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#
té
/
J-
EL INGENIOSO HIDALGO
DON QUIXOTE DE LA MANCHA
COMPUESTO
POR MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA.
NVEVA EDICIÓN
COMLEGIDA DENUEVO, COK NUEVAS NOTAS, COK HUEVAS
ESTAMPAS, COK KUEVO ANÁLISIS, T COK LA VIDA DE
• EL AUTOR NUEVAMENTE AUMENTADA
POR D. JUAN ANTONIO PELLICER
BIBLIOTECARIO DE S. X. Y ACADÉMICO DE NUMERO DE XA
REAL ACADEMIA DE XA HISTORIA.
PARTE PRIMERA.
TOMO IL
EN MADRID
/POR D. GABRIEL DE SANCHA
\ AÑO PE MJDCCLXXXXVII.
)
i
\
/
X
TABLA
DE LOS CAPÍTULOS QUE CONTIENE
ESTE ÍOMO SEGUNDO.
iuAP. xiv. Donde se ponen los versos
desesperados del difunto pastor , con
otros no esperados sucesos. j
cap. xv» Donde se cuenta la desgracia-
da aventura que se topó Don Qui-
xote en topar , con unos desalmados
Yangueses. x$
cap. xvr. De lo que le sucedió al Inge-
nioso Hidalgo en la venta ,que él
imaginaba ser ¿astillo. &g
cap. xvii. Donde se prosiguen los {nu-
merables trabajos , x que el bravo Don
Quixote y su buen escudero Sancho
Panza pasaron en la venta , que
por su mal pensó que era castillo. 37
CAP. xviii. Donde se cuentan las razo-
nes que pasó Sancho Panza con su
señor Don Quixote , con otras aven-
turas dignas de ser contadas. 49
cap. xix. De las discretas razones que
Sancho pasaba con su amo ,y de la
1
aventura que le sucedió con un cuer-
po muerto > con otros acontecimientos
famosos. &£
cap. xx. De la jamas vista ni oida aven-
tura , que con mas poco peligro fue
acabada de famoso caballero en el
mundo , como la que acabó el vale-
roso Don Quixote de la Mancha. 76
cap. xxi. Que trata de la alta aventu-
ra y rica ganancia del yelmo de
Mambrino , con otras cosas sucedí*
das á nuestro invencible caballero. 9 6
cap. xxii. De la libertad que dio Don
Quixote a muchos desdichados , que
mal de su grado los llevaban donde
no quisieran ir. * *3
cap. xxiil. De lo que le aconteció al fa-
moso Don Quixote en Sierra More-
na , que fue una de las mas ra-
ras aventuras que en esta verdade-
ra Historia se cuentan. *&8
cap. xxiv. Donde se prosigue la aven-
tura de la Sierra Morena. 14$
cap. xxv. Que trata de las estrañas co*
sos que en Sierra Morana sucedie*
ron al valiente caballero de la Man-
cha , y de la imitación que hizo d la
penitencia de Belt enebros. ig?
cap. xxvi. Donde se prosiguen las fi-
nezas y que de enamorado hizo Don
Quítete en Sierra Morena. x8o
cap. xxvii. De como salieron con su in-
tención el Cura y el Barbero , con
otras cosas dignas de que se cuenten
en esta grande Historia. xpj
cap. xxviii. Que trata de la nueva y
agradable aventura , que al Cu-
ra y Barbero sucedió en la misma
Sierra. 216
cap. xxix. Que trata del gracioso ar-
tificio y orden que se tubo en sacar
á nuestro enamorado caballero de la
1 asperísima penitencia en que se ha-
bía puesto. 237
cap. xxx. Que trata de la discreción de
la hermosa Dorotea , con otras co-
sas de mucho gusto y pasatiempo. 2 $4
gap. xxxi. De los sabrosos razonamien-
tos que pasaron entre Don Quixo-
te y Sancho Panza , su escudero, con
otros sucesos. 268
cap. xxxii. Que trata de lo que sucedió
en la venta á toda la quadrüla de
Don Qtdxote. 281
cap. xxxiii. Donde se cuenta la novela
del Curioso Impertinente. 290
EL INGENIOSO HIDALGO
t
X>ÓN QUIXOTE
DE LA MANCHA.
PARTE P RIME RA.
CAPITULO XIV.
SONDE SE PONEN 10$ VERSOS DESESPERADOS DEX
DIFUNTO PASTOR , CON OTROS NO ESPERA,- \
DOS SUCESOS.
€ANCT0N DE GSJS0ST0M0' .
X a que quieres , cruel , que se publique
De lengua en lengua y de una en otra gente
Del áspero rigor tuyo la fuerza,
Haré que el mismo infierno comunique
Ai triste pecho mió un son doliente,
Con que el uso común de mi voz tuerza;
Tf al par de mi deseo , que sé esfuerza
A decir mí dolor y tus hazauas,
De la espantable voz irá el acento,
Y en él mezclados por máyór tormento
Pedazos de las míseras entrañas:
Escucha pues , y presta atentó pido .
No al concertado son , sino al ruido
x . Canción de Grisostomo. El artificio de esta canción
admirablt y singular consiste en componerse cada están-,
X. J J. ■ A '
v^
3 DON QVÍXOtE BE LA MANCHA*.
Que de lo hondo de mi amargo pecho.
Llevado de un forzoso desvario,
Por gusto mió sale y tu despecho.
El rugir del león , del lobo fiero
£1 temeroso ahullido , el silbo horrendo
De escamosa serpiente , el espantable
Baladro 1 de algún monstruo , él agorero 1
Graznar de la corneja, y el estruendo
Del viento contrastado en mar instable, *
esa de 16. versos , todos endecasílabos , que rimando entre
sí de un modo nuevo , el penúltimo consuena con el hemis-
tiquio del ultimo. Notase en ella alguna espresion humil-
de , y algún verso desmayado i pero puede sinembargo com-
petir con la mejor de nuestros mejores poetas. La misma
uniformidad de versificación , sin alternar los tersos cor-
tos , manifiesta con mas Tthóeza la pasión de este pastor
furioso , que para escarmiento de los que se rinden a la ti-
ranía del. amor profano, se mató desesperado /consintien-
do en* privarse del cielo para siempre según se insinúa en
los dos versos últimos de la estancia sesta , que dicen asi:
Ofreceré i los vientos cuerpo y alma
! Sin lauro 6patma*ée futuros bienes.
Puede reputarse Cervantes, por inventor de este genero di
canciones : alómenos esta es diferente t de las que compuso
el Petrarca, que fue el primero que las escribió , ni la trae
Rengifo , ni se halla otra semejante entre las de Boscañ,
Lope de Vega , Esteban Rodríguez , Faria de Sousa , ni
Bernaldez.
i Baladro. Esto es , el rugido , los ladridos y ahullidos
de los endriagos , vestiglos y otros Monstruos , de quienes se
oyeron en el castillo espantosos baladros. I Espejo de Caba-
llerías. P. I. cía.']
2 Agorero. Alusión al vers. 18. de la eglog. I. di
Virgilio:
Sepe sinistra cava pracdixit ab ilice cornix:
Muchas ^eces lo pronosticó la agorera corneja desdi la
hendida encina* ....
. 3&&TS • X. CAF BTO&0 XIV* , $
Del ya vencido toro ■ ú implacable
Bramido , y de la viuda tprtolilla
£1 sensible arpillar , el triste canto
Del invidiado * buho , con iel llanto
De toda la infernal negra quadrüla
Salgan con-ia doliente anima fuera
Mezclados en un son de tal manera, ^
Que se confundían los sentidos todos;
Pues la pena cruel que en mí se halla > -
Para conuatla pide nuevos modos.
De tanta confusión no las. arenas
Del padre Tají> oirán los tristes ecos,
Ni del famoso Betis las olivas:
Que allí se esparcirán mis duras .penas
En altos riscos y en profundos huecos,
Con muerta lengua y con palabras vivas:
O ya en escures valles , ó en esquivas
Playas , desnudas de contrato humano:
O adonde el sol jamas mostró su lumbre: , -
O entre la venenosa muchedumbre
De fieras que alimenta el Nilo llano * :
x Vencido toro. En la pelea en : fue disputa con otro*
el predominio sobre las vacas,
2 Invidiado. Como se dice en las primeras edicioue/,
no enviudado, como se ka sustituid* -en otras. EV'búho
enmedio de ser ave funesta , tiene, pan* hermosos ojor,
las demás quieren sacárselos de envidia* l
3 El Nilo llano. La noticia de que -en las orillas <df)
Nilo se crian sabandijas venenosas la adoptó al párete}
Cervantes del lib. II. de Lucano ,y del IJC, la propiedad
del adjetivo llano, por correr este rio por las llanuras de
Egipto:
Non minor hic Nilo ;, si non per pilona iacentis •". « < >
JEgypti Libicus Niius stagnaret arenas; :
No es menor este que el Nilo [dki el traductor de Lu+
A2
4 DOK QtTlftOTE DE LA MANCHA.
Que puesto que en lqs paramos desiertos
Los ecos roncos , dé mi mal inciertos, ¿
Suenen con tu rigor <tan sin segundo^- •
y Por privilegio de mis cortos hados *
Serán llevados por el "ancho mundo. •
Mata un desden , atierra la paciendo
O verdadera , ó falsa una sospecha:
Matan los zelos con rigor mas fuerte:
Desconcierta la vida larga ausencia:
Contra un temor de olvido no aprovecha
Firme esperanza de dichosa suerte.
En todo hay cierta inevitable muerte;
Mas yo £ milagro nunca visto ! } vivo
Zeloso , ausente*, desdeñado , y cierto
De las sospechas, que me tienen muerto:
Y en el olvido en quien mi fuego avivo,
Y entre tantos tormentos nunca alcanza
Mi vista á ver en sombra á la esperanza,
Ni yo desesperado la procuro;
Antes por estremarme en mi querella
Estar sin ella eternamente juro.
Puédese por ventura en un instante
Esperar y temer ? ó es bien hacello, '
Siendo las causas del temor mas ciertas?
¿Tengo , si el duro zelo está delante,
Dp cerrar estos ojod ,~ si he de vello *
JPor mil heridas en el alma abiertas?
^ Quien no abrirá de par en par las puertas
•A la desconfianza , quando mira
cano Martin Lar&dt ürofésa] sí el Nilo no se estendiese
for los llanos de Egipt* , y no hiciese sus estanques per las
cecas. arenas de la Libi».
. ' 2A&TE X." CAPITULO XIV,
Descubierta el desden , y las* sospechas *
f O amarga conversión !] verdades hechas,
Y la limpia verdad vuelta en meetira?
O en el reyno de amor fieros tiranos,
Zelos ! ponedme un hierro enje&te manos:
Dame , desden , una torcida; soga* *
Mas ay de mí! <jae con cruel vitaría .-
Vuestra memoria: el sufrimiento ahoga.
Yo muero enfin , y, porque .nunca espere
Buen suceso en la muerte ni en la vida,
Pertinaz estarcen mi fantasía. . ' ..
Diré que va aoertado el que fóéa quiere, :
Y que es mas libre, el alma :ma^ rendida '
A la de amor antigua ttránia; " .„,
Diré que \* enemiga siempre -mia *
Hermosa el aja» como el cuerpo tiene,
Y que su olvida de mi culpa ñas?,
Y que en fe dfe los. males <que im hace
Amor \ s\j imperio en juáta'pazitwitiene:
Y con es(ac«p«on y i w~ ¿w& lm>*
Acelerando el miserable plazo
A que me hajtxotictducidor sus drenes,
Ofreceré a los vtkotos cuerpo y i¿ma
Sin lauro ó $a¡4afede Aitjirk fcfenes-
Tú , que con tantas sinrazones muestras
]^razon/cj^ mé fuerza 4 epe >la: haga •'.;
A la can&dS *illa qué ábotte«co, 1
^ues ya vés q\$ te da notprfes'intiestrás
Esta detwsfw.^
De como alegre á tu rigor me ofrezco;
Si por díchí ¿bribees que merezco
Que el cielo claro de tus bellos ojos
En mi muerte se turbe , no lo haga*:.
*
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6 DON QUIXaTE DE LA MANCHA,
Que no quiero que en nadar satisfagas
Al darte de mi alma los ^espofos;
Antes con risa en la ocasión funesta
Descubre que «I temió fue tu fiesta;-
Mas gm simpleza *e$ avisarte- desto,
Pues sé que está tutoría conocida
£h que mi vid* llcrgtte al fin tan: presto* •
( Venga, r que e* tiempo ya, del hondo t
Tántalo co& sosecb, Siwfa vengan .:-•
Con el peso terrible ctes» cantor : :
Ticio trayga su buytre , y ansimisiw
Con su raeda Esdón m se detenga r-
Ni las hermanas <jae trabajan tanto ' :
Y todos juntas su mortal quebranto
Trasladen en mippecho, y en voa baxa,
Si ya á urt desesperada son debidas,
Canten obsequia ttifite^ doloridas ^
inkgne
Y el portem infernal ié k«i t*t*raq»%
Con otras mil qtámetap y mil flumttroo*,
Lleven el doloroso Wfltf^punm: • '
Que otra pampa mejor no me parece /
Que la merece iim amador difunto* -:
Canción Desecada , no te quejen .
i*
i Que trabajan. tantee Lar ¿ro. kija* ekj>amt*j oata\
das con otros tantos -primo* htrmanes¿qifá l¿* noche de' ¿as
bodas por instigación de sv padre mataron á sus maridos^
menos Hype í rménesffd , que perdonó la vida del supo. Por
cuyo delito fueron sentenciadas en el fyfitrffb í saca* agua
con mucha f&tig/vdr la tagma* Estigia 'ton ekntarm hora-
dados , la qual volviendo -a caer en *ll# K tratajaH euvano*
2 De ios tres j06tros. El Cancerbero, ferro, & tres gar x
gantas , que guardaba las puertas del infierno según fin-
gieron los poetat* . .í-7. .'
. WAKSM 1. CAPITULO XVf. J
Qtiando mi triste compañía dexes*
Afltes, pues que la causa da naciste"
Coa mi desdicka aumenta su ventura,
Aun en la sepultura no estes triste.
Bien les pareció á los que escuchado hablan 1*
Canción de Grisostomo, puesta que el que la leyó
dtxo que no le parecía que conformaba con la re-
lación , que él b^bia oido del recato y bondad de
Marcela , porque en ella se quejaba Grisostomo
déselos, sospechas y de ausencia: todo en perjui-
cio del buen erudita y buepa fama de Marcela* A
k> qual respondió Ambrosio^ copio aquel que sabía
bien los: mas. escondidos pensamientos de su ami-
ga: para que, señor , os satisfagáis desa dueja , «9
eien que sepáis que quando este desdichado escri-
bió esta Candan , estaba ausente de Marcela , da
quien se había ausentado por su noluntad, por ves
s¿ usaba con él la ausencia de sus ordinarios fue-
ids: y como ai enamorado ausentó no hay cosa que
no le fatigue , nk temor que np le dé alcance , as?
le Satinaban a Grisostomo los zelos imaginados yr
ks sospechas temidas , como si fueran -verdaderas^
y con esto queda en su punto la: verdad que 1*
lama pregona de la btndadl de Marcela : la qual
fuera de ser cru$l,y un poco abogante , y unnu*-
cho desdeñosa , la.' mesma envidia ni debe ni pue-
de ponerle falta alguna. Asi es la verdad , respon-
dió Vivaldo : y queriendo leer otro pape} de loe
que. habda reservado del fuego, la estorbó una {ña?
-
x La causa, dó naciste. Esto es , la misma Marola*
fue cütwirrfr en propia felicidad la muerte del dssespe*
tad: Gristitamé* . .\ ♦.
8 DON QUKOTE DE LA MANCHA.
*
rabillosa visión [que tal parecía ella] que ímpró)
visamente se les ofreció á los ojos ; y rae que par
cima de la pena donde se cavaba la sepultura r pa¿
recio la pastora -Marcela tan hermosa , que pasaba
a su fama su hennosura. Los que hasta entonces
no la habían visto, la miraban con admiración y sP
lencio ; y los que ya estaban acostumbrados á ver-
la , ,no quedaron menos suspensos , qué los que nun*
ca la habían visto. Mas apenas la hubo; visto Am-*
brosio , quando coa maestras de animo indignado
lA dixo : i vienes á ver por ventura , ó fiero basilis^
€0 destas montañas , si con tu presencia vierten san!
pre las heridas desíe miserable , á quien tu cruel-
íad quitó la vida? ó vienes g ufanarte en las crue**
les hazañas de tu condición? ó» ver desde esa al*
tura , como otro desapiadado Ñero , él incendio dd
m abrasada Roma? ó á pisar arrogante, este desdi-
chado cadáver., como la ingrata hija: ai de su pa*
dre Tarquino 1 ? danos presto á lo que vienes , á
fue. es aquello dé que mas gustas : que por saber
yo que los pensamientos de Grisostomo 'jamas de*
xaroáde obedecerte en vida, haré que, aun ^í
muerto , te obedezcan los de todos aquellos que S9
llamaron: sus amigos. No tfcngo , (^Ambrosio , á
ninguna cosa de las que has dicho, respondió Mari
cela * sino á volver por mí misma, y. á dar á entena
der quan fuera de ¿azon van todos aquellos qué
de sus penas y de la muerte de Grisostomo nié
culpan: y asi ruego á todos losjqueLiaqui estáis?
i Tarquino. Debe decir : Servio Tulio , que fue padre
ftjFultrf 9 y fw Tarquino sifué fue nutrido. fcTit* XS. h i.
¿..^Á^Mste. mas parece descuida dkl antean, -que yerro' d*
imprenta, por la falta de libros que tendri*>znla>£a9C4l*
- *AfcTE */ éÁTYÍVLO XIV. - 9
me estéis atentos , que no sera menester machó
tiempo , ni ¿astár muchas palabras para persuadí*
una verdad a k>s discretos. - " -
Hizome el cielo, según vosotros decís, hermo-
sa , y de tal manera , que sin ser poderosos á otra
cosa , á que me améis os mueve mi hermosura , y
por el amor que me mostráis , decis y aun queréis
que esté ye obligada á amaros : yo conozco con el
natural entendimiento que Dios me ha dado , que
todo lo hermoso es amable ; mas no alcanzo que
por razón dé ser amado esté obligado lo que es
amado "por hermoso á ama* á quién le ama: y mas,
que podría acontecer que el amador de lo hermo-
so fuese feo 5 y 'siendo lo feo digno de ser' aborre-
cido, cae may mal' el decir: quierote por hermo-
sa , hásme de ama? auiíqtié sea feo ; pero puesto
caso qUe cohran igualméiitef-las hentiósurás , tto por
éso haii<Le Kíárfer igualen lofc déseos : que hotodas
hermosuras enamoran-, que algunas alegran la vis-
ta , y no rinden la voluntad : que si todas las be-i
Uezas enamorasen y rindiesen , seria uri andar las"
Voluntades confusas y descaminadas , sin saber en
<jual hfcfóab de parar ; poique siendo infinitos lo*
sugette' hermosos , ínfihfcos habían- de serbos de-
seos: yfegtmyé hií oid&náeci*>; el verdadero íamor
no se divide-,^ lía dé éfeíVéíuñtario , y~nb : 3ferzo- :
so. Siéódo-est3 asi, como ya creo qué lo es;póiqué
queréis *que rinda mi vóluntad : por fuerza ,-ebliga-
da no mas de que decis que me queréis bien? si-
no decüdmé : ¿sr cómo ei'tSélo me hizo hermosa
me lUciefa.fea, ftiefa jiistq gufijpe quejara dé vos-
otros poique no m^.an^bedes? quanto mas que ha-,
beisdex¿¿iderar que^yo«no escogí la hermosura*
I O DQN QUIXOTS D» t,A MANCHA.
que tengo , que tal qual es el cielo cae la dio de
gracia sw yo pedüla «i e«*«Ua ; y «icamoi*
víbora no merece ser culpada por U pooioqa qgg
tiene, puesto que con ella mata , por habérsela da-
do naturaleza , tampoco yo mereacq «ejr reprehen-
dida por ser hermosa, que U hermosura ep la mu-
ger honesta es comp el fuego apartado , ó cpqio 1*
espada aguda , que w 41 quepa , n¿ ella corta á
quien a ¿líos no se afiprca*. La honw y las virtió
des son adornos del alma t sin las qu4e* eLcpierpo
yunque lo sea no debe de pfl*ecer hermoso ; pues
si la honestidad es una de- las virtudes qqe al cuer-
po y alma mas, adoruap y hermosea» ¿porque la
ha de perder laqty? &.vm&k W fyss^osfc » p»
corresponder á la U^en^on de $ptfl q^e ppr wfa
su gusto con todas sus fuerza* 4 wdx^tr w proqim
la pierda? yo n^ilÜMe ,j puna poite? vivir, libre
escogí la soledad de los (^mpos-: ios abóles destaa
montañas son nú compañía, las clafcas agua* dgftpeí
arroyos mis espejos; co& los fflftoltfr y <#*} l* 3gU&
comuoicQ mis pensamientos y- hermosura : fuego
soy apartado , y espada ?u§stp lejos : a los «pe he
enaiuorado con la vista , he desengañado qpn lea
palabras : y si los deseos se sustentan con eneran-
zas , no habiendo yo dad¿> alguna á Gri$o#Q9*o,
ni á otip alguno el fe de ninguno dellos > bien se
puede decir que antes le mató su porfía que 5&i
crueldad 1 : y si se ja? hgcg cargo que ?ran hooes-
i Mi crueldad Este fas^ge^ hact p infecto, muido cotí
la puntuación con que aquí se escribe s que es con la que.
debe escribirse, y la mftma ion que está tfarito en la edi-
don del año de 160 8. seguida* en >esta\ \B»- afganas im-
fresmu posteriores se, he Je:, estp modo ' ti Jo* desee». *c
PARTE X CAPITULO XIV. 1 1,
tos sos pensamientos , y que por esto estaba obli*
gada á corresponder a ellos r digo que quando en
ese.mesmo lugar, donde ahora se cava su sepulto»
ra , me -descubrió la bondad de su intención, le di-
xe yo que la mia erar vivir en perpetua soledad , y
de que «¿a la tierra gozase el fruto de mi recogi-
miento y los despojos de mi hermosura : y si él
m.Blám.éZ}* ».pl.«D.'l».
fieranaa y, navegar contra el viento , qué. mucho
que se. anegase en la mitad del golfo de su desati-
no? sé yo le entretuviera, fuera falsa: ú le conten-
tara , hiciera contra mi mejor intención y prosu-
puesto : porfió desengañado, desesperó sin ser abor-
recido : mirad ahora, si sera razón que de su pe*
na se mezclé á mí la culpa.: quéjese el engañado,
desespérese aquel á quien k faltaron las prometi-
das esperanzas , confíese el qae yo llamarte ufane*
se d que yo admitiere;; pera no me llame croe! ni
homicida aquel í quien yo no prometo > engaño;
llamo , ni admito : el cielo aun hasta ahora no ha
querido que yo ame por destino , y el pensar que
tengo de* amar por elecciones escusado : este ge-
Sustentan con esperanzas , no habiendo yo dado alguna i
©risostomo ni á otro alguna, «t fiado ninguno delios, bien
se puede decir: que antes le mató «t porfía que mi crueldad*
Cuya puntuación destruye t nuevamente el sentido. Sinem-
hargo se advierte en ellas que\ asi se halla este pásage en
todas las ediciones inclusas las primeras. Lo que no es verdad
énquantva ia> del año 4í-*qGS¿ %** " ***** ¿* ?& ¿°*
Írimeras mi la es tampoco- 1& que se- añade i pero sobran
. \s jnaljibras ti fin de ninguna delios, , 6 lo que. es mas regu-
lar faltan otras , que acaso se* omitieron por olvido del au-
tor , ó descuido del impresor ; pues ni sobran , ni faltan
palabras , pt ei autor y ni el impresor merecen ser dopadas.
1 2* DON QUIXOTE BE EA MANCHA.
•
neral desengaño sirva á cada uno de los \qoc me
solicitan de su particular provecho j y entiéndase
de aqui adelante que si alguno por mi muere , no
muere de zeloso ni desdichado , parque .quien k
nadie quiere , á ninguno debe dar zeíos , que los
desengaños no se han de tomar en cuenta de des*
denes : el que me llama fiera y basilisco , dexeme
como cosa perjudicial y mala: el qiie me llama inr
gfata r no me sirva : el que desconocida , na me co*
nozca: quien cruel r no rae siga: que esta fiera, este
basilisco*, esta ingrata , esta cruel , y estar deseónos
cida ni los buscará , servirá , conocerá f ni . seguirá
en ninguna manjaea: qpe si á Grisostomo mató su
impaciencia y arrojado de6eo, porqué, se ha de culi-
par mi honesto proceder y recato ? si yo conservo
mi limpieza con la compañía de los, arboles , por-
qué ha de querer. que; lá pierda el que quiere quo
U tenga con los hambres? yo , coAo sabéis , ten*
go riquezas propias , y no codicio las agieras : ten-
go libre condición , y no gusto de sujetarme r ni
quiero , ni aborrezco á nadie:: no engaño á este , ni
solicito aquel : ni burlo xhn uno. , ni. me: entreten-?
go con el otro : la conversación honesta de las za-
galas destas aldeas, y el cuidado „de mis cabras mq
entretiene: tienen mis deseos por termino estas mon-
tañas , y si de aqui salen , es á contemplar la her-
mosura del cielo , pasos con que camina . el r alma á
su morada primera. , ,; : ",," - \l
. Y eñ diciendo esto. >. sin, querer oir .respuesta
alguna, volvió las espaldas, y se entró ^porlo mas
cerrado de^uñ monte que alli cerca estaba , dexan-
do admirados tanto de su discreción , como de su
hermosura á todos los que. alli t estaban. :. y algunos
. ' PA&TE t. CATITULO * XIV. 1 3
dieron muestras [de aquellos que de la poderosa
flecha de los rayos de sus bellos ojos estaban heri-
dos]] de quererla seguir, sin aprovecharse del ma-
nifiesto desengaño que habían oido. Lo qual visto
por Don Quixote , pareciendole que allí venia' bien
usar de su caballería , socorriendo á las doncellas
menesterosas , puesta la mano en el puño de su es-
pada en altas é intelegibles voces dixo : ninguna
persona* de qualquiera estado y condición que sea,
se atreva a seguir á la hermosa Marcela , sopeña
de caer en la furiosa indignación mia : ella ha mos-
trado con claras y suficientes razones la poca ó nin-
guna culpa que ha tenido en la muerte de Gri-
sostomo , y quan agena vive de condescender con
los deseos de ninguno de sus amantes : á cuya cau-
sa es justo que en lugar de ser seguida y perse-
guida , sea honrada y estimada de todos, los bue-
nos del mundo , pues muestra que en él ella es sola
la que con tan honesta intención vive. O ya que
fuese por las amenazas de Don Quixote , ó por-
que Ambrosio les dixo que concluyesen con lo que
a su buen amigo debian , ninguno de los pastores
se movió ni apartó de alli , hasta que acabada la
sepultura y abrasados los papeles de Grisostomo,
pusieron: su cuerpo en ella no sin muchas lagri-
ma* de los circunstantes. Cerraron la sepultura con
.una gruesa peña , entanto que se acababa una losa
<5ue según Ambrosio dixo pensaba mandar hacer
con un epitafio que habia de decir desta manera:
Yace aqui de un amador
El misero cuerpo helado,
Que fue pastor de ganado,
Perdido ."por desaaxorc
X 4 DON QVIXOXS OE U MANCHA.
Murió á manos del rigor
\ De una esquiva hermosa ingrata,
, Con quien su imperio dilata
La tiranía de amor.
Luego esparcieron por cima de la sepultura
muchas flores y ramos , y dando todos el pésame á
su amigo Ambrosio , se despidieron del. Lo mes-
mo hicieron Vivaldo y su compañero ,y Don Qui-
zóte se despidió de sus huespedes y de los cami-
nantes , los quales le rogaron se viniese con ellos
á Sevilla , por ser lugar tan acomodado á hallar
aventuras , que en cada calle y tras cada esquina
se ofrecen mas que en otro alguno. Don Quizóte
les agradeció el aviso , y el animo que mostraban
de hacerle merced, y dixo que por entonces no que-
ría ni debia ir á Sevilla , hasta que hubiese despo-
jado todas aquellas sierras de ladrones malandrines,
de quien era fama que todas estaban llenas. Vien-
do su buena determinación , no quisieron los cami-
nantes importunarle mas , sino tornándose á des-
pedir denuevo le dezaron , y prosiguieron su ca-
mbo en el qual no les faltó de qué tratar , asi de
la historia de Marcela y Grisostomo > como de las
locuras de Don Quizóte, el qual determinó de ir
á buscar á la pastora Marcela , y ofrecerle todo
lo que él podia en su servicio. Mas no le avino
como él pensaba , según se cuenta en <el discurso
desta verdadera historia , dando aqui fia la segun-
da Parte*, 4 . . ^
z V. Discurso Preliminar: §.K
*Afc££ I. CÁHTÜtÓ XIV. 15
CAPITULO XV.
DONDE SE CUENTA LA DESGRACIADA AVENTURA
QUE SE TOPO DON QUIXOTE EN TOPAR CON UNOS
DESALMADOS YANGUESJES.
Cruenta el sabio Cide Hamete Bén Engeli que asi
como Don Quixote se despidió de sus huespedes
y de todos los que se hallaron al entierro del pas-
tor Grisostofno , él y su escudero se entraron por
el mesfno bosque dónde vieron que se habia entra-
do la pastora Marcela , y habiendo andado mas de
dos horas por ól , buscándola por todas partes ski
poder bailarla , vinieron á parar á un prado lleno
de fresca yerba , junto del qual corría un arroyo
apacible y ¿resto tanto , que convidó y forzó á pa-
sar allí las horas de la siesta , <jfce rigurosamente
comenzaba ya a entrar. Apeáronse Don Quixote
y Sancho , y dexando al jumento y á Rocinante á
sus anchuras pacer de la mucha yerba que allí ha-
bia , dieron saco á las alforjas , y sin ceremonia al-
guna en buena paz y compañil amo y mozo co-
mieron lo que en ellas4ialia*on. No se habia cura-
do Sancho de echar sueltas 4 Rocinante , seguro de
que le conocía por tan manso y tan poco rixoso,
que todas las yeguas de la dehesa de Córdoba no le
lucieran tomar mal siniestro. Ordenó pues la suer-
te , y el diablo que no todas veces duerme , que
andaban por aquel valle paciendo una manada de
hacas galicianas de unos arrieros Yangueses, de los
quales es costumbre sestear con su recua en luga-
res y sitios de yerba y agua , y aquel donde acertó
>
1 6 DON QUIXOTE D5 LA MANCHA.
a hallarse Don Quixote , era muy aproposito de
los Yangueses. Sucedió pues que i Rocinante le
vino en deseo de refocilarse con las señoras facas ,y
saliendo asi como las olió de su natural paso y eos*
tumbre , sin pedir licencia á su dueño tomó un tro-
tillo algo picadillo , y se fue á comunicar su ne-
cesidad con ellas ; mas ellas , que á lo que pareció
debían de tener mas gana de pacer que' de ál , re-
cibieronle con las herraduras y con los dientes de
tal manera , que á poco espacio se le rompieron las
cinchas , y quedó sin silla en pelota ; pero lo que
él debió mas de sentir fue , que viendo los arrie-
ros la fuerza que á sus yeguas se les hacia , acu-
dieron con estacas , y tantos palos le dieron , que le
derribaron malparada ^n el suelo. Ya en esto Don
Quixote y Sancho , que la paliza de Rocinante ha-
bían visto , llegaban ¿jabeando , y dixo Don Qui-
xote a Sancho ; a lo que yo veo , amigo Sancho,
estos no son caballeros sino gente soez y de baxa
ralea : digolo , porque bien me puedes ayudar á
tomar la debida venganza del agravio que delante
de nuestros ojos se le ha hecho á Rocinante. ¿Que
diablos de vengalza hemos de tomar , respondió
Sancho , si estos son mas de veinte , y nosotros no
mas de dos , y aun quiza nosotros sino uno y me-
dio? Yo valgo por ciento , replicó Don Quixote;
y sin hacer mas discursos echó mano á su espada
y arremetió á los Yangueses,y lo mesmohizo San-
cho Panza incitado y movido del exemplo de su
amo : y á las primeras dio Don Quixote una cu-
chillada á uno que le abrió un sayo de cuero de
que venia vestido , con gran parte de la espalda»
Los Yangueses , que se vieron maltratar de aque-
PARTE r. CAPITULO XV. Hj
líos dos hombres solos , siendo ellos tantos, acudid
ron á sus estacas , y cogiendo á los dos en medio,
comenzaron á menudear sobre ellos con grande
ahinco y vehemencia : verdad es que al segundo
toque dieron con Sancho en el suelo, y lo mismo
le avino á Don Quixote , sin que le valiese su des-
treza y buen animo , y quiso su ventura que vi-
niese á caer a los pies de Rocinante , que aun no
se había levantado: donde se echa de ver la furia>
con que machacan estacas , puestas en manos rusri-t
cas y enojadas. : . r
Viendo pues los Yangueses el mal recado que"
1 habían hecho , con la mayor presteza que pudié-v
ron carearon su recua y siguieron su camino ,de^
xando a los dos aventureros de mala traza y d&
peor talante- £1 primero que seuresintio fue San-»,
cho Panza ; y hallándose junto á su señor con vo¿
enferma y lastimada dixo: señor Don Quixote, a&
señor Don Quijote? Qué quieres? Sancho herma-:
no, respondió Don Quixote con el mesmo tono»
afeminado y doliente que Sancho. Querría , si fue-;
se posible, respondió Sancho Panza , que vuestra'
merced me diese dos tragos de aquella bebida del
feo Blas , si-jes que la tiene, vuestra merced ahi á
mano , quiza sera de provecho para los quebranta-
mientos de huesos como lo es para; las feridas. Pues
á tenerla yo aqui ^desgraciado yol qué nos falta-)
ba? respondió Don Quixote : mas yo te juifo, San-;
cho Panza , á fe de caballero, andante que antes:
qne pasen dos dias, si la fortuna no ordena otra co-i
sa , la tengo de tener en mi poder , 6 mal me;haifc
de andar las manos. Pues en quintos le parece á'
vuestra merced que podramos ¿llover los pies? re:
T. II.
\
1 8 DON QUÍSOTE de la mancha.
4
plicó Sancho Panza. De mí sé decir , ctíxo el mo-
lida caballero Don Quixote , que no sabré x poner
termino a esos dias ; mas yo me tengo la culpa de
todo , que no había de poner mano á la espada
contra hombres que no fuesen armados caballeros
como* yo , y asi creo que en pena de haber pasado
las: leyes de la caballería, ha permitido el dios de
las: batallas que se me diese este castigo : por lo
qual , hermano Sancho , conviene que estes adver-
tido en esto que ahora te diré , porque importa
mucho a la salud de entrambos : y es que quandx»
Teas que semejante canalla nos hace algún agra-
vio , no aguardes a que yo ponga mano á la espa-
da para, ellos , porque no lo haré en ninguna ma-
nera, sino pon tu nono á tu espada , y castígalos:
muy á tu sabor, que si en su ayuda y defensa acu-
dieren caballeros , yo te sabré defender y ofende--
lias, con todo mi poder , que ya habrás, visto por
mil señales y esperiencias hasta adonde se estien-
de el valor de este mi fuerte brazo : tal quedó de:
arrogante el pobre señor con el vencimiento del
valiente Vizcaíno. Mas no le pareció tan bien á
Sancho Panza el aviso de su amo r qué dexase de
responder diciendo : señor , yo soy hombre paci-
fico , manso , sosegado , y sé disimular qualquiera
injuria , porque tengo muger y hijos que susren-í
tar y criar : asique seale á vuestra iperced también*
aviso ., pues no puede* ser mandato , que. en ningu-
jia manera pondré mano á la espada ni contra vi-
llano , ni contra caballero , y que desde aquí .pata
delante de Dios perdono quantos agravios me han
hecho y han de hacer , ora me los haya hecha, ó
haga, ó haya de hacer persona alta ¿ baxa, rico
• PARTE i. CAPITULO XV. I <)
6 pobre , hidalgo 6 pechero , sin aceptar estado ni
condición alguna. Lo qual oido por su amo , le
respondió: quisiera tener aliento para poder hablar
ün poco descansado , y qué el doloí que tengo en
esta costilla , se aplacara tanto quanto , para darte
á entender , Panza , en el error en que éstas. Ven
acá, pecador, si el viento de la fortuna, hasta aho-
ra tan contrarío , en nuestro favor se vuelve , lle-
nándonos las velas del deseo para que seguramen-
te y sin contraste alguno tomemos puerto' eñ algu-
tía de las ínsulas que té tengo prometida , qué se-
ria de tí , si ganándola yo, te hiciese señor deHá?
pues lo vendrás á imposibilitar por no ser caba-
llero , ni quererlo ser , ni tener valor ni intención?
de vengar tus injurias, y defender tu señorío: por^
que has de saber que en los reynos y provincia*
nuevamente conquistados nunca están tan quieto*
los ánimos de sus naturales , ni tan dé paité deí
nuevo señor , que no se tenga temor de que fóaáí
dé hacer alguna novedad , para alterar denuevó
las cosas , y volver como dicen á probar yenturaf
y asi és menester que el nuevo posesor tenga en-
tendimiento para saberse gobernar , y valor para
ofender y defenderse en qualquíer acontecimiento.
ín este que ahora nos ha acontecido , respondió
Sancho , -quisiera yo tener ese entendimiento y ese
valor que vuestra merced dice ; mas yo le juro' á
fe de pobre hombre que mas estoy para viziráté
3ue para platicas : mire vuestra merced sí se púe*
e levantar , y ayudaremos á Rocinante , aunque
no ló merece- , porque él fué la causa principal dé
todo este molimiento ; jamas tal crei de Rótinahte,
que le tenia por persona casta* y tan pacifica eomtí
B 2
20 DON QUIXOTE DE LA MANCHA •
yo : enfin bien dicen que es menester mucho tiem-
po para venir á conocer las personas, y que no hay
cosa segura en esta vida, ¿ Quien dixera que tras
de aquellas tan grandes cuchilladas como vuestra
merced dio á aquel desdichado caballero andante,
habia de venir por la posta y en seguimiento su-
yo esta tan grande tempestad de palos, que ha des-
cargado sobre nuestras espaldas? Aun las tuyas, '
Sancho , replicó Don Quixote , deben de* estar he*
chas á semejantes nublados ; pero las mias criadas
entre sinabafas y olandas claro está que sentirán
mas el dolor desta desgracia; y si no fuese porque
imagino , qué digo imagino? sé muy cierto que
todas estas, incomodidades son muy anexas al exer:
cicio de las armas , aquí me dexaria morir de puro
tnojo. A esto replicó el escudero : señor , ya que
estas desgracias son de la cosecha de la caballería,
dígame vuestra merced si .suceden muy. amenudo,
ó si tienen sus tiempos limitados en que acaecen,
porque me parece á mí que á dos cosechas queda-,
remos inútiles para Ja tercera , si Dios por su infi-
nita misericordia ¡xq nos socorre. Sabete : , amigo"
Sancho , respondió Don Quixote , que la vida de
los caballeros andantes está sujeta á mil peligros y
desventuras , y ni mas ni menos está. en potencia
propinqüa de ser los caballeros andantes .Reyes y
Emperadores, como lo ha mostrado la^speriencia
en muchos y diversos caballeros , de cuyas histo-
rias yó tengo entera noticia : y pudierais contar
ahora , si el dolor me diera lugar , de algunos que
solo por el valor de su brazo han subido. í los al- ■
tos grados que he contado, y estos mesmos se vie-j
ron. antes y después en diversas calamidades y mi-,
• PARTE I. CAPITULO XV. " 21
serias : porque el valeroso Amadis de Gaula se vio
en poder de su mortal enemigo Arcalaus el encan-
tador , de quien se tiene por averiguado que le dio
teniéndole preso mas de docientos azotes con las
riendas dé su caballo , atado á una coluna de un
patio 1 ; y aun hay un autor secreto y de no poco
credita que dice qué habiendo cogido al caballe-
ro del Febo con una cierta trampa que se le hun-
dió debaxo de los pies en un cierto castillo , y al
caer se íialló en una honda sima debaxo de tierra
atado de pies y manos ', y alli le echaron una des-
tas que llaman melecinas de agua de nieve y are-
na , de lo que llegó muy al cabo ; y si no fuera so-
corrido en aquella gran cuita de un sabio, grande
amigo suyo , lo pasara' muy mal el pobre caballe-
ro ; asique bien puedo yo pasar entre tanta buena
gente , que mayores afrentas son las que estos pa-
saron, quena las que ahora nosotros pasamos; por-
que quiero hacerte sabidor, Sancho ¿ que no afren-
tan las heridas que se dan con los instrumentos que
acaso sé hallan en las manos ; y esto está en la ley
del duelo escrito por palabras espresas : que si el
zapatero da á otro con la horma que tiene en la
mano , puesto que verdaderamente es de palo , no
por eso se dirá que queda apaleado aquel á quien
i De un patio. Dos teces cayo Amadis en poder del
Rey Arcalaus : la una le tubo encantado : la o t tra le de-
xó caer en una como sima por medio de una trampa; pero
fio dice su historia que le diese azotes» Hizóté si padecer
hambre y sed; y aun en este trabajo fue socorrido con una
empanada de. tocino , y des barriles de vino y agua , que
en un cesto le descolgó la doncella muda , sobrina de Ar*
calaus ¿Jlamada Ginaida* [Cap. 19. y 6pJ] Quiza lo lee*
ría Óervaniei'en otro libro de caballerías.
3 9 DON QÜIXOTE J>n LA MANCHA.
dio con ella : digo esto porque no pienses que pues*
to que quedamos desta pendencia molidos , quedar
mos afrentados ; porque las armas que aquellos
hombres traían con que ños machacaron , no eran
otras que sus estacas , y ninguno dellos á lo que
$e me acuerda tenia estoque , espada ni puñal. No
me dieron a mí lugar , respondió Sancho > á que
mirase en tanto, porque, apenas puse mano á mi ti-
zona , quando roe santiguaron los hombros con sus
pinos de manera , que me quitaron la vista de los
ojos y la fuerza de los pies , dando conmigo adon-
de ahora yago , y adonde no me da pena alguna
el pensar si fue afrenta 6 no lo de los estacazos,
como me la da el dolor de los golpes , que me han
de quedar tan impresos en la memoria como en
las espaldas. Con todo eso te hago saber , herma-
no Panza , replicó Don Qüixote , que no hay me-
moria á quién el tiempo np . acabe ,, ni dolor que
muerte no le consuma. Pues qué mayor desdicha
puede ser, replicó P^nza ? que aquella que aguar-
da al qen^po que la consuma. , y á la muerte que
la acabe? si esta nuestra desgracia fuera de aque-
llas que con un par de vizmas se curan , aun no
{an malo ; pero voy viendo que no han de bastar
iodos los emplastos de un hospital para ponerlas en
buen termino siquiera. Dexate deso , y saca fuer-
zas de flaqueza , Sancho , respondió Don Quíxote,
que asi haré yo , y veamos como está Rocinante,
que á lo qué nle' parece no le ha cabidp aj ppbre
la meflor parte destg desgracia. No hay 4 d$ que
maravillarse deso , respondí orSancho , siendo él tam-
bién caballero andante : de lo qué yo me marabi-
Uo es &'qué mi jumento haja qúeda^%é:¿' su»
. PARTE I. CAPITULO XV. 33
coétas , donde nosotros salimos sin costillas. Siem-
pre dexa la ventura una puerta abierta en las des-
dichas para dar remedio a ellas , dixo Don Qui-
xote : digolo porque esa bestezuela podra suplir
ahora la falta de Rocinante , llevándome á mí des-
de aqui á algún; castillo , donde sea curado de mis
feridas;. y mas que no tendré á deshonra la tal ca-
ballería, porque me acuerdo haber leido que aquel
buen viejo Sileno , ayo y pedagogo del alegre dios
de la risa 1 , quando entró en la ciudad de las cien
puertas 1 , iba muy á su placer caballero sobre un,
muy hermoso asno. Verdad sera que él debía de
ir caballero como vuestra merced dice , respondió;
Sancho ; pero hay grande diferencia del ir caba-
llero al ir atravesado como costal de basura. A lo,
qual respondió Don Quixote : las feridas que se
reciben en las batallas , antes dan honra que la qui-
tan ; asique , Panza amigo , no me repliques mas,
sino como ya te be dicho, levántame lo mejor que
pudieres , y ponme de la manera que mas te agra-
dare encima de tu jumento , y vamos de aqui antes
que la noche venga , y nos saltee en este despo-
blado. Pues yo he oido decir, á vuestra merced, di-
xo Panza , que es muy de caballeros andantes el
dormir en los paramos y desiertos lo mas del año,
y que lo tienen á mucha ventura. Eso es , dixo
Don Quixote , quando no pueden mas , ó quando
están enamorados : y es tan verdad esto , que ha
habido caballero que se ha estado sobre una peña
al sol , y á la sombra , y á las inclemencias del cié-
x Dios de la risa* Baco.
2 De las cien puertas. Ttbas.
S4 DO** QUIXOTE DE LA MANCHA.
lo dos años sinque lo supiese su señora, y uno cien-
tos fue Amadis, qu&ndo llamándose Beltenebros sq
alojó en la peña Pobre ni sé si ocho años , ó ocho
meses , que no estoy muy bien en la cuenta: basta
que él estubo alli haciendo penitencia por no sé
3ué sinsabor que le hizo la señora Oriana : pero
exetnos ya esto, Sancho, y acaba antes que suce-
da otra desgracia al jumento como a Rocinante.'
Aun ahi seria el diablo , dixo Sancho ; y despidien-
do treinta ay es , y sesenta sospiros f y ciento y vein-
te pésetes y reniegos de quien alli le habia traído^ -
se levantó , quedándose agoviado en la mitad del
camino como arco turquesco , sin poder acabar de
enderezarse : y con todo este trabajo aparejó su as-
no , que también habia andado algo distraído con
la demasiada libertad de aquel día. Levantó lue-
go á Rocinante , el qual si tubiera lengua con que
quejarse , á buen seguro que Sancho ni su amo not
le fueran en zaga. En resolución Sancho acomodó
á Don Quixote sobre el asno , y puso de reata a
Rocinante, y llevando al asno del cabestro , se en-
caminó poco mas á menos acia donde le pareció
que podia estar encamino real : y la suerte , qué
sus cosas de bien lea mejor iba guiando , ?un no hu-
bo andado una pequeña legua > quandó le deparó
el camino , en el qual descubrió una venta , que á
pesar suyo y gusto de Pon Quixote habia de ser
castillo. Porfiaba Sancho que era venta , y su ama
que no , sino castillo ,.y tanto duró la porfía , que
t-ubieroñ lugar .sin. acabarla de llegar á olla , en la
qual Sancho se entró sin más averiguación con to-
da su recua. - ri ;_j ,, . ,
• V.. .+ ..'■)•, A lll»i ) • . «¿
• PARTE I. CAPITULO XVI. 2f
CAPITULO XVI
DE LO QUE LE SUCEDIÓ AL INGENIOSO HIDALGO
EN LA VENTA , QUE EL IMAGINABA SER
CASTILLO.
JbLl ventero , que vio a Don Quixote atravesado
en el asno , preguntó a Sancho qué mal traía. San-
cho le respondió que no era nad^ , sino que habiá
dado una caída de una peña abaxo , y que venia
algo bramadas las costillas. Tenia el ventero por
muger á una , no de la condición que suelen te-
ner las de semejante trato , porque naturalmente
era caritativa y se dolía de las calamidades de sus
próximos : y asi acudió luego á curar á Don Qui-
xote y y hizo que una hija suya , doncella , mucha-
cha y de muy buen parecer , la ayudase a curar á
su huésped. Servia en la venta asimesmo una mo-
za asturiana , ancha de cara , llana de* cogote* , de
nariz roma , del un ojo tuerta y del otro no muy
sana : verdad es que la gallardía del cuerpo suplía
las demás faltas : no tenia siete palmos de los pies
á la cabeza , y las espaldas que algún tanto le car-
gaban , la hacían mirar al suelo mas de lo que ella
i Llana de cogote. Descogotada , como lo suelen ser
algunos paisanos de Maritornes según dice Covarrubias
[Tesoro] y el autor de la Picara Justina [tom. i. L n.
f. ge 8 '.] Hablando Quevedo.de otra moza , parecida a
esta , que servia también en una venta , dixox
Corita en cogote, /
Y Gallega '«ñ ancas,
Gran muger de pullas &c.
[Parnaso \ Musa Xalia^rJünanc*. XCVI.y •■;■'
ü6 DPN QVIX0TJS VEhA MANCHA.
quisiera. Esta gentil moza pues ayudó á la doñee*
Ha , y las dos hicieron una. muy mala cama á Don
Quixote eti un camaranchón , que en otros tiem-
pos daba manifiestos indicios que había servido de
pajar muchos años , en el qual también alojaba un
arriero, que tenia su cama hecha un poco mas alia
de la de nuestro Don Quixote ; y aunque era de
las enxalmas y mantas de sus machos , hacia mu-
cha ventaja á la de Don Quixote , que solo conte-
nia quatro mal lisas tablas 9ohre dos no muy igua-
les bancos , y un colchón que en lo sutil parecía
colcha , lleno de bodoques que á no mostrar que
eran de lana por algunas roturas , al tiento, en la
dureza semejaban de guijarro , y dos sabanas he-
chas de cuero de adarga. , y una frazada cuyos hi-
los si se quisieran contar , no se perdiera uno sedo
de la cuenta. En esta maldita cama se acostó Don
Quixote: y luego la ventera y su hija le emplas-
taron de arriba abaxo alumbrándoles Maritornes * ,
ue asi se llamaba la asturiana : y como al vizma-
le viese, la ventera, tan .acardenalado á partes á
Don Quixote , dixo que aquello mas parecían gol-
pes que caida. No fueroQ golpes , dixo Sandio , si-
no que la peña tenia muchos picos y tropezones,
y que cada uno habia hecho su cardenal ; y tam-
bién le dixo : haga vuestra fnerced , señora , de ma-
nera qué queden algunas estopas , que no faltará
quien Jas h^ya menester , que también me duelen
a mí un poco los lomos*. ¿Desa manera , respondió
i Maritornes. JVo es fácil averiguar si Cervantes in-
ventó este nombre , 6 le adoptó de la palabra francesa Ma-
lítorne , que en el francés antiguo significa mala muger.
mulier im]nobi+[La¿om¿Hi.J&ccÍ9n..auviesáxfran^ ,
a
PARTE I. CAPITULO XVI, ¿7 \
la ventera , también debistes vos de caer ? No caí,
díxo Sancho Panza , sino que del sobresalto que
tomé de ver caer a mi amo , de tal manera me due-
le á mí el cuerpo , que me parece que me han da-
do mil palos. Bien podría ser eso, dixo la doncella,
que á mí me ha acontecido muchas veces soñar
que caia de una torre abaxo, y que nunca acababa
de llegar al suelo , y quando despertaba del sueño,
hallarme tan molida y quebrantada , como si ver-
daderamente hubiera caído. Ahí está el toque , se-
ñora , respondió Sancho Panza , que yo sin soñar
ñadí* , sino estando mas despierto que ahora estoy,
me hallo con pocos menos cardenales que mi se-
ñor Don Quixote. Cómo se llama este caballero ?
preguntó la asturiana Maritornes. Don Quixote
de la Mancha , respondió Sancho Panza , y es ca-
ballero aventurero , y dé los mejores y mas fuertes
que de luengos tiempos acá se han visto en el mun-
do. Qué es caballero aventurero ? replicó la moza.
Tan nueva sois en el mundo que no lo sabéis vos ?
respondió Sancho Panza ; pues sabed , hermana mia,
que caballero aventurero es una cosa que en dos
paletas x se ve apaleado , y Emperador : hoy está
• 1 En dos paletas. En las primeras ediciones y en to-
jas las demás se decia : en dos palabras : lo que se ha con-
siderado en esta como yerro de imprenta. En dos paletas
[dice el Diccionario de la Lengua] brevemente, sin traba-
jo. En el cap. g* de la Parte IL dice Sancho a Teresa su
mMger : pero si en dos paletas , y en menos de un abrir y
cerrar de ojos te la chanto un don y una señoría acuestas &c»
En H cap, $ 1. dice el mismo Sancho : este negocio en dos
paletas le declararé yo. Y en el tfo. decia Don Quixote á
'Roque Guiñar d : donde se pasan tantos trabajos y desven-
tarás , que en fas paletas le pondrá en el cielo.
3 8 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
la mas desdichada criatura del mundo y la mas
menesterosa , y mañana tendrá dos ó tres coronas
-de reynos que dar á su escudero. Pues cómo vos
siéndolo deste tan buen señor , dixo la ventera , no
tenéis a loque parece siquiera algún condado? Aun
es temprano , respondió Sancho ,> porque no ha si-
no un mes que andamos buscando las aventuras, y
hasta ahora no hemos topado con ninguna que lo
sea , y tal vez hay que se busca una cosa , y se ha-
lla otra : verdad es que si mi señor Don Quixote
sana de esta herida 6 caida , y yo no quedo con-
trecho della , no trocaría mis esperanzas con el me-
jor titulo de España.
Todas estas platicas estaba escuchando muy
atento Don Quixote , y sentándose en el lecho co-
mo pudo , tomando de la mano i la ventera le di-
xo : creedme , fermosa señora , que os podéis lla-
mar venturosa r por haber alojado en este vuestro
castillo a mi persona, que es tal , que si yo no la
alabo, es por lo que suele decirse que la alabanza
propia envilece , pero mi escudero os dirá quien
soy : solo os digo que tendré eternamente escrito
en mi memoria el servicio que me habedes fecho,
para agradecéroslo mientras la vida me durare , y
pluguiera á los altos cielos que el amor no me tu-
biera t^n rendido y tan sujeto a sus leyes , y los
ojos de aquella hermosa ingrata £que digo entre
mis dientes3: que los desta iermosa doncella fueran
señores de mi libertad. Confusas estaban la vente-
ra , y su hija , y la buena de Maritornes , oyendo
las razones del andante caballero , que asi las en-;
tendiají , como si hablara en grjego : aunque bien
alcanzaron que todas se encaminaban á bfrecimíen*
PARTE I.CATlTtTLO XVI. Q$
%o y requiebros : 'y como no usadas á semejante
lenguage mirábanle , y admirábanse , y parecíales
otro hombre de los que se usaban , y agradecién-
dole con venteriles razones sus ofrecimientos le de-
xaron ; y la asturiana Maritornes curó á Sancho,
que no menos lo habia menester que su amo. '■
Habla el arriero concertado con ella que aque«¿
lia noche se refocilarían juntos, y ella le habia dado
su- palabra de cfue^en estando sosegados los hues->
pedes , y durmiendo sus amos , lé iria á buscar , y»
satisfacerle el gusto: en quanto.lé mandase : y aten-
tase desta buena moza que jamas dio semejantes
palabras que no las cumpliese , aunque las diese eiV
«n monte y sin testigo alguno , porque presumid
muy de hidalga , y no tenia por afrenta estar en
aquel exercicio de servir en la venta ; porque de-
cía ella que desgracias y malos sucesos la habían
traído á aquel estado. £1 duro , estrecho , apocado
y fementido lecho de Don Quixote estaba prime-
ro en mitad de aquel estrellado * establo : y luego'
junto á él hizo el suyo Sancho , que solo contenía'
una estera de enea , y una manta que antes mostra-
ba ser de- angeo tundido que de lana : sucedía k
estos dos lechos el del arriero ^ fabricado , como se
ha dicho , de las enxalmas , y de todo el adorno de
los dos mejores mulos que traia , aunque eran do-
ce , lucios , gordos y famosos , porque era tmo d?
los ricos arrieros de Arevalo según lo dice él au- t
tor desta historia , que deste arriero hace particu-
lar mención , porque le conocía muy bien , y aun
. x Estrellado; Destechado jy descubierto , desde el qu al-
u veían laj estrellas. _ . . . , /
30 DON QVÍXOTE DÉ LA MANCHA-
quieren decir que era algo pariente suyo* : fijefa
de que Cide llámete Ben Engeli fae historiador
muy curioso y muy puntual eií todas las cosas , y
echase bien de ver , pues las que quedan referida*,*
con ser tan mínimas y tan rateras , no las quiso pa-
sar en silencio : de donde podran tomar exemplo
los historiadores graves , que nos cuentan las accio-
nes tan corta y sucintamente , que apenas nos lle-
gan á los labios , dexandose en el tintero ya por
descuido , por malicia , ó ignorancia lo mas sustan-
cial de la obra. Bien haya mil veces el autor de
Tablants de Ric amonte , y aquel del otro libro, don-
de se cuentan los hechos del Conde Ternillas : y coa
qué puntualidad lo describen todo ! Digo pues que
i Pariente suyo. Los moriscos antis de su expulsión»
que es quando escribía Cervantes , se empleaban en la agri"
cultura- y en los oficios mecánicos ; pero con mds gusto en
el extrekio árrieril , porque- faltando de los pueblos , no)
eran notados de si joian misa , 6 frecuentaban las iglesias,
disimulando asi su mahometismo oculto ; y á esta ocupa*
clon Hipócrita y traginera [que por otra parte les propor-
cionaba ocasiones dé robar y quitar latida á tos cristia-
nos % que hallaban solos por los caminos] aludió acaso ñutí"
tro autor , diciendo que un moro verdadero , como era Cide
fíamete , tenia algún parentesco con otro que solo tenia el
barniz de cristiano. La abundancia de arrieros moriscos
je* infiere de un autor nuestro económico que escribía pot
los años de z6i6. Con la expulsión dé los moriscos , dice %
faltan quatro ó cinco mil arrieros en España , que con gran-
de comodidad porteaban las cosas , que desde entonces se
comenzaron á encarecer al par de la falta de tragin , pues
por los años de 1608. y 1609. no nos llevaban mas de á 4.
q. A t reales por traer de Sevilla á Madrid una arroba de peso r
y noy los arrieros cosarios no la quieren traer menos de á
14. ó 15. y si es invierno, á 18. y í este tono lo demás. En
ti Tiembla, que está 14* leguas de Madrid , lugar de 140»
vecinos, donde había 18. arrieros , no há quedada hoy niri*
PARTE i. CAPITULO XVI. 3 1
después de haber visitado el arriero a su recua , y
dadole el segundo pienso , se tendió en sus ensal-
mas , y se dio á esperar á su puntualísima Mari-
ternes. Ya estaba Sancho vizmado y acostado , y
aunque procuraba dormir , no lo consentía el do-
lor de sus costillas : y Don Quixote con el dolor
de las suyas tenia los ojos abiertos como liebre. To-
da la venta estaba en silencio , y en toda ella no
había otra luz que la que daba una lampara , que
colgada en medio del portal ardía. Esta maravillo-
sa quietud , y los pensamientos que siempte nues-
tro caballete traia de los sucesos que á cada paso
se cuentan en los libros, autores de su desgracia, le
truxo á la imaginación una de las estrañas locuras
que buenamente imaginarse pueden : y fue que él
se imaginó haber llegado á un famoso castillo [que
cómase ha dicho castillos eran á su parecer todas
las ventas donde alojaba] y que la hija del vente-
ro lo era del señor del castillo , la qual vencida de
su gentileza se había enamorado del , y prometido
que aquella noche á furto de sus padres vendría á
yacer con él una buena pieza : y teniendo toda
esta quimera , que él se habia fabricado , por firme
y valedera , se comenzó a acuitar , y á pensar -en el
peligroso trance en que *u honestidad se habia de
ver , y propuso en su corazón de no cometer ale-
vosía a su señora Dulcinea del Toboso , aunque la.
misma reyna Ginebra con su dueña Quintañona'
gano, y en Zalamea i 48. leguas de Madrid, que es de i&
vecinos; había dicho año 25. arrieros, y hoy no hay mas
de uno. [Discursos políticos sokre ¿a provisión de la • Corte.-
MS. BMiUeé* fíe*}.]
t Dueña Quintañona. Las ediciones originales y las de*
3 2 DOtf QUIXOTE DE LA MANCHA.
se le pusiesen delante. Pensando pues en estos dis-
parates se llegó el tiempo y la hora [que para él
fue menguada] de la venida de la asturiana , la
qual en camisa y descalza , cogidos los cabellos en
una albanega x de fustán , con tácitos y atentados
pasos entró en el aposento donde los tres alojaban
en busca del arriero ; pero apenas llegó á la puer-
ta , quando Don Quixote la sintió , y sentándose
en la cama á pesar de sus viziqas , y con dolor de
sus costillas , tendió los brazos para recebir á su
fermosa doncella la asturiana , <que toda recogida,
y callando iba con las manos delante buscando á
su querido. Topó con los brazos de Don Quixote,
el qual la asió fuertemente de una muñeca , y ti-,
randola acia sí , sin que ella osase hablar palabra,
la hizo sentar sobre la cama. Tentóle luego la ca-
misa , y aunque ella era de arpillera , á él le pa-
reció ser de finísimo y delgado cendal : traia en las
muñecas unas cuentas de vidro ; pero a él le die-
ron vislumbres de preciosas perlas orientales : los-
cabellos , que en alguna manera tiraban á crines,
él los marcó por hebras de lucidísimo oro de Ara-
bia , cuyo resplandor al del mismo §ol escurada:
y el aliento, que sin duda alguna olia á ensalada
fiambre y trasnochada, a él le pareció que, arroja-
mas decían en este pasdge dama ; pero era una errata de
imprenta manifiesta , no solo porque* el mismo Cervantes*
la llama dueña en otros lugares [como se puede ver en los
capítulos 13. y 49. de esta Parte X] sino pirque para due-
ña de la rejyna Ginebra , y- no para dama , la ifwentó el?
autor del libro de Lanzar ote del Lago.
1 Albanega. Ctfia , ¿ red de tela con que las mugerer^
recogían- los cabellos. '
.. Al
.•PARTE I. CAPITULO XVI. 33
ba de su boca un olor suave y aromático : y final-
mente él la pintó en su imaginación de la misma
traza y modo que lo que habia leido en sus libros
de la otra princesa , que vino á ver al mal ferido
caballero vencido de sus amores , con todos los ador-
nos que aquí van puestos : y era tanta la cegué- .
dad del pobre hidalgo , que el tacto , ni el aliento,
ni otras cosas que traia en sí la buena doncella , no •
le desengañaban , las quales pudieran hacer vomi-
tar á otro que no fuera arriero ; antes le parecía
que tenia entre sus brazos á la diosa de la hermo- . :
sura : y teniéndola bien asida con voz amorosa y .
haxa le comenzó á decir : quisiera hallarme en ter-
rinos , famosa y alta señora , de poder pagar ta-
maña merced , como la que con la vista de vuestra
gran fermosura me habedes fecho ; pero ha queri-
do la fortuna , que no se cansa de perseguir a los,
buenos , ponerme en éste lecho , donde yago tan
molido y quebrantado , que aunque de mi volun-
tad quisiera satisfacer á la vuestra , fuera imposi-*
ble ; y mas que se añade a esta imposibilidad otra
mayor , que es la prometida fe que tengo dada á
la sin par Dulcinea del Toboso , única señora de
mis mas escondidos pensamientos : que si esto no
hubiera de por medio , no fuera yo tan sandio ca^
ballero , que dexara pasar en blanco la venturosa
Ocasión on que vuestra gran bondad me ha pues-
to. Maritornes estaba congoja Jisima y trasudando
de verse tan asida de Don Quísote , y sin enten-
der ni estar atenta a las razones que le decia , pro-
curaba sin hablar palabra desasirse. El bueno del
arriero , a quien tenían despierto sus malos deseos, '
z. zr. c
3 r 4 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
desde el punto que entró su coyma ' por la puerta -
la sintió , estubo atentamente escuchando todo lo -
que Don Quixote decía , y zeloso de que la astu-
riana le hubiese faltado á la palabra por otro , se
fue llegando mas al lecho de Don Quixote , y es-
tubose quedo hasta ver en qué paraban aquellas
razones que él no podia entender ; pero como vio
que la moza forcejaba por desasirse , y Don Quixo-
te trabajaba por tenerla , pareciendole mal la bur-
la enarboló el brazo en alto , y descargó tan terri-
ble puñada sobre las estrechas quixadas del ena-
morado caballero 9 que le bañó toda la boca en san-
gre ; y no contento con esto , se le subió encima de
las costillas , y con los pies mas que de trote se las-
paseó todas de cabo á cabo. £1 lechp , que era un
poco endeble y de no firmes fundamentos , no pu-
diendo sufrir la añadidura del arriero , dio consi-
go en el suelo , á cuyo gran ruido despertó el ven-
tero-, y luego imaginó que debían de ser penden-"
das de Maritornes , porque habiéndola llamado á k
voces no respondía. Con esta sospecha se levantó,
y encendiendo un candil se fue acia donde había'
sentido la pelaza. La moza viendo que su amo ve-
nia , y que era dé condición terrible , toda medxo--
sica y alborotada se acogió á la cama de Sancho-
Panza , que aun dormía , y allí se acorrucó y se hi-
zo un ovillo. £1 ventero entró diciendo •: adonde
estás , puta? á buen seguro que son tus cosas estaSy*
En esto despertó Sancho , y sintiendo aquel bulto
i Coyma. Muger mundana. [Vocabulario de ¡a Gtr-
mania de Juan Hidalgo.]
PARTE I. CAPITULO XVI. 35
casi encima de sí , pensó que tenía la pesadilla , y
comenzó á dar puñadas á una y otra parte , y en-
tre otras alcanzó con no sé quantas á Maritornes,
la qual sentida del dolor , echando á rociar la ho-
nestidad , dio el retorno á Sancho con tantas , que
á su despecho le quitó el sueño : el qual viéndo-
se tratar de aquella manera y sin saber de quien,
alzándose como pudo se abrazó con Maritornes , y
comenzaron entre los dos la mas reñida y graciosa
escaramuza del mundo* Viendo pues el arriero á
la lumbre del candil del ventero qual andaba su
dama , deseando á Don Quixote , acudió a dalle el
socorro necesario. Lo mismo hizo el ventero , pero
con intención diferente , porque fue a castigar á la
moza , creyendo sin duda oue ella sola era la oca-
sión de toda aquella armonía : y asi como suele de-
cirse : el gato al rato , el rato a la cuerda , la cuer-
da al palo , daba el arriero á Sancho , Sancho á la
moza , la moza a él , el ventero á la moza , y to-
dos menudeaban con tanta priesa , que no se daban
punto de reposo: y fue lo bueno -que al ventero se
le apagó el candil ; y como quedaron á escuras*
dábanse tan sin compasión todos á bulto , que á do-*
quiera que ponían la mano no dexaban cosa sana.
Alojaba acaso aquella noche en la venta un
quadrillero ■* de los que se llaman de la Santa Her-
mandad Vieja de Toleda* , el qual oyendo asimis-
* »
j »
x Quadrillero. Los ministros de la Santa Hermandad*
llamador asi , porque saltan en quadrilla.
2 Hermandad V ie ja de Toledo/ Habíala en Toledo, Ta-
layera ,y Ciudad-Real. Componíase de caballeros y gent*
. noble, y era condición fuesen hacendados y poseyesen col*
menares en los montes di Toledo. Tenia pon instituto per*
/
36 DON QUIZÓTE DE LA MANCHA*
rao el estraño estruendo de la pelea, asió dé su me-
dia vara y de la caxa de lata de sus títulos, y entró
k escuras en el aposento , diciendo : tenganse á la
justicia, tenganse á la Santa Hermandad; y el pri-
mero con quien topó fue con el apuñeado de Don
Quixote > que estaba en su derribado lecho tendi-
do boca arriba sin sentido alguno , y echándole á
tiento mano á las barbas , no cesaba de decir : fa-
vor á la justicia. Pero viendo que el que tenia asi-,
do no se bullía ni meneaba, se dio á entender que
estaba muerto , y que los que allí dentro estaban,
eran sus matadores , y con esta sospecha reforzó la-
voz diciendo : ciérrese, la puerta de la venta , mi-
ren no se vaya nadie , que han muerto aquí á un
hombre. Esta voz sobresaltó á todos , y cada qual
dexo la pendencia ea el grado que le tomo la voz.
Retiróse el ventero á su aposento , el arriero á sus
eñxalmas , la moza á su rancho : solos los desven-
turados Don Quixote y Sancho no se pudieron
seguir a Jos ladronef-y salteadores , llamados golfines aiU
tiguamente, que infestaban tos montes y caminos , robando
ganados y dinero. Gozaba de muchos privilegios , que los
confirmó S. Fernando en el año de 1220. P odian no solo
prender y sustanciar las causas á los reos , sino senten-
ciarlos a muirte de saeta , que según dice Francisco de Me*
dina {^Grandezas de España*-, p. i^6."\ se-executaba en
Per altillo % ó Peroalbillo en il. termino de Miguelturra cer-
ca de Ciudad-Real. Carlos!^. 'mandó qué les diesen muerte
antes de asaetearlos. Entre los individuos de que se com-
pofya ju, cabildo 6 tribunal ^habia un Quadr Ulero mayor,
que ademas deles tenientes, tenia en las ciudades , lugtí-
xery ventas otros quadrillertts comisarios , como lo era este
aue asió la barba de Don Quixote, Munster hizo el año
Je, X-S39' Mna puntual- descripción de est* hermandad (
trikuwú.*n su CosmogDf&'£. 0.0, % .
• PARTE I. CAPITULO XVI. 37
mover de donde estaban. Soltó en esto el quadri-
llero la barba de Don Quixote , y salió a buscar
luz para buscar y prender los delinquientes ; mas
no la halló , porque el ventero de industria habia
muerto la lampara quando se retiró á su estancia,
y niele forzoso acudir a la chimenea , donde con
mucho trabaja y tiempo encendió el quadrillero
otro candil',
CAPITULO XVII.
DONDE SE PROSIGUEN LOS INOMERABLES T*A-
1
BAJOS , QUE 5L BRAVO DON QUIXOTE Y SU BUEK
-ESCUDERO SANCHO PANZA PASARON EN LA VEN-
TA , QUE POR SU MAL PENSÓ QUE ERA
CASTILLO.
