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ENSAYO
SOBRE EL
CULTIVO DE LA CAÑA DE AZUCAR
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PARIS. — TYPOGRAPHIE LAHURE
Rue de Fleurus, 9
c JUN 241908.
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ENSAYO
SOBRE EL
CULTIVO DE LA CANA DE AZÚCAR
POR
DON ALVARO REYNOSO
Doctor de la Facultad de Ciencias de Paris, Laureado por el Instituto de Francia
(Academia de Ciencias)
Correspondiente de las Academias de Ciencias exactas, físicas y naturales y de la Historia
de Madrid, de Gottingan, de Baviera
Miembro de la Sociedad Asiática de Paris y de los Estudios coloniales y marítimos
Socio de mérito de la Real Sociedad Económica de la Habana
Socio (fundador) de la Real Academia de Ciencias médicas, fí-icas y naturales de la Habana
Socio honorario del Imperial Instituto Bahiano de Agricultura, etc.
La caña es planta de regadío.
TERCERA EDICION, CORREGIDA Y AUMENTADA
PARIS
ERNEST LEROUX, LIBRERO-EDITOR
28, RUE BONAPARTE, 28
1878
A LOS HACENDADOS DE LA ISLA DE CUBA.
,
Al recibir, con el mayor reconocimiento, la honrosa demos-
tracion que Os habeis servido hacerme, acepto venturoso el
compromiso de intentar cuanto me sea posible por merecerla.
Si en otro tiempo, aislado y en circunstancias en extremo
desfavorables, pude comenzar algunos trabajos, hoy, auxi-
liado con tan poderosos cooperadores, estoy seguro que
podremos unidos, resolver problemas de la mayor impor-
tancia para el presente y porvenir de este país.
Os ruego acepteis esta nueva edicion de mi «Ensayo»
como débil prueba de mi gratiud.
ALVARO REYNOSO.
Los que suscriben convencidos de la justicia de una ma-
nifestacion nacional en favor del Sr. D. Alvaro Reynoso,
que ha sido en el país el iniciador de la época científica
de la agricultura, y deseosos de tributarle una señal de
gratitud por la importante obra que con el título de «Ensayo
sobre el cultivo de la caña de azúcar» acaba de publicar en
la Habana, y que ha puesto generosamente en circulacion
repartiéndola grátis entre los que la desean, han determi-
nado realizar una suscricion en el órden que sigue, supli-
cando ai referido Sr. Reynoso se sirva aceptar el resultado de
ella, como una ofrenda del país y como una débil muestra del
alto aprecio con que sereciben siempre sus patrióticos éimpor-
tantísimos trabajos. —Juan Poey.— Rafael de Toca. —Julian
de Zulueta. —Salvador Samá.—Conde de San Fernando. —
Marqués de Almendares. —Juan Tomás Herrera. —Conde
de Fernandina. — José O'Farril —José de Cárdenas y O'Farril.
—José Baró. —Francisco Durañona. —Julio de Ibarra. — An-
tonio Carrillo. —Antonio Oduardo. — Luciano Casamayor.-—
Antonio María Campos. —Joaquin Marquetti. — Domingo G.
de Arozarena.— Antonio F. Bramozio.— Agustin Arioza. —
Francisco G. Scull. —Juan Espino. — Gonzalo Jorrin. —Tomás
de Juara y Soler. — Francisco Ferrer. — José S. Jorrin.—
Conde de Canimar.—Joaquin Alfonso. —Julian Alfonso. —
Adolfo Moliner. —Silvio Moliner. -—Compañía territorial Cu-
bana. — Ignacio Montalvo.—José Valdés Fauli.— Benigno
Gener.— Felipe Goicuria.— Francisco Diago. —Francisco Ga-
larraga. — Marqués de Isasi. — Adolfo Muñoz. — Vicente
Larrauri. — Marqués de Montelo. —Lorenzo García. —Satur-
nino Hernandez. —José L. Hernandez. —Pedro Hernandez
Morejon. — Francisco Ximeno.— José María Ximeno. — Fran-
cisco Hernandez Morejon. —Conde de la Reunion. —Fran-
cisco Calderon y Kessel.
PRÓLOGO DE LA PRIMERA EDICION.
Nuestra literatura agricola acaba de enriquecerse con
una nueva obra, proporcionando á quien esto escribe
otra ocasion de llamar la atencion de este país hácia los
relevantes servicios que su autor D. Alvaro Reynoso no
ha cesado de prestarle desde que fué nombrado para la
enseñanza de la química aplicada á la agricultura cuba-
na. No se nos oculta que áun no ha sonado entre nosotros
la hora en que el saber, la perseverancia y la laboriosi-
dad, aplicadas al estudio de la cuestiones agrícolas, re-
cojan la miés de aplauso y la estimacion á que pueden
con toda certeza aspirar en todas partes. Ni nos arredra
tampoco la calificacion, ya queno de parciales ó de com-
placientes, de oficiosos ó prematuros panegiristas, que
la indiferencia pública podria enderezarnos, viéndonos
tan solícitos y constantes en pregonar un mérito que muy
pocos aquí se toman el trabajo de examinar. No por eso,
empero, dejarémos de la mano la ya comenzada tarea
— tarea de conciencia y de patriotismo — de tributar los
debidos elogios al Sr. Reynoso, como el verdadero ini-
ciador en este país de la era científica en sus aplica-
ciones á la agricultura local. En tan difícil mision no
hay para qué negar que tuyo precursores. — Acaso nos-
otros mismos, si bien en humilde escala, pudiéramos
a
VI
pretender la honra de que entre ellos se nos contase;
pero el que habia de venir llegó á la hora marcada con
títulos y credenciales tan autorizados y preferentes, que
sin contestacion posible le han colocado á la cabeza de
nuestra generacion agrícola. Quien tal y tan abundante
acopio hizo de sólidos conocimientos en las ciencias acce-
sorias de la agronomía, no podia ménos que ser el lla-
mado á formular, en mucha parte á resolver, los nume-
rosos y complicados problemas á que da lugar el cultivo
de las plantas trop cales.
El « Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar, »
que es la obra que nos ha sugerido las reflexiones que
preceden, no es un trabajo del todo nuevo para quienes
hayan leido « Los estudios progresivos sobre varias ma-
terias científicas, agrícolas é industriales, » del mismo
autor. Es sí, el corolario de las premisas en éstos asen-
tadas, y la coordinacion lógica de los resultados á: que
conducen las investigaciones y experimentos sobre la
caña de azúcar allí expuestos. En su primer libro apare-
ce el Sr. Reynoso exclusivamente dominado por la idea
de interrogar á la luz de los principios agronómicos, los
procedimientos del cultivo de aquella y de otras plantas
del país, instituyendo « ex-profeso » algunos experi-
mentos indispensables para esclarecer ciertos particula-
res dudosos ó desconocidos de la vegetacion de dichas
plantas. Entónces estudiaba y aprendia el profesor ; hoy
se nos presenta enseñando metódicamente el cultivo de
la caña, desde la primera operacion de la « tumba » del
monte, hasta la siega ó corte de la misma, y los traba-
jos preparatorios para las cosechas sucesivas; de tal
suerte, sin embargo, que el « Ensayo, » á la vez que es
vu
un Manual completo y razonado, en donde pueden apren-
der los que no están iniciados en ese ramo tan principal
de nuestra agricultura, encierra nueva y trascendental
enseñanza para los que aspiren á reformar su práctica;
reforma que en el libro está basada en los preceptos ge-
nerales de la ciencia, y en las exigencias especiales de
la planta sacarígena, como consecuencia de su organiza-
cion propia y de sus peculiaridades fisiológicas.
El « Ensayo » del Sr. Reynoso es sin disputa la pri-
mera obra sobre la caña en que metódicamente, y con
arreglo á un plan fijo, se ha establecido un armonía ge-
neral entre el cultivo de esa planta y las leyes de la agro-
nomía, no sin haberse ántes « consultado la opinion
de la misma planta, » segun el célebre precepto de Bous-
singualt. Bajo este punto de vista no es un servicio par-
ticular á Cuba el que ha prestado el autor, sino que en lo
adelante cuantos cultiven la caña de azúcar, en los dife-
rentes países en que se ha aclimatado, tendrán un códi-
go y un guía seguro en el « Ensayo » para mejorar y pro-
gresar en su industria. Este libro ocupará desde luégo
un puesto oficial en la ciencia, pues todas las tentativas
que le han precedido, si bien algunas hay de no escaso
valer, carecen del método y de la unidad de concepcion
y de ejecucion, que son los que aseguran reputacion du-
radera ú las obras del espíritu humano. Además que
cuando fué escrita la mayor parte de esos trabajos, no
estaba, como hoy, constituida la accion agronómica, ni
sus autores reunian el caudal de conocimientos en las
ciencias naturales, físicas y químicas, que tanto ha ser-
vido al Sr. Reynoso para llevar á cabo sus importantes
investigaciones sobre la caña de azúcar.
VIH
Cazaud ha sido el primero que algo apuntó acerca del
cultivo racional de aquella planta, pues aconsejó sembrar
á la conveniente distancia y propuso el empleo de ins-
trumentos aratorios para arrejar y escardar; mas, esto
sea dicho de paso, sin tener el autor una idea clara de
las ventajas de esas operaciones, ni de los requisitos in-
dispensables para asegurar sus buenos efectos.
Dutrone se hizo notable por algunas observaciones
acerca de la vegetacion de la caña ; pero su trabajo versa
principalmente sobre la fabricacion del azúcar.
Porter no hizo, por decirlo así, más que copiar ó más
bien traducir, á Dutrone.
Despues de estos autores, el único trabajo importante
que se ha publicado sobre la materia es el de Wray, in-
titulado : « Manual práctico del cultivador de la caña de
azúcar. » Divídese éste en dos partes : el cultivo y la fa-
bricacion. El espíritu general que reina en este libro es
excelente y altamente progresivo; labores, cuidados del
cultivo, prados artificiales, abonos, correctivos, estabu-
lacion del ganado y empleo de la mecánica agrícola;
todas estas y otras prácticas se recomiendan en la obra
de Wray, pero sin establecer entre ellas el debido enlace
y conexion. Peca igualmente el trabajo del autor inglés
por el sistema único y exclusivo que aconseja para el
cultivo de la caña, sin fijar los casos particulares en que
sólo puede tener aplicacion. A lo que se agrega que no
estando dicho sistema sancionado por la práctica, ni.
comprobados los juicios de Wray por ningun hecho ó
ensayo experimental, su obra carece de toda autoridad
científica.
Habiendo ya tenido ocasion de analizar en otra par-
4 ¿o AA e ARI
ado h
IX
te (1) los diferentes capítulos que el Sr. Reynoso dedicó al
cultivo de la caña en sus « Estudios progresivos, ete. »
— no emprenderemos de nuevo esa tarea al dar cuenta
de una obra que, como más atrás queda dicho, es un re-
súmen metodizado, la coordinacion lógica de los resul-
tados prácticos que se deducen de aquellas investigacio-
ciones. Abrigamos la conviccion de que bastará leer con
alguna atencion cualquiera de las partes en que se divide
el « Ensayo, » para que toda persona familiarizada con los
procedimientos científicos comprenda desde luégo la su-
perioridad que le atribuimos sobre los demás trabajos de
igual naturaleza que hasta ahora vieron la luz pública. Y si
por acaso fuere agrónomo quien tan útil lectura emprenda,
estamos seguros que sancionará con su voto la impresion
que en nosotros ha producido. No podemos, sin embargo,
dejar de llamar la atencion de nuestros hacendados sobre
el método de aporcar la caña que se expone en el « En-
sayo, » porque constituye, por decirlo así, un nuevo sis-
tema de cultivar aquella planta, con sus exigencias pro-
pias y hasta con su mecánica especial. Digamos desde
luégo que no es ni pretende ser el Sr. Reynoso el autor de
este sistema, empleado ya en Europa en el cultivo de
ciertas plantas, y áun en esta Isla por nosotros mismos
en la aporcadura del tabaco ; pero le pertenecen exclusi-
vamente su aplicacion á la caña de azúcar y la luminosa
discusion en que establece sus ventajas, deduciéndolas
de observaciones y experimentos que no dejan lugar á
duda. — Nos referimos á la « aporcadura interna ó cha-
(1) Véase el prólogo de los Estudios progresivos sobre varias materias cientí.
ficas, agrícolas é industriales, etc., por D, Alvaro Reynoso.
Xx
ta, » («buttage á plat, » de los franceses), y que consiste
en abrir surcos anchos y profundos, en cuyo fondo se de-
posita la semilla de caña, cubriéndola con la cantidad de
tierra conveniente para que prontamente pueda brotar, y
despues, en las diversas operaciones de escarda, se le
ya «arrimando» tierra al retoño hasta llenar todo el
surco. — Este método, como se ve desde luégo, es inver-
so del que se usa en la Luisiana y recomienda Wray,
por lo cual á los retoños de caña sembrada á poca pro-
fundidad se le allega tierra sucesivamente, hasta formar
sobre el terreno caballetes ó almantas bombeadas, con
todos los inconvenientes que de semejante disposicion re-
sultan para la marcha de los instrumentos aratorios,
para la siega y el tiro de la caña.
No desconoce el Sr. Reynoso que en los terrenos bajos
ó de poco fondo hay que recurrir á la «aporcadura ex-
terna ó en camellones ; » pero tiene buen cuidado de in-
dicar que los casos escepcionales no deben figurar como
reglas, y que un sistema de bien entendidas mejoras
( « drenage, correctivos, arados de sub-suelo, etc. ») puede
en la mayoría de casos restablecer la uniformidad de con-
diciones, tan apetecible para que pueda generalizarse una *
práctica tan ventajosa á todas luces, como la que deja-
mos descrita.
La necesidad de cultivar los cañaverales anualmente
para mantenerlos por mucho tiempo en buena produccion
es otro de los capítulos de Ensayo que debemos mencio-
nar, así por lo lógico y atinado de la discusion, como
por la novedad de los argumentos aducidos. — Segun el
autor, el hombre cuida con esmero la primera siembra,
la que en todos sus detalles tiene que regar con el sudor
XI
de su frente, miéntras que desatiende por completo la
gran siembra continua de la naturaleza, en la que, sin
comparacion alguna, toma una parte ménos activa, puesto
que no tiene que cortar la semilla, acarrearla, surcar el
terreno, picar la caña, colocarla en el surco y cubrirla
del todo. Llámalas el Señor Reynoso siembras naturales,
porque, en último resultado, el análisis riguroso y exac-
to de los fenómenos enseña que verdaderamente la caña
se siembra todos los años, de suerte que siempre cortamos
caña de planta sin la intervencion del hombre, por más
que las apariencias hagan creer á muchos que la caña
sembrada despues de ser cortada permanece más ó ménos
tiempo gozando de vida contínua, y dando orígen á las
producciones subsiguientes. Para demostrar esta propor-
cion hace ver el autor que el cañuto de caña que se siem-
bra, y los que quedan debajo de la tierra despues del
córte, se encuentran en las mismas é idénticas circuns-
tancias. Unos y otros poseen yemas, que en las condicio-
nes favorables se desarrollan á su turno y constituyen
retoños, los cuales á su tiempo adquieren vida propia,
como se prueba separándolos de la caña que los produjo
y sembrándolos en otro lugar. En ambos casos la caña
se ha producido por el desarrollo de un mismo órgano,
la yema; en ambos casos el retoño, al cabo de cierto tiem-
po, puede separarse del trozo de caña que lo originó, y
trasplantarse en otro sitio, donde vegeta con grande acti-
vidad si las condiciones son favorables. « Pues bien,
agrega el autor, si hay igualdad completa en el orígen, y
en los resultados, ¿por qué atendemos con tanto cuidado
la caña que proviene de cañutos que á gran costo sem-
bramos, y abandonamos aquella que se produce por ca-
XII y
íutos que sin trabajo alguno dejamos sembrados? ¿Qué
privilegio tiene la una para ser atendida con tanto esme-
ro ? ¿Qué culpa pesa sobre la otra para que sea despre-
ciada? ¿Será acaso porque en ella invertimos ménos
mano de obra, y que si fuese cultivada oportuna y con-
venientemente, rendiria tanto como la primera ? »
Interminable se haria este prólogo si, á pesar de nues-
tro declarado propósito de no analizar las diferentes partes
del ensayo, 1os dejásemos arrastrar por el atractivo, la
novedad y la enseñanza que encontramos en cada una
de sus páginas. Vamos, pues, á concluir esta rápida re-
vista con la recomendacion de un último capítulo, que no
sabemos por qué no se ha colocado al final de la
obra como complemento y enlace de todos+los preceptos
que la anteceden. Tiene por título : Conveniencia de esta-
blecer unidad y coordinacion en las mejoras agrícolas,
llevándolas á cabo con simultaneidad y en la medida
oportuna. «Está, en efecto, muy generalizada la creencia
de que basta llevar á cabo una sola de las grandes mejo-
ras que aconseja la ciencia moderna para que podamos
desatender las demás. En este caso se encuentran el dre-
nage, los abonos, los riegos, la pulverizacion del terreno
por medio de instrumentos apropiados, etc., etc. —Prueba
superabundantemente el Sr. Reynoso que aisladas
estas diversas Operaciones ofrecen inconvenientes,
ó no producen sus efectos de una manera contínua
y segura. El drenage, por ejemplo, no realiza todos
sus beneficios si el terreno no posee el conjunto de
circunstancias deseadas: de aquí la utilidad de modifi-
car las propiedades fisicas del terreno por medio de los
correctivos, de obrar sobre su composicion química con
XII
los convenientes abonos, de efectuar labores profundas,
de desagregar el sub-suelo, de emplear los riegos, etc.
— Las labores se encuentran en el mismo caso que el
drenage: ejecutadas aisladamente concluyen por esteri-
lizar al cabo de cierto tiempo el terreno, si no se acude
á mejorarlo con abonos, correctivos, etc. : el drenage es
a su vez el complemento de las labores. — Los abonos no
son aprovechados por completo si las demás circunstan-
cias no favorecen la vegetacion ni las reacciones que
tienen que sufrir para ser absorbidos; pueden perderse
sin producir todos sus efectos: luego aisladamente tam-
poco conviene abonar. — Nadie ignora que el uso exclu-
sivo de la marga sin los auxilios de los abonos, etc.,
hace infecundos á la larga á los terrenos más feraces : de
aquí el proverbio : « La marga enriquece á los padres y
arruina á los hijos. » E
Las mejoras agrícolas deben, pues, efectuarse de con-
suno: todas deben verificarse en la medida necesaria
para que sus resultados parciales produzcan el resul-
tado normal á que se aspira: cada una es, respecto de
las demas, en mayor ó menor grado, mediata ó inme-
diatamente, su complemento ó su requisito indispen-
sable.
Despues de las citas que preceden, no es necesario
decir que el sistema general de cultivo de la caña que
propone el Sr. Reynoso es el « intensivo, y el único que
podrá en lo adelante salvar la industria de los ingenios
de los peligros que por todas partes la amenazan. Bajo
este punto de vista el «ensayo» no ha podido verla luz con
más oportunidad. En un trabajo reciente y notabilísimo,
debido 4 uno de nuestros hacendados más autoriza-
XIV
,
dos (1), se nos han hecho revelaciones documentadas, que
deben preocupar á todos los que se interesan por la suerte
de Cuba. En él se ha demostrado por primera vez, con
toda la elocuencia de los números, que nuestra industria
azucarera se encamina á su ruinaá causa de la manifiesta
imperfeccion de sus métodos. Con excepcion de unos
pocos, todos los demás ingenios del país ofre-
cen anualmente una pérdida de consideracion. Verdad
es que forzado por la naturaleza del trabajo que debia
desempeñar, el Sr. Poey, aunque conocedor como el
que más del atraso agrícola de los ingenios, y de la nece-
sidad de principiar la reforma de la industria por la par-
te del cultivo, ha debido dirigir su atencion con prefe-
rencia á la parte fabril, en la que nadie podrá negarle su
cabal competencia. El «Ensayo » del Sr. Reynoso viene
hoy á llenar ese vacío. La caña cultivada «intensivamen-
te» y contodos los recursos de la ciencia, tan hábilmente
expuestos por el autor, presupone desde luégo la sepa-
racion del cultivo y de la fabricacion, abriendo á ésta y
á aquel dilatados horizontes en que moverse y progresar
indefinidamente. En esa division y en esos progresos está
cifrada la salvacion de Cuba como pueblo agricultor. Pero
nosotros vemos más lejos, atreviéndonos á estampar aquí
que por consecuencia de ese mismo progreso en la parte
agrícola, la ciencia puede ya hasta cierto punto entrever
la época en que se suprima la llamada fabricacion de
azúcar en las casas de ingenio, quedando reducida,
cuando más, á un simple procedimiento de evaporacion
(1) Informe sobre rebaja de los derechos que pagan en la Península los azúca-
res de Cuba y Puerto-Rico, presentado al Ilmo. Sr. Intendente General de Ha-
cienda por D. Juan Poey, vocal de la extinguida Junta de Fomento.
xv
del agua azucarada, que podrá obtenerse sin mezcla de
otras sustancias por el cultivo perfeccionado de la caña.
Dicho se está con esto sólo cuánta mayor importancia
atribuimos en esa prevista evolucion de la industria, á
los progresos de la « fabrica vegetal del azúcar» que reside
en cada macolla de caña. Libros como el del Sr. Rey-
noso, no pueden ménos que festinar el advenimiento de
esa época tan deseada y tan fecunda.
Pero el profesor cubano no ha concluido aún su tarea.
Despues de enseñarnos cómo se debe cultivar la caña en
el estado de nuestros conocimientos actuales, para obte-
ner de ella los mayores beneficios, réstale estudiar y pro-
poner el órden y la proporcion en que debe figurar esa
planta en un buen sistema de asociacion y de alternativa
de cosechas. Estamos persuadidos que así que el señor
Reynoso acometa y resnelva el delicado problema de la
rotacion de cultivos con aplicacion á la caña de azúcar,
veremos brillar la nueva y radiante luz que ha de guiar-
nos en la reforma radical y completa de nuestra agricul-
tura. Con esa solucion quedarán satisfechos, no sólo las
exigencias de la economía rural propiamente dicha, sino
tambien los más elevados intereses económicos y sociales
de la comunidad en que vivimos. La asociacion y rota-
cion de cultivos en Cuba echará por tierra ese valladar
levantado por la ignorancia ó la codicia para alejar de
sus campos el trabajo inteligente y responsable del hom-
bre blanco.
Nos consta que el Sr. Reynoso tiene ya muy adelan-
tados sus estudios é investigaciones acerca de estos y
otros particulares que ocuparán su verdadero lugar en el
« Tratado general de Agricultura » que está escribiendo,
XVI
y cuyo vasto programa nos ha puesto de manifiesto, jun-
tamente con el de la « Monografía completa de la caña
de azúcar, » que igualmente redacta. ¡ Loor mil veces á
quien, en medio de la indiferencia, casi diriamos ingra-
titud pública, y luchando con dificultades y entorpeci-
mientos de más de un género, ha podido llevar á cabo
trabajos de tanto mérito y trascendencia, y preparar otros
que para su patria, y en su dia, constituirán una gloria
nacional ! Miéntras llega el de la reparacion y del agra-
decimiento de sus conciudadanos, nos atrevemos á pre-
decirle desde ahora el aplauso y consideracion de la Eu-
ropa agronómica y científica, en donde estamos seguros
que será traducido el «Ensayo sobre el cultivo de la
caña, » é insertado en las publicaciones oficiales de sus
academias y sociedades agrícolas.
Tambien entónces, á quien esto escribe le cabrá la sa-
tisfaccion, ya que no el orgullo, de no haberse equivoca-
do ni desalentado en sus pronósticos y en sus aprecia-
ciones de los importantes trabajos de su amigo y compa-
triota D. Alvaro Reynoso.
Habana, 26 de Octubre de 1862. »
EL Cone DE Pozos-DuLces.
* Las ideas expresadas por el Sr. Reynoso respectode la pro-
ducción de azúcar (V. pág. 411), vieron por primera vez la luz
pública en las columnas del Diario de la Marina, de la'Ha-
bana (artículo editorial del lúnes 8 de Junio de 1863). Al si-
guiente dia el ilustre Conde de Pozos-Dulces insertó en El
Siglo las líneas que á continuacion se estampan, en las cua-
lessmanifiesta su juicio acerca de tan importante materia: ]
Nuestros sinceros pláícemes ofrecemos al « Diario de
la Marina » de hoy por su artículo de fondo. La cuestion
que en él se trata es de aquellas que envuelven conse-
cuencias de gran magnitud para el porvenir de este pais,
y en las que deben encontrarse y colaborar todos los que
se interesen en nuestros progresos. No cabe en esto opi-
nar de diverso modo á impulsos de ideas preconcebidas
ni de miras de otro género. Mil cajas de azúcar que puede
producir una caballería de tierra cultivada por el sistema
« intensivo, » en lugar de las 200 cajas ó ménos que
por término medio se obtienen por el sistema « exten-
sivo » actualmente en uso; deben sugerir reflexiones de
altísima significacion. Con la quinta parte de las tierras
y un número de brazos infinitamente menor que el que
hoy aplicamos á la produccion de la caña de azúcar, po-
driamos obtener los mismos resultados. Luégo hay un
desperdicio inmenso é injustificable de fuerzas y capita-
les en este país. Luégo no son tanto brazos lo que nos
falta, como la inteligencia y el saber en el cultivo de
e»
XVI
nuestros campo. Luégo no es el esfuerzo muscular, sino
las soluciones de la ciencia, las que deben conducirnos
al término de nuestras aspiraciones. Luégo los que opi-
nan que el hombre blanco no puede hacer las zafras de
nuestros ingenios tienen una opinion errónea y de pési-
mas consecuencias. Luégo tenemos que variar de rumbo
y de métodos, así para labrar nuestras tierras como para
surtirnos de trabajadores. Luégo todas las condiciones de
nuestro sér como pueblo agrícola pueden satisfacerse sin
notables dificultades. Luégo todos los problemas que hoy
nos inquietan ó desasosiegan pueden fácilmente resol-
verse.
Esta significacion tiene para nosotros el cálculo de la
produccion de una caballería de tierra sembrada de caña
y bien cultivada, y las consideraciones en que la apoya
nuestro colega; y como hace ya algunos años que hici-
mos igual cálculo y dedujimos iguales consecuencias res-
pecto de otra produccion del país, el precioso tabaco, he-
mos experimentado un verdadero placer al ver ahora la
cuestion trasportada de nuevo al estadio de la discusion
pública, y agronómicamente expuesta por quien tantos
títulos tiene para resolverla en ese terreno. No son sólo
teorías las que invoca el escritor. Sus cálculos están ba-
sados en hechos prácticos, en experimentos directos,
como los que nosotros establecimos para aconsejar una
revolucion profunda en el cultivo del tabaco. Nosotros tu-
vimos la suerte de encontrar ó de formar algunos creyen-
tes, aunque son pocos todavía, y nada deseamos con más
veras como que las ideas emitidas en el « Diario de la
Marina » de hoy, aplicadas á otro género de produccion
de más importancia todavía, se extiendan, se generalicen
P
XIX
y se adopten para que produzcan los inmensos resulta-
dos que entrañan. Por fortuna los ánimos están ahora más
inclinados á esas mejoras. A nadie se oculta el movi-
miento de progreso que se ha despertado entre nuestros
agricultores, y que va produciendo tan ópimos frutos.
¡Dios quiera conservarlo y activarlo para provecho de to-
dos y para gloria y engrandecimiento de este país ! Excu-
sado es agregar que nuestras simpatías y nuestra coope-
racion las tiene ya conquistadas de antemano la reforma
que ahora se expone en las columnas de nuestro citado
colega.
ENSAYO
SOBRE
EL CULTIVO DE LA CAÑA DE AZÚCAR
LDILILDIDIIIS
SIEMBRAS ””.
DesMONTES Ó TUMBAS. — Aunque la ejecucion de los des-
montes realizados con el objeto de disponer la tierra para
las siembras de caña sea un trabajo que por fuerza debe ce-
sar algun dia, creemos oportuno trazar el cuadro de las
operaciones que en ellos se llevan á cabo, no sólo porque
aún se efectuarán por cierto tiempo, sino tambien para con-
servar el recuerdo de esas tareas cuando ya no sean más ne-
cesarias : así mismo nos servirá este estudio para deducir
y fundar algunos raciocinios acerca del fin que nos propo-
nemos obtener al adoptar todas las mejoras consiguientes
al cultivo perfeccionado.
Se empieza á desmontar un terreno chapeando el monte,
operacion que tiene por objeto aislar los árboles y per-
mitir que más tarde el hombre pueda libremente circular
y manejar los útiles que emplea. Este trabajo preparato-
rio se ejecuta usando hojas cortantes y aceradas, con las
cuales se cortan los bejucos y todos los árboles de peque-
ñas dimensiones. Apesar de ser divididos esos bejucos, con
1
== Á
frecuencia hemos tenido ocasion de admirar un hecho que
demuestra su gran resistencia : en efecto, si dos árboles
se encuentran unidos por su cima por medio de tan po-
tentes lazos, despues del córte de uno de ellos, no por
eso cae al suelo : muchas veces aunque esté dividido el
tronco, permanece, sin embargo, derecho hasta el momento
en que se logra romper el enlace que lo sostiene é impide
su caída.
Despues de chapeado el monte, se procede á realizar la
tumba, en cuya operacion es preciso tener el cuidado de cor-
tar los árboles lo más bajo posible, de tal suerte que los
troncos no ofrezcan más de media vara de altura. — Derri-
bado el árbol, se separan las ramas y se divide el tronco en
trozos para emplearlo como leña ó combustible ó bien se
transporta, conservándolo indiviso, para dedicarlo á otro
uso. — Acarreada ó tirada la leña, ó los árboles que pro-
dujo el monte, se trazan guarda-rayas, que limiten la
extension de tierra, las cuales se limpian perfectamente para
impedir que se propague el fuego. — Transcurrido el tiempo
necesario, cuando se juzga que todas las materias vegetales
se hallan suficientemente secas, se da candela á la tumba
por los cuatro costados con el objeto de que el fuego pro-
gresivamente se propague hácia el centro del terreno. —
Una vez que se concluye la quema, si todos los residuos ve-
getales no han ardido, se procede á recoger los restantes, se
amontonan, y á las pilas se les vuelve á comunicar el fuego;
operacion que muchos denominan foguerear. Cuando esas
hogueras producen grandes montones de cenizas, ántes de
sembrar conviene desparramarlas, con la mayor uniformi-
dad posible, por todo el campo, el cual así abonamos me-
jor. — Los troncos de los árboles que quedan en las tum-
bas experimentan distintas suertes al obrar sobre ellos el
fuego : muchos conservan todo su poder vegetativo y reto-
han más tarde; otros se queman por completo, hasta en sus
raíces, produciendo en esas circunstancias profundos ho-
yos (2); por fin, algunos permanecen en el terreno, donde
o PE
pueden conservarse por más ó ménos tiempo, concluyendo
por podrirse. — Hemos tenido ocasion de desenterrar una
raíz de caoba y otra de cedro, perfectamente conservadas,
las cuales probablemente fueron despojadas de sus troncos
treinta años ántes (3). — Y entiéndase, que por conserva-
das, no queremos sencillamente expresar que se hallaban
incorruptas, sino que además;se encontraban verdes y al pa-
recer llenas de vida. — A propósito de este hecho, creemos
oportuno dar á conocer aquí otro relativo á la existencia de
los troncos. Refiere Bové (4) en su Viaje á Egipto, que al vi-
sitar, cerca de Kouba, una de las propiedades rurales de
Ybrahim-Bajá, le mostraron el tronco de un ceratonia sili-
qua, el cual, segun le informaron, habia sido plantado ha-
cia trescientos años. — Las raices de ese árbol no habian
dado indicio alguno de vida durante treinta años, al cabo
de los cuales, gracias á los beneficios de la humedad, arrojó
tres ramos, que transcurridos tres años presentaban cerca
de cuatro metros de alto. — Existen otros fenómenos refe-
rentes á la vida de los troncos por medio de ingertos de raí-
ces (5). — En el país se han introducido algunas máquinas
para arrancar troncos, mas su uso, hasta el presente, no se
ha generalizado (6).
En vez de dar candela á las tumbas, muchos agricultores
han creido que seria más conveniente extraer todos los des-
pojos vegetales, limpiar la tumba sin necesidad del fuego;
esas materias vegetales, más tarde por su descomposicion,
suministrarian un rico abono; pero, si bien es cierto que el
elemento ígneo destruye algun mantillo, no es ménos ver-
dadero que procura una cantidad considerable de cenizas,
uniformemente repartidas, las cuales aumentan la suma de
materias alimenticias de momento utilizables por las plan-
tas. — Aun dirémos más : esas cenizas en muchas circuns-
tancias reemplazan la cal, que forzosamente se habria de
emplear en determinadas ocasiones desde el principio ántes
de emprender cultivo alguno. — Prescindiendo, pues, de sus
beneficios como riquísimo abono, desempeñan los oficios de
pd TS
correctivo. — Por estos motivos, en la generalidad de los
casos, considerando las utilidades originadas por la accion
del fuego sobre el suelo y la influencia de aquellas sales, es
más ventajoso quemar, cual se acostumbra en el país, los
residuos del monte, que amontonarlos en apartados sitios
para que allí se pudran, fenómeno que no se realiza sino al
cabo de mucho tiempo, exigiendo por otra parte circuns-
tancias especiales para que se ejecute la completa des-
composicion. — En fin, las personas que tal práctica han
aconsejado quizas no hayan apreciado bien la cantidad de
despojos vegetales que habria que cambiar de lugar, vol-
viéndolos luego á su primitivo asiento y repartiéndolos
con igualdad por toda la superficie del terreno. — Muchas
veces no se aprovechan los productos suministrados por el
monte, y al dejarlos todos en el mismo lugar, sin embargo
se quema la tumba : en esos casos se dice que se preparan
los desmontes á tumba y deja. — Despues de dar candela á
la tumba, si se juzga conveniente, se extraen las maderas
útiles, las cuales, ó se transportan al batey, ó se amontonan
por cierto tiempo en las guarda-rayas ó avenidas. — Al ye-
rificar las tumbas, sólo se dejan en pié las palmas reales y
algunos hermosos árboles que más tarde sirven con fre-
cuencia para denominar los cañaverales.
Creemos oportuno apuntar algunos datos acerca de las
tumbas efectuadas para aprovechar sus productos como
combustible, es decir, de los córtes de leña. — Al realizar
una tumba, muchos prefieren desde luego llevar á cabo el
desmonte de todo el terreno y en seguida dividen y separan
los troncos; otros estiman más ventajoso tumbar, limpiar,
trozar, rajar y parar simultáneamente. — Sea cual fuere el
órden adoptado, la leña se prepara en trozos de cinco cuar-
tas de largo, y cuando más, de veintiseis pulgadas de cir-
cunferencia; tambien se aprovechan los árboles delgados,
leña menuda, con tal que ofrezcan un grueso minimum de
doce pulgadas, bien entendido sin ramas ni horquetas. Esta
lena se amontona en tareas que tienen ó presentan tres ya-
ue, ea
ras de largo, cinco cuartas de ancho y dos varas de alto;
cada tarea se compone de tres cajones. — En las tareas se
paran tan sólo los trozos gruesos, aunque algunas veces se
suele colocar en las partes superiores de ellas la leña me-
nuda. Cada dos tareas producen tres carretadas de leña :
muchos administradores dedican dos séries de vehículos á
este trabajo; los unos tiran la leña menuda y los otros la
gruesa. — La leña de menor grueso se amonltona cerca de
los trenes, y la de mayores dimensiones se apila al lado de
la máquina.
Cuando no se acarrea inmediatamente la leña, y si, por
otra parte, se necesita quemar el lugar desmontado, lo mismo
que cuando se hace la operacion á tumba y deja, se pueden
amontonar los palos y formar tumbaderos, de los cuales más
tarde se extrae toda la madera.
Veamos los jornales que se invierten en realizar las tum-
bas : chapeado el monte, trabajo que se ejecuta en las fae-
nas del domingo, un hombre robusto y activo puede cortar
árboles, despojarlos de sus ramas, rajarlos y disponer los
trozos en pilas hasta formar ó parar dos tareas diarias, ó
sean seis cajones; pero, para alcanzar ese resultado es pre-
ciso que el labrador algo se esfuerce, y que sea muy venta-
joso, como dicen nuestros campesinos : la tarea normal es
de cinco cajones, si los obreros son fuertes, activos y dies-
tros en el trabajo que llevan á cabo. — Muchos cortan, tro-
zan y rajan sin interrupcion, y cada ocho dias paran la
leña : en algunas fincas, en las cuales los administradores
no desean tener cuenta del trabajo de cada obrero, no se dis-
pone la leña en tareas; sencillamente la amontonan, colo-
cando en pilas distintas la leña gruesa y la menuda. — En
cuanto á la produccion de leña, si el monte es regular, cada
cordel plano rinde de siete y media á ocho tareas, las cuales
pueden ser obtenidas por dos hombres en dos dias ó por
uno en cuatro. — Como una caballería encierra trescientos
veinticuatro cordeles, claro es que se necesitan para tum-
barla y cortar la leña mil doscientos noventa y seis jorna-
E
les. — Con respecto á los desmontes efectuados á tumba y
deja, creemos, segun datos fidedignos, que un hombre
puede desmontar diariamente siete cordeles planos.
Todos los agricultores del país admiten unánimemente
que los terrenos recien desmontados por lo comun son en
extremo fértiles, y tan es así, que muchos consideran la
realizacion de las tumbas como el único é infalible medio
de conseguir tierras que proporciónen grandes cosechas. —
A estos últimos hemos tenido ocasion con frecuencia de
oirles repetir que es prudente « no perder el tiempo culti-
vando terrenos cansados, viejos, ya explotados, y que más
vale una tumba que cuantos terrenos antiguos se benefi-
cien» : tambien dicen que, «para restablecer la decaída pro-
duccion en un ingenio viejo, y áun aumentarla, para levan-
tarlo, es indispensable sembrar en tumbas. »
Nos complacemos en admitir la reconocida fertilidad de
las tumbas, cuya asombrosa vegetacion hemos tenido oca-
sion de admirar, y fundándonos en tan bien averiguado he-
cho, vamos á exponer algunos raciocinios en favor del cul-
tivo perfeccionado. — Las tumbas, tan feraces al principio,
al cabo de cierto número de años de cultivo pierden, en ma-
yor ó menor grado, su poder productor, y las cañas que en
ellas se desarrollan vegetan con un vigor relativo á la de-
pauperacion del suelo. — Recordamos haber oido á un
amigo nuestro deplorar ese hecho al referirnos cómo en las
tumbas conseguia una produccion extraordinaria, miéntras
que á la segunda ó tercera vez de sembrar la caña, la ferti-
lidad del terreno habia desaparecido, mostrándose en él
una naturaleza en extremo opuesta al cultivo de la caña.
¿Qué diferencia esencial puede existir en el mismo terreno
considerado en dos épocas distintas? ¿Acaso poseeráalguna vir-
tud oculta al salir de su estado de virginidad ?¿Esa virtud por
fuerza tiene que darla la misma naturaleza? ¿Por ventura es
completamente imposible llegar al conocimiento de los ele-
mentos que intervinieron para producir esa feracidad natural ?
Y dado caso que un análisis completo del hecho nos dé á
E TA
conocer las distintas variables que concurren para originar
el fenómeno, ¿podemos reproducirlo? ¿Qué principios conte-
nia inicialmente el terreno, los cuales más tarde perdió en
mayor ó menor escala? — Si se examina sin preocupacion el
asunto, se verá que la feracidad pasajera de las tumbas es
debida principalmente, y á veces sólo, á la cantidad consi-
derable de materias alimenticias que poseen, las cuales,
merced á su benéfico influjo, por su preponderante y útil -
accion, son capaces muchas veces de ocultar ó hacer que
pasen inadvertidos los efectos nocivos de otras propieda-
des, poco adecuadas al cultivo de la caña, las cuales en tiem-
pos posteriores muestran su nociva actividad libre y desem-
bozadamente : entónces notamos que el terreno es anegadizo
ó seco, que su capa vegetal tiene poco espesor, que su sub-
suelo es desfavorable, etc., etc., miéntras que todos estos de-
fectos, aun cuando siempre existieron, permanecieron la-
tentes, ó mejor dicho, oscurecidos ó no apreciados, por no
notarse tanto sus perjudiciales consecuencias en las tumbas
recientes.
Si el exceso de abono constituye tan esencialmente la fe-
cundidad de las tumbas, ¿es posible, copiando el modelo na-
tural, regenerar la primitiva fertilidad? Los abonos que se
hallan en las tumbas son constituidos por el mantillo y por
la gran cantidad de sales, que quedan como residuos, de la
incineracion de los árboles; sales, digámoslo de paso, que
son las más solubles y alcalinas, pues provienen de hojas,
ramas, árboles jóvenes, etc. Estas sales ejercen la más be-
néfica accion, no sólo sobre el desarrollo de la caña, sino
tambien respecto de su riqueza sacarina.
Agregando al terreno todas esas materias en la misma
proporcion, repartiéndolas con la uniformidad conveniente,
habrémos conseguido nuestro objeto; pero, por fructuoso
que se estime tan brillante resultado, en muchos casos seria
muy poco digno de nuestros adelantos científicos. El cultivo
perfeccionado se propone precisamente reconstituir, resta-
blecer las circunstancias de fertilidad reunidas en las tum-
E a E '
bas; pero al mismo tiempo aspira á más perfectos resulta-
dos, pues no cifra su encargo tan sólo en procurar un exceso
de abonos, sino tambien determina modificar por completo
la naturaleza del terreno, disponiendo las mejoras de tal
suerte que, mutuamente apoyadas y relacionadas, propen-
dan de consuno á originar un equilibrio estable, con el cual
se consigue por muchos años la mayor produccion. El máxi-
mum de abono completo “constituye tan sólo una de las par-
tes del sistema general de mejoras agrícolas, y semejante
beneficio no puede ser aprovechado con perfeccion si no Co-
existen otras circunstancias favorables á la vegetacion.
Ampliemos rápidamente estas ideas.
La naturaleza nos ofrece, como modelo, el tipo de terreno
más propio para cada cultivo en determinado clima; ade-
mas nos ha dotado de la inteligencia necesaria para que,
por medio de juiciosas investigaciones agrológicas, poda-
mos discernir los elementos que, combinándose, constituyen
el terreno tipo; más tarde, recurriendo á la experimentacion
y con el auxilio de nuevas observaciones comparadas, llega-
mos á apreciar la accion propia y recíproca de todas y de
cada una de las variables que concurren ordenadamente en
tiempo, número y grado para producir el fenómeno. Tan
profundo estudio nos permite llegar al conocimienlo perfecto
de todas las variaciones que puedan originarse á consecuen-
cia de modificaciones transitorias ó permanentes de los fac-
tores, que aunados producen la resultante. En otros térmi-
nos : fundándonos en hechos naturales y experimentales,
deducimos la ley de la fertilidad de la tierra.
Pues bien : el cultivo perfeccionado aspira á reproducir ó
á acercarse á ese tipo, tomando por fundamento el terreno de
que dispone, cuyas condiciones naturales modifica con
acierto para alcanzar la creacion del dechado que se desea
imitar. Nadie sostendria que todas las tumbas dan iguales
resultados; nadie ignora que las tierras explotadas no son
igualmente fértiles; entre ellas existe una diferencia mani-
fiesta; luego, la esencia, por decirlo así, de los terrenos, es
A AAÁÉXÉÁÑÁ
PQ
distinta; y si en algo convinieron al principio, fué porque
en ellos dominaba un elemento comun (el abono) : el cultivo
perfeccionado se propone, tomando el peor terreno cansado,
producir un terreno semejante á las más fecundas tumbas,
obtenidas en tierras asombrosamente feraces por su propia
naturaleza. Y este resullado, ¿á qué precio se consigue?
Ciertamente á menor suma que aquella que se invierte en
realizar la tumba, cuya fertilidad es á menudo muy transito-
ria, miéntras que la tumba artificial es más permanente y
por completo productiva. — Ademas, es preciso tener en
cuenta que los trabajos en terrenos libres de troncos son
más baratos, porque en ellos se pueden hacer obrar las má-
quinas aratorias, etc., etc. — Debemos, por otra parte, con-
siderar los perjuicios generales y locales respecto del clima
y circunstancias higiénicas ocasionados por la tala de los
montes.
El dia en que los hacendados de Cuba acepten y realicen
las ideas que venimos sosteniendo, nuestra produccion se
aumentará de un modo incalculable, pues muchas caballe-
rías de tierra llegarán á producir, con mayor ó menor tra-
bajo, más que la tumba más fértil; otras darán orígen á igual
cosecha y, por fin, un cortísimo número no podrá alcanzar
ese máximum; pudiéndose, sin embargo, asegurar que,
comparando el producto de una tumba con la cosecha de ese
mismo terreno, mejorado por el cultivo, la diferencia estará
siempre á favor de este último. — El cultivo perfeccionado
presenta ademas la ventaja de producir á ciencia cierta sus
benéficos resultados sin encontrarse el agricultor sujeto á las
desastrosas fluctuaciones de las cosechas que hoy compro-
meten su fortuna.
Cuando tratemos de la unidad y concierto que es preciso
establecer en todas las mejoras agrícolas, las cuales, discre-
tamente coordinadas, producen la fecundidad del suelo, y
tambien al exponer nuestras ideas acerca de la cantidad de
azúcar susceptible de ser extraida de la caña cosechada en
una extension determinada de tierra, ampliarémos y pon-
O
drémos en su punto estas y otras ideas conducentes á la
misma demostracion.
COLOCACION DEL BATEY : DIMENSIONES DE LAS GUARDA-RAYAS
Y CAÑAVERALES : DISTRIBUCION GENERAL DE ÉSTOS Y AQUELLAS
CON RESPECTO AL CENTRO DE LA PLANTACION. — Al comenzar
los trabajos de organizacion de un ingenio, al emprender su
fomento, el cuidado preferente de todo agricultor entendido
debiera consistir en poseer un plano topográfico y un estu-
dio agrológico completos del terreno; estudios de bastante
importancia para que merezcan ser dirigidos por una per-
sona apta por su ciencia y experiencia á llevarlo á cabo del
modo más perfecto. — La configuracion del terreno, los ar-
royos, rios y cañadas, la nivelacion exacta á fin de determi-
nar las distintas y respectivas elevaciones de los diferentes
puntos de la superficie; el estudio detenido, realizado á la
luz de la agrología, de todo el terreno, etc., seria conve-
niente fuese objeto de exámenes profundos, pues sólo te-
niendo en cuenta todos esos datos es posible resolver con
acierto multitud de problemas importantes. — No se nos
oculta que un exámen tan prolijo y completo no siempre
será hacedero realizarlo, pues á veces podrán existir obstá-
culos que impidan ó entorpezcan parte de los trabajos; mas
aun en esos mismos casos se deben resolver las cuestiones
que nos sea dado estudiar, tratando de adquirir, acerca de
todas las demas, el mayor número de indicaciones.
Conocido el terreno, tiempo será de proceder al trazado
del batey, ó centro donde se deberán construir todos los edi-
ficios de la finca. El mismo destino principal de esta locali-
dad indica que el batey debe ser colocado, siempre que sea
posible, en el punto céntrico del ingenio, pues así no sólo se
propende al mejor servicio, sino áun se evita multitud de
males que surgen cuando el batey se halla en un extremo
vecino de la finca colindante; pero ántes de esas considera-
ciones, es preciso atender á otros motivos, los cuales pueden
modificar nuestras determinaciones. —El batey deberá siem-
EN, y Spa
pre ser colocado en el lugar más salubre del fundo; así, en
los puntos pantanosos se elegirá una situacion alta y seca.
— Las inmediaciones de algun rio ú ojo de agua deben ser
consideradas al determinar el sitio donde hayan de fabricarse
los futuros edificios, pues así se pueden conseguir grandes
ventajas : agregarémos, sin embargo, que si es posible con-
ducir las aguas al lugar donde se piensa aprovecharlas, y
si, por otra parte, otros puntos ofrecen mayores utilidades,
deberémos siempre optar por el sitio que reuna más requi-
sitos útiles á nuestros fines. — Elegido el terreno que pa-
rezca más á propósito, se procederá á trazar el batey, dán-
dole las proporciones convenientes para colocar los edificios
del modo más provechoso al cumplimiento de los trabajos y
de tal suerte, que medien entre ellos los espacios indispen-
sables para disminuir en algo los peligros en los casos des-
eraciados de incendio.
Delineado el batey, se trazarán las partes del terreno que
se hayan de sembrar de caña (cañaverales) y sus correspon-
dientes separaciones ó guarda-rayas. Para distribuir y de-
terminar la superficie de los cañaverales es preciso consi-
derar : 1.” Los desagúes. 2.” La situacion del batey con ob-
jeto de que el acarreo de la caña se haga siempre siguiendo
el camino más corto, disponiendo al intento las guarda-
rayas. 3.? La facilidad de extraer la caña y de realizar los
trabajos de cultivo. 4.? Los casos de incendio. 5.2 El dia
venturoso en que, en las localidades favorecidas al efecto,
se establezca el regadío, preciso será tener en cuenta todos
los requisitos que deban llenarse para disponer al intento
las divisiones del campo. 6.” La exposicion que deberán tener
los surcos de caña. 7.?” La nivelacion del terreno. En punto á
superficie, de un modo general, la mayor parte de los ha-
cendados adopta hoy un tercio ó un cuarto de caballería,
como la superficie que debe tener cada cañaveral; pero los
pareceres varían en cuanto al arreglo de las dimensiones
que originan esa superficie : muchos prefieren cañaverales
de 18 cordeles de largo y 6 de ancho (un tercio de caba-
==>
llería); otros eligen las dimensiones de 18 cordeles de largo
y 4 1/2 de ancho (un cuarto de caballería); algunos consideran
más ventajoso 13 1/2 cordeles de largo y 6 de ancho (cuarto
de caballería). — Por fin, un corto número traza cañaverales
de 9 cordeles de largo y 4 1/2 de ancho ó sea un octavo de
caballería. Bueno es que la superficie de cada division plan-
tada de caña no sea muy considerable, mas debemos evitar
un gran fraccionamiento del terreno, lo cual ofrece algunos
inconvenientes. Las guarda-rayas principales ó maestras,
aquellas que con más frecuencia son transitadas, deben me-
dir veinte varas de ancho y las demas diez : si se reflexiona
en el espacio ocupado por las zanjas (cuando las hay) y el
terreno que cubre la caña en la época en que setiende ó en-
cama, al punto que al principiar el corte es necesario limpiar
ó despejar las guardarayas, se verá que esas proporciones
no son excesivas, por más que á primera vista se juzgue
que se pierde mucho terreno. — Quizá en tiempos futuros
este último motivo será parte para que se disminuya el
ancho de las guarda-rayas. No se crea que ese terreno es
siempre tan inútil como parece, pues en muchas fincas,
contra todo buen sentido, constituye los conucos de los ne-
gros. — Por lo comun el hacendado no siembra en las
guarda-rayas árboles de ningun género; pero, en algunas
fincas se plantan plátanos, no tanto con el objeto de cose-
char el fruto, cuanto para cortar el paquete foliáceo, impro-
piamente denominado tallo, y utilizarlo para apagar el fuego
en los casos desgraciados de incendio.
Presupuestas las anteriores consideraciones, pasemos á
indicar ligeramente cómo se deben disponer los cañaverales
y guarda-rayas con respecto al batey. — Hoy dia muchos
agricultores reconocen que el mejor sistema, cuando se
puede poner en planta, consiste en trazar cuatro diagonales
que se corten en el centro del batey y despues se divide cada
lado del batey en el número de partes que correspondan á
las dimensiones que se quieran dar á los cañaverales, te-
niendo siempre muy presente, al delinear éstos, que la caña
A ÍA
debe. plantarse y ser acarreada despues del corte en la di-
reccion de la más pequeña dimension. — Las personas que
adopten y tracen cañaverales de un cuarto de caballería,
deben dejar en el centro de cada lado del batey cuatro guar-
da-rayas maestras; los hacendados que dan á sus cañave-
verales un tercio de caballería no cuidan de estos últimos
caminos. — Despues de delineadas estas primeras guarda-
rayas, se procede á trazar las secundarias ó traviesas. —
En muchas fineas, en vez de abrir guarda-rayas diagonales,
se adopta una distribucion distinta; se disponen hácia cada
mitad de los cuatro lados del batey cuatro guarda-rayas
transversales, etc.; pero este sistema es defectuoso, porque
encarece mucho el acarreo. — En estas líneas sólo hemos
deseado establecer algunos principios generales: más ade-
lante presentaremos planos explicativos que con lucidez
harán comprender todas estas materias.
ÍDEAS GENERALES ACERCA DE LAS SIEMBRAS DE CAÑA. — En
todas nuestras publicaciones tratamos de inculcar en el
ánimo de los hacendados cuán útil es practicar las siembras
de caña de modo que medien entre las cepas los espacios
convenientes para que no se perjudiquen mutuamente en su
desarrollo, á la vez que sea posible emplear los instrumentos
perfeccionados propios para verificar las escardas, rejacas y
aporcaduras, que deben realizarse cuando se siguen las in-
dicaciones de un buen sistema de cultivo.
Las cañas, cultivadas con el objeto de que desempeñen por
completo todas las funciones armónicamente encaminadas á
producir el mayor número de tallos robustos y sacarinos,
deben encontrarse situadas á las distancias oportunas, para
que sin pérdida de terreno y sin desperdicio de mano de
obra, puedan sus raices recorrer la extension de suelo en
que hallen todos los elementos exigidos por sus órganos,
siendo, ademas, bastantes numerosas y potentes para propor-
cionarles sólidos cimientos, fijarlas así al terreno y hacerlas
capaces de resistir á la accion de los vientos. — Por otra
RO
parte, como esas cañas ahijan, es preciso que los nuevos
tallos se encuentren en las condiciones propicias para que
alcancen á su vez un completo desarrollo. — En fin, además
de los cuerpos extraidos de la tierra, las cañas, como todas
las plantas, viven á expensas del aire y experimentan la in-
fluencia de los fenómenos meteorológicos que acaecen en
ese medio gaseoso : por lo tanto, no sólo reclaman una
aereacion continua y completa que las ponga en íntimo é in-
cesante contacto con los elementos atmosféricos, sino que
tambien exigen, para ejercer cumplidamente sus funciones,
que la luz y el calórico las vivifiquen, determinando ó es-
timulando el ejercicio de las funciones.
Dando por ciertas y bien asentadas estas consideraciones,
dicho está que no se puede fijar de una manera absoluta la
distancia igualmente útil en todos los puntos que deba me-
diar entre las cepas (7); pero, apreciando y aplicando con
discernimiento esos principios, fácil será determinar en
cada localidad, segun sus circunstancias especiales, la sepa-
racion á que será preciso sembrar ¡os trozos de caña para
obtener, en igual superficie, el mayor número de tallos
de proporciones considerables y cuyos jugos contengan
el máximum de azúcar. — Permitasenos insistir respecto
de este particular. Si sembrásemos un corto número de
cepas en un espacio de terreno muy extenso relativamente
á las plantas que en él van á vegetar, claro es que obten-
dríamos, si las condiciones fuesen muy favorables, el máxi-
mum de producto que cada macolla pudiese rendir; mas
adicionando los resultados parciales, veríamos que, compa-
rándolos con aquellos que conseguiríamos en otro campo
de iguales dimensiones, en el cual las cepas hubiesen vege-
tado á las distancias precisas para lograr todo su desarrollo;
veríamos, repetimos, que éstos serian más beneficiosos, no
sólo de una manera absoluta, atendiendo al producto bruto,
sino que, ademas, la misma proporcion de mano de obra
habria sido mejor retribuida y aprovechada.
Para exponer con más claridad nuestras ideas acerca de este
EE PO
asunto recurramos á un ejemplo. Supongamos que vamos á
sembrar con caña un terreno. — Comenzarémos por estu-
diarlo. — Si el terreno no poseyese por naturaleza ó por los
esfuerzos del arte la constitucion geológica, propiedades fi-
sicas, composicion química y calidades fitolépticas, recla-
madas por el organismo de la gramínea que en él pensamos
cultivar; si hubiese sido mal preparado; si la semilla que
nos viésemos obligados á emplear no reuniere todos los re-
quisitos favorables; si no se pudiese depositar á la profun-
didad conveniente; si las escardas, aporcaduras, binazones
0 rejacas y riegos, no fuese posible verificarlos ó realizarlos
oportunamente; si la luz, el calórico y el aire no vivificaren
las plantas en la medida conveniente ; en fin, y esto no puede
hasta cierto punto preverse, si otras circunstancias almos-
féricas no coadyuvaren con los afanes del labrador para con-
seguir el mejor resultado, en todos esos casos, como la caña
ahija ó matea ménos, y no alcanza un grado de crecimiento
igual al que obtiene en más prósperas condiciones, no sepa-
rariamos tanto las plantas como cuando pudiésemos esperar
obtener los fines apetecidos operando con el auxilio de re-
quisitos más favorables. — Cuando nos ocupemos de la can-
tidad de semilla que debe emplearse en las siembras verifi-
cadas en distintas cireunstancias, volverémos á tratar este
asunto.
Dejamos indicado que el desarrollo completo de la caña es
producido por un conjunto de circunstancias, las cuales,
obrando con simultaneidad, concurren asociadas á la pro-
duccion de los fenómenos que se realizan en sus organismos.
— Tan luego como una de esas circunstancias no muestra
sus benéficos efectos necesarios, en la oportunidad y grado
convenientes, las funciones de ella dependientes no se eje-
cutan, y como existe una relacion armónica entre todos y
cada uno de los variados actos de la economía vegetal, fal-
tando uno de los términos, se rompe la unidad resultante
del enlace y subordinacion de todos, las distintas funciones
se resienten en sus manifestaciones de esa falla de equili-
E A
brio; en último resultado, el organismo sufre y la planta no
alcanza su desarrollo normal. — En otras páginas demos-
tramos los efectos consiguientes á determinadas causas : en
este lugar deseamos, contrayéndonos á la luz, presentar bre-
vemente el cuadro de los accidentes que se originan cuando
no ejerce sobre las cañas su accion benéfica con suficiente
amplitud.
Consultando las leyes generales de la fisiología vegetal,
vemos que la luz aumenta la absorcion por las raíces, activa
la evaporacion del agua por las hojas, la cual á expresarnos
con propiedad calificarémos de verdadera transpiracion, efec-
tos unidos por más de un' lazo; determina y regulariza la
descomposicion del acido carbónico, y por lo tanto, fijando
el carbono y contribuyendo á otras reacciones, concurre á la
produccion de todas las materias carbonadas. — Así la ma-
teria verde de las hojas, las sustancias olorosas, azucara-
das, etc., se originan en los vegetales expuestos á la accion
de la luz. — Las plantas que exigen para ejercer sus fun-
ciones la accion intensa de la luz, si son colocadas en puntos
donde no puedan recibir cumplidamente la influencia de los
rayos luminosos, pierden su hermoso color verde oscuro,
que cada vez más claro, llega al fin al blanco completo; sus
tallos se adelgazan ; adquieren ménos consistencia, pierden
parte de su olor y sabor; y concluyen, por fin, por contraer
la enfermedad conocida con el nombre de palidez. Esta en-
fermedad puede desaparecer si se cambian con acierto las
condiciones que la han producido; entónces se ve que á me-
dida que obra la luz, comienza la materia verde de las hojas
á manifestarse; la succion por las raíces se acrece; la trans-
piracion por los órganos foliáceos aumenta, el acido carbó-
nico del aire es descompuesto en mayor cantidad, y al cabo
de cierto tiempo se restablece la armonía entre todas las
funciones normales de la planta.
Debemos, sin embargo, manifestar que la palidez se ori-
gina con frecuencia por el influjo de ciertos requisitos espe-
ciales del terreno, áun cuando la luz concurra y pueda mos -
trar su accion. —Sin hacer mérito de los retoños que vegetan
en las cenizas, podemos citar infinidad de ejemplos de vás-
tagos completamente blancos, sin el más pequeño viso
verde, los cuales hemos visto en cañaverales al lado de otros
retoños normales. Aun hay más : hemos plantado caña
á la sombra, y si bien notamos en ella un crecimiento
en extremo menguado, sin embargo, las plantas esta-
ban verdes. — Este último fenómeno se nota muy bien en
las resiembras tardías que crecen en medio de lozanas ma-
collas. .
Los fenómenos que acabamos de manifestar se muestran
cuando la caña crece en circunstancias en que le falte la luz
necesaria para el ejercicio de sus funciones. — Las cañas
sembradas muy junlas, de manera que mutuamente se in-
tercepten los rayos luminosos ó las que se plantan en sitios
sombreados, se desarrollan delgadas; contienen poco azúcar
eristalizable en sus jugos, mayor cantidad de azúcar incris-
talizable y gran proporcion relativamente de principios azoa-
dos ; sus tejidos blandos se encuentran impregnados con un
exceso de agua, están achachotados; ahijan poco. — En suma,
recíprocamente desempeñan con respecto unas de otras los
oficios de yerbas adventicias. — Cuando se cortan esos cam-
pos se encuentran en el mismo caso que aquellos que se
siegan prematuramente, no sólo con respecto al rendimiento
en azúcar y dificultad en la elaboracion de sus jugos, sino
tambien considerando la suerte futura del cañaveral. — En
efecto, tanto da cortar cañas no crecidas en el grado conve-
niente, porque para ello no han dispuesto del tiempo nece-
sario, como segar tallos mal desarrollados y peor constitui-
dos, porque sus periodos vegetativos no se han realizado en
los requisitos precisos para su incremento y madurez. — Ya
demostrarémos en su oportunidad los males consiguientes á
los córtes prematuros; por lo tanto, no nos detendrémos en
enumerar los perniciosos efectos originados por las siegas
llevadas á cabo en cañas imperfectamente desarrolladas por
otros motivos. Tambien nos ocuparémos más adelante en
2
A a
descubrir y hacer patente la influencia que ejerce sobre los
retoños la naturaleza de la semilla: pues bien, en el caso de
cortar cañas mal desarrolladas nos ponemos, con respecto á
la reconstitucion expontánea y natural del plantío de caña,
en las mismas circunstancias en que nos hallamos cuando
sembramos un campo, disponiendo de mala semilla, y ade-
mas colocamos ésta en defectuosa posicion, pues realiza-
mos, en último resultado, casi una siembra á jan; pudiendo
quedar descubierta una parte más ó ménos considerable del
trozo ó estaca multiplicadora. — Todos los agricultores del
país, al reconocer la necesidad de realizar los córtes cuando
las cañas se encuentran en su apogeo de desarrollo, expre-
san esa idea, relativamente á la reconstitucion de los caña-
verales por los tallos subterráneos, manifestando que es
preciso cortar las macollas cuando se hallan bien encepadas.
Pues bien; tan mal encepadas se encuentran cuando no han
dispuesto del tiempo necesario para alcanzar todo su desar-
rollo, como en los casos en que, á pesar de haber gozado de
todo el tiempo exigido por su organizacion, no llegan á su
auge de crecimiento y madurez, por no haber vegetado en
las condiciones necesarias á fin de que sus distintos períodos
vegetativos se efectúen cumplidamente, realizando en todos
y cada uno las funciones coordinadas, que deben desempe-
ñar en el tiempo destinado por la naturaleza.
A nuestro entender, una de las causas que con más frecuen-
cia determina la deterioracion de los cañaverales es precisa-
mente el error de sembrar las cañas demasiado unidas, pues
aunque al segundo año muera gran número de cepas, y las
que queden se encuentren entónces suficientemente separa-
das unas de otras, no por eso dejan de producir débiles re-
toños, los cuales, á ménosdeno vegetar en circunstancias muy
propicias, que contribuyan á robustecerlos, dan muy malos
resultados y al próximo córte no vuelven á brotar, ó si lo ha-
cen, es bajo una forma poco productiva. — Repitamos aun,
que, en los plantíos en los cuales las macollas se encuen-
tran muy unidas, desempeñan las unas con respecto á las
QA
otras el papel nocivo de yerbas adventicias; por lo tanto mu-
tuamente se perjudican.
Excusado nos parece agregar que, segun este órden de
ideas, se demuestra por completo que el interes bien en-
tendido del hacendado está á todo precio en cultivar sus
cañas con arreglo á los principios de la ciencia, pues de
esta manera, no sólo obtiene inmediamente una retribucion
crecida de sus afanes, sino que, ademas, prolonga la exis-
tencia de sus campos de caña, lo cual le es en extremo be-
neficioso.
Todos los hechos referentes á la accion de la luz sobre las
funciones que se realizan en el organismo de la caña que-
darán plenamente demostrados en nuestros Estudios an
mentales acerca de la vegetacion de la caña
ELECCION DE LA SEMILLA (7). — En nuestros Estudios expe-
rimentales acerca de la vegetacion de la caña hemos puesto
fuera de duda cómo el vigor de los retoños era proporcional
á la cantidad de alimentos, que en el cañuto encontraba la
yema para nutrirse, en los primeros tiempos de su desar-
rollo : por otra parte, cuando nos ocupemos de la prepara-
cion de las tierras y de la cantidad de semilla necesaria para
sembrar una extension determinada de tierra, lo mismo que
en otras páginas de este libro, demostrarémos cuán impor-
tante es propender al desarrollo uniforme, continuo y pro-
gresivo de los retoños; nada es tan nocivo como que se de-
tenga el crecimiento, siquiera ese retardo sea de corta
duracion. — El desarrollo inicial ejerce siempre alguna
influencia sobre los posteriores. — La eleccion de la semilla
es, pues, un punto prominente; de sus circunstancias de-
pende la suerte inmediata y futura del plantío de caña; las
macollas de caña que provienen de buena semilla ahijan
mejor, y en su oportunidad, crecen más lozanas, resisten
con más fuerza á la accion de las sequías y de otros acci-
dentes adversos.
Presupuestas estas sucintas é incompletas consideraciones,
E
vamos á ampliar algunos de los particulares que á ellas se
refieren.
En los Estudios experimentales acerca de la vegetacion de la
caña hemos probado que la yema, al desarrollarse, se ali-
menta á expensas de las materias contenidas en el cañuto,
de las cuales, en rigor, tan sólo necesita una pequeña parte,
indispensable á fin de quese formen y crezcan los órganos des-
tinadosá extraer de la tierra y del aire las sustancias propias
para la nutricion de la planta, originada por la evolucion
del boton. Tan pronto como el vegetal se halla completo, si
son favorables las condiciones en las cuale sse verifica su cre-
cimiento, alcanza despues de algun tiempo, poco más ó mé-
nos el desarrollo que habria logrado si al tomar aumento y
vigor hubiera dispuesto de una proporcion superabundante
de alimentos encerrados en el cañuto. — Este experimento,
que practicamos mutilando las cañas, ha sido corroborado
por otro que instituimos sembrando cañas imperfectas. — A
esle efecto, elegimos algunos tallos de retoños aéreos, y los
plantamos en un terreno eminentemente feraz y bien pre-
parado: nacieron las yemas, y se presentaron los vástagos
tan endebles y raquíticos, que con dificullad, á primera
vista, se habria creido que semejantes plantas eran cañas.
— Transcurrido algun tiempo, se fortalecieron los retoños,
continuaron su desarrollo y ostentaron pronto la más po-
tente y lozana vegetacion.
Así, en condiciones favorables, la peor de todas las semi-
llas, los tallos más imperfectos, pueden producir por el
crecimiento de sus débiles yemas, cañas que alcancen al
cabo de algun tiempo un desarrollo algun tanto comparable
á aquel que logran las plantas originadas por tallos bien sa-
zonados, sosteniendo yemas perfectas y bien nutridas. Pero,
en las mismas condiciones, una buena semilla habria pro-
ducido en ménos tiempo macollas más robustas, bien ence-
padas y ostentando un fecundo mateamiento, que aquellas
que procedian de estacas imperfectas, sosteniendo yemas
que tras su miserable constitucion tienen que ser mal ali-
EN
mentadas. — Estos experimentos demuestran hasta la evi-
dencia cuán importante es operar en propicias condiciones
de suelo, idóneas circunstancias atmosféricas y siguiendo
las reglas de un buen cultivo : asimismo prueban la in-
fluencia de la semilla, pues, ya se empleen cañas imperfec-
tas, ora se planten cañas mutiladas, en ámbos casos no sólo
apareció raquítico el retoño, sino que tardó mas tiempo en
desarrollarse. — De no haber sido los requisitos en que cre-
ció tan benéficos, es claro que nunca habria podido tan men-
guada planta alcanzar un incremento notable ni aun si-
quiera habria aparecido sobre la tierra. — En numerosas
ocasiones al menor contratiempo perece. — Por el contrario,
la mejor de todas las semillas habiendo menester realizar
sus evoluciones en circunstancias impropias de suelo, acci-
dentes meteorológicos y cultivo, conduce á resultados poco
favorables ó funestos.
Puesto que la semilla ejerce alguna influencia, en condi-
ciones favorables relativamente á la aparicion de los reto-
ños, mostrando ademas su accion respecto del tiempo que
han menester éstos para crecer, es indudable que cuando
tratemos de elegir cañas para verificar las siembras, debe-
mos escoger aquellas mejor desarrolladas, pues éstas pro-
ducirán desde el principio potentes vástagos, susceptibles de
aprovechar por completo é inmediatamente todas las cir-
cunstancias ventajosas, estando por otra parte en disposicion
de luchar con buen éxito contra los accidentes opuestos á su
lozano incremento. — De este modo, en las condiciones más
favorables por lo ménos se gana tiempo, pues las cañas se
desarrollan mejor y más pronto y en requisitos ménos pro-
picios, los órganos mejor nutridos pueden funcionar con
más actividad que en los casos en los cuales se encuentren
endebles, y tengan que estar sometidos por completo á los
beneficios eventuales, producidos por las circunstancias
exteriores.
Creemos que debe elegirse para sembrar, caña de planta,
en cierto grado madura, cuyas yemas no estén, sin embargo,
OO AS
desecadas, pues las cañas tiernas en tierras bajas se pu-
dren con más facilidad, y en terrenos altos, si sobre todo se
muestra una careslía de lluvias, y si se siembra á pequeña
profundidad, esas mismas cañas se secan; siendo tambien
posible que, como la caña muy tierna encierra la cantidad
de agua necesaria para que se desarrolle la yema, si se
planta en seco nazca inoportunamente apesar de acaecer
una seca perjudicial al retoño. — Estos motivos son sufi-
cientes para establecer, fuera de toda duda, que para se-
milla se deben elegir tallos bien desarrollados con hermo-
sos cañutos, los cuales sustenten yemas bien conslituidas;
en esas circunstancias el retoño, por sus virtudes propias,
aparece más lozano, fuerte y vigoroso y se encuentra mejor
nutrido, por los alimentos contenidos en el cañuto. — La
caña de planta de una manera absoluta se puede asegurar que
es la mejor para la multiplicacion; mas tambien puede ser
buena la soca planta 6 la soca si reune las circunstancias
que acabamos de enumerar (8). Volvemos á repetir, porque
el punto es muy importante, que cuando se destinan para
semillas cañas imperfectas, á ménos que el suelo no sea
muy feraz, las influencias atmosféricas en extremo favora-
bles y el cultivo bien entendido, se corre el peligro de obte-
ner fatales resultados; y de todos modos, por buenos que
sean éstos, siempre se verifican al cabo de más tiempo que
aquel que habria sido menester esperar para conseguirlos,
usando desde luego una buena semilla. — Práctica lamen-
table y errónea á todas luces es, pues, dedicar para la siem-
bra algun campo acaguasado, con el sofístico motivo que
sus lallos, de diminutos cañutos, contienen en igualdad de
dimensiones mayor número de yemas. — Precisamente á lo
que ménos se deberian destinar esas leñosas cañas es á ser-
vir de semilla.
De una manera absoluta podemos asegurar que, nunca un
campo se siembra con estacas de idénticas propiedades. —
En efecto, en un mismo plantío no todas las macollas son
iguales; en la misma macolla no todos los tallos adquieren
ER
igual desarrollo; en el mismo tallo no todos los cañutos se
corresponden en iguales proporciones, ni por naturaleza se
hallan en el mismo punto de crecimiento; por lo tanto, ja-
mas de un modo absoluto se consigue realizar una siembra
disponiendo de igual semilla para cada una de sus partes.
Por estos motivos, en las mismas circunstancias, segun las
cualidades especiales de la semilla, pueden ó no brotar las
yemas. — El mismo campo sujeto á las variaciones de seca
y humedad, etc., sufrirá efectos diferentes en sus diversas
porciones con arreglo á los requisitos de las estacas que en
cada una de sus partes se encuentren.
Para terminar la discusion de este punto, concluirémos
recomendando que se verifique un ensayo comparativo :
siémbrense doce surcos con semilla de mala calidad, y al
lado siémbrense otros doce surcos empleando tallos per-
fectos. — En las mismas circunstancias se verá que todas las
ventajas y duraderos beneficios se muestran patentemente
en la siembra realizada con tallos perfectos. F
Hemos discutido los particulares relativos á la eleccion de
la semilla en el concepto de sus cualidades propias; résta-
nos agregar algunas indicaciones respecto de su situacion.
— Siempre se debe reservar el campo sin cortar de donde
se ha de tomar la semilla, en el lugar más próximo al sitio
en que se ha de verificar la siembra. — De este modo se dis-
minuye el costo del tiro, circunstancia digna de atenderse,
porque por lo comun se ejecutan las siembras cuando llueve
ó está húmedo el suelo. — Teniendo la semilla en gran can-
tidad y fácilmente en el punto deseado, las plantaciones se
llevan á cabo con rapidez y ménos mano de obra, de suerte
que en un tiempo dado se siembra mayor extension de ter-
reno que en el caso de no poder disponer de la cantidad
de semilla necesaria. — Es conveniente sembrar con ra-
pidez para aprovechar la estacion del año y la sazon de la
tierra.
Simiente de la caña. — En la actualidad la caña se pro-
paga en todos los países en que se cultiva por medio de
A YA RÁ
estacas ó secciones de su tallo. — La simiente ó grano ha per-
dido sus propiedades germinativas, á consecuencia precisa-
mente de esa continua multiplicacion por el tallo, requisito
que ha concluido por modificar por completo la naturaleza
de la planta, disponiéndola para un desarrollo desmedido
del tallo, y constituyendo todos los órganos para funciones
distintas de aquellas encaminadas á producir granos, en
cuyo caso el tallo guardaria un desarrollo y composicion
adecuados áesos fines. — La caña, tal cual existe hoy, es un
vegetal modificado por el cultivo.
Muchas personas opinan que seria en extremo útil obtener
simientes fecundas; unas, porque juzgan que empleándolas
las siembras serian más fáciles de ejecutar; otras, porque
creen que así se podria mejorar la caña, que consideran de-
generada; en fin, algunas, porque discurren que seria muy
conveniente conseguir nuevas variedades de caña. — Exami-
narémos todos estos aspectos del particular.
Admitiendo que podamos obtener simientes fecundas, sus-
ceptibles de propagar la caña, lo cual consideramos más
fácil de lo que generalmente se cree, ese resultado seria in-
teresante en el punto de vista científico, mas nunca podrian
servir los granos útilmente para multiplicar la caña, culti-
vada industrialmente con el intento de extraer de ella azúcar
eristalizable en gran cantidad, sin gue en plena madurez
contenga azúcar incristalizable. — Siempre seria preciso per-
feccionar las cañas originadas por las semillas, propagán-
dolas por medio de estacas, lo queá no dudarlo exigiria un
cierto número de repetidas multiplicaciones, realizadas en
circunstancias convenientes. — Las cañas producidas por las
simientes no alcanzarian tanto desarrollo en sus tallos, y
éstos no contendrian abundantes jugos, tan ricos en azúcar
cristalizable. — En otros términos, creyendo progresar, ha-
briamos retrogradado, y en vez de nuestra preciosa caña de
azúcar, dispondriamos de una planta del todo semejante al
sorgo. — Justamente fundándonos en estas ideas habiamos
principiado á ensayar la propagacion del sorgo por medio de
1
estacas, con el objeto de perfeccionarlo, modificando la na-
turaleza de su tallo.
Sin querer discutir el orígen de las variedades de caña
existentes, creemos que seria exponerse á incurrir en un
error el admitir en absoluto la multiplicacion por semillas
como el único medio á que es preciso recurrir para expli-
carlo. No es imposible que esas variedades se hayan produ-
cido por modificaciones accidentales de la yema, las cuales
se han trasmitido despues con facilidad, gracias precisa-
mente á la.costumbre de multiplicar la caña por estacas. —
Infinidad de hechos demuestran que la multiplicacion por
semillas no es el único arbitrio á que indefectiblemente ten-
gamos que recurrir para obtener nuevas variedades.
Respecto á la necesidad de producir nuevas variedades de
caña, á nuestro parecer el deseo es por completo inoportuno,
pues, por fortuna, tenemos todo cuanto podemos apetecer
en ese concepto. — En efecto, como planta forrajera propia
para alimenlar á los animales, ahí está la caña morada de
Batavia, la cual posee un tallo tan tierno que se raja expon-
táneamente, ahijando mucho, y cuyas flexibles hojas sirven
de pasto agradable. —Esos tallos, reducidos á aserrin, serian
utilizados del modo más provechoso para nutrir toda especie
de ganado. — Para extraer azúcar, en variedad susceptible
de mantenerse derecha sin encamarse, disponemos de la
caña de la tierra; y en grandes variedades, que han menester
postrarse por las dimensiones á que llegan, se nos ofrecen
las cañas blanca de Otahiti, cristalina, cinta verde, cinta mo-
rada y de Borbon; todas variedades en extremo productivas
cuando se cultivan en suelos fértiles y prodigándoles ince-
santemente todos los cuidados necesarios durante sus dis-
tintos períodos de crecimiento. — La caña de la tierra es de
una gran rusticidad; aguanta varios córtes, realizados sin
concierto; ahija mucho, y en buenos terrenos da excelentes
resultados. En otro tiempo se plantaba para extraer de ella
azúcar, y en la actualidad se destina al alimento de los
animales ó para chupar. — Como planta forrajera tendria
NA E
gran valor si fuese suministrada á los animales en forma
de aserrin, porque es algo dura, sobre todo al cabo de mu-
chos córtes.
Ese deseo de buscar nuevas variedades de caña puede con-
sistir sencillamente en la errónea idea de la degeneracion
esencial y permanente de las variedades de caña conocidas,
y tambien es posible tenga por fundamento el extraño pro-
pósito de llegar á conseguir una variedad tan sobrenatural,
que sea productiva en grado eminentisimo, á pesar de las
peores condiciones de suelo y de cultivo en que crezca.
Parece imposible que pueda juiciosamente sostenerse que
en Cuba degenera la caña de una manera permanente,
cuando á cada paso tenemos pruebas de las colosales dimen-
siones á que llega arraigando en fecundos suelos. — En
ningun país del mundo llega la caña á oblener un desarrollo
mayor que aquel que alcanza aquí. — En este prodigioso
país se ven cañas cuyo metro pesa de 1,500 á 1,700 gramos.
Así, pues, bastaria el más corto viaje por varios ingenios
para quedar plenamente convencido de que la caña no de-
genera de un modo permanente á consecuencia de estables
condiciones climatéricas. — Nuestro clima, por los torrentes
de luz y de calórico que lo caracterizan, es en grado emi-
nente propio para el desarrollo de la caña. — Lo que acon-
tece es que crece con más ó ménos lozanía, segun sean los
requisitos en que vive, y para admirar los más frondosos
plantíos, basta mejorar el terreno y cultivar bien durante
todos los periodos de la evolucion de la planta.
Aun cuando el asunto no requiera para ser elucidado más
que observaciones muy sencillas, recurrirémos sin embargo
á otras pruebas.
1.? De los experimentos expuestos á propósito de la elec-
cion de la semilla, se deduce que aun las estacas más raquí-
ticas son susceptibles, en excelentes condiciones, de producir,
al cabo de cierto tiempo, hermosas macollas. — Podrá suceder
que la caña principal, originada por el crecimiento de la
débil yema, no sea muy garrida; pero aquellas que vayan
— 7 —
brotando sucesivamente irán siendo cada vez mejores, puesto
que progresivamente van siendo más fuertes las yemas y
encontrándose en las más propias condiciones de nutricion.
2.” En nuestros Estudios acerca de la vegetacion de la caña
hemos descrito experimentos por los cuales se viene en co-
nocimiento de que la yema, disponiendo de una pequeñísima
cantidad de alimento, si bien se desarrolla débil, concluye
siempre y cuando crezca despues en ventajosas circunstan-
cias, por originar soberbias macollas. —Estos experimentos,
en su esencia, son los mismos que los anteriores, en los
cuales se destinaron para la multiplicacion tallos en extremo
pobres en materias alimenticias. 3. De los ensayos que re-
ferimos al tratar de las causas que determinan la depaupera-
cion de los cañaverales, resulta que cepas aniquiladas por
vivir en un exhausto é infértil suelo, son capaces, trasplan-
tadas á un fecundo terreno y creciendo en condiciones bené-
ficas, de producir las más lozanas macollas.
Queda, pues, demostrado por la observacion y la expe-
rimentacion que la caña no degenera permanentemente, su-
puesto caso que crezca en requisitos favorables, así como
tambien nadie dudará que podemos con la mayor facilidad
obtenerla cual jamas se logra en otros países.
Despues de cuanto acabamos de manifestar no tendriamos
necesidad de acumular nuevas pruebas para poner en su
punto un hecho de tan fácil comprobacion. — Sin embargo,
vamos, aun corriendo el riesgo de fastidiar al lector, á refe-
rir otros peregrinos experimentos. — En la parte de nuestra
obra consagrada al estudio de la historia natural de la caña,
describimos con el mayor y más escrupuloso cuidado todas
las variedades de caña y las numerosas variaciones produ-
cidas por el influjo de los accidentes meteorológicos, circuns-
tancias del terreno, requisitos del cultivo, número de córtes,
influencia de la semilla, etc. — Entre todos esos hechos eli-
jamos dos en extremo conducentes á nuestro fin.
En condiciones normales la caña cristalina puede osten-
tar cañutos de 22 centímetros de largo y hasta de 5 1/2 de
diámetro. — En una de sus pasajeras degeneraciones, en
vez de aquel hermoso y particular color verde, que posee
en su verdadero estado normal, se presenta con un color
rojo vinoso : sus cañutos tienen de 10 á 12 centímetros de
largo y de 2 á 3 centímetros de diámetro.
La caña de cinta morada, en todosu apogeo de desarrollo,
tiene poco más ó ménos las mismas dimensiones. — En esta
variedad hemos encontrado una infinidad de variaciones
y entre ellas llama la atencion una, en la cual la lista ama-
rilla ha desaparecido, mostrándose la caña con un color
rojo vinoso de un todo igual á aquel que caracteriza la va-
riacion de la caña cristalina, que acabamos de hacer co-
nocer. — El parecido es tan completo que cualquiera, sin un
detenido exámen, podria de golpe creer que se trata de una
sola y única variedad de caña, cuando en el sér verdadero
de las cosas son dos variedades diferentes ; pero, idénticas,
al parecer, en sus dos variaciones. — En ese estado la caña -
de cinta, que ya no la tiene, posee cañutos de 7 centímetros
de largo y de 2 á 2 1/2 de diámetro.
Si tomamos la caña cristalina así modificada ó la de cinta
en el propio estado de aniquilamiento y si las plantamos en
excelentes condiciones de terreno, cultivándolas juiciosa-
mente, obtendrémos como resultado las más frondosas
cañas, que ostenten en todo su esplendor los genuinos ca-
ractéres de las cañas normales en punto á tamaño, color,
peso y composicion. — Porel contrario, las soberbias cañas
normales plantadas en condiciones desventajosas, producen
los tallos desmedrados que acabamos de describir. — El des-
caecimiento de la caña proviene, pues, no de una degenera-
cion esencial y constante, sino de una debilidad consiguiente
á las adversas circunstancias de suelo y cultivo en que
creció.
No se nos oculta el blanco á que tiran los que tan ansio-
samente desean nuevas variedades de caña. — Aspiran á
conseguir una variedad en extremo rústica, de acomodada
condicion, que crezca igualmente bien en los mas exhaustos
— MN o
suelos y en los requisitos más contrarios de cultivo y de
accidentes atmosféricos, produciendo sin embargo gigantes-
cos tallos llenos de jugos riquísimos en azúcar.
Este propósito es insensato en toda la extension de la pa-
labra. '
En efecto, Dios de toda eternidad ha creado toda la fuerza
y toda la materia que desde el principio hasta el fin del
mundo, tendrán de continuo, sin pérdida ni aumento, que
irse transformando segun las leyes que las rigen. — Ningun
sér orgánico tiene el poder de crear ni de destruir fuerza ni
materia. — En ellos la vida es una ecuacion matemática
entre la fuerza y la materia, cumpliéndose en circunstancias
determinadas y dando orígen á fenómenos especiales pro-
pios del organismo que funciona.
La caña no crea azúcar : la forma mediatamente á expen-
sas del ácido carbónico del aire, de los productos carbonados
del suelo y del agua, por medio de sucesivas y escalonadas
reacciones químicas y de fenómenos físicos que se realizan
en la profundidad de sus tejidos. — Para que semejante
cuerpo se produzca ó mejor dicho sea preparado en el orga-
nismo de la caña es de todo punto necesario que ese con-
junto de aparatos exista y funcione normalmente, lo cual es
en absoluto imposible que se realice si el terreno, los re-
quisitos del cultivo y las circunstancias atmosféricas no con-
curren en la medida y tiempo oportunos. — No pudiendo
crear materia, la caña preparará la cantidad de azúcar equi-
valente á los cuerpos que la producen, y miéntras en menor
cantidad existan éstos, menor será la proporcion de azúcar.
Tan insensato seria querer que la cerril y escuálida vaca
sabanera, que tiene que recorrer dilatados espacios para
procurarse escaso sustento, produjese la misma cantidad de
leche que una hermosa vaca inglesa, perfectamente alimen-
tada y alojada, como esperar que una planta casi expontánea
rindiese las mismas cosechas que la propia planta perfec-
cionada por el cultivo y viviendo en las mas prósperas con-
diciones. — Comprendemos que el sobrio bracman se con-
== 3 —
tente con lo que sin esfuerzo pueda buenamente suminis-
trarle una pequeña variedad de caña, mas nosotros no
podemos, en nuestras condiciones sociales, recibir con placer
tan escaso producto. — Es necesario que logremos el máxi-
mum correspondiente á nuestros trabajos y capitales, para
lo cual habemos menester cultivar la variedad más exigente,
pues esa posee el organismo más apropiado para aprovechar
por completo todas las circunstancias favorables y prepa-
rarnos así la mayor cantidad de azúcar. — Es, por todo lo
expuesto, un error desear variedades rústicas poco produc-
tivas é incapaces de utilizar en la medida conveniente los
prósperos requisitos, que costosa é inteligentemenle de-
bemos reunir en el cultivo de la caña. — Si semejante va-
riedad existiese seria preciso abandonarla y adquirir á todo
precio la planta perfeccionada.
En suma, debemos conservar ó crear las condiciones en
que con más opulencia se desarrolla la caña y no buscar
variedades acomodaticias que lánguidamenlte crezcan en re-
quisitos poco favorables. — Y si alguna nueva variedad más
fecunda se hallase en otros países, seria preciso apresurarseá
introducirla entre nosotros. — En ese concepto bueno seria
adquirir la caña elefante, que á ser cierto lo que de ella se
dice, en este país seria un verdadero bambú por sus dimen-
siones.
ÉPocAs MAS CONVENIENTES PARA VERIFICAR LAS SIEMBRAS.
— Uno de los particulares de más importancia relativos á
las siembras de caña, consiste en elegir el momento más
oportuno de proceder á ellas, de tal manera que queden
conciliadas todas las circunstancias que concurren inmedia-
tamente á su ejecucion, todas las condiciones que presiden
al desarrollo de la planta y los distintos particulares consi-
guientes á la siega. — Los puntos principales que es preciso
tener en cuenta y discutir con acierto pueden reducirse á
cuatro : 1. Es necesario considerar los datos meteorológi-
cos. 2.” Atender á la coincidencia del tiempo exigido por la
==
caña para alcanzar su mayor desarrollo y la época en que se
ha de cortar para elaborar sus jugos. 3.2 Los trabajos pre-
paratorios que deben efectuarse en el terreno. 4.* La natu-
raleza de los terrenos en que se opera. — Ampliemos breye-
mente los particulares que se contienen en cada uno de es-
tos puntos. — Debemos desde luego y en primera línea
insistir acerca de la necesidad de poseer algunos datos me-
teorológicos, pues es de la mayor urgencia conocer poco
más ó ménos la reparticion de las lluvias en la localidad en
que se encuentra el ingenio, para poder esperar con algun
fundamento la coincidencia de los riegos celestes con los pe-
riodos de la vegetacion en que más exija el organismo la be-
néfica influencia del agua. — El conocimiento de este dato
es tan precioso, que muchas veces, teniendo preparado el
terreno, se puede desde luego proceder á la siembra en seco,
sin sazon, si hay probabilidad que próximamente acaezcan
lluvias. — Cuando la semilla es buena y se planta con arre-
glo á los principios establecidos, se conserva con facilidad
muchos dias debajo de la tierra hasta el momento en que
llueye, en cuyo tiempo se promueve la evolucion vegetativa
de Jas yemas.
Las siembras en seco pueden algunas veces proporcionar
buenos resullados, y sobre todo se gana tiempo, se ejecu-
tan los trabajos con más facilidad y el tiro de la semilla es
ménos penoso; más apesar de reconocer todas sus ventajas
en esos conceptos, siempre que sea posible, es más conve-
niente procederá la plantacion en sazon, pues no sólo en-
tónces la nascencia es más igual, sino que, ademas, en el
desarrollo posterior se obtiene una notable ventaja en igual-
dad de circunstancias.
Extendiendo al cultivo de la caña las observaciones relati-
vas á otros cultivos, recordarémos, con Gasparin, que para
que el desarrollo vegetal se realice de una manera normal,
es preciso suministrar al terreno una cantidad de agua de
tal modo repartida, que merced á su presencia permanezca
el mayor tiempo posible en un estado que se acerque á 0,23
de humedad á los treinta centímetros de profundidad, mién-
tras duren los trabajos de preparacion de las tierras y du-
rante todo el período de la vegetacion herbácea, y que se
aproxime á 0%,10 de humedad en los instantes en que se
efectúa la madurez del fruto y de la semilla. — Esta propo-
sicion, que permite apreciar en cada localidad la buena ó
mala reparticion de las lluvias, reune en fórmula sintética y
exacta todos los elementos que es preciso apreciar cuando
se juzga el estado más favorable de la tierra con respecto á
la vegetacion tocante á la humedad, á saber : la cantidad de
lluvia, la de la evaporacion, la naturaleza y situacion del
terreno; por consiguiente, la proposicion que acabamos de
manifestar en su conjunto nos conducirá á legítimas conse-
cuencias en las cuales no se envuelvan los errores que la
apreciacion de cada uno de esos elementos y sus relaciones
hubiera podido introducir, si aisladamente hubiesen sido
examinados y comparados.
Este principio general se aplica con propiedad al cultivo
de la caña, pues, como demostrarémos en otro lugar (Se-
quías-Regadío), el concurso del agua es necesario para que
la planta alcance su apogeo de desarrollo; mas una vez que
éste se ha conseguido, es conveniente que decrezca la suma
de agua suministrada á la vegetacion, para que los jugos
tengan tiempo de adquirir mayor densidad, notable riqueza
sacarina y benéfica pureza en su composicion. — Otros be-
neficios se originan con respecto al córte, al tiro, etc., de la
seca durante la siega, bien entendido considerada en ella
misma, pues con respecto al campo cortado conviene que
reciba agua, extremos opuestos que sólo se concilian por
medio del regadío.
Como hemos tenido oportunidad de manifestarlo varias
veces, es preciso no cifrar todas nuestras esperanzas en la
frecuencia de las lluvias, ni tampoco es prudente contar por
completo con las condiciones naturales del snelo : es nece-
sario que nos ayudemos con nuestra industria y que trate-
mos de crear y de mantener, hasta el punto posible, la fres-
a ÉÑÉ
cura del terreno en los suelos que inicialmente no la posean,
y que siempre pueden más ó ménos transitoriamente per-
derla, por medio de las labores profundas bien entendidas,
desagregando el subsuelo, saneando interiormente el terreno
(drenage), incorporando al suelo los correctivos y abonos
convenientes, aumentando el espesor de la capa labrantía
y realizando las oportunas labores de cultivo.
Las razones que acabamos de exponer muestran cuán im-
portante es anotar en los libros diarios de la finca algunas
observaciones meteorológicas, por cierto bien fáciles de eje-
cutar, susceptibles de disipar muchas dudas, y provechosas
para dirigir con el mejor acierto los trabajos agrícolas.
Cuanto hemos expuesto con relacion á las lluvias, inde-
pendientemente de otras consideraciones, seria ménos aten-
dible si tuviésemos los medios de establecer un buen sistema
de regadío. ]
Hemos manifestado que debemos tener muy presente ha-
cer coincidir el mayor desarrollo de la caña con la época
del año más oportuna para segarla y proceder entónces á la
elaboracion de los jugos contenidos en sus tejidos. — Er
nuestros estudios acerca de la siega ó córte de la caña he-
mos expuesto, con toda la ampliacion necesaria, el conjunto
de razones que militan á favor de la siega de las cañas que
hayan alcanzado el período de plena madurez : allí señala-
mos los males anexos á las siegas anticipadas, y tambien in-
dicamos los defectos de los córtes postergados. — En la isla
de Cuba se siembra la caña, de frio, desde principios de se-
tiembre hasta fines de diciembre, ó de primavera, compren-
diéndose con este nombre las efectuadas desde mediados de
abril hasta mediados de junio : en estas dos clases de siem-
bras se distinguen en seguida las tempranas ó tardías, segun
el momento en que se llevan á cabo : las siembras que se
ejecutan desde enero hasta abril se denominan de medio
tiempo. Muchos hacendados no se guian por principios fijos :
siembran indistintamente en el transcurso de todo el año,
con tal que haya sazon; así es que, áun durante la molien-
3
==
da, siempre que interrumpen los trabajos, cuando paran,
siembran, resiembran y chapean el campo. — En más pre-
cisos términos : sin criterio especial, siembran más cuando
pueden que cuando deben hacerlo. — Otros agricultores,
más juiciosos, prefieren verificar sus siembras de frio tem-
pranas, y consagran todo el resto del tiempo á cuidar el
campo, cuando las tareas de la molienda se lo permiten.
Las siembras de primavera presentan el gran inconve-
niente de no poder ser aprovechadas con fijeza de una ma-
nera ventajosa en la inmediata zafra, á ménos que la natu-
raleza del terreno y su preparacion, los cuidados de cultivo
y las circunstancias atmosféricas, no hayan sido en extremo
favorables y se hayan aunado en sus efectos parciales y res-
pectivos para producir un resultado útil. — De lo contrario,
la caña no se desarrolla, se queda : sólo puede ser molida á
la segunda zafra : en esle caso es posible acaezcan los in-
convenientes expuestos en nuestros estudios acerca de la
siega de la caña fuera de su último período de desarrollo :
si se corta ántes de completar su madurez, produce jugos
poco azucarados y de dificil elaboracion, y el córte puede
acarrear los males anexos á las siegas anticipadas con res-
pecto á la duracion y producto sucesivo del campo.
Con arreglo á estas razones, no nos cansarémos de cen-
surar la conducta de muchos hacendados que, en vez de
atender á los cuidados más urgentes del cultivo, se dedican
á sembrar de primavera hasta fines de junio, y alguno cono-
cemos que lo ha hecho en tierras no labradas y con azadon!
Somos, en tésis géneral, tan opuestos á las siembras de pri-
mavera, cuando no es posible regarlas, que aun en el caso
de tener tierras preparadas, prefeririamos sembrar en ellas
cualquier otra planta que nos rindiese la cosecha hácia se-
tiembre, octubre ó noviembre, pues así estariamos siempre
en tiempo de sembrar de frio y de ganar anticipadamente
una parte ó la totalidad del valor de los jornales empleados
en la preparacion de los terrenos. — Las siembras de frio ve-
rificadas de setiembre á noviembre son las que nos parecen
TS cs
— 35 —
más convenientes, no sólo en el concepto de la produccion
en azúcar, sino tambien considerando la suerte de las cepas
despues del córte. — Con razon, pues, dicen sentenciosa-
mente nuestros prácticos mayorales : « Las siembras de frio
son las que levantan los ingenios. »
Los trabajos preparatorios del terreno influyen tambien
respecto de la juiciosa eleccion de la época de verificar las
siembras; y para poder justipreciar este punto, es necesario
lener en cuenta el número de trabajadores de que se dis-
pone, la extension de las siembras, la facilidad ó dificultad
de ejecutar las tareas, etc.
La naturaleza del terreno debe ser tomada en considera-
cion en lugar preferente, pues, segun sus circunstancias,
vegetará la caña con más ó ménos vigor, se harán senlir
ciertos defectos con mayor ó menor intensidad, variarán los
trabajos y jornales, etc.
Esto.nos prueba cuán importante es conocer las circuns-
tancias del terreno en que se opera, y por tanto la necesidad
de los estudios agrológicos, los cuales deben ser llevados á
cabo ántes de proceder á cualquier operacion agrícola. — La
tierra es el instrumento, la máquina con que, por medio del
organismo vegetal y de la atmósfera, vamos á determinar la
creacion de los productos orgánicos : es preciso, pues, estu-
diar los diversos órganos ó partes de la máquina (disposi-
cion geológica, propiedades físicas y fitolépticas, composi-
cion química), y enseguida, coordinándolos, ver cómo se
armonizan en su conjunto para producir el resultado. —
Suponiendo que naturalmente no existiese el beneficioso
equilibrio estable entre todos esos elementos, preciso será
introducir en ellos reformas que apropien el terreno á la
naturaleza de la planta que en él se va á cultivar. —En vez
de practicar ese exámen analítico, se puede recurrir á la
prueba directa, é inquirir, como lo ha expresado Boussin-
gault, la opinion de la planta. — Nosotros hemos denomi-
nado propiedades fitolépticas aquellas que percibe la planta
en su contacto con el suelo y que determinan los fenómenos
a y
de su vida. — Esta última circunstancia nos demuestra cuán
importante es el conocimiento de la práctica adquirida
durante muchos años en una localidad, pues cuando se ha
estudiado con esmero y conocimiento, se tiene la resultante
de un conjunto de variables, que no todos pueden apreciar
en sus mutuos efectos, en sus armónicas y coordinadas
acciones y reacciones. — Debemos agregar que, á falta de la
historia de la vegetacion de la planta que se va á cultivar,
podemos obtener indicaciones muy útiles observando cuáles
son los vegetales que naturalmente crecen en aquel suelo,
ó los que con mejor éxito se cultivan en él.
Il. — Para hacer más patente la verdad de las ideas que
acabamos de manifestar, creemos oportuno aducir algunas
consideraciones respecto de los datos que se desprenden de
la serie normal de las evoluciones vegetativas de la caña,
y aquellos relativos al tiempo que necesita ó reclama la
gramínea que nos ocupa para alcanzar su apogeo de des-
arrollo. l
A primera vista, si la época más propia para sembrar se
eligiese sólo atendiendo á la duracion del tiempo que per-
manecerá la caña en el campo, pareceria que era indiferente
sembrar en mayo y cortar en diciembre del inmediato año,
puesto que entónces nos encontrariamos, calculando la du-
racion del tiempo, en el mismo caso que si sembrásemos
cañas de frio en setiembre, y las segásemos en la segunda
zafra, en el mes de abril : en ambas circunstancias la caña
habria permanecido igual tiempo en el campo; pero en este
particular es preciso considerar la influencia de las estacio-
nes sobre la vegetacion de la caña en general, y más en rela-
cion con su madurez, verdadera defecacion fisiológica de
sus jugos y acrecentamiento de su riqueza sacarina. — En
efecto, las cañas de frio para madurar gozan, á su debido
tiempo, en la época normal que les destina su organizacion,
de la estacion más seca, miéntras que las de primavera, de
un año para otro pasan por el periodo de las lluvias, en un
momento en que ya no las han menester con igual intensi-
dad, pues los riegos celestes en exceso, en esas circunstan-
cias, propenden á promover y excitar todas las funciones
vegetativas, dando orígen á criollos, retoños ordinarios y aé-
reos; ademas en la paja se crian infinidad de animalillos que
pican la caña, etc.
Debemos, sin embargo, advertir que en los terrenos alta-
mente feraces, merced á un buen entendido cultivo y á una
constante frescura, si las condiciones meteorológicas son fa-
vorables, al año se puede cortar con beneficio la caña de pri-
mavera; mas no por eso déjese de tener muy presente que
en nuestro clima, en grado eminente propio para el cultivo
de la caña, si las circunstancias favorables se aunan, las
grandes especies de esta gramínea, tratándose de caña de
planta, necesitan más de un año para crecer por completo y
alcanzar su último grado de madurez. — Y tanto es así, que
el desarrollo total es relativo á la fertilidad del suelo, á las
circunstancias meteorológicas y del cultivo, que algunas
veces las cañas que crecen en terrenos poco feraces y en re-
quisitos no muy convenientes, si se siembran en mayo agúr-
nan, Ó florecen en noviembre y diciembre, esto es, al cabo
de siete á ocho meses : entónces es urgente cortarlas, pues
en adelante sólo se conseguiria favorecer el desarrollo de
las yemas aéreas y subterráneas, en detrimento de los tallos
formados. — En los terrenos muy fecundos, etc., las cañas
de planta de frio no agúinan en el próximo invierno, y áun
podemos agregar que conocemos tierras tan fértiles, que en
ellas sólo agúinan los plantiíos despues de varios córtes. —
Las cañas, en esos suelos, parece « que siempre crecen »,
pues el penacho que corona su fin no se muestra. — Por otra
parte, nosotros hemos tenido cañas de más de cien cañutos,
con cuyo hecho se podrá juzgar cuánto tiempo vegetaron. —
Debemos advertir, para evitar errores, que la florescencia
marca el término del desarrollo; mas no es siempre un signo
ó carácter cierto, seguro é indefectible de la madurez, consi-
derada ésta en el doble concepto de la defecacion fisiológica
de los jugos y de su riqueza sacarina. — Cañas agiiinadas
a O
pueden rendir muy poco azúcar, sus jugos posible es que
sean de difícil elaboracion, etc. — Aun añadirémos más : con-
viene moler cañas bien maduras y desarrolladas, que no
hayan agúinado; siempre los jugos de las cañas que han
florecido se encuentran más ó ménos alterados. — No es
oportuno estudiar aquí el fenómeno de la florescencia, des-
cubriéndolo en los conceptos de su historia natural y quí-
mica; pero, aun corriendo el riesgo de anticipar y de repetir
ideas más oportunas cuando tratemos de la siega de la caña,
no podemos dejar de la mano este particular sin insistir
acerca de la alteracion de los jugos de las cañas agúinadas,
al ménos considerando sus últimos cañutos. — En efecto,
conviene que distingamos la alteracion producida por la for-
macion de los retoños aéreos, y los defectos naturales de-
pendientes de la falta de madurez de ciertas partes del tallo.
— Los jugos de los últimos cañutos no maduros, desde el
momento en que no crece más la caña, se emplean en nutrir
las yemas, y así que éstas van desarrollándose, alteran de -
más en más los jugos de la caña. — Así, pues, en absoluto,
aun sin el desarrollo de las yemas, esos cañutos no servirian
para elaborar azúcar cristalizable : luego que las yemas
crecen y se nutren á expensas de ellos, los jugos se modifican
y empobrecen de más en más. — Por otra parte, ese brotar
de las yemas cunde por toda la caña, que muchas yeces se
nace por completo en pié. — Como hemos dicho, un campo
agúinado debe ser cortado inmediatamente, y lo mejor es
anticiparse y cortarlo cuando por la modificacion de las hojas
se anuncia la florescencia. Por fin, terminarémos repitiendo
con un hacendado amigo nuestro : año de gúin, año ruin.
Para que no pueda quedar la más pequeña duda acerca de
las ideas que venimos exponiendo, conviene, aun incur-
riendo en fatigosas repeticiones, que las desenvolvamos en
otra forma. — Prescindamos de los riegos celestes, como re-
quisito necesario para la vegetacion; admitamos que nos
sea dado procurarnos sus beneficios en los momentos opor-
tunos, por medio del regadío, ¿será racional en ese caso des-
DMA dd
a OA
atender el curso de las estaciones? Si las lluvias excesivas
fueran siempre convenientes en todos los períodos del des-
arrollo de la caña, es inconcuso que sólo debiéramos preo-
cuparnos de aquellos casos en que careciésemos de sus be-
neficios, los cuales conseguiríamos por medio del regadío,
mas como acontece lo contrario, es decir, que los riegos
celestes, copiosos y repetidos en ciertos períodos de la evo-
lucion de la caña, son nocivos con respecto á las funciones
destinadas á la produccion sacarina, debemos siempre aten-
der al curso de las estaciones para hacer coincidir la mar-
cha de los fenómenos sucesivos y regulares de la vegetacion
con los momentos del año, en los cuales, acaeciendo las
excesivas lluvias, sean provechosas á las fases del desarrollo
que se cumplen en las cañas; pues si los riegos celestes se
realizasen en épocas en las cuales trastornasen la evolucion
regular de las funciones de las cañas, habríamos entorpe-
cido en vez de ayudarlas, esas beneficiosas manifestaciones
de la actividad de los órganos.
Es indudable que la caña ha menester, en el curso de sus
sucesivas evoluciones, de la necesaria proporcion de agua,
á fin de que se verifique su desarrollo normal y continuo;
mas tambien es cierto que si por falta de lluvias se detiene
algun tanto en su crecimiento, más tarde, si goza de ese
beneficio, adquiere nuevo vigor y con lozanía acrece, aun
que siempre conserven los órganos formados durante la se-
quía vestigios de los efectos consiguientes á las circunstan-
cias que presidieron á su desarrollo. — Examinando el punto
á la luz de esta última idea, la dificultad queda reducida á
determinar en qué período del crecimiento de la caña es mé-
nos perjudicial la seca, y si despues de haberla sufrido
puede restablecerse. — Los males que se originan en las ca-
ñas de frio por la accion de las sequías, son ménos conside-
rables que aquellos que se muestran en las mismas circuns-
tancias en las cañas de primavera quedadas. — Examinemos
lo que sucede en semejantes plantíos, — Las cañas sembra-
das á principios de mayo gozan de todas las ventajas de las
1) al
lluvias; merced á ellas, su desarrollo inicial es rápido, con-
tinuo y regular : así que llega el mes de noviembre, ya mu-
chos de sus vástagos ostentan algunos cañutos aparentes;
los primeros, segundos y aun terceros hijos han brotado;
en ese tiempo, sorprendidos por la seca, cuando más han
menester agua, pues por la espaciosa superficie de su fo-
llaje se realiza una gran evaporacion, se detienen en su
desarrollo, y más ó ménos bien resisten hasta el próximo
mayo. — Así que comienzan las aguas se promueve una
nueva vegetacion; pero los tallos que han sufrido los incon-
venientes de las sequías, con dificultad continúan sus fun-
ciones, los hijos formados se desarrollan mal y lenta-
mente, etc., todo se ha trastornado, y más tarde, cuando se
procede á la siega, se halla poca caña útil, la elaboracion de
sus jugos es difícil, el rendimiento pequeño y el azúcar de
mala calidad. El plantío de frio que sufre la accion de la
seca no padece ménos que el de primavera; pero los vesti-
gios de los trastornos originados por la falta de lluvias, en
pleno periodo herbáceo, cuando aun poco ó nada han es-
tablecido las cañas, cuando no se han desarrollado los hijos
en grado notable, no son tan funestos en lo futuro; es
cierto que hay que hacer grandes resiembras algunas
veces, mas al fin las cañas, adquierendo nuevo vigor, se
desarrollan bien y rinden una buena cosecha. — La caña
de primavera quedada, que se corte ó se deje, siempre da
malos resultados. Hasta aquí hemos discutido la materia
considerando el caso en que la caña de primavera se haya
detenido en su crecimiento por la seca ú otras circunstan-
cias : supongamos el caso contrario : admitamos que no
se muestre trastorno alguno en su desarrollo, en virtud
de los requisitos naturales, ó merced á los trabajos de cul-
tivo (regadío, escardas, binazones, etc.), ¿habrá inconve-
niente Ó ventajas en segarla al cabo de un año? Comenza-
rémos manifestando que siempre subsisten en pié todas las
consideraciones que se desprenden de las fases del desar-
rollo de la caña y de la estacion; al cabo de un año la
—
caña de planta presenta tallos que deben encontrarse en
via de madurar, y no es conveniente excitar en ellos una
desordenada y continua vegetacion, que no sólo hará que
erezcan en tamaño, sino tambien promoverá una hijería
poco útil, pues en ese caso se desvian las funciones de su
curso natural encaminado á la madurez de los tallos desar-
rollados. — Al cabo de un año, hemos dicho, que con bene-
ficio se puede cortar un campo de primavera, que haya cre-
cido en buenas condiciones, y entre éstas colocamos en pri-
mera línea el riego, mas lambien es posible dejarle sin se-
gar, á fin de que prosiga creciendo durante las aguas; más
tarde, tan luego como comienza la seca, principiará á madu-
rar, y cortado despues de los veinte meses, rendirá produc-
tos asombrosos. — Pero si se calcula lo que hubiese produ-
cido en el caso de haber sido cortado al año, y lo que se
gana al cabo de veinte meses, se verá que mayor utilidad se
habria conseguido cortándolo al año, pues en el transcurso
del otro año rinde una nueva cosecha; los productos de es-
tas dos cosechas son superiores á los que se obtienen en una
sola, por más que estos sean considerables. — En esa caña
de primavera de veinte meses se encuentran multitud de
tallos muertos, picados, enraizados; ademas existen infini-
dad de retoños inútiles para la elaboracion, de los cuales
nos ocuparémos cuando tratemos de la siega. Se aprecia
bien el número de cañas muertas cuando casual ó inten-
cionalmenle se quema el cañaveral; entónces asombra la
cantidad de tallos muertos y se nota que permanecen en el
campo tantos ó más tallos que aquellos que se conducen
al batey.
La gran cantidad de caña muerta nos demuestra conclu-
yentemente la falta de armonía que ha existido en el des-
arrollo de los distintos tallos de la cepa, producidos del
modo más desordenado.—En efecto, cuando la caña alcanza
todo el crecimiento á que puede llegar en las circunstancias
en que vive, ó agúina ó muere.—Si agúina gracias á los re-
toños aéreos, que sobre ella crecen, puede continuar viviendo
BE E ES
más ó ménos tiempo, pues esos retoños hacen que el tallo
principal se conserve al servir de conducto alimenticio, por
el cual tienen que subir las materias extraidas de la tierra
por las raíces. Sila caña no agúina entónces se producen
retoños del tallo subterráneo y el tallo aéreo, pobre de hojas
y de otro cualquier recurso que sostenga la vida, tiene que
dejar de existir, puesto que no es posible ni acrecentamiento
por absorcion de materias alimenticias, ni conservacion es-
tacionaria por una corriente que por él circule, supuesto
easo que no se desarrollen retoños aéreos. — Las materias
extraidas por las raíces son entónces aprovechadas por com-
pleto por los nuevos retoños.
Los tallos muertos indican que hubo una gran cantidad
de ellos que llegó á su apogeo de crecimiento y que pudo
haber sido aprovechada si otras circunstancias hubieran
dirigido con regularidad su vida.
Con respecto á las cañas cortadas, las más de las veces
hay que separar grandes trozos de cogollo, lo cual nos pone
de manifiesto que no han llegado á completa madurez. —
Precisamente á la circunstancia de detenerse la caña en su
crecimiento ó de continuar normalmente desarrollándose
es á lo que debe atribuirse la gran divergencia de opiniones
que reina entre los hacendados respecto del valor de las
siembras de primavera y de la época en que más convenga
cortarlas.
Quizas nuestra exposicion haya parecido algo difusa á al-
gunos lectores, mas el punto es importante, y creimos opor-
tuno estudiarlo en todos sus aspectos. — En resúmen, para
concluir, manifestarémos que las siembras de frio verifica-
das hácia principios de setiembre son las más productivas,
sobre todo si natural ó artificialmente concurren todas las
circunstancias para favorecer la vegetacion. — El regadío
es indispensable á fin de que estas siembras rindan por com-
pleto sus beneficiosos productos y sobre todo para que siem-
pre den resultados seguros; sólo de este modo se consigue
el mateamiento regular, oportuno y provechoso : sólo así se
EAS SAS. A cc di ci
E
A =
alcanza el crecimiento ordenado, uniforme y continuo de
los tallos, evitando retardos y suspensiones (9).
SIEMBRAS A JAN, DE JAN O CON PLANTADOR. — La especia-
lidad de la siembra cuyo estudio emprendemos, consiste sen-
cillamente en abrir con una estaca un hoyo en la tierra, é
introduciren él una porcion del tallo de la caña. Su nombre
proviene de la misma palabra estaca, que se designa con la
VOZ jan.
Estas siembras se ejecutan empleando janes de hierro, de
madera dura ó mangos de madera engastados en un rega-
ton metálico de forma cónica. — Los janes de hierro más
usados son unas barretas que pesan cerca de catorce libras
y tienen un metro y cuarenta y cinco centímetros de largo;
presentan nueve centímetros de circunferencia, excepto en
los treinta centímetros inferiores, en los cuales miden una
circunferencia de once centímetros; esta extremidad más
gruesa termina en una punta acerada, con el objeto de faci-
litar la introduccion del instrumento en la tierra; por la
parte opuesta se dispone una superficie aplanada, destinada
á romper las piedras : los janes de hierro son preferibles,
pues los de madera, empleados en tierras pedregosas ó en-
raigadas, se quiebran con frecuencia. — El jan de madera
dura (10) tiene por lo comun un metro y sesenta centíme-
tros de largo; por su parte más delgada presenta una cir-
cunferencia de doce centímetros, y va insensiblemente ad-
quiriendo mayor grueso, al punto de llegar á diez y siete
centímetros de circunferencia, lo cual se verifica á 17,35 de
longitud ; desde ese límite comienza á ser cada vez más del-
gado hasta que á los treinta centímetros termina en punta,
— Los janes que se construyen colocando un mango de ma-
dera en la pieza de hierro dispuesta al efecto, tienen en
largo y grueso las mismas dimensiones que los de madera.
— El regaton de hierro en que engasta el baston leñoso,
posee una punta acerada, maciza, de quince centímetros de
largo y sobre ella se encuentra la pieza hueca destinada á
contener el mango, la cual, por consiguiente, debe tener una
capacidad proporcionada al cuerpo que se desea reciba en
su interior, de tal suerte, que el conjunto se manifieste con
las mismas dimensiones que aquellas que poseen los janes
de hierro ó de madera dura.
Descritos los instrumentos, pasarémos á dar á conocer
cómo se manejan, y á demostrar las circunstancias del trabajo
que con ellos se realiza. Supongamos que se trate de sembrar
un cañaveral de una superficie de un tercio de caballería de
tierra, distribuida en 6 cordeles de ancho y 18 de largo. Se
preparan por lo ménos dos cordeles, sogas ó tiras de majagua
añadidas, de la misma dimension que presenta en su ancho
el campo, y se tienden en línea bien recta, á la distancia
conveniente uno de otro. Con ceniza ó con cal se señala la
direccion del cordel, y en seguida se continúa la misma
operacion hasta dejar marcadas las líneas paralelas en las
cuales debe verificarse la siembra. En vez de trazar estas
líneas con ceniza ú otro cuerpo, se puede dejar tendido el
cordel, y así se evita el empleo de alguna mano de obra,
necesaria para hacer aparente la direccion que se desea
señalar. La permanencia del cordel tendido regulariza,
ademas, la obra, por las indicaciones que es susceptible de
suministrar, si se marcan en él los puntos igualmente dis-
tantes en que deben abrirse los hoyos.
Determinada la direccion que es necesario seguir en la
siembra, se-comienza la janeadura, la cual se practica intro-
duciendo el instrumento en la tierra con la mayor inclinacion
posible, de tal suerte, que cuando más, forme un ángulo de
treinta grados con la superficie del suelo. La profundidad y
la anchura que es útil dar al hoyo abierto varían segun las
dimensiones de la caña empleada para semilla. Si la caña es
gruesa y tiene canulos muy largos, la cueva debe ser bas-
tante ancha para permitir su entrada, y suficientemente
profunda para que en ella queden enterrados por lo ménos
tres cañutos. Por este motivo se eligen para sembrar á jan
canas que ostenten hermosas yemas, sostenidas por cañutos
ez
A
no muy largos. Ademas, si al enterrar la caña en el hoyo
se advierte que alguno de sus ojos no se encuentra en
buen estado, es importanle separar esa parte del tallo, así
como tambien conviene cortar el resto de algun cañuto des-
provisto de yema que haya quedado en la extremidad de la
caña. El hoyo se profundiza introduciendo con violencia el
jan las veces que sea preciso, y se ensancha volviendo el
útil en todas direcciones; ántes de extraerlo, y por medio de
un último movimiento, que con gran maestría ejecutan los
obreros, inclinan el jan, se apoyan sobre él y casi levantan
la tierra, que así queda aflojada, pues en ella se abren
grietas (11).
Los hoyos pueden abrirse en distintas situaciones con
respecto á la direccion del cordel: 1. Se practican á cada
lado del cordel, de tal manera, que los que se hallen fron-
terizos se encuentren separados por una distancia, poco más
ó ménos, de treinta centímetros; por consiguiente, alejado
cada uno del cordel por un espacio de terreno de quince
centímetros en la línea de su direccion normal, es útil
colocarlos á una distancia aproximadamente igual á la
profundidad que tienen, la cual, como hemos visto, varía ;
sin embargo, en la generalidad de los casos se puede desde
luego adoptar la de treinta centímetros. — En cuanto á la
direccion relativa de esos hoyos, bien pueden todos ser
abiertos en la misma; es decir, que los fronterizos sean
paralelos, ó bien se disponen en direccion contraria uno de
otro, de manera que prescindiendo de la tierra que media
entre ellos, suponiéndolos aislados, si se aproximasen, se
cruzarian. Este último órden presenta el inconveniente de
que el trabajador necesita volverse para abrir el segundo
hoyo despues de haber practicado el primero, lo cual le hace
perder tiempo; pero semejante desventaja puede obviarse
colocando dos obreros en cada cordel, de manera que uno
abra hoyos á un lado, y el otro al lado opuesto. — Siguiendo
esta disposicion, las yemas, al desarrollarse, encuentran
más espacio para verificar su crecimiento relativo. 2.? Se
a y
abren hoyos á quince centímetros del cordel, dejando entre
ellos un espacio de treinta centímetros; despues, del lado
opuesto, se practica otra série de hoyos á la misma distancia
de la direccion normal, pero situados de modo que corres-
pondan precisamente á los intervalos que separan los pri-
meros; de manera que los hoyos de esta segunda série
guardan entre sí la misma distancia y alternan con los pri-
meros. — En esta variedad de siembra se obtienen, por lo
comun, mejores resultados que cuando se colocan los trozos
fronterizos. 3. Por fin, se puede abrir una sola série de
hoyos en la misma direccion del cordel, dejando entre ellos
una distancia de treinta centímetros, poco más ó ménos.
Existen otros modos de sembrar á jan, mas para hacerlos
comprender preciso seria el auxilio de dibujos.
Practicados los hoyos, se introduce en ellos la caña, y se
corta ésta por lo ménos al nivel de la superficie del suelo,
con un cuchillo bien afilado, aunque conviene verificar la
seccion un poco más abajo, para que no quede pedazo
alguno descubierto sobre la superficie de la tierra; acto
continuo se cubre con tierra, operacion que puede ejecu-
tarse con el instrumento que sirve para dividir la caña;
entónces se dan dos ó tres golpes para desmoronar el mon-
ton de tierra levantado con el jan : se pica la tierra y se
concluye por apretarla con el pié. Es muy importante cor-
tar la caña de modo que no quede parte alguna de ella
sobre la superficie, pues en ese caso se podrian producir
retoños aéreos, ó se desecaria en mayor ó menor grado el
trozo enterrado. Cuando se siembra á jan imperfectamente,
dejando sobre la superficie un pequeño trozo, se conoce esa
siembra en algunos países, segun Boussingault, con la
denominacion de siembra de cañon. Con respecto á la posicion
en que es útil introducir la caña, debemos advertir que,
para facilitar el desarrollo de la yema, conviene colocar el
tallo en la línea del cogollo, de manera que los ojos broten
siguiendo su direccion natural. Muchos creen que es más
ventajoso introducir la caña en direccion opuesta á su cre-
A A
E y A
cimiento natural, pues así la yema, al nacer, necesita
recorrer mayor espacio subterráneo, dejando en el suelo un
tallo más grande, el cual por fuerza origina un número
más crecido de hijos. En ciertas condiciones quizá será
conveniente ese método; pero como en casi todas circuns-
tancias el fin deseado es que nazca la caña lo más pronto
posible, creemos preferible la direccion que hemos indicado.
Para que todas las yemas se encuentren colocadas, hasta
cierto punto, en iguales condiciones, es preciso introducir
la caña de manera que los ojos se hallen á los lados. Si
sólo se tratase de sembrar un cañuto, seria conveniente en-
terrarlo de modo que el ojo quedase hácia arriba y la cana
inclinada, pues así brotaria en un espacio de tiempo más
corto. — En las siembras á jan se distribuyen los obreros
en tres cuadrillas : janeadores, sembradores y regadores de
caña (12).
Las siembras á jan, ó de jan, por lo comun se practican
en terrenos recien desmontados (tumbas), donde verdadera-
mente en muchos casos proporcionan resultados admirables,
procurando una gran economía en brazos y semilla, si se
las compara con la siembra verificada con el azadon, la cual,
en general, se lleva á efecto en esas circunstancias. En cuanto
á las siembras á jan en tierras labradas con el arado, aun-
que muchos las ejecuten obteniendo efectos beneficiosos,
creemos que no debe dárseles la preferencia, comparadas
con la siembra verificada abriendo un ancho y profundo
surco por medio del arado de doble vertedera, por los mo-
tivos que vamos á expresar: 1.” Las siembras á jan son más
difíciles de realizar si se comparan con las siembras llevadas
á efecto empleando el arado: en éstas el hombre apénas
tiene que desplegar sus fuerzas físicas, miéntras que para
manejar el jan se necesitan obreros robustos. 2.” Al abrir
el hoyo y ensancharlo se aprietan sus paredes, de manera,
que léjos de aflojar la tierra, le damos más consistencia.
3. En las siembras á jan las yemas quedan á profundidades
diferentes, de suerte que se desarrollan con irregularidad.
O E
4.2 En ellas no se puede con facilidad depositar el abono en
la proporcion necesaria en el sitio en que se va á colocar
la semilla; así privamos á la tierna planta de uno de los
mayores beneficios que nos es dado procurarle en los mo-
mentos más críticos de su temprana existencia, en los cuales
tiene que comenzar á constituir los órganos propios para el
ejercicio de sus funciones. 5. La siembra con el arado cons-
tituye una nueva labor que se da al terreno, pues el ancho
surco abierto se cubre, despues de depositada en él la se-
milla, con tierra desmenuzada, sin contar que es posible
graduar, no sólo la profundidad y anchura del surco, sino
tambien la cantidad de tierra vertida en un momento dado
sobre la caña.
Se nos dirá que en la siembra á jan se realiza una gran
economía de semilla; mas ¿qué nos impide emplear el
mismo procedimiento económico al verificar la siembra con el
arado ó con el azadon? ¿Por qué en vez de colocar todos los
trozos que caben en el surco, no se ponen en él, cuando
más, dos? Si se reflexiona bien acerca de la economía de
semilla que nos procura la siembra á jan, se verá que sólo
se consigue por la imposibilidad de introducir más de un
trozo en el hoyo, pues si fuese hacedero depositar más
caña en el agujero, bien pronto veríamos á los sepultureros
de caña enterrar tanta semilla como la que colocan en los
surcos abiertos por el arado.
Las siembras á jan, cuando es posible sembrar con el
arado, deben proscribirse: en algunos de los casos en que
es preciso verificar la plantacion empleando el azadon, se
puede preferir la siembra á jan tan sólo por la facilidad
de ejecutar la obra, aunque la siembra realizada con el
azadon sea más racional y útil en otros conceptos. — Así,
por ejemplo, en las tierras ya un poco cultivadas, en que no
pueda usarse el arado, por existir muchas piedras en ellas
ó en las resiembras de los cañaverales, se debe sembrar con
el azadon. — No se crea, sin embargo, que la siembra á jan
es fácil de ejecutar. — El peso del instrumento, la posicion
2 OS
inclinada en que debe encontrarse ó mantenerse el obrero
al arrojar con violencia el útil, los esfuerzos que tiene que
desplegar para abrir hoyos anchos y profundos, hacen com-
prender, por más que muchos lo nieguen, que semejante
operacion exige trabajadores robustos, mañosos, y al cabo
siempre es penosa.
