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Full text of "El ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha"

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# 



té 



/ 



J- 



EL INGENIOSO HIDALGO 

DON QUIXOTE DE LA MANCHA 

COMPUESTO 

POR MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA. 



NVEVA EDICIÓN 

COMLEGIDA DENUEVO, COK NUEVAS NOTAS, COK HUEVAS 

ESTAMPAS, COK KUEVO ANÁLISIS, T COK LA VIDA DE 

• EL AUTOR NUEVAMENTE AUMENTADA 

POR D. JUAN ANTONIO PELLICER 

BIBLIOTECARIO DE S. X. Y ACADÉMICO DE NUMERO DE XA 
REAL ACADEMIA DE XA HISTORIA. 



PARTE PRIMERA. 

TOMO IL 



EN MADRID 

/POR D. GABRIEL DE SANCHA 

\ AÑO PE MJDCCLXXXXVII. 

) 



i 



\ 



/ 



X 



TABLA 

DE LOS CAPÍTULOS QUE CONTIENE 

ESTE ÍOMO SEGUNDO. 

iuAP. xiv. Donde se ponen los versos 
desesperados del difunto pastor , con 
otros no esperados sucesos. j 

cap. xv» Donde se cuenta la desgracia- 
da aventura que se topó Don Qui- 
xote en topar , con unos desalmados 
Yangueses. x$ 

cap. xvr. De lo que le sucedió al Inge- 
nioso Hidalgo en la venta ,que él 
imaginaba ser ¿astillo. &g 

cap. xvii. Donde se prosiguen los {nu- 
merables trabajos , x que el bravo Don 
Quixote y su buen escudero Sancho 
Panza pasaron en la venta , que 
por su mal pensó que era castillo. 37 

CAP. xviii. Donde se cuentan las razo- 
nes que pasó Sancho Panza con su 
señor Don Quixote , con otras aven- 
turas dignas de ser contadas. 49 

cap. xix. De las discretas razones que 
Sancho pasaba con su amo ,y de la 



1 



aventura que le sucedió con un cuer- 
po muerto > con otros acontecimientos 
famosos. &£ 

cap. xx. De la jamas vista ni oida aven- 
tura , que con mas poco peligro fue 
acabada de famoso caballero en el 
mundo , como la que acabó el vale- 
roso Don Quixote de la Mancha. 76 

cap. xxi. Que trata de la alta aventu- 
ra y rica ganancia del yelmo de 
Mambrino , con otras cosas sucedí* 
das á nuestro invencible caballero. 9 6 

cap. xxii. De la libertad que dio Don 
Quixote a muchos desdichados , que 
mal de su grado los llevaban donde 
no quisieran ir. * *3 

cap. xxiil. De lo que le aconteció al fa- 
moso Don Quixote en Sierra More- 
na , que fue una de las mas ra- 
ras aventuras que en esta verdade- 
ra Historia se cuentan. *&8 

cap. xxiv. Donde se prosigue la aven- 
tura de la Sierra Morena. 14$ 

cap. xxv. Que trata de las estrañas co* 
sos que en Sierra Morana sucedie* 
ron al valiente caballero de la Man- 



cha , y de la imitación que hizo d la 
penitencia de Belt enebros. ig? 

cap. xxvi. Donde se prosiguen las fi- 
nezas y que de enamorado hizo Don 
Quítete en Sierra Morena. x8o 

cap. xxvii. De como salieron con su in- 
tención el Cura y el Barbero , con 
otras cosas dignas de que se cuenten 
en esta grande Historia. xpj 

cap. xxviii. Que trata de la nueva y 
agradable aventura , que al Cu- 
ra y Barbero sucedió en la misma 
Sierra. 216 

cap. xxix. Que trata del gracioso ar- 
tificio y orden que se tubo en sacar 
á nuestro enamorado caballero de la 

1 asperísima penitencia en que se ha- 
bía puesto. 237 

cap. xxx. Que trata de la discreción de 
la hermosa Dorotea , con otras co- 
sas de mucho gusto y pasatiempo. 2 $4 

gap. xxxi. De los sabrosos razonamien- 
tos que pasaron entre Don Quixo- 
te y Sancho Panza , su escudero, con 
otros sucesos. 268 

cap. xxxii. Que trata de lo que sucedió 



en la venta á toda la quadrüla de 
Don Qtdxote. 281 

cap. xxxiii. Donde se cuenta la novela 

del Curioso Impertinente. 290 



EL INGENIOSO HIDALGO 

t 

X>ÓN QUIXOTE 



DE LA MANCHA. 



PARTE P RIME RA. 



CAPITULO XIV. 

SONDE SE PONEN 10$ VERSOS DESESPERADOS DEX 
DIFUNTO PASTOR , CON OTROS NO ESPERA,- \ 

DOS SUCESOS. 

€ANCT0N DE GSJS0ST0M0' . 

X a que quieres , cruel , que se publique 
De lengua en lengua y de una en otra gente 
Del áspero rigor tuyo la fuerza, 
Haré que el mismo infierno comunique 
Ai triste pecho mió un son doliente, 
Con que el uso común de mi voz tuerza; 
Tf al par de mi deseo , que sé esfuerza 
A decir mí dolor y tus hazauas, 
De la espantable voz irá el acento, 
Y en él mezclados por máyór tormento 
Pedazos de las míseras entrañas: 
Escucha pues , y presta atentó pido . 
No al concertado son , sino al ruido 

x . Canción de Grisostomo. El artificio de esta canción 
admirablt y singular consiste en componerse cada están-, 

X. J J. ■ A ' 



v^ 



3 DON QVÍXOtE BE LA MANCHA*. 

Que de lo hondo de mi amargo pecho. 
Llevado de un forzoso desvario, 
Por gusto mió sale y tu despecho. 

El rugir del león , del lobo fiero 
£1 temeroso ahullido , el silbo horrendo 
De escamosa serpiente , el espantable 
Baladro 1 de algún monstruo , él agorero 1 
Graznar de la corneja, y el estruendo 
Del viento contrastado en mar instable, * 



esa de 16. versos , todos endecasílabos , que rimando entre 
sí de un modo nuevo , el penúltimo consuena con el hemis- 
tiquio del ultimo. Notase en ella alguna espresion humil- 
de , y algún verso desmayado i pero puede sinembargo com- 
petir con la mejor de nuestros mejores poetas. La misma 
uniformidad de versificación , sin alternar los tersos cor- 
tos , manifiesta con mas Tthóeza la pasión de este pastor 
furioso , que para escarmiento de los que se rinden a la ti- 
ranía del. amor profano, se mató desesperado /consintien- 
do en* privarse del cielo para siempre según se insinúa en 
los dos versos últimos de la estancia sesta , que dicen asi: 
Ofreceré i los vientos cuerpo y alma 
! Sin lauro 6patma*ée futuros bienes. 
Puede reputarse Cervantes, por inventor de este genero di 
canciones : alómenos esta es diferente t de las que compuso 
el Petrarca, que fue el primero que las escribió , ni la trae 
Rengifo , ni se halla otra semejante entre las de Boscañ, 
Lope de Vega , Esteban Rodríguez , Faria de Sousa , ni 
Bernaldez. 

i Baladro. Esto es , el rugido , los ladridos y ahullidos 
de los endriagos , vestiglos y otros Monstruos , de quienes se 
oyeron en el castillo espantosos baladros. I Espejo de Caba- 
llerías. P. I. cía.'] 

2 Agorero. Alusión al vers. 18. de la eglog. I. di 
Virgilio: 

Sepe sinistra cava pracdixit ab ilice cornix: 
Muchas ^eces lo pronosticó la agorera corneja desdi la 
hendida encina* .... 



. 3&&TS • X. CAF BTO&0 XIV* , $ 

Del ya vencido toro ■ ú implacable 

Bramido , y de la viuda tprtolilla 

£1 sensible arpillar , el triste canto 

Del invidiado * buho , con iel llanto 

De toda la infernal negra quadrüla 

Salgan con-ia doliente anima fuera 

Mezclados en un son de tal manera, ^ 

Que se confundían los sentidos todos; 

Pues la pena cruel que en mí se halla > - 

Para conuatla pide nuevos modos. 

De tanta confusión no las. arenas 
Del padre Tají> oirán los tristes ecos, 
Ni del famoso Betis las olivas: 
Que allí se esparcirán mis duras .penas 
En altos riscos y en profundos huecos, 
Con muerta lengua y con palabras vivas: 
O ya en escures valles , ó en esquivas 
Playas , desnudas de contrato humano: 
O adonde el sol jamas mostró su lumbre: , - 

O entre la venenosa muchedumbre 
De fieras que alimenta el Nilo llano * : 

x Vencido toro. En la pelea en : fue disputa con otro* 
el predominio sobre las vacas, 

2 Invidiado. Como se dice en las primeras edicioue/, 
no enviudado, como se ka sustituid* -en otras. EV'búho 
enmedio de ser ave funesta , tiene, pan* hermosos ojor, 
las demás quieren sacárselos de envidia* l 

3 El Nilo llano. La noticia de que -en las orillas <df) 
Nilo se crian sabandijas venenosas la adoptó al párete} 
Cervantes del lib. II. de Lucano ,y del IJC, la propiedad 
del adjetivo llano, por correr este rio por las llanuras de 
Egipto: 

Non minor hic Nilo ;, si non per pilona iacentis •". « < > 
JEgypti Libicus Niius stagnaret arenas; : 

No es menor este que el Nilo [dki el traductor de Lu+ 

A2 



4 DOK QtTlftOTE DE LA MANCHA. 

Que puesto que en lqs paramos desiertos 
Los ecos roncos , dé mi mal inciertos, ¿ 
Suenen con tu rigor <tan sin segundo^- • 
y Por privilegio de mis cortos hados * 

Serán llevados por el "ancho mundo. • 

Mata un desden , atierra la paciendo 
O verdadera , ó falsa una sospecha: 
Matan los zelos con rigor mas fuerte: 
Desconcierta la vida larga ausencia: 
Contra un temor de olvido no aprovecha 
Firme esperanza de dichosa suerte. 
En todo hay cierta inevitable muerte; 
Mas yo £ milagro nunca visto ! } vivo 
Zeloso , ausente*, desdeñado , y cierto 
De las sospechas, que me tienen muerto: 

Y en el olvido en quien mi fuego avivo, 

Y entre tantos tormentos nunca alcanza 
Mi vista á ver en sombra á la esperanza, 
Ni yo desesperado la procuro; 

Antes por estremarme en mi querella 
Estar sin ella eternamente juro. 

Puédese por ventura en un instante 
Esperar y temer ? ó es bien hacello, ' 
Siendo las causas del temor mas ciertas? 
¿Tengo , si el duro zelo está delante, 
Dp cerrar estos ojod ,~ si he de vello * 
JPor mil heridas en el alma abiertas? 
^ Quien no abrirá de par en par las puertas 
•A la desconfianza , quando mira 



cano Martin Lar&dt ürofésa] sí el Nilo no se estendiese 
for los llanos de Egipt* , y no hiciese sus estanques per las 
cecas. arenas de la Libi». 



. ' 2A&TE X." CAPITULO XIV, 

Descubierta el desden , y las* sospechas * 
f O amarga conversión !] verdades hechas, 

Y la limpia verdad vuelta en meetira? 
O en el reyno de amor fieros tiranos, 
Zelos ! ponedme un hierro enje&te manos: 
Dame , desden , una torcida; soga* * 
Mas ay de mí! <jae con cruel vitaría .- 
Vuestra memoria: el sufrimiento ahoga. 

Yo muero enfin , y, porque .nunca espere 
Buen suceso en la muerte ni en la vida, 
Pertinaz estarcen mi fantasía. . ' .. 
Diré que va aoertado el que fóéa quiere, : 

Y que es mas libre, el alma :ma^ rendida ' 
A la de amor antigua ttránia; " .„, 
Diré que \* enemiga siempre -mia * 
Hermosa el aja» como el cuerpo tiene, 

Y que su olvida de mi culpa ñas?, 

Y que en fe dfe los. males <que im hace 
Amor \ s\j imperio en juáta'pazitwitiene: 

Y con es(ac«p«on y i w~ ¿w& lm>* 
Acelerando el miserable plazo 
A que me hajtxotictducidor sus drenes, 
Ofreceré a los vtkotos cuerpo y i¿ma 
Sin lauro ó $a¡4afede Aitjirk fcfenes- 

Tú , que con tantas sinrazones muestras 
]^razon/cj^ mé fuerza 4 epe >la: haga •'.; 
A la can&dS *illa qué ábotte«co, 1 
^ues ya vés q\$ te da notprfes'intiestrás 

Esta detwsfw.^ 
De como alegre á tu rigor me ofrezco; 
Si por díchí ¿bribees que merezco 
Que el cielo claro de tus bellos ojos 
En mi muerte se turbe , no lo haga*:. 



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6 DON QUIXaTE DE LA MANCHA, 

Que no quiero que en nadar satisfagas 
Al darte de mi alma los ^espofos; 
Antes con risa en la ocasión funesta 
Descubre que «I temió fue tu fiesta;- 
Mas gm simpleza *e$ avisarte- desto, 
Pues sé que está tutoría conocida 
£h que mi vid* llcrgtte al fin tan: presto* • 
( Venga, r que e* tiempo ya, del hondo t 
Tántalo co& sosecb, Siwfa vengan .:-• 
Con el peso terrible ctes» cantor : : 
Ticio trayga su buytre , y ansimisiw 
Con su raeda Esdón m se detenga r- 
Ni las hermanas <jae trabajan tanto ' : 
Y todos juntas su mortal quebranto 
Trasladen en mippecho, y en voa baxa, 
Si ya á urt desesperada son debidas, 
Canten obsequia ttifite^ doloridas ^ 

inkgne 



Y el portem infernal ié k«i t*t*raq»% 
Con otras mil qtámetap y mil flumttroo*, 
Lleven el doloroso Wfltf^punm: • ' 
Que otra pampa mejor no me parece / 
Que la merece iim amador difunto* -: 
Canción Desecada , no te quejen . 






i* 






i Que trabajan. tantee Lar ¿ro. kija* ekj>amt*j oata\ 
das con otros tantos -primo* htrmanes¿qifá l¿* noche de' ¿as 
bodas por instigación de sv padre mataron á sus maridos^ 
menos Hype í rménesffd , que perdonó la vida del supo. Por 
cuyo delito fueron sentenciadas en el fyfitrffb í saca* agua 
con mucha f&tig/vdr la tagma* Estigia 'ton ekntarm hora- 
dados , la qual volviendo -a caer en *ll# K tratajaH euvano* 

2 De ios tres j06tros. El Cancerbero, ferro, & tres gar x 
gantas , que guardaba las puertas del infierno según fin- 
gieron los poetat* . .í-7. .' 



. WAKSM 1. CAPITULO XVf. J 

Qtiando mi triste compañía dexes* 
Afltes, pues que la causa da naciste" 
Coa mi desdicka aumenta su ventura, 
Aun en la sepultura no estes triste. 

Bien les pareció á los que escuchado hablan 1* 
Canción de Grisostomo, puesta que el que la leyó 
dtxo que no le parecía que conformaba con la re- 
lación , que él b^bia oido del recato y bondad de 
Marcela , porque en ella se quejaba Grisostomo 
déselos, sospechas y de ausencia: todo en perjui- 
cio del buen erudita y buepa fama de Marcela* A 
k> qual respondió Ambrosio^ copio aquel que sabía 
bien los: mas. escondidos pensamientos de su ami- 
ga: para que, señor , os satisfagáis desa dueja , «9 
eien que sepáis que quando este desdichado escri- 
bió esta Candan , estaba ausente de Marcela , da 
quien se había ausentado por su noluntad, por ves 
s¿ usaba con él la ausencia de sus ordinarios fue- 
ids: y como ai enamorado ausentó no hay cosa que 
no le fatigue , nk temor que np le dé alcance , as? 
le Satinaban a Grisostomo los zelos imaginados yr 
ks sospechas temidas , como si fueran -verdaderas^ 
y con esto queda en su punto la: verdad que 1* 
lama pregona de la btndadl de Marcela : la qual 
fuera de ser cru$l,y un poco abogante , y unnu*- 
cho desdeñosa , la.' mesma envidia ni debe ni pue- 
de ponerle falta alguna. Asi es la verdad , respon- 
dió Vivaldo : y queriendo leer otro pape} de loe 
que. habda reservado del fuego, la estorbó una {ña? 

- 

x La causa, dó naciste. Esto es , la misma Marola* 
fue cütwirrfr en propia felicidad la muerte del dssespe* 
tad: Gristitamé* . .\ ♦. 



8 DON QUKOTE DE LA MANCHA. 

* 

rabillosa visión [que tal parecía ella] que ímpró) 
visamente se les ofreció á los ojos ; y rae que par 
cima de la pena donde se cavaba la sepultura r pa¿ 
recio la pastora -Marcela tan hermosa , que pasaba 
a su fama su hennosura. Los que hasta entonces 
no la habían visto, la miraban con admiración y sP 
lencio ; y los que ya estaban acostumbrados á ver- 
la , ,no quedaron menos suspensos , qué los que nun* 
ca la habían visto. Mas apenas la hubo; visto Am-* 
brosio , quando coa maestras de animo indignado 
lA dixo : i vienes á ver por ventura , ó fiero basilis^ 
€0 destas montañas , si con tu presencia vierten san! 
pre las heridas desíe miserable , á quien tu cruel- 
íad quitó la vida? ó vienes g ufanarte en las crue** 
les hazañas de tu condición? ó» ver desde esa al* 
tura , como otro desapiadado Ñero , él incendio dd 
m abrasada Roma? ó á pisar arrogante, este desdi- 
chado cadáver., como la ingrata hija: ai de su pa* 
dre Tarquino 1 ? danos presto á lo que vienes , á 
fue. es aquello dé que mas gustas : que por saber 
yo que los pensamientos de Grisostomo 'jamas de* 
xaroáde obedecerte en vida, haré que, aun ^í 
muerto , te obedezcan los de todos aquellos que S9 
llamaron: sus amigos. No tfcngo , (^Ambrosio , á 
ninguna cosa de las que has dicho, respondió Mari 
cela * sino á volver por mí misma, y. á dar á entena 
der quan fuera de ¿azon van todos aquellos qué 
de sus penas y de la muerte de Grisostomo nié 
culpan: y asi ruego á todos losjqueLiaqui estáis? 

i Tarquino. Debe decir : Servio Tulio , que fue padre 
ftjFultrf 9 y fw Tarquino sifué fue nutrido. fcTit* XS. h i. 
¿..^Á^Mste. mas parece descuida dkl antean, -que yerro' d* 
imprenta, por la falta de libros que tendri*>znla>£a9C4l* 



- *AfcTE */ éÁTYÍVLO XIV. - 9 

me estéis atentos , que no sera menester machó 
tiempo , ni ¿astár muchas palabras para persuadí* 
una verdad a k>s discretos. - " - 

Hizome el cielo, según vosotros decís, hermo- 
sa , y de tal manera , que sin ser poderosos á otra 
cosa , á que me améis os mueve mi hermosura , y 
por el amor que me mostráis , decis y aun queréis 
que esté ye obligada á amaros : yo conozco con el 
natural entendimiento que Dios me ha dado , que 
todo lo hermoso es amable ; mas no alcanzo que 
por razón dé ser amado esté obligado lo que es 
amado "por hermoso á ama* á quién le ama: y mas, 
que podría acontecer que el amador de lo hermo- 
so fuese feo 5 y 'siendo lo feo digno de ser' aborre- 
cido, cae may mal' el decir: quierote por hermo- 
sa , hásme de ama? auiíqtié sea feo ; pero puesto 
caso qUe cohran igualméiitef-las hentiósurás , tto por 
éso haii<Le Kíárfer igualen lofc déseos : que hotodas 
hermosuras enamoran-, que algunas alegran la vis- 
ta , y no rinden la voluntad : que si todas las be-i 
Uezas enamorasen y rindiesen , seria uri andar las" 
Voluntades confusas y descaminadas , sin saber en 
<jual hfcfóab de parar ; poique siendo infinitos lo* 
sugette' hermosos , ínfihfcos habían- de serbos de- 
seos: yfegtmyé hií oid&náeci*>; el verdadero íamor 
no se divide-,^ lía dé éfeíVéíuñtario , y~nb : 3ferzo- : 
so. Siéódo-est3 asi, como ya creo qué lo es;póiqué 
queréis *que rinda mi vóluntad : por fuerza ,-ebliga- 
da no mas de que decis que me queréis bien? si- 
no decüdmé : ¿sr cómo ei'tSélo me hizo hermosa 
me lUciefa.fea, ftiefa jiistq gufijpe quejara dé vos- 
otros poique no m^.an^bedes? quanto mas que ha-, 
beisdex¿¿iderar que^yo«no escogí la hermosura* 



I O DQN QUIXOTS D» t,A MANCHA. 

que tengo , que tal qual es el cielo cae la dio de 
gracia sw yo pedüla «i e«*«Ua ; y «icamoi* 
víbora no merece ser culpada por U pooioqa qgg 
tiene, puesto que con ella mata , por habérsela da- 
do naturaleza , tampoco yo mereacq «ejr reprehen- 
dida por ser hermosa, que U hermosura ep la mu- 
ger honesta es comp el fuego apartado , ó cpqio 1* 
espada aguda , que w 41 quepa , n¿ ella corta á 
quien a ¿líos no se afiprca*. La honw y las virtió 
des son adornos del alma t sin las qu4e* eLcpierpo 
yunque lo sea no debe de pfl*ecer hermoso ; pues 
si la honestidad es una de- las virtudes qqe al cuer- 
po y alma mas, adoruap y hermosea» ¿porque la 
ha de perder laqty? &.vm&k W fyss^osfc » p» 
corresponder á la U^en^on de $ptfl q^e ppr wfa 
su gusto con todas sus fuerza* 4 wdx^tr w proqim 
la pierda? yo n^ilÜMe ,j puna poite? vivir, libre 
escogí la soledad de los (^mpos-: ios abóles destaa 
montañas son nú compañía, las clafcas agua* dgftpeí 
arroyos mis espejos; co& los fflftoltfr y <#*} l* 3gU& 
comuoicQ mis pensamientos y- hermosura : fuego 
soy apartado , y espada ?u§stp lejos : a los «pe he 
enaiuorado con la vista , he desengañado qpn lea 
palabras : y si los deseos se sustentan con eneran- 
zas , no habiendo yo dad¿> alguna á Gri$o#Q9*o, 
ni á otip alguno el fe de ninguno dellos > bien se 
puede decir que antes le mató su porfía que 5&i 
crueldad 1 : y si se ja? hgcg cargo que ?ran hooes- 

i Mi crueldad Este fas^ge^ hact p infecto, muido cotí 
la puntuación con que aquí se escribe s que es con la que. 
debe escribirse, y la mftma ion que está tfarito en la edi- 
don del año de 160 8. seguida* en >esta\ \B»- afganas im- 
fresmu posteriores se, he Je:, estp modo ' ti Jo* desee». *c 



PARTE X CAPITULO XIV. 1 1, 

tos sos pensamientos , y que por esto estaba obli* 
gada á corresponder a ellos r digo que quando en 
ese.mesmo lugar, donde ahora se cava su sepulto» 
ra , me -descubrió la bondad de su intención, le di- 
xe yo que la mia erar vivir en perpetua soledad , y 
de que «¿a la tierra gozase el fruto de mi recogi- 
miento y los despojos de mi hermosura : y si él 

m.Blám.éZ}* ».pl.«D.'l». 

fieranaa y, navegar contra el viento , qué. mucho 
que se. anegase en la mitad del golfo de su desati- 
no? sé yo le entretuviera, fuera falsa: ú le conten- 
tara , hiciera contra mi mejor intención y prosu- 
puesto : porfió desengañado, desesperó sin ser abor- 
recido : mirad ahora, si sera razón que de su pe* 
na se mezclé á mí la culpa.: quéjese el engañado, 
desespérese aquel á quien k faltaron las prometi- 
das esperanzas , confíese el qae yo llamarte ufane* 
se d que yo admitiere;; pera no me llame croe! ni 
homicida aquel í quien yo no prometo > engaño; 
llamo , ni admito : el cielo aun hasta ahora no ha 
querido que yo ame por destino , y el pensar que 
tengo de* amar por elecciones escusado : este ge- 

Sustentan con esperanzas , no habiendo yo dado alguna i 
©risostomo ni á otro alguna, «t fiado ninguno delios, bien 
se puede decir: que antes le mató «t porfía que mi crueldad* 
Cuya puntuación destruye t nuevamente el sentido. Sinem- 
hargo se advierte en ellas que\ asi se halla este pásage en 
todas las ediciones inclusas las primeras. Lo que no es verdad 
énquantva ia> del año 4í-*qGS¿ %** " ***** ¿* ?& ¿°* 

Írimeras mi la es tampoco- 1& que se- añade i pero sobran 
. \s jnaljibras ti fin de ninguna delios, , 6 lo que. es mas regu- 
lar faltan otras , que acaso se* omitieron por olvido del au- 
tor , ó descuido del impresor ; pues ni sobran , ni faltan 
palabras , pt ei autor y ni el impresor merecen ser dopadas. 



1 2* DON QUIXOTE BE EA MANCHA. 

• 

neral desengaño sirva á cada uno de los \qoc me 
solicitan de su particular provecho j y entiéndase 
de aqui adelante que si alguno por mi muere , no 
muere de zeloso ni desdichado , parque .quien k 
nadie quiere , á ninguno debe dar zeíos , que los 
desengaños no se han de tomar en cuenta de des* 
denes : el que me llama fiera y basilisco , dexeme 
como cosa perjudicial y mala: el qiie me llama inr 
gfata r no me sirva : el que desconocida , na me co* 
nozca: quien cruel r no rae siga: que esta fiera, este 
basilisco*, esta ingrata , esta cruel , y estar deseónos 
cida ni los buscará , servirá , conocerá f ni . seguirá 
en ninguna manjaea: qpe si á Grisostomo mató su 
impaciencia y arrojado de6eo, porqué, se ha de culi- 
par mi honesto proceder y recato ? si yo conservo 
mi limpieza con la compañía de los, arboles , por- 
qué ha de querer. que; lá pierda el que quiere quo 
U tenga con los hambres? yo , coAo sabéis , ten* 
go riquezas propias , y no codicio las agieras : ten- 
go libre condición , y no gusto de sujetarme r ni 
quiero , ni aborrezco á nadie:: no engaño á este , ni 
solicito aquel : ni burlo xhn uno. , ni. me: entreten-? 
go con el otro : la conversación honesta de las za- 
galas destas aldeas, y el cuidado „de mis cabras mq 
entretiene: tienen mis deseos por termino estas mon- 
tañas , y si de aqui salen , es á contemplar la her- 
mosura del cielo , pasos con que camina . el r alma á 
su morada primera. , ,; : ",," - \l 

. Y eñ diciendo esto. >. sin, querer oir .respuesta 
alguna, volvió las espaldas, y se entró ^porlo mas 
cerrado de^uñ monte que alli cerca estaba , dexan- 
do admirados tanto de su discreción , como de su 
hermosura á todos los que. alli t estaban. :. y algunos 



. ' PA&TE t. CATITULO * XIV. 1 3 

dieron muestras [de aquellos que de la poderosa 
flecha de los rayos de sus bellos ojos estaban heri- 
dos]] de quererla seguir, sin aprovecharse del ma- 
nifiesto desengaño que habían oido. Lo qual visto 
por Don Quixote , pareciendole que allí venia' bien 
usar de su caballería , socorriendo á las doncellas 
menesterosas , puesta la mano en el puño de su es- 
pada en altas é intelegibles voces dixo : ninguna 
persona* de qualquiera estado y condición que sea, 
se atreva a seguir á la hermosa Marcela , sopeña 
de caer en la furiosa indignación mia : ella ha mos- 
trado con claras y suficientes razones la poca ó nin- 
guna culpa que ha tenido en la muerte de Gri- 
sostomo , y quan agena vive de condescender con 
los deseos de ninguno de sus amantes : á cuya cau- 
sa es justo que en lugar de ser seguida y perse- 
guida , sea honrada y estimada de todos, los bue- 
nos del mundo , pues muestra que en él ella es sola 
la que con tan honesta intención vive. O ya que 
fuese por las amenazas de Don Quixote , ó por- 
que Ambrosio les dixo que concluyesen con lo que 
a su buen amigo debian , ninguno de los pastores 
se movió ni apartó de alli , hasta que acabada la 
sepultura y abrasados los papeles de Grisostomo, 
pusieron: su cuerpo en ella no sin muchas lagri- 
ma* de los circunstantes. Cerraron la sepultura con 
.una gruesa peña , entanto que se acababa una losa 
<5ue según Ambrosio dixo pensaba mandar hacer 
con un epitafio que habia de decir desta manera: 
Yace aqui de un amador 
El misero cuerpo helado, 
Que fue pastor de ganado, 

Perdido ."por desaaxorc 



X 4 DON QVIXOXS OE U MANCHA. 

Murió á manos del rigor 
\ De una esquiva hermosa ingrata, 
, Con quien su imperio dilata 

La tiranía de amor. 
Luego esparcieron por cima de la sepultura 
muchas flores y ramos , y dando todos el pésame á 
su amigo Ambrosio , se despidieron del. Lo mes- 
mo hicieron Vivaldo y su compañero ,y Don Qui- 
zóte se despidió de sus huespedes y de los cami- 
nantes , los quales le rogaron se viniese con ellos 
á Sevilla , por ser lugar tan acomodado á hallar 
aventuras , que en cada calle y tras cada esquina 
se ofrecen mas que en otro alguno. Don Quizóte 
les agradeció el aviso , y el animo que mostraban 
de hacerle merced, y dixo que por entonces no que- 
ría ni debia ir á Sevilla , hasta que hubiese despo- 
jado todas aquellas sierras de ladrones malandrines, 
de quien era fama que todas estaban llenas. Vien- 
do su buena determinación , no quisieron los cami- 
nantes importunarle mas , sino tornándose á des- 
pedir denuevo le dezaron , y prosiguieron su ca- 
mbo en el qual no les faltó de qué tratar , asi de 
la historia de Marcela y Grisostomo > como de las 
locuras de Don Quizóte, el qual determinó de ir 
á buscar á la pastora Marcela , y ofrecerle todo 
lo que él podia en su servicio. Mas no le avino 
como él pensaba , según se cuenta en <el discurso 
desta verdadera historia , dando aqui fia la segun- 
da Parte*, 4 . . ^ 



z V. Discurso Preliminar: §.K 



*Afc££ I. CÁHTÜtÓ XIV. 15 

CAPITULO XV. 

DONDE SE CUENTA LA DESGRACIADA AVENTURA 

QUE SE TOPO DON QUIXOTE EN TOPAR CON UNOS 

DESALMADOS YANGUESJES. 

Cruenta el sabio Cide Hamete Bén Engeli que asi 
como Don Quixote se despidió de sus huespedes 
y de todos los que se hallaron al entierro del pas- 
tor Grisostofno , él y su escudero se entraron por 
el mesfno bosque dónde vieron que se habia entra- 
do la pastora Marcela , y habiendo andado mas de 
dos horas por ól , buscándola por todas partes ski 
poder bailarla , vinieron á parar á un prado lleno 
de fresca yerba , junto del qual corría un arroyo 
apacible y ¿resto tanto , que convidó y forzó á pa- 
sar allí las horas de la siesta , <jfce rigurosamente 
comenzaba ya a entrar. Apeáronse Don Quixote 
y Sancho , y dexando al jumento y á Rocinante á 
sus anchuras pacer de la mucha yerba que allí ha- 
bia , dieron saco á las alforjas , y sin ceremonia al- 
guna en buena paz y compañil amo y mozo co- 
mieron lo que en ellas4ialia*on. No se habia cura- 
do Sancho de echar sueltas 4 Rocinante , seguro de 
que le conocía por tan manso y tan poco rixoso, 
que todas las yeguas de la dehesa de Córdoba no le 
lucieran tomar mal siniestro. Ordenó pues la suer- 
te , y el diablo que no todas veces duerme , que 
andaban por aquel valle paciendo una manada de 
hacas galicianas de unos arrieros Yangueses, de los 
quales es costumbre sestear con su recua en luga- 
res y sitios de yerba y agua , y aquel donde acertó 



> 



1 6 DON QUIXOTE D5 LA MANCHA. 

a hallarse Don Quixote , era muy aproposito de 
los Yangueses. Sucedió pues que i Rocinante le 
vino en deseo de refocilarse con las señoras facas ,y 
saliendo asi como las olió de su natural paso y eos* 
tumbre , sin pedir licencia á su dueño tomó un tro- 
tillo algo picadillo , y se fue á comunicar su ne- 
cesidad con ellas ; mas ellas , que á lo que pareció 
debían de tener mas gana de pacer que' de ál , re- 
cibieronle con las herraduras y con los dientes de 
tal manera , que á poco espacio se le rompieron las 
cinchas , y quedó sin silla en pelota ; pero lo que 
él debió mas de sentir fue , que viendo los arrie- 
ros la fuerza que á sus yeguas se les hacia , acu- 
dieron con estacas , y tantos palos le dieron , que le 
derribaron malparada ^n el suelo. Ya en esto Don 
Quixote y Sancho , que la paliza de Rocinante ha- 
bían visto , llegaban ¿jabeando , y dixo Don Qui- 
xote a Sancho ; a lo que yo veo , amigo Sancho, 
estos no son caballeros sino gente soez y de baxa 
ralea : digolo , porque bien me puedes ayudar á 
tomar la debida venganza del agravio que delante 
de nuestros ojos se le ha hecho á Rocinante. ¿Que 
diablos de vengalza hemos de tomar , respondió 
Sancho , si estos son mas de veinte , y nosotros no 
mas de dos , y aun quiza nosotros sino uno y me- 
dio? Yo valgo por ciento , replicó Don Quixote; 
y sin hacer mas discursos echó mano á su espada 
y arremetió á los Yangueses,y lo mesmohizo San- 
cho Panza incitado y movido del exemplo de su 
amo : y á las primeras dio Don Quixote una cu- 
chillada á uno que le abrió un sayo de cuero de 
que venia vestido , con gran parte de la espalda» 
Los Yangueses , que se vieron maltratar de aque- 



PARTE r. CAPITULO XV. Hj 

líos dos hombres solos , siendo ellos tantos, acudid 
ron á sus estacas , y cogiendo á los dos en medio, 
comenzaron á menudear sobre ellos con grande 
ahinco y vehemencia : verdad es que al segundo 
toque dieron con Sancho en el suelo, y lo mismo 
le avino á Don Quixote , sin que le valiese su des- 
treza y buen animo , y quiso su ventura que vi- 
niese á caer a los pies de Rocinante , que aun no 
se había levantado: donde se echa de ver la furia> 
con que machacan estacas , puestas en manos rusri-t 
cas y enojadas. : . r 

Viendo pues los Yangueses el mal recado que" 
1 habían hecho , con la mayor presteza que pudié-v 
ron carearon su recua y siguieron su camino ,de^ 
xando a los dos aventureros de mala traza y d& 
peor talante- £1 primero que seuresintio fue San-», 
cho Panza ; y hallándose junto á su señor con vo¿ 
enferma y lastimada dixo: señor Don Quixote, a& 
señor Don Quijote? Qué quieres? Sancho herma-: 
no, respondió Don Quixote con el mesmo tono» 
afeminado y doliente que Sancho. Querría , si fue-; 
se posible, respondió Sancho Panza , que vuestra' 
merced me diese dos tragos de aquella bebida del 
feo Blas , si-jes que la tiene, vuestra merced ahi á 
mano , quiza sera de provecho para los quebranta- 
mientos de huesos como lo es para; las feridas. Pues 
á tenerla yo aqui ^desgraciado yol qué nos falta-) 
ba? respondió Don Quixote : mas yo te juifo, San-; 
cho Panza , á fe de caballero, andante que antes: 
qne pasen dos dias, si la fortuna no ordena otra co-i 
sa , la tengo de tener en mi poder , 6 mal me;haifc 
de andar las manos. Pues en quintos le parece á' 
vuestra merced que podramos ¿llover los pies? re: 



T. II. 



\ 



1 8 DON QUÍSOTE de la mancha. 

4 

plicó Sancho Panza. De mí sé decir , ctíxo el mo- 
lida caballero Don Quixote , que no sabré x poner 
termino a esos dias ; mas yo me tengo la culpa de 
todo , que no había de poner mano á la espada 
contra hombres que no fuesen armados caballeros 
como* yo , y asi creo que en pena de haber pasado 
las: leyes de la caballería, ha permitido el dios de 
las: batallas que se me diese este castigo : por lo 
qual , hermano Sancho , conviene que estes adver- 
tido en esto que ahora te diré , porque importa 
mucho a la salud de entrambos : y es que quandx» 
Teas que semejante canalla nos hace algún agra- 
vio , no aguardes a que yo ponga mano á la espa- 
da para, ellos , porque no lo haré en ninguna ma- 
nera, sino pon tu nono á tu espada , y castígalos: 
muy á tu sabor, que si en su ayuda y defensa acu- 
dieren caballeros , yo te sabré defender y ofende-- 
lias, con todo mi poder , que ya habrás, visto por 
mil señales y esperiencias hasta adonde se estien- 
de el valor de este mi fuerte brazo : tal quedó de: 
arrogante el pobre señor con el vencimiento del 
valiente Vizcaíno. Mas no le pareció tan bien á 
Sancho Panza el aviso de su amo r qué dexase de 
responder diciendo : señor , yo soy hombre paci- 
fico , manso , sosegado , y sé disimular qualquiera 
injuria , porque tengo muger y hijos que susren-í 
tar y criar : asique seale á vuestra iperced también* 
aviso ., pues no puede* ser mandato , que. en ningu- 
jia manera pondré mano á la espada ni contra vi- 
llano , ni contra caballero , y que desde aquí .pata 
delante de Dios perdono quantos agravios me han 
hecho y han de hacer , ora me los haya hecha, ó 
haga, ó haya de hacer persona alta ¿ baxa, rico 



• PARTE i. CAPITULO XV. I <) 

6 pobre , hidalgo 6 pechero , sin aceptar estado ni 
condición alguna. Lo qual oido por su amo , le 
respondió: quisiera tener aliento para poder hablar 
ün poco descansado , y qué el doloí que tengo en 
esta costilla , se aplacara tanto quanto , para darte 
á entender , Panza , en el error en que éstas. Ven 
acá, pecador, si el viento de la fortuna, hasta aho- 
ra tan contrarío , en nuestro favor se vuelve , lle- 
nándonos las velas del deseo para que seguramen- 
te y sin contraste alguno tomemos puerto' eñ algu- 
tía de las ínsulas que té tengo prometida , qué se- 
ria de tí , si ganándola yo, te hiciese señor deHá? 
pues lo vendrás á imposibilitar por no ser caba- 
llero , ni quererlo ser , ni tener valor ni intención? 
de vengar tus injurias, y defender tu señorío: por^ 
que has de saber que en los reynos y provincia* 
nuevamente conquistados nunca están tan quieto* 
los ánimos de sus naturales , ni tan dé paité deí 
nuevo señor , que no se tenga temor de que fóaáí 
dé hacer alguna novedad , para alterar denuevó 
las cosas , y volver como dicen á probar yenturaf 
y asi és menester que el nuevo posesor tenga en- 
tendimiento para saberse gobernar , y valor para 
ofender y defenderse en qualquíer acontecimiento. 
ín este que ahora nos ha acontecido , respondió 
Sancho , -quisiera yo tener ese entendimiento y ese 
valor que vuestra merced dice ; mas yo le juro' á 
fe de pobre hombre que mas estoy para viziráté 

3ue para platicas : mire vuestra merced sí se púe* 
e levantar , y ayudaremos á Rocinante , aunque 
no ló merece- , porque él fué la causa principal dé 
todo este molimiento ; jamas tal crei de Rótinahte, 
que le tenia por persona casta* y tan pacifica eomtí 



B 2 



20 DON QUIXOTE DE LA MANCHA • 

yo : enfin bien dicen que es menester mucho tiem- 
po para venir á conocer las personas, y que no hay 
cosa segura en esta vida, ¿ Quien dixera que tras 
de aquellas tan grandes cuchilladas como vuestra 
merced dio á aquel desdichado caballero andante, 
habia de venir por la posta y en seguimiento su- 
yo esta tan grande tempestad de palos, que ha des- 
cargado sobre nuestras espaldas? Aun las tuyas, ' 
Sancho , replicó Don Quixote , deben de* estar he* 
chas á semejantes nublados ; pero las mias criadas 
entre sinabafas y olandas claro está que sentirán 
mas el dolor desta desgracia; y si no fuese porque 
imagino , qué digo imagino? sé muy cierto que 
todas estas, incomodidades son muy anexas al exer: 
cicio de las armas , aquí me dexaria morir de puro 
tnojo. A esto replicó el escudero : señor , ya que 
estas desgracias son de la cosecha de la caballería, 
dígame vuestra merced si .suceden muy. amenudo, 
ó si tienen sus tiempos limitados en que acaecen, 
porque me parece á mí que á dos cosechas queda-, 
remos inútiles para Ja tercera , si Dios por su infi- 
nita misericordia ¡xq nos socorre. Sabete : , amigo" 
Sancho , respondió Don Quixote , que la vida de 
los caballeros andantes está sujeta á mil peligros y 
desventuras , y ni mas ni menos está. en potencia 
propinqüa de ser los caballeros andantes .Reyes y 
Emperadores, como lo ha mostrado la^speriencia 
en muchos y diversos caballeros , de cuyas histo- 
rias yó tengo entera noticia : y pudierais contar 
ahora , si el dolor me diera lugar , de algunos que 
solo por el valor de su brazo han subido. í los al- ■ 
tos grados que he contado, y estos mesmos se vie-j 
ron. antes y después en diversas calamidades y mi-, 



• PARTE I. CAPITULO XV. " 21 

serias : porque el valeroso Amadis de Gaula se vio 
en poder de su mortal enemigo Arcalaus el encan- 
tador , de quien se tiene por averiguado que le dio 
teniéndole preso mas de docientos azotes con las 
riendas dé su caballo , atado á una coluna de un 
patio 1 ; y aun hay un autor secreto y de no poco 
credita que dice qué habiendo cogido al caballe- 
ro del Febo con una cierta trampa que se le hun- 
dió debaxo de los pies en un cierto castillo , y al 
caer se íialló en una honda sima debaxo de tierra 
atado de pies y manos ', y alli le echaron una des- 
tas que llaman melecinas de agua de nieve y are- 
na , de lo que llegó muy al cabo ; y si no fuera so- 
corrido en aquella gran cuita de un sabio, grande 
amigo suyo , lo pasara' muy mal el pobre caballe- 
ro ; asique bien puedo yo pasar entre tanta buena 
gente , que mayores afrentas son las que estos pa- 
saron, quena las que ahora nosotros pasamos; por- 
que quiero hacerte sabidor, Sancho ¿ que no afren- 
tan las heridas que se dan con los instrumentos que 
acaso sé hallan en las manos ; y esto está en la ley 
del duelo escrito por palabras espresas : que si el 
zapatero da á otro con la horma que tiene en la 
mano , puesto que verdaderamente es de palo , no 
por eso se dirá que queda apaleado aquel á quien 

i De un patio. Dos teces cayo Amadis en poder del 
Rey Arcalaus : la una le tubo encantado : la o t tra le de- 
xó caer en una como sima por medio de una trampa; pero 
fio dice su historia que le diese azotes» Hizóté si padecer 
hambre y sed; y aun en este trabajo fue socorrido con una 
empanada de. tocino , y des barriles de vino y agua , que 
en un cesto le descolgó la doncella muda , sobrina de Ar* 
calaus ¿Jlamada Ginaida* [Cap. 19. y 6pJ] Quiza lo lee* 
ría Óervaniei'en otro libro de caballerías. 



3 9 DON QÜIXOTE J>n LA MANCHA. 

dio con ella : digo esto porque no pienses que pues* 
to que quedamos desta pendencia molidos , quedar 
mos afrentados ; porque las armas que aquellos 
hombres traían con que ños machacaron , no eran 
otras que sus estacas , y ninguno dellos á lo que 
$e me acuerda tenia estoque , espada ni puñal. No 
me dieron a mí lugar , respondió Sancho > á que 
mirase en tanto, porque, apenas puse mano á mi ti- 
zona , quando roe santiguaron los hombros con sus 
pinos de manera , que me quitaron la vista de los 
ojos y la fuerza de los pies , dando conmigo adon- 
de ahora yago , y adonde no me da pena alguna 
el pensar si fue afrenta 6 no lo de los estacazos, 
como me la da el dolor de los golpes , que me han 
de quedar tan impresos en la memoria como en 
las espaldas. Con todo eso te hago saber , herma- 
no Panza , replicó Don Qüixote , que no hay me- 
moria á quién el tiempo np . acabe ,, ni dolor que 
muerte no le consuma. Pues qué mayor desdicha 
puede ser, replicó P^nza ? que aquella que aguar- 
da al qen^po que la consuma. , y á la muerte que 
la acabe? si esta nuestra desgracia fuera de aque- 
llas que con un par de vizmas se curan , aun no 
{an malo ; pero voy viendo que no han de bastar 
iodos los emplastos de un hospital para ponerlas en 
buen termino siquiera. Dexate deso , y saca fuer- 
zas de flaqueza , Sancho , respondió Don Quíxote, 
que asi haré yo , y veamos como está Rocinante, 
que á lo qué nle' parece no le ha cabidp aj ppbre 
la meflor parte destg desgracia. No hay 4 d$ que 
maravillarse deso , respondí orSancho , siendo él tam- 
bién caballero andante : de lo qué yo me marabi- 
Uo es &'qué mi jumento haja qúeda^%é:¿' su» 



. PARTE I. CAPITULO XV. 33 

coétas , donde nosotros salimos sin costillas. Siem- 
pre dexa la ventura una puerta abierta en las des- 
dichas para dar remedio a ellas , dixo Don Qui- 
xote : digolo porque esa bestezuela podra suplir 
ahora la falta de Rocinante , llevándome á mí des- 
de aqui á algún; castillo , donde sea curado de mis 
feridas;. y mas que no tendré á deshonra la tal ca- 
ballería, porque me acuerdo haber leido que aquel 
buen viejo Sileno , ayo y pedagogo del alegre dios 
de la risa 1 , quando entró en la ciudad de las cien 
puertas 1 , iba muy á su placer caballero sobre un, 
muy hermoso asno. Verdad sera que él debía de 
ir caballero como vuestra merced dice , respondió; 
Sancho ; pero hay grande diferencia del ir caba- 
llero al ir atravesado como costal de basura. A lo, 
qual respondió Don Quixote : las feridas que se 
reciben en las batallas , antes dan honra que la qui- 
tan ; asique , Panza amigo , no me repliques mas, 
sino como ya te be dicho, levántame lo mejor que 
pudieres , y ponme de la manera que mas te agra- 
dare encima de tu jumento , y vamos de aqui antes 
que la noche venga , y nos saltee en este despo- 
blado. Pues yo he oido decir, á vuestra merced, di- 
xo Panza , que es muy de caballeros andantes el 
dormir en los paramos y desiertos lo mas del año, 
y que lo tienen á mucha ventura. Eso es , dixo 
Don Quixote , quando no pueden mas , ó quando 
están enamorados : y es tan verdad esto , que ha 
habido caballero que se ha estado sobre una peña 
al sol , y á la sombra , y á las inclemencias del cié- 

x Dios de la risa* Baco. 
2 De las cien puertas. Ttbas. 



S4 DO** QUIXOTE DE LA MANCHA. 

lo dos años sinque lo supiese su señora, y uno cien- 
tos fue Amadis, qu&ndo llamándose Beltenebros sq 
alojó en la peña Pobre ni sé si ocho años , ó ocho 
meses , que no estoy muy bien en la cuenta: basta 
que él estubo alli haciendo penitencia por no sé 

3ué sinsabor que le hizo la señora Oriana : pero 
exetnos ya esto, Sancho, y acaba antes que suce- 
da otra desgracia al jumento como a Rocinante.' 
Aun ahi seria el diablo , dixo Sancho ; y despidien- 
do treinta ay es , y sesenta sospiros f y ciento y vein- 
te pésetes y reniegos de quien alli le habia traído^ - 
se levantó , quedándose agoviado en la mitad del 
camino como arco turquesco , sin poder acabar de 
enderezarse : y con todo este trabajo aparejó su as- 
no , que también habia andado algo distraído con 
la demasiada libertad de aquel día. Levantó lue- 
go á Rocinante , el qual si tubiera lengua con que 
quejarse , á buen seguro que Sancho ni su amo not 
le fueran en zaga. En resolución Sancho acomodó 
á Don Quixote sobre el asno , y puso de reata a 
Rocinante, y llevando al asno del cabestro , se en- 
caminó poco mas á menos acia donde le pareció 
que podia estar encamino real : y la suerte , qué 
sus cosas de bien lea mejor iba guiando , ?un no hu- 
bo andado una pequeña legua > quandó le deparó 
el camino , en el qual descubrió una venta , que á 
pesar suyo y gusto de Pon Quixote habia de ser 
castillo. Porfiaba Sancho que era venta , y su ama 
que no , sino castillo ,.y tanto duró la porfía , que 
t-ubieroñ lugar .sin. acabarla de llegar á olla , en la 
qual Sancho se entró sin más averiguación con to- 
da su recua. - ri ;_j ,, . , 

• V.. .+ ..'■)•, A lll»i ) • . «¿ 



• PARTE I. CAPITULO XVI. 2f 

CAPITULO XVI 

DE LO QUE LE SUCEDIÓ AL INGENIOSO HIDALGO 
EN LA VENTA , QUE EL IMAGINABA SER 

CASTILLO. 

JbLl ventero , que vio a Don Quixote atravesado 
en el asno , preguntó a Sancho qué mal traía. San- 
cho le respondió que no era nad^ , sino que habiá 
dado una caída de una peña abaxo , y que venia 
algo bramadas las costillas. Tenia el ventero por 
muger á una , no de la condición que suelen te- 
ner las de semejante trato , porque naturalmente 
era caritativa y se dolía de las calamidades de sus 
próximos : y asi acudió luego á curar á Don Qui- 
xote y y hizo que una hija suya , doncella , mucha- 
cha y de muy buen parecer , la ayudase a curar á 
su huésped. Servia en la venta asimesmo una mo- 
za asturiana , ancha de cara , llana de* cogote* , de 
nariz roma , del un ojo tuerta y del otro no muy 
sana : verdad es que la gallardía del cuerpo suplía 
las demás faltas : no tenia siete palmos de los pies 
á la cabeza , y las espaldas que algún tanto le car- 
gaban , la hacían mirar al suelo mas de lo que ella 

i Llana de cogote. Descogotada , como lo suelen ser 
algunos paisanos de Maritornes según dice Covarrubias 
[Tesoro] y el autor de la Picara Justina [tom. i. L n. 
f. ge 8 '.] Hablando Quevedo.de otra moza , parecida a 
esta , que servia también en una venta , dixox 

Corita en cogote, / 

Y Gallega '«ñ ancas, 

Gran muger de pullas &c. 
[Parnaso \ Musa Xalia^rJünanc*. XCVI.y •■;■' 



ü6 DPN QVIX0TJS VEhA MANCHA. 

quisiera. Esta gentil moza pues ayudó á la doñee* 
Ha , y las dos hicieron una. muy mala cama á Don 
Quixote eti un camaranchón , que en otros tiem- 
pos daba manifiestos indicios que había servido de 
pajar muchos años , en el qual también alojaba un 
arriero, que tenia su cama hecha un poco mas alia 
de la de nuestro Don Quixote ; y aunque era de 
las enxalmas y mantas de sus machos , hacia mu- 
cha ventaja á la de Don Quixote , que solo conte- 
nia quatro mal lisas tablas 9ohre dos no muy igua- 
les bancos , y un colchón que en lo sutil parecía 
colcha , lleno de bodoques que á no mostrar que 
eran de lana por algunas roturas , al tiento, en la 
dureza semejaban de guijarro , y dos sabanas he- 
chas de cuero de adarga. , y una frazada cuyos hi- 
los si se quisieran contar , no se perdiera uno sedo 
de la cuenta. En esta maldita cama se acostó Don 
Quixote: y luego la ventera y su hija le emplas- 
taron de arriba abaxo alumbrándoles Maritornes * , 
ue asi se llamaba la asturiana : y como al vizma- 
le viese, la ventera, tan .acardenalado á partes á 
Don Quixote , dixo que aquello mas parecían gol- 
pes que caida. No fueroQ golpes , dixo Sandio , si- 
no que la peña tenia muchos picos y tropezones, 
y que cada uno habia hecho su cardenal ; y tam- 
bién le dixo : haga vuestra fnerced , señora , de ma- 
nera qué queden algunas estopas , que no faltará 
quien Jas h^ya menester , que también me duelen 
a mí un poco los lomos*. ¿Desa manera , respondió 

i Maritornes. JVo es fácil averiguar si Cervantes in- 
ventó este nombre , 6 le adoptó de la palabra francesa Ma- 
lítorne , que en el francés antiguo significa mala muger. 
mulier im]nobi+[La¿om¿Hi.J&ccÍ9n..auviesáxfran^ , 



a 



PARTE I. CAPITULO XVI, ¿7 \ 

la ventera , también debistes vos de caer ? No caí, 
díxo Sancho Panza , sino que del sobresalto que 
tomé de ver caer a mi amo , de tal manera me due- 
le á mí el cuerpo , que me parece que me han da- 
do mil palos. Bien podría ser eso, dixo la doncella, 
que á mí me ha acontecido muchas veces soñar 
que caia de una torre abaxo, y que nunca acababa 
de llegar al suelo , y quando despertaba del sueño, 
hallarme tan molida y quebrantada , como si ver- 
daderamente hubiera caído. Ahí está el toque , se- 
ñora , respondió Sancho Panza , que yo sin soñar 
ñadí* , sino estando mas despierto que ahora estoy, 
me hallo con pocos menos cardenales que mi se- 
ñor Don Quixote. Cómo se llama este caballero ? 
preguntó la asturiana Maritornes. Don Quixote 
de la Mancha , respondió Sancho Panza , y es ca- 
ballero aventurero , y dé los mejores y mas fuertes 
que de luengos tiempos acá se han visto en el mun- 
do. Qué es caballero aventurero ? replicó la moza. 
Tan nueva sois en el mundo que no lo sabéis vos ? 
respondió Sancho Panza ; pues sabed , hermana mia, 
que caballero aventurero es una cosa que en dos 
paletas x se ve apaleado , y Emperador : hoy está 

• 1 En dos paletas. En las primeras ediciones y en to- 
jas las demás se decia : en dos palabras : lo que se ha con- 
siderado en esta como yerro de imprenta. En dos paletas 
[dice el Diccionario de la Lengua] brevemente, sin traba- 
jo. En el cap. g* de la Parte IL dice Sancho a Teresa su 
mMger : pero si en dos paletas , y en menos de un abrir y 
cerrar de ojos te la chanto un don y una señoría acuestas &c» 
En H cap, $ 1. dice el mismo Sancho : este negocio en dos 
paletas le declararé yo. Y en el tfo. decia Don Quixote á 
'Roque Guiñar d : donde se pasan tantos trabajos y desven- 
tarás , que en fas paletas le pondrá en el cielo. 



3 8 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

la mas desdichada criatura del mundo y la mas 
menesterosa , y mañana tendrá dos ó tres coronas 
-de reynos que dar á su escudero. Pues cómo vos 
siéndolo deste tan buen señor , dixo la ventera , no 
tenéis a loque parece siquiera algún condado? Aun 
es temprano , respondió Sancho ,> porque no ha si- 
no un mes que andamos buscando las aventuras, y 
hasta ahora no hemos topado con ninguna que lo 
sea , y tal vez hay que se busca una cosa , y se ha- 
lla otra : verdad es que si mi señor Don Quixote 
sana de esta herida 6 caida , y yo no quedo con- 
trecho della , no trocaría mis esperanzas con el me- 
jor titulo de España. 

Todas estas platicas estaba escuchando muy 
atento Don Quixote , y sentándose en el lecho co- 
mo pudo , tomando de la mano i la ventera le di- 
xo : creedme , fermosa señora , que os podéis lla- 
mar venturosa r por haber alojado en este vuestro 
castillo a mi persona, que es tal , que si yo no la 
alabo, es por lo que suele decirse que la alabanza 
propia envilece , pero mi escudero os dirá quien 
soy : solo os digo que tendré eternamente escrito 
en mi memoria el servicio que me habedes fecho, 
para agradecéroslo mientras la vida me durare , y 
pluguiera á los altos cielos que el amor no me tu- 
biera t^n rendido y tan sujeto a sus leyes , y los 
ojos de aquella hermosa ingrata £que digo entre 
mis dientes3: que los desta iermosa doncella fueran 
señores de mi libertad. Confusas estaban la vente- 
ra , y su hija , y la buena de Maritornes , oyendo 
las razones del andante caballero , que asi las en-; 
tendiají , como si hablara en grjego : aunque bien 
alcanzaron que todas se encaminaban á bfrecimíen* 



PARTE I.CATlTtTLO XVI. Q$ 

%o y requiebros : 'y como no usadas á semejante 
lenguage mirábanle , y admirábanse , y parecíales 
otro hombre de los que se usaban , y agradecién- 
dole con venteriles razones sus ofrecimientos le de- 
xaron ; y la asturiana Maritornes curó á Sancho, 
que no menos lo habia menester que su amo. '■ 
Habla el arriero concertado con ella que aque«¿ 
lia noche se refocilarían juntos, y ella le habia dado 
su- palabra de cfue^en estando sosegados los hues-> 
pedes , y durmiendo sus amos , lé iria á buscar , y» 
satisfacerle el gusto: en quanto.lé mandase : y aten- 
tase desta buena moza que jamas dio semejantes 
palabras que no las cumpliese , aunque las diese eiV 
«n monte y sin testigo alguno , porque presumid 
muy de hidalga , y no tenia por afrenta estar en 
aquel exercicio de servir en la venta ; porque de- 
cía ella que desgracias y malos sucesos la habían 
traído á aquel estado. £1 duro , estrecho , apocado 
y fementido lecho de Don Quixote estaba prime- 
ro en mitad de aquel estrellado * establo : y luego' 
junto á él hizo el suyo Sancho , que solo contenía' 
una estera de enea , y una manta que antes mostra- 
ba ser de- angeo tundido que de lana : sucedía k 
estos dos lechos el del arriero ^ fabricado , como se 
ha dicho , de las enxalmas , y de todo el adorno de 
los dos mejores mulos que traia , aunque eran do- 
ce , lucios , gordos y famosos , porque era tmo d? 
los ricos arrieros de Arevalo según lo dice él au- t 
tor desta historia , que deste arriero hace particu- 
lar mención , porque le conocía muy bien , y aun 



. x Estrellado; Destechado jy descubierto , desde el qu al- 
u veían laj estrellas. _ . . . , / 



30 DON QVÍXOTE DÉ LA MANCHA- 

quieren decir que era algo pariente suyo* : fijefa 
de que Cide llámete Ben Engeli fae historiador 
muy curioso y muy puntual eií todas las cosas , y 
echase bien de ver , pues las que quedan referida*,* 
con ser tan mínimas y tan rateras , no las quiso pa- 
sar en silencio : de donde podran tomar exemplo 
los historiadores graves , que nos cuentan las accio- 
nes tan corta y sucintamente , que apenas nos lle- 
gan á los labios , dexandose en el tintero ya por 
descuido , por malicia , ó ignorancia lo mas sustan- 
cial de la obra. Bien haya mil veces el autor de 
Tablants de Ric amonte , y aquel del otro libro, don- 
de se cuentan los hechos del Conde Ternillas : y coa 
qué puntualidad lo describen todo ! Digo pues que 

i Pariente suyo. Los moriscos antis de su expulsión» 
que es quando escribía Cervantes , se empleaban en la agri" 
cultura- y en los oficios mecánicos ; pero con mds gusto en 
el extrekio árrieril , porque- faltando de los pueblos , no) 
eran notados de si joian misa , 6 frecuentaban las iglesias, 
disimulando asi su mahometismo oculto ; y á esta ocupa* 
clon Hipócrita y traginera [que por otra parte les propor- 
cionaba ocasiones dé robar y quitar latida á tos cristia- 
nos % que hallaban solos por los caminos] aludió acaso ñutí" 
tro autor , diciendo que un moro verdadero , como era Cide 
fíamete , tenia algún parentesco con otro que solo tenia el 
barniz de cristiano. La abundancia de arrieros moriscos 
je* infiere de un autor nuestro económico que escribía pot 
los años de z6i6. Con la expulsión dé los moriscos , dice % 
faltan quatro ó cinco mil arrieros en España , que con gran- 
de comodidad porteaban las cosas , que desde entonces se 
comenzaron á encarecer al par de la falta de tragin , pues 
por los años de 1608. y 1609. no nos llevaban mas de á 4. 
q. A t reales por traer de Sevilla á Madrid una arroba de peso r 
y noy los arrieros cosarios no la quieren traer menos de á 
14. ó 15. y si es invierno, á 18. y í este tono lo demás. En 
ti Tiembla, que está 14* leguas de Madrid , lugar de 140» 
vecinos, donde había 18. arrieros , no há quedada hoy niri* 



PARTE i. CAPITULO XVI. 3 1 

después de haber visitado el arriero a su recua , y 
dadole el segundo pienso , se tendió en sus ensal- 
mas , y se dio á esperar á su puntualísima Mari- 
ternes. Ya estaba Sancho vizmado y acostado , y 
aunque procuraba dormir , no lo consentía el do- 
lor de sus costillas : y Don Quixote con el dolor 
de las suyas tenia los ojos abiertos como liebre. To- 
da la venta estaba en silencio , y en toda ella no 
había otra luz que la que daba una lampara , que 
colgada en medio del portal ardía. Esta maravillo- 
sa quietud , y los pensamientos que siempte nues- 
tro caballete traia de los sucesos que á cada paso 
se cuentan en los libros, autores de su desgracia, le 
truxo á la imaginación una de las estrañas locuras 
que buenamente imaginarse pueden : y fue que él 
se imaginó haber llegado á un famoso castillo [que 
cómase ha dicho castillos eran á su parecer todas 
las ventas donde alojaba] y que la hija del vente- 
ro lo era del señor del castillo , la qual vencida de 
su gentileza se había enamorado del , y prometido 
que aquella noche á furto de sus padres vendría á 
yacer con él una buena pieza : y teniendo toda 
esta quimera , que él se habia fabricado , por firme 
y valedera , se comenzó a acuitar , y á pensar -en el 
peligroso trance en que *u honestidad se habia de 
ver , y propuso en su corazón de no cometer ale- 
vosía a su señora Dulcinea del Toboso , aunque la. 
misma reyna Ginebra con su dueña Quintañona' 

gano, y en Zalamea i 48. leguas de Madrid, que es de i& 
vecinos; había dicho año 25. arrieros, y hoy no hay mas 
de uno. [Discursos políticos sokre ¿a provisión de la • Corte.- 
MS. BMiUeé* fíe*}.] 

t Dueña Quintañona. Las ediciones originales y las de* 



3 2 DOtf QUIXOTE DE LA MANCHA. 

se le pusiesen delante. Pensando pues en estos dis- 
parates se llegó el tiempo y la hora [que para él 
fue menguada] de la venida de la asturiana , la 
qual en camisa y descalza , cogidos los cabellos en 
una albanega x de fustán , con tácitos y atentados 
pasos entró en el aposento donde los tres alojaban 
en busca del arriero ; pero apenas llegó á la puer- 
ta , quando Don Quixote la sintió , y sentándose 
en la cama á pesar de sus viziqas , y con dolor de 
sus costillas , tendió los brazos para recebir á su 
fermosa doncella la asturiana , <que toda recogida, 
y callando iba con las manos delante buscando á 
su querido. Topó con los brazos de Don Quixote, 
el qual la asió fuertemente de una muñeca , y ti-, 
randola acia sí , sin que ella osase hablar palabra, 
la hizo sentar sobre la cama. Tentóle luego la ca- 
misa , y aunque ella era de arpillera , á él le pa- 
reció ser de finísimo y delgado cendal : traia en las 
muñecas unas cuentas de vidro ; pero a él le die- 
ron vislumbres de preciosas perlas orientales : los- 
cabellos , que en alguna manera tiraban á crines, 
él los marcó por hebras de lucidísimo oro de Ara- 
bia , cuyo resplandor al del mismo §ol escurada: 
y el aliento, que sin duda alguna olia á ensalada 
fiambre y trasnochada, a él le pareció que, arroja- 



mas decían en este pasdge dama ; pero era una errata de 
imprenta manifiesta , no solo porque* el mismo Cervantes* 
la llama dueña en otros lugares [como se puede ver en los 
capítulos 13. y 49. de esta Parte X] sino pirque para due- 
ña de la rejyna Ginebra , y- no para dama , la ifwentó el? 
autor del libro de Lanzar ote del Lago. 

1 Albanega. Ctfia , ¿ red de tela con que las mugerer^ 
recogían- los cabellos. ' 



.. Al 



.•PARTE I. CAPITULO XVI. 33 

ba de su boca un olor suave y aromático : y final- 
mente él la pintó en su imaginación de la misma 
traza y modo que lo que habia leido en sus libros 
de la otra princesa , que vino á ver al mal ferido 
caballero vencido de sus amores , con todos los ador- 
nos que aquí van puestos : y era tanta la cegué- . 
dad del pobre hidalgo , que el tacto , ni el aliento, 
ni otras cosas que traia en sí la buena doncella , no • 
le desengañaban , las quales pudieran hacer vomi- 
tar á otro que no fuera arriero ; antes le parecía 
que tenia entre sus brazos á la diosa de la hermo- . : 
sura : y teniéndola bien asida con voz amorosa y . 
haxa le comenzó á decir : quisiera hallarme en ter- 
rinos , famosa y alta señora , de poder pagar ta- 
maña merced , como la que con la vista de vuestra 
gran fermosura me habedes fecho ; pero ha queri- 
do la fortuna , que no se cansa de perseguir a los, 
buenos , ponerme en éste lecho , donde yago tan 
molido y quebrantado , que aunque de mi volun- 
tad quisiera satisfacer á la vuestra , fuera imposi-* 
ble ; y mas que se añade a esta imposibilidad otra 
mayor , que es la prometida fe que tengo dada á 
la sin par Dulcinea del Toboso , única señora de 
mis mas escondidos pensamientos : que si esto no 
hubiera de por medio , no fuera yo tan sandio ca^ 
ballero , que dexara pasar en blanco la venturosa 
Ocasión on que vuestra gran bondad me ha pues- 
to. Maritornes estaba congoja Jisima y trasudando 
de verse tan asida de Don Quísote , y sin enten- 
der ni estar atenta a las razones que le decia , pro- 
curaba sin hablar palabra desasirse. El bueno del 

arriero , a quien tenían despierto sus malos deseos, ' 
z. zr. c 



3 r 4 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

desde el punto que entró su coyma ' por la puerta - 
la sintió , estubo atentamente escuchando todo lo - 
que Don Quixote decía , y zeloso de que la astu- 
riana le hubiese faltado á la palabra por otro , se 
fue llegando mas al lecho de Don Quixote , y es- 
tubose quedo hasta ver en qué paraban aquellas 
razones que él no podia entender ; pero como vio 
que la moza forcejaba por desasirse , y Don Quixo- 
te trabajaba por tenerla , pareciendole mal la bur- 
la enarboló el brazo en alto , y descargó tan terri- 
ble puñada sobre las estrechas quixadas del ena- 
morado caballero 9 que le bañó toda la boca en san- 
gre ; y no contento con esto , se le subió encima de 
las costillas , y con los pies mas que de trote se las- 
paseó todas de cabo á cabo. £1 lechp , que era un 
poco endeble y de no firmes fundamentos , no pu- 
diendo sufrir la añadidura del arriero , dio consi- 
go en el suelo , á cuyo gran ruido despertó el ven- 
tero-, y luego imaginó que debían de ser penden-" 
das de Maritornes , porque habiéndola llamado á k 
voces no respondía. Con esta sospecha se levantó, 
y encendiendo un candil se fue acia donde había' 
sentido la pelaza. La moza viendo que su amo ve- 
nia , y que era dé condición terrible , toda medxo-- 
sica y alborotada se acogió á la cama de Sancho- 
Panza , que aun dormía , y allí se acorrucó y se hi- 
zo un ovillo. £1 ventero entró diciendo •: adonde 
estás , puta? á buen seguro que son tus cosas estaSy* 
En esto despertó Sancho , y sintiendo aquel bulto 

i Coyma. Muger mundana. [Vocabulario de ¡a Gtr- 
mania de Juan Hidalgo.] 



PARTE I. CAPITULO XVI. 35 

casi encima de sí , pensó que tenía la pesadilla , y 
comenzó á dar puñadas á una y otra parte , y en- 
tre otras alcanzó con no sé quantas á Maritornes, 
la qual sentida del dolor , echando á rociar la ho- 
nestidad , dio el retorno á Sancho con tantas , que 
á su despecho le quitó el sueño : el qual viéndo- 
se tratar de aquella manera y sin saber de quien, 
alzándose como pudo se abrazó con Maritornes , y 
comenzaron entre los dos la mas reñida y graciosa 
escaramuza del mundo* Viendo pues el arriero á 
la lumbre del candil del ventero qual andaba su 
dama , deseando á Don Quixote , acudió a dalle el 
socorro necesario. Lo mismo hizo el ventero , pero 
con intención diferente , porque fue a castigar á la 
moza , creyendo sin duda oue ella sola era la oca- 
sión de toda aquella armonía : y asi como suele de- 
cirse : el gato al rato , el rato a la cuerda , la cuer- 
da al palo , daba el arriero á Sancho , Sancho á la 
moza , la moza a él , el ventero á la moza , y to- 
dos menudeaban con tanta priesa , que no se daban 
punto de reposo: y fue lo bueno -que al ventero se 
le apagó el candil ; y como quedaron á escuras* 
dábanse tan sin compasión todos á bulto , que á do-* 
quiera que ponían la mano no dexaban cosa sana. 
Alojaba acaso aquella noche en la venta un 
quadrillero ■* de los que se llaman de la Santa Her- 
mandad Vieja de Toleda* , el qual oyendo asimis- 

* » 

j » 

x Quadrillero. Los ministros de la Santa Hermandad* 
llamador asi , porque saltan en quadrilla. 

2 Hermandad V ie ja de Toledo/ Habíala en Toledo, Ta- 
layera ,y Ciudad-Real. Componíase de caballeros y gent* 
. noble, y era condición fuesen hacendados y poseyesen col* 
menares en los montes di Toledo. Tenia pon instituto per* 



/ 



36 DON QUIZÓTE DE LA MANCHA* 

rao el estraño estruendo de la pelea, asió dé su me- 
dia vara y de la caxa de lata de sus títulos, y entró 
k escuras en el aposento , diciendo : tenganse á la 
justicia, tenganse á la Santa Hermandad; y el pri- 
mero con quien topó fue con el apuñeado de Don 
Quixote > que estaba en su derribado lecho tendi- 
do boca arriba sin sentido alguno , y echándole á 
tiento mano á las barbas , no cesaba de decir : fa- 
vor á la justicia. Pero viendo que el que tenia asi-, 
do no se bullía ni meneaba, se dio á entender que 
estaba muerto , y que los que allí dentro estaban, 
eran sus matadores , y con esta sospecha reforzó la- 
voz diciendo : ciérrese, la puerta de la venta , mi- 
ren no se vaya nadie , que han muerto aquí á un 
hombre. Esta voz sobresaltó á todos , y cada qual 
dexo la pendencia ea el grado que le tomo la voz. 
Retiróse el ventero á su aposento , el arriero á sus 
eñxalmas , la moza á su rancho : solos los desven- 
turados Don Quixote y Sancho no se pudieron 

seguir a Jos ladronef-y salteadores , llamados golfines aiU 
tiguamente, que infestaban tos montes y caminos , robando 
ganados y dinero. Gozaba de muchos privilegios , que los 
confirmó S. Fernando en el año de 1220. P odian no solo 
prender y sustanciar las causas á los reos , sino senten- 
ciarlos a muirte de saeta , que según dice Francisco de Me* 
dina {^Grandezas de España*-, p. i^6."\ se-executaba en 
Per altillo % ó Peroalbillo en il. termino de Miguelturra cer- 
ca de Ciudad-Real. Carlos!^. 'mandó qué les diesen muerte 
antes de asaetearlos. Entre los individuos de que se com- 
pofya ju, cabildo 6 tribunal ^habia un Quadr Ulero mayor, 
que ademas deles tenientes, tenia en las ciudades , lugtí- 
xery ventas otros quadrillertts comisarios , como lo era este 
aue asió la barba de Don Quixote, Munster hizo el año 
Je, X-S39' Mna puntual- descripción de est* hermandad ( 
trikuwú.*n su CosmogDf&'£. 0.0, % . 



• PARTE I. CAPITULO XVI. 37 

mover de donde estaban. Soltó en esto el quadri- 
llero la barba de Don Quixote , y salió a buscar 
luz para buscar y prender los delinquientes ; mas 
no la halló , porque el ventero de industria habia 
muerto la lampara quando se retiró á su estancia, 
y niele forzoso acudir a la chimenea , donde con 
mucho trabaja y tiempo encendió el quadrillero 
otro candil', 

CAPITULO XVII. 

DONDE SE PROSIGUEN LOS INOMERABLES T*A- 

1 

BAJOS , QUE 5L BRAVO DON QUIXOTE Y SU BUEK 
-ESCUDERO SANCHO PANZA PASARON EN LA VEN- 
TA , QUE POR SU MAL PENSÓ QUE ERA 

CASTILLO. 