JTlabia ya vuelto en este tiempo de su parasismo
Don Quixote , y con el mismo tono de voz con
ue el dia antes habia llamado á su escudero , quar*
o estaba tendido en el val de las estacas , le co-
menzó á llamar diciendo: Sancho amigo, duermes?
duermes , amigo Sancho ? Qué tengo de dormir pe-
sia a mí? respondió Sancho, lleno de pesadumbre y
de despecho , que no parece sino que todos los dia-
I Otro candil. Este suceso de la desvergonzada Ma-
ritornes es uno de aquellos pasos 6 situaciones , que como
peligrosos para el lector incauto % reprehende justamente el
abate Jaque lin\y el abate Garces, [Partículas de ¡a Len*- -
¿ua Castellana : prologo del tom. II. p* jt.] Acaso no lo
omitió Cervantes por imitar en toda los libros de caballe-
rías , especialmente el de Amadis de Gaula t donde al fin
del cap. 25. se refiere otro caso , en parte semejante , en-
tre la doncella Brandueta y el Mnentureto-Gaiaor*
1
38 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
blos haii andado conmigo esta noche. Puedeslo
creer asi sin duda , respondió Don Quixote , por-
que ó yo sé poco > ó este castillo es encantado , por-
2ue has de saber .... Mas esto que ahora quiero
ecirte hasme de jurar que lo tendrás secreto has-
ta después de mi muerte. Si juro , respondió San-
cho. Digolo , replicó Don Quixote , porque soy
enemigo de que se quite la honra a nadie. Digo
que si juro , tornó a decir Sancho , que lo callaré
hasta después de los dias de vuestra merced , y pie*
ga á Dios que lo pueda descubrir mañana. ¿ Tan
malas obras te hago , Sancho , respondió Don Qui-
xote , que me querrías ver muerto con tanta bre-
vedad ? No es por eso , respondió Sancho , sino por-
que soy enemigo de guardar mucho las .cosas , y
no querría que se me pudriesen de guardadas. Sea
por lo que hiere , dixo Don Quixote , que mas fio
¿e tu amor y de tu cortesía : y asi has de saber
que esta noche me ha sucedido una de las mas es-
{rañas aventuras que yo sabré encarecer; y por con-
tártela en breve , sabrás que poco ha que á mí vi-
no la hija del señor deste castillo , que es la mas
apuesta y fermosa doncella que en eran parte de
k tierra se puede hallar : qué te podría decir del
adorno de.su persona! qué de su gallardo entendi-
miento ! qué de otras cosas ocultas , que por guar-
dar la fe que debo a mi señora Dulcinea del To-
boso dexaré pasar intactas y en silencio! solo te
quiero decir que envidioso el cielo de tanto bien,
como la ventura me había puesto en las manos , 6
quiza £y esto es lo mas cierto 3 que como tengo
dicho es encantado este castillo , al tiempo que yo
estaba con ella en dulcísimos y amorosísimos coló*
parte i. cAPrriflLo xni. 39
quíos , sinque yo la viese ni supiese por donde
venia , vino una mano pegada á algún brazo de al-
gún descomunal gigante, y asentóme una puñada
en las quixadas tal , que las tengo todas bañadas
en sangre , y después me molió de tal suerte , que
estoy peqr que ayer , quando los arrieros que por
.demasías de Rocinante nos hicieron el agravio que
sabes : por donde conjeturo que el tesoro de la íer-
mosura desta doncella le debe de guardar algún
-encantado moro , y no d?be de ser para mí. Ni pa-
ja mí tampoco , respondió Sancho, porque mas de
cuatrocientos moros me han aporreado <¿e manera,
que el molimiento de las estacas fue tortas y pan
pintado; pero digame , señor : cómo llama á esta
buena y rara aventura , habiendo quedado delk
qual quedamos? aun vuestra merced menos mal,
•pues tubo en sus manos aquella incomparable fer-
jnosura que ha dicho ; pero yo qué tube , sino los
mayores porrazos que pienso recebir en toda mi
vida ? ¡ desdichado de mí , y de la madre que me
-parió , que no soy caballero andante , ni lo pienso
•ser jamas , y de todas las malandanzas me cabe la
mayor parte ! Luego también estás tú aporreado ?
respondió Don Quixote. No le he dipho que sí,
pese á mi linage ? dixo Sancho. No tengas pena,
-amigo , dixo Don Quixote , que yo haré ahora el
balsamo precioso, con que sanaremos en un abrir y
cenar de ojos.
Acabó en esto de encender el candil el quadri-
llero , y entró á ver el que pensaba que era muer-
to; y asi como le vio entrar Sancho , viéndole ve-
nir en camisa > y con su paño de cabeza , y candil
fin la mano , y con una muy mala cara , preguntó
40 DON QUIXOTE DE LA MANCHA»
á su amo : señor ¿ si sera este adicha el moro en-
cantado que nos vuelve á castigar , si se dexó algo
en el tintero? No puede ser el moro , respondía
Don Quixote , porque los encantados no se dexan
ver de nadie. Si no se dexan ver , dexanse sentir,
dixo Sancho : sino díganlo mis espaldas. También
lo podrían decir las mias , respondió Don Quixo-
te ; pero no es bastante indicio ese para creer que
este que se ve sea el encantado moro. Llegó el
cuadrillero , y como los halló hablando en tan so-
segada conversación , quedó suspenso : bien es ver-
dad que aun Don Quixote se estaba boca arriba,
sin poderse menear de puro molido y emplastado.
Llegóse á él el quadrillero , y dixole : pues cómo
va , buen hombre? Hablara yo mas bien criado,
< respondió Don Quixote , si mera que vos : usase
en esta tierra hablar desa suerte á los caballeros an-
dantes , majadero? £1 quadrillero, que se vio trata:
tan mal de un hombre de tan mal parecer , no lo
pudo sufrir , y alzando el candil con todo su acey-
te dio á Don Quixote con él en la cabeza, de suer-
te que le dexó muy bien descalabrado; y como to-
do quedó á escuras , salióse luego , y Sancho Pan-
za dixo : sin duda, señor , que este es el moro en-
cantado , y debe de guardar el tesoro para otros , y
para nosotros solo guarda las puñadas y los candi-
lazos. Asi es , respondió Don Quixote , y. no hay
[ue hacer caso destas cosas de encantamentos , ni
lay paraque tomar cederá ni enojo con ellas , que
como son invisibles y fantásticas , no hallaremos de
quien vengarnos aunque mas lo procuremos : le-
vántate , Sancho , si puedes , y llama al alcayde
<desta fortaleza , y procura que se me dé un poco
i
*ARTE I. CAPITULO XVII. 4 1
de acey te , vino , sal y romero para hacer el salu-
tífero balsamo , que en verdad que creo que lo he
bien menester ahora , porque se me va mucha san-
gre de la herida que esta fantasma me ha dado.
Levantóse Sancho con harto dolor de sus huesos,
y fue á escuras donde estaba el ventero , y encon-
trándose con el quadrillero , que estaba escuchando
en qué paraba su enemigo , te dixo : señor , quien-
quiera que seáis , hacednos merced y beneficio de
darnos un poco de romero, acey te, sal y vino, que
es menester para curar uno de los mejores caballe-
ros andantes que hay en la tierra , el qual yace en
aquella cama mal ferido por las manos del encan-
tado moro que está en la venta. Quandp el qua-
drillero tal oyó , tubole por hombre falto de seso:
y porque ya comenzaba á amanecer abrió la puer-
ta de lá venta , y llamando al ventero ie dixo lo
que aquel buen hombre quería. El ventero le pro-
veyó de quanto quiso, y Sancho se lo llevó a Don
Quixote , que estaba con las manos en la cabeza
quejándose del dolor del candilazo , que no le ha-
bía hecho mas mal que levantarle dos chichones
algo crecidos; y lo que él pensaba que era sangre,
no era sino sudor que sudaba con la congoja de lá
pasada tormenta. En resolución él tomó sus sim-
ples , de los quales hizo un compuesto , mezclan*-
dolos todos y cociéndolos un buen espacio ,, hasta
que le pareció que estaban en su punto : pidió lue-
go alguna redoma para echallo , y como no la hu-
bo en la venta , sé resolvió de ponello en una al-
cuza ó aceytera de hoja de lata , de quien el ven-
tero le hizo grata donación : y luego dixo sobre la
alcuza mas de ochenta paternpstres , y otras tan-
\
42 DON QUIXOTE DB LA MANCHA. ,
tas avemarias , salves y credos , y a cada palabra
acompañaba una cruz á modo de bendición : a to-
do lo qual se hallaron presentes Sancho , el vente-
ro y quadrillero : que ya el arriero sosegadamente
andaba entendiendo en el beneficio de sus machos.
Hecho esto , quiso él mismo hacer luego la expe-
riencia de la virtud de aquel precioso balsame que
él se imaginaba , y asi se bebió de lo que no pu-
do caber en la alcuza y quedaba en la olla donde
se habia cocido , casi media azumbre ; y apenas lo
acabó de beber , quando comenzó á vomitar de ma-
nera , que no le quedó cosa en el estomago , y con
las ansias y agitación del vomito le dio un sudor
copiosísimo , por lo qual mandó que le arropasen
y le dexasen solo. Hicieronlo asi, y quedóse dor-
mido mas de tres horas , al cabo de las quales des-
pertó , y se sintió aliviadisimo del cuerpo , y en tal
manera mejor de su quebrantamiento , que se tubo
por sano , y verdaderamente creyó que habia acer-
tado con el balsamo de Fierabrás , y que con aquel
remedio podia acometer desde allí adelante sin te-
mor alguno qualesquiera riñas , batallas y penden-
cias por peligrosas que fuesen. Sancho Panza , que
también tubo á milagro la mejoría de su amo, le ro-
go que le diese á él lo que quedaba en la olla, que
no era poca cantidad : concedioselo Don Quizóte,
y él tomándola, á dos manos , con buena fe y me-
jor talante se la echó á pechos , y envasó bien po-
co menos que su amo. Es pues el caso , que el es-
tomago del pobre Sancho no debia de ser tan de-
licado como el de su amo ; y asi primero que vo-
mitase , le dieron tantas ansias y bascas con tantos
trasudores y desmayos , que él pensó bien y ver*
PARTE I. CAPITULO XVII. 43
«laderamente que era llegada su ultima hora ; y
viéndose tan afligido y congojado , maldecía el bal:
samo y al ladrón que se lo había dado. Viéndole
asi Don Quixote, le dixo; yo creo , Sancho , que
todo este mal te viene de no ser armado caballero,
porque tengo para mí que este licor no debe de
aprovechar á los que no lo son. Si eso sabia vues-
tra merced , replicó Sancho , mal haya yo y toda
ani parentela, para qué consintió que lo gustase?
En esto hizo su operación el brebage , y comenzó
el pobre escudero á desaguarse por entrambas ca~
nales con tanta priesa, que la estera de enea sobre
quien se había vuelto á echar , ni la manta de an-
jeo con que se cubría , fueron mas de provecho,
iudaba y trasudaba con tales parasismos y acciden-
tes , que no solamente él , sino todos pensaron que
se le acababa la vida. Duróle esta borrasca y mala
•andanza casi dos horas , al cabo de las quales no
quedó como su amo , sino tan molido y quebran-
tado que no se podía tener. Pero Don Quizóte,
que como se ha dicho se sintió aliviado y sano, qui-
so partirse luego á buscar aventuras , pareciendole
que todo el tiempo que allí se tardaba era quitár-
sele al mundo , y á los en él menesterosos de su fa-
vor y amparo , y mas con la seguridad y confianza
que llevaba en su balsamo ; y jasi forzado deste de-
seo éi mismo ensilló a Rocinante , y enalbardó al
jumento de su escudero , á quien también ayudó á
vestir y a subir en el asno; púsose luego a caballo,
}r llegándose á un rincón de la venta , asió de un
anzon que allí estaba para que le sirviese de lan-
za. Estábanle mirando todos quantos había en la
ve¡nta, que.pasaban.de mas de veinte personas; mi*
I
44 DON QVIXOTE 1>E LA MANCHA.
rabale también la hija del ventero , y él también
no quitaba los ojos della , y de quando en quando
arrojaba un suspiro , que parecía que le arrancaba
de lo profundo de sus entrañas , y todos pensaban
ue debia de ser del dolor que sentia en las costr-
as , alómenos pensábanlo aquellos que la noche an-
tes le hablan visto vizmar.
Ya que estubieron los dos á caballo , puesto £
la puerta de la venta llamó al ventero , y con voz
muy reposada y grave le dixo : muchas y muy
grandes son las mercedes , señor alcayde , que en
este vuestro castillo he recebido , y quedo obliga-
dísimo á agradecéroslas todos los dias de mí vida:
si os las puedo pagar en haceros vengado de algug
soberbio que os haya fecho algún agravio , sabed
que mi oficio no es otro , sino valer á los que poco
pueden , y vengar á los que reciben tuertos , y cas-
tigar alevosías : recorred vuestra memoria , y si ha-
lláis alguna cosa deste jaez que encomendarme, no
hay sino decilla , que yo os prometo por la ordea
de caballero que recebí, de faceros satisfecho y pa-
gado á toda vuestra voluntad. El ventero le res-
pondió con el mismo sosiego : señor caballero , yo
no tengo necesidad de que vuestra merced me ver*
gue ningún agravio , porque yo sé tomar la ven-
ganza que me parece quando se me hacen : solo
he menester que vuestra merced me pague el gas-
to que esta noche ha hecho en la venta , asi de la
paja y cebada de sus dos bestias , como de la cena
y camas. Luego venta es esta? replicó Don Qui-
xote. Y muy honrada , respondió el Ventero. En-
gañado he vivido hasta aqui , respondió Don Quí-
sote, que en verdad que pense que era castillo, y
, PAJLTB I, CAnjMLO XVII. - 45.
bo malo ; pero pues es asi que no es castillo sino
venta , lo que se podra hacer por ahora es que per-
donéis por la paga , que yo no puedo contravenir
á la orden de los caballeros andantes , dfc los qua-
les sé cierto [ sinque hasta ahora haya leido cosa
en contrario] que jamas pagaron posada ni otra co-
sa en venta donde estubiesen ' , porque se les debe
de fuero y de derecho qualquier buen acogimien-
to que se les hiciere , en pago del insufrible traba-
jo que padecen , buscando las aventuras de noche
y de dia , en hibierno y en verano , á pie y á ca-
ballo , coa sed y con hambre , con calor y con frió,
sujetos á toda? las inclemencias del cielo , y á to-
dos los incómodos de 1$ tierra. Poco tengo yo que
Ver en eso , respondió el ventero : pagúeseme lo
que se me debe , y dexemonos de cuentos ni de ca-
ballerías, que yo no tengo cuenta con otra cosa que
con cobrar mi hacienda. Vos sois un sandio y mal
bostalero , respondió Don^ Quixote ; y poniendo
piernas á Rocinante, y terciando su lanzon, se sa-
lió de la venta sinque nadie le detubiese': y él,
sin mirar si le seguía su escudero , se alongó un
buen trecho. £1 ventero , que le vio ir , y que no
le pagaba , acudió á cobrar de Sancho Paiua , el
qual dixo que pues su señor no había querido pa-
gar , que tampoco él pagaria; porque siendo él es*
cudero de caballero andante como era , la misma
regla y razón corría por él como por su amo en no
z Estubiesen. No había sin duda Uido Don Quixote
el : Morgantc Maggiore de Luis Pulci , que en el canto 2 1.
introduce á Orlando reventando de fena , porque no. tenia
dineros con fue fagar la fosada al ventero , que freten-
4j* ¡e dejase encaballo alómenos envendas*
46 DON QUIXOTB DB LA MANCHA.
pagar cosa alguna en los mesones y ventas. Amo-
hinóse mucho desto el ventero , y amenazóle que
si no le pagaba , que lo cobraría de . modo que le
pesase, A¿p qual Sancho respondió que por la ley
de caballería que su amo había recebido no paga-
ría un solo cornado, aunque le costase la vida, por-
que no había de perder por él la buena y antigua
usanza de los caballeros andantes , ni se habían de
quejar del los escuderos de los tales que estaban
por venir al muñeco , reprochándole el quebranta-
miento de tan justo fuero.
Quiso la mala suerte del desdichado Sancho
que entre la gente que estaba en la venta se ha*
liasen quatro perayles de Segovia , tres agujeros
del potro de Córdoba , y dos vecinos de la hería
de Sevilla , gente alegre , bien intencionada , ma-
leante y juguetona , los quales casi como instiga-
dos y movidos de un mismo espíritu se llegaron á
Sancho , y apeándole del asno , uno delios entró
por la manta de la cama del huésped > y echando»
le en ella , alzaron los ojos , y vieron que el techo
era algo mas baxo de lo que habían menester para
su obra, y determinaron salirse al corral , que te-
nia por limite el cielo , y allí puesto Sancho en
mitad de la manta , comenzaron á levantarle en al-
to , y á holgarse con él , como con perro por car-
nestolendas * . Las voces qué él misero manteado
daba fueron tantas , que llegaron á los oídos de su
amo, el qual deteniéndose á escuchar atentamente,
i Como perro por carnestolendas. Esta burla se usa-
taya en la antigüedad. De Otón dice Süetonió [cap* //.]
que rondando de noche por -las calles de Roma , si encon-
traba algún borracho % le manteaba , tendiéndole en la ca*
« PARTE I. CAPITULO XVIÍ. 47
creyó que alguna nueva aventura le venia , hasta
que claramente conoció que el que gritaba era su
escudera ; y volviendo las riendas , con un penado
galope llegp á la venta , y hallándola cerrada, la ro-
deó por ver si hallaba por donde entrar ; pero no
hubo llegado a las paredes del corral [que no eran
muy altas] quañdo vio fel mal juego que se le hacia
á su escudero :- viole baxaf f -subir por el ayre con
tanta gracia y -presteza , que si la colera le dexara,
tengo para*:mí que se riera. Probo a subir desde el
caballo á las bardas ; pero estaba tan molido y que-
brantado , que aun apearse no pudo , y asi desde en-
cima del caballo comenzó á decir tantos denuestos
y baldones A loa que á Sancho manteaban , que no
es posible acertar á escrebillcs-; mas no por esto ce-
saban ellos de su risa y de su obra , ni el volador
Sancho dexaba sus quejas, mezcladas ya Con ame-
nazas, ya con -ruegos.; mas todo aprovechaba poco, :
m aprovecha, hasta que de puro cansados le dexa-
ron 1 . Trvtxeronie alli su asiio, y subiéndole encima
le arroparon con su gabán ; y la compasiva de Ma-
pA.., dístttttQ^go*. impositum 08 sublime iactare \y Marciat,
hablando con su libro , dice que np se, Re de alabanzas, por-
que á vuelta ¿¿ellas se burlarían de ü , manteándote,..
• ' Ibis ab cxcusso ft«ssus 4 in astra sago.
lIAb.I. Eplg.4.')
1 . Le dsxarbn. Este manteamiento de Sancho es pare*
cjdo al suceso de Fidelio , escudero de D. Florando de In*
glaterra , quatido yendo algo apartado de su amo , le asie-
ron quatro fantasmas ¡y levantándole en el ayre ¡le ator-
mentaron Us ¿arries* con tenaza* encendidas , y- pidiendo
favor y ayuda y oyó su amo jm^ clamores : vuelve atrás el
caballo f y mirando el triste estado ,de su escudero , no le
socorre , escusandose con que toda aquella pesada burla
era mera apariencia , y no- cxrra real y verdadera.
48. DON QUIXOTJS PE XA MANCHA*
ri tornes , viéndole tan fatigado , le pareció ser bien
socorreüe con un jarro de agua , y asi se le truxo
del pozo por ser mas fría. Tomóle Sancho , y lle-
vándole á la boca, se paró á las voces que su amo
le daba diciendo: hijo Sancho, no bebas agua; hi-
jo , no la bebas , que te matará : ves aquí tengo el
santísimo balsamo \ y enseñábale la alcuza del bre-
bage] que con dos gotas que del beba* sanarás sin
duda. A estas voces volvió Sancho los ojos como
de través , y dixo con otras mayores : ¿por dicha
hasele. olvidado á vuestra jnerced confio yo no soy
caballero , ó quiere que acabe de vomitar las en-,
trañas que me quedaron de anoche? guárdese su
licor con todos los diablos , y dezeme á mí : y el
acabar de decir esto , y el comenzar á beber todo
fue uno ; mas como al primer trago vio que era
agua , no quiso pasar adelante , y rogo á Maritor-
nes que se le truxese de vino , y asi .lo hizo ella
de muy buena voluntad , y lo pagó de su mismo
dinero , porque en efecto se dice della que aun-
que estaba en aquel trato, tenia ungs, sqrobras y le-
jos de cristiana. Asi como bebió Sancho, dio de los
caréanos á su asno , y abriéndole la puerta de la
venta de par en par , se salió della muy contento
de no haber pagado nada , y de haber salido con
su intención , aunque había sido á costa desús acos-
tumbrados fiadores , que eran sus espaldas : verdad
es que el ventero se quedó con sus alforjas en pa-
go de lo que se le debía ; mas Sancho no las echo
menos según salió turbado. Quiso el. ventero atran-
car bien la puerta asi como le -vio fuera ; mas no
lo consintieron los manteadores , que era gente que
aunque .Don Quixote fuera verdaderamente de los
PARTE I. CAPITULO XVII, 49
caballeros andantes de la Tabla Redonda , no lo
estimaran en dos ardites.
CAPITULO XVIIL
DONDE SE CUENTAN LAS RAZONES QUE PASO SAN-
CHO PANZA CON SU SEÑOR DON QUIXOTE , CON
OTKAS AVENTURAS DIGNAS DE SEJl
CONTADAS.
JLflegó Sancho á su amo marchito y desmayado
tanto , que no podía arrear á su jumento. Quando
asi le vio Don Quixote , le dixo : ahora acabo de
creer , Sancho el bueno , que aquel castillo ó venta
es encantado sin duda , porque aquellos que tan
atrozmente tomaron pasatiempo contigo , qué po-
dían ser sino fantasmas y gente del otro mundo?
y confirmo esto , por haber visto que quando estaba
por las bardas del corral mirando los actos de tu
triste tragedia , no me fue posible subir por ellas,
ni menos pude apearme de Rocinante , porque me
debían de tener encantado : que te juro por la fe
de quien soy que si pudiera subir ó apearme , que
yo te hiciera vengado de manera , que aquellos fo-
llones y malandrines se acordaran de la burla para
siempre , aunque en ello supiera contravenir á las
leyes de caballería , que como ya muchas veces
te he dicho no consienten que caballero ponga ma-
no contra quien no lo sea , si no fuere en defensa
de su propia vida y persona en caso de urgente y
gran necesidad. También me vengara yo x si pu-
i Dix$ Sancho,
T. //- *>
50 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
diera , fuera ó no fuera armado caballero , pero no
pude : aunque tengo para mí que aquellos que se
holgaron conmigo no eran fantasmas ni hombres
encantados , como vuestra merced dice , sino hom-
bres de carne y de hueso como nosotros ; y todos
según los oi nombrar quando me volteaban , teman
sus nombres , que el uno se llamaba Pedro Martí-
nez , y el otro Tenorio Hernández > y ei ventero oi
que se llamaba Juan Palomeque el Zurdo : asi-
que , señor , el no poder saltar las bardas del cor-
ral ni apearse del caballo , en ál estubo que en.
encantamentos ; y lo que yo saco en limpio de to-
do es que estas aventuras que andamos buscando,
al cabo al cabo nos han de traer á tantas desven-
turas > que no sepamos qual es nuestro pie dere-
cho ; y lo que seria mejor y mas acertado según
mi poco entendimiento fuera el volvernos á nues-
tro lugar ahora que es tiempo de la siega , y de en-
tender en la hacienda , dexandonos de andar de ze-
ca en meca 1 y de zoca en colodra, corno dicen. Qué
poco sabes , Sancho •, respondió Don.Quixote , de
achaque de caballería ! calla y ten paciencia , que
dia vendrá donde veas por vista de ojos quan hon-
i De zeca en meca. En Zaragoza hahia un juez lla-
mado de la Zeca : otros dicen que Zeca era una casa de
devoción que tenian los moros en Cordova. Meca fue pa-
tria de M ahorna. Pudiera presumirse si por el sonsonete
final de estas voces y por la distancia de los lugares se
fürmó esta espresion vulgar , con que se significa una per-
sona que vaguea , y que es traída de un lugar á otro %
de uno en otro tribunal. En la Resurrección de Celestina
[scena ij.~\ de Elicia su criada dice Pandolfo : aora Ja
quiere casar después de haber corrido á ceca y i meca , y i
los olivares de Santander.
, PARTE I. CAPITULO XVIII. 5 1
rosa cosa es andar en este exercicio : sino dime,
qué mayor contento puede haber en el mundo , ó
qué gusto puede igualarse al de vencer una bata-
lla , y al de triunfar de su enemigo? ninguno sin
duda alguna. Asi debe de ser , respondió Sancho,
puesto que yo no lo sé , solo sé que después que
somos caballeros andantes , ó vuestra merced lo es
[que yo no hay para que me cuente en tan hon-
roso numero]] jamas hemos vencido batalla alguna
sino fue la del Vizcaíno , y aun de aquella sallo
vuestra merced con media oreja y media celada
menos : que después acá todo ha sido p As y mas
palos , puñadas y mas puñadas , llevando yo de
ventaja el manteamiento , y haberme sucedido por
personas encantadas , de quien no puedo vengar-
me para saber hasta donde llega el gusto del ven-
cimiento del enemigo , como vuestra merced dice.
Esa es la pena que yo tengo, y la que tú debes te-
ner , Sancho ', respondió Don Quíxote ; pero de
aqui adelante yo procuraré haber á las manos al-
guna espada , hecha por tal maestría, que al que la
truxere consigo no le puedan hacer ningún gene-
ro de encantamentos , y aun podría ser que me de-
parase la ventura aquella de Amadis , quando se
llamaba : El caballero de la Ardiente Espada l ,
1 De la Ardiente Espada. Mejor diría de la Verde Es-
pada. Hablase aqui de Amadis de Gaula , porque en di-
ciendo Amadis solamente , se entiende siempre por escelen-
cia el dé Gaula, El qualfue llamado -, el Caballero de la
verde espada ,y en Alemania no le sabían otro nombre
sino el Caballero de la verde espada , como se puede ver en
los cap. LVL LXX.y LXXJIL de su Historia. Entre
las particularidades de esta espada , que era encantad a ^
se contaba la de ser hecha su vayna de un hueso verde de
\ D 2
¿
5 2 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
que fue una de las mejores espadas que tubo caba-
llero en el mundo , porque fuera que tenia la vir-
tud dicha , cortaba como una navaja , y no habia
armadura por fuerte y encantada que fuese, que se
le parase delante. Yo soy tan venturoso , dixo San-
cho , que quando eso fuese, y vuestra merced vi*
niese a hallar espada semejante , solo vendria á ser-
vir y aprovechar á los armados caballeros , como el
balsamo , y á los escuderos que se los papen due-
los. No temas eso , Sancho , dixo Don Quixote,
que mejor lo hará el cielo contigo.
En ditos coloquios iban Don Quixote y su es-
cudero , quando vio Don Quixote que por el ca-
mino que iban , venia acia ellos una grande y espe-
sa polvareda , y en viéndola se volvió á Sancho, y
le dixo : este es el dia , ó Sancho , en el qual se ha
de ver el bien que me tiene guardado mi suerte:
este es el dia, digo , en que se ha de mostrar tanto
cómo en otro alguno el valor de mi brazo , y en el
que tengo de hacer obras , que queden escritas en
el libro de la fama por todos los venideros siglos.
Ves aquella polvareda que allí se levanta , San-
cho? pues toda es cuaxada de un copiosísimo exer-
cita que de diversas é ¡numerables gentes por allí
cierto fescado , tan diáfano , que se traslucía la hoja , y
el encanto consistía en no poderse sacar de ella ; pero la
sacó Amadis de Gaula en una prueba 6 aventura de ha-
les amadores con la señora Qriana. El Caballero de la ar-
diente espada fue Amadis de Grecia , por tener señalada
una en el pecho tan bermeja como una brasa ; y asi en la
Parte I. cap. 66. de su Historia se dice : como el Caba-
llero de la ardiente espada se mudó el nombre , y se Hamo
Amadis de Grecia. Conque se v* que aqui se equivoca un
Amadis con otro.
PARTE I. CAPITULO XVIII. 53
viene marchando. A es? cuenta dos deben de ser,
dixo Sancho , porque desta parte contraria se le^
vanta asimismo otra semejante polvareda. Volvió
á mirarlo Don Quixote , y vio que asi era la ver-
dad , y alegrándose sobremanera , pensó sin duda
alguna que eran dos exercitos que venían á em-
bestirse y y a encontrarse en mitad de aquella espa-
ciosa llanura , porque tenia a todas horas y momen-
tos llena la fantasía de aquellas batallas , encanta-
mientos , sucesos , desatinos , amores , desafios, que en
los libros de caballerías se cuentan : y todo quanto
hablaba , pensaba , ó hacia era encaminado a cosas
semejantes ; y la polvareda que habia visto la le-
vantaban dos grandes manadas de ovejas y carne-
ros , que por aquel mismo camino de dos diferentes
partes venían , las quales con el polvo no se echa-
ron de ver hasta que llegaron cerca ; y con tanto,
ahínco afirmaba Don Quixote que eran exercitos,
que Sancho lo vino a creer y á decirle : señor, pues
qué hemos de hacer nosotros? Que ? dixo Don Qui-
xote : favorecer y ayudar a los menesterosos y des-
validos : y has de saber , Sancho , que este que vie-
ne por nuestra frente , le conduce y guia el gran-
de emperador Alifanfaron , señor de la grande isla
Trapobana : este otro, que á mis espaldas marcha,
es el de su enemigo el Rey de los Garamantas,
Pentapolin del arremangado brazo , porque siem-
pre entra en las batallas con el brazo derecho des-
nudo. Pues porqué se quieren tan mal estos dos se-
ñores ? preguntó Sancho. Quierense mal , respon-
dió Don Quixote , porque este Alifanfaron es urt,
furibundo pagano y está enamorado de la hija de;
Pentapolin , que es una muy fermosa y ademas;
54 * 0N QUIXOTE DE LA MANCHA.
agraciada señora , y es cristiana , y su padre no se la
quiere entregar al Rey pagano , si no dexa prime-
ro la ley de su falso profeta Mahoma , y se vuel-
ve á la suya. Para mis barbas , dixo Sancho , si no
hace muy bien Pentapolin , y que le tengo de ayu-
dar en quanto pudiere. En eso harás lo que debes,
Sancho , dixo Don Quixote , porque para entrar
en batallas semejantes no se requiere ser armado
caballero. Bien se me alcanza eso , respondió San-
cho ; pero dónde pondremos á este asno que este-
mos ciertos de hallarle después de pasada la refrie-
ga, porque el entrar en ella en semejante caballe-
ría no creo que está en uso hasta ahora? Asi es ver-
dad , dixo Don Quixote : lo que puedes hacer del
es dexarle á sus aventuras , ahora se pierda ó no,
porque serán tantos los caballos, que tendremos
después que salgamos vencedores , que aun corre
peligro Rocinante no le trueque por otro. Pero es-
tame atento , y mira que te quiero dar cuenta de
los caballeros mas principales que en estos dos exer-
citos vienen , y para que mejor los veas y notes re-
tirémonos á aquel altillo que allí se hace , de don-
d« se deben de descubrir los dos exercitos. Hicie-
ronlo asi , y pusiéronse sobre una loma , desde la
qual se verían bien las dos manadas , que á Don
Quixote se le hicieron exercitos , si las nubes del
polvo que levantaban , no les turbara y cegara la
vista ; pero con todo esto , viendo en su imagina-
ción lo que no veia ni habia , con voz levantada
comenzó á decir.
Aquel caballero que allí ves de las armas jaldes • ,
z Jaldes. De color de oro 6 amarillo.
\
PAKTE 1. CAPITULO XVIII. 55
que trae en el escudo un león coronado , rendido á
los pies de una doncella , es el valeroso Laurcal-
co , señor de la puente de plata : el otro de las
armas de las flores de oro , que trae en el escudo
tres coronas de plata en campo azul , es el temido
Micocolembo , gran duque de Quirocia : el otro
<le los miembros giganteos , que está á su dere-
cha mano , es el nunca medroso Brandabarbaran de
Boliche , señor de las tres Arabias , que viene ar-
mado de aquel cuero de serpiente , y tiene por es-
cudo una puerta , que según es fama es una de las
del templo que derribó Sansón , quando con su
muerte se vengó de sus enemigos. Pero vuelve los
ojos á estotra parte , y verás delante y en la frente
de estotro exercito ai siempre vencedor y jamas
vencido Timonel de Carcajona, principe de la nue-
va Vizcaya, que viene armado con las armas par-
tidas á quarteles azules , verdes , blancas y amari-
llas , y trae en el escudo un gato de oro en cam-
po leonado con una letra que dice : MiU , que es
el principio del nombre de su dama , que según se
dice es la sin par Miulina , hija del duque de Al-
feñiquen del Algarve : el otro que carga y oprime
los lomos de aquella poderosa alfana 1 , que trae las
armas como nieve blancas , y el escudo blanco y
sin empresa alguna, es un caballero novel, de na-
ción francés , llamado Pierres Papin , señor de las
baronías de Utrique : el otro , que bate las ijadas
con los herrados cafcaños á aquella pintada y li-
gera cebra , y trae las armas de los veros azules , es
x Alfana. Yegua grande y desmesurada de que usa-
han comunmente los gigantes , que se introducen en los /í-
tros de caballerías.
5 6 PON QUIXOTE DE LA MANCHA.
el poderoso duque de Nerbia , Espartafilardo del
Bosque , que trae por empresa en el escudo una
esparraguera con una letra en castellano , que dice
asi : Rastrea mi suerte. Y desta manera fue nom-
brando muchos caballeros del uno y del otro es*
quadron que él se imaginaba , y á todos les dio sus
armas , colores , empresas y motes deimproviso,
llevado de la imaginación de su nunca vista locu-
ra ; y sin parar prosiguió diciendo : á este esqua-
dron frontero forman y hacen gentes de diversas 9
naciones : aqui están los que beben las dulces aguas
del famoso Xanto s , los montuosos que pisan los
Masilicos campos , los que criban el finísimo y me-
nudo oro en la felice Arabia , los que gozan las fa-
mosas y frescas riberas del claro Termodonte , los
?ue sangran por muchas y diversas vias al dorado
actolo , los Numidas dudosos en sus promesas , los
Persas en arcos y flechas famosos , los Partos , los
Medos que pelean huyendo , los Árabes de muda-
bles casas , los Citas tan crueles como blancos , los
Etiopes de horadados labios , y otras infinitas nacio-
nes , cuyos rostjpos conozco y veo , aunque de los
nombres no me acuerdo. En estotro escuadrón vie-
nen los que beben las corrientes cristalinas del oli-
vífero Betis * , los que tersan y pulen sus rostros
i Xanto. Este rio , llamado por los dioses Xanto ,y
por los hombres Scamandro , es famoso entre otras causas
por los muchos troyanos que mató Aquiles dentro de él t y
fn sus riberas , y por haber incendiado sus aguas el dios
Vulcano. l/liad. tib. XJ{. y XXL}
2 Olivífero Betis. El Guadalquivir , cuyas aguas rie-
gan muchos olivares. Y dixo Marcial :
Bastís olivífera crinem redimite corona.
PARTE I. CAMTULO XVHI. 57
con el licor del siempre rico y dorado Tajo , los
que gozan las provechosas aguas del divino Xe-
nil ', los que pisan los Tartesios campos de pastos
abundantes , los que se alegran en los Elíseos Je-
rezanos prados , los Manchegos ricos y coronados
de rubias espigas* , los de hierro vestidos , reliquias
antiguas de la sangre goda' , los que en Pisuerga
se bañan , famoso por la mansedumbre de su cor-
riente , los que su ganado apacientan en las estén*
didas dehesas del tortuoso Guadiana, celebrado por
su escondido curso , los que tiemblan con el frió del
silboso 4 Pirineo, y con los blancos copos del levan-
Ceñid la cabellera del Betis con corona de olivo. [ Ub.
12. epigr. ultimJ]
1 Del divino Xenil. Esto es -. rio semejante al Nilo , como
dice Covarrubias deduciéndolo del árabe. El Nilo fecunda
con sus inundaciones el Egipto ¡y for este beneficio era teni-
do por cosa divina. El Xenil fertiliza la vega de Gr añada %
y por esta semejanza le llama Cervantes divino , y prove-
chosas sus aguas. Los romanos le llamaron Singillis » y si
Xenil se deriva de esta palabra , diriase que no ha lugar
á la interpretación arábiga instar Nili , 6 semejante al Ni-
lo, jv que sinembargo ¡f siguió nuestro autor.
2 De rubias espigas. Al oriente de Toledo [ dice Pisa
en su Historia 1. 1. c. 57.] están las excelentes y muy fér-
tiles tierras llamadas la Mancha y prioradgo de S. Juan , que
en tres cosas, que son pan , vino y carne mas y mejor, exce-
den á todas las otras de España.
3 De la sangre goda. Los vizcaínos , que benefician mu-
chas herrerías ,y á cuyas montañas se retiraron los godos
según Cervantes y otros, quando entraron los moros en Es-
paña ,y como se supone que estos no penetraron alia , por
eso juzga que los actuales cántabros ó vizcaínos son reli-
quias de la sangre goda.
4 Silboso, pjor el ruido y susurro que agitadas por el
viento mueven las ramas y hojas de los muchos y diversos
arboles de aquellos elevados montes.
58 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
tado Apenino : finalmente quantos toda la Europa
en sí contiene y encierra » . j Valame Dios y quantas
provincias dixo ; quantas naciones nombró , dándo-
le á cada una con marabillosa presteza los atribu-
tos que le pertenecían , todo absorto y empapado
en lo que habia leido en sus libros mentirosos ! Es-
taba Sancho Panza colgado de sus palabras , sin ha-
blar ninguna , y de quando en quando volvía la
cabeza á ver si veia los caballeros y gigantes que
su amo nombraba , y como no descubría á ningu-
no , le dixo : señor , encomiendo al diablo , hombre,
ni gigante , ni caballero de quantos vuestra merced
dice parece por todo esto , alómenos yo no los veo,
quiza todo debe de ser encantamento, como las fan-
tasmas de anoche. Cómo dices eso? respondió Don
Quixote : ¿no oyes él relinchar de los caballos , el
tocar de los clarines, el ruido de los atambojes? No
oigo otra cosa , respondió Sancho , sino muchos ba-
lidos de ovejas y carneros : y asi era la verdad,
porque ya llegaban cerca los do^rebaños. El mie-
do que tienes , dixo Don Quixote , te hace , San-
cho , que ni veas ni oyas adqrechas , porque uno
de los efectos del miedo es turbar los sentidos , y
hacer que las cosas no parezcan lo que son : y si es
1 Contiene y encierra. En la enumeración de estos dos
exercitos ó escuadrones imaginarios imitó Cervantes la que
hace Homero [lib. 20. de la litada'] de los capitanes y na-
ves con que fueron los griegos a la conquista de Troya , y
la de los t royanos y sus tropas auxiliares : y si los críti-
cos la celebran tanto , no debe merecerles menos aprecio la
de nuestro autor , vista su esquisita erudición , la suavi-
dad de estilo , y la propiedad de los peculiares atributos,
con que caracteriza tantos pueblos y ríos, en lo que segu-
ramente compite con el poeta griego.
PARTE I. CAPITULO UVIII. ^ 59
que tanto temes , retírate a una parte y dexame
solo , que solo basto á dar la vitoria a Ja parte á
quien yo diere mi ayuda. Y diciendo esto puso las
espuelas á Rocinante , y puesta la lanza en el ris-
tre baxó de la costezuela como un rayo. Diole vo-
ces Sancho , diciendole : vuélvase vuestra merced,
señor Don Quixote , que voto a Dios que son car-
neros y ovejas las que va a embestir : vuélvase:
desdichado del padre que me engendró ! qué lo-
cura es esta ! mire que no hay gigante , ni caballe-
ro alguno , ni gatos , ni áfmas , ni escudos partidos
ni enteros , ni veros azules ni endiablados : qué es
lo que hace ? pecador soy yo a Dios ! Ni por esas
volvió Don Quixote , antes en altas voces iba di-
ciendo : ea , caballeros , los que seguís y militáis de-
baxo de las banderas del valeroso emperador Pen-
tapolin del arremangado brazo , seguidme todos,
veréis quan fácilmente le doy venganza de su ene-
migo Alifanfaron de la Trapobana. Esto diciendo
se entró por medio del esquadron de las ovejas , y
comenzó de alanceallas con tanto corage y denue-
do , como si de veras alanceara a sus mortales ene-
migos. Los pastores y ganaderos , que con la mana-
da venian , dábanle voces que no hiciese aquello;
pero viendo que no aprovechaban , destiñéronse
las hondas , y comenzaron á saludalle los oídos con
piedras como el puño. Don Quixote no se curaba
de las piedras , antes discurriendo a todas partes de-
cía : adonde estás , soberbio Alifanfaron? vente á
mí , que un caballero solo soy que desea de solo á
solo probar tus fuerzas , y quitarte la vida en pena
de la que das al valeroso Pentapolin Garamanta.
Llegó en esto una peladilla de arroyo , y dándole
6o DON QPIXOTE DE LA MANCHA.
en un lado , le sepultó dos costillas en el cuerpo.
Viéndose tan mal trecho , creyó sin duda que es-
taba muerto ó mal ferido , y acordándose de su li-
cor , sacó su alcuza ,y pusosela á la boca , y comen-
zó á echar licor en el estomago : mas antes que aca-
base de envasar lo que á él le parecía que era bas-
tante , llegó otra almendra , y diole en la mano y
en el alcuza tan de lleno , que se la hizo pedazos,
llevándole de camino tres ó quatro dientes y mue-
las de la boca , y machucándole malamente dos de-
dos de la mano. Tal fué 1 el golpe primero y tal
el segundo , que le fue forzoso al pobre caballero
dar consigo del caballo abaxó. Llegáronse á él los
pastores , y creyeron que le habían muerto , y asi
con mucha priesa recogieron su ganado , y carga-
ron de las reses muertas , que pasaban de siete , y
sin averiguar otra cosa se fueron.
Estábase todo este tiempo Sancho sobre la cues-
ta mirando las locuras que su amo hacia , y arran-
cábase las barbas , maldiciendo la hora y el punto
en que la fortuna se le habia dado á conocer. Vién-
dole pues caido en el suelo , y que ya los pastores
se habían ido , baxó de la cuesta , y llegóse á él, y
hallóle de muy mal arte , aunque no habia perdí-»
do el sentido , y dixole : ¿ no le decia yo , señor
Don Quixote , que se volviese , que los que iba á
acometer no eran exercitos sino manadas de car-
neros ? Como eso puede desparecer y contrahacer
aquel ladrón del sabio mi enemigo : sábete , San-
cho , que es muy fácil cosj á los tales hacernos pa-
recer lo que quieren , y este maligno que me per-
sigue , envidioso de la gloria , que vio que yo ha-
bia de alcanzar desta batalla , ha vuelto los esqua-
PARTE I. CAPITULO XVIII. 6 1
drones de enemigos en manadas de ovejas : sino
haz una cosa , Sancho , por mi vida , porque te des-
engañes y veas ser verdad lo que te digo : sube
en tu asno , y sigúelos bonitamente , y verás como
en alejándose de aqui algún poco se vuelven en su
ser primero , y dexando de ser carneros , son hom-
bres hechos y derechos , como yo te los pinté pri-
mero ; pero no vayas ahora , que he menester tu
ayuda y favor : llégate á mí , y mira quantas mue-
las y dientes me faltan , que me parece que no me
ha quedado ninguno en la boca. Llegóse Sancho
tan cerca , que casi le metia los ojos en la boca , y
fue á tiempo que ya habia obrado el balsamo en
el estomago de Don Quixote ; y al tiempo que
Sancho llegó á mirarle la boca , arrojo de sí mas
recio que una escopeta quanto dentro tenia , y dio
con todo ello en las barbas del compasivo escude-
ro. Santa María ! dixo Sancho : y qué es esto que
me ha sucedido ? sin duda este pecador está heri-
do de muerte , pues vomita sangre por la boca; pe-
ro reparando un poco mas en ello , echó de ver en
la color, sabor y olor que no era sangre , sino el
balsamo de la alcuza que él le habia visto beber;
y rae tanto el asco que tomó , que revolviéndosele
el estomago vomitó las tripas sobre su mismo se-
ñor, y quedaron entrambos como de perlas. Acudió
Sancho á su asno , para sacar de las. alforjas con qué
limpiarse , y con qué curar á su amo , y como no
las halló , estubo apunto de perder el juicio : mal-
dixose denuevo , y propuso en su corazón de de*
xár á * su amo y volverse á su tierra , aunque per-
diese el salario de lo servido y las esperanzas del
gobierno de la prometida Ínsula. Levantóse en esto
6 2 DON QUIXOTE B£ LA MANCHA.
Don Quixote , y puesta la mano izquierda en la
boca , porque no ,se le acabasen de salir los dien-
tes , asió con la otra las riendas de Rocinante , que
nunca se habia movido de junto á su amo £tal era
de leal y bien acondicionado 3 y fuese adonde su
escudero estaba de pechos sobre su asno con la ma-
no en la mexilla en guisa de hombre pensativo
ademas ; y viéndole Don Quixote de aquella ma-
nera con muestras de tanta tristeza le dixo : sábete,
Sancho , que no es un hombre mas que otro , si no
hace mas que otro : todas estas borrascas que nos
suceden son señales de que presto ha de serenar el
tiempo , y han de sucedemos bien las cosas , por-
que no es posible que el mal ni el bien sean du-
rables , y de aqui se sigue que habiendo durado
mucho el mal , él bien está ya cerca : asique no
debes congojarte por las desgracias que á mí me
suceden , pues á tí no te cabe parte dellas. Cómo
no ? respondió Sancho : por ventura el que ayer
mantearon era otro que el hijo de mi padre? ¿y
las alforjas que hoy me faltan con todas mis alha-
jas , son de otro que del mismo ? Qué te faltan las
alforjas ,, Sancho? dixo Don Quixote. Si que me
faltan , respondió Sancho. Dése modo no tenemos
qué Comer hoy , replicó Don Quixote. Eso fuera,
respondió Sancho , quando faltaran por estos pra-
dos las yerbas , que vuestra merced dice que cono-
ce , con que suelen suplir semejantes faltas los tan
mal aventurados caballeros andantes , como vuestra
merced es. Con todo eso , respondió Don Quixo-
te , tomara yo ahora mas aina un quartal de pan,
ó una hogaza , y dos cabezas de sardinas arenques,
que quantas yerbas describe Dioscorides , aunque
\
PARTE, I. CAPITULO XVIII. 63
fuera el ilustrado por el doctor Laguna ' : mas con
todo esto sube en tu jumento , Sancho el bueno , y
vente tras mí , que Dios , que es proveedor de to-
das las cosas , no nos ha de faltar , y mas andando
tan en su servicio como andamos , pues no falta á
los mosquitos del ayre , ni á los gusanillos de la
tierra , ni á los renacuajos del agua ; y es tan pia-
doso que hace salir su sol sobre los buenos y los
malos , y llueve sobre los injustos y justos. Mas
bueno era vuestra merced , dixo Sancho , para pre-
dicador que para caballero andante. De todo sa-
bían y han de saber los caballeros andantes , San-
cho , dixo Don Quixote ; porque caballero andan-
te hubo en los pasados siglos , que asi se paraba á
hacer un sermón ó platica en mitad de un campo
real , como si fuera graduado por la universidad de
París : de donde se infiere que nunca la lanza em-
botó la pluma , ni la pluma la lanza. Ahora bien,
sea asi como vuestra merced dice , respondió San-
cho , vamos ahora de aqui , y procuremos dónde
alojar esta noche ; y quiera Dios que sea en parte
donde no haya mantas , ni mánteadores , ni fantas-
mas , ni moros encantados : que si los hay daré al
diablo el hato y el garabato. Pídeselo tu á Dios,
hijo , dixo Don Quixote , y guia tú por donde qui-
sieres , que esta vez quiero dexar á tu elección el
alojarnos ; pero dame acá la mano y atiéntame con
el dedo , y mira bien quantos dientes y muelas me
faltan deste lado derecho de la quixada alta , que
1 Laguna. Andrés de Laguna , natural de Segovia, me-
dico del Papa Julio III. no solo ilustró ó anotó á Vedado
Dioscorides Anazarbeo , que trata de la .Materia medici-
nal , sino que le traduxo de griego en castellano.
64 DON QUIXOTE D£ LA MANCHA.
allí siento el dolor. Metió Sancho los dedos , y es-
tandole atentando le dixo : quántas muelas solía
vuestra merced tener en esta parte? Quatro , res-
pondió Don Quixote , fuera de la cordal , todas en-
teras y muy sanas. Mire vuestra merced bien lo
que dice , señor , respondió Sancho. Digo quatro,
si no eran cinco, respondió Dpn Quixote , porque
en toda mi vida me han sacado diente ni muela de
la boca , ni se me ha caido ni comido de neguijón
ni de reuma alguna. Pues en esta parte de abaxo,
dixo Sancho , no tiene vuestra merced mas de dos
muelas y media , y en la de arriba ni media ni nin-
guna , que toda está rasa como la palma de la ma-
no. Sin ventura yo! dixo Don Quixote , oyendo
las tristes nuevas que su escudero le daba: que mas
quisiera que me hubieran derribado un brazo , co-
mo no fuera el de la espada ; porque te hago sa-
ber , Sancho , que la boca sin muelas es como mo-
lino sin piedra , y en mucho mas se ha de estimar
un diente que un diamante ; mas á todo esto esta-
mos sujetos los que profesamos la estrecha orden
de la caballería : sube , amigo , y guia , que yo te
seguiré al paso que quisieres. Hizolo asi Sancho,
y encaminóse acia donde le pareció que podia ha-
llar acogimiento , sin salir del camino real que por
allí iba muy seguido. Yéndose pues poco a poco,
porque el dolor de las quixadas de Don Quixote
no le dexaba sosegar ni atender á darse priesa, qui-
so Sancho entretenerle y divertirle diciendole al-
guna cosa , y entre otras que le dixo fue lo que se
dirá en el siguiente capitulo.
r
. PARTE I. CAPITULO XIX. 6j
i \
CAPITULO XIX.
PE LAS DISCRETAS RAZONES QUE SANCHO PASABA
CON SU AMO, Y DE LA AVENTURA QUE L£ SUCEDIÓ
CON UN CUERPO MUERTO , CON OTROS ACONTE-
CIMIENTOS FAMOSOS.
Xareceme , señor mío , que todas estas desventu-
ras, que estos días nos han sucedido , sin duda algu-
na han sido pena del pecado cometido por vuestra
merced contra la orden de su caballería , no ha-
biendo cumplido el juramento que hizo de no co-
mer pan á manteles , ni con la Reyna folgar , con
todo aquello que á esto se sigue , y vuestra mer-
ced juró de cumplir hasta quitar aquel almete de
Malandrino 1 ó como se llama el moro, que no me
acuerdo bien. Tienes mucha razón , Sancho , dixo
Don Quixote , mas para decirte verdad ello se me
habia pasado de la memoria ; y también puedes te-
ner por cierto que por la culpa de no habérmelo
tú acordado en tiempo , te sucedió aquello de la
manta ; pero, yo haré la enmienda , que modos hay
de composición en la orden de la caballería para
todo. Pues juré yo algo por dicha? respondió San?
cho. No importa que no hayas jurado , dixo Don
Quixote : basta que yo entiendo que de partici-
pantes no estás muy seguro ¿ y por si ó por no , no
sera malo proveernos de remedio. Pues si ello es
asi , dixo Sancho , mire vuestra merced no se le
torne á olvidar esto como lo del juramento , quiza
x Yelmo ic Mtmbrino*
t.ji. a
66 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
les volverá la gana a las fantasmas de solazarse otra
vez conmigo , y aun coa vuestra merced , si le ven
tan pertinaz. En estas y otras platicas les tomó la
noche en mitad del camino , sin tener ni descubrir
dónde aquella noche se recogiesen , y lo que no ha-
bía de bueno en ello era que perecían de hambre,
que con la falta de las alforjas les faltó toda la des-
pensa y matalotage ; y para acabar de confirmar
esta desgracia les sucedió una aventura , que sin ar-
tificio alguno verdaderamente lo parecía: y fue que
la noche cerró con alguna escuridad ; pero con to-
do esto caminaban, creyendo Sancho que pues aquel
camino era real , a una ó dos leguas de buena ra-
zón hallaría en él alguna venta. Yendo pues desta
manera , la noche escura , el escudera hambriento,
y el amo con gana de comer , vieron que por el
mismo camino que iban venían acia dios gran mul-
titud de lumbres , que no parecían sino estrellas
2ue se movían. Pasmóse Sancho en viéndolas , y
)on Quixote no las tubo todas consigo : tiró el
uno del cabestro á su asno y el otro de las riendas
á su rocino , y estubieron quedos' mirando atenta-
mente lo que podía ser aquello , y vieron que las
lumbres se iban acercando á ellos , y mientras mas
se 'llegaban mayores parecían, á cuya visca Sancho
comenzó á temblar como un azogado, y los cabe-
llos de la cabeza se le erizaron á Don Quixote,
el qual animándose tm poco dixo : esta sin duda,
Sancho , debe de ser grandísima y peligrosísima
aventura , donde sera necesario que yo muestre to-
do mí valor y esfuerzo. Desdichado de mí! res-»
pondio Sancho : si acaso esta aventura fuese de fan-
tasmas , como me lo va pareciendo , adonde habrá
PARTE I. CAPITULO XIX. 6j
costillas que la sufran ? Por mas fantasmas que sean,
dixo Don Quixote , no consentiré yo que te to-
quen en el pelo de la ropa , que si la otra vez se
burlaron contigo, fue porque no pude yo saltar las
paredes del corral ; pero ahora estamos en campo
raso , donde podre yo como quisiere esgrimir mi
espada. Y si le encantan y enternecen como la otra
vez lo hicieron , dixo Sancho , qué aprovechará
estar en campo abierto ó no? Con todo eso, repli-
có Don Quixote , te ruego , Sancho , que tengas
buen animo , que la esperiencia te dará a entender
el que yo tengo. Si tendré , si a Dios place , res*
pondio Sancho. Y apartándose los dos á un lado
del camino , tornaron á mirar atentamente lo que
aquello de aquellas lumbres que caminaban podía
ser; y de allí á muy poco descubrieron muchos en-
camisados , cuya temerosa visión de todo punto re-
mató el animo de Sancho Panza , el qual comenzó
á dar diente con diente , como quien tiene frió de
quartana , y creció mas el batir y dentellear quan-
do distintamente vieron lo que era , porque descu-
brieron hasta veinte encamisados , todos á caballo,
con sus hachas encendidas en las manos , detras de
los quales venia una litera cubierta de luto , á la
qual seguían otros seis de á caballo enlutados has-
ta los pies de las muías [que bien vieron que no
eran caballos en el sosiego con que caminaban]]
iban los encamisados murmurando entre sí con una
voz baxa y compasiva. Esta estraña visión a tales-
horas y en tal despoblado bien bastaba para poner
miedo en el corazón de Sancho , y aun en el de su
amo ; y asi fuera enquanto á í)on Quixote , que
ya Sancho habia dado al través con todo su esfuer-
E2
68 IKMf QUIXOTE DE LA MANCHA.
zo : lo contrario le avino á su amo , al qual en
aquel punto se le representó en su imaginación al
vivo que aquella era una de las aventuras de sus
libros. Figúrasele que la litera eran andas , donde
debia de ir algún mal ferido ó muerto caballero,
cuya venganza á él solo estaba reservada ; y sin
hacer otro discurso enristró su lanzon , púsose bien
en la silla , y con gentil brío y continente se puso
en la mitad del camino por donde los encamisados
forzosamente habían de pasar ; y quando los vio
cerca alzó la voz , y dixo : deteneos , caballeros,
quienquiera que seáis , y dadme cuenta de quién
sois , de dónde venís , adonde vais , qué es lo que
en aquellas andas lleváis , que según las muestras
ó vosotros habéis fecho , ó vos han fecho algún
desaguisado , y conviene y es menester que yo lo
•sepa , ó bien para castigaros del mal que fecistes,
ó bien para vengaros del tuerto que vos ficieron.
Vamos de priesa , respondió uno de los encamisa-
dos , y está la venta lejos , y no nos podemos dete-
ner á dar tanta cuenta como pedís ; y picando la
muía pasó adelante. Sintióse desta respuesta gran-
demente Don Quizóte , y travando del freno , di-
xo : deteneos , y sed mas bien criado , y dadme
cuenta de lo que os he preguntado , sino conmi-
go sois todos en batalla. Era lá muía asombradiza,
y al tomarla del freno se espantó de manera , que
alzándose en los pies dio con su dueño por las an-
cas en el suelo. Un mozo que iba á pie , viendo
caer el encamisado , comenzó á denostar l á Don
Quizóte : el qual ya encolerizado , sin esperar mas
•
m
• X Injuriar.
PARTE X. CAPITULO XIX. 6$
enristrando su lanzon arremetió a uno de los, enlu-
tados , y mal ferido dio con él en tierra ; y revol-
viéndose por los demás , era cosa de ver con la
presteza que los acometía y desbarataba : que no
parecía sino que en aquel instante le habían naci-
do alas á Rocinante , según andaba de ligero y or-
gulloso. Todos los encamisados era gente medro-
sa y sin armas , y asi con facilidad en un momen-
to dexaron la refriega , y comenzaron a correr por
aquel campo con las hachas encendidas , que no par
redan sino á los de las mascaras , que en noche de
regocijo y fiesta corren. Los enlutados asimismo re*
vueltos y envueltos en sus faldamentos y lobas no
se podian mover; asíame muy a su salvo Don Qui-
xote los apaleó á todos , y les hizo dexar el sitio
mal de su grado , porque todos pensaron que aquel
no era hombre , sino diablo del infierno que les sa-
lía a quitar el cuerpo muerto que en la litera lle-
vaban. Todo lo miraba Sancho admirado del ardi-
miento de su señor , y decia entre sí : sin duda este
mi amo es tan valiente y esforzado como él dice.
Estaba una hacha ardiendo en el suelo junto al
primero que derribó la muía , á cuya luz le pudo
ver Don Quixote, y llegándose a él le puso la pun-
ta del lanzon en el rostro , diciendole que se rin-
diese , si no que le mataría. A lp qual respondió el
caído : harto rendido estoy) pues no me puedo mo-
ver , que tengo una pierna quebrada : suplico á
vuestra merced , si es caballero cristiano, que no me
mate , que cometerá un gran sacrilegio, que soy Li-
cenciado y tengo las primeras ordenes. Pues quién
diablos os ha traído aqui , dixo Don Quixote , sien-
do hombre de iglesia? Quién , señor? replicó el
yo DON QVIXOTE DE LA MANCA A.
caído: mi desventura. Pues otra mayor os amena-
za , díxo Don Quixote , si no me satisfacéis á todo
quanto primero os pregunté. Con facilidad sera
vuestra merced satisfecho , respondió el Licencia*
do ; y asi sabrá vuestra merced que aunque denan-
tes dixe que yo era Licenciado , no soy sino Ba-
chiller 1 , y llamóme Alonso López : soy natural de
Alcobendas, vengo de la ciudad de Baeza con otros
once sacerdotes , que son los que huyeron con las
hachas : vamos á la ciudad de Segovia acompañan*
i Bachiller. No solo tenían entonces algunos la vani-
dad de llamarse licenciados , no siendo mas que bachille-
res* y l& de intitularse doctores , no siendo mas que maes-
tros en artes ; sino que otros se*jirmaban licenciados , no
teniendo grado alguno. Dicelo ei mismo Cervantes por bo-
ca del soldado , que hablando con su ferré Gabilan , le di-
ce: ea, Gabilan , salta por la pompa y aparato de D. a Pim-
pinela de Pla&gonia , que fue companera de la moza Galle-
ga que servía en Valdcastillas .... salta por el bachiller Pa-
sillas, que se firma Licenciado sin tener grado alguno. [Colo-
quio de los Perros : p. 40 s.] y lo confirma en la Novela
del licenciado Vidriera, [p. jps^] Otros se gloriaban fal-
samente de haber recibido grados en universidades de fue-
ra del reyno , como lo hizo uno de los interlocutores , que
introduce el P. Pineda en los Diálogos de la Agricultura
Cristiana. Yo curse, dice P hiló timo , primero bien en Teo-
logía , y oponiéndome á beneficios , nunca me dieron algu-
no , y moría de hambre , y por remediarme cursé otros tres
años en Medicina hasta graduarme de bachiller , y por no
tener caudal para la costa del licénciamiento , quiso Dios
qiie topé con un conde Palatino , tan hambriento como yo,
en la venta de la Palomera , y convídele á un lomo costil y
i una bota de vino de Robledo de Chávela , y allí me gra-
duó de licenciado delante de los venteros , y de dos recue-
ros , y tocaron la campana , que tienen en la chirninea para
llamar con ella á los descarriados en tiempo de nieve. [Dia-
logo I.f.2. bJ] Alguno de estos abusos no se ha remedia-
da todavía.
PARTE I. CAPITULO XXX. Jl
do un cuerpo muerto que va en aquella litera, que
es de un caballero que murió en Baeza , donde fue
depositado, y ahora como digo llevábamos sus hue-
sos á su sepultura, que está en Segovia , de donde
es natural. Y quién le mató? preguntó Don Qui-
xote. Dios por medio de unas calenturas pestilen-
tes que le dieron , respondió el Bachiller. Desa
suerte , dixo Don Quixote , quitado me ha nues-
tro Señor del trabajo que había de tomar en ven-
gar su muerte , si otro alguno le hubiera muerto;
pero habiéndole muerto quien le mató , no hay si*
no callar y encoger los hombros , porque lo mismo
hiciera, si a mí mismo me matara; y quiero'que se**
pa vuestra reverencia que yo soy un caballero de
la Mancha llamado Don Quixote , y es mi oficio
y exercicio andar por el mundo enderezando tuer-
tos y desfaciendo agravios. No sé como pueda ser
eso de enderezar tuertos , dixo el Bachiller , pues
á mí de derecho me habéis vuelto tuerto , dexan-
dome una pierna quebrada , la qual no se vera de-
recha en todos los dias de su vida , y el agravio
que en mí habéis deshecho ha sido dexarme agra-
viado de manera , que me quedaré agraviado para
siempre , y harta desventura ha sido topar con vos
que vais buscando aventuras. No todas las cosas,
respondió Don Quixote , suceden de un mismo
modo: el daño estubo, señor bachiller Alonso Ló-
pez , en venir como veniades de noche , vestidos
con aquellos sobrepellices , con las hachas encendi-
das , rezando , cubiertos de luto , que propiamente
semejahades cosa mala y del otro mundo, y asi yo
no pude dexar de cumplir con mi obligación aco-
metiéndoos, y os acometiera aunque verdadecamen*
7¿ DON «UIXOTE DE LA MANCHA.
te supiera que erades los mismos satanases del in-
fierno , que por tales os juzgué y tube siempre.
Ya que asi lo ha querido mi suerte , dixo el Ba-
chiller , suplico a vuestra merced , señor caballero
andante [que tan mala andanza me ha dado3 me
ayude a salir de debaxo desta muía , que me tiene
tomada una pierna entre el estribo y la silla. Ha-
blara yo para mañana, dixo Don Quizóte ; y has-
ta quando aguardabades a decirme vuestro afán?
Dio luego vocgs a Sancho Panza que viniese ; pe-
ro él no se curó de venir , porque andaba ocupado
desbaldando una acémila de repuesto , que traían
aquellos buenos señores bien bastecida de cosas de
comer. Hizo Sancho costal de su gabán , y reco-
giendo todo lo que pudo y cupo en el talego , car-
gó su jumento , y luego acudió á las voces de su
amo, y ayudó á sacar al señor Bachiller de la opre-
sión de la muía , y poniéndole encima della le dio
la hacha ; y Don Quizóte le dixo que siguiese la
derrota de sus compañeros, a quien de su parte pi-
djese perdón del agravio , que no habia sido en su
mano dexar de haberle hecho. Dixole también San-
cho : si acaso quisieren saber esos señores quién ha
sido el valeroso que tales los puso , dirales vuestra
merced que es el famoso Don Quixote de la Man-
cha , que por otro nombre se llama : El Caballero
de la Triste Figura.
Con esto se fue el Bachiller , y Don Quixote
preguntó a Sancho que qué le habia movido a lla-
marle : El Caballero de la Triste Figura mas en-
tonces que nunca? Yo se lo diré , respondió San-
cho : porque le he estado mirando un rato á la luz
de aquella hacha que lleva aquel mal andante , y
PARTE I. CAPITULO XIX. 73
verdaderamente tiene vuestra merced la mas mala
figura de poco acá que jamas he visto , y debelo
de haber causado># ya el cansancio deste comba-*
te, ó ya la falta de las muelas y dientes. No es
eso , respondió Don Quizóte , sino que el sabio ^á
cuyo cargo debe de estar el escrebir la historia de
mis hazañas , le habrá parecido que sera bien que
yo tonie algún nombre apelativo , como lo toma-»
ban todos los caballeros pasados ; qual se llamaba:
El déla Ardiente Espada ; qual : El del Unicor-
nio ; aquel : El de las Doncellas ; aqueste : El del
ave Fénix ; el otro : El Caballero del Grifo ; esto-
tro 1 El de la Muerte , y por estos nombres é in-
signias eran conocidos por toda la redondez de la
tierra ; y asi digo que el sabio ya dicho te habrá
puesto en la lengua y en el pensamiento ahora
que me llamases : El Caballero de la Triste Figu-
ra , como pienso llamarme desde hoy en adelante;
y para que mejor me quadré tal nombre determi-
no de hacer pintar quando haya lugar en mi es-
cudo una muy triste figura. No hay para que , se-
ñor , querer gastar tiempo y dineros en hacer esa
figura, dixo Sancho ; sino lo que se ha de hacer es
que vuestra merced descubra la suya , y dé rostro
a los que le, miraren , que sin mas ni mas y sin
otra imagen ni escudo , le llamarán : El de la Tris-
te Figura : y créame que le digo verdad , porque
le prometo á vuestra merced , señor £y esto sea di-
cho en burlas} que le hace tan mala cara la ham-
bre y la falta de . las muelas , que como ya tengo
dicho se podra muy bien escusar la triste pintura.
Rióse Don Quixote del donayre de Sancho , pero
cqp todo propuso de llamarse de aquel nombre en
t
74 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
t pudiendo pintar su escudo ó rodela como había
I imaginado , y dixole : yo entiendo , Sandio , que
« quedo descomulgado por hab#> puesto las manos
violentamente en cosa sagrada iuxta illud: Si quts
suadcnte diabolo &c. aunque sé bien que no puse
las manos , sino este lanzon ; quanto mas que yo no
i pense que ofendía á sacerdotes ni a cosas de la
Iglesia , á quien respeto y adoro como católico y
fiel cristiano que soy , sino á fantasmas y á vesti-
dos del otro mundo ; y quando eso asi fuese , en
memoria tengo lo que paso al Cid Rui Diaz,
quando quebró la silla del embaxador de aquel
Rey delante de su Santidad el Papa , por lo qual
lo descomulgó , y andubo aquel dia el buen Ro-
drigo de Bivar como muy honrado y valiente ca-
ballero 1 . En oyendo esto el Bachiller se fue como
i Valiente caballero. Esta es una de las historietas
que andan en el vulgo de Rodrigo Diaz , natural de Bi-
var % llamado comunmente el Cid, ó el Señor, titulo adop-
tado de los moros. Cuéntase en el 2 1. de sus Romances t
en que se dice:
En la iglesia de San Pedro
Don Rodrigo había entrado»
Do vido las siete sillas
De siete Reyes cristianos,
Y vio la del Rey de Francia
Junto á la del Padre Santo,
; Y la del Rey su señor
, Un estado mas abaxo.
l Fuese á la del Rey de Francia,
* Con el pie la ha derribado.
í La silla era de marfil,
Hechola ha quatro pedazos: %
Y tomó la de su Rey,
Y subióla en lo mas alto.
PAUTE I. CAPITULO XIX. 7$
queda dicho sin replicarle palabra. Quisiera Don
Quixote mirar si el cuerpo que venia en la litera
eran huesos ó no; pero no lo consintió Sancho , di*
riéndole : señor , vuestra merced ha acabado esta
peligrosa aventura lo mas á su salvo de todas las
3ue yo he visto : esta gente , aunque vencida y
esbaratada , podría ser que cayese en la cuenta
de que los venció sola una persona , y corridos y
avergonzados desto volviesen á rehacerse y á bus-
carnos , y nos diesen muy bien en qué entender:
el jumento está como conviene , la montaña es cer-
ca , la hambre carga , no hay que hacer mas siflo
retirarnos con gentil compás de pies ; y , como di-
cen , vayase el muerto 4 la sepultura , y el viviré
la hogaza : y antecogiendo su asno rogo á su se-
ñor que le siguiese , el qual pareciendole que San-
cho tenia razón , sin volverle a replicar le siguió:
y á poco trecho que caminaban por entre dos men-
tármelas , se hallaron en un espacioso y escondido
valle , donde se apearon , y Sancho alivió el ju-
mento ; y tendidos sobre la verde yerba, con la sal-
sa de su hambre almorzaron , comieron , merenda-
V*
El Papa quando lo supo
Al Cid ha descomulgado.
Sabiéndolo el de Bivar
Ante el Papa se ha postrado:
Absolvedme , dixo , Papa,
Si no , seraos mal contado.
£1 Papa , padre piadoso,
Respondió muy mesurado:
Yo te absuelvo , Don Ruy Diaz,
Yo te absuelvo de buen grado,
Conque seas en mi Corte
Muy cortes y mesurado.
i
*
j6 DON QtnXOTE DE LA MANCHA.
ron y cenaron a un mismo punto , satisfaciendo sus
estómagos con mas de una fiambrera , que los se-
ñores clérigos del difunto [que pocas veces se de-
xan mal pasar] en la acémila de su repuesto traían;
mas sucedióles otra desgracia , que Sancho la tubo
por la peor de todas ,y fue que no tenían vino que
beber , ni aun agua que llegar a la boca ; y acosa-
dos de la sed , dixo Sancho , viendo que el prado
donde estaban estaba colmado de verde y menuda
yerba , lo que se dirá en el siguiente capitulo.
/
CAPITULO XX.
PE LA JAMAS VISTA NI OÍDA AVENTURA , QUE
CON MAS POCO PELIGRO FUE ACABADA DE FA-
MOSO CABALLERO EN EL MUNDO , COMO LA QUE
▲CABO EL VALEROSO DON QUIXOTE DE LA
MANCHA.
XN o es posible , señor mió , sino que estas yerbas
dan testimonio de que por aquí cerca debe de es-
tur alguna fuente ó arroyo que estas yerbas hume-
dece , y asi sera bien que vamos un poco mas ade-
lante , que ya toparemos donde podamos mitigar
esta terrible sed que nos fatiga , que sin duda cau-
sa mayor pena que la hambre. Parecióle bien el
consejo á Don Quixote , y tomando de la rienda á
Rocinante , y Sancho del cabestro á su asno , des-
pués de haber puesto sobre él los relieves que de la
cena quedaron , comenzaron á caminar por el pra-
do arriba á tiento , porque la escuridad de la no-
che no les dexaba ver cosa alguna. Mas no hubie-
ron andado docientos pasos, quando llegó á sus oi-
PARTE I. CAPITULO XX. 77
dos un grande ruido de agua , como que de algu-
nos grandes y levantados riscos se despeñaba. Ale-
gróles el ruido en gran manera, y parándose á es-
cuchar acia qué parte sonaba , oyeron á deshora
otro estruendo que les aguo el contento del agua,
especialmente a Sancho , que naturalmente era me-
droso y de poco animo : digo que oyeron que da-
ban unos golpes á compás con un cierto cruxir de
hierros y cadenas, que acompañados del furioso es-
truendo del agua pusieran pavor a qualquier otro
corazón que no fuera el de Don Quixote. Era la
noche como se ha dicho escura , y ellos acertaron
á entrar entre unos arboles altos , cuyas hojas mo-
vidas del blando viento hacían un temeroso y man*
só^ ruido : de manera que la soledad ,' el sitio , la
escuridad , el ruido de la agua con el susurro de las
hojas , todo causaba horror y espanto, y mas quan-
do vieron que ni los golpes cesaban , ni el viento
dormía, ni la mañana llegaba , añadiéndose á todo
esto el ignorar el lugar donde se hallaban ; pero
Don Quixote , acompañado de su intrépido cora-
zón , saltó sobre Rocinante , y embrazando su ro-
dela , terció su lanzon , y dixo : Sancho amigo , has
de saber que yo naci por querer del cielo en esta
nuestra edad de hierro , para resucitar en ella la
de oro ó la dorada , como suele llamarse : yo soy
aquel para quien están guardados los peligros , las
grandes hazañas , los valerosos hechos : yo soy, di-
fo otra vez , quien ha de resucitar los de la Tabla
Redonda , los doce de Francia , y los nueve de la
Fama , y el que ha de poner en olvido los Plati-
res , los Tablantes , Olivantes y Tirantes , los Fe-
bos y Beüanises, con toda la caterva de los famo-
78 DON QXTIXOTE DE LA MANCHA.
sos caballeros andantes del pasado tiempo , hacien-
do en este en que me hallo tales grandezas , estra-
ñezas y fechos de armas , que escurezcan las mas
claras que ellos ficieron : bien notas , escudero fiel
1 y legal , las tinieblas desta noche , su estraño silen-
cio , el sordo y confuso estruendo destos arboles , el
temeroso ruido de aquella agua , en cuya busca ve-
nimos, que parece que se despeña y derrumba des-
de ios altos montes de la luna 1 , y aquel incesable
Íjolpear que nos hiere y lastima los oidos: las qua-
es cosas todas juntas y cada una por sí son bastan*
' tes a infundir miedo , temor y espanto en el pecho
del mismo Marte , quanto mas en aquel que no está
acostumbrado a semejantes acontecimientos y aven-
turas : pues todo esto que yo te pinto son incenti-
vos y despertadores de mi animo, que ya hace que
el corazón me reviente en el pecho con el deseo
que tiene de acometer esta aventura , por mas di-
ficultosa que se muestra : asique aprieta un poco
las cinchas a Rocinante , y quédate á Dios , y es-
pérame aqui hasta tres dias no mas , en los quales
si no vohriere , puedes tú volverte á nuestra aldea,
y desde allí por hacerme merced y buena obra
irás al Toboso , donde dirás á la incomparable se-
ñora mia Dulcinea : que su cautivo caballero mu-
rio por acometer cosas que le hiciesen digno de
poder llamarse suyo. Quando Sancho oyó las pa*
labras de su amo , comenzó á llorar con la mayor
1 De la luna. Alusión al rio Nilo que, naciendo en la
alta Etiopia en el monte de la lima según se creia añti-
% ¿uatnente [ Ptolomeo : Geograph. 1. IV. aljin] se precipi-
ta con estruendo impetuoso por dos cataratas ¡ó cascadas.