Existen muchos ingenios en la Isla donde siempre han
sembrado á jan los campos de caña : conocemos una finca,
si no la mejor, por lo ménos de las primeras en su clase, en
la cual nunca se han plantado los cañaverales de otra ma-
nera, obteniendo siempre una produccion en verdad sorpren-
dente. Mas de que la siembra á jan sea productiva en muchos
casos, no puede deducirse que sea la mejor, ni sencilla-
mente buena, pues los resultados que se obtienen con ella á
pesar de sus defectos, prueban tan sólo la feracidad de
muchos de nuestros terrenos, y lo apropiado del clima cu-
bano para el cultivo de la caña; verdades plenamente de-
mostradas por las zafras valiosas conseguidas en ciertos
ingenios, en los cuales parece que se ha deseado ir en con-
tra de todos los principios de la ciencia agrícola.
SIEMBRA CON LA AZADA. — Estas siembras se practican hoy
tan sólo en las tumbas y en los terrenos muy pedregosos, en
los cuales no puede obrar el arado. — Tambien se emplea el
azadon para resembrar los cañaverales.
Los hoyos abiertos con la azada para recibir la caña deben
tener media vara de largo, una tercia, ó cuando ménos una
cuarta de profundidad, si el terreno es alto y bastante pro-
fundo en su capa vegetal, y de ancho una tercia, poco más ó
ménos. — Si el terreno es bajo y de poco fondo, no se pro-
fundiza sino de 6 á 8 pulgadas. — Los hoyos se colocan á
4,56 6 cuarlas en cuadro, ó se disponen en líneas dislantes de
una vara ó seis cuartas ; en cuya direccion seabren las fosas,
separándolas de media vara á tres cuartas. poco más ó ménos.
— Abiertos los hoyos, se procede á la siembra, á cuyo efecto.
detrás de los hoyadores va una cuadrilla de obreros, colo-
4
e. a
cando dos trozos de caña en cada fosa, arreglados de tal
modo que no se toquen; inmediatamente despues entra en
ejercicio la cuadrilla de tapadores, la cual, armada con aza-
dones ó con machetes, cubre con tierra la caña depositada en
los hoyos ; si éstos son poco profundos, se les tapa con toda
la tierra que de ellos se extrajo; mas si poseen cierta pro-
fundidad, conviene no arrojar toda la tierra: es suficiente
en la primera operacion cubrirla sólo con la mitad ; más tarde
se concluye de arrimar el resto, una vez que ha nacido la
caña. — En cuanto á la semilla, unos la colocan y dividen en
trozos de antemano en la guarda-raya más inmediata á la
siembra; otros prefieren disponer una cuadrilla que riegue
la caña, la cual toman los obreros encargados de picarla y
de depositarla en la fosa.
Por lo comun, las siembras con la azada se verifican sin
regularidad alguna; mas en los casos en que se descase
abrir los hoyos dejando entre ellos la conveniente separacion
y estableciendo la alineacion oportuna, es necesario recur-
rir al uso de dos cordeles, en los cuales se marcan los puntos
en donde deben abrirse las fosas; estos cordeles se tienden
á la distancia juzgada útil, para lo cual se dispone otro cor-
del en línea perpendicular; en éste se señala con nudos la
distancia que debe mediar entre las líneas.
En vez de adoptar el sistema de siembras en cuadro, se
podria emplear, conservando las mismas dimensiones, la
disposicion en tresbolillo, quincunce ó de triángulo, la cual
asegura, segun lo ha demostrado la experiencia en las plan-
taciones de árboles, mejor aprovechamiento del terreno y una
aereacion más completa en todas direcciones. — Cuando se
siembra con el azadon ó con el arado, dejando grandes espa-
cios ¿ narigones entre los trozos de caña ó disponiendo la
siembra en cuadro ó en quincunce, se dice que se siembra
á hoyo deyuca, porque en efecto así es costumbre plantar esa
euforbia.
Despues de considerar todas las razones que hemos
expuesto, y atendiendo á las que sucesivamente irémos pre-
A OA
sentando, nada manifestarémos en este lugar acerca de las
ventajas é inconvenientes que ofrecen las siembras llevadas
á cabo con el azadon, pues tendríamos que repetir ideas ya
manifestadas, ó anticipar juicios que más en su punto serán
dilucidados en otras páginas. — Soló sí se nos permitirá in-
sistir respecto de una preocupacion que cuenta gran número
de partidarios entre cierta clase de nuestros hacendados. —
Consiste ésta en creer que en el cultivo de la caña no debe
en modo alguno removerse el lerreno, y que es muy impor-
tante verificar las siembras por medio del azadon, y no con
el arado, pues así se forman campos de más duracion que
aguantan más córtes. — Respecto de las ventajas conseguidas
poniendo en obra todas las operaciones de la labranza, ve-
rificadas juiciosamente, nada declararémos aquí, pues he-
mos expuesto con amplitud cuanto se nos ocurre acerca de
ese punto (V. Estudios progresivos); mas con relacion á la
siembra ejecutada por medio del azadon, debemos pregun-
tar, ¿qué más tiene abrir hoyos á ciertas distancias unos de
otros, ó trazar un surco, es decir, un cordon contínuo de
hoyos? Ademas de todas las razones científicas que militan
á favor de las siembras, en los casos oportunos, verificadas
con el arado de doble vertedera, debemos recordar que éstas
son mucho más sencillas y fáciles de ejecutar empleando
obreros no muy fuertes, miéntras que para llevar á cabo las
plantaciones con el azadon es preciso disponer de trabaja-
dores robustos y adiestrados : la hoyadura es una tarea
penosa.
SIEMBRAS REALIZADAS EN TIERRAS NO LABRADAS Ó EN CRUDO.
— Las variadas operaciones mecánicas, físicas y químicas,
que sucesiva y juiciosamente, en la medida y tiempos con-
venientes, se ejecutan en los terrenos para prepararlos á las
siembras, tienen un objeto bien determinado, de tal impor-
tancia, que aun despues de haberlo manifestado repetidas
veces, creemos oportuno recordar rápidamente los fines que
se desean conseguir tan sólo al labrar las tierras de una ma-
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A
nera completa, empleando al efecto todos los intrumentos
útiles en el tiempo más adecuado á la realizacion de nues-
tras ideas.
La labranza en el sentido más lato del término, es decir,
incluyendo en ella, no sólo las labores con el arado, sino
aun el uso de las gradas, rodillos é instrumentos propios
para desagregar el subsuelo, tiene por resultado final:
1.2 Pulverizar, mullir, ahuecar, esponjar el suelo con el ob-
jeto de facilitar la accion de los agentes atmosféricos, y de
propender al desarrollo fácil y contínuo de las raíces. Para
conseguir siempre los efectos más beneficiosos, se deben ya-
riar las operaciones que se ejecutan para alcanzarlos, segun
la naturaleza de la planta cultivada, las propiedades físicas
y composicion química del suelo y sub-suelo, consideradas
de una manera absoluta, y tambien con relacion á las la-
bores anteriores, el clima, etc. 2.” Mezclar intimamente todas
las partesde quese compone el terreno, difundir por todas sus
partículas los elementos nutritivos de suerte que, presen-
tando en toda su masa una composicion uniforme y propie-
dades físicas iguales, puedan las plantas desarrollarse de
una manera contínua, sin que, en las interrupciones produ-
cidas al llegar al seno de algun depósito de naturaleza
distinta, extraigan las raíces cuerpos nocivos á la vegetacion,
ó que trastornen de cualquier modo por exceso ó defecto la
marcha de la evolucion de la planta, dando orígen á manchas
en las hojas, concreciones, etc. : la absorcion puede tambien
alterarse en virtud de nuevas y diferentes propiedades fisi-
cas, que distingan los medios recorridos por las raíces en
pos de sus alimentos. Obtener este resultado será tanto más
de desear, cuanto que por labores profundas se hayan traido
á la superficie las capas inferiores del suelo ó las superiores
del sub-suelo, y ademas en los casos en que se desee distri-
buir con igualdad correctivos y abonos en todo el terreno.
3. Traer á la superficie una porcion del terreno inferior, con
el fin de meteorizarlo por la accion del aire, y de mejorarlo
por medio de Jos abonos y correctivos, obteniendo por último
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resultado un aumento en el espesor y homogeneidad de la
capa vegetal, y el aprovechamento de gran número de sus-
tancias contenidas en las capas del sub-suelo. La meteori-
zacion del terreno ha sido considerada tan importante, y la
práctica ha demostrado úe tal modo sus buenos efectos, que
muchos agricultores, exagerando sus beneficios, han soste-
nido que los abonos, correctivos, ete., eran completamente
inútiles, pues, segun ellos, las plantas sólo reclaman para
vegetar con vigor una tierra bien aéreada por medio de la-
bores repetidas. Este sistema fué puesto en práctica al prin-
cipio con resultados brillantes, y más tarde con un fin
desastroso, por el célebre agrónomo inglés Tull. 4.? Facilitar
el escurrimiento inferior de la aguas, y absorber, introducir
y guardar la humedad; por cuyo medio se mantienen enjutos
los terrenos húmedos, y convenientemente humedecidos los
queson demasiado secos, resultados opuestos á primera vista,
los cuales se obtienen, sin embargo, ahuecando el terreno,
pues así se aumenta su penetrabilidad y se disminuye su
capilaridad. De estas dos acciones combinadas resulta la
regularidad en la cantidad de agua conservada por el ter-
reno, y puesta á la disposicion de las plantas. Por poco que
otras circunstancias favorables se unan á este doble y si-
multáneo efecto, se obtendrá por resultado final la frescura ;
es decir, ese estado benéfico del suelo, en el cual las plantas
en todo tiempo reciben la humedad necesaria para el com-
pleto ejercicio de las funciones que desempeñan sus orga-
nismos. 5.* Extirpar las malas yerbas, arrancándolas de raíz,
y extrayéndolas por medio de las gradas, puestas en accion
en la oportunidad conveniente. — Cuando se trata especial-
mente de cañaverales demolidos, que se labran con el objeto
de sembrar de nuevo en ellos caña, por medio de las labores
se deben extraer las cepas viejas, las cuales unidas en mon=
tones, es útil quemarlas, y aprovechar sus cenizas como
abono. Si no se tuviese este cuidado, las cepas viejas impe-
dirian mecánicamente el desarrollo de las nuevas, y ademas
perderiamos los elementos fertilizantes contenidos en ellas,
md
sin contar que tambien pueden ser útiles para la quema de la
arcilla (13).
Reconocida la importancia de los fines que nos propone-
mos conseguir al ejecutar las labores consideradas en todos
sus detalles y amplitud, es claro que, á ménos de no mostrar-
nos inconsecuentes con las ideas que dejamos expuestas, no
podemos aconsejar que se descuide la realizacion de las ope-
raciones encaminadas á producir semejantes beneficios.
Tampoco debemos dejar de insistir acerca de la necesidad
de sanear el terreno por medio del drenage y rompiendo el
sub-suelo, ni mucho ménos olvidarémos aconsejar el uso de
los correctivos, abonos sólidos y líquidos, el regadío, etc. ;
en una palabra, todas las prácticas de la agricultura progre-
siva, sin el auxilio de las cuales no se pueden conseguir ni
grandes ni seguras cosechas.
Sin embargo, se presentan en la vida del agricultor cir-
cunstancias en las cuales, á pesar de la rectitud de sus ideas,
contra todos los principios de la ciencia, se encuentra en la
necesidad de proceder y ejecutar operaciones viciosas á todas
luces. — Por ejemplo: al hacendado que por circunstancias
adversas haya visto menguar la produccion de su ingenio,
aumentándose al mismo tiempo sus apremiantes compromi-
sos; cuando á consecuencia de incendios, sequías, inundacio-
nes, etc., se destruyen rápidamente los plantíos de caña,
¿qué recurso le queda más que aumentar con rapidez su
zafra, aunque sea poco económica y científica la marcha que
adopte? En esos casos desesperados, en que es preciso ade-
lantar á todo precio, cuando si se espera lo mejor se pierde
lo bueno, es necesario decidirse por las siembras en crudo,
realizadas de tal modo, que se minoren en gran parte sus
inconvenientes, corrigiendo sus defectos.
Para ejecutar las siembras en crudo se comienza por es-
cardar el terreno, se extraen las yerbas y se queman fuera
del campo, esparciendo luego en él las cenizas; ó se incineran
en el mismo terreno despues de estar convenientemente se-
cas. — Acto contínuo se marcan los surcos, delineados de
Dr
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vara en vara por medio del cordel, con un arado del país, y
despues se abren profundos y anchos surcos, empleando un
arado grande de doble vertedera; mas ántes conviene romper
el surco por medio del arado de una sola vertedera. — Si
hay proporcion, y el sub-suelo lo exige, es muy útil para des-
agregarlo pasar el arado de sub-suelo, si no por todos los
surcos abiertos, al ménos por aquellos que se destinan á la
siembra. — En las siembras en crudo es preciso poner espe-
cial cuidado en abrir anchos y profundos surcos, y despues
verificar la aporcadura interna.
Al practicar la siembra se elegirá la mejor semilla, si es
posible, y se cubrirá con abono en el surco ántes de taparla
con tierra. Miéntras ménos buena sea la semilla, y el terreno
poco feraz, más necesario se hace el uso de la materia fer-
tilizante. — Es tanto más urgente llenar este requisito,
cuanto que en las siembras en crudo la caña se desarrolla
con más lentitud que en el caso de encontrarse el terreno
bien preparado y dispuesto propiciamente con anterioridad.
—Por otra parte, es necesario sembrar en sazon. — La caña
debe sembrarse á surco corrido, pues como ahija 6 matea
ménos, y se mueren más cepas, es preciso mayor cantidad
de semilla; sin embargo, colocando dos trozos fronterizos
de caña bien separados en el fondo del surco, hay más de lo
suficiente. Si el terreno fuere bajo, es preciso no picar la caña
en pedazos menudos: es útil tenderla entera, teniendo sólo
el cuidado de cortar las porciones encorvadas; entónces una
sola caña dispuesta en medio del surco es cuanto se requiere
para obtener una buena nascencia. — De este modo se evita
el empleo de la mano de obra necesaria para la division, y
ademas se logra una nascencia más igual. — En las tierras
bajas, cuando se siembra la caña empleando pedazos muy
pequeños, dado el caso que los desagúes no sean fáciles, si
sobrevienen repetidas y copiosas lluvias, con frecuencia se
pudre gran parte de la semilla. — Al practicar la siembra se
coloca la caña alternativamente en los surcos de dos en dos
varas, dejando un surco intermedio, que sirve para el desa-
— =
gúe. — En las lierras altas, enjutas, no es preciso semejante
canal de desagúe; de suerte que se podrian abrir los surcos
para sembrar, dejando desde luego entre ellos dos varas de
separacion. A
Es necesario atender á la cantidad de tierra con que se
cubre la semilla, pues más que en las siembras verificadas
en terrenos bien preparados, es preciso facilitar el naci-
_miento de las yemas (14). La cantidad de tierra con que se
cubre la caña es relativa, no sólo á las propiedades genera-
les de ella, sino tambien al estado transitorio del suelo. —
Cuando se siembra en seco, sin esperanzas de gozar de los
beneficios de lluvias próximas, sobre todo en terrenos muy
arenosos, es necesario cubrir con más tierra que en los ca-
sos en los cuales se lleva á cabo la plantacion en perfecta
sazon.
Practicada la siembra, las primeras escardas se verificarán
con el azadon miéntras que la caña se halle aun muy pe-
queña. Si puede emplearse el extirpador ó escarificador,
será conveniente usarlos. Cuando la planta presenta, poco
más ó ménos, cuarenta centímetros de altura, se la aporca,
sele arrima la tierra extraida del surco al abrirlo, y al prac-
ticar esta operacion se ara bien todo el espacio comprendido
entre los dos surcos. Para ejecutar estas operaciones se
emplea el arado de Hall, número 3: suponiendo que éste no
pueda con facilidad realizar el trabajo, se comenzará por
roturar la tierra con un arado del país, y en seguida se uli-
lizará el arado de una sola vertedera. Más tarde, si preciso
fuere practicar nuevas escardas, se emplearán los arados de
una sola vertedera, tirados por una sola bestia. En vez de
emplear el arado de Hall, número 3, en ciertos casos es
conveniente usar, despues del arado del país, el arado pe-
queño, destinado á mover los suelos ligeros ó anteriormente
preparados.
Quizas convendria usar en algunas circunstancias entre
los surcos las gradas de dimensiones proporcionadas, des-
pues de haber arado la distancia que media entre ellos. —
Las gradas arrancarian de raíz las yerbas, y las extraerian
fuera del terreno. Tambien se pueden poner en accion los
escarificadores ó extirpadores.
En último resultado, practicando las siembras en crudo
tal como las acabamos de describir, se rompe ó alza el ter-
reno despues de sembrado; de suerte, que si bien es cierto
que no dispone el suelo del tiempo necesario para bonifi-
carse por la accion atmosférica, ni tampoco se mezclan con
perfeccion sus partes, etc., por otro lado, es evidente que
comparando estas siembras con las antiguas, ejecutadas con
el azadon, existe diferencia entre ellas, pues estas últimas
eran llevadas á cabo en peores condiciones. Cuando las siem-
bras en crudo se verifican en buenas circunstancias, si el
año es bueno, y el terreno algo feraz, atendiéndolas con
algun cuidado, se obtienen resultados tan notables, que
muchos á primera vista creerian que deberian preferirse á
las siembras realizadas en tierras bien preparadas, pues
procuran, al parecer, iguales beneficios, al propio tiempo
que se consigue una gran economía de mano de obra.
Examinando las siembras en crudo, comparándolas con
aquellas que se verifican en las circunstancias aconsejadas
por la ciencia, se verá que se desarrollan con más lentitud,
sufren más de la seca y del exceso de lluvias, las yerbas
adventicias las perjudican en mayor grado, la mala semilla
manifiesta en ellas su perjudicial influjo de la manera más
patente, clara y visible, las cañas, por lo comun, son más
delgadas y pequeñas así que llegan á su madurez, el caña-
veral dura ménos, las cepas ahijan poco, etc., etc.
En las siembras en crudo, más que en aquellas practicadas
en terrenos convenientemente preparados, es preciso poner
especial cuidado en los chapeos y en los desagúes por
medio de zanjas.
Atencion importante, no sólo si se considera de una ma-
nera absoluta, pues en las siembras en crudo es preciso
disponer todas las circunstancias del modo más propicio para
proteger el desarrollo de las cañas, sino tambien relativa-
a 1 GE
mente, porque no habiendo sido preparado con anterioridad
el terreno, las yerbas adventicias brotan con tanta más fre-
cuencia y vigor, cuanto que el campo contiene frescas sus
abundantes semillas. Por otra parte, el agua por lo comun
tiene que deslizarse por la superficie, no pudiendo escurrir
al traves de las capas de terreno aglomerado ó consolidado
por las alternativas de humedad y seca, pisoteo de los ani-
males, presion de las carretas, etc.
Además de todas las circunstancias expuestas relativas al
terreno, las circunstancias atmosféricas y los requisitos que
presiden al cultivo, debemos tambien manifestar aquí que
es muy digno de atenderse la variedad de caña cultivada.
Así en tierras bajas, arcillosas, de poca capa vegetal, es en
extremo perjudicial sembrar en crudo la caña cristalina,
miéntras la blanca sufre ménos todos esos inconvenientes.
— Debemos tambien advertir que en las siembras en crudo
es preciso elegir con acierto la sazon de la tierra, el estado
atmosférico y el crecimiento de la caña para verificar la
siega, pues como las tierras padecen más la extremada hu-
medad y la falta de aguas, á ménos de no poseer por natu-
raleza un grado notable de frescura, mueren más cepas, y
mayor es la extension de las resiembras que habrá que
hacer para restablecer el campo. '
Antes de concluir, para que no quede la menor duda
respecto de nuestras ideas relativas á este particular, repe-
timos que las siembras en crudo son pésimas, y sólo deben
efectuarse en las últimas extremidales, y entónces conviene
ejecutarlas como hemos indicado, para atenuar en algun
tanto sus defectos. — Las siembras en erudo producen bene-
ficios tanto más notables, cuanto mejor sea el terreno, ó ,
más convenientemente haya sido labrado en un tiempo pa-
sado no muy lejano, miéntras más por completo vivan las
plantas en condiciones meteorológicas favorables y se desar-
rollen prodigándoles todos los cuidados del cultivo. — Este
clima es tan favorable para el cultivo de la caña, y algunos
de nuestros terrenos tan fértiles hoy dia, que en ellos las
— ME
siembras en crudo producen resultados verdaderamente
sorprendentes, por poco que de ellas cuidemos.
SIEMBRAS VERIFICADAS POR MEDIO DEL ARADO DEL PAís (15). —
Despues de alzado, cruzado, y áun algunas veces terciado
el terreno, se le deja descansar algun tiempo para que reciba
las influencias atmosféricas, y en seguida se procede á la
plantacion, para lo cual se emplea el mismo instrumento.
— Como éste no abre un surco limpio y profundo, para
llevar á cabo la operacion es preciso extraer de él todos los
terrones y ahondarlo por medio del azadon, ó usando un
artificio empleado en el país en diversas circunstancias y
localidades. — Este consiste en colocar fuertemente atada
por dentro de la telera del arado, una cogotera de yagua y
algunas ramas menudas, con lo cual se consigue, haciendo
pasar de nuevo el arado así dispuesto por los surcos, per-
feccionarlos en algun tanto. — En la India se usa el mismo
procedimiento primitivo para finalizar el trabajo defectuoso
del arado imperfecto (Wray Manuel du planteur de la canne
á sucre, p. 218). — Abierto el surco, se deposita en él la
semilla, y aquí varian los métodos adoptados para efectuar
el trabajo: unos dividen en secciones la caña, la pican y co-
locan hasta cuatro trozos(!) en el surco, sin dejar distancia
alguna entre los pedazos contiguos; otros emplean ménos
semilla y juzgan útil cierta separacion entre las estacas que
se siguen en el surco (narigones); muchos no pican la caña,
y la tienden en el surco, teniendo sólo el cuidado de cortar
las partes encorvadas; pero todo esto se hace sin discerni-
miento alguno. — Depositada la caña en el fondo del canal
dispuesto para recibirla, se cubre inmediatamente con tierra
movida por medio del machete ó de la azada, ó se deja des-
cubierta para que reciba el rocío de la noche, y al otro dia
por la mañana se tapa. — Siguiendo este método, los surcos
están muy léjos de ser rectos y no guardan paralelismo
alguno entre sí: se trazan desde cinco cuartas hasta media
vara (!) unos de otros. — Concluida la siembra general, para
— 60 —
finalizar el trabajo se abre un surco en la orilla del caña-
veral, perpendicular á los primeros, y en él se planta tam-
bien caña. — Este surco, denominado maestro, sirve para
dar un aspecto exterior más poblado al plantío, y más tarde
es útil á los mayorales á fin de ocultar las faltas de escar-
das, etc.— La razon que acabamús de enunciar hace com-
prender por qué se tiene tanto cuidado de trazarlo con gran
trabajo, áun en las plantaciones verificadas con el azadon y
el jan.
SIEMBRAS PERFECCIONADAS. — Preparacion de las tierras. —
El estudio de los beneficios que se consiguen practicando
en su tiempo, medida y propiedad, todas y cada una de las
distintas operaciones concernientes á la labranza en gene-
ral, ha sido de nuestra parte objeto de un exámen detenido
y predilecto; todos los efectos de las labores preparatorias
para verificar las siembras, todos los trabajos que se ejecu-
tan para propender al mayor desarrollo de las plantas, han
sido ya asuntos ó materias de otros estudios (16). Nuestras
publicaciones anteriores nos dispensan de volver á tratar
estos particulares, pues no sólo hemos llamado la atencion
acerca de ellos de un modo general, sino que los hemos
presentado de una manera especial con respecto á distintos
cultivos, á las circunstancias del terreno, á las condiciones
meteorológicas generales ó accidentales, etc. Nada añadiré-
mos, por tanto, á la mayor parte de las numerosas razones
que hemos aducido para hacer resaltar las ventajas de una
buena labranza; mas creemos muy oportuno, ántes de trazar
el cuadro de los trabajos preparatorios indispensables para
disponer las tierras á ser plantadas de caña, detenernos
ligeramente á examinar un particular relativo á la economía
de la caña, el cual nos servirá de argumento para demos-
trar la necesidad de labrar bien la tierra ántes de confiarle
el tallo que nos ha de procurar la cosecha. Y para que no se
nos pueda tildar de exclusivos, debemos advertir que el
punto que vamos á estudiar se refiere á todas las plantas;
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Fr
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— 61 —
y si tanto valor le damos á propósito de la caña, es sólo
porque creemos que ella, más que ningun otro vegetal quizá,
ha menester que no se olvide ese requisito al emprender su
cultivo.
En todos los séres vivientes, todos los órganos, aparatos
y funciones se hallan intimamente unidos por vínculos es-
trechos; en ellos no se puede afirmar que lo anterior fué un
hecho separado del que ocurrió posteriormente, ni de aquel
que acaecerá más tarde; lo pasado preparó lo presente, y éste,
á su vez, sirve de base á lo que efectuará en el porvenir
estando todos unidos por acciones y reacciones. En el orga-
nismo de la caña, no sólo en cada instante que se examine
se verá que existe una estrecha y perfecta concordancia, una
íntima dependencia entre todos los órganos y funciones, sino
que aun se notará que todos los fenómenos presentes se
deducen legítimamente de los anteriores, los cuales, aunque
pasados, continúan siempre mostrando su accion sucesiva.
Existe tal mancomunidad entre todos los órganos de la cana,
que tomando cada uno aisladamente, y considerándolo con
respecto á los demas, se ve que en mayor ó menor grado se
le puede considerar como el centro del torbellino vital, ma-
nifestándose entónces que todos los actos de la economía
no son más que un conjunto de acciones y de reacciones.
Cada cañuto formado prepara la existencia de los que le si-
guen, los cuales, á su vez, se encargan de disponer las con-
diciones que presidirán á la formacion de los subsiguientes;
y téngase muy presente que en esa cadena no interrumpida,
si un cañuto se forma en circunstancias poco favorables,
aun suponiendo que cambien los requisitos que determinen
el desarrollo de los posteriores, siempre el órgano defectuoso
mostrará su accion sobre los que se desarrollen despues.
Todas las circunstancias naturales ó dependientes de la
voluntad humana, que detienen, trastornan, perturban ó
desvian el curso normal de las funciones sucesivas de la
caña ejercen el más pernicioso influjo sobre el desarrollo
O
orgánico del cañuto, no sólo con respecto á sus dimensiones
sino, lo que es más importante, con relacion álos productos
elaborados en el seno de sus tejidos. — Así durante las se-
quías, por no funcionar las hojas, por ser alteradas en su
constitucion esencial, no se realizan todos los actos vegeta-
tivos de ellas dependientes, y los cañutos desarrollados du-
rante ese período son cortos, leñosos, etc. Es evidente que
los órganos foliaceos no funcionan en esas circunstancias,
porque tampoco las raíces desempeñan sus normales en-
cargos, hallándose en un medio desprovisto de la humedad
indispensable para la realizacion de todos los fenómenos
directos é indirectos que presiden á la succion. Lo propio
acontece á consecuencia de un excesivo y duradero estado de
humedad. —La separacion de las hojas origina los mismos
efectos : basta para producirlos cortar, estrujar ó ripiar las
hojas. — Por fin si el desarrollo no es contínuo por faita de
idoneidad en las circunstancias del suelo ó por defectos de
cultivo, se manifiestan los fenómenos desastrosos que aca-
bamos de enumerar. — Á esa reduccion en el tamaño del ca-
ñuto, corresponde una proporcion en las dimensiones de la
hoja en él inserta. Estos hechos son tan importantes que
creemos deber comprobarlos describiendo algunos fenóme-
nos de la vegetacion de la caña que los demuestran por
completo. — Cuando se examina una hermosa caña se ve
que los cañutos inferiores son cortos : luego van adqui-
riendo mayores dimensiones, hasta que llegado á cierto tér-
mino de su altura, conservan dimensiones bastante iguales :
en seguida comienzan á decrecer, hasta que se detiene el cre-
cimiento total de la caña. — Si durante el curso progresivo
del desarrollo de la caña sobreviene una sequía; si yerbas
adventicias invaden el campo; si una excesiva humedad
acaece; si se interrumpe la alimentacion de la planta, etc.,
en todos esos casos los cañutos que se desarrollan en seme-
jantes períodos son en extremo cortos y su número varía
segun la duracion de las causas adversas. — Tan pronto
como cambian las influencias contrarias, los cañutos van
BO
. siendo mayores y suelen adquirir dimensiones algun tanto
iguales álos que crecieron ántes de la accion nociva que pro-
dujo los cañutos cortos.—Es tan visible este fenómeno, que
basta examinar una caña para deducir la historia completa
de las condiciones en que se han realizado sus evoluciones.
— El agricultor entendido debe propender á obtener cañas
que ostenten grandes cañutos y que éstos guarden la mayor
igualdad posible entre ellos, y debe cortar las cañas cuando
la dimension de los cañutos disminuye naturalmente por la
limitacion del crecimiento. — Es posible juzgar el tamaño
del cañuto por las dimensiones de las hojas. — Cuando las
cañas van llegando á su último período de crecimiento las
hojas disminuyen de tamaño.
Puesto que la oportunidad se nos ofrece creemos deber
hacer una aclaracion importante. — En particulares de suma
trascendencia es siempre de temerse no expresar por com-
pleto las ideas juiciosas que forman la esencia de una doc-
trina, dejando en el ánimo del lector alguna duda que pueda
parecer incertidumbre en el pensamiento ó concesion he-
cha á errores propagados en un país. — Para evitar esas
falsas interpretaciones creemos conveniente manifestar á
todo nuestro parecer, que nunca jamas ni por ningun con-
cepto podemos consentir en que se nos atribuya la idea que
la caña pueda sin inconveniente detenerse en su crecimiento,
cuando precisamente todos nuestros estudios van dirigidos
ádemostrar la conveniencia de establecer y mantener la su-
cesion uniforme en el crecimiento de la caña. — Pero te-
niendo que escribir para un país en el cual no se riega, nos
ha sido preciso colocarnos en las circunstancias anormales
en que vive la caña y fundar nuestros juicios en tan falsos
requisitos, conformándonos con aducir razones de verdad y
utilidad relativas. — La falta de regadío introduce en las
prácticas agrícolas el mismo desconcierto, que se nota en la
voluntad de los hacendados cubanos, los cuales durante la
zafra, ruegan alternativamente por que no llueva, para po-
der moler, y por que llueva, para salvar sus cañaverales,
Ro A
plantados de firme y los cortados, de la accion funesta de las
sequías. — El dia en que se establezca en Cuba el regadío,
se horrorizarán nuestros hacendados de las sumas fabu-
losas que han perdido con el hereje sistema de cultivo que
han adoptado. — Es preciso cultivar cristianamente. A Dios
rogando y con el riego dando.
Del principio anterior se deduce lógicamente que una de
las primeras condiciones de un buen cultivo es propender
al establecimiento de un conjunto tal de circunstancias, que
gracias á él, la nutricion pueda efectuarse de una manera
contínua y regular, sin que sobrevengan en sus fases suce-
sivas, bruscos trastornos, retardos ni suspensiones que
perturben la marcha armónica y progresiva de todas y de
cada una de las funciones. Entre las circunstancias que á
tan beneficioso resultado contribuyen, figura en primera
línea la homogeneidad de la composicion química de la
tierra, y la uniformidad de sus propiedades físicas, las cua-
les se consiguen mezclando por medio de las labores todos
los elementos del suelo, los abonos y correctivos distribui-
dos, etc.
Demostrada la conveniencia de mezclar íntimamente to-
das las partículas del terreno, pasemos á bosquejar el cua-
dro de las labores que es preciso verificar en un terreno
desmontado y apto á permitir el trabajo, para adecuarlo á
la plantación de la caña.
La primera condicion para que el arado de una sola yer-
tedera destinado á alzar el terreno pueda verificar una labor
perfecta es que le sea posible obrar con completa regulari-
dad, y que el tiro sea igualmente ordenado y fácil. De aquí
la necesidad, ántes de comenzar la labor de romper, de pur-
gar el terreno de las malezas que puedan detener el curso
del arado, y la urgencia de desagregar preparatoriamente
algun tanto la superficie, si se halla á tal punto endurecida,
que sea difícil penetrarla, y ménos hacedero áun voltear la
tierra. Estos trabajos preparatorios son los que nos ocupa-
ron cuando tratamos en nuestros estudios relativos á la la-
branza, de las operaciones propias para desbrozar y roturar
los campos. Ambas operaciones se verifican con instrumen-
tos especiales, más ó ménos propios al fin que se deslinan,
cuyos efectos hemos tratado de poner de manifesto y de ha-
cer apreciar. A falta de semejantes instrumentos, es posible
chapear el campo por los medios conocidos en el país, y
despues, si la tierra lo requiere, se aflojará, empleando el
arado del país.
La primera operacion que conviene practicar en ese mo-
mento, ántes de alzar el terreno, es distribuir por su super-
ficie la cantidad de abono que se estime oportuno incorporar
á la masa térrea, así como tambien es preciso esparcir las
materias destinadas á servir de correctivos, las cuales, para
llenar por completo el papel que deben desempeñar, necesi-
tan que se las mezcle intimamente con la tierra con la mayor
regularidad posible. (V. Distribucion de los abonos : del rega-.
dío considerado como medio de preparar las tierras.)
Ejecutado este primer trabajo, se procede á alzar ó romper
la tierra, empleando el arado de una sola vertedera más
propio, segun las circunstancias del terreno, teniendo espe-
cial cuidado de verificar la labor con arreglo á todas las pro-
piedades generales y accidentales del suelo. Al tiempo de
alzar el terreno, si fuere necesario, se hará obrar inmedia-
temente tras él el arado de sub-suelo. Una yez alzado el ter-
reno, se deshacen los terrones por medio del rodillo Cross-
kill, el cual prepara y dispone la tierra para que se obtengan
todas las ventajas apetecibles al poner en accion las gradas
ó peines destinados á desarraigar y extraer las yerbas, mez-
clar las partículas del terreno, etc. Algunas veces, ántes de
usar las gradas es necesario volver á voltear el terreno,
usando un arado ligero, un extirpador ó escarificador po-
tente.
Despues de preparado el terreno, se puede proceder in-
mediatamente á sembrarlo de caña, 0 es conveniente depo-
silar en él alguna otra semilla; dejarlo descansar para que
reciba todas las influencias atmosféricas; bonificarlo aun más
9
por medio de los abonos verdes. En todos los casos, cuando
llegue el momento oportuno, ántes de practicar la siembra
de caña es útil voltearlo ó moverlo de nuevo, usando al in-
tento un arado ligero, un extirpador ó un escarificador espe-
cial.
Disposicion de las labores para las siembras. — Con la con-
vyeniente extension hemos tratado, cuando nos ocupamos
del estudio de la labranza, de cuanto atañe y depende de las
labores : allí manifestamos cómo se realizaban en toda
suerte de circunstancias, y tambien expusimos en qué forma
habia de ser dispuesta la tierra para la siembra. — Cuanto
se refiere á la labor chata ó yunta, á la acordonada ó en
planchas, ó á la formacion de las almantas, queda en esas
páginas apuntado de un modo general; mas para completar
nuestro trabajo debemos, refiriéndonos directamente al cul-
tivo de la caña, extender, ampliar y aplicar aquellas nociones
presentadas de una manera indeterminada, sin conexionrela-
tiva é inmediata á un cultivo especial en señaladas circuns-
tacias.
Los requisitos generales que deciden de cómo será menes-
ter disponer la tierra para el cultivo son, á más de la orga-
nizacion particular de la planta, la necesidad de sanear el
terreno, aumentar el espesor de la capa vegetal ó regar los
plantíos.
La ciencia y el trabajo del hombre deben siempre propen-
der á disponer la tierra para las siembras de caña de tal
suerte, que su superficie no presente zanjuelas ni eminencias
de ninguna especie. — De esa manera, no sólo ajustamos
nuestras obras á la organizacion de la caña, sino que aun
se pueden verificar con facilidad multitud de operaciones
que de otro modo seria difícil lleyar á cabo. — En el lugar
oportuno hemos declarado los males anexos y consiguientes
á los desagúes superficiales, y tambien tratamos de hacer
apreciar las ventajas de los saneamientos interiores. — Así
pues, considerando la desecacion de las tierras, siempre de-
bemos aspirar á conseguirla por medio de las labores pro-
LN y Gs
fundas, la desagregacion del sub-suelo, el drenage, y por
fin, usando los correctivos y abonos más apropiados. — El
verdadero progreso, resolviendo el asunto en este aspecto,
será realizado el dia en que, como en Europa, terrenos que
por ese motivo no podian cultivarse sino en planchas ó en
almantas, puedan explotarse disponiéndolos igualmente
por medio de una sencilla labor yunta. Como hemos hecho
notar, ademas de las ventajas con particularidad deseadas,
se consiguen por esos trabajos otras utilidades, que juntas
crean una fertilidad en extremo productiva. — Expresadas
de un modo tan terminante nuestras ideas acerca de este
particular, vamos á examinar las cosas en el supuesto de no
ser posible llegar al estado de perfeccion, que juzgamos
como el más racional y beneficioso.
Cuando el terreno es bajo, poseyendo, sin embargo, bas
tante profundidad en su capa vegetal, conviene disponerk
en planchas, tableros, fajas, amelgas ó canteros, es decir,
que se sembrará la caña del modo que hemos indicado, y de
distancia en distancia se abrirán zanjas de desagúe. En
cuanto á la extension de esos tableros, es indudable que sólo
es posible determinarla segun las circunstancias del terreno :
en algunos convendrá trazar las zanjas de dos en dos cor-
deles, en otros á un cordel; en muchos casos será útil multi-
plicar más los canales de desagúe, y por tanto deberémos
oportunamente ir reduciendo el ancho de las fajas. — Ade-
mas de esas zanjas que median entre los canteros, muchas
veces habrá que abrir otras perpendiculares á ellas, las cua-
les, á la vez que recibirán las aguas de los primeros canales,
las harán correr hasta la zanja principal; si por otra parte
existiesen desagives naturales en declives marcados, en esa
direccion será preciso abrir las zanjas; de suerte que, en
punto al saneamiento, la labor en planchas, para conseguir
sus fines, debe basar sus operaciones sobre el estudio prévio
de la nivelacion del terreno. En otro lugar expusimos al-
gunos datos acerca de los saneamientos por medio de cana-
les descubiertos,
E
Si el terreno, á más de ser bajo, ofreciese una capa vege-
tal poco profunda, descansando sobre un sub-suelo impro-
pio para el cultivo de la caña, ó que no nos fuese posible
mejorar, entónces será preciso, para disminuir en algun
tanto los inconvenientes anexos á semejantes circunstancias,
comenzar por depositar los trozos de cana á la mayor pro-
fundidad posible, y despues por medio de la aporcadura ex-
terna ir recogiendo la tierra de la superficie que media entre
las líneas de caña, y arrimarla al pié de las macollas.
La aporcadura externa exagerada produce los resultados
queen otros puntos se irán poniendo de manifesto; pero si
nociva es esa operacion, más perjudicial es aun sembrar las
cañas desde el principio en almantas más ó ménos bombea-
das. En efecto, reflexiónese cuán difícil seria levantar esas
almantas, la manera con que se habria de sembrar la caña,
etc.; gradúense los pocos córtes que produciria, la dificultad
del tiro, etc., y se verá que las almantas son el último tér-
mino de la escala en que se muestran los inconvenientes de la
aporcadura externa exagerada. En los terrenos en que fuese
necesario pensar en establecer semejante sistema de cullivo,
seria preciso desistir por completo y no emprenderlo. Con re-
ferencia á la disposicion en planchas, debemos agregar que
en ellas no siempre es necesario practicar la aporcadura exa-
gerada. — Cuando se lleya á efecto una aporcadura externa
alúltimo grado, por fuerza queda en el centro de las dos hile-
ras de caña una zanja de desagúe, de manera que casi pode-
mos decir que se ejecuta la disposicion en canteros, los cua-
les contienen una sola línea de caña.
En várias ocasiones expresamos los conceptos oportunos
para poner en su punto la verdad de las ideas que acabamos
de enunciar; en todas y cada una de esas páginas se halla-
rán pruebas que amplien y completen los particulares aquí
manifestados; de suerte que, teniéndolos todos presentes,
examinándolos con detenimiento, se apreciará mejor la ar-
monía íntima que los enlaza, comprueba y verifica mutua-
mente.
E A
Creemos tanto más necesario inculcar estas ideas en el
ánimo de los agricultores, cuanto que ellas con seguridad
pueden guiarlos en la práctica y evitarles incurrir en lamen-
tables errores. Precisamente por no tener una nocion clara y
completa de las necesidades generales del cultivo, inheren-
tes á la organizacion de la caña, á las propiedades del ter-
reno, etc., Wray y los hacendados de la Luisiana han adop-
tado un sistema de cultivo, que en buena agricultura sólo
se debe emplear en los casos en que no sea posible, modifi-
cando las circunstancias en que se encuentra el agricultor,
establecer métodos más perfectos. Queremos dar á entender,
como repetidas veces lo hemos expuesto, que el sistema de
cultivo que se apoya en la aporcadura externa exagerada no
es el más conveniente, y por tanto no será aquel que deba
adoptarse de preferencia en todas circunstancias (17).
Direccion de los surcos. — A primera vista se podria creer
que en un país en el cual profusamente distribuye sus do-
nes el sol, era indiferente tener en cuenta su influencia para
proceder con arreglo á ella y sacar de ese modo el mejor
partido de la benéfica accion de la luz y del calórico. —
Como hasta el presente se han sembrado las cañas sin
atender á la direccion de la plantacion, y como, por otra
parte, luego que completan su desarrollo, ocupan todo el
campo, no se han tomado en consideracion ni se han po-
dido apreciar las ventajas resultantes de una buena exposi-
cion.
La cantidad de calórico y de luz que reciben las cañas, no
sólo es muyimportante para su desarrollo general, para que
mateen con fuerza, etc., sino tambien es condicion precisa y
necesaria para que se verifique la madurez ó elaboracion fi-
siológica de sus jugos. — Estas circunstancias son tanto más
dignas de ser atendidas, cuanto mejor se siembre la caña,
más fértil sea el terreno, etc., pues entónces todos los requi-
sitos propicios se aunarán y concurrirán en la medida y
tiempo oportunos, originando el mayor y más provechoso
crecimiento de las cañas. — Presupuestas estas ligeras con-
o
sideraciones, vamos á exponer los datos que hemos recogido
estudiando este particular.
Nuestras primeras observaciones las obtuvimos exami-
nando algunas macollas de cañas de cinta morada, en cuyos
tallos evidenciamos ciertos hechos; pero deseando adquirir
un conocimiento más completo de los fenómenos, tratamos
de instituir experimentos, en los cuales dispusimos las co-
sas de tal manera que eliminamos los efectos de causas ex-
trañas, las cuales hubieran podido complicar los hechos y os-
curecernos la verdad. — En efecto, en esas macollas de caña
de cinta morada, comprendidas en un cañaveral, las cañas
podian variar por motivos independientes de la luz y por
otras causas, que, aunque enlazadas con ella, no eran pro-
ducidas direclamente por la exposicion.
Al comenzar nuestros ensayos, tratamos desde luego de
buscarla variedad de caña más sensible á la accion de la luz, y
por tanto, aquella en que con mayor amplitud se mostrasen
los fenómenos. De todas las canas que al efecto estudiamos,
la que más completamente nos ofreció su organizacion para
realizar nuestro intento, fué la caña de cinta verde. — Sem-
bramos en un cantero dirigido de Este á Oeste seis macollas
de esa caña, disponiendo en un surco central las cañas sepa-
radas de vara en vara; y colocando en cada punto cuatro
pedazos en forma cuadrada, nacieron las yemas y crecieron
con perfeccion; más tarde vimos que las cañas expuestas al
Sur se hallaban desarrolladas al grado de encontrarse ten-
didas, miéntras que las dirigidas hácia el Norte ofrecian
tan sólo algunos cortos cañutos aparentes, y sus tallos se
mantenian complemente derechos. — Simultáneamente dis-
pusimos otro cantero dirigido de Norte á Sur, sembramos
en él cañas del mismo modo, y obtuvimos en ambos lados
del cantero un desarrollo continuo y correspondiente; sólo
notamos en la punta Norte del cantero algunas cañas ménos -
crecidas. — Por fin, para completar estos ensayos, sembra-
mos detras de una casa, cuyas paredes interceptaban los
rayos del sol, cañas de cinta verde, y entónces, creciendo
— il
completamente expuestas al Norte y protegidas por un abri-
go, se desarrollaron en grado bastante mezquino. — De estos
experimentos resulta que siempre que la inclinacion del ter-
reno no nos obligue á proceder de distinto modo, debemos
efectuar las siembras de caña, abriendo los surcos de Norte
á Sur. — Estos hechos concuerdan con las observaciones que
hemos referido en otro lugar acerca de la direccion de los
camellones; observaciones que se tienen muy en cuenta en
los países frios para llevar á cabo las sementeras (18).
Excusado nos parece agregar que en todas las siembras
de caña, ya se efectúen á jan, con el azadon, en crudo ó con
el arado del país, nunca debe olvidarse de dirigir los surcos
de Norte á Sur.
Distancia entre las líneas. — La separacion que media entre
las líneas, la colocacion de las estacas en el surco, y por tanto,
la cantidad de caña empleada, depende muy mucho de la
variedad de caña, la cual determina su desarrollo, si ahija
en tal ó cual grado, si se tiende, si sus hojas se desprenden
con facilidad, etc. Las circunstancias del terreno, sus propie-
dades físicas y su composicion química ejercen, combinadas
con las consideraciones dependientes de la naturaleza del
clima, una influencia manifiesta respecto de la distancia á
que debe sembrarse la caña. — Las yerbas adventicias que
ensucien el campo deben ser tambien tenidas en cuenta. —
Por otra parte, al graduar el espacio que útilmente debe sepa
rar las líneas de caña, preciso es nunca olvidar cuán prove-
choso es poder ejecutar las operaciones por medio de má-
quinas aratorias tiradas por animales. Nos abstenemos de
exponer más pormenores acerca de este asunto, porque en
Otro lugar será más ámpliamente tratado; mas no debemos
pasar adelante, sin embargo, sin hacer mencion de la época
en que se siembra la caña y del tiempo en que debe ser
cortada. — (V. Ideas generales acerca de las siembras, canti-
dad de semilla, etc.)
Las líneas de caña pueden colocarse á una distancia varia-
ble entre cinco y diez cuartas. — En la generalidad de los
E [UP
casos, el término medio, siete y medio, puede ser considerado
como la separacion más conveniente.
Trazar ó marcar los surcos. — Para verificar las siembras .
en líneas ó á cordel es conveniente comenzar por marcar la
direccion y distancia en que deben ser abiertos los surcos,
los cuales de otra manera no quedarian recíprocamente
rectos y paralelos. — Consíguese este fin disponiendo bali-
zas hábilmente colocadas, las cuales son suficientes para
dirigir los gañanes expertos. — Otras veces se tiende un
cordel y se señala su direccion con cal ó ceniza; de todos
modos conviene siempre principiar el trabajo haciendo apa-
rente la direccion del surco, marcándolo con un arado del
país. — Para economizar algun tanto la mano de obra, el
Sr. D. Francisco K. Sowers ha propuesto un instrumento
especial: consiste este útil en dos pequeñas rejas de arado,
las cuales, segun los deseos del labrador, se pueden colocar
á la distancia que se crea conveniente adoptar en las siem-
bras. Se principia por trazar el primer surco, delineándolo
con perfeccion por medio de balizas, ó marcándolo con
ceniza en la direccion de un cordel tendido; en seguida se
coloca dentro de este primer surco una de las rejas del mar-
cador y la otra por fuerza va dejando señalada otra zanjuela
exactamente paralela á la primera y á la distancia que se
juzgó oportuna ; despues se coloca una de las rejas dentro
de este segundo surco, y la máquina en accion traza un
tercero, etc. — Este instrumento marca una caballería de
tierra en dos y medio á tres dias; es tirado por dos yuntas
de bueyes. La descripcion que acabamos de presentar del
marcador Sowers muestra que este instrumento es sencilla-
mente un surcador (rayonneur), semejante á los que se usan
para sembrar el maíz, trigo, etc. (19). -
Los ingleses construyen arados de doble vertedera, pro-
vistos de un indicador, que es una barra de hierro, que se
desliza transversalmente sobre el timon del arado, de tal
modo, que se puedan obtener las dimensiones en ancho que
se deseen; por la parte externa existe otra pieza de hierro
PNL E dE
perpendicular á la primera; el labrador cuida de hacer pasar
siempre esta parte del indicador por el medio del surco
precedentemente abierto, á fin de conseguir un perfecto
paralelismo (20). — Creemos que esta modificacion podria
con ventaja adoptarse en nuestros arados, destinados á
realizar las siembras de caña.
Dimensiones de los surcos. — La caña, ámpliamente en su
punto pondrémos en el lugar oportuno, matea ó ahija, en
igualdad de circunstancias, con más ó ménos fuerza, vigor
y amplitud, en proporcion del tamaño del tallo subterráneo,
pues de las dimensiones de éste depende el número de
yemas ú ojos que, á su tiempo deben originar los hijos ó
renuevos. — No expondrémos aquí todos los particulares
relativos á este asunto, los cuales con la justa extension se
contienen en otras páginas; pero sí tenemos por acertado
dar á entender las consecuencias y aplicaciones de las ver-
dades presentadas y demostradas allí con toda claridad
por medio de repetidos experimentos y variadas observa-
ciones.
El tamaño del tallo subterráneo se determina ó gradúa de
dos modos : de primera intencion, si así decirse puede, ha-
ciendo que el retoño producido por el desarrollo de la yema
ántes de llegar á la superficie recorra un gran espacio de
terreno, ó bien cubriendo el pié ó base del vástago con
tierra, á medida que verifica su crecimento. — Lo primero
se consigue, ó por obstáculos mecánicos que estorben é im-
pidan el libre y natural brote del retoño, el cual entónces,
no dirigiéndose en su curso por el más corto camino para
llegar á la superficie, por fuerza se desvia de su direccion, ó
enterrando la semilla á gran profundidad. El primer medio,
segun expondrémos, es el artificio de que se vale la natura-
leza, con frecuencia, para conservar los cañaverales; la se-
gunda traza no siempre es un recurso, arbitrio ó arte conve-
niente, ni aun posible, puesá menudo, si se depositase desde
luego la semilla á gran profundidad, no sólo tardaria más
tiempo la yema en recorrer sus evoluciones, sino que aun en
o
muchos casos no aparecerian los retoños sobre la superficie
de la tierra, á consecuencia de alteraciones profundas de los
tejidos y líquidos fundamentales de la caña. — Con respecto
á arrimar tierra al pié, puede realizarse el trabajo, ó amon-
tonando parte de la masa térrea superficial comprendida
entre las hileras de caña, ó llenando el surco á expensas de
las partículas de él extraidas al abrirlo. — Estudiemos en
ambos casos los resultados obtenidos, manifestemos los con-
secuentes efectos, y discutamos con detenimiento todo cuanto
atañe á estos particulares.
Cuando se amontona la tierra al pié de las cañas, cuando
se las aporca, en el verdadero y genuino valor y sentido del
término, es preciso confesar, ántes de entrar de lleno en
otras consideraciones, que á ménos de no operar en tierras
muy bien preparadas, en buena sazon, con perfectos instru-
mentos, manejados por hábiles gañanes y arrastrados por
animales amañados, pocas veces se realiza la obra con la
perfeccion deseada; con frecuencia no se mueve la tierra á
la conveniente distancia de las cepas, ni se vuelve como
seria menester; los terrones son gruesos, y con desórden
se agrupan al pié delas macollas; pero suponiendo que con-
sigamos en realidad dar cima á una operacion perfecta y á
todas luces acabada, ¿cuál es el resultado de levantar esos
caballetes? Por poco que se examinen sin preocupacion se-
mejantes canteros ó almantas fuertemente bombeadas, se
verá que hácia la parte superior presentan ménos superficie
que en la inferior, concluyendo así por formar un verdadero
lomo; los hijos de caña que broten en ese lugar ó en sus
proximidades están poco cubiertos, y no sólo ahijan ménos
y se desarrollan mal, sino que aun son casi retoños aéreos,
que más se nutren á expensas de los otros tallos que porsus
propios órganos. — En semejantes requisitos de vida es in-
concuso que la cepa, en vez de robustecerse, debe sufrir un
contínuo y lento aniquilamiento, resultado general y recí-
proco del poco desarrollo que alcanzan sus distintos miem-
bros. Por otra parte, los costados de esos caballetes se en-
Pa
durecen, y más tarde es difícil arrejarlos y escardarlos con
instrumentos aratorios. — Las lluvias, con el transcurso del
tiempo, si no han endurecido en extremo la superficie de las
almantas, acaban por derribarlas, arrastrando tras sí la
tierra, de manera que la cepa aislada, descarnada, perece
más ó ménos pronto, y siempre se acaguasa. Al segundo año
es preciso restablecer los cahalletes, sin que ántes sea fácil
desaporcar para renovar y mullir la tierra. Si la primera
vez fué ardua tarea acumular la tierra, al segundo año más
difícil obra se acomete; y como necesariamente los caba-
lletes tienen que llegar á un término de altura, es patente
que alcanzado ese limite, se habrá tambien llegado al fin
del cañaveral.
Las siembras, pues, realizadas á pequeña profundidad,
cuando se las aporca con exageracion, aparte lo difícil que
son de llevar á cabo, producen malos resultados, y pronto
se extinguen sus cepas ó no recompensan el trabajo. — Eli-
minada aun esa manera de sembrar, nos quedan por dilu-
cidar las ventajas consiguientes á las siembras ejecutadas
en surcos profundos, en cuyo fondo se deposita la semilla,
cubriéndola en el primer momento con muy poca tierra, y
á medida que va creciendo el retoño, se le va arrimando la
tierra amontonada á izquierda y derecha del surco; por este
arte ó modo se logra que la estaca se encuentre colocada á
una gran profundidad, consiguiendo así todas las ventajas
relativas á esa circunstancia, sin los inconvenientes que
resultan de cubrir ó tapar el trozo generador ó estaca desde
el principio con toda la tierra extraida del surco. — Como
quiera que en último resultado, cuando se opera en esas
circunstancias, en definitivo, se arrima tierra al pié de las
cepas, como que, en una palabra y sin rodeos, se les apor-
ca, para distinguir este trabajo del otro, le denominarémos
aporcadura interna (21), chata, aplanadora ó niveladora.
Pero para efectuar las enunciadas siembras, se nos dirá
que es preciso que operemos en terrenos dotados de una
capa vegetal de la profundidad conveniente; requisito, á
a
nuestro entender, indispensable, esencial; para emprender
beneficiosamente el cultivo de la caña : las tierras conde-
nadas siempre á poseer poco fondo, jamas pueden ser tan
útiles como las primeras, en igualdad de circunstancias,
prósperas ó adversas. Estamos convencidos, y con nuestro
juicio estarán contestes las ideas de cuantos han estudiado
algun tanto el cultivo de la caña, de que el primer cuidado,
al emprender una plantacion de ella, debiera ser examinar
prolija y atentamente el terreno, el cual si no ofrece por na-
turaleza una profunda capa vegetal, al ménos debe presentar
un sub-suelo fácilmente bonificable á poco costo y en breve
espacio de tiempo. La estructura, desarrollo y funciones de
las raíces y tallo subterráneo de la caña muestran y explican
la necesidad de una capa vegetal de cierta profundidad; en
las tierras dotadas de poco fondo las raíces se entretejen en
él, concluyendo por formar un verdadero colchon. — Este
hecho lo hemos puesto de manifiesto, sembrando cañas en
canteros en cuya parte inferior habíamos colocado ladrillos.
Respecto al tallo subterráneo, hemos demostrado por
medio de observaciones y experimentos multiplicados, cuán
esencial era una capa vegetal profunda á fin de conseguir
el mateamiento amplio, graduado y eficaz en sus efectos.
La profundidad de la capa vegetal en un estado propio
para que en suseno crezcan y alcancen su mayor desarrollo
las raíces de las plantas, es un requisito esencial á fin de
qué se verifique la succion de las materias alimenticias. —
En efecto, el número de espongiolos, ó bocas absorbentes,
es proporcional á las dimensiones de las raíces; los mencio-
nados espongiolos en menor número absorberán más pe-
quena canlidad de sustancias nutritivas. — Empero se nos
podria responder : « Si en más reducido espacio, si en la
masa de una capa vegetal de menor espesor, encuentran las
raíces mayor proporcion de alimentos, hallándose éstos, por
decirlo así, concentrados, ¿no habrá compensacion? De una
manera absoluta, la absorcion será menor con respecto al
INP A
a
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conjunto; pero en esa dósis producirá grandes beneficios,
porque relativamente á la cantidad y valor alimenticio se
habrán ingerido tantos ó más cuerpos capaces de restablecer
la composicion de los órganos susceptibles de propender á
su desarrollo y de suministrar materiales á todas y cada una
de las funciones. » Tan bien presentado argumento entraña
errcres, que debemos tratar de destruir por medio de más
justos raciocinios, basado sobre hechos bien comprobados
por la experiencia. — Atendiendo á las relaciones generales
que entre sí guardan todos los órganos de las plantas, si las
raices se desarrollan bien, todos los demas órganos á la vez
crecerán de consuno : si extensas raíces funcionan de una
manera regular, todos los demas órganos desempeñarán ar-
regladamente sus peculiares encargos. — La naturaleza fijó
á cada vegetal, en su disposicion armónica de los órganos,
determinadas dimensiones á las raíces : si ese tamaño no
puede ser alcanzado, desarrollándose mal las raíces, se
atrofian y desfiguran; cualquiera que sea entónces la can-
tidad absorbible de alimentos contenida en aquel estrecho
recinto, perece la planta ó se desarrolla mezquinamente. —
Las personas que han tenido ocasion de cultivar plantas en
pequeñas macetas habrán podido convencerse de la verdad
de cuanto venimos exponiendo. — Las dimensiones de las
raices han sido calculadas y proporcionadas, no sólo consi-
derándolas como órganos que deben fijar la planta al suelo,
sino tambien de una manera principal, como órganos pro-.
vistos de bocas absorbentes. — La absorcion de las materias
alimenticias por las raíces es relativa al tamaño normal que
la naturaleza les marcó (20bis). La succion no se verifica
bien sino cuando las materias alimenticias se encuentran
muy difundidas y con igualdad repartidas por todas las par-
tículas de la capa vegetal, á cuyos puntos van á buscarlas
las ramificadas raíces, las cuales, por medio de sus tenues
fibrillas, penetran por do quiera, llegan, envuelven y ex-
plotan las más pequeñas partes del terreno. — Esa difu-
sion de principios alimentosos en una gran masa de tierra
e RA
equivale á una verdadera diluicion cual si se tratase de lí-
quidos. — Aumentándose sobremanera las superficies que
pueden suministrar nutrimento á las plantas, las extensas
y ramificadas raíces encontrarán por todas partes cuerpos
que absorber en la medida y ferma convenientes, y por
tanto el vegetal crecerá de contínuo con más vigor. — Con-
viene observar que esas mismas circunstancias favorecen el
mayor desarrollo de las raíces. — Pero, aun admitiendo el
caso de una planta que posea pequeñas raíces, porsu natu-
raleza propia, no le convendrá ó le será inútil una concen-
tracion en los cuerpos alimenticios. — En ese terreno ex-
traordinariamente fertilizado tomará la pequeña dósis de
materias de que ha menester para vivir. — Los experimen-
tos realizados por varios químicos para indagar las leyes
de la vegetacion en disoluciones salinas han demostrado
que las plantas no pueden ingerir por las raíces sino diso-
luciones muy diluidas : las concentradas son nocivas y
concluyen por hacerlas morir. Esas disoluciones deben
tener solo 3 por 1000 de substancias sólidas. -- Las enun-
ciadas razones explican la conveniencia de repartir con
igualdad los abonos y de incorporarlos con todas las partí-
culas del terreno, para que siempre y por todas partes pue-
dan encontrar las raíces el alimento necesario para su des-
arrollo propio y el crecimiento general y contínuo de la
planta. — Acerca de este punto importante presentarémos
más adelante raciocinios más detallados. — Estos y otros
motivos demuestran la necesidad de aumentar el espesor de
la capa vegetal, ejecutando en el suelo todas aquellas opera-
ciones encaminadas á este intento. — Se ha dicho, con bas-
tante acierto, que la perfeccionada agricultura moderna se
distingue de la pasada en que aquella propende á producir
por la profundidad del suelo lo que ésta esperaba sólo de la
extension.
No basta disponer de un terreno apropiado al cultivo al
cual se desea destinarlo ; es preciso, ademas, estar en pose-
sion de los instrumentos más acabados é idóneos para con-
seguir la realizacion de todos los requisitos que deben
presidir al desarrollo de las plantas. Para llevar á buen
término las siembras bajo las presupuestas bases, creemos
muy del caso mencionar los útiles más propios y adecuados
álos intentos que deseamos conducir á felice fin; mas antes
describirémos los medios á que apelamos hoy para efectuar
nuestras plantaciones.
En la actualidad las siembras de caña, aunque sin duda
alguna más perfeccionadas si se las compara con aquellas
que en otro tiempo se efectuaban, distan, sin embargo, mu-
cho del modelo á que debemos aspirar. Antiguamente, en
efecto, cuando se labraba la tierra con nuestro arado, sin
modificacion alguna, ó perfeccionándolo con una penca de
guano colocada en su telera, no se trazaba un surco bastante
ancho ni profundo, de suerte que muchos, para concluirlo,
lo limpiaban con guatacas. Al presente se emplean los ara-
dos de doble yertedera fijas ó espansibles, los cuales por sí
solos, como buenos labradores lo reconocen, no procuran
en todas circunstancias surcos suficientemente anchos y pro-
fundos (20 ter). Para corregir estos defectos, gran número
de sembradores de caña comienzan por romper el surco,
haciendo entrar en accion el arado de una sola vertedera, el
cual, al obrar hácia ambos lados, traza una zanjuela ; luego
la limpian y regularizan con el arado de doble vertedera,
que en muchos terrenos es necesario hacer pasar dos veces
en vuelta encontrada; por fin, algunos áun completan y
perfeccionan el trabajo con guatacas. Despues de abierto el
surco, se desagrega su sub-suelo en los casos necesarios, ya
por medio de los arados de sub-suelo, ó empleando los esca-
rificadores del sub-suelo. A pesar de todas estas precaucio-
nes y artificios, el surco, por lo comun, no presenta ni el
ancho nila profundidad convenientes; ademas, con frecuen-
cia es más ancho en su parte superior que en la inferior, de
manera que en repetidas ocasiones hemos tenido oportuni-
dad de ver cómo, al depositar la caña en la zanjuela, de-
seando disponer los trozos con la separacion necesaria, se
A
tenia que colocarlos casi en el tercio superior de las pare-
des del surco. De aquí se sigue que la semilla queda á una
pequeña profundidad, procediendo, sin embargo, muchos
ilusoriamente, pues al sembrar, calculan el fondo en que
hacen descansar los trozos de caña por la altura del monton
de tierra que se halla acumulado en los bordes de la zan-
juela. Así, partiendo de ese supuesto y falso dato, creen de
buena fe que siembran á gran profundidad, cuando en el sér
verdadero de las cosas han efectuado lo contrario.
Creemos que en punto á siembras de caña estamos aun
en extremo atrasados, y es nuestro convencimiento que
para mejorar el estado presente tendrémos, en frecuentes
ocasiones, que desechar los arados de doble yertedera, hoy
tan en favor, y nos seria útil buscar en el material de los
instrumentos usados para ejecutar el drenage, las máquinas
convenientemente modificadas, que nos permitan abrir los
anchos y profundos surcos que deseamos realizar (22).
Por término medio, sin operar en terrenos favorecidos
por su máxima fertilidad, ó en aquellos que posean sólo un
minimum de feracidad, justipreciando ésta, sobre todo con
respecto al espesor de la capa vegetal, ¿cuáles son las dimen-
siones de un buen surco para sembrar caña? El surco, se-
gun la experiencia nos ha demostrado, debe presentar de
50 á 70 centímetros de ancho (21 á 30 pulgadas), y una pro-
fundidad de 30 á 40 centímetros (13 417 pulgadas). Enseme-
jante surco se colocaria el abono en el fondo, y sobre él uno
ó dos trozos de caña, segun las circunstancias. — Reflexió-
nese un poco acerca de semejante sistema de siembras, y se
conocerá cómo, sin tomar en consideracion todos los demas
beneficios, ya sacados á luz con encarecimiento en nuestros
escritos, la naturaleza misma, por medio de las lluvias, se
encarga de ir aporcando internamente, pues el agua arras-
tra parte de la tierra, desmenuzada y bonificada por las in-
fluencias atmosféricas, que se encuentra á los lados del
surco. — Es indudable, y nosotros no dejamos de recono-
o E ga
cerlo, que aquellos á quienes place extender la vista
por un paño de tierra bien nivelado, el cual no presente
accidente alguno que altere la superficie, á ésos les agra-
dará bien poco inspeccionar una naciente siembra de caña,
cuyos surcos por ambos lados muestran la tierra amonto-
nada, de ellos extraida; mas los que ven más léjos y conside-
ran los efectos futuros, siempre preferirán esa transitoria
perspectiva, claro é inefable pronóstico de la más potente y
duradera vegetacion.
Se nos alcanza, y jamas se nos ocultó en ningun grado,
volvemos á declararlo, que esas siembras demandan, como
requisito preciso y necesario para su realizacion, la existen-
cia de una capa vegetal proporcionada á la profundidad, y
que en muchos fundos destituidos de esta benéfica condicion
no se podrán ejecutar en su mayor grado. En esos terre-
nos, si no es posible aumentar el espesor de la capa labran-
tía, necesario será plantar á la mayor profundidad, y en se-
guida, siésta no es muy considerable, ir recogiendo y amon-
tonando al pié de las macollas la tierra superficial, es decir,
se aporcará exteriormente; por cuya maña, hasta cierto
punto, se logran artificialmente algunos de los beneficios que
se consiguen sembrando á gran profundidad. Si todas las
circunstancias se han dispuesto propiciamenle, si las condi-
ciones atmosféricas son favorables, no dudamos de que en
muchos casos se obtendrán buenos resultados; mas áun en-
tónces, en igualdad de requisitos, los efectos nunca serán
comparables á los que se obtienen en terrenos fértiles do-
tados de profunda capa vegetal; propiedad esencial y pro-
minente, que con razon debe ser considerada como la base
más sólida y el fundamento más seguro y fecundo de todo
género de mejoras.
Distribucion de la semilla. No sabemos si la mecánica agri-
cola llegará algun dia á resolver el problema de la construc-
cion de una sembradera propia para verificar las plantacio-
nes de caña (22 bis), llenando todos los requisitos que deben
presidir á una buena siembra; pero sí sostenemos que es
6
fácil desde hoy economizar algunos de los jornales invertidos
en las plantaciones, para lo cual basta adoptar el carro dis-
tribuidor de la semilla. En efecto, nadie ignora que es costum-
bre, adoptada en todas las fincas, depositar las cañas en las
guarda-rayas, de cuyo sitio la toman los obreros para colo-
carla en el surco: á este trabajo de regar la semilla se dedi-
can jornales que retardan las siembras, aumentando su pre-
cio; y esto, tanto más, cuanto ménos tino se ha puesto en
proporcionar los lugares en que se depositan las cañas. —
Seria conveniente disponer carros ligeros, en los cuales se
colocase la semilla: éstos penetrarian en el cañaveral de tal
suerte, que la cama del vehículo quedase sobre el surco, y
cada una de las ruedas se deslizaria por el intervalo que
media entre los surcos : tirando el carro á medida que avan-
zase, se haria caer la caña en el surco, de suerte que los
trabajadores sólo tendrian que picarla y colocarla en el fondo
de la zanjuela destinada á recibirla.
Cantidad de caña necesaria para sembrar una superficie de-
terminada de terreno. — Dimensiones de la estaca. — Coloca-
cion en el surco. — Siembras á surco corrido y mateando. —
I. El conocimiento de la cantidad aproximada de caña que
se necesita para proceder á la plantación de una superficie
limitada de tierra, es indispensable por los motivos ex-
puestos á continuacion : 1.” Este dato es útil para determinar
ó fijar la proporcion de caña precisa para llevar á efecto la
operacion, de tal suerte que nunca falte ni sóbre semilla,
pues en el primer caso no se verificarian las siembras opor-
tunas, y en el segundo habria pérdida de tallos; alternativa
que afecta la presente ó la futura zafra. 2. Cuando se pro-
cede á la siembra, destinando á ella tan sólo la cantidad
indispensable de semilla, se consigue una notable economía
en el número de tallos, se realiza un ahorro en los jornales
necesarios para llevar á cabo el córte, alza y tiro de ellos, y
en seguida se logra reducir los costos en todos aquellos tra-
bajos que se ejecutan para efectuar la siembra. 3.* El uso de
una pequeña cantidad de semilla permile que se proceda
AA A
EEN
cuidadosamente á la eleccion de la misma; punto impor-
tante, pues la calidad de la semilla influye en alto grado
sobre el desarrollo de los tallos producidos por las evo-
luciones de las yemas. Dedicando á las siembras la cantidad
de semilla estrictamente necesaria, se podria escoger para
verificarlas la mejor caña, y áun cultivar ésta expresamente,
atendiéndola con más esmero. 4.? Empleando en la plan-
tacion la cantidad precisa de caña, se obtiene el mayor des-
arrollo de todos y de cada uno de los tallos, sin que éstos
se perjudiquen mutuamente en su crecimiento, y sin que
sea urgente verificar resiembras, las cuales son siempre
costosas, produciendo á más, en muchos casos, un campo
desigual en la totalidad de sus cepas comparadas entre sí.
A propósito de las resiembras manifestarémos algunas con-
sideraciones acerca de este particular.
Los experimentos y observaciones que hemos referido en
nuestros estudios acerca de la aporcadura de la caña de-
muestran de la manera más irrecusable cómo ahija ó matea
esta gramínea Esos mismos datos y hechos nos servirán de
base y de fundamento para establecer en este lugar cómo
es suficiente una sola yema, provista de los requisitos nece-
sarios, para dar orígen á una hermosa macolla. Compo-
niéndose ésta de un conjunto de tallos, los cuales reclaman
cierto espacio para gozar de todas las circunstancias atmos-
féricas, y explotar la zona de terreno de donde han de extraer
sus elementos nutritivos, fácilmente se deduce, en tésis ab-
soluta, que basta, para llevar á efecto una siembra fundada
exclusivamente en ese principio, colocar á las oportunas
distancias trozos de caña que sustenten una sola yema : con-
síguense así hermosas macollas, las cuales, situadas con la
conveniente separacion, proporcionan, á más de los bene-
ficios indicados, la ventaja de poder emplear en el cultivo las
máquinas tiradas por animales. Mas como en la práctica en
grande escala no siempre, ó mejor dicho, casi nunca se
puede responder de la completa é igual nascencia de todas
las yemas; como, por otra parte, las cañas no matean en
A E
todas circunstancias en el grado anhelado por nuestras es-
peranzas, es indudable que para proceder con tino, obte-
niendo ventajosos resultados, debemos, aunque fundándonos
en los mismos datos, modificarlos de tal suerte, que así
sean susceptibles de conducirnos á consecuencias más posi-
tivas, y por tanto evitar los trastornos originados por causas
fortuitas.
En este particular, como en casi todos los que se refieren
á la práctica agrícola, sólo es posible exponer principios ge-
nerales : al tino del agricultor toca aplicarlos con medida,
relativamente á las circunstancias en que se encuentre.
Efectivamente, la cantidad de semilla que se necesite em-
plear para realizar una siembra depende : 1.” De la variedad
de caña cultivada. 2.” De la calidad de la semilla, pues
miéntras mejor sea ésta, con más seguridad se desarrollarán
las yemas, más frondosos retoños producirán, los cuales á
su tiempo matearán con mayor vigor, etc. Así, pues, si la
semilla reune todos los requisitos deseados, se necesita me-
nor cantidad de ella : lo contrario sucederia si sus circuns-
tancias fuesen ménos favorables. 3. De los requisitos
atmosféricos : si éstos pueden determinar la muerte de las
yemas por un exceso, ó por falta de humedad, de calor ó de
frio, es preciso emplear más semilla. 4 ” De la naturaleza
del terreno, apreciada á la luz de las indicaciones de la
agrología : si el medio no es favorable para el desarrollo pri-
mitivo de las yemas y completo crecimiento posterior de los
retoños, es urgente usar una proporcion más considerable de
caña para efectuar la plantacion. 5.” La manera de ejecutar
la siembra, lo cual puede influir en su desarrollo inmediato.
6. Del modo con que se proponga el agricultor cultivar el
campo. — Todas estas circunstancias, y otras que no seña-
lamos, deben ser apreciadas localmente por cada agricultor
al proceder á las siembras.
Existe por lo comun en el país una notable disposicion á
emplear un exceso de semilla, aunque las siembras á jan, y
aquellas que se verifican con el azadon, nos proporcionen
O
datos suficientes, á falta de otros hechos, para probar que
no es preciso destinar, de una manera tan poco acertada, el
número de tallos que en general se invierten en las planta-
ciones. Bien sabemos que las sobresiembras son costosas y
perjudiciales; sin embargo es posible precaverlas sin prepa-
rar otros males. Muchos labradores, por desear sin tino evi-
tarlas, incurren precisamente en errores que las hacen ne-
cesarias.
Una de las circunstancias que con más frecuencia contri-
buye á la muerte de las yemas es la costumbre fatal, sobre
todo en tierras bajas, frias y por demas pesadas, si llueve
mucho cuando se ejecuta la siembra, de dividir la caña en
pequeños pedazos, los cuales se colocan en seguida en el
surco : si no se rellena esa zanjuela con los trocitos, em-
pleando un número excesivo de ellos, como muchos se pu-
dren, es indudable que la siembra nace desigual, y es pre-
ciso entónces ejecutar sobresiembras. En terrenos bajos no
debe nunca picotearse la caña : es más económico y útil
tenderla en su direccion natural, sirviéndose del machete ó
del cuchillo sólo para separar las porciones encorvadas (23).
— Es útil armar á los obreros sembradores, que por lo co-
mun son débiles, con ligeros y cortantes cuchillos de acero,
los cuales les sirven para dividir la caña de un solo golpe, sin
desplegar gran esfuerzo y sin desgarrar la corteza, lo cual
podria herir las yemas. — Colocando las caña enteras ó en
trozos largos, se consigue un gran ahorro en los jornales
necesarios para verificar las siembras, y por otra parte, los
tallos resisten mejor los excesos de humedad y la falla de
aguas. En las tierras altas y fértiles, si la sazon es buena, si
la semilla reune todas las propiedades exigibles, es más ha-
cedero dividir la caña en pedazos, colocándolos despues en
el surco del modo que se juzgue más conveniente. Hemos
tenido ocasion de asegurarnos repetidas veces y en grande
escala de este hecho : en el mismo terreno, en las mismas
circunstancias, empleando la misma semilla, la mitad de un
cañaveral sembrado con caña sin dividir produjo una nas-
— 86 =
cencia igual y considerable, miéntras que la otra mitad,
sembrado con caña dividida, apénas dió orígen á cincuenta
retoños ; más tarde, al resembrar el cañaveral, se extrajeron
todos los pedazos de caña, en un estado completo de descom-
posicion : en estos casos, los trozos de caña, al descompo-
nerse por sus dos extremos, hacen perder á la yema sus
propiedades vegetativas, y las que se salvan se nutren mal,
recibiendo principios nocivos.
Son más estrechos de lo que generalmente se cree los vín-
culos que unen el retoño con la caña de que proviene:
hemos tratado de esclarecer y hacer patente los lazos que
correlacionan ambos cuerpos en nuestros Estudios experimen-
tales acerca de la vegetacion de la caña, y más adelante con-
tinuarémos en el mismo lugar demostrando algunas verdades
relativas á esa proposicion. Desde el momento en que se
acepte la relacion entre el retoño y el pedazo de caña que lo
sustenta, esincontestable que miéntras más sano se encuentre
éste, mejor se nutrirá aquel; la descomposicion del pedazo
de caña ocasiona consiguientemente un desórden en los
órganos de la yema; por fin, las alteraciones que sufren los
elementos contenidos en el cañuto sometido á la influencia
del desarrollo de los retoños no son del mismo órden que
aquellas que se producen por cambios debidos sólo á las
afinidades químicas, sin que la vida muestre su accion. El
ménos avisado, el ménos iniciado en las ciencias, puede por
la comparacion directa observar la diferencia inmensa que
existe entre dos pedazos de caña primitivamente idénticos,
de los cuales el uno sustente yemas que se desarrollan, y el
otro se descomponga tan sólo por la humedad de la tierra.
Son tan distintos los productos engendrados en esas dos
condiciones, que miéntras los unos sirven para alimen-
tar, sostener y propender al desarrollo de los retoños, los
otros detienen el crecimiento, enferman los tallos y áun
concluyen por hacerlos morir, oponiéndose por completo al
curso de sus funciones y á la marcha progresiva de sus evo-
luciones. Dirémos áun más : si el retoño toma de los cuerpos
o
LA 1
contenidos en la caña sus materiales propios, éstos sufren,
sin embargo, un cambio en que intervienen con mayor ó
menor intensidad, en un tiempo más ó ménos lejano, los
compuestos especiales formados en el organismo del retoño,
y ántes que se originen éstos, el solo movimiento vegetativo
de la yema es suficiente para determinar é imprimir un sello
especial, un carácter propio, un giro determinado á la série
de transformaciones quese verifican enlos cuerpos contenidos
en el cañuto. En términos más precisos y claros: uno de los
fenómenos se verifica por influjo de las leyes vitales; á la
evolucion del otro sólo presiden las leyes que rigen la materia
muerta.
Admitamos que llevemos á cabo siembras á surco corrido,
empleando una sola caña: veamos sus resultados. Hemos
tenido ocasion de verificar semejante siembra, disponiendo
en el surco una sola caña tendida á todo su largo, y hemos
conseguido los más felices resultados : bien es cierto que la
semilla reunia todas las condiciones reclamadas, y que la
plantacion se efectuó en perfectas circunstancias de prepa-
racion de tierra, sazon, etc. ¿Qué cantidad de caña se
necesita emplear para ejecutar una siembra bajo esos requi-
sitos? Para conseguir ese dato hemos comenzado por hacer
várias apreciaciones, de las cuales resulta que un cordel de
caña blanca, no muy buena ni muy madura, en una pala-
bra, bastante regular y representando, por lanto, hasta
cierto punto un término medio, pesa, tomando sólo una
vara de tallo de la parte inferior y reuniéndolos en seguida,
2 arrobas y 8 1/2 libras; por consiguiente, un surco de
6 cordeles de largo reclama 14 arrobas y 1 libra. Suponiendo
que el cañaveral tuviese 18 cordeles de largo, colocando los
surcos de dos en dos varas, cabrian en él 216 surcos, los
cuales exigirian 3,032 arrobas y 16 libras de caña. Una car-
retada de caña pesa, término medio, 100 arrobas (el peso
varía desde 80 hasta 120); por tanto, para un tercio de
caballería de tierra sembrada de caña del modo indicado se
necesitan, poco más ó ménos, treinta carretadas de caña, y
RE
para una caballería será preciso emplear noventa carretadas,
Tomando este dato como fundamento de nuestras aprecia-
ciones, se puede calcular aproximadamente la cantidad de
caña precisa para verificar cualquier siembra en circuns-
tancias variadas. Como el peso de las cañas varía en alto
grado, y como, por otra parte, tambien la cantidad de
semilla que se emplea en las siembras no es constante, es
evidente que los números que indicamos tambien deben
sufrir variaciones.
II. Hemos manifestado cuantas razones nos han parecido
oportunas aducir para demostrar cómo, empleando en la
plantacion de la caña la cantidad precisa de estacas, se con-
segúia, concurriendo otras circunstancias, el mayor desar-
rollo de todos y cada uno de los tallos. Empero la discusion
quedaria por demas incompleta sino dilucidásemos con la
conveniente ampliacion un particular estrechamente rela-
cionado con este punto. Deseamos poner fuera de duda
como una de las condiciones más dignas de ser tenida en
cuenta á fin de propender al crecimiento, robustez y lozanía
de las cepas y á su sucesiva renovacion, despues de los córtes,
es verificar las siembras sirviéndonos sólo de la medida,
precisa y conveniente cantidad de semilla.
Cuando se siembra una simiente cualquiera, la cantidad
proporcional de ella depositada en la tierra, á más de otras
circunstancias, es relativa al desarrollo posterior de cada
una de las plantas que de los gérmenes se originen, es
decir, del espacio que cada una necesite ó reclame para
alcanzar el máximum de crecimiento. Al proceder á la
siembra de la caña, es urgente considerar que de cada yema
no se produce un solo y único tallo, pues del primero bro-
tan nuevos vástagos, que á su vez originan otros, etc.: el
conjunto de todos forma y constituye la macolla. La única
consideracion del número de hijos que es susceptible en
buenas condiciones de producir una cepa, es ya motivo
suficiente para comprender cuán importante es separarlas
para que mateen mejor y con más vigor, de manera que
O
todos sus vástagos alcancen las más considerables propor-
ciones. — Sin embargo, algunos podrian suponer que si no
es lo más conveniente, al ménos ofrece más garantías de un
buen éxito, tratar de conseguir mayor número de tallos sin
apelar á los medios propios para hacer ahijar las cañas, lo
cual conseguirian empleando mayor proporcion de semilla
en las siembras. Si la cantidad de vástagos que nacen de una
macolla no estuviese en relacion con el desarrollo á que
cada uno en particular puede llegar, y no se enlazase tam-
bien á la suerte futura de la cepa, podrian tener razon los
que discurriesen en el concepto que acabamos de exponer;
mas como, por el contrario, del número de hijos depende el
vigor de todos y de cada uno de los tallos, á la vez que ejercen
una influencia notabilísima sobre la vida posterior de la cepa,
es indudable que debemos proponernos poner en accion todos
los arbitrios para que ahijen ó mateen lo más posible.
Al depositar en la tierra un cañuto de caña que sustente
una yema, bien pronto, en buenas condiciones, se desar-
rolla ésta, los ojos que sustenta el vástago formado á su
vez crecen, produciendo segundos pimpollos, cuyas yemas
tambien recorren sus evoluciones, etc., el número de gene-
raciones sucesivas que se formen depende, á más de la va-
riedad de caña, de la naturaleza del terreno, circunstancias
meteorológicas, requisitos del cultivo, etc., del vigor rela-
tivo y general de los vástagos, comenzando por el primero,
cuyo desarrollo inicial está en relacion con la cantidad de
alimentos que encuentre en el cañuto. Es cierto que cada
hijo adquiere á su tiempo raíces propias y alcanza entónces,
hasta cierto punto, una existencia independiente; mas no
por eso deja de estar unido y enlazado á los demas por las
partes que los ponen en relacion , el tallo subterráneo, al
traves de las cuales, permítasenos la expresion, se esta-
blece una circulacion general á todos, que los hace poseer
una vida comun y recíproca. En la caña, como en todas las
plantas que matean, el número de hijos es, no sólo un
signo de vigor general, sino tambien un requisito esencial
PE O a
de la potencia de cada tallo, pues como la existencia de esos
vástagos no es del todo independiente, recíprocamente cada
uno en su parte y medida contribuye al desarrollo de los
demas. Miembros de la misma familia, por decirlo así, se
hallan enlazados por la más perfecta union, y su número
contribuye á la fuerza de todos y de cada uno en particular.
Existe la más completa é íntima solidaridad entre todos los
tallos de una cepa. Presupuestas estas consideraciones, es
indudable que para obtener hermosos y sazonados tallos es
preciso que las cepas ahijen bien, lo cual no es posible con-
seguir en tanto que, á más de otros requisitos, no dispongan
de la superficie requerida, del espacio necesario. — Hemos
discutido el punto anterior, admitiendo que la cepa de caña
creciese en las mejores condiciones, duranle todos y cada
uno de sus distintos períodos de desarrollo : en ese caso, el
impulso vegetativo de cada tallo es dependiente por com-
pleto al principio del tallo generador; más tarde, así que
sus órganos han recorrido algunas de sus evoluciones, le
impele una fuerza propia, y el retoño adquiere el poder de
bastarse á sí mismo; pero no por eso se separa y cesa de
depender del tallo primitivo; al contrario, el vigor de cada
uno contribuye á la potencia vital de todos. — Pero si los
tallos, en vez de crecer, hasta cierto punto, con libertad é
independencia, son tributarios unos de otros, ó no pueden
por otras circunstancias alcanzar un gran desarrollo, en-
tónces cesa de ser conveniente y es perjudicial el excesivo
número de hijos, dado el caso que aparezcan : más de desear
hubiese sido menor número de renuevos. — Los tallos en
esas circunstancias, en vez de ayudarse, se perjudican mu-
tuamente y la macolla se acaguasa.
Los retoños que aparecen despues de los córtes poseen un
vigor relativo á la lozanía de los tallos que se siegan : todas
las causas que propenden al desarrollo de las cepas, al
vigoroso crecimiento y robustez de los tallos, se aunan para
producir los mayores beneficios despues de la siega, dando
orígen á los más frondosos retoños. Demostrado cómo el
Ps y EG
número de hijos robustece la cepa, es de todo punto evidente
que tambien será beneficioso con respecto á las plantaciones
sucesivas y naturales que se producen despues de las siegas.
Es indudable que un potente tallo subterráneo sostendrá
más hermosas y bien nutridas yemas, las cuales encontra-
rán y aprovecharán para desarrollarse, no sólo un gran aco-
pio de materias alimentosas, sinotambien fuertes y extensas
raíces.
De conformidad con estas ideas, siempre aconsejarémos
que en las siembras de caña se emplee sólo la cantidad de
caña necesaria : un exceso de semilla no produce ni tanto
en el primer año, ni hace duraderos los campos. Respecto
de este particular, la experiencia nos ha demostrado que la
exacta y medida cantidad de semilla prepara los mejores
plantíos relativamente á la duracion sucesiva, al rendi-
miento periódico, calidad, etc. Hemos tenido ocasion de ver
cañaverales, verdaderos semilleros de caña, los cuales en el
primer córte dieron orígen á muchos tallos, pero poco des-
arrollados y muy léjos de llegar no sólo á la verdadera ma-
durez sino áun al grado de crecimiento relativo á su edad; al
segundo córte ya el plantío disminuyó considerablemente,
y al tercero se convirtió en un verdadero caguaso. — Los
plantíos en que nace la caña como pelos de perro son en ex-
tremo ruinosos en todos conceptos.
La cantidad de semilla que se emplea en la siembra es
relativa de una manera inmediata al órden en que se co-
loque la caña en los surcos, punto que naturalmente con-
viene dilucidar.
Las estacas pueden disponerse en el surco de varios
modos: 1. Se coloca una caña entera en medio del surco, y
en seguida las demas, casi tocándose entre sí, formando
una línea contínua. Esta siembra á surco corrido corres-
ponde á las siembras á chorro, ó en la más lata expresion,
á las siembras en líneas. 2.*En vez de una caña, se pueden
colocar dos tallos á los lados del surco. 3.* Dividiendo las
,
cañas en trozos más ó ménos largos, y depositándolos en
OE
uno de los órdenes siguientes : 1. uno en el centro, y á
cierta distancia obro; los demas en la misma direccion, con-
servando siempre las distancias en la direccion del surco;
para cubrir los espacios vacíos que median entre esos trozos
se dispondrán alternativamente otros trozos, de suerte que
en último resultado la siembra en verdad es á surco corrido.
2.” Se colocan los trozos á uno y otro lado del surco, me-
diando entre ellos espacios, los cuales queden respectiva-
mente cubiertos por los trozos fronterizos. 3. Dos trozos
fronterizos y dejando cierto espacio entre ellos en la direc-
cion del ancho del surco, y tambien en la direccion longi-
tudinal. 4.* Dos trozos fronterizos, pero colocando el centro
del espacio que media entre los sucesivos, en la direccion
del surco, otra estaca, la cual, por decirlo así, los reune y
enlaza. 5.” Tres trozos fronterizos. 6. Tres trozos fronterizos
y uno que los reuna.
Las cañas deberian sembrarse mateando, es decir, dejando
narigones, y áun en ciertos y determinados casos seria con-
veniente disponer la siembra al tresbolillo ó quincunce ó en
forma cuadrada. — En quincunce es más ventajoso, porque
las operaciones del cultivo pueden hacerse en todas direc-
ciones, y las plantas por todas sus faces gozan de los bene-
ficios de las acciones atmosféricas, etc. — En la generalidad
de los casos, en las circunstancia actuales, en las cuales no
siempre es posible disponer los requisitos al intento de con-
seguir el más favorable éxito, creemos que la siembra más
ventajosa es la que se ejecuta colocando á surco corrido una
sola caña en el centro del surco, aunque no dejamos de
reconocer que esa cantidad de semilla puede ser excesiva,
pues si todas las yemas produjesen retoños, éstos no podrian
ahijar y originar tallos igualmente robustos. — Las dimen-
siones de la estaca, y su disposicion en el surco, dependen
de tantas circunstancias, que sólo el conocimiento local
puede indicar lo mejor para cada caso particular; única-
mente nos hemos propuesto llamar la atencion acerca de
los puntos generales que es preciso considerar para proceder
E
pi
con acierto y resolver con tino segun los requisitos especiales
en que se encuentre el agricultor.
II. Para completar el exámen de los particulares relativos
á la siembras en línea y mateando, vamos á discutir algunas
objeciones que se han presentado contra estas últimas, con
referencia al cultivo de los cereales, las cuales podrian servir
de base, quizas, extendiendo y aplicando su valor al cultivo
de la caña, para rechazar el sistema que venimos aconse-
jando como el mejor, siempre y cuando se opere en buenas
condiciones.
Si la tierra es fértil y se encuentra bien mullida, manifiesta
un sabio agrónomo (24), si la temperatura y las otras cir-
cunstancias meteorológicas son favorables, encontrándose,
por otra parte, las plantas convenientemente separadas,
entónces ahijarán con vigor; mas si el terreno es estéril y
seco, no matearán con igual fuerza, lo mismo que aconte-
cerá, áun en el caso de ser fértil el terreno, si las plantas
se hallan tan juntas, que apénas puedan procurarse los ali-
mentos indispensables para su completo desarrollo. Contando,
pues, con la multiplicacion por el mateamiento, estamos
sujetos, agrega el autor citado, á todas las eventualidades de
los accidentes meteorológicos; es decir, que en nuestros
cálculos hacemos entrar un elemento incierto.
Bien fácil nos será contestar al argumento que acabamos
de exponer, en el supuesto caso que se extienda al cultivo
de la caña, y dirémos más, áun en las circunstancias del
cultivo de los cereales. — En efecto, al proponer y aconsejar
el sistema de siembras mateando, hemos tenido buen cuidado
de comenzar, determinando y fijando los requisitos que de-
berian presidir á ellas; por manera que, haciéndolos coin-
cidir todos, necesariamente tenemos que obtener el resultado
que deseamos, No existe elemento alguno incierto, pues
hasta las lluvias las reemplazamos por el riego. — Ademas,
y acerca de este particular insistimos de nuevo, las siembras
mateando, no sólo nos proporcionan mayor número de ta-
llos, sino tambien éstos alcanzan un desarrollo más completo ;
SER Y
de suerte que prescindiendo de la cantidad, siempre debe-
mos considerar que el acto de matear es una condicion
indispensable, ó al ménos propicia, para conseguir cañas en
alto grado sacarinas. En cuanto á los casos en los cuales
por circunstancias adversas no sea racional esperar que
mateen las cepas de un modo tan considerable, debemos en
ellos propender á que lo verifiquen en la medida que com-
porten los requisitos en los cuales crecen; entendiéndose
bien que en semejantes casos habrá que subordinar al con-
junto de circunstancias la distancia á que será preciso efectuar
las siembras.
Fúndase la segunda objecion en consideraciones depen-
dientes de los períodos de la vegetacion en que se origi-
nan ó aparecen los nuevos vástagos, producidos por el tallo
subterráneo (25). — En verdad, esos hijos no se muestran
simultáneamente : brotan de un modo sucesivo, de ma-
nera que existiendo diferencia en la edad relativa de los
lallos, presentan una vegetacion desigual, y por tanto ma-
duran en épocas distintas. — De aquí se sigue que la cosecha
no puede efectuarse por igual en un dia dado: de este hecho
tenemos un ejemplo en las siembras de arroz: con frecuencia,
al coger la cosecha es preciso darle al campo dos ó más
recorridas. — Sembrando junto ó espeso, de tal suerte que
nunca se produzcan gran número de hijos, se consigue
mayor igualdad en la época de la madurez, lo cual permite
gran economía en la mano de obra. — El fenómeno tan
natural que se nota en los cereales, se evidencia tambien en
la caña. — Todos los tallos que componen una macolla no
llegan con simultaneidad á su apogeo de desarrollo, á la
madurez; pero áun esa diferencia en la aparicion de los
tallos y sus necesarios efectos está sujeta áleyes fijas y bien
determinadas, las cuales manifestarémos á propósito de las
siegas. — El mal existe, pues, de un modo absoluto; pero
considerando la materia relativamente á los fines fabriles,
la diferencia entre los tallos que constituyen una macolla
desarrollada en las más prósperas circunstancias no merece
»
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séria ponderacion, sin coniar que el fenómeno de matear es
un requisito esencial á fin de que se realice el crecimiento y
madurez de todos y cada uno de los tallos.
Para que la caña ahije con regularidad, al punto que los
tallos originados lleguen, si no á una igual y simultánea
madurez, la cual, de un modo absoluto, es imposible, pues,
á pesar de encontrarse los postreros en mejores condiciones
de nutricion que los primeros, no por eso deja de hacerse
notar en ellos la influencia de las edades, al ménos á un
grado de desarrollo útil, es preciso que crezcan en los
requisitos más favorables durante todas y cada una de las
fases de la evolucion de sus órganos. Cuando las cañas se
detienen en su crecimiento, cuando no ahijan y no se desar-
rollan en el tiempo oportuno, se producen retoños que jamas
llegan con simultaneidad á un ventajoso y relativo grado de
madurez; de suerte que entónces aparecen más de manifiesto
todos los inconvenientes que dependen de la diferencia en
las edades de los tallos. — La seca, por ejemplo, puede
comenzar cuando aparezcan los segundos hijos: los pri-
meros tallos, más robustos, sufrirán ménos las desastrosos
efectos de la falta de lluvias, miéntras que los otros se ha-
llarán por completo á merced de su pernicioso influjo, y por
tanto, no matearán; luego que sobrevengan los riegos
celestes, los tallos mejor organizados continuarán con ra-
pidez su detenido crecimiento, meterán con fuerza, como
dicen nuestros campesinos, al paso que los hijos que no
han alcanzado tanto incremento, con más lentitud aprove-
charán los beneficios de la humedad; mas al fin recobrarán
nueva actividad, y crecerán, dando orígen á aquellos hijos
que debieron haber producido con anterioridad. No obs-
tante, éstos, como originados por una semilla de inferior
calidad, serán raquíticos ó al ménos nunca alcanzarán el
vigor que en otras circunstancias habrian mostrado.—Todos
estos tallos de distintas edades, léjos de propender armó-
nicamente al mutuo desarrollo, como habria sucedido si
hubiesen aparecido en el tiempo oportuno, se perjudicarán
Ep
unos á olros por la sombra de las hojas, etc., resultando de
aquí que existirá la mayor desigualdad en el desarrollo
relativo. — Por esta causa, al verificar la siega, se encon-
trarán mezclados en proporcion variable tallos maduros
con otros más ó ménos tiernos, la depuracion de los jugos
será difícil, el rendimiento pequeño, la calidad del producto
inferior, etc.
Cuanto acabamos de exponer con respecto á las sequías,
se aplica por completo á la presencia de las yerbas adventi-
cias, y en general á todas las circunstancias que en cualquier
concepto sean susceptibles de detener el crecimiento de la
caña. De acuerdo con estas ideas, no nos cansarémos jamas
en repetir que debemos, conformándonos con las indicaciones
de la naturaleza, siempre propender al desarrollo contínuo
de las cañas: todas las circunstancias que mediata ó inme-
diatamente, en cualquier grado y tiempo que sean, se
opongan á él, son más ó ménos perjudiciales, y á todo pre-
cio conviene evitar su accion. — Precisamente con el fin de
hacer malear la caña con regularidad y en el tiempo opor-
tuno, debe elegirse con tino la estacion del año para veri-
ficar las siembras, y al mismo tiempo atender éstas con el
mayor cuidado, regándolas, escardándolas, etc.; cuando las
canas ahijan con regularidad, se aprovechan todos los
esfuerzos de la vegetacion, los cuales, mutuamente ayudados,
dan por resultado mayor produccion. (V. Epocas más conve-
mientes para verificar las siembras.)
Tapadura. — En distintas ocasiones, y á propósito de
diferentes particulares, hemos puesto especial cuidado en
demostrar la conveniencia de desmenuzar con perfeccion
la tierra, de desmoronar los terrones que provengan de la
accion del arado, de mezclar todas las partículas del terreno,
de arrancar de raíz las yerbas adventicias, etc. ; tambien
hemos insistido acerca de la necesidad de modificar las pro-
piedades físicas del terreno, de desagregar el subsuelo, de
drenar las tierras que lo han menester, de reconstituir la
composicion química, etc.; en una palabra, todas y cada
E
una de las prácticas que recomienda la agricultura progresiva
han sido de nuestra parte objeto de un estudio general, y de
consideraciones circunstanciadas con aplicacion directa é
inmediata á nuestros cultivos. — El punto de que vamos á
ocuparnos presenta una nueva prueba de la aplicacion de
las ideas que dejamos expresadas en estas líneas.
Entre todas las operaciones que se ejecutan en el cultivo
de la caña, la más descuidada, sin duda alguna, es la de
cubrir con tierra los trozos depositados en el surco.
En efecto, por lo comun la obra se verifica en las primeras
horas de la mañana, casi áun de noche, de manera que los
obreros apénas se distinguen, y soñolientos y excitados por
el capataz, realizan el trabajo, sin cuidarse de concluirlo con
perfeccion — Cuando se surca, sobre todo en las tierras
- arcillosas, uno y otro lado de la zanjuela se aglomeran
erandes terrones, los cuales, sin ser desmoronados, se hacen
caer sobre las estacas: esos cuerpos, no sólo impiden, por
su peso y estado aglomerado, el nacimiento del retoño, sino
que áun no quedando la caña bien cubierta, pues existen
fisuras ó intersticios que directamente la ponen en comu-
nicacion con el aire, puede así desecarse ó sufrir mucho en
tiempo de seca. Desmoronar esos terrones, no sólo es impor-
tante de momento para cubrir bien la semilla y graduar la
cantidad de tierra que sobre ella se vierte, sino que áun más
tarde es en alto grado útil para rellenar el surco ó aporcar
internamente, empleando una tierra bonificada por las in-
fluencias y cuerpos atmosféricos. Bien sabemos que en el
dia muchos mayorales recomiendan que se desmoronen los
terrones con el machete ó la azada, mas esta operacion, tras
de ser imperfecta, demanda cierto número de jornales, los
cuales no se le destinan. — Cuando se cubre con azadones,
sobre todo por la mañana muy temprano, conviene, para
evitar accidentes, distribuir los obreros en dos cuadrillas,
que principien el trabajo por lados opuestos y surcos alter-
nados; así sólo se encuentran en ei centro del cañaveral y
no pueden herirse. — Vamos á manifestar los medios á que
7
O ni
creemos oportuno recurrir para conseguir los mejores resul-
tados de la operacion que nos ocupa.
El medio más radical, y que por tanto colocamos en pri-
mera línea, consistiria en modificar de continuo la natu-
raleza del terreno por medio de los correctivos, abonos, labo-
res profundas, desagregacion del sub-suelo, drenage, rega-
dío, etc., y así, hasta cierto punto, se podria conseguir, al
abrir los surcos, extraer de ellos una tierra más ó ménos
desagregada y mullida, que más tarde serviria para cubrir
las estacas y verificar la aporcadura interna.
El segundo particular es relativo á la sazon más propia para
realizar el trazado de los surcos. Si se procede en las tierras
arcillosas á abrir los surcos miéntras que estén muy húme-
das, la tierra se desprende en grandes pedazos, que no sólo
de momento son difíciles de romper, sino que áun más tarde
se endurecen al punto de ser ménos fácil desmoronarlos. Si
el terreno se encuentra muy seco, los terrones son más
pequeños, pero siempre presentan gran dureza y no es obra
fácil desagregarlos. En las labores comunes para preparar
las tierras, los rodillos y las gradas concluyen por desmo-
ronar más ó ménos los terrones, y en los países frios, el agua,
al congelarse, determina tambien la desagregacion; en el
clima de Cuba, las lluvias y secas alternadas producen los
mismos efectos. Cuando se surca para sembrar, no es hace-
dero emplear esos instrumentos, ni tampoco nos es posible
esperar los beneficios de las influencias atmoféricas. Existe
un estado particular de humedad, especial á cada terreno,
en cuyo momento se puede con más esperanza de buen éxito
practicar la operacion; ese estado depende de las propiedades
generales del terreno, de su preparacion, de las influencias
atmosféricas, etc.
Pero suponiendo que la tierra no se halle bien preparada,
admitiendo que seproceda á abrir las zanjuelas en ocasiones
poco convenientes, ¿ existen medios de anular en parte los
resultados así obtenidos? Esto puede conseguirse dispo-
niendo el arado de tal modo, que los terrones sean desme-
Lg” e
nuzados al mismo tiempo que cambian de lugar, lo cual se
realiza de dos maneras, Ó dando á las vertederas formas y
dimensiones especiales, ó colocando dos ó tres cuchillos en
las vertederas ú orejeras del arado. Una vertedera helicoidal,
de cortas proporciones, al voltear bruscamente la tierra, la
divide en menudos fragmentos; pero para conseguir simul-
táneamente voltear la tierra y desmenuzarla, es necesario
emplear una fuerza de traccion considerable (26). — El arado
de doble vertedera ú orejera, modificado con cuchillas, es
una nueva aplicacion que hemos hecho de un mecanismo
ya conocido y bien apreciado por los agricultores. Con el fin
de hacer comprender la importancia del instrumento que
proponemos, vamos á referir algunos de los particulares rela-
tivos al arado primitivo, que hemos modificado para apli-
carlo á las siembras de caña.
Los arados pulverizadores se componen de las mismas piezas
que los útiles comunes, á las cuales se agregan en la yerte-
dera algunos mecanismos propios para dividir, desmenuzar
ó pulverizar los terrones de tierra á medida que los voltea
el arado. La primera idea de completar la labor por medio
de un artificio anexado al arado, se debe á Brown (1822). Más
tarde, en 1842, Masson perfeccionó el aparato, y trató de
propagar su uso. Posteriormente el conde Aventi modi-
ficó el arado de Botter, haciéndolo seguir de una especie de
grada que dividia los terrones. Aun más recientemente Plis-
sonnier adaptó tres cuchillos á la vertedera del arado de Dom-
basle. Por fin, hace poco tiempo Bouthier de Latour ha in-
ventado un arado pulverizador, el cual ha merecido los
mayores elogios. Este instrumento se halla descrito y figu-
rado en el Journal d' Agriculture pratique (1862, t. [, p. 14).
Los instrumentos que acabamos de mencionar han sido en-
sayados por gran número de agricultores, los cuales han
deducido de sus experimentos ciertas reglas prácticas, que
creemos útil dar á conocer : 1."Cuando se labran las tierras
arcillosas en tiempo oportuno, en sazon, los arados pulveri-
zadores dividen con perfeccion los terrones, al grado que es
— 100 —
posible prescindir del uso posterior de las gradas. 2." En el
caso de labrar lierras arcillosas muy húmedas, los dos cu-
chillos producen efectos ménos notables, y enlónces es con-
veniente sólo emplear uno. Grandvoinet aconseja en seme-
jantes ocasiones que se reemplacen los cuchillos verticales
por medio de láminas delgadas, y áun quizá por alambres
de acero, para preparar así la accion de los cuchillos un
poco inclinados, que enlónces obran sobre el terron un tanto
levantado, ántes que se reuna á los demas. 3.” Si el terreno
no fuese en alto grado tenaz, los cuchillos pueden ser colo-
cados sobre el borde de la vertedera, pero cuando se trate
de tierras muy arcillosas, es conveniente fijarlos más allá
de éstas, con el fin de que dividan la tierra ya volleada.
ko Si el terron es bastante ancho con respecto á su espesor,
se recomienda disponer el cuchillo superior en una posicion
horizontal, y el inferior verticalmente. 5.” En los casos en
que la tierra volteada tenga mucho espesor con relacion á su
ancho, es preciso recurrir al uso de tres cuchillos horizon-
tales. — Estas son las principales consideraciones á que
es preciso atender cuando se desea aplicar con acierto seme-
jantes instrumentos. Con arreglo á estos principios, es fácil
comprender cuán útil seria construir un arado de doble ver-
tedera, armado de cuchillas en sus piezas volteadoras, para
obtener así la division de los terrones. De este modo, á la
vez que se economizaria la mano de obra que se invierle en
romper los lerrones con el machete, se realizaria un lrabajo
más perfecto (27).
Es tal la importancia que damos á cubrir las estacas con
tierra bien mullida y aereada, que en algunas circunstancias
seriamos de parecer que se abriesen de antemano los surcos.
Asi se fertilizaria la tierra extraida de la zanjuela ; más tarde
las estacas serian colocadas en mejores circunstancias y en
requisitos más idoneos para el desarrollo de las yemas. Ade-
mas, debemos tomar en consideracion la comodidad de ye-
rificar con despacio el trabajo, y en muchos casos de ejecu-
.
tarlo mejor y á ménos costo. El único inconveniente que
A
A
— 101 —
encontramos á esta práctica consiste en que si sobrevienen
fuertes lluvias, parte de la tierra amontonada á uno y otro
lado del surco caeria dentro de él, lo cual exigiria que se lim-
piase ántes de sembrar; mas en parte puede ser evitado este
entorpecimiento, usando un arado provisto de un cepillo de
surcos (rabot de raies), el cual separa la tierra volleada á los
lados de la zanjuela (28).
Para que no quede la menor duda respecto de nuestras
ideas acerca de los requisitos que deben reunirse para efec-
tuar con tino la tapadura, creemos útil manifestar de nuevo
que, sin desatender las consideraciones relativas á los ins-
. trumentos empleados, debemos propender á modificar el ter-
reno, dado el caso que normalmente no sea propio para los
fines que se desean conseguir, y en todas circunstancias pre-
ciso es ejecutar la obra en sazon. Esta observacion es tanto
más importante, cuanto que al modificar así el terreno por
los medios mecánicos, físicos y químicos, y operando en
sazon, se consiguen otras ventajas.
Antes de concluir el exámen de las circunstancias más con-
venientes que hemos expuesto relativas al modo de cubrir
las estacas, creemos oportuno presentar aquí la relacion de
una práctica que en ciertas y determinadas circunstancias
puede aplicarse, como recurso, para lograr una buena nas-
cencia. Cuando un terreno es muy bajo y arcilloso, si sobre-
vienen grandes lluvias al tiempo de sembrar, conviene de-
positar las estacas en los surcos y dejarlas sin cubrir, hasta
tanto que la tierra se haya enjugado. Entónces se procede á
tapar los trozos de caña, pudiendo muy bien suceder que en
el intervalo hayan brotado las yemas. Sin encomiar seme-
jante práctica, que juzgamos en contradiccion con los bue-
nos preceptos de la agronomía, los cuales nos prescriben
desagúar por cuantos medios y arbitrios nos enseña, no po-
demos ménos de reconocer que, como expediente, puede ser
muy útil. Nosotros hemos visto un cañaveral, cuya mitad
se sembró de ese modo, miéniras que en la otra se cubrie-
ron durante la inundacion los trozos de caña, y en efecto,
— 102 —
ofrecian una diferencia en extremo manifiesta. Wray (29)
* hace referencia á esta práctica, cuyo valor no aprecia, cree-
mos, de una manera conveniente, pues pretende que «nin-
gun cultivador de caña debiera cubrir las estacas sino en las
secas »; Opinion demasiado absoluta, pues á lo que debié-
ramos propender seria á poder siempre cubrir con tierra los
trozos de caña.
A propósito del particular que acabamos de discutir, cree-
mos oportuno referir la costumbre adoptada por muchos
hacendados, sobre todo cuando se siembra en seco, de de-
jar descubierta la caña para que recoja la humedad del ro-
cio de la noche, cubriéndosela á la mañana siguiente muy
temprano.
Esta práctica presenta desde luego la ventaja de que se
tapa en un momento toda la caña colocada en los surcos,
pues á esa larea se dirige la totalidad de los obreros ántes
de comenzar los distintos trabajos á que más tarde se dedi-
can; ademas, el rocío recibido por la caña y por la tierra
debe ejercer alguna influencia sobre el desarrollo posterior,
pues aunque no hayamos aun verificado ensayos directos
para poner fuera de duda ese beneficio, sin embargo, el buen
sentido y la comparacion nos indican que en realidad alguna
accion útil debe producirse. -— En efecto, la experiencia ha
demostrado que conviene sembrar tan luego como los calo-
res del sol se hacen sentir poco, pues así se evita la deseca-
cion del terreno, y algun tanto de la semilla. — Este hecho
se descubre particularmente cuando se siembra la cebada ;
en algunos países se deposita el grano en la tierra por la
tarde, y por la mañana muy temprano se le cubre; así ob-
tienen mejores resultados que si lo cubriesen durante la
accion violenta de los rayos solares. — Schwerz y Thaer
garantizan la bondad de esta práctica (30).
Si la extension de nuestras siembras y el número de bra-
zos á ellas dedicado nos lo permitiesen, deberiamos siempre
verificarlas en legítima sazon; mas ya que esto no es posi-
ble, seria conveniente depositar en el surco por la tarde la
a
— 103 —
semilla, y cubrirla al dia siguiente por la mañana ; ó al mé-
nos, áun cuando se regase la caña en el surco durante todo el
dia, siempre seria útil esperar que el rocío de la noche re-
frescase y humedeciese la tierra y el tallo. — A nuestro en-
tender la caña para semilla debiera cortarse en las primeras
horas de la mañana, se depositaria en montones cubiertos,
de los cuales se extraeria para sembrarla. Esta operacion
tendria á su abono, como útil precedente, la ventaja que se
consigue depositando en agua las cañas ántes de sembrarlas.
En algunas fincas se han introducido instrumentos parti-
culares para tapar la caña depositada en el surco. Estos
útiles, que, dicen, pueden regularizarse de manera que cu-
bran la semilla con la cantidad de tierra deseada, son tira-
dos por animales y efectúan el trabajo en corto tiempo. Se
conocen con el nombre de tapadores de caña. — En Bengala
(Wray p. 218) se emplea con frecuencia para cubrir la caña
depositada en el surco el haimgher, instrumento que es una
especie de rodillo (p. 102), que los indios usan para romper
los terrones. Su pieza principal consiste en un grueso pedazo
de madera, el cual, por lo comun, presenta 2”,40 de largo,
18 de ancho y 648 de espesor. — El haingher es tirado por
cuatro bueyes; dos hombres se colocan sobre él miéntras
funciona. — Es evidente que para cubrir con tierra las esta-
cas de caña se podrian emplear los arados pequeños y las
gradas, mas creemos que hasta el presente ningun instru-
mento puede realizar la obra con la perfeccion y requisitos
necesarios.
Con respecto á la cantidad de tierra con que se debe cubrir
la caña, para graduarla preciso será tener en cuenta las pro-
viedades generales del terreno, el estado en que se encuen-
tre por las mejoras en él introducidas merced á los correcti-
vos y abonos, las condiciones meteorológicas en las cuales se
verifique la siembra, etc. De todos modos, la caña debe que-
dar bien cubierta; pero de tal manera, que pueda con faci-
lidad brotar, sin recibir los perjuicios de la accion del sol.
La exposicion de les materias dilucidas en las páginas que
— 104 —
consagramos al estudio de la aporcadura interna ilustra,
extiende y completa cuanto acabamos de manifestar.
SIEMBRAS LLEVADAS Á EFECTO EMPLEANDO EL COGOLLO. —
Il. Con el nombre de siembras de cogollo se comprenden
aquellas que se realizan empleando como estaca multiplica-
dora las partes superiores, más tiernas y nuevas de la caña.
Para evitar dudas y precaver confusiones, creemos útil dis-
tinguir dos géneros de siembras, en esas que tan general-
mente se denominan de cogollo; al determinar su mutua
analogía debemos dar á entender los lazos que las unen,
haciéndolas idénticas, y tambien especificarémos las cuali-
dades que las separan, creando diversidad entre ellas. —
Nuestras siembras de cogollo, propiamente dichas, son
aquellas que á más de ser verificadas con los cañutos de
más reciente formacion, se llevan á cabo de tal suerte, que
al preparar la semilla ó estaca se cortan las hojas más arriba
de la yema terminal, la cual por su desarrollo determina el
crecimiento en altura; por tanto, el impulso prolongador de
la caña puede continuar á la vez que las yemas laterales
enterradas tambien se desarrollan, produciendo hijos ó re-
nuevos. — Ademas de este procedimiento, que, como deja-
mos indicado, es el que más en uso y favor se encuentra, es
posible ejecutar las siembras de cogollo dividiendo el trozo
de tal modo, que pase el córte ó seccion inmediatamente
debajo de la yema terminal; por este artificio el desarrollo
inicial en altura no puede realizarse, y todas las fuerzas de
la vegetacion se unen para promover el crecimiento de las
yemas laterales. — Por la manera de sembrar y otras cir-
cunstancias, se verá que igual resultado se consigue, cual-
quiera que haya sido el punto por donde se haga pasar el
córte.
Las siembras de cogollo en la actualidad se encuentran
muy restringidas y limitadas en su uso ; sólo se realizan en ca-
sos especiales; pero lo que es como método général, de utili-
dad bien reconocida, al cual se recurra en ciertas y determi-
— 105 —
nadas circunstancias, tenemos que reconocer el poco valor
que se les concede, por lo comun, en el país. Indicarémos los
casos en que se realizan, y despues discutirémos con exten-
sion todos los particulares que á ellas se refieren. — Estas
siembras se emplean : 1. Para sembrar las partes muy bajas
dealgun cañaveral, las cuales en tiempos de lluvias continua-
das recogen las aguas ó dan orígen á pasajeros ojos de agua
(lloraderos). En las siembras comunes para aprovechar toda
la caña, muchos disponen los tallos maduros á los lados del
surco, y reservan el cogollo para colocarlo en el centro, in-
clinándolo é introduciendolo en el fondo de la parte media
de la zanjuela. — Lo propio se verifica cuando se siembra
á jan; entónces, en parte, se dejan descubiertas las extremi-
dades superiores de la caña. — Cuando se realiza la planta-
cion con el azadon, se puede tambien utilizar el cogollo,
inclinándolo y haciéndolo descansar sobre una de las pare-
des del hoyo. 3.? En otros tiempos, y aun en el dia, mu-
chos cultivadores, al cortar un cañaveral, destinan el cogollo
á las resiembras. 4” Este sistema de siembras se emplea en
grande escala en las estancias para propagar la caña de la
tierra, cuyos talles maduros reservan para la venta.
Antes de sacar á luz distintamente los puntos que á estas
siembras son relativos, debemos comenzar por discutir en
qué circunstancias se verifica el desarrollo de la yema ter-
minal, que con ménos tecnicismo podríamos llamar yema-
guia. — Cuando se siembra el cogollo de la caña dividido
á cierta distancia de la yema terminal, ésta, si las condicio-
nes son favorables, se desarrolla; pero si la seccion ha pa-
sado muy cerca de ella, las primeras hojas no pueden resis-
tir, por la delicadeza de sus tejidos, á la accion solar, la
cual las seca, las achicharra, las quema. En otras ocasiones
algunos insectos tronchan ese verdadero palmito de la caña.
Numerosas veces, si la humedad conveniente no promueve
y favorece los esfuerzos de la vegetacion, tampoco se logra
ver crecer la yema terminal, que en semejantes circunstan-
- clas se seca. — Con respecto á si la yema terminal puede
— 106 —
crecer en el seno de la tierra, ó si reclama por fuerza el me-
dio atmosférico, podemos asegurar que nunca nos ha sido
dado conseguir ese desarrollo subterráneo ; siempre el fenó-
meno exige, como requisito preciso, que se realice en la at-
mósfera. Para poner este hecho fuera de duda hemos sem-
brado infinidad de cogollos, y siempre que han permanecido
bien cubiertos por la tierra, no han dado orígen á nuevo y
mayor crecimento de la caña; pero en algunas ocasiones
hemos podido descubrir un fenómeno bastante curioso.
Cuando se siembra á pequeña distancia de la superficie un
pedazo de cogollo algo torcido, tan luego como la humedad
penetra en sus tejidos, éstos propenden á recobrar su direc-
cion recta; la caña pugna para enderezarse, y al verificarlo,
puede salir sobre la superficie una de las dos extremidades :
si aparece la superior, posible es que se desarrolle la yema
terminal; pero si se muestra la inferior, no crece el boton
prolongador ó yema caulinar principal. En los casos en que
el cogollo sea recto, sin curva alguna, no pudiéndose rea-
lizar movimiento de ningun género, sólo crecen las yemas
laterales; en cuanto á la yema terminal puede podrirse ó de-
secarse : por lo comun la putrefaccion se propaga, y al fin,
en ciertas condiciones concluye, ó por comunicar su movi-
miento de descomposicion á todo el trozo, ó altera los renue-
vos á un punto perjudicial. La putrefaccion de la yema ter-
minal es relativa á las circunstancias del terreno; acae-
ciendo las más de las veces que aunque no crezca, sin em-
bargo las yemas laterales se desarrollan.
En vez de podrirse la yema terminal, en numerosas Oca-
siones se deseca sencillamente. — En resúmen, bien se de-
seque, ora se pudra, ambos fenómenos pueden quedar loca-
lizados en la yema terminal ó propagarse al resto del cogollo.
— En el primer caso se desarrollarán las yemas laterales :
en el segundo, es claro que no habrá ningun brote, puesto
que toda la estaca ha sido alterada. — Inútil es advertir que
la realizacion de cada uno de estos fenómenos depende de
las circunstancias del terreno.
SR "AA
— 107 —
Fijemos los modos de practicar las plantaciones. Sem-
brando los cogollos de tal modo que sobresalgan mucho so-
bre la superficie de la tierra, una vez que la yema terminal
se ha desarrollado, y áun en el caso de abortar, aparecen,
y al mismo tiempo se desarrollan, retoños que provienen de
las yemas subterráneas y de aquellas que se encuentran en
el pedazo de caña descubierto : estos últimos constituyen re-
toños aéreos. — En este caso, la caña producida, ó mejor
dicho, continuada por el desarrollo de la yema terminal,
crece poco, se desarrolla mal, sus cañutos son cortos y le-
ñosos, y al fin concluye por detenerse en su crecimiento,
desecándose sus órganos foliáceos. Los retoños aéreos ter-
minan á su tiempo por secarse, y toda la caña se desgaja, cae,
ó se seca en pié : los únicos retoños que sobreviven y alcan-
zan notables proporciones son aquellos que proceden de
los ojos de la extremidad enterrada. — Los retoños aéreos,
en vez de favorecer, debilitan los producidos por el tallo
subterráneo, sin que por eso lleguen nunca á adquirir di-
mensiones considerables, ni tampoco puedan ser utilizados.
— Cuando no es posible evitar la aparicion de esos retoños,
conviene cortar por lo ménos al nivel del suelo, ya que no
sea hacedero hacer pasar la seccion más abajo, la caña que
los ha producido y sustenta. Al practicar esta operacion, es
preciso poner especial cuidado en no herir los retoños ori-
ginados por las yemas subterráneas, á cuyo efecto es opor-
tuno romper ó quebrar con las manos la caña, ó cortarla por
su base con un cuchillo bien afilado. Cualquiera que sea el
tiempo que vivan esos retoños, siempre en mayor ó menor
grado son nocivos; como, por otra parte, es trabajo delicado
y fastidioso cortar las cañas, es útil á todo precio evitar su
formacion, disponiendo las cosas de tal suerte, que no se
originen. Para conseguir este resultado, es necesario sem-
brar los cogollos de manera, que sólo sobresalgan, á lo
más, cuatro pulgadas sobre la superficie, y más tarde apor-
carlos si la plantacion se ha hecho con arado ó azadon, al
punto que mediante esta operacion, por lo ménos, Jos cinco
— 108 —
nuevos cañutos formados despues del desarrollo de la yema
terminal queden cubiertos, una vez concluida toda la obra.
— Es condicion indispensable para el mejor logro, beneficio
y aprovechamiento de todas las circunstancias, que el cogollo
se siembre con gran inclinacion, pues así las proporciones
que de él queden debajo de la tierra serán mayores.
Antes de proseguir la exposicion de las ideas que nos pro-
ponemos desenvolver, creemos necesario presentar algunas
aclaraciones acerca de un punto ya manifestado. Algunas
yeces sembrando un pedazo largo de cogollo, de modo que
sobresalgan algunos cañutos fuera de la tierra, se desarrolla
la yema terminal, los renuevos del pié aparecen en alto
grado lozanos, y en cuanto á los retoños aéreos, son tan
vigorosos, que muchos, sobre todo los inferiores, ahijan en
el aire, produciendo retoños secundarios, terciarios y áun
cuaternarios. — ¿Se podrá deducir de estos hechos que los
retoños aéreos son susceptibles de contribuir, por lo ménos
en algunas circunstancias, al mayor vigor de la cepa? Cier-
tamente que no : lo que promueve y sostiene esa valiente
vegetacion son las propiedades de la semilla, y si en vez de
apoderarse de los jugos comunes, se hubieran los mencio-
nados retoños aéreos originado en un medio capaz de per-
mitirles vida propia, es indudable que mayor vitalidad habria
tenido la cepa, sin contar que esas fuerzas vegetativas mejor
aprovechadas rendirian algunas utilidades. Este último as-
pecto, de tan importante particular, se encuentra enlazado
con nuestras ideas acerca de la conexion y mutuo vínculo
que une todos los retoños de una misma cepa, los cuales,
aunque sostenidos por una existencia propia, por su accion
recíproca y combinada, concurren al sostenimiento de todos.
En cuanto al papel que desempeña la yema terminal, más
adelante expresamos los motivos que nos inducen á creer
que ciertos beneficios se siguen necesariamente á su desar-
rollo.
Como que la industria del hombre no siempre es parte ó
sirve para procurar el crecimiento de la yema terminal, ni
..
as
— 109 —
áun para impedir la aparicion de los retoños aéreos, ó al
ménos contrarestar sus malos resultados, la razon acon-
seja que debemos escoger el camino que á ciencia cierta nos
conduzca á un fin constante y bien determinado, siquiera
éste no sea tan ventajoso. En éste concepto, la siembra del
cogollo, realizada de tal suerte que se impida el desarrollo
de la yema terminal, nos parece en algunos casos más acer-
tada, pues así se evitan por lo ménos los retoños aéreos.
Para hacer imposible el desarrollo de la yema terminal,
basta cortar el cogollo más abajo de ella; mas tambien,
aunque ménos ventajoso, se consigue el mismo resultado
cubriendo con tierra por completo el trozo.
Para ejecutar las siembras empleando el cogollo, con-
viene destinar á ellas las partes superiores de las cañas de
planta, de catorce á diez y ocho meses, las cuales osten-
lan yemas vigorosas, provistas de más lozanos y bien cons-
tituidos órganos, á la vez que sus cañutos se encuentran
más desarrollados y llenos de vida; pero aunque es muy
beneficioso que esos tallos estén lo más maduros posible, es
tambien en extremo importante que no hayan agúinado las
cañas, pues en semejante caso ni habria yema terminal, ni
los ojos superiores serian útiles, pues ya enlallecidos consti-
tuirian verdaderos retoños aéreos. Nuestros experimentos
han demostrado de la manera más clara que esos retoños
pueden ser sembrados y á su tiempo producir hermosas ma-
collas; mas semejantes hechos no son parte para que acon-
sejemos se utilicen los mencionados tallos á fin de mullipli-
car las cañas en las circunstancias normales de una gran
plantacion.
Creemos conviene examinar con mayor cuidado el caso
de emplear el cogollo de las cañas agúinadas como estaca
multiplicadora. — Desde luego es indudable que en punto al
desarrollo de la yema terminal, todo deseo seria absurdo.
— Nuestras esperanzas deben sólo fundarse en el creci-
miento de las yemas laterales. — Si examinamos los extre-
mos superiores de esas cañas agúinadas, se verá que las
— 110 —
yemas superiores están crecidas constituyendo retoños en-
vueltos por las hojas. — Pueden esos retoños estar desar-
rollados al punto de ofrecer cañutos descubiertos Óó ser
tan tiernos que áun no hayan entallecido. — Si cubrimos
con tierra todo el trozo, en el primer caso nos encontraré-
mos en las propias circunstancias de emplear malísima se-
milla multiplicadora : en el segundo, el retoño se morirá.