JTlabia ya vuelto en este tiempo de su parasismo 
Don Quixote , y con el mismo tono de voz con 
ue el dia antes habia llamado á su escudero , quar* 
o estaba tendido en el val de las estacas , le co- 
menzó á llamar diciendo: Sancho amigo, duermes? 
duermes , amigo Sancho ? Qué tengo de dormir pe- 
sia a mí? respondió Sancho, lleno de pesadumbre y 
de despecho , que no parece sino que todos los dia- 

I Otro candil. Este suceso de la desvergonzada Ma- 
ritornes es uno de aquellos pasos 6 situaciones , que como 
peligrosos para el lector incauto % reprehende justamente el 
abate Jaque lin\y el abate Garces, [Partículas de ¡a Len*- - 
¿ua Castellana : prologo del tom. II. p* jt.] Acaso no lo 
omitió Cervantes por imitar en toda los libros de caballe- 
rías , especialmente el de Amadis de Gaula t donde al fin 
del cap. 25. se refiere otro caso , en parte semejante , en- 
tre la doncella Brandueta y el Mnentureto-Gaiaor* 



1 



38 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

blos haii andado conmigo esta noche. Puedeslo 
creer asi sin duda , respondió Don Quixote , por- 
que ó yo sé poco > ó este castillo es encantado , por- 
2ue has de saber .... Mas esto que ahora quiero 
ecirte hasme de jurar que lo tendrás secreto has- 
ta después de mi muerte. Si juro , respondió San- 
cho. Digolo , replicó Don Quixote , porque soy 
enemigo de que se quite la honra a nadie. Digo 
que si juro , tornó a decir Sancho , que lo callaré 
hasta después de los dias de vuestra merced , y pie* 
ga á Dios que lo pueda descubrir mañana. ¿ Tan 
malas obras te hago , Sancho , respondió Don Qui- 
xote , que me querrías ver muerto con tanta bre- 
vedad ? No es por eso , respondió Sancho , sino por- 
que soy enemigo de guardar mucho las .cosas , y 
no querría que se me pudriesen de guardadas. Sea 
por lo que hiere , dixo Don Quixote , que mas fio 
¿e tu amor y de tu cortesía : y asi has de saber 
que esta noche me ha sucedido una de las mas es- 
{rañas aventuras que yo sabré encarecer; y por con- 
tártela en breve , sabrás que poco ha que á mí vi- 
no la hija del señor deste castillo , que es la mas 
apuesta y fermosa doncella que en eran parte de 
k tierra se puede hallar : qué te podría decir del 
adorno de.su persona! qué de su gallardo entendi- 
miento ! qué de otras cosas ocultas , que por guar- 
dar la fe que debo a mi señora Dulcinea del To- 
boso dexaré pasar intactas y en silencio! solo te 
quiero decir que envidioso el cielo de tanto bien, 
como la ventura me había puesto en las manos , 6 
quiza £y esto es lo mas cierto 3 que como tengo 
dicho es encantado este castillo , al tiempo que yo 
estaba con ella en dulcísimos y amorosísimos coló* 






parte i. cAPrriflLo xni. 39 

quíos , sinque yo la viese ni supiese por donde 
venia , vino una mano pegada á algún brazo de al- 
gún descomunal gigante, y asentóme una puñada 
en las quixadas tal , que las tengo todas bañadas 
en sangre , y después me molió de tal suerte , que 
estoy peqr que ayer , quando los arrieros que por 
.demasías de Rocinante nos hicieron el agravio que 
sabes : por donde conjeturo que el tesoro de la íer- 
mosura desta doncella le debe de guardar algún 
-encantado moro , y no d?be de ser para mí. Ni pa- 
ja mí tampoco , respondió Sancho, porque mas de 
cuatrocientos moros me han aporreado <¿e manera, 
que el molimiento de las estacas fue tortas y pan 
pintado; pero digame , señor : cómo llama á esta 
buena y rara aventura , habiendo quedado delk 
qual quedamos? aun vuestra merced menos mal, 
•pues tubo en sus manos aquella incomparable fer- 
jnosura que ha dicho ; pero yo qué tube , sino los 
mayores porrazos que pienso recebir en toda mi 
vida ? ¡ desdichado de mí , y de la madre que me 
-parió , que no soy caballero andante , ni lo pienso 
•ser jamas , y de todas las malandanzas me cabe la 
mayor parte ! Luego también estás tú aporreado ? 
respondió Don Quixote. No le he dipho que sí, 
pese á mi linage ? dixo Sancho. No tengas pena, 
-amigo , dixo Don Quixote , que yo haré ahora el 
balsamo precioso, con que sanaremos en un abrir y 
cenar de ojos. 

Acabó en esto de encender el candil el quadri- 
llero , y entró á ver el que pensaba que era muer- 
to; y asi como le vio entrar Sancho , viéndole ve- 
nir en camisa > y con su paño de cabeza , y candil 
fin la mano , y con una muy mala cara , preguntó 



40 DON QUIXOTE DE LA MANCHA» 

á su amo : señor ¿ si sera este adicha el moro en- 
cantado que nos vuelve á castigar , si se dexó algo 
en el tintero? No puede ser el moro , respondía 
Don Quixote , porque los encantados no se dexan 
ver de nadie. Si no se dexan ver , dexanse sentir, 
dixo Sancho : sino díganlo mis espaldas. También 
lo podrían decir las mias , respondió Don Quixo- 
te ; pero no es bastante indicio ese para creer que 
este que se ve sea el encantado moro. Llegó el 
cuadrillero , y como los halló hablando en tan so- 
segada conversación , quedó suspenso : bien es ver- 
dad que aun Don Quixote se estaba boca arriba, 
sin poderse menear de puro molido y emplastado. 
Llegóse á él el quadrillero , y dixole : pues cómo 
va , buen hombre? Hablara yo mas bien criado, 
< respondió Don Quixote , si mera que vos : usase 
en esta tierra hablar desa suerte á los caballeros an- 
dantes , majadero? £1 quadrillero, que se vio trata: 
tan mal de un hombre de tan mal parecer , no lo 
pudo sufrir , y alzando el candil con todo su acey- 
te dio á Don Quixote con él en la cabeza, de suer- 
te que le dexó muy bien descalabrado; y como to- 
do quedó á escuras , salióse luego , y Sancho Pan- 
za dixo : sin duda, señor , que este es el moro en- 
cantado , y debe de guardar el tesoro para otros , y 
para nosotros solo guarda las puñadas y los candi- 
lazos. Asi es , respondió Don Quixote , y. no hay 
[ue hacer caso destas cosas de encantamentos , ni 
lay paraque tomar cederá ni enojo con ellas , que 
como son invisibles y fantásticas , no hallaremos de 
quien vengarnos aunque mas lo procuremos : le- 
vántate , Sancho , si puedes , y llama al alcayde 
<desta fortaleza , y procura que se me dé un poco 



i 



*ARTE I. CAPITULO XVII. 4 1 

de acey te , vino , sal y romero para hacer el salu- 
tífero balsamo , que en verdad que creo que lo he 
bien menester ahora , porque se me va mucha san- 
gre de la herida que esta fantasma me ha dado. 
Levantóse Sancho con harto dolor de sus huesos, 
y fue á escuras donde estaba el ventero , y encon- 
trándose con el quadrillero , que estaba escuchando 
en qué paraba su enemigo , te dixo : señor , quien- 
quiera que seáis , hacednos merced y beneficio de 
darnos un poco de romero, acey te, sal y vino, que 
es menester para curar uno de los mejores caballe- 
ros andantes que hay en la tierra , el qual yace en 
aquella cama mal ferido por las manos del encan- 
tado moro que está en la venta. Quandp el qua- 
drillero tal oyó , tubole por hombre falto de seso: 
y porque ya comenzaba á amanecer abrió la puer- 
ta de lá venta , y llamando al ventero ie dixo lo 
que aquel buen hombre quería. El ventero le pro- 
veyó de quanto quiso, y Sancho se lo llevó a Don 
Quixote , que estaba con las manos en la cabeza 
quejándose del dolor del candilazo , que no le ha- 
bía hecho mas mal que levantarle dos chichones 
algo crecidos; y lo que él pensaba que era sangre, 
no era sino sudor que sudaba con la congoja de lá 
pasada tormenta. En resolución él tomó sus sim- 
ples , de los quales hizo un compuesto , mezclan*- 
dolos todos y cociéndolos un buen espacio ,, hasta 
que le pareció que estaban en su punto : pidió lue- 
go alguna redoma para echallo , y como no la hu- 
bo en la venta , sé resolvió de ponello en una al- 
cuza ó aceytera de hoja de lata , de quien el ven- 
tero le hizo grata donación : y luego dixo sobre la 
alcuza mas de ochenta paternpstres , y otras tan- 



\ 



42 DON QUIXOTE DB LA MANCHA. , 

tas avemarias , salves y credos , y a cada palabra 
acompañaba una cruz á modo de bendición : a to- 
do lo qual se hallaron presentes Sancho , el vente- 
ro y quadrillero : que ya el arriero sosegadamente 
andaba entendiendo en el beneficio de sus machos. 
Hecho esto , quiso él mismo hacer luego la expe- 
riencia de la virtud de aquel precioso balsame que 
él se imaginaba , y asi se bebió de lo que no pu- 
do caber en la alcuza y quedaba en la olla donde 
se habia cocido , casi media azumbre ; y apenas lo 
acabó de beber , quando comenzó á vomitar de ma- 
nera , que no le quedó cosa en el estomago , y con 
las ansias y agitación del vomito le dio un sudor 
copiosísimo , por lo qual mandó que le arropasen 
y le dexasen solo. Hicieronlo asi, y quedóse dor- 
mido mas de tres horas , al cabo de las quales des- 
pertó , y se sintió aliviadisimo del cuerpo , y en tal 
manera mejor de su quebrantamiento , que se tubo 
por sano , y verdaderamente creyó que habia acer- 
tado con el balsamo de Fierabrás , y que con aquel 
remedio podia acometer desde allí adelante sin te- 
mor alguno qualesquiera riñas , batallas y penden- 
cias por peligrosas que fuesen. Sancho Panza , que 
también tubo á milagro la mejoría de su amo, le ro- 
go que le diese á él lo que quedaba en la olla, que 
no era poca cantidad : concedioselo Don Quizóte, 
y él tomándola, á dos manos , con buena fe y me- 
jor talante se la echó á pechos , y envasó bien po- 
co menos que su amo. Es pues el caso , que el es- 
tomago del pobre Sancho no debia de ser tan de- 
licado como el de su amo ; y asi primero que vo- 
mitase , le dieron tantas ansias y bascas con tantos 
trasudores y desmayos , que él pensó bien y ver* 



PARTE I. CAPITULO XVII. 43 

«laderamente que era llegada su ultima hora ; y 
viéndose tan afligido y congojado , maldecía el bal: 
samo y al ladrón que se lo había dado. Viéndole 
asi Don Quixote, le dixo; yo creo , Sancho , que 
todo este mal te viene de no ser armado caballero, 
porque tengo para mí que este licor no debe de 
aprovechar á los que no lo son. Si eso sabia vues- 
tra merced , replicó Sancho , mal haya yo y toda 
ani parentela, para qué consintió que lo gustase? 
En esto hizo su operación el brebage , y comenzó 
el pobre escudero á desaguarse por entrambas ca~ 
nales con tanta priesa, que la estera de enea sobre 
quien se había vuelto á echar , ni la manta de an- 
jeo con que se cubría , fueron mas de provecho, 
iudaba y trasudaba con tales parasismos y acciden- 
tes , que no solamente él , sino todos pensaron que 
se le acababa la vida. Duróle esta borrasca y mala 
•andanza casi dos horas , al cabo de las quales no 
quedó como su amo , sino tan molido y quebran- 
tado que no se podía tener. Pero Don Quizóte, 
que como se ha dicho se sintió aliviado y sano, qui- 
so partirse luego á buscar aventuras , pareciendole 
que todo el tiempo que allí se tardaba era quitár- 
sele al mundo , y á los en él menesterosos de su fa- 
vor y amparo , y mas con la seguridad y confianza 
que llevaba en su balsamo ; y jasi forzado deste de- 
seo éi mismo ensilló a Rocinante , y enalbardó al 
jumento de su escudero , á quien también ayudó á 
vestir y a subir en el asno; púsose luego a caballo, 

}r llegándose á un rincón de la venta , asió de un 
anzon que allí estaba para que le sirviese de lan- 
za. Estábanle mirando todos quantos había en la 
ve¡nta, que.pasaban.de mas de veinte personas; mi* 



I 



44 DON QVIXOTE 1>E LA MANCHA. 

rabale también la hija del ventero , y él también 
no quitaba los ojos della , y de quando en quando 
arrojaba un suspiro , que parecía que le arrancaba 
de lo profundo de sus entrañas , y todos pensaban 
ue debia de ser del dolor que sentia en las costr- 
as , alómenos pensábanlo aquellos que la noche an- 
tes le hablan visto vizmar. 

Ya que estubieron los dos á caballo , puesto £ 
la puerta de la venta llamó al ventero , y con voz 
muy reposada y grave le dixo : muchas y muy 
grandes son las mercedes , señor alcayde , que en 
este vuestro castillo he recebido , y quedo obliga- 
dísimo á agradecéroslas todos los dias de mí vida: 
si os las puedo pagar en haceros vengado de algug 
soberbio que os haya fecho algún agravio , sabed 
que mi oficio no es otro , sino valer á los que poco 
pueden , y vengar á los que reciben tuertos , y cas- 
tigar alevosías : recorred vuestra memoria , y si ha- 
lláis alguna cosa deste jaez que encomendarme, no 
hay sino decilla , que yo os prometo por la ordea 
de caballero que recebí, de faceros satisfecho y pa- 
gado á toda vuestra voluntad. El ventero le res- 
pondió con el mismo sosiego : señor caballero , yo 
no tengo necesidad de que vuestra merced me ver* 
gue ningún agravio , porque yo sé tomar la ven- 
ganza que me parece quando se me hacen : solo 
he menester que vuestra merced me pague el gas- 
to que esta noche ha hecho en la venta , asi de la 
paja y cebada de sus dos bestias , como de la cena 
y camas. Luego venta es esta? replicó Don Qui- 
xote. Y muy honrada , respondió el Ventero. En- 
gañado he vivido hasta aqui , respondió Don Quí- 
sote, que en verdad que pense que era castillo, y 



, PAJLTB I, CAnjMLO XVII. - 45. 

bo malo ; pero pues es asi que no es castillo sino 
venta , lo que se podra hacer por ahora es que per- 
donéis por la paga , que yo no puedo contravenir 
á la orden de los caballeros andantes , dfc los qua- 
les sé cierto [ sinque hasta ahora haya leido cosa 
en contrario] que jamas pagaron posada ni otra co- 
sa en venta donde estubiesen ' , porque se les debe 
de fuero y de derecho qualquier buen acogimien- 
to que se les hiciere , en pago del insufrible traba- 
jo que padecen , buscando las aventuras de noche 
y de dia , en hibierno y en verano , á pie y á ca- 
ballo , coa sed y con hambre , con calor y con frió, 
sujetos á toda? las inclemencias del cielo , y á to- 
dos los incómodos de 1$ tierra. Poco tengo yo que 
Ver en eso , respondió el ventero : pagúeseme lo 
que se me debe , y dexemonos de cuentos ni de ca- 
ballerías, que yo no tengo cuenta con otra cosa que 
con cobrar mi hacienda. Vos sois un sandio y mal 
bostalero , respondió Don^ Quixote ; y poniendo 
piernas á Rocinante, y terciando su lanzon, se sa- 
lió de la venta sinque nadie le detubiese': y él, 
sin mirar si le seguía su escudero , se alongó un 
buen trecho. £1 ventero , que le vio ir , y que no 
le pagaba , acudió á cobrar de Sancho Paiua , el 
qual dixo que pues su señor no había querido pa- 
gar , que tampoco él pagaria; porque siendo él es* 
cudero de caballero andante como era , la misma 
regla y razón corría por él como por su amo en no 

z Estubiesen. No había sin duda Uido Don Quixote 
el : Morgantc Maggiore de Luis Pulci , que en el canto 2 1. 
introduce á Orlando reventando de fena , porque no. tenia 
dineros con fue fagar la fosada al ventero , que freten- 
4j* ¡e dejase encaballo alómenos envendas* 



46 DON QUIXOTB DB LA MANCHA. 

pagar cosa alguna en los mesones y ventas. Amo- 
hinóse mucho desto el ventero , y amenazóle que 
si no le pagaba , que lo cobraría de . modo que le 
pesase, A¿p qual Sancho respondió que por la ley 
de caballería que su amo había recebido no paga- 
ría un solo cornado, aunque le costase la vida, por- 
que no había de perder por él la buena y antigua 
usanza de los caballeros andantes , ni se habían de 
quejar del los escuderos de los tales que estaban 
por venir al muñeco , reprochándole el quebranta- 
miento de tan justo fuero. 

Quiso la mala suerte del desdichado Sancho 
que entre la gente que estaba en la venta se ha* 
liasen quatro perayles de Segovia , tres agujeros 
del potro de Córdoba , y dos vecinos de la hería 
de Sevilla , gente alegre , bien intencionada , ma- 
leante y juguetona , los quales casi como instiga- 
dos y movidos de un mismo espíritu se llegaron á 
Sancho , y apeándole del asno , uno delios entró 
por la manta de la cama del huésped > y echando» 
le en ella , alzaron los ojos , y vieron que el techo 
era algo mas baxo de lo que habían menester para 
su obra, y determinaron salirse al corral , que te- 
nia por limite el cielo , y allí puesto Sancho en 
mitad de la manta , comenzaron á levantarle en al- 
to , y á holgarse con él , como con perro por car- 
nestolendas * . Las voces qué él misero manteado 
daba fueron tantas , que llegaron á los oídos de su 
amo, el qual deteniéndose á escuchar atentamente, 

i Como perro por carnestolendas. Esta burla se usa- 
taya en la antigüedad. De Otón dice Süetonió [cap* //.] 
que rondando de noche por -las calles de Roma , si encon- 
traba algún borracho % le manteaba , tendiéndole en la ca* 



« PARTE I. CAPITULO XVIÍ. 47 

creyó que alguna nueva aventura le venia , hasta 
que claramente conoció que el que gritaba era su 
escudera ; y volviendo las riendas , con un penado 
galope llegp á la venta , y hallándola cerrada, la ro- 
deó por ver si hallaba por donde entrar ; pero no 
hubo llegado a las paredes del corral [que no eran 
muy altas] quañdo vio fel mal juego que se le hacia 
á su escudero :- viole baxaf f -subir por el ayre con 
tanta gracia y -presteza , que si la colera le dexara, 
tengo para*:mí que se riera. Probo a subir desde el 
caballo á las bardas ; pero estaba tan molido y que- 
brantado , que aun apearse no pudo , y asi desde en- 
cima del caballo comenzó á decir tantos denuestos 
y baldones A loa que á Sancho manteaban , que no 
es posible acertar á escrebillcs-; mas no por esto ce- 
saban ellos de su risa y de su obra , ni el volador 
Sancho dexaba sus quejas, mezcladas ya Con ame- 
nazas, ya con -ruegos.; mas todo aprovechaba poco, : 
m aprovecha, hasta que de puro cansados le dexa- 
ron 1 . Trvtxeronie alli su asiio, y subiéndole encima 
le arroparon con su gabán ; y la compasiva de Ma- 

pA.., dístttttQ^go*. impositum 08 sublime iactare \y Marciat, 
hablando con su libro , dice que np se, Re de alabanzas, por- 
que á vuelta ¿¿ellas se burlarían de ü , manteándote,.. 

• ' Ibis ab cxcusso ft«ssus 4 in astra sago. 

lIAb.I. Eplg.4.') 

1 . Le dsxarbn. Este manteamiento de Sancho es pare* 
cjdo al suceso de Fidelio , escudero de D. Florando de In* 
glaterra , quatido yendo algo apartado de su amo , le asie- 
ron quatro fantasmas ¡y levantándole en el ayre ¡le ator- 
mentaron Us ¿arries* con tenaza* encendidas , y- pidiendo 
favor y ayuda y oyó su amo jm^ clamores : vuelve atrás el 
caballo f y mirando el triste estado ,de su escudero , no le 
socorre , escusandose con que toda aquella pesada burla 
era mera apariencia , y no- cxrra real y verdadera. 



48. DON QUIXOTJS PE XA MANCHA* 

ri tornes , viéndole tan fatigado , le pareció ser bien 
socorreüe con un jarro de agua , y asi se le truxo 
del pozo por ser mas fría. Tomóle Sancho , y lle- 
vándole á la boca, se paró á las voces que su amo 
le daba diciendo: hijo Sancho, no bebas agua; hi- 
jo , no la bebas , que te matará : ves aquí tengo el 
santísimo balsamo \ y enseñábale la alcuza del bre- 
bage] que con dos gotas que del beba* sanarás sin 
duda. A estas voces volvió Sancho los ojos como 
de través , y dixo con otras mayores : ¿por dicha 
hasele. olvidado á vuestra jnerced confio yo no soy 
caballero , ó quiere que acabe de vomitar las en-, 
trañas que me quedaron de anoche? guárdese su 
licor con todos los diablos , y dezeme á mí : y el 
acabar de decir esto , y el comenzar á beber todo 
fue uno ; mas como al primer trago vio que era 
agua , no quiso pasar adelante , y rogo á Maritor- 
nes que se le truxese de vino , y asi .lo hizo ella 
de muy buena voluntad , y lo pagó de su mismo 
dinero , porque en efecto se dice della que aun- 
que estaba en aquel trato, tenia ungs, sqrobras y le- 
jos de cristiana. Asi como bebió Sancho, dio de los 
caréanos á su asno , y abriéndole la puerta de la 
venta de par en par , se salió della muy contento 
de no haber pagado nada , y de haber salido con 
su intención , aunque había sido á costa desús acos- 
tumbrados fiadores , que eran sus espaldas : verdad 
es que el ventero se quedó con sus alforjas en pa- 
go de lo que se le debía ; mas Sancho no las echo 
menos según salió turbado. Quiso el. ventero atran- 
car bien la puerta asi como le -vio fuera ; mas no 
lo consintieron los manteadores , que era gente que 
aunque .Don Quixote fuera verdaderamente de los 



PARTE I. CAPITULO XVII, 49 

caballeros andantes de la Tabla Redonda , no lo 
estimaran en dos ardites. 

CAPITULO XVIIL 

DONDE SE CUENTAN LAS RAZONES QUE PASO SAN- 
CHO PANZA CON SU SEÑOR DON QUIXOTE , CON 
OTKAS AVENTURAS DIGNAS DE SEJl 

CONTADAS. 

JLflegó Sancho á su amo marchito y desmayado 
tanto , que no podía arrear á su jumento. Quando 
asi le vio Don Quixote , le dixo : ahora acabo de 
creer , Sancho el bueno , que aquel castillo ó venta 
es encantado sin duda , porque aquellos que tan 
atrozmente tomaron pasatiempo contigo , qué po- 
dían ser sino fantasmas y gente del otro mundo? 
y confirmo esto , por haber visto que quando estaba 
por las bardas del corral mirando los actos de tu 
triste tragedia , no me fue posible subir por ellas, 
ni menos pude apearme de Rocinante , porque me 
debían de tener encantado : que te juro por la fe 
de quien soy que si pudiera subir ó apearme , que 
yo te hiciera vengado de manera , que aquellos fo- 
llones y malandrines se acordaran de la burla para 
siempre , aunque en ello supiera contravenir á las 
leyes de caballería , que como ya muchas veces 
te he dicho no consienten que caballero ponga ma- 
no contra quien no lo sea , si no fuere en defensa 
de su propia vida y persona en caso de urgente y 
gran necesidad. También me vengara yo x si pu- 

i Dix$ Sancho, 

T. //- *> 



50 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

diera , fuera ó no fuera armado caballero , pero no 
pude : aunque tengo para mí que aquellos que se 
holgaron conmigo no eran fantasmas ni hombres 
encantados , como vuestra merced dice , sino hom- 
bres de carne y de hueso como nosotros ; y todos 
según los oi nombrar quando me volteaban , teman 
sus nombres , que el uno se llamaba Pedro Martí- 
nez , y el otro Tenorio Hernández > y ei ventero oi 
que se llamaba Juan Palomeque el Zurdo : asi- 
que , señor , el no poder saltar las bardas del cor- 
ral ni apearse del caballo , en ál estubo que en. 
encantamentos ; y lo que yo saco en limpio de to- 
do es que estas aventuras que andamos buscando, 
al cabo al cabo nos han de traer á tantas desven- 
turas > que no sepamos qual es nuestro pie dere- 
cho ; y lo que seria mejor y mas acertado según 
mi poco entendimiento fuera el volvernos á nues- 
tro lugar ahora que es tiempo de la siega , y de en- 
tender en la hacienda , dexandonos de andar de ze- 
ca en meca 1 y de zoca en colodra, corno dicen. Qué 
poco sabes , Sancho •, respondió Don.Quixote , de 
achaque de caballería ! calla y ten paciencia , que 
dia vendrá donde veas por vista de ojos quan hon- 

i De zeca en meca. En Zaragoza hahia un juez lla- 
mado de la Zeca : otros dicen que Zeca era una casa de 
devoción que tenian los moros en Cordova. Meca fue pa- 
tria de M ahorna. Pudiera presumirse si por el sonsonete 
final de estas voces y por la distancia de los lugares se 
fürmó esta espresion vulgar , con que se significa una per- 
sona que vaguea , y que es traída de un lugar á otro % 
de uno en otro tribunal. En la Resurrección de Celestina 
[scena ij.~\ de Elicia su criada dice Pandolfo : aora Ja 
quiere casar después de haber corrido á ceca y i meca , y i 
los olivares de Santander. 



, PARTE I. CAPITULO XVIII. 5 1 

rosa cosa es andar en este exercicio : sino dime, 
qué mayor contento puede haber en el mundo , ó 
qué gusto puede igualarse al de vencer una bata- 
lla , y al de triunfar de su enemigo? ninguno sin 
duda alguna. Asi debe de ser , respondió Sancho, 
puesto que yo no lo sé , solo sé que después que 
somos caballeros andantes , ó vuestra merced lo es 
[que yo no hay para que me cuente en tan hon- 
roso numero]] jamas hemos vencido batalla alguna 
sino fue la del Vizcaíno , y aun de aquella sallo 
vuestra merced con media oreja y media celada 
menos : que después acá todo ha sido p As y mas 
palos , puñadas y mas puñadas , llevando yo de 
ventaja el manteamiento , y haberme sucedido por 
personas encantadas , de quien no puedo vengar- 
me para saber hasta donde llega el gusto del ven- 
cimiento del enemigo , como vuestra merced dice. 
Esa es la pena que yo tengo, y la que tú debes te- 
ner , Sancho ', respondió Don Quíxote ; pero de 
aqui adelante yo procuraré haber á las manos al- 
guna espada , hecha por tal maestría, que al que la 
truxere consigo no le puedan hacer ningún gene- 
ro de encantamentos , y aun podría ser que me de- 
parase la ventura aquella de Amadis , quando se 
llamaba : El caballero de la Ardiente Espada l , 

1 De la Ardiente Espada. Mejor diría de la Verde Es- 
pada. Hablase aqui de Amadis de Gaula , porque en di- 
ciendo Amadis solamente , se entiende siempre por escelen- 
cia el dé Gaula, El qualfue llamado -, el Caballero de la 
verde espada ,y en Alemania no le sabían otro nombre 
sino el Caballero de la verde espada , como se puede ver en 
los cap. LVL LXX.y LXXJIL de su Historia. Entre 
las particularidades de esta espada , que era encantad a ^ 
se contaba la de ser hecha su vayna de un hueso verde de 

\ D 2 



¿ 



5 2 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

que fue una de las mejores espadas que tubo caba- 
llero en el mundo , porque fuera que tenia la vir- 
tud dicha , cortaba como una navaja , y no habia 
armadura por fuerte y encantada que fuese, que se 
le parase delante. Yo soy tan venturoso , dixo San- 
cho , que quando eso fuese, y vuestra merced vi* 
niese a hallar espada semejante , solo vendria á ser- 
vir y aprovechar á los armados caballeros , como el 
balsamo , y á los escuderos que se los papen due- 
los. No temas eso , Sancho , dixo Don Quixote, 
que mejor lo hará el cielo contigo. 

En ditos coloquios iban Don Quixote y su es- 
cudero , quando vio Don Quixote que por el ca- 
mino que iban , venia acia ellos una grande y espe- 
sa polvareda , y en viéndola se volvió á Sancho, y 
le dixo : este es el dia , ó Sancho , en el qual se ha 
de ver el bien que me tiene guardado mi suerte: 
este es el dia, digo , en que se ha de mostrar tanto 
cómo en otro alguno el valor de mi brazo , y en el 
que tengo de hacer obras , que queden escritas en 
el libro de la fama por todos los venideros siglos. 
Ves aquella polvareda que allí se levanta , San- 
cho? pues toda es cuaxada de un copiosísimo exer- 
cita que de diversas é ¡numerables gentes por allí 

cierto fescado , tan diáfano , que se traslucía la hoja , y 
el encanto consistía en no poderse sacar de ella ; pero la 
sacó Amadis de Gaula en una prueba 6 aventura de ha- 
les amadores con la señora Qriana. El Caballero de la ar- 
diente espada fue Amadis de Grecia , por tener señalada 
una en el pecho tan bermeja como una brasa ; y asi en la 
Parte I. cap. 66. de su Historia se dice : como el Caba- 
llero de la ardiente espada se mudó el nombre , y se Hamo 
Amadis de Grecia. Conque se v* que aqui se equivoca un 
Amadis con otro. 



PARTE I. CAPITULO XVIII. 53 

viene marchando. A es? cuenta dos deben de ser, 
dixo Sancho , porque desta parte contraria se le^ 
vanta asimismo otra semejante polvareda. Volvió 
á mirarlo Don Quixote , y vio que asi era la ver- 
dad , y alegrándose sobremanera , pensó sin duda 
alguna que eran dos exercitos que venían á em- 
bestirse y y a encontrarse en mitad de aquella espa- 
ciosa llanura , porque tenia a todas horas y momen- 
tos llena la fantasía de aquellas batallas , encanta- 
mientos , sucesos , desatinos , amores , desafios, que en 
los libros de caballerías se cuentan : y todo quanto 
hablaba , pensaba , ó hacia era encaminado a cosas 
semejantes ; y la polvareda que habia visto la le- 
vantaban dos grandes manadas de ovejas y carne- 
ros , que por aquel mismo camino de dos diferentes 
partes venían , las quales con el polvo no se echa- 
ron de ver hasta que llegaron cerca ; y con tanto, 
ahínco afirmaba Don Quixote que eran exercitos, 
que Sancho lo vino a creer y á decirle : señor, pues 
qué hemos de hacer nosotros? Que ? dixo Don Qui- 
xote : favorecer y ayudar a los menesterosos y des- 
validos : y has de saber , Sancho , que este que vie- 
ne por nuestra frente , le conduce y guia el gran- 
de emperador Alifanfaron , señor de la grande isla 
Trapobana : este otro, que á mis espaldas marcha, 
es el de su enemigo el Rey de los Garamantas, 
Pentapolin del arremangado brazo , porque siem- 
pre entra en las batallas con el brazo derecho des- 
nudo. Pues porqué se quieren tan mal estos dos se- 
ñores ? preguntó Sancho. Quierense mal , respon- 
dió Don Quixote , porque este Alifanfaron es urt, 
furibundo pagano y está enamorado de la hija de; 
Pentapolin , que es una muy fermosa y ademas; 



54 * 0N QUIXOTE DE LA MANCHA. 

agraciada señora , y es cristiana , y su padre no se la 
quiere entregar al Rey pagano , si no dexa prime- 
ro la ley de su falso profeta Mahoma , y se vuel- 
ve á la suya. Para mis barbas , dixo Sancho , si no 
hace muy bien Pentapolin , y que le tengo de ayu- 
dar en quanto pudiere. En eso harás lo que debes, 
Sancho , dixo Don Quixote , porque para entrar 
en batallas semejantes no se requiere ser armado 
caballero. Bien se me alcanza eso , respondió San- 
cho ; pero dónde pondremos á este asno que este- 
mos ciertos de hallarle después de pasada la refrie- 
ga, porque el entrar en ella en semejante caballe- 
ría no creo que está en uso hasta ahora? Asi es ver- 
dad , dixo Don Quixote : lo que puedes hacer del 
es dexarle á sus aventuras , ahora se pierda ó no, 
porque serán tantos los caballos, que tendremos 
después que salgamos vencedores , que aun corre 
peligro Rocinante no le trueque por otro. Pero es- 
tame atento , y mira que te quiero dar cuenta de 
los caballeros mas principales que en estos dos exer- 
citos vienen , y para que mejor los veas y notes re- 
tirémonos á aquel altillo que allí se hace , de don- 
d« se deben de descubrir los dos exercitos. Hicie- 
ronlo asi , y pusiéronse sobre una loma , desde la 
qual se verían bien las dos manadas , que á Don 
Quixote se le hicieron exercitos , si las nubes del 
polvo que levantaban , no les turbara y cegara la 
vista ; pero con todo esto , viendo en su imagina- 
ción lo que no veia ni habia , con voz levantada 
comenzó á decir. 

Aquel caballero que allí ves de las armas jaldes • , 

z Jaldes. De color de oro 6 amarillo. 



\ 



PAKTE 1. CAPITULO XVIII. 55 

que trae en el escudo un león coronado , rendido á 
los pies de una doncella , es el valeroso Laurcal- 
co , señor de la puente de plata : el otro de las 
armas de las flores de oro , que trae en el escudo 
tres coronas de plata en campo azul , es el temido 
Micocolembo , gran duque de Quirocia : el otro 
<le los miembros giganteos , que está á su dere- 
cha mano , es el nunca medroso Brandabarbaran de 
Boliche , señor de las tres Arabias , que viene ar- 
mado de aquel cuero de serpiente , y tiene por es- 
cudo una puerta , que según es fama es una de las 
del templo que derribó Sansón , quando con su 
muerte se vengó de sus enemigos. Pero vuelve los 
ojos á estotra parte , y verás delante y en la frente 
de estotro exercito ai siempre vencedor y jamas 
vencido Timonel de Carcajona, principe de la nue- 
va Vizcaya, que viene armado con las armas par- 
tidas á quarteles azules , verdes , blancas y amari- 
llas , y trae en el escudo un gato de oro en cam- 
po leonado con una letra que dice : MiU , que es 
el principio del nombre de su dama , que según se 
dice es la sin par Miulina , hija del duque de Al- 
feñiquen del Algarve : el otro que carga y oprime 
los lomos de aquella poderosa alfana 1 , que trae las 
armas como nieve blancas , y el escudo blanco y 
sin empresa alguna, es un caballero novel, de na- 
ción francés , llamado Pierres Papin , señor de las 
baronías de Utrique : el otro , que bate las ijadas 
con los herrados cafcaños á aquella pintada y li- 
gera cebra , y trae las armas de los veros azules , es 

x Alfana. Yegua grande y desmesurada de que usa- 
han comunmente los gigantes , que se introducen en los /í- 
tros de caballerías. 



5 6 PON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

el poderoso duque de Nerbia , Espartafilardo del 
Bosque , que trae por empresa en el escudo una 
esparraguera con una letra en castellano , que dice 
asi : Rastrea mi suerte. Y desta manera fue nom- 
brando muchos caballeros del uno y del otro es* 
quadron que él se imaginaba , y á todos les dio sus 
armas , colores , empresas y motes deimproviso, 
llevado de la imaginación de su nunca vista locu- 
ra ; y sin parar prosiguió diciendo : á este esqua- 
dron frontero forman y hacen gentes de diversas 9 
naciones : aqui están los que beben las dulces aguas 
del famoso Xanto s , los montuosos que pisan los 
Masilicos campos , los que criban el finísimo y me- 
nudo oro en la felice Arabia , los que gozan las fa- 
mosas y frescas riberas del claro Termodonte , los 
?ue sangran por muchas y diversas vias al dorado 
actolo , los Numidas dudosos en sus promesas , los 
Persas en arcos y flechas famosos , los Partos , los 
Medos que pelean huyendo , los Árabes de muda- 
bles casas , los Citas tan crueles como blancos , los 
Etiopes de horadados labios , y otras infinitas nacio- 
nes , cuyos rostjpos conozco y veo , aunque de los 
nombres no me acuerdo. En estotro escuadrón vie- 
nen los que beben las corrientes cristalinas del oli- 
vífero Betis * , los que tersan y pulen sus rostros 



i Xanto. Este rio , llamado por los dioses Xanto ,y 
por los hombres Scamandro , es famoso entre otras causas 
por los muchos troyanos que mató Aquiles dentro de él t y 
fn sus riberas , y por haber incendiado sus aguas el dios 
Vulcano. l/liad. tib. XJ{. y XXL} 

2 Olivífero Betis. El Guadalquivir , cuyas aguas rie- 
gan muchos olivares. Y dixo Marcial : 

Bastís olivífera crinem redimite corona. 



PARTE I. CAMTULO XVHI. 57 

con el licor del siempre rico y dorado Tajo , los 
que gozan las provechosas aguas del divino Xe- 
nil ', los que pisan los Tartesios campos de pastos 
abundantes , los que se alegran en los Elíseos Je- 
rezanos prados , los Manchegos ricos y coronados 
de rubias espigas* , los de hierro vestidos , reliquias 
antiguas de la sangre goda' , los que en Pisuerga 
se bañan , famoso por la mansedumbre de su cor- 
riente , los que su ganado apacientan en las estén* 
didas dehesas del tortuoso Guadiana, celebrado por 
su escondido curso , los que tiemblan con el frió del 
silboso 4 Pirineo, y con los blancos copos del levan- 

Ceñid la cabellera del Betis con corona de olivo. [ Ub. 
12. epigr. ultimJ] 

1 Del divino Xenil. Esto es -. rio semejante al Nilo , como 
dice Covarrubias deduciéndolo del árabe. El Nilo fecunda 
con sus inundaciones el Egipto ¡y for este beneficio era teni- 
do por cosa divina. El Xenil fertiliza la vega de Gr añada % 
y por esta semejanza le llama Cervantes divino , y prove- 
chosas sus aguas. Los romanos le llamaron Singillis » y si 
Xenil se deriva de esta palabra , diriase que no ha lugar 
á la interpretación arábiga instar Nili , 6 semejante al Ni- 
lo, jv que sinembargo ¡f siguió nuestro autor. 

2 De rubias espigas. Al oriente de Toledo [ dice Pisa 
en su Historia 1. 1. c. 57.] están las excelentes y muy fér- 
tiles tierras llamadas la Mancha y prioradgo de S. Juan , que 
en tres cosas, que son pan , vino y carne mas y mejor, exce- 
den á todas las otras de España. 

3 De la sangre goda. Los vizcaínos , que benefician mu- 
chas herrerías ,y á cuyas montañas se retiraron los godos 
según Cervantes y otros, quando entraron los moros en Es- 
paña ,y como se supone que estos no penetraron alia , por 
eso juzga que los actuales cántabros ó vizcaínos son reli- 
quias de la sangre goda. 

4 Silboso, pjor el ruido y susurro que agitadas por el 
viento mueven las ramas y hojas de los muchos y diversos 
arboles de aquellos elevados montes. 



58 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

tado Apenino : finalmente quantos toda la Europa 
en sí contiene y encierra » . j Valame Dios y quantas 
provincias dixo ; quantas naciones nombró , dándo- 
le á cada una con marabillosa presteza los atribu- 
tos que le pertenecían , todo absorto y empapado 
en lo que habia leido en sus libros mentirosos ! Es- 
taba Sancho Panza colgado de sus palabras , sin ha- 
blar ninguna , y de quando en quando volvía la 
cabeza á ver si veia los caballeros y gigantes que 
su amo nombraba , y como no descubría á ningu- 
no , le dixo : señor , encomiendo al diablo , hombre, 
ni gigante , ni caballero de quantos vuestra merced 
dice parece por todo esto , alómenos yo no los veo, 
quiza todo debe de ser encantamento, como las fan- 
tasmas de anoche. Cómo dices eso? respondió Don 
Quixote : ¿no oyes él relinchar de los caballos , el 
tocar de los clarines, el ruido de los atambojes? No 
oigo otra cosa , respondió Sancho , sino muchos ba- 
lidos de ovejas y carneros : y asi era la verdad, 
porque ya llegaban cerca los do^rebaños. El mie- 
do que tienes , dixo Don Quixote , te hace , San- 
cho , que ni veas ni oyas adqrechas , porque uno 
de los efectos del miedo es turbar los sentidos , y 
hacer que las cosas no parezcan lo que son : y si es 

1 Contiene y encierra. En la enumeración de estos dos 
exercitos ó escuadrones imaginarios imitó Cervantes la que 
hace Homero [lib. 20. de la litada'] de los capitanes y na- 
ves con que fueron los griegos a la conquista de Troya , y 
la de los t royanos y sus tropas auxiliares : y si los críti- 
cos la celebran tanto , no debe merecerles menos aprecio la 
de nuestro autor , vista su esquisita erudición , la suavi- 
dad de estilo , y la propiedad de los peculiares atributos, 
con que caracteriza tantos pueblos y ríos, en lo que segu- 
ramente compite con el poeta griego. 



PARTE I. CAPITULO UVIII. ^ 59 

que tanto temes , retírate a una parte y dexame 
solo , que solo basto á dar la vitoria a Ja parte á 
quien yo diere mi ayuda. Y diciendo esto puso las 
espuelas á Rocinante , y puesta la lanza en el ris- 
tre baxó de la costezuela como un rayo. Diole vo- 
ces Sancho , diciendole : vuélvase vuestra merced, 
señor Don Quixote , que voto a Dios que son car- 
neros y ovejas las que va a embestir : vuélvase: 
desdichado del padre que me engendró ! qué lo- 
cura es esta ! mire que no hay gigante , ni caballe- 
ro alguno , ni gatos , ni áfmas , ni escudos partidos 
ni enteros , ni veros azules ni endiablados : qué es 
lo que hace ? pecador soy yo a Dios ! Ni por esas 
volvió Don Quixote , antes en altas voces iba di- 
ciendo : ea , caballeros , los que seguís y militáis de- 
baxo de las banderas del valeroso emperador Pen- 
tapolin del arremangado brazo , seguidme todos, 
veréis quan fácilmente le doy venganza de su ene- 
migo Alifanfaron de la Trapobana. Esto diciendo 
se entró por medio del esquadron de las ovejas , y 
comenzó de alanceallas con tanto corage y denue- 
do , como si de veras alanceara a sus mortales ene- 
migos. Los pastores y ganaderos , que con la mana- 
da venian , dábanle voces que no hiciese aquello; 
pero viendo que no aprovechaban , destiñéronse 
las hondas , y comenzaron á saludalle los oídos con 
piedras como el puño. Don Quixote no se curaba 
de las piedras , antes discurriendo a todas partes de- 
cía : adonde estás , soberbio Alifanfaron? vente á 
mí , que un caballero solo soy que desea de solo á 
solo probar tus fuerzas , y quitarte la vida en pena 
de la que das al valeroso Pentapolin Garamanta. 
Llegó en esto una peladilla de arroyo , y dándole 



6o DON QPIXOTE DE LA MANCHA. 

en un lado , le sepultó dos costillas en el cuerpo. 
Viéndose tan mal trecho , creyó sin duda que es- 
taba muerto ó mal ferido , y acordándose de su li- 
cor , sacó su alcuza ,y pusosela á la boca , y comen- 
zó á echar licor en el estomago : mas antes que aca- 
base de envasar lo que á él le parecía que era bas- 
tante , llegó otra almendra , y diole en la mano y 
en el alcuza tan de lleno , que se la hizo pedazos, 
llevándole de camino tres ó quatro dientes y mue- 
las de la boca , y machucándole malamente dos de- 
dos de la mano. Tal fué 1 el golpe primero y tal 
el segundo , que le fue forzoso al pobre caballero 
dar consigo del caballo abaxó. Llegáronse á él los 
pastores , y creyeron que le habían muerto , y asi 
con mucha priesa recogieron su ganado , y carga- 
ron de las reses muertas , que pasaban de siete , y 
sin averiguar otra cosa se fueron. 

Estábase todo este tiempo Sancho sobre la cues- 
ta mirando las locuras que su amo hacia , y arran- 
cábase las barbas , maldiciendo la hora y el punto 
en que la fortuna se le habia dado á conocer. Vién- 
dole pues caido en el suelo , y que ya los pastores 
se habían ido , baxó de la cuesta , y llegóse á él, y 
hallóle de muy mal arte , aunque no habia perdí-» 
do el sentido , y dixole : ¿ no le decia yo , señor 
Don Quixote , que se volviese , que los que iba á 
acometer no eran exercitos sino manadas de car- 
neros ? Como eso puede desparecer y contrahacer 
aquel ladrón del sabio mi enemigo : sábete , San- 
cho , que es muy fácil cosj á los tales hacernos pa- 
recer lo que quieren , y este maligno que me per- 
sigue , envidioso de la gloria , que vio que yo ha- 
bia de alcanzar desta batalla , ha vuelto los esqua- 



PARTE I. CAPITULO XVIII. 6 1 

drones de enemigos en manadas de ovejas : sino 
haz una cosa , Sancho , por mi vida , porque te des- 
engañes y veas ser verdad lo que te digo : sube 
en tu asno , y sigúelos bonitamente , y verás como 
en alejándose de aqui algún poco se vuelven en su 
ser primero , y dexando de ser carneros , son hom- 
bres hechos y derechos , como yo te los pinté pri- 
mero ; pero no vayas ahora , que he menester tu 
ayuda y favor : llégate á mí , y mira quantas mue- 
las y dientes me faltan , que me parece que no me 
ha quedado ninguno en la boca. Llegóse Sancho 
tan cerca , que casi le metia los ojos en la boca , y 
fue á tiempo que ya habia obrado el balsamo en 
el estomago de Don Quixote ; y al tiempo que 
Sancho llegó á mirarle la boca , arrojo de sí mas 
recio que una escopeta quanto dentro tenia , y dio 
con todo ello en las barbas del compasivo escude- 
ro. Santa María ! dixo Sancho : y qué es esto que 
me ha sucedido ? sin duda este pecador está heri- 
do de muerte , pues vomita sangre por la boca; pe- 
ro reparando un poco mas en ello , echó de ver en 
la color, sabor y olor que no era sangre , sino el 
balsamo de la alcuza que él le habia visto beber; 
y rae tanto el asco que tomó , que revolviéndosele 
el estomago vomitó las tripas sobre su mismo se- 
ñor, y quedaron entrambos como de perlas. Acudió 
Sancho á su asno , para sacar de las. alforjas con qué 
limpiarse , y con qué curar á su amo , y como no 
las halló , estubo apunto de perder el juicio : mal- 
dixose denuevo , y propuso en su corazón de de* 
xár á * su amo y volverse á su tierra , aunque per- 
diese el salario de lo servido y las esperanzas del 
gobierno de la prometida Ínsula. Levantóse en esto 



6 2 DON QUIXOTE B£ LA MANCHA. 

Don Quixote , y puesta la mano izquierda en la 
boca , porque no ,se le acabasen de salir los dien- 
tes , asió con la otra las riendas de Rocinante , que 
nunca se habia movido de junto á su amo £tal era 
de leal y bien acondicionado 3 y fuese adonde su 
escudero estaba de pechos sobre su asno con la ma- 
no en la mexilla en guisa de hombre pensativo 
ademas ; y viéndole Don Quixote de aquella ma- 
nera con muestras de tanta tristeza le dixo : sábete, 
Sancho , que no es un hombre mas que otro , si no 
hace mas que otro : todas estas borrascas que nos 
suceden son señales de que presto ha de serenar el 
tiempo , y han de sucedemos bien las cosas , por- 
que no es posible que el mal ni el bien sean du- 
rables , y de aqui se sigue que habiendo durado 
mucho el mal , él bien está ya cerca : asique no 
debes congojarte por las desgracias que á mí me 
suceden , pues á tí no te cabe parte dellas. Cómo 
no ? respondió Sancho : por ventura el que ayer 
mantearon era otro que el hijo de mi padre? ¿y 
las alforjas que hoy me faltan con todas mis alha- 
jas , son de otro que del mismo ? Qué te faltan las 
alforjas ,, Sancho? dixo Don Quixote. Si que me 
faltan , respondió Sancho. Dése modo no tenemos 
qué Comer hoy , replicó Don Quixote. Eso fuera, 
respondió Sancho , quando faltaran por estos pra- 
dos las yerbas , que vuestra merced dice que cono- 
ce , con que suelen suplir semejantes faltas los tan 
mal aventurados caballeros andantes , como vuestra 
merced es. Con todo eso , respondió Don Quixo- 
te , tomara yo ahora mas aina un quartal de pan, 
ó una hogaza , y dos cabezas de sardinas arenques, 
que quantas yerbas describe Dioscorides , aunque 



\ 

PARTE, I. CAPITULO XVIII. 63 

fuera el ilustrado por el doctor Laguna ' : mas con 
todo esto sube en tu jumento , Sancho el bueno , y 
vente tras mí , que Dios , que es proveedor de to- 
das las cosas , no nos ha de faltar , y mas andando 
tan en su servicio como andamos , pues no falta á 
los mosquitos del ayre , ni á los gusanillos de la 
tierra , ni á los renacuajos del agua ; y es tan pia- 
doso que hace salir su sol sobre los buenos y los 
malos , y llueve sobre los injustos y justos. Mas 
bueno era vuestra merced , dixo Sancho , para pre- 
dicador que para caballero andante. De todo sa- 
bían y han de saber los caballeros andantes , San- 
cho , dixo Don Quixote ; porque caballero andan- 
te hubo en los pasados siglos , que asi se paraba á 
hacer un sermón ó platica en mitad de un campo 
real , como si fuera graduado por la universidad de 
París : de donde se infiere que nunca la lanza em- 
botó la pluma , ni la pluma la lanza. Ahora bien, 
sea asi como vuestra merced dice , respondió San- 
cho , vamos ahora de aqui , y procuremos dónde 
alojar esta noche ; y quiera Dios que sea en parte 
donde no haya mantas , ni mánteadores , ni fantas- 
mas , ni moros encantados : que si los hay daré al 
diablo el hato y el garabato. Pídeselo tu á Dios, 
hijo , dixo Don Quixote , y guia tú por donde qui- 
sieres , que esta vez quiero dexar á tu elección el 
alojarnos ; pero dame acá la mano y atiéntame con 
el dedo , y mira bien quantos dientes y muelas me 
faltan deste lado derecho de la quixada alta , que 

1 Laguna. Andrés de Laguna , natural de Segovia, me- 
dico del Papa Julio III. no solo ilustró ó anotó á Vedado 
Dioscorides Anazarbeo , que trata de la .Materia medici- 
nal , sino que le traduxo de griego en castellano. 



64 DON QUIXOTE D£ LA MANCHA. 

allí siento el dolor. Metió Sancho los dedos , y es- 
tandole atentando le dixo : quántas muelas solía 
vuestra merced tener en esta parte? Quatro , res- 
pondió Don Quixote , fuera de la cordal , todas en- 
teras y muy sanas. Mire vuestra merced bien lo 
que dice , señor , respondió Sancho. Digo quatro, 
si no eran cinco, respondió Dpn Quixote , porque 
en toda mi vida me han sacado diente ni muela de 
la boca , ni se me ha caido ni comido de neguijón 
ni de reuma alguna. Pues en esta parte de abaxo, 
dixo Sancho , no tiene vuestra merced mas de dos 
muelas y media , y en la de arriba ni media ni nin- 
guna , que toda está rasa como la palma de la ma- 
no. Sin ventura yo! dixo Don Quixote , oyendo 
las tristes nuevas que su escudero le daba: que mas 
quisiera que me hubieran derribado un brazo , co- 
mo no fuera el de la espada ; porque te hago sa- 
ber , Sancho , que la boca sin muelas es como mo- 
lino sin piedra , y en mucho mas se ha de estimar 
un diente que un diamante ; mas á todo esto esta- 
mos sujetos los que profesamos la estrecha orden 
de la caballería : sube , amigo , y guia , que yo te 
seguiré al paso que quisieres. Hizolo asi Sancho, 
y encaminóse acia donde le pareció que podia ha- 
llar acogimiento , sin salir del camino real que por 
allí iba muy seguido. Yéndose pues poco a poco, 
porque el dolor de las quixadas de Don Quixote 
no le dexaba sosegar ni atender á darse priesa, qui- 
so Sancho entretenerle y divertirle diciendole al- 
guna cosa , y entre otras que le dixo fue lo que se 
dirá en el siguiente capitulo. 



r 



. PARTE I. CAPITULO XIX. 6j 

i \ 

CAPITULO XIX. 

PE LAS DISCRETAS RAZONES QUE SANCHO PASABA 
CON SU AMO, Y DE LA AVENTURA QUE L£ SUCEDIÓ 
CON UN CUERPO MUERTO , CON OTROS ACONTE- 
CIMIENTOS FAMOSOS. 

Xareceme , señor mío , que todas estas desventu- 
ras, que estos días nos han sucedido , sin duda algu- 
na han sido pena del pecado cometido por vuestra 
merced contra la orden de su caballería , no ha- 
biendo cumplido el juramento que hizo de no co- 
mer pan á manteles , ni con la Reyna folgar , con 
todo aquello que á esto se sigue , y vuestra mer- 
ced juró de cumplir hasta quitar aquel almete de 
Malandrino 1 ó como se llama el moro, que no me 
acuerdo bien. Tienes mucha razón , Sancho , dixo 
Don Quixote , mas para decirte verdad ello se me 
habia pasado de la memoria ; y también puedes te- 
ner por cierto que por la culpa de no habérmelo 
tú acordado en tiempo , te sucedió aquello de la 
manta ; pero, yo haré la enmienda , que modos hay 
de composición en la orden de la caballería para 
todo. Pues juré yo algo por dicha? respondió San? 
cho. No importa que no hayas jurado , dixo Don 
Quixote : basta que yo entiendo que de partici- 
pantes no estás muy seguro ¿ y por si ó por no , no 
sera malo proveernos de remedio. Pues si ello es 
asi , dixo Sancho , mire vuestra merced no se le 
torne á olvidar esto como lo del juramento , quiza 

x Yelmo ic Mtmbrino* 

t.ji. a 






66 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

les volverá la gana a las fantasmas de solazarse otra 
vez conmigo , y aun coa vuestra merced , si le ven 
tan pertinaz. En estas y otras platicas les tomó la 
noche en mitad del camino , sin tener ni descubrir 
dónde aquella noche se recogiesen , y lo que no ha- 
bía de bueno en ello era que perecían de hambre, 
que con la falta de las alforjas les faltó toda la des- 
pensa y matalotage ; y para acabar de confirmar 
esta desgracia les sucedió una aventura , que sin ar- 
tificio alguno verdaderamente lo parecía: y fue que 
la noche cerró con alguna escuridad ; pero con to- 
do esto caminaban, creyendo Sancho que pues aquel 
camino era real , a una ó dos leguas de buena ra- 
zón hallaría en él alguna venta. Yendo pues desta 
manera , la noche escura , el escudera hambriento, 
y el amo con gana de comer , vieron que por el 
mismo camino que iban venían acia dios gran mul- 
titud de lumbres , que no parecían sino estrellas 
2ue se movían. Pasmóse Sancho en viéndolas , y 
)on Quixote no las tubo todas consigo : tiró el 
uno del cabestro á su asno y el otro de las riendas 
á su rocino , y estubieron quedos' mirando atenta- 
mente lo que podía ser aquello , y vieron que las 
lumbres se iban acercando á ellos , y mientras mas 
se 'llegaban mayores parecían, á cuya visca Sancho 
comenzó á temblar como un azogado, y los cabe- 
llos de la cabeza se le erizaron á Don Quixote, 
el qual animándose tm poco dixo : esta sin duda, 
Sancho , debe de ser grandísima y peligrosísima 
aventura , donde sera necesario que yo muestre to- 
do mí valor y esfuerzo. Desdichado de mí! res-» 
pondio Sancho : si acaso esta aventura fuese de fan- 
tasmas , como me lo va pareciendo , adonde habrá 



PARTE I. CAPITULO XIX. 6j 

costillas que la sufran ? Por mas fantasmas que sean, 
dixo Don Quixote , no consentiré yo que te to- 
quen en el pelo de la ropa , que si la otra vez se 
burlaron contigo, fue porque no pude yo saltar las 
paredes del corral ; pero ahora estamos en campo 
raso , donde podre yo como quisiere esgrimir mi 
espada. Y si le encantan y enternecen como la otra 
vez lo hicieron , dixo Sancho , qué aprovechará 
estar en campo abierto ó no? Con todo eso, repli- 
có Don Quixote , te ruego , Sancho , que tengas 
buen animo , que la esperiencia te dará a entender 
el que yo tengo. Si tendré , si a Dios place , res* 
pondio Sancho. Y apartándose los dos á un lado 
del camino , tornaron á mirar atentamente lo que 
aquello de aquellas lumbres que caminaban podía 
ser; y de allí á muy poco descubrieron muchos en- 
camisados , cuya temerosa visión de todo punto re- 
mató el animo de Sancho Panza , el qual comenzó 
á dar diente con diente , como quien tiene frió de 
quartana , y creció mas el batir y dentellear quan- 
do distintamente vieron lo que era , porque descu- 
brieron hasta veinte encamisados , todos á caballo, 
con sus hachas encendidas en las manos , detras de 
los quales venia una litera cubierta de luto , á la 
qual seguían otros seis de á caballo enlutados has- 
ta los pies de las muías [que bien vieron que no 
eran caballos en el sosiego con que caminaban]] 
iban los encamisados murmurando entre sí con una 
voz baxa y compasiva. Esta estraña visión a tales- 
horas y en tal despoblado bien bastaba para poner 
miedo en el corazón de Sancho , y aun en el de su 
amo ; y asi fuera enquanto á í)on Quixote , que 
ya Sancho habia dado al través con todo su esfuer- 

E2 



68 IKMf QUIXOTE DE LA MANCHA. 

zo : lo contrario le avino á su amo , al qual en 
aquel punto se le representó en su imaginación al 
vivo que aquella era una de las aventuras de sus 
libros. Figúrasele que la litera eran andas , donde 
debia de ir algún mal ferido ó muerto caballero, 
cuya venganza á él solo estaba reservada ; y sin 
hacer otro discurso enristró su lanzon , púsose bien 
en la silla , y con gentil brío y continente se puso 
en la mitad del camino por donde los encamisados 
forzosamente habían de pasar ; y quando los vio 
cerca alzó la voz , y dixo : deteneos , caballeros, 
quienquiera que seáis , y dadme cuenta de quién 
sois , de dónde venís , adonde vais , qué es lo que 
en aquellas andas lleváis , que según las muestras 
ó vosotros habéis fecho , ó vos han fecho algún 
desaguisado , y conviene y es menester que yo lo 
•sepa , ó bien para castigaros del mal que fecistes, 
ó bien para vengaros del tuerto que vos ficieron. 
Vamos de priesa , respondió uno de los encamisa- 
dos , y está la venta lejos , y no nos podemos dete- 
ner á dar tanta cuenta como pedís ; y picando la 
muía pasó adelante. Sintióse desta respuesta gran- 
demente Don Quizóte , y travando del freno , di- 
xo : deteneos , y sed mas bien criado , y dadme 
cuenta de lo que os he preguntado , sino conmi- 
go sois todos en batalla. Era lá muía asombradiza, 
y al tomarla del freno se espantó de manera , que 
alzándose en los pies dio con su dueño por las an- 
cas en el suelo. Un mozo que iba á pie , viendo 
caer el encamisado , comenzó á denostar l á Don 
Quizóte : el qual ya encolerizado , sin esperar mas 

• 

m 

• X Injuriar. 



PARTE X. CAPITULO XIX. 6$ 

enristrando su lanzon arremetió a uno de los, enlu- 
tados , y mal ferido dio con él en tierra ; y revol- 
viéndose por los demás , era cosa de ver con la 
presteza que los acometía y desbarataba : que no 
parecía sino que en aquel instante le habían naci- 
do alas á Rocinante , según andaba de ligero y or- 
gulloso. Todos los encamisados era gente medro- 
sa y sin armas , y asi con facilidad en un momen- 
to dexaron la refriega , y comenzaron a correr por 
aquel campo con las hachas encendidas , que no par 
redan sino á los de las mascaras , que en noche de 
regocijo y fiesta corren. Los enlutados asimismo re* 
vueltos y envueltos en sus faldamentos y lobas no 
se podian mover; asíame muy a su salvo Don Qui- 
xote los apaleó á todos , y les hizo dexar el sitio 
mal de su grado , porque todos pensaron que aquel 
no era hombre , sino diablo del infierno que les sa- 
lía a quitar el cuerpo muerto que en la litera lle- 
vaban. Todo lo miraba Sancho admirado del ardi- 
miento de su señor , y decia entre sí : sin duda este 
mi amo es tan valiente y esforzado como él dice. 
Estaba una hacha ardiendo en el suelo junto al 
primero que derribó la muía , á cuya luz le pudo 
ver Don Quixote, y llegándose a él le puso la pun- 
ta del lanzon en el rostro , diciendole que se rin- 
diese , si no que le mataría. A lp qual respondió el 
caído : harto rendido estoy) pues no me puedo mo- 
ver , que tengo una pierna quebrada : suplico á 
vuestra merced , si es caballero cristiano, que no me 
mate , que cometerá un gran sacrilegio, que soy Li- 
cenciado y tengo las primeras ordenes. Pues quién 
diablos os ha traído aqui , dixo Don Quixote , sien- 
do hombre de iglesia? Quién , señor? replicó el 



yo DON QVIXOTE DE LA MANCA A. 

caído: mi desventura. Pues otra mayor os amena- 
za , díxo Don Quixote , si no me satisfacéis á todo 
quanto primero os pregunté. Con facilidad sera 
vuestra merced satisfecho , respondió el Licencia* 
do ; y asi sabrá vuestra merced que aunque denan- 
tes dixe que yo era Licenciado , no soy sino Ba- 
chiller 1 , y llamóme Alonso López : soy natural de 
Alcobendas, vengo de la ciudad de Baeza con otros 
once sacerdotes , que son los que huyeron con las 
hachas : vamos á la ciudad de Segovia acompañan* 

i Bachiller. No solo tenían entonces algunos la vani- 
dad de llamarse licenciados , no siendo mas que bachille- 
res* y l& de intitularse doctores , no siendo mas que maes- 
tros en artes ; sino que otros se*jirmaban licenciados , no 
teniendo grado alguno. Dicelo ei mismo Cervantes por bo- 
ca del soldado , que hablando con su ferré Gabilan , le di- 
ce: ea, Gabilan , salta por la pompa y aparato de D. a Pim- 
pinela de Pla&gonia , que fue companera de la moza Galle- 
ga que servía en Valdcastillas .... salta por el bachiller Pa- 
sillas, que se firma Licenciado sin tener grado alguno. [Colo- 
quio de los Perros : p. 40 s.] y lo confirma en la Novela 
del licenciado Vidriera, [p. jps^] Otros se gloriaban fal- 
samente de haber recibido grados en universidades de fue- 
ra del reyno , como lo hizo uno de los interlocutores , que 
introduce el P. Pineda en los Diálogos de la Agricultura 
Cristiana. Yo curse, dice P hiló timo , primero bien en Teo- 
logía , y oponiéndome á beneficios , nunca me dieron algu- 
no , y moría de hambre , y por remediarme cursé otros tres 
años en Medicina hasta graduarme de bachiller , y por no 
tener caudal para la costa del licénciamiento , quiso Dios 
qiie topé con un conde Palatino , tan hambriento como yo, 
en la venta de la Palomera , y convídele á un lomo costil y 
i una bota de vino de Robledo de Chávela , y allí me gra- 
duó de licenciado delante de los venteros , y de dos recue- 
ros , y tocaron la campana , que tienen en la chirninea para 
llamar con ella á los descarriados en tiempo de nieve. [Dia- 
logo I.f.2. bJ] Alguno de estos abusos no se ha remedia- 
da todavía. 



PARTE I. CAPITULO XXX. Jl 

do un cuerpo muerto que va en aquella litera, que 
es de un caballero que murió en Baeza , donde fue 
depositado, y ahora como digo llevábamos sus hue- 
sos á su sepultura, que está en Segovia , de donde 
es natural. Y quién le mató? preguntó Don Qui- 
xote. Dios por medio de unas calenturas pestilen- 
tes que le dieron , respondió el Bachiller. Desa 
suerte , dixo Don Quixote , quitado me ha nues- 
tro Señor del trabajo que había de tomar en ven- 
gar su muerte , si otro alguno le hubiera muerto; 
pero habiéndole muerto quien le mató , no hay si* 
no callar y encoger los hombros , porque lo mismo 
hiciera, si a mí mismo me matara; y quiero'que se** 
pa vuestra reverencia que yo soy un caballero de 
la Mancha llamado Don Quixote , y es mi oficio 
y exercicio andar por el mundo enderezando tuer- 
tos y desfaciendo agravios. No sé como pueda ser 
eso de enderezar tuertos , dixo el Bachiller , pues 
á mí de derecho me habéis vuelto tuerto , dexan- 
dome una pierna quebrada , la qual no se vera de- 
recha en todos los dias de su vida , y el agravio 
que en mí habéis deshecho ha sido dexarme agra- 
viado de manera , que me quedaré agraviado para 
siempre , y harta desventura ha sido topar con vos 
que vais buscando aventuras. No todas las cosas, 
respondió Don Quixote , suceden de un mismo 
modo: el daño estubo, señor bachiller Alonso Ló- 
pez , en venir como veniades de noche , vestidos 
con aquellos sobrepellices , con las hachas encendi- 
das , rezando , cubiertos de luto , que propiamente 
semejahades cosa mala y del otro mundo, y asi yo 
no pude dexar de cumplir con mi obligación aco- 
metiéndoos, y os acometiera aunque verdadecamen* 



7¿ DON «UIXOTE DE LA MANCHA. 

te supiera que erades los mismos satanases del in- 
fierno , que por tales os juzgué y tube siempre. 
Ya que asi lo ha querido mi suerte , dixo el Ba- 
chiller , suplico a vuestra merced , señor caballero 
andante [que tan mala andanza me ha dado3 me 
ayude a salir de debaxo desta muía , que me tiene 
tomada una pierna entre el estribo y la silla. Ha- 
blara yo para mañana, dixo Don Quizóte ; y has- 
ta quando aguardabades a decirme vuestro afán? 
Dio luego vocgs a Sancho Panza que viniese ; pe- 
ro él no se curó de venir , porque andaba ocupado 
desbaldando una acémila de repuesto , que traían 
aquellos buenos señores bien bastecida de cosas de 
comer. Hizo Sancho costal de su gabán , y reco- 
giendo todo lo que pudo y cupo en el talego , car- 
gó su jumento , y luego acudió á las voces de su 
amo, y ayudó á sacar al señor Bachiller de la opre- 
sión de la muía , y poniéndole encima della le dio 
la hacha ; y Don Quizóte le dixo que siguiese la 
derrota de sus compañeros, a quien de su parte pi- 
djese perdón del agravio , que no habia sido en su 
mano dexar de haberle hecho. Dixole también San- 
cho : si acaso quisieren saber esos señores quién ha 
sido el valeroso que tales los puso , dirales vuestra 
merced que es el famoso Don Quixote de la Man- 
cha , que por otro nombre se llama : El Caballero 
de la Triste Figura. 

Con esto se fue el Bachiller , y Don Quixote 
preguntó a Sancho que qué le habia movido a lla- 
marle : El Caballero de la Triste Figura mas en- 
tonces que nunca? Yo se lo diré , respondió San- 
cho : porque le he estado mirando un rato á la luz 
de aquella hacha que lleva aquel mal andante , y 



PARTE I. CAPITULO XIX. 73 

verdaderamente tiene vuestra merced la mas mala 
figura de poco acá que jamas he visto , y debelo 
de haber causado># ya el cansancio deste comba-* 
te, ó ya la falta de las muelas y dientes. No es 
eso , respondió Don Quizóte , sino que el sabio ^á 
cuyo cargo debe de estar el escrebir la historia de 
mis hazañas , le habrá parecido que sera bien que 
yo tonie algún nombre apelativo , como lo toma-» 
ban todos los caballeros pasados ; qual se llamaba: 
El déla Ardiente Espada ; qual : El del Unicor- 
nio ; aquel : El de las Doncellas ; aqueste : El del 
ave Fénix ; el otro : El Caballero del Grifo ; esto- 
tro 1 El de la Muerte , y por estos nombres é in- 
signias eran conocidos por toda la redondez de la 
tierra ; y asi digo que el sabio ya dicho te habrá 
puesto en la lengua y en el pensamiento ahora 
que me llamases : El Caballero de la Triste Figu- 
ra , como pienso llamarme desde hoy en adelante; 
y para que mejor me quadré tal nombre determi- 
no de hacer pintar quando haya lugar en mi es- 
cudo una muy triste figura. No hay para que , se- 
ñor , querer gastar tiempo y dineros en hacer esa 
figura, dixo Sancho ; sino lo que se ha de hacer es 
que vuestra merced descubra la suya , y dé rostro 
a los que le, miraren , que sin mas ni mas y sin 
otra imagen ni escudo , le llamarán : El de la Tris- 
te Figura : y créame que le digo verdad , porque 
le prometo á vuestra merced , señor £y esto sea di- 
cho en burlas} que le hace tan mala cara la ham- 
bre y la falta de . las muelas , que como ya tengo 
dicho se podra muy bien escusar la triste pintura. 
Rióse Don Quixote del donayre de Sancho , pero 
cqp todo propuso de llamarse de aquel nombre en 



t 



74 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

t pudiendo pintar su escudo ó rodela como había 

I imaginado , y dixole : yo entiendo , Sandio , que 

« quedo descomulgado por hab#> puesto las manos 

violentamente en cosa sagrada iuxta illud: Si quts 

suadcnte diabolo &c. aunque sé bien que no puse 

las manos , sino este lanzon ; quanto mas que yo no 

i pense que ofendía á sacerdotes ni a cosas de la 

Iglesia , á quien respeto y adoro como católico y 
fiel cristiano que soy , sino á fantasmas y á vesti- 
dos del otro mundo ; y quando eso asi fuese , en 
memoria tengo lo que paso al Cid Rui Diaz, 
quando quebró la silla del embaxador de aquel 
Rey delante de su Santidad el Papa , por lo qual 
lo descomulgó , y andubo aquel dia el buen Ro- 
drigo de Bivar como muy honrado y valiente ca- 
ballero 1 . En oyendo esto el Bachiller se fue como 

i Valiente caballero. Esta es una de las historietas 
que andan en el vulgo de Rodrigo Diaz , natural de Bi- 
var % llamado comunmente el Cid, ó el Señor, titulo adop- 
tado de los moros. Cuéntase en el 2 1. de sus Romances t 
en que se dice: 

En la iglesia de San Pedro 
Don Rodrigo había entrado» 
Do vido las siete sillas 
De siete Reyes cristianos, 

Y vio la del Rey de Francia 
Junto á la del Padre Santo, 

; Y la del Rey su señor 

, Un estado mas abaxo. 

l Fuese á la del Rey de Francia, 

* Con el pie la ha derribado. 

í La silla era de marfil, 

Hechola ha quatro pedazos: % 

Y tomó la de su Rey, 

Y subióla en lo mas alto. 



PAUTE I. CAPITULO XIX. 7$ 

queda dicho sin replicarle palabra. Quisiera Don 
Quixote mirar si el cuerpo que venia en la litera 
eran huesos ó no; pero no lo consintió Sancho , di* 
riéndole : señor , vuestra merced ha acabado esta 
peligrosa aventura lo mas á su salvo de todas las 

3ue yo he visto : esta gente , aunque vencida y 
esbaratada , podría ser que cayese en la cuenta 
de que los venció sola una persona , y corridos y 
avergonzados desto volviesen á rehacerse y á bus- 
carnos , y nos diesen muy bien en qué entender: 
el jumento está como conviene , la montaña es cer- 
ca , la hambre carga , no hay que hacer mas siflo 
retirarnos con gentil compás de pies ; y , como di- 
cen , vayase el muerto 4 la sepultura , y el viviré 
la hogaza : y antecogiendo su asno rogo á su se- 
ñor que le siguiese , el qual pareciendole que San- 
cho tenia razón , sin volverle a replicar le siguió: 
y á poco trecho que caminaban por entre dos men- 
tármelas , se hallaron en un espacioso y escondido 
valle , donde se apearon , y Sancho alivió el ju- 
mento ; y tendidos sobre la verde yerba, con la sal- 
sa de su hambre almorzaron , comieron , merenda- 



V* 



El Papa quando lo supo 
Al Cid ha descomulgado. 
Sabiéndolo el de Bivar 
Ante el Papa se ha postrado: 
Absolvedme , dixo , Papa, 
Si no , seraos mal contado. 
£1 Papa , padre piadoso, 
Respondió muy mesurado: 
Yo te absuelvo , Don Ruy Diaz, 
Yo te absuelvo de buen grado, 
Conque seas en mi Corte 
Muy cortes y mesurado. 






i 



* 



j6 DON QtnXOTE DE LA MANCHA. 

ron y cenaron a un mismo punto , satisfaciendo sus 
estómagos con mas de una fiambrera , que los se- 
ñores clérigos del difunto [que pocas veces se de- 
xan mal pasar] en la acémila de su repuesto traían; 
mas sucedióles otra desgracia , que Sancho la tubo 
por la peor de todas ,y fue que no tenían vino que 
beber , ni aun agua que llegar a la boca ; y acosa- 
dos de la sed , dixo Sancho , viendo que el prado 
donde estaban estaba colmado de verde y menuda 
yerba , lo que se dirá en el siguiente capitulo. 



/ 



CAPITULO XX. 

PE LA JAMAS VISTA NI OÍDA AVENTURA , QUE 
CON MAS POCO PELIGRO FUE ACABADA DE FA- 
MOSO CABALLERO EN EL MUNDO , COMO LA QUE 
▲CABO EL VALEROSO DON QUIXOTE DE LA 

MANCHA. 

XN o es posible , señor mió , sino que estas yerbas 
dan testimonio de que por aquí cerca debe de es- 
tur alguna fuente ó arroyo que estas yerbas hume- 
dece , y asi sera bien que vamos un poco mas ade- 
lante , que ya toparemos donde podamos mitigar 
esta terrible sed que nos fatiga , que sin duda cau- 
sa mayor pena que la hambre. Parecióle bien el 
consejo á Don Quixote , y tomando de la rienda á 
Rocinante , y Sancho del cabestro á su asno , des- 
pués de haber puesto sobre él los relieves que de la 
cena quedaron , comenzaron á caminar por el pra- 
do arriba á tiento , porque la escuridad de la no- 
che no les dexaba ver cosa alguna. Mas no hubie- 
ron andado docientos pasos, quando llegó á sus oi- 



PARTE I. CAPITULO XX. 77 

dos un grande ruido de agua , como que de algu- 
nos grandes y levantados riscos se despeñaba. Ale- 
gróles el ruido en gran manera, y parándose á es- 
cuchar acia qué parte sonaba , oyeron á deshora 
otro estruendo que les aguo el contento del agua, 
especialmente a Sancho , que naturalmente era me- 
droso y de poco animo : digo que oyeron que da- 
ban unos golpes á compás con un cierto cruxir de 
hierros y cadenas, que acompañados del furioso es- 
truendo del agua pusieran pavor a qualquier otro 
corazón que no fuera el de Don Quixote. Era la 
noche como se ha dicho escura , y ellos acertaron 
á entrar entre unos arboles altos , cuyas hojas mo- 
vidas del blando viento hacían un temeroso y man* 
só^ ruido : de manera que la soledad ,' el sitio , la 
escuridad , el ruido de la agua con el susurro de las 
hojas , todo causaba horror y espanto, y mas quan- 
do vieron que ni los golpes cesaban , ni el viento 
dormía, ni la mañana llegaba , añadiéndose á todo 
esto el ignorar el lugar donde se hallaban ; pero 
Don Quixote , acompañado de su intrépido cora- 
zón , saltó sobre Rocinante , y embrazando su ro- 
dela , terció su lanzon , y dixo : Sancho amigo , has 
de saber que yo naci por querer del cielo en esta 
nuestra edad de hierro , para resucitar en ella la 
de oro ó la dorada , como suele llamarse : yo soy 
aquel para quien están guardados los peligros , las 
grandes hazañas , los valerosos hechos : yo soy, di- 

fo otra vez , quien ha de resucitar los de la Tabla 
Redonda , los doce de Francia , y los nueve de la 
Fama , y el que ha de poner en olvido los Plati- 
res , los Tablantes , Olivantes y Tirantes , los Fe- 
bos y Beüanises, con toda la caterva de los famo- 



78 DON QXTIXOTE DE LA MANCHA. 

sos caballeros andantes del pasado tiempo , hacien- 
do en este en que me hallo tales grandezas , estra- 
ñezas y fechos de armas , que escurezcan las mas 
claras que ellos ficieron : bien notas , escudero fiel 

1 y legal , las tinieblas desta noche , su estraño silen- 
cio , el sordo y confuso estruendo destos arboles , el 
temeroso ruido de aquella agua , en cuya busca ve- 
nimos, que parece que se despeña y derrumba des- 
de ios altos montes de la luna 1 , y aquel incesable 
Íjolpear que nos hiere y lastima los oidos: las qua- 
es cosas todas juntas y cada una por sí son bastan* 

' tes a infundir miedo , temor y espanto en el pecho 
del mismo Marte , quanto mas en aquel que no está 
acostumbrado a semejantes acontecimientos y aven- 
turas : pues todo esto que yo te pinto son incenti- 
vos y despertadores de mi animo, que ya hace que 
el corazón me reviente en el pecho con el deseo 
que tiene de acometer esta aventura , por mas di- 
ficultosa que se muestra : asique aprieta un poco 
las cinchas a Rocinante , y quédate á Dios , y es- 
pérame aqui hasta tres dias no mas , en los quales 
si no vohriere , puedes tú volverte á nuestra aldea, 
y desde allí por hacerme merced y buena obra 
irás al Toboso , donde dirás á la incomparable se- 
ñora mia Dulcinea : que su cautivo caballero mu- 
rio por acometer cosas que le hiciesen digno de 
poder llamarse suyo. Quando Sancho oyó las pa* 
labras de su amo , comenzó á llorar con la mayor 



1 De la luna. Alusión al rio Nilo que, naciendo en la 
alta Etiopia en el monte de la lima según se creia añti- 
% ¿uatnente [ Ptolomeo : Geograph. 1. IV. aljin] se precipi- 

ta con estruendo impetuoso por dos cataratas ¡ó cascadas. 