PARTE I. CAPITULO XX. 79
Jxraura del mundos y á decirle : señor, yo no sé
porqué quiere vuestra merced acometer esta tan
temerosa aventura? ahora es de noche , aqui no
nos ve nadie , bien podemos torcer el camino y des-
viarnos del peligro , aunque no bebamos en tres
dias : y pues no hay quien nos vea , menos habrá
quien nos note de cobardes : quanto mas que yo
he oido muchas veces predicar al Cura de nuestro
lugar , que vuestra merced muy bien conoce , que
quien buffa el peligro , perece en él : asique no es
bien tentar a Dios acometiendo tan desaforado he*
cho , donde no se puede escapar sino por milagro;
y basta los que ha hecho el cielo con vuestra mer-
ced en librarle de ser manteado como yo lo fui , y
en sacarle vencedor , libre y salvo de entre tantos
(enemigos como acompañaban al difunto ; y quan-
1 Del mundo. En este paso como en otros muchos imi-
tó Don Quixote a Amadis de Gaula , que disponiéndose
para la empresa de la altísima peña d~ la Doncella en-
cantada , dixo a Grasindor : yo quiero subir en esta ro-
ca ... y vos ruego que me aguardéis aqui hasta mañana en la
noche , que yo podre venir, 6 faceros señal desde arriba co-
mo me va : y si en este comedio , al tercero día no tornare,
podréis creer que mi hacienda no va bien. Quando la aven-
tura del Endriago , fue era un hombre monstruoso que te-
ma ti diablo en el cuerpo , y despoblada la Ínsula llama-
da del Diablo por hacer en ella su residencia , entrando
Amadis en un valle de una enriscada montaña y peñas
de muchas concavidades , dixo a su escudero : da voces,
Gandalin , porque por ellas podra ser que el Endriago á nos-
otros acudirá : é ruegote mucho que si aqui muriese , procu-
réis de llevar i mi señora Oriana mi corazón. Quando Gan-
dalin esto oyó , no solamente dio voces , mas mesando sus
cabellos , llorando dio grandes gritos , deseando su muerte an-
tes que ver la de aquel su señor, que tanto amaba. [Histo-
ria dt Amadis l. g. c, ffry /. 4. c . j jo.]
8o DON QUIXOtE DE LA MANCHA.
do todo esto no mueva ni ablande ese duro cora-
zón , muévale el pensar y creer que apenas se ha-
brá vuestra merced apartado de aquí , quando yo
de miedo dé mi anima a quien quisiere llevarla:
yo sali de mi tierra, y dexé hijos y muger por ve-
nir á servir á vuestra merced , creyepdo valer mas
y no menos ; pero como la cudicia rompe el saco,
a mí me ha rasgado mis esperanzas , pues quando
mas vivas las tenia de alcanzar aquella negra y mal»
hada4a Ínsula , que tantas veces vuesfte merced
me ha prometido , veo que en pago y trueco della
me quiere ahora dexar en un lugar tan apartado
del trato humano : por un solo Dios , señor mió,
que non se me faga tal desaguisado , y ya que del
todo no quiera vuestra merced desistir de acome-
ter este fecho , dilátelo alómenos hasta la mañana,
que á lo que á mí me muestra la ciencia que apren-
dí quando era pastor , nó debe de-haber desde aquí
al alba tres horas , porque la boca de la bocina está
encima de la cabeza , y hace la medianoche en la
linea del brazo izquierdo % . Cómo puedes tú , San-
cho , dixo Don Quixote , ver donde hace esa li-
nea , ni donde está esa boca ó ese colodrillo que
x Del brazo izquierdo. La constelación , llamada por
los astrónomos Ursa minar , y por los pastores Bocina ó Car-
ro menor, consta de ocho estrellas , inclusa la del norte 6
polar. Alrededor de esta voltean las otras siete \que forman
la figura de la bocina, cuerno, 6 colodrillo. Para conocer la
hora se figura una cruz, con su cabeza , pie y brazos iz-
quierdo y derecho ,y en su centro la estrella polar. Esta
cruz la figura también qualquier hombre. En ella se supo*
ntn quatro puntos principales \y al pasar por ellos la boca
de la bocina se conocen las horas de la noche con respecto
£ la estrella polar. En Agosto , que es quando parece su*
PAUTE I. CAPITULO XX. 8 1
dices , si hace la noche tan escura , que no parece
en todo el cielo estrella alguna? Asi es , dixo San-
cho; pero tiene el miedo muchos ojos, y ve las co-
sas debaxo de tierra quanto mas encima en el cie-
lo , puesto que por buen discurso bien se puede
entender que hay poco de aqui al dia. Falte lo
que faltare, respondió Don Quixote, que no se ha
de decir por mí ahora , ni en ningún tiempo , que
lagrimas y ruegos me apartaron de hacer lo que
debia á estilo de caballero : y asi te ruego , San-
cho, que calles, que Dios que me ha puesto en co-
razón de acometer ahora esta tan no vista y tan te-
merosa aventura , tendrá cuidado de mirar por mi
salud , y de consolar tu tristeza : lo que has de ha-
cer es apretar bien las cinchas á Rocinante , y que-
darte aqui , que yo daré la^ vuelta presto , ó vivo
ó muerto. Viendo pues Sancho la ultima resolu-
ción de su amo , y quan poco valian con él sus la-
grimas , consejos y ruegos , determinó de aprove-
charse de su industria , y hacerle esperar hasta el
dia si pudiese ; y asi quando apretaba las cinchas
al caballo , bonitamente y sin ser sentido ató con
el cabestro de su asno ambos pies á Rocinante de
manera , que quando Don Quixote se quiso partir
jio pudo , porque el caballo no se podia mover si-
no á saltos. Viendo Sancho Panza el buen suceso
de su embuste , dixo : ea , señor , que el cielo co-
movido de mis lagrimas y plegarias ha ordenado
•que no se pueda mover Rocinante , y si* vos que-
cedio esta aventura , está la boca de la bocina encima de
la cabeza de la cruz , haciendo algo mas de la mediano-
che en su brazo izquierdo : de modo que desde entonces d
la alba faltan como unas tres horas.
T. II, I
82 PON QUIXOTE D£ LA MANCHA*
reis porfiar, y espolear, y dalle , sera enojar á la for-
tuna , y dar coces como dicen contra el aguijón.
Desesperábase con esto Don Quixote , y por mas
que ponia las pierna? al caballo , menos le podía
mover , y sin caer en la cuenta de la ligadura tu-
bo por bien de sosegarse , y esperar ó a que ama-
neciese , ó a que Rocinante se menease , creyendo
sin duda que aquello venia de otra parte que de
la industria de Sancho ; y asi le dixo : pues asi es,
Sancho , que Rocinante no puede moverse , yo soy
contento de esperar á que ría el alba , aunque yo
llore lo que ella tardare en venir. No hay que llo-
rar , respondió Sancho , que yo entretendré a vues-
tra merced contando cuentos desde aqui al dia , si
ya no es que se quiere apear , y echarse á dormir
un poco sobre la verde yerba a uso de caballeros
andantes , para hallarse mas descansado quando lle-
gue el dia y punto de acometer esta tan déseme*
jable aventura que le espera. A qué llamas apear,
ó á qué dormir ? dixo Don Quixote : soy yo por
ventura de aquellos caballeros que toman reposo
en los peligros ? duerme tu que naciste para dor-
mir , ó haz lo que quisieres , que yo haré lo que
viere que mas viene con mi pretensión. No se eno-
je vuestra merced , señor mío , respondió Sancho»
que no lo dixe por tanto ; y llegándose a él , puso
la una mano en el arzón delantero y la otra en el
' opro , de modo que quedó abrazado con el muslo
izquierdo de su amo , sin osarse apartar del un de-
do : tal era el miedo que tenia á los golpes que to-
davía alternativamente sonaban. Dixole Don Qui-
xote que contase algún ' cuento para entretenerle,
como se lo había prometido. A lo qual Sancho di-
PARTE X. CAPITULO XX, 83
xo que si hiciera , si le dexara el temor de lo que
oia ; pero con todo eso yo me esforzaré a decir una
historia , que si la acierto á contar y no me van a la
mano , es la mejor de las historias , y esteme vues-
tra merced atento que ya comienzo.
Erase que se era , el bien que viniere para to-
dos sea , y el mal para quien lo fuere a buscar ; y
advierta vuestra merced , señor mió , que el prin-
cipio que los antiguos dieron á sus consejas no fue
asi, comoquiera , que fue una sentencia de Catón
Zonzorino, romano , que dice : y el mal para quien
le fuere á buscar % , que viene aqui como anillo al
dedo para que vuestra merced se esté quedo , y
no vaya á buscar el mal a ninguna parte , sino que
nos volvamos por otro camino , pues nadie nos fuer-
za á que sigamos este , donde tantos miedos nos
sobresaltan. Sigue tu cuento , Sancho , dixo Don
Quixote , y del camino que hemos de seguir de-
xame á mí el cuidado. Digo pues , prosiguió San-
cho , que en un lugar de Estremadura habia un
1 Para quien le fuere á buscar. Esta erudición excede
la capacidad de Sancho , que como buen prevaricador de
palabras llamó Zonzorino a Catón ¡pensorino. Rodrigo Ca-
ro [Dias Geniales : dialogo V. §. £I\ dice también que los
muchachos y tm gente rustica empezaba los cuentos con es*
ta entradilla : Erase lo que era : el mal que se vaya , el bieü
que se venga : el mal para los moros: el bien para nosotros;
y añade que en esto imitaban el dicho de Plutarco [wi
Symposia 6.~\\
Bulium foras , intro dividas & sanitatcm.
El mal vaya fuera , y venga adentro la salud y el
dinero. Y d Quinto Sereno Samonicoi
Sed fortuna potens ornen convertat in hostes.
Pero la fortuna poderosa convierta el mal agüero con"
tra los enemigos líos moros],
¥2
84 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
pastor cabrerizo , quiero decir que guardaba ca-
bras , el qual pastor ó cabrerizo , como digo de mi
cuento , se llamaba Lope Ruiz , y este Lope Ruiz
andaba enamorado de una pastera que se llamaba
Torralba, la qual pastora llamada Torralba era hi-
ja de un ganadero rico , y este ganadero rico
Si desa manera cuentas tu cuento , Sancho , dixo
Don Quixote , repitiendo dos veces lo que vas di-
ciendo , no acabarás en dos dias : dilo seguidamen-
re , y cuéntalo como hombre de entendimiento, y si
no , no digas nada. De la misma manera que yo lo
cuento , respondió Sancho, se cuentan en mi tierra
todas las consejas , y yo no sé contarlo de otra , ni
es bien que vuestra merced me pida que haga usoS^
nuevos. Di como quisieres , respondió Don Qui-
xote , que pues la suerte quiere que no pueda de-
xar de escucharte , prosigue. Asique , señor mió de
mi anima , prosiguió Sancho , que como ya tengo
dicho este pastor andaba enamorado de Torralba
la pastora , que era una moza rolliza , zahareña , y
tiraba algo a hombruna , porque tenia unos pocos
vigores , que parece que ahora la veo. Luego co-
nocistela tu ? dixo Don Quixote. No la conoci yo,
respondió Sancho ; pero quien me contó este cuen-
to me dixo. que era tan cierto y verdadero , que
podía bien quando lo contase á otro , afirmar y ju-
rar que lo había visto todo : asique yendo dias y
viniendo dias , el diablo , que no duerme y que to
do lo añasca , hizo de manera , que el amor que el
pastor tenia á la pastora se volviese en omecillo y
mala voluntad , y la causa fue según malas len-
guas una cierta cantidad de zelillos que ella le dio
tales , que pasaban de la raya , y llegaban á lo ve-
\
. PARTE I. CAPITULO XX. 85
dado ; y fue tanto lo que fel pastor la aborreció
de allí adelante , que por no verla se quiso ausen-
tar de aquella tierra , é irse donde sus ojos no la
viesen jamas : la Torralba , que se vio desdeñada
del Lope , luego le quiso bien mas que nunca, le
habia querido. Esa es natural condición de muge-
res , dixo Don Quixote , desdeñar a quien las quie-
re, y amar á quien las aborrece : pasa adelante , San*
cho. Sucedió , dixo Sancho , que el pastor puso por
obra su determinación , y antecogiendo sus cabras
se encaminó por los campos de Estremadura para
pasarse á los rey nos de Portugal. La Torralba que
lo supo se fue tras él , y seguíale a pie y descalza
desde lejos con un bordón en la mano , y con unas
alforjas al cuello , donde llevaba según es fama un
pedazo de espejo, y otro de un peyne ,y no sé qué
botecillo de mudas x para la cara ; mas llevase lo
que llevase , que yo no me quiero meter ahora en
averiguallo : solo diré que dicen que el pastar lle-
gó con su ganado á pasar el rio Guadiana , y en
aquella sazón iba crecido y casi fuera de madre , y
por la parte que llegó no habia barca ni barco , ni
quien le pasase a él ni a su ganado de la otra par*
te , de lo que se congojó mucho , porque veia que
z Mudas. Colores postizos con que las mugir es se pin-
tan las caras , cuyo vicio era todavía mas común en el
siglo pasado que ahora. Y decia una seguidilla , que lia*
miaban de eco , de las inventadas en tiempo de Cervantesx
A porfía se juntan
Todas las damas,
A porfía se juntan , untan
Todas las caras.
[Gonzalo Correas. Gramática Castellana, Biblioteca Realx
est. V. cod.262.fn lío.]
86 DON QI7IXOTE DE LA MANCHA.
la Torralba venía ya muy cerca , y le había de dar
mucha pesadumbre con sus ruegos y lagrimas ; mas
tanto andubo mirando , que vio un pescador que
tenía junto á sí un barco tan pequeño , que sola-
mente podían caber en él una persona y una ca-
bra ; y con todo esto le habló , y concertó con él
que , le pasase á él y á trecientas cabras que lleva-
ba. Entró el pescador en el barco , y pasó una ca-
bra , volvió , y pasó otra , torró á volyer , y tornó
4 pasar otra. Tenga vuestra mercad cuenta con las
cabras que el pescador va pasando , porque si se
pierde una de la memoria se acabará el cuento , y
no sera posible contar mas palabra del. Sigo pues,
y digo que el desembarcadero de la otra parte es-
taba lleno de cieno y resbaloso , y tardaba el pes-
cador mucho tiempo en ir y volver : con todo esto
volvió por otra cabra , y otra, y otra. Haz cuenta
que las pasó todas , dixo Don Quizóte , no andes
yendo y viniendo desa manera , que no acabarás de
pasarlas en un año. Quantas han pasado hasta aho-
ra ? dixo Sancho. Yo qué diablos sé, respondió Don
Quixote. He ahí lo que yo díxe , que tubiese bue-
na cuenta ; pues por Dios que se ha acabado el
cuento , que no hay pasar adelante. Como puede
ser eso? respondió Don Quixote : ¿tan de esencia
de la historia es saber las cabras que han pasado
por estenso , que si se yerra una del numero no pue-
des seguir adelante con la historia ? No señor , en
ninguna manera , respondió Sancho , porque asi co-
mo yo pregunté á vuestra merced que me dixese
quantas cabras habian pasado , y me respondió que
no sabia , ¿n aquel mismo instante se me fue 4 *ní
de la memoria quanto me quedaba por decir , y á
PARTE I. CAPITULO XX. 87
fe que era de mucha virtud y contento. De modo,
dixo Don Quixote , que ya la historia es acabada?
Tan acabada es como mi madre , dixo Sancho. Di-
gote de verdad , respondió Don Quixote , que tu
has contado una de las mas nuevas consejas , cuen-
to ó historia que nadie pudo pensar en el mundo,
y que tal modo de contarla ni dexarla jamas se po-
dra ver ni habrá visto en toda la vida , aunque no
esperaba yo otra cosa de tu buen discurso ; mas no
me marabillo , pues quiza estos golpes que no ce-
san té deben de tener turbado el entendimiento.
Todo puede ser , respondió Sancho; mas yo sé que
en lo de mi cuento no hay mas qué decir , que allí
se acaba do comienza el yerro de la cuenta del pa-
sage de las cabras ' . Acabe norabuena donde qui-
1 Pasage de las cabras. Este cuento no es á la verdad
original de Cervantes , pues aunque le varió y mejoró tan-
to y que le hizo suyo , tomó la sustancia de otro que se lee
en Le Cento Novelle antike , que se hallan al fin de Cento
Novelle scelte publicadas en venecia año de ij? 1. Dice
pues asi la novela XXXI* traducida del italiano en núes-
tra lengua : Tenia el señor Azzolino un fabulador »para que
le contase cuentos en las noches largas del hibierno. Sucedió
que una noche tenia este cuentista una gana extraordinaria de
dormir; y el señor Azzolino le instaba que le refiriese algu-
na historieta. Y él empezó á referir la de un aldeano , que te-
niendo cien monedas de oro , fue i una feria á comprar cer-
dos , en la qual le dieron dos por cada moneda. Al volver
con el ganado á casa , como hubiese crecido mucho el rio con
las lluvias , llegó á su orilla , y vio á un pobre pescador que
tenia un barco tan pequeño , que no cabia en él sino el aldea-
no y un cerdo. Empezó pues el aldeano á pasar con un cer-
do solo. £1 fio era ancho : y el aldeano iba tirando el barco,
y pasando. £1 señor Azzolino le dixo : pasad adelante con
el cuento. Y él respondió : dexad que pasen los cerdos, y des-
pués le proseguiré: y supuesto que no pasaran en un año, po-
88 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
siere , dixo Don Quixote , y veamos si se puede
mover Rocinante. Tornóle á poner las piernas , y
él tornó á dar saltos * y á estarse quedo : tanto es*
taba de bien atado. ,
En esto parece ser ó que el frió de la maña-
na que ya venia , ó que Sancho hubiese cenado al-
gunas cosas lenitivas, ó que fuese cesa natural ([que
es lo que mas se debe creer} á él le vino en volun-
tad y deseo de hacer lo que otro no pudiera ha*
cer por él ; mas era tanto el miedo que habia en*
trado en su corazón , que no osaba apartarse un
negro de uña de su amo ; pues pensar de no hacer
lo que tenia gana , tampoco era posible : y asi lo
que hizo por bien de paz fue soltar la mano dere-
cha , que tenia asida al arzón trasero , con la qual
bonitamente y sin rumor alguno se soltó la lazada
corrediza , con que los calzones se sostenían sin ayu-
da de otra alguna ; y en quitándosela , dieron lue-
go abaxo , y se le quedaron como grillos : tras esto
alzó la camisa lo mejor que pudo , y echó al ayre
entrambas posaderas , que no eran muy pequeñas:
hecho esto [que él pensó que era lo mas que tenia
que hacer para salir de aquel terrible aprieto y
demos entretanto dormir á nuestro sabor. JE l Ucencia Jo Alon-
so Fernandez de 'Avellaneda trata de ífay necio el cuen-
to referido por Cervantes [cap. XXI. p. J£ I *]y en com '
pe t encía cuenta él otro por boca también de Sancho de una
multitud de gansos , que tardaron no menos que dos años
en pasar uno a uno por una puente muy angosta ; pero lo
cuenta con poca gracia , con menos agudeza , y con su es*
tilo trivial y desaliñado. Sinembargo dice que lo hace pa+
va que se conozca la diferencia del uno al otro , y solo con-
sigue que se conozca lo mucho que ciega el amor propio i
algunos patrañeros*
. PARTE I. CAPITULO XX. 89
angustia} le sobrevino otra mayor , que fue que le
pareció que no podía mudarse sin hacer estrepito
y ruido , y comenzó á apretar los dientes y enco-
ger los hombros , recogiendo en sí el aliento todo
quanto podía ; pero con todas estas diligencias fue
taii desdichado , que al cabo al cabo vino a hacer
un poco de mido , bien diferente de aquel que á
él le ponia tanto miedo. Oyólo Don Quixote , y
dixo : qué rumor es ese , Sancho? No sé , señor,
respondió él : alguna cosa nueva debe de ser , que
las aventuras y desventuras nunca comienzan por
poco. Tornó otra vez á probar ventura , y suce-
dióle tan bien , que sin mas ruido ni alboroto que
el pasado se halló libre de la carga que tanta pe-
sadumbre le habia dado ; mas como Don Quixote
tenia el sentido del olfato tan vivo como el de los
oidos , y Sancho estaba tan junto y cosido con él,
que casi por linea recta subían los vapores acia ar-
riba , no se pudo escusar de que algunos no llega-
sen á sus narices ; y apenas hubieron llegado, quan-
do él fue al socorro apretándolas entre los dos de-
dos , y con tono algo gangoso dixo : pareceme,
Sancho , que tienes mucho miedo. Si tengo , res-
pondió Sancho : mas en qué lo echa de ver vues-
tra merced ahora mas que nunca ? En que ahora
mas que nunca hueles , y no á ámbar , respondió
Don Quixote. Bien podra ser , dixo Sancho ; mas
yo no tengo la culpa , sino vuestra merced que
me trae á deshoras y por estos no acostumbrados
pasos. Retírate tres ó quatro alia , amigo , dixo
Don Quixote [todo esto sin quitarse los dedos de
las narices] y desde aqui adelante ten mas cuenta
con tu persona , y con la que debes á la mia , que
90 DON QUIXOTE 'DE LA MANCHA.
la mucha conversación que tengo contigo ha en-
gendrado este menosprecio. Apostaré , replicó San-
cho , que piensa vuestra merced que yo he hecho
de nú persona alguna cosa que no deba. Peor es
meneallo , amigo Sancho , respondió Don Quixo-
te. En estos coloquios y otros semejantes pasaron
la noche amo y mozo ; mas viendo Sancho que á
mas andar se venia la mañana , con mucho tiento
desligó á Rocinante , y se ató los calzones. Como
Rocinante se vio libre , aunque él de suyo no era
nada brioso , parece que se resintió , y comenzó á
dar manotadas , porque corvetas con perdón suyo
no las sabía hacer. Viendo pues Don Quixote que
ya Rocinante se movia , lo tubo á buena señal , y
creyó que lo era de que acometiese aquella teme-
rosa aventura.
Acabó en esto de descubrirse el alba , y de pa-
recer distintamente las cosas , y vio Don Quixote
que estaba entre unos arboles altos que eran casta-
ños , que hacen la sombra muy escura : sintió tam-
bién que el golpear no cesaba , pero no vio quien
lo podía causar ; y asi sin mas detenerse hizo sen-
tir las espuelas á Rocinante , y tornando á despe-
dirse de Sancho , le mandó que allí le aguardase
tres días á lo mas largo , como ya otra vez se lo ha-
bía dicho ; y que si al cabo dellos no hubiese vuel-
to , tubiese por cierto que Dios habia sido servido
de que en aquella peligrosa aventura se le acaba-
sen sus días : tornóle á referir el recado y emba-
xada que habia de llevar de su parte a su señora
Dulcinea , y que en lo que tocaba á la paga de
sus servicios no tubiese pena , porque él habia de-
xado hecho su testamento antes que saliera de su
i
j
PARTE 1. CAPITULO XX. 9 1
lugar 9 donde se hallaría gratificado de todo lo to-
cante á su salario , rata por cantidad del tiempo que
hubiese servido; pero que si Dios le sacaba de aquel
peligro sano y salvo y sin cautela , se podia tener
por muy mas que cierta la prometida ínsula. De-
nuevo tornó á llorar Sancho , oyendo depuevo las
lastimeras razones de su buen señor , y determinó
de no dexarle hasta el ultimo transito y fin de aquel
negocio. Destas lagrimas y determinación tan hon-
rada de Sancho Panza saca el autor desta historia
que debia de ser bien nacido , y por lo menos cris-
tiano viejo : cuyo sentimiento enterneció algo a su
amo , pero no tanto que mostrase flaqueza alguna,
antes disimulando lo mejor que pudo comenzó á
caminar acia la parte por donde le pareció que el
ruido del agua y del golpear venia. Seguíale San-
cho a pie , llevando como tenia de costumbre del
cabestro á su jumento , perpetuo compañero de sus
prosperas y adversas fortunas ; y habiendo andado
una buena pieza por entre aquellos castaños y ar-
boles sombríos , dieron en un pradecillo que al pie
de unas altas peñas se hacia , de las quales se pre-
cipitaba un grandísimo golpe de agua : al pie de
las peñas estaban unas casas mal hechas , que mas
parecían ruinas de edificios que casas , de entre las
quales advirtieron que salía el ruido y estruendo
de aquel golpear que aun no cesaba. Alborotóse
Rocinante con el estruendo del agua y de los gol-
pes , y sosegándole Don Quixote se fue llegando
poco á poco á las casas , encomendándose de todo
corazón á su señora , suplicándole que en aquella
temerosa jornada y empresa le favoreciese , y de ca-
mino se encomendaba también á Dios que tío le
9* DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
olvidase. No se le quitaba Sancho del lado , el
qual alargaba quanto podía el cuello y la vista por
entre las piernas de Rocinante , por ver si vería ya
lo que tan suspenso y medroso le tenia. Otros cien
pasos serian los que andubieron , quando al doblar
de una punta pareció descubierta y patente la mis-
ma causa , sinque pudiese ser otra de aquel horrí-
sono y para, ellos espantable ruido , que tan suspen-
sos y medrosos toda la noche los habia tenido ; y
eran [si no lo has, ó lector, por pesadumbre y enojo]
seis mazos de batan , que con sus alternativos gol-
pes aquel estruendo formaban. Quando Don Qui-
xote vio lo que era , enmudeció y pasmóse de. arri-
ba abaxo. Miróle Sancho , y vio que tenia la cabe-
za inclinada sobre el pecho con muestras de estar
corrido. Miró también Don Quixote á Sancho , y
viole que tenia los carrillos hinchados y la boca
. llena de risa con evidentes señales de querer re-
ventar con ella; y no pudo su melancolía tanto con
él , que á la vista de Sancho pudiese dexar de reír-
se : y como vio Sancho que su amo habia comen-
zado , soltó la presa de manera , que tubo necesi-
dad de apretarse las ijadas con los puños por no
. reventar riyendo : quatro veces sosegó , y otras tan-
tas volvió á su risa con el mismo ímpetu que pri-
mero : de lo qual ya se daba al diablo Don Qui- .
xote , y mas quando le oyó decir como por modo
de fisga : has de saber , ó Sancho amigo , que yo
naci por querer del cielo en esta nuestra edad de
hierro para resucitar en ella la dorada ó de oro:
yo soy aquel para quien están guardados los peli-
gros , las hazañas grandes , los valerosos fechos : y
por aquí fue repitiendo todas ó las mas razones que
PARTE I. CAPITULO XX. £3
Don Quixote dixo la vez primera que oyeron los
temerosos golpes. Viendo pues Don Quixote que
Sancho hacia burla del , se coírio y enojó en tanta
manera , que alzó el lanzon , y le asento dos palos
tales , que si como los recibió en las espaldas , los
recibiera en la cabeza , quedara libre de pagarle el
salario , si no fuera á sus herederos. Viendo Sancho
que sacaba tan malas veras de sus burlas , con te-
mor de que su amo no pasase adelante en ellas,
con mucha humildad le dixo : sosiegúese vuestra
merced , que por Dios que me burlo. Pues porque
os burláis no me burlo yo , respondió Don Qui-
xote. Venid acá , señor alegre : ¿ pareceos á vos
que si como estos fueron mazos de batan , fueran
otra peligrosa aventura , no habia yo mostrado el
animo que convenia para emprendella y acaballa?
¿ estoy yo obligado adicha , siendo «orno soy caba-
llero, a conocer y distinguir los sones, y saber qua-
les son de batanes ó no ? y mas que podría ser , co-
mo es verdad , que no los he visto en mi vida , co-
mo vos los habréis visto , como villano ruin que
sois , criado y nacido entre ellos : sino haced vos
que estos seis mazos se vuelvan en seis jayanes , y
echádmelos á las barbas uno a uno , ó todos jun-
tos , y quando yo no diere con todos patas arriba,
haced de mí la burla que quisieredes. No haya
mas , señor mió , replicó Sancho , que yo confieso
que he andado algo risueño en demasía ; pero dí-
game vuestra merced ahora que estamos en paz,
asi Dios le saque de todas las aventuras que le su-
cedieren tan sano y salvo como le ha sacado des-
ta , no ha sido cosa de reir , y lo es de contar , el
gran miedo que hemos tenido? alómenos el que yo
\
94 DON QUIXOTE DE LA MANCHA,
tutíe , que de vuestra merced ya yo sé que no le
conoce , ni sabe qué es temor ni espanto. No nie-
go yo , respondió Pon Quixote , que lo que nos
ha sucedido no sea cosa digna de risa ; pero no es
digna de contarse , que no son todas las personas
tan discretas que sepan poner en su punto las co-
sas. Alómenos , respondió Sancho , supo vuestra
merced poner en su punto el lanzon , apuntándome
á la cabeza , y dándome en las espaldas : gracias á
Dios y a la diligencia que puse en ladearme ; pe-
ro vaya que todo saldrá en la colada , que yo he
oido decir : ese te quiere bien que te hace llorar,
y mas que suelen los principales señores tras una
mala palabra que dicen á un criado > darle luego
unas calzas , aunque no sé lo que le suelen dar tras
haberle dado de palos , si ya no es que los caba-
lleros andante* dan tras palos Ínsulas, ó rey nos en
tierrafirme. Tal podría correr el dado , dixo Don
Quixote , que todo lo que dices viniese á ser ver-
dad : y perdona lo pasado , pues eres discreto , y
sabes que los primeros movimientos no son en ma-
no del hombre ; y está advertido de aqui adelante
en una cosa , para que te abstengas y reportes en
el hablar demasiado conmigo , que en quaiftos li-
bros de caballerías he leido , que son infinitos , ja-
mas he hallado que ningún escudero hablase tanto
con su señor como tú con el tuyo , y en verdad
que lo tengo á gran falta tuya y mia : tuya , en
que me estimas en poco : mia , en que no me de-
xo estimar en mas : sí , que Gandalin , escudero de
Amadis de Gaula , conde fue de la ínsula Firme,
y se lee del que siempre hablaba á su señor con la
gorra en la manó , inclinada la cabeza y doblado
PARTE I. CAPITULO XX. 95
el cuerpo more turquesco : pues qué diremos de
Gasabal , escudero de D. Galaor , que fue tan ca-
llado , que para declararnos la escelencia de su ma-
rabilloso silencio , sola una vez se nombra su nom-
bre en toda aquella tan grande como verdadera
historia? de todo lo que he dicho has de inferir,
Sancho , que es menester hacer diferencia de amo
á mozo , de señor a criado , y de caballero ,á escu-
dero : asique desde hoy en adelante nos hemos de
tratar con mas respeto , sin darnos cordelejo , por-
que de cualquiera manera que yo me enoje con
vos , ha de ser mal para el cántaro : las mercedes y
beneficios que yo os ne prometido llegarán á su
tiempo ; y si no llegaren , el salario alómenos no
se ha de perder , como ya os he dicho. Está bien
quanto vuestra merced dice , dixo Sancho ; pero
querría yo saber £ por si acaso no llegase el tiem-
po de las mercedes ,y fuese necesario acudir al de
los salarios] quanto ganaba un escudero de un ca-
ballero andante en aquellos tiempos , y si se con-
certaban por meses, ó por dias como peones de al-
bañir. No creo yo , respondió Don Quixote , que
jamas los tales escuderos estubieron á salario , sino
á merced ; y si yo ahora te le he señalado á tí en
el testamento cerrado que dexé en mi casa, fue por
lo que podria suceder , que aun no sé cómo prue-
ba en estos tan calamitosos tiempos nuestros la ca-
ballería , y no querría que por pocas cosas penase
mi anima en el otro mundo ; porque quiero que
sepas , Sancho , que en él no hay estado mas peli-
groso que el de los aventureros. Asi es verdad , di-
xo Sancho , pues solo el ruido de los mazos de un
b^tan pudo alborotar y desasosegar el corazón de
96 DON QUIXOTE VE LA MANCHA.
un tan valeroso andante aventurero como es vues-
tra merced ; mas bien puede estar seguro que de
aquí adelante no despliegue mis labios para hacer
donayre de las cosas de vuestra merced, si no fuere
para honrarle como á mi amo y señor natural. De-
sa manera , replicó Don Quixote , vivirás sobre la
haz de la* tierra , porque después de á los padres á
los amos se ha de respetar como si lo fuesen.
CAPITULO XXL
QUE TRATA DE LA ALTA AVENTURA Y RICA GA-
NANCIA DEL YELMO DE M?MBRINO , CON OTRAS
COSAS SUCEDIDAS A NUESTRO INVENCIBLE
CABALLERO.
JtLn esto comenzó á llover un poco , y quisiera
Sancho que se entraran en el molino de los bata-
nes ; mas habíales cobrado tal aborrecimiento Don
Quixote por la pasada burla, que en ninguna ma-
nera quiso entrar dentro ,y asi torciendo el camino
á la derecha mano , dieron en otro como el que ha*
bian llevado el dia de antes. De allí a poco descu-
brió Don Quixote un hombre á caballo , que traía
en la cabeza una cosa que relumbraba como si fue-
ra de oro ; y aun él apenas le hubo visto , quando
se volvió á Sancho y le dixo : pareceme , Sancho,
que no hay refrán que no sea verdadero , porque
todos son sentencias sacadas de la misma esperien-
cia, madre de las ciencias todas, especialmente aquel
que dice : donde una puerta se cierra otra se abre:
digolo porque si anoche nos cerró la ventura la
puerta de la que buscábamos engañándonos con les
. PARTE X. CAPITULO XXI. 97
batanes , ahora nos abre de par en par otra para otra
mejor y mas cierta aventura , que si yo no acertare
á entrar por ella, mia sera la culpa , sinque la pue-
da dar á la poca noticia de batanes ni a la escuri-
dad de la noche : digo esto , porque si no me enga-
ño acia nosotros viene uno que trae en su cabeza
puesto el yelmo de Mambrino 1 sobre que yo hice
el juramento que sabes. Mire vuestra merced bien
lo que dice , y mejor lo que hace , dixo Sancho,
que no querría que fuesen otros batanes que nos
acabasen de batanar y aporrear el sentido. Valate
el diablo por hombre , replicó Don Quixote : qué
va de yelmo a batanes? No sé nada , respondió
Sancho ; mas á fe que si yo pudiera hablar tanto co-
mo solía , que quiza diera tales razones , que vues-
tra merced viera que se engañaba en lo que dict.
Como me puedo engañar en lo que digo , trai-
dor escrupuloso? dixo Don Quixote: dime ¿no ves
aquel caballero que acia nosotros viene sobre un
caballo rucio rodado , que trae puesto en la cabeza
un yelmo de oro ? Lo que yo veo y columbro , res-
1 Yelmo de Mambrino. Yelmo encantado , que hizo /»-
vulnerable al Rey moro Mambrino que le usaba \y asi Gra-
das* , Rey también de moros , sarracenos 6 paganos , tam-
poco pudo matar d Reynaldos que le llevaba puesto , y se
le había quitado á Mambrino , como dice Mateo Boyardo
\Orlando Enamorado lib, 1. cant.jf."] según la traducion
de Francisco Garrido de Vtllena:
El fuerte Sarracino
Con gran furia le dio un golpe de espada»
£ cae amortescido el Paladino,
Que jamas recibió tan gran porrada:
Por el yelmo encantado de Mambrino
Tubo esta vez la vida asegurada.
T. II. Q
98 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
pondio Sancho , no es sino un hombre sobre un as~
no pardo como el mío , que trae sobre la cabeza
una cosa que relumbra. Pues ese es el yelmo de
Mambrino, dixo Don Quixote : apártate a una par-
te, y dexame con él á solas, verás quan sin hablar
palabra por ahorrar del tiempo concluyo esta aven-
tura , y queda por mió el yelmo que tanto he de-
seado. Yo me tengo en cuidado el apartarme , re-
plicó Sancho ; mas quiera Dios torno á decir que
orégano sea, y no batanes. Ya os he dicho, herma-
no , que no me mentéis ni por pienso mas eso de
los batanes , dixo Don Quixote : que voto .... y
no digo mas, que os batanee el alma. Calló Sancho
con temor que su amo no cumpliese el voto , que
le habia echado redondo como una bola. Es pues
il caso, que el yelmo y el caballo y caballero que
Don Quixote veía, era esto: que en aquel contor-
no habia dos lugares , el uno tan pequeño , que ni
tenia botica ni barbero, y el otro, que estaba junto
á él , si ; y asi el barbero del mayor servia al me-
nor , en el qual fubo necesidad un enfermo de san-
grarse , y otro de hacerse la barba , para lo qual ve-
nia el barbero , y traia una bada de azófar ; y qui-
so la suerte que al tiempo que venia comenzó á
llover , y porque no se le manchase el sombrero,
que debia de ser nuevo , se puso la bacía sobre la
cabeza , y como estaba limpia desde media legua
relumbraba ; venia sobre un asno pardo , como San-
cho dixo : y esta fue la ocasión que á Don Quixo-
te le pareció caballo rucio rodado , y caballero , y
el yelmo de oro [que todas las cosas que veía , con
mucha facilidad las acomodaba á sus desvariadas
caballerías y mal andantes pensamientos} : y quan-
PARTE I. CAPITULO XXX. 99
do él vio que el pobre caballero llegaba cerca , sin
ponerse con él en razones , á todo correr de Roci-
nante le enristró con el lanzon bazo , llevando in-
tención de pasarle de parte á parte ; mas quando
á él llegaba , sin detener la furia de su carrera le
dixo : defiéndete , cautiva criatura , ó entriegame
de tu voluntad lo que con tanta razón se me de-
be. 51 barbero , que tan sin pensarlo ni temerlo vio
venir aquella fantasma sobre sí , no tubo otro re-
medio para poder guardarse del golpe de la lanza,
sino fue el dexarse caer del asno abaxo;y n^ hubo
tocado al suelo , quando se levantó mas ligero que
un gamo, y comenzó á correr por aquel llano, que.
no le alcanzara el viento. Dexose la bacia en el
suelo , con la qual se contentó Don Quixote , y di*
xo que el pagano habia andado discreto , y que
había imitado al castor , el qual viéndose acosado
de los cazadores se taraza y corta con los dientes
aquello por lo que él por distinto natural sabe que
es perseguido : mandó á Sancho que alzase el yel-
mo. El qual tomándole en las manos <3Exo : por
Dios que la bacia es buena , y que vale un real de
á ocho, como un maravedí ; y dándosela á su amo,
se la puso luego en la cabeza , rodeándola á una
parte y á otra buscándole el encaxe, y como no se
le hallaba dixo : sin duda que el pagano , á cuya
medida se forjó primero esta famosa celada ; debía
de tener grandísima cabeza, y lo peor dello es que
le falta la mitad. Quando Sancho oyó llamar a la
bacia celada, no pudo tener la risa; mas vínosele á
las mientes la colera de su amo , y calló en la mi-
tad della. De qué te ries, Sancho? dixo Don Qui-
xote. Rióme , respondió él , de considerar la gran
G 2
I OO DON QUIXOTE D£ LA MANCHA.
cabeza que tenia el pagano , dueño deste almete,
, que np semeja sino una bada de barbero pintipa-
rada. Sabes qué imagino , Sancho ? que esta famo-
sa pieza deste encantado yelmo por algún estre-
no acídente debió de venir á manos de quien no
supo conocer ni estimar su valor , y sin saber lo
que hacia viéndola de oro purísimo debió de fun-
dir la otra mitad para aprovecharse del precio , y
de la otra mitad hizo esta que parece bacia de bar-
bero , como tu dices ; pero sea lo que fuere , que
para mí que la conozco no hace al caso su trans-
mutación , que yo la aderezaré en el primer lugar
donde haya herrero , y de suerte que no le haga
ventaja ni aun le llegue la que hizo y forjó el
dios de las herrerías para el dios de las batallas : y
en este entretanto la traeré como pudiere , que mas
vale algo que no nada , quanto mas que bien sera
bastante para defenderme de alguna pedrada. Eso
sera , dixo Sancho , si no se tira con honda , como
se tiraron en la pelea de los dos exercitos , quando
le santiguaron á vuestra merced las muelas , y le
rompieron el alcuza , donde venia aquel benditísi-
mo brebage que me hizo vomitar las asaduras. No
me da mucha pena el haberle perdido , que ya sa-
bes tú , Sancho , dixo Don Quixote , que yo tengo
la receta en la memoria. También la tengo yo , res-
pondió Sancho ; pero si yo le hiciere ni le proba-
re mas en mi vida , aquí sea mi hora : quanto mas
que no pienso ponerme en ocasión de haberle me-
nester , porque pienso guardarme con todos mis
cinco sentidos de ser fendo , ni de ferir a nadie : de
lo del ser otra vez manteado no digo nada , que se-
mejantes desgracias mal se pueden prevenir ; y si
r
4
PARTE I. CAPITULO XXI. I Oí
vienen , no hay que hacer otra cosa sino encoger
Jjps hombros , detener el aliento , cerrar los ojos , y
aexarse ir por donde la suerte y la manta nos lle-
vare. Mal cristiano eres , Sancho , dixo oyendo esto
Don Quixpte , porque nunca olvidas la injuria que
una vez te han hecho ; pues sábete que es de pe-
chos nobles y generosos no hacer caso de niñerías:
qué pie sacaste coxo? qué costilla quebrada? qué
cabeza rota para que no se te olvide aquella bur-
la? que bien apurada la cosa burla fue y pasatiem-
po , que á no entenderlo yo asi , ya yo hubiera
vuelto alia , y hubiera hecho en tu venganza mas
daño, que el que hicieron los griegos por la robada
Elena : la qual si fuera en este .tiempo , ó mi Dul-
cinea fuera en aquel , pudiera estar segura que no
tubiera tanta fama de hermosa como tiene : y aquí
dio un suspiro , y le puso en las nubes. Y dixo
Sancho : pase por burlas , pues la venganza no pue-
de pasar en veras ; pero yo sé de qué calidad fue-
ron las veras y las burlas , y sé también que no se
me caerán de la memoria , como nunca se quitarán
de las espaldas : pero dexando esto a parte , dígame
vuestra merced qué haremos deste caballo rucio
rodado , que parece asno pardo , que dexó aquí des-
amparado aquel Martino que vuestra merced, der-
ribó , que según él puso los pies en polvorosa , y
cogió las x de Villadiego , no lleva pergenio de vol-
ver por él jamas , y para mis barbas si no es bueno
el rucio. Nunca yo acostumbro , dixo Don Quixo-
te , despojar a los que venzo , ni es uso de caballe-
ría quitarles los caballos y dexarlos á pie : si ya no
x Las. Esto es *. las calzas.
«O* DON QUIXOTE BE LA MANCHA.
fuese que el vencedor hubiese perdido en la pen-
dencia el suyo , que en tal caso licito es tomar q^
del vencido , como ganado en guerra licita : asi-
que, Sancho, dexa ese caballo , ó asno , ó lo que tá
quisieres que sea , que como su dueño nos vea alon-
gados de aaui , volverá por él. Dios sabe si qui-
siera llevarle , replicó Sancho , ó por lo menos tro*
calle con este mió , que no me parece tan bueno:
verdaderamente que son estrechas las leyes de ca-
ballería , pues no se estienden á dexar trocar un as-
no por otro , y querría saber si podría trocar los
aparejos siquiera. En eso no estoy muy cierto , res-
pondió Don Quixote ; y en caso de duda , hasta
estar mejor informado digo que los trueques , si es
que tienes dellos necesidad estrema. Tan estrema
es , respondió Sancho , que si fueran para mi mis-
ma persona no los hubiera menester mas : y luego
habilitado con aquella licencia hizo mutatio capa-
rum , y puso su jumento á las mil lindezas , de-
jándole mejorado en tercio y quinto. Hecho esto
almorzaron las sobras del real que del acémila des-
pojaron ' , bebieron del agua del arroyo de los ba-
tanes , sin volver la cara á mirallos : tal era el abor-
recimiento que les tenían por el miedo en que los
habían puesto; y cortada la colera y aun la malen-
colia subieron a caballo, y sin tomar determinado
camino £ por ser muy de caballeros andantes el no
tomar ninguno cierto] se pusieron a caminar por
donde la voluntad de Rocinante quiso % que se
i Despojaron. Metáfora tomada de los soldados , que
despojan el real 6 campo de los enemigos , donde suelen ha-
llar abundancia de provisiones,
2 Quiso. Como Roldan , que se fiíe á mas andar por don-
PARTE X» CAPITULO XXI. IO3
llevaba tras sí la de su amo , y aun la del asno,
que siempre le seguía por dondequiera que guia-
ba en buen amor y compañía : con todo esto vol-
vieron al camino real , y siguieron por él á la ven-
tura sin otro designio alguno.
Yendo pues asi caminando ', dixo Sancho á su
amo : señor , quiere vuestra merced darme licencia
que departa un poco con él? que después que me
puso aquel asjfero mandamiento del silencio, se me
han podrido mas de quatro cosas en el estomago,
y una sola que ahora tengo en el pico de la len-
gua, no querría que se malograse. Dila, dixo Don
Quixote, y sé breve en tus razonamientos , que nin-
guno hay gustoso si es largo. Digo pues , señor,
respondió Sancho, que de algunos dias a esta par-
te ¿e considerado quan poco se gana y grangea de
andar buscando estas aventuras , que vuestra mer-
ced busca por estos desiertos y encrucijadas de ca-
minos , donde ya que se venzan y acaben las mas
peligrosas , no hay quien las vea ni sepa ; y asi se
han de quedar en perpetuo silencio , y en perjui-
cio de la intención de vuestra merced , y de lo que
ellas merecen : y asi me parece que seria mejor
[salvo el .mejor parecer de vuestra merced! que
nos fuésemos á servir á algún emperador , ó a otro
principe grande que tenga alguna guerra , en cu-
yo servicio vuestra merced muestre el valor de n
persona , sus grandes fuerzas y mayor entendimien-
to : que visto esto del señor á quien serviremos,
de el caballo le llevaba [Espejo de Caballerías l. sl* e. jtfjr
y como el Caballero del Febo, que dex6 la rienda al caba-
llo , para que guiase á la parte, que mas su voluntad quisie-
se. [P.Zf. /. /. c. 4.]
/
1 04 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
por fuerza nos ha de remunerar á cada qual según
sus méritos : y allí no faltará quien ponga en escri-
to las hazañas de vuestra merced para perpetua
memoria : de las mías no digo nada, pues no han
de salir de los limites escuderiles ; aunque sé decir
que si se usa en la caballería escribir hazañas de
escuderos , que no pienso que se han de quedar las
mias entre renglones. No dices mal , Sancho f res-
pondió Don Quizóte ; mas antes que se llegue á
ese término es menester andar por el mundo como
en aprobación buscando las aventuras , para que
acabando algunas se cobre nombre y fama tal , que
quando se fuere á la corte de algún gran monar-
ca , ya sea el caballero conocido por sus obras ; y
que apenas le hayan visto entrar los muchachos
4 por la puerta de la ciudad , quando todos le sigan
}r rodeen dando ¿roces , diciendo : este es el cabal-
lero del Sol « , ó de la Serpiente * , ó de otra in-
signia alguna , debaxo de la qual hubiere acabado
grandes hazañas : este es , dirán , el que venció en
singular batalla al gigantazo Brocabruno de la gran
fuerza : el que desencantó al gran Mameluco de
Persia del largo encantamento en que habia estado
casi novecientos años ; asique de mano en mano
irán pregonando sus hechos , y luego al alboroto
fl El caballero del Sol. Llamado asi , porque trata en
escudo un sol figurado con rayos resplandecientes. In-
trodúcese en Palmerín de Oliva, [cap . 4jJ]
2 O de la Serpiente. En la edición primera de 1604.
se dice de la Sierpe. Enmendólo el autor en la del año de
'160 8. porque quiso aludir a Esplandian , llamado el Ca-
ballero de la Serpiente, como se ve en los cap, 147* y 248.
Hago saber, dice Radian , i tí el Caballero Serpentino, que
h fusta de la gran Serpiente mandas y señoreas &c
PARTE X. CAPITULO XXt. X05
ele los muchachos y de la demás gente se parará á
las fenestras de su Real palacio el Rey de aquel
reyno : y asi como vea al caballero , conociéndole
por las armas ó por la empresa del escudo , forzó-
N sámente ha de decir : ea , sus x , salgan mis caballe-
ros quantos en mi corte están á recebir á la flor de
la caballería que allí viene : a cuyo mandamiento
saldrán todos , y él llegará hasta la mitad de la
escalera , y le abrazará estrechisimamente , y le da-
la paz besándole en el rostro* , y luego le llevará
por la mano al aposento de la señora Keyna, adon-
de el caballero la hallará con la Infanta su hija,
3ue ha de ser una de las mas fermosas y acabadas
encellas , que en gran parte de lo descubierto de
la tierra a duras penas se puede hallar : sucederá
tras esto luego en continente que ella ponga los
ojos en el caballero , y él en los della , y cada uno
parezca á otro cosa mas divina que humana , y sin
* saber cómo ni cómo no han de quedar presos y
enlazados en lá intricable red amorosa , y con gran
cuita en sus corazones por no saber cómo "se han
de fablar para descubrir sus ansias y sentimientos:
desde alli le llevarán sin duda á algún quarto del
palacio ricamente aderezado , donde habiéndole
quitado las armas , le traerán un rico mantón de
escarlata con que se cubra : y si bien pareció arma*
do , tan bien y mejor ha de parecer en farseto ' :
«
1 Sus. ínter jecion ya desusada , que viene acaso del
adverbio sursum : arriba.
2 Besándole en el rostro. Asi como lo hizo el Rey Li-
suarte con el doncel Esplandian, que Je tomó por la cabeza»
7 llególe á sí, y besóle en la faz. [Amadis de Gaula cu?.]
$ Farseto. Voz italiana ; jubón en castellam.
1 06 DON QUIXOTÉ DE LA MANCHA.
venida la noche cenará con el Rey, Reyna é Infan-
ta , donde nunca quitará los ojos della , mirándola
á furto de los circunstantes , y ella hará lo mismo
con la misma sagacidad , porque como tengo dicho
es muy discreta doncella : levantarse han las ta-
blas , y entrará á deshora por la puerta de la sala
un feo y pequeño enano* con una fermosa dueña,
que entre dos gigantes detras del enano viene coa
cierta aventura hecha por un antiquísimo sabio,
que el que la acabare sera tenido por el mejor ca-
ballero del mundo : mandará luego el Rey que to-
dos los que están presentes la prueben , y ninguno
le dará nn y cima sino el caballero huésped en mu-
cho pro de su fama , de lo qual quedará contentí-
sima la Infanta , y se tendrá por contenta y paga-
da ademas por haber puesto y colocado sus pen-
samientos en tan alta parte : y lo bueno es que este
Rey ó Principe , ó lo que es , tiene una muy reñi-
da guerra con otro tan poderoso como él , y el ca-
ballero huésped le pide £ al cabo de algunos días
i Feo y pequeño enano. Venían con la doncella [st dice
$n el cap. oj. P. II. de Amadis de Grecia] dos enanos tan
feos , que espanto ponían. De los libros de caballerías se in-
troduxo acaso después en los palacios de los Reyes y gran-
des señores la moda de los enanos y de las enanas , que
tanto privó en España. Felipe III. tenia uno de estraña
pequenez, llamado Simón Bonami, a quien kisto un epitafio
JD. Luis de Gongora ^que se halla al fin de sus romances,
y á quien cierto autor nuestro dedicó un libro , diciendole
que no estr arfase su dedicatoria , supuesto que Pedro Are-
tino había dedicado el suyo duna mona. Murió este enano
por los años de 16 16. según dice el Dr. Cristóbal Suarez
de Figueroa, que por su pequenez le llama átomo de cria-
tura: vislumbre de niño,^ deseaba también dedicarle su li-
bro , eligiéndole por su Mecenas. [El Pasageroxf. ¡fa.]
r
PARTS I. CAPITULO . XXI. 10 J
que ha estado en su corte 3 licencia para ir a ser-
virle en aquella guerra dicha : clárasela el Rey de
muy buen talante , y el caballero le besará corta-
mente las manos por la merced que le face : y aque-
lla noche se despedirá de su señora la Infanta por
las rejas de un jardín , que cae en el aposento don-
de ella duerme , por las quales ya otras muchas ve-
ces la habia fablado , siendo medianera y sabidora
de todo una doncella de quien la Infanta mucho
se fia ■ : suspirará él , desmayaráse ella, traerá agua
la doncella, acuitaráse mucho porque yiene la ma-
ñana , y no querría que fuesen descubiertos por la
honra de su señora : finalmente la Infanta volverá
en sí , y dará sus blancas manos por la reja al ca-
ballero , el qual se las besará mil y mil veces, y se
las bañará en lagrimas : quedará concertado entre
los dos del modo que se han de hacer saber sus
buenos ó malos sucesos , y rogarále la Princesa que
se detenga lo menos que pudiere : prometérselo ha
él con muchos juramentos : tórnale á besar las ma-
nos , y despídese con tanto sentimiento , que estara
poco por acabar la vida : vase desde allí á su apo-
sento , echase sobre su lecho , no puede dormir del
dolor de la partida : madruga muy de mañana,
vase á despedir del Rey y de la Reyna , y de la
Infanta : diciendole [habiéndose despedido de los
i Mucho se fia. Asi Oriana por medio de su doncella
y confidente Mabilia hablaba a Ama di s de Gaula por
una reja de hierro , .que tenia su redecilla. [ Cap. 14."] Asi el
Caballero de la Cruz fue á hablar con la*Infanta Andria-
na por las rejas de las ventanas del jardín , 7 por medio de
Germana, su doncella, se prometieron los dos por marido y
muger. \tap. X44J]
1 08 DON QUIXOTE DE LA MANCHA*
dos] que la señora Infanta está mal dispuesta y*
que no puede recebir visita , piensa el caballero
que es de pena de su partida : traspásasele el cora*
zon , y falta poco de no dar indicio manifiesto de
su pena : está la doncella medianera delante , halo
de notar todo , vaselo á decir á su señora , la qual
la recibe con lagrimas , y le dice que una de las
mayores penas que tiene es no saber quien sea su
caballero , y si es de linage de Reyes , ó no : ase*
gura la doncella que no puede caber tanta corte*
sia , gentileza y valentía como la de su caballero
sino en sugeto Real y grave : consuélase con esto
la cuitada , y procura consolarse por no dar mal in-
dicio de sí á sus padres , y acabo de dos días sale
en publico. Ya se es ido el caballero : pelea en la
guerra , vence al enemigo del Rey , gana muchas
ciudades , triunfa de muchas batallas : vuelve á la
corte , ve á su señora por donde suele , conciértase
que la pida á su padre por muger en pago de sus
servicios : no se la quiere dar el Rey , porque no
sabe quien es ; pero can todo esto ó robada , ó de
otra qualquier suerte que sea , la Infanta viene á
ser su esposa , y su padre la viene á tener á eran
ventura , porque se vino á averiguar que el tal ca-
ballero es hijo de un valeroso Rey de no sé que
reyno , porque creo que no debe de estar en el ma-
pa : muerese el padre , hereda la Infanta , queda
Rey x el caballero en dos paletas. Aqui entra lue-
go el hacer mercedes á su escudero y á todos aque*
1 Queda Rey. Asi Lucrecia decía a Bernardo del
Car fio:
Pero muerto mi padre , 70 de hecho
Soy Reyna en Lombardia coronada,
s
PARTE I. CAPITULO XXI. IO9
ilos que le ayudaron á subir á tan alto estado : casa
a su escudero con una doncella de la Infanta , que
sera sin duda la que fue tercera en sus amores,
que es hija de un Duque muy principal ■ . Eso pi-
do, y barras derechas, dixo Sancho , á eso me aten-
go ' , porque todo al pie de la letra ha de suceder
•por vuestra merced , llamándose : el Caballero de
la Triste Figura. No lo dudes , Sancho , replicó
Don Quixote , porque del mismo modo ' y por
los mismos pasos que esto he contado , suben y han
subido los caballeros andantes a ser Reyes y Em-
peradores : solo falta ahora mirar qué Rey de los
cristianos , ó de los paganos tenga guerra , y tenga
hija hermosa ; pero tiempo habrá para pensar esto,
pues como te tengo dicho , primero se ha de co-
brar fama por otras partes , que se acuda á la cor-
te : también me falta otra cosa , que puesto caso
que se halle Rey con guerra y con hija hermosa,
y que yo haya cobrado fama increíble por todo el
universo , no sé coino se podia hallar que yo sea
de linage de Reyes , ó por lo menos primo segun-
Y puedo bien , señor , de aqui decirte
Que ofrezco con el reyno de servirte.
[Garrido cant.j8. v. 84."]
1 Muy principal* Este flan, que recopila aqui el au-
tor , de las empresas , aventuras y fines que se proponían
en ellas los caballeros andantes % se pudiera exornar y con-
firmar con mayor numero de autoridades y pasages de los
libros caballerescos , á que alude para ridiculizarlos ; pero
se omite por no sobrecargar mas el texto,
% Me atengo. Muéstrase aqui Sancho tan engolfado
\ en las alegres esperanzas de su amo , que se olvida de que
estaba casado y con hijos en su tierra. t
3 Modo. Este sustantivo se había omitido en las pri-
meras ediciones.
IIO DON QUJXOTE «E LA MANCHA.
do de Emperador ; porque no me querrá el Rey
dar á su hija por muger , si ño está primero muy
enterado en esto , aunque mas lo merezcan mis fa-
mosos hechos : asique por esta falta temo perder
lo que mi brazo tiene bien merecido : bien es ver-
dad que yo soy hijodalgo de solar conocido, de
posesión y propiedad , y de devengar quinientos
sueldos $ y podría ser que el sabio que escribiese
mi historia , deslindase de tal manera mi parentela
y descendencia , que me* hallase quinto ó sexto nie-
to de Rey ; porque te hago saber, Sancho, que. hay
dos maneras de linages en el mundo : unos , que
traen y derivan su descendencia de Principes y
Monarcas , á quien poco á poco el tiempo ha des-
hecha, y han acabado en punta como pirámides:
otros tubieron principio de gente baxa , y van su*
biendo de grado en grado hasta llegar á ser eran*
des señores : de manera que estí la diferencia en
que unos fueron , que ya no son , y otros son , que
ya no fueron , y podría ser yo destos , que después
de averiguado, hubiese sido mi principio grande y
famoso , con lo qual se debia de contentar el Rey,
mi suegro que hubiere de ser : y quando no , la
Infanta me ha de querer de manera , que á pesar
de su padre , aunque claramente sepa que soy hijo
de un azacán , me ha de admitir por señor y por
esposo : y si no aqui entra el roballa , y llevarla
donde mas gusto me diere , que el tiempo ó la
muerte ha de acabar el enojo de sus. padres. Ahi
entra bien también , dixo Sancho , lo que algunos
desalmados dicen : no pidas de grado lo que pue-
des tomar por fuerza , aunque mejor quadra decir:
mas vale salto de mata , que ruego de . hombres
, PARTE X. CAPITULO XXI. III
buenos: digolo, porque si el señor Rey suegro de
vuestra merced no se quisiere domeñar á entregar-
le á mi señora la Infanta, no hay sino como vues-
tra merced dice roballa y trasponella ; pero está el
daño , que entanto que se hagan las paces y se
goce pacificamente del reyno , el pobre escudero
se, podra estar a diente en esto de las mercedes : si
ya no es que la doncella tercera, que ha de ser. su
muger , se sale con la Infanta , y él pasa con ella
su mala ventura hasta que el cielo ordene otra co-
sa ; porque bien podra creo yo desde luego darse-
la su señor por legitima esposa. Eso no hay quien
lo quite , dixo Don Quixote. Pues como eso sea,
respondió Sancho , no hay sino encomendarnos á
Dios , y dexar correr la suerte por donde mejor lo
encaminare. Hágalo Dios , respondió Don Quixo-
te, como yo deseo , y tu , Sancho , has menester,
y ruin sea quien por ruin se tiene. Sea par Dios*
dixo Sancho , que yo cristiano viejo soy , y para
ser conde esto me basta. Y aun te sobra , dixo Don
Quixote ; y quando no lo fueras , no hacia nada al
caso , porque siendo yo el Rey , bien te puedo dar
nobleza sinque la compres ni me sirvas con nada,
porque en haciéndote conde , catate ahi caballero,
y digan lo que dixeren , que á buena fe que te
han de llamar señoría mal que les pese. Y mon-
tas , que no sabria yo autorizar el litado , dixo San-
cho. Dictado has de decir , que no litado , dixo su
amo. Sea asi , respondió Sancho Panza : digo que
le sabria bien acomodar , porque por vida mia que
un tiempo fui muñidor de una cofradía , y que me
asentaba tan bien la ropa de muñidor , que decían
todos que tenia presencia para poder ser prioste de
\
1 1 & PON QUIXOTE D£ LA MANCHA.
la misma cofradía : pues qué sera quando me pon-
ga un ropón ducal acuestas , ó me -vista de oro y
de perlas á uso de conde estrangero? para mí ten-
go que me han de venir a ver de cien leguas. Bien
parecerás , dixo Don Quixote ; pero sera menes-
ter que te rapes las barbas amenudo , que según
las tienes de espesas , aborrascadas y mal puestas,
si no te las rapas á navaja cada dos dias por lo me*
nos , á tiro de escopeta se echará de ver lo que
eres. Qué hay mas , dixo Sancho , sino tomar un
barbero , y tenerle asalariado en casa , y aun si fue-
re menester le haré que ande tras mí , como caba-
llerizo de Grande ? Pues cómo sabes tú , preguntó
Don Quizóte , que los Grandes llevan detras de
sí á sus caballerizos? Yo se lo diré, respondió San-
cho : los años pasados estube un mes en la corte , y
alli vi que paseándose un señor muy pequeño, que
decían que era muy grande ■ , un hombre le seguía
á caballo á todas las vueltas que daba, que no pa-
z Que era muy grande. Quien era este señor í Por las
señas que da Sancho* pudiera conjeturarse que, era D. Pe*
dro Girón, duque de Osuna, virey f rimero de Sicilia, y des-
pues de Ñapóles» Crióse en las guerras de Flandes , don-
de hizo hazañas valerosas , porque desde niño manifestó
su ardimiento militar y grande ingenio , como se ve en la
comedia intitulada : Las Niñezes del Duque de Osuna. Et
gobierno de su virey nato de Ñapóles , donde acreditó su
prudencia civil , su valor estraor diñar io y pericia militar*
especialmente contra los turcos , es famoso en la Historia*
que tampoco olvida la parte que tubo en él su secretaria
JD. Francisco de Quevedoy Villegas. Estas prendas , y la
nobleza y opulencia de su cuna , le hacían un señor muy
grande ,y la naturaleza le hizo un señor muy pequeño.
Consta en efecto que era pequeño de cuerpo. En conclusión
[dice Domingo Antonio Panino , hablando de las calida-
PARTE I. CAPITULO XXI. II3
recia sino que era su rgbo : pregunté que cómo
aquel hombre no se juntaba con el otro hombre,
sino que siempre andaba tras del. Respondiéronme
que era su caballerizo, y que era uso de Grandes
llevar tras sí á los tales * : desde entonces lo sé tan
bien , que nunca se me ha olvidado. Digo que tie-
nes razón , dixo Don Quixote , y que asi puedes
tú llevar á tu barbero , que los usos no vinieron to-
dos juntos , ni se inventaron auna , y puedes ser tu
el primero conde que lleve tras sí su barbero : y
aun es de mas confianza el hacer la barba que en-
sillar un caballo. Quédese eso del barbero á mi
cargo , dixo Sancho , y al de vuestra merced se
quede el procurar venir á ser Rey , y el hacerme
conde. Asi sera , respondió Don Quixote, y alzando
los ojos vio lo que se dirá en el siguiente capitulo.
CAPITULO XXII.
PE LA LIBERTAD QUE PIÓ PON QUIXOTE A MUCHOS
PESPICHAPOS , QUE MAL PE SU GRAPO LOS LLE-
VABAN PONPE NO QUISIERAN IR.
Vjuenta Cide Hamete Ben Engeli , autor arábigo
y manchego , en esta gravísima , altisonante , mini-
des del Duque ] él fue uno de los hombres grandes de su si-
glo , que de pequeño no tenia otra cosa que la estatura. Di
picciolo non havea aitro che la statura. {Teatro de los Go-
biernos de los Vireyes de Ñapóles : tom. II. p. 11 p."]
1 Los tales. Esta era en efecto la costumbre en tiempo
de Cervantes, Quando salga el señor fuera de casa á pasear
6 hacer alguna visita , ha de ir el caballerizo detras á caballo,
decia el aüo de 16 14. D. Miguel Yelgo en su Estilo de
servir á Principes, [/o/. &f •]
r. II. H
114 DON QUIXOTE D£ LA MANCHA.
ma, dulce é imaginada lustoria que después que
entre el famoso Don Quixote de la Mancha y San-
cho Panza su escudero pasaron aquellas razones,
que en el fin del capitulo veinte y uno quedan re-
feridas : que Don Quixote alzó los ojos , y vio que
por el camino que llevaba , veniap hasta doce hom-
bres á pie , ensartados como cuentas en una gran
cadena de hierro por los cuellos , y todos con es-
posas á las manos : venían asimismo con ellos dos
hombres de a caballo , y dos de á pie : los de a ca-
ballo con escopetas de rueda , y los de á pie con
dardos y espadas ; y que asi como Sancho Panza
los vido , dixo : esta es cadena de galeotes , gente
forzada del Rey , que va á las galeras. Como gen-
te forzada? preguntó Don Quixote: es posible que
el Rey haga fuerza á ninguna gente? No digo eso,
respondió Sancho , sino que es gente que por sus
delitos va condenada á servir al Rey en las galeras
de por fuerza. En resolución , replicó Don Quixo-
te , comoquiera que ello sea , esta gente , aunque
los llevan , van de por fuerza , y no de voluntad.
Asi es , dixo Sancho. Pues desa manera , dixo su
amo , aqui encaxa la execucion de mi oficio : des-
facer fuerzas , y socorrer y acudir á los miserables.
Advierta vuestra merced, dixo Sancho, que la jus-
ticia , que es el mismo Rey, no hace fuerza ni agra-
vio á semejante gente , sino que los castiga en pe-
na de sus delitos. Llegó en esto la cadena de los
galeotes , y Don Quixote con muy corteses razo-
nes pidió a los que iban en sü guarda , fuesen ser-
vidos de informaHe y decille la causa ó causas por
qué llevaban aquella gente de aquella manera. Una
de las guardas de a caballo respondió que eran ga-
PARTE I. CAPITULO XXII. 115
íeotc$ , gente de su Magestad , que iba a galeras , y
que no había mas que decir ni él tenia mas que
saber. Con todo eso , replicó Don Quixote , quer-
ría saber de cada uno dellos en particular la causa
de su desgracia : anadio á estas otras tales y tan
comedidas razones para moverlos a que le dixesen
lo que deseaba , que la otra guarda de. a caballo le
dixo : aunque llevamos aqui el registro y la fe de
las sentencias de cada uno destos malaventurados,
no es tiempo este de detenerles á sacarlas ni á lee-
lias , vuestra merced llegue y se lo pregunte á ellos
mesmos , que ellos lo dirán , si quisieren ; que sí
querrán , porque es gente que recibe gusto de ha-
cer y decir bellaquerías. Con esta licencia , que
Don Quixote se tomara aunque no se la dieran, se
llegó a la cadena , y al primero le preguntó qije
por qué pecados iba de tan mala guisa. El respon-
dió que por enamorado iba de aquella manera. Por
eso no mas? replicó Don Quixote. Pues si por ena-
morados echan á galeras , dias ha que pudiera yo
estar bogando en ellas. No son los amores como
los que vuestra merced piensa , dixo el galeote,
que los mios fueron , que quise tanto á una canas-
ta de colar atestada de ropa blanca , que la abracé
conmigo tan fuertemente , que a no quitármela la
justicia por fuerza 9 aun hasta ahora no la hubiera
dexado de mi voluntad : fue en fragante , no hubo
lugar de tormento , concluyóse la causa , acomo-
dáronme las espaldas con ciento , y por añadidura
tres años de gurapas , y acabóse la obra. Que son
gurapas ? preguntó Don Quixote. Gurapas son ga-
leras , respondió el galeote , el qual era un mozo
de hasta edad de veinte y quatro años , y dixo
H 2
/
1 1 6 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
que era natural de Piedrahita. Lo mismo pregun-
tó Don Quixote al segundo , el qual no respon-
dió palabra según iba de triste y melancólico ; mas
respondió por él el primero , y dixo : este , señor,
va por canario , digo que por músico y cantor.
Pues como? repitió Don Quixote : por músicos y
cantores van también á galeras ? Si señor , respon-
dió el galeote , que no hay peor cosa, que cantar
en el ansia. Antes he oido decir , dixo Don Qui-
xote , que quien canta sus males espanta. Acá es
al revés , dixo el galeote , que quien canta una
vez , llora toda la vida. No lo entiendo , dixo Don
Quixote. Mas una de las guardas le dixo : señor
caballero , cantar en el ansia se dice entre esta gen-
te non santa confesar en el tormento : á este peca-
dor le dieron tormento y confesó : su delito era ser
qiktrero , que es ser ladrón de bestias , y por ha-
ber confesado le condenaron por seis años a gale-
ras , amen de docientos azotes que ya lleva en las
espaldas : y va siempre pensativo y triste , porque
los demás ladrones , que alia quedan , y aqui van,
le maltratan , y aniquilan , y escarnecen , y tienen
en poco porque confesó , y no tubo animo de decir
nones ; porque dicen ellos que tantas letras tiene
un no , como un sí , y *que harta ventura tiene un
delinquente que está en su lengua su vida ó su
muerte , y no en la de los testigos y probanzas : y
para mí tengo que no van muy fuera de camino.
Y yo lo entiendo asi , respondió Don Quixote ; el
qual pasando al tercero , preguntó lo que á los
otros : el qual depresto y coi^ mucho desenfado
respondió , y dixo : yo voy por cinco años á las se-
ñoras gurapas por faltarme diez ducados. Yo daré
V
PARTE i; CAPITULO XXII. II7
veinte de muy buena gana , dixo Don Quixote,
por libraros desa pesadumbre. Eso me parece , res-
pondió el galeote , como quien tiene dineros en
mitad del golfo , y se está muriendo de hambre,
sin tener adonde comprar lo que ha menester : di-
golo , porque si á su tiempo tubiera yo esos veinte
ducados que vuestra merced ahora me ofrece , hu-
biera untado con ellos la péndola del escribano , y
avivado el ingenio del procurador de manera , que
hoy me viera en mitad de ia plaza de Zocodover
de Toledo , y no en este camino , atraillado como
galgo ; pero Dios es grande , paciencia , y basta.
