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BÍBLÍOTECA DE AUTORES CHILENOS —VOLUMEN XI
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EL DM0 Si U GOVADOMÁ
El 10 de agosto de 1862, a las seis de la tarde,,
el almirante español don Luis Hernández Pinzón,
que habia enarbolado su insignia en la fragata
Resolución^ ordenó en el puerto de Cádiz a la fra-
gata 7V¿í/«/b que se preparara a dar vela, i le si-
guiera a corta distancia.
En aquella hora comenzaba bajo la apariencia
de una espedicion científica la mal concebida
campaña del Pacífico.
No seguiré paso a paso el rumbo de aquellas
naves, porque sería tan inútil, como fastidioso.
Cualquiera puede imajinarse los incidentes de
un viaje marítimo sin haberlo hecho ni leido. La
vida del navegante es en estremo monótona. Sus
aventuras no ofrecen por lojeneral diferencia
notable. Son con cortas variaciones capítulos
reproducidos de una obra que ya es mui cono-
cida: la calma; la tempestad; pájaros o nubes
que no se sabe ni de dónde vienen ni a dónde
van, i que los marinos siguen con la vista has-
930406
6 BaGUEL LUIB AMUNÁTEGUI
^1^—— M^il— »— PW— «^ I I I I Mi II I I ' I I 11 I I II ■ _ ■ I ■ ■ ■ I I I I II
ta que se pierden en el horizonte; meteoros o
exhalaciones ígneas que surcan la atmósfera co-
mo fuegos artificiales; el cielo azul semejante a
una cúpula de zafiro, o cubierto de espesos nuba-
rrones que derraman la Uuvíh a torrentes; el mar
ajitado que levanta olas tan altas como montañas,
o tranquilo i bruñido como un espejo; el baróme-
tro que baja; el termómetro que sube; el viento
que sopla con violencia, o que se estingue del to-
do, como si el aire hubiera sido estraido por una
máquina neumática; un hombre al agua.
Electivamente, el 14 de agosto, se cayó al mar
el marinero preferente de la Triunfo Marcial Fer-
nández. Sin pérdida de tiempo, se hizo salir en
su busca un bote mandado por el alférez de na-
vio don Camilo Arana i el guardia nif<r¡ü?i de pri-
mera clase don Fausto Saavedia, h jo del autor
del Moro Espósito. ¡Trabajo perdido! El infeliz ma-
rinero desapareció para siempre en la inmensidad
del océano. Consagremos un recuerdo a la prime-
ra víctima de la malhadada espedicion. El go-
bierno español iba a arrojar en el fondo del agua,
no solo a muchos de sus marineros, sino también
las simpatías que la España iba recobrando en
sus antiguos dominios del nuevo mundo.
El 5 de noviembre de 1862, la goleta Covadon^
ga salió a recibir en el puerto de Montevideo a
las fragatas Resolución i Triunfo.
El 1.** de enero de 1863, se dio el mando de la
Covadonga a un oficial de nota que habia venido
DIABIO DE LA COYAOONOA
«de comandante interino de la Resolución. Se lla-
maba don Luis Fery. Habia dado la vuelta al
mundo en la fragata Ferrolana^ i posteriormente
liabia prestado señalados servicios en la estación
de Cuba i en las guerras de Méjico i África.
Como la historia de esta goleta nos interesa
por mas de un título, me propongo estractar un
diario inédito llevado a su bordo por don Félix
Gurrea, oficial de la Triunfo^ trasladado a la Co^
vadonga^ poco antes de que la escuadrilla espafio»
la zarpase de Montevideo para pasar al Pacífico.
La Resolución^ la Triunfo i la Covadonga sa-
lieron juntas del puerto mencionado el 16 de ene-
ro de 1863; pero en la noche del 23,1a goleta
perdió de vista a las dos fragatas.
El comandante de la Covadonga procuró volver
a reunirse con ellas; pero en vano, porque no lo-^
^ró encontrarlas.
En cierta ocasión, unos celajes que se divisaban
a la distancia tomaron para los tripulantes de la
Covadonga el aspecto de las fragatas desapareci-
das. Sin embargo, esta ilusión no duró mas que
unos pocos minutos.
£1 comandante de la goleta deternlinó seguir
con sola su nave el viaje al Pacífico.
El 10 de febrero dé 1863, la Covadonga em-
feocó por el estrecho de Magallanes.
f^
MIGUEL LUIS AMUNÁTE6UI
En la bahía de la Posesión, se reunió con la-
Triunfo^ \ en Punta Arenas con la Resolución^
Dejo la palabra al autor del Diario.
d:Hai en Punta Arenas un establecimiento chi-
leno, que mas bien parece penal, quo otra cosa.
Las producciones son mui raras, tanto que de-
penden sus habitantes de los víveres que les
manda la Kepública cada seis meses. Comercian
mucho con los patagones en pieles de guanaco,
de zorrillo i de avestruz, dándoles en cambio
aguardiente, tabaco, harina i otros artículos. Es
cierto que casi todo el lucro de estos cambios es
para el gobernador de la colonia, que tiene mono-
polizado este comercio. Dicho funcionario, para
evitar los desórdenes que pudieran causar los pa-
tagones con sus borracheras, los desarma al pre-
sentarse éstos en la colonia, después de lo cual
se mezclan con los colonos, i transitan libremen-
te por el establecimiento. Jeneralmente están bo-
rrachos perdidos durante su permanencia en la
colonia, pues se entregan a la bebida de licores
alcohólicos con estraordinario abuso. Por lo de-
mas, los patagones, a su buena estatura i propor-
cionado desarrollo, reúnen un carácter dócil i
trato amable. Durante las horas que permaneció-
la escuadra en Punta Arenas, visitaron los bu-
ques muchos de ellos, conduciéndose con mode-
II • '.f .'«üa-^Wl
DIABIO DE LA COVADONGA 9
ración, i hablando algunos no pocas palabras en
mal español, efecto sin duda dé su continuo trato
con la colonia.
«Desde Punta Arenas, donde vtmos las prime-
ras nieves, continuamos viendo cubiertas de nie-
ves, sin duda eternas, las cimas de los altos
montes que en estos parajes como en casi toda
la parte occidental del estrecho, ofrecen a la vís-^
ta magníficos panoramas, contrastando la blañcu-^
ra de las cumbres con el color oscuro de las fal-
das. Empezamos a sentir bastante frió; i desde
que doblamos el cabo Frowards, el viento es mui
molesto.
«A las cuatro tres cuartos del 16 de febrero,,
avistamos una canoa que venia de la Tierra del-
Fuego. Se la llamó desde a bordo, i atracó poco-
después. Vimos entonces que traia seis tripulí^n-
tes de uno i otro sexo, habitantes todos ellos de
la Tierra del Fuego. La canoa era de corteza de-
árbol, mui lijera, de mas de cinco varas de largo,
i poco mas de una de ancho. Su construcción mui
sencilla. Dos grandes trozos forman los costados,,
i están reunidos en su parte inferior por una cos-
tura de mimbres. Tiene dos proas formadas por
dos trozos romboidales, cosidos del mismo moda
que ios costados. Para dar solidez al vaso, llevar
unos aros, que hacen las veces de nuestras cade-
nas, concluyendo en la regala, la que está cosida
por la parte interior del costado. Para que los
costados no cedan para adentro, lleva unos palos^
-^
10 MIGUEL LUIS AMUNÁTEGUI
- — ■^^■^— ^— — ^— — ■ I ■! I II I I • 111»
atravesados de una a otra banda a semejanza de
los baos, cuyo oficio- desempeñan. En el centro
de la canoa i sobre un montón de tierra, como en
Hn hogar, llevan fuego. La \^ela es de piel, sir-
viéndoles para abrigarse de la intemperie, siempre
que no la llevan izada, para lo que forman una
especie de cubieitu. Dentro de la embarcación, i
-^n cestos primorosamenle tejidos, llevan todo su
-ajuar, que consistía en bnlsaR, al parecer de cue-
ro, de pesadas flechas i harpones de huesos de
cetáceo, i una especie de puñales cuyo mango es
de madera, i la punta un trozo de obsidiana o
cuerzo triangular con los bordes cortantes, enca-
jado en una ranura, i asegurado con filamentos
de corteza. Llevan también palos largos, aguza-
dos, de madera fnefte I flexible?, compunleudo
todo lo dicho, sus armas de defensa^ caza i pesca.
otLoH tripulantes, com'» se ha dicho, eran seis,
naturales de la Tierra del Fuego, cuatro hom-
bres i dos mujeres. Su aspecto es miserable; pero
parecian menos sucios que los patagones. 8ü es-
tatura es mui inferior a la de estos últimos, al-
canzando la de un hombre de talla regular. La
mitad superior de su cuerpo es bien formada;
pero los miembros inferiores son delgados i tor-
cidos. La piel lampiña, de un color entre cobrizo
i aceitunado claro. Las mujeres tienen los pechos
pequeños, flojos i pendientes; cabeza proporcio-
>^nada al torso; pero no al total del cuerpo. Cráneo
deprimido superiormente, frente chata i pequeña;
DIABIO BB LA COVADONGA 11
pelo negro, recio i lacio; lo cortan por la parte
anterior, i lo llevan <f>nteramente suelto. Ojos pe-
<]ueñOB i oblicuos, nariz chata, pómulos desarro-
llados; boca mui hendida; i los dientes, por el
contrario de los patagones, sucios i mal formados.