PARTE I. CAPITULO XX. 79 

Jxraura del mundos y á decirle : señor, yo no sé 
porqué quiere vuestra merced acometer esta tan 
temerosa aventura? ahora es de noche , aqui no 
nos ve nadie , bien podemos torcer el camino y des- 
viarnos del peligro , aunque no bebamos en tres 
dias : y pues no hay quien nos vea , menos habrá 
quien nos note de cobardes : quanto mas que yo 
he oido muchas veces predicar al Cura de nuestro 
lugar , que vuestra merced muy bien conoce , que 
quien buffa el peligro , perece en él : asique no es 
bien tentar a Dios acometiendo tan desaforado he* 
cho , donde no se puede escapar sino por milagro; 
y basta los que ha hecho el cielo con vuestra mer- 
ced en librarle de ser manteado como yo lo fui , y 
en sacarle vencedor , libre y salvo de entre tantos 
(enemigos como acompañaban al difunto ; y quan- 

1 Del mundo. En este paso como en otros muchos imi- 
tó Don Quixote a Amadis de Gaula , que disponiéndose 
para la empresa de la altísima peña d~ la Doncella en- 
cantada , dixo a Grasindor : yo quiero subir en esta ro- 
ca ... y vos ruego que me aguardéis aqui hasta mañana en la 
noche , que yo podre venir, 6 faceros señal desde arriba co- 
mo me va : y si en este comedio , al tercero día no tornare, 
podréis creer que mi hacienda no va bien. Quando la aven- 
tura del Endriago , fue era un hombre monstruoso que te- 
ma ti diablo en el cuerpo , y despoblada la Ínsula llama- 
da del Diablo por hacer en ella su residencia , entrando 
Amadis en un valle de una enriscada montaña y peñas 
de muchas concavidades , dixo a su escudero : da voces, 
Gandalin , porque por ellas podra ser que el Endriago á nos- 
otros acudirá : é ruegote mucho que si aqui muriese , procu- 
réis de llevar i mi señora Oriana mi corazón. Quando Gan- 
dalin esto oyó , no solamente dio voces , mas mesando sus 
cabellos , llorando dio grandes gritos , deseando su muerte an- 
tes que ver la de aquel su señor, que tanto amaba. [Histo- 
ria dt Amadis l. g. c, ffry /. 4. c . j jo.] 



8o DON QUIXOtE DE LA MANCHA. 

do todo esto no mueva ni ablande ese duro cora- 
zón , muévale el pensar y creer que apenas se ha- 
brá vuestra merced apartado de aquí , quando yo 
de miedo dé mi anima a quien quisiere llevarla: 
yo sali de mi tierra, y dexé hijos y muger por ve- 
nir á servir á vuestra merced , creyepdo valer mas 
y no menos ; pero como la cudicia rompe el saco, 
a mí me ha rasgado mis esperanzas , pues quando 
mas vivas las tenia de alcanzar aquella negra y mal» 
hada4a Ínsula , que tantas veces vuesfte merced 
me ha prometido , veo que en pago y trueco della 
me quiere ahora dexar en un lugar tan apartado 
del trato humano : por un solo Dios , señor mió, 
que non se me faga tal desaguisado , y ya que del 
todo no quiera vuestra merced desistir de acome- 
ter este fecho , dilátelo alómenos hasta la mañana, 
que á lo que á mí me muestra la ciencia que apren- 
dí quando era pastor , nó debe de-haber desde aquí 
al alba tres horas , porque la boca de la bocina está 
encima de la cabeza , y hace la medianoche en la 
linea del brazo izquierdo % . Cómo puedes tú , San- 
cho , dixo Don Quixote , ver donde hace esa li- 
nea , ni donde está esa boca ó ese colodrillo que 

x Del brazo izquierdo. La constelación , llamada por 
los astrónomos Ursa minar , y por los pastores Bocina ó Car- 
ro menor, consta de ocho estrellas , inclusa la del norte 6 
polar. Alrededor de esta voltean las otras siete \que forman 
la figura de la bocina, cuerno, 6 colodrillo. Para conocer la 
hora se figura una cruz, con su cabeza , pie y brazos iz- 
quierdo y derecho ,y en su centro la estrella polar. Esta 
cruz la figura también qualquier hombre. En ella se supo* 
ntn quatro puntos principales \y al pasar por ellos la boca 
de la bocina se conocen las horas de la noche con respecto 
£ la estrella polar. En Agosto , que es quando parece su* 



PAUTE I. CAPITULO XX. 8 1 

dices , si hace la noche tan escura , que no parece 
en todo el cielo estrella alguna? Asi es , dixo San- 
cho; pero tiene el miedo muchos ojos, y ve las co- 
sas debaxo de tierra quanto mas encima en el cie- 
lo , puesto que por buen discurso bien se puede 
entender que hay poco de aqui al dia. Falte lo 
que faltare, respondió Don Quixote, que no se ha 
de decir por mí ahora , ni en ningún tiempo , que 
lagrimas y ruegos me apartaron de hacer lo que 
debia á estilo de caballero : y asi te ruego , San- 
cho, que calles, que Dios que me ha puesto en co- 
razón de acometer ahora esta tan no vista y tan te- 
merosa aventura , tendrá cuidado de mirar por mi 
salud , y de consolar tu tristeza : lo que has de ha- 
cer es apretar bien las cinchas á Rocinante , y que- 
darte aqui , que yo daré la^ vuelta presto , ó vivo 
ó muerto. Viendo pues Sancho la ultima resolu- 
ción de su amo , y quan poco valian con él sus la- 
grimas , consejos y ruegos , determinó de aprove- 
charse de su industria , y hacerle esperar hasta el 
dia si pudiese ; y asi quando apretaba las cinchas 
al caballo , bonitamente y sin ser sentido ató con 
el cabestro de su asno ambos pies á Rocinante de 
manera , que quando Don Quixote se quiso partir 
jio pudo , porque el caballo no se podia mover si- 
no á saltos. Viendo Sancho Panza el buen suceso 
de su embuste , dixo : ea , señor , que el cielo co- 
movido de mis lagrimas y plegarias ha ordenado 
•que no se pueda mover Rocinante , y si* vos que- 

cedio esta aventura , está la boca de la bocina encima de 
la cabeza de la cruz , haciendo algo mas de la mediano- 
che en su brazo izquierdo : de modo que desde entonces d 
la alba faltan como unas tres horas. 

T. II, I 



82 PON QUIXOTE D£ LA MANCHA* 

reis porfiar, y espolear, y dalle , sera enojar á la for- 
tuna , y dar coces como dicen contra el aguijón. 
Desesperábase con esto Don Quixote , y por mas 
que ponia las pierna? al caballo , menos le podía 
mover , y sin caer en la cuenta de la ligadura tu- 
bo por bien de sosegarse , y esperar ó a que ama- 
neciese , ó a que Rocinante se menease , creyendo 
sin duda que aquello venia de otra parte que de 
la industria de Sancho ; y asi le dixo : pues asi es, 
Sancho , que Rocinante no puede moverse , yo soy 
contento de esperar á que ría el alba , aunque yo 
llore lo que ella tardare en venir. No hay que llo- 
rar , respondió Sancho , que yo entretendré a vues- 
tra merced contando cuentos desde aqui al dia , si 
ya no es que se quiere apear , y echarse á dormir 
un poco sobre la verde yerba a uso de caballeros 
andantes , para hallarse mas descansado quando lle- 
gue el dia y punto de acometer esta tan déseme* 
jable aventura que le espera. A qué llamas apear, 
ó á qué dormir ? dixo Don Quixote : soy yo por 
ventura de aquellos caballeros que toman reposo 
en los peligros ? duerme tu que naciste para dor- 
mir , ó haz lo que quisieres , que yo haré lo que 
viere que mas viene con mi pretensión. No se eno- 
je vuestra merced , señor mío , respondió Sancho» 
que no lo dixe por tanto ; y llegándose a él , puso 
la una mano en el arzón delantero y la otra en el 
' opro , de modo que quedó abrazado con el muslo 
izquierdo de su amo , sin osarse apartar del un de- 
do : tal era el miedo que tenia á los golpes que to- 
davía alternativamente sonaban. Dixole Don Qui- 
xote que contase algún ' cuento para entretenerle, 
como se lo había prometido. A lo qual Sancho di- 



PARTE X. CAPITULO XX, 83 

xo que si hiciera , si le dexara el temor de lo que 
oia ; pero con todo eso yo me esforzaré a decir una 
historia , que si la acierto á contar y no me van a la 
mano , es la mejor de las historias , y esteme vues- 
tra merced atento que ya comienzo. 

Erase que se era , el bien que viniere para to- 
dos sea , y el mal para quien lo fuere a buscar ; y 
advierta vuestra merced , señor mió , que el prin- 
cipio que los antiguos dieron á sus consejas no fue 
asi, comoquiera , que fue una sentencia de Catón 
Zonzorino, romano , que dice : y el mal para quien 
le fuere á buscar % , que viene aqui como anillo al 
dedo para que vuestra merced se esté quedo , y 
no vaya á buscar el mal a ninguna parte , sino que 
nos volvamos por otro camino , pues nadie nos fuer- 
za á que sigamos este , donde tantos miedos nos 
sobresaltan. Sigue tu cuento , Sancho , dixo Don 
Quixote , y del camino que hemos de seguir de- 
xame á mí el cuidado. Digo pues , prosiguió San- 
cho , que en un lugar de Estremadura habia un 

1 Para quien le fuere á buscar. Esta erudición excede 
la capacidad de Sancho , que como buen prevaricador de 
palabras llamó Zonzorino a Catón ¡pensorino. Rodrigo Ca- 
ro [Dias Geniales : dialogo V. §. £I\ dice también que los 
muchachos y tm gente rustica empezaba los cuentos con es* 
ta entradilla : Erase lo que era : el mal que se vaya , el bieü 
que se venga : el mal para los moros: el bien para nosotros; 
y añade que en esto imitaban el dicho de Plutarco [wi 
Symposia 6.~\\ 

Bulium foras , intro dividas & sanitatcm. 

El mal vaya fuera , y venga adentro la salud y el 
dinero. Y d Quinto Sereno Samonicoi 

Sed fortuna potens ornen convertat in hostes. 

Pero la fortuna poderosa convierta el mal agüero con" 
tra los enemigos líos moros], 

¥2 



84 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

pastor cabrerizo , quiero decir que guardaba ca- 
bras , el qual pastor ó cabrerizo , como digo de mi 
cuento , se llamaba Lope Ruiz , y este Lope Ruiz 
andaba enamorado de una pastera que se llamaba 
Torralba, la qual pastora llamada Torralba era hi- 
ja de un ganadero rico , y este ganadero rico 

Si desa manera cuentas tu cuento , Sancho , dixo 
Don Quixote , repitiendo dos veces lo que vas di- 
ciendo , no acabarás en dos dias : dilo seguidamen- 
re , y cuéntalo como hombre de entendimiento, y si 
no , no digas nada. De la misma manera que yo lo 
cuento , respondió Sancho, se cuentan en mi tierra 
todas las consejas , y yo no sé contarlo de otra , ni 
es bien que vuestra merced me pida que haga usoS^ 
nuevos. Di como quisieres , respondió Don Qui- 
xote , que pues la suerte quiere que no pueda de- 
xar de escucharte , prosigue. Asique , señor mió de 
mi anima , prosiguió Sancho , que como ya tengo 
dicho este pastor andaba enamorado de Torralba 
la pastora , que era una moza rolliza , zahareña , y 
tiraba algo a hombruna , porque tenia unos pocos 
vigores , que parece que ahora la veo. Luego co- 
nocistela tu ? dixo Don Quixote. No la conoci yo, 
respondió Sancho ; pero quien me contó este cuen- 
to me dixo. que era tan cierto y verdadero , que 
podía bien quando lo contase á otro , afirmar y ju- 
rar que lo había visto todo : asique yendo dias y 
viniendo dias , el diablo , que no duerme y que to 
do lo añasca , hizo de manera , que el amor que el 
pastor tenia á la pastora se volviese en omecillo y 
mala voluntad , y la causa fue según malas len- 
guas una cierta cantidad de zelillos que ella le dio 
tales , que pasaban de la raya , y llegaban á lo ve- 



\ 



. PARTE I. CAPITULO XX. 85 

dado ; y fue tanto lo que fel pastor la aborreció 
de allí adelante , que por no verla se quiso ausen- 
tar de aquella tierra , é irse donde sus ojos no la 
viesen jamas : la Torralba , que se vio desdeñada 
del Lope , luego le quiso bien mas que nunca, le 
habia querido. Esa es natural condición de muge- 
res , dixo Don Quixote , desdeñar a quien las quie- 
re, y amar á quien las aborrece : pasa adelante , San* 
cho. Sucedió , dixo Sancho , que el pastor puso por 
obra su determinación , y antecogiendo sus cabras 
se encaminó por los campos de Estremadura para 
pasarse á los rey nos de Portugal. La Torralba que 
lo supo se fue tras él , y seguíale a pie y descalza 
desde lejos con un bordón en la mano , y con unas 
alforjas al cuello , donde llevaba según es fama un 
pedazo de espejo, y otro de un peyne ,y no sé qué 
botecillo de mudas x para la cara ; mas llevase lo 
que llevase , que yo no me quiero meter ahora en 
averiguallo : solo diré que dicen que el pastar lle- 
gó con su ganado á pasar el rio Guadiana , y en 
aquella sazón iba crecido y casi fuera de madre , y 
por la parte que llegó no habia barca ni barco , ni 
quien le pasase a él ni a su ganado de la otra par* 
te , de lo que se congojó mucho , porque veia que 

z Mudas. Colores postizos con que las mugir es se pin- 
tan las caras , cuyo vicio era todavía mas común en el 
siglo pasado que ahora. Y decia una seguidilla , que lia* 
miaban de eco , de las inventadas en tiempo de Cervantesx 

A porfía se juntan 

Todas las damas, 

A porfía se juntan , untan 

Todas las caras. 
[Gonzalo Correas. Gramática Castellana, Biblioteca Realx 
est. V. cod.262.fn lío.] 



86 DON QI7IXOTE DE LA MANCHA. 

la Torralba venía ya muy cerca , y le había de dar 
mucha pesadumbre con sus ruegos y lagrimas ; mas 
tanto andubo mirando , que vio un pescador que 
tenía junto á sí un barco tan pequeño , que sola- 
mente podían caber en él una persona y una ca- 
bra ; y con todo esto le habló , y concertó con él 
que , le pasase á él y á trecientas cabras que lleva- 
ba. Entró el pescador en el barco , y pasó una ca- 
bra , volvió , y pasó otra , torró á volyer , y tornó 
4 pasar otra. Tenga vuestra mercad cuenta con las 
cabras que el pescador va pasando , porque si se 
pierde una de la memoria se acabará el cuento , y 
no sera posible contar mas palabra del. Sigo pues, 
y digo que el desembarcadero de la otra parte es- 
taba lleno de cieno y resbaloso , y tardaba el pes- 
cador mucho tiempo en ir y volver : con todo esto 
volvió por otra cabra , y otra, y otra. Haz cuenta 
que las pasó todas , dixo Don Quizóte , no andes 
yendo y viniendo desa manera , que no acabarás de 
pasarlas en un año. Quantas han pasado hasta aho- 
ra ? dixo Sancho. Yo qué diablos sé, respondió Don 
Quixote. He ahí lo que yo díxe , que tubiese bue- 
na cuenta ; pues por Dios que se ha acabado el 
cuento , que no hay pasar adelante. Como puede 
ser eso? respondió Don Quixote : ¿tan de esencia 
de la historia es saber las cabras que han pasado 
por estenso , que si se yerra una del numero no pue- 
des seguir adelante con la historia ? No señor , en 
ninguna manera , respondió Sancho , porque asi co- 
mo yo pregunté á vuestra merced que me dixese 
quantas cabras habian pasado , y me respondió que 
no sabia , ¿n aquel mismo instante se me fue 4 *ní 
de la memoria quanto me quedaba por decir , y á 



PARTE I. CAPITULO XX. 87 

fe que era de mucha virtud y contento. De modo, 
dixo Don Quixote , que ya la historia es acabada? 
Tan acabada es como mi madre , dixo Sancho. Di- 
gote de verdad , respondió Don Quixote , que tu 
has contado una de las mas nuevas consejas , cuen- 
to ó historia que nadie pudo pensar en el mundo, 
y que tal modo de contarla ni dexarla jamas se po- 
dra ver ni habrá visto en toda la vida , aunque no 
esperaba yo otra cosa de tu buen discurso ; mas no 
me marabillo , pues quiza estos golpes que no ce- 
san té deben de tener turbado el entendimiento. 
Todo puede ser , respondió Sancho; mas yo sé que 
en lo de mi cuento no hay mas qué decir , que allí 
se acaba do comienza el yerro de la cuenta del pa- 
sage de las cabras ' . Acabe norabuena donde qui- 

1 Pasage de las cabras. Este cuento no es á la verdad 
original de Cervantes , pues aunque le varió y mejoró tan- 
to y que le hizo suyo , tomó la sustancia de otro que se lee 
en Le Cento Novelle antike , que se hallan al fin de Cento 
Novelle scelte publicadas en venecia año de ij? 1. Dice 
pues asi la novela XXXI* traducida del italiano en núes- 
tra lengua : Tenia el señor Azzolino un fabulador »para que 
le contase cuentos en las noches largas del hibierno. Sucedió 
que una noche tenia este cuentista una gana extraordinaria de 
dormir; y el señor Azzolino le instaba que le refiriese algu- 
na historieta. Y él empezó á referir la de un aldeano , que te- 
niendo cien monedas de oro , fue i una feria á comprar cer- 
dos , en la qual le dieron dos por cada moneda. Al volver 
con el ganado á casa , como hubiese crecido mucho el rio con 
las lluvias , llegó á su orilla , y vio á un pobre pescador que 
tenia un barco tan pequeño , que no cabia en él sino el aldea- 
no y un cerdo. Empezó pues el aldeano á pasar con un cer- 
do solo. £1 fio era ancho : y el aldeano iba tirando el barco, 
y pasando. £1 señor Azzolino le dixo : pasad adelante con 
el cuento. Y él respondió : dexad que pasen los cerdos, y des- 
pués le proseguiré: y supuesto que no pasaran en un año, po- 



88 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

siere , dixo Don Quixote , y veamos si se puede 
mover Rocinante. Tornóle á poner las piernas , y 
él tornó á dar saltos * y á estarse quedo : tanto es* 
taba de bien atado. , 

En esto parece ser ó que el frió de la maña- 
na que ya venia , ó que Sancho hubiese cenado al- 
gunas cosas lenitivas, ó que fuese cesa natural ([que 
es lo que mas se debe creer} á él le vino en volun- 
tad y deseo de hacer lo que otro no pudiera ha* 
cer por él ; mas era tanto el miedo que habia en* 
trado en su corazón , que no osaba apartarse un 
negro de uña de su amo ; pues pensar de no hacer 
lo que tenia gana , tampoco era posible : y asi lo 
que hizo por bien de paz fue soltar la mano dere- 
cha , que tenia asida al arzón trasero , con la qual 
bonitamente y sin rumor alguno se soltó la lazada 
corrediza , con que los calzones se sostenían sin ayu- 
da de otra alguna ; y en quitándosela , dieron lue- 
go abaxo , y se le quedaron como grillos : tras esto 
alzó la camisa lo mejor que pudo , y echó al ayre 
entrambas posaderas , que no eran muy pequeñas: 
hecho esto [que él pensó que era lo mas que tenia 
que hacer para salir de aquel terrible aprieto y 

demos entretanto dormir á nuestro sabor. JE l Ucencia Jo Alon- 
so Fernandez de 'Avellaneda trata de ífay necio el cuen- 
to referido por Cervantes [cap. XXI. p. J£ I *]y en com ' 
pe t encía cuenta él otro por boca también de Sancho de una 
multitud de gansos , que tardaron no menos que dos años 
en pasar uno a uno por una puente muy angosta ; pero lo 
cuenta con poca gracia , con menos agudeza , y con su es* 
tilo trivial y desaliñado. Sinembargo dice que lo hace pa+ 
va que se conozca la diferencia del uno al otro , y solo con- 
sigue que se conozca lo mucho que ciega el amor propio i 
algunos patrañeros* 



. PARTE I. CAPITULO XX. 89 

angustia} le sobrevino otra mayor , que fue que le 
pareció que no podía mudarse sin hacer estrepito 
y ruido , y comenzó á apretar los dientes y enco- 
ger los hombros , recogiendo en sí el aliento todo 
quanto podía ; pero con todas estas diligencias fue 
taii desdichado , que al cabo al cabo vino a hacer 
un poco de mido , bien diferente de aquel que á 
él le ponia tanto miedo. Oyólo Don Quixote , y 
dixo : qué rumor es ese , Sancho? No sé , señor, 
respondió él : alguna cosa nueva debe de ser , que 
las aventuras y desventuras nunca comienzan por 
poco. Tornó otra vez á probar ventura , y suce- 
dióle tan bien , que sin mas ruido ni alboroto que 
el pasado se halló libre de la carga que tanta pe- 
sadumbre le habia dado ; mas como Don Quixote 
tenia el sentido del olfato tan vivo como el de los 
oidos , y Sancho estaba tan junto y cosido con él, 
que casi por linea recta subían los vapores acia ar- 
riba , no se pudo escusar de que algunos no llega- 
sen á sus narices ; y apenas hubieron llegado, quan- 
do él fue al socorro apretándolas entre los dos de- 
dos , y con tono algo gangoso dixo : pareceme, 
Sancho , que tienes mucho miedo. Si tengo , res- 
pondió Sancho : mas en qué lo echa de ver vues- 
tra merced ahora mas que nunca ? En que ahora 
mas que nunca hueles , y no á ámbar , respondió 
Don Quixote. Bien podra ser , dixo Sancho ; mas 
yo no tengo la culpa , sino vuestra merced que 
me trae á deshoras y por estos no acostumbrados 
pasos. Retírate tres ó quatro alia , amigo , dixo 
Don Quixote [todo esto sin quitarse los dedos de 
las narices] y desde aqui adelante ten mas cuenta 
con tu persona , y con la que debes á la mia , que 



90 DON QUIXOTE 'DE LA MANCHA. 

la mucha conversación que tengo contigo ha en- 
gendrado este menosprecio. Apostaré , replicó San- 
cho , que piensa vuestra merced que yo he hecho 
de nú persona alguna cosa que no deba. Peor es 
meneallo , amigo Sancho , respondió Don Quixo- 
te. En estos coloquios y otros semejantes pasaron 
la noche amo y mozo ; mas viendo Sancho que á 
mas andar se venia la mañana , con mucho tiento 
desligó á Rocinante , y se ató los calzones. Como 
Rocinante se vio libre , aunque él de suyo no era 
nada brioso , parece que se resintió , y comenzó á 
dar manotadas , porque corvetas con perdón suyo 
no las sabía hacer. Viendo pues Don Quixote que 
ya Rocinante se movia , lo tubo á buena señal , y 
creyó que lo era de que acometiese aquella teme- 
rosa aventura. 

Acabó en esto de descubrirse el alba , y de pa- 
recer distintamente las cosas , y vio Don Quixote 
que estaba entre unos arboles altos que eran casta- 
ños , que hacen la sombra muy escura : sintió tam- 
bién que el golpear no cesaba , pero no vio quien 
lo podía causar ; y asi sin mas detenerse hizo sen- 
tir las espuelas á Rocinante , y tornando á despe- 
dirse de Sancho , le mandó que allí le aguardase 
tres días á lo mas largo , como ya otra vez se lo ha- 
bía dicho ; y que si al cabo dellos no hubiese vuel- 
to , tubiese por cierto que Dios habia sido servido 
de que en aquella peligrosa aventura se le acaba- 
sen sus días : tornóle á referir el recado y emba- 
xada que habia de llevar de su parte a su señora 
Dulcinea , y que en lo que tocaba á la paga de 
sus servicios no tubiese pena , porque él habia de- 
xado hecho su testamento antes que saliera de su 



i 
j 



PARTE 1. CAPITULO XX. 9 1 

lugar 9 donde se hallaría gratificado de todo lo to- 
cante á su salario , rata por cantidad del tiempo que 
hubiese servido; pero que si Dios le sacaba de aquel 
peligro sano y salvo y sin cautela , se podia tener 
por muy mas que cierta la prometida ínsula. De- 
nuevo tornó á llorar Sancho , oyendo depuevo las 
lastimeras razones de su buen señor , y determinó 
de no dexarle hasta el ultimo transito y fin de aquel 
negocio. Destas lagrimas y determinación tan hon- 
rada de Sancho Panza saca el autor desta historia 
que debia de ser bien nacido , y por lo menos cris- 
tiano viejo : cuyo sentimiento enterneció algo a su 
amo , pero no tanto que mostrase flaqueza alguna, 
antes disimulando lo mejor que pudo comenzó á 
caminar acia la parte por donde le pareció que el 
ruido del agua y del golpear venia. Seguíale San- 
cho a pie , llevando como tenia de costumbre del 
cabestro á su jumento , perpetuo compañero de sus 
prosperas y adversas fortunas ; y habiendo andado 
una buena pieza por entre aquellos castaños y ar- 
boles sombríos , dieron en un pradecillo que al pie 
de unas altas peñas se hacia , de las quales se pre- 
cipitaba un grandísimo golpe de agua : al pie de 
las peñas estaban unas casas mal hechas , que mas 
parecían ruinas de edificios que casas , de entre las 
quales advirtieron que salía el ruido y estruendo 
de aquel golpear que aun no cesaba. Alborotóse 
Rocinante con el estruendo del agua y de los gol- 
pes , y sosegándole Don Quixote se fue llegando 
poco á poco á las casas , encomendándose de todo 
corazón á su señora , suplicándole que en aquella 
temerosa jornada y empresa le favoreciese , y de ca- 
mino se encomendaba también á Dios que tío le 



9* DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

olvidase. No se le quitaba Sancho del lado , el 
qual alargaba quanto podía el cuello y la vista por 
entre las piernas de Rocinante , por ver si vería ya 
lo que tan suspenso y medroso le tenia. Otros cien 
pasos serian los que andubieron , quando al doblar 
de una punta pareció descubierta y patente la mis- 
ma causa , sinque pudiese ser otra de aquel horrí- 
sono y para, ellos espantable ruido , que tan suspen- 
sos y medrosos toda la noche los habia tenido ; y 
eran [si no lo has, ó lector, por pesadumbre y enojo] 
seis mazos de batan , que con sus alternativos gol- 
pes aquel estruendo formaban. Quando Don Qui- 
xote vio lo que era , enmudeció y pasmóse de. arri- 
ba abaxo. Miróle Sancho , y vio que tenia la cabe- 
za inclinada sobre el pecho con muestras de estar 
corrido. Miró también Don Quixote á Sancho , y 
viole que tenia los carrillos hinchados y la boca 

. llena de risa con evidentes señales de querer re- 
ventar con ella; y no pudo su melancolía tanto con 
él , que á la vista de Sancho pudiese dexar de reír- 
se : y como vio Sancho que su amo habia comen- 
zado , soltó la presa de manera , que tubo necesi- 
dad de apretarse las ijadas con los puños por no 

. reventar riyendo : quatro veces sosegó , y otras tan- 
tas volvió á su risa con el mismo ímpetu que pri- 
mero : de lo qual ya se daba al diablo Don Qui- . 
xote , y mas quando le oyó decir como por modo 
de fisga : has de saber , ó Sancho amigo , que yo 
naci por querer del cielo en esta nuestra edad de 
hierro para resucitar en ella la dorada ó de oro: 
yo soy aquel para quien están guardados los peli- 
gros , las hazañas grandes , los valerosos fechos : y 
por aquí fue repitiendo todas ó las mas razones que 



PARTE I. CAPITULO XX. £3 

Don Quixote dixo la vez primera que oyeron los 
temerosos golpes. Viendo pues Don Quixote que 
Sancho hacia burla del , se coírio y enojó en tanta 
manera , que alzó el lanzon , y le asento dos palos 
tales , que si como los recibió en las espaldas , los 
recibiera en la cabeza , quedara libre de pagarle el 
salario , si no fuera á sus herederos. Viendo Sancho 
que sacaba tan malas veras de sus burlas , con te- 
mor de que su amo no pasase adelante en ellas, 
con mucha humildad le dixo : sosiegúese vuestra 
merced , que por Dios que me burlo. Pues porque 
os burláis no me burlo yo , respondió Don Qui- 
xote. Venid acá , señor alegre : ¿ pareceos á vos 
que si como estos fueron mazos de batan , fueran 
otra peligrosa aventura , no habia yo mostrado el 
animo que convenia para emprendella y acaballa? 
¿ estoy yo obligado adicha , siendo «orno soy caba- 
llero, a conocer y distinguir los sones, y saber qua- 
les son de batanes ó no ? y mas que podría ser , co- 
mo es verdad , que no los he visto en mi vida , co- 
mo vos los habréis visto , como villano ruin que 
sois , criado y nacido entre ellos : sino haced vos 
que estos seis mazos se vuelvan en seis jayanes , y 
echádmelos á las barbas uno a uno , ó todos jun- 
tos , y quando yo no diere con todos patas arriba, 
haced de mí la burla que quisieredes. No haya 
mas , señor mió , replicó Sancho , que yo confieso 
que he andado algo risueño en demasía ; pero dí- 
game vuestra merced ahora que estamos en paz, 
asi Dios le saque de todas las aventuras que le su- 
cedieren tan sano y salvo como le ha sacado des- 
ta , no ha sido cosa de reir , y lo es de contar , el 
gran miedo que hemos tenido? alómenos el que yo 



\ 

94 DON QUIXOTE DE LA MANCHA, 

tutíe , que de vuestra merced ya yo sé que no le 
conoce , ni sabe qué es temor ni espanto. No nie- 
go yo , respondió Pon Quixote , que lo que nos 
ha sucedido no sea cosa digna de risa ; pero no es 
digna de contarse , que no son todas las personas 
tan discretas que sepan poner en su punto las co- 
sas. Alómenos , respondió Sancho , supo vuestra 
merced poner en su punto el lanzon , apuntándome 
á la cabeza , y dándome en las espaldas : gracias á 
Dios y a la diligencia que puse en ladearme ; pe- 
ro vaya que todo saldrá en la colada , que yo he 
oido decir : ese te quiere bien que te hace llorar, 
y mas que suelen los principales señores tras una 
mala palabra que dicen á un criado > darle luego 
unas calzas , aunque no sé lo que le suelen dar tras 
haberle dado de palos , si ya no es que los caba- 
lleros andante* dan tras palos Ínsulas, ó rey nos en 
tierrafirme. Tal podría correr el dado , dixo Don 
Quixote , que todo lo que dices viniese á ser ver- 
dad : y perdona lo pasado , pues eres discreto , y 
sabes que los primeros movimientos no son en ma- 
no del hombre ; y está advertido de aqui adelante 
en una cosa , para que te abstengas y reportes en 
el hablar demasiado conmigo , que en quaiftos li- 
bros de caballerías he leido , que son infinitos , ja- 
mas he hallado que ningún escudero hablase tanto 
con su señor como tú con el tuyo , y en verdad 
que lo tengo á gran falta tuya y mia : tuya , en 
que me estimas en poco : mia , en que no me de- 
xo estimar en mas : sí , que Gandalin , escudero de 
Amadis de Gaula , conde fue de la ínsula Firme, 
y se lee del que siempre hablaba á su señor con la 
gorra en la manó , inclinada la cabeza y doblado 



PARTE I. CAPITULO XX. 95 

el cuerpo more turquesco : pues qué diremos de 
Gasabal , escudero de D. Galaor , que fue tan ca- 
llado , que para declararnos la escelencia de su ma- 
rabilloso silencio , sola una vez se nombra su nom- 
bre en toda aquella tan grande como verdadera 
historia? de todo lo que he dicho has de inferir, 
Sancho , que es menester hacer diferencia de amo 
á mozo , de señor a criado , y de caballero ,á escu- 
dero : asique desde hoy en adelante nos hemos de 
tratar con mas respeto , sin darnos cordelejo , por- 
que de cualquiera manera que yo me enoje con 
vos , ha de ser mal para el cántaro : las mercedes y 
beneficios que yo os ne prometido llegarán á su 
tiempo ; y si no llegaren , el salario alómenos no 
se ha de perder , como ya os he dicho. Está bien 
quanto vuestra merced dice , dixo Sancho ; pero 
querría yo saber £ por si acaso no llegase el tiem- 
po de las mercedes ,y fuese necesario acudir al de 
los salarios] quanto ganaba un escudero de un ca- 
ballero andante en aquellos tiempos , y si se con- 
certaban por meses, ó por dias como peones de al- 
bañir. No creo yo , respondió Don Quixote , que 
jamas los tales escuderos estubieron á salario , sino 
á merced ; y si yo ahora te le he señalado á tí en 
el testamento cerrado que dexé en mi casa, fue por 
lo que podria suceder , que aun no sé cómo prue- 
ba en estos tan calamitosos tiempos nuestros la ca- 
ballería , y no querría que por pocas cosas penase 
mi anima en el otro mundo ; porque quiero que 
sepas , Sancho , que en él no hay estado mas peli- 
groso que el de los aventureros. Asi es verdad , di- 
xo Sancho , pues solo el ruido de los mazos de un 
b^tan pudo alborotar y desasosegar el corazón de 



96 DON QUIXOTE VE LA MANCHA. 

un tan valeroso andante aventurero como es vues- 
tra merced ; mas bien puede estar seguro que de 
aquí adelante no despliegue mis labios para hacer 
donayre de las cosas de vuestra merced, si no fuere 
para honrarle como á mi amo y señor natural. De- 
sa manera , replicó Don Quixote , vivirás sobre la 
haz de la* tierra , porque después de á los padres á 
los amos se ha de respetar como si lo fuesen. 



CAPITULO XXL 

QUE TRATA DE LA ALTA AVENTURA Y RICA GA- 
NANCIA DEL YELMO DE M?MBRINO , CON OTRAS 
COSAS SUCEDIDAS A NUESTRO INVENCIBLE 

CABALLERO. 

JtLn esto comenzó á llover un poco , y quisiera 
Sancho que se entraran en el molino de los bata- 
nes ; mas habíales cobrado tal aborrecimiento Don 
Quixote por la pasada burla, que en ninguna ma- 
nera quiso entrar dentro ,y asi torciendo el camino 
á la derecha mano , dieron en otro como el que ha* 
bian llevado el dia de antes. De allí a poco descu- 
brió Don Quixote un hombre á caballo , que traía 
en la cabeza una cosa que relumbraba como si fue- 
ra de oro ; y aun él apenas le hubo visto , quando 
se volvió á Sancho y le dixo : pareceme , Sancho, 
que no hay refrán que no sea verdadero , porque 
todos son sentencias sacadas de la misma esperien- 
cia, madre de las ciencias todas, especialmente aquel 
que dice : donde una puerta se cierra otra se abre: 
digolo porque si anoche nos cerró la ventura la 
puerta de la que buscábamos engañándonos con les 



. PARTE X. CAPITULO XXI. 97 

batanes , ahora nos abre de par en par otra para otra 
mejor y mas cierta aventura , que si yo no acertare 
á entrar por ella, mia sera la culpa , sinque la pue- 
da dar á la poca noticia de batanes ni a la escuri- 
dad de la noche : digo esto , porque si no me enga- 
ño acia nosotros viene uno que trae en su cabeza 
puesto el yelmo de Mambrino 1 sobre que yo hice 
el juramento que sabes. Mire vuestra merced bien 
lo que dice , y mejor lo que hace , dixo Sancho, 
que no querría que fuesen otros batanes que nos 
acabasen de batanar y aporrear el sentido. Valate 
el diablo por hombre , replicó Don Quixote : qué 
va de yelmo a batanes? No sé nada , respondió 
Sancho ; mas á fe que si yo pudiera hablar tanto co- 
mo solía , que quiza diera tales razones , que vues- 
tra merced viera que se engañaba en lo que dict. 
Como me puedo engañar en lo que digo , trai- 
dor escrupuloso? dixo Don Quixote: dime ¿no ves 
aquel caballero que acia nosotros viene sobre un 
caballo rucio rodado , que trae puesto en la cabeza 
un yelmo de oro ? Lo que yo veo y columbro , res- 



1 Yelmo de Mambrino. Yelmo encantado , que hizo /»- 
vulnerable al Rey moro Mambrino que le usaba \y asi Gra- 
das* , Rey también de moros , sarracenos 6 paganos , tam- 
poco pudo matar d Reynaldos que le llevaba puesto , y se 
le había quitado á Mambrino , como dice Mateo Boyardo 
\Orlando Enamorado lib, 1. cant.jf."] según la traducion 
de Francisco Garrido de Vtllena: 

El fuerte Sarracino 

Con gran furia le dio un golpe de espada» 
£ cae amortescido el Paladino, 
Que jamas recibió tan gran porrada: 
Por el yelmo encantado de Mambrino 
Tubo esta vez la vida asegurada. 

T. II. Q 



98 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

pondio Sancho , no es sino un hombre sobre un as~ 
no pardo como el mío , que trae sobre la cabeza 
una cosa que relumbra. Pues ese es el yelmo de 
Mambrino, dixo Don Quixote : apártate a una par- 
te, y dexame con él á solas, verás quan sin hablar 
palabra por ahorrar del tiempo concluyo esta aven- 
tura , y queda por mió el yelmo que tanto he de- 
seado. Yo me tengo en cuidado el apartarme , re- 
plicó Sancho ; mas quiera Dios torno á decir que 
orégano sea, y no batanes. Ya os he dicho, herma- 
no , que no me mentéis ni por pienso mas eso de 
los batanes , dixo Don Quixote : que voto .... y 
no digo mas, que os batanee el alma. Calló Sancho 
con temor que su amo no cumpliese el voto , que 
le habia echado redondo como una bola. Es pues 
il caso, que el yelmo y el caballo y caballero que 
Don Quixote veía, era esto: que en aquel contor- 
no habia dos lugares , el uno tan pequeño , que ni 
tenia botica ni barbero, y el otro, que estaba junto 
á él , si ; y asi el barbero del mayor servia al me- 
nor , en el qual fubo necesidad un enfermo de san- 
grarse , y otro de hacerse la barba , para lo qual ve- 
nia el barbero , y traia una bada de azófar ; y qui- 
so la suerte que al tiempo que venia comenzó á 
llover , y porque no se le manchase el sombrero, 
que debia de ser nuevo , se puso la bacía sobre la 
cabeza , y como estaba limpia desde media legua 
relumbraba ; venia sobre un asno pardo , como San- 
cho dixo : y esta fue la ocasión que á Don Quixo- 
te le pareció caballo rucio rodado , y caballero , y 
el yelmo de oro [que todas las cosas que veía , con 
mucha facilidad las acomodaba á sus desvariadas 
caballerías y mal andantes pensamientos} : y quan- 



PARTE I. CAPITULO XXX. 99 

do él vio que el pobre caballero llegaba cerca , sin 
ponerse con él en razones , á todo correr de Roci- 
nante le enristró con el lanzon bazo , llevando in- 
tención de pasarle de parte á parte ; mas quando 
á él llegaba , sin detener la furia de su carrera le 
dixo : defiéndete , cautiva criatura , ó entriegame 
de tu voluntad lo que con tanta razón se me de- 
be. 51 barbero , que tan sin pensarlo ni temerlo vio 
venir aquella fantasma sobre sí , no tubo otro re- 
medio para poder guardarse del golpe de la lanza, 
sino fue el dexarse caer del asno abaxo;y n^ hubo 
tocado al suelo , quando se levantó mas ligero que 
un gamo, y comenzó á correr por aquel llano, que. 
no le alcanzara el viento. Dexose la bacia en el 
suelo , con la qual se contentó Don Quixote , y di* 
xo que el pagano habia andado discreto , y que 
había imitado al castor , el qual viéndose acosado 
de los cazadores se taraza y corta con los dientes 
aquello por lo que él por distinto natural sabe que 
es perseguido : mandó á Sancho que alzase el yel- 
mo. El qual tomándole en las manos <3Exo : por 
Dios que la bacia es buena , y que vale un real de 
á ocho, como un maravedí ; y dándosela á su amo, 
se la puso luego en la cabeza , rodeándola á una 
parte y á otra buscándole el encaxe, y como no se 
le hallaba dixo : sin duda que el pagano , á cuya 
medida se forjó primero esta famosa celada ; debía 
de tener grandísima cabeza, y lo peor dello es que 
le falta la mitad. Quando Sancho oyó llamar a la 
bacia celada, no pudo tener la risa; mas vínosele á 
las mientes la colera de su amo , y calló en la mi- 
tad della. De qué te ries, Sancho? dixo Don Qui- 
xote. Rióme , respondió él , de considerar la gran 

G 2 



I OO DON QUIXOTE D£ LA MANCHA. 

cabeza que tenia el pagano , dueño deste almete, 
, que np semeja sino una bada de barbero pintipa- 
rada. Sabes qué imagino , Sancho ? que esta famo- 
sa pieza deste encantado yelmo por algún estre- 
no acídente debió de venir á manos de quien no 
supo conocer ni estimar su valor , y sin saber lo 
que hacia viéndola de oro purísimo debió de fun- 
dir la otra mitad para aprovecharse del precio , y 
de la otra mitad hizo esta que parece bacia de bar- 
bero , como tu dices ; pero sea lo que fuere , que 
para mí que la conozco no hace al caso su trans- 
mutación , que yo la aderezaré en el primer lugar 
donde haya herrero , y de suerte que no le haga 
ventaja ni aun le llegue la que hizo y forjó el 
dios de las herrerías para el dios de las batallas : y 
en este entretanto la traeré como pudiere , que mas 
vale algo que no nada , quanto mas que bien sera 
bastante para defenderme de alguna pedrada. Eso 
sera , dixo Sancho , si no se tira con honda , como 
se tiraron en la pelea de los dos exercitos , quando 
le santiguaron á vuestra merced las muelas , y le 
rompieron el alcuza , donde venia aquel benditísi- 
mo brebage que me hizo vomitar las asaduras. No 
me da mucha pena el haberle perdido , que ya sa- 
bes tú , Sancho , dixo Don Quixote , que yo tengo 
la receta en la memoria. También la tengo yo , res- 
pondió Sancho ; pero si yo le hiciere ni le proba- 
re mas en mi vida , aquí sea mi hora : quanto mas 
que no pienso ponerme en ocasión de haberle me- 
nester , porque pienso guardarme con todos mis 
cinco sentidos de ser fendo , ni de ferir a nadie : de 
lo del ser otra vez manteado no digo nada , que se- 
mejantes desgracias mal se pueden prevenir ; y si 



r 

4 



PARTE I. CAPITULO XXI. I Oí 

vienen , no hay que hacer otra cosa sino encoger 
Jjps hombros , detener el aliento , cerrar los ojos , y 
aexarse ir por donde la suerte y la manta nos lle- 
vare. Mal cristiano eres , Sancho , dixo oyendo esto 
Don Quixpte , porque nunca olvidas la injuria que 
una vez te han hecho ; pues sábete que es de pe- 
chos nobles y generosos no hacer caso de niñerías: 
qué pie sacaste coxo? qué costilla quebrada? qué 
cabeza rota para que no se te olvide aquella bur- 
la? que bien apurada la cosa burla fue y pasatiem- 
po , que á no entenderlo yo asi , ya yo hubiera 
vuelto alia , y hubiera hecho en tu venganza mas 
daño, que el que hicieron los griegos por la robada 
Elena : la qual si fuera en este .tiempo , ó mi Dul- 
cinea fuera en aquel , pudiera estar segura que no 
tubiera tanta fama de hermosa como tiene : y aquí 
dio un suspiro , y le puso en las nubes. Y dixo 
Sancho : pase por burlas , pues la venganza no pue- 
de pasar en veras ; pero yo sé de qué calidad fue- 
ron las veras y las burlas , y sé también que no se 
me caerán de la memoria , como nunca se quitarán 
de las espaldas : pero dexando esto a parte , dígame 
vuestra merced qué haremos deste caballo rucio 
rodado , que parece asno pardo , que dexó aquí des- 
amparado aquel Martino que vuestra merced, der- 
ribó , que según él puso los pies en polvorosa , y 
cogió las x de Villadiego , no lleva pergenio de vol- 
ver por él jamas , y para mis barbas si no es bueno 
el rucio. Nunca yo acostumbro , dixo Don Quixo- 
te , despojar a los que venzo , ni es uso de caballe- 
ría quitarles los caballos y dexarlos á pie : si ya no 

x Las. Esto es *. las calzas. 



«O* DON QUIXOTE BE LA MANCHA. 

fuese que el vencedor hubiese perdido en la pen- 
dencia el suyo , que en tal caso licito es tomar q^ 
del vencido , como ganado en guerra licita : asi- 
que, Sancho, dexa ese caballo , ó asno , ó lo que tá 
quisieres que sea , que como su dueño nos vea alon- 
gados de aaui , volverá por él. Dios sabe si qui- 
siera llevarle , replicó Sancho , ó por lo menos tro* 
calle con este mió , que no me parece tan bueno: 
verdaderamente que son estrechas las leyes de ca- 
ballería , pues no se estienden á dexar trocar un as- 
no por otro , y querría saber si podría trocar los 
aparejos siquiera. En eso no estoy muy cierto , res- 
pondió Don Quixote ; y en caso de duda , hasta 
estar mejor informado digo que los trueques , si es 
que tienes dellos necesidad estrema. Tan estrema 
es , respondió Sancho , que si fueran para mi mis- 
ma persona no los hubiera menester mas : y luego 
habilitado con aquella licencia hizo mutatio capa- 
rum , y puso su jumento á las mil lindezas , de- 
jándole mejorado en tercio y quinto. Hecho esto 
almorzaron las sobras del real que del acémila des- 
pojaron ' , bebieron del agua del arroyo de los ba- 
tanes , sin volver la cara á mirallos : tal era el abor- 
recimiento que les tenían por el miedo en que los 
habían puesto; y cortada la colera y aun la malen- 
colia subieron a caballo, y sin tomar determinado 
camino £ por ser muy de caballeros andantes el no 
tomar ninguno cierto] se pusieron a caminar por 
donde la voluntad de Rocinante quiso % que se 

i Despojaron. Metáfora tomada de los soldados , que 
despojan el real 6 campo de los enemigos , donde suelen ha- 
llar abundancia de provisiones, 

2 Quiso. Como Roldan , que se fiíe á mas andar por don- 



PARTE X» CAPITULO XXI. IO3 

llevaba tras sí la de su amo , y aun la del asno, 
que siempre le seguía por dondequiera que guia- 
ba en buen amor y compañía : con todo esto vol- 
vieron al camino real , y siguieron por él á la ven- 
tura sin otro designio alguno. 

Yendo pues asi caminando ', dixo Sancho á su 
amo : señor , quiere vuestra merced darme licencia 
que departa un poco con él? que después que me 
puso aquel asjfero mandamiento del silencio, se me 
han podrido mas de quatro cosas en el estomago, 
y una sola que ahora tengo en el pico de la len- 
gua, no querría que se malograse. Dila, dixo Don 
Quixote, y sé breve en tus razonamientos , que nin- 
guno hay gustoso si es largo. Digo pues , señor, 
respondió Sancho, que de algunos dias a esta par- 
te ¿e considerado quan poco se gana y grangea de 
andar buscando estas aventuras , que vuestra mer- 
ced busca por estos desiertos y encrucijadas de ca- 
minos , donde ya que se venzan y acaben las mas 
peligrosas , no hay quien las vea ni sepa ; y asi se 
han de quedar en perpetuo silencio , y en perjui- 
cio de la intención de vuestra merced , y de lo que 
ellas merecen : y asi me parece que seria mejor 
[salvo el .mejor parecer de vuestra merced! que 
nos fuésemos á servir á algún emperador , ó a otro 
principe grande que tenga alguna guerra , en cu- 
yo servicio vuestra merced muestre el valor de n 
persona , sus grandes fuerzas y mayor entendimien- 
to : que visto esto del señor á quien serviremos, 

de el caballo le llevaba [Espejo de Caballerías l. sl* e. jtfjr 
y como el Caballero del Febo, que dex6 la rienda al caba- 
llo , para que guiase á la parte, que mas su voluntad quisie- 
se. [P.Zf. /. /. c. 4.] 

/ 



1 04 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

por fuerza nos ha de remunerar á cada qual según 
sus méritos : y allí no faltará quien ponga en escri- 
to las hazañas de vuestra merced para perpetua 
memoria : de las mías no digo nada, pues no han 
de salir de los limites escuderiles ; aunque sé decir 
que si se usa en la caballería escribir hazañas de 
escuderos , que no pienso que se han de quedar las 
mias entre renglones. No dices mal , Sancho f res- 
pondió Don Quizóte ; mas antes que se llegue á 
ese término es menester andar por el mundo como 
en aprobación buscando las aventuras , para que 
acabando algunas se cobre nombre y fama tal , que 
quando se fuere á la corte de algún gran monar- 
ca , ya sea el caballero conocido por sus obras ; y 
que apenas le hayan visto entrar los muchachos 
4 por la puerta de la ciudad , quando todos le sigan 

}r rodeen dando ¿roces , diciendo : este es el cabal- 
lero del Sol « , ó de la Serpiente * , ó de otra in- 
signia alguna , debaxo de la qual hubiere acabado 
grandes hazañas : este es , dirán , el que venció en 
singular batalla al gigantazo Brocabruno de la gran 
fuerza : el que desencantó al gran Mameluco de 
Persia del largo encantamento en que habia estado 
casi novecientos años ; asique de mano en mano 
irán pregonando sus hechos , y luego al alboroto 

fl El caballero del Sol. Llamado asi , porque trata en 
escudo un sol figurado con rayos resplandecientes. In- 
trodúcese en Palmerín de Oliva, [cap . 4jJ] 

2 O de la Serpiente. En la edición primera de 1604. 
se dice de la Sierpe. Enmendólo el autor en la del año de 
'160 8. porque quiso aludir a Esplandian , llamado el Ca- 
ballero de la Serpiente, como se ve en los cap, 147* y 248. 
Hago saber, dice Radian , i tí el Caballero Serpentino, que 
h fusta de la gran Serpiente mandas y señoreas &c 



PARTE X. CAPITULO XXt. X05 

ele los muchachos y de la demás gente se parará á 
las fenestras de su Real palacio el Rey de aquel 
reyno : y asi como vea al caballero , conociéndole 
por las armas ó por la empresa del escudo , forzó- 

N sámente ha de decir : ea , sus x , salgan mis caballe- 
ros quantos en mi corte están á recebir á la flor de 
la caballería que allí viene : a cuyo mandamiento 
saldrán todos , y él llegará hasta la mitad de la 
escalera , y le abrazará estrechisimamente , y le da- 
la paz besándole en el rostro* , y luego le llevará 
por la mano al aposento de la señora Keyna, adon- 
de el caballero la hallará con la Infanta su hija, 
3ue ha de ser una de las mas fermosas y acabadas 
encellas , que en gran parte de lo descubierto de 
la tierra a duras penas se puede hallar : sucederá 
tras esto luego en continente que ella ponga los 
ojos en el caballero , y él en los della , y cada uno 
parezca á otro cosa mas divina que humana , y sin 

* saber cómo ni cómo no han de quedar presos y 
enlazados en lá intricable red amorosa , y con gran 
cuita en sus corazones por no saber cómo "se han 
de fablar para descubrir sus ansias y sentimientos: 
desde alli le llevarán sin duda á algún quarto del 
palacio ricamente aderezado , donde habiéndole 
quitado las armas , le traerán un rico mantón de 
escarlata con que se cubra : y si bien pareció arma* 
do , tan bien y mejor ha de parecer en farseto ' : 

« 

1 Sus. ínter jecion ya desusada , que viene acaso del 
adverbio sursum : arriba. 

2 Besándole en el rostro. Asi como lo hizo el Rey Li- 
suarte con el doncel Esplandian, que Je tomó por la cabeza» 
7 llególe á sí, y besóle en la faz. [Amadis de Gaula cu?.] 

$ Farseto. Voz italiana ; jubón en castellam. 



1 06 DON QUIXOTÉ DE LA MANCHA. 

venida la noche cenará con el Rey, Reyna é Infan- 
ta , donde nunca quitará los ojos della , mirándola 
á furto de los circunstantes , y ella hará lo mismo 
con la misma sagacidad , porque como tengo dicho 
es muy discreta doncella : levantarse han las ta- 
blas , y entrará á deshora por la puerta de la sala 
un feo y pequeño enano* con una fermosa dueña, 
que entre dos gigantes detras del enano viene coa 
cierta aventura hecha por un antiquísimo sabio, 
que el que la acabare sera tenido por el mejor ca- 
ballero del mundo : mandará luego el Rey que to- 
dos los que están presentes la prueben , y ninguno 
le dará nn y cima sino el caballero huésped en mu- 
cho pro de su fama , de lo qual quedará contentí- 
sima la Infanta , y se tendrá por contenta y paga- 
da ademas por haber puesto y colocado sus pen- 
samientos en tan alta parte : y lo bueno es que este 
Rey ó Principe , ó lo que es , tiene una muy reñi- 
da guerra con otro tan poderoso como él , y el ca- 
ballero huésped le pide £ al cabo de algunos días 

i Feo y pequeño enano. Venían con la doncella [st dice 
$n el cap. oj. P. II. de Amadis de Grecia] dos enanos tan 
feos , que espanto ponían. De los libros de caballerías se in- 
troduxo acaso después en los palacios de los Reyes y gran- 
des señores la moda de los enanos y de las enanas , que 
tanto privó en España. Felipe III. tenia uno de estraña 
pequenez, llamado Simón Bonami, a quien kisto un epitafio 
JD. Luis de Gongora ^que se halla al fin de sus romances, 
y á quien cierto autor nuestro dedicó un libro , diciendole 
que no estr arfase su dedicatoria , supuesto que Pedro Are- 
tino había dedicado el suyo duna mona. Murió este enano 
por los años de 16 16. según dice el Dr. Cristóbal Suarez 
de Figueroa, que por su pequenez le llama átomo de cria- 
tura: vislumbre de niño,^ deseaba también dedicarle su li- 
bro , eligiéndole por su Mecenas. [El Pasageroxf. ¡fa.] 



r 



PARTS I. CAPITULO . XXI. 10 J 

que ha estado en su corte 3 licencia para ir a ser- 
virle en aquella guerra dicha : clárasela el Rey de 
muy buen talante , y el caballero le besará corta- 
mente las manos por la merced que le face : y aque- 
lla noche se despedirá de su señora la Infanta por 
las rejas de un jardín , que cae en el aposento don- 
de ella duerme , por las quales ya otras muchas ve- 
ces la habia fablado , siendo medianera y sabidora 
de todo una doncella de quien la Infanta mucho 
se fia ■ : suspirará él , desmayaráse ella, traerá agua 
la doncella, acuitaráse mucho porque yiene la ma- 
ñana , y no querría que fuesen descubiertos por la 
honra de su señora : finalmente la Infanta volverá 
en sí , y dará sus blancas manos por la reja al ca- 
ballero , el qual se las besará mil y mil veces, y se 
las bañará en lagrimas : quedará concertado entre 
los dos del modo que se han de hacer saber sus 
buenos ó malos sucesos , y rogarále la Princesa que 
se detenga lo menos que pudiere : prometérselo ha 
él con muchos juramentos : tórnale á besar las ma- 
nos , y despídese con tanto sentimiento , que estara 
poco por acabar la vida : vase desde allí á su apo- 
sento , echase sobre su lecho , no puede dormir del 
dolor de la partida : madruga muy de mañana, 
vase á despedir del Rey y de la Reyna , y de la 
Infanta : diciendole [habiéndose despedido de los 

i Mucho se fia. Asi Oriana por medio de su doncella 
y confidente Mabilia hablaba a Ama di s de Gaula por 
una reja de hierro , .que tenia su redecilla. [ Cap. 14."] Asi el 
Caballero de la Cruz fue á hablar con la*Infanta Andria- 
na por las rejas de las ventanas del jardín , 7 por medio de 
Germana, su doncella, se prometieron los dos por marido y 
muger. \tap. X44J] 



1 08 DON QUIXOTE DE LA MANCHA* 

dos] que la señora Infanta está mal dispuesta y* 
que no puede recebir visita , piensa el caballero 
que es de pena de su partida : traspásasele el cora* 
zon , y falta poco de no dar indicio manifiesto de 
su pena : está la doncella medianera delante , halo 
de notar todo , vaselo á decir á su señora , la qual 
la recibe con lagrimas , y le dice que una de las 
mayores penas que tiene es no saber quien sea su 
caballero , y si es de linage de Reyes , ó no : ase* 
gura la doncella que no puede caber tanta corte* 
sia , gentileza y valentía como la de su caballero 
sino en sugeto Real y grave : consuélase con esto 
la cuitada , y procura consolarse por no dar mal in- 
dicio de sí á sus padres , y acabo de dos días sale 
en publico. Ya se es ido el caballero : pelea en la 
guerra , vence al enemigo del Rey , gana muchas 
ciudades , triunfa de muchas batallas : vuelve á la 
corte , ve á su señora por donde suele , conciértase 
que la pida á su padre por muger en pago de sus 
servicios : no se la quiere dar el Rey , porque no 
sabe quien es ; pero can todo esto ó robada , ó de 
otra qualquier suerte que sea , la Infanta viene á 
ser su esposa , y su padre la viene á tener á eran 
ventura , porque se vino á averiguar que el tal ca- 
ballero es hijo de un valeroso Rey de no sé que 
reyno , porque creo que no debe de estar en el ma- 
pa : muerese el padre , hereda la Infanta , queda 
Rey x el caballero en dos paletas. Aqui entra lue- 
go el hacer mercedes á su escudero y á todos aque* 

1 Queda Rey. Asi Lucrecia decía a Bernardo del 
Car fio: 

Pero muerto mi padre , 70 de hecho 
Soy Reyna en Lombardia coronada, 



s 



PARTE I. CAPITULO XXI. IO9 

ilos que le ayudaron á subir á tan alto estado : casa 
a su escudero con una doncella de la Infanta , que 
sera sin duda la que fue tercera en sus amores, 
que es hija de un Duque muy principal ■ . Eso pi- 
do, y barras derechas, dixo Sancho , á eso me aten- 
go ' , porque todo al pie de la letra ha de suceder 
•por vuestra merced , llamándose : el Caballero de 
la Triste Figura. No lo dudes , Sancho , replicó 
Don Quixote , porque del mismo modo ' y por 
los mismos pasos que esto he contado , suben y han 
subido los caballeros andantes a ser Reyes y Em- 
peradores : solo falta ahora mirar qué Rey de los 
cristianos , ó de los paganos tenga guerra , y tenga 
hija hermosa ; pero tiempo habrá para pensar esto, 
pues como te tengo dicho , primero se ha de co- 
brar fama por otras partes , que se acuda á la cor- 
te : también me falta otra cosa , que puesto caso 
que se halle Rey con guerra y con hija hermosa, 
y que yo haya cobrado fama increíble por todo el 
universo , no sé coino se podia hallar que yo sea 
de linage de Reyes , ó por lo menos primo segun- 

Y puedo bien , señor , de aqui decirte 
Que ofrezco con el reyno de servirte. 
[Garrido cant.j8. v. 84."] 

1 Muy principal* Este flan, que recopila aqui el au- 
tor , de las empresas , aventuras y fines que se proponían 
en ellas los caballeros andantes % se pudiera exornar y con- 
firmar con mayor numero de autoridades y pasages de los 
libros caballerescos , á que alude para ridiculizarlos ; pero 
se omite por no sobrecargar mas el texto, 

% Me atengo. Muéstrase aqui Sancho tan engolfado 
\ en las alegres esperanzas de su amo , que se olvida de que 
estaba casado y con hijos en su tierra. t 

3 Modo. Este sustantivo se había omitido en las pri- 
meras ediciones. 



IIO DON QUJXOTE «E LA MANCHA. 

do de Emperador ; porque no me querrá el Rey 
dar á su hija por muger , si ño está primero muy 
enterado en esto , aunque mas lo merezcan mis fa- 
mosos hechos : asique por esta falta temo perder 
lo que mi brazo tiene bien merecido : bien es ver- 
dad que yo soy hijodalgo de solar conocido, de 
posesión y propiedad , y de devengar quinientos 
sueldos $ y podría ser que el sabio que escribiese 
mi historia , deslindase de tal manera mi parentela 
y descendencia , que me* hallase quinto ó sexto nie- 
to de Rey ; porque te hago saber, Sancho, que. hay 
dos maneras de linages en el mundo : unos , que 
traen y derivan su descendencia de Principes y 
Monarcas , á quien poco á poco el tiempo ha des- 
hecha, y han acabado en punta como pirámides: 
otros tubieron principio de gente baxa , y van su* 
biendo de grado en grado hasta llegar á ser eran* 
des señores : de manera que estí la diferencia en 
que unos fueron , que ya no son , y otros son , que 
ya no fueron , y podría ser yo destos , que después 
de averiguado, hubiese sido mi principio grande y 
famoso , con lo qual se debia de contentar el Rey, 
mi suegro que hubiere de ser : y quando no , la 
Infanta me ha de querer de manera , que á pesar 
de su padre , aunque claramente sepa que soy hijo 
de un azacán , me ha de admitir por señor y por 
esposo : y si no aqui entra el roballa , y llevarla 
donde mas gusto me diere , que el tiempo ó la 
muerte ha de acabar el enojo de sus. padres. Ahi 
entra bien también , dixo Sancho , lo que algunos 
desalmados dicen : no pidas de grado lo que pue- 
des tomar por fuerza , aunque mejor quadra decir: 
mas vale salto de mata , que ruego de . hombres 



, PARTE X. CAPITULO XXI. III 

buenos: digolo, porque si el señor Rey suegro de 
vuestra merced no se quisiere domeñar á entregar- 
le á mi señora la Infanta, no hay sino como vues- 
tra merced dice roballa y trasponella ; pero está el 
daño , que entanto que se hagan las paces y se 
goce pacificamente del reyno , el pobre escudero 
se, podra estar a diente en esto de las mercedes : si 
ya no es que la doncella tercera, que ha de ser. su 
muger , se sale con la Infanta , y él pasa con ella 
su mala ventura hasta que el cielo ordene otra co- 
sa ; porque bien podra creo yo desde luego darse- 
la su señor por legitima esposa. Eso no hay quien 
lo quite , dixo Don Quixote. Pues como eso sea, 
respondió Sancho , no hay sino encomendarnos á 
Dios , y dexar correr la suerte por donde mejor lo 
encaminare. Hágalo Dios , respondió Don Quixo- 
te, como yo deseo , y tu , Sancho , has menester, 
y ruin sea quien por ruin se tiene. Sea par Dios* 
dixo Sancho , que yo cristiano viejo soy , y para 
ser conde esto me basta. Y aun te sobra , dixo Don 
Quixote ; y quando no lo fueras , no hacia nada al 
caso , porque siendo yo el Rey , bien te puedo dar 
nobleza sinque la compres ni me sirvas con nada, 
porque en haciéndote conde , catate ahi caballero, 
y digan lo que dixeren , que á buena fe que te 
han de llamar señoría mal que les pese. Y mon- 
tas , que no sabria yo autorizar el litado , dixo San- 
cho. Dictado has de decir , que no litado , dixo su 
amo. Sea asi , respondió Sancho Panza : digo que 
le sabria bien acomodar , porque por vida mia que 
un tiempo fui muñidor de una cofradía , y que me 
asentaba tan bien la ropa de muñidor , que decían 
todos que tenia presencia para poder ser prioste de 



\ 



1 1 & PON QUIXOTE D£ LA MANCHA. 

la misma cofradía : pues qué sera quando me pon- 
ga un ropón ducal acuestas , ó me -vista de oro y 
de perlas á uso de conde estrangero? para mí ten- 
go que me han de venir a ver de cien leguas. Bien 
parecerás , dixo Don Quixote ; pero sera menes- 
ter que te rapes las barbas amenudo , que según 
las tienes de espesas , aborrascadas y mal puestas, 
si no te las rapas á navaja cada dos dias por lo me* 
nos , á tiro de escopeta se echará de ver lo que 
eres. Qué hay mas , dixo Sancho , sino tomar un 
barbero , y tenerle asalariado en casa , y aun si fue- 
re menester le haré que ande tras mí , como caba- 
llerizo de Grande ? Pues cómo sabes tú , preguntó 
Don Quizóte , que los Grandes llevan detras de 
sí á sus caballerizos? Yo se lo diré, respondió San- 
cho : los años pasados estube un mes en la corte , y 
alli vi que paseándose un señor muy pequeño, que 
decían que era muy grande ■ , un hombre le seguía 
á caballo á todas las vueltas que daba, que no pa- 

z Que era muy grande. Quien era este señor í Por las 
señas que da Sancho* pudiera conjeturarse que, era D. Pe* 
dro Girón, duque de Osuna, virey f rimero de Sicilia, y des- 
pues de Ñapóles» Crióse en las guerras de Flandes , don- 
de hizo hazañas valerosas , porque desde niño manifestó 
su ardimiento militar y grande ingenio , como se ve en la 
comedia intitulada : Las Niñezes del Duque de Osuna. Et 
gobierno de su virey nato de Ñapóles , donde acreditó su 
prudencia civil , su valor estraor diñar io y pericia militar* 
especialmente contra los turcos , es famoso en la Historia* 
que tampoco olvida la parte que tubo en él su secretaria 
JD. Francisco de Quevedoy Villegas. Estas prendas , y la 
nobleza y opulencia de su cuna , le hacían un señor muy 
grande ,y la naturaleza le hizo un señor muy pequeño. 
Consta en efecto que era pequeño de cuerpo. En conclusión 
[dice Domingo Antonio Panino , hablando de las calida- 



PARTE I. CAPITULO XXI. II3 

recia sino que era su rgbo : pregunté que cómo 
aquel hombre no se juntaba con el otro hombre, 
sino que siempre andaba tras del. Respondiéronme 
que era su caballerizo, y que era uso de Grandes 
llevar tras sí á los tales * : desde entonces lo sé tan 
bien , que nunca se me ha olvidado. Digo que tie- 
nes razón , dixo Don Quixote , y que asi puedes 
tú llevar á tu barbero , que los usos no vinieron to- 
dos juntos , ni se inventaron auna , y puedes ser tu 
el primero conde que lleve tras sí su barbero : y 
aun es de mas confianza el hacer la barba que en- 
sillar un caballo. Quédese eso del barbero á mi 
cargo , dixo Sancho , y al de vuestra merced se 
quede el procurar venir á ser Rey , y el hacerme 
conde. Asi sera , respondió Don Quixote, y alzando 
los ojos vio lo que se dirá en el siguiente capitulo. 

CAPITULO XXII. 

PE LA LIBERTAD QUE PIÓ PON QUIXOTE A MUCHOS 
PESPICHAPOS , QUE MAL PE SU GRAPO LOS LLE- 
VABAN PONPE NO QUISIERAN IR. 

Vjuenta Cide Hamete Ben Engeli , autor arábigo 
y manchego , en esta gravísima , altisonante , mini- 

des del Duque ] él fue uno de los hombres grandes de su si- 
glo , que de pequeño no tenia otra cosa que la estatura. Di 
picciolo non havea aitro che la statura. {Teatro de los Go- 
biernos de los Vireyes de Ñapóles : tom. II. p. 11 p."] 

1 Los tales. Esta era en efecto la costumbre en tiempo 
de Cervantes, Quando salga el señor fuera de casa á pasear 
6 hacer alguna visita , ha de ir el caballerizo detras á caballo, 
decia el aüo de 16 14. D. Miguel Yelgo en su Estilo de 
servir á Principes, [/o/. &f •] 

r. II. H 



114 DON QUIXOTE D£ LA MANCHA. 

ma, dulce é imaginada lustoria que después que 
entre el famoso Don Quixote de la Mancha y San- 
cho Panza su escudero pasaron aquellas razones, 
que en el fin del capitulo veinte y uno quedan re- 
feridas : que Don Quixote alzó los ojos , y vio que 
por el camino que llevaba , veniap hasta doce hom- 
bres á pie , ensartados como cuentas en una gran 
cadena de hierro por los cuellos , y todos con es- 
posas á las manos : venían asimismo con ellos dos 
hombres de a caballo , y dos de á pie : los de a ca- 
ballo con escopetas de rueda , y los de á pie con 
dardos y espadas ; y que asi como Sancho Panza 
los vido , dixo : esta es cadena de galeotes , gente 
forzada del Rey , que va á las galeras. Como gen- 
te forzada? preguntó Don Quixote: es posible que 
el Rey haga fuerza á ninguna gente? No digo eso, 
respondió Sancho , sino que es gente que por sus 
delitos va condenada á servir al Rey en las galeras 
de por fuerza. En resolución , replicó Don Quixo- 
te , comoquiera que ello sea , esta gente , aunque 
los llevan , van de por fuerza , y no de voluntad. 
Asi es , dixo Sancho. Pues desa manera , dixo su 
amo , aqui encaxa la execucion de mi oficio : des- 
facer fuerzas , y socorrer y acudir á los miserables. 
Advierta vuestra merced, dixo Sancho, que la jus- 
ticia , que es el mismo Rey, no hace fuerza ni agra- 
vio á semejante gente , sino que los castiga en pe- 
na de sus delitos. Llegó en esto la cadena de los 
galeotes , y Don Quixote con muy corteses razo- 
nes pidió a los que iban en sü guarda , fuesen ser- 
vidos de informaHe y decille la causa ó causas por 
qué llevaban aquella gente de aquella manera. Una 
de las guardas de a caballo respondió que eran ga- 



PARTE I. CAPITULO XXII. 115 

íeotc$ , gente de su Magestad , que iba a galeras , y 
que no había mas que decir ni él tenia mas que 
saber. Con todo eso , replicó Don Quixote , quer- 
ría saber de cada uno dellos en particular la causa 
de su desgracia : anadio á estas otras tales y tan 
comedidas razones para moverlos a que le dixesen 
lo que deseaba , que la otra guarda de. a caballo le 
dixo : aunque llevamos aqui el registro y la fe de 
las sentencias de cada uno destos malaventurados, 
no es tiempo este de detenerles á sacarlas ni á lee- 
lias , vuestra merced llegue y se lo pregunte á ellos 
mesmos , que ellos lo dirán , si quisieren ; que sí 
querrán , porque es gente que recibe gusto de ha- 
cer y decir bellaquerías. Con esta licencia , que 
Don Quixote se tomara aunque no se la dieran, se 
llegó a la cadena , y al primero le preguntó qije 
por qué pecados iba de tan mala guisa. El respon- 
dió que por enamorado iba de aquella manera. Por 
eso no mas? replicó Don Quixote. Pues si por ena- 
morados echan á galeras , dias ha que pudiera yo 
estar bogando en ellas. No son los amores como 
los que vuestra merced piensa , dixo el galeote, 
que los mios fueron , que quise tanto á una canas- 
ta de colar atestada de ropa blanca , que la abracé 
conmigo tan fuertemente , que a no quitármela la 
justicia por fuerza 9 aun hasta ahora no la hubiera 
dexado de mi voluntad : fue en fragante , no hubo 
lugar de tormento , concluyóse la causa , acomo- 
dáronme las espaldas con ciento , y por añadidura 
tres años de gurapas , y acabóse la obra. Que son 
gurapas ? preguntó Don Quixote. Gurapas son ga- 
leras , respondió el galeote , el qual era un mozo 
de hasta edad de veinte y quatro años , y dixo 



H 2 



/ 



1 1 6 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

que era natural de Piedrahita. Lo mismo pregun- 
tó Don Quixote al segundo , el qual no respon- 
dió palabra según iba de triste y melancólico ; mas 
respondió por él el primero , y dixo : este , señor, 
va por canario , digo que por músico y cantor. 
Pues como? repitió Don Quixote : por músicos y 
cantores van también á galeras ? Si señor , respon- 
dió el galeote , que no hay peor cosa, que cantar 
en el ansia. Antes he oido decir , dixo Don Qui- 
xote , que quien canta sus males espanta. Acá es 
al revés , dixo el galeote , que quien canta una 
vez , llora toda la vida. No lo entiendo , dixo Don 
Quixote. Mas una de las guardas le dixo : señor 
caballero , cantar en el ansia se dice entre esta gen- 
te non santa confesar en el tormento : á este peca- 
dor le dieron tormento y confesó : su delito era ser 
qiktrero , que es ser ladrón de bestias , y por ha- 
ber confesado le condenaron por seis años a gale- 
ras , amen de docientos azotes que ya lleva en las 
espaldas : y va siempre pensativo y triste , porque 
los demás ladrones , que alia quedan , y aqui van, 
le maltratan , y aniquilan , y escarnecen , y tienen 
en poco porque confesó , y no tubo animo de decir 
nones ; porque dicen ellos que tantas letras tiene 
un no , como un sí , y *que harta ventura tiene un 
delinquente que está en su lengua su vida ó su 
muerte , y no en la de los testigos y probanzas : y 
para mí tengo que no van muy fuera de camino. 
Y yo lo entiendo asi , respondió Don Quixote ; el 
qual pasando al tercero , preguntó lo que á los 
otros : el qual depresto y coi^ mucho desenfado 
respondió , y dixo : yo voy por cinco años á las se- 
ñoras gurapas por faltarme diez ducados. Yo daré 



V 



PARTE i; CAPITULO XXII. II7 

veinte de muy buena gana , dixo Don Quixote, 
por libraros desa pesadumbre. Eso me parece , res- 
pondió el galeote , como quien tiene dineros en 
mitad del golfo , y se está muriendo de hambre, 
sin tener adonde comprar lo que ha menester : di- 
golo , porque si á su tiempo tubiera yo esos veinte 
ducados que vuestra merced ahora me ofrece , hu- 
biera untado con ellos la péndola del escribano , y 
avivado el ingenio del procurador de manera , que 
hoy me viera en mitad de ia plaza de Zocodover 
de Toledo , y no en este camino , atraillado como 
galgo ; pero Dios es grande , paciencia , y basta. 
Pasó Don Quixote al quarto , que era un hombre 
de venerable rostro , con una barba blanca que le 
pasaba del pecho , el qual oyéndose preguntar la 
causa por qué allí venia , comenzó á llorar , y no 
respondió palabra ; mas el quinto condenado le sir- 
vió de lengua , y dixo : este hombre honrado va 
por quatro años á galeras , habiendo paseado las 
acostumbradas , vestido en pompa y a caballo. Eso 
es , dixo Sancho Panza , á lo que á mí me parece, 
haber salido á la vergüenza. Asi es , replicó el ga- 
leote : y la culpa , por qué le dieron esta pena , es 
por haber sido corredor de oreja , y aun de todo el 
cuerpo : enefecto quiero decir que éste caballero 
va por alcahuete , y por teñe* asimismo sus puntas 
y collar de hechicero. A no haberle añadido esas 
puntas y collar , dixo Don Quixote , por solamen- 
te el alcahuete limpio no merecia él ir á bogar en 
las galeras , sino á mandallas , y á ser general de- 
llas ; porque no es asi comoquiera el oficio de alca- 
huete , que es oficio de discretos , y necesarísimo 
en la república bien ordenada > y que no le debia 



1 1 8 DON QUIXOTE BE LA MANCHA. 

exercer sino gente muy bien nacida : y aun habia 
de haber veedor y examinador de los tales , como 
le hay de los demás oficios , con numero deputado 
y conocido , como corredores de lonja : y desta ma- 
nera se escusarian muchos males , que se causan por 
andar este oficio y exercicio entre gente idiota y 
de poco entendimiento , como son mugercillas de 
poco mas á menos , pagecillos , y truhanes de po- 
cos años y de muy poca esperiencia , que á la mas 
necesaria ocasión , y quando es menester dar una 
traza que importe , se les yelan las migas entre la 
boca y la mano , y no saben qual es su mano de- 
recha 1 : quisiera pasar adelante , y dar las razones 
por qué convenia hacer elección de los que en la 
república habían de tener tan necesario oficio ; pe- 
ro no' es el lugar acomodado para ello , algún dia 
lo diré á quien lo pueda proveer y remediar : solo 
digo ahora que la pena que me ha causado ver es- 

i Su mano derecha. De la misma peligrosa opinión era 
un poeta contemporáneo de nuestro autor , que escribió un 
elogio de esta ocupación indecente, donde se leen estos versos: 
No me engaña afición. Usar debiera 
Este exercicio afable dignamente 
La gente en ciencia y calidad primera. 
Un examen discreto y diligente 

Se habia de hacer para otorgar el grado, 
Y un colegio también para tal gente. 
[ Biblioteca Real: est.M. cod. 82.0. 72.] Esta arriesga- 
da doctrina reprehende el P. Fr. Juan de la Cerda , que 
hablando de estas tercerías dice : anda en este tiempo [que 
era el de Cervantes] recibida de algunos la opinión de que 
no es baxeza el usar de tal oficio, no haciéndole por intere- 
se ; como si por esto no fuesen dignas del nombre de alca- 
huetas &c. [Vida política de todos los estados de las mu- 
geres : tom. II. p. 48 4.] 



