pozo, de la Justa, de
la Cueva, de Peralta, de la Flor Alta, déla Estrella y del
Clavel (ahora traviesa de Altamira), que formaron parte
de la Puebla Nueva, verificada en el mismo siglo xvii por
don Juan de Peralta, del que hablaremos después (1).
(1) Por entre estas calle jue- del todo desde la Puerta del
las ha de cruzar la continuación Sol, ha de continuar recta hasta
de la calle de Preciados, que, salir á la Ancha de San Ber-
ensanchada y casi reconstruida nardo.
PORTA-C(ELI Y MARAVILLAS. 141
La calle de la Luna^ que atraviesa horízontalmente con cauede uLnna.
la del Desengaño este distrito, es muy importante por su
situación; pero no cuenta tampoco monumentos públicos,
y 8i sólo algunas grandes casas, como la del Conde de
Sástago, número 46, en que estuvo el antiguo banco de
San Carlos, y después un teatrillo llamado de Buena vüta,
y la del Marqués de Llano, á la esquina de la calle de Pa-
naderos, en que habitó algún tiempo el señor infante don
Francisco de Paula y su familia, y en la que falleció la
señora doña María Luisa Carlota, su esposa. — Entre dicha
calle y la del Pez median las rectas de San Boque , de la
Madera Baja, de Bizarro (antes de la Magdalena), de Pa-
naderos y de la Cruz Verde, — Lo más memorable en
ellas es el convento de monjas de San Plácido, situado al Monjas de san
confín de la de San Boque á la del Pez , y fundado en
1623 por doña Teresa Valle de la Cerda ; cuya iglesia,
construida hacia la mitad de aquel siglo, bajo los planes
de fray Lorenzo de San Nicolás , es, á juicio de algunos,
de lo más notable de Madrid por su estilo clásico y belle-
za de ornato , ademas de las apreciables pinturas y escul-
turas con que fué enriquecida. — El recuerdo histórico-
anecdótico de este convento consiste particularmente en
cierta aventura galante del rey D. Felipe IV, el que, se-
gún parece, prendado de una de las monjas de esta casa,
llamada Margarita (á quien habia visto por intervención
de D. Jerónimo de Villanueva, protonotarío de Aragón
y patrono del convento, que tenia sus casas contiguas á
él), siguió este galanteo profano en tal sitio y entre tales
personas, á pesar de un piadoso ardid de la prelada, que
dispuso sorprender al Rey exponiendo como difunta de
cuerpo presente á la religiosa ; terminó este escandaloso
suceso , no sin haber dado motivo á un notable proceso
por la Inquisición, que fué hasta Boma, aunque de allí
se hizo desaparecer, y de que resultó castigado el proto-
142 SL ANTIGUO MADRID.
notario. Dicese también que á costa del Rey j á demanda
de la abadesa se colocó en la torre de esta casa el reloj,
que aun hoy conserva, y que en el tañido de su campana
recuerda el clamoreo de difuntos , en memoria de aquel
suceso (1).
Calle del Pez. La Calle del Pez tampoco nos ofrece más que alguno»
caserones antiguos , como el número 24 , conocida tam-
bién por la casa del Pez, por el que tenía esculpido en su
fachada, no sabemos con qué motivo. La número 18, del
Marqués de Villariezo, acaba de ser derribada, habiendo
desaparecido también hace pocos años la mezquina fuente
que a su salida á la Ancha de San Bernardo llevaba el
nombre del Cura, por haberla costeado el párroco de Col-
menar.— En la calle Alta de la Madera, al número 26 nue-
vo , existió hasta hace poco , que fué reedificada de plan-
Cfwaqnefüéde ta, lina casa que fué propiedad de D. Francisco Quevedo
Qnevcdo. ^ Villegas, y luego de su descendiente D. José Busta-
mante y Quevedo ; por cierto que no hace mucho que no»
sorprendió el verla denunciada como mostrenco ó de ig-
norado dueño en el Diario Oficial, cuando consta la po-
sesión y propiedad de dicho señor Bustamante, quien sin
duda reclamaría su derecho. Esta casa ha sido derribada
y construida de nuevo. En el Begistro de aposento y Pla-
nimetría de 1751 se ve que esta casa (ipertenecia entonces
Dá herederos de doña Maria Villegas, que fué ante-
Driormente de doña Margarita Quevedo, Gabriel Rniz y
j) Miguel de Santa Ana; de este último, en 1616. Tiene de
nodeviwito.^ Dsitio 5.167 piés. 5) — La calle del Molino de Viento se
(1) En el Apéndice inserta- que continuaba con él, existe
mo8 una relación de esta aven- aún y es la señalada con el nú-
tura y proceso, sacada de un ma- mero 8 nuevo de ]a calle de la
nuscríto anónimo de la época. Madera, propiedad del Sr. Riva-
La casa del protonotarío Villa- deneyra, y en que estuvo su ini-
nueva, contigua al convento y prenta hasta hace pocos afios.
PORTA-C<KLI Y MARAVILLAS. 143
llamó así porque, en efecto, existia uno en lo alto de ella,
y está pintado así en el plano del siglo xvii. — La de Don
Felipe se llamó del lioaario de Don Felipe (no sabemos
la razón), y la plazuela de San Ildefonso se ensanchó al- roquiadeinn-
go con el derribo de esta iglesia en tiempo de los fran- **®'*"***-
ceses , que luego fué reconstruida y sirvió de anejo de
la parroquia de San Martin, y hoy de parroquia inde-
pendiente. Dicha plazuela estuvo ocupada por los cajo-
nes para la venta de comestibles, hasta que, á consecuencia
del incendio de ellos, ocurrido en 1836, se construyó el
pequeño aunque útilísimo mercado cubierto , primero de
su clase establecido en Madrid.-^ De las calles del Esco^
rialy de Je¿u8 del Valle y del Rubio, del Tesoro, de las
Minas y de las Pozas no sabemos la etimología ni la his-
toria; y de las grandes paralelas altas del Espíritu Santo,
de San Vicente, de la Palma y de San Miguel (ahora de
Daoiz y Velarde) sólo podemos decir que, sin disputa, son
las más rectas y alineadas de Madrid, aipque su situación
extrema y el gran desnivel de su suelo las han hecho
permanecer todavía en un estado miserable y raquítico,
con su menguado caserío de un solo piso por lo general,
y careciendo de población, de vitalidad y de comercio.
El convento de monjas carmelitas llamado de las Ma- Las xaraTiUaa.
ravUlas (cuyo nombre también lleva este distrito), sito
entre las calles de la Palma Alta y de San Pedro (ahora
deliro* de Mayo), es el único edificio religioso de todo él.
El nombre de las Maravillas le fué dado por una imagen
de Nuestra Señora que se venera en su iglesia; ésta es
bastante espaciosa y arreglada , y tiene en su altar mayor
un magnífico retablo de mármoles, obra del siglo pasado,
que es de lo más bello y elegante que se halla en las igle-
sias de Madrid. Esta calle de San Pedro continuaba en
el siglo xvn hasta la tapia, y al fin de ella habia un por-
tillo, llamado también de las Maravillas, que está señalado
144
EL ANTIGUO MADRID.
Palacio
Ifoateleon.
en el plano, y quedó luego cerrado dentro de la posesión
de Monteleon (1).
do Este famoso palacio de los Marqueses del Valle y (fe
Terranova (nietos de Hernán Cortés), con su huerta, com-
prende nada menos que la inmensa superficie de 617.248
pies hasta más allá del portillo de Fuencarral ó de Santo
Domingo, y quedó muy maltratado en un horroroso in-
cendio ocurrido en 1723; debió ser, por los restos que aun
hemos alcanzado , un edificio de la primera importancia.
Distinguíase, á lo que parece, por su magnífica escalera,
pintada al fresco por Bartolomé Pérez, famoso artista,
yerno de Juan de Arellano, en 1695 (que por cierto mu-
rió en esta operación, cayendo desde un elevado andamio),
por sus extendidos y magníficos salones , decorados con el
mayor gusto cuando le habitaba la famosa Duquesa de
Terranova, camarera mayor de la reina doña María Luisa
de Orleans, esposa de Carlos II; y tanto, que mereció des-
pués servir de mansión á la reina doña Isabel Famesio y
sus hijos los infantes D. Luis y doña María Antonia, qne
se retiraron á él á la muerte de su esposo y padre el rey
Felipe V. — En nuestros dias adquirió este famoso palacio
otra celebridad más imperecedera, cuando, sirviendo de
Parque de Artillería , el glorioso dia Dos de Mayo de
1808 , fué el punto principal del alzamiento del pueblo de
(1) Derribado en 1869 el con-
vento (y no la iglesia) de las
Maravillas , y la cerca de la po-
sesión, y el palacio de Monte-
león , se formó en su solar una
linda plaza-jardin, quedando en
eu centro el arco de entrada á
aquél , á cuyo pié se inmortali-
zaron Daoiz y Velarde el dia 2
de Mayo, el cual , cercado de
una verja, aparece aislado ea
medio del jardín , y más allá, al
extremo del solar de MonteleoOf
en la parte alta , descollaba el
grupo de mármol de los dos hé-
roes, obra del célebre esc'iltor
Sola, que boy se ba trasladado
impropiamente delante de Is
fachada del Museo.
PORTA-C(ELI Y MARAVILLAS. 145
Madrid contra los franceses, y el sitio donde se inmorta-
lizaron los héroes D. Luis Daoiz y D. Pedro Velarde, ca-
pitanes del cuerpo de Artillería , defendiendo la puerta á
la calle que hoy lleva sus ínclitos nombres, y antes se lla-
maba de San Miguel y San Joaé^ y da frente á la de San
Pedro Nueva ^ hoy del Dos de Mayo^ por donde ataca-
ron las columnas enemigas. En los restos de este edificio
existe una fábrica de maquinaria y fundición, y el in-
menso espacio erial de su antigua huerta , que sale largo
trecho más allá de la puerta de Fuencarral, está llamado
á sustentar una barriada entera de calles y edificios de
importancia.
La hermosa y espléndida calle Ancha de San Bernar- coiie Ancha de
doj llamada en un principio de los Convalecientes , por el
hospital que estuvo situado en ella y habia fundado, en
1579, el venerable hermano Bemardino de Obreffon, es
una de las primeras y más importantes vias del Madrid
moderno, por su extensión de 3.228 pies, por su anchu-
ra, y por la importancia de sus edificios públicos y parti-
culares, algunos de los cuales han desaparecido en nues-
tros dias, y otros levantádose de nuevo.
Contiguo al sitio en que estuvo el antiguo hospital re-
ferido del venerable Obregon, fundó, en 1626, el monas-
terio del Orden de San Bernardo Alonso de Peralta,
contador de Felipe II, que yacia en su iglesia, en el pres-
biterio, bajo un suntuoso mausoleo. Esta iglesia y conven-
to han desaparecido del todo hace algunos años, para dar
lugar á la construcción de las dos casas particulares nú-
meros 21 y 23. Más hacia el principio de dicha calle exis-
tió hasta poco há la iglesia y convento que fué de padres
dominicos del Rosarioy que, como queda dicho ya, estuvie- ^ nosarfo.
ron primero en Porta-CceHy y se trasladaron, en 1646, á
esta casa, que habia fundado para ellos el marqués de Mo-
nasterio, D. Octavio Centurión; en la iglesia se veneraba
11| 10
Los Bernanlos.
146 EL ANTIGUO MADRID.
la célebre y devota efigie del Santo Cristo del Perdón j
obra del escultor Fereira y una de las más veneradas de
Madrid. El convento estuvo dedicado, después de la ex-
claustración, á cuartel de guardias alabarderos^ y hoy, de-
rribado, permanece en solar.
El Noviciado y Otro odificio rcligioso dc mayor importancia hubo en
la UiiiTeraidad. , . ,« -. 11/111
la misma calle, y era el que se alzaba más adelante, cono-
'cido por la casa Noviciado de padres jesuitcbs, y á la ex-
tinción de éstos, ocupado por los Padres del Salvador.
Era una suntuosa fábrica, especialmente la iglesia, clara,
espaciosa y elegantemente adornada, en la cual habia un
magnifico altar de mármoles y bronces, dedicado á San
Francisco de Regis, que fué construido en Roma y cree-
mos que no exista ya; y en su bóveda, el suntuoso sepul-
cro de la célebre duquesa de Alba doña María Teresa,
trasladado hoy al cementerio de San Isidro. Coronaban
la fachada de esta famosa iglesia dos torres laterales, qae
contribuian á embellecer la espaciosa calle de San Ber-
nardo.— Pero destinado este edificio á Universidad CVw-
tral, en que se refundió la de Alcalá, los arquitectos en-
cargados de su reparación ó apropiación á aquel objeto,
juzgaron del caso echarle abajo y sustituirle por otro de
nueva planta , que por cierto nada tiene de particular. —
Entre las muchas demoliciones de edificios religiosos ve-
rificadas en la última época, ninguna, á nuestro entender,
ha sido tan sensible y menos justificada como la de la
hermosa iglesia del Noviciado.
Todavía al extremo de la calle existen dos templos y
casas religiosas : el primero, al número 81, es el convento
é iglesia de monjes benitos, apellidados de Monserratj
que fugitivos del levantíimiento de Cataluña, en tiempo
de Felipe IV, vinieron á Madrid , y tuvieron primero su
morada en la quinta del Condestable {la huerta de Frias,
hacia el arroyo de Abroñigal), y luego fueron traslada^
MonaeiTRt.
PORTA-CCELI Y MARAVILLAS. 147
dos al pnnto que hoy ocupa. La iglesia está sin concluir,
j su fachada tiene una torre del caprichoso gusto apadri-
nado á principios del pasado siglo por el arquitecto D. Pe-
dro Rivera. — En esta iglesia está sepultado el célebre
coronista de Indias D, Lnis de Sahzar y CastrOy cuya
rica biblioteca y manuscritos que allí se conservaban pa-
saron á la de las Cortes. El convento, después de la exclaus-
tración, sirvió de casa corrección de mujeres, la llamada
Galera, y después de la traslación de éstas á San Fernan-
do, está ocupado hoy por una comunidad de monjas. —
Frente á este monasterio está situado el más moderno, en
fundación verificada por la señora doña Manuela de Cen-
turión, marquesa de Villena, en 1798 ; es de religiosas de
San Francisco de Sales, conocido por las Sálesas Nuevas, saiesas Nuevaa.
para distinguirle del otro del Barquillo, fundado por la
reina D.* Bárbara. Su iglesia, aunque pequeña, es de muy
buen gusto y está adornada con bellos retablos de már-
mol. Suprimido éste en 1836, pasaron las monjas al otro
convento á reunirse con aquella comunidad, establecién-
dose en éste provisionalmente la Universidad Central ;
pero después que ésta ocupó el del Noviciado, han vuel-
to al suyo las monjas. — Últimamente, la casa núm. 80
de dicha calle*, que daá la de Daoiz y Velarde, y que, se-
gún nuestras noticias, fué del Conde de Colomera, y antes
del Duque de Abrántes, fué trasformada en convento de
monjas franciscas de Santa Clara en la última década de
Femando VII ; pero ahora sirve de Escuela Normal.
Varias son las casas particulares de la grandeza en esta
extendida calle. Figura en primera línea la señalada con
el número 18, que fué de los marqueses de Léganos, y
después de los condes de Altamira. A fines del siglo pa- ^^^^ ^^ ^j^^
sado el poseedor de este ilustre título proyectó reformar ™*^
aquella hermosa fábrica , bajo los planes del célebre don
Ventura Rodriguez, en unos términos verdaderamente
148 EL ANTIGUO MADRID.
tan magníficos^ que no hubiera tenido^ sin duda alguna,
rival en Madrid; pero desgraciadamente no llegó á veri-
íiciirse más que una parte de aquel proyecto^ que es la
que da á la calle de la Flor Alta. —Contiguo á ella, y
señalada con el número 28, está^ aunque reformada úl-
timamente, la del mayorazgo que fiíndaron D. Gabriel
Peralta y D.* Victoria Grímaldo, y comprende diversos
sitios, que fueron propios de los Villaroelea y Peraltas,
de cjuienes desciende su poseedor hoy, el Marqués de Pa-
lacios, duque de la Conquista. — Esta casa tiene el re-
cuerdo de haber sido la que habitaba y sirvió de prisión
Casa en que ▼!- al célcbre miuistro de Felipe III D. Rodrigo Calderón,
Calderón. marqués de Siete Iglesias , y de donde salió para ser dego-
llado en público cadalso el 21 de Octubre de 1621.
El suntuoso edificio moderno, número 07, en que hoy
oraciayj^ticí. ^stá el Ministerio de Gracia y Justicia, fué <H)n8truido oii
el siglo pasado por la Marquesa de la Sonora, donde esta-
ba la casa del Marqués de la Begalía ; ocupa un espacio
de 22.000 pies entre la calle de los Reyes y la de la Man--
zana y y es una de las construcciones particulares más só-
lidas y regulares de Madrid. No llegó, sin embargo, á ser
concluido, habiendo permanecido inhabitado casi un si-
glo, hasta que adquirido hace pocos años por un particu-
lar, le concluyó éste, y vendió después al Gobierno para
colocar en él el referido Ministerio de Gracia y Justicia.
-7- De otras varias casas de importancia de esta calle pu-
diéramos hacer mención; pero por no dilatar más esta
cansada relación nos limitaremos á llamar la atención so-
bre la nueva y elegantemente reparada del número 72,
Casa de Oaa- propia de los marqucses de Mejorada y de Guadalcázar,
daicázar. ^^^ compreudc la extensión de 52.857 pies. En ella vi-
vió á fines del siglo pasado su propietario, casado con la
célebre y erudita señora doña Maria Isidra de Guzman y
la Cerda, hija de los condes de Oñate, natural de Ma-
PORTA-C(ELI Y MARAVILLAS.
149
Domingo.
drid, y que fué graduada de doctora en la universidad
de Alcalá, á los diez y siete años de edad^ en 1785. En
nuestros dias sólo la habiamos visto habitada un corto
espacio de tiempo por la señora Duquesa viuda de San
Femando, y no esi;ando ruinosa, no acertamos á compren-
der el motivo de tal abandono, que acaba de tener fin con
las costosas obras hechas en ella recientemente.
Terminaba, en fin, esta calle con la antigua y mezqui- J*°*'** ^ ^°'
na puerta j también derribada, que sustituyó y heredó el
nombre de Santo Domingo de la que estaba en aquella
plazuela y limitaba el antiguo arrabal de Madrid ; pero
generalmente era conocida por el de puerta de Fuencar-
ral y habiendo sido una de las principales ó de registro
hasta que se trasladó éste á la de los Pozos ó Bilbao. Su
colocación y su fábrica material eran las mismas impropias
y ridiculas que contaba ya en el siglo xvii ; y al tenor de
lo reclamado por la opinión pública y la necesidad , vino
en fin á tierra para dejar avanzar por aquel lado los lími-
tes de Madrid, ya de hecho prolongados á la parte exte-
rior con el nuevo hospital de la Princesa , construido so-
bre el sitio que en los siglos anteriores soportaba las ho-
gueras de los autos de fe y y que aun conservaba el funes-
to nombre de el Quemadero (1).
(1) Efectivamente en este so-
lar 86 levantó la hoguera en el
famoso auto cíe fe de 30 de
Agosto de 1680, cuya relación ,
formada por el maestro de ]a
villa José del Olmo, que dirigió
la función, dice terminantemen-
te que «dicho quemadero estaba
» saliendo de la puerta de Santo
I» Domingo, como unos 200 pasos
»á la izquierda, i» To<lo lo que se
habló en las Cortes en 1 870 con
motivo del desmonte del sitio
frontero é invención en él de
huesos calcinados y trenzas in-
combustibles, cae por su base
diciendo que no era éste el sitio
de las ejecuciones, sino el que
tenia enfrente, á la izquierda de
la puerta, que es el que fuá
antes conocido por la Cruz del
Quemadero, y que está señalado
con ella en el plano de 1656.
150 EL ANTIGUO MADRID.
XI.
AFLIGIDOS Y LEGANITOS.
Vamos á conclair nuestro histórico paseo matritense
con el cuarto de circulo comprendido entre la plazuela de
Santo Domingo y calle Ancha de San Bernardo i la puerta
de San Vicente j al Alcázar Real.
Plazuela de lEsto, plazuela de Santo Domingo llegó á ser centro de
' natalidad de la nueva población que se fué formando ea
su derredor, viniendo á desembocar en ella hasta una
docena de calles bastante principales , de las cuales, j sus
respectivas barriadas, hemos tratado ya en su mayor parte
hasta la Ancha de San Bernardo, quedándonos única-
mente que decir de las de la Inquisición^ Leganitosy Tort'
ja y la Bola , con sus respectivas travesías.
caUe de la in- La Calle de la Inquisición (después de María Cristina,
y hoy de Isabel la Católica) tomó aquel nombre por el
Consejo y tribunal del Santo O/icio^ llamado de Corte y que
estaba situado en las casas números 7 y 8 antiguos y 4
moderno, aunque posteriormente, á fines del siglo pasado,
se trasladó el Consejo supremo á la nueva casa que bizo
construir en la calle de Torija, de que hablaremos des-
pués ; pero las cárceles y el tribunal de Corte continuaron
siempre en la antigua, hasta 1820, en^que quedó definiti-
vamente suprimido este instituto. En aquellos memora-
bles dias 7, 8 y 9 de Marzo del año 20, en que el rey
!Fernando se vio obligado á jurarla Constitución de 1812,
fueron forzadas estas prisiones por el pueblo, ávido de
qnlsicion.
AFLIGIDOS Y LKGANITOS. 151
•encontrar en ellas las horrendas señales de los tormentos
y las TÍctimas desdichadas de aquel fanesto tribunal ; pero
en honor de la verdad debemos decir que sólo se hallaron
en las habitaciones altas que daban al patio dos ó tres
presos ó detenidos políticos, uno de ellos el padre D. Luis
Dae¿s, cura del hospitalito de los franceses, bien conoci-
do por su realismo exagerado ; j en los calabozos subter-
ráneos, que corrian largo trecho en dirección de la plazue-
la de Santo Domingo, nada ahaolutamente que indicase
^señales de suplicios, ni aun de haber permanecido en ellos
persona alguna de mucho tiempo atrás. Vendida después
-esta casa como de bienes nacionales, por una antitesis
providencial sirvió de imprenta y redacción de periódicos
exaltados , y después ha sido convertida en habitaciones
particulares.
Más adelante, en esta misma calle, á su número 1 an- candeTrasut-
tiguo y 23 moderno, está la suntuosa casa que fué de los ™*"'
condes del Águila y de Trastamara, y comprende varios
sitios hasta 35.210 pies, sobre uno de los cuales estuvo
anteriormente la casa que el licenciado García de Barrio-
nuevo y Peralta fundó para su hijo D. Bernardino. La
<lel Conde de Trastornara, que hoy ocupa este sitio, era
notable por la esplendidez de sius salones, y especialmente
por las magnificas estancias llamadas las cuadras, capri-
chosamente enriquecidas de adornos, de flores y figuras
en relieve, y con graciosos saltadores de agua en el cen-
tro; bellisimos salones, célebres por los suntuosos bailes
dados en ellos por la grandeza en 1 831 , con asistencia de
los reyes, y posteriormente por los que dio el general
Narvaez cuando la ocupaba y era de su propiedad. — En
la inmediata, número 25, que lo fué del Conde de Revilla-
gigedo, se fundó y colocó, en 1830, por la reina 'D.* Maria
Cristina el Conservatorio de MúsÍ4:a^ que llevó su nombre.
En esta casa estuvo, en 1823, la Suprema Asamblea (ó lo cm?.^*^^*'"-®'*
1 52 'EL AKTIGUO MADRID,
que fuese) de la célebre sociedad secreta de los Comunes
ros de Castilla. Frontero de ella estuvo situado el conven-
to de San Norberto, de padres canónigos premostratensetr
LoaMoetemee. (los Mostenscs), fundado en 1611, y antes las monjas de
Santa Catalina, trasladadas luego por el Duque ,de Lerma
á la calle del Prado. Tenian aquéllos una buena iglesia,
parte de la cual se arruinó en 1740, y fué reconstruida de
nuevo en 1773, con una bella portada, obra del célebre
I). Ventura Rodríguez ; pero demolido este edificio por
los franceses , ha permanecido erial aquel sitio, basta que
últimamente se ba construido allí un mercado de hierro^
(Hile do En En las callcs que median entre ésta y la de San Ber-
sai 8i puedes y nardo sólo bay que notar los extraños títulos de algunas^
de ellas, tales como la Garduña, En hora mala vayas (hoy
travesía de la Parada), de Aunque os pese (ahora travesía
de las Beatas) y de Sal si puedes (hoy Pretil Alto, que da
á la plazuela de los Mostenses), cuyos nombres parece les
fueron dados por los reñidos pleitos y discordias ocasio-
nadas entre los terratenientes para el rompimiento de di-*
chas calles.
No son menos extrañas las de la izquierda de esta ca^
lie á la de Leganitos , tituladas del Recodo^ de San Cipria-
no, de la Cuadra, de Egriiluz, de San Ignacio y de Santa
Margarita; únicamente las de la Flor Baja y de los Reytf
tienen una regular anchura y proporciones. En esta ul-
tima hay, señalada con el número 29, una casa que puede
ser de mediados del siglo pasado, con una caprichosa fa-
chada, que no carece de mérito.
Calle de Lega- ^^ ^^^ ^^ Lcganitos, que desde la plazuela de Santo-
'^'*** Domingo corre hasta los confínes de la población entre
Norte y Oeste, es una extensa vía de regular caserío, aun-
que poco notable, como destinado á habitaciones particu-
lares, excepto el edificio que sirvió de colegio Real de
Santa Bárbara para niños músicos al ser^dcio de la Real
AFLIGIDOS Y LEGAKITOS. 153
capilla, fundado por Felipe II en 1590, y que dirigió en
tiempo de Fernando VI el célebre Carlos Broschi (Fari^
nelli)j y produjo en todos tiempos excelentes discípulos,
conocidos en el mundo filarmónico. — El nombre de Z«-
' ganitoé ó Leganésj aplicado á esta calle y cuartel, era el
mismo que de antiguo llevaba aquel sitio montuoso, y
})arece que viene de la voz árabe algannet algannit^ que
significa las huertas y sin duda por las que habría, y de
qae aun existe alguna hacia la Montaña del Principe Pío.
— Entre ésta y la plazuela de Santo Domingo, por donde
ahora van la calle de los Reyes y la de San Marcial, en
el valle ú hondonada formada entre ambas colinas, corría
al descubierto una esgueva ó barranco procedente de la
parte alta de Santa Bárbara, obstáculo formidable para
la comunicación con el nuevo distrito de los Áfligidosy
que fué disimulado en parte, durante siglos enteros, por
medio de un puente que venía á estar frente á la calle de
Leganitos, y está señalado en el plano de 1656. Poste-
riormente, en el siglo pasado, siendo gobernador del Con-
sejo el señor Figueroa, se cubrió la famosa alcantarilla,
que á pesar de su ancha boca para recibir las arroyadas
de dicha calle alta, acasionaba en las grandes avenidas
peligros y destrozos.
Pasada esta alcantarilla, y al final de la parte alta de ^^^^cío de osn-
dicha calle, formando la manzana 557 (última de las de
Madrid en el orden de numeración) , existe aún el consi-
derable edificio, palacio viejo de los Duques de Osuna^
con su extendida huerta, llamada en lo antiguo de las
Minas, Esta casa, de gran suntuosidad, aunque muy de-
teriorada, ha tenido en nuestros tiempos varios usos, tales
como fábricas y talleres, teatros caseros, y otros, ademas
de estar ocupada en gran parte por la magnífica biblio-
teca del señor Duque propietario, hasta que últimamente
fué trasladada á la del Infantado en las Tistillas. Hoy,
na.
154 EL ANTIGUO MADRID.
comprada esta casa por S. M. el Bey^ ha sido destinada
¿ convento de San Vicente de Paul (1).
Parroquia de Entre dicha Calle alta de Lefi:anitos y la de San Ber-
San MáraoiL
nardo, en la parte más propia del cuartel llamado de
Ajligidosy hay algunos objetos notables, como la elegante
aunque pequeña iglesia parroquial de San Marcos j obra
de mediados del siglo pasado, dirigida por el célebre
arquitecto D. Ventura Rodríguez, que está sepultado en
su bóveda. Dicha iglesia está situada en la calle de San
iMXmp9titiáM.^^^^^^^y y enfrente de ella, la pequeña capilla y casa
recogimiento de mujeres Arrepentidas, fundada en el
siglo pasado bajo la advocación de Santa María egip-
ciaca.— A la entrada de la calle de San Bernardina hay,
en la plazuela que lleva su nombre, otro convento de
capuchiMs. monjas capuchinas j fundado, en 1617, en la calle del Me-
són de Paredes, y trasladadas á este sitio diez años des-
pués.— Mucho más suntuoso y rico es el otro convento,
situado en la plazuela que se forma hacia el extremo de
la calle de Amaniel, fundado, en 1650, para las señoras
Comendadoras comendadoras de Santiago, con un hermoso templo, nota-
ble por su espaciosidad y decoración, así como la elegante
sacristía, en que están colocadas las estatuas de los reyes
y grandes maestres de la Orden ; en esta iglesia celebra
ésta las funciones de su instituto, y su profesión los ca-
balleros de la misma.
Las Incurables. ^^ dicha Calle de Amaniel, al número 11, está el
hospital de mujeres incurables, precioso establecimiento
de beneficencia, fundado por la Condesa viuda de Lerena,
en 1803. Estuvo en diversos sitios hasta que, en 1824,
fué trasladado á este edificio, que sirvió anteriormente al
(1) Hoy es hospital, y se ha lies, formado en la MoDtafiadel
roto para la comunicación con Príncipe Pío, y el frontero, tito-
el magnífico barrio de Argüe- lado de Pozas.
AFLIGIDOS Y LEGANITOS. 155
colegio de niñas huérfanas^ fundado por Felipe V, y era
<5onocido por el de Morder ey^ á cansa de haber pertene-
<;ida la casa al Conde de este titulo, á quien la compro
Su Majestad. Este precioso hospital sufrió considerable-
mente en el horroroso incendio ocurrido el dia 8 de Julio
•de 1851, en que quedaron reducidas á cenizas diez y siete
<;aaa8 en las cuatro manzanas que dan á dicha calle y las
<iel PortillOj del Cristo, del Limón y del Conde-Duque.
iEste titulo y el de la puerta en que termina dicha Portiiiodeicon-
<^lle nos trae á la memoria al poderoso valido de Fe-
lipe IV, D. Gaspar de Guzman, conde-duque de Oliva-
res, cuyo suntuoso palacio y jardines se alzaban en aquel
«itio, y están representados en el plano antiguo hacia
•donde ahora el cuartel de Guardias. — Dicho cuartel de
Guardias de Corpa y que ocupa por entero la manzana on artel de
¿50 en una extensión de 244.365 pies, es el edificio más
vasto de Madrid, y fué -construido en el reinado de Feli-
"pe V, bajo la dirección del arquitecto D. Pedro Rivera.
Sirvió á este destino hasta la supresión de este Real
-Cuerpo; después, de colegio general militar, y ahora, de
.-cuartel de caballería, y sus torres, de prisión militar, en
<}ne han sido custodiados muchos célebres personajes po-
liticos (1). — El magnifico palacio contiguo, propio de
los duques de Liria, de Berwick y Alba, construido, en
. . . ¿V -r* . Palftdo de LirUu
1770, bajo la dirección del célebre D. Ventura Rodríguez,
•es por su suntuosidad y buen gusto el primero de los edi-
ficios particulares de Madrid. — Cerca de este palacio, hacia
•el Seminario de Nobles, hay una casa, señalada con el nú-
mero 3, que es conocida por la Casa del Duende. En ella,
isegnn mis presunciones, habitó el famoso D. Fernando
Valenzuela, privado de la reina viuda de Felipe IV, y que
(1) Este magnifíco cuartel pocos años, del que aun no lia
sufrió un incendio total ht^ce sido repuesto.
Seminarlo.
156 EI4 ANTIGUO MADRID.
tuvo tan estrepitosa caida. — Más allá, al confín de la po-
blación, y formando con la cerca de su huerta parte de la
general de la misma, se alza el suntuoso Seminario Real
de Niños Nobles^ fundado por el mismo rey D. Felipe V
en 1725, y puesto bajo la dirección de los Padres de la
Compañía de Jesús, basta que, á la extinción de éstos, re*
cibió una nueva organización por disposición de Carlos III,
y bajo la dirección del célebre general de marina D, Jorge
Juan. Posteriormente, en nuestros dias, volvieron á re-
gentarle los jesuitas, hasta que, suprimidos después, sirvió
de cuartel, y hoy de Hospital Militar^ importantísimo y
excelente establecimiento, uno de los primeros de que
puede gloriarse la época presente. La huerta de este se-
minario, que comprende una vasta extensión de terreno^
avanza un largo trecho más allá del portillo de San Bei^
nardino, emparejando su esquina con la de la MoiUaña
del Príncipe Pío, á cuya confluencia sobre este solar se
ha construido la linda barriada llamada de Pozas.
Montaña del La iumeusa posesión conocida con el nombre de la
Montaña del Príncipe Pío no quedó incluida dentro de
la cerca general "de Madrid hasta los tiempos de Car-
los III; mide más de seis millones de pies superficiales;
fué de los marqueses de Castel-Rodrigo, cuya casa se
unió después por enlaces con la del Principe Pió de
Saboya. En el plano antiguo está dividida en varios
trozos de huertas, llamadas de Buitrera , del Molino
Quemado, de las Minillasy de la Florida^ etc., y estaba
entonces, como decimos, fuera del portillo de San Joa*
tjuin (hoy de San Bernardina) y de la tapia que bajaba
recta desde Afligidos al puente del Parque efe Palacio^
donde después la fuente de la Regalada, á la bajada de San
Vicente. Esta inmensa posesión, perteneciente al Real pa-
trimonio, fué cedida por S. M., en usufructo, al Serenísi-
mo señor infante D. Francisco, y de sitio áspero é inculto
AFLIGIDOS Y LBGANITOS. 157
<}ne era antes, vino á trasformarse en un precioso parque,
huertas y jardines, que la generosidad de su augusto po-
seedor franqueaba al público, proporcionándole uno de sus
más gratos desahogos ; y con los nuevos edificios, cuartel
V caserío emprendidos en ella, constituirá muy luego un
distrito muy importante de Madrid (1).
Fnera de esta montaña cercada, hacia la parte que da capiíudei Prín-
¿ la plazuela de Afligidos, está la casa y la capilla que la
3Iarquesa de Castel-Bodrigo , doña Leonor de Moura^
fundó en el siglo xvii, y en la que se venera una copia
de la Cara de Dios estampada en el lienzo de la Verónica,
preciosa alhaja vinculada en el mayorazgo, que se expone
al público en la Semana Santa. — Frente á esta casa y
, capilla estuvo, en la misma plazuela de Afligidos, el
convento de San Joaquin, de padres premostratenses,
Tulgo de Afligidos^ cuyo título (aplicado después á todo convent de
el distrito) le tomaron de una imagen de Nuestra SefUyra^^^^^^-
que se veneraba en el altar mayor de su iglesia. Hoy ha
vuelto al dominio de sus patronos, los señores condes del
Montijo, y está destinado á habitaciones particulares.