Su vestido consiste en un manto corto i cuadrado
de pieles de corzo, sujeto con unas correas en la
parte anterior delcueílo. Sujeta también con unas
correas llevan nna piel de pájaro-niño que les
cubre la parte inferior del vientre. Las piernas i
pies completamente desnudos. Las mujeres llevan
algunos adornos con caracolillos i otras conchas,
sostenidas con filamentos de cortezas. El que pa-
recia jefe llevaba como distintivo una piel de ca-
beza de zorrillo, sujeta con un mimbre, colocada
a manera de diadema. Se mostraron mui confia-
dos i codiciosos, sobre todo de tabaco para mas-
carlo, aunque aceptaron con mucho agrado vino,
/galleta i algunas piezas de vestuario que se les
dieron. Después que comieron, se observó que
el jefe guardaba los restos de la comida. En
cambio de lo que comieron i se llevaron, dieron
diferentes objetos de su uso particular. Según
parece, las mujeres son las encargadas de los tra-
bajos i faenas de su penosa vida, porque venian
■bogando, i dirijiendo la canoa, mientras que ellos
descansaban en el fondo de la embarcación; i no
se cuidaban de ellas para nada, mientras corhian
i se divertian a bordo. Van mas desnudas aun
^ue los hombres, pues no tenían taparrabo, No
^
12 MIGÜBL LUIS AMUNATBGÜI
• ■ ' ■ ■ ■ ■ - ■ I ■ I
quisieron subir a bordo, i permanecieron acurru-
cadas en el fondo de su canoaD.
La travesía del estrecho fué bastante dificul^
tosa.
Los marinos españoles tuvieron que soportar
una niebla espesa que no les dejaba ver a ningún
lado; una lluvia constante, que derramaba sobre
la cubierta tanta agua, como la que tenian bajo
la quilla; vientos furiosos, los cuales soplaban
con tanta violencia, que los mástiles apenas re-
sistían,
Al pasar la Covadonga entre los dos islotes que*
hai próximos a la costa de puerto Famer, se enre-
daron en la hélice tan numerosos tallos de algas^
que la goleta empezó a no obedecer al timón.
El peligro de naufragar llegaba a ser inmi-»
nente.
Se tocó entonces el arbitrio de dar a la máqui-
na toda su fuerza.
Por tres o cuatro minutos, a pesar de hq^ber
en los cilindros nueve pulgadas de presión, solo
podían darse a lo sumo de treinta i cinco a cua-
renta revoluciones por minuto, cuando ordinaria-
mente se daban de setenta i cinco a ochenta, esto
es, el doble.
La sonda arrojada en aquel sitio manifestaba
que el mar tenía allí una profundidad de quince
DIARIO DB LA COVADONGA 13
brazas^ i no obstante, todo aquel espacio, por
considerable que fuese, estaba repleto de plantas
marinas, que embarazaban la marcha del vapor
Ifasta hacerla casi imposible.
Al fin, la fuerza de la máquina rompió aquellas
formidables redes; i la Covadonga se salvó.
Después de esta afortunada victoria sobre las
pérfidas asechanzas del misterioso mar, el coman-
dante Fery mandó echar el ancla en puerto Fa-
mer, tomando todas las medidas de seguridad
que la situación exijia.
El tiempo se presentaba desigual.
De cuando en cuando, el viento, precipitándose
por el estrecho, tronaba como el formidable es-
tampido de algún cañón monstruo.
Fuertes chubascos caian de intervalo en inter-
valo.
Sin embargo, entre unos i otros, el sol aparecia
radiante en el cielo para ser ocultado después
por negros nubarrones.
A pesar de aquella conmoción de la naturaleza,
los marinos de la Covadonga^ deseosos de pisar
tierra, desembarcaron en la costa de puerto Fa-
mer.
Lo primero que atrajo sus miradas fueron los
restos de una nave náufraga, la cual les advertia
la triste suerte que habían estado próximos a es—
perimentar, cuando pocas horas antes la goleta
nabia sido detenida por los tallos de las algas.
En el confin de la playa en que yacían los res-
]6 MIGUEL LUIS AMUNÁTEGUi
El 13 de marzo de 1863, la Covadonga ancló en
puerto de Ancud; de allí, fué a proveerse de car-
í)on en Coronel; i por último, entró en Valparaí-
so el 28 del mismo mes.
Todos saben la espléndida acojida que los chi-
lenos hicieron a los eispañoles de la espedicion
del Pacífico. Habría sido de esperarse que el au-
i;or del Diario hubiera dedicado siquiera una línea
para pintar ese recibimiento verdaderamente fra-
ternal. Nada de eisto. En ninguna parte, hace la
menor alusión a las cordiales muestras de simpa-
tías que los chilenos prodigaron entonces a los
marinos de la escuadrilla castellana. Este silen-
cio, muí significativo, manifiesta el espíritu de
hostilidad encubierta que animaba a los recien
llegados. No soi mendigo de alabanzas para mi
pais. Chile ni las exije, ni las necesita de nadie
para ser próspero i feliz. Tomo nota del hecho
únicamente para que se vea el orgullo de que los
marinos españoles venían poseídos, i el desprecio
con que trataban a los hispano-americanos. Se-
mejante endiosamiento dio oríjen al fin a que
descubrieran pretensiones exhorbitantes cuya
aceptación no era ni decorosa ni posible, i a qu©
se rompieran relaciones que su conveniencia pro-
pia les aconsejaba estrechar.
El 12 de junio de 1863, la Covadonga^ llevando
a su bordo al presidente i secretario de la comi-
eion científica, zarpó de Valparaíso para el Callao,
a donde arribó el 12 de julio, después de haber
>
«
DIARIO DE LA COVADONGA 17
visitado los puertos intermedios de Chile, Boli-
via i el Perú.
El 25 del mismo mes, salió para Paita i Gua-
yaquil.
En el apunte correspondiente al dia 28, el au-
tor del Diario escribe lo que sigue: <rReconoci-
mos el puerto de Paita i algunos buques fondea-
dos en él; uno de ellos empavesado. Moderamos
la máquina i cargamos el aparejo de cruz, con el
objeto de entrar después de puesto el sol, en
atención a ser el dia de Hoi aniversario de la in-
dependencia de |a república peruana».
rreciso es confesar que los marinos de la
^ovadonga^ aguardando a la puerta, por decirlo
así, que la fiesta patriótica hubiera concluido, pa-
ra entrar en la bahía, hacian un triste pap^L Su
situación era ridicula. Manifestaban tener el cora-
-zon apocado, i la intelijencia poco elevada. No
comprendian la justicia, i auiji la necesidad de
<^i'ertos hechos sociales, i se irritaban desacorda-
damente contra él curso inevitable de la natura-
leza. Se asemejaban a esos padres demasiado rí-
jidos o severos de los tiempos pasados, los cuales
miraban con el entrecejo fruncido que sus hijod
«e apartaran de su lado para formar el tronco de
nuevas familias.
La antigua lejislacion española, como la roma-
na, consideraba que la mayor edad no era un
motivo suficiente para salir de la patria potestad.
Asi cualquiera individuo, aun cuando fuera un
r
18 MIGUEL LUIS AinmÁTKGUI
viejo lleno de arrugas i cubierto de canas, e-taba
siyeto en cuanto a su persona i a sus bienes al
i^lbedrío de su padre. La España queria aplicar la
misma jurisprudencia a sus establecimientos ul-
tramarinos. £1 trascurso de tres siglos no le pare-
cia un tiempo suficiente para que pudieran go-
bernarse a sí mismos, aun en los asuntos mas-
insignificantes.
Las exijencias eran desmedidas; la esplotacion,
demasiado evidente; el yugo, en estiemo pesadc
Lójico, imprescindible era que en la primera oca-
sión ^vorable que se presentara, las colonias se
sublevaran, i obtuvieran a mano armada su
emancipación.