PARTE I. CAPITULO XXII. II9 

tas blancas canas , y éste rostro venerable en tanta 
fatiga por alcahuete , me la ha quitado el adjunto 
de ser hechicero ; aunque bien sé que no hay he- 
chizos en el mundo que puedan mover y forzar la 
voluntad , como algunos simples piensan , que es 
libre nuestro alvedrio , y no hay yerba ni encanto 
que le fuerce : lo que suelen hacer algunas muger- 
cillas simples y algunos embusteros bellacos es al- 
gunas misturas y venenos con que vuelven locos á 
los hombres , dando á entender que tienen fuerza 
para hacer querer bien, siendo como digo cosa im- 
posible forzar la voluntad. Asi es , dixo el buen 
viejo , y en verdad , señor , que en lo de hechicero 
que no tube culpa , en lo de alcahuete no lo pude 
negar ; pero nunca pense que hacia mal en ello, 
que toda mi intención era que todo el mundo se 
holgase , y viviese en paz y quietud sin penden- 
cias ni penas ; pero no me aprovechó nada este buen 
deseo para dexar de ir adonde no espero volver, se- 
gún me cargan los años y un mal de orina que lle- 
vo , que no me dexa reposar un rato : y aqüi tornó 
á su llanto como de primero , y tubole Sancho tan- 
ta compasión , que sacó un real de a quatro del se- 
no, y se le dio de limosna. Pasó adelante Don Qui- 
xote , y preguntó á otro su delito : el qual respon- 
dió con no meios , sino con mucha mas gallardía 
que el pasado : yo voy aqui porque me burlé de- 
masiadamente con dos primas hermanas mías , y 
con otras dos hermanas que no lo eran mias : final- 
mente tanto me burlé con todas , que resultó de la 
burla crecer la parentela tan intricadamente , que 
no hay sumista que la declare : proboseme todo, 
faltó favor , no tube dineros , vürie apique de per- 



X 20 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

der los tragaderos , sentenciáronme á galeras por 
seis años : consentí , castigo es de mi culpa , mozo 
soy , dure la vida , que con ella todo se alcanza: 
si vuestra merced , señor caballero , lleva alguna 
cosa con que socorrer á .estos pobretes , Dios se lo 
pagará en el cielo , y nosotros tendremos en la tier- 
ra cuidado de rogar á Dios en nuestras oraciones 
por la vida y salud de vuestra merced , que sea 
tan larga y tan buena , como su buena presencia 
merece. Este iba en habito de estudiante, y dixo 
una de las guardas que era muy grande hablador, 
y muy gentil latino. Tras todos estos venia un 
hombre de muy buen parecer , de edad de treinta 
años , sino que al mirar metía el un ojo en el otro: 
un poco venia diferentemente atado que los de- 
mas , porque traía una cadena al pie tan grande, 
que se la liaba por todo el cuerpo , y dos argollas 
a la garganta , la una en la cadena, y la otra de las ' 
que llaman guardaamigo , ó piedeamigo , de la 
qual decendian dos hierros que llegaban á la cin- 
tura, en los quales se asían dos esposas, donde lle- 
vaba las manos cerradas con un grueso candado de 
manera , que ni con las manos podía llegar á la 
boca , ni podía baxar la cabeza á llegar a las ma- 
nos. Preguntó Don Quixote que cómo iba aquel 
hombre con tantas prisiones mas qfie los otros. Res- 
pondióle la guarda : porque tenia aquel solo mas 
delitos que todos los otros juntos , y que era tan 
atrevido y tan grande bellaco , que aunque le lle- 
vaban de aquella manera , no iban seguros del , si- 
no que temían que se les habia de huir. Qué de- 
litos puede tener , dixo Don Quixote , si no han 
merecido mas pena que echarle á las galeras ? Va 



PARTE !• CAPITULO XXII. 121 

por diez años , replicó la gualda , que es como 
muerte civil : no se quiera saber mas sino que este 
buen hombre es el famoso Gines de Pasamonte, 

aue por otro nombre llaman Ginesillo de Parapi- 
a. Señor comisario , dixo entonces el galeote , va- 
yase poco á poco , y no andemos ahora á deslin- 
dar nombres y sobrenombres : Gines me llamo , y 
no Ginesillo , y Pasamonte es mi alcurnia , y no 
Parapilla como voace dice , y cada uno se dé una 
vuelta alaredonda , y no hará poco. Hable con me* 
nos tono , replicó el comisario , señor ladrón de 
mas de la marca , si no quiere' que le haga callar 
mal que le pese. Bien parece , respondió el galeo- 
te , que va el hombre como Dios es servido ; pero 
algún dia sabrá alguno si me llamo Ginesillo de 
Parapilla , ó no. Pues no te llaman asi , embuste- 
ro? dixo la guarda. Sí llaman , respondió Gines; 
mas yo haré que no me lo llamen , ó me las pela- 
ría donde yo digo entre mis dientes : señor caba- 
llero , si tiene algo que darnos , dénoslo ya , y va- 
ya con Dios , que ya enfada con tanto querer sa- 
ber vidas agenas ; y «i la mia quiere saber , sepa 
que yo soy Gines de Pasamonte , cuya vida está 
escrita por estos pulgares. Dice verdad , dixo el 
comisario , que él mismo ha escrito su historia , que 
no hay mas que desear, y dexa empeñado el libro 
en la cárcel en docientos reales. Y le pienso qui- 
tar " , dixo Gines , si quedara en docientos ducados. . 
Tan bueno es? dixo Don Quixote. Es tan bueno, 
respondió Gines , que mal año para Lazarillo de 
Tormes , y para todos quantos de aquel genero se 

i Quitar. Desempeñar. 



122 DON QUIXOTE DE JLA MANCHA. 

• 

han escrito, ó escribieren : lo que le sé decir á voa- 
ce es que trata verdades , y que son verdades tan 
lindas y tan donosas, que no puede haber menti- 
ras que se le igualen. Y cómo se intitula el libro ? 
preguntó Don Quixote. La Vida de Gines de 
Fas amonte , respondió él mismo. Y está acabado ? 
preguntó Don Quixote. Cómo puede estar acaba- 
do, respondió él , si aun no está acabada mi vida? 
lo que está escrito es desde mi nacimiento hasta el 
punto que esta ultima vez me han echado en ga- 
leras. Luego otra vez habéis estado en ellas? dixo 
Don Quixote. Para servir á Dios y al Rey otra 
vez he estado quatro años , y ya sé á qué sabe el 
bizcocho y el corbacho x , respondió Gines , y no 
me pesa mucho de ir á ellas , porque alli tendré 
lugar de acabar mi libro , que me quedan muchas 
cosas qué decir , y en las galeras de España hay 
mas sosiego de aquel que seria menester ; aunque 
no es menester mucho mas para lo que yo tengo 
de escribir , porque me lo sé de coro. Hábil pare- 
ces , dixo Don Quixote. Y desdichado , respondió 
Gines , porque siempre las «desdichas persiguen al 
buen ingenio. Persiguen á los bellacos , dixo el co- 
misario. Ya le he dicho , señor comisario , respon- 
dió Pasamonte , que se vaya poco á poco , que 
aquellos señores no le dierpn esa vara paraque mal- 
tratase á los pobretes que aqui vamos , sino pa- 
ra que nos guiase y llevase adonde su Magestad 

manda : sino por vida de Basta , que podría ser 

que saliesen algún dia en la colada las manchas que 
se hicieron en la venta ; y todo el mundo calle , y 

i Corbacho. El rebenque ó látigo. 



PARTE I. CAPITULO XXII. ' 1 2$ 

viva bien , y hable mejor , y caminemos , que ya 
es mucho regodeo este. Alzó la vara en alto el co- 
misario para dar á Pasamonte en respuesta de sus 
amenazas; mas Don Quixote se puso en medio , y 
le rogo que no le maltratase , pues no era mucho 
que quien llevaba tan atadas las manos , tubiese al* 

Íjun tanto suelta la lengua ; y volviéndose á todos 
os de la cadena , dixo : de todo quanto me habéis 
dicho , hermanos carísimos , he sacado en limpio 
que aunque os han castigado por vuestras culpas, 
las penas que vais á padecer no os dan mucho gus- 
to > y que vais a ellas muy de mala gana y muy 
contra vuestra voluntad , y que podría ser que el 
poco animo que aquel tubo en el tormento , la fal- 
ta de dineros deste , el poco favor del otro , y final- 
mente el torcido juicio del juez hubiese sido cau- 
sa de vuestra perdición , y de no haber salido con 
la justicia que de vuestra parte teniades : todo lo 
qual se me representa á mí ahora en la memoria 
de manera , que me está drcieqdo , persuadiendo y 
aun forzando que muestre con vosotros el efeto pa- 
ra que el cielo me arrojó al mundo , y me hizo 
profesa* en él la orden de caballería que profeso, 
y el voto que en ella hice de favorecer a los me- 
nesterosos y opresos de los mayores ; pero porque 
se que una de las partes de la prudencia es que lo 
que se puede hacer por bien , no se haga por mal, 
quiero rogar á estos señores guardianes y comisa- 
rio sean servidos de desataros y dexaros ir en paz, 
que no faltarán otros que sirvan al Rey en mejo- 
res ocasiones , porque me parece duro caso hacer 
esclavos á los que Dios y naturaleza hizo libres: 
quanto mas, señores guardas, añadió Don Quixo- 



/ 



j 



I 24 DON QITIXOTE DE LA MANCHA. 

te , que estos pobres no han cometido nada contra 
vosotros , alia se lo haya cada uno con su pecado, 
Dios hay en el cielo que no se descuida de casti- 
gar al malo , fli de premiar al bueno , y no es bien 
que los hombres honrados sean verdugos de los 
otros hombres , no yendoles nada en ello : pido es* 
to con esta mansedumbre y sosiego , porque tenga, 
si lo cumplís , algo que agradeceros ; y quando de 
grado no lo hagáis , esta lanza y esta espada con 
el valor de mi brazo harán que lo hagáis por fuer* 
za. Donosa majadería , respondió el comisario : bue- 
no está el donayre con que ha salido acabo de ra- 
to : los forzados del Rey quiere que le dexemos, 
como si tubieramos autoridad para soltarlos , ó él 
la tubiera para mandárnoslo : vayase vuestra mer- 
ced , señor , norabuena su camino adelante , y en- 
derécese ese bacín que trae en la cabeza , y no an- 
de buscando tres pies al gato. Vos sois el gato , y 
el rato , y el bellaco , respondió Don Quixote : y 
diciendo y haciendo arremetió con él tan presto, 
que sinque tubiese lugar de ponerse en defensa, 
dio con él en el suelo mal herido de una lanzada, 
y avinole bien , que este era el de la escopeta. Las 
demás guardas quedaron atónitas y suspensas del 
no esperado acontecimiento ; pero volviendo sobre 
sí , pusieron mano a sus espadas los de á caballo, 
y los de á pie á sus dardos , y arremetieron á Don 
Quixote , qup con mucho sosiego los aguardaba : y 
sin duda lo pasara mal , si los galeotes , viendo la 
ocasión que se les ofrecia de alcanzar libertad , no 
la procuraran , procurando romper la cadena don- 
de venían ensartados. Fue la revuelta de manera, 
que las guardas , ya por acudir á los galeotes que 



PARTE I. CAPITULO XXII. 1 25 

se desataban , ya por acometer á Don Quixote que 
los acometía , no hicieron cosa que fuese de pro- 
vecho. Ayudó Sancho por su parte a la soltura de 
Gines de Pasamonte , que fue el primero que sal- 
tó en la campaña , libre y desembarazado , y arre- 
metiendo al comisario caido , le quitó la espada y 
la escopeta , con la qual apuntando al uno , y seña- 
lando al otro , sin disparalla jamas , no quedó guar- 
da en todo el campo , porque se fueron huyendo 
asi de la escopeta de Pasamonte , como de las mu- 
chas pedradas que los ya sueltos galeotes les tira- 
ban. Entristecióse mucho Sancho deste suceso, por- 
que se le representó que los que iban huyendo, ha- 
bían de dar noticia del caso á la Santa Herman- 
dad , la qual á campana herida saldría á buscar los 
delinquentes , y asi se lo dixo á su amo , y le ro- 
go que luego de allí se partiesen , y se embosca- 
sen en la sierra que estaba cerca. Bien está eso, di- 
xo Don Quixote"; pero yo sé lo que ahora con- 
viene que se haga ; y llamando á todos los galeo- 
tes , que andaban alborotados y habían despojado 
al comisario hasta dexarle en cueros , se le pusie- 
ron todos alaredonda para ver lo que les mandaba, 
y asi les dixo : de gente bien nacida es agradecer 
los beneficios que reciben , y uno de los pecados 
que mas á Dios ofende , es la ingratitud : digolo, 
porque ya habéis visto , señores , con manifiesta es- 
periencia el que de mí habéis recebido , en pago 
del qual querría y es mi voluntad que cargados 
de esa cadena que quité de vuestros cuellos , lue- 
go os pongáis en camino , y vais á la ciudad del 
Toboso , y allí os presentéis ante la señora Dulci- 
nea del Toboso , y le digáis que su Caballero el 



I 2 6 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

de la Triste Figura se le envía á encomendar , y 
le contéis punto por punto todos los que ha teni- 
do esta famosa aventura , hasta poneros en la de- 
seada libertad , y hecho esto os podréis ir donde 
quisieredes á la buena ventura 1 . Respondió por 
todos Gines de Pasamonte , y dixo : lo que vues- 
tra merced nos manda , señor y libertador nuestro, 
es imposible de toda imposibilidad cumplirlo, por* 
que no podemos ir juntos por los caminos , sino so- 
los y divididos , y cada uno por su parte , procu- 
rando meterse en las entrañas de la tierra por no 
/ ser hallado de la Santa Hermandad , que sin duda 
alguna ha de salir en nuestra busca : lo que vues- 
tra merced puede hacer , y es justo que haga , es 
mudar ese servicio y montazgo de la señora Dul- 
cinea del Toboso en alguna cantidad de avemarias 
y credos que nosotros diremos por la intención de 
vuestra merced , y esta es cosa que se podra cum- 
plir de noche y de dia, huyendo ó reposando , en 
paz ó en guerra ; pero pensar que hemos de vol- 
ver ahora á las ollas de Egipto , digo , a tomar 

i A la buena ventura. El libertar á los presos los ca- 
balleros andantes y enviarlos a que se presentasen a sus 
señoras entraba en el plan de sus proezas , y asi entró en 
el de Don Quixote , que en esto imitó también a Amadis 
de Gaula , que teniendo vencido al gigante Madarque , le 
, concedió la vida con condición : que habia de hacerse cris- 
tiano él y sus vasallos : que habia de fundar en sus tier- 
ras iglesias y monasterios : y que habia de soltar todos los 
presos que tenia en sus cárceles : los quales eran ciento , y 
habia entre ellos treinta caballeros, y quarenta entre due- 
ñas y doncellas , á quienes dixo Amadis quando llegaron 
a besarle agradecidos la mano : que fuesen á la Rey na Bri- 
sena, y le dixesen como los enviaba su caballero de Ja ínsula 
Firme, y que le besasen las manos por el. [Lib. III. cap. 6¿J] 



N 



V 



/ 



PARTE lé CAPITULO XXII, , 1 2 J 

nuestra cadena , y á ponernos en camino del Tobo- 
so , es pensar que es ahora de noche , que aun no 
son las diez del dia , y es pedir á nosotros eso , to- 
mo pedir peras al olmo. Pues voto a tal, dixo Pon 
Quixote £ya puesto en colera] don hijo de la pu* 
ta , don Ginesillo de Paropillo , ó como os llamáis, 
que habéis de ir vqs solo rabo entre piernas con 
toda la cadena acuestas. Pasamonte , que no era na* 
da bien sufrido [estando ya enterado que Don Qui- 
xote no era muy cuerdo , pues tal disparate había 
cometido , como el de querer darles libertad] vién- 
dose tratar mal , y de aquella manera , hizo del ojo 
á los compañeros , y apartándose aparte , comenza- 
ron á llover tantas y tantas piedras sobre Don Qui- 
xote , que no se daba manos á cubrirse con la ro- 
dela , y el pobre de Rocinante no hacia mas caso 
de la espuela, que si fuera hecho de bronce. San- 
cho se puso tras su asno , y con él se defendía de la 
nube y pedrisco que sobre entrambos llovía. No 
se pudo escudar tan bien Don Quixote, que no le 
acertasen no sé quantos guijarros en el cuerpo con 
tanta fuerza, que dieron con él en el suelo : y ape- 
nas hubo caido , quando fue sobre él el estudian- 
te , y le quitó la bacía de la cabeza , y diole con 
ella tres ó quatro golpes en las espaldas , y otros 
tantos en la tierra , con que ia hizo casi pedazos: 
quitáronle una ropilla que traía sobre las armas, y 
las mediascalzas le querían quitar , si las grevas no 
lo estorbaran. A Sancho le quitaron el gabán , y 
dexandole en pelota , repartiendo entre sí los de- 
más despojos de la batalla , se fueron cada uno por 
su parte con mas cuidado de escaparse de la Her- 
mandad que temían , que de cargarse de la cade* 



/ 



I 28 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

na é ir á presentarse ante la señora Dulcinea del 
Toboso. Solos quedaron jumento y Rocinante, San- 
cho y Don Quixote : el jumento cabizbaxo y pen- 
sativo , sacudiendo de quando en quando las ore* 
jas , pensando que aun no había cesado la borrasca 
de las piedras que le perseguían los oidos : Roci- 
nante tendido junto á su amo , que también vino 
al suelo de otra pedrada : Sancho en pelota y te- 
meroso de la Santa Hermandad : Don Quixote mo- 
hinísimo de verse tan mal parado por los mismos 
á quien tanto bien había hecho, 

CAPITULO XXIII. 

HF LO QUE LE ACONTECIÓ AL FAMOSO DON QUI- 
XOTE EN SIERRA MORENA , QUE FUE UNA DE LAS 
MAS RARAS AVENTURAS QUE EN ESTAJfcERDADE- 
RA HISTORIA SE CUENTAN. 

V iendose tan mal parado Don Quixote , dixo á 
su escudero : siempre , Sancho , lo he oido decir, 
que el hacer bien á villanos es echar agua en la 
mar : si yo hubiera creido lo que me dixiste , yo 
hubiera escusado esta pesadumbre ; pero ya está 
hecho , paciencia , y escarmentar para desdé aqui 
adelante. Asi escarmentará vuestra merced , respon- 
dió Sancho , como yo soy turco ; pero pues dice 
que si me hubiera creido , se hubiera escusado este 
daño , créame ahora •, y se escusará otro mayor, 
porque le hago saber que con la Santa Herman- 
dad no hay usar de caballerías , que no se le da á 
ella por quantos caballeros andantes hay dos ma- 
ravedís : y sepa que ya me parece que sus saetas 



" ' PARTE I. CAPITULO • XXIII. : I 29 

me zumban por los oidos. Naturalmente eres co- 
barde , Sancho , dixo Don Quixóte ; pero porque 
no digas que soy contumaz , y que jamas hago lo 
que me aconsejas , por esta vez quiero tomar tu 
consejo , y apartarme de la furia que tanto temes; 
mas ha de ser con una condición , que jamas en vi- 
da ni en muerte has de decir á nadie que yo me 
retiré y aparté deste peligro de miedo sino por 
complacer á tus ruegos : que si otra cosa dixeres, 
mentirás en ello , y desde ahora para entonces , y 
desde entonces para ahora te desmiento , y digo 
que mientes, y mentirás todas las veces que lo pen- 
sares , ó lo dixeres , y no me repliques mas ; que en 
solo pensar que me aparto y retiro de algún peli- 
gro , especialmente deste que parece que lleva al- 
gún es no es de sombra de miedo , estoy ya para 
quedarme , y, para aguardar aqui solo no solamen- 
te á la Santa Hermandad que dices y temes , sino 
á los hermanos de los doce tribus de Israel , y á los 
siete mancebos * , y á Castor y á Polux , y aun á 
todos los hermanos y hermandades que hay en el 
mundo. Señor , respondió Sancho , que jel retirar no 
es huir , ni el esperar es cordura , quando el peli- 
gro sobrepuja á la esperanza , y de sabios es guar- 
darse hoy para mañana , y no aventurarse todo en 
un dia , y sepa que , aunque zafio y villano , toda- 



i Los siete mancebos/ Asi se lee en las primeras edi- 
ciones , pero acaso en el original del autor se hería Maca- 
bcos; palabra fácil de equivocarse en la imprenta con la 
de mancebos. En la Historia eclesiástica se habla de siete 
hermanos mártires 5 pero no consta que fuesen mancebos, 
y la hermandad mas famos/t y conocida es la de los sie- 
te Mac abeos. 

T. II. I N 



I30 DON QUIXOTE PE LA MANCHA. 

via se me alcanza algo desto que llaman buen go- 
bierno : asique no se arrepienta de haber tomado 
mi consejo , sino suba en Rocinante, si puede ; ó si 
00 yo le ayudaré , y sígame, que el caletre me di- 
ce que hemos menester ahora mas los pies que las 
manos. Subió Don Quizóte sin replicarle mas pa- 
labra , y guiando Sancho sobre su asno , se entra- 
ron por una parte de Sierra Morena que allí jun- 
to estaba , llevando Sancho intención de atravesar- 
la toda , é ir á salir al Viso, ó á Almodovar del 
Campo , y esconderse algunos dias por aquellas as- 
perezas por no ser hallados , si la Hermandad los 
buscase : animóle á esto haber visto que de la re- 
friega de los galeotes se habia escapado libre la 
despensa que sobre su asno venia, cosa que la juz- 
gQ a milagro según fue lo que llevaron y busca- 
ron los galeotes. Aquella noche llegaron a la mi- 
tad de las entrañas de Sierra Morena , adonde le 
pareció á Sancho pasar aquella noche , y aun otros 
algunos dias , alómenos todos aquellos que durase 
el matalotage que llevaba ; y asi hicieron noche 
entre dos peñas y entre muchos alcornoques. Pero 
la suerte fatal , que según opinión de los que no 
tienen lumbre de la verdadera f e , todo lo guia, 
guisa y compone á su modo , ordenó que Gines de 
Pasamonte , el famoso embustero y ladrón , que de 
la cadena por virtud y locura de Don Quixote se 
habia escapado, llevado del miedo de la Santa Her- 
mandad , de quien con justa razón temía , acordó 
de esconderse en aquellas montañas , y llevóle su 
suerte y su miedo é la misma parte donde habia 
llevado á Don Quixote y a Sancho Panza, a hora 
y tiempo que los pudo conocer , y á punto que los 



PARTE I. CAPITULO XXIII. I3X 

dexó dormir : y como siempre los malos son des- 
agradecidos , y la necesidad sea ocasión de acudir 
a lo que se debe % y el remedio presente venza á 
lo porvenir , Gines , que no era ni agradecido ni 
bien intencionado , acordó de hurtar el asno á San- 
cho Panza*, no curándose de Rocinante, por ser 
prenda tan mala para empeñada , como para ven- 
dida. Dormía Sancho Panza , hurtóle su jumento, 
y antes que amaneciese se halló bien lejos de po- 
der SQt hallado. Salió el aurora alegrando la tier- 
ra , y entristeciendo á Sancho Panza , porque halló 
menos su Rucio , el qual viéndose sin él , comen- 
zó á hacer el mas triste y doloroso llanto del mun- 
do , y fue de manera que Don Quixote despertó 
á las voces , y oyó que en ellas decia : ó hijo de 
mis entrañas , nacido en mi misma casa, brinco* de 
mis hijos , regaló de mi muger > envidia de mis ve- 
cinos , ílivio de mis cargas, y finalmente sustenta* 
dor de la mitad de mi persona , porque con veinte 
y seis maravedís ' que ganaba cada día , mediaba 

x A lo que se debe. Asi en todas las ediciones. Acaso 
en el original del autor se diría i lo que no se debe. 

% A Sancho Panza. Véase una nota de la segunda Par- 
te : cap. IV. 

3 Con veinte y seis maravedís. Corno no corría entonces 
tanto la moneda , valían mas baratos los comestibles. En 
la Dorotea de Lo fe convida. Á comer la vieja Gerarda á 
otra vieja amiga suya , y tratando de distribuir quatro 
reales que le daba Laurencio, criado de D. Bela , el in- 
diano, dice en la pag. 227 : he aquí la olla : una libra dé 
carnero catorce maravedís , media- de vaca seis , son veinte: 
de tocino un quarto , otro de carbón , de peregil y cebollas 
dos maravedís , y quatro de aceytunas , es un real cabal : pues 
tres, reales de vina entre dos mugeres de bien es muy poca 
mani&tura: no hay para dos sorbos ; añade , asi Dios te aña* 

11 



1 3* DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

y* mi despensa! Don Quixote , que vio el llanto 
y supo la causa , consolo á Sancho con las mejores 
razones que pudo , y le rogo que tubiese pacien- 
cia , prometiéndole de darle una cédula de cam- 
bio, para que le diesen tres en su casa de cinco que 
habia dexado en ella. Consolóse Sancho con esto, 
y limpió sus lagrimas , templó sus sollozos , y agra- 
deció á Don Quixote la merced que le hacia. 

£1 qual como entró por aquellas montañas , se 
le alegró el corazón, pareciendole aquellos lugares 
acomodados para las aventuras que buscaba. Redu- 
ciansele á la memoria los marabillosos acaecimien- 
tos , que en semejantes soledades y asperezas ha- 
bían sucedido á caballeros andantes : iba pensando 
en estas cosas , tan embebecido y transportado ea 
ellas , que de ninguna otra se acordaba , ni Sancho 
llevaba otro cuidado {[después que le pareció que 
caminaba por parte segura 3 sino de satisfacer su 
estomago con los relieves que del despojo clerical 
habian quedado , y asi iba tras su amo , cargado 
con todo aquello que habia de llevar el Rucio x , sa- 

9 

V 

da los dias de la vida. Laurencio. ¿Tres reales de riño, va* 
lieado í doce maravedís la azumbre ? Zs / verdad que mas 
adelante por los años de 1614,. quando escribía Cervan- 
tes la segunda Parte , valia en la Corte ti pan 4 real , y 
la. libra de carnero d cinco quartas , sino estaba mal infor* 
moda la muger de Sancho ¡Panza en su carta a la Du- 
quesa, [cap. 55.3 

x En la edición de 1604. se decía en este lugar-, sen- 
tado i mugeriegas sobre su jumento , y esta es la primera 
pez que ti autor corrigio en la de 160 9. el descuido de 
introducir a Sancho sobre su asno , hurtado ya por Pasa- 
monte , de que se habla en el Discurso Preliminar $. I. y 
aunque lo enmendó también en otras ocasiones , pero na 
en todas* w . 



PARTE *. CAPITULO XXIII. 1 33 

cando de un costal , y embaulando en su panza : y 
no se le diera por hallar otra' aventura entretanto 
que iba de aquella manera un ardite. En esto alzó 
los ojos , y vio que su amo estaba parado , procu- 
rando con la punta del lanzon alzar no sé qué bul- 
to que estaba #caido en el suelo, por lo qual se dio 
priesa á llegar á ayudarle , si fuese menester ; y 
guando llegó fue á tiempo que alzaba con la pun- 
ta del lanzon un coxin y una maleta asida á él, 
medio podridos , ó podridos del todo y deshechos; 
mas pesaba tanto , que fue necesario que Sancho se 
-apease * á tomarlos , .y mandóle su amo que viese 
lo que en la maleta venia. Hizolo con mucha pres- 
teza Sancho , y aunque la maleta venia cerrada 
con una cadena y su candado , por lo roto y podri- 
do della vio lo que en ella había , que eran quatro 
camisas de delgada olanda , y otras cosas de lienzo 
no menos curiosas que limpias , y en un pajjizuelo 
h^lló un buen montoncillo de escudos de oro ; y 
asi como los vio dixo : bendito sea todo el cielo 
que nos ha deparado una aventura que sea de pro- 
vecho ! y buscando mas , halló un librillo de memo- 
ria ricamente guarnecido : este le pidió Don Qui- 
zóte , y mandóle que guardase el dinero , y lo to- 
mase para él. Besóle las maños Sancho por la mer- 
ced , y desbaldando a la balija de su lencería , la 
' puso en el costal de la despensa. Todo lo qual vis- 
to por Don Quixote, dixo: pareceme , Sancho [y 
• no es posible que sea otra cosa3 que algún cami- 
nante descaminado debió de pasar por esta sierra, 



1 Apease. Olvidase el autor del hurto del asno de 
.Sancho. 



1 34 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

y salteándole malandrines , le debieron de matar, 
y le truxeron a enterrar en esta tan escondida par- 
te. No puede ser eso , respondió Sancho , porque 
si fueran ladrones , no se dexaran aqui este dinero. 
Verdad dices , dixo Don Quixote , y asi no adivi- 
no ni doy en lo que esto pueda ser > mas espérate, 
veremos si en este librillo de memoria hay alguna 
cosa escrita , por donde podamos rastrear y venir 
en conocimiento de lo que deseamos. Abrióle ,. y 
lo primero que halló en $ escrito como en borra- 
dor , aunque de muy buena letra , fue un soneto, 
que leyéndole alto porque Sancho también lo oye» 
se , vio que decia desta manera: 

O le falta al amor conocimiento, 

O le sobra crueldad , ó no es mi pena 
Igual á la ocasión , que me condena 
Al genero mas duro de tormento: 
Pero si amor es dios , es argumento 

Que nada ignora , y es razón muy buena 
Que un dios no sea cruel : pues quién ordena 
El terrible dolor que adoro y siento? • 
Si digo que sois vos , Fili , no acierto: 
Que tanto mal en tanto bien no cabe. 
Ni me viene del cielo esta ruina. 
Presto habré de morir, que es lo mas cierto: 
• Que al mal de quien la causa no se sabe 
Milagro es acertar la medicina. 
Por esa trova , dixo Sancho, no se puede saber na- 
da , si ya no es que por ese hilo que está ahi se 
saque el ovillo de todo. Qué hilo está aqui ? dixo 
Pon. Quixote. Pqreceme, dixo Sancho, que vues- 
tra merced nombró ahi hilo.. No dixe sino Fili, 



PARTE I. CAPITULO XXIII. I3J 

respondió Don Quixote , y éste sin duda es el nom- 
bre de la dama de quien se queja el autor deste so- 
neto , y á fe que debe de ser razonable poeta , 6 
yo sé poco del arte ' . Luego también , dixo San- 
cho , se le entiende á vuestra merced de trovas ? Y 
mas de lo que tú piensas , respondió Don Quixo- 
te , y veraslo quando lleves una carta escrita en 
verso de arriba abaxo a mi señora Dulcinea del 
Toboso ; porque quiero que sepas , Sancho , que 
todos ó los mas caballeros andantes de la edad pa- 
sada eran grandes trovadores y grandes músicos, 
que estas dos habilidades , ó gracias por mejor de- 
cir , son anexas á los enamorados andantes : verdad 
es que las coplas de los pasados caballeros tienen 
mas de espíritu que de primor*. Lea mas vuestra 
merced , dixo Sancho , que ya hallará algo que nos 
satisfaga. Volvió la hoja Don Quixote , y dixo: 
esto es prosa, y parece carta. Carta misiva, señor? 

1 O yo se poco del arte. Aqui se califica Cervantes £ 
sí mismo de razonable poeta , supuesto que él es autor de 
este soneto , que repitió como suyo en la tercera jornada de 
su comedia de la ¿asa de los Zclos, y Selvas de Ardenia en 
boca de Reynaldos , solo que en ei de Don Quixote se ha- 
bla con FUis: 

Si digo que sois vos , Fili , no acierto: 
y en el de la comedia se habla con Angelical 
Si digo que es Angélica , no acierto. 
a Que de primor. Poeta y músico fue con efecto Ama- 
dis , caballero andante de la edad pasada ; pero sus can* 
clones carecen verdaderamente no menos de primor , que de 
espíritu , como se ve por esta: 

Leonoreta sin roseta, 
Blanca sobre toda flor: 
Sin roseta no me meta 
En tal culpa vuestro amor &c. 
£ Amadis de Gaula lib.2. cap. £4.] 



I36 DON QVIXOTE DE LA MANCHA. 

preguntó Sancho. En el principio 110 parece sino 
de amores , respondió Don Quixote. Pues lea vues- 
tra merced alto , dixo Sancho , que gusto mucho 
destas cosas de amores. Que. me place , dixo Don 
Quixote, y leyéndola alto, como Sancho se lo ha- 
bía rogado , vio que decía desta manera: 

„Tu falsa promesa y mi cierta desventura me 
„ llevan a parte , donde antes volverán á tus oídos 
„ las nuevas de mi muerte , que las razones de mis 
„ quejas. Desechasteme , ó ingrata! por quien tie- 
„ne mas , no por quien vale mas que yo ; mas si la 
„ virtud fuera riqueza que se estimara, no envidia- 
„ ra yo dichas agenas , ni llorara desdichas propias: 
„ lo que levantó tu hermosura han derribado tus 
„ obras : por ella entendi que eras ángel , y por 
„ ellas conozco que eres muger. Quédate en paz, 
„ causadora de mi guerra , y haga el cielo que los 
„ engaños de tu esposo estén siempre encubiertos, 
„ porque tú no quedes arrepentida de lo que hicis- 
te , y yo no tome venganza de lo que no deseo/' 

Acabando de leer la carta , dixo Don Quixo- 
te : menos por esta , que por los versos se puede 
sacar mas de que quien la escribió es algún des- 
deñado amante : y hojeando casi todq el librillo, 
halló otros versos y cartas , que .algunos pudo ley, 
y otros no ; pero lo que todos contenían eran que-" 
jas l lamentos , desconfianzas , sabores y sinsabores, 
favores y desdenes , solenizados los unos , y llora- 
dos los otros. Entanto que Don Quixote pasaba el 
libro , ^pasaba Sancho la maleta , sin déxar rincón 
en toda ella ni en el coxin que no buscase, escu- 
dríñase é inquiriese , ni costura que no deshiciese, 
ni vedija de lana que no escarmenase ^ poique no 



PARTE I. CAPITULO XXIII. 1 37 

sé quedase nada por diligencia ni mal recado : tal 
golosina habían despertado en él los hallados es- 
cudos que pasaban de ciento ; y. aunque no halló 
mas de lo hallado , dio por bien empleados los vue- 
los de la manta , el vomitar del brebage , las ben- 
diciones de las estacas , las puñadas del arriero , la 
falta de las alforjas , el robo del gabán , y toda la 
hambre , sed y cansancio que habia pasado en ser- 
vicia de su buen señor , pareciendole que estaba 
mas que rebien pagado con la merced recebida de 
la entrega del hallazgo. Con gran deseo quedó el 
Caballero de la Triste Figura de saber quién fue* 
se el dueño de la. maleta , conjeturando por el so- 
neto y carta , por el dinero en oro , y por las tan 
buenas camisas /que debia de ser de algún princi- 
pal enamorado , a quien desdenes y malos trata- 
mientos de su dama debían de haber conducido á 
algún desesperado termino ; pero como por aquel 
lugar inhabitable y escabroso no parecía persona 
alguna de quien poder informarse , no se curo de 
mas que de pasar adelante , sin llevar otro camino 
que aquel que Rocinante quería, que era por don- 
de él podía caminar , siempre ¡con imaginación que 
no podía faltar por aquellas malezas alguna estra- 
Jaa aventura. Yen^o pues con este pensamiento, 
vio que por cima de una montañuela que delante 
de los ojos se le ofrecia , iba saltando un hombre 
de risco en risco y de mata en mata con estraña li- 
gereza : figurosele que iba desnudo , la barba ne- 
gra y espesa , los cabellos muchos y rebultados, 
los pies descalzos , y las piernas sin cosa alguna: 
los muslos cubrían unos calzones al parecer de ter- 
ciopelo leonadb ; mas tan hechos pedazos , que por 



X 



1 

I38 DON QUIXOTE PE LA MANCHA. 

muchas partes se le descubrían las carnes : traía la 
cabeza descubierta , y aunque pasó con la ligereza 
que se ha dicho , todas estas menudencias miró y 
notó el Caballero de la Triste Figura ; y aunque 
lo procuró , no pudo seguille , porque no era dado 
á la debilidad de Rocinante andar por aquellas as- 
perezas , y mas siendo él de suyo pasicorto y fle- 
mático. Luego imaginó Don Quixote que aquel 
era el dueño del coxin y de la maleta , y propuso 
en sí de buscalle , aunque supiese andar un año 
por aquellas montañas , hasta hallarle : y asi man- 
dó á Sancho que se apease del asno 1 , y atajase por 
la una parte de la montaña, que él iría por la otra, 
y podría ser que topasen con esta diligencia con 
aquel hombre , que con tanta priesa se les había 

Cuitado de delante. No podre hacer eso , respon- 
io Sancho , porque en apartándome de vuestra 
merced, luego es conmigo el miedo que me asalta 
con mil géneros de sobresaltos y visiones ; y sírva- 
le esto que digo de aviso , para que de aquí ade- 
lante no me aparte un dedo de su presencia. Asi 
sera , dixo el de la Triste Figura ¿ y yo estoy muy 
contento de que te quieras valer de mi animo , el 
qual no te ha de faltar , aunque te falte el anima 
del cuerpo: y vente ahora tras mí poco á poco, ó 
como pudieres , y haz de los ojos lanternás , rodea- 
remos esta serrezuela , quiza toparemos con aquel 
hombre que vimos , el qual sin duda alguna no es 
otro que el dueño de nuestro hallazgo. A lo que 
Sancho respondió : harto mejor seria no buscarle, 



1 Del asno. Otro olvido sobre el hurto del asno de 
Sancho. 



PARTE I. CAPITULO XXIII* 1 39 

porque si le hallamos , y acaso fuese el dueño del 
dinero , claro está que lo tengo de restituir ; y asi 
fuera mejor sin hacer está inútil diligencia poseer- 
lo yo con buena fe , hasta que por otra vía menos 
curiosa y diligente pareciera su verdadero señor, 
y quiza fuera á tiempo que lo hubiera gastado , y 
entonces el Rey me hacia franco. Engañaste en 
eso , Sancho, respondió Don Quixote , que ya que 
hemos caído en sospecha de quien es el dueño, ca- 
si delante ' , estamos obligados á buscarle y volver* 
selos ; y quando no le buscásemos , la vehemente 
sospecha que tenemos de que él lo sea , nos pone 
ya en tanta culpa como si lo fuese : asique , San- 
cho amigo , no te dé pena el buscalle , por la que 
á mí se me quitará si le hallo : y asi picó á Roci- 
nante , y siguióle Sancho á pie y cargado , mei-ced 
á Ginesillo de Pasamonte : y habiendo rodeado la 
montaña , hallaron en un arroyo caída , muerta' y 
medio comida de perros , y picada de grajos , una 
muía ensillada y enfrenada , todo lo qual confirmó 
en ellos mas la sospecha de que aquel que huía, 
era el dueño de la muía y del coxin. 

Estandola mirando , oyeron un silbo como de 
pastor que guardaba ganado , y á deshora á su si- 
niestra mano parecieron una buena cantidad de ca- 
bras , y tras ellas por cima de la montaña pareció 
el cabrero que las guardaba , que era un hombre 
anciano. Díole voces Don Quixote , y rogóle que 
baxase donde estaban. £1 respondió á gritos que 

t Casi delante. Este lugar defectuoso en las dos edicio- 
nes primeras , harta sentido añadiendo estas palabras : de 
aquí adelante; Ó estas otras 1 i quien tenemos casi delante. 



140 DON QUIXOTE D£ LA MANCHA. 

quién les había traído por aquel lugar , pocas 6 
ningunas veces pisado sino de pies de cabras , ó de 
lobos y otras fieras que por allí andaban. Respon- 
dióle Sancho que baxase , que de todo le darían 
buena cuenta. Baxó el cabrero, y en llegando adon- 
de Don Quixote estaba , dixo : apostaré que está 
mirando la muía de alquilar que está muerta en 
esa hondonada , pues á buena fe que ha ya seis 
meses que está en ese lugar : díganme , han topa- 
do por ahí á su dueño ? No hemos topado a na- 
die , respondió Don Quixote , sino á un coxin y á 
una maletilla , que no lejos deste lugar hallamos. 
También la hallé yo , respondió el cabrero ; mas 
nunca la quise alzar ni llegar á ella , temeroso de 
algún desmán y de que no me la pidiesen por de 
hurto : que es el diablo sotil , y debaxo de los pies 
se levanta allombre cosa donde tropiece , y caya 
sin saber como ni como no. Eso mismo es lo que 
yo digo , respondió Sancho , que también la hallé 
yo , v no quise llegar á ella con un tiro de piedra: 
allí la dexé , y allí se queda como se estaba , que 
no quiero perro con cencerro. Decidme , buen hom- 
bre , dixo Don Quixote : sabéis vos quien sea el 
dueño destas prendas ? Lo que sabré yo decir , di- 
xo el cabrero, es que habrá al pie de seis meses 
poco mas á menos que llego i una majada de pas- 
tores que estará como tres leguas deste lugar , un 
mancebo de gentil talle y apostura , caballero so- 
bre, esa misipa muía que está ahi muerta, y con el 
mismo coxin y maleta que decís que hafiastes y 
no tocastes : preguntónos que qual parte desta sier- 
ra era la mas áspera y escondida : diximosle que 
ejra estg. ¿donde ahora estamos ; y es asi á la verdad, 



PARTE I. CAPlfüLO XXIII. 141 

porque si entráis media legua mas adentro , quiza 
no acertaréis á salir, y estoy marabillado de como 
habéis podido llegar aquí , porque no hay camino 
ni senda que á este lugar encamine : digo pues 
que en oyendo nuestra respuesta el mancebo , vol- 
vió las riendas , y encaminó acia el lugar donde le 
señalamos , dexandonos á todos contentos de su 
buen talle , y admirados de su demanda y de la 
priesa co$ que le víamos caminar y volverse acia 
la sierra : y desde entonces nunca mas le vimos, 
hasta que desde alli á algunos dias salió al camino 
á uno de nuestros pastores , y sin decille nada se 
allegó á él , y le dio muchas puñadas y coces , y 
luego se fue á la borrica x del hato , y le quitó 
quanto pan y queso en ella traía , y con estraña li- 
gereza , hecho esto, se volvió á entrar en la sierra. 
Como esto supimos algunos cabreros , le andubi- 
mos a buscar casi dos diafc por lo mas cerrado des- 
ta sierra , al cabo de los quales le hallamos meti- 
do en el hueco de un grueso y valiente alcorno* 
que : salió á nosotros con mucha mansedumbre , ya 
roto el vestido , y el rostro desfigurado y tostado 
del sol , de tal suerte que apenas le conocimos , si- 
no que los vestidos aunque rotos , con la noticia 
que dellos teníamos , nos dieron á entender que era 
el que buscábamos : saludónos cortesmente , y en 
pocas y muy buenas razones nos dixo que no nos 
marabillasemos de verle andar de aquella suerte, 
porque asi le convenia para cumplir cierta peni- 
tencia que por sus muchos pecados le había sido 
impuesta : rogárnosle que nos dixese quién era, 
mas nunca lo pudimos acabar con él : pedírnosle 
también que quando hubiese menester el. sustento, 



143 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

sin el qual no podía pasar , nos dixese dónde le 
hallaríamos , porque con mucho amor y cuidado 
se lo llevaríamos , y que si esto tampoco fuese de 
su gusto i que alómenos saliese á pedirlo , y no á 
quitarlo á los pastores : agradeció nuestro ofrecí- 
fniento , pidió perdón de los asaltos pasados , y 
ofreció de pedíllo de allí adelante por amor de 
Píos sin dar molestia alguna á nadie : enquanto 
lo que tocaba á la estancia de su habitación , dixo 
que no tenia otra , que aquella que le ofrecía la 
ocasión donde le tomaba la noche : y acabó su pla- 
tica con un tan tierno llanto , que bien fuéramos 
de piedra los que escuchadole habíamos , si en él 
no le acompañáramos , considerándole cómo le ha- 
bíamos visto la vez primera ,y qual le veíamos en- 
tonces , porque como tengo dicho , era un muy 
gentil y agraciado mancebo , y en sus corteses y 
concertadas razones mostraba ser bien nacido y muy 
cortesana persona , que puesto que eramos rústicos 
los que le escuchábamos , su gentileza era tanta, 
que bastaba á darse á conocer á la misma rustici- 
dad : y estando en lo mejor de su platica } paró y 
enmudecióse , clavó los ojos en el suelo por un 
buen espacio , en el qual todos estubimos quedos y 
suspensos , esperando en qué había de parar aquel 
embelesamiento con no poca lastima de verlo , por- 
que por lo que hacia de abrir los ojos , estar fixo 
mirando al suelo sin mover pestaña gran rato , y 
otras veces cerrarlos , apretando los labios y enar- 
cando las cejas , fácilmente conocimos que algún 
accidente de locura le había sobrevenido : mas él 
nos dio a entender presto ser verdad lo que pensá- 
bamos , porque se levanto con gran furia del suelo 



PARTE I. CAPITULO XXIII. 1 43 

donde se había echado , y arremetió con el prime- 
ro que halló junto á sí con tal denuedo y rabia, 
que si no se le quitáramos , le matara á puñadas 
y á bocados , y todo esto hacia , diciendo : ah fe- 
mentido Fernando ! aqui , aqui me pagarás la sin- 
razón que me hiciste : estas manos te sacarán el 
corazón, donde albergan y tienen manida todas las 
maldades juntas, principalmente la fraude y el en» 
gaño : y á estas anadia otras razones , que todas 
se encaminaban á decir mal de aquel Fernando , y 
á tacharle de traidor y fementido : quitamossele 
pues con no poca pesadumbre , y él sin decir mas 
palabra se apartó de nosotros , y se emboscó cor- 
riendo por entre estos xarales y malezas de modo, 
que nos imposibilitó el seguille : por esto conje- 
turamos que la locura le venia á tiempos, y que 
alguno que se llamaba Fernando le debia de ha» 
ber hecho alguna mala obra tan pesada , quanto 
lo mostraba el termino á que le habia conducido: 
todo lo qual se ha confirmado después acá con las 
veces , que han sido muchas , que él ha salido al 
camino , unas á pedir á los pastores le den de lo' 
que llevan para comer , y otras á quitárselo por 
fuerza , porque quando está con el acidente de la 
locura , aunque los pastores se lo ofrezcan de buen 
grado , no lo admite , sino que lo toma á puñadas; 
y quando está en su seso , lo pide por amor de Dios 
cprtes y comedidamente , y rinde por ello muchas 
gracias , y no con falta de lagrimas : y en verdad 
os digo , señores , prosiguió el cabrero , que ayer 
determinamos yo y quatro zagales , los dos cria- 
dos y los dos amigos mios , de buscarle hasta tan- 
to que le hallemos , y después de hallado , y a por 



144 DON QUIZÓTE DE LA MANCHA. 

fuerza, ya por grado le hemos de llevar a la villa 
de Almodovar , que está de aquí ocho leguas , y 
allí le curaremos , si es que su mal tiene cura , ó 
sabremos quien es , quando esté en su seso , y si 
tiene parientes á quien dar noticia de su desgracia. 
Esto es , señores , lo que sabré deciros de lo que 
me habéis preguntado , y entended que el dueño 
de las prendas que hallastes , es el mismo que vis- 
tes pasar con tanta ligereza , Como desnudez , que 
ya le había dicho Don Quixote como había visto 
pasar aquel hombre saltando por la sierra. £1 quat 
quedó admirado de lo que al cabrero había oído» 
y quedó con mas deseo de saber quien era el des* 
díchado loco , y propuso en sí lo mismo que ya te* 
nía pensado , de buscalle por toda la montaña , sid 
dexar rincón ni cueva en ella que no mirase hastt 
hallarle. Pero hizolo mejor la suerte de lo que ¿t 
pensaba ni esperaba , porque en aquel mismo im* • 
tante pareció por entre una quebrada de una sieff» 
ra que salía donde ellos estaban , el mancebo que 
buscaba , el qual venia hablando entre sí cosas qtee 
no podían ser entendidas de cerca , quanto mas df 
lejos. Su trage era qual se ha pintado , solo qué 
llegando cerca , vio Don Quixote que un coleto 
hecho pedazos que sobre sí traía , era de ambat» 
por donde acabó de entender que persona que tar 
íes hábitos traia , no debía de ser de ínfima cali- 
dad. En llegando el mancebo a ellos los saludó 
con una voz desentonada y bronca , pero con mu- 
cha cortesía. Don Quixote le volvió las saludes 
con no menos comedimiento , y apeándose de Ro- 
cinante con gentil continente y donayre , le fue á 
abrazar , y le tubo un buen espacio estrechamente 



r 



PARTE I. CAPITULO XXIII. 1 45 

entre sus brazos , como si de luengos tiempos lo 
hubiera conocido. £1 otro , a quien podemos lla- 
mar El Roto de la Mala Figura , como á Don 
Quixote el de la Triste , después de haberse dexa- 
do abrazar , le apartó un poco de sí , y puestas sus 
manos en los hombros de Don Quixote , le estubo 
mirando como que queria ver si le conocía , no me- 
nos admirada quiza de ver la figura , talle y ar- 
mas de Don Quixote /que Don Quixote lo esta* 
ba de verle á él : en resolución el primero que-ha- 
bló después del abrazamiento , fue el Roto , y di- 
xo lo que se dirá adelante. 

CAPITULO XXIV. 

DONDE SE PROSIGUE LA AVENTURA DE LA SIERRA 

MORENA. 

Uicc la historia que era grandísima la atención 
con que Don Quixote escuchaba al astroso caba- 
llero de la Sierra , el qual prosiguiendo su platica 
dixo : por cierto , señor, quienquiera que seáis [que 
o no os conozco] yo os agradezco las muestras y 
a cortesía que conmigo habéis usado , y quisiera 

Íro hallarme en términos , que con mas que la vo- 
untad pudiera servir la que habéis mostrado te- 
nerme en el buen acogimiento que me habéis he- 
cho ; mas no quiere mi suerte darme otra cosa con 
que corresponda a las buenas obras que me hacen, 
qu£ buenos deseos de satisfacerlas. Los que yo ten- 
go , respondió Don Quixote , son de serviros tan- 
to, que tenia determinado de no salir destas sierras 
hasta hallaros, y saber de vos si al dolor que en la 



1 



/- 



146 PON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

estrañeza de vuestra vida mostráis tener , se podia 
hallar algún genero de remedio , y si fuera me- 
nester buscarle , buscarle con la diligencia posible; 
y quando vuestra desventura fuera de aquellas que 
tienen cerradas las puertas á todo genero de con- 
suelo , pensaba ayudaros á llorarla y á plañiría co- 
mo mejor pudiera , que todavia es consuelo en las 
desgracias hallar quien se duela dellas ; y si es que 
mi buen intento merece ser agradecida con algún 
genero de cortesía , yo os suplico , señor , por. la 
mucha que veo que en vos se encierra , y junta- 
mente os conjuro por la .cosa que «en esta vida nías, 
habéis amado ó amáis , que me digáis quien sois, 
y la causa que os ha traido á vivir y a morir en- 
tre estas soledades como bruto animal , pues mo- 
ráis entre ellos tan ageno de vos mismo , qual lo 
muestra vuestro trage y persona : y juro , añadió 
Don Quixote , por la orden de caballería que re- 
cebi , aunque indigno y pecador ; « y por la profe- 
sión de caballero andante , que si en esto , señor, 
me complacéis , de serviros con las veras á que me 
obliga el ser quien soy , ora remediando vuestra 
desgracia , si tiene remedio , ora ayudándoos á llo- 
rarla , como os lo he prometido. £1 caballero del 
Bosque , que de tal manera oyó hablar al de la 
Triste Figura , no hacia sino mirarle , y remirarle, 

Jr tornarle á mirar de arriba abaxo , y después que 
e hubo bien mirado le dixo : si tienen algo que 
darme á comer , por amor de Dios que me lo /den, 
que después de haber comido , yo haré todo lo 
que se me manda en agradecimiento de tan bue- 
nos deseos , pomo aqui se me han mostrado. Lue- 
go sacaron Sancho de su costal y el cabrero de su" 



PARTE I. CAPITULO XXIV* 1 47 

zurrón con que satisfizo el Roto su hambre , co- 
miendo lo que le dieron , como persona atontada, 
tan apriesa que no daba espacio de un bocado al 
otro , pues antes los engullía que tragaba , y en- 
tanto que comia , ni él ni los que le miraban , ha* 
biaban palabra. Como acabó de comer , les hizo de 
señas que le siguiesen , como lo hicieron , y él los 
llevo á un verde pradecillo , que á la vuelta de 
una peña poco desviada de allí estaba. En llegan- 
do á él , se tendió en el suelo encima de la yerba, 
y los demás hicieron lo mismo , y todo esto sinque 
ninguno hablase , hasta que el Roto , después de 
haberse acomodado en su asiento , dixo : si gustáis» 
señores , que os diga en breves razones la inmensi- 
dad de mis desventuras , habeisme de prometer de 
que con ninguna pregunta ni otra cosa no inter- 
rompereis el hilo de mi triste historia , porque en 
el punto que lo hagáis , en ese se quedará lo que 
fuere contando/ Estas razones del Roto truxeron á 
la memoria á Don Quixote el cuento que le habia 
contado su escudero , quando no acertó el numero 
de las cabras que habían pasado el rio , y se quedó 
la historia pendiente. Pero volviendo al Roto, pro- 
siguió diciendo : esta prevención que hago , es por- 
que querría pasar brevemente por el cuento de mis 
desgracias , que el traerlas á la memoria no me sir- 
ve de otra cosa , que añadir otras denuevo, y mien- 
tras menos me preguntaredes , mas presto acabaré 
yo de decillas , puesto que no dexaré por contar 
cosa alguna que sea de importancia , para satisfa- 
cer del todo á vuestro deseo. Don Quixote se lo 
prometió en nombre de los demás , y él con este 
seguro comenzó desta manera • 



K 2 



1 48 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

Mi nombre es Cardenio , mi patria una ciu- 
dad de las mejores desta Andalucía , mi linage no- 
ble , mis padres vicos , mi desventura tanta , que la 
deben de haber llorado mis padres , y sentido mi 
linage , sin poderla aliviar con su riqueza : que pa- 
ra remediar desdichas del cielo poco suelen valer 
los bienes de fortuna. Vivia en esta misma tierra 
un cielo, donde puso el amor toda la gloria que yo 
acertara á desearme : tal es la hermosura de Lus- 
cinda, doncella tan noble y tan rica como yo ; pe- 
ro de mas ventura , y de menos firmeza de la que 
á mis honrados pensamientos se debia : á esta Lus- 
cinda amé , quise y adoré desde mis tiernos y pri- 
meros años , y ella me quiso á mí con aquella sen- 
cillez y buen animo que su poca edad permitía: 
sabian nuestros padres nuestros intentos , y no les 
pesaba dello , porque bien veían que quando pa- 
saran adelante , no podían tener otro fin que el de 
casarnos , cosa que casi la concertaba la igualdad 
de nuestro linage y riquezas : creció la edad , y 
con ella el amor de entrambos , que al padre de 
Luscinda le pareció que por buenos respetos esta- 
ba obligado á negarme la entrada de su casa , casi 
imitando en esto a los padres de aquella Tisbe tan 
decantada de los poetas ; y fue esta negación aña- 
dir llama á llama y deseo á deseo , porque aunque 
pusieron silencio á las lenguas , no le pudieron po- 
ner á las plumas , las quales con mas libertad que 
las lenguas suelen dar á entender á quien quieren - 
lo que en el alma está encerrado , que muchas ve- 
ces la presencia de la cosa amada turba y enmu- 
dece la intención mas determinada y la lengua mas 
atrevida : ay cielos , y quantos billetes la escribí ! 



PARTE I. CAPITULO XXIV. 1 49 

quan regaladas y honestas respuestas tube ! quán- 
tas canciones compuse , y quantos enamorados ver- 
sos , donde el alma declaraba y trasladaba sus sen- 
timientos , pintaba sus encendidos deseos , entrete- 
nía sus memorias , y recreaba su voluntad ! En efe- 
to , viéndome apurado , y que mi alma se consu- 
mía con el deseo de verla > determiné poner por 
obra y acabar en un punto lo que me pareció que 
mas convenia para salir con- mi deseado y mereci- 
do premio , y fue el pedírsela á su padre por le- 
gitima esposa , como lo hice : á lo que él me res- 
pondió que me agradecía k voluptad , que mos- 
traba de honrarle y de querer honrarme con pren- 
das suyas ; pero que siendo mi padre vivo , á él 
tocaba de justo derecho hacer aquella demanda, 
porque si no fuese con mucha voluntad y gusto 
suyo , no era Luscinda para tomarse ni darse á 
hurto : yo le agradecí su buen intento , parecien- 
dome que llevaba razón en lo que decía , y que 
mi padre vendría en ello como yo se lo dixese , y 
con este intento luego en aquel mismo instante fui . 
á decirle á mi padre lo que deseaba , y al tiempo 
que entré en un aposento donde estaba , le hallé 
con una carta abierta en la mano , la qual antes 
que yo le dixese palabra me la dio , y me dixo: 
por esa carta verás , Cardenio , la voluntad que el 
duque Ricardo tiene de hacerte merced. Este du- 
ue Ricardo , como ya vosotros , señores , debéis 
e saber , es un Grande de España , que tiene su 
estado en lo mejor desta Andalucía. Tomé , y leí 
la carta , la qual venia tan encarecida , que á mí 
mismo me pareció mal , si mi padre dexaba de 
cumplir lo que en ella se le pedia , que era que 



3 



I50 PON QTXIXOTE DE LA MANCHA. 

me enviase luego donde él estaba , que quería que 
fuese compañero , no criado de su hijo el mayor, 
y que él tomaba á cargo el ponerme en estado que 
correspondiese á la estimación en que me tenia: 
lei la carta , y enmudecí leyéndola , y mas quan- 
do oi que mi padre me decia : de aqui a dos dias 
te partirás , Cardenio, á hacer la voluntad del Du- 
que , y da gracias a Dios que te va abriendo ca- 
mino por donde alcances lo que yo sé que mere- 
ces : añadió á estas otras razones de padre conseje- 
ro. Llegóse el termino de mi partida , hablé una 
noche á Luscinda , dixele todo lo que pasaba , y lo 
mismo hice á su padre , suplicándole se entretu- 
biese algunos dias , y dilatase el darla estado hasta 
que yo viese lo que Ricardo me queria : él me lo 
prometió , y ella me lo confirmó con mil juramen- 
tos y mil desmayos. Vine enfin donde el duque 
Ricardo estaba , fui del tan bien recebido^y trata- 
do , que desde luego comenzó la envidia á hacer 
su oficio , teniéndomela los criados antiguos , pare- 
ciendoles que las muestras que el Duque daba de 
hacerme merced , habían de ser en perjuicio suyo; 
pero el que mas se holgó con mi ida fue un hijo 
segundo del Duque , llamado Fernando , mozo ga- 
llardo , gentil hombre, liberal y enamorado , el qual 
en poco tiempo quiso que fuese tan su amigo , que 
daba que decir a todos ; y aunque el mayor me 
queria bien y me hacia merced , no llegó al estre- 
mo con que D. Fernando me queria y trataba. Es 
pues el caso que como entre los amigos no hay co- 
sa secreta que no se comunique , y la privanza que 
yo tenia con D. Fernando , dexaba de serlo por 
ser amistad > todos sus pensamientos me declaraba, 



PARTE I. CAPITULO XXIV. 151 

especialmente uno enamorado que le traía con un 
poco de desasosiego : quería bien a una labradora 
vasalla de su padre, y ella los tenia muy ricos; y 
era tan hermosa , recatada , discreta y honesta , que 
nadie que la conocia se determinaba en qual des- 
tas cosas tubiese mas escelencia , ni mas se aventa- 
jase. Estas tan buenas partes de la hermosa labras- 
dora reduxeron a tal termino los deseos de D. Fer- 
nando , que se determinó para poder alcanzarlo y 
conquistar la entereza de la labradora , darle pa- 
labra de ser m esposo, porque de otra manera era 
procurar lo imposible : yo obligado de su amistad, 
con las mejores razones que supe , y con los mas vi- 
vos exemplos que pude , procuré estorbarle y apar- 
tarle de tal proposito ; pero viendo que no apro- 
vechaba , determiné de decirle el caso al duque 
Ricardo su padre ; mas D. Fernando como astuto 
y discreto se receló y temió desto , por parecerle 
que estaba yo obligado en vez de buen criado á 
no tener encubierta ^cosa , que tan en perjuicio de 
la honra de mi señor el Duque venia , y asi por 
divertirme y engañarme me dixo que no hallaba 
otro mejor remedio para poder apartar de la me- 
moria la hermosura que tan sujetó le tenia , que el 
ausentarse por algunos meses , y que quería que 
el ausencia fuese que los dos nos viniésemos en ca- 
sa de mi padre , con ocasión que darían al Duque 
que venia á ver y á feriar unos muy buenos caba- 
llos que en mi ciudad habia , que es madre de los 
mejores del mundo : apenas le oi yo decir esto¿ 
quando movido de mi afición , aunque su determi* 
nación no fuera Jtan buena , la aprobara yo por una 
de las mas acertadas que se podían imaginar , por 



1 5 2 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

ver quan buena ocasión y coyuntura se me ofrecía 
de volver á ver á mi Luscinda : con este pensa- 
miento y deseo aprobé su parecer y esforcé su pro- 
posito , diciendole que lo pusiese por obra con la 
brevedad posible , porque en efeto la-ausencia ha- 
cia su oficio apesar de los mas firmes pensamien- 
tos ; y quando él me vino á decir esto , según des- 
Eues se supo habia gozado a la labradora con titu- 
> de esposo , y esperaba ocasión de descubrirse a 
su salvo , temeroso de lo que el Duque su padre 
haria quando supiese su disparate. Sucedió pues, 
que como el amor en los mozos por la mayor par- 
te no lo es , sino apetito , el qual como tiene por 
ultimo fin el deleyte , en llegando á alcanzarle se 
acaba , y ha de volver atrás aquello que parecía 
amor , porque no puede pasar adelante del termi- 
no que le puso naturaleza , el qual termino no le 
puso a lo que es verdadero amor : quiero decir, 
que asi como D. Fernando gozó á la labradora, se 
le aplacaron sus deseos , y se resfriaron sus ahín- 
cos ; y si primero fingía quererse ausentar por re- 
mediarlos , ahora deveras procuraba irse por no 
ponerlos en execucion. Diole el Duque licencia, 
y mandóme que le acompañase : venimos á mi du- 
dad , recibióle mi padre como quien era , vi yo 
luego á Luscinda , tornaron á vivir [aunque no ha- 
bían estado-muertos ni amortiguados] mis deseos, 
de los quales di cuenta por mi mal á D. Fernan- 
do , por parecerme que en la ley de la mucha 
amistad que mostraba , no le debía encubrir nada: 
alábele la hermosura, donayre y discreción de Lus- 
cinda de tal manera , que mis alabanzas movieron 
en él los deseos de querer ver doncella de tan bue- 



PARTE X. CAPITULO XXIV. 1 53 

ñas partes adornada : cumpliselos yo por mi corta 
suerte , enseñándosela una noche á la luz de una 
vela por una ventana por donde los dos solíamos 
hablarnos : viola en sayo tal , que todas las belle- 
zas hasta entonces por él vistas , las puso en olvi- 
do : enmudeció , perdió el sentido , quedó absor- 
to , y finalmente tan enamorado , qual lo veréis en 
el discurso del cuento de mi desventura ; y para 
encenderle mas el deseo [que a mí me zelaba , y al 
cielo á solas descubría] quiso la fortuna que halla- 
se un dia un billete suyo , pidiéndome que la pi- 
diese á su padre por esposa , tan discreto , tan ho- 
nesto y tan enamorado , que en leyéndolo me di- 
xo que en sola Luscinda se encerraban todas las 
gracias de hermosura y de entendimiento , que en 
las demás mugeres del mundo estaban repartidas: 
bien es verdad que quiero confesar ahora que pues- 
to que yo veía con quan justas causas D. Fernan- 
do a Luscinda alababa , me pesaba de oir aque- 
llas, alabanzas de su boca , y comencé á. temer , y 
con razón a recelarme del , porque no se pasaba 
momento donde no quisiese que tratásemos de Lus- 
cinda , y él movia la platica , aunque la truxese 
por los cabellos , cosa que despertaba en mí un no- 
sequé de zelos , no porque yo temiese revés algu- 
no de la bondad y de la fe de Luscinda ; pero con 
todo eso me hacia temer mi suerte lo mismo que 
ella me aseguraba. Procuraba siempre D. Fernan- 
do leer los papeles que yo a Luscinda enviaba , y 
los que ella me respondía , á titulo que de la dis- 
creción de los dos gustaba mucho. Acaeció pues 
que habiéndome pedido Luscinda un libro de ca- 
ballerías en qué leer , de quien era ella muy afi- 



154 DON QUIXOTE DÉ LA MANCHA. 

cionada , que era el de Amadis de Gaula .... No 
hubo bien oido Don Quixote nombrar libro de ca-i 
ballerias , quando dixo : con que me dixera vues- 
tra merced al principio de su historia, que su mer- 
ced de la señora Luscinda era aficionada á libros 
de caballerías , no fuera menester otra exageración 
para darme á entender la alteza de su entendimien- 
to , porque no le tubiera tan bueno , como vos , se- 
ñor , le habéis pintado , si careciera del gusto de 
tan sabrosa leyenda ; asique para conmigo no es 
menester gastar mas palabras en declararme su her- 
mosura , valor y entendimiento , que con solo ha- 
ber entendido su afición , la confirmo por la mas 
hermosa y mas discreta muger del mundo; y qui- 
siera yo , señor , que vuestra merced, le hubiera 
enviado junto con Amadis de Gaula al bueno de 
Don Rugel de Grecia , que yo sé que gustara la 
señora Luscinda mucho de Darayda y Garaya, y 
de las discreciones del pastor Darinel , y de aque- 
llos admirables versos de sus bucólicas , cantadas 
y representadas por él con todo donayre , discre- 
ción y desenvoltura ; pero tiempo podra venir en 
que se enmiende esa falta , y no dure mas en ha- 
cerse la enmienda de quanto quiera vuestra mer- 
ced ser servido de venirse conmigo á mi aldea, que 
allí le podre dar mas de trecientos libros , que son 
el regalo de mi alma y el entretenimiento de mi 
vida ; aunque tengo para mí que ya no tengo nin- 
guno , merced á la malicia de malos y envidiosos 
encantadores : y perdóneme vuestra merced el ha- 
ber contravenido á lo que prometimos de no in- 
terromper su platica , pues en oyendo cosas de ca- 
ballerías y de caballeros andantes , asi es en mi 



PARTE I* CAPITULO XXIV. 1 55 

mano dexar de hablar en ellos , cernió lo es en la 
de los rayos del sol dexar de calentar , ni humede- 
cer en los de krluna ; asique , perdón y proseguir, 
que es lo que ahora hace mas al caso. 

Entanto que Don Quixote estaba diciendo lo 
que queda dicho , se le había caído a Cardenio la 
cabeza sobre el pecho , dando muestras de estar 
profundamente pensativo , y puesto que dos veces 
le dixo Don Quixote que prosiguiese sú historia, 
ni alzaba la cabeza , ni respondía palabra ; pero al- 
cabo de un buen espacio la levantó, y dixo : no se 
me puede quitar del pensamiento , ni habrá quien 
me lo quite én el mundo , ni quien me dé á enten- 
der otra -tosa , y seria un majadero el que lo con- 
trario entendiese ó Creyese , sino que aquel be- 
llaconazo del maestro Elisabat estaba amancebado 
con la reyna Madasifna. Eso no , voto a tal , res- 
pondió con mucha cólera Don Quixote £ y arro- 
jole > como tenia de costumbre J y esa es una muy 
gran malicia , ó bellaquería por mejor decir : la rey- 
na Madasima fué muy principal señora , y no se 
ha de presumir que tan alta Princesa se habia de 
amancebar con un sacapotras , y quien lo contrario 
entendiere , miente como muy gran bellaco : y yo 
se lo daré á entender a pie ó a caballo , armado ó 
desarmado , de noche ó de día , ó como mas gusto 
le diere. Estábale mirando Cardenio muy atenta- 
mente , al qual ya habia venido el acídente de su 
locura , y no estaba para proseguir su historia , ni 
tampoco Don Quixote se la oyera según le habia 
disgustado lo que de Madasima le habia oido. Es- 
traño caso ! que asi volvió por ella , como si ver- 
daderamente fuera su verdadera y natural señora: 



156 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

tal le tenían sus descomulgados libros. Digo pues 
que como ya Cardenio estaba loco , y se oyó tra- 
tar de mentís , y de bellaco con otros, denuestos se- 
mejantes , parecióle mal la burla , y alzó un gui- 
jarro que halló junto á sí , y dio con él en los pe- 
chos tal golpe a Don Quixote , que le hizo caer 
de espaldas. Sancho Panza , que de tal modo vio 
parar á su señor , arremetió al loco con el puño 
cerrado , y el Roto le recibió de tal suerte , que 
con una puñada dio con él á sus pies , y luego se 
subió sobre él , y le brumo las costillas muy á su 
sabor. £1 cabrero, que le quiso defender , corrió el 
mismo peligro ;y después que los tubo á todos ren- 
didos y molidos , los dexó y se fue con gentil so- 
siego á emboscarse en la montaña*. Levantóse San- 
cho , y con la rabia que tenia de verse aporreado 
tan sin merecerlo , acudió á tomar la venganza del 
cabrero , diciendole que él tenia la culpa de no 
haberles avisado que a aquel hombre le tomaba á 
tiempos la locura , que si esto supieran , hubieran 
estado .sobre aviso para poderse guardar. Respon- 
dió el cabrero que ya lo había dicho , y que si él 
no lo habia oído , que no era suya la culpa. Re- 
plicó Sancho Panza , y tornó á replicar el cabrero, 
y fue el fin de las replicas asirse de las barbas , y 
darse tales puñadas , que si Don Quixote no los 
pusiera en paz , se hicieran pedazos. Decía San- 
cho , asido con el cabrero : dexeme vuestra mer- 
ced , señor Caballero de la Triste Figura , que en 
este , que es villano como yo y no esta armado ca- 
ballero , bien puedo á mi salvo satisfacerme del 
agravio que me ha hecho , peleando con él mano 
á mano , como hombre honrado. Asi es , díxo Don 



PARTE I. CAPITULO XXIV, 157 

Quíxote ; pero yo sé que él no tiene ninguna cul- 
pa de lo sucedido. Con esto los apaciguó , y Don 
Quixote volvió á preguntar al cabrero si sería po- 
sible hallar a Cardenio , porque quedaba con gran- 
dísimo deseo de saber el fin de su historia. Dixo- 
le el cabrero lo que primero había dicho , que era 
no saber de cierto su manida ; pero que si andu- 
biese mucho por aquellos contornos , no dexaria 
de hallarle ó cuerdo , ó loco. 

CAPITULO XXvl 

QUE TRATA PE LAS ESTRAÑAS COSAS QUE EN 
SIERRA MORENA SUCEDIERON AL VALIENTE CA- 
BALLERO PE LA MANCHA , Y DE LA IMITACIÓN 
QUE HIZO A LA PENITENCIA PE BEL- 

TENEBROS. 