Cruzando aquella grandísima posesión de la Montaña
y la Florida, se rompió, en el inmortal reinado de Car-
los III, la bajada llamada Cuesta de Areneros; se formó,
á la parte baja, el paseo de la Florida; magnífica bajada ne^*y ^«wde
y puerta de San Vicente; se levantó, frontero de ella, el ^•^*®'^^*-
inmenso edificio de las Caballerizas Reales ^ otra de las c«baii erizas
colosales obras de aquella época, en cuya «asombrosa ^^^«*-
(1) Ya se ha construido una Sol, y el inmenso cuartel de In-
hermosa serie de edificios , ais- f anteria , que por su extensión
lados, verdaderos palacios con y simtuosidad es, sin duda, el
jardines, y al extremo se levanta primero de España, formando
la elegante iglesia y hospital el conjunto de todo esto el ex-
del Buen Suceso, que reemplazó tenso y aristocrático barrio de
k la destruida en la Puerta del ArgiieUea,
158 EL ANTIGUO MADRID.
superficie (qne por la bajada de San Vicente presenta
una linea de 700 pies) hay^ ademas de suntuosos patíos,
verdaderas plazas, interminables galerías ó cuadras , ca-
paces de contener con toda comodidad quinientos caba-
llos; el magnifico guadarnés, espléndidas cocheras y otras
mil dependencias, ademas de las habitaciones correspon-
dientes para la multitud de empleados, hasta el número
de 486 ; y al otro lado, en fin, y con destino á convento
Convento de de Padres de San Gil (aunque no llegaron á ocuparle)^
el otro espacioso edificio que mira á la calle de San Mar-
cial, y hoy es cuartel de Artillería; fué constraido bajo
la dirección del arquitecto D. Manuel Martin Rodríguez,
sobrino y discípulo de D. Ventura, el cual conservó en
él el orden severo y el buen gusto propio de aqnél, reve-
lándose á primera vista su intención de reflejar en su
extensa fachada la del clásico monasterio de San Lorenzo
del Escorial.
Calle Nueva (de Subicudo por la calU Nueva (hoy de Bailen), en que
Bailen). tienen su entrada principal las Reales Caballerizas, se .
alzó al opuesto lado, también en el reinado de Carlos III,
y con destino á casa-habitacion de los secretarios de
Estado, el elegante edificio que tiene su entrada contígoa
al convento de doña María de Aragón. En él habitó el
famoso ministro Conde de Floridahlancay y también, en
tiempo de su mayor prepotencia, el célebre valido de
Carlos IV, D. Manuel Godoy^ principe de In Paz; des-
pués sirvió al Consejo del Almirantazgo; luego, de Bi"
hlioteca Real ; posteriormente encerró los ministerios de
teSosT^^*^*^ Hacienda y Gracia y Justicia ^ Guerra y Marina j hasta
que ha venido á quedar en él sólo este último y el Mtiseo
Naval, muy importante establecimiento creado hace pocos
años. La construcción de todas estas colosales o\>tb3
corrió á cargo del general de ingenieros D. Francisco
Sabatiniy que levantó al mismo tiempo, para su propút
AFLIGIDOS Y LEQANITOS. 159
habitación y la casa contigaa á la de Ministerios^ frente á
las Caballerizas Reales.
El convento de relificiosos Afi^ustinos calzados, fundado convento dedo-
por doña María de Córdoba y Aragón, en 1590, eii el gon.
sitio que entonces se llamaba las Vistillas del Rio, estuvo
ocupado por éstos, que tenian en él su colegio y cátedras
de Cánones y Disciplina eclesiástica, hasta su extinción
en 1836. Su hermosa iglesia es de figura oval, cuya
traza y pinturas corrieron á cargo del célebre Dominico
Teutocópoli (el Greco) , y fué convertida en breves dias,
y en los primeros de 1814, en salón de sesiones para las
Cortes generales del Reino ^ en que trabajó con entusias-
mo una gran parte de la población de Madrid , si bien á
pocos dias de estrenado por ellas (el 11 de Mayo del mis-
mo año), con motivo de la abolición de la Constitución á
la llegada de Femando VII de vuelta de su cautiverio en
Francia, fué destrozado por el populacho, y arrastradas
las estatuas y emblemas alegóricos, y la lápida que reno-
vaba el artículo de la misma Constitución : « La potestad
de hacer las leyes reside en las Cortes con el ReyJ> Vuelta
la iglesia al culto divino, y los padres al convento, hubie-
ron de abandonarle de nuevo en 1820, en que tomó á su
destino de salón de Cortes, y luego á los padres en 1824,
hasta que, á la extinción de éstos en 1836, ha sido defini-
tivamente dispuesto y convertido en Palacio del Senado.
La calle del Reloj, que corre á su costado, avanzaba
en los siglos anteriores hasta la de Torija (que en el pla-
no antiguo se apellida de Corito), y en ésta se alzó, á fi-
nes del siglo pasado, la casa principal donde estaba el ^^^^j^ ¿^ j^
Consejo supremo de la Inquisición , y sobre cuya entrada inquisición. ^
hemos alcanzado á leer el terrible lema : Exurge, Domine,
etjtidica causam tuam. Después ha servido, en nuestros
dias, de Ministerio de Fomento, llamado luego de lo Inte-
rior y de la Gobernación. Después se han instalado en él
L
160 EL ANTIGUO MADBID.
sucesivamente la embajada de Francia, un hotel inglés y
una imprenta. — Todas estas calles, desde la de Torija
hasta la de la Estrella j Silva, fueron formadas, en sa
mayor parte, á consecuencia de la Puebla NuerUj verifica-
poebia de Pe- da por D. Joaquifi de Peralta en el siglo xvii, y una de
las principales de ellas recibió el nombre de la calle de la
Puebla Nv^va (1), hoy del Fomento, y también la pe-
queña callejuela hoy travesía de Altamira se llamó de
la Puebla de Peralta,
Lft Encarnación. El real monasterio de la Encarnación, de religiosas
agustinas, fué fundación de la reina doña Margarita, es-
posa de Felipe III, y construido á su costa, bajo los tra-
zos y dirección del arquitecto Juan de Mora. — La iglesia,
que es preciosa por su forma y por sus riquísimos ador-
nos, quedó reformada en el siglo pasado por D. Ventara
Rodríguez; pero parte del monasterio fué demolido, á la
verdad innecesariamente, en estos últimos años , cuando
salieron de ellas religiosas para otros conventos. Hoy se
halla reconstruido en parte , y han vuelto aquéllas á oen-
parle. La iglesia, que, como decimos, es de las más ricas
y ostentosas de Madrid, sirve de parroquia ministerial de
Palacio de la Palacio. — La casa de la calle de las Rejas, cuyos accesorios
iieina madre, j^ban frcutc á cstc mouasterio, y después se amplió con
fachada principal á la plazuela de doña Mana de Aragón;
fué de los marqueses de Santa Cruz, y antes, de D. José
Portocarrero y Pelláres ; en el sitio de ella estuvieron en
el siglo XVI las caballerizas del principe D. Carlos, y en
nuestros dias se convirtieron en palacio de S. M. la Beina
madre (2). Al Duque de Alburquerque, marqués de Ca-
(1) En el número 20 antiguO) mo, entusiasta por las glorias
29 moderno, de esta calle nació matritenses.
D. Nicolás Fernandez de Mora- (2) Esta casa-palacio ha eido
tin, padre del inmortal D. Lean- derribada, no sabemos con qu^
dro, y apreciable poeta él mis- objeto.
EL BUEN BETIRO. 161
hraita, correspondió el otro edificio contiguo, que hoy sir-
ve de Biblioteca NacionaL
Desde aquí empiezan las nuevas calles formadas á la
regularizacion de la magnífica Plaza de Oriente del Beal
Palacio y con los espléndidos nombres de San Quintín^ de
Pavía, de Felipe F, de Carlos III, de Lepanto, etc., y por
consecuencia, volvemos á los términos del Real Alcázar,
donde tuvieron principio estos paseos , quedándonos úni-
camente que recorrer en uno el antiguo Sitio Real del
Buen Retiro , y otro final de circunvalación por el exterior
de Madrid.
XII.
EL BUEN RETIRO.
Más allá del límite oriental de Madrid , hasta bien en-
trado el siglo XVII; que era, como queda expresado en su
capítulo, el romántico Prado de San Jerónimo, no existia
población alguna , ni otro edificio que aquel antiguo mo-
nasterio y el de Atocha ; la entrada de Madrid por aquel
Jado, como por todos, era abierta y franca, sin cerca que
la limitase ni puerta que la sirviera de ingreso ; pues basta
la misma mezquina de Alcalá, que estuvo primero más
cercana al arranque de aquella calle , no fué construida
hasta el año de 1599, en ocasión de la entrada solemne de
la reina D.* Margarita, esposa del rey Felipe III. — Hasta
entonces el camino de Valnegral (^Ahroñigal) venía por
donde ahora está el Eetiro, hasta frente de la Carrera de
IL 11
Biblioteca.
162 EL ANTIGUO MADRID.
San Jerónimo , que era la verdadera entrada de Madrid^
Asi lo vemos expresado en los libros de la ¿poca (1), y
detalladamente ennn rarísimo j9¿ano de Madrid (anterior
al grande de Ambéres^ tantas veces citado) y que tene-
mos á la vista.
Mírase en él , en su sitio , el monasterio de San Jeró-
nimo y su extendida huerta , y unido á él el cuarto 6 habí'-
tacion Real, adonde Felipe II, su hijo y nieto solian reti-
rarse á pasar el tiempo santo ó con ocasión de las muertes
ó tribulaciones en su casa. También acostumbraban reci-
bir en él, para preparar su entrada solemne en la corte, ¿
las reinas, sus esposas, ó los príncipes que solian venir á
visitarlos, y á los legados y embajadores de las naciones
extranjeras ; con que empezaba á preludiar aquel aposen-
tamiento la futura importancia del Sitio Real que había
de sucederle.
En 31 de Marzo de 1621 murió Felipe III , y su hijo
y sucesor Felipe IV, joven á la sazón de diez y siete
años, subió al trono de Castilla en una época en que no
se habia desmembrado todavía parte alguna del colosal
imperio de Carlos V y Felipe II. Madrid era, pues, en-
tonces la capital más importante del mundo ; el cetro es-
pañol, que en su mano habia de quedar tan menguado,
pasaba aún entero á las del joven nieto del fondador del
Escorial. Cómo en su dilatado reinado de cerca de medio
siglo vino á operarse la decadencia política de la España
y el desmoronamiento de su extenso poderío » es lo que
largamente ha consignado la Historia, imputando con im-
parcialidad á los antecesores de Felipe la parte que le»
cabe en aquella necesaria ruina de imperio tan colosal y
temerario , y al mismo Felipe (el Grande^ el Cuarto Pía-
(1) Véanse, entre otros, las Cabrera de Córdoba, inipresM
preciosas Relaciones de Luis de orden del Gobierno en 1857.
EL BUEN RETIRÓ. 1Í53
neta^ como le llamaban sus lisonjeros cortesanos), la grave
responsabilidad que pesa fatalmente sobre la triste memo-
ria del rey poeta.
Felipe IV, galán y bizarro en ¡«as justas y torneos , dis-
creto en las academias y fiestas palacianas , liviano en sus
placeres , ciego adorador de las artes y la hermosura , de
corazón bueno, de intención magnánima, de inteligencia
despejada ; pero débil , vacilante y descuidado en los altos
deberes , en la inmensa exigencia de su elevado puesto,
era un gran señor, discreto, amable, magnífico y liberal,
que hubiera formado en un rango inferior al trono las de-
licias de la corte y de la sociedad; un niño, en cuyas ma-
nos indiscretas la preciosa y complicada máquina del Go-
bierno se convertía en un pasatiempo , en un dije precio-
so , cuyos misteriosos resortes no acertaba á comprender
ni manejar. Este niño coronado, esta alma disipada por
los placeres sensuales, pródiga y activa para los goces del
ingenio, indolente para la gobernación y los negocios
graves, necesitaba absolutamente descargar el peso del
Gobierno en otra superior inteligencia, en otros hombros
más fuertes , en otras manos más diestras y robustas. —
El cielo, que quiso ofrecer á los Reyes Católicos y á Car-
los V hombres dignos de ellos, un Cardenal Cisnéros y
un Gonzalo de Córdoba; que habia dado á Felipe II ge-
nerales* y hombres de estado como su hermano D. Juan de
Austria y el Duque de Alba; que habia regalado á su pa-
dre Felipe III un Duque de Lerma y un D. Rodrigo
Calderón ) ambiciosos y petulantes, colocó al lado del jo-
ven Monarca á otro personaje aun más funesto (que le
absorbió en la escena política), al conde-duque de Oliva-
res^ D. Gaspar de Guzman^ al paso que adornaba el pe-
destal de la estatua del rey poeta con los admirableí^
frutos del ingenio de los Lopes y Calderones, Moretos y
Tirsos, Quevedos, Rojas y Alarcones, ó inmortalizábalas
1()4 EL ANTIGUO BIADRID.
acciones del rey caballero, del rey artista y galán , con los
admirables pinceles de Murillo y de Velazquez.
Bajo este último pnnto de vista, la esplendorosa oórte
de Felipe IV, haciendo abstracción de la profunda gan-
grena que la minaba sordamente, era deslumbrante y fas-
cinadora ^ y tiene muchos puntos de contacto con el as-
pecto que años después presentó la del monarca francés
que dio nombre al siguiente siglo; pero Luis XIV, ademas
de un gentil hombre, valiente, caballeresco é ilustrado,
aimque demasiado dado á los pl.iceres y'galanteos, era un
gran monarca político y guerrero ; y Felipe IV, que bri-
llaba con aquellas cualidades del caballero y del ingenio,
carecia del todo de las que como rey engrandecían al mo-
narca francés ; por eso éste, con su gran tacto poUtico,
lialló para compartir los trabajos de la gobernación y de
la guerra ministros como Richellieu y generales como
Turena y Conde, al paso que Felipe halló su medida en
la menguada inteligencia y en la intriga cortesana de dotí
Gaspar de Guzman. — Aquel monarca dejó reflejada tam-
bién su grandeza y su gusto literario en las inmortales
obras de Hacine, de Moliere, y de Comeille, y sus mag-
nifícos extravíos en la página de su historia que se llama
<í Ver8áUe8J> ; Felipe IV dejó eterna la memoria de su
corte disipada, caballeresca y poética, en las heroicas far-
sas de Calderón^ de Mendoza y de Solis; la de la funesta
privanza de su favorito, en la que plugo á éste escribir*
con el título de (lEI Buen Retiroí>.
Obra exclusiva este Real Sitio de aquel refinado cor-
tesano, quiso desplegar en él, para fascinar al joven Mo-
narca , todos los recursos que la adulación y la lisonja le
inspiraban ; todo el poderío que ponia en sus manos su
inmenso valimiento y los tesoros del Estado, de que sni
limitación podia disponer , llegando á improvisar en pocos
años una nueva residencia Keal , una mansión fantástica
EL BUEN RETIRO. 165
de placer y de holganza, que oscurecía y hacía olvidar las
de los bosques^ jardines y palacios antiguos del Pardo y
Casa de Campo, que habian formado las delicias de los
PeKpes II y III.
Allegó para ello todos los terrenos y posesiones inme-
diatas al monasterio y convento Real de San Jerónimo^
hasta una extensión asombrosa; emprendió obras colosa-
les para su desmonte, plantío y proveimiento de aguas;
alzó un vistoso palacio ; rodeóle de extensos jardines, bos-
ques, estanques y ermitas y caserío, y dispuso para asom-
brosas fiestas aquel espléndido teatro de su elevación y
8U fortuna. '
La fundación de este Real Sitio empezó en 1631 por
nna casa de aves extrañas, á que llamaban el Gallinero,
arrimada á la huerta de San Jerónimo ; varios jardines y
el estanque grande , y ya en la noche de San Juan de
aquel mismo año pudo estrenarse aquella risueña mansión
con un festín. Al año siguiente ya se hallaba concluida la
plaza y cuerpo principal del palacio, y el 1.® de Octubre
de 1632, al presentarse Felipe IV para visitarle y ver los
preparativos de la fiesta que en él habia de hacerse para
celebrar el nacimiento del príncipe D. Fernando, hijo de
la emperatriz doña María, su hermana, el Conde-Duque
de Olivares, como alcaide Iionarario que era de esta nue-
va residencia Real, salió á la puerta de ella, y en una fuen-
te de plata presentó al Rey las llaves , que recibió con
agrado, volviéndoselas á entregar ; hubo pues con tal oca-
sión un suntuoso sarao, y para las damas, bolsillos de ám-
bar llenos de escudos, y ricos cortes de vestidos. Las fiestas
se celebraron el dia 5 de aquel mes y siguientes, empe-
zando con un gran juego de cañas, en que corrió el Rey
el primero, acompañado de su indispensable favorito, y
luego la villa de Madrid, el Condestable de Castilla, el Al-
mirante y demás grandes señores, llevándose la gala, como
166 KL ANTIGUO MADBID.
siempre y S. M.^ <cno como rey, sino como caballero más
galán y más diestro ]S> ; cuya fiesta celebró la delicada lira
de Lope, en la Vega del Parnaso y en aquellos versos que
llevan la dedicatoria : A la primera Jiesta del palacio nue-
vo; otro dia se corrieron toros , y otros se tuvieron lanzas
y sortijas con grandes premios, consistentes en fuentes
de plata dorada, que, por supuesto, ganó el Bey, envián-
dolas en obsequio á la Beina y al Principe.
Pero por muy amena que pudo ser esta primera fiesta
y otras celebradas en los años inmediatos, no tienen com-
paración con la larga serie de ellas celebradas en 1637,
en aquel mismo Real Sitio, con motivo de la elevación al
imperio de romanos del Rey de Hungría, cuñado de Fe-
lipe ; y por ser tan señaladas, parécenos del caso ofrecer
á nuestros lectores una relación de ellas, no la que inserta
León Pinelo en sus Anales, sino otra de un manuscrito
distinto que poseemos, y que nos parece curiosa por extre-
mo. Esta relación se hallará en el Apéndice.
Un tomo extenso no nos bastaría si pretendiéramos em-
prender la narración de tantas fiestas casi diarias en aque-
lla mansión de los placeres, ni las intrigas cortesaosis j
amorosas que forman la romántica historia del palacio del
Buen Retiro, y pueden verse apuntadas en los Anales de
Pelltcer y en otras relaciones de la época, impresas y ma-
nuscritas. Algunas de aquellas fiestas no pasaron, sin em-
bargo, tranquilas y bonancibles , ni faltaron en ellas con-
tratiempos que dejaran señalada su memoria. — Por ejem-
plo, en la de la noche de San Juan de 1639 , cuando se
encaminaban los reyes á sentarse en el balcón ó estrado
preparado para que pudiesen presenciar las danzas y músi-
cas, se rompió un estanque que estaba detras y en el al-
tura, y arrojó tanta agua sobre el dicho balcón, que lo
inundó y destrozó ; lo que hubiera ocasionado una catás-
trofe á ocurrir algunos momentos después. — En igual
KL BUEN RETIRO. 167
noche del año siguiente^ 1640, habíase dispuesto un tea-
tro en la isleta que campeaba en medio del estanque gran-
de, 7 multitud de barcas para contener la orquesta y los
espectadores (que eran toda la corte), y se representaba
una suntuosa fiesta dramático-mitológica, cuando en me-
dio de la fiesta se levantó tan recio torbellino de viento,
que apagó las luces, arrastró los toldos del tablado y las
máquinas teatrales, dispersando las barcas, cuya aristo-
<nrática tripulación estuvo á pique de perecer en aquel im-
provisado golfo. — No fué esta sola calamidad la aconte-
cida al Real Sitio por aquellos dias, sino que poco después,
en las carnestolendas del año 1641 , se prendió fuego al
palacio, quemándose las dos torres principales y todo un
lienzo del lado que miraba á Madrid , con gran pérdida de
cuadros , muebles y alhajas. — De suerte que estas tres
calamidades, ocurridas en el espacio de pocos meses al
nuevo Beal Sitio, dieron pábulo á los comentarios del vul-
go malicioso, el cual, aludiendo á ellas y á la privanza de
su ftindador, el odiado Conde-Duque, se dejó decir que
d en la primera ocasión habia dado en agua , en la segun-
> da en aire, en la tercera en fuego , y que á la cuarta da-
» ria en tierra'», como asi sucedió efectivamente de allí á
poco, en Enero de 1643, en que cayó de su alto vali-
miento con Felipe , y salió desterrado á Loeches, y des*-
pues á la ciudad de Toro, donde falleció en 21 de Julio
de 1645.
El coliseo que se extendía en una de las alas del pala-
cio era principalmente el sitio de las fiestas animadas en
que lucian las altas dotes de su ingenio Calderón y Men-
doza, Solis y Candamo. En el mes de Mayo de 1652, y
con ocasión del cumpleaños de la Reina, se presentó con
un aparato y decoraciones nunca vistas la comedia mi-
tológica de D. Pedro Calderón de la Barca, Las Fierezas
de Anaxarte y el Amor correspondido, que duraba siete
168 EL ANTIGUO MADRID.
horas, y en algunas de sos mudanzas desaparecían los te-
lones, dejando ver originales los jardines y bosques del
Real Sitio profusamente iluminados. — Esta regia y es-
pléndida función se dio el primer día á la corte , el segun-
do á los Consejos, el tercero á la villa de Madrid, y des-
pués se ejecutó treinta y siete noches consecutivas para el
pueblo en general.
En 1654, restablecida la Beina de su enfermedad, 8c
dispuso otra función en el mismo coliseo, y escribió para
ella el mismo Calderón la de La Fábula de Perseo, con no
monos aparato y lucimiento ; y en 1658, con motivo del
parto de la Reina, se puso en escena la de Psiquis y Cu-
pido j de D. Antonio Solis, que dejó memoria duraden
por su gala poética, aparato magnifico y grandeza de ac-
cesorios, siendo durante largos dias el embeleso de la
corte y de la^villa. De D. Antonio Mendoza, conocido por
el dictado del discreto de Palacio^ también se represen-
•taron varios (gramas, y asi estos y otros ingenios cortesa-
nos continuaron enriqueciendo aquel coliseo, que por su
importancia y novedad absorbía, puede decirse, la exis-
tencia del palacio del Buen Retiro. En algunas ocasiones
las meninas y damas de la Reina, los grandes y cortesa-
nos, y hasta las mismas personas Reales se convertían en
actores de aquellos magnifícos dramas ; llamaban otras,
para representarlos, á los más acreditados comediantes de
las compañias de dentro y fuera de la corte ; los arqui-
tectos, pintores y escultores nacionales y extranjeros
competían en adornarlos con toda la magia del arte, y la»
músicas y danzas más animadas los embellecian á por-
fía (1). En otras, reducida su representación á las mi^-
(1) Ud caballero francés que por la Corte de París para
vino á España en 1659 con el citar la mano de la infanta dofi*
mariscal de Grammont, enviado María Teresa, hija de Felipe I V^
EL BUBN RETIRO. 169
mas cámaras Reales, servian éstas de escena á animadas y
discretas improvisaciones, en que el mismo Felipe IV al-
ternaba airosamente con los ingenios más esclarecidos de
la época, con Lope y Calderón, con Montalban, Moreto
y Velez de Guevara, Coello y Villaizan, ya en discretas
y caltas escenas de los dramas conocidos, ya en donosas
y livianas improvisaciones, parodias de aquéllos, llenas
de ingenio y agudeza. A éstas solian asistir las damas de
la corte detras de una cortina , para no privar á los poe-
tas de la desmedida libertad que les daba Felipe en produ-
cirse, á las veces con sobrada desenvoltura.
La corte del Buen Retiro presentó, pues, durante el
reinado de Felipe IV, el aspecto más halagüeño. Sun-
tuosos y dilatados bosques, bellos y primorosos jardines,
regios palacios, magníficos salones, teatros, templos,
cuarteles y caserío para los magnates de la corte y su nu-
merosa servidumbre, nada faltaba para dar al Retiro la
importancia de una ciudad.-— La general disposición del
mismo por aquel tiempo (según vemos minuciosamente
detallado en el plano de Ambéres) era variada y pinto-
resca y y comprendia ya poco más ó menos la misma di-
mensión que en el dia , que pasa de diez y siete millonea
de pies superficiales^ aunque entonces no estaba todo cer-
cado.— A su entrada principal, frente á la Carrera de San
Jerónimo, existia, desde 1637, la plaza cuadrada, que
quedó en nuestros dias por única de las construcciones anti-
guas, y era llamada entonces de la Pelota ^ por hallarse el
jaego en el edificio en que después estuvo la iglesia ó par-
roquia provisional. A su costado derecho se levantaba y
para Luis XIV , en su Relación en el teatro del Buen Retiro^
de viaje y publicada en París sumamente interesante por la
en 1665, hace una curiosa des- etiqueta y ceremonias que des-
cripción de cierta representa- cribe,
cion á que asistió con la Corte
170 EL ANTIGUO MADRID.
existe el suntuoso salón llamado de los Reinos, donde se
juntaron las Cortes, hasta las de 1789 inclusive, que de-
clararon la abolición de la ley sálica.— -Este magnifico
salón, cuya extensión, anchura, excelentes luces y riqueza
de decoración eran correspondientes á tan alto objeto, ex-
cita todavía gran interés histórico y artístico por su rico
artesón, recamado de oro, en que aun brillan las armas y
blasones de los muchos y extendidos reinos que en aquel
siglo componian la corona de España, colocados por este
orden : Castilla, León, Araron, Toledo, Córdoba, Granad<i,
Vizcaya, Cataluña, Ñapóles, Milán, Austria, Perú, Bra^
hante, Cerdeña, Méjico, Borgoña, Flándes, Sevilla, Sici-
lia, Valencia, Jaén, Murcia, Galicia, Portugal y Navar-
ra. Habia ademas, colocados en los lienzos de este esplén-
dido salón , muchos de los grandes cuadros históricos qne
hoy brillan en el Real Museo, el de la rendición de Breda,
el del desembarco de los ingleses cerca de Cádiz, y otn>s;
hoy aparecen desnudas sus paredes, si bien el salen está
dignamente ocupado por el precioso Museo de Artillería,
uno de los establecimientos que más honran á la época ac-
tual. A su puerta se ven bs dos estatuas de Felipe IV,
fundador del Real Sitio, y de Luis I, que nació en él.
Al final de este lienzo es donde se formó la sala prin-
cipal del teatro, aunque creemos que fué reconstruida
muy posteriormente en el reinado de Fernando VI; en
tiempo de Felipe IV parece eran varias las destinadas á
este espectáculo.
A la derecha de esta plaza estaba el palacio Real, qnc
con el teatro y las casas de oficios formaban un gran cna-
<lro, con sendas torrecillas en sus cuatro ángulos, y de-
jando en el centro una hermosa plaza-jardin ; uníase al
palacio, por un paso, el elegante edificio que aun existe,
llamado el Cason, y fué destinado á sala de bailes, yJ«-
corado con preciosas pinturas de manos de Lúeas JotíxOj
EL BUEN ESTIBO. 171
qae representaban la institución de la Orden d^l Toisón
de Oro y los trabajos de Hércules, bárbaramente borradas
en 1834 cnando se destinó este salón para la reunión del
estamento de Proceres. — En medio de la gran plaza cer-
rada, formada por el palacio, teatro y casas de oficio, se
alzaba la estatua ecuestre de Felipe IV, obra del célebre
escultor florentino Pedro Tacca, qne boy campea en el
centro de los jardines de la plaza de Oriente ; y más ade-
lante, la bella fuente de Narc'uo, que boy creemos está en
los jardines de Aranjuez ; continuaba después el caserío,
con otra plaza y edificios llamados de la Grandeza, de la
Dispensa^ etc., hasta tocar con el monasterio de San Jeró-
nimo, que comunicaba y venia á formar como una parte
del sitio ReaL
A éste se entraba también por una puerta muy curiosa,
llamada del Ángel, que no carece de elegancia, y que muy
oportunamente se ha conservado y colocado en la nueva
entrada que se ha dado al sitio por aquel lado.
Por detrás, y á los lados de palacio y demás caserío,
se extendian los inmensos bosques, interpolados con lindos
jardines : por ejemplo ; en donde ahora está el precioso
parterre, habia uno, en cuya plaza central, llamada el
Ochavado, venian á confluir otras tantas calles cubiertas
de enramadas ; más arriba estaba la ermita de San Brtt-
no, que sirvió después de parroquia del Beal sitio, cerca
de donde ahora el estanque llamado de las Campanillas.
El otro estanque grande y principal que hoy vemos, bri-
llaba desde el principio por su asombrosa extensión de
1.006 pies de largo por 443 de ancho, ó sea una superfi-
cie de 445.658, que equivale á tres veces y tercia la de la
Plaza Mayor. A sus márgenes se alzaban hasta cuatro em-
barcaderos y varias norias, y tenía en su centro una isleta
oval con árboles, en la cual, en varias ocasiones, solia,
como queda dicho, alzarse un teatro, por disposición del
172 KL ANTIGUO MADKID.
Conde-Duque de Olivares^ para obsequiar con representa-
ciones escénicas al Monarca y su corte ; y aun transfor-
mada á veces con suntuoso aparato en la mitológica man-
sión de la hechicera Circe, servia de escena a cumplidas y
brillantísimas farsas navales y terrestres.
Desde el mismo estanque arrancaba un canal, llamado
el Malloy que siguiendo en dirección de donde hoy está la
Casa de las Fieras, daba luego vuelta á los confines del Re-
tiro, é iba á desembocar en otro grande estanque situado
donde después se alzó la fábrica de porcelana de Ckirta
(volada por los ingleses en 1812), en cuyo centro se ele-
vaba entonces una elegante iglesia ó ermita, llamada de
San Antonio de los Portugueses. — Los nuevos jardines?,
á espaldas del estanque y á su costado izquierdo, eran
entonces frondosas alamedas y bosques, que se llamaban
el Cazadero de las liebres y las Atarazanas y hacia donde
hoy la Casa de las Fieras. — Hacia la puerta de Alcalá
estaba la huerta del Rey, con una ermita de la Magdale-
na, el cebadero de aves, y otro canal, llamado rio chico.
No existia la entrada de la Glorieta, ni el enverjado de
hierro (obra de Carlos III) , pero si los frondosos bos-
ques entre ésta y la de San Jerónimo, y donde luego es-
tuvo la casa-palacio de San Juan estaba el jardín de pri-
mavera y otra ennita, dedicada al mismo santo.
Lo demás del extendido recinto de este Real sitio, y
que ya en el siglo xvii venia á tener los mismos límites
que en el dia, aunque sin la fuerte cerca que hizo construir
Carlos III, y que comprende más de la cuarta parte déla
general de Madrid ó casi tres cuartos de legua, fué conei
tiempo cubriéndose de bosques y plantíos con algunas otra5
ermitas y huertas, de San Pablo y de San Isidro, y otras,
é, interpoladas con ellas, varias quintas, templetes y des-
cansos para la dirección de las Reales cacerías.
Muerto Felipe IV en 1665, y quedando la gobernación
EL BUEN RETIRO. 173
ciel reino, durante la menor edad de Carlos II, en manos
de sn madre D.*^ Mariana de Austria, el palacio del Retiro
compartió en aquella época turbulenta con el Real Alcá-
zar la ingrata misión de servir de escena á las intrigas y
desvanecimientos de la privanza de i?. Femando Valen-
zuela, que dotado de ingenio poético y de carácter caba-
lleresco, intentó reproducir cerca de Mariana las espléndi-
<las excentricidades del Conde-Duque. — Sin embargo, la
Reina viuda daba la preferencia al Alcázar, y el teatro del
Retiro no resonaba sino de tarde en tarde con los fantás-
ticos dramas de D. Francisco de Sanees Candamo ó con
los hoy desconocidos del mismo favorito Yalenzuela.
Emancipado Carlos II de la tutela maternal al cum-
plir la edad de quince años, el dia 14 de Enero de 1677,
en que salió del Alcázar y se fué al Retiro, dejando á su
madre retraida en aquél, volvió éste á tomar cierta im-
portancia política^ especialmente durante el primer ma-
trimonio del Rey con María Luisa de Orleans; pero des-
pués, sus enfermedades, sus temores, sus hechizos, le
hicieron encerrarse con frecuencia en las sombrías salas
del Alcázar, donde, entre parasismos y conjuros, terminó
su mísera existencia en 1." de Noviembre de 1700.
La nueva dinastía de Borbon no fué, en un principio,
tan favorable al Retiro como su antecesora; pero habien-
do desaparecido el Real Alcázar en el incendio de 1734,
Felipe V se vio en la necesidad de ocupar el del Retiro
todo el resto de su reinado, y lo mismo su hijo y sucesor
Femando el VI, que hizo de él su corte permanente, le
amplió y decoró con profusión, y construyó, á lo que
creemos, el bello teatro, en que introdujeron las óperas
italianas el celebérrimo Carlos BroscJii {Farinellí) y los
primeros compositores y cantantes de Europa.
En esta época volvió á adquirir el Retiro su primera
importancia y animación; y aunque no tanta, en el rei-
174 EL ANTIGUO MADRID.
nado de Carlos 1 11^ qne pasó ya á ocupar el naeTO pala-
cio Real, todavía hemos alcanzado á escuchar de boca de
algunos ancianos la narración de las pomposas fiestas en
aquellos regios salones, cuando campeaban en ellos las
casacas bordadas y los empolvados pelucones que sustitu-
yeron í las capas y ferreruelos. Todavía hemos oido
contar á nuestros padres la asistencia que de grado ó por
fuerza hubieron de hacer á las comedias que á principios
del siglo hacía representar María Luisa en aquel coliseo,
y para las cuales, necesitando mayor concurrencia que la
ordinaria de la corte, hacía destacar á los guardias de
Corps para que fuesen á reclutarla á los paseos inmedia-
tos del Prado.
Pero este Real sitio dejó de existir como tal cuando,
ocupado Madrid, en 1808, por las tropas francesas, fué
convertido por ellas en una imponente cindadela con que
tener en respeto á la arrogante población. Sus regían
habitaciones, demolidas ó trocadas en baterías, cuarteles
y establos ; sus jardines en terraplenes y campos de ma-
niobras, y los escasos árboles, que aun daban testimonio
de sus antiguos bosques, vióronse regados con la sangre
de las víctimas madrileñas. Honor era y deber del Mo-
narca español, restituido al trono de sus mayores, borrar
aquel testimonio de desdichas, y tomar á la capital del
reino su primer adorno y solaz.
No quedaron, pues, defraudadas las esperanzas délos
habitantes de Madrid; pues Fernando VII, consagrando
grandes sumas á la reparación do este Real sitio, alcanzó
en pocos años á ponerle en un estado de brillantez y lo-
zanía que iguala, si no excede, al que pudo tener en lo»
reinados anteriores. Hizo más, y fué que, reservándose
sólo una parte de sus jardines, entregó el resto al público,
la más extensa y principal; y de sitio Real, privilegiado
y exclusivo, le convirtió en el primer paseo de Madrid.—
EL BUEN RETIRO.