La metrópoli no ha podido perdonar nunca
semejante desacato. 3e ha visto forzada a tolerar
el hecho consumado; pero siempre ha protestada
contra él en el interior del alma. El fuego ha que-
dado oculto bajo la ceniza. La España, como la
antigua Juno, ha conservado en lo íntimo del cq»
razón viva la injuria de haber sido menospre-
ciada.
En Guayaquil, la marea arrastró a la Resolución^
i la hizo estrellarse contra la; Qovadonga^ a la cuat
causó algunas averias.
Una vez que fueron reparadas, la goleta conti-
nuó hacia el norte, llegando hasta el puerto de la
república del Salvador que se denomina la
Union.
Durante este viaje, los marinos de la Covadon^
DIARIO PB LA COVADONGA 19
— ^P— -ll I III 1^^— lililí ■'■''! ' I — ~^^^
¿a tuvieron ocasión de observar un fenómeno
curioso.
«En la noche del 31 de agosto, dice el autor
del Diario^ cayeron algunos chubascos, i la tri-
pulación contempló entonces un hermoso arco
iris formado por la luna. Se distinguian perfecta-
mente tres colores: rojo, amarillo i verde, ocu-
pando el centro del arco el amarillo; el rojo, la
circunferencia esterior; i la interior, el verde. A
pesar de estar la luna poco clara, se pudo distin-
guir que dicho arco formó otro, aunque apenas
visible. Este fenómeno duró media hora».
El 2 de setiembre, la Covadonga volvió la proa
de regreso hacia el sur, i el 8 de noviembre, fon-
deó en el Callao.
£1 13 de enero de 1864, la Covadonga salió del
Callao para Pacasmayo, otro puerto del Pertí,
donde fondeó el 15 del mismo mes.
El 16, a medio dia, el comandante don Luis
Fery bajó a tierra para saludar a las autoridades.
ffl 18, a las nueve i media de la mañana, se
embarcaron dos familias vascas, procedentes de
la hacienda de Talambo^ las cuales componían un
total de nueve personas.
Inmediatamente la goleta hizo rumbo al Ca-
llao, adonde entró por tercera vez.
El 17 de febrero de 1864, la goleta se dirijió a
20 MIGUEL LU18 AMUNÁTEGUf
Panamá, adonde llegó el 8 de marzo. No se detu-
L vo mucho en aquel puerto. Léese en el Diario:
\ €Marzo 9. A las cuatro i media de la tarde, listo
da todo, con vapor a la presión ordinaria, i em-
f barcado el señor don Ensebio de Salazar i Ma
zarredo, se tevó el ancla, i puso la proa al fare-
llón San José]).
El nombre del personaje a que se alude en el
precedente apunte nos hace conocer el objeto del
viaje de la Cavadonga a Panamá.
Habia ido a traer al comisario rejio a quien se
habia encomendado la jestion de las reclamacio-
nes que la España hacía al Perú.
Así como la aparición de ciertas nubes anuncia
la tempestad; así también, a la vuelta de la c^-
vddonga^ la multiplicación de los ejercicios de ca-
ñón, fusil i otras armas i del zafarrancho jenetal
de combate manifestaban que se preparaba un
gran golpe.
El comisario rejio don Ensebio de Salazar i
Mazarredo traía apresuramiento de llenar su co-
misión. Para conseguir este objeto, dispuso que
la goleta viniese con las dos calderas prendidas i
con toda la fuerza posible, lo que produjo el re-
ventamiento del tubo de una de ellas.
El 18 de marzo de 1864, la Covadonga ancla-
ba nuevamente en el Callao.
Todos saben que don Ensebio Salazar i Maza-
rredo, que traía el título efectivo de comisarlo
' rejio en el Perú, i el título simplemente aparatoso
DIARIO DE LA COVADONGA 21
de plenipotenciario en BoHvia, en vez de arre-
glar la desavenencia, no hizo mas que embre-
arla.
A los pocos dias, la negociación estaba rota.
El 12 de abril, la Cavadonga salió del Callao,
llevando a su bordo a don Ensebio de Salazar i
Mazar redo i don José Merino Ballesteros.
El 1 4, tuvo a su vista por el costado de estri-
bor «na isla, que se reconoció ser la Chincha del
Norte.
Inmediatamente, dirijió la proa hacia aquella
isla.
En la costa del noroeste, se veían fondeados
varios buques.
Los marinos de la Covadonga percibierpn tam*^
bien, navegando a larga distancia, dos fraga-
tas de vapor, que luego conocieron eraúi la Reso-
lución i la Triunfo.
La primera llevaba la insignia del almirante
don Luis Hernández Pinzón.
Una barca mercante inglesa de vela estaba
aprestándose para salir.
Apenas lo notó el comandante Fery, envió nn
guardia marina en un bote para suplicar al capi-
tán de la barca que suspendiera su salida por
algún tiempo, a lo que accedió.
Habiéndose acercado \^ Resolución a IsiCovadonm
gUy don Ensebio de Salazar i Mazarredo i don
José Merino Ballesteros se trasladaron a la fra-
gata.
22 MIGUEL LX7IB AMUNÁTEQül
i
Mientras tanto, se había desprendido de la isla
un bote que hacía vela con dirección al Oallao.
El almirante Pinzón ordenó entonces por telé-
grafo desde la Resolución al comandante Ferv
que «diese caza al bote, i no permitiese comuni-
cación con tierra».
Sin pérdida de tiempo, uno de los botes de la
Oovadanga salió con la posible velocidad en per-
secución del bote peruano.
Los esfuerzos de los perseguidores fueron inú-
tiles hasta el amanecer del 15 de abril, hora en
que lograron sn propósito, llevándose a remolque
la embarcación perseguida.
El almirante rinzon volvió a ordenar por telé-
grafo a don Luis Fery que impidiera la comuni-
cación cop tierra, dando caza a todos los botes
que se encaminaran al continente.
En cumplimiento de esta disposición, los botes
de la Covadovga apresaron otros cuatro.
A eso de las tres de la tarde, el comandante
Fery fué llamado a bordo de la Resolución,
Cuando volvió a su barco, mandó hacer zafa-
rrancho de combate.
Ejecutada inmediatamente esta orden, X^Cova^
donga se dirijió contra la barca peruana de %\v^
rra Iquique.
<KCargada la artillería con granada, i listos pa-
ra hacerle fuego, escribe el autor del Diario, se
le intimó la \^rendicion; i al mismo tiempo, s^
mandaron dos botes con lajente de maniobra
DURIO DE LA OOVADONGA 23
armada i un guardia marina a tas órdenes del
«egurido comandante para apoderarse del buque
i m rinarlo, lo que efectuaron sin encontrar re-
sistencia, i avisaron, arriada la bandera perua-
na, izando lá nacional. El segundo comandante
se bizo cargo del buque desde este momento, i
mandó a bordo en calidad de prisioneros de gue-
rra al comandante i oficiales de la Iguiquei>.
La tripulación de la Iquique se componia de
quince individuos de tropa, i de treinta i uno de
marinería.
' Cumplida ^aif brillante hazaña^ la Cauadonga fué
:a fondear para presenciar la no menos heroica
toma de posesión de las Chinhas.
<iA las cuatro i tres cuartos del 15 de abril de
1864, dice el autor del Diario^ verificaron el de-
sembarco las fuerzas de tropa i marinería de
cambas fragatas con el jeneral a la cabeza; i a las
€Ínco, se arrió en tierra el pabellón peruano, e
izó el español, el que fué saludado con veintiún
«cañonazos por la /¡espiucion^ i con entusiastas vi-
vas a España i a la Reina, tanto por la fuerza de-
sembarcada, como por la marinería de la escua-
«dra^.
Tal fué la ocupación de las Chinchas, llevada
a cabo por sorpresa, hallándose sin fortificaciones
i sin guarnición de guerra.
La escuadrilla española se dirijió en seguida
ial Callao, particularmente con el objeto de salvar
•c
24
MIGUEL LUI8 AMUNATEOUI
un buque mercante español que estaba surto eix
aquella bahía.
Ha llegado la oportunidad de trascribir aquf
la que ios españoles consideran la pajina de glo*
ria de la Covadanga en la campaña del Pacífico;
Esta pajina tiene en el Z^iiar/o el siguiente tí*
\\3\0.