Uespidiose del cabrero Don Quixote , y subien- 
do otra vez sobre Rocinante , mandó á Sancho que 
le siguiese , el qual lo hizo con su jumento 1 de 
muy mala gana. Ibanse poco a poco entrando en 
lo mas áspero de la montaña , y Sancho iba muer- 
to por razonar con su amo , y deseaba que él co- 
menzase la platica por no contravenir á lo que le 
tenia mandado ; mas no pudiendo sufrir tanto si* 
lencio , le dixo : señor Don Quixote , vuestra mer- 
ced me eche su bendición , y me dé licencia , que 
desde aquí me quiero volver a mi casa , y a mi 
muger , y á mis hijos , con los quales por lo menos 
hablaré y departiré todo lo que quisiere , porque 

1 Otro olvido del hurto : omitiendo los demás» 



1 5$ DQN QVIXQT* P£ LA MANCHA. 

querer vuestra merced que vaya cqd él por estas 
soledades de día y de noche > y que no le hable 
quando me diere gusto , es enterrarme en vida : si 
ya quisiera la suerte que los animales hablaran, 
como hablaban en tiempo de Guisopete , fuera me- 
nos mal , porque departiera yo con mi jumento lo 
que me viniera en gana ,y con esto pasara mi ma- 
la ventura : que es recia cosa , y que no se puede 
llevar en paciencia , andar buscando aventuras to- 
da la vida , y no hallar sinp coces y manteamien- 
tos , ladrillazos y puñadas > y con todo esto nos 
hemos de coser la boca , sin osar decir lo que el 
hombre tiene en su corazón , como si fuera mudo. 
Ya te entiendo , Sancho , respondió Don Quixo- 
te : tú mueres porque te alce el entredicho que te 
tengo puesto en la lengua : dale por alzado y di 
lo que quisieres , con condición que no ha de du- 
rar este alzamiento mas de enquanto andubieremos 
por estas sierras. Sea asi , dixo Sancho , hable yo 
ahora , que después Dios sabe lo que sera ; y co- 
menzando á gozar de ese salvo conduto , digo 
que qué le iba á vuestra merced en volver tanto 
por aquella rey na Magimasa , ó como se llama? 
¿ ó qué hacia al caso que aquel Abad fuese su ami- 
go , ono? que si vuestra merced pasara con ello, 
pues no era su juez , bien creo yo que el loco pa- 
sara adelante con su historia , y se hubieran ahor- 
rado el golpe del guijarro , y las-coces , y aun mas 
de seis torniscones. A fe , Sancho , respondió Don % 
Quixote , que si tú supieras , como yo lo sé , quan 
honrada y quan principal señora era la rey na Ma- 
dasima , yo sé que dixeras que tube mucha pacien- 
cia , pues no quebré la boca por donde tales Mas- 



. PARTE I. CAPITULO XXV. 1 59 

femias salieron;. porque es muy gran blasfemia de- 
cir ni pensar que una Reyna esté amancebada con 
un cirujano : la verdad del cuento es que aquel 
maestro Elisabat que el loco di^o , fue un hombre 
muy prudente, y de muy sanos Consejos , y sirvió 
de ayo y de medico á la Reyna ; pero pensar que 
ella era su amiga es disparate digno de muy gran 
Castigo : y porque veas que Cardenio no supo lo 
que dixo , has de advertir que quando lo dixo ya 
estaba sin juicio. Eso digo yo , dixo Sancho , que 
no habia para que hacer cuenta de las palabras de 
un loco , porque si la buena suerte no ayudara á 
vuestra merced , y encaminara 5I guijarro á la ca- 
beza como le encaminó al pecho , buenos quedára- 
mos por. haber vuelto por aquella mi señora , que 
Dios cohonda * : pues montas , que no se librara 
Cardenio por loco! Contra cuerdos y contra locos, 
está obligado qualquier caballero andante á volt 
ver por la honra de las mugeres qualesquiera que 
sean , quanto mas por las Reynas de tan alta guisa 
y pro como fue la reyna Madasima , á quien yo 
tengo particular afición por sus buenas partes , por- 
qué fuera de haber sido fermosa ademas , fue muy 
prudente y muy sufrida en sus calamidades , que 
las tubo muchas., y los consejos y compañía del 
maestro Elisabat le fue y le fueron de mucho pro- 
vecho y alivio para poder llevar sus trabajos con 
prudencia y paciencia , y de aqui tomó ocasión el 
vulgo ignorante y mal intencionado de decir y 
pensar qué ella era su manceba ; y mienten digo 
otra vez y mentirán otras docientas todos los que 

x Cohonda. Pudra, 



1 6o DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

tal pensaren y dixeren. Ni yo lo digo ni lo pien- 
so , respondió Sancho ; alia se lo hayan , con su 
pan se lo coman ; si fueron amancebados ó no , á 
Dios habrán dado la cuenta ; de mis viñas vengo, 
no sé nada ; no soy amigo de saber vidas agenas; 
que el que compra y miente , en su bolsa lo sien- 
te ; quanto mas , que desnudo naci , desnudo me 
hallo , ni pierdo ni gano ; mas que lo fuesen , qué 
me va á mí ? y muchos piensan que hay tocinos, 
y no hay estacas ; mas quien puede poner puertas 
al campo? quanto mas que* de Dios dixeron. Va- 
lame Dios , dixo Don Quixote , y qué de neceda- 
des vas , Sancho , ensartando ! qué va de lo que 
tratamos , á los refranes que enhilas ? por tu vida, 
Sancho , que calles , y de aqui adelante entremé- 
tete en espolear a tu asno , y dexa de hacello en 
lo que no te importa : y entiende con todos tus 
cinco sentidos que todo quanto yo he hecho , hago 
é hiciere , va muy puesto en razón y muy confor- 
me á las reglas de caballería , que las sé mejor que 
quantos caballeros las profesaron en el mundo. Se- 
ñor , respondió Sancho: ¿y es buena regla de ca- 
ballería que andemos perdidos por estas montañas 
sin senda ni camino , buscando á un loco , el qual 
después de hallado , quiza le vendrá en voluntad 
de acabar lo que dexó comenzado , no de su cuen- 
to , sino de la cabeza de vuestra merced y de mis 
costillas , acabándonoslas de romper de todo pun- 
to? Calla , te digo otra vez , Sancho , dixo Don 
Quixote, porque te hago saber que no soló me trae 
por estas partes el deseo de hallar al loco , quan- 
to el que tengo de hacer en ellas una hazaña , con 
que he de ganar perpetuo nombre y fama en todo 



PARTE I. CAPITULO XXV. 1 6 1 

lo descubierto déla tierra ; y sera tal, que he de 
echar con ella el sello á todo aquello que puede 
hacer perfeto y famoso á un andante caballero. Y 
es de muy gran peligro esa hazaña ? preguntó San* 
chd Panza. No , respondió el de la Triste Figura, 
puesto que de tal manera podia acorrer el dado, 
que echásemos azar en lugar de encuentro : pero 
todo ha de estar en tu diligencia. En mi diligen- 
cia? dixo Sancho. Si , dixo Don Quixote , porque 
si vuelves presto de adonde pienso enviarte , pres- 
to se acabará mi pena , y presto comenzará mi glo- 
ria : y porque no es bien que te tenga mas suspen- 
so , esperando en lo que han de parar mis razones, 
quiero , Sancho , que sepas que el famoso Amadis 
de Gaula fue uno de los mas perfetos caballeros 
andantes : no he dicho bien fue uno , fue el solo, 
el primero , el- único , el señor de todos quantos 1 
hubo en su tiempo en el mundo : mal año y mal 
mes para D. Belianis , y para todos aquellos que 
dixeren que se le igualó en algo , porque se en- 
gañan , juro cierto : digo asimismo que quando al- 
gún pintor quiere salir famoso en su arte , procu- 
ra imitar los originales de los mas únicos pintores 
que sabe , y esta misma regla corre por todos los 
mas oficios ó exercicios de cuenta , que sirven para 
adorno de las repúblicas ; y asi lo ha de hacer y 
hace el que quisiere alcanzar nombre de prudente 
y sufrido , imitando á Ulises , en cuya persona y 
trabajos nos pinta Homero un retrato vivo de pru- 
dencia y de sufrimiento , como también nos mos- 
tró Virgilio en persona de Eneas el valor de un 
hijo piadoso, y la sagacidad de un valiente y en- 
tendido capitán , no pintándolo , ni descubriendo- 

T. II. x 



X 



1 6* DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

lo s , como ellos fueron , sino como habían de ser, 
para dar exemplo á los venideros hombres de sus 
virtudes : desta misma suerte Amadis fue el norte, 
el lucero , el sol de los valientes y enamorados ca- 
balleros , á quien debemos de imitar todos aque- 
llos que debaxo de la bandera de amor y de la ca- 
ballería militamos. Siendo pues esto asi , como lo 
es , hallo yo , Sancho amigo , que el caballero an- 
dante que mas le imitare , estara mas cerca de al- 
canzar la perfecion de la caballería ; y una de las 
cosas en que mas este caballero mostró su pruden- 
cia , valor , valentía , sufrimiento , firmeza y amor, 
fue quando se retiró desdeñado de la señora Oria- 
na á hacer penitencia en la peña Pobre , mudan- 
do su nombre en el de Beltenebros , nombre por 
cierto significativo y propio para la vida que él 
de su voluntad había escogido : asique me es á mí 
mas fácil imitarle en esto , que no en hender gi- 
gantes , descabezar serpientes , matar endriagos, 
desbaratar exercitos , fracasar armadas , y deshacer 
encantamentos ; y pues estos lugares son tan aco- 
modados para semejantes efetos , no hay para que 
se dexe pasar la ocasión , que ahora con tanta co- 
modidad me ofrece sus guedejas. Ep efeto , dixo 
Sancho : qué es lo que vuestra merced quiere ha- 
cer en este tan remoto lugar? ¿Ya no te he di- 
cho , respondió Don Quixote , que quiero imitar á 
Amadis , haciendo aquí del desesperado , del san- 
dio y del furioso , por imitar juntamente al va- 
liente D. Roldan , quando halló en una fuente 

i Descubriéndolo. Con mas propiedad se diña descri- 
biéndolo , y acaso se diría asi en el original del autor. 






PARTE I. CAPITULO XXV. 1 63 

las señales de que Angélica la Bella había come- 
tido vileza con Medoro , de cuya pesadumbre se 
volvió loco , y arrancó los arboles , enturbió las 
aguas de las claras fuentes , mató pastores , destru- 
yó ganados , abrasó chozas , derribó casas , arras- 
tró yeguas , y hizo otras cien mil insolencias , dig- 
nas de eterno nombre y escritura? y puesto que 
yo no pienso imitar á Roldan , ó Orlando , ó Ro- 
tolando [Vjue todos estos tres nombres tenia]} parte 
por parte en todas las locuras que hizo , dixo y 
pensó , haré el bosquexo como mejor pudiere en 
las que me pareciere ser mas esenciales , y podra 
ser que viniese a contentarme con sola la imita-, 
cion de Amadis , que sin hacer locuras de daño, 
sino de lloros y sentimientos , alcanzó tanta fama 
como el que mas. Pareceme á mí , dixo Sancho, 
que los caballeros que lo tal ficieron , fueron pro- 
vocados y tubieron causa para hacer esas neceflfc- 
des y penitencias ; pero vuestra merced qué causa 
tiene para volverse loco ? qué dama le ha desde- 
ñado ? ó qué señales ha hallado que le den a en- 
tender que la señora Dulcinea del Toboso ha he- 
cho alguna niñería con moro , ó cristiano ? Ahi es- 
tá el punto , respondió Don Quixote , y esa es la 
fineza de mi negocio : que volverse loco un caba- 
llero andante con causa , ni grado ni gracias : el to- 
que está desatinar sin ocasión , y dar á entender á 
mi dama que si en seco hago esto , qué hiciera en 
mojado : quanto mas, que harta ocasión tengo en 
la larga ausencia que he hecho de la siempre se- 
ñora mia Dulcinea del Toboso , que como ya oíste 
decir á aquel pastor de marras Ambrosio : quien 
está ausente todos los males tiene y teme ; asique, 



1 2 



164 DON QVIXOTE DE LA MANCHA. 

Sancho amigo , no gastes tiempo en aconsejarme 
que dexe tan rara , tan felice y tan no vista imita- 
clon : loco soy , loco be de ser hasta tanto que tu 
vuelvas con la respuesta de una carta , que conti- 
go pienso enviar á mi señora Dulcinea : y si fue- 
re tal qual á mi fe se le debe , acabarse ha mi san- 
dez y mi penitencia ; y si fuere al contrario , seré 
loco deveras, y siéndolo no sentiré nada : asique de 
qualquiera manera que responda , saldré del con- 
fiito y trabajo en que me dexares , gozando el bien 
que me truxeres , por cuerdo ; ó no sintiendo el 
mal que me aportares , por loco ; pero dime , San- 
cho , traes bien guardado el yelmo de Mambrino ? 
que ya vi que le alzaste del suelp , quando aquel 
desagradecido le quiso hacer pedazos , pero no pu- 
do , donde se puede echar de ver la fineza de su 
temple. A lo qual respondió Sancho : vive Dios, 
seMr Caballero de la Triste Figura , que no pue- 
do sufrir ni llevar en paciencia algunas cosas que 
vuestra merced dice , y que por ellas vengo á ima- 
ginar que todo quanto me dice de caballerías , y 
de alcanzar reynos é imperios , de dar Ínsulas , y de, 
hacer otras mercedes y grandezas , como es uso de 
caballeros andantes , que todo debe de ser cosa de 
viento y mentira , y todo pastraña ó patraña , ó 
como lo llamaremos ; porque quien oyere decir a 
vuestra merced que una bacia de barbero es el yel- 
mo de Mambrino , y que no salga deste error en 
mas de quatro dias , qué ha de pensar sino que 
quien tal dice y afirma , debe de tener güero el 
juicio? la bacia yo la llevo en el costal toda abo- 
llada, y llevóla para aderezarla en mi casa , y ha- 
cerme la barba en ella , si Dios me diere tanta gra- 



' 



PARTE I. CAPITULO XXV. 1 65 

cia , que algún día me vea con mi muger y hijos. 
Mira , Sancho ; por el mismo que denantes juras- 
te te juro , dixo Don Quixote , que tienes el mas 
corto entendimiento que tiene ni tubo escudero en 
el mundo: qué? ¿es posible que en quanto ha que 
andas conmigo , no has echado de ver que todas 
las cosas de los caballeros andantes parecen quime- 
ras , necedades y desatinos , y que son todas hechas 
al revés ? y no porque sea ello asi , sino porque an- 
dan entre nosotros siempre una caterva de encan- 
tadores , que todas nuestras cosas mudan y truecan, 
y las vuelven según su gusto y según tienen la 
gana de favorecernos ó destruirnos ; y asi eso que 
á tí te parece bacía de barbero , me parece a mí el 
yelmo de Mambrino , y á otro le parecerá otra co- 
sa : y fue rara providencia del sabio que es de mi 
parte , hacer que parezca bacia á todos lo que real 
y verdaderamente es yelmo de Mambrino , a cau- 
sa que siendo él de tanta estima , todo el mundo 
me perseguiría por quitármele ; pera como ven que 
no es mas de un bacin de barbero , no se curan dé 
procuralle , como se mostró bien en el que quiso 
rompelle , y le dexó en el suelo sin llevarle , que 
á fe que si le conociera , que nunca él le dexara: 
guárdale , amigo , que por ahora no le he menes* 
ter , que antes me tengo de quitar todas estas ar- 
mas y quedar desnudo como quando naci , si es 
que me da en voluntad de seguir en mi peniten- 
cia mas á Roldan , que á Amadis. 

Llegaron en estas platicas al pie de una alta 
montaña , que casi como peñón tajado estaba sola 
entre otras muchas que la rodeaban : corría por su 
falda un. manso arroyuelo , y hacíase por íodaí su 



1 66 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

redondez un prado tan verde y vicioso , que daba 
contento á los ojos que le miraban : habia por allí 
muchos arboles silvestres , y algunas plantas y flo- 
res que hacían el lugar apacible. Este sitio esco- 
gió el Caballero de la Triste Figura para hacer su 
penitencia , y asi en viéndole, comenzó á decir en 
voz alta , como si estubiera sin juicio : este es el 
lugar , ó cielos , que diputo y escojo para llorar la 
desventura en que vosotros mismos me habéis pues- 
to : este es el sitio , donde el humor de mis ojos 
acrecentará las aguas deste pequeño arroyo , y mis 
continuos y profundos suspiros moverán á la con- 
tinua las hojas destos montaraces arboles en testi- 
monio y señal de la pena que mi asendereado co- 
razón padece. O vosotros, quienquiera que. seáis, 
rústicos dioses , que en este inhabitable lugar te- 
neis vuestra morada ! oid las quejas deste desdicha- 
do amante , á quien una luenga ausencia y unos 
imaginados zelos han traído á lamentarse entre es- 
tas asperezas , y á quejarse de la dura condición 
de aquella ingrata y bella , termino y fin de toda 
humana hermosura ; ó vosotras Napeas y Dríadas, 
que tenéis por costumbre de habitar en las espesu- 
ras de los montes ! asi los ligeros y lascivos sátiros, 
de quien sois aunque envano amadas , no pertur- 
ben jamas vuestro dulce sosiego , que me ayudéis 
á lamentar mi desventura , ó alómenos no os can- 
seis de oilla s : ó Dulcinea del Toboso , dia de mi 
noche , gloría de mi pena , norte de mis caminos, 
estrella de mi ventura! asi el cielo te la dé buena 
en quanto acertares á j^dirle , que consideres el lu- 

z Imitación de Garcilaso tn la Égloga IIL 



PARTE I. CAPITULO ÍXV. 1 67 

gar y el estado á que tu ausencia me ha conduci- 
do , y que con buen termino correspondas al que á 
mi fe se le debe: ó solitarios arboles , que desde 
hoy en adelante habéis de hacer compañía á mi so- 
ledad ! dad indicio con el blando movimiento de 
vuestras ramas que no os desagrada mi presencia: 
ó tu , escudero mió /agradable compañero en mis 
prósperos y adversos sucesos ! toma bien en la me- 
moria lo que aqui me verás hacer , para que lo 
cuentes y recites á la causa total de todo ello. Y 
diciendo esto , se apeó de Rocinante , y en un mo- 
mento le quitó el freno y la silla , y dándole una 
palmada en las ancas , le dixo : libertad te da el 
que sin ella queda , ó caballo tan estremado por 
tus obras , quan desdichado por tu suerte ! vete por 
do quisieres , que en la frente llevas escrito que no 
te igualó en ligereza el Hipogrifo de Astolfo , ni 
el nombrado Frontino , que tan caro kr costó á Bra- 
damante. Viendo esto Sancho , dixo : bien haya 
quien nos quitó ahora del trabajo de desenalbar- / 

dar al Rucio , que a fe que no faltaran palmadicas 
que dalje, ni cosas que decille en su alabanza; pe- 
ro si él aqui estubiera , no consintiera yo que na- 
die le desalbardara , pues no habia para qué , que 
á él no le tocaban las generales de enamorado , ni 
de desesperado , pues no lo estaba su amo, que era 
yo , quando Dios quería : y en verdad , señor Ca- 
ballero de la Triste Figura , que si es que mi par- 
tida y su locura de vuestra merced va deveras, que 
sera bien tornar á ensillar á Rocinante para que su- 
pla la falta del Rucio > porque sera ahorrar tiem- 
po á mi ida y vuelta , que si la hago á pie , no sé 
quando llegaré, ni quando volvere , porque en re- 



J 68 DON «UIXOTE DE LA MANCHA. 

» 

solución soy mal caminante. Digo , Sancho , res- 
pondió Don Quizóte , que sea como tú quisieres, 
que no me parece mal tu designio , y digo que de 
aqui á tres dias te partirás , porque quiero que en 
este tiempo veas lo que por ella hago y digo , pa- 
ra que se lo digas. Pues qué mas tengo de ver, 
dixo Sancho , que lo que he visto? Bien estás en 
el cuento , respondió Don Quizóte : ahora me fal- 
ta rasgar las vestiduras , esparcir las armas , y dar- 
me de calabazadas por estas peñas , con otras cosas 
deste jaez que te han de admirar. Por amor de 
Dios , dixo Sancho , que mire vuestra merced co- 
mo se da esas calabazadas , que á tal peña podra 
llegar y en tal punto , que con la primera se aca- 
base la maquina desta penitencia ; y seria yo de 
parecer , que ya que á vuestra merced le parece 
que son aquí necesarias calabazadas , y que no se 
puede hacer esta obra sin ellas , se contentase , pues 
todo esto es fingido y cosa contrahecha y de bur- 
la , se contentase , digo , con dárselas en el agua, ó 
en alguna cosa blanda como algodón , y dexeme á 
mí el careo , que yo diré á mi señora que vues- 
tra merced se las daba en una punta de peña mas 
dura que la de un diamante. Yo agradezco tu bue- 
na intención , amigo Sancho , respondió Don Qui- 
zóte ; mas quierote hacer sabidor de que todas es- 
tas cosas que hago , no son deburlas , sino muy 
deveras , porque de otra manera seria contravenir 
á las ordenes de caballería , que nos mandan que 
no digamos mentira alguna » pena de relasos , y el 
hacer una cosa por otra lo mismo es que mentir: 
asique mis calabazadas han de ser verdaderas , fir- 
mes y valederas, sinque lleven nada del sofistico 



PARTE I. CAPITULO XXV. 1 69 

ni del fantástico ; y sera necesario que me dexes 
algunas hilas para curarme , pues que la ventura 
quiso que nos faltase el balsamo que perdimos. Mas 
fue perder el asno , respondió Sancho , pues se per- 
dieron en él las hilas y todo ; y ruegole á vuestra 
merced que no se acuerde mas de aquel maldito 
brebage , que en solo oirle mentar se me revuelve 
el alma , quanto y mas el estomago ; y mas le rue- 
go , que haga cuenta que son ya pasados los tres 
dias que me ha. dado de termino para ver las lo- 
curas que hace , que ya las doy por vistas y por 
pasadas en cosa juzgada , y diré marabillas á mí 
señora , y escriba la carta , y despácheme luego, 
porque tengo gran deseo de volver á sacar á vues- 
tra merced deste purgatorio donde le dexo. Pur- 
gatorio le llamas, Sancho? dixo Don Quixote; me- 
jor hicieras de llamarle infierno, y aun peor, si hay 
otra cosa que lo sea. Quien ha infierno , respondió 
Sancho , nulla es retentio , según he oido decir. No 
entiendo qué quiere decir retentio , dixo Don Qui- 
xote. Retentio es , respondió Sancho , que quien es- 
tá en el infierno nunca sale del ni puede , lo qual 
sera al r^ves en vuestra merced , ó á mí me anda- 
rán mal los pies , si es que Uevo espuelas para avi- 
var á Rocinante ; y póngame yo una por una en el 
Toboso y delante de mi señora Dulcinea , que yo 
le diré tales cosas de las necedades y locuras £que 
todo es uno] que vuestra merced ha hecho y que- 
da haciendo , que la venga á poner mas blanda que 
un guante , aunque la halle mas dura que un al- 
cornoque , con cuya respuesta dulce y melificada 
volvere por los ayres como brujo , y sacaré á vues- 
tra merced deste purgatorio , que parece infierno 



1 70 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

y no lo es , pues hay esperanza de salir del , la 
qual como tengo dicho no la tienen de salir, los que 
están en el infierno , ni creo que vuestra merced 
dirá otra cosa. Asi es la verdad, dixo el de la Tris- 
te Figura : pero qué haremos para escribir la car- 
ta ? Y la libranza pollinesca también , anadio San- 
cho. Todo irá inserto , dixo Don Quixote , y se- 
ria bueno , ya que no hay papel , que la escribié- 
semos como hacían los antiguos en hojas de arbo- 
les , ó en unas tablitas de cera , aunque tan dificul- 
toso sera hallarse eso ahora como el papel : mas 
ya me ha venido a la memoria dónde sera bien y 
aun mas que bien escribilla , que es en el librillo 
de memoria que fue de Cardenio, y tú tendrás cui- 
dado de hacerla trasladar en papel de buena letra 
en el primer lugar que hallares , donde haya maes- 
tro de escuela de muchachos , ó si no , qualquiera 
sacristán te la trasladará : y no se la des á trasla- 
dar á ningún escribano , que hacen letra procesa- 
da , que no la entenderá satanás. Pues qué se ha 
de hacer de la firma ? dixo Sancho. Nunca las car- 
tas de Amadis se firmaron , respondió Don Quixo- 
te. Está bien , respondió Sancho ; pero la libranza 
forzosamente se ha de firmar , y esa , si se traslada, 
,diran que la firma es falsa , y quedareme sin polli- 
nos. La libranza irá en el mismo librillo firmada, 
que en viéndola mi Sobrina no pondrá dificultad 
en cumplilla ; y en lo que toca á la carta de amo- 
res , pondrás por firma : Vuestro hasta la muerte 
el Caballero de la Triste Figura ; y hará poco al 
caso que vaya de mano agena , porque á lo que 
yo me sé acordar Dulcinea no sabe escribir ni leer, 
y en toda su vida ha visto letra mia , ni carta mia, 



PARTE I. CAPITULO XXV. 1 7 1 

porque mis amores y los suyos han sido siempre 
platónicos , sin estenderse á mas que á un honesto 
mirar t y aun esto tan de quando en quando , que 
osaré jurar con verdad que en doce años que ha 
que la quiero mas que á la lumbre destos ojos que 
han de comer la tierra , no la he visto quatro ve- 
ces , y aun podra ser que destas quatro veces no 
hubiese ella echgdo de ver la una que la miraba: 
tal es el recato y encerramiento con que sus padres 
Lorenzo Corezuelo , y su madre Aldonza Nogales 
la han criado. Ta , ta , dixo Sancho : qué? ¿la hija 
de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea del 
Toboso , llamada por otro nombre Aldonza Loren- 
zo? Esa es, dixo Don Quixote , y es la que mere- 
ce ser señora de todo el universo. Bien la conoz- 
co , dixo Sancho , y sé decir que tira tan bien una 
barra , como el mas forzudo zagal de todo el pue- 
blo : vive el dador , que es moza de chapa , hecha 
y derecha , y de pelo en pecho , y que puede sacar 
la barba del lodo á qualquier caballero andante , ó 
por andar que la tubiere por señora : ó hidepu- 
ta , qué rejo que tiene , y qué voz ! sé decir que 
se puso un dia encima del «campanario del aldea á 
llamar unos zagales suyos que andaban en un bar- 
becho de su padre , y aunque estaban de allí mas 
de media legua , asi la oyeron , como si estubieran 
al pie de la torre ; y lo mejor que tiene es que no 
es nada melindrosa , porque tiene mucho de cor- 
tesana , con todos se burla , y de todo hace mueca 
y donay re : ahora digo , señor Caballero de la Tris- 
te Figura , que no solamente puede y debe vues- 
tra merced hacer locuras por ella , sino que con 
justo titulo puede desesperarse y ahorcarse , que 



172 PON QÜIXOTE DE LA KANCHA. 

nadie habrá que lo sepa que no diga que hizo de- 
masiado de bien , puesto que le lleve el diablo : y 
querria ya verme en camino , solo por vella , que 
ha muchos dias que no la veo , y debe de estar ya 
trocada , porque gasta mucho la faz de las muge- 
res andar siempre al campo al sol y al ayre;y con- 
fieso á vuestra merced una verdad , señor Don Qui- 
zóte , que hasta aqui he estado en una grande ig- 
norancia , que pensaba bien y fielmente que la se- 
ñora Dulcinea debia de ser alguna princesa de 
quien vuestra merced estaba enamorado , ó alguna 
persona tal , que mereciese los ricos presentes que 
vuestra merced le ha enviado , asi el del Vizcaí- 
no , como el de los galeotes , y otros muchos que 
deben ser , según deben de ser muchas las Vitorias 
que vuestra merced ha ganado, y ganó en el tiem- 
po qué yo aun no era su escudero : pero bien con- 
siderado, qué se le ha de dar á la señora Aldonza 
Lorenzo , digo á la señora Dulcinea del Toboso, 
de que se le vayan á hincar de rodillas delante 
della los vencidos , que vuestra merced envia y ha 
de enviar ? porque podría ser que al tiempo que 
ellos llegasen , estubiese ella rastrillando lino , ó tri- 
llando en las eras , y ellos se corriesen de verla , y 
ella se riyese y enfadase del presente. Ya te ten- 
go dicho antes de ahora muchas veces , Sancho, 
dixo Don Quixote , que eres muy grande habla- 
dor , y que aunque de ingenio boto , muchas ve- 
ces despuntas de agudo ; mas para que veas quan 
necio eres tú , y quan discreto soy yo , quiero que 
me oygas un breve cuento. Has de saber que una 
viuda hermosa , moza , libre y rica , y sobre todo 
desenfadada, se enamoró de un mozo motilón, ro- 



. PARTE I. CAPITULO XXV. 1 73 

Hizo y de buen tomo : alcanzólo á saber su ma- 
yor ■ , y un dia xlixo á la buena viuda por via de 
fraternal reprehensión : marabillado estoy , señora, 
y no sin mucha causa , de que una muger tan prin- 
cipal , tan hermosa y tan rica como vuestra mer- 
ced se haya enamorado de un hombre tan soez, tan 
baxo y tan idiota como fulano a , habiendo en esta 
casa tantos maestros , tantos presentados , y tantos 
teólogos , en quien vuestra merced pudiera esco- 
ger como entre peras , y decir : este quiero , aques- 
te no quiero. Mas ella le respondió con mucho do- 
nayre y desenvoltura : vuestra merced , señor njio, 
está muy engañado , y piensa muy a lo antiguo , si 
piensa que yo he escogido mal en fulano por idio- 
ta que le parece , pues para lo que yo le quiero, 
tanta filosofía sabe y mas que Aristóteles : asique, 
Sancho , por lo que yo quiero a Dulcinea del To- 
boso , tanto vale como la mas alta princesa de la 
tierra : sí , que no todos los poetas que alaban da- 
mas debaxo de un nombre que ellos á su albedrio 
les ponen , es verdad que las tienen : ¿ piensas tú 
que las Amarilis , las Filis , las Silvias , las Dia- 
nas, las Galateas , y otras tales , de que los libros, 
los romances , las tiendas de los barbaros , los tea- 

1 Su mayor. mayoral del mozo, que lo era de muías 
6 de la labranza \ 6 algún pastor , pues estas dos clases 
6 comunidades entre otras tienen su mayor , mayoral , 6 
capataz. 

% Fulano. Dice Rodrigo Caro que fabulano y statano 
eran entre los gentiles dioses de los muchachos : el uno pa- 
ra que los enseñase á hablar, y el otro á andar : y que de 
aqui se dixo acaso fulano jy zutano*, esto es, unas personas 
de quienes nada sabemos, sino que hablan y andan, [Dias 
Geniales : dial. 5. %. 4.] Otros derivan el fulano del hebreo. 



I 74 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

tros de las comedias están llenos , fueron verdade- 
ramente damas de carne y hueso , y de aquellos 
que las celebran y celebraron ? no por cierto , sí- 
no que las mas se las fingen * por dar sugeto á sus 
versos , y porque los tengan por enamorados y. por 
hombres que tienen valor para serlo ; y asi básta- 
me a mí pensar y creer que la buena de Aldonza 
Lorenzo es hermosa y honesta , y en lo del linage 
importa poco , que no han de ir á hacer la infor- 
mación del para darle algún habito , y yo me ha- 
go cuenta que es la mas alta princesa del mundo: 
porque has de saber , Sancho , si no lo sabes , que 
dos cosas solas incitan á amar mas que otras , que 
son la mucha hermosura y la buena fama , y estas 
dos cosas se hallan consumadamente en Dulcinea, 
porque en ser hermosa ninguna le iguala , y en la 
buena fama pocas le llegan : y para concluir con 
todo , yo imagino que todo lo que digo es asi , sin 
que sobre ni falte nada , y pintóla en mi imagina- 
ción como la deseo , asi en la belleza como en la 
principalidad , y ni la llega Elena , ni la alcanza 
Lucrecia , ni otra alguna de las famosas mugeres 
de las edades pretéritas , griega , barbara , ó latina: 
y diga cada uno lo que quisiere , que si por esto 
fuere reprehendido de los ignorantes , no seré cas- 
tigado de los rigurosos. Digo que en todo tiene 
vuestra merced razón , respondió Sancho , y que 
soy un asno : mas no sé yo para que nombro asno 

i Las mas se las fingen. Esta s espresion no escluye que 
algunas no fueron fingidas , sino verdaderamente damas 
de carne y hueso , como lo fue la Diana de Jorge de Mon- 
temayor [V. P. I. c. VI. p. 6 4."] y pudo serlo también l* 
Galatea del mismo Cervantes , como se dice en su Vida. 



N 



¿3&A 



PAUTE I. CAPITULO XXV. 1J$ 

en. mi boca , pues no se ha de mentar la soga en 
casa del ahorcado ; pero venga la carta , y á Dios, 
que me mudo. Sacó el libro de memoria Don Qui- 
xote , y apartándose a una parte , con mucho so- 
siego comenzó á escribir la carta , y en acabándola 
llamó á Sancho , y le dixo que se la quería leer, 
porque la tomase de memoria , si acaso se 1* per- 
diese por el camino , porque de su desdicha todo 
se podía temer. A lo qual respondió Sancho : es- 
críbala vuestra merced dos ó tres veces ahi en el 
libro , y démele , que yo U llevaré bien guarda- 
do ; porque pensar que yo la he de tomar en la 
memoria , es disparate , que la tengo tan mala , que 
muchas veces se me olvida como me llamo ; pero 
con todo eso digamela , que me holgaré mucho de 
oilla , que debe de ir como de molde. Escucha, 
que asi dice , dixo Don Quixote. 

CARTA DE DON QUIXOTE A DVLCINE^ DEL 

TOBOSO. 

SOBERANA Y ALTA SEÑORA. 

„ jtlfl ferido de punta de ausencia , y el llagado 
„ de las telas del corazón , dulcísima Dulcinea del 
„ Toboso, te envia la salud que él no tiene. Si tu 
„ fermosura me desprecia , si tu valor no es en mi 
„ pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, ma- 
„ güer que yo sea asaz de sufrido , mal podre sos- 
tenerme en esta cuita , que además de ser fuerte, 
„es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te 
„ dará entera relación, ó bella ingrata, amada ene- 



I y 6 DON QITXXOTE DE LA MANCHA. 

„miga mia! del modo que por tu causa quedo: 
„ si gustares de acorrerme , tuyo soy ; y si no, haz 
, r lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vi- 
„ da, habré satisfecho á tu crueldad y á mi deseo.' 1 



TUYO HASTA LA MUERTE 
EL CABALLERO DE LA TRISTE FIGURA. 



Por vida de mi pa&e , díxo Sancho , en oyen- 
do la carta , que es la mas alta cosa , que jamas he 
oído : pesia á mí , y como que le dice vuestra mer- 
ced ahi todo quanto quiere , y qué bien que enea- 
xa en la firma : El Caballero de la Triste Figura ! 
digo de verdad que es vuestra merced el mismo 
diablo , y que no hay cosa que no sepa. Todo es 
menester , respondió Don Quixote , para el oficio 
que yo traigo. Ea pues , dixo Sancho , ponga vues- 
tra mefced en esotra vuelta la cédula de los tres 
pollinos , y fírmela con mucha claridad , porque la 
conozcan en viéndola. Que me place , dixo Don 
Quixote ; y habiéndola escrito , se la leyó , que 
decia asi: 

„ Mandará vuestra merced por esta primera de 
„ pollinos , señora Sobrina , dar á Sancho Panza mi 
escudero tres de los cinco que dexé en casa , y 
están á cargo de vuestra merced : los quales tres 
„ pollinos se los mando librar y pagar por otros 
„ tantos aqui recibidos decontado , que con esta, 
„ y con su carta de pago serán bien dados. Fecha 
„ en las entrañas de Sierra Morena á veinte y sie- 
„ te de Agosto deste presente ^ño." 






• ' PARTE I. : GAPfrtTLO XXV. ' Ijf 

Buena está , dixo Sancho, fírmela vuestra mer- 
fced. No es menester firmarla, dixo Don Quixote, 
sino solamente poner mi rubrica , que es lo mismo 
que firma , y para tres asnos , y aun para trecien- 
tos fuera bastante. Yo me confio de vuestra iher- 
ced , respondió Sancho : dexeme , iré á ¿náiUar á 
Rocinante , y aparéjese á echarme su bendición,' 
que luego pienso partirme sin ver las sandeces-que 
Vuestra merced ha de hacer , que yo dirte que Ití 
vi hacer tantas , que no quiera mas. Pbr lo mencrf 
quiero , Sancho , y porque é3 menester asi , quiero, 
y digo qué me veas encuere* , y hacéi°uria 6 dos 
docenas de locuras , que las haré en menos de me- 
dia hora, porque habiéndolas tu visto' por tas ojos, 
fniedítí jurar á tu salvó en las demás que quisieres 
añadir , y aseguróte que no dirás tú tantas , qúan~ 
tas yo pienso hacer. Por amor de Dios > señor mío, 

3ue no vea yo encueros á vuestra merced , que~mé 
ara ntutha lastima , y no podre dexar de llorar, 
y tengd 1&1 : la cabeza del llanto que anoche hice 
por el Rucio , que no estoy para metermeiéár nue-- 
vos lloros ; y si es que vuestra merced gusta de 
qué yb Vea algunas locufras ,'toagalas vestido, bre- 
ves y las que le vinieren mas á : cuento ; 'quanto 
mas > que para mi no era menester hada ¿éso , y 
como ya tengo dicho , fuera ahorrar ef camino de 
mi vufehá , que ha de ser con las nuevas que vues- 
tra merced desea y merece : y si tío ; apaire jese la 
señora Dulcinea , que si rio responde como es ra- 
zón y vote hago soíene á quien puedo , que le ten- 
go de sacar la buena respuesta del estomago á co- 
ces y á bofetones ; porque dónde se~ha de sufrir 
qae un caballero andante tan famoso como vuestra 



1 7$ DQK QU&OTO Q£ LA MANCHA. 

merced » vuelva loco , sin que ni para que ¿ por 
una?. .y *o me lo haga decir la señora; porque por 
í)io$ que despotrique y lo eche todo a doce, aun- 
que punca se venda : bonico soy yo para eso x mal 
me copeca , pues á fe que, si me conociese , que 
me ayunase. A fe Sancho , dixo Don Quixote* que 
a lo que parece que no pstás tu mas cuerdo que 
yo. £¿0 estoy tan loco, respondió Sancho , mas es- 
toy ñus «colérico ; pero dexando esto aparte , qu$ 
es lo, que ha de comer vuestra merced entanto que 
yo vuelvo?,. ha de s^lir al camino como Cardeniq 
a quinárselo, á los pastores? No te dé pena ese cau- 
dado, r&pcndio Don Quixote, porque aunque tu- 

;os , que este prado y estos arboles m$ dieren: que 
la fineza de mi negocio está en no comer y en ha- 
cer otras asperezas. A esto dixo Sancho : sabe vues- 
tra merced que temo? qxjp no tengo de ac^ar á 
yolyef a ^sfie4ugar donde afrora le dexo ; s^gun es- 
t¿ escondida Toma bien la$ señas , que yo procu- 
raré no apartarme destos contornos , dixo Don Qui- 
ete ^y^ita^endre cu^d^de subirme por estos 
«ws. ajífií;í«cps , por. y^er. si te desoja qpand« 
Vuelvas > f qju^nto^ iqaa , qu$ \q snft aqertadp ser*, par 
1? que^afflje yerres y.tt.piftdtf» que <$$tes al- 
gun^ retenta de las muchas que po* aq^i fyay , y 
las vayas poniendo de trecho a jtrech? ba$tfl tfílir £ 
lo raso , &$ -quales te servirán de mojqpes y. seña- 
les pa^ que me halles qugndp vuelvas, á imitación 
del.h¿lp del laberinto de Teseo 1 . Asi lo kat* x fes- 



.. 1. 



t TééeoC JE* lugar de Paseo, amo por yerra de im- 
f renta & djx¿a¿ en Us f y imtras ejtfoioflej y.tn.lAs demos* 



PARTE I. CAPITULO XXV. . 3 79 

pondio Sancho Panza , y cortando algunas , pidió 
la bendición á su señor , y no sin muchas lagrimas 
de entrambos se despidió del : y subiendo sobw 
Rocinante. t á quien Don Quixote encomendó mu 1 
cho y que mirase por él como por su propia |>er* 
sona , se puso en camino del llano , esparciendo de 
trecho á trecho los ramos de la retama, como su 
amo se lo 'había aconsejado ; y asi se fue , aunque 
todavía le importunaba Don Quixote que le vie 1 
se siquiera hacer dos locuras. Mas no hubo anda- 
do cien pasos , quando volvió , y dixo : digo , se- 
ñor, que vuestra merced ha dicho muy bien , que 
paraque pueda jurar sin cargo de conciencia que 
le he visto hacer locuras , sera bien que vea si- 
quiera una , aunque bien grande la he visto en ia 
quedada de vuestra merced. No te lo decia yo 1 
dixo Don Quixote ; espérate ,' Sandio , que etti úit 
credo las haré : y desnudándose con toda priesa los 
calzones , queda en carnes y en palíales , y luego 
sin mas ni mas' dio dos zapatetas en el ayre, y dó¿ 
tumbas la cabeza abaxo y los pies en alto , descu* 

pues según la fábula fue Teseq , y j no Verseo quien sajtjf 
del laberinto con el hilo ; y el mismo Cervantes dixo en ti 
cap, 48: ponerte en un laberinto de imaginaciones , que .ño 
aciertes á salir del , aunque tubíeses la soga de Teseo. En- 
guanto á las señale* de las ramds , de la misma traza si 
valió antes que JQon Quixote el marques de Mantua f a* 
ra no perderse en un bosque: 

Apartado del camino 
Por 'el monte iiiera a* entrare, 
Acia do sintió la voz * t 

Empieza de caminare; , .< } 

Las ramas iba cortando e » , 

Para la buelta acertare. 
[ Cancionero de Ante res-, ífSS' *&f* J**l "* '^ w 

MI 



1 8o DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

friendo cosas que por no verlas otra vez , volvió 
Sancho la rienda á Rocinante , y se dio por con* 
tentó y satisfecho de que podía jurar que su amo 
quedaba loco; y asi le dexaremos ir su camino has- 
ta la vuelta , que fue breve. 

• 

CAPITULO XXVI. 

J>0NDE SE PROSIGUEN LAS FINEZAS, QUE PE ENA* 
liOXADO HIZO DON QUIXOTE EN SIEE&A 

JfOJLENA. 

X volviendo á contar lo que hizo el de la Triste 

Figura después que se vio solo , dice la historia 
que asi como Don Quísote acabó de dar las tum- 
bas ó vueltas de medio abaxo desnudo , y de me- 
dio arriba vestido, y que vio que Sancho se habia 
jdo sin querer aguardar á ver mas sandeces , se su- 
bió sobre una punta de una alta peña , y allí tor- 
nó á pensar lo que otras muchas veces habia pen- 
sado, sin haberse jamas resuelto en ello; y era que 
qual seria mejor y le estaría mas á cuento , imitar 
ja Roldan en las locuras desaforadas que hizo , ó á 
Amadis en las melancólicas ; y hablando entre si 
mismo decía : si Roldan fue tan buen caballero y 
tan valiente como todos dicen , qué marabilla? pues 
alfin era encantado , y no le podía matar nadie si- 
no era metiéndole un alfiler de á blanca por la 
punta del pie , y él traía siempre los zapatos con 
siete suelas de hierro : aunque no le valieron tre- 
tas con Bernardo del Carpió , que se las entendió 
y le ahogo entré los brazos en Roncesvalles ; pero 
dexando en él lo de la valentía á una parte, ven* 



/ 



PÁ&TE X. CAPITULO XXVI. l8x 

«anos á lo de perder el juicio , que es cierto que 
le perdió por las señales que halló en la fuente» 
y por las nuevas que le dio el pastor de que An- 
gélica habia dormido mas de dos siestas con Me- 
doro , un morillo de cabellos enrizados y page dé 
Agramante * : y si él entendió que esto era verdad 
y que su dama le habia cometido desaguisado , no 
hizo mucho en volverse loco ; pero yo , cómo pue- 
do imitalle en las locuras , si no le imito en la oca* 
sion dellas? porque mi Dulcinea del Toboso osa* 
re yo jurar que no ha visto en todos los dias de 
su vida moro alguno , asi como él es en su mismo 
trage*, y que se está hoy como la madre que la 
parió : y hariale agravio manifiesto , si imaginan^ 



i Agramante. Medoro fue page y amigo del sarraceno 
Dardinel 6 Dar díñelo , no de Agramante. Véase una nota 
¿obre estas personages. [ P. 77. r. /.] 

2 En su mismo trage. Alusión contra los moriscos, por* 
que vestidos del trage del p ais ,y hablando la lengua cas* 
tellana, eran muchos de ellos verdaderos maros ; y aunque 
Dulcinea no hubiese visto jamas ningún moro con turban* 
te y cimitarra, veria algunos en.su patria el Toboso, don- 
de se avecindaron muchos moriscos traídos de las Alpu- 
X arras de Granada , como dixeron los naturales de aquel 
pueblo el año de l£7$* en las Relaciones que pidió a los 
<de España Felipe II [tom. IV. e. 7. que con otros existe 
en la Real Academia de la Historia"] y asi salieron.de él 
el año de 16 11. cincuenta y qüatro familias, ó doscientas 
y sesenta y nueve personas, como dice el P. Fr. Marcos de 
Guadalaxara. [Prodición y destierro ¡le los moriscos de 
Castilla hasta, el valle de RicoteifoLjp. bJ] Esta atteni* 
da de los moriscos granadinos fue con otras la causa de 
la escesiv a población ,■ d.que llegó el lugar del Toboso > p&es 
dice D. Diego de la Mota [Origen de la Orden dé San* 
piago : p. aop.] que el año de 1468. tenia cienfoy fuá* 
renta vecinos, y el de i£9^* mil y docientos. 



l8d DON QVIXOTE BE LA MAtftHA. 

do otra cosa della , me volviese loco de aquel ge- 
nero de locura de Roldan el furioso : por otra par- 
te veo que Amadis da Gáula sin perder el juicio 
y sin hacer locuras alcanzó tanta fama de enamo- 
rado como el que mas , porque 1q que hizo , según 
su historia , no fue mas de que por verse desdeña- 
do de su señora Oriana £ que le había mandado 
que no pareciese ante su presencia hasta que fuese 
su voluntad 3 de que ' se retiró á la peña Pobre en 
compañía de un ermitaño , y allí se hartó de llo- 
rar hasta que el cielo le acorrió en medio de su 
mayor cuita y necesidad : y si esto es verdad , co- 
mo lo es , ¿para qué quiero yo tomar trabajo ahora 
de desnudarme del todo , m dar pesadumbre a es- 
tos arboles , que no me han hecho mal alguno , ni 
tengo para qué enturbiar el agua clara destos arro- 
yos , los quales me han de dar de beber; quando 
tenga gana ? viva la memoria de Amadis , y sea 
imitado de Don Quixote de la Mancha en todo 
lo que pudiere ; del qual se dirá lo que del otro 
se dixo : que si no acabó grandes cosas , murió por 
acometellas *; y si yo no soy desechado ni desde- 
ñado de mi Dulcinea , bástame , como ya he dicho, 
estar ausente della. Ea pues , manos a la obra , ve- 
nid a mi memoria cosas de Amadis , y enseñadme 
por donde tengo de comenzar a imitaros ; mas yá 
sé que lo mas que él hizo fue rezar , y asi lo haré 
yo : y sirviéronle de rosario unas agallas grandes 
de un alcornoque que ensartó , de que hizo un 

t De que. Estas palabras están repetidas. 
a Por acometellas. Alusión á Faetonte , que rigiendo los 
caballos del sol su padre , se precipitó. [ Ovid. Metamorph. 



\ 

V 

\ 



-i*árte i; cÁñrvio xxru : «8£ 

diez', y lo^que le 'fatigaba rhucho era no hallar 
por allí otro ermitaño c^ué lé confesase, y con quien 
consolarse ; y asi se entretenía paseándose por el 
pradeciUo , escribiendo y grabando- por las corte* 
zas de los' arboles y por la r áiéhudá arena muchos 
versos , todos acomodados á su tristeza , y algunos 
en alabanza de Dulcinea ; mas los que se pudie- 
ron hallar' enteros , y que sé pudiesen leer después 
que á él alli le hallaron , no fueron mas que estos 
que aqui se siguen: : ' 

Arboles , yfrbas y plantas, 

£Que en aqueste sitio estáis . 

Tan altos , verdes y tantas} 

Si de mi mal no os holgáis, 

Escuchad mis quejas santas: 

Mi dolor no os^ alborote, 

Aunque mas terrible sea, 

Pues por pagaros escote 

Aqui lloró Don Quixpte 

Ausencias de Dulcinea 

del Toboso. 



i Deque hizo un diez. No solo los aventureros, sino los; 
doce cares de Francia echaban mano del rezo en sus con* 
trat lempos , y alternativas, de devoción y locura. Asi del 
conde Dirlos , después de haber repartido los despojos di. 
la Vitoria del moro Aliar de 6 Soldán de Per si* , dice el ro- 
mance viejo; 

Solo £1 se ratraia 

Sin querer algo tomare, 

Armado de armas blancas 
• Y cuentas pura rtzare, : 

Y tan triste vida hacia 

Que no se puede contare. ■ 

£ Cancionero de Anveres: año de JJSS' J ^" /^' Jro * ^*3 S 



184 PON QUISO? f ¡9P I- A MANCHA. 

Es aqui 4 IttgV > adonde 
. £1 amador mas leal 
De su señora se esconde, 

Y ha venido á, tanto mal 

- Sin saber como » ó por donde: 
. Traele amor al estacóte, 
Que es de muy mala ralea: 

Y asi hasta henchir un pipote 
Aqui lloró' Don Quixote. 
Ausencias de Dulcinea 

del Toboso, 
Buscando las aventuras 
Por entre las duras peñas, 
Maldiciendo entrañas duras, 
£Que entre riscos y entre breñas 
Halla el triste desventuras] 
Hirióle amor con su azote, 
No con su blanda correa, 

Y en tocándole el cogote, 
Aqui lloró Don Quixote 
Ausencias de Dulcinea 

del Toboso. 
No causo poca risa en los que hallaron los versos 
referidos el añadidura del Toboso al nombre de 
Dulcinea , porque imaginaron que debió de ima- 
ginar Don Quixote que si en nombrando á Dul- 
cinea , no decia también el Toboso , no se podría en- 
tender la copla : y asi fue la verdad como él des- 
pués confesó. Otros muchos escribió , pero como 
se ha dicho , no se pudieron sacar en limpio ni en- 
teros mas destas tres coplas. En esto , y en suspi- 
rar , y en llamar á los faunos y silv&nos de aque- 
llos bosques , á las ninfas de los pos , á la dolo- 



. 7A&TBI. CAPITULO XXVI. 1 8$ 

rosa y húmida Eco que le respondiesen , consola- 
sen y escuchasen , se entretenía , y en buscar algu- 
nas yerbas con que sustentarse entanto que Sancho 
yolvia : que sí como tardó tres dias , tardara tres 
semanas , el Caballero de la Triste Figura queda* 
ra tan -desfigurado , que no lo conociera la madre 
que lo parió 1 . 

z La madre que lo parto. Esta penitencia de Don Qui- 
xott es uno de los pasos mas principales en que imitó a 
Amadis de Gaula , que como dice Cervantes era su origi- 
nal y modelo. Acababa Amadis de conquistar la ínsula 
Firme , que era encantada : tenia siete leguas de largo y 
cinco de ancho , y por estar metida en el mar , se llamaba 
ínsula. ó Insola ; y por la parte de tierra por donde se en- 
traba i ella, se llamaba Firme. Retiróse después Amadis 
á la corte de Sbbradisa *, donde reynaba la hermosa Brio- 
lanja. Sábelo la sin par Oriana , y llevada de unos ima- 
ginados zelos , escríbele una carta llena de rabiosas que- 
jas , mandándole no compareciese mas en su presencia. El 
sobrescrito de la carta aecia asi : yo soy la doncella heri- 
da de punta de espada por el corazón , y vos soyg el que me 
íeristes: envíala por medio del doncel Burin. Recíbela Ama- 
dis, léela, y desesperase : dexa sus aventuras, y se retira 
á una selva a hacer penitencia : despídese de su escudero 
Gandalin : siente no poder hacerle grandes mercedes : de- 
sale por gobernador de la ínsula Firme al modo que con 
el tiempo llegó a serlo también Sapcho Panza de la Ba- 
rataría : da principio Amadis a su estr avagante peniten- 
cia ba'xo la dirección de un ermitaño llamado Andalod, 
que vivía en una ermita, internada siete leguas en la mar 
sobre una peña alta y estrecha llamada la peña Pobre. 
Pídele Amadis que le mude el nombre para n* ser conoci- 
do ; y atendidas su belleza esterior y sus angustias inte- 
riores, le puso el de Beltenebros , ó el de el Bello tenebro- 
so : esto es , hermoso en el cuerpo , y triste , melancólico y 
opaco en el animo ; y por eso dixo Cervantes que era nom- 
bre significativo y propio. Los exercicios de su penitencia 
se reducían a asistir a vísperas* d confesarse conelermir 



\ 



\ 



1 86 DON quísote de la mancha. 

Y sera bien dexalle envuelto entre sos Suspi- 
ros y versos , por contar lo que le avino á Sandio 
Panza en su mandaderia : y fue que en saliendo 
al camino real , se puso en busca del del Toboso, 
y otro dia llegó a la venta donde le había sucedi- 
do la desgracia de la manta , y no la hubo bien 
visto , quando le pareció que otra vez andaba en 
los ayres , y no quiso entrar dentro , aunque llegó 
á hora que lo pudiera y debiera hacer por ser la 
del comer , y llevar en deseo de gustar algo ca- 
liente , que había grandes dias que todo era fiam- 
bre. Esta necesidad le forzó a que llegase junto a 
la venta , todavia dudoso si entraría , ó no * y es- 
tando en esto , salieron de la venta dos personas, 
que luego le conocieron , y dixo el uno al otro: 
dígame , señor Licenciado , ¿aquel del caballo no 
es Sancho Panza , el que dixo el Ama de nuestro 

i 

tafío, á oír su misa , y rezar otras devociones ; pero sobre 
todo á gemir , suspirar, y anegarse en lagrimas vivas, fue 
las derramaba tan gordas como nueces. Nótese que esta 
penitencia no provenia de devoción verdadera, sino de des- 
esperación , y que en ella no se proponía Amadis otro fin, 
que el de volver á la gracia y amistad escandalosa de su 
señora Oriana, Porque los caballeros andantes componían 
con su moral poco rígida estas devotas apariencias con mil 
robos , con mu estrupos , con mil injusticias y con mil inso- 
lencias , juzgando que se compensaban estas fechorías con 
desafiar á jayanes ó paganos [que por traer los libros de 
caballerías origen de las cruzadas del Oriente , se supo- 
nían sarracenos 6 turcos"] pues 6 los mataban en obsequio 
de la Religión , ó si se convertían y bautizaban , les con- 
servaban la vida en obsequio de la misma. En medio de 
sus lagrimas componía también Amadis algunas cancio- 
nes poéticas ¡que él mismo entonaba y cantaba \y por imi- 
tarte finge también Cervantes i Don Quixote músico y poe- 
ta, como se ve aquí y en la P. IL c. 46. quando con una 



PARTE I. CAÍITULO XXVI. 1 87 

aventurero que había salido con su señor por es- 
cudero? Si es , dixo el Licenciado , y aqueles el 
caballo áe nuestro Don Quixote : y conociéronle 
tan bien , como aquellos que eran el Cura y el Bar- 
bero de su mismo lugar , y los que hicieron el es- 
crutinio y auto general de los libros : los quales 
asi Como acabaron de conocer á Sancho Panza y á 
Rocinante , deseosos de saber de Don Quixote , se 
fueron á él , y el Cura le llamó por su nombre, 
diciéndole : amigo Sancho Panza , adonde queda 
vuestro amo ? Conociólos luego Sancho Panza , y 
determinó de encubrir el lugar , y la suerte dónde 
y cómo su amo quedaba : y asi íes respondió que 
su amo quedaba ocupado en cierta parte , y en cier- 
ta cosa que le era de mucha importancia , la qual 
él no podía descubrir por los ojos que en la cara 
tenia. No , no , dixo el Barbero, Sancho Panza, si 



voz ronquiOa cantó £ la vihuela un romance compuesto y 
entonado por él, para que le oyese Alt i si dora , la doncella 
de la Duquesa. Mas- el penitente y enamorado manchego 
*w se muestra tan devoto , como su prototipo ; porque ni oia 
misa, ni asistía a vísperas, ni se confesaba , teniendo tan 
d mano al licenciado Pero Pérez , su párroco , especialmen- 
te el tiempo que andubo en su compañía en Sierra More- 
na. Sin duda no quiso Cervantes mezclar las cosas sagra- v 
das con las profanas en esta ficción caballeresca ; y aun 
el tiempo que faltó el Cura al gobierno de sus feligreses^ 
parece se puede disculpar con el zelo que le llevó A buscar 
la oveja perdida de Don Quixote ¡y restituirla al aprisco 
de su aldea , como en efecto la restituyó : en cuya vuelta 
y reducion intervino la discretmd)orotea , como en la de 
Amadis la doncella de Dinamama , que por medio de una 
carta que le entregó uriana , le sacó de la ermita , y le 
llevó a Mir aflores cerca de Londres. [Amadis de Gaula W 
lib. 2. c.ff.y sig. lib. j. c. 6g. lib. 4. c. 128. ~\ 



1 88 DON QtriXOTB BE LA MANCHA* 

vos no nos decís dónde queda , imaginaremos» co- 
mo ya imaginamos , que vos le habéis puerto y. 
robado , pues venís encima de su caballo : en ver- 
dad que nos habéis de dar el dueño del rocín , 6 
sobre eso morena. No hay para qué conmigo ame- 
nazas , que yo no soy hombre que robo ni mato á 
nadie , a cada uno mate su ventura , ó Dios que 
le hizo : mi amo queda haciendo penitencia en la 
mitad desta montana muy á su sabor : y luego de 
corrida y sin parar les contó de la suerte que que- 
daba, las aventuras que le habían sucedido , y co- 
mo llevaba la carta a la señora Dulcinea del To- 
boso , que era la hija de Lorenzo Corchuelo , de 
quien estaba enamorado hasta los hígados. Queda- 
ron admirados los dos de lo que Sancho Panza les 
contaba , y aunque ya sabían la locura de Don 
Qyixote , y el genero della , siempre que la oian 
se admiraban denuevo : pidiéronle a Sancho Panza 
que les enseñase la carta que llevaba á la señora 
Dulcinea del Toboso. Él dixo que iba escrita en 
un libro de memoria , y que era orden de su se- 
ñor que la hiciese trasladar en papel en el pri- 
mer lugar que llegase. A lo qual dixo el Cura que 
se la mostrase , que él la trasladaría de muy bue- 
na letra. Metió la mano en el seno Sancho Panza, 
buscando el librillo ; pero no le halló , ni le po- 
día hallar si le buscara hasta ahora , porque se ha- 
bía quedado Don Quixote con él , y no se le ha- 
bía dado , ni á él se le acordó de pedírsele. Quan- 
do Sancho vio que afijiallaba el libro , fuesele pa- 
rando mortal el rostro , y tornándose á tentar todo 
el cuerpo muy apriesa, tornó á echar de ver que 
J no le hallaba , y sin mas ni mas se echó entrambos 



r 



- PARTE I. CAPITULO XXVI. l8<) 

puños á las barbas, y se arrancó la mitad dellas , y 
luego apriesa y sin cesar se dio media docena dé 
puñadas en el rostro , y en las narices , que se las 
bañó todas en sangre. Visto* lo qual por el Cura y 
el Barbero , le dixeron que qué le habia sucedido, 
que tan mal se paraba? Que me ha de suceder, 
respondió Sancho , sino el haber perdido de una 
mano á otra en un instante tres pollinos , que cada 
uno era como un castillo. Como es eso? replicó el 
Barbero. He perdido el libro de memoria ^respon- 
dió Sancho , donde venia la carta para Dulcinea, 
y una cédula firmada de mi señor , por la qual 
mandaba que su Sobrina me diese tres pollinos de 
quatro ó cmco que estaban en casa , y con esto les 
contó la perdida del Rucio. Consolóle el Cura , y 
dixole que en hallando á su señor , él le haría re- 
validar la manda , y que tornase á hacer la libran** 
za en papel , como era uso y costumbre , porque las > 
que se hacían en libros de memoria , jamas se ace- 
taban ni cumplían. Con esto se consolo Sancho , y 
dixo que como aquello fuese asi , que no le daba 
mucha pena la perdida de la carta de Dulcinea, 
porque él la sabia casi de memoria , de la qual se 
podría trasladar donde y quando quisiesen. Decil- 
da , Sancho , pues , dixo el Barbero , que después 
la trasladaremos. Paróte Sancho Panza á rascar la 
cabeza para traer é la memoria la carta , y ya se 
ponía sobre* un pie , y ya sobre otro : unas veces 
miraba al suelo , otras al cielo , y alcabo de haber- 
se roido la mitad de la yema de un dedo , tenien- 
do suspensos á los que esperaban que ya la dixe- 
se , dixo alcabo de grandísimo rato : por Dios , se- 
ñor Licenciado, que les diablos lleven la cosa que 



/ 



1 90 DON QUIXOTE M LA MANCHA. 

de la carta se me acuerda , aunque en el principio 
decía : Alta y sobajada señara. No dirá , dixo el 
Barbero , sobajada , sino sobrehumana , ó soberana 
señora. Asi es , dixo Sancho : luego , si mal no me 
acuerdo, proseguía . . * si mal no me acuerdo. . . el 
llagad» y falto de sueño , / el fétido besa á vues- 
tra merced las manos , ingrata y muy desconocí' 
da hermosa : y no sé que decia-de salud y de en* 
fermedad que le enviaba ., y por aqui iba escur- 
riendo , hasta que acababa en : Vuestro hasta la 
muerte el Caballero de la Triste Figura. No po- 
co gustaron los dos de ver la buena memoria de 
Sancho Panza , y alabaronsela mucho , y le pidie- 
ron que dixese la carta otras dos veces , paraque 
ellos ansimesmo la tomasen de memoria , para tras- 
ladalla á su tiempo. Tornóla a decir Sancho otras 
tres veces , y otras tantas, volvió á decir otros tres 
mil disparates : tras esto contó asimismo las cosas 
de su amo j pero no habló palabra acerca del man- 
teamiento que le había sucedido en aquella venta, 
en la qual rehusaba entrar : dixo también como su 
señor , en trayendo que le truxese buen despacho 
de la señora Dulcinea del Toboso , se habia de 
poner en camino á procurar cómo ser Emperador, 
ó por lómenos Monarca , que asi lo teniari concer- 
tado entre los dos , y era cosa muy fácil venir á 
serlo según era el valor de su persona y la fuerza 
de su brazo ; y que en siéndolo , le habia de casar 
á él , porque ya seria viudo, que no podia ser me- 
nos , y le habia de dar por muger á una doncella 
de la Emperatriz , heredera de un rico y grande 
estado de tierrafirme , sin insulos , ni Ínsulas , que 
ya no las quería. Decía esto Sancho con tanto re- 



PAUTE I. CAPITULO XXVI. IQI 

posa , limpiándose de quando en quando las narii 
ees , y con tan poco juicio , que los dos se admira-» 
ron denuevo , considerando quan vehemente había 
sido la locura de Don Quixote , pues había lleva-» 
do tras sí el juicio de aquel pobre hombre. No qui- 
sieron cansarse en sacarle del error en que estaba, 
pareciendoles que pues no le dañaba nada la con- 
ciencia , mejor era dexarle en él , y á ellos les se- 
ria de mas gustó oii sus necedades : y asi le dixe- 
ron que rogase á Dios por la salud de su Señor, 
que cosa contingente y muy agible era venir con 
el discurso del tiempo á ser Emperador , como él 
decia , ó por lómenos Arzobispo , ó otra dignidad 
equivalente. A lo qual respondió Sancho : señores, 
$i la fortuna rodease las cosas de manera , que á 
mi amo le viniese en voluntad de no ser Empera-v 
dor , sino de ser Arzobispo , querría yo saber aho-» 
ra qué suelen dar los Arzobispos andantes 1 á sus 
escuderos. Suélenles dar , respondió- el Cura , al- 
gún beneficio simple , ó curado, ó alguna sacrista^ 
nia que les vale mucho de renta rentada , amen 
del pie de altar , que se suele estimar en otro tan-, 
to. Para eso sera menester , replicó. Sancho , que el 
escudero no sea casado , y que sepa ayudar a misa 
por lómenos ; y si esto es asi [desdichado de yo* 



I Andantes. Al modo que lo fue en aquellos tiempos 
caballerescos el arzobispo Turpin según Luis Pulci en su 
Morgaate Maggíore \y en otros mas modernos se puede de- 
cjr que lo fue también en cierto' modo el arzobispo de Bur- : 
déos , que siendo almirante 6 general de la armada de Luis 
XIII. dio una batalla naval el año de i6,?8. á D. Lope 
de Hozes , general de la nuestra. I Real Biblioteca : est. 



19* DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

que soy casado f y no sé la primera letra del A.B. 
C.3 qué sera de mí , si a mi amo le da antojo de 
ser Arzobispo, y no Emperador, como es uso y cos- 
tumbre de los caballeros andantes? No tengáis pe- 
na , Sancho amigo , dixo el Barbero , que aqui ro- 
garemos á vuestro amo , y se lo aconsejaremos , y 
aun se lo pondremos en caso de conciencia, que sea 
Emperador , y no Arzobispo, porque le sera mas 
fácil , á causa de que él es mas valiente que estu- 
diante. Asi me ha parecido á mí , respondió San- 
cho , aunque sé decir que para todo tiene habili- 
dad : lo que yo pienso hacer de mi parte es ro- 
garle a nuestro Señor que le eche á aqm^as par- 
tes donde él mas se sirva ,y adonde á mí mas mer- 
cedes me haga. Vos lo decís como discreto , dixo 
el Cura , y lo haréis como buen cristiano ; mas lo 
que ahora se ha de hacer es dar orden cómo sa- 
car á vuestro amo de aquella inútil penitencia , que 
decis que queda haciendo : y para pensar el modo 
que hemos de tener, y para comer , que ya es hora, 
sera bien nos entremos en esta venta. Sancho dixo 
que entrasen ellos , que él esperaría allí fuera , y 
que después les diria la causa por que no entraba ni 
le convenia entrar en ella ; mas que les rogaba que 
le sacasen allí algo^de comer , que fuese cosa car 
líente , y asimismo cebada para Rocinante. Ellos se 
entraron , y le dexaron , y de allí á poco el Barbe- 
ro le sacó de comer. Después habiendo bien pen- 
sado entre los dos el modo que tendrían para con* 
seguir lo que deseaban , vino el Cura en un pen- 
samiento muy acomodado al susto de Don Qui- 
xote , y para lo que ellos querían , y fue que dixo 
al Barbero que lo que había pensado era , que A 



-\ 



.PARTE I. CAPITULO XXVI. 1 93: 

se vestiría en habita da doncella andante , y que 
él procurase ponerse lo mejor que pudiese , como 
escudero, y que asi irían adonde Don Quixote es- 
taba , fingiendo ser ella' una doncella afligida y me* 
nesterosa, y le pediría un don , el qual él no po- 
dría dexarsele de otorgar como valeroso caballero 
andante , y que el don que le pensaba pedir , era 

?ue se viniese con ella donde ella le llevase á der- 
icelle un agravio que un mal caballero le tenia 
fecho, y que le suplicaba ansimismo que no la man- 
dase quitar su antifaz , ni la demandase cosa de su 
facienda >jf|tf a que la hubiese fecho derecho de 
aquel mal^roallero ; y que creyese sin duda que 
Don. Quixote vendría en todo quanto le pidiese 
por este termino , y que desta manera le sacarían 
de allí , y le llevarían á su lugar , donde procura*» 
rían ver si tenia algún remedio su estraña locura. 

CAPITULO XXVIL 

P£ COMO SALIERON CON SU INTENCIÓN EL CU- 
KA T EL BARBERO , CON OXEAS COSAS DIGNAS 
D£ QUE SE CUENTEN EN ESTA GRANDE 

HISTORIA. 

JN o le pareció mal al Barbero la invención del 
Cura , sino tan bien , que luego la pusieron por 
obra : pidiéronle á la ventera una saya y unas to- 
cas » dexandole en prendas una sotana nueva del 
Cura : el Barbero hizo una gran barba de una cola 
rucia ó noca de buey , donde el ventero tenia col- 
gado el peyne. Preguntóles la ventera que para 
qué le pedían aquellas cosas : el Cura le contó en 

T. II. s 



194 D0N QVIXOTE DE LA MANCHA. 

breves ratones la locura de Don Quizóte , y co- 
mo convenia aquel disfraz para sacarle de la mon- 
taña , donde á la sazón estaba. Cayeron luego el 
ventero y la ventera en que el loco era su hués- 
ped el del balsamo , y el amo del manteado escu- 
dero , y contaron al Cura todo lo que con él les 
había pasado , sin callar lo que tanto callaba San- 
dio. En resolución la ventera vistió al Cura de 
modo que no habia mas que ver : púsole una saya 
de paño , llena de faxas de terciopelo negro de un 
palmo en ancho , todas acuchilladas , y unos cor- 
piños de terciopelo verde guarnecido^^pn unos ri- 
betes de raso blanco , que se debieron de hacer 
ellos y la saya en tiempo del rey Vamba. No 
consintió el Cura que le tocasen ,. sino púsose en la 
cabeza un birretillo de lienzo colchado , que lle- 
vaba para dormir de noche , y ciñóse por la fren- 
te una liga de tafetán negro , y con otra liga hizo 
, antifaz , con que se cubrió muy bien las barbas y 
el rostro : encasquetóse su sombrero , que era tan 
grande , que le podía servir de quitasol , y cu- 
briéndose el herreruelo , subió en su mulá á nra- 
geriega* , y el Barbero en la suya , con su barba 
que le llegaba á la cintura , entre roxa y blanca, 
como aquella que como se ha dicho era hecha de 
la cola de un buey barroso : despidiéronse de to- 
dos y de la buena de Maritornes , que prometió 
de rezar un rosario aunque pecadora porque Dios 
les diese buen suceso en tan arduo y tan cristiano 
negocio , como era el que habían emprendida Mas 
apenas hubo salido de la venta , qúatid&'l¿ vino al 
Cura un pensamiento : que hacia mal en haberse 
puesto de aquella manera * por ser cosa indecente 



PARTÍ I, CAPITULO XXVII. 1 95 

que un sacerdote se pusiese asi , aunque le fuese 
mucho en ello $ y diciendoselo al Barbero , le ro- 
go que trocasen trages , pues era mas justo que él 
fuese la doncella menesterosa, y qué él haría el es- 
cudero, y que asi se profanaba menos su dignidad, 
y que si no lo quería hacer , determinaba de no 
pasar adelante , aunque á Don Quixote se le lle- 
vase el diablo. En esto llegó Sancho , y de ver á 
los dos en aquel trage , no pudo tener la risa. £ri 
efeto el Barbero vino en todo aquello que el Cura 
quiso , y trocando la invención , el Cura le fue in- 
formando el modo que habia de tener , y las pala- 
bras que habia de decir á Don Quixote para mo- 
verle y forzarle á que con él se viniese , y dexase 
la querencia del lugar que habia escogido para su 
vana penitencia. £1 Barbero respondió que sinque 
se le diese lición, él lo pondría bien en su punto: 
no quiso vestirse por entonces hasta que estubie- 
sen junto de donde Don Quixote estaba ; y asi do- 
bló sus vestidos , y el Cura acomodó su barba , y 
siguieron su camino , guiandolos Sancho Panza. £1 
qual les fue contando lo que les aconteció con el 
loco que hallaron en la sierra , encubriendo empe- 
ro el hallazgo de la maleta y de quanto en ella 
venia : que maguer que tonto , era un poco codi- 
cioso el mancebo. Otro dia llegaron al lugar , don- 
de Sancho habia dexado puestas las señales de las 
ramas para acertar el lugar donde habia dexado á 
su señor, y en reconociéndole , les dixó como aque- 
lla era la entrada , y que bien se podían vestir , si 
era que aquello hacia al caso para la libertad de 
su señor : porque ellos le habían dicho antes qué 
el ir de aquella suerte y vestirse de aquel modo 



K 2 



1 96 DON QUIZÓTE DE LA MANCHA. 

era toda la importancia para sacar a su amo de 
aquella mala vida que había escogido , y que le 
encargaban mucho que no dixese á su amo quién 
ellos eran, ni que los conocía , y que si le pregun- 
tase, como se lo habia de preguntar , sitdio la car- 
ta á Dulcinea , dixese que sí , y que por no saber 
leer le habia respondido de palabra , diciendole: 
que le mandaba , sopeña de la su desgracia , que 
luego al momento se viniese á ver con ella , que 
era cosa que le importaba mucho; porque con esto 
y con lo que ellos pensaban decirle , tenían por co- 
sa cierta reducirle á mejor vida , y hacer con él 
que luego se pusiese en camino para ir á ser Em- 
perador ó Monarca , que en lo de ser Arzobispo 
no habia de qué temer. Todo lo escuchó Sancho, 
y lo tomó muy bien en la memoria , y les agrade- 
ció mucho la intención que tenían de aconsejar á 
su señor fuese Emperador , y no Arzobispo , por- 
que él tenia para sí que para hacer mercedes á sus 
escuderos mas podían los Emperadores, que los Ar- 
zobispos andantes : también les dixo que seria bien 
que él fuese delante á buscarle , y darle la res- 
puesta de su señora , que ya seria ella bastante á 
sacarle de aquel lugar sinque ellos se pusiesen en 
tanto trabajo. Parecióles bien lo que Sancho Pan- 
za decía , y asi determinaron de aguardarle hasta 
que volviese con las nuevas del hallazgo de su 
amo. Entróse Sancho por aquellas quebradas de la 
sierra , dexando á los dos en una por donde corría 
un pequeño y manso arroyo , á quien hacían som- 
bra agradable y fresca otras peñas y algunos arbo- 
les, que por allí estaban. El calor y el día que 
elli llegaron , era de los del mes de Agosto , que 



c 



PARTE I. CAPITULO XXVII. 1.97 

por aquellas partes suele ser el ardor muy grande: 
la hora las tres de la tarde , todo lo quaí hacia al 
sitio mas agradable , y que convidase a que en él 
esperasen la vuelta de lancho, como lo hicieron. 

Estando pues los dos allí sosegados y i la som- 
bra , llegó á sus oídos una voz , que sin acompa- 
ñarla son de algún otro instrumento , dulce y re- 
galadamente sonaba , de que no poco se admira- 
ron , por parecerles que aquel no era lugar donde 
pudiese haber quien tan bien cantase , porque aun- 
que suele decirse que por las selvas y campos se 
hallan pastorea de voces estremadas , mas son en- 
carecimientos de poetas , que verdades; y mas quan- 
do advirtieron que lo que oían cantar eran versos, 
no de rústicos ganaderos , sino de discretos corte- 
sanos , y confirmó esta verdad haber sido los ver- 
sos que oyeron , estos: 

Quien menoscaba mis bienes ? 
Desdenes. 

Y quien aumenta mis duelos? 

Los zelos. 

Y quien prueba mi paciencia? 

Ausencia. 
De ese modo, en mi dolencia 
Ningún remedio se alcanza. 
Pues me matan la esperanza, 
Desdenes , zelos y ausencia. 

Quien me causa este dolor ? 
Amor. . 

Y quien mi gloria repuna? 

Fortuna. 



\ 



1 98 DON QUÍSOTE DE LA MANCHA. 

Y quien consiente mi duelo? 

£1 cielo. 
De ese modo yo recelo 
Morir deste mal estraño, 
Pues se aunan en mi daño 
Amor , fortuna y el cielo. 

Quien mejorará nú suerte ? 
La muerte. 

Y el bien de amor quien le alcanza? 
» Mudanza. 

Y sus males quien los cura? 