El solo modo de obtener algo de bueno, es plantar esas
extremidades, como si en efecto se desease conseguir el des-
arrollo de la yema terminal : entónces los retoños ya cre-
cidos quedan sobre la superficie de la tierra y pueden desar-
rollarse dado caso que todas las condiciones sean muy fa-
vorables. — Es conveniente verificar esa operacion en los
primeros tiempos del desarrollo del retoño, á fin de colo-
carlo desde luego en condiciones que pueda adquirir inme-
diatamente vida propia, recibiendo, sin embargo, cierta
alimentacion por las materias contenidas en la caña. — Con
mucha frecuencia hemos tomado cañas agúinadas y con
cuidado hemos descubierto los retoños, separando las ho-
jas que los envolvian, y despues hemos plantado secciones
de esas partes del tallo sustentando dos ó tres retoños, de
tal manera que quedasen sobre la tierra. — Regándolos con
frecuencia, han constituido hermosas macollas. — Este expe-
rimento equivale á plantar caña haciendo que broten las
yemas y trasplantarlas ántes que adquieran existencia inde-
pendiente. — En resúmen, la multiplicacion por medio
de los cogollos de cañas florecidas debe evitarse en grande
escala, pues sus resultados son de dudoso éxito, y para ob-
tenerlos favorables es necesario cuidar de requisitos, que
sólo se pueden hacer concurrir en un experimento en pe-
queño.
De qualquier modo que se siembre el cogollo, es opor-
tuno separar ántes las hojas inferiores que envuelven el
tallo, para que, libres las yemas, les sea posible verificar su
desarrollo con más prontitud. Cuando no se tiene ese cui-
dado, los retoños, en su curso para brotar, tienen que des-
O PA /
lizarse por toda la parte interna de la hoja adherida : es
cierto que así queda ó se forma mayor tallo sublerráneo,
que más tarde ahija con más fuerza y en mayor grado; pero
tambien es evidente que el retoño tarda más tiempo en na-
cer, y por tanto puede correr peligros que entorpezcan ó
impidan su aparicion sobre la superficie.
Las siembras de cogollo, sobre todo cuando se desea el
desarrollo de la yema terminal, exigen y han menester una
constante humedad : son propias de terrenos bajos ó de
riego. — Ese hecho, bien comprobado por la experiencia,
ha originado un error que muchos campesinos sostienen,
cual si fuese verdad deducida de una observacion bien in-
terpretada. — Creen que porque las siembras de cogollo
prosperen en lugares pantanosos, los retoños, al producirse
en esos sitios, adquieren una virtud particular, que los hace
resistir á las circunstancias adversas, las cuales juzgan que
en otras condiciones les serian fatales. Cualquiera que sea
el orígen, una continuada y excesiva humedad es nociva á
la cepa. — Si las siembras efectuadas empleando cogollos
en los cuales creza la yema terminal, pueden resistir mejor
á una excesiva humedad, precisamente debe atribuirse el
fenómeno al movimiento vital, que imprimiendo un sello
especial á las transformaciones de las materias contenidas
en el cañuto, las preserva del género y característica des-
composicion que en ellos se verifica cuando sólo imperan
las fuerzas químicas, físicas y mecánicas. — Siguiendo las
indicaciones que acabamos de presentar, es fácil compren-
der que semejantes siembras son á propósito para ser efec-
tuadas á la entrada de la primavera, pues así aprovechan
las lluvias, y todo coadyuva á favor del rápido desarrollo
que las anima. Precisamente hácia ese tiempo es cuando
se cortan los campos de planta, de suerte que entónces se
puede destinar una cuadrilla de obreros débiles á preparar
los cogollos, y tambien los retoños criollos, los cuales, amon-
tonados en número suficiente, se trasportarán al lugar donde
vayan á ser realizadas las siembras.
— 112 —
II. Vamos á discutir, comparándolas, el valor relativo de
las siembras verificadas empleando las partes superiores y
tiernas de las cañas, y el de aquellas que se llevan á cabo
usando tallos más ó ménos maduros : pondrémos de mani-
fiesto los beneficios é inconvenientes de cada una, indicaré-
mos la apropiación de una ú otra á determinadas circuns-
tancias, y establecerémos sin preocupacion las condiciones
en que será más ventajoso ejecutar cada una separadamente
ó realizarlas combinándolas. Los partidarios exclusivos de
las siembras de cogollo dicen : « Sí, son las partes superio-
res y tiernas de la caña, los cogollos, cabos, puntas ó rabi-
zas las que se deben elegir y emplear para semilla, pues son
las únicas que con utilidad absoluta pueden multiplicar la
planta : sus yemas, envueltas por las hojas, así conservadas
y resguardadas, no han recibido la accion de los agentes at-
mosféricos; sus tejidos se encuentran impregnados de jugos
saviosos y contienen el agua necesaria para que se realice
la evolucion de la yema; los líquidos no han sido aun elabo-
rados, de tal suerte que se hallan en el punto y grado con-
venienle para ofrecer á las yemas lodos los principios de que
han menester para su sustento y desarrollo. — Por el con-
trario, las cañas maduras poseen yemas más ó ménos dese-
cadas, las cuales lenta y difícilmente se reaniman ; sus jugos
encierran mucho azúcar cristalizable, y sólo con despacio
van alterándose para volver á adquirir la composicion nece-
saria á fin de poder servir de alimento á las yemas; esos
cambios han menester, pues, cierto tiempo, exigen el cum-
plimiento de determinadas reacciones químicas, las cuales
á su vez requieren, para producirse, requisitos especiales,
En fin, concluyen, la naturaleza misma parece indicarnos
que tomemos el tallo maduro y le hagamos servir á la
extraccion del azúcar, y que aprovechemos las partes supe-
riores, inútiles, y áun nocivas para el fin fabril, al intento
de multiplicar la planta. » Aun pudieran agregar, para ro-
bustecer esas razones, la relacion de un hecho que con fre-
cuencia hemos tenido ocasion de admirar. Cuando en un ca-
¡ña
— 113 —
ñaveral se siembra una parte con cogollo y el resto con ca-
ñas, al cabo de cierto tiempo, en algunas circunstancias, se
nota una diferencia visible á favor de las primeras, al punto
que muchos, á primera vista, juzgarian que esas partes se
habrian sembrado en épocas distintas. Discutamos el valor
de este hecho, interpretando sus causas. Esa diferencia
puede desde luego explicarse, independientemente de otras
circunstancias, por la contínua humedad de que gozan las
cañas en semejantes lugares, miéntras que en las otras par-
tes del cañaveral, ó no se encuentra la humedad necesaria,
Ó es excesiva. Se podria tambien aducir que las materias
contenidas en el cogollo son más fácilmente asimilables que
aquellas que se encuentran en los tejidos de las cañas ma-
duras. Suponiendo que ese requisito favorezca ó determine
el fenómeno, resta por apreciar si ese rápido y potente des-
arrollo es conveniente, y si de esa manera los retoños tie-
nen á su disposicion una fuente alimentadora de la duracion
exigida por las circunstancias de su crecimiento. Segun de-
mostramos en nuestros Estudios experimentales acerca de la
vegetacion de la caña, una alimentacion lenta, graduada,
contínua y duradera es el gran resorte ó medio de que se
vale la naturaleza para formar tallos vigorosos; allí
exponemos las razones que nos hacen pensar que una
nutricion rápida es, si no nociva, al ménos no tan conve-
niente. La causa principal, á nuestro entender, que motiva
y da cumplida cuenta del fenómeno, la encontramos precisa-
mente en el género de ideas á que acabamos de referirnos.
Todo lo que sea presentar á las yemas una contínua alimen-
tacion á expensas de la estaca, cuanto se oponga á la pu-
trefaccion de la misma, las circunstancias que la manten-
gan poco más ó ménos constantemente en el mismo estado,
son otros tantos requisitos favorables, que propenden al
mayor desarrollo de los retoños. Cuando se siembra el co-
gollo, los retoños van siempre nutriéndose á expensas de la
semilla, la cual, gracias á la vegetacion de la yema termi-
nal, se conserva llena de vida. — Sus jugos, léjos de ago-
8
— 114 —
tarse, se renuevan y acrecen. Este fenómeno se verifica en
parte merced á las raíces que se desarrollan y más aún á
causa de los retoños producidos subterráneamente sobre el
cogollo. Semejantes renuevos adquieren vida-propia, y en-
tónces contribuyená la nutricion de la estaca multiplicadora,
la cual en esas circunstancias, hasta cierto punto, grado y
tiempo, constituye un verdadero tallo subterráneo. — Cuando
se siembra una estaca comun, sin yema terminal que se
desarrolle, pronto cede todas sus materias alimentosas, y
presto tan sólo queda la corteza. — Para comparar con exac-
titud ambas siembras es preciso examinarlas en iguales
condiciones; es decir, tomar dos trozos de caña, el uno ma-
duro y el otro tierno, cubrirlos por completo con tierra, y
entónces notar los resultados. — Vamos ahora á emprender
este exámen.
Con respecto á las sequías, es indudable que las siembras
de cogollos están más expuestas á desecarse con facilidad,
pues los tejidos de la tierna estaca permiten mayor evapo-
racion del agua; por otra parte, puede muy bien suceder, y
con frecuencia acontece, que como los cogollos contienen
en sus tiernos tejidos la cantidad de agua necesaria para
que sus yemas se desarrollen, al sembrarlos pueden apa-
recer los retoños en medio de circunstancias que les sean
perjudiciales ó funestas por la falta de aguas. Ademas,
si el cogollo ha sido enterrado por completo, de tal suerte
que su yema terminal no brote, está más expuesto á po-
drirse, si por cualquier motivo no llegan pronto los retoños
á la superficie. — De cuanto venimos relatando, de los
hechos fielmente discutidos en las anteriores líneas podemos
deducir que, si todas las circunslancias concurren para
favorecer nuestros trabajos, y hacer lograr su feliz término,
las siembras de cogollo pueden ser muy útiles, verificadas
al romper las aguas, en tierras bajas ó de regadío : algunas
veces son las únicas susceptibles de realizarse, por las con-
diciones del terreno. — En contra de las siembras de cogollo
muchos opondrán que ese tallo tierno es necesario para
aaa
= 115 —
alimentar las boyadas; atendiendo sólo á esa objecion, res-
ponderémos que si se reflexiona cuánto se ganaria nutriendo
de otro modo más higiénico los bueyes, y las ventajas de las
siembras de cogollo en determinados casos, se verá que en
las circunstancias indicadas es conveniente realizarlas, áun
cuando cueste algo alimentar mejor y más económicamente á
los animales. Nuestros esclavos, sin desearlo, preparan ad-
mirablemente las partes superiores de la caña y las disponen
de la manera más propia para las siembras: hemos tenido
ocasion de ver con qué habilidad despajan ó deshojan el
cogollo que sirve de alimento á sus cerdos. — Este plan de
siembras presentará, á juicio de muchos hacendados, el in-
conveniente de ser preciso para ejecutarlo, distraer du-
rante la molienda parte de los obreros, cuando seria urgente
concentrar todas las fuerzas. — Si se calculan las ventajas
que procura el método que hemos aconsejado, si por otra
parte se atiende á que más tarde será difícil y costoso cortar
y tirar la caña para semilla, se verá que es útil proceder del
modo que hemos indicado, con tanto más motivo, cuanto
que posteriormente, en los momentos decisivos, en los cua-
les deben dedicarse todos los trabajadores á los cuidados
del campo, será hacedero emplear en ellos toda la dotacion.
— De esta manera se evita uno de los inconvenientes de las
siembras de primavera con respecto á la economía de los
brazos, cual es debilitar, por la division, las fuerzas de que
se dispone,
Antes de pasar adelante, conviene que nos detengamos
para aclarar un punto, el cual puede dar orígen á interpre-
taciones erróneas, dando á entender que hemos presentado
ideas contradictorias cuando en su esencia nuestros juicios
no son dudosos ni vacilantes. — Hemos dicho que las siem-
bras de cogollo requerian una conveniente humedad ; agre-
gamos que con más facilidad podian perderse si sobrevenia
un exceso de aguas; expusimos que el cogollo contenia toda
el agua necesaria para que las yemas se desarrollasen ; por
fin, manifestamos que más que la caña madura estaba
— 1165 —
expuesto á desecarse, si las condiciones favorecian la eva-
poracion. ¿Acaso todas estas proposiciones no pueden dejar
en el ánimo algun asomo de duda, alguna sospecha, de que
envuelvan opiniones encontradas, juicios no comparados ni
armónicamente coordinados á fin de que mutuamente apo-
yados nos sirvan de poderosos fundamentos para deducir
las más útiles y exactas conclusiones? Así nos ha parecido
que podia suceder en la mente de algunos lectores, y para
prevenir semejante mal, vamos á esclarecer esos particulares,
mostrando que en nuestras ideas no se contienen contradic-
ciones de ningun género. Todas mutuamente se justifican y
comprueban. Para poner más en claro el asunto que discu-
timos, permitasenos manifestemos áun otra forma de argu-
mentacion con que se nos puede contradecir. ¿Cómo puede
ser cierto que por un lado la experiencia enseñe que las
siembras de cogollo sean tan convenientes en los terre-
nos bajos, al punto que en muchos casos son las únicas
posibles, miéntras que al mismo tiempo se asegura que
el cogollo está más expuesto á podrirse? ¿Cómo conci-
liar, admitiendo que el cogollo sufra más de la humed«d,
que tambien padezca á mayor grado en las tierras allas y
resecas ?
Las partes superiores de las cañas son las que más ex-
puestas se encuentran á perder el agua que sus delicados
tejidos contienen, y por poco que las circunstancias sean
favorables al efecto, pierden toda la humedad necesaria para
la vegetacion ó desarrollo de las yemas, las cuales concluyen
por alterarse al grado de no germinar, por convenientes que
sean los requisitos en que se coloquen más tarde. — Aun
hay más: es indudable, como hemos demostrado apoyándo-
nos en experimentos concluyentes, que esas partes tiernas
contienen la proporcion de agua exigida para el desarrollo
de la yema; por tanto, no han menester del auxilio suple-
torio del agua exterior. Conteniendo más agua que las cañas
maduras, encerrando en el interior de sus órganos male-
riales mas aptos á sufrir trasformaciones, es evidente que
a A
pro poco que la humedad exterior se agregue, muestre su
accion, al paso que otras circunstancias las promuevan y
exciten, esas descomposiciones se realizarán en detrimento
de las yemas y retoños. — Pero si son ciertas tan bien ex-
presadas aseveraciones, ¿cómo es, se nos repetirá, que las
siembras de cogollo dan tan buenos resultados en terrenos
en extremo húmedos y áun pantanosos? A esto responde-
rémos que es preciso distinguir las siembras de cogollo en
las cuales toma incremento la yema terminal, y aquellas en
que nose verifica ese desarrollo : en las primeras, la yema
terminal, al crecer, imprime un movimiento de vida á la
caña, el cual la hace resistir á la accion de las fuerzas quí-
micas, miéntras que en el segundo caso la materia se halla
del todo bajo el imperio de las leyes que la rigen. — Si se
realiza el primer requisito, la caña, léjos de podrirse, con-
tinúa viviendo; sus jugos, á medida que son absorbidos,
son reemplazados por otros; por manera que los retoños
disponen siempre de un almacen constante de materias
alimenticias. — Las siembras de cogollo en las cuales la
estaca se encuentra completamente cubierta por la tierra
no suministran durante largo tiempo jugos á los retoños;
así es que, por lo comun, no producen tallos tan hermosos
y bien constituidos como aquellos que se forman empleando
una semilla perfecta ó algun cogollo cuya yema terminal
creció.
Hemos reconocido las ventajas é inconvenientes de las
siembras de cogollo, determinando todas las circunstancias
que habian de ponderarse al dilucidar tan importante asunto ;
pero para expresar categóricamente nuestro parecer respecto
de semejantes siembras, nos es preciso agregar que, áun
siendo realizadas en idóneas y prósperas circunstancias, las
mencionadas plantaciones sólo son útiles porque no ha sido
posible cambiar las condiciones de la localidad. Si poseemos
un terreno húmedo, pantanoso y en cuya composicion com-
pacta éntre por gran parte la arcilla, nuestros trabajos de-
bieran ir dirigidos á modificar tales requisitos, y disponerlo
— 118 —
para el cultivo de la caña. Ese terreno desaguado, drenado,
luego que sus propiedades físicas hayan sido corregidas y
despues de haber modificado con tino su composicion química
habrá adquirido en alto grado las circunstancias más ven-
tajosas para el cultivo á que se destina, y entónces seria
posible emplear en las siembras, ó la mejor semilla, ó
aquella que más economía ofreciese. Aun en el caso en que
se desee sembrar el cogollo, es beneficioso é indispensable
disponer bien el terreno, sobre todo si se ha de enterrar la
estaca por completo: así se facilita el desarrollo de las yemas,
el crecimento de los retoños, y se coloca por mucho tiempo
la cepa en las más prósperas circunstancias á fin de que
uche, contrareste y venza en mayor ó menor grado todas
ó algunas de las causas que se opongan á su vida normal.
Si á esto se agrega el uso de regadío, es claro que habrémos
reunido todas las circunstancias propicias para el cumplido
ejercicio de todos y de cada uno delos períodos de la vegeta-
cion de la caña, cualquiera que sea la semilla que se emplee
con más ó ménos tino y ventaja.
En el exámen que acabamos de hacer de las siembras de
cogollo hemos procedido, como siempre, apoyándonos en
los hechos, hemos evitado incurrir en el exclusivismo que
reina en el espíritu de algunos agricultores. En efecto, en
otros países están tan persuadidos de las ventajas de las
siembras de cogollo, que nunca, en ningun caso, verifican
las plantaciones empleando las partes maduras del tallo;
es tal la seguridad con que proceden en este particular, que
en el caso de no tener cogollo, cortan un campo reciente-
mente sembrado, ó algun cañaveral acaguasado, separan
las partes superiores, y el resto de los tallos lo destinan á
la extraccion del azúcar Ó á la fabricacion del aguardiente.
Por el contrario, en otros puntos juzgan tan nocivas las
siembras de cogollo, que muchos sostienen que á esa causa
debe atribuirse en gran parte, si no en toda, la degeneracion
de la caña manifestada en esas localidades á juicio de ciertos
agricultores. — Es error completo creer que la multiplicación
dede de
— 119 —
por el cogollo sea susceptible de producir la degeneracion
de la caña. — Tallos hermosísimos pueden ser originados
por cogollos plantados en excelente suelo y bien cultivados
durante su crecimiento.
SIEMBRAS EN LOMAS. — El estudio circunstanciado de todos
los medios indispensables para llegar al conocimiento com-
pleto del conjunto de propiedades que caracterizan los ter-
renos, la discusion de la importancia relativa y propia de
cada uno de los elementos que los componen, el exámen de
las circunstancias que los modifican, etc., pertenece espe-
cialmente á la Agrología. — La eleccion juiciosa del terreno
más propio para determinado cultivo en un clima dado,
punto importante, que debe resolver el agrónomo ántes de
comenzar sus trabajos, es una aplicacion de la agrología
general á las necesidades fundamentales del organismo, en
el cual se van á formar los productos que deseamos. De
acuerdo con estos principios, hemos comenzado nuestros
estudios generales discutiendo cuanto se refiere á la agro-
logía, y luego hemos aplicado las verdades establecidas al
cultivo de la caña : todas estas materias se hallarán tratadas
en el lugar oportuno; mas como con respecto á la eleccion
de los terrenos existen algunos particulares muy relativos
al cultivo inmediato, hemos creido conveniente discutir en
este lugar ciertos puntos referentes al cultivo en lomas, reser-
vándonos tratar el asunto de un modo completo en nuestro
libro sobre el café.
Siempre que le sea posible, el agricultor que se dedica al
cultivo de la caña debe elegir para teatro de sus operaciones
un terreno llano, ó que presente, cuando más, pendientes
poco notables. En las lomas no es conveniente cultivar la
caña, sino cuando no sea dado escoger terrenos más á pro-
pósito, y áun en esas circunstancias es necesario saber des-
tinar á ese fin aquellos que ménos desventajas ofrezcan. Las
tierras accidentadas presentan los inconvenientes siguientes:
— 120 —
1. Las labores para prepararlas á las siembras son más difí-
ciles de ejecutar, y reclaman una experiencia particular para
ser realizadas, exigiendo, ademas, instrumentos adecuados:
áun con el beneficio de las mejores circunstancias, muchas
veces es difícil evitar que la capa vegetal sea arrastrada, á
ménos que no se establezcan obstáculos para retenerla ó re-
cogerla. 2.” Las labores de cultivo son penosas, sobre todo
si las siembras no están bien dirigidas, y si se llevan á cabo
ejecutando todas las operaciones con la fuerza directa del
hombre. En efecto, si la pendiente es muy rápida, el obrero,
al chapear con el machete, casi se toca con él la cara, su
posicion es muy forzada, y cada vez que concluye, tiene que
bajar para comenzar el trabajo hácia arriba; de otra ma-
nera, le seria imposible desplegar sus esfuerzos sin correr
gran peligro de rodar cuesta abajo. 3. La exposicion de la
loma influye mucho, áun en nuestro clima, sobre la ma-
duracion de las cañas, al punto que hemos visto dos fincas
colindantes, cuyos terrenos eran semejantes, pero en una
se sembró caña en una loma expuesta al Norte, y en la
otra en la parte expuesta al Sur: en la primera las cañas
no llegaron nunca á un grado tan grande de desarrollo,
y sobre todo, tenian un pequeño rendimiento en azúcar
comparadas con las cañas que, expuestas al Sur, habian
madurado en mayor grado. Las cañas agúinaron más y en
ménos tiempo. — Con respecto á este particular, creemos
oportuno exponer algunas observaciones, más aplicables,
es cierto, en otros climas que en el nuestro, pero que, sin
embargo, no deben desatenderse tratándose de una planta
que tanto calor y luz exige para que en sus tejidos se verifi-
quen todas las reacciones químicas que en ellos deben reali-
zar á fin de madurar, es decir, llegar á la perfeccion na-
tural de sus jugos. — Los agrónomos, despues de haber
recogido infinidad de observaciones y practicado diversos y
repetidos experimentos, han deducido de todos los hechos
las verdades siguientes: 1.” Los terrenos expuestos al Norte
se calientan ménos pronto y conservan por más tiempo la
UE” 2 HN
ds dd ts
as AS
humedad. Las plantas recorren en ménos tiempo todos los
períodos de su desarrollo; comienzan tarde, pero alcanzan
más pronto todo el crecimiento á que pueden llegar. Los
vegetales, faltos de luz y calor, producen ménos frutos, y en
general éstos poseen poco sabor. 2.” Los terrenos expuestos
al Mediodía se calientan más pronto y en mayor grado, go-
zan de más luz, y ésta más directa. La vegetacion es pre-
coz, y sus productos llegan á su mayor grado de perfeccion.
Estos terrenos sufren más de las sequías. 3.” Las tierras in-
clinadas hácia el Oriente se secan más pronto, la atmósfera
las humedece ménos. El sol de la mañana despierta en ellas
más temprano la vegetacion, la pone más prontamente en
actividad despues del reposo de la noche y la absorcion de
la humedad. Las cosechas son más tempranas y maduran
perfectamente. 4.” En los terrenos expuestos hácia el Occi-
dente las plantas no reciben el calor y la luz directa del sol
sino cuando la humedad de la noche se ha evaporado, en los
momentos en que la fuerza vital, reanimada por el reposo,
ha comenzado á debilitarse: por todos estos motivos, los
vegetales que crecen hácia el Poniente son ménos precoces
y no llegan á igual grado de perfeccion que aquellos que
han gozado de los primeros rayos del sol. — Las ventajas
é inconvenientes de estas exposiciones se encuentran modi-
ficadas por la composicion del suelo: los terrenos arcillosos,
húmedos y frios son más favorables á la vegetacion si se en-
cuentran expuestos al Oriente ó al Mediodia, y son desventa-
josos si se hallan vueltos hácia el Occidente ó el Norte. Pre-
cisamente sucede lo contrario en los terrenos arenosos y
calcáreos, secos y calientes, para los cuales la inclinacion
hácia el Occidente es la mejor, y cuando se hallan hácia el
Sud sufren más de las sequías: conviene advertir que la
naturaleza y el espesor de la capa vegetal, así como las cir-
cunstancias del sub-suelo, modifican las propiedades de los
terrenos arenosos y calcáreos. — Por fin, la inclinacion al
Norte en ningun caso es ventajosa cuando es de tal modo
rápida, que los rayos solares caigan con demasiada oblicui-
— 122 —
dad. De un modo general agregarémos que las propiedades
y frecuencia de los vientos reinantes influyen mucho en los
efectos de la exposicion. 4.” Con respecto á los desagúes, en
los países en los cuales aun no se han establecido los buenos
métodos de saneamientos, es indudable que los terrenos ar-
cillosos, ó aquellos que poseen un sub-suelo impermeable,
serán más ventajosos si ofrecen pendientes suaves que faci-
liten el escurrimiento de las aguas. — 5.? En las lomas, el
tiro de las cañas es en extremo difícil, y muchas veces es pre-
ciso arrojarlas con violencia hácia abajo.
Con arreglo á todas estas consideraciones, es fácil deducir
que al emprender el cultivo en lomas debemos proponer-
nos la conservacion de la capa vegetal, facilitar las labores
de cultivo por medio de instrumentos tirados por animales,
y sembrar la caña de tal manera, que á la vez que no se
impidan los desagies, se contenga la tierra, lográndose la
exposicion más favorable para que los tallos gocen de la
mayor cantidad de luz y calórico. Así, en la direccion que
se dé á los surcos es preciso tratar de conciliar todos estos
requisitos. — En la Isla se siembra en las lomas con el aza-
don ó ájan, á fin de evitar que sea arrastrada la tierra por
las Muvias; en cuanto á romper el terreno con arados pro=
pios (vertedera giratoria), no se practica semejante labor.—
El dia en que se introduzca esta mejora, al surcar será pre-
ciso limpiar la zanjuela, bien haciendo pasar el arado de
doble vertedera por dos veces, ora empleando el azadon.
Sin creer oportuno tratar cuanto se refiere al cultivo en
lomas, debemos, sin embargo, aconsejar muy especial-
mente, abrir zanjas perpendiculares al declive del terreno.
— Las dimensiones y aproximacion de esos canales varia-
rán segun las circunstancias del terreno. Estas zanjas tie-
nen dos fines igualmente útiles. — En efecto, en ellas se
deposita la tierra arrastrada por las lluvias, la cual más
tarde es posible extraer de su recinto y esparcirla unifor-
mente por la superficie que la perdió. — De este modo el
terreno no se despoja permanentemente de su capa vegetal.
— 123 —
— Ademas el agua pluvial recogida en las zanjas se man-
tiene allí por cierto tiempo, humedeciendo por infiltracion
el terreno : así en cierto grado se obtienen los beneficios
del riego.
SIEMBRAS INTERCALADAS. — Cuando se cultiva una planta
cuya naturaleza pemite ó exige que queden, entre las que ocu-
pan una extension determinada de terreno, espacios mas ó
ménos considerables, en los cuales con facilidad se puedan
desarrollar otros vegetales, en muchos casos se acostumbra
intercalar ó asociar diferentes cultivos al principal, con la
mira de aprovechar mejor, no sólo las labores y demas me-
joras preparatorias verificadas en el campo para disponerlo
á su explotacion, sino tambien aquellas operaciones que en
el trascurso del crecimiento de la planta cultivada se reali-
cen con el fin de que recorra con ei mayor vigor, lozanía y
continuidad todas sus evoluciones.
Mas para que semejante asociacion produzca ventajas
apreciables, es preciso tener en cuenta algunos requisitos,
los cuales expresamos á continuacion : 1.* que la planta in-
tercalada llegue al término de su existencia, ó al período en
el cual conviene sea beneficiada, ántes del momento en que
se coseche el fruto de la que se cultiva como fin principal;
2. que su presencia no ofrezca obstáculo alguno á las la-
bores de cultivo de que ha menester el vegetal que primero
se sembró; 3. que no se oponga, impidiendo la accion be-
néfica de la luz y del calor, tan necesarios para el completo
ejercicio de todas las funciones vegetales, al crecimento de
la otra planta; 4.> que sus raíces no detengan el desarrollo
de los propios órganos de nutricion del otro vegetal;
5.” por fin, que no sea una planta voraz, agotadora, que es-
quilme el terreno, y sobre todo, que no se nutra especial-
mente de los mismos elementos, que con particularidad
busca la primera para crecer y llegar al apogeo de su exis-
tencia, desempeñando con la mayor amplitud todas y cada
una de sus funciones.
— 124 —
Manifestados estos principios, vamos á demostrar como las
siembras de maíz asociadas al cultivo de la caña se encuen-
tran en oposicion completa con ellos; de suerte que si se
juzgan las ideas expuestas dignas de ser consideradas, no
puede titubearse un momento en el partido que se debe to-
mar siguiendo las indicaciones del sentido comun.
En la isla de Cuba se acostumbra sembrar maíz en los
cañaverales, cuyos granos depositan algunos labradores á
grandes distancias entre los surcos, dejando sin ocupar
uno ó dos surcos; otros siembran el maíz entre todos los
surcos, y apénas median dos varas de distancia de mata á
mata.
Semejante práctica es en extremo viciosa, y para que se
aprecien los perjuicios que puede originar, conviene se
tengan presentes las razones que á continuacion expone-
mos :
1.2 Por la sombra que producen sus hojas, el maíz de-
tiene el crecimiento de la caña. Tan notable es este efecto,
que sólo en las siembras de frio, capaces de recobrar el
atraso que sufren, es donde, por lo comun, se practican las
sementeras de maíz, miéntras que en las siembras de prima-
vera, que necesitan recorrer rápidamente y bajo las in-
fluencias más benéficas todos los períodos de su desarrollo,
para crecer al punto de encontrarse propias á ser molidas con
utilidad al cabo de un año, áun los prácticos ménos adelan-
tados en conocimientos ó materias agrícolas hace tiempo
que han abandonado la siembra intercalada de que nos ocu-
pamos.
2. Las siembras de maíz verificadas en los cañaverales
se oponen á las labores necesarias para el cultivo de la caña,
y ademas impiden el uso racional y económico de los buenos
instrumentos. — En efecto, sembrando el maíz en el intervalo
que media entre las líneas ó surcos, es imposible introducir
en ellos las máquinas aratorias empleadas para chapear,
aporcar y arrejacar. — Y no se diga que cuando se necesite
introducir esos útiles ya habrémos cosechado el maíz, pues
Es
los chapeos, por ejemplo, muchas veces es preciso realizarlos
casi al nacer la caña, y en seguida se hace urgente repetirlos
al cabo de cierto tiempo. — Para evitar este inconveniente,
algunos siembran al lado de la caña, en el mismo surco, y
otros depositan la semilla en el espacio del surco compren-
dido entre las cepas de caña (narigon). — Pero en ambos
casos el maíz perjudica á la caña con más intensidad, no
sólo por la sombra que produce, sino, ademas, por sus
raíces, que obran como indicamos más abajo. — Las matas
de maíz pueden entorpecer la ejecucion de las resiembras
oportunas. Por otra parte, cuando se aporca la caña ha-
ciendo marchar un buey de uno y otro lado del surco, mién-
tras que el yugo pasa sobre la línea de caña, las matas de
maíz, por su tamaño, impiden el trabajo : er. ese caso es pre-
ciso esperar la recoleccion de la cosecha para poder aporcar.
3." Las raíces del maíz se oponen al desarrollo de los mis-
mos órganos de la caña, de una manera mecánica, por de-
cirlo así, pues se apoderan del terreno, y sobre todo, por-
que esquilman el suelo é impiden la nutricion de los órganos
en los primeros tiempos de su existencia.
4.“ El maíz, por medio de sus numerosas y potentes raíces,
extrae de la tierra en un corto intervalo de tiempo gran
cantidad de alimentos; de suerte que agota ó esteriliza
el suelo de un modo tanto más perjudicial para la caña,
cuanto que precisamente esquilma la zona del terreno, de
la cual tiene que extraer la gramínea cultivada, durante un
gran número de años, las materias de que ha menester para
crecer. Y nótese que los cuerpos de que se apodera el maíz
para desarrollarse y madurar su grano son los mismos que
más perentoriamente necesita la caña para su crecimiento.
De manera que desde que principia su vida comenzamos
á quitar á la caña los medios de existir. Permitasenos una
pregunta : ¿seria prudente que al hacerse á la vela una em-
barcacion para emprender un largo é incierto viaje, la pri-
vásemos, al salir del puerto, de gran parte de la provision
de víveres que lleva para mantener la tripulacion ?
— 126 —
5.0 Ademas de todas estas acciones ó más bien enlazada
con ellas existe otra en extremo esencial. — En efecto, el
maíz por medio de sus raíces absorbe de la tierra gran can-.,
tidad de agua, la cual es el vehículo indispensable de las
materias nutritivas suministradas por el suelo. — Esa
agua despues de conducir por todos los órganos el alimento
es transpirada por las hojas. — Creciendo el maíz con ra-
pidez y presentando una gran superficie foliácea, se com-
prende que la absorcion de agua sea muy considerable. Il
terreno pierde de esa manera gran parte de su agua, la cual
debiera ser utilizada en el crecimiento de la caña.
Como en todas las materias industriales el punto que
principalmente se debe discutir es el resultado económico,
veamos si las siembras de maíz asociadas al cultivo de la
caña ofrecen utilidades. Sembrando el maíz en los cañave-
rales, áun en las mejores condiciones, como ese grano se
deposita á grandes distancias, y como, por otra parte, no
recibe más cuidado la planta, durante su crecimiento, que
las simples escardas, por lo comun no se producen más de
cuarenta á sesenta fanegas de maíz por caballería, las cuales
tienen un valor máximum de 500 pesos. Si se calcula el
costo de la mano de obra, cuando se tienen que ejecutar las
operaciones por la fuerza del hombre, y no por máquinas
aratorias tiradas por animales; si se tiene en cuenta la de-
tencion que sufre la caña en su crecimiento, lo cual por
fuerza influye, no sólo sobre el tamaño de la planta, sino
tambien sobre la cantidad de azúcar que deben contener
sus jugos; si, por otra parte, se atiende al empobrecimiento
del terreno, disposicion que origina cada año una mengua
en el desarrollo de la caña, cuyas cepas al cabo de corto
tiempo desaparecen ó se acaguasan, se verá que todos estos
perjuicios valen algo más de 500 pesos; de manera, que
una siembra que á trueque de semejante suma nos ocasiona
males de tamaña consideracion, debe ser reprobada por
nuestra agricultura.
Si en vez de cultivar mal el maíz, perjudicando por otra
PR
e
— 127 —
parte á la caña, se sembrase tan sólo una caballería de
tierra bien preparada, y despues se cuidasen con esmero las
plantas durante su crecimiento, indudablemente que en ese
solo paño de tierra se recolectarian más mazorcas y de
mejor calidad que si se sembrasen seis caballerías simul-
táneamente ocupadas por la caña.
Entre las siembras intercaladas que más provecho pueden
ofrecer, tanto cuando se trata del cultivo de la caña, como
del maíz, café, yuca, etc., debemos colocar en primera línea
la siembra del frijol negro, cuyo grano es tan alimenticio y
apetecido por la mayor parte de los habitantes de Cuba,
sobre todo por nuestros esclavos. — Segun tenemos enten-
dido, esaleguminosa entra en gran proporcion en el sistema
alimenticio de las negradas del Brasil, donde los hacendados
aprecian sus buenas cualidades, asociándola á otros cuerpos,
que completan la suma de materias que deben penetrar en
el organismo para mantener el equilibrio de sus funciones,
reponiendo y aumentando su masa relativa y absoluta. —
Los frijoles negros pueden intercalarse en las hileras de
caña sin perjudicar notablemente las operaciones del cultivo,
y si se procede con arreglo á las buenas doctrinas, dispo-
niendo las cosas al intento, tampoco sufren en grado no-
table los plantios á que se asocian. Ademas, como las judías
á que nos referimos pueden cosecharse á los dos y medio ó
tres meses de sembradas, no tienen influjo nocivo conside-
rable sobre la planta sacarígena en la época de su desarro-
llo; por otra parte, como son pequeñas y susceptibles de in-
tercalarse, como hemos dicho, de manera que no dañen la
cosecha principal, es indudable que debe realizarse su aso-
ciacion al cultivo de la caña, siempre y cuando el terreno
sea á propósito y las circunstancias atmosféricas permitan
esperar un buen resultado. — En las tierras bajas, durante
las lluvias, no debe sembrarse el frijol : es preciso reservar
la siembra para intercalarla en las cañas de frio.
— 128 —
DENOMIiNACION IMPROPIA DEL CULTIVO EN LÍNEAS. — El cul-
tivo racional de la caña en líneas paralelas, suficientemente
separadas, de manera que en los intervalos que median
entre ellas puedan verificarse, con la ayuda de máquinas
aratorias movidas por animales, todas las operaciones ne-
cesarias para obtener el desarrollo completo de la planta,
comienza á propagarse con bastante rapidez en el país. Al
ver el gran número de propietarios que se han apresurado
á adoptar el sistema del cultivo en líneas, llevando á cabo
todas las operaciones y empleando los útiles consiguientes,
estamos convencidos de que dentro de muy corto tiempo se
habrá generalizado este órden de trabajos, al punto de que
sólo excepcionalmente se conservarán en algunas fincas los
métodos defectuosos que tanto tiempo ha mice
la rutina en nuestra agricultura.
Creemos muy oportuno el momento de demostrar lo útil
que es aplicar á esas siembras su verdadero nombre, pues
más tarde seria difícil desarraigar la denominacion viciosa
que se les principia á dar. Por lo comun se conoce el sis-
tema á que nos contraemos con el nombre de cultivo al uso
de la Luisiana, ó simplemente cultivo á la Luisiana. Encon-
tramos semejantes términos impropios y perjudiciales por
los motivos que vamos á expresar.
1. El sistema general del cultivo en líneas, aplicado por
primera vez á los cereales, no fué imaginado en la Lui-
siana; más abajo indicamos de donde trae su orígen y quién
lo inventó. ú
2.7 El sistema de cultivo en líneas no fué extendido por
primera vez al cultivo de la caña en la Luisiana. Se comen-
zó á usar en las colonias francesas é inglesas (31).
3.2 En la Luisiana, en razon de sus circunstancias especiales,
la adopcion de ese sistema es más necesario que en otros
puntos, no sólo por sus condiciones económicas, sino porque,
ademas, sin él la caña no se desarrollaria en el corto tiempo
durante el cual goza de la temperatura indispensable para
su crecimiento. Y á pesar de ser tan preciso, es un error el
O
juzgar que el sistema se halla en ese país tan propagado
como se cree entre nosotros.
4. Lo único que justificaria el nombre desiembra al uso de
la Luisiana sería que nos hubiesen venido de allí las prime-
rasideas acerca del sistema del cultivo en líneas. Existe gran
número de personas que así lo afirman, mas nosotros sabe-
mos que el primero que trató de introducir este método en
Cuba fué un frances que no tomó por ejemplo á la Lui-
siana (32). — Por otra parte, el nombre de siembra al uso
de la Ewisiana implica ideas relativas á los cuidados esta-
blecidos en ese país, los cuales ni son los más perfectos de
una manera absoluta con referencia á sus circunstancias,
ni mucho ménos, en el caso de ser bueno, puede aplicarse
á todos nuestros terrenos. — Permítasenos aun agregar que
el conjunto de prácticas que venimos aconsejando es obra
nuestra, fruto de una contínua observacion y de variadas
experiencias. Escribimos al dictado de la caña, con arreglo
á su naturaleza propia en nuestro clima y en las variables
circunstancias en que crece.
5.” Siembra al uso de la Luisiana no recuerda absolutamente
idea alguna á la inteligencia, y la persona que por primera
vez oiga semejante expresion, por muy entendida que sea
en agricultura, necesita pedir explicaciones acerca del par-
ticular.
Para desenvolver con claridad este quinto argumento, que
oponemos al empleo de la expresion que tratamos de hacer
caer en desuso, necesitamos entrar en algunas explicaciones,
y definir ciertos términos, que al principio se aplicaron sólo
al cultivo de los cereales, y que más tarde se han adoptado
en el cultivo de otros vegetales, esencialmente diferentes por
su uso y naturaleza, pero que lienen mucha semejanza en
cuanto á las operaciones que es preciso ejecutar para que
crezcan con lozanía.
Con el nombre de siembras en líneas se comprenden aquellas
que seejecutan en hileras paralelas, en las cuales las semillas
se encuentran depositadas á la misma profundidad, que-
9
— 130 —
dando, por otra parte, las plantas en el surco situadas á las
distancias convenientes para que puedan alcanzar su com-
pleto crecimiento sin perjudicarse mutuamente (33). Aunque
estos resultados sea capaz de obtenerlos el hombre em-
pleando su maña, sin embargo, la siembra en líneas, cuando
se trata de granos, implica el uso de un instrumento especial
para realizar el trabajo, el cual muchas veces es preciso
perfeccionar con la ayuda directa de la fuerza humana, á
ménos de no poseer una sembradera dispuesta al intento.
Como las líneas son rectas y paralelas, es claro que con faci-
lidad se pueden disponer de suerte que medien entre ellas
distancias más ó ménos considerables, segun la naturaleza
de la planta ó el sistema de cultivo que se adopte. Esa
regularidad en las distancias permite el uso de las máquinas
aratorias tiradas por animales. — El cultivo de las plantas
sembradas en líneas, Ó con más brevedad, el cultivo en líneas
ó á cordel, supone el uso de esos instrumentos, aunque,
como se concibe y desgraciadamente se practica en muchos
casos, se puede sembrar en líneas y cultivar las plantas que
resulten de las semillas ó estacas así depositadas en la tierra
con solo la fuerza del hombre.
Existe otro término idéntico en su verdadera acepcion al
de cultivo en líneas: es el de cultivo de las cosechas escar-
dadas. :
Se conoce con el nombre de cosechas escardadas un con-
junto de plantas diferentes, que es preciso sembrar á grandes
distancias unas de otras, para que así puedan disponer de
la superficie de terreno conveniente, y reciban las influen-
cias atmosféricas indispensables para que se realice su cre-
cimiento. — En los intervalos que median entre esas plantas
aparecen vegetales adventicios, que por su presencia se
opondrian precisamente á los fines (que deseamos ver rea-
lizados al sembrar aquellas con la separacion juzgada ven-
lajosa; es necesario, pues, extirpar esas plantas adventi-
cias, para lo cual, con gran utilidad económica, se emplean
máquinas aratorias tiradas por animales, que á la vez que
o a SS de
E
— 131 —
verifican con perfeccion las escardas, remueven el terreno y
lo mantienen siempre desagregado.
Como el uso de esas máquinas aratorias supone la alinea-
cion en las siembras, y como, por otra parte, en todos los
casos es conveniente depositar las semillas en los surcos á
una profundidad igual, y separadas en la direccion de la
línea por las distancias oportunas, todas circunstancias va-
riables y que son determinadas por la naturaleza de la
planta, las propiedades del suelo y las condiciones clima-
téricas, es claro que al ejecutar el cultivo de las cosechas
escardadas es preciso sembrar en líneas ó á cordel, en último
resultado, los cuidados que reclama el cultivo de esas cose-
chas son los mismos que los que se aplican al cultivo de las
siembras en líneas, puesto que, lo repetimos, existe identidad
en la significacion de esos términos, aunque varien algo los
medios de ejecutar las operaciones.
Ahora bien; el agricultor que estudie con atencion el con-
junto de las operaciones que se practican en el cultivo en
líneas, y que perciba, comprenda y distinga de una manera
clara y exacta el fin de cada una de ellas; el agrónomo que
sepa como es preciso modificarlas, segun el clima, el terreno
y la naturaleza de la planta, con seguridad podrá indicar
inmediatamente el género de cultivo más provechoso para
la caña, teniendo presente la naturaleza de esa gramínea, la
clase de terreno en que se opere, y las condiciones climaté-
ricas que presidan al cultivo.
Si al preguntarnos algun agricultor extranjero acerca del
sistema de cultivo de la caña seguido en las fincas bien diri-
gidas de la isla de Cuba, le contestásemos : « Se practica el
cultivo al uso de la Luisiana », al punto nos interrogaria de
nuevo para saber en qué consiste el tal sistema. — Comen-
zariamos nuestro relato, y despues de largas y minuciosas
explicaciones, nuestro interlocutor, resumiendo toda la ex-
posicion, nos diria: « Luego la caña es una planta que perte-
neceá la clase que se conoce con el nombre de cosecha escar-
dada, y para hacerla crecer con ventaja se usa el sistema
— 132 —
del cultivo en líneas. » Si esa respuesta le hubiéramos dado
desde el principio, el agrónomo entendido, al momento,
teniendo en cuenta la naturaleza de la caña, las propiedades
físicas y la composicion química del suelo y el clima, nos
hubiera referido al punto, aplicando los conocimientes ge-
nerales, deducidos de los hechos observados en el cultivo de
otras plantas, el denominado sistema de la Luisiana en todos
sus pormenores. Lo repetimos: cultivo en líneas despierta
en la mente un conjunto de ideas, recuerda las operaciones
necesarias, y el género de instrumentos indispensables para
realizarlas con economía y perfeccion, miéntras que al dic-
tado de cultivo á la Luisiana no se asocian ideas lécnicas de
níngun género, supuesto caso que semejante sistema gene-
ral existiese y que áun en sus especiales circunstancias fuese
perfecto á la luz de la ciencia.
La siembra en líneas se puso en planta en Europa por
primera vez en Austria; pero donde se ejecutó en mayor
escala fué en España, en el año 1664. Su inventor, José Leoca-
telo, ensayó la sembradera, que al intento construyó, en los
jardines del Buen Reliro bajo la proteccion de Felipe IV, y
publicó su obra en Sevilla, en casa de D. Juan Gomez de
Blas, en el año 1664.
Posleriormente se reprodujo ese opúsculo en las Memo-
ras de la Real Sociedad Económica de Madrid, t. Í, p. 1,im-
presas en esa ciudad, en el año 1780, por el célebre tipó-
grafo Antonio Sancha. En esta reimpresion, D. Joaquin Marin
presentó algunos comentarios acerca del descubrimiento,
demostró su importancia, y recordó el buen éxito que habia
tenido en otros países.
El cultivo de las siembras en líneas fué propagado en
Inglaterra por Tull, que aunque fundándose en bases er-
róneas y proponiéndose un fin diferente, sin embargo ha
logrado hacer inscribir su nombre en los anales de la
agricultura, por haber inventado las primeras máquinas
aratorias tiradas por animales, que, perfeccionadas y modi-
ficadas, constituyen hoy los útiles que se emplean en el
y
— 133 —
cultivo en líneas. Ademas, puso fuera de duda la ventajas de
arrejacar los campos sembrados.
Thaér asegura que tanto el sistema de las siembras (34)
en líneas, como su cultivo, se practicaban desde tiempos
inmemoriales en la Persia y en el Indostan, donde, no sólo
las sementeras en líneas se ejecutaban con máquinas espe-
ciales, sino que ademas el cultivo de las plantas se realizaba
por máquinas tiradas por caballos y bueyes. Segun tenemos
entendido, este cultivo en línea tambien era conocido entre
los chinos.
En Francia los dos primeros propagadores de este sistema
fueron Duhamel y Chateauvieux. En España tuvo el honor
de desenvolver el método y de aplicarlo D. Agustin Cordero,
cuyas investigaciones se encuentran estampadas en las
Memorias de la Real Sociedad Económica de Madrid.
Hoy dia, donde más perfeccionado y popularizado se en-
cuentra el sistema á que nos referimos, es en Inglaterra, á
donde tienen que ir todos los que quieran estudiar séria-
mente las prácticas de la agricultura moderna. De cuanto
acabamos de exponer, resulta que si se le quisiese dar al
cultivo en líneas un nombre que recordase el pueblo que más
habia contribuido á su desarrollo, deberiamos llamarle
cultivo á la inglesa. Igual nombre se daria al sistema con
relacion á la caña, puesto que los ingleses fueron de los
primeros que lo aplicaron en grande escala al cultivo de la
planta sacarígena, aunque haya sido un frances el iniciador
de la aplicacion; quizas queriendo apurar áun más las indi-
caciones de la justicia, deberia dársele otro calificativo con
respecto al cultivo de la caña. Tal denominacion seria justa,
mas no la creemos conveniente, y siempre usarémos, al
hablar de ese método, el término de cultivo en líneas, el cual
recuerda un conjunto de hechos y de prácticas sancionadas
por la experiencia, y que pueden aplicarse, variándolas se-
gun las circunstancias, al cultivo de diversas plantas.
— 134 —
VIENTOS, ABRIGOS, ELEVACION. — Para poder apreciar con
todo juicio la influencia ejercida por la agitacion del aire
sobre el crecimiento de la caña, es necesario tener en
cuenta la velocidad del viento y las propiedades del flúido
que se mueve.
Los vientos impetuosos, cuando obran sobre las cañas áun
pequeñas, cuyos tallos se encuentran rodeados por las hojas,
las hacen experimentar una conmocion más ó ménos vio-
lenta, pudiendo desarraigarlas por completo. En algunas
ocasiones hemos examinado el pié de macollas mecidas á *
impulsos desordenados del viento, y hemos encontrado que
por la agitacion á uno y otro lado se habian abierto verda-
deros hoyos, producidos por el choque del tallo contra las
paredes que lo contenian. — Cuando las cañas han alcanzado
mayor grado de desarrollo, si sobrevienen fuertes vientos,
pueden sufrir, al punto de quebrarse ó de ser tan fuerte-
mente movidas, revolcadas, que al caer hácia un lado, lo
hagan con tanta violencia, que sean desarraigadas, y queden
tendidas ó encamadas en el campo, en contacto directo con
la tierra, lo cual determina la formacion de numerosas
raíces y desarrollo de yemas, y por tanto, origina un cambio
profundo en la composicion de sus jugos. — Los desorde-
nados é impetuosos movimientos del aire pueden ser en ex-
tremo perjudiciales.
El aire agitado con cierta velocidad regular, léjos de ser
nocivo, es en extremo útil, como vamos á demostrarlo, ex-
poniendo ántes lo que se conoce acerca de este asunto con
referencia á otras plantas. — Toaldo fué el primero que des-
cubrió los efectos favorables producidos por el viento sobre
las funciones vegetales, demostrando cómo estimula la ye-
getacion por el aumento de las secreciones y la actividad
comunicada á la circulacion. — Más tarde, Knight, gracias á
experimentos del todo concluyentes, puso fuera de duda que
la agitacion del aire propende al mayor desarrollo, aumen-
tando la evaporacion ó mejor dicho á la transpiracion, y por
tanto, produciendo una circulacion más activa. Un árbol
ds ns
DS LO
1
que se mantenga en reposo, por medio de cuerdas bien dis-
puestas, crecerá mucho ménos que otro que pueda mo-
verse sin obstáculo alguno. Otro árbol, al cual sólo se le
habia permitido experimentar movimientos en un solo
plano, de Norte á Sur por ejemplo, concluyó por adquirir un
tallo elíptico, pues habia crecido más por los dos lados en
movimiento que en la otra direccion. Convencido de la im-
portancia de las agitaciones obtenidas por medio de los
vientos, Decandolle aconsejaba que se evitase el poner sos-
tenes á los árboles tiernos, á ménos de no ser en último
punto necesario, y á los jardineros les recomendaba que no
despojasen demasiado temprano los tiernos árboles de sus
ramas : éstas, al parecer inútiles ó perjudiciales, son con-
venientes, á más de otros efectos, para determinar el movi-
miento deseado. (Decandolle, Fisiología vegetal, p. 1778.) —
Admitimos los experimentos mencionados, y aceptamos la
manera de explicar el orígen de los fenómenos; mas creemos
que se ha desconocido una de las causas que mayor in-
fluencia ejercen sobre la aparicion de los efectos. — Los
vientos, al agitar los árboles, quiebran las extremidades de
las raíces, y de las heridas, así producidas, parten en se-
guida infinidad de nuevas fibrillas sustentadoras; de suerte
que por medio de los vientos conseguimos los mismos re-
sultados que obtenemos cuando dividimos con un instru-
mento cortante las extremidades de jas raices. — Cuando
llega la caña á cierto grado de desarrollo, cuando despues
de una larga seca, al recibir los beneficios de la lluvia, es
agitada ligeramente por los vientos, éstos quiebran las ex-
tremidades de las raíces, y de los puntos lacerados brotan
infinidad de nuevas raicecillas alimentadoras. Estas expli-
caciones son suficientes para poner fuera de duda el bené-
fico influjo ejercido por el aire agitado, en la medida conve-
niente y en determinadas circunstancias, sobre el creci-
miento de la caña.
Si el aireno serenovase es claro queno podria suministrar
á las plantas continuamente los cuerpos que de él toman
— 136 —
iacido carbónico y oxígeno) para el cumplimiento de las
respiraciones clorofiliana y general. Considérese la peque-
ñísima cantidad de ácido carbónico contenida en el aire y
se comprenderá que sólo, por su renovacion, puede proveer
á la planta de la dósis que ha menester para su nutricion,
contribuyendo á la preparacion en sus tejidos de grandes
cantidades de cuerpos particulares, entre los cuales figura
en primera línea el azúcar. Haciendo vivir cañas en cor-
rientes de aire de velocidad graduada, á no dudarlo, se pro-
ducirian fenómenos muy curiosos, supuesto caso que coexis-
tiesen otros requisitos favorables. La acrecencia de la dósis
de ácido carbónico contenida en el aire nos procuraria asi-
mismo preciosos documentos para esclarecer las funciones
de la planta. — Este último experimento seria muy difícil
de realizar. — Afortunadamente por otra via podemos obte-
ner el mismo resultado. En efecto, en vez de acrecentar el
ácido carbónico contenido en el aire es fácilmente posible
hacer absorber á la caña por las raíces, cuerpos que la
proveen de carbono y áun el mismo ácido carbónico. A su
tiempo notarémos con extension estos particulares.
Con respecto á las circunstancias de temperatura y de hu-
medad que pueden reunirse en el aire en movimiento, de-
bemos manifestar : 1. En el Indostan los vientos calientes y
secos, que sobrevienen en el mes de marzo ó á principios
de abril, queman por completo los plantíos de caña, los
cuales permanecen en ese estado, segun el testimonio de
Wray, hasta que se presenta la nueva estacion de las
lluyias. 2.7 Por fortuna en la isla de Cuba no soplan con
frecuencia vientos susceptibles de producir tamaños males;
mas en los períodos de seca se ha notado en muchos
puntos el influjo del azote que nos ocupa. — Aunque en
muy pequeña escala, hemos tenido ocasion de experimentar
la accion producida por el viento sur sobre las cañas en
plena vegetacion; á este efecto trasladamos á una azotea
una hermosa macolla de caña cristalina, que habia vege-
tado en un cajon lleno de tierra : expuesta la cana en el
— 137 —
lugar conveniente durante todo el tiempo que sopló el cálido
y seco viento sur, presentó despues marchitas sus hojas,
las cuales en seguida se secaron por completo.
Es óbvio que al poder humano sólo le es dado combatir
en parte alguños accidentes naturales. En los países en que
soplan estos vientos calientes y secos, para contrarestar
sus nocivos efectos sobre la caña, será preciso hacer uso
de frecuentes riegos. — Si en algunas épocas fijas del año
acaeciesen vientos perjudiciales por cualquier estilo, será
preciso tratar de establecer abrigos artificiales, ó de aprove-
char aquellos que naturalmente existan. — En cuanto á los
efectos generales de los vientos comunes, será fácil oponer-
se á-su accion, hasta cierto punto, plantando las cañas á la
profundidad conveniente, y aporcándolas sólidamente en
los momentos oportunos : así se logra proporcionarles po-
tentes cimientos, que las fijan al suelo. — La naturaleza del
terreno modifica la accion de los vientos.
Ademas de los efectos que dejamos manifestados, existen
otros hechos, relativos en parte á la accion de los vientos,
de los cuales creemos oportuno hacer mencion. Las cañas,
cuando llegan á cierta altura, por el tamaño de sus tallos y
por el peso de las hojas que sostienen en su parte superior,
suelen, obedeciendo al impulso del aire que las agita, encor-
varse gradualmente, desviarse de su direccion natural, y
concluir por tenderse por el suelo. — Como este fenómeno
depende en parte de las dimensiones que alcance la planta
por su naturaleza cspecial, y de la flexibilidad de sus teji-
dos, es evidente que, segun la variedad de caña, se muestra
más ó ménos pronunciado; mas siempre contribuye en gran
parte el aire agitado por determinar el efecto. - La caña
que se tiende y encama sólo por las dimensiones que al-
canza, aunque al tocar al suelo arroja raíces, y suele ser
dañada por los animales, por lo comun produce muy bue-
nos resultados manufactureros : así es que muchas veces
hemos oido repetir que « caña acostada levanta al amo »,
con lo cual se indica el beneficio conseguido por las propor-
ciones á que llega la planta, y en efecto, en nuestro fecun-
dísimo país, las cañas varian entre 5 y 10 varas de largo,
dimensiones que no podrian alcanzar, supuesto su flexible
tallo, sino encamándose. — En algunos puntos de las In-
dias Orientales, y en China, segun tenemos entendido,
donde se cultiva la caña en pequeña escala, encontrándose
la mano de obra á reducido precio, se acostumbra colocar
al lado de las cepas grandes estacas, á las cuales se atan los
tallos para sostenerlos ; mas, en este caso, se deliene nota-
blemente el crecimiento de la caña, segun lo prueban nues-
tros experimentos. — Entre todas las variedades de la caña
que poseemos, la que por su naturaleza propia nos ha pa-
recido por lo comun más dispuesta á tenderse ó volcarse, es
la caña de cinta verde, así como las más susceptibles de
mantenerse derechas, por sus pequeñas proporciones, son
la caña de la tierra y la morada de Batavia.
A más de las consideraciones anteriores, para completar
el cuadro de cuanto depende de la accion de los vientos con-
viene examinar otros fenómenos que á ella se refieren. Todas
las circunstancias que detienen el crecimiento de la caña,
sin obrar de una manera directa y proporcional sobre la
absorcion de las materias alimenticias, propenden al desar-
rollo de las yemas aéreas de las cañas. — Acabamos de ex-
poner cómo los vientos, cuando son secos, cálidos y conti-
nuados, producen una gran evaporacion por las hojas,
detienen el crecimiento, secan los órganos foliáceos, y con-
cluyen por paralizar por completo todas la funciones, oca-
sionando la muerte del vegetal; mas ántes de originar este
resultado extremo, efecto de la accion en su mayor am-
plitud, se realiza otro fenómeno de una manera muy visible.
— El desarrollo se detiene, es lento, los cañutos que se
forman son cortos, leñosos, y apénas aparece media yara de
caña descubierta de hojas, cuando ya las yemas aéreas co-
mienzan á crecer y por tanto producen retoños aéreos. — En
este caso acontece lo que sucederia si se privase á la planta
de sus hojas, pues es evidente que tanto da separar los ór-
- 139 —
ganos foliáceos como inutilizarlos por otro cualquier medio.
— Para poner de manifiesto estos fenómenos elegimos la
caña de cinta verde, como la más delicada : hicimos construir
un cantero circular, de setenta centímetros de altura y de
dos metros de diámetro, en un lugar alto y bien expuesto á
la accion de los vientos, por tanto, sin abrigo alguno que
interceptase la accion del aire agitado : este cantero, cuyas
paredes presentaban un espesor de veinte centímetros, fué
rellenado perfectamente con bagazo podrido, mezclado con
estiércol de cerdos y tierra. — En ese medio plantamos la
caña, la cual nació bien y comenzó á desarrollarse con bas-
tante lozanía, ahijardo con vigor; mas al cabo de cierto
tiempo principió á detenerse en su crecimiento, y á pesar
de los frecuentes riegos, las extremidades de las hojas se
marchitaron y acabaron por secarse; por fin se presentaron
los retoños aéreos, y todo el crecimiento se detuvo, ofre-
ciéndose entónces nuevos retoños al pié de las cañas. —
Estos efectos se manifestaron con tanta mayor evidencia,
cuanto más rico en materias alimenticias era el medio en
que se desarrollaba la caña, y más favorables las circunstan-
cias bajo las cuales vegetaba. — Muchas de la cañas pre-
sentaron la yema terminal seca 6 podrida. — (V. Retoños
aéreos.)
CORRECTIVOS Y ABONOS. — Arcilla calcinada. — En 1820,
Beatson, ex-gobernador de Santa Elena, dió á luz en Lón-
dres un opúsculo, cuyo objeto, como lo indicaba el título de
la obra, era suprimir los barbechos y abandonar el uso de
la cal y de los estiércoles. — El sistema de Beatson descan-
saba en el empleo de la arcilla calcinada, que equivocada-
mente consideró como un abono suficiente para toda clase
de cultivos y toda especie de terrenos; ademas proponia
sustituir al arado, en la preparacion de los terrenos, el esca-
rificador, ó hablando con más propiedad, el extirpador, pues
el instrumento que tanto celebraba se encontraba provisto
de piés ó rejas horizontales, miéntras que los verdaderos
0
escarificadores obran siempre por medio de hojas en forma
de cuchillas colocadas en un plano vertical. — Como la ma-
yor parte de los hombres que sostienen ideas sistemáticas,
Beatson exageró las ventajas de sus procedimientos, y gene-
ralizó sin tino el uso de ellos, lo cual, como era de espe-
rarse, produjo el descrédito de las prácticas que se propuso
encomiar. — Hoy, cuando la experiencia ha fallado, podemos
con todo conocimiento discernir lo que habia de verdadero
en el sistema anterior, y al mismo tiempo nos es dado seña-
lar los errores en que incurrió.
Los barbechos no pueden útilmente suprimirse sino abo-
nando los campos convenientemente, y adoptando la rotacion
de cosechas establecida segun los principios que más tarde
expondrémos. El uso de los estiércoles es indispensable,
pues seria tan poco racional querer obtener buenas cosechas
sin ellos, como si deseásemos criar animales sin alimentar-
los congruentemente; los abonos constituyen los nutrimen-
tos de las plantas, y sirven para mantener siempre en el ter-
reno la proporcion indispensable de sustancias alimenticias,
merced á las cuales crecen los vegetales, sin contar que tam-
bien ejercen notable influjo sobre las propiedades físicas
de la tierra. La cal, empleada con discernimiento, es á la
vez un correctivo eficaz y un abono útil.
En cuanto á los exlirpadores, manifestaremos que se em-
plean con ventaja para arrejacar y escardar los sembrados
ó los terrenos anteriormente labrados; mas las obras con
ellos realizadas de modo alguno pueden sustituir las obteni-
das empleando el arado de una sola vertedera, cuya cons-
truccion le permite profundizar y voltear el terreno á un
grado que no se alcanza nunca por medio del instrumento
aconsejado por Beatson. — ¿Qué oficios desempeña la arcilla
calcinada? Este es el punto acerca del cual hemos creido
deber llamar especialmente la atencion de nuestros hasen-
dados, porque creemos que empleando con tino la arcilla
calcinada, pueden mejorar de una manera física y química
las tierras arcillosas.
— 141 —
El arte de disponer para el cultivo los terrenos fuertes y
compactos consiste en ejecutar en ellos todas aquellas opera-
ciones quese aunen en sus fines particulares y recíprocos para
facililar el escurrimiento de las aguas, las prácticas y me-
dios químicos y físicos que aumenten el ahuecamiento del
terreno, y por tanto su porosidad, de donde se originan su
activa aereacion, el mayor desarrollo de las raíces y la difu-
sion de las malerias alimenticias. Esto se logra poniendo en
obra segun las necesidades y condiciones locales, las labores
profundas, la desagregacion del sub-suelo, verificando los
desagúes interiormente por medio del drenage, ó superfi-
cialmente, disponiendo al efecto zanjas bien trazadas, abo-
nando convenientemente los terrenos, tratando de modificar
sus propiedades físicas con el aprovechamiento de los cor-
rectivos más eficaces, etc.
Examinemos con detenimiento los beneficios que se consi-
guen mezclando la arcilla calcinada á los elementos de un
terreno compacto.
Para proceder con algun órden en la exposicion de los pun-
tos que entraña esta importante materia, considerarémos las
várias acciones producidas por el cuerpo que nos ocupa, con
respecto á las propiedades físicas, y despues indagarémos la
influencia queejercerelalivamente á la composicion química.
Cuando en el grado conveniente se quema la arcilla, todos
sus caractéres cambian : modifícase su color, que es entónces
rojo más ó ménos intenso; pierde la facultad de relener el
agua, y tambien desaparece su primitiva y natural tenaci-
dad. — La arcilla calcinada, despues de haber experimen-
tado tan profunda alteracion, constituyendo un verdadero
polvo de ladrillo, si es mezclada en arreglada é uniforme
proporcioná un terreno compacto, ya sea calcáreo óarcilloso,
modifica, trastorna y cambia por completo sus propiedades
físicas: lo hace más poroso y permeable. — Merced al au-
mento de su porosidad, condensa y guarda el amoniaco y
el nitrato de amoniaco atmosféricos; absorbe los elementos
del aire, los coloca en circunstancias de combinarse entre sí
E e y
y al mismo tiempo con ellos, determina ó acelera la descom-
posicion de cuerpos insolubles existentes en el terreno. —
Propende al escurrimiento de las aguas y al desarrollo de
las raíces. — Por todos estos motivos estimula la absorcion
de los principios alimentosos contenidos en el suelo. — En
suma, hace fértil, en grado eminente, terrenos en los cuales
con anterioridad quizas no se hubiesen recogido cosechas
del necesario valor para recompensar el trabajo y el capital
invertidos en la empresa.
Veamos cuáles son en su esencia las modificaciones que
experimenta la arcilla sometida á la accion del fuego: para
poder mejor apreciarlas, comenzarémos por recordar que la
arcilla es sencillamente un silicato de alúmina, en el cual el
ácido y la base se encuentran en proporciones variables. —
A este silicato de alúmina se hallan asociados, en más ó mé-
nos cantidad, silicatos de potasa, sosa, cal, magnesia, manga-
neso y hierro. — El conjunto es un cuerpo insoluble, y sólo
merced á las acciones atmosféricas en que intervienen el
ácido carbónico y el agua, y tambien á efecto de ciertos cuer-
pos existentesen el suelo, es como se logra hacer solubles, y
por tanto absorbibles por las raíces de las plantas, los elemen-
tos contenidos en la arcilla, los cuales son necesarios, á fin de
que se verifique el completo desarrollo de los vegetales.
(32 bis.)
Antes de pasar adelante, creemos necesario manifestar que
la sílice y sales alcalinas y térreas son cuerpos precisos, no
tan sólo para la formacion de los órganos de la caña, sino
tambien son indispensables, á fin de que éstos desempeñen
sus funciones.
La experiencia enseña cómo los vegetales que crecen en
terrenos arcillosos proporcionan cenizas más ricas en álcalis
que aquellos que han crecido en suelos calcáreos: así las
cenizas de los primeros contienen en mayor cantidad partes
solubles. (Traité de Chim. gén. analyt. ind. agric., par Pe-
louze et Fremy, t. IV, p. 874.) — La presencia de los álcalis
en las tierras arcillosas, y el conjunto de las demas propie-
SIA TTM
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— 143 —
dades físicas y químicas, que caracterizan esos suelos, bas-
tan para hacer comprender por qué los terrenos algo arci-
llosos son los más convenientes, adecuados y propios para
dedicarlos al cultivo de la caña.
Si tan necesarios son para la vida y funciones peculiares
de la caña los silicalos alcalinos y térreos, segun se com-
prueba por el más ligero exámen de sus cenizas, es indu-
dable que debemos cuidar, no tan sólo de restituir al suelo
las mencionadas sales que vaya perdiendo á efecto de las
sucesivas cosechas, sino tambien debe ser atencion prefe-
rente aumentar con tino las cantidades que en él se encuen-
tren disponibles, introduciéndolas é incorporándolas con
todas las partículas de la tierra en el estado, cantidad y
tiempo más propios para que puedan las raíces absorberlas
en la medida conveniente de oportunidad y cantidad. —
Esos silicatos existen, hemos dicho, en los suelos arcillosos,
mas tambien hemos manifestado que para volverse solubles,
y por tanto asimilables, han menester experimentar ciertas
prévias reacciones, las cuales para cumplirse exigen un
tiempo más ó ménos dilatado. — La quema de la arcilla
hace asimilables de momento los cuerpos que de otra
manera habrian permanecido mucho tiempo en el terreno
en un estado impropio para ser absorbidos por las raíces.
— Por la accion del fuego, esos complexos silicatos sufren
transformaciones moleculares, que los disponen á ser ata-
cados, con más facilidad, por determinados agentes ejer-
ciendo su accion en circunstancias especiales. — En efecto,
la arcilla, que en su estado natural no es en notable grado
atacada por los ácidos, tan luego como es fundida con car-
bonato de sosa, potasa Ó cal, ó sencillamente calentada
hasta la incandescencia, adquiere entónces la propiedad de
permitir produzca accion sobre ella el ácido sulfúrico ó el
clorhídrico. — Pues bien, sobre la arcilla calcinada obra
con más facilidad el ácido carbónico húmedo, la cal y el
bicarbonato de cal y otras sales, proporcionando todas y
cada una de estas reacciones, en último resultado, sales
O NE
alcalinas solubles y sílice solubie; cuerpos que entónces
pueden, no tan sólo ser absorbidos por las raíces, sino tam-
bien difundirse por todas las partículas del suelo, las cuales
se apoderan de ellos, los absorben y guardan, para sumi-
nistrárselos á las raices de las plantas en momentos opor-
tunos. — La presencia de esas sales alcalinas favorece la
nitrificacion y determina otras reacciones.
Para esclarecer aun más las ideas que acabamos de mani-
festar, citarémos un hecho referido por el ilustre Liébig
(Lettres sur la Chim., Paris, 1847, p. 250). En Flándes, donde
casi todas las casas están construidas con ladrillos, se
muestran eflorescencias en la superficie de los muros. —
Apénas las disuelven las lluvias, cuando de nuevo aparecen,
y esto se observa áun sobre paredes construidas hace mu-
chos siglos.—La influencia de la cal en la produccion del fe-
nómeno es cierta y evidente: basta para demostrarla, indi-
car que esas eflorescencias se notan sobre todo en aquellos
puntos en los cuales los materiales calizos se encuentran en
contacto con el ladrillo.
A fin de apreciar por completo todos los efectos de la
arcilla calcinada sobre el suelo, debemos recordar que no se
encuentra del todo desprovista de materias extrañas: las
sales producidas por los cuerpos orgánicos en ella existen-
tes, y las que proporciona el combustible empleado en la
calcinacion, contribuyen á fertilizar el terreno.
A pesar de reconocer todas las ventajas de la práctica que
venimos estudiando, debemos confesar que la calcinacion
de la arcilla únicamente no puede constituir un sistema
regular y contínuo de cultivo, pues con respecto á la alimen-
lacion vegetal, no suministrando á las plantas, sino en otra
forma más apta para ser absorbida de momento, los prin-
cipios que contiene el suelo, se concluirá al cabo de cierto
tiempo por agotar esos cuerpos sustentadores. Examinando
el particular á la luz de los fines que nos proponemos con-
seguir al emplear esa práctica para modificar las propie-
dades físicas, si deseamos usarla comeo correctivo, justo es
— 145 —
reconocer que llegará un dia en el cual las propiedades físi-
cas se hallarán modificadas en el grado conveniente; si en-
tónces se prosiguiese quemando el terreno, en vez de bene-
ficios, se nos originarian perjuicios. — En suma, el uso de
la arcilla calcinada es muy útil en determinadas circunstan-
cias; pero ni su empleo debe considerarse eficaz de una ma-
nera continua y permanente ni tampoco excluye ó hace
ménos necesarias las otras mejoras agrícolas. — Al con-
trario: cuando se agregue y mezcle al terreno la arcilla cal-
cinada, convendrá, segun sus requisitos, incorporarle abo-
nos, añadirle cal, marga, etc., etc. — De este modo se per-
cibirán mejor las utilidades que nos procura tan poderoso
medio de bonificar los suelos compactos.
El uso de la arcilla quemada ha sido experimentado con
buen éxito en Francia por Bosc y Puvis, y en Inglaterra su
utilizacion es apreciada por gran número de agricultores.
En este último país ha visto la luz pública recientemente un
folleto, redactado por Mechi, en el cual se recomienda la
práctica de que nos ocupamos; y el autor asegura que,
efectuada con discernimiento, produce los mejores resul-
tados para mejorar las-lierras fuertes, « las cuales, así dis-
puestas, absorben más calórico y reciben mejor la accion
del aire; la vegetacion se estimula, y ademas adquiere el
suelo un poder considerable para atraer y retener las sales
amoniacales contenidas en la atmósfera. »
El sistema actualmente en uso para quemar la arcilla fué
aconsejado por primera vez por Cartwright, el cual, en la
memoria en que expone su procedimiento, nos afirma que
por lo ménos un siglo ántes de haber publicado su trabajo
Beatson, ya se empleaba con feliz éxito la arcilla calcinada
en Irlanda; y nosotros agregarémos que áun ántes la histo-
ria de la agricultura menciona esa práctica en otros países.
Para efectuar la calcinacion de la arcilla se comienza por
abrir en el terreno una excavacion en forma de zanja, la
cual, poco más ó ménos, debe tener veinte piés de largo, tres
de ancho y tres de profundidad. En ella se introduce el com-
10
bustible, y sobre él se dispone la arcilla en pedazos separa-
dos, los cuales, para mayor solidez, pueden descansar sobre
una bóveda de ladrillo construida al efecto, en la que se
dejan agujeros, para que la llama pueda llegar hasta la ar-
cilla. Es un requisito indispensable para el buen éxito del
trabajo, que al quemar la arcilla se emplee húmeda, pues de
lo contrario se obtendria un verdadero ladrillo, difícil de
pulverizar, miéntras que en el caso de operar sobre pedazos
humedecidos se consiguen cuerpos que se deshacen al menor
choque (35).
Es muy útil intercalar entre los húmedos pedazos de ar-
cilla algun combustible ligero, el cual facilita 6 determina
la ardiente combustion de aquel que se colocó debajo pro-
duciendo ó activando una corriente de aire. — Algunas
veces, si se procede con cuidado, basta el combustible in-
terpuesto para obtener el mas perfecto resultado.
Uso de la cal como abono y correctivo. — Magnesia. — En-
seña la experiencia que la cal es un elemento necesario en
la constitucion de los terrenos más apropiados para el cul-
tivo de la caña; en los suelos algo calizos, no sólo se ob-
tienen las más robustas cañas, sino que, ademas, éstas con-
lienen jugos más ricos en azúcar, de los cuales fácilmente
se extrae el dulce que anhelamos conseguir.—Esos terrenos
son « de mucho rendimiento y muy buenos azucareros ».
Pero es preciso no olvidar que la cal es sólo un requisito
favorable, que, asociado á otros, constituye el buen terreno.
— La cal en exceso es un defecto, pues establece en la tierra
circunstancias en las cuales imperan propiedades particu-
lares; en ese caso seria menester incorporar al suelo los
correctivos adecuados y añadirle abonos, para crear así el
terreno más fértil.
La cal carbonatada es un elemento necesario para consti-
tuir la base, el cimiento, la esencia mineralógica, por decirlo
así, del terreno; unida á los demas cuerpos minerales que á
ella se asocian en justas proporciones, contribuye, en la
parte que sus acciones le fijan, á establecer las propiedades
— AI
físicas que deseamos se encuentren en el terreno. Las ceni-
zas nos muestran, por su composicion, que la cal existe en
los órganos de todas las plantas, y en algunas la cantidad
es muy notable. — De suerte que, considerando las propie-
dades físicas que crea, atendiendo á su papel directo é inme-
diato como materia alimenticia, y por fin, no perdiendo de
vistasu accion química sobre otros cuerpos, debemos asegurar
que su presencia en el terreno siempre es necesaria, y mu-
chas veces, tratándose de determinadas plantas, por ejemplo
la caña, es un requisito esencial de la fertilidad del suelo.
Deben encalarse todos los terrenos en que no exista carbo-
nato de cal, y aun aquellos mismos en los cuales el car-
bonato de cal se halle en forma inapropiada.
Desenvolvamos estas ideas, y tracemos el cuadro de todos
los beneficios que puede proporcionarnos el uso acertado y
oportuno de la cal. — Este álcali obra como abono y cual
correctivo de las propiedades físicas. Desempeña sus oficios
y ejerce sus acciones en el estado de cal libre, y áun despues
de haberse transformado en carbonato y otros compuestos.
Obra directamente, y tambien determinando ó favoreciendo
ciertas reacciones, las cuales, una vez que se encuentran
realizadas, son benéficas á la vegetacion. La cal en los ter-
renos que contienen ácidos libres los satura, y no tan sólo
impide la accion nociva de esos principios sobre las plantas,
sino que ademas puede, segun su naturaleza, convertirlos
en elementos beneficiosos. Favorece la cal la combinacion del
oxígeno y ázoe atmosféricos, y así se enriquece el terreno
con nitratos; obra sobre el mantillo y engendra ulmatos de
cal solubles, los cuales, ora se asimilen directamente, ó bien
sufran ántes transformaciones, siempre son absorbidos por
las plantas ó les procuran otros cuerpos útiles. Las mate-
rias azoadas existentes en el terreno dan orígen, en conflicto
con la cal, á amoniaco ó nitratos. Algunos silicatos, y entre
ellos la arcilla, que en las circunstancias ordinarias perma-
necen inertes y resisten á toda suerte de acciones atmosfé-
ricas, y áun á aquellas que se verifican en el seno mismo
— 1483 —
del terreno en virtud de sus propios elementos, se descom-
ponen sometidos á su influencia, produciendo silicato de
cal y sales alcalinas, los cuales en debida forma son otras
tantas sustancias que contribuyen á la mejor vegetacion. El
silicato de cal, posible es sea disuelto en un exceso de ácido
carbónico, y que así penetre en los espongiolos de las raíces;
tambien podria acontecer que fuese descompuesto, dejando
en libertad la sílice, la cual en ese estado, en parte se disuelve
en el agua, y por tanto se encuentra en los requisitos indis-
pensables para ser absorbida. Por manera que la cal contri-
buye, ya que no sea una circunstancia necesaria, para que
el elemento silícico y los álcalis, tan importantes en sus
acciones, penetren en la economía vegelal; quizas por este
motivo es tan necesaria en el cultivo de la caña. La cal des-
compone los sulfatos de hierro, magnesia, etc., formando
entónces sulfato de cal, y poniendo en libertad óxidos que
desempeñan oficios particulares.
Combinada la cal con el ácido carbónico, constituyendo
carbonato de cal, se disuelve en un exceso de ese ácido, pe-
netrando en la forma de bicarbonato en los órganos de la
planta sin contar que el mismo bicarbonato descompone
los silicatos alcalinos.
Por fin, es un correctivo de las propiedades físicas ; deben
encalarse los terrenos esencialmente arcillosos y arenosos,
así como aquellos en que dominen los productos vegetales.
En los dos primeros casos, la cal establece en el suelo com-
pacto y en el terreno ligero las circunstancias que concurren
en los terrenos calcáreos; hace más permeables á los pri-
meros, y da mayor consistencia á los segundos.
La cal se prepara, como nadie ignora, descomponiendo
por medio del calor el carbonato de cal. Este cuerpo no
siempre se encuentra puro en la naturaleza, y de aquí que
la cal originada pueda contener arcilla, magnesia, sílice, Óxi-
dos metálicos y materias carbonosas. Es inconcuso que
cuando se desee emplear sólo la cal, lo más conveniente
seria disponer de ese álcali en su mayor estado de pureza ;
— 149 —
mas por fortuna no siempre es perjudicial usarlo, áun mez-
clado á otras materias. En efecto, la cal unida á la arcilla,
arena ú óxidos, aunque como correctivo no desempeñe por
completo el mismo papel, de una manera general se puede
asegurar que, aplicada en grande escala, se consiguen
iguales resultados, siquiera éstos varien algun tanto en su
amplitud, y hayan menester para originarse de mayores
proporciones de álcali.
Respecto de la cal magnesiana, algunos agrónomos pre-
tenden que agota demasiado el terreno, y que, por lo tanto,
es preciso aumentar la cantidad de abonos incorporados al
suelo; otros sostienen que es nociva á la vegetacion; pero
ninguna de las dos opiniones se ha dilucidado por medio de
experimentos bien instituidos (35 bis).
Sin embargo, bien fácil es resolver la dificultad, pues la
observacion y la experiencia demuestran plenamente la ne-
cesidad perentoria de la magnesia para que los fenómenos
de la vegetacion se realicen.—En efecto, la presencia cons-
tante de la magnesia en las cenizas de todas las plantas y
los experimentos llevados á cabo por distintos sábios ponen
de manifiesto la precision absoluta del concurso de ese
cuerpo para que pueda desarrollarse el vegetal. — Aun hay
más : desde el momento que la práctica agrícola enseña
que la cal magnesiana exige mayor cantidad de abonos, es
una prueba segura que aumenta y estimula los actos vege-
tativos. Por otra parte es muy natural que la magnesia,
empleada con exclusion de todos los demas cuerpos bonifi-
cantes, como todo abono incompleto, concluya por esterili-
zar el terreno.
La notable cantidad de magnesia existente en la caña nos
hace palpable la urgencia de suministrarla, como abono,
cuando el terreno no la contiene ó la pierde. Existe en el
país una roca calcareo-magnesiana que, á más de sus pro-
piedades físicas, incorpora al terreno el carbonato de cal y
de magnesia tan útiles á las cañas. Es indudable que esa
roca contribuye á la fertilidad de los terrenos que la poseen.
— 150 —
La condicion esencial para que la cal procure todos sus
beneficiosos efectos en el mayor grado, es que se le mezcle
con el terreno íntimamente, de tal suerte, que todas las par-
tículas del suelo se encuentren con ella en perfecto contacto;
de otro modo, las reacciones que deben verificarse entre
todas ellas no podrán realizarse.
Empléase la cal sola ó asociada con diversás sustancia ferti-
lizantes, constituyendo verdaderos compuestos ó mezclas. Para
emplear la cal aisladamente, unas veces se apaga fuera del
campo, en otras ocasiones se trasporla viva al terreno, donde
se deposita, ora sin cubrir, bien cubriéndola ligeramente,
para impedir la accion desordenada de las lluvias. — De
todos modos, se deposita en pequeños montones en el ter-
reno, y despues se distribuye con la posible exactitud por
medio de palas. — Para confeccionar los compuestos calizos,
se mezcla la cal con tierra, yerbas, etc.; se alternan las
capas, y despues de cierto tiempo se revuelve toda la masa
aglomerada para incorporar sus distintos elementos. En
seguida se trasporta al terreno y se disemina. — Se podria
ventajosamente, para distribuir con uniformidad la cal, em-
plear el repartidor ó distribuidor de abonos de Chambers.
— Sea cual fuere el procedimiento que se adopte, es nece-
sario incorporar la cal al terreno por medio de los arados y
rastras en ejercicio.
La cantidad de cal que reclaman los terrenos varía segun
su naturaleza especial, el método de cuitivo que se adopte
y la planta que se cultive. Los terrenos que ménos cal con-
tengan en condicion química de ser aborbida por las plantas
serán aquellos á los cuales habrá que suministrarles mayor
cantidad : siguiendo las reglas de un cultivo progresivo, en
el cual se prodiguen á la tierra labores profundas, abonos,
correctivos, regadío, etc., será menester mayor cantidad de
cal; por fin, tratándose de plantas cuya organizacion y fun-
ciones más hayan menester de ese álcali, mayor será la dósis
que debamos incorporar al terreno. — Encalar las tierras
es tan sólo una de las mejoras que deben realizarse : para
— 151 —
que produzca todos sus buenos efectos, es preciso asociarla
y combinarla con las demas; de otro modo, léjos de procurar
erandes beneficios, puede acarrear pérdidas.
La dósis de cal incorporada al terreno disminuye cada año,
en virtud de la proporcion que absorben las plantas, y tam-
bien por las cantidades que, disueltas á favor del ácido car-
bónico, penetran hasta las capas más profundas del suelo.
Esto nos indica que si bien no es preciso ni conveniente
renovar las encaladuras todos los años, siempre será nece-
sario hacerlo al cabo de algun espacio de tiempo. Por otra
parte, como algunos de los efectos de esa operacion son pro-
ducidos por la presencia de la cal libre, será útil en muchos
casos repetir su uso, pues más ó ménos pronto se convierte
en carbonato de cal.
Los motivos que acabamos de exponer explicarán las dife-
rencias enormes que se notan en diversos países respecto
de las dósis de cal agregadas al terreno, y cuán difícil nos
será determinar la cantidad que convenga añadir á nuestros
suelos. La experiencia en éste, como en todos los particulares
agrícolas, seria el mejor guia, siempre que fuese iluminada
por la antorcha de ciencia. De una manera general dirémos
que de 3á 5 hectólitros por hectárea cada año, ó sean de
27 445 por nueve años, nos parecen dósis regulares, El hec-
tólitro de cal pesa, poco más ó ménos, 80 kilógramos.
* De cuanto acabamos de manifestar resulta que la encala-
dura bien administrada es una operacion que seria muy
conveniente llevar á cabo en el cultivo de la caña; merced
á ella, particularmente ciertos terrenos darian resultados en
extremo beneficiosos; mas nunca deberá olvidarse que á la
vez que se emplee la cal, no habrá de descuidarse la apli-
cacion de los abonos, otros correctivos, el regadío, etc. Bous-
singault (Agron., chim. agric. et phys., t. MI, p. 149) ha
publicado estudios muy interesantes acerca de la encaladura.
— Es preciso ademas consultar las juiciosas observaciones
de Rieffel (Agric. de "Quest de la France, t. 1, p. 341 y 513,
at. MV, p. 247).
— 152 —
Marga. — La aplicacion de la marga para bonificar las
tierras. tan en honor hoy entre los más inteligentes agricul-
tores, probablemente nos fué enseñada, como otras muchas
prácticas, merced á un hecho, el cual no se realizó por un
designio de antemano concebido por el hombre. Es posible
que el primero que observó sus efectos adquirió ese cono-
cimiento á consecuencia de los beneficios producidos por la
tierra extraida de algun pozo ó zanja; esos materiales, por
casualidad margosos, se mezclaron á las partículas del ter-
reno, y las cosechas allí sonseguidas fueron mayores; tam-
bien no es difícil concebir cómo un sub-suelo margoso traido
á la superficie é incorporado con el suelo pudiese servir de
útil enseñanza por el bien resultante de tan fortuita mejora.
Los primeros que sin desearlo usaron la marga, al notar el
aumento que realizaban en sus cosechas, comprendieron en
parte la leccion dada por la naturaleza, y desde entónces
creyeron que semejante sustancia era un abono propiamente
dicho, es decir, que suministraba por sí solo todos los ele-
mentos necesarios para el desarrollo de la planta; por tanto,
segun ellos, el uso continuado y excesivo de la marga, léjos
de perjudicar, debia ser útil, sin interrupcion, en toda suerte
de terrenos y circunstancias. — La experiencia los desen-
gañó muy pronto, y les hizo comprender que en ciertos
terrenos el uso de la marga era nocivo; en otros, si bien
no se mostraba perjudicial, al ménos no originaba grandes
beneficios ; miéntras que áun en aquellos en los cuales las
cosechas se aumentaban sobremanera despues de enmar-
garlos, el uso continuado y exclusivo de esa materia mineral
concluia por esterilizarlos. — Sucede con la marga lo mismo
que se evidencia en todas las mejoras agrícolas ; es preciso
conocer las reglas que presiden á su aplicacion acertada;
de lo contrario no se realizan los beneficios propuestos, y
aun, lo que es más triste, es posible que recibamos perjui-
cios.
Apreciando desapasionadamente los hechos, investigando
2
las circunstancias en que acontecieron, vamos á exponer,
— 153 —
ajustando nuestras ideas á los principios de la ciencia mo-
derna, en qué casos conviene usar la marga, cómo debe
emplearse, y los beneficios que origina asociando su acer-
tado aprovechamiento á otras mejoras.
Es la marga esencialmente una mezcla de arcilla y de
carbonato de cal en proporciones variables, acompañando
con frecuencia á estos dos cuerpos la arena, tambien en
dósis susceptibles de aumento ó de disminucion. Ademas de
estos tres cuerpos, contienen las margas, de una manera
accesoria y fortuita, óxido de hierro, carbonato de magnesia,
sulfato de cal, materias azoadas (nitrados y otras sales de
amoniaco), fosfatos y carbonatos alcalinos, y áun restos de
materias vegetales.
Consideremos tan solo por ahora los tres cuerpos princi-
pales que concurren á constituir las margas. De la propor-
cion relativa, en la cual se asocian esas tres sustancias,
dependen las propiedades de la marga; á esa misma pro-
porcion se encontrará subordinado el uso de ese abono
mineral en diferentes terrenos. Segun la naturaleza de la
marga y del terreno, variarán las calidades de la mistura.
Divídense las margas en arenosas, arcillosas y calizas; la
primera contiene hasta dos tercios de su peso de arena, y el
otro tercio se compone de arcilla y carbonato de cal; se
deslie con facilidad en el agua, sin formar con ella pasta
coherente, la cual, despues de seca, se pulveriza por sí
sola; la segunda es compacta, se desgrana con ménos fa-
cilidad, forma con el agua una pasta dotada de caractéres
especiales, segun la cantidad de arcilla que contenga ; debe
encerrar por lo ménos 50 por 100 de arcilla; la tercera es más
dura y blanca que las dos anteriores, se deslie con facilidad
en el agua, y forma con ese líquido una pasta poco coherente,
que así que se seca se vuelye polvo; contiene por lo ménos
50 por 100 de carbonato de cal.
Desempeña la marga oficios de abono, modificando la
composicion química del terreno, y de correctivo, dotándole
de nuevas propiedades físicas, que resullan de sus primi-
— 154 —
tivas y naturales, enmendadas ó mejoradas. — Debe consi-
derarse como abono, por la cantidad de carbonato de cal
que introduce en el terreno; empero, simultáneamente con
esta accion principal, existen otras secundarias que es pre-
ciso considerar, pues ademas del carbonato de cal, contiene
otros elementos fertilizantes. — Cierto es que esas materias
beneficiosas nunca se encuentran en notable cantidad ; pero
si se consideran las grandes dósis de marga incorporadas
con el suelo, se verá que pueden ser importantes y contribuir
en algo á engrasarlo. — Obra la marga como correctivo de
las propiedades físicas, introduciendo en el lerreno un
cuerpo que se deslie, y al mezclarse íntimamente con las
partículas del suelo, lo mullifica, ahueca, esponja, y le dis-
pone á recibir mejor las influencias atmosféricas, á escur-
rirse, etc., así como tambien da consistencia á los terrenos
en alto grado ligeros. Debemos advertir que á este efecto
mecánico y genuinamente primitivo de la marga, es preciso
agregar todos los demas consiguientes á la accion del carbo-
nato de cal, agentes atmosféricos, que tambien contribuyen
á la modificacion de las propiedades físicas.
El carácter especial y distintivo de las margas, ademas de
su composicion química, consiste en reducirse á polvo en
virtud de las influencias atmosféricas; ora se considere la
marga como abono, ó bien como correctivo, siempre, para
que se incorpore intimamente con el terreno, le será preciso
desagregarse, dividirse en tenues partículas. Las margas
suelen contener una parte que, en efecto, se desmorona más
ó ménos pronto al aire, y otra que resiste, formando pie-
drecitas mayores ó menores, las cuales, cualquiera que sea
su composicion, y más tarde su fin, siempre en el presente
son inútiles. Debemos, al emplear las margas, esperar solo
la accion de la parte que se pulveriza. De acuerdo con estas
ideas, y despues de meditar respecto de infinidad de hechos
que las robustecen, Gasparin ha mostrado que el análisis
químico no basta para determinar el valor de una marga;
es preciso ademas practicar su exámen físico ó mecánico, es
— 155 —
decir, apreciar la facilidad con quese desgrana, y la propor-
cion de polvo así obtenido.
Estimando los elementos constitutivos de las margas y
sus propiedades fisicas vamos á dezúcir á qué terrenos se
aplicarán acertada y ventajosamente con el objeto de pro-
porcionar carbonato de cal á la vegetacion, y modificar las
propiedades físicas del terreno. La marga silícea se incorpora
con ventaja á los terrenos arcillosos y arcillo-calcáreos; la
arcillosa á los terrenos arenosos y areno-calcáreos ; la marga
calcárea á los terrenos arcillosos y arenosos. Como regla
general, debemos buscar para incorporar al terreno margas
que posean propiedades y composicion tales, que la mezcla
adquiera nuevas y ventajosas propiedades, etc., etc.
Considerando la marga tan sólo como materia capaz de
hacerle adquirir al terreno las propiedades y ventajas de los
suelos calcáreos, Puvis, teniendo á la vista el análisis de los
mejores terrenos calcáreos, y meditando con atencion acerca
de los datos suministrados por la práctica de los países en
los cuales las enmargaduras son de uso inmemorial, y em-
pleadas siempre con buen éxito, sin desatender las indica-
ciones de Thaér y de A. Young, ha establecido como conse-
cuencia rigurosa de todos esos elementos de la discusion,
que la cantidad de 2 por 100 de carbonato de cal en la capa
labrantía es las más conveniente para que en ella encuentren
los vegetales parte de las circunstancias que reclaman para
el ejercicio de sus funciones. La cantidad de marga empleada
varía segun su composicion y la profundidad de la labor.
Para facilitar la aplicacion de estas reglas, Puvis ha dis-
puesto un cuadro que, segun él, contiene todos los ele-
mentos que deben apreciarse al llevar á cabo las enmar-
gaduras (36).
Las ideas de Puvis deben sufrir algunas modificaciones :
la cantidad de marga incorporada al suelo depende y varía
segun la naturaleza del terreno y de la marga, la profundidad
de la labor, la planta que se cultiva, la coexistencia de otras
mejoras, el género de cultivo y el clima. — Para constituir
-- 156 —
el suelo de tal modo, que contenga 2 por 100 de carbonato
de cal, al agregar la marga será preciso tener en cuenta la
canlidad que naturalmente posea de antemano el terreno;
segun sea esa proporcion, así variará la dósis de marga
añadida. — Las margas pueden contener una parte activa y
otra inactiva, que, segun Gasparin, no ejerce accion alguna;
preciso será, al emplear una marga para conocer bien los
límites de sus efectos, llevar á cabo su análisis físico, pues
sólo de esa manera es posible determinar las partes que en
realidad se utilicen de momento. — Los resultados del exá-
men modificarán la dósis de marga (37).
Empléase la marga sola y directamente, bien mezclada al
estiércol, mantillo ó cenizas, formando un verdadero com-
puesto ó mezcia fertilizante; tambien se deposita en los es-
tablos para que con lentitud vaya apoderándose de los ori-
nes é incorporándose con todas las materias sólidas. Para
aprovechar la marga directamente, es condicion esencial,
ántes de proceder á su exacta mezcla é íntima mistura con
las partículas del terreno, dejarla desgranarse ó desmoro-
na+se por la accion atmosférica; para lograr este fin, se de-
posita en pequeños montones, repartidos con igualdad por
toda la superficie, y más tarde se desparrama el polvo por
medio de palas. Despues se labra el terreno por medio del
arado de una sola vertedera, se aplana y se peina, y se con-
cluye pasándole un escarificador ó extirpador. Cuando se
mezcla la marga al estiércol ó mantillo, se la deja en re-
poso algun tiempo, y luego que se adquiere la certidumbre
de que se ha desmoronado, se revuelve bien el conjunto
para hacerlo uniforme en la composicion y se distribuye en
el campo, segun acabamos de indicar.
Hemos dicho que la cal, pasado cierto tiempo de su in-
corporacion con el terreno, se convertia en carbonato de
cal. La marga trae desde el primer momento esa sal al ter-
reno; de suerte que, considerando las dos mejoras igual-
mente con respecto al carbonato de cal, entónces desempe-
nan iguales oficios. Pero, como quiera que la cal libre pro-
tw.
— 157 —
duce efectos que no origina el carbonato de cal, es incon-
cuso que bajo el punto de vista químico enmargar un ter-
reno no suple por completo la accion de incorporarle cal.
Comparadas como correctivo, la marga es superior á la cal
en sus efectos, y segun su composicion puede producirlos del
todo distintos á aquellos originados por la cal.
Para llevar á cabo las enmargaduras con el mejor éxito,
es necesario comenzar por drenar el terreno, si lo ha menes-
ter, abonarlo perfectamente, etc.; en una palabra, realizar
simultáneamente y en la medida conveniente todas las me-
joras. De otra suerte, añadir marga al terreno puede ser
inútil ó perjudicial en más ó ménos tiempo. Los efectos de
la marga se notan durante mucho tiempo; mas como el car-
bonato de cal va desapareciendo poco á poco, será preciso,
segun las circunstancias, renovar la operacion al cabo de
algunos años.
Las enmargaduras convienen al cultivo de todas las plan-
tas, segun los requisitos del terreno; pero por la natura-
leza especial de la caña, más debe procurársele, segun ma-
nifestamos al tratar de la cal, como abono y correctivo.
Merced á ella, terrenos en el dia poco adecuados á ese cul-
tivo adquiririan una gran feracidad, la cual, bien conser
vada, originaria los mayores beneficios. Esto seria tanto más
fácil de realizar, cuanto que en algunas comarcas las mar-
gas se encuentran á muy pequeña profundidad; en algunos
puntos constituyen providencialmente el sub-suelo de los
terrenos que la reclaman.
Aclaremos algunos particulares relativos al uso de la cal
y de la marga.
La marga debe ser considerada en sus efectos cual cor-
rectivo y como abono. — No es prudente al juzgar sus ac-
ciones sobre el suelo, fundarse solo en la composicion quí-
mica de éste, pues alendiendo únicamente al analísis se de-
duciria que los terrenos calizos no deben ser enmargados
ni encalados en ninguna circunstancia. — Semejante pre-
cepto puede conducir á errores. — ¿Acaso, por necesidad,
— 1538 —
en todas circunstancias son siempre sueltos los terrenos
calcáreos? ¿Por ventura no los hay en extremo compactos?
Y entónces ¿no han menester ser mullificados por medio de
la mistura de otro cuerpo, siquiera este varie de composi-
cion? Estos argumentos los presentamos tan solo aten-
diendo al elemento calizo y por fuerza adquieren más valor,
considerando la importancia de la sílice y de la arcilla,
contenidas en determinadas margas. — La composicion quí-
mica aisladamente no indica de un modo absoluto las vir-
tudes agrícolas de los terrenos, ni en punto á la alimenta-
cion de las plantas ni en el concepto de las propiedades físi-
cas del suelo, aun considerando éstas en sí mismas sin aten-
der á la profundidad de la capa vegetal y naturaleza del sub-
suelo. — El carbonato de cal en ciertas y particulares dis-
posiciones moleculares, crea en el terreno especiales propie-
dades físicas. — Por otra parte, para desempeñar sus oficios
químicos y alimentosos, con respecto á los componentes del
terreno y pudiendo ser absorbido al propio tiempo por las
raíces de las plantas, es de todo punto necesario que ofrezca
caractéres peculiares. — De estos hechos se deduce que la
aplicacion del carbonato de cal juzgada en el doble aspecto
de correctivo y abono, debe ser apreciada á la vezen los con-
ceptos de la composicion química, propiedades físicas y ap-
titudes fitolépticas del terreno. Por consiguiente, un terreno
que contenga carbonato de cal en cantidad notable pero
inactivo, necesita, á pesar de la indicacion del analísis quí-
mico, que se le agregue cal ó marga.
Enrona. — Al uso de la cal, siquiera sea en el estado de
carbonato, es preciso referir la aplicacion de los materiales
de las fábricas derribadas ó arruinadas, en otros términos,
de la enrona. Los escombros de las demoliciones, aunque va-
rien de composicion segun los materiales empleados, la ac-
cion de los agentes atmosféricos, elc., contienen por lo co-
mun carbonatos de cal, magnesia y potasa, cloruros de cal-
cio, magnesio, potasio y sodio, materias orgánicas y arena.
Las sales solubles pueden contener hasta 70 por 100 de ni-
s s*
— 159 —
tratos de cal y magnesia, y 10 por 100 de nitrato de potasa y
cloruro de potasio. Si se considera el elemento calcáreo que
introduce en el terreno, y la considerable cantidad de nitra-
tos y otras sales solubles con que enriquece el suelo, se
comprenderá cómo los residuos de las demoliciones obran
cual correctivo y abono calcáreo, y al mismo tiempo de la
propia manera que los abonos salinos y azoados. Por ámbos
motivos es necesario usar con mucho discernimiento la en-
rona, no olvidando, al hacerlo, cuanto hemos manifestado
al tratar de las encaladuras, y los juicios que hemos formu-
lado acerca de los abonos salinos y azoados. Los terrenos
que más han menester de cal, los muy esencialmente arcillo-
sos ó arenosos, serán los que más provecho originen al re-
cibir los escombros de las demoliciones.
Con respecto á la reparticion de esos materiales, etc., con-
viene tener presente cuanto hemos manifestado relativa-
mente á las encaladuras. Para enronar los terrenos se usan,
segun las circunstancias, poco más ó ménos, 200 hectólitros
por hectárea (38).
Yeso. Segun los experimentos más recientes, esta substancia
promueve el desarrollo de los tallos, aumenta el tamaño de
las raíces, acrece la cantidad de materias ingeridas por ellas
y facilita la difusion y absorcion de la potasa y magnesia. —
Estas circunstancias y quizas otras no verificadas aun, ex-
plican la accion favorable que obtuvimos en un ensayo que
hicimos con este cuerpo incorporándolo en un suelo donde
plantamos caña. — En materia tan complicada, la luz sólo
puede existir cuando se multipliquen y varien los experi-
mentos, practicándolos en lejanas y diversas circunstancias.
— El yeso es un cuerpo que podrá procurar, en los requi-
sitos convenientes, útiles efectos. — Respecto de las razones
hasta ahora expresadas para explicar los beneficiosos resul-
tados del uso del yeso, en algunos casos, manifestarémos
que nos parecen insuficientes. Podrá quizas, en parte, des-
empeñar algunos de esos oficios; pero ni su absorcion di-
recta por las plantas, ni su poder absorbente del amoniaco,
— 160 —
nila circunstancia de descomponerse en el terreno, ni su ac-
cion sobre los compuestos potásicos y magnesianos, elc., etc.,
bastan para darnos cuenta de su accion, áun suponiendo que
en realidad sirva directa ó indirectamente para producir to-
dos ó algunos de esos efectos. — Es asunto de difícil resolu-
cion en punto á la teoría; pero felizmente muy fácil de es-
clarecer en la práctica.
Oxido de hierro. — Nadie ignora la existencia, en diver-
sas especies, de nuestros terrenos, de ciertas concreciones
conocidas con el nombre de perdigones, calificativo expre-
sivo que define el aspecto y estructura que presentan, pues
recuerda con exactitud los cuerpos á los cuales se han com-
parado, tan propiamente que algunas veces los hemos em-
pleado á falta de otra municion. — Personas juiciosas ase-
guran que los perdigones nos proporcionan el medio infa-
lible de distinguir la bondad de los terrenos, y sin más
exámen colocan entre los peores aquellos en los cuales se
encuentran en gran cantidad. Semejante idea es completa-
mente errónea. Muy al contrario, Jos perdigones constilu-
yen un elemento de fertilidad, y si terrenos impro;¡¡os para
el cultivo suelen contenerlos, no es á su presencia sino á
otros requisitos que es preciso atribuir sus defectos.
Comenzarémos por manifestar que los perdigones se ha-
llan indistintamente en todos los terrenos: aparccen en
gran cantidad en las más fértiles tierras coloradas, y tambien
abundan en aquellas que con razon se juzgan pésimas en
su estado natural.
El terreno más fecundo de la isla, aquel que supera en
prodigiosa fertilidad las famosas tierras negras de Rusia,
la de Barros y Don Benito (Extremadura), contiene una can-
tidad muy considerable de esos perdigones.
La más sencilla observacion basta, pues, para demostrar
cuán opuesta es á la verdad de los hechos la idea que com-
batimos; queriendo, sin embargo; demostrar las ventajas
que nos procuran los perdigones, vamos á relatar breve-
menle las pruebas que justifican nuestra proposicion.
== 161 —
Estos cuerpos obran : mecánicamente, como piedrecitas
que, dividiendo y separando las partículas del terreno, faci-
litan su aereacion, el escurrimiento de las aguas, etc. ; fisi-
camente, absorbiendo la humedad y el calórico; química-
mente, por los productos de su descomposicion, originada
por la accion de los agentes atmosféricos ; por las malerias
contenidas en el terreno ó por aquellas que puedan for-
marse en él. — Para apreciar la influencia que en este úl-
timo concepto ejercen esas concreciones, bastará exponer el
resultado del análisis que hemos practicado de los perdi-
gones.
Hemos tenido ocasion de analizar gran número de perdi-
gones que provenian de distintos puntos de la isla, y siem-
pre los hemos encontrado compuestos esencialmente de sí-
lice y óxidos de hierro y manganeso. — De una manera
accesoria y en pequeñas proporciones contenian cal, alú-
mina y magnesia. — Los tres primeros cuerpos son los do-
minantes. — Debemos fijar nuestra atencion y exámen en
los óxidos de hierro y de manganeso, pues la accion de la
sílice se encuentra periectamente definida y sus beneficios
no son dudosos. — Cuanto manifestemos respecto del óxido
de hierro se aplica en cierto grado al óxido de manganeso.
El óxido de hierro obra : 1. como materia indispensable
para la alimentacion de la planta, pues se encuentra en las
cenizas de todos los vegetales; 2.” ejerce una accion esti-
mulante sobre las funciones : numerosos experimentos han
demostrado que en los momentos en los cuales, en ciertas
circunstancias, comienzan las plantas á perder el color
verde, cuando palidecen, basta regarlas entónces con agua
que contenga un poco de percloruro ó de sulfato de hierro en
disolucion, para que aparezcan en ellas todos los fenómenos
de la vida más enérgica en sus manifestaciones. Estas dos ac-
ciones han sido demostradas experimentalmente por el prín-
cipe de Sal-Hortsmar y por otros químicos, cuyos ensayos
han puesto fuera de duda que es imposible la vegetacion
normal sino existe en el terreno cierta cantidad de hierro
11
— 162 —
susceptible de ser absorbida por la planta. — Uno de los
oficios de mayor importancia, desempeñados por el hierro,
es concurrir como elemento indispensable en la constitucion
de la clorófila. — De esta manera se explica la necesidad
absoluta de dicho cuerpo en el crecimiento de las plantas y
el vigor que les procura cuando es absorbido normalmente.
— Tratándose de la caña de azúcar, la precision sube de
punto, pues las funciones de la clorófila son en ella en ex-
tremo activas. Seria insensato creer que la caña pudiese
vivir y desempeñar con actividad sus funciones si no en-
contrase en el terreno la indispensable cantidad de hierro
para constituir el cuerpo más esencial de su organizacion,
dispuesta para fabricar azúcar á expensas, en definitivo,
del ácido carbónico y del agua. 3.? Por medio de una série
sucesiva de oxidaciones y desoxidaciones, el óxido de hier-
ro quema las materias carbonadas y azoadas del terreno
transformándolas en ácido carbónico y productos solubles
carbonados y azoados. 4.” El baron P. Thenardt (Résumé suc-
cinct des études sur les sols arables; ha hecho conocer la be-
néfica infiuencia del óxido de hierro y de la cal, respecto al
cumplimiento de reacciones encaminadas á la absorcion del
ácido fosfórico, ázoe, etc. 5.* El protóxido de hierro produ-
cido por la desoxidacion del peróxido, descompone el agua, *
cuyo hidrógeno en el estado naciente se combina con el ázoe
para originar amoniaco. 6.? Por los fenómenos físicos que
acompañan á estas reacciones se produce una proporcion
notable de ozona, la cual, en presencia del ázoe y de mate-
rias alcalinas humedecidas, engendra una notable dósis de
nitratos. 7.* El peróxido de hierro, como la alúmina, posee
en eminente grado el poder de absorber y condensar en sus
poros ciertos cuerpos, los cuales más tarde va cediendo len-
tamente á las plantas.
Hemos examinado con detenimiento esta última propiedad
del peróxido de hierro, y en verdad confesamos que nunca
hubiéramos sospechado en él semejante energía condensa-
dora. — En este concepto es comparable al carbon animal,
PEA
= 168
pues se apodera de gran número de cuerpos disueltos en
distintos líquidos.
La observacion y la experiencia nos prueban, pues, cuán
necesaria y útil es la incorporacion del peróxido de hierro
con las partículas del terreno para originar provechosos fe-
nómenos de distinto órden.
Para completar el exámen de este asunto debemos deter-
minar si la presencia de una gran cantidad de sales ferru-
ginosas es igualmente conveniente en toda clase de ter-
renos, prescindiendo de las circunstancias en que puedan.
encontrarse, y así mismo es oportuno, supuesto caso que
algunas veces, en cierto estado, sean nocivas, que indi-
quemos los medios de restablecer el órden, impidiendo los
males.
Las sales de hierro en excesiva cantidad y disueltas en el
agua son perjudiciales á la vegetacion y concluyen por ha-
cer imposible la vida de las plantas.— Si el terreno se halla
sometido á un conjunto de circunstancias en que puedan
originarse en gran proporcion, no existiendo otras condicio-
nes susceptibles de neutralizar sus nocivos efectos, es evi-
dente que entónces obtendremos resultados desastrosos. —
De este modo, en los terrenos pantanosos, salinos y humí-
feros que no contengan notable cantidad de carbonato de
cal, las sales de hierro en abundancia podrán acarrear ma-
les, los cuales será preciso evitar ó hacer desaparecer des-
aguando el terreno, labrándolo profundamente, agregándole
cal ó marga caliza, etc.
De cuanto acabamos de exponer se deduce que es un be-
neficio inmenso poseer naturalmente una sustancia tan
útil, como lo es el óxido de hierro en los requisitos apro-
piados y que, en ciertos terrenos desprovistos de la canti-
dad indispensable de esa materia habrá que añadirla, pues
las funciones especiales de la caña necesitan que la cloró-
fila se halle bien constituida, encontrándose ademas en la
proporcion conveniente para desempeñar con la mayor am-
plitud sus importantes encargos,
— 164 —
Respecto á los terrenos de polvillo, no es ciertamente al
perdigon que es preciso atribuir sus defectos : dependen
estos de la excesiva proporcion del elemento calizo, lo cual
seria fácil corregir, bien mejorándolo permanentemente,
ora apropiando á sus circunstancias las prácticas de cultivo
ó eligiendo los vegetales más adecuados.
No es dudoso que andando el tiempo se aprovechará esa
tierra de polvillo (muy calcárea y ferruginosa) para mejo-
rar terrenos en los que faltando esos dos elementos de ferti-
lidad y abundando otros, se muestran propiedades defec-
tuosas para el cultivo.
En fin, en muchas sabanas hay una enorme cantidad de
perdigon, constituyendo voluminosas masas (moco de her-
rero); pero es preciso no atribuir á ese cuerpo la infertili-
dad transitoria ó permanente que las caracteriza. — En su
oportunidad estudiarémos la constitucion de esos páramos.
Fabricacion de compuestos 4 mezclas fertilizantes (39). — Es
costumbre en la mayor parte de nuestros ingenios arrojar
las cachazas á zanjas que las conduzcan léjos del centro en
que se producen. Esas cachazas al cabo de cierto tiempo
entran en putrefaccion, y despiden el olor infecto que les es
peculiar y que tanto repugna á las personas que no están
acostumbradas á él (40).
La práctica que acabamos de mencionar es perjudicial, no
sólo porque con sus efectos se pierde un abono precioso,
sino tambien porque los miasmas que lanzan al aire esas
materias orgánicas, al descomponerse, pueden viciarlo, al
punto de producir sérias perturbaciones en la salud de los
hombres y animales que los respiran. Tan nocivos pueden
ser esos vírus gaseosos, que áun suponiendo que no se obtu-
viese más provecho recogiendo las cachazas, que evitar de
este modo la accion delelérea que sobre nuestro organismo
pueden ocasionar los principios originados por su descom-
posicion, creemos que todos los hacendados debieran poner
en ejecucion los medios de conseguirlo, pues los males que
así se podrian precaver son de tal naturaleza y considera=
—. 165 =
cion, que todos los sacrificios encaminados á semejante fin
quedarian suficientemente recompensados con las ventajas
obtenidas por la benéfica salubridad así conseguida. Siá esta
poderosa razon higiénica se agrega que desperdiciamos un
potente elemento de fertilizacion, se comprenderá cuán vi-
ciosa es la práctica que condenamos.
Las cachazas ó espumas, que se forman durante la defe-
cacion de los jugos sacarinos, contienen las malerias orgá-
nicas que el calor coagula, las que precipita la cal, restos de
los tejidos de la caña, que son arrastrados por el guarapo,
otras sustancias que estos cuerpos envuelven, en fin, fosfa-
tos y silicatos de cal y de magnesia, y un exceso de cal. —
Ademas contienen cierta cantidad del líquido que las pro-
duce. La simple reseña de los cuerpos que se unen para
formarlas basta para demostrar las ventajas y beneficios que
se Obtendrian si se esparciesen convenientemente en los
campos los productos de su descomposicion. Debemos lla-
mar la atencion con especialidad acerca de la presencia de la
cal en exceso, que no sólo procura beneficios directos é in-
mediatos, sino que, ademas, obra sobre las otras partes que
constituyen las cachazas.
No es ésta una idea aislada. La recoleccion de las cachazas
forma parte de nuestro plan general de fabricacion de abo-
nos en los ingenios; plan, digámosio desde ahora, que si
bien no planteado aun en la escala y bases que proponemos,
ha sido ya en parte realizado en algunas fincas.
La fabricacion de abonos segun ese método reuniria las
ventajas siguientes : 1. Seria en extremo conveniente á la
salubridad de la finca. — 2.” Proporcionaria un abono de los
más eficaces para el cultivo de la caña. — 3.” Y produciendo
tales resultados, los costos de su instalacion serian, sin em-
bargo, comparativamente pequeños.
Para poner en ejecucion nuestro método se debe construir
una fosa, que no permita infiltraciones del interior de ella
al exterior, ni de éste á aquel, y en la cual, ademas, se en-
cuentren las materias depositadas, inaccesibles á los efectos
y
— 166 —
de las lluvias y de la accion solar. Estas dos condiciones se
llenan revistiendo las paredes de las fosas con una capa de
cal hidráulica ó de asfalto, y cubriéndola con un techo sen-
cillo de guano ó de tela inpermeable. La construccion de las
paredes reclama algunas precauciones, que creemos útil
mencionar. Antes de comenzar la mampostería, que ha de
constituir, por decirlo así, los lados y la base del hoyo, se
deben cubrir éstos con una fuerte capa de barro. Constru-
yendo en seguida las paredes y el fondo de la fosa sobre esta
capa impermeable, se consigue ayudar con la arcilla la im-
permeabilidad que deseamos obtener al usar la cal hidráu-
lica ó el asfalto.
Construida la fosa, se comenzará por depositar en ella
cierta cantidad de tierra vegetal, mezclada íntimamente con
alguna ceniza de la caña y pedazos pequeños de bagazo.
Sobre esta primera capa se arrojan las cachazas, y al cabo
de cierto tiempo se cubren con otra capa de tierra vegetal,
cenizas y bagazo menudo; cuerpos destinados á absorber
los productos de la descomposicion de las cachazas. Arrojan-
do, como aconsejamos, en la misma fosa las cenizas de la
caña y de las maderas que se usan como combustible, las
barreduras de las caballerizas, de los chiqueros,- desleidas
en agua, los residuos del alambique, ete., ademas todo el ba-
gazo que no se emplee como combustible y el rastrojo de
los cañaverales ; teniendo siempre cuidado de intercalar las
capas de materias vegetales, tierra, ceniza y las cachazas,
para impedir así que los cuerpos producidos por la putre-
faccion sean lanzados al aire, y por otra parte, para apro-
vechar los líquidos contenidos en las cachazas, que activan
la descomposicion del hbagazo, no sólo habrémos conseguido
gran acopio de abono á poco precio, sino que al fabricarlo
habrémos obtenido ventajas de consideracion. Aunque la
cantidad de agua contenida en las cachazas sea suficiente
para determinar la putrefaccion, siempre convendrá regar
el monton con agua en la cual se deslian los excrementos
que se puedan recoger. — Tambien se podian desleir en las
de
— 167 —
cachazas los excrementos de los animales, y así se obtendria
una legía ó levadura de abono en extremo activa, para faci-
litar y determinar la putrefaccion de las materias vegetales,
que han de sufrir descomposiciones. De todas maneras, útil
será establecer una bomba semejante á la que se usa en la
fabricacion del estiércol de cuadra (fumier) destivada á los
propios fines. — A las cachazas se podrian agregar con ven-
tajas las mieles de purga del último producto, las cuales
serian útiles, no sólo por las materias que contienen, sino
aun porque los cuerpos originados por su fermentacion de-
terminarian la mejor putrefaccion de las diversas materias
mezcladas. :
Las cenizas que hoy se amontonan á la intemperie en los
ingenios, resguardadas en esas fosas, no perderian, por las
aguas que las bañan, las sales solubles, que tan importante
es conservar en ellas. — Ademas, sus constituyentes insolu-
bles podrian volverse solubles del todo ó en parte absor-
biendo los productos de la descomposicion de las cachazas
y los demas cuerpos contenidos desde el principio ó produ-
cidos á consecuencia de la descomposicion aislada ó combi-
nada de cada una y de todas las materias, que se encuen-
tran juntas en el monton. — El bagazo, que tanto tarda en
podrirse, en esas condiciones entraria fácilmente en descom-
posicion, y sus preciosos despojos podrian ser utilizados in-
mediatamente por la vegetacion.
Las dimensiones y el número de las fosas deben variar
segun la cantidad de abono que se quiera fabricar, la suma
que en ellas se pueda invertir, y el tiempo que se quiera te-
ner en depósito el abono para que mejor se pudra; pero
de todos modos, por mucho que se crea cuesten esas fosas,
el capital empleado seria prontamente reembolsado, no sólo
por el aumento de cosecha que se obtendria, abonando los
campos, sino tambien por la mayor salubridad de que goza-
rian los habitantes de las fincas.
Ni es esta sola la única fuente de abonos que puede benefi-
ciarse en los ingenios. El dia que adoptemos un cultivo ra -
— 168 —
cional, en que se trabaje una extension de terreno mucho
menor, entónces será posible disminuir el número de bueyes
que se emplean para hacer las zafras, y por el contrario, se
aumentará el que permanece en la finca durante el tiempo
muerto. En ese momento será posible establecer grandes es-
tablos, donde no sólo estará mejor cuidada la boyada, sino
que áun podrémos aprovechar para fabricar abonos sus ori-
nes y excrementos. El establecimiento de los establos natu-
ralmente traeria la formacion de prados, que se segarian, y
así tendria la boyada siempre un alimento abundante; mién-
tras que hoy, en los ingenios en que se alimentan los bueyes
con el cogollo, si se interrumpe la molienda, así como tam-
bien en los casos de incendios ó cuando se corta caña agii-
nada, ó muy madura, pueden estar expuestos á morir de
hambre ó á padecer cruelmente. — Sin contar que el cogollo
no es alimento bastante nutritivo para restaurar las fuer-
zas, hecho bien averiguado, puesto que tratándose de los
bueyes de camino, es decir, de los que se dedican al tiro del
azúcar, cuidadosamente se hace entrar en su alimentacion
algunas mazorcas de maíz, miéntras que los desgraciados
que trabajan muchísimo más acarreando la caña al batey,
jamas prueban ese grano.
Las personas que no quisiesen ó no pudiesen establecer
estos depósitos de materias fertilizantes, podrian hacer con-
ducir á sus campos, labrados ó por labrar, todos estos
cuerpos, y allí distribuirlos lo más igualmente posible. Así
se acarrarian las cachazas, cenizas, barreduras, etc. En el
caso de esparcir las mieles, cachazas ó residuos de alambi-
que, bueno será, si el terreno no es muy calizo, emplear los
correctivos que lo sean, para saturar los ácidos que pue-
dan formarse. — Sin embargo conviene advertir que el mé-
todo de esparcir sin previa descomposicion esas materias en
el terreno no es el más provechoso, pues precisamente se trata
de cuerpos que deben experimentar ciertas alteraciones á
fin de adquirir la propiedad de ser absorbidos por las plan-
tas, ejercer accion física ó química sobre los elementos del
— 169 —
suelo, etc. — Ademas de las fosas de abono de que acaba-
mos de ocuparnos, se podrian áun establecer depósitos más
considerables, en los cuales se introducirian los cadáveres
de los numerosos animales que perecen anualmente, en el
dia, en nuestras fincas. Esos pudrideros suministrarian toda
la cantidad de abono necesaria para los cultivos del fundo.
Entónces habríamos entrado por completo en el sistema
autosítico (que se alimenta por sí mismo), perteneciente al
período andróctico, en el cual el hombre trata de ayudará
la naturaleza por medio de su trabajo y de las fuerzas qui-
micas y mecánicas (41).
Con relacion al plan general que hemos propuesto para
confeccionar mezclas ó compuestos fertilizantes, tememos
se puedan ofrecer á ciertos espíritus algunos reparos, á los
cuales de antemano juzgamos oportuno oponer las razones
que militan á fayor de nuestras ideas.
En efecto, al notar que proponemos se depositen mezcla-
das materias alcalinas con cuerpos susceptibles de poder
producir por mutua reaccion desprendimiento de amoniaco,
muchas personas creerán á primera vista que pueden origi-
narse pérdidas, ya en virtud de la exhalacion del gas amo-
niaco,óá consecuencia del carbonato de amoniaco formado.
Admitamos momentáneamente que semejante hecho acon-
lezca, demos aun por bien probado que es perjudicial mez-
clar las materias alcalinas con otros cuerpos. — Si aceptáse-
mos tales suposiciones, el partido más prudente consistiria
en incorporar íntimamente los residuos de la combustion
del bagazo y las cenizas que provengan de la madera : esa
mezcla, resguardada de la accion de las lluvias, se distri-
buirá con uniformidad por el campo, empleando al intento
el distribuidor de abonos. — De esta manera se dispondria
desde luego de un precioso abono y excelente correctivo. —
En cuanto á las otras materias, seria conveniente depositar-
las segun las reglas establecidas, y luego que hubiesen su-
frido todas las alteraciones necesarias, se repartirian en el
campo. — El dia en que se establezca en nuestras fincas el
a (op
provechoso sistema de estabulacion de los animales, será
posible recoger todos sus excrementos, y enlónces podrémos
disponer fosas al efecto construidas para depositar los
estiércoles. — Creemos tan importante este punto, que nos
proponemos tratarlo con amplitud en el lugar oportuno.
Acabamos de expresar las ideas que tendríamos, aceptando
el hecho de la pérdida de amoniaco; prosiguiendo más aten-
tamente el estudio de este particular, vamos á ocuparnos en
demostrar los fenómenos que en realidad se realizan en esas
circunstancias.
Al indicar nuestro método para fabricar mezclas fertili-
zantes, nos propusimos hacer conocer un medioá propósito
para facilitar la descomposicion recíproca de todos y cada
uno de los cuerpos incorporados, con el fin, no tan sólo de
obtener un producto único y final, verdadero abono com-
pleto, en que íntimamente se hallan mezclados todos los
cuerpos, sino tambien fijamos nuestra atencion en el apro-
vechamiento de todas las materias originadas por las réac-
ciones químicas, las cuales, á su vez, determinan otras reac-
ciones: de este modo se consigue que todos los cuerpos,
entrando con simultaneidad y recíprocamente en conflicto,
se hagan no solamente asimilables por las plantas en mayor
ó menor grado y tiempo, sino tambien que en ese estado de
constitucion sean susceptibles de combinarse con los elemen-
tos del suelo, y permanecer así almacenados libres de pér-
didas. Por fortuna estos dos fenómenos dependen uno del
otro. Miéntras más difundidas se hallen esas materias por el
suelo, miéntras mejor hayan sido incorporadas con sus
partículas, más fácil y completa será su absorcion por las
raíces. — Vamos á probar cómo las materias alcalinas agre-
gadas, ó mejor dicho, interpuestas metódicamente en el
monton, léjos de producir pérdidas, sirven para fijar el ázoe,
siquiera sea bajo otra nueva forma ó combinacion, pero
siempre conveniente para la alimentacion de las plantas. —
Con el objeto de dar mayor autoridad á nuestros juicios, y
demostrar cuán acertados nos encontramos al sostener estas
— 111 — |
ideas, nos parece oportuno poner de manifiesto aquí algu-
nas observaciones y experimentos debidos al ilustre Bous-
singault (Agronomie, chimie agricole et physiologie, t. (Il, p.1).