Pasó Don Quixote al quarto , que era un hombre
de venerable rostro , con una barba blanca que le
pasaba del pecho , el qual oyéndose preguntar la
causa por qué allí venia , comenzó á llorar , y no
respondió palabra ; mas el quinto condenado le sir-
vió de lengua , y dixo : este hombre honrado va
por quatro años á galeras , habiendo paseado las
acostumbradas , vestido en pompa y a caballo. Eso
es , dixo Sancho Panza , á lo que á mí me parece,
haber salido á la vergüenza. Asi es , replicó el ga-
leote : y la culpa , por qué le dieron esta pena , es
por haber sido corredor de oreja , y aun de todo el
cuerpo : enefecto quiero decir que éste caballero
va por alcahuete , y por teñe* asimismo sus puntas
y collar de hechicero. A no haberle añadido esas
puntas y collar , dixo Don Quixote , por solamen-
te el alcahuete limpio no merecia él ir á bogar en
las galeras , sino á mandallas , y á ser general de-
llas ; porque no es asi comoquiera el oficio de alca-
huete , que es oficio de discretos , y necesarísimo
en la república bien ordenada > y que no le debia
1 1 8 DON QUIXOTE BE LA MANCHA.
exercer sino gente muy bien nacida : y aun habia
de haber veedor y examinador de los tales , como
le hay de los demás oficios , con numero deputado
y conocido , como corredores de lonja : y desta ma-
nera se escusarian muchos males , que se causan por
andar este oficio y exercicio entre gente idiota y
de poco entendimiento , como son mugercillas de
poco mas á menos , pagecillos , y truhanes de po-
cos años y de muy poca esperiencia , que á la mas
necesaria ocasión , y quando es menester dar una
traza que importe , se les yelan las migas entre la
boca y la mano , y no saben qual es su mano de-
recha 1 : quisiera pasar adelante , y dar las razones
por qué convenia hacer elección de los que en la
república habían de tener tan necesario oficio ; pe-
ro no' es el lugar acomodado para ello , algún dia
lo diré á quien lo pueda proveer y remediar : solo
digo ahora que la pena que me ha causado ver es-
i Su mano derecha. De la misma peligrosa opinión era
un poeta contemporáneo de nuestro autor , que escribió un
elogio de esta ocupación indecente, donde se leen estos versos:
No me engaña afición. Usar debiera
Este exercicio afable dignamente
La gente en ciencia y calidad primera.
Un examen discreto y diligente
Se habia de hacer para otorgar el grado,
Y un colegio también para tal gente.
[ Biblioteca Real: est.M. cod. 82.0. 72.] Esta arriesga-
da doctrina reprehende el P. Fr. Juan de la Cerda , que
hablando de estas tercerías dice : anda en este tiempo [que
era el de Cervantes] recibida de algunos la opinión de que
no es baxeza el usar de tal oficio, no haciéndole por intere-
se ; como si por esto no fuesen dignas del nombre de alca-
huetas &c. [Vida política de todos los estados de las mu-
geres : tom. II. p. 48 4.]
PARTE I. CAPITULO XXII. II9
tas blancas canas , y éste rostro venerable en tanta
fatiga por alcahuete , me la ha quitado el adjunto
de ser hechicero ; aunque bien sé que no hay he-
chizos en el mundo que puedan mover y forzar la
voluntad , como algunos simples piensan , que es
libre nuestro alvedrio , y no hay yerba ni encanto
que le fuerce : lo que suelen hacer algunas muger-
cillas simples y algunos embusteros bellacos es al-
gunas misturas y venenos con que vuelven locos á
los hombres , dando á entender que tienen fuerza
para hacer querer bien, siendo como digo cosa im-
posible forzar la voluntad. Asi es , dixo el buen
viejo , y en verdad , señor , que en lo de hechicero
que no tube culpa , en lo de alcahuete no lo pude
negar ; pero nunca pense que hacia mal en ello,
que toda mi intención era que todo el mundo se
holgase , y viviese en paz y quietud sin penden-
cias ni penas ; pero no me aprovechó nada este buen
deseo para dexar de ir adonde no espero volver, se-
gún me cargan los años y un mal de orina que lle-
vo , que no me dexa reposar un rato : y aqüi tornó
á su llanto como de primero , y tubole Sancho tan-
ta compasión , que sacó un real de a quatro del se-
no, y se le dio de limosna. Pasó adelante Don Qui-
xote , y preguntó á otro su delito : el qual respon-
dió con no meios , sino con mucha mas gallardía
que el pasado : yo voy aqui porque me burlé de-
masiadamente con dos primas hermanas mías , y
con otras dos hermanas que no lo eran mias : final-
mente tanto me burlé con todas , que resultó de la
burla crecer la parentela tan intricadamente , que
no hay sumista que la declare : proboseme todo,
faltó favor , no tube dineros , vürie apique de per-
X 20 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
der los tragaderos , sentenciáronme á galeras por
seis años : consentí , castigo es de mi culpa , mozo
soy , dure la vida , que con ella todo se alcanza:
si vuestra merced , señor caballero , lleva alguna
cosa con que socorrer á .estos pobretes , Dios se lo
pagará en el cielo , y nosotros tendremos en la tier-
ra cuidado de rogar á Dios en nuestras oraciones
por la vida y salud de vuestra merced , que sea
tan larga y tan buena , como su buena presencia
merece. Este iba en habito de estudiante, y dixo
una de las guardas que era muy grande hablador,
y muy gentil latino. Tras todos estos venia un
hombre de muy buen parecer , de edad de treinta
años , sino que al mirar metía el un ojo en el otro:
un poco venia diferentemente atado que los de-
mas , porque traía una cadena al pie tan grande,
que se la liaba por todo el cuerpo , y dos argollas
a la garganta , la una en la cadena, y la otra de las '
que llaman guardaamigo , ó piedeamigo , de la
qual decendian dos hierros que llegaban á la cin-
tura, en los quales se asían dos esposas, donde lle-
vaba las manos cerradas con un grueso candado de
manera , que ni con las manos podía llegar á la
boca , ni podía baxar la cabeza á llegar a las ma-
nos. Preguntó Don Quixote que cómo iba aquel
hombre con tantas prisiones mas qfie los otros. Res-
pondióle la guarda : porque tenia aquel solo mas
delitos que todos los otros juntos , y que era tan
atrevido y tan grande bellaco , que aunque le lle-
vaban de aquella manera , no iban seguros del , si-
no que temían que se les habia de huir. Qué de-
litos puede tener , dixo Don Quixote , si no han
merecido mas pena que echarle á las galeras ? Va
PARTE !• CAPITULO XXII. 121
por diez años , replicó la gualda , que es como
muerte civil : no se quiera saber mas sino que este
buen hombre es el famoso Gines de Pasamonte,
aue por otro nombre llaman Ginesillo de Parapi-
a. Señor comisario , dixo entonces el galeote , va-
yase poco á poco , y no andemos ahora á deslin-
dar nombres y sobrenombres : Gines me llamo , y
no Ginesillo , y Pasamonte es mi alcurnia , y no
Parapilla como voace dice , y cada uno se dé una
vuelta alaredonda , y no hará poco. Hable con me*
nos tono , replicó el comisario , señor ladrón de
mas de la marca , si no quiere' que le haga callar
mal que le pese. Bien parece , respondió el galeo-
te , que va el hombre como Dios es servido ; pero
algún dia sabrá alguno si me llamo Ginesillo de
Parapilla , ó no. Pues no te llaman asi , embuste-
ro? dixo la guarda. Sí llaman , respondió Gines;
mas yo haré que no me lo llamen , ó me las pela-
ría donde yo digo entre mis dientes : señor caba-
llero , si tiene algo que darnos , dénoslo ya , y va-
ya con Dios , que ya enfada con tanto querer sa-
ber vidas agenas ; y «i la mia quiere saber , sepa
que yo soy Gines de Pasamonte , cuya vida está
escrita por estos pulgares. Dice verdad , dixo el
comisario , que él mismo ha escrito su historia , que
no hay mas que desear, y dexa empeñado el libro
en la cárcel en docientos reales. Y le pienso qui-
tar " , dixo Gines , si quedara en docientos ducados. .
Tan bueno es? dixo Don Quixote. Es tan bueno,
respondió Gines , que mal año para Lazarillo de
Tormes , y para todos quantos de aquel genero se
i Quitar. Desempeñar.
122 DON QUIXOTE DE JLA MANCHA.
•
han escrito, ó escribieren : lo que le sé decir á voa-
ce es que trata verdades , y que son verdades tan
lindas y tan donosas, que no puede haber menti-
ras que se le igualen. Y cómo se intitula el libro ?
preguntó Don Quixote. La Vida de Gines de
Fas amonte , respondió él mismo. Y está acabado ?
preguntó Don Quixote. Cómo puede estar acaba-
do, respondió él , si aun no está acabada mi vida?
lo que está escrito es desde mi nacimiento hasta el
punto que esta ultima vez me han echado en ga-
leras. Luego otra vez habéis estado en ellas? dixo
Don Quixote. Para servir á Dios y al Rey otra
vez he estado quatro años , y ya sé á qué sabe el
bizcocho y el corbacho x , respondió Gines , y no
me pesa mucho de ir á ellas , porque alli tendré
lugar de acabar mi libro , que me quedan muchas
cosas qué decir , y en las galeras de España hay
mas sosiego de aquel que seria menester ; aunque
no es menester mucho mas para lo que yo tengo
de escribir , porque me lo sé de coro. Hábil pare-
ces , dixo Don Quixote. Y desdichado , respondió
Gines , porque siempre las «desdichas persiguen al
buen ingenio. Persiguen á los bellacos , dixo el co-
misario. Ya le he dicho , señor comisario , respon-
dió Pasamonte , que se vaya poco á poco , que
aquellos señores no le dierpn esa vara paraque mal-
tratase á los pobretes que aqui vamos , sino pa-
ra que nos guiase y llevase adonde su Magestad
manda : sino por vida de Basta , que podría ser
que saliesen algún dia en la colada las manchas que
se hicieron en la venta ; y todo el mundo calle , y
i Corbacho. El rebenque ó látigo.
PARTE I. CAPITULO XXII. ' 1 2$
viva bien , y hable mejor , y caminemos , que ya
es mucho regodeo este. Alzó la vara en alto el co-
misario para dar á Pasamonte en respuesta de sus
amenazas; mas Don Quixote se puso en medio , y
le rogo que no le maltratase , pues no era mucho
que quien llevaba tan atadas las manos , tubiese al*
Íjun tanto suelta la lengua ; y volviéndose á todos
os de la cadena , dixo : de todo quanto me habéis
dicho , hermanos carísimos , he sacado en limpio
que aunque os han castigado por vuestras culpas,
las penas que vais á padecer no os dan mucho gus-
to > y que vais a ellas muy de mala gana y muy
contra vuestra voluntad , y que podría ser que el
poco animo que aquel tubo en el tormento , la fal-
ta de dineros deste , el poco favor del otro , y final-
mente el torcido juicio del juez hubiese sido cau-
sa de vuestra perdición , y de no haber salido con
la justicia que de vuestra parte teniades : todo lo
qual se me representa á mí ahora en la memoria
de manera , que me está drcieqdo , persuadiendo y
aun forzando que muestre con vosotros el efeto pa-
ra que el cielo me arrojó al mundo , y me hizo
profesa* en él la orden de caballería que profeso,
y el voto que en ella hice de favorecer a los me-
nesterosos y opresos de los mayores ; pero porque
se que una de las partes de la prudencia es que lo
que se puede hacer por bien , no se haga por mal,
quiero rogar á estos señores guardianes y comisa-
rio sean servidos de desataros y dexaros ir en paz,
que no faltarán otros que sirvan al Rey en mejo-
res ocasiones , porque me parece duro caso hacer
esclavos á los que Dios y naturaleza hizo libres:
quanto mas, señores guardas, añadió Don Quixo-
/
j
I 24 DON QITIXOTE DE LA MANCHA.
te , que estos pobres no han cometido nada contra
vosotros , alia se lo haya cada uno con su pecado,
Dios hay en el cielo que no se descuida de casti-
gar al malo , fli de premiar al bueno , y no es bien
que los hombres honrados sean verdugos de los
otros hombres , no yendoles nada en ello : pido es*
to con esta mansedumbre y sosiego , porque tenga,
si lo cumplís , algo que agradeceros ; y quando de
grado no lo hagáis , esta lanza y esta espada con
el valor de mi brazo harán que lo hagáis por fuer*
za. Donosa majadería , respondió el comisario : bue-
no está el donayre con que ha salido acabo de ra-
to : los forzados del Rey quiere que le dexemos,
como si tubieramos autoridad para soltarlos , ó él
la tubiera para mandárnoslo : vayase vuestra mer-
ced , señor , norabuena su camino adelante , y en-
derécese ese bacín que trae en la cabeza , y no an-
de buscando tres pies al gato. Vos sois el gato , y
el rato , y el bellaco , respondió Don Quixote : y
diciendo y haciendo arremetió con él tan presto,
que sinque tubiese lugar de ponerse en defensa,
dio con él en el suelo mal herido de una lanzada,
y avinole bien , que este era el de la escopeta. Las
demás guardas quedaron atónitas y suspensas del
no esperado acontecimiento ; pero volviendo sobre
sí , pusieron mano a sus espadas los de á caballo,
y los de á pie á sus dardos , y arremetieron á Don
Quixote , qup con mucho sosiego los aguardaba : y
sin duda lo pasara mal , si los galeotes , viendo la
ocasión que se les ofrecia de alcanzar libertad , no
la procuraran , procurando romper la cadena don-
de venían ensartados. Fue la revuelta de manera,
que las guardas , ya por acudir á los galeotes que
PARTE I. CAPITULO XXII. 1 25
se desataban , ya por acometer á Don Quixote que
los acometía , no hicieron cosa que fuese de pro-
vecho. Ayudó Sancho por su parte a la soltura de
Gines de Pasamonte , que fue el primero que sal-
tó en la campaña , libre y desembarazado , y arre-
metiendo al comisario caido , le quitó la espada y
la escopeta , con la qual apuntando al uno , y seña-
lando al otro , sin disparalla jamas , no quedó guar-
da en todo el campo , porque se fueron huyendo
asi de la escopeta de Pasamonte , como de las mu-
chas pedradas que los ya sueltos galeotes les tira-
ban. Entristecióse mucho Sancho deste suceso, por-
que se le representó que los que iban huyendo, ha-
bían de dar noticia del caso á la Santa Herman-
dad , la qual á campana herida saldría á buscar los
delinquentes , y asi se lo dixo á su amo , y le ro-
go que luego de allí se partiesen , y se embosca-
sen en la sierra que estaba cerca. Bien está eso, di-
xo Don Quixote"; pero yo sé lo que ahora con-
viene que se haga ; y llamando á todos los galeo-
tes , que andaban alborotados y habían despojado
al comisario hasta dexarle en cueros , se le pusie-
ron todos alaredonda para ver lo que les mandaba,
y asi les dixo : de gente bien nacida es agradecer
los beneficios que reciben , y uno de los pecados
que mas á Dios ofende , es la ingratitud : digolo,
porque ya habéis visto , señores , con manifiesta es-
periencia el que de mí habéis recebido , en pago
del qual querría y es mi voluntad que cargados
de esa cadena que quité de vuestros cuellos , lue-
go os pongáis en camino , y vais á la ciudad del
Toboso , y allí os presentéis ante la señora Dulci-
nea del Toboso , y le digáis que su Caballero el
I 2 6 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
de la Triste Figura se le envía á encomendar , y
le contéis punto por punto todos los que ha teni-
do esta famosa aventura , hasta poneros en la de-
seada libertad , y hecho esto os podréis ir donde
quisieredes á la buena ventura 1 . Respondió por
todos Gines de Pasamonte , y dixo : lo que vues-
tra merced nos manda , señor y libertador nuestro,
es imposible de toda imposibilidad cumplirlo, por*
que no podemos ir juntos por los caminos , sino so-
los y divididos , y cada uno por su parte , procu-
rando meterse en las entrañas de la tierra por no
/ ser hallado de la Santa Hermandad , que sin duda
alguna ha de salir en nuestra busca : lo que vues-
tra merced puede hacer , y es justo que haga , es
mudar ese servicio y montazgo de la señora Dul-
cinea del Toboso en alguna cantidad de avemarias
y credos que nosotros diremos por la intención de
vuestra merced , y esta es cosa que se podra cum-
plir de noche y de dia, huyendo ó reposando , en
paz ó en guerra ; pero pensar que hemos de vol-
ver ahora á las ollas de Egipto , digo , a tomar
i A la buena ventura. El libertar á los presos los ca-
balleros andantes y enviarlos a que se presentasen a sus
señoras entraba en el plan de sus proezas , y asi entró en
el de Don Quixote , que en esto imitó también a Amadis
de Gaula , que teniendo vencido al gigante Madarque , le
, concedió la vida con condición : que habia de hacerse cris-
tiano él y sus vasallos : que habia de fundar en sus tier-
ras iglesias y monasterios : y que habia de soltar todos los
presos que tenia en sus cárceles : los quales eran ciento , y
habia entre ellos treinta caballeros, y quarenta entre due-
ñas y doncellas , á quienes dixo Amadis quando llegaron
a besarle agradecidos la mano : que fuesen á la Rey na Bri-
sena, y le dixesen como los enviaba su caballero de Ja ínsula
Firme, y que le besasen las manos por el. [Lib. III. cap. 6¿J]
N
V
/
PARTE lé CAPITULO XXII, , 1 2 J
nuestra cadena , y á ponernos en camino del Tobo-
so , es pensar que es ahora de noche , que aun no
son las diez del dia , y es pedir á nosotros eso , to-
mo pedir peras al olmo. Pues voto a tal, dixo Pon
Quixote £ya puesto en colera] don hijo de la pu*
ta , don Ginesillo de Paropillo , ó como os llamáis,
que habéis de ir vqs solo rabo entre piernas con
toda la cadena acuestas. Pasamonte , que no era na*
da bien sufrido [estando ya enterado que Don Qui-
xote no era muy cuerdo , pues tal disparate había
cometido , como el de querer darles libertad] vién-
dose tratar mal , y de aquella manera , hizo del ojo
á los compañeros , y apartándose aparte , comenza-
ron á llover tantas y tantas piedras sobre Don Qui-
xote , que no se daba manos á cubrirse con la ro-
dela , y el pobre de Rocinante no hacia mas caso
de la espuela, que si fuera hecho de bronce. San-
cho se puso tras su asno , y con él se defendía de la
nube y pedrisco que sobre entrambos llovía. No
se pudo escudar tan bien Don Quixote, que no le
acertasen no sé quantos guijarros en el cuerpo con
tanta fuerza, que dieron con él en el suelo : y ape-
nas hubo caido , quando fue sobre él el estudian-
te , y le quitó la bacía de la cabeza , y diole con
ella tres ó quatro golpes en las espaldas , y otros
tantos en la tierra , con que ia hizo casi pedazos:
quitáronle una ropilla que traía sobre las armas, y
las mediascalzas le querían quitar , si las grevas no
lo estorbaran. A Sancho le quitaron el gabán , y
dexandole en pelota , repartiendo entre sí los de-
más despojos de la batalla , se fueron cada uno por
su parte con mas cuidado de escaparse de la Her-
mandad que temían , que de cargarse de la cade*
/
I 28 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
na é ir á presentarse ante la señora Dulcinea del
Toboso. Solos quedaron jumento y Rocinante, San-
cho y Don Quixote : el jumento cabizbaxo y pen-
sativo , sacudiendo de quando en quando las ore*
jas , pensando que aun no había cesado la borrasca
de las piedras que le perseguían los oidos : Roci-
nante tendido junto á su amo , que también vino
al suelo de otra pedrada : Sancho en pelota y te-
meroso de la Santa Hermandad : Don Quixote mo-
hinísimo de verse tan mal parado por los mismos
á quien tanto bien había hecho,
CAPITULO XXIII.
HF LO QUE LE ACONTECIÓ AL FAMOSO DON QUI-
XOTE EN SIERRA MORENA , QUE FUE UNA DE LAS
MAS RARAS AVENTURAS QUE EN ESTAJfcERDADE-
RA HISTORIA SE CUENTAN.
V iendose tan mal parado Don Quixote , dixo á
su escudero : siempre , Sancho , lo he oido decir,
que el hacer bien á villanos es echar agua en la
mar : si yo hubiera creido lo que me dixiste , yo
hubiera escusado esta pesadumbre ; pero ya está
hecho , paciencia , y escarmentar para desdé aqui
adelante. Asi escarmentará vuestra merced , respon-
dió Sancho , como yo soy turco ; pero pues dice
que si me hubiera creido , se hubiera escusado este
daño , créame ahora •, y se escusará otro mayor,
porque le hago saber que con la Santa Herman-
dad no hay usar de caballerías , que no se le da á
ella por quantos caballeros andantes hay dos ma-
ravedís : y sepa que ya me parece que sus saetas
" ' PARTE I. CAPITULO • XXIII. : I 29
me zumban por los oidos. Naturalmente eres co-
barde , Sancho , dixo Don Quixóte ; pero porque
no digas que soy contumaz , y que jamas hago lo
que me aconsejas , por esta vez quiero tomar tu
consejo , y apartarme de la furia que tanto temes;
mas ha de ser con una condición , que jamas en vi-
da ni en muerte has de decir á nadie que yo me
retiré y aparté deste peligro de miedo sino por
complacer á tus ruegos : que si otra cosa dixeres,
mentirás en ello , y desde ahora para entonces , y
desde entonces para ahora te desmiento , y digo
que mientes, y mentirás todas las veces que lo pen-
sares , ó lo dixeres , y no me repliques mas ; que en
solo pensar que me aparto y retiro de algún peli-
gro , especialmente deste que parece que lleva al-
gún es no es de sombra de miedo , estoy ya para
quedarme , y, para aguardar aqui solo no solamen-
te á la Santa Hermandad que dices y temes , sino
á los hermanos de los doce tribus de Israel , y á los
siete mancebos * , y á Castor y á Polux , y aun á
todos los hermanos y hermandades que hay en el
mundo. Señor , respondió Sancho , que jel retirar no
es huir , ni el esperar es cordura , quando el peli-
gro sobrepuja á la esperanza , y de sabios es guar-
darse hoy para mañana , y no aventurarse todo en
un dia , y sepa que , aunque zafio y villano , toda-
i Los siete mancebos/ Asi se lee en las primeras edi-
ciones , pero acaso en el original del autor se hería Maca-
bcos; palabra fácil de equivocarse en la imprenta con la
de mancebos. En la Historia eclesiástica se habla de siete
hermanos mártires 5 pero no consta que fuesen mancebos,
y la hermandad mas famos/t y conocida es la de los sie-
te Mac abeos.
T. II. I N
I30 DON QUIXOTE PE LA MANCHA.
via se me alcanza algo desto que llaman buen go-
bierno : asique no se arrepienta de haber tomado
mi consejo , sino suba en Rocinante, si puede ; ó si
00 yo le ayudaré , y sígame, que el caletre me di-
ce que hemos menester ahora mas los pies que las
manos. Subió Don Quizóte sin replicarle mas pa-
labra , y guiando Sancho sobre su asno , se entra-
ron por una parte de Sierra Morena que allí jun-
to estaba , llevando Sancho intención de atravesar-
la toda , é ir á salir al Viso, ó á Almodovar del
Campo , y esconderse algunos dias por aquellas as-
perezas por no ser hallados , si la Hermandad los
buscase : animóle á esto haber visto que de la re-
friega de los galeotes se habia escapado libre la
despensa que sobre su asno venia, cosa que la juz-
gQ a milagro según fue lo que llevaron y busca-
ron los galeotes. Aquella noche llegaron a la mi-
tad de las entrañas de Sierra Morena , adonde le
pareció á Sancho pasar aquella noche , y aun otros
algunos dias , alómenos todos aquellos que durase
el matalotage que llevaba ; y asi hicieron noche
entre dos peñas y entre muchos alcornoques. Pero
la suerte fatal , que según opinión de los que no
tienen lumbre de la verdadera f e , todo lo guia,
guisa y compone á su modo , ordenó que Gines de
Pasamonte , el famoso embustero y ladrón , que de
la cadena por virtud y locura de Don Quixote se
habia escapado, llevado del miedo de la Santa Her-
mandad , de quien con justa razón temía , acordó
de esconderse en aquellas montañas , y llevóle su
suerte y su miedo é la misma parte donde habia
llevado á Don Quixote y a Sancho Panza, a hora
y tiempo que los pudo conocer , y á punto que los
PARTE I. CAPITULO XXIII. I3X
dexó dormir : y como siempre los malos son des-
agradecidos , y la necesidad sea ocasión de acudir
a lo que se debe % y el remedio presente venza á
lo porvenir , Gines , que no era ni agradecido ni
bien intencionado , acordó de hurtar el asno á San-
cho Panza*, no curándose de Rocinante, por ser
prenda tan mala para empeñada , como para ven-
dida. Dormía Sancho Panza , hurtóle su jumento,
y antes que amaneciese se halló bien lejos de po-
der SQt hallado. Salió el aurora alegrando la tier-
ra , y entristeciendo á Sancho Panza , porque halló
menos su Rucio , el qual viéndose sin él , comen-
zó á hacer el mas triste y doloroso llanto del mun-
do , y fue de manera que Don Quixote despertó
á las voces , y oyó que en ellas decia : ó hijo de
mis entrañas , nacido en mi misma casa, brinco* de
mis hijos , regaló de mi muger > envidia de mis ve-
cinos , ílivio de mis cargas, y finalmente sustenta*
dor de la mitad de mi persona , porque con veinte
y seis maravedís ' que ganaba cada día , mediaba
x A lo que se debe. Asi en todas las ediciones. Acaso
en el original del autor se diría i lo que no se debe.
% A Sancho Panza. Véase una nota de la segunda Par-
te : cap. IV.
3 Con veinte y seis maravedís. Corno no corría entonces
tanto la moneda , valían mas baratos los comestibles. En
la Dorotea de Lo fe convida. Á comer la vieja Gerarda á
otra vieja amiga suya , y tratando de distribuir quatro
reales que le daba Laurencio, criado de D. Bela , el in-
diano, dice en la pag. 227 : he aquí la olla : una libra dé
carnero catorce maravedís , media- de vaca seis , son veinte:
de tocino un quarto , otro de carbón , de peregil y cebollas
dos maravedís , y quatro de aceytunas , es un real cabal : pues
tres, reales de vina entre dos mugeres de bien es muy poca
mani&tura: no hay para dos sorbos ; añade , asi Dios te aña*
11
1 3* DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
y* mi despensa! Don Quixote , que vio el llanto
y supo la causa , consolo á Sancho con las mejores
razones que pudo , y le rogo que tubiese pacien-
cia , prometiéndole de darle una cédula de cam-
bio, para que le diesen tres en su casa de cinco que
habia dexado en ella. Consolóse Sancho con esto,
y limpió sus lagrimas , templó sus sollozos , y agra-
deció á Don Quixote la merced que le hacia.
£1 qual como entró por aquellas montañas , se
le alegró el corazón, pareciendole aquellos lugares
acomodados para las aventuras que buscaba. Redu-
ciansele á la memoria los marabillosos acaecimien-
tos , que en semejantes soledades y asperezas ha-
bían sucedido á caballeros andantes : iba pensando
en estas cosas , tan embebecido y transportado ea
ellas , que de ninguna otra se acordaba , ni Sancho
llevaba otro cuidado {[después que le pareció que
caminaba por parte segura 3 sino de satisfacer su
estomago con los relieves que del despojo clerical
habian quedado , y asi iba tras su amo , cargado
con todo aquello que habia de llevar el Rucio x , sa-
9
V
da los dias de la vida. Laurencio. ¿Tres reales de riño, va*
lieado í doce maravedís la azumbre ? Zs / verdad que mas
adelante por los años de 1614,. quando escribía Cervan-
tes la segunda Parte , valia en la Corte ti pan 4 real , y
la. libra de carnero d cinco quartas , sino estaba mal infor*
moda la muger de Sancho ¡Panza en su carta a la Du-
quesa, [cap. 55.3
x En la edición de 1604. se decía en este lugar-, sen-
tado i mugeriegas sobre su jumento , y esta es la primera
pez que ti autor corrigio en la de 160 9. el descuido de
introducir a Sancho sobre su asno , hurtado ya por Pasa-
monte , de que se habla en el Discurso Preliminar $. I. y
aunque lo enmendó también en otras ocasiones , pero na
en todas* w .
PARTE *. CAPITULO XXIII. 1 33
cando de un costal , y embaulando en su panza : y
no se le diera por hallar otra' aventura entretanto
que iba de aquella manera un ardite. En esto alzó
los ojos , y vio que su amo estaba parado , procu-
rando con la punta del lanzon alzar no sé qué bul-
to que estaba #caido en el suelo, por lo qual se dio
priesa á llegar á ayudarle , si fuese menester ; y
guando llegó fue á tiempo que alzaba con la pun-
ta del lanzon un coxin y una maleta asida á él,
medio podridos , ó podridos del todo y deshechos;
mas pesaba tanto , que fue necesario que Sancho se
-apease * á tomarlos , .y mandóle su amo que viese
lo que en la maleta venia. Hizolo con mucha pres-
teza Sancho , y aunque la maleta venia cerrada
con una cadena y su candado , por lo roto y podri-
do della vio lo que en ella había , que eran quatro
camisas de delgada olanda , y otras cosas de lienzo
no menos curiosas que limpias , y en un pajjizuelo
h^lló un buen montoncillo de escudos de oro ; y
asi como los vio dixo : bendito sea todo el cielo
que nos ha deparado una aventura que sea de pro-
vecho ! y buscando mas , halló un librillo de memo-
ria ricamente guarnecido : este le pidió Don Qui-
zóte , y mandóle que guardase el dinero , y lo to-
mase para él. Besóle las maños Sancho por la mer-
ced , y desbaldando a la balija de su lencería , la
' puso en el costal de la despensa. Todo lo qual vis-
to por Don Quixote, dixo: pareceme , Sancho [y
• no es posible que sea otra cosa3 que algún cami-
nante descaminado debió de pasar por esta sierra,
1 Apease. Olvidase el autor del hurto del asno de
.Sancho.
1 34 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
y salteándole malandrines , le debieron de matar,
y le truxeron a enterrar en esta tan escondida par-
te. No puede ser eso , respondió Sancho , porque
si fueran ladrones , no se dexaran aqui este dinero.
Verdad dices , dixo Don Quixote , y asi no adivi-
no ni doy en lo que esto pueda ser > mas espérate,
veremos si en este librillo de memoria hay alguna
cosa escrita , por donde podamos rastrear y venir
en conocimiento de lo que deseamos. Abrióle ,. y
lo primero que halló en $ escrito como en borra-
dor , aunque de muy buena letra , fue un soneto,
que leyéndole alto porque Sancho también lo oye»
se , vio que decia desta manera:
O le falta al amor conocimiento,
O le sobra crueldad , ó no es mi pena
Igual á la ocasión , que me condena
Al genero mas duro de tormento:
Pero si amor es dios , es argumento
Que nada ignora , y es razón muy buena
Que un dios no sea cruel : pues quién ordena
El terrible dolor que adoro y siento? •
Si digo que sois vos , Fili , no acierto:
Que tanto mal en tanto bien no cabe.
Ni me viene del cielo esta ruina.
Presto habré de morir, que es lo mas cierto:
• Que al mal de quien la causa no se sabe
Milagro es acertar la medicina.
Por esa trova , dixo Sancho, no se puede saber na-
da , si ya no es que por ese hilo que está ahi se
saque el ovillo de todo. Qué hilo está aqui ? dixo
Pon. Quixote. Pqreceme, dixo Sancho, que vues-
tra merced nombró ahi hilo.. No dixe sino Fili,
PARTE I. CAPITULO XXIII. I3J
respondió Don Quixote , y éste sin duda es el nom-
bre de la dama de quien se queja el autor deste so-
neto , y á fe que debe de ser razonable poeta , 6
yo sé poco del arte ' . Luego también , dixo San-
cho , se le entiende á vuestra merced de trovas ? Y
mas de lo que tú piensas , respondió Don Quixo-
te , y veraslo quando lleves una carta escrita en
verso de arriba abaxo a mi señora Dulcinea del
Toboso ; porque quiero que sepas , Sancho , que
todos ó los mas caballeros andantes de la edad pa-
sada eran grandes trovadores y grandes músicos,
que estas dos habilidades , ó gracias por mejor de-
cir , son anexas á los enamorados andantes : verdad
es que las coplas de los pasados caballeros tienen
mas de espíritu que de primor*. Lea mas vuestra
merced , dixo Sancho , que ya hallará algo que nos
satisfaga. Volvió la hoja Don Quixote , y dixo:
esto es prosa, y parece carta. Carta misiva, señor?
1 O yo se poco del arte. Aqui se califica Cervantes £
sí mismo de razonable poeta , supuesto que él es autor de
este soneto , que repitió como suyo en la tercera jornada de
su comedia de la ¿asa de los Zclos, y Selvas de Ardenia en
boca de Reynaldos , solo que en ei de Don Quixote se ha-
bla con FUis:
Si digo que sois vos , Fili , no acierto:
y en el de la comedia se habla con Angelical
Si digo que es Angélica , no acierto.
a Que de primor. Poeta y músico fue con efecto Ama-
dis , caballero andante de la edad pasada ; pero sus can*
clones carecen verdaderamente no menos de primor , que de
espíritu , como se ve por esta:
Leonoreta sin roseta,
Blanca sobre toda flor:
Sin roseta no me meta
En tal culpa vuestro amor &c.
£ Amadis de Gaula lib.2. cap. £4.]
I36 DON QVIXOTE DE LA MANCHA.
preguntó Sancho. En el principio 110 parece sino
de amores , respondió Don Quixote. Pues lea vues-
tra merced alto , dixo Sancho , que gusto mucho
destas cosas de amores. Que. me place , dixo Don
Quixote, y leyéndola alto, como Sancho se lo ha-
bía rogado , vio que decía desta manera:
„Tu falsa promesa y mi cierta desventura me
„ llevan a parte , donde antes volverán á tus oídos
„ las nuevas de mi muerte , que las razones de mis
„ quejas. Desechasteme , ó ingrata! por quien tie-
„ne mas , no por quien vale mas que yo ; mas si la
„ virtud fuera riqueza que se estimara, no envidia-
„ ra yo dichas agenas , ni llorara desdichas propias:
„ lo que levantó tu hermosura han derribado tus
„ obras : por ella entendi que eras ángel , y por
„ ellas conozco que eres muger. Quédate en paz,
„ causadora de mi guerra , y haga el cielo que los
„ engaños de tu esposo estén siempre encubiertos,
„ porque tú no quedes arrepentida de lo que hicis-
te , y yo no tome venganza de lo que no deseo/'
Acabando de leer la carta , dixo Don Quixo-
te : menos por esta , que por los versos se puede
sacar mas de que quien la escribió es algún des-
deñado amante : y hojeando casi todq el librillo,
halló otros versos y cartas , que .algunos pudo ley,
y otros no ; pero lo que todos contenían eran que-"
jas l lamentos , desconfianzas , sabores y sinsabores,
favores y desdenes , solenizados los unos , y llora-
dos los otros. Entanto que Don Quixote pasaba el
libro , ^pasaba Sancho la maleta , sin déxar rincón
en toda ella ni en el coxin que no buscase, escu-
dríñase é inquiriese , ni costura que no deshiciese,
ni vedija de lana que no escarmenase ^ poique no
PARTE I. CAPITULO XXIII. 1 37
sé quedase nada por diligencia ni mal recado : tal
golosina habían despertado en él los hallados es-
cudos que pasaban de ciento ; y. aunque no halló
mas de lo hallado , dio por bien empleados los vue-
los de la manta , el vomitar del brebage , las ben-
diciones de las estacas , las puñadas del arriero , la
falta de las alforjas , el robo del gabán , y toda la
hambre , sed y cansancio que habia pasado en ser-
vicia de su buen señor , pareciendole que estaba
mas que rebien pagado con la merced recebida de
la entrega del hallazgo. Con gran deseo quedó el
Caballero de la Triste Figura de saber quién fue*
se el dueño de la. maleta , conjeturando por el so-
neto y carta , por el dinero en oro , y por las tan
buenas camisas /que debia de ser de algún princi-
pal enamorado , a quien desdenes y malos trata-
mientos de su dama debían de haber conducido á
algún desesperado termino ; pero como por aquel
lugar inhabitable y escabroso no parecía persona
alguna de quien poder informarse , no se curo de
mas que de pasar adelante , sin llevar otro camino
que aquel que Rocinante quería, que era por don-
de él podía caminar , siempre ¡con imaginación que
no podía faltar por aquellas malezas alguna estra-
Jaa aventura. Yen^o pues con este pensamiento,
vio que por cima de una montañuela que delante
de los ojos se le ofrecia , iba saltando un hombre
de risco en risco y de mata en mata con estraña li-
gereza : figurosele que iba desnudo , la barba ne-
gra y espesa , los cabellos muchos y rebultados,
los pies descalzos , y las piernas sin cosa alguna:
los muslos cubrían unos calzones al parecer de ter-
ciopelo leonadb ; mas tan hechos pedazos , que por
X
1
I38 DON QUIXOTE PE LA MANCHA.
muchas partes se le descubrían las carnes : traía la
cabeza descubierta , y aunque pasó con la ligereza
que se ha dicho , todas estas menudencias miró y
notó el Caballero de la Triste Figura ; y aunque
lo procuró , no pudo seguille , porque no era dado
á la debilidad de Rocinante andar por aquellas as-
perezas , y mas siendo él de suyo pasicorto y fle-
mático. Luego imaginó Don Quixote que aquel
era el dueño del coxin y de la maleta , y propuso
en sí de buscalle , aunque supiese andar un año
por aquellas montañas , hasta hallarle : y asi man-
dó á Sancho que se apease del asno 1 , y atajase por
la una parte de la montaña, que él iría por la otra,
y podría ser que topasen con esta diligencia con
aquel hombre , que con tanta priesa se les había
Cuitado de delante. No podre hacer eso , respon-
io Sancho , porque en apartándome de vuestra
merced, luego es conmigo el miedo que me asalta
con mil géneros de sobresaltos y visiones ; y sírva-
le esto que digo de aviso , para que de aquí ade-
lante no me aparte un dedo de su presencia. Asi
sera , dixo el de la Triste Figura ¿ y yo estoy muy
contento de que te quieras valer de mi animo , el
qual no te ha de faltar , aunque te falte el anima
del cuerpo: y vente ahora tras mí poco á poco, ó
como pudieres , y haz de los ojos lanternás , rodea-
remos esta serrezuela , quiza toparemos con aquel
hombre que vimos , el qual sin duda alguna no es
otro que el dueño de nuestro hallazgo. A lo que
Sancho respondió : harto mejor seria no buscarle,
1 Del asno. Otro olvido sobre el hurto del asno de
Sancho.
PARTE I. CAPITULO XXIII* 1 39
porque si le hallamos , y acaso fuese el dueño del
dinero , claro está que lo tengo de restituir ; y asi
fuera mejor sin hacer está inútil diligencia poseer-
lo yo con buena fe , hasta que por otra vía menos
curiosa y diligente pareciera su verdadero señor,
y quiza fuera á tiempo que lo hubiera gastado , y
entonces el Rey me hacia franco. Engañaste en
eso , Sancho, respondió Don Quixote , que ya que
hemos caído en sospecha de quien es el dueño, ca-
si delante ' , estamos obligados á buscarle y volver*
selos ; y quando no le buscásemos , la vehemente
sospecha que tenemos de que él lo sea , nos pone
ya en tanta culpa como si lo fuese : asique , San-
cho amigo , no te dé pena el buscalle , por la que
á mí se me quitará si le hallo : y asi picó á Roci-
nante , y siguióle Sancho á pie y cargado , mei-ced
á Ginesillo de Pasamonte : y habiendo rodeado la
montaña , hallaron en un arroyo caída , muerta' y
medio comida de perros , y picada de grajos , una
muía ensillada y enfrenada , todo lo qual confirmó
en ellos mas la sospecha de que aquel que huía,
era el dueño de la muía y del coxin.
Estandola mirando , oyeron un silbo como de
pastor que guardaba ganado , y á deshora á su si-
niestra mano parecieron una buena cantidad de ca-
bras , y tras ellas por cima de la montaña pareció
el cabrero que las guardaba , que era un hombre
anciano. Díole voces Don Quixote , y rogóle que
baxase donde estaban. £1 respondió á gritos que
t Casi delante. Este lugar defectuoso en las dos edicio-
nes primeras , harta sentido añadiendo estas palabras : de
aquí adelante; Ó estas otras 1 i quien tenemos casi delante.
140 DON QUIXOTE D£ LA MANCHA.
quién les había traído por aquel lugar , pocas 6
ningunas veces pisado sino de pies de cabras , ó de
lobos y otras fieras que por allí andaban. Respon-
dióle Sancho que baxase , que de todo le darían
buena cuenta. Baxó el cabrero, y en llegando adon-
de Don Quixote estaba , dixo : apostaré que está
mirando la muía de alquilar que está muerta en
esa hondonada , pues á buena fe que ha ya seis
meses que está en ese lugar : díganme , han topa-
do por ahí á su dueño ? No hemos topado a na-
die , respondió Don Quixote , sino á un coxin y á
una maletilla , que no lejos deste lugar hallamos.
También la hallé yo , respondió el cabrero ; mas
nunca la quise alzar ni llegar á ella , temeroso de
algún desmán y de que no me la pidiesen por de
hurto : que es el diablo sotil , y debaxo de los pies
se levanta allombre cosa donde tropiece , y caya
sin saber como ni como no. Eso mismo es lo que
yo digo , respondió Sancho , que también la hallé
yo , v no quise llegar á ella con un tiro de piedra:
allí la dexé , y allí se queda como se estaba , que
no quiero perro con cencerro. Decidme , buen hom-
bre , dixo Don Quixote : sabéis vos quien sea el
dueño destas prendas ? Lo que sabré yo decir , di-
xo el cabrero, es que habrá al pie de seis meses
poco mas á menos que llego i una majada de pas-
tores que estará como tres leguas deste lugar , un
mancebo de gentil talle y apostura , caballero so-
bre, esa misipa muía que está ahi muerta, y con el
mismo coxin y maleta que decís que hafiastes y
no tocastes : preguntónos que qual parte desta sier-
ra era la mas áspera y escondida : diximosle que
ejra estg. ¿donde ahora estamos ; y es asi á la verdad,
PARTE I. CAPlfüLO XXIII. 141
porque si entráis media legua mas adentro , quiza
no acertaréis á salir, y estoy marabillado de como
habéis podido llegar aquí , porque no hay camino
ni senda que á este lugar encamine : digo pues
que en oyendo nuestra respuesta el mancebo , vol-
vió las riendas , y encaminó acia el lugar donde le
señalamos , dexandonos á todos contentos de su
buen talle , y admirados de su demanda y de la
priesa co$ que le víamos caminar y volverse acia
la sierra : y desde entonces nunca mas le vimos,
hasta que desde alli á algunos dias salió al camino
á uno de nuestros pastores , y sin decille nada se
allegó á él , y le dio muchas puñadas y coces , y
luego se fue á la borrica x del hato , y le quitó
quanto pan y queso en ella traía , y con estraña li-
gereza , hecho esto, se volvió á entrar en la sierra.
Como esto supimos algunos cabreros , le andubi-
mos a buscar casi dos diafc por lo mas cerrado des-
ta sierra , al cabo de los quales le hallamos meti-
do en el hueco de un grueso y valiente alcorno*
que : salió á nosotros con mucha mansedumbre , ya
roto el vestido , y el rostro desfigurado y tostado
del sol , de tal suerte que apenas le conocimos , si-
no que los vestidos aunque rotos , con la noticia
que dellos teníamos , nos dieron á entender que era
el que buscábamos : saludónos cortesmente , y en
pocas y muy buenas razones nos dixo que no nos
marabillasemos de verle andar de aquella suerte,
porque asi le convenia para cumplir cierta peni-
tencia que por sus muchos pecados le había sido
impuesta : rogárnosle que nos dixese quién era,
mas nunca lo pudimos acabar con él : pedírnosle
también que quando hubiese menester el. sustento,
143 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
sin el qual no podía pasar , nos dixese dónde le
hallaríamos , porque con mucho amor y cuidado
se lo llevaríamos , y que si esto tampoco fuese de
su gusto i que alómenos saliese á pedirlo , y no á
quitarlo á los pastores : agradeció nuestro ofrecí-
fniento , pidió perdón de los asaltos pasados , y
ofreció de pedíllo de allí adelante por amor de
Píos sin dar molestia alguna á nadie : enquanto
lo que tocaba á la estancia de su habitación , dixo
que no tenia otra , que aquella que le ofrecía la
ocasión donde le tomaba la noche : y acabó su pla-
tica con un tan tierno llanto , que bien fuéramos
de piedra los que escuchadole habíamos , si en él
no le acompañáramos , considerándole cómo le ha-
bíamos visto la vez primera ,y qual le veíamos en-
tonces , porque como tengo dicho , era un muy
gentil y agraciado mancebo , y en sus corteses y
concertadas razones mostraba ser bien nacido y muy
cortesana persona , que puesto que eramos rústicos
los que le escuchábamos , su gentileza era tanta,
que bastaba á darse á conocer á la misma rustici-
dad : y estando en lo mejor de su platica } paró y
enmudecióse , clavó los ojos en el suelo por un
buen espacio , en el qual todos estubimos quedos y
suspensos , esperando en qué había de parar aquel
embelesamiento con no poca lastima de verlo , por-
que por lo que hacia de abrir los ojos , estar fixo
mirando al suelo sin mover pestaña gran rato , y
otras veces cerrarlos , apretando los labios y enar-
cando las cejas , fácilmente conocimos que algún
accidente de locura le había sobrevenido : mas él
nos dio a entender presto ser verdad lo que pensá-
bamos , porque se levanto con gran furia del suelo
PARTE I. CAPITULO XXIII. 1 43
donde se había echado , y arremetió con el prime-
ro que halló junto á sí con tal denuedo y rabia,
que si no se le quitáramos , le matara á puñadas
y á bocados , y todo esto hacia , diciendo : ah fe-
mentido Fernando ! aqui , aqui me pagarás la sin-
razón que me hiciste : estas manos te sacarán el
corazón, donde albergan y tienen manida todas las
maldades juntas, principalmente la fraude y el en»
gaño : y á estas anadia otras razones , que todas
se encaminaban á decir mal de aquel Fernando , y
á tacharle de traidor y fementido : quitamossele
pues con no poca pesadumbre , y él sin decir mas
palabra se apartó de nosotros , y se emboscó cor-
riendo por entre estos xarales y malezas de modo,
que nos imposibilitó el seguille : por esto conje-
turamos que la locura le venia á tiempos, y que
alguno que se llamaba Fernando le debia de ha»
ber hecho alguna mala obra tan pesada , quanto
lo mostraba el termino á que le habia conducido:
todo lo qual se ha confirmado después acá con las
veces , que han sido muchas , que él ha salido al
camino , unas á pedir á los pastores le den de lo'
que llevan para comer , y otras á quitárselo por
fuerza , porque quando está con el acidente de la
locura , aunque los pastores se lo ofrezcan de buen
grado , no lo admite , sino que lo toma á puñadas;
y quando está en su seso , lo pide por amor de Dios
cprtes y comedidamente , y rinde por ello muchas
gracias , y no con falta de lagrimas : y en verdad
os digo , señores , prosiguió el cabrero , que ayer
determinamos yo y quatro zagales , los dos cria-
dos y los dos amigos mios , de buscarle hasta tan-
to que le hallemos , y después de hallado , y a por
144 DON QUIZÓTE DE LA MANCHA.
fuerza, ya por grado le hemos de llevar a la villa
de Almodovar , que está de aquí ocho leguas , y
allí le curaremos , si es que su mal tiene cura , ó
sabremos quien es , quando esté en su seso , y si
tiene parientes á quien dar noticia de su desgracia.
Esto es , señores , lo que sabré deciros de lo que
me habéis preguntado , y entended que el dueño
de las prendas que hallastes , es el mismo que vis-
tes pasar con tanta ligereza , Como desnudez , que
ya le había dicho Don Quixote como había visto
pasar aquel hombre saltando por la sierra. £1 quat
quedó admirado de lo que al cabrero había oído»
y quedó con mas deseo de saber quien era el des*
díchado loco , y propuso en sí lo mismo que ya te*
nía pensado , de buscalle por toda la montaña , sid
dexar rincón ni cueva en ella que no mirase hastt
hallarle. Pero hizolo mejor la suerte de lo que ¿t
pensaba ni esperaba , porque en aquel mismo im* •
tante pareció por entre una quebrada de una sieff»
ra que salía donde ellos estaban , el mancebo que
buscaba , el qual venia hablando entre sí cosas qtee
no podían ser entendidas de cerca , quanto mas df
lejos. Su trage era qual se ha pintado , solo qué
llegando cerca , vio Don Quixote que un coleto
hecho pedazos que sobre sí traía , era de ambat»
por donde acabó de entender que persona que tar
íes hábitos traia , no debía de ser de ínfima cali-
dad. En llegando el mancebo a ellos los saludó
con una voz desentonada y bronca , pero con mu-
cha cortesía. Don Quixote le volvió las saludes
con no menos comedimiento , y apeándose de Ro-
cinante con gentil continente y donayre , le fue á
abrazar , y le tubo un buen espacio estrechamente
r
PARTE I. CAPITULO XXIII. 1 45
entre sus brazos , como si de luengos tiempos lo
hubiera conocido. £1 otro , a quien podemos lla-
mar El Roto de la Mala Figura , como á Don
Quixote el de la Triste , después de haberse dexa-
do abrazar , le apartó un poco de sí , y puestas sus
manos en los hombros de Don Quixote , le estubo
mirando como que queria ver si le conocía , no me-
nos admirada quiza de ver la figura , talle y ar-
mas de Don Quixote /que Don Quixote lo esta*
ba de verle á él : en resolución el primero que-ha-
bló después del abrazamiento , fue el Roto , y di-
xo lo que se dirá adelante.
CAPITULO XXIV.
DONDE SE PROSIGUE LA AVENTURA DE LA SIERRA
MORENA.
Uicc la historia que era grandísima la atención
con que Don Quixote escuchaba al astroso caba-
llero de la Sierra , el qual prosiguiendo su platica
dixo : por cierto , señor, quienquiera que seáis [que
o no os conozco] yo os agradezco las muestras y
a cortesía que conmigo habéis usado , y quisiera
Íro hallarme en términos , que con mas que la vo-
untad pudiera servir la que habéis mostrado te-
nerme en el buen acogimiento que me habéis he-
cho ; mas no quiere mi suerte darme otra cosa con
que corresponda a las buenas obras que me hacen,
qu£ buenos deseos de satisfacerlas. Los que yo ten-
go , respondió Don Quixote , son de serviros tan-
to, que tenia determinado de no salir destas sierras
hasta hallaros, y saber de vos si al dolor que en la
1
/-
146 PON QUIXOTE DE LA MANCHA.
estrañeza de vuestra vida mostráis tener , se podia
hallar algún genero de remedio , y si fuera me-
nester buscarle , buscarle con la diligencia posible;
y quando vuestra desventura fuera de aquellas que
tienen cerradas las puertas á todo genero de con-
suelo , pensaba ayudaros á llorarla y á plañiría co-
mo mejor pudiera , que todavia es consuelo en las
desgracias hallar quien se duela dellas ; y si es que
mi buen intento merece ser agradecida con algún
genero de cortesía , yo os suplico , señor , por. la
mucha que veo que en vos se encierra , y junta-
mente os conjuro por la .cosa que «en esta vida nías,
habéis amado ó amáis , que me digáis quien sois,
y la causa que os ha traido á vivir y a morir en-
tre estas soledades como bruto animal , pues mo-
ráis entre ellos tan ageno de vos mismo , qual lo
muestra vuestro trage y persona : y juro , añadió
Don Quixote , por la orden de caballería que re-
cebi , aunque indigno y pecador ; « y por la profe-
sión de caballero andante , que si en esto , señor,
me complacéis , de serviros con las veras á que me
obliga el ser quien soy , ora remediando vuestra
desgracia , si tiene remedio , ora ayudándoos á llo-
rarla , como os lo he prometido. £1 caballero del
Bosque , que de tal manera oyó hablar al de la
Triste Figura , no hacia sino mirarle , y remirarle,
Jr tornarle á mirar de arriba abaxo , y después que
e hubo bien mirado le dixo : si tienen algo que
darme á comer , por amor de Dios que me lo /den,
que después de haber comido , yo haré todo lo
que se me manda en agradecimiento de tan bue-
nos deseos , pomo aqui se me han mostrado. Lue-
go sacaron Sancho de su costal y el cabrero de su"
PARTE I. CAPITULO XXIV* 1 47
zurrón con que satisfizo el Roto su hambre , co-
miendo lo que le dieron , como persona atontada,
tan apriesa que no daba espacio de un bocado al
otro , pues antes los engullía que tragaba , y en-
tanto que comia , ni él ni los que le miraban , ha*
biaban palabra. Como acabó de comer , les hizo de
señas que le siguiesen , como lo hicieron , y él los
llevo á un verde pradecillo , que á la vuelta de
una peña poco desviada de allí estaba. En llegan-
do á él , se tendió en el suelo encima de la yerba,
y los demás hicieron lo mismo , y todo esto sinque
ninguno hablase , hasta que el Roto , después de
haberse acomodado en su asiento , dixo : si gustáis»
señores , que os diga en breves razones la inmensi-
dad de mis desventuras , habeisme de prometer de
que con ninguna pregunta ni otra cosa no inter-
rompereis el hilo de mi triste historia , porque en
el punto que lo hagáis , en ese se quedará lo que
fuere contando/ Estas razones del Roto truxeron á
la memoria á Don Quixote el cuento que le habia
contado su escudero , quando no acertó el numero
de las cabras que habían pasado el rio , y se quedó
la historia pendiente. Pero volviendo al Roto, pro-
siguió diciendo : esta prevención que hago , es por-
que querría pasar brevemente por el cuento de mis
desgracias , que el traerlas á la memoria no me sir-
ve de otra cosa , que añadir otras denuevo, y mien-
tras menos me preguntaredes , mas presto acabaré
yo de decillas , puesto que no dexaré por contar
cosa alguna que sea de importancia , para satisfa-
cer del todo á vuestro deseo. Don Quixote se lo
prometió en nombre de los demás , y él con este
seguro comenzó desta manera •
K 2
1 48 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
Mi nombre es Cardenio , mi patria una ciu-
dad de las mejores desta Andalucía , mi linage no-
ble , mis padres vicos , mi desventura tanta , que la
deben de haber llorado mis padres , y sentido mi
linage , sin poderla aliviar con su riqueza : que pa-
ra remediar desdichas del cielo poco suelen valer
los bienes de fortuna. Vivia en esta misma tierra
un cielo, donde puso el amor toda la gloria que yo
acertara á desearme : tal es la hermosura de Lus-
cinda, doncella tan noble y tan rica como yo ; pe-
ro de mas ventura , y de menos firmeza de la que
á mis honrados pensamientos se debia : á esta Lus-
cinda amé , quise y adoré desde mis tiernos y pri-
meros años , y ella me quiso á mí con aquella sen-
cillez y buen animo que su poca edad permitía:
sabian nuestros padres nuestros intentos , y no les
pesaba dello , porque bien veían que quando pa-
saran adelante , no podían tener otro fin que el de
casarnos , cosa que casi la concertaba la igualdad
de nuestro linage y riquezas : creció la edad , y
con ella el amor de entrambos , que al padre de
Luscinda le pareció que por buenos respetos esta-
ba obligado á negarme la entrada de su casa , casi
imitando en esto a los padres de aquella Tisbe tan
decantada de los poetas ; y fue esta negación aña-
dir llama á llama y deseo á deseo , porque aunque
pusieron silencio á las lenguas , no le pudieron po-
ner á las plumas , las quales con mas libertad que
las lenguas suelen dar á entender á quien quieren -
lo que en el alma está encerrado , que muchas ve-
ces la presencia de la cosa amada turba y enmu-
dece la intención mas determinada y la lengua mas
atrevida : ay cielos , y quantos billetes la escribí !
PARTE I. CAPITULO XXIV. 1 49
quan regaladas y honestas respuestas tube ! quán-
tas canciones compuse , y quantos enamorados ver-
sos , donde el alma declaraba y trasladaba sus sen-
timientos , pintaba sus encendidos deseos , entrete-
nía sus memorias , y recreaba su voluntad ! En efe-
to , viéndome apurado , y que mi alma se consu-
mía con el deseo de verla > determiné poner por
obra y acabar en un punto lo que me pareció que
mas convenia para salir con- mi deseado y mereci-
do premio , y fue el pedírsela á su padre por le-
gitima esposa , como lo hice : á lo que él me res-
pondió que me agradecía k voluptad , que mos-
traba de honrarle y de querer honrarme con pren-
das suyas ; pero que siendo mi padre vivo , á él
tocaba de justo derecho hacer aquella demanda,
porque si no fuese con mucha voluntad y gusto
suyo , no era Luscinda para tomarse ni darse á
hurto : yo le agradecí su buen intento , parecien-
dome que llevaba razón en lo que decía , y que
mi padre vendría en ello como yo se lo dixese , y
con este intento luego en aquel mismo instante fui .
á decirle á mi padre lo que deseaba , y al tiempo
que entré en un aposento donde estaba , le hallé
con una carta abierta en la mano , la qual antes
que yo le dixese palabra me la dio , y me dixo:
por esa carta verás , Cardenio , la voluntad que el
duque Ricardo tiene de hacerte merced. Este du-
ue Ricardo , como ya vosotros , señores , debéis
e saber , es un Grande de España , que tiene su
estado en lo mejor desta Andalucía. Tomé , y leí
la carta , la qual venia tan encarecida , que á mí
mismo me pareció mal , si mi padre dexaba de
cumplir lo que en ella se le pedia , que era que
3
I50 PON QTXIXOTE DE LA MANCHA.
me enviase luego donde él estaba , que quería que
fuese compañero , no criado de su hijo el mayor,
y que él tomaba á cargo el ponerme en estado que
correspondiese á la estimación en que me tenia:
lei la carta , y enmudecí leyéndola , y mas quan-
do oi que mi padre me decia : de aqui a dos dias
te partirás , Cardenio, á hacer la voluntad del Du-
que , y da gracias a Dios que te va abriendo ca-
mino por donde alcances lo que yo sé que mere-
ces : añadió á estas otras razones de padre conseje-
ro. Llegóse el termino de mi partida , hablé una
noche á Luscinda , dixele todo lo que pasaba , y lo
mismo hice á su padre , suplicándole se entretu-
biese algunos dias , y dilatase el darla estado hasta
que yo viese lo que Ricardo me queria : él me lo
prometió , y ella me lo confirmó con mil juramen-
tos y mil desmayos. Vine enfin donde el duque
Ricardo estaba , fui del tan bien recebido^y trata-
do , que desde luego comenzó la envidia á hacer
su oficio , teniéndomela los criados antiguos , pare-
ciendoles que las muestras que el Duque daba de
hacerme merced , habían de ser en perjuicio suyo;
pero el que mas se holgó con mi ida fue un hijo
segundo del Duque , llamado Fernando , mozo ga-
llardo , gentil hombre, liberal y enamorado , el qual
en poco tiempo quiso que fuese tan su amigo , que
daba que decir a todos ; y aunque el mayor me
queria bien y me hacia merced , no llegó al estre-
mo con que D. Fernando me queria y trataba. Es
pues el caso que como entre los amigos no hay co-
sa secreta que no se comunique , y la privanza que
yo tenia con D. Fernando , dexaba de serlo por
ser amistad > todos sus pensamientos me declaraba,
PARTE I. CAPITULO XXIV. 151
especialmente uno enamorado que le traía con un
poco de desasosiego : quería bien a una labradora
vasalla de su padre, y ella los tenia muy ricos; y
era tan hermosa , recatada , discreta y honesta , que
nadie que la conocia se determinaba en qual des-
tas cosas tubiese mas escelencia , ni mas se aventa-
jase. Estas tan buenas partes de la hermosa labras-
dora reduxeron a tal termino los deseos de D. Fer-
nando , que se determinó para poder alcanzarlo y
conquistar la entereza de la labradora , darle pa-
labra de ser m esposo, porque de otra manera era
procurar lo imposible : yo obligado de su amistad,
con las mejores razones que supe , y con los mas vi-
vos exemplos que pude , procuré estorbarle y apar-
tarle de tal proposito ; pero viendo que no apro-
vechaba , determiné de decirle el caso al duque
Ricardo su padre ; mas D. Fernando como astuto
y discreto se receló y temió desto , por parecerle
que estaba yo obligado en vez de buen criado á
no tener encubierta ^cosa , que tan en perjuicio de
la honra de mi señor el Duque venia , y asi por
divertirme y engañarme me dixo que no hallaba
otro mejor remedio para poder apartar de la me-
moria la hermosura que tan sujetó le tenia , que el
ausentarse por algunos meses , y que quería que
el ausencia fuese que los dos nos viniésemos en ca-
sa de mi padre , con ocasión que darían al Duque
que venia á ver y á feriar unos muy buenos caba-
llos que en mi ciudad habia , que es madre de los
mejores del mundo : apenas le oi yo decir esto¿
quando movido de mi afición , aunque su determi*
nación no fuera Jtan buena , la aprobara yo por una
de las mas acertadas que se podían imaginar , por
1 5 2 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
ver quan buena ocasión y coyuntura se me ofrecía
de volver á ver á mi Luscinda : con este pensa-
miento y deseo aprobé su parecer y esforcé su pro-
posito , diciendole que lo pusiese por obra con la
brevedad posible , porque en efeto la-ausencia ha-
cia su oficio apesar de los mas firmes pensamien-
tos ; y quando él me vino á decir esto , según des-
Eues se supo habia gozado a la labradora con titu-
> de esposo , y esperaba ocasión de descubrirse a
su salvo , temeroso de lo que el Duque su padre
haria quando supiese su disparate. Sucedió pues,
que como el amor en los mozos por la mayor par-
te no lo es , sino apetito , el qual como tiene por
ultimo fin el deleyte , en llegando á alcanzarle se
acaba , y ha de volver atrás aquello que parecía
amor , porque no puede pasar adelante del termi-
no que le puso naturaleza , el qual termino no le
puso a lo que es verdadero amor : quiero decir,
que asi como D. Fernando gozó á la labradora, se
le aplacaron sus deseos , y se resfriaron sus ahín-
cos ; y si primero fingía quererse ausentar por re-
mediarlos , ahora deveras procuraba irse por no
ponerlos en execucion. Diole el Duque licencia,
y mandóme que le acompañase : venimos á mi du-
dad , recibióle mi padre como quien era , vi yo
luego á Luscinda , tornaron á vivir [aunque no ha-
bían estado-muertos ni amortiguados] mis deseos,
de los quales di cuenta por mi mal á D. Fernan-
do , por parecerme que en la ley de la mucha
amistad que mostraba , no le debía encubrir nada:
alábele la hermosura, donayre y discreción de Lus-
cinda de tal manera , que mis alabanzas movieron
en él los deseos de querer ver doncella de tan bue-
PARTE X. CAPITULO XXIV. 1 53
ñas partes adornada : cumpliselos yo por mi corta
suerte , enseñándosela una noche á la luz de una
vela por una ventana por donde los dos solíamos
hablarnos : viola en sayo tal , que todas las belle-
zas hasta entonces por él vistas , las puso en olvi-
do : enmudeció , perdió el sentido , quedó absor-
to , y finalmente tan enamorado , qual lo veréis en
el discurso del cuento de mi desventura ; y para
encenderle mas el deseo [que a mí me zelaba , y al
cielo á solas descubría] quiso la fortuna que halla-
se un dia un billete suyo , pidiéndome que la pi-
diese á su padre por esposa , tan discreto , tan ho-
nesto y tan enamorado , que en leyéndolo me di-
xo que en sola Luscinda se encerraban todas las
gracias de hermosura y de entendimiento , que en
las demás mugeres del mundo estaban repartidas:
bien es verdad que quiero confesar ahora que pues-
to que yo veía con quan justas causas D. Fernan-
do a Luscinda alababa , me pesaba de oir aque-
llas, alabanzas de su boca , y comencé á. temer , y
con razón a recelarme del , porque no se pasaba
momento donde no quisiese que tratásemos de Lus-
cinda , y él movia la platica , aunque la truxese
por los cabellos , cosa que despertaba en mí un no-
sequé de zelos , no porque yo temiese revés algu-
no de la bondad y de la fe de Luscinda ; pero con
todo eso me hacia temer mi suerte lo mismo que
ella me aseguraba. Procuraba siempre D. Fernan-
do leer los papeles que yo a Luscinda enviaba , y
los que ella me respondía , á titulo que de la dis-
creción de los dos gustaba mucho. Acaeció pues
que habiéndome pedido Luscinda un libro de ca-
ballerías en qué leer , de quien era ella muy afi-
154 DON QUIXOTE DÉ LA MANCHA.
cionada , que era el de Amadis de Gaula .... No
hubo bien oido Don Quixote nombrar libro de ca-i
ballerias , quando dixo : con que me dixera vues-
tra merced al principio de su historia, que su mer-
ced de la señora Luscinda era aficionada á libros
de caballerías , no fuera menester otra exageración
para darme á entender la alteza de su entendimien-
to , porque no le tubiera tan bueno , como vos , se-
ñor , le habéis pintado , si careciera del gusto de
tan sabrosa leyenda ; asique para conmigo no es
menester gastar mas palabras en declararme su her-
mosura , valor y entendimiento , que con solo ha-
ber entendido su afición , la confirmo por la mas
hermosa y mas discreta muger del mundo; y qui-
siera yo , señor , que vuestra merced, le hubiera
enviado junto con Amadis de Gaula al bueno de
Don Rugel de Grecia , que yo sé que gustara la
señora Luscinda mucho de Darayda y Garaya, y
de las discreciones del pastor Darinel , y de aque-
llos admirables versos de sus bucólicas , cantadas
y representadas por él con todo donayre , discre-
ción y desenvoltura ; pero tiempo podra venir en
que se enmiende esa falta , y no dure mas en ha-
cerse la enmienda de quanto quiera vuestra mer-
ced ser servido de venirse conmigo á mi aldea, que
allí le podre dar mas de trecientos libros , que son
el regalo de mi alma y el entretenimiento de mi
vida ; aunque tengo para mí que ya no tengo nin-
guno , merced á la malicia de malos y envidiosos
encantadores : y perdóneme vuestra merced el ha-
ber contravenido á lo que prometimos de no in-
terromper su platica , pues en oyendo cosas de ca-
ballerías y de caballeros andantes , asi es en mi
PARTE I* CAPITULO XXIV. 1 55
mano dexar de hablar en ellos , cernió lo es en la
de los rayos del sol dexar de calentar , ni humede-
cer en los de krluna ; asique , perdón y proseguir,
que es lo que ahora hace mas al caso.
Entanto que Don Quixote estaba diciendo lo
que queda dicho , se le había caído a Cardenio la
cabeza sobre el pecho , dando muestras de estar
profundamente pensativo , y puesto que dos veces
le dixo Don Quixote que prosiguiese sú historia,
ni alzaba la cabeza , ni respondía palabra ; pero al-
cabo de un buen espacio la levantó, y dixo : no se
me puede quitar del pensamiento , ni habrá quien
me lo quite én el mundo , ni quien me dé á enten-
der otra -tosa , y seria un majadero el que lo con-
trario entendiese ó Creyese , sino que aquel be-
llaconazo del maestro Elisabat estaba amancebado
con la reyna Madasifna. Eso no , voto a tal , res-
pondió con mucha cólera Don Quixote £ y arro-
jole > como tenia de costumbre J y esa es una muy
gran malicia , ó bellaquería por mejor decir : la rey-
na Madasima fué muy principal señora , y no se
ha de presumir que tan alta Princesa se habia de
amancebar con un sacapotras , y quien lo contrario
entendiere , miente como muy gran bellaco : y yo
se lo daré á entender a pie ó a caballo , armado ó
desarmado , de noche ó de día , ó como mas gusto
le diere. Estábale mirando Cardenio muy atenta-
mente , al qual ya habia venido el acídente de su
locura , y no estaba para proseguir su historia , ni
tampoco Don Quixote se la oyera según le habia
disgustado lo que de Madasima le habia oido. Es-
traño caso ! que asi volvió por ella , como si ver-
daderamente fuera su verdadera y natural señora:
156 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
tal le tenían sus descomulgados libros. Digo pues
que como ya Cardenio estaba loco , y se oyó tra-
tar de mentís , y de bellaco con otros, denuestos se-
mejantes , parecióle mal la burla , y alzó un gui-
jarro que halló junto á sí , y dio con él en los pe-
chos tal golpe a Don Quixote , que le hizo caer
de espaldas. Sancho Panza , que de tal modo vio
parar á su señor , arremetió al loco con el puño
cerrado , y el Roto le recibió de tal suerte , que
con una puñada dio con él á sus pies , y luego se
subió sobre él , y le brumo las costillas muy á su
sabor. £1 cabrero, que le quiso defender , corrió el
mismo peligro ;y después que los tubo á todos ren-
didos y molidos , los dexó y se fue con gentil so-
siego á emboscarse en la montaña*. Levantóse San-
cho , y con la rabia que tenia de verse aporreado
tan sin merecerlo , acudió á tomar la venganza del
cabrero , diciendole que él tenia la culpa de no
haberles avisado que a aquel hombre le tomaba á
tiempos la locura , que si esto supieran , hubieran
estado .sobre aviso para poderse guardar. Respon-
dió el cabrero que ya lo había dicho , y que si él
no lo habia oído , que no era suya la culpa. Re-
plicó Sancho Panza , y tornó á replicar el cabrero,
y fue el fin de las replicas asirse de las barbas , y
darse tales puñadas , que si Don Quixote no los
pusiera en paz , se hicieran pedazos. Decía San-
cho , asido con el cabrero : dexeme vuestra mer-
ced , señor Caballero de la Triste Figura , que en
este , que es villano como yo y no esta armado ca-
ballero , bien puedo á mi salvo satisfacerme del
agravio que me ha hecho , peleando con él mano
á mano , como hombre honrado. Asi es , díxo Don
PARTE I. CAPITULO XXIV, 157
Quíxote ; pero yo sé que él no tiene ninguna cul-
pa de lo sucedido. Con esto los apaciguó , y Don
Quixote volvió á preguntar al cabrero si sería po-
sible hallar a Cardenio , porque quedaba con gran-
dísimo deseo de saber el fin de su historia. Dixo-
le el cabrero lo que primero había dicho , que era
no saber de cierto su manida ; pero que si andu-
biese mucho por aquellos contornos , no dexaria
de hallarle ó cuerdo , ó loco.
CAPITULO XXvl
QUE TRATA PE LAS ESTRAÑAS COSAS QUE EN
SIERRA MORENA SUCEDIERON AL VALIENTE CA-
BALLERO PE LA MANCHA , Y DE LA IMITACIÓN
QUE HIZO A LA PENITENCIA PE BEL-
TENEBROS.
Uespidiose del cabrero Don Quixote , y subien-
do otra vez sobre Rocinante , mandó á Sancho que
le siguiese , el qual lo hizo con su jumento 1 de
muy mala gana. Ibanse poco a poco entrando en
lo mas áspero de la montaña , y Sancho iba muer-
to por razonar con su amo , y deseaba que él co-
menzase la platica por no contravenir á lo que le
tenia mandado ; mas no pudiendo sufrir tanto si*
lencio , le dixo : señor Don Quixote , vuestra mer-
ced me eche su bendición , y me dé licencia , que
desde aquí me quiero volver a mi casa , y a mi
muger , y á mis hijos , con los quales por lo menos
hablaré y departiré todo lo que quisiere , porque
1 Otro olvido del hurto : omitiendo los demás»
1 5$ DQN QVIXQT* P£ LA MANCHA.
querer vuestra merced que vaya cqd él por estas
soledades de día y de noche > y que no le hable
quando me diere gusto , es enterrarme en vida : si
ya quisiera la suerte que los animales hablaran,
como hablaban en tiempo de Guisopete , fuera me-
nos mal , porque departiera yo con mi jumento lo
que me viniera en gana ,y con esto pasara mi ma-
la ventura : que es recia cosa , y que no se puede
llevar en paciencia , andar buscando aventuras to-
da la vida , y no hallar sinp coces y manteamien-
tos , ladrillazos y puñadas > y con todo esto nos
hemos de coser la boca , sin osar decir lo que el
hombre tiene en su corazón , como si fuera mudo.