1 Locura. 
De ese modo no es cordura . 
Querer curar la, pasión, 

Quando los remedios soo * r 

Muerte , mudanza y locura. 
La hora, el tiempo , la soledad , la voz y la des- 
treza del que cantaba, causó admiración y conten- 
to en los dos oyentes , los quales se estubieron que- 
dos', esperando si otra alguna cosa oian; pero vien- 
do que duraba algún tanto el silencio , determina- 
ron de salir á buscar el músico, que coru tan bue- 
na voz cantaba ; y queriéndolo poner en efeto , hi- 
zo la misma voz que no se moviesen, la.qual lle- 
gó denuevo á su$ cúdos , cantando este soneto: 

SONETO. ' - - 

$anta amistad ,. que con ligeras alas, 
Tu apariencia quedándose en el suelo, 
Entre benditas almas en el cielo 
Subiste alegre á las impireas salas: 



.PARTE i; CAPITULO XXVII. 1 99 

Desde alia quando quieres nos señalas, 
La justa paz cubierta con un velo, 
Por quien á veces se trasluce el zelo 
De buenas obras , que á la fin son malas. 

Dexa el cielo , ó amistad 9 ó no permitas 
Que el engaño se vista tu librea, 
Con que destruye á la intención sincera: 

Que si tus apariencias no le quitas, 

Presto ha de verse el mundo en la pelea 
la discorde confusión primera. 



£1 canto se acabó con un profundo suspiro , y 
-los dos con atención volvieron á esperar, si mas se 
< cantaba ; pero viendo que la música se habia vuel- 
to en sollozos y en lastimeros ayes , acordaron de 
saber quién era el triste , tan estremado en la voz, 
como doloroso- en los gemidos ; y no andubieron 
mucho , quando al volver de una punta de una pe- 
ña vieron á un hombre del mipno talle y figura 
-que Sancho Panza les habia pintado quando les con- 
tó el cuento de 'Cardenio , el qual hombre , quando 
los vio , sin sobresaltarse estubo quedo cí>n la. ca- 
beza inclinada sobre el pecho á guisa de homhre 
-pensativo , sin alzar los ojos ¿ mirarlos mas de la 
Vez primeva , quando de improviso llegaron. El 
Cura , que era hombre bien hablado [como el que 
ya tenia noticia de su desgracia , pues por las se- 
ñas le habia conocido] se llegó a él , y Con bre- 
ves aunque -muy discretas razones le rogo y per- 
suadió que aquella tan miserable vida desase; por- 1 
que allí no la perdiese , que era la desdicha^ ma- 
yor dé 4as desdichas. Estaba Cardenio entonces «en 
su eiiteto juicio , libre d$ aquel furioso acídeme, 



I 



200 DON QUIXOTE DE LA MANCHA» 

ue tan amenudo le sacaba de sí mismo ; y asi vien« 
o a los dos en trage tan no usado de los que por 
aquellas soledades andaban , no dexó de admirarse 
algún tanto , y mas quando oyó que le habían ha- 
blado *en su negocio , como en cosa sabida ; porque 
las razones que el Cura le dixo, asi lo dieron á en- 
tender, y asi respondió desta manera: bien veo yo, 
señores , quienquiera que seáis , que el cielo que 
tiene cuidado de socorrer á los buenos , y aun á los 
malos muchas veces , sin yo merecerlo me envía en 
estos tan remotos y apartados lugares del trato co- 
mún de las gentes algunas personas , que ponién- 
dome delante de los ojos con vivas y varias razo- 
nes quan sin ella ando en hacer la vida que hago, 
han procurado sacarme desta a mejor parte ; pero 
como no saben que sé yo que en saliendo deste 
daño , he de caer en otro mayor , quiza me deben 
de tener por hombre de flacos discursos » y aun lo 
que peor seria , por de ningún juicio ; y no seria 
marabilla que asi fuese , porque á mí se me traslu- 
ce que la fuerza de la imaginación de mis desgra- 
cias es tan intensa , y puede tanto en mi perdición, 
que sin que yo pueda ser parte á, estorbarlo , ven- 
go á quedar como piedra , falto de todo buen sen- 
tido y conocimiento , y vengo a caer en la cuenta 
desta verdad , quando algunos me dicen y mues- 
tran señales de las cosas que he hecho entanto que 
aquel terrible acídente me señorea , y nó sé map 
que dolerme envano , y maldecir sin provecho mi 
ventura , y dar por disculpa de mis locuras el de- 
cir la causa deltas á quanfos oírla quieren , porque 
viendo ios cuerdos qual es la causa > na se mara- 
htUarán de los efetos , y §i no n\e dioreí* remedio, 



PARTE X. CAPITULO XXVII. SOI 

alómenos no me darán culpa / conviniéndoseles el 
enojo de mi desenvoltura en lástima de mis des- 
gracias : y si es que vosotros , señores , venis con la 
misma intención que otros han venido , antes que 
paséis adelante en vuestras discretas persuasiones, 
os ruego que espichéis el cuento , que no l%tiene, 
de mis desventuras , porque quiza después de en- 
tendido ^ahorrareis del trabajo que tomareis en con- 
solar un mal que de todo consuelo es incapaz. Los 
dos , que no deseaban otra cosa que saber de su 
misma boca la causa de su daño , le rogaron se la 
contase , ofreciéndole de no hacer otra cosa de la 
que él quisiese en su remedio , ó consuelo ¿ y, con 
esto el triste caballero comenzó su lastimera histo- 
ria casi por las mesmas palabras y pasos que la ha- 
bía contado a Don Quixote y al cabrero pocos dias 
atrás , quando por ocasión del maestro Elisabat y 
puntualidad de Don Quixote en guardar ej deco- 
ro á la caballería , se quedó el cuento imperfeto, 
como la historia lo dexa contado ; pero ahora qui- 
so la buena suerte que se detubo el acidente de la 
locura , y le dio lugar de contarlo hasta el fin : y 
asi llegando al paso del billete que había hallado 
D. Fernando entre el libro de Amadis de Gaula, 
dixo Cardenio que le tenia bien en la memoria , y 
que decia desta manera: 

ZUSCINDA A CARDENIO. 

„Cada dia descubro en vos valores que me obli- 
99 gan y fuerzan á que en mas os estime , y asi , si 
„quisieredes sacarme desta deuda sin executarme 
„en la honra , lo podréis muy bien hacer : padre 



SOS DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

„ tengo que os conoce , y que me quiere bien , el 
„ qual sin forzar mi voluntad cumplirá la que se- 
„ra justo que vos tengáis , M es que me estimáis, 
„ como decís y como yo creo/' 

Por este billete me movi á pedir a Luscinda 
por ctposa , como ya os he contado , y este fue por 
quien quedó Luscinda en la opinión de D. Fer- 
nando por una de las mas discretas y avisadas mu- 
geres de su tiempo , y este billete fue el que le 
puso en deseo de destruirme antes que el mió se 
efetuase : dixele yo a D. Fernando en lo que re- 
paraba el padre de Luscinda , que era en que mi 
padre se la pidiese , lo qual yo no le osaba decir, 
temeroso que no vendría en ello > no porque no 
tubiese bien conocida la calidad , bondad , virtud 
y hermosura de Luscinda, y que tenia partes bas- 
tantes para ennoblecer qualquier otro linage de Es- 
paña, sino porque yo entendia del que deseaba que 
no me casase tan presto , hasta ver lo que el du- 
que Ricardo hacia conmigo : en resolución le di- 
xe que no me aventuraba á decírselo a mi padre 
asi por aquel inconveniente , como por otros mu- 
• chos que me acobardaban , sin saber quales eran, 
sino que me parecía que lo que yo desease , jamas 
había de tener efeto. Á todo esto me respondió 
D. Fernando que él se encargaba de hablar á mi 
padre , y hacer con él que hablase al de Luscinda. 
O Mario ambicioso! ó Catilina cruel ! ó Sila faci- 
neroso! óGalalon embustero! ó Vellido traidor! 
ó Julián vengativo! 6 Judas codicioso! Traidor, 
cruel , vengativo y embustero, ¿que deservicios te 
había hecho este triste , que con tanta llaneza te 
descubrió los secretos y contentos de su corazón ? 



PARTE I. CAPITULO XXVII. SO3 

qué ofensa te hice ? qué palabras te dixe , ó qué 
consejos te di , que no fuesen todos encaminados á 
acrecentar tu honra y tu provecho ? mas de qué 
me quejo , desventurado de mí ! pues es cosa cier- 
ta que quando traen las desgracias la corriente de 
las estrellas, como vienen de alto abaxo, despeñán- 
dose cop furor y con violencia , no hay fuerza en 
la tierra que las detenga , ni industria humana que 
prevenirlas pueda? ¡ quien 'pudiera imaginar que 
D. Fernando , caballero ilustre , discreto , obliga- 
do de mis servicios , poderoso para alcanzar lo que 
el deseo amoroso le pidiese dondequiera que le 
ocupase , se habia de enconar , como suele decirse, 
-en tornarme á mí una sola oveja , que aún no po- 
seía! pero quédense estas consideraciones aparte, 
como inútiles y sin provecho , y añudemos el roto 
hilo de mi desdichada historia. Digo pues que pa- 
reciendole á D. Femando que mi presencia le era 
inconveniente para poneruen execucion su falso y 
mal pensamiento , determinó de enviarme á su her- 
mano mayor con ocasión de pedirle unos dineros 
para pagar seis caballos , que de industria y solo 
para este efeto de que me ausentase [para poder 
mejor salir con su dañado intento 3 el mismo dia 
que se ofreció a hablar á mi padre, los compró , y 
quiso que yo viniese por el dinero. Pude yo pre- 
venir esta* traición ? pude por ventura caer eri ima- 
ginarla? no por cierto , antes con grandísimo gus- 
to me ofrecí á partir luego , contento d$ la buena 
compra hecha : aquella noche hablé con Luscinda, 
y le dixe lo que con D. Fernando quedaba con- 
certado > y -que tubiese firme esperanza de q;ue ten- 
drian efeto nuestros buenos y justos deseos. Ella 



I 



204 DON QUÍSOTE de la mancha. 

me dixo , tan segura como yo de la traición de D. 
Fernando , que procurase volver presto , porque 
creía que no tardaría mas la conclusión de nues- 
tras voluntades , que tardase mi padre de hablar 
al suyo. No sé que se fue , que en acabando de 
decirine esto , se le llenaron los ojos de lagrimas, 
un nudo se le atravesó en la garganta , que no 
e dexaba hablar palabra de otras muchas que me 
pareció que procuraba decirme : quedé admirado 
deste nuevo acídente hasta allí jamas en ella visto, 
porque siempre nos hablábamos , las -veces que la 
buena fortuna y mi diligencia lo concedía , con to- 
do regocijo y contento , sin mezclar en nuestras 
platicas lagrimas, suspiros , zelos , sospechas , ó te- 
mores : todo era engrandecer yo mi ventura , por 
habérmela dado el cielo por señora : exageraba su 
belleza , admirábame de su valor y entendimien- 
to : volvíame ella el recambio , alabando en mí lo 
que como enamorada le parecía digno de alaban- 
za : con esto nos contábamos cien mil niñerías y 
acaecimientos de nuestros vecinos y conocidos , y 
á lo que mas se estendía mi desenvoltura, era á to- 
marle casi por fuerza una de sus bellas y blancas 
manos , y llegarla a mi boca , según daba lugar la 
estrecheza de una baxá reja que nos dividía ; pero 
la noche que precedió, al triste dia de mi partida, 
ella lloró , gimió y suspiró , y se fue , y me dexó 
lleno de confusión y sobresalto , espantado de ha- 
ber visto tan nuevas y tan tristes muestras de do- 
lor y sentimiento en Luscinda ; pero por no des- 
truir mis esperanzas , todo lo atribuí á la fuerza del/ 
amor que me tenia, y al dolor que suele causar la 
ausencia en los que .bien se quieren : enfin yo me 



PARTE I. CAPITULO XXVII. 20$ 

partí triste y pensativo , llena el alma de imagi- 
naciones y sospechas , sin saber lo que sospechaba, 
ni imaginaba : claros indicios que mostraban el tris- 
te suceso y desventura que me estaba guardada. 
Llegué al lugar donde era enviado : di las cartas 
al hermano de Don Fernando : fui bien recebi- 
do , pero no bien despachado , porque me mandó 
aguardar bien á mi disgusto ocho días , y en parte 
donde el Duque su padre no me viese , porque su 
hermano le escribía que le enviase cierto dinero 
sin su sabiduría: y todo fue invención del falso D. 
Fernando , pues no le faltaban á su hermano di- 
neros para despacharme luego : orden y mandato 
fue este , que me puso en condición de no obe- 
decerle , por parecerme imposible sustentar tantos 
días la vida en el ausencia de Luscinda , y mas ha- 
biéndola dexado con la tristeza que os he conta- 
do ; pero con todo esto obedecí como buen criado, 
aunque veía que había de ser á costa de mi salud; 
pero á los quatro dias que alli llegué , llegó un 
hombre en mi busca con una carta que me dio, 
que en el sobrescrito conocí ser de Luscinda , por- 
que la letra del era suya : abrila temeroso y con 
sobresalto , creyendo que cosa grande debía de ser 
la que la había movido á escribirme , estando au- 
sente , pues presente pocas veces lo hacia : pregún- 
tele al hombre antes de leerla quién se la había 
dado , y el tiempo que había tardado en el cami- 
no. Dixome que acaso pasando por una calle de 
la ciudad a la hora de mediodía , una señora muy 
hermosa le llamó desde una ventana , los ojos lle- 
nos de lagrimas , y que con mucha priesa le dixo: 
hermano , si sois cristiano como parecéis , por amor 



/ 



906 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

de Dios os ruego que encaminéis luego luego esta 
carta al lugar y á la persona que dice el sobrescri- 
to , que todo es bien conocido, y en ello haréis un 
gran servicio á nuestro Señor ; y para que no os 
falte comodidad de poderlo hacer , tomad lo que 
va en este pañuelo : y diciendo esto , me arrojo 
por la ventana un pañuelo , donde venían atados 
cien reales y esta sortija de oro , que aquí traigo 
con esa carta que os he dado : y luego sin aguar- 
dar respuesta mia se quitó de la ventana , aunque 
primero vio cómo yo tomé la carta y el pañuelo, 
y por señas le dixe que haría lo que me mandaba: 
y asi viéndome tan bien pagado del trabajo que 
podía tomar en traérosla , y conociendo por el so- 
brescrito que erades vos á quien se enviaba , por- 
que yo , señor , os conozco muy bien ; y obligado 
asimismo de las lagrimas de aquella hermosa seño- 
ra » determiné de no fiarme de otra persona , sino 
venir yo mismo á dárosla , y en diez y seis horas 
que ha que se me dio , he hecho el camino que sa- 
béis , que es de diez y ocho leguas. Entanto que 
el agradecido y nuevo correo esto me decía , esta- 
ba yo colgado de sus palabras , temblandome las 
piernas de manera , que apenas podía sostenerme. 
En efeto abri la carta , y vi que contenia estas 
razones: J 

„La palabra , que D. Fernando os dio de ha- 
„biar á vuestro padre para que hablase al mió, la 
„ ha cumplido mucho mas en su gusto , que en 
„ vuestro provecho. Sabed , señor , que él me ha 
i, pedido por esposa , y mi padre llevado de la ven- 
„ taja , que él piensa que D. Fernando os hace , ha 
„ venido en lo que quiere con tantas veras , que 



PARTE I. CAPITULO XXVII. Z&J 

„ de aquí á dos días se ha de hacer el desposorio, 
„tan secreto y tan á solas , que solo han de ser tes- 
„ tigos los cielos y alguna gente de casa. Qual ya 
„. quedo , imaginaldo : si os cumple venir , veldo: 
„y si os quiero bien, ó no , el suceso deste negó* 
„ cío os lo dará á entender. A Dios plega que esta 
„ llegue á vuestras manos antes que la mia se vea* 
„en condición de juntarse con la de quien tan mal 
„sabe guardar la fe que promete/' 

Estas en suma fueron las razones que la carta 
contenía, y las que me hicieron poner luego en 
camino , sin esperar otra respuesta ni otros dine- 
ros ; .que bien claro conoci entonces que no la com- 
pra de los caballos sino la de su gusto , habia mo- 
vido á D. Fernando á enviarme á su hermano: EL 
enojo que contra D. Fernando concebí , junto con 
el temor de perder la prenda que con tantos años 
de servicios y deseos tenia grangeada , me pusie- 
ron alas j pues casi como en vuelo otro dia me pu- 
se en mi lugar al punto y hora que convenia pa- 
ra ir á hablar á Luscinda : entré secreto , y dexé 
una muía en que venia , en casa del buen hombre 
que me habia llevado la carta , y quiso la suerte 
que entonces la tubiese tan buena , que hallé á 
Luscinda puesta á la reja , testigo de nuestros amo- 
res : conocióme Luscinda luego , y conocila yo; 
mas no como debia ella oonocerme , y yo conocer- 
la ; pero quien hay en el mundo que se pueda ala- 
bar que ha penetrado y sabido el confuso pensa- 
miento y condición mudable de una muger ? nin- 
guno por cierto. Digo pues que asi como Luscin- 
da me vio, me dífco : Cardenio , de boda estoy ves» 
tida , ya me están aguardando en la sala D. Fer* 



SOS DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

nando el traidor , y mi padre el codicioso , con 
otros testigos que antes lo serán de mi muerte, que 
de mi desposorio : no te turbes , amigo , sino pro- 
cura hallarte presente a este sacrificio , el qual , si 
no pudiere ser estorbado de mis razones , una da- 
ga llevo escondida , que podra estorbar mas deter- 
minadas fuerzas , dando fin á mi vida , y princi- 
pio á que conozcas la voluntad que te he tenido 
y tengo. Yo le respondí turbado y apriesa , teme- 
roso no me faltase lugar para responderla : hagan, 
señora , tus obras verdaderas tus palabras , que si 
tu llevas daga para acreditarte , aqui llevo yo es- 
pada para defenderte con ella, ó para matarme , si 
la suerte nos fuere contraria : no oreo que pudo 
oir todas estas razones , porque sentí que la llama- 
ban apriesa , porque el desposado aguardaba. Cer- 
róse con esto la noche de mi tristeza , pusoseme 
el sol de mi alegría , quedé sin luz en los ojos y 
sin discurso en el entendimiento , no acertaba á 
entrar en su casa ni podía moverme á parte algu- 
na ; pero considerando quanto importaba mi pre- 
sencia para lo que suceder pudiese en aquel caso, 
me animé lo mas que pude , y entré en su casa ; y 
como ya sabia muy bien todas sus entradas y sa- 
lidas , y mas con el alboroto que de secreto en ella 
andaba , nadie me echó de ver : asique sin ser vis- 
to , tube lugar de ponerme en el hueco que ha- 
cia una ventana de la misma sala, que con las pun- 
tas y remates de dos tapices se cubría , por entre 
las quales podía yo ver sin ser visto todo quanto 
jen la sala se hacia. Quién pudiera decir ahora los 
sobresaltos que me dio el corazón mientras alli es- 
tube! los pensamientos que me ocurrieron! las con- 



^ 



PARTE «• CAPITULO XXVII. 209 

sideraciones que hice ! que fueron tantas y tales, 
que ni se pueden decir , ni aun es bien que se di- 

{jan ; basta que sepáis que el desposado entró en 
a sala sin otro adorno , que los mesmos vestidos 
ordinarios que solia : traia por. padrino á un pri- 
mo hermano de Luscinda , y en toda la sala no ha- 
bía persona de fuera sino los criados de casa : de 
allí á un poco salió de una recamara Luscinda, * 
acompañada de su madre y de dos doncellas su- 
yas , tan bien aderezada y compuesta , como su ca- 
lidad y hermosura merecían , y como quien era la 
perfecion de la gala y bizarría cortesana : no me 
dio Jugar mi suspensión y arrobamiento paraque 
mirase y notase en particular lo que traía vestido, 
solo pude advertir á las colores , que eran encar- 
nado y blanco , y en las vislumbres que las pie- 
dras- y joyas del tocado y de todo el vestido ha- 
cían , á todo lo qual se aventajaba la belleza sin- 
gular de sus hermosos y rubios cabellos , tales que 
en competencia de las preciosas piedras , y de las 
luces de quatro hachas que en la sala estaban , la 
suya con mas resplandor a los ojos ofrecían. O me- 
moria , enemiga mortal de mi descanso! de qué 
sirve representarme ahora la incomparable belleza 
de aquella adorada enemiga mia? ¿no sera mejor, 
cruel memoria , que me acuerdes y representes lo 
que entonces hizo , paraque movido de tan mani- 
fiesto agravio procure , ya que no la venganza, 
alómenos perder la vida? no os canséis , señores, 
de oír estas digresiones que hago , que no es mi 
pena de aquellas que puedan ni deban contarse su- 
cintamente y de paso , pues cada circunstancia su- 
ya me parece á mí que es digna de un largo dis- 
t.u. o 



SI O SON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

curso. A esto le respondió el Cura que no solo no 
se cansaban en oírle, sino que. les daba mucho gus- 
to las menudencias que contaba , por ser tales » que 
merecían no pasarse en silencio , y la misma aten- 
ción que lo principal del cuento. Digo pues , pro- 
siguió Cardenio , que estando todos en la sala , en- 
tró el Cura de la parroquia , y tomando á los dos 
por la mano para hacer lo que en tal acto se re- 
quiere, al decir : „¿ queréis , señora Luscinda , al 
„ señor D. Fernando que está presente , por vues- 
„ tro legitimo esposo , como lo manda la Santa Ma- 
„dre Iglesia?" vo saqué toda la cabeza y cuello 
de entre los tapices , y con atentísimos oídos y al- 
ma turbada me puse á escuchar lo que Luscinda 
respondía , esperando de su respuesta la sentencia 
de mi muerte , ó la confirmación de mi vida. O 
quién se atreviera a salir entonces , diciendo á vo- 
ces : ah Luscinda , Luscinda ! mira lo que haces, 
considera lo que me debes , mira que eres mía , y 
que no puedes ser de otro : advierte que el decir 
tú sí , y el acabárseme la vida , ha de ser todo á 
un punto : ah traidor D. Fernando , robador de 
mi gloria , muerte de mi vida ! qué quieres ? qué 
pretendes ? considera que no puedes cristianamen- 
te llegar al fin de tus deseos , porque Luscinda es 
mi esposa , y yo soy su marido : ah loco de mil 
ahora que estoy ausente y lejos del peligro , digo 
que había de hacer lo que no hice : ahora que de- 
xé robar mi cara prenda , maldigo al robador , de 
quien pudiera vengarme , si tubiera corazón para 
ello , como lo tengo para quejarme : enfin pues fui 
entonces, cobarde y necio , no es mucho que mue- 
ra ahora corrido , arrepentido y loco. Estaba espe- 



v VART£ I. CAPITULO XXVII. 211 

raudo el Cura la respuesta de Luscinda , que se 
detubo un buen espacio en darla , y quando yo 
pense que sacaba la daga para acreditarse , ó des- 
ataba la lengua para decir alguna verdad , ó des- 
engaño que en mi provecho redundase , oigo que 
dixo con voz desmayada y flaca ; si quiero : y lo 
mismo dixo D. Fernando , y dándole el anillo, 
quedaron en indisoluble nudo ligados : llegó el 
desposado á abrazar á su esposa , y ella poniendo* 
se la mano sobre el corazón , cayo desmayada en 
los brazos de su madre. Resta ahora decir qual 
quedé yo , viendo en el sí que había oido burla- 
das mis esperanzas , falsas las palabras y promesas 
de Luscinda , imposibilitado de cobrar en algún 
tiempo el bien que en aquel instante habia perdi- 
do : quedé falto de consejo , desamparado á mi pa- 
recer de todo el cielo , hecho enemigo de la tierra 
que me sustentaba , negándome el ayre aliento pa- 
ra mis suspiros , y el agua humor para mis ojos: 
solo el fuego se acrecentó de manera , que todo 
ardía de rabia y de zelos. Alborotáronse todos coa 
el desmayo de Luscinda , y desabrochándole su 
madre el pecho paraque le diese el ayre , se des- 
cubrió en él un papel cerrado , que D. Fernando 
tomó luego , y se le puso i leer a la luz de una 
de las hachas , y en acabando de leerle se sentó 
en una silla , y se puso la mano en la mexilla con 
muestras de hombre muy pensativo , sin acudir á 
los remedios que á su esposa se hacían paraque 
del desmayo volviese. Yo viendo alborotada toda 
la gente de casa , me aventuré á salir , ora fuese 
visto ó no , con determinación , que si me viesen, 

de hacer un. desatino tal , que todo el mundo vi- 

o % 



SIS SON QVIXOTE BE LA MANCHA. 

niera á entender la justa indignación de mi pecho 
en el castigo del falso D. Fernando , y aun en el 
mudable de la desmayada traidora ; pero mi suer- 
te [que para mayores males , si es posible que los 
haya , me debe tener guardado! ordenó que en 
aquel punto me sobrase el entendimiento que des- 
pués acá me ha faltado ; y asi sin querer tomar 
venganza de mis mayores enemigos [que por e^ tar 
tan sin pensamiento mió • fuera fácil tomarla] qui- 
se tomarla de mi mano , y executar en mí la pena 
que ellos merecían: y aun quiza con mas rigor del 
que con ellos se usara , si entonces les diera muer- 
te ; pues la que se recibe repentina , presto acaba 
la pena , mas la que se dilata con tormentos , siem- 
bre mata sin acabar la vida. Enfin yo sali de aque- 
a casa , y vine a la de aquel donde habia dexado 
la muía , hice que me la ensillase , sin despedirme 
del subi en ella , y sali de la ciudad , sin osar co- 
mo otro Lot volver el rostro á miralla, y quando 
me vi en el campo solo , y que la escurídad de la 
noche me encuhria, y su silencio convidaba á que- 
jarme sin respeto ó miedo de ser escuchado ni co- 
nocido , solté la voz , y desaté la lengua en tantas 
maldiciones de Lusciada y de D. Fernando , co- 
mo si con ellas satisficiera el agravio que me ha- 
bían hecho : dile títulos de cruel , de ingrata , do 
falsa y desagradecida , pero sobre todos de codi- 
ciosa, pues la riqueza de mi enemigo la habia cer- 
rado los ojos de la voluntad para quitármela a mí, 
y entregarla á aquel con quien mas liberal y fran- 

i Tan sin pensamiento mió. tan agtnos i$ fensar 
en mí. 



E 



PARTE I. CAPITULO XXVn. «13 

ca la fortuna se habia mostrado ; y enmitad de la 
fuga destas maldiciones y vituperios la desculpa- 
ba , diciendo que no era mucho que una doncella 
recogida en casa de sus padres , hecha y acostum- 
brada siempre á obedecerlos , hubiese querido con- 
decender con su gusto , pues le daban por esposo 
á un caballero tan principal , tan rico y tan gentil 
hombre > que á no querer recebirle , se podia pen- 
sar , ó que no tenia juicio , ó que en otra parte te- 
nia la voluntad : cosa que redundaba tan en per- 
juicio de su buena opinión y fama. Luego volvía 
diciendo que puesto que ella dixera que yo era 
* su esposo , vieran ellos que no habia hecho en es- 
cogerme tan mala elección , que no la disculparan, 
pues antes de ofrecérseles D. Fernando no pudie- 
ran ellos mismos acertar á desear , si con razón mi- 
diesen su deseo , otro mejor que yo para esposo de 
su hija , y que bien pudiera ella antes de ponerse 
en el trance forzoso y ultimo de dar la mano de- 
cir que ya yo le habia dado la mia , que yo vi- 
niera , y condecendiera con todo quanto ella acer- 
tara á fingir en este caso : enfin me resolví en qué 
poco amor , poco juicio , mucha ambición , y de- 
seos de grandezas hicieron que se olvidase de las 
palabras con que me habia engañado , entreteni- 
do y sustentado en mis firmes esperanzas y hones- 
tos deseos. 

Con estas voces y con esta inquietud caminé 
lo que quedaba de la noche , y di al amanecer en 
una entrada destas sierras , por las quales caminé 
otros tres dias sin senda ni camino alguno , hasta 
que vine a parar á unos pitidos , que no sé á que 
mano destas montañas caen , y allí pregunté á unos 



2 1 4 PON QV1XOTE DE LA MANCHA* 

ganaderos que acia donde era lo mas áspero destas 
sierras. Dixeronme que acia esta parte : luego me 
encaminé á ella con intención de acabar aqui la 
vida , y en entrando por estas asperezas , del can* 
sancio y de la hambre se cayo mi muía muerta , ó 
lo que yo mas creo , por desechar de sí tan inútil 
carga como en mí llevaba : yo quedé á pie , ren- 
dido de la naturaleza , traspasado de hambre , sin 
tener ni pensar buscar quien me socorriese : de 
aquella manera estube no sé que tiempo tendido 
en el suelo , al cabo del qual me levanté sin ham- 
bre , y hallé junto á mí a unos cabreros , que sin 
duda debieron ser los que mi necesidad remedia- 
ron , porque ellos me dixeron de la manera que 
me habían hallado , y cómo estaba diciendo tantos 
disparates y desatinos , que daba indicios claros de 
haber perdido el juicio : y yo he sentido en mí 
después acá que no todas veces le tengo cabal » si- 
no tan desmedrado y flaco , que hago mil locuras, 
rasgándome , los vestidos , dando voces por estas so- 
ledades , maldiciendo mi ventura , y repitiendo en- 
vano el nombre amado, de mi enemiga , sin tener 
otro discurso ni intento entonces , que procurar aca- 
bar la vida voceando , y quando en mí vuelvo , me 
hallo tgn cansado y molido , que apenas puedo 
moverme : mi mas común habitación es en el hue- 
co de un alcornoque , capaz de cubrir este mise- 
rable cuerpo : los vaqueros y cabreros que andan 
por estas montañas ,. movidos' de caridad me sus- 
tentan poniéndome el manjar por los caminos y 
por la$ peñas , por donds entienden que acaso po- 
dre pasar y hallarlo ; y asi , aunque entonces me 
falte el juicio , la necesidad natural me .da á co- 



i 1 



PARTE I. CAPITULO XXVII. 21 f 

nocer el mantenimiento , y despierta en mí el de- 
seo de apetecerlo y la voluntad de tomarlo : otras 
veces me dicen ellos quando me encuentran con 
juicio , que yo salgo á los caminos , y que se lo 
quito por fuerza , aunque me lo den de grado , á 
los pastores que vienen con ello del lugar a las 
majadas : desta manera paso mi miserable y estre- 
ma vida , hasta que el cielo sea servido de condu- 
cirla á su ultimo fin , ó de ponerle en mi memo- 
ria , paraque no me acuerde de la hermosura y de 
la traición de Luscinda y del agravio de D. Fer- 
nando ; que si esto él hace sin quitarme la vida, 
yo volvere a mejor discurso mis pensamientos : don- 
de no , no hay sino rogarle que absolutamente ten- 
ga misericordia de mi alma , que yo no siento en 
mí valor ni fuerzas para sacar el cuerpo desta es- 
trecheza , en que por mi gusto he querido poner- 
le. Esta es , ó señores , la amarga historia de mi 
desgracia : decidme , si es tal , que pueda celebrar- 
se con menos sentimientos que los que en mí ha- 
béis visto , y no os canséis en persuadirme ni acon- 
sejarme lo que la razón os dixere que puede ser 
bueno para mi remedio , porque ha de aprovechar 
conmigo lo que aprovecha la medicina recetada dé 
famoso medico al enfermo que recebir no la quie- 
re : yo no quiero salud sin Luscinda , y pues ella, 
gusta de ser agena , siendo ó debiendo ser mia, 
guste yo de ser.de la desventura y pudiendo haber 
sido de la buena dicha : ella quiso con su mudan- 
za hacer estable mi perdición , yo querré con pro- 
curar perderme hacer contenta su voluntad ,y,sej- 
ra exemplo á los porvenir de que a mí solo faltó 
lo que á todos los desdichados sobra , á los quales. 



S 1 6 DON QUÍSOTE DE l A MANCHA. 

suele ser consuelo la imposibilidad de tenerle 1 , y 
en mí es causa 1 de mayores sentimientos y males, 
porque aun pienso que no se han de acabar con la 
muerte. Aqui dio fin Cardenio á su laf ga platica, 
y tan desdichada como amorosa historia, y al tiem- 
po que el Cura se prevenía para decirle algunas 
razones de consuelo , le suspendió una voz que lle- 
gó á sus oídos , que en lastimados acentos oyeron 
que decia lo que se dirá en la quarta * parte des- 
ta narración ; que en este punto dio fin á la ter- 
cera el sabio y atentado historiador Cide Hame- 
te fien EngeÚ. 9 - 

CAPITULO XXVIII. 

QUE TKATA PE LA NUEVA Y AGRADABLE AVEN- 
TURA , QUE AL CURA T BARBERO SUCEDIÓ EN 

LA MISMA SIERRA. 

"17 

JT elicisimos y venturosos fueron los tiempos don- 
de se echó al mundo el audacísimo Caballero Don 
Quizóte de la Mancha, pues por haber tenido 

é 

t La imposibilidad de tenerle. Alusión a la sentencia 
de Virgilio*. 

Una salus victis nullám sperare salutem, 
fue traducida por Gregorio Hernández de Velasco dice asi\ 

Solo les queda i los vencidos una 
\ Salud, que es no esperar salud alguna. 
. % Y en mres causa. En lugar de estas palabras se 
leian en las primeras ediciones y en las demás estas otras', 
j en. mas causa , que no hadan sentido. Se han enmenda- 
do en esta considerándolas como yerro de imprenta ma- 
nifiesto. 
3 V. Discurso Preliminar: J. V. 



PARTE I. CAPITULO XXVIII. 2 1 J 

tan honrosa determinación , como fue el querer re* 
sucitar y volver al mundo la ya perdida y casi 
muerta orden de la andante caballería , gozamos ' 
ahora en esta nuestra edad , necesitada de alegres 
entretenimientos , no solo de la dulzura de su ver- 
dadera historia , sino de los cuentos y episodios de- 
Ha , que en parte no son menos agradables , y ar- 
tificiosos , y verdaderos , que la misma historia ' : la 
qual prosigrendo su rastrillado , torcido y aspado 
hilo , cuenta que asi como el Cura comenzó á pre- 
venirse para consolar á Cardenio , lo impidió una 
voz que llegó a sus oídos , que con tristes acentos 
decía desta manera: 

Ay Dios! ¿si sera posible que he ya hallado 
lugar , que pueda servir de escondida sepultura á 
la carga pesada deste cuerpo , que tan contra mi 



i Que la misma historia. Sin haber concluido nuestro 
autor un episodio , introduce otro , y con la salva y apo- 
logía que hace aquí a favor de ellos , parece quiso preve- 
nir la critica , que le hicieron después por boca del bachi- 
ller Sansón Carrasco sobre que en esta*Primera Parte se 
habia valido de novelas y cuentos ágenos de la historia , y 
que se debió de atener al refrán de paja 6 heno &c. [ P. II. 
c. ni.'] Con efecto en el c.JCLIV. confiesa que en la Se- 
gunda se habia ceñido mas á los principales personages de 
la historia , que son Don Quixote y Sancho, sin estenderse 
a otras digresiones y episodios estraños ,y sin ingerir como 
él dice novelas sueltas y pegadizas : y porque los censores de 
Cervantes daban á entender que el recurso á cuentos age- 
nos suponía pobreza de ingenio , anadio que H era hombre 
que tenia habilidad , suficiencia y entendimiento para tratar 
del universo todo. En esta sujeción d los estrechos limites 
de la narración histórica se fundan los que prefieren la 
Segunda Parte d la Primera , contra los que decían nunca 
Segundas Partea fueron buenas. [P. 27. c. IV.] 



2 1 8 DON QTJIXOTE DE LA MANCHA. 

voluntad sostengo? sí sera, si la soledad que pro- 
meten estas sierras no me miente : ay desdichada ! 
¡y quan mas agradable compañía harán estos ris- 
cos y malezas a mi intención [ pues me darán lu- 
gar paraque con quejas comunique mi desgracia 
al cielo 3 que no la ele ningún hombre humano, 
pues no hay ninguno en la tierra de quien se pue- 
da esperar consejo en las dudas , alivio en las que- 
jas , ni remedio en los males ! Todas estas razones 
oyeron y percibieron el Cura y los que con él es- 
taban , y por parecerles , como ello era , que allí 
junto las decían , se levantaron á buscar el dueño; 
y no hubieron andado veinte pasos , quando detras 
de un peñasco vieron sentado al pie de un fresno 
á un mozo vestido como labrador , al qual , por 
tener inclinado el rostro á causa de que se lavaba 
los pies en el arroyo que por allí corría , no se le 
pudieron ver por entonces : y ellos llegaron con 
tanto silencio , que del no fueron sentidos , ni él 
estaba á otra cosa atento que á lavarse los pies, 
que eran tales , que no parecían sino dos pedazos 
de blanco cristal , que entre las otras piedras del 
arroyo se habían nacido : suspendióles la blancura 

Í belleza de los pies , pareciendoles que no esta- 
an hechos á pisar terrones , ni á andar tras el ara- 
do y los bueyes , como mostraba el habito de su 
dueño ; y asi t viendo que no habían sido sentidos, 
el Cura que iba delante , hizo señas á los otros dos 
que se agazapasen , ó escondiesen detras de unos 
pedazos de peña que allí había :, asi lo hicieron 
todos , mirando con atención lo que el mozo ha- 
cía. £1 qual traía puesto un capotillo pardo de dos 
aldas muy ceñido al cuerpo con una toalla blan- 



PARTE I. CAWTW-0 XXVIII. 21 9 

ca : traja ansimismo unos calzones 1 y polaynas de 
paño pardo , y en la cabeza una montera parda: 
tenia las polaynas levantadas hasta la mitad de la 
pierna , que sin duda alguna de blanco alabastro 
parecía : acabóse de lavar los hermosos pies , y lue- 
go con un paño de tocar que sacó debaxo de la 
montera , se los limpió , y ai querer quitársele, al- 
zó el rostro , y tubieron lugar los que mirándole 
estaban , de ver una hermosura incomparable tal, 
que Cardcnio dixo al Cura con voz baxa : esta, 
ya que no es laiscinda , no es persona humana , si- 
no divina. El mozo se quitó la montera , y sacu- 
diendo la cabeza á una y á otra parte , se comen- 
zaron á descoger y desparcir unos cabellos , que 
pudieran los del sol tenerle! envidia. Con esto co- 
nocieron que el que parecía labrador, era muger y 
delicada , y. aun la mas hermosa que hasta enton- 
ces los ojos de los dos habían visto , y aun los de 
Cárdenlo , si no hubieran mirado y conocido a 
lajscinda , que después afirmó que sola la belle- 
za de Luacinda podía contender con aquella. Los 
luengos y rubios cabellos no solo le cubrieron las 
espaldas , mas toda entorno la escondieron deba- 
xo de ellos , que sino eran los pies , ninguna otra 
cosa de su cuerpo se parecía : tales y tantos eran. 
Jín esto les sirvió de peype unas manos , que si los 
]>ies en el agua habían parecido pedazos de cris- 
tal , las manos en los cabellos semejaban pedazos 
de apretada nieve : todo lo qual en mas admira- 

1 Calzones. Un genero de greguiscos [dice Covarru- 
hias : Tesoro ] 6 zaragüelles : muchas veces se toma por las 
sobrecalzas , píe por otra timbre se llaman polaynas* 



I 



220 DON QTJIXOTE DE LA MANCHA. 

cion y en mas deseo de saber quién era , ponía á 
los tres que la miraban : por esto determinaron de 
mostrarse , y al movimiento que hicieron de po- 
nerse en pie , la hermosa moza alzó la cabeza *, y 
apartándose los cabellos de delante de ios ojos con 
entrambas manos , miró lo* que el ruido hacían : y 
apenas los hubo visto , quando se levantó en pie, 
sin aguardar á calzarse , ni á recoger los cabe- 
Ios , asió con mucha presteza un bulto como de 
ropa , que junto á sí tenia , y quiso ponerse en hui- 
da , llena de turbación y sobresalto ; mas no hubo 
dado seis pasos , quando no pudiendo sufrir los de- 
licados pies la aspereza de las piedras , dio consigo 
en el suelo : lo qual visto por los tres , salieron á 
ella , y el Cura fue el primero que le dixo : dete- 
neos , señora , quienquiera que seáis , que los que 
aqui veis , solo tienen intención de serviros : no 
hay para que os pongáis en tan impertinente hui- 
da , porque ni vuestros pies lo podran sufrir , ni 
nosotros consentir. A todo esto ella no respondía 
palabra , atónita y confusa. Llegaron pues a ella, 
y asiéndola por la mano el Cura, prosiguió dicien- 
do: lo que vuestro trage , señora, nos niega, vues- 
tros cabellos nos descubren , señales claras que no 
deben de ser de poco momento las causas que han 
disfrazado vuestra belleza en habito tan indigno, 
y traidola a tanta soledad como es esta , en la qual 
ha sido ventura el hallaros , si no para dar reme- 
dio á vuestros males , alómenos para darles conse- 
jo , pues ningún mal puede fatigar tanto ni llegar 
tan al estremo de serlo , mientras no acaba la vi- 
da , que rehuya de no escuchar siquiera el conse- 
jo , que con buena intención se le da al que lo pa- 



PARTE J. CAPITULO XXVIII. 221 

dece : asique , señora mía , ó señor mío , ó lo que 
vos quíseredes ser , perded el sobresalto , que nues- 
tra vista os ha causado , y contadnos vuestra bue- 
na ó mala suerte , que en nosotros juntos , ó en 
cada uno , hallareis quien os ayude a sentir vues- 
tras desgracias. Entanto que el Cura decía estas 
razones , estaba la disfrazada moza como embele- 
sada , mirándolos á todos sin mover labio , ni decir 
palabra alguna , bien asi como rustico aldeano que 
deimproviso se le muestran cosas raras y del jamas 
vistas ; mas volviendo el Cura á decirle otras ra- 
zones al mismo efeto encaminadas , dando ella un 
profundo suspiro , rompió el silencio , y dixo : pues 
que la soledad destas sierras no ha sido parte para 
encubrirme', ni la soltura de mis descompuestos ca- 
bellos no ha permitido que sea mentirosa mi len- 
gua , envalde seria fingir yo denuevo ahora lo que, 
si se me creyese , seria mas por cortesía que por 
otra razón alguna : presupuesto esto , digo , seño- 
res , que os agradezco el ofrecimiento que me ha- 
béis hecho , el qual me ha puesto en obligación 
de satisfaceros en todo lo que me habéis pedido, 
puesto que temo que la relación que os hiciere de 
mis desdichas , os ha de causar al par de la com- 
pasión la pesadumbre , porque no habéis de hallar 
remedio para remediarlas , ni consuelo para entre- 
tenerlas ; pero con todo esto , porque no ande va- 
cilando mi honra en vuestras intenciones , habién- 
dome ya conocido por muger , y viéndome moza, 
sola y en este trage , cosas todas juntas y cada una 
por sí que pueden echar por tierra qualquier ho- 
nesto crédito , os habré de decir lo que quisiera ca- 
llar , si pudiera. Todo esto dixo sin parar la que 



88* DON QVlXOTE DB X.A MANCHA. 

tan hermosa muger parecía , con tan suelta iea- 
gua , con vo2 tan suave , que no menos les admi- 
ró su discreción que su hermosura : y tornándole á 
hacer, nuevos ofrecimientos y nuevos ruegos , para 
que lo prometido cumpliese > ella sin hacerse mas 
de rogar, calzándose con toda honestidad , y reco- 
giendo sus cabellos , se acomodó en el asiento de 
una piedra, y puestos los tres alrededor della , ha- 
ciéndose fuerza por detener algunas lagrimas que 
á los ojos se le venían , con voz reposada y clara 
comenzó la historia de su vida desta manera. 

En esta Andalucía hay un lugar, de quien to- 
ma titulo un Duque , que le hace uno de los que 
llaman Grandes en España :, este tiene dos hijos, 
el mayor heredero de su estado y al parecer de 
sus buenas costumbres , y el menor no sé yo de 
que sea heredero , sino de las traiciones de Velli- 
do y de los embustes de Galalon : deste señor son 
vasallos mis padres , humildes en linage , pero tan 
ricos , que si los bienes de su naturaleza iguala- 
ran a los de su fortuna , ni ellos tubieran mas que 
desear , ni yo temiera verme en la desdicha en 
que me veo , porque quiza nace mi poca ventu- 
ra de la que no tubieron ellos en no haber nacido 
ilustres : bien es verdad que no son tan baxos , que 
puedan afrentarse de su estado , ni tan altos , que 
á mí me quiten la imaginación que tengo de que 
de su humildad viene mi desgracia : ellos enfin 
son labradores , gente llana , sin mezcla de alguna 
raza* mal sonante , y como suele decirse, cristianos 
viejos ranciosos , pero tan rancios , que su riqueza 
y magnifico trato les va poco á poco adquiriendo 
nombre de hidalgos , y aun de caballeros , puesto 



PARTE I. CAPITULO XXVIH. 223 

que de la mayor riqueza y nobleza que ellos se 
preciaban , era de tenerme a mí por hija : y asi por 
no tener otra ni otro que los heredase , como por 
ser padres y aficionados , yo era una de las mas re- 
galadas hijas que padres jamas regalaron, : era el 
espejo en que se miraban , el báculo de su vejez, 
y el sugeto á quien encaminaban , midiéndolos con 
el cielo , todos sus deseos , de los quales , por ser 
ellos tan buenos , los mios no salían un punto , y 
del mismo modo que yo era señora de sus ánimos, 
ansi lo era de su hacienda : por mí se recebian y 
despedían los criados : la razón y cuenta de lo que 
se sembraba y cogia , pasaba por mi mano : los mo 
linos de aceyte , los lagares del vino , el numero 
del ganado ipayor y menor , el de las colmenas, 
finalmente de todo aquello que un tan rico labra- 
dor como mi padre puede tener y tiene , tenia yo 
la cuenta , y era la mayordoma y señora con tanta 
solicitud mia y con tanto gusto suyo , que buena- 
mente no acertaré á encarecerlo : los ratos, que del 
día me quedaban después de haber dado lo que 
convenia a los mayorales ó capataces y á otros jor- 
naleros , los entretenía en exercicios que son á las 
doncellas tan lícitos , como necesarios , como son 
los que ofrece la aguja y la almohadilla , y la rue- 
ca muchas veces ; y si alguna por recrear el animo 
estos exercicios dexaba , me acogía al entreteni- 
miento de leer algún libro devoto , ó a tocar una 
harpa , porque la esperiencia me mostraba que la 
música compone los ánimos descompuestos , y ali- 
via los trabajos que nacen del espíritu. Esta pues 
era la vida que yo tenia en casa de mis padres , la 
qual si tan particularmente he contado, no ha sido 



3 24 DON QITIXOTE PE LA MANCHA. 

por ostentación ni por dar i entender que soy ri- 
ca , sino porque se advierta quan sin culpa me he 
Tenido de aquel buen estado que he dicho , al in- 
felice en que ahora me hallo. Es pues el caso que 
pasando mi vida en tantas ocupaciones y en un en- 
cerramiento tal , que al de un monesterio pudiera 
compararse , sin ser vista á mi parecer de otra per- 
sona alguna que de los criados de casa , porque 
los dias que iba á misa , era tan de mañana y tan 
acompañada de mi madre y de otras criadas , y yo 
tan cubierta y recatada , que apenas vian mis ojos 
mas tierra de aquella donde ponia los pies ; con to- 
do esto , los del amor , ó los de la ociosidad por 
mejor decir , á quien los de lince no pueden igua- 
larse , me vieron puestos en la solicitud de D. Fer- 
nando , que este es el nombre del hijo menor del 
Duque que os he contado. No hubo bien nombra- 
do á D. Fernando la que el cuento contaba, quan- 
do á Cardenio se le mudó la color del rostro , y 
comenzó á trasudar con tan grande alteración , que 
el Cura y el Barbero que miraron en ello , temie- 
ron que le venia aquel acídente de locura , que 
habían oido decir que de quando en quando le ve- 
nia : mas Cardenio no hizo otra cosa que trasudar 
y estarse quedo , mirando de hita en hito á la la- 
bradora , imaginando quien ella era ; la qual sin 
advertir en los movimientos de Cardenio prosiguió 
su historia , diciendo : y no me hubieron bien vis- 
to , quando , según él dixo después , quedó tan 
preso de mis amores , quanto lo dieron bien á en- 
tender sus demostraciones : mas por acabar pres- 
to con el cuento , que no le tiene , de mis desdi* 
chas , quiero pasar en silencio las diligencias que 



PARTE I. CAPITULO XXVIII. 2Ü$ 

D. Fernando hizo para declararme su voluntad: 
sobornó toda la gente de mi casa ; dio y ofreció 
dadivas y mercedes á mis parientes : los dias eran 
todos de fiesta y de regocijo en mi calle : las no- 
ches no dexaban dormir á nadie las músicas : los 
billetes que * sin saber como , á mis manos venían 
eran infinitos , llenos de enamoradas razones y ofre- 
cimientos , con*menos letras que promesas y jura- 
mentos : todo lo qual no solo no me ablandaba, 
pero me endurecía de manera , como si fuera mi 
mortal enemigo , y que todas las obras que para 
reducirme á su voluntad hacia , las hiciera para el 
efeto contrario : no porque á mí me pareciese mal 
la gentileza de D. Fernando , ni que tubiese á de- 
masía sus solicitudes , porque me daba un nosequé 
de contento verme tan querida y estimada de un 
tan principal caballero , y no me pesaba ver en sus 
papeles mis alabanzas : que en esto * por feas que 
seamos las mugeres , me parece á mi que siempre 
nos da gusto el oir que nos llaman hermosas; pero 
a todo esto se oponia mi honestidad y los consejos 
continuos que mis padres me daban , que ya muy 
al descubierto sabian la voluntad de D. Fernanda, 
porque y a á él no se le daba nada de que todo el 
mundo la supiese : decíanme mis padres que en so- 
la mi virtud y bondad dexaban y depositaban su 
honra y fama , y que considerase la desigualdad 
que había entre mí y D. Fernando , y que por 
aquí echaría de ver que sus pensamientos , aunque 
él dixese otra cosa , mas se encaminaban á su gusto 
qué á mi provecho , y que si yo quisiese poner en 
alguna manera algún inconveniente para que él se 
dexase de su injusta pretensión , que ellos me ca* 



\ 



3 *6 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

sarian hiego con quien yo mas gustase , asi de los 
mas principales de nuestro lugar , como de todos 
los circunvecinos , pues todo se podía esperar de 
su mucha hacienda y de mi buena fama : con es- 
tos ciertos prometimientos , y con la verdad que 
ellos me decian , fortificaba* yo mi entereza , y ja- 
mas quise responder á D. Fernando palabra , que 
le pudiese mostrar , aunque de muy lejos , esperan- 
za de alcanzar su deseo : todos estos recatos mios, 
que él debia de tener por desdenes , debieron de 
ser causa de avivar mas su lascivo apetito , que es- 
te nombre quiero dar á la voluntad que me mos- 
traba , la qual , si ella fuera como debia , no la su- 
pierades vosotros ahora, porque hubiera faltado la 
ocasión de decírosla : finalmente D. Fernando su- 
po que mis padres andaban por darme estado por 
quitalle á él la esperanza de poseerme , ó alome- 
nos porque yo tubiese mas guardas para guardar- 
me , y esta nueva ó sospecha fue causa paraque 
hiciese lo que ahora oiréis. 

Y fue que una noche estando yo en -mi apo- 
sento con sola la compañía de una doncella que 
me servia , teniendo bien cerradas las puertas , por 
temor que por descuido mi honestidad no se viese 
en peligro , sin saber ni imaginar cómo , en me- 
dio destos recatos y prevenciones , y en la soledad 
deste silencio y encierro me le hallé delante , cu- 
ya vista me turbó de manera , que me quitó la de 
mis ojos , y me enmudeció la lengua : y asi no fui 
poderosa de dar voces , ni aun él creo que me las 
dexara dar , porque luego se llegó á mí , y tomán- 
dome entre sus brazos [porque yo, como digo, no 
tube fuerzas para defenderme según estaba turba- 



parte i. CAMtuto xxvni. aaj 

da] comenzó á decirme tales razones , que no sé 
como es posible que tenga tanta habilidad la men- 
tira , que las sepa componer de modo , qué parez- 
can tap verdaderas : hacia el traidor que sus lagri- 
mas acreditasen sus palabras í y los suspiros su in- 
tención. Yo pobrecilla ¿ sola entre los míos , mal 
exercitada en casos semejantes f comencé no sé en 
qué modo á tener por verdaderas tantas falseda-r 
des ; pero no de suerte , que me moviesen á com- 
pasión tnenos que buena sus lagrimas y suspiros; 
y asi pasándoseme aquel sobresalto primero , torné 
algún tanto á cobrar mis perdidos es^rítus , y con 
mas animo del que pense que pudiera tener , le di- 
Xe : si como estoy , señor , tn tus bra¿os , estubíera 
entre los de uri íéon fiero » y el librarme dellos se 
me asegurara con que hiciera , ó dixera cosa que 
fuera en perjuicio de mi honestidad i así fuera po- 
sible hacella ó decilk , como es posible defcár da 
haber sido k> que fue ; asique , si tu tienes ceñido 
mi cuerpo con tus brazos , yo tengo atada mi al- 
ma con mis buenos deseos , que son taii diferentes 
de los tuyos como lo verás , si con hacerme fuerza 
quisieres pasar adelante en ellos : tu vasalla soy, 
pero no tu esclava ; ni tiene ni debe tener imperio 
la nobleza de tu sangre para deshonrar y tener en 
poco la humildad de la mia , y en tanto me esti- 
mo yo villana y labradora , como tú señor y caba- 
llea : conmigo no han de ser de ningún efeto tus 
fuerzas , ni han de tener valor tus riquezas , ni tus 
palabras han de poder engañarme , ni tus suspiros 
y lagrimas enternecerme : si alguna de todas estas 
cosas que he dicho, viera yo en el que mis padres 
me dieran por esposo , á su voluntad sé ajustara la 



P2 



g*8 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

mía, y mí voluntad de la suya no saliera : de mo- 
do , que como quedara con honra , aunque queda- 
ra sin gusto , de grado te entregara lo que tu , se- 
ñor , ahora con tanta fuerza procuras : todo esto he 
dicho , porque no es pensar que de nú alcance co- 
sa alguna el que no fuere mi legitimo esposo. Si 
no reparas mas que en eso, bellísima Dorotea, que 
este es el nombre desta desdichada , dixo el des- 
leal caballero , ves aqui te doy la mano de serlo 
tuyo , y sean testigos desta verdad los cielos , á 
quien ninguna cosa se esconde , y esta imagen de 
nuestra Señora , que aqui tienes. Quando Cárde- 
nlo le oyó decir que se llamaba Dorotea , tornó 
denuevo á sus sobresaltos, y acabó de confirmar por 
verdadera su primera opinión ; pero no quiso in- 
terromper el cuento por ver en qué venia á parar 
lo que él ya casi sabia , solo dixo : que ? Dorotea 
es tu nombre , señora? otra he oido yo decir del 
mismo , que quiza corre parejas con tus desdichas: 
pasa adelante , que tiempo vendrá en que te diga 
cosas que te espanten en el mismo grado que te 
lastimen. Reparó Dorotea en las razones de Car- 
denio y en su estraño y desastrado trage, y rogóle 
que si alguna cosa de su hacienda 1 sabia, se la di- 
xese luego , porque si algo le habia dexado bue- 
no la fortuna , era el animo que tenia para sufrir 
qualquier desastre que le sobreviniese , segura de 
que a su parecer ninguno podía llegar , que el que 
tenia acrecentase un punto. No le perdiera yo , se- 
ñora , respondió Cardenio , en decirte lo que pien- 
so , si fuera verdad lo que imagino , y hasta ahoif 

* 
I De su hacienda. Di sus sueños. 



PARTE I. CAPITULO XXVni. 229 

no.sp pierde coyuntura, ni ¿ tí te importa nada el 
saberlo. Sea lo que fuere , respondió Dorotea , la 
que en mi cuento pasa fue que tomando D. Fer- 
nando una imagen que en aquel aposento estaba, 
la puso por testigo de nuestro desposorio , con pa- 
labras eficacísimas y juramentos estraordinarios me 
dio la palabra de ser mi marido , puesto que antes 
que acabase de decirlas , le dixe que mirase bien 
lo que hacia ; y que considerase el enojo , que su 
padre había de recebir de verle casado con una vi- 
llana vasalla suya ; que no le cegase mi hermosu- 
ra , tal qual era , pues no era bastante para hallar 
en ella disculpa de su yerro ; y que si algún bien 
me quería hacer por el amor que me tenia % fuese 
dexar correr mi suerte á lo igual de lo que mi ca- 
lidad podia , porque nunca los tan desiguales casa- 
mientos se gozan , ni duran mucho en aquel gus- 
to con que se comienzan. Todas estas razones que 
aqui he dicho , le dixe , y otras muchas de que no 
me acuerdo ; pero no fueron parte para que él de- 
xase de seguir su intento , bien ansí como d que 
no piensa pagar , que al concertar de la barata no 
repara en inconvenientes. Yo á esta sazón hice uiv 
breve discurso conmigo , y me dixe á mí misma: 
si , que no seré yo la primera , que por via de ma- 
trimonio haya subido de humilde á grande esta- 
do , ni sera D. Fernando el primero a quien her- 
mosura , ó ciega afición , que es lo mas cierto , ha- 
ya hecho tomar compañía desigual á su grandeza; 
pues si no hago ni mundo ni uso nuevo , bien es 
acudir á esta honra qué la suerte me ofrece , pues- 
to que en este no dure mas la voluntad que me 
muestra , de quanto dure el cumplimiento de su 



%$0 DON QUXXOYH X>£ LA MANCHA» ' 

deseo , que enfin para con Dios seré su esposa ; j 
si quiero coa desdenes despedille , en termino le 
veo que no usando el que debe, usará el de la fuer- 
za , y vendré á quedar deshonrada , y sin disculpa 
de la culpa que me podía dar el que no supiere 
quan sin ella he venido á este punto : porque qué 
razones serán bastantes para persuadir i mis padres 
y á otros que este caballero entró en mi aposento 
sin consentimiento mió ? todas estas demandas y 
respuestas revolví en un instante en la imagina- 
ción ; y sobre todo me comenzaron á hacer fuerza, 
y á inclinarme á lo que fue sin yo pensarlo mi per- 
dición f los juramentos de D, remando , los testi- 
gos que ponia , las lagrimas que derramaba , y fi- 
nalmente su disposición y gentileza , que acompa- 
ñada con tantas muestras de verdadero amor , pu- 
dieran rendir a otro tan libre y recatado corazón, 
como el mío : llamé i mi criada , paraque en la 
tierra acompañase a los testigos del cielo ; tornó 
D. Fernando á reiterar y confirmar sus juramentos, 
anadio á los primeros nuevos santos por testigos, 
echóse mil futuras maldiciones , si no cumpliese lo 
que me prometía , volvió á humedecer sus ojos y 
acrecentar sus suspiros, apretóme mas entre sus hra- 
709 , de los quales jamas me había dejado , y coa 
esto y con volverse i salir del aposento mi doñee* 
lia, yo dexé de serlo , y él acabó de ser traidor y 
fementido, £1 día que sucedió a la noche, de mi 
desgracia , se venia aun no tan apriesa , como yo 
pienso que D f Fernando deseaba, porque después 
de cumplido aquello que el apetito pide , el ma- 

Íor gusto que puede venir , es apartarse de dpnde 
¡alcanzaron; digo esto, porque D. Femando dio* 



PARTE I. CAPITULO XXVIII. 23 1 

priesa por partirse de mí , y por industria de mi 
doncella , que era la misma que alli le habia traí- 
do , antes que amaneciese se vio en la calle ; y al 
despedirse de mí , aunque no con tanto ahinco y 
vehemencia como quando vino , me dixo que estu- 
biese segura de su fe , y de ser firmes y verdade- 
ros sus juramentos , y pan mas confirmación de su 
palabra sacó un rico anillo del dedo y lo puso en 
el mió : enefeto él se fue , y yo quedé ni sé si trisó- 
te ó alegre : esto sé bien decir , que quedé confusa 
y pensativa, y casi fuera de mí qon el nuevo acae- 
cimiento , y no tube animo ó no se me acordó de 
reñir á mi doncella por la traición cometida de en* 
cerrar á D. Fernando en mi mismo aposento , por* 
que aun no me determinaba si era bien , ó mal el 
que me habia sucedido : dixele al partir a D. Fer- 
nando que por el mismo camino de aquella podía 
verme otras noches , pues ya era suya , hasta que 
quando él quisiese aquel hecho se publicase ; pero 
no vino otra alguna , sino fue la siguiente , ni yo 
pude verle en la calle , ni en la iglesia, en mas de 
un m|s , que envano me cansé en solicitallo , pues-; 
to que supe que estaba en la villa , y que los mas 
dias iba á caza , exercicio da que'él era fíluy afi- 
cionado : estos di¿*s y estas horas bien sé yo que 
para mí fueron aciagos y menguadas , y bien sé 
que comencé á dudar en ellos , y aun á descreer de 
la fe de D. Fernando ; y sé también que mi don- 
cella oyó entonces las palabras , que en reprehen- 
sión de su atrevimiento antes no había oido ; y sé 
que me fue forzoso tener cuenta con mis lagrimas 
y con la compostura de mi rostro , por no dar oca- 
sión á que mis padres m& preguntasen que 4q qué 



83¿ DON QVIXOTE B£ LA MANCHA- 

andaba descontenta , y me obligasen á buscar men- 
tiras que dediles ; pero todo esto se acabó en un 
punto , llegándose uno donde se atropellaron res* 
petos y se acabaron los honrados discursos , y adon- 
de se perdió la paciencia , y salieron á plaza mis 
secretos pensamientos : y esto fue , porque de allí 
á pocos días se dixo en e> lugar cómo en una ciu- 
dad allí cerca «e había casado D. Fernando con 
una doncella hermosísima en todo estremo , y de 
muy principales padres , aunque no tan rica , que 
por la dote pudiera aspirar á tan noble casamien- 
to : dixose que se llamaba Luscinda , con otras co- 
sas que en sus desposorios sucedieron dignas de ad- 
miración. Oyó Cardenio el nombre de Luscinda, 
y no hizo otra cosa que encoger los hombros , mor- 
derse los labios , enarcar las cejas , y dexar de alli 
á poco caer por sus ojos dos fuentes de lagrimas. 
Mas no por esto dexó Dorotea de seguir su cuen- 
to , diciendo : llegó esta triste nueva a mis oídos, y 
en lugar de helárseme el corazón en oilla , fue tan- 
ta la colera y rabia que se encendió en él , que fal- 
tó poco para no salirme por las calles dan^> vo- 
ces , publicando la alevosía y traición que se me 
había hecho ; mas templóse esta furia por entonces, 
con pensar de poner aquella misma noche por obra 
lo que puse , que fue ponerme en este habito que 
me dio uno de los que llaman zagales en casa de 
los labradores , que era criado de mi padre , al qual 
descubrí toda mi desventura , y le rogue me acom- 
pañase hasta la ciudad , donde entendí que mi ene- 
migo estaba : él , después que hubo reprehendido 
mi atrevimiento y afeado mi determinación, vién- 
dome resuelta en mi. parecer , se ofreció á tenerme 



PARTE I. CAPITULO XXVIII. £33 

compañía , como él dixo , hasta el cabo del mun- 
do: luego al momento encerré en una almohada de 
lienzo un vestido de muger , y algunas joyas y di- 
neros por lo que podía suceder } y en el silencio de 
aquella noche , sin dar cuenta á mi traidora don- % 
celia , sali de mi casa , acompañada de mi criado y 
de muchas imaginaciones , y me puse en camino 
de la ciudad a pie , llevada en vuelo del deseo de 
llegar ya que no á estorbar lo que tenia por he- 
cho , alómenos á decir á D. Fernando me dixese 
con qué alma lo habia hecho. 

Llegué en dos dias y medio donde quería , y 
en entrando por la ciudad , pregunté por la casa 
de los padres de Luscinda , y al primero a quien 
hice la pregunta , me respondió *mas de lo que yo 
quisiera oir : dixome la casa , y todo lo que habia 
sucedido en el desposorio de su hija , cosa tan pu- 
blica en la ciudad , que se hacen corrillos para con- 
tarla por -toda ella : dixome que la noche que D. 
Fernando se desposó con Luscinda , después de ha- 
ber ella dado el sí de ser su esposa, le habia toma- 
do un recio desmayo , y que llegando su esposo á 
desabrocharle el pecho paraque le diese el ayre, 
le halló un papel escrito de la misma letra de Lus- 
cinda , en que decia y declaraba que ella no podia 
ser esposa de D. Fernando , porque lo era de Car- 
denio , que a lo que el hombre me dixo era un 
caballero muy principal de la misma ciudad , y 
que si habia dado el sí á D. Fernando , fue por 
no salir de la obediencia de sus padres : en resolu- 
ción tales razones dixo que contenia el papel , que 
daba á entender que ella habia tenido intención de 
matarse en acabándose de desposar , y daba allí las 



234 DON Q^IXOTE DE LA KANCHA. 

razones por que se había quitado la vida : -todo lo 
qual dicen que confirmó una daga , que le halla- 
ron no sé en que parte de sus vestidos : todo lo 
qual visto por D. Fernando, pareciendole que Lus- 
cinda le había burlado , y escarnecido y tenido en 
poco , arremetió a ella antes que de su desmayo 
volviese , y con la misma daga que le hallaron , la 
quiso dar de puñaladas , y lo hiciera , si sus padres 
y los que se hallaron presentes , no se lo estorba- 
ran : dixeron mas , que luego se ausentó D. Fer- 
nando , y que Luscinda no había vuelto de su pa- 
rasismo hasta otro día , que contó á sus padres có- 
mo ella era verdadera esposa de aquel Cardenio 
3ue he dicho : supe mas , que el Cardenio según 
ecian se halló presente a los desposorios , y que 
en viéndola desposada , lo qual él jamas pensó , se 
salió de la ciudad desesperado , dexandole primero 
escrita una carta , donde daba á entender el agra- 
vio que Luscinda le habia hecho , y de cómo él 
se iba adonde gentes no le viesen : esto to^p era 
publico y notorio en toda la ciudad , y todos ha- 
blaban dello, y mas hablaron 'quando supieron que 
Luscinda habia faltado de casa de su padre y de 
la ciudad , pues no la hallaron en toda ella , de 
que perdían el juicio sus padres , y no sabían qué 
medio se tomar para hallarla' : esto que supe puso 
en bando mis esperanzas , y tube por mejor no ha- 
ber hallado á D. Fernando , que no hallarle casa- 
do , pareciehdome que ai¿i no estaba del todo cer- 
rada la puerta a mi remedio , dándome yo á en- 
tender que podría ser que el cíelo hubiese pues- 
to aquel impedimento en el segundo matrimonio, 
por atraerle á conocer lo que al primero debía , y 



> PARTE. I. CAPITULO XXVIII. 235 

á caer en la cuenta de que era cristiano , y que es- 
taba mas obligado á su alma que á los respetos hu- 
manos : todas estas cosas revolvía en mi fantasía, y 
me consolaba sin tener consuelo , fingiendo unas es* 
peranzas largas y desmayadas para entretener la 
vida que ya aborrezco. Estando pues en la ciu- 
dad , sin saber qué hacerme , pues á D. Fernando 
no hallaba , llegó á mis oidos un pregón , donde 
se prometía grande hallazgo a quien me hallase, 
dando las señas de la edad y del mismo trage que 
traía , y oí decir que se decía que me había saca- 
do de casa de mis padres el nioao que conmigo vi- 
no , cosa que me llegó al alma , por ver quan de 
caida andaba mi crédito , pues no bastaba perderle 
con mi venida , sino añadir el con quien , siendo 
sugeto tan baxo y tan indigno de mis buenos pen- 
samientos ; al punto que oi el pregón , me salí de 
la ciudad con mi criado , que ya comenzaba á dar 
muestras de titubear en la fe , que de fidelidad me 
tenia prometida , y aquella noche nos entramos por 
lo espeso desta montaña con el miedo de no ser 
hallados ; pero como suele decirse que un mal 11a- 
• ma á otro , y que el fin de una desgracia suele ser 
principio de otra mayor, asi me sucedió á mí , por- 
que mi buen criado , hasta entonces fiel y seguro, 
asi como me vio en esta soledad , incitado de su 
misma bellaquería antes que de mi hermosura, qui- 
so aprovecharse de la ocasión que a su parecer es- 
tos yermos le ofrecían , y con poca vergüenza y 
menos temor de Dios , ni respeto mío me requi- 
rió de amares , y viendo que yo con feas y justas 
palabras respondía á las desvergüenzas de sus pro- 
pósitos , dexó aparte los ruegos de quien primero 



3: 



2$6 BON QTTIXOTB DB LA MANCHA* 

pensó aprovecharse , y comenzó á usar de la fuer- 
za ; pero el justo cielo , que pocas ó ningunas ve- 
ces dexa de mirar y favorecer á las justas intencio- 
nes , favoreció las mias de manera , que con mis 
pocas fuerzas y con poco trabajo di con él por un 
derrumbadero , donde le dexé ni sé si muerto , ó 
si vivo ; y luego con mas ligereza que mi sobre- 
salto y cansancio pedían , me entré por estas mon- 
tañas i sin llevar otro pensamiento ni otro disignio 
ue esconderme en eÜas , y huir de mi padre , y 
e aquellos que de su parte me andaban buscan- 
do : con este deseó ha no sé quantos'meses que en- 
tré en ellas , donde hallé un ganadero que me lle- 
vó por su criado á un lugar , que está en las en- 
trañas desta sierra , al qual he servido de zagal to- 
do este tiempo , procurando estar siempre en el 
campo por encubrir estos cabellos , que ahora tan 
sin pensarlo me han descubierto ; pero toda mi in- 
dustria y toda mi solicitud fue y ha sido de nin- 
gún provecho , pues mi amo vino en conocimien- 
to de que yo no era varón , y nació en él el mis- 
mo mal pensamiento que en mi criado ; y como no 
siempre la fortuna con los trabajos da los reme- 
dios , no hallé derrumbadero ni barranco de donde 
despeñar y despenar al amo , como le hallé para 
el criado ; y asi tube por menor inconveniente de- 
xalle y esconderme denuevo entre estas asperezas, 
que probar con él mis fuerzas ó mis disculpas : di- 
go pues que me torné á emboscar , y á buscar don- 
de sin impedimento alguno pudiese con suspiros y 
lagrimas rogar al cielo se duela de mi desventura, 
y me dé industria y favor para salir della , ó para 
dexar l\ vida entre estas soledades , sinquQ quede 



PARTE I. CAPITULO XXVIII, S37 

memoria desta triste , que tan sin culpa suya ha- 
brá dado materia paraque de ella se hable y mur- 
mure en la suya y en las agenas tierras. 

CAPITULO XXIX. 

QUE TRATA DEL GRACIOSO ARTIFICIO Y ORDEN 

QUE SE TUBO EN SACAR A NUESTRO ENAMORADO 

CABALLERO DE LA ASPERÍSIMA PENITENCIA EN 

QUE SE HABÍA PUESTO ' . 

lista es > señores , la verdadera historia de mi tra- 
gedia : mirad y juzgad ahora si los suspiros que 
escuchastes , las palabras que oistes , y las lagrimas 
que de mis ojos salían , tenían ocasión bastante pa- 
ra mostrarse en mayor abundancia ; y considerada 
la calidad de mi desgracia , veréis que sera enva- 
no el consuelo , pues es imposible el remedio de- 
lia : solo os ruego fio que con facilidad podréis 
y debéis hacer 3 que me aconsejéis dónde podre 
pasar la vida , sinque me acabe el temor y sobre- 
salto que tengo de ser hallada de los que me bus- 
can ; que aunque sé que el mucho amor que mis 
padres me tienen , me asegura que seré dellos bien 
recebida , es tanta la vergüenza que me ocupa so- 
lo el pensar que , no como ellos pensaban , tengo 
de parecer a su presencia , que tengo por mejor 

1 Lo s epígrafes di este capitulo y el del siguiente es- 
tfban dislocados en las primeras impresiones , y no corres- 
pondian d sus respectivos contestos , por lo que en las pu- 
blicadas por la Real' Academia Española se pusieron con 
prudente acuerdo en su lugar debido , cuyo exentplo se ha 
adoptado en esta edición. 



238 D0N QVIXOTE DE LA MANCHA. 

desterrarme para siempre de ser vista , que no ver- 
les el rostro con pensamiento que ellos miren el 
mió ageno de la honestidad , que de mí se debían 
de tener prometida. Calló en diciendo esto , y el 
rostro se le cubrió de un color , que mostró bien 
claro el sentimiento y vergüenza del alma. En las 
suyas sintieron los que escuchado la habían tanta 
lastima , como admiración de su desgracia ; y aun- 
que luego quisiera el Cura consolarla y aconsejar- 
la , tomó primero la mano Cardenío, diciendo: en- 
fin, señora : que? tu eres la hermosa Dorotea , la 
hija única del rico Clenardo? Admirada quedó Do- 
rotea , quando oyó el nombre de su padre , y de 
ver quan de poco era el que le nombraba , porque 
ya se ha dicho de la mala manera que Cardenio 
estaba vestido , y asi le dixo : y quién sois vos, 
hermano , que asi sabéis el nombre de mi padre? 
porque yo hasta ahora , si mal no me acuerdo , en 
todo el discurso del cuento de mi desdicha no le 
he nombrado. Soy , respondió Cardenio , aquel sin 
ventura , que según vos , señora , habéis dicho, 
Luscinda dixo que era su esposo : soy el desdicha- 
do Cardenio , á quien el mal termino de aquel, 
que á vos os ha puesto en el que estáis , me ha 
traído a que me veáis qual me veis , roto , desnu- 
do , falto de todo humano consuelo , y lo que es 
peor de todo , falto de juicio , pues no le tengo si- 
no quando al cielo se le antoja dármele por algún 
breve espacio : yo , Dorotea , soy él que me hallé 
presente á las sinrazones de D. Fernando , y él 
que aguardó á oír el sí , que de ser su esposa pro- 
nuncio Luscinda : yo soy el que no tubo animo 
para ver en qué paraba su desmayo , ni lo que re- 



PARTE I. CAPITULO XXIX. 239 

saltaba del papel que le fué hallado én el pecho, 
porque no tubo el alma sufrimiento para ver tan- 
tas desventuras juntas , y asi dexé la casa y la pa- 
ciencia , y una carta que dexé a un huésped mió, 
á quien rogue que en manos de Luscinda la pu- 
siese , y vineme á estas soledades con intención de 
acabar en ellas la vida , que desde aquel tiempo 
aborrecí como mortal enemiga mia ; mas no ha que- 
rido la suerte quitármela , contentándose con qui- 
tarme el juicio , quiza para guardarme para la bue- 
na ventura que he tenido en hallaros , pues siendo 
verdad , como creo que lo es , lo que aqui habéis 
contado , aun podria ser que á entrambos nos tubie- 
se el cielo guardado mejor Suceso en nueütros des-, 
astres , que nosotros pensamos : porque presupues- 
to que Luscinda no puede casarse con D. Fernan- 
do por ser mia , ni D. Fernando con ella por ser 
vuestro ,' y haberlo ella tan manifiestamente decla- 
rado , bien podemos esperar que el cielo nos resti- 
tuya lo que *s nuestro , pues está todavía en ser, y 
no se ha enagenado ni deshecho : y pues este con- 
suelo tenemos , nacido no de muy remota esperan- 
za , ni fundado en desvariadas imaginaciones , su- 
plicóos , señora, que toméis otra resolución en vues- 
tros hénrados pensamientos , pues yo la pienso to- 
mar en los mios , acomodándoos á esperar mejor 
fortuna : que yo os juro por la fe de caballero y 
de cristiano de no desampararos hasta veros en po- 
der de D. Fernando ; y que quando con razones 
no le pudiere atraer á que conozca lo que os debe, 
de usar entonces la libertad que me concede el ser 
caballero , y poder con justo titulo desafialle en ra- 
zón de la sinrazón que os hace ., sin acordarme de 



o 



*4<> JXHt QVTKOtt DE LA MANCHA. 

mis agravios , cuya venganza dexaré al cielo jtar 
acudir en la tierra á los vuestros. Con lo que Cár- 
denlo dixo se acabó de admirar Dorotea , y por 
no saber qué gracias volver á tan grandes ofreci- 
mientos , quiso tomarle los pies para besárselos; 
mas no lo consintió Cardenio : y el Licenciado res* 
pondio por entrambos , y aprobó el buen discurso 
de Cardenio , y sobre todo les rogo * aconsejó y 
persuadió que se fuesen con él á su aldea , donde 
se podrían reparar de las cosas que les faltaban, y 
que alli se daria orden como buscar á D. Fernan- 
do , ó como llevar a Dorotea a sus padres, ó ha- 
cer lo que mas les pareciese conveniente. Carde- 
nio y Dorotea se lo agradecieron , y acetaron la 
merced que se les ofrecía. £1 Barbero , que á todo 
había estado suspenso y callado , hizo también su 
buena platica , y se ofreció con no menos voluntad 
que el Cura a todo aquello que fuese bueno para 
servirles : cpnto asimismo con brevedad la causa 
que alli los habia traído , con la es|pañeza de la 
locura de Don Quixote , y como aguardaban á su 
escudero que habia ido á buscalle. Vinosele á la 
memoria á Cardenio como por sueños la penden- 
cia que con Don Quixote habia tenido , y contola 
á los demás ; mas no supo decir por qué causa fue 
su qüestion. 