Boussingault comienza por declararnos que en la mayor
parle de las explotaciones rurales de Francia se reserva un
lugar para acumular en él las barreduras de los patios y de
los graneros, el lodo de los caminos, las malas yerbas, los
escombros de las demoliciones, las cenizas de la turba, del
carbon de piedra y de la madera, los tallos de distintas plan-
tas, los residuos de la destilacion..... en una palabra, ese
lugar sirve de descarga ó limpieza general, de basurero,
donde se coloca todo lo que no se lleva al estercolero. Al
cabo de uno ó dos años, el mantillo se encuentra formado á
punto de emplearse con ventaja. Que se destinen, añade
Boussingault, á la confeccion del mantillo, los escombros,
barreduras, lodo, tierra de las zanjas, cenizas, etc., siempre
lo juzgué oportuno; pero que se reunan allí malas yerbas,
pajas, residuos de los mataderos, animales muertos, Ori-
nes, etc., en ningun tiempo me pareció útil, pues creia que
muchos de esos cuerpos podian aprovecharse con más pron-
titud, ó imaginaba que fuesen susceptibles de perder la
mayor parte de los principios fertilizantes, solubles ó volá-
tiles. Durante 25 años, confiesa el célebre profesor, criticó
esos procedimientos, pero durante ellos permitió que se
pusiesen en uso semejantes prácticas, porque los resultados
obtenidos eran por completo satisfactorios, y « más que
todo, porque creia que en este particular, esencialmente
práctico, respecto de un hecho cuya eficacia estaba consa-
grada por la experiencia secular, la opinion de todos los cam-
pesinos valia más que las ideas de un académico. »
Posteriormente los estudios detenidos del mismo sabio
acerca de la tierra vegetal le hicieron comprender la impor-
tancia que ejercen en el cultivo los fenómenos de la nitrifi-
cacion, y entónces pudo apreciar la analogía que existe entre
las circunstancias que concurren en los lugares donde se
forma el nitro, y las reunidas en un suelo abonado y fuer-
e
temente encalado ó enmargado. Desde entónces principió á
creer que todos los cuerpos mezclados para producir el man-
tillo constituian una gran nitreria, en la cual (p. 9) adquirian
los principios fertilizantes azoados una estabilidad, que
nunca habrian tenido si siempre se hubiesen conservado
en la forma de amoniaco.
Boussingault, despues de muchas investigaciones, ha de-
mostrado que siempre la tierra vegetal contiene los mismos
principios fertilizantes, los cuales se encuentran en dósis
más close el mantillo « ese residuo de lo que ha vege-
tado, de lo*que ha vivido » : amoniaco ó ácido nítrico, más
comunmente sales amoniacales y nitratos; fosfatos mezcla -
dos con sales alcalinas y térreas, y siempre materias orgá-
nicas azoadas, materias complexas, que poseen la propie-
dad de producir, en ciertos requisitos, los cuales obran en
las circunstancias normales de la tierra labrantía, ácido ní-
trico y amoniaco, es decir, las dos combinaciones en cuya
forma se asimilan las plantas el ázoe, con más frecuencia.
Comparando los requisitos que presiden á la nitrificacion
en general, y los quese reunen en la formacion del mantillo,
analizando los productos, Boussingault ha puesto de mani-
fiesto, de la manera más clara, cómo se originan los nitratos
y cuán ventajoso es fijar así los compuestos azoados. En los
montones que hemos propuesto se formen, precisamente se
logra el mismo fin; de manera que léjos de experimentar
pérdidas de ázoe, podemos estar seguros de que le obliga-
mos á entrar en otra combinacion, que lo fija y le da esta-
bilidad.
Y puesto que tratamos de los abonos, bueno será que ins-
cribamos en este lugar la relacion de algunos experimentos
destinados á averiguar si en el cultivo de la caña se podria
emplear el abono fresco, sin haber experimentado prévia
fermentacion; particular importante, pues muchos podrian
creer que esa fermentacion, por sus productos ó por la tem-
peratura, podia ser perjudicialá la germinacion de la yema
y al desarrollo del retoño. — A este efecto hicimos recoger
—— ERE
— 173 —
estiércol fresco de caballo, y en él depositamos las cañas,
cubriéndolas con una capa de la misma materia. — Á pesar
de la fermentacion, de la temperatura, etc., la caña nació,
comenzó á crecer con bastante vigor; mas posteriormente,
por haber disminuido en grado notable el volúmen y la can-
tidad del medio en que se hallaba, quedaron descubiertas
las raíces y se secó la cepa. — Podemos, pues, estar seguros
de que en el estiércol fresco nace y se desarrolla la caña:
no es perjudicial mezclar ese abono fresco, sin fermenta-
cion alguna, con la tierra al verificar las e Ey — La
fermentacion de otras materias tampoco es nos al desar-
rollo de la caña como lo demuestra el hecho siguiente :
recogimos gran cantidad de un residuo que queda en las
clarificadoras, compuesto de tierra, restos de bagazo de la
caña, albúmina coagulada, etc., y en él sembramos caña : se
promovió una fermentacion en extremo activa, la tempera-
tura era tan elevada, que apénas podia ser tolerada por la
mano, y á pesar de todo, nació la caña y se desarrolló con
gran vigor. No se crea, sin embargo, que somos partidarios
del uso de los abonos frescos : al contrario, siempre prefe-
rirémos el empleo juicioso de aquellos, que, en buenas cir-
cunstancias, se hayan descompuesto. — El terreno no es el
medio más apropósito para favorecer esa descomposicion,
pues ni las sustancias se hallan convenientemente acumu-
ladas, ni es posible mantenerlas en el grado de humedad fa-
vorable para el acaecimiento del fenómeno. — La descom-
posicion completa del abono es un requisito esencial para
que produzca mezclado uniformemente con el suelo todos los
beneficios mecánicos, físicos y químicos que esperamos con-
seguir al emplearlo. — Cuando se deposita en el terreno
el abono fresco, la mayor parte de las veces se seca sin cor-
romperse. — En el guano del Perú, puro sin mezcla alguna,
depositamos cañas, pero todas, entre otras causas, por la
excesiva humedad, se pudrieron. Ademas de la humedad,
el solo hecho de la concentracion de la disolucion alcalina
habria baslado para hacer morir la yema.
— 174 —
Chiqueros. — Los esclavos en los ingenios ceban gran nú-
mero de cerdos. — Estos animales, como nadie ignora, se
mantienen encerrados en pequeñas chozas. — Los alimentos
de que se nutren son : bledos, calabazas, bejuco de boniato,
palmiche, cogollos de cañas, cachazas, miel de purga, maíz
crudo y cocido, etc. La naturaleza de los alimentos y su
abundancia indican cuán rico en materias fertilizantes de-
ben ser los excrementos de los puercos. — Para recoger por
completo todo el beneficio de esos residuos excrementicia-
les, bastaria construir los chiqueros con cierto órden y
guardando algunas reglas. — Así seria preciso abrir una
fosa de cierta profundidad; en ella se colocaria bagazo y
alguna tierra ; sobre este lecho se construiria la zahurda.
— Todas las materias que pasasen al traves del tablado, se-
rian recogidas y absorbidas por el lecho preparado. — Más
tarde se abriria ese receptáculo, y de él se extraeria gran
cantidad de abono. — Hoy se puede, con cualquier pretexto,
mudar los chiqueros cada dos ó tres años, y extraer de sus
cimientos todo el abono, el cual nos podemos proporcionar,
ó arando el terreno ó cavándolo con azadas.
Cenizas. Importancia de los álcalis. — Proponiéndonos
tratar ampliamente todos los puntos concernientes á los
abonos, hemos creido útil y oportuno determinar y fijar el
verdadero valor de ciertos hechos, relativos á los residuos
de la incineracion, pues bien interpretados conducen á bene-
ficiosas aplicaciones, miéntras que de lo contrario encaminan
á prácticas perjudiciales.
Supongamos á un hacendado poseedor de un terreno que
reuna todas las condiciones necesarias para el rápido y com-
pleto desarroilo de la caña. Es indudable que todos sus afa-
nes deben ir encaminados á sostenerlo siempre en el mismo
estado de fertilidad : ¿qué sustancias agregará al suelo para
mantener la composicion inicial, restableciendo el equilibrio,
alterado por las sucesivas cosechas? Atendiendo tan sólo á
la composicion química de las sales minerales que extraen
las plantas del suelo en que crecen, sustancias que no sólo
son necesarias para formar sus órganos, sino áun para el
ejercicio de sus funciones, podríase creer que bastaria
conocer la cantidad y naturaleza de las sales minerales
extraidas del terreno por las plantas, para poder desde luego
indicar, sin peligro de incurrir en errores, la composicion
que debia tener el abono propio para cada uno de los vege-
tales cultivados. Las sales contenidas en el terreno, que
para su desarrollo se asimilan las plantas que en él crecen,
quedan como residuos de su combustion y constituyen las
cenizas. Analizando estos restos de la incineracion, tendré-
mos el dato preciso para determinar la composicion mineral
del mejor abono, y justipreciando la cantidad de cenizas
producida por cada planta, y el número de plantas que en
cierta superficie de terreno se cultiven, habrémos así com-
pletado el estudio, pues no sólo conocerémos la composicion
que debe ofrecer el abono, sino áun sabrémos la cantidad
que de él se necesita echar en el terreno para compensar las
pérdidas acarreadas por el cultivo. Si felizmente poseemos,
ya la ceniza de la misma planta, ya la de otra que presente
igual composicion, no habrá necesidad de apelar á mezclas
artificiales, y desde luego podrémos satisfacer todas las ne-
cesidades del suelo.
Las cenizas de la caña presentan la composicion indi-
cada en los dos cuadros siguientes, que ofrecen los mis-
mos resultados, pero presentados de dos modos diferen-
tes.
En el cuadro A se inscriben los números como se obtienen
directamente por el análisis; pero, como en él existe una
cantidad de oxígeno demasiado considerable, correspondiente
al cloro, para corregir este error se han calculado los resul-
tados que presentan todo el cloro unido al potasio y al
sodio, formando cloruros, y de este modo se encuentran
inscritos en el cuadro B.
Este análisis es debido á J. Stenhonse. Las cañas provenian
de los lugares siguientes:
Números 1, 2, 3 y 4. Tallos y hojas de plantas lozanas,
— 176 =
cultivadas en la Trinidad ; el autor no indica el orígen de los
números 5, 6 y 7.
Número 8. Tallos, sin hojas, de caña cultivadas en Deme-
rara.
Número 9. Tallos, con muy pocas hojas, de plantas culti-
vadas en la isla de la Granada.
Números 10, 11 y 12. Plantas en pleno desarrollo, de la
especie llamada cristalina, que provenian de la Jamaica.
En estos cuadros no figuran el rubidio, litio, aluminio,
manganeso é hierro que se hallan sin embargo en las ce-
nizas de la caña, áun cuando existan en pequeñas canti-
dades.
Así mismo conviene advertir que la cantidad de cloruro
de sodio existente en la caña es mayor que la que se in-
dica en el cuadro. — Debe atribuirse esa diferencia al modo
de preparar las cenizas. — Nosotros hemos tenido ocasion
muchas veces, de recoger el cloruro de sodio volatizado
por el calor al incinerar las cañas. La pérdida no trae otro
origen. — Cuando se quiera determinar el cloruro de sodio
en la caña es preciso no emplear el calor como medio des-
tructivo de la materia orgánica. Es muy probable que el
fluoro exista en la caña.
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A lo E
Si las ideas que venimos manifestando fuesen la expresion
fiel de todos hechos, formando mezclas artificiales de las
diferentes sales contenidas en las cenizas, Ó esparciendo
estas mismas en el terreno, habriamos correspondido cum-
plidamente á todos los fines que nos proponemos conseguir
al abonar un campo de caña: desgraciadamente el problema
no es tan sencillo, y su precedente solucion envuelve dos
errores trascendentales. El primero y principal consiste en
que se desconoce del todo la importancia y necesidad de
cierta proporcion de sustancias carbonadas y azoadas en el
terreno, que no sólo son absorbidas directamente por las
plantas, sino que áun por sus productos de descomposicion
activan la vida de ellas, presentándoles por sí mismas nue-
vos alimentos, ó facilitando la disolucion de principios inso-
lubles contenidos en el suelo, los cuales para ser absorbidos
requieren cambiar de estado. Ademas, esas sustancias mo-
difican las propiedades físicas del terreno. Admitamos por
un momento que las materias orgánicas contenidas en el
terreno, las cuales tambien yan desapareciendo por las
repetidas cosechas no sirvan para nada: ¿habrémos conse-
guido por completo nuestro objeto esparciendo las cenizas
de la caña en el suelo ? Si sólo consultásemos la composicion
química de las cenizas, evidente es que cuidando de reco-
gerlas sin pérdida alguna, y extendiéndolas por igual en los
canaverales, éstos analizados ofrecerian, en lo que toca á
sus principios minerales, una composicion idéntica á la que
tenian ántes de haber producido cosecha alguna, pero si se
atiende á las propiedades físicas de esas cenizas, el punto
cambia y se presenta en un aspecto de no sencilla reso-
lucion. Las sales minerales contenidas en las cenizas ne-
cesitaron, para ser absorbidas por las cañas, ser solubles
en el agua, solubilidad que algunas de ellas poseian por
sí mismas; y otras adquirieron en virtud de la accion que
sobre ellas ejercieron, principios que en gran parte pro-
venian de las materias orgánicas del suelo. Las cenizas de
las cañas, en razon de la alta temperatura á que se en-
— 179 —
cuentran sometidas, se funden en parte, y forman, algu-
nas veces en su totalidad, una especie de escoria, conte-
niendo en todas ocasiones una parte soluble en el agua y
otra insoluble. Esa parte insoluble fué, en el acto de ser
absorbida por la caña, soluble por sí misma ó á beneficio
de otro cuerpo, y cuando de nuevo la esparcimos en el
campo para ser utilizada por la misma planta, necesitará
disolverse: entónces, no sólo ofrecerá mayor resistencia á
los agentes que pudieron atacarla ántes de haber sufrido
la accion del calor, sino que ademas, habiendo disminuido
estos agentes, no podrán disolver una cantidad tan consi-
derable de ellas. Así, pues, vemos que si sólo restituyé-
semos al campo las cenizas de la caña, no le devolveriamos
sino una parte de las sales necesarias para el desarrollo de
ella, porque sólo deben contarse entre éstas, las que son
solubles ó pueden fácilmente serlo, miéntras que aquellas
que primitivamente lo eran, y que se han vuelto insolubles,
son por el momento inútiles, y constituyen un capital im-
productivo.
Aun hay más. Las cenizas no representan sino una parte
de las sales minerales de la caña, porque cierta porcion
acompaña al guarapo, otra se queda en las hojas y raices
de la caña, etc., y si no tenemos el cuidado de recoger todos
esos elementos bonificantes, es claro que habrémos perdido
gran parte de las materias que constituyen el terreno.
En resúmen: 1.*Las cenizas esparcidas en los campos no
representan más que las sales minerales absorbidas por la
caña, de las que una parte se ha vuelto inasimilable tempo-
ralmente, y sobre las cuales más difícilmente ejercen su
accion las sustancias destinadas á hacerlas cambiar de es-
tado. 2.” Si las cenizas son insuficientes para compensar de
momento la pérdida de sales minerales absorbibles, de nin-
gun modo pueden contribuir á hacer entrar en el terreno la
proporcion de principios que tanta influencia ejercen sobre
la vegetacion. 3.2 Si á las cenizas asociamos cuerpos que
,
puedan facilitar su absorcion, ó si para ello les hacemos
— 180 —
sufrir alguna preparacio:: prévia, y si ademas las mezcla-
mos con las otras sustancias indispensables á la vida de las
plantas, habrémos conseguido por esos artificios aprove-
charlas muy ventajosamente.
Convencidos de la insuficiencia de las cenizas como abono
capaz de producir inmediatamente todos sus efectos, y de
corresponder por completo á todas las necesidades de un
buen cultivo, algunos agricultores piensan que si se pudie-
se enterrar en los campos todo el bagazo, no sólo los caña-
verales recuperarian lo perdido, sino que áun ganarian en
cada cosecha nuevos elementos fertilizadores. — A pri-
mera visla, por el modo de presentar el asunto, se creeria
que procediendo de esa manera se lograrian los resultados
beneficiosos que se prometen; pero examinando el punto
más detenidamente, verémos cuán diferentes son los efectos.
Es cierto que la caña, al desarrollarse, vive á expensas del
aire y de la tierra, y que en el bagazo se halla gran parte
de los principios extraidos de ambos medios. Decimos gran
parte, porque cuando se exprime la caña, el guarapo arras-
tra cierta proporcion de esos principios; pero supongamos
que este líquido sólo conluviese azúcar, que en último re-
sultado podemos considerar como de orígen aéreo, enter-
rando el bagazo, por su descomposicion adquirirá el suelo,
no sólo lo que se le habia sustraido en sustancias minera-
les y orgánicas, sino áun de estas últimas aprovechará
aquellas que se hayan originado á consecuencia de los actos
de la vegetacion en conflicto con el aire. Mas para que el
bagazo pueda producir esos efectos es preciso que se des-
componga, que se pudra, y esto reclama cierto tiempo y
circunstancias especiales, durante el cual se conservará el
terreno en el mismo estado que si no se le hubiesen repar-
tidoesos residuos. Como siempre es preciso encaminar todas
nuestras operaciones á producir mucho y pronto, creemos
que enterrar el bagazo para que sirva de abono es práctica
defectuosa, pues sólo se notarán sus beneficios con el trans-
curso del tiempo, luego que sufra las alteraciones necesarias
— 181 —
para convertirse en mantillo; debiendo áun manifestar que
el bagazo enterrado tarda más tiempo del que se cree en
pudrirse si no concurren ciertos requisitos. Por otra parte,
sus efectos serán muy locales, pues no ha sido posible re-
partirlo y mezclarlo con uniformidad con todas las partículas
del terreno. Más adelante tratamos con toda etension este
particular: digamos, sin embargo, que las personas que han
expresado la idea de enterrar el bagazo fresco, sin previa pre-
paracion, quizas no se han dado una cuenta exacta de la
imposibilidad de ejecutarla. Suponiendo que se pudiese
realizar, es indudable que el bagazo se secaria más ó ménos,
y tardaria un tiempo infinito en seraprovechado por la caña.
— Afortunadamente jamas se ha puesto en ejecucion tan
desatinada práctica.
Si algun dia consiguen nuestros hacendados otro combus-
tible más económico, ó si pudiesen disminuir la cantidad de
bagazo que usan en sus aparatos de elaboracion, entónces
podrán emplear ese bagazo para fabricar las mezclas fertili-
zanies de que hemos tratado, mas nunca les convendrá
enterrarlo directamente sin haber determinado su prévia
descomposicion y sin haber completado, gracias á otras ma-
terias, la suma de cuerpos que reclama la caña para crecer
al mayor grado de apogeo, y aquellas que con más parti-
cularidad son necesarias para el ejercicio de las funciones
sacarígenas. Con más extension discutirémos este asunto
en el progreso de este libro.
Como conclusion general de estos principios, manifesta-
rémos que para abonar sus campos de modo que éstos pro-
duzcan mucho y pronto, deben los agricultores asociar á las
cenizas ó al bagazo otras sustancias que, ó completen la
composicion y propiedades de las primeras, ó faciliten la
descomposicion de este último, reemplazándolo entre tanto,
pues el bagazo, para descomponerse por completo, necesita
cierto espacio de tiempo y el concurso de circunslancias es-
peciales.
Las cenizas obran por sí mismas, directamente, por los
— 182 —
elementos propios que presentan á las plantas, y ademas,
porque facilitan la absorcion de los elementos del terreno,
gracias á las sales alcalinas que contienen, las cuales de-
terminan la disolucion de algunos cuerpos existentes en la
tierra en el estado insoluble. De modo que las cenizas son
convenientes, no sólo por las partes solubles que contienen,
sino áun por las sales que pueden disolver.
Las cenizas de las cañas deben ser siempre por lo ménos
pulverizadas ántes de emplearse como abonos. Examinando
las cenizas de la caña, cual existen en nuestros ingenios,
sin necesidad de ser químico, al ver su vitrificacion, se com-
prenderá que es de todo punto imposible que sean utiliza-
dos inmediatamente todos los cuerpos que las componen. —
En efecto, los abonos no son convenienles sino en el caso
de encontrarse en disposicion de ser absorbidos por las
raíces de las plantas. — Las cenizas producidas por el ba-
gazo hemos dicho que en parte constituian aglomeraciones
más ó ménos vitrificadas, estado que se explica conside-
rando los elementos (sílice, cal, potasa, sosa, etc.), que figu-
ran en su composicion. — Para hacer posible y acelerar su
accion en el terreno, seria importante reducirlas á polvo
impalpable, el cual, no sólo así podria alterarse con más
prontitud y obrar, por tanto, en ménos espacio de tiempo,
sino que ademas se mezclaria mejor con todas las partícu-
las del suelo, difundiendo por ellas sus elementos nutricios.
En todos los ingenios debieran existir pulverizadores de ce-
nizas, en los cuales se realizase con perfeccion ese impor-
tante trabajo. — Este mecanismo, que funcionaria durante
la zafra, podria ser movido por una transmision de fuerza,
suministrada por la máquina de vapor empleada para hacer
trabajar el trapiche. Pero, dado caso que no se pudiera
aplicar á ese uso la mencionada máquina, ni una locomo-
bila, el pulverizador podria funcionar por medio de la fuerza
animal. En la industria existen hoy infinidad de máquinas
que desempeñarian ventajosamente este oficio. — Circuns-
tancia muy importante para aprovechar las cenizas como
— 183 —
abono, es impedir, hasta el grado posible, su vitrificacion.
Esto se logra, en gran parle, extrayéndolas con frecuencia
del hogar. — El que haya comparado el estado de las ceni-
zas vitrificadas, extraidas de las fornallas con el de aque-
llas que nos suministra el bagazo quemado al aire libre,
comprenderá lo importante que es cuidar de extraer con
frecuencia las cenizas, á fin de impedir la accion continuada
del fuego sobre ellas. Basta haber visto los pedruscos que
quedan sobre la superficie de un campo abonado con las
cenizas de caña, para comprender que esas vitrias aglome-
raciones tardarán mucho tiempo en ser descompuestas y por
tanto aprovechadas.
Por ahora no pedimos más sino que se pulvericen las ce-
nizas, á fin de reducirlas á tenues partículas. — Tiempo
vendrá en que ese mismo polvo sea sometido á acciones que
lo modifiquen á fin de aumentar la facilidad de ser absor-
bido por las raíces. — Entónces, quizas, se someterá á la ac-
cion del agua, á una alta temperatura y gran presion en un
autoclave.
Para pulverizar las cenizas se podrian elegir los pulveri-
zadores que tienen un tamiz central, lo cual permite que
consigamos el polvo tan fino como podamos desearlo. Al
pulverizar las cenizas conviene mezclarlas con tierra bien
seca; de ese modo se aumenta el volúmen y se aprovechan
mejor todos sus beneficios al repartirlas uniformemente por
el terreno.
Por sus propiedades físicas, están las cenizas de caña des-
tinadas á obrar en gran parte como correctivos en los terre-
nos compactos, pues en razon de la elevada temperatura á
que se encuentran expuestas, han sufrido una verdadera
vitrificacion, y por tanto pueden ejercer una accion mecá-
nica, como cuerpos eminentemente propios para enmendar
ó corregir las propiedades de las tierras compactas. Debe-
mos, sin embargo, reconocer que pueden dar consistencia
á otros suelos.
Más adelante presentarémos el cuadro completo de los fe-
— 184 —
nómenos que se realizan en el organismo de las cañas que
crecen en un suelo compuesto exclusivamente de las sales
minerales contenidas en los tallos, es decir, en las cenizas.
Por ahora nos limitarémos á dejar manifestado que de nues-
tros experimentos resulta que las cañas vegetan en extremo
raquíticas, y que la materia verde de las hojas desaparece
casi en totalidad : entónces se presentan amarillas con lis-
tas verdes; si se siembran las cañas en una mezcla de ce-
niza de caña y de madera, el suelo es tan compacto, que
- con dificultad brota al cabo de mucho tiempo la yema, cuyo
retoño en semejantes circunstancias aparece con una fuerza
poco comun, conservando sus hojas muy replegadas. — Sin
embargo, bueno será que demos á conocer aquí, que en ótro
experimento, el cual practicamos empleando la caña crista-
lina, los primeros retoños alcanzaron dimensiones poco no-
tables, mas al cabo de algun tiempo nuevos vástagos apa-
.recieron y vegetaron con un vigor extraordinario. — Este
fenómeno nos hizo sospechar que la diferencia provenia de
que las cenizas, por los lavados efectuados por las lluvias y
riegos, habian perdido el exceso de sales alcalinas que eran
nocivas, conservando una composicion benéfica para deter-
minar el crecimiento de la caña. Con el objeto de esclarecer
este punto, sembramos cañas en cenizas lavadas, y así con-
seguimos potentes macollas. p
Las cañas sembradas en cenizas de maderas no lavadas
no nacen, porque las materias alcalinas alteran las yemas;
áun hay más : las hojas de retoños vigorosos, trasplantados
en medio de cenizas de maderas, adquieren inmediatamente
un color amarillo, el matiz verde desaparece, se marchitan
y perecen. Por las raíces penetran con impetuosidad disolu-
ciones concentradas de sales alcalinas, que en esas circuns-
tancias envenenan y desorganizan las plantas. — En esas
mismas cenizas lavadas, es decir, convenientemente despo-
jadas de la gran cantidad de sales que contienen, nace la
caña y se desarrolla bastante bien. — Nos hemos contraido
sólo al caso de experimentar la accion de las cenizas puras
— 185 —
para averiguar su influencia en el desarrollo de la caña, y
de estos experimentos no debe en manera alguna deducirse
que sea perjudicial mezclar íntimamente semeiantes cuerpos
con la tierra : sostenemos, al contrario, que es más bene-
ficioso utilizar las cenizas conteniendo todas sus sales alca-
linas, las cuales son en grado eminente propicias para la
vegetacion de la caña. Seria incurrir en el mas lamentable
error deducir de la accion nociva de un exceso de sales alca-
linas, que no sea en extremo indispensable una canlidad
apropiada de esas mismas sales para que la caña alcance
todo su desarrollo. — En efecto, cuando uniformente se di-
funden las cenizas naturales por todas las partículas del
suelo, por el solo hecho de mezclarse á una gran cantidad
de tierra, quedan en cada partícula en pequeña proporcion
y allí adheridas fisicamente ó combinadas quimicamente van
á buscarlas las raíces, absorbiéndolas en las diluidas dósis
que son convenientes para la nutricion de la planta. Siem--*
pre hemos reprobado la costumbre de dejar amontonadas
las cenizas á la intemperie, con el objeto de que se pudran,
es decir, de que pierdan con los lavados de las aguas lluvias -
gran parte de sus sales solubles. Para apreciar de una ma-
nera clara y distinta los efectos producidos por esos cuerpos
sobre la vegetacion, basta recordar tan sólo la asombrosa
fertilidad de ciertas tumbas, que más tarde pueden ser poco
productivas. — Dado el caso que no fuese posible preservar-
las de la accion del agua, al ménos se les deberia mezclar
con tierra, destinada á absorber las sales solubles, é impe-
dir así que se perdiesen. — Siempre convendria mezclar las
cenizas con tierra. — Esta mixtura, á más de precaver pér-
didas, procuraria la ventaja de hacer más fácil la igual re-
particion de las cenizas en el terreno.
Si quisiéramos definir en una concisa frase la naturaleza
de las sales minerales contenidas en la caña, diriamos que
esencialmente eran constituidas por silicatos y fosfatos al-
calinos y térreos. Es en extremo notable la cantidad de po-
tasa contenida en las cenizas de las cañas y más áun la pro-
— 186 —
porcion de sílice que encierran. — En este concepto si de-
seásemos indicar la predominancia en cantidad de uno de
los elementos de que ha menester la caña para alcanzar su
completo desarrollo, diríamos que es una planta silicófila,
tanta es la dósis de sílice que exige para que sus órganos
adquieran todo su incremento.
La sílice concurre para constituir las capas epidérmicas
de la corteza y hojas de la caña.
En general todas las plantas que producen grandes canti-
dades de almidon, goma ó azúcar, producen cenizas muy
ricas en potasa. — Áun hay más: la potasa en esas plantas
está en relacion con la cantidad de azúcar fabricada por sus
organismos. — Con respecto á la remolacha, la experiencia
ha enseñado que las que se obtienen en suelos poco ricos en
potasa, las cuales encierran en sus tejidos, por consiguiente,
pequeñas cantidades de ese álcali, aunque hermosas en apa-
riencia, suministran poco azúcar. De aquí que hoy sea un
cuidado predilecto de los agricultores añadir al terreno sales
de potasa, para conseguir así remolachas muy azucaradas.
Este hecho debe servirnos de útil enseñanza, y desde ahora,
en que aun es tiempo, debemos por todos los medios posi-
bles conservar y aumentar la cantidad de potasa contenida
en el terreno; sólo así obtendrémos robustas cañas, que
contengan jugos de mucho rendimiento.
La potasa, á más de otros oficios, entra en la constitucion
de la clorófila, lo cual explica su importancia para que se
desarrolle la caña con vigor y sea susceptible de funcionar
activamente.
Hemos dicho que se podrian emplear sales minerales, en
cantidad y formas convenientes á fin de constituir mezclas
artificiales, que presentasen la composicion de las cenizas
de la caña. — Es indudable que semejantes uniones hábil-
mente realizadas pueden ser en extremo útiles y podrian ser-
vir para añadirlas á las cenizas, acreciendo la cantidad de
abono. Para que esas mezclas, prescindiendo de las materias
carbonadas, fuesen por completo fertilizantes, á más de los
ON
cuerpos que constituyen las cenizas habrian de contener
compuestos azoados, en forma de nitratos ó de sales amo-
niacales discretamente añadidos en proporciones arregla-
das.
Las combinaciones azoadas podrian ser incorporadas ya
usando compuestos químicos, ora empleando el guano del
Perú ó el de los murciélagos, pudreta, etc.
Tomando por fundamento, al confeccionar estas mezclas,
la composicion de las cenizas de la caña y no olvidando te-
ner en cuenta así mismo la composicion del terreno, es po-
sible llegar á fecundos resultados. — Esas mezclas pueden
presentar ventajas comparadas con las cenizas, porque sus
componentes, no habiendo experimentado la intensa accion
del fuego, son absorbibles con más facilidad por las raíces
y se difunden más prontamente por todas las partículas del
terreno. — Prescindiendo de la juiciosa preparacion de esos
cuerpos asociados, es muy conveniente mezclar la mixtura
con un volúmen mucho mayor de tierra, á fin de poder re-
partirla con más igualdad por todo la masa del terreno re-
corrida por las raíces. — Esa prévia diluicion, si sufre em-
plearse tan inexacto término, facilita en extremo la reparti-
cion uniforme del cuerpo fertilizante. — En efecto, cuando
deseamos distribuir un cuerpo soluble por una gran exten-
sion de tierra, no empleariamos una disolucion concentrada
de él, sino que comenzariamos por diluirlo en bastante
agua, para que así fuese hacedero obtener igualdad en el
reparto. — En el caso de emplear abonos líquidos seria útil
beneficiar en esa forma ciertos cuerpos.
Estiércol. — Con este nombre designamos el producto que
se consigue mezclando y depositando en circunstancias con-
yenientes para la putrefacción, todos los excrementos sóli-
dos y líquidos de los animales, y materias vegetales dis-
puestas no sólo con el objeto que vayan absorbiendo y
guardando esos materiales, sino que ademas suministren
determinados cuerpos por su propia descomposicion, dando
así orígen y por resultado final una mezcla, en que se en-
— 188 —
cuentren los elementos orgánicos y minerales, originados
por los restos de animales y vegetales.
El estiércol (fumier) podria ser sin duda alguna conside-
rado como un abono completo, si tan sólo bastase para me-
recer esta calificacion y ocupar ese rango entre los cuerpos
fertilizantes, el hecho de contener todas las materias de que
han menester las plantas para desarrollarse. — En efecto,
entran en su composicion mantillo, materias animales, sa-
les de amoníaco, potasa, sosa, cal, magnesia, hierro y fosfa-
tos, carbonatos, cloruros, silicatos, sulfatos. — Mas como no
las encierra cada una en la proporcion reclamada por cada
planta destinada á desempeñar determinadas funciones;
como, por otra parte, tampoco puede restablecer igualmente
la fertilidad de campos de distinta naturaleza, es indudable
que al estiércol es preciso asociar otros elementos fertilizan-
tes, cuyo encargo será responder, sea á una falta más seña-
lada de materias en el suelo, bien á una necesidad más pe-
rentoria del organismo vegetal, dado que se desee encaminar
ó dirigir las funciones á un fin determinado. — Entónces
solamente podrá decirse que el abono es completo. — En
términos más precisos : el estiércol (fumier) normal es abono
completo con relacion á la naturaleza de los cuerpos que lo
componen, mas no lo es con respecto á la cantidad que de
cada uno de esos cuerpos contiene.
Sin embargo, debemos advertir que es el abono que más
se acerca al que en verdad debe calificarse de completo. —
Así es, que en la generalidad de los casos, cualquiera que
sea la naturaleza del terreno y las exigencias de la planta
cultivada, es el abono que mejores resultados procura. —
La clase de materias vegetales, empleadas como lechos ab-
sorbentes, la naturaleza de los excrementos, relativa á la
alimentacion de los animales, á su organizacion especial, á
sus circunstancias, etc., influyen mucho respecto de la com-
posicion del estiércol. — Con más pormenores tratamos
este importante particular en otra publicacion.
Fosfatos. — En nuestro Informe sobre el guano de los Cayos
— 189 —
de los Jardinmillos (Estudios progresivos sobre varias materas
científicas, agrícolas é tudustriales, t.I, p. 270) hemos demos-
trado con bastante extension, sirviéndonos al intento de gran
acopio de datos y variados raciocinios, la importancia gene-
ral de los fosfatos relativamente á los organismos vegetales.
— Este trabajo nos dispensa de estampar aquí las razones
y hechos que demuestran de la manera más clara y completa
el papel preeminente que desempeñan los fosfatos, no sólo
con respecto á la constitucion orgánica, esencial y funda-
mental de las plantas, sino tambien los oficios que ejercen
con relacion á sus funciones. — Si consultamos la composi-
cion de las cenizas de la caña, verémos que los fosfatos
figuran en ellas en gran cantidad. Nuestra gramínea sacarí-
gena, como ya hemos tenido ocasion de indicarlo, se distin-
gue con particularidad por la gran proporcion de silicatos y
fosfatos alcalinos y térreos que contienen sus órganos.
Con arreglo á indicaciones tan terminantes, hechas por la
naturaleza, el agricultor que desee obtener hermosas y sa-
caríferas cañas debe cuidar de devolver y aumentar al punto
conveniente la proporcion de fosfatos contenida en el suelo.
Esto lo logrará empleando con juicio el carbon animal des-
pues de hiber servido en la elaboracion de los jugos de la
caña ó en las refinerías; los huesos, el fosfato de cal fósil,
el superfosfato de cal, solo ó mezclado á otros cuerpos; el
guano de los Cayos de los Jardinillos, puro ó asociado á
otras malerias.
Habiamos comenzado una serie de ensayos acerca del uso
de estos abonos, los cuales, como otros muchos, por cir-
cunstancias desgraciadas, hemos tenido que interrumpir. —
De ellos hubiéramos podido deducir consecuencias de la
mayor importancia práctica. — Pensamos volver á instituir
esos experimentos, y en su oportunidad darémos á luz la
relacion de los resultados que hayamos obtenido : por ahora
sólo señalarémos algunos hechos que nos han parecido más
evidentes.
El superfosfato de cal, mezclado con el guano del Perú ó
— 190 —
al de los murciélagos, á la pudreta, á la sangre ó al estiér-
col, procura excelentes resultados. — El guano de los Cayos
de los Jardinillos, mezclado con el guano del Perú ó al de
los murciélagos, al estiércol, á la pudreta ó á la sangre,
proporciona grandes ventajas.
Guano del Perú. — Es una materia excelente y útil para
completar la composicion de otros abonos; mas empleada
sola, como repetidas veces lo hemos indicado, concluye por
esterilizar el terreno, y es impropia, usada con exceso, para
la formacion del azúcar en la caña, en cuyos jugos aumenta
la cantidad de materias azoadas y salinas. — Debe, pues,
aplicarse con tino y prudencia; entónces producirá grandes
beneficios; en el caso contrario será perjudicial. — El guano
del Perú, empleado solo en un terreno fértil, procurará en
los primeros años grandes y valiosas cosechas ; pero al cabo
de más ó ménos tiempo concluirá por esterilizar el terreno
al punto que será difícil volver á establecer en él sus pri-
mitivas circunstancias. — Dado caso que áun en ese terreno
depauperado sea posible obtener hermosas cañas, bajo esa
lozana y engañosa apariencia, sus tejidos contendrán poco
azúcar y estarán sujetos á enfermarse y padecer mucho
más de las influencias adversas. En nuestro Informe sobre
el guano de los Cayos de los Jardinillos, y en nuestros Estu-
dios acerca del tabaco, se encontrarán hechos que apoyan
los juicios que acabamos de manifeslar. Cuanto hemos ex-
puesto relativamente al guano del Perú se aplica, hasta
cierto punto, á la pudreta.
Guano producido por los murciélagos. — Existen en la isla
de Cuba gran número de cuevas que ofrecen un acopio con-
siderable del más rico abono. En esas cuevas, guarida de
murciélagos, se halla acumulada una materia fertilizante,
un verdadero guano, resultado de la mezcla de los excremen-
tos sólidos y líquidos, de los restos de las frutas que de
alimento sirvieron á esos animales, y de sus propios cadá-
veres. Todas estas materias, resguardadas del sol, del aire
y de las lluvias, forman una mezcla rica en principios azoa-
— 191 —
dos, carbonados y salinos. Contienen ácido úrico, urato de
amoniaco, nitratos, fosfato y carbonato de cal, sales alcali-
nas, etc. La inmensa cantidad de ese guano acopiado en al-
gunas cuevas se explica por el número de animales que allí
se han guarecido durante tantos años. Creemos que ese
abono especial podria con gran ventaja aprovecharse en al-
gunas localidades, donde produciria los mismos efectos que
el guano del Perú, habiéndose de emplear en las mismas
circunstancias y con las propias precauciones que hemos
manifestado cada vez que hemos tratado los particulares re-
lativos al abono peruano.
Grutas semejantes existen en Cerdeña y en la Argelia,
donde ya se han comenzado á explotar.
La cantidad de ese abono existente en algunas grutas es
tan considerable aquí, en Cuba, que bien podria basarse en
su explotacion un comercio muy lucrativo, en el caso de no
quererse utilizar en la misma localidad. |
Abonos verdes. — Denomínanse así los medios fertilizan-
tes que nos procuramos enterrando plantas que hayan cre-
cido en el suelo. — De esta manera, cierto es que se consi-
guen algunas ventajas, pero es preciso no exagerar su im-
portancia. En efecto, prescindiendo de las materias que esas
plantas toman del aire, el resto de sus partes constitutivas,
las fijas, las de orígen mineral, provienen del suelo; de ma-
nera, que áun dado el caso de servirnos de tan útil inter-
medio para facilitar la absorcion de las materias conteni-
das en el terreno, en suma no le agregamos nada, y por
tanto, al cabo de cierto tiempo concluirémos por esterili-
zarlo. — Los abonos verdes por sus raíces van á buscar las
materias alimenticias hasta las más profundas capas del
terreno : esas raices desagregan el suelo, facilitan los fenó-
menos de aereacion, infiltracion y capilaridad. Los abonos
verdes pueden ser arbitrios ó recursos muy ventajosos si se
emplean asociados á otras mejoras; pero de un modo exclu-
sivo no pueden sin término reemplazar los abonos y cor-
rectivos. — En las colonias francesas se ha usado con ven-
== HOZ
taja el guisante de Mascate. — En los Estados Unidos se
emplea una variedad de haba.
Parecerá inexplicable que siendo tan partidarios del uso
del mantillo démos poca importancia á los abonos verdes,
los cuales en último resultado, consisten ni más ni ménos,
en fabricar mantillo en el propio lugar en que se debe apro-
vechar. — Sin embargo, en la esencia de las cosas, no
existe oposicion ninguna en nuestras ideas. En efecto, de-
seamos fabricar y utilizar por completo el mantillo y por
tanto no podemos, en tésis general, aconsejar el uso de una
práctica defectuosa. — La fabricacion del mantillo exige que
las materias estén amontonadas y, como loda fermentacion,
ha menester para realizarse el concurso del agua, del oxí-
geno del aire y cierto calor. — La reunion de esos requisi-
tos no es prudente confiarla al acaso : es preciso disponer-
los del modo más seguro si se desea obtener un buen re-
sultado. La produccion del mantillo no siempre se obtiene
enterrando las materias vegetales : ni ese enterramiento es
regular ni tampoco se tiene la seguridad de que la humedad
y el aire promuevan en el grado que se desea la descompo-
sicion de la materias.
Por otra parte, es necesario no olvidar, como hemos apun-
tado, que el mantillo producido á expensas de la misma
tierra que se quiere abonar, no introduce en ella más que
compuestos carbonados y azoados, y en punto á cuerpos mi-
nerales, las mismas sales del terreno en otra forma. Si se
tratase de un terreno inicialmente fecundo; si la cosecha n
lo esquilmase, es indudable que del mantillo confeccionado
con sólo los recursos propios al terreno podria ser muy
útil. — Pero, si operamos en un suelo de composicion in-
completa ó que pierda sus componentes por las sucesivas
cosechas, tampoco es dudoso que los abonos verdes no po-
drian servir con beneficio como práctica de bonificacion efi-
caz. En fin, áun admitiendo que sea conveniente recurrir á
los abonos verdes para producir mantillo, siempre será
muy oportuno recoger los vegetales cultivados con ese fin,
— 193 —
y colocarlos en lugares propios para que allí se descompon-
gan por completo. En ese caso quizas seria discreto plantar
maíz precoz al voleo y luego recoger todas las matas, jun-
tarlas, etc. — Siendo el maíz tan semejante á la caña sus
residuos serian en extremo bonificantes.
Distribucion de los abonos. — l. Incontestablemente uno
de los puntos más importantes del estudio del cultivo de las
plantas consiste en discurrir los medios de suministrarles
la cantidad de alimentos más propios para que recorran con
vigor todas las fases de su desarrollo, y que por el ejerci-
cio cumplido de todas sus funciones elaboren la proporcion
más considerable del producto que deseamos conseguir. Las
plantas destinadas á permanecer durante su existencia en-
tera en un mismo sitio, de donde han de extraer todas las
materias de que han menester para su vida, exigen que el
hombre les procure, cuando faltan en el terreno en que cre-
cen, las sustancias que necesitan para desarrollarse con no-
table actividad. Y si posible fuese, ¡ cuán útil no seria elegir
los cuerpos más propios para excitar aquellas funciones más
directamente encargadas de producir las materias que anhe-
lamos conseguir, disponiendo al efecto los organismos vege-
tales! Es cierto que en los séres dotados de vida, las fun-
ciones se encuentran de tal modo enlazadas, armonizadas,
que su conjunto, variado en sus partes, llega á ser una
unidad perfecta, al punto de que cualquier cambio en una de
sus funciones naturalmente influye sobre las otras; de ma-
nera que excitándolas al mismo tiempo y en igual grado, se
consigue aumentar en todas y en cada una la accion; y
por consiguiente, obtendrémos tambien una excitación en
aquella de que principalmente esperamos los beneficiosos
resultados. Mas lo mismo que acontece con los animales se
puede lograr con las plantas; así es posible, apartándose
del estado normal de la naturaleza, por una especie de
monstruosidad, excitar una funcion en particular, haciendo
que las otras sufran un detrimento notable.
El estudio de los abonos más convenientes para la caña,
13
— 194 —
emprendido científicamente, es decir, analizando con dete-
nimiento todos los casos que se puedan presentar ó imagi-
nar, será objeto de investigaciones en extremo penosas, que
reclamarán un espacio de tiempo considerable para descu-
brir tan sólo algunas verdades. Es, en efecto, necesario in-
dagar cuáles son los abonos propios para que la caña se
desarrolle con más vigor, aumentando la proporcion de
azúcar que puede producir, y disminuyendo la dósis de los
otros cuerpos que acompañan en la savia al principio saca-
rino. En seguida es preciso determinar en qué cantidad es
más útil usarlos, teniendo en cuenta las propiedades físicas
del terreno y su composicion química, para que hagan ex-
perimentar su accion durante cierto tiempo, buscando simul-
táneamente en qué época del año, y en qué momento del
crecimiento, es más beneficioso su uso, inquiriendo ademas
si conviene ó no repetir á menudo su introduccion en la
tierra, etc. Por fin, otro de los puntos más importantes del
asunto que nos ocupa es fijar la manera más á propósito
para distribuir la materia fertilizante, para que mejor ma-
nifieste sus buenos efectos, tomando en consideracion la na-
turaleza del abono, la del terreno y la cantidad de materia de
que se disponga, etc.
Comprendemos y apreciamos perfectamente cuán impor-
tante seria para nuestra práctica agrícola el conocimiento
de esos hechos; mas ya que no nos es dado, por ahora, el
poseerlos, « no por desear lo mejor debemos despreciar lo
bueno ». Creemos habernos colocado en el verdadero terreno
en que, por ahora, deben y pueden tratarse y resolverse al-
gunos de los particulares concernientes á nuestro cultivo
principal, mostrando al intento la facilidad y conveniencia
de introducir en él aquellas mejoras más necesarias que
reclaman nuestro estado de civilizacion y nuestra posicion
económica. Así, al tratar de la fabricacion de los abonos,
hemos deseado demostrar lo útil que seria confeccionarlos
en las fincas, pues de ese modo, no sólo se obtendrian en
gran cantidad y á poco costo, sino que al mismo tiempo,
— 195 —
para prepararlos, necesilariamos aprovechar algunas mate-
rias, que léjos de procurarnos ventajas, en el estado actual
pueden acarrearnos perjuicios de consideracion. Entónces
tambien quisimos demostrar la utilidad de recoger los ex-
crementos de los animales, lo que naturalmente implicaba
algunos cuidados que en el dia, por desgracia, no se les
prodigan. En fin, tratamos de probar lo urgente que era es-
tablecer una correlacion entre todos los ramos que concur-
ren en un ingenio, que así mutuamente apoyados, propende-
rian al perfeccionamiento de cada uno en particular, lo cual
aumentaria la produccion de los capitales invertidos en la
empresa.
Continuando nuestro propósito de presentar aquellas in-
dicaciones que más útiles puedan ser en la práctica, vamos
á exponer sucintamente el conjunto de medios más adecua-
dos para distribuir los abonos en la tierra. Debemos adver-
tir desde ahora que nuestro deseo se reduce tan sólo á mani-
festar con claridad los métodos que pueden seguirse al pro-
ceder á semejante operacion. De ninguna manera podemos,
ni queremos, establecer reglas fijas, aplicables en todos los
casos, pues sólo el agricultor juicioso y entendido es capaz
de determinar, teniendo en cuenta sus circunstancias espe-
ciales, cuál es el sistema que más le conviene adoptar, justi-
preciando con acierto la naturaleza del terreno, las propie-
dades del abono, el estado y naturaleza de la planta, el
precio del abono, etc.
Los abonos pueden ser distribuidos ó repartidos de las
maneras siguientes :
1.* Incorporándolos íntimamente con el terreno por medio
de las labores ; un buen método de verificar, esto es, ir in-
troduciendo el abono en el surco á medida que se abre, y
en seguida pasar dos ó tres veces la grada ó rastra. Este sis-
tema , que en la generalidad de los casos es el más conve-
niente, presenta el defecto de ser costoso, pues requiere
para su ejecucion una gran cantidad de abono y de mano
de obra. Sin embargo, en cierto modo se realiza, si no por
— 196 —
completo en toda la extension del campo, al ménos en aque-
llas partes que más próximas se encuentran á las plantas,
mezclando el abono con la tierra al depositarlo en el surco
en que se va á sembrar. Los abonos que modifican notable-
mente las propiedades físicas del terreno, aquellos que con
especialidad están destinados á ejercer una accion directa
sobre alguno de los componentes del suelo, para hacerlos
asimilables, ó trasformarse ellos mismos en cuerpos asi-
milables, los que por su naturaleza pueden ser perjudiciales
á las plantas si se encuentran en gran cantidad en contacto
con ellas, en una palabra, los que por sí solos no pueden
servir por completo y directamente, en el estado en que se
hallan, de alimento á las plantas, son los que de preferencia
deben mezclarse con el terreno. — En cuanto á la naturaleza
delos cultivos, expondrémos que cuando se cultivan plantas
que permanecen muy juntas, cuando no se siembran en
líneas separadas, conviene bonificar toda la superficie ó me-
jor dicho todo el volúmen explotado por las plantas, repar-
tiendo por igual en toda la masa del terreno los abonos.
El punto anterior reclama algunas aclaraciones. — Los
abonos obran : 1.* cual sustancias alimenticias, de una ma-
nera directa é inmediata. — 2”. Activan la asimilacion, ha-
cen asimilables ó determinan la absorcion de principios
más ó ménos inertes existentes en el suelo. — 3”. Incorpo-
rándose con el terreno, modifican sus propiedades físicas,
mecánicamente desde luego, y en seguida por la accion que
ejercen sobre los elementos del suelo, y tambien por sí mis-
mos en virtud de sus propiedades especiales. — De estos
hechos resulta, en tésis absoluta, que la manera más racio-
nal de aprovechar los abonos, logrando todas estas ventajas,
consiste en mezclar íntimamente, del modo más perfecto,
las materias fertilizantes con los distintos elementos del
suelo, lo cual, para ser conseguido por completo, requiere,
como requisito esencial, que el abono presente una compo-
sicion uniforme. Noes ménos indudable, que el momento
oportuno de engrasar un campo es al prepararlo para la
— 197 —
siembra, en otrostérminos, ántes de realizar ésta. En efecto,
el abono no puede obrar como modificador de las propieda-
des físicas, si no se incorpora con la tierra : no le es posi-
ble hacer experimentar cambios favorables á los elementos
del suelo, si no se encuentra en íntimo é incesante contacto
con ellos; por fin, tampoco será utilizado de un modo por
completo eficaz como alimento inmediato, si no se mezcla
homogéneamente con la tierra, de tal suerte que por todos
puntos encuentren las raíces los mismos principios en las
mismas proporciones, etc. La conveniencia de homogeneidad
del terreno queda demostrada á propósito de la continuidad
de los distintos períodos de la vegetacion. (V. Preparacion de
las tierras.) —Admitiendo que el abono mezclado con la tierra
no la bonifique, aceptando aún que la combinacion que con-
trae con sus elementos no sea útil para impedir pérdidas,
siempre quedará como argumento favorable á la mezcla de
las partículas de la tierra la necesidad de poner las raices
en íntimo é incesante contacto con los principios alimenti-
cios, requisito esencial á fin de propender á la continuidad,
coordinacion y ejercicio arreglado de los distintos períodos
de la vegetacion. — La capilaridad no es suficiente para di-
fundir los cuerpos nutritivos.
La necesidad de abonar uniformente todo el espesor de la
capa labrantía recorrida por las raíces explica la utilidad
de incorporarse una proporcion de materia fertilizada muy
superior á la que se calcula pierde el terreno en cada cose-
cha.
2.” Abierto el surco, se riega sobre su fondo la cantidad
de abono que se desea emplear, se cubre con una ligera
capa de tierra, y sobre ella se siembra la caña. Este método
presenta la ventaja de forzar, por decirlo así, á las raíces
á dirigirse hácia abajo, penetrando más en las capas in-
feriores de la tierra para en ellas chupar sus alimentos. Es
útil que las raíces profundicen más de lo que naturalmente
pueden hacerlo en los terrenos que con facilidad pierden el
agua, ó en aquellos poco tenaces que no presentan bastante
— 198 —
resistencia para que esos órganos sostengan con firmeza la
planta que en ellos crece. La experiencia ha enseñado que
los vegetales resisten con tanta más fuerza los efectos de la
seca, cuanto más profundas son sus raices. El sistema que
nos ocupa puede, empero, presentar el inconveniente de
permilir la pérdida de gran parte del abono, que es arras-
trado por las aguas hácia las capas más bajas del terreno,
en lugares á donde no pueden ir á buscarlo las raíces. Cierto
es que en parte ese abono, en vez de perdido, debe consi-
derarse como una lejana reserva de materia fertilizante que
lentamente asciende en disolucion por la fuerza capilar, pues
el terreno, á ménos de no tener poco espesor la capa vegetal,
de ser poco notable su poder absorbente y de existir cor-
rientes subterráneas, retendrá en combinacion física las
materias alimenticias. — Esa tierra bonificada será más
tarde por los labores profundas, traida á la superficie.
3.” Se deposita la caña en el surco, y sobre ella se coloca
el abono solo, ó mezclado con tierra.
L.” Se cubre la caña con una pequeña cantidad de tierra, y
en seguida, despues de haber nacido, se riega el abono ásus
piés, y se cubre con tierra, de manera que el abono queda
colocado entre dos tierras. Para ejecutar con facilidad esta
operacion, se puede usar ventajosamente el arado pequeño
de una sola vertedera, tirado por un buey.
5.” Depositar el abono al pié de las macollas sin cubrirlo
con tierra es en extremo vicioso, porque no sólo se pierde
parte del abono, sino que ademas, no estando éste en con-
tacto íntimo con el terreno, no puede haber reaccion entre
ellos. — En efecto, cuando se deposita el abono sobre el
suelo, sólo puede esperarse que produzca su accion, merced
al agua, la cual disolviendo los principios solubles, los hace
penetrar por infiltracion : de manera que los efectos del
abono estarán subordinados á su solubilidad, á la cantidad
de agua, á la frecuencia de los riegos, á la permeabilidad de
las capas del terreno, etc. Por otra parte, si el abono se
descompone al aire, y origina, sin embargo, cuerpos sus-
— 199 —
ceptibles de ser utilizados por la vegetacion, se experimen-
tarán pérdidas, y áun los mismos fenómenos (calórico y
electricidad), que acompañan ó determinan esas reacciones,
son perdidos. Es indudable que en el seno de la tierra se
efectúan acciones lentas con el concurso del calórico y de la
electricidad. — En fin, el abono superficial propende al
desarrollo de las raíces en las capas más superiores del
suelo, lo cual no siempre es ventajoso.
6. Algunos agricultores, para repartir el guano del Perú,
acostumbran hacer un hoyo por medio de un jan 6 estaca
en el centro de la macolla de caña, y allí introducen el
abono, que en seguida cubren con tierra. Este sistema es
defectuoso, porque limita á un pequeño espacio de terreno
la esfera de accion de la materia fertilizante, de la cual natu-
ralmente disfrutan ménos las plantas. En vez de propender
á que las raíces se desarrollen separadamente en distintas
direcciones para que así recorran mayor superficie de ter-
reno, al contrario, hasta cierto punto las hace dirigirse al
centro comun, en que se halla depositado el abono. Por fin,
la Operacion en sí es muy costosa, pues reclama para ser
ejecutada una gran inversion de mano de obra. — Sin em-
bargo, en algunas circunstancias es preciso apelar á este
medio, por defectuoso que parezca comparado con otros.
7.2 El método cuya exposicion emprendemos, en extremo
ingenioso, se funda en una observacion fisiológica bastante
curiosa. En diferentes ocasiones se ha observado, y variados
experimentos han probado, que las plantas poseen una pro-
pension manifiesta, un instinto, por decirlo así, que enca-
mina sus órganos alimentadores hácia aquellos lugares en
que pueden encontrar las materias más propias para el ejer-
cicio de sus funciones. — Las observaciones siguientes bas-
tarán para establecer con seguridad la existencia de esa
especie de instinto vegetal. Cuando se siembran plantas en
potes, algunos jardineros acostumbran, para impedir la
rápida evaporacion del agua contenida en la tierra, enterrar
esos recipientes en el suelo. — Al cabo de cierto tiempo,
— 200 —
cuando se descubre y levanta el vaso, se verá, muchas veces,
que las raíces de la planta que en él se cultiva han salido
de la capacidad que las contenia, por el agujero inferior de
desagúe que se practica en todos esos potes. Esas raíces á
menudo se desarrollan de una manera tan notable, que es
dificil levantar la maceta. — Un hecho más general, y que
fácilmente puede observarse en multitud de casos, es la dis-
posicion que manifiestan las raíces de las plantas á pene-
trar profundamente en la tierra, ó á extenderse lateralmente
en busca de las capas de terreno que contienen mayor pre-
porcion de agua : observaciones que á menudo pueden
hacerse examinando las raíces de las palmas, que crecen á
orillas de los rios ó cerca de los pozos; fenómenos que tam-
bien presentan gran número de otras plantas en las mismas
circunstancias : por ejemplo, el trigo entónces posee raíces
de más de tres metros de largo. —Se han practicado varia-
dos experimentos para demostrar de diferentes maneras esa
tendencia directiva en busca de los alimentos, colocando
éstos ya á grande distancia de la planta, ora separándola de
ellos por medio de obstáculos, los cuales tenian que salvar
para llegar á las materias que solicitaban; y en ámbos
casos la experiencia ha confirmado la verdad de los hecho s
que se trataban de establecer.
Para abonar los campos fundándonos en la observacion
anterior, si las plantas se siembran en líneas ó hileras, poco
distantes unas de otras, se traza un surco intermedio, y en
él se deposita el abono, el cual por consiguiente sirve para
alimentar los dos lados correspondientes de las plantas que
se encuentran sembradas en las dos hileras en cuyo centro
se halla. Cuando las plantas se siembran en surcos sepa-
rados por distancias un poco considerables, se abre un surco
á las 8 6 10 pulgadas de cada lado del surco en que se
siembra, y en él se deposita el abono; en seguida, volviendo
con el arado en direccion opuesta, se cubre con tierra.
Este método de abonar está en grande estimacion en Ingla-
terra, y produce muy buenos resultados. — Estamos conven-
— 201 —
cidos de que este procedimiento seria, en la generalidad delos
casos, en extremo útil emplezdo en el cultivo de la caña,
pues, gracias á él, se lograria excitar el desarrollo de las
raíces, y que así recorriesen mayor espacio de tierra, pres-
cindiendo de que el solo hecho del mayor desarrollo de las
raíces trae consigo como consecuencia, el aumento de nú-
mero de bocas absorbentes. — En otro lugar hemos tratado
de demostrar que la absorcion es proporcional á la superficie
absorbente, en igualdad de circunstancias. Ese espacio de
tierra naturalmente les suministraria cierta cantidad de
alimentos, á más de los que encontrarian al llegar del de-
pósito de abono. Creemos oportuno añadir que para que este
método produzca todos sus efectos, es conveniente que se
agregue un poco de abono sobre la misma caña para favo-
recer el desarrollo de las raíces, que, miéntras más potente
sea, en más corto tiempo recorrerán el espacio que las se-
para del lugar en que se encuentra depositada la materia
fertilizante. — Debemos advertir que siempre á pesar de
cuanto acabamos de manifestar, consideramos el sistema de
repartir con uniformidad el abono, y de incorporarlo con
la tierra, como el mejor y más conveniente á todas luces,
produciendo todos sus efectos en su mayor amplitud. — En
cuanto á la época más oportuna para proporcionar el abono
á las cañas, suponiendo que se juzgue provechoso proveer
á los órganos durante su desarrollo, es necesario disponer
las cosas de manera que la materia fertilizante sea suminis-
trada á la planta en los primeros tiempos de su crecimiento,
para que así, estimuladas sus funciones, se originen nue-
vas raíces y retoños. — Si el abono fuere empleado durante
el segundo tercio de la vida de la caña, podria promover el
desarrollo extemporáneo de retoños, que no vegetarian en
las condiciones precisas para alcanzar un crecimiento no-
table.
Debemos repetir que cuando se quiere proceder con
acierto es indispensable abonar uniformemente todo el volú-
men de la capa labrantia que recorrerán las raíces. — Se-
— 262 —
mejante engrasamiento debe hacerce ántes de realizar las
siembras, áfin de que la materia fertilizante de ese modo
difundida y mezclada con homogeneidad á todas ias partí-
culas de la tierra, desempeñe por completo todos sus ofi-
cios. — De esta manera la caña se desarrollará progresiva-
mente sin experimentar interrupcion de ningun género en
su crecimiento, siempre y cuando coexistan otros requi-
sitos.
II. Hemos dedicado las líneas anteriores á presentar el
punto importante que discutimos en el aspecto más gene-
ral, exponiendo el conjunto de medios á propósito para dis-
tribuir los abonos. Volvemos á ocuparnos del mismo asunto;
mas en este lugar pretendemos examinarlo con más porme-
nores, manifestando los procedimientos mecánicos que pudié-
ramos poner en ejecucion para aprovechar por completo y
con economía los abonos más comunmente empleados en el
cultivo de la caña.
La mayor parte de los abonos, susceptibles de ser utiliza-
dos en el cultivo de la caña, pueden ser suministrados á la
planta por uno delos cuatro medios siguientes: 1.” Mezclán-
dolos uniformemente con todas las partes del terreno, lo
cual se consigue efectuando una distribucion igual, y por la
accion de las labores practicadas posteriormente. — 2.* Colo-
cando, al ejecutar las siembras, el abono en el surco, sobre
ó debajo de la semilla. — 3.” Enterrando las materias ferti-
lizantes en un surco intermedio equidistante de las líneas
entre las cuales se encuentra. — 4.* Por fin, es posible colo-
carlo á los lados de las mismas líneas, trazando al efecto
surcos con objeto de recibirlo.
Para ejecutar estas diversas maneras de distribuir el abo-
no, por fuerza se tiene que emplear uno de los dos sistemas
siguientes: en el primero se hace intervenir la fuerza y la
destreza humanas ; en el segundo se apela á medios mecá-
nicos. El primero de estos sistemas, á más de ser en extre-
mo costoso por el número de los jornales en él invertidos,
presenta el inconveniente de no producir por lo comun un
— 203 —
trabajo igual; — no así el segundo, que no sólo es econó-
mico, sino que ademas proporciona una regularidad en ex-
tremo propicia á la reparticion uniforme del abono, y por
tanto, á su aprovechamiento. — Veamos cómo se practican
estas operaciones.
1. La distribucion uniforme del abono por toda la super-
ficie del terreno se logra determinando de antemano la ex-
tension del terreno y la cantidad de abono que en él se desea
esparcir; dividiendo la cantidad del abono por el número de
varas cuadradas que compone el terreno, se conocerá la pro-
porcion correspondiente á cada vara. Teniendo en cuenta la
distancia á que puede lanzar un obrero el abono, se esta-
blecen montones de un tamaño tal, que cada uno contenga
la cantidad de abono correspondiente á las varas cuadradas
en que debe distribuirse. Otro medio consiste en trasportar
el abono por medio de grandes carretas, é introducir éstas
en el'terreno; se colocan hombres armados de palas en la
parte posterior de los vehículos, cuyos individuos van lan-
zando el abono, y otros obreros vienen detras corrigiendo
las irregularidades. — 2.” En cuanto á la distribucion de los
abonos, cuando se les coloca en los surcos en los momentos
de sembrar la caña, se consigue haciendo montones en el
cañaveral, de los cuales se toman las materias fertilizantes
para repartirlas en los surcos. En este trabajo se emplean
canastas, y conviene que haya un número suficiente de ellas
para que sean llenadas, unas miéntras que las otras se en-
cuentren en manos de los otros obreros, encargados de dis-
tribuir el abono. — 3.” Cuando se deposita el abono en sur-
cos medios ó laterales, se le transporta de las guarda-rayas
al cañaveral usando sencillamente la fuerza humana.
Con el objeto de evitar los inconvenientes anexos á la dis-
tribucion uniforme del abono, realizada de la manera que
acabamos de manifestar, se han inventado máquinas que á
la vez que procuran una notable economía de mano de obra,
producen una gran uniformidad en la distribucion. De todos
los aparatos propuestos, el que más favor alcanza hoy, y el
— 204 —
que ha merecido en todos los países la aprobacion de los
agricultores, es el distribuidor de abonos, imaginado por
Chambers, perfeccionado y construido por Garret. El distri-
buidor de abonos fué inventado con el objeto de depositar
sobre el terreno, en capa uniforme y en la cantidad conve-
niente, los abonos pulverulentos, como el guano natural ó
artificial, el carbon animal, etc., los cuales, atendiendo á su
precio y naturaleza, deben emplearse con discernimiento.
Más adelante se perfeccionó la máquina, y hoy se puede dis-
poner de manera que con ella se reparta con regularidad
toda clase de abonos, cualesquiera que sean sus propieda- -
des físicas. Seria difícil hacer comprender en todos sus por-
menores la construccion de semejante útil sin el auxilio de
las láminas necesarias; por este motivo nos limitarémos por
ahora á manifestar quela máquina se reduce, en último resul-
tado, á un carro, dispuesto de tal modo, que á medida que se
traslada de un punto á otro va distribuyendo el abono, el
cual desciende por medio de un mecanismo en relacion con
las ruedas motoras, y ántes de ser proyectado á la tierra, es
dividido y desmenuzado por la accion de dos cilindros y
peines. El aparato está construido tan perfectamente, que
no ofrece entorpecimientos de ningun género en sn marcha;
ademas se puede graduar la distribucion, y por fin, se man-
tiene limpio merced á mecanismos que desempeñan sus
oficios miéntras que está en accion. Por medio de esta inge-
niosa máquina se consigue esparcir el abono en cantidad
uniforme por la superficie del campo, y en seguida las labo-
res lo mezclan con todas las partes del terreno ; concluyendo
las acciones atmosféricas por establecer la homogeneidad
deseada. La sucinta é incompleta descripcion que acabamos
de presentar del distribuidor de abonos es suficiente para
hacer comprender la economía que se realiza en la mano de
obra, la regularidad que se consigue en el reparto, y la faci-
lidad de graduar la cantidad de abono que se esparce en la
tierra.— Ademas del distribuidor de Chambers, existen otros,
construidos por Robillard, Huicque, etc., los cuales, aunque
— 205 —
ménos perfectos en su disposicion, gozan de cierto aprecio
entre los agricultores (42).
Apreciando las circunstancias reunidas en el distribuidor
de Chambers, hemos creido que seria fácil modificar ligera-
mente el mecanismo, y emplearlo entónces para depositar el
abono en los surcos al tiempo de sembrar la caña. La única
alteracion que seria preciso introducir en él, consistiria en
limitar el espacio por donde tiene que salir el abono, dán-
dole una extension igual al ancho del surco. Así se lograria
que en un tiempo dado cayese en el surco abierto la canti-
dad de abono deseada. Para poner por obra la operacion, se
comenzaria por colocar en el carro el abono; en seguida se
introduciria el vehículo en el cañaveral, de manera que su
cama quedase sobre el surco, y cada una de las ruedas se
deslizaria por el espacio comprendido entre las zanjuelas;
puesto en movimiento, á medida que avanzase, el abono, pa-
sando por un conductor, seria depositado en el surco. Es
evidente que la misma operacion se haria ántes ó despues
de colocar la caña en el surco. Quizas seria fácil completar
la máquina anterior disponiendo un mecanismo á propósito
para cubrir con tierra la semilla sobre la cual se hubiese
derramado el abono.
En el caso de colocar el abono en surcos laterales, traza-
dos cerca de las líneas de caña, lo cual creemos sobre todo
conveniente en el segundo año de cultivo, habria que em-
plear un carro más estrecho, de manera que pudiese atra-
vesar,sin perjudicar la caña, el intervalo comprendido
entre las líneas. — Depositada la materia fertilizante en
el pequeño vehículo, se dirigia el abono por medio de
un conductor ligeramente inclinado hácia los surcos abier-
tos.
Hoy dia casi todos los hacendados abonarian sus campos
si tuviesen materias fertilizantes en cantidad suficiente, y si,
ademas, pudiesen acarrearlas y repartirlas con economía.
Los medios que acabamos de indicar permiten que se apro-
vechen mejor esas sustancias nutritivas, repartiéndolas con
— 206 —
regularidad, y depositándolas en los puntos más próximos
á los órganos encargados de absorberlas.
El dia en que se reduzca la extension de nuestros campos,
se podrá pensar en abonar por completo toda su superficie;
pero hoy semejante operacion seria en extremo costosa. —
La única que, á nuestro modo de ver, puede practicarse con
economía, aunque no reuna tanta ventajas, es la distribu-
cion del abono en los surcos al tiempo de sembrar, ó la de
depositarlo en surcos laterales, para cuyos trabajos es con-
veniente emplear máquinas que aceleren y regularicen la
ejecucion de ellos.
Abonos líquidos. — Para exponer con algun órden, y en
cierto modo de una manera completa, cuanto se refiere á
los abonos líquidos, pondrémos sucesivamente de mani-
fiesto : 1. Su naturaleza. 2.” Señalarémos los motivos que
nos inducen á considerarlos como fayorecedores, excitantes
y conservadores de la fertilidad del suelo, y en este concepto
demostrarémos que no siendo abonos completos, no pue-
den desempeñar semejante papel, y por tanto, no hacen
inútil, ántes al contrario, reclaman perentoriamente la dis-
tribucion uniforme de los mencionados abonos. 3.” Indica-
rémos los requisitos que es conveniente reuna el terreno
para que se usen útilmente, y al mismo tiempo determina-
rémos en qué condiciones extremas se aplican con ménos
inconvenientes. 4.” Darémos á conocer los cultivos que con
más provecho los utilizan, designando los períodos del des-
arrollo de las plantas, en los cuales se les debe distribuir,
segun el clima, naturaleza del vegetal, el género de producto
que nos propongamos obtener, etc. 5. Estudiarémos cuanto
se refiere á su confeccion. 6.? Por fin, entrando particular-
mente en el terreno de su aplicacion inmediata, detallaré-
mos los diversos medios y procedimientos que se emplean
para distribuirlos.
La idea de emplear abonos líquidos, ó expresándonos con
más propiedad, el uso de las materias fertilizantes inter-
puestas ó disueltas en el agua, es una aplicacion inmediata
e O
de las circunstancias demostradas convenientes para la
difusion de los cuerpos alimentosos por todas las partículas
del terreno. Debemos, sin embargo, reconocer que mucho
ántes que la ciencia hubiese demostrado la causa de seme-
jante fenómeno, ya se practicaba la bonificacion de los cam-
pos por medio del agua, enriquecida con cuerpos suscep-
tibles de promover y activar el desarrollo de las plantas,
pues ya con anterioridad la experiencia habia comprobado
sus beneficios. Partidarios de este modo de distribuir y
proporcionar á las plantas los alimentos de que han me-
nester para desarrollarse en alto grado, deseamos poner en
completa evidencia sus ventajas, señalando sus inconve-
nientes, y manifestando en qué casos pueden ser aprove-
chados con beneficio, y cuáles son las circunstancias que
originan efectos nocivos, ó al ménos poco útiles.
Multitud de análisis químicos, verificados en diversas cir-
cunstancias, demuestran que los abonos líquidos contienen,
en la generalidad de los casos, y en mayor ó menor propor-
cion, segun podia preverse teniendo en cuenta su orígen,
amoniaco, carbonato de amoniaco, sales amoniacales de la
serie úlmica, materias orgánicas azoadas, nitratos, sales
amoniacales no volátiles, óxido de hierro, cal, magnesia,
potasa, sosa, ácidos silícico, fosfórico, sulfúrico, carbónico
y cloro. Ademas, y necesariamente, otros cuerpos, que se
demuestran con el auxilio de análisis especiales, como lo
probarémos en el lugar y tiempo oportunos. La presencia
y proporcion de estas sustancias varía segun la naturaleza
de las materias de que provienen, las manipulaciones que
se les han hecho sufrir para prepararlas, su más ó ménos
diluicion en el agua, etc. A primera vista, si sólo tomáse-
mos en consideracion la presencia de los cuerpos que aca-
bamos de indicar, podriamos creer que los abonos liquidos
eran completos, es decir, que contenian en cantidad conve-
niente todas las materias capaces de responder á las dis-
tintas y variadas necesidades de la economía vegetal; y en
efecto, á semejante resultado se llegaria, si no para todas,
— 208 —
al ménos para muchas de ellas, si se repitiesen con gran
frecuencia los riegos fertilizantes; pero, como para conse-
guir fin tan satisfactorio respecto de uno ó más cuerpos, ha-
bria que emplearlos todos simultáneamente, podria suceder,
en ciertos casos, que de otros hubiera un gran exceso, el
cual, ó trastornaria la marcha de las evoluciones de la plan-
ta encaminadas á un fin determinado, ó produciria pérdi-
das: por tanto, en ámbos casos se nos originarian perjui-
cios. Si todos los materiales que entran en la confeccion de
los abonos líquidos pudiesen en esas condiciones disolverse,
al ménos en el punto de vista de la composicion química,
el abono seria completo; mas no sucede semejante hecho :
siempre quedan residuos insolubles, que encierran elemen-
tos fertilizantes. Si siempre fuese posible, ya que no disuel-
tos, al ménos interpuestos, distribuir esos residuos, áun el
abono químicamente con respecto á su composicion cualita-
tiva podria considerarse completo; pero esto no es hacedero
en todas circunstancias. A reserva de ampliar el punto más
adelante, estamparémos aquí que para apreciar bien los
efectos de los abonos, es necesario considerarlos mecánica,
física y químicamente.
En la mayor parte de las circunstancias, sobre todo con
relacion á los cereales y otras gramíneas, no contienen los
abonos líquidos la cantidad de sílice y de fosfatos que exi-
gen la organizacion y funciones de esas plantas; los cuales,
por fuerza, es preciso suministrarlos de otro modo. — Pero
admitiendo que el terreno sea por naturaleza muy fértil, en-
tónces no hay duda de que el abono líquido encontraria
su complemento en la tierra, la cual, proporcionando de
continuo, sin tregua, descanso ni reparacion, sus principios
útiles á una lozana y viciosa vegetacion, pronto los perde-
ria y quedaria esquilmada.
El abono líquido debe, pues, colocarse entre los más po-
derosos excitantes, y como tal, está llamado en el mo-
mento oportuno, y empleado en la dósis conveniente, á
promover y estimular el rápido desarrollo de todas las
==
plantas, y especialmente el mágico, por decirlo así, ereci-
miento de algunas.
En otro lugar hemos tratado de demostrar como los abo-
nos normales y completos, á más de su objeto especial de
proporcionar alimento á las plantas, deberian ser apreciados
como modificadores de las propiedades físicas del suelo.
Examinando la materia en este concepto, áun suponiendo que,
ya simultáneamente, ó en tiempos diferentes, nos propusié-
semos, teniendo presentes los principios minerales conte-
nidos en las cenizas, suministrarlos todos á las plantas en
las cantidades convenientes, dado caso que aún se emplea-
sen en la forma más adecuada para que se realizase la ab-
sorcion, siempre quedarian aún motivos para estimar la
forma usual de los abonos. Estos suministran lentamente,
en los momentos oportunos y de un modo continuo, los
cuerpos alimentosos en la mejor forma para ser absorbidos;
ademas procuran ácido carbónico, que disuelve ó facilita la
disolucion de algunas materias. — Por otra parte, los fenó-
menos mismos que acompañan esas reacciones que se veri-
fican en la tierra, son útiles para promover otras, y origi-
nar compuestos asimilables ó modificaciones particulares
en determinados cuerpos. Por fin, y éste es un argumento
de gran importancia, las materias que sirven para prepa-
rar los abonos líquidos requieren, en cualquier forma que se
apliquen, que se les añadan otros cuerpos, para que así
ofrezcan la'suma de alimentos indispensables á las plantas.
Estas razones bastan para demostrar cómo los abonos lí-
quidos, no siendo completos, no pueden del todo reempla-
zar los que merecen colocarse en tal calegoría.
Pero se nos responderá, y al parecer con fundamento :
« Puesto que los abonos líquidos no son un abono com-
pleto, ni áun considerados con respecto á las materias de
que provienen; puesto que ésas, manipuladas y empleadas
de otro modo, desempeñan servicios de mayor entidad,
¿para qué apelar á aquellos? En efecto, á primera vista
todas las razones militarian á favor de los que así discur-
14
— 210 —
riesen; pero si se reflexiona que los abonos líquidos no ex-
cluyen ni dispensan del uso de los otros; si, ademas, se
tiene en cuenta que esos líquidos obran por las materias
fertilizantes y por el agua que las disuelve; si se recuerda
que se hallan en el mejor estado para ser absorbidos con
rapidez y en el momento oportuno; si, por otra parte, no se
olvida cuán fácil es suministrar semejante abono á las plan-
tas, siendo en algunos casos, si no el único, al ménos el más
conveniente á todas luces, se verá que en determinados requi-
sitos debemos aplicarlos, seguros de obtener resultados en
alto grado beneficiosos. — Por no saber apreciar bien todas
las circunstancias en que se realizan los fenómenos, muchos
agricultores han deducido de hechos bien comprobados por
la experiencia, que los abonos líquidos, al ménos para el
cultivo de ciertas plantas, eran completos. — En otro lugar,
al tratar del estiércol, hemos demostrado que niáun eseabono,
que muchos estiman como normal y completo por excelencia,
gozade lales propiedades: por su composicion química cuali-
tativa podrá serlo, mas si se consideran la naturaleza delos ter-
renos y las necesidades de todos y cada uno delos organismos
vegetales, fácilmente se vendrá en conocimiente de que en
todas circunstancias no es abono completo; con frecuencia
habrá que apelar á materias fertilizantes especiales para
responder á todas las exigencias del terreno y de la planta.
Las mejoras en agricultura, miéntras más adelantadas ó
perfeccionadas sean, permitansenos estas impropias califi-
caciones, exigen más imperiosamente, para mostrar sus be-
neficios, el concurso de las demas, para que así aunadas,
se fortifiquen mutuamente, y concurran en su tiempo y gra-
do relativo al fin armónico que se desea conseguir. De aquí
que el uso de los abonos líquidos no muestre todas sus
ventajas sino cuando natural ó artificialmente existan ó se
establezcan todos los requisitos que presiden y constituyen
la fertilidad de los terrenos. Antes de aplicar los abonos
líquidos, es de todo punto necesario comenzar por corregir
las propiedades físicas del terreno, y restablecer su composi-
A
cion química, fines que se consiguen por medio del drenage,
labores profundas, desagregracion del sub-suelo, correctivos
y abonos; arbitrios todos á los cuales será preciso recurrir
segun la naturaleza de terreno, apropiándolos á ella. No de-
bemos usar los abonos líquidos hasta tanto que no haya
sido posible establecer las circunstancias de la fertilidad del
terreno en su más completo grado. Pero suponiendo que no
haya sido hacedero bonificar el terreno, y que éste natural-
mente sea muy arcilloso, si en él las aguas no fluyen con
facilidad, el abono líquido, léjos de ser útil, puede ser per-
judicial. Si el terreno es arenoso, el abono líquido produci-
rá buenos efectos, mas éstos nunca serán comparables á los
que se hubiera conseguido si de antemano se hubiese co-
menzado por corregir sus propiedades físicas y abonarlo.
Considerando los abonos líquidos como excitantes y sos-
tenedores de la vegetacion y fertilidad del suelo, es incon-
cuso que su aplicacion bien entendida debe ser conveniente
á todas las plantas; todas experimentarán su benéfica in-
fluencia, en mayor ó menor grado, segunlas circunstancias del
terreno, el clima, y más que todo, con relacion al género de
producto que estén destinadas á formar en su organismo,
siempre y cuando se les administre ó procure en el momen-
to oportuno y en las dósis más propicias al fin quese desea
alcanzar. Estos abonos son en extremo provechosos en el
cultivo de los cereales, nabos, remolachas, coles, y muy par-
ticularmente proporcionados á las plantas que se cultivan
por su tallo para forraje, con especialidad el joyo (ray-grass).
Son de tal naturaleza los resultados que se consiguen en
este último cultivo, que muchos agricultores, fundándose
en hechos tan admirables, han considerado los abonos li-
quidos como suficientes para mantener indefinidamente la
fertilidad del suelo, el cual, á su entender, continuaria en
todo tiempo ofreciendo las mismas cosechas. Bien es verdad
que otros muchos, más experimentados y previsores, han
establecido una bien estudiada rotacion de cultivos, han fer-
tilizado sus terrenos, y áun al usar los abonos líquidos, em-
— 212 —
plean como auxiliares el guano del Perú, los huesos, el es-
tiércol, las cenizas, etc. — Los abonos líquidos pueden apli-
carse con beneficio asombroso á todos nuestros cultivos;
mas los que están destinados á recibir en mayor grado sus
bienes, rindiéndonos ópimas cosechas, son las plantas for-
rajeras, el millo, la yerba de Guinea, el maíz, etc., y tam-
bien la caña de azúcar. — Cuanto se refiere al uso de los lí-
quidos fertilizantes en el cultivo de las plantas forrajeras
será estudiado más adelante con la justa extension; por
ahora sólo deseamos poner de manifiesto cuán útil es, em-
pleado en el cultivo de la caña, á cuyo efecto, partiendo de
algunos experimentos, señalarémos ciertos hechos, los cua-
les conviene tener presentes para dirigirnos en la práctica.
Antes de sembrar la caña, por fuerza se debe comenzar por
disponer el terreno, verificando en él todas las enmiendas
y mejoras que ampliamente hemos indicado otros veces:
desde el momento en que se siembra la caña, se puede prin-
cipiar á administrar los abonos líquidos, pues entónces áun
que no se encuentre la planta en el estado de desarrollo
más propio para aprovecharlo de un modo completo, siem-
pre, al recibirlo el terreno, se apoderará de los cuerpos fer-
tilizantes, y los guardará almacenados, para suministrarlos
más tarde á las raices. Para mejor determinar los hechos,
conviene añadir que dado el caso de que el terreno sea muy
fértil, si sobrevienen lluvias oportunas ó si se riega con fre-
cuencia, entónces, comparando los resultados que se obten-
gan con aquellos que se manifiesten en otro campo seme-
jante y próximo, regado con abonos líquidos, la diferencia
será, quizas, poco notable en ciertos casos, mas siempre el
último campo parecerá más frondoso; pero cuando indefec-
tiblemente resaltará por complelo y en su mayor grado la
utilidad del modo de distribuir los abonos que venimos es-
tudiando, será despues del córte. Si entónces se remueve la
tierra y se le riega con el abono líquido, se ve, por decirlo
así, crecer la caña, los más lozanos y frondosos retoños bro-
tan con una fuerza insólita, los tallos se desarrollan con ra-
— 213 —
pidez; en una palabra, se obtienen cañas superiores á las de
planta ó primer córte. Los que hayan desenterrado una cepa
de caña despues del córte, y que con detenimiento y jui-
ciosa atencion hayan examinado ese tejido enmarañado de
largas y ramificadas raíces, podrán explicarse el rápido cre-
cimiento de la caña, la cual por esos numerosos orgános
con rapidez y amplitud absorbe las materias de que ha me-
nester para su desarrollo. Las raíces de las cañas obran,
ademas, mecánicamente, facilitando el escurrimiento del
abono líquido; esa penetracion en el suelo lo pone en con-
tacto con todas las partículas de la tierra, las cuales, en
virtud de la propiedad admirable que tienen de absorber y
guardar los cuerpos fertilizantes, se apoderan de ellos para
suministrarlos á las plantas lenta y gradualmente, á medida
que las nuevas raíces se ponen en contacto con ellas. Esa
misma bonificacion general del terreno excita el desarrollo
de las raíces.
Las materias que sirven para fabricar los abonos líquidos
son los excrementos sólidos de hombres y animales, y las
contenidas en las cloacas de las grandes poblaciones. —
Estas materias, para ser empleadas con beneficio, deben ser
sometidas, convenientemente diluidas en agua, á una fer-
mentacion prévia, la cual da orígen á determinados produc-
tos solubles, trastornando el órden de combinacion de los
cuerpos generadores. — Una vez que se ha conseguido este
fin, se les mezcla con agua en proporciones relativas á la
naturaleza de la planta cultivada, á la frecuencia del uso
que de él se piensa hacer, etc. — Respecto de las aguas de
las cloacas, aunque éstas contienen los mismos elementos
fertilizantes, y por tanto se les debiera tambien hacer ex-
perimentar una fermentacion anterior á su uso, sin em-
bargo, se aplican en el estado en que se hallan, por manera
que conservan, si no en totalidad, al ménos en gran parte,
la naturaleza química que poseian al ser arrojadas de
cuerpo animal. — Algunos agricultores, al aprovechar
las aguas de las cloacas, han notado que los cereales, y ¿un
— 214 —
las plantas forrajeras, se encaman ó tienden; efecto, á
nuestro entender, no especial á semejantes aguas ni á los
abonos líquidos, sino resultado de la falta de armonía de
todos los elementos que deben concurrir en cualidad y canti-
dad á la alimentacion de las plantas.— Todas las materias que
contengan un exceso de sales amoniacales, dado el caso de
que el terreno no suministre sales minerales en la cantidad
suficiente, notablemente sílice y fosfatos, producirán iguales
resultados.
Para distribuir los abonos líquidos de un modo uniforme
se emplean diversos métodos, los cuales, en úllimo resul-
tado, son los mismos que si se tratase de regar con agua.—
Vamos ligeramente á enumerarlos, reservándonos presentar
más tarde un exámen detallado de cada uno, y entónces
pondremos de manifiesto sus ventajas respectivas. 1.” Se
usan todos los procedimientos practicados para llevar ácabo
el regadío por canales descubiertos ó zanjas, á cuyo efecto
es preciso comenzar por mezclar á las aguas destinadas al
riego las sustancias fertilizantes que nos proponemos apro-
vechar. 2.? Por medio de palas particulares se toma el lí-
quido contenido en un medio tonel, y se arroja con violencia
en todas direcciones, de tal modo, que con un pocode maña
caiga dividido en gotas en forma de lluvia : para ejecutar
esta operacion se trasporta el abono en una gran pipa, de
cuyo recipiente se vierte en el medio tonel, el cual se ya
cambiando de lugar, llenando y vaciando hasta que todo el
terreno quede regado por completo y con uniformidad, al
punto que cabe hacerlo por los medios puestos en accion.
3.7 Empleando pipas particulares colocadas en carros, de
cuya capacidad pasan los líquidos á mecanismos distintos,
que los hacen caer ó derramar en el terreno á medida que
recorre el carro la superficie : este procedimiento es del todo
semejante al que se emplea para regar las calles. — Estos
carros distribuidores de abonos líquidos pueden arreglarse
de manera que la reparticion sea uniforme y más ó ménos
abundante, segun se desee. — Los aparatos que merecen
— 215 —
especial mencion son los de Thompson, Stratton, Chandler,
Vidalin, etc. 4. Por fin, se establece un sistema tubular
subterráneo; así se puede hacer circular el líquido en ca-
nerías dispuestas al intento y á impulso de la presion nece-
saria, natural ó creada, de tal suerte, que por medio de
llaves colocadas á las distancias oportunas, á las cuales se
adapten tubos flexibles ó mangueras, sea fácil regar toda la
superficie del campo.
Seouías. — Recanío. — FRESCURA DE LOS TERRENOS. — La
caña, por su propia naturaleza, por las circunstancias que
requieren las funciones encomendadas á sus órganos, re-
clama constantemente cierto grado de humedad en el suelo
para mantener sus tejidos en estado sano, y que así se des-
arrollen con lozanía, elaborando el azúcar en la cantidad
deseada por el agricultor. — Vamos á demostrar cuán ne-
cesario es el concurso del agua en todos los períodos del
desarrollo de las cañas, para que recorran sus órganos todas
las evoluciones por las cuales tienen que pasar ántes de
llegar á su apogeo de crecimiento, desempeñando oportuna-
mente todas sus funciones. :
Cuando se deposita en una tierra seca un trozo de caña, si
no sobreyienen lluvias oportunas, ó no se efectúan riegos
á proposito, la yema, léjos de desarrollarse', se deseca, y
puede perecer con tanta más facilidad cuanto más tierno sea
el tallo, más dividido se encuentre, ménos cubierto por la
tierra, etc. Es imposible que se realice el crecimiento de la
yema sin el auxilio de la humedad. — Una vez que la
yema ha pasado por todas las fases de su desarrollo subter-
ráneo, cuando aparece la planta sobre la superficie de la
tierra, si no recibe oportunamente los beneficios del agua,
crece mal, sus hojas se marchitan, se secan, y al cabo de
cierto tiempo la vida cesa de animar al vegetal. — Si en la
época en que comienza la gramínea á encañar ó entallecer
le faltan las lluvias indispensables, los cañutos se forman y
crecen mal; son más cortos; los nudos se hallan más aproxi-
— 216 —
mados, por consiguiente el leñoso se encuentra en mayor
proporcion ; la hojas se sostienen unas á otras, no se des-
prenden con facilidad; el retoño aparece forrado en paja,
fecto que tambien se produce cuando no se desyerba bien
el campo en el momento oportuno ; el tamaño total del tallo
es menor, se queda la caña, es decir, se detiene en su creci-
miento, pues no sólo le faltan los alimentos extraidos del
suelo por las raíces, sino que, ademas, no se verifican las
reacciones que deben realizarse en las hojas y al traves de
la corteza; los órganos foliáceos se desecan en mayor ó
menor grado, y al fin el mismo tallo se enferma ó perece.
Ademas, las cañas no matean en su oportunidad ni en el
grado conveniente, y dado el caso que ahijen, los renuevos
son raquíticos. — De todas maneras, si más tarde, cam-
biando las circunstancias, renace la planta y adquiere
nuevo vigor, se nola una diferencia manifiesta entre los ca-
ñutos formados durante el período de seca, y los que se des-
arrollan luego que han variado las condiciones meteoroló-
gicas : aquellos siempre son más cortos, y éstos presentan
dimensiones más considerables. — En los momentos de
llegar la caña casi al apogeo de su desarrollo, cuando co-
mienza á torcer la gabia, es decir, cuando se prepara á arrojar
el gúin, que sostendrá la flor, si no sobreyienen lluvias,
este órgano no coronará con su hermoso penacho el tallo
de la caña, entendiéndose, sin embargo, que el gúin ni es
señal de desarrollo ni de completa madarez. — En resúmen :
las cañas que durante su crecimiento han sufrido grandes
sequías, se desarrollan mezquinamente, contienen ménos
jugos, y éstos encierran ménos azúcar y mayor proporcion
de principios extraños ; fenómenos en parte dependientes de
la variedad de caña cultivada y de otras circunstancias. —
Aclaremos áun más uno de estos puntos. — A consecuen-
cia de las sequías la serie de transformaciones que se rea-
lizan en el organismo de las cañas, las cuales no tan solo con-
curren al aumento de la cantidad de azúcar por ellas origi-
nada, sino tambien á la depuracion fisiológica de los jugos,
===
se detiene ó se desvia de su curso normal : de todas mane-
ras el rendimiento es menor y los jugos se elaboran con difi-
cultad. — Por este motivo, en los terrenos expuestos á
sufrir todos los efectos consiguientes á las sequías, se nota
que en los años en que los riegos celestes no acaecen con
frecuencia, las cañas no maduran, sus jugos contienen poco
azúcar y son de difícil elaboracion; por el contrario, en los
años en que llueve en los momentos oportunos, las cañas
llegan á su apogeo de desarrollo, maduran, sus jugos en-
cierran mucho azúcar, de donde con facilidad se extrae. —
Estos fenómenos se manifiestan en los terrenos colorados, de
polvillo y de piedras, por lo comun muy calcáreos. — No
hacemos mencion de los males originados por las sequías
despues de la siega ó córte de las cañas, porque de ellos nos
ocuparémos más adelante con todo el detenimiento necesario.
Sin embargo, manifestarémos aquí que los retoños se desar-
rollan mal; sus cañutos son cortos, leñosos ; las hojas se
desprenden con dificultad, los tallos se hallan forrados en
paja, no maduran, etc. En estos requisitos, cuando sobre-
vienen las lluvias pueden producirse retoños aéreos : entónces
conviene despajar el campo, á fin de evitar el fenómeno.
Consideramos que el riego, por sus efectos directos é in-
directos, es el complemento más ineludible de todas y de
cada una de las mejoras agrícolas, de suerte que en ningun
caso podemos creer que sea posible reemplazarlo por com-
pleto. — En ciertos climas, tratándose de cultivos especiales,
es insensato prescindir de él. — Sin embargo, no es difícil,
hasta cierto grado, contrarestar los males originados por las
sequías recurriendo á arbitrios que á su vez hacen más be-
neficiosas las consecuencias del regadío y de las demas mejo-
ras; de suerte que, en todos los requisitos posibles, es
necesario cuidar de establecer en el suelo ese provechoso
estado.
El observador más superficial habrá notado que en todos
los terrenos no sufren igualmente las plantas los efectos de
las sequías : fácil le habrá sido convencerse de que, segun
— 218 —
la clase de terreno, cambia la influencia ejercida por la falta
de agua. Existen naturalmente terrenos que conservan una
dósis tal de humedad, que en ellos, sin reflexion, á primera
vista, se juzgaria que reciben los vegetales riegos continuos,
á pesar de encontrarse sometidos á la accion de una seca di-
latada. Hemos tenido ocasion de admirar, durante la seca
que acabamos de sufrir, plantíos de caña tan frondosos, que
con dificultad hubiéramos admitido que atravesaban circuns-
tancias tan desastrosas. La causa de este fenómeno sorpren-
dente se explica recordando la propiedad que poseen ciertos
terrenos de conservar en todas las estaciones la cantidad de
agua necesaria para que se realicen cumplidamente todas
las funciones de la economía vegetal : propiedad esencial,
conocida con el nombre de frescura de la tierra, de la cual
nos ocuparémos con gran extension en nuestras Notas acerca
de la agrología cubana.
Presupuesto este punto, demostrada en ciertos terrenos la
existencia normal de un conjunto de circunstancias, que
aunadas le disponen á contrarestar las sequías, ¿no es in-
dudable que todos los cuidados del agricultor deben propen-
der á crear, en cuanto sea posible, ese estado de cosas, em-
pleando todos los artificios requeridos para acercarse al tipo
de terreno fresco? ¿No es más racional que en vez de con-
sumirnos en deseos de riegos celestes, ya que no podemos
procurarnos los beneficios del regadío, ni que tampoco po-
damos regularizar el acaecimiento de las lluvias, tratemos
de prepararnos para combatir en parte los males que nos
originan las secas? Esto se consigue por medio del drenage,
practicando labores profundas, rompiendo ó desagregando
el sub-suelo, aumentando, en lo posible, el espesor de la
capa labrantía, bonificando el terreno merced á los abonos
y correctivos, arrejacando los plantíos, sembrando á la pro-
fundidad conveniente, aporcando los piés, escardando las
siembras, eligiendo la variedad de caña más adaptable á las
circunstancias del terreno, y en ésta la mejor caña para se-
milla, sembrando en sazon y en la época del año más pro-
>
— 219 —
picia, etc. Segun la naturaleza de los terrenos, será preciso
asociar, variar ó extender la aplicacion de esos medios, ob-
teniéndose, por fin, en mayor ó menor escala los beneficios de-
seados. En los límites de nuestra propia experiencia, podemos
citar un hecho bastante notable. Un cuarto de caballería de
tierra fuéalzado contodaperfeccion, yá bastante profundidad,
empleando el arado de una sola vertedera; más tarde, ántes
de proceder á la siembra, se cruzó con un arado del país, y
acto continuo fué surcado, poniendo en obra un arado de
doble vertedera : en el fondo del surco se colocó la semilla,
y sobre ella se arrojó un poco de abono ántes de cubrirla con
tierra. Nacida la planta, más tarde se arrimó tierra á sus
piés, y se arrejacó por completo en dos ocasiones el inter-
valo que mediaba entre las líneas, usando al efecto un arado
pequeño tirado por una sola bestia. Sobrevino la seca, que
duró cinco meses, y entónces, comparando ese pequeño
campo con los inmediatos, que no habian sido sembrados
en terrenos tan bien preparados, ni sus plantíos habian sido
tan bien atendidos, se notó que la caña no sólo se habia
conservado sin ofrecer marchitas ni áun las extremidades
de sus hojas, sino que, ademas, se hallaba crecida á un
erado al cual las otras se encontraban muy léjos de alcan-
zar: ademas, la primera habia ahijado ó mateado con fuerza,
miéntras que la segunda ofrecia hijuelos de poca considera-
cion y mal nutridos; sus cañutos eran mayores y más igua-
ies unos á otros.
De todo lo expuesto resulta que en un buen sistema de
cultivo se encuentra, en parte y hasta cierto límite, el se-
creto de conservar ó hacer nacer la frescura en los terre-
nos, en el grado que comporte su naturaleza, y al punto á
que extendamos los medios de producir los efectos desea-
dos. Si los lectores recuerdan las ideas que hemos manifes-
tado en otras ocasiones, se convencerán de que al hacer ad-
quirir frescura al terreno, nos proporcionamos otras venta-
jas de no pequeña consideracion. — En cuanto á la explica-
cion racional de estos hechos, tenemos que referirnos tam-
— 220 —
bien á nuestras anteriores publicaciones, pues de lo contra-
rio, tendriamos que exponer de nuevo las materias que en
esos lugares hemos presentado.
Suponiendo que el agricultor se encontrare en condiciones
propicias para establecer el regadío, preciso será llevarlo á
cabo, y regar los plantíos tantas veces como lo reclamen
para crecer con vigor, no debiendo nunca olvidar el hacen-
dado que la caña es una planta á la cual le es igualmente
perjudicial la extremada humedad ó una falta absoluta de
agua : le es necesario un grado de frescura permanente. —
Los momentos oportunos de regar se determinan atendiendo
á la naturaleza de la planta, á las propiedades del terreno y
á las circunstancias meteorológicas. — En cuanto á todo lo
que atañe á la regular reparticion de las lluvias durante las
diferentes estaciones del año, nos ocuparémos, á propósito
de los bosques, en discurrir los medios de alcanzar ese re-
sultado (43).
LA CAÑA ES UNA PLANTA DE REGADÍO. — Verdad sabida de
niños y no ignorada del más inculto africano es que la caña
no vegeta con vigor ni áun siquiera vive, sino acaecen
oportunas lluvias durante los distintos períodos de su des-
arrollo. — Las sumas que ha perdido el país por la funesta
accion de las sequías asciende á billares de onzas de oro,
de suerte que nuestro propósito de demostrar que la caña
es una planta de regadío podria ser juzgado como rematada
insensatez. Por desgracia, existe otra mayor y es la de des-
plegar, si sufre decirse así, la más inteligente diligencia en
hacer crecer la caña en requisitos contrarios á todas las
leyes de su vegetacion y complacerse anualmente en perder
mucho dinero.
Conviene y es menester, que, de una vez y para siempre,
nos entendamos clara y formalmente respecto del fin que
deseamos alcanzar al emprender el cultivo de la caña : ó la
cultivamos con el objeto de obtener copiosa cantidad de
jugos riquísimos en azúcar cristalizable, ó nos proponemos
e
conseguir cientos de millones de toneladas del más costoso
y poco calorifico combustible.
Si formamos el primer designio, á más de otros requisi-
los, es indispensable suministrar á la caña el agua que con-
tiene en sus tejidos y ademas aquella proporcion que le sea
necesaria para recorrer las diferentes fases de su desarrollo,
de tal suerte que todas y cada una de sus funciones se rea-
licen ordenadamente en el tiempo y grado oportunos. —
Entónces una caballería de tierra producirá mil cajas de
azúcar; nuestra riqueza, por lo ménos, se duplicará, y este
país no será ya la Perla de las Antillas, sino el Eden del
mundo, pasmo y suspension de extranjeros y mansion ven-
turosa de sus habitantes.
Si nuestra más ardiente y firme determinacion consiste
en procurarnos bagazo, no tenemos que introducir varia-
ciones en nuestro actual sistema de cultivo, pues cuanto en
él se practica nos conduce infaliblemente á conseguir leño-
sas cañas, conteniendo poco jugo pobre en azúcar. De esta
manera una caballería de tierra seguirá produciendo cien
cajas de azúcar, y aun esa misma miserable y vergonzosa
cosecha será insegura. Continuando por tan lamentable via
por fuerza llegarémos al precipicio, donde se abismará nues-
tra riqueza y civilizacion. :
En el capítulo anterior hemos esbozado el cuadro de los
desastrosos efectos consiguientes á las sequías; en éste nos
proponemos volver á exponer algunos de esos particulares,
manifestándolos con más detalles y sacándolos á luz en
otra forma, la cual, quizas, permitirá que se comprenda me-
jor su prominente importancia.
La caña de planta normalmente debe contener, por tér-
mino medio, 70 por 100 de agua. Fijemos un número menor
en el supuesto de cañas muy maduras y admitamos 65 por
100. Esa candidad de agua demuestra indubitable, peren-
toria y terminantemente, sin necesidad de ninguna otra
prueba ni argumento, la urgencia absoluta de suministrár-
sela á la caña, pues, no pudiendo crearla, es de todo punto
— 292 —
evidente que tiene que tomarla de la tierra. El que quiera
embelesarse de admiracion contemplando el chorro de gua-
rapo, debe comenzar por regar sus campos, y en sus manos
está prepararse momentos felices. Ninguna planta nos in-
dica de un modo más concluyente la precision de regarla.
Si fuera posible que la caña recorriese todos los períodos
de su vegetacion en cinco meses, no hay duda alguna que
se la habria comprendido entre los cultivos que se realizan
durante las aguas, y jamas la plantaríamos en la seca. —
Siendo esto cierto, ¿no es, por ventura, evidentísimo, más
claro que el sol, que debemos siempre mantener las aguas
todo el año, regando cuando falten las lluvias, puesto que
por fuerza tenemos que conformarnos con la organizacion
de la caña, no pudiéndola cambiar?
Si en vez de considerar el agua que contiene la caña en
su último término de crecimiento, apreciamos la que se
halla en los primeros períodos de su desarrollo, veremos
que la proporcion de líquido relativamente á los sólidos es
muchísimo mayor. — El agua de imbibicion y la corres-
pondiente á las disoluciones que constituyen los liquidos
nutricios, es mayor en peso en los momentos de formarse,
constituirse y perfeccionarse los órganos. — Esto explica
como faltando el agua sea imposible que los órganos de la
caña se formen ni que lleguen á un estado completo de cre-
cimiento, desempeñando en todo su auge sus diversas fun-
ciones en la oportunidad y grado convenientes. — Cuando
se determina el agua en órganos tiernos en via de desarro-
llo, la proporcion de ella es mucho mayor que aquella exis-
tente en los órganos completamente crecidos.
De las investigaciones de Nageli (Sachs, Traité de botani-
que), se deduce que cierta cantidad de agua es indispensa-
ble para el desarrollo y organizacion interna de la membrana
celular y de la misma celulosa. — Creciendo todos los cuer-
pos orgánicos por intususcepcion se comprende la necesi-
dad del agua para que se realice el fenómeno. — De donde
se deduce que todo desarrollo es imposible ó imperfecto
— 223 —
sino concurre la precisa cantidad de agua, — Más tarde los
órganos ya formados no podrán conservarse fisiólogica-
mente ni tampoco desempeñar sus peculiares funciones sin
el concurso arreglado del agua. — El agua contribuye á la
produccion de los fenómenos directamente desempeñando
un oficio activo é indirectamente creando su requisito esen-
cial.
Debemos, así mismo, advertir que esa candidad de agua
no permanece estacionariamenle en la caña : de continuo
se evapora y se renueva, de tal suerte que, si la caña pose-
yese transparencia, nos asombraria la rapidez de las cor-
rientes que la atraviesan. — Si fuera posible condensar so-
bre las hojas, en forma líquida, el agua que por ellas se
evapora, las veriamos completamente cubiertas de gotas de
sudor, que chorrearian. — La caña prepara el azúcar con el
sudor de sus hojas.
La sola consideracion de la cantidad de agua que debe
contener en sus tejidos la caña conducida al trapiche, basta
para demostrar que es de todo punto ineludible la urgencia
de suministrársela.
La sobredicha cantidad de agua, por grande que nos parez-
ca, no es más que una pequeñísima fraccion de los torrentes
acuosos que extraen las raíces de la tierra, y que despues
de recorrer todos los órganos de la caña se evaporan por
las hojas. Y entiéndase que ese enorme consumo de agua
Do es un fenómeno de secundaria importancia : constituye
la esencia misma de toda la vegetacion, como vamos á tratar
de demostrarlo.
Comparando la exigua yema, origen de la macolla, con el
número y peso total de los tallos que sucesivamente se van
desarrollando con una exuberancia de vigor inimaginable,
con facilidad reconocerémos que nuestra gramínea sacarí-
gena prepara en un corto espacio de tiempo una gran can-
tidad de materia vegetal. Supuesto que la caña crece en
breve espacio de tiempo, relativamente al peso de los cuer-
pos producidos, por la fuerza y materia en ejercicio, es
— 294 3
evidente que su nutricion es en extremo activa y continua.
— Esa excesiva y rápida energía en el cumplimiento de
las funciones encargadas de hacerlas tomar incremento,
constituyendo todos sus órganos, é impulsando la activi-
dad de sus oficios, exige imperiosamente una grande, im-
petuosa y continua absorcion de materias extraidas del
suelo y del aire por las raíces y por las hojas. — La suc-
cion por las raices de cuerpos tan indispensables se realiza
en disoluciones muy diluidas. Admitiendo que estas von-
tengan ménos de tres de materia sólida por mil de agua,
resulta un consumo diario de líquido en extremo conside-
rable. El agua que penetra en la economía, sirviendo sólo
de vehículo á los alimentos, concluye por llegar á las turgen-
tes y espléndidas hojas donde se realiza su exhalacion 6
evaporacion en la atmósfera, desprendimiento ó esparci-
miento conocido con el nombre de transpiracion. Considé-
rese la cantidad de caña que vive en una hectárea y se po-
drá juzgar el gran consumo de agua á que tiene que abas-
tecer la tierra, sólo en el concepto de la alimentacion por
las raices.
De aquí se deduce que miéntras mejor se cultive, ha-
biendo mayor número de más frondosas cañas en la misma
extension de tierra, mayor será la cantidad de agua que
será preciso suministrar al terreno, pues por fuerza ésta
tiene que ser proporcional al consumo. Acontece en este
particular lo mismo que sucede cuando con juicio se procura
agua á una poblacion : es necesario calcular cierto número
de litros por cabeza. La cantidad de agua evaporada por las
hojas es proporcional á la idoneidad de todos los requisitos
que armoniosamente deben concurrir para que se desarrolle
la caña.
Pesando, por una parte, la cantidad de caña producida, y,
por otra, la del agua evaporada, á fin de que se cumplan
todos los fenómenos de la vegetacion, se verá que por el
organismo de la caña pasa durante el curso de su vida mu-
chas veces su peso de agua. — Este hecho nos demuestra
» — 2235 —
cuán diluidas son las disoluciones absorbidas por las raíces,
pues, si fueran concentradas, supuesta la gran cantidad de
agua que recorre el organismo de la caña, evaporándose
por las hojas, la planta sacarígena se encontraria bien
pronto completamente petrificada. — Más adelante expon-
drémos con relacion á este particular algunos hechos que
de él se deducen.
Si á la desecacion del terreno por la alimentacion de las
cañas agregamos la que se produce por la evaporacion na-
lural y directa al aire libre, se comprenderá cuán impor_
tante es reemplazar el agua á medida que desaparece : de
lo' contrario la caña no podrá alimentarse normalmente ó
concluirá por perecer. — Ademas de entrar directamente
en la constitucion esencial de los tejidos de la caña y-de
servir de vehículo á los alimentos, el agua es descompuesta
y sus elementos concurren al cumplimiento de ciertas reac-
ciones químicas.
Con frecuencia nos hemos complacido en demostrar la ab-
soluta necesidad de no interrumpir el curso progresivamen-
te graduado, ordenado y uniforme del aumento orgánico
de la caña. — Es imposible que semejante fenómeno se rea-
lice normalmente sin que de continuo vaya recibiendo la ca-
ña la suma de todas y de cada una de las materias de que
ha menester para su desarrollo. No puede haber acrecenta-
miento orgánico sin introduccion proporcional de materia,
y la cantidad de esta que gana cada dia la caña, es decir, su
aumento de peso, proviene exactamente de los cuerpos in-
geridos. — En efecto, plantamos caña y comienza el retoño
á tomar incremento. Los cañutos en los primeros tiempos
son cortos : luego van adquiriendo mayor tamaño : en se-
guida durante cierto tiempo ostentan con bastante regula-
ridad sus dimensiones naturales : más tarde principiarán á
disminuir hasta que se detiene el crecimiento. — El cuidado
del agricultor debe consistir en disponer las operaciones de
cullivo tan justa y atinadamente proporcionadas, que de ese
modo se constituya el mayor número posible de grandes é
J
— 226 — -
iguales caiutos. — Se puede apreciar el tamaño del cañuto,
áun cubierto, considerando las dimensiones de las hojas :
ámbos órganosson necesariamente proporcionales. — Cuando
las cañas llegan á su último período de desarrollo, la lámina
ó limbo de las hojas disminuye de tamaño correspondiendo
en esa época á más pequeños cañutos. — En las vigorosas
edades de su vida posee nuestra preciosa gramínea el más
opulento follaje, presentando en su conjunto una extensa
superficie transpiradora por la cual se evapora profusa-
mente el agua, que conduce los alimentos extraidos de la
tierra por las raíces. A medida que van creciendo los cañu-
tos y perfeccionando su desarrollo, las funciones de las ho-
jas disminuyen, hasta que despues de haber desempeñado
sus encargos concluyen por secarse y desprenderse. — Por
tanto, miéntras mayor sea la dimension del tallo maduro ó
sencillamente libre ó descubierto, menor será el número de
hojas y consiguientemente la superficie de transpiracion,
disminuyendo así mismo en proporcion la cantidad de ma-
terias consumidas por el tallo y extraidas de la tierra por
las raices. En ese período de madurez poca agua se evapora
por ias hojas. El agua se evapora tambien al traves de la
corteza del tallo, lo cual determina por fuerza una corriente
directa de la raíz á la corteza. — Cuando con esmero se cul-
tiva una caña, es posible concluir por tener en plena madu-
rez casi todo el tallo, quedando en su cima sólo un pequeño
bouquet de hojas de reducidas dimensiones.
Hasta aquí sólo nos hemos referido á las funciones espe-
ciales de las raíces y aquellas que llenan las hojas como ór-
ganos de sencilla eliminacion. — Con respecto á las funcio-
nes de las hojas en el concepto de la nutricion, vemos que
el agua les es indispensable; desde luego, para mantenerse
fisiológicamente activas, sin que se alteren sus tejidos, y des-
pues porque las funciones de las hojas son proporcionales
á sus dimensiones propias Y á la de todos los demas órga-
nos y funciones de la economía. — Desde el momento en
que las raíces cesen de funcionar tampoco las hojas podrán
e o PE
desempeñar sus encargos. La absurcion del ácido carbónico
y su descomposicion durante el dia, la absorcion del oxí-
geno durante el dia y la noche y el desprendimiento del
ácido carbónico en ésta, todo disminuirá, se trastornará ó
cesará por completo. — Debemos advertir, como más ade-
lante lo expresamos, que la verdadera respiracion general,
es decir, de absorcion de oxígeno y de combustion, se realiza
tanto durante el dia como en la noche, y probablemente en
el dia, á la luz, la absorcion del oxígeno es mayor, áun
cuando las as muestren lo contrario.
Veamos lo que acontece cuando sobreviene una sequía y
que hay perturbacion en las funciones.
La caña habia comenzado á crecer normalmente, y si las
condiciones eran favorables los cañutos adquirieron pronto
sus dimensiones naturales guardando, entre sí, sucesiva-
mente bastante regularidad en sus proporciones. — Mas
falta el agua, conductora de alimentos y alimento por sí
misma, y al instante principian los cañutos, faltos de mate-
ria para acrecer, á nutrirse lenta é incompletamente, y por
tanto disminuyen de tamaño. — Sus reducidas dimensiones
y su número, mejor que ningun aparato registrador, nos
muestran las consecuencias y duracion de la sequía.—Acon-
tece en esas circunstancias lo mismo que si se hubieran
cortado las hojas correspondientes á semejantes cañutos; ó
á lo que se nota cuando, en otros países, por falta de calor
disminuye la fuerza vegetativa. — Igual fenómeno se produ-
ciria colocando á la sombra una macolla de caña que hu-
biera comenzado su crecimiento al sol. — Lo mismo se ma-
nifiesta en las cañas que viven rodeadas de yerbas adventi-
cias. — En una palabra, en todos los casos en que se mi-
nora el crecimiento, se verifican con mayor ó menor ampli-
tud iguales hechos y la inspeccion de la caña traza la histo-
ria de las condiciones en que ha vivido. — No existe en el
país ni un solo hacendado que deje de reconocer la necesi-
dad de chapear el campo, y sin embargo no se cuidan de una
E y O
operacion que en último resultado les preservaria del mismo
mal evitado con el chapeo.
Cuando queremos expresar las consecuencias de las se-
quías, en su menor grado, usamos un término de propie-
dad dudosa, que puede envolver un error. — Decimos que
la caña se queda, como si en realidad se detuviese ó suspen-
diese su crecimiento para conlinuarlo en tiempos más favo-
rables. En ese sentido no es exacto; pero sí lo es cuando se
quiere dar á entender que en definitivo alcanza menores di-
mensiones en el mismo tiempo de vegetacion. — En efecto,
no hay ni puede haber semejante paralizacion. — El cañuto
no se detiene en su formacion para continuarla más tarde en
mejores condiciones : su lento desarrollo prosigue sometido
á la abstinencia mas ó ménos grande en que vive, y llega así
y todo á un reducidísimo tamaño. — De esta manera todos
los esfuerzos de la vegetacion quedan fabrilmente perdidos
durante ese período productor de cañutillos secos y leñosos.
— Y no se crea que la interposicion de esos leñosos inter-
nudos no tiene una desastrosa influencia sobre el desarrollo
de los que se formen más tarde. — Esos cañutos anormales
trastornan la regularidad y extension de los siguientes pe-
riodos de la vegetacion. — No es dudoso que esos verdade-
ros toletes interpuestos dificultan el movimiento natural de
los líquidos que circulan en la caña con la mayor rapidez.
— Es cierto que si la caña vive despues en buenas condicio-
nes, los cañutos que entónces se forman concluyen por re-
cobrar sus dimensiones naturales iguales, poco mas ó mé-
nos, á las que tenian ántes de desarrollarse sometidos á la
accion de la sequía; pero si esta ha sido muy larga la caña
crecerá, en un tiempo dado, ménos en tamaño total y se
quedará pequeñuela. Así mismo contendrá mayor cantidad
de leñoso y poco jugo, pobre en azúcar cristalizable. — En
otros términos, no madurando no llegarán sus guarapos á
la perfeccion fisiológica. — En ellos se mantendrá siempre
el azúcar incristalizable. — A más de escaso rendimiento, la
defecacion será difícil.
id
— 229 —
Hemos supuesto que cambiasen favorable y continua-
damente los requisitos en que vive la caña. — Mas seme-
jante hecho no siempre se realiza. — Aquí no hay órden
ninguno en el acaecimiento de las lluvias. — Despues de una
gran sequía llueve con más ó ménos frecuencia y en seguida
es posible se presente otra carestía de riegos celestes, más
corta en duracion pero siempre nociva para el crecimiento
de la caña, que en definitivo se halla expuesta á desarro-
llarse con la mayor irregularidad sujeta alternativamente á
falta de agua.
Si se quiere quela caña crezca mucho y bien, es preciso que
siempre, sin ninguna interrupcion, viva alimentándose idó-
neamente y que nunca disminuya la cantidad de materias
nutritivas que necesita para su incremento.
Para poder apreciar mejor este asunto, cuéntense los ca-
ñutos formados durante la seca; midanse y se verá, admi-
tiendo por término medio, en cañas regulares, doce centí-
metros por cañuto el gran trozo de caña que se ha perdido
por no haberse desarrollado en buenas condiciones.
Tomemos por ejemplo una caña que no sea ni áun me-
diana : supongamos que sea casi de inferior calidad. —
Principia á crecer en condiciones de pequeña fertilidad y en
requisitos atmosféricos tambien poco favorables. — Llega
al punto de desarrollo en que sus cañutos poseen 9 ¿ centí-
metros de largo. Entónces principia la sequía, y el primer
cañuto inmediatamente formado en esas circunstancias tiene
6 £ centímetros; el 2.”, 3 centímetros; el 3.?”, 2 centímetros.
— No contemos los cañutos que han disminuido de largo á
medida que arreciaba la seca ni aquellos que fueron au-
mentando en tamaño lenta y gradualmente luego que,
acaeciendo lluvias, recuperaba la caña su primilivo vigor.
— Consideremos sólo los que se hallan en la zona corres-
pondiente á la sequía en toda su intensidad. — Contemos
desde el 2.9 hácia arriba y tendremos 17 cañutos que en to-
talidad miden 29 centímetros. — El cañuto 18 ya tiene ma-
yores dimensiones (4 ¿); el 19 (63); el 20 (8 1), y el 21, en
— 230 —
fin, presentaba exactamente 9 ¿ centímetros. Estaba, pues,
restablecida la caña. — Pues bien : 17 cañutos supuestos de
93 centímetros hubieran constituido 1”,615 de caña exce-
lente en vez de 29 centímetros de leñoso. Por otra parte, si
el desarrollo tambien hubiera sido natural, en lugar de
17 cañutos, en ese mismo espacio de tiempo se habrian for-
mado, por lo ménos, 27, y en tal supuesto 27 < 9,5 = 2”,56
de caña. — Esa dimension compone precisamente 3 va-
ras, es decir, dos trozos de caña, que hemos perdido por
completo, pues en su lugar tenemos 29 centímetros, riquí-
simo en leñoso y pobre en jugos.
La resistencia de la caña á la sequía formándose esos le-
ñosos cañutillos es lo ménos malo que puede acontecer, pues
con frecuencia muere la caña, y el campo con mayor ó me-
nor extension queda demolido. — La zafra disminuye por la
menor cantidad de caña que hay y ademas porque los jugos
son defectuosos en su composicion. — Tan poco maduran
los tallos que viven entre yerbas como aquellos que se des-
arrollan con falta más ó ménos absoluta de agua. Al año si-
guiente es preciso hacer nuevas siembras, y en fin, es un
verdadero desastre.
¿Es posible determinar la cantidad de agua que necesita
la caña para recorrer todos y cada uno de sus períodos de
desarrollo? Existen medios de alcanzar con mas ó ménos
aproximacion ese dato, y más adelante los expondrémos.
Entónces podrémos fijar la cantidad proporcional de agua
necesaria para obtener un correspondiente desarrollo de la
caña, supuesta la coexistencia completa de todos y de cada
uno de los demas requisitos indispensables para que se rea-
lice el fenómeno.
La cantidad de agua suministrada por cada riego y la fre-
cuencia de éstos, son circunstancias muy relativas á los re-
quisitos propios y locales, permanentes ó transitorios del
terreno. — Para juzgar con acierto la cantidad de agua que
sea conveniente emplear en cada caso y el número de veces
que sea útil repetir los riegos, sin recurrir á experimentos,
— 231 —
la más sencilla observacion de los fenómenos naturales bas-
tará para resolver el problema. — Anótese la frecuencia de
las lluvias : la cantidad de agua caida en metro cuadrado;
examinese cómo decrece la vegetacion de la caña luego que
faltan los riegos celestes; pondérese la desecacion del ter-
reno y se tendrán los datos más esenciales para determinar
la cantidad de agua que sea preciso suministrar á la caña y
el intervalo de tiempo que debe separar la sucesion de los
riegos, á fin de que se cumplan arregladamente en todo su
apogeo sus funciones. — En otros términos : los riegos de-
ben reemplazar por completo las lluvias más provechosas
en intensidad y frecuencia.
A nuestro entender, la caña, en Cuba, en la generalidad
de los casos, necesita un riego, por lo ménos, cada diez dias, y
ha menester en cada riego mil metros cúbicos de agua por
hectárea.
Cuando se establezca el regadío será preciso, sobre todo
no pudiendo disponer de gran cantidad de agua, resolver si
conviene ó no adoptar el sistema de regadío por aspersion.
— Este es el método más elegante que se conoce para apro-
vechar una cantidad determinada de agua.
Algunos á primera vista podrán creer que es más caro que
cualquier otro sistema de regadío, costando, sin embargo,
lo mismo y produciendo en seguida beneficios de mayor con-
sideracion. — La única precaucion que será necesario no
olvidar, es la de regar por la mañana ó por la tarde y nunca
en las horas en que el sol calienta sobremanera.
Con una fraccion pequeñísima de la suma que se pierde
anualmente por caballería de tierra quedaria planteado á per-
petuidad el sistema de regadío y la cosecha aumentada y so-
bre todo asegurada.
Pero « para regar son necesarias aguas, y no las tene-
mos », dirán algunos. De cuantas objeciones se nos pudiese
oponer, ninguna nos habria pasmado más. En efecto, el
más superficial viajero, al reconocer la isla, se asombraria
precisamente de la abundancia de agua que tenemos, y
— 232 —
con seguridad atribuira la ausencia de riegos á olros mo-
tivos.
Bañan nuestran tierras más de cien rios de caudaloso y
áun navegable curso; numerosos afluentes vierten en ellos
sus líquidos tributos. La naturaleza se esmeró en disponer
los tres mayores en cada uno de los departamentos; dió al
oriental el Cauto, concedió el Sagua al central, hizo merced
del Cuyaguateje al occidental. Plugo al cielo que rios, ar-
royos y cañadas serpenteasen el territorio por mil encon-
tradas vueltas, ordenando que muchos retrocediesen, ya
próximos á mezclar sus límpidas corrientes con las saladas
ondas, alejándose de ellas é internándose hasta llegar á su
orígen; circulan confiados por entre hombres que nunca
enturbiaron sus cristalinas aguas. Indignados de nuestro
desden, no escaso número se sumerge y continúa escon-
dido; otros permanecen en las más profundas cavernas, sin
que su existencia nos preocupe.
Nos fueron otorgados fértiles pozos, que subterráneos
rios mantienen inagotables.
Tenemos con profusion espaciosas lagunas y numerosos
lagos subterráneos.
En sin cuento de maravillosas grutas, de pintorescas cris-
talizaciones, existen manantiales inexhaustos.
Dispuso nuestra sábia madre en varias comarcas valles
pequeños, donde sin gran esfuerzo humano podrian depo-
sitarse las aguas pluviales, cual lo prepararon, con gran
trabajo, los antiguos al construir sus renombrados reci-
pientes y pantanos.
En los más pequeños cayos, á corta profundidad, se en-
cuentra líquido potable, claro indicio de las corrientes sub-
terráneas que circulan en todas direcciones por esta parte
del mundo. Quizas pronto alguna de ellas, encontrando ar-
tificial salida, se elevará, por hidrostática presion, hasta
llegar á la altura de su orígen. .
En fin, para mayor suspension de los que estudienla hi-
drografía cubana, en las salobres costas se hallan casimbas
— 233 —
de dulce licor, y de las mismas profundidades del amargo
elemento nacen manantiales que, impetuosos, elevan á la
superficie aguas tan frias como gustosas.
Humedad producida por los vapores acuosos condensados á
efecto de la radiacion nocturna. — Existe una fuente de hu-
medad, de frescura diaria, que debe tomarse en considera-
cion cuando se examina todo lo relativo á este punto, en
nuestro clima, con respecto á la caña de azúcar. — Todas
las personas que hayan tenido ocasion de penetrar en un
cañaveral durante las primeras horas de la mañana habrán
notado la cantidad considerable de agua depositada sobre
las hojas de las cañas; algunas veces el líquido acuoso se
encuentra en tan gran proporcion, que sus goticas se reunen
y caen lentamente en el suelo, formando una verdadera llu-
via. — Los trabajadores que cortan ó chapean los campos
de caña por la mañana, tienen siempre sus vestidos com-
pletamente mojados. — ¡Cuántas veces hemos tomado un
verdadero baño al recorrer un plantío de caña durante los
primeros albores del dia!
El fenómeno que nos ocupa es producido por la radiacion
nocturna : — las hojas de las cañas se enfrian de algunos
grados debajo de la temperatura del aire ambiente. — Esas
hojas enfriadas, al traves de las cuales circula y se renueva
sin cesar el aire, van tomando de las sucesivas masas ga-
seosas que con ellas están en contacto, la humedad que con-
tienen, la cual condensada, se deposita en forma líquida. —
Esta cantidad de agua así obtenida debe, por sus beneficios
diversos, ser bien apreciada. — Ademas de suministrar en
realidad cierta proporcion de agua útil al terreno, baña y
lava las hojas de las cañas, manteniéndolas limpias y en
buen estado para que desempeñen sus particulares é impor-
tantes funciones. — Debemos tanto más considerar estos
hechos, cuanto que el follaje de la caña es vasto en su reu-
nion superficial; por otra parte, las funciones generales y es-
peciales de la planta exigen que las hojas llenen por completo
todos los encargos á que están por la naturaleza destinadas.
— 234 —
El enfriamiento producido por la radiacion nocturna, y
por consiguiente, la cantidad de agua condensada sobre las
hojas, está en relacion con la integridad, ó mejor dicho,
buena organizacion de los órganos foliáceos. — Depen-
diendo la buena organizacion de las circunstancias del ter-
reno y requisitos del cultivo, se deduce que uno de los mo-
dos de aumentar, en igualdad de condiciones, la cantidad de
agua depositada sobre las hojas consiste precisamente en
disponer todas esas circunstancias de terreno y cultivo, á fin
de que la caña se desarrolle con vigor, y que sus bien for-
mados órganos desempeñen por completo sus especiales en-
cargos. — Las personas que con atencion hayan examinado
y comparado diversos campos de caña habrán notado estos
hechos.