OPEBACIONES EN LA RADA DEL CALLAO, I BETO A LA»^
FORTALEZAS PERUANAS
Callao 16 de abril de 186^^
<i Continuamos al ancla en el Callao de Lima^
buen tiempo i mar llana. Están fondeados en es-
ta rada los buques de guerra peraanos siguientes:
fragata amazonas ^ de 37 cañones, de hélice; vapo-
res de hélice Loa de 4 a 6 cañones, Tumbes de 2 a
3 cañones i Lerzuudi\ vapores de ruedas Huaraz
i Sachaca\ i bergantín Guise de 12 cañones de
bronce, rayados, según dicen. Estos buques, que-
componen toda la *marina militar del Perú, se
prepararon para combate al ver la actitud de nues-
tras dos fragatas. La Amazonas cambia señales
continuamente con tierra i los buques de su es-
cuadra. Parece que embarcó un oficial ieneral en.
la Amazónasy pues atracó a su costado un bote
DIARIO DE LA COVADONGA 25
con bandera cuadra, el que no la arboló al desa-
tracar. El comandante nuestro va i viene conti-
nuamente a la capitana. A las dos tres cuartos^
encendieron sus máquinas los buques peruanos; lo
que se dijo por telégrafo a la insignia. La Triunfa^
levó, í poco después volvió a fondear. A las tres
veinte njinutos, señal de la capitana de zafarran-
cho jeneral de combate, lo que ejecutamos. A las
cuatro, quedamos listos de máquina con la cadena
a pique, i aguardando al comandante, que llegó
en este momento, i mando levar. La operación
que debía llevar a cabo la goleta era sacar de re*^
molque a la barca mercante española /^¿/'^¿/¿í, fon-
deada a medio tiro de cañón del castillo del Ca-
llao; ínterin las fragatas, en movimiento, i listas
para batirse, se presentaban ante la escuadrilla
peruana, resueltas a cumplir la amenaza hecha
a las autoridades del Callao, es decir: — que te-
niendo que maniobrar nuestros buques en la rada,
esperaba el señor Salazar, ministro de^su Majes-
taa en Solivia, i comisario especial en el Peru^.
que no se les pondría ningún obstáculo, ni áe tra-
taría de embarazar por la fuerza sus mo vi mientes ;p
de lo contrarío, sería destrozada la escuadra
peruana^ cañoneado el castillo i bombardeada la
población. —
((Levada el ancla pocos minutos después de las
cuatro, nos dirijimos para el interior del puerto;,
i al estar próximos al Loa^ dejó éste caer las por-
tas de estribor, ¡ lo vimos preparado. Nos habl4
r
26 MIGUEL LÜI8 AMUNÁTEQUI
al pasar por su popa; i aunque nada oímos, no se
le hizo caso, i seguimos para adentro, cargando
al mismo tiempo con bala el cañón de proa. Nos
<metimos entre los buques mercantes, i consegui-
mos acercarnos a la Heredia^ que estaba fondea-
da entre un sinnúmero de barcos pequeños de
cabotaje. Uno de ellos rehusó amarrar a su bordo
un cabo que le mandamos, lo que nos obligó a
alarlo al pontón ingles. La maniobra que siguió fué
tan pronta i bien ejecutada, que merece ser rete-
rida detalladamente. Contando con la grande es-
lora de la goleta(l98 pies), se comprenderá lo di-
£cil que es hacer una ciaboga entre buques que
se amarran apiñados como sardinas en banasta,
<mucho mas sin otro espacio que el estrictamente
necesario para ello. Dimos el cabo al pontón in-
gles por nuestra mura de babor, nos halamos por
él, i de pronto cambiamos el cabo a la aleta de la
misma banda, con lo que, rascando con nuestras
I'arcias mayores los botalones de foque de dos
)ergantine8 -goletas, i con nuestro bauprés, el cos-
tado de una fragata americana, hicimos la ciabo-
ga, i nos colocamos entre la Heredia i otra bar*
cá, en medio de las que quedamos como encajo-
nados. Dado el calabrote a la barca hizo ésta su
•ciaboga sobre un cabo dado desde su aleta de
babor a un bergantin que tenia por la proa; i
•después de largar este últuno cabo, la sacamos a
remolque por entre dos barcas enteramente a to-
oapeñoles. Una vez safos de tres bajos formados
ii t jáiiirr aiii|_|'^^
'^yr-iTJ'^-xí^: .^O-^i^í**^
DIARIO BE liA COYADONGA 27
Sor buques idos a pique, gobernamos en demanda
6 las fragatas, las que nos aguardaban sobre su
máquina. Las dos estuvieron dando vueltas alre-
dedor de la Amazonas ínterin duró nuestra faena;
i es seguro que si suena un cañonazo, la escuadra
peruana desaparece, si bien es casi seguro tam-
bien que a la goleta i a los que dentro íbamos nos
hacen astillas, poraue mientras estuvimos a tiro
^e ca&on del castillo, las piezas de éste no deja-*
ron de apuntarnos, i en tanto que con un cabo
por la popa nos aguantábamos sobre el pontón
ingles, nos hubieran destrozado sin que nosotros
pudiéramos ofenderles, pues estábamos comple-
tamente de popa, i no hubiéramos podido jugar
la artillería, hasta no habernos acoderado, en lo
^)ue siempre se tarda algo. lia Resolución nos
mandó largar el remolque, i lo tomó ella.
Dos vapores de los pequeños, el Tumbes i el
Sachacay no hicieron otra cosa, hasta que dobla-
mos la isla, que entrar i salir de lo interior del
puerto. Gobernamos para afuera, yendo en con-
voi con el jeneral^ mientras la Triunfo se adelan-
taba. A las ocho tres cuartos, disparó un cañonazo
la primera, por lo que moderamos la máquina
(íbamos delante). A las nueve, por otro disparo
ssuyo, hicimos por ella, i nos colocamos por su
aleta de babor. Señal en seguida: — Los buques
avistados son enemigos, — Nos preparamos, ar-
mando la jente de servicio. A las diez tres cuartos,
^evió humo por la proa; i acto continuo, se hizo
r«
Pü
i
28 MIGUEL LUIB AMUNÁTE6UI
zafarrancho de combate. Poco después nos man-
dó el jeneral: — Dar caza, i reunirse después a la
armada. — Toda la noche fuimos detras del hu*
moy perdiéndolo de vista por último a las tres. Al
amanecer vimos ser una fragata. Reconocimos a
las nueve a la Triunfoy i poco antes, se avistaron
las islas Chinchas. Gobernamos al oeste nor-este;.
i media hora después, avistamos a la Resolución.
Por telégrafo, se le dijo el resultado de la caza;
i ^mbos buques hicimos por el fondeadero de la
isla, del que quedábamos próximos al medio diap*
Por lo visto, la Govadonga habia empleado to-
da la noche en perseguir a la Triunfo.
No me propongo referir la historia de la cam-
paña del Pacífico, sino redactar únicamente las-
memorias, por decirlo así, de la Covadonga du-
rante ese período. Se escribe la biografía de un
hombre; ¿por qué no se escribiría también la bio-
grafía de un buque?
Voi a ocuparme, por lo tanto, solo de los inci-
dentes que tienen relación con dicha goleta.
Mientras duró la ocupación de las Chinchas,,
la Covadonga hizo el crucero en las inmediacio-
nes. Servia de centinela avanzada i de portadora-
de órdenes. Se mantenía en perpetuo movimien-
to como una ardilla. Ya iba a Pisco, ya a San
Lorenzo, ya al reconocimiento de las naves que
se avistaban.
Durante este tiempo, se leen en el Diario estas
i otras espresiones análogas: — Los peruanoq ñ'
DIABIO DE LA COVADONGA 29
se divisan. Los peruanos no se mueven. Los perua'
nos están quietos. Los pernanos se están blindando
para echarnos a pique. No se. percibe siquiera la
sombra de los peruanos.
Semejantes burlas, tan injustaSy.como de mal
tono, manifiestan la ridicula jactancia de nues-
tros antiguos señores. El desprecio es un mal pi-
loto en el mar i un pésimo guia en la tierra. í^o
hai enemigo pequeño. Si las contiendas de los
pueblos debieran ser tratadas como las rencillasf
de los niños, los peruanos habrian podido des-
pués volver insulto por insulto. Bira bien qui
rira le demier. El 2 de Mayo de 1866, los peruít-
nos resistieron como valientes los fuegos de la
encuadra española, que se vio forzada a reti-
rarse delante de esos mismos adversarios, a quie-
nes tanto se vilipendiaba. En ese dia, los peruanos
se mantuvieron firmes; i sus agresores se movie-
ron mas pronto de lo que habría sido preciso.
Es cierto que unos de los jefes españoles, don
Juan Topete, decia con orgullo para disculpar su
^ derrota: — ^¿Qué queriaí&que hiciéramos? ¿Habríais
pretendido que nos lleváramos el Callao en una
de nuestras naves?
Nó, por cierto.
' No exijo tanto como esto.
Me limito únicamente a afirmar que en el ata-
que de un puerto, la escuadra vencedora no se
ve obligada a retirarse precipitadamente, sino
que permanece anclada en la bahía, dueña de la
30 MIGUEL LUIB AMUNATSGÜI
posición, aun cuando no so'* mas que para atesti-
guar su victoria.