175
Pero el palacio, teatro y edificios contiguos, destruidos
por loB franceses (que, si hemos de creer á los que aun
los han conocido, valian poco bajo el aspecto artístico),
no han vuelto á levantarse ;conclujéronse, si, otros edi-
ficios en diversos puntos del Real sitio, como la Casa
palacio de San Juan^ la nueva Casa de Fieras, la Pa-
jarera, la Faisanera^ el Salón oriental y el Mirador , los
Embarcaderos j la Casa del Pescador j j otras; plantá-
ronse nuevos bosques, paseos, jardines y laberintos, y es-
pecialmente en la parte reservada á S. M., que compren-
de desde la Casa de Fieras hasta la montaña artificial, se
pusieron en planta varios primores, que si no indican el
mayor gusto ni grandeza de ideas en los encargados de
ejecutarlos, prueban, por lo menos, la solicitud del Mo-
narca hacia su sitio favorito. — Hoy, su augusta hija doña
Isabel II j dando mayor importancia todavía á la parto
pública de estos espléndidos jardines, los ha enriquecido
y decorado de un modo digno de la capital del reino,
proporcionando á sus habitantes un gran desahogo y co-
modidad (1).
(1) Cedido por la reina Isa-
bel II, en 1865, gran parte de
este Real Sitio, formóse un pla-
no desatinado para vender el
solar que resultó, con objeto de
construcción de casas; á este
efecto se devastó una gran parte
del arbolado, se derribó la Casa
antigua de Fieras, y se proyectó
lo mismo con todos los edificios
de la entrada (incluso el históri-
co salón de Cortes , en que hoy
está el Museo de Artillería).
Llegando después la revolución
de 1868, y cedido este Sitio Real
al Ayuntamiento de Madrid, éste
emprendió obras costosísimas
para nivelar el terreno ; derri-
bó luego la plaza de entrada,
la iglesia, la administración y
otros edificios, borró las cercas
de los sitios reservados antes al
Monarca, y la general del Sitio,
para formar la gran plaza que
circunda la Puerta de Alcalá ;
abrió nuevos caminos al es-
tanque grande, ensanchó el Jar-
din Zoológico y Casa de Fie-
ras, etc., abriendo á su extremi-
dad el poseo de coches, logo de
176 EL ANTIGUO MADRID.
XIIL
PASEO EXTERIOR.
Al pié del Alcázar y su florido parque del Campo del
Moro extiéndese la frondosa vega^ regada por el Manzor
nares, que naciendo en unas sierras cerca del pueblo
cuyo hombre toma, entre las villas de Navacerrada j
Becerrily viene atravesando en su curso los bosques del
Pardo, la Casa de Campo , deja sobre su orilla izquierda
á Madrid, y sigue por el soto de Luzon, Peralejos y la
Torrecilla y hasta llegar á Yácia-Madrid^ donde se con-
funde en el Jarama.
El humilde origen, escaso raudal y limitado curso de
este modesto rio no le daban ciertamente derecho á
esperar ser algún dia el encargado de regar los muros de
la capital del reino, y de reflejar en sus aguas traspa-
rentes los suntuosos alcázares, los Reales bosques, los
puentes monumentales que le envidian sus rivales el Tajo
y el Ebro, el Duero y el Guadalquivir; contraste formi-
dable con su mansa corriente, que dio lugar en todos
tiempos á las donosas burlas y festivas chanzas de los
poetas y gentes de buen humor. — Mas, á pesar de esia
exigüidad de nuestro pobre Manzanares, no pudiera, sin
injusticia, achacársele de inútil ó insignifícante para h
patinar, la estufa, fuentes y otras jardines contiguos el más prín-
iiiuchas mejoras, que hacen hoy legiado sitio de esparcimiento
del Parque de Madrid y sus y de recreo.
PASEO EXTERIOR. 177
población madrileña, cuya vega occidental y meridio-
nal fnictifíca y alegra, cnja salnd protege en sn mismo
prudente apartamiento, cuya seguridad nunca compro-
mete, y cuya policía, limpieza y regalo encomienda á su
mansa corriente y á sus ninfas de Lavapiés.
Las fértiles huertas y jardines de una y otra orilla, la
magnifica Casa Real de Campo ^ propiedad un tiempo de
la antiqtiisima familia de los Yargas, de Madrid, adqui-
rida y aumentada considerablemente por los Felipes II
y III con inmensos bosques, risueños parques, estanques,
alamedas y paseos; la otra preciosa posesión, también
Beal, de la Moncloa, frontera á aquélla, que encierra en
una las famosas del cardenal arzobispo de Toledo don
Bernardo, de Bogas Sandoval, y la Floridüy de los anti-
guos duques de Alba; sus magníficos jardines, compara-
bles en amenidad y lozanía á los más preciados del Sitio
de Aranjuez; las frondosas alamedas de ambas orillas, los
sotos de la Villa y de Migascalientes y de Luzon, antiguos
y deliciosos sitios de recreación popular; todo declara el
benéfico influjo del rio Manzanares en esta comarca es-
j)ontánea para la vegetación, benéfica y propia para la
salud y la holgura.
Y digan lo que quieran en sus festivas sátiras los poe-
tas madrileños Lope y Quevedo, Tirso y Calderón, con-
tra la exigüidad de su modesto rio, y apuren las sales de
su ingenio en sus invectivas contra Felipe II por haberle
autorizado con la famosa puente Segoviana^ obra del in-
signe Juan de Herrera, invirtiendo en ella la suma de
200.000 ducados; y truenen otros contra el corregidor.
Marqués del Yadillo, que dos siglos después levantó con
no menor sacrificio la otra pueiite Toledana con la sun-
tuosidad que hoy ostenta; lo cierto es que, aparto de
cierto lujo romano en la construcción de estas obras, su
solidez y fortaleza estuvieron bien calculadas, y el mismo
II. 12
178
EL ANTIGUO MADBID.
Manzanares las justifica ouando tal vez, al desprenderse
las nieves de las sierras vecinas, acrece tan formidable-
mente sa caudal, que hace necesarias aquellas obras mo-
numentales para dominarle y resistir á su empuja (1).
(1) Entre las infinitas y fes-
tivas sátiras que el humilde
Manzanares y su suntuosa puen-
te inspiraron en todos tiempos á
las musas matritenses, no pode-
mos resistir á la tentación de
transcribir aquí un precioso ro-
mance del célebre poeta dramá-
tico maestro Tirso de Holios,
tanto por su gracia y donosura,
como por ser muy poco conoci-
do, como inserto que está eo su
rarísima obra titulada Los Ci-
garrales de Toledo. Dice así:
BOMANCE DEL MAESTRO TIRSO DE MOLINA.
Á las nillas de Alcoroon
Lm cantaba Faracnelloa,
Mientras se juntan al valle
I^ebajo el olmo, estos versos :
•— Fnérame yo por la puente.
Que lo es sin encantamento,
Bn Dlciemlnrr, de Madrid, «
Y en Agosto, de Rioseoo.
La qne haciéndose ojos toda
Por ver sn amante pigmeo,
Se queja del porque, ingrato ,
Lo da con arena en ellos.
La qv» la ves que le asoma
Á mirar sn rostro bello.
Es, á fuer de dama pobro,
En solo nn casco de espejo.
La pretina de jubón
Qne, estando de ojetes Heno,
Cual pioaro, no trae mAs
Qne una cinta en los gregUescos. —
Por esta puente de anillo
Pasé un disanto en efecto.
Aunque pudiera á pié enjnto
Vadear su mar bermejo.
Relme de ver sn rio,
Y sobre loe antepechos
De su puente titalac
Ko sé si le dije aquesto :
— No 08 corráis, el Manzanares;
Mas ¿ cómo podéis correros.
Si llegáis tan despeado
Y de gota andáis enfermo?
Según srenaa orláis,
Y estáis ya caduco y viejo,
Moriréis de mal de orina.
Como no os remedie el cielo.
Y en fe de aquesta verdad.
Azadones veraniego».
Abriendo en vos sepulturas.
Pronostican vuestro entieno.
Postulando vais vuestra agua,
Y por esta causa erro
Qne con Jarama intentó
Filipo daros comento.
Ño lo ejecutó por ser
En dafio de tantos pueblos;
Mas como os vio tan qnebrado,
De piedra o« puso el braguero
Titulo de venerable
Merecéis, aunqne peqnefio,
Pues no es bien, viéndoos tan cairo,
Qne os perdamos el respeto.
Como Aloali y Salamanca
Tenéis, y no sois colegio.
Vacaciones en verano,
Y curso sólo en invierno.
Mas como estudiante flojo,
Por andaros en floreos,
Del Botillo mil coir^es
Afftntan vuestros cuadercos.
Pero dejando las burlas,
Hablemos nn rato en seso,
PASEO BXTERIOB.
179
- Debe, sin embargo, suponerse qne en el siglo xvi
ifenisL el rio más crecido, ó por lo menos más somero, y
no tan escondido entre la arena, pues qne tenemos la
relación del yiaje qne, en el reinado de Felipe II, hizo
desde Lisboa por el Tajo, el Jarama j el Manzanares, el
ingeniero Antonelli, llegando hasta los bosques del Par-
do, ó por lo menos hasta frente al Alcázar de Madrid. —
Posteriormente hubo el proyecto de aumentarle é incor^.
porarle al Jarama, y más adelante, á fines del siglo xvii,
por los ingenieros hermanos Grunnemberg se propuso la
canalización del rio hasta Yacia-Madrid, que al fin se
llevó á cabo en el reinado de Carlos III, con grandes es-
peranzas de resultado, que ha venido á hacer estéril la
61 no es ya qne ot tienen loco
Seqoedadet del cerebro.
i Cámo, decid, MansanArei,
Tuk poco medrado os vemos,
Pretendiente en esta oórte,
Y en palacio lisonjero?
ün siglo 7 más h¿ que andáis
Hipócrita 7 macilento,
Saliendo al paso á los re7es
QDe tienen gasto de veras.
Alegar podéis servicios ;
Díganlo los qoo habois hecho
Ea esa Casa de Campo,
Sbs labsrintos 7 enrodos.
Sn Troya burlesca os llama
Hombre sotU y de ingenio,
81n qne sn artificio «nvidie
Los del Tajo 7 sn Joanelo.
Bn asaf ates de M a70
Presentáis á vuestro doefio
Flom pancayas, qne en frutas
Convierte después el tiempo.
¿ Qné es la cansa, pues, mi rÍo^
Qne tantos afios sirviendo.
No es den siquiera un estado
Que os pagne en agua alimentos?
FDipo os qnifo haoer grande
Detpnes de haberos cubierto
Delante de él con la puente,
Y él mismo os puso el sombrero.
Pedidle al Cnarto mercedes,
Qne otros han servido menos
Y goaan ya m¿s ertadoe
Que cuatro- pozos manchegos.
cNo soy, diréis, ambiciosos.
Mas, 4 fe, aunque os lo confieso.
Que andáis siempre murmurando»
Por más que os llamen risuefio.
Ánimo, cobarde rio.
Quebrantad vnestro d^tierro;
Y pnes rondáis 4 palacio.
Entraos una noche dentro.
Fuentes tenéis qne Imitar,
Qne han ganado con sns cuerpos^
Como damas cortesanas.
Sitios en Madrid soberbios.
Adornadas de oro y piedras
Visitan plazas y templos,
Y ya con dos escribanas;
Que aqui hasta el agua anda en pleitos.
No sé yo por qué se entonan,
Qne no h¿ mnoho que se vieron
Por las calles de Madrid
Á la vergüenza en jumentos.—
Más dijeea, á no llegar
Con dos cargas de pucheros
Bertol, y ansi por los propies
Dejo cuidados ajenos.
180 EL ANTIGUO KADBID.
aplicación de los ferro-carriles , concurrencia forroida-
ble, en que no pudieron soñar ni Antonelli ni Grunnem-
berg.
De todos modos, preciso es convenir en que donde
concluye la influencia del Manzanares, ¿ sea desde frente
al extremo de la Montaña del Príncipe Pío bácia el
Norte^ y el de la buerta de Atocba bácia Levante, idli
acaba también la animación , la vida y la fertilidad de
esta comarca. Dentro de estos opuestos polos, al Ocd-
dente y Mediodía, es donde se desplega, á favor del
benéfico influjo de su escaso rio, la risueña vega de Ma-
drid j donde en tiempos remotos acudían á solazarse los
babitantes de esta villa. — Allí está su famoso aotilloj en
donde, el 1.* de Mayo, celebraba la popular y animada
fiesta de Santiago el Verde, que poetizaron liasta lo sumo,
en sus dramas y canciones especiales, las musas de Lope,
de Bojas y Calderón ; allí, sus antiguas ei-mitas de San
Isidro (1), del Ángel (2), de San Dámaso (3), de San
Antonio de la Florida (4) y de la Virgen del Puerto (5),
que en sus días respectivos presenciaban sus festivas y
vistosas romerías; allí su pradera del Corregidor ^ teatro
de sus románticas verbenas la mañana de San Juan; allí
la Tela de justar y en que los briosos caballeros (no diga-
mos del siglo XI, ni acaudillados por el Cid, según en sus
admirables quintillas describe Moratin el padre), sino los
apuestos galanes de la corte de los Felipes, holgaban de
lucir su gallardía dominando un fogoso alazán, corriendo
una sortija, quebrando una lanza ó rejón, y tendiendo á
un toro á sus pies; allí su parque de Palacio ^ donde las
(1) Donde ahora la actual. (4) Donde aliora la nueva.
(2) Junto al puente de Segó- (5) Eeta es también moder-
via. na^ de principios del siglo pa-
(3) Camino de Carabanchel. sado.
PASEO EXTERIOR.
181
elegantes y hermosas damas salian á lucir su belleza y
recibir los holocaustos de sos amantes en las mañanas de
Abril y Mayo; alli donde el Monarca, los magnates de
la corte y los antiguos mayorazgos de la villa tenian sus
recreos ó retiros campestres, sus huertas^oWdas; el Bey,
8T1 Casa de Campo; el Arzobispo de Toledo, su Moncha;
el Duque de Alba, la Florida; sus huertas los Vargas,
los Luzones, los Lújanos, los Ramirez de Bomos, los
Coellos y los Balbases (1); allí, en fin, donde, coronando
dignamente este risueño paisaje sobre las altas colinas
de su fondo, desplegaba sus antiguos torreones, sus fuer-
tes murallas, su puerta primitiva, la villa y corte de Ma-
(1 ) De todas estas posesiones
antiguas apenas se conserva
edificio alguno, y si sólo los
huertos, aunque con distintos
duefios y denominaciones. Aca-
so sea la única excepción la úl-
tima que citamos y que aun
existe hoy con el título de Casa
Puerta, situada á la bajada
de Atocha, frente al Canal.—
Esta casa existia ya en el si-
glo XVII , y consta que en 1668
fué cedida á D. Pablo Spfnola
Doria, marqués de los Balbases y
de Leganés, duque de Sexto,
opulento y nombrado cortesano
de lá época; quien la reparó
y decoró espléndidamente con
suntuosas pinturas al fresco en
los lienzos de sus salones; de
las que aun se conserva gran
parte , especialmente la del sa-
lón principal , que es muy cu-
riosa, y representa la apoteosis
de la Monarquía española, Ven-
se en ella los diversos planos de
todos sus dominios en aquella
época, y coronados por una serie
de retratos que representan á
los reyes Carlos II y su esposa,
y los más insignes hijos de Es-
paña en santidad, armas ó cien-
cias, á saber : los santos Domin-
go de GuzmaUy Teresa de Jesús,
Ignacio de Layóla y Pedro de
Alcántara; los gobernadores
cardenal Jiménez de Cisnéros y
Gil de Albornoz ; los juríscour
sultos El Tostado y Cobarru-
bias; los generales Duque de
Alba y Gran Capitán; los es-
critores sagrados Luis de Gra-r
nada y Ensebio Nieremberg , y
los profanos Lope de Vega y
Góng&ra. — Estos retratos están
muy bien ejecutados y conser-
vados, ó por lo menos lo esta-
ban hace muy pocos años. .
182 EL ANTIGUO MADRID.
drid; desde el Beal Alcázar hasta el yenerando templo de
San Francisco.
A espaldas de este cuadro pintoresco, es decir, salvan-
do los limites de la Montaña del Principe Fio j de Ato-
cha al Norte y Levante, ¿qué es lo que ofrecia Madrid, j
qué ha venido ofreciendo hasta nuestros dias, en que
espera fundadamente su trasformacion, merced i las
aguas del Lozoya, tnddas á sus puertas con obras formi-
dables? ¿Qué objetos halagüeños, qué señales de vitalidad
presentaba en su radio exterior, sino una monótona suce-
sión de colinas areniscas, de tierras de pan llevar, inter-
rumpidas de vez en cuando por alguna triste casa de
labor, por alguna venta ó tejar, por tal cual posesión
cercada, más ó menos rústica, por algún barranco seco y
pestilente ó por una solitaria y desnuda carretera? ¿Ni
en qué se diferenciaba de nn yermo, ni en qné se parecí,
á las avenidas de otras ciudades populosas?
Madrid recibió, es verdad, de Felipe IV el importantí-
simo aumento del Buen Retiro á su banda oriental; con
la asombrosa extensión de este Beal sitio casi duplicó el
perimetro de la viUa y llamó hacia aquel ext^mo su im-
portancia y su riqueza; pero al tiempo que la dotó de tan
espléndido apéndice, la impuso limites fijos; indeclina-
bles, fatales, por aquel lado, y contuvo el progreso que
desde el principio venia siguiendo la población hacia aquel
extremo.
La formación de este inmenso parque al otro lado del
Prado prohibió al caserio rebasar la linea de aquel paseo
y convertirle á la larga en una rambla 6 boulevart interior;
y la cerca del Betiro, desde su esquina meridional hasta
la que mira al Norte, donde se alza hoy la montaña arti-
ficial, puede decirse que eran las columnas de Hércules,
el ifon plus ultra para la villa de Madrid por aquel lado.
A la vista tenemos también, para esta ojeada exterior^
PASEO EXTERIOR.
188
un preciso Plano de Madrid (del que hasta últimamente
no teniamos noticia) ; y aunque no de la extensión y pri-
mor del grande, de Tejeyra, grabado en Ambéres en
1656, sobre el cual están calcados estos paseos por el
Madrid antiguo, es indudablemente anterior á él, y aun
al reinado de Felipe IV, pareciendo ser obra de los últi-
mos años del de su antecesor, bácia 1617 ó 1618, por
carecer todavía del Retiro, de la nueva Plaza Mayor, de
la puerta de Segovia, de la cárcel de Corte, del Ayunta-
miento y demás edificios posteriores (1).
(1) Este pianito, el primero
acaso, ó más antiguo de la villa
de Madrid, consta de dos plie-
g<M de marca, y viene á ser
como la décima parte del gran-
de de 1656. — No tiene escala, y
en el tarjeton en blanco que hay
á 9U pié nada se dice de cuándo
ni por quién fué hecho. Su mé-
rito artistico es escaso; su exac-
titud geométrica, ninguna; pero
aunque malamente delineado,
presenta también, como el gran-
de, aunque en menor escala y
no con tanta escrupulosidad, los
frentes de los edificios en pers-
pectiva caballera, y da bastante
razón de su forma y situación to-
pográfica. Parece, sin embargo,
haber sido hecho muy á la lige-
ra y fuera de Espafia, para algún
atlas ú obra geográfica, pues los
nombres de las calles casi todos
están mal escritos, como San
Yartf por San Juan ; Placa de
HerradOf por Plaza de Herrado-
res; CamesciOf por Cameceria;
el Conde Varasas, por Barajas;
calle de los Brescados, por de
los Preciados; CapusynaSj por
Capuchinas ; Cannos^ por Cafios,
calle MayoeTy por calle Mayor,
etc. ; lo que demuestra que
pudo ser grabado en el extran-
jero, por ejemplo, en Flándes 6
en Portugal. — Encima de él se
lee este rótulo : La Villa de Ma-
drid, CÓfrTK DE LOS REYES CATÓ-
LICOS DE EsPAlfA; y á SU ángulo
derecho hay un genio ó fama
trompetera, sosteniendo una co-
rona imperial, de la que pende
un grupo de otras siete, y en la
otra mano, unos banderines con
esta leyenda : Hic sitas gloria
mundi non suficit una. En el án-
gulo izquierdo están las armas
de Madrid, el oso y el madrofio.
Este plano, procedente de la co-
lección que formó D. Valentín
Carderera, obra hoy en la Bi-
blioteca Nacional.
184 EL A17TIGU0 MADRID.
Recorriendo con este dato contemporáneo el exterior
de Madrid en los primeros años del siglo xvil^ empece-
mos por la parte alta al Norte^ donde hallamos la dicha
huerta de la Florida y la del cardenal de Rojas Sandaval
(tio del Duque de Lerma), y otras^ formando un conjunto
con lo que hoy las dos Reales posesiones de la Moncloa,
ó Real Florida, y la Montaña del Príncipe Fío^ que más
adelante fueron separadas por Carlos III con el costoso
desmonte y rotura del camino ó Cuesta de Areneros. —
Donde después se colocó el portillo de San Joaquín^ ó
de «San Bemardino (porque es sabido que entonces Ma-
drid no tenia cerca alguna), arrancaba el camino de las
Cruces, que guiaba al convento de San Bemardino, fun-
dado por el contador Gamica en 1572; y la primera
casa ó edificio de Madrid por aquel lado estaba en lo que
después se llamó plazuela de los Afligidos^ y era el con-
vento de clérigos menores j apellidados con aquel título, y
la huerta contigua del Conde de Nieva, hacia donde hoy
el palacio de liria; á que seguían, en la dirección del ac-
tual cuartel de Guardias y portillo del Conde-Duque,
otros edificios y casas particulares. — Al término de la
cuesta de Leganitos, y sobre la dicha Montaña del Prín-
cipe Pío, en que hay varias huertas, está ya señalado el
viejo palacio del Duque de Osuna, que aun subsiste, y
todas las dichas calles de Leganitos y sus paralelas, hasta
las de San Bernardo, Fuencarral y Hortaleza, daban sa-
lida al campo y no se prolongaban tanto como después lo
hicieron. — Al final de esta última (la de Hortaleza) se
ve ya en la extensa plaza ó descampado el convento de
Santa Bárbara á su derecha, y al frente, otro edificio con-
siderable con su huerta. — Detras del de Santa Bárbara
estaban el palacio y jardines del Príncipe Stillano, conver-
tido después, por él mismo, en convento de monjas de
Santa Teresa; y más adelante seguian otros huertos y
PA8E0 SXTSBIOR. 185
casas aisladas hasta el extenso campo donde después se
elevo el monasterio de las Salesas.
lEl prado de Recoletos está ya, poco más ó menos qae
en el plano de Ambéres, con su convento de Agustinos,
su huerta de San Felipe (luego de la Yeterínaría), y otra
muy grande, hasta la subida de la puerta de Alcalá; y al
otro lado del paseo, los jardines del Conde de Baños, del
Almirante y de Juan Fernandez, el Regidor; corriendo
por el centro el antiguo barranco y dos filas de árboles. —
La puerta de Alcalá, levantada en 1599, y formada dedos
mezquinas torrecillas, apoyaba entre las huertas del prado
de Becoletos y la que habia enfrente, hacia donde después
la entrada del Retiro por la Glorieta. Detras de esta huerta
seguia otra, donde luego el jardín de Primavera y el pa-
lacio de San Juan, hasta la subida de San Jerónimo, con
un edificio de alguna apariencia, en donde se elevó el
cuartel de Artillería, y im paseo delante, que está señalado
en el plano con el nombre de Carrera de los Caballeros,
También habia allí una ermita ó iglesia, que podia ser la
antigua de San Juan. — Lo demás que hoy forma el Real
Sitio del Retiro eran tierras y casas de labor, atravesando
por ellas el camino de Valnegral ó de Abroñigal, y ter-
minando aquella banda en el monasterio y cuarto Real
de San Jerónimo y su extendida huerta, el altillo y ermi-
ta de San Blas^ el convento, iglesia y huerta de Atocha.
Por delante de todo esto se ve el Prado de San Jeró^
nimoy como en el plano posterior, con sus dobles filas de
árboles, sus fuentes, su torrecilla para las mVisicas, sus
huertas y barranco á la izquierda, las cercas de sus jar-
dines á la derecha, avanzando éstas más adelante que hoy
á la esquina de la calle de Alcalá y de la Carrera, no for-
mándola todavía la fachada de la casa del Marqués del
Carpió (hoy de Alcañices), ni la del Duque de Maceda, y
hoy el palacio de Yillahermosa.
186
EL AKTIGCO MADRID.
La huerta del Duque de Lerma, j los diversos edifi<áo9
que incorporó á ella para formar su palacio , aparecen
donde hoy el de Medinaceli, aunque separados é indepen-
dientes; uno con vista al Prado; luego la verja de la
huerta, y otros edificios al término de ella, hacia la calle
del Prado (1). También está detras de este palacio y
(1) En vista de este plano y
de las expresas noticias que se
leen en las Relaciones de Luis
Cabrera de Córdoba , no tengo
inconveniente en rectificar mi
equivocación al suponer, como
lo hice, que este palacio fuese
construido por el Duque de Ler-
ma, siendo marqués de Denia y
en los primeros años del reinado
de Felipe III. — Lo fué, si, pero
mucho después, y sucesivamen-
te, desde 1606 hasta 1616, ó
más allá, durante todo el perío-
do de su grande privanza. — En
la página 166 de dichas Reía-
dones ^ con fecha de Valladolid
de 25 de Enero de 1603, se lee:
— c Andan diversas opiniones
>aqu{ sobre la vuelta de la cór-
ate á Madrid, las cuales se han
]» fundado en haberse quejado
>el Duque de Lerma de que le
y> iba mal de salud, después que
]» estaba en esta ciudad, y tam-
9 bien de que en Madrid trae
> grande obra en una huerta que
» hace cerca del Prado de San
1^ Jerónimo f habiendo acrecenta-
ndo la que allí tenia, que dicen
> será mucho de ver, asi la obra
> de ella como su grandeza y
> curiosidad con que la hace» ;
— y más adelante, con fecha 17
de Mayo del mismo afio, dice
que en una de las frecuentes
excursiones que hicieron los
reyes á Madrid, en los cinco
afios que permaneció la corte en
Valladolid, c pasaron á el mo-
nnasterio de las Descalzas pan
> ir á visitar á la Infanta, su tía,
> y salieron á merendar en la
» huerta del Duque de Lerma ^
> qtie hace en el Prado de San
1^ Jerónimo, y que el Duque ha-
>bia dejado comprada la huerta
>que estaba airimada á la saya,
> y la casa que está delante, que
>fué del prior D. Hernando de
» Toledo, y agora tenía Pedro
» Al varez Pereyra, para juntarla
> con las dichas huertas, incor-
» porando á ella la calle que las
> dividía (debe ser la de Fran-
> cos)j de que le hizo gracia It
> villa, y dejó hecha mía trazi
> de todo, lo que dioen costará
> 150.000 ducados la obra.»—
En el mismo afio 1603, en otro
viaje que hicieron SS. MIL, i
fines de Octubre, á Madrid, fue-
ron á parar á la casa que el Du-
que de Lerma tiene en su haer*
PA8K0 BXTBBIOB.
187
haerta el convento [de los trinitarios de Jesns^ fondado
por el mismo Dnqne en 1^06. — Signe el Prado hacia la
salida al camino de YallecaS; con dos filas de árboles^ y á
8U extremo el edificio del antiguo hospital, y el convento
iglesia de Atocha al fin de sn paseo. — Por la parte baja
no se presenta nada notable en los limites de Madrid;
todas las calles, qne, por lo qne se infiere, no se prolon-
gaban tanto como ahora, tenian salida al campo y termi-
naban, la de Lavapiés en la plazuela de este nombre, la
del *Meson de Paredes en la Escuela Pia^ donde estaba
el Hospital de los Aragoneses ^ j asi las demás h¿cia lá de
Toledo.
A la parte oriental, al otro lado del rio , se ve la anti-
ta, en lo que estaba edificado de
las casas antiguas, que fueron
del prior Hernando y de Alva-
lez Pereyra, y se afiade que
allende de lo fabricado ^ el Du-
que va aííadieiidopara hacer a lli
un gran palacio, que acompaña-
do con él jardín y huerta^ será
gran cosa; al día siguiente de
su entrada se hizo una encami-
sada por el Principe de Marrue-
cos, marqués de Almenara, y
otros caballeros de Madrid, para
obsequiar á SS. MM., delante de
la casa del Duque; y al otro les
corrieron también toros allí, y
celebraron un combate de un
tigre con un toro. Después de
algunos dias partió el Rey para
Valencia, dejando á la Reina é
Infanta en el monasterio de las
Descalzas y su casa contigua
(hoy del Monte de Piedad). —
Sn 20 de Mayo de 1606 regresó
definitiramente Felipe III y su
corte á Madrid, y desde entón*
ees el Duque de Lerma, en el
apogeo de su valimiento, fué
cuando fué extendiendo la cons-
trucción de su palacio, en que
solia aposentar y dar suntuosas
fiestas á los reyes, mandó ha-
cer también una plaza ó coso
para lidiar toros, y fundó pri-
mero, en 1606 , el convento de
trinitarios de Jesús, y en 1609,
el de capuchinos ; con fecha 2
de Julio de 1611, se lee en di-
chas Relaciones: <cAl otro dia
9(11 de Junio) se pasaron Sus
» Majestades á la huerta del Du-
>que de Lerma, y estuvieron
>ocho dias, y á los diez y seis
]bdel mismo se les corrieron to-
aros y jugaron cañas, con capas
>y gorras, delante déla huerta,
> hacia el Prado, donde se hicie-
>ron los tablados y barreras, to-
188
EL ANTIGUO MADBID.
gaa ermita de San Isidro^ poco más ó menos de la misma
forma que la actual , y luego las huertas de Lache, los
lavaderos, la Casa de Campo, con la estatua ya de Feli-
pe III (que fué colocada en 1616), y de la parte acá el
monasterio de San Francisco y su huerta (pero no la del
Infantado), el Puente Nuevo, sin la puerta de Seffovia,
porque la calle de este nombre terminaba en las casas de
Moneda,^ viéqdose todavía al descubierto la muralla anti-
gua, que bajaba por la Cuesta de los Ciegos, y sabia lue-
go, dejando á la parte fuera el hospital de San Lázaro,
que se ve hacia donde ahora el callejón de este nombre;
luego la primitiva y única puerta de la Vega en la esca-
brosa cuesta, terminando con el parque de Palacio, e/
Alcázar y Vistillas al rio, en las que se mira el monaste-
rio de dofía María de Aragón. — Aqiií nos hallamos ja
delante del cuadro que dejamos trazado al principio de
este paseo, y aquí terminan también los nuestros por el
Antiguo Madrid,
2» mando el pilón del agua que
2> allí está. Los toros fueron razó-
la fiables : mataron cinco ó seis
» hombres, hirieron muchos. Su-
]» cedió que en la primera carre-
2> ra de la entrada del juego de
j&cafias se rompió el freno del
]> caballo del Corregidor, y tuvo
]» la advertencia de arrimarse á
]»la lanza al tiempo de caer, y
D fué de menos peligro ; y á don
» Pedro de Zúfiiga dieron un
1» golpe en la cabeza con una
:d caña, que le descalabró, y hubo
9 de estar en la cama sangrado;
»y á D. Juan Vicente le hirie-
9 ron con otra en las narices,
» que le sacó mucha sangre; y
3 porque los reyes estaban moy
]» estrechos de aposento, y de
» cada dia hacian llevar y traer
2> algunas de las damas, se vol-
9 vieron al otro dia á palacio; con
j> lo cual, el Duque ha dado orden
> de acrecentarla casa de aposeo-
»t06 para cuando SS. MM. »
]p quisieren ir á recoger á ella.>
— De aqui data, sin dada, U
continuación de la obra del pa-
lacio, ó la incorporación en OQO
de los diversos edificios que U-
bia á lo largo de la huerta^
APÉNDICE.
i^B^->— ^
APÉNDICE.
Hemos citado tantas veces, en el curso de nuestros pa-
seos, los antiguos libros del maestro López de Hoyos , que
sinren de fandamento á la mayor parte de las consejas de
los Dávilas, Quintanas , Pinelos y demás historiadores de
Madrid , y son tan rarísimos aquellos libros , que creemos
nos agradecerán nuestros lectores la reproducción que
Tamos á hacer de la parte de ellos que tiene relación con
nuestro asunto. Titúlase el primero :
ITtstaria y relcunon verdadera de la enfermedad , felicí'
simo tránsito y suiúuosas exequias fúnebres de la serenísi"
ma reina de España doña Isabel de Valois, nuestra señora;
con los sermones^ letras y epitafios á su túmulo; dilatado
con costumbres y cerimonias icarias de diferentes naciones
en enterrar sus difuntos, como paresce por la tabla de este
libro. En el qual se comprehende el nascimiento y muerte
de aS. M. Dirigido al ilustrísimo y reverendísimo señor don
Diego de Espinosa^ cardenal de la Santa Iglesia de Roma^
titulo San Esteban de Montecelio, obispo y señor de Siguen--
zttf presidente del Consejo Real, inquisidor apostólico y ge^
neral de los reinos y tierras de España contra la herética
pravedad y apostasia, etc. Compuesto y ordenado por el
maestro Juan López ^ catedrático del Estudio de esta villa
de Madrid. Impreso en la M. N, y C. villa de Madrid eti
192 EL ANTIGUO MADBID.
casa de Fierres Casifij á las espaldas de la Victoria^ Año
M.D.LX.IX^ con privilegio Real. Está tacado á dos rea--
les y medio. Es un tomo en 8.'
Los dos documentos interesantes para la historia de
Madrid que contiene este libro son : 1.^, una caria del au^
to^* al Senado ( Ayuntamiento ) de esta villa , que va al
principio ; y la Declaración de las armas ¿fe Madrid j que
hace al fin. Por su muestra* podrá venirse en conoci-
miento del criterio y del estilo del maestro del gran Cer-
vantes.
Helos ; pues 9 aquí :
NÚMERO 1:
CARTA
Al ilustre Senado de la muy noble villa de Madrid , el
maestro Juan López de Hoyos.
« Es muy averiguado y doctrina muy clara entre filóso-
fos y varones de raras prendas y singular erudición-, que
no menos gloria y triunfo se debe al historiador que es-
cribe, y con perpetua memoria de escritura celebra las
hazañas, proezas y cosas memorables de algún principe,
valeroso capitán ó ilustre ciudad , que al mismo que las
Lace. Porque bien se deja entender que ninguna de las
naciones que desde el principio del mundo ha habido has-
ta ahora, ni ningún capitán, adquirió tanto para su tierra,
ni ninguno de los Césares tanto fué celebrado en vida
por sus hazañas, cuanto todos los sobredichos han adqui-
rido y se han perpetuado, y su nobleza ha sido más dila-
tada y conocida por lo que sus historiadores con sus es-
critos los han hecho inmortales entre las gentes, y de ellos
por sus historias hemos conocido, que no por lo que ellos
hicieron. Porque ¿quién supiera de los triunfos y monar-
quía del emperador Alcibíades, ni del gran rey de Ponto
Mitrídates? ¿Ni la potencia y riqueza del rey Darío, ni
su competidor Alejandro el Magno? ¿Ni de las grandes
antigüedades que en este volumen he recogido, si los es-
II, 18
1?4 EL ANTIGUO MADRID.
critores no las hubieren eternizado con sus escritos v 1¡-
brado de la injuria de los incendios y pérdidas de ciuda-
des, destrucciones y diluvios de naciones, y la variedad de
los tiempos y antigüedad de siglos que suelen ordinaria-
mente arruinar y traer su ignominia y desautoridad de
perpetuo olvido?