Ya te entiendo , Sancho , respondió Don Quixo-
te : tú mueres porque te alce el entredicho que te
tengo puesto en la lengua : dale por alzado y di
lo que quisieres , con condición que no ha de du-
rar este alzamiento mas de enquanto andubieremos
por estas sierras. Sea asi , dixo Sancho , hable yo
ahora , que después Dios sabe lo que sera ; y co-
menzando á gozar de ese salvo conduto , digo
que qué le iba á vuestra merced en volver tanto
por aquella rey na Magimasa , ó como se llama?
¿ ó qué hacia al caso que aquel Abad fuese su ami-
go , ono? que si vuestra merced pasara con ello,
pues no era su juez , bien creo yo que el loco pa-
sara adelante con su historia , y se hubieran ahor-
rado el golpe del guijarro , y las-coces , y aun mas
de seis torniscones. A fe , Sancho , respondió Don %
Quixote , que si tú supieras , como yo lo sé , quan
honrada y quan principal señora era la rey na Ma-
dasima , yo sé que dixeras que tube mucha pacien-
cia , pues no quebré la boca por donde tales Mas-
. PARTE I. CAPITULO XXV. 1 59
femias salieron;. porque es muy gran blasfemia de-
cir ni pensar que una Reyna esté amancebada con
un cirujano : la verdad del cuento es que aquel
maestro Elisabat que el loco di^o , fue un hombre
muy prudente, y de muy sanos Consejos , y sirvió
de ayo y de medico á la Reyna ; pero pensar que
ella era su amiga es disparate digno de muy gran
Castigo : y porque veas que Cardenio no supo lo
que dixo , has de advertir que quando lo dixo ya
estaba sin juicio. Eso digo yo , dixo Sancho , que
no habia para que hacer cuenta de las palabras de
un loco , porque si la buena suerte no ayudara á
vuestra merced , y encaminara 5I guijarro á la ca-
beza como le encaminó al pecho , buenos quedára-
mos por. haber vuelto por aquella mi señora , que
Dios cohonda * : pues montas , que no se librara
Cardenio por loco! Contra cuerdos y contra locos,
está obligado qualquier caballero andante á volt
ver por la honra de las mugeres qualesquiera que
sean , quanto mas por las Reynas de tan alta guisa
y pro como fue la reyna Madasima , á quien yo
tengo particular afición por sus buenas partes , por-
qué fuera de haber sido fermosa ademas , fue muy
prudente y muy sufrida en sus calamidades , que
las tubo muchas., y los consejos y compañía del
maestro Elisabat le fue y le fueron de mucho pro-
vecho y alivio para poder llevar sus trabajos con
prudencia y paciencia , y de aqui tomó ocasión el
vulgo ignorante y mal intencionado de decir y
pensar qué ella era su manceba ; y mienten digo
otra vez y mentirán otras docientas todos los que
x Cohonda. Pudra,
1 6o DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
tal pensaren y dixeren. Ni yo lo digo ni lo pien-
so , respondió Sancho ; alia se lo hayan , con su
pan se lo coman ; si fueron amancebados ó no , á
Dios habrán dado la cuenta ; de mis viñas vengo,
no sé nada ; no soy amigo de saber vidas agenas;
que el que compra y miente , en su bolsa lo sien-
te ; quanto mas , que desnudo naci , desnudo me
hallo , ni pierdo ni gano ; mas que lo fuesen , qué
me va á mí ? y muchos piensan que hay tocinos,
y no hay estacas ; mas quien puede poner puertas
al campo? quanto mas que* de Dios dixeron. Va-
lame Dios , dixo Don Quixote , y qué de neceda-
des vas , Sancho , ensartando ! qué va de lo que
tratamos , á los refranes que enhilas ? por tu vida,
Sancho , que calles , y de aqui adelante entremé-
tete en espolear a tu asno , y dexa de hacello en
lo que no te importa : y entiende con todos tus
cinco sentidos que todo quanto yo he hecho , hago
é hiciere , va muy puesto en razón y muy confor-
me á las reglas de caballería , que las sé mejor que
quantos caballeros las profesaron en el mundo. Se-
ñor , respondió Sancho: ¿y es buena regla de ca-
ballería que andemos perdidos por estas montañas
sin senda ni camino , buscando á un loco , el qual
después de hallado , quiza le vendrá en voluntad
de acabar lo que dexó comenzado , no de su cuen-
to , sino de la cabeza de vuestra merced y de mis
costillas , acabándonoslas de romper de todo pun-
to? Calla , te digo otra vez , Sancho , dixo Don
Quixote, porque te hago saber que no soló me trae
por estas partes el deseo de hallar al loco , quan-
to el que tengo de hacer en ellas una hazaña , con
que he de ganar perpetuo nombre y fama en todo
PARTE I. CAPITULO XXV. 1 6 1
lo descubierto déla tierra ; y sera tal, que he de
echar con ella el sello á todo aquello que puede
hacer perfeto y famoso á un andante caballero. Y
es de muy gran peligro esa hazaña ? preguntó San*
chd Panza. No , respondió el de la Triste Figura,
puesto que de tal manera podia acorrer el dado,
que echásemos azar en lugar de encuentro : pero
todo ha de estar en tu diligencia. En mi diligen-
cia? dixo Sancho. Si , dixo Don Quixote , porque
si vuelves presto de adonde pienso enviarte , pres-
to se acabará mi pena , y presto comenzará mi glo-
ria : y porque no es bien que te tenga mas suspen-
so , esperando en lo que han de parar mis razones,
quiero , Sancho , que sepas que el famoso Amadis
de Gaula fue uno de los mas perfetos caballeros
andantes : no he dicho bien fue uno , fue el solo,
el primero , el- único , el señor de todos quantos 1
hubo en su tiempo en el mundo : mal año y mal
mes para D. Belianis , y para todos aquellos que
dixeren que se le igualó en algo , porque se en-
gañan , juro cierto : digo asimismo que quando al-
gún pintor quiere salir famoso en su arte , procu-
ra imitar los originales de los mas únicos pintores
que sabe , y esta misma regla corre por todos los
mas oficios ó exercicios de cuenta , que sirven para
adorno de las repúblicas ; y asi lo ha de hacer y
hace el que quisiere alcanzar nombre de prudente
y sufrido , imitando á Ulises , en cuya persona y
trabajos nos pinta Homero un retrato vivo de pru-
dencia y de sufrimiento , como también nos mos-
tró Virgilio en persona de Eneas el valor de un
hijo piadoso, y la sagacidad de un valiente y en-
tendido capitán , no pintándolo , ni descubriendo-
T. II. x
X
1 6* DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
lo s , como ellos fueron , sino como habían de ser,
para dar exemplo á los venideros hombres de sus
virtudes : desta misma suerte Amadis fue el norte,
el lucero , el sol de los valientes y enamorados ca-
balleros , á quien debemos de imitar todos aque-
llos que debaxo de la bandera de amor y de la ca-
ballería militamos. Siendo pues esto asi , como lo
es , hallo yo , Sancho amigo , que el caballero an-
dante que mas le imitare , estara mas cerca de al-
canzar la perfecion de la caballería ; y una de las
cosas en que mas este caballero mostró su pruden-
cia , valor , valentía , sufrimiento , firmeza y amor,
fue quando se retiró desdeñado de la señora Oria-
na á hacer penitencia en la peña Pobre , mudan-
do su nombre en el de Beltenebros , nombre por
cierto significativo y propio para la vida que él
de su voluntad había escogido : asique me es á mí
mas fácil imitarle en esto , que no en hender gi-
gantes , descabezar serpientes , matar endriagos,
desbaratar exercitos , fracasar armadas , y deshacer
encantamentos ; y pues estos lugares son tan aco-
modados para semejantes efetos , no hay para que
se dexe pasar la ocasión , que ahora con tanta co-
modidad me ofrece sus guedejas. Ep efeto , dixo
Sancho : qué es lo que vuestra merced quiere ha-
cer en este tan remoto lugar? ¿Ya no te he di-
cho , respondió Don Quixote , que quiero imitar á
Amadis , haciendo aquí del desesperado , del san-
dio y del furioso , por imitar juntamente al va-
liente D. Roldan , quando halló en una fuente
i Descubriéndolo. Con mas propiedad se diña descri-
biéndolo , y acaso se diría asi en el original del autor.
PARTE I. CAPITULO XXV. 1 63
las señales de que Angélica la Bella había come-
tido vileza con Medoro , de cuya pesadumbre se
volvió loco , y arrancó los arboles , enturbió las
aguas de las claras fuentes , mató pastores , destru-
yó ganados , abrasó chozas , derribó casas , arras-
tró yeguas , y hizo otras cien mil insolencias , dig-
nas de eterno nombre y escritura? y puesto que
yo no pienso imitar á Roldan , ó Orlando , ó Ro-
tolando [Vjue todos estos tres nombres tenia]} parte
por parte en todas las locuras que hizo , dixo y
pensó , haré el bosquexo como mejor pudiere en
las que me pareciere ser mas esenciales , y podra
ser que viniese a contentarme con sola la imita-,
cion de Amadis , que sin hacer locuras de daño,
sino de lloros y sentimientos , alcanzó tanta fama
como el que mas. Pareceme á mí , dixo Sancho,
que los caballeros que lo tal ficieron , fueron pro-
vocados y tubieron causa para hacer esas neceflfc-
des y penitencias ; pero vuestra merced qué causa
tiene para volverse loco ? qué dama le ha desde-
ñado ? ó qué señales ha hallado que le den a en-
tender que la señora Dulcinea del Toboso ha he-
cho alguna niñería con moro , ó cristiano ? Ahi es-
tá el punto , respondió Don Quixote , y esa es la
fineza de mi negocio : que volverse loco un caba-
llero andante con causa , ni grado ni gracias : el to-
que está desatinar sin ocasión , y dar á entender á
mi dama que si en seco hago esto , qué hiciera en
mojado : quanto mas, que harta ocasión tengo en
la larga ausencia que he hecho de la siempre se-
ñora mia Dulcinea del Toboso , que como ya oíste
decir á aquel pastor de marras Ambrosio : quien
está ausente todos los males tiene y teme ; asique,
1 2
164 DON QVIXOTE DE LA MANCHA.
Sancho amigo , no gastes tiempo en aconsejarme
que dexe tan rara , tan felice y tan no vista imita-
clon : loco soy , loco be de ser hasta tanto que tu
vuelvas con la respuesta de una carta , que conti-
go pienso enviar á mi señora Dulcinea : y si fue-
re tal qual á mi fe se le debe , acabarse ha mi san-
dez y mi penitencia ; y si fuere al contrario , seré
loco deveras, y siéndolo no sentiré nada : asique de
qualquiera manera que responda , saldré del con-
fiito y trabajo en que me dexares , gozando el bien
que me truxeres , por cuerdo ; ó no sintiendo el
mal que me aportares , por loco ; pero dime , San-
cho , traes bien guardado el yelmo de Mambrino ?
que ya vi que le alzaste del suelp , quando aquel
desagradecido le quiso hacer pedazos , pero no pu-
do , donde se puede echar de ver la fineza de su
temple. A lo qual respondió Sancho : vive Dios,
seMr Caballero de la Triste Figura , que no pue-
do sufrir ni llevar en paciencia algunas cosas que
vuestra merced dice , y que por ellas vengo á ima-
ginar que todo quanto me dice de caballerías , y
de alcanzar reynos é imperios , de dar Ínsulas , y de,
hacer otras mercedes y grandezas , como es uso de
caballeros andantes , que todo debe de ser cosa de
viento y mentira , y todo pastraña ó patraña , ó
como lo llamaremos ; porque quien oyere decir a
vuestra merced que una bacia de barbero es el yel-
mo de Mambrino , y que no salga deste error en
mas de quatro dias , qué ha de pensar sino que
quien tal dice y afirma , debe de tener güero el
juicio? la bacia yo la llevo en el costal toda abo-
llada, y llevóla para aderezarla en mi casa , y ha-
cerme la barba en ella , si Dios me diere tanta gra-
'
PARTE I. CAPITULO XXV. 1 65
cia , que algún día me vea con mi muger y hijos.
Mira , Sancho ; por el mismo que denantes juras-
te te juro , dixo Don Quixote , que tienes el mas
corto entendimiento que tiene ni tubo escudero en
el mundo: qué? ¿es posible que en quanto ha que
andas conmigo , no has echado de ver que todas
las cosas de los caballeros andantes parecen quime-
ras , necedades y desatinos , y que son todas hechas
al revés ? y no porque sea ello asi , sino porque an-
dan entre nosotros siempre una caterva de encan-
tadores , que todas nuestras cosas mudan y truecan,
y las vuelven según su gusto y según tienen la
gana de favorecernos ó destruirnos ; y asi eso que
á tí te parece bacía de barbero , me parece a mí el
yelmo de Mambrino , y á otro le parecerá otra co-
sa : y fue rara providencia del sabio que es de mi
parte , hacer que parezca bacia á todos lo que real
y verdaderamente es yelmo de Mambrino , a cau-
sa que siendo él de tanta estima , todo el mundo
me perseguiría por quitármele ; pera como ven que
no es mas de un bacin de barbero , no se curan dé
procuralle , como se mostró bien en el que quiso
rompelle , y le dexó en el suelo sin llevarle , que
á fe que si le conociera , que nunca él le dexara:
guárdale , amigo , que por ahora no le he menes*
ter , que antes me tengo de quitar todas estas ar-
mas y quedar desnudo como quando naci , si es
que me da en voluntad de seguir en mi peniten-
cia mas á Roldan , que á Amadis.
Llegaron en estas platicas al pie de una alta
montaña , que casi como peñón tajado estaba sola
entre otras muchas que la rodeaban : corría por su
falda un. manso arroyuelo , y hacíase por íodaí su
1 66 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
redondez un prado tan verde y vicioso , que daba
contento á los ojos que le miraban : habia por allí
muchos arboles silvestres , y algunas plantas y flo-
res que hacían el lugar apacible. Este sitio esco-
gió el Caballero de la Triste Figura para hacer su
penitencia , y asi en viéndole, comenzó á decir en
voz alta , como si estubiera sin juicio : este es el
lugar , ó cielos , que diputo y escojo para llorar la
desventura en que vosotros mismos me habéis pues-
to : este es el sitio , donde el humor de mis ojos
acrecentará las aguas deste pequeño arroyo , y mis
continuos y profundos suspiros moverán á la con-
tinua las hojas destos montaraces arboles en testi-
monio y señal de la pena que mi asendereado co-
razón padece. O vosotros, quienquiera que. seáis,
rústicos dioses , que en este inhabitable lugar te-
neis vuestra morada ! oid las quejas deste desdicha-
do amante , á quien una luenga ausencia y unos
imaginados zelos han traído á lamentarse entre es-
tas asperezas , y á quejarse de la dura condición
de aquella ingrata y bella , termino y fin de toda
humana hermosura ; ó vosotras Napeas y Dríadas,
que tenéis por costumbre de habitar en las espesu-
ras de los montes ! asi los ligeros y lascivos sátiros,
de quien sois aunque envano amadas , no pertur-
ben jamas vuestro dulce sosiego , que me ayudéis
á lamentar mi desventura , ó alómenos no os can-
seis de oilla s : ó Dulcinea del Toboso , dia de mi
noche , gloría de mi pena , norte de mis caminos,
estrella de mi ventura! asi el cielo te la dé buena
en quanto acertares á j^dirle , que consideres el lu-
z Imitación de Garcilaso tn la Égloga IIL
PARTE I. CAPITULO ÍXV. 1 67
gar y el estado á que tu ausencia me ha conduci-
do , y que con buen termino correspondas al que á
mi fe se le debe: ó solitarios arboles , que desde
hoy en adelante habéis de hacer compañía á mi so-
ledad ! dad indicio con el blando movimiento de
vuestras ramas que no os desagrada mi presencia:
ó tu , escudero mió /agradable compañero en mis
prósperos y adversos sucesos ! toma bien en la me-
moria lo que aqui me verás hacer , para que lo
cuentes y recites á la causa total de todo ello. Y
diciendo esto , se apeó de Rocinante , y en un mo-
mento le quitó el freno y la silla , y dándole una
palmada en las ancas , le dixo : libertad te da el
que sin ella queda , ó caballo tan estremado por
tus obras , quan desdichado por tu suerte ! vete por
do quisieres , que en la frente llevas escrito que no
te igualó en ligereza el Hipogrifo de Astolfo , ni
el nombrado Frontino , que tan caro kr costó á Bra-
damante. Viendo esto Sancho , dixo : bien haya
quien nos quitó ahora del trabajo de desenalbar- /
dar al Rucio , que a fe que no faltaran palmadicas
que dalje, ni cosas que decille en su alabanza; pe-
ro si él aqui estubiera , no consintiera yo que na-
die le desalbardara , pues no habia para qué , que
á él no le tocaban las generales de enamorado , ni
de desesperado , pues no lo estaba su amo, que era
yo , quando Dios quería : y en verdad , señor Ca-
ballero de la Triste Figura , que si es que mi par-
tida y su locura de vuestra merced va deveras, que
sera bien tornar á ensillar á Rocinante para que su-
pla la falta del Rucio > porque sera ahorrar tiem-
po á mi ida y vuelta , que si la hago á pie , no sé
quando llegaré, ni quando volvere , porque en re-
J 68 DON «UIXOTE DE LA MANCHA.
»
solución soy mal caminante. Digo , Sancho , res-
pondió Don Quizóte , que sea como tú quisieres,
que no me parece mal tu designio , y digo que de
aqui á tres dias te partirás , porque quiero que en
este tiempo veas lo que por ella hago y digo , pa-
ra que se lo digas. Pues qué mas tengo de ver,
dixo Sancho , que lo que he visto? Bien estás en
el cuento , respondió Don Quizóte : ahora me fal-
ta rasgar las vestiduras , esparcir las armas , y dar-
me de calabazadas por estas peñas , con otras cosas
deste jaez que te han de admirar. Por amor de
Dios , dixo Sancho , que mire vuestra merced co-
mo se da esas calabazadas , que á tal peña podra
llegar y en tal punto , que con la primera se aca-
base la maquina desta penitencia ; y seria yo de
parecer , que ya que á vuestra merced le parece
que son aquí necesarias calabazadas , y que no se
puede hacer esta obra sin ellas , se contentase , pues
todo esto es fingido y cosa contrahecha y de bur-
la , se contentase , digo , con dárselas en el agua, ó
en alguna cosa blanda como algodón , y dexeme á
mí el careo , que yo diré á mi señora que vues-
tra merced se las daba en una punta de peña mas
dura que la de un diamante. Yo agradezco tu bue-
na intención , amigo Sancho , respondió Don Qui-
zóte ; mas quierote hacer sabidor de que todas es-
tas cosas que hago , no son deburlas , sino muy
deveras , porque de otra manera seria contravenir
á las ordenes de caballería , que nos mandan que
no digamos mentira alguna » pena de relasos , y el
hacer una cosa por otra lo mismo es que mentir:
asique mis calabazadas han de ser verdaderas , fir-
mes y valederas, sinque lleven nada del sofistico
PARTE I. CAPITULO XXV. 1 69
ni del fantástico ; y sera necesario que me dexes
algunas hilas para curarme , pues que la ventura
quiso que nos faltase el balsamo que perdimos. Mas
fue perder el asno , respondió Sancho , pues se per-
dieron en él las hilas y todo ; y ruegole á vuestra
merced que no se acuerde mas de aquel maldito
brebage , que en solo oirle mentar se me revuelve
el alma , quanto y mas el estomago ; y mas le rue-
go , que haga cuenta que son ya pasados los tres
dias que me ha. dado de termino para ver las lo-
curas que hace , que ya las doy por vistas y por
pasadas en cosa juzgada , y diré marabillas á mí
señora , y escriba la carta , y despácheme luego,
porque tengo gran deseo de volver á sacar á vues-
tra merced deste purgatorio donde le dexo. Pur-
gatorio le llamas, Sancho? dixo Don Quixote; me-
jor hicieras de llamarle infierno, y aun peor, si hay
otra cosa que lo sea. Quien ha infierno , respondió
Sancho , nulla es retentio , según he oido decir. No
entiendo qué quiere decir retentio , dixo Don Qui-
xote. Retentio es , respondió Sancho , que quien es-
tá en el infierno nunca sale del ni puede , lo qual
sera al r^ves en vuestra merced , ó á mí me anda-
rán mal los pies , si es que Uevo espuelas para avi-
var á Rocinante ; y póngame yo una por una en el
Toboso y delante de mi señora Dulcinea , que yo
le diré tales cosas de las necedades y locuras £que
todo es uno] que vuestra merced ha hecho y que-
da haciendo , que la venga á poner mas blanda que
un guante , aunque la halle mas dura que un al-
cornoque , con cuya respuesta dulce y melificada
volvere por los ayres como brujo , y sacaré á vues-
tra merced deste purgatorio , que parece infierno
1 70 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
y no lo es , pues hay esperanza de salir del , la
qual como tengo dicho no la tienen de salir, los que
están en el infierno , ni creo que vuestra merced
dirá otra cosa. Asi es la verdad, dixo el de la Tris-
te Figura : pero qué haremos para escribir la car-
ta ? Y la libranza pollinesca también , anadio San-
cho. Todo irá inserto , dixo Don Quixote , y se-
ria bueno , ya que no hay papel , que la escribié-
semos como hacían los antiguos en hojas de arbo-
les , ó en unas tablitas de cera , aunque tan dificul-
toso sera hallarse eso ahora como el papel : mas
ya me ha venido a la memoria dónde sera bien y
aun mas que bien escribilla , que es en el librillo
de memoria que fue de Cardenio, y tú tendrás cui-
dado de hacerla trasladar en papel de buena letra
en el primer lugar que hallares , donde haya maes-
tro de escuela de muchachos , ó si no , qualquiera
sacristán te la trasladará : y no se la des á trasla-
dar á ningún escribano , que hacen letra procesa-
da , que no la entenderá satanás. Pues qué se ha
de hacer de la firma ? dixo Sancho. Nunca las car-
tas de Amadis se firmaron , respondió Don Quixo-
te. Está bien , respondió Sancho ; pero la libranza
forzosamente se ha de firmar , y esa , si se traslada,
,diran que la firma es falsa , y quedareme sin polli-
nos. La libranza irá en el mismo librillo firmada,
que en viéndola mi Sobrina no pondrá dificultad
en cumplilla ; y en lo que toca á la carta de amo-
res , pondrás por firma : Vuestro hasta la muerte
el Caballero de la Triste Figura ; y hará poco al
caso que vaya de mano agena , porque á lo que
yo me sé acordar Dulcinea no sabe escribir ni leer,
y en toda su vida ha visto letra mia , ni carta mia,
PARTE I. CAPITULO XXV. 1 7 1
porque mis amores y los suyos han sido siempre
platónicos , sin estenderse á mas que á un honesto
mirar t y aun esto tan de quando en quando , que
osaré jurar con verdad que en doce años que ha
que la quiero mas que á la lumbre destos ojos que
han de comer la tierra , no la he visto quatro ve-
ces , y aun podra ser que destas quatro veces no
hubiese ella echgdo de ver la una que la miraba:
tal es el recato y encerramiento con que sus padres
Lorenzo Corezuelo , y su madre Aldonza Nogales
la han criado. Ta , ta , dixo Sancho : qué? ¿la hija
de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea del
Toboso , llamada por otro nombre Aldonza Loren-
zo? Esa es, dixo Don Quixote , y es la que mere-
ce ser señora de todo el universo. Bien la conoz-
co , dixo Sancho , y sé decir que tira tan bien una
barra , como el mas forzudo zagal de todo el pue-
blo : vive el dador , que es moza de chapa , hecha
y derecha , y de pelo en pecho , y que puede sacar
la barba del lodo á qualquier caballero andante , ó
por andar que la tubiere por señora : ó hidepu-
ta , qué rejo que tiene , y qué voz ! sé decir que
se puso un dia encima del «campanario del aldea á
llamar unos zagales suyos que andaban en un bar-
becho de su padre , y aunque estaban de allí mas
de media legua , asi la oyeron , como si estubieran
al pie de la torre ; y lo mejor que tiene es que no
es nada melindrosa , porque tiene mucho de cor-
tesana , con todos se burla , y de todo hace mueca
y donay re : ahora digo , señor Caballero de la Tris-
te Figura , que no solamente puede y debe vues-
tra merced hacer locuras por ella , sino que con
justo titulo puede desesperarse y ahorcarse , que
172 PON QÜIXOTE DE LA KANCHA.
nadie habrá que lo sepa que no diga que hizo de-
masiado de bien , puesto que le lleve el diablo : y
querria ya verme en camino , solo por vella , que
ha muchos dias que no la veo , y debe de estar ya
trocada , porque gasta mucho la faz de las muge-
res andar siempre al campo al sol y al ayre;y con-
fieso á vuestra merced una verdad , señor Don Qui-
zóte , que hasta aqui he estado en una grande ig-
norancia , que pensaba bien y fielmente que la se-
ñora Dulcinea debia de ser alguna princesa de
quien vuestra merced estaba enamorado , ó alguna
persona tal , que mereciese los ricos presentes que
vuestra merced le ha enviado , asi el del Vizcaí-
no , como el de los galeotes , y otros muchos que
deben ser , según deben de ser muchas las Vitorias
que vuestra merced ha ganado, y ganó en el tiem-
po qué yo aun no era su escudero : pero bien con-
siderado, qué se le ha de dar á la señora Aldonza
Lorenzo , digo á la señora Dulcinea del Toboso,
de que se le vayan á hincar de rodillas delante
della los vencidos , que vuestra merced envia y ha
de enviar ? porque podría ser que al tiempo que
ellos llegasen , estubiese ella rastrillando lino , ó tri-
llando en las eras , y ellos se corriesen de verla , y
ella se riyese y enfadase del presente. Ya te ten-
go dicho antes de ahora muchas veces , Sancho,
dixo Don Quixote , que eres muy grande habla-
dor , y que aunque de ingenio boto , muchas ve-
ces despuntas de agudo ; mas para que veas quan
necio eres tú , y quan discreto soy yo , quiero que
me oygas un breve cuento. Has de saber que una
viuda hermosa , moza , libre y rica , y sobre todo
desenfadada, se enamoró de un mozo motilón, ro-
. PARTE I. CAPITULO XXV. 1 73
Hizo y de buen tomo : alcanzólo á saber su ma-
yor ■ , y un dia xlixo á la buena viuda por via de
fraternal reprehensión : marabillado estoy , señora,
y no sin mucha causa , de que una muger tan prin-
cipal , tan hermosa y tan rica como vuestra mer-
ced se haya enamorado de un hombre tan soez, tan
baxo y tan idiota como fulano a , habiendo en esta
casa tantos maestros , tantos presentados , y tantos
teólogos , en quien vuestra merced pudiera esco-
ger como entre peras , y decir : este quiero , aques-
te no quiero. Mas ella le respondió con mucho do-
nayre y desenvoltura : vuestra merced , señor njio,
está muy engañado , y piensa muy a lo antiguo , si
piensa que yo he escogido mal en fulano por idio-
ta que le parece , pues para lo que yo le quiero,
tanta filosofía sabe y mas que Aristóteles : asique,
Sancho , por lo que yo quiero a Dulcinea del To-
boso , tanto vale como la mas alta princesa de la
tierra : sí , que no todos los poetas que alaban da-
mas debaxo de un nombre que ellos á su albedrio
les ponen , es verdad que las tienen : ¿ piensas tú
que las Amarilis , las Filis , las Silvias , las Dia-
nas, las Galateas , y otras tales , de que los libros,
los romances , las tiendas de los barbaros , los tea-
1 Su mayor. mayoral del mozo, que lo era de muías
6 de la labranza \ 6 algún pastor , pues estas dos clases
6 comunidades entre otras tienen su mayor , mayoral , 6
capataz.
% Fulano. Dice Rodrigo Caro que fabulano y statano
eran entre los gentiles dioses de los muchachos : el uno pa-
ra que los enseñase á hablar, y el otro á andar : y que de
aqui se dixo acaso fulano jy zutano*, esto es, unas personas
de quienes nada sabemos, sino que hablan y andan, [Dias
Geniales : dial. 5. %. 4.] Otros derivan el fulano del hebreo.
I 74 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
tros de las comedias están llenos , fueron verdade-
ramente damas de carne y hueso , y de aquellos
que las celebran y celebraron ? no por cierto , sí-
no que las mas se las fingen * por dar sugeto á sus
versos , y porque los tengan por enamorados y. por
hombres que tienen valor para serlo ; y asi básta-
me a mí pensar y creer que la buena de Aldonza
Lorenzo es hermosa y honesta , y en lo del linage
importa poco , que no han de ir á hacer la infor-
mación del para darle algún habito , y yo me ha-
go cuenta que es la mas alta princesa del mundo:
porque has de saber , Sancho , si no lo sabes , que
dos cosas solas incitan á amar mas que otras , que
son la mucha hermosura y la buena fama , y estas
dos cosas se hallan consumadamente en Dulcinea,
porque en ser hermosa ninguna le iguala , y en la
buena fama pocas le llegan : y para concluir con
todo , yo imagino que todo lo que digo es asi , sin
que sobre ni falte nada , y pintóla en mi imagina-
ción como la deseo , asi en la belleza como en la
principalidad , y ni la llega Elena , ni la alcanza
Lucrecia , ni otra alguna de las famosas mugeres
de las edades pretéritas , griega , barbara , ó latina:
y diga cada uno lo que quisiere , que si por esto
fuere reprehendido de los ignorantes , no seré cas-
tigado de los rigurosos. Digo que en todo tiene
vuestra merced razón , respondió Sancho , y que
soy un asno : mas no sé yo para que nombro asno
i Las mas se las fingen. Esta s espresion no escluye que
algunas no fueron fingidas , sino verdaderamente damas
de carne y hueso , como lo fue la Diana de Jorge de Mon-
temayor [V. P. I. c. VI. p. 6 4."] y pudo serlo también l*
Galatea del mismo Cervantes , como se dice en su Vida.
N
¿3&A
PAUTE I. CAPITULO XXV. 1J$
en. mi boca , pues no se ha de mentar la soga en
casa del ahorcado ; pero venga la carta , y á Dios,
que me mudo. Sacó el libro de memoria Don Qui-
xote , y apartándose a una parte , con mucho so-
siego comenzó á escribir la carta , y en acabándola
llamó á Sancho , y le dixo que se la quería leer,
porque la tomase de memoria , si acaso se 1* per-
diese por el camino , porque de su desdicha todo
se podía temer. A lo qual respondió Sancho : es-
críbala vuestra merced dos ó tres veces ahi en el
libro , y démele , que yo U llevaré bien guarda-
do ; porque pensar que yo la he de tomar en la
memoria , es disparate , que la tengo tan mala , que
muchas veces se me olvida como me llamo ; pero
con todo eso digamela , que me holgaré mucho de
oilla , que debe de ir como de molde. Escucha,
que asi dice , dixo Don Quixote.
CARTA DE DON QUIXOTE A DVLCINE^ DEL
TOBOSO.
SOBERANA Y ALTA SEÑORA.
„ jtlfl ferido de punta de ausencia , y el llagado
„ de las telas del corazón , dulcísima Dulcinea del
„ Toboso, te envia la salud que él no tiene. Si tu
„ fermosura me desprecia , si tu valor no es en mi
„ pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, ma-
„ güer que yo sea asaz de sufrido , mal podre sos-
tenerme en esta cuita , que además de ser fuerte,
„es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te
„ dará entera relación, ó bella ingrata, amada ene-
I y 6 DON QITXXOTE DE LA MANCHA.
„miga mia! del modo que por tu causa quedo:
„ si gustares de acorrerme , tuyo soy ; y si no, haz
, r lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vi-
„ da, habré satisfecho á tu crueldad y á mi deseo.' 1
TUYO HASTA LA MUERTE
EL CABALLERO DE LA TRISTE FIGURA.
Por vida de mi pa&e , díxo Sancho , en oyen-
do la carta , que es la mas alta cosa , que jamas he
oído : pesia á mí , y como que le dice vuestra mer-
ced ahi todo quanto quiere , y qué bien que enea-
xa en la firma : El Caballero de la Triste Figura !
digo de verdad que es vuestra merced el mismo
diablo , y que no hay cosa que no sepa. Todo es
menester , respondió Don Quixote , para el oficio
que yo traigo. Ea pues , dixo Sancho , ponga vues-
tra mefced en esotra vuelta la cédula de los tres
pollinos , y fírmela con mucha claridad , porque la
conozcan en viéndola. Que me place , dixo Don
Quixote ; y habiéndola escrito , se la leyó , que
decia asi:
„ Mandará vuestra merced por esta primera de
„ pollinos , señora Sobrina , dar á Sancho Panza mi
escudero tres de los cinco que dexé en casa , y
están á cargo de vuestra merced : los quales tres
„ pollinos se los mando librar y pagar por otros
„ tantos aqui recibidos decontado , que con esta,
„ y con su carta de pago serán bien dados. Fecha
„ en las entrañas de Sierra Morena á veinte y sie-
„ te de Agosto deste presente ^ño."
• ' PARTE I. : GAPfrtTLO XXV. ' Ijf
Buena está , dixo Sancho, fírmela vuestra mer-
fced. No es menester firmarla, dixo Don Quixote,
sino solamente poner mi rubrica , que es lo mismo
que firma , y para tres asnos , y aun para trecien-
tos fuera bastante. Yo me confio de vuestra iher-
ced , respondió Sancho : dexeme , iré á ¿náiUar á
Rocinante , y aparéjese á echarme su bendición,'
que luego pienso partirme sin ver las sandeces-que
Vuestra merced ha de hacer , que yo dirte que Ití
vi hacer tantas , que no quiera mas. Pbr lo mencrf
quiero , Sancho , y porque é3 menester asi , quiero,
y digo qué me veas encuere* , y hacéi°uria 6 dos
docenas de locuras , que las haré en menos de me-
dia hora, porque habiéndolas tu visto' por tas ojos,
fniedítí jurar á tu salvó en las demás que quisieres
añadir , y aseguróte que no dirás tú tantas , qúan~
tas yo pienso hacer. Por amor de Dios > señor mío,
3ue no vea yo encueros á vuestra merced , que~mé
ara ntutha lastima , y no podre dexar de llorar,
y tengd 1&1 : la cabeza del llanto que anoche hice
por el Rucio , que no estoy para metermeiéár nue--
vos lloros ; y si es que vuestra merced gusta de
qué yb Vea algunas locufras ,'toagalas vestido, bre-
ves y las que le vinieren mas á : cuento ; 'quanto
mas > que para mi no era menester hada ¿éso , y
como ya tengo dicho , fuera ahorrar ef camino de
mi vufehá , que ha de ser con las nuevas que vues-
tra merced desea y merece : y si tío ; apaire jese la
señora Dulcinea , que si rio responde como es ra-
zón y vote hago soíene á quien puedo , que le ten-
go de sacar la buena respuesta del estomago á co-
ces y á bofetones ; porque dónde se~ha de sufrir
qae un caballero andante tan famoso como vuestra
1 7$ DQK QU&OTO Q£ LA MANCHA.
merced » vuelva loco , sin que ni para que ¿ por
una?. .y *o me lo haga decir la señora; porque por
í)io$ que despotrique y lo eche todo a doce, aun-
que punca se venda : bonico soy yo para eso x mal
me copeca , pues á fe que, si me conociese , que
me ayunase. A fe Sancho , dixo Don Quixote* que
a lo que parece que no pstás tu mas cuerdo que
yo. £¿0 estoy tan loco, respondió Sancho , mas es-
toy ñus «colérico ; pero dexando esto aparte , qu$
es lo, que ha de comer vuestra merced entanto que
yo vuelvo?,. ha de s^lir al camino como Cardeniq
a quinárselo, á los pastores? No te dé pena ese cau-
dado, r&pcndio Don Quixote, porque aunque tu-
;os , que este prado y estos arboles m$ dieren: que
la fineza de mi negocio está en no comer y en ha-
cer otras asperezas. A esto dixo Sancho : sabe vues-
tra merced que temo? qxjp no tengo de ac^ar á
yolyef a ^sfie4ugar donde afrora le dexo ; s^gun es-
t¿ escondida Toma bien la$ señas , que yo procu-
raré no apartarme destos contornos , dixo Don Qui-
ete ^y^ita^endre cu^d^de subirme por estos
«ws. ajífií;í«cps , por. y^er. si te desoja qpand«
Vuelvas > f qju^nto^ iqaa , qu$ \q snft aqertadp ser*, par
1? que^afflje yerres y.tt.piftdtf» que <$$tes al-
gun^ retenta de las muchas que po* aq^i fyay , y
las vayas poniendo de trecho a jtrech? ba$tfl tfílir £
lo raso , &$ -quales te servirán de mojqpes y. seña-
les pa^ que me halles qugndp vuelvas, á imitación
del.h¿lp del laberinto de Teseo 1 . Asi lo kat* x fes-
.. 1.
t TééeoC JE* lugar de Paseo, amo por yerra de im-
f renta & djx¿a¿ en Us f y imtras ejtfoioflej y.tn.lAs demos*
PARTE I. CAPITULO XXV. . 3 79
pondio Sancho Panza , y cortando algunas , pidió
la bendición á su señor , y no sin muchas lagrimas
de entrambos se despidió del : y subiendo sobw
Rocinante. t á quien Don Quixote encomendó mu 1
cho y que mirase por él como por su propia |>er*
sona , se puso en camino del llano , esparciendo de
trecho á trecho los ramos de la retama, como su
amo se lo 'había aconsejado ; y asi se fue , aunque
todavía le importunaba Don Quixote que le vie 1
se siquiera hacer dos locuras. Mas no hubo anda-
do cien pasos , quando volvió , y dixo : digo , se-
ñor, que vuestra merced ha dicho muy bien , que
paraque pueda jurar sin cargo de conciencia que
le he visto hacer locuras , sera bien que vea si-
quiera una , aunque bien grande la he visto en ia
quedada de vuestra merced. No te lo decia yo 1
dixo Don Quixote ; espérate ,' Sandio , que etti úit
credo las haré : y desnudándose con toda priesa los
calzones , queda en carnes y en palíales , y luego
sin mas ni mas' dio dos zapatetas en el ayre, y dó¿
tumbas la cabeza abaxo y los pies en alto , descu*
pues según la fábula fue Teseq , y j no Verseo quien sajtjf
del laberinto con el hilo ; y el mismo Cervantes dixo en ti
cap, 48: ponerte en un laberinto de imaginaciones , que .ño
aciertes á salir del , aunque tubíeses la soga de Teseo. En-
guanto á las señale* de las ramds , de la misma traza si
valió antes que JQon Quixote el marques de Mantua f a*
ra no perderse en un bosque:
Apartado del camino
Por 'el monte iiiera a* entrare,
Acia do sintió la voz * t
Empieza de caminare; , .< }
Las ramas iba cortando e » ,
Para la buelta acertare.
[ Cancionero de Ante res-, ífSS' *&f* J**l "* '^ w
MI
1 8o DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
friendo cosas que por no verlas otra vez , volvió
Sancho la rienda á Rocinante , y se dio por con*
tentó y satisfecho de que podía jurar que su amo
quedaba loco; y asi le dexaremos ir su camino has-
ta la vuelta , que fue breve.
•
CAPITULO XXVI.
J>0NDE SE PROSIGUEN LAS FINEZAS, QUE PE ENA*
liOXADO HIZO DON QUIXOTE EN SIEE&A
JfOJLENA.
X volviendo á contar lo que hizo el de la Triste
Figura después que se vio solo , dice la historia
que asi como Don Quísote acabó de dar las tum-
bas ó vueltas de medio abaxo desnudo , y de me-
dio arriba vestido, y que vio que Sancho se habia
jdo sin querer aguardar á ver mas sandeces , se su-
bió sobre una punta de una alta peña , y allí tor-
nó á pensar lo que otras muchas veces habia pen-
sado, sin haberse jamas resuelto en ello; y era que
qual seria mejor y le estaría mas á cuento , imitar
ja Roldan en las locuras desaforadas que hizo , ó á
Amadis en las melancólicas ; y hablando entre si
mismo decía : si Roldan fue tan buen caballero y
tan valiente como todos dicen , qué marabilla? pues
alfin era encantado , y no le podía matar nadie si-
no era metiéndole un alfiler de á blanca por la
punta del pie , y él traía siempre los zapatos con
siete suelas de hierro : aunque no le valieron tre-
tas con Bernardo del Carpió , que se las entendió
y le ahogo entré los brazos en Roncesvalles ; pero
dexando en él lo de la valentía á una parte, ven*
/
PÁ&TE X. CAPITULO XXVI. l8x
«anos á lo de perder el juicio , que es cierto que
le perdió por las señales que halló en la fuente»
y por las nuevas que le dio el pastor de que An-
gélica habia dormido mas de dos siestas con Me-
doro , un morillo de cabellos enrizados y page dé
Agramante * : y si él entendió que esto era verdad
y que su dama le habia cometido desaguisado , no
hizo mucho en volverse loco ; pero yo , cómo pue-
do imitalle en las locuras , si no le imito en la oca*
sion dellas? porque mi Dulcinea del Toboso osa*
re yo jurar que no ha visto en todos los dias de
su vida moro alguno , asi como él es en su mismo
trage*, y que se está hoy como la madre que la
parió : y hariale agravio manifiesto , si imaginan^
i Agramante. Medoro fue page y amigo del sarraceno
Dardinel 6 Dar díñelo , no de Agramante. Véase una nota
¿obre estas personages. [ P. 77. r. /.]
2 En su mismo trage. Alusión contra los moriscos, por*
que vestidos del trage del p ais ,y hablando la lengua cas*
tellana, eran muchos de ellos verdaderos maros ; y aunque
Dulcinea no hubiese visto jamas ningún moro con turban*
te y cimitarra, veria algunos en.su patria el Toboso, don-
de se avecindaron muchos moriscos traídos de las Alpu-
X arras de Granada , como dixeron los naturales de aquel
pueblo el año de l£7$* en las Relaciones que pidió a los
<de España Felipe II [tom. IV. e. 7. que con otros existe
en la Real Academia de la Historia"] y asi salieron.de él
el año de 16 11. cincuenta y qüatro familias, ó doscientas
y sesenta y nueve personas, como dice el P. Fr. Marcos de
Guadalaxara. [Prodición y destierro ¡le los moriscos de
Castilla hasta, el valle de RicoteifoLjp. bJ] Esta atteni*
da de los moriscos granadinos fue con otras la causa de
la escesiv a población ,■ d.que llegó el lugar del Toboso > p&es
dice D. Diego de la Mota [Origen de la Orden dé San*
piago : p. aop.] que el año de 1468. tenia cienfoy fuá*
renta vecinos, y el de i£9^* mil y docientos.
l8d DON QVIXOTE BE LA MAtftHA.
do otra cosa della , me volviese loco de aquel ge-
nero de locura de Roldan el furioso : por otra par-
te veo que Amadis da Gáula sin perder el juicio
y sin hacer locuras alcanzó tanta fama de enamo-
rado como el que mas , porque 1q que hizo , según
su historia , no fue mas de que por verse desdeña-
do de su señora Oriana £ que le había mandado
que no pareciese ante su presencia hasta que fuese
su voluntad 3 de que ' se retiró á la peña Pobre en
compañía de un ermitaño , y allí se hartó de llo-
rar hasta que el cielo le acorrió en medio de su
mayor cuita y necesidad : y si esto es verdad , co-
mo lo es , ¿para qué quiero yo tomar trabajo ahora
de desnudarme del todo , m dar pesadumbre a es-
tos arboles , que no me han hecho mal alguno , ni
tengo para qué enturbiar el agua clara destos arro-
yos , los quales me han de dar de beber; quando
tenga gana ? viva la memoria de Amadis , y sea
imitado de Don Quixote de la Mancha en todo
lo que pudiere ; del qual se dirá lo que del otro
se dixo : que si no acabó grandes cosas , murió por
acometellas *; y si yo no soy desechado ni desde-
ñado de mi Dulcinea , bástame , como ya he dicho,
estar ausente della. Ea pues , manos a la obra , ve-
nid a mi memoria cosas de Amadis , y enseñadme
por donde tengo de comenzar a imitaros ; mas yá
sé que lo mas que él hizo fue rezar , y asi lo haré
yo : y sirviéronle de rosario unas agallas grandes
de un alcornoque que ensartó , de que hizo un
t De que. Estas palabras están repetidas.
a Por acometellas. Alusión á Faetonte , que rigiendo los
caballos del sol su padre , se precipitó. [ Ovid. Metamorph.
\
V
\
-i*árte i; cÁñrvio xxru : «8£
diez', y lo^que le 'fatigaba rhucho era no hallar
por allí otro ermitaño c^ué lé confesase, y con quien
consolarse ; y asi se entretenía paseándose por el
pradeciUo , escribiendo y grabando- por las corte*
zas de los' arboles y por la r áiéhudá arena muchos
versos , todos acomodados á su tristeza , y algunos
en alabanza de Dulcinea ; mas los que se pudie-
ron hallar' enteros , y que sé pudiesen leer después
que á él alli le hallaron , no fueron mas que estos
que aqui se siguen: : '
Arboles , yfrbas y plantas,
£Que en aqueste sitio estáis .
Tan altos , verdes y tantas}
Si de mi mal no os holgáis,
Escuchad mis quejas santas:
Mi dolor no os^ alborote,
Aunque mas terrible sea,
Pues por pagaros escote
Aqui lloró Don Quixpte
Ausencias de Dulcinea
del Toboso.
i Deque hizo un diez. No solo los aventureros, sino los;
doce cares de Francia echaban mano del rezo en sus con*
trat lempos , y alternativas, de devoción y locura. Asi del
conde Dirlos , después de haber repartido los despojos di.
la Vitoria del moro Aliar de 6 Soldán de Per si* , dice el ro-
mance viejo;
Solo £1 se ratraia
Sin querer algo tomare,
Armado de armas blancas
• Y cuentas pura rtzare, :
Y tan triste vida hacia
Que no se puede contare. ■
£ Cancionero de Anveres: año de JJSS' J ^" /^' Jro * ^*3 S
184 PON QUISO? f ¡9P I- A MANCHA.
Es aqui 4 IttgV > adonde
. £1 amador mas leal
De su señora se esconde,
Y ha venido á, tanto mal
- Sin saber como » ó por donde:
. Traele amor al estacóte,
Que es de muy mala ralea:
Y asi hasta henchir un pipote
Aqui lloró' Don Quixote.
Ausencias de Dulcinea
del Toboso,
Buscando las aventuras
Por entre las duras peñas,
Maldiciendo entrañas duras,
£Que entre riscos y entre breñas
Halla el triste desventuras]
Hirióle amor con su azote,
No con su blanda correa,
Y en tocándole el cogote,
Aqui lloró Don Quixote
Ausencias de Dulcinea
del Toboso.
No causo poca risa en los que hallaron los versos
referidos el añadidura del Toboso al nombre de
Dulcinea , porque imaginaron que debió de ima-
ginar Don Quixote que si en nombrando á Dul-
cinea , no decia también el Toboso , no se podría en-
tender la copla : y asi fue la verdad como él des-
pués confesó. Otros muchos escribió , pero como
se ha dicho , no se pudieron sacar en limpio ni en-
teros mas destas tres coplas. En esto , y en suspi-
rar , y en llamar á los faunos y silv&nos de aque-
llos bosques , á las ninfas de los pos , á la dolo-
. 7A&TBI. CAPITULO XXVI. 1 8$
rosa y húmida Eco que le respondiesen , consola-
sen y escuchasen , se entretenía , y en buscar algu-
nas yerbas con que sustentarse entanto que Sancho
yolvia : que sí como tardó tres dias , tardara tres
semanas , el Caballero de la Triste Figura queda*
ra tan -desfigurado , que no lo conociera la madre
que lo parió 1 .
z La madre que lo parto. Esta penitencia de Don Qui-
xott es uno de los pasos mas principales en que imitó a
Amadis de Gaula , que como dice Cervantes era su origi-
nal y modelo. Acababa Amadis de conquistar la ínsula
Firme , que era encantada : tenia siete leguas de largo y
cinco de ancho , y por estar metida en el mar , se llamaba
ínsula. ó Insola ; y por la parte de tierra por donde se en-
traba i ella, se llamaba Firme. Retiróse después Amadis
á la corte de Sbbradisa *, donde reynaba la hermosa Brio-
lanja. Sábelo la sin par Oriana , y llevada de unos ima-
ginados zelos , escríbele una carta llena de rabiosas que-
jas , mandándole no compareciese mas en su presencia. El
sobrescrito de la carta aecia asi : yo soy la doncella heri-
da de punta de espada por el corazón , y vos soyg el que me
íeristes: envíala por medio del doncel Burin. Recíbela Ama-
dis, léela, y desesperase : dexa sus aventuras, y se retira
á una selva a hacer penitencia : despídese de su escudero
Gandalin : siente no poder hacerle grandes mercedes : de-
sale por gobernador de la ínsula Firme al modo que con
el tiempo llegó a serlo también Sapcho Panza de la Ba-
rataría : da principio Amadis a su estr avagante peniten-
cia ba'xo la dirección de un ermitaño llamado Andalod,
que vivía en una ermita, internada siete leguas en la mar
sobre una peña alta y estrecha llamada la peña Pobre.
Pídele Amadis que le mude el nombre para n* ser conoci-
do ; y atendidas su belleza esterior y sus angustias inte-
riores, le puso el de Beltenebros , ó el de el Bello tenebro-
so : esto es , hermoso en el cuerpo , y triste , melancólico y
opaco en el animo ; y por eso dixo Cervantes que era nom-
bre significativo y propio. Los exercicios de su penitencia
se reducían a asistir a vísperas* d confesarse conelermir
\
\
1 86 DON quísote de la mancha.
Y sera bien dexalle envuelto entre sos Suspi-
ros y versos , por contar lo que le avino á Sandio
Panza en su mandaderia : y fue que en saliendo
al camino real , se puso en busca del del Toboso,
y otro dia llegó a la venta donde le había sucedi-
do la desgracia de la manta , y no la hubo bien
visto , quando le pareció que otra vez andaba en
los ayres , y no quiso entrar dentro , aunque llegó
á hora que lo pudiera y debiera hacer por ser la
del comer , y llevar en deseo de gustar algo ca-
liente , que había grandes dias que todo era fiam-
bre. Esta necesidad le forzó a que llegase junto a
la venta , todavia dudoso si entraría , ó no * y es-
tando en esto , salieron de la venta dos personas,
que luego le conocieron , y dixo el uno al otro:
dígame , señor Licenciado , ¿aquel del caballo no
es Sancho Panza , el que dixo el Ama de nuestro
i
tafío, á oír su misa , y rezar otras devociones ; pero sobre
todo á gemir , suspirar, y anegarse en lagrimas vivas, fue
las derramaba tan gordas como nueces. Nótese que esta
penitencia no provenia de devoción verdadera, sino de des-
esperación , y que en ella no se proponía Amadis otro fin,
que el de volver á la gracia y amistad escandalosa de su
señora Oriana, Porque los caballeros andantes componían
con su moral poco rígida estas devotas apariencias con mil
robos , con mu estrupos , con mil injusticias y con mil inso-
lencias , juzgando que se compensaban estas fechorías con
desafiar á jayanes ó paganos [que por traer los libros de
caballerías origen de las cruzadas del Oriente , se supo-
nían sarracenos 6 turcos"] pues 6 los mataban en obsequio
de la Religión , ó si se convertían y bautizaban , les con-
servaban la vida en obsequio de la misma. En medio de
sus lagrimas componía también Amadis algunas cancio-
nes poéticas ¡que él mismo entonaba y cantaba \y por imi-
tarte finge también Cervantes i Don Quixote músico y poe-
ta, como se ve aquí y en la P. IL c. 46. quando con una
PARTE I. CAÍITULO XXVI. 1 87
aventurero que había salido con su señor por es-
cudero? Si es , dixo el Licenciado , y aqueles el
caballo áe nuestro Don Quixote : y conociéronle
tan bien , como aquellos que eran el Cura y el Bar-
bero de su mismo lugar , y los que hicieron el es-
crutinio y auto general de los libros : los quales
asi Como acabaron de conocer á Sancho Panza y á
Rocinante , deseosos de saber de Don Quixote , se
fueron á él , y el Cura le llamó por su nombre,
diciéndole : amigo Sancho Panza , adonde queda
vuestro amo ? Conociólos luego Sancho Panza , y
determinó de encubrir el lugar , y la suerte dónde
y cómo su amo quedaba : y asi íes respondió que
su amo quedaba ocupado en cierta parte , y en cier-
ta cosa que le era de mucha importancia , la qual
él no podía descubrir por los ojos que en la cara
tenia. No , no , dixo el Barbero, Sancho Panza, si
voz ronquiOa cantó £ la vihuela un romance compuesto y
entonado por él, para que le oyese Alt i si dora , la doncella
de la Duquesa. Mas- el penitente y enamorado manchego
*w se muestra tan devoto , como su prototipo ; porque ni oia
misa, ni asistía a vísperas, ni se confesaba , teniendo tan
d mano al licenciado Pero Pérez , su párroco , especialmen-
te el tiempo que andubo en su compañía en Sierra More-
na. Sin duda no quiso Cervantes mezclar las cosas sagra- v
das con las profanas en esta ficción caballeresca ; y aun
el tiempo que faltó el Cura al gobierno de sus feligreses^
parece se puede disculpar con el zelo que le llevó A buscar
la oveja perdida de Don Quixote ¡y restituirla al aprisco
de su aldea , como en efecto la restituyó : en cuya vuelta
y reducion intervino la discretmd)orotea , como en la de
Amadis la doncella de Dinamama , que por medio de una
carta que le entregó uriana , le sacó de la ermita , y le
llevó a Mir aflores cerca de Londres. [Amadis de Gaula W
lib. 2. c.ff.y sig. lib. j. c. 6g. lib. 4. c. 128. ~\
1 88 DON QtriXOTB BE LA MANCHA*
vos no nos decís dónde queda , imaginaremos» co-
mo ya imaginamos , que vos le habéis puerto y.
robado , pues venís encima de su caballo : en ver-
dad que nos habéis de dar el dueño del rocín , 6
sobre eso morena. No hay para qué conmigo ame-
nazas , que yo no soy hombre que robo ni mato á
nadie , a cada uno mate su ventura , ó Dios que
le hizo : mi amo queda haciendo penitencia en la
mitad desta montana muy á su sabor : y luego de
corrida y sin parar les contó de la suerte que que-
daba, las aventuras que le habían sucedido , y co-
mo llevaba la carta a la señora Dulcinea del To-
boso , que era la hija de Lorenzo Corchuelo , de
quien estaba enamorado hasta los hígados. Queda-
ron admirados los dos de lo que Sancho Panza les
contaba , y aunque ya sabían la locura de Don
Qyixote , y el genero della , siempre que la oian
se admiraban denuevo : pidiéronle a Sancho Panza
que les enseñase la carta que llevaba á la señora
Dulcinea del Toboso. Él dixo que iba escrita en
un libro de memoria , y que era orden de su se-
ñor que la hiciese trasladar en papel en el pri-
mer lugar que llegase. A lo qual dixo el Cura que
se la mostrase , que él la trasladaría de muy bue-
na letra. Metió la mano en el seno Sancho Panza,
buscando el librillo ; pero no le halló , ni le po-
día hallar si le buscara hasta ahora , porque se ha-
bía quedado Don Quixote con él , y no se le ha-
bía dado , ni á él se le acordó de pedírsele. Quan-
do Sancho vio que afijiallaba el libro , fuesele pa-
rando mortal el rostro , y tornándose á tentar todo
el cuerpo muy apriesa, tornó á echar de ver que
J no le hallaba , y sin mas ni mas se echó entrambos
r
- PARTE I. CAPITULO XXVI. l8<)
puños á las barbas, y se arrancó la mitad dellas , y
luego apriesa y sin cesar se dio media docena dé
puñadas en el rostro , y en las narices , que se las
bañó todas en sangre. Visto* lo qual por el Cura y
el Barbero , le dixeron que qué le habia sucedido,
que tan mal se paraba? Que me ha de suceder,
respondió Sancho , sino el haber perdido de una
mano á otra en un instante tres pollinos , que cada
uno era como un castillo. Como es eso? replicó el
Barbero. He perdido el libro de memoria ^respon-
dió Sancho , donde venia la carta para Dulcinea,
y una cédula firmada de mi señor , por la qual
mandaba que su Sobrina me diese tres pollinos de
quatro ó cmco que estaban en casa , y con esto les
contó la perdida del Rucio. Consolóle el Cura , y
dixole que en hallando á su señor , él le haría re-
validar la manda , y que tornase á hacer la libran**
za en papel , como era uso y costumbre , porque las >
que se hacían en libros de memoria , jamas se ace-
taban ni cumplían. Con esto se consolo Sancho , y
dixo que como aquello fuese asi , que no le daba
mucha pena la perdida de la carta de Dulcinea,
porque él la sabia casi de memoria , de la qual se
podría trasladar donde y quando quisiesen. Decil-
da , Sancho , pues , dixo el Barbero , que después
la trasladaremos. Paróte Sancho Panza á rascar la
cabeza para traer é la memoria la carta , y ya se
ponía sobre* un pie , y ya sobre otro : unas veces
miraba al suelo , otras al cielo , y alcabo de haber-
se roido la mitad de la yema de un dedo , tenien-
do suspensos á los que esperaban que ya la dixe-
se , dixo alcabo de grandísimo rato : por Dios , se-
ñor Licenciado, que les diablos lleven la cosa que
/
1 90 DON QUIXOTE M LA MANCHA.
de la carta se me acuerda , aunque en el principio
decía : Alta y sobajada señara. No dirá , dixo el
Barbero , sobajada , sino sobrehumana , ó soberana
señora. Asi es , dixo Sancho : luego , si mal no me
acuerdo, proseguía . . * si mal no me acuerdo. . . el
llagad» y falto de sueño , / el fétido besa á vues-
tra merced las manos , ingrata y muy desconocí'
da hermosa : y no sé que decia-de salud y de en*
fermedad que le enviaba ., y por aqui iba escur-
riendo , hasta que acababa en : Vuestro hasta la
muerte el Caballero de la Triste Figura. No po-
co gustaron los dos de ver la buena memoria de
Sancho Panza , y alabaronsela mucho , y le pidie-
ron que dixese la carta otras dos veces , paraque
ellos ansimesmo la tomasen de memoria , para tras-
ladalla á su tiempo. Tornóla a decir Sancho otras
tres veces , y otras tantas, volvió á decir otros tres
mil disparates : tras esto contó asimismo las cosas
de su amo j pero no habló palabra acerca del man-
teamiento que le había sucedido en aquella venta,
en la qual rehusaba entrar : dixo también como su
señor , en trayendo que le truxese buen despacho
de la señora Dulcinea del Toboso , se habia de
poner en camino á procurar cómo ser Emperador,
ó por lómenos Monarca , que asi lo teniari concer-
tado entre los dos , y era cosa muy fácil venir á
serlo según era el valor de su persona y la fuerza
de su brazo ; y que en siéndolo , le habia de casar
á él , porque ya seria viudo, que no podia ser me-
nos , y le habia de dar por muger á una doncella
de la Emperatriz , heredera de un rico y grande
estado de tierrafirme , sin insulos , ni Ínsulas , que
ya no las quería. Decía esto Sancho con tanto re-
PAUTE I. CAPITULO XXVI. IQI
posa , limpiándose de quando en quando las narii
ees , y con tan poco juicio , que los dos se admira-»
ron denuevo , considerando quan vehemente había
sido la locura de Don Quixote , pues había lleva-»
do tras sí el juicio de aquel pobre hombre. No qui-
sieron cansarse en sacarle del error en que estaba,
pareciendoles que pues no le dañaba nada la con-
ciencia , mejor era dexarle en él , y á ellos les se-
ria de mas gustó oii sus necedades : y asi le dixe-
ron que rogase á Dios por la salud de su Señor,
que cosa contingente y muy agible era venir con
el discurso del tiempo á ser Emperador , como él
decia , ó por lómenos Arzobispo , ó otra dignidad
equivalente. A lo qual respondió Sancho : señores,
$i la fortuna rodease las cosas de manera , que á
mi amo le viniese en voluntad de no ser Empera-v
dor , sino de ser Arzobispo , querría yo saber aho-»
ra qué suelen dar los Arzobispos andantes 1 á sus
escuderos. Suélenles dar , respondió- el Cura , al-
gún beneficio simple , ó curado, ó alguna sacrista^
nia que les vale mucho de renta rentada , amen
del pie de altar , que se suele estimar en otro tan-,
to. Para eso sera menester , replicó. Sancho , que el
escudero no sea casado , y que sepa ayudar a misa
por lómenos ; y si esto es asi [desdichado de yo*
I Andantes. Al modo que lo fue en aquellos tiempos
caballerescos el arzobispo Turpin según Luis Pulci en su
Morgaate Maggíore \y en otros mas modernos se puede de-
cjr que lo fue también en cierto' modo el arzobispo de Bur- :
déos , que siendo almirante 6 general de la armada de Luis
XIII. dio una batalla naval el año de i6,?8. á D. Lope
de Hozes , general de la nuestra. I Real Biblioteca : est.
19* DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
que soy casado f y no sé la primera letra del A.B.
C.3 qué sera de mí , si a mi amo le da antojo de
ser Arzobispo, y no Emperador, como es uso y cos-
tumbre de los caballeros andantes? No tengáis pe-
na , Sancho amigo , dixo el Barbero , que aqui ro-
garemos á vuestro amo , y se lo aconsejaremos , y
aun se lo pondremos en caso de conciencia, que sea
Emperador , y no Arzobispo, porque le sera mas
fácil , á causa de que él es mas valiente que estu-
diante. Asi me ha parecido á mí , respondió San-
cho , aunque sé decir que para todo tiene habili-
dad : lo que yo pienso hacer de mi parte es ro-
garle a nuestro Señor que le eche á aqm^as par-
tes donde él mas se sirva ,y adonde á mí mas mer-
cedes me haga. Vos lo decís como discreto , dixo
el Cura , y lo haréis como buen cristiano ; mas lo
que ahora se ha de hacer es dar orden cómo sa-
car á vuestro amo de aquella inútil penitencia , que
decis que queda haciendo : y para pensar el modo
que hemos de tener, y para comer , que ya es hora,
sera bien nos entremos en esta venta. Sancho dixo
que entrasen ellos , que él esperaría allí fuera , y
que después les diria la causa por que no entraba ni
le convenia entrar en ella ; mas que les rogaba que
le sacasen allí algo^de comer , que fuese cosa car
líente , y asimismo cebada para Rocinante. Ellos se
entraron , y le dexaron , y de allí á poco el Barbe-
ro le sacó de comer. Después habiendo bien pen-
sado entre los dos el modo que tendrían para con*
seguir lo que deseaban , vino el Cura en un pen-
samiento muy acomodado al susto de Don Qui-
xote , y para lo que ellos querían , y fue que dixo
al Barbero que lo que había pensado era , que A
-\
.PARTE I. CAPITULO XXVI. 1 93:
se vestiría en habita da doncella andante , y que
él procurase ponerse lo mejor que pudiese , como
escudero, y que asi irían adonde Don Quixote es-
taba , fingiendo ser ella' una doncella afligida y me*
nesterosa, y le pediría un don , el qual él no po-
dría dexarsele de otorgar como valeroso caballero
andante , y que el don que le pensaba pedir , era
?ue se viniese con ella donde ella le llevase á der-
icelle un agravio que un mal caballero le tenia
fecho, y que le suplicaba ansimismo que no la man-
dase quitar su antifaz , ni la demandase cosa de su
facienda >jf|tf a que la hubiese fecho derecho de
aquel mal^roallero ; y que creyese sin duda que
Don. Quixote vendría en todo quanto le pidiese
por este termino , y que desta manera le sacarían
de allí , y le llevarían á su lugar , donde procura*»
rían ver si tenia algún remedio su estraña locura.
CAPITULO XXVIL
P£ COMO SALIERON CON SU INTENCIÓN EL CU-
KA T EL BARBERO , CON OXEAS COSAS DIGNAS
D£ QUE SE CUENTEN EN ESTA GRANDE
HISTORIA.
JN o le pareció mal al Barbero la invención del
Cura , sino tan bien , que luego la pusieron por
obra : pidiéronle á la ventera una saya y unas to-
cas » dexandole en prendas una sotana nueva del
Cura : el Barbero hizo una gran barba de una cola
rucia ó noca de buey , donde el ventero tenia col-
gado el peyne. Preguntóles la ventera que para
qué le pedían aquellas cosas : el Cura le contó en
T. II. s
194 D0N QVIXOTE DE LA MANCHA.
breves ratones la locura de Don Quizóte , y co-
mo convenia aquel disfraz para sacarle de la mon-
taña , donde á la sazón estaba. Cayeron luego el
ventero y la ventera en que el loco era su hués-
ped el del balsamo , y el amo del manteado escu-
dero , y contaron al Cura todo lo que con él les
había pasado , sin callar lo que tanto callaba San-
dio. En resolución la ventera vistió al Cura de
modo que no habia mas que ver : púsole una saya
de paño , llena de faxas de terciopelo negro de un
palmo en ancho , todas acuchilladas , y unos cor-
piños de terciopelo verde guarnecido^^pn unos ri-
betes de raso blanco , que se debieron de hacer
ellos y la saya en tiempo del rey Vamba. No
consintió el Cura que le tocasen ,. sino púsose en la
cabeza un birretillo de lienzo colchado , que lle-
vaba para dormir de noche , y ciñóse por la fren-
te una liga de tafetán negro , y con otra liga hizo
, antifaz , con que se cubrió muy bien las barbas y
el rostro : encasquetóse su sombrero , que era tan
grande , que le podía servir de quitasol , y cu-
briéndose el herreruelo , subió en su mulá á nra-
geriega* , y el Barbero en la suya , con su barba
que le llegaba á la cintura , entre roxa y blanca,
como aquella que como se ha dicho era hecha de
la cola de un buey barroso : despidiéronse de to-
dos y de la buena de Maritornes , que prometió
de rezar un rosario aunque pecadora porque Dios
les diese buen suceso en tan arduo y tan cristiano
negocio , como era el que habían emprendida Mas
apenas hubo salido de la venta , qúatid&'l¿ vino al
Cura un pensamiento : que hacia mal en haberse
puesto de aquella manera * por ser cosa indecente
PARTÍ I, CAPITULO XXVII. 1 95
que un sacerdote se pusiese asi , aunque le fuese
mucho en ello $ y diciendoselo al Barbero , le ro-
go que trocasen trages , pues era mas justo que él
fuese la doncella menesterosa, y qué él haría el es-
cudero, y que asi se profanaba menos su dignidad,
y que si no lo quería hacer , determinaba de no
pasar adelante , aunque á Don Quixote se le lle-
vase el diablo. En esto llegó Sancho , y de ver á
los dos en aquel trage , no pudo tener la risa. £ri
efeto el Barbero vino en todo aquello que el Cura
quiso , y trocando la invención , el Cura le fue in-
formando el modo que habia de tener , y las pala-
bras que habia de decir á Don Quixote para mo-
verle y forzarle á que con él se viniese , y dexase
la querencia del lugar que habia escogido para su
vana penitencia. £1 Barbero respondió que sinque
se le diese lición, él lo pondría bien en su punto:
no quiso vestirse por entonces hasta que estubie-
sen junto de donde Don Quixote estaba ; y asi do-
bló sus vestidos , y el Cura acomodó su barba , y
siguieron su camino , guiandolos Sancho Panza. £1
qual les fue contando lo que les aconteció con el
loco que hallaron en la sierra , encubriendo empe-
ro el hallazgo de la maleta y de quanto en ella
venia : que maguer que tonto , era un poco codi-
cioso el mancebo. Otro dia llegaron al lugar , don-
de Sancho habia dexado puestas las señales de las
ramas para acertar el lugar donde habia dexado á
su señor, y en reconociéndole , les dixó como aque-
lla era la entrada , y que bien se podían vestir , si
era que aquello hacia al caso para la libertad de
su señor : porque ellos le habían dicho antes qué
el ir de aquella suerte y vestirse de aquel modo
K 2
1 96 DON QUIZÓTE DE LA MANCHA.
era toda la importancia para sacar a su amo de
aquella mala vida que había escogido , y que le
encargaban mucho que no dixese á su amo quién
ellos eran, ni que los conocía , y que si le pregun-
tase, como se lo habia de preguntar , sitdio la car-
ta á Dulcinea , dixese que sí , y que por no saber
leer le habia respondido de palabra , diciendole:
que le mandaba , sopeña de la su desgracia , que
luego al momento se viniese á ver con ella , que
era cosa que le importaba mucho; porque con esto
y con lo que ellos pensaban decirle , tenían por co-
sa cierta reducirle á mejor vida , y hacer con él
que luego se pusiese en camino para ir á ser Em-
perador ó Monarca , que en lo de ser Arzobispo
no habia de qué temer. Todo lo escuchó Sancho,
y lo tomó muy bien en la memoria , y les agrade-
ció mucho la intención que tenían de aconsejar á
su señor fuese Emperador , y no Arzobispo , por-
que él tenia para sí que para hacer mercedes á sus
escuderos mas podían los Emperadores, que los Ar-
zobispos andantes : también les dixo que seria bien
que él fuese delante á buscarle , y darle la res-
puesta de su señora , que ya seria ella bastante á
sacarle de aquel lugar sinque ellos se pusiesen en
tanto trabajo. Parecióles bien lo que Sancho Pan-
za decía , y asi determinaron de aguardarle hasta
que volviese con las nuevas del hallazgo de su
amo. Entróse Sancho por aquellas quebradas de la
sierra , dexando á los dos en una por donde corría
un pequeño y manso arroyo , á quien hacían som-
bra agradable y fresca otras peñas y algunos arbo-
les, que por allí estaban. El calor y el día que
elli llegaron , era de los del mes de Agosto , que
c
PARTE I. CAPITULO XXVII. 1.97
por aquellas partes suele ser el ardor muy grande:
la hora las tres de la tarde , todo lo quaí hacia al
sitio mas agradable , y que convidase a que en él
esperasen la vuelta de lancho, como lo hicieron.
Estando pues los dos allí sosegados y i la som-
bra , llegó á sus oídos una voz , que sin acompa-
ñarla son de algún otro instrumento , dulce y re-
galadamente sonaba , de que no poco se admira-
ron , por parecerles que aquel no era lugar donde
pudiese haber quien tan bien cantase , porque aun-
que suele decirse que por las selvas y campos se
hallan pastorea de voces estremadas , mas son en-
carecimientos de poetas , que verdades; y mas quan-
do advirtieron que lo que oían cantar eran versos,
no de rústicos ganaderos , sino de discretos corte-
sanos , y confirmó esta verdad haber sido los ver-
sos que oyeron , estos:
Quien menoscaba mis bienes ?
Desdenes.
Y quien aumenta mis duelos?
Los zelos.
Y quien prueba mi paciencia?
Ausencia.
De ese modo, en mi dolencia
Ningún remedio se alcanza.
Pues me matan la esperanza,
Desdenes , zelos y ausencia.
Quien me causa este dolor ?
Amor. .
Y quien mi gloria repuna?
Fortuna.
\
1 98 DON QUÍSOTE DE LA MANCHA.
Y quien consiente mi duelo?
£1 cielo.
De ese modo yo recelo
Morir deste mal estraño,
Pues se aunan en mi daño
Amor , fortuna y el cielo.
Quien mejorará nú suerte ?
La muerte.
Y el bien de amor quien le alcanza?
» Mudanza.
Y sus males quien los cura?
1 Locura.
De ese modo no es cordura .
Querer curar la, pasión,
Quando los remedios soo * r
Muerte , mudanza y locura.