Prescindiendo de los beneficios producidos directamente
por el agua depositada sobre las hojas y en la tierra, debe-
mos no olvidar que ese líquido contiene cuanto se halla en
el aire. Así encierra amoniaco y ácidos nítrico y carbónico,
corpúsculos orgánicos, sustancias minerales, etc. — La ac-
cion fertilizante de todos esos cuerpos es muy digna de ser
considerada, y como el fenómeno es frecuente é intenso, en
suma ejerce una accion manifiesta y apreciable.— Por estas
circunstancias se explica el aumento de fecundidad que ad-
quiere la tierra, lenta y gradualmente, cuando, á más de la
cantidad natural que recibe, se tiene el cuidado de regar
por aspersion durante las primeras horas de la mañana, de
tal suerte que el agua añadida arrastre y deposite en el
terreno la que baña las hojas y se sustituya á ella. — En
nuestros experimentos hemos tenido ocasion de estimar este
hecho.
Decreciendo la temperatura de las hojas más que el calor
del terreno, se comprende que el rocío se deposite en mayor
abundancia sobre ellas que en éste. — Sin embargo, el en-
friamiento del terreno por la radiacion nocturna tambien le
predispone á condensar los vapores acuosos contenidos en el
aire, y como las tierras bien cultivadas pierden más calórico
— 223 —
que las compactas, se deduce que la mullificacion del suelo,
en este concepto, es un requisito favorable para producir su
humectacion y engrasamiento por el rocío.
Miéntras más examinamos el asunto, nuevas y poderosas
razones encontramos para aconsejar la práctica de cuanto
se refiere á las labores de preparacion de las tierras y
aquellas que se realizan durante el curso de la vida de la
caña.
Ideas acerca del regadío considerado con respecto á la pre-
paracion de las tierras. — Repetidas veces hemos tratado de
poner de manifiesto la necesidad del riego, como práctica
fundamental é indispensable de nuestra agricultura. — En
todas esas ocasiones hemos tan sólo considerado sus bené-
ficos efectos en el punto de vista de su utilidad para que
creciesen las plantas, y así, recorriendo sin interrupcion y
normalmente todas las faces de su desarrollo, se encami-
nase el conjunto de las funciones al fin que nos proponemos
al emprender sus cultivos. En otros y más concisos térmi-
nos, hemos colocado el riego entre los cuidados que recla-
man los vegetales durante los períodos de su desarrollo.
Nos proponemos, examinándolo bajo otro aspecto, estimarlo
como una de las más esenciales operaciones para preparar
los terrenos á las siembras. — Comenzamos desde luego
por reconocer que nuestra idea no es más que la aplica-
cion inmediata de un hecho natural por demas conocido, y
de otro fenómeno, cuyos complicados efectos no se han ana-
lizado con la escrupulosidad que merecian.
Nadie ignora que las lluvias son en extremo convenientes
para que las labores realicen por completo sus fines; el pa-
pel que desempeña el agua es mecánico, físico y químico,
pues á la vez que concurre como requisito para que se
cumplan ciertas reacciones, interviene en otras como ele-
mento necesario, siendo uno de los cuerpos que entran en
conflicto. — Pues bien, si tan 'útil es el concurso del agua
cuando se trata de disponer aisladamente el terreno por sí
solo, ¿cuánto más urgente no será su presencia cuando se
— 230 —
desee incorporar íntimamente abonos y correctivos, los cua-
les tienen que obrar sobre todas las partículas del terreno,
debiendo así sufrir y engendrar modificaciones? ¿Es posible
esperar íntima mezcla sin que haya pulverizacion en los ter-
renos? ¿No son el agua y el sol los dos medios que comple-
tan la accion de los rodillos, rastras y arados?
El beneficio procurado por las lluvias oportunas es tan
conocido, que en verdad sorprende cómo artificialmente, á
falta de riegos celestes, no se ha procurado tan inmenso bien
al terreno. — Nosotros, por los resultados que hemos obte-
nido en nuestra práctica en pequeña escala, colocamos el
riego entre los trabajos preparatorios para las siembras. El
riego es el complemento de todas las mejoras encaminadas
á mullir y bonificar el suelo. — Sólo merced á él es posible
esperar una incorporacion perfecta, una homogénea mezcla
de todas las malerias contenidas en el terreno.
Todos sabemos que las inundaciones producidas por las
crecientes de los rios han originado grandes beneficios en
algunas circunstancias, siendo en determinadas comarcas
el requisito fertilizante por excelencia. La mayor parte del
bien se ha atribuido á los servicios consiguientes á los abo-
nos depositados en el suelo; mas siempre se ha olvidado
mencionar el papel sencillo del agua, cualquiera que en
último término sea su accion.
Tantas veces hemos puesto de manifiesto la conveniencia
de establecer homogeneidad en la composicion del suelo, que
nos consideramos dispensados de volver á tocar semejante
punto; sólo añadirémos que el riego es una de las circuns-
tancias indispensables para conseguir esa homogeneidad
entre todas las partículas, y la difusion de todos los elemen-
tos nutritivos.
Debemos, pues, regar el terreno ántes de sembrarlo, para
que así se encuentre mejor dispuesto á favorecer la vida de
las plantas. Y esta práctica será tanto más necesaria, cuanto
mayor sea la homogeneidad en el suelo exigida por el ye-
— 237 —
getal cultivado. Así, por ejemplo, en el cultivo del tabaco es
perentoria necesidad.
En los terrenos altamente arcillosos, que tanto han me-
nester de la accion del aire y de los abonos y correctivos
para mullificarse, muéstranse bien los beneficios del riego,
empleado con discernimiento.
Despues de haber alzado el terreno, ántes de pasarle el
rodillo y las rastras, convendria inundarlo, anegarlo; más
tarde se harian obrar esos instrumentos, los cuales entónces
desempeñarian con más facilidad sus buenos oficios. Cual-
quiera que sea el momento en que se incorpore por com-
pleto el abono al suelo, siempre convendria regarlo despues.
DesAaGúEs. — SANEAMIENTO EXTERIOR (ZANJAS) É INTERNO
(DRENAGE). — La caña es una planta, como hemos tratado
de demostrarlo, que ha menester de un justo medio bien
sostenido, entre la humedad y la carencia de agua, para que
sus funciones puedan desempeñarse del modo más amplio
y normal, reclama durante todo el período de su existencia
una constante frescura, y tan perjudicial le es un extremo y
continuo exceso de humedad, como nociva la falta absoluta
de agua. — Las cañas sembradas en lugares bajos y panta-
nosos generalmente se pudren, y en ellos hay que hacer
grandes sobresiembras; esas cañas se desarrollan mezqui-
namente, ahijan poco y por lo comun mueren. — Suponiendo
que alcancen un gran crecimiento, si se tienden, se encuen-
tran expuestas á enraizarse con más facilidad, sus yemas
germinan, sus jugos se alteran, elc. — Despues del córte, si
sobrevienen grandes lluvias, el retoño viene mal, dado el
caso que aparezca, y áun algunas veces suele perderse del
todo; tan cierto es esto, que en los ingenios conviene co-
menzar, en igualdad de circunstancias, el córte por los ter-
renos bajos, á fin de que cuando comiencen á repertirse con
frecuencia las lluvias, sufran ménos los retoños, sin contar
que en esos terrenos las cepas padecen mucho más por la
presion ejercida por las ruedas de las carretas y el pisoteo
— 238 —
de los hombres y animales. Perjuicios de lamaña considera-
cion, y que todos reconocemos, hacen colocar en puesto
prominente entre los requisitos que deben concurrir en el
cultivo de la caña, los medios de dar salida á las aguas, á la
vez que se propende á la conservacion de la frescura en el
terreno. — Repetidas ocasiones hemos llamado la atencion
acerca del conjunto de medios mecánicos, físicos y químicos
que, hábilmente asociados, deben emplearse para restablecer,
conservar, ó hasta cierto punto crear la frescura en los ter-
renos ; para adelantar en algo nuestro trabajo relativo á ese
punto, vamos á presentar el cuadro de las ventajas que se
realizan por medio de una operacion que, á la vez que pro-
porciona un desagúe perfecto, produce la mullificacion del
suelo, y favorece la accion de los elementos y metéoros
atmosféricos sobre las partículas del mismo, dando orígen
á todos los fenómenos consiguientes. Ponderada á la luz de
estas últimas ideas, la operacion que nos ocupa debe ser
considerada como el auxiliar más poderoso para lograr,
asociándola á otras mejoras, el máximum de fertilidad.
El desagúe de los terrenos puede verificarse por medio de
canales descubiertos (zanjas ó sangraderas), ó merced á ca-
nales interiores, ciegos ó sordos, lo cual equivale á formar
un sub-suelo permeable en aquellos lugares en que no se
encuentre naturalmente. — En nuestros estudios acerca de
las aguas potables tuvimos ocasion de describir sucintamente
la manera de efectuar estas dos clases de saneamiento : excu-
sado nos parece, pues, volver á iratar semejante particular;
pero sí cremos oportuno insistir y ampliar todo lo referente
á los beneficios que nos proporciona el saneamiento in-
terior (44). A
En los primeros tiempos en que se comenzó á practicar el
saneamiento interior, generalmente conocido hoy con el
nombre de drenage, los agricultores se proponian tan sólo
desaguar el terreno de una manera que anulase los incon-
venientes anexos á los desagúes por medio de canales descu-
biertos; pero estudios llevados á feliz término con posterio-
— 239 —
ridad han hecho reconocer cuán incompleta era la idea que
de los beneficios conseguidos por el drenage tuvieron los
antiguos. En efecto, si bien reconocemos que el fin más
inmediato y directamente deseado, al prácticar el desagúe
interior, es la creacion de una capa permeable; si nos es
dado apreciar desde luego los beneficios inherentes al per-
fecto saneamiento, atendiendo tan sólo á los males ocasio-
nados por un exceso de agua estancada, nos ha sido posible,
ademas, estimar en todos sus pormenores las utilidades con-
siguientes á la operacion, las cuales por algunos de sus
efectos deben ser colocadas en el mismo grupo que los fines
realizados por medio de las labores, quese proponem mullir
y aerear el terreno, ejerciendo, por tanto, una accion rela-
tiva al estado natural del suelo. Así, pues, aunque de una
manera siempre relativa á la idea de desagúe, los agróno-
mos modernos consideran el drenage como una potente pa-
lanca agrícola, la cual, auxiliando las demas mejoras, y
apoyada á su vez por ellas, propende á que todas en su
conjunto se realicen en la mayor escala posible.
Los terrenos que más inmediatamente reclaman la apli-
caciondel drenage son: 1.*. aquellos que poseen un sub-suelo
impermeable; 2.”. los arcillosos; pero á pesar de reconocer la
necesidad absoluta del saneamiento interior tan sólo en esos
terrenos, los agricultores lo han llevado á efecto aún en otros
suelos que, por su constitucion, al parecer, no exigian peren-
toriamente semejante operacion. La grande escala en que se
ha practicado el drenage ha permitido evidenciar que siem-
pre, en mayor ó menor grado, es útil, áun en los terrenos en
que ménos lo requieran supuestas sus propiedades natu-
rales. Sin embargo, debemos apuntar los caractéres que en
algunos terrenos demuestran la necesidad de llevar á cabo
el drenage. En esos suelos se estanca el agua, en parte, sobre
toda la superficie y permanece más ó ménos tiempo en los
surcos trazados por el arado; la tierra se pega á los piés de
los hombres y animales, y tan adherida se encuentra á ellos,
que al cambiar de sitio se abren hoyos en el suelo, en los
O
cuales se deposita al instante el agua; por tanto, el tránsito
es difícil, y las labores no pueden ser llevadas á cabo sino
durante cierto tiempo del año; por el contrario, en el trans--
curso de las sequías se abren profundas grietas. — El nivel
interior del agua está muy cerca de la superficie. Con res-
pecto al sistema general de cultivo, dirémos que en seme-
jantes terrenos la experiencia ha demostrado la necesidad
de cultivar las plantas levantando almantas acofradas. Por fin,
en esos lugares crecen las plantas propias de los terrenos
bajos. Gran parte de estos caractéres con especialidad dis-
tinguen los terrenos arcillosos; los relativos á aquellos
suelos que, sin ser arcillosos, poseen un sub-suelo imper-
meable, por fuerza sontan variables como la constitucion de
la capa superior. Veamos las ventajas generales que se con-
siguen llevando á efecto el drenage :
1. Se simplifican y economizan los gastos de los procedi-
mientos de cultivo. — A. Desde luego para preparar la tierra
por medio de las convenientes labores, se dispone de más
tiempo, pues no sólo no luchamos contra un exceso de hu-
medad, sino que áun la mullificacion del terreno permite que
las labores se ejecuten con más perfeccion, porque el terreno,
por decirlo así, se encuentra preparado ó dispuesto para que
se consigan los resultados deseados; como, por otra parte,
el terreno se desgrana mejor, el trabajo será más fácil de
llevar á cabo. — B. Se aprovecha mejor el terreno, porque
la zanjas descubiertas no se abren, punto importante en los
países en que tiene un gran valor. — €. El cultivo en almantas
acofradas no es absolutamente necesario en todos los casos,
sucediendo que, gracias al drenage, se ejecute hoy la labor
yunta, en vez de levantar las almantas en sitios donde jamas
se habia podido adoptar otro sistema de cultivo. Las almantas
acofradas, ademas de las dificultades de levantarlas, conser-
varlas y destruirlas, para proceder de nuevo á la preparacion
del terreno, tienen la desventaja de que por medio de ellas
los cultivos son difíciles, caros, notable superficie de ter-
reno permanece improductiva, el abono es arrastrado y se
E y
pierde, sin contar que muchas plantas, por su naturaleza
propia y el género de cultivo que reclaman, no se acomodan
con semejante método de cultivo. Uno de los servicios de
más importancia, pues, del drenage, es haber sustituido al
cultivo en almantas, el cultivo en que la superficie conserva
su nivel primitivo; las almantas se disponen tan sólo hoy
en los terrenos que poseen una capa vegetal muy delgada, y
un sub-suelo que no se puede mezclar con la capa superior,
ni mejorar, ó en los casos en que la planta exija forzosa-
mente ese método.
2." El drenage mullifica la tierra cual pudieran hacerlo las
labores profundas, multiplica sus poros y facilita la aerea-
cion del terreno, en un espesor mayor que aquel que pueden
alcanzar las labores profundas, las cuales, sin embargo, á
su vez son auxiliares poderosas del drenage. — Esa mulli-
ficacion favorece el enfriamente nocturno y por tanto el be-
néfico depósito de la humedad del aire. — Conociendo los
beneficios que se originan por la aereacion del suelo, fácil
será comprender los males que resultarian si, en vez de aire,
existiese agua entre las partículas del terreno; ademas de
los útiles oficios del aire, es preciso no olvidar que el agua
altera los tejidos de los órganos encargados de absorber los
elementos nutritivos, que promueve en ciertos suelos una
descomposicion muy nociva á las plantas, desarrollándose
entónces organismos inferiores perjudiciales á las raíces.
3. Permite el calentamiento de todas las partículas del
terreno, entre las cuales muchas en algunos casos se con-
servarian frias. Este efecto se origina por la facilidad con
que circula el aire, y tambien quizas por la reacciones quí-
micas que se realizan en el seno del suelo.
4.” Como hemos manifestado á propósito de las labores que
por sus efectos desagregan el sub-suelo, el drenage anmenta
la penetrabilidad del terreno, facilita por tanto el escurri-
miento de las aguas, las cuales pueden así saturar todas las
partículas que bañan; disminuye la capilaridad, y por ambos
motivos, á la vez que propende á producir la frescura, dis-
16
— 242 —
minuye por fuerza la evaporacion del agua y mantiene por
más tiempo el manantial del riego por capilaridad, el agua
ascendente arrastra consigo algunos productos solubles, con-
tenidos en el sub-suelo, de suerte que suministra abono á
las rlantas. Por el drenage desecamos las tierras muy hú-
medas, y conservamos por más tiempo la humedad en los
terrenos muy secos; resultado contradictorio á primera vista,
pero que hoy está completamente probado por la práctica y
expl'cado por la ciencia.
5.» El drenage impide el lavado de los terrenos por las
aguas que corren por su superficie, las cuales, al infiltrarse,
bonifican las capas inferiores, prepárandolas así á ser mez-
cladas con las capas superiores por medio de las labores
profundas. Considerado en este nueyo aspecto es un poderoso
medio de difundir las materias alimentosas por todas las
capas del terreno, y por tanto, contribuye á darle mayor ho-
mogeneidad, regularizando su fertilidad.
Hemos dicho que uno de los principales beneficios que se
consigue por medio del drenage era lá aereacion del suelo;
pero ¿cómo se realiza semejante efecto, si las partículas de
la tierra no cambian de lugar, cual sucede cuando se labra
el terreno? De tres maneras: 1.* Por el enfriamiento del aire
condensado en los poros de la tierra, que más tarde es reem-
_plazado por aire más puro. — 2.” En el caso en que no se
verifica el drenage, ni tampoco existe un sub-suelo permea-
ble, como las aguas no fluyen libremente, como tan sólo pe-
netran á una pequeña profundidad, no puede haber una re-
novacion tan completa y benéfica del aire. — 3.” Ademas de
estos dos medios de aereacion, existe otro, producido por una
corriente inversa, ascensional, que hace subir el aire de las
capas inferiores á las superiores, á las cuales lleva la hume-
dad que contiene, refrescando así las raíces.
Con respecto á los beneficios originados por la meteoriza-
cion del suelo, repetidas ocasiones hemos manifestado cuán
dignos son de ser atendidos; sin embargo, rápidamente va-
mos á recordarlos. 1.* Desde luego el aire mismo, disuelto
243 —
en el agua, ó absorbido directamente, es útil á la vegeta-
cion. El oxígeno del aire es indispensable para el cumpli-
miento de la respiracion general. 2.” En presencia de las
materias porosas y alcalinas se combinan sus elementos y
se producen nitratos. 3. Quema el carbono de las materias
orgánicas y forma ácido carbónico, el cual disuelve los car-
bonatos, fosfatos, descompone los silicatos, etc., y libre ó
combinado es un alimento esencialísimo, sobre todo tratán-
dose de la caña. 4.* Oxida las materias orgánicas azoadas y
da orígen á nitratos. 5. Es elemento necesario para la pu-
trefaccion ó combustion lenta. 6. Oxida ó quema algunas
materias que en otra forma serian perjudiciales (sulfuros).
7. Peroxida el óxido de hierro y le dispone á llenar sus
reacciones.
El drenage, como todas las operaciones que propenden á
excitar la vegetacion y aumentar el poder productor de la
tierra, concluiria al cabo de cierto tiempo, si no se hiciese
coexislir con otras mejoras, por esquilmar el terreno. — En
efecto, con respecto á la vegetacion, el drenage favorece la
germinacion, excita el crecimiento rápido de toda la planta,
las cosechas se obtienen ménos temprano y en mayor canti-
dad, etc. En cuanto á las pérdidas que, ademas de aquellas
que ocasiona el mayor desarrollo vegetal, produce el drenage,
se explican fácilmente por los efectos de la aereacion del
suelo, y por la accion de las aguas que atraviesan lodas las
capas del terreno. — Todas esas pérdidas, consiguientes á la
exaltacion de las benéficas propiedades del terreno, se cor-
rigen tratando de establecer un sistema general de mejoras,
en el cual se concilien todas las necesidades de la planta y
los efectos inherentes á cada operacion. Al terminar cuanto
por ahora se nos ofrece manifestar acerca del drenage, re-
comendamos á las personas que deseen estudiar con pro-
fundidad la materia, la lectura de la obra de Barral y de las
diversas publicaciones de Hervé-Mangon, etc. (45). Con res-
pecto á la práctica especial relativa á la caña en Cuba de-
bemos agregar que supuesto caso que los tubcs se cbstru-
— 244 —
yesen por los raíces de esa gráminea, ó por la formacion y
crecimiento de vegetales inferiores, siempre quedaria el re-
curso de emplear el drenage realizado con piedras, dispues-
tas en el fondo de las zanjas.
RESÚMEN DE LOS PUNTOS RELATIVOS Á LOS ABONOS PROPIOS
PARA EL CULTIVO DE LA CAÑA.— En la disquisicion de las ma-
terias relativas á los abonos adecuados para hacer yivir con
frondosidad las cañas, hemos creido muy oportuno tomar
como el más sólido fundamento de nuestro estudio, el exá-
men de las tumbas. — En efecto, las deducciones que se
desprenden del estudio comparado de las circunstancias que
concurren en las tumbas son preciosas, porque se fundan en
hechos naturales demostrados mil yeces, admitidos por to-
dos y acerca de los cuales ni es posible ni se expresan opi-
niones contradictorias. — Las tumbas, á nuestro entender,
constituyen los más completos experimentos para demostrar
en su esencia y realidad cuanto se refiere á los requisitos
de la vida de la caña. — Las verdades así adquiridas son
tan inconteslables, que cualesquiera que sean en lo futuro
nuestros progresos científicos, seguirán siendo la expresion
de los hechos, y con tan segura luz nos hallaremos precavi-
dos de los errores en; que pudiésemos incurrir, adoptando
juicios incompletos y doctrinas imperfectas, consiguientes
al estado transitorio de nuestros conocimientos en ciencias
físicas y naturales. — Sin embargo, á expresarnos en ver-
dad, debemos afirmar que las circunstancias generales de la
vida en todos los séres organizados se encuentran hoy per-
fectamente definidas, y que las líneas principales del cuadro
están trazadas. — Será preciso cempletarlo, mas desde ahora
las partes esenciales son conocidas.
Para exponer con órden los particulares que nos propone-
mos esclarecer, creemos conveniente principiar por sacar á
luz algunos experimentos que servirán de útil enseñanza.
1.7 La yema de la caña en los primeros tiempos de su des-
arrollo se alimenta exclusivamente á expensas de los cuer-
E 1
pos contenidos en el cañuto que la sustenta. — Cuando el
cañuto es hermoso y se dispone bien el experimento, se pue-
de llegar á tener un retoño que muchas veces ahija. — Lle-
gado á su auge de medro, irá depereciendo á medida que
vaya consumiendo las materias alimentosas, orgánicas y
minerales, del depósito. — Así que éstas sean agotadas
morirá el retoño. — En estas circunstancias el retoño se nu-
tre por completo con las materias orgánicas y minerales en-
cerradas en el cañuto, y sólo ha menester como sustancia
complementaria cierta proporcion de agua. — Debemos no
olvidar que esas materias minerales se hallan unas en forma
verdadera de sales minerales y otras de compuestos orgáni-
cos y base mineral. — Las materias contenidas, sobre todo
en el cañuto maduro, no son utilizadas en el estado y sér en
que se encuentran : sufren modificaciones particulares que
las apropian á los usos á que se destinan.
2.” Cuando se realiza el experimento enterrando el cañuto,
siempre en los primeros tiempos se desarrolla la yema sólo
á expensas de las materias contenidas en el internudo y con
cierta cantidad de agua extraña. — Más tarde el retoño, áun-
que continúe nutriéndose con los mismos cuerpos hasta que
los agote, adquiere raíces propias para alimentarse extra-
yendo materias de la tierra. — Por fin, exhausto el depósito
nutricio, concluye por crecer absorbiendo únicamente estas
últimas. E
En este primer período la caña es susceptible de absorber
y de convertir en sustancia propia, despues de las transfor-
maciones convenientes, los cuerpos en formas orgánica y mi-
neral que se hallan en el cañuto. — Tambien vive del aire
luego que las hojas se encuentran constituidas y aptas para
desempeñar sus funciones.
La caña, en último análisis, no es más que una sucesion
de retoños superpuestos, de yemas que continuamente se
desarrollan á expensas de jugos anteriormente elaborados,
de suerte que siempre su aumento orgánico se realiza con
los mismos cuerpos. — Los retoños aéreos demuestran los
— 246 —
mismos hechos, y nosotros hemos dispuesto experimentos
para hacer patente la posibilidad de alimentar la caña du-
rante todos los períodos de su vida con sustancias orgáni-
cas y minerales, apropiadas y absorbidas por las raíces.
3. Plantamos cañas al aire libre en sus propias cenizas
naturales ó lavadas ; en tierra calcinada hasta destruir las
materias orgánicas, y en todos esos casos se desarrolló per-
fectamente.
La cantidad de materias azoadas de que hubo menester
la caña para realizar su incremento, á no dudarlo, le fué su-
ministrada por las aguas pluviales, el rocío, los riegos, por
los corpúsculos orgánicos de la atmósfera, por proto-orga-
nismos vivientes en el suelo, los fenómenos de nitrificacion
realizados en él, etc. — Sea cual fuere el orígen, lo cierto €s
que nosotros no agregamos compuesto azoado ninguno, ni
mucho ménos dispusimos el experimento de manera que la
planta no pudiese recibirlos naturalmente.
Estos experimentos demuestran asimismo del modo más
terminante que la caña es capaz de absorber directamente del
aire todo el ácido carbónico que necesita para acrecer su 0r=
ganismo, desempeñando todas sus funciones y alcanzando
un desarrollo proporcional á sus medios de existencia.
De que la caña pueda recibir de la atmósfera y por los fe-
nómenos de nitrificacion del terreno, etc., el ázoe que nece-
sita para desarrollarse, lo mismo de que sea capaz de tomar
del aire el ácido carbónico que ha de suministrar todo el
carbono que entra en las sustancias carbonadas, no debe
deducirse que sea inútil preocuparnos en su cultivo de aña-
dir materias susceptibles de proveer de ázoe y ácido carbó-
nico á la planta durante el curso de su crecimiento. — Con
respecto al ázoe, no estando la caña destinada á preparar
con exceso materias que lo contengan, esa cantidad suple-
mentaria debe ser añadida con prudencia; pero, relativa-
mente al ácido carbónico, debiendo la caña producir leñoso
y azúcar, en grandes cantidades, no es dudoso que conven-
drá acrecer la proporcion de ácido carbónico que pueda to-
— 247 —
mar del aire suministrándola por medio de la tierra, como
más adelante se expresa.
4.2 La caña vegeta con singular lozanía en un medio
compuesto exclusivamente de bagazo podrido.
5." Nuestra gramínea sacarígena se desarrolla con prodi-
giosa frondosidad en una mezcla de bagazo podrido y de
cenizas de caña ó de madera.
Supuestos los anteriores ensayos veamos lo que acontece
en las tumbas.
¿Cuál es el orígen del monte? ¿Cómo se ha producido la
fertilidad? ¿En qué consiste? ¿Puede aumentarse? ¿Cuánto
dura? ¿Es posible indefinidamente conservarla á pesar de
una gran produccion? — Estos son los puntos que, sin de-
talles, nos proponemos estudiar de un modo general.
La caña en los desmontes, por lo comun, crece con una
exhuberancia de vigor asombrosa. — En definitivo las tum-
bas no son más que el terreno primitivo de composicion y
propiedades variables, conteniendo todo el mantillo formado
durante siglos y las sales minerales que quedan como resi-
duo de la incineracion de los despojos vegetales que quema-
mos. — Aquí hay dos factores : el suelo tal cual mineraló-
gicamente se formó, que constituye el asiento fundamental
y permanente, y el abono, formado por el mantillo y las ce-
nizas. — Esta maleria fertilizante es de duracion transito-
ria, y cuando se haya concluido, ó mejor dicho disminuido
en grado notable, las cañas que entónces se planten vivirán
con el medro relativo á la fecundidad natural y absoluta,
por decirlo así, del terreno. — Ya veremos cómo es posible
siempre mantener ese abono y cómo por tanto es hacedero,
sin interrupcion, hacer crecer constantemente las cañas en
tumbas. Respecto al suelo, es posible modificarlo hasta cier-
to grado y reconstituirlo de un modo más favorable, supues-
to caso que se necesiten ejecutar en él mejoras. — Pero,
admitiendo que no nos sea posible de ningun modo bonifi-
car el terreno y que tengamos que dejarlo tal cual es, entón-
ces, si al principio con todas sus defectuosas y dañinas cua-
Y a
lidades, sólo con mantillo y sales minerales, produjo gran-
des cosechas, las seguirá produciendo por los mismos
medios hasta el fin del mundo.
El terreno se forma por la desagregacion de una ó muchas
rocas existentes en el mismo punto, ó por materias lras-
portadas de otros lugares, ó por la mezcla de ámbos detrí-
tus locales y lejanos. — Las materias acarreadas de otros
sitios pueden serlo de una vez, ó la conduccion y depósito
reproducirse varias veces. — Esas materias es posible ade-
mas que provengan de los detrítus de una sola roca ó de los
de varias mezclados. — Asimismo los detrítus acarreados
pueden contener despojos de séres organizados.
Examinando el terreno inmediatamente despues de su
formacion, verémos que no contiene materias orgánicas :
su composicion química es idéntica á la de las rocas des-
agregadas, en aquel ú otro sitio, de que proviene : sus pro-
piedades físicas fueron determinadas por la naturaleza de
los detrítus, por la profundidad del depósito y por las cir-
cunstancias de la capa inferior de distinta composicion. —
Como cualidades alimentosas, en absoluto, respecto á la
planta, tendrá las relativas á su composicion química y al
estado en que se hallen los cuerpos procedentes de la des-
agregacion realizada en requisitos especiales. — En ese sue-
lo exclusivamente mineral pueden desarrollarse los vegeta-
les, puesto que hemos visto que el ácido carbónico es posi-
ble lo tomen exclusivamente del aire, así como tambien les
es hacedero procurarse el ázoe, por los fenómenos que acae-
cen en la atmósfera y por aquellos que han lugar entre los
elementos del aire y del suelo.
No cumple á nuestro propósito estudiar aquí cómo se han
ido sucediendo las especies vegetales desde la formacion del
terreno hasta el momento en que tomamos posesion de él.
— Bástenos saber que todas las plantas que allí han ido
creciendo y cuantos animales han vivido en el bosque, á su
fallecimiento dejaron sus despojos en él. — Prescindamos
de los aaimales y consideremos sólo las plantas. — ¿En qué
Y Upa
consisten sus restos? En punto á materias minerales contie-
nen las mismas que inicialmente encerraba el terreno y que
la planta absorbió á mayor ó menor profundidad en una
forma, devolviéndola en fin en otra distinta. — Relativa-
mente al carbono, el que correspondia al ácido carbónico
del aire descompuesto por las plantas, y respecto á: com-
puestos azoados, los residuos de las combinaciones prepa-
radas en el organismo, aprovechando para su alimentacion
los compuestos azoados contenidos en las aguas pluviales,
el rocío, los que se originan naturalmente en el suelo por
los fenómenos de la nitrificacion, etc. ?
Trascurrió el tiempo, y llegamos para llevar á cabo
el desmonte. — Veamos lo que acontece en las tumbas.
— Cuando realizamos las tumbas, cortamos los árboles, se--.
paramos las ramas, elc. De ellos unos sirven como madera
de construccion ó se destinan á diversos usos; otros se em-
plean como combustible. — Cualquiera que sea la aplicacion
que se les dé, de todos modos extraemos de la tumba la ma-
yor cantidad posible de los productos del monte, y no deja-
mos en ella sino lo que no podemos aprovechar en otra par-
te. — En suma, de una vez y en un solo dia extraemos del
terreno la casi totalidad de la materia vegetal acumulada en
él durante muchos años : materia que la postrera vegeta-
cion constituyó con facilidad gracias á los despojos de las
anteriores generaciones y á sus propias fuerzas vegetativas,
extrayendo del terreno y del aire cuanto habia menester. —
Esa enorme cantidad de materia vegetal contiene en sus teji-
dos las sales minerales extraidas del terreno, los compues-
tos carbonados formados á expensas del ácido carbónico del
aire y del suelo, y las combinaciones azoadas constituidas
en la planta por la absorcion de los cuerpos azoados del ter-
reno, rocío, etc. Considerando estos hechos, bien fácil es
comprender que nuestra primera operacion, al disponer la
tierra para el cultivo, consiste en una desmedida expoliación
de las sustancias que más lo habrian bonificado. — A pesar
de semejante pérdida, con el mantillo que queda en el suelo
— 250 —
y los productos de la incineracion de las ramas y hojas per-
manece el terreno bastante enriquecido, cualquiera que sea
su constitucion esencial, para procurar una cosecha asom-
brosa más ó ménos reproductible, segun sean las cualida-
des fundamentales del terreno y la cantidad de materias ali-
menticias de utilidad transitoria que contiene.
La fertilidad de la más fecunda tumba, prescindiendo de
un mejor cultivo de la planta y apropiacion del suelo, ¿pudo
haber sido mayor y sobre todo más duradera ? Así lo creemos,
como vamos á demostrarlo empleando argumentos irrefuta-
bles y al alcance de todas las inteligencias.
En efecto, supongamos que llevemos á cabo un desmonte
y que despues no extraigamos del terreno ni la más pe-
queña astilla, nila más diminuta hoja, que en realidad opere-
mos á tumba y deja y no á tumba y limpia.—Dividamos, sin
embargo, los árboles de tal modo que trozados y rajados se
dispongan extendidos uniformemente por toda la superficie
de la tierra, y admitamos que despues de estar bien secosles
prendamos fuego. — Todos los residuos de la incineracion
quedarán en el terreno representando exactamente las sales
minerales que de él extrajeron los árboles. — En el concepto
de combinaciones inorgánicas (prescindiendo del ázoe) el
terreno no pierde nada yen un solo dia se reintegra en la capa
superficial que vamos á explotar todo cuanto fueron á bus-
car hasta las capas más profundas las raíces de los árboles
durante el curso de su vida. — Debemos no obstante adver-
tir que esas materias quedan á flor de tierra: no se incor-
poran con todas las partículas del terreno y sólo por la
accion de las lluvias y de las propias raíces, obrando me-
cánicamente, pueden ir penetrando y repartiéndose por
todas partes. — Ademas, una porcion de esos cuerpos es in-
soluble, y sólo por las acciones atmosféricas y reacciones
realizadas en el suelo, podrán sucesivamente experimen-
tar cambios que los dispongan á penetrar en la tierra,
difundirse y ser aprovechados con rapidez por las plantas.
Sea de esto lo que fuere, el caso es que plantando caña en
— 251 —
ese terreno, obtendrémos, sino mayores, lo cual es imposi-
ble pasado cierto límite de crecimiento cualquiera que sea
la abundancia del depósito alimenticio, al ménos las cose-
chas sucesivas se renovarán y mantendrán beneficiosa-
mente, por más tiempo que en las circunstancias de realizar
la tumba extrayendo de ella casi todo cuanto produjeron
los vegetales que allí habian vivido y se habian alimen-
tado por luengos años. — Empero, apesar de mayores y
más duraderas cosechas llegarémos siempre al cabo de cierto
tiempo á dejar tan exhausto el terreno como en el caso de la
tumba ordinaria, explotada sin tregua, descanso ni restitu-
cion alguna. — El acontecimiento tardará más en reali-
zarse; pero indefectiblemente acaecerá cuando todas las
materias alimenticias hayan sido consumidas.
Admitamos una tumba, áun más perfecta en su ejecucion.
Demos por hecho que sea posible hasta arrancar los ár-
boles de raíz: que despues podamos reducirlos á polvo y
depositar ese aserrin en apartado sitio y en requisitos fa-
vorables para que allí se pudra por completo. — Conduz-
camos en seguida al terreno todos esos residuos en perfecto
estado de descomposicion, y en vez de repartirlos desordena-
mente por la superficie del terreno, mezclémoslos con per-
fecta uniformidad con todas las partículas contenidas en el
espesor de la capa labrantía, que recorrerán las raíces, de
tal modo que más tarde puedan las plantas encontrar, po-
niéndose en contacto con ellas, las sustancias indispensa-
bles para su incremento en el mayor grado de opulencia.
— A no dudarlo habrémos así conseguido una tumba más
fecunda, al ménos en duracion, comparada con las que
preparamos hoy dia. — En efecto, como materia mineral
todo se devuelve al suelo y en la forma más apropiada para
que de nuevo la aprovechen mejor las plantas : — en punto
á cuerpos carbonados, adquiere todos cuantos extrajo el
vegetal del aire y del suelo, y respecto á combinaciones
azoadas, las equivalentes á las que tomó la planta del suelo
y del aire. — No habiendo empleado el fuego no se destruye
— 252 —
tampoco ninguna materia orgánica contenida en el suelo ni
se descomponen nitratos y sales amoniacales en él exis-
tentes.
Plantemos cañas en tan fecundo suelo y obtendrémos
ópimas cosechas que se renovarán por muchos años; pero
al cabo de ellos, por fuerza agotada la provision de ali-
mentos, habrémos dado fin á su fertilidad.
Volvamos á considerar el terreno tal cual lo preparamos
ántes de plantar en él la caña.
Dejemos ese terreno tan admirablemente dispuesto aban-
donado á sí mismo y aceptemos que de nuevo vegeten
en él los más gigantescos árboles, los cuales en su opor-
tunidad sean cortados, realizando en seguida las anteriores
operaciones. — Supongamos que se continúe por todos los
siglos que están por venir, de la misma manera haciendo
alternar el desarrollo del bosque, sus desmontes é incorpo-
racion, de sus residuos podridos con todas las partículas
del terreno. ¿Qué obtendremos? Desde luego salta á la vista
que no habiendo jamas sustraido ni un soloátomo de mate-
ria, en cualquier forma, nada puede haber perdido sustan-
cialmente el terreno. — No es ménos evidente que léjos de
perder, el suelo gana en fecundidad, cada vez que se realice
el desmonte, en materias carbonadas, y respecto á cuerpos
azoados contendrá en la mismaú otra forma los que extrajo
del aire y del terreno la planta. — Sin contar que de dia en
dia quedará el terreno mejor dispuesto para que se realicen
en él fenómenos de nitricacion y otros igualmente bonifi-
cativos. — Relativamente á sales minerales contendrá todas
las suministradas por el propio suelo en toda la extension
recorrida por las raíces y en la forma más apropiada para
que sean absorbidas por las plantas que en él vayan á cre-
cer. — En definitivo, suponiendo que todos esas obras nos
fueseiposible ejecutarlas todos los años, habriamos realizado
en un corto tiempo y renovado sin interrupcion, del modo
más completo, los mismos procedimientos bonificativos,
que pone en obra la naturaleza en mucho mayor espacio de
O
tiempo para fertilizar el terreno. — Advertimos que se trata
de obtener en un año lo que la naturaleza ejecutó en cente-
nares de años.
Pero se nos dirá: «Es imposible, áménos de no trastornar
las leyes de la naturaleza, hacer que, como por encanto, se
desarrolle un bosque todos los años : respecto á la fecundi-
dad del suelo cuanto se manifiesta es tan cierto y claro que
al momento se comprende : si nada se exporta, si todo se
deja en el terreno, es evidente que su fertilidad no sólo se
conservará sino que irá en aumento ; pero, ¿á qué utilidad
práctica pueden conducirnos todas esas suposiciones? ¿ qué
beneficio nos puede procurar una tumba continuamente
renovada, tan imposible de realizar como improductiva,
porque no exportando nada, en qué puede consistir la ga-
nancia ? Por fin, ¿ qué enlace y conexion existen entre todos
esos imaginarios hechos y el cultivo de la caña?
Vamos á poner de manifiesto de la manera más clara, que
podemos todos los años hacer crecer el mas frondoso bos-
que, conteniendo no plantas cualesquiera, sino la más propia
para suministrar el más conveniente residuo para el cul-
tivo de la caña. — Asimismo quedará demostrado que lo
cortamos lodos los años, y que en nuestras manos está
devolver á la tierra todos sus restos, sin que exportemos
nada que pueda hacerla infecunda: al contrario, su fertili-
dad se acrecerá del mismo modo que se aumenta la del
modelo que queremos imitar, producido tan laboriosamente
por la naturaleza en siglos de continuada actividad.
Precisamente en tan peregrinas circunstancias consiste
la excelencia y perfeccion del cultivo de la caña : podemos
aprovechar cuanto nos enriquece, bonificando al mismo
tiempo de continuo el suelo. El cultivo de la caña en otros
términos, es un cultivo fertilizante por su propia virtud. —
La cosecha venidera es originada por los mismos cuerpos
que acaban de producir la presente, los cuales sin tregua se
acrecen unos, disponiéndose otros más propiciamente para
servir de alimento á la caña.— Nuestro suelo léjosdeesquil-
— 234 —
Dl
cosechas produzca más dispuesto quedará para rendir otras
iguales Óó mayores.
En efecto, cultivamos la caña racionalmente. — Conduci-
mos al batey los tallos maduros, dejando en el cañaveral
las arraigadas cepas, los tallos muertos, las hojas y todo el
cogollo que no se aplica en otra parte para la alimentacion
de los animales. — Extraemos los jugos de la caña y depo-
sitamos en apartados sitios el bagazo. — La separacion del
azúcar del agua y demas materias extrañas que le acompa-
ñan en el guarapo, la practicamos y renovamos de manera
á obtener tres sucesivos productos merced á tres sucesivos
tratamientos, y si lo juzgásemos conveniente podemos áun
realizar una cuarta operacion, si bien llegados á ese término,
supuesto que los tratamientos hayan sido provechosamenle
realizados, será más útil dedicar las mieles á la fabrica-
cion del aguardiente ó servirse de ellas para confeccionar
abonos. — De todos modos, del ingenio no debe salir más
que azúcar ó su derivado el aguardiente.
El azúcar, como nadie ignora, se compone de carbono,
hidrógeno y oxígeno: esoriginado, en último término, por los
elementos del ácido carbónico y del agua. El ácido carbónico
del aire basta en rigor para suministrar todo el carbono
que entra en la caña, segun lo demuestran nuestros expe-
rimentos, aunque es indudable que contribuyen al efecto
eficazmente las materias carbonadas del suelo bien directa-
mente, ora por sus productos de descomposicion luego que
se hallen en conflicto con el aire y que se cumplan las reac-
ciones convenientes. — Como esas materias carbonadas
tambien provienen del aire las ganará el terreno.
Dado caso que sólo se exporte de la finca azúcar puro y
aguardiente, hasta cierto punto no habrá salido de ella
parte importante de la sustancia del terreno. — De todos
modos, esa ligera pérdida no podrá originar el empobreci-
miento del terreno y siempre podrá ser restituida con cre-
ces. — Todo permanecerá en el ingenio. — Pero ¿ dónde y
marse se mejorará de más en más, y miéntras mayores
AA
en qué forma ? Qué debemos practicar luego que encontre-
mos los residuos ?? Cómo aprovecharlos, cuando los hayamos
dispuesto de la manera más apropiada para la alimenta-
cion de la caña ? Hemos indicado lo que queda en el caña-
veral. —En el batey, tenemos el bagazo, las cachazas, las
mieles de los últimos productos ó los residuos del alambique.
Si con la más escrupulosa diligencia recogemos todos esos
cuerpos; si los juntamos; si á ellos agregamos el estiércol
de los animales que se hayan alimentado con el cogollo, las
cenizas de cuanta materia vegetal se quema en la finca, los
excrementos de los hombres, etc., si hacemos favorable-
mente entrar en descomposicion todos los cuerpos y si des-
pues repartimos los productos de un modo uniforme por el
terreno mezclándoles con todas sus partículas, es evidente
que el terreno léjos de perder algo habrá en realidad ganado
en punto á materias carbonadas, azoadas y minerales. Res-
pecto á lo que queda en el cañaveral,se puede dejar allí y
darle el destino que más convenga (V. Rastrojo), ó es posible
transportarlo al batey y hacerlo tambien servir para confec-
cionar las mezclas fertilizantes.
Repetidas veces hemos indicado el uso del bagazo como
abono. — Conviene que expresemos aquí lo que á nues-
tro juicio se deberia practicar para aprovechar por completo
sus beneficios.
Actualmente ese leñoso se emplea como combustible. —
Si se reflexiona acerca del trabajo que es preciso dedicar
para secarlo, resguardarlo de las lluvias, la dificultad de
usarlo por su volúmen, su pequeño poder calorífico, el peli-
gro de incendios, etc., se comprenderá que más tarde ó más
temprano se concluirá por destinarlo á la fabricacion deabo-
nos por los beneficios reales y de consideracion que especial-
mente asi se obtienen. — En efecto, examinando todas las
materias alimenticias indispensables para el crecimiento de
la caña, nos será fácil conocer que todas nos las podemos
procurar, excepto las materias carbonadas del bagazo, tan
indispensables tralúndose de una planta productiva de sus-
— 236 —
tancias carbonadas. — ¿Seria admisible, en buen juicio,
que si un agricultor cultivase un vegelal, en cuyo organis-
mo se deberian formar compuestos azoados, comenzase por
apartar estos de su cultivo? — En realidad practicamos
semejante absurdidad quemando el bagazo.
Admitiendo que se prosiga usando el bagazo como com-
bustible, lo cual á nuestro entender es ruinoso, será pre-
ciso recoger las cenizas, pulverizarlas, mezclarlas por lo
ménos á diez veces su peso de excelente tierra seca, á fin de
conservar las sales solubles, y de facilitar por el aumento
de la masa su reparticion uniforme, por todas las partículas
de la capa labrantía, de tal suerte que por doquiera encuen-
tren siempre las raíces los alimentos necesarios para el
continuo desarrollo de la planta. — Si esto hacemos, nos
habremos colocado, poco más ó ménos, en las circunstancias
de nuestro experimento ó en el caso de realizar la tumba
quemando todos sus productos. Hemos visto que entónces
las materias carbonadas y azoadas contenidas en los des-
pojos vegetales eran perdidas para el terreno, y que este
supuesto caso de no poseerlas naturalmente, no pudiéndo-
las suministrar, las plantas tomarán el ácido carbónico y
los compuestos azoados del aire y del suelo en la medida
de los fenómenos naturalmente efectuados durante el curso
del desarrollo del vegetal. — Por otra parte, no debe olvi-
darse que los productos de la incineracion disponen en for-
ma poco apropiada algunos de los cuerpos minerales. — En
un cultivo intensivo, todo esto constituye faltas, que será
preciso contrarestar empleando abonos complementarios.
Supongamos que no empleemos el bagazo como combus-
tible. — Veamos qué tratamientos deberian hacérsele sufrir
á fin de utilizarlo con perfeccion. Para que el bagazo se pu-
dra pronto y por completo suministrando luego productos
susceptibles de ser incorporados homogéneamente con el
terreno de manera á producir todos sus beneficios, es requi-
sito esencial comenzar por dividirlo en pequeñas partes.
— Seria menester reducirlo á aserrin. Una de las materias
— 257 —
que con más propiedad dispone el bagazo podrido para ser
absorbida por la caña es la sílice, y precisamente esa sus-
tancia se halla en mayor cantidad en la corteza, la cual en
las condiciones ordinarias, ó no se pudre ó tarda un dilatado
tiempo en descomponerse. — Ese aserrin podria servir de
útil cama para el ganado, dado caso que viviesen en es-
tablos.
El bagazo podrido es mantillo. ¿Qué oficios desempeña el
mantillo? ¿Qué utilidades procura? (43 bis.)
El mantillo debe ser considerado como correctivo de las
propiedades físicas y como abono.
Actuando del primer modo hace más sueltos, más fácil-
mente permeables por el aire y por el agua los terrenos
arcillosos, y da consistencia y humedad á aquellos que son
demasiado ligeros y expuestos á secarse. — Debemos sin
embargo advertir que podria acontecer, cierto es, en raros
casos, que una continuada introduccion del mantillo en el
concepto de las propiedades físicas pudiese al extremo origi-
nar defectos, que concluyesen por hacer demasiado húmedo
el terreno. — Esto se precaveria corrigiendo las propieda-
des físicas del suelo, llevando á cabo el drenage, practicando
labores profundas, rompiendo el subsuelo, etc. — Pero, su-
poniendo que negligentemente no fuesen realizados esos tra-
bajos, con interrumpir por un año, por ejemplo, la incorpo-
racion del mantillo, agregando entónces sencillamente los
productos de la incineracion del bagazo, todo el mal queda-
ria evitado.
El mantillo por sí mismo es un alimento que en cierto
período de transformacion puede ser absorbido directamente
por las plantas. — Mas, suponiendo que no sea susceptible
de ser absorbido de un modo inmediato por todos los vege-
tales, no es dudoso, y este es en puridad su oficio general,
que sus últimos productos de descomposicion constituyen
alimentos completos con respecto á ácido carbónico, nitra-
tos, amoniaco y sales minerales. — Por las reacciones que
determina en el suelo es conveniente dando orígen á com-
17
— 238 —
puestos útiles (nitrato) : determina por sí mismo ó por sus
productos de descomposicion la absorcion de algunos cuer-
pos, y en fin, desempeña encargos prominentes y especiales
respecto de la sílice, tan necesaria para la caña.
La importancia del mantillo es tan manifiesta y bien reco-
nocida, que al justipreciar el valor de un terreno se deter-
mina su cantidad y esta se multiplica por un coeficiente
elevado.
Suponiendo que el mantillo en ningun caso ni tiempo sea
absorbido directamente, en cualquier forma transitoria de
descomposicion, por las plantas, único punto en litigio y
por fortuna de importancia secundaria, está bien averi-
guado, que uno de los últimos productos de su combustion
lenta, el ácido carbónico, es absorbido por las raíces de las
plantas bien directamente libre ó disuelto en el agua, ora
colándose de rondon en la forma de bi-carbonatos alcalinos
ó térreos, y tambien unido á fosfatos solubles ó insolubles.
— De todos modos penetra en las plantas donde es aprove-
chado para aumentar la produccion de compuestos carbo-
nados, que en ciertas circunstancias, tratándose de plantas
de rápido y potente desarrollo, no podria en el grado pre-
ciso ser suministrado sólo por el aire. No se nos oculta que
esa absorcion directa del ácido carbónico podrá repugnar á
algunos fisiólogos, que erróneamente admiten al contrario
que las raíces exhalan ácido carbónico y absorben oxígeno.
— A nuestro entender el cambio de gases, en mayor ó me-
nor escala, se realiza por todas las partes del vegetal, pu-
diendo aumentar ó disminuir en una ú otra direccion, se-
gun el estado de desarrollo de los órganos y la naturaleza
de los productos elaborados.
Boussingault (Agronomie, Chimie agricole et Physiologie,
t. I, p. 128, 130, 132, etc.), en todos los experimentos insti-
tuidos, al aire libre, con el objeto de estudiar las leyes de
la vegetacion, regó las plantas con agua conteniendo ácido
carbónico en disolucion.
Boussingault ha demostrado experimentalmente que el
— 259 —
mantillo expuesto al aire sufre una combustion lenta, por
la cual produce ácido carbónico, perdiendo, por consiguiente,
carbono. — Ademas notó que la cantidad de ázoe aumentaba
á efecto de la nitrificacion á que da lugar haciendo que se
combinen el oxígeno y el ázoe del aire. — Este fenómeno
acaece en todos los países : júzguese lo que será aqui en un
clima donde todas las combustiones lentas se hallan tan
favorecidas por las circunstancias, y donde los requisitos
esenciales de la nitrificacion se encuentran obrando con la
mayor energía. — El oxígeno modificado molecularmente,
constituyendo la ozona ó el oxígeno electrizado, se combina
con el ázoe para formar ácidos nitroso y nítrico. Toda com-
bustion lenta, de cualquier órden que sea, segun expusimos
hace muchos años, produce oxigeno electrizado. — El ex-
ceso de oxigeno que no entra en combinacion, pero que sí
presencia el conflicto de los cuerpos que se unen, se modi-
fica, si para ello son propicias las circunstancias, en mayor
ó menor cantidad, modificacion debida á la accion que sobre
él ejercen los fenómenos eléctricos que acompañan las reac-
ciones químicas. — Ese oxígeno electrizado en presencia del
ázoe, del agua y de alguna materia alcalina produce ni-
tratos.
El ácido carbónico originado por la combustion del man-
tillo penetra, como hemos visto, en estado de libertad por
las raíces, ora asociado á otros cuerpos ó constituyendo al
desprenderse en la atmósfera una capa inferior rica en ácido
carbónico; de todos modos siempre concluye por entrar en
el torrente circulatorio de la planta y ser conducido hasta
los órganos encargados de aprovecharlo. — Aumentar la
absorcion del ácido carbónico equivale á modificar la com-
posicion de la atmósfera acreciendo la cantidad de ácido
carbónico que contiene, y esto, por otra via, se consigue sin
viciarla, haciéndola impropia para la vida de los anima-
les. Boussingault, en un terreno bien abonado, ha puesto
de manifiesto que el aire interpuesto entre sus partículas
contenia de 2 á 4 por 100 de ácido carbónico, pudiéndose
aun elevar hasta 14 por 100. — Las investigaciones del ilus-
tre agrónomo han demostrado que el ácido carbónico del
aire encerrado en una hectárea de tierra recientemente abo-
nada con estiércol, representa el contenido en 200,000 me-
tros cúbicos de aire normal. — Un metro cúbico de aire
normal contiene cuatro decilitros de ácido carbónico.
Es preciso no olvidar que en esa combustion lenta jamas
concluye el oxígeno por desaparecer completamente : su
cantidad disminuye siendo reemplazada por el ácido carbó-
nico correspondiente y llegado á cierto límite la combustion
se detiene. — De manera que nunca puede encontrarse la
raíz de la planta en una atmósfera de ácido carbónico puro,
lo cual produciria su envenenamiento. —- El ácido carbónico
no hace más que aumentar, dejando siempre el oxígeno en
las proporciones convenienles, no sólo para que viva la plan-
ta, sino áun para que pueda continuar la combustion así que
el ácido carbónico formado sea absorbido. — Por otra parte,
debe considerarse que el aire se renueva forzosamente aun
que no sea más que por el vacío formado á consecuencia
del oxígeno absorbido, en forma de ácido carbónico resul-
tante de la combustion : ademas hay absorcion directa de
oxígeno libre. — Aun en el medio atmosférico, en presencia -
de las bojas, que poseen la propiedad de descomponer el
ácido carbónico con suma rapidez, la planta pereceria si se
hallase sumergida en ácido carbónico puro, miéntras que un
aumento regular que puede ser hasta de 12 por 100 del vo-
lúmen del aire lees muy provechoso.
Puesto que la ocasion se presenta, debemos llamar muy
especialmente la atencion acerca de la importancia de esa ab-
sorcion de oxígeno por las raíces. — La descomposicion del
ácido carbónico por las hojas, la absorcion de principios
alimenticios por las raíces constituyen los dos fenómenos
que con más cuidado se han estudiado; pero, al lado de ellos
existe la verdadera respiracion, por la cual una combustion
del todo semejante á la que realiza en los animales se veri-
fica en la planta, y por más que nos aparezca oscura siempre
-
— 261 —
vemos la direccion de su cumplimiento y comprendemos los
beneficios de sus fines. — En las ciencias es muy peligroso
buscar diferencias y recrearse en oposiciones. — El dia en
que busquemos las analogías entre el vegetal y el animal,
la verdad se esclarecerá, miéntras que hoy colocándolos en
dos extremos completamente opuestos, no percibimos ni
áun siquiera los lazos que los unen á fuer de séres vivien-
tes, compuestos en definitivo de los mismos cuerpos y suje-
tos á las leyes generales que rigen la fuerza y la materia.
Los fenómenos de respiracion general, es decir, de com-
bustion lenta con desprendimiento de ácido carbónico ó sin
él, son muy intensos en la caña y se realizan con gran am-
plitud durante la época del crecimiento, que en definitivo es
una germinacion continua productora de retoños super-
puestos. — Esa respiracion, á nuestro entender, se verifica
con más fuerza durante el dia que en la noche, por más que
el desenlace parezca opuesto á esta doctrina, muy de acuerdo
con los fenómenos generales de la vida en todos los séres
organizados.
Continuando la combustion lenta, el mantillo concluye
por quemarse por completo á la temperatura ordinaria, de-
jando en el terreno las sales que contiene en el estado más
apropiado para que las absorban las plantas y puedan difun-
dirse por todas las partículas del terreno. Constituyen esos
productos verdaderas cenizas, cuyas propiedades se origi-
nan por las circunstancias en que se han formado.
La rapidez con que desaparece el mantillo de las tumbas
se explica, pues, y los beneficios que así se consiguen que-
dan igualmente demostrados. — Depende de nuestra volun-
tad aprovecharlos por completo y reproducirlos de con-
tinuo.
La parte soluble del mantillo contenido en la tierra, se-
gun el analísis de Verdeil y Risler, encierra sulfato, carbo-
nato y fosfato de cal, óxido de hierro, alúmina, cloruros de
potasio y de sodio, sílice libre, silicatos de potasa y de sosa
y algunas yeces magnesia. — A juicio de dichos químicos
A
esas sales provienen, no solamente del mismo mantillo, sino
tambien son consiguientes á la propiedad que tiene la sus-
tancia orgánica de determinar la solucion de algunos de los
cuerpos minerales del terreno. — Girardin ha demostrado
que el mantillo que ha cedido todas sus partes solubles al
agua, abandonado al aire libre durante cierto tiempo, su-
ministra de nuevo, á efecto de la combustion que experi-
menta en su contacto con el oxígeno, materias solubles. —
Esle químico, sin negar la influencia de la materia orgá-
nica en la disolucion de sales insolubles del terreno, hace
notar, sin embargo, que el ácido carbónico por sí solo di-
suelto en el agua, tiene la propiedad de disolver los carbo-
natos de cal, magnesia, manganeso é hierro y los fosfatos
térreos. — El agua conteniendo cloruro, alcalinos y sales
amoniacales disuelve los fosfatos térreos. Ese deseo de de-
mostrar la solubilidad del mantillo en el agua, se deduce de
la errónea idea que hasta el presente se habia tenido acerca
de los medios y circunstancias en que son absorbidos por
las raices los cuerpos existentes en la tierra. — Se habia
creido que en todos casos era requisito indispensable que
siempre se hallasen todos los cuerpos con anterioridad di-
sueltos en el agua por reacciones independientes y extrañas
á la planta. En el dia está demostrado que sustancias com-
pletamente insolubles en el agua, sin haber experimentado
accion disolvente de ningun género por parte de los agen-
tes atmosféricos y térreos, son atacadas por las raices y ab-
sorbidas en abundancia. Así lo demuestran los experimen-
tos del príncipe de Salm, Liebig, Bobiétre y Sachs, los cua-
les prueban que si bien es cierto que sólo pueden penetrar
por las raíces los cuerpos en disolucion, tambien ponen fuera
de duda que esa disolucion puede efectuarse por sustan-
cias suministradas por la misma planta. — Sin hacer mérito
del calcáreo, la dolomita, magnesita, osteólilos y otras mate-
rias minerales atacadas por las raíces de todas las plantas y
entre las cuales no son las ménos enérgicas las más infe-
riores, concretándonos á casos análogos á los que estudia-
— 263 —
mos, se sabe que existen plantas que no necesitan esperar
que las materias vegetales y áun animales sufran alteracio-
nes para vivir á expensas de ellas (Sachs, Physiologie végé-
tale, pag. 215, y Traté de botanique, pág. 844). — Si aten-
demos á las observaciones naturales, verémos que en la in-
mensa mayoría de los casos las raíces absorben cuerpos
existentes insolubles en el terreno, los cuales disuelven con
sus propios recursos.
Este es un asunto demasiado importante para ser tratado
incidentalmente. — A su tiempo lo estudiarémos y entónces
entre los hechos que aducirémos se hallarán los descritos
en las págs. 172-173.
Como acontece siempre en las ciencias, los descubrimien-
tos no hacen más que extender nuestras ideas, rectificando
juicios incompletos y propendiendo á nuevos aspectos de la
cuestion, pero no destruyen la verdad de los hechos ante-
riormente demostrados. — Admitiendo la posibilidad de la
absorcion de materias insolubles, verdad demostrada por
infinidad de observaciones de fenómenos naturales, debe-
mos, sin embargo, tratar de introducir en el terreno cuerpos
solubles que se difundan y vayan á fertilizar todas sus par-
tículas, adhiriéndose á ellas por medio de una fuerza idén-
tica á la que determina la absorcion de cuerpos disueltos en
el agua por el carbon animal. — Para ayudar los esfuerzos
de la vegetacion, es útil procurar siempre la disolucion de
las materias alimenticias por medios independientes de la
planta. Supuesto caso que la materia orgánica del mantillo
fuese absorbida por la planta, experimentaria en su orga-
nismo una combustion.
La absorcion de los ulmatos ha sido demostrada especial-
mente por Trinchinetti.
El ácido carbónico libre absorbido por las raíces y aquel
que se produce en el interior de la planta por la combustion
de cuerpos carbonados, explican la abundancia de ese cuerpo
que se halla en ciertas sávias al punto de hacerlas eferves-'
centes,
OA
El fenómeno de la absorcion por las raíces comienza áser
mejor estudiado. — Hasta el presente se habrá incurrido en
el error de simplificarlo, viendo en él sólo una succion
determinada por la evaporacion del agua por las hojas, lo
cual necesariamente hacia considerar como requisito indis-
pensable la disolucion previa de los cuerpos absorbidos. —
La membrana celular era juzgada casi inerte, dejándose úni-
camente atravesar por los líquidos preparados sin ninguna
intervencion suya. — Sin negar el acaecimento ventajoso de
semejante fenómeno, no es posible explicar todos los hechos
invocando esa especie de vacío como única causa. — Para
descubrir en toda su extension la naturaleza de los fenóme-
nos es preciso admitir como principio fundamental la iden-
tidad en composicion y propiedades de las membranas ce-
lulares vegetales y animales. — En efecto, al traves de esas
membranas se realizan fenómenos de sencilla imbibicion :
otros de endosmósis propiamente dicha; muchos de elec-
cion y de separacion física, así como tambien los hay de
modificacion molecular ó en fin de descomposicion de com-
binaciones, con modificaciones moleculares ó sin ella.
Cualquiera que sea en su esencia la verdad y valor de las
explicaciones que acabamos de manifestar, prescindiendo de
toda idea teórica y sin buscar la razon de los hechos, está
demostrado por la experiencia secular, que todas las plantas
viven igualmente bien en el mantillo resultante de la des-
composicion de cualquiera de ellas. — Así debia acontecer
puesto que todos los vegetales, ócon mayor propiedad lodos
los séres organizados, se componen de los mismos elemen-
tos áun cuando difieran las cantidades que de cada uno de
ellos encierra en su constitucion. — El análisis calitativo
muestro los mismos elementos : una misma y única lista
sirve para todos los séres organizados. — El análisis canti-
tativo indica proporciones diferentes de cada uno de esos
cuerpos.
Se comprende, pues, que en cualquer mantillo resultante
de no importa cual organismo vegetal, halle otra planta las
— 265 —
sustancias que ha menester para vivir siquiera no las en-
cuentre todas en particular en las proporciones que exijan
su organizacion y la especialidad de sus funciones.
Pero si el mantillo proviene de la descomposicion de la
misma planta que en él vivirá, es evidente que se encon-
trará en las mejores circunstancias para arraigar una se-
gunda vez, dado caso que anteriormente se haya consti-
tuido con perfeccion.
De todo esto se deduce que el mantillo de la caña es el
medio por excelencia para hacerla crecer, y como hemos de-
mostrado que aparte del azúcar exportado de orígen aéreo
y acuoso, todos sus despojos quedan en la finca, es más
claro que la luz del sol, que eternamente hasta la consuma-
cion de los siglos se podrá de continuo cultivar la caña con
sus propios restos. — Esos despojos y la caña nos servirán
de intermediarios para ir, en último análisis, por medio del
ácido carbónico y los elementos del agua, obteniendo azú-
car, dejando siempre las cosas preparadas para seguir pro-
duciéndola. — El primer cuidado del agricultor debe con-
sistir en colocar la máquina preparadora de azúcar en cir-
cunstancias en que pueda desplegar toda su actividad, cons-
tituyéndose de la manera más perfecta y funcionando luego
en las mejores condiciones. — Es imposible imaginar nada
tan sencillo ni tan asombrosamente admirable en todo el
progreso de los fenómenos. Todos los elementos que entran
en accion nos son suministrados por la naturaleza, y algu-
nos son en absoluto gratuitos. — El sol nos procura el ca-
lor y la luz, gracias á los cuales su energía se acumulará la-
tente en el azúcar y demas compuestos hidro-carbonados, y
cuando en lejanas regiones consuma el hombre nuestro
dulce desplegará las fuerzas disimuladastaqui. — El ácido
carbónico, en definitivo, proviene del aire, bien sea tomado
directamente en estado de libertad del existente en la at-
mósfera, ora provenga de la descomposicion del mantillo.
— El organismo de la caña será siempre el más excelente
para estudiar en todo su auge las leyes que rigen la acumu-
— 266 —
lacion de la fuerza lanzada por sol. — Lo que hay de
más curioso en este cultivo, es que la energía potencial acu-
mulada en el leñoso podemos trasladarla y encerrarla en
forma de azúcar. — Ningun esfuerzo de la vegetacion es
perdido : — la fuerza acumulada este año en una forma
aparecerá al próximo contenido en el azúcar. — El hacen-
dado que se recree recorriendo sus frondosos campos debe
considerar no solo que allí, en aquel instante, se le prepara
azúcar para la inmediata zafra, sino áun cuerpos que con-
tribuirán á acrecer la cosecha del año venidero.— Supuesto
caso que continúe quemando estos, al ver arder en sus for-
nallas el bagazo, debe tener entendido que tan alegre como
inconvenientemente quema así gran parte de la subsi-
guiente zafra.
Toda esta difusa discusion puede resumirse en bien po-
cas palabras. — Es preciso suministrar á la caña abonos
susceptibles de producir, por su descomposicion, ácido car-
bónico que es, entre todos los varios alimentos de que ha
menester, aquel que predomina con gran exceso, pues es el
que perentoriamente necesita para preparar leñoso y azú-
car. — Por simplificar, hacemos caso omiso de las otras for-
mas en que pueden ser absorbidas las materias carbonadas.
Cualquiera que sea la apropiacion de los abonos mine-
rales (las mismas cenizas ó los cuerpos contenidos en ellas
á los cuales se añaden materias azoadas) no acrecerán ni de
un átomo el ácido carbónico natural que toma la caña del
aire. — La cantidad de leñoso y azúcar así formada será
proporcional al ácido carbónico absorbido del aire y por
tanto comprendida entre ciertos límites. — De este modo no
se podrán disponer tumbas artificiales.
Cuando se constituyen en el terreno circunstancias Ca-
paces de producir ácido carbónico, mediata ó inmediata-
mente, interior ó exteriormente, nos ponemos en el mismo
caso que si aumentásemos la cantidad que de él contiene la
atmósfera ó cual si renovásemos de continuo, por la agita-
cion, el aire que al ponerse en contacto con las hojas de la
caña les ofrece ácido carbónico. En tan benéficos requisitos,
la caña aprovechará el ácido carbónico del aire y ademas el
que le brinda la tierra. — Entónces obtendremos tumbas
artificiales.
Por fin, cuanto acabamos de manifestar se encierra en el
siguiente consejo : no quemar el bagazo : fabricar con él
mezclas fertilizantes.
Hasta aquí hemos expuesto el particular que nos ocupa
tomando las cosas tales como son, es decir, que admitimos
cual real y efectivamente ha acontecido, que el hombre, sin
criterio de ninguna clase, haya desmontado el primer bosque
que encontró sin curarse con anterioridad ni poco ni mucho
de indagar la naturaleza del terreno en que se proponia
“plantar caña.
En ese supuesto, sin ocuparnos en inquirir las propieda-
des del terreno y prescindiendo por completo de ellas, fun-
dándonos sencillamente en la inmutabilidad de las leyes de
la naturaleza que hace que, cuando un hecho se ha realizado
una sola vez continuará aconteciendo, siempre y cuando se
reunan las circunstancias que lo produjeron, hemos demos-
trado que es posible reconstituir una tumba igual á la pri-
mitiva que se obtuvo inmediatamente despues de haber des-
cuajado el monte. — Esa tumba artificial tendrá todos los
defectos ó benéficas cualidades que se hallaban en la natural;
pero así y todo siempre dará los mismos resultados.
Mas todas las tumbas no tienen igual terreno en punto á
profundidad de la capa vegetal, naturaleza del subsuelo,
propiedades físicas y fitolépticas y composicion química. —
De que un terreno esté cubierto con los más corpulentos
árboles no se deduce forzosamente que, siempre y en todas
circunstancias, será apropiado al cultivo de la caña, siquiera
en el primer momento, merced á requisitos transitorios y
algunas veces á un cultivo particular, pueda ser fértil en
mayor ó menor grado.
En efecto, la naturaleza no hizo crecerindistintamente las
especies vegetales, en el mismo clima, en toda suerte de
— 268 —
suelos. — Las distribuyó con singular atencion, segun las
circunstancias del terreno, cuidando al realizar su disper-
sion de tal manera de las propiedades físicas, que algunos
sabios, exagerando la verdad en ese aspecto, han querido de-
mostrar que la composicion química era requisito secun-
dario comparado con la importancia prominente de aque-
llas. — Nadie ignora que los árboles y yerbas de las tierras
de poco ó mucho fondo, de las altas, bajas, arcillosas, calcá-
reas, arenosas, humiíferas, etc., no son los mismos. — Cada
terreno se cubre de una vegetacion particular tan caracte-
rística de él como este lo es de ella. — Conocido uno de los
factores se deduce el otro. — Con frecuencia, variado el ter-
reno se producen árboles distintos. — Hasta las aves indi-
can las propiedades del terreno, dado caso que nos sea co-
nocida su alimentacion. —Si la naturaleza se hubiese encar-
gado de propagar espontáneamente la caña, con seguridad
que no la habria colocado con indiferencia en los terrenos
más diversos en todos aspectos. — Hubiera elegido la esta-
cion más apropiada, y nunca la encontraríamos en muchos
terrenos en los cuales la forzamos á vivir á pesar de ser lo
más repugnante posible á sus principios constitutivos.
Es indudable que si se hubiesen estudiado los terrenos de
algunos montes, jamas se le habria ocurrido á ningun agri-
cultor prudente y entendido descuajarlo para plantar caña. —
Habria conservado el bosque, útil, ademas de otros motivos,
por consideraciones relativas al clima. — Pero, realizado el
mal, es necesario remediarlo hasta el punto posible.
Puesto que todos los terrenos no son por naturaleza igua-
les relativamente al cultivo de la caña, será preciso recurrir
á tres determinaciones. — 1.* Prescindir de toda mejora : es
el caso que hemos estudiado. — 2.” Modificar atinadamente
aquellos que no presenten en todos conceptos las condi-
ciones permanentes del mejor terreno que hubiera elegido
la naturaleza para hacer crecer la caña y que el botánico
habria señalado como su estacion fija. —- 3. Apropiar el sis-
tema de cultivo á las circunstancias del terreno.
— 269 —
No podemos volver á tratar todos estos particulares, tan
extensamente estudiados en nuestras publicaciones. — Sólo
insistirémos respecto de dos puntos.
Las propiedades físicas del suelo tienen tan gran impor-
tancia en el cultivo de la caña, que al admirar su frondosa
vegetacion en medios al parecer pobres en materias alimen-
ticias, un juicio repentino nos conduciria á dar una prepon-
derañicia absoluta á esas propiedades en detrimento del valor
de la composicion química. — Algunas veces nuestros expe-
rimentos han podido parecer contraproducetem. — En efecto,
en la série de ensayos que habíamos instituido para estudiar
las circunstancias de la yegetacion de la caña, resultaba á
menudo que la caña crecia con una exhuberancia extraor-
dinaria en suelos á primera vista privados de los alimentos
indispensables, y esto, sólo á merced de una excesiva bon-
dad de las propiedades físicas y del continuo riego. — Cier-
tos terrenos que hoy se juzgan infecundos quedarian boni-
ficados si con tino se les modificasen las propiedades fí-
sicas.
En todos los paises del mundo y con referencia á los más
distintos cultivos la profundidad de la capa vegetal se ha
considerado justamente como uno de los elementos que es
necesario tomar en cuenta para justipreciar el valor de un
terreno. Gasparin, modificando las apreciaciones de Thaer,
estima que un terreno mediano debe tener 16 centímetros
de capa vegetal. El valor se acrece de 3 por 100 por cada
centimetro contando desde los 16 hasta llegar á 27 y desde
allí hasta 50 en una proporcion de 2 por 100. — Inversa-
mente el valor decrece de 16 á 12 de un 5 por 100; de 12á 5
de un 8 por 100. — Si semejante estimacion se hace de un
modo general en Europa, júzguese la que se haria en
nuestro clima, tratándose del cultivo de la caña, cuyas cir-
cunstancias exigen imperiosamente una profunda capa ve-
getal. — En efecto, la caña no puede matear dejando los re-
nuevos en buena situacion para que á su vez ahijen y estos
pimpolios tambien desarrollen sus yemas subterráneas á la
— 270 —
profundidad conveniente, etc., sin que al plantar la estaca
mulliplicadora, al cabo de cierto tiempo quede cubierta con
una espesa capa de tierra. El solo fenómeno del mateamiento
basta para demostrar la urgencia de una profunda capa ve-
getal. — Por otra parte la gran evaporacion de agua por las
hojas, sin contar la absorcion de las demas materias indis-
pensables para su vida, exigen que sus ramificadas y exten-
sas raíces puedan recorrer un gran espacio de tierra, siempre
fresca, ofreciendo agua y otros alimentos en justa y arreglada
proporcion. — Si la caña hubiese de absorber el agua con-
tenida en una delgada capa vegetal, muy pronto la secaria
á ménos de no estar continuamente regada. No debe olvi-
darse que la profundidad de la capa vegelal es una de las
condiciones para conservar la frescura del terreno.
Cuidado preferente del agricultor debe ser tratar por todos
los medios posibles de aumentar el espesor de la capa la-
brantía, en los casos que lo hayan menester y en los cuales
la empresa sea económica.
En el capítulo intitulado Produccion de azúcar volve-
mos á tratar algunos de los puntos mencionados en este.
CULTIVO.
REFUTACION DE ALGUNAS OBJECIONES PRESENTADAS CONTRA EL
NUEVO SISTEMA DE CULT:VO. —I. El espíritu dominante, la idea
fundamental, de todos nuestros escritos, ha sido siempre
mostrar la necesidad, conveniencia, facilidad y oportunidad,
de reemplazar el uso brutal de la fuerza humana por el em-
pleo de los distintos instrumentos aratorios tirados por ani-
males, los cuales ejecutan con más perfeccion, regularidad,
prontitud y economía gran parte de las operaciones que
— 271 —
en nuestros campos, en el dia, tienen que practicar los
obreros.
Hemos pretendido, aduciendo al efecto hechos bien com-
probados, demostrar que nuestros obreros actuales son
capaces de llevar á cabo con acierto todos y cada uno de los
trabajos ejecutados por máquinas aratorias, por más que
algunos hacendados crean y estén persuadidos de que no
tienen la aptitud necesaria para ellos, y que son del todo
inhábiles para cualquiera operacion que exija cierta inteli-
gencia. A esta objecion podriamos aún oponer dos argu-
mentos : 1.* En los ingenios vemos todos los dias negros
encargados de toda especie de obras mecánicas, que desem-
peñan con un raro acierto : en las mismas fincas secundan
con gran tino las distintas operaciones de la fabricacion del
azúcar, etc., etc.; algunos negros sirven de maestros de azú-
car, de maquinistas, herreros, carpinteros, albañiles, etc.
Pues bien; si son capaces de hacerse cargo de trabajos tan di-
fíciles, ¿por qué no podrian ponerse al corriente de las tareas
del cultivo, que son más fáciles de comprender y de llevar á
cabo? 2.” Supongamos por un instante que no tengamos
ejemplos relativos á nuestro asunto que mostrar en muchas
fincas; admitamos aún que la experiencia nos haya enseñado
que nuestros obreros son del todo incapaces de comprender
cualquiera explicacion, por fácil y sencilla que parezca. A este
argumento, que felizmente no es más que supuesto, con-
testariamos que si verdaderamente estuviésemos más con-
vencidos de las ventajas que nos resultarian adoptando
sistemas de cultivo más racionales y adecuados á nuestras
necesidades y en relacion con nuestro estado actual de civi-
lizacion, deberiamos tratar de desenvolver la inteligencia de
nuestros siervos, lo que ciertamente no puede lograrse sino
disminuyendo algun tanto los trabajos penosos y conti-
nuados que hoy los abruman. De esta manera los negros
jóvenes que se hallan en la actualidad en nuestras tincas
alcanzarian un grado de desenvolvimiento intelectual de
que no gozan sus padres.
E
Como base necesaria de todos los progresos que se traten
de introducir en el cultivo de la caña, consideramos que de-
ben colocarse en un puesto muy prefere: te las siembras en
líneas, hileras, ringleras, calles Ó surcos separados por
distancias convenientes y colocados en direcciones rectas y
paralelas.
Sembrando de esta manera, se obtienen varias ventajas,
entre las cuales mencionarémos las siguientes: 1.* Las cañas
se desarrollan más completamente, contienen más azúcar,
y cada cepa produce mayor número de tallos. 2.* Las opera-
ciones de chapear, arrejar y aporcar, que tan útiles y ne-
cesarias son en este cultivo, se ejecutan con gran facilidad,
procurando un gran ahorro de mano de obra, á la vez que
se llevan á cabo de un modo más perfecto. 3.” Ejecutándose
los trabajos por medio de máquinas, hay más igualdad en
ellos, y hasta cierto punto se evitan los inconvenientes que
se originan por la pereza, inexperiencia ó falta de voluntad
de parte de los trabajadores. 4.” Siendo el trabajo por má-
quinas más regular, se pueden calcular mejor las tareas, y
por lo tanto, distribuirlas con acierto, no teniendo así más
que inspeccionarlas despues de su ejecucion, para justipre-
ciar el comportamiento de los operarios. 5.* En los momen-
tos de la siega se consigue una ventaja considerable, no
sólo con respecto á la operacion en sí misma, sino áun con
referencia al acarreo ó tiro de la caña. 6.” Despues de la siega,
se puede con más facilidad desviar la paja, y las resiembras
se verifican en mejores circunstancias.
Dos objeciones se nos han opuesto últimamente á las
ideas que venimos defendiendo. Nos dice un hacendado :
« Me opongo á las siembras verificadas á distancias consi-
derables, no porque dejen de dar cañas superiores, sino
porque, estando muy escasos los brazos, se enyerban mucho
los cañaverales, y esas plantas extrañas hacen padecer
extraordinariamente á las cepas, resultando de aquí la des-
poblacion de dichos cañaverales, y un recargo de trabajo
para la negrada. » Precisamente para aliviar á la negrada,
NS
Km
para descargarla de un trabajo tan penoso como el chapeo,
hubiéramos siempre aconsejado el cultivo en líneas, juicio-
samente distantes, áun en el caso en que no hubiésemos
tenido otras razones poderosas en que apoyar los brillantes
resultados que procura. Conviene, sin embargo, que agre-
guemos que al adoptar las siembras, con acierto distantes,
es conveniente al mismo tiempo emplear los instrumentos
aratorios, cuyo uso ventajoso venimos demostrando; pero
que de ninguna manera debe esperarse obtener todos los be-
neficios poniendo sólo en ejecucion una parte del sistema, y
despreciando ó desatendiendo las otras. Mas los que no
quieran, ó no puedan introducir en sus fincas esas máqui-
nas aratorias, ¿deberán abstenerse de ejecutar las siembras
en lineas bien separadas, en las cuales las cepas se hallen á
la distancia juzgada necesaria? A primera vista quizas se
creeria que convendria en ese caso sembrar siguiendo la
rutina del método antiguo; pero si se considera por una
parte que siempre obtenemos la ventaja de conseguir mayor.
y más perfecto crecimiento en la caña sembrada por el
nuevo sistema, y si por otro lado no se olvida que áun en el
caso de tener que verificar las escardas por medio de la fuerza
humana, y no por instrumentos aratorios tirados por ani-
males, esta operacion es más fácil, más regular, más expedita
y se hace con una perfeccion que pocas veces se obtiene cuando
los trabajadores no pueden libremente moverse en un espa-
cio reducido; teniendo presentes todas esas circunstancias,
es indudable que áun en el caso de no emplear instrumen-
tos aratorios conviene sembrar ancho. Las cañas bien sem-
bradas ahijan más, crecen más pronto, por tanto, se cierran
más temprano, ahogando así las yerbas adventicias. — Ade-
mas se desarrollan con más igualdad, maduran poco más ó
ménos en el mismo tiempo, despues del córte sufren ménos
las cepas, etc.
Muchas personas repiten que el cultivo en líneas situadas
á las convenientes distancias por medio de instrumentos
aratorios, es fácil y hacedero en el primer año, pero que es
18
— 274 —
difícil ó imposible al segundo, porque á él se opone la paja
y la falta de alineacion de los surcos, los cuales, segun pre-
tenden esas personas, pierden al cabo de algun tiempo su
primitiva rectitud y paralelismo. En cuanto á la paja, cree-
mos haber respondido victoriosamente, mostrando cómo
puede apartarse para arar el intervalo que separa las hile-
ras de caña, y más tarde volverse á colocar en el lugar que
ocupaba naturalmente. Con respecto á la pérdida de la ali-
neacion, manifestarémos que cuando los campos han sido
sembrados en líneas regulares, jamas pierden las hileras de
cañas su rectitud y paralelismo; no hacen más que ensan-
charse; pero siempre conservan su alineacion. Los que -
hayan estudiado con la más pequeña atencion la estructura
de los tallos subterráneos de la caña, y el modo con que
ahija, no podrán dudar ni un instante de la verdad de nuestra
asercion; pero sin recurrir á esos estudios, podemos asegu-
rar á los incrédulos que hemos tenido ocasion de admirar el
perfecto paralelismo que conservan las líneas de caña des-
pues de yarios córtes; hecho que sobre todo se nota cuando
el retoño comienza á aparecer algun tanto crecido.
No se crea, sin embargo, que pensamos que áun en el caso
en que se introdujesen en nuestras fincas los extirpadores,
escarificadores, azadas tiradas por animales y pequeños ara-
dos, quedarian del todo suprimidos los chapeos llevados á
cabo por medio de la fuerza directa del hombre. No; siempre
habria que chapear de semejante modo, por lo ménos en los
mismos surcos, al rededor de la cepa; pero ese trabajo, en
comparacion del que hoy hay que hacer, es pequeño y poco
penoso, tanto más, cuanto que podria practicarse ventajo-
samente la mayor parte de las veces por medio de guatacas
ó azadas, cuyo uso comienza á generalizarse en el país. —
Tambien es posible arrancar las yerbas adventicias con la
mano, y por fin, es indudable que gran parte de esos vege-
tales nocivos serian sepultados beneficiosamente cuando se
arrimase tierra al pié de la caña.
En resúmen, las siembras en líneas situadas á distancias
— 25 —
de 5,66 7 piés ingleses, procuran economía de mano de
obra y de semilla, aumentan el producto, regularizan el tra-
bajo, y sobre todo, lo hacen ménos penoso. Sólo poniéndo-
las en práctica se puede continuar cultivando la extension
de tierra que poseen los grandes ingenios actuales.
Il. Improbo y por demas fastidioso seria nuestro trabajo,
si nos impusiésemos el deber y aceptásemos la tarea de con-
testar á las diversas objeciones que con frecuencia se nos
manifiestan acerca del nuevo sistema de cultivo de la caña :
bien fácil nos seria demostrar que de antemano se encuen-
tran estampadas en nuestros escritos cuantas razones son
necesarias para poner en su punto todos y cada uno de esos
especiosos argumentos. A pesar de ese juicio, creemos opor-
tuno consagrar algunas líneas á responder á uno de ellos,
no tan sólo porque es de gran trascendencia, sino tambien
para poner fuera de duda que no se nos opondria si con más
detenimiento se hubiesen estudiado las reglas que deben
concurrir en el cultivo de nuestra preciosa gramínea.
Nos dice un hacendado: « Adopté el sistema propuesto; me
procuré los mejores arados de una sola vertedera; rompí
profundamente el terreno, y en seguida sembré la caña, reu-
niendo en la ejecucion de las plantaciones, todos los requi-
sitos indicados. Nació la caña y..... al fin abtuve los más
desventajosos resultados. Mi terreno no era muy bueno, es
cierto; pero, sin embargo, algo obtenia de él: así que traje
á la superficie el barro del fondo, todo se echó á perder; vol-
veré, pues, á mi antiguo sistema, que se denomina rutina-
rio; emplearé ese arado criollo, que los progresistas lla-
man virginiano y áun egipcio, y nunca más se me ocurrirá
adoptar modificacion alguna. » Para corroborar esta opi-
nion, senos aducen hechos semejantes acontecidos en otras
fincas, y muchas veces en toda una comarca.
Hemos puesto el mayor cuidado en determinar las cir-
cunstancias que es preciso no olvidar cuando se trata de la
profundidad que conviene dar á las labores; hemos mani-
festado las reglas que servian para conocer de antemano
A
las propiedades de la mezcla del suelo con el sub-suelo,
teniendo en cuenta los caractéres de ambos; asimismo indi-
camos la necesidad de usar ciertos correctivos y abonos para
fertilizar la nueva capa labrada. Tambien manifestamos la
urgencia de meteorizar el terreno. De suerte que todos los
perjuicios originados á consecuencia de una labor profunda
mal aplicada, se habrian evitado si en algo se hubiesen aco-
modado las operaciones á las más claras y terminantes reglas
científicas.
No volverémos á estudiar detenidamente todas estas ma-
terias, las cuales, con la necesaria amplicacion, se encuen=
tran dilucidadas en nuestros escritos; tan sólo vamos áÁ
detenernos en examinar una parte de los beneficios que se
realizan por medio de la accion de los agentes atmosféricos
sobre los componentes del terreno. Los demas efectos de la
meteorizacion del suelo se hallan descritos en otras páginas.
(Y. Estudios progresivos, etc.)
La-caña es una planta cuyos órganos, relativamente á sus
importantes funriones, tienen que formarse y estar en apti-
tud de desempeñar todos sus encargos en un breve y bien
limitado espacio de tiempo; por otra parte, el clima imprime
á la organizacion una gran potencia vital: de suerte que si
con medida no se procuran al vegetal sacarígeno las mejo-
res circunstancias para el ejercicio de todas y cada una de
sus funciones, éstas se alteran y perturban. Con respecto á
la particular alimentacion de la caña, nos bastaria recordar
que es una gramínea, y entre ellas una de las que más esen-
cialmente ha menester, á más de otros cuerpos, de silicatos
y fosfatos alcalinos y térreos, materias que pueden existir
en el suelo en la forma de combinaciones inadecuadas para
ser absorbidas, y que reclaman en ese estado la intervencion
de otros cuerpos, para que mediante ellos puedan modifi-
carse, y entónces penetrar en el torbellino de la vida. El
ácido carbónico disuelto en el agua es precisamente uno de
los más poderosos y fecundos medios de que se vale la natu-
raleza para conseguir ese fin. — ¿No es acaso ese ácido el
O
que determina la descomposicion de los silicatos , suminis-
trando así álcalis y ácido silícico á la caña? ¿ Por ventura no
es el mismo ácido el que disuelve en algunas circuntancias,
y ataca más ó ménos en todas el fosfato de cal ? ¿ No disuelve
el carbonato de cal, y así le permite obrar sobre otros com-
ponentes del suelo y áun penetrar en la economía vegetal ?
Por fin, nadie ignora que el ácido carbónico por sí mismo
es un alimento. — Conocidos todos estos hechos, se com-
prenderá la importancia de las acciones atmosféricas que
introducen en el terreno el ácido carbónico contenido en el
aire, y que lo forman á expensas de su oxigeno y de los
elementos del suelo. — Muchas veces nos ha sucedido traer
á la superficie de la tierra un barro situado en capas más
profundas; ese barro blanco, más ó ménos amarillento, era
estéril y áun nocivo á la vegetacion. — Poco tiempo despues
de expuesto al aire, su color fué cambiando, se tornaba más
oscuro, hasta que por fin quedó negro y mezclado con las
partículas de la capa vegetal, despues de abonado y corre-
gidas sus propiedades físicas, nos ofreció un lerreno en ex-
tremo fértil. — Ese barro contenia protóxido de hierro, el
cual por la accion del aire se trasformó en peróxido, cuyos
efectos sobre el suelo hemos examinado en otro lugar.
La ciencia explica hoy perfectamente todos los beneficios
consiguientes á la meteorizacion del suelo; la experiencia
los confirma á tal punto, que en muchas circunstancias se
han estimado como el único medio de mejorar los terrenos.
Si tales efectos se han obtenido en otras latitudes, más ma-
nifiestos serian en este país, en virtud de las más favorables
circunstancias, en las cuales entran en conflicto el aire y
los elementos del suelo. Hemos manifestado las ventajas é
inconvenientes del sistema propuesto por Tull, y, por lo
tanto, no repetirémos cuanto acerca de él hemos dado á co-
nocer.
Cuanto acabamos de manifestar en las anteriores líneas
debe probar á nuestros hacendados una verdad, cuya enun-
ciacion venimos repitiendo hace mucho tiempo : todas las
— 278 —
mejoras en agricultura se apoyan y sostienen mutuamente;
cada una á su vez hace necesarias las demas; sólo asocián-
dolas, en la medida y tiempo convenientes, es posible crear
las circunstancias propicias para que los vegetales puedan
desarrollarse normal y beneficiosamente, encaminando to-
das las funciones á un fin determinado.
CAUSAS QUE DETERMINAN LA DEPAUPERACION DE LOS CAÑA
VERALES. — Nos proponemos discutir algunos de los puntos
que se contienen en una materia en alto grado importante,
cual es la mengua lenta y sucesiva que se nota en la pro-
duccion de los campos sembrados de caña. — Éstos, como
no ignoran cuantos han visitado ingenios, recompensan
nuestros trabajos con grandes cosechas en el primer año;
pero tan pronto como se corta la caña de planta, los reto-
ños que brotan de la cepa pueden dar nacimiento á cañas
delgadas, pequeñas y ménos sacaríferas, hasta que al cabo
de cierto número de años hay que demoler los cañaverales
y sembrarlos de nuevo, ya por haber perecido gran parte
de las cepas, ya porque, aunque completamente sellados de
caña, ésta vegeta pobremente, dando orígen á desmedrados
tallos de corto rendimiento en azúcar.
Suponiendo que poseamos tierras que se encuentren ini
cialmente dotadas del conjunto de propiedades físicas más
adecuadas á la vida de la caña y de la composicion química
más propia para su cultivo, ¿cuáles son las causas genera-
les que motivan la degeneracion de la caña ó la muerte de
las cepas? — Más tarde nos proponemos tratar ámpliamente
todo lo concerniente á los correctivos. Entónces tambien
examinarémos y describirémos todos los caractéres que debe
presentar el terreno más adecuado para el cultivo que nos
ocupa. En todos estos estudios admitimos tambien que las
cañas se desarrollan en las mejores condiciones atmosféri-
cas de calórico, luz, humedad, etc.
Miéntras más propicias sean las condiciones en que se
desarrolle una planta, mayor será el espacio de tiempo que
— 279 —
reclamará para llegar á su completo crecimiento. Esto se
comprende fácilmente, porque cualesquiera que sean las
funciones que tengan que desempeñar sus órganos, necesita-
rán más tiempo habiéndolas de ejercer todas simultánea-
mente con mayor amplitud. — Por el contrario, cuando una
planta crece en circunstancias poco favorables, alcanza
pronto el último grado de su vida, pues en breve llenan
sus órganos los fines á que están destinados.
Para comprobar estos principios generales, pero no abso-
lutos, pudiéramos citar numerosos y variados ejemplos;
mas creemos suficiente recordar tan sólo el trigo, que bien
cultivado en tierras feraces, aereadas, etc., no se encuentra
en su apogeo de desarrollo sino al cabo de un tiempo consi-
derable, miéntras que cuando vegeta en tierra pobres, ó en
los casos en que su planta no se halla en las condiciones
más propias para desarrollarse y desempeñar por completo
todas sus funciones, entónces llega á su fin en un intervalo
de tiempo más corto.
Todos los hacendados saben muy bien que la caña de
planta tarda más tiempo en madurar, y que el guarapo que
de ella se extrae, sobre todo en terrenos vírgenes, en ge-
neral es de difícil defecacion, lo que proviene de que, ha-
biéndose desarrollado por completo y con gran vigor, ha ex-
traido de la tierra gran cantidad de sales; y tambien de que
muchas veces esas cañas, quizá, segun las circunstancias,
deberian cortarse ó segarse de más edad que de catorce á
diez y ocho meses (edad por lo comun en que se corta la
cañade planta en la isla de Cuba), pues así sus jugos habrian
tenido más tiempo de elaborarse y de purificarse por las pro-
pias fuerzas vitales de la planta. — De este modo se elimi-
narian ó serian convertidos en otros productos, gran parte
de los principios proteicos que contiene en los primeros
tiempos de su desarrollo, los cuales, si bien no desaparecen
por completo, al ménos disminuyen ó se modifican molécula-
mente, quizas, á medida que se verifica el crecimiento. —
La fuerza de la vegetacion bien activada es, por decirlo así,
— 280 —
una primera defecacion que experimenta el guarapo contenido
en el organismo de la caña, sin contar que al mismo tiempo
que lo depura, aumenta su riqueza sacarina. No olvidemos
entre los principios que desaparecen ó disminuyen hasta lo
infinitesimal, por la madurez, el azúcar incristalizable.
Ahora bien; ningun agricultor cubano ignora que las
cañas de soca son más pequeñas, más delgadas, y tienen
cañutos más cortos, son más leñosas, ménos jugosas y sacarí-
ficas que las de planta; ninguno duda que los cañaverales
de soca producen ménos azúcar, áun en los casos en que se
mantengan completamente sellados de caña ; todos reconocen
que los jugos extraidos de esos tallos son, por lo comun,
más fáciles de elaborar, y por fin, la experiencia les ha ense-
ñado que llegan á su completo desarrollo en un espacio de
tiempo más corto que el que requieren las cañas de planta
para alcanzar el mismo crecimiento, lo que quizas en algun
tanto proviene de que los ojos que producen los retoños es-
tán mejor desarrollados, y las raíces que los alimentan al
principio son más potentes, conteniendo ademas de ante-
mano una provision de materias alimenticias, las cuales
desde luego y en ménos tiempo presentan á la yema dispues-
ta para apropiárselas. — Por estos motivos, en esas circuns-
tancias brota una caña más fuerte que aquella que nace de
un ojo desprovisto de raíces. Y ya que nos referimos al tallo
subterráneo, bueno será que comparándolo con el tallo aéreo,
distingamos y fijemos su apropiacion como fuente alimen-
tadora de los retoños. El tallo subterráneo tiene vida propia,
sus raíces le procuran un movimiento activo, que no posee
el tallo aéreo que sirve de estaca multiplicadora. El tallo
aéreo, cuando se emplea como estaca multiplicadora, una
vez que sus yemas se desarrollan, se descompone, cede sus
materiales nutritivos, los cuales no son reemplazados mién-
tras que el tallo subterráneo se conserva más tiempo, y sus
cuerpos alimentosos se renuevan. Aun cuando el retoño ad-
quiera vida propia é independiente hasta cierto punto, con-
tinúa, sin embargo, nutriéndose algun tanto á expensas del
Bea 1 a A
tallo subterráneo que lo originó. — Por otra parte, el tallo
subterráneo, cuando la vida del tallo aéreo se detiene en
sus postreros tiempos de desarrollo, contiene almacenado un
exceso de materias alimentosas, las cuales son utilizadas
con más rapidez por los nuevos retoños, constituidos de tal
suerte, que de momento pueden aprovecharlas.—Para mayor
esclarecimiento de este particular, recuérdese cuanto hemos
manifestado á propósito de las siembras de cogollo; y tam-
bien lo que apuntamos en nuestros Estudios experimenta-
les acerca de la vegetacion de la caña, respecto de la forma-
cion de los retoños criollos.
Este conjunto de hechos indica palpablemente, ó que la
caña de soca ha degenerado en su organizacion, ó que ménos
favorecida por las circunstancias exteriores, se ha desarro-
llado, si bien completamente con respecto á ella misma, tam-
bien con parsimonia comparada á la de planta, cuyos poten-
tes órganos en condiciones más idóneas han desempeñado
sus funciones con mayor grado de intensidad.
No podemos admitir la degeneracion, desmedro ó descae-
cimiento lan temprano de la cepa, porque en buenos terrenos
y en condiciones propicias se desarrolla con toda la lozanía
apetecible durante un gran número de años. Luego forzosa-
mente nos vemos obligados á aceptar la segunda causa,
como la que real y verdaderamente produce todos los efec-
tos, que tan importante nos seria prevenir, contrarestar ó
hacer desaparecer.
Para demostrar la verdad de cuanto acabamos de exponer,
proponemos se practiquen dos experimentos, con cuyos
resultados se consigue hacer patente la influencia que sobre
el desarrollo de la cepa ejercen el terreno y el sistema de
cultivo que preside al crecimiento dela caña. — De un caña-
veral, en el cual la caña se produzca sin vigor alguno, y
que por consiguiente se trate de demoler: 1.* Se tomará una
cepa, y arrancada á la mota, se trasplantará á un terreno
convenientemente preparado y abonado, donde se cubrirá
bien con tierra. — Al cabo de cierto tiempo arrímesele al
-— 282 —
pié tierra mezclada con abonos, y se verá que vegeta con
tanta ó más lozanía que la caña de planta. Hemos tenido
ocasion de practicar este ensayo en grande escala: al abrir
una guarda-raya al traves de un cañaveral, recogimos todas
las cepas y las sembramos dentro del plantío de caña: bien
pronto originaron hermosas macollas. — 2.” Sin arrancar la
cepa, dado el caso que el terreno no sea del todo impropio
para el cultivo á que se destina, cúbrase completamente,
con tierra incorporada con abono, toda la cepa, bien cortada
á flor de tierra, despues de haber removido la tierra en torno
suyo, y se lograrán cañas tan frondosas como las mejores
de planta. Se puede hacer el experimento con más elegancia,
aislando los hijos ó retoños de la cepa, y sembrándolos por
separado. Con este motivo citarémos un experimento muy
procedente: al sembrar un cañaveral viejo, quemado- en
crudo, el arado de doble vertedera arrancó una cepa de
caña, que así desenterrada y aislada, pronto brotó retoños;
separamos esos retoños, los trasplantamos apartadamente,
y obtuvimos hermosas macollas de cañas, provistas de gran
número de tallos. — Aun agregarémos más: separando de
ese modo los retoños, se obtienen mejores resultados que
cuando se trasplantan cepas muy viejas, las cuales por sus
raices y leñosos tallos subterráneos desprovistos de vida
impiden mecánicamente el desarrollo de la nueva planta.
Hecho que parecerá contradictorio comparado con las razo-
nes que con anterioridad hemos aducido para demostrar la
influencia benéfica del tallo subterráneo; pero si se consi-
dera que esas cepas no tienen vida propia, si se recuerda
que sus raíces no funcionan bien, si se atiende á su consti-
tucion por demas leñosa, no conteniendo sus órganos apénas
materias alimentosas que transmitir al retoño, se verá que
las circunstancias han cambiado, y por tanto, se explica ló-
gicamente el fenómeno al parecer opuesto á los principios
demostrados más arriba. — De cuanto acabamos de relatar,
debemos deducir que la cepa no ha degenerado en su cons-
titucion orgánica, primitiva y esencial; lo único que impide
— 283 —
su completo desarrollo son los defectos del cultivo, las pro-
piedades del terreno ó las circunstancias meteorológicas en
que se realiza el desarrollo de la caña. A su tiempo presen-
tarémos algunas pruebas á favor de los juícios que acaba-
mos de expresar, las cuales nos serán suministradas por el
estudio de la estructura orgánica de la caña.
¿Cuáles son las causas generales que motivan el desmedro
y menoscabo de las cañas de soca, que, aunque lentas, con-
cluyen por hacer morir por completo las cepas? ¿Por qué
vegetan raquíticas y se desarrollan pronto y poco? Cono-
ciendo las causas, fácil mos será encontrar los remedios
propios para combatirlas, y sobreponernos á su accion.
A nuestro entender, las causas generales que simultánea
Ó separadamente, con más ó ménos intensidad, obran para
producir los resultados que tratamos de evitar, son: 1.” El
endurecimiento de la tierra, que impide su aereacion, y la
dispone á secarse con facilidad en todo el espesor de su capa
activa, á la par que imposibilita que se humedezca rápida-
mente. — Las lluvias y la seca alternadas, ayudadas por la
accion del sol, apelmazan la tierra, las primeras propenden
á consolidarla, á convertirla en una capa uniforme y homo-
génea, que se deseca en seguida, al cabo de algun tiempo,
por igual en todo su espesor. Más tarde, cuando llueve, el agua
que caesobre esa superficie endurecida penetra con dificultad,
gran parte de ella se pierde por la evaporacion ó se desliza
por su superficie, lavándola, y por tanto, arrastrando las
materias tenues y disolviendo las solubles. Ademas, en las
tierras muy arcillosas impermeables, sin corrientes natu-
rales Ó desagúes artificiales, se escurre lentamente, y así
estancada puede ser muy perjudicial á la vegetacion. Agre-
guemos á esta causa de endurecimiento otras, tales como la
compresion producida por las ruedas de las carretas, el
pisoteo de los hombres y el de los animales, que tienen que
circular en los cañaverales. El endurecimiento del terreno
produce efectos desastrosos, no sólo porque se opone al
cumplimiento de las reacciones que deben realizarse entre
— 284 —
el aire y la tierra, sino tambien porque detiene el creci-
miento de las raíces, que entónces no pueden penetrar por
él para recorrerlo é irá buscar por todas sus partes las ma-
lerias de que han menester para el cumplido ejercicio de
sus funciones. — 2.” La tierra explotada, sin interrupcion
alguna, en el propio sitio por la misma planta, no puede in-
definidamente presentar los alimentos necesarios á los vege-
tales que sustenta; más tarde ó más temprano, concluye por
empobrecerse, por perder gran parte ó la totalidad de las
sustancias que requieren las cañas para su vida. Entónces
la cepa, extenuada, aniquilada, muere, permitasenos la ex-
presion, de hambre. Es indudable que la caña se sustenta
muy mucho del aire; mas no por eso debemos olvidar que
tambien vive grandemente á expensas de la tierra, sin contar
que las raices sirven para sostenerla y hacer que luche vic-
toriosamente contra los vientos que pueden derribarla. —
3.” A medida que se suceden los córtes, las cañas de soca van
poseyendo raíces más pequeñas, ménos numerosas, y sobre
todo, tan someras, que muchas veces son superficiales, al
punto de no estar cubiertas por la tierra. Más adelante estudia-
rémos con la atencion necesaria las causas de este fenómeno,
y entónces nos detendrémos en examinar todos sus efectos.
Ademas de estas causas, existen otras más ó ménos con-
tingentes, que tambien determinan la destruccion de los
cañaverales; muchas cepas mueren por la compresion ejer-
cida por las ruedas de las carretas; otras no retoñan porque
se han cortado mal é inoportunamente, porque no se ha
chapeado el campo en el tiempo conveniente, etc. Para lle-
var á cabo la siega deben emplearse hojas perfectamente
afiladas, y el córte conviene hacerlo por lo ménos al nivel de
la misma superficie de la tierra, sin dejar ningun pedazo de
caña descubierto en pié. En otro lugar tratarémos con más
extension este punto importante del cultivo de la caña. Las
resiembras inoportunas contribuyen tambien á la depaupe-
racion de los cañaverales. En fin, existen animales que
atacan la caña y la hacen perecer.
— MÍ y
Examinadas las causas generales que producen el empo-
brecimiento de nuestros campos, vamos á enumerar rápi-
damente los medios de hacerlas desaparecer, y de oponer-
nos á su accion. El endurecimiento se evita ó se hace des-
aparecer arrejando los cañaverales, ó en otros terminos,
removiendo el terreno, para lo cual se emplearán arados
pequeños, de los que generalmente se conocen con el nombre
de arados para suelos ligeros por naturaleza ó que con an-
terioridad hayan recibido labores preparatorias, extirpado-
res, escarificadores, etc. La esterilizacion del terreno se
corrige mezclándole abonos apropiados. Por último, para
hacer que las raíces estén siempre bien cubiertas por la
tierra, y que así se desarrollen en número y grado sufi-
ciente á las funciones que les están confiadas, se debe cui-
dar de aporcar ú calzar las cañas en los tiempos más opor-.
tunos. — Nunca podrémos comprender por qué se ha
desconocido ó desatendido la conveniencia, ó mejor dicho,
lá necesidad de aporcar las cañas, cuando el más ligero
exámen de su naturaleza manifiesta al instante la impor-
tancia de dicha operacion. — En efecto, la caña puede fácil-
mente ser derribada, ó por lo ménos movida por los vien-
tos, álo cual la disponen el tallo largo y delgado que posee,
el hermoso follaje que la corona y las poco penetrantes
raíces que la afianzan al suelo, cuando éste no es propicio á
su desarrollo. En los lugares en que el suelo es rico en ma-
terias alimenticias y se halla convenientemente mullido, las
raíces de las cañas se desarrollan más de lo que general-
mente se cree. Debemos, pues, calzarla para asegurarla al
terreno, dándole cimientos sólidos, recordando siempre nues-
tras ideas y distinciones respecto de la aporcadura interna
y externa. — Por olra parte posee una propension particu-
lar á echar raíces por sus nudos : es decir que puedeadquirir
nuevos órganos alimentadores ; circunstancias que debiéra-
mos aprovechar para ayudar ó activar su desarrollo, pro-
curándole nuevas bocas ó conductos de ingestion, si sufre
decirse así, las cuales tendrian á su disposicion, para recor-
— 286 —
rerla y explotarla, una tierra mueble, pulverizada, movida
y aereada.
En fin, y esto es lo más importante, la caña ahija Ó matea
tanto más, en igualdad de circunstancias, cuanto mayor sea
la dimension de su tallo subterráneo, pues mayor número
de yemas presentará en las circunstancias favorables á su
desarrollo * aporcar la caña es disponerla á brotar hijos.
Debe tenerse tambien en consideracion que la caña bien
aporcada sufre mejor la seca, y los rayos solares no ejercen
tanta influencia sobre sus raíces.
Por la relacion que en sus efectos tiene con la práctica
anterior, creemos oportuno mencionar ora no ménos im-
portante, y quizas áun más desusada. — Trátase de lo ven-
tajoso que es cubrir con tierra la cepa tan pronto como se
corta la caña, pues así se evitan, á más de otros beneficios
que se realizan, gran número de males consiguientes á las
siegas.
De las observaciones que acabamos de presentar no debe
en manera alguna deducirse que pensamos sea conveniente
hacer durar un cañaveral el número de años que pueda
subsistir en mediana produccion, merced á los cuidados
apropiados que á él se dediquen. Antes al contrario, estamos
persuadidos de que en muchos casos será útil demolerlo,
despues del transcurso de algunos años, bien para sembrarlo
de nuevo, ya sea para labrar más perfectamente todo el ter-
reno, orá para destruir grandes camellones, bien para cam-
biar de lugar el surco, y dejar así descansar el terreno en
la parte plantada, aprovechando al propio tiempo una tierra
más fértil, ó en fin para facilitar las operaciones del cultivo,
entorpecidas, quizá, por la extension en ancho adquirida
por la cepa, etc.
En lo sucesivo volverémos á tratar con la extension que
se merecen los distintos particulares que aquí, por decirlo
así, no hemos hecho más que apuntar. Creemos importante
discutir de nuevo todos los puntos del cultivo de la caña,
porque si bien gran número de personas reconocen lo útil
IS ES
dd
— 287 —
que seria plantear esas mejoras en nuestros campos, la
mayor parte de ellas duda que se puedan llevar á cabo. —
Mas de todos modos queremos dejar aquí manifestado que
todas las circunstancias que determinan la depauperacion
de los plantios de la caña, todos los accidentes naturales,
dependientes ó no de la voluntad del hombre, los cuales
contribuyen á que los tallos crezcan mal, son otros tantos
motivos que hacen que semejantes vástagos, despues de
cortados, ó no broten de nuevo ó produzcan mezquinos y
menguados retoños ; sólo por medio de un trabajo constante
y bien entendido es posible precaver tamaños males. Por
estos motivos siempre serémos de parecer que un campo
acaguasado debe demolerse y sembrarse de nueyo.
EscarDas ó cuapeos. — En otro lugar (46) nos hemos ocu-
pado de una manera general de las escardas : en este mo-
mento nos proponemos tratar este punto más particular-
mente, contrayéndonos al cultivo de la planta que consti-
tuye la fuente principal de nuestra riqueza agrícola.
La influencia nociva de las yerbas extrañas que vegetan
en los campos sembrados de caña es reconocida por todos
los que han tenido ocasion de estudiar, áun muy somera-
mente, el cultivo de nuestra planta sacarígena.—Las yerbas
adventicias detienen el crecimiento de la caña, hacen que se
quede; los cañutos que se desarrollan durante ese período
de tiempo son más cortos y leñosos que aquellos que más
tarde pueden crecer, si las plantas recorren las siguientes
evoluciones de su vida en circunstancias más favorables ;
los órganos foliáceos correspondientes á esos cañutos no se
separan por sí mismos con facilidad; se sostienen mutua-
mente, y el retoño aparece forrado en aja. Las hojas de
las cañas que tienen que lidiar contra vegetales enemigos
son más pequeñas y delgadas, y en vez de impresionarnos
con ese hermoso color verde oscuro, que ofrecen cuando li-
bremente se desarrollan con lozanía, presentan un viso ti-
rando más ó ménos al amarillo, y tras de no funcionar con
regularidad, sufren y se alteran por la accion del sol.— Una
RO
vegetacion tan pobre en modo alguno puede producir el in-
cremento vigoroso de los órganos de las yemas subterrá-
neas; de manera que las cañas no ahijan, y dado caso que
se realice este fenómeno, los nuevos vástagos no logran des-
arrollarse en la oportunidad y al punto de constituir cañas
productivas. — Las yerbas adventicias producen sobre las
cañas efectos bastante parecidos á los que hacen experi-
mentar las sequías por largo tiempo continuadas. Esas yer-
bas adventicias desecan el terreno, pues por sus hojas
transpiran, es decir, evaporan el agua del terreno. — Las
cañas enyerbadas crecen con poco vigor, sus jugos no expe-
rimentan la depuracion consiguiente á la madurez : de
suerte que no sólo producen ménos azúcar, sino que ade-
mas se extrae con dificultad. — Si la caña crece en terrenos
en alto grado fértiles, en condiciones atmosféricas favora-
bles, si es de planta, y si ademas la clase de yerba que la
perjudica se desarrolla lentamente, 6 está dotada de peque-
ñas dimensiones aun en su apogeo de crecimiento, al fin
concluye, gracias al exceso de vida que la anima, por vencer
las circunstancias adversas, y logra robustecerse algun
tanto; pero nunca alcanza el límite de crecimiento á que
hubiera llegado si hubiese vegetado en circunstancias más
propicias. — Mas si en esa lucha la fuerza vegetativa de
la caña no supera á aquella que impulsa el crecimiento de
las yerbas, se queda del todo, se acaguasa, produciendo ho-
jas, pero sin lograr tallos de notables dimensiones (47).
Esas cañas raquíticas, una vez que se cortan, producen re-
toños de dimensiones áun ménos notables. El plantío pronto
desaparece, de manera que no sólo no proporciona gran
cosecha, sino que áun en él se invierte mucha mano de
obra. — Pues el caguaso cortado da malos resultados, la
razon aconseja que en el caso de encontrarse un campo en
ese estado, sea plantado por completo de nuevo. — Divi-
diendo el mismo campo en dos porciones iguales, escardando
la una y abandonando la otra, se notan bien los efectos
de las yerbas adventicias sobre el crecimiento de la caña.
— 289 —
La enumeracion sencilla de los efectos nocivos producidos
cuando crece la caña rodeada de plantas que viven junta-
mente con ella en el mismo terreno, muestra cuán impor-
tante es hacerlas desaparecer, para que, libre la caña, pueda
exclusivamente aprovecharse de todos los elementos que
propenden á su desarrollo.
Como nadie ignora, la operacion que tiene por objeto
excluir esas plantas enemigas se conoce con los nombres de
escarda ó chapeo, palabras en verdad bien expresivas, pues
cuando se escarda entre dos tierras, cual debe ejecutarse la
operacion, se sacan chapas de la costra superficial.
En la mayor parte de las fincas del país, las escardas 6
chapeos se han practicado, y se continúan ejecutando, por
medio del machete, gran cuchillo cuya hoja tiene desde 18
hasta 37 centímetros de largo, y presenta 7*/, 49 c. de ancho
por laparte en que mayor se muestra esta dimension.— Como
auxiliar importante del machete, se usa el garabato, que es
un ramo por lo comun de yaya, el cual sostiene en su extre-
midad otro ramo, que forma con él un ángulo de 40 á 50
grados. El palo ó mango del garabato tiene desde 60 centí-
metros hasta un metro de largo, y es más ó ménos grueso
segun la edad y la fuerza del individuo que lo maneja, y el
uso principal á que se le destina. Este instrumento sirve para
sujetar y separar la yerba ántes y despues de ser cortada :
en los campos cubiertos de rastrojo se aplica eficazmente
para revolver y apartar la paja en torno de la macolla de
caña. El garabato impide que los obreros se hieran; ademas,
permite más libertad en los movimientos, pues si tuviera
que sujetar el trabajador la yerba con la mano, el tajo no
llevaria tanto impulso; cuando las yerbas que se trata de
hacer desaparecer son pequeñas, y cuando por otra parte
no existe paja en el cañaveral, el garabato no tiene uso
alguno. —Al chapear tumbas abandonadas, ó terrenos yer-
mos en que existan arbustos entrelazados por bejucos, con-
viene disponer los trabajadores en dos cuadrillas : la una,
más débil, se arma de fuertes garabatos, miéntras que la
19
— 290 —
otra verifica el chapeo. — Cuando se recoge la yerba con el
garabato, se practica la operacion conocida con el nombre
de engavillar 6 agavillar.
La manera de servirse de estos instrumentos consiste en
asir el garabato con la mano izquierda y el machete con la
derecha. Entónces se tiran los tajos de modo que se entierre
más ó ménos oblicuamente el machete por su parte más an-
cha, y gracias al impulso recibido, ó al retirar el útil, debe
separarse una chapa de tierra. Esto es lo que se llama cha-
pear entre dos tierras, miéntras que rozar es cortar la yerba
sobre la superficie de la tierra, del mismo modo que lo harian
los dientes de los animales. Por la misma forma recta del
machete, y por la posicion de la mano del trabajador que
de él se sirve, se comprende fácilmente que el espacio por
dondese entierra el instrumento es tanto mayor, en igualdad
de condiciones de fuerza humana, resistencia de la tierra, etc.,
cuanto menor es el ángulo formado por el útil con la super-
ficie de la tierra; por consiguente, miéntras más baja se en-
cuentra la mano del obrero, miéntras mayor sea el ángulo,
más penetrará el machete verticalmente, es decir, que ganará
en profundidad. Por la misma razon se explica cómo en el
mismo tajo hay yerbas que son cortadas á diferentes dis-
tancias de la superficie de la tierra. Para aumentar la super-
ficie que recorre el machete con su extremidad, acostumbran
los labradores doblarlo ligeramente, de manera que colo-
cándolo sobre una superficie plana, descansa sobre ella en
una extension de 12 415 centímetros, y desde allí el resto de
la hoja forma un ángulo más ó ménos abierto con esa misma
saperficie. Comunmente los obreros campestres se contentan
con chapear á tajos; pero muchas veces, para perfeccionar y
completar el trabajo, colocan la mano izquierda sobre el
lomo de la extremidad del machete, teniéndulo siempre por
el mango de la derecha, y le imprimen un movimiento que
describe un semicírculo al rededor del cuerpo. Así abrazan
rápidamente toda la superficie que acaban de escardar, la re-
pasan, y si por casualidad ha quedado alguna yerba no cor-
A
tada ó mal cortada, la hacen entónces desaparecer. Cuando
la yerba es muy pequeña, los trabajadores ejecutan gran
parte de la tarea, si el terreno lo permite, describiendo desde
el principio esos semicírculos. De este modo aceleran la eje-
cucion de la obra que les está impuesta. — Esta parte de la
operacion requiere, para ser ejecutada, que el obrera se en-
corve fuertemente.
En las fincas bien dirigidas, durante los chapeos se tienen
muy presentes los dos particulares siguientes: 1.” Cuidan
de que los machetes estén siempre bien afilados, para lo
cual conviene que exista en uso un doble surtido de estos
instrumentos, y dedicar dos hombres á amolarlos. Al llegar,
por la noche, los trabajadores del campo al batey entregan
los machetes de que se han servido durante el dia; cuando
parten para continuar las escardas al dia siguiente, toman
el segundo surtido de machetes, y los depositados la noche
anterior son entregados á los amoladores, etc.; de tal modo,
siempre manejan herramientas cortantes, las que hacen rea-
lizar en ménos tiempo y menor suma de esfuerzos una obra
más perfecta. En las fincas pequeñas se pueden amolar los
machetes el mismo dia por la noche, de manera que no se
necesita doble surtido. Existen otras razones de economia y
buen órden que militan en favor de esta práctica. 2.” Es
importante distribuir los trabajadores en grupos compuestos
de individuos que gocen de fuerza igual, pues de lo contrario
el débil, por temor al castigo ó por amor propio, puede ex-
citarse, y haciendo más de lo que le permite su organizacion,
se cansa pronto, miéntras que el más fuerte que está á su
lado, ya por lástima ó por pereza, trata de did con el
débil, y por consiguiente trabaja ménos.
Cada grupo tiene su vigilante, y sus das! manejan
instrumentos proporcionados á sus fuerzas. Cuando se veri-
fican los chapeos con tres cuadrillas, conviene poner las dos
de ellas más fuertes á efectuar las escardas más difíciles, y
la lercera, más débil, á recorrer losicañaverales escardados,
para destruir la yerba á medida que nace. — Este chapeo
— 292 —
temprano es en extremo fácil de llevar á cabo y produce
grandes beneficios. — Al escardar los plantíos de caña con-
viene chapear tambien las guarda-rayas, pues de otra ma-
nera, con frecuencia se convertirian en viveros de yerbas
adventicias.
Muchos hacendados que han tocado los inconvenientes de
los chapeos ejecutados del modo que acabamos de describir,
han adoptado en sus fincas el uso de la guataca ó azada, que,
sin duda alguna, realiza un trabajo más igual y acabado,
empleando los trabajadores ménos tiempo y esfuerzos que
cuando manejan el machete, conservando, por otra parte,
durante la operacion, una posicion más cómoda. — En esas
fincas, se reservan tan sólo. los machetes para limpiar las
tumbas 6 desmontes, donde aún existe infinidad de arbustos
que es preciso cortar. Tambien se emplean para chapear
aquellos terrenos tan pedregosos, que en ellos se rompen
con frecuencia las guatacas.
Incontestablemente la introduccion de las azadas en nues-
tra práctica agrícola constituye un progreso digno de ser
considerado; pero es preciso no estimarlo, exagerando su
importancia, como el último paso que convenga dar. En las
tierras susceptibles de dejar obrar libremente los extirpa-
dores, escarificadores, azadas tiradas por animales, arados
pequeños de una ó más rejas, es conveniente servirse de
ellos, eligiendo al efecto el instrumento más adecuado á la
clase de terreno y á los fines que se desea conseguir.
Como todos los instrumentos del cultivo en pequeño que
se han aplicado al cultivo en escala mayor, los machetes y
azadas presentan el inconveniente de encarecer el precio de
la obra, y por otra parte ésta casi siempre pierde en perfec-
cion, pues á mas de sus defectos propios al fin el hombre
cansado ó negligente no desplega la fuerza y maestría ne-
cesarias para llevar á cabo cumplidamente el trabajo que le
está encomendado.
Los chapeos deben practicarse á menudo, no sólo para
evitar la influencia nociva que sobre el desarrollo de las
— 293 —
plantas cultivadas ejercen los vegetales extraños, sino tam-
bien para que, haciéndolas desaparecer con frecuencia, se
impida que alcancen el grado de desarrollo en que producen
semillas, las cuales, permaneciendo en el terreno, propagan
la especie. Empleando los instrumentos actuales es impo-
sible, sobre todo durante la zafra, atender el campo culti-
vado con todo el cuidado que reclama, pues casi nunca, par-
ticularmente en ese tiempo, se puede disponer de los hombres
necesarios para ello.
Es costumbre en nuestras fincas, así que se concluye la
zafra, comenzar inmediatamente los chapeos, y segun la
extension de la tierra cultivada, la clase de yerba que pro-
duce y el número de trabajadores que se poseen, darle una,
dos, tres y hasta cuatro manos de machete. Cuando la caña
se encuentra algo crecida, se procede á ejecutar la última
escarda : al ponerla en efecto los trabajadores penetran tan
adentro del cañaveral como les permiten las cañas, y al
mismo tiempo que chapean la tierra, despojan los tallos de
las hojas secas que los cubren. Esta última escarda se conoce
con el nombre de desorillo.
Cuando se cortan las cañas, si ha quedado en el campo
alguna yerba cuyo crecimiento se ha detenido, así que se ve
libre, crece rápidamente, dado caso que las condiciones en
las cuales viva sean favorables; el retoño se halla en-
tónces colocado en el mismo caso que aquel en que se en-
contraria el vástago de un trozo de caña que se hubiese
sembrado en un paño de tierra no escardado de antemano,
falta que ciertamente ningun agricultor cometeria. Para evi-
tar este mal, convendria tener durante la zafra una cuadrilla
de hombres, dedicada exclusivamente al cuidado del campo;
pero se nos dirá : « durante la zafra es imposible, porque
faltan los brazos, y para que el campo estuviese bien asis-
tido, se necesitarian muchos y robustos labradores. » Es
cierto que una pequeña cuadrilla de campo volante poca
tarea realizaria empleando los instrumentos actuales; mas
tambien es indudable que si se adoptasen las máquinas ti-
— 294 —
radas por animales (en las condiciones posibles), ese corto
número de hombres seria suficiente; pues no es necesario
que los trabajadores sean de los más robustos de la dota-
cion, porque precisamente las máquinas cuyo uso venimos
aconsejando igualan todas las fuerzas y sexos. Tanto vale
para el manejo de ellas un niño como una mujer, y ésta
tanto como el hombre más fuerte.
Por fin, los chapeos actuales son insuficientes para hacer
desaparecer las yerbas que se propagan por sus raíces, por-
que los útiles empleados no penetran á la profundidad ne-
cesaria. Es cierto que no todas las máquinas que indicamos
son susceptibles de llegar hasta la misma raíz de todas las
plantas extrañas; mas áun en esos casos son más ventajosas
que los machetes y azadas, porque permiten que se chapee
más á menudo; y á fuerza de repetir la operacion, se con-
cluye por destruir la mayor parte de las yerbas heridas con
tanta frecuencia. — En efecto, si bien es cierto que las raíces
sirven para alimentar los tallos, tambien está demostrado
que los tallos hacen existir á las raíces; son órganos unidos
por lazos estrechos; se ayudan mutuamente á vivir. — Ade-
mas, cuando el terreno ha sido preparado de una manera
racional y completa, cuando se ha arado profundamente,
cuando se han desmoronado los terrones con los rodillos y
arrancado las yerbas por medio de gradas, entónces quedan
pocas yerbas que no sean arrastradas fuera del campo.
(Y. Rejacas.)
ALUMBRAR, DESCALZAR Ó DESAPORCAR LAS CAÑAS. — Los cui-
dados de cultivo relativos á cada planta, en último resultado,
tienen por objeto disponer todas las circunstancias de tal
modo, que las funciones de aquel organismo, destinadas á
formar, elaborar ó preparar los productos que de ellos es-
peramos, se efectúen de la manera más cumplida en virtud
de reacciones admirables, las cuales se verifican presidien-
do á ellas la vida en aquel conjunto de órganos puestos en
actividad en requisitos parliculares. Del mismo modo que
— 295 —
cuando queremos hacer producir leche á un animal, le colo-
camos en circunstancias especiales, y áun escogemos razas
adecuadas; de la misma manera cuando deseamos obtener
azúcar de una planta, debemos procurar su crecimiento en
condiciones benéficas. De estos principios inconcusos, y hasta
axiomáticos, se deduce que la base racional del estudio de
cada cultivo descansa en el conocimiento perfecto de la na
turaleza de la planta, y en la apreciacion de las circunstan-
cias que deben concurrir para que su desarrollo nos haga
alcanzar el fin que nos proponemos. Segun las circunstan-
cias normales de la localidad, será preciso adoptar el plan
que se juzgue más conveniente para llegar, ó por lo ménos
acercarnos al órden que sirve de tipo, el cual no es una
creacion ideal, sino que se encuentra realizado en la natu-
raleza; ésta se ha complacido en muchos casos en reunir
todas las condiciones á que aspiran los buenos agrónomos.
Los raciocinios que acabamos de aducir harán comprender
cuán relativos, contingentes, son todos los trabajos del cul-
tivo, segun las circunstancias del suelo, clima, etc., en la
localidad que se elige para explotar una planta con un fin
determinado. Tal operacion provechosa en unos requisitos
deja de ser útil, y íun puede ser nociva en otras condiciones.