En esto oyeron voces , y conocieron que el que 
las daba era Sancho Panza , que por no haberlos 
hallado en el lugar donde los dexó , los llamaba 
á voces : saliéronle al encuentro , y preguntándole 
por Don Quixote , les dixo como le habia halla- 
do desnudo en camisa , flaco , amarillo y muerto 
de hambre , y suspirando por su señora Dulcinea: 



PARTE I* CAPITVLO XXIXé 2^1 

y que puesto que le había dicho que ella le man- 
daba que saliese de aquel lugar , y se fuese al del 
Toboso donde le quedaba esperando , habia res- 
pondido que estaba determinado de no parecer an* 
te su fermosura , fasta que hobiese fecho fazañas, 
que le ficiesen digno de su gracia , y que si aque* 
lio pasaba adelante , corría peligro de no venir á 
Ser Emperador como estaba obligado , ni aun Ar- 
zobispo, que era lo menos que podia ser : por eso, 
que mirasen lo que se habia de hacer para sacarle 
de alli. El Licenciado le respondió que no tubiese 
pena , que ellos le sacarían de alli mal qué le pe- 
sase : contó luego á Cardenio y á Dorotea lo que 
tenían pensado para remedio de Don Quixote, alo* 
menos para llevarle á su casa. A lo qual dixo Do-, 
rotea que ella haría la doncella menesterosa mejor 
que el Barbero , y mas que tenia alli vestidos con 
que hacerlo al natural , y que la dexasen el cargo 
de saber representar todo aquéllo que fuese menes- 
ter para llevar adelante su intento , porqué ella ha- 
bía leído muchos libros de caballerías , y sabia bien 
el estilo que tenían las doncellas altadas , quando 
pedían sus dones á los andantes caballeros. Pue9 
no es menester mas , dixo el Cura , sino que luego 
se ponga por obra í que sin duda la buena suerte 
se muestra en favor mió , pues tan sin pensarlo , á 
vosotros , señores , se os ha comenzado á abrir puer* 
ta para vuestro remedio , y á nosotros se nos ha fa- 
cilitado la que habíamos menester. Sacó luego Do* 
rotea de su almohada una saya entera de cierta te- 
lilla rica, y una mantellina de otra vistosa tela ver- 
de , y de una caxita un collar y otras joyas , coa 
que en un instante se adornó de manera , que una 



T. II. 



£4* DON QVIXOTE DE LA MANCHA. 

rica y gran señora parecía : todo aquello y mas 
dixo que había sacado de su casa para lo que se 
ofreciese , y que hasta entonces no se le había ofre- 
cido ocasión de habello menester. A todos conten- 
tó en estremo su mucha gracia , donayre y hermo- 
sura , y confirmaron á D. Fernando por de poco 
conocimiento , pues tanta belleza desechaba ; pero 
el que mas se admiró fue Sancho Panza , por pa- 
recer le [como era asi verdad]] que en todos los 
días de su vida había visto tan hermosa criatura: 
y asi preguntó al Cura con grande ahinco le di- 
xese quién era aquella tan fermosa señora , y qué 
era lo que buscaba por aquellos andurriales. Esta 
hermosa señora , respondió el Cura , Sancho her- 
mano , es como quien no dice nada , es la heredera 
por linea recta de varón del gran reyno de Mico- 
micon , la qual viene en busca de vuestro amo í 
pedirle un don , el qual es que le desfaga un tuer- 
to ó agravio que un mal gigante le tiene fecho ; y 
á la fama que de buen caballero vuestro amo tie- 
ne por todo lo descubierto , de Guinea ha venido 
á buscarle esta Princesa. Dichosa buscada y di- 
choso hallazgo , dixo á esta sazón Sancho Panza, 
y mas si mi amo es tan venturoso que desfaga ese 
agravio y enderece ese tuerto , matando á ese hi- 
deputa dése gigante que vuestra merced dice ; que 
sí matará , si él le encuentra , si ya no fuese fantas- 
ma , que contra las fantasmas no tiene mi señor po- 
der alguno : pero una cosa quiero suplicar á vues- 
tra merced entre otras , señor Licenciado , y es que 
porque á mi amo no le tome gana de ser Arzo- 
bispo , que es lo que yo temo , que vuestra mer- 
ced le ^conseje que se case luego con esta Prince- 



PARTE I. CAPITULO XXIX. 243 

sa , y asi quedará imposibilitado de recebar orde- 
nes arzobispales , y vendrá con facilidad á su Im- 
perio , y yo alfin de mis deseos : que yo he mi- 
rado bien en ello , y hallo por mi cuenta que no 
me está bien que mi amo sea Arzobispo , porque 
yo soy inútil para la iglesia , pues soy casado , y 
andarme ahora á traer dispensaciones para poder 
tener renta por la iglesia , teniendo como tengo 
muger y hijos , seria nunca acabar : así que, señor, 
todo el toque está en que mi amo se case luego 
con esta señora , que hasta ahora no sé su gracia, 
y asi no la llamo por su nombre* Llamase , respon- 
dió el Cura , la princesa Micomicona * porque lla- 
mándose su reyno Micomicon , claro está que ella 
se ha de llamar asi. No hay duda en eso , respon- 
dió Sancho , que yo he visto a muchos tomar el 
apellido y alcurnia del lugar donde nacieron , lla- 
mándose Pedro de Alcalá , Juan de Ubeda , y Die- 
go de Valladolid , y esto mismo se debe de usar 
alia en Guinea , tomar las Reynas los nombres de 
sus reynos. Asi debe de ser, dixo el Cura, y en lo 
del casarse vuestro amo yo haré en ello todos mis 
poderíos. Con lo que quedó tan contento Sancho, 
quanto el Cura admirado de su simplicidad , y de 
ver quan encaxados tenia en la fantasía los mismos 
disparates que su amo , pues sin alguna duda se 
daba á entender que habia de venir á ser Empe- 
rador. Ya en esto se habia puesto Dorotea sobre 
la muía del Cura , y el Barbero se habia acornó* 
dado al rostro la barba de la cola de buey , y di- 
xeron á Sancho que los guiase adonde Don Qui- 
xote estaba , al qual advirtieron que no dixese que 
conocía al Licenciado , ni al Barbero , porque en 

Q2 



344 DON QuncoTE de la mancha* 

no conocerlos consistía todo el toque de venir á 
ser Emperador su amo ; puesto que ni el Cura ni 
Cardenío quisieron ir con ellos , porque no se le 
acordase á Don Quizóte la pendencia que con Cár- 
denlo había tenido , y el Cura , porque no era me- 
nester por entonces su presencia , y asi los dexa- 
ron ir delante , y ellos los fueron siguiendo á pie 
poco á poco. No dexó de avisar el Cura lo que 
habia de hacer Dorotea : á lo que ella dixo que 
descuidasen , que todo se haría sin faltar punto co- 
mo lo pedían y pintaban los libros de caballerías. 

Tres quartos de legua habrían andado , quan- 
do descubrieron á Don Quixote entre tinas indi- 
cadas peñas* , ya vestido , aunque no armado : y así 
como Dorotea le vio , y fue informada de Sancho 
que aquel era Don Quixote , dio del azote á su 
palafrén , siguiéndole el bien barbado Barbero : y 
en llegando junto á él , el escudero se arrojo de la 
muía , y fue á tomar én los bracos a Dorotea , Ja 
qual apeándose con grande desenvoltura , se file 4 
hincar de rodillas ante las de Don Quixote , y au* 
que él pugnaba por levantarla , ella sin levantar- 
se le fabló en esta guisa : de aqui no me levante- 
re , 6 valeroso y esforzado caballero , fasta que If, 
vuestra bondad y cortesía me otorgue un don , «1 
qual redundará en honra y prez de vuestra peno» 
na , y en pro de la mas desconsolada y agravtaibi 
doncella que. el sol ha visto ; y si es que pl valor 
de vuestro fuerte brazo corresponde á la voz de 
vuestra inmortal fama , obligado estáis á favorecer 
á la sin ventura que de tan lueñes tierras viene 
al olor de vuestro famoso nombre , buscándoos pa- 
ra remedio de sus desdichas. No os responderé pa- 



J 



¿arte i. CAprnno xxir. 545 

labra , fermosa señora , respondió Don Quixote, 
ni oiré mas cosa de vuestra facienda , fasta que os 
levantéis de tierra. No me levantaré , señor , res- 
pondió la afligida doncella , si primero por la vues- 
tra cortesía no me es otorgado el don que pido. 
Yo vos le otorgo y concedo , respondió Don Qui- 
xote , como no se haya de cumplir en daño ó men- 
gua de mi Rey , de mi patria , y de aquella que 
de mi corazón y libertad tiene la llave * . No sera 
en daño ni en mengua de los que decis , mi buep 
señor , replicó la dolorosa doncella. Y estando en 
esto , se llegó Sancho Paiua al oido de su señor, 
y muy pasito le dixo : bien puede vuestra mere- 
ced , señor , concederle el don que pide , que no 
es cosa de nada , solo es matar á un gigantazo , y 
esta que lo pide es la alta princesa Micomicona^ 
Rey na del gran rey no Micomicon de Etiopia. Sea 
quien fuere , respondió Don Quixote, que yo ha- 



1 Tiene la llave. Toda esta aventura está con efeeto 
-frazada según el estilo de los libros de caballerías > como 
se pudiera acreditar con muchos pasages de ellos. En el 
cap, 2j+ de D f Olivante de Laura se dice : Toparos en el 
cambo una doncella que venia en un palafrén y dos escude- 
ros con ella,. 6 venía llorando. Talmcrin que la oyó , ovo 
"duelo della , y dtxole : amiga , qué cuita es la vuestra^ decíd- 
melo : que mucho fare por vos ayudar. Y en la P. 1. c. jp. 
de Amadis de Grecia se trata de como vino la giganta. Mal- 
fadea á demandar favor ai rey Amadis , y como el se fue con 
ella i la vengar del gigante ; y se añade : la Jayana se lan- 
zó á sus pies : agora vos suplico, señor , que me otorguéis un 
don , que parque yo sea enmendada* de un tuerto que recQbi, 
conviene que me lo otorgueys. Yo lo otorgo, dixo el Rey. JT 
en la P.fl. c. 6 oí se dice : Como mi padre murió, un vasallo 
suyo se alzó con el reyno y ínsula que í mí me venia de derecho: 
vengo vestida de negro hasta «pe sea restituida en mi reyno. 



246 PON QVIXOTE J>E LA MANCHA. 

re lo que soy obligado , y lo que me dicta mi con- 
ciencia conforme a lo que profesado tengo; y vol- 
viéndose á la doncella , dixo ; la vuestra gran fer- 
mosura se levante , que yo le otorgo el don que 
pedirme quisiere. Pues el que pido es , dixo la 
doncella, que la vuestra magnánima persona se ven- 
ga luego conmigo donde yo le llevare , y me pro- 
meta que no se ha de entremeter en otra aventu- 
ra ni demanda alguna 9 hasta darme venganza de 
un traidor , que contra todo derecho divino y hu- 
mano me tiene usurpado mi reymv Digo que asi 
lo otorgo , respondió Don Quixote , y asi podéis, 
señora , desde hoy mas desechar la malencofía que 
es fatiga ? y hacer que cobre nuevos bríos y fuer- 
zas vuestra desmayada esperanza , que con el ayu- 
da de Dios y la de mi brazo vos os veréis pres- 
to restituida en vuestro reyno , y sentada en la si- 
lla de vuestro antiguo y grande estado , apesar y 
adespecho de los follones que contradecirlo quisie- 
ren ; y manos á la labor , que en la tardanza dicen 
3ue suele estar el peligro. La menesterosa doñee* 
a pugnó con mucha porfía por besarle las manos; 
mas Don Quixote , que en todo era comedido y 
cortes caballero , jamas lo consintió ; antes la hizo 
levantar y la abrazó con mucha cortesía y comedi- 
miento , y ipandó a Sancho que requiriese las cin* 
chas á Rocinante y lé armase luego al" punto, San- 
cho descolgó las armáis , que como trofeo de un 
árbol estaban pendientes, y requiriendo las cinchas, 
en un punto armó á su señor , el qual viéndose ar- 
mado, dixo; vamos de aqui en el nombre de Dios 
á favorecer esta gran señora. Estábase el Barbero 
aun de rodillas , teniendo gran cuenta de disimular 






PARTE I. CAPITULO XXIX. 247 

la risa y de que no se le cayese la barba , con cu- 
ya caída quiza quedaran todos sin conseguir su 
buena intención : y viendo que ya el don estaba 
concedido, y con la diligencia que* Don Quixote 
se alistaba para ir a cumplirle , se levantó , y to- 
mó de la otra mano a su señora , y entre los dos 
la subieron en la muía : luego subió Don Quixote 
sobre Rocinante , y el Barbero se acomodó en su 
cabalgadura , quedándose Sancho á pie * donde de; 
nuevo se le renovó» la pendida del Rucio con la 
falta que entonces le hacia ; mas todo lo llevaba 
con gusto , por parecerle que ya su señor estab? 
puesto en camino y muy apique de ser Empera.- % 
dor, porque sin duda alguna pensaba que sé había 
de casar con aquella Princesa , y ser por lo menos 
Rey de A^tcomicon : solo le daba pesadumbre el 
pensar que aquel reyno era en tierra de negros , y 
que la gente que por sus vasallos le diesen , habían 
de. ser todos negros : a lo qual hizo luego en su 
imaginación un buen remedio , y dixose a sí mis- 
mo : que se me da á mí que niis vasallos sean ne- 
gros? ¿habrá mas que cargar con ellos y traerlos á 
España , donde los podre vender , y adonde me los 
pagarán decontado , de cuyo dinero podre com? 
prar algún título f ó algún oficio con que vivir des- 
cansado todos los, dias de mi vida? no sino dor? 
míos , y no tengáis ingenio ni habilidad para disr 
poner de las cosas , y para vender treinta , ó diez 
mil vasallos en dacame esas pajas : par Dios que 
los he de volar chico con grande , ó como pudier 
je , y que por negros que sean , los he de volver 

I Y coa la diligencia que. Y la diligencia con que* 



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248 DON QÚlXOTE M LA MANCHA. 

blancos , ó amarillos : llegaos , que me mamo el 
tiedo. Con esto andaba tan solicito y tan contento, 
que se le olvidaba la pesadumbre de caminar á 
pie. Todo esto miraban de entre unas breñas Car- 
denlo y el Cura, y no sabian qué hacerse para jun- 
tarse con ellos ; pero el Cura , que era gran tracis- 
ta , imaginó luego lo que harian para conseguir lo 
que deseaban, y fue que con unas tixeras que traia 
en un estuthe , quitó con mucha presteza la barba 
á Cardenio , y vistióle un capotillo pardo que él 
traia , y diole un herreruelo negro , y él se quedó 
en calzas y en jubón , y quedó tan otro de lo que 
antes parecía Cardenio , que él mismo no se cono- 
ciera , aunque í un espejo se mirar*. Hecho esto, 
puesto ya que los otros habían pasado adelante en- 
tanto que ellos se disfrazaron , con facilidad salie- 
ron al camino real antes que ellos , porque las ma- 
lezas y malos pasos de aquellos lugares no conce- 
dían que andubiesen tanto los de a caballo , como 
los de a pie : enefeto ellos se pusieron en el llano 
á la salida de la sierra; y asi como salió della Don 
Quixote y $us camaraaas , el Cura se le puso á 
mirar muy despacio , dando señales de que le iba 
reconociendo , y alcabo de haberle una buena pie* 
?a estado mirando , se fue á él , abiertos los brazos, 
y diciendo á voces ; .para bien sea hallado el es- 
pejo de la caballería , el mi buen compatriota Don 
Quixote de la Mancha , la flor y la nata de la gen- 
tileza , el amparo y remedio de los menesterosos, 
la quintaesencia de los caballeros andantes : y di- 
ciendo esto, tenia abrazado por la rodilla de la pier- 
na izquierda á Don Quixote. £1 qual , espantado 
de lo que veía y oía decir y hacer á aquel hom- 



PARTE I. CAPITULO XXIX. 249 

bre , se le puso á mirar con atención , y alñn le co- 
noció , y quedó como espantado de verle , y hizo 
grande fuerza por apearse ; mas el Cura no lo con- 
sintió , por lo qual Don Quixote decía : dexeme 
vuestra merced , señor Licenciado , que no es ra- 
zón que yo esté á caballo , y uha tan reverenda 
persona como vuestra merced esté á pie. Eso no 
consentiré yo en ningún modo , dixo el Cura , es- 
tese la vuestra grandeza á caballo , pues estando á 
caballo , acaba las mayores*fazañas y aventuras que 
en nuestra edad se han visto ; que á mí , aunque 
indigno sacerdote , bastaráme subir en las ancas de 
una destas muías destos señores , que con vuestra 
merced caminan , si no lo han por enojo , y aun ha- 
re cuenta que voy caballero sobre el caballo Pega- 
so , ó sobre la zebra ó alfana * , en que cabalga- 

1 Sobre la zebra 6 alfana. La alfana es una yegua de 
extraordinaria grandeza , de que usaban los gigantes y 
otros personages caballerescos. La zebra , que tiene la li- 
gereza del ciervo , es una especie de caballo , y el animal 
de mas hermosa estampa y mas vistosa piel , que acaso se 
encuentra entre los quadrupedos : tiene la piel pintada con 
varias rayas , cintas 6 faxas , alternando los colores de 
negro y blanco , y distribuidas con maravillosa simetría. 
Trata de la zebra el conde Bttffhn en el tom. XII. de su 
Historia Natural p. J. y su hábil traductor D. Josef Cía- 
vijo en el tom. VII y p. 240. Años pasados se vio una en 
Madrid, que para diversión y admiración del publico sa- 
caban d pasear por sus calles y prado^y cuya piel se mani- 
fiesta ahora en el Gabinete de la Historia Natural. Lu- 
do 1/ o en el Comentario latino á su Historia de Etiopia , im- 
freso el año de 16 91. trata de la zebra, de que trae una 
estampa alfol. 150. y dice que en el Congo , rey no de Áfri- 
ca [ el qual es como la cuna y patria de las zebras ] se 
llama Zccora en la lengua del p ais , de donde pudiera con- 
jeturarse que de zecora se dixo y derivó zebra, de este m*+ 



2§0 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

ba aquel famoso moro Muzaraque , que aun hasta 
ahora yace encantado en la gran cuesta Zulema, 
que dista poco de la gran Compluto. Aun no caía 
yo en tanto , mi señor Licenciado , respondió Don 
Quixote , y yo sé que mi señora la Princesa sera 
servida por mi amor de mandar á su escudero dé 
á vuestra merced la silla de su muía f que él po- 
dra acomodarse en las ancas , si es que ella las su- 
fre. Sí sufre , á lo que yo creo , respondió la Prin- 
cesa , y también sé que no sera menester mandár- 
selo ai señor mi escudero , que él es tan cortes y 
tan cortesano , que no consentirá que una persona 
eclesiástica vaya á pie , pudiendo ir á caballo. Asi 

do: zecora , zecra, zebra. No falta quien asegure que en Es- 
paña era conocido y frequente este tan hermoso y aprecia- 
ble quadrupedo ; que de su nombre se llamó Cebrero un mon- 
te de Galicia ;y que en Madrid habia antiguamente en su 
carnicería tabla de carne de zebra , como consta de su Fue- 
ro dado d principios del siglo XIII. 6 año de 12.08. por 
D. Alonso VIII. Pero lo que consta de este Fuero [de que 
se halla un exemplar autentico en la Real Academia de 
la Historia'] es que las tablas en que entonces se vendía 
carne en la carnicería de esta villa de Madrid. , eran de 
carnero, de cabra bona, de oveiabona, de oveía veía, de cu- 
tral ó cebón , de cervo , y de cabra veía ; mas no habia ta- 
bla de carne de zebra , sino de ciervo. Con efecto abundaba 
esta tierra de caza mayor , como ahora sucede aun , y co- 
mo consta del libro de la Montería del rey D. Alonso XI. 
En el Fuero de Plasencia , dado también a principios del 
stglo XIII. por el mismo rey D. Alonso VIII. se hace igual- 
mente memoria de gamos , de ciervos ,' y de acevras, ó ce- 
vras. Mas estas eran las hembras de los ciervos \y asi ha- 
blando de repartir la caza , dice : sí es ciervo , haya el cue- 
ro : sí es cebra , haya la tuerdega del lomo. Conque el monte 
Cebrero se llamó sin duda asi por los ciervos que se cria- 
ban en él , y en las tablas de la carnicería de Madrid no 
se vendía eñ el siglo XII L carne de zebra , sino de ciervo. 



PARTE I. CAPITULO XXIX. 25 1 

es , respondió el Barbero ; y apeándose en un pun- 
to , convidó al Cura con la silla , y él la tomó sin 
hacerse mucho de rogar : y fue el mal , que al su- 
bir a las ancas el Barbero , la muía , que enefeto 
era de ^alquiler , que para decir que era mala esto 
basta , alzó un poco los quartos traseros , y dio dos 
coces en el ayre , que á darlas en el pecho de mae- 
se Nicolás ó en la oabeza , él diera al diablo la 
venida por Don Quijote : con todo eso le sobre- . 
saltaron de manera , que cayo en el suelo con tan 
poco cuidado de las barbas , que se le cayeron ; y 
como se vio sin ellas , no tubo otro remedio sino 
acudir a cubrirse el rostro con ambas manos , y á 
quejarse que le habian derribado las muelas. Don 
Quixote , como vio todo aquel mazo de barbas sin 
quixadas y sin sangre lejos del rostro del escude- 
ro caidó , dixo : vive Dios , que es gran milagro 
este , las barbas le ha derribado y arrancado del 
rostro ^ como si las quitaran aposta. El Cura , que 
vio v el peligro que corría su invención de ser des- 
cubierta , acudió luego á las barbas , y fuese con 
ellas donde yacia maese Nicolás dando aun voces 
todavia , y de un golpe , llegándole la cabeza a su 
pecho , se las puso , murmurando sobre él unas pa- 
labras , que dixo que era cierto ensalmo apropia- 
do para pegar barbas , como lo verían ; y quando 
se las tubo puestas , se apartó , y quedó el escude- 
ro tan bien barbado y tan sano como de antes , de 
que se admiró Don Quixote sobre manera, y ro- 
go al Cura que quando tubiese lugar le enseñase 
aquel ensalmo , que él entendía que su virtud á 
mas que pegar barbas se debía de estender , pues 
estaba claro que de donde las barbas se quitasen, 



ü$2 DON QUÍSOTE DE LA MANCHA. 

había de quedar la carne llagada y maltrecha , y 
que pues todo lo sanaba , a mas que barbas apro- 
vechaba. Asi es , dixo el Cura , y prometió de en- 
señársele en la primera ocasión. Concertáronse que 
por entonces subiese el Cura , y á trechos se fue- 
sen los tres mudando , hasta que llegasen á la ven- 
ta que estaría hasta dos leguas de alli. 

Puestos los tres á caballo/ es a saber , Don Qui- 
xote , la Princesa y el Cura ; y los tres á pie , Cár- 
denlo , el Barbero y Sancho Panza , Don Quixote 
dixo á la doncella : vuestra grandeza, señora mia, 
guie por donde mas gusto le diere. Y antes que 
ella respondiese , dixo el Licenciado : acia qué rey- 
no quiere guiar la vuestra señoría? es por ventura 
acia el de Micomicon ? que sí debe de ser , ó yo 
sé poco de reynos. Ella que estaba bien en todo, 
entendió que habia de responder que sí , y asi di- 
xo : si señor : acia ese reyno es mi camino. Si asi 
es , dixo el Cura , por la mitad de mi pueblo he- 
mos de pasar , y de gilí tomará vuestra merced la 
derrota de Cartagena , donde se podra embarcar 
con la buena ventura, y si hay viento prospero, mar 
tranquilo y sin borrasca , en poco menos de nueve 
años se podra estar á vista de la gran laguna Meo- 
na , digo , Meotides , que está poco mas de cien 
jornadas mas acá del reyno de vuestra grandeza. 
Vuestra merced está engañado , señor mió , dixo 
ella , porque no ha dos años que yo parti del , y 
en verdad que nunca tube buen tiempo , y con to- 
do éso he llegado á ver lo que tanto deseaba , que 
es el señor Don Quixote de la Mancha, cuyas nue- 
vas llegaron á mis oidos asi como puse los pies en 
España t y ellas me movieron á buscarle. , para en- 



. PARTE I. CAPITULO XXIX. ¿*5£ 

comendarme en su cortesía y fiar mi justicia del 
valor de su invencible brazo. No mas , cesen mis 
alabanzas ¿ dixo á esta sazón Don Quixote , por- 
que soy enemigo de todo genero d$ adulación , y 
aunque esta 119 lo sea , todavia ofenden mis castas 
orejas semejantes platicas ; lo que yo sé decir , se- 
ñora mia , que ahora tenga valor ó no , el que tu- 
biere ó no tubiere se ha de emplear en vuestro 
servido hasta perder la vida ; y asi , dexando esto 
para su tiempo , ruego al señor Licenciado me di- 
ga qué es la causa que le ha traido por estas par- 
tes tan solo , tan sin criados , y tan á la ligera , que 
me pone espanto. A eso yo responderé con breve- 
dad , responclio el Cura : porque sabrá vuestra mer- 
ced , señor Don Quixote , que yo y maese Nico- 
lás , nuestro amigo y nuestro barbero, íbamos á Se- 
villa á cobrar cierto dinero que un pariente mió, 
que ha muchos años qué pasó á Indias , me había 
enviado, y no tan pocos, que^nQ pasan de sesenta 
mil pesos , ensayados, que es otro que tal ; y pasan- 
do ayer por estos lugares , nos salieron al encuen- 
tro quatro salteadores , y nos quitaron hasta las bar- 
bas , y de modo nos las quitaron , que le convino al 
Barbero ponérselas postizas , y aun á este mancebo 
que aquí va , señalando a Cardenio , le pusieron 
como denuevo : y es lo bueno , que es publica fa- 
ma por todos estos contornos , que los que nos sal- 
tearon son de unos galeotes , que dicen que liberto 
casi en este mismo sitio un hombre tan valiente, 
que apesar del comisario y de las guardas los sol- 
tó á todos ; y sin duda alguna él debía de estar fue- 
ra de juicio , ó debe de ser tan grande bellaco co* 
nao ellos , ó algún hombre sin alma y sin concien- 



*54 D0N Qvixote be la mancha. 

cia , pues quiso soltar al lobo entre las ovejas , á la 
raposa entre las gallinas , á la mosca entre la miel, 
quiso defraudar la justicia , ir contra su Rey y se- 
ñor natural , pues fue contra sus justos mandamien- 
tos ; quiso , digo , quitar á las galera} sus pies , po- 
ner en alboroto la Santa Hermandad , que habia 
muchos años que reposaba ; quiso finalmente hacer 
un hecho , por donde se pierda sil alma , y no se 
gane su cuerpo. Habíales contado Sancho al «Cura 
y al Barbero la aventura de los galeotes , que aca- 
bó su amo con tanta gloria suya , y por esto car- 
gaba la mapo el Cura refiriéndola , por ver lo que 
hacia ó decia Don Quixote : al qual se le muda- 
ba la color á cada palabra , y no osaba decir que él 
habia sido el libertador de aquella buena gente. 
Estos pues , dixo el Cura , fueron los que nos ro- 
baron , que Dios por su misericordia se lo perdone 
al que no los dexó llevar al debido suplicio. 

CAPITULO XXX. 

QUE TRATA DE LA DISCRECIÓN DE LA HERMOSA 
DOROTEA , CON OTRAS COSAS DE MUCHO GUSTO 

Y PASATIEMPO'. 

JN o hubo bien acabado el Cura , quando Sancho 
dixo : pues , mia fe , señor Licenciado , el que hi- 
zo esa fazaña fue mi amo , y no porque yo no le 
dixe antes y le avisé que mirase lo que hacia , y 
que era pecado darles libertad , porque todos iban 
allí por grandísimos bellacos. Majadero , dixo á es* 



z Véase la nota al epígrafe del capitulo antecedente. 



* PARTE I. CAPITULO XXX. 2$f 

ta sazón Don Quixote , á los caballeros andantes 
no les toca ni atañe averiguar si los afligidos , en- 
cadenados y opresos que encuentran por los cami- 
nos , van de aquella manera , ó están en aquella 
angustia por sus culpas , ó por sus gracias ; solo les 
toca ayudarles como á menesterosos , poniendo los 
ojos en sus penas , y no en sus bellaquerías : yo to- 
pé un rosario y sarta de gente mohina y desdicha- 
da , y hice con ellos lo que mi religión me pide, 
y lo demás alia se avenga : y a quien mal le ha 
parecido, salvo la santa dignidad del señor Licen- 
ciado y su honrada persona , digo que sabe poco 
de achaque de caballería , y que miente como un 
hideputa y mal nacido , y esto le haré conocer con 
mi espada , donde mas largamente se contiene : y 
esto dixo , afirmándose en los estribos y calándose 
el morrión , porque la bacia de barbero , que á su 
cuenta era el yelmo de Mambrino , llevaba colga- 
da del arzón delantero , hasta adobarla del mal tra- 
tamiento que la hicieron los galeotes. Dorotea, que 
era discreta y de gran donayre , como quien ya sa- 
bia el menguado humor de Don Quixote , y que 
todos hacían burla del sino Sancho Panza , no qui- 
so ser para menos , y viéndole tan enojado , le di- 
xo : señor caballero , miembresele a la vuestra mer- 
ced el don que me tiene prometido , y que confor- 
me a él no puede entremeterse en otra aventura 
por urgente que sea : sosiegue vuestra merced el 
pecho, que si el señor Licenciado supiera que por 
ese invicto brazo habian sido librados los galeotes, 
él se diera tres puntos en la boca , y aun se mor- 
diera tres veces la lengua antes que haber dicho 
palabra que en despecho de vuestra merced redun- 



&$6 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

dará. Eso juro yo bien , dixo el Cura , y aun me 
hubiera quitado un vigote. Yo callaré , señora mia, 
dixo Don Quixote,y reprimiré la justa colera que 
ya en mi pecho se había levantado , y iré quieto 
y pacifico hasta tanto que os cumpla el don pro- 
metido ; pero en pago deste buen deseo os supli- 
co me digáis , si no se os hace de mal , ¿ qual es la 
vuestra cuita , y quantas , quienes y quales son las 
personas de quien os tengo de dar debida , satisfe- 
cha y entera venganza? Eso haré yo de gana, res- 
pondió Dorotea , si es que no os enfada oir lasti- 
mas y desgracias. No enfadará , señora mia , res- 
pondió Don Quixote. A lo que respondió Doro- 
tea : pues asi es , estenme vuestras mercedes aten- 
tos. No hubo ella dicho esto, quando Cardenio y 
el Barbero se le pusieron al lado , deseosos de ver 
como fingia su historia la discreta Dorotea , y lo 
mismo hizo Sancho , que tan engañado iba con ella 
como su amo : y ella , después de haberse puesto 
bien en la silla , y prevenidose con toser y hacer 
otros ademanes , con mucho donayre Comenzó á 
decir desta manera. 

Primeramente quiero que vuestras merqedes se- 
pan , señores mios , que á mí me llaman. . . . y de- 
tubose aquí un poco , porque se le olvidó el nom- 
bre que el Cura le había puesto; pero él acudió al 
remedio , porque entendió en lo que reparaba , y 
dixo : no es marabilla , señora mia , que la vuestra 
grandeza se turbe y empache contando sus desven- 
turas , que ellas suelen ser tales ,' que muchas ve- 
ces quitan la memoria á los que maltratan , de tal 
manera que aun de sus mismos nombres no se les 
acuerda , como han hecho con vuestra gran seño- 



. PARTE I. CAPITULO XXX. 2$J 

ria , que se. ha olvidado que se llama la princesa 
Micomicona, legitima heredera del gran reyno Mi- 
comicon : y con este apuntamiento puede la vues- 
tra grandeza reducir ahora fácilmente á su lasti- 
mada memoria todo aquello que contar quisiere. 
Asi es la verdad , respondió la doncella, y desde 
aqui adelante creo que no sera menester apuntar- 
me nada , que yo saldré á buen puerto con mi ver- 
dadera historia: la qual es , que el Rey mi padre, 
que se llamaba Tinacrio el Sabrdor , fue muy doc- 
*to en esto que llaman el arte Mágica , y : alcanzó 
por su ciencia que mi madre , que se llamaba la 
reyna Caramilla , habia de morir primero que él, 
y que de allí á poco tiempo él también habia de 
pasar desta vida , y yo habia de quedar huérfana 
de padre y madre ; pero decia él que no le fati- 
gaba tanto esto , quanto le ponía en confusión sa- 
ber por cosa muy cierta , que un descomunal gi- 
gante , señor de una grande Ínsula , que casi alin- 
da con nuestro reyno , llamado Fandañlando de la 
fosca vista [ porque es cosa averiguada que aun- 
que tiene los ojos en su lugar y derechos , siem- 
pre mira al revés como si. fuese vizco , y esto lo 
hace él de maligno , y por poner miedo y espan- 
to á los que mira] digo , que supo que este gigan- 
te, en sabiendo mi horfandad, habia de pasar con 
gran poderío sobre mi reyno , y me lo habia de 
quitar todo sin dexarme una pequeña aldea donde 
me recogiese ; pero que podia escusar toda esta rui- 
na y desgracia , si yo me quisiese casar con él ; .mas 
a lo que él entendía , jamas pensaba que me ven- 
dría á mí en voluntad de hacer' tan desigual casa- 
miento : y dixo en esto la pura verdad, porque ja* 

X. II. R 



y 



258 DON QVIXOTE D£ LA MANCHA. 

mas me ha pasado por el pensamiento casarme con 
aquel gigante , pero ni con otro alguno , por gran- 
de y desaforado que fuese : dixo también mi pa- 
dre que después que é\ fuese muerto , y viese yo 
que randafilando comenzaba á pasar sobre mi rey- 
no , que no aguardase á ponerme en defensa , por- 
> que seria destruirme , sino que libremente le de* 
xase desembarazado el reyno , si quería escusar la 
muerte y total destruicion de mis buenos y leales 
vasallos ^ porque no habia de ser posible defender- 
me de la endiablada fuerza del gigante ; sino que ' 
luego con algunos de los mios me pusiese en ca- 
mino de las Españas > donde hallaria el remedio de 
mis males , hallando á un caballero andante , cuya 
fama en este tiempo se estenderia por todo este 
reyno , el qual se habia de llamar y si mal no me 
acuerdo > Don Azote •> ó Don Gigote. Don Qui- 
xote diría , señora, dixoá esta sazón Sancho Pan- 
za , ó por otro nombre el Caballero de la Tris- 
te Figura. Asi es la verdad , dixo Dorotea. Dixo 
mas , que habia de ser alto de cuerpo , seco de ros- 
tro , y que en el lado derecho debaxo del hombro 
izquierdo ó por alli junto habia de tener un lunar 
pardo con ciertos cabellos ¿ manera de cerdas. En 
oyendo esto Don Quixote > dixo á su escudero: 
ten aqui, Sancho hijo^ ayúdame á desnudar, que 
quiero ver si soy el caballero , que aquel sabio 
Rey dexó profetizado. Pues para que quiere vues- 
tra, merced desnudarse? dixo Dorotea. Para ver si 
tengo ese lunar que vuestro padre dixo* , respon- 
dió Don. Quixote» No hay para que desnudarse, 
dixQ Sancho , que yo sé que tiene vuestra merced 
un lunar desas señas en la mitad del espinazo, que 



\ 



PARTE I. CAPITULO XXX. 259 

es señal de ser hombre fuerte x . Eso basta , dixor 
Dorotea , porque con los amigos no se ha de mi- 
rar en pocas cosas , y que esté en el hombro , ó 
que esté en el espinazo , importa poco , basta que 
haya lunar, y esté donde estubiere > pues todo es \ 

una misma carne : y sin duda acertó mi buen pa* 
dre en todo , y yo he acertado en encomendarme 
al señor Don Quixote , que él es por quien mi 
padre dixo , pues las señales del rostro vienen con 
las de la buena* fama , que este caballero tiene no 
solo en España, pero en toda la Mancha. Pues ape- 
nas me hube desembarcado en Osuna , quándo oi 
decir tantas hazañas suyas , que luego me dio el 
alma que era el mismo que venia á buscar. Pues 
cómo se desembarcó vuestra merced en Osuna , se*- 

1 Señal de ser hombre fuerte. El licenciado Miguel de 
Luna, granadino, hijo de f adres moriscos \ fingió una his- 
toria de la perdida de España , suponiendo que era la es- 
crita en arábigo por Abulcacin, que se halló en ella ; y tra- 
duciéndola en castellano la publicó por los años de 1588. 
¿atiendo á un mismo tiempo oficio de autor original y de 
traductor*. En el ¡ib. j. cap. 7./. 2 7. dice pues , que ha* 
liándose en Tarifa el capitán Tari/ con el conde D. Ju- 
lián , prendieron los moros d una muger española y y la 
llevaron a su presencia , la anal dixo que se llamaba la 
Cabezuda ; que siendo niña oyó leer a su padre un pronos- 
tico , en que se decia que se habia de perder este rey no , y 
le hablan de ganar los moros ; que el capitán que le ha- 
bía de conquistar habia de ser' valeroso y fuerte ; y que 
por señas habia de tener un lunar peloso tan grande como 
un garvanzo sobre el hombro de la mano derecha ; que oido 
esto , se desnudó Tarif en presencia de todos , y habiendo 
mirado con cuidado , hallaron el lunar que la muger ha- 
~}ij* dicho. Pudo Cervantes haber adoptad* de la Historia 
de Abulcacin el caso del lunar de Don Quixote : y pudb 
también haberle inventado. . 

* 2 



SÓO DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

ñora mía , preguntó Don Quizóte , si no es puerto 
de mar? Mas antes que Dorotea respondiese , to- 
mó el Cura la mano , y dixo : debe de querer de- 
cir la señora Princesa que después que desembar- 
co en Malaga , la primera parte donde oyó nue- 
vas de vuestra merced fue en Osuna. Eso quise de- 
cir , dixo Dorotea. Y esto lleva camino , dixo el 
Cura , y prosiga Vuestra Magestad adelante. No 
hay que proseguir > respondió Dorotea ; sino que 
finalmente mi suerte ha sido tai* buena en hallar 
al señof Don Quixote , que ya me cuento y ten- 
go por Reyna y señora de todo mi reyno > pues él 
por su «cortesía y magnificencia me ha prometido 
el don de irse conmigo dondequiera que yo le lle- 
vare i que no sera á otra parte , que á -ponerle de- 
lante de Pandafilando de la fosca vista , paraque 
le mate y me restituya lo que tan contra razón me 
tiene usurpado ; que todo esto ha de suceder á pe- 
dir de boca , pues asi lo dexó profetizado Tinacrio 
el Sabidor mi buen padre : el qual también dexó 
dicho y escrito en letras caldeas , ó griegas , que 
yo no las sé leer , que si este caballero de la pro- 
fecía , después de haber degollado al gigante , qui- 
siese casarse conmigo , que yo me otorgase luego 
sin replica alguna por sir legitima esposa , y le die- 
se la posesión de mi reyno junto con la de mi per- 
sona. Qué te parece , Sancho amigo? dixo á este 
Íunto Don Quixote : no oyes lo que pasa? no te 
> dixe yo? mira si tenemos ya reyno que man- 
dar , y Reyna con quien casar. Eso juro yo, dixo 
Sancho , para el puto que no se casare en abrien- 
do el gaznatico al señor Pandahilado ; pues mon- 
tas que es mala la Reyna , asi se me vuelvan las 



PARTE I. CAPITULO XXX. $6j 

pulgas de la cama ; y diciendo esto , dio dos za- 
patetas en el ayre con muestras de grandísimo con- N 
tentó : y luego fue á tomar las riendas de la muía 
de Dorotea , y haciéndola detener , se hincó de ro- 
dillas ante ella , suplicándole le diese las manos pa- 
ra besárselas en señal que la recibía por su Reyna 
y señora. Quién no había de reír de los circuns- 
tantes , viendo la locura del amo , y la simplicidad 
del criado? En efeto Dorotea se las dio , y le pro- 
metió de hacerle; gran señor en su reyno , quanda 
el cielo le hiciese tanto bien , que se lo dexase co- 
brar y gozar. Agradecioselo Sancho con tales pa- 
labras , que renovó la risa en todos. Esta , señores, 
prosiguió Dorotea , es mi historia , solo resta por 
deciros que de quanta gente de acompañamiento 
saqué de mi reyno , no me ha quedado sino solo 
este buen barbado escudero , porque todos se ane- 
garon en una gran borrasca que tubimos a vista 
del puerto : y él y yo salimos en dos tablas a tier- 
ra como por milagro, y asi es todo milagro y mis- 
terio el discurso de mi vida , como lo habéis nota- 
do ; y si en alguna cosa he andado demasiada , ó 
no tan acertada como debiera , echad la culpa á lo 
que el señor Licenciado dixo al principio de mi 
cuento , que los trabajos continuos y estraordina- 
rios quitan la memoria al que los padece. Esa oío 
me quitarán á mí , ó alta y valerosa señora , dixo 
Don Quixote , quantos yo pasare en serviros , por 

trandes y no. vistos que sean ; y asi denuevo con- 
rmo el don que os he prometido , y juro de ir con 
vos al cabo del mundo , hasta Verme con el fiero 
enemigo vuestro , á quien pienso con el ayuda de 
Dios y de mi brazo tajar la cabeza soberbia con 



2Ó2 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

los filos desta , no quiero decir buena, espada; mer- 
ced á Gines de Pasamonte que me llevó la mia: 
esto dixo entre dientes i y prosiguió diciendo : y 
después de habérsela tajado y puestoos en pacifica 
posesión de vuestro estado , quedará á vuestra vo- 
luntad hacer de vuestra persona lo que mas en ta- 
lante os viniere , porque mientras que yo tubiere 
ocupada la memoria , y cautiva la voluntad , per- 
dido el entendimiento por aquella .... y no digo 
mas , no es posible que yo arrostre ni por pienso 
el casarme , aunque fuese con el ave Fénix. Pare- 
cióle tan mal á Sancho lo que últimamente su amo 
dixo acerca de no querer casarse , que con grande 
enojo alzando la voz , dixo : voto a mí , y juro a 
mí , que no tiene vuestra merced , señor Don Qui- 
xote, cabal juicio: pues como? ¿es posible que po- 
ne vuestra merced en duda el casarse con tan alta 
Princesa como aquesta? ¿piensa que le ha de ofre- 
cer la fortuna tras cada cantillo semejante ventu- 
ra , como la que ahora se le ofrece ? es por dicha 
mas hermosa mi señora Dulcinea? no por cierto, 
ni aun con la mitad , y aun estoy por decir que no 
llega á su zapato de la que está delante : asi nora- 
mala alcanzaré yo el condado que espero , si vues- 
tra merced se anda á pedir cotufas en el golfo : cá- 
sese , cásese luego , encomiendole yo á satanás , y 
tome ese reyno que se le viene á las manos de vo- 
bis vobis , y en siendo Rey , hágame marques , ó 
adelantado , y luego siquiera se lo lleve el diablo 
todo. Don Quixote , que tales blasfemias oyó de- 
cir contra su señora Dulcinea , no lo pudo sufrir, 
y alzando el lanzon , sin hablalle palabra á San- 
cho y sin decirle esta boca es mia , le dio tales dos 



v 



PARTE I. CAPITULO XXX. 263 

palos , que dio con él en tierra , y si no fuera por- 
que Dorotea le dio voces que no le diera mas , sin 
duda le quitara alli la vida. ¿Pensáis , le dixo aca- 
bo de rato , villano ruin , que ha de haber lugar 
siempre para ponerme la mano en la horcajadura, 
y que todo ha de ser errar vos , y perdonaros yo ? . 
pues no lo penséis , bellaco, descomulgado, que sin 
duda lo estás , pues has puesto lengua en la sin par 
Dulcinea : ¿y no sabéis vos , gañan, faquín 1 , be- 
litre * , (Jue si no fuese por el valor que ella infun- 
de en mí brazo , que no le tendría yo para matar 
una pulga? decid , socarrón de lengua viperina: 
¿y quien pensáis que ha ganado este rey no, y cor* 
tado la cabeza á este gigante , y hechoos á vos 
marques ([que todo esto doy ya por hecho , y por 
cosa pasada en cosa juzgada] sino es el valor de 
Dulcinea , tomando á mi brazo por instrumento de 
sus hazañas? ella pelea en mí , y vence en mí , y 
yo vivo y respiro en ella , y tengo vida y ser : ó 
hideputa bellaco, y coma sois desagradecido! que 
os veis levantado del polvo de la' tierra á ser se- 
ñor de titulo , y correspondéis á tan buena obra 
con decir mal de quien os la hizo). No estaba tan 
maltrecho Sancho , que no oyese todo quanto su 
amo le decia , y levantándose con un poco de pres- 
teza , se fue a poner detras del palafrén de Doro- 
tea , y desde alli dixo á su amo : dígame , señor, 
si vuestra merced tiene determinado de no casarse 
con esta gran Princesa , claro está que no sera el 

1 Faquín. Voz italiana: ganapán , mozo de cordel, que 
se emplea en llevar fardos á cuestas* 

2 Belitre. Voz francesa \ picaro , ruin , de viles proce- 
deres. 



264 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

reyno suyo , y no siéndolo, qué mercedes me pue- 
de hacer? esto es de lo que yo me quejo : cásese 
vuestra merced una por una con esta Reyna , aho- 
ra que la tenemos aquí como llovida del cielo , y 
después puede volverse con mi señora Dulcinea, 
que Reyes debe de haber habido en el mundo que 
hayan sido amancebados : en lo de la hermosura 
no me entremeto , que en verdad , si va á decirla, 
que entrambas me parecen bien , puesto que yo 
nunca he visto á la señora Dulcinea. Como que 
no la has visto , traidor , blasfemo ? dixo Don Quí- 
sote ; ¿ pues no acabas de traerme ahora un reca- 
do de su parte ? Digo que no la he visto tan des- 
pacio , dixo Sancho, que pueda haber notado parti- 
cularmente su hermosura y. sus buenas partes pun- 
to por punto ; pero asi á bulto me parece bien. 
Ahora te disculpo , dixo Don Quixote , y perdó- 
name el enojo que te he dado , que los primeros 
movimientos no son en manos de los hombres. Ya 
yo lo veo , respondió Sancho , y asi en mí la gana 
de hablar siempre es primero movimiento , y no 
puedo dexar de decir por una vez siquiera lo que 
me viene á la lengua. Con todo eso , dixo Don 
Quixote , mira Sancho lo que hablas , porque tan- 
tas veces va <el cantarillo a la fuente .... y no te 
digo mas. Ahora bien , respondió Sancho , Dios es- 
tá en el cielo , que ve las trampas y sera juez de 
quién hace mas mal , yo en no hablar bien, ó vues- 
tra merced en obrallo. No haya mas , dixo Doro- 
tea , corred Sancho , y besad la mano a vuestro se- 
ñor , y pedilde perdón; y de aqui adelante andad 
mas atentado en vuestras; alabanzas- y vituperios, 
y no digáis mal de aquesa señora Tobosa, á quien 



. PARTE I. CAPITULO XXX." &6$ 

yo no conozco sino es para servilla , y tened con- 
fianza en Dios , que no os ha de faltar un estado 
donde viváis como un principe. Fue Sancho cabiz- 
baxo , y pidió la^mano á su señor , y él se la dio 
con reposado continente , y después que se la hu- 
bo besado, le echó la bendición ; y dixo á Sancho 
que se adelantasen un poco , que tenia que pre- 
guntalle , y que departir con él cosas de mucha 
importancia. Hizolo asi Sancho , y apartáronse los 
dos algo adelante. Y dixole Don Quixote : des- 
pués que veniste , no he tenido lugar ni espacio 
para preguntarte muchas cosas de particularidad 
acerca de la embaxada que llevaste , y de la res- 
puesta que truxiste , y ahora , pues la fortuna nos 
ha concedido tiempo y lugar , no me niegues tú 
la ventura que puedes darme con tan buenas nue- 
vas. Pregunte vuestra merced lo que quisiere , res- 
pondió Sancho , que á todo daré tan buena salida, 
como tube la entrada ; pero suplico a vuestra mer- 
ced , señor mió , que no sea de aqui adelante tan 
vengativo. Porque lo dices , Sancho? dixo Don 
Quixotq. Digolo , respondió , porque estos palos de 
agora mas fueron por la pendencia , que entre los 
dos trabó el diablo la otra noche , que. por lo que 
dixe contra mi señora Dulcinea , a quien amo y 
reverencio como a una reliquia , aunque en ella no 
la haya , solo por ser cosa de vuestra merced. No 
tornes á esas platicas , Sancho , por tu vida , dixo 
Don Quixote , que me dan pesadumbre : ya te per- 
doné entonces , y bien sabes tu que suele decirse: 
á pecado nuevo penitencia nueva. 

Mientras esto pasaba , vieron venir por el ca- 
mino donde ellos iban , á un hombre caballero so- 



/ 4 




3 66 DON QVIXOTE DE LA MANCHA. % 

bre un jumento , y quando llegó cerca , les pare- 
ció que era gitano : pero Sancho Panza , que do- 
quiera que vía asnos , se le iban los ojos y el alma, 
apenas, hubo visto al hombre , quando conoció que 
era Gines de Pasamonte , y por el hilo del gita- 
no sacó el ovillo de su asno , como era la verdad, 
pues era el Rucio sobre que Pasamonte venia : el 
qual por no ser conocido y por vender el asno se 
había puesto en trage de gitano , cuya lengua y 
otras muchas sabia muy bien hablar como si fue- 
ran naturales suyas. Viole Sancho, y conocióle , y 
apenas le hubo visto y conocido , quando á gran- 
des voces le dixo : ha ladrón , Ginesillo , dexa mi 
prenda , suelta mi vida , no te empaches con mi 
descanso , dexa mi asno , dexa mi regalo , huye pu- 
to , auséntate ladrón , y desampara lo que no es tu- 
yo. No fueron menester tantas palabras ni baldo- 
nes , porque á la primera saltó Gines , y toman- 
do un trote que parecía carrera , en un punto se 
ausentó y alejó de todos. Sancho llegó a su Ru- 
cio, y abrazándole ,. le dixo : como has estado , bien 
mió , Rucio de mis ojos , compañero mió? y con 
ésto le besaba y acariciaba como si fuera persona. 
£1 asno callaba , y se dexaba besar y acariciar de 
Sancho sin responderle palabra alguna. Llegaron 
todos , y dieroiüe el parabién del hallazgo del Ru- 
cio , especialmente Don Quixote , el qual le dixo 
que no por eso anulaba la póliza de los tres polli- 
nos. Sancho se lo agradeció. Entanto que los dos 
iban en estas platicas , dixo el Cura á Dorotea que 
habia andado muy discreta asi en el cuento, como 
en la brevedad del , y en la similitud que tubo con 
los de los libros de caballerías. Ella dixo que mu- 



PARTE I. CAPITULO XXX. ü6f 

chos ratos se había entretenido en leellos ; pero que 
no sabia ella donde eran las provincias ni puertos 
de mar , y que asi habia dicho á tiento que se ha- 
bía desembarcado en Osuna. Yó lo entendi asi, di- 
xo el Cura , y por eso acudí luego á decir lo que 
dixe , con que se acomodó todo ; ¿pero no es cosa 
estraña ver con quanta facilidad cree este desven- 
turado hidalgo todas estas invenciones y mentiras, 
solo porque llevan el estilo y modo de las nece- 
dades de sus libros? Sí es , dixo Cardenio , y tan 
rara y nunca vista , que yo no sé , si queriendo in- 
ventarla y fabricarla mentirosamente , hubiera tan 
agudo ingenio que pudiera dar en ella. Pues otra 
cosa hay en ello , dixo el Cura ; que fuera de las 
simplicidades que este buen hidalgo dice tocantes 
á su locura , si le tratan de otras rtwas , discurre 
con bonisimas razones , y muestra tener un enten- 
dimiento claro y apacible en todo , de manera que 
como no le toquen en sus caballerías > no habrá na- 
die que le juzgue sino por de muy buen entendi- 
miento. Entanto que ellos iban én esta conversa- 
ción , prosiguió Don Quixote con la suya , y dixo 
á Sancho : echemos , Panza amigo , pelillos á la 
mar en esto de nuestras pendencias , y dime ahora, 
sin tener cuenta con enojo ni rencor alguno : dón- 
de, cómo, y quándo hallaste á Dulcinea? que ha- 
cía? que le díxiste? que te respondió? qu^ rostro 
hizo quando leia mi carta ? quien te la trasladó ? y 
todo aquello que vieres que en este caso es digno 
de saberse , de preguntarse y satisfacerse * sinque 
añadas ó mientas por darme gusto , ni menos te 
acortes por no quitármele. Señor , respondió San- 
cho , si va á decir la verdad , la carta no íne la 



368 DON QUXXOTJE DE LA MANCHA. 

trasladó nadie , porque yo no llevé carta alguna. 
Asi es como tu dices , dixo Don Quixote % porque 
el librillo de memoria donde yo la escribí , le ha- 
llé en mi poder acabo de dos dias de tu partida, 
lo qual me causó grandísima pena , por no saber lo 
que habías tu de hacer quando te vieses sin car- 
ta , y creí siempre que te volvieras desde el lugar 
donde la echaras menos. Asi fuera , respondió San- 
cho , sino la hubiera yo tomado en la memoria, 
quando vuestra merced me la leyó, de manera , que 
se la dixe á un sacristán , que me la trasladó del 
entendimiento tan punto por punto , que dixo que 
en todos los dias de su vida , aunque había leído 
muchas cartas de descomunión , no había visto ni 
leído tan linda carta como aquella. Y tienesla to- 
davía en la memoria , Sancho? dixo Don Quixo- 
te. No señor , respondió Sancho , porque después 
que la di , como vi que no había de ser.de mas 
provecho , di en olvidalla : y si algo se me acuer- 
da , es aquello del Sobajada , digo del Soberana 
Señora , y lo ultimo : Vuestro hasta la muerte , El 
Caballero de la Triste Figura : y en medio des- 
tas dos cosas le plise mas de trecientas almas , y 
vidas , y ojos mios, 

CAPITULO XXXI. 

DE LOS SABROSOS RAZONAMIENTOS QUE PASARON 
ENTRE PON QUIXOTE Y SANCHO PANZA SU ES- 
CUDERO, CON OTROS SUCESOS. 

JL odo eso no me descontenta : prosigue adelante, 
dixo Don Quixote. Llegaste : y que hacia aquella 



\ 



♦ PARTE I. CAPITULO XXXI. ü6() 

rey na de la hermosura? á buen seguro que la ha- 
llaste ensartando perlas , ó bordando alguna em- 
presa con oro de cañutillo 1 para este su cautivo 
caballero. No la hallé, respondió Sancho; sino ahe- 
chando dos hanegas de trigo en un corral de su ca- 
sa. Pues haz cuenta , dixo Don Quixote ; que los 
granos de aquel trigo eran granos de perlas toca- 
dos de sus manos : y si miraste , amigo , el tri- 
go era candeal , ó trechel? No era sino rabión, ,- 
respondió Sancho. Pues yo te aseguro , dixo Don 
Quixote , que ahechado por sus manos hizo pan 
candeal sin duda alguna ; pero pasa adelante ; quan- 
do le diste mi carta , besóla? pusosela sobre la ca- 
beza? hizo alguna ceremonia digna de tal'tarta? ó 
que hizo? Quando yo se la iba á dar , respondió 
Sancho , ella estaba en la fuga del meneo de una 
buena parte de trigo que tenia en la criba , y <li- , 
xome : poned , amigo , esa carta sobre aquel cos- 
tal /que no la puedo leer hasta que acabe de acri- 
bar todo lo que aqui está. Discreta señora , dixo 
Don Quixote , eso debió de ser por leerla despa- 
cio y recrearse con ella : adelante , Sancho ; y en- 
tanto que estaba en su menester , que coloquios pa- 
só contigo? que te preguntó de mí? y tú , que le 
. respondiste ? acaba , cuentamelo todo, no se te que- 
de en el tintero una mínima. Ella no me pregun- 
tó nada , dixo Sancho ; mas yo le dixe de la ma- 
nera que vuestra ifterced por su servicio quedaba 
haciendo penitencia , desnudo de la cintura arri- 
ba* /metido entre estas sierras como si fuera salva- 

i Oro de cañutillo. Oro hilado. 

2 De la cintura arriba. AIJín id cap. XXV. se sup<T+ 



%*JO DON QUIXOTE 1>£ LA MANCHA. 

ge y durmiendo en el suelo , sin comer pan á man- 
teles , ni sin peynarse la* barba , llorando y maldi- 
ciendo su fortuna. En decir que maldecía mi for- 
tuna dixitti mal , dixo Don Quixote ; porque antes 
la bendiga y bendeciré todos los dias de mi vida 
por haberme hecho digno de merecer amar tan al- 
ta señora como Dulcinea del Toboso. Tan alta es, 
respondió Sancho ¿ que á buena fe , que me lleva á 
mi mas de un coto. Pues cómo, Sancho, dixo Don 
Quixote ; haste medido tu con ella? Medime en es- 
ta manera , respondió Sancho; que llegando á ayu- 
dar á poner un costal de trigo sobre un jumento, 
llegamos tan juntos , que eché de ver que me lle- 
vaba m» de un gran palmo. Pues es verdad , re- 
plicó Don Quixote , que no acompaña esa grande 
za y la adorna con mil millones de gracias del al- 
ma; pero no me negarás, Sancho, una cosa: quan- 
do llegaste junto á ella, ¿no sentiste un olor sabeo, 
una fragancia aromática , y un nosequé de bueno, 
que yo no acierto á dalle nombre , digo un tuho, 
ó tufo , como si estubieras en la tienda de algún 
curioso guantero? Lo que sé decir , dixo Sancho, 
es que senti un olorcillo algo hombruno , y debia 
de ser que ella con el mucho exercicio estaba su- 
dada y algo correosa. No seria eso , respondió Don 
Quixote > sino que tu debías de estar romadizado» 
ó te debiste de oler á tí mismo ; porque yo sé bien 
lo que huele aquella rosa, entr# espinas , aqpel li- 

ne á.Don Quixote desnudo Je medio cuereo dbaxo. ^Algu- 
nos notan esta contr adición , en que es de creer incurriese 
voluntariamente Cervantes por la decencia debida á Dul- 
cinea , que no le costaba á Sancho sino añadir uña men- 
tira mas d las <muchas que ensarta. 



.'PARXSUX* CAPITULO XXXI. £71 

fio del campo, aquel ámbar desleído. Todo pue- 
de ser , respondió Sancho , que muchas veces sale 
de mí aquel olor , que entonces me pareció que sa- 
lía de su merced de la señora Dulcinea ; pero no 
hay de que marabillarse , que un diablo parece á 
oíro. Y bien , prosiguió Don Quixote : he aquí 
que acabó de limpiar su trigo y de eaviallo al' mo- 
lino : que hizo quando leyó la carta? La carta, di- 
xo Sancho > no la leyó , porque diro^que no sabia 
leer ni escribir , antes la rasgó y la hizo menudas 
piezas , diciendo que no la quería dar á leer á na- 
die , porque no se supiesen en el lugar sus secre- 
tos , y que bastaba lo que yo le habia dicho de pa- 
lahrá acerca del amor que vuestra merced le te- 
nia , y de la penitencia estraordinaria que por su 
causa quedaba haciendo : y finalmente me dixo que 
dixese á vuestra merced que le. besaba las manos, 
y que alli quedaba con mas deseo de verle que de 
escribirle : y que asi le suplicaba y mandaba que 
vista la presente saliese de aquellos matorrales , y 
se deXase de- hacer disparates , y se pusiese luego 
luego en camino del Toboso, si otra cosa de mas 
importancia no le sucediese , porque tenia gran de*. 
seo de ver á vuestra merced : rióse mucho quan- 
do le dixe como se llamaba vuestra merced : El 
Caballero de id Triste Figura : pregúntele si ha- 
bia ido alia el vizcaíno de marras, dixome que sr; 
y que era uñ hombre muy de bien : también le^ 
pregunté por los galeotes ; mas dixome que no ha- 
bía visto hasta entonces alguno, Todo va bien has*-' 
ta agora , dixo Don Quixote ; pero dime , qué jo- 
ya fue la que te dio al despedirte , por las nuevas 
que de mí llevaste? porque es usada y antigua eos- 



S 7 2 PON QUIZÓTE DE LA .MANCHA. 

tumbre entre los caballeros y damas andantes dar á 
los escuderos , doncellas , ó enanos que les llevan 
nuevas de sus damas á ellos , á ellas de sus andan- 
tes , alguna rica joya en albricias , en agradecimien- 
to de su recado. Bien puede eso ser asi , y yo la 
tengo por buena usanza ; pero eso debía de ser en 
los tiempos pasados , que ahora solo se debe de acos- 
tumbrar á dar un pedazo de pan y queso , que es- 
to fue lo que me dio mi señora Dulcinea por las 
bardas de un corral , quando della me despedí : y 
aun por mas señas era el queso ovejuno. Es libe- 
ral en estremo , dizo Don Quizóte ; y si no te dio 
joya de oro , sin duda debió de ser porque no la 
tendría allí á la mano para dártela ; pero buenas 
son mangas después de pascua : yo la veré , y se sa- 
tisfará todo. Sabes de qué estoy marabillado , San- 
cho? de que me parece que fuiste y veniste por 
los ayres , pues poco mas de tres días has tardado 
en ir y venir desde aqui al Toboso , habiendo de 
aquí alia mas de treinta leguas : por lo qual me 
doy á entender que aquel sabio nigromante , que 
tiene cuenta con mis cosas y es mi amigo £ porque 
por fuerza le hay y le ha dp haber sopeña que yo 
no seria 'buen caballero andante] digo que este tal 
te debió de ayudar á caminar sinque tú lo sintie- 
ses : que hay sabio destos , que coge á un caballe- 
ro» andante durmiendo en su cama , y sin saber có- 
mo 9 ó en qué manera amanece otro día mas de mil 
leguas de donde anocheció : y si no fuese por esto, 
no se podrían socorrer en sus peligros los caballe- 
ros andantes unos á otros , como se socorren á ca- 
4a paso : que acaece estar uno peleando en las sier- 
ras, de Armenia con algún endriago , ó con algún 



. PARTE I. CAPITULO XXXI* 273 

fiero vestiglo , 6 con otro caballero , donde lleva 
lo peor de la batalla y está ya apunto de muerte, 
y quando no os me cato , asoma por acullá encima 
de una oube , ó sobre un carro de fuego otro caba- 
llero amigo suyo que poco antes se hallaba en In- 
glaterra , que le favorece y libra de la muerte ¿ y 
? la noche se halla en su posada cenando muy á 
su sabor , y suele haber de la una á la otra parte 
dos o, tres mil leguas : y todo esto se hace por in- 
dustria y sabiduría destos, sabios encantadores, que 
tienen cuidado destos valerosos caballeros : asique, 
amigo Sancho , no se me hace dificultoso creer que 
ep tan-bfevé tiempo hayas ido y venido desde este 
lugar al del Toboso , pues como tengo dicho , al- 
gún sabio amigo te debió de llevar en volandillas 
finque tu lo sintieses. Asi seria, dixo Sancho , por- 
que á bjueoíi fe. que andaba Rocinante , como si fue- 
ra ayio »4p, gitano con azogue en los pidos?. Y có- 
mo si. llevaba azogue, dixpDon Qi^ixq$£ , y aun 
una legión de demonios , que es gente que cami- 
na y h^cQ, caminar sin cansarse todo aquello; que se 
les antoja.; pero dexando esto aparte^. qué te pa- 
rece. 4, tí, que debo yo de hacer ahora ^erca de lo 
que mi señora me manda que la vaya á Ver? que 
aunque ypveo que estoy. obligado á cumplir su 
mandamiento, veo me. también imposibüitado del 
don que \íc prometido á la Princesa quccon noso 
tros viene, y fuérzame la ley de caballeril á cum- 
plir mi palabra antes que.nji gusto : pp^una par- 
te me acosa, /fatiga e^deseo de yer érfliUeñora, 
por otra me incita y llama la prometida fe y la 
gloria que he de alcanzar, en esta empresa. ; pero 
lo que .pienso, hacer sera caminar apnes^ y llegar 



2 74 BON Q^IXOTE DE LA MANCHA. 

presto donde está este gigante , y en llegando le 
cortaré la cabeza , y pondré á la Princesa pacifica- 
mente en su Estado , y al punto daré la vuelta á 
ver á la luz que mis sentidos alumbra : á la qual 
daré tales disculpas , que ella venga á tener por 
buena mi tardanza , pues vera que todo redunda 
en aumento de su gloria y Éuna > pues quanta yo 
he alcanzado , alcanzo y alcanzaré por las armas en 
esta vida , toda me viene del favor que ella me da, 
y de ser yo suyo. Ay ! dixo Sancho , y como está 
vuestra merced lastimado de esos cascos ! pues dí- 
game , señor : ¿ piensa vuestra merced caminar este 
camino envalde , y dexar pisar 1 y perder un tan 
rico y tan principal casamiento como este , donde 
le dan en dote un rey no, que á buena verdad que 
he oido decir que tiene mas de veinte mil leguas 
de contorno , y que es abundantísimo de todas las 
cosas que son necesarias para el sustento de la vi- 
da humana , y que es mayor que Portugal y que 
Castilla juntos ? calle por amor de Dios , y tenga 
vergüenza de lo que ha dicho , y tome mi consejo, 
y perdóneme , y cásese luego en el primer lugar 

3ue haya Cura ; y si no ahí está nuestro Licencia- 
o , que lo hará de perlas : y advierta que ya ten- 
o edad para dar consejos , y que este que le doy 
e viene de molde : que mas vale paxaro en mano, 
que buytre volando ; porque quien bien tiene y 
mal escoge , por bien que se enoja , no se venga. 
Mira Sancho , respondió Don Quixote , si el con- 
sejo que me das de que me case , es porque sea 

i Pisar. Asi en las primeras ediciones ,y en las di" 
toas. En et original del auUr se leería acaso pasar. 



i 



PARTE I. CAPITULO XXXI. 2J$ 

luego Rey en matando al gigante*, y tenga cómo- 
do para hacerte mercedes, y darte lo prometido, 
hagote saber que sin casarme podre cumplir tu de- 
seo muy fácilmente , porque yo sacaré de adatia- 
la * antes de entrar en la batalla , que saliendo ven- 
cedor della , ya que no me case , me han de dar 
una parte del reyno paraque la pueda dar á quien 
yo quisiere : y en dándomela , á quién quieres tu 
que la dé sino á tí? Eso está claro , respondió San- 
cho ; pero mire vuestra merced que la escoja acia 
la marina , porque si no me contentare la vivien- 
da , pueda embarcar mis negros vasallos , y hacer 
dellos lo que ya he dicho : y vuestra merced no se 
cure de ir por agora á ver á mi señora Dulcinea, 
sino vayase á matar al gigante , y concluyamos es- 
te negocio , que por Dios que se me asienta que 
ha de ser de mucha honra y de mucho provecho. 
Digote , Sancho , dixo Don Quixote , que estás en 
lo cierto, y que habré de tomar tu consejo enquan- 
to el ir antes con la Princesa ; que á ver á Dulci- 
nea : y avisóte que no digas nada á nadie , ijti á 
los que con nosotros vienen, de lo que aqui hemos 
departido y tratado , que pues Dulcinea es tan re- 
catada, que no quiere que se sepan sus pensamien- 
tos , no sera bien que yo ni otro por mí los des- 
cubra. ¿Pues si eso es asi, dixo Sancho, como ha- 
ce vuestra merced que todos los que vence por su 
brazo , se vayan á presentar ante mi señora Dul- 
cinea , siendo esto firma de su nombre qué la qiííp- 
' re bien , y que es su enamorado ? ¿ y siendo forzó- 



i Adahala. Asi se decía antiguamente : ahora adjehala: 
viene del árabe ade halcl , que significa licita estipulación. 

s 2 



2j6 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

so que los que fuesen , se han de ir á hincar de fi- 
nojos ante su presencia , y decir que van de par- 
te de vuestra merced á dalle la obediencia , cómo 
se pueden encubrir los pensamientos de entrambos? 
O qué necio y qué simple que eres ! dixo Don 
Quixote : tu no ves , Sancho , que eso todo redun- 
da en su mayor ensalzamiento ? porque has de sa- 
ber que en este nuestro estilo de caballería es gran 
honra tener una dama muchos caballeros andantes 
que la sirvan , sinque se estiendan mas sus pensa- 
mientos que a servilla por solo ser ella quien es, 
sin esperar otro premio de sus muchos y buenos de- ' 
seos sino que ella se contente de acetarlos por sus 
caballeros. Con esa manera de amor , dixo Sancho, 
he oido yo predicar que se ha de amar á nuestro 
, Señor por sí solo , sinque nos mueva esperanza de 
gloria , 6 temor de pena , aunque yo le querría 
' amar y servir por lo que pudiese. Valate el dia- 
blo por villano ! dixo Don Quixbte , y qué de dis- 
creciones dices á las veces ! no parece sino que has 
estudiado. Pues á fe mia que no sé leer, respon- 
dió Sancho. 