La hora, el tiempo , la soledad , la voz y la des-
treza del que cantaba, causó admiración y conten-
to en los dos oyentes , los quales se estubieron que-
dos', esperando si otra alguna cosa oian; pero vien-
do que duraba algún tanto el silencio , determina-
ron de salir á buscar el músico, que coru tan bue-
na voz cantaba ; y queriéndolo poner en efeto , hi-
zo la misma voz que no se moviesen, la.qual lle-
gó denuevo á su$ cúdos , cantando este soneto:
SONETO. ' - -
$anta amistad ,. que con ligeras alas,
Tu apariencia quedándose en el suelo,
Entre benditas almas en el cielo
Subiste alegre á las impireas salas:
.PARTE i; CAPITULO XXVII. 1 99
Desde alia quando quieres nos señalas,
La justa paz cubierta con un velo,
Por quien á veces se trasluce el zelo
De buenas obras , que á la fin son malas.
Dexa el cielo , ó amistad 9 ó no permitas
Que el engaño se vista tu librea,
Con que destruye á la intención sincera:
Que si tus apariencias no le quitas,
Presto ha de verse el mundo en la pelea
la discorde confusión primera.
£1 canto se acabó con un profundo suspiro , y
-los dos con atención volvieron á esperar, si mas se
< cantaba ; pero viendo que la música se habia vuel-
to en sollozos y en lastimeros ayes , acordaron de
saber quién era el triste , tan estremado en la voz,
como doloroso- en los gemidos ; y no andubieron
mucho , quando al volver de una punta de una pe-
ña vieron á un hombre del mipno talle y figura
-que Sancho Panza les habia pintado quando les con-
tó el cuento de 'Cardenio , el qual hombre , quando
los vio , sin sobresaltarse estubo quedo cí>n la. ca-
beza inclinada sobre el pecho á guisa de homhre
-pensativo , sin alzar los ojos ¿ mirarlos mas de la
Vez primeva , quando de improviso llegaron. El
Cura , que era hombre bien hablado [como el que
ya tenia noticia de su desgracia , pues por las se-
ñas le habia conocido] se llegó a él , y Con bre-
ves aunque -muy discretas razones le rogo y per-
suadió que aquella tan miserable vida desase; por- 1
que allí no la perdiese , que era la desdicha^ ma-
yor dé 4as desdichas. Estaba Cardenio entonces «en
su eiiteto juicio , libre d$ aquel furioso acídeme,
I
200 DON QUIXOTE DE LA MANCHA»
ue tan amenudo le sacaba de sí mismo ; y asi vien«
o a los dos en trage tan no usado de los que por
aquellas soledades andaban , no dexó de admirarse
algún tanto , y mas quando oyó que le habían ha-
blado *en su negocio , como en cosa sabida ; porque
las razones que el Cura le dixo, asi lo dieron á en-
tender, y asi respondió desta manera: bien veo yo,
señores , quienquiera que seáis , que el cielo que
tiene cuidado de socorrer á los buenos , y aun á los
malos muchas veces , sin yo merecerlo me envía en
estos tan remotos y apartados lugares del trato co-
mún de las gentes algunas personas , que ponién-
dome delante de los ojos con vivas y varias razo-
nes quan sin ella ando en hacer la vida que hago,
han procurado sacarme desta a mejor parte ; pero
como no saben que sé yo que en saliendo deste
daño , he de caer en otro mayor , quiza me deben
de tener por hombre de flacos discursos » y aun lo
que peor seria , por de ningún juicio ; y no seria
marabilla que asi fuese , porque á mí se me traslu-
ce que la fuerza de la imaginación de mis desgra-
cias es tan intensa , y puede tanto en mi perdición,
que sin que yo pueda ser parte á, estorbarlo , ven-
go á quedar como piedra , falto de todo buen sen-
tido y conocimiento , y vengo a caer en la cuenta
desta verdad , quando algunos me dicen y mues-
tran señales de las cosas que he hecho entanto que
aquel terrible acídente me señorea , y nó sé map
que dolerme envano , y maldecir sin provecho mi
ventura , y dar por disculpa de mis locuras el de-
cir la causa deltas á quanfos oírla quieren , porque
viendo ios cuerdos qual es la causa > na se mara-
htUarán de los efetos , y §i no n\e dioreí* remedio,
PARTE X. CAPITULO XXVII. SOI
alómenos no me darán culpa / conviniéndoseles el
enojo de mi desenvoltura en lástima de mis des-
gracias : y si es que vosotros , señores , venis con la
misma intención que otros han venido , antes que
paséis adelante en vuestras discretas persuasiones,
os ruego que espichéis el cuento , que no l%tiene,
de mis desventuras , porque quiza después de en-
tendido ^ahorrareis del trabajo que tomareis en con-
solar un mal que de todo consuelo es incapaz. Los
dos , que no deseaban otra cosa que saber de su
misma boca la causa de su daño , le rogaron se la
contase , ofreciéndole de no hacer otra cosa de la
que él quisiese en su remedio , ó consuelo ¿ y, con
esto el triste caballero comenzó su lastimera histo-
ria casi por las mesmas palabras y pasos que la ha-
bía contado a Don Quixote y al cabrero pocos dias
atrás , quando por ocasión del maestro Elisabat y
puntualidad de Don Quixote en guardar ej deco-
ro á la caballería , se quedó el cuento imperfeto,
como la historia lo dexa contado ; pero ahora qui-
so la buena suerte que se detubo el acidente de la
locura , y le dio lugar de contarlo hasta el fin : y
asi llegando al paso del billete que había hallado
D. Fernando entre el libro de Amadis de Gaula,
dixo Cardenio que le tenia bien en la memoria , y
que decia desta manera:
ZUSCINDA A CARDENIO.
„Cada dia descubro en vos valores que me obli-
99 gan y fuerzan á que en mas os estime , y asi , si
„quisieredes sacarme desta deuda sin executarme
„en la honra , lo podréis muy bien hacer : padre
SOS DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
„ tengo que os conoce , y que me quiere bien , el
„ qual sin forzar mi voluntad cumplirá la que se-
„ra justo que vos tengáis , M es que me estimáis,
„ como decís y como yo creo/'
Por este billete me movi á pedir a Luscinda
por ctposa , como ya os he contado , y este fue por
quien quedó Luscinda en la opinión de D. Fer-
nando por una de las mas discretas y avisadas mu-
geres de su tiempo , y este billete fue el que le
puso en deseo de destruirme antes que el mió se
efetuase : dixele yo a D. Fernando en lo que re-
paraba el padre de Luscinda , que era en que mi
padre se la pidiese , lo qual yo no le osaba decir,
temeroso que no vendría en ello > no porque no
tubiese bien conocida la calidad , bondad , virtud
y hermosura de Luscinda, y que tenia partes bas-
tantes para ennoblecer qualquier otro linage de Es-
paña, sino porque yo entendia del que deseaba que
no me casase tan presto , hasta ver lo que el du-
que Ricardo hacia conmigo : en resolución le di-
xe que no me aventuraba á decírselo a mi padre
asi por aquel inconveniente , como por otros mu-
• chos que me acobardaban , sin saber quales eran,
sino que me parecía que lo que yo desease , jamas
había de tener efeto. Á todo esto me respondió
D. Fernando que él se encargaba de hablar á mi
padre , y hacer con él que hablase al de Luscinda.
O Mario ambicioso! ó Catilina cruel ! ó Sila faci-
neroso! óGalalon embustero! ó Vellido traidor!
ó Julián vengativo! 6 Judas codicioso! Traidor,
cruel , vengativo y embustero, ¿que deservicios te
había hecho este triste , que con tanta llaneza te
descubrió los secretos y contentos de su corazón ?
PARTE I. CAPITULO XXVII. SO3
qué ofensa te hice ? qué palabras te dixe , ó qué
consejos te di , que no fuesen todos encaminados á
acrecentar tu honra y tu provecho ? mas de qué
me quejo , desventurado de mí ! pues es cosa cier-
ta que quando traen las desgracias la corriente de
las estrellas, como vienen de alto abaxo, despeñán-
dose cop furor y con violencia , no hay fuerza en
la tierra que las detenga , ni industria humana que
prevenirlas pueda? ¡ quien 'pudiera imaginar que
D. Fernando , caballero ilustre , discreto , obliga-
do de mis servicios , poderoso para alcanzar lo que
el deseo amoroso le pidiese dondequiera que le
ocupase , se habia de enconar , como suele decirse,
-en tornarme á mí una sola oveja , que aún no po-
seía! pero quédense estas consideraciones aparte,
como inútiles y sin provecho , y añudemos el roto
hilo de mi desdichada historia. Digo pues que pa-
reciendole á D. Femando que mi presencia le era
inconveniente para poneruen execucion su falso y
mal pensamiento , determinó de enviarme á su her-
mano mayor con ocasión de pedirle unos dineros
para pagar seis caballos , que de industria y solo
para este efeto de que me ausentase [para poder
mejor salir con su dañado intento 3 el mismo dia
que se ofreció a hablar á mi padre, los compró , y
quiso que yo viniese por el dinero. Pude yo pre-
venir esta* traición ? pude por ventura caer eri ima-
ginarla? no por cierto , antes con grandísimo gus-
to me ofrecí á partir luego , contento d$ la buena
compra hecha : aquella noche hablé con Luscinda,
y le dixe lo que con D. Fernando quedaba con-
certado > y -que tubiese firme esperanza de q;ue ten-
drian efeto nuestros buenos y justos deseos. Ella
I
204 DON QUÍSOTE de la mancha.
me dixo , tan segura como yo de la traición de D.
Fernando , que procurase volver presto , porque
creía que no tardaría mas la conclusión de nues-
tras voluntades , que tardase mi padre de hablar
al suyo. No sé que se fue , que en acabando de
decirine esto , se le llenaron los ojos de lagrimas,
un nudo se le atravesó en la garganta , que no
e dexaba hablar palabra de otras muchas que me
pareció que procuraba decirme : quedé admirado
deste nuevo acídente hasta allí jamas en ella visto,
porque siempre nos hablábamos , las -veces que la
buena fortuna y mi diligencia lo concedía , con to-
do regocijo y contento , sin mezclar en nuestras
platicas lagrimas, suspiros , zelos , sospechas , ó te-
mores : todo era engrandecer yo mi ventura , por
habérmela dado el cielo por señora : exageraba su
belleza , admirábame de su valor y entendimien-
to : volvíame ella el recambio , alabando en mí lo
que como enamorada le parecía digno de alaban-
za : con esto nos contábamos cien mil niñerías y
acaecimientos de nuestros vecinos y conocidos , y
á lo que mas se estendía mi desenvoltura, era á to-
marle casi por fuerza una de sus bellas y blancas
manos , y llegarla a mi boca , según daba lugar la
estrecheza de una baxá reja que nos dividía ; pero
la noche que precedió, al triste dia de mi partida,
ella lloró , gimió y suspiró , y se fue , y me dexó
lleno de confusión y sobresalto , espantado de ha-
ber visto tan nuevas y tan tristes muestras de do-
lor y sentimiento en Luscinda ; pero por no des-
truir mis esperanzas , todo lo atribuí á la fuerza del/
amor que me tenia, y al dolor que suele causar la
ausencia en los que .bien se quieren : enfin yo me
PARTE I. CAPITULO XXVII. 20$
partí triste y pensativo , llena el alma de imagi-
naciones y sospechas , sin saber lo que sospechaba,
ni imaginaba : claros indicios que mostraban el tris-
te suceso y desventura que me estaba guardada.
Llegué al lugar donde era enviado : di las cartas
al hermano de Don Fernando : fui bien recebi-
do , pero no bien despachado , porque me mandó
aguardar bien á mi disgusto ocho días , y en parte
donde el Duque su padre no me viese , porque su
hermano le escribía que le enviase cierto dinero
sin su sabiduría: y todo fue invención del falso D.
Fernando , pues no le faltaban á su hermano di-
neros para despacharme luego : orden y mandato
fue este , que me puso en condición de no obe-
decerle , por parecerme imposible sustentar tantos
días la vida en el ausencia de Luscinda , y mas ha-
biéndola dexado con la tristeza que os he conta-
do ; pero con todo esto obedecí como buen criado,
aunque veía que había de ser á costa de mi salud;
pero á los quatro dias que alli llegué , llegó un
hombre en mi busca con una carta que me dio,
que en el sobrescrito conocí ser de Luscinda , por-
que la letra del era suya : abrila temeroso y con
sobresalto , creyendo que cosa grande debía de ser
la que la había movido á escribirme , estando au-
sente , pues presente pocas veces lo hacia : pregún-
tele al hombre antes de leerla quién se la había
dado , y el tiempo que había tardado en el cami-
no. Dixome que acaso pasando por una calle de
la ciudad a la hora de mediodía , una señora muy
hermosa le llamó desde una ventana , los ojos lle-
nos de lagrimas , y que con mucha priesa le dixo:
hermano , si sois cristiano como parecéis , por amor
/
906 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
de Dios os ruego que encaminéis luego luego esta
carta al lugar y á la persona que dice el sobrescri-
to , que todo es bien conocido, y en ello haréis un
gran servicio á nuestro Señor ; y para que no os
falte comodidad de poderlo hacer , tomad lo que
va en este pañuelo : y diciendo esto , me arrojo
por la ventana un pañuelo , donde venían atados
cien reales y esta sortija de oro , que aquí traigo
con esa carta que os he dado : y luego sin aguar-
dar respuesta mia se quitó de la ventana , aunque
primero vio cómo yo tomé la carta y el pañuelo,
y por señas le dixe que haría lo que me mandaba:
y asi viéndome tan bien pagado del trabajo que
podía tomar en traérosla , y conociendo por el so-
brescrito que erades vos á quien se enviaba , por-
que yo , señor , os conozco muy bien ; y obligado
asimismo de las lagrimas de aquella hermosa seño-
ra » determiné de no fiarme de otra persona , sino
venir yo mismo á dárosla , y en diez y seis horas
que ha que se me dio , he hecho el camino que sa-
béis , que es de diez y ocho leguas. Entanto que
el agradecido y nuevo correo esto me decía , esta-
ba yo colgado de sus palabras , temblandome las
piernas de manera , que apenas podía sostenerme.
En efeto abri la carta , y vi que contenia estas
razones: J
„La palabra , que D. Fernando os dio de ha-
„biar á vuestro padre para que hablase al mió, la
„ ha cumplido mucho mas en su gusto , que en
„ vuestro provecho. Sabed , señor , que él me ha
i, pedido por esposa , y mi padre llevado de la ven-
„ taja , que él piensa que D. Fernando os hace , ha
„ venido en lo que quiere con tantas veras , que
PARTE I. CAPITULO XXVII. Z&J
„ de aquí á dos días se ha de hacer el desposorio,
„tan secreto y tan á solas , que solo han de ser tes-
„ tigos los cielos y alguna gente de casa. Qual ya
„. quedo , imaginaldo : si os cumple venir , veldo:
„y si os quiero bien, ó no , el suceso deste negó*
„ cío os lo dará á entender. A Dios plega que esta
„ llegue á vuestras manos antes que la mia se vea*
„en condición de juntarse con la de quien tan mal
„sabe guardar la fe que promete/'
Estas en suma fueron las razones que la carta
contenía, y las que me hicieron poner luego en
camino , sin esperar otra respuesta ni otros dine-
ros ; .que bien claro conoci entonces que no la com-
pra de los caballos sino la de su gusto , habia mo-
vido á D. Fernando á enviarme á su hermano: EL
enojo que contra D. Fernando concebí , junto con
el temor de perder la prenda que con tantos años
de servicios y deseos tenia grangeada , me pusie-
ron alas j pues casi como en vuelo otro dia me pu-
se en mi lugar al punto y hora que convenia pa-
ra ir á hablar á Luscinda : entré secreto , y dexé
una muía en que venia , en casa del buen hombre
que me habia llevado la carta , y quiso la suerte
que entonces la tubiese tan buena , que hallé á
Luscinda puesta á la reja , testigo de nuestros amo-
res : conocióme Luscinda luego , y conocila yo;
mas no como debia ella oonocerme , y yo conocer-
la ; pero quien hay en el mundo que se pueda ala-
bar que ha penetrado y sabido el confuso pensa-
miento y condición mudable de una muger ? nin-
guno por cierto. Digo pues que asi como Luscin-
da me vio, me dífco : Cardenio , de boda estoy ves»
tida , ya me están aguardando en la sala D. Fer*
SOS DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
nando el traidor , y mi padre el codicioso , con
otros testigos que antes lo serán de mi muerte, que
de mi desposorio : no te turbes , amigo , sino pro-
cura hallarte presente a este sacrificio , el qual , si
no pudiere ser estorbado de mis razones , una da-
ga llevo escondida , que podra estorbar mas deter-
minadas fuerzas , dando fin á mi vida , y princi-
pio á que conozcas la voluntad que te he tenido
y tengo. Yo le respondí turbado y apriesa , teme-
roso no me faltase lugar para responderla : hagan,
señora , tus obras verdaderas tus palabras , que si
tu llevas daga para acreditarte , aqui llevo yo es-
pada para defenderte con ella, ó para matarme , si
la suerte nos fuere contraria : no oreo que pudo
oir todas estas razones , porque sentí que la llama-
ban apriesa , porque el desposado aguardaba. Cer-
róse con esto la noche de mi tristeza , pusoseme
el sol de mi alegría , quedé sin luz en los ojos y
sin discurso en el entendimiento , no acertaba á
entrar en su casa ni podía moverme á parte algu-
na ; pero considerando quanto importaba mi pre-
sencia para lo que suceder pudiese en aquel caso,
me animé lo mas que pude , y entré en su casa ; y
como ya sabia muy bien todas sus entradas y sa-
lidas , y mas con el alboroto que de secreto en ella
andaba , nadie me echó de ver : asique sin ser vis-
to , tube lugar de ponerme en el hueco que ha-
cia una ventana de la misma sala, que con las pun-
tas y remates de dos tapices se cubría , por entre
las quales podía yo ver sin ser visto todo quanto
jen la sala se hacia. Quién pudiera decir ahora los
sobresaltos que me dio el corazón mientras alli es-
tube! los pensamientos que me ocurrieron! las con-
^
PARTE «• CAPITULO XXVII. 209
sideraciones que hice ! que fueron tantas y tales,
que ni se pueden decir , ni aun es bien que se di-
{jan ; basta que sepáis que el desposado entró en
a sala sin otro adorno , que los mesmos vestidos
ordinarios que solia : traia por. padrino á un pri-
mo hermano de Luscinda , y en toda la sala no ha-
bía persona de fuera sino los criados de casa : de
allí á un poco salió de una recamara Luscinda, *
acompañada de su madre y de dos doncellas su-
yas , tan bien aderezada y compuesta , como su ca-
lidad y hermosura merecían , y como quien era la
perfecion de la gala y bizarría cortesana : no me
dio Jugar mi suspensión y arrobamiento paraque
mirase y notase en particular lo que traía vestido,
solo pude advertir á las colores , que eran encar-
nado y blanco , y en las vislumbres que las pie-
dras- y joyas del tocado y de todo el vestido ha-
cían , á todo lo qual se aventajaba la belleza sin-
gular de sus hermosos y rubios cabellos , tales que
en competencia de las preciosas piedras , y de las
luces de quatro hachas que en la sala estaban , la
suya con mas resplandor a los ojos ofrecían. O me-
moria , enemiga mortal de mi descanso! de qué
sirve representarme ahora la incomparable belleza
de aquella adorada enemiga mia? ¿no sera mejor,
cruel memoria , que me acuerdes y representes lo
que entonces hizo , paraque movido de tan mani-
fiesto agravio procure , ya que no la venganza,
alómenos perder la vida? no os canséis , señores,
de oír estas digresiones que hago , que no es mi
pena de aquellas que puedan ni deban contarse su-
cintamente y de paso , pues cada circunstancia su-
ya me parece á mí que es digna de un largo dis-
t.u. o
SI O SON QUIXOTE DE LA MANCHA.
curso. A esto le respondió el Cura que no solo no
se cansaban en oírle, sino que. les daba mucho gus-
to las menudencias que contaba , por ser tales » que
merecían no pasarse en silencio , y la misma aten-
ción que lo principal del cuento. Digo pues , pro-
siguió Cardenio , que estando todos en la sala , en-
tró el Cura de la parroquia , y tomando á los dos
por la mano para hacer lo que en tal acto se re-
quiere, al decir : „¿ queréis , señora Luscinda , al
„ señor D. Fernando que está presente , por vues-
„ tro legitimo esposo , como lo manda la Santa Ma-
„dre Iglesia?" vo saqué toda la cabeza y cuello
de entre los tapices , y con atentísimos oídos y al-
ma turbada me puse á escuchar lo que Luscinda
respondía , esperando de su respuesta la sentencia
de mi muerte , ó la confirmación de mi vida. O
quién se atreviera a salir entonces , diciendo á vo-
ces : ah Luscinda , Luscinda ! mira lo que haces,
considera lo que me debes , mira que eres mía , y
que no puedes ser de otro : advierte que el decir
tú sí , y el acabárseme la vida , ha de ser todo á
un punto : ah traidor D. Fernando , robador de
mi gloria , muerte de mi vida ! qué quieres ? qué
pretendes ? considera que no puedes cristianamen-
te llegar al fin de tus deseos , porque Luscinda es
mi esposa , y yo soy su marido : ah loco de mil
ahora que estoy ausente y lejos del peligro , digo
que había de hacer lo que no hice : ahora que de-
xé robar mi cara prenda , maldigo al robador , de
quien pudiera vengarme , si tubiera corazón para
ello , como lo tengo para quejarme : enfin pues fui
entonces, cobarde y necio , no es mucho que mue-
ra ahora corrido , arrepentido y loco. Estaba espe-
v VART£ I. CAPITULO XXVII. 211
raudo el Cura la respuesta de Luscinda , que se
detubo un buen espacio en darla , y quando yo
pense que sacaba la daga para acreditarse , ó des-
ataba la lengua para decir alguna verdad , ó des-
engaño que en mi provecho redundase , oigo que
dixo con voz desmayada y flaca ; si quiero : y lo
mismo dixo D. Fernando , y dándole el anillo,
quedaron en indisoluble nudo ligados : llegó el
desposado á abrazar á su esposa , y ella poniendo*
se la mano sobre el corazón , cayo desmayada en
los brazos de su madre. Resta ahora decir qual
quedé yo , viendo en el sí que había oido burla-
das mis esperanzas , falsas las palabras y promesas
de Luscinda , imposibilitado de cobrar en algún
tiempo el bien que en aquel instante habia perdi-
do : quedé falto de consejo , desamparado á mi pa-
recer de todo el cielo , hecho enemigo de la tierra
que me sustentaba , negándome el ayre aliento pa-
ra mis suspiros , y el agua humor para mis ojos:
solo el fuego se acrecentó de manera , que todo
ardía de rabia y de zelos. Alborotáronse todos coa
el desmayo de Luscinda , y desabrochándole su
madre el pecho paraque le diese el ayre , se des-
cubrió en él un papel cerrado , que D. Fernando
tomó luego , y se le puso i leer a la luz de una
de las hachas , y en acabando de leerle se sentó
en una silla , y se puso la mano en la mexilla con
muestras de hombre muy pensativo , sin acudir á
los remedios que á su esposa se hacían paraque
del desmayo volviese. Yo viendo alborotada toda
la gente de casa , me aventuré á salir , ora fuese
visto ó no , con determinación , que si me viesen,
de hacer un. desatino tal , que todo el mundo vi-
o %
SIS SON QVIXOTE BE LA MANCHA.
niera á entender la justa indignación de mi pecho
en el castigo del falso D. Fernando , y aun en el
mudable de la desmayada traidora ; pero mi suer-
te [que para mayores males , si es posible que los
haya , me debe tener guardado! ordenó que en
aquel punto me sobrase el entendimiento que des-
pués acá me ha faltado ; y asi sin querer tomar
venganza de mis mayores enemigos [que por e^ tar
tan sin pensamiento mió • fuera fácil tomarla] qui-
se tomarla de mi mano , y executar en mí la pena
que ellos merecían: y aun quiza con mas rigor del
que con ellos se usara , si entonces les diera muer-
te ; pues la que se recibe repentina , presto acaba
la pena , mas la que se dilata con tormentos , siem-
bre mata sin acabar la vida. Enfin yo sali de aque-
a casa , y vine a la de aquel donde habia dexado
la muía , hice que me la ensillase , sin despedirme
del subi en ella , y sali de la ciudad , sin osar co-
mo otro Lot volver el rostro á miralla, y quando
me vi en el campo solo , y que la escurídad de la
noche me encuhria, y su silencio convidaba á que-
jarme sin respeto ó miedo de ser escuchado ni co-
nocido , solté la voz , y desaté la lengua en tantas
maldiciones de Lusciada y de D. Fernando , co-
mo si con ellas satisficiera el agravio que me ha-
bían hecho : dile títulos de cruel , de ingrata , do
falsa y desagradecida , pero sobre todos de codi-
ciosa, pues la riqueza de mi enemigo la habia cer-
rado los ojos de la voluntad para quitármela a mí,
y entregarla á aquel con quien mas liberal y fran-
i Tan sin pensamiento mió. tan agtnos i$ fensar
en mí.
E
PARTE I. CAPITULO XXVn. «13
ca la fortuna se habia mostrado ; y enmitad de la
fuga destas maldiciones y vituperios la desculpa-
ba , diciendo que no era mucho que una doncella
recogida en casa de sus padres , hecha y acostum-
brada siempre á obedecerlos , hubiese querido con-
decender con su gusto , pues le daban por esposo
á un caballero tan principal , tan rico y tan gentil
hombre > que á no querer recebirle , se podia pen-
sar , ó que no tenia juicio , ó que en otra parte te-
nia la voluntad : cosa que redundaba tan en per-
juicio de su buena opinión y fama. Luego volvía
diciendo que puesto que ella dixera que yo era
* su esposo , vieran ellos que no habia hecho en es-
cogerme tan mala elección , que no la disculparan,
pues antes de ofrecérseles D. Fernando no pudie-
ran ellos mismos acertar á desear , si con razón mi-
diesen su deseo , otro mejor que yo para esposo de
su hija , y que bien pudiera ella antes de ponerse
en el trance forzoso y ultimo de dar la mano de-
cir que ya yo le habia dado la mia , que yo vi-
niera , y condecendiera con todo quanto ella acer-
tara á fingir en este caso : enfin me resolví en qué
poco amor , poco juicio , mucha ambición , y de-
seos de grandezas hicieron que se olvidase de las
palabras con que me habia engañado , entreteni-
do y sustentado en mis firmes esperanzas y hones-
tos deseos.
Con estas voces y con esta inquietud caminé
lo que quedaba de la noche , y di al amanecer en
una entrada destas sierras , por las quales caminé
otros tres dias sin senda ni camino alguno , hasta
que vine a parar á unos pitidos , que no sé á que
mano destas montañas caen , y allí pregunté á unos
2 1 4 PON QV1XOTE DE LA MANCHA*
ganaderos que acia donde era lo mas áspero destas
sierras. Dixeronme que acia esta parte : luego me
encaminé á ella con intención de acabar aqui la
vida , y en entrando por estas asperezas , del can*
sancio y de la hambre se cayo mi muía muerta , ó
lo que yo mas creo , por desechar de sí tan inútil
carga como en mí llevaba : yo quedé á pie , ren-
dido de la naturaleza , traspasado de hambre , sin
tener ni pensar buscar quien me socorriese : de
aquella manera estube no sé que tiempo tendido
en el suelo , al cabo del qual me levanté sin ham-
bre , y hallé junto á mí a unos cabreros , que sin
duda debieron ser los que mi necesidad remedia-
ron , porque ellos me dixeron de la manera que
me habían hallado , y cómo estaba diciendo tantos
disparates y desatinos , que daba indicios claros de
haber perdido el juicio : y yo he sentido en mí
después acá que no todas veces le tengo cabal » si-
no tan desmedrado y flaco , que hago mil locuras,
rasgándome , los vestidos , dando voces por estas so-
ledades , maldiciendo mi ventura , y repitiendo en-
vano el nombre amado, de mi enemiga , sin tener
otro discurso ni intento entonces , que procurar aca-
bar la vida voceando , y quando en mí vuelvo , me
hallo tgn cansado y molido , que apenas puedo
moverme : mi mas común habitación es en el hue-
co de un alcornoque , capaz de cubrir este mise-
rable cuerpo : los vaqueros y cabreros que andan
por estas montañas ,. movidos' de caridad me sus-
tentan poniéndome el manjar por los caminos y
por la$ peñas , por donds entienden que acaso po-
dre pasar y hallarlo ; y asi , aunque entonces me
falte el juicio , la necesidad natural me .da á co-
i 1
PARTE I. CAPITULO XXVII. 21 f
nocer el mantenimiento , y despierta en mí el de-
seo de apetecerlo y la voluntad de tomarlo : otras
veces me dicen ellos quando me encuentran con
juicio , que yo salgo á los caminos , y que se lo
quito por fuerza , aunque me lo den de grado , á
los pastores que vienen con ello del lugar a las
majadas : desta manera paso mi miserable y estre-
ma vida , hasta que el cielo sea servido de condu-
cirla á su ultimo fin , ó de ponerle en mi memo-
ria , paraque no me acuerde de la hermosura y de
la traición de Luscinda y del agravio de D. Fer-
nando ; que si esto él hace sin quitarme la vida,
yo volvere a mejor discurso mis pensamientos : don-
de no , no hay sino rogarle que absolutamente ten-
ga misericordia de mi alma , que yo no siento en
mí valor ni fuerzas para sacar el cuerpo desta es-
trecheza , en que por mi gusto he querido poner-
le. Esta es , ó señores , la amarga historia de mi
desgracia : decidme , si es tal , que pueda celebrar-
se con menos sentimientos que los que en mí ha-
béis visto , y no os canséis en persuadirme ni acon-
sejarme lo que la razón os dixere que puede ser
bueno para mi remedio , porque ha de aprovechar
conmigo lo que aprovecha la medicina recetada dé
famoso medico al enfermo que recebir no la quie-
re : yo no quiero salud sin Luscinda , y pues ella,
gusta de ser agena , siendo ó debiendo ser mia,
guste yo de ser.de la desventura y pudiendo haber
sido de la buena dicha : ella quiso con su mudan-
za hacer estable mi perdición , yo querré con pro-
curar perderme hacer contenta su voluntad ,y,sej-
ra exemplo á los porvenir de que a mí solo faltó
lo que á todos los desdichados sobra , á los quales.
S 1 6 DON QUÍSOTE DE l A MANCHA.
suele ser consuelo la imposibilidad de tenerle 1 , y
en mí es causa 1 de mayores sentimientos y males,
porque aun pienso que no se han de acabar con la
muerte. Aqui dio fin Cardenio á su laf ga platica,
y tan desdichada como amorosa historia, y al tiem-
po que el Cura se prevenía para decirle algunas
razones de consuelo , le suspendió una voz que lle-
gó á sus oídos , que en lastimados acentos oyeron
que decia lo que se dirá en la quarta * parte des-
ta narración ; que en este punto dio fin á la ter-
cera el sabio y atentado historiador Cide Hame-
te fien EngeÚ. 9 -
CAPITULO XXVIII.
QUE TKATA PE LA NUEVA Y AGRADABLE AVEN-
TURA , QUE AL CURA T BARBERO SUCEDIÓ EN
LA MISMA SIERRA.
"17
JT elicisimos y venturosos fueron los tiempos don-
de se echó al mundo el audacísimo Caballero Don
Quizóte de la Mancha, pues por haber tenido
é
t La imposibilidad de tenerle. Alusión a la sentencia
de Virgilio*.
Una salus victis nullám sperare salutem,
fue traducida por Gregorio Hernández de Velasco dice asi\
Solo les queda i los vencidos una
\ Salud, que es no esperar salud alguna.
. % Y en mres causa. En lugar de estas palabras se
leian en las primeras ediciones y en las demás estas otras',
j en. mas causa , que no hadan sentido. Se han enmenda-
do en esta considerándolas como yerro de imprenta ma-
nifiesto.
3 V. Discurso Preliminar: J. V.
PARTE I. CAPITULO XXVIII. 2 1 J
tan honrosa determinación , como fue el querer re*
sucitar y volver al mundo la ya perdida y casi
muerta orden de la andante caballería , gozamos '
ahora en esta nuestra edad , necesitada de alegres
entretenimientos , no solo de la dulzura de su ver-
dadera historia , sino de los cuentos y episodios de-
Ha , que en parte no son menos agradables , y ar-
tificiosos , y verdaderos , que la misma historia ' : la
qual prosigrendo su rastrillado , torcido y aspado
hilo , cuenta que asi como el Cura comenzó á pre-
venirse para consolar á Cardenio , lo impidió una
voz que llegó a sus oídos , que con tristes acentos
decía desta manera:
Ay Dios! ¿si sera posible que he ya hallado
lugar , que pueda servir de escondida sepultura á
la carga pesada deste cuerpo , que tan contra mi
i Que la misma historia. Sin haber concluido nuestro
autor un episodio , introduce otro , y con la salva y apo-
logía que hace aquí a favor de ellos , parece quiso preve-
nir la critica , que le hicieron después por boca del bachi-
ller Sansón Carrasco sobre que en esta*Primera Parte se
habia valido de novelas y cuentos ágenos de la historia , y
que se debió de atener al refrán de paja 6 heno &c. [ P. II.
c. ni.'] Con efecto en el c.JCLIV. confiesa que en la Se-
gunda se habia ceñido mas á los principales personages de
la historia , que son Don Quixote y Sancho, sin estenderse
a otras digresiones y episodios estraños ,y sin ingerir como
él dice novelas sueltas y pegadizas : y porque los censores de
Cervantes daban á entender que el recurso á cuentos age-
nos suponía pobreza de ingenio , anadio que H era hombre
que tenia habilidad , suficiencia y entendimiento para tratar
del universo todo. En esta sujeción d los estrechos limites
de la narración histórica se fundan los que prefieren la
Segunda Parte d la Primera , contra los que decían nunca
Segundas Partea fueron buenas. [P. 27. c. IV.]
2 1 8 DON QTJIXOTE DE LA MANCHA.
voluntad sostengo? sí sera, si la soledad que pro-
meten estas sierras no me miente : ay desdichada !
¡y quan mas agradable compañía harán estos ris-
cos y malezas a mi intención [ pues me darán lu-
gar paraque con quejas comunique mi desgracia
al cielo 3 que no la ele ningún hombre humano,
pues no hay ninguno en la tierra de quien se pue-
da esperar consejo en las dudas , alivio en las que-
jas , ni remedio en los males ! Todas estas razones
oyeron y percibieron el Cura y los que con él es-
taban , y por parecerles , como ello era , que allí
junto las decían , se levantaron á buscar el dueño;
y no hubieron andado veinte pasos , quando detras
de un peñasco vieron sentado al pie de un fresno
á un mozo vestido como labrador , al qual , por
tener inclinado el rostro á causa de que se lavaba
los pies en el arroyo que por allí corría , no se le
pudieron ver por entonces : y ellos llegaron con
tanto silencio , que del no fueron sentidos , ni él
estaba á otra cosa atento que á lavarse los pies,
que eran tales , que no parecían sino dos pedazos
de blanco cristal , que entre las otras piedras del
arroyo se habían nacido : suspendióles la blancura
Í belleza de los pies , pareciendoles que no esta-
an hechos á pisar terrones , ni á andar tras el ara-
do y los bueyes , como mostraba el habito de su
dueño ; y asi t viendo que no habían sido sentidos,
el Cura que iba delante , hizo señas á los otros dos
que se agazapasen , ó escondiesen detras de unos
pedazos de peña que allí había :, asi lo hicieron
todos , mirando con atención lo que el mozo ha-
cía. £1 qual traía puesto un capotillo pardo de dos
aldas muy ceñido al cuerpo con una toalla blan-
PARTE I. CAWTW-0 XXVIII. 21 9
ca : traja ansimismo unos calzones 1 y polaynas de
paño pardo , y en la cabeza una montera parda:
tenia las polaynas levantadas hasta la mitad de la
pierna , que sin duda alguna de blanco alabastro
parecía : acabóse de lavar los hermosos pies , y lue-
go con un paño de tocar que sacó debaxo de la
montera , se los limpió , y ai querer quitársele, al-
zó el rostro , y tubieron lugar los que mirándole
estaban , de ver una hermosura incomparable tal,
que Cardcnio dixo al Cura con voz baxa : esta,
ya que no es laiscinda , no es persona humana , si-
no divina. El mozo se quitó la montera , y sacu-
diendo la cabeza á una y á otra parte , se comen-
zaron á descoger y desparcir unos cabellos , que
pudieran los del sol tenerle! envidia. Con esto co-
nocieron que el que parecía labrador, era muger y
delicada , y. aun la mas hermosa que hasta enton-
ces los ojos de los dos habían visto , y aun los de
Cárdenlo , si no hubieran mirado y conocido a
lajscinda , que después afirmó que sola la belle-
za de Luacinda podía contender con aquella. Los
luengos y rubios cabellos no solo le cubrieron las
espaldas , mas toda entorno la escondieron deba-
xo de ellos , que sino eran los pies , ninguna otra
cosa de su cuerpo se parecía : tales y tantos eran.
Jín esto les sirvió de peype unas manos , que si los
]>ies en el agua habían parecido pedazos de cris-
tal , las manos en los cabellos semejaban pedazos
de apretada nieve : todo lo qual en mas admira-
1 Calzones. Un genero de greguiscos [dice Covarru-
hias : Tesoro ] 6 zaragüelles : muchas veces se toma por las
sobrecalzas , píe por otra timbre se llaman polaynas*
I
220 DON QTJIXOTE DE LA MANCHA.
cion y en mas deseo de saber quién era , ponía á
los tres que la miraban : por esto determinaron de
mostrarse , y al movimiento que hicieron de po-
nerse en pie , la hermosa moza alzó la cabeza *, y
apartándose los cabellos de delante de ios ojos con
entrambas manos , miró lo* que el ruido hacían : y
apenas los hubo visto , quando se levantó en pie,
sin aguardar á calzarse , ni á recoger los cabe-
Ios , asió con mucha presteza un bulto como de
ropa , que junto á sí tenia , y quiso ponerse en hui-
da , llena de turbación y sobresalto ; mas no hubo
dado seis pasos , quando no pudiendo sufrir los de-
licados pies la aspereza de las piedras , dio consigo
en el suelo : lo qual visto por los tres , salieron á
ella , y el Cura fue el primero que le dixo : dete-
neos , señora , quienquiera que seáis , que los que
aqui veis , solo tienen intención de serviros : no
hay para que os pongáis en tan impertinente hui-
da , porque ni vuestros pies lo podran sufrir , ni
nosotros consentir. A todo esto ella no respondía
palabra , atónita y confusa. Llegaron pues a ella,
y asiéndola por la mano el Cura, prosiguió dicien-
do: lo que vuestro trage , señora, nos niega, vues-
tros cabellos nos descubren , señales claras que no
deben de ser de poco momento las causas que han
disfrazado vuestra belleza en habito tan indigno,
y traidola a tanta soledad como es esta , en la qual
ha sido ventura el hallaros , si no para dar reme-
dio á vuestros males , alómenos para darles conse-
jo , pues ningún mal puede fatigar tanto ni llegar
tan al estremo de serlo , mientras no acaba la vi-
da , que rehuya de no escuchar siquiera el conse-
jo , que con buena intención se le da al que lo pa-
PARTE J. CAPITULO XXVIII. 221
dece : asique , señora mía , ó señor mío , ó lo que
vos quíseredes ser , perded el sobresalto , que nues-
tra vista os ha causado , y contadnos vuestra bue-
na ó mala suerte , que en nosotros juntos , ó en
cada uno , hallareis quien os ayude a sentir vues-
tras desgracias. Entanto que el Cura decía estas
razones , estaba la disfrazada moza como embele-
sada , mirándolos á todos sin mover labio , ni decir
palabra alguna , bien asi como rustico aldeano que
deimproviso se le muestran cosas raras y del jamas
vistas ; mas volviendo el Cura á decirle otras ra-
zones al mismo efeto encaminadas , dando ella un
profundo suspiro , rompió el silencio , y dixo : pues
que la soledad destas sierras no ha sido parte para
encubrirme', ni la soltura de mis descompuestos ca-
bellos no ha permitido que sea mentirosa mi len-
gua , envalde seria fingir yo denuevo ahora lo que,
si se me creyese , seria mas por cortesía que por
otra razón alguna : presupuesto esto , digo , seño-
res , que os agradezco el ofrecimiento que me ha-
béis hecho , el qual me ha puesto en obligación
de satisfaceros en todo lo que me habéis pedido,
puesto que temo que la relación que os hiciere de
mis desdichas , os ha de causar al par de la com-
pasión la pesadumbre , porque no habéis de hallar
remedio para remediarlas , ni consuelo para entre-
tenerlas ; pero con todo esto , porque no ande va-
cilando mi honra en vuestras intenciones , habién-
dome ya conocido por muger , y viéndome moza,
sola y en este trage , cosas todas juntas y cada una
por sí que pueden echar por tierra qualquier ho-
nesto crédito , os habré de decir lo que quisiera ca-
llar , si pudiera. Todo esto dixo sin parar la que
88* DON QVlXOTE DB X.A MANCHA.
tan hermosa muger parecía , con tan suelta iea-
gua , con vo2 tan suave , que no menos les admi-
ró su discreción que su hermosura : y tornándole á
hacer, nuevos ofrecimientos y nuevos ruegos , para
que lo prometido cumpliese > ella sin hacerse mas
de rogar, calzándose con toda honestidad , y reco-
giendo sus cabellos , se acomodó en el asiento de
una piedra, y puestos los tres alrededor della , ha-
ciéndose fuerza por detener algunas lagrimas que
á los ojos se le venían , con voz reposada y clara
comenzó la historia de su vida desta manera.
En esta Andalucía hay un lugar, de quien to-
ma titulo un Duque , que le hace uno de los que
llaman Grandes en España :, este tiene dos hijos,
el mayor heredero de su estado y al parecer de
sus buenas costumbres , y el menor no sé yo de
que sea heredero , sino de las traiciones de Velli-
do y de los embustes de Galalon : deste señor son
vasallos mis padres , humildes en linage , pero tan
ricos , que si los bienes de su naturaleza iguala-
ran a los de su fortuna , ni ellos tubieran mas que
desear , ni yo temiera verme en la desdicha en
que me veo , porque quiza nace mi poca ventu-
ra de la que no tubieron ellos en no haber nacido
ilustres : bien es verdad que no son tan baxos , que
puedan afrentarse de su estado , ni tan altos , que
á mí me quiten la imaginación que tengo de que
de su humildad viene mi desgracia : ellos enfin
son labradores , gente llana , sin mezcla de alguna
raza* mal sonante , y como suele decirse, cristianos
viejos ranciosos , pero tan rancios , que su riqueza
y magnifico trato les va poco á poco adquiriendo
nombre de hidalgos , y aun de caballeros , puesto
PARTE I. CAPITULO XXVIH. 223
que de la mayor riqueza y nobleza que ellos se
preciaban , era de tenerme a mí por hija : y asi por
no tener otra ni otro que los heredase , como por
ser padres y aficionados , yo era una de las mas re-
galadas hijas que padres jamas regalaron, : era el
espejo en que se miraban , el báculo de su vejez,
y el sugeto á quien encaminaban , midiéndolos con
el cielo , todos sus deseos , de los quales , por ser
ellos tan buenos , los mios no salían un punto , y
del mismo modo que yo era señora de sus ánimos,
ansi lo era de su hacienda : por mí se recebian y
despedían los criados : la razón y cuenta de lo que
se sembraba y cogia , pasaba por mi mano : los mo
linos de aceyte , los lagares del vino , el numero
del ganado ipayor y menor , el de las colmenas,
finalmente de todo aquello que un tan rico labra-
dor como mi padre puede tener y tiene , tenia yo
la cuenta , y era la mayordoma y señora con tanta
solicitud mia y con tanto gusto suyo , que buena-
mente no acertaré á encarecerlo : los ratos, que del
día me quedaban después de haber dado lo que
convenia a los mayorales ó capataces y á otros jor-
naleros , los entretenía en exercicios que son á las
doncellas tan lícitos , como necesarios , como son
los que ofrece la aguja y la almohadilla , y la rue-
ca muchas veces ; y si alguna por recrear el animo
estos exercicios dexaba , me acogía al entreteni-
miento de leer algún libro devoto , ó a tocar una
harpa , porque la esperiencia me mostraba que la
música compone los ánimos descompuestos , y ali-
via los trabajos que nacen del espíritu. Esta pues
era la vida que yo tenia en casa de mis padres , la
qual si tan particularmente he contado, no ha sido
3 24 DON QITIXOTE PE LA MANCHA.
por ostentación ni por dar i entender que soy ri-
ca , sino porque se advierta quan sin culpa me he
Tenido de aquel buen estado que he dicho , al in-
felice en que ahora me hallo. Es pues el caso que
pasando mi vida en tantas ocupaciones y en un en-
cerramiento tal , que al de un monesterio pudiera
compararse , sin ser vista á mi parecer de otra per-
sona alguna que de los criados de casa , porque
los dias que iba á misa , era tan de mañana y tan
acompañada de mi madre y de otras criadas , y yo
tan cubierta y recatada , que apenas vian mis ojos
mas tierra de aquella donde ponia los pies ; con to-
do esto , los del amor , ó los de la ociosidad por
mejor decir , á quien los de lince no pueden igua-
larse , me vieron puestos en la solicitud de D. Fer-
nando , que este es el nombre del hijo menor del
Duque que os he contado. No hubo bien nombra-
do á D. Fernando la que el cuento contaba, quan-
do á Cardenio se le mudó la color del rostro , y
comenzó á trasudar con tan grande alteración , que
el Cura y el Barbero que miraron en ello , temie-
ron que le venia aquel acídente de locura , que
habían oido decir que de quando en quando le ve-
nia : mas Cardenio no hizo otra cosa que trasudar
y estarse quedo , mirando de hita en hito á la la-
bradora , imaginando quien ella era ; la qual sin
advertir en los movimientos de Cardenio prosiguió
su historia , diciendo : y no me hubieron bien vis-
to , quando , según él dixo después , quedó tan
preso de mis amores , quanto lo dieron bien á en-
tender sus demostraciones : mas por acabar pres-
to con el cuento , que no le tiene , de mis desdi*
chas , quiero pasar en silencio las diligencias que
PARTE I. CAPITULO XXVIII. 2Ü$
D. Fernando hizo para declararme su voluntad:
sobornó toda la gente de mi casa ; dio y ofreció
dadivas y mercedes á mis parientes : los dias eran
todos de fiesta y de regocijo en mi calle : las no-
ches no dexaban dormir á nadie las músicas : los
billetes que * sin saber como , á mis manos venían
eran infinitos , llenos de enamoradas razones y ofre-
cimientos , con*menos letras que promesas y jura-
mentos : todo lo qual no solo no me ablandaba,
pero me endurecía de manera , como si fuera mi
mortal enemigo , y que todas las obras que para
reducirme á su voluntad hacia , las hiciera para el
efeto contrario : no porque á mí me pareciese mal
la gentileza de D. Fernando , ni que tubiese á de-
masía sus solicitudes , porque me daba un nosequé
de contento verme tan querida y estimada de un
tan principal caballero , y no me pesaba ver en sus
papeles mis alabanzas : que en esto * por feas que
seamos las mugeres , me parece á mi que siempre
nos da gusto el oir que nos llaman hermosas; pero
a todo esto se oponia mi honestidad y los consejos
continuos que mis padres me daban , que ya muy
al descubierto sabian la voluntad de D. Fernanda,
porque y a á él no se le daba nada de que todo el
mundo la supiese : decíanme mis padres que en so-
la mi virtud y bondad dexaban y depositaban su
honra y fama , y que considerase la desigualdad
que había entre mí y D. Fernando , y que por
aquí echaría de ver que sus pensamientos , aunque
él dixese otra cosa , mas se encaminaban á su gusto
qué á mi provecho , y que si yo quisiese poner en
alguna manera algún inconveniente para que él se
dexase de su injusta pretensión , que ellos me ca*
\
3 *6 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
sarian hiego con quien yo mas gustase , asi de los
mas principales de nuestro lugar , como de todos
los circunvecinos , pues todo se podía esperar de
su mucha hacienda y de mi buena fama : con es-
tos ciertos prometimientos , y con la verdad que
ellos me decian , fortificaba* yo mi entereza , y ja-
mas quise responder á D. Fernando palabra , que
le pudiese mostrar , aunque de muy lejos , esperan-
za de alcanzar su deseo : todos estos recatos mios,
que él debia de tener por desdenes , debieron de
ser causa de avivar mas su lascivo apetito , que es-
te nombre quiero dar á la voluntad que me mos-
traba , la qual , si ella fuera como debia , no la su-
pierades vosotros ahora, porque hubiera faltado la
ocasión de decírosla : finalmente D. Fernando su-
po que mis padres andaban por darme estado por
quitalle á él la esperanza de poseerme , ó alome-
nos porque yo tubiese mas guardas para guardar-
me , y esta nueva ó sospecha fue causa paraque
hiciese lo que ahora oiréis.
Y fue que una noche estando yo en -mi apo-
sento con sola la compañía de una doncella que
me servia , teniendo bien cerradas las puertas , por
temor que por descuido mi honestidad no se viese
en peligro , sin saber ni imaginar cómo , en me-
dio destos recatos y prevenciones , y en la soledad
deste silencio y encierro me le hallé delante , cu-
ya vista me turbó de manera , que me quitó la de
mis ojos , y me enmudeció la lengua : y asi no fui
poderosa de dar voces , ni aun él creo que me las
dexara dar , porque luego se llegó á mí , y tomán-
dome entre sus brazos [porque yo, como digo, no
tube fuerzas para defenderme según estaba turba-
parte i. CAMtuto xxvni. aaj
da] comenzó á decirme tales razones , que no sé
como es posible que tenga tanta habilidad la men-
tira , que las sepa componer de modo , qué parez-
can tap verdaderas : hacia el traidor que sus lagri-
mas acreditasen sus palabras í y los suspiros su in-
tención. Yo pobrecilla ¿ sola entre los míos , mal
exercitada en casos semejantes f comencé no sé en
qué modo á tener por verdaderas tantas falseda-r
des ; pero no de suerte , que me moviesen á com-
pasión tnenos que buena sus lagrimas y suspiros;
y asi pasándoseme aquel sobresalto primero , torné
algún tanto á cobrar mis perdidos es^rítus , y con
mas animo del que pense que pudiera tener , le di-
Xe : si como estoy , señor , tn tus bra¿os , estubíera
entre los de uri íéon fiero » y el librarme dellos se
me asegurara con que hiciera , ó dixera cosa que
fuera en perjuicio de mi honestidad i así fuera po-
sible hacella ó decilk , como es posible defcár da
haber sido k> que fue ; asique , si tu tienes ceñido
mi cuerpo con tus brazos , yo tengo atada mi al-
ma con mis buenos deseos , que son taii diferentes
de los tuyos como lo verás , si con hacerme fuerza
quisieres pasar adelante en ellos : tu vasalla soy,
pero no tu esclava ; ni tiene ni debe tener imperio
la nobleza de tu sangre para deshonrar y tener en
poco la humildad de la mia , y en tanto me esti-
mo yo villana y labradora , como tú señor y caba-
llea : conmigo no han de ser de ningún efeto tus
fuerzas , ni han de tener valor tus riquezas , ni tus
palabras han de poder engañarme , ni tus suspiros
y lagrimas enternecerme : si alguna de todas estas
cosas que he dicho, viera yo en el que mis padres
me dieran por esposo , á su voluntad sé ajustara la
P2
g*8 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
mía, y mí voluntad de la suya no saliera : de mo-
do , que como quedara con honra , aunque queda-
ra sin gusto , de grado te entregara lo que tu , se-
ñor , ahora con tanta fuerza procuras : todo esto he
dicho , porque no es pensar que de nú alcance co-
sa alguna el que no fuere mi legitimo esposo. Si
no reparas mas que en eso, bellísima Dorotea, que
este es el nombre desta desdichada , dixo el des-
leal caballero , ves aqui te doy la mano de serlo
tuyo , y sean testigos desta verdad los cielos , á
quien ninguna cosa se esconde , y esta imagen de
nuestra Señora , que aqui tienes. Quando Cárde-
nlo le oyó decir que se llamaba Dorotea , tornó
denuevo á sus sobresaltos, y acabó de confirmar por
verdadera su primera opinión ; pero no quiso in-
terromper el cuento por ver en qué venia á parar
lo que él ya casi sabia , solo dixo : que ? Dorotea
es tu nombre , señora? otra he oido yo decir del
mismo , que quiza corre parejas con tus desdichas:
pasa adelante , que tiempo vendrá en que te diga
cosas que te espanten en el mismo grado que te
lastimen. Reparó Dorotea en las razones de Car-
denio y en su estraño y desastrado trage, y rogóle
que si alguna cosa de su hacienda 1 sabia, se la di-
xese luego , porque si algo le habia dexado bue-
no la fortuna , era el animo que tenia para sufrir
qualquier desastre que le sobreviniese , segura de
que a su parecer ninguno podía llegar , que el que
tenia acrecentase un punto. No le perdiera yo , se-
ñora , respondió Cardenio , en decirte lo que pien-
so , si fuera verdad lo que imagino , y hasta ahoif
*
I De su hacienda. Di sus sueños.
PARTE I. CAPITULO XXVni. 229
no.sp pierde coyuntura, ni ¿ tí te importa nada el
saberlo. Sea lo que fuere , respondió Dorotea , la
que en mi cuento pasa fue que tomando D. Fer-
nando una imagen que en aquel aposento estaba,
la puso por testigo de nuestro desposorio , con pa-
labras eficacísimas y juramentos estraordinarios me
dio la palabra de ser mi marido , puesto que antes
que acabase de decirlas , le dixe que mirase bien
lo que hacia ; y que considerase el enojo , que su
padre había de recebir de verle casado con una vi-
llana vasalla suya ; que no le cegase mi hermosu-
ra , tal qual era , pues no era bastante para hallar
en ella disculpa de su yerro ; y que si algún bien
me quería hacer por el amor que me tenia % fuese
dexar correr mi suerte á lo igual de lo que mi ca-
lidad podia , porque nunca los tan desiguales casa-
mientos se gozan , ni duran mucho en aquel gus-
to con que se comienzan. Todas estas razones que
aqui he dicho , le dixe , y otras muchas de que no
me acuerdo ; pero no fueron parte para que él de-
xase de seguir su intento , bien ansí como d que
no piensa pagar , que al concertar de la barata no
repara en inconvenientes. Yo á esta sazón hice uiv
breve discurso conmigo , y me dixe á mí misma:
si , que no seré yo la primera , que por via de ma-
trimonio haya subido de humilde á grande esta-
do , ni sera D. Fernando el primero a quien her-
mosura , ó ciega afición , que es lo mas cierto , ha-
ya hecho tomar compañía desigual á su grandeza;
pues si no hago ni mundo ni uso nuevo , bien es
acudir á esta honra qué la suerte me ofrece , pues-
to que en este no dure mas la voluntad que me
muestra , de quanto dure el cumplimiento de su
%$0 DON QUXXOYH X>£ LA MANCHA» '
deseo , que enfin para con Dios seré su esposa ; j
si quiero coa desdenes despedille , en termino le
veo que no usando el que debe, usará el de la fuer-
za , y vendré á quedar deshonrada , y sin disculpa
de la culpa que me podía dar el que no supiere
quan sin ella he venido á este punto : porque qué
razones serán bastantes para persuadir i mis padres
y á otros que este caballero entró en mi aposento
sin consentimiento mió ? todas estas demandas y
respuestas revolví en un instante en la imagina-
ción ; y sobre todo me comenzaron á hacer fuerza,
y á inclinarme á lo que fue sin yo pensarlo mi per-
dición f los juramentos de D, remando , los testi-
gos que ponia , las lagrimas que derramaba , y fi-
nalmente su disposición y gentileza , que acompa-
ñada con tantas muestras de verdadero amor , pu-
dieran rendir a otro tan libre y recatado corazón,
como el mío : llamé i mi criada , paraque en la
tierra acompañase a los testigos del cielo ; tornó
D. Fernando á reiterar y confirmar sus juramentos,
anadio á los primeros nuevos santos por testigos,
echóse mil futuras maldiciones , si no cumpliese lo
que me prometía , volvió á humedecer sus ojos y
acrecentar sus suspiros, apretóme mas entre sus hra-
709 , de los quales jamas me había dejado , y coa
esto y con volverse i salir del aposento mi doñee*
lia, yo dexé de serlo , y él acabó de ser traidor y
fementido, £1 día que sucedió a la noche, de mi
desgracia , se venia aun no tan apriesa , como yo
pienso que D f Fernando deseaba, porque después
de cumplido aquello que el apetito pide , el ma-
Íor gusto que puede venir , es apartarse de dpnde
¡alcanzaron; digo esto, porque D. Femando dio*
PARTE I. CAPITULO XXVIII. 23 1
priesa por partirse de mí , y por industria de mi
doncella , que era la misma que alli le habia traí-
do , antes que amaneciese se vio en la calle ; y al
despedirse de mí , aunque no con tanto ahinco y
vehemencia como quando vino , me dixo que estu-
biese segura de su fe , y de ser firmes y verdade-
ros sus juramentos , y pan mas confirmación de su
palabra sacó un rico anillo del dedo y lo puso en
el mió : enefeto él se fue , y yo quedé ni sé si trisó-
te ó alegre : esto sé bien decir , que quedé confusa
y pensativa, y casi fuera de mí qon el nuevo acae-
cimiento , y no tube animo ó no se me acordó de
reñir á mi doncella por la traición cometida de en*
cerrar á D. Fernando en mi mismo aposento , por*
que aun no me determinaba si era bien , ó mal el
que me habia sucedido : dixele al partir a D. Fer-
nando que por el mismo camino de aquella podía
verme otras noches , pues ya era suya , hasta que
quando él quisiese aquel hecho se publicase ; pero
no vino otra alguna , sino fue la siguiente , ni yo
pude verle en la calle , ni en la iglesia, en mas de
un m|s , que envano me cansé en solicitallo , pues-;
to que supe que estaba en la villa , y que los mas
dias iba á caza , exercicio da que'él era fíluy afi-
cionado : estos di¿*s y estas horas bien sé yo que
para mí fueron aciagos y menguadas , y bien sé
que comencé á dudar en ellos , y aun á descreer de
la fe de D. Fernando ; y sé también que mi don-
cella oyó entonces las palabras , que en reprehen-
sión de su atrevimiento antes no había oido ; y sé
que me fue forzoso tener cuenta con mis lagrimas
y con la compostura de mi rostro , por no dar oca-
sión á que mis padres m& preguntasen que 4q qué
83¿ DON QVIXOTE B£ LA MANCHA-
andaba descontenta , y me obligasen á buscar men-
tiras que dediles ; pero todo esto se acabó en un
punto , llegándose uno donde se atropellaron res*
petos y se acabaron los honrados discursos , y adon-
de se perdió la paciencia , y salieron á plaza mis
secretos pensamientos : y esto fue , porque de allí
á pocos días se dixo en e> lugar cómo en una ciu-
dad allí cerca «e había casado D. Fernando con
una doncella hermosísima en todo estremo , y de
muy principales padres , aunque no tan rica , que
por la dote pudiera aspirar á tan noble casamien-
to : dixose que se llamaba Luscinda , con otras co-
sas que en sus desposorios sucedieron dignas de ad-
miración. Oyó Cardenio el nombre de Luscinda,
y no hizo otra cosa que encoger los hombros , mor-
derse los labios , enarcar las cejas , y dexar de alli
á poco caer por sus ojos dos fuentes de lagrimas.
Mas no por esto dexó Dorotea de seguir su cuen-
to , diciendo : llegó esta triste nueva a mis oídos, y
en lugar de helárseme el corazón en oilla , fue tan-
ta la colera y rabia que se encendió en él , que fal-
tó poco para no salirme por las calles dan^> vo-
ces , publicando la alevosía y traición que se me
había hecho ; mas templóse esta furia por entonces,
con pensar de poner aquella misma noche por obra
lo que puse , que fue ponerme en este habito que
me dio uno de los que llaman zagales en casa de
los labradores , que era criado de mi padre , al qual
descubrí toda mi desventura , y le rogue me acom-
pañase hasta la ciudad , donde entendí que mi ene-
migo estaba : él , después que hubo reprehendido
mi atrevimiento y afeado mi determinación, vién-
dome resuelta en mi. parecer , se ofreció á tenerme
PARTE I. CAPITULO XXVIII. £33
compañía , como él dixo , hasta el cabo del mun-
do: luego al momento encerré en una almohada de
lienzo un vestido de muger , y algunas joyas y di-
neros por lo que podía suceder } y en el silencio de
aquella noche , sin dar cuenta á mi traidora don- %
celia , sali de mi casa , acompañada de mi criado y
de muchas imaginaciones , y me puse en camino
de la ciudad a pie , llevada en vuelo del deseo de
llegar ya que no á estorbar lo que tenia por he-
cho , alómenos á decir á D. Fernando me dixese
con qué alma lo habia hecho.
Llegué en dos dias y medio donde quería , y
en entrando por la ciudad , pregunté por la casa
de los padres de Luscinda , y al primero a quien
hice la pregunta , me respondió *mas de lo que yo
quisiera oir : dixome la casa , y todo lo que habia
sucedido en el desposorio de su hija , cosa tan pu-
blica en la ciudad , que se hacen corrillos para con-
tarla por -toda ella : dixome que la noche que D.
Fernando se desposó con Luscinda , después de ha-
ber ella dado el sí de ser su esposa, le habia toma-
do un recio desmayo , y que llegando su esposo á
desabrocharle el pecho paraque le diese el ayre,
le halló un papel escrito de la misma letra de Lus-
cinda , en que decia y declaraba que ella no podia
ser esposa de D. Fernando , porque lo era de Car-
denio , que a lo que el hombre me dixo era un
caballero muy principal de la misma ciudad , y
que si habia dado el sí á D. Fernando , fue por
no salir de la obediencia de sus padres : en resolu-
ción tales razones dixo que contenia el papel , que
daba á entender que ella habia tenido intención de
matarse en acabándose de desposar , y daba allí las
234 DON Q^IXOTE DE LA KANCHA.
razones por que se había quitado la vida : -todo lo
qual dicen que confirmó una daga , que le halla-
ron no sé en que parte de sus vestidos : todo lo
qual visto por D. Fernando, pareciendole que Lus-
cinda le había burlado , y escarnecido y tenido en
poco , arremetió a ella antes que de su desmayo
volviese , y con la misma daga que le hallaron , la
quiso dar de puñaladas , y lo hiciera , si sus padres
y los que se hallaron presentes , no se lo estorba-
ran : dixeron mas , que luego se ausentó D. Fer-
nando , y que Luscinda no había vuelto de su pa-
rasismo hasta otro día , que contó á sus padres có-
mo ella era verdadera esposa de aquel Cardenio
3ue he dicho : supe mas , que el Cardenio según
ecian se halló presente a los desposorios , y que
en viéndola desposada , lo qual él jamas pensó , se
salió de la ciudad desesperado , dexandole primero
escrita una carta , donde daba á entender el agra-
vio que Luscinda le habia hecho , y de cómo él
se iba adonde gentes no le viesen : esto to^p era
publico y notorio en toda la ciudad , y todos ha-
blaban dello, y mas hablaron 'quando supieron que
Luscinda habia faltado de casa de su padre y de
la ciudad , pues no la hallaron en toda ella , de
que perdían el juicio sus padres , y no sabían qué
medio se tomar para hallarla' : esto que supe puso
en bando mis esperanzas , y tube por mejor no ha-
ber hallado á D. Fernando , que no hallarle casa-
do , pareciehdome que ai¿i no estaba del todo cer-
rada la puerta a mi remedio , dándome yo á en-
tender que podría ser que el cíelo hubiese pues-
to aquel impedimento en el segundo matrimonio,
por atraerle á conocer lo que al primero debía , y
> PARTE. I. CAPITULO XXVIII. 235
á caer en la cuenta de que era cristiano , y que es-
taba mas obligado á su alma que á los respetos hu-
manos : todas estas cosas revolvía en mi fantasía, y
me consolaba sin tener consuelo , fingiendo unas es*
peranzas largas y desmayadas para entretener la
vida que ya aborrezco. Estando pues en la ciu-
dad , sin saber qué hacerme , pues á D. Fernando
no hallaba , llegó á mis oidos un pregón , donde
se prometía grande hallazgo a quien me hallase,
dando las señas de la edad y del mismo trage que
traía , y oí decir que se decía que me había saca-
do de casa de mis padres el nioao que conmigo vi-
no , cosa que me llegó al alma , por ver quan de
caida andaba mi crédito , pues no bastaba perderle
con mi venida , sino añadir el con quien , siendo
sugeto tan baxo y tan indigno de mis buenos pen-
samientos ; al punto que oi el pregón , me salí de
la ciudad con mi criado , que ya comenzaba á dar
muestras de titubear en la fe , que de fidelidad me
tenia prometida , y aquella noche nos entramos por
lo espeso desta montaña con el miedo de no ser
hallados ; pero como suele decirse que un mal 11a-
• ma á otro , y que el fin de una desgracia suele ser
principio de otra mayor, asi me sucedió á mí , por-
que mi buen criado , hasta entonces fiel y seguro,
asi como me vio en esta soledad , incitado de su
misma bellaquería antes que de mi hermosura, qui-
so aprovecharse de la ocasión que a su parecer es-
tos yermos le ofrecían , y con poca vergüenza y
menos temor de Dios , ni respeto mío me requi-
rió de amares , y viendo que yo con feas y justas
palabras respondía á las desvergüenzas de sus pro-
pósitos , dexó aparte los ruegos de quien primero
3:
2$6 BON QTTIXOTB DB LA MANCHA*
pensó aprovecharse , y comenzó á usar de la fuer-
za ; pero el justo cielo , que pocas ó ningunas ve-
ces dexa de mirar y favorecer á las justas intencio-
nes , favoreció las mias de manera , que con mis
pocas fuerzas y con poco trabajo di con él por un
derrumbadero , donde le dexé ni sé si muerto , ó
si vivo ; y luego con mas ligereza que mi sobre-
salto y cansancio pedían , me entré por estas mon-
tañas i sin llevar otro pensamiento ni otro disignio
ue esconderme en eÜas , y huir de mi padre , y
e aquellos que de su parte me andaban buscan-
do : con este deseó ha no sé quantos'meses que en-
tré en ellas , donde hallé un ganadero que me lle-
vó por su criado á un lugar , que está en las en-
trañas desta sierra , al qual he servido de zagal to-
do este tiempo , procurando estar siempre en el
campo por encubrir estos cabellos , que ahora tan
sin pensarlo me han descubierto ; pero toda mi in-
dustria y toda mi solicitud fue y ha sido de nin-
gún provecho , pues mi amo vino en conocimien-
to de que yo no era varón , y nació en él el mis-
mo mal pensamiento que en mi criado ; y como no
siempre la fortuna con los trabajos da los reme-
dios , no hallé derrumbadero ni barranco de donde
despeñar y despenar al amo , como le hallé para
el criado ; y asi tube por menor inconveniente de-
xalle y esconderme denuevo entre estas asperezas,
que probar con él mis fuerzas ó mis disculpas : di-
go pues que me torné á emboscar , y á buscar don-
de sin impedimento alguno pudiese con suspiros y
lagrimas rogar al cielo se duela de mi desventura,
y me dé industria y favor para salir della , ó para
dexar l\ vida entre estas soledades , sinquQ quede
PARTE I. CAPITULO XXVIII, S37
memoria desta triste , que tan sin culpa suya ha-
brá dado materia paraque de ella se hable y mur-
mure en la suya y en las agenas tierras.
CAPITULO XXIX.
QUE TRATA DEL GRACIOSO ARTIFICIO Y ORDEN
QUE SE TUBO EN SACAR A NUESTRO ENAMORADO
CABALLERO DE LA ASPERÍSIMA PENITENCIA EN
QUE SE HABÍA PUESTO ' .
lista es > señores , la verdadera historia de mi tra-
gedia : mirad y juzgad ahora si los suspiros que
escuchastes , las palabras que oistes , y las lagrimas
que de mis ojos salían , tenían ocasión bastante pa-
ra mostrarse en mayor abundancia ; y considerada
la calidad de mi desgracia , veréis que sera enva-
no el consuelo , pues es imposible el remedio de-
lia : solo os ruego fio que con facilidad podréis
y debéis hacer 3 que me aconsejéis dónde podre
pasar la vida , sinque me acabe el temor y sobre-
salto que tengo de ser hallada de los que me bus-
can ; que aunque sé que el mucho amor que mis
padres me tienen , me asegura que seré dellos bien
recebida , es tanta la vergüenza que me ocupa so-
lo el pensar que , no como ellos pensaban , tengo
de parecer a su presencia , que tengo por mejor
1 Lo s epígrafes di este capitulo y el del siguiente es-
tfban dislocados en las primeras impresiones , y no corres-
pondian d sus respectivos contestos , por lo que en las pu-
blicadas por la Real' Academia Española se pusieron con
prudente acuerdo en su lugar debido , cuyo exentplo se ha
adoptado en esta edición.
238 D0N QVIXOTE DE LA MANCHA.
desterrarme para siempre de ser vista , que no ver-
les el rostro con pensamiento que ellos miren el
mió ageno de la honestidad , que de mí se debían
de tener prometida. Calló en diciendo esto , y el
rostro se le cubrió de un color , que mostró bien
claro el sentimiento y vergüenza del alma. En las
suyas sintieron los que escuchado la habían tanta
lastima , como admiración de su desgracia ; y aun-
que luego quisiera el Cura consolarla y aconsejar-
la , tomó primero la mano Cardenío, diciendo: en-
fin, señora : que? tu eres la hermosa Dorotea , la
hija única del rico Clenardo? Admirada quedó Do-
rotea , quando oyó el nombre de su padre , y de
ver quan de poco era el que le nombraba , porque
ya se ha dicho de la mala manera que Cardenio
estaba vestido , y asi le dixo : y quién sois vos,
hermano , que asi sabéis el nombre de mi padre?
porque yo hasta ahora , si mal no me acuerdo , en
todo el discurso del cuento de mi desdicha no le
he nombrado. Soy , respondió Cardenio , aquel sin
ventura , que según vos , señora , habéis dicho,
Luscinda dixo que era su esposo : soy el desdicha-
do Cardenio , á quien el mal termino de aquel,
que á vos os ha puesto en el que estáis , me ha
traído a que me veáis qual me veis , roto , desnu-
do , falto de todo humano consuelo , y lo que es
peor de todo , falto de juicio , pues no le tengo si-
no quando al cielo se le antoja dármele por algún
breve espacio : yo , Dorotea , soy él que me hallé
presente á las sinrazones de D. Fernando , y él
que aguardó á oír el sí , que de ser su esposa pro-
nuncio Luscinda : yo soy el que no tubo animo
para ver en qué paraba su desmayo , ni lo que re-
PARTE I. CAPITULO XXIX. 239
saltaba del papel que le fué hallado én el pecho,
porque no tubo el alma sufrimiento para ver tan-
tas desventuras juntas , y asi dexé la casa y la pa-
ciencia , y una carta que dexé a un huésped mió,
á quien rogue que en manos de Luscinda la pu-
siese , y vineme á estas soledades con intención de
acabar en ellas la vida , que desde aquel tiempo
aborrecí como mortal enemiga mia ; mas no ha que-
rido la suerte quitármela , contentándose con qui-
tarme el juicio , quiza para guardarme para la bue-
na ventura que he tenido en hallaros , pues siendo
verdad , como creo que lo es , lo que aqui habéis
contado , aun podria ser que á entrambos nos tubie-
se el cielo guardado mejor Suceso en nueütros des-,
astres , que nosotros pensamos : porque presupues-
to que Luscinda no puede casarse con D. Fernan-
do por ser mia , ni D. Fernando con ella por ser
vuestro ,' y haberlo ella tan manifiestamente decla-
rado , bien podemos esperar que el cielo nos resti-
tuya lo que *s nuestro , pues está todavía en ser, y
no se ha enagenado ni deshecho : y pues este con-
suelo tenemos , nacido no de muy remota esperan-
za , ni fundado en desvariadas imaginaciones , su-
plicóos , señora, que toméis otra resolución en vues-
tros hénrados pensamientos , pues yo la pienso to-
mar en los mios , acomodándoos á esperar mejor
fortuna : que yo os juro por la fe de caballero y
de cristiano de no desampararos hasta veros en po-
der de D. Fernando ; y que quando con razones
no le pudiere atraer á que conozca lo que os debe,
de usar entonces la libertad que me concede el ser
caballero , y poder con justo titulo desafialle en ra-
zón de la sinrazón que os hace ., sin acordarme de
o
*4<> JXHt QVTKOtt DE LA MANCHA.
mis agravios , cuya venganza dexaré al cielo jtar
acudir en la tierra á los vuestros. Con lo que Cár-
denlo dixo se acabó de admirar Dorotea , y por
no saber qué gracias volver á tan grandes ofreci-
mientos , quiso tomarle los pies para besárselos;
mas no lo consintió Cardenio : y el Licenciado res*
pondio por entrambos , y aprobó el buen discurso
de Cardenio , y sobre todo les rogo * aconsejó y
persuadió que se fuesen con él á su aldea , donde
se podrían reparar de las cosas que les faltaban, y
que alli se daria orden como buscar á D. Fernan-
do , ó como llevar a Dorotea a sus padres, ó ha-
cer lo que mas les pareciese conveniente. Carde-
nio y Dorotea se lo agradecieron , y acetaron la
merced que se les ofrecía. £1 Barbero , que á todo
había estado suspenso y callado , hizo también su
buena platica , y se ofreció con no menos voluntad
que el Cura a todo aquello que fuese bueno para
servirles : cpnto asimismo con brevedad la causa
que alli los habia traído , con la es|pañeza de la
locura de Don Quixote , y como aguardaban á su
escudero que habia ido á buscalle. Vinosele á la
memoria á Cardenio como por sueños la penden-
cia que con Don Quixote habia tenido , y contola
á los demás ; mas no supo decir por qué causa fue
su qüestion.