Pues pretendiendo yo que las cosas que tan ilustre-
mente en servicio de los SS. reina y príncipe D. Carlos,
SS^ nuestros, en sus honras y recomendación que V. S.
hizo, quedasen en perpetua memoria , acordé historiarlas
cpn el mejor y más cortesano lenguaje y elegante estilo
que en mi ha sido.
LswannMyca. De adoudo todo cl muudo conocerá la obediencia, leal-
lidadea de Madrid . , i • / i • •
en suma. tad y amor con que, en cualquier género de servicio que
á S. M. pertenezca , V. S. pone por obra aficionadísima-
mente todo en decreto y autoridad. Pues por la miseri-
cordia de Dios nuestra patria no debe ser pospuesta á las
muy nobles y muy felices en clemencia y serenidad de
cielo, sus aires salutíferos, en fertilidad de todo género
de bastimento de toda su comarca y términos, que tan ce-
lebrados son por el universo, llamados los lomos de Ma-
drid , con la ribera del Jarama , la cual es de tanto re-
nombre , que no hay nación á quien no sean muy conoci-
dos y notorios los toros , caza y pesca sabrosísima , psto
y sotos gravísimos, humbriosos y deleitables. No dicien-
do de los bosques y Real casa del Pardo, la cusil en poli-
cía y pintura y grandes riquezas, caza, cielo y sitio y com-
partimiento y buena traza , es la mejor y más rara qne
príncipe alguno en el mundo tiene. Y la floresta gracio-
sísima de Aranjuez y los jardines, fuentes y recreación d^
la casa (que vulgarmente llaman del Campo en esta villa
de Madrid). Ni la casa y Reales palacios, tan antiguos y
tan ilustrados con nuevos edificios y presencia de la ma-
jestad del rey D. Felipe II, nuestro señor; los cuales son
APÉNDICE. 195
de tanta majestad, que son tenidos, á dicho de todos los
extranjeros, por edificio muy raro y de gran magnificencia
y digno (como desde sa antiquísima fundación lo ha sido,
como paresce en todas las crónicas) de ser perpetuo pala-
cio de reyes y principes.
Entre las antigüedades que evidentemente declaran la g^liJJSelnMtóS
nobleza y fundación antigua de este pueblo, ha sido una
que en este mes de Junio de 1569 años, por ensanchar la
Puerta Cerrada, la derribaron, y estaba en lo más alto de
la paerta, en el lienzo de la muralla, labrado en piedra
berroqueña, un espantable y fiero dragón, el cual traian
los griegos por armas y las usaban en sus banderas (1),
como paresce en las historias, y particularmente recopila-
do por Juan Pierio, libro quince, dice cómo el clarísimo
emperador Epaminóndas , griego , traía por bandera un
dragón, el cual ponia en las obras y edificios que edifica-
ba, de donde inferimos estos tan excelentes y superbos
muros haber sido edificados por esta tan antigua é ilus-
trada gente, pues en ellos hallamos sus armas y memo-
ria. Y siendo yo de pocos afios, me acuerdo que el vulgo,
no entendiendo esta antigüedad, llamaban á esta puerta la
Puerta de la Culebra j por tener este dragón labrado bien
hondo y con unas imágenes que en yeso sobre esta cule-
bra se pusieron, se atapó de manera que no pudiera ser
visto. Y esto no piense nadie que es lisonja, ó que los grie-
gos nunca descendieron tan al riñon de España. Pues
Ulíses, griego, descendió tanto, que á la entrada de Tajo
(1) De esta gratuita denomi- tado en el techo de una de las
nacioD de dragón, dada ala cule- salas del Ayuntamiento , y aun
brapor el Maestro Hoyos, parte, hoy ha vuelto á reproducirse en
á mi ver, el origen del fantásti- su escudo. El mismo Hoyos no
co dragón alado, que mucho estampa tal dragón, y sí la cule*
tiempo después apareció en las bra, como veremos luego.
armas de la villa, y estaba pin-
196
EL ANTIGUO MADRID.
en el mar, edificó aquella celebrada ciudad española que
de su mismo nombre llamó UlisipoliS; que en nuestro vul-
gar llamamos Lisbona, etc.
Mayonzgos. Jf q es ménos notable y valerosa su nobleza de caballe-
ros, pues en ella hay sesenta y cuatro mayorazgos, no de
granjeria, sino de muy buena renta y cu<ilidad en nobleza
de sangre, ilustres familias, entre los cuales hay muchos
señores de vasallos (1).
(1) Nobleza madrileña. — El
licenciado Jerónimo Quintana
consagró una buena parte de su
voluminosa obra titulada Gran-
dezas de Madrid á reseñar la
historia de las familias de la no-
bleza propia de esta villa, an-
teriores al establecimiento de la
corte en ella, y >en sendos capí-
tulos biográficos, dedicados á
cada uno de los sesenta v cuatro
mayorazgos que dice el maestro
Hoyos, los señala é historia por
el orden siguiente :
Alarcon.
Coello.
Losada.
Ribera.
Alcalá.
Córdoba.
Lujan.
Salcedo.
Alcocer.
Cuero,
Luzon.
Solía.
Arias Dávila.
Eraso.
Madrid.
Toledo.
Ayala.
Fernandez.
Manzanedo.
Torre.
Barreda.
Francos.
Mármol.
llrbina.
Barrionuevo.
Gato.
Méndez.
Valera.
Bibero.
Guevara.
Mendoza.
Vallejo.
Bozmediano.
Guillen.
Montes.
Vainas.
Cabrera.
Gudiel.
Monzón.
Vera.
Cáceres.
Heredia.
Ocaña.
Villafuerte
Canal.
Herrera.
Olivares.
Vitoria.
Castilla.
Hoz.
Peralta.
Xibuja.
Castillo.
Hurtado.
Prado.
Zapata.
Clavijo.
Lago.
Kamirez.
Zarate.
Coalla.
Lodefía.
liibadeneyra.
Zisnéros.
En el curso de nuestros pa-
aeos hemos indicado dónde es-
taban situadas las casas solarie-
gas de estos antiguos mayoraz-
gos de la villa, así como también
los ilustres personajes que lle-
varon y enaltecieron el lustre
de aquellos antiguos apellidos.
Muchos de ellos, entroncados
luego con los insignes y cscla-
APÉNDICE.
197
De todo lo cual no es mal argumento tantos comenda-
dores en todas las órdenes de Caballería y tanto número
y frecuencia de ciudadanos de este pueblo en la casa Real,
como es el licenciado Juan Zapata, oidor del Consejo Real,
gobernador electo del arzobispado de Toledo. Don Gómez
Zapata, del Consejo Beal de Indias. Don Iñigo de Cár-
denas, del Consejo de Ordenes. Francisco de Eraso, de la
Orden de caballería de Calatrava, secretario de S. M, Mel-
chor de Herrera , tesorero mayor de S. M. Antonio Gó-
mez de Eraso, secretario de S. M. Antonio Pérez ^ secre-
tario del Consejo de Estado de Italia. Don Gabriel Zíi-
pata, gentil-hombre de la boca de S. M. Y D. Ladrón de
Guevara, gentil hombre de la boca de los serenísimos prín-
cipes de Bohemia y Hungría.
Contadores, Luis de Peralta y Juan de Galarza, y Luis
de Rivera, superintendente de todas las obras. Médicos
de la casa Real , el doctor Santiago , el doctor Madera y
el doctor Pedro de Torres. Dejo los demás acrois y pajes
de oficios, porque pocos, ó sea ninguno, son (como ade-
recidos de los Mendozan ^ Pí-
mentehsy Sandovales, Girones^
Silvas ^ GuzmaneSf forjas, To-
ledos^La Cerda, Pachecos, Osa-
rios , Bazanes , Cortés, Colon,
Aragón, Córdoba, Luna y Por-
focarrero, qiie llevaban los pri-
meros magnates del reino, y
vinieron á fijarse en Madrid
cuando la corte, constituyeron
de consuno la grandeza de Es-
pafia , y enlazaron unos y otros
blasones heráldicos en los escu-
doá y títulos de los duques del
Infantado, de Alba , de Feria,
de Osuna , de Medinaceli , de
Hijar, de Lerma, de Villaher-
mosa, de Uceda, de Béjar, de
Veragua y de Pastrana; de los
condes de Oilaíe, de Paredes,
de Altamira, de Castróponce y
de Santístéban; de los marque-
ses de Villa/ranea, de Denia^
de Legones, del Carpió, de Al-
cañices, del Valle y de la La-
guna , y otros muchos que han
dado á Madrid una larga serie
de hijos ilustres y de persona-
jes célebres á la historia na-
cional.
198 EL ANTIGUO MADRID.
lante hemos dicho) los ofícios en que no hay gentes y ve-
cinos de nuestra patria.
Pues en la capilla Real están D. Hierónimo Zapata,
arcediano de Madrid en la santa iglesia de Toledo, y An-
tonio de Eraso, arcediano de Coria y canónigo de Sevi-
lla, y D. Iñigo de Mendoza y otros muchos que , por no
ser molesto (aunque perdonen), paso por alto. No« callan-
do á Melchor de Valdés, maestro mayor de la capilla
Eeal, una de las raras prendas que hay de su arte. Dejo
los tiples y demás cantores famosos en la capilla Beal,
naturales de nuestra patria.
No es de callar, ver cómo en el Palacio sacro hay tam-
bién vecinos de Madrid , el doctor D. Diego de Vargas,
camarero de S. S. y canónigo de Toledo. Pues en el san-
to Consejo de la Inquisición también tenemos el señor
Tapia, varón de gran confianza en las cosas muy ardaas,
por sus excelentes dotes de ánimo.
Dejo aparte todos los señores de títulos que en esto
pueblo se han avecindado. Todo lo cual hace muy feliz y
muy ilustre á nuestra patria, no tratando de los antepa-
sados por no hacerles la injuria de en breves palabras his-
toriar lo mucho que de ellos hay que decir.
Pues á lo mucho que hay que notar de este beatísimo
Papa San D4- ^ J ~i
maso natural do padre pontífice San Dámaso, natural de este pueblo, de-
jando aparte su santidad, con la cual ordenó que al fin de
los salmos se dijese Gloria Patri et Filio , etc. , y que al
principio de la misa se dijese la Confesión. Sus letras fue-
ron tan grandes, que dio harto ejemplo á los sucesores,
como elegantemente lo declara el maestro Matamoros en
• el libro que compuso de Viris illustrtbus. Y esto mismo
también afirma Lucio Marineo Sículo, tratando de las ca-
lidades de Madrid.
Los capitanes y gentes valerosas en armas que de Ma-
drid han salido, y al presente sirven á S. M., en defensft
APÉNDICE.
199
de nuestra Santa F¿ católica, en Flándes, en Granada y
en otras muchas partes tocantes á su servicio (1).
(1) Hijos ilustres de Ma-
drid.— A estos célebres madrile-
fios que á mediados del siglo xvi
señala el maestro Hoyos aña-
dieron otros muchos los his-
toriadores Dávila y Quintana,
que escribieron bien entrado ya
el siguiente ; consignando una
larga serie de santos , mártires,
prelados y personajes políticos
y militares , y escritores distin-
guidos en todos los ramos del
saber. Sólo en la literatura y
ciencias inserta Montalvan, al fin
de su libro Para todos, un largo
catálogo, que comprende 301
genios naturales de esta villa.
Por último, á fines del siglo pa-
sado publicó el erudito y dili-
gente escritor D. José Alvarez
Baeflf^ su conocida obra bajo
el titulo de Hijos ilustres de
Mctdrid^ que en cuatro volumi-
nosos tomos comprende nada
menos que mil seiscientos cua-
renta y tres , cuyas biografías
hace con mucho esmero y dili-
gencia ; bien que su excesivo-
celo por las glorías de su pue-
blo natal le hace incurrir en la
debilidad de dar cabida en aquel
precioso catálogo á muchas me-
dianías ó nombres insignifican-
tes, que no debieran alternar
con los verdaderamente ilustres
que ennoblecen tan espléndido
repertorio. Pero, aun reducido
éste por una sana critica á la
cuarta parte , todavía puede os-
tentar Madrid una gloriosa eje-
cutoria tachonada de nombres
de venerados santos, pontífices
y prelados , de reyes y prínci-
pes esclarecidos, de históricos
personajes políticos y militares,
y de los más altos ingenios y
eminentes artistas.
Los. nombres sólo de San Isi-
dro, San Melquíades, San Dá-
maso (aunque éstos muy dudo-
sos) y la beata Mariana de Je-
sús, entre los primeros; los del
gran Carlos III, Femando VI,
Felipe III, doña Juana, doña
Maria y D, Juan José de Aus-
tria, entre los. príncipes ; los de
Gradan y Francisco Ramirez,
D, Rodrigo Zapata de León,
D, A lonso Contreras y otros bi-
zarros capitanes; los de Antonio
Pérez y su heroica esposa doña
Juana Coelho Bozmediano, Rui
González Clavijo, D» Francisco
de Vargas y su hijo el obispo
D, Gutierre, el cardenal Zapa-
ta, Gregorio López Madera, don
García de Barrionuevo, el Gran
Duque de Osuna, el Principe de
Esquilache,é\ Marqués del Car-
pió, D. Juan de Chumacera y
Carrillo, D. Iñigo de Cárdenas,
D. José de Grimaldo y el Mar-
qués de Mejorada, y otros in-
signes personajes políticos y
200
EL ANTIGUO MADRID.
Y por concluir, debe V. S. dar muchas gracias á Nues-
tro Señor de que por su misericordia son todas estas par-
tes, para que se desvele en ordenar y conservar su repú-
blioa tan santa y piadosamente, que en virtud, en cien-
cia, autoridad, se vaya siempre mejorando.
Doedafiosnmy ^^^^ ^°* ^^^^ diré, quc cutre todos los dichos de los
re™bac«r ^^^ filósofos, recopilados por Erasmo, Boterodamo, en un li-
bro que llamó Antiharbarorum , que quiere decir libro
contra bárbaros, hallo yo que reprende á los que tienen
el gobierno de las repúblicas, dos cosas : primei*a, los que
consienten malos vicios, porque ellos corrompen y dañan
los cuerpos humanos y con sus adobos jengendran piedra
y dolor de ijada y otras muchas indisposiciones , de á
donde se viene á destruir la salud de la república y acor-
tarse la vida de los hombres. El segundo yerro es de los
que consienten en sus repúblicas malos preceptos, porque
eclesiásticos ; cardenales , vire-
yes, ministros, embajadores y
diplomáticos célebres en la his-
toria. — Los de los inmortales
ingenios, honra de nuestra lite-
ratura, Lope de Vega, Que vedo,
Calderón, Tirso de Molina, Mo-
rete, Er cilla. Esquiladle, Her-
nando de Acuña, Montalran,
Sol i 8, Salas Barbadillo, Hoz y
Mota, Villaizan, Zamora y Ca-
ñizares ; los de los ■ historiado-
res, teólogos y literatos, Cara-
muel, Nieremberg, Paravicino,
Tamayo de Vargas , Jusepe de
Salas, Nicolás Gallo, Fernan-
dez de Oviedo, Jerónimo de
Quintana y Xuñez de Castro;
los de los apreciables poetas y
escritores Agustín de RojaSy
Bernaldo Pérez de Vargas,
Francisco Santos, D, Martin
Martínez, José Lop&s de Castro
y D. Ramón de la Cruz; los de
los insignes artistas Juan Bau-
tista de Toledo , Juan Paníqfa
de la Cruz, Claudio Coello, Eu-
genio Cajés, Francisco Ricci,
Juan del Mazo Martines, Alon-
so del Arco, Bartolomé Romanj
Fray Lorenzo de San Nicolás,
D, Teodoro A rdemans, Juan de
Torija^ D, Tomás López y don
Juan de Villanueva; estos solos
ú otros igualmente ilustres de-
bían figurar en una Biografía
madrileña, discretamente esco-
gida, descartando de ella U»
muchas medianías ó insigniñ-
cantea existencias que están ba-
APÉNDICE.
201
éstos destruyen y corrompen las buenas costumbres de los
ánimos tiernos de sus discípulos. Y no solamente se pier-
de el tiempo y la hacienda ; pero queda tan habituado á
vicios el estudiante , que en breve tiempo , de ruin niño
va vicioso mancebo, y de ahí sube poco á poco á ser ver-
dugo de sus padres, con justo juicio y permisión de Dios.
Pues un labrador rústico para encargar un par de muías
y su carro á quien se le administre , le busca con toda di-
ligencia qué sea discreto, cuidadoso, honesto, diligente y
ejercitado en aquel negocio, y con ser importancia de
doscientos ducados, cuando mucho, se pone este cuidado.
Y para dar ayo ó maestro á un principe , para criar un
caballero, para ser preceptor, y por mejor decir, padre
universal de la república, cualquier cosa basta.
Pues todos han de ir á beber de la fuente y leche de su
doctrina, la cual si estuviere atosigada y corrompida con
rajados con ellos en la del buen
Alvarez Baena, y que no hacen
más que rebajar el valor é im-
portancia de BU obra. — En el
ingreso de nuestros paseos he-
mos consignado algunas noti-
cias de la mayor parte de estos
insignes madrileños, ya con mo-
tivo de sefialar las casas en que
habitaron , ya el sitio en que
fueron sepultados.
A aquel heroico catálogo, en
ñn, de personajes, de ingenios
eminentes nacidos en esta villa
hasta fínes del siglo pasado, hay
que añadir no pocos (y ya lo
hicimos de muchos en nuestro
Manual de Madrid) que han
continuado las glorias de nues-
tro suelo, podiendo citar, entre
otros de los ya fallecidos, á los
ilustres generales Castaños y
Torrijos, á los célebres escrito-
res y poetas D. Nicolás y don
Leandro Fernandez de Moratiriy
D. Nicasio Alvarez de Cienfue-
goSj D. Juan Bautista A rriaza^
D. José Gómez Hermosüla^áon
Vicente González Amao^ don
Mariano Larra , el Duque de
Frías y D. Manuel José Quin-
tana^ Escosura^ Uartzenbusch^
los pintores Alenza^ Rosales y
otros, que aun por fortuna vi-
ven y dan lustre á su patria en
los consejos de la Corona, en
los campos de batalla, en la tri-
buna , en el pulpito, en el foro,
en el teatro y en el silencio de
su estudio.
202 EL ANTIGUO MADRID.
el mal ejemplo y barbarie , todos los que alU bebieren lo
irán, y así sera gran daño en la república por el un error
de éste ó del otro. Tenian en Atenas en tanta veneración,
y trataban tan regaladamente , y favoreeian tan por el
cabo á los que se empleaban en este ejercicio de enseñar
y tenian cargo de historiar las cosas de su patria, que para
solo este efecto edificaron una casa muy superba, que lla-
maron Pritaneo, donde eran sustentados y conservados
en mucha paz y sosiego con las rentas del Erario público.
Lugar donde Pucs cs así quc, como dicc Marco Tulio, en el tercer li-
virtuososenAié- bro dc DivinatioTie y que no podemos hacer otro beneficio
mayor á la república que enseñar é industriar los mance-
bos, de donde salen buenos ciudadanos y para cualquier
estado bien instruidos, especialmente en tiempo que tan
necesarias son las buenas costumbres, y tanta corrui)CÍon
vemos, por nuestros pecados, en todas las edades , lo cual
declara el buen filósofo con estas palabras : « Nulluiñ mu-
nus Beipublica; affere majus nulliusve possumus qnam si
docemus atque erudiamus juventutem ejus pra?sert¡m
moribus quibus ita prolapsa est, ut omnium opibus refre-
nanda atque coerca?nda sit. » Ningún bien (dice) ni mayor
don, ni ningún género de servicio podemos hacer á la re-
pública mayor, que enseñar y encaminar á virtud los áni-
mos de los mancebos y niños, principalmente en tiempos
donde va el negocio tan de rota , que, con todas las vias,
modo y riqueza de todos, se debian refrenar y constreñir
á la virtud.
De lo cual, y de toda esta obra, y de todo lo que yo he
hecho en servicio de mi patria, verá V. S. si cumplo en
)o que dijo Platón , en decir que no sólo nacimos para
nosotros, sino que parte de nuestro nacimiento debemos
á nuestra tierra , y parte á los amigos. No diré yo esto,
sino que todo me debo á mi patria, y nunca á mis ami-
gos, y toda mi vida y tiempo gasto en enseñar, asi en el
APÉNDICE. 203
Sstudio de V. S., con buenas letras, como en la declara-
ción del Sagrado Evangelio en los pulpitos. De donde
confio en la misericordia de Dios conseguiré mi intento
do salir con el fruto que todos desean , teniendo por ave-
riguado que á quien es tan razonable hijo de V. S. cor-
responderá como buena madre, y en ninguna cosa permi-
tirá Y. S. ser llamado madrastra. Cuyo lustre y valor
Nuestro Señor por muchos años conserve. Amén.í>
Sigue la relación pesadísima y empalagosa de la enfer-
medad de la Reina, dia por dia y hora por hora, hasta su
fallecimiento, en 2 de Octubre de 1568; ocupa buena
parte del libro luego la disposición y orden del enterra-
miento, que se verificó con gran pompa en la iglesia del
monasterio de las Descalzas Reales, y después la descrip-
ción del templo, túmulo y exequias , que llena todo el tex-
to del tomo. — Siguen los sermones y la minuciosa expli-
cación de las alegorías y traza del túmulo, con el sinnú-
mero de inscripciones y versos latinos y castellanos que
le adornaban, la mayor parte compuestos por el mismo
maestro Hoyos y sus discípulos del Estudio de la villa,
entre los cuales hay unas quintillas, un soneto y una elegía
de Afiffuel de Cervantes, & quien apellidaba nuestro caro y
amado discípulo^ y que (á pesar de su escasísimo mérito)
han hecho de este libro una rara curiosidad bibliográfica,
por referirse al insigne autor del Quijote, y que acredita
8U existencia en Madrid , cursando en el Estudio de la
villa en 1569. No los reproducimos aquí, por haberlo he-
cho ya los biógrafos de Cervantes, Sres. Rios, Pellicer,
Navarrete, y más extensamente el Sr. Aribau en la Bi-
blioteca de Autores Españoles,
NUMERO 2:
DECLARACIÓN DE LAS ARMAS DE MADRID.
URSABIA VKL MANTUA CAEPETASA (maCHID) (1).
ArbuHlus alq. Ursas capit ande Ursaria Hom¿j¡;
Sii/tuint haiK urbfm monlr fitisee ñtam.
Illa corona lamen, qua dumntt cingitur tirbi,
A Varólo Quinlo manert Jixtt fult.
Ptriojul at lanío dono decórala, Joonne»
Mtndnciut iiieruit clara» konore quidem,
Mantua quem gniait/oveat hona Mantua natu,
Qar.m, genuil nalu, Uanlua mater alai.
Oblante m matrem cmtdecorneie sua.
(1) Eslns armas y einbleinn te, estSn calcadas de las que in-
de Madrid, y la culebra de Piier- Berta Hoyoa y Bon facsiiniletie
ta Cerrada, que Tan más adelao- ellas.
APÉNDICE. 205
lios cuales versos, declarados en nuestro común caste- Deciaradon de
llano, quieren decir que el oso y el madroño, de los cua- lóamenos.
les Madrid se llama ürsaria, como la llama Ptolomeo,
dan á entender claramente los grandes montes que en su
fundación en todo su contorno habia, y la muchedumbre
de osos que en ella se criaba , por ser tierra mu j fértil y
aparejada para ello y para cualquier género de caza, y
sierpes y culebras, las cuales solia haber tan grandes y
tan disformes, que destruían los ganados y toda la tierra,
y no era negocio fácil y de poco momento el matarlas, así
á ellas como á los lobos y osos que en ellas se criaban; y
porque muchas veces los del pueblo las sallan á matar y
destruir, tuvo el origen y principio el llamar á los de Ma-
drid los de la ballena, porque salian á allanar la tierra y 4
destruir los osos , sierpes , lobos y otros feroces animales,
para que asi la gente como los ganados anduviesen segu-
ros y pacíficamente por los campos.
Y aun en nuestros tiempos soy yo testigo de vista que
en la ribera del Jarama unos cazadores, siendo llamados
para ello , mataron con harta astucia una sierpe que tenía
más de once palmos de larga, la cabeza como la de un
mastín, y poco más bajo tres cuartas de ella tenia dos
brazos como de un palmo cada uno y cinco dedos en cada
mano, la cual destruía toda la caza y comia las guardas,
que no osaban, como dicen , asomar á la ribera.
De manera que de los osos y fieras que en esta comar- p^^ ¿ ^^ j,^_
ca se criaban, y de su destrucción, se llamó Ursaria, y po- ™^ ürsaria.
eos años há que estando los Reyes Católicos en esta villa,
saliendo de sus Reales palacios á caza por la ribera del
rio abajo, mataron un oso ferocísimo junto á la ermita
del bienaventurado San Isidro, al oual piadosamente to-
dos tienen por tal por los grandes milagros que Nuestro
Señor ha hecho por su intercesión, y la perseveracion
que en su cuerpo vemos casi desde el rey D. Alonso
206 EL ANTIGUO MADRID.
el VI, que ganó á Toledo y á Madrid, y por cnipa del
Santo Isidro, pueblo y SUS ciudadanos , con ser el mismo santo de Ma-
drid, no está canonizado; y los señores Reyes Católicos le
pusieron con grande veneración en una capilla pequeña
junto al altar mayor, en la iglesia del señor San Andrés,
donde él fué enterrado; dejo sus grandes milagros, que
están en un volumen en latín , porque mi principal inten-
to no es poner aqui por extenso las cosas notables de este
santo , ni las memorables que de Madrid hay que histo-
riar, mas de declarar sus armas y divisa. Así que, desde
antiquísimamente tomó este pueblo estas armas por Ja
muchedumbre de osos que mataron, dejando llana y pa-
cífica la tierra y toda su comarca de toda las ferocísima»
Armas de Va- bestias quc hcmos dicho , de la manera que los valencia-
nos tienen por armas unos murciélagos, que ellos llaman
rata perrata; lo cual fué, ó por haber echado y alcanzado
y vencido la idolatría y moros que en ella habia, ó por-
que comunmente dicen que estando en el cerco de Valen-
cia en la bandera y tiendas de los que la fueron á ganar,
crió aquel murciélago. Y los napolitanos tomaron por ar-
mas un animal barbado, para denotar ser gentes para mn-
. .^ cho y el continuo y ordinario trabajo, con el cual vencen
Armas de Na- *^ •' * '
polea. y alcanzan todas las cosas.
Tienen las armas de Madrid, sobre el madroño y la
osa, la corona Real, cuya razón es que los años pasados
de 1544, haciendo cortes en Valladolid el emperador
Carlos V, rey de España, padre del serenísimo y católico
rey D. Felipe, nuestro señor, yendo por procuradores de
las annaTd^e^Ma* córtcs de csta vili'a de Madrid D. Juan Hurtado de Men-
*^^^' doza, señor de Fresno de Torete, y Pero Juárez, acaba-
das las cortes les mandaron que entregaran sus memoria-
les, advirtiendo en lo que pedian se les hiciese merced; y
el dicho D. Juan Hurtado, como tan ilustre, docto y
magnánimo, suplicó que la merced que á él se le había
APÉNDICE. 207
de hacer en particular la hiciesen á sn patria, y que le
diesen una corona Real que en sus armas trajese. El Em-
perador, por la voluntad que siempre á Madrid tuvo,
antes y después que en él se le quitasen las cuartanas, lo
tuvo por bien y le hizo esta merced, y de este tiempo se
puso en las armas de Madrid la corona Real, y á esta
causa se llamaba Coronada villa de Madrid.
Dejo de decir cómo este pueblo ha sido siempre muy
estimado de muchos emperadores, pues el emperador
^Constantino el Magno, hijo de la reina Elena, empera-
dor treinta y cuatro de Roma y señor de España, en el ei tiempo que
año del Señor de 339, después de haber sosegado y alla-
nado muchos alborotos que en estos reinos habia, para
que se conservasen en paz y el culto divino fuese en per-
petuo aumento, dividió á España con parte de Francia
en seis arzobispados, entre los cuales el cuarto fué el de
Toledo, y señalándole los obispados que le hablan de ser
sufragáneos y sujetos, cuenta la crónica con estas pala-
bras : o: E mandó que le obediesen estos obispados, Lor-
ca, Cartagena, Madrid, Ausis, Segovia, etc. » De adonde
claramente paresce cómo, ahora 1 230 años, era Madrid
obispado, que se deja bien entender cuántos años antes
fué edificada y poblada de muchos ciudadanos, y su dis- dicuur quia a
trito y buena comarca. Y pocos anos ha que la iglesia de auget cive$.
Santa María, que llaman Nuestra Señora de la Almude-
na, la cual se llama asi porque en arábigo este vocablo
almut quiere decir medida, y en la puerta que comun-
mente llaman de Alvega está una figura de piedra á
manera de la medida que en castellano llamamos media
hanega, y porque dentro de esta antigua muralla no ha-
bia más de este templo de Nuestra Señora; por eso se
llama Nuestra Señora de la Almudena; era de canónigos
regulares, y así paresce en una pintura que en el portal
de la iglesia, por lo alto, estaba junto á un sepulcro que
208 EL ANTIGUO MADRID.
sobre una columna habia^ de piedra, á la manera y forma
de una arca con una tapa de piedra negrísima, y treinta
años habrá que, renovando el enmaderamiento de la te-
chumbre de la iglesia, borraron los canónigos, que con
saota ^mm5a de ^^^ capirotcs Ó coguUas estaban pintados en los tabiques
J¡^*"'ff**®"*i°^^ del enmaderamiento, á los cuales pintaban como iban
muriendo. Todo lo que testifican todos los antiguos y
ancianos ciudadanos de este pueblo, y vese muy claro en
el libro de los milagros de San Isidro, donde cuenta un
milagro que sucedió á un canónigo, sacando el cuerpo
santo, por la gran falta de agua que habia, dice allí qae
fué en la era de 1270, que es año del Señor de 1253.
Tienen las armas de Madrid por orla siete estrellas eu
campo azul, por las que vemos junto al Norte, que lla-
mamos en griego Bootes, y en nuestro castellano, por
BBtreUasdeías atajar cosas y fábulas, llaman el Carro, las cuales andan
•™*** junto á la Ursa; y por ser las armas de Madrid osa, tomó
las mismas estrellas que junto á la Ursa, como hemos di-
cho, andan, por razón de que, como eu tiempo de don
Alonso VI, viniendo á ganar este reino de Toledo, el pri-
mer pueblo que ganaron fué á Madrid, y para denotar
que así como aquellas siete estrellas que andan al
rededor del Norte son indicio de la revolución y del go-
bierno de los orbes celestiales, asi Madrid, como alcázar
y casa Real y primeramente ganado, habia de ser pueblo
de donde los hombres conociesen el gobierno que por la
asistencia de los reyes y señores de estos reinos de Ma-
drid hubia de salir, y también porque este nombre Car-
petano, como abajo declaramos, quiere decir Carro, por
eso tomó las siete estrellas que en el cielo llamamos el
Carro.
Llámase por otro lado en latín Mantua Carpetana, to-
ra^Mantua'olr" "^^"^^ ®^ uombre de los montes y puertos que llamamos
petaua. ¿q ¡a Fueufrida y de Guadarrama, que en latig se llamao
AP^NDICB. 209
Oarpentano^ j asi los llama Julio César en sus Comenta;-
riasj y para diferenciar de la Mantua italiana se llama
Mantua Carpetana; asi la llama Ptolomeo, y la pone en
40** de latitud y pocos minutos más ó ménos^ y de longi-
tud ll** 4', y llámanse los montes Carpetanos, primero,
porque quiere decir el Carro, porque toda esta tierra has-
ta llegará estos puertos eran los trajineros y. recueros
de este instrumento de carros (que en latin, como digo,
se llama carpentum), de donde se llamó Carpetana, por
los llanos y planicies que en todos estos términos hay.
!Eate nombre de Mantua tiene después que los draconife-
ros (que en la carta del Ayuntamiento arriba hemos di-
cho) ampliaron al pueblo con nuevos muros, y por la
magnitud con que la habian adornado la llamaron Man-
tua, como si dijeran mayor; y aunque es verdad que los
romanos también traian por armas los dragones, como lo
dice Vegecio, De Re militaría llamándolos con este tér-
mino draconiferos, asi como en el lugar arriba dicho se
declara, los principales que de ellos usaban por banderas
fueron los griegos. Y asi las armas de Atenas fueron dra-
gones, y el emperador Epaminóndas, griego natural de Té-
bas, usaba de estas armas, como lo referimos de las historias
antiguas, recopiladas curiosa y elegantemente por Juan
Pierio, en el libro quince, donde abundantemente trata de este yocabio mu-
todas estas insignias de dragones y quién usaba de ellas;
llámase este pueblo Madrid , y dejando patrañas aparte,
este nombre es arábigo, y. quiere decir en nuestro caste-
llano «lugar ventoso y de aires sutiles y saludables, de
cielo claro y sitio y comarca fértil.»
Y por tanto, Madrid es ilustre en lo que hemos dicho,
como en las cosas que por cualquier respeto se pueden
pedir; quiero decir, en las que hacen á un pueblo califica-
do, que son las necesarias para la congrua sustentación y
uso humano, como es abundancia de pan, vino, aceite,
TL 14
210 EL ANTIGUO MADRID.
caza^ carnes, frutas y todo género de legumbres, leña, y
Salidas de Ma- finalmente, agoas dulces y muy saludables, que asi en el
y cnt«8. p^^IjJq como por doquiera que salgan hay tanta frescura
con la frecuencia de las fuentes, que admira ver en una
salida que llaman el Prado de San Jerónimo ocho fuen-
tes de muy excelente agua, y ellas en si bien pulidas y
fabricadas, con ornato de grandes arboledas y huertas de
mucha recreación. Dejo otras, de la salida que llaman de
Leganitos, donde hay cinco caños de muy excelente agua,
con gran frescura de huertas, y los caños que llaman del
agua de Lavapiés, la cual dicen que sana la enfermedad
de la piedra y la deshace. Y no son de callar las dos fuen-
tes santas: la primera, la que hizo el bienaventurado San-
to Domingo, en el año del Señor de 1218, de la cual lle-
nan por devoción para muchas enfermedades incurables,
y de la fuente de San Isidro, en la cual ha habido muchos
milagros, como parecen en su viduy en la cual están his-
toriados, que son muchos los que Nuestro Señor en esta
fuente ha hecho, y muy notables.