Debemos, sin embargo, advertir que á pesar de ser en ex-
tremo variables las circunstancias de cada cultivo, existen
condiciones generales que á todos presiden, las cuales se
deducen de la naturaleza de las plantas, considerada de un
modo indeterminado.
Presentadas esas consideraciones preliminares, pasemos
á discutir el trabajo de alumbrar ó desaporcar la cañas.
Los cultivadores de Luisiana aconsejan que una vez sem-
brada la caña, despues que nazca y algun tanto se desarrolle,
la primera operacion de cultivo debe consistir en desaporcar
los retoños por medio de un pequeño arado de una sola
vertedera, el cual voltea la tierra hácia el centro del surco.
Para que no quede duda respecto de este hecho, vamos á
reproducir la descripcion de la obra, segun la expone Allen
”
— 296 —
(48) en su Memoria sobre el cultivo de la caña en los Estados
Unidos : « Lo primero consiste en arar cerca de las hileras
de caña y arrancar la tierra de ellas, y lo segundo en remo-
ver la tierra desde la superficie. Así sienten más pronta-
mente las raíces la influencia del sol y se asegura á la caña
un crecimiento más rápido y prolongado; pero si las opera-
ciones se realizan demasiado temprano, las heladas subse-
cuentes pueden hacer daño de consideracion á la planta.
Poco despues quelos retoños han aparecido, debe aporcárseles
gradualmente por medio de repetidas labores con el arado,
á que deben auxiliar las azadas para esle mismo objeto, y
para asimismo dejar la caña libre de yerbas extrañas. » Tal.
es el precepto general que se sigue, segun Allen, en los
Estados Unidos; nosotros, por el contrario, creemos que en
circunstancias normales y favorables, el trabajo durante el
primer año debe consistir en aporcar internamente, es decir,
en llenar con tierra el profundo y ancho surco en que se
depositó la caña.
Abriendo un ancho, limpio y profundo surco en cuyo
fondo se deposita la semilla, cubriéndola en seguida con
una pequeña cantidad de tierra, y arrimando ¿ésta á me-
dida que crezcan los retoños, conseguimos desde luego
proceder de conformidad con la naturaleza de la planta, le
suministramos tierra bonificada por la accion de los ele-
mentos y metéoros atmosféricos, ponemos sus órganos en
condiciones favorables á su desarrollo, etc. Es indudable que
la profundidad del surco debe variar segun el espesor de la
“¿apa vegetal, sus circunstancias y las propiedades del sub-
suelo, pues en los terrenos que tengan la capa vegetal de
poco espesor y un sub-suelo nocivo para la vegetacion,
preciso será depositar la semilla á pequeña distancia de la
superficie; entónces es conveniente aporcar, arrimando á las
macollas tierra suministrada por el intervalo que media
entre las hileras; pero en los demas casos, áun cuando los
terrenos sean muy bajos, si se desaguan interiormente, el
cultivo por medio de la aporcadura externa exagerada, que
IO
equivale al cultivo en almantas acofradas, irá desapare-
ciendo á medida que se practiquen los saneamientos y bo-
nificacion de la capa labrantía, realizando en ella labores
profundas, la desagregacion del sub-suelo, el drenage, las
modificaciones de las propiedades físicas y de la compo-
sicion química; en una palabra, todas aquellas operaciones
encaminadas á conseguir la mejora, aumento y utilizacion
de la capa vegetal.
Estas ideas tendrémos ocasion de presentarlas con más
ampliacion cuando describamos el sistema de cultivo pro-
puesto por Wray, y de ellas hemos ya hecho particular men-
cion á propósito de las dimensiones de los surcos.
Creemos, pues, que no conviene alumbrar ó desaporcar las
cañas durante el primer año; mas en los sucesivos juzga-
mos oportuno y altamente útil realizar semejante operacion,
pues así se consigue bonificar la tierra que rodea las cepas,
y al mismo tiempo desagregar sus partículas; doble y be-
neficioso resultado, que propende al mayor desarrollo de
los retoños. Si se examina el estado de una cepa despues de
cortada, sobre todo en un terreno muy arcilloso, se verá
que, por decirlo así, se encuentra entre dos muros ó pare-
des fuertes y compactas, que detienen el desarrollo de los
renueyos y el crecimiento de las raíces.
Por otra parte, esa tierra más directamente en contacto
con todas las raices ha experimentado un empobrecimiento
más considerable. En ese caso, alumbrar las cepas, lo mis-
mo que las rejacas, es en extremo beneficioso para cortar
las raices antiguas, excitar y facilitar el desarrollo de las
nuevas, las cuales, por decirlo asi, sufren una poda que
las dispone para ramificarse en mayor escala; ademas
los renueyos aparecen con más facilidad; finalmente, en
vez de una tierra compacta y pobre, ponemos otra desa-
gregada y fértil, sin contar que áun nos es posible depositar
abono en el surco. Así, pues, en el segundo y demas años
de cultivo, creemos ventajosa siempre, y en muchos casos
indispensable, la operacion de alumbrar las cepas.
— 298 —
ÍA
REJACAS, ARREJACADURAS Ó BINAZONES. -— El exámen más
superficial de la estructura orgánica de la caña, la aprecia-
cion ménos detenida y juiciosa de la naturaleza y de las cir-
cunstancias de sus funciones, indican desde luego, como lo
prueba un profundo estudio de todos los requisitos de su
vida, que nuestra gramínea sacarígena es una planta que
ha menester del concurso frecuente del agua para poder
llenar por completo los fines que su organizacion le im-
pone, cumpliendo los efectos que deseamos conseguir al
emprender su cultivo. En términos más precisos : la caña
es una planta de regadío, no puede desarrollarse de un
modo contínuo y regular al punto que nuestros intereses
reclaman, si no concurren en épocas marcadas los benefi-
cios de la lluvia ó del riego, los cuales, aprovechados por
un terreno de naturaleza especial, mantengan en él una
frescura contínua. — Apoyándonos en una observacion su-
ministrada por la naturaleza, tomando por base fundamen-
tal del raciocinio el hecho de la frescura normal en algunos
terrenos, dón privilegiado con que los dotó al formarlos la
Providencia, hemos tratado de bosquejar en nuestros estu-
dios acerca de los sequías, el cuadro del conjunto de medios
más á propósito para crear ó hacer nacer todas aquellas pro-
piedades, que combinadas producen la frescura en los ter-
renos que por sí mismos no la poseian. — Entre los medios
que hemos señalado figuran las rejacas, arrejacaduras ú bi-
nazones, Operacion que estudiamos de un modo general en
nuestras publicaciones anteriores relativas á la labranza; allí
manifestamos sus fines y demas particulares que á ella se
refieren (49).
Es error bastante propagado, no sólo en Cuba, sino áun
en otros países cálidos, creer que el apelmazamiento del
terreno se opone á su desecacion, de donde se ha deducido
el precepto práctico de no desmenuzar la tierra. — Seine-
jante aserto es á todas luces opuesto á los principios cienlí-
ficos mejor probados, y á la práctica bien entendida de los
primeros agrónomos de este siglo. — Las observaciones con
— 299 —
más esmero recogidas y discutidas, los experimentos insti-
tuidos en la más perfecta armonía con las leyes de la ciencia,
demuestran de la manera más clara y terminante que la ho-
mogeneidad y continuidad de las partículas de la tierra fa-
vorecen la accion de la impenetrabilidad, la cual impide en
ciertos límites el escurrimiento de las aguas, que léjos de
ser aprovechadas fluyendo por las capas del terreno, se
dezlizan por su superficie, lavándola y arrastrando las par-
tículas tenues y solubles, ya que no se estanquen y originen
males consiguientes. Las rejacas, desagregando las partí-
culas del terreno, favorecen la penetracion del agua y se
oponen á los efectos de la capilaridad, los cuales propenden
á la evaporacion del líquido acuoso.
A la operacion que aconsejamos se podrian oponer los
inconvenientes que hemos señalado á propósito del sistema
de cultivo propuesto por Tull; mas tambien allí indicamos
los medios de contrarestar y prevenir los malos resultados,
adoptando prácticas racionales doblemente beneficiosas. —
Uno de los puntos que más es preciso tener en cuenta de
un modo especial es la naturaleza del terreno; en los terre-
nos arcillosos es donde más conviene efectuar las rejacas.
Los momentos más oportunos para llevar á cabo las rejacas
son aquellos en que va á comenzar la estacion de las aguas;
es preciso repetirlas hasta que principie la seca, de tal modo
que al romper las aguas desde luego se disponga la tierra
para que al traves de sus capas pueda filtrar el líquido con
facilidad en el transcurso de todo el tiempo que dure la es-
tacion lluviosa; al principiar la seca conviene de nuevo ve-
rilicar una rejaca para destruir el apelmazamiento produ-
cido por las lluvias, y oponerse así á la accion de la capi-
laridad, que tanto propende á la evaporacion en detrimento
de las plantas. — Si las tierras fuesen de regadío, ántes de
verificar los riegos convendria arrejar los sembrados. Du-
rante la seca ¿es posible y conveniente realizar las rejacas ?
Si grandes son las preocupaciones que existen respecto de
la conveniencia de no desmenuzar los terrenos en los climas
— 300 —
cálidos, mayores son aún los errores inculcados en la mente
de la mayor parte de los prácticos, acerca de lo importante
que es no tocar al terreno miéntras duren las sequías. —
Sin embargo, la experiencia enseña lo contrario, pues du-
rante la seca, una oportuna rejaca equivale á un buen
aguacero, produciendo beneficios más duraderos. En efecto,
cuando un campo de caña padece, y sus tallos muestran
una propension manifiesta á secarse, es frecuente verle, des-
pues de arrejado, restablecerse y continuar su desarrollo,
revistiendo las formas de la más lozana vegetacion. ¿Pro-
vendrá este feliz resultado solamente de la desagregacion
de la costra superficial del suelo, la cual, convenientemente
mullida, aprovecha por completo áun las más ligeras in-
fluencias atmosféricas? — Es cierto que ese beneficio se
produce; mas, á nuestro entender, la mayor utilidad se ori-
gina porque la mullificacion del terreno se opone á la rá-
pida evaporacion producida por la marcha contínua de la
capilaridad; destruyendo el apelmazamiento de las partí-
culas de la tierra, separándolas, desagregándolas de tal
modo que queden espacios vacíos, intersticios entre ellas,
si bien es cierto que el terreno no se enriquece con una
sola gota de agua, tambien es indudable que, impidién-
dose las pérdidas, resulta que la vegetacion recibe y apro-
vecha contínua y oportunamente toda la humedad, que de
otra manera habria sido sustraida en un corto tiempo.
Por la estrecha relacion que lo une á la práctica anterior,
creemos muy del caso combatir otro error bastante propa-
gado en nuestros campos. Durante la seca es máxima admi-
tida por los labradores que no se debe por ningun motivo
verificar las escardas.
Por perjudicial que parezca en las circunstancias norma-
les la presencia delas yerbas adventicias, durante el período
de la seca se admite que esas plantas extrañas impiden, no
sólo la rápida evaporacion de la humedad terrestre, sino
aun que constituyen una especie de abrigo benéfico que res-
guarda la caña de los rayos solares.
r
— 301 —
Las plantas adventicias de por sí constituyen ya un foco
de evaporacion, la cual se verifica al traves de los tejidos
de sus hojas, y si bien, quizá, pueden por otro lado abrigar
algo la superficie de la tierra, el resultado final seria cons-
tituido por una diferencia entre este último efecto y la
suma de la evaporacion terrestre y la verificada por las ho-
jas. Siguiendo este órden de ideas, quizas en algunas cir-
cunstancias chapear con el machete seria perjudicial, pues
se destruira el abrigo, si es que existe, sin+obrar sobre la
condicion evaporatoria principal. Pues bien;¿ no es más
lógico y racional oponernos desde luego á la evaporacion
por un medio que no lleye consigo ningun vestigio del mal
que tratamos de remediar? De modo que áun suponiendo
que las yerbas adventicias pudiesen procurarnos algunos
beneficios, lo que nunca se realizaria en todas circunstan-
cias , siempre es mucho más favorable detener la evapora-
cion por medio de una conveniente rejaca. Los campos
enyerbados deben ser escardados y arrejados, áun durante
las secas más rigurosas; entónces es cuando se muestran con
más esplendor las grandes ventajas de ámbas operaciones.
En el transcurso del primer año de las siembras la ope-
racion de arrejar es fácil de llevar á efecto; mas despues
del córte la presencia de los despojos de las cañas (paja) en-
torpece la marcha de los instrumentos, y la obra se realiza
con dificultad. — Durante el primer año es útil arrejar los
cañaverales; pero semejante trabajo no es tan indispensa-
ble de llevar á cabo como despues de las siegas. En efecto,
en el primer año, si se ha preparado convenientemente el
terreno, ménos ha menester de que sus partículas sean
desagregadas de nuevo, miéntras que despues de los córtes,
el apelmazamiento se ha producido, no sólo por las alter-
nativas de seca y humedad, sino ademas por el tránsito de
los hombres, animales, carretas, etc. Reconocida la utili-
dad, de un modo general, de las rejacas, y la urgencia de
verificarlas despues de las siegas, es indudable que todos
los desvelos del buen' agricultor deben ir encaminados á
— 302 —
conseguir por todos los medios posibles la realizacion de
obras tan beneficiosas. El obstáculo de la paja grandemente
se minora si á su tiempo se han desfollonado las cañas; en
otros casos la quema de los cañaverales nos liberta de ella, y
por fin, en muchas ocasiones preciso es apartar, separar, la
paja para que pueda deslizarse la máquina aratoria. — En
este caso es conveniente depositar la paja en los surcos ve-
cinos de las hileras de caña, los cuales quedan cubiertos en
seguida por la tierra extraida de los surcos inmediatos. Si
esta operacion se hace inmediatamente despues del córte,
la tierra producida por el primer surco cubriria la cepa cor-
tada, y así se conseguiria un nuevo y valioso beneficio. La
mecánica agrícola ha resuelto problemas mucho más difí-
ciles que el que acabamos de manifestar, de manera que no
es imposible se imagine un instrumento, ya para desviar
preparatoriamente la paja y que en seguida se verifique la
rejaca con la misma máquina, ya un ingenio especial, que
con anterioridad facilite el trabajo posterior. — A propósito
del uso del fuego como medio de hacer desaparecer la paja,
debemos agregar que en los casos en que no convenga que-
mar el cañaveral, por completo, se pueden reunir los despo-
jos foliáceos entre las hileras de cada uno, en montones se-
parados y de un tamaño proporcionado á las dimensiones
del campo, y así incendiarlos : de esta manera se evitan los
inconvenientes de las quemas de los cañaverales; pero
siempre se pierden los beneficios dei mantillo que habria
producido la paja, sin contar que esas cenizas, por más
cuidado y esmero que se ponga, nunca se reparten despues
con regularidad. Suponiendo que todos los medios indica-
dos no pudiesen ponerse por obra, ¿ seria absurdo creer que
toda esa paja puede conducirse y amontonarse en las pilas
donde se confeccionan los compuestos fertilizantes? Y áun
suponiendo que tal cosa no se hiciese, ¿ no seria posible
reunir esa paja en montones pequeños, en las mismas
guarda-rayas, y allí fabricar el abono? De esta manera nos
economizariamos un doble tiro ó acarreo.
— 303 —
Para verificar las rejacas, segun las circunstancias lo-
cales, se pueden emplear los extirpadores, escarificadores,
las azadas tiradas por caballos ó los arados para suelos li-
geros de una ó más rejas, los cuales pueden tirar con faci-
lidad un solo animal. Cuando se llevan á ejecucion las re-
jacas, simultáneamente se escarda el campo y áun es posi-
ble aporcar y alumbrar las cepas, segun sea la direccion
que se siga al trazar el primer surco y el instrumento que
se emplee. — Al ejecutar las rejacas despues de las siegas,
segun la naturaleza del terreno, convendrá más ó ménos
desagregar el sub-suelo.
Respecto de la paja debemos advertir que es conveniente
muchas veces conservarla en el campo, áun cuando sea pre-
ciso hacerla cambiar de asiento: puede desempeñar muy
útiles oficios resguardando la tierra de la accion desecante
del sol, y al mismo tiempo impide el desarrollo de las yer-
bas adventicias.
APORCADURA. — VARIOS PARTICULARES REFERENTES Á LA
PROFUNDIDAD Á QUE SE PRACTICAN LAS SIEMBRAS. — Propa-
gadas áun entre personas de notable ilustracion existen al-
gunas ideas erróneas, tanto más difíciles de desvanecer y
de reemplazar por los juicios que expresan en realidad la
naturaleza de los objetos, cuanto que á primera vista pare-
cen provenir por rigurosa deducción lógica de los hechos
más exactamente observados, y apreciados con criterio en
su justo valor.
Los conceptos cuya refutacion emprendemos, los cuales
sin duda alguna pueden contarse entre las opiniones forma-
das á consecuencia de exámenes ligeros y superficiales, que-
darán rectificados tan luego como se analicen con más cui-
dado los fenómenos naturales, y se interpreten con todo
aquel discernimiento crítico que impone el método, del cual
nunca debemos apartarnos en la investigacion de la verdad.
Varias veces hemos tenido ocasion de exponer á distintas
personas las ventajas consiguientes á la aporcadura de las
— 304 —
cañas : casi siempre se nos han presentado las razones que
vamos á enunciar para combatir las ideas que manifestába-
mos, y demostrarnos por ellas el poco acierto de una obra
que se juzga por lo comun antinatural. « Las cepas de las
cañas, nos dicen unos, propenden á venir á la superficie, á
flor de tierra, buscando el aire, pues necesitan vivir en un
medio bien aereado. » « Las cepas de las cañas, nos dicen
otros, desean botarse fuera, y 4 cualquier profundidad á que
se coloque la semilla, al practicar la siembra, al fin concluye
la cepa por echarse fuera.» Luego lógicamente se deduciria,
fundándose en semejantes principios, que querer contrariar
ese impulso natural, esa inclinacion de la organizacion, que
la conduce á buscar los medios en los cuales mejor se ope-
ren sus funciones, seria proceder contra las leyes naturales,
en vez de acomodar nuestros trabajos á su ejercicio normal,
olvidando con tal conducta el gran principio que nos acon-
seja tengamos siempre presente, que la primera condicion
necesaria para vencer la naturaleza, y dominarla al punto
de que podamos disponer á nuestra satisfaccion de sus
leyes, es obedecerla y doblegarnos dócilmente á sus más
leves indicaciones. j
Cuando se siembra la caña en buenas condiciones, al exa-
minar el desarrollo de sus vástagos se nota que los hijos
van naciendo cada vez más cerca de la superficie, y la cepa
concluye al cabo de más ó ménos tiempo por encontrarse
del todo sobre la tierra; de suerte que en último resultado
parece que una fuerza oculta la ha impulsado hácia la su-
perficie. Pero admitiendo que en realidad tenga lugar ese
fenómeno ascensional, ¿será verdaderamente producido por
alguna propension particular que posean las raíces y el tallo
subterráneo de la caña á buscar la tierra aereada, y quizas
el aire mismo? ó bien ¿será un efecto secundario, debido á
otro principal que acaece necesariamente cuando se produ-
cen los hijos?
Comenzarémos por indagar si fenómenos semejantes se
manifiestan en otras plantas, y en seguida discutirémos los
— 303 —
que se presentan en la caña. Desde luego encontramos que
ese supuesto movimiento ascensional, que arrastra ó con-
duce el tallo subterráneo hácia la superficie de la tierra, no
existe en ningun vegetal (50); pero sí se pueden citar plan-
tas que por naturaleza propia, por las condiciones del suelo
en que viven, y por la influencia del clima en el cual se des-
arrollan, producen raíces muy superficiales, que encuentran
en ese medio poco profundo, la tierra aereada y húmeda de
que han menester para el cumplido ejercicio de todas y de
cada una de sus funciones. Y á tal punto ofrecen esa dispo-
sicion determinadas plantas, que si se cubren con gran can-
tidad de tierra las primeras raíces, pronto se nota la produc-
cion de nuevos órganos más superficiales destinados á reem-
plazar los primitivos, los cuales, no pudiendo funcionar,
mueren, dejando, á los recientemente formados, el encargo
de sostener al vegetal.
Examinemos lo que se realiza en las cañas. Desenterrando
varias cepas de caña de diferentes edades y de distintos cór-
tes, que hayan vegetado en buenas condiciones, se verá que
la yema sembrada, desarrollándose, recorre hasta llegar á
la superficie todo el espacio que de ella la separa, y por con-
siguiente queda subterráneamente un tallo de una dimen-
sion igual á la profundidad á quese colocó la semilla, ó me-
jor dicho, estaca multiplicadora. Este tallo ó caña subterrá-
nea está dividido en cañutos cortos, y cada uno de ellos, á
partir de cierto número, como los cañutos de las verdaderas
cañas aéreas, sostiene una yema, la cual, creciendo, pro-
duce el hijo : segun el número de yemas ú ojos subterráneos
que existan, y los que experimenten todas sus evoluciones
vegetalivas, se engendrarán más ó ménos hijos en cada cepa.
— Naturalmente las yemas van encontrándose cada vez más
cerca de la superficie; por consiguiente, al desarrollarse van
produciendo hijos situados á mayor ó menor profundidad.
— Estos primeros hijos poseen tambien un tallo ó caña sub-
terránea, provisto de yemas ú ojos, que por su crecimiento
originan una segunda serie de hijos, los cuales á su vez
<0
— 306 —
producen una tercera serie de vástagos, etc., dependiendo
el número de las yemas que se desarrollan, de la natura-
leza del terreno, de las circunstancias del cultivo y de las
condiciones meteorológicas (51).
Ahora bien : cada yema conserva siempre el lugar que
ocupaba desde su nacimiento, ó aquel en que se colocó, pro-
duciendo, al desarrollarse, hijos á la distancia en que se
halla de la superficie; y como progresivamente van acer-
cándose á ella, es claro y natural que los hijos brotarán su-
cesivamente á menor profundidad, más próximos á la su-
perficie. — Acontece en esto lo mismo que notariamos si
sembrásemos diez ó más cañutos de caña á diferentes pro-
fundidades ; cada una de las yemas naceria á diversas dis-
tancias de la superficie en el sitio en que se hubiese colo-
cado la estaca.
Aunque la observacion sea bastante para poner en claro
el modo con que ahija ó matea la caña, hemos creido conve-
niente, recurriendo á medios más directos, practicar algunos
experimentos que demuestran de la manera más clara y pa-
tente el fenómeno de la produccion de los hijos. En estos ex-
perimentos hemos ido disponiendo aisladamente los distin -
tos tallos subterráneos del modo más propicio, para que,
simplificado el fenómeno, se pueda apreciar en todo su apo-
geo la fuerza de su produccion, sin que causas modificado-
ras lo compliquen, oscureciendo su manifestacion.
Sembramos á una pequeña profundidad un trozo de caña
que contenia una sola yema; luego que brotó esta, dejamos
crecer el retoño, y cuando lo juzgamos oportuno, con mucho
cuidado desenterramos el trozo de caña, y con él, por con-
siguiente, el retoño que sostenia. Despues de haber quitado
bien toda la tierra, lavándolo en un chorro de agua, con un
cortaplumas separamos la caña, y volvimos á sembrar á ma-
yor profundidad el retoño solo. Prendió la postura, y vege-
tando en buenas condiciones, nos produjo al cabo de cierto
tiempo ocho hijos. — Desenterramos la cepa, lavamos con
agua para eliminar la tierra, cortamos con unas tijeras to-
— 307 —=
das las raíces, y en seguida con un cortaplumas fuimos ma-
ñosamente separando todos los hijos que plantamos en si-
tios aislados, y tambien volvimos á plantar la caña princi-
pal de que provenian. — Esta última, por una nueva vege-
tacion, nos dió aún tres hijos, debiendo notar que el des-
arrollo de la caña generadora cesó, separándose el tallo aéreo
cual si hubiese sido tronchado. Los ocho hijos que planta-
mos prendieron muy bien, y nos dieron, término medio,
seis hijos cada uno : á su tiempo desenterramos las ocho ce-
pas, y con los mismos cuidados con que anteriormente
practicamos la operacion, separamos con el cortaplumas los
hijos secundarios, que, sembrados en lugares distantes,
prendieron “y produjeron poco más ó ménos el mismo nú-
mero de hijos que los que nos habian proporcionado los pri-
meros. Desenterramos una de esas cepas, y le separamos
ocho hijos de tercer órden, que, sembrados en sitios distin-
tos, prendieron, ahijaron, etc. Si el tiempo nos lo hubiese
permitido, ó bien si lo hubiésemos considerado necesario
para nuestra demostracion, hubiéramos continuado estos
experimentos; mas creimos poder detenernos en el punto á
que habiamos llegado, pues eran bastantes los hechos oble-
nidos para poner fuera de duda, por un método directo y ex-
perimental, el modo con que se multiplica, ahijaó matea la
caña. — En estos ensayos hemos aislado los tallos subterrá-
neos para colocarlos en condiciones más favorables á fin de que
se realizase el desarrollo de sus yemas, lo cual conseguimos
aumentando la profundidad, logrando así que fuese mayor
el número de ojos que se encontrasen bajo la tierra; ade-
mas, esas yemas podian crecer con más libertad, no hallando
por obstáculos en su desarrollo á los otros hijos y sus raí-
ces; por fin, gozaban de un terreno más rico en sustancias
alimenticias.
Los experimentos que acabamos de referir, á más de ser-
nos útiles, pues demuestran por completo las proposiciones
que deseábamos establecer, serán quizas algun dia aprove-
chados, supuesto caso que se quisiere propagar alguna
— 308 —
nueva variedad de caña, disponiendo solamente de una pe-
queña cantidad de semilla (52).
La observacion y la experiencia demuestran, pues, cómo
la caña, sembrada á una profundidad determinada, no varía
de lugar, no busca la superficie, no se bota fuera; sólo sí
ahija ó matea á diferentes distancias de la parte del suelo
que se encuentra en contacto con el aire, á medida que las
yemas van existiendo en aquellos puntos del tallo subter-
ráneo, que más próximos se hallen á la superficie.
Puesto que tratamos de la influencia que tiene, respecto
del desarrollo de los hijos, la profundidad á que se siembra
la caña, bueno será que distingamos los modos con que obra
ese requisito en la produccion del fenómeno, cuyas circuns-
tancias deseamos esclarecer. La profundidad manifiesta
desde luego su influjo, porque permite que quede subterrá-
neamente un pedazo de tallo de igual dimension á la suya;
en seguida obra favoreciendo el desarrollo de las raíces, las
cuales, por su situacion y número, sufren ménos de la seca,
explotan mayor cantidad de terreno, prestan más sólidos
cimientos á la planta, etc. Consideremos sólo el primer
efecto, y veamos si variando los experimentos podemos pro-
bar que la profundidad obra eficazmente, permitiendo, so-
bre todo, que quede un tallo subterráneo de mayor longitud,
el cual á su tiempo origina un número de hijos proporcio-
nal, en igualdad de circunstancias, á sus dimensiones.
Para poner fuera de duda este hecho, instituimos las tres
serics de experimentos siguientes :
1. Sembramos dos trozos de caña á igual profundidad, y
obtuvimos de cada uno igual número de hijos.
2. Sembramos dos trozos. el uno á corta distancia de la
superficie y el otro á mayor profundidad; éste segundo nos
produjo seis veces más hijos que el primero.
A primera vista parecerá que el hecho está suficiente-
mente demostrado; sin embargo, no lo juzgábamos bastante
elucidado, hasta que hubiéramos conseguido realizar en
un experimento el requisito siguiente : hacer corresponder
— 309 —
á igual profundidad dos tallos subterráneos de distintas di-
mensiones; pues de esta manera, en el caso del trozo de
mayor dimension, tendriamos más hijos que en el otro, es
decir, que nos habriamos colocado en la misma situacion
que si hubiéramos sembrado á igual profundidad dos tro-
zos de caña, de los cuales el uno contuviese diez yemas, por
ejemplo, miéntras que el otro contuviese sólo dos, en cuyo
caso es evidente que el primero produciria hasta diez re-
toños, miéntras que del segundo se originarian cuando más
dos. — Hé aquí cómo realizamos el experimento :
3.” Sembrados dos cañutos á una pequeña é igual profun-
didad,se colocó sobre la tierra que cubria el uno un ladrillo
bastante ancho y largo, y sobre el otro no se puso obstá-
culo de ningun género. El retoño de este último nació muy
pronto, el del primero tardó más tiempo en brotar, porque
miéntras que el segundo retoño no tuvo más que recorrer
la pequeña distancia que lo separaba de la superficie, el
primero, tan luego como salvó esa distancia, hubo menes-
ter para llegar á la haz de la tierra, que rastrear por toda
la superficie del ladrillo. Entónces quitamos el ladrillo y cu-
brimos bien con tierra toda la parte blanca de la caña sub-
terránea. — El retoño que nació libremente produjo un solo
hijo, y ademas dos yemas superiores á él entallecieron en
el aire. El retoño que brotó, á pesar del obstáculo que le
ofrecia el ladrillo, dió orígen á ocho hijos. — Así, pues, dos
yemas sembradas á la misma profundidad producen dife-
rente número de hijos, segun hayan de recorrer en su
desarrollo subterráneo mayor ó menor espacio para apa-
recer sobre la superficie de la tierra, dejando bajo ella
tallos que contengan distinto número de yemas, las que
creciendo á su tiempo, proporcionan variados números de
hijos.
¿Se realiza este hecho en la naturaleza? Hemos tenido la
fortuna de observarlo de la manera más patente, analizando
una de las numerosas cepas de caña que hemos estudiado
con el objeto de inquirir varios particulares relativos á su
— 310 —
vegetacion. La cepa que nos proporcionó el dato que buscá-
bamos, se hallaba colocada á una pequeña profundidad, y
habia producido gran número de hijos. Sorprendidos de
tamaña fecundidad, indagamos la causa, y muy pronto en-
contramos que el retoño, en vez de salir inmediatamente á
la superficie de la tierra, habia recorrido un gran espacio,
en el cual por fuerza quedó el tallo subterráneo que más
tarde originó los retoños. La causa que impidió que el re-
toño tomase el camino más corto y directo para llegar á la
superficie, fué un terron de esos que se producen cuando
se abre el surco para sembrar, el cual quedó sobre la esta-
ca, haciendo el mismo oficio que el ladrillo de nuestro ex-
perimento. Más tarde sobrevino un aguacero que desmoro-
nó el terron, y entónees pudieron brotar los retoños. De la
misma manera puede explicarse un hecho que con fre-
cuencia se nota en las guarda-rayas de los ingenios; en
ellas se yen 4 menudo grandes macollas de caña, que pro-
vienen de trozos que dejaron caer las carretas, y que á pe-
sar de haber sido cubiertas con una pequeña cantidad de
tierra, producen un gran número de hijos; resultado de-
bido principalmente á que la tierra ha sido pisoteada por
animales, por los negros, y quizá áun ha pasado sobre ella
la misma carreta. De cualquier modo, el retoño no ha po-
dido brotar siguiendo directamente el camino más corto,
por lo cual queda en la tierra un pedazo bastante grande de
tallo.
Hemos supuesto que el obstáculo sólo permaneciese du-
rante la formacion de los primeros hijos : si admitimos su
subsistencia miéntras que trascurre el tiempo necesario para
el desarrollo de los retoños secundarios y terciarios, es evi-
dente que así quedarán debajo de la tierra mayor número
de yemas, que si más tarde pueden desarrollarse, produci-
rán un número crecido de hijos.
Existen otros hechos que demuestran la misma verdad,
tales como el crecimiento de la caña sembrada á jan en di-
reccion inversa á la normal, la caña plantada horizontal-
— 311 —
mente, pero con tal inclinacion, que el retoño tenga que
dar la vuelta para llegar á la superficie, etc. En todos estos
casos, de que más extensamente tratarémos en el lugar
oportuno, queda debajo de la tierra un pedazo de tallo
mayor que aquel que en el estado normal hubiese perma-
necido en igual sitio, si el retoño hubiera seguido la más
corta y directa distancia para llegar á la superficie.
Los hechos que acabamos de referir explican satisfacto-
riamente los fenómenos siguientes :
1.? Cuando se siembra la caña á una pequeña profundi-
dad sin que más tarde se tenga el cuidado de arrimar tierra
al pié de la planta, por lo comun al segundo ó tercer córt
quedan demolidos los cañaverales.
2. El fenómeno que vamos á relatar parecerá á primera
vista paradojal; pero examinándolo bien, se verá que se
deduce lógicamente de las premisas que dejamos estable-
cidas.
Si fuese posible sembrar caña á la profundidad conve-
niente, en un terreno en alto grado propio para su vegeta-
cion, y que ésta se verificase en los más favorables requisitos;
si por otra parte se desarrollasen los retoños sin encontrar
obstáculos de ningun género, siguiendo, de una manera
absoluta en su curso subterráneo, la menor distancia para
llegar á la superficie, sucederia que el cañaveral quedaria
demolido, despues de haber producido, quizá en un solo
córte, una cantidad extraordinaria de caña, pues en este
caso no subsistirian yemas subterráneas para producir los
retoños, que con posterioridad deben ser segados en las sub-
siguientes cosechas.
3. Por medio de los experimentos y observaciones ante-
riores se puede explicar por qué se conservan los cañave-
rales, y producen durante muchos años córtes sucesivos,
que proporcionan zafras valiosas. — Hemos manifestado
que si los retoños siguiesen de una manera absoluta el ca- -
mino más corto para brotar; si la tierra fuese muy fértil, etc.,
no quedarian gran número de yemas productoras de los
E
tallos, que originarán las cosechas en los años posteriores;
pero como esos retoños encuentran infinidad de obstáculos
que se oponen á su natural, libre y simultáneo brote, tales
como las raíces enmarañadas de las cepas y de los vástagos
que se han producido con anterioridad, el cuerpo de esos
mismos retoños y la tierra endurecida, faltándole, ademas,
los jugos necesarios para crecer, los cuales principalmente
son aprovechados para el desarrollo del tallo aéreo, etc.,
por fuerza tienen que ir lentamente salvando esos obstácu-
los, desviándose de ellos; y en su curso, aunque siempre
ganen terreno para salir á la superficie, recorren mayor
extension que aquella por la cual se hubiesen dirigido si
no hubieran encontrado en su tránsito normal y directo
obstáculos que vencer. — Excusado parece repetir que al
recorrer este espacio subterráneo queda un tallo provisto
de un número de yema proporcional á su extension. —
Esto supuesto no olvidemos que, miéntras que la caña vye-
geta con gran lozanía, toda la savia es, por decirlo así, con-
sumida á beneficio del desarrollo del tallo aéreo, y sólo en
el caso de una paralizacion del crecimiento de éste, ó en el
de un gran exceso de sustancias alimenlicias ingeridas en
los primeros ó postreros tiempos de la vegetacion, es
cuando se desarrollan esas yemas subterráneas, bien enten-
dido si las demas condiciones indispensables concurren á
ello. Más tarde, cuando disminuye la fuerza de crecimiento,
ó se corta la caña, la savia afluye en parte, ó es utilizada
del todo en desarrollar las yemas que quedaron debajo de.
la tierra. — De cuanto acabamos de exponer podemos dedu-
cir que uno de los medios de que dispone la naturaleza
para conservar por muchos años los cañaverales es presen-
tar obstáculos á la produccion de los retoños, que así dejan
en la tierra mayor dimension de tallo, provisto por fuerza
del número de yemas correspondiente, las cuales á su tiem-
po, en buenas condiciones, se desarrollan para poblar de
nuevo los plantiíos de caña. — Por el mismo órden de ideas
se puede explicar con toda exactitud por qué en los terrenos
— 313 —
en máximo grado feraces y sueltos duran ménos los caña-
verales que en aquellos que, á más de ser fertiles, ofrecen
una notable consistencia ó masa. — Los terrenos, pues,
muy arenosos no son convenientes para el cultivo de la
caña, miéntras que los, en algun grado, arcillosos son los más
propios, no tan sólo por las propiedades físicas que origina
la arcilla, sino tambien porque por su descomposición su-
ministra á las plantas el ácido silícico, á la vez que les pro-
cura sales alcalinas. — Existen ademas otros motivos para
comprobar este juicio.
4.2 En igualdad de circunstancias dos cañas de varieda-
des distintas ahijarán más cuanto mayor sea el número de
yemas que en la misma dimension de tallo puedan con-
tener.
Antes de terminar la discusion que nos ocupa, debemos
hacer dos aclaraciones; ó mejor dicho, recordarémos algu-
nos de los particulares que en otro momento tuvimos oca-
sion de examinar, los cuales ampliarémos aun en tiempo
más oportuno. — Conocemos perfectamente las ventajas
consiguientes á la aporcadura de las cañas; mas de ningun
modo somos partidarios de su ejecucion exagerada en toda
clase de terrenos, lo cual conduciria á formar grandes ca-
mellones, que sólo son convenientes y hasta necesarios en
los terrenos bajos, de poco fondo, etc., dado caso que no
sea posible mejorarlos á fin de llevar á cabo las siembras en
distintas circunstancias. — Las siembras en camellones
siempre tienen que restablecerse todos los años, pues con
las lluvias se derriban los montones y quedaria la cepa des-
cubierta. — Tampoco, aunque estamos convencidos de to-
dos los beneficios que se nos originan sembrando á cierta
profundidad, aconsejarémos que desde luego se deposite la
semilla á gran distancia de la superficie, cubriéndola inme-
diatamente con toda la tierra extraida del surco abierto. —
« Es preciso sembrar, mas no sepultar, la caña », dice sen-
tenciosamente un amigo nuestro. — Sobre todo, en las tier-
ras muy arcillosas y húmedas es necesario no cubrir mucho
— 314 —
la estaca con tierra, pues una gran capa que pese sobre
elle retarda sobremanera su crecimiento, y aún puede oca-
sionar su putrefacción ó al ménos trastornar los requisitos
favorables de su desarrollo. En los terrenos ligeros con-
viene cubrirla con un poco más de tierra para evitar la ac-
cion desecante del sol. — De todos modos, el método más
racional consiste en abrir un surco profundo, depositar en
él la semila, cubrirla con la cantidad de tierra conveniente,
para que prontamente pueda brotar, y despues en las di-
versas operaciones de escarda ir arrimando tierra al retoño
hasta llenar del todo el surco. A esta manera de aporcar
hemos denominado aporcadura interna, chata, aplanadora ó
niveladora. (V. Dimensiones de los surcos; Disposicion de las
labores, etc.)
Por conclusion general de todos los argumentos que he-
mos manifestado, finalizarémos afirmando que las cepas de
las cañas no son impulsadas por ninguna fuerza hácia la
superficie de la tierra, y cuando se las aporca se determina
la produccion de nuevas raíces y retoños ó hijos, que léjos
de hacer desaparecer los órganos anteriormente formados,
los fortifican contribuyendo á su mayor desarrollo.
Más adelante, al ocuparnos de la historia natural de la
caña, describirémos completamente la cepa, mostrando el
orígen, desarrollo y duracion de vida de cada una de las
partes de que se compone, desde el primitivo tallo subterrá-
neo hasta el último de más reciente formacion.
Época en la cual conviene verificar la aporcadura. — Como
hemos tenido ocasion de manifestar con anterioridad, la
aporcadura de la caña tiene por objeto promover la forma-
cion de nuevas raíces, que á la vez que sirven de órganos
alimentadores, son útiles para fijar el vegetal; tambien de-
termina la aporcadura el crecimiento de las yemas del tallo
subterráneo, y por tanto, la aparicion de los hijos. Si estos
son los efectos de la aporcadura, es racional llevarla á cabo
en los primeros tiempos de la vida de las cañas, no sólo con
el intento de contribuir á la aparicion y crecimiento de los
— 315 —
órganos que la han de sustentar y afianzar al suelo, sino
tambien para que aparezcan los hijos, y todos crezcan á la
vez. Segun hemos tenido ocasion de hacer observar, los hi-
jos de las cañas se forman sobre todo en los primeros tiem-
pos del desarrollo; luego, cuando las plantas comienzan á
encañar, esos retoños aparecen con ménos frecuencia y re-
gularidad, y dado caso que se muestren, se crian débiles,
pálidos, delgados, marchitos, concluyendo al fin por morir;
tanto, que basta tirarlos ligeramente con las manos por su
parte superior para separar de un golpe todo el paquete foliá-
ceo del centro podrido. Más tarde, cuandolas cañas han llegado
á su completo desarrollo, los retoños vuelven á formarse.
El desarrollo normal y simultáneo de los retoños en los
primeros tiempos de la vegetacion, no sólo es útil porque
cada uno suministra un tallo, sino tambien porque todos re-
ciprocamente concurren por sus efectos coordinados al yi-
goroso crecimiento general de la macolla. La aporcadura
debe, pues, verificarse ántes que las plantas encañen, en los
primeros momentos de la vida; así se logra, 1.” el desar-
rollo de las raíces; 2.” formacion de los hijos, y por resul-
tado final, el crecimiento uniforme, regular y contínuo de
todos y cada uno de los tallos. Por otra parte, més adelante
las dimensiones que alcanzan los tallos hace difícil el trán-
sito por entre las hileras de caña, y suponiendo que los
animales ó instrumentos de cultivo los toquen, están más
expuestos á quebrarse, miéntras que cuando son más jóve-
nes, ceden y se doblegan para volver á adquirir al punto su
primitiva direccion.
e
SISTEMA DE CULTIVO DE LA CAÑA PROPUESTO POR WRAY. —
El sistema de cultivo propuesto por Wray, al cual nos he-
mos referido en distintas ocasiones, se encuentra desenvuelto
en su obra, traducida al frances por Isabeau, é impresa con
el título de Manual práctico del cultivador de la caña de azú-
car : exposicion completa del cultivo de la caña y de la fa-
bricacion de azúcar. — Paris, 1853 (53).
— 316 —
Esta obra, como lo indica el título, se divide natural-
mente en dos partes : cultivo y fabricacion. Comenzarémos
por reconocer que el espíritu general que reina en este libro
es excelente y altamente progresivo; en él se recomiendan
las labores, los cuidados del cultivo, la estabulacion de los
animales, el cultivo de prados artificiales, el uso de los
abonos y correctivos, el empleo del riego; se insiste en la
conveniencia de practicar las operaciones por medio de ins-
trumentos tirados por animales, etc.; en una palabra, en su
conjunto nos complacemos en reconocer un gran mérito en
la obra de Wray; peroal mismo tiempo tenemos que deplo-
rar que el autor no haya establecido armonía en las partes
de su trabajo; unas veces presenta « pruebas superabun-
dantes » para apoyar sus ideas, lo cual le hace parecer di-
fuso; en otras ocasiones no consigue probar con claridad y
con la extension necesaria la bondad de las prácticas que
aconseja; pasa por alto puntos muy importantes, y pocas
veces especifica ordenadamente, con acierto, los particula-
res detallados del cultivo; por fin concluye admitiendo la
excelencia absoluta de un sistema aplicado sin distincion de
circunstancias, cuando ese mismo sistema, puesto en prác-
tica en los casos oportunos, no puede ser considerado como
el mejor. Como nuestro objeto se reduce tan sólo á presen-
tar un cuadro fiel y conciso del método propuesto por Wray
para cultivar la caña, mencionando los instrumentos que
aconseja para realizar las operaciones, hemos creido deber
prescindir de todas las materias que incidentalmente trata,
las cuales, aunque importantes, no hacen al caso ni cons-
tituyen la verdadera y particular historia del cultivo de-la
caña.
El sistema de cultivo propuesto por Wray tiene por fin
conseguir sólo dos córtes de la caña sembrada, pues el au-
tor cree más ventajoso renovar el campo cada dos años que
continuar haciendo vegetar los retoños, siquiera sólo pro-
duzcan la mitad ó el tercio de una buena cosecha. — Llega
á tal punto su admiracion por el sistema que aconseja, que
pe
no titubea en considerarlo como el más cuerdo, el más cierlo
y superior á todos cuantos puedan imaginarse (p. 120). —
Juzga necesario destruir los campos cada dos años, no sólo
como medio de aumentar la produccion y sostenerla cons-
tante, sino tambien lo cree conveniente para exterminar los
animales nocivos á la caña (p. 246). — « Si se considera, dice
Wray, cuán poco cuesta renovar los campos, el aumento en
los productos, y sobre todo, que así se destruyen los ani-
males dañinos, se verá que es preciso adoptar el sistema de
cultivo propuesto » (p. 247). — En su esencia el sistema de
cultivo propuesto por Wray descansa en el uso de la apor-
cadura externa, lleyada ásu último grado de exageracion, y
en la obra de enterrar todos los despojos de las cañas (hojas
y bagazo). — Expuesto el fin y manifestada la base del sis-
tema de cultivo aconsejado por el agricultor ingles, vamos
á describir sucintamente las prácticas que indica deben po-
nerse en ejecucion para alcanzar los propósitos deseados.
Preparacion del terreno. — Insiste Wray acerca de las ven-
lajas consiguientes á remover con perfeccion el terreno, á
cuyo efecto propone se emplee el arado de una sola verte-
dera; en seguida juzga muy conveniente pasar el rodillo
para desmoronar los terrones, y despues demuestra la uti-
lidad de usar la rastra ó grada para completar la desagre-
gacion, mezclar las partículas térreas, y arrancar las malas
yerbas (páginas 102 y 103).
Siembras. — Se ponen en manos del labrador dos cuerdas
largas y fuertes, y tres pértigas ó varas, largas de seis piés
ingleses (1. m.80). Se colocan los cordeles en la direccion
deseada, y se comienzan á abrir los surcos, á cuyo intento
el arado, vertiendo la tierra á la derecha, sigue la direccion
de las cuerdas, lo cual se consigue haciendo que los bueyes
caminen á uno y otro lado del cordel, de tal modo, que éste
siempre permanezca entre ámbos animales. Cuando se llega
al fin de la línea se detiene la yunta hasta tanto que el cor-
del vuelva á ser colocado á 1m.80 más léjos; entónces se
abre un segundo surco, vertiendo esta vez la tierra á la iz-
— 318 —
quierda, siempre en la direccion de la cuerda. El trabajo se
termina empleando un arado de doble vertadera (páginas 113
y 114). Por lo expuesto se ve cuán oscura es la descripcion
que acabamos de trascribir ; si verdaderamente aconseja
Wray que se haga pasar dos veces el arado de una sola ver-
tedera para abrir el surco en dos tiempos, ó si se contenta
tan sólo con trazarlo en una sola vez, y completar más tarde
la obra por medio del arado de doble vertedera, es un punto
que no se deduce con claridad de su relacion. Más explícito
es en la página 117, en la cual dice que « el surco debe ser
trazado en dos tiempos, haciendo marchar el arado en vuelta
encontrada, yendo y viniendo á uno y otro lado de la cuerda
tendida. » Hemos tratado en otras ocasiones este asunto, de
suerte que prescindimos repetir cuanto acerca de él hemos
expuesto largamente. — Los trozos de caña se colocan á
60 centímetros de distancia en la direccion del surco, y se
pueden usar dos pedazos fronterizos; en vez de 60 centí-
metros, es conveniente disponer los tallos á 30 centímetros,
y entónces depositar en el surco un solo tallo, disposicion
que prefiere el autor, pues así se evitan los inconvenientes
anexos al desarrollo de dos plantas que crecen en un pe-
queño espacio de terreno (p. 239). Una vez que ha nacido
la caña, se examina si no existen fallas, y dado caso que
las hubiera, se procede á ejecutar las resiembras indis-
pensables. — Wray aconseja que se tomen para semilla, de
preferencia, las partes superiores de la caña (p. 237).
Cultivo. — Las operaciones indicadas por Wray son las
siguientes : 1.” Arrejacar los plantios. 2.2 Escardar el
campo tantas veces como se crea necesario, empleando al
efecto cualquier instrumento propio para conseguir el fin
deseado. 3. Aporcar las cañas. 4.” Deshojar ó desfollo-
nar los tallos, operacion que es útil repetir dos ó tres
veces, y que debe ser precedida de la abertura de un surco
medio entre las hileras, con el objeto de depositar en él las
hojas “separadas; en seguida se cubre el surco empleando
un arado pequeño (páginas 114 y 115). — Para que se apre-
— 319 —
cie la exageracion á que llega Wray en la aporcadura, con-
viene que indiquemos las proporciones de las almantas le-
vantadas al cabo de cierto número de veces de repetir la
operacion; 3 piés (9 m. 90) ancho al nivel del suelo, 1 ¿
(0 m. 37) en la cima, 2í (0 m. 75) de alto. — De manera que
sembrando á 6 piés, el espacio libre que quedará entre las
almantas será sólo de 3 piés (0 m. 90) (p. 408).
Una vez que las cañas han llegado á su completo desar-
rollo, el último trahajo que debe ejecutarse es cortar los
tallos, atarlos en haces y trasportarlos hasta los carros
que deben conducirlos al batey. Una parte de esta operacion
puede ser evitada, haciendo entrar las carretas en los caña-
verales, de tal modo que cada rueda repose en el intervalo
que separa las líneas de caña (p. 109).
Despues de este primer córte, comienzan inmediatamente
los trabajos, que deben ejecutarse en los campos segados,
los cuales, en el órden indicado por Wray, son los siguientes:
1.? A medida que se van moliendo las cañas, se trasporta
al campo el bagazo, que cuidadosamente se va colocando
entre las líneas de caña.
2.” La máquina destinada á nivelar, tirada por seis bueyes,
pasa por entre las almantas, y de ellas toma de 10 á 12 cen-
tímetros de tierra, que vierte sobre los despojos de las cañas,
fuertemente comprimidos. Este trabajo, repetido, segun las
circunstancias, dos ó tres veces, proporciona bastante tierra
para cubrir por completo todas las materias que deben ser
sepultadas, y deja poca cosa que hacer manualmente á los
obreros. El destino principal de éstos consiste en cortar con
un instrumento bien afilado los troncos de caña, y en igualar
la tierra que permanece sobre las almantas, de manera que
el campo se encuentra de nuevo perfectamente nivelado. Pocos
dias despues comienzan á aparecer los retoños, los cuales al
instante han de ser arrejados.
3. Al proceder á las arrejaduras, una, dos ó tres veces,
segun se juzgue conveniente, es preciso poner especial cui-
dado en no hacer penetrar el instrumento á tal punto que
— 320 —
e
se desentierre el abono vegetal depositado entre las hileras;
todo este abono, supone gratuitamente Wray, estará des-
compuesto ántes que llegue el momento de practicar la se-
gunda aporcadura, siempre y cuando las condiciones sean
favorables.
4.” Se escardan los campos si fuere necesario.
5.” Se aporcan las cañas, empleando el mismo instrumento
usado el primer año, tantas veces como se juzgue oportuno,
y en un tiempo en el cual todos los despojos de las cañas
deben estar convertidos en excelente abono.
6.” Los surcos trazados entre las almantas para recibir las
hojas se abren y realizan como el primer año. Las cañas per-
manecen en este estado hasta que se cortan, lo cual termina
los trabajos del segundo año.
Concluida esta segunda cosecha, es necesario volver á sem-
brar la caña. Se procede del mismo modo que se ha indi-
cado en cuanto á enterrar las hojas, el cogollo y el bagazo, y
tocante á la nivelacion de las almantas por medio de los ins-
trumentos de labor; pero en este punto la operacion difiere
algo de la precedente, pues se hace obrar el arado sobre la
misma línea de caña, á fin, no sólo de destruir las almantas,
sino aun de desarraigar las cepas. Despues se aplana y peina
la tierra; al mismo tiempo se recogen todas las cepas des-
enterradas, se disponen en montones, y se queman cuando
se hayan secado.
Dispuesto el terreno, se trazan los surcos en el intervalo
que mediaba en el primer año entre las hileras de caña. Las
nuevas cañas vegetarán sobre la rica capa de mantillo acu-
mulada en los surcos abiertos en las cosechas anteriores.
Cuando se labra sobre los antiguos surcos es preciso poner
especial diligencia á fin de que el arado no penetre hasta el
lugar donde se encuentran los despojos de las cañas (pági-
nas 115 á 117).
Los instrumentos recomendados por Wray para practicar
todas las operaciones del cultivo de la caña son : los arados
de Ransome y May, el arado para desagregar el sub-suelo
— 321 —
inventado por Stracey y fabricado por Ransome, el arado de
doble reja, la azada tirada por animales, fija ó expansible,
y el cultivador indio de Ransome. El instrumento que acon-
seja se use para nivelar los campos y enterrar los despojos
de las cañas, consiste en un rodillo de hierro, precedido de
dos brazos, que juntan los despojos de las cañas y los colo-
can de tal modo que pueden recibir la accion de la plana;
dos cuchillos ó rejas de arados siguen inmediatamente el
cilindro ; separan de cada lado una cantidad de tierra, que
dos vertederas arrojan sobre las materias que se desean en-
terrar.
Para proceder metódicamente en el exámen de los parti-
culares contenidos en la sucinta relacion que acabamos de
exponer del sistema de cultivo propuesto por Wray, creemos
oportuno comenzar por discutir las bases en que se apoya,
de las cuales deduce las prácticas que aconseja; así podré-
mos despues mostrar las ventajas é inconvenientes de éstas.
Como advertencia preliminar manifestarémos que Wray
confiesa que no ha puesto por obra el sistema que propone,
y esto lo declara cuando al tratar del nivelador, instrumento
destinado para ejecutar una de las operaciones fundamen-
tales, expresa que nunca ha visto funcionar semejante má-
quina, estando, sin embargo, firmemente convencido de que
la experiencia demostrará sus beneficios (p. 409). Áunque
el no haber sido sancionado por la práctica, puesto que no
se hizo el ensayo, no demuestra que el sistema sea defec-
tuoso, esimportante no olvidar que Wray sólo discurre acerca
de operaciones que califica de útiles, sin aducir hechos que
comprueben sus juicios. Por otra parte, siendo las bases del
sistema esencialmente defectuosas, es claro que más debe-
mos precavernos contra él, puesto que sólo en ciertos y de-
terminados casos podria recurrirse á su ejecucion, y esto
únicamente si las circunstancias no permitiesen poner por
obra otros trabajos más en consonancia con los buenos prin-
cipios de la agronomía progresiva.
El fundamento de todo el sistema de cultivo propuesto por
21
A
Wray estriba, descansa y se apoya en admitir de un modo
absoluto, sin distinguir las circunstancias, que la caña no
puede con gran beneficio producir más de dos córtes suscep-
tibles de notable rendimiento. Nosotros, sin creer que los
-plantíos deban durar tanto tiempo como se pretende por lo
comun, pensamos que es útil que se obtengan por lo ménos
hasta cuatro córtes, los cuales, y áun más se consiguen por
poco que los requisitos en los cuales se realice el crecimiento
delas cañas sean favorables, es decir, si el terreno, el clima,
los cuidados de cultivo, etc., se aunan para propender al
desarrollo de la planta. Por otra parte, es innegable y por
demás conocido que los campos de soca ofrecen algunas
ventajas sobre los de planta, las cuales por fuerza serian
más visibles si mejor se atendiesen los cañaverales.
Pero admitiendo que siempre sólo se deban esperar dos
córles ¿es muy conveniente para conseguirlos verificar como
operacion principal la aporcadura externa exagerada? A
nuestro entender, afirmamos que en las condiciones opor-
tunas se realizarian más utilidades por medio de las siem-
bras profundas, en que se aporcase internamente. En otras
ocasiones hemos discutido cuanto atañe á estos particulares,
y entónces fijamos las circunstancias en que era conveniente
recurrir al cultivo en almantas bombeadas, las cuales se
levantan despues de haber sembrado la caña. Por las dimen-
siones que llegan á tener esas almantas, tales como las des-
cribe Wray, se verá que no es muy fácil aglomerar la tierra
para alcanzar esas proporciones ; el cultivo se hace por
fuerza más difícil, el tiro se entorpece, la preparacion de las
tierras para las nuevas siembras es larea penosa, etc.
Cuando se cultiva aporcando externamente, no queda más
recurso cada año que ir aumentando el tamaño de las alman-
tas para conseguir así, en parte, igual ó mayor cosecha que
en el córte anterior; pero, segun Wray aconseja, se debe
disminuir el alto de las almantas, ó por lo ménos conser-
varlas á la misma altura, puesto que del monton ó caballete
se toma tierra para cubrir el bagazo y la paja.
EE A
Sa.” - OO
Otra de las prácticas aconsejadas por Wray, y que á pri-
mera vista se juzgaria muy conveniente, es la de cubrir con
tierra los residuos de la caña. — En los campos de planta,
despues del córte queda tal cantidad de hojas y eogollos,
que con dificultad se podrán enterrar; si á estos despojos
se agrega el bagazo, es evidente que la operacion es más
difícil, si no imposible. Si Wray hubiese visto la paja, el
cogollo y el bagazo producido por un campo de caña de
planta, jamás se le hubiese ocurrido creer que era posible
enterrar esa gran cantidad de residuos y mucho ménos es-
perar que pudiesen ser descompuestos en el campo. — Cree-
mos que no se deben quemar esos residuos sino como úl-
timo recurso; sostenemos que si fuese hacedero reemplazarlos
por otro combustible tanto ó más económico, convendria en-
tónces fabricar con ellos mezclas fertilizantes, haciéndoles
experimentar una descomposicion ántes de enterrarlos. —
Empleando esos residuos despues de estar podridos, su dis-
tribucion se hace mejor, y sus efectos sobre las plantas son
más prontos. Respecto de este particular Wray es bastante
explícito, pues afirma que « nunca dispondria una fosa para
el estiércol, ni tampoco un receptáculo para fabricar mez-
clas fertilizantes ; siempre devolveria todo al suelo, dejando
que los residuos vegetales sufriesen en la tierra todas las
transformaciones » (p. 282). — Aunque ésta parezca en suma
la doctrina definitiva del autor inglés, sin embargo debemos
recordar algunas líneas en las cuales estampa una opinion
contraria. « El verdadero método, dice, consiste en reunir el
bagazo fresco, el cogollo y las hojas en receptáculos practi-
cados en las proximidades de los estanques, pozos ó rios;
estas materias permanecen allí hasta tanto que se hayan
descompuesto por completo; entónces se les usa para abo-
nar los campos » (p. 246).
Wray ha insistido con particularidad acerca del uso del
guano, el cual coloca entre los abonos que nunca debe em-
plear (p. 319) el hacendado que cultive la caña de azúcar.
Nosotros, sin ser tan exclusivos, hemos tratado en otras 0c:-
— 324 —
siones de fijar el verdadero oficio y la exacta aplicacion del
abono peruano, y hemos discutido el asunto á la luz de la
economía general, con relacion á las funciones de la caña,
y por fin, con respecto á la conservacion de la fertilidad de
.la tierra.
No examinarémos los demas puntos de las prácticas y opi-
niones del autor cuyas ideas presentamos, porque con an-
terioridad hemos tenido ocasion de manifestar cuanto á
ellas se refiere.
El sistema de cultivo más usado en Luisiana se apoya poco
más ó ménos en las mismas bases que el que acabamos de es-
tudiar, y adopta en último resultado prácticas analogas.
Ambos sistemas adolecen del defecto comun de no apropiar
y subordinar Jos métodos de cultivo á las leyes generales
de la ciencia, desconociendo del todo las propensiones natu-
rales de la planta, estableciendo de una manera absoluta
prácticas que, áun en los casos en que deben aplicarse, son
muy relativas á las circunstancias y sólo se ejecutan porque
no es posible recurrirá medios más perfectos.
DEsHOJAR, DESFOLLON4R Ó ENRALECER LAS CAÑAS. — En el cul-
tivo de nuestra preciosa gramínea sacarígena, lo mismo que
en los cuidados que presiden á la explotacion de otros orga-
nismos vegetales, existen algunas Operaciones que á primera
vista por lo comun se califican de minuciosas, poco impor-
tantes, y hasta se juzgan ruinosas, pues se dice que no retri-
buyen los jornales destinados á realizarlas; mas si se exa-
minase con reflexion la materia, fácilmente se vendria en
conocimiento de que esas prácticas ménos atendidas mere-
cen ocupar un lugar preferente entre las tareas que cons-
tituyen un buen sistema de cultivo.
Entre las prácticas más despreciadas, á pesar de su im-
portancia, debemos colocar el acto de deshojar ó desfollonar
las cañas : vamos rápidamente á demostrar la utilidad de
la operacion mencionada.
Lus desvelos del fabricante de azúcar deben siempre pro-
— 325 —
pender á extraer de este dulce la mayor proporcion posible
de la materia primera que le suministra el agricultor, y la
atencion principal de éste deberia constantemente ir encami-
nada á disponer todas las circunstancias de tal suerte que
en el organismo vegetal se formase la mayor canlidad de
azúcar, y ésta contenida en jugos de donde se extrajese con
facilidad. Semejante resultado se consigue preparando y
manteniendo el terreno en buenas condiciones, sembrando
la caña de tal modo que se desarrolle con entera liber-
tad, etc., y por fin, facilitando por todos los medios posi
bles la accion de los agentes atmosféricos.
A reserva de ampliar á su tiempo la razones que vamos á
exponer manifestarémos que las acciones atmosféricas pue-
den considerarse: 1.” Contribuyendo químicamente á ciertas
reacciones que se realizan entre los líquidos y sólidos de la
planta y el medio gaseoso en el cual de halla. 2. Los flúl-
dos imponderables determinan, facilitan ó excitan esos fe-
nómenos químicos y otros actos vitales.
Las hojas de las cañas, miéntras que se mantienen ver-
des, contribuyen eficazmente al crecimiento general de la
planta ; mas así que han llenado todos los fines confiados
á sus tejidos, se secan y se desprenden, dejando desde ese
momento el tallo libre.— Desde ese instante, al traves de la
corteza del cañuto comienza á verificarse una serie de fe-
nómenos, los cuales reclaman la presencia de la luz y del
calor; sin sontar que esos mismos flúidos, ademas de los
referidos efectos, por decirlo así, locales, contribuyen á
otros comunes á tedos los aparatos del vegetal. Todas esas
acciones se aunan más ó ménos directamente, y contribuyen,
en mayor ó menor grado, al desarrollo de la planta, enca-
minándola al apogeo de incremento, á la madurez, en cuyo
estado contiene el máximum de azúzar disuelto en el jugo
más puro, pues la naturaleza se ha encargado de esa defe-
cacion prévia.
El color de la caña, su sonoridad, su dureza y su mayor
peso bajo el mismo volúmen, indican desde luego que cuando
— 326 —
se encuentra libre de hojas secas, madura mejor y en mé-
nos tiempo, y luego el exámen de sus jugos demuestra que
contiene gran cantidad de azúcar cristalizable y poca ó nin-
guna azúcar incristalizable, la defecacion se opera em-
pleando ménos cal, etc.
Las hojas deben ser separadas cuando se hallen comple-
tamente secas, pues de lo contrario, no sólo se privaria al
cañuto de un órgano indispensable para su desarrollo, sino
que ademas se desgarraria su corteza, determinando así to-
das las alteraciones que se efectúan tan pronto como se
pone en contacto directo, por discontinuidad ó division de
tejido, la atmósfera con los órganos de la caña. A todos los
argumentos que venimos exponiendo, preciso es añadir que
las hojas, al secarse, devuelven al resto del organismo parte
de los principios que las constituian cuando se encontraban
verdes. Esta operacion es en extremo fácil de practicar, ya
sea sencillamente tirando las hojas con las manos, ya em-
pleando ligeramente garabatos auxiliares. — La razon in-
dica que semejante tarea debe comenzarse tan pronto como
se muestran hojas secas, y conviene que se repita en dis-
tintos intervalos de tiempo tantas veces como fuere necesa-
rio. — Cuando las hojas secas se desprenden, y áun se puede
hacer pasar el arado por el campo, conviene abrir un surco
y enterrarlas en él : más tarde, en la época en que seme-
jante tarea no es posible, es preciso dejar los órganos sepa-
rados en el cañaveral, donde preparan un colchon, sobre el
cual descansará la caña cuando se tienda ó encame á impul-
sos de los vientos y de su propio peso. La caña, así aislada
de la tierra, se conserva mejor, no se pica ni se arraiga con
tanta facilidad.
Ademas, libre la macolla de todas la hojas secas, por lo
menos de aquellas que cubrian su pié, se pueden cortar
con más facilidad todos sus tallos. Por otra parte, las cañas
cuyas hojas permanecen adheridas suelen proporcionar
abrigo á animales nocivos : tambien se enraízan y produ-
cen retoños aéreos por la humedad que maintenen esas
— 397 —
hojas secas, las cuales, por decirlo así, establecen las con-
diciones del acodo : todas, circunstancias que contribuyen á
alterar los jugos. — Por fin, los trabajos de cultivo al se-
gundo año son más fáciles, pues gran parte de la paja ha
tenido tiempo de podrirse. — Pero, prescindiendo de todos
esos beneficios, tomando sólo en cuenta las ventajas que
procura la accion de desfollonar con respecto á la madura-
cion de las cañas, podemos sostener que es trabajo en ex-
tremo útil, pues sus provechosas consecuencias retribuyen
todas las tareas con un producto mucho mayor. Todo lo que
contribuya á madurar la caña es en extremo útil, pues de-
termina una economía incalculable en la mano de obra, y
un gran aumento en los productos brutos.
El dia en que la operacion que venimos aconsejando sea
apreciada cumplidamente, se verá que es tan provechosa y
necesaria como las escardas, cuya utilidad nadie pone en
duda; mas para obtener de ella todas las ventajas posibles,
es preciso verificarla con oportunidad, y repetirla siempre
que se juzgue conveniente. Estando plantada la caña en lí-
neas suficientemente separadas, la operacion que nos ocupa
es en extremo sencilla, y puede ser ejecutada en poco tiempo
por los obreros más débiles de la finca.
En Luisiana la operacion de desfollonar es en extremo
apreciada, y sólo merced á ella podria la caña en aquel
clima alcanzar en tan corto tiempo, como el que dispone
para crecer, todo el desarrollo que obtiene.
Es cierto que en nuestro país se necesita ménos que en
otros desfollonar la caña; mas ya que podemos gozar de tan
poderosos agentes como el calor y la luz, debemos aprove-
char en beneficio nuestro todas sus acciones.
Sin embargo de mostrarnos partidarios, en la generali-
dad de los casos, de la práctica de desfollonar, no podemos
ménos de convenir en que esa operacion puede no ser útil
cuando se trate de determinada variedad de caña, que crezca
sobre un suelo y clima particulares; observacion muy im-
portante, sobre todo cuando se desee destinar la caña para se-
— 328 —
milla. — Seamos más explícitos. En las comarcas expuestas
á grandes sequías, en los terrenos propensos á perder pron-
tamente la humedad, en las tierras mal labradas y despro-
vistas de frescura natural, no conviene en nuestro clima
desfollonar las cañas, á ménos que se puedan gozar de los
beneficios del riego. — Y téngase muy presente que la se-
paracion que media entre las hileras es muy digna de ser
atendida cuando se trata de enralecer las cañas. Agregaré-
mos aún que las siembras de primavera, que deben ser
cortadas á fines de la inmediata zafra, reclaman más impe-
riosamente la operacion de separar las hojas secas, las cua-
les, envolviendo el tallo, retardan su madurez. — Es pre-
ciso, pues, tomar en consideracion la variedad de la caña,
las propiedades del terreno, las condiciones meteorológicas,
las circunstancias del cultivo, el número de córtes de la
caña que vegeta, la caña de planta que más lo ha menes-
ter etc.
En suma, despajar con tino los campos de caña, es en
alto grado importante para conseguir la madurez é ¡igual
desarrollo de todos los tallos de la macolla.
COSECHA.
SIEGA Ó CÓRTE DE LAS CAÑAS. — I. El agricultor entendido
que cultiva la caña con el objeto de conseguir el mayor be-
neficio posible de su trabajo, y el más crecido interes del
capital invertido en su industria, debe propender, no sólo á
que la yema ú ojo que siembra le produzca un tallo vigo-
roso, sino tambien á que de los gérmenes subterráneos de
éste broten nuevas cañas, las cuales á su vez originen po-
tentes vástagos, lo que logrará cuidando que todas y cada
E
una de esas cañas nazcan con vigor y se desarrollen con
lozanía, teniendo individualmente una existencia propia ase-
gurada, independiente de las otras, despues de transcurrido
cierto tiempo. — En otros términos : es preciso disponer la
cepa para que produzca nuevos, abundantes y fecundos re-
toños que crezcan por completo, y que lleguen todos á su
apogeo de desarrollo sin vivir los unos á expensas de los
otros, y por lo tanto, sin perjudicarse mútuamente en su
crecimiento; de tal suerte, que el desarrollo simultáneo de
todos excite el incremento de cada uno, y éste á su vez
contribuya al de todos.
Por el contrario, los que siguiendo prácticas erróneas, lé-
jos de favorecer esa multiplicacion contínua, independiente,
eficaz y vigorosa, hacen que las cañas, tributarias unas de
otras, vivan á expensa mútua, se exponen á ver perecer sus
sembrados ántes del tiempo que les hubiese asegurado el
conjunto de las demas condiciones en que vegetan, por fa-
vorables que puedan ser. — Entónces tienen que recurrir á
siembras totales (de firme), ó parciales (resiembra).
Los hechos desastrosos á que aludimos provienen algun
tanto de los córtes de caña, ejecutados sin juicio; mas ántes
de examinar los efectos consiguientes á esa operacion prac-
ticada con torpeza, creemos útil, para mayor esclareci-
miento de la materia, comenzar por hacer mencion de una
serie de fenómenos, cuyo estudio hemos principiado reco-
giendo al intento numerosas observaciones y emprendiendo
variados experimentos.
Cuando una planta se desarrolla normalmente, todos y
cada uno de sus órganos toman de la savia la parte de ali-
mentos que necesitan para que sus funciones se realicen por
completo; mas cuando se excitan las funciones de alguno
de sus aparatos, naturalmente las otras se ejecutan con mé-
nos amplitud, no pudiendo disponer para su ejercicio de
todas las materias de que han menester, las cuales han
sido, por decirlo así, usurpadas ó monopolizadas, por el ór-
gano excitado en detrimento de los demas que constituyen
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el vegetal. Si, por el contrario, se hace desaparecer parte de
los órganos que viven á expensas del alimento comun, los
que quedan, forzosamente, si la cantidad de sustancias nu-
tritivas no disminuye, crecen con más lozanía, porque pro-
porcionalmente tienen á su disposicion mayor dósis de ma-
lerias que les sean útiles.
La operacion que disminuyendo el número de órganos
rompe el equilibrio natural, y tiene por objeto suministrar
á los aparatos que quedan toda la savia destinada ántes á
la totalidad de los que existian primitivamente, constituye
la poda. La poda reconcentra, por decirlo así, en ciertos ór-
ganos, todas las fuerzas de la vegetacion inicialmente repar-
tida en los que en el estado normal formaban la planta (54).
Abandonadas á sus propias fuerzas las cañas, se desar-
rollan, dado caso que para ello se encuentren en las condi-
ciones idóneas, de manera que todos sus órganos funcionan
por igual, y llegan á su completo incremento en el tiempo
y límites que la naturaleza les ha marcado, disponiendo al
efecto su estructura orgánica. — Las yemas ú ojos, de que
más tarde han de brotar nuevas cañas, crecen lentamente en
los límites que su constitucion les fija, guardando armonía
con todas las otras funciones que se realizan en los orga-
nismos á que pertenecen,
En la generalidad de los casos, y en el estado normal, esas
yemas ú ojos crecen lentamente, y sólo cuando todas las
funciones de las cañas se han verificado por completo, bro-
tan para producir á su vez tallos bien desarrollados.
Examinemos con algunos pormenores este fenómeno.
Cuando florece la caña, al cabo de cierto tiempo se des-
prende el gúin, de manera que el lallo sufre una verdadera
poda; no es extraño, pues, que los ojos ó yemas superiores
broten y se desarrollen, produciendo retoños ó hijos aéreos.
— Mas, si se tiene el cuidado de examinar una caña hácia
principios del mes de noviembre ó á fines de octubre,
cuando se encuentra próxima á agúinar, cuando comienza
á torcer la gábia, cuando se apronta á izar la bandera, se
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verá, descubriendo cuidadosamente el tallo, que á partir de
ciertos cañutos, las yemas comienzan á mostrarse de más
en más desarrolladas; las hojas que componen esas yemas
no se replegan tanto sobre ellas mismas, no son tan córneas
ó membranosas, se alargan, y la yema adquiere un tamaño
algunas veces superior al largo del cañuto, sobre cuyas pa-
redes se nota un profundo canal, destinado á dar cabida al
boton foliáceo; desde cierto punto comienza á disminuir el
desarrollo de las yemas, hasta que se notan cañutos des-
provistos de ellas. El número de estos cañutos desprovistos
de yemas, por lo comun es de cinco, y el sexto se alarga en
extremo soportando en su ápice la flor; otras veces sólo
existen cuatro cañutos sin yemas, y el gúin brota al
quinto (55). — Cuando nos ocupemos en particular de los
fenómenos relativos á la florescencia de la caña, estudiaré-
mos con detenimiento todos estos puntos.
Sin embargo, cedemos á la tentacion de apuntar algunas
circunstancias relativas á las hojas. — Cuando agúina la
caña, á medida que las hojas van siendo más superiores, es
decir, que se hallan de más en más próximas al gúin, se
nota que el tamaño del peciolo aumenta, miéntras que las
dimensiones de su lámina disminuyen. — El último peciolo
puede tener 80 centímetros, cuando la lámina presenta sólo
16 centímetros. — Por otra parte, al paso que la hoja se
acerca al gúin, va envolviendo más extensamente el tallo,
abrazándolo por completo sin dejar abertura ninguna.— En
esas últimas hojas más cercanas al gúin se distinguen
mejor las inserciones de sus dos bordes: la una interna, la
otra externa. Las dimensiones de las partes de las hojas así
modificadas son proporcionalmente inversas á las corres-
pondientes de las hojas ordinarias. — Existen ciertas rela-
ciones entre la estructura de esas hojas poseyendo largos
peciolos y la de los mismos órganos en los retoños aéreos.
La disminucion de la longitud del limbo ó lámina no es el
único carácter que distingue las últimas hojas. — En efeclo,
se nota que á medida que se acercan al gúin, el nervio me-
— 332 —
dio disminuye de longitud, de suerte que las hojas en sus
dos tercios superiores son enerves ó sin nervios, miéntras
que en su tercio inferior aparece áun el nervio. — En otras
hojas, el nervio medio va adelgazándose así que se apróxima
al ápice, hasta que concluye más ó ménos cerca de él por
confundirse con los otros nervios. — En la haz (página ó
cara superior) el nervio se presenta en la forma de un canal
blanco; en el enves (página ó cara inferior) se nota una
costilla saliente; pero no de color distinto al resto de la
hoja.
Puede suceder, y á menudo se observa, que las yemas se
desarrollan en las cañas en pié á expensas de ellas, cuando
éstas se encuentran detenidas en su crecimiento por algun
obstáculo, tal como el cogollo tronchado, su perforacion por
insectos, la caña picada en su interior por animales, etc.
La separacion del cogollo se nota con frecuencia en la orilla
de los canaverales, donde algun animal pudo troncharlo.
Cuando las cañas caen al suelo, y descansan sobre él por
alguna parte, suelen producir raíces, y entónces, por lo
comun, tambien brota el ojo correspondiente al nudo que
las produjo. Más adelante estudiarémos por completo las
causas de la produccion de los retoños aéreos de primero y
segundo órden. En estos casos los jugos destinados al des-
arrollo de todos los órganos de la caña afluyen proporcio-
nalmente en mayor cantidad á las yemas que crecen, pu-
diendo entónces adquirir dimensiones considerables, y así
constituir cañas completas, cuyas yemas á su vez intervi-
niendo las mismas causas pueden tomar incremento y ori-
ginar nuevos retoños aéreos.
Debemos advertir que una de las circunstancias para que
se formen retoños aéreos es la presencia del azúcar incris-
talizable en los jugos destinados á nutrir las yemas : estas
nunca se alimentan con azúcar cristalizable. — Es preciso
que se transforme en azúcar intervertido.
Pero se nos preguntará : ¿ qué relacion ó conexion existe
entre la poda, la produccion de los retoños aéreos y el córle
AAA
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de las cañas? A primera vista se creeria que no hay lazo
alguno que una fenómenos al parecer tan distintos; mas
cuando se examina atentamente la materia, forzoso es re-
conocer que en último resullado la operacion que se prac-
tica al cortar las cañas no es más que una especie de poda,
y que, generalmente, cuando se lleva á fabo sin cuidado al-
guno, se favorece en alto grado el desarrollo de los retoños
aéreos.
En efecto, una vez que se juzga que las cañas han llegado
á su completo crecimiento, y que, por lo tanto, encierran el
máximum de azúcar, se procede á su córte para conducirlas
á las máquinas destinadas á extraer de ellas la materia sa-
carina que contienen. En la tierra queda el pedazo inferior
de la caña, fiel depositario de los órganos que han de dar
orígen á nuevos tallos, provisto de todas las raíces que sir-
vieron para alimentar la planta, las cuales, continuando sus
funciones, hacen llegar jugos nutritivos en mayor cantidad
á las yemas que se encuentran sobre la cepa, si bien es
cierto que el auxilio de esos órganos no es indispensable;
para que la yema brote, le son suficientes las materias con-
tenidas en el cañuto del tallo subterráneo (56). — Las yemas,
mejor nutridas, se desarrollan, y al cabo de cierto tiempo
brotan, constituyendo retoños que más tarde, por el creci-
miento de sus propias yemas, dan orígen á hijos, etc. Mién-
tras ménos yemas queden en esas cepas ó tallos subterrá-
neos, mejor serán alimentadas, porque todas las materias
extraidas por las raíces se distribuirán en un corto número,
á la vez que miéntras más pronto adquieran raices propias,
más temprano se procurarán una alimentacion individual,
hasta cierto grado independiente, y por consiguiente se
desarrollarán con más facilidad y vigor, todos y cada uno
de ellos.
Cuando se corta la caña dejando parte de ella sobre la
superficie, sucede que las yemas capaces de desarrollarse,
que se hallan sobre esos troncos, al cabo de cierto tiempo
brotan y producen retoños, que viven exclusivamente á ex-
— 334 —
pensas de las cañas madres, pues no adquieren, ni más
tarde poseerán, órganos propios de alimentacion. Esos re-
toños aéreos no dan orígen á hijos productivos, ni tampoco
crecen con gran lozanía.
Si la produccion de las cañas sobre otras cañas no tuviese
influencia respecto de la vida de los tallos que han de nacer
de las yemas subterráneas, no habria inconveniente en de-
jar algunos ojos sobre la superficie del terreno; pero no
sucede así : las cañas aéreas se oponen hasta cierto punto
al nacimiento de las que parten de la tierra, porque se apo-
deran algun tanto de los alimentos que les estaban destina-
dos. Por esta razon, las yemas situadas debajo de la tierra,
dado caso que se desarrollen en totalidad y engendren vás-
tagos, éstos siempre son débiles, porque el superior, el
aéreo, extraeá su favor gran parte de los alimentos que de-
bian repartirse por igual, y en mayor cantidad en los pri-
meros tiempos de la vida de los retoños ; los vástagos que
nacen de la tierra tienen que extraer de ese medio los ali-
mentos que transmiten á los retoños aéreos al traves del
tallo de la caña. Esas cañas, producidas en semejantes con-
diciones, son raquíticas, ahijan poco, y si al año siguiente
se las corta de nuevo, dejando pedazos fuera de la tierra,
la causa depauperante hará sentir por segunda vez su ac-
cion, y naturalmente las cañas serán más pequeñas. Los
efectos continuados de semejante hecho concluyen por hacer
perecer la cepa.
El córte de las cañas debe efectuarse por lo ménos á flor
de tierra, si no es posible hacerlo debajo de la superficie.
Para ejecutar la operacion conviene emplear obreros inteli-
gentes, adiestrados al efecto y bien vigilados. Antes de pro-
ceder al córte, es necesario descubrir bien el pié de la caña,
apartando del todo la paja que pueda cubrirlo; entónces se
procederá á la seccion usando macheles ú hojas aceradas
muy cortantes y ligeras, de modo que con un solo golpe
quede la caña dividida, sim necesidad de tener que repe-
lirlo. El córte debe ser limpio, sin rasgaduras de ninguna
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especie. — Hemos descrito la siega de la caña tal como de-
biera hacerse; mas en la generalidad de los casos no es
dado realizarla de ese modo. — Cuando la caña está tendida,
es imposible penetrar en los cañaverales, ni se distingue á
qué cepas pertenecen los tallos. — En este caso, el obrero
corta primero un trozo de caña de la parte superior, separa
el cogollo, busca en seguida la macolla, la limpia, y entón-
ces corta la caña al nivel de la superficie ó más abajo.
La separacion del cogollo debe practicarse haciendo pasar
la seccion al traves del último cañuto descubierto, del cual
se haya desprendido la hoja seca.—Toda la parte de la caña
envuelta por hojas verdes debe ser apartada con la más es-
crupulosa diligencia. — Esa porcion, conteniendo muchí-
simo azúcar incristalizable y poco ó nada de azúcar cristali-
zable, entorpeceria, sin beneficio ninguno, la elaboracion de
los jugos de la caña.
En rigor, la separacion del cogollo deberia ser hecha más
abajo, pues los últimos cañutos, aunque se hallen descu -
biertos, no han tenido tiempo, supuesto caso que todas las
condiciones sean favorables, de desarrollarse y madurar :
contienen azúcar incristalizable. — Pero, como es preciso
establecer una regla fija y como por otra parte encierran,
á pesar de su imperfecto estado, notable proporcion de
azúcar cristalizable, hemos creido, en la práctica, conve-
niente determinar el límite que queda indicado. — Para
explicar nuestras ideas respecto de este particular, expon-
drémos algunos hechos y harémos ciertas comparaciones.
— Cuando una caña madura perfectamente y que su tallo
está descubierto casi hasta la cima, los últimos cañutos, de
los cuales se han desprendido las hojas secas, pueden estar
ó acercarse mucho á la plena madurez y sólo existe una
pequeña dimension de tiernos cahutos cubiertos por las
hojas verdes. Pero, este no es el caso que se realiza gene-
ralmente: en la práctica no es posible reunir en lodo un
cañaveral las circunstancias necesarias para su cumpli-
miento. — Ningun hacendado cometeria la falta de exigir
— 338 —
que se introdujesen en el trapiche los retoños criollos y or-
dinarios que son cortados al segar un cañaveral : todos los
hacen separar con el mayor cuidado; ninguno tampoco
cortaria campos de tres ó cuatro meses de sembrados con
el propósito de extraer azúcar. — En la esencia de las co-
sas, la parte superior de la caña, de postrera formacion,
constituye un verdadero y tierno retoño, que tan poco ren-
dimiento produce y tanto dificulta la elaboracion como cual-
quier otro retoño. — No por encontrarse los cañutos imper-
fectos á tres varas, por ejemplo, de la superficie, dejan de
ser iguales á los que se hallan en el propio estado á una
cuarta de la haz de la tierra, y como á nadie se le podria
nunca ocurrir cortar un retoño para aprovechar semejante
dimension que presentase de caña descubierta, tampoco
seria sensato, en lo absoluto, introducir en la elaboracion
no ya las partes denominadas cogollos, sino llevando las
cosas hasla el extremo, áun los últimos cañutos. —— A su
tiempo en nuestros Estudios experimentales acerca de la ve-
getacion de la caña, cuando no ocupemos en indagar las
leyes del crecimiento de la caña, se verá como es posible
fijar la edad de cada cañuto, y asimismo establecerémos
comparaciones entre los canutos de una misma caña y los
de cañas diferentes de la misma ó distintas edades.
Los mejores machetes que se emplean en el país para
practicar la operacion que nos ocupa, son los fabricados
por Collins. Los hemos visto usados con ventaja en gran
número de fincas.
Sabemos que se ha intentado construir segaderas de caña,
y sin pretender que semejante adelanto sea imposible de
conseguir, « debemos esperarlo todo del tiempo y de los
hombres »; creemos que será difícil construirlas para aque-
llas variedades de caña que alcanzan grandes dimensiones,
y presentan, por tanto, tendencia á encamarse. — El que
haya visto un campo de planta de diez y ocho meses, debe
comprender que en esas condiciones, es imposible que tra-
baje máquina alguna. — De acuerdo con estas ideas, cree-
— 337 —
mos que para cortar la caña criolla y la morada de Batavia,
susceptibles de permanecer derechas, quizás se construirán
máquinas á proposito que sieguen con perfeccion, aunque
siempre haya que emplear la fuerza y maestría del hombre
para cortar el cogollo, y quizas áun para perfeccionar el
córte.
II. En las líneas anteriores nos propusimos explicar la pro-
duccion de los retoños aéreos que se notan en las cañas
cortadas, dejando pedazos de ellas sobre la superficie de la
tierra : hemos considerado este hecho como un sencillo
efecto, que debe clasificarse entre los resultados que se ob-
tienen podando los vegetales.
Hemos examinado las causas que determinan la produc-
cion de los retoños aéreos, verdaderos ramos de las cañas;
réstanos ahora señalar las condiciones en que esas causas
pueden obrar para originar sus efectos.
A nuestro juicio, para que el fenómeno se realice, es ne-
cesario que concurran los requisitos siguientes : 1. Que las
cañas se hayan cortado en toda la fuerza de su vida, pues
de lo contrario, las yemas inferiores, ó han desaparecido, ó
se desarrollan con dificultad. En el primer caso no pueden
de ningun modo crecer órganos que no existen; en el se-
gundo, como el desarrollo es muy laborioso, las yemas sub-
terráneas tienen el tiempo necesario para que se verifique
el crecimiento de sus órganos, y desde entónces se hace más
difícil el incremento de las yemas que viven en el medio
atmosférico. — 2.” Es preciso que las cañas crezcan á ex-
pensas de un suelo muy feraz, que pueda ofrecer un exceso
de materias alimenticias á todos los órganos. — 3.” Convie-
ne, para la realizacion del fenómeno que estudiamos, que
los cañas se hayan sembrado primitivamente, ó se encuen-
tren en razon de los córtes sucesivos, enterradas á una pe-
queña profundidad, pues así el número de yemas es más
limitado, y por consiguiente, menor es el número de ór-
ganos que tienen que vivir juntamente á expensas de los ju-
gos suministrados por las raices y el tallo subterráneo de la
22
— 338 —
cepa comun. — 4.” Es preciso que vivan en las condiciones
atmosféricas más propicias para que se ejecuten las varia-
das evoluciones que deben verificarse en sus organismos,
merced á las cuales alcanzan el grado de desarrollo á que
están llamadas por la naturaleza.
Veamos ahora cuáles son los efectos consiguientes al córte
defectuoso de las cañas, cuando varian las condiciones in-
dispensables para que se originen los resultados que hasta
aquí nos han ocupado.
Cuando se cortan las cañas dejando pedazos de ellas so-
bre la superficie de la tierra, sucede á menudo, en ciertas
condiciones que más adelante enumerarémos, que esos tron-
cos no tardan mucho tiempo, perdiendo gradualmente el
agua que contienen, en desecarse. Si la desecacion se limi-
tase tan sólo á la parle que se halla sobre la superficie de la
tierra, léjos de ser un mal, sería un bien, pues se opondria
á la formacion de los retoños aéreos; mas, léjos de dete-
nerse, prosigue su marcha, y va tomando de las partes in-
feriores subterráneas el líquido que las vivifica; de manera
que al cabo de cierto tiempo se seca por completo la cepa, y
muere con ella toda la esperanza del agricultor, de ver apa-
recer los vigorosos retoños productores de la siguiente zafra.
La desecacion de las cepas cortadas torpemente acaece en
las circunstancias siguientes : 1.? Cuando las cañas vegetan
en tierras poco feraces, y dispuestas por sus propiedades
físicas á perder con facilidad el agua necesaria á la vida de
la planta. En efecto, miéntras más tarde la cepa en retoñar,
más tiempo estará expuesta á la accion de la causa destruc-
tora ó debilitante; miéntras más fácilmente pierda la tierra
su agua, más pronto perderá la caña el manantial de donde
pueda extraer el liquido destinado á reemplazar el que
pierde, sin contar que á su vez puede, tomando agua de la
caña, propender á su desecacion. — 2.” Cuando las cañas se
siembran ó se hallan enterradas á una pequeña profundidad.
Entónces la parte subterránea, teniendo dimensiones más
cortas, pierde más pronto el agua que contienen sus órga-
nos. 3.” Cuando no sobrevienen lluvias benéficas despues
de la siega ó no es posible regar.
Debemos añadir que áun aquellas cepas que en semejantes
circunstancias no perecen, y que á primera vista se creeria
que se encuentran preservadas del influjo funesto de la dese-
cacion, producida, ó mejor dicho, favorecida por el córte
defectuoso, llevan en su sér, durante toda su vida, el sello
del mal queles atacó. En efecto, de las poco numerosas que
se salvan, gran parte de ellas brotan originando débiles
vástagos, que no se desarrollan con gran lozanía, y por lo
tanto, no ahijan como hubieran podido efectuarlo en condi-
ciones favorables.
Las cepas mal cortadas padecen mucho con la seca.
Ya dijimos que el medio más eficaz de evitar los males
que acabamos de enumerar consistia en verificar la opera-
cion del modo conveniente; mas como no siempre es posible
que se ejecute presidiendo á ella todas las reglas necesarias,
ya por impericia ó por mala voluntad de parte de los tra-
bajadores, creemos que para precayer esos resultados desas-
trosos se deberian cubrir con tierra las cepas á medida que
se cortan. A primera vista parece difícil que se pueda llevar
á buen fin semejante operacion, pues se juzga que demanda
una gran mano de obra; pero examinando atentamente la
materia, se descubre al punto que es fácil de conducir á
feliz término, y que reclama pocos jornales. Nadie negará
nuestro aserto cuando digamos que se pueden cubrir con
tierra las cepas cortadas, usando pequeños arados de una
sola vertedera, tirados por un solo animal, el cual sería
guiado por un negrito de 12 á 15 años.
III. Detenidamente nos hemos ocupado con anterioridad
de las circunstancias que convenia tener presentes al practi-
car la siega de las cañas. Pensamos añadir al exámen del
punto algunas ideas relativas á la eleccion del período más
oportuno de la vida de la planta para proceder al córte, ob-
teniendo el doble beneficioso resultado, de un máximum de
— producto sacarino, y al mismo tiempo dejando dispuestas
— 340 —
las cepas de una manera propicia para que, merced á una
nueva vegetacion, puedan poblarse los cañaverales de fuer-
tes y vigorosos retoños, lo cual necesariamente supone que
se encuentren aquellas en aptitud de triunfar de las cir-
cunstancias adversas, y que asimismo sean capaces de apro-
vecharse por completo de todas las ventajosas. En términos
más precisos, tratamos de determinar la época de la evolu-
cion de la caña en que, cortada, nos proporcione el mayor
rendimiento y quede asegurada al campo una larga exis-
tencia, bien entendido que ésta siempre será relativa á sus
circunstancias especiales.
Cualquiera que sea en último analisis la esencia de las
funciones que se realizan en el organismo de las cañas, es
evidente que los aparatos en ellas destinados á la elabora-
cion del azúcar necesitan ántes de todo estar constituidos, y
en seguida, para llenar los fines que les encomendó la na-
turaleza, exigen que se les suministren en la cantidad con-
yeniente todos los cuerpos necesarios para entrar en cum-
plido ejercicio en las condiciones idóneas. — Durante los
primeros tiempos de la vida de las cañas, la formacion de
los aparatos es la funcion más activa, y en cierto período
podemos afirmar que es la única que se efectúa, propen-
diendo á ella todas las fuerzas de la economía vegetal : más
tarde, una vez que esos cimientos han sido establecidos,
comienza á verificarse la segunda funcion, más directamente
encargada de elaborar el principio sacarino.
Si admitimos que haya perfecto equilibrio y armonía,
durante todas las evoluciones de la vida de la caña, entre la
absercion de los alimentos constitutivos y las funciones
principales del vegetal, es claro que no encontrarémos nada
de insólito, y todo marchará de consuno para que se alcan-
cen los fines naturales de la economía. Mas si, por el con-
trario, aumenta sobremanera la asimilacion de los alimen-
tos, y éstos son en algun tanto estimulantes, disminuyendo
por motivos especiales la actividad de las funciones, ú bien
no recibiendo una excitacion simultánea, se verá que esos
— 341 —
principios nutritivos son empleados en producir el incre-
mento de algunos órganos distintos de aquellos que en las
circunstancias normales están destinados á producir azúcar
en una época determinada. En tales casos las yemas, ú ojos
subterráneos y aéreos, crecen con notable actividad, y origi-
nan hijos 6 retoños aéreos ó lerrestres.
Una vez que las cañas han llegado á su apogeo de desar-
rollo, cuaudo todos sus órganos han desempeñado por
completo el conjunto de sus funciones, es indudable que
cualquiera que sea la naturaleza y proporcion de las sus-
tancias que se introduzcan en su economía, ni se agrega
nada á los órganos, ni tampoco éstos formarán un átomo
más de azúcar. Entónces las sustancias extraidas de la tierra
por las raices, y las que se preparan en los órganos foliá-
ceos, á expensas de los cuerpos que contiene el aire, son
empleadas, no ya en elaborar el azúcar por medio de los
aparatos para ello dispuestos, ni mucho ménos en constituir
ó resiaurar los órganos, sino en promover el crecimiento
en parte de las yemas de los tallos aéreos, y tambien de los
ojos de los tallos subterráneos.
El desarrollo de esas dos especies de yemas, en semejante
caso, es nocivo, no sólo con respecto á la produccion del
azúcar, sino áun si se atiende á la suerte futura del caña-
veral. Relativamente á los ojos aéreos, manifestarémos que
su crecimiento es perjudicial desde luégo, porque nunca
proporcionan cañas perfectamente sazonadas, y además,
porque su aparicion determina un cambio notable en la na-
turaleza de los principios contenidos en la caña. — Por otra
parte, para llegar al tamaño que alcanzan, han tenido que
tomar para sí parte de los jugos que con más utilidad ha-
brian sido empleados únicamente en determinar el creci-
miento de las yemas subterráneas. — En cuanto á la pro-
duccion de los retoños subterráneos, ántes que se hayan
cortado las cañas de cuyo pié brotan, expondrémos que á
más de no nutrirse por completo, pues las yemas aéreas
se asimilan parte de los alimentos, tampoco disponen del
— 342 — mA
tiempo suficiente para desarrollarse y ser cortados en es-
tado de madurez, cuando se siega la macolla en que se en-
cuentran. Por otra parte, estos exlemporáneos retoños á su
vez distraen á su favor las fuerzas vitales y se apoderan de
materias que con más provecho habrian sido utilizadas por
los tallos principales, dado caso que éstos los hubiesen
nenester. Cuando se corta un cañaveral, se siega todo al
mismo tiempo; de manera que debemos examinar cuál será
la suerte de esos retoños prematuramente divididos por el
machete. Para mayor claridad dividirémos los renuevos que
nos ocupan en dos grupos. En el primero colocarémos
aquellos que han alcanzado un crecimiento bastante avan-
zado, y que ofrecen algunos cañutos aparentes; en el se-
cundo pondrémos los que áun no han adquirido un desar-
rollo tan adelantado. Al cortar los renuevos del primer
erupo, naturalmente se les siega al traves de los cañutos
que presentan, y por fuerza no puede continuar la vegeta-
cion de la caña : lo único que debemos esperar es que bro-
ten renuevos de las yemas del tallo subterráneo. Detengámo-
nos en indagar la consecuencia de estos hechos. Todos los
males que hemos enumerado, consiguientes al córte defec-
tuoso de las cañas, se mostrarán por poco que la siega no
haya sido ejecutada bajo los sanos principios; y áun, aña-
dirémos en este último caso, si el terreno no es fértil, y si
las condiciones atmosléricas no son muy favorables, con
dificultad brotarán numerosos y robustos renuevos de se-
mejante cepa. Examinando lo que resultará al cortar los
renuevos del segundo grupo, encontrarémos que si se les
siega muy á la superficie de la tierra, por el punto en que
ya presentan un tierno cañuto provisto aún de su hoja, no
pueden retoñar sino por el tallo subterráneo, lo cual los
coloca en la situacion en que se hacen sentir con más fuerza
los accidentes que más arriba dejamos señalados; si se les
corta muy cerca del último cañuto formado, dado el caso de
ser las condiciones favorables, tomará incremento la yema
terminal; el rollo interno de hojas, creciendo, comienza á
— 343 —
mostrarse como cuando se plantan hijos de plátanos; pero
como esas hojas no se hallan aún suficientemente robuste-
cidas para resistir á la accion del sol, por lo comun sufren
mucho, se desarrollan mal y lentamente, y en numerosas
ocasiones las quema el calor, las achicharra, algun insecto
puede comerse el boton ó yema terminal, y entónces se for-
man retoños aéreos, que tambien aparecen si se retarda por
cualquier motivo el crecimiento de la caña; por fin, si se les
corta á cierta altura, las hojas que se muestran por la fuerza
de la vegetacion son bastante vigorosas y bien organizadas
para resistir á la accion del sol, y si bien siempre se detiene
en algo el crecimiento de la caña, al cabo, si las circunstan-
cias son favorables, concluye por crecer lozanamente (V. Re-
toños aéreos); de todas maneras, cuando se poda una caña
por el paquete foliáceo, los cañutos que se forman corres-
pondientes á las hojas cortadas son más cortos que aquellos
que crecen despues, y tambien que los que existieron ántes,
de tal suerte, que por situacion de los cañutos de menores
dimensiones se puede determinar el período del desarrollo
de la caña en el cual se podó.
Se puede comparar este desarrollo de las partes foliáceas
de la caña al efecto que se nota cuando se retira una serie
de tubos de dimensiones distintas, contenidos unos dentro
de otros. Si suponemos que el más interno sea el que se
puede extender más, es claro que cuando se alargue toda la
serie, como en un anteojo, presentarian en su conjunto el
mismo aspecto que nos muestra el fenómeno del crecimiento
de la caña cortada á cierta altura.
Cuando nos ocupamos de las siembras de cogollo hemos
discutido: las circunstancias en que se desarrolla la yema
terminal. No es dudoso que al realizar el córte en las con-
diciones anteriores nos colocamos en un caso semejante á
aquel en que nos hallamos plantando cogollos de suerte
que la yema terminal pueda crecer.
IV. Tomando en cuenta las razones que hemos aducido
en el cuadro exacto que acabamos de trazar de los inconye-
— 344 —
nientes anexos al córte de las cañas verificado inoportuna-
mente, se nos podria contestar; ¿no se evitaria gran parte
de esos males conservando los retoños al practicar el córte?
Para no segarlos sería preciso un cuidado extremo, que en-
careceria mucho la mano de obra, sin contar que en varia-
dos casos sería imposible; por otra parte, sería necesario
modificar el modo de acarrear la caña fuera de los cañave-
rales, y ademas habria que no colocar bueyes á pastar en el
rastrojo, y disponer la paja de una manera más mañosa; por
último, sería urgente emplear obreros inteligentes, y ejercer
sobre ellos una contínua vigilancia. Es cierto que muchos
de estos requisitos, tarde ó lemprano, tendrán que fijar la
atencion de los hacendados, pues faltando á ellos, se expo-
nen á males de notable consideracion; pero áun suponiendo
que todo lo que hemos apuntado se llevase á debido efecto
útilmente, siempre resultaria que nuestros canaverales pre-
sentarian una vegetacion en alto grado desigual; de tal modo,
que cuando debiésemos proceder al córte de una fraccion de
él, otra de sus partes aún no estaria en sazon para ser cor-
tada. Ademas, esos retoños producirian sombra y perjudica-
rian notablemente el desarrollo de los otros que más tarde
apareciesen. Así, el partido más prudente es evitar,en cuanto
sea posible, eligiendo el momento más oportuno, que apa-
rezcan esos renuevos condenados á ser prematuramente cor-
tados. Para evitar interpretaciones erróneas, para de ante-
mano desvanecerlas, creemos útil advertir que estos renuevos
pueden aperecer, y en realidad aparecen, durante todas las
épocas de la existencia de la caña. En los primeros tiempos
crecen y se desarrollan á la vez que la caña madre efectúa
su incremento; de manera que poco más ó ménos son coetá-
neos en su madurez, y se cortan en sazon en el mismo mo-
mento. Más tarde decrece notablemente la produccion de
esos retoños, y los que se presentan crecen poco y muy len-
tamente, porque todas las fuerzas y alimentos de la planta
se consagran al crecimiento del tallo principal. Por fin,
cuando la caña ha llegado á su apogeo de desarrollo, á su
— 345 —
completa madurez, los medios que ántes la hacian crecer se
aplican á hacer tomar incremento á los retoños, que en-
tónces aparecen en mayor número, y reciben una alimenta-
cion más directa y sustanciosa, sin que por eso lleguen á
alcanzar, por falta de tiempo, el grado de desarrollo conve-
niente cuando se corta la caña madura aún no descompuesta
ó alterada del todo. Muchos de esos retoños perecen, pues
no sólo les falta la alimentacion del terreno, sino que tam-
bien la sombra producida por las hojas les perjudica en alto
grado. Cuando se despaja un cañaveral ántes de llegar á su
último tercio de desarrollo, se ye el crecido número de esos
retoños marchitos, que han perecido, ó bien se encuentran
algunos tallos cuya yema terminal se ha podrido, y entónces
suelen verse retoños aéreos sobre ellos.
Para concluir la enumeración de los males consiguientes
al córte de las cañas despues de su completa madurez, aña-
dirémos que por lo comun la caña, sobre todo si es de planta,
y sembrada en tierra nueva y feraz, se pica, se voltea, y al
ponerse en contacto con el suelo echa raíces, todo lo cual
contribuye á alterar sus jugos, disminuyendo la cantidad de
azúcar cristalizable que contienen, y engendrando cuerpos
que hacen más difícil su elaboracion, entre los cuales figura
el azúcar incristalizable.
En resúmen, cortar las cañas mucho tiempo despues de
su completa madurez origina los perjuicios siguientes: 1.*Al-
tera los jugos de la caña, disminuye su rendimiento, entor-
pece la elaboracion del azúcar y suministra un producto de
inferior calidad. 2.” Se pierden por completo los primeros
esfuerzos de la vegetacion y demas elementos de vida, en
detrimento del desarrollo de los retoños. 3.” Cortados los
renuevos en tiempo prematuro, pueden estar expuestos á
no desarrollarse otra vez ó á no producir retoños subsi-
guientes.
De todos modos, se disminuye la produccion de azúcar en
cantidad, y además corre el cañaveral gran peligro de quedar
en poco tiempo demolido. Así, pues, el exámen severo de los
= AE
hechos nos ha conducido '4í una conclusion de todo punto
contraria á las ideas que sirven de regla de conducta á las
personas que admiten la conveniencia de no cortar los cam-
pos sino de dos en dos años, y que son partidarias de dejar
sin moler áun siembras más tardías, porque, segun ellas,
rinden más, y queda asegurado el campo por muchos años!
Los argumentos presentados en las líneas anteriores hasta
cierto punto podrian evitarnos el trabajo de considerar las
consecuencias producidas por el córle de las cañas ántes de
haber llegado á su completa madurez, pues necesariamente
tenemos que incurrir en repeticiones quizas fastidiosas para
los lectores; pero como el asunto es importante, creemos
cportuno manifestar rápidamente de nuevo que las cañas
cortadas en esta época no han tenido aún tiempo ni de cre-
cer ni de elaborar perfectamente sus jugos; y además es pre-
ciso cortarlas con gran regularidad, y, si posible es, verificar
el córte cuando estén próximas las aguas, dado el caso que
no se puedan regar los campos, para estimular así la nueya
vegetacion. Decimos que es necesario que el córte sea muy
regular, porque, como ya hemos tenido ocasion de exponer
varias veces, las cañas tiernas son más susceptibles de ori-
ginar los accidentes desgraciados que se siguen á los córtes
defectuosos.
De todo lo que antecede se deduce necesariamente que las
cañas deben ser cortadas en plena madurez, si se quiere con-
ciliar el máximum de produccion de azúcar con el vigor y
número de los retoños que se produzcan despues de la siega.
Postergar sin medida el. córte á la madurez, ó adelantarlo
sin consideracion, es igualmente perjudicial en ámbos con-
ceptos.
La conveniencia de cortar las cañas en plena madurez,
juzgando el asunto fabrilmente, cuando encierran el máxi-
mum de azúcar cristalizable y el mínimum inapreciable de
azúcar incristalizable, supuesto caso que aun la contenga,
es un hecho tan demostrado en el país, que para expresar
cuán facilmente se elaboran en esas circunstancias los jugos
— 347 —
afinados, por las fuerzas vegetativas, los cuales casi no ne-
cesitan más queser concentrados, se dice: Marzo es el mejor
maestro de azúcar. En efecto, en ese mes, durante el curso
de la seca, están en estado perfecto muchos plantíos. — La
defecacion fisiológica es tan completa, en los buenos terre-
nos azucareros, que frecuentemente hemos visto frutos pre-
parados en trenes jamaiquinos tan blancos, que con difi-
cultad se creeria que los jugos no habian sido filtrados al
traves del carbon animal.
Bien conocemos que en la práctica, aunque nuestro prin-
cipio sea incontrovertible, no siempre será fácil acomodar á
él las operaciones; pero una vez que sea admitido, bien se
puede, en circunstancias especiales, adelantar ó atrasar hasta
cierto punto el córte, sin que por eso se experimenten los
males extremos consiguientes á la negacion absoluta de la
proposicion que hemos deseado establecer. — Tan convenci-
dos estamos de la importancia de semejante determinacion
en algunos casos particulares, que estamos persuadidos de
que sólo el juicio de un agricultor experimentado en su loca-
lidad podrá decidir con acierto si le conviene adelantar ó
atrasar algun tanto el córte para evitar ciertos males. — To-
dos los tallos de una misma cepa no se encuentran en igua-
les circunstancias; todos no se hallan igualmente desarro-
llados, todos no parten de la misma profundidad, etc.; por
tanto, al proceder al córte, no todos experimentan igual
suerte; unos mueren, otros se reaniman y producen retoños.
— Ya que no es posible evitar el mal de un modo absoluto,
se debe tratar de corregirlo, colocando la cepa despues del
córte en los requisitos más favorables ; así será preciso cu-
brirla con tierra, regarla, etc.
Por la relacion que tiene con el anterior asunto, creemos
oportuno presentar algunas observaciones referentes á los
casos desgraciados de incendios en los cañaverales. Cuando
un campo de caña ha sido quemado durante la molienda ó
en tiempo muerto, convendria cortar la caña inmediatamente,
sobre todo si llueve, para favorecer la aparicion y desarrollo
— 348 —
de los retoños; de lo contrario, las cañas en pié continúan
tomando parte de los jugos, que de otro modo habrian sido
empleados en hacer crecer las yemas subterráneas Los ju-
gos circulan por los tejidos de esas cañas, Ó determinan en
parte el desarrollo de las yemas dotadas aún de vida (nos
contraemos á las que no han sufrido un deterioro notable
por la accion del calor), ó perdiendo su parte acuosa, se
acumulan y alteran en el espesor de sus órganos. — Por
otra parte, esas cañas, una vez que se han secado por com-
pleto, son más tarde difíciles de cortar, y naturalmente puede
sufrir la cepa por el movimiento que recibe al hacerse el
córte, en ciertas circunstancias, pues quizas en otras, es
posible que su movimiento sea ventajoso para romper las
raíces y estimular la formacion de otras nuevas. — Hemos crei-
do conveniente apuntar estasideas, porque muchas personas
están persuadidas de que es en alto grado útil, cuando se
quema un cañaveral, no cortar la caña, pues suponen que
sus jugos descienden, y que son aprovechados para el desar-
rollo del retoño, á pesar de la alteracion profunda que su-
fren. Con respecto á esta última circunstancia debemos ad
vertir que cuando la caña de algun plantío quemado va á ser
aprovechada para elaborar sus jugos, conviene cortarla lo
más pronto posible para evitar mayores alteraciones de sus
jugos. — Hemos tratado de demostrar que existe, hasta
cierto punto, una circulacion general al traves del tallo sub-
terráneo, la cual establece la más estrecha y contínua depen-
dencia entre todos los tallos de una cepa; á pesar de nues-
tro parecer, no creemos oportuno, en las circunstancias en
que se encuentra un cañaveral quemado, dejar las cañas en
pié. — Suponiendo que la circulacion al traves del tallo sub-
terráneo se realice entónces, lo cual dudamos, estamos per-
suadidos que lo único que se lograria sería difundir líqui-
dos nocivos á la vegetacion. — Cuando nos ocupamos en
examinar las ventajas é inconvenientes de las siembras de
frio y las de primavera, tuvimos ocasion de tratar muchas
de las materias anteriores. Séanos permitido agregar que
+
— 349 —
todas las causas que contribuyen á que la cañas se desar-
rollen mal, favorecen los inconvenientes anexos al córte,
pues en los tallos mal nutridos es donde más se muestran
los efectos que hemos estudiado. — Así, defectos en la pre-
paracion del terreno, faltas en las siembras, cultivo, ete.
son otros tantos motivos que militan en comun para origi-
nar en el mayor grado los efectos desastrosos de los córtes
verificados en adversas condiciones. — En la página 18 he-
mos apuntado algunas ideas acerca de este particular.
ÁCARREO Ó TIRO DE LA CAÑA. — En los ingenios, cuando
se procede á la siega de las cañas, se distribuyen los obre-
ros en dos grupos; el uno, compuesto de individos vigoro-
sos, corta las cañas, separa el cogollo y las divide (troza) en
pedazos de vara y media ó dos varas de largo; el segundo,
en el cual figuran trabajadores más débiles, amontona la
caña y la carga para ofrecerla á los carreteros, que las colo-
can en los vehículos de trasporte. — La primera cuadrilla
se denomina de cortadores, y la segunda de alzadores.
El córte de las cañas debe comenzarse por los plantios más
maduros, y aquellos que se encuentren más distantes del
batey, para aprovechar de este modo el buen tiempo que
reina á principios de zafra. — Si el córte que se establece
estuviese muy distante, y que por esta razon dieren ménos
viajes las carretas, es preciso ó aumentar el número de éstas,
ó disponer dos córtes; uno á la mayor distancia, para hacer
la entrada ó metida de caña, y otro más próximo, que junta-
mente con el primero se hace marchar cuando se comienza
á moler. Tambien se establecen dos córtes cuando es pre-
ciso atender á la alimentacion de la boyada, es decir, cuando
el campo que se corta suministra poco cogollo ó de una cali-
dad impropia para la alimentacion. — Esto se practica cuan-
do se cortan campos agúinados, quemados ó muy maduros.
— Asimismo muchos administradores disponen dos córtes,
cuando la caña que es molida es muy guarapera, y no sumi-
nistra bastante bagazo para la evaporacion de sus jugos
==
entónces se corta al mismo tiempo caña que proporcione
más cantidad de leñoso.
Un buen obrero, vigoroso, puede, esforzándose un poco,
cortar al dia, si el campo está bien poblado, seis carretadas
de caña, de cien arrobas cada una; el máximum es siete
carretadas, mas para conseguir estos resultados es preciso
que el plantío se halle en un excelente estado; en los campos
que contienen poca caña la cantidad cortada fluctúa entre
4*/,á 6 carretadas. Teniendo en cuenta estas circunstancias,
las distancias que haya que recorrer hasta el baley, el estado
de los caminos, las fuerzas de los bueyes, etc., habrá que
graduar el número de carretas, que se dispongan para el
acarreo, y el numero de cortadores y alzadores precisos para
suministrarles la caña necesaria. — Las carretas penetran
desordenadamente por los plantíos de caña y los recorren
en todas direcciones. Esta práctica es en extremo viciosa,
pues las ruedas oprimen las cepas, rompen los tallos, efecto
mucho más notable cuando por un córte defectuoso han
quedado sobre la superficie porciones más ó ménos consi-
derables; la herida ó desgarradura, por desgracia, no se li-
mita al tronco aéreo, sino que puede continuar hasta el tallo
subterráneo. El pisoteo de los animales y la compresion ejer-
cida por las ruedas de las carretas endurecen la tierra, la
apelmazan, haciéndola á la vez impermeable al aire é im-
penetrable por las raíces de las plantas que en ellas deben
desarrollarse. — Tiempos vendrán en los cuales se logrará
disponer las cosas de tal manera, que los vehículos de tras-
porte no tengan que recorrer los plantíos de caña; pero
miéntras no se llegue á ese resultado, es preciso cuidar que
produzcan los ménos males posibles, propendiendo á la vez
á la mejor y más regular ejecucion de los trabajos.
Merced al sistema de cultivo que venimos aconsejando, se
logra en algo remediar parte de los inconvenientes enume-
rados. — En efecto, sembrando las cañas á distancias con-
venientes y trazando los cañaverales largos y angostos, se
puede hacer penetrar las carretas por una guarda-raya y que
— 331 —
salgan por la otra, sin que se necesite hacerlas dar vueltas
en el campo de caña. —Las ruedas van por los espacios que
separan los surcos, de manera que no se destruyen las cepas.
Además, como en nuestro sistema se aran todos los años los
campos, se destruye la dureza producida por la compresion
de las ruedas y por otras causas. Debemos agregar que la
accion de las carretas depende, ó es modificada, por las cir-
cunstancias de las ruedas, las propiedades del terreno, su
estado momentáneo, es decir, si está húmedo ó seco, cubierto
ó limpio de hojas, etc. Las carretas siempre deben penetrar
en los cañaverales en la direccion delos surcos, de tal modo
que las ruedas pasen por el intervalo que media entre las
lineas de caña, y por tanto, la cama, se halle sobre el surco
mismo; por ningun motivo deben volverse de cualquier
otro modo, es conveniente que entren por una guarda-raya y
salgan directamente por la paralela. Para ejecutar este tra-
bajo con la conveniente regularidad, es útil colocar un obrero
cortador en cada surco; los obreros que corten las cañas de
las hileras 1.* y 3.* las arrojan sobre la segunda, y el que
se halla en ésta coloca la caña eu ella misma á medida que
las siega; así quedan los surcos 1.” y 3.* sin cañas. Los tra-
bajadores colocados en los surcos 4.”, 5.” y 6.” arrojan las
cañas sobre el 5.* y dejan libres los surcos 4.* y 6.”. — Las
carretas entran por el 2.” y 3. surco y por medio del 3.” y
4.>; en otros términos, las ruedas pasan por los espacios que
median entre el 2.” y 3."y el que separa el 2.* del 4.”: la cama
de la carreta se encuentra sobre el surco 3.".
Si no es hacedero regularizar el córte de la manera que
acabamos de describir, al ménos siempre se debe cuidar que
las carretas entren por una guarda-raya y salgan por la pa-
ralela, ya que no es posible, por ahora, evitar que penetren
en los campos de caña.
Punto importante de la economía general de la finca es
cargar bien las carretas,pues así padecen ménos los animales,
y en ménos tiempo se trasporta más caña al batey. — El
mejor medio de regularizar esta tarea, á más de la vigilancia
— 352 —
y de destinar á ella hábiles obreros, es pesar todas las car-
retadas de caña que sean conducida al batey; sólo así es po-
sible establecer cálculos acerca de la produccion. Por fortuna
existen en el dia mecanismos muy sencillos, cuyo uso se
podria introducir en nuestras fincas. — Es preciso, ademas,
saber graduar las yuntas de bueyes que reclama el tiro, y
colocar en cada carreta sólo las precisas, teniendo en cuenta
el peso de la caña, la distancia, el estado de los caminos, la
resistencia de los animales, etc.
Uno de los particulares que más debian fijar la atencion
de los hacendados es la composicion de las guarda-—rayas;
incalculables son las sumas que anualmente se pierden en
los ingenios por el pésimo estado de los caminos. En algunas
fincas, en vez de cuidar de esos caminos, los abandonan á
los negros para que los cultiven, ó dejan crecer en ellos yer-
bas para la boyada; el potrero de muchos ingenios está en
las guarda-rayas. — Encontramos inconvenientes en dedicar
á semejantes usos los caminos: con respecto á los negros,
sus huertas ó conucos deben ocupar siempre el mismo sitio,
así casi son propietarios y aman el suelo; las yerbas que
crecen en las guarda-rayas lanzan sus semillas á los caña-
verales, los cuales entónces es preciso escardar con más fre-
cuencia. De una manera general, manifestarémos que la
vegetacion por sí y sus despojos contribuye á descomponer
los caminos. — En el lugar oportuno nos ocuparémos en
discurrir acerca de los medios de mantener los caminos en
perfecto estado.
RETOÑOS O HIJOS AÉREOS. — RAMAS DE LAS CAÑAS. — ÁCODO
DE LA CAÑAS. — l. Varias veces hemos tenido ocasion de men-
cionar el desarrollo notable que adquieren en el aire las
yemas de las cañas, y para dar á conocer desde luego con
claridad la naturaleza del fenómeno hemos adoptado para
especificar esas ramas el nombre de retoños ó hijos aéreos,
denominacion que al punto indica distintamente que pro-
vienen del crecimento de las yemas de la caña en pié, y que
— 353 —
los órganos así originados son semejantes á los que nacen
Ó provienen de las yemas subterráneas. — Algunas de las
circunstancias en que se producen esos hijos aéreos han sido
tan sólo indicadas en otros lugares, sin que entónces haya-
mos creido oportuno ni necesario entrar en más amplias
explicaciones respecto de las varias condiciones que presiden
á su desarrollo. Juzgamos conveniente añadir algunas ob-
servaciones y experimentos á los datos que acerca del mismo
particular anteriormente hemos presentado.
Antes de comenzar nuestra exposicion debemos advertir
queel incremento progresivo de los órganos que constituyen
las yemas aéreas ha fijado particularmente nuestra atencion,
no sólo por la influencia que ejerce sobre la naturaleza de
los jugos de la caña la aparicion de los mencionados re-
toños, sino tambien porque pensamos estudiar con cuidado
los fenómenos que se realizan en esos organismos, produ-
cidos en condiciones especiales, los cuales funcionan en
requisitos particulares. — Por consiguiente, hemos debido,
ántes de comenzar el exámen de las funciones, indagar en
qué circunstancias crecian dichos retoños para poder con
ese conocimiento libremente determinar, á nuestro deseo,
la produccion de las ramas de la caña.
Los retoños aéreos toman incremento, en algunas cir-
cunstancias, sin que sea preciso que haya alteracion pro-
funda en los jugos y tejidos de la-caña, desde el momento
en que exista una falta de equilibrio entre el crecimiento
del tallo y la absorcion de los principios alimentosos; bien
entendido que estos deben ser introducidos en mayor canli-
dad de aquella en que normalmente penelran en la econo-
mía vegetal, con relacion á las fuerzas que promueven el
desarrollo. Más adelante exponemos nuestras ideas comple-
tas acerca de las materias que sirven de alimento á las ye-
mas.
Los hechos siguientes pondrán de manifiesto el juicio que
acabamos de formular :
1. Cuando se siembra el cogollo de la caña, de tal manera
23
— 3534 —
que sea posible el desarrollo de la yema terminal, se pro-
duce en general una absorcion de alimentos superabun-
dante, la cual no guarda proporcion con el crecimiento del
tallo aéreo, ni tampoco con el que se verifica en el tallo
subterráneo. — Entónces las yemas del tallo aéreo aprove-
chan en beneficio propio gran parte del exceso de savia,
crecen, y al fin originan retoños aéreos. Lo mismo resulta
cuando se siembra caña á jan, dejando descubierto un trozo
sobre la superficie de la tierra; si éste no se seca por los
ardores del sol, sus yemas pueden desarrollarse y producir
ramas.
2.” Cuando se trasplanta un hijo de caña, si el terreno es
muy feraz, sino se ha sembrado á gran profundidad, si
prontamente prende, y por fin, si se han cortado sus hojas,
ó estas funcionan con poca actividad relativa, se detiene el
crecimiento del vegetal y las yemas aéreas se desarrollan.
3.” Otro ejemplo bastante notable del fenómeno que estu-
diamos, se nota cuando se siembra caña (sobre todo caña
de la tierra) muy á la superficie de la tierra. Si el terreno es
muy fértil, los últimos ojos inferiores de la caña brotan en
el aire con tanto más vigor y prontitud, cuanta mayor sea
la falta de equilibrio entre la absorcion de los alimentos y
el impulso vital que determina el movimiento.
4.” Este experimento es bastante curioso, y puede ser ins-
tituido de tal modo que en una sola muestra se presenten
todos los casos dela evolucion de las yemas y los fenómenos
secundarios que se realizan en toda clase de retoños, en
distintas circunstancias. Consiste este ensayo en rodear con
tierra bien abonada la parte media de una caña en pié. De
los cañutos cubiertos por la tierra parten las raíces corres-
pondientes, las cuales extraen de la tierra gran cantidad
de materias alimenticias; hecho que más adelante discuti-
mos, comentando al mismo tiempo la explicacion que ma-
nifestamos en este lugar. El exceso de materiales nutritivos
determina el desarrollo de las yemas de la caña, tanto aéreas
como las enterradas en el medio preparado; desarrollo que
— 335 —
comienza casi siempre por las yemas superiores del tallo,
entendiéndose bien que no son las últimas yemas existentes
las que adquieren ese desarrollo, sino las más superiores
de las que se encuentran bien constituidas en su organiza-
cion. Para poner en ejecucion este experimento, se comienza
por elegir la macolla que ofrezca la caña más á propósito á
nuestro intento, la cual debe tener hermosos cañutos (por lo
ménos de 8 c. de largo); y además es conveniente que se
encuentre en el último tercio de su vida. Elegida la caña, se
cortan, para proceder con más libertad, con gran cuidado
todas las demás que se hallen en la macolla, se riega ésta y
se cubre la cepa cortada con tierra bien abonada. De ante-
mano se hace construir un cajon de 40 c. en cuadro y 25 c.
de profundidad; el cajon debe ser aserrado por la mitad, y
en su centro se practica un agujero circular de 12 c. de diá-
metro, por donde se hace pasar la caña. Aproximadas las
dos mitades del cajon, se hace penetrar en la tierra los piés
que lo sostienen, los cuales deben introducirse por lo ménos
á25c. de profundidad, dejando el cajon á 60 c. de altura
sobre la superficie de la tierra. Por medio de cuatro listo-
nes, colocados dos en la parte superior y dos en la parte infe-
rior, sereunen sólidamente las mitades del cajon, que acto con-
tínuo se llena con la tierra preparada, teniendo ántes el cui-
dado de cubrir con piedras el agujero central de un modo
imperfecto, para que á la vez que permita el escurrimien-
to del agua, impida que sea la tierra arrastrada por el
liquido.
Despues se fija la caña por medio de cordeles bien tirantes
álos cuatro ángulos del cajon, los cuales deben mantenerse
hasta tanto que la planta se encuentre provista de las raices
que la mantienen sin movimiento. Entónces se pueden cor-
tar los cordeles; ántes no conviene hacerlo, pues los sacu-
dimientos producidos por los vientos romperian las tiernas
raices, y la marcha del experimento se detendria momen-
táneamente, ó quizá dei todo. Por la minuciosa descripcion
que acabamos de exponer de este experimento, se compren-
— 356 —
derá cuan propiamente podemos aplicarle el dictado de
acodo de la caña.
Los retoños aéreos, cuando se producen en cañas de planta
podadas aun no muy desarrolladas, si la tierra es feraz y el
tallo robusto, suelen dar origen á retoños aéreos secunda-
rios, estos á terciarios, y aun hemos visto desarrollarse las
yemas de estos últimos para producir retoños cuartenarios.
En semejantes casos, las yemas de los retoños aéreos que
toman incremento ó entallecen son las más inferiores;
verdaderamente ahijan ó matean estos retoños en la acep-
cion comun que se da á este término.
Los retoños aéreos convenientemente podados dan orígen
á retoños aéreos secundarios; pero entónces son las yemas
superiores las que primero se desarrollan. Para que este
fenómeno se realice, es requisito indispensable que el corte
se haga al traves, por lo ménos del último cañuto formado,
pues de lo contrario, si se verifica la seccion por el tallo
foliáceo, el retoño continúa creciendo, como sucede en los
hijos de plátanos cortados á cierta altura, merced al desar-
rollo de la yema terminal. No obstante, muchas veces las
hojas imperfectamente organizadas de la yema terminal son
quemadas por el sol, y puede detenerse por completo el
desarrollo del retoño, en cuyo caso, si nose seca del todo,
brotan sus yemas y originan retoños aéreos de segundo
órden. Conviene podar los retoños aéreos ya un poco desar-
rollados, y es útil practicar la seccion al traves del cuarto
ó quinto cañuto últimamente formado; así se evita en parte
que se seque el órgano herido. Sin embargo, siempre que
se operen esas podas es importante cubrir las heridas, pues
de lo contrario se corre gran riesgo de que se sequen los
tallos en mayor ó menor longitud, segun la intensidad del
calor, la cantidad de agua que contengan, y la organizacion
más ó ménos robustecida del órgano, etc. Nosotros hemos
cubierto las heridas con cera fundida, habiendo podido tam-
bien emplear los ungúentos que en semejantes casos usan
los jardineros (57). A pesar de cubrir con cera el corte de la
— 357 —
poda, siempre, sobre todo en las cañas muy tiernas, se pro-
duce una desecacion notable al traves de la corteza ; en mu-
chos de estos casos, fruncida la caña por la disminucion de
volúmen, se desprende la cera, y continuando la pérdida de
agua, se raja el tallo; entónces el retoño se nutre mal, y al
fin, ó se seca, Ó por su peso arrastra en su caida el pedazo
de caña que lo sustentaba, y se desgaja la caña.