En esto oyeron voces , y conocieron que el que
las daba era Sancho Panza , que por no haberlos
hallado en el lugar donde los dexó , los llamaba
á voces : saliéronle al encuentro , y preguntándole
por Don Quixote , les dixo como le habia halla-
do desnudo en camisa , flaco , amarillo y muerto
de hambre , y suspirando por su señora Dulcinea:
PARTE I* CAPITVLO XXIXé 2^1
y que puesto que le había dicho que ella le man-
daba que saliese de aquel lugar , y se fuese al del
Toboso donde le quedaba esperando , habia res-
pondido que estaba determinado de no parecer an*
te su fermosura , fasta que hobiese fecho fazañas,
que le ficiesen digno de su gracia , y que si aque*
lio pasaba adelante , corría peligro de no venir á
Ser Emperador como estaba obligado , ni aun Ar-
zobispo, que era lo menos que podia ser : por eso,
que mirasen lo que se habia de hacer para sacarle
de alli. El Licenciado le respondió que no tubiese
pena , que ellos le sacarían de alli mal qué le pe-
sase : contó luego á Cardenio y á Dorotea lo que
tenían pensado para remedio de Don Quixote, alo*
menos para llevarle á su casa. A lo qual dixo Do-,
rotea que ella haría la doncella menesterosa mejor
que el Barbero , y mas que tenia alli vestidos con
que hacerlo al natural , y que la dexasen el cargo
de saber representar todo aquéllo que fuese menes-
ter para llevar adelante su intento , porqué ella ha-
bía leído muchos libros de caballerías , y sabia bien
el estilo que tenían las doncellas altadas , quando
pedían sus dones á los andantes caballeros. Pue9
no es menester mas , dixo el Cura , sino que luego
se ponga por obra í que sin duda la buena suerte
se muestra en favor mió , pues tan sin pensarlo , á
vosotros , señores , se os ha comenzado á abrir puer*
ta para vuestro remedio , y á nosotros se nos ha fa-
cilitado la que habíamos menester. Sacó luego Do*
rotea de su almohada una saya entera de cierta te-
lilla rica, y una mantellina de otra vistosa tela ver-
de , y de una caxita un collar y otras joyas , coa
que en un instante se adornó de manera , que una
T. II.
£4* DON QVIXOTE DE LA MANCHA.
rica y gran señora parecía : todo aquello y mas
dixo que había sacado de su casa para lo que se
ofreciese , y que hasta entonces no se le había ofre-
cido ocasión de habello menester. A todos conten-
tó en estremo su mucha gracia , donayre y hermo-
sura , y confirmaron á D. Fernando por de poco
conocimiento , pues tanta belleza desechaba ; pero
el que mas se admiró fue Sancho Panza , por pa-
recer le [como era asi verdad]] que en todos los
días de su vida había visto tan hermosa criatura:
y asi preguntó al Cura con grande ahinco le di-
xese quién era aquella tan fermosa señora , y qué
era lo que buscaba por aquellos andurriales. Esta
hermosa señora , respondió el Cura , Sancho her-
mano , es como quien no dice nada , es la heredera
por linea recta de varón del gran reyno de Mico-
micon , la qual viene en busca de vuestro amo í
pedirle un don , el qual es que le desfaga un tuer-
to ó agravio que un mal gigante le tiene fecho ; y
á la fama que de buen caballero vuestro amo tie-
ne por todo lo descubierto , de Guinea ha venido
á buscarle esta Princesa. Dichosa buscada y di-
choso hallazgo , dixo á esta sazón Sancho Panza,
y mas si mi amo es tan venturoso que desfaga ese
agravio y enderece ese tuerto , matando á ese hi-
deputa dése gigante que vuestra merced dice ; que
sí matará , si él le encuentra , si ya no fuese fantas-
ma , que contra las fantasmas no tiene mi señor po-
der alguno : pero una cosa quiero suplicar á vues-
tra merced entre otras , señor Licenciado , y es que
porque á mi amo no le tome gana de ser Arzo-
bispo , que es lo que yo temo , que vuestra mer-
ced le ^conseje que se case luego con esta Prince-
PARTE I. CAPITULO XXIX. 243
sa , y asi quedará imposibilitado de recebar orde-
nes arzobispales , y vendrá con facilidad á su Im-
perio , y yo alfin de mis deseos : que yo he mi-
rado bien en ello , y hallo por mi cuenta que no
me está bien que mi amo sea Arzobispo , porque
yo soy inútil para la iglesia , pues soy casado , y
andarme ahora á traer dispensaciones para poder
tener renta por la iglesia , teniendo como tengo
muger y hijos , seria nunca acabar : así que, señor,
todo el toque está en que mi amo se case luego
con esta señora , que hasta ahora no sé su gracia,
y asi no la llamo por su nombre* Llamase , respon-
dió el Cura , la princesa Micomicona * porque lla-
mándose su reyno Micomicon , claro está que ella
se ha de llamar asi. No hay duda en eso , respon-
dió Sancho , que yo he visto a muchos tomar el
apellido y alcurnia del lugar donde nacieron , lla-
mándose Pedro de Alcalá , Juan de Ubeda , y Die-
go de Valladolid , y esto mismo se debe de usar
alia en Guinea , tomar las Reynas los nombres de
sus reynos. Asi debe de ser, dixo el Cura, y en lo
del casarse vuestro amo yo haré en ello todos mis
poderíos. Con lo que quedó tan contento Sancho,
quanto el Cura admirado de su simplicidad , y de
ver quan encaxados tenia en la fantasía los mismos
disparates que su amo , pues sin alguna duda se
daba á entender que habia de venir á ser Empe-
rador. Ya en esto se habia puesto Dorotea sobre
la muía del Cura , y el Barbero se habia acornó*
dado al rostro la barba de la cola de buey , y di-
xeron á Sancho que los guiase adonde Don Qui-
xote estaba , al qual advirtieron que no dixese que
conocía al Licenciado , ni al Barbero , porque en
Q2
344 DON QuncoTE de la mancha*
no conocerlos consistía todo el toque de venir á
ser Emperador su amo ; puesto que ni el Cura ni
Cardenío quisieron ir con ellos , porque no se le
acordase á Don Quizóte la pendencia que con Cár-
denlo había tenido , y el Cura , porque no era me-
nester por entonces su presencia , y asi los dexa-
ron ir delante , y ellos los fueron siguiendo á pie
poco á poco. No dexó de avisar el Cura lo que
habia de hacer Dorotea : á lo que ella dixo que
descuidasen , que todo se haría sin faltar punto co-
mo lo pedían y pintaban los libros de caballerías.
Tres quartos de legua habrían andado , quan-
do descubrieron á Don Quixote entre tinas indi-
cadas peñas* , ya vestido , aunque no armado : y así
como Dorotea le vio , y fue informada de Sancho
que aquel era Don Quixote , dio del azote á su
palafrén , siguiéndole el bien barbado Barbero : y
en llegando junto á él , el escudero se arrojo de la
muía , y fue á tomar én los bracos a Dorotea , Ja
qual apeándose con grande desenvoltura , se file 4
hincar de rodillas ante las de Don Quixote , y au*
que él pugnaba por levantarla , ella sin levantar-
se le fabló en esta guisa : de aqui no me levante-
re , 6 valeroso y esforzado caballero , fasta que If,
vuestra bondad y cortesía me otorgue un don , «1
qual redundará en honra y prez de vuestra peno»
na , y en pro de la mas desconsolada y agravtaibi
doncella que. el sol ha visto ; y si es que pl valor
de vuestro fuerte brazo corresponde á la voz de
vuestra inmortal fama , obligado estáis á favorecer
á la sin ventura que de tan lueñes tierras viene
al olor de vuestro famoso nombre , buscándoos pa-
ra remedio de sus desdichas. No os responderé pa-
J
¿arte i. CAprnno xxir. 545
labra , fermosa señora , respondió Don Quixote,
ni oiré mas cosa de vuestra facienda , fasta que os
levantéis de tierra. No me levantaré , señor , res-
pondió la afligida doncella , si primero por la vues-
tra cortesía no me es otorgado el don que pido.
Yo vos le otorgo y concedo , respondió Don Qui-
xote , como no se haya de cumplir en daño ó men-
gua de mi Rey , de mi patria , y de aquella que
de mi corazón y libertad tiene la llave * . No sera
en daño ni en mengua de los que decis , mi buep
señor , replicó la dolorosa doncella. Y estando en
esto , se llegó Sancho Paiua al oido de su señor,
y muy pasito le dixo : bien puede vuestra mere-
ced , señor , concederle el don que pide , que no
es cosa de nada , solo es matar á un gigantazo , y
esta que lo pide es la alta princesa Micomicona^
Rey na del gran rey no Micomicon de Etiopia. Sea
quien fuere , respondió Don Quixote, que yo ha-
1 Tiene la llave. Toda esta aventura está con efeeto
-frazada según el estilo de los libros de caballerías > como
se pudiera acreditar con muchos pasages de ellos. En el
cap, 2j+ de D f Olivante de Laura se dice : Toparos en el
cambo una doncella que venia en un palafrén y dos escude-
ros con ella,. 6 venía llorando. Talmcrin que la oyó , ovo
"duelo della , y dtxole : amiga , qué cuita es la vuestra^ decíd-
melo : que mucho fare por vos ayudar. Y en la P. 1. c. jp.
de Amadis de Grecia se trata de como vino la giganta. Mal-
fadea á demandar favor ai rey Amadis , y como el se fue con
ella i la vengar del gigante ; y se añade : la Jayana se lan-
zó á sus pies : agora vos suplico, señor , que me otorguéis un
don , que parque yo sea enmendada* de un tuerto que recQbi,
conviene que me lo otorgueys. Yo lo otorgo, dixo el Rey. JT
en la P.fl. c. 6 oí se dice : Como mi padre murió, un vasallo
suyo se alzó con el reyno y ínsula que í mí me venia de derecho:
vengo vestida de negro hasta «pe sea restituida en mi reyno.
246 PON QVIXOTE J>E LA MANCHA.
re lo que soy obligado , y lo que me dicta mi con-
ciencia conforme a lo que profesado tengo; y vol-
viéndose á la doncella , dixo ; la vuestra gran fer-
mosura se levante , que yo le otorgo el don que
pedirme quisiere. Pues el que pido es , dixo la
doncella, que la vuestra magnánima persona se ven-
ga luego conmigo donde yo le llevare , y me pro-
meta que no se ha de entremeter en otra aventu-
ra ni demanda alguna 9 hasta darme venganza de
un traidor , que contra todo derecho divino y hu-
mano me tiene usurpado mi reymv Digo que asi
lo otorgo , respondió Don Quixote , y asi podéis,
señora , desde hoy mas desechar la malencofía que
es fatiga ? y hacer que cobre nuevos bríos y fuer-
zas vuestra desmayada esperanza , que con el ayu-
da de Dios y la de mi brazo vos os veréis pres-
to restituida en vuestro reyno , y sentada en la si-
lla de vuestro antiguo y grande estado , apesar y
adespecho de los follones que contradecirlo quisie-
ren ; y manos á la labor , que en la tardanza dicen
3ue suele estar el peligro. La menesterosa doñee*
a pugnó con mucha porfía por besarle las manos;
mas Don Quixote , que en todo era comedido y
cortes caballero , jamas lo consintió ; antes la hizo
levantar y la abrazó con mucha cortesía y comedi-
miento , y ipandó a Sancho que requiriese las cin*
chas á Rocinante y lé armase luego al" punto, San-
cho descolgó las armáis , que como trofeo de un
árbol estaban pendientes, y requiriendo las cinchas,
en un punto armó á su señor , el qual viéndose ar-
mado, dixo; vamos de aqui en el nombre de Dios
á favorecer esta gran señora. Estábase el Barbero
aun de rodillas , teniendo gran cuenta de disimular
PARTE I. CAPITULO XXIX. 247
la risa y de que no se le cayese la barba , con cu-
ya caída quiza quedaran todos sin conseguir su
buena intención : y viendo que ya el don estaba
concedido, y con la diligencia que* Don Quixote
se alistaba para ir a cumplirle , se levantó , y to-
mó de la otra mano a su señora , y entre los dos
la subieron en la muía : luego subió Don Quixote
sobre Rocinante , y el Barbero se acomodó en su
cabalgadura , quedándose Sancho á pie * donde de;
nuevo se le renovó» la pendida del Rucio con la
falta que entonces le hacia ; mas todo lo llevaba
con gusto , por parecerle que ya su señor estab?
puesto en camino y muy apique de ser Empera.- %
dor, porque sin duda alguna pensaba que sé había
de casar con aquella Princesa , y ser por lo menos
Rey de A^tcomicon : solo le daba pesadumbre el
pensar que aquel reyno era en tierra de negros , y
que la gente que por sus vasallos le diesen , habían
de. ser todos negros : a lo qual hizo luego en su
imaginación un buen remedio , y dixose a sí mis-
mo : que se me da á mí que niis vasallos sean ne-
gros? ¿habrá mas que cargar con ellos y traerlos á
España , donde los podre vender , y adonde me los
pagarán decontado , de cuyo dinero podre com?
prar algún título f ó algún oficio con que vivir des-
cansado todos los, dias de mi vida? no sino dor?
míos , y no tengáis ingenio ni habilidad para disr
poner de las cosas , y para vender treinta , ó diez
mil vasallos en dacame esas pajas : par Dios que
los he de volar chico con grande , ó como pudier
je , y que por negros que sean , los he de volver
I Y coa la diligencia que. Y la diligencia con que*
/
248 DON QÚlXOTE M LA MANCHA.
blancos , ó amarillos : llegaos , que me mamo el
tiedo. Con esto andaba tan solicito y tan contento,
que se le olvidaba la pesadumbre de caminar á
pie. Todo esto miraban de entre unas breñas Car-
denlo y el Cura, y no sabian qué hacerse para jun-
tarse con ellos ; pero el Cura , que era gran tracis-
ta , imaginó luego lo que harian para conseguir lo
que deseaban, y fue que con unas tixeras que traia
en un estuthe , quitó con mucha presteza la barba
á Cardenio , y vistióle un capotillo pardo que él
traia , y diole un herreruelo negro , y él se quedó
en calzas y en jubón , y quedó tan otro de lo que
antes parecía Cardenio , que él mismo no se cono-
ciera , aunque í un espejo se mirar*. Hecho esto,
puesto ya que los otros habían pasado adelante en-
tanto que ellos se disfrazaron , con facilidad salie-
ron al camino real antes que ellos , porque las ma-
lezas y malos pasos de aquellos lugares no conce-
dían que andubiesen tanto los de a caballo , como
los de a pie : enefeto ellos se pusieron en el llano
á la salida de la sierra; y asi como salió della Don
Quixote y $us camaraaas , el Cura se le puso á
mirar muy despacio , dando señales de que le iba
reconociendo , y alcabo de haberle una buena pie*
?a estado mirando , se fue á él , abiertos los brazos,
y diciendo á voces ; .para bien sea hallado el es-
pejo de la caballería , el mi buen compatriota Don
Quixote de la Mancha , la flor y la nata de la gen-
tileza , el amparo y remedio de los menesterosos,
la quintaesencia de los caballeros andantes : y di-
ciendo esto, tenia abrazado por la rodilla de la pier-
na izquierda á Don Quixote. £1 qual , espantado
de lo que veía y oía decir y hacer á aquel hom-
PARTE I. CAPITULO XXIX. 249
bre , se le puso á mirar con atención , y alñn le co-
noció , y quedó como espantado de verle , y hizo
grande fuerza por apearse ; mas el Cura no lo con-
sintió , por lo qual Don Quixote decía : dexeme
vuestra merced , señor Licenciado , que no es ra-
zón que yo esté á caballo , y uha tan reverenda
persona como vuestra merced esté á pie. Eso no
consentiré yo en ningún modo , dixo el Cura , es-
tese la vuestra grandeza á caballo , pues estando á
caballo , acaba las mayores*fazañas y aventuras que
en nuestra edad se han visto ; que á mí , aunque
indigno sacerdote , bastaráme subir en las ancas de
una destas muías destos señores , que con vuestra
merced caminan , si no lo han por enojo , y aun ha-
re cuenta que voy caballero sobre el caballo Pega-
so , ó sobre la zebra ó alfana * , en que cabalga-
1 Sobre la zebra 6 alfana. La alfana es una yegua de
extraordinaria grandeza , de que usaban los gigantes y
otros personages caballerescos. La zebra , que tiene la li-
gereza del ciervo , es una especie de caballo , y el animal
de mas hermosa estampa y mas vistosa piel , que acaso se
encuentra entre los quadrupedos : tiene la piel pintada con
varias rayas , cintas 6 faxas , alternando los colores de
negro y blanco , y distribuidas con maravillosa simetría.
Trata de la zebra el conde Bttffhn en el tom. XII. de su
Historia Natural p. J. y su hábil traductor D. Josef Cía-
vijo en el tom. VII y p. 240. Años pasados se vio una en
Madrid, que para diversión y admiración del publico sa-
caban d pasear por sus calles y prado^y cuya piel se mani-
fiesta ahora en el Gabinete de la Historia Natural. Lu-
do 1/ o en el Comentario latino á su Historia de Etiopia , im-
freso el año de 16 91. trata de la zebra, de que trae una
estampa alfol. 150. y dice que en el Congo , rey no de Áfri-
ca [ el qual es como la cuna y patria de las zebras ] se
llama Zccora en la lengua del p ais , de donde pudiera con-
jeturarse que de zecora se dixo y derivó zebra, de este m*+
2§0 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
ba aquel famoso moro Muzaraque , que aun hasta
ahora yace encantado en la gran cuesta Zulema,
que dista poco de la gran Compluto. Aun no caía
yo en tanto , mi señor Licenciado , respondió Don
Quixote , y yo sé que mi señora la Princesa sera
servida por mi amor de mandar á su escudero dé
á vuestra merced la silla de su muía f que él po-
dra acomodarse en las ancas , si es que ella las su-
fre. Sí sufre , á lo que yo creo , respondió la Prin-
cesa , y también sé que no sera menester mandár-
selo ai señor mi escudero , que él es tan cortes y
tan cortesano , que no consentirá que una persona
eclesiástica vaya á pie , pudiendo ir á caballo. Asi
do: zecora , zecra, zebra. No falta quien asegure que en Es-
paña era conocido y frequente este tan hermoso y aprecia-
ble quadrupedo ; que de su nombre se llamó Cebrero un mon-
te de Galicia ;y que en Madrid habia antiguamente en su
carnicería tabla de carne de zebra , como consta de su Fue-
ro dado d principios del siglo XIII. 6 año de 12.08. por
D. Alonso VIII. Pero lo que consta de este Fuero [de que
se halla un exemplar autentico en la Real Academia de
la Historia'] es que las tablas en que entonces se vendía
carne en la carnicería de esta villa de Madrid. , eran de
carnero, de cabra bona, de oveiabona, de oveía veía, de cu-
tral ó cebón , de cervo , y de cabra veía ; mas no habia ta-
bla de carne de zebra , sino de ciervo. Con efecto abundaba
esta tierra de caza mayor , como ahora sucede aun , y co-
mo consta del libro de la Montería del rey D. Alonso XI.
En el Fuero de Plasencia , dado también a principios del
stglo XIII. por el mismo rey D. Alonso VIII. se hace igual-
mente memoria de gamos , de ciervos ,' y de acevras, ó ce-
vras. Mas estas eran las hembras de los ciervos \y asi ha-
blando de repartir la caza , dice : sí es ciervo , haya el cue-
ro : sí es cebra , haya la tuerdega del lomo. Conque el monte
Cebrero se llamó sin duda asi por los ciervos que se cria-
ban en él , y en las tablas de la carnicería de Madrid no
se vendía eñ el siglo XII L carne de zebra , sino de ciervo.
PARTE I. CAPITULO XXIX. 25 1
es , respondió el Barbero ; y apeándose en un pun-
to , convidó al Cura con la silla , y él la tomó sin
hacerse mucho de rogar : y fue el mal , que al su-
bir a las ancas el Barbero , la muía , que enefeto
era de ^alquiler , que para decir que era mala esto
basta , alzó un poco los quartos traseros , y dio dos
coces en el ayre , que á darlas en el pecho de mae-
se Nicolás ó en la oabeza , él diera al diablo la
venida por Don Quijote : con todo eso le sobre- .
saltaron de manera , que cayo en el suelo con tan
poco cuidado de las barbas , que se le cayeron ; y
como se vio sin ellas , no tubo otro remedio sino
acudir a cubrirse el rostro con ambas manos , y á
quejarse que le habian derribado las muelas. Don
Quixote , como vio todo aquel mazo de barbas sin
quixadas y sin sangre lejos del rostro del escude-
ro caidó , dixo : vive Dios , que es gran milagro
este , las barbas le ha derribado y arrancado del
rostro ^ como si las quitaran aposta. El Cura , que
vio v el peligro que corría su invención de ser des-
cubierta , acudió luego á las barbas , y fuese con
ellas donde yacia maese Nicolás dando aun voces
todavia , y de un golpe , llegándole la cabeza a su
pecho , se las puso , murmurando sobre él unas pa-
labras , que dixo que era cierto ensalmo apropia-
do para pegar barbas , como lo verían ; y quando
se las tubo puestas , se apartó , y quedó el escude-
ro tan bien barbado y tan sano como de antes , de
que se admiró Don Quixote sobre manera, y ro-
go al Cura que quando tubiese lugar le enseñase
aquel ensalmo , que él entendía que su virtud á
mas que pegar barbas se debía de estender , pues
estaba claro que de donde las barbas se quitasen,
ü$2 DON QUÍSOTE DE LA MANCHA.
había de quedar la carne llagada y maltrecha , y
que pues todo lo sanaba , a mas que barbas apro-
vechaba. Asi es , dixo el Cura , y prometió de en-
señársele en la primera ocasión. Concertáronse que
por entonces subiese el Cura , y á trechos se fue-
sen los tres mudando , hasta que llegasen á la ven-
ta que estaría hasta dos leguas de alli.
Puestos los tres á caballo/ es a saber , Don Qui-
xote , la Princesa y el Cura ; y los tres á pie , Cár-
denlo , el Barbero y Sancho Panza , Don Quixote
dixo á la doncella : vuestra grandeza, señora mia,
guie por donde mas gusto le diere. Y antes que
ella respondiese , dixo el Licenciado : acia qué rey-
no quiere guiar la vuestra señoría? es por ventura
acia el de Micomicon ? que sí debe de ser , ó yo
sé poco de reynos. Ella que estaba bien en todo,
entendió que habia de responder que sí , y asi di-
xo : si señor : acia ese reyno es mi camino. Si asi
es , dixo el Cura , por la mitad de mi pueblo he-
mos de pasar , y de gilí tomará vuestra merced la
derrota de Cartagena , donde se podra embarcar
con la buena ventura, y si hay viento prospero, mar
tranquilo y sin borrasca , en poco menos de nueve
años se podra estar á vista de la gran laguna Meo-
na , digo , Meotides , que está poco mas de cien
jornadas mas acá del reyno de vuestra grandeza.
Vuestra merced está engañado , señor mió , dixo
ella , porque no ha dos años que yo parti del , y
en verdad que nunca tube buen tiempo , y con to-
do éso he llegado á ver lo que tanto deseaba , que
es el señor Don Quixote de la Mancha, cuyas nue-
vas llegaron á mis oidos asi como puse los pies en
España t y ellas me movieron á buscarle. , para en-
. PARTE I. CAPITULO XXIX. ¿*5£
comendarme en su cortesía y fiar mi justicia del
valor de su invencible brazo. No mas , cesen mis
alabanzas ¿ dixo á esta sazón Don Quixote , por-
que soy enemigo de todo genero d$ adulación , y
aunque esta 119 lo sea , todavia ofenden mis castas
orejas semejantes platicas ; lo que yo sé decir , se-
ñora mia , que ahora tenga valor ó no , el que tu-
biere ó no tubiere se ha de emplear en vuestro
servido hasta perder la vida ; y asi , dexando esto
para su tiempo , ruego al señor Licenciado me di-
ga qué es la causa que le ha traido por estas par-
tes tan solo , tan sin criados , y tan á la ligera , que
me pone espanto. A eso yo responderé con breve-
dad , responclio el Cura : porque sabrá vuestra mer-
ced , señor Don Quixote , que yo y maese Nico-
lás , nuestro amigo y nuestro barbero, íbamos á Se-
villa á cobrar cierto dinero que un pariente mió,
que ha muchos años qué pasó á Indias , me había
enviado, y no tan pocos, que^nQ pasan de sesenta
mil pesos , ensayados, que es otro que tal ; y pasan-
do ayer por estos lugares , nos salieron al encuen-
tro quatro salteadores , y nos quitaron hasta las bar-
bas , y de modo nos las quitaron , que le convino al
Barbero ponérselas postizas , y aun á este mancebo
que aquí va , señalando a Cardenio , le pusieron
como denuevo : y es lo bueno , que es publica fa-
ma por todos estos contornos , que los que nos sal-
tearon son de unos galeotes , que dicen que liberto
casi en este mismo sitio un hombre tan valiente,
que apesar del comisario y de las guardas los sol-
tó á todos ; y sin duda alguna él debía de estar fue-
ra de juicio , ó debe de ser tan grande bellaco co*
nao ellos , ó algún hombre sin alma y sin concien-
*54 D0N Qvixote be la mancha.
cia , pues quiso soltar al lobo entre las ovejas , á la
raposa entre las gallinas , á la mosca entre la miel,
quiso defraudar la justicia , ir contra su Rey y se-
ñor natural , pues fue contra sus justos mandamien-
tos ; quiso , digo , quitar á las galera} sus pies , po-
ner en alboroto la Santa Hermandad , que habia
muchos años que reposaba ; quiso finalmente hacer
un hecho , por donde se pierda sil alma , y no se
gane su cuerpo. Habíales contado Sancho al «Cura
y al Barbero la aventura de los galeotes , que aca-
bó su amo con tanta gloria suya , y por esto car-
gaba la mapo el Cura refiriéndola , por ver lo que
hacia ó decia Don Quixote : al qual se le muda-
ba la color á cada palabra , y no osaba decir que él
habia sido el libertador de aquella buena gente.
Estos pues , dixo el Cura , fueron los que nos ro-
baron , que Dios por su misericordia se lo perdone
al que no los dexó llevar al debido suplicio.
CAPITULO XXX.
QUE TRATA DE LA DISCRECIÓN DE LA HERMOSA
DOROTEA , CON OTRAS COSAS DE MUCHO GUSTO
Y PASATIEMPO'.
JN o hubo bien acabado el Cura , quando Sancho
dixo : pues , mia fe , señor Licenciado , el que hi-
zo esa fazaña fue mi amo , y no porque yo no le
dixe antes y le avisé que mirase lo que hacia , y
que era pecado darles libertad , porque todos iban
allí por grandísimos bellacos. Majadero , dixo á es*
z Véase la nota al epígrafe del capitulo antecedente.
* PARTE I. CAPITULO XXX. 2$f
ta sazón Don Quixote , á los caballeros andantes
no les toca ni atañe averiguar si los afligidos , en-
cadenados y opresos que encuentran por los cami-
nos , van de aquella manera , ó están en aquella
angustia por sus culpas , ó por sus gracias ; solo les
toca ayudarles como á menesterosos , poniendo los
ojos en sus penas , y no en sus bellaquerías : yo to-
pé un rosario y sarta de gente mohina y desdicha-
da , y hice con ellos lo que mi religión me pide,
y lo demás alia se avenga : y a quien mal le ha
parecido, salvo la santa dignidad del señor Licen-
ciado y su honrada persona , digo que sabe poco
de achaque de caballería , y que miente como un
hideputa y mal nacido , y esto le haré conocer con
mi espada , donde mas largamente se contiene : y
esto dixo , afirmándose en los estribos y calándose
el morrión , porque la bacia de barbero , que á su
cuenta era el yelmo de Mambrino , llevaba colga-
da del arzón delantero , hasta adobarla del mal tra-
tamiento que la hicieron los galeotes. Dorotea, que
era discreta y de gran donayre , como quien ya sa-
bia el menguado humor de Don Quixote , y que
todos hacían burla del sino Sancho Panza , no qui-
so ser para menos , y viéndole tan enojado , le di-
xo : señor caballero , miembresele a la vuestra mer-
ced el don que me tiene prometido , y que confor-
me a él no puede entremeterse en otra aventura
por urgente que sea : sosiegue vuestra merced el
pecho, que si el señor Licenciado supiera que por
ese invicto brazo habian sido librados los galeotes,
él se diera tres puntos en la boca , y aun se mor-
diera tres veces la lengua antes que haber dicho
palabra que en despecho de vuestra merced redun-
&$6 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
dará. Eso juro yo bien , dixo el Cura , y aun me
hubiera quitado un vigote. Yo callaré , señora mia,
dixo Don Quixote,y reprimiré la justa colera que
ya en mi pecho se había levantado , y iré quieto
y pacifico hasta tanto que os cumpla el don pro-
metido ; pero en pago deste buen deseo os supli-
co me digáis , si no se os hace de mal , ¿ qual es la
vuestra cuita , y quantas , quienes y quales son las
personas de quien os tengo de dar debida , satisfe-
cha y entera venganza? Eso haré yo de gana, res-
pondió Dorotea , si es que no os enfada oir lasti-
mas y desgracias. No enfadará , señora mia , res-
pondió Don Quixote. A lo que respondió Doro-
tea : pues asi es , estenme vuestras mercedes aten-
tos. No hubo ella dicho esto, quando Cardenio y
el Barbero se le pusieron al lado , deseosos de ver
como fingia su historia la discreta Dorotea , y lo
mismo hizo Sancho , que tan engañado iba con ella
como su amo : y ella , después de haberse puesto
bien en la silla , y prevenidose con toser y hacer
otros ademanes , con mucho donayre Comenzó á
decir desta manera.
Primeramente quiero que vuestras merqedes se-
pan , señores mios , que á mí me llaman. . . . y de-
tubose aquí un poco , porque se le olvidó el nom-
bre que el Cura le había puesto; pero él acudió al
remedio , porque entendió en lo que reparaba , y
dixo : no es marabilla , señora mia , que la vuestra
grandeza se turbe y empache contando sus desven-
turas , que ellas suelen ser tales ,' que muchas ve-
ces quitan la memoria á los que maltratan , de tal
manera que aun de sus mismos nombres no se les
acuerda , como han hecho con vuestra gran seño-
. PARTE I. CAPITULO XXX. 2$J
ria , que se. ha olvidado que se llama la princesa
Micomicona, legitima heredera del gran reyno Mi-
comicon : y con este apuntamiento puede la vues-
tra grandeza reducir ahora fácilmente á su lasti-
mada memoria todo aquello que contar quisiere.
Asi es la verdad , respondió la doncella, y desde
aqui adelante creo que no sera menester apuntar-
me nada , que yo saldré á buen puerto con mi ver-
dadera historia: la qual es , que el Rey mi padre,
que se llamaba Tinacrio el Sabrdor , fue muy doc-
*to en esto que llaman el arte Mágica , y : alcanzó
por su ciencia que mi madre , que se llamaba la
reyna Caramilla , habia de morir primero que él,
y que de allí á poco tiempo él también habia de
pasar desta vida , y yo habia de quedar huérfana
de padre y madre ; pero decia él que no le fati-
gaba tanto esto , quanto le ponía en confusión sa-
ber por cosa muy cierta , que un descomunal gi-
gante , señor de una grande Ínsula , que casi alin-
da con nuestro reyno , llamado Fandañlando de la
fosca vista [ porque es cosa averiguada que aun-
que tiene los ojos en su lugar y derechos , siem-
pre mira al revés como si. fuese vizco , y esto lo
hace él de maligno , y por poner miedo y espan-
to á los que mira] digo , que supo que este gigan-
te, en sabiendo mi horfandad, habia de pasar con
gran poderío sobre mi reyno , y me lo habia de
quitar todo sin dexarme una pequeña aldea donde
me recogiese ; pero que podia escusar toda esta rui-
na y desgracia , si yo me quisiese casar con él ; .mas
a lo que él entendía , jamas pensaba que me ven-
dría á mí en voluntad de hacer' tan desigual casa-
miento : y dixo en esto la pura verdad, porque ja*
X. II. R
y
258 DON QVIXOTE D£ LA MANCHA.
mas me ha pasado por el pensamiento casarme con
aquel gigante , pero ni con otro alguno , por gran-
de y desaforado que fuese : dixo también mi pa-
dre que después que é\ fuese muerto , y viese yo
que randafilando comenzaba á pasar sobre mi rey-
no , que no aguardase á ponerme en defensa , por-
> que seria destruirme , sino que libremente le de*
xase desembarazado el reyno , si quería escusar la
muerte y total destruicion de mis buenos y leales
vasallos ^ porque no habia de ser posible defender-
me de la endiablada fuerza del gigante ; sino que '
luego con algunos de los mios me pusiese en ca-
mino de las Españas > donde hallaria el remedio de
mis males , hallando á un caballero andante , cuya
fama en este tiempo se estenderia por todo este
reyno , el qual se habia de llamar y si mal no me
acuerdo > Don Azote •> ó Don Gigote. Don Qui-
xote diría , señora, dixoá esta sazón Sancho Pan-
za , ó por otro nombre el Caballero de la Tris-
te Figura. Asi es la verdad , dixo Dorotea. Dixo
mas , que habia de ser alto de cuerpo , seco de ros-
tro , y que en el lado derecho debaxo del hombro
izquierdo ó por alli junto habia de tener un lunar
pardo con ciertos cabellos ¿ manera de cerdas. En
oyendo esto Don Quixote > dixo á su escudero:
ten aqui, Sancho hijo^ ayúdame á desnudar, que
quiero ver si soy el caballero , que aquel sabio
Rey dexó profetizado. Pues para que quiere vues-
tra, merced desnudarse? dixo Dorotea. Para ver si
tengo ese lunar que vuestro padre dixo* , respon-
dió Don. Quixote» No hay para que desnudarse,
dixQ Sancho , que yo sé que tiene vuestra merced
un lunar desas señas en la mitad del espinazo, que
\
PARTE I. CAPITULO XXX. 259
es señal de ser hombre fuerte x . Eso basta , dixor
Dorotea , porque con los amigos no se ha de mi-
rar en pocas cosas , y que esté en el hombro , ó
que esté en el espinazo , importa poco , basta que
haya lunar, y esté donde estubiere > pues todo es \
una misma carne : y sin duda acertó mi buen pa*
dre en todo , y yo he acertado en encomendarme
al señor Don Quixote , que él es por quien mi
padre dixo , pues las señales del rostro vienen con
las de la buena* fama , que este caballero tiene no
solo en España, pero en toda la Mancha. Pues ape-
nas me hube desembarcado en Osuna , quándo oi
decir tantas hazañas suyas , que luego me dio el
alma que era el mismo que venia á buscar. Pues
cómo se desembarcó vuestra merced en Osuna , se*-
1 Señal de ser hombre fuerte. El licenciado Miguel de
Luna, granadino, hijo de f adres moriscos \ fingió una his-
toria de la perdida de España , suponiendo que era la es-
crita en arábigo por Abulcacin, que se halló en ella ; y tra-
duciéndola en castellano la publicó por los años de 1588.
¿atiendo á un mismo tiempo oficio de autor original y de
traductor*. En el ¡ib. j. cap. 7./. 2 7. dice pues , que ha*
liándose en Tarifa el capitán Tari/ con el conde D. Ju-
lián , prendieron los moros d una muger española y y la
llevaron a su presencia , la anal dixo que se llamaba la
Cabezuda ; que siendo niña oyó leer a su padre un pronos-
tico , en que se decia que se habia de perder este rey no , y
le hablan de ganar los moros ; que el capitán que le ha-
bía de conquistar habia de ser' valeroso y fuerte ; y que
por señas habia de tener un lunar peloso tan grande como
un garvanzo sobre el hombro de la mano derecha ; que oido
esto , se desnudó Tarif en presencia de todos , y habiendo
mirado con cuidado , hallaron el lunar que la muger ha-
~}ij* dicho. Pudo Cervantes haber adoptad* de la Historia
de Abulcacin el caso del lunar de Don Quixote : y pudb
también haberle inventado. .
* 2
SÓO DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
ñora mía , preguntó Don Quizóte , si no es puerto
de mar? Mas antes que Dorotea respondiese , to-
mó el Cura la mano , y dixo : debe de querer de-
cir la señora Princesa que después que desembar-
co en Malaga , la primera parte donde oyó nue-
vas de vuestra merced fue en Osuna. Eso quise de-
cir , dixo Dorotea. Y esto lleva camino , dixo el
Cura , y prosiga Vuestra Magestad adelante. No
hay que proseguir > respondió Dorotea ; sino que
finalmente mi suerte ha sido tai* buena en hallar
al señof Don Quixote , que ya me cuento y ten-
go por Reyna y señora de todo mi reyno > pues él
por su «cortesía y magnificencia me ha prometido
el don de irse conmigo dondequiera que yo le lle-
vare i que no sera á otra parte , que á -ponerle de-
lante de Pandafilando de la fosca vista , paraque
le mate y me restituya lo que tan contra razón me
tiene usurpado ; que todo esto ha de suceder á pe-
dir de boca , pues asi lo dexó profetizado Tinacrio
el Sabidor mi buen padre : el qual también dexó
dicho y escrito en letras caldeas , ó griegas , que
yo no las sé leer , que si este caballero de la pro-
fecía , después de haber degollado al gigante , qui-
siese casarse conmigo , que yo me otorgase luego
sin replica alguna por sir legitima esposa , y le die-
se la posesión de mi reyno junto con la de mi per-
sona. Qué te parece , Sancho amigo? dixo á este
Íunto Don Quixote : no oyes lo que pasa? no te
> dixe yo? mira si tenemos ya reyno que man-
dar , y Reyna con quien casar. Eso juro yo, dixo
Sancho , para el puto que no se casare en abrien-
do el gaznatico al señor Pandahilado ; pues mon-
tas que es mala la Reyna , asi se me vuelvan las
PARTE I. CAPITULO XXX. $6j
pulgas de la cama ; y diciendo esto , dio dos za-
patetas en el ayre con muestras de grandísimo con- N
tentó : y luego fue á tomar las riendas de la muía
de Dorotea , y haciéndola detener , se hincó de ro-
dillas ante ella , suplicándole le diese las manos pa-
ra besárselas en señal que la recibía por su Reyna
y señora. Quién no había de reír de los circuns-
tantes , viendo la locura del amo , y la simplicidad
del criado? En efeto Dorotea se las dio , y le pro-
metió de hacerle; gran señor en su reyno , quanda
el cielo le hiciese tanto bien , que se lo dexase co-
brar y gozar. Agradecioselo Sancho con tales pa-
labras , que renovó la risa en todos. Esta , señores,
prosiguió Dorotea , es mi historia , solo resta por
deciros que de quanta gente de acompañamiento
saqué de mi reyno , no me ha quedado sino solo
este buen barbado escudero , porque todos se ane-
garon en una gran borrasca que tubimos a vista
del puerto : y él y yo salimos en dos tablas a tier-
ra como por milagro, y asi es todo milagro y mis-
terio el discurso de mi vida , como lo habéis nota-
do ; y si en alguna cosa he andado demasiada , ó
no tan acertada como debiera , echad la culpa á lo
que el señor Licenciado dixo al principio de mi
cuento , que los trabajos continuos y estraordina-
rios quitan la memoria al que los padece. Esa oío
me quitarán á mí , ó alta y valerosa señora , dixo
Don Quixote , quantos yo pasare en serviros , por
trandes y no. vistos que sean ; y asi denuevo con-
rmo el don que os he prometido , y juro de ir con
vos al cabo del mundo , hasta Verme con el fiero
enemigo vuestro , á quien pienso con el ayuda de
Dios y de mi brazo tajar la cabeza soberbia con
2Ó2 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
los filos desta , no quiero decir buena, espada; mer-
ced á Gines de Pasamonte que me llevó la mia:
esto dixo entre dientes i y prosiguió diciendo : y
después de habérsela tajado y puestoos en pacifica
posesión de vuestro estado , quedará á vuestra vo-
luntad hacer de vuestra persona lo que mas en ta-
lante os viniere , porque mientras que yo tubiere
ocupada la memoria , y cautiva la voluntad , per-
dido el entendimiento por aquella .... y no digo
mas , no es posible que yo arrostre ni por pienso
el casarme , aunque fuese con el ave Fénix. Pare-
cióle tan mal á Sancho lo que últimamente su amo
dixo acerca de no querer casarse , que con grande
enojo alzando la voz , dixo : voto a mí , y juro a
mí , que no tiene vuestra merced , señor Don Qui-
xote, cabal juicio: pues como? ¿es posible que po-
ne vuestra merced en duda el casarse con tan alta
Princesa como aquesta? ¿piensa que le ha de ofre-
cer la fortuna tras cada cantillo semejante ventu-
ra , como la que ahora se le ofrece ? es por dicha
mas hermosa mi señora Dulcinea? no por cierto,
ni aun con la mitad , y aun estoy por decir que no
llega á su zapato de la que está delante : asi nora-
mala alcanzaré yo el condado que espero , si vues-
tra merced se anda á pedir cotufas en el golfo : cá-
sese , cásese luego , encomiendole yo á satanás , y
tome ese reyno que se le viene á las manos de vo-
bis vobis , y en siendo Rey , hágame marques , ó
adelantado , y luego siquiera se lo lleve el diablo
todo. Don Quixote , que tales blasfemias oyó de-
cir contra su señora Dulcinea , no lo pudo sufrir,
y alzando el lanzon , sin hablalle palabra á San-
cho y sin decirle esta boca es mia , le dio tales dos
v
PARTE I. CAPITULO XXX. 263
palos , que dio con él en tierra , y si no fuera por-
que Dorotea le dio voces que no le diera mas , sin
duda le quitara alli la vida. ¿Pensáis , le dixo aca-
bo de rato , villano ruin , que ha de haber lugar
siempre para ponerme la mano en la horcajadura,
y que todo ha de ser errar vos , y perdonaros yo ? .
pues no lo penséis , bellaco, descomulgado, que sin
duda lo estás , pues has puesto lengua en la sin par
Dulcinea : ¿y no sabéis vos , gañan, faquín 1 , be-
litre * , (Jue si no fuese por el valor que ella infun-
de en mí brazo , que no le tendría yo para matar
una pulga? decid , socarrón de lengua viperina:
¿y quien pensáis que ha ganado este rey no, y cor*
tado la cabeza á este gigante , y hechoos á vos
marques ([que todo esto doy ya por hecho , y por
cosa pasada en cosa juzgada] sino es el valor de
Dulcinea , tomando á mi brazo por instrumento de
sus hazañas? ella pelea en mí , y vence en mí , y
yo vivo y respiro en ella , y tengo vida y ser : ó
hideputa bellaco, y coma sois desagradecido! que
os veis levantado del polvo de la' tierra á ser se-
ñor de titulo , y correspondéis á tan buena obra
con decir mal de quien os la hizo). No estaba tan
maltrecho Sancho , que no oyese todo quanto su
amo le decia , y levantándose con un poco de pres-
teza , se fue a poner detras del palafrén de Doro-
tea , y desde alli dixo á su amo : dígame , señor,
si vuestra merced tiene determinado de no casarse
con esta gran Princesa , claro está que no sera el
1 Faquín. Voz italiana: ganapán , mozo de cordel, que
se emplea en llevar fardos á cuestas*
2 Belitre. Voz francesa \ picaro , ruin , de viles proce-
deres.
264 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
reyno suyo , y no siéndolo, qué mercedes me pue-
de hacer? esto es de lo que yo me quejo : cásese
vuestra merced una por una con esta Reyna , aho-
ra que la tenemos aquí como llovida del cielo , y
después puede volverse con mi señora Dulcinea,
que Reyes debe de haber habido en el mundo que
hayan sido amancebados : en lo de la hermosura
no me entremeto , que en verdad , si va á decirla,
que entrambas me parecen bien , puesto que yo
nunca he visto á la señora Dulcinea. Como que
no la has visto , traidor , blasfemo ? dixo Don Quí-
sote ; ¿ pues no acabas de traerme ahora un reca-
do de su parte ? Digo que no la he visto tan des-
pacio , dixo Sancho, que pueda haber notado parti-
cularmente su hermosura y. sus buenas partes pun-
to por punto ; pero asi á bulto me parece bien.
Ahora te disculpo , dixo Don Quixote , y perdó-
name el enojo que te he dado , que los primeros
movimientos no son en manos de los hombres. Ya
yo lo veo , respondió Sancho , y asi en mí la gana
de hablar siempre es primero movimiento , y no
puedo dexar de decir por una vez siquiera lo que
me viene á la lengua. Con todo eso , dixo Don
Quixote , mira Sancho lo que hablas , porque tan-
tas veces va <el cantarillo a la fuente .... y no te
digo mas. Ahora bien , respondió Sancho , Dios es-
tá en el cielo , que ve las trampas y sera juez de
quién hace mas mal , yo en no hablar bien, ó vues-
tra merced en obrallo. No haya mas , dixo Doro-
tea , corred Sancho , y besad la mano a vuestro se-
ñor , y pedilde perdón; y de aqui adelante andad
mas atentado en vuestras; alabanzas- y vituperios,
y no digáis mal de aquesa señora Tobosa, á quien
. PARTE I. CAPITULO XXX." &6$
yo no conozco sino es para servilla , y tened con-
fianza en Dios , que no os ha de faltar un estado
donde viváis como un principe. Fue Sancho cabiz-
baxo , y pidió la^mano á su señor , y él se la dio
con reposado continente , y después que se la hu-
bo besado, le echó la bendición ; y dixo á Sancho
que se adelantasen un poco , que tenia que pre-
guntalle , y que departir con él cosas de mucha
importancia. Hizolo asi Sancho , y apartáronse los
dos algo adelante. Y dixole Don Quixote : des-
pués que veniste , no he tenido lugar ni espacio
para preguntarte muchas cosas de particularidad
acerca de la embaxada que llevaste , y de la res-
puesta que truxiste , y ahora , pues la fortuna nos
ha concedido tiempo y lugar , no me niegues tú
la ventura que puedes darme con tan buenas nue-
vas. Pregunte vuestra merced lo que quisiere , res-
pondió Sancho , que á todo daré tan buena salida,
como tube la entrada ; pero suplico a vuestra mer-
ced , señor mió , que no sea de aqui adelante tan
vengativo. Porque lo dices , Sancho? dixo Don
Quixotq. Digolo , respondió , porque estos palos de
agora mas fueron por la pendencia , que entre los
dos trabó el diablo la otra noche , que. por lo que
dixe contra mi señora Dulcinea , a quien amo y
reverencio como a una reliquia , aunque en ella no
la haya , solo por ser cosa de vuestra merced. No
tornes á esas platicas , Sancho , por tu vida , dixo
Don Quixote , que me dan pesadumbre : ya te per-
doné entonces , y bien sabes tu que suele decirse:
á pecado nuevo penitencia nueva.
Mientras esto pasaba , vieron venir por el ca-
mino donde ellos iban , á un hombre caballero so-
/ 4
3 66 DON QVIXOTE DE LA MANCHA. %
bre un jumento , y quando llegó cerca , les pare-
ció que era gitano : pero Sancho Panza , que do-
quiera que vía asnos , se le iban los ojos y el alma,
apenas, hubo visto al hombre , quando conoció que
era Gines de Pasamonte , y por el hilo del gita-
no sacó el ovillo de su asno , como era la verdad,
pues era el Rucio sobre que Pasamonte venia : el
qual por no ser conocido y por vender el asno se
había puesto en trage de gitano , cuya lengua y
otras muchas sabia muy bien hablar como si fue-
ran naturales suyas. Viole Sancho, y conocióle , y
apenas le hubo visto y conocido , quando á gran-
des voces le dixo : ha ladrón , Ginesillo , dexa mi
prenda , suelta mi vida , no te empaches con mi
descanso , dexa mi asno , dexa mi regalo , huye pu-
to , auséntate ladrón , y desampara lo que no es tu-
yo. No fueron menester tantas palabras ni baldo-
nes , porque á la primera saltó Gines , y toman-
do un trote que parecía carrera , en un punto se
ausentó y alejó de todos. Sancho llegó a su Ru-
cio, y abrazándole ,. le dixo : como has estado , bien
mió , Rucio de mis ojos , compañero mió? y con
ésto le besaba y acariciaba como si fuera persona.
£1 asno callaba , y se dexaba besar y acariciar de
Sancho sin responderle palabra alguna. Llegaron
todos , y dieroiüe el parabién del hallazgo del Ru-
cio , especialmente Don Quixote , el qual le dixo
que no por eso anulaba la póliza de los tres polli-
nos. Sancho se lo agradeció. Entanto que los dos
iban en estas platicas , dixo el Cura á Dorotea que
habia andado muy discreta asi en el cuento, como
en la brevedad del , y en la similitud que tubo con
los de los libros de caballerías. Ella dixo que mu-
PARTE I. CAPITULO XXX. ü6f
chos ratos se había entretenido en leellos ; pero que
no sabia ella donde eran las provincias ni puertos
de mar , y que asi habia dicho á tiento que se ha-
bía desembarcado en Osuna. Yó lo entendi asi, di-
xo el Cura , y por eso acudí luego á decir lo que
dixe , con que se acomodó todo ; ¿pero no es cosa
estraña ver con quanta facilidad cree este desven-
turado hidalgo todas estas invenciones y mentiras,
solo porque llevan el estilo y modo de las nece-
dades de sus libros? Sí es , dixo Cardenio , y tan
rara y nunca vista , que yo no sé , si queriendo in-
ventarla y fabricarla mentirosamente , hubiera tan
agudo ingenio que pudiera dar en ella. Pues otra
cosa hay en ello , dixo el Cura ; que fuera de las
simplicidades que este buen hidalgo dice tocantes
á su locura , si le tratan de otras rtwas , discurre
con bonisimas razones , y muestra tener un enten-
dimiento claro y apacible en todo , de manera que
como no le toquen en sus caballerías > no habrá na-
die que le juzgue sino por de muy buen entendi-
miento. Entanto que ellos iban én esta conversa-
ción , prosiguió Don Quixote con la suya , y dixo
á Sancho : echemos , Panza amigo , pelillos á la
mar en esto de nuestras pendencias , y dime ahora,
sin tener cuenta con enojo ni rencor alguno : dón-
de, cómo, y quándo hallaste á Dulcinea? que ha-
cía? que le díxiste? que te respondió? qu^ rostro
hizo quando leia mi carta ? quien te la trasladó ? y
todo aquello que vieres que en este caso es digno
de saberse , de preguntarse y satisfacerse * sinque
añadas ó mientas por darme gusto , ni menos te
acortes por no quitármele. Señor , respondió San-
cho , si va á decir la verdad , la carta no íne la
368 DON QUXXOTJE DE LA MANCHA.
trasladó nadie , porque yo no llevé carta alguna.
Asi es como tu dices , dixo Don Quixote % porque
el librillo de memoria donde yo la escribí , le ha-
llé en mi poder acabo de dos dias de tu partida,
lo qual me causó grandísima pena , por no saber lo
que habías tu de hacer quando te vieses sin car-
ta , y creí siempre que te volvieras desde el lugar
donde la echaras menos. Asi fuera , respondió San-
cho , sino la hubiera yo tomado en la memoria,
quando vuestra merced me la leyó, de manera , que
se la dixe á un sacristán , que me la trasladó del
entendimiento tan punto por punto , que dixo que
en todos los dias de su vida , aunque había leído
muchas cartas de descomunión , no había visto ni
leído tan linda carta como aquella. Y tienesla to-
davía en la memoria , Sancho? dixo Don Quixo-
te. No señor , respondió Sancho , porque después
que la di , como vi que no había de ser.de mas
provecho , di en olvidalla : y si algo se me acuer-
da , es aquello del Sobajada , digo del Soberana
Señora , y lo ultimo : Vuestro hasta la muerte , El
Caballero de la Triste Figura : y en medio des-
tas dos cosas le plise mas de trecientas almas , y
vidas , y ojos mios,
CAPITULO XXXI.
DE LOS SABROSOS RAZONAMIENTOS QUE PASARON
ENTRE PON QUIXOTE Y SANCHO PANZA SU ES-
CUDERO, CON OTROS SUCESOS.
JL odo eso no me descontenta : prosigue adelante,
dixo Don Quixote. Llegaste : y que hacia aquella
\
♦ PARTE I. CAPITULO XXXI. ü6()
rey na de la hermosura? á buen seguro que la ha-
llaste ensartando perlas , ó bordando alguna em-
presa con oro de cañutillo 1 para este su cautivo
caballero. No la hallé, respondió Sancho; sino ahe-
chando dos hanegas de trigo en un corral de su ca-
sa. Pues haz cuenta , dixo Don Quixote ; que los
granos de aquel trigo eran granos de perlas toca-
dos de sus manos : y si miraste , amigo , el tri-
go era candeal , ó trechel? No era sino rabión, ,-
respondió Sancho. Pues yo te aseguro , dixo Don
Quixote , que ahechado por sus manos hizo pan
candeal sin duda alguna ; pero pasa adelante ; quan-
do le diste mi carta , besóla? pusosela sobre la ca-
beza? hizo alguna ceremonia digna de tal'tarta? ó
que hizo? Quando yo se la iba á dar , respondió
Sancho , ella estaba en la fuga del meneo de una
buena parte de trigo que tenia en la criba , y <li- ,
xome : poned , amigo , esa carta sobre aquel cos-
tal /que no la puedo leer hasta que acabe de acri-
bar todo lo que aqui está. Discreta señora , dixo
Don Quixote , eso debió de ser por leerla despa-
cio y recrearse con ella : adelante , Sancho ; y en-
tanto que estaba en su menester , que coloquios pa-
só contigo? que te preguntó de mí? y tú , que le
. respondiste ? acaba , cuentamelo todo, no se te que-
de en el tintero una mínima. Ella no me pregun-
tó nada , dixo Sancho ; mas yo le dixe de la ma-
nera que vuestra ifterced por su servicio quedaba
haciendo penitencia , desnudo de la cintura arri-
ba* /metido entre estas sierras como si fuera salva-
i Oro de cañutillo. Oro hilado.
2 De la cintura arriba. AIJín id cap. XXV. se sup<T+
%*JO DON QUIXOTE 1>£ LA MANCHA.
ge y durmiendo en el suelo , sin comer pan á man-
teles , ni sin peynarse la* barba , llorando y maldi-
ciendo su fortuna. En decir que maldecía mi for-
tuna dixitti mal , dixo Don Quixote ; porque antes
la bendiga y bendeciré todos los dias de mi vida
por haberme hecho digno de merecer amar tan al-
ta señora como Dulcinea del Toboso. Tan alta es,
respondió Sancho ¿ que á buena fe , que me lleva á
mi mas de un coto. Pues cómo, Sancho, dixo Don
Quixote ; haste medido tu con ella? Medime en es-
ta manera , respondió Sancho; que llegando á ayu-
dar á poner un costal de trigo sobre un jumento,
llegamos tan juntos , que eché de ver que me lle-
vaba m» de un gran palmo. Pues es verdad , re-
plicó Don Quixote , que no acompaña esa grande
za y la adorna con mil millones de gracias del al-
ma; pero no me negarás, Sancho, una cosa: quan-
do llegaste junto á ella, ¿no sentiste un olor sabeo,
una fragancia aromática , y un nosequé de bueno,
que yo no acierto á dalle nombre , digo un tuho,
ó tufo , como si estubieras en la tienda de algún
curioso guantero? Lo que sé decir , dixo Sancho,
es que senti un olorcillo algo hombruno , y debia
de ser que ella con el mucho exercicio estaba su-
dada y algo correosa. No seria eso , respondió Don
Quixote > sino que tu debías de estar romadizado»
ó te debiste de oler á tí mismo ; porque yo sé bien
lo que huele aquella rosa, entr# espinas , aqpel li-
ne á.Don Quixote desnudo Je medio cuereo dbaxo. ^Algu-
nos notan esta contr adición , en que es de creer incurriese
voluntariamente Cervantes por la decencia debida á Dul-
cinea , que no le costaba á Sancho sino añadir uña men-
tira mas d las <muchas que ensarta.
.'PARXSUX* CAPITULO XXXI. £71
fio del campo, aquel ámbar desleído. Todo pue-
de ser , respondió Sancho , que muchas veces sale
de mí aquel olor , que entonces me pareció que sa-
lía de su merced de la señora Dulcinea ; pero no
hay de que marabillarse , que un diablo parece á
oíro. Y bien , prosiguió Don Quixote : he aquí
que acabó de limpiar su trigo y de eaviallo al' mo-
lino : que hizo quando leyó la carta? La carta, di-
xo Sancho > no la leyó , porque diro^que no sabia
leer ni escribir , antes la rasgó y la hizo menudas
piezas , diciendo que no la quería dar á leer á na-
die , porque no se supiesen en el lugar sus secre-
tos , y que bastaba lo que yo le habia dicho de pa-
lahrá acerca del amor que vuestra merced le te-
nia , y de la penitencia estraordinaria que por su
causa quedaba haciendo : y finalmente me dixo que
dixese á vuestra merced que le. besaba las manos,
y que alli quedaba con mas deseo de verle que de
escribirle : y que asi le suplicaba y mandaba que
vista la presente saliese de aquellos matorrales , y
se deXase de- hacer disparates , y se pusiese luego
luego en camino del Toboso, si otra cosa de mas
importancia no le sucediese , porque tenia gran de*.
seo de ver á vuestra merced : rióse mucho quan-
do le dixe como se llamaba vuestra merced : El
Caballero de id Triste Figura : pregúntele si ha-
bia ido alia el vizcaíno de marras, dixome que sr;
y que era uñ hombre muy de bien : también le^
pregunté por los galeotes ; mas dixome que no ha-
bía visto hasta entonces alguno, Todo va bien has*-'
ta agora , dixo Don Quixote ; pero dime , qué jo-
ya fue la que te dio al despedirte , por las nuevas
que de mí llevaste? porque es usada y antigua eos-
S 7 2 PON QUIZÓTE DE LA .MANCHA.
tumbre entre los caballeros y damas andantes dar á
los escuderos , doncellas , ó enanos que les llevan
nuevas de sus damas á ellos , á ellas de sus andan-
tes , alguna rica joya en albricias , en agradecimien-
to de su recado. Bien puede eso ser asi , y yo la
tengo por buena usanza ; pero eso debía de ser en
los tiempos pasados , que ahora solo se debe de acos-
tumbrar á dar un pedazo de pan y queso , que es-
to fue lo que me dio mi señora Dulcinea por las
bardas de un corral , quando della me despedí : y
aun por mas señas era el queso ovejuno. Es libe-
ral en estremo , dizo Don Quizóte ; y si no te dio
joya de oro , sin duda debió de ser porque no la
tendría allí á la mano para dártela ; pero buenas
son mangas después de pascua : yo la veré , y se sa-
tisfará todo. Sabes de qué estoy marabillado , San-
cho? de que me parece que fuiste y veniste por
los ayres , pues poco mas de tres días has tardado
en ir y venir desde aqui al Toboso , habiendo de
aquí alia mas de treinta leguas : por lo qual me
doy á entender que aquel sabio nigromante , que
tiene cuenta con mis cosas y es mi amigo £ porque
por fuerza le hay y le ha dp haber sopeña que yo
no seria 'buen caballero andante] digo que este tal
te debió de ayudar á caminar sinque tú lo sintie-
ses : que hay sabio destos , que coge á un caballe-
ro» andante durmiendo en su cama , y sin saber có-
mo 9 ó en qué manera amanece otro día mas de mil
leguas de donde anocheció : y si no fuese por esto,
no se podrían socorrer en sus peligros los caballe-
ros andantes unos á otros , como se socorren á ca-
4a paso : que acaece estar uno peleando en las sier-
ras, de Armenia con algún endriago , ó con algún
. PARTE I. CAPITULO XXXI* 273
fiero vestiglo , 6 con otro caballero , donde lleva
lo peor de la batalla y está ya apunto de muerte,
y quando no os me cato , asoma por acullá encima
de una oube , ó sobre un carro de fuego otro caba-
llero amigo suyo que poco antes se hallaba en In-
glaterra , que le favorece y libra de la muerte ¿ y
? la noche se halla en su posada cenando muy á
su sabor , y suele haber de la una á la otra parte
dos o, tres mil leguas : y todo esto se hace por in-
dustria y sabiduría destos, sabios encantadores, que
tienen cuidado destos valerosos caballeros : asique,
amigo Sancho , no se me hace dificultoso creer que
ep tan-bfevé tiempo hayas ido y venido desde este
lugar al del Toboso , pues como tengo dicho , al-
gún sabio amigo te debió de llevar en volandillas
finque tu lo sintieses. Asi seria, dixo Sancho , por-
que á bjueoíi fe. que andaba Rocinante , como si fue-
ra ayio »4p, gitano con azogue en los pidos?. Y có-
mo si. llevaba azogue, dixpDon Qi^ixq$£ , y aun
una legión de demonios , que es gente que cami-
na y h^cQ, caminar sin cansarse todo aquello; que se
les antoja.; pero dexando esto aparte^. qué te pa-
rece. 4, tí, que debo yo de hacer ahora ^erca de lo
que mi señora me manda que la vaya á Ver? que
aunque ypveo que estoy. obligado á cumplir su
mandamiento, veo me. también imposibüitado del
don que \íc prometido á la Princesa quccon noso
tros viene, y fuérzame la ley de caballeril á cum-
plir mi palabra antes que.nji gusto : pp^una par-
te me acosa, /fatiga e^deseo de yer érfliUeñora,
por otra me incita y llama la prometida fe y la
gloria que he de alcanzar, en esta empresa. ; pero
lo que .pienso, hacer sera caminar apnes^ y llegar
2 74 BON Q^IXOTE DE LA MANCHA.
presto donde está este gigante , y en llegando le
cortaré la cabeza , y pondré á la Princesa pacifica-
mente en su Estado , y al punto daré la vuelta á
ver á la luz que mis sentidos alumbra : á la qual
daré tales disculpas , que ella venga á tener por
buena mi tardanza , pues vera que todo redunda
en aumento de su gloria y Éuna > pues quanta yo
he alcanzado , alcanzo y alcanzaré por las armas en
esta vida , toda me viene del favor que ella me da,
y de ser yo suyo. Ay ! dixo Sancho , y como está
vuestra merced lastimado de esos cascos ! pues dí-
game , señor : ¿ piensa vuestra merced caminar este
camino envalde , y dexar pisar 1 y perder un tan
rico y tan principal casamiento como este , donde
le dan en dote un rey no, que á buena verdad que
he oido decir que tiene mas de veinte mil leguas
de contorno , y que es abundantísimo de todas las
cosas que son necesarias para el sustento de la vi-
da humana , y que es mayor que Portugal y que
Castilla juntos ? calle por amor de Dios , y tenga
vergüenza de lo que ha dicho , y tome mi consejo,
y perdóneme , y cásese luego en el primer lugar
3ue haya Cura ; y si no ahí está nuestro Licencia-
o , que lo hará de perlas : y advierta que ya ten-
o edad para dar consejos , y que este que le doy
e viene de molde : que mas vale paxaro en mano,
que buytre volando ; porque quien bien tiene y
mal escoge , por bien que se enoja , no se venga.
Mira Sancho , respondió Don Quixote , si el con-
sejo que me das de que me case , es porque sea
i Pisar. Asi en las primeras ediciones ,y en las di"
toas. En et original del auUr se leería acaso pasar.
i
PARTE I. CAPITULO XXXI. 2J$
luego Rey en matando al gigante*, y tenga cómo-
do para hacerte mercedes, y darte lo prometido,
hagote saber que sin casarme podre cumplir tu de-
seo muy fácilmente , porque yo sacaré de adatia-
la * antes de entrar en la batalla , que saliendo ven-
cedor della , ya que no me case , me han de dar
una parte del reyno paraque la pueda dar á quien
yo quisiere : y en dándomela , á quién quieres tu
que la dé sino á tí? Eso está claro , respondió San-
cho ; pero mire vuestra merced que la escoja acia
la marina , porque si no me contentare la vivien-
da , pueda embarcar mis negros vasallos , y hacer
dellos lo que ya he dicho : y vuestra merced no se
cure de ir por agora á ver á mi señora Dulcinea,
sino vayase á matar al gigante , y concluyamos es-
te negocio , que por Dios que se me asienta que
ha de ser de mucha honra y de mucho provecho.
Digote , Sancho , dixo Don Quixote , que estás en
lo cierto, y que habré de tomar tu consejo enquan-
to el ir antes con la Princesa ; que á ver á Dulci-
nea : y avisóte que no digas nada á nadie , ijti á
los que con nosotros vienen, de lo que aqui hemos
departido y tratado , que pues Dulcinea es tan re-
catada, que no quiere que se sepan sus pensamien-
tos , no sera bien que yo ni otro por mí los des-
cubra. ¿Pues si eso es asi, dixo Sancho, como ha-
ce vuestra merced que todos los que vence por su
brazo , se vayan á presentar ante mi señora Dul-
cinea , siendo esto firma de su nombre qué la qiííp-
' re bien , y que es su enamorado ? ¿ y siendo forzó-
i Adahala. Asi se decía antiguamente : ahora adjehala:
viene del árabe ade halcl , que significa licita estipulación.
s 2
2j6 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
so que los que fuesen , se han de ir á hincar de fi-
nojos ante su presencia , y decir que van de par-
te de vuestra merced á dalle la obediencia , cómo
se pueden encubrir los pensamientos de entrambos?
O qué necio y qué simple que eres ! dixo Don
Quixote : tu no ves , Sancho , que eso todo redun-
da en su mayor ensalzamiento ? porque has de sa-
ber que en este nuestro estilo de caballería es gran
honra tener una dama muchos caballeros andantes
que la sirvan , sinque se estiendan mas sus pensa-
mientos que a servilla por solo ser ella quien es,
sin esperar otro premio de sus muchos y buenos de- '
seos sino que ella se contente de acetarlos por sus
caballeros. Con esa manera de amor , dixo Sancho,
he oido yo predicar que se ha de amar á nuestro
, Señor por sí solo , sinque nos mueva esperanza de
gloria , 6 temor de pena , aunque yo le querría
' amar y servir por lo que pudiese. Valate el dia-
blo por villano ! dixo Don Quixbte , y qué de dis-
creciones dices á las veces ! no parece sino que has
estudiado. Pues á fe mia que no sé leer, respon-
dió Sancho.
En esto les dio voces maese Nicolás , que es-
perasen un poco , que querían detenerse á beber en
una fuentecilla que alli estaba. Detubose Don Qui-
xote con no poco gusto de Sancho, que ya estaba
cansado de mentir tanto , y temia no le cogiese su
amo í palabras ; porque puesto que él sabia que
Dulcinea era una labradora del Toboso , no la ha-
bía visto en toda su vida. Habíase en este tiempo
vestido Cardenio los vestidos que Dorotea traía
guando la hallaron , que aunque iy> eran muy bue-
nos , hacían mucha ventaja á los que dexaba. Apea-
' V
PA*TE X. CAPITULO XXXI. . 277
ronse junto á la fuente , y con lo que el Cura se
acomodó en la venta , satisficieron , aunque poco,
la mucha hambre que todos traían. Estando en es- .
to , acertó á pasar por allí un muchacho que iba
de camino , el qual poniéndose a mirar con mucha
atención á los que en la fuente estaban , de allí á
poco arremetió á Don Quixote,y abrazándole por
las piernas , comenzó a llorar muy de propósito,-
diciendo : ay señor mió ! no me conoce vuestra mer-
ced? pues mireme bien , que yo soy aquel mozo.
Andrés , que quitó vuestra merced de la encina
donde estaba atado. Reconocióle Don Quixote , y¡
asiéndole por la mano , se volvió á los que alli es»
taban, y dixo : porque vean vuestras mercedes quaa>
de importancia es haber caballeros andantes en el
mundo , que desfagan los tuertos y agravias , que»
en él se hacen por los insolentes y malos hombxes
que en él viven , sepan vuestras mercedes que los
dias pasados , pasando yo por xtn bosque , oi unos
gritos y unas voces muy lastimosas , como de per-
sona afligida y menesterosa : acudi luego, llevado.
4e mi obligación acia la parte donde me pareció.
que las lamentables voces sonaban , y hallé atado
á una encina á este muchacho , que ahora está de-
lante , de lo que me huelgo en el alma , porque
sera testigo que.no me dexará raer&ir en nada : di-
go que estaba atado á la encina , desnudo del me-,
dio cuerpo arriba , y estábale abriendo á azotes con?
las riendas de una yegua uí*. villano, que después,
supe que era amo suyo , y p&i. como yo le vi ,,le.
pregunté la causa dé tan atro? vapulamiento 1 res-;
pondio el zafio que le azotaba porque era su cria-
do ,.y que..ciettw dsaeuidos que tenia, ñafian mi&
S78 DON QTJIXOTÉ DE LA TKANCHA.'
de ladrón que de simple : á lo qual este niño dixo:
señor , no me azota sino porque le pido mi salario:
el amo replicó no sé que arengas y disculpas , las
quales aunque de mí fueron oídas , no fueron ad-
mitidas : en resolución yo le hice desatar , y tomé
1'uramento al villano de que le llevaría consigo y
e pagaría un real sobre otro , y aun sahumados:
no es verdad todo esto , hijo Andrés ? ¿ no notaste
con quanto imperio se lo mandé, y con quanta hu-
mildad prometió de hacer todo quanto yo le im-
puse , y notifiqué , y quise? responde , no te tur-
bes , ni dudes en nada , di lo que pasó á estos se-
ñores , porque se vea y considere ser del provecho
que digo haber caballeros andantes por los cami-
nos. Todo lo que vuestra merced ha dicho es mu-
cha verdad , respondió el muchacho ; pero el fin
del negocio sucedió muy al revés de lo que vues-
tra merced se imagina. Como al revés? replicó
Don Quixote : luego no te pagó el villano ? No
solo no me pagó , respondió el muchacho , pero asi
como vuestra merced traspuso del bosque y que-
damos solos , me volvió á atar á la misma encina,
y me dio denuevo tantos azotes , que quedé hecho
un San Bartolomé desollado : y á cada azote que
me daba , me decia un donayre y chufeta acerca
de hacer burla de vuestra merced , que á no sen-
tir yo tanto dolor , me riera de lo que decia : y en
efeto él me paró tal , que hasta ahora he estado
curándome en un hospital del mal , que el mal vi-
llano' entonces me hizo : de todo lo qual tiene vues-
tra merced la culpa , porque si se fuera su camino
adelante , y ño viniera donde no le llamaban , ni se
entremetiera en niegocios agen©* y mi amo se con-
PARTE I. CAPITULO XXXI. 279
tentara con darme una ó dos docenas de azotes, y
luego me soltara y pagara quanto me debía ; mas
como vuestra merced le deshonró tan sin proposi-
to , y le dixo tantas villanías , encendíosele la co-
lera , y como no la pudo vengar en vuestra mer-
ced , quando se vio solo descargó sobre mí el nu-
blado de modo , que me parece que no sére mas
hombre en toda mi vida. £1 daño estubo , dixp
Don Quixote , en irme yo de allí , que no me ha-
bía de ir hasta dexarte pagado , porque bien de-
bía yo de saber por luengas esperiencias que no
hay villano que guarde palabra que diere , si él
ve que no le está bien guardalla ; pero ya te acuer-
das , Andrés , que yo juré que si no te pagaba, que
habiá de ir á buscarle , y que le habia de hallar,
aunque se escondiese en el vientre de la ballena.