Y finalmente, dejando las fuentes del monasterio de la
serenísima Princesa, que arriba hemos dicho, de Nuestra
Señora de Atocha, y de San Jerónimo y San Francisco,
de todos los jardines particulares, son tantas las fuentes,
que es cosa de admiración ver tantas y tan ilustremente
adornadas, de piedra de sillería y tan excelente obra, qne
adorna maravillosamente el pueblo, por lo cual se dice
Madrid ser armada sobre agua.
Las murallas son de pedernal finísimo, de lo que se
Torres de pe- * j i 1
deniau gaca fucgo; tiene en su contorno 190 torres, de las cuales
son muchas caballeros, fortisimas, y no puedo dejar de
sentir cómo cada dia las derriban, y finalmente, en todo
este territorio hay mucho pedernal, y particularmente en
las canteras de Madrid, que llaman las almadrabas de Va-
llecas, donde hay tanta abundancia, que basta y es mnj
APÍNDIOE. 211
suficiente para todos los edificios de la casa Real y de
todo el pneblo, los cuales son tantos j tan ordinarios, que
no es pequeña exageración decir que la abundancia de
{)edemal basta para todos, porque no hay calle ni barrio
donde no haya nuevos edificios, con que el pueblo está
nauy adornado y va en mucho adelantamiento: de manera
que es tanta la copia, que aunque toda la furia del plane-
ta Marte, que influye cólera y fuego, por lo cual fingie-
ron los poetas que era dios de las guerras, influyera en
este pueblo^ no podrá, á mi parecer, hacer mayor efecto.
Por lo cual, enviando el rey D. Enrique III, padre del Nota lo qne 4
rey D. Juan II, á Ruy González de Clavijo, su camarero, Madrid pasó con
y después lo tué del rey D. Juan, porque muñendo el lan.
padre en Toledo, quedó el rey D. Juan de veinte meses,
y así este caballero, natural de Madrid, fué camarero de
estos dos reyes, como digo; fué embajador al gran Tam-
borlan, que fué en el año del Señor 1400; el cual Tam-
borlan , de vaquero vino en poco tiempo á ganar á su
propia tierra, que era Scitia, y todos los Medos, Albanos,
Mesopotamia, Partos, Persianos y á las dos Armenias, y
pasando el rio Eufrates con seiscientos mil de á pié y
trescientos mil de á caballo, sujetó la Asia Menor y cau-
tivó á Bayaceto, rey de los turcos, de la familia de los
Otomanos, al cual traia ignominiosamente en una jaula;
por no parecer interpolar lo que vamos tratando, verá
esta historia el curioso lector en Rodiginio, libro xii,
y en Pedro Cisnito, capítulo i ; siendo, pues, este Clavijo
embajador del rey Enrique III de España, queriendo el
gran Tamborlan mostrar algunas cosas notables, le dijo:
« Mira Bsta ciudad y la fortaleza de sus murallas. 2> El cual
respondió: «No te maravilles, señor, de ver esto, porque el
legran León de España, mi señor, tiene una ciudad, que se
B llama Madrid la Ursaria, que es hoy más fuerte, porque
:»e8tá cercada de fuego y armada sobre agua, y entran
212 EL ANTIGUO MADRID.
3» en ella por Puerta Cerrada; y más, sepa tu alteza que
:»en esta ciudad hay un tribunal donde los alcaldes son
]»los Gratos, 7 los procuradores son los Escarabajos, y
}»los Muertos andan por las calles. i> Y fué la historia
que una puerta de esta villa se llama la Puerta Cerrada,
que antiguamente llamaban la Puerta de la Culebra, por
lo que arriba dijimos en la carta del Ayuntamiento. Y
hubo una familia de ciudadanos, principales en este pue-
blo, que se llamaban los Gratos, y otros que se llamaban
los Escarabajos, todos gente honrada, y otros habia que
se llamaban los Muertos, porque yendo á la guerra mu-
chos vecinos de este pueblo, acabada la guerra volvieron
á sus casas, quedándose algunos ó en las fronteras ó pa-
sando en Italia; siendo preguntados los que habian veni-
do por los ausentes, dijeron que creian que eran muertos;
y pasando algunos dias, entendiendo todos que ya eran
muertos, cuando los vieron venir, algunos maliciosos los
llamaban luego los muertos, y de aquí les quedó este
nombre. De todo lo cual quedó muy admirado el gran
Tamborlan, y en especial de lo que le dijo este Embaja-
dor, mostrando una puente el gran Tamborlan, que
su señor, el León de Espafia, tenia una puente donde se
apacentaban diez mil cabezas de ganado, lo cual dijo por
el río de Guadiana, el cual se hunde diez leguas por de-
bajo de tierra, á diez ó doce leguas de Monda, en Extre-
madura.
Finalmente, que de lo que este Clavijo pasó con el
gran Tamborlan, y las cercas de piedra y la mucha agua
que en este pueblo hay, tomó por divisa muchos eslabones
hiriendo en pedernal, como lo declara maravillosamente
este emblema y figura.
(El emblema que inserta Hoyos va estampado en la
página siguiente»)
EMBLEMA DE MADRID.
? ESLABONES HIRIENDO A DN PEDERNAL.
Fuf sobre agua edificada,
UiB muros de fuego bou,
Bete eB mi ÍDBJgDia y blasoí
NÚMERO 3/
Real aparato y sumptuoso recelnmiento con que Madrid
(como casa y morada de S. M.) rescibió á la serenüima
reina doña Ana de Austria viniendo á ella nuevamente j
después de celebradas sus felicísimas bodas. Pénese su iii^
fierario. Una breve relación del tiAunfo del serenísimo don
Juan de Austria. El parto de la Reina nuestra señora. Y
el solene baptismo del SS. príncipe D. Femando), nuestra
señor.
Dirigido al ilustrísimo y revereíidísimo cardenal don
Diego de Espinosa, obispo y señor de Sigüenzaj presente
del Consejo Real^ inquisidor apostólico general en los rei-
nos y señoríos de España, etc.
Compuesto por el maestro Juan López de Hoyosy cate-
drático, del Estudio de esta felice y coronada villa de
Madrid.
Con privilegio impreso en la coronada villa de Madrid
por Juan Gradan, 1572. Un tomo en 8,**, de 264 fojas.
En el extracto que vamos á hacer en este curioso libro,
prescindiremos de la relación que precede á la de la en-
trada de la Beina^ y que cuenta prolijamente su viaje
desde que desembarcó en Santander, en 3 de Setiembre,
basta que llegó á Segovia, donde se verificó el casamien-
to; la de esta solemnidad y la de la continuación del viaje
basta Madrid; limitándonos sólo á trascribir la descrip-
ción de esta entrada, de los festejos con que se celebro y
de las locíilidades en que éstos tuvieron lugar, que es lo
que boy nos interesa, y descartando , por supuesto, la de-
claración prolija y ridicula de los arcos triunfales, sus
APIÍNDICE. 215
emblemas é inscripciones, en que luce el maestro Hoyos
so empalagosa erudición históríco-mitológica y su pesado
y chabacano estilo, y con que ocupa las nueve décimas
partes de su libro.
Preparativos para la entrada de S. M,
Primeramente, por todos los caminos por donde habia
de venir S. M. , se dio orden de muy gran copia de basti-
mentos , y los pasos dificultosos y de grandes atolladeros
allanó, asi con calzadas de argamasa , como con ingenios
y otros instrumentos fortalesció para que queden perpe-
tuas. En particular se remedió uno de los más importan-
tes puertos ó entradas que babia á un pago , que llaman
de Yalnigral, distancia de media legua de Madrid. Han
trabajado en él más de un mes ciento y cincuenta hom-
bres cada día ; gastóse grande número de carretadas de
piedra; allanóse un cerro y queda enlosado, que se repre-
sentan aquellas vías stratas romanas (de esto y de la puer-
ta de Guadalajara y su ornato fué comisario Pedro de
Herrera, regidor antiguo de este pueblo, varón celoso en
lo tocante á las cosas del bien público), y otros muchos
barrancos y obras harto necesarias, que la buena venida
de S. M. ha remediado.
fJl Prado de Sant Hierónimoj sus fuentes y su ornato.
Esta planicie y llanura llega hasta la entrada del pue-
blo, donde se ha hecho una de las mejores y más delecta-
bles recreaciones públicas que hay en todo el reino, por-
que es una salida á Oriente junto á uno de los muy Rea-
216 EL ANTIGUO MADRID.
les y aventajados monasterios , asi en calidad j aposento
de S. M. como en la mucha religión que en ¿I se profesa^
de la orden de Sant Hierónimo , de cuya antigüedad y
fundación dijimos en el libro que de la reina doña Isabel
de Yalois (que en gloria es) compusimos. Esta tan santa
vecindad hace esta recreación pública muy calificada, y
á esta causa le llaman el Prado de Sant Hierónimo, en el
cual se ha hecho una calle de más de dos mil pies de lar-
ga y ciento de ancha, plantada de muchas y diferente»
suertes de árboles muy agradables á la vista. Al lado iz-
quierdo como entramos , hay otra calle muy fresca, de la
misma longitud y tamaño , y de muy gran arboleda de
una parte, y de otra muchos frutales en las huertas que
la cercan. Los árboles están plantados por sus hileras
muy en orden, haciendo sus calles proporcionadamente,
mezclando las diferencias de árboles para que §ean más
umbrosos y agradables.
En esta calle á sus lados se hicieron cuatro fuentes de
singular artificio, suntuosa fábrica y particular compar-
timiento ; todas cuatro Son de una muy excelente piedra
berroqueña; hace cada una una bacía, que hace una taza
redonda; tiene de diámetro diez pies, media vara de bor-
de, vaciadas por dedentro y aovadas por defuera, asen-
tadas sobre un balaustre de cinco pies de alto y grande
corpulencia en su contorno. Tiene cada fuente unos ado-
quines de piedra labrados harto pulidamente , que tienen
de diámetro diez y siete pies.
Antes que se entre en el Prado se hizo un pilar, que en
castellano más tosco llaman Abrevadero, todo de cante-
ría de piedra berroqueña. Tiene de largo más de setenta
pies, de hueco más de doce, dos gruesos caños de agua
en los dos testeros, el uno sale por la boca de un delfin
de bronce, qué se levanta del agua más de dos pies; tiene
una palabra de letra de relieve que dice {Bueno); el otro
APÉNDICE. 217
cafio sale por la boca de noa culebra; á ésta rodean otras
dos arevneltasy y en la esfera que hacen tienen un espejo
de bronce, y en medio de él dice ( Vida y gloria), que cor-
responde con la letra del delfín, y así dice todo : {Del fin
bueno vida y gloria^)
Las cinco fuentes del Prado hacen tan gracioso mur-'
mullo y salen los caños por ellas tan artificiosamente, que
no nos notará el discreto lector de afectados en por ex-
tenso dar noticia de ello.
A la mano derecha de la entrada del Prado da luego la
vista en una fuente, de enmedio de la cual salen cinco
caños, que suben los cuatro tres pies en alto, y al caer
hacen cuatro arcos , que resuenan en el borde de la bacía
harto graciosamente. De enmedio sale otro, que sube más
que ninguno.
De la que á ésta corresponde á la mano izquierda se
levantan de enmedio mucha abundancia de caños, que hin-
chen toda la bacía en su contorno y hacen muy suave so-
nido. Tiene alrededor, labrados de cantería, unos asientos
en un semicírculo para que de verano se goce de una tan
excelente recreación , porque el agua sale tan desparcida
y por tantos caños, que parece siempre llover.
Más distante de enmedio de la que á ésta corresponde,
salen cuatro golpes de agua gruesos , que suben más de
cuatro pies en alto ; al caer cada uno de ellos hace un
gracioso arco, que da en el borde de la bacía, hace grande
mido y suave armonía.
La cuarta, que graciosa y agradablemente se ofrece á
la vista al fin de la calle y arboleda campeando, hace muy
vistosa perspectiva, como objeto y blanco en que la vista
se recrea ; de enmedio de ésta brota con grande ímpetu
una espadaña de agua más ancha que dos palmos, de en-
medio de la cual salen dos caños á los lados, gruesos de
medio real , suben cerca de una vara, hacen una apañen-
218 SL ANTIGUO MADRID.
cia y vista tan graciosa y de tan gran artificio, qae qui-
siera JO poderlo particularmente significar.
Hay otra fuente que mira al monasterio de Sant Hie-
rónimo, ochavada, de cantería bien labrada; tiene de alta
cinco pies, y doce de diámetro, asentada sobre dos gradas
de cantería, con sus molduras relevadas por la parte de
afuera. De enmedio de todo esto se levanta una columna
dórica con su basa y capitel , encima tiene una bacía con
un cobertor, que hace un globo ó bola redonda, con un
bocel; por enmedio de la junta tiene cuatro serafines y en
la boca de cada uno de ellos un caño de bronce hecho un
balaustre, por do sale el agua : está singularmente aca-
bado. Con que esta recreación y salida es la más insigne
que en todos estos reinos se halla, por ser tan espaciosa y
desenfadada, con tanto ornato de fuentes y arboledas,
huertas y aires, que en esta parte soplan tan plácida, sua-
ve y saludablemente , que parece dilatarse los ánimos y
desechar gran parte de melancolía, extendiendo los ojos
por tan agradable espectáculo, donde ninguna parte se
puede mirar ociosa ó baldíamente. De este tan ilustre apa-
rato y su buen término fué comisario Diego de Vargas,
más antiguo regidor y de la antigua y valerosa familia de
los Vargas de Madrid.
Eiitrada de S, M, en Madrid y orden de su Real
rescibimiento.
Llegados 26 de Noviembre del 1569, domingo, con-
tinuándose la claridad y clemencia del cielo para que h
venida de S. M. fuese más cómodamente solemnizada, Y
se pudiese el gran concurso de gente que de toda España
(por verla) habia concurrido extender y dilatar por los
campos, fué cosa de admiración la frecuencia y gran con-
APÉNDICE. 219
curso de gente que más de una legua antes que S. M. lle-
gase á Madrid se habla desparcido por una parte y por
otra del camino. Parecía un muro la espesara de gente
que por doquiera liabia. La gente de infantería que se
previno de todos los oficios fueron más de cuatro mil in-
fantes ^ muy lucidos y de singular bizarría soldadesca, con
más de mil quinientos arcabuceros. Quince banderas, que
hermoseaban todo el campo y eran muy gratas á la vista.
Don Francisco de Vargas Manrique (patrón de la capilla
de San Juan de Letran, fundada por su tio el muy ilus-
tre y reverendísimo señor don Gutierre de Vargas Car-
vajal , obispo de Flasencia), en esta villa de Madrid muy
calificado, y de superbo edificio, fué capitán general, co-
mo tan ejercitado en el arte militar, como paresce en el
suceso de Malta , y en la gente que llevó á la guerra de
Granada este año pasado de 1569, ordenaba y disponía su
campo con tanto acierto como si hubiera de dar en efecto
una campal batalla. Anduvieron más de un mes antes que
S. M. en Madrid entrase, por todo el pueblo, con sus pí-
fanos y tambores regocijándolo. Los dias de fiesta se ha-
cía muestra y alarde de cada compañía en particular, don-
de sus capitanes hacían bravos gastos de comidas francas
y tiendas particulares para ello.
Poco antes que S. M. llegase á vista del pueblo, el Du-
que de Feria, capitán de la guarda de S. M., ordenó toda
su gente, así de pié como de á caballo, y dende sus casas,
con gran concierto y música, salió á rescibir á S. M. Al
principio de la vanguardia iba D. Lorenzo Xuarez de Fi-
gueroa, marqués de Villalva, heredero de la casa del Du-
que de Feria, su padre, con Mons de Sela, capitán de los
archeros, precediendo los archeros, muy lucidamente ade-
rezados con la librea de S. M., con sus celadas y morrio-
nes en las cabezas , adornadas con sus plumas. Campeaba
mucho su ornato, orden y majestad. A éstos siguió la
220 EL ANTIGUO MADRID.
guarda de á pié española, la cual notablemente represen-
taba la braveza y autoridad española. Tras ellos iba el
Duque con un bastón en la mano. Luego se seguía la
guarda alemana y borgoñona bien lucida. En la reta-
guarda iba la guarda de á caballo española, con sus lan-
zas jinetas en sus manos; parescia bien el triunfo y mag-
nificencia Real en el copioso número, lucido ornato, orden
y valor de tanta caballería. Todos asi juntos salieron buen
trecho hasta que llegó 8. M. , y acercándose á Madrid,
comenzando á entrar por el Prado (que habemos dicho),
estaba de graciosa pintura Pales, diosa de los prados, qne
los antigaos poetas fingieron ser diosa de los pastos. Esta
ofrecía á S. M. una guirnalda de flores, y le suplica reci-
ba y mire con clemencia un espectáculo de tanta recrea-
ción, como allí S. M. tan aficionadamente miraba, con
esta letra dándole la guirnalda :
Recibid la de las flores,
Pues, con ser tan sin segundo,
Gozáis la de todo el mundo.
Las ninfas que á ésta acompañaban , estaban algo dis-
tantes , parecian humillarse á la hermosura de S. M. , con
este soneto, en el cual habla la diosa de los prados :
Serenísima Reina , con clemencia
Os suplico miréis mi nuevo Prado ,
Con sus hermosas fuentes adornado,
Al cual ilustra más vuestra presencia.
Ya las silvestres ninfas obediencia
Han hoy á vuestra gran belleza dado,
Y con suaves canciones celebrado
Vuestra gran hermosura y excelencia.
Dichosa Mantua, dichosos collados,
Dichosas ninfas , muy dichosas fuentes,
APÉNDICE. 221
Gózaos con nuevo triunfo aqueste dia.
Derramad vuestras aguas y corrientes
Con suave murmullo por los prados ,
Pues con razón mostráis gran alegría.
Al reverso habla la diosa Pales :
No porque sea rústica pastora,
Criada al sol y al viento por los prados,
En estos regocijos deseados
Tengo de ser ingrata á tal señora.
El Indo ofrezca el oro que atesora,
Tajo sus ricos dones y dorados,
Presente Aricie olores regalados
Y aquel santo licor que mirra llora.
Las tres Gracias ya han dado lo más alto
Que jamas pudo darse en gentileza.
El cielo ya ha influido mil favores ;
Y porque sola soy yo la que falto ,
A tanta majestad y á tanta alteza
Ofrezco aqueste Prado con sus flores.
Mucho gusto rescibia S. M. de ver el gracioso murmu-
llo de los caños de agua que de las fuentes hemoa dicho
iba gozando y las cuales se ofrescian mirando á una y otra
parte; y así, al fin del Prado, con grandísima brevedad y
diligencia, se hizo, en espacio de diez días, un estanque
de más de quinientos pies de largo y ochenta de ancho,
con buena profundidad. A un lado del Prado, á la mano
izquierda por la parte superior de la parte de Sant Hieró-
nimo, se hizo un castillo muy formado con cuatro rebe-
llines á las esquizias. Del medio se levantaba una torre,
que llaman del homenaje, éste muy poblado de artillería;
su planta fué á la orilla del estanque, que páresela el agua
batir en la muralla. Representaba una muy formada for-
taleza, y en la artillería y disposición parecía 4 Argel. Ar-
máronse ocho galeras en tan poco tiempo, que en ocho
222 EL ANTIGUO MADRID.
(lias se echaron al agua, que no es mediano argamento
de la diligencia , suntuosos gastos y copia de artífices que
en ello se ocupó; páreselo bien la industria de Juan Bap-
tista, extranjero, asi en esto como en la arquitectura de
los arcos; cada galera llevaba sus remeros con ropillas y
bonetes azules y zaragüelles, hasta en pies encadenados,
y en cada una un muy diligente cómitre , haciéndolos bo-
gar ; llevaba cada galera veinte soldados de pelea , brava-
mente aderezados, cuatro tiros en cada una, con gran nú-
mero y cantidad de cohetes; llevaban las galeras en sus
mástiles y antenas banderas de tafetán carmesí, y en la,
capitana las armas Reales, trompetas y músicas, qne pá-
resela armada copiosa y muy á punto de guerra. Junto á
este estanque se hizo un cadahalso, á manera de trono, de
muy gran majestad, que tenía catorce gradas en contor-
no, para que sin confusión por una parte se pudiese su-
bir á besar las manos á S. M., y por la otra bajar. Todas
las gradas, y por lo alto que hubo un buen espacio de ca-
dahalso, se cubrieron de brocado de tres altos. Habia tam-
bién un dosel muy suntuoso, debajo del cual se puso un
sitial, en el cual S. M. se sentó para gustar de las danzas
é invenciones y bailes y folias que allí se le representaron.
Hubo en el cadahalso otnis dos sillas á los lados del sitial.
Combate naval, hatería del castillo y besamanos.
Llegada S. M., descendió del coche con el príncipe Al-
berto de Austria, y subiendo al cadahalso y sentada en su
trono, se le hizo la salva y su batería al castillo con gran
alarido délos moros, que en efecto paresció un prelio na-
val que antiguamente los emperadores romanos en estas
fiestas, regocijos y triunfos solían representar. Aunque en
éste no será atrevimiento decir que fué más estruendo por
apiSndice. 223
la artillería y pólvora con que se representó, batiendo el
castillo las galeras por el agua con mucha música j arti-
llería, la infantería por la parte de la tierra, y hizo un tan
animoso asalto, que en poco tiempo pusieron sus banderas
en la torre más alta del castillo, aunque él se defendió
con su artillería, y el número de turcos y de moros qué
en él habia era grande, la grita y alaridos, ingenios dé
pólvora y alcanciazos fueron tan furiosos, que cayeron
muchos soldados de la muralla.
Fué ésta una muy soberbia batalla, que, á testimonio de
todos los extranjeros, afirmaban no haber visto más for-
mado campo, ni que con tanta destreza hubiese represen-
tado este acto militar.
Habia en este tiempo una confusión y ruido que no nos
entendíamos unos á otros, asi por el sonido y estruendo
de los atambores , como por la música de los menestriles,
resonancia de las trompetas , la tabaola de los tamboriles
de las danzas, que fueron más de cincuenta, de maravi-
llosos aderezos y de diferentes invenciones, y el apretura
de la gente, con ser un campo harto espacioso y desen-
fadado.
Habiendo S. M. gustado mucho de este espectáculo, el
Ayuntamiento y Senado de esta villa, habiendo ya venido
dende su tribunal todos juntos con muy acertada música
de trompetas, atabales y menestriles, precediendo todos sus
ministros de justicia, con libreas de grana de polvo, fran-
jas de carmesí; á éstos siguiendo los escribanos de Ayun-
tamiento y procurador general de la república , que en el
pueblo romano llamaron Tribuno del pueblo, con jubones
de raso y calzas de terciopelo blanco , medias de aguja,
zapatos de terciopelo , espadas doradas , vainas y tiras de
terciopelo blanco, capas que llaman rozagantes, de ter-
ciopelo turquesado , aforradas en raso amarillo, gorras de
terciopelo negro con plumas del color del vestido.
224 EL ANTIGUO MADRID.
Segoíause el Corregidor y los señores de ÁTuntamiento
y el licenciado Gaspar Doarte de Acuña y su teniente, j
toda la más justicia, con aquellas vestiduras senatorias
hasta los pies que acerca de los romanos fueron tan ce-
lebradas. Eran de terciopelo carmesí aforradas en tela de
oro, jubones de raso blanco con botones de oro, muchos
de terciopelo con tafetanes de tela de oro y j medias de
aguja y zapatos de terciopelo, espadas doradas, gorras de
terciopelo con sus plumas y piezas de oro, collares de oro
con mucha pedrería, gualdrapas de terciopelo, frenos, es-
tribos y guarniciones de los caballos doradas.
De todo este ornato de guarniciones fué comisario Mi-
guel de Cereceda y Salmerón , regidor de esta villa. Por
este concepto llegaron al sitial donde S. M. estaba. £1
Corregidor , después de haber besado á S. M. la mano,
hizo este breve razonamiento que se sigue, y dijo :
« La venida de V. M. sea tan próspera y felice y por
;í>tan largos años como el bien universal de estos reinos
^lo ha menester y todos á Nuestro Señor suplicamos.
3) V. M. reciba con la clemencia que acostumbra el servi-
2>cio que esta villa tan añcionadamente, como casa y mo-
:iS>rada de Y. M., hace, deseando en todo acertar, como tan
;s>fíeles y leales vasallos, d Dicho esto, todos los regidores
por sus antigüedades besaron las manos de S. M. y vinie-
ron al primer arco triunfal, adonde esperaron á S. M.con
el palio, como adelante diremos.
El ilustrísimo y reverendísimo cardenal D. Diego de
Espinosa salió con grande y muy ilustre acompañamien-
to de todos los señores del Consejo Real y sus ministros,
los alcaldes de corte y mucha frecuencia de caballeros.
Por este orden salieron los demás consejos y tribunales
de la corte Beal de S. M., con sus presidentes y minis-
tros, todos los cuales salieron á este campo de Sant Hie-
rónimo, aguardando que St M. llegase.
APÉNDICE. 225
El orden que en besar las manos á S* M. se tuvo y
«Guardaron los Consejos fué éste. Después (como hemos
(lidio) del regimiento, besaron las manos á S. M.' todos
los consejos. El primero fué la Contaduría Mayor de
Cuentas , donde iban D. Pedro Ñuño y el Conde de Oli-
vares, como contadores mayores de cuentas. En seguida,
la Contaduría Mayor de Hacienda. El tercero, el Consejo
<le las Ordenes, cuyo presidente es D. Fadrique Enriquez
(ie Rivera, mayordomo del Rey. El cuarto, el Real Con-
sejo de Indias. El quinto, el Consejo de Italia, y con él su
presidente el doctor D. Gaspar de Quiroga. El sexto, el
Consejo de Aragón, donde iba el vice-canciller de Ara-
gón y el Conde de Chinchón , como su tesorero general
de este reino de Aragón. El sétimo y postrero de todos
fué el Consejo Real, donde el cardenal D. Diego de Es-
pinosa, etc., como presidente y cabeza, fué el primero
que llegó á besar las manos á S. M. La cual, usando de
Ku generosidad de ánimo, se levantó a él y le mandó dar
una silla, preguntando á S. S. I. por su salud (porque en
Segovia habia estado indispuesto). S. S. I. respondió é
hizo un razonamiento de subido concepto y singular elo-
cuencia, dando á S. M. el parabién de su felice venida y
significándole la voluntad con que tan aficionadamente
todos recibían á S. M. Y habiéndose S. S. I, y R. senta-
do , comenzaron á besar las manos á S. M. los señores
del Consejo por sus antigüedades, nombrando el cardenal
á S. M. cada uno quién era.
En el cadahalso hubo gran frecuencia de grandes y se-
ñores de título acompañando á S. M. Entre ellos estaba
<'l príncipe su hermano Alberto de Austria, al lado iz-
<luierdo, apartado de S. M., sentado en una silla. Hallá-
ronse allí el Conde de Benavente, el Duque de Medina de
Rioseco, él Marqués de Mondéjar, el Conde de Alba de
Liste, el Marqués de Ayamonte, D. Fernando de Toledo,
II. "
^»
226 EL ANTIGUO MADRID.
prior de San Juan; el Conde de Arambergue, y las damas
que con 8. M. vinieron.
Después que todos los consejos hicieron este oficio con
la autoridad y decencia que de tan grandes señores y le-
trados padres de la república á S. M. se debia^ todos pre-
cedieron á caballo con los grandes y y toda la nobleza de
España que á 8. M. acompañaba.
Ornato de S, M. á su entrada en Madrid.
La Reina subió en un palafrén blanco mosqueado, rí-
camente aderezado, con un sillón de oro con mucha pe-
drería, muy bien labrado, gualdrapa de terciopelo negro
guarnescida y bordada con franjas de oro. 8. M. se mos-
tró este día hermosísima, y con aquella majestad y seño-
río que tan natural y tan fundado y con tantos dotes del
ánimo esmaltado tiene, representó muy bien su ser y mo-
narquía. Llevaba 8. M. vestida una saya de tela de plata
parda bordada de oro y plata. Un gualdres de terciopelo
negro aforrado en tela de plata, prensado y guarnescido
con unas franjas de oro; collar y apretador de muchos dia-
mantes, rubíes y piedras de mucho valor; un sombrera
adornado con una cinta de oro, con unas plumas blancas,
coloradas y amarillas, que son los colores del rey N. S. El
príncipe Alberto y el ilustrísimo Cardenal iban cerca de
S. M. acompañándola. El orden con que el demás acom-
pañamiento iba, diremos adelante.
Procediendo un poco más adelante, 8. M. recibió muy
grande contento en ver dos estatuas de mármol aparente.
La una representaba á Baco y la otra á Neptuno. {Sigue
aquí la descripción alegórica de estas estatuas^ y los versos
y artificios que las engalanaban^ y continúa,^
' Habiendo 8. M. gustado de este tan agradable espec-
APÉNDICE. 227
tácalo, llegándose poco á poco á Madrid , no era de menor
recreación ver la copia de gente que desde este lagar has-
ta el primer arco poblaban los cadahalsos j talleres qae
se hablan hecho desde esta fábrica de Baco j de Neptuno.
Arcos triunfales y descripción de la carrera,
A la entrada de Madrid se fabricó an arco triunfal de
la mayor máqaina y majestad qae hasta hoy á ningún
principe se ha fabricado ni jamas hecho. Fué cierto y ex-
quisitamente elegido, etc. (^Este sitio era en la Carrera de
San Jerónimo , hacia donde después se fundó el convento
del Espíritu Santo.)
Este arco, cuya' descripción ocupa setenta fojas del li-
bro, representaba las victorias de los Reyes Católicos y
de la Casa de Austria.
Urden de la procesión.
A la entrada de este arco, con toda la música dicha, el
Ayuntamiento y Senado de Madrid , después de haber
S. M. con mucho contentamiento extendido los ojos por
esta tan maravillosa fábrica, la rescibió con un tnuy sun-
tuoso y Real palió de tela de oro frisada, brocado de tres
altos riquísimos, en el cual entraron cuarenta y cuatro
varas; tuvo dos pares de goteras con su flocadura rica de
graciosas labores , franjones de oro y plata , con los pen-
dientes de supremo y suntuoso valor; fué esta comisión
de D. Pedro de Bozmediano, regidor. Este estaba puesto
en veinticuatro varas doradas, las cuales tenian veinti-
cuatro regidores, porque aunque es más su número, no se
hallaron todos aquí.
Entrando S. M.. debajo del palio, comenzó toda la gen-
228 EL ANTIGUO MADRID.
te á caminar por este orden : delante de todos precedían
las trompetas y atabales de S. M. ^ y con ellos los de la
villa, los cuales iban alegrando todo el pueblo ¿on su ma-
ravillosa armonía.
A éstos seguían gran concurso y copia de caballeros;
tras ellos, los señores de título, españoles y extranjeros. A
éstos seguian cuatro niaceros con sus mazas de oro con
las armas Reales de todo relieve. Estos representan aque-
llos lictores que Bómulo, fundador de Boma, ordenó para
que le precediesen, representando Su Majestad é impeño,
y de allí fueron ministros de los cónsules.
Á éstos seguian luego los grandes que habernos dicho,
y con ellos D. Francisco Laso de Castilla, como mayor-
domo mayor de S. M. En su seguimiento, cuatro reyes de
armas con sus cotas. Luego se seguía S. M. debajo del
palio, y poco atrás, junto al palio, iban el príncipe Alberto
de Austria y el ilustrísimo y reverendísimo cardenal don
Diego de Espinosa, etc. A estos dos príncipes seguia el
guión, que es una bandera pequeña con una asta con las
armas Beales. Este se lleva de camino para notar que ra
allí la persona Beal. Luego le seguia doña Leonor de
( juzman, camarera mayor de S. M., á la cual acompañaba
el Duque de Feria. Seguíase luego doña Catalina Laso de
Castilla, mujer de D. Francisco Laso de Castilla. Luego
iba la guarda mayor, y tras ellas las damas ricamente ves-
tidas, con muchas perlas, collares, cintas, apretadores de
oro riquísimos , sentadas en sus palafrenes con sillones de
plata, gualdrapas de terciopelo guarnecidas, acompaña-
dlas de príncipes y señores opulentamente aderezados. La
guarda de á pié acompañaba á un lado y á otro, baciendo
plaza , apartando los molestos encuentros del gran con-
curso de la gente. A la postre de todos iba la guarda de
a caballo y archeros por retaguarda. Este fué el orden
con que S. M. partió deste primer arco.
APÉNDICE. 2S9
Procediendo poco á poco, no era pequeño espectáculo
dilatar los ojos por el ornato de colgaduras de brocado?,
rasos, damascos y otras tapicerías de oro y seda de gran-^
dioso valor. Las ventanas eran tan adornadas con grande
frecuencia de señoras y damas, que adornaban é ilustra-
ban la fiesta.
Ijü Puerta del Sol y la calle Mayor.
Llegando cerca del monasterio de Nuestra Señora de
la Victoria, que es de frailes de la Orden de los mínimos,
junto al Hospital Beal de esta corte, se le ofreció un arco
exquisitamente fabricado y medianamente elegido, por-
que, en efecto, es uno de los más heroicos é inmortales
triunfos que á ningún príncipe ni monarca hasta hoy se
le ha ofrecido ni solemnizado , como el discreto lector,
considerándolo bien y notando lo que en él se comprende,
verá claramente ser verdad.
Éste se fabricó en un lugar harto espacioso, que llaman
la Puerta del Sol : ésta tuvo este nombre por dos razones.
Tja primera, por estar ella á Oriente, y en naciendo el sol,
I)aresce ilustrar y desparcir sus rayos por aquel espacio.
La segunda, porque en el tiempo que en España hubo
aquellos alborotos que comunmente llamaban las Comu-
nidades, este pueblo, por tener guardado su término de
los bandoleros y comuneros, hizo un foso en con tomo de
toda esta parte del pueblo y fabricó un castillo, en el cual
pintaron un sol encima de la puerta, que era el común
tránsito y entrada á Madrid. Y después de la pacificación
y quietud de estos reinos, por lo mucho que el invitísimp
emperador Carlos V, rey de España , N. S. , trabajó en
allanar los grandes y pacificar todos los reinos de Espa-
ña, este castillo y puerta se derribó para ensanchar y des-»
230 EL ANTIGUO MADRID.
enfadar una tan principal salida como es esta de esta
puerta; por el sol que allí estaba, llamaron todos este tér-
mino la Puerta del Sol.
Sigue la descripción del arco, que representaba los rei-
nos y poderío de España en las Indias ; ocupa desde la
foja 104 á la 123, llena de digresiones de indigesta eru-
dición, y continúa así :
Habiendo S. M. recibido gran contentamiento en ha-
ber visto y entendido un tan soberbio triunfo de tantos
reinos como aquí se le ofreció, porque el Conde Ladrón,
que bacía el oficio de caballerizo, brevemente declaraba á
S. M. la sustancia de lo que se la ofrecia.
Prosiguiendo la reina N. S. con la majestad y triunfo
dicho, llegó al tercer arco, el cual se fabricó en medio de
la calle Mayor {hacia la calle de Coloreros), que así por
la comodidad del lugar, porque en él concurre una encru-
cijada, como por el sujeto en cuyo servicio se fabrica, por-
que en él se pone alguna de las muchas grandes y heroi-
cas virtudes que resplandecen en la majestad del rey don
Felipe II, N. S., fué la más aventajada cosa que en estos
reinos se ha visto.