Además de las condiciones que anteriormente hemos in-
dicado, y de las que acabamos de relatar, existen otras cir-
cunstancias en las cuales tambien hemos observado el de-
sarrollo de las yemas aéreas, y son: 1.? Deshojando los tallos.
2.” Practicando fuertes ligaduras al traves de la caña. 3.* En-
corvándola hácia abajo cuando aun no se encuentra bien
desarrollada. Existen acodos naturales de la caña, los cuales
se producen cuando se voltea la caña, y se arrastra por el
suelo: entónces, al tocar la tierra, da nacimiento á raíces y
crecen sus yemas. Nos abstenemos por ahora de entrar en
pormenores acerca de estos particulares, porque desgracia-
damente algunos accidentes han complicado la manifesta-
cion de los fenómenos. A su tiempo volverémos á ocuparnos
de este asunto. Mas con respecto al deshojamiento de las
cañas, creemos oportuno manifestar algunos hechos. —
Cuando se deshoja una caña hasta los últimos cañutos, sin
contar que se hieren los tejidos, queda el tallo tan débil,
que cualquier agitacion del aire es suficiente para quebrarlo.
— Hemos dispuesto de otra manera el experimento : se cor-
taron las láminas de las hojas dejando tan solo el peciolo, y
además se cortaron las hojas superiores; — así se origina-
ron retoños aéreos, y evidenciamos tambien el hecho de ser
más cortos los cañutos correspondientes á las hojas cor-
tadas.
Hemos tenido ocasion de observar retoños aéreos en otras
circunstancias, cuyos efectos se explican por medio de las
razones expuestas con anterioridad. Cuando las hojas supe-
riores de la caña, en vez de crecer libre é igualmente, por
diferencia en el desarrollo de ellas, se enredan, cual si de
— 358 —
intento se las hubiera atado, formando algunas veces per-
fectos nudos, entónces las hojas pueden, lo mismo que la
yema terminal, secarse; de todas maneras se detiene el cre-
cimiento y se originan retoños aéreos.
II. Los experimentos que acabamos de relatar no deben
ser considerados sino como los primeros ensayos de una
serie de hechos, que nos proponemos estudiar por medio de
investigaciones posteriores, cuya importancia se juzgará por
la relacion incompleta que vamos á presentar de algunos
de ellos. — El primer punto que tratamos de resolver ha
sido indagar si las materias contenidas en la tierra dis-
puesta en el cajon, eran indispensables para la produccion
de los fenómenos del acodo. Con este objeto comenzamos
por separar con un cortaplumas todas las partes del nudo
de la caña, correspondiente á la dimension del tallo enter-
rado en el cajon, que podian dar orígen á raíces, y en se-
guida dispusimos las cosas como se hallaban en los experi-
mentos anteriores. A pesar de no brotar ninguna raíz, los
retoños aéreos aparecieron : luego para que estos se mues-
tren no es preciso, indispensable, que préviamente se for-
men las raíces correspondientes al nudo. En otros experi-
mentos, en vez de colocar tierra en los cajones, pusimos en
ellos piedra pómez, y tambien envolvimos las cañas en lana:
enambos casos obtuvimos la produccion de retoños aéreos,
tan sólo mediante á la humedad mantenida en los cajones,
merced á riegos repetidos. — Mas si para que se produzcan
los retoños aéreos y los que nacen de la tierra encerrada en
el cajon, ni se requiere que se formen con anterioridad las
raíces, ni tampoco es requisito preciso que en el caso de
aparecer esos órganos se hallen en un medio provisto de
sustancia alimenticia distinta del agua, no sucede lo mismo
cuando se trata del desarrollo posterior de esos retoños, y
sobre todo, del crecimiento de la caña principal. Entónces
son indispensables los alimentos que puede suministrar la
tierra contenida en el cajon. Y ya que hemos mencionado el
crecimiento de la caña principal, nos parece oportuno referir
— 359 —
aquí un hecho que más adelante nos proponemos esclare-
cer. La caña que nos sirvió para verificar los experimentos
se encontraba en un cañaveral sembrado en el mes de Mayo,
y casi todos los tallos agúinaron en el próximo Diciembre;
la macolla elegida por nosotros no habia florecido : nuestros
ensayos comenzaron en el mes de Junio, es decir, sobre una
caña de trece meses; — una vez que hubimos comenzado
las operaciones, cortamos todos los tallos de la macolla,
excepto el principal: cubrimos perfectamente la cepa con
abono, y durante el curso de su desarrollo la regamos con
frecuencia: esa cepa produjo varias cañas de soca-planta, las
cuales tenian dimensiones considerables, y todas presenta-
ban el aspecto de la mayor lozanía y los indicios de las pri-
vilegiadas circunstancias que habian presidido á su desar-
rollo: todos esos tallos agúinaron en el próximo mes de
Enero, miéntras que la caña principal, léjos de florecer, con-
tinuó creciendo, y presentaba en el mes de Abril ochenta y
dos cañutos visibles, más tarde llegó á tener ciento cinco,
en cuyo tiempo se secó por un accidente. Este desarrollo con-
tínuo, gracias á una alimentacion superabundante, nos ser=
virá de argumento para discutir algunos puntos de la flores-
cencia. Tambien dejarémos estampado aquí otro hecho que
hemos explicado: el retoño vive á expensas de la caña prin-
cipal, mas á su vez, sobre todo cuando se desarrolla, sustenta
en alto grado el tallo que lo produjo : existe una mutua y
estrecha dependencia entre ambos órganos.
Una vez que los retoños aéreos de la caña principal y los
vástagos que habian nacido del cajon se hubieron desarro-
llado, juzgamos oportuno acodarlos de nuevo, sirviéndonos
al efecto de vasos de hoja de lata convenientemente dis-
puestos; — obtuvimos en esas circunstancias la produccion
de fenómenos semejantes á los anteriores. Con respecto á
las dimensiones de los retoños manifestarémos aquí que
dos retoños que brotaron del cajon llegaron á tener 51
cañutos el uno y 45 el otro: uno de los retoños aéreos que
aparecieron sobre la caña acodada presentó 34 cañutos.
— 360 —-
Cuando hayamos variado al grado que deseamos estos
experimentos, modificando la composicion de las materias
alimenticias contenidas en el cajon, se apreciará, por los re-
sultados obtenidos, la importancia de este género de ensayos.
Sencillamente como indicacion curiosa permitasenos un
pequeño cálculo. — Una caña mediana debe poseer cahu-
tos de 12 centímetros de largo y su metro debe pesar 1,200
gramos. — Con arreglo á estos datos, 105 cáñutos produci-
rian un tallo de 12”,60 y de un peso de 15*,120. — Si hace-
mos intervenir las dimensiones y pesos máximos de la
caña, es decir, cañutos de 22 centímetros y su metro pesando
1,700 gramos, tendríamos 23",10 de tallo de un peso de
30*,27.
El retoño criollo tiene cañutos de 25 centímetros de largo
y su metro pesa 2,170 gramos. Si fuera posible que seme-
jante retoño se desarrollase constituyendo una caña de
105 canutos, ésta tendria 22”,25 de largo y pesaria 56*,96.
Siempre que no especificamos la variedad de caña, nos re-
ferimos á la caña blanca. — Cuando tratemos de todo lo re-
lativo á las distintas variedades de caña, daremos á conocer
el peso del metro en cada una, segun las circunstancias
del terreno, accidentes de cultivo, etc., etc.
OPERACIONES QUE SE DEBEN EJECUTAR
DESPUES DE LAS SIEGAS.
RasTroJ0. — Despues de cortada la caña para ser condu-
cida á los lugares en que se han de extraer y elaborar sus
jugos, queda el campo, sobre todo en siembras de planta de
frio que han logrado alcanzar un desarrollo completo, cu-
bierto de rastrojo, el cual proviene de las hojas secas des-
prendidas naturalmente de la caña, de otras que se separan
en el acto de cortarlas, de parte del cogollo, y, en fin, de
— 361 —
alguna caña olvidada, ó juzgada inútil ó perjudicial por la
naturaleza de los jugos que procura. 7
La aglomeracion de este rastrojo, si bien presenta algunas
ventajas, tambien ofrece serios inconvenientes; de modo
que es preciso proceder con tacto para poder aprovechar
aquellas y evitar estos.
Veamos las ventajas que nos reporta ese conjunto de ho-
jas: — 1. Mantiene en el terreno cierta humedad en ex-
tremo propicia al crecimiento de las plantas, oponiéndose
no sólo á la evaporacion rápida originada por el calor solar,
sino aun á la producida por las corrientes de aire. 2.” lm-
pide, hasta cierto punto, que se desarrollen entre las cañas
plantas extrañas capaces de absorber las materias que
aquellas pueden y necesitan extraer de la tierra. 3.” Por su
descomposicion suministran un rico abono, el mantillo
cuyas propiedades hemos ya detenidamente estudiado.
Los inconvenientes acarreados por una gran cantidad de
rastrojo son los siguientes : 1. Al mismo tiempo que se
opone á toda vegetacion extraña y nociva, detiene ó imposi-
bilita el libre y conveniente desarrollo de los tiernos retoños,
los cuales brotan del tallo «subterráneo de la cepa que se
acaba de cortar. 2. Disminuyendo notablemente la eva-
poracion de las aguas, favorece la permanencia de ellas en
los terrenos bajos, que naturalmente están dispuestos á
conservar una dósis de líquido acuoso perjudicial á la vida
de las plantas. Esta humedad, unida á la falta de calor, por
defecto de la penetracion de los rayos solares, obra al mismo
tiempo oponiéndose al desarrollo normal de la caña. 3.” No
penetrando y circulando el aire, ni la tierra puede recibir su
benéfico influjo, niá los líquidos en ella contenidos les
es posible absorberlo para trasmitirlo á las raíces. 4. En
ciertos casos esa paja suministra quizá una cantidad de
mantillo perjudicial. 5.” En fin, brinda guarida y condiciones
de vida á los animales que atacan la caña.
La sencilla enumeracion de todas esas circunstancias prós-
peras y adversas hace comprender con cuanta cautela debe-
— 362 —
mos proceder al tratar de conseguir por cualquier operacion
la justa proporcion de rastrojo, que nos produzca las yen-
tajas mencionadas, evitando los inconvenientes relatados.
Uno de los inconvenientes más graves que origina la acu-
mulacion de estos despojos vegetales es oponerse al desar-
rollo de los retoños; inconveniente que se manifiesta en toda
clase de terrenos. La operacion que se practica para hacer
desaparecer el obstáculo que detiene el desarrollo de la caña,
consiste en abrir, desarrimar, menear, jalar la paja; trabajo
que, como indican los nombres con que es conocido, sereduce
á desviar la paja alrededor de la cepa, para que ésta, no estan-
do oprimida por aquella, pueda producir con facilidad nue-
vos vástagos, y dado caso que hayan brotado estos, se en-
cuentren en las mejores condiciones para su desarrollo. La
mayor partedelos hacendados ejecutan esta operacion cuan-
do hacen dar al campo la primera mano de machete; es decir,
despues de finalizada la zafra, concluida la seca, y al entrar
las aguas ; mas nosotros creemos que no se debiera esperar
áese tiempo para hacer que las plantas gozasen del beneficio
que se desea procurarles. Silas necesidades de la molienda
no ocupasen á toda la negrada,, sería en extremo útil, tan
luego como transcurren algunos dias despues del corte de las
cañas, si sobre todo caen aguaceros que hagan esperar una
pronta vegetacion, principiar á abrir ó apartar la paja, para
que asi recibiesen los retoños la influencia beneficiosa del
aire, de la luz y del calor. Una vez que los retoños se encuen-
tran algo desarrollados, algunos prácticos consideran úlil
amontonar de nuevo la paja al pié de las macollas, para
mantener así mayor humedad en el terreno, dificultando la
evaporacion del agua, etc.
La segunda operacion que se practica, sobre todo en terre-
nos bajos, con ulilidad manifiesta, para destruir parte del
rastrojo, consiste en quemar el cañaveral. En otro tiempo,
segun tenemos entendido, se llevaba á efecto con frecuencia
la quema de los cañaverales; mas hoy pocos son los hacen-
dados que han conservado ese uso, el cual, sin embargo, en
— 363 —
ciertas y determinadas circunstancias, produce incontesta-
blemente beneficios de gran importancia,
La quema de los cañaverales, á juicio de algunos prácticos,
debe sólo efectuarse cuando el terreno esté muy húmedo.
— Despues de un fuerte aguacero, si ha sido por la noche,
en la tarde del dia siguiente, teniendo el campo su superficie
oreada, debe darse candela, con el objeto de que arda á media
paja; es decir, que se queme la paja superficial, quedando
intacta, resguardada por la humedad, la que se encuentra
más abajo, la cual se halla medio podrida. — Por medio de
esta operacion tan sencilla, queda descargado el campo del
enorme colchon que pesaba sobre él, conservando tan sólo
las materias vegetales en via de una descomposicion, que
acelera la alteracion que sobre ellas han producido el calor
y el contacto con las disoluciones de las sales solubles con-
tenidas en las cenizas. — Esas sustancias, mezclándose con
las cenizas originadas por la combustion de parte del ras-
trojo, forman un abono que ejerce el más propicio influjo
sobre el desarrollo de los retoños. No negamos que cierta
humedad sea conveniente para proceder á la quema de los
cañaverales, mas por fortuna no es un requisito esencial,
porque dado caso que así fuese, pocas veces se podria que-
mar un cañayeral cortado durante la molienda, que es, en
general, la estacion de las sequías, á ménos de no poder
regar los plantíos. — Así, pues, cuando se juzgue oportuno
quemar un cañaveral, se llevará á efecto la operacion. —Aun
dirémos más: cuando se quema un campo por completo
seco, todos los despojos arden, y mayor es la cantidad de
sales alcalinas que entónces de momento son utilizadas por
las plantas. — Si despues de quemado, en circunstancias
idóneas, un canaveral, sobrevienen lluvias oportunas, se ve
brotar retoños en número tan crecido, que un agricultor
nos ha dicho que si no se tiene el cuidado de extirpar parte
de la hijería, las plantas se perjudican mutuamente y se ob-
tienen cañas muy inferiores. — Es necesario, á juicio de
algunos prácticos, aclarar esos retoños.
— 364 —
Expliquemos y demos á entender de una manera clara y
terminante nuestras ideas respecto de este particular.
Hemos, en diferentes ocasiones, tratado de demostrar cuan
úlil es para el desarrollo de todos los tallos, determinar la
formacion del mayor número posible de hijos, pues cada
uno de ellos contribuye al crecimiento de todos, y éstos á la
vida de cada uno. — De acuerdo con este principio, no so-
mos de parecer que se deshijen las cepas; es preciso, al
contrario, propender á que los renuevos puedan nutrirse
bien y con independencia, arrejando el plantío, abonándolo,
cubriendo la cepa con tierra, etc. — Dado caso que parezca
el campo demasiado sellado, si se teme que pueda resultar
perjuicio por la multitud de cepas, es más conveniente ex-
traer por completo algunas cepas y no deshijarlas, en cuya
operacion, muchas veces, quizás, se arrancarian los renue-
vos colocados en mejores condiciones, y de todos modos, en
mayor ó menor grado, se perjudicaria, por los motivos
expresados, el desarrollo de los restantes.
Otra de las circunstancias que es preciso tener presente
al proceder á la quema de un cañaveral, si queremos obte-
ner buenos resultados, es no practicarla sino en campos
cuyas cepas tengan muy bien cubiertos por la tierra sus
tallos subterráneos, pues de lo contrario, el fuego alteraria
y privaria de sus fuerzas vegetativas los órganos que deben
producir los retoños.
No debe, pues, ejecutarse en campos viejos que no hayan
sido aporcados. Creemos oportuno añadir que conviene que-
mar los cañaverales, en los casos que hemos señalado, in-
mediatamente despues del corte de las cañas, pues de otro
modo se dañaria el retoño con la accion del fuego.
En los terrenos muy secos, en general, no debe practi-
carse con frecuencia la quema de los cañaverales, pues en
ellos la presencia de la paja y de los residuos de su des-
composicion son en extremo útiles. Sólo en el caso de querer
destruir animales nocivos se puede aconsejar semejante
operacion, entendiéndose bien que para llevarla á cabo es
UA Y
— 365 —
preciso no olvidar ninguna de las circunstancias que ase-
guran los resultados que de ella esperamos.
En general, en los campos viejos existe poca paja, porque
las cañas se desarrollan mezquinamente, de modo que no es
del todo necesario destruir parte de la paja. — En los cam-
pos viejos, que al parecer se hallan en buen estado, sucede
muchas veces, y nosotros hemos tenido ocasion de obser-
varlo, que sí seles da candela despues del corte, ni un solo re-
toño aparece luego, y queda el cañaveral demolido. Exami-
nando el estado de esas cepas, se ve que casi todas se en-
cuentran sobre la superficie Ó muy cerca de ella, de suerte
que sus yemas se alteran por el fuego. Como semejante
campo debió siempre ser demolido para disponerlo á una
nueva plantacion, es claro que su quema fué en extremo
útil y oportuna. — Es muy perjudicial conservar campos
viejos de escaso rendimiento. Cuando se quema un campo
despues del tercer ó cuarto corte, todas las cepas que se
hallan casi á flor de tierra son alteradas por el fuego, mueren
y no producen retoños. Sólo las cepas colocadas convenien-
temente originan renuevos. — De aquí que sea el elemento
ígneo el mejor medio de averiguar el estado del cañaveral
y así mismo que constituya el recurso más radical de des-
truir toda cepa que pueda rendir una mezquina cosecha. —
Si entónces se reemplazan las cepas que no retoñan por me-
dio de buenas resiembras, es claro que obtendrémos un
excelente esquilmo. — Repetida la misma operacion al año
siguiente, de nuevo se destruyen las malas cepas y se rea-
-lizan siembras, etc., de suerte que continuando siempre el
mismo sistema de cultivo, se llega pronto á tener en reali-
dad un campo que no contiene ni una sola de las cepas pro-
ducidas por las cañas que se plantaron al principio. — Si el
terreno es excelente, como suele acontecer, el hacendado
se mostrará acérrimo partidario de la quema de los cañave-
rales, cuando en el sér verdadero de las cosas cultiva en
crudo abonando cada año solamente con los residuos del
rastrojo. -— Los beneficios se deben sobre todo á la fertili-
— 366 —
dad del suelo, apoyada, es cierto, por la operacion que des-
truye las defectuosas cepas, aquella con la cual se reempla-
zan, y el abono producido por la combustion del rastrojo y
de las cepas desenterradas. — Cuando se quema un cañave-
ral se colocan guardieros 6 centinelas en las guarda-rayas
para impedir que se propague el fuego, y además se dispo-
nen algunos vigilantes para precaver la accion continuada
el elemento ígneo en ciertos puntos del cañaveral, y cevi-
tar que ardan algunas cepas, etc.
Es posible quemar los cañaverales sin temor que las ce-
pas experimenten la accion del fuego. — Basta sencilla-
mente recoger bien la paja é irla apilando entre los surcos
de caña y despues hacerla arder en esos intervalos. — Es
condicion esencial limpiar bien las cepas de tal modo que
no quede en las hileras de caña ningun cuerpo susceptible
de ser incendiado.
Una de las operaciones que más beneficio pueden produ-
cir despues de quemar un cañaveral, consiste en arar per-
fectamente el intervalo que media entre las líneas, y al eje-
cutar esta operacion, conviene dirigir el trabajo de modo que
con el arado se vierta sobre la cepa cortada la tierra extraida
de los surcos abiertos á sus lados. Si ántes de ejecutar esta
labor se tiene el cuidado de depositar algun abono sobre la
cepa, mayores serán aun las ventajas que se conseguirán
cubriéndolas con tierra, así como tambien sería muy venta-
joso depositar en el surco abierto alguna materia fertilizante
ántes de llenarlo con la tierra que se extraiga del surco que
inmediatamente se abra á su lado. — Hemos tenido ocasion
de llevar á buen fin esta obra, y podemos asegurar que
origina beneficios de consideracion. Tambien es muy conve-
niente, despues de arrejado el campo, regarlo por com-
pleto; así se aprovechan y difunden mejor las sales al-
calinas.
En suma, la quema de los cañaverales cortados procura
beneficios de consideracion, pues liberta á las tiernas plan-
tas de la accion nociva de la paja, destruye animales, algo
— 367 —
obra fisicamente sobre el terreno, enriquece el suelo con
sales alcalinas solubles, etc.; pero de ninguna manera debe
incurrirse en el funesto error de creer que semejante prác-
tica, llevada á efecto de una manera continuada y exclusiva,
pueda constituir un buen sistema de cultivo. — Es útil por
cierto tiempo y en determinada medida; no enriquece al
campo con nada nuevo, no le proporciona sino sus propios
recursos, siquiera acelere y facilite su absorcion. Tan cierto
es cuanto acabamos de manifestar, que precisamente en los
campos bien abonados, en las tierras muy fértiles, en los
plantios más vigorosos, es donde mejor se notan los bene-
ficios de la quema de los cañaverales; así se hacen entrar
en el terreno sales solubles inmediatamente absorbibles,
las cuales excitan la vegetacion, promueven el vigoroso des-
arrollo de las cañas, propenden á que sus jugos sean más
sacarinos y puros. — Mas no debe olvidarse que esa excita-
cion y demas efectos es originada con los propios elementos
del suelo; al cabo de algun tiempo los beneficios serian mé-
nos notables y el terreno se encontraria esterilizado. Para con-
seguir todas las ventajas de esta práctica, es preciso combi -
narla con el uso acertado de las demás mejoras, es decir,
empleo de los abonos y correctivos, regadío, rejacas, etc., etc.
Los benéficos efectos que se notan despues de quemar un
campo de caña en buenas condiciones, muestran patente-
mente el oficio importante que desempeñan las sales alca-
linas con respecto á la vegetacion de la caña, punto acerca
del cual hemos insistido con frecuencia. — Un campo que-
mado en circunstancias favorables, puede al año siguiente
rendir más y proporcionar jugos de más fácil elaboracion.
Otra de las prácticas relativas al rastrojo, que más favor
alcanza entre muchos hacendados, en el extranjero, consiste
en enterrar la paja en surcos, que se abren á los lados ó en
el centro de las hileras de la caña. Si siempre fuese posible
llevar á efecto esa operacion, y si además, en todos requisi-
tos, procúrase sus especiales beneficios, hélos aquí enume-
rados : los órganos foliáceos en esas circunstancias, al des-
— 368 —
componerse, producirian gran cantidad de mantillo, el cual,
como nadie ignora, es uno de los abonos más adecuados
para el desarrollo de la caña; sin contar que la situacion
que ocuparia con respecto á la cepa influiria en algun tanto
sobre el desarrollo del vegetal, por la atraccion que ejerce-
ria sobre las raíces, las cuales adquiririan así mayor creci-
miento, recorriendo una extension de terreno más conside-
rable, y por ambos motivos extraerian una cantidad de ma-
terias alimenticias superior á la que introducen en la econo-
mía vegetal en otras circunstancias. Por otra parte, esta
práctica ofreceria aun la ventaja de facilitar las rejacas de los
cañaverales, pues la paja no entorpeceria la marcha del
arado. — Si necesario fuere, ántes de enterrar la paja, se
desagregaria el fondo del surco por medio del arado de sub-
suelo. — Acerca de esta práctica hemos presentado más am-
plias y terminantes explicaciones cuando nos ocupamos del
sistema de cultivo propuesto por Wray. — La experiencia
nos ha enseñado que con ventaja y seguridad solo es posi-
ble quemar el rastrojo, fabricar con él mezclas fertilizantes,
ó dejarle en el campo para que sirva como de abono encu-
bridor del suelo. — Los beneficios que se originarian enter-
rándolo no se pueden conseguir sino en ciertos y determi-
nados casos. Estos son en resolucion nuestros juicios acerca
de este particular.
Existiendo distintos pareceres acerca de los resultados
conseguidos al enterrar el rastrojo, creemos oportuno ex-
presar con más extension nuestras ideas respecto de este
asunto
Prescindamos de la materialidad de realizar la operacion
y consideremos únicamente los efectos que al ejecutarla de-
seamos obtener. Al poner por obra semejante trabajo se as-
pira á lograr la putrefacción completa de Jos despojos ve-
getales, la cual exige el concurso graduado y contínuo del
agua y del aire. — Veamos en qué casos es posible esperar
el cumplimiento del fenómeno y en qué circunstancias no
puede éste realizarse. — En este exámen será preciso tener
SARA
— 369 —
en cuenta el estado del rastrojo y las condiciones del ter-
reno y del cultivo. — Cuando el terreno es arcilloso y muy
húmedo, ó si goza de los beneficios del regadío, enterrando
el rastrojo fresco ántes de haber experimentado desecacion
alguna, es posible que se pudra. — Cuando la paja ha co-
menzado á secarse y se entierra en terrenos secos y no rega-
dos, es muy factible que no se descomponga al ménos con
rapidez. — Si fuera hacedero abrir de antemano el surco
donde va á ser enterrada la paja, esperar un fuerte agua-
cero, y entónces lleyar á cabo la operacion, sobre todo si el
rastrojo es fresco, casi es seguro que se pudriria.
En la Luisiana, donde las tierras son bajas, esta práctica
se realiza beneficiosamente. — A fin de que no quede duda
alguna respecto de este particular en el ánimo de los lecto-
res, transcribimos textualmente cuanto acerca de él nos ma-
nifiesta el dignísimo Benjamin : « Cuando se corta la caña
en otoño, mucha parte de ella queda en el campo, pues sólo
se conduce al trapiche la parte madura del tallo. dejando
las hojas del cogollo que sirven para defender contra las
heladas aquella parte de la caña que queda bajo la tierra y
de la cual brota el retoño en la siguiente estacion. — En la
primavera, cuando ya no se temen las heladas, se recoge
la paja para dar libre acceso al sol y al aire, y en casi todos
los ingenios queman esa paja en vez de volverla á la tierra.
— Una de las dificultades que ántes se oponian á utilizarla
como abono, era la poca distancia que separaba las hileras
de caña, porque era muy difícil arar, operacion que es fácil
cuando media un espacio de ocho piés entre las líneas de
caña. — Es difícil que uno que no haya visto los resultados
conciba con exactitud lo que mejora un terreno natural-
mente duro y arcilloso, la sencilla subdivision de sus partí-
culas causada por la descomposicion de esta paja que anual-
mente queda en los campos. — Este sistema se puso en
práctica el año pasado en el ingenio de que soy condueño.
— La paja, la primera vez que se aró la tierra, se cubrió
con la que se sacó de los surcos al lado de las cepas; y la
lA
£
24
— 370 —
segunda vez, cuando fué necesario remover la tierra en todo
el espacio que mediaba entre las hileras, tan notable fué la
diferencia del terreno, que hubo disputas entre los negros,
pues todos preferian arar entre ellas, porque la subdivision
del terreno, causada por la descomposicion de la paja, hacia
el trabajo mucho más fácil y ligero que en otros puntos,
donde, por causas que no es del caso mencionar, habíamos
tenido que quemarla. Las ventajas de este sistema son tales
que, segun me han asegurado, en tierras cultivadas así du-
rante diez años consecutivos, léjos de sufrir deterioro al-
guno, mejoran notablemente de año en año. — El espacio
que media entre las hileras, no sólo descansa por tres años,
sino que además se fertiliza con el aprovechamiento anual
del mejor abono, y cuando hay que volver á plantar la caña
se siembra en los espacios asi fertilizados, y las primeras hi-
leras constituyen los nuevos espacios intermedios que á su
vez reciben los beneficios de este rico nutrimiento del
terreno. »
ResiembBras. — La operacion de que vamos á ocuparnos
se verifica en dos circunstancias distintas : unas veces se
pone en ejecucion cuando, concluidas las siembras, no se
desarrollan por igual todas las yemas sustentadas por las
estacas depositadas en la tierra; entónces se tiene el cui-
dado de volver á sembrar caña en los puntos en que se ad-
vierte semejante necesidad; otras veces se lleva á cabo con
el objeto de reemplazar las cepas que mueren todos los
años en los cañaverales. A la primera operacion se le podria
conservar el nombre de sobresiembra, y denominar la se-
gunda resiembra. En cuanto al primer caso, es tan obvia la
utilidad de realizar el trabajo, que no creemos deber en-
trar en pormenores para demostrar su conveniencia, ni
tampoco se nos hace preciso determinar la oportunidad en
que debe ponerse por obra. — No sucede lo mismo con res-
pecto al segundo, acerca del cual juzgamos útil presentar
algunas observaciones.
Cuando un campo de caña comienza á perder sus cepas,
— 371 —
á despoblarse, á asabanarse, el costo de produccion del azú-
car elaborado aumenta, pues aun suponiendo el caso venta-
joso de que poseyese fuertes y lozanas macollas formadas
por hermosas y sacariferas cañas, como con el producto de
estas habrá que pagar toda la mano de obra invertida en el
cultivo, corte, acarreo, elaboracion, etc., los inlereses y
amortizacion de los capitales empleados en la empresa, es
evidente que si no se disminuyen grandemente los gastos
de produccion, la suma conseguida por el beneficio del
campo falto de cepas será menor con relacion á las ventajas
obtenidas explotando cañaverales bien sellados. — Las ra-
zones que vamos á presentar serán suficientes para demos-
trar el juicio que acabamos de expresar.
Considerando los chapeos, encontrarémos que son más
difíciles y se hace más necesario repetirlos con frecuencia,
pues la verba crece más y se propaga con rapidez, lo cual
exige la inversion de mayor espacio de liempo para ejecutar
las sscardas : los lunares de yerbas adventicias lanzan por
todas partes sus semillas, son verdaderos planteles de yer-
bas nocivas. — En el corte de las cañas los obreros en un
tiempo dado siegan más tallos cuando el campo está bien
sellado, que en los casos en los cuales se encuentra claro, etc.
Como, por otra parle, es preciso verificar las escardas por
igual, aun en aquellos puntos en que no existen cepas de
caña, es fácil comprender que semejante trabajo, noencon-
trando una remuneracion inmediata y directa, es pagado
por el resto del campo.
El deseo de evitar los inconvenientes que acabamos de
expresar ha sugerido la idea de cubrir los claros, las calvas,
fallas, marras ó lunares, por medio de resiembras, las cuales
es preciso ejecutar con tino para conseguir el mayor bene-
ficio. En efecto, si desde el momento en que comienza
un campo á perder sus cepas se principiase á resem-
brarlo anualmente, es indudable que al cabo de algunos
años habriamos conseguido reemplazar las primitivas ma-
collas por otras nuevas; de suerte que el campo, en último
A
resultado, habria sido sembrado en crudo por medio del aza-
don, ó con jan, pues muchos resiembran con esas estacas,
práctica que justamente reprueban los hacendados inteli-
gentes. Este sistema de resiembras continuadas, extensas é
inoportunas, produce perjuicios de consideracion, origina-
dos por el desigual desarrollo que alcanzan los plantios en la
época en que son cortados. Por otra parte, las cepas duran
ménos, ahijan poco, se desarrollan en pequeña escala, y por
fin, la restauracion del campo demanda una mano de obra en
extremo costosa, pues, como hemos dicho, al cabo de algunos
años se encuentra sembrado de firme por medio del azadon.
En este caso se hallan los cañaverales, que algunos ha-
cendados muestran como habiendo durado cuarenta ó más
años, hecho completamente imposible cual lo demuestra los
experimentos descritos á propósito de la aporcadura. Seme-
jantes campos no poseen ni una sola cepa de las primeras
que lo constituyeron. Oportunamente recordamos la cé-
lebre nave de Teseo, que gracias á las distintas veces que se
carenó, no conservaba ni un sólo pedazo de los que al prin-
cipio entraron en su construccion. — Este hecho demuestra
que muchos terrenos son tan propios normalmente para el
cultivo de la caña, que aun en crudo producen buenas
cosechas. — Para evitar que podamos llegar á tener un
campo sembrado en crudo, aconsejamos que se tenga cuidado
en notar la cantidad de tierra que se resiembra anualmente,
lo cual, con alguna aproximacion, se puede determinar cono-
ciendo la cantidad de semilla empleada.
De acuerdo con las ideas anteriores, manifestarémos que
para verificar con acierto las resiembras es preciso consi-
derar : 1. Su limitacion proporcional; 2. La oportunidad
de ejecutarlas. Para esclarecer el primer punto es necesario
comenzar por adquirir un conocimiento exacto, en la loca-
lidad en que se trabaja, del tiempo que dura, en condiciones
favorables y generales, un cañaveral en buena produccion
sin necesidad de resembrarlo, é indagar el decrecimiento
que sufre en sus cosechas cada año. Con estos datos se puede
— 373 —
desde luego practicar una resiembra juiciosa, y determinar
cuándo conviene demoler el cañaveral, para labrar la tierra
y sembrarla de nuevo.
La segunda circunstancia, que conviene no perder de
vista, es la oportunidad de realizar la resiembra, punto de
la mayor importancia, y por lo comun poco atendido. Para
que las resiembras produzcan resultados beneficiosos es
menester adoptar el órden siguiente: al verificar el corte del
cañaveral se dispondrá una pequeña cuadrilla de resiembra,
compuesta de obreros inteligentes y vigorosos, los cuales
chapearán y hoyarán los espacios desprovistos de cepas; las
carretas del tiro, al volver de conducir la caña al batey,
traerán abono, el cual se colocará en los hoyos de antemano
marcados con estacas. Sin embargo, si las calvas fuesen de
gran extension convendrá arar el terreno y surcarlo. En el
mismo cañaveral se dejará una pequeña punta, que contenga
la caña necesaria para semilla, y así se evita acarrearla más
tarde. Tan luego como caiga un aguacero, volverá la cua-
drilla de resiembra al cañaveral, cortará la caña, la dividirá
en trozos, la colocará en los hoyos abonados, y la cubrirá
con tierra. De este modo las yemas que se desarrollen
darán orígen á tallos que crecerán al mismo tiempo que
los retoños originados por las yemas subterráneas de las
cepas cortadas: — en las tierras muy bajas y no saneadas,
cuando se practica la siega, conviene algunas veces verificar
las resiembras con los cogollos de las cañas por medio del
azadon ó con jan. — Por desgracia no es este el método
usado en la mayor parte de las fincas, en las cuales se
procede á la resiembra así que se concluye la molienda. Las
cañas producidas en esas condiciones se desarrollan poco,
pues los retoños ya crecidos impiden que á ellas lleguen la
luz y el calor indispensables para que se realice la evolucion
de sus órganos y que éstos funcionen normalmente: ade-
más, disponen de ménos tiempo para crecer; de suerte que
cuando se cortan son de poco rendimiento, proporcionan
jugos que entorpecen el trabajo de la elaboracion, y por fin,
— 374 —
como son cortadas ántes de haber madurado, se hallan
expuestas las cepas á todos los contratiempos anexos á las
siegas verificadas en esas circunstancias. Es cierto que
muchos han tratado de precaver en parte estos inconvenien-
tes, dejando las resiembras en pié, sin cortarlas hasta la
segunda zafra; pero á más que es difícil impedir que se
corten esos tallos junto con los demás, ni tampoco es hace-
dero salvarlos de la accion de las carretas y bueyes, se
incurre entónces en los males consiguientes á los cortes
postergados, complicados por los defectos de una vegetacion
anómala. — En el caso en que semejante práctica pueda
usarse, la creemos, sin embargo, ménos perjudicial que cor-
tar las resiembras de primavera en la inmediata zafra. Con
el nombre de resiembras de frio se conocen aquellas que se
ejecutan en el mes de Octubre antes de cortar los cañave-
rales. Estas resiembras presentan algunas ventajas si conside-
ramos el tiempo que disponen para desarrollarse, mas tam-
bien ofrecen el inconveniente que es necesario cuidar, al
cortar las cañas, que los retoños no sean perjudicados por
los bueyes y las carretas. Cuando hay que practicar grandes
resiembras en cañaverales que deben cortarse al fin de la
zafra, conviene verificarlas con anticipacion para evitar los
males consiguientes á las resiembras de primavera, las cua-
les, aunque se lleven á cabo al mismo tiempo que se corta
el campo, siempre se hallan en condiciones poco favorables
para su crecimiento, el cual no alcanza en el grado conve-
niente para que sean segadas con ventaja al mismo tiempo
que el resto del plantío.
Un buen sistema de resiembra debe propender, no sólo á
reemplazar las cepas que hayan perecido en el cañaveral
durante la vegetacion de las cañas que con anterioridad
fueron segadas, sino aun llenar los vacios que puedan dejar
las cepas que perezcan despues del último corte. — Para
llevar á cabo este plan de resiembras, conviene marcar ántes
del corte las fallas, las cuales se resembrarán al terminar la
siega de aquel campo, ó en la más próxima y mejor oportu-
— 375 —
nidad; más tarde, cuando todo el campo ha brotado, se
repasa y examina con cuidado, y de nuevo se resiembra. —
Es posible aun postergar la resiembra total y verificarla una
vez que ha nacido el retoño; entónces se resiembran de un
solo golpe no sólo los lugares que anteriormente lo reque-
rian, sino aun los puntos que acaban de perder sus cepas.
Debemos, sin embargo, advertir que nunca se deben olvidar
las consideraciones que se desprenden de las circunstancias
en las cuales se hallará el retoño con respecto á los demás
y al tiempo que necesita para crecer al punto de producir
tallos bien desarrollados.
Hemos estudiado en otro lugar las causas que determinan
la destruccion de los cañaverales; por consiguiente, tenién-
dolas en cuenta, se podrá prolongar hasta cierto límite la
existencia de los campos de caña, y no hacer necesarias así
en algun tanto las resiembras. Además de las causas gene-
rales que allí apuntamos, existen circunstancias especiales
que motivan y explican la muerte de algunas cepas en me-
dio de otras que se mantienen y desarrollan con lozanía ;
puede haber aguas estancadas en ciertos sitios; quizá la
tierra es ménos feraz; alguna de sus propiedades físicas
varía, etc.; en estos casos es necesario, para evitar repetidas
resiembras, hacer desaparecer las influencias nocivas. Una
de las causas que con más frecuencia determina la muerte,
ó por lo ménos, el decrecimiento de la produccion de las
cepas, es que no se encuentran suficientemente cubiertas
por la tierra, de manera que los retoños no se nutren con-
venientemente. Se remediaria este contratiempo si se cubrie-
sen con tierra las cepas despues de cortadas ; mas ya que
semejante trabajo, por beneficioso que sea, segun hemos
demostrado, no se ejecuta, útil será indagar cuáles son las
cepas que se encuentran en ese estado. Para esta investiga-
cion, el mejor sistema consiste en quemar el cañaveral ;
toda cepa cuyas yemas se encuentren á flor de tierra perece,
no retoña, y por tanto, se conocen al punto los lugares que
deben resembrarse.
— 376 —
Estamos convencidos de que la ejecucion de las resiembras
oportunas y limitadas es en extremo conveniente, de ma-
nera que ni somos del parecer de los que resiembran en
todas circunstancias y en grande escala, ni tampoco juzga-
mos que piensan bien los hacendados que no lo hacen en
ningun caso, los cuales así que han sembrado un cañaveral
lo explotan sin interrupcion, mientras tanto creen que los
beneficios recompensan el trabajo, y desde el momento en
que disminuye de un modo considerable el número de cepas,
al punto de que en ellas no encuentren los medios de sufra-
gar los gastos, demuelen el cañaveral, lo labran y lo siem-
bran de nuevo. — Sin embargo, de los dos extremos éste
es el más racional y sobre todo el más conveniente para
evitar radicalmente el abuso de las resiembras, que
conducen lentamente á tener un campo sembrado en
crudo. .
En las líneas anteriores hemos tratado de estudiar las
resiembras en las condiciones actuales ; réstanos añadir que
el dia en que se cultive la caña siguiendo los principios del
sistema intensivo, y se reduzca, por tanto, la extension de
nuestros campos, entónces serán ménos necesarias las re-
siembras, se verificarán en menor escala, y practicándose
además en los mejores requisitos y sobre una superficie más
reducida que la que actualmente ocupan nuestros campos
se podrán, quizás, con ventajas llevar á efecto trasplantando
cepas producidas en semilleros bien dispuestos, las cuales
se obtendrian teniendo en cuenta los resultados que hemos
conseguido en nuestros Estudios experimentales acerca de la
vegetacion de la caña.
Entónces tampoco se hará durar un cañaveral despues de
tres á cuatro cortes.—La diferencia de produccion, que se
manifiesta de un campo de planta al mismo de soca es tan
considerable, que no es posible desconocer la ventaja de re-
noyar con frecuencia la plantacion. Los motivos que expli-
can estos hechos quedan largamente contenidos en las pá-
ginas anteriores.
— 377 —
Debemos advertir que muchas prácticas, que al parecer
merecen nuestro asentimiento, serán reprobadas cuando se
establezca un sistema de cultivo racional; pero, mientras
tan fausto acontecimiento no se realice, es precisoir viviendo
con lo que tenemos, tratando sólo de mejorarlo.
NECESIDAD DE CULTIVAR LOS CAÑAVERALES ANUALMENTE PARA
MANTENERLOS POR MUCHO TIEMPO EN BUENA PRODUCCION (58). —
El punto que nos proponemos discutir, ha sido ya objeto de
una de nuestras disertaciones anteriores, y si volvemos á
llamar la atencion acerca de él, no es ciertamente guiados
por el vano deseo de mostrar que podemos esclarecer la ma-
teria, desenvolviendo los argumentos que militan en su fa-
yor bajo un nuevo aspecto, sino porque esperamos que, ex-
puestos en otra forma, quizá nuestras ideas serán presenta-
das con más claridad, consiguiendo entónces que se aprecie
mejor la trascendencia que á nuestro juicio tiene el asunto.
Recordemos rápidamente los requisitos que, segun la
práctica agrícola, deben tenerse presentes al realizar las
siembras de caña.
1.7 Las siembras deben practicarse en tierras conveniente-
mente preparadas, siempre y cuando sean susceptibles de
ser labradas empleando los instrumentos aratorios, para lo
cual es necesario que estos puedan entrar en accion con
facilidad. Los terrenos bien preparados se bonifican reci-
biendo el influjo fertilizante de los agentes atmosféricos ;
ofrecen ménos obstáculos al libre desarrollo de las raíces,
las cuales, mientras más crecen y se multiplican, mejor dis-
puestas se encontrarán para desempeñar todas sus funciones;
es decir, que proporcionarán cimientos más profundos á la
planta, á la vez que, recorriendo mayor extension de tierra,
podrán extraer de ella una cantidad más considerable de
alimentos. Las siembras en crudo, por lo comun, son justa-
mente criticadas, pues la experiencia ha enseñado que las
cañas que crecen en el seno de una tierra que no haya sido
labrada, en modo alguno rinden los productos que nos pro-
== 378 =
porcionan aquellas que crecieron en suelos preparados con
esmero en tiempo oportuno, á ménos que no concurran
naturalmente circunstancias en extremo favorables. Sólo en
las tierras recien desmontadas, en las cuales los troncos de
los árboles no permiten que penetren en ellas las máquinas
aratorias, es donde nos vemos obligados á sembrar sin pré-
via preparacion. Felizmente en estas circunstancias las con-
diciones naturales del terreno algunas veces son tan favo-
rables, que con sólo depositar y cubrir la semilla se obtienen
brillantes resultados, pues las plantas crecen en un rico
suelo que no presenta gran resistencia al desarrollo de las
raíces, las que, merced á la fertilidad de la tierra, encuen-
tran sin prévia bonificacion la cantidad de sustancias pro-
pias para sostener el vegetal de cuya vida deben cuidar (59).
En efecto, en las tumbas, la tierra se halla cubierta con una
capa de mantillo, que tambien se encuentra íntimamente
incorporado con el terreno, produciendo una mezcla que
atrae y conserva más tiempo la humedad, á la vez que debe
al cuerpo orgánico un grado de soltura, que por sí solos no
poseen muchas veces los residuos minerales que constituyen
la base del terreno. Esa esponjosidad la conserva el suelo,
no sólo porque, lejos de perder, va adquiriendo nuevas pro-
porciones de la materia que la produce, sino porque, ade-
más, se encuentra preservada de la accion desecante del sol,
gracias á la sombra benéfica de los árboles que en él crecen,
accion desecante que, como ya hemos demostrado, contri-
buye á originar el apelmazamiento de la tierra. El mantillo,
además, facilita Ó determina la absorcion de ciertos princi-
pios, y él mismo sirve de alimento. — Debemos, sin em-
bargo, advertir que no es racional creer que sólo por el
hecho de ser recien desmontado un terreno, sea propio para
el cultivo de la caña; con frecuencia el mismo terreno,
despues de labrado y modificado en el conjunto de su natu-
raleza, puede adquirir propiedades más propicias para el
cultivo de la caña. (V. Tumbas ó «lesmontes.)
2.” Es conveniente que la estaca se encuentre colocada
— 379 —
cierta profundidad y que la cubra una capa de tierra más ó
ménos considerable. La profundidad á que debe sembrarse
la caña varía, no sólo segun la naturaleza del terreno,
sino tambien segun la clase y propiedades de la semilla
quese siembra, y las circunstancias atmosféricas que presiden
á la operacion. Los fines que nos proponemos conseguir al
realizar la siembra cuidando de esos requisitos, son:
1.” Evitar la desecacion de las yemas que han de dar orígen
á las cañas, é impedir la evaporacion del agua contenida en
los cañutos. 2.2 En el caso en que se siembre á jan ó con
_plantador, hacer imposible el aparecimiento de retoños
aéreos; es decir, que no retoñe la caña por alguna parte no
cubierta con tierra. 3. Que el calor solar no deseque las
raíces de la planta, y que estas se encuentren, en lo posible,
en medio de una tierra húmeda, sobre la cual no tenga
tanta accion el sol. 4.” Favorecer la formacion de los hijos,
aumentando el número de órganos destinados á producirlos;
es decir, las yemas subterráneas.
3.” Para sembrar se debe, siempre que sea posible, apro-
vechar la sazon, lo cual no sólo favorece la operacion por la
humedad de que goza la tierra, sino tambien por la mayor
cantidad de agua que entónces encierra la semilla.
4.” La experiencia ha demostrado que la clase y la edad
de la semilla ejercen cierta influencia respecto del desarrollo
futuro de la planta, y que el rastro que dejan sobre ella
sólo lo pueden corregir ó borrar, con el transcurso del
tiempo, hasta cierto punto y límite, las buenas condiciones
del cultivo, la fertilidad del suelo, y por fin, las influencias
benéficas de la atmósfera. — Indudable es que si todos esos
beneficios hubieran presidido al desarrollo del retoño pro-
ducido por una buena semilla, se habrian conseguido en
ménos tiempo cañas más notables por su composicion y
dimensiones.
5. Es preciso que el campo se encuentre limpio de yerbas
capaces de perjudicar á las plantas que se cultivan.
6.” Conviene no sembrar mucha semilla, ni ésta muy
— 380 —
junta. En esas circunstancias se perjudicarian mutuamente
en su desarrollo subterráneo y aéreo : los tallos conten-
drian proporcionalmente menor cantidad de azúcar y consi-
derable dósis de materias extrañas :.en otros y más precisos
términos : las macollas no contendrán agrupados gran nú--
mero de hijos ni éstos llegarán á completa madurez.
7.” Por fin, siempre que el terreno lo requiera, es nece-
sario modificar su composicion química, ó corregir sus
propiedades físicas.
Todas estas circunstancias, y otras que no es del caso enu-
merar, se tienen muy en cuenta cuando se lleyan á efecto
las siembras atinadamente dirigidas, y todos los agriculto-
res entendidos procuran ajustar á ellas sus operaciones. —
Pues bien : por una contradiccion difícil de explicar, esas
reglas, que tan severamente hacemos presidir á ciertas
siembras, las olvidamos del todo en otras : aun hay más:
en general se califican de inoportunas, impracticables, ilu-
sorias, etc., cuando se trata de aconsejar que se tengan
presentes en aquellas en las cuales no se aplican.
El hombre cuida con esmero la primera siembra, la que
en todos sus detalles tiene que regar con el sudor de su
frente, mientras que desatiende completamente la gran siem-
bra contínua de la naturaléza, en la que, sin comparacion
alguna, toma una parte ménos activa, puesto que no tiene
que cortar la semilla, acarrearla, surcar el terreno, picar la
caña, colocarla en el surco y cubrirla del todo. Mas ántes de
proseguir nuestra disertacion, conviene que desde ahora
expliquemos con claridad lo que entendemos por siembras
naturales, y que demostremos como en último resultado el
análisis riguroso y exacto de los fenómenos enseña que ver-
daderamente la caña se siembra todos los años, de suerte que
siempre cortamos caña de planta sin la intervencion del
hombre, por más que las apariencias hagan creer á muchos
que la misma caña sembrada, despues de ser cortada, per-
manece más ó ménos tiempo gozando de vida contínua, y
dando orígen á las producciones subsiguientes.
— 38l —
Cuando se siembra la caña, la yema que se encuentra en
el nudo del cañuto enterrado se desarrolla á expensas de la
sustancia misma de la caña. Al cabo de cierto tiempo la
nueva planta adquiere los ór ganos necesarios para vivir por
sí propia, sin haber menester de la semilla, de una manera
absoluta, aun cuando siempre sean útiles las sustancias con-
tenidas en la estaca, la cual más ó ménos temprano se seca
y descompone, quedando de ella tan sólo aquellos tejidos que
en las circunstancias en que se encuentran no han podido
transformarse en otros cuerpos propios y convenientes para
ser absorbidos por la nueva planta. La prueba de que el re-
toño adquiere el poder de vivir por sí solo, de bastarse á si
mismo, se tiene por completo desenterrando un trozo de
caña despues de algun tiempo de sembrado, y separando el
retoño producido de la caña madre por medio de un corta-
plumas. Ese retoño aislado, sembrado inmediatamente,
prende en breve tiempo, ahija, etc., con tanta lozanía como
si siempre hubiese continuado unido á la caña de que pro-
vino. — Una vez que la caña ha llegadoá su apogeo de desar-
rollo, cuando se corta para molerla, queda debajo de la
tierra un pedazo de ella, provisto de cierto número de cañu-
tos más ó ménos diminutos. Esos cañutos poseen yemas, que
en las condiciones favorables se desarrollan y constituyen
los retoños, los cuales á su tiempo adquieren vida propia,
como se prueba separándolos de la caña que los produjo, y
sembrándolos en otro lugar. En ambos casos la caña se ha
producido por el desarrollo de un mismo órgano, la yema;
en ambos casos el retoño al cabo de cierto tiempo puede se-
pararse del pedazo de caña que lo originó, y trasplantarse
á otro sitio, donde vegeta con gran actividad si las condi-
ciones son favorables. Pues bien : si hay igualdad completa
en el orígen y resultados, ¿por qué atendemos con tanto cui-
dado la caña que proviene de cañutos que á gran costo sem-
bramos, y abandonamos aquella que se produce por cañutos
que sin trabajo alguno dejamos sembrados? ¿Qué privilegio
tiene la una para ser atendida con tanto esmero? ¿Qué culpa
— 382 —
pesa sobre la otra para que sea despreciada? ¿Será acaso
porque en ella invertimos ménos mano de obra, y que si fuese
cultivada oportuna y convenientemente, rendiria por cierto
tiempo tanto como la primera?
Veamos, en contraposicion con los principios de las siem-
bras humanas, las condiciones en que se encuentran las
siembras naturales. Las siembras naturales quedan reali-
zadas : 1. En crudo. 2.” La semilla se encuentra situada á
corta profundidad : muchas veces no la cubre la tierra.
3. En todo tiempo se siembra. 4.” En general la semilla
no es la mejor. 5.” Los retoños brotan á menudo en medio
de yerbas nocivas. 6. La semilla se siembra muy junta.
7.2 La tierra se encuentra empobrecida, pues ha perdido
todas las materias que de su seno extrajeron las cañas que
en ella han vivido. 8. Si despues del corte sobrevienen
grandes lluvias, si las aguas no se escurren con facilidad,
si se estancan, se pueden podrir las cepas, y entónces apa-
recen pocos retoños; por el contrario, si se experimentan
grandes sequías, los reloños tampoco se muestran. (V. Siega
ó corté de las cañas, drenage, ete.)
Los defectos que presentan las siembras naturales pro-
vienen de causas cuya accion no nos es dado contrarestar
de una manera completa, mas ya que no podemos siempre
oponernos á que se originen, indudablemente debemos es-
forzarnos, por cuantos medios estén á nuestro arbitrio,
en corregir esos defectos, restableciendo el órden normal
que reclama la caña para desarrollarse beneficiosamente.
Aunque preparar el terreno con anticipacion sea siempre
lo más útil, sin embargo, se logran en cierto modo los bue-
nos resultados de las labores, si despues de haber sembrado
en crudo se ara el terreno comprendido entre surco y surco,
operacion tanlo más necesaria, cuanto que los nuevas raí-
ces tienen que extenderse mucho más para ir á buscar, léjos
del sitio ya explotado que ocupan, los alimentos que recla-
man para funcionar. Además las tiernas raíces experimen-
tan cierta dificultad en desarrollarse, porque las otras ver-
a de
— 383 —
lenecientes á las cañas que se acaban de cortar se oponen á
su fácil extension. — La superficialidad mayor ó menor de
la semilla se corrige cubriéndola con tierra. — La lim-
pieza del campo se logra chapeándolo oportunamente. —
Por fin, los defectos consiguientes á la cantidad de semilla
sembrada, á su clase, y al empobrecimiento de la tierra,
se evitan abonando el terreno con las sustancias más ade-
cuadas, añadidas en cantidad conveniente y en tiempo
oportuno. Muchos hacendados abonan sus campos el pri-
mer año; pero pocos lo hacen en los años siguientes, que
es cuando precisamente más lo han menester los cañave-
rales.
De los argumentos aquí presentados se colige con facili-
dad cuan útil es para la produccion de los retoños, sobre
todo de aquellos que provienen de cañas aun no maduras,
que llueva despues de haberse practicado el corte. Por
esta razon y otros motivos, siempre conviene reservar, para
segarlos en último tiempo, los campos tiernos, poco des-
arrollados, que así pueden aprovechar las primeras lluvias
de la estacion. — En los puntos en que el riego es posible,
conviene verificar esa benéfica operacion tan luego como se
cortan los campos, pues como hemos tenido ocasion de ma-
nifestarlo distintas veces, la caña, como todas las plantas
que se cultivan con el objeto de aprovechar los tallos, y por
su especial organizacion, reclama constantemente cierta
frescura en el terreno.
CULTIVO DE LOS CAMPOS DE CAÑA DESPUES DE LAS SIEGAS.
— Pocos son, por fortuna, los hacendados que dejan de co-
nocer las ventajas incalculables que proporciona un buen
sistema de cultivo, enel cual, fundándonos en los principios
cientificos, se dispongan todas las circunstancias para llegar
á obtener, no solo el mayor crecimiento de la caña, sino
aun que en sus tejidos se forme el máximum de azúcar,
contenido en los jugos más puros; pero, como hemos teni-
do ocasion de manifestarlo, incurriendo en una contradic-
— 384 —
cion incomprensible, todos los cuidados se reservan y pro-
digan en el primer año de cultivo, mientras que en los
sucesivos, en que, por lo ménos, tanto lo habrian menester
los campos, se desatienden, y despreciando todas las reglas
del arte, apénas se verifican en ellos los trabajos de mayor
urgencia. En las páginas que dedicamos á presentar am-
pliamente las razones que creimos oportuno exponer para
demostrar la necesidad de cultivar los campos todos los
años, aducimos cuantas pruebas nos parecieron conve-
nientes para poner fuera de duda nuestras ideas : en va-
rias ocasiones habiamos apuntado algunos particulares re-
lativos al mismo asunto; mas como hasta ahora no nos
habiamos dedicado con especialidad á presentar el plan ge-
neral de cultivo, despues de los sucesivos cortes, llena-
mos ese vacio, aun corriendo el riesgo de repetir ideas
manifestadas.
Los trabajos de cultivo despues de las siegas ó cortes son
los siguientes : 1.* Recorrer y perfeccionar el corte. 2.” Des-
aporcar y cubrir con tierra las cepas. 3. Abonar y enterrar
la paja. 4”. Arrejar y escardar.—Prescindimos de las resiem-
bras y ciertos cuidados referentes al rastrojo, porque de am-
bos asuntos nos hemos ocupado con detenimiento.— Veamos
en qué órden y de qué manera deben verificarse las enun-
ciadas operaciones.
Concluida la siega de la caña en cada paño de tierra, el
primer cuidado del agricultor debe consistir en hacer ins-
peccionar el corte, para corregir en tiempo oportuno los de-
fectos que en él existan, con cuya tarea se previenen efectos
desgraciados. — Todos los males consiguientes á las siegas
imperfectas han sido sacados á luz, del modo más completo,
en las páginas que dedicamos á tratar ese asunto : allí in-
dicamos los requisitos que deberian presidir á las siegas
racionales. — Es obvio que, hasta cierto punto, se pueden
evitar gran número de esos males verificando la siega en
los auspicios convenientes ; mas en los casos en que no sea
posible vigilar todos los trabajos, bueno será disponer una
06
pequeña cuadrilla de obreros, adiestrados é inteligentes,
los cuales, armados con machetes de Collins y cuchillos
bien afilados, irán perfeccionando el corte á medida que des-
cubran macollas que reclamen semejante cuidado. — Para
que esta operacion sea bien ejecutada, y se lleve á efecto
con rapidez, preciso es poder examinar las cepas : esta ins-
peccion exige que se separe la paja, á cuyo efecto se hará
preceder á los recortadores, uno ó dos trabajadores débiles,
los cuales, por medio de garabatos, irán apartando las hojas
secas, que tendrán el cuidado de colocar exactamente en la
parte media de las dos hileras de caña.
En seguida se hace obrar el arado pequeño de una sola
vertedera, el cual volteará la tierra hácia las cepas, y vol-"
viendo por el lado contrario, ejecutará un trabajo semejante
en el otro lado de la hilera, por cuya doble tarea se logra
amontonar la tierra sobre las cepas. — Mas como, á pesar
de las mejores condiciones en la ejecucion de la obra, nunca
se obtiene un resultado por completo satisfactorio, es con-
veniente finalizar, ó mejor dicho, regularizar y perfeccionar
el trabajo, haciéndolo concluir por obreros provistos de aza-
dones, los cuales cubren la cepa con la cantidad de tierra
suficiente. — Debemos advertir que para que esta operacion
se ejecute con facilidad, y produzca todos los beneficios que
esperamos conseguir al emprenderla, es preciso verificarla
en sazon, así como tambien es necesario que la tierra con
anterioridad haya sido bien preparada, sus propiedades físi-
cas corregidas, su composicion química modificada, etc. —
Antes de hacer obrar el arado, es útil derramar algun abono
sobre las cepas cortadas.— Esta materia fertilizante se puede
acarrear con las mismas carretas del tiro. — En el surco
abierto se coloca abono, ó sencillamente parte de la paja, si
se juzgáre conveniente con arreglo á los juicios anterior-
mente expuestos, y despues se continúa la rejaca de todo el
espacio que media entre las hileras de caña, de tal modo que
la tierra extraida de los surcos que sucesivamente se abran,
cubra los que con anterioridad se hayan trazado. — Merced
25
*
ve
— 386 —
á estas operaciones, queda el campo completamente abo-
nado, cubiertas las cepas con tierra, arrejado y chapeado en
toda su superficie. — Si se creyere conveniente, se puede
hacer pasar el arado de sub-suelo para desagregar el fondo
por lo ménos de los surcos laterales de las hileras de caña,
antes de abonarlos ó de colocar en ellos la paja.
Si posible es, conviene desagregar el fondo de todos los
surcos. — Con respecto á la separacion de la paja, supuesto
caso que se conserve, para poder arrejar los plantíos, cree-
mos oportuno exponer algunas consideraciones. — En las
cañas de planta, y muchas veces en las de soca, cuando la
cantidad de rastrojo es excesiva, no queda más recurso que
quemarla o extraerla del cañaveral, operacion en extremo
fácil, pues se ejecuta con la misma rapidez que aquella en
que se tiende ó amontona el bagazo. — Si el cañaveral se ha
cortado rápidamente y si se ha arrejado en poco tiempo, se
puede volver á extender la paja á fin de que sirva para con-
servar la humedad.
Algunas veces la tierra se encuentra tan endurecida, que
con dificultad puede obrar el arado de una vertedera tirado
por un solo buey; entónces es necesario preparar el trabajo,
haciendo uso de un potente escarificador, ó sencillamente del
arado del país : asi, aflojada la tierra, es más fácil verificar
la operacion por el arado de una sola vertedera.
Con respecto á la operacion de cubrir con tierra las cepas
cortadas, creemos conveniente manifestar que debe llevarse
á cabo con cierta medida, pues de lo contrario, produciría los
perjuicios que hemos apuntado á propósito de la aporcadura
externa exagerada. Cuando se piensa demoler un cañaveral
despues del próximo corte es ventajoso practicar en él
la aporcadura externa á su mayor grado — Las cepas es
útil y oportuno cubrirlas con preferencia al segundo año,
despues de haber sembrado profundamente : así en verdad
sólo se concluye de llenar el surco con la tierra de él
extraida. — Las operaciones que acabamos de describir,
deducidas lógicamente de los principios agronómicos,
— 387 —
han sido ejecutadas por nosotros, habiendo conse-
guido siempre el más feliz resultado. — Debemos ad-
vertir que aunque á primera vista parezcan prolijas y difí-
ciles de realizar, sin embargo, en la práctica, tan pronto
como los obreros están diestros, se advierte una grande
economía de mano de obra, comparándolas con el número
de jornales invertidos en nuestros imperfectos chapeos. —
Siguiendo ese órden racional, no solo mantendrémos más
tiempo nuestros campos en gran produccion, sino que aun
la tierra, de contínuo removida y abonada, irá fertilizándose
progresivamente y adquirirá cada vez mayor valor. De ellas
irán desapareciendo las yerbas adventicias.— En este último
concepto, creemos que si los hacendados reflexionan bien”
acerca de sus intereses, se convencerán de que á todo precio
les es útil superar cuantos obstáculos seles ofrecen hoy para
establecer atinadamente un buen sistema de cultivo. En el
dia despues de la zafra, preciso es dar á los campos dos, tres
y aun hasta cuatro manos de chapeo, en cuya realizacion se
invierte un número considerable de jornales : los chapeos
actuales, trás ser en extremo penosos, son imperfectos, y con
dificultad se consigue extirpar de los campos las yerbas ad-
venticias, sobre todo aquellas que se propagan por sus ór-
ganos subterráneos. Miéntras que si se ejecutasen los tra-
bajos del modo más racional, esas mismas plantas, con más
frecuencia heridas y á un grado mucho mayor, pronto se
extinguirian, y así adquiriria el campo considerable valía,
pues menores serian los trabajos que exigiria para que en
él vegetasen con lozanía las plantas cultivadas. — Nadie
ignora que cuando se examina un terreno para justipreciar
su valor, á más de otras circunstancias, se tiene muy en
cuenta las plantas adventicias que en él crecen. — Conside-
rando la limpieza, podemos asegurar que al cabo de uno ó
dos años de buen cultivo los cañaverales presentan un as-
pecto tan sorprendente, que cualquiera, al examinar sus her-
mosas y bien delineadas hileras de caña, creeria barridos
los intervalos que median entre ellos; efecto que se nota
Y
— 388 —
sobre todo en el primer año, cuando no existe paja en el
campo. — ¡Y para conseguir todas esas ventajas y benefi-
cios solo se necesita algun empeño al principio y constancia
en lo sucesivo!
Bien es cierto que muchos nos dirán que siguiendo este
órden, en los años siguientes á los cortes se trabaja tanto
como si se verificase una siembra nueva : á esos contestaré-
mos citándoles cuanto hemos expuesto al tratar de la nece-
sidad de cultivar los campos anualmente para mantenerlos
en buen estado.
Para completar las ideas relativas al asunto que tratamos,
deben tenerse presentes los hechos y raciocinios expuestos
á propósito de las rejacas y desaporcaduras. (V. páginas 199
y siguientes.)
Creemos de la mayorimportancia insistir acerca de la eje-
cucion de todas aquellas prácticas que más ó ménos directa-
mente conducen á disminuir la mano de obra y aumentar
la produccion, no solo por los beneficios inmediatos que na-
die desconoce, sino aun porque así se podrian asociar al
cultivo de la caña otros que, á la vez que acrecerian el in-
terés de los capitales empleados, permitirian establecer la
rotacion de cosechas, el cultivo de prados artificiales, la fa-
bricacion de abonos, etc.; en una palabra, lodas aquellas
reformas agricolas que imperiosamente y en muy corto
tiempo, preciso es instalar en el país para revivir su desfa-
lleciente agricultura.
PREPARACION DE LOS CAÑAVERALES DEMOLIDOS
PARA DISPONERLOS A NUEVAS SIEMBRAS.
Cuando se juzga que un campo de caña no produce sufi-
ciente número de tallos; esto es, la cantidad indispensable
parare compensar Ja mano de obra invertida en su cuidado,
— 389 —
ni capaz de superar ó igualar por lo ménos los intereses de
los capitales colocados en las demás dependencias de la finca,
es urgente proceder á su demolicion y preparar la tierra
para dedicarla á otra nueva siembra. Lo primero que debe
hacerse es quemar el cañaveral despues del corte, así que el
rastrojo desecado permita una combustion completa.
Despues es preciso labrarlo, abonarlo, etc. A este efecto, se
comienza, ántes de alzar el terreno por medio del arado de
una sola vertedera, por ejecutar en él un trabajo preparato-
rio, destinado á facilitar la obra definitiva del arado em-
pleado para romper la tierra. Semejante trabajo preparatorio
es bastante útil, porque las cepas fuertemente arraigadas
entorpecen la marcha del arado, producen un tiro desigual,
fatizan en extremo al gañan y á las bestias, y al fin, siempre
contribuyen á originar una obra imperfecta. El partido más
racional y conveniente sería realizar esa tarea empleando al
intento el instrumento ad hoc, es decir, el roturador ó el ar-
rancador de raíces; mas en el caso en que no se juzgue
necesario apurar tanto las condiciones impuestas por las
leyes de una buena labranza, al ménos se deberá usar con
anterioridad al arado de una vertedera el arado del país,
el cual por su forma puede suplir, hasta cierto punto, el util
que debiéramos emplear.
Cualquiera que sea el instrumento que se adopte y se haga
servir, es preciso ejecutar el trabajo oblicua ó perpendicu-
larmente á la direccion de las hileras de cepas. Una vez que
se ha conseguido el fin deseado, se procede á la recoleccion
de las cepas arrancadas, las cuales, si el terreno lo hubiese
menester se harán servir para quemar la arcilla, y en el
caso contrario, se hacinarán en pequeños montones, y en
tiempo oportuno se quemarán. — Los residuos de la que-
ma de la arcilla, ó sencillamente los cuerpos que proven-
gan de la incineracion de las cepas, se repartirán con la
mayor igualdad posible por la superficie del terreno; ope-
racion que será tanto más regular, en igualdad de circuns-
tancias, cuanto más esmero y tino se hayan puesto en mul-
*
— 390 —
tiplicar el número de montones. — Las envejecidas cepas,
sus numerosas y ramificadas raíces se descomponen consuma
lentitud : por medio del fuego aprovechamos de una manera
segura y rápida los principios bonificantes que contienen.
En este momento conviene distribuir en el campo los abo-
nos y correctivos que se juzgue necesario incorporar con las
partículas de la tierra, por medio de las sucesivas operacio-
nes de la labranza. En seguida se comienza á alzar al ter-
reno empleando el arado de una sola vertedera, el cual trazará
sus surcos perpendicularmente á la direccion primitiva de las
“hileras de caña. Detrás del arado de una sola vertedera por el
surco que vaya trazando, si se juzga oportuno, se hará obrar
el arado de sub-suelo, para que así el fondo del surco quede
desagregado antes que reciba la tierra producida por el surco
inmediato. Si despues de esta labor se notasen aun algunas
cepas desenterradas, se recogerán, amontonándolas, y pro-
cediendo luego á su incineracion. Alzado el terreno y des-
agregado el sub-suelo, si tal operacion se creyó necesa-
ria, es útil pasar el rodillo de Crosskill, para romper de este
modo todos los terrones; despues se peina la superficie,
poniendo en accion las gradas, las cuales concluyen por
mezclar todas las particulas del terreno, arrancan de raíz
las yerbas, etc. Preparado el terreno del modo que acaba-
mos de describir, se procederá desde luego á sembrarlo de
caña, enel caso de que no sea más conveniente depositar en
él otra semilla, ó dejarlo descansar para que se meteorice.
En estos dos últimos casos, antes de proceder definitivamente
á la siembra de caña, bueno será darle una nueva labor, ya
con un arado ligero ó con un extirpador ó escarificador. De-
bemos recomendar con especialidad que se dejen meteorizar
bien los terrenos antes de volverlos á sembrar de caña. Tam-
bien es posible con ventaja cultivar en ellos otras plantas, ó
mejor aun, bonificarlos por medio de abonos verdes. — A
ménos que no se entierren no es conveniente cultivar bo-
niatos, pues extraen del suelo sales de potasa, tan necesa-
rias en el cultivo de la caña.
o
— 391 —
Las nuevas hileras de cañas deberán ocupar la mitad del
intervalo comprendido entre las hileras anteriormente exis-
tentes, y este cuidado tiene por objeto hacer que la caña
explote una tierra que hasta cierto punto ha permanecido en
barbecho. — En efecto, si se reflexiona un momento cómo,
durante todos los años de cultivo que ha durado el extin-
guido cañaveral, ese intervalo se ha enriquecido con todos
los despojos de las cañas, con los residuos de las yerbas ad-
venticias y de las cosechas intercaladas, habiendo ademág
recibido las influencias atmosféricas favorecidas por las la-
bores anteriores de preparacion y de cultivo, y las que se
acaban de realizar en ella, se comprenderá que esas fajas de
terreno deben ser más fértiles que aquellas que se encuen-
tran en los espacios ocupados por las hileras de caña. — A
pesar de reconocer estos beneficios, bueno será que manifes-
temos que es preciso apreciarlos en su justo valor, sin exa-
gerar su importancia. — El intervalo que media entre las
hileras de caña no permanece del todo improductivo, pues
por él se deslizan las raíces con tanto más vigor y pronti-
tud, cuanto más rico sea y más frecuentemente se haya re-
movido; así es que esos espacios contribuyen muy mucho
á la más perfecta nutricion de las cepas de caña. — Por otra
parte, si el terreno ha sido perfectamente labrado, sin que
áun así se haya conseguido de una manera absoluta y mate-
mática la exacta mezcla de todos sus componentes, al ménos
se habrá logrado crear en él una homogeneidad determi-
nada, de tal modo, que sus distintas fajas ofrecerán poco
más ó ménos una composicion bastante uniforme. — Des-
pues de esta aclaracion volvemos á recomendar que se abran
los surcos en el intervalo que media entre las antiguas hile-
ras; por el fondo de ellos se hará pasar, si se cree opor-
tuno, el arado de sub-suelo, se abonará, sembrará la caña, etc.
Si las distintas operaciones que acabamos de aconsejar,
convenientemente variadas y modificadas, segun las circuns-
tancias, se llevasen á efecto con perfeccion, se veria como al
cabo de cierto tiempo de cultivo muchos terrenos se bonifi-
— 392 —
carian, otros permanecerian gozando de la fertilidad inicial,
y sucesivamente los costos de cultivo irian disminuyendo, no
sólo de una manera relativa por el aumento de los produc-
tos, sino áun por la facilidad de ejecutar los trabajos; entre
otros, las penosas escardas cada dia se harian ménos indis-
pensables, pues las yerbas adventicias pronto desaparecerian.
—Entónces se convencerian los hacendados de que, léjos de
haber tierras viejas, impropias para el cultivo de la caña,
esos terrenos presentan ventajas de consideracion con res-
pecto á las tierras vírgenes recien desmontadas, las cuales
las explota el hombre tal como las brinda la naturaleza, sin
que le sea posible, hasta cierto punto, bonificarlas por com-
pleto y con economía. — En esas tierras vírgenes, cubiertas
de troncos, es imposible hacer pasarlas máquinas aratorias,
y por tanto no nos es dado arrejar, escardar y aporcar los
campos sino por medio del trabajo directo del hombre; si el
terreno es bajo, no podemos, por medio de labores profun-
das y la desagregacion del sub-suelo, contribuir á su des-
agúe interior; si la tierra no posee el conjunto de propieda-
des físicas, ni la composicion química exigida para el cul-
tivo de la caña, no nos es dado con perfeccion corregir las
primeras ni modificar las segundas, el tiro de las cañas es
difícil, etc. — Si muchos hacendados se convenciesen de
cuán verdaderas y fecundas en beneficiosos resultados son
estas ideas, ciertamente ántes de abandonar sus primitivos
fundos para ir á explotar otros, tratarian de poner por obra
todos los medios de hacer valer el bien que poseen, exci-
tando, restableciendo ó creando el poder productor de sus
tierras.
FLORESCENCIA DE LA CAÑA. — DAÑOS QUE PRODUCE. — MEDIOS
DE PRECAVERLOS. — En varias páginas de este libro hemos
manifestado juicios acerca de la florescencia de la caña. —
Conviene que tratemos especialmente este asunto, desenvol-
viéndolo sobre todo en uno de sus aspectos, pues á nuestro
entender es de suma importancia, y en ningun lugar es más
— 393 —
oportuno dilucidarlo que á propósito de la siega. — Hemos
estudiado este fenómeno á veces con relacion á la ciencia
pura : en ocasiones con el deseo de obtener fértiles semi-
llas; pero, por ahora, solo creemos conveniente declarar
cuanto acerca de él se nos ocurre relativamente á la elabo-
racion de los jugos de la caña. — La florescencia de la caña
puede producir verdaderos desastres, y los hacendados deben
estimarla casi tan funesta como un incendio en los caña-
verales. — Es preciso considerar con el mayor disgusto un
campo agúinado : en él cada dia que transcurre puede oca-
sionar cambio de azúcar cristalizable en azúcar incristali-
zable : de suerte que, la cantidad que nos sea dado extraer
más tarde no solo disminuye, sino que la elaboracion de los
jugos se hace en extremo difícil precisamente por la presen-
cia del azúcar incristalizable. — Aun suponiendo que qui-
siéramos aplicar los jugos así alterados para preparar con
ellos alcohol, siempre habria una gran pérdida, pues ese
mismo azúcar incristalizable disminuye por la fuerza de la
vegetacion, sirviendo para el desarrollo de los retoños
aéreos. — La florescencia de la caña es producida por la
trasformacion de la yema terminal de folífera en florífera.
Más tarde presentarémos la historia completa y comparada
de estas dos yemas, y entónces expondrémos como unos
órganos se metamorfosean en otros. — Conviene distinguir
las circunstancias en quela yema terminal folífera, conserva
su estructura propia, merced á una alimentacion normal, y
aquellas en que se convierte en yema florífera á influjo de
una nutricion desviada del estado fisiológico. — En efecto,
de acuerdo con las leyes generales de la ciencia, fundadas
en hechos recogidos durante siglos de práctica, se sabe que
un trastorno en la nutricion convierte las yemas folíferas
en yemas floríferas. — Hasta el más empírico jardinero no
ignora que las yemas nutridas abundantemente no produ-
cen flores sino hojas; de manera que el medio más seguro.
de originar estas y de impedir la aparicion de aquellas, con-
siste en promover una alimentacion copiosa, sana y apro-
— 394 —
piada al desarrollo de los órganos que deseamos ver crecer,
entendiéndose bien, que las demas circunstancias favorables
á la realizacion del fenómeno deben necesariamente concur-
rir. — La caña en la actualidad, tal cual se halla constituida
despues de haber sido multiplicada, durante siglos, por es-
taca, no es la planta natural en su estado espontáneo. — Es
muy posible que en su ser indígena la florescencia y desar-
rollo de fértiles semillas, etc, constituyesen los fenómenos
normales de su vida; pero entónces su tallo ni alcanzaria
las proporciones á que llega hoy, ni tampoco podia poseer
la constitucion que le distingue en la actualidad. — La caña
debió parecerse mucho al sorgo. — Sin embargo, conviene
advertir que aun entónces, propagándose por semillas, tam-
bien lo haría por hijos que brotasen de la cepa; por esta-
cas, originadas por tallos encamados y por retoños aéreos
que al encontrarse en contacto con el suelo arraigarian.
Y precisamente á tan peregrina multiplicacion natural
por estaca é hijos de la cepa, debe atribuirse el perfeccio-
namiento de la caña, que se halló así cultivada expontánea
mente, es decir, que por su propio ser se emplearon algu-
nos de los medios que nuestro arte usa para dirigir las fuer-
zas de la vegetacion encaminándolas á un fin determinado.
— La caña en esas circunstancias adquirió de más en más
el desarrollo y constitucion del tallo y de las hojas que la ca-
racterizan — La misma tendencia ha servido para multipli-
car las distintas variedades de caña que poseemos, origina-
das, posible es, por yemas modificadas y no por semillas. —
Cuando tratemos de las variedades de caña discutiremos con
detalle estos particulares. — Pero desde el presente no que-
remos dejar duda alguna en el ánimo del lector acerca de
un punto muy importante.—Es indudable, que el sorgo re-
producido por estaca, durante cierto tiempo, no solo pre-
sentará su tallo modificado sino que dará orígen á diversas
variedades ; pero nunca se trasformará en caña de azúcar
igual á las variedades que poseemos. —La caña de azúcar
amás degenera en sorgo; mientras que éste, supuesto caso
— 395 —
que fueseperfeccionado, al degenerar reproduciriaelsorgo co-
mun. —La constitucion de la caña ni es permanente ni aun
estable por mucho tiempo. — Varíasegun lascircunstancias. —
Cuando la caña de azúcar degenera, su tallo y hojas alcanzan
menores proporciones : los cañutos son cortos y leñosos : con-
tienen poco jugo y este de composicion variable. — La más pe-
queña observacion basta para conocer la facilidad con que
decae la caña por las circunstancias del terreno, condicio-
nes del cultivo, accidentes meteorológicos, etc, y la rapidez
con que aprovecha la accion de los requisitos favorables. —
Es una planta muy exigente.— Creer, pues, que la caña de
azúcar provenga del sorgo, es una opinion errónea tan in-
justificada por la teoría como por la práctica y la historia. —
Son especies diferentes. —Al comparar la caña de azúcar con
el sorgo, no ha sido nuestro pensamiento identificarlos en su
orígen ó en su apogeo de perfeccionada modificacion.
Es así mismo muy posible que en ese estadosilvestre y con
la especial naturaleza que entónces la caracterizaba, vege-
tase en terrenos hasta cierto grado diferentes á los que al
presente poseen todas las propiedades para que en ellos
crezca, dirigiendo todas sus funciones al desarrollo del
tallo y preparacion en él de la mayor cantidad de azúcar
cristalizable. — En el concepto de la fabricacion todo lo de-
bemos referir al incremento del tallo y á su apropiado ser
á semejante fin. — La conservacion y auge de la yema ter-
minal folífera, es, pues, el objeto que debemos tratar de
conseguir, evitando la aparicion y medro de la yema florí-
fera. — Por el contrario, si juzgásemos á propósito obtener
fértiles semillas, seria preciso disponer las circunstancias
de la vegetacion de la caña de manera á hacerla retroceder
y que volviese á constituir la planta primitiva análoga al
sorgo. Para lograr nuestro deseo sería preciso hacer un es-
tudio minucioso de todos los requisitos que favorecen hoy
naturalmente la florescencia de la caña. — Tal es, en tésis ge-
neral el programa que debemos seguir cuando nos propon-
gamos estudiar por completo esta materia. — Nosotros
— 396 —
comprendemos la extension del asunto, discernimos las va-
riables que es preciso determinar; pero, desgraciadamente,
no hemos podido llevar á cabo todas nuestras investigacio-
nes experimentales, niáun siquiera recoger las distintas ob-
servaciones que nos ofrece la naturaleza, las cuales compa-
radas, habrian arrojado la más intensa luz sobre la materia.
— Reconociendo de antemano la insuficiencia de datos, y
aunque en extremo incompletas, expondremos nuestras
ideas, pues aun así y todo, serán de útil enseñanza y apli-
cacion.
Antes de entrar de lleno en el exámen de los especiales
fenómenos que acaecen en la caña cuando florece, manifes-
tarémos los hechos generales á todas las gramíneas durante
ese período de su vida, los cuales tambien, aunque modifi-
cados, se realizan en la caña.
Cuando se cultivan las gramíneas con el objeto de obte-
ner granos, muchas semanas antes de la cosecha, la vida de
la planta es, por decirlo así, una vida interior durante la
cual la intervencion del suelo es poco importante. — Parece
que la planta contiene entónces la provision de substancias
indispensables para completar su desarrollo y desempeñar
todas sus postreras funciones. — Los últimos esfuerzos de
la vegetacion no tienen otro objeto sino un complemento de
elaboracion y diferente reparto de los principios constituti-
vos del vegetal, principalmente en provecho del grano. —
La espiga del trigo toma de las diferentes partes del tallo,
que la sostiene, poco más ó ménos todo el aumento del peso
con que se acrece en los 15 ó6 20 dias últimos de su desar-
rollo. — Los mismos fenómenos generales se realizan en la
caña. — Todos los cuerpos necesarios para la formacion y
desarrollo completo de la yema florífera son suministrados
por las partes inferiores del tallo, el cual se empobrece por
fuerza. — Entre esas materias figura el azúcar en lugar
preferente.
Examinemos los hechos especiales que se realizan en la
caña.
A A
E
Cuando la caña se desarrolla opulentamente, supuestos
los más favorables requisitos, si con cuidado se van opor-
tunamente separando las hojas á medida que se secan, se
concluye por tener casi todo el tallo en plena madurez, os-
tentando los matices que le distinguen en ese estado, una
vez que ha recibido la intensa accion del sol. — Apénas
queda entónces en la cima un reducido abanico de hojas,
que envuelven el pequeño número de tiernos cañutillos. —
El cogollo es exiguo. — En ese estado la caña, no obstante
haber alcanzado su completo crecimiento, no agúimna. —
Tan maduro tallo contiene la mayor cantidad posible de
azúcar cristalizable, sin mezcla de azúcar incristaliza-
ble, ó al ménos, esta se halla en dósis en extremo peque-
ñas. — Solo se encuentra azúcar incristalizable en los últi-
mos cañutos del escaso cogollo. — Si en tan próspero
estado de afinacion y riqueza de jugos la cortamos, obten-
drémos no solo un gran rendimiento en azúcar cristalizable
sino que además el guarapo casi no necesitará mas que ser
concentrado; á tal punto se ha defecado fisiológicamente. —
De la cepa cortada brotarán los más vigorosos retoños. Ad-
mitiendo que no se siegue la caña, si se la deja en pié, bro-
tarán siempre retoños del tallo subterráneo, y el aéreo ma-
duro concluirá por secarse y morir. — La yema terminal
conserva en todo su ser su estructura foliácea : si no crece
es sencillamente por falta de alimentos. — Supuesto caso
que se dispongan todas las circunstancias favorablemente
para que se realice su nutricion, se la verá proseguir desar-
rollándose y continuar produciendo los más hermosos ca-
ñutos. — Si en realidad ha habido retardo en el crecimiento,
los cañutos formados durante ese período serán más cortos
que los anteriores y posteriores. — Estos hechos quedan
demostrados por medio de los siguientes experimentos.
1.” Cortamos el cogollo de una caña en su completo y
último período de desarrollo : la seccion se hizo al traves
del antepenúltimo cañuto descubierto. — Se introdujo en
agua durante 3 horas, y despues se plantó fuertemente in-
— 398 —
clinado en una fecunda y suelta tierra. — Se regó copiosa-
mente dos veces al dia y durante los fuertes calores se le cu-
brió para preservarlo de la ardorosa accion del sol (de
11 4 3). — Pronto comenzó la vegetacion : la yema terminal
creció : de los cañutos enterrados brotaron retoños y con-
cluimos por tener una hermosa macolla. — La caña madre,
si sufre llamarse así, la que provino del medro de la yema
terminal, estaba aun más frondosa que las otras.
2.2 En la descripcion que presentamos del acodo de la
caña, se vé el tallo principal continuar desarrollándose hasta
producir más de cien cañutos. Pero en ese experimento,
por haber mantenido la caña derecha, sin permitirla enca-
marse, los cañutos eran cortísimos.
3.2 Dispusimos el experimento tal cual se halla declarado
en el acodo de la caña, y luego que se desarrollaron los hi-
jos por la parte del tallo enterrado, cortamos la caña por
debajo del cajon; abrimos este y plantamos la macolla en
excelente tierra. — Obtuvimos el más vigoroso conjunto de
tallos, bastante iguales y con hermosos cañutos.
Si quisiéramos proseguir estos experimentos con una
misma caña durante muchos años, veríamos que contínua
é indefinidamente se desarrollaria la yema terminal, siem-
pre y cuando se colocase en las circunstancias convenientes.
Queda, pues, demostrado, que la yema terminal folífera se
detiene en su desarrollo, conservando en su ser todas sus
propiedades, sencillamente por falta de alimentos, y que
luego que se les suministran adquiere nuevo y potente vi-
gor, creciendo opulentamente. — La yema florífera no apa-
rece. — Cuando una caña de planta de frio ó un campo de
soca, en bastante buen estado, agúina más ó menos, á pri-
mera vista se podria creer que la florescencia es el término
natural y perfecto de la vida de la caña, aun en su estado
presente de cultivo, y como esos campos, cortados en su
oportunidad, producen notable rendimiento, el fenómeno de
la florescencia podria ser interpretado de un modo distinto
al verdadero. — Pero, cuando un cañaveral de planta de
— 399 —
primavera florece en noviembre ó diciembre, es decir, de
7 á 8 meses de edad, y que examinando los tallos se ve cuan
miserables proporciones alcanzan, no puede quedar duda
que la florescencia es producida por un aniquilamiento, im-
perfeccion ó languidez del vegetal. — Ese campo producirá
fatales resultados fabriles : escaso será el rendimiento, y los
jugos contendrán notable cantidad de azúcar incristalizable.
— Si se examina el terreno bajo, mal preparado, donde se
plantó la caña sin la conveniente separacion entre las líneas,
no escardando ni despajando, etc., se comprenderá al mo-
mento lo cierto y lo verdadero de los hechos que tratamos
de hacer apreciar. — Hemos indicado las anteriores circuns-
tancias de terreno sencillamente por ser las que con más
cuidado hemos podido examinar, pues con arreglo á nues-
tras explicaciones, en todos los terrenos y circunstancias de
cultivo desfavorables para el medro contínuo de la caña y de
su perfecta madurez, en nuestro clima, se obtienen iguales
resultados. — Conviene que indaguemos si, conocidas las
causas naturales de la florescencia, es posible reunirlas arti-
ficialmente para producir el agúinamiento cada y cuando se
le quiera realizar, y al mismo tiempo es necesario que
fijémos hasta qué punto podemos evitarlo. — En fin, su-
puesto caso que sin nuestra voluntad se produzca natural-
mente el fenómeno, será útil determinar los efectos que ori-
gina y hasta qué grado es posible disminuir su nociva ac-
cion en el concepto fabril. Conocidas las circunstancias ex-
tremas de la florescencia, es indudable que su acaecimiento,
dependiente de la voluntad del hombre, es muy fácil no solo
de lograr sino de dirigir á un fin determinado. — Nosotros
hemos estudiado el agúinamiento, entre otros aspectos, con
el designio de obtener fértiles semillas. — No podemos des-
cribrir nuestros experimentos desenvolviendo las ideas que
de ellos se desprenden, porque ni los hemos variado al grado
que deseamos ni aun nos ha sido posible repetirlos. — Sin
embargo, creemos, aunque dejando intacta la perfecta re-
solucion, haber colocado el problema en el verdadero ter-
— 400 —
reno en que se le debe tratar. — Las personas que han de-
seado tener fértiles semillas de caña, con gran candidez, han
ido á buscarlas al cañaveral, sin sospechar que hubieran de-
bido comenzar por estudiar la florescencia, instituyendo ex-
perimentos afin de producirla en determinadas circunstan-
cias. Entónces habrian podido, aprovechando juiciosamente
las observaciones que les era dado reunir al estudiar el fenó-
meno natural, y por la comparacion atinada de todos los
hechos, deducir provechosas consecuencias para el esclare-
cimiento de la verdad. Observando la vegetacion de la caña
en buenos terrenos se notará, si las demás circunstancias
son favorables, que la de planta no agúina, y en esos requi-
sitos sólo florecen los tallos despues de varios córtes, es de-
cir, luego que las condiciones de la cepa y en algo la explo-
tacion continuada de la misma zona de tierra, hacen que se
produzcan cañas desmedradas. — La experimentacion com-
prueba los hechos naturales. — Mejorando con tino las con-
diciones del terreno, supuesto caso que por su propia vir-
tud sea contrario á que en él arraiguen las cañas, culti-
vando despues de conformidad con las reglas, que tan
laboriosamente venimos estableciendo, no haciendo durar
tantos años un cañaveral, sin renovar las plantaciones, etc.,
fácil es deducir que hasta cierto punto se podria impedir la
florescencia de la caña en el mismo grado que se nota en el
modelo natural que nos proponemos imitar. Debemos insis-
tir muy particularmente acerca de la importancia de no pro-
longar desmedidamente la duracion de los campos de caña.
— En efecto, segun hemos demostrado, las cañas que se
producen despues del corte, prescindiendo de otras condi=
ciones adversas, van encontrándose subterráneamente de
más en más cerca de la superficie del suelo, y esa sola par-
ticularidad es causa del aniquilamiento de los tallos produ-
cidos.
Todos los terrenos no tienen una naturaleza igualmente
favorable para el cultivo de la caña: entre los suelos, en los
cuales jamas agúina la caña de planta y aquellos en que
— 401 —
florece á los 7 meses de sembrada, existen muchos interme-
diarios más ó ménos próximos á uno de los dos extremos.
— La florescencia indica perfectamente la apropiacion del
terreno para el desarrollo de la caña, supuesto caso que no
se cometan faltas en su cultivo ó que las circunstancias me-
teorológicas favorezcan la aparicion de las flores. — En los
buenos cañaverales sólo se descubren gúines de trecho en
trecho. En la misma macolla no todos los tallos florecen. —
El cultivo de la caña en terrenos que permiliesen su flores-
cencia á los 7 meses seria desastroso en todos conceptos. —
Por fortunaes muy fácil, ó modificar la naturaleza del suelo,
ó adoptar un sistema de cultivo que ofrezca recursos para
disminuir en parte los males que no podemos precaver por
completo ó emplear ámbos arbitrios simultáneamente.
No siempre será hacedero modificar tan profundamente el
terreno de que disponemos, reconstituyéndolo de manera
que ofrezca igual fecundidad que aquella que caracteriza el
modelo natural. — De este modo en la generalidad de los
casos nos hallamos en alguna de las circunstancias interme-
diarias que hemos indicado.
Suponiendo que tengamos que cultivar la caña en seme-
jantes requisitos, es necesario hacer que crezca lo más po-
sible, y que luego que la florescencia se produzca, si es que
acaece, origine la menor suma de males. — De acuerdo
con estas ideas seria preciso, despues de mejorar el terreno
al grado posible, cultivar la caña con el mayor cuidado. —
Entre éstos debemos atender con diligencia á ejecutar todas
aquellas operaciones que favorezcan la verdadera madurez
del tallo. — Las plantaciones se ejecutarán á las distancias
más racionales, se despajará el tallo en su oportunidad, etc.
— En las cañas muy maduras y asoleadas, que poseen jugos
en extremo afinados y concentrados, en general, no hay cam-
bio de yema folífera en yema florífera. — La circulacion de
los jugos en ellas es mas difícil; de aquí que la yema termi-
nal folífera se detenga en su desarrollo. — Pero, suponiendo
que semejantes cañas agúinasen, ni los retoños aéreos natu-
26
— 402 —
rales podrian tomar rápido incremento, ni las yemas más
inferiores crecerian. — En efecto, haciendo que madure
la caña al extremo posible, se consigue hacer desaparecer
proporcionalmenle el azúcar incristalizable y casi se logra
desecar las yemas que se hallan en los cañutos más perfec-
tos. — Aun cuando esas yemas no pierdan por completo su
vigor vegetativo, siempre se desarrollarán con mucha ma-
yor dificultad que las yemas de tallos poco maduros, en los
cuales no sólo los botones brotan con más facilidad por su
estructura propia, sino que ademas hallan inmediatamente
el azúcar incristalizable necesario para su crecimiento. —
De esta manera hasta cierto punto se consigue limitar en
los últimos cañulos los perjuicios dependientes de la flores-
cencia. — Entónces bastará apresurarse á realizar el corte
para no experimentar daños de trascendencia.
¿Cuáles son los perjuicios que origina la florescencia de
la caña?
Cuando un campo agúina se halla en el mismo caso que
si se hubiesen desmochado, podado ó cortado los cogollos,
dejando los tallos en pié. — En esas circunstancias es evi-
dente que todas las fuerzas de la vegetacion irán encamina-
das á provocar el desarrollo de las yemas del tallo, es decir,
al crecimiento de retoños aéreos. — Hemos visto que el
solo hecho de la florescencia trae como consecuencia natu-
ral y forzosa el desarrollo de las yemas superiores de la
caña, es decir, de retoños aéreos. — Júzguese lo que acon-
tecerá por poco que las condiciones de vida favorezcan el
incremento de esos retoños y la aparicion de otros más in-
feriores. — Si acaecen frecuentes y copiosas lluvias, esos
retoños aéreos, tan nocivos, aumentarán en número y to-
marán dimensiones considerables, en perjuicio dela cantidad
de azúcar cristalizable contenida en la caña. — Por otra
parte, esas cañas agúinadas, gozando de los beneficios
del agua, originan tambien una gran hijeria. — Como
ademas el estado de los caminos y otras causas impiden
que el trabajo de la casa de ingenio se haga, es claro que
— 403 —
todo se unirá para producir la zafra ménos provechosa.
No queremos proseguir el exámen de esta materia porque
nuestras notas son en extremo incompletas. — Más ade-
lante volverémos á tratar el asunto. — Nuestra presente ex-
posicion, aunque insuficiente, será útil en sus aplicaciones.
ÁNIMALES DAÑINOS Y BENÉFICOS. — RATONES. — MAJA..—
La lista de los animales que en otros países atacan la caña
y concluyen por hacer desastroso su cultivo seria en extremo
larga. — Nuestros campos, por fortuna, no han sido aun
invadidos por semejantes plagas. — Es cierto que muchas
veces la palomilla devora las tiernas hojas de los retoños y
que tambien existe un gusano que taladra la caña. — Hor-
migas hay que construyen sus nidos por entre las raíces de
la caña; pero ninguno de esos animales ha perjudicado
nunca nuestras plantaciones á un grado notable.
La hoja de la caña suele padecer de una enfermedad que
se manifiesta por manchas rojas. -— En el tallo interior-
mente, cuando se agría, tambien se ven porciones rojas, de
un sabor muy particular.
Entre los animales que más perjuicio pueden producir á
diversas plantas cultivadas, es preciso colocar en primera
línea á los ratones. — Estos pequeños mamíferos causan
los mayores daños en las siembras de caña, maíz, cacao, etc.,
y en algunas colonias son de tal consideracion los males
producidos, que en ellas se les persigue y se trata de ex-
terminarlos, al punto que allí se pagan bastante caros los
cadáveres, como muestra del servicio prestado por personas
destinadas al efecto. — Aun hay más : se ha procurado in-
troducir y propagar en esos países otros animales, para que
concluyesen con los ratones. — Nuestro majá es el mejor
de cuantos enemigos puedan oponerse á la multiplicación y
existencia de esos roedores. — Este inofensivo y bello rep-
til los persigue y extingue casi por completo, y gracias á sus
buenos oficios hasta el presente nos hemos librado de los
desastres ocasionados por los ratones. — Convencidos per-
— 404 —
fectamente de los grandes beneficios que nos prestan en los
campos los majás, nunca hemos comprendido la insensatez
y crueldad con que procuramos destruirlos : en nuestras
fincas, tan luego como se descubre la inocente y benéfica
serpiente, blancos y negros se apresuran á matarla. — El
dia en que hayamos hecho desaparecer la especie sentiré-
mos, aunque tarde, la pérdida de un aliado tan útil; y ver-
daderamente no comprendemos tan bárbaro proceder, cuando
vemos el cuidado con que algunos colocan un majá en las
barbacoas donde guardan el maíz.
El majá cierto es que podrá comerse algunas gallinas y
pollos; pero este pequeño sacrificio es recompensado con
creces por los beneficios que procura. — En ciertas co-
marcas de la isla, en las cuales ya no existe en gran nú-
mero el majá, principian las cosechas de maiz y los campos
de caña á ser atacados por los ratones.
Es necesario, pues, proteger la existencia de ese benéfico
animal, imponiendo los más severos castigos á los que le
persigan.
Los hacendados de las colonias francesas é inglesas debe-
rian aclimatar el majá (Epicrates angulifer, Coctéau et Bi-
bron).
PROGRAMA PARA FORMAR UN LIBRO DE OBSERVACIONES AGRÍ-
COLAS E INDUSTRIALES. — La primera condicion para llegar
á obtener buenos y seguros resultados en cualquier clase de
industria, es hacer que el órden presida á todas las opera-
ciones, que ántes de ejecutarlas examinemos atentamente
las circunstancias que es preciso reunir para llevarlas á
efecto, y que una vez conseguido el fin deseado discutamos
los resultados obtenidos, para saber cuáles y en qué exten-
sion han intervenido los elementos productores. — Los que
proceden sin principios fijos, los que no sujetan á la más
severa crítica los resultados de la práclica, podrán acertar
por casualidad; pero, no dándose cuenta exacta del fin á
que han llegado, no podrán recoger los frutos de la experien-
— 405 —
cia para hacerlos servir de antorcha luminosa en las empre-
sas que más tarde acometan.
Convencidos de lo útil y necesario que es, tanto para los
propietarios actuales como para los futuros, así para el es-
tado presente como para el porvenir agrícola del país y los
intereses de la ciencia, un sistema general de observaciones
en las fincas, manifestamos aquí sucintamente algunas de
las ideas que nos parecen más acertadas para llegar á esta-
blecer una verdadera contabilidad agrícola que forme, por
decirlo así, el archivo de cada explotacion rural.
Como base indispensable de todo trabajo razonado, pedi-
mos desde luego que se levante el plano general de la finca,
donde se trazarian los cañaverales que constituyesen el
campo cultivado. — Estos cañaverales bien medidos irian
marcados en el plano con un número, y allí mismo se indi-
caria por medio de otro número, encerrado en un círculo,
ó escrito con tinta de color distinto, los cordeles planos de
que consta. En el campo se colocarian postes en cada caña-
veral, los cuales lleyarian los números correspondientes al
plano Ó se marcarian de cualquier otro modo, con tal que
fuera posible inmediatamente encontrar su situacion en el
trazado topográfico y vice-versa.
Lo primero que debiera hacerse, una vez que tuviésemos
el plano topográfico del ingenio, seria examinar el terreno,
determinando sus propiedades físicas, su composicion quí-
mica, la naturaleza del sub-suelo, la profundidad de la capa
vegetal, etc.
Si todo el paño detierra que se piensa explotar fuese unifor-
memente igual en todas sus propiedades, una reseña comun
bastaria para todos los cañaverales; mas si existiesen peda -
zos de terreno de calidades diferentes, seria preciso indicar
los cañaverales á que corresponden.
Conocida la dimension y determinada la naturaleza del
terreno, procederíamos á su explotacion, para lo cual abri-
ríamos una cuenta separada á cada cañaveral en el libro
destinado á la inscripcion del Estado del campo. — En el re-
— 406 —
gistro de cada cañaveral anotaríamos la preparacion que
recibió la tierra para disponerla á ser sembrada; en cuánto
tiempo se efectuaron esos trabajos; cuántos jornales fueron
en ellos invertidos; qué número de animales y qué instru-
mentos se emplearon para realizarlos; cuándo, cómo y en
qué circunstancias se practicó la siembra; qué cantidad de
semilla se empleó en ella; especie, edad y circunstancias de
la caña que se usó; cuánto tiempo tardó en nacer; qué cui-
dados reclamó hasta que la caña llegó á su apogeo de desar-
rollo, no olvidando contar los jornales invertidos y el tiempo
necesario para que pudiesen ser finalizadas todas las tareas,
haciendo particular mencion de la naturaleza y cantidad del
abono empleado; la época del año en que se distribuyó, el
período de crecimiento que alcanzaba la caña y jornales in-
vertidos. — En qué época se cortó cada cañaveral. — Jorna-
les invertidos en el corte, alza y tiro de la caña. — Cuántas
carretadas de caña produjo; peso término medio de cada
una; peso del metro de caña; dimension de la caña; canti-
dad de jugo que contiene; cantidad de guarapo extraida;
densidad de éste; determinacion de la riqueza sacarina por
medio del sacarímetro. — Qué cantidad de cal exigió para
su buena defecacion; cuántos panes produjo; peso de los
panes de azúcar verde, miel de descarga, miel de purga;
peso de los panes purgados. — Descripcion del barro em-
pleado; clasificacion del azúcar obtenido, no solo comparán-
dolo con los tipos holandeses sino aun analizándolo por
medio del sacarímetro. — Examinar las mieles con el
mismo instrumento. — Deducir el tanto por ciento de los
diferentes azúcares y mieles relativas á la cantidad de caña
molida. — En los años sucesivos se recogerian los mismos
datos, y cuando fuese necesario resembrar se apuntaria
cuándo y cómo se hizo la resiembra, qué cantidad de se-
milla requirió y los jornales empleados para llevarla á cabo.
— En el libro diario de la finca se anotaria la parte me-
teorológica, que puede reducirse á tres observaciones : la
temperatura, la direccion y velocidad del viento, y la canti-
— 407 —
dad de lluvia caida, aunque seria conveniente determinar
al mismo tiempo la altura barométrica y el estado higromé-
trico del aire. — Así mismo seria útil examinar la intensi-
dad del rocío en los cañaverales.
Examinemos las ventajas é inconvenientes que ofrece
nuestro plan. — Las dificultades que á primera vista po-
drian oponerse á su realizacion, creemos que pueden redu-
cirse á tres : 1.” Necesidad de ciertos conocimientos cientifi-
cos de que generalmente carecen los hacendados. — 2.” Falta
de tiempo para dedicarse á hacer observaciones tan minu-
ciosas, que reclaman una continua asistencia. — 3. La
marcha de las operaciones de la finca no permite hacer to-
das las indagaciones que hemos propuesto. Las únicas in-
vestigaciones que podrian reclamar la asistencia de un quí-
mico son : los análisis delos guarapos, mieles y azúcares, y
el exámen físico-químico del terreno. — En cuanto á los pri- :
meros, cualquiera persona sin necesidad de conocimientos
científicos especiales, puede en pocas horas aprender a usar
el sacarímetro y luego con alguna práctica obtener resulta-
dos tan exactos como aquellos á que pudiese llegar el quí-
mico más experto en esas manipulaciones. — El exámen
físico-químico del terreno tambien puede practicarse por
cualquiera persona inteligente que lo haya aprendido du-
rante una semana á la vista de un químico. — De manera
que esa primera objecion desaparece despues de nuestro
exámen. |
Es cierto que un administrador ó propietario no puede
disponer del tiempo necesario para dedicarse á hacer esas
observaciones. — Por este motivo proponemos la creacion
de una plaza de segundo administrador, que seria desem-
peñada por un jóven que hubiese recibido cierta educacion,
el cual al cabo de algun tiempo no solo seria apto para
practicar todas las investigaciones pedidas, sino que aun ad-
quiriria suficientes conocimientos prácticos para llegar á ser
un excelente administrador. — La creacion de ese destino
nos parece conveniente no sólo por la utilidad que prestaria
— 408 —
al propietario actual sino porque prepara, sirviendo de es-
cuela, por decirlo así, una nueva generacion de administra-
dores entendidos. — Ademas procura una carrera decente,
segura y lucrativa á los jóvenes que quieran dedicarse á la
agricultura. — En la práctica es probable que se tocarian
algunos inconvenientes, originados por las relaciones que
deberian existir entre los dos administradores; mas esos se-
rian fáciles de hacer desaparecer con algun tino y experien-
cia del corazon humano.
Convenimos en que la marcha general de las operaciones
de la finca se opondria á la realizacion de algunas de las
partes de nuestro plan; pero, afortunadamente, ni esos de-
talles son los más importantes, ni tampoco porque no se
pueda hacer todo se debe dejar de hacer algo. — Por otra
parte, muchas de esas observaciones, hasta cierto punto no
requieren que sean hechas más que una sola vez, y el resul-
tado puede servir de fundamento para cálculos aproximados.
Discutidos los inconvenientes, pasemos á enumerar algu-
nas de las ventajas que nos traeria la instalacion del plan
que venimos bosquejando.
No nos detendrémos ni un momento en examinar las uti-
lidades que aisladamente procuraria á cada propietario el
conocimiento completo del verdadero estado de su finca, de
la naturaleza y extension de sus siembras, sus produc-
tos, etc. Estos datos, que pocos hacendados poseen, son tan
necesarios que nos parece inútil demostrar los beneficios
consiguientes á su posesion.
Lo que á nuestro entender merece mayor importancia,
que el beneficio particular, es el bien general que resultaria
recogiendo todas esas observaciones hechas en distintas cir-
cunstancias, comparándolas y deduciendo las consecuencias
en que se debe fundar un cultivo razonado y verdadera-
mente experimental. — Entónces conoceríamos las mejores
condiciones del cultivo, los instrumentos más adecuados
para cada especie de terreno, etc., y solo así podríamos acer-
tadamente proceder en nuestra práctica.
— 409 —
Para llegar á un fin tan beneficioso decimos que seria ne-
cesario recoger y comparar todas las observaciones particu-
lares. — ¿Cómo obtendríamos ese resultado? — De dos ma-
neras : Óó bien que cada hacendado publicase aisladamente
sus observaciones, dejando á cargo de los interesados el
trabajo de la comparacion ulterior : ora, convocando á todos
los hacendados á un congreso agrícola, en el cual expusiesen
los hechos que hubiesen observado, para que, una vez com-
parados y discutidos, sus consecuencias sirviesen de base á
un sistema general de cultivo, aplicable segun los requisitos
- del terreno. — Una memoria, que se daria á luz, conte-
niendo todos los documentos que se tuvieron á la vista,
concluiria por propagar las buenas prácticas.
La institucion de esos congresos agrícolas, que tan buenos
resultados han producido en Europa, estamos seguros que
fácilmente se popularizaria en el país y conduciria, sin
duda alguna, á la reforma agrícola que es perentorio intro-
ducir en nuestros campos, para que al mismo tiempo que
mejoremos la condicion de los trabajadores obtengamos ma-
yor producto bruto y éste á ménos costo. :
Estamos convencidos de que las más elevadas cuestiones
sociales se encuentran envueltas en la reforma agrícola. —
En efecto, es imposible pensar ni un instante en hacer cul-
tivar nuestras tierras por el sistema actual con otros brazos
que los africanos, miéntras que desde el dia en que se
adopte un cultivo más nacional, en el cual el hombre, sus-
tituyendo á sus fuerzas los motores inanimados y el trabajo
de los animales, pueda conservar la posicion erguida para
que le organizó el Creador y economizar sus esfuerzos, en-
tónces podrá pensarse en colonizar el país ton trabajadores
libres. — Y no se crea que el sistema brutal y ruinoso de
explotar la tierra, poniendo sólo en juego la fuerza muscu-
lar de los hombres, deje de influir muy mucho aun en aque-
llos que la costumbre nos hace admitir que lo toleran. —
La disminucion de la vida media y el decrecimiento de fe-
cundidad en las negradas de los ingenios, comparadas á las
— 410 —
de los cafetales, prueban que impunemente no se pueden
hollar las leyes de la naturaleza.
Todos los propietarios del país claman porque se les su-
ministren más trabajadores : todos se quejan de que no pue-
den extender sus explotaciones por falta de brazos y de que
sus capitales permanecen improductivos para la agricultura;
pues bien ¿no seria más lógico y sencillo, ántes de tratar de
aumentar nuestra clase obrera, proponernos sacar mejor par-
tido del número de brazos que poseemos?
Esto se lograria aumentando el poder productor de la
tierra, descargando al hombre de una gran parte del tra-
bajo que hoy le abruma, para lo cual se introducirian en
nuestro cultivo las máquinas convenientes : alimentán-
dolo mejor; permitiéndoles descansar algunas horas más;
estableciendo la proporcion natural entre los sexos, etc. —
Estamos convencidos de que tenemos en nuestras manos los
medios de duplicar, por lo ménos, nuestra produccion. —
Las ideas que acabamos de exponer, ampliadas y desenvuel-
tas convenientemente, servirian para establecer un acertado
sistema de contabilidad agrícola, aplicable á toda clase de
fincas y á todo género de cultivos. — Quizás más adelante
expongamos, con más pormenor, este asunto, dando á luz
una sucinta memoria que haga conocer los experimentos é
investigaciones que seria preciso ejecutar.
— 411 —
PRODUCCION DE AZUCAR
Tiempos vendrán, por fortuna no muy lejanos, en los cua-
les una caballería de tierra, es decir, 13 hect. 42 Ó 33 acres,
poco más ó ménos, sembrada de caña, producirá suficientes
tallos para que de ellos nos sea posible extraer mil cajas de
azúcar, ó sean diez y siete ó veinte y dos milarrobas (11 kil.
50 forman una arroba) .. —Este concepto manifestado con an-
terioridad tan terminantemente, ha sido recibido en general
como una exageracion entusiasta de las esperanzas que aca-
riciamos acerca del progreso agrícola, y como quiera que es-
tamos muy léjos de habernos dejado seducir por los impul-
sos de la imaginacion, deseamos exponer las razones en las
cuales nos apoyamos para sostener esa verdad, á nuestro es-
píritu cada dia más demostrada. — Mas ántes de comenzar
la exposicion de los argumentos comprobatorios, debemos
asegurar que, al insistiracerca de este particular, no nos de-
termina el yano deseo de dejar manifestado el hecho, para
poder así más tarde reclamar la gloria de haber sido los pri-
meros en atrevernos á estamparlo públicamente en estas pá-
ginas; ménos aún es nuestro propósito, al aducir las razo-
nes para esclarecer el juicio, tan sólo evitar las críticas de los
que pudiesen tillarnos de ligeros; nó, nuestro fin es más
desinteresado, y al demostrar la verdad, sólo aspiramos á
ponerla tan fuera de duda, tan en su punto, la sacaremos á
luz de una manera tan clara, tan indubitable, que los ha-
cendados tendrán que aceptarla y trabajar á fin de conseguir
sus beneficiosos resultados.
En la actualidad, el término medio de la produccion de
azúcar por cada caballería de tierra sembrada de caña, es
poco más ó ménos de dos mil doscientas arrobas de azúcar;
pero éste no es el dato que debemos considerar, sino aquel
— 412 —
en el cual llegamos á la mayor produtcion, que muchos con-
sideran como excepcional, miéntras nosotros la tomamos por
modelo, y despues de haber estudiado con detenimiento las
circunstancias que la determinaron, tratamos de reprodu-
cirlas, para así llegar á generalizarla. Muchas personas saben
que una caballería de tumba ha llegado á producir, en ciertas
comarcas del país, de siete 4ocho mil panes de azúcar; infi-
nidad de individuos pueden afirmar haber conseguido de las
tumbas, en diferentes localidades, de cinco á seis mil panes de
azúcar. Veamos si esa misma produccion, considerada como
imposible de ser alcanzada por la ciencia, ha podido ser más
considerable. La caña en esos desmontes se sembró sin aten-
der á los requisitos que la ciencia enseña; se escardó no
siempre con oportunidad; recibió los riegos celestes cuando
éstos acaecieron, y el poder del hombre no intervino para su-
ministrar agua á las plantas cada y cuando lo habian me-
nester; las cañas sembradas á pequeñas distancias, y no des-
pajadas, no pudieron madurar por completo, de manera que
contenian, en jugos de composición complicada, una canti-
dad de azúcar menor que aquella que en mejores auspicios ha-
brian encerrado. Resulta, pues, que empleando un cultivo
más inteligente, por fuerza habriamos obtenido más cañas, y
éstas más sacarinas. Las cañas creciendo en requisitos más
favorables habrian contenido ménos leñoso, más jugos y
estos más ricos en azúcar. Examinemos la materia res-
pecto á la extraccion del azúcar: es posible que ni la má-
quina para mover el trapiche destinado á exprimir los tallos
fuese de bastante fuerza, ni éste tuviese un movimiento sufi-
cientemente lento para conseguir la mayor proporcion po-
sible de los zumos contenidos en los tejidos de los tallos (y
no se olvide que en el dia se trabaja mucho para conseguir
no sólo una más perfecta expresion, sino el lavado del ba-
gazo): se emplearon trenes jamaíquinos y una defecacion
imperfecta, circunstancias que no sólo impidieron extraer
todo el azúcar, sino queáun alteraron una gran parte de ella.
En seguida, por la purga se obtuvo una considerable canli-
— 413 —
dad de mieles, las cuales no se elaboraron para extraerles
todo el azúcar que contenian. Atendiendo á estas razones, es
fácil venir en conocimiento de que poniendo en juego me-
dios más perfeccionados de cultivo y elaboracion, la cantidad
de azúcar extraida habria sido mucho más considerable, y
sin duda alguna en numerosos casos hubiera pasado de diez
y siete ó veinte y dos mil arrobas, en ocasiones se hubiese
mantenido en ese límite, y en pocas circunstancias seria
menor.
Pero se nos dirá: « vuestro arguniento tiene por base la
produccion en las tumbas, el cultivo y la elaboracion perfec-
cionados, y no dudamos que reuniendo todos esos « poquitos
buenos, » se consigan los resultados que se anuncian; pero
las tumbas concluyen por esterilizarse, ó al ménos su fe-
cundidad decrece, y al cabo de cierto tiempo esa misma ca-
ballería de tierra sembrada por tercera ó cuarta vez, no pro-
duce más que dos mil arrobas de azúcar, y la caña se aca-
gúasa y desaparece despues de dos, tres ó cuatro cortes.» |
Aceptamos el argumento, y vamosá demostrar que nos es
posible reproducir tumbas más fértiles, en infinidad de cir-
cunstancias, que aquellas que nos ofrece la naturaleza, para
lo cual séanos lícito estampar de nuevo en este lugar lo que
en otro tiempo dijimos respecto de los terrenos recien des-
montados.
Los agricultores del país admiten unánimemente que los
terrenos recien desmontados, por lo comun, son en extremo
fértiles, y tan es así, que casi todos consideran la realizacion
de las tumbas como el único é infalible medio de conseguir
terrenos que nos proporcionen grandes cosechas. A éstos
últimos hemos tenido ocasion con frecuencia de oirles repe-
tir que es prudente «no perder el tiempo cultivando ter-
renos cansados, viejos, ya explotados, y que más vale una
tumba que cuantos terrenos antiguos se beneficien;» tambien
dicen que « para restablecer la decaida produccion en un
ingenio, y áun aumentarla, para levantarlo, es indispensable
sembrar en tumbas. »
— 414 —
Nos complacemos en admitir la reconocida fertilidad de
las tumbas, cuya potente vegetacion hemos tenido ocasion
de admirar: fundándonos en tan bien averiguada verdad
vamos á exponer algunos raciocinios en favor del cultivo per-
feccionado. —Las tumbas, tan feraces al principio, al cabo de
cierto numero de añosde cultivo pierden, en mayor ó menor
grado, su poder productor, y las cañas que en ellas se des-
arrollan vegetan con un vigor relativo á la depauperacion
del suelo. — Recordamos haber oido á un amigo nuestro de-
plorar este hecho al referirnos cómo en las tumbas conseguia
una produccion extraordinaria, miéntras queá la segunda
ó tercera vez de sembrar la caña, la fertilidad del terreno
habia desaparecido, mostrándose en él una naturaleza en
extremo opuesta al cultivo de ella.
¿Qué diferencia esencial puede existir en el mismo terreno,
considerado en dos épocas distintas? ¿Acaso poseerá una
virtud oculta al salir de su estado de virginidad ? ¿Esa virtud
por fuerza tiene que darla la misma naturaleza? ¿Qué prin-
cipios contenia inicialmente el terreno, los cuales más tarde
perdió en mayor ó menor escala? — Si se examina sin preo-
cupacion el asunto, se verá que la feracidad de las tumbas es
producida principalmente por la cantidad considerable de
materias alimenticias que posee, las cuales, merced á su be-
néfico influjo, por su preponderante y útil accion, son capa-
ces muchas veces de ocultar, ó mejor dicho, hacer que pasen
inadvertidos, los efectos nocivos de otras propiedades poco
adecuadas al cultivo de la caña, las que en tiempos futuros
"muestran su actividad libre y desembozadamente; entónces
notamos que el terreno es anegadizo ó seco, que su capa ve-
getal tiene poco espesor, que su sub-suelo es desfavora-
ble, etc., etc., miéntras que todos esos defectos, aunque siem-
pre existieron, permanecian latentes, ó mejor dicho, oscure-
cidos y no apreciados, por no notarse tanto sus consecuen-
cias en las tumbas recientes. En otros términos, nos conten-
tábamos con la produccion, sin inquirir si podia ser mayor.
Si el exceso de abono constituye la bondad de las tumbas,
— 415 —
¿es posible, copiando el modelo natural, regenerar la primi-
tiva fertilidad ? — Los abonos que se hallan en las tumbas
son constituidos por el mantillo y por la gran cantidad de
sales que quedan como residuos de la incineracion de los
árboles : sales, digámoslo de paso, que son las más solubles
y alcalinas, pues provienen de hojas, ramas, árboles jóve-
nes, etc.
Agregando al terreno esas materias en la misma propor-
cion, repartiéndolas con la uniformidad conveniente, habré-
mos conseguido nuestro objeto; pero semejante resultado, por
próspero y fructuoso que se estime, en muchos casos seria
muy poco digno de nuestros adelantos agrícolas. — El cul-
tivo perfeccionado se propone precisamente reconstituir, res-
tablecer las circunstancias de fertilidad reunidas en las tum-
bas; pero al mismo tiempo aspira á más perfectos fines,
pues no limita su encargo tan sólo á suministrar un exceso
de abonos, sino tambien á reconstituir por completo la na-
turaleza del terreno, disponiendo las mejoras de tal suerte,
que mutuamente apoyadas y relacionadas, propendan por
sus especiales y recíprocas acciones á originar un equilibrio
estable, con el cual se consiga el máximum de produccion.
— El máximum de abonoconstituye tan sólo una de las partes
del sistema general de mejoras agrícolas, y semejante bene-
ficio no puede ser aprovechado por completo, si no coexisten
otras circunstancias favorables á la vegetacion.
Ampliemos rápidamente estas ideas.
La naturaleza nos ofrece como modelo, el tipo de terreno
más propio para cada cultivo en determinado clima; además,
nos ha dotado de la inteligencia necesaria para que por me-
dio de las investigaciones agrológicas podamos discernir los
elementos que combinándose constituyen el terreno-tipo
más tarde, recurriendo á la experimentación y á nuevas ob-
servaciones comparadas, llegamos á apreciar la accion pro-
pia y recíproca de todas y cada una de las variables.
Pues bien; el cultivo perfeccionado aspira á reproducir ó
acercarse á ese tipo, tomando por punto de partida el terre-
— 416 —
no de que dispone, cuyas condiciones normales modifica
para alcanzar lo que desea. Nadie sostendria que todas las
tumbas dan iguales resultados; nadie ignora que las tierras
explotadas no son igualement fértiles; en ellas existe una
diferencia manifiesta; luego la esencia, por decirlo así, de
los terrenos, es distinta, y si en algo convinieron al princi-
pio, fué porque en ellos dominaba un elemento comun (abo-
no); el cultivo perfeccionado se propone, tomando el peor
terreno cansado, reproducir un terreno semejante á las más
excelentes tumbas producidas en terrenos altamente feraces
por su propia naturaleza. Y este resultado, ¿á qué precio
se consigue ? Ciertamente á menor suma que aquella que se
invierte en realizar la tumba, cuya fertilidad es á menudo
muy transitoria, miéntras que la tumba artificial es más per-
manente y por competol productiva. Además, es preciso te-
ner en cuenta que los trabajos en terrenos libres de troncos
son más baratos, por que en ellos se pueden hacer obrar las
máquinas aratorias, etc. Debemos, por otra parte, conside-
rar los perjuicios generales y locales respecto del clima y
circunstancias higiénicas ocasionados por la tala de los
montes.
El dia en que los hacendados de Cuba acepten y realicen,
lleyvándolas al terreno de la práctica, las ideas que venimos
sosteniendo, nuestra produccion se aumentará de un modo
incalculable, pues muchas caballerías llegarán á producir
con mayor ó menor trabajo más que la tumba más fértil,
otras darán orígen á igual cosecha, y por fin, un corto nú-
mero no podrán alcanzar ese máximun, pudiendo, sin em-
bargo, asegurar que comparando el producto de una tumbas
con la cosecha de ese mismo terreno mejorado por el culti-
vo, la diferencia estará siempre á favor de este último. Es-
tas ideas serán ampliadas cuando nos ocupemos en demos-
trar la conveniencia de establecer unidad y coordinacion en
las mejoras agrícolas, llevándolas á cabo con simultaneidad
y en la medida oportuna.
Pero en fin, se nos dirá, ¿ cómo realizar mejoras de tama-
> O
— 417 —
ña trascendencia ? ¿Cómo hacer verdaderos esos milagros ?
Copiando la naturaleza, responderémos; á cuyo efecto, au-
méntese la capa vegetal; si ésta no tiene la profundidad con-
veniente, drénese el terreno, corríjanse sus propiedades físi-
cas, modifíquese su composicion química, rómpase el sub-
suelo, ó incorpórense sus partículas con el suelo, si fuere
preciso, etc. Despues siémbrese y cultívese la caña con arre-
glo á las reglas del arte y las exigencias de la planta. Por fin,
empléense los aparatos más perfeccionados para extraer el
azúcar, y apúrese hasta lo último esa extraccion, tratando
sucesivamente las mieles hasta que, por decirlo así, sólo con-
tengan sales y otras materias. Siguiendo este órden de tra-
bajos, se obtendrán artificialmente tumbas más productivas
que las naturales, y nos convenceremos de que es más eco-
nómico y beneficioso mejorar las tierras viejas que explotar
terrenos vírgenes.
Y no se crea que cuanto acabamos de exponer sea sólo hijo
del raciocinio: lo hemos practicado. — Una pequeña canti-
dad de terreno, sembrado de caña y cultivado en los mejores
requisitos, nos dió tal cantidad de azúcar, que calculando
por ella la produccion de una caballería de tierra, hubiéra-
mos obtenido más de mil cajas. — Mas se nos dirá: «no es
lo mismo cultivar algunos cordeles planos que sesenta ca-
ballerías : ¿ dónde encontrar los abonos para verificarlo ? »
— A esto contestarémos que no sabemos dónde, en efecto,
dándole á la palabra su genuino valor, se cultivan sesenta
caballerías de tierra, las cuales, si se explotan, pero de tal
modo, que no se puede decir que se cultivan : por otra par-
te, si una caballería de tierra llega á producir tanto como
diez de las actuales, los costos, por considerables que pa-
rezcan, quedarán compensados con beneficios, gracias á la
produccion. — Pero este último punto reclama una eluci-
dacion más ámplia que aquella que le podriamos consagrar
ahora. — Al terminar, nos atrevemos á asegurar que el dia
en el cual se cultiven bien nuestros campos, se considera-
rán como caguazos miserables aquellos que sólo produjeron
27
— 418 —
dos mil arrobas de azúcar por caballería, siendo entónces el
término medio general de la produccion por lo ménos de
nueve mil arrobas, y el máximum mil ó más cajas.
II. Completemos algunos de los datos anteriores y fije-
mos ciertos valores en medidas métricas.
Hemos admitido una produccion de 17000 arrobas de azúcar
por caballería de planta de frio en tumba. Es de suponerse
que no se extrajese más que un 5 por 100 de azúcar de la
caña, por consiguiente la caballeria habria producido 340000
arrobas de caña (3910000 kilógramos), lo cual corresponde á
291791 kilógramos de caña por hectárea. — Dando por cier-
to, cual debe haber acontecido en la generalidad de los casos,
una extracción de 4 por 100 de azúcar de la caña tendríamos
364746 kilógramos de caña por hectárea, que es á nuestro
entender lo que se ha cosechado en la inmensa mayoria de
las tumbas.
¿Es esa la mayor cantidad de caña que es posible produ-
cir en una hectárea de tierra en tumba natural ó artificial ?