La contestación do Topete no pasa de ser una
frase brillante para encubrir una acción que no
lo es.
Pero me aparto de mi asunto.
El 28 de abril de 1864, don Ensebio de Sala-
zar i Mazarredo se embarcó en la Covadonia para
que le trasbordase al vapor ingles que debia sa*
lir del Callao para Panamá. Pero después de ha-
berse aguantado la goleta toda la noche, el pa-
quete no apareció; i el comisario rejio^ chasquea-
do, tuvo que volverse a la Besolucton. El señor
Salazar i Mazarredo solo pudo partir el 8 de ma-
yo en la corbeta inglesa SAear ff^ater.
Mientras los españoles estuvieron posesionados
de las Chinchas, el comandante Fery ocupaba
diariamente a la tripulación de su buque en ejer-
cicios de cañón, fus^il, carabina, botes, incendio,
vergas, señales, zafarrancho jeneral de combate,,
etc., etc. La jente estaba bastante diestra, según
resulta de varias anotaciones del Diario.
El 11 de julio «se hizo ejercicio de fuego de
cañón al blanco, estando el buque en movimien*
to, i de vuelta i vuelta sobre el blanco. Se hicie*
ron once disparos, que, a escepcion de dos, fue-
ron mui buenos».
ccLa mañana del 8 de noviembre, se hicieron
tres disparos de cañón con bala sólida i carga
de ocho i diez libras a un blanco situado a cinca
^
DIARIO BB LA GOVADONGA 81
cables. El blanco era una asta con un ga,IIarde-
•ton. Los tiros muí buenos^.
La celebración de la independencia de Améri-
ca mortificaba mucho a los españoles hasta el es-
tremo de no poder ocultarlo; i se esforzaban en
reprimir i sofocar toda manifestación alusiva a.
ella.
Léense en el Diario los apuntes que siguen:
<i21 de julio. A las dos de la tarde, salimos de lá
isla Blanca para las islas Chinchas conduciendo
de trasporte las guarniciones de ambas fragatas^
las que al mando del capitán comandante de laa
tropas embarcadas en esta escuadra darán la
guarnición de la Chincha del Norte, para evitar
los escándalos que suelen cometerse durante los
tres dias aue estos austeros republicanos celebran
su nunca oien ponderada independencia. En Kspa-
fia, debiera celebrarse con Te Deum i demás cere*
monias que se desplegan en las fiestas nacionales.
Al anochecer, desembarcó la tropa, la que tomó*
posesión del cuartel que lué de la guarnición pe-
ruana, asi como el capitán i tenientes de ambas
guarniciones se alojaron en la casa que fué del
gobernador».
€2$ de julio. Sin novedad trascurrió el dia.
Dos buques, uno anglo-americano i otro ingles^
lardaron bandera peruana a tope, que se les hizo
arriar por la mañana. Hubo algún desorden en
tierra en la noche anterior causado por estos es-
túpidos, que no se atreven a hacer nada que no-
32 MiaUEL LUIS AMÜNÁTEGUI
■^— ^^-.^— ^— ■^■— i»! II II I II I I I lili W
sea beber i cantar. En esto son mui fuertes; i por
lo tanto, mui cobardesj).
La Covadonga debia tener una compañera en
su penosa tarea de trasporte, correo i aviso. Esta
fué la Vencedora^ que arribó a las Chinchas el 9
de octubre, quejándose de las autoridades chile-
nas que le nabian negado el carbón necesario para
su máquina.
Entretanto, la fama de la Covadonga jiabia pa-
sado de un mundo a otro i llegado a España. Isa-
bel II resolvió hacer una distinción especial a los
marinos de la goleta.
En la mañana del 7 de agosto de 1864, el ayu-
'danttí de la mayoría jeneral, teniente de navio
don José Navarro, estando formada en la cubier-
ta la dotación del buque, leyó una real orden en
que Su Majestad la reina daba las gracias al coman-
dante, oficiales, tripulación i guarnición de la Co*
vadonga por las operaciones .practicadas en la ra-
da del Callao el 16 de abril del año mencionado.
El viernes 25 de noviembre de 1864, fué un
dia infausto para los españoles, pprque en él ocu-
rrió el incendio de la fragata Triunfo.
Hé aquí Qomo refiere la catástrofe el Diario de
la Govadonga.
**A las cuatro i media hizo señal la Triunfo á^
fuego a bordo. Inmediatamente acudieron al bu—
PIAKIO DB LA COVADONGA 33
•que incendiado todos los botes de la escuadra, i al-
anos del convoi con baldes, hachuelas, mangue-
ras, bombillas, i demás útiles que el caso reque-
ría. Llegados a bordo de la Triunfo los de esta
goleta, supimos que el sitio del fuego era el paflol
de pinturas, i que provenia de haberse incendiado
algunos envases de aguarrás. La pequenez del
local que ardia, el fuego que era mui violento i
jpor último el espesísimo i sofocante humo que
salía del espresadopañolhacianque nadie pudie-
ra meterse en él, pues a dos o tres que lo inten-
taron, entre ellos el contra-maestre, hubo que
retirarlos medios asfixiados con no poco trabajo.
La proximidad al pañol de pólvora del paraje
incendiado obligó a abrir el grifo de este pañol,
^i dejar que se anegara. Entre tanto, para aislar
^1 fuego, se empezó a echar agua por la escotilla
•del pañol del contra-maestre, ademas de llenarlo
iodo él de colchonetas i mantas mojadas. Tres
bombas de incendio, las dos bombas reales del
buque, varios grifos de la máquina abiertos, ca-
endo agua con baldes, tinas, gavetas, etc., por
a escotilla citada, abierta la válvula de descarga
del costado, i unido a todo esto, el barco mui
hocicado, pues se llevó toda la artillería a proa,
nada bastó para contener el fuego. Por desgracia,
la máquina comunicaba el agua a la sentina de
proa, con mucha lentitud, i no hubo otro remedio
sino cerrar la válvula de descarga del costado
<^uando el agua subía ya por encima de los cilin-
i
.34 MIGUEL LUIS AMUNÁTE6UI
dros, completamente ya anegado el tubo de la
hélice.
«Desde los primeros momentos del fuego,
cuando se comprendió su intensidad, largaron la
cadena; i con el foque, trató su entendido i sereno-
comandante de ponerse en popa, pensando qne
el fuego quizas le daría tiempo para llegar a poco
fondo, i poder anegar la fragata de batería abajo.
Con esta idea, le dio un remolque la Covadongay
remolque que faltó a la primera estrepada. Otro
calabrote que le dio la Vencedora^ se quemó a los
diez minutos. Estos remolques se dieron de siete-
a ocho de la noche; i mientras sucedia esto, los
ochocientos hombres que reunia a su bor4o la
fragata siguieron trabajando desesperadamente
i con el mayor arrojo. Cuatrocientas granadas
que tenia en los pañoles de popa, Tas reci-
bió nuestro barco. Otros efectos se repartieron
entre la Vencedora i Resolución. A las ochó de
la noche, decidió el mayor jeneral descargar el
barco de jente; i únicamente quedaron a bordo
su comandante, los oficiales suyos i de los otros*
buques i veinte hombrea. Poco después de las
nueve estalló el fuego; e instantáneamente inva-
dió todo el buque, dando tiempo apenas a su co-
mandante, oficiales i el resto ae la marinería para
embarcarse apresuradamente por la escala de la
botavara i por las mesas de guarnición de mesa-
na. Desde este momento, la Triunfo fué un vol-
can, que iluminaba perfectamente la costa de*
DIABIO DE LA COVADONGA 35
Pisco, distante cinco millas, las Chinchas^ dis-
tantes de nueve a once millas, i por último el cie-
lo, que nos devolvia un resplandor rojizo, na
poco siniestro.
«Perdido el buque irremediablemente, nos se-
paramos de él a toda máquina para librarnos del
desastre que nos amenazaba si llegaba a veri-
ficarse una esplosion. La Vencedora i Resolu*
don también s^ separaron de la desgraciada
Triunfo. Toda la noche ardió con grande inten-
sidad, i a las dos de la mañana se le vinieron
abajo los palos, oyéndose de tiempo en tiempo
sordas detonaciones i es plosiones, indicación de
que se disparaban sus piezas) i estallaban algu*
ñas jarras de pólvora.
**A *las dos tres cuartos, nos reunimos a la capi-
tana i Yencedora ; i fondeamos próximos a ellas^
profundamente afectados por la pérdida de ese her-
moso buque, que en tan brillante estado militar
i marinero estaba bajo todos conceptos. Lo único
que nos sirvió de gran consuelo fué el que no tu-
vimos qu^ lamentar ninguna desgracia, a pesar
de las rudas i peligrosas faenas a que, sin necesi-
dad de la menor indicación, se prestaba volunta*
riamente nuestra incomparable marinería i tropa.