Su elección y compostura , etc.
La descripción de este arco, sus alegorías y leyendas
alusivas al apoteosis que representaba del Monarca, no
coge menos que cien hojas del libro. — Dice luego :
Procediendo S. M. por el orden que hemos dicho desde
este arco hasta la puerta que llaman de Guadalajara, era
grandísimo contentamiento dilatar y extender los ojos por
tanta variedad de riquezas de oro y plata y sedas con qne
todo este trecho estaba adornado^ pasando en silencio las
damas y señoras que á una parte y á otra por las ventanas
APÉNDICE. 231
coa sa espectáculo ilustrabaa y regocijaban las fiestas.
Antea que entremos con la historia dentro de la mura-
lla, me pareció poner aquí un encomio y loa, en que
se verá, claramente su antigüedad, y el que más qui-
siere saber, renoltole al libro que de la muerte de la 8e-
renisima reina doña Isabel de Valoís compusimos, porque
alli hicimos un particular capítulo de las armas de este
pueblo y su declaración.
Aquí reproduce el grabado de las armas de Madrid del
otro libro, é inserta ademas el de la culebra de Puerta
Cerrada en los términos que, copiado en/acsímüe, va en
la página siguiente.
EL ANTIGUO HAOltlD.
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yilíi-J
^1 « C.-2 ~| «
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J S S í
11 b
6 5 3-1
APIÍNDICE. 233
Puerta de Guadalujara y su ornato,
, Lflegando á esta puerta, que es de la soberbia y anti-^
qnísima muralla, se le ofreció toda renovada desde su
planta ¿asta la punta de las pirámides de los capiteles*
Esta tiene dos torres colaterales Tortísimas, de pedernal,
aunque antiguamente tenia dos caballeros, á los lados,
inexpugnables; la puerta, pequeña, la cual hacia tres
vueltas, como tan gran fortaleza. Estos se derribaron
para ensanchar la puerta y desenfadar este paso, porque
es de gran frecuencia y concurso. Estas torres ó cubo«
en que al presente están hacen una agradable y vistosa
puerta de veinte pies de hueco con su dupla proporción
de alto, y en la vuelta que el arco de la bóveda hace,
todo de silleria berroqueña fortisima, hace un tránsito de
la una torre á la otra, con unas barandas y balaustres de
la misma piedra, todos los cuales se doraron. Sobre este
tránsito se levanta otro arco de bóveda, que hace una
hermosa y rica capilla, toda la cual está canteada de oro,
y se hizo un altar con una imagen de Nuestra Señora
con J. C. N. S. en los brazos, de todo relieve ó, como el
vulgo dice, de bulto, todo maravillosamente dorado y
adornado con muchos brutescos. Est¿i imagen está en un
encasamento que hace una muy devota capilla, y acompa-
ña mucho la imagen con todo buen ornato de sus térmi-
nos y frontispicios dorados. Sobre esto, en un encaje que
hace otra manera de baranda, está el Ángel de la Guarda,
que los antiguos llamaban tutelar, porque guarda y am-
para al pueblo de los ángeles malos. El cual tiene en la
mano derecha una espada desnuda, y al otro lado un
modelo de Madrid de todo relieve.
Sobre todo lo dicho, en contorno de todas las torres
234 EL AirriGUO MADRID.
viene ana baranda de hierro bien formada. De emnedio
de esta fábrica suben tres torres con tres pirámides, que
el valgo llama chapiteles. Éstos son de grande altara,
muy resplandecientes, porque todos son de hoja de hierro
colado, y cada uno tiene cuatro chapiteles pequeños; á sns
cuatro ángulos de sus remates tiene cada uno un globo,
y por lo alto tienen los de enmedio unas cruces con sos
velas doradas, que suben sus globos ó acroterias; esto es,
i^n los colaterales, en los cuales hay diez chapiteles. La
torre de enmedio sube algo más con toda buena propor«
cion de arquitectura. En el remate de ésta de los cuatro
ángulos suben cuatro columnas de mármol muj bien
estriadas. Sobre éstas se levanta otro chapitel de maravi-
llosa fábrica y singular artificio, en medio del cual, en el
hueco que hacen las columnas, pende el reloj, que es una
maravillosa campana, que se oye tres leguas en contomo
del pueblo. Éste también tiene su cruz y vela dorada, con
las armas de Madrid sobre los globos y acroterias.
Este es un cimborrio que levanta por alto treinta y
seis pies, es sexevado y va en diminución como pirámide.
Tiene á los cuatro ángulos otras cuatro pirámides peque-
ñas de á doce pies de alto; en los huecos de las torres se
pusieron cuatro colosos, hechos de todo relieve, represen-
tando unos gigantes de grande altura, con sus guirnaldas
de laurel y bastones en las manos; miran por la delante-
ra y el reverso de estas torres á la mano índice, que seña-
la las horas en el reloj, porque es de singular artificio que
á dos haces se parece, con que hace una agradable y muy
suntuosa perspectiva, y el pueblo tiene mucho ornato.
El altar este dia dia tuvo muy rico frontal de brocado,
con media docena de candeleros altos de oro, con sos velas
de cera blanca, que causaba harta devoción.
Habiendo S. M. dilatado la vista por esta tan maravi-
llosa fábrica, y las joyas, tan ricas preseas y brocados.
ap]£ndice. 235
con que los mercaderes habían adornado todo este trán-
sito. Pasando más adelante, no estaba menos ataviada la
Platería de riquezas y joyas, aunque al fin, la parte que
es de la cárcel, los toldos que allí hubo fueron los lamen-
tables gritos y profundas voces con que los presos pedían
á S. M. misericordia. Lo cual oyendo S. M., preguntó al
corregidor, D. Antonio de Lugo, que qué gritos eran
aquéllos; él respondió que eran los presos, que pedian
merced y libertad á S. M. A los cuales se les hizo la
merced como de S. M. se esperaba.
Saliendo de la Platería, se da luego en la plaza de San
Salvador, que es el concurso de todos los nobles, donde
está todo el colegio de los escribanos de número y donde
se bate el cobre de todos los negocios, porque en ella
eatá la audiencia y foro judicial, con las casas del ilustre
Ayuntamiento.
En este lugar se pusieron cuatro colosos, que represen-
taban á Páris, Juno, Venus y Palas, ó sea el Juicio de
Páris, sobre cuya declaración se extasía el axitor en
veinte y tantas hojas de mitología.
Entrada de la segunda muraUa, y lo que en ella se hizo.
Llegando S. M. á la puerta de la segunda muralla de
este pueblo, que vulgarmente llaman el Arco de la Almu-
dena, la cual, con una torre-caballero fortisima de peder-
nal, se derribó y rompió para ensanchar el paso. Estaba
tan fuerte, que con grandísima dificultad muchos artífices
con grandes instrumentos no podían desencajar la cante-
ría, que entendieron que no era pequeño argumento de
su grande antigüedad. Pero para servir á 8. M., ninguna
cosa había que se pusiese delante, teniendo respeto á lo
23() EL ANTIGUO MADRID.
mucho que se debe hacer en su Eeal servicio. Quedó un
tránsito muy claro^ espacioso j desenfadado, todo blan*
queado y canteado^ con sus puntas de pirámides y aero-
terías, que difínen y rematan por lo alto.
Entrando, se ofreció lué^o á S. M. en la plaza de la
iglesia mayor un coloso, estatua y figura del gigante
Atlas. (Declárase quién fué Atlas, alusión á Felipe II, y
lo que sobre él fingieron los poetas.)
Llegada á ASanta María y Te Deum.
De aquí S. M. llegó con mucho contentamiento (aun*
que causada y maravillada de ver tan gran variedad de
cosas) al templo de Santa María, que es la iglesia mayor
y más antigua de Madrid, donde toda la clerecía y cabil-
do se habia congregado, esperando la felice venida de Sa
Majestad, todos con capas de brocado muy ricas, y las
catorce cruces de las parroquias salieron de la iglesia á
rescebir á S. M. El Vicario, con una cruz muy rica, llegó
á un sitial, donde S. M. se apeó, y tomando la cruz el
limo, y Rmo. cardenal Espinosa, etc., la dio á besará
S. M., la cual, hincadas las rodillas devotamente, adoró
y besó la cruz. Y procediendo la procesión con mucki
música, volvieron al templo.
Su Majestad, con el príncipe Alberto de Austria de la
mano, y el limo, cardenal Espinosa, etc., al otro lado,
entró en el templo á hacer oración, el cual estaba mny
adornado, con muchos toldos y paños de sedas y brocados
toda su entrada y pórtico, renovado y canteado con ilus-
tre ornato. Junto al altar mayor se puso un rico sitial de
brocado y dos cojines de lo mismo, donde S. M., hinca-
da de rodillas con mucha devoción, se detuvo buen espa-
cio de tiempo, mientras la capilla Real, con muy concer-
APÉNDICE. 237
tada música, cantó el Te Deum laudamus, dando todos
inachas gracias á Dios por la merced que á todos estos
reinos ha hecLo.
Esta es una muy santa, muy religiosa y muy antigua
costumbre de los reyes de España, que la primera visita
es dar gracias á Nuestro Señor, y reconocer como todo
el triunfo y gloria 8e4e ha de dar y referir á Su Divina
Majestad; pues viniendo de su divina mano, será perfecto
y no habrá lugar para que la polilla ambiciosa y soberbia
del mundo estrague aquello que, recibido por Dios, ilus-
tra al cuerpo y al alma. Este afecto de religión guardaron
muy bien los romanos cuando, entrando por Roma, triun-
fando, todo el acompañamiento, con el que triunfaba,
iban al Capitolio, donde estaba el templo de Júpiter, y
allí, dando gracias á Dios por la victoria y triunfo alcan-
zado, hacía machos sacrificios.
Llegada á Palacio,
Acabado, pues, el Te Deum laudamus, y dicha la ora-
ción, la cual dijo el Vicario (como capellán de S, M.), la
Eeina nuestra señora partió de la iglesia con todo su
acompañamiento y triunfo. Y procediendo poco á poco,
llegó ¿ vista de Palacio, una de las más principales y
suntuosas casas Reales que liay en el orbe, tan ilustrada
con la asistencia de todos los reyes de España, como su
antigua casa, y tan Real aposento, y de nuevo amplifica-
da, y tan feliz por el asiento y habitación del D. Felipe,
rey nuesto señor, el cual con muy suntuosas y exquisitas
fábricas, dignas de tan gran Príncipe, cada dia de nuevo
la ilustra, de manera que es (consideradas todas sus cua-
lidades) la más rara casa que ningún principo tiene en el
mundo.
238 EL ANTIGUO MADBID.
Con este tan agradable espectáculo y concurso, toda la
infantería que en el asalto del castillo, como ya dijimos,
se halló, la cual toda con sus banderas y mny buen orden
y concierto concurrió á la puerta de Palacio, en el cual
lagar hay un campo y plaza muy espaciosa, hechos sus
escuadrones de gente tan lucida y tan bizarra, que fué
una de las cosas de que S. M. más gustó.
Entrando S. M. en Palacio, toda la infantería, con sus
atambures y pífanos , las trompetas y menestriles, con
toda la artillería de una y otra parte, y la que la guardia
de á caballo trae y dispara en estas solemnidades, toda á
un tiempo, con grandísimo estruendo, hizo una de las más
solemnes y graciosas salvas, y (á dicho de todos los que
con S. M. venian) que más gusto diese, que en todos es-
tos reinos jamas se ha visto.
Llegada S. M., y entrando dentro de Palacio, la salie-
ron á rescebir hasta el zaguán la serenísima princesa de
Portugal, doña Juana de Austria, y las infantas doña
Isabel Eugenia, dofia Catalina, y los Sermos. príncipes
Rodolfo y Ernesto salieron del aposento de las serenísi-
mas infantas y con este orden :
Precedían el Duque de Nájera y el Marqués de Sarria,
y el Marqués del Adrada, D. Antonio de la Cueva, ma-
yordomo mayor, y D. Gonzalo Chacón y D. Pedro Lasso
de Castilla, señor de San Martin, mayordomo de S. M.,
todos con sus bastones en las manos. Luego los serenísi-
mos príncipes; tras ellos las infantas, que llevaba la sere-
nísima Princesa delante de sí, y detras de S. A. iba dofia
Aldonza de Bazan, marquesa de Fromesta, camarera
mayor de la Beina; llevábanla de la mano la Duquesa
de Feria y el Marqués de Fromesta, su hijo. Luego dofia
Isabel de Quiñones, camarera mayor de la Princesa, y
doña Maria Chacón, aya de las infantas; luego doña Te-
resa de Guevara y otras muchas señoras de título. XJlti"
APl^KDICE. 239
mámente iban las damas de las SS. Infantas y Princesa,
con grande ornato y compostura.
Llegadas 9 pues, todas se recibieron con grande amor,
y abrazándose mny enternecidamente, subieron al apo-
sento de la Beina, llevando la Princesa á la Reina á la
mano derecha, delante las infantas, y á la Berma, infanta
dofia Isabel llevó el limo, cardenal Espinosa de la mano,
las cuales hospedaron á S. M. donde por muchos años
Nuestro Señor sea servido conservar con suprema felici-
dad esta tan santa compañía, para que con el fruto de su
bendito matrimonio se amplifique toda la república cris-
tiana, con la paz y contentamiento que de tan dichoso
matrimonio al presente goza. El limo, cardenal D. Die-
go de Espinosa, etc. , dejando á S. M., volvió á su
posada, acompañado de toda la nobleza de la corte, el cor-
regidor y Ayuntamiento, el cual tenía prevenidos doscien-
tos soldados lucidamente aderezados, los cuales lleva-
ban en contorno de su lima, señoría sus hachas de cera
blanca.
Y dejando á S. S. lima, en su posada, anduvieron re-
gocijando al pueblo con otras muchas diferencias de
luminarias é ingenios de fuego, con que hubo un público
regocijo muy solemnizado.
Fué comisario de todo el aparato de las hachas y lumi-
narias Pedro Rodríguez de Alcántara, regidor.
El concurso de la gente fué muy grande , como hemos
dicho; la abundancia de bastimentos y de todas las cosas
necesarias fué tan notable, que valió este dia todo muy
barato, más que los otros dias ordinarios. Por caer todos
tan cansados de haber visto tantos y tan agradables es-
pectáculos, todos se retiraron á descansar y reposar.
240 KL ANTIGUO MADRID.
Festejos al siguiente día.
Otro día el Corregidor mandó pregonar se liolgase por
todo el pueblo y concurriesen á Palacio todas las compa-
nias de infantería, las cuales, con tanto número de pífanos
y tambores, y sus lucidas banderas, vinieron con harta
secuencia de muy bizarros y dispuestos soldados, anda-
vieron por todo el Campo del Rey á vista de S. M., ha-
ciendo reseña y muestra lucida y curiosa, que se gustó de
este ensayo y preludio militar, como si fuera un campo
muy formado. Al cual, por ser cosa hermosa y tan agra-
dable, los latinos le llamaron Bellxiníy que quiere decir
hermoso, bello y agradable.
En esta parte los plateros habian hecho un muy her-
moso castillo, con sus rebellines y muchos ingenios de
fuego en su contorno. Venida la noche, después de haber
íSus Majestades cenado, el Corregidor, con todos los caba-
lleros del Ayuntamiento y algunos ilustres de Madrid,
hicieron un juego de alcanciazos con muy suntuosas
libreas. Fueron ocho cuadrillas de A veinte caballeros, que
hacían ochenta. Cada cuadrilla fué de diferentes libreas
de sendas de varios colores.
La del Corregidor fué de marlotas de tafetán carmesí
y capellares de tafetán amarillo, turbantes de terciopelos
del mismo color,
Don Francisco de Vargas Manrique, con su cuadrilla?
marlotas negras, capellares blancos.
Don Lope Zapata, con su cuadrilla, marlotas blancas
y capellares morados.
Don Diego de Ayala, coq su cuadrilla, marlotas blan-
cas y c^ipellares morados.
APÉNDICE. 241
Jaan de Villafaerte con su cuadrilla, marlotas encar-
nadas y capellares morados.
Don Pedro de Rivera con su cuadrilla, marlotas ama-
rillas y capellares morados.
Pedro de Herrera con su cuadrilla, marlotas amarillas
y capellares colorados.
Bartolomé Vázquez do la Canal con su cuadrilla, mar-
lotas azules y capellares verdes.
Todos con turbantes de terciopelo y guarniciones á los
caballos de lo mismo, trompetas y atabales y menestriles,
con libreas de damasco colorado y fajas de terciopelo
amarillo; todos así juntos, con hachas de cera blanca en
las manos, salieron muv ordenadamente de las casas de
Ayuntamiento, precediendo toda la música, vinieron d
vista de palacio, donde, en presencia de SS, MM., después
de haber hecho una muy concertada escaramuza, se die-
ron de alcanciazos en sus adargas, que fué una muy
agradable y concertada fiesta.
En el interior del castillo se desparcian y tiraban á
diversas partes muchos cohenes, ardian en su contorno
unas acroterías é ingenios de fuego, con que á modo de
pirámides remataban los rebellines. Toda la infantería
cercando el castillo le combatió y subieron las banderas
á lo alto, donde, con grande estruendo, se desparcian
muchos ingenios de fuego. Hecho este amito harto ani-
mosamente, se desbarató el juego, y por todo el pueblo
con grande regocijo anduvo la caballería solemnizando la
fiesta; fué de gran contento, porque en todo el discurso
que hemos contado ninguna infelicidad ni desgracia ha
habido, antes con mucha paz y tranquilidad (que no ha
sido pequeña merced de N. S. habiendo habido tan gran
concurso de gente) se remataron estas fiestas.
La corte de S. M. está muy florida, con gran concurso
de grandes, libreas muy costosas, gran abundancia de
n. 16
242 EL Ain'IQÜO MADRID.
todas las cosas, concordia y paz en todos sus reinos, la
cnal N. S. por muchos años con larga vida de estos sere-
nísimos príncipes, reyes y señores nuestros conserve, para
que de su deseado fruto se alcance la feliz prosperidad
que todos estos reinos con tanto amor y afecto desean.
Lo cual por su divina clemencia y misericordia conceda.
Qui vivü et regnat Irinus
et uiWj in scecula
aceculorum.
Amen.
NÚMERO 4.
FIESTAS EN EL RETIRO EN 1637.
(Da un manoscrito contemporáneo.)
En 13 de Enero de 1637, recibiendo el rey nuestro se-
ñor D. Felipe IV la feliz nueva de la elección de rey de
romanos del serenísimo Ferdinando III, su cristianísimo
primo hermano , determinó de hacer una pública demos-
tración de su contento , queTuese benemérita de él y de
su grandeza, en esta manera :
Plantóse una plaza de madera fuera del nuevo y luci-
dísimo palacio del Buen Retiro, en un eminente sitio, que
tenía 608 pies de largo, 480 de ancho, y en toda su cir-
cunferencia 408 balcones de gran capacidad, al fin en que
trabajaron más de 3.000 hombres, cubriéndose la fábrica
de tejados fingidos de madera teñida en rojo, que miraba
por la parte del Mediodía á lo más vistoso de esta corte,
así por la copia de edificios como por la frescura de su
prado y arboledas. Por la del Septentrión terminaba la
puerta de Alcalá y monasterio de religiosos descalzos de
San Agustín. Al Oriente, el Real de los de San Jerónimo,
y al Occidente, el délos carmelitas descalzos (1). Estaban
(1) Es la misma plaza gran- para formarla y allanar el paso,
de que luego se hizo de fábrica dice Pinelo que hubo que quitar
y se tituló de Isl Pelota y única un monte que allí había desde
que, hasta hace pocos años, que- que Dios crió el mundo, con más
dó en pié de todas las construc- de 100.000 ducados de costa,
ciones del palacio del Retiro; y que pagó la villa de Madrid.
244 BL ANTIGUO MADRID.
los balcones por la parte exterior con barandilla de plata
y oro, y por dentro perfectamente colgados de variedades
de sedas y tapices. En cada pilar que los dividia, dos ha-
chas blancas; corriendo por toda la circunferencia sobre
el friso y cornisa novecientos faroles de hermosos vidrios
y graciosa forma, labrados para solo este efecto , en los
cuales habia innumerables luces , porque tenian á cuatro
cada uno, á más de trescientos que, con ventajosa grande-
za, se señalaban de espacio á espacio breve, quedando en-
tre uno y otro tres menores.
A la parte septentrional estaba fabricado un balcón de
mayor eminencia para las personas Reales, de barandillas
doradas , y lo mismo el techo, con gran primor, teñido de
agradable verde perfilado de oro : rompia la cornisa un
hermoso globo del orbe; á un lado, el cuarto planeta, re-
matándolo todo una corona imperial, y debajo de ella esta
letra : Ulustrat et foveL Adornaban tan vistosa estancia
muchas vidrieras cristalinas, desde las cuales, reverbe-
rando esa máquina de luces, hacía dudar de la posibilidad
de reducirse á número, y así quedaba la claridad de la
plaza en modo que podia preguntarse si habia amanecido
con estrellas ó anochecido con sol.
Partian desde los extremos de la cornisa de este balcón
en grande espacio sobre la de toda la fábrica los escudos
y armas de los reinos que felizmente están unidos á esta
monarquía. A la mano derecha aparecian el Real Consejo
de Castilla, el de la Inquisición, el de las Indias, el de
Ordenes, el de Hacienda y la Diputación del Reino. Ala
mano izquierda, el de Aragón, el de Italia, el de la Cru-
zada, el de Portugal, la Villa de Madrid y la Junta de
Abastos.
Asistían el Nuncio de Su Santidad , el Patriarca de las
Indias, el Embajador de la Majestad Cesárea, los de los
reinos y diferentes repúblicas. Cuando el domingo 15 áñ
APÉNDICE. 245
Febrero quiso dar S. M. principio á esta pompa con sa-
lir de casa de Carlos Stratta {el palacio de Hijar)^ ca-
ballero del hábito de Santiago, que vivia entre los Italia-
nos y los Clérigos menores^ adonde fué á vestirse, hallada
cou el aparato y lucimiento posible 4 tal ocasión ; desde
ella hasta la puerta del Real convento de San Jerónimo
procedia una amplísima calle con dos hileras de luces en-
cendidas en varias y copiosas materias y agradables cor-
respondencias, con que se manifestaba todo desde un ex-
tremo al otro, así como pudiera de dia.
Sobre la primera puerta estaba fabricado un balcón,
guarnecido de lo propio que la plaza , en que se puso la
Reina , el Príncipe su hijo, y la Princesa de Carinan con
los suyos, empezando luego ¿ componerse la fiesta en
este modo.
Iban delante ocho tambores á caballo vestidos de lana
blanca y sombreros de lo mismo; seguíanlos cuatro trom-
petas también ¿ caballo con vaqueros de terciopelo car-
mesí guarnecidos de plata y sombreros de lo propio ; dis-
taban poco las chirimías con los demás instrumentos so-
norosos, dispuestos por su orden, llenando el aire de
armonía inmensa, á quien seguian quince cuadrillas de &
doce caballeros, con la de S. M. diez y seis, todas confor-
mes en los vestidos do terciopelo liso negro , bordados de
hilo de plata blanco, tocados , plumas y jaeces de las mis-
mas colores, puestos todos en vistosos caballos de dos en
dos j en la Carrera de San Jerónimo, con sus hachas de
cera blanca en las manos , y con otras los seguiau gran
número de lacayos de la misma librea ; siendo los padri-
nos de esta fiesta el Almirante de Castilla, el Príncipe de
Esqnilache, el Duque de Híjar y D. Carlos Coloma. Es-
tando todos puestos como se ha dicho, salió S. M. de la
casa de Carlos Stratta, acompañándole su cuadrilla, ves-
tidos del mismo color, si bien.el del Rey y Conde de Oli-
246 EL ANTIGUO MADRID.
vares, bordados de rica j vistosa labor. De las demás
fueron cuadrilleros y entraron en ella los señores y ca-
balleros siguientes :
Cuadrilla d£ S. M, — Marqués de Belmonte (hoy du-
que de Maqueda)^ Marqués de Cañete, Marqués del Espi-
nar, Conde del Puerto, Conde de Águilar, Conde de Ba-
rajas, Conde de Fuensalida, Conde de la Moncloa, Conde
de la Corzana, Conde de Osidus y D. Francisco Masca-
reñas.
Cuadrilla del Conde-Duque. — El Conde-Duque, el Mar-
qués de Palacios, el Conde de Visa ven, D. Rodrigo de
Cárdenas, D. Luis Puerto Carrero , D. Lope de Hoces,
D. Diego de Zarate, D. Diego Bamirez de Haro, conde
de Bornes; D. Luis Carnero, Conde de Loyola del Prín-
cipe, D, Juan de Vargas, D. Rodrigo Pimentel y D. Juan
de Silva.
Otra cuadrilla del Cande-Duque. — El Conde-Duque de
Villalba, D. Francisco de Bracamente, D. Luis Jerónimo
de Contreras , D. Antonio Bonal, D. García de Brizuela,
D. Juan de Lujan, D. Francisco de Balcázar, D. Juan
de Prado, D. Gaspar de Prado, D. Francisco de Rojas
Vivanco, D. Gaspar de Robles y D. Juan Mejía.
Cuadrilla del Condestable de Castilla. — El condestable
Marqués del Fresno , su hermano Marqués de Cnéllar,
Marqués de Tabara, Conde de Grajal , Conde de la Revi-
lla, Vizconde de Molina, D. Antonio Mesía de Tovar, su
hermano D. Alonso Ortiz de Velasco y D. Pedro de Cas-
telví.
Cuadrilla del Duque del Infantado. — El Conde de
Tendilla por el Duque, Marqués de San Román, Marqués
de la Fuente, Marqués de Aitona, Conde de Oruña, Con-
de de Villar, Conde de Brantivilla, D. Esteban Hurtado
de Mendoza, D. Baltasar de Zúñiga, D. Bemardino de
Ayala, D. Luis de Mendoza y D. Gaspar de Mantilla.
APÍNDICK. 247
Cucuirilla del Afargues del Carpió. — Marqués del Car-
pió, Marqués de Povar, Conde de Castrillo, Conde de Lo-
dosa. Conde de Cedilla, Conde de la Torre, D. Sancho de
la Cerda, D. Fernando Barradas, D. Cristóbal Guardiola,
D. Francisco de Lerma, D. Martin de Saavedra y don
Luis de Peralta.
Cuadrilla del Duque de Pastrana. — Duque de Pastra-
na, Duque de Ciudad-Beal, Marqués de la Alameda, Mar-
qués de Almenara, Marqués de la Miceda, Marqués de
Mirallo, D. Francisco Luzon, D. Luis Trejo, D. Gaspar
Bonifaz, D. Francisco de Ángulo y D. Juan de Morales,
Cuadrilla del Duque de Uijar. — El Duque de Hfjar,
Marqués de la Conquista, Marqués de Castrofuerte, Con-
de de Taroca , Conde de Figuero, Conde de Villamonte,
D. Francisco Gurrea, D. Alberto Coloma, D. Francisco
Euriquez de Silva, D. Juan Bamirez, D. Pedro Niño de
Castro y D. José Stratta.
Otra cuadrilla del Duque de Ilijar» — El Conde del
Real, D. Francisco Valenzuela, D. Pedro de Vasconce-»
los, D. Diego de Quiñones, D. Diego de Guznian, don
Alonso de Paz, D. Hodrigo de Herrera, D. Gaspar de
Gnzman , D. Pedro de Alba , D. Jerónimo de Carvajal
y D. Baltasar de la Cueva.
Cuadrilla del Duque de Peñaranda. — Duque de Peña-
randa, Marqués de Fromesta, Conde de Motezuma, don
Juan de Cárdenas, D. Fernando de la Cerda, D. Francis-
co de la Cerda, D. Jerónimo de Vera, D. Gonzalo Man-
rique, D. Pedro de Vega, D. García de Cárdenas, D. Ro-
drigo de Tapia, D. Pedro Reinóse y Toledo, señor de
UtriUa.
Cuadrilla del Conde de Oropesa. — El Conde de Orope-
sa. Marqués de Villamayor, Marqués de Povar, Marqués
de las Navas, Marqués de Malpica, Marqués de Salinas,
Conde de Montalvan, D. Francisco Garnica, D. Manuel
248 EL AKTIGÜO MADRID.
de Arriarán y Gamboa, D. José de Castrejon, D. Alonso
Lancol y D. Agastin.
Cuadrilla de D. Luis de Ilaro^ conde de MorerUe. — Con-
de de Morente, Marqués de Gomares, D. Luis Ponce de
León, D. Francisco Mejía, D. Fernando Bazan, D. Cos-
me de Médicis , D. Fernando de Alarcon , D. Francisco
Ibañez, D. Diego de Salcedo, D. Francisco Vivanco,don
Martin Forres y D. Vicente Zapata.
Cuadrilla del Conde de Riela. — El Conde de Riela,
Marqués de Malagon, Marqués de Torres, Conde de Con-
centaina , D. Alvaro de Luna , Martin Alonso de Ataide,
D. Juan de Borja, I). Mateo Ibañez de Segovia, D. Sal-
vador Correa, D. Pedro Hurtado de Corcuera , D. Pedro
de Valenzuela y D. Grabriel de Silva.
Cuadrilla del Conde de Alva de Liste, — Conde de Alva
de Liste, Marqués de la Adrada, Conde de Villa Fran-
queza, Conde de Peñaflor, D. Manuel Enriquez, D. Gar-
cía Pareja, D. Luis de Córdoba, D. Pedro Niño, D. Fer-
nando Rivadeneira Calderón, D. Pedro de la Mota Sal-
mientos, D. Pompeyo de Tássis y D. Luis Enriquez.
Cuadrilla de la coronada villa de Madrid. — El Conde
de Montalvo, su corregidor; Francisco Enriquez, Felipe
Sierra, D. Gaspar de Valdés, D. Jerónimo Casanate,
Claudio de Cos, D. Diego Ordoñez, D. Lope de Porras y
Castro, D. Francisco Sardoneta, D. Francisco Méndez
Testa, D. Juan del. Castillo y D. Luis Zañes Monte-
negro.
Otra cuadrilla de la Villa. — Marqués de Cusano, don
Cristóbal de Medina, D. Jerónimo Carmenas, Manuel
Cortizos de Villasante, Pedro Martínez, D. Rodrigo de la
Castra, D. Bernardo de Salas, D. Mateo Alonso de Orte-
ga, D. Pedro Rodríguez de Villarroel, D. Gonzalo Pa-
checo, D. Diego Meras y D. Pedro Romero.
Luego se seguian dos carros triunfantes de maravillosa
APÉNDICE. 24&
y apreciable traza, pintura y adornos, hechos por Cosme
Lotí, industrioso arquitecto florentino, que tenían 22 pies
de ancho, 30 de largo y 46 de alto. En la parte extrema
de cada uno se levantaban dos pirámides y en cuyas pun-
tas iban tremolando tafetanes carmesíes : alumbrábase
cada uno con cien hachas, cargados de lucidísimas figu-
ras, con varias insignias é instrumentos músicos , distri-
buidos con gentil orden.
Cada uno iba tirado de veinticuatro bueyes con paños
rojos, guarnecidos de plata y alumbrados con multitud
de hachas, puestas en manos de hombres vestidos de ve-
lillos de plata de varios colores á la turquesa , crecia el
número de luces.
Cuarenta salvajes llevando en las manos grandes mazas
encendidas como hachas. Con este orden iban andando
hasta el balcón donde dijimos estaba la Reina , entrando
en la plaza donde se hallaba, cuando por ella entró S. M.
gobernando su cuadrilla, el Conde de Olivares la suya, y
cada nno de los demás la que le tocaba, formando varios
laberintos de escaramuzas, compasados con los escudos
de jeroglíficos, que para división de las cuadrillas estaban
en diferentes puestos.
Fueron entrando los carros, dando vuelta á la plaza,
empezando las figuras á sonar los instrumentos, acompa-
ñándolos con su misma música, que llegando enfrente
del balcón de la Reina, representaron un coloquio de la
Paz y de la Guerra.
Al pié casi del mismo balcón estaban plantadas las va-
llas y el estafermo , adonde S. M. ejecutó la destreza que
en esto tenía, superior á todos, de común aplauso, conti-
nuándolo los señores y caballeros. Dejó el Rey la plaza,
subiéndose al balcón de la Reina, después de haber dado
tanto que admirar , estuvo mirando el resto de la fiesta,
que fueron representaciones, miisicas innumerables, gen-
250 EL ANTIGUO MADBID.
te varia natural y extranjera de cuantas naciones frecuen-
tan su corte; y últimamente, oyendo repetir las voces de
tanta multitud junta, vira la felicidad de Felipe IV^ tnra,
viva; con que los Reyes se retiraron á las once al palacio
del Betiro, dando fin á la fiesta^ siendo de tal calidad,
que la pudieron envidiar los más pomposos frutos que ce-
lebran las memorias del mundo en siglos pasados y han
de celebrar en los futuros.
Los dias siguientes, desde el 15 hasta el 25 de Febre-
ro ^ continuaron las fiestas, dirigidas, el primer dia, por
la Condesa de Olivares, con teatro, baile, loas y merienda;
el segundo, por el Conde-Duque, con máscara, folla y en-
tremeses; el tercero, paseos en barcos, con músicas, co-
ros, iluminación y cena espléndida en el bosque; otro dia
toros con rejoncillos en la plaza nueva; otro un certamen
poético, que presidió Luis Velez Guevara, y de que faé
secretario Alfonso de Batres, y jueces el Príncipe de Es-
quilache y otros; otro dia, cucañas y carnestolendas por
las salas, con huevos de olor; el domingo de Carnaval, 22
de Febrero, una gran mojiganga y músicas, baile y co-
media por la noche; lunes, carreras de cañas todos dis-
frazados, y martes, otra gran mojiganga y la represen-
tación de la comedia Don Quijote de la Maticha, de don
Pedro Calderón,
NÚMERO 5.
Relación de la fiesta que hizo á Sus Majestades y Altezas
el Conde^Duque la noclie de San Juan de este año t¿« 1631.