Asi es la verdad , dixo Andrés ; pero no aprove-
chó nada. Ahora verás si aprovecha , dixo Don
Quixote , y diciendo esto , se levantó muy aprie-
sa , y mandó á Sancho que enfrenase á Rocinan-
te , que estaba paciendo entanto que ellos comían.
Preguntóle Dorotea qué era lo que hacer quería?
El le respondió que quería ir a buscar al villano
y castigalle de tan mal termino , y hacer pagado
á Andrés hasta el ultimo maravedí á despecho y
pesar de quantos villanos hubiese en el mundo. A
lo que ella respondió que advirtiese que no podia
conforme al don prometido entremeterse en nin-
guna empresa hasta acabar la suya , y que pues es-
to sabia él mejor que otro alguno , que sosegase el
pecho hasta la vuelta de su reyno. Asi es verdad,
respondió Don Quixote , y es forzoso que Andrés
tenga paciencia hasta la vuelta , como vos , seño-
2 8o DON QUIXOTE DE LA MANCHA*
ra , decís , que yo le torno á jurar y á prometer
denuevo de no parar hasta hacerle vengado y pa-
gado. No me creo desos juramentos , dixo Andrés;
mas quisiera tener ahora con que llegar á Sevilla,
que todas las venganzas del mundo : déme , si tie-
ne ahi, algo que coma y lleve, y quédese con Dios
su merced y todos los caballeros andantes , que tan
bien andantes sean ellos para consigo , como lo han
sido para conmigo. Sacó de su repuesto Sancho un
pedazo de pan y otro de queso , y dándoselo al
mozo , le dixo ; toma , hermano Andrés , que á to-
dos nos alcanza parte de vuestra desgracia. Pues
qué parte os alcanza á vos? preguntó Andrés. Esta
parte de queso y pan que os doy , respondió Sah-
cho , que Dios sabe si me ha de hacer falta ó no;
porque os hago saber , amigo , que los escuderos
de los caballeros andantes estamos sujetos á mucha
hambre , y á la mala ventará , y aun a otras cosas
que se sienten mejor que se dicen. Andrés asió de
su pan y queso ^ y viendo que nadie le daba otra
cosa , abaxó su cabeza , y tomó el camino en las
manos , como suele decirse ; bieq es verdad que al
partirse dixo a Don Quixote : pojr amor de Dios,
señor caballero andante , que si otra vez me encon-
trare , aunque vea que me hacen pedazos 9 no me
socorra ni ayude , sino dexeme con mi desgracia, x
que no sera tanta , que no sea mayor la que me
vendrá de su ayuda de vuestra merced , a quien
Dios maldiga , y á todos quantos caballeros andan-
tes han nacido en el mundo. Ibase a levantar Don
Quixote para castigalle ; mas él se puso á correr
de modo , que ninguno se atrevió a seguilló. Que-
dó corridísimo Doii Quixote del cuento -de An-
PARTE I. CAPITULO XXXI. ¿8í
¿tres , y fue menester que los demás tubiesen mu-
cha cuenta con no reírse por no acaballe de cor-
rer del todo.
*
CAPITULO XXXII.
QUE TRATA DE LO QUE SUCEDIÓ EN LA VENTA A
TODA LA QUADRILLA DE DON QUIXOTE.
Acabóse la buena comida f , ensillaron luego , y
sinque les sucediese cosa digna de contar , llegaron
otro dia a la venta , espanto y asombro de Sancho
Panza ; y aunque él quisiera no entrar en ella , no
lo pudo huir. La ventera, *ventero, su hija, y Ma-
ritornes , que vieron venir á Don Quixote y á San-
cho , les salieron a recebir con muestras de mucha
alegría , y él las recibió con grave continente y
aplauso , y dixoles que le aderezasen otro mejor
lecho 1 que la vez pasada. A lo qual respondió la
huéspeda que como la pagase mejor que la otra
vez, que ella se la daría de principes. Don Qui-
xote dixo que sí haría ; y asi le aderezaron una
i La buena comida. Asi en todas las ediciones : acaso
en el original de Cervantes se diria la breve comida en lu-
gar de la buena; pues antes advirtió que los convidados te-
nían mucha hambre , y que la satisficieron poco ; y una co-
mida, en que los convidados quedan confiarte de la ham-
bre , no es buena , sino breve y escasa.
2 Otro mejor lecho .... que ella se la daría. Esta diso-
nante concordancia del masculino con el /¿menino pudiera
no ser descuido ni del autor ni del impresor, sino una cen-
sura de la afectación , con que hablando Don Quixote con
una ventera , usa de la voz latinizada lecho , la qual le
contesta según la idea de lafalabra común y vulgar cama.
S8t DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
razonable en el mismo camaranchón de marras , y
él se acostó luego , porque venia muy quebranta-
do y falto de juicio. No se hubo bien encerrado,
quando la huéspeda arremetió al Barbero, y asién-
dole de la barba, dixo : para mi santiguada , que
no se ha aun de aprovechar mas de mi rabo para
su barba , y que me ha de volver mi cok, que an-
da lo de mi marido por esos suelos , que es ver-
güenza , digo el peyne que solia yo colgar de mi
buena cola. No se la quería dar el Barbero , aun-
que ella mas tiraba , hasta que el Licenciado le di-
xo que se la diese , que ya no era menester mas
usar de aquella industria , sino que se descubriese
y mostrase en su misma forma , y dixese á Don
Quixote que quando le despojaron los ladrones ga-
leotes , se habia venido á aquella venta huyendo;
y que si preguntase por el escudero de la Prince-
sa , le dirían que ella le habia enviado adelante a
dar aviso á los de su reyno como ella iba y lleva-
ba consigo «el libertador de todos. Con esto dio de
buena gana la cola á la ventera el Barbero , y asi-
mismo le volvieron todos los adherentes que ha-
bia prestado para la libertad de Don Quixote. Es-
pantáronse todos los de la venta de la hermosura
de Dorotea , y aun del buen talle del zagal Cár-
denlo. Hizo el Cura que les aderezasen de comer
de lo que en la venta hubiese , y el huésped con
esperanza de mejor paga con diligencia les ade-
rezó una razonable comida : y á todo esto dormía
Don Quixote , y fueron de parecer de no desper-
talle , porque mas provecho le haría por entonces
el dormir que el comer: trataron sobre comida , es-
tando delante el ventero , su muger , su hija , y
, PARTE I. CAPITULO XXXII. 283
Maritornes , y todos los pasageros , de la estraña
locura: de Don Quixote , y del modo que le ha-
bían hallado : la huéspeda les contojo que con él
y con el arriero les habia acontecido : mirando si
acaso estaba allí Sancho , como no le viese , contó
todo lo de $u manteamiento , de que no poco gus-
to recibieron : y como el Cura dixese que los li-
bros de caballerías que Don Quixote habia leído,
le habían vuelto el juicio , dixo el ventero : no sé
yo como puede ser eso , que en verdad que á lo
que yo entiendo no hay mejor letura en el mun-
do, y que tengo ahi dos ó tres dellos con otros pa-
peles , que verdaderamente me han dado la vida,
no solo a mí , sino a otros muchos ; porque , quan-
do es tiempo de la siega , se recogen aquí las fies-
tas muchos segadores , y siempre hay alguno que
sabe leer , el qual coge uno destos libros en las
manos , y rodeamonos del mas de treinta , y esta-
mosle escuchando con tanto gusto , que nos qui-
ta mil canas : alómenos de mí sé decir que quan-
do oyó decir aquellos furibundos y terribles gol-
pes que los caballeros pegan , que me toma ga-
na de hacer otro tanto , y que querría estar oyen-
dolos noches y dias. Y yo ni mas ni v menos , di-
xo la ventera , porque nunca tengo buen rato en
mi casa sino aquel que vos estáis escuchando leer,
que estáis tan embobado , que no os acordáis de re-
ñir por entonces. Asi es la verdad , dixo Maritor- .
nes , y a buena fe que yo también gusto mucho de
oír aquellas cosas , que son muy lindas ; y mas
quando cuentan que se está la otra señora debaxo
de unos naranjos abrazada con su caballero , y que
les está una dueña haciéndoles la guarda , muerta
2 84 DON QVIXOTE DE LA MANCHA.
% de envidia y con mucho sobresalto : digo que to-
do esto es cosa de mieles. Y á vos , qué os parece,
señora doncella ? dixo el Cura , hablando con la
hija del ventero. No sé , señor, en mi anima , res-
pondió ella : también yo lo escucho , y en verdad
que aunque no lo entiendo , que recibo gusto en
oillo ; pero no gusto yo de los golpes de que mi
padre gusta , sino de las lamentaciones que los ca-
balleros hacen , quando están ausentes de sus seño-
ras , que en verdad que algunas veces me hacen
llorar de compasión que les tengo. ¿Luego bien
las remediarades vos , señora doncella , dixo Doro-
tea , si por vos lloraran? No sé lo que me hiciera,
respondió la moza ; solo sé que hay algunas seño-
ras de aquellas tan crueles , que las llaman sus ca-
balleros , tigres , y leones , y otras mil inmundicias:
y Jesús ! yo no sé que gente es aquella tan desal-
mada y tan sin conciencia , que por no mirar á un
hombre honrado, le dexan que se muera, ó que se
vuelva loco : yo no sé para que es tanto melindre,
si lo hacen de honradas , cásense con ellos , que
ellos no desean otra cosa. Calla , niña , dixo la ven-
tera , que parece que sabes mucho destas cosas , y
/ no esta bien á las doncellas saber ni hablar tanto.
Como me lo pregunta este señor , respondió ella,
no pude dexar de respondelle. Ahora bien, dixo
el Cura , traedme , señor huésped , aquesos libros,
que los quiero ver. Que me place , respondió él,
y entrando en su aposento , sacó del una maletilla
vieja cerrada con una cadenilla ., y abriéndola , ha-
lló en ella tres libros grandes , y unos papeles de
muy buena letra escritos de mano. £1 primer libro
que abrió , vio que era : Don Cirongilio di Trar
■PARTE I. CAPITULO XXXII. ( 285
ría * /y el otro de : Felixmarte de Hir cania * , y
el otro la : Historia del Gran Capitán Gonzalo
Hernández de Córdoba 1 con la : Vida de Diego
García de Paredes. Asi como el Cura leyó los
dos títulos primeros , volvió el rostro al Barbero,
y dixo : falta nos hacen aqui ahora el Ama de mi
amigo y su Sobrina. Ño hacen , respondió el Bar-
bero , que también sé yo llevarlos al corral , ó á
la chimenea , que en verdad que hay muy buen
fuego en ella. Luego quiere vuestra merced que-
mar mis libros? dixo el ventero. No mas , dixo el
Cura , que estos dos , el di Don Cirongilio , y el
de Felixmarte. ¿Pues por ventura , dixo el vente-
ro , mis libros son hereges , ó flemático^ , qi;e los
quiere quemar? Cismáticos, queréis d^cir, amigo,
dixo el Barbero , que no flemáticos. Asi es , repli-
có el ventero ; mas si alguno quiere quemar , sea
ese del Gran Capitán , y dése Diego García; que
antes dexaré quejnar un hijo , que dexar quemar
ninguno desoíros. Hermano mió , dixo el Cura , es-
tos dos libros son mentirosos , y están llenos de dis-
parates y devaneos , y este del Gran Capitán es
historia verdadera , y tiene los hechos de. Gonzalo
.Hernández de Córdoba , el qual por sus muchas
y grandes hazañas mereció, ser llamado . de todo el
mundo : El Gran Capitán , renombre famoso y
claro y y del solo merecido ; y este Diego García
de Paredes fue un principal caballero , natural de
1 De Tracia. Escribióle Bernardo de Vargas , y se in-
titula : Los libros de Don Cirongilio de Tracia , hijo del no-
ble Rey Elesfron de Macedonia según le escribió Novarco
en Griego , y Promusis en Látin. Sevilla 154$. foL
a ,r. P. /. t* 1. p. £4* n °t' *•
2 86 DON QüIXOTE DE 1A MANCHA.
la ciudad de Tnixillo en Estremadura , valentísi-
mo soldado , y de tantas fuerzas naturales , que de-
tenia con un dedo una rueda de molino en la mi-
tad de su furia ; y puesto con un montante en la
entrada de una puente , detubo á todo un ¡nume-
rable exercito que no pasase por ella v ; y hizo otras
tales cosas , que si como él las cuenta , y las escri-
be él asimismo con la modestia de caballero y de
coronista propio , las escribiera otro libre y des-
apasionado , pusieran en su olvido las de los Heto
res , Aquiles y Roldanes. Tomaos con mi padre,
dixo el dicho ventero , mirad de que se espanta,
de detener una rueda de molino , por Dios ahora:
habia vuestra merced de leer lo que lei yo de Fe-
lixmarte de Hircania , que de un revés solo partió
cinco gigantes por la cintura , como si iueran he-
chos de habas , como los fraylecicos que hacen los
niños : y otra vez arremetió con un grandísimo y
poderosísimo exercito, donde' llevó mas de un mi-
llón y seiscientos mil soldados , todos armados des-
de el pie hasta la cabeza , y los desbarató á todos,
como si fueran manadas de ovejas : pues qué me
dirán del bueno de D. Cirongilio de Tracia ? que
fue tan valiente y animoso , como se vera en el li-
bro | donde cuenta que navegando por un rio , le
* *
i Por ella. En la crónica d*l Gran Capifart'se refiere
este caso de este modo \ Diego Garcia.de Paredes tomo una
espada de dos manos en eí nombro .... y se metió por la
puente del Garellano , que los franceses habían echado poco
antes ; y peleando [contra ellos'] empezó de hacer tales prue-
bas de su persona, que nunca las hicieron mayores en su tiem-
po Héctor y Julio Cesar , Alexandro Magno , ni otros anti-
guos valerosos capitanes , paresciéndo verdaderamente otro
Orado en su denuedo y animosidad: [cap, CVJ: /. xjy. ¿j
tARTE I. CAPITULO XXXII. ¿87
ialio de la mitad del agua una serpiente de fuego*
y él asi como la vio se arrojó sobre ella , y se puso
á horcajadas encima de sus escamosas espaldas , y
la apretó con ambas manos la garganta con tanta
fuerza , que viendo lá serpiente que la iba ahogan*
do , no tuhootré remedio sino dexarje ir á lohoa-
( da del rio , llevándose tras sí al caballero que nua-*
ca la quiso soltar ; y quando llegaron alia abaxb,
se halló en unos palacios y en unos jardines tan lin-
dos , que era marábilla ; y luego la-sierpe se vol-
vió en un viejo anciano , que le dixé tantas de co-
sas , que no hay mas que oír : calle , señor , que si
oyese esto , se volvería loco de placer : dos higas
para el Gran Capitán , y para ese Diego García
que dice. Oyendo esto Dorotea , dixo callando á
Cardenio : poco le falta á ; nuestro huésped para
hacer la segunda parte de Don Quixote ' . Asi me
parece á mí , respondió Cardenio , porque según
da indicio , él tiene por cierta que todo lo que es-
tos libros cuentan , paso ni mas ni menos que lo
"escriben , y no le harán creer otra cosa frayles des-
calzos. Mirad , hermanó , tornó a decir el Cura,
que no hubo en el mundo Felixmarte de Hirca-
Biá , ni D. Cirongilio de Tracia , ni otros caballe-
ros semejantes que los libros de caballerías cuen-
tan , porque todo «s compostura y ficción de in-
genios ociosos , qtte los compusieron para el efetp
1 De Don Qtríxote. Los oficios*; que hacían las perru-
nas de las comedias , se decían partes 6 papeles \y quiere
decir Dorotea qv>t ¿n esta comedia ó fábula caballeresca
en que Don Quixote hace la primera parte 6 el papel de
primer galán , merecía el ventero hacer la segunda parte
i el f a pcl de galán segundo.
388 DON QUIXOTE DE 1A MANCHA*
que vos decís , de entretener el tiempo , como lo
entretienen leyéndolos vuestros .segadores ; porque
realmente os juro que nunca tales caballeros fue-
ron en el mundo , ni tales hazañas ni disparates
acontecieron en él. A otro perro con ese hueso,
respondió el yentero , como si yo no supiese quan-
tas son cinco , y adonde me aprieta el zapato : no
piense vuestra merced darme papilla , porque por
Dios que no soy nada blanco: bueno es que quiera
darme vuestra merced á entender que todo aque-
llo que estos buenos libros dicen , sea disparates y
mentiras , estando impreso con licencia de los se-
ñores del Consejo Real , como si ellos fueran gente
que habían de <jexar imprimir tanja mentira jun-
ta , y tantas batallas , y tantos encantamentos , que
quitan el juicio. Ya os he dicho y amigo , replicó
«1 Cura , que ésft>$e hace para entretener nuestros
ociosos pensamientos' ; y asi como se consiente cu
las repúblicas bien concertadas x que haya juegos
de axedrez , de pelota , y de trucos para entrete-
ner á algunos , que ni quieren, ni deben , ni pue-
dei> trabajar ; asi se consiente imprinúr y que haya
tales libros» creyendo, como es verdad , que no ha
•de haber alguno. tan ignorante;! qu^ tenga por his-
toria verdadera ninguna destos lilaos ; y si me fue-
ra licito ahora , y el auditorio 1q «requiriera 9 yo di-
•xera cosas acerca de lo que han de tener lo§ libros
Íe caballerías para ser buenos , que quiza fueran
e provecho , y aun de gusto para, algunos ; gero
yo espero que vendrá tiempo en que lo pueda co-
municar con quien jpueda remediaílo ; y en este en-
jtretaato creed , señor ventero, loque os he dicho,
y tomad vuestros libros, y alia os avenid con sus
PARTE I. CAPITULO XXXII. 289
verdades , ó mentiras , y buen provecho os hagan,
y quiera Dios, que no coxeeis del pie que coxea
vuestro huésped Don Quixote. Eso no , respondió
el ventero , que no seré yo tan loco , que me haga
caballero andante ; que bien veo que ahora no se
usa lo que se usaba en aquel tiempo , quando se
dice que andaban por el mundo estos famosos ca-
balleros. A 1? mitad desta platica se halló Sancho
presente , y quedó muy confuso y pensativo de lo
que habia oído decir que ahora no se usaban caba-
lleros andantes , y que todos los libros de caballe-
rías eran necedades y mentiras ; y propuso en su
corazón de .esperar en lo que paraba aquel viage
de su amo , y que si no salía con la felicidad que
él pensaba , determinaba de dexalle , y volverse
con su muger y sus hijos á su acostumbrado tra-
bajo. Llevábase la maleta y los libros el ventero;
rilas el Cura le dixo : esperad , que quiero ver qué
papeles son esos que de tan buena letfa están es-
critos. Sagoloi el huésped , y dándoselos á leer,
vio hastaí dbra de ocho pliegos escritos de mano,
y al principio tenían un titulo grande que decia:
NOVELA DEL CU&IOSO IMPERTINENTE, l&y O el
Cura para sí tres ó quatro renglones , y dixo : cier-
to que no me parece mal, el titulo desta novela,
y que me Tiene voluntad de leella toda. A lo que
respondicí el ventero : pu«s Jbien puede leeHa: sú
Reverencia , porque le hago saber que á algunos
huespedes que aqui la han leido , les ha conten-
tado mucho , y me la han pedido con muchas ve-
ras ; mas yo no se la he queritlo dar , pensando
volvérsela á quien aqui dexó esta maleta olvida-
da, con estos libros y esos papeles , que bien.pue-
T. II. T
29O DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
de ser que vuelva su dueño por aquí algún tiem-
po ; y aunque sé que me han de hacer falta los
libros , á fe que se los he de volver , que aun-
que ventero , todavía soy cristiano. Vos tenéis mu-
cha razón , amigo , dixo el Cura ; mas con todo
eso , si la novela me contenta , me la habéis de de-
xar trasladar. X>e muy buena gana , respondió el
ventero. Mientras los dos esto decían , habia toma-
do Cardenio la novela y comenzado á leer en ella,
Ír pareciendole lo mismo que al Cura , le rogo que
a leyese de modo qué todos la Oyesen. Si leyera,
dixo el Cura , si no fuera mejor gastar este tiem-
po en dormir que en leer. Harto reposo sera para
mí , dixo Dorotea , entretener el tiempo oyendo
algún cuento , pues aun no tengo el espíritu tan
sosegado, que me conceda dormir quando fuera ra-
zón. Pues desa manera , dixo el Cura , quiero leer-
la por curiosidad siquiera , quiza tendrá alguna de
gusto. Acudió maese Nicolás á rogarle lo mismo,
y Sancho también : lo qual visto del Cura , y en-
tendiendo que á todos daria gusto » y ét le recebi-
ria , dixo : pues asi es , estenme todos atentos , que
la noyela comienza desta manera.
CAPITULO XXXIII.
POKI>S S£ CUENTA LA NOVELA DEL CURIOSO IM-
PERTINENTE.
JtLn Florencia , ciudad rica y famosa, de Italia en
la provincia que llaman Toscana , vivían Anselmo
y Lótario., dos caballeros ricos y principales , y tan
amigos y que por escelencia y antonomasia de to-
PARTE I. CAPITULO XXXIII. Ü$l
dos los que los conocían , los dos amigos eran lia*
mados : eran solteros , mozos de una misma edad y
de unas mismas costumbres , todo lo qual era bas-
tante causa á que los dos con reciproca amistad se
correspondiesen : bien es verdad que el Anselmo
era algo mas inclinado á los pasatiempos amoro-
sos que el Lotario , al qual llevaban tras sí los de
la caza ; pero quando se ofrecia , dexaba Anselmo
de acudir á sus gustos por seguir los de Lotario,
y Lotario dexaba los suyos por acudir á los de An-
selmo , y desta manera andaban tan auna Sus vo-
luntades , que no habia concertado relox que asi
lo andubiese. Andaba Anselmo perdido de amores
de una doncella principal y hermosa de la misma
ciudad , hija de tan buenos padres y tan buena ella
por sí, que se determinó [con el parecer de su ami-
go Lotario, sin el qual ninguna cosa hacia] de pe-
dilla por esposa á sus padres , y asi lo puso en exe-
cucion , y el que llevó la embaxada fue Lotario,
y el que concluyó el negocio tan á gusto de su
amigo , que en breve tiempo se vio puesto en la
posesión que deseaba , y Camila tan contenta de
haber alcanzado a Anselmo por esposo , que no ce-
saba de dar gracias al cielo y á Lotario , por cu-
yo medio tanto bien le habia venido. Los prime-
ros días , como todos los de boda suelen ser ale-
gres , continuó Lotario como soli^i la ¿asa de su
amigo Anselmo , procurando honralle , festejalle y
regocijalle con todo aquello que á él le fue posi-
ble ; pero acabadas las bodas , y sosegada ya la fre-
cuencia de las visitas y parabienes , comenzó Lo-
tario á descuidarse con cuidada de las idas en casa
de Anselmo , por parecerle á él , como es razón
TI
\
29* B0N QUIXOTE PE XA MANCHA.
que parezca á todos los que fueren discretos , que
no se han de visitar ni continuar las casas de los ami*
gos casados de la misma manera , que quando eran
solteros; porque aunque la buena y verdadera amis-
tad no puede ni debe de ser sospechosa en nada,
con todo esto es tan delicada la honra del casado,
que parece que se puede ofender aun <le los mes-
mos hermanos , quanto mas de los amigos. Noto
Anselmo la remisión de Lotario > y formo del que-
jas grandes , dkiendole que si él supiera que el ca-
sarse habia de ser parte para no comunicalle como
solia, que jamas lo hubiera hecho ^ y que si por la
buena correspondencia que los dos tenían mientras
él fue soltero , habian alcanzado tan dulce nombre
como el ser llamados ios dos amigos , que no per-
mitiese , por querer hacer del circunspecto sin otra
ocasión alguna > que tan famoso y tan agradable
nombre se perdiese , y que asi le suplicaba 9 si era
licito que tal termino de hablar se usase entre ellos,
que volviese á ser señor de su casa , y á entrar y
salir en ella como de antes , asegurándole que su
esposa Camila no tenia otro gusto ni otra volun-
tad , que la que él quería que tubiese , y que por
haber sabido ella con quantas veras los dos se ama-
ban , estaba confusa de ver en él tanta esquiveza.
A todas estas y otras muchas razones» que Anselmo
dixo á Lotark) para persuadille volviese como so-
lia á su casa , respondió Lotario con tanta pruden-
cia , discreción y aviso > que Anselmo quedó satis-
fecho de la buena intención de su amigo , y que-
daron de concierto que dos dias en la semana y las
fiestas fuese Lotario á comer con él : y aunque es-
to quedó asi concertado entre los dos , propuso Lo-
PARTE I. CAPITULO XXXIII. £93
tario de no hacer mas de aquello que viese que
mas convenia á la honra de su amigo, cuyo crédi-
to le estaba en mas , que el suyo propio. Decia él,
y decia bien , que el casado , á quién el cielo ha-
bía concedido muger hermosa , tanto cuidado ha-
bía de tener qué amigos llevaba a su casa , como
en mirar con qué amigas su mi^ger conversaba, por-
que lo que no se hace ni concierta en las plazas,
ni en los templos , ni en las fiestas publicas , ni es-
taciones {[cosas que no todas veces las han de ne-
gar los maridos á sus mugeres] se concierta y fa-
cilita en casa de la amiga , ó la parienta de quien
mas satisfacion se tiene : también decia Lotario que
tenian necesidad los casados de tener cada uno al-
gún amigo , que le advirtiese de los descuidos que
en su proceder hiciesen , porque suele acontecer
que con el mucho amor que el marido á la muger
tiene , ó no le advierte , ó no le dice por no enoja-
llfe que haga ó dexe de hacer algunas cosas , que
el hacellas ó no le seria de honra, ó de vituperio:
de lo qual siendo del amigo advertido , fácilmente
pondría remedio en todo ; pero dónde se hallará
amigo tan discreto , y tan leal y verdadero , como
aquí Lotario le pide ? no lo sé yo por cierto ; solo
Lotario era este , que con toda solicitud y advertí- .
miento miraba por la honra de su amigo , y 1 pro-
curaba dezmar , frisar , y acortar los dias del con-
cierto de ir á su casa , porque no pareciese mal al
vulgo ocioso , y á los ojos vagabundos y malicio-
sos la entrada de un mozo rico , gentil hombre y
bien nacido , y de las buenas partes que él pensa-
ba que tenia , en la casa de una muger tan hermo-
sa como Camila : que puesto que su bondad y va-
¿94 D0N QUIXOTB *>E LA MANCHA.
lor podía poner freno á toda maldiciente lengua,
todavía no quería poner en duda su exedito , ni el
de su amigo , y por esto los mas de los días del
concierto los ocupaba y entretenía en otras cosas,
que él daba á entender ser inescusables : asique en
quejas del uno y disculpas del otro se pasaban mu-
chos ratos y partes del día.
Sucedió pues que uno , que los dos se andaban
paseando por un prado fuera de la ciudad , Ansel-
mo dixo á Lotario las semejantes razones. ¿ Pensa-
bas s , amigo Lotario , que á las mercedes que Dios
me ha hecho en hacerme hijo de tales padres , co-
mo fuerdh los míos , y al darme no con tolano esca-
sa los bienes , asi los que llaman de naturaleza , co-
mo los de fortuna , no puedo yo corresponder con
agradecimiento , que llegue al bien recebido , y so-
bre* al que me hizo en darme a ti por amigo , y
á Camila por muger propia : dos prendas que las
estimo y si no en el grado que debo , en el que pue-
do? pues con todas estas partes , que suelen ser el
todo con que los hombres suelen y pueden vivir
contentos , vivo yo el mas despechado y el mas
desabrido hombre de todo el universo mundo: por-
que no sé que días ' a esta parte me fatiga y aprie-
ta un deseo tan estraño y tan fuera del uso común
i Pensabas. Acaso : pensarás".
2 Y sobre. Asi [y bien] ttv las ediciones origínale •/,
esto es : y supere ó esceda. En la impresión de Landres
del año de 1738. se lee alterado todo este fas age ,y con-
vertido el verbo sobre en el adverbio sobre todo , cuya no*
vedad se ha adoptado en otras ediciones posteriores.
-3 No sé que días. Esto es : no sé quantos dias % ó de
quantos dias á esta parte.
\
PARTE I. CAPITULO XXXIII. S95
de otros , que yo me marabillo de mí mismo f y
me culpo y me riño á solas ,' y procuro callarlo y
encubrillo de mis propios pensamientos ; y asi me
ha sido posible salir con este secreto , como si de
industria procurara decillo á todo el mundo ; y
pues que en efeto él ha de salir á plaza , quiero
que sea en la del archivo de tu secreto , confiado
que con él , y con la diligencia que pondrás como
mi amigo verdadero en remediarme , yo me veré
presto libre de la angustia que me causa , y llega-
rá mi alegría por tu solicitud al grado , que ha lie*
gado mi descontento por mi locura. Suspenso te-
nían á Lotario las razones de Anselmo , y no sa-
bia en qué habia de parar tan larga prevención , ó
preámbulo ; y aunque iba revolviendo en su ima-
ginación qué deseo podría ser aquel que á su ami-
go tanto fatigaba , dio siempre muy. lejos del blan-
co de la verdad , y por salir presto de la agonía
que le causaba aquella suspensión , le dixo : que
hacia notorio agravio a su mucha amistad en an-
dar buscando rodeos para decirle sus mas encubier-
tos pensamientos , pues tenia cierto que se podría
prometer del ó ya consejos para entretenemos , ó
ya remedio para cumplillos. Asi es la verdad , res*
pondio Anselmo , y con esa confianza te hago sa-
ber , amigo Lotario , que el deseo que me fatiga
es pensar si Camila mi esposa es tan buena y tan
perfeta, como yo pienso; y no puedo enterarme en
esta verdad, sino es probandola de manera, que la
prueba manifieste los quilates de su bondad , como
el fuego muéstralos del oro : porque yo tengo pa^
ra mí , ó amigo , que no es una muger mas bue-
na de quanto es , ó no es solicitada , y que aquella
2 $6 PON QXJIXOTE PE LA MANCHA.
sola es fuerte , que fio se dobla á las promesas , á
las dadivas , á las lagrimas , y á las continuas im-
portunidades de los solícitos amantes : porque qué
hay que agradecer , decia él , que una muger sea
buena, si nadie le dice que sea mala? qué mucho
que esté recogida y temerosa la que no le dan oca-
sión para que se suelte , y la que sabe tiene mari-
do , que en cogiéndola en la primera desenvoltu-
ra , la ha de quitar la vida? ansique la que es bue-
na por temor, ó por falta de lugar, yo no la quie-
ro tener en aquella estima en que tendré a la soli-
citada y perseguida , que salió con la corona del
vencimiento : de modo que por estas razones y por
otras muchas , que te pudiera decir para acreditar
y fortalecer la opinión qué tengo , deseo que Ca-
mila mi esposa pase por estas dificultades, y se acri-
sole y quilate en el niego de verse requerida y so-
licitada , y de quien tenga valor para poner en ella
sus deseos : y si ella sale , como creo que saldrá,
con la palma de esta batalla , tendré yo por sin
igual mi ventura : podre yo decir que está colmo
el vacio de mis deseos : diré que me cupo en suel-
te la Muger Fuerte , de quien el Sabio dice que
quien la hallara ? y quando esto suceda al revés
de lo que pienso , con el gusto de ver que acerté
en mi opinión , llevaré sin pena la que de razón
podra causarme mi tan costosa esperiencia .: y pro-
supuesto que ninguna cosa de quantas me dixeres
en contra de mi deseo , ha d? ser dé algún prove-
cho para dexarde ponerle por la obra , quiero , ó
amigo Lotario , que te dispongas a ser él instru-
mento que Iabreaquesta obra demi gusto, que yo
te dar e lugar paraque lo hagas , sin faltarte todo
PARTE I. CAPÍTÜtO XXXÍIÍ. $yj
aquello que yo viere ser necesario para solicitar á
una muger honesta , honrada , recogida "y desinte-
resada : y muéveme entre otras cosas á fiar de ti
esta tan ardua empresa el ver que si de ti es ven-
cida Camila , no ha de llegar el vencimiento a to-
do trance y rigor , sino a solo á tener por hecho lo
que se ha de hacer " por buen respeto ; y asi no
quedaré yo ofendido mas de con el deseo , y mi in-
juria quedará escondida en la virtud de tu silen-
cio , que bien sé que en lo que me tocare ha de
ser eterno , eomfr el de la muerte : asique si quie-
res que yo tenga vida , que pueda decir que lo es,
desde luego has de entrar en esta amorosa batalla
no tibia ni perezosamente , sino con el ahinco y di-
ligencia que mi deseo pide , y con la confianza que
nuestra amistad me asegura. Estas fueron las razo-
nes que Anselmo dixo á Lotario , á todas las qua-
les estubo tan atento , que si no fueron las que que-
dan escritas que le dixo , no desplegó sus labios
hasta que hubo acabado ; y viendo que no decia
más , después que le estubo mirando un buen es-
pacio , como si mirara otra cosa que jamas hubiera
visto , que le causara admiración y espanto , le di-
xo : no me puedo persuadir , ó amigo Anselmo , á
que no sean burlas las cosas que me has dicho, que
a pensar que deveras las decias , no consintiera que
tan adelante pasaras , porque con no escucharte pre-
viniera tu larga arenga : sin duda imagino ó que
no me conoces , ó que yo no te conozco ; pero no,
que bien sé que eres Aiiselmo , y tu sabes que yo
x A tener por hecho lo que se ha de hacer. En el origi-
nal del autor se diría acaso : lo que no se ha de hacer.
S98 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
soy Lotario : el daño está en que yo pienso que
no eres el Anselmo que solías , y tú debes de ha-
ber pensado que tampoco yo soy el Lotario que
debía ser : porque las. cosas que me has dicho , ni
son de aquel Anselmo mi amigo , ni las que me pi-
des , se han de pedir á aquel Lotario que tú co-
noces ; porque los buenos amigos han de probar á
sus amigos y valerse dellos , como dixo un poeta,
usquc ad aras , que quiso decir que no se habían
de valer de su amistad en cosas que fuesen contra
Dios : pues si esto sintió un gentil de la amistad,
¿quanto mejor es que lo sienta el cristiano, que sa-
be que por ninguna humana ha de perder la amis-
tad divina? y quando el amigó tirase tanto la bar-
ra , que pusiese aparte los respetos del cielo por
acudir á los de su amigo , no na de ser por cosas
ligeras y de poco momento , sino por aquellas en
3ue vaya la honra y la vida de su amigo : pues
ime tu ahora , Anselmo , ¿ qual destas dos cosas
tienes en peligro , paraque yo me aventure á com-
placerte , y á hacer una cosa tan detestable , como
me pides? ninguna por cierto: antes me pides, se-
Í'un yo entiendo , que procure y solicite quitarte
a honra y la vida , y quitármela á mí juntamen-
te ; porque si yo he de procurar quitarte la honra,
claro está que te quito la vida , pues el hombre
sin honra peor es que un muerto , y siendo yo el
instrumento, como tú quieres que lo sea, de tanto
mal tuyo , yo vengo á quedar deshonrado , y por
el mismo consiguiente sin vida : escucha , amigo
Anselmo , y ten paciencia de no responderme hasta
que acabe de decirte lo que se me ofreciere acer-
ca de lo que te ha pedido tu deseo , que tiempo
PARÓTE I. CAPITULO X&XIII. 299
quedará para que tú me repliques , y yo te escu-
che. Que me place , dixo Anselmo , di lo que qui-
sieres. Y Lotario prosiguió diciendo : pareceme , ó
Anselmo , que tienes tu ahora el ingenio como el
que siempre tienen los moros , á los quales nó se
les puede dar á entender el error de su seta con
las acotaciones de la Santa Escritura , ni con razo-
nes que consistan en especulación del entendimien-
to , ni que vayan fundadas en artículos de fe ; sino
que les han de traer exemplos palpables , fáciles,
inteligibles , demonstrativos , indubitables , con de-
monstraciones matemáticas que no se pueden ne-
gar , como quando dicen : „ si de dos partes igua-
„ les quitamos partes iguales , las que quedan tam-
„bien son iguales": y quando esto no entiendan
de palabra , como en efeto no lo entienden , líase-
les de mostrar con las manos y ponérselo delante
de los ojos , y aun con todo esto no basta nadie con
ellos á persuadirles las verdades de nuestra sacra
religión : y este mismo termino y modo me con-
vendrá usar contigo , porque el deseo que en ti ha
nacido , va tan descaminado y tan fuera de todo
aquello que tenga sombra de razonable , que me
parece que ha de ser tiempo mal gastado el que
ocupare en darte á entender tu simplicidad , que
por ahora no le quiero dar otro nombre , y aun es-
toy por dexarte en tu desatino en pena de tu mal
deseo ; mas no me dexa usar deste rigor la amistad
que te tengo , la qual no consiente que te dexe
puesto en tan manifiesto peligro de perderte ; y
porque claro lo veas , dime, Anselmo : tíi no me has
dicho que tengo de solicitar á una retirada? per-
suadir a una honesta? ofrecer á una desinteresada?
3O0 DON QÜIXOTE DE LA MANCHA.
servir á una prudente? si que me lo has dicho:
pues si tú sabes que tienes muger retirada , hones-
ta , desinteresada y prudente , qué buscas? y si
piensas que de todos mis asaltos ha de salir vence-
dora [como saldrá sin duda ] qué mejores títulos
piensas darle después , que los que ahora tiene? ó
que sera mas después de lo que es ahora? O es que
tu no la tienes por la que dices , ó tu no sabes lo
que pides : si no la tienes por la que dices , ¿ para
que quieres probarla , sino como á mala hacer de-
Ha lo que mas te viniere en gusto ? mas si es tan
buena como crees , impertinente cosa sera hacer es-
periencia de la misma verdad , pues después de he-
cha , se ha de quedar con la estimación que pri-
mero tenia : asique es razón concluyente que el in-
tentar las cosas , de las quales antes nos puede su-
ceder daño que provecho , es de juicios sin discur-
so y temerarios , y mas quando quieren intentar
aquellas á que no son forzados ni compelidos , y
que de muy lejos traen descubierto que el inten-
tarlas es manifiesta locura. Las cosas dificultosas se
intentan por Dios , 6 por el mundo , ó por entram-
bos a dos : las que se acometen pgr Dios , son las
que acometieron los santos , acometiendo á vivir
vida de angeles en cuerpos humanos : las que se
acometen por respeto del mundo , son las de aque-
llos que pasan tanta infinidad de agua , tanta di-
versidad de climas , tanta estrañeza de gentes por
adquirir estos que llaman bienes de fortuna : y las
que se intentan por Dios y por el mundo junta-
mente , son aquellas de los valerosos soldados, que
apenas ven en el contrario muro abierto tanto es-
pacio quanto es el que pudo hacer una redonda
PARTE I. CAPITULO XXXIII. 30I
bala de artillería , quando puesto aparre todo te-
mor , sin hacer discurso ni advertir al manifiesto
peligro que les amenaza , llevados en vuelo de las
alas de el deseo de volver por su fe , por su na-
ción y por su Rey , se arrojan intrépidamente por
la mitad de mil contrapuestas muertes qué los es-
peran. Esta* cosas son las que suelen intentarse , y
es honra , gloria y provecho intentarlas , aunque
tan llenas de inconvenientes y peligros ; pero la
que tu dices que quieres intentar y poner por obra,
ni te ha de alcanzar gloria de Dios , bienes de la
fortuna , ni fama con los hombres ; porque puesto
que salgas con ella , como deseas , no has de que-
dar ni mas ufano , ni mas rico , ni mas honrado que
estás ahora ; y sfno sales , te has de ver en la ma-
yor miseria que imaginarse pueda ; porque fio te
ha de aprovechar pensar entonces que no sabe na-
die la desgracia que te ha sucedido , porque basta-
rá para afligirte y deshacerte que la sepas tú mis-
mo : y para confirmación desta verdad te quiero
decir una estancia , que hizo él famoso poeta Luis
Tansilo, en el fin de su primera parte de : Las La-
grimas de San Pedro , que dice asi:
Crece el dolor , y crece la vergüenza
En Pedro , quando el dia se ha mostrado,
Y aunque allí no ve á nadie , se avergüenza
De sí mismo por ver que habia pecado:
Que á un magnánimo pecho á haber vergüenza
No solo ha de moverle el ser mirado;
Que de sí se avergüenza quando yerra,
Si bien otro no ve que cielo y tierra ■ .
1 Cielo 7 tierra. Escribió Luis Tansilo , natural de
30* DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
Asique no escusarás con el secreto tu dolor , antes
tendrás que llorar contino , sino lagrimas de los
ojos f lagrimas de sangre del corazón , como las llo-
raba aquel simple doctor , que' nuestro poeta nos
cuenta que hizo la prueba del vaso , que con me-
jor discurso se escuró de hacerla ei prudente Rey-
naldos ; que puesto que aquello sea ficción poética,
tiene en sí encerrados secretos morales , dignos de
ser advertidos , y entendidos é imitados * : quanto
Ñola en el reyno de N afoles , este poema de : Las Lagri-
mas de San Pedro para reparar el mal exemplo, que ocasio-
nó con otro, licencioso y obsceno , que consta de 160. octa-
vas f intitulado el Vendemmiatore* Andubo al principio no
tan completo , como le traduxo después en octavas caste-
llanas Fr. Damián Alvarez, y dividido en ij. cantos , le
jtublicó en Ñapóles año de 161&. Antes habia traducido
parte de él el licenciado Gregorio Hernández de Velasco % ca-
pellán del hospital de S.Juan Bautista de Toledo, y cele-
bre traductor de Virgilio , a instancias del maestro Alvar
Gómez de Castro , como consta de las cartas latinas de
entrambos , que se leen al principio de la traducion , que
por ser inédita , y paraque se coteje con la de Cervantes^
je pondrá aqui la octava siguiente:
Creció el dolor de Pedro , y juntamente
Creció la afrenta con la luz del día;
Y bien que allí no hay nadie que le afrente,
£1 mesmo de sí mesmo se corría:
Que un rostro noble sin tener presente
- Testigo de su error 6 cobardía
Se tiñe de vergüenza quando yerra,
Aunque no le vea mas que cielo y tierra.
[Biblioteca Real: est. R. cod. 173^
1 Imitados. Alúdese aqui á la ficción , que refiere el
Ariosto l poeta italiano , y por eso llamado nuestro por Lo-
tarto'] en el cant. 41. y 42. de su Orlando. Finge que un
caballero convidó a comer Á ' Keynaldos , el qual mandó sa-
car d la mesa un vaso de oro , guarnecido de piedras y lle-
no de un vino generoso , diciendo que bebiendo de íl , sabría
i
•PARTE I. CAPITULO XXXIII* 303
mas , que con lo que ahora pienso decirte , acaba-
rás de venir en conocimiento del grande error que
quieres cometer. Dime, Anselmo, si el cielo, ó la
suerte buena te hubiera hecho señor y legitimo
posesor de un finísimo diamante , de cuya bondad
y quilates estubiesen satisfechos quantos lapidarios
le viesen , que todos a una voz y de común pare-
cer dixesen que llegaba en quilates , bondad y fi-
neza á quanto se podía estender la naturaleza de
tal piedra , y tú mismo lo creyeses asi , sin saber
qualquier marido si su muger le era infiel, 6 no ; porque
si no lo era , bebería el marido singue se le derramase una
gota por el pecho ; pero si lo era , se le vertería todo por él,
sin entrarle una gota en el estomago. Rey nal dos sinem-
bargo , considerando lo peligroso de la prueba ,y la nin-
guna necesidad de averiguar lo que le podría costar caro,
no quiso beber del vaso , contentándose con la buena opi-
nión que tenia de su muger. Entonces el huésped , derra-
mando -un- rio de lagrimas le contó como él se había casa-
do con la. hija de un docto y rico anciano , honesta, hermo-
sa y discreta, con quien vivió contento algunos años hasta
que una maga, llamada Melisa , con dañada y zizañera
intención le aconsejó que para probar la virtud de su mu-
ger, la diere libertad y ocasiones de abusar de ella , fin-
giendo ausentarse , y que por la esperiencia del vaso ave-
riguaría después si permanecía fiel. Disfrutadas estas oca»
siones por la muger , fue el marido a beber del vaso , y en
castigo de su curiosidad impertinente se le vertió todo el
vino por el pecho abaxo. Pudiera presumirse que de esta
ficción del Ariosto tomó acaso Cervantes el argumento de
la novela del Curioso Impertinente , tan apreciable por su
artificio, estUo, pintura de los afectos del amor, de los ze-
los , de la fragilidad , de las astucias de algunas amas y
triadas , y exemplar no solo por el castigo que recibe Ca-
mila , sino porque enseña que soló se vence la pasión amo-
tosa con huirla , y que nadie se ha de poner d brazos con
tan poderoso enemigo , porqué son menester fuerzas divi*
ñas para vencer las suyas humanas.
304 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
otra cosa en contrario , ¿seria justo que te viniese
en deseo de tomar aquel diamante , y ponerle en-
tre un ayunque y un martillo , y allí á pura fuer-
2a de golpes y brazos probar si es tan duro y tan
fino como dicen? y mas 1 , si lo pusieses por obra?
que puesto caso que la piedra hiciese resistencia a
tan necia prueba , no por eso se le añadiría mas
valor , ni mas fama : ¿y si se rompiese , cosa que
podría ser, no se perdia todo? si por cierto , dexan-
do á su dueño en estimaron de que todos le ten-
gan por simple. Pues haz cuenta , Anselmo ami-
go , que Camila es finísimo diamante asi en tu es-
timación como en la agena, y que no es razón po-
nerla en contingencia de que se quiebre , pues aun-
que se quede con su entereza , no puede subir á
mas valor del que ahora tiene ; y si faltase y no
resistiese , considera desde ahora qual quedarías sin
ella , y con quanta razón te podrías quejar de ti
mismo , por haber sido causa de su perdición y la
tuya : mira que no hay joya en el mundo que tan-
to valga , como la muger casta y honrada , y que
todo el honor de las mugeres consiste en la opi-
nión buena que dellas se tiene ; y pues la de tu es-
posa es tal , que llega al estremo de bondad que
sabes , para qué quieres poner esta verdad en du-
da? mira , amigo , que la muger es animal imper-
feto , y que no se le han de poner embarazos don-
de tropiece y cayga , sino quitárselos, y despejalle
el camino de qualquier inconveniente , paraque sin
1 Y mas , si lo pusieses por obra 5 Este lugar , que pa-
rece algo obscuro , quedaría mas claro , espresando la* elip-
sis que se sobreentiende \ asi: < y seria veas justo , si lo pu-
sieses por obra?
/
. FAKTE I. CAPITULO XXXIII* QOC
pesadumbre corra ligera a alcanzar la perfección
que lfc falta, que consiste en el ser virtuosa. Cuen-
tan los naturales que el arminio es un animalejo
que tiene una piel blanquísima, y que quando quie-
ren cascarle los cazadores , usan deste artificio : que
sabiendo las partes por donde suele pasar y acu-
dir , las atajan con lodo , y después oxeándole le
encaminan acia aquel lugar ; y asi como ei arnu-
nio llega al lodo , se está quedo , y se dexa pren-
der y cautivar a trueco de- no pasar por el cieno,
y perder y ensuciar su blanqura , que la estima en
mas que la libertad y la vida. La honesta y casta
muger es ¿arminio , y es mas que nieve blanca y
limpia la virtud de la honestidad , y el que qui-
siere que no la pierda , antes la guarde y conser-
ve , ha de usar de otro estilo diferente «que con el
arminio se tiene ; porque no le han.de poner de-
lante el cieno de los regalos y servicios de los im-
portunos amantes , porque quiza, y aun sin quiza,
no tiene tanta virtud y fuerza natural , que pueda
por sí misma atropellar y pasar por aquellos em-
barazos; .y es necesaria quitárselos , y ponerle de-
lante k limpieza de la virtud , y la belleza que
encierra en si k buena fama. Es asimismo la buena
muger como espejo de cristal luciente y claro; pe-
có está sujeto á empañais&y escurecerse -^on.qual-
quiera aliento que le; toque,:» base de uw coa J3
honesta muger el estilo qucjoqn las re^i^^s, flo-
rarlas ,y no tocarlas :;hnae de guarda y $$|imar
lamugeribueiu, como se, guarda y estima un her-
moso jardín que está lleip de flores y. rosas , cuyo
dueño \ ra> .consiente que nadie le pasee §í mano-
see , basta que^ desde leja» y por entre J^ : vef jgs de
T.Ú.- V
306 DON QUIXOTB I» LA KANCHA.
hierro gocen de su fragrancia y hermosura. Final-
mente quiero decirte unos versos , que se me han
venido á la memoria , que los oi en una comedia
moderna , que me parece que hacen al proposito
de Id que vamos tratando. Aconsejaba un pruden-
te viejo á ot¿*o padre de. una doncella que la reco-
Í [iese , guardase , y encerrase , y entre otras razones
e dixo estas:
Es de vhhrp la muger;
Pero no se ha de probar
Si se puede , ó no quebrar,
Porque todo podría ser:
Y es mas focil ei quebrarse,
Y no es cordura ponerse
<. A peligro de romperse
'Lo que no puede soldarse:
Y £A esta opinión estén
1 Todos , y ¥n~ razón la fundo:
Que si hay Pandes en el mundo,
Hay pluvias de oro también.
- Qüantp hasta aqui te he dicho , ó Anselmo,
ha'&fó por y? que á ti tetoca,y ahora es bien que
se oiga-algó de \o que á mí me conviene: y si ftie-
re lárgtí ¡ perdóname > que todo lo requiere el la-
i>eriátó doQde te has entrado \ y de donde quieres
que yo te saque. Tú me tienes por. amigo y quie-
res quitarme! la honra*, 4os*que es contra toda amis-
tad ; ymt% no solo pretendes esto; sino que procu-
ras qífe y 3 te la quice i tii : :que me la quieres qui-
tar á iftí;* está claro ,' pues miando Camüa-Vea que
yo íasolicko , como me pides , cierto está que me
ha da tener por hombre sin honra y mal mirado,
puesjntento y hago yn$ cqsa tan fuera^de aquello,
.PARTE X. .CAPITULO XXXIII. 3 O 7
<jue él ser quien soy y tu amistad me obliga : de
que quieres que te la quite á ti no hay duda , por-
que viendo Camila que yo la solicito , ha de pen-
sar que yo he visto en ella alguna liviandad , que
.me, dio atrevimiento á descubrirle mi mal deseo, y
teniéndose por deshonrada , te toca a ti como á co-
sa suya su misma deshonra : y de aquí nace lo que
comunmente se platica , que el marido de la mu-
ger adultera, puesto que él no lo sepa ni haya da-
do ocasión paraque su muger no sea la que debe,
ni haya sido en su mano ni en su descuido y poco
recato estorbar su desgracia, con todo le llaman y
le nombran con nombre de vituperio y baxo ; y
en cierta manera le miran los que la maldad de su
muger saben con ojos de menosprecio , en cambio
de mirarle con los de lastima , viendo que no por
su culpa sino por el gusto de, su mala compañe-
ra está en aquella desventura. Pero quierote de-
cir la causa por qué con justa .razón es deshonrado
el marido de la muger mala , aunque él no sepa
3ue lo es , ni tenga culpa , ni haya sido parte , ni
ado ocasión paraque ella lo sea : y nq te canses
de oirme , que todo ha de redundar en tu prove-
cho. Quando Dios crió a nuestro primero $>q&x9
en ¡el paraíso terrenal, dice la Divina E$crity*a,;que
infundio Dios sueño en Adán , y que estanco dur-
miendo le sacó una costilla del lad<? siniestro; ,4?
la qual formó a nuestra madre Eva ; y asi cgm?
Adán despertó y la miró , dixo : esta es car tu de
mi- carne y hueso, de mis huesos. Y Dios dixo \:j>pr
esta dexard el hombre d su padre y madre ,y se*
tan dos en una carne misma : y entonces fue ins-
tituido el di y i ao, sacramento del matrimonio con
va
308 DON QUIXOTE DE LA MANCHA.
tales lazos, que sola la muerte puede desatarlos: y
tiene tanta fuerza y virtud este milagroso sacra-
mento , que hace que dos diferentes personas sean
una misma carne : y aun hace mas en los buenos
casados , que aunque tienen dos almas , no tienen
mas de una voluntad : y de aqui viene que como
la carne de la esposa sea una misma con la del es-
poso , las manchas que en ella caen , ó los defetos
que se procuran , redundan en la carne del mari-
do , aunque él no haya dado , como queda dicho,
ocasión para aquel daño ; porque asi como el do-
lor del pie , ó de qualquier miembro del cuerpo
humano , le siente todo el cuerpo por ser todo de
una carne misma , y la cabeza siente el daño del
tobillo sin que ella se le haya causado , asi el ma-
rido es participante de la deshonra de la muger
por ser una misma cosa con ella : y como las hon-
ras y deshonras del mundo sean todas y nazcan de
carne y sangre , y las de la muger mala sean des-
te genero , es forzoso que al marido le quepa parte
dellas , y sea tenido por deshonrado sinque él lo
sepa. Mira pues , ó Anselmo , al peligro que te po-
nes en querer turbar el sosiego en que tu buena
esposa* vive : mira por quan vana é impertinente
curiosidad quieres revolver los humores , que aho-
ra están sosegados en el pecho de tu casta esposa:
'advierte que lo que aventuras á ganar es poco ; y
^ue lo que perderás , sera tanto , que lo dexaré en
su punto * , porque me faltan palabras para encare-
cerlo. Pero si todo quanto he dicho no basta á mo*
/
i En su punto. Asi las primera* ediciones y las demás:
l si áixtsen en este punto, parece estaría él sentido mas ciar*
J
PAUTE I. CAPITULO XXXIII. 309
verte de tu mal proposito, bien puedes buscar otro
instrumento de tu deshonra y desventura , que yo
no pienso serlo , aunque por ello pierda tu amis-
tad , que es la mayor perdida que imaginar pue-
da. Calló en diciendo esto el virtuoso y prudente
Lotario , y Anselmo quedó tan confuso y pensati-
vo , que por un buen espacio no le pudo respon-
der palabra ; pero enfin le dixo : con la atención
que has visto, he escuchado , Lotario amigo , quan-
to has querido decirme , y en tus razones , exem-
plos y comparaciones he visto la mucha discreción
que tienes , y el estremo de la verdadera amistad
que alcanzas; y añsimismo veo y confieso que si no
sigo tu parecer y me voy tr^s el mió , voy huyen-
do del bien y corriendo tras el mal. Prosupuesto
esto , has de considerar que yo padezco ahora la
enfermedad que suelen tener algunas mugeres, que
se les antoja comer tierra , yeso , carbón y otras co-
sas peores , aun asquerosas para mirarse , quanto
mas para comerse : asique es menester usar de al-
gún artificio para que yo sane , y esto se podia ha-
cer con facilidad , solo con que comiences , aunque
tibia y fingidamente , á solicitar a Camila , la qual
no ha, de ser tan tierna , que á los primeros encuen-
tros dé con su honestidad por tierra , y con solo
este principio quedaré contento , y tu habrás cum-
plido con lo que debes á nuestra amistad , no sola-
mente dándome la vida , sino persuadiéndome de
no verme sin honra : y estás obligado á hacer esto
por una razón sola , y es que estando yo , como es-
toy 9 determinado de poner en platica esta prueba,
no has tu de consentir que yo dé cuenta de mi
desatino á otra persona , con que pondría en aven-
31 DON QUIXOtE 1>E LA UWCñÁ>
tura el honor que tü procuras que no pierda : y
quando el tuyo no esté en el punto que debe en
la intención de Camila entanto que la solicitares,
importa poco ó nada , pues con brevedad , viendo
en ella la entereza que esperamos , le podras decir
la pura verdad de nuestro artificio , con que volve-
rá tu crédito al ser primero; y pues tan poco aven-
turas , y tanto contento me puedes dar aventuran-
dote , too lo dexes de hacer , aunque mas inconve-
nientes se te pongan delante , pues- como ya he di-
cho , con solo que comiences daré por concluida la
causa. Viendo Lotario la resoluta voluntad de An-
selmo , y no sabiendo qué mas exemplos traerle , ni
qué mas razones mostrarle , paraque no la siguie-
se ; y viendo que le amenazaba que daría á otro
cuenta de su mal deseo , por evitar mayor mal de-
terminó de contentarle y hacer lo que le pedia,
con proposito é intención de guiar aquel negocio
de modo , que sin alterar los pensamientos de Ca-
mila , qued¿e Anselmo satisfecho : y asi le respon-
dió que no comunicase su pensamiento con otro al-
guno , que él tomaba á su cargo aquella empresa,
la qual comenzaría quando a él le diese mas gus-
to. Abrazóle Anselmo tierna y amorosamente , y
agradecióle su ofrecimiento , como si alguna gran-
de jnerced le hubiera hecho , y quedaron de acuer-
do entre los dos que desde otro día siguiente se
comenzase la obra , que él le daría lugar y tiem-
po como á sus solas pudiese hablar a Camila , y
asimismo le daría dineros y joyas que darla y que
ofrecerla : aconsejóle que íe diese músicas , que es-
cribiese Versos en su alabanza , y que quando él no
quisiese tomar trabajo de hacerlos , él mesmo los
PARTE x capitulo xxxm. 31 r
haría: A todo se ofreció Lotario , bien con dife-
rente intención que Anselmo pensaba :- y ton este
acuerdo se yol vieron á casa.de Anselmo , donde
hallaron 4 Camila con ansia y cuidado esperando á
su esposo , porque aquel dia tardaba en venir mas
de lo acostumbrado.
Fuese Lotario a su casa , y Anselmo quedó en
la suya tan contento , como Lotario fue pensativo,
no sabiendo qué traza dar para salir bien de aquel
impertinente negocio; pero aquella noche pensó el
modo qué tendría para engañar á Anselmo sin ofen-
der á Camila , y otro dia vino a comer con su ami-
go , y fue bien recebido de Camila , la qual le re-
cebia y regalaba con mucha voluntad por enten-
der la buena que su esposo le tenia. Acabaron do
comer , levantaron los manteles , y Anselmo dixo
á Lotario que se quedase alli con Camila entanto
que él iba a un negocio forzoso , que dentro de
hora y media volverla. Rogóle Camila que no se
fuese, y Lotario se ofreció á hacerle compañía; mas
nada aprovechó con Anselmo , antes importunó á
Lotario que se quedase y le aguardase , porque- te¿
nía que tratar con él una cosa de mucha importan-»
, cia : dixo también a Camila que no dexase solo á
Lotario entanto que él volviese : en efeto él supo
tan bien fingir la necesidad , ó necedad de su au-
sencia , que nadie pudiera entender que era fingi-
da. Fuese Anselmo , y quedaron «dios a la mesa
Camila y Lotario. , porque la demás gente de casa
toda se habia ido á comer. Viose Lotario puesto
en la estacada que su amigo deseaba , y con el ene-
migo delante , que pudiera vencer con sola su her-
mosura a un esquadron de caballeros armados : mi»
J
314 PON QtriXOTE BE LA MANCHA;
rad si era razón que le temiera Lotario.; pero lo
que hizo fue poner el codo sobre el brazo de la
silla y la mano abierta en la mexilla , y pidiendo
perdón a Camila del mal comedimiento , dixo que
quería reposar un poco entanto que Anselmo vol-
vía. Camila le respondió que mejor jreposaria en
el estrado, que en la silla , y asi le rogo se entrase
á dormir en él. No quiso Lotario , y allí se quedó
dormido hasta que volvió Anselmo. £1 qual como
halló á Camila en su aposento , y á Lotario dur-
miendo , creyó que como se habia tardado tanto,
ya habrían tenido los dos lugar para hablar y aun
para dormir , y no vio la hora en que Lotario des-
pertase para volverse can él fuera , y preguntarle
de su ventura. Todo le sucedió como él quiso. Lo-
tario despertó ,- y luego salieron los dos de casa ; y
asi le preguntó lo que deseaba , y le respondió Lo-
tario : que no le había parecido ser bien que la pri-
mera vez se descubriese del todo , y asi no habia
hecho otra cosa que alabar á Camila de hermosa,
dicíendole que en toda la ciudad no se trataba de
otra cosa, que de su hermosura y discreción , y que
este le habia parecido buen principio para entrar
ganando la voluntad , y disponiéndola á que otra
vez le escuchase con gusto , usando en esto del ar-
tificio que el demonio usa , quando quiere engañar
á alguno que está puesto en atalaya de mirar por
si , que se transforma en ángel de luz , siéndolo él
de tinieblas ; y poniéndole delante apariencias bue-
nas , alcabo descubre quien es , y sale con su inten-
/ cion , si á los principios no es descubierto su enga-
ño. Todo esto le contentó mucho á Anselmo , y
dixo que cada diá daría el mismo lugar , aunque
JARTE I. CAPITtTLO XXXIIf . $ 1 £
no saliese dé casa , porque en ella se ocuparía en
cosas que Camila no pudiese venir en conocimien-
to de su artificio. Sucedió pues que se pasaron mu-
chos dias , que sin decir Lotario palabra á Cami-
la , respondía á Anselmo que la hablaba , y jamas
podia sacar della una pequeña muestra de venir en
ninguna cosa que mala fuese , ni aun dar una señal
de sombra de esperanza ; antes decia que le ame-
nazaba que si de aquel mal pensamiento no se qui-
taba , que lo habia de decir á su esposo. Bien es-
tá , dixo Anselmo , hasta aqui ha resistido Cami-
la á las palabras , es menester ver como resiste á
las obras : yo os daré mañana dos mil escudos de
oro paraque se los ofrezcáis , y aun se los deis , y
otros tantos paraque compréis joyas con que cebar-
la: que las mugeres suelen ser aficionadas, y mas si
son hermosas , por mas castas que sean , á esto de
traerse bien y andar galanas : y si ella resiste a es-
ta tentación , yo quedaré satisfecho , y no os daré
mas pesadumbre. Lotario respondió que ya que
habia comenzado, que él llevaría hasta el fin aque-
lla empresa , puesto que entendía salir della cansa-
do y vencido. Otro dia recibió los quatro mil es-
cudos , y con ellos quatro mil confusiones , porque
no sabia que decirse para mentir denuevo ; pero en
efeto determinó de decirle que Camila estaba tan
entera á las dadivas y promesas , como á las pala-
bras , y que no habia para que cansarse mas , por-
que todo el tiempo se gastaba envalde. Pero la
suerte. que las cosas guiaba de otra manera , orde-
nó que habiendo dexado Anselmo solos á Lotario
y a Camila , como otras veces solia , él se encerró
en un aposento , y por los agujeros de la cerradura
3*4 D0N Quijote de la mancha.
cstubo mirando y escuchando lo que los dos tra-
taban , y vio que en mas de media hora Lotario no
habló palabra a Camila , ni se la hablara , si allí
estubiera un siglo : y cayo en la cuenta de que
Suanto su amigo le habia dicho de las respuestas
e Camila, todo ora ficción y mentira; y para ver
si esto era ansi , salió del aposento , y llamando í
Lotario aparte , le preguntó qué nuevas habia, y
de qué temple estaba Camila. Lotario le respon-
dió que no pensaba mas darle puntada en aquel
negocio, porque respondía tan áspera y desabrida-
mente , que no tendría animo para volver a decir-
le cosa alguna. Ah ! dixo Anselmo : Lotario , Lo-
tario , y quan mal correspondes á lo que me debes,
y á lo mucho que de ti confio l ahora te he estado
mirando por el lugar que concede la entrada desta
llave , y he visto que no has dicho palabra á Ca->
mila , por donde me doy a entender que aun las
primeras le tienes por decir ; y si esto es asi , como
sin duda lo es , ¿para que me engañas , ó porque
quieres quitarme con tu industria los medios , que
yo podría hallar para conseguir mi deseo? No di-
xo mas Anselmo ; pero bastó lo que habia dicho
para dexar corrido y confuso á Lotario, el qual ca-
si como tomando por punto de honra el haber si-
do hallado en mentira , juró á Anselmo que desde
aquel momento tomaba tan á su cargo el conten-
talle y no mentille , qual lo vería , si con curiosi-
dad lo espiaba : quanto mas , que no sería menes-
ter usar de ninguna diligencia , porque la que él
pensaba poner en satisf acelle , le quitaría de toda
sospecha. Creyóle Anselmo , y para dalle comodi-
dad mas segura y menos sobresaltada , determinó
PARTE I* CAPITULO XXXIII. : $I£
de hacer ausencia de su casa por ocho días , yén-
dose á la de un amigo suyo , que estaba en una al-
dea no lejpí de la ciudad , con el qual amigo con-
certó que le enviase á llamar con muchas veras,
para tener ocasión con Camila de su partida. Des-
dichado y mal advertido de ti! Anselmo : qué- es
lo que haces? que es lo que trazas? que es lo que
ordenas? mira que haces contra ti mismo, trazando
tu deshonra y ordenando tu perdición : buena es
tu esposa Camila , quieta y sosegadamente la po-
sees , nadie sobresalta tu gusto , sus pensamientos
no salen de las paredes de su casa , tú eres su cielo
en la tierra , el blanco de sus deseos , el cumpli-
miento de sus gustos, y la medida por donde mide
sii voluntad , ajusfándola eh todo con la tuya y
con la del cielo : pues si la mina de su honor, her-
mosura , honestidad y recogimiento te da sin nin-
gún trabajo toda lá riqueza que tiene , y tu pue-
des desear, ¿para que quieres ahondar la tierra y
buscar nuevas vetas de nuevo y nunca visto teso*
ro , poniéndote á peligro que toda venga abaxo,
pues enfin se sustenta sobre los débiles arrimos de
su flaca naturaleza? mira, que el que busca lo im-
posible , es justo que lo posible se fe niegue , como
lo dixo mejor un poeta , diciendo:
Busco en la muerte la vida,
Salud en la enfermedad,
En la prisión libertad,
En lo cerrado salida,
Y en el traidor lealtad:
Pero mi suerte , de quien
Jamas espero algún bien,
Con el cielo ha estatuido
V.
3 1 6 DON QUIXOTB DE LA MANCHA.
Que pues lo imposible pido,
Lo posible aun no me den.
Fuese otro día Anselmo a la aldea , desando
dicho á Camila que el tiempo que él estubiese au-
sente , vendría Lotario a mirar por su casa, y 4 co-
mer con ella , que tubiese cuidado de tratalle como
á su misma persona. Afligióse Camila , como mu-
gér discreta y honrada , ce la orden que su mari-
do le dexaba , y dixole que advirtiese que no es-
taba bien que nadie , él ausente , ocupase la silla de
su mesa ; y que si lo hacia por no tener confianza
que ella sabría gobernar su casa , que probase por
aquella vez , y vería por esperiencia cómo para
ipayores cuidados era bastante. Anselmo le replicó
que aquel era su gusto , y que no tenia mas que
hacer que baxar la cabeza y obedecelle. Camila
dixo que ansi lo haría , aunque contra su volun-
tad. Partióse Anselmo , y otro día vino á sií casa
Lotario , donde fue recebido de Camila con amo-
roso y honesto acogimiento : la qual jamas se puso
en parte donde ¿otario la viese á solas , porque
siempre andaba rodeada de sus criados y criadas,
especialmente de una doncella suya llamada Leo-
nela , á quien ella mucho quería , por haberse cria-
do desde niñas las dos juntas en casa de los padres
de Camila , y quando se casó con Anselmo la tru-
xo consigo. En los tres días primeros nunca Lota-
rio le dixo nada , aunque pudiera quando se le-
vantaban los manteles , y la gente se iba a comer
con mucha priesa porque asi se lo tenia mandado
Camila ; y aun tenia orden Leonela que comiese
primero que Camila, y que de su lado jamas se qui-
tase ; mas ella , que .en otras cosas de su gusto te-
PARTE I. CAPITULO XXXIII. % 317
nía puesto el pensamiento , y habia menester aque-
llas horas y aquel lugar para ocuparle en sus con-
tentos , no cumplía todas veces el mandamiento de
su señora , antes los dexaha solos , como ú aquello
le hubieran mandado ; mas la honesta presencia de
Camila , la gravedad de su rostro , la compostura
de su persona era tanta, que ponia freno á la len-
gua de Lotario ; pero el provecho que las muchas
virtudes de Camila hicieron , poniendo silencio en
la lengua de Lotario , redundó mas en daño de los
dos , porque si la lengua callaba , el pensamiento
discurria , y tenia lugar de contemplar parte por
parte todos los estremos de bondad y de hermosu-
ra que Camila tenia, bastantes á enamorar una es-
tatua de marmol , no un, corazón de carne: mira-
bada Lotario en el lugar y espacio, que habia de
hablarla, y consideraba quan digna era de ser ama-
<da , y esta consideración comenzó poca a poco á
dar asalta á los respetos xjue a Anselmo: tenia , y
mil veces quiso ausentarse de la ciudad,>y irse don*
de jamas Anselmo le viese á él , ni él viese á Ca-
mila ; mas ya le hacia impedimento y detenia el
gusto que hallaba en mirarla : haciase fuerza y pe-
leaba consigo mismo , por desechar y no sentir el
contento que le llevaba a mirar a Camila : culpa-
base á solas dé su desatino : llamábase mal amigo
y aun mal cristiano : hacia discursos y comparacio-
nes entre él y Anselmo , y todos paraban en decir
que mas habia sido la locura y confianza dé Ansel-
mo , que su poca fidelidad ; y que si asi tubiera diV
culpa para con Dios , como para con los hombres,
de lo que pensaba hacer , que no temiera pena por
su culpa. Ea efeto la hermosura y la bondad de
r
^ 1 8 DON QUIXOTE DE 1 A MANCH*..
Camila , juntamente con la ocasión que el ignoran-
te marido le había puesto en las manos, dieron con
la lealtad de Lotario en tierra : y sin mirar á otra
cosa que aquella á que su gusto le inclinaba , al
cabo, de tres días de la ausencia de Anselmo , en
los «pules" estubo en continua batalla por resistir á
sus deseos, comenzó a requebrar a Camila con tan-
ta turbación y con tan amorosas razones r que Ca-
mila quedó suspensa , y no hizo, otra cosa que le-
.vastarse de donde estaba, y entrarse eñ su aposen-
to sin respondelle palabra alguna : mas no por esta
sequedad se desmayó ea Lotario la esperanza, que
-siempre nace juntamente con el amor ; antes tubo
•en mas á Camila ,<ktqual habiendo visto en Lota-
4TÍQ lo .que jamas pensara, -no sabia qué hacerse ;y
pareciendoíe> no ser cosa segura ni bien hecha dar-
le ocasión ni lugar a que otta vez la hablase, de-
termina de enviar aquella misma noche , cpmo lo
-hizo, á un criado suya con un billete á Anselma
adonde le escribió eáas razones»
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