No podian ellos comprender que la inminencia
del peligro hiciese necesario el abandono de su
buqué, i rehusaban obstinadamente embarcarse
en los botes. Fué necesario hacerles pensar en
que el buque estaba perdido, i que se esponian
.1 ■\.<L
36 Ak^uel Luis amunátsgui
inútilmente, permaneciendo aun en él. Solo asi
bajaron la cabeza; i sin atropellamiento ninguno,
i también sin hablar una palabra, salieron de la
malaventurada fragata.
^'Al amanecer, (][uedaban los restos de la que
fué Triunfo\ ardiendo aun al noroeste délas
Chinchas. A las ocho, nos mandó el jeneral ir so-
bre ella para ver si se podía salvar algo. Aviva-
mos i levamos en seguida, i nos dirijimos al bar-
co incendiado. Eran las nueve. Fui en el primer
bote, i vi que estaba ardiendo toda la fragata. El
interior era un caos en que todo andaba revuelto;
cañones, cadenas, restos de máquina, media chi-
menea. Era inútil pensar en salvar nada. Las an-
clas las tenia en el agua, pues se lie habian que-
mado serviolas, cubiertas, todo, todo. Viendo el
lastimoso cuadro que presentaba, que nada podia
aalvarse, i que si continuaba a flote, podia con
la corriente ir a parar a la costa del Perú, nos
dirijimos sobre la capitana para pedirle permiso
para echarla a pique. Felizmente no tuvimos nece-
sidad de emplear nuestros cañones en tan triste
feena, pues se hundió repentinamente dejando
únicamente un poco de humo como recuerdo de la
fragata de cuarenta cañones que veinte i cuatro
horas antes era uno de los espanta pájaros que
quitaban el sueño a los peruanos/*
.-j
^ BIABIO DE LA OOVADOKGA 37
Una gran mudanza iba a operarse en la direc-
ción de la escuadra. El almirante don Luis Her-
nández Pinzón debia ser reemplazado por el
almirante don José Manuel Pareja i Septien.
Cupo a la Vencedora el honor de recibir al nue*
vo jefe, que llegó a su destino el 5 de diciembre
en el vapor del norte, dónde venia acompañado
por su secretario el teniente de navio don Pedro
rastor i Landero, ipor el teniente de navio capitán
de fragata honorario don Joaquin Navarro i Mor-
gado, que debia tomar el mando de la Vencedora.
La Covadonga tuvo la comisión de trasportar
al jefe cesante. Cuatro dias después de la llega*
da de Pareja, esto es, el 9 de diciembre de 1864,
a las nueve de la noche, se dirijió a Pisco llevan-
do a don'Luis Hernández Pinzón i a varios ofi-
ciales que regresaban a la Península. Después
de haberse despedido de sus conductores, el je-
neral se embarcó a las doce en el ya^orPerú^
dejando a su partida, entre pueblos unidos por
los vínculos mas estrechos, una tempestad de
odios, cuyo término no se divisa.
El 10 de diciembre por la mañana, se incorpo-
ró a la escuadra la fragata Berenguela. Habia
éalido de España el 1 9 de julio con orden termi-
nante de hacer el viaje con primera velocidad j
pero habia tardado cerca de cinco meses en eje-
cutarlo. Sin embargo, era qn vapor de hélice. Los
espedicionaríos la ae^uardaban con ansia. La pér-
dida de la Triunfo los habia debilitado mucho*
38 MIGUEL LUIS AMÜNÁTEGÜI
Encontraban que la Resolución^ la Vencedora i la
Covadonga no formaban una armada mui formi-
dable. Tenían el recelo de esperimentar algún des-
calabro. El arribo de la Berengtiela vino a disi-
par esta alarma. Mui luego la situación de los
españoles debia mejorar todavía. El 25 de diciem-
bre, llegaron las fragatas Villa de JMtadrid i
Blanca.
La reunión de todas estas naves componia una
escuadra respetable que las repúblicas del Pací-
fico, atacadas de sorpresa, no podian combatir por
lo pronto.
El Perú cedió ante la presión de la fuerza.
Sin embargo, la celebración del tratado firma-
do por el almirante don José Manuel Pareja i el
leneral don Manuel Ignacio Vi vaneo, no satisfi-
zo las aspiraciones de muchos marinos españoles.
La desocupación de las Chinchas, que habian rei;
vindicado al principio como bienes propios, i que
habian retenido después como prenda pretoria
con la cual podia suceder mui bien que se que-
daran, fué mirada con sumo disgusto. Los nue-
vos argonautas no podian resignarse a que se les
escapara de las manos aquel vellocino ae guano.
El descontento no fué secreto, sordo, latente,
sino que se exhaló en murmullos, en quejas, ea
cargos. Copio para muestra la pajina que sigue
del Diario de la Covadonga.
"A las doce i tres cuartos del 6 de febrero de
1865, se avistaron por el norte una fragata do
:ir_- :3^. _^=:3CTT^>.— z-,^_:;=i*if.j
DIARIO DE LA. COVADONOA 39
hélice i tin vapor. Poco después reco -nocimos a
la española Berenguela i al peruano Chalaco. Es-
tuvieron sobre el fondeadero a la una i media. El
vapor fondeó i la fragata se aguantó sobre la má-
•quina» i nos hizo señal de aprontarse a dar la
vela, A las tres i cuarto, izaron en tierra el pa-
bellón peruano, al que saludó el Chalaco con
veintiún cañonazos. A las cuatro, quedábamos los,
'trefe buques Berenguela^ Vencedora i Covadonga
navegando a toda fuerza i con todo aparejo. La
Berenguela anda mas que las goletas.
**Quedaron evacuadas, o mejor dicho desecha-
das las Chinchas de este modo, es decir, que si
la toma fué rara,no le va en zaga la evacuación..
jBuen provecho le hagan al Perú, i Dios quiera ins-
pirar mas patriotismo, i haga que no tenga tan pe-
queño el corazón, el pájaro gordo que haya teni-
do la culpa de que la escuadra del Pacifico ha ja
estado abandonada i olvidada si no por el país, por
los que están donde no debieran, solo porque el
que mandaba esa escuadra se llamaba Pinzón
Bien puede España darse por mui contenta con
que fuera Pinzón el jeneral de su escuadra, pues
ha sido necesaria toda su entereza i enerjía sobre
todo en los últimos meses, para que no tenga
que contar nuestra historia algunas infamias, i
quizá traiciones, durante la campaña. Ayudó a
este resultado el buen espíritu de las tripulacio-
nes, de la oficialidad subalterna i de su je&. Aun*
<jue estas reflexiones no son propias de un diaria
40 HIGUEIi LUIS AHÜNÁTEOÜI
de mar, permítase al que durante nueve meses ha
sido testigo ocular de sucesos honrosos Ips ma'Er
Sara el cuerpo i para la bandera, bajos i propios
e canallas los menos, permítase, repito, al que
los ha presenciado todos desahogar un poco la
hiél, que enjendraron en él nueve meses morta-
les de esperar i esperar i mas esperar, i sobre to-
do el considerar la punible indiferencia con que^
al parecer ha mirado el gobierno la violenta si-
tuación en que se han encontrado mil trescientos-
españoles durante seis meses."
jDespues de la restitución de las Chinchas, la
Covadonga se dirijió al Callao, desde donde hiza
dos viajes a Cobija, i uno a Valparaiso.
A la vuelta del viaje a Valparaiso, encontró eu;
el Callao el 5 de julio de 1865 a la fragata blin-
dada Numancia^ que había venido a reforzar la,
escuadra española.
Arreglada la cuestión con el Perú, la España
creyó la coyuntura favorable para dar un golpe
recio a Chile, al cual consideraba el Aquíles de
las^ repúblicas hispano-americanas, i el antago-
nista mas decidido en contra de sus pretensiones-
de dominación en el nuevQ mundo.
La empresa parecía facilísima. El almirante
Pareia sostenía que le bastaba un cuarto de hora.
Eara ajustar cuentas con Chile, esto es, para que^
umillado pidiera perdón de rodillas.
DIABTO DB LA COVADOJíGA 41
-- -- - I - I ■ — 1
El anuncio de la espedicion proyectada fué re-
cibido con algazara entre los marinos españoles.
La función no podia menos de ser cómica i di-
vertida; todos se preparaban a ella con la risa en
los labios, Aquellos marinos no parecian soldados
que marchasen al asalto de una plaza fuerte, sino^
curiosos de arrabal que fuesen a contemplar a un
reo espuesto a la vergüenza pública en la picota,-
Algunos de los oficiales decian: Chile es un pollo
gritón que se ha metido a gallo bravo, i es preci-
so cortarle las estacas con tiempo. Otros agrega-
ban: ea un necio que se ha puesto ^^a jugar coa-
pólvora, i es justo que se queme para escar-
miento.