Habiendo festejado á Sus Majestades y Altezas domin-
go 1.*" de Junio la excelentísima señora Condesa-Duque-
sa de San Lúcar en el jardin del Conde de Monte Bey,
su hermano^ con una fiesta, no prevenida con ostenta-
ción, sino con gusto, poniendo en ella la generosa y ati-
nada sazón con que tantas veces lo hace , ya en ocasiones
del cumplimiento de sus años, ya de felices sucesos de
sns monarquías, y ordinariamente por sólo entretenellos,
tomando de la merecida gracia que alcanzan mujer y
marido con Sus Majestades, no más del ansia y acierto de
servillos ; quiso el excelentísimo señor Conde- Duque de
volver á festejallos en el mismo sitio la noche de San
Juan, y teniendo tan pocos dias para disponello y ejecu-
tallo, se resolvió á mostrar hasta en esto el amor y el
cuidado con que sirve al Bey nuestro señor, y cuan fá-
cilmente vence lo más dificultoso en su nombre; y para
primera prevención de la fiesta, que habia de constar, en-
tre otros aparatos, de dos comedias nuevas, que aun no es-
taban escritas ni imaginadas, ordenó S. £. á Lope de
Vega que escribiese la una, que lo hizo en tres dias ; y á
don Francisco de Quevedo y á D. Antonio de Mendoza
la otra, que la acabaron en solo uno, entregándolas para
que las estudiasen á las dos compañías de Avendaño y
Vallejo, las mejores que hoy representan. T^no rindién-
dose el Conde al poco tiempo que le quedaba para tanto
como tenía dispuesto, en medio de sus grandes cuidados
252 EL ANTIGUO MADRID.
y desvelos en el universal despacho de los negocios , sin
hacer falta á ninguno, parece que cuidaba de solo ¿ste,
tomando para alivio de tantas fatigas j por premio de
tan gloriosos trabajos, entretener á Sus Majestades en el
más lucido, apacible y decente divertimiento que pudo
trazar su buen gusto, no menos galante y bizarro en las
materias leves y entretenidas, que prudente y desvelado
en las severas y grandes. Y para que ni en cosas tan re-
tiradas ya de sus ejercicios faltase nada á la puntualidad
con que sirve al Bey, lo dispuso todo en esta forma :
Eligió en el jardin la parte más á propósito para las
estancias en que hablan de asistir las personas Reales y
las damas, y algunas grandes señoras, deudas suyas, que
embozadas se hablan de admitir á la fiesta, y otras mujeres
de ministros y criadas suyas, y el teatro y lo demás ima-
ginado para las divisiones en que Sus Majestades y Al-
tezas se hablan de hallar á diferentes horas. Y encargó la
fábrica al marqués Juan Bautista, hermano del cardenal
Crescencio, caballero del Hábito de Santiago y superin-
tendente de las obras de palacio y de la junta de obras
y bosques , persona no monos señalada que por su bon-
dad y nobleza, por la insigne obra del panteón de San
Lorenzo, que ha pendido de su ingenio y cuidado. £1
cual, por las advertencias del Conde, y hallándose algunas
veces á encaminallas y dallas prisa mi señora la Condesa,
se armó un hermoso cenador, adornado rica y desahoga-
damente, en que se pusieron las sillas del Itey y sus her-
manos, y las almohadas de la Reina nuestra señora para
ver desde allí las comedias ; y á sus lados otros dos, com-
puestos no menos lucidamente , en que asistieron las da-
mas y señoras de honor que se nombran después. Y en-
tre unos y otros unos nichos, en que retiradamente estu-
vieron los condes de Olivares. Y enfrente del sitio de los
reyes se fabricó el teatro de los representantes, corona-
APéKDICE. 253
do de muchas luces, en faroles cristalinos, y de varias
flores y hierbas, que no sólo hacian hermosura, sino ad-
miración en el modo con que estaba dispuesto. Y i los la-
dos de este tablado, con distancia proporcionada , se fa-
bricaron otros dos, que en el más vecino asistiéronlas se-
ñoras, y en el otro las criadas, trazados con tal arte, que
de ambos se gozaba todo sin embarazar en nada.
Abriéronse puertas á los dos jardines confinantes (1).
En el del Duque de Maqueda, que fué del Patriarca Carde-
nal de Guzman, se pusieron unas enramadas para el efec-
to que se dirá después ; y en el de D. Luis Méndez de
Carrion se fabricó otro muy excelente, por lo que se verá
adelante ; y en lo más escondido de él se eligió parte
donde estuvieron los oficios sin confusión, y fáciles y
prontos para cuanto fueren menester; y por la parte del
Prado se levantaron unos tablados grandes, hechos en tal
forma, que, sin embarazar el jardin, estaba en él, donde ha-
blan de asistir los seis coros de música, y capaces para
hospedar á todos los señores y caballeros que quisiesen
ocupallos, porque á ninguno se dio lugar en la fiesta, por
la circunstancia que se entenderá á su tiempo; y porque
ninguna cosa se embarazase con otra, partió el Conde
el cuidado de cada una de las esenciales de esta ma-
nera:
AI Duque de Medina de las Torres, su hijo^ sumiller
de Corps de Su Majestad, encargó, por lo menos fácil de
perfeccionar y conseguir, las músicas y las comedias, para
que estuviesen prevenidas con puntualidad ; y el mismo
(1) Este de Monterrey esta- tres juntos ocupaban todo el
ba donde ahora San Fermín , y espacio que media entre la Car-
confinaban con él los del Du- rera de San Jerónimo y calle
que de Maqueda (después de de Alcalá, ó sea la extensión del
Villahermosa) y Méndez Carrion salón del Prado,
^hoy de Alcafiices), con que los
254 EL ANTIGUO MADRID.
cuidado del Conde no pudo disponello mejor^ que los obe-
deció el Duque,
Los tablados de la parte de afuera, y el palenque que
se hizo para los coches de Su Majestad y de las damas ^ y
que estuviese todo despejado y prevenido con decencia y
autoridad y encomendó á D, Luis de Haro, su sobrino,
gentil-hombre del Bey, y que ordenase á los músicos los
tiempos á que habian de cantar, para que en ninguno falta-
sen las voceS; y en todo se oyese diferente armenia, qne lo
ejecutó con cuanta diligencia lo trazó el desvelo de su tío.
Las viandas tuvo á cargo D. Diego Messia, marqnés
de Léganos, su primo, gentil-hombre de la cámara de Sn
Majestad y de su Consejo de Estado, comendador mayor
de León y capitán general de la caballería de España,
y con ser tanto á lo que se habia de atender, y tan dificul-
toso la gente con quien se habia de tratar, lo dispuso el
Marqués tan á razón y tan á tiempo, que aun esto pndo
acreditar cuánto en cosas mayores se fía de él el Conde.
La víspera de San Juan fué á comer al jardin la Con-
desa de Olivares para ver si estaba todo tan bien dispues-
to como el Conde lo habia prevenido, y para ajusiallo de
suerte que ni á la comodidad ni á la grandeza faltase
nada de lo imaginado ; y hallando que algunas cosas no
estaban en la perfección que el Conde queria, las hizo pu-
lir y poner de manera que, en la atención y respeto
grande con que ambos sirven al Bey, no les quedó escrú-
pulo ninguno.
Llevó consigo á la señora doña Elvira de Guzman^
hija del Marqués de las Navas, dama de la Reina nues-
tra señora, y estando ya todo en aquel aventajado punto
que deseaba, avisó al Conde que ya podia ir Su Majestad
cuando fuese servido. Adelantóse el Conde al jardin, y do
halló qué enmendar, sino qué agradecer al cuidado de to-
dos, si bien en las mayores prevenciones, aun no lepa*
AP:éKDiC£. 255
recia á su bizarría que estaba bastantemente dispuesto lo
que él quisiera, para que Sus Majestades y Altezas que-
daran perfectamente servidos.
Llegaron los reyes cerca de las nueve de la nocbe, y
salió á recibillos la Condesa, y al punto empezó el coro
de los instrumentos ^ no en aquella armonía que hace más
estruendo que agrado, sino en la suavidad apacible de
flautas y bajoncillos. Entraron por el palenque, y cuando
en el Prado, por donde venian cuanta inmensidad de
gente y coches tiene la Corte , no toparon embarazo nin-
guno, y al instante se hallaron en los mismos cenadores
que habian de ocupar; y continuando la música, se divir-
tieron en ver el adorno y aparato, admirando después de
ello la quietud y soledad del sitio, hallando sólo en él los
que servian, que eran de los muchos criados del Conde los
menos y escogidos para obedecer lo que se les ordenase.
Y antes de ocupar Sus Majestades y Altezas y las damas
sus asientos, les sirvieron á los reyes y sus hermanos
unas bandejillas colchadas de ámbar, y con agua de ella
unos pomos de cristal y lienzos, ramilletes y búcaros, y
á la Reina nuestra señora lo mismo, y en vez de bandeji-
lla, un abano de Italia; y á las damas y señoras de honor
abanos y lienzos mojados en agua de ámbar, búcaros y
ramilletes. Y al punto salieron al tablado las guitarras de
la primera comedia, que la representó Vallejo, y fué la
que escribieron D. Francisco de Quevedo y D. Antonio
de Mendoza, que se llamó Quien más intente medra más,
poblada de las agudezas y galanterías cortesanas de don
Francisco, cuyo ingenio es tan aventajado, singular y
conocido en el mundo (1). Y en habiendo cantado los mú-
(1) Entiendo que esta come- Antonio Mendoza con el título
día puede ser la misma que se de Empeños del mentir,
publicó en las obras de Don
256 EL ANTIGUO MADRID.
sicos, se introdujo por loa una pandorga de la noche de
San Juan , entretenida y alegre, con variedad de instru-
mentos vulgares, Y María de Riquelme, insigne repre-
sentanta^ en pocas y sazonadas coplas dio la bienvenida á
los huéspedes, celebrando sus heroicas partes y virtudes,
en que la más dilatada pluma quedará á deber infinito a
la verdad y a la obligación, agradeciéndoles la honra y
favor que hacian á tan gran criado, diciendo al Rey que
en el celo y amor del Conde, más lo debia en hallarse por
Su Majestad en fiestas que en trabajos ; y pidió que le die-
sen por testimonio que el Conde-Duque se hallaba en al-
guna , porque en la increíble y constante asistencia de los
negocios á que por el servicio de Su Majestad se ha en-
tregado, sin divertirse ni aun á pensar en si mismo, ni en
comodidades ni acrecentamientos de su casa y persona,
pareció no sólo novedad, sino espanto, que el Conde asis-
tiese en fiestas, y ésta, por ser para los reyes, la llamó
suya.
Duró la fiesta dos horas y media, adornada de excelen-
tes bailes, y aunque, por el poco tiempo que tuvieron los
farsantes para estudialla, no se pudo lograr todo el donaire
de la invención y los versos, es sin duda que en muchas
comedias de las ordinarias no se vieron tantos sazonados
chistes juntos como en esta sola ; que en la agudeza de
don Francisco de Quevedo, un solo dia de ocupación fué
sobrado campo para todo.
En acabándose la primera comedia, se levantaron Sus
Majestades y pasaron al jardin del Duque de Maqneda,
donde estaban hechas las enramadas distintas , comoni-
cándose unas á otras y compuestas de muchas flores y
luces : una para la Reina nuestra señora , otra para el Bey
y los señores infantes, y la tercera para las damas, y en
ellas tres bufetes, y en el del Rey un azafate con herre-
ruelo de albornoz noguerado^ largeado de caracoles en-
APÍNDICK. 257
contradoBy hechos de sevillanejas negras y de plata , y por
alamares, unos corchetes de plata de martillo con fajas y
sin forro; sombrero blanco, y por toquilla puntas de plu-
ma nogueradas y penacho pequeño, broquel de cuero de
ámbar y guarnición de plata, y una valona caida con pun-
tas; y para el señor infante D. Carlos, un capote de al-
bornoz pardo, largueado de sevillanejas negras y oro, y
con fajas y alamares de lo mismo ; su broquel de ámbar
con guarnición dorada, y sombrero con puntas y plumas; al
señor Infante Cardenal, albornoz plateado, labrado de sevi-
llanejas pardas en ondas, y alamares y fajas de lo mismo;
sombrero y valona, y el broquel de ámbar guarnecido de
acero pavonado y blanco, y espada pavonada de lo mismo.
£n otro azafate una canastilla de cuero turco, leonado,
con galones de oro, llena de varios dulces para hacer co-
lación ; y otro azafate con búcaros , y una franquera de
plata de diferentes aguas, sin que nadie les sirviese, por
estar menos embarazados.
En la enramada de la Beina, un espejo y un azafate
con nn ferreruelo de lanilla noguerada, largueado de una
forma de labor como ramillos hechos de sevillanejas ne-
gras y plata, y en lugar de alamares, unos corchetes de
plata de martillo; el forro, de tafetán noguerado, presilla-
do de zorzales de plata y seda negra, un manto de gloría
con puntas grandes, sombrero blanco con puntas de plu-
mas nogueradas, orladas de lantejuelas de plata, y el
plumaje con lantejuelas; un puntillo blanco en forma de
lechuguilla ; y no se le tuvo colación aparte, porque quiso
hacella con el Rey y sus hermanos.
En la enramada de las damas habia muchos azafates
con sombreros blancos, partida la falda, y con puntas de
plumas y plumajes airosos pardos, noguerados y negros,
un color en cada uno, y mantos de gloría con puntas, y
puntillos de diferentes maneras, y cuatro canastillas de
II. 17
258 EL ANTIGUO MADRID.
Portugal con los dulces para la colación, frasqueras de
plata y azafates con búcaros ; y para las señoras de honor,
ferreruelo de anafaya, y sombreros negros sevillanos , y
por cairel ribetes de terciopelo negro, los cordones de lo
mismo, levantada la falda con un alamar de lo propio.
Acabada la colación , y entrando con el airoso y de-
cente disfraz que tomaron , salieron Sus Majestades y Al-
tezas y las damas i la segunda comedia; y el Rey nues-
tro señor, y la Beina nuestra señora, de la mano ; el Bey
en valona de puntos sin aderezo , el herreruelo y el som-
brero del color referido, y el broquel en la cinta, y la
Reina con el lierreruele, sombrero y puntillo que estaba
en su azafate, añadiendo á la natural y maravillosa gen-
tileza y hermosura suya todo el aire de bizarría, sin per-
der ninguna parte de la majestad , en que no es menos
señalada que en las demás admirables virtudes y perfec-
ciones que resplandecen en ella. Los señores infantes
acompañándolos en el propio hábito del Rey, siguiéndose
las damas con los ya referidos sombreros blancos, puntillos
y mantos de gloria, sin que lo desusado del traje queda-
se & deber ninguna bizarría al autorizado y real modo
con que se visten ordinariamente, juntando lo que la vul-
gar censura y envidia quiere dividir siempre, que es la
mucha belleza y el buen aire. Y acompañadas de las se-
ñoras de honor, y haciendo reverencia á Sus Majestades y
Altezas, pasaron las unas al puesto primero, y las otras
se quedaron en el que tenian. Y el haber de salir Sus Ma-
jestades y Altezas y las damas en este traje fué cansa que
no se permitiesen á la fiesta 4 los señores y caballeros de h
Corte, ni aun á les criados lucidos y grandes, si bien den-
tro del mismo disfraz se descubría toda la decencia y auto-
ridad de palacio. Y aunque 4 muchos les parecerá nuero
en personas tan soberanas y fuera de su retiro, no tendrán
noticia de las veces que los reyes católicos los hicieron
APÉNDICE. 259
publicar : principes tan señalados en la majestad y me-
sura, como en la prudencia y valor. Y que en el lustre de
su palacio, y en la grandeza con que se criaban en ¿1 las
hijas de los mayores caballeros y señores del reino, nun-
ca les fué comparable ninguno, y aun no recataban que
las damas y galanes se comunicasen y viesen en todas oca-
siones, sabiendo que el decoro y veneración en ellos no
habían menester leyes.
Estando ya sentados todos se empezó la segunda farsa,
que fué la de Lope de Vega , llamándose La Noche de
San Juan, retratando en ella las alegrías, licencias, tra-
vesuras y sucesos de la misma noche, escrita con toda la
gala, donaire y viveza que ha mostrado este maravilloso
ingenio en tantas como ha escrito, en que ninguno del
mundo le ha igualado, y de quien los que agora florecen
en este arte le han aprendido.
Representó al principio una loa suya de apacibles y
extremados versos, en que una villana hablaba con los
reyes y los infantes, celebrando sus heroicas virtu-
des, merecedoras de mayor voz y de ocupar todas las
plumas; y entre otras buenas partes que tuvo, fué ser bre-
ve y elegantemente representada, ayudándose de tres
bailes muy gustosos, compuestos por Luis de Benavente,
persona de gran primor en este ejercicio.
Acabada la comedia con el aplauso que se le debia,
volvieron á cantar los diferentes coros de música, y los
reyes, los infantes y las damas se retiraron á una gale-
ría de ramos y flores , que estaba hecha en el jardín
de D. Luis Méndez, y allí se estuvieron el brevísimo rato
que se tardó en disponer la media noche, poniéndose en
cada cenador una mesa, y junto á ella un escaparate, en
qué estaban frdscos de diferentes aguas de limonadas,
búcaros y vidrios, principios y postres : el bufete de Su
Majestad y sus Altezas en alto ; las mesas de las damas
260 EL AKTIOUO MADRID.
bajas con los mismos aparadores, y á un tiempo se pu-
sieron las viandas en todas, y cenaron , asistiendo al Bey
sólo el Conde- Duque y la Condesa, que ella sirvió la copa
á Sus Majestades , y ól ¿ sus Altezas. Y en los dos cena-
dores distintos en que cenaron las damas, servía en cada
uno sólo un criado del Conde, y otro en el tablado de las
señoras y deudas suyas, que se nombrarán después, sir-
viéndose ¿ un mismo tiempo cinco viandas con abundan-
cia y regalo admirables, y m¿s por la quietud, puntuali-
dad y asistencia, llevándose cantidad de platos á los mú-
sicos y representantes, y á muchos caballeros y señores que
por la parte del Prado los pedian, sin que en los oficios,
y en la mucha gente que los asistian, se oyese una voz ;
que la prevención del Marqués lo trazó de suerte que d¡
fuese necesario pedir ni esperar nada.
Todo el intermedio de la cena fueron alternando los
coros de las músicas en competencia tan apacible, que
tanto por ser de las mejores de España, como por el gas-
to de aventajarse cada una, se señalaron todas.
Acabada la cena, se fueron á poner en los coches que
estaban dentro del palenque, y tan vecinos al sitio en que
cenaron, que sólo una puerta con cuatro escalones les di-
vidia. Entraron Sus Majestades y Altezas en su coche, y
junto á él, con distancia proporcionada para que cupiesen
algunos criados, en medio iba otro con el primer coro de
música, y detras, á caballo, el Conde Duqne y la guarda
sin armas. Siguieron luego los coches de las damas; en
el primero, las señoras doña Isabel y doña Ana María de
Velasco, hijas la primera del Marqués de Fromesta, y la
segunda, del Conde de Siruela; doña Luisa de Benavides,
hija del Conde de Santistéban; doña Luisa Enríqnez,
hija del Conde de Salvatierra ; doña María de Castro, hija
del Marqués de Gobea, y con ellas las marquesas de Vi-
Uareal y Condesa de Santistéban, señoras de honor, y con
APÉNDICE. 261
este coche otro de música, j entre ellos un guarda-damas,
un repostero de camas y la guarda* Y disfrazados en el
traje de ella, algunos galanes, que observando el forzoso
respeto de palacio, iban más acechando que asistiendo.
En el segundo coche de damas, las señoras doña Anto-
nia de Mendoza , hija del Conde de Castro ; doña Mariana
de Córdoba, del Marques de Gnadalcázar; doña Beatriz
de Sayavedra, hija del Conde de Castellar; doña María de
Toledo, del Conde de Santillana ; doña Catalina de Pi-
mentel, del Conde de Benavente ; doña Juana de Armen-
daris , del Marqués de Cadereita, y la Condesa de Castro,
señora de honor, llevando á su lado otro coche de música,
y asistido de los mismos criados.
En el tercero, las señoras doña Ana Bazan, hija del
Marqués de Santa Cruz, y doña Juana Fimentel, del
Marqués de Tabara; doña Jerónima de Mendoza, del
Marqués de Belmar ; doña María Bazan, del Conde de
Santistéban, y doña Ana María y doña Antonia María de
Córdoba, señoras de honor, y otro coche de música con
la misma asistencia.
En el cuarto coche, las señoras doña Inés María de
Arellano, hija del Conde de Aguilar ; doña Bárbara de
Lima, del Conde de Castro; doña Lucrecia Palafox, del
Marqués de Ariza; doña Andrea Pacheco, del Marqués
de Castro-fuerte ; la Condesa de Eril y la Marquesa de
Montealegre, señora de honor y guarda mayor de las da-
mas. Con este coche, otro de música, y tan nivelados y
prevenidos , que, en la muchedumbre y confusión del Pra-
do, no hallaron estorbo ninguno, ni tuvo necesidad la guar-
da de valerse de la forzosa demasía con que despeja y
hace paso en los lugares públicos, ajustado todo por la
prevención de D. Luis de Haro, que ejecutó con suma
puntualidad lo que dispuso y le encargó su tio.
Las señoras embozadas se quedaron en el jardin, que
262 KL ANTIGUO MADRID.
fueron la Duquesa de FriaS; las marquesas del Carpió y
Aleañizas, hermanas del Conde-Duque; las condesas de
Niebla y Alba, las marquesas de Léganos^ de la Puebla
y la Inojosa, primas de los condes-duques; doña Catali-
na Fernandez de Córdoba y Aragón, hija del Duque de
Segorbe y Cardona, mujer de D. Luis de Haro.
Los coches de Sus Majestades y las damas discurrieron
por el Prado, y habiendo dado algunas vueltas, al ama-
necer se recogieron, y siguiéndolos cuantos coches de se-
ñores y caballeros se hallaron en él.
Entraron en palacio tan alegres, entretenidos y gasto-
sos , que pagaron la fiesta no sólo en darse por servidos
de toda, sino celebrándola con el agrado y encarecimien-
to que merecía ; pues cuando no fuera de un criado y mi-
nistro, que entre tantos y tan señalados servicios se la
debieran aplaudir por agradecimiento de todos, ella por
sí misma fué tan admirable y tan llena de cuanto la podo
hacer excelente , que cuando la hubiera hecho el más des-
valido y desayudado, pudiera ser estimada y agradecida ;
y púdose notar en ella, entre tantas cosas tan señaladas,
dos bien singulares : la primera, que al amanecer se des-
cubrió en el jardin tanta gente escondida , que hizo admi-
ración su quietud y su paciencia , pues era forzoso que
para no ser vista sufriese muy estrecho retiramiento; la
otra, que estando el Prado tan vecino, que no le dividía
sino una pared delgada, y asistiendo en él á aquellas ho-
ras cuanta muchedumbre licenciosa v atrevida tiene Ma-
drid, ni con la libertad de la noche, ni con la ansia de ver
la fiesta, en que no era admitida, y envidiando á los pocos
señores que cabian en los tablados, estuvo tan quieto j
respetivo el pueblo, que se mostró bien la reverencia con
que se mira lo real y lo soberano, y cuan de part« estaban
todos de la fiesta y del dueño.
NUMERO 6;
(Manaacrlto contemporáneo.)
Relación de todo lo sucedido en el caso de la Encantación
Benita^ que llaman de San Plácido, de esta corte.
Habiendo heredado joven la corona Felipe IV, era todo
su valimiento el Conde de Olivares, tercer hijo de la casa
de Medinasidonia, con quien tenía gran cabida D. Jeró-
nimo de Villanueva, proto-notario de Aragón y aj- uda de
cámara, todos tres mozos; y con la ocasión de ser el pro-
to-notario patrono del convento de la Encarnación Beni-
ta, unido junto á su casa, estando un dia en conversación
los tres casualmente, dijo que en su convento estaba por
religiosa una hermosísima dama : la curiosidad del Rey y
el encarecimiento del proto-notario dio motivo á que el rey
Felipe quiso verla. Pasó disfrazado al locutorio , donde
D. Jerónimo , como patrono, con su autoridad dispuso el
que la viera.
Enamoróse el Bey ; el Conde con su poder facilitó las
disposiciones, y en fin, todas las noches eran largas las
visitas. No se pudo esconder tanto este galanteo, que no
censurase el convento, y el Rey, encendido con el fuego
de su apetito, no pretendiese atrepellar con todos los
inconvenientes.
Las dádivas y ofrecimientos del Conde, la maña del
proto-notario, la vecindad de las casas, hicieron romper
la clausura por una cueva de la casa del patrono, que dio
264 EIi ANTIGUO MADRID.
paso á ana bóveda del convento ; destinada para guardar
el carbón (1).
La dama religiosa , entre resuelta y tímida, no se atre-
vió á la ejecución de sacrilegio sin dar parte á la Abadesa,
la cual, estrechándose con el Conde y D. Jerónimo, pro-
curó con todo recato el disuadir tal empeño. Los dos, re-
sueltos 4 complacer al Monarca , la respondieron con de-
terminación, á que ella, animosa, la noche que estaba pre-
venida para la ejecución, dispuso en la celda de la dama
un estrado, en cuyas almohadas la hizo reclinar, y á su
lado puso un devoto crucifijo con luces. Entró por la mi-
na , primero D. Jerónimo, dejando en su casa al Rey y al
Conde , y á vista de aquel espectáculo, volvió confuso y
se suspendió la ejecución.
(Aquí hay un párrafo en que supone el autor anónima
que, á pesar de esta suspensión, siguió aquel galanteo y
criminales relaciones por largo tiempo, y continúa : )
No pudo estar secreto en tanta continuación este suce-
so. Los prelados de la religión ^ confusos, averiguaron el
todo : entre el error y el poder vacilaban. En fin, llegó á
noticia del Santo Tribunal todo el caso. Era inquisidor
general D. fray Antonio de Sotomayor, religioso domini-
co, arzobispo de Damasco, confesor del Rey. Éste tuvo
audiencias repetidas y secretas con el Rey, ad virtiéndole
los muchos errores que se habian cometido en el cuento.
Dio Felipe IV palabra de abstenerse de toda comunica-
ción, y que inadvertido se habian hecho aquellas demos-
(1) Esta casa es hoy la sefia- estuvo hasta hace pocos afioasn
lada con el número 8 nuevo de magnifico establecimiento tipo-
la calle de la Madera, propiedad gráfico,
del sefior Rivadeneyra, en la que
APÉNDICE. 265
traciones; pero laégo se lo participó al Conde-Duque para
que discurriese la enmienda.
El Santo Tribunal fulminó causa contra D. Jerónimo
de Villanueva , que en las declaraciones secretas que se
habian tomado resultó culpado, y pasó á prenderle (1).
El Rey y el Conde resolvieron disimular aquella pri-
sión; pero el Conde, receloso no le sucediera algún de-
saire, previno al Rey el riesgo y procuró atajar todo el
cuento.
Lo primero que hizo fué irse una noche á la casa del
Inquisidor General á estar con él, y sin darse por enten-
dido de nada, le puso delante dos decretos del Rey, el
uno en que S. M. le concedia doce mil ducados de renta
con la calidad que hiciese renuncia de la inquisición y se
retirase á Córdoba (que era su patria) luego; y no acep-
tando esto, el otro decreto era echándole las temporalida-
des dentro de veinticuatro horas , saliendo desterrado de
todos los reinos. Aceptó el Arzobispo el primer decreto,
hizo la dejación y se retiró á Córdoba. Estaba por emba-
jador de Roma el Conde de Peñaranda, y empezaba su
pontificado Urbano VIII. Despachó postas el Conde-Du-
que con pliegos al Papa y al Embajador, y dentro de po-
cos dias vino orden muy apretada de Roma para que la
causa original la remitiese la Inquisición á Su Santidad,
cesando entonces las diligencias (2), que se proseguirían
en aquella corte. Obedeció el Santo Tribunal y nombró á
Alfonso Paredes, uno de los notarios del Consejo, para
que pasase d Roma, y en una arquilla cerrada y sellada le
entregaron los papeles.
(1) Fué preso en 30 de Agos- causas originales, sin quedar co-
to de 1644 y llevado á la Inqni- pia, y después de este suceso se
sicion de Toledo, D. Jerónimo. quedan traslados en España.
(2) Entonces se enviaban las
266 EL ANTIGUO MADRID.
El Coude-Duque luego que supo la elección del minis-
tro, lo primero que hizo fué, con todo secreto, sacar su
retrato por un pintor del Bey, de que «e hicieron copias,
y enviar una á Genova al Embajador de España, otra al
Virey de Sicilia, otra al de Népoles y otra al Embajador
de Roma, con órdenes del Bey para que estuviesen con
gran cuidado, y en cualquier paraje donde pudiese ser ha-
llado Alfonso Paredes, cogiesen su persona y se la remi-
tiesen al Virey de Ñapóles con suficiente guardia y gran
secreto, y al Virey que en el Castel del Ovo, castillo muy
fuerte de Ñapóles , le pusiese preso, señalándole congrua
suficiente para su sustentación, y que la arquilla con el
mismo secreto la remitiese al Bey con un cabo de los de
mayor confianza , sin permitir se abriese.
Alfonso de Paredes, con su encargo, se embarcó en Ali-
cante y llegó á Genova , donde desembarcó. El Embaja-
dor, que ya tenía prevenido al Dux mucho antes con las
cartas y el retrato que habia recibido, luego supo su lle-
gada; y pasando inmediatamente á noticiárselo al dux,
aquella noche le prendieron y sacaron de la ciudad por la
via de Milán, cuyo gobernador, que también estaba pre-
venido , le remitió con el mismo recato á Ñapóles, donde
el Virey ejecutó la orden, poniéndole en el castillo, seña-
lándole dos ducatones (1) cada dia para su manutención,
imponiéndole pena de la vida si hablaba ó decia la menor
palabra de quién era ó á qué habia venido, sin permitirle
escribir, y al alcaide hicieron la misma prevención, y asi
estuvo más de quince años que tuvo de vida.
El Virey de Ñapóles remitió la arquilla con un capitán
confidente suyo al Conde-Duque, quien se la llevó al Rey,
cerrada, como habia venido, y sin consentir abrirla, los
dos solos la quemaron en la chimenea del cuarto del Bey.
(1) Son dos reales de á ocho.
APÍNDICK. 267
Ya en este tiempo Labia el Bey nombrado^ por instan-
cias de la reina doña Isabel, por inquisidor general á don
Diego de Arce y Beinoso, y la religión benedictina habia
puesto el más conveniente remedio en la reforma del con-
vento de la Encarnación Benita , siendo desde entonces,
así la cómplice como todas las demás religiosas, un relica-
rio de santidad.
Como la causa no llegaba á Boma (no obstante que se
susurraba todo el cuento), el proto-notario se estaba preso
en Toledo, adonde le hablan llevado desde el principio :
hacían diligencias sus parientes : el Bey y el Duque di-
simulaban, pasando en esta suspensión más de dos años.
Escribieron cartas por el Inquisidor General á Boma, y
el Conde de Oñate se estrechó con el Papa, quien también
disimuló, dejándolo todo en silencio, con que el Inquisi-
dor General, de su rnotu propio, dispuso que en la sala de
la Inquisición de Toledo, delante de los inquisidores y se-
cretarios, convocados el guardián de San Juan de los Beyes,
el prior de San Pedro Mártir, el prepósito de la casa profesa
de Toledo, el comendador de la Merced, dos canónigos de la
santa iglesia y el priordel Carmen, saliese D. Jerónimo de
Villanueva á la sala en cuerpo y sin pretina, sentado en un
taburete raso , sin leerle causa, fuese gravemente repren-
dido por el guardián de San Francisco , sin declarar la
causa, diciendo haber incurrido en casos de irreligión,
sacrilegios y supersticiones, y otros pecados enormes, por
donde habia sido incurso en la bula de la Cena; y que por
usar de misericordia el Santo Tribunal le absolvía de to-
do, con la calidad de que por un año ayunase los viernes,
no entrase en el convento de las monjas, ni tuviese comu-
nicación con ninguna, y repartiese dos mil ducados de li-
mosna, con intervención del padre prior de Atocha, y de
todo esto se dio testimonio por el secretario del secreto, y
fué suelto. Volvióse á su casa y empleos con orden pre-
268 EL ANTIGUO MADRID.
cisa del Rey de que nunca le hablase^ ni al Conde- Duque,
nada de este suceso.
Así tuvo fin un tan singular escándalo^ que causó tan-
tos disturbios.
A un hijo que dejó en España Alfonso de Paredes le
dio el Rey empleo decoroso, con que se mantuvo con toda
decencia.
A este suceso se añade por tradición la circunstancia
de que, muerta la monja Margarita, la Priora obtuvo del
Rey la donación del reloj que aun existe y que al dar la
hord repite los clamores á difunto.
NUMERO i:
Catálogo de los corregidores de Madrid desde el año
1219 hasta el 1766, fonnado con vista ds los documentos
del mismo archivo y de lo que consta en varios autores im~
presos y manuscritos^ por el corregidor D. José Antonio
de Armona , y continuado luego hasta el dia.
SIGLO XIII.
1.^ — Por el año 1219 consta que era Justicia ma-
yor de Madrid Rodrigo Rodríguez , y no
hay continuación de este siglo en el ar-
chivo 1219
SIGLO XIV.
2.** — Consta que en el año 1339 gobernaban la
villa los dos estados, noble y general. . 1339
3.** — Consta igualmente que en el año 1346 se
nombraron regidores para su gobierno por
el rey D. Alfonso el Onceno, que celebró
cortes en Madrid , siendo regidor Fran-
cisco Lujan 1346
SIGLO XV.
4." — Juan de Araco, asistente el año de. . . . 1458
5.** — Diego de Valderrábano, asistente en.. . • 1465
270 EL ANTIGUO MADRID.
6.® — Diego Cabeza de Vaca, asistente en 1472, y
desde este tiempo cesaron los alcaldes or-
dinarios, nombrando un corregidor y un
teniente letrado para los pleitos y causas
que ocurrieren 1472
7.° — Fernando Gómez de Ayala, fué nombrado
corregidor en el año de 1473
8.® — Juan de Bobadilla, en 1477
9.® — Alonso de Heredia, en 1479
10. — Rodrigo de Mercado, en 1481
11. — Juan de Torres, en 1483
12. — Antonio García de la Cuadra, en. . . . 1484
13. — Alonso del Águila, en 1485
14. — Juan Pérez de Barradas, en 1487
15. — El doctor Pedro Suarez de Frias, el mismo
año de 1487
16.— Tristan de Silva, en 1491
17. — Juan de Valderrama , en 1492
18. — El licenciado Cristóbal de Toro, en. . . . 1494
19. — Alonso Martínez de Ángulo, en 1499
SIGLO XVI.
20. — El licenciado Lorenzo de Maldonado, en. . 1503
21. — Don Pedro Velez de Guevara, en. .. . . 1506
22. — Sancho Pérez Machuca, en 1508
23. — Francisco de Kero, ep. , , 1510
24. — Pedro Vaca, el mismo año de 1510
25. — Don Pedro Conrella, en 1514
26. — Don Alonso de Castilla, en 1516
27. — Don Juan de Guevara, en 1518
28. — El licenciado de Astudillo, en. .... 1520
29.— Don Martin de Acuña, en 152^1
APÉNDICE. 271
30. — Juan Manrique de Luna, en 1522
31. — Don Pe^ro Ordoñez de Villaquirán, en. . 1528
32. — Antonio. Vázquez de Cepeda, en ... . 1531
33. — Pedro de Quijada, en 1535
34. — Marcos de Barrionuevo, el mismo año de. 1535
35. — Don Sancho de Córdoba, en 1537
36. — Doctor Suareís de Toledo, en 1540
37. — Pedro Nuñez de Avellaneda, en ... . 1541
38. — Licenciado Antonio de Mena, en. ... 1543
39. — Don Alonso de Tovar, en 1544
40. — Licenciado Alfaro, en 1547
41. — Don Juan de Acuña, en 1548
42. — Licenciado Céspedes de Oviedo, en. . . . 1551
43. — Licenciado Arévalo, en. . ..... 1557
44. — Rui Barba Coronado, en 1559
45. — Don José de Beteta, en 1561
46. — Don Francisco Argote, el mismo año de. . 1561
47. — Don Ruiz de Villaquirán, en 1563
48. — Don Francisco de Sotomayor, en. . . . 1565
49. — Doctor Fernia, en 1567
50. — Don Antonio de Lugo, en 1569
51. — Don Lázaro de Quiñones, en 1573
52. — Licenciado Martin de Espinosa, en. . . 1575
53. — Luis Gaitan de Ayala, en 1579
54. — Don Alonso, de Cárdenas, en 1583
55. — Luis Gaitan de Ayala, segunda vez, en. . 1587
56. — Don Rodrigo de Ayala, en. «... . 1592
57. — Mosen Ruiz de Bracamente, en. ... 1599
SIOLO XVII.