En esto les dio voces maese Nicolás , que es- 
perasen un poco , que querían detenerse á beber en 
una fuentecilla que alli estaba. Detubose Don Qui- 
xote con no poco gusto de Sancho, que ya estaba 
cansado de mentir tanto , y temia no le cogiese su 
amo í palabras ; porque puesto que él sabia que 
Dulcinea era una labradora del Toboso , no la ha- 
bía visto en toda su vida. Habíase en este tiempo 
vestido Cardenio los vestidos que Dorotea traía 
guando la hallaron , que aunque iy> eran muy bue- 
nos , hacían mucha ventaja á los que dexaba. Apea- 



' V 



PA*TE X. CAPITULO XXXI. . 277 

ronse junto á la fuente , y con lo que el Cura se 
acomodó en la venta , satisficieron , aunque poco, 
la mucha hambre que todos traían. Estando en es- . 
to , acertó á pasar por allí un muchacho que iba 
de camino , el qual poniéndose a mirar con mucha 
atención á los que en la fuente estaban , de allí á 
poco arremetió á Don Quixote,y abrazándole por 
las piernas , comenzó a llorar muy de propósito,- 
diciendo : ay señor mió ! no me conoce vuestra mer- 
ced? pues mireme bien , que yo soy aquel mozo. 
Andrés , que quitó vuestra merced de la encina 
donde estaba atado. Reconocióle Don Quixote , y¡ 
asiéndole por la mano , se volvió á los que alli es» 
taban, y dixo : porque vean vuestras mercedes quaa> 
de importancia es haber caballeros andantes en el 
mundo , que desfagan los tuertos y agravias , que» 
en él se hacen por los insolentes y malos hombxes 
que en él viven , sepan vuestras mercedes que los 
dias pasados , pasando yo por xtn bosque , oi unos 
gritos y unas voces muy lastimosas , como de per- 
sona afligida y menesterosa : acudi luego, llevado. 
4e mi obligación acia la parte donde me pareció. 
que las lamentables voces sonaban , y hallé atado 
á una encina á este muchacho , que ahora está de- 
lante , de lo que me huelgo en el alma , porque 
sera testigo que.no me dexará raer&ir en nada : di- 
go que estaba atado á la encina , desnudo del me-, 
dio cuerpo arriba , y estábale abriendo á azotes con? 
las riendas de una yegua uí*. villano, que después, 
supe que era amo suyo , y p&i. como yo le vi ,,le. 
pregunté la causa dé tan atro? vapulamiento 1 res-; 
pondio el zafio que le azotaba porque era su cria- 
do ,.y que..ciettw dsaeuidos que tenia, ñafian mi& 



S78 DON QTJIXOTÉ DE LA TKANCHA.' 

de ladrón que de simple : á lo qual este niño dixo: 
señor , no me azota sino porque le pido mi salario: 
el amo replicó no sé que arengas y disculpas , las 
quales aunque de mí fueron oídas , no fueron ad- 
mitidas : en resolución yo le hice desatar , y tomé 
1'uramento al villano de que le llevaría consigo y 
e pagaría un real sobre otro , y aun sahumados: 
no es verdad todo esto , hijo Andrés ? ¿ no notaste 
con quanto imperio se lo mandé, y con quanta hu- 
mildad prometió de hacer todo quanto yo le im- 
puse , y notifiqué , y quise? responde , no te tur- 
bes , ni dudes en nada , di lo que pasó á estos se- 
ñores , porque se vea y considere ser del provecho 
que digo haber caballeros andantes por los cami- 
nos. Todo lo que vuestra merced ha dicho es mu- 
cha verdad , respondió el muchacho ; pero el fin 
del negocio sucedió muy al revés de lo que vues- 
tra merced se imagina. Como al revés? replicó 
Don Quixote : luego no te pagó el villano ? No 
solo no me pagó , respondió el muchacho , pero asi 
como vuestra merced traspuso del bosque y que- 
damos solos , me volvió á atar á la misma encina, 
y me dio denuevo tantos azotes , que quedé hecho 
un San Bartolomé desollado : y á cada azote que 
me daba , me decia un donayre y chufeta acerca 
de hacer burla de vuestra merced , que á no sen- 
tir yo tanto dolor , me riera de lo que decia : y en 
efeto él me paró tal , que hasta ahora he estado 
curándome en un hospital del mal , que el mal vi- 
llano' entonces me hizo : de todo lo qual tiene vues- 
tra merced la culpa , porque si se fuera su camino 
adelante , y ño viniera donde no le llamaban , ni se 
entremetiera en niegocios agen©* y mi amo se con- 



PARTE I. CAPITULO XXXI. 279 

tentara con darme una ó dos docenas de azotes, y 
luego me soltara y pagara quanto me debía ; mas 
como vuestra merced le deshonró tan sin proposi- 
to , y le dixo tantas villanías , encendíosele la co- 
lera , y como no la pudo vengar en vuestra mer- 
ced , quando se vio solo descargó sobre mí el nu- 
blado de modo , que me parece que no sére mas 
hombre en toda mi vida. £1 daño estubo , dixp 
Don Quixote , en irme yo de allí , que no me ha- 
bía de ir hasta dexarte pagado , porque bien de- 
bía yo de saber por luengas esperiencias que no 
hay villano que guarde palabra que diere , si él 
ve que no le está bien guardalla ; pero ya te acuer- 
das , Andrés , que yo juré que si no te pagaba, que 
habiá de ir á buscarle , y que le habia de hallar, 
aunque se escondiese en el vientre de la ballena. 
Asi es la verdad , dixo Andrés ; pero no aprove- 
chó nada. Ahora verás si aprovecha , dixo Don 
Quixote , y diciendo esto , se levantó muy aprie- 
sa , y mandó á Sancho que enfrenase á Rocinan- 
te , que estaba paciendo entanto que ellos comían. 
Preguntóle Dorotea qué era lo que hacer quería? 
El le respondió que quería ir a buscar al villano 
y castigalle de tan mal termino , y hacer pagado 
á Andrés hasta el ultimo maravedí á despecho y 
pesar de quantos villanos hubiese en el mundo. A 
lo que ella respondió que advirtiese que no podia 
conforme al don prometido entremeterse en nin- 
guna empresa hasta acabar la suya , y que pues es- 
to sabia él mejor que otro alguno , que sosegase el 
pecho hasta la vuelta de su reyno. Asi es verdad, 
respondió Don Quixote , y es forzoso que Andrés 
tenga paciencia hasta la vuelta , como vos , seño- 



2 8o DON QUIXOTE DE LA MANCHA* 

ra , decís , que yo le torno á jurar y á prometer 
denuevo de no parar hasta hacerle vengado y pa- 
gado. No me creo desos juramentos , dixo Andrés; 
mas quisiera tener ahora con que llegar á Sevilla, 
que todas las venganzas del mundo : déme , si tie- 
ne ahi, algo que coma y lleve, y quédese con Dios 
su merced y todos los caballeros andantes , que tan 
bien andantes sean ellos para consigo , como lo han 
sido para conmigo. Sacó de su repuesto Sancho un 
pedazo de pan y otro de queso , y dándoselo al 
mozo , le dixo ; toma , hermano Andrés , que á to- 
dos nos alcanza parte de vuestra desgracia. Pues 
qué parte os alcanza á vos? preguntó Andrés. Esta 
parte de queso y pan que os doy , respondió Sah- 
cho , que Dios sabe si me ha de hacer falta ó no; 
porque os hago saber , amigo , que los escuderos 
de los caballeros andantes estamos sujetos á mucha 
hambre , y á la mala ventará , y aun a otras cosas 
que se sienten mejor que se dicen. Andrés asió de 
su pan y queso ^ y viendo que nadie le daba otra 
cosa , abaxó su cabeza , y tomó el camino en las 
manos , como suele decirse ; bieq es verdad que al 
partirse dixo a Don Quixote : pojr amor de Dios, 
señor caballero andante , que si otra vez me encon- 
trare , aunque vea que me hacen pedazos 9 no me 
socorra ni ayude , sino dexeme con mi desgracia, x 
que no sera tanta , que no sea mayor la que me 
vendrá de su ayuda de vuestra merced , a quien 
Dios maldiga , y á todos quantos caballeros andan- 
tes han nacido en el mundo. Ibase a levantar Don 
Quixote para castigalle ; mas él se puso á correr 
de modo , que ninguno se atrevió a seguilló. Que- 
dó corridísimo Doii Quixote del cuento -de An- 



PARTE I. CAPITULO XXXI. ¿8í 

¿tres , y fue menester que los demás tubiesen mu- 
cha cuenta con no reírse por no acaballe de cor- 
rer del todo. 

* 

CAPITULO XXXII. 

QUE TRATA DE LO QUE SUCEDIÓ EN LA VENTA A 
TODA LA QUADRILLA DE DON QUIXOTE. 



Acabóse la buena comida f , ensillaron luego , y 
sinque les sucediese cosa digna de contar , llegaron 
otro dia a la venta , espanto y asombro de Sancho 
Panza ; y aunque él quisiera no entrar en ella , no 
lo pudo huir. La ventera, *ventero, su hija, y Ma- 
ritornes , que vieron venir á Don Quixote y á San- 
cho , les salieron a recebir con muestras de mucha 
alegría , y él las recibió con grave continente y 
aplauso , y dixoles que le aderezasen otro mejor 
lecho 1 que la vez pasada. A lo qual respondió la 
huéspeda que como la pagase mejor que la otra 
vez, que ella se la daría de principes. Don Qui- 
xote dixo que sí haría ; y asi le aderezaron una 



i La buena comida. Asi en todas las ediciones : acaso 
en el original de Cervantes se diria la breve comida en lu- 
gar de la buena; pues antes advirtió que los convidados te- 
nían mucha hambre , y que la satisficieron poco ; y una co- 
mida, en que los convidados quedan confiarte de la ham- 
bre , no es buena , sino breve y escasa. 

2 Otro mejor lecho .... que ella se la daría. Esta diso- 
nante concordancia del masculino con el /¿menino pudiera 
no ser descuido ni del autor ni del impresor, sino una cen- 
sura de la afectación , con que hablando Don Quixote con 
una ventera , usa de la voz latinizada lecho , la qual le 
contesta según la idea de lafalabra común y vulgar cama. 



S8t DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

razonable en el mismo camaranchón de marras , y 
él se acostó luego , porque venia muy quebranta- 
do y falto de juicio. No se hubo bien encerrado, 
quando la huéspeda arremetió al Barbero, y asién- 
dole de la barba, dixo : para mi santiguada , que 
no se ha aun de aprovechar mas de mi rabo para 
su barba , y que me ha de volver mi cok, que an- 
da lo de mi marido por esos suelos , que es ver- 
güenza , digo el peyne que solia yo colgar de mi 
buena cola. No se la quería dar el Barbero , aun- 
que ella mas tiraba , hasta que el Licenciado le di- 
xo que se la diese , que ya no era menester mas 
usar de aquella industria , sino que se descubriese 
y mostrase en su misma forma , y dixese á Don 
Quixote que quando le despojaron los ladrones ga- 
leotes , se habia venido á aquella venta huyendo; 
y que si preguntase por el escudero de la Prince- 
sa , le dirían que ella le habia enviado adelante a 
dar aviso á los de su reyno como ella iba y lleva- 
ba consigo «el libertador de todos. Con esto dio de 
buena gana la cola á la ventera el Barbero , y asi- 
mismo le volvieron todos los adherentes que ha- 
bia prestado para la libertad de Don Quixote. Es- 
pantáronse todos los de la venta de la hermosura 
de Dorotea , y aun del buen talle del zagal Cár- 
denlo. Hizo el Cura que les aderezasen de comer 
de lo que en la venta hubiese , y el huésped con 
esperanza de mejor paga con diligencia les ade- 
rezó una razonable comida : y á todo esto dormía 
Don Quixote , y fueron de parecer de no desper- 
talle , porque mas provecho le haría por entonces 
el dormir que el comer: trataron sobre comida , es- 
tando delante el ventero , su muger , su hija , y 



, PARTE I. CAPITULO XXXII. 283 

Maritornes , y todos los pasageros , de la estraña 
locura: de Don Quixote , y del modo que le ha- 
bían hallado : la huéspeda les contojo que con él 
y con el arriero les habia acontecido : mirando si 
acaso estaba allí Sancho , como no le viese , contó 
todo lo de $u manteamiento , de que no poco gus- 
to recibieron : y como el Cura dixese que los li- 
bros de caballerías que Don Quixote habia leído, 
le habían vuelto el juicio , dixo el ventero : no sé 
yo como puede ser eso , que en verdad que á lo 
que yo entiendo no hay mejor letura en el mun- 
do, y que tengo ahi dos ó tres dellos con otros pa- 
peles , que verdaderamente me han dado la vida, 
no solo a mí , sino a otros muchos ; porque , quan- 
do es tiempo de la siega , se recogen aquí las fies- 
tas muchos segadores , y siempre hay alguno que 
sabe leer , el qual coge uno destos libros en las 
manos , y rodeamonos del mas de treinta , y esta- 
mosle escuchando con tanto gusto , que nos qui- 
ta mil canas : alómenos de mí sé decir que quan- 
do oyó decir aquellos furibundos y terribles gol- 
pes que los caballeros pegan , que me toma ga- 
na de hacer otro tanto , y que querría estar oyen- 
dolos noches y dias. Y yo ni mas ni v menos , di- 
xo la ventera , porque nunca tengo buen rato en 
mi casa sino aquel que vos estáis escuchando leer, 
que estáis tan embobado , que no os acordáis de re- 
ñir por entonces. Asi es la verdad , dixo Maritor- . 
nes , y a buena fe que yo también gusto mucho de 
oír aquellas cosas , que son muy lindas ; y mas 
quando cuentan que se está la otra señora debaxo 
de unos naranjos abrazada con su caballero , y que 
les está una dueña haciéndoles la guarda , muerta 



2 84 DON QVIXOTE DE LA MANCHA. 

% de envidia y con mucho sobresalto : digo que to- 
do esto es cosa de mieles. Y á vos , qué os parece, 
señora doncella ? dixo el Cura , hablando con la 
hija del ventero. No sé , señor, en mi anima , res- 
pondió ella : también yo lo escucho , y en verdad 
que aunque no lo entiendo , que recibo gusto en 
oillo ; pero no gusto yo de los golpes de que mi 
padre gusta , sino de las lamentaciones que los ca- 
balleros hacen , quando están ausentes de sus seño- 
ras , que en verdad que algunas veces me hacen 
llorar de compasión que les tengo. ¿Luego bien 
las remediarades vos , señora doncella , dixo Doro- 
tea , si por vos lloraran? No sé lo que me hiciera, 
respondió la moza ; solo sé que hay algunas seño- 
ras de aquellas tan crueles , que las llaman sus ca- 
balleros , tigres , y leones , y otras mil inmundicias: 
y Jesús ! yo no sé que gente es aquella tan desal- 
mada y tan sin conciencia , que por no mirar á un 
hombre honrado, le dexan que se muera, ó que se 
vuelva loco : yo no sé para que es tanto melindre, 
si lo hacen de honradas , cásense con ellos , que 
ellos no desean otra cosa. Calla , niña , dixo la ven- 
tera , que parece que sabes mucho destas cosas , y 

/ no esta bien á las doncellas saber ni hablar tanto. 
Como me lo pregunta este señor , respondió ella, 
no pude dexar de respondelle. Ahora bien, dixo 
el Cura , traedme , señor huésped , aquesos libros, 
que los quiero ver. Que me place , respondió él, 
y entrando en su aposento , sacó del una maletilla 
vieja cerrada con una cadenilla ., y abriéndola , ha- 
lló en ella tres libros grandes , y unos papeles de 
muy buena letra escritos de mano. £1 primer libro 
que abrió , vio que era : Don Cirongilio di Trar 



■PARTE I. CAPITULO XXXII. ( 285 

ría * /y el otro de : Felixmarte de Hir cania * , y 
el otro la : Historia del Gran Capitán Gonzalo 
Hernández de Córdoba 1 con la : Vida de Diego 
García de Paredes. Asi como el Cura leyó los 
dos títulos primeros , volvió el rostro al Barbero, 
y dixo : falta nos hacen aqui ahora el Ama de mi 
amigo y su Sobrina. Ño hacen , respondió el Bar- 
bero , que también sé yo llevarlos al corral , ó á 
la chimenea , que en verdad que hay muy buen 
fuego en ella. Luego quiere vuestra merced que- 
mar mis libros? dixo el ventero. No mas , dixo el 
Cura , que estos dos , el di Don Cirongilio , y el 
de Felixmarte. ¿Pues por ventura , dixo el vente- 
ro , mis libros son hereges , ó flemático^ , qi;e los 
quiere quemar? Cismáticos, queréis d^cir, amigo, 
dixo el Barbero , que no flemáticos. Asi es , repli- 
có el ventero ; mas si alguno quiere quemar , sea 
ese del Gran Capitán , y dése Diego García; que 
antes dexaré quejnar un hijo , que dexar quemar 
ninguno desoíros. Hermano mió , dixo el Cura , es- 
tos dos libros son mentirosos , y están llenos de dis- 
parates y devaneos , y este del Gran Capitán es 
historia verdadera , y tiene los hechos de. Gonzalo 
.Hernández de Córdoba , el qual por sus muchas 
y grandes hazañas mereció, ser llamado . de todo el 
mundo : El Gran Capitán , renombre famoso y 
claro y y del solo merecido ; y este Diego García 
de Paredes fue un principal caballero , natural de 

1 De Tracia. Escribióle Bernardo de Vargas , y se in- 
titula : Los libros de Don Cirongilio de Tracia , hijo del no- 
ble Rey Elesfron de Macedonia según le escribió Novarco 
en Griego , y Promusis en Látin. Sevilla 154$. foL 

a ,r. P. /. t* 1. p. £4* n °t' *• 



2 86 DON QüIXOTE DE 1A MANCHA. 

la ciudad de Tnixillo en Estremadura , valentísi- 
mo soldado , y de tantas fuerzas naturales , que de- 
tenia con un dedo una rueda de molino en la mi- 
tad de su furia ; y puesto con un montante en la 
entrada de una puente , detubo á todo un ¡nume- 
rable exercito que no pasase por ella v ; y hizo otras 
tales cosas , que si como él las cuenta , y las escri- 
be él asimismo con la modestia de caballero y de 
coronista propio , las escribiera otro libre y des- 
apasionado , pusieran en su olvido las de los Heto 
res , Aquiles y Roldanes. Tomaos con mi padre, 
dixo el dicho ventero , mirad de que se espanta, 
de detener una rueda de molino , por Dios ahora: 
habia vuestra merced de leer lo que lei yo de Fe- 
lixmarte de Hircania , que de un revés solo partió 
cinco gigantes por la cintura , como si iueran he- 
chos de habas , como los fraylecicos que hacen los 
niños : y otra vez arremetió con un grandísimo y 
poderosísimo exercito, donde' llevó mas de un mi- 
llón y seiscientos mil soldados , todos armados des- 
de el pie hasta la cabeza , y los desbarató á todos, 
como si fueran manadas de ovejas : pues qué me 
dirán del bueno de D. Cirongilio de Tracia ? que 
fue tan valiente y animoso , como se vera en el li- 
bro | donde cuenta que navegando por un rio , le 

* * 

i Por ella. En la crónica d*l Gran Capifart'se refiere 
este caso de este modo \ Diego Garcia.de Paredes tomo una 
espada de dos manos en eí nombro .... y se metió por la 
puente del Garellano , que los franceses habían echado poco 
antes ; y peleando [contra ellos'] empezó de hacer tales prue- 
bas de su persona, que nunca las hicieron mayores en su tiem- 
po Héctor y Julio Cesar , Alexandro Magno , ni otros anti- 
guos valerosos capitanes , paresciéndo verdaderamente otro 
Orado en su denuedo y animosidad: [cap, CVJ: /. xjy. ¿j 



tARTE I. CAPITULO XXXII. ¿87 

ialio de la mitad del agua una serpiente de fuego* 
y él asi como la vio se arrojó sobre ella , y se puso 
á horcajadas encima de sus escamosas espaldas , y 
la apretó con ambas manos la garganta con tanta 
fuerza , que viendo lá serpiente que la iba ahogan* 
do , no tuhootré remedio sino dexarje ir á lohoa- 
( da del rio , llevándose tras sí al caballero que nua-* 
ca la quiso soltar ; y quando llegaron alia abaxb, 
se halló en unos palacios y en unos jardines tan lin- 
dos , que era marábilla ; y luego la-sierpe se vol- 
vió en un viejo anciano , que le dixé tantas de co- 
sas , que no hay mas que oír : calle , señor , que si 
oyese esto , se volvería loco de placer : dos higas 
para el Gran Capitán , y para ese Diego García 
que dice. Oyendo esto Dorotea , dixo callando á 
Cardenio : poco le falta á ; nuestro huésped para 
hacer la segunda parte de Don Quixote ' . Asi me 
parece á mí , respondió Cardenio , porque según 
da indicio , él tiene por cierta que todo lo que es- 
tos libros cuentan , paso ni mas ni menos que lo 
"escriben , y no le harán creer otra cosa frayles des- 
calzos. Mirad , hermanó , tornó a decir el Cura, 
que no hubo en el mundo Felixmarte de Hirca- 
Biá , ni D. Cirongilio de Tracia , ni otros caballe- 
ros semejantes que los libros de caballerías cuen- 
tan , porque todo «s compostura y ficción de in- 
genios ociosos , qtte los compusieron para el efetp 

1 De Don Qtríxote. Los oficios*; que hacían las perru- 
nas de las comedias , se decían partes 6 papeles \y quiere 
decir Dorotea qv>t ¿n esta comedia ó fábula caballeresca 
en que Don Quixote hace la primera parte 6 el papel de 
primer galán , merecía el ventero hacer la segunda parte 
i el f a pcl de galán segundo. 



388 DON QUIXOTE DE 1A MANCHA* 

que vos decís , de entretener el tiempo , como lo 
entretienen leyéndolos vuestros .segadores ; porque 
realmente os juro que nunca tales caballeros fue- 
ron en el mundo , ni tales hazañas ni disparates 
acontecieron en él. A otro perro con ese hueso, 
respondió el yentero , como si yo no supiese quan- 
tas son cinco , y adonde me aprieta el zapato : no 
piense vuestra merced darme papilla , porque por 
Dios que no soy nada blanco: bueno es que quiera 
darme vuestra merced á entender que todo aque- 
llo que estos buenos libros dicen , sea disparates y 
mentiras , estando impreso con licencia de los se- 
ñores del Consejo Real , como si ellos fueran gente 
que habían de <jexar imprimir tanja mentira jun- 
ta , y tantas batallas , y tantos encantamentos , que 
quitan el juicio. Ya os he dicho y amigo , replicó 
«1 Cura , que ésft>$e hace para entretener nuestros 
ociosos pensamientos' ; y asi como se consiente cu 
las repúblicas bien concertadas x que haya juegos 
de axedrez , de pelota , y de trucos para entrete- 
ner á algunos , que ni quieren, ni deben , ni pue- 
dei> trabajar ; asi se consiente imprinúr y que haya 
tales libros» creyendo, como es verdad , que no ha 
•de haber alguno. tan ignorante;! qu^ tenga por his- 
toria verdadera ninguna destos lilaos ; y si me fue- 
ra licito ahora , y el auditorio 1q «requiriera 9 yo di- 
•xera cosas acerca de lo que han de tener lo§ libros 

Íe caballerías para ser buenos , que quiza fueran 
e provecho , y aun de gusto para, algunos ; gero 
yo espero que vendrá tiempo en que lo pueda co- 
municar con quien jpueda remediaílo ; y en este en- 
jtretaato creed , señor ventero, loque os he dicho, 
y tomad vuestros libros, y alia os avenid con sus 



PARTE I. CAPITULO XXXII. 289 

verdades , ó mentiras , y buen provecho os hagan, 
y quiera Dios, que no coxeeis del pie que coxea 
vuestro huésped Don Quixote. Eso no , respondió 
el ventero , que no seré yo tan loco , que me haga 
caballero andante ; que bien veo que ahora no se 
usa lo que se usaba en aquel tiempo , quando se 
dice que andaban por el mundo estos famosos ca- 
balleros. A 1? mitad desta platica se halló Sancho 
presente , y quedó muy confuso y pensativo de lo 
que habia oído decir que ahora no se usaban caba- 
lleros andantes , y que todos los libros de caballe- 
rías eran necedades y mentiras ; y propuso en su 
corazón de .esperar en lo que paraba aquel viage 
de su amo , y que si no salía con la felicidad que 
él pensaba , determinaba de dexalle , y volverse 
con su muger y sus hijos á su acostumbrado tra- 
bajo. Llevábase la maleta y los libros el ventero; 
rilas el Cura le dixo : esperad , que quiero ver qué 
papeles son esos que de tan buena letfa están es- 
critos. Sagoloi el huésped , y dándoselos á leer, 
vio hastaí dbra de ocho pliegos escritos de mano, 
y al principio tenían un titulo grande que decia: 

NOVELA DEL CU&IOSO IMPERTINENTE, l&y O el 

Cura para sí tres ó quatro renglones , y dixo : cier- 
to que no me parece mal, el titulo desta novela, 
y que me Tiene voluntad de leella toda. A lo que 
respondicí el ventero : pu«s Jbien puede leeHa: sú 
Reverencia , porque le hago saber que á algunos 
huespedes que aqui la han leido , les ha conten- 
tado mucho , y me la han pedido con muchas ve- 
ras ; mas yo no se la he queritlo dar , pensando 
volvérsela á quien aqui dexó esta maleta olvida- 
da, con estos libros y esos papeles , que bien.pue- 

T. II. T 



29O DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

de ser que vuelva su dueño por aquí algún tiem- 
po ; y aunque sé que me han de hacer falta los 
libros , á fe que se los he de volver , que aun- 
que ventero , todavía soy cristiano. Vos tenéis mu- 
cha razón , amigo , dixo el Cura ; mas con todo 
eso , si la novela me contenta , me la habéis de de- 
xar trasladar. X>e muy buena gana , respondió el 
ventero. Mientras los dos esto decían , habia toma- 
do Cardenio la novela y comenzado á leer en ella, 
Ír pareciendole lo mismo que al Cura , le rogo que 
a leyese de modo qué todos la Oyesen. Si leyera, 
dixo el Cura , si no fuera mejor gastar este tiem- 
po en dormir que en leer. Harto reposo sera para 
mí , dixo Dorotea , entretener el tiempo oyendo 
algún cuento , pues aun no tengo el espíritu tan 
sosegado, que me conceda dormir quando fuera ra- 
zón. Pues desa manera , dixo el Cura , quiero leer- 
la por curiosidad siquiera , quiza tendrá alguna de 
gusto. Acudió maese Nicolás á rogarle lo mismo, 
y Sancho también : lo qual visto del Cura , y en- 
tendiendo que á todos daria gusto » y ét le recebi- 
ria , dixo : pues asi es , estenme todos atentos , que 
la noyela comienza desta manera. 

CAPITULO XXXIII. 

POKI>S S£ CUENTA LA NOVELA DEL CURIOSO IM- 
PERTINENTE. 

JtLn Florencia , ciudad rica y famosa, de Italia en 
la provincia que llaman Toscana , vivían Anselmo 
y Lótario., dos caballeros ricos y principales , y tan 
amigos y que por escelencia y antonomasia de to- 



PARTE I. CAPITULO XXXIII. Ü$l 

dos los que los conocían , los dos amigos eran lia* 
mados : eran solteros , mozos de una misma edad y 
de unas mismas costumbres , todo lo qual era bas- 
tante causa á que los dos con reciproca amistad se 
correspondiesen : bien es verdad que el Anselmo 
era algo mas inclinado á los pasatiempos amoro- 
sos que el Lotario , al qual llevaban tras sí los de 
la caza ; pero quando se ofrecia , dexaba Anselmo 
de acudir á sus gustos por seguir los de Lotario, 
y Lotario dexaba los suyos por acudir á los de An- 
selmo , y desta manera andaban tan auna Sus vo- 
luntades , que no habia concertado relox que asi 
lo andubiese. Andaba Anselmo perdido de amores 
de una doncella principal y hermosa de la misma 
ciudad , hija de tan buenos padres y tan buena ella 
por sí, que se determinó [con el parecer de su ami- 
go Lotario, sin el qual ninguna cosa hacia] de pe- 
dilla por esposa á sus padres , y asi lo puso en exe- 
cucion , y el que llevó la embaxada fue Lotario, 
y el que concluyó el negocio tan á gusto de su 
amigo , que en breve tiempo se vio puesto en la 
posesión que deseaba , y Camila tan contenta de 
haber alcanzado a Anselmo por esposo , que no ce- 
saba de dar gracias al cielo y á Lotario , por cu- 
yo medio tanto bien le habia venido. Los prime- 
ros días , como todos los de boda suelen ser ale- 
gres , continuó Lotario como soli^i la ¿asa de su 
amigo Anselmo , procurando honralle , festejalle y 
regocijalle con todo aquello que á él le fue posi- 
ble ; pero acabadas las bodas , y sosegada ya la fre- 
cuencia de las visitas y parabienes , comenzó Lo- 
tario á descuidarse con cuidada de las idas en casa 
de Anselmo , por parecerle á él , como es razón 

TI 



\ 



29* B0N QUIXOTE PE XA MANCHA. 

que parezca á todos los que fueren discretos , que 
no se han de visitar ni continuar las casas de los ami* 
gos casados de la misma manera , que quando eran 
solteros; porque aunque la buena y verdadera amis- 
tad no puede ni debe de ser sospechosa en nada, 
con todo esto es tan delicada la honra del casado, 
que parece que se puede ofender aun <le los mes- 
mos hermanos , quanto mas de los amigos. Noto 
Anselmo la remisión de Lotario > y formo del que- 
jas grandes , dkiendole que si él supiera que el ca- 
sarse habia de ser parte para no comunicalle como 
solia, que jamas lo hubiera hecho ^ y que si por la 
buena correspondencia que los dos tenían mientras 
él fue soltero , habian alcanzado tan dulce nombre 
como el ser llamados ios dos amigos , que no per- 
mitiese , por querer hacer del circunspecto sin otra 
ocasión alguna > que tan famoso y tan agradable 
nombre se perdiese , y que asi le suplicaba 9 si era 
licito que tal termino de hablar se usase entre ellos, 
que volviese á ser señor de su casa , y á entrar y 
salir en ella como de antes , asegurándole que su 
esposa Camila no tenia otro gusto ni otra volun- 
tad , que la que él quería que tubiese , y que por 
haber sabido ella con quantas veras los dos se ama- 
ban , estaba confusa de ver en él tanta esquiveza. 
A todas estas y otras muchas razones» que Anselmo 
dixo á Lotark) para persuadille volviese como so- 
lia á su casa , respondió Lotario con tanta pruden- 
cia , discreción y aviso > que Anselmo quedó satis- 
fecho de la buena intención de su amigo , y que- 
daron de concierto que dos dias en la semana y las 
fiestas fuese Lotario á comer con él : y aunque es- 
to quedó asi concertado entre los dos , propuso Lo- 



PARTE I. CAPITULO XXXIII. £93 

tario de no hacer mas de aquello que viese que 
mas convenia á la honra de su amigo, cuyo crédi- 
to le estaba en mas , que el suyo propio. Decia él, 
y decia bien , que el casado , á quién el cielo ha- 
bía concedido muger hermosa , tanto cuidado ha- 
bía de tener qué amigos llevaba a su casa , como 
en mirar con qué amigas su mi^ger conversaba, por- 
que lo que no se hace ni concierta en las plazas, 
ni en los templos , ni en las fiestas publicas , ni es- 
taciones {[cosas que no todas veces las han de ne- 
gar los maridos á sus mugeres] se concierta y fa- 
cilita en casa de la amiga , ó la parienta de quien 
mas satisfacion se tiene : también decia Lotario que 
tenian necesidad los casados de tener cada uno al- 
gún amigo , que le advirtiese de los descuidos que 
en su proceder hiciesen , porque suele acontecer 
que con el mucho amor que el marido á la muger 
tiene , ó no le advierte , ó no le dice por no enoja- 
llfe que haga ó dexe de hacer algunas cosas , que 
el hacellas ó no le seria de honra, ó de vituperio: 
de lo qual siendo del amigo advertido , fácilmente 
pondría remedio en todo ; pero dónde se hallará 
amigo tan discreto , y tan leal y verdadero , como 
aquí Lotario le pide ? no lo sé yo por cierto ; solo 
Lotario era este , que con toda solicitud y advertí- . 
miento miraba por la honra de su amigo , y 1 pro- 
curaba dezmar , frisar , y acortar los dias del con- 
cierto de ir á su casa , porque no pareciese mal al 
vulgo ocioso , y á los ojos vagabundos y malicio- 
sos la entrada de un mozo rico , gentil hombre y 
bien nacido , y de las buenas partes que él pensa- 
ba que tenia , en la casa de una muger tan hermo- 
sa como Camila : que puesto que su bondad y va- 



¿94 D0N QUIXOTB *>E LA MANCHA. 

lor podía poner freno á toda maldiciente lengua, 
todavía no quería poner en duda su exedito , ni el 
de su amigo , y por esto los mas de los días del 
concierto los ocupaba y entretenía en otras cosas, 
que él daba á entender ser inescusables : asique en 
quejas del uno y disculpas del otro se pasaban mu- 
chos ratos y partes del día. 

Sucedió pues que uno , que los dos se andaban 
paseando por un prado fuera de la ciudad , Ansel- 
mo dixo á Lotario las semejantes razones. ¿ Pensa- 
bas s , amigo Lotario , que á las mercedes que Dios 
me ha hecho en hacerme hijo de tales padres , co- 
mo fuerdh los míos , y al darme no con tolano esca- 
sa los bienes , asi los que llaman de naturaleza , co- 
mo los de fortuna , no puedo yo corresponder con 
agradecimiento , que llegue al bien recebido , y so- 
bre* al que me hizo en darme a ti por amigo , y 
á Camila por muger propia : dos prendas que las 
estimo y si no en el grado que debo , en el que pue- 
do? pues con todas estas partes , que suelen ser el 
todo con que los hombres suelen y pueden vivir 
contentos , vivo yo el mas despechado y el mas 
desabrido hombre de todo el universo mundo: por- 
que no sé que días ' a esta parte me fatiga y aprie- 
ta un deseo tan estraño y tan fuera del uso común 

i Pensabas. Acaso : pensarás". 

2 Y sobre. Asi [y bien] ttv las ediciones origínale •/, 
esto es : y supere ó esceda. En la impresión de Landres 
del año de 1738. se lee alterado todo este fas age ,y con- 
vertido el verbo sobre en el adverbio sobre todo , cuya no* 
vedad se ha adoptado en otras ediciones posteriores. 
-3 No sé que días. Esto es : no sé quantos dias % ó de 
quantos dias á esta parte. 



\ 



PARTE I. CAPITULO XXXIII. S95 

de otros , que yo me marabillo de mí mismo f y 
me culpo y me riño á solas ,' y procuro callarlo y 
encubrillo de mis propios pensamientos ; y asi me 
ha sido posible salir con este secreto , como si de 
industria procurara decillo á todo el mundo ; y 
pues que en efeto él ha de salir á plaza , quiero 
que sea en la del archivo de tu secreto , confiado 
que con él , y con la diligencia que pondrás como 
mi amigo verdadero en remediarme , yo me veré 
presto libre de la angustia que me causa , y llega- 
rá mi alegría por tu solicitud al grado , que ha lie* 
gado mi descontento por mi locura. Suspenso te- 
nían á Lotario las razones de Anselmo , y no sa- 
bia en qué habia de parar tan larga prevención , ó 
preámbulo ; y aunque iba revolviendo en su ima- 
ginación qué deseo podría ser aquel que á su ami- 
go tanto fatigaba , dio siempre muy. lejos del blan- 
co de la verdad , y por salir presto de la agonía 
que le causaba aquella suspensión , le dixo : que 
hacia notorio agravio a su mucha amistad en an- 
dar buscando rodeos para decirle sus mas encubier- 
tos pensamientos , pues tenia cierto que se podría 
prometer del ó ya consejos para entretenemos , ó 
ya remedio para cumplillos. Asi es la verdad , res* 
pondio Anselmo , y con esa confianza te hago sa- 
ber , amigo Lotario , que el deseo que me fatiga 
es pensar si Camila mi esposa es tan buena y tan 
perfeta, como yo pienso; y no puedo enterarme en 
esta verdad, sino es probandola de manera, que la 
prueba manifieste los quilates de su bondad , como 
el fuego muéstralos del oro : porque yo tengo pa^ 
ra mí , ó amigo , que no es una muger mas bue- 
na de quanto es , ó no es solicitada , y que aquella 



2 $6 PON QXJIXOTE PE LA MANCHA. 

sola es fuerte , que fio se dobla á las promesas , á 
las dadivas , á las lagrimas , y á las continuas im- 
portunidades de los solícitos amantes : porque qué 
hay que agradecer , decia él , que una muger sea 
buena, si nadie le dice que sea mala? qué mucho 
que esté recogida y temerosa la que no le dan oca- 
sión para que se suelte , y la que sabe tiene mari- 
do , que en cogiéndola en la primera desenvoltu- 
ra , la ha de quitar la vida? ansique la que es bue- 
na por temor, ó por falta de lugar, yo no la quie- 
ro tener en aquella estima en que tendré a la soli- 
citada y perseguida , que salió con la corona del 
vencimiento : de modo que por estas razones y por 
otras muchas , que te pudiera decir para acreditar 
y fortalecer la opinión qué tengo , deseo que Ca- 
mila mi esposa pase por estas dificultades, y se acri- 
sole y quilate en el niego de verse requerida y so- 
licitada , y de quien tenga valor para poner en ella 
sus deseos : y si ella sale , como creo que saldrá, 
con la palma de esta batalla , tendré yo por sin 
igual mi ventura : podre yo decir que está colmo 
el vacio de mis deseos : diré que me cupo en suel- 
te la Muger Fuerte , de quien el Sabio dice que 
quien la hallara ? y quando esto suceda al revés 
de lo que pienso , con el gusto de ver que acerté 
en mi opinión , llevaré sin pena la que de razón 
podra causarme mi tan costosa esperiencia .: y pro- 
supuesto que ninguna cosa de quantas me dixeres 
en contra de mi deseo , ha d? ser dé algún prove- 
cho para dexarde ponerle por la obra , quiero , ó 
amigo Lotario , que te dispongas a ser él instru- 
mento que Iabreaquesta obra demi gusto, que yo 
te dar e lugar paraque lo hagas , sin faltarte todo 



PARTE I. CAPÍTÜtO XXXÍIÍ. $yj 

aquello que yo viere ser necesario para solicitar á 
una muger honesta , honrada , recogida "y desinte- 
resada : y muéveme entre otras cosas á fiar de ti 
esta tan ardua empresa el ver que si de ti es ven- 
cida Camila , no ha de llegar el vencimiento a to- 
do trance y rigor , sino a solo á tener por hecho lo 
que se ha de hacer " por buen respeto ; y asi no 
quedaré yo ofendido mas de con el deseo , y mi in- 
juria quedará escondida en la virtud de tu silen- 
cio , que bien sé que en lo que me tocare ha de 
ser eterno , eomfr el de la muerte : asique si quie- 
res que yo tenga vida , que pueda decir que lo es, 
desde luego has de entrar en esta amorosa batalla 
no tibia ni perezosamente , sino con el ahinco y di- 
ligencia que mi deseo pide , y con la confianza que 
nuestra amistad me asegura. Estas fueron las razo- 
nes que Anselmo dixo á Lotario , á todas las qua- 
les estubo tan atento , que si no fueron las que que- 
dan escritas que le dixo , no desplegó sus labios 
hasta que hubo acabado ; y viendo que no decia 
más , después que le estubo mirando un buen es- 
pacio , como si mirara otra cosa que jamas hubiera 
visto , que le causara admiración y espanto , le di- 
xo : no me puedo persuadir , ó amigo Anselmo , á 
que no sean burlas las cosas que me has dicho, que 
a pensar que deveras las decias , no consintiera que 
tan adelante pasaras , porque con no escucharte pre- 
viniera tu larga arenga : sin duda imagino ó que 
no me conoces , ó que yo no te conozco ; pero no, 
que bien sé que eres Aiiselmo , y tu sabes que yo 

x A tener por hecho lo que se ha de hacer. En el origi- 
nal del autor se diría acaso : lo que no se ha de hacer. 



S98 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

soy Lotario : el daño está en que yo pienso que 
no eres el Anselmo que solías , y tú debes de ha- 
ber pensado que tampoco yo soy el Lotario que 
debía ser : porque las. cosas que me has dicho , ni 
son de aquel Anselmo mi amigo , ni las que me pi- 
des , se han de pedir á aquel Lotario que tú co- 
noces ; porque los buenos amigos han de probar á 
sus amigos y valerse dellos , como dixo un poeta, 
usquc ad aras , que quiso decir que no se habían 
de valer de su amistad en cosas que fuesen contra 
Dios : pues si esto sintió un gentil de la amistad, 
¿quanto mejor es que lo sienta el cristiano, que sa- 
be que por ninguna humana ha de perder la amis- 
tad divina? y quando el amigó tirase tanto la bar- 
ra , que pusiese aparte los respetos del cielo por 
acudir á los de su amigo , no na de ser por cosas 
ligeras y de poco momento , sino por aquellas en 

3ue vaya la honra y la vida de su amigo : pues 
ime tu ahora , Anselmo , ¿ qual destas dos cosas 
tienes en peligro , paraque yo me aventure á com- 
placerte , y á hacer una cosa tan detestable , como 
me pides? ninguna por cierto: antes me pides, se- 

Í'un yo entiendo , que procure y solicite quitarte 
a honra y la vida , y quitármela á mí juntamen- 
te ; porque si yo he de procurar quitarte la honra, 
claro está que te quito la vida , pues el hombre 
sin honra peor es que un muerto , y siendo yo el 
instrumento, como tú quieres que lo sea, de tanto 
mal tuyo , yo vengo á quedar deshonrado , y por 
el mismo consiguiente sin vida : escucha , amigo 
Anselmo , y ten paciencia de no responderme hasta 
que acabe de decirte lo que se me ofreciere acer- 
ca de lo que te ha pedido tu deseo , que tiempo 



PARÓTE I. CAPITULO X&XIII. 299 

quedará para que tú me repliques , y yo te escu- 
che. Que me place , dixo Anselmo , di lo que qui- 
sieres. Y Lotario prosiguió diciendo : pareceme , ó 
Anselmo , que tienes tu ahora el ingenio como el 
que siempre tienen los moros , á los quales nó se 
les puede dar á entender el error de su seta con 
las acotaciones de la Santa Escritura , ni con razo- 
nes que consistan en especulación del entendimien- 
to , ni que vayan fundadas en artículos de fe ; sino 
que les han de traer exemplos palpables , fáciles, 
inteligibles , demonstrativos , indubitables , con de- 
monstraciones matemáticas que no se pueden ne- 
gar , como quando dicen : „ si de dos partes igua- 
„ les quitamos partes iguales , las que quedan tam- 
„bien son iguales": y quando esto no entiendan 
de palabra , como en efeto no lo entienden , líase- 
les de mostrar con las manos y ponérselo delante 
de los ojos , y aun con todo esto no basta nadie con 
ellos á persuadirles las verdades de nuestra sacra 
religión : y este mismo termino y modo me con- 
vendrá usar contigo , porque el deseo que en ti ha 
nacido , va tan descaminado y tan fuera de todo 
aquello que tenga sombra de razonable , que me 
parece que ha de ser tiempo mal gastado el que 
ocupare en darte á entender tu simplicidad , que 
por ahora no le quiero dar otro nombre , y aun es- 
toy por dexarte en tu desatino en pena de tu mal 
deseo ; mas no me dexa usar deste rigor la amistad 
que te tengo , la qual no consiente que te dexe 
puesto en tan manifiesto peligro de perderte ; y 
porque claro lo veas , dime, Anselmo : tíi no me has 
dicho que tengo de solicitar á una retirada? per- 
suadir a una honesta? ofrecer á una desinteresada? 



3O0 DON QÜIXOTE DE LA MANCHA. 

servir á una prudente? si que me lo has dicho: 
pues si tú sabes que tienes muger retirada , hones- 
ta , desinteresada y prudente , qué buscas? y si 
piensas que de todos mis asaltos ha de salir vence- 
dora [como saldrá sin duda ] qué mejores títulos 
piensas darle después , que los que ahora tiene? ó 
que sera mas después de lo que es ahora? O es que 
tu no la tienes por la que dices , ó tu no sabes lo 
que pides : si no la tienes por la que dices , ¿ para 
que quieres probarla , sino como á mala hacer de- 
Ha lo que mas te viniere en gusto ? mas si es tan 
buena como crees , impertinente cosa sera hacer es- 
periencia de la misma verdad , pues después de he- 
cha , se ha de quedar con la estimación que pri- 
mero tenia : asique es razón concluyente que el in- 
tentar las cosas , de las quales antes nos puede su- 
ceder daño que provecho , es de juicios sin discur- 
so y temerarios , y mas quando quieren intentar 
aquellas á que no son forzados ni compelidos , y 
que de muy lejos traen descubierto que el inten- 
tarlas es manifiesta locura. Las cosas dificultosas se 
intentan por Dios , 6 por el mundo , ó por entram- 
bos a dos : las que se acometen pgr Dios , son las 
que acometieron los santos , acometiendo á vivir 
vida de angeles en cuerpos humanos : las que se 
acometen por respeto del mundo , son las de aque- 
llos que pasan tanta infinidad de agua , tanta di- 
versidad de climas , tanta estrañeza de gentes por 
adquirir estos que llaman bienes de fortuna : y las 
que se intentan por Dios y por el mundo junta- 
mente , son aquellas de los valerosos soldados, que 
apenas ven en el contrario muro abierto tanto es- 
pacio quanto es el que pudo hacer una redonda 



PARTE I. CAPITULO XXXIII. 30I 

bala de artillería , quando puesto aparre todo te- 
mor , sin hacer discurso ni advertir al manifiesto 
peligro que les amenaza , llevados en vuelo de las 
alas de el deseo de volver por su fe , por su na- 
ción y por su Rey , se arrojan intrépidamente por 
la mitad de mil contrapuestas muertes qué los es- 
peran. Esta* cosas son las que suelen intentarse , y 
es honra , gloria y provecho intentarlas , aunque 
tan llenas de inconvenientes y peligros ; pero la 
que tu dices que quieres intentar y poner por obra, 
ni te ha de alcanzar gloria de Dios , bienes de la 
fortuna , ni fama con los hombres ; porque puesto 
que salgas con ella , como deseas , no has de que- 
dar ni mas ufano , ni mas rico , ni mas honrado que 
estás ahora ; y sfno sales , te has de ver en la ma- 
yor miseria que imaginarse pueda ; porque fio te 
ha de aprovechar pensar entonces que no sabe na- 
die la desgracia que te ha sucedido , porque basta- 
rá para afligirte y deshacerte que la sepas tú mis- 
mo : y para confirmación desta verdad te quiero 
decir una estancia , que hizo él famoso poeta Luis 
Tansilo, en el fin de su primera parte de : Las La- 
grimas de San Pedro , que dice asi: 

Crece el dolor , y crece la vergüenza 
En Pedro , quando el dia se ha mostrado, 
Y aunque allí no ve á nadie , se avergüenza 
De sí mismo por ver que habia pecado: 
Que á un magnánimo pecho á haber vergüenza 
No solo ha de moverle el ser mirado; 
Que de sí se avergüenza quando yerra, 
Si bien otro no ve que cielo y tierra ■ . 

1 Cielo 7 tierra. Escribió Luis Tansilo , natural de 



30* DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

Asique no escusarás con el secreto tu dolor , antes 
tendrás que llorar contino , sino lagrimas de los 
ojos f lagrimas de sangre del corazón , como las llo- 
raba aquel simple doctor , que' nuestro poeta nos 
cuenta que hizo la prueba del vaso , que con me- 
jor discurso se escuró de hacerla ei prudente Rey- 
naldos ; que puesto que aquello sea ficción poética, 
tiene en sí encerrados secretos morales , dignos de 
ser advertidos , y entendidos é imitados * : quanto 

Ñola en el reyno de N afoles , este poema de : Las Lagri- 
mas de San Pedro para reparar el mal exemplo, que ocasio- 
nó con otro, licencioso y obsceno , que consta de 160. octa- 
vas f intitulado el Vendemmiatore* Andubo al principio no 
tan completo , como le traduxo después en octavas caste- 
llanas Fr. Damián Alvarez, y dividido en ij. cantos , le 
jtublicó en Ñapóles año de 161&. Antes habia traducido 
parte de él el licenciado Gregorio Hernández de Velasco % ca- 
pellán del hospital de S.Juan Bautista de Toledo, y cele- 
bre traductor de Virgilio , a instancias del maestro Alvar 
Gómez de Castro , como consta de las cartas latinas de 
entrambos , que se leen al principio de la traducion , que 
por ser inédita , y paraque se coteje con la de Cervantes^ 
je pondrá aqui la octava siguiente: 

Creció el dolor de Pedro , y juntamente 
Creció la afrenta con la luz del día; 
Y bien que allí no hay nadie que le afrente, 
£1 mesmo de sí mesmo se corría: 
Que un rostro noble sin tener presente 
- Testigo de su error 6 cobardía 
Se tiñe de vergüenza quando yerra, 
Aunque no le vea mas que cielo y tierra. 
[Biblioteca Real: est. R. cod. 173^ 

1 Imitados. Alúdese aqui á la ficción , que refiere el 
Ariosto l poeta italiano , y por eso llamado nuestro por Lo- 
tarto'] en el cant. 41. y 42. de su Orlando. Finge que un 
caballero convidó a comer Á ' Keynaldos , el qual mandó sa- 
car d la mesa un vaso de oro , guarnecido de piedras y lle- 
no de un vino generoso , diciendo que bebiendo de íl , sabría 



i 



•PARTE I. CAPITULO XXXIII* 303 

mas , que con lo que ahora pienso decirte , acaba- 
rás de venir en conocimiento del grande error que 
quieres cometer. Dime, Anselmo, si el cielo, ó la 
suerte buena te hubiera hecho señor y legitimo 
posesor de un finísimo diamante , de cuya bondad 
y quilates estubiesen satisfechos quantos lapidarios 
le viesen , que todos a una voz y de común pare- 
cer dixesen que llegaba en quilates , bondad y fi- 
neza á quanto se podía estender la naturaleza de 
tal piedra , y tú mismo lo creyeses asi , sin saber 

qualquier marido si su muger le era infiel, 6 no ; porque 
si no lo era , bebería el marido singue se le derramase una 
gota por el pecho ; pero si lo era , se le vertería todo por él, 
sin entrarle una gota en el estomago. Rey nal dos sinem- 
bargo , considerando lo peligroso de la prueba ,y la nin- 
guna necesidad de averiguar lo que le podría costar caro, 
no quiso beber del vaso , contentándose con la buena opi- 
nión que tenia de su muger. Entonces el huésped , derra- 
mando -un- rio de lagrimas le contó como él se había casa- 
do con la. hija de un docto y rico anciano , honesta, hermo- 
sa y discreta, con quien vivió contento algunos años hasta 
que una maga, llamada Melisa , con dañada y zizañera 
intención le aconsejó que para probar la virtud de su mu- 
ger, la diere libertad y ocasiones de abusar de ella , fin- 
giendo ausentarse , y que por la esperiencia del vaso ave- 
riguaría después si permanecía fiel. Disfrutadas estas oca» 
siones por la muger , fue el marido a beber del vaso , y en 
castigo de su curiosidad impertinente se le vertió todo el 
vino por el pecho abaxo. Pudiera presumirse que de esta 
ficción del Ariosto tomó acaso Cervantes el argumento de 
la novela del Curioso Impertinente , tan apreciable por su 
artificio, estUo, pintura de los afectos del amor, de los ze- 
los , de la fragilidad , de las astucias de algunas amas y 
triadas , y exemplar no solo por el castigo que recibe Ca- 
mila , sino porque enseña que soló se vence la pasión amo- 
tosa con huirla , y que nadie se ha de poner d brazos con 
tan poderoso enemigo , porqué son menester fuerzas divi* 
ñas para vencer las suyas humanas. 



304 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

otra cosa en contrario , ¿seria justo que te viniese 
en deseo de tomar aquel diamante , y ponerle en- 
tre un ayunque y un martillo , y allí á pura fuer- 
2a de golpes y brazos probar si es tan duro y tan 
fino como dicen? y mas 1 , si lo pusieses por obra? 
que puesto caso que la piedra hiciese resistencia a 
tan necia prueba , no por eso se le añadiría mas 
valor , ni mas fama : ¿y si se rompiese , cosa que 
podría ser, no se perdia todo? si por cierto , dexan- 
do á su dueño en estimaron de que todos le ten- 
gan por simple. Pues haz cuenta , Anselmo ami- 
go , que Camila es finísimo diamante asi en tu es- 
timación como en la agena, y que no es razón po- 
nerla en contingencia de que se quiebre , pues aun- 
que se quede con su entereza , no puede subir á 
mas valor del que ahora tiene ; y si faltase y no 
resistiese , considera desde ahora qual quedarías sin 
ella , y con quanta razón te podrías quejar de ti 
mismo , por haber sido causa de su perdición y la 
tuya : mira que no hay joya en el mundo que tan- 
to valga , como la muger casta y honrada , y que 
todo el honor de las mugeres consiste en la opi- 
nión buena que dellas se tiene ; y pues la de tu es- 
posa es tal , que llega al estremo de bondad que 
sabes , para qué quieres poner esta verdad en du- 
da? mira , amigo , que la muger es animal imper- 
feto , y que no se le han de poner embarazos don- 
de tropiece y cayga , sino quitárselos, y despejalle 
el camino de qualquier inconveniente , paraque sin 

1 Y mas , si lo pusieses por obra 5 Este lugar , que pa- 
rece algo obscuro , quedaría mas claro , espresando la* elip- 
sis que se sobreentiende \ asi: < y seria veas justo , si lo pu- 
sieses por obra? 



/ 



. FAKTE I. CAPITULO XXXIII* QOC 

pesadumbre corra ligera a alcanzar la perfección 
que lfc falta, que consiste en el ser virtuosa. Cuen- 
tan los naturales que el arminio es un animalejo 
que tiene una piel blanquísima, y que quando quie- 
ren cascarle los cazadores , usan deste artificio : que 
sabiendo las partes por donde suele pasar y acu- 
dir , las atajan con lodo , y después oxeándole le 
encaminan acia aquel lugar ; y asi como ei arnu- 
nio llega al lodo , se está quedo , y se dexa pren- 
der y cautivar a trueco de- no pasar por el cieno, 
y perder y ensuciar su blanqura , que la estima en 
mas que la libertad y la vida. La honesta y casta 
muger es ¿arminio , y es mas que nieve blanca y 
limpia la virtud de la honestidad , y el que qui- 
siere que no la pierda , antes la guarde y conser- 
ve , ha de usar de otro estilo diferente «que con el 
arminio se tiene ; porque no le han.de poner de- 
lante el cieno de los regalos y servicios de los im- 
portunos amantes , porque quiza, y aun sin quiza, 
no tiene tanta virtud y fuerza natural , que pueda 
por sí misma atropellar y pasar por aquellos em- 
barazos; .y es necesaria quitárselos , y ponerle de- 
lante k limpieza de la virtud , y la belleza que 
encierra en si k buena fama. Es asimismo la buena 
muger como espejo de cristal luciente y claro; pe- 
có está sujeto á empañais&y escurecerse -^on.qual- 
quiera aliento que le; toque,:» base de uw coa J3 
honesta muger el estilo qucjoqn las re^i^^s, flo- 
rarlas ,y no tocarlas :;hnae de guarda y $$|imar 
lamugeribueiu, como se, guarda y estima un her- 
moso jardín que está lleip de flores y. rosas , cuyo 
dueño \ ra> .consiente que nadie le pasee §í mano- 
see , basta que^ desde leja» y por entre J^ : vef jgs de 

T.Ú.- V 



306 DON QUIXOTB I» LA KANCHA. 

hierro gocen de su fragrancia y hermosura. Final- 
mente quiero decirte unos versos , que se me han 
venido á la memoria , que los oi en una comedia 
moderna , que me parece que hacen al proposito 
de Id que vamos tratando. Aconsejaba un pruden- 
te viejo á ot¿*o padre de. una doncella que la reco- 
Í [iese , guardase , y encerrase , y entre otras razones 
e dixo estas: 

Es de vhhrp la muger; 
Pero no se ha de probar 
Si se puede , ó no quebrar, 
Porque todo podría ser: 

Y es mas focil ei quebrarse, 
Y no es cordura ponerse 

<. A peligro de romperse 
'Lo que no puede soldarse: 

Y £A esta opinión estén 

1 Todos , y ¥n~ razón la fundo: 
Que si hay Pandes en el mundo, 
Hay pluvias de oro también. 
- Qüantp hasta aqui te he dicho , ó Anselmo, 
ha'&fó por y? que á ti tetoca,y ahora es bien que 
se oiga-algó de \o que á mí me conviene: y si ftie- 
re lárgtí ¡ perdóname > que todo lo requiere el la- 
i>eriátó doQde te has entrado \ y de donde quieres 
que yo te saque. Tú me tienes por. amigo y quie- 
res quitarme! la honra*, 4os*que es contra toda amis- 
tad ; ymt% no solo pretendes esto; sino que procu- 
ras qífe y 3 te la quice i tii : :que me la quieres qui- 
tar á iftí;* está claro ,' pues miando Camüa-Vea que 
yo íasolicko , como me pides , cierto está que me 
ha da tener por hombre sin honra y mal mirado, 
puesjntento y hago yn$ cqsa tan fuera^de aquello, 



.PARTE X. .CAPITULO XXXIII. 3 O 7 

<jue él ser quien soy y tu amistad me obliga : de 
que quieres que te la quite á ti no hay duda , por- 
que viendo Camila que yo la solicito , ha de pen- 
sar que yo he visto en ella alguna liviandad , que 
.me, dio atrevimiento á descubrirle mi mal deseo, y 
teniéndose por deshonrada , te toca a ti como á co- 
sa suya su misma deshonra : y de aquí nace lo que 
comunmente se platica , que el marido de la mu- 
ger adultera, puesto que él no lo sepa ni haya da- 
do ocasión paraque su muger no sea la que debe, 
ni haya sido en su mano ni en su descuido y poco 
recato estorbar su desgracia, con todo le llaman y 
le nombran con nombre de vituperio y baxo ; y 
en cierta manera le miran los que la maldad de su 
muger saben con ojos de menosprecio , en cambio 
de mirarle con los de lastima , viendo que no por 
su culpa sino por el gusto de, su mala compañe- 
ra está en aquella desventura. Pero quierote de- 
cir la causa por qué con justa .razón es deshonrado 
el marido de la muger mala , aunque él no sepa 

3ue lo es , ni tenga culpa , ni haya sido parte , ni 
ado ocasión paraque ella lo sea : y nq te canses 
de oirme , que todo ha de redundar en tu prove- 
cho. Quando Dios crió a nuestro primero $>q&x9 
en ¡el paraíso terrenal, dice la Divina E$crity*a,;que 
infundio Dios sueño en Adán , y que estanco dur- 
miendo le sacó una costilla del lad<? siniestro; ,4? 
la qual formó a nuestra madre Eva ; y asi cgm? 
Adán despertó y la miró , dixo : esta es car tu de 
mi- carne y hueso, de mis huesos. Y Dios dixo \:j>pr 
esta dexard el hombre d su padre y madre ,y se* 
tan dos en una carne misma : y entonces fue ins- 
tituido el di y i ao, sacramento del matrimonio con 



va 



308 DON QUIXOTE DE LA MANCHA. 

tales lazos, que sola la muerte puede desatarlos: y 
tiene tanta fuerza y virtud este milagroso sacra- 
mento , que hace que dos diferentes personas sean 
una misma carne : y aun hace mas en los buenos 
casados , que aunque tienen dos almas , no tienen 
mas de una voluntad : y de aqui viene que como 
la carne de la esposa sea una misma con la del es- 
poso , las manchas que en ella caen , ó los defetos 
que se procuran , redundan en la carne del mari- 
do , aunque él no haya dado , como queda dicho, 
ocasión para aquel daño ; porque asi como el do- 
lor del pie , ó de qualquier miembro del cuerpo 
humano , le siente todo el cuerpo por ser todo de 
una carne misma , y la cabeza siente el daño del 
tobillo sin que ella se le haya causado , asi el ma- 
rido es participante de la deshonra de la muger 
por ser una misma cosa con ella : y como las hon- 
ras y deshonras del mundo sean todas y nazcan de 
carne y sangre , y las de la muger mala sean des- 
te genero , es forzoso que al marido le quepa parte 
dellas , y sea tenido por deshonrado sinque él lo 
sepa. Mira pues , ó Anselmo , al peligro que te po- 
nes en querer turbar el sosiego en que tu buena 
esposa* vive : mira por quan vana é impertinente 
curiosidad quieres revolver los humores , que aho- 
ra están sosegados en el pecho de tu casta esposa: 
'advierte que lo que aventuras á ganar es poco ; y 
^ue lo que perderás , sera tanto , que lo dexaré en 
su punto * , porque me faltan palabras para encare- 
cerlo. Pero si todo quanto he dicho no basta á mo* 



/ 



i En su punto. Asi las primera* ediciones y las demás: 
l si áixtsen en este punto, parece estaría él sentido mas ciar* 



J 



PAUTE I. CAPITULO XXXIII. 309 

verte de tu mal proposito, bien puedes buscar otro 
instrumento de tu deshonra y desventura , que yo 
no pienso serlo , aunque por ello pierda tu amis- 
tad , que es la mayor perdida que imaginar pue- 
da. Calló en diciendo esto el virtuoso y prudente 
Lotario , y Anselmo quedó tan confuso y pensati- 
vo , que por un buen espacio no le pudo respon- 
der palabra ; pero enfin le dixo : con la atención 
que has visto, he escuchado , Lotario amigo , quan- 
to has querido decirme , y en tus razones , exem- 
plos y comparaciones he visto la mucha discreción 
que tienes , y el estremo de la verdadera amistad 
que alcanzas; y añsimismo veo y confieso que si no 
sigo tu parecer y me voy tr^s el mió , voy huyen- 
do del bien y corriendo tras el mal. Prosupuesto 
esto , has de considerar que yo padezco ahora la 
enfermedad que suelen tener algunas mugeres, que 
se les antoja comer tierra , yeso , carbón y otras co- 
sas peores , aun asquerosas para mirarse , quanto 
mas para comerse : asique es menester usar de al- 
gún artificio para que yo sane , y esto se podia ha- 
cer con facilidad , solo con que comiences , aunque 
tibia y fingidamente , á solicitar a Camila , la qual 
no ha, de ser tan tierna , que á los primeros encuen- 
tros dé con su honestidad por tierra , y con solo 
este principio quedaré contento , y tu habrás cum- 
plido con lo que debes á nuestra amistad , no sola- 
mente dándome la vida , sino persuadiéndome de 
no verme sin honra : y estás obligado á hacer esto 
por una razón sola , y es que estando yo , como es- 
toy 9 determinado de poner en platica esta prueba, 
no has tu de consentir que yo dé cuenta de mi 
desatino á otra persona , con que pondría en aven- 



31 DON QUIXOtE 1>E LA UWCñÁ> 

tura el honor que tü procuras que no pierda : y 
quando el tuyo no esté en el punto que debe en 
la intención de Camila entanto que la solicitares, 
importa poco ó nada , pues con brevedad , viendo 
en ella la entereza que esperamos , le podras decir 
la pura verdad de nuestro artificio , con que volve- 
rá tu crédito al ser primero; y pues tan poco aven- 
turas , y tanto contento me puedes dar aventuran- 
dote , too lo dexes de hacer , aunque mas inconve- 
nientes se te pongan delante , pues- como ya he di- 
cho , con solo que comiences daré por concluida la 
causa. Viendo Lotario la resoluta voluntad de An- 
selmo , y no sabiendo qué mas exemplos traerle , ni 
qué mas razones mostrarle , paraque no la siguie- 
se ; y viendo que le amenazaba que daría á otro 
cuenta de su mal deseo , por evitar mayor mal de- 
terminó de contentarle y hacer lo que le pedia, 
con proposito é intención de guiar aquel negocio 
de modo , que sin alterar los pensamientos de Ca- 
mila , qued¿e Anselmo satisfecho : y asi le respon- 
dió que no comunicase su pensamiento con otro al- 
guno , que él tomaba á su cargo aquella empresa, 
la qual comenzaría quando a él le diese mas gus- 
to. Abrazóle Anselmo tierna y amorosamente , y 
agradecióle su ofrecimiento , como si alguna gran- 
de jnerced le hubiera hecho , y quedaron de acuer- 
do entre los dos que desde otro día siguiente se 
comenzase la obra , que él le daría lugar y tiem- 
po como á sus solas pudiese hablar a Camila , y 
asimismo le daría dineros y joyas que darla y que 
ofrecerla : aconsejóle que íe diese músicas , que es- 
cribiese Versos en su alabanza , y que quando él no 
quisiese tomar trabajo de hacerlos , él mesmo los 



PARTE x capitulo xxxm. 31 r 

haría: A todo se ofreció Lotario , bien con dife- 
rente intención que Anselmo pensaba :- y ton este 
acuerdo se yol vieron á casa.de Anselmo , donde 
hallaron 4 Camila con ansia y cuidado esperando á 
su esposo , porque aquel dia tardaba en venir mas 
de lo acostumbrado. 

Fuese Lotario a su casa , y Anselmo quedó en 
la suya tan contento , como Lotario fue pensativo, 
no sabiendo qué traza dar para salir bien de aquel 
impertinente negocio; pero aquella noche pensó el 
modo qué tendría para engañar á Anselmo sin ofen- 
der á Camila , y otro dia vino a comer con su ami- 
go , y fue bien recebido de Camila , la qual le re- 
cebia y regalaba con mucha voluntad por enten- 
der la buena que su esposo le tenia. Acabaron do 
comer , levantaron los manteles , y Anselmo dixo 
á Lotario que se quedase alli con Camila entanto 
que él iba a un negocio forzoso , que dentro de 
hora y media volverla. Rogóle Camila que no se 
fuese, y Lotario se ofreció á hacerle compañía; mas 
nada aprovechó con Anselmo , antes importunó á 
Lotario que se quedase y le aguardase , porque- te¿ 
nía que tratar con él una cosa de mucha importan-» 
, cia : dixo también a Camila que no dexase solo á 
Lotario entanto que él volviese : en efeto él supo 
tan bien fingir la necesidad , ó necedad de su au- 
sencia , que nadie pudiera entender que era fingi- 
da. Fuese Anselmo , y quedaron «dios a la mesa 
Camila y Lotario. , porque la demás gente de casa 
toda se habia ido á comer. Viose Lotario puesto 
en la estacada que su amigo deseaba , y con el ene- 
migo delante , que pudiera vencer con sola su her- 
mosura a un esquadron de caballeros armados : mi» 



J 



314 PON QtriXOTE BE LA MANCHA; 

rad si era razón que le temiera Lotario.; pero lo 
que hizo fue poner el codo sobre el brazo de la 
silla y la mano abierta en la mexilla , y pidiendo 
perdón a Camila del mal comedimiento , dixo que 
quería reposar un poco entanto que Anselmo vol- 
vía. Camila le respondió que mejor jreposaria en 
el estrado, que en la silla , y asi le rogo se entrase 
á dormir en él. No quiso Lotario , y allí se quedó 
dormido hasta que volvió Anselmo. £1 qual como 
halló á Camila en su aposento , y á Lotario dur- 
miendo , creyó que como se habia tardado tanto, 
ya habrían tenido los dos lugar para hablar y aun 
para dormir , y no vio la hora en que Lotario des- 
pertase para volverse can él fuera , y preguntarle 
de su ventura. Todo le sucedió como él quiso. Lo- 
tario despertó ,- y luego salieron los dos de casa ; y 
asi le preguntó lo que deseaba , y le respondió Lo- 
tario : que no le había parecido ser bien que la pri- 
mera vez se descubriese del todo , y asi no habia 
hecho otra cosa que alabar á Camila de hermosa, 
dicíendole que en toda la ciudad no se trataba de 
otra cosa, que de su hermosura y discreción , y que 
este le habia parecido buen principio para entrar 
ganando la voluntad , y disponiéndola á que otra 
vez le escuchase con gusto , usando en esto del ar- 
tificio que el demonio usa , quando quiere engañar 
á alguno que está puesto en atalaya de mirar por 
si , que se transforma en ángel de luz , siéndolo él 
de tinieblas ; y poniéndole delante apariencias bue- 
nas , alcabo descubre quien es , y sale con su inten- 
/ cion , si á los principios no es descubierto su enga- 
ño. Todo esto le contentó mucho á Anselmo , y 
dixo que cada diá daría el mismo lugar , aunque 



JARTE I. CAPITtTLO XXXIIf . $ 1 £ 

no saliese dé casa , porque en ella se ocuparía en 
cosas que Camila no pudiese venir en conocimien- 
to de su artificio. Sucedió pues que se pasaron mu- 
chos dias , que sin decir Lotario palabra á Cami- 
la , respondía á Anselmo que la hablaba , y jamas 
podia sacar della una pequeña muestra de venir en 
ninguna cosa que mala fuese , ni aun dar una señal 
de sombra de esperanza ; antes decia que le ame- 
nazaba que si de aquel mal pensamiento no se qui- 
taba , que lo habia de decir á su esposo. Bien es- 
tá , dixo Anselmo , hasta aqui ha resistido Cami- 
la á las palabras , es menester ver como resiste á 
las obras : yo os daré mañana dos mil escudos de 
oro paraque se los ofrezcáis , y aun se los deis , y 
otros tantos paraque compréis joyas con que cebar- 
la: que las mugeres suelen ser aficionadas, y mas si 
son hermosas , por mas castas que sean , á esto de 
traerse bien y andar galanas : y si ella resiste a es- 
ta tentación , yo quedaré satisfecho , y no os daré 
mas pesadumbre. Lotario respondió que ya que 
habia comenzado, que él llevaría hasta el fin aque- 
lla empresa , puesto que entendía salir della cansa- 
do y vencido. Otro dia recibió los quatro mil es- 
cudos , y con ellos quatro mil confusiones , porque 
no sabia que decirse para mentir denuevo ; pero en 
efeto determinó de decirle que Camila estaba tan 
entera á las dadivas y promesas , como á las pala- 
bras , y que no habia para que cansarse mas , por- 
que todo el tiempo se gastaba envalde. Pero la 
suerte. que las cosas guiaba de otra manera , orde- 
nó que habiendo dexado Anselmo solos á Lotario 
y a Camila , como otras veces solia , él se encerró 
en un aposento , y por los agujeros de la cerradura 



3*4 D0N Quijote de la mancha. 

cstubo mirando y escuchando lo que los dos tra- 
taban , y vio que en mas de media hora Lotario no 
habló palabra a Camila , ni se la hablara , si allí 
estubiera un siglo : y cayo en la cuenta de que 

Suanto su amigo le habia dicho de las respuestas 
e Camila, todo ora ficción y mentira; y para ver 
si esto era ansi , salió del aposento , y llamando í 
Lotario aparte , le preguntó qué nuevas habia, y 
de qué temple estaba Camila. Lotario le respon- 
dió que no pensaba mas darle puntada en aquel 
negocio, porque respondía tan áspera y desabrida- 
mente , que no tendría animo para volver a decir- 
le cosa alguna. Ah ! dixo Anselmo : Lotario , Lo- 
tario , y quan mal correspondes á lo que me debes, 
y á lo mucho que de ti confio l ahora te he estado 
mirando por el lugar que concede la entrada desta 
llave , y he visto que no has dicho palabra á Ca-> 
mila , por donde me doy a entender que aun las 
primeras le tienes por decir ; y si esto es asi , como 
sin duda lo es , ¿para que me engañas , ó porque 
quieres quitarme con tu industria los medios , que 
yo podría hallar para conseguir mi deseo? No di- 
xo mas Anselmo ; pero bastó lo que habia dicho 
para dexar corrido y confuso á Lotario, el qual ca- 
si como tomando por punto de honra el haber si- 
do hallado en mentira , juró á Anselmo que desde 
aquel momento tomaba tan á su cargo el conten- 
talle y no mentille , qual lo vería , si con curiosi- 
dad lo espiaba : quanto mas , que no sería menes- 
ter usar de ninguna diligencia , porque la que él 
pensaba poner en satisf acelle , le quitaría de toda 
sospecha. Creyóle Anselmo , y para dalle comodi- 
dad mas segura y menos sobresaltada , determinó 



PARTE I* CAPITULO XXXIII. : $I£ 

de hacer ausencia de su casa por ocho días , yén- 
dose á la de un amigo suyo , que estaba en una al- 
dea no lejpí de la ciudad , con el qual amigo con- 
certó que le enviase á llamar con muchas veras, 
para tener ocasión con Camila de su partida. Des- 
dichado y mal advertido de ti! Anselmo : qué- es 
lo que haces? que es lo que trazas? que es lo que 
ordenas? mira que haces contra ti mismo, trazando 
tu deshonra y ordenando tu perdición : buena es 
tu esposa Camila , quieta y sosegadamente la po- 
sees , nadie sobresalta tu gusto , sus pensamientos 
no salen de las paredes de su casa , tú eres su cielo 
en la tierra , el blanco de sus deseos , el cumpli- 
miento de sus gustos, y la medida por donde mide 
sii voluntad , ajusfándola eh todo con la tuya y 
con la del cielo : pues si la mina de su honor, her- 
mosura , honestidad y recogimiento te da sin nin- 
gún trabajo toda lá riqueza que tiene , y tu pue- 
des desear, ¿para que quieres ahondar la tierra y 
buscar nuevas vetas de nuevo y nunca visto teso* 
ro , poniéndote á peligro que toda venga abaxo, 
pues enfin se sustenta sobre los débiles arrimos de 
su flaca naturaleza? mira, que el que busca lo im- 
posible , es justo que lo posible se fe niegue , como 
lo dixo mejor un poeta , diciendo: 

Busco en la muerte la vida, 

Salud en la enfermedad, 

En la prisión libertad, 

En lo cerrado salida, 

Y en el traidor lealtad: 

Pero mi suerte , de quien 

Jamas espero algún bien, 

Con el cielo ha estatuido 



V. 



3 1 6 DON QUIXOTB DE LA MANCHA. 

Que pues lo imposible pido, 

Lo posible aun no me den. 
Fuese otro día Anselmo a la aldea , desando 
dicho á Camila que el tiempo que él estubiese au- 
sente , vendría Lotario a mirar por su casa, y 4 co- 
mer con ella , que tubiese cuidado de tratalle como 
á su misma persona. Afligióse Camila , como mu- 
gér discreta y honrada , ce la orden que su mari- 
do le dexaba , y dixole que advirtiese que no es- 
taba bien que nadie , él ausente , ocupase la silla de 
su mesa ; y que si lo hacia por no tener confianza 
que ella sabría gobernar su casa , que probase por 
aquella vez , y vería por esperiencia cómo para 
ipayores cuidados era bastante. Anselmo le replicó 
que aquel era su gusto , y que no tenia mas que 
hacer que baxar la cabeza y obedecelle. Camila 
dixo que ansi lo haría , aunque contra su volun- 
tad. Partióse Anselmo , y otro día vino á sií casa 
Lotario , donde fue recebido de Camila con amo- 
roso y honesto acogimiento : la qual jamas se puso 
en parte donde ¿otario la viese á solas , porque 
siempre andaba rodeada de sus criados y criadas, 
especialmente de una doncella suya llamada Leo- 
nela , á quien ella mucho quería , por haberse cria- 
do desde niñas las dos juntas en casa de los padres 
de Camila , y quando se casó con Anselmo la tru- 
xo consigo. En los tres días primeros nunca Lota- 
rio le dixo nada , aunque pudiera quando se le- 
vantaban los manteles , y la gente se iba a comer 
con mucha priesa porque asi se lo tenia mandado 
Camila ; y aun tenia orden Leonela que comiese 
primero que Camila, y que de su lado jamas se qui- 
tase ; mas ella , que .en otras cosas de su gusto te- 



PARTE I. CAPITULO XXXIII. % 317 

nía puesto el pensamiento , y habia menester aque- 
llas horas y aquel lugar para ocuparle en sus con- 
tentos , no cumplía todas veces el mandamiento de 
su señora , antes los dexaha solos , como ú aquello 
le hubieran mandado ; mas la honesta presencia de 
Camila , la gravedad de su rostro , la compostura 
de su persona era tanta, que ponia freno á la len- 
gua de Lotario ; pero el provecho que las muchas 
virtudes de Camila hicieron , poniendo silencio en 
la lengua de Lotario , redundó mas en daño de los 
dos , porque si la lengua callaba , el pensamiento 
discurria , y tenia lugar de contemplar parte por 
parte todos los estremos de bondad y de hermosu- 
ra que Camila tenia, bastantes á enamorar una es- 
tatua de marmol , no un, corazón de carne: mira- 
bada Lotario en el lugar y espacio, que habia de 
hablarla, y consideraba quan digna era de ser ama- 
<da , y esta consideración comenzó poca a poco á 
dar asalta á los respetos xjue a Anselmo: tenia , y 
mil veces quiso ausentarse de la ciudad,>y irse don* 
de jamas Anselmo le viese á él , ni él viese á Ca- 
mila ; mas ya le hacia impedimento y detenia el 
gusto que hallaba en mirarla : haciase fuerza y pe- 
leaba consigo mismo , por desechar y no sentir el 
contento que le llevaba a mirar a Camila : culpa- 
base á solas dé su desatino : llamábase mal amigo 
y aun mal cristiano : hacia discursos y comparacio- 
nes entre él y Anselmo , y todos paraban en decir 
que mas habia sido la locura y confianza dé Ansel- 
mo , que su poca fidelidad ; y que si asi tubiera diV 
culpa para con Dios , como para con los hombres, 
de lo que pensaba hacer , que no temiera pena por 
su culpa. Ea efeto la hermosura y la bondad de 



r 



^ 1 8 DON QUIXOTE DE 1 A MANCH*.. 

Camila , juntamente con la ocasión que el ignoran- 
te marido le había puesto en las manos, dieron con 
la lealtad de Lotario en tierra : y sin mirar á otra 
cosa que aquella á que su gusto le inclinaba , al 
cabo, de tres días de la ausencia de Anselmo , en 
los «pules" estubo en continua batalla por resistir á 
sus deseos, comenzó a requebrar a Camila con tan- 
ta turbación y con tan amorosas razones r que Ca- 
mila quedó suspensa , y no hizo, otra cosa que le- 
.vastarse de donde estaba, y entrarse eñ su aposen- 
to sin respondelle palabra alguna : mas no por esta 
sequedad se desmayó ea Lotario la esperanza, que 
-siempre nace juntamente con el amor ; antes tubo 
•en mas á Camila ,<ktqual habiendo visto en Lota- 
4TÍQ lo .que jamas pensara, -no sabia qué hacerse ;y 
pareciendoíe> no ser cosa segura ni bien hecha dar- 
le ocasión ni lugar a que otta vez la hablase, de- 
termina de enviar aquella misma noche , cpmo lo 
-hizo, á un criado suya con un billete á Anselma 
adonde le escribió eáas razones» 






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