Leo en el Diarto de la Govadongax **La8 fra-»
gatas de nuestra escuadra Vüla de Madrid con
el jeneral a su bordo. Resolución^ Berenguela i
Blanca i la corbeta Vencedora salieron el dia 7
de setiembre para los puertos de Chile, segun^
creo, a festejar con los chilenos el dia de la in-
dependencia de la República de la Estrella (Chile)
la que es mui posible que se estrelle en esta oca-
sión. En interés de su salud, le deseamos que a.
costa de un catarro (pues tendrá que quitarse el ^
sombrero para saludar) se libre de padecer alguna-
indijestion canónica. Amen."
Francamente, no habría copiado una chocarre-
ría tan insulsa, si ella no tuviera cierta importan*-
cia histórica.
El ministro de estado don Manuel Bermúdezw
42 MIQDEL LDIB AMONA-TEGni:
de Castro escribe en una nota al embajador de
Su Majestad en Paris, fechada en San Ildefonso
«1 23 de noviembre de 1865, lo que sigue: "El
Jeneral Pareja llegó el 17 de setiembre a Valpa-
raíso, solo en la Villa de Madrid, i no al frente
de la escuadra, como se ha querido suponer, i
llegó en ese día, porque ■qo pudo llegar antes; no
porque desease, como indica el señor Rosales,
reproducieodo un argumento hecho en Chile sin
dato ni fundamento alguno, aparecer allí en el
momento en que so celebraba el aniversario de la
independencia; argumento que, aun cuando se
fundase en hechos comprobados, no valdiia cier-
tamente la pena de refutarse".
No me detendré a examinar si merece o no una
reprobación severa el almirante Pareja al presen-
tarse en Valparaíso con un ultimátum en la mano
el mismo día en que se celebraba el aniversario
•de la independencia del país; ni si es o nó acerta-
do en un ministro plenipotenciario hacer imposi-
ble con una conducta irritante i ofensiva la mis-
ma negociación que va a promover. Lo que sí
me parece comprobado de nn modo auténtico con
-el fragmento copiado del Diario de la Covadonga
es el hecho que don Manuel Bermádez de Castro
niega tímida i solapadamente, a saber: que los ma-
rinos españoles salieron del Callao conel propósito
■deliberado de venir a exijir un saludo de veintiún
cafionazos a su bandera en el dia mismo en que
fie celebraba el 'natalicio de nuestra república.
DIARIO DE LA C0VAD0N6A 43
Probablemente esta fué una chascada del jeneral
<5onvertido en diplomático, aplaudida por su tropa.
El almirante don José Manuel Pareja aborrecía
especialmente a Chile, cuya tierra habia sido fu-
nesta a un miembro ilustre de su familia, ün tio
-suyo, don Antonio Pareja, marino como él, habia
ilejado en nuestro suelo sus huesos i sus glorias.
Era un sujeto realmente distinguido. Habiá as-
cendido desde guardia-marina hasta capitán de
navio. Se habia encontrado en todas las acciones
navales de su época: en las costas de África, en
Jibraltar, en Tolón, en el cabo de San Vicente, don-
de mandaba la Perla^ en Trafalgar, donde man-
daba el Argonautaj en Cádiz, i en otros comba-
tes todavía. Habia sido condecorado con la venera
de Santiago, i con el grado de brigadier. Cuando
estallaron los primeros movimientos revolucio-
narios en la América fué enviado a Chile para so-
focar la insurrección. Pero aquel jefe anfibio de
mar i tierra tenia mas de medio siglo de edad
cuando- pisó nuestras playas; i la fortuna, que no
ama a los viejos, según laespresion de Carlos V.,
le volvió las espaldas. A pesar de su valor i peri-
cia, en lugar de victorias, sufrió descalabros, que
le arrastraron al sepulcro. En suma, don Antonio
Pareja perdió en Chile sn fama, i su vida. Ade-
mas perdió su venera de Santiago, que cayó en
^oder de los independientes, según consta del
curioso oficio que sigue, pasado por la junta gu-
bernativa de Chile al cabildo eclesiástico.
44 MIGUEL LUIB AMUNATEQUI
«El jeneral en jefe del ejército restaurador ha
remitido eu el último espreso la adjunta venera
de Santiago, tomada en el equipaje del finada
don Antonio Pareja, jeneral del ejército invasor
de la Concepción, i a quien oorrespondia como-
caballero de dicha orden. Persuadido el gobierno
de que este despojo del enemigo no puede teneír
mejor destino, que colocarlo* en esa iglesia cate-
dral en el busto del santo patrón de la capital i
del estado de Chile, lo remito a Usía para so.
pronta colocación como un testimomio de su res-
peto, gratitud i reconocimiento a los repetidos be-
neficios que recibe la Patria del Dios de las vic-
torias. Dios guarde a Usía muchos años. Santia*
go, i junio 5 de 1813. — Francisco Antonio Pérez ^
— Jo^é Miguel linjante. — Agustín Eizaguirre. —
Mariano Egaña^ secretario. — Al Venerable Dean,
i Cabildo».
El sobrino deseaba vengar el Iracaso del tio.
La intimación del almirante Pareja fué recha-
zada con la indignación que merecia. Los chile-
nos estaban resueltos a sacrificar sus bienes i
sus personas antes que consentir en ningún acta
que menoscabase en un ápice la dignidad nacio-
nal. Sobre este punto no habia discrepancia al-
guna.
El jefe de la escuadra empezó a comprender
^ue el ajuste de cuentas a que habia venido era
mas largo i complicado de lo que habia supuesto*.
El cuarto de hora que al principio le habia pare^
>,■■.
DIARIO DE LA COVADONGA 45
■ I I 11 I 1 1 . 1 lili ■ I» I I ■ II I I ■^^■^— »^— I »^
cido suficiente para terminar el negocio llevaba
trazad de prolongarse dias, quizá meses. En vista
de aquella obstinación inesperada, que no acerta-
ba a calificar, declaró rotas las relaciones diplo-
máticas con Chile, i bloqueados sus puertos. Pos-
teriormente, en fuerza de las reclamaciones de
los representantes de las naciones estranjeras,
que no querian reconocer un bloqueo de papel,
tuvo que limitar la incomunicación solo a los puer-
tos de Caldera, Coquimbo, La Herradura, Valpa-
raíso, Talcahuano i Tomé. Acto continuo, fraccionó
fiu escuadra en cuatro porciones, que distribuyó
en los puertos indicados.
Adoptadas estas medidas, don José Manuel
Pareja aguardó tranquilo el resultado. Pensaba
que^el bloqueo establecido sería mas eficaz que
sus notas anteriores para el buen éxito de su es-
pedicion.
Raciocinaba en esta forma: — La contribución
de aduanas es la renta principal del erario chile-
no; de manera que cegada esta fuente de ingre-
sos, el gobierno de la República no podrá funcio-
nar, i se verá forzado a ceder. Durante mi larga
carrera, he visto que el calabozo a pan i agua es
un medio seguro de amansar los caracteres mas
indómitos.
La división de su escuadra no le inspiraba
ningún temor. Tenia una confianza ciega en la
fsuperioridad do sus buques de guerra, que no
T^odian ser tomados por las chalupas de los flete-
.46 MIGUEL LUIS AMUNÁTEGUI
ros; i en sus grandes cañones, cuyos fuegos no
podian ser apagados por los fusiles de nuestros^
soldados.
El 10 de octubre de 1865, a las doce de la no-
che, la Covadonga zarpó del Callao para venir s^
tomar parte en el bloqueo de Chile. Su tripula-
ción estaba llena de entusiasmo i orgullo; i era
diestrísima en el manejo del cañón, del fusil, dé la
carabina, del revólver i del machete.
Cuando la goleta llegó a Cobija, el contador i
el maquinista desembarcaron para comprar car-
bón, pero los dueños de la especie pusieron in-
convenientes para venderla.
Don Luis Fery ordenó entonces que se traje-
ran del puerto lanchas de carga; i que fuerau
conducidas a remolque a una caleta inmediata,
donde estaba situado el establecimiento minera
de Gatico. Dispuso en seguida que una parte
de la marinería, i la miíad de la tropa, bajaseit
armadas a tierra, al mando de un oficial; i qua
embarcaran todo el combustible que fuera pre-
ciso.
Esta orden recibió un exacto cumplimiento.
A lo que parece, el comandante Fery estaba
decidido a proporcionarse el carbón con la punta,
de las bayonetas si no se podía de otro modo.