58. — Licenciado Silva de Torres, en. . . . . 1602
59. — Don Gonzalo Manuel, en. . ., ,, 1607
272
EL ANTIGUO MADBID.
60.-
61.-
62.-
63.-
64.-
65.-
66.-
67.-
68.-
69.-
70.-
71.-
72.-
73.-
74.-
75.-
76.-
77.-
78.-
79.-
80.-
81.-
-Don Pedro de Gazman,en 1612
-Don Francisco de Villasis, en 1618
-Don Joan de Castro y Castilla, en. . • . 1622
- Don Francisco de Brizuela j Cárdenas, en. 1625
-Don Ñuño de Mojica, en 1630
-El Conde de Revilla, en 1634
-Don Juan Antonio Freile de Arellano, en. 1638
•Don Francisco Arévalo de Zuazo, en. . . 1641
-Don Alvaro Queipo de Llano y Valdés, en, 1647
El Conde Torralba, en 1649
-El Vizconde de la Lagaña, en ... . 1650
•El Conde de Cobatillas, en 1652
Don Alvaro Queipo de Llano y Valdés , se-
gunda vez , en 1654
•Don Martin de Arrese Girón, en. ... 1657
■El Marqués de Casares, en 1659
Don Alonso de Navarra y Haro, en. . . . 1664
Don Francisco de Herrera Enriquez (el
primero de Carlos II), en (1). . . . 1666
Don Baltasar de Bivadeneira, en. . . . 1672
Don Francisco Herrera Enriquez, segunda
vez, en 1678
El Marqués de Ugena, en 1679
El Marqués de Camposagrado, en. . . . 1682
El Marqués de Valhermoso, en. ... . 1683
(1) Este corregidor Herrera
publicó un bando en Madrid
para el primer alumbrado de las
calles y plazas por la noche. Don
Juan de Austria, hermano de
Carlos II, mandaba en 1668,
y quiso hacer lo mismo que
Luis XIV hizo en París por
aquel tiempo. Fué á costa de
los vecinos y asi duró poco.
Don Juan de Austria , que mu-
rió en 1679, no tuvo tiempo
para acabar de establecer el
proyecto, que, por otra parte,
fué bien murmurado y muy
mal recibido del vecindario po-
bre de Madrid.
APIÉNDICE.
273
82. — Don Francisco Ronquillo, en 1690
83. — El Conde de Arco y Guaro, en 1694
84. — Don Francisco de Vargas y Lezama, en. . 1697
85. — Don Francisco Ronquillo, segunda vez, por
causa del tumulto de 169Q
(o
r^
SIGLO XVIII.
86. — Don Fernando Matanza, en 1703
87. — Don Alonso Pérez de Saavedra y Narvaez,
Conde de la Jarosa, en 1707
88. — Don Antonio Sanguineto y Zayas, en. . . 1710
89. — El Conde la Jarosa, segunda vez, en. . . 1713
90.— El Marqués de Vadillo, en 1715
91. — Don Martin González de Arce, en. . . . 1730
92. — El Marqués de Montalvo, en 1731
93. — El Conde de Maceda, góbeimador político y
militar y por el Sr. D. Fernando VI (nue-
va forma, que duró poco), en 1 746
94.— El Marqués del Rafal (1), en Noviembre de. 1747
95. — Don Francisco de Lujan y Arce , corregi-
dor m 1758
96. — Don Alonso Pérez Delgado 1765
97. — Don Andrés Gómez de la Vega, intendente
(1) El Marqués del Rafal fué
el primero en quien se reunie-
ron las tres judicaturas que han
gozado y gozan hoy sus suce-
sores. Esto es : la de corregidor
de Madrid, superintendente ge-
neral de sisas reales y munici-
pales, y juez protector y priva-
tivo de todos los teatros, cómi-
n.
eos y representantes de Espa-
ña. Antes estuvieron repartidas
en tres ministros diferentes.
Esta reunión provino de la no-
vedad que se hizo en Madrid
para establecer el gobierno del
teniente general Conde de Ma-
ceda.
18
274 EL ANTIGUO MADRID.
general de ejército del reino de Valen-
cia, en 1776
98. — Don José Antonio de Armona y Murga, in-
tendente general de ejército del reino de
Galicia, desde 12 de Enero de 177 ?• Es
corregidor actaal y ha formado este catá-
logo, por no haberle hasta ahora.
(Hasta aquí el catálogo, formado por el corregidor Ar-
mona, que falleció en 23 de Mayo de 1792. Puede con-
tinuarse en los términos siguientes : )
Don Juan de Morales Gnzman y Tovar,
por los años 1 792
Don José Urbina, en 1803
Don José de Marquina y Galindo lo era en. 1805
Don Pedro de Mora y Lomas lo era en. . 1808
Don Dámaso de la Torre lo era en. . . . 1810
Don Manuel García de la Prada, en. . . . 1811
Don Magin Ferrer, en 1812
Don Pedro Sainz de Baranda (1), en. . . 1813
El Conde de Motezuma, en 1814
Don José Manuel de Arjona, en 181 íí
(De 1820 á 1823 no hubo corregidores, y
en su lugar regian los alcaldes constitu-
cionales.)
Don Joaquín Lorenzo Mozo, en 1823
Don León de la Cámara Cano, en. . . . 1824
Don Tadeo Ignacio Gil, en 1828
(1) Este respetable patricio 1813, y en 1820, al restableci-
mereció ser aclamado por cor- miento de la Constitución. —
regidor, alcalde ó régulo ma- £n todas ellas prestó gran ser-
drilefío en tres ocasiones solem- vicio al vecindario, y en 1823
nes : á la primera y segunda sa- fué también jefe político de
lida de los franceses, en 1812 y Madrid.
APÍNDICB. 275
Don Domingo María de Barrafon, hasta 1833. 1833
El Marqués de Falces, en 1834
Don José María Galdeano, en 1835
El Marqués de Pontéjos, en 1835
(En 1836, con el restablecimiento de la
Constituoíon de 1812, se suprimió el car-
go de Corregidor, que á la sazón desem-
peñaba tan dignamente el Marqués viu-
do de Pontéjos, y quedaron encargados
los Alcaldes constitucionales, renovados
anualmente.)
El Marqués de Peñaflorida, en 1845
El Duque de Veragua, en 1846
El Marqués de Someruelos, en 1847
El Conde de Vista-hermosa, en. ... . 1847
El Marqués de Santa Cruz, en 1848
Don Luis Piernas, en 1849
El Conde de Quinto, en 1853
El Duque de Alba, en 1857
Don Cérlos Marfori, en 1857
El Duque de Sexto, en 1860
El Duque de Tamámes, en 1862
El Conde de Puñonrostro, en 1863
El Conde de Belascoain, en 1864
El Conde de San Saturnino, en 1864
El Marqués de Villaseca, en 1865
El Marqués de Villamagna, en 1866
El Marqués viudo del Villar, en 1869
(En 1868 quedó suprimido el cargo de
Corregidor, y desde entonces continúan
los Alcaldes.)
NÚMERO 8
En el texto de nuestra obríta , hablando del origen de
los nombres de algunas calles y sitios de Madrid, hemos
citado varias veces el nombre del poeta madrileño J9. 37-
colas Fernandez de Moratin , y por lo tanto , y por ser
poquísimo conocida y no estar inserta en la colección de
sus poesías , nos parece oportuno insertar aquí la compo-
sición poética de aquel autor á que aludimos.
Es un discurso ó elegía, como él la denomina, que
leyó en la junta general de la Sociedad Económica Matri-
tense en 24 de Diciembre de 1779 (cuatro meses antes de
su fallecimiento), con motivo de la solemne distribución
de premios á las discípulas de las cuatro escuelas patrió-
ticas sostenidas en esta villa por la Sociedad; y apro-
vechando esta ocasión el buen Flumisho Thennodonm-
co (1), que nunca dejaba escapar ninguna de encomiar á
Madrid, se dejó llevar de su entusiasmo patrio y de sn
imaginación apasionada y poética, y consignó en el cm^
de su peroración todas las tradiciones, todas las consejas
más ó menos vulgares de las antigüedades ú orígenes de
esta villa, explicándolas á su modo con notas que él mis-
mo puso con igual criterio.
Ni dichos recuerdos tradicionales, ni su expresión poé-
tica, ni sus notas, valen gran cosa, ni prueban más qne
el afecto de Moratin á su patria; pero creemos no severa
con disgusto en esta ocasión la parte principal que entre-
sacamos de dicha larguísima elegía y que hace referencia
al asunto de nuestros paseos.
Después del introito, en que encarece la solemnidad
del acto de la distribución de los premios, verificada en
(1) Con este nombre era co- como su célebre hijo D. Lean-
nocido entre los Arcades de dro con el de Inarco CeUnio.
Boma D. Nicolás Moratin, asi
APÉNDICE. 277
las salas del Ayuntamiento, con asistencia del Cardenal de
Lorenzana, el presidente Conde de Campománes, el cor-
regidor Armona y otros ilustres personajes , llega á tra-
tar de las niñas madrileñas premiadas por sns labores^ y
continúa :
No creeré que eran ninfas de otra tierra
Las que hicieron los dioses animales ,
Y á las diosas con celos cruda guerra ;
Sino nacidas junto á los umbrales (1)
Que el rey León de Armenia un tiempo habita,
Con pozos de agua dulce y pedernales;
Donde reina el esmero y exquisita
Discreción y lindeza cortesana ,
Con fuerza que arrebata y precipita.
No hechizos dieron en la edad anciana
Las de Tiro y Sidon (2) más halagüeños,
Ni hoy belleza de Persia ó georgiana.
Si esto juzgáis de la pasión empefios,
Conf esadlo , extranjeros , abrasados
Al volcan de los ojos madrileños.
Mas tales dotes, aunque no negados,
No admiran tanto al carpetano río
Como el verlos tan bien aprovechados.
Pues sin virtud es todo desvario ;
¿ Ni de qué sirve cuanto acopia el cielo
En los mortales con influjo pío?
La virtud , el trabajo y patrio celo
Movieron á las niñas inocentes
A la contienda y laborioso duelo ;
Vinieron de los barrios diferentes
De Mantua y emperatriz de entrambos mundos,
Reina augusta y señora de las gentes.
(1) El rey D. Juan el Prime- á costa de las investigaciones y
ro cedió esta villa al rey don desvelo de nuestro socio el se-
León de Armenia, año de 13 3. ñor D. Juan Pablo Cañáis, se-
(2) Ciudades de Fenicia, fa- gun consta de las memorias que
mosa por la púrpura, dihapha^ ha publicado, como Director ge-
restaurada este año en España neral de tintes del Reino.
278 EL ANTIGUO MADRID.
Vinieron con semblantes pudibundos
Las que habitan el austro, donde (1) lava
Los píes el agua de árboles fecundos.
Ninguna de éstas fué del ocio esclava;
Y antes que suba á la piadosa escuela,
Diestra en tejer cordones , los acaba.
Ni las que miran de justar la tela
Faltan, ni las que están hacia los juegos (2)
De Rufina y Campillo de Manuela.
Desde allí hasta la Cuesta de los Ciegos ,
Y la calle (3) á quien dieron nombradla,
Perdida Rodas , fugitivos griegos.
Las que el cristal del Ave de María
Beben muy puro en misteriosa (4) fuente ,
Las de la nueva y vieja Moreria.
También vosotras, que el Salitre (5) ardiente
Veis destilar en el reciente hornillo
Y los baños de fábrica reciente.
De la huerta del Bayo y del Cerrillo
Vienen, y del corral de las Naranjas,
Y del moro Alamin (6) , y hoy Alamillo.
Estas saben tejer flecos y franjas ,
Obra morisca , y saben que el juzgado
Suyo allí estuvo, entre el arroyo y zanjas.
Tú, Labrador (7) divino, que has sacado
De la Almudena el agua á maravilla,
Como el trigo en su cubo reservado :
Enviaste de tu calle y la Vistilla
Niñas honestas, en virtud iguales ,
Y de los Torrejones (8) de la Villa.
Ni holgaron con el fresco en sus portales
Las que de San Cebrian la antigua (9) ermita
Buscan en tomo y no hallan las señales.
(1) Barrio de Lavapiés. (6) Allí estuvo el Alamin ó
(2) Junto á las monjas trini- tribunal de los moros,
tarias. (7) San Isidro.
(3) Calle de Rodas. (8) Junto á San Francisco.
(4) Fuente del Ave María. (9) Entre San Sebastian y
{5) Nueva fábrica de salitre. Santa Cruz.
APÍNDICK.
279
Ni del ciego Alcorán ven la mezquita (1),
Que ya el Apóstol Príncipe mejora ,
Ni del maese Hazan (2) la obra exquisita.
También llegaron á la primer hora
Las del cerrillo (3) de la Cruz, que atruena
Con ridicula farsa, que desdora.
Y de la plazoleta donde suena
Solo el nombre de Ángel (4), que es segura
Menos que aire la fábrica no buena.
Las de la fuente (5) que condujo el cura
De Colmenar, se ofrecen placenteras ,
Y de la calle (6) que por tesón dura.
Y de la de las Conchas (7) ó Veneras,
Con su casa hospital de peregrinos,
Pues no hay vagas hipócritas romeras.
£1 profundo arenal (8), que dio caminos
Al agua y dio llanuras , que no habia ,
Tragando en si los cerros convecinos ,
Es ya calle que niñas mil envia,
Y es casa (9) de doncellas laboriosas
La que lo fué de vil mancebería.
Dos calles (10) remitieron presurosas
De sus Pueblas las castas inocencias ,
Y tres cavas (11) sus hijas oficiosas.
Y el pretil y escarpadas eminencias
Del Castillo (12) y Estudio, porque el moro
(1) Hoy parroquia de San Pe-
dro.
(2) Sólo se conserva en la
Latina una escalera y la puerta
de este arquitecto moro.
(3) Hubo allí sobre un cerri-
llo una cruz, que dio nombre al
corral ó teatro.
(4) Hubo allí ermita del Án-
gel de la Guarda.
(5) Fuente del Cura.
(6) Calle de Aunque 08 pese j
por las disputas que hubo sobre
vender el terreno.
(7) Casa de las Conchas, que
fué hospital de peregrinos.
(8) La calle del Arenal se
terraplenó con lo que desmon-
taron de la de Jácome Trezzo y
otras.
(9) En la calle de Toledo.
(10) Calles de la Puebla.
(11) Alta y baja de San Mi-
guel.
(12) Donde hoy vive el Mar-
qués de Tolosa, plazuela de Re-
beque y parroquia de San Ni-
colás.
280 EL ANTIGUO MADRID.
Te llamó, ;oh Maderít! Madre de Ciencias,
Presentaron sos niftas con decoro,
Que se admiran de oir en su barriada
Cómo retumba el cóncavo sonoro;
Y es que allí la alcazaba torreada
ün tiempo fué del moro, y el cristiano
Con minas (1), silos, cuevas y escapada,
Que duran á pesar del tiempo cano,
Y cuatro torres (2) en la casa antigua.
Obra Real á estilo castellano.
Moslema (3) tuvo habitación contigua,
Sabio astrólogo moro, en Mageríto,
Que los hados futuros averigua.
Entre cercas de fuego en tal distrito
Al Rey (4) hallaron los embajadores
Sobre un león, con ánimo inaudito.
Y por el aire y situación mejores
Luego en la torre (5) de Hércules, robusto
Palacio deja que el dragón (6) explores.
Y Carlos Quinto, emperador augusto,
La dio su nombre, y el que vive y viva
Desde ella manda con imperio justo.
Decidiendo con rayo ó con oliva
De la suerte del orbe, y los mortales
Al universo que en su apoyo estriba.
Las que junto á las termas (7) minerales
Que tuvo Magerít antiguamente
Con pilas de fogosos pedernales.
Viven, dejaron el metal luciente,
¡ Oh calle (8) rica! que del trasmierano
Herrera ves la Segoviana puente.
(1) Hay allí profundas minas luego se llamó de Carlos Quinto,
y escapes. es la del Parque en Palacio.
(2) Distintivo de casa Real. (6) Armas antiguas de Ma-
(3) Moslema, natural de Ma- dríd.
drid en tiempo de moros, ^t- (7) Debajo de donde hoy es
bliút Arab, Hutp, casa de los Consejos.
(4) Don Juan el II, como lo (8) Calle de Segovia y casas
dice Juan de Mena. de Moneda.
(5) La torre de Hércules, que
APÉNDICE. 281
Y vinieron también del altozano,
Que fué Campo del Rey y su Annería
Y del portón dé Balnadú (1) africano.
No las detuvo la alta valentía
Del gran palacio, ni la nueva (2) puerta
De Castilla, sus fuentes y ancha vía.
Ni el justo elogio dejará encubierta
La virtud de vosotras, que habitando
Junto al Pozacho (3) trabajáis alerta;
Ni la que ve que ya no están manando
Los Caños del Peral, antiguamente
De Perailo, queda en ocio blando;
O las que labran junto la eminente
Atalaya deshecha, que á su calle
Nombran de £spejo (4) equivocadamente.
Ni á las que aparta el legamoso valle
De Legan itos con su alcantarilla
Ya llana (5), teman que mi verso calle.
¡ Oh monte espeso de la ursaria villa,
Quinta del rey don Pedro, donde yace (6)
La luz del candilejo de Sevilla I
Tu gran barriada, que aftadir le place
Al Segundo Filipo en anchurosas
Calles que forma y mil cruceros hace.
Envió nifias honestas y hacendosas.
Que hacia el Ártico Polo están mirando
Al Dragón enroscado (7) entre las Osas.
Ni dejarán mis versos de ir loando
Las que, hechas las hazañas de su casa.
De Maravillas (8) vienen en fiel bando,
Y del Barquillo, término (9) que pasa
(1) Puerta de Balnadú á la mo señor D. Manuel Ventura
calle del Tesoro. Figueroa, gobernador del Con-
(2) Obras suntuosas del Rey sejo.
nuestro señor. (6) En el convento Real de
(3) Á la calle de los Tintes. Santo Domingo.
(4) Speculum, hoy del Es- (7) Constelaciones celestes,
pe jo. (8) Barrios de Madrid.
(6) De orden del excelentisi- (9) Fué de Vicálvaro.
282 EL ANTIGUO MADRID.
De Vicálvaro al tuyo, que algún dia
; Oh patria humilde ! en tierra fuiste escasa.
Aguardad, que ya va la musa mia
A celebrar las de la Red (I), en donde
£1 ganado en un tiempo se vendia.
Ni en silencio pasarte corresponde,
Gran (2) calle, andén de Olivo jebuseo,
Que hoy tanta regia máquina le esconde.
Tus hijas llegan con feliz deseo.
Que ven venir el sol del claro Oriente,
Las damas de los toros y el paseo.
Ningún precepto hará que yo no cuente
A las que suben de la Redondilla (3) ,
De mil ninfas verjel antiguamente ;
Porque en el tiempo que ensanchó la villa,
Y fundó el monesterio (4), edificado
Del rio al paso en la juncosa orilla,
El Cuarto Enrique en el antiguo Prado
Hizo ruar las damas muy galanas,
T allí su caballero amartelado;
Ellos en potros y ellas en lozanas
Muías con sus gualdrapas, andariegas,
Y con sillas, jinetas y rudanas.
Mas aunque ¡ oh tiempo ! todo lo trasiegas,
No evitarás por mi ser alabadas
Las de otras calles, cuyo autor no niegas :
De Jácome de Trezzo (5) y las barriadas
De Juanelo, del de Alba, del Bastero,
De las Urosas y las Maldonadas.
Muchas vienen también del Mentidero (6)
De las damas, plazuela de Moríana,
Heras de San Martin, que fué primero.
i^os Fúcares de Genova (7) y la anciana
(1) Red de San Luis. nimo, que Femando el Católico
(2) Calle de Alcalá ; antí- trasladó á donde hoy está,
guamente olivares. (5) Calles de estos nombres.
(3) Aquí ruaban en tiempo (6) Hacia la calle de las
de Enrique IV, como ahora en Huertas.
el Prado. (7) Calles de estos nombres.
(4) El convento de San Jeró-
APÉNDICE. 283
Permisión de los Francos, y de Oriente
La A bada horrenda ó elefante indiana,
Dan á sus calles nombre permanente,
Que hoy le afirman las niñas sus vecinas
Con el de los Octoes (1) juntamente.
Y las que llenan alcarrazas finas
De agua en Puerta Cerrada y de Toledo
En la calle, San Juan y Cuatro Esquinas.
Suplid, señores, que olvidar no puedo
De Atocha la ancha entrada, y la pequeña
Calle del Niño, en que vivió Quevedo.
Ni la oculta plazuela (2) , cuya lefia
Allí trajeron mil carreterías,
Como el nombre en la calle nos lo enseña.
Los comuneros y turbados dias
Por aquí vieron de la villa el foso
Contra la rebelión y tropelías;
Después, siguiendo el tiempo belicoso,
El gremio la ocupó de broqueleros (3) ;
Ya no usamos adorno tan honroso.
Las madres, que habitando en los cruceros
De la Puerta del Sol ven el gentío.
Estruendo y confusión de forasteros,
No dejaron criar á su albedrío
Sus hijas, que labores divertidas
Hoy de aspirar al premio tienen brío.
No seréis en mis versos omitidas
Las que de Santa Cruz en clara fuente
Laváis manos en lana entretenidas.
Hubo aquí gran laguna antiguamente
De Lujan, del Vicario aquí la audiencia,
Hoy la torre soberbia y eminente.
Del alto capitel y la eminencia
Se ven llegar las niñas sin castigo,
Se admira sin los años la prudencia.
(1) San Miguel de los Octoes, (3) Los fabricantes de bro-
ú ocho hermanos. queles vivían en la calle de las
(2) Plazuela de la Leña y Carretas, aun en tiempo de
calle de Carretas. Carlos IL
284 EL ANTIGUO MADRID.
Desde el piadoso (1) albergue del mendigo
Al altillo de Losa, y hasta donde
Gil Imon (2) de la Mota abrió postigo.
Y en fin, la muchedumbre que se esconde
En esta regia Babilonia hispana,
Al superior influjo corresponde.
El blando lino, la preciosa lana,
Que al refino Melendez (3) fué tarea,
Y en Segovia amarró (4) la nota indiana;
La hebra que al espadar más hermosea,
Dada al desgargolar de los viciosos
Cafiamares, que huelen á ajedrea.
Fueron los materiales : con ansiosos
Impulsos, y una y otra lo arrebata,
Pone el copo con actos bulliciosos.
La sefia espera á su deseo grata,
Y en sendos tomos que en la sala habia
£1 ímpetu de todas se desata.
AUi se ve el afán y la porfía.
La noble emulación, y volteando
Los rodetes sonar con armonía.
La mano, el pié, la vista, el dedo blando,
El brazo, el pecho casto y anhelante,
Sin tregua ni descanso trabajando ;
Cual enjambre de abejas susurrante
Que en la fuente (5) Locaya á las riberas
Del Arlas (6) liba el toronjil fragante.
No hay doncella laconia á quien pudieras
Comparar su virtud hilando lana.
Que en púrpura dos veces la tifieras.
Así serian en la edad anciana
Del buen Gracian (7) Ramírez ambas hijas,
Que amparó la de Atocha Soberana.
(1) El Real Hospicio. (5) Fuente Locaya, en la Al>
(2) Fiscal del Consejo. carria, junto á Pastrana.
(3) Paño refino de Melendez, (6) Arlas, riachuelo que entra
insigne fabricante antiguo de en el Tajo.
Segovia. (7) Caudillo de Madrid en
(4) La flota esperaba hasta tiempo de moros.
que Segovia enviaba sus paños.
APÉNDICE. 285
Ellas insisten al trabajo fijas
Con tesón incansable porfiado,
Acusando las horas de prolijas.
Quien al brazo español ha sindicado
De lento, admire, y su opinión desmienta,
O á otra causa lo achaque, si ha acertado;
Que ya mi tropa femenil contenta
Dio fin á la carrera comenzada,
Y intrépida, aimqüe honesta, se presenta;
De amantes curadores escoltada.
Viene con su labor por la corona
Tan dignamente en tal edad ganada.
De la ancha plaza el término abandona,
De doña Nucía el pozo (1) atrás dejando.
Que de Isidro los méritos pregona. •
El gremio virginal camina entrando
Ya por la puerta de Guadalfajara,
Por do entró Alfonso (2) á hollar el moro bando.
No fué mayor la grita y algazara,
Cuando á su Rey sirviendo generoso.
Entró á alzar el pendón en su almenara,
Y á ser primer alcaide (3) valeroso
Con Babieca y Tizona relumbrante
Rodrigo de Vivar, el Victorioso.
La hermosura pueril sigue adelante;
La preciosa arte de la platería
La rinde al paso el oro y el diamante.
Llegan al atrio, en que (4) se reunía
El Reino en Cortes, y se amenazaba
Al bárbaro poder de Andalucía.
Torre (5) que vio la majestad esclava.
Dejan ; oh patria I y suben al asiento
Donde el concurso amplísimo esperaba.
(1) En la calle Mayor, en el (3) El Cid fué su primer
portal de San Isidro, por haber alcaide.
hecho el Santo allí un pozo. (4) En la Lonja de San Sal-
(2) Alfonso VI ganó á Ma- vador se celebraron Cortes,
dríd por la puerta de Guadala- (5) En la casa de los Lujanes,
jara, año de 1083. donde estuvo Francisco I.
286 EL ANTIGUO MADKID.
Osténtase el magnffíco aposento
En el alcázar (1) de Madrid la Ursaría,
Que terrones (2) de fuego es su cimiento, etc.
Aquí, pintando el acto de la distribución de premios,
concluye con lisonjeras alabanzas al Bey^ á la sociedad y
á los magnates que lo presenciaban.
(1) Casas de Ayuntamiento (2) Por fundarse sobre pe-
de la villa, demal.
FIN.
ÍNDICE DEL TOMO SEGUNDO.
Páginas.
TERrERA AMPLIACIÓN (SlGLO XVl) 1
XI. Las Vistillas de San Francisco 4
Carrera de San Francisco y calle de Don Pedro id.
Capa de Villafranca 5
— del Infantado id,
— de Osuna id.
San Francisco el Grande 6
Callee del Humilladero y Calatrava 9 y 10
Hospital de la Orden Tercera 10
La Virgen de la Paloma. . . * id.
Nuestra Señora de Gracia 11
Los Irlandeses id.
Plazuela de la Cebada id.
Calle Baja de Toledo 12
Matadero 13
Albergue de San Lorenzo 14
Puerta de Toledo id,
XII. El Rastro y la Inclusa 15
Plazuela del Rastro 16
Rivera de Curtidores 17
Calle de Embajadores 18
San Cayetano id.
Colegio de la Paz 19
Fábrica de Tabacos 20
288 ÍNDICE.
PAglnai.
El Casino 20
La Inclusa 22
Escuela Pía id.
Xin. El Lavapiés 25
La Manolería id.
Calle Real de Lavapiés 27
Hospital de San Pedro 28
Parroquia de San Lorenzo id.
Los barrios bajos id.
El manólo 32
La manóla 33
Calle de Santa Isabel / . . 35
Casa de Feman-Nuñez 36
Colegio de Santa Isabel id.
•
XIV. El Hospital y las Huertas 36
Plazuela de Antón Martin id.
Hospital de San Juan de Dios 37
Hospital de Monserrat id.
Fuente de Antón Martin 38
Calle de Atocha id.
Los Desamparados. 39
Beaterío de San José * id.
Kecogimiento id.
Agonizantes id.
Hospital general id.
Bemardino de Obregon , noto id.
Facultad de Medicina 42
Real Platería. id.
Calle de Fúcar ó de Fúcares 43
Calle del León id.
Nuevo Bezado id.
La Mesta 44
El Mentidero de los representantes id.
Nuestra Señora de la Novena id.
Comediantes antiguos y modernos 45
Calle y casa de Cervantes , y noto id.
Casa de Lope de Vega , y nota 47
f]^iCE. 289
PágiDM.
Casa y calle de Quevedo 50
— en qne nació Moratin id.
Calle de Cantarranas (hoy de Lope de Vega) 61
Las Trinitarias y Sepultura de Cervantes id.
Jesús Nazareno 55
San Antonio del Prado id.
Santa Catalina 56
Estatua de Cervantes id.
xy. El Prado Viejo 57
Nuestra Señora de Atocha 58
Gracian Rarairez 59
Convento de Atocha 60
Prado de Atocha 61
Prado de San Jerónimo 62
San Jerónimo 66
Prado de Recoletos 67
Kecoletos 68
El paseo del Prado id.
XVI. liinea centro oriental* Entre el Prado y la
Puerta del Sol 70
Palacio del Duque de Lerma 72
— de Villa-Hermosa 73
Casa de la Marquesa del Valle 75
El Espíritu Santo id.
Palacio del Congreso id.
Santa Catalina 77
Palacio de Hijar id.
Los Italianos 81
Monjas de Pinto id.
Otras casas de grandeza 82
Calle de Peligros (Sevilla) 83
— de Hita, de Gitanos y Cedaceros id.
— del Sordo y de la Greda. ... * id.
— del Turco 84
Calle de Alcalá id.
Monjas Vallecas 85
Calle de Peligros id.
II. 19
290 ÍNDICB.
Wgii
Ijas Calatravas 86
Las Baronesas id.
Carmen Descalzo id.
La Aduana B7
Academia de San Fernando 88
Palacio de Buena-Vista • . . . . 89
Huerta de Juan Fernandez 91
Casa de Alcafiices id.
— de Campo Alange id.
— de Riera 92
— de los Heros 93
— de los Cartujos id.
Puerta de Alcalá 95
XVII. Recoletos y el Barquillo 96
Hornos de Villa-Nueva id.
■
Recoletos id.
Salesas Reales 98
Santo Teresa 99
Calle del Barquillo 100
Casa de Tócame Roque 101
Calle de San Antón 102
Monjas de San Femando 103
Monjas de Góngora id.
Palacio de Frías id.
Cuartel del Soldado id.
Capuchinos de la Paciencia 104
Calle de las Infantas id.
Las Siete Chimeneas id.
Calles de la Reina y San Miguel 105
Casas de Moreto, y nota 106
Niñas de Leganes lOB
Calle del Clavel id.
— del Caballero de Gracia 109
Monjas de id., y oratorio 110
XVIII. La Puerta del Sol 111
Hospital del Buen Suceso 1 12
Casa de de Inclusa. , 117
ÍNDICE. 291
PARinat.
Casa de Correos • 118
XIX. De la Puerta del Sol á. la de Bilbao 129
Calle de la Montera 130
La Red de San Luis id.
Iglesia de San Luis id.
El Carmen Calzado 131
Calles traviesas id.
Calle de Jacoroetrezo 132
— de Hortaleza 133
Casa de Astrearena. . * id.
San Antonio Abad 134
Las Recogidas id.
Santa Bárbara id.
El Saladero id.
Calle de Fuencarral id.
Casa de Moratin 135
— de Aranda id.
El Hospicio 136
Los Pozos de la Nieve id.
Jardin de Bringas id.
Puerta de Bilbao id.
Calle de San Mateo y otras id.
XX. PortacoBli y Maravillas 137
Paebla de Juan de Victoria 138
San Basilio id.
Calles del Desengafio» Valverde y Barco 139
Portaco&li id.
Monjas de D. Juan de Alarcon id.
San Antonio de los Portugueses id.
Las Correderas 140
Calle de Silva y otras id.
— de la Luna 141
Monjas de San Plácido Id.
Calle del Pez 142
Casa de Quevedo id.
Calle del Molino de Viento id.
Plazuela é iglesia de San Ildefonso 143
292 ÍNDICE.
Pacoras.
Palacio de Monteleon 144
Las Maravillas id.
Calle Ancha de San Bernardo 145
Los Bernardos id.
El Rosario id.
El Noviciado 146
Monserrat id.
Salesas nuevas 147
Casa de Altamira I . . . . id.
— de D. Rodrigo Calderón 148
— del Ministerio de Gracia y Justicia id.
— de Guadalcázar id.
Puerta de Santo Domingo 149
XXI. Afligidos y Leganitos 150
Plazuela de Santo Domingo. ' id.
Calle de la Inquisición id.
Casa de Trastamara 151
— del Conservatorio id.
Los Mostenses 152
Calles de Enhoramala, Salsipuedes, etc id.
Calle de Leganitos id.
Palacio de Osuna 153
Parroquia de San Marcos 154
Las Arrepentidas id.
Capuchinas id.
Comendadoras de Santiago id.
Incurables id.
Portillo del Conde-Duque ^ 155
Cuartel de Guardias id.
Palacio de Liria. ... * id.
Seminario ^ • . . . . 156
Montaña del Principe Pío id.
Capilla del Príncipe Pío. 157
Los Afligidos id.
Cuesta de Areneros y Florida id.
Caballerizas Reales id.
Convento de San Gil • 168
Calle de Bailen id.
ÍNDICE. 293
Casa de Ministeños 158
ConveDto de Doña María de Aragón 159
Consejo de la Inquisición id.
Puebla de Peralta 160
La Encamación id.
Biblioteca id.
Palacio de la reina María Cristina id.
. El Buen Retiro 161
Paseo exterior 176
Apéndice 192
Núm. 1.** Carta del Senado {Ayuntamiento), por el maestro
Juan López de Hoyos 193
Núm. 2.* Declaración de las armas de Madrid, por el
mismo 204
Núm. 3.® Jiecibimiento de la reina Doña Ana de Austria,
por el mismo 214
Núm. 4° Fiestas en el Retiro en 1637, anónimo 243
Núm. 6 ° Relación de la fiesta que hizo á SS. MÁf, y A A, el
Conde- Duque, en la noche de í>an Juan de 1631. . . • 251
Núm. 6.** Relación de lo ocurrido en San Plácido, anónimo. 263
Núm. 7.* Catálogo de los corregidores de Madrid, por don
José Antonio de Armona 269
Núm. 8.® Las calles de Madrid, elegía, por D. Nicolás Fer-
nandez de Moratin ••. 276
FIN DEL ÍNDICE.
LÁMINAS DEL PRESENTE TOMO.
Interior del templo de San Francisco el Grande.
Interior de la Basílica de Atocha.
Plaza de la Cebada.
Palacio de Buenavista,
Museo de Pinturas.
Salesas Reales.
Aduana y calle de Alcalá.
Capuchinos de la Paciencia.
Puerta del Sol (siglo xvii).
Puerta del Sol (siglo xviii).
El Buen Retiro (siglo xvii).