La república de Solivia era tratada como ene-
miga aun antes de que hiciera causa común con
I
'DIARIO DE LA COVADONGA 47
Chile. La España invocaba a cada paso en su fa*-
vor el derecho de jentes; pero ella lo violaba^*
siempre que la infracción le convenia.
De Cobija, la Covadonga pasó a Caldera, Co-
quimbo, La Herradura i Valparaíso.
Su tripulación manifestaba un regocijo espe-
cial al ver en estos puertos las presas de pobrea
naves mercantes que sus compañeros habían to-
mado; i quiso hacer algunas por su parte; pero
los buques reconocidos por ella Resultaron ser
neutrales.
La Covadonga^ ancló en Valparaiso el 25 de oc-
tubre a las dos i media de la tarde.
Arribaba a tiempo para presenciar el tiroteo
de Playa- Ancha, ocurrido en ese mismo dia, a laa
cuatro i media.
En aquel lance, pudo conocer por ciencia pro-
pia que si los españoles eran fuertes en el mar
merced a sus naves de alto bordo perfectamente
artilladas, no podian pisar impunemente la tie-
rra de Chile.
Léase como el Diario de la Covadonga refiere
el suceso mencionado:
«Salió la Vencedora para Playa- Ancha para
traerse dos botes chilpnos que comunicaban con
los buques mercantes que recalaban al puerto
SSTalparaiso). Encontró barados los botes, i man-
ó a tierra dos de los suyos armados. Sostuvie-
ron un rápido tiroteo con los chilenos que en nú-
mero considerable acudieron a impedir la opera-
48 MIOUEL LUIS AMUNÁTEGUl
cion; i que, parapetados en las piedras, hacían
fiíego a mansalva. Viendo que era una locura tra-
tar de echar al agua los hotes citados, se reem-
barcaron; i tuvimos que lamentar la pérdida de
un preferente, muerto de un balazo en la cabeza,
estando ya en el bote, i otro fué herido también
dentro del bote. Los chilenos tuvieron un muer-
to de bayoneta, i tres o cuatro heridos de bala».
Los soldados de la Vencedora^ o soñaban des-
piertos, o excitados por el peligro veian fantasmas,
o faltaban a la verdad para disculpar su fuga.
Todos saben lo que sucedió en el encuentro ci-
tado, como que ocurió a la luz del sol i a la vista
de varias personas.
Habia en Playa Ancha una guardia compuesta
solo de ocho hombres i un cabo de la artillería de
marina, mandados por el sarjento don Pedro
Castellanos.
Los españoles, en números mas de cuarenta,
saltaron a tierra para apoderarse de los dos botes
de que se ha hecho referencia.
Los artilleros les intimaron que se retiraran in-
mediatamente.
Los españoles les contestaron con una des-
carga.
Los nuestros hicieron fuego entonces sobre los
eneipigos, i los atacaron con denuedo, sin embar-
go de hallarse en la proporción de uno contra
cuatro.
Empeñóse el combate.
DUBIO DE LA COVADONGA 49
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Después de un corto tiroteo, los españoles hu-
yeron precipitadamente, dejando un remo i va-
rios cartuchos de munición.
•En vez de los dos botes que venian a buscar,
los agresores llevaban el cadáver de uno de los
suyos, i una bala en el cuerpo de^ otro, estándo-
nos a la confesión contenida en el Diario de la
i^ovudbnga^ porque sus heridos fueron tres o cua-
tro, si hemos de dar crédito a la relación de otros
testigos.
Los nuestros no sacaron un solo rasguño.
En esta narración fiel de lo acontecido en el
ataque de Playa Ancha, ¿dónde están el número
considerable de chilenos, i el muerto de bayone-
tazo i los heridos de nuestra parte, que se pre-
tende haber habido en la refriega?
El héroe de Cervantes trasforínaba un mesón
en un castillo, i una manada de ovejas en uu
ejército. Los asaltantes de Playa- Ancha padecian
del mismo achaque, a no ser que disfrazaran la
realidad para paliar su descalabro.
El 2 de noviembre, fondeó en Valparaíso el va-
por español Marques de la Victoria^ que venia a
incorporarse en la escuadra; i zarpó la Govadonga
Sara ir a ocuparse en el bloqueo de Coquimbo i
la .Herradura.
La última pajina del Diario de la Covadongcf
tiene esta fecha del viernes 24 al sábado 25 de
L**«--^,^J*H-
50 mauEL luib amunátegüt
NOVIEMBRE DE 1865; i comienza por una cruz ne-
gra, una de esas cruces que suelen colocarse en los
periódicos para anunciar las defunciones u otras
noticias fiínebres, fiel trasunto de una de esas cru-
ces de madera que cubren las sepulturas humildes.
¡Funesto presajio!
En esa hoja se consigna el fallecimiento«de ua
hombre a bordo.
Se llamaba Pelegrin Cuzó, i era cabo de mar.
Estaba enfermo de disenteria. Habiéndose
agravado, se llamó por señal al capellán de la
Blanca. El sacerdote vino inmediatamente para
éonfesar al moribundo i acompañarle con sus
exhortaciones hasta el umbral de la eternidad.
El pobre infeliz murió lejos de su patria i de
sil familia a las seis tres cuartos de la tarde.
Su cadáver fué colocado en un bote, su último
lecho, para ser arrojado después al mar, esa fosa
común de los marinos.
El 25 a las siete d^ la mañana, volvió el cape*
Uan de la Blanca para rezar el oficio de difuntos.
La marinería i la tropa concurrieron al acto.
A las siete i tres cuartos deljmismo dia, la go-
leta levó el ancla para su postrer viaje bajo ban-
dera española.
Las últimas palabras del Diario de la Govadon^
ga son las siguientes:
(kPoco después de las diez se arrojó al agua el
cadáver del cabo de mar Pelegrin Cuzó, ¡ Des-
canse en paz».
^^i
DIABIO DE LA COVAOONGA 51
La corbeta chilena Esmeralda mandada por el
vlaiente marino. chileno don Juan Williams Re-
bolledo se apoderó de la Covadonga el 26 de no-
viembre de 1865 en el puerto del Papudo.
. El estampido de los cañonazos retumbó hasta
Valparaíso; pero ninguno de los buques españo-
les salió en su ausilio.
La desesperación de Pareja, cuando tuvo noti-
cia de la captura de la Covadonga^ fue inmensa.
La existencia le llegó a ser odiosa. Resolvió
suicidarse, i en efecto realizó su propósito. El
pistoletazo que se disparó es la proclamación mas-
espléndida de la victoria de Chile.
El jefe de la escuadra fué sepultado en el Pa-
cífico con su uniforme i sus insignias.
Era uu ataúd digno de un dolor sin límites.
Don José Manuel Pareja yace para siempre en
su cama de roca i su colchón de arena, a los pies
de Chile, al cual habia querido humillar durante
su vida, i al cual ensalzaba con su muerte.
La imajinacion de Dante no habría podido con-
cebir un suplicio mas tremendo.
La pérdida de la Covadonga ha sido un dardo
agudo enterrado en la carne viva, que la España
ha procurado estraerse en mas de una ocasión.
■ Antes del bombardeo de Valparaíso, propuso
. por medio de ajentes oficiosos diversas l^ses
\. de avenimiento^ entre las cuales se enumeraba
> ■;•,-»;
52 MI6DBI.LÜI3 AMONÁTEGUI
la devolución recíproca de las presas hechas du-
rante la guerra.
El ministro de relaciones esteriores de Chile
don Alvaro Covarrúbias rechazó desde luego, sin
vacilar, esta cláusula; i pronunció a este resp cto
las siguientes palabras que la historia debe re-
cojer:
— Un buque de guerra capturado en buena lid
no se devuelve en un protocolo. El gobierno de
Chile no puede restituir la Covadonga por un
tratado, suceda lo que suceda. La España no po-
dría devolver en cambio de un buque de guerra
mas que naves mercantes que no ha habido nin-
gún honor en apresar, i que por lo tanto no hai
ninguno en retener. Nuestra república no ha tra*
ficado, ni traficará jamas con su gloria. Si la Es-
paña quiere recuperar la Cavadongüy es preciso
que se resuelva a arrancarla por la fuerza, como
se le ha quitado.
El jeneral Kilpatrik, ministro plenipotenciario
de los Escados Unidos de Norte- América, que es-
taba en la conferencia, se puso de pié inmediata-
mente, i apretando con entusiasmo la mano del
señor Covarrúbias, le dijo: — La contestación es
digpa de Chile i de su ministro. Jamas habia yo
presumido que pudiera darse otra.
Después del bombardeo de Valpariaso, la Es-
paña insistió en la restitución de lá Covadonga\
perOfSiempre recibió la misma repulsa.
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THI8 BOOK 18 DUE ON THE LA8T DATE
STAMPED BELOW
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