Experimentos que hemos realizado nos permiten deducir que
se puede llegar á obtener 417377 kilógramos y este resulta-
do es tanto más preciso cuanto que se pesó la caña — No
dudamos, sin embargo, que semejante cantidad parecerá á
muchas personas una insensata exageracion; por consiguien-
te no nos atreverémos nisiquieraá manifestar que seria muy
posible conseguir más del doble, de acuerdo con ratio
nes y ensayos que hemos hecho.
Esos 417377 kilógramos de caña contienen, admitiendo 16
por 100 de azúcar en la caña, 66780 kilógramos de azúcar,
que en último resultado provienen de 103098 kilógramos de
ácido carbónico y de 38661 kilógramos de agua.
En la actualidad se acepta como hecho bien demostrado
que es posible extraer 10 por 100 de azúcar de la caña. —
Conocemos un fabricante que ha conseguido en zafras repe-
tidas 12 por 100 preparando cinco productos, y no nos re-
pugna creer que se llegará á obtener el 14 por 100 de azúcar
de la caña. -— Solo extrayendo el 10 por 100 en vez del 5,
— 419 —
nuestra produccion se duplicaria. — Júzguese lo que será
este país el dia en que se hagan coexistir un excelente cul-
tivo y una perfecta elaboracion de los jugos de la caña.
Pero nos place suponer que cuantas razones venimos expre-
sando sean calificadas de errores y soñadas imaginaciones.
Por fortuna, ó mejor dicho por desgracia, basta considerar
que Cuba es el primer país productor en punto á cantidad y
el último relativamente á la cosecha por hectárea, para no
conservar duda alguna acerca de nuestros juicios. — Sólo
nosotros gozamos del tristísimo privilegio de producir, por
gran término medio, ¡ 1900 kilógramos de azúcar por hec-
tárea !
Tan exigua cosecha es además incierta.
¿Qué factor beneficioso podrá contrarestar los inconve-
nientes de ese miserable esquilmo ? ¿Será, por ventu-
ra, la prosperidad del estado económico general del país?
¿Las contribuciones son de menor cuantía y se invierten en
gastos reproductiyos? ¿Nos vendrán en ayuda la abundan-
cia de brazos y el bajo precio de los capitales ? ¿La amorti-
zacion de las sumas invertidas se realiza á largo término ?
¿ Podrán favorecernos los reducidos derechos de importa-
cion en los países consumidores ? Si todos estos factores -
nos son desventajosos y contrarios, es indudable que nuestro
porvenir será lastimoso, sino sabemos y queremos vencer
las dificultades que nos circundan.
Cuanto venimos sosteniendo es fruto de maduras reflexio-
nes. -- Nuestros consejos y advertencias no deben ser atri-
buidos á exaltacion patriótica, sino al deseo de sostener la
verdad y defender nuestros comprometidos intereses. — Em-
pero, si alguna perplejidad quedase aún en el ánimo del
lector, puede consultar el excelente « Guide pratique du fabri-
cant de sucre » por Basset y allí encontrará lo que dice (t.I,
p. 538) acerca de este particular el más competente juez.
Las apreciaciones anteriores se refieren á campos de plan-
ta de frio en tumbas.— Pero se nos dirá « no pudiendo
siempre sembrar en tumba el dato es inexacto. » Creemos
— 420 —
haber demostrado que por el cultivo perfeccionado se pue-
den regenerar las tumbas y en muchos casos aumentar su
feracidad inicial. De suerte que de nosotros depende la re-
solucion de este particular. — Respecto á la diferencia de
produccion que existe entre un campo de planta y el mismo
en los sucesivos córtes, es indudable que va decreciendo
con arreglo á la fertilidad del terreno, cuidados de cultivo,
número de córtes, etc. —No haciendo durar un cañaveral, á
lo sumo, más de cuatro córtes, cultivando con perfeccion,
no es dudoso que podriamos obtener, con facilidad, por tér-
mino medio anual en el trascurso de la duracion del cañave-
ral, cien mil kilógramos de caña por hectárea, de los cuales
extraeríamos diez mil kilógramos de azúcar. — Reducida la
produccion en cuatro años (400000 kilógramos de caña) á lo
que se puede obtener sólo en un año, no habrá ningun ha-
cendado que nos tilde de ilusos, pues en nuestras aprecia-
ciones hemos descendido al mínimum.
Consideremos el aspecto general de los cañaverales en
tumba.
Hemos tenido ocasion de penetrar en nuestros vírgenes
bosques y confesamos que apesar de su exuberante vegela-
cion no nos hemos admirado sobremanera, por que natural-
mente comprendiamos que tan corpulentos árboles contaban
muchos años de existencia. — Las caobas de cuatro va-
ras de diámetro no nos asombran, porque juzgamos que
han necesitado numerosos años para alcanzar ese desar-
rollo.
Mas no nos acontece lo mismo con un campo de caña de
frio en tumba. —En efecto, vemos cortar el monte, contem-
plamos con tristeza el desapacible y asolado cuadro de la
tumba limpia y quemada: asistimos á la realizacion de la
siembra: la vemos nacer y desarrollarse con opulencia, y al
cabo de los 156 18 meses constituir un conjunto tan mara-
villoso de materia vegetal, que nunca hemos podido obser-
varlo sin la más viva admiracion. —En tan corto tiempo pa-
rece cosa de encantamiento. — Es imposible penetrar en el
A
cañaveral ni áun siguiendo la direccion de la siembra.
Parte de la caña está tendida y otra, apesar de las grandes
dimensiones que ostenta, permanece derecha: los tallos se
sostienen mutuamente. — El que no haya visto semejante
campo jamás comprenderá lo que en este clima realiza la
naturaleza.
El período carbonífero estaba caracterizado por una tem-
peratura elevada, gran humedad, y á juicio de muchos geó-
logos, por una cantidad mayor de ácido carbónico en la
atmósfera; pero, durante ese liempo, la luz no iluminaba la
tierra. — De aquí su monótona y triste vegetacion criptogá-
mica. —Si en el trascurso de esa época la luz del sol hubie-
se podido penetrar al traves de los vapores contenidos en el
aire, losdepósitos de carbon de piedra tendrian mayor espe-
sor. — Y si la naturaleza se hubiese servido de un organis-
mo tan potente como el de la caña ¿ qué no habrian sido ?
— Las cantidades de carbono fijadas hubieran sido infinita-
mente más considerables, y habiendo durado ese período mi-
llones de años no temeriamos hoy que se agotasen en un
plazo relativamente breve los depósitos de combustible.
La influencia de la luz es tan manifiesta, que apesar de no
contener la atmósfera más que cuatro diez milésimas partes
(en volúmen) de ácido carbónico, nuestra flora es más rica
y potente que la vegetacion del período carbonífero.
Si despues de la impresion general meditamos acerca de
las activas é incesantes funciones de la caña, mayor será
nuestra admiracion. — Ese entrar y ese salir del agua, atra-
vesando la economía, como vehículo de sustancias nutritivas,
la cantidad que de ella permanece en el organismo con
servando su identidad : la proporcion que se descompone pa-
ra suministrar el hidrógeno de todas las materias orgáni-
cas: el ácido carbónico tomado del aire y de la tierra:
el oxígeno que sirve para la respiracion, etc., todo ese
armónico conjunto de funciones organizadoras de los
cuerpos inorgánicos ; la formacion de compuestos transito-
rios; su aprovechamiento para el cumplimento de los actos
— 422 —
vegetativos, etc., desempeñándose con una energía sin igual
nos causan el más vivo embeleso. — Cierto es que esas son
las funciones del comun de los vegetales; pero, lo que es de
considerar, es la amplitud desplegada y los resultados obte-
nidos.
FIJACION DEL CARBONO. — SU PROCEDENCIA. — FUERZA QUÍ-
MICA DE LA LUZ. Es muy difícil determinar la cantidad de
carbono fijada en una hectárea de tierra plantada de caña.
— En efecto, es necesario considerar no sólo los tallos úti-
les, sino además el cogollo, todas las hojas, las raíces,
las cañas muertas y los retoños inútiles, por que todos esos
cuerpos contienen carbono.
Por una apreciacion, muy inferior á la verdad, admitire-
mos que en un campo de caña de frio en tumba se fijen por
lo ménos 80000 kilógramos de carbono por hectárea en un
espacio de tiempo comprendido entre 15 y 18 meses: — no
considerando la mayor produccion de dicho terreno ni exa-
gerando la estimacion de lo que no se puede apreciar.
Esa cantidad de carbono proviene de 293333 kilógramos
de ácido carbónico.
La caña, como todas las plantas, es susceptible de tomar
del aire el ácido carbónico de que ha menester para su
desarrollo; pero entre un crecimiento normal y otro exube-
rante, existe gran diferencia. — Conviene, pues, determinar
cuál es el mayor desarrollo que puede alcanzar la caña nu-
triéndose, con respecto al carbono, del ácido carbónico del
aire: hasta qué grado aumenta su vigor el ácido carbónico
suministrado por la tierra, etc., puntos que no podemos di-
lucidar por ahora hasta que no hayamos repetido nuestros
experimentos.
Los 80000 kilógramos de carbono fijados en una hectá-
rea detierra contienen una energía potencialigualá 646.400000
calorias ó sean en trabajo mecánico 274073.600000 kilógra-
metros.
Debemos advertir de nuevo que ni el número 80000 kiló-
— 423 —
gramos de carbono es el exacto en las condiciones que supo-
nemos ni tampoco corresponde á la mayor cosecha. —A nues”
tro juicio, manteniéndonos en la realidad de los hechos,
seria preciso tomar el doble. —Pero ni aun así representa to-
da la fuerza química de la luz obrando sobre una planta co-
mo la caña. — En efecto, cualquiera que sea en absoluto la
potencia de la fuerza química de la luz, en nuestro clima,
no todas las plantas pueden aprovecharla, por su estructu-
ra propia y funciones determinadas, en igual grado: todas
las plantas, en igual tiempo, no fijan la misma cantidad de
carbono. — Aun considerando la misma planta, vemos que
no fija la misma cantidad de carbono en todos sus períodos
de crecimiento. — Estimando el resultado general en un pe-
riodo determinado se tiene el trabajo total de la luz. — Si se
desea apreciar cuál es la mayor energía química de la luz
aprovechada por la planta, es necesario fundar el cálculo en
lo que acontece durante la época de mayor vigor.— La can-
tidad de carbono fijada en una cosecha de caña durante cier-
to período de tiempo indica el resultado general; pero no
da la medida de lo que acontece en el período de mayor fuer-
za vegetativa.
La descomposicion del ácido carbónico no es igual en to-
dos los períodos de la vegetacion de la caña. — Es proporcio-
nal al desarrollo y número de hojas, — Pequeño al princi-
pio va en aumento á medida que existen hojas más numero-
sas y mayores : despues disminuye con arreglo á la madu-
rez del tallo, es decir, luego que las hojas marchitas y secas
cesan de funcionar, y concluye al fin por ser tan reducido co-
mo en los primeros tiempos. — Si calculamos la cantidad de
ácido carbónico en el momento en que la caña en todo su
vigor lo descompone en mayor proporcion y si admitimos
que se mantenga siempre igual en todo un año, lo cual es
imposible, tendremos el valor de la fuerza química desplega-
da por la luz, supuesto un igual trabajo en todas las épocas
de la vida de la caña.
Creemos conveniente manifestar algunas indicaciones acer-
— 424 —
cade la fuerza química de la luz, considerada como elemento
de clima y su modo de obrar en las reacciones químicas.
Con el nombre general de actinometros se conocen los me-
dios de estudiar las propiedades caloríficas, lumíni-
cas y químicas de los rayos solares. — Para graduar los
efectos químicos se ha recurrido á varias reacciones; pero
sin determinar lo que acontece en ellas ni aun poder llegar
á resultados comparables.
Berthelot, al estudiar la accion química de la luz, distingue
dos clases de reacciones: exotérmicas (que desprenden calor) y
endotérmicas, que absorben calor. — En las primeras la luz
determina el fenómeno químico, pero no efectua el traba-
joprincipal; en las segundas, al contrario, es la luz ó, con más
exactitud, el acto de la iluminacion, la fuerza que realiza el
trabajo necesario para descomponer el ácido carbónico en la
respiracion clorifiliana. — Para poder graduar el trabajo de
la luz en este último caso seria preciso estudiar un fenóme-
no de combinacion ó de descomposicion que se produjese
absorbiendo calor; pero, prescindiendo de que es difícil en-
contrar semejante reaccion, que se preste á comparaciones,
siempre los resultados que se obtendrian serian aplicables á
esa reaccion y á las radiaciones eficaces para producirla, pe-
ro nó á las reacciones fotoquímicas en general. — Cuando se
trate de estudiar la accion de la luz sobre las plantas, es pre-
ciso recurrir á ellas mismas y examinarlas en sus diversos
períodos de desarrollo.
Marchand, que ha estudiado con gran atencion este asun-
to, ha propuesto la palabra antitupia (movimiento de reac-
cion) para designar la fuerza química de la luz solar, y lla-
ma fotantitupimetria los medios de medir esa fuerza.
No existe ninguna planta susceptible de aprovechar por
completo toda la fuerza química de la luz solar. —El traba-
jo realizado es una fraccion muy pequeña de lo que se po-
dria obtener.
Siendo esto cierto se podria creer, á primera vista, que no
teniamos para qué preocuparnos de agentes que tan abundan-
e ti
— 425 —
tementeposeemos.— Sin embargo, examinando mejor el par-
ticular, severá quees conveniente atender á su accion, no sólo
para aprovecharla al mayor grado posible, sino tambien pa-
ra evitar los males producidos por su influjo cuando no exis-
ten otras circunstancias que nos permitan beneficiarlos. —
Sin ellas esos benéficos agentes ocasionarian males de con-
sideracion.
CONSIDERACIONES GENERALES ACERCA DEL
CULTIVO DE LA CAÑA.
CONVENIENCIA DE ESTABLECER UNIDAD Y CONCORDANCIA EN
LAS MEJORAS AGRÍCOLAS, LLEVÁNDOLAS Á CABO CON SIMULTA-
NEIDAD, Y E£N-LA MEDIDA OPORTUNA. — La vida delas plantas,
su desarrollo normal, depende de un conjunto de circuns-
tancias, que mutuamente apoyadas, enlazadas y modificadas,
contribuyen al resultado final: éste, pues, es en último térmi-
no la resultante de las respectivas acciones y reacciones de dis-
tintos factores variables, que, existiendo en el tiempo y la medi-
daconveniente, producen el efecto general. — De la misma ma-
nera que la vida en el animal está sostenida por un conjunto
armónico de funciones, las cuales reclaman ciertos requi-
sitos especiales para realizarse; del mismo modo que la
falta de equilibrio entre esos requisitos, por exceso, defecto 6
alteracion, origina trastornos en la economía, asimismo las
plantas exigen para desarrollarse, un conjunto de circuns-
tancias, las cuales, armónicamente equilibradas en sus dis-
tintas y recíprocas acciones, propenden al resultado normal.
La ciencia, el talento, el tacto del agrónomo consiste en de-
terminar las relaciones recíprocas que enlazan las circuns-
tancias que deben concurrir para dar orígen, no ya senci-
llamente al tipo de terreno más propio para cada cultivo en
— 426 —
determinado clima, con un fin especial, haciéndose coexis-
tir al efecto los elementos que le constituyen, sino tambien
exaltar al último grado su poder productor. El punto de par-
tida, el fundamento, el exámen previo, la base de todos
los trabajos, es, pues, fijar la naturaleza del terreno, y com-
parándolo con el terreno tipo de antemano caracterizado
por medio de juiciosas observaciones variadas, multiplicadas
y comparadas, y en fin, comprobadas por experimentos al
efecto instituidos, deducir los cambios que es necesario rea-
lizar para mejorar, reproducir ó imitar el modelo. — Como
la medida en que será preciso hacer contribuir cada mejora
es relativa al estado inicial del terreno, es consiguiente que,
segun sus propiedades, así será la extension de sus mudan-
zas, de tal suerte que si existe normalmente determinada
circunstancia, inútil será emplear los medios de crearla, pero
si será preciso conservarla si por el cultivo se alterase.
Cada una de las operaciones que se ejecutan en la práctica
agrícola tiene sus fines particulares, precisos, bien determi-
nados, fijos, y al realizarla, deseamos conseguir resultados
previstos y con anterioridad definidos; pero para poder llegar
á obtenerlos en su más ámplia manifestacion, es necesario
el concurso de las demás circunstancias, las cuales, si no
existiesen, se crearán; áun llevándose á cabo las mejoras
con simultaneidad, es claro que no darán un resultado cons-
tante, si todas respectivamente no se proporcionan en el
grado conveniente. Así, lo repetimos, las circunstancias de
los cultivos no dependen de una sola y aislada operacion;
son el resultado de distintos elementos combinados, y para
conseguir el equilibrio favorable es urgente asociar y propor-
cionar todas las mejoras con el fin de que mutuamente mo-
dificadas produzcan de consuno el resultado general. Aún
hay más: cada operacion, útil en cierto grado cuando va
auxiliada por otras, es inútil, poco productiva ó áun no-
civa si con exclusion se quiere realizar.
Vamos á ampliar rápidamente estas ideas generales.
En la unidad armónica, sintesis final de tantos elementos
— 427 —
variados, recíprocamente modificados, que concurren para
obtener el mejor suelo, ocupa un lugar preferente el dre-
nage, el cual, aunque produciendo efectos propios y bien
determinados, ha menester para originarlos por completo,
con el mayor beneficio, el concurso de otras circunstancias,
las que á su vez exigen para mostrar todos sus provechosos
fines la coexistencia del drenage. En otros términos: esta
operacion, practicada de una manera aislada, desaten-
diendo las demás, ofrece inconvenientes ó no produce todos
sus útiles efectos de una manera continua : es preciso unir-
la á otras prácticas progresivas, las cuales, á más de deter-
minar y favorecer los beneficios del drenage, encuentran en
él un potente auxiliar para producir sus propios efectos.
Hemos relatado los beneficios que se consiguen por medio
del drenage: mas, como éstos están subordinados á la natu-
raleza del terreno, dicho se está que para obtenerlos en la
mayor escala posible es necesario disponer el suelo del modo
más adecuado, si por su naturaleza no posee el conjunto de
circunstancias deseadas : de aquí la utilidad de modificar las
propiedades físicas del terreno por medio de los correctivos,
de obrar sobre su composicion química con los convenientes
abonos, de efectuar labores profundas, de desagregar el sub-
suelo, de regar el terreno, etc. — Algunos agricultores, exa-
minando la accion del drenage en determinados terrenos,
vieron que la desagregacion del sub-suelo no aumentaba ni
contribuia á los provechosos efectos de aquel ; mas en seme-
jantescasos, esos experimentadores debieron haberreconocido
y manifestado que el sub-suelo no necesitaba perentoriamente
ser modificado. No basta fertilizar por una vez el terreno,
ejecutando en él todas las operaciones convenientes: como
que así dispuesto el terreno, las plantas absorben más mate-
rias alimenticias, como, por otra parte, éstas están sujetas á
mermar por otros motivos (aereacion, filtracion de aguas,
etc.), es preciso conservar la fertilidad, reparando las pérdidas
y restableciendo la armonía entre todas las circunstancias
variables que la constituyen.
— 428 —
Las labores se encuentran en el mismo caso que el drenage;
realizadas aisladamente, concluyen por esterilizar al cabo
de cierto tiempo el terreno, si no se acude á mejorarlo con
abonos, correctivos, etc.: el drenage á su vez es el comple-
mento de las labores. En efecto, las distintas operaciones de
la labranza verificadas sin el auxilio del drenage muchas
veces no se ejecutan con perfeccion, otras no producen todos
sus resultados, y en todas circunstancias no pueden ejercer
por tanto tiempo su influjo sobre el terreno que no se en-
cuentre sometido continuamente á otras acciones favorables.
Los abonos no son aprovechados por completo si las
demás circunstancias no favorecen la vegetacion ni las reac-
ciones que tienen que sufrir para ser absorbidos; pueden
perderse sin producir todos sus efectos; luego aisladamente
tampoco se consiguen, á ciencia cierta, grandes beneficios
empleando indiscretamente los abonos.
Las propiedades físicas del terreno no pueden modificarse
si no se desagua, riega y labra con perfeccion, y por fin, de
nada serviria modificarlas con inteligencia, sino se introdu-
jesen en él las materias alimenticias y se dispusiesen todas las
otras circunstancias susceptibles de favorecer la absorcion
de ellas. Además, esas mismas propiedades, idóneamente
modificadas, pueden originar la esterilizacion del terreno en
virtud de la más potente vegetacion, la cual supone no sólo
excitación en las funciones de las plantas, sino áun que és-
tas reciban mayor suma de materias alimenticias, las cua-
les, si sólo las suministra el terreno sin que se restablezcan
las pérdidas, concluirán por agotarse. Las propiedades físi-
cas con discrecion mejoradas establecen las más idóneas cir-
cunstancias para que se verifiquen las reacciones de los ele-
mentos del suelo entre sí, y las de estos en conflicto con la
atmósfera. Nadie ignora que el uso exclusivo de la marga,
sin los auxilios de los abonos, etc., hace infecundos á la lar-
ga, áun los terrenos más feraces: de aquí el proverbio : «la
marga enriquece á los padres y arruina á los hijos. » Cuan-
do tratamos de la marga demostramos, cómo ademas de cor-
na
— 429 —
rectivo es un abono calizo, que obra por si mismo y en vir-
tud de reacciones, que determina entrando en conflicto con
los elementos del suelo.
¿De qué serviria regar un terreno si el agua no pudiese
penetrar al traves de sus capas y fluir con libertad, desalo-
jando el aire viciado,humedeciendo todas las partículas, pro-
pendiendo á que se introdujese nuevo aire, facilitando ó de-
terminando ciertas reacciones y difundiendo las materias
útiles á la vegetación por todas las partículas de terreno ?
Si todas las circunstacias no fuesen favorables á la vegeta-
cion, es claro que el riego ó las lluvias en muchos casos no
harian más que lavar el terreno y concluir por esquilmarlo.
Sin contar que en terrenos fértiles y bien dispuestos, el
riego, usado como única práctica agrícola, concluiria por es-
terilizarlos.
En resolucion, todas las mejoras agrícolas deben efec-
tuarse de consuno; todas deben verificarse en la medida y
oportunidad necesarias, de tal modo que sus resultados par-
ticulares se unan armónicamente para originar el equilibrio
estable deseado. El grado relativo de todas y cada una de
esas mejoras, contribuyendo al resultado final, imprimiendo
á éste su carácter propio, lo distingue especialmente y lo
hace apto en su sér, para determinada planta, en un clima
dado, la cual elabore en sus tejidos especiales productos. Las
mejoras deben, pues, asociarse respectivamente á la natu-
raleza de las plantas, á la especializacion que queramos
dar á sus funciones, á las propiedades generales del terreno
y del clima; pero de todas maneras es preciso conciliar en
todas circunstancias, en la medida necesaria, los fines de
las labores preparatorias, delas labores profundas, las que
desagregan el sub-suelo, los correctivos, abonos sólidos,
aumentar el espesor de la capa vegetal, el Jrenage combi-
nado con el riego y el uso de los abonos líquidos; en una
palabra, realizar todas las mejoras que la ciencia moderna
aconseja para conseguir el máximun de produccion, pues
cada mejora, con respecto á las demas, en mayor ó menor
— 430 —
grado, mediata ó inmediatamente, es su complemento ó su
requisito indispensable. Si consideramos aisladamente cada
uno de esos grupos de requisitos, que habrán de asociarse,
reconocerémos que en su interior, si sufre decirse asi, debe
realizarse la misma estrecha dependencia entre las partes
que lo constituyen. Así, por ejemplo, relativamente á la na-
turaleza química, es de todo punto indispensable que todos
y cada uno de los cuerpos concurran en la cantidad nece-
saria : la ausencia ó disminucion ó exagerada dósis de uno
solo de ellos, destruye el equilibrio que debiera reinar á fin
de aprovechar por completo la accion de todos y de cada
uno de los otros. Y no basta que cada cuerpo exista, cual
lo demuestra el análisis químico, es preciso que además
posea la disposicion particular, que lo hace apto para ser
absorvido por las plantas.
En efecto, si con respecto á la nutricion de la planta, es
verdad bien fundada, en infinitos hechos, observados en
variadas circunstancias, que es preciso reunir cierto núme-
ro de cuerpos, cada cual en la dósis conveniente, debiendo
todos y cada uno estar apropiadamente constituidos, ¿no es
claro que si falta uno solo ó si nose halla en la cantidad ó
constitucion convenientes, es detodo punto imposible queen-
cuentre entónces el organismo lo que ha menester para su
desarrollo ? ¿ Puede, acaso, ser dudoso que sea indispensable
agregar al terreno lo que le falte para completar y apropiar
su composicion? ¿No es de todo punto probado que para
mantener esa composicion es ineludible restituirle en can-
tidad y calidad toda la sustancia que pierde por los suce-
sivos esquilmos ? ¿ Quién ignora que un abono incompleto
por fuerza tiene que buscar su complemento en los cuerpos
contenidos en el terreno y que concluirá por esterizarlo?—
Queda, pues, demostrado que cuando se abona, si se desea
obtener todos los beneficios consiguientes y precaver males
de consideracion, es imprescindible realizar la obra en sus
más minuciosas partes. — De otra manera, empleando sin
tino abonos incompletos, aun cuando al principio sea posi-
— 431 —
ble en algunos casos, obtener buenos resultados, á la postre
se esquilmará el terreno, pues se habrán ejecutado, como
ampliamente hemos puesto de manifiesto en otra ocasion,
los arbitrios infalibles para esterilizar las tierras. — Aún
hay mas: esa falta de concierto entre las partes que cons-
tituyen la composicion química, desarreglando por completo
sus efectos, hace que todas las demás mejoras agrícolas á
su vez no produzcan sus resultados en el mayor grado de
apogeo. — Cuanto acabamos de manifestar con respecto á las
operaciones necesarias para disponer y apropiar las tier-
ras para las siembras, debe extenderse á los trabajos
indispensables, á fin de conseguir el rápido y normal
desarrollo de las plantas, es decir, á los cuidados de culti-
vo, en otros términos, á aquellas obras que reclaman para
crecer con vigor y funcionar de un modo propicio á nuestros
deseos. — Como nuestro fin ha sido establecer principios
generales, no hemos creido conveniente desentrañar los re-
quisitos especiales que deben concurrir en cada una de las
mejoras agrícolas y los cuidados que debemos tributar á las
plantas durante sus diversas fases de desarrollo.
RELACIONES ENTRE LAS CIRCUNSTANCIAS DEL CLIMA, NATU-
RALEZA DE LA PLANTA Y REQUISITOS DEL CULTIVO. — Hemos
deseado, aduciendo toda suerte de argumentos, probar cuán
necesario nos era cultivar bien nuestros campos: á este efec-
to hemos manifestado cuantas reglas nos han parecido opor-
tunas para conseguir el fin que nos proponiamos alcanzar.
Vamos á recurrir, apelar y servirnos de un nuevo género
de razones, presentando en apoyo de nuestra proposicion
distintos hechos, que demostrarán cómo en los climas tropi-
cales, que gozan de una continua primavera, no interrum-
piéndose en ellos, ó mejor dicho, no debiéndose interrum-
pir las funciones vegetativas, habemos menester con urgencia
cultivar mejor que en otros climas, pues de lo contrario
mayores males por fuerza se nos originarán. Y entiéndase
que por buen cultivo queremos significar aquel en el cual
— 432 —
se aunan, en el tiempo y medida convenientes, todos y cada
uno de los requisitos que por su accion particular y recíproca
deben concurrir á realizar el conjunto de circunstancias
esenciales para que funcionen las plantas, cual apetecemos
al proponernos la creacion en sus organismos de señalados
productos.
El exámen especial que hemos hecho de todas las circuns-
tancias propias á cada cultivo nos permitirá, generalizando
las ideas y hechos particulares, elevarnos á la contemplacion
de las leyes que, comprendiéndolos á todos, se ciernen, do-
minan é imperan sobre los requisitos variables.
Para llevará cabo nuestro estudio comenzarémos por exa-
minar la accion que sobre los vegetales ejercen algunos de
los requisitos invariables de nuestro clima (calor y luz), y
en seguida determinarémos cómo hay que modificar los ac-
cidentales y contingentes (humedad, constitucion del suelo,
etc.) para armonizarlos con las causas que siempre produ-
cen sus efectos: en otros términos, queremos inquirir la
accion preponderante é inevitable de las circunstancias fijas,
las cuales siempre obran sobre las plantas: conocidos en
todas sus manifestaciones los requisitos constantes, fácil
nos será deducir cómo habrán de ser modificados los varia-
bles para que entónces nazca de la armonía el aprovecha-
miento de todos en su mayor grado.
Las circunstancias que caracterizan las regiones tropicales
son : calor, luz y humedad constantes, y todos los efectos
que dependen de estos tres requisitos, modificados parcial-
mente y en su conjunto por otras condiciones. — Las copiosas
lluvias, que caen con más ó ménos frecuencia, sobre todo
en determinadas épocas del año, penetran en la tierra; allí
las aguas son conservadas en parte en virtud de las propie-
dades del suelo, y en algun grado por la sombra y abrigo
de losárboles. De esta manera los bosques conservan siem-
pre una humedad que los vivifica. —En tal estado de cosas,
toma el hombre posesion del suelo para emprender en él el
cultivo de diversas plantas: al efecto descuaja los montes,
— 433 —
y así dispone de un terreno, que cualquiera que sea su cons-
titucion esencial, en aquel momento encierra tal cantidad
de materias fertilizantes acumuladas que, merced á ellas,
sus propiedades adversas, en el caso de existir, se encuen-
tran, por decirlo así, disimuladas, encubiertas y ocultas, ó
mejor dicho, no apreciadas. — Nos contentamos con las co-
sechas que realizamos sin investigar si hubieran podido ser
mayores y ménos sin preocupacion de su constancia.
Durante ese primer período continúa el agricultor gozando
del beneficio de las lluvias oportunas y de la frescura del
terreno, la cual queremos tan sólo hacer depender del exceso
de abonos : transcurren algunos años, la fertilidad inicial
va disminuyendo, las propiedades adversas, suponiendo que
se hallen en el terreno, no son ya latentes y muestran sus
perjudiciales efectos, las lluvias van escaseando y acaeciendo
con más ó ménos irregularidad á consecuencia de los des-
cuajes; de suerte que al fin se queda el agricultor en pre-
sencia de un terreno más ó ménos feraz y propio para los
cultivos, y de los fenómenos de humedad, dependientes de
las propiedades del suelo y de la irregularidad de las lluvias.
En último resultado, en ese extremo lo único que se conser-
va de la constitucion primitiva del clima tropical es el calor
y la luz, agentes que no pudiendo, como al principio, impri-
mir, sostener y excitar una gran actividad vital, pues les
faltan los otros elementos necesarios, pueden ejercer en
mayor ó menor grado una influencia nociva sobre la vege-
tacion.
La luz y el calor aumentan la succion, verificada por las
raíces, de los cuerpos contenidos en la tierra, determinan
la exhalacion acuosa por todas las partes aéreas del vegetal:
bajo el influjo de la luz se efectúa la descomposicion del
ácido carbónico por los órganos verdes. Ambos fluidos ex-
citan todas las funciones vegetales, las cuales con su benéfi-
ca intervencion se cumplen y desempeñan en su mayor am-
plitud. Aun hay más : bien sea por la accion general sobre
todas las funciones de la planta, ora por la especial sobre
28
— 434 —
aquellas con particularidad encargadas de fabricar el azúcar,
ó más bien por ambos motivos, es el caso que los dos agentes
son requisitos esenciales á fin de que se realice la formacion
del azúcar en los tejidos de la caña.
De esa gran fuerza excitante, impresa á toda la economía
vegetal por los mencionados fluidos, resulta que chupando
más las raíces de las plantas, evaporando más agua, des-
componiendo mejor y en mayor cantidad el ácido carbónico,
necesitan mayor cantidad de alimentos, y en particular de
humedad, para que, puestas todas las cosas en el grado y
punto necesarios, pueda conservarse la integridad del or-
ganismo, sostenerse sus funciones y desempeñarse en la
medida que comportan todas y cada una de las circunstan-
cias. De lo contrario se hallan más expuestas las plantas
á secarse, á modificarse en sus tejidos, y por tanto, se alte-
ran y trastornan sus funciones.
De cuanlo acabamos de exponer resulta que en los climas
tropicales, para aprovechar las dos circunstancias prósperas
que sin interrupcion obran en ellos, es preciso saber propor-
cionar, en su mayor grado, á las plantas todos los requisi-
tos que deben concurrir en el terreno y aquellos que han de
presidir á los cuidados que se les tributen durante los dis-
tintos períodos de su desarrollo. En estos climas es urgente
corregir mejor las propiedades físicas, modificar al extremo
conveniente la composicion química, sembrar bien, escardar,
regar, etc. Siguiendo tan útiles reglas, ningun clima es tan pro-
picio como el nuestro para hacernos conseguir valiosas cose-
chas; en él, merced á la ciencia, se obtendrán resultados
tan prósperos, que en el dia niáun siquiera nos atreveriamos
á manifestarlos á título de sencillos deseos. Desconocemos el
poder de la naturaleza y no sabemos dirigir sus esfuerzos.
A la accion excitante de la luz y del calor con respecto á
su influjo directo sobre los vegetales debemos agregar, como
causas que contribuyen al mismo fin, la energía de las reac-
ciones que se realizan entre los elementos del aire y del
suelo; las oxidaciones más rápidas y profundas; la nitrifica-
A BA E
cion; la desagregacion de los elementos inertes, etc.; la
formacion del nitrato de amoniaco en la atmósfera durante
las tempestades, y quizá siempre en menor escala. Estos
hechos demuestran cuán propicios son en estos climas to-
dos los requisitos para el desarrollo vegetal.
Suponiendo que no hubiese alteracion alguna en los re-
quisitos que constituyen el clima tropical, admitiendo que
se conservasen siempre el calor, la luz y la humedad en las
precisas relaciones en las cuales desde el principio se encon-
traron, es indudable que entónces no sólo se esquilmaria
más pronto el terreno por la exhuberancia de la vegetacion,
sino que tambien cualquier falta en la constitucion del suelo
y circunstanzias del cultivo aparecerian produciendo los
mayores males. En agricultura, miéntras más importantes
sean por sus útiles consecuencias los requisitos que obran,
más resaltan y se hacen notar la falta ó defecto de losdemas,
los cuales, unidos á los que ejercen sus acciones, debieran
concurrir á crear el conjunto de circunstancias favorables. —
Este hecho sólo se percibirá clara y distintamente por medio
de ensayos comparativos: en la generalidad de los casos,
cuando ciertas circunstancias favorables dominan, los resul-
tados que, merced á ellas, se consiguen, pueden oscurecer la
falta de las demas.
Bien sabemos que algunos autores sostienen una tésis de
todo punto opuesta á la que acabamos de defender. Segun
ellos, «en los climas cálidos, siendo la asimilacion del carbono
por las hojas de las plantas muy activa, es poco más ó menos
inútil suministrarles abono.» Tambien aseguran que «los
cereales rinden más cosechas y se contentan con suelos de
menor fertilidad.» Tan extraños juicios quedan reducidos á
su valor, recordando, como enseña la práctica y explica la
ciencia, que en los climas cálidos es preciso abonar mejor
que en otros. Por otra parte, la descomposicion del ácido
carbónico por las hojas no es susceptible de desempeñarse
aisladamente sin el concurso de las demas funciones. Sin
órganos convenientemente formados, sin materias que deter-
— 436 —
minen, faciliten y activen esa descomposicion, sin otras
funciones capaces de aprovechar los productos, etc., no se
concibe ni los medios de realizarse, ni el beneficio de los fi-
nes de semejante funcion. ¿Acaso se alimenta, vive y produ-
ce sólo el vegetal á expensas del ácido carbónico absorbido
por las hojas y las raices? Las cosechas de cereales, como
todos los esquilmos, son proporcionales á la fertilidad del
suelo, circunstancias climatéricas y condiciones del cultivo.
Ese supuesto aislamiento y supremacía de las funciones
de las hojas es detodo punto contrario á los hechos eviden=
ciados en todos los séres organizados. Entre todas las fun-
ciones de los séres vivientes existe tal enlace y subordinacion,
que cada una, á su vez, puede tomarse y servir de centro ó
de punto de partida; á su alrededor se agruparán ordenada y
armónicamente las demás. Hay una relacion recíproca, una
trabazon, una dependencia no interrumpida entre todas ellas:
cada una supone las demás y todas concurren en sus nece-
sarios y peculiares efectos á producir los fines generales y
especiales de la economía. Son más ó ménos importantes,
pero todas son necesarias para la existencia normal. El des-
arreglo ó perturbacion de cualquiera de ellas acarrea y pro-
duce, en mayor ó menor grado, una falta en el equilibrio ó
resultante general. Estas ideas han sido ya expuestas en
otro lugar, y así es que no juzgamos conveniente extender-
nos más sobre ellas.
Vamos á apelar á un nuevo género de argumentacion, el
cual nos servirá, no lo dudamos, para poner en su punto,
clara y distintamente, la verdad que deseamos establecer.—
Sea cual fuere en su esencia la naturaleza física, química y
geológica de un terreno, suponiendo que las plantas en él
subsistentes sean cultivadas en los mejores requisitos, está
bien probado y averiguado que las cosechas que en él se
obtuviesen dependerán de las circunstancias meteorológicas
en las cuales se hayan desarrollado las plantas; miéntras
más favorables sean éstas, mayores serán las cosechas;
miéntras ménos benéficas se hayan mostrado durante el
— 437 —
curso de la vida de las plantas, menores serán los productos
obtenidos. Deaquí se sigue que haciendo perder las cosechas
muy elevadas, mayores cantidades de materias alimentosas
al suelo, éste se esterilizará más pronto y habrá que resta-
blecer, pues, en mayor grado sus condiciones fertilizadoras,
á riesgo y peligro, de lo contrario, de ver disminuir las co-
sechas en los posteriores años de una manera muy rápida.—
Por este motivo los labradores europeos dicen que los años
infértiles, aquellos en los cuales las cosechas han sido pe-
queñas, por circunstancias atmosféricas desfavorables, obran
como un barbecho respecto de las subsiguientes, en que los
productos son mucho mayores. Pues bien, en los climas cá-
lidos no faltan nunca, siempre pueden concurrir y mostrar
su accion esas circunstancias atmosféricas que excitan la
vegetacion ; por tanto, en todas ocasiones y tiempos, sin
tregua ni descanso, obran semejantes causas de esteriliza-
cion del suelo y de aumento de las cosechas.
La caña, como lo indica el más ligero exámen de su rica
organizacion, es una planta en alto grado esquilmante, una
de las que más y en ménos tiempo desustancia la tierra. —
Por su vasto y bien constituido follaje absorbe del aire ele-
mentos de nutricion, desempeñando todos los demas encar-
gos dependientes de los órganos foliáceos: sus numerosas y
ramificadas raíces, el corto período, relativamente á su gran
desarrollo, que reclama para crecer y desarrollarse por com-
pleto, explican la cantidad y apropiacion de alimentos y de
circunstancias favorables que exige en un corto intervalo de
tiempo para que sus funciones puedan verificarse sin tras-
tornos de ningun género. Examínese en su conjunto esa
gran masa de materia orgánica que constituye una macolla
de caña, la cual se ha formado á expensas del aire y del
suelo; pondérese la cantidad de productos orgánicos de todo
género que contienen sus tejidos; apréciese la proporcion
de sales que en el estado de cenizas nos quedan despues
de la combustion de los tallos, hojas y raíces, y nos conven-
cenceremos de que la caña es una delas plantas que más
— 438 —
esteriliza el terreno, pues áun las materias que toma del aire
no las puede absorber sino en relacion de aquellas que le
ha suministrado el terreno. Todos estos hechos nos indican
la gran actividad vital de la caña. —En vez de lastimarnos,
demos gracias al Todopoderoso por haber puesto en nuestras
manos una máquina de tal fuerza : tratemos de colocarla en
las mejores circunstancias para que de la accion de todos y
de cada uno de sus órganos se origine la mayor cantidad de
azúcar. — Las razones queacabamos de manifestar demues-
tran que, teniendo en cuenta la naturaleza de nuestro clima
y la organizacion de la caña, debemos cultivar ajustando nues-
tras operaciones á las reglas científicas: de lo contrario, por
ámbos motivos obtendrémos los más desastrosos resulta-
tados. — Cuanto acabamos de indicar respecto del cultivo de
la caña se aplica á nuestros demas cultivos.
IMPORTANCIA DE LOS ESTUDIOS CIENTÍFICOS ACERCA DEL CUL-
TIVO DE LA CAÑA.— Í. Si pudiésemos tener un jugo sacarino
compuesto solamente de agua y azúcar, fácil nos seria eli-
minar, por medio del calor, el primer cuerpo para obtener
el segundo. — La única precaucion que necesitariamos tomar.
seria disponer la operacion de manera que el producto que
tratamos de conseguir no fuese alterado por el calor y el
agua, condicion que llenariamos operando en el vacioá una
baja temperatura.— Desgraciadamente los jugos que extrae-
mos de las cañas contienen, en mayor ó menor proporcion,
todas las materias de que han menester sus órganos para
mantener su integridad y efectuar su desarrollo, las que re-
quieren sus aparatos para desempeñar normalmente sus es- .
peciales encargos, y en fin, las sustancias originadas por el
ejercicio de las funciones vegetales. Segun la naturaleza
del terreno, la clase de caña que se cultiva, las condiciones
atmosféricas en que se verifica la vegetacion, el grado de
desarrollo que alcanzan las plantas, etc., varian, no sólo las
proporciones de los elementos que normalmente existen en
ellas, sino áun se originan otros por transformaciones de los
— 439 —
principios preexistentes, los cuales, colocados en condiciones
distintas, sufren cambios diferentes á los que hubiesen ex-
perimentado en otras circunstancias; y, en fin, la razon hace
preveer que tambien pueden producirse cuerpos del todo
anormales, que no derivan directamente de ninguno de los
que existen en las condiciones ordinarias, y que sólo se pro-
ducen bajo influencias extraordinarias.
La historia de la formacion y de las distintas trasforma-
ciones que experimentan todos y cada uno de los principios
que contiene la caña cultivada en circunstancias variadas,
constituye, como lo harémos ver más tarde, el problema más
prominente del estudio fisiológico de esta planta; problema
que una vezresuelto nos proporcionará todoslosdatospara.es-
tablecerel cultivo razonado dela preciosa fábrica vegetal de azú-
car. Entónces podrémosá ciencia cierta fijar de antemano las
condiciones más propicias para obtener la mayor cantidad de
materia primera que encierre una proporcion considerable de
azúcar, y ésta, acompañada de la menor parte posible de las
sustancias extrañas que deben eliminarse más tarde en la
elaboracion de los jugos sacarinos. El dia que poseamos
esas leyes fisiológicas, fácil nos será, conociendo las condi-
ciones en las cuales se desarrolla la caña, deducir la natu-
raleza de sus jugos, y haciendo variar esas condiciones,
modificar á su vez su organizacion y los principios fabrica-
dos por las funciones de éste.
A continuacion presentamos el análisis de lacaña de Ota-
hiti practicado por el Sr. Payen.
— 440 —
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HO“IL a A AA * «enSy
“ZANAOAVA YA OAVISA NA ILIMIVLIO YA VNVO
"YVOOZV HA SVNVO SVT HA VLVIGHAMNANIT NOIJISOAMO)O
Nos abstenemos de presentar en este momento cuanto
, porque en otro lugar
isis
Lo.
se nos ocurre acerca de este anál
imien
ndono
lo haremos con todo deten
las cañas que han ma-
s como
á
, Mostr
isis
Estos anál
— 441 —
durado completamente contienen, no sólo más azúcar, sino
áun muchas ménos materias extrañas difíciles de separar
que aquellas que no han llegado á ese grado de desarrollo,
confirman, como la experiencia enseña, cuán útil y conve-
niente es esperar la madurez de la caña para proceder á la
elaboracion de sus jugos; juicio comprobado por los demás
efectos que hemos apuntado á propósito del corte de las
cañas.
II. Las tendencias generales de nuestras ideas nos han
hecho siempre desear poner en la más completa evidencia
la unidad de los fenómenos que se realizan en el organismo
vegetal, la cual es producida por un conjunto de funciones
armónicamente enlazadas y subordinadas de tal modo que,
modificándose mutuamente, contribuyen en mayor ó menor
grado, segun su importancia relativa, al resultado final. —
Cada funcion, supuesta, modificada en sí misma primitiva-
mente, á su vez ejerce, por el enlace general que la unen
con vínculos estrechos á las otras, una influencia más ó
ménos directa ó inmediata sobre las demás, aunándose to-
das en sus efectos particulares y respectivos para producir
el resultado final, distinto de aquel que en otras circuns-.
tancias se habria obtenido.
Siguiendo este órden de ideas, sin admitir irregularidades
ni caprichos en la naturaleza, ántes al contrario, sostenien-
do que sus fenómenos se hallan en dependencia de leyes
constantes, creemos que existe en ellos una mutabilidad conti-
nua, variable, segun lascircunstancias, pero bien determinada
y fija encadacaso; de suerte que la constancia en los fenóme-
noses relativa á las circunstancias. De conformidad con estas
doctrinas rechazamos por completo las ideas exclusivas, ab-
solutas, de algunos químicos, los cuales juzgan que existe
tal constancia y uniformidad en los fenómenos de la vida, in-
dependientemente de las circunstancias que, una vezdetermi-
nada la naturaleza, límite y esencia de las funciones de una
planta en un caso dado, queda todo estudio concluido. Para
esas personas el vegetal es semejante á una combinacion defi-
— 442 —
nida que entodas circunstancias sepresentaá nuestra investi-
gacion como compuesta de los mismos elementos en propor-
ciones fijas y constantes. Así, una vez qne han determinado
la composicion química del maíz, del arroz, de la caña de
azúcar etc., creen sin tratar de examinar los requisitos que
presidieron al desarrollo de esas plantas en el caso en que
se encontraron; creen, decimos, que siempre deben tener
igual composicion, cualesquiera que sean las circunstancias
variables en que puedan crecer.
Contrayéndonos á la caña de azúcar, veamos cuáles son
las circunstancias que influyen sobre la manifestacion de los
fenómenos que se verifican en su organismo. La variedad
de caña cultivada, las circunstancias de la semilla, la es-
tacion en que se verificó la siembra, la cantidad de semilla
empleada, el estado del suelo al efectuar la sementera, el
número, cantidad proporcional y naturaleza de los compo-
nentes químicos de la tierra, las propiedades físicas y la
disposicion geológica del terreno, los accidentes meteoroló-
gicos, generales, locales y accidentales durante todas las
fases del desarrollo, la preparacion del terreno, los cuidados
del cultivo, la edad de la caña, el lugar del tallo que se exa-
mina, el número y circunstancias de los córtes, la posicion
relativa de las cañas en la cepa, es decir, si brota de una
yema situada más ó ménos distante de la superficie, con más
ó ménos facilidad ; la exposicion, la aereacion, la naturaleza
y cantidad de los abonos, la estacion del año en que se em-
plearon, la época del crecimiento de la caña, en el cual se
empleó, el modo con que se distribuyó, etc., etc. Y nótese
que en este cuadro incompleto sólo hemos tenido en cuenta
las circunstancias naturales de que podemos tener conoci-
miento por la sencilla observacion, sin mencionar losrequisi-
tos experimentales que se pueden hacer coincidir para variar
los resultados, apoyándonos al intento en los hechos que á
nuestro exámen presenta la naturaleza sin ser interrogada.
Sin querer entrar en la enumeracion de las circunstancias
que se podrian hacer presidir en un plan general de expe-
A E PT
— 443 —
rimentos bien instituidos, manifestarémos, sin embargo, que
el exámen de los efectos originados por la naturaleza de los
distintos rayos de luz que pueden obrar en diferentes circuns-
tancias durante el desarrollo de las cañas, constituiria uno
de los estudios de mayor importancia. Desgraciadamente,
un particular encuentra serios obstáculos para realizar ese
género de investigaciones. Otro de los puntos de mayor in-
teres seria averiguar la influencia que sobre el desarrollo y
funciones de la caña ejerce la composicion del medio ga-
seoso en que accidentalmente se le haga vegetar.
La resolucion de todos los particulares contenidos en las
líneas anteriores, quizá no se obtendrá nunca, y entodo caso
poco cuerdo seria el hombre que creyese poder apurar hasta
sus últimos límites el exámen de ellos; semejantes investi-
gaciones reclaman, para ser llevadas á felice término, el
concurso de varios individuos, ejercitanto en ellas toda su
actividad durante muchos años. A reserva de ampliar en
lugar más oportuno cierto número de las ideas expresadas,
vamos á tocar ligeramente algunas de ellas.
A primera vista, cualquiera creeria que todas las cepas de
caña, vegetando en el mismo terreno en supuestas iguales
condiciones, deberian producir tallos deigual composicion ;
más no sucede así: en el mismo campo, segun la situacion
de la macolla, cambia la naturaleza de los tallos; en la
misma maácolla las cañas son diferentes, y con frecuencia
hemos tenido ocasion de observar que, segun la exposicion
relativa de las cañas, segun su situacion con respecto
á los otros tallos, segun el punto del tallo subterráneo de
donde brota el retoño, segun la época de su aparicion suce-
siva, las condiciones metereológicas, las cuales, aunque
siempre las mismas, ejercen diferente accion sobre tallos en
su esencia distintos, etc., se presentan más ó ménos dife-
rentes las cañas.
La variedad de caña cultivada ejerce un influjo muy ma-
nifesto, é imprime un sello característico á los fenómenos
que se producen en las mismas circunstancias.
— 444 —
Creemos que la caña es quizá la planta más á propósito
para estudiar con escrupulosidad los fenómenos que se rea-
lizan en el organismo vegetal, pues en ella se muestra con
más rapidez la influencia de los requisitos que presiden á su
desarrollo. En ninguna planta son más visibles y notables
los efectos; en ninguna setraducen exteriormente por signos
más patentes y manifiestos.
Aceptada la naturaleza eminentemente variablede los fenó-
menos que se efectúan en los tejidos de la caña, ¿no es de
todo punto indudable que el estudio más instructivo, impor-
tante, trascendental, consiste en fijar las variables que inter-
vienen para producir los resultados? Si modificando las
_ Circunstancias conseguimos cambiar la naturaleza de los
tallos, ¿ no es claro que debemos con ahinco tratar de deter-
minar las variaciones producidas por todos los requisitos
gue presiden á la vida y desarrollo de ellos?
Varios químicos han analizado la caña de azúcar, yá pesar
de reconocer el mérito de esas investigaciones, nos vemos
obligados á sostener queesos análisis deben ser considerados
sencillamente como datos para resolver ciertos particulares,
pues sólo deben ser apreciados, cuando más, como análisis
cualitativos. En efecto, la composicion fijada á la caña por
esos químicos, es sólo cierta en el caso en que operaron, y
de ninguna manera debe ser juzgada como la que en realidad
ofrecerá, no dirémos ya las distintas variedades de caña,
sino la misma variedad en circunstancias diferentes. Por lo
comun no se ha apreciado la importancia que tienen sobre
el desarrollo y composicion de la caña las condiciones que
presiden á su crecimiento, motivo por el cual se ha olvi-
dado determinar y apreciar esas circunstancias; por tan-
to, esos análisis indeterminados ofrecen indicaciones útiles
tan sólo para resolver ciertos puntos generales. Cualquiera
individuo un poco osado, teniendo á la vista el análisis hecho
por Payen, podria cambiar los números y dar á luz un tra-
bajo que á pesar de no haber sido verificado, seria cierto en
determinadas circunstancias; y como precisamente no se
— 445 —
fijan éstas, es claro que abrimos las puertas á toda clase de
estudios más ó ménos exactos ó verídicos, y por lo tanto,
inútiles para la ciencia. Aun ese mismo análisis expuesto por
Payen, hubiera podido ser más exacto si mejor hubiese com-
parado las investigaciones anteriores á las suyas. — Es, en
efecto, muy sorprendente que no haga mencion del azúcar
incristalizable, que constantemente se halla en las partes
tiernas y no maduras de la caña.
En otro lugar presentamos un cuadro instructivo y prác-
tico demostrando la composicion de una cosecha de caña
por hectárea. — De sus datos deducimos: 1.” El carbono fija-
do en todos los compuestos orgánicos contenidos en los tallos,
y por tanto, el ácido carbónico de que proviene. — 2.” El
hidrógeno encerrado en las materias ternarias y cuaternarias,
y consiguientemente, la cantidad de agua que lo origina. —
3.” El ázoe que entra en la constitucion de los cuerpos cua-
ternarios, de donde calculamos los compuestos azoados que
lo procuran. — 4.” El agua contenida en su forma caracte-
rística. — 5.” Las sales. — 6.” Por fin indagamos cuál es la
cantidad de agua que atraviesa el organismo durante el
curso de la vida de la caña.
Estas apreciaciones suministran preciosos documentos por
sus consecuencias agrícolas é industriales. — Tan valiosos
antecedentes servirán para establecer la exacta ecuacion de
fuerza y materia que intervienen para que se realice el
desarrollo de la caña. — El que divisa la perfeccion á que
inevitablemente tenemos que llegar, en breve plazo, contem-
pla con el más lastimoso desden el estado empírico en que
nos hallamos y se condutle de la insensata indiferencia con
que se aprecian las cuestiones más esenciales para la ri-
queza de los pueblos.
ForMAciON DEL AZÚCAR EN LA CAÑA. Con el fin de evitar
con fusiones es conveniente que comencemos por definir las
especies de azúcar de que trataremos. — Para que nuestra
exposicion sea más clara, prescindimos de discutir comple-
— 446 —
tamente el asunto con todo el rigor científico y lo presentamos
en su más reducida sencillez. -— Si quisiéramos dar á conocer
cuanto se refiere á este particular seria preciso resumir las
investigaciones de Basset, Berthelot, Boussingault, Buignet,
Dubrunfault, Gélis, Maumené, etc.
Dividiremos los azúcares en dos géneros: el sacarósis Ó
azúcar de caña y los glucósis.
El sacarósis ó azúcar de caña cristaliza en prismas rom-
boidales oblicuos. — Es dextrógiro (+ 73.8) y su poder
rotatorio cambia de signo por la accion de los ácidos que
producen azúcar intervertido. No fermenta directamente:
necesita trasformarse ántes en azúcar intervertido. — El
azúcar de caña no reduce el tartrato cúprico-potásico sino
en pequeña cantidad y despues de largo tiempo de ebullicion.
— Su fórmula es C*? H 0*,
Los glucósis contienen como especies : el glucósis propia-
mente dicho ó dextrósis: el levulósis y el azúcar intervertido
que con frecuencia hemos denominado azúcar incristalizable.
— Este azúcar es una mezcla en equivalentes iguales de
levulósis y de glucósis. — Los glucósis ó azúcares reductores
tienen por caractéres comunes : 1.* Fermentar directamente
en contacto con la levadura. -— 2.” Las bases alcalinas los
destruyen á 100 y hasta en frio. — 3.” Reducen el tartrato
cúprico-potásico. — 4.” Desecados á 100% tienen la misma
fórmula C* H* 0%,
El glucósis propiamente dicho ó dextrósis es dextrogiro
+ 57.6). — Su poder rotatorio varía poco con la tempera-
tura y no cambia por el contacto con los ácidos.
El levulósis es un jarabe delicuescente, muy soluble en
el agua é insoluble en el alcohol absoluto, su poder rotatorio
es levogiro (— 106) á la temperatura de 15. Disminuye de
mitad á 52%: se anula á los 90”. y despues cambia de signo,
es decir, que se vuelve dextrogiro, porque miéntras que el
poder rotatorio del levulósis desciende, el del glucósis or-
dinario permane-e invariable. — El sacarósis sometido á la
influencia de lo, ácidos diluidos se trasforma en azúcar
A Y
|
|
|
|
E Y
intervertido. — La levadura de cerveza, ántes de producir la
fermentacion alcoholica del sacarósis, comienza por hacerlo
pasar al estado de azúcar intervertido. — Este azúcar inter-
vertido es una mezcla, en pesos iguales, de glucósis y de
levulósis. — La demostracion analítica se hace separando
los dos azúcares por medio de la cal. — La fermentacion
alcohólica electiva hace fermentar primeroel glucósis y luego
el levulósis. — Al contrario, la accion destructiva de los
ácidos y del calor obra de preferencia sobre el levulósis. —
El exámen óptico pone fuera de duda que el azúcar interver-
tido contiene iguales equivalentes de glucósis y de levulósis
ó azúcar líquido.
El sacarósis sometido á la accion de los ácidos diluidos
absorbe agua y produce azúcar intervertido, es decir, una
mezcla en equivalentes iguales de glucósis y de levulósis. —
Si el sacarósis absorbiendo agua se trasforma en azúcar
intervertido, parece posible que, mezclando equivalentes
iguales de glucósis y de levulósis y sometiéndolos á medios
físicos ó químicos que les permitiésen perder agua, se podria
obtener así azúcar de caña ó sacarósis. — Sin embargo, á
pesar de todos los esfuerzos de los químicos, no se ha lle-
gado á efectuar esa reaccion sintética. — El azúcar interver-
tido no produce azúcar de caña, al ménos en los labora-
torios.
¿En virtud de qué reacciones químicas se forma el azúcar
cristalizable en la caña ? ¿Qué aparatos están dispuestos
físicamente para realizar los requisitos de la reaccion? ¿Qué
cuerpos preexistentes se hallan en presencia para entrar en
conflicto ? ¿Cuál es, supuesto caso que exista, la materia
primera que origina el azúcar cristalizable ? ¿El sacarósis
se forma únicamente al principio? ¿Se forma simultánea-
mente azúcar intervertido, derivando de la misma materia
ó del sacarósis?¿Se forma solo azúcar intervertido que luego
se transforma en sacarósis ? ¿Se forman con anticipacion y
separadaménte dextrósis y levulósis enlas justas y exactas
proporciones para que, combinándose con eliminacion de
— 448 — ,
agua, produzcan sacarósis? ¿ El azúcar intervertido, supo-
niendo que no se trasforme en azúcar de caña, por qué y
para qué se produce ? ¿Cómo desaparece? El exámen de todos
estos particulares, es en extremo complicado y será preciso
numerosas y variadas investigaciones para llegar á resolver
el problema.
Comencemos por manifestar una hipótesis bastante plau-
sible, pero no comprobada por hechos.
Consiste en admitir que el ácido carbónico y el agua se
descomponen simultáneamente en las hojas ; el primero pro-
duce óxido de carbono y oxigeno: el segundo hidrógeno y
oxígeno. — Este hidrógeno se une al oxido de carbono y
forma glucósis, miéntras quelosequivalentesrestantesde oxí-
geno del ácido carbónico y del agua descompuestos se des-
prenden. — De este modo parece que el ácido carbónico se ha
descompuesto en carbono y oxígeno. — El glucósis así
producido seria el fundamento comun de todos los cuerpos
orgánicos formados en la planta. — Berthelot en sus investi-
gaciones termoquímicas admite la posibilidad de fabricar
azúcar asociando el hidrógeno al óxido de carbono; pero
añade, con gran juicio, que lo mismo podria formarse otro
hidrato de carbono, como el leñoso ó almidon. — Segun
Berthelot 713000 calorias expresan (en inversa direccion) el
trabajo realizado por la luz solar para trasformar el agua
y el ácido carbónico en azúcar. Este trabajo equivale al que
produciria la combustion de un peso de carbono igual á la
mitad del peso del azúcar.
¿En qué modificacion molecular se hallarán el óxido de
carbono y el hidrógeno, en el estado naciente, bajo lainfluen-
cia de la luz y dela electricidad, consiguiente á la reaccion ?
¿Serán modificados por los aparatos vegetales ? ¿En qué
condiciones físicas se realiza la combinacion?
Suponiendo la formacion anterior de un glucósis seria
preciso determinar cuál es y qué modificaciones experimenta
ántes de dar orígen definitivamente al azúcar de caña. —
La misma disquisicion seria preciso hacer para averi-
— 449 —
guar cómo deriva el sacarósis de otro hidrato de carbono.
Para tratar el asunto con los datos queposeemos, conviene
fijar la atencion en el enlace que existe entre el sacarósis
ó azúcar cristalizable y el azúcar intervertido ó incristalizable.
La caña contiene en su primer tiempo de vegetacion solo
azúcar intervertido: luego una mezcla de azúcar de caña y
de azúcar intervertido: á medida que se perfecciona el des-
arrollo decrece la cantidad de azúcar intervertido aumen-
tando la proporcion de sacarósis, y por fin, cuando el tallo
llega á su completa madurez todo el azúcar intervertido des-
aparece, al ménos en aquellas porciones que se hallan en
sazon, las cuales sólo contienen azúcar cristalizable puro ó
mezclado á pequeñísimas cantidades de azúcar intervertido.
Estos hechos han dado orígen á la idea que el azúcar cris-
talizable se forma en la caña por la union sintética de los
cuerpos que constituyen el azúcar intervertido, el cual na-
turalmente se produciria con anticipacion. — La planta
realizaria asíla reaccion que nosotros no podemos obtener en
los laboratorios.
El primero que manifestó estas ideas fué Ricardo Mc Culloh
(1846), el cual llevó á cabo sus experimentos en el Ingenio
Saratoga, por entónces administrado por Duggan. — La re-
lacion de sus analísis se encuentra en los Anales y Memorias
de la Real Junta de Fomento y de la Real Sociedad Económica.
Série 5*. t. 3, p. 121-149 y p. 294-328).
El original se intitula: « Reports from the secretary of
the treasury of scientificinvestigations in relation to sugard
and hydrometers, made, under the superindence of Profes-
sorA. D. Bache, by Professor R. S. Mc Culloh. — Washington.
1848 (Véase p. 189, $ 20).
Mc Culloh, despues de haber practicado el analísis del gua-
rapo- contenido en diferentes partes de la misma caña
dice: «La consecuencia probable que yo deduciria de los
anteriores analísis, es que puesto que no hay otro azúcar
sino el de caña que exista en el cañuto maduro de la caña
que ha crecido en circunstancias favorables, miéntras que
29
— 450 —
el azúcar que vuelve á la izquierda el plano de polarizacion
es un elemento constituyente de los cañutos nuevos é in-
maturos, que varian tambien quimicamente de los otros en
todos aspectos y sufren un cambio no diferente al que se
verifica en la madurez de las frutas, el azúcar de caña de
consiguiente se forma como un producto secundario y pro-
bablemente por el azúcar que vuelve á la izquierda el plano
de polarizacion, opinion opuesta á la que generalmente se
admite hoy, basada sobre las investigaciones hechas por
M. Hervy en Francia, bajo las circunstancias desfavorables
de usar cañas nacidas en invernáculos, etc.
Esta explicacion de Mc Culloh es aceptada hoy generalmente
por los químicos, y sin embargo puede ser un error (Post
hoc, ergo propter hoc).
Se podria admitir que el azúcar de caña es el único formado
primitivamente á expensas de otro cuerpo, y que enseguida
hubiese produccion de azúcar intervertido á costa del saca-
rósis. — Así mismo seria posible que el sacarósis y el azúcar
intervertido fuesen producidos por un sólo y único cuerpo.
— En ambos casos seria preciso explicar por qué se produce
ese azúcar intervertido y de qué manera desaparece de la
economia siendo utilizado de distinto modo del que hoy se
admite. —¿ Qué oficios puede desempeñar el azúcar inter-
vertido en las funciones vegetativas de la caña ? Este es un
nuevo aspecto del particular que es conveniente discutir.
— Pero para que nuestra exposicion sea clara, necesitamos
presentar sumariamente las ideas modernas respecto de las
funciones de las plantas y de los animales.
_Relativamente á las plantas, parte de esta doctrina ha sido
expuestapor Sachs. -—- Nosotros la hemosampliado y extendido
comparando los vegetales y animales para deducir los prin-
cipios generales, y luego hemos aplicado estos para explicar
ciertos fenómenos.
* La identidad fundamental morfológica y química de todos
los séres organizados demuestra que ciertas leyes comunes
presiden á las funciones que los asemejan.
y AE
En las plantas es preciso distinguir dos géneros de fun-
ciones: unas tienen por encargo organizar la materia mi-
neral; otras sirven para la formacion y desarrollo de los
órganos y el cumplimiento posterior de sus oficios. — Las
primeras se verifican por la descomposicion del ácido carbó-
nico, del agua y de compueslos azoados (nitratos y sales
amoniacales) y el agrupamiento posterior de los elementos
en nuevas combinaciones. —La planta es, en ese concepto,
un aparato sintético. — Las segundas se realizan siempre á
expensas de materias orgánicas anteriormente preparadas y
asimiladas. — Todo gérmen vegetal se desarrolla siempre
nutriéndose con cuerpos ántes elaborados : almidon, diversas
especies de azúcar, grasas, inulina, materias azoadas albumí-
nicas y además sales minerales. —Todas las semillas, bulbos,
tubérculos, rizomas, estacas de plantas leñosas, etc., enuna
palabra, todos los depósitos de materias nutritivas, contienen
combinaciones orgánicas é inorgánicas, las cuales son indis-
pensables para el desarrollo del gérmen. Los hidratos de
carbono (almidon, azúcar, inulina) y las grasas pueden
reemplazarse mutuamente para desempeñar los mismos
oficios. —Si examinamos el régimen alimenticio del hombre,
vemos que contiene hidratos de carbono (almidon, azúcar),
grasas, materias azoadas albumínicas y cuerpos minerales.
— Precisamente son los mismos cuerpos existentes en
las semillas, tubérculos, etc., en la misma ú otra forma y
reemplazándose mutuamente. -- Además agua y oxígeno
que toma del aire.
Durante la germinacion, el gérmen se desarrolla entera-
mente como un animal: se nutre con iguales cuerpos, to-
mando del exterior agua y oxígeno. —En el primer concepto
la planta, en todo su auge de funciones clorofilianas, es un .
aparato de reduccion, que acumula en potencia la energía
solar: en el segundo, cual un verdadero animal, es un apa-
rato de combustion que desprende y hace activa la energía
potencial, latente ó en tension.
Es indudable, pues, que la formacion, desarrollo y conser-
Eu
vacion de los órganos vegetales se realiza á expensas de los
cuerpos contenidos en los depósitos nutritivos, y luego que
los órganos se hallan constituidos y dispuestos para funcio-
nar, preparando materias orgánicas, podrán suministrarla
para el aumento de ellos mismos ó de otros que se formen
y para el ejercicio de todas y de cada una de sus funciones.
Una ecuacion semejante á la que se establece, con respecto
al animal, para igualar la materia y la fuerza en la nutri-
cion, puede disponerse tratándose del vegetal considerado
en ese concepto.
Las líneas anteriores son suficientes para que se conozca
el fundamento de estas doctrinas, que más tarde tendremos
ocasion de desenvolver ampliamente.
Tomemos un pedazo de caña tan maduro que ni siquiera
se demuestre la más exigua dósis de azúcar intervertido. —
Dispongamos las condiciones favorables para que crezca la
yema. — Esta tomará incremento, se nutrirá á expensas de
las materias contenidas en el cañuto hasta que las agote por
completo. — En ese caso el azúcar de caña se convierte en
azúcar intervertido y es empleado para formar celulosa, etc.—
La yema de la caña se nutre á no dudarlo exclusivamente
con las materias contenidas en el cañuto, las cuales modifi-
cadas, absorbidas y de nuevo trasformadas, sirven para
constituir los nacientes tejidos de la caña. —Este hecho, tan
fácil de observar, nos explicará el desarrollo de la yema ter-
minal por medios y cuerpos enteramente idénticos. Poco
importa la situacion de la yema. — Tanto cuando se halla
exteriormente sobre el cañuto, como al encontrarse en la ex-
tremidad de la caña, siempre se nutre y toma incremento
por medio delos mismos cuerpos. — Unicamente en un caso
la estaca no tiene vida y sus materiales se agotan, miéntras
que en el otro está viva y los cuerpos en reserva son reem-
plazados á medida que se consumen.
Siempre las dos yemas recorren las mismas evoluciones
dando orígen á los mismos tejidos, dispuestos para desem-
peñar idénticas funciones y habiendo menester por tanto de
:
J
— 453 —
los mismos cuerpos y condiciones para su formacion, desar-
rollo y perfeccionamiento. — Es indiferente el nombre que
se aplique al crecimiento de la yema situada aquí ó allí, y
al conjunto de órganos que de él resulta. En último análisis
existe entre ellos perfecta identidad.
Con más claridad.— Es necesario distinguir el trabajo de
la formacion de los órganos y las funciones de estos, una vez
que se hallan desarrollados. — El primerperíodo es el quese
cumple en el cogollo dentro de las hojas. — Entónces se
aprovechan materias acumuladas en los cañutos inferiores
de la caña que forman celulosa, etc., y durante él domina,
dado caso que no sean únicos allí, los fenómenos de verda-
dera respiracion oxidante. — Las mismas trasformaciones
de materias quese notan en la estaca son experimentadas
por los cuerpos contenidos en los cañutos inferiores y apro-
vechados por la yema terminal. — Esos cañutos más ó ménos
perfectos constituyen depósitos de materias nutritivas: son
por decirlo así la estaca de la yema terminal. — En el se-
gundoperíodo, cuando los órganos se hallan constituidos, se
forma azúcar de caña y se deposita en el organismo. Esa es
la época de la respiracion clorofiliana en exceso. — Enpocas
palabras, el azúcar intervertido se formaria por la tras-
formacion del sacarósis preexistente: serviria para el desar-
rollo de la yema lerminal y tambien para la respiracion oxi-
dante. — Por ámbos motivos iria desapareciendo á medida
que se perfeccionase el cañuto. —Como se ve, todo lo rela-
tivo á la primera formacion del azúcar de caña, queda inex-
plicado, lo único que se comprenderia seria la produccion
del azúcar intervertido y su uso.
Aun suponiendo que se demuestre más tarde la for-
macion del sacarósis, por la reunion sintética de los glucó-
sis, contenidos en el azúcar intervertido ó por cualquier
otro medio, siempre quedaria fuera de duda la utiliza-
cion de este, como alimento de las yemas lateral y ter-
minal. — Sin embargo, nos inclinamos, por ahora, á creer
más bien en la produccion posterior del azúcar interver-
— 454 —
tido por alguna reaccion que experimente el sacarósis.
Es indudable que las hojas y demás órganos de la caña ne-
cesitan comenzar por formarse para poder luego desempeñar
sus peculiares funciones. — Para que ese desarrollo se realice
es de toda necesidad el concurso de alimentos anteriormente
preparados. — Así que las hojas y los tejidos del cañuto estén
crecidos al punto conveniente, podrán funcionar y dar orígen
á azúcar cristalizable, primitiva Ó secundariamente; pero,
como deben continuar aun su incremento, se explica de esa
manera la presencia simultánea de los dos azúcares: el au-
mento del uno y la disminucion creciente del otro.
¿Existen vegetales en los cuales el azúcar de caña se
forma sin que enningun período le acompañe el azúcar in-
tervertido?
Podríamos citar muchas plantas que se hallan en ese caso;
pero, sólo haremos mérito de lo que acontece en el plátano.
— Una vez que la fruta del plátano ha llegado por completo
á su desarrollo dando orígen átodas las materias que más
tarde se trasformarán en azúcar, cuando madura en la mata,
entónces, en todas las épocas de la madurez, no se halla en
ella más que azúcar cristalizable y la cantidad de azúcar
intervertido es casi nula.
La formacion del sacarósis no requiere, pues, la preexis-
tencia del azúcar intervertido.
Si la caña presentase, en realidad, el hecho de formacion
previa de azúcar intervertido, que diese orígen á sacarósis,
seria un caso muy especial.
Cuando volvamos á tratar este asunto lo harémos con
nuevos datos y entónces discutiremos el oficio quedesempeña
en el cogollo la materia tánica que allí se encuentra. No que-
remos formular definitivamente nuestro parecer acerca de
una materia de tan difícil solucion. — Sólo hemos deseado
presentar los diversos aspectos en que debe examinarse.
Uno de los hechos que más importancia tendrán en esta
discusion esla variabilidad del poder rotatorio del azúcar in-
tervertido existente en la caña. — Parece que aquí se realiza
— 455 —
tambien un consumo electivo, que separa los dos azúcares,
que constituyen el azúcar interverltido. — Si este se trans
formase en sacarósis debiera conservar siempre el mismo
poder rotatorio.
ExPERIMENTOSCOMPARATIVOS. — En la práctica de la agricul-
tura, como en el ejercicio de todas las industrias que se pro-
ponen el lucro, los hombres sensatos temen con razon poner
por obra nuevos sistemas, de los cuales puede depender su
fortuna, cuando siguiendo los que rigen, á pesar de todos
sus defectos, cuentan con ganancias seguras.
El nuevo sistema de cultivo de la caña, que venimos acon-
sejando como el más conveniente en todos aspectos, y como
el que debe, por tanto, adoptarse, atendiendo al estado ge-
neral del país, ha encontrado por fortuna prosélitos bastante
convencidos, que lo han puesto en ejecucion en las mejores
- condiciones, con todo aquel concierto y policía que sus partes
reclaman para armonizarse entre sí en circunstancias espe-
ciales, obteniendo así los resultados más satisfactorios. —
Por desgracia, sin embargo, áun existen espíritus ménos
progresistas que temen adelantarse en un camino, en el cual,
á su juicio, pueden encontrar quizá la ruina, ó por lo ménos
una disminucion notable en los productos.
No volveremos á apuntarelconjunto de razones que dejamos
manifestadas en nuestros escritos anteriores, todas destina-
das á poner fuera de duda nuestro propósito; mas para con-
vencer áun álos más irresolutos, vamos á presentar algunas
ideas, que completarán las que ya hemos expuesto.
Comenzaremos por manifestar que el cultivo de la caña
no es tan especial, que deje de presentar numerosos puntos
decontacto con loscuidados quesetributan á otras plantas ; así
los resultados obtenidos en otras circunstancias pueden ser-
virnos de base para emprender ensayos, quecon seguridad
serán coronados por el mejor éxito. — En efecto, advertiremos
que la caña, á fuer de planta, posee cierto número de funcio-
nes semejantes á las que se realizan en otros organismos,
— 456 —
.
las cuales, hallándose sometidas al imperio de las leyes de
la fisiología vegetal, se encuentran bajo este aspecto, por
tanto, en las mismas circunstancias que las otras. Ahora
bien; para que esas funciones se ejecuten normalmente, pre-
ciso es que concurran ciertos requisitos indispensables. Por
sunaturaleza propia, por las funciones especiales que deben
llenar los órganos destinados á ellas, comprenderemos que
la caña necesita ciertas condiciones tambien especiales, sin las
cuales no se podrian realizar en su mayor amplitud todos
y cada uno de sus actos vitales. Tenemos, pues, que al cul-
tivo de la caña se aplica desde luego, con más ó ménos mo-
dificacion, el conjunto de reglas generales relativas al cultivo
de las plantas, algunas de las referentes á los cuidados que
exige el grupo natural delas gramíneas, y por fin aquellas
“atenciones que se desprenden de la esencia propia de su or-
ganizacion y fines que de ella deseamos conseguir. En todo
aquello que tenga relacion con las leyes generales de la cien-
cia agrícola no puede existir la menor duda, ni puede caber
la más pequeña vacilacion, pues esas leyes han sido deduci-
das de un conjunto de hechos confirmados por la razon y la
experiencia acumulados por siglos de práctica. Así, en punto
á la preparacion de los terrenos, empleo de los instrumentos
más acabados, que llenen mejor el objeto que se proponen
las labores, en todo lo relativo á las escardas ejecutadas por
medio de máquinas tiradas por animales, en todo lo que
tenga conexion con las binazones ó acto de arrejacar, y con
las aporcaduras, no es posible duda alguna. Mas en otras
cuestiones, no del cultivo en líneas, ni de las operaciones á él
anexas, ni del material que reclama, sino de trabajos espe-
ciales al cultivo de la caña, como son el modo de abonar,
la naturaleza y cantidad del abono, el tiempo más oportuno
de emplearlo, la distancia á que deben disponerse las líneas
ó surcos, la separacion que conviene medie, en la direccion
del surco, entre las cepas de caña, etc., etc., tod estos puntos
constituyen otros tantos problemas, que es preciso resolver
prácticamente las más de las veces en cada lugar, pues sólo
: — 457 —
es posible ofrecer reglas generales que deben tenerse pre-
sentes, y aplicarse modificándolas en todos los casos parti-
culares.
Hemos tratado de poner en evidencia las reglas generales
que presiden al cultivo de la caña, y á pesar de que áun nos
queda gran número que presentar, las expuestas forman ya
un conjunto suficiente para emprender racionalmente el cul-
tivo de esa gramínea. Proseguiremos nuestra tarea, fijando
laboriosamente cada uno de los puntos dignos de ser toma-
dos en cuenta, y por ahora llamaremos la atencion de los ha-
cendados acerca de un método en extremo sencillo y fácil de
ejecutar, merced al cual se obtiene la resolucion positiva de
cierto número de dificultades.
Consiste este método en el sistema de experimentos com-
parados ó ensayos comparalivos,enel cual, haciendo coexistir
en todos los experimentos cierto número de circunstancias
comunes, se hace tan sólo variar en cada uno aquella cuya
influencia se desea conocer. En seguida, despues de haber
adquirido las nociones más sencillas, las verdades aisladas,
por decirlo así, se las hace obrar o para indagar
la accion did que entre sí ejercen.
Este método, que con gran éxito se ha empleado en
muchas circunstancias y en ciencias diferentes, se aplica en
aquellos casos en que no es fácil apreciar y graduar todas .
las condiciones de un fenómeno. Siguiendo los principios de
semejante sistema, se pueden instituir experimentos en
pequeña escala, y aplicar en grande los resultados así obte-
nidos. Estos ensayos solo exigen un pequeño campo de
experimentacion, de reducidas dimensiones, y por tanto fácil
de atender con esmero, y de observar con cuidado.
Nose crea, sin embargo, queel sistema de ensayos compa-
rativos sea un nuevo género de pruebas ó tanteos empíricos;
muy al contrario, deben ser considerados como verdaderos
experimentos comprobatorios de deducciones suministradas
por la teoría. »
3
— 458
ESTUDIOS EXPERIMENTALES
ACERCA DE LA VEGETACIÓN DE LA CANA
PRIMERA MEMORIA. — GERMINACION DE LA CANA.
Antes de principiar la relacion de los experimentos que
describimos en esta Memoria, debiéramos desenvolver el
método que nos hemos propuesto seguir en ella y en las
otras quesucesivamente iremos dando á luz; mas nosabste-
nemos por ahora de semejante trabajo general, porque teme-
mos hacer nacer esperanzas que quizá quedarian frustradas.
Sin embargo, para responder de antemano á determinadas
críticas, creemos muy del caso presentar algunas obserya-
ciones.
Somos de los primeros en reconocer que los experimentos
cuya descripcion vamos á presentar, están muy léjos de ser
inaccesibles á una justa crítica. Mas á pesar de semejante
parecer, no hemos creido conveniente diferir por más tiempo
el momento en que salgan á luz, pues aunque no los conside-
ramos sino como preparatorios de otros experimentos que en
circunstancias más ventajosas instituiremos, sin embargo,
estamos persuadidos de que servirán para mostrar la marcha
quenos hemos propuesto adoptar en el estudio que hemos em-
3
>.
Ms
cit
e ti
— 459
prendido ; estudio que, seános lícito añadir, abre un nuevo
campo á la investigacion, y hace entrar esta importante
materia, por primera vez seriamente, en el círculo científico
y experimental; pues si bien es cierto que existen algunas
observaciones y experimentos respecto de la historia fisioló-
gica de la caña, todas esas investigaciones han sido verifi-
cadas sin plan fijo y bien determinado, sin ninguna coordi-
nacion ni dependencia; en una palabra, no se prestan un
mutuo apoyo para conseguir un resultado completo. No es
nuestra intencion querer disminuir el valor de cada uno de
esos documentos; mas fuerza nos es confesar que no existe
unidad alguna en ellos, y que en tal aislamiento no pueden
ser útiles ni para la ciencia, ni para la práctica. Nos-
otros, tomando la caña desde el momento en que germi-
na, nos proponemos seguir el estudio de sus funciones en
todas las circunstancias naturales, y en algunas condiciones
artificiales propias para elucidar ciertos fenómenos.
Muchos de nuestros experimentos, como tendremos ocasion
de manifestarlo, hubieran podido ser instituidos con más
elegancia y exactitud, para que así las consecuencias que
de ellos deducimos fuesen tan legítimas que los más severos
críticos las adoptasen sin temor de que expresasen ó envol-
viesen algun error; pero aunque nos proponemos rectificarlos
en tiempos más propicios, sin embargo, juzgamos que si
bien es cierto que considerados separadamente quizá no
conducirian de un modo riguroso al fin para que se les hace
servir, no es ménos verdadero que unidos y apoyados entre
- ellos son útiles, y pueden hasta cierto punto ser apreciados
como bastante exactos.
En esta Memoria nos hemos propuesto estudiar los fenó-
menos que se realizan durante la germinacion de la caña, y
apreciar las condiciones que presiden al desarrollo de la
yema. — En la primera parte de nuestras investigaciones
tratamos, á más de otras circunstancias generales necesarias
para la germinacion, de determinar el oficio que desempeña
con respecto al desarrollo de la yema generadora de la plan-
— 460 —
ta, las materias contenidas en el cañuto sembrado, y las
sustancias que extraen de la tierra las raíces que se desar-
rollan en la parte superior del nudo, en el cual se encuentra
el ojo. — Para mayor claridad propondremos el problema
en términos bien precisos: —¿ La yema de la caña para que
se realicen todas sus evoluciones requiere que se desarrollen
las raíces del nudo, recibiendo así por ellas los principios
indispensables para el completo ejercicio de todos los actos
que en ella se realizan durante el crecimiento de sus órga-
nos? ¿Ha menester absolutamente todas las materias con-
tenidas en el cañuto? ¿Las raíces son útiles en ciertos mo-
mentos? ¿Los cuerpos que encierra el cañuto cesan de ser
indispensables al cabo de cierto tiempo ? Estos son los puntos
que sucesivamente nos proponemos tratar.
Cuando se entierra un trozo de caña se verá, descubrién-
dolo al cabo de tres ó cuatro dias, que las raíces correspon-
dientes á los puntos señalados en la parte superior del nudo,
encima de la línea en que se inserta la hoja, comienzan á
desarrollarse, y continúan luego creciendo y extendiéndose,
miéntras que entre tanto la yema, con más lentitud, recorre
la serie de evoluciones que concluyen por producir el retoño.
Más tarde el tierno vástago produce raíces sustentadoras
propias, y las que se habian anteriormente formado en el
nudo, se secan y perecen. Este hecho, que puede fácilmente
evidenciarse sembrando el trozo de caña en bagazo podrido,
carbon, etc., cuerpos que permiten su fácil extraccion sin
romper ningun órgano, ha dado orígen á la opinion prema-
tura, que admite la necesidad absoluta del desarrollo prévio
de las raíces del nudo para que, merced á las sustancias
suministradas por ellas, puedan los órganos de la yema
adquiririncremento. Reproducimos á continuacion las líneas
en que Wray manifiesta estas ideas:
« Cuando se siembra un trozo de caña, á la vez que se des-
arrolla el ojo, numerosasraíces brotan al rededor del círculo
del nudo: esos órganos sirven para nutrir la naciente planta
hasta tanto que se encuentre suficientemente crecida para
— 461 —
originar raíces propias. Si se cortan las raices que salen de
los nudos, la planta continúa viviendo algun tiempo, y por
fin, muere ántes de haber adquirido la robustez necesaria
para dar nacimiento á sus propias raices. — Así, aunque los
trozos de caña contengan en abundancia azúcar, glúten, mu-
cilago y otros principios inmediatos de los vegetales, estos
cuerpos no son suficientes para hacer vivir por mucho tiem-
po los tiernos vástagos. — Estos tienen una NECESIDAD AB-
soLuTA de la presencia de las raíces, que por su modo parti-
cular de accion les suministran la clase de savia, que llamaré
ascendente, formada de una solucion de sales térreas. — En
la caña esta savia es suministrada por las raíces producidas
por el trozo sembrado hasta tanto que los tiernos vástagos se
hallen gozando de raices propias. — El desarrollo de los ojos
se realiza, pues, al mismo tiempo que la formacion de las
raíces: la simultaneidad de estas dos acciones constituye
el esfuerzo hecho por la caña para reproducirse. »
Esta opinion, tan clara y terminantemente expresada, es
la que nos proponemos combatir, no porque sea en el hecho
errónea, sino porque su falsa y absoluta interpretacion ha
conducido á un error.
A primera vista se creeria que podriamos sacar algun par-
tido de los hechos siguientes para elucidar la materia que
tratamos; pero bien examinados, se verá que léjos de probar
lo que deseamos esclarecer, podrian servir de argumento
para consolidar la opinion contraria. Hé aquí los dos hechos
á que nos referimos. El primero consiste en el desarrollo de
los retoños aéreos, que nacen sobre las cañas en pié sin que
se desarrollen las raíces del nudo. — El segundo nos lo su-
ministra el acto de sembrar, en las mejores condiciones, Cca-
hutos que tengan sus yemas en un estado muy adelantado
de desarrollo, á fin de que estas broten rapidamente: esos
ojos nacen á los tres ó cuatro dias, y pueden dar orígen á
raíces propias muchoántes quelas raíces del nudo se desar-
rollen, las cuales, en semejantes circunstancias, por lo
comun aparecen en pequeño número y pronto mueren. En
— 462 —
estos dos casos la yema se desarrolla sin el auxilio de las
raíces del nudo. Los quesostienen que las raíces del nudo son
necesarias para que la yema crezca, pueden explicar satis -
factoriamente estos hechos, admitiendo que si bien es cierto
que las raíces del nudo no han extraido por sílas sustancias
en la tierra, siempre es posible explicar el desarrollo de las
yemas, gracias á la intervencion de los principios que á ese
fin procura la tierra. En efecto, en el caso de la aparicion de
los retoños aéreos, es claro que no se muestran sino cuando
la savia no puede aplicarse al crecimiento dela caña, bien sea
porque éste ha cesado naturalmente, ó se ha interrumpido
por otros motivos, ó porque ha habido una superabundancia
de alimentos, sin que se haya excitado proporcionalmente
el desarrollo, etc. En todos esos casos aparecen los retoños
aéreos. Con respecto al segundo ejemplo, diremos que muy
bien pudiese suceder que existiese en los tejidos de la caña
un resto del exceso de savia que promovió el desarrollo de la
yema, cuya provision es capaz, y suficientemente bastante,
para continuar activando el crecimiento de ella despues de
enterrada. No se crea que semejante explicacion sería sim-
plemente parto dela imaginacion: á su favor militan algunos
hechos que con frecuencia se observan en los climas
frios, en los cuales durante el invierno queda depositada en
los tejidos de los árboles cierta cantidad de savia para que
cuando comience la primavera, tenga el vegetal suficiente
alimento preparado, necesario á su primer desarrollo. Pues
bien: si durante el invierno se corta un ramo de un árbol, y
se le conserva en un lugar abrigado y húmedo, se le verá
tan luego como principia la primavera, brotar ramos á pesar
de no tener raíces ni hojas; por consiguiente, esos nuevos
órganos no:han podido ser nutridos sino por el resto de
savia almacenada en los tejidos delárbol, y que la naturaleza
depositó allí para que la planta existiese, míéntras que no
hubiese adquirido de nuevo todos sus órganos alimentadores
El tallo de la yuca nos ofrece un ejemplo muy manifiesto de
este fenómeno. Cuando se corta un cangre de yuca y se le
— 463 —
coloca en un lugar abrigado y húmedo, al cabo de cierto
tiempo brotan sus yemas y se producen ramas de notables
dimensiones.
Por estos motivos damos un valor secundario en nuestra
discusion á los hechos que llevamos manifestados. Vamos
ahora á describir los experimentos que hemos instituido para
poner en claro el asunto que nos ocupa. Creemos conveniente
relatarlos en el órden en que fueron practicados, pues así
sejuzgará con exactitud el plan que hemos seguido para ir
progresivamente disponiéndolos de manera que fuesen per-
feccionándose y apoyándose mutuamente, de tal modo que
la consecuencia del anterior sirviese de fundamento para el
siguiente, y que siempre cada uno dejase establecido un
hecho útil para la argumentacion.
Primer experimento.— Sembramos varios trozos de caña, y
al cabo de algunos dias de entallecidas las yemas los desen-
terramos, y con un cortaplumas cortamos toda la corteza
del nudo que sostenia las raíces. — Volvimos á sembrarlos,
y todos prendieron muy bien, se desarrollaron lozanamente
y dieron orígen á multitud de retoños ó hijos. —Este experi-
mento prueba que por lo ménos al cabo de cierto tiempo,
las raíces emanadas del nudo no son indispensabes para el
desarrollo completo de la planta.
Segundo. — De algunas de las anteriores cañas separamos
con un cortaplumas ei tierno vástago, lo sembramos, y
muy pronto nos dió signos inequívocos de la potente vege-
tacion que más tarde lo animó. Claro es que el ensayo presente
comprueba el resultado obtenido en el anterior, y ademas
nos enseña que al cabo de cierto tiempo el retoño puede vivir
sin necesidad de aprovechar la alimentacion que le brinde
la caña.
Tercer experimento. — A varias cañas cortamos con un
cortaplumas toda la corteza del nudo que pudiese dar orígen
áraices;lassembramos, sedesarrollaron muy bien sus yemas,
y más tarde con igual instrumento cortante separamos los
retoños de la caña y los trasplantamos; prendieron, y al poco
o AO
tiempo se encontraron en tal estado de desarrollo, que
algunos constituyeron macollas de más de veinte y cinco
hijos. — Los dos primeros experimentosnos habian mostrado
cómo el retoño, porlo ménos al cabo de cierto tiempo, puede
crecer sin el auxilio alimentador de las raíces del nudo; el
tercero acaba de poner fuera de duda, hasta cierto punto, que
la yema puede desarrollarse por completo en todo tiempo sin
que le preste la menor ayuda ni una raíz del nudo, merced
tan solo á las materias suministradas por el cañuto en que
se encuentra. — Ademas, este experimento corrobora el re-
sultado anterior, referente á la existencia propia que puede
adquirir el retoño separándolo de la caña que lo sustentó; y
nótese que muchos de esos retoños, cuando fueron trasplan-
tados, no tenian aun raíces propias.
Dedúcese tambien de esos dosexperimentos quesi la yema.
no ha menester por todo el tiempo de su primera vegetacion
la totalidad de los jugos de la caña, si se puede separar el
retoño de ella, aun cuando esté provista de sustancias ali-
mentadoras, necesariamente la-yema para desarrollarse no
requiere la suma completa de los cuerpos que encierra el
cañuto, sino una parte de ellos; dato que nos servirá para
instituir otro experimento, sobre el cual nos apoyaremos al
disculir la influencia que ejerce la semilla sembrada respecto
del desarrollo futuro de la caña.
Hemos dicho que nuestro experimento sólo probaba hasta
cierto punto, y no irrecusablemente, la verdad que tratamos
de establecer, porque se nos podria objetar que si bien es
cierto que de esa manera no se desarrollan raíces, no es
ménos evidente que por la herida que practicamos en el
nudo de la caña, pueden penetrar las sales térreas, que de
otra manera serian introducidas por lasraíces; de suerte
que en último resultado siempre entran en el interior de la
caña para producir ó al ménos para ayudar los fenómenos
consiguientes. — En cualquier otro caso no aceptaríamos
semejante objecion, pues solo el manifestarla, indica que se
tiene una idea muy singular y errónea de la nutricion, de
465 —
los medios con que se ejecuta, y del modo en que se hallan
las materias alimenticias en la tierra. Creer que con el
auxilio de heridas se pueden suplir órganos tan especiales
comolo son las raíces, es desconocer por completo las no-
ciones más elementales de la fisiología vegetal. Sin embargo,
aunque rechazamos el argumento, cuando se trata de pene-
tracion en la planta de todos los alimentos que pueden
extraer de latierra las raíces, debemos aceptarlo si senos dice
que por esa herida se introduce por lo ménos el agua; de
manera que si las raíces tienen á su cargo el suministrar la
cantidad de ese líquido necesaria á la germinacion, es.
evidente que la herida las reemplaza, quizá con ventaja,
siempre y cuando no sea excesiva la humedad, en cuyo caso
se pudriria con más facilidad la caña herida, miéntras que
aquella que estuviese provista de raíces, que moderasen la
introduccion del líquido, se salvaria probablemente.
Cuando nos ocupemos en indagar por dónde penetra el
agua en la caña para determinar y concurrir á la germinacion,
veremos que precisamente una de las funciones más im-
portantes de las raíces del nudo consiste en suministrar el
agua necesaria para el cumplimiento de los fenómenos que
se realizan durante la germinacion.
De todas maneras, por ahora deseamos demostrar que,
aun en el caso de que las raíces del nudo sean útiles, no
son indispensables en todos los actos y condiciones, y que
la yema puede desarrollarse sin la intervencion de ellas.
Para conseguir nuestro propósito hemos apelado á tres
recursos: 1.” Hacer germinar la caña en medios estériles,
suministrándole tan solo el agua necesaria. — 2.” Hemos
cubierto muy bien las heridas del nudo despues de haber
hecho desaparecer toda la parte de corteza que pudiese dar
orígen á raíces. — 3.” Sin mutilaciones de ningun género
hemos tratado de oponernos al desarrollo de las raíces.
1.7 Hemos envuelto pedazos de caña en frazadas de algodon
y delana, en pedazos de paño ; los hemos colocado en algodon,
en papel, en estopa, en hilas, en esponjas, en paja de maíz
30
. — 466 —
y de centeno, y en todos estos casos la caña, conservada
convenientemente humedecida, ha germinado y dado orígen
á vigorosos retoños. Depositando cañas sobre unas tablas,
cubriéndolas con paja y manteniéndolas húmedas, tambien
obtuvimos el desarrollo de las yemas. — Cañas olvidadas en
medio de un monton de paja extraida de un cañaveral, pre-
sentaron hermosos retoños. — Hemos sembrado varios trozos
de caña en piedra pómez, en amianto, en mármol pulverizado,
en vidrio y porcelana molidos, en ladrillo y carbon bien la-
vados y pilados, y siempre la caña ha brotado, merced al
riego, renuevos tan hermosos como los que hubieran podido
producirse en los terrenos más feraces. Siendo muy digno
de ser notado el gran desarrollo que alcanzó la caña tanto
en el ladrillo molido groseramente, como en aquel cuyas
partículas se hallaban aun más divididas; lo cual, á no du-
darlo, debe atribuirse á las sales contenidas en la arcilla,
que por el calor adquirieron la propiedad de ser en mayor
grado asimilables por las plantas. —Por fin, queriendo probar
por medio de un argumento concluyente que la yema de la
caña provista del alimento necesario para su desarrollo no
reclama para germinar más que calor, agua, y aire, hemos
instituido el experimento siguiente. Hicimos tapar el
agujero inferior de una horma de purgar azúcar, y expusi
mos en su fondo una esponja embebida en agua; colocamos
despues varias cañas, unas verticales, otras atravesadas;
cubrimos la horma con una tapa, que se adaptaba perfecta-
mente á su parte superior, y tuvimos el cuidado de colocarla
diariamente al sol.. Cada dia, por medio de una esponja
humedecida, rociábamos las cañas, las Cuales germinaron
perfectamente, y dieron orígen á retoños. vigorosos. En
este caso, prescindiendo de la pequeña cantidad de sales
contenidas en el agua, la yema se desarrolló sólo á expensas
de las materias contenidas en la caña.
2. Cortamos con un cortaplumas toda la corteza de nudo
que podia dar orígen á raices, y cubrimos perfectamente por
medio de varias capas de cera fundida la herida, de tal modo
— 467 —
que fuese imposible la penetracion de cualquier líquido por
aquel lugar. Sembramos los trozos de caña así preparados,
y todos germinaron tan bien como si hubiesen gozado de las
raíces del nudo.
3.” Esta serie de experimentos fué emprendida con el objeto
de hacer crecer la yema de la caña sin el auxilio de las raíces
que pueden partir del nudo, cuya formacion tratamos de
impedir sin mutilar para ello las cañas.
El primer experimento consistió en rodear con una espesa
capa de cera fundida todas las partes del nudo de que pu-
diesen emanar raíces. Enterrados los cañutos dispuestos de
esa manera, nacieron los retoños, y entónces descubrimos
los trozos para examinar los fenómenos que en ellos se
habian realizado. Las raíces, á pesar de la cera, se desarro-
llaron y pasaron al traves de la capa de ella, taladrándola con
una regularidad asombrosa. El número de raíces desarro-
lladas variaba, y sólo en el caso de tomar cañas muy tiernas,
pudimos lograr que la cera contuviese las raíces Ó mas bien
que la yema se anticipase en su desarrollo.
El segundo experimento se instituyó cubriendo con lacre
fundido los partes del nudo de las cuales habian de nacer
las raíces. En este caso obtuvimos los mismos resultados
que cuando empleamos la cera. Nos parecia imposible que
las tiernas raíces de la caña tuviesen la fuerza necesaria para
pasar al traves de semejanle obstáculo.
El tercer experimento se llevó á efecto cubriendo las mismas
partes del nudo mañosamente, con pequeñas tiras de espa-
radrapo superpuestas de una manera particular, y en seguida
se derramó varias veces sobre ellas cera fundida, de suerte
que quedase una capa bastante gruesa de este cuerpo. Así
conseguimos, en la generalidad de los casos, oponernos al
desarrollo de las raíces, aunque muchas veces, á pesar de
nuestros cuidados, se mostraron esos órganos. Para que este
experimento produzca los resultados deseados, es preciso
elegir un trozo de caña bien tierna.
Aunque pertenezca á otra seccion de esta Memoria, rela-
— 468 —
tiva á las vias por donde penetra el agua en la caña, vamos
á referir un experimento, en el cual conseguimos por com-
pleto y de una manera palpable oponernos al desarrollo de
las raíces. Tomamos un pedazo de caña tierna, y despues de
aber regularizado los cortes de sus extremos, los cubrimos
con cera, para lo cual los hicimos penetrar repetidas veces
en ese cuerpo fundido. Despues dispusimos tiras de espara-
drapo en los nudos, y en seguida cubrimos toda la caña,
dejando libre la yema, con una gruesa capa de cera. Sembrado
el cañuto así cubierto, nació el retoño á los pocos dias, sin
que se hubiese desarrollado ni una sola raíz.
Despues de haber practicado con gran trabajo todos estos
ensayos, hemos tenido la fortuna de examinar naturalmente
el desarrollo de las yemas en circunstancias en las cuales no
hubieran menester del auxilio que hubieran podido prestarle
las raices originadas en el nudo. — Si al principio de nues-
tros estudios hubiesémos conocido este hecho, nos habriamos
evitado emprender parte de los numerosos experimentos
que instituimos con el objeto de esclarecer este punto.
Con el fin de estudiar los particulares referentes á la
posicion relativa de los cañutos (61), procedimos á sembrar
“umerosos cañutos aislados, y en muchos de ellos evi-
denciamos el desarrollo de las yemas, sin que hubiese
brotado ni una sola raíz del nudo. — Este resultado era tanto
más precioso para la realizacion de nuestro intento, cuanto
que la verdad quedaba del todo establecida. — En efecto,
no se podia objetar que la yema se hallaba muy crecida,
pues tardó para brotar, en unos casos diez y seis dias, en
otros hasta veinte ; además, esos cañutos eran los más su-
periores del tallo, en cuyas partes de más reciente formacion,
menor es el desarrollo de las yemas. Mas ¿cómo explicar por
qué no se mostraron las raíces ?— ¿Será acaso porque
esos órganos aun eran más imperfectos que las yemas, y
que el espacio de tiempo en el cual crecieron y aparecieron
estas sobre la tierra, no fué suficiente para su desarrollo, ó
no seria posible que no apareciesen, porque no eran nece-
— 469 —
A
sarios para introducir el agua, indispensable para la germi-
nacion que por sí propio contenia el cañuto ? — Cualquiera
que sea la causa, el hecho no es ménos cierto, y de todos
modos queda probado naturalmente, por la observacion
pasiva, que la yema puede desarrollarse sin el auxilio de
las raíces que proceden del nudo.
De los experimentos cuya relacion se encuentra contenida
en los párrafos anterioresse deduce lógicamente que; 1.” La
caña, como las semillas provistas del alimento necesario
para el desarrollo del gérmen, no exige durante los
primeros tiempos de incremento más que calor, agua y aire.
— 2.” Las raíces producidas en el nudo pueden ser útiles,
mas no son indispensables para que se desarrolle la yema.
—3.” La yema se alimenta á expensas de las sustancias con-
tenidas en la caña, de las cuales sólo necesita una parte.
Confesamos que muchos de esos experimentos debieran
haber sido verificados con más exactitud; en todos hubié-
ramos debido usar agua destilada; en el caso del carbon, en
vez de carbon de madera, que por muy lavado que esté,
siempre contiene sales interpuestas, ó puede suministrarlas,
hubiéramos podido emplear carbon de azúcar candi; en
lugar de ladrillo molido, que encierran las sales contenidas
en los materiales que sirvieron para fabricarlo, debiéramos
haber usado la arená lavada con ácido clorhídrico y “alcinada
etc. Así reconocemos completamente los defectos que pre-
sentan nuestros experimentos, y cuando nos ocupemos en
investigar el desarrollo de la materia vegetal en la caña, ins-
tituirémos los ensayos con toda la escrupulosidad necesar:z.
No nos ha sido posible proceder de un modo más preciso,
por falta de medios, de local, etc.
Dejamos establecido que la yema de la caña, teniendo en el
cañuto los alimentos necesarios para su desarrollo, no ha
menester más que calor, agua y aire para crecer, hasta tanto
que se encuentre el retoño provisto de los órganos propios
para poder explotar en beneficio de su existencia los medios
en que vive, de los cuales precisamente tiene que extraer, cn
— 470 —
'
proporcion determinada, los cuerpos que requiere para al-
canzar su apogeo de crecimiento. Nos corresponde ahora para
no apartarnos del método analítico, examinar hasta qué
grado, proporcion y tiempo necesita el ojo de la gramínea
estudiada las sustancias contenidas en el cañulo.
Algunos experimentos precedentes nos habian hecho sos-
pechar que la yema no exige indispensablemente todas esas
sustancias, puesto que el retoño al cabo de cierto tiempo
puede continuar su desarrollo sin el auxilio de la fuente
nutritiva que en el cañuto le dispuso la naturaleza. Los en-
sayos que vamos á referir, encaminados de una manera más
directa á nuestro propósito, pondrán en claro el principio
que tratamos de probar, porque lo queen verdad pone fuera
de toda duda el hecho de continuar el retoño separado de la .
caña, viviendo y desarrollándose con lozanía, es que ese
retoño al cabo de cierto tiempo posee la fuerza negesaria y la
organizacion proporcionada para tener una existencia propia
é independiente; y aunque se baste entónces á sí mismo,
pudiera muy bien suceder que durante el espacio de tiempo
que estuvo adheridoá la caña, hubiera extraido de ella, si no
la totalidad de las materias que contenia, por lo ménos todas
aquellas que más directamente están destinadas al sustento
de la yema, lo cual, por cierto,noindica ni la proporcion re.
lativa de esas materias, ni la parte de caña precisa, necesaria,
para suministrar en la cantidad conveniente los cuerpos que
requiere la yema para desarrollarse.
Primer experimento. Dividimos una caña de tal modo, que
el nudo quedase comprendido entre las dos mitades de los
cañutos contiguos. Sembramos los trocitos, cuyas yemas al
cabo de cierto tiempo se desarrollaron, y los retoños así ori-
ginados, más tarde constituyeron hermosas macollas.
Segundo experimento. Cortamos al nivel de la línea que
marca la insercion de la hoja un trozo de caña, y porsu parte
superior solo le dejamos la mitad del cañuto. Sembrado el
pedazo así dispuesto, dió orígená una macolla frondosísima.
Tercer experimento. Este experimento es el contrario del
— 471 —
anterior. — Cortamos un pedazo de caña, haciendo pasar la
seccion al nivel superior de la línea de puntos, que señala el
orígen de las raíces del nudo, y por la parte inferior le de-
jamos la mitad del cañuto. Sembramos el trozo así preparado,
nació la yema, se desarrolló el retoño, y produjo una macolla
notablemente apimpollada.
Cuarto experimento. Para completar las indicaciones que
podiamos deducir de los ensayos anteriores, instituimos el
experimento siguiente: cortamos el nudo de un cañuto por
su parte inferior al nivel de la línea que marca la insercion
de la hoja, y por su parte superior, haciendo coincidir la
seccion con la línea que limita la serie de puntos de que han
de nacer las raíces del nudo. Cuando se practica ese último
corte es necesario proceder con mucho cuidado para no herir
la yema. Sembramos la lámina nudosa, y al cabo de pocos
dias nació el retoño, el cual tomó muy pronto gran vigor y
por completo se desarrolló.
Detengámonos un momento para discutir el valor de estos
experimentos, y establecer las consecuencias que de ellos se
desprenden. El primer experimento demuestra que la yema
no requiere, para que se verifique su desarrollo, todas las
materias que contienen en su integridad los dos cañutos
entre los cuales se encuentra el nudo. El segundo enseña
que le basta la mitad del cañuto superior. El tercero paten-
tiza que es suficiente la mitad del cañuto inferior. Mas como
muy bien pudiese suceder que indiferentemente reclamase
una ú otra mitad, que se suplirian con igual fin y beneficio,
el cuarto experimento viene á sacar á luz que la yema no
necesita ni de una ni de otra mitad: le basta la sustancia
contenida en el nudo.
Con aparente sobrado fundamento se nos podria objetar
que si bien desde luego la yema se desarrolla perfectamente
en estos cuatro casos, sin que para eso tenga á su disposi-
cion más que una proporcion más ó ménos considerable de
alimentos, por otra parte las raíces que provienen del nudo
pueden funcionar con más actividad, y suministrar con las
— 472 —
sustancias que extraigan de la tierra el complemento de lo
que le falta al cañulo, en materias alimenticias indispensables
para que la yema recorra todas sus evoluciones.
Para hacer desvanecer la idea de que las raíces del nudo
pudiesen prestar un auxilio indispensable á la manifestacion
delos fenómenos, hemos practicadolos mismos experimentos
separando con gran cuidado con un cortaplumas todas las
partes del nudo que pudiesen producir raíces. Los trozos así
dispuestos fueron sembrados, y nos dieron resultados en
todo conformes á los que anteriormente dejamos manifes-
tados.
Aún apuramos más las condiciones decisivas para poner
fuera de duda nuestro juicio. Sembramos el trocito que
contenia tan sólo el nudo, desprovisto de las partes que
pudiesen originar raíces, en amianto, y lo envolvimos tam-
bien en algodon é hilas, convenientemente humedecidos, y
en los tres casos se desarrollaron por completo las yemas.
Por lo que acabamos de exponer se ve que en estos cuatro
experimentos, los cañutos, divididos por secciones horizon-
tales, conservaron siempre su diámetro natural: lo único
que sufrió variaciones fué su altura.
En la serie de experimentos que á continuacion empren-
dimos, al mismo ¿tiempo que hicimos variar la altura,
tambien redujimos el espesor, dividiendo el cañuto longitu-
dinal por distintas partes de su diámetro. En otros términos:
los experimentos siguientes corresponden del todo á los an-
teriores; tan sólo hicimos variar con simultaneidad las
dimensiones del cañuto en su largo y espesor, miéntras que
en los primeros sólo lo hicimos en la direccion de su
altura.
Primer experimento. — Dividimos el cañuto preparado,
como si fuésemos á disponer el experimento primero de la
serie anterior, longitudinalmente, de tal modo que el corte
pasase, poco más ó ménos, por el tercio del diámetro de la
caña: así el trozo que sustentaba la yema, no representaba
en espesor más que la tercera parte del tallo. Sembramos
— 473 —
pedazos dispuestos de esta manera, unas veces inclinados,
otras colocados verticalmente, y en numerosas ocasiones los
hicimos descansar sobre la tierra horizontalmente; de todos
modos nació la yema, y aunque al principiv apareció algo
débil el retoño, sin embargo, poco tiempo despues comenzó
á robustecerse, y por fin logró hallarse en tal estaúo de lo-.
zanía, que con dificultad se hubiera creido que la macolla
que de él provenia hubiese sido originada por un trocito tan
reducido, en el cual tan poco alimento habia tenido la yema
á su disposicion para verificar su primer desarrollo.
Segundo, tercero y cuarto experimento. — Estos experi-
mentos corresponden á los igualmente numerados de la serie
anterior; pero se diferencian de ellos en que se dividieron
los trocitos preparados como para verificar los ensayos pre-
cedentes, haciendo pasar el corte longitudinalmente por el .
tercio del diámetro del cañuto. Sembramos los pedazos así
dispuestos, nacieron las yemas, y más tarde se desarrollaron
con todo vigor los retoños, dando orígen á macollas en alto
grado frondosas.
Para evitar todo argumento en que se hicieran intervenir
las raíces del nudo para explicar el desarrollo de la yema,
hemos repetido los mismos experimentos, cortando en cada
uno todas las partes del nudo que pudiesen dar orígen á
raíces. Los trozos así preparados fueron sembrados, y sus
yemas, despues de nacidas, produjeron retoños y macollas
del todo semejantes á las que anteriormente habiamos con-
seguido en la serie de ensayos verificados sin separar las
partes de que pudiesen emanar raíces.
Llegados á ese punto, hemos tomado el nudo, y progresi-
vamente le hemos ido separando pedazos para reducir la
porcion que sustentase la yema, teniendo cuidado al mismo
tiempo de cortar todas las partes que pudieran dar orígen á
raices. — Así hemos conseguido reducir á dimensiones en
verdad sorprendentes el pedazo sembrado; dimensiones,
digámoslo desde ahora, que son proporcionales al estado de
desarrollo de la yema, y que ejercen siempre notable influen-
— 474 —
cia sobre el vigor del retoño que emana del ojo desarrollado
en las condiciones en que ha crecido.
Conviene que insistamos con particularidad respecto de
este último punto, y que presentemos algunas observaciones
más circunstanciadas acerca de él, para que así no quede la
menor duda relativamente á las ideas que hemos concebido
despues de haber practicado infinidad de experimentos, con-
ducentes al mayor esclarecimiento de la materia. Nuestro ob-
jeto es dejar bien establecido que existe un límite que no pue-
de traspasarse en el fraccionamiento quese haga sufrir al pe-
dazo que sostienela yema. — Cuando se reducen demasiado las
dimensiones del pedazo que sostiene la yema, ésta no se
desarrolla, ó si crece, perece muy pronto, no encontrando la
suficiente cantidad de materias para robustecerse, y adquirir
los órganos propios para su sustento. En otros términos:
progresivamente, á medida que se reducen las dimensiones
del trocito, va apareciendo más débil el retoño, hasta que ó
no se muestra, ó si se presenta, posee tan poco vigor, que
pronto muere. Repetimos que el estado de desarrollo de la
yema, su buena constitucion, la cantidad de principios nutri-
tivos que en un espacio dado encierra la caña, y las condi-
ciones que presiden al crecimiento del ojo, ejercen una
influencia manifesta sobre la limitacion proporcional de la
cantidad de caña que reclama la yema para verificar sus
evoluciones, nacer, y que el retoño tambien se perfeccione
y produzca los órganos encargados de nutrirlo. Suexten-
sion inextralimitable no puede, pues, fijarse de una manera
absoluta: varía segun las circunstancias que rápidamente
acabamos de enumerar.
Además de haber practicado los experimentos de los mo-
dos que dejamos descritos en los párrafos anteriores, para
operar con más prontitud, hemos dado dos cortes inclinados
cerca del nudo. Unas veces los cortes sesgados iban á reu-
nirse, y así extraiamos el pedazo. En otras ocasiones hacia-
mos saltar una plancha, levantando ligeramente el cuchillo.
En fin, una manera bastante elegante y curiosa de demos-
.
— 475 —
trar la verdad que tratamos de establecer consiste en extraer
del cañuto toda la parte interior, dejando tan solo la corteza,
el cascaron. La yema quesostiene ese cascaron se desarrolla
luego que se le coloca en buenas condiciones, y produce un
retoño bastante fuerte. Para limpiar con comodidad el
cañuto, se debe comenzar por cortar por el lado opuesto á la
yema una tira de la corteza, por lo ménos de un centímetro
de ancho: en seguida, con un cortaplumas, poco á poco, se
va separando toda la parte interior. Debemos advertir que
áun á ese mismo cañuto hueco tuvimos el cuidado de cortarle
todas las partes del nudo que pudiesen dar orígen á raíces.
Los trocitos preparados de todos los modos que acabamos
de exponer, fueron colocados varias veces en amianto, en
algodon y en piedra pómez; medios que manteniamos con-
venientemente humedecidos, y en todos los casos hemos
obtenido resultados que confirmaban nuestras ideas. “En
estos experimentos se veia con más claridad la influencia
que ejercen sobre el retoño las materias contenidas en el
cañuto. El retoño, en igualdad de circunstancias, se presen-
taba tanto más potente, se desarrollaba con tanto más
vigor, existia durante tanto más tiempo y daba orígen á
más frondosas macollas, cuanto mayor era el pedazo de caña
que lo sustentaba. — Una observacion que hemos hecho
debe referirse en este lugar. — En un cañaveral, un boyerito
chupando caña, arrojó un pedazo largo de la corteza, la
cual sostenia algunas yemas; el terreno era bajo y el tiempo
húmedo y cubierto. — Por casualidad encontramos esa
cáscara de caña, que nos ofreció sus yemas del todo desar-
rolladas.
Todos los experimentos que hasta aquí hemos descrito,
los verificamos tomando los tallos aéreos. Para completar
nuestra serie de ensayos hemos practicado las mismas
pruebas operando con el tallo subterráneo, que desde luego
presenta dos diferencias notables cuando se compara con
aquel : 1. Posee cañutos más cortos y leñosos. — 2. Ofrece
en cada uno de sus nudos, potentes y activas raíces desti-
— 476 —
nadas á sustentar la planta. En el caso del tallo subterráneo,
sostenemos que las raíces en las condiciones ordinarias
prestan un auxilio poderoso y continuado á las materias
contenidas en el cañuto, destinadas al desarrollo de la
yema (62) : pero á pesar de semejante afirmacion, repetidos
ensayos nos han demostrado que las yemas, áun en esas
circunstancias, pueden desarrollarse con ménos lozanía, es
verdad, sin semejantes órganos extractores. Hemos ejecutado
estos ensayos desenterrando cepas de caña, quitándoles
perfectamente toda la tierra, y en seguida con unas tijeras
cortábamos las raíces que concluiamos de separar por
medio de un cortaplumas. Despues de preparar los tallos á
nuestro intento, los dividimos de los mismos modos que lo
hicimos con el tallo aéreo, y siempre hemos obtenido resul-
tados completamente de conformidad con los que ántes nos
habian proporcionado nuestras experiencias verificadas con
el tallo aéreo. .
. Los ensayos que acabamos de describir han sido practi-
cados con cañas de Ofahaití, criolla, cristalina, cinta verde,
cinta morada y la caña completamente morada. Siempre
hemos obtenido los mismos resultados. Debemos advertir,
sin embargo, por qué razon de proximidad hemos empleado
con más frecuencia la caña de cinta morada, la cual se
presta, por fortuna, quizá mejor que las demas variedades
á esta clase de ensayos.
El medio más conviente para ejecutar los experimentos
anteriores es el bagazo bien podrido, que suministra el
mantillo másá propósito para instituir estos ensayos. Tam-
bien hemos obtenido resultados muy satisfactorios operando
sobre un suelo de tierra colorada algo arenosa, mezclada
con bagazo podrido. — Si en vez de emplear semejantes
medios se eligiese una tierra demasiado arcillosa, ó un
terreno que perdiese con facilidad el agua, entónces en mu-
chas ocasiones se obtendrian resultados negativos ó contra-
dictorios.
El conjunto de hechos manifestados precedentemente nos
— 477 —
conduce á admitir que la yema de la caña no-necesita para
desarrollarse mas que una pequeña parte de las materias
contenidas en el cañuto; verdad que un experimento ante-
rior nos habia permitido conjeturar, puesto que nos de-
mostró que el retoño podia trasplantarse y continuar cre-
ciendo una vez que era separado del cañuto en tiempo
conveniente. — En su lugar expusimos los reparos que se
nos ofrecian para aceptar, sin discusion, semejante principio,
sólo deducido y apoyado en este único ensayo; mas ahora
que los hechos que hemos nuevamente adquirido nos lo
confirman por una nueva y directa via, podemos, sin temor
de incurrir en juicios precipitados, hacerlos servir para con-
solidar la verdad que tratamos de establecer. — En efecto;
en un caso solo se dejó á la yema parte del órgano alimen-
tador, y en el otro no se le permitió al retoño explotar, hasta
agotarlo, todo el depósito nutritivo; de suerte que en ambas
circunstancias, por un motivo ó por otro, no se aprovechó
la yema más que de una fraccion de los alimentos dispues-
tos para su nutricion en el cañuto. Y puesto que volvemos
ámencionar el hecho de trasplantar los retoños separándolos
de los cañutos, bueno será que presentemos algunas explica-
ciones acerca de este fenómeno. Comenzaremos por mostrar
la relacion que existe entre el grado del desarrollo del retoño
y la proporcion del cañuto que reclama la naciente planta
para continuar creciendo. Cuando el retoño ha echado raíces
propias, entónces se le puede separar completamente del
cañuto, para lo cual basta hacer pasar la seccion bien al
nivel de la corteza de la caña; en este caso el corte se
verifica al traves de las últimas porciones del retoño. Sin
embargo, muchas veces hemos tenido ocasion de aislar de
la manera anterior retoños que no poseian aun raíces, y á
pesar de no haberles dejado porcion alguna de caña, el vás-
tago trasplantado prendió y se desarrolló con lozanía. En
otros casos en que el retoño no habia brotado aun raíces,
hemos tenido el cuidado de dejarle para su nutricion un
pedacito de caña, cuyas dimensiones estaban en razon in-
— 478 —
versa de su desarrollo; así, miéntras más crecido se hallaba,
menor era la extension del fragmento de caña, y vice versa.
Algunas veces, despues de haberle dejado al retoño un
pedazo de tallo adherido al separarlo de la caña, en seguida
lo hemos ido limpiando con un cortaplumas, de suerte que
en último resultado lo único que hemos trasplantado ha
sido un retoño completo; así preparado, cuando el retoño
se encuentra en un estado de crecimiento muy adelantado
prende aun cuando no ofrezca raíces propias.
Un particular bastante notable, respecto al cual deseamos
fijar la atencion, es lo débil que se presenta el retoño á me-
dida que se disminuye la extension de caña que contiene las
materias destinadas á nutrirlo. A pesar de la menguada
apariencia que presenta, en los primeros tiempos de su
existencia, si se encuentra colocado en circunstancias muy
favorables, concluye al fin, al cabo de cierto tiempo, por
robustecerse y dar origen á macollas tan notables como las
más frondosas que hubiesen podido producir las yemas mejor
alimentadas, cierto es, en ménos tiempo, y sin necesidad de
tantos requisitos propicios.
Este experimento lo hemos ejecutado gran número de
veces, y siempre hemos conseguido iguales resultados. El
modo más conveniente de llevarlo á cabo consiste en prepa-
rar bien la tierra del plantel en un lugar pequeño, que fácil-
mente pueda cuidarse con todo esmero. Preparados los
trocitos de caña, se extrae del cajon ó del cantero la cantidad
de tierra necesaria para cubrirlos; en seguida se aplana
bien la superficie, se colocan sobre ella los pedacitos de
caña, seles riega, y se tapan con la tierra separada al efecto.
Luego que han nacido las yemas, se dejan los retoños en el
semillero, hasta tanto que se presenten un poco fuertes, y
que posean raíces propias. Entónces se procede á trasplan-
tarlos al sitio elegido, en el cual se abren hoyos separados
por distancias, que permitan el desarrollo de la caña, se
abonan, y se colocan en ellos los retoños. Éstos prenden al
cabo de pocos dias, si sobre todo se tiene el cuidado de res-
— 479 —
guardarlos de la accion abrasadora de los rayos del sol, ó
sise ha verificado el trasplante en dias cubiertos. No se crea,
sin embargo, que es preciso preservarlos del sol, pues de
todos modos prenden con más ó ménos prontitud.
Los hechos expuestos en las líneas precedentes vana ser-
virnos para discutir ligeramente dos particulares muy
importantes, de los cuales nos ocuparemos con más exten-
sion cuando tratemos de los experimentos que con semejante
objeto hemos instituido. Por ahora nos limitaremos á esta-
blecer bien el enlace que une los datos que se deducen de
los ensayos anteriores á los asuntos que nos proponemos
más tarde analizar con toda la ampliacion necesaria. Que-
remos referirnos: 1.” A la influencia que ejerce sobre el
desarrollo de la caña la naturaleza de la semilla. — 2.? Al
tiempo más oportuno de distribuir el abono para que la
planla se aproveche por completo de sus benéficos efectos,
en uno de los períodos más críticos de su vida.
Cuando se. emplea una semilla de naturaleza inferior para
sembrar los campos de caña, el retoño nace débil, se encuen-
tra más somelido al influjo nocivo de las circunstancias
adversas, y sólo concurriendo á su desarrollo condiciones at-
mosféricas, decultivo y de fertilidad de) suelo en alto grado pro-
picias, es como llega á crecer de una manera notable. De
todos modos, nunca alcanza el desarrollo que se desea, sino
invirtiendo mucho más tiempo del que hubiese sido preciso
para que creciese á igual altura el retoño originado por una
buena semilla. Por lo comun, el primer retoño no se desar-
rolla bien; la caña que de él proviene es pequeña, de cañutos
cortos y leñosos, pero los hijos de esas cañas, si las condi-
ciones son favorables, pueden ser tan hermosos como aque-
llos que emanen de la mejor caña sembrada. — Este hecho,
que la práctica ha sancionado, es análogo al que nospre-
senta el experimento que acabamos de describir, en el cual
la yema sólo se aprovechó de una parte de las materias
contenidas en el cañuto. — Por el contrario, el desarrollo de
la yema y del retoño que proviene de una buena caña, nos
o EA
muestra la influencia favorable que ejerce sobre la aparicion
de esos órganos y sobre sus sucesivas evoluciones, la natu-
raleza y proporciones de las materias contenidas en el tallo.
Existe una prueba muy notable, que pone fuera de duda
la influencia ejercida por las sustancias encerradas en el
tallo sobre el retoño, la cual nos presenta el fenómeno en
toda su amplitud. Nos referimos á las cañas que provienen
de yemas nutridas de una manera extraordinaria, por el
tiempo que dura su alimentacion y por la renovacion cons-
tante y sucesiva de los cuerpos que aprovecha.
Los retoños tan sorprendentes por sus dimensiones, cono-
cidos en los ingenios con el nombre de criollos, chupones 6
ladrones, son los que nos van á suministrar preciosos argu-
mentos para discutir este punto. — ¿En qué circunstancias
se forman esos criollos?¿Se pueden reproducir, ó por lo
ménos explicar, las causas que determinaron su crecimiento?
Tales son las preguntas á las cuales pretendemos contestar. —
A primera vista se podria creer que el desarrollo á que
llegan esos retoños era debido sobretodo, si no únicamente,
á la mayor cantidad de alimentos suministrados á la yema
en corto tiempo, miéntras que recorre sus evoluciones; ali-
mentos que recibiria por las raíces de la cepa en plena
actividad. A favor de estas ideas militan los hechos de encon-
trarse esos retoños más comunmente en cañas de planta,
sembradas en tierras recien desmontadas, aunque con fre -
cuencia se hallan, como lo hacian presentir las circuns-
tancias que presiden á su desarrollo, en cañas de planta,
tanto de frio como de primavera, sembradas en tierras ya
explotadas por el cultivo, y tambien en campos de soca. —
Si se reflexiona un poco, se verá que no basta admitir esa
excilacion enla entrada de los alimentos, pues eseexceso de
materias nutritivas suministradas á la yema en corto inter-
valo de tiempo, léjos de producir el retoño criollo, originaria
un retoño comun, que más tarde nos proporcionaria una
caña de dimensiones iguales á las que alcanzan las demas
que se encuentran en el mismo campo. La formacion de
: — 481 —
esos criollos debe atribuirse á la lentitud con que se desar-
rollan, la cual les permite quesus órganos, á medida que se
van presentando, se robustezcan sobremanera, sin que una
vegetacion precipitada y activa estimule la aparicion de
nuevos órganos. — La gestacion, permitiéndosenos emplear
este término, en estos retoños es lenta y continuada; de ma-
nera que, cuando nacen, los vástagos se presentan con una
robustez que nunca pueden adquirir en las condiciones nor-
males. En efecto, cuando se siembra un trozo de caña de
buena semilla en las circunstancias más favorables, brota la
yema, poco más ó ménos, al cabo de ocho dias, y nace el
retoño; la yema que produce el criollo tarda meses en
nacer, y como siempre se alimenta, cuando viene el retoño
sobre-la superficie de la tierraaparece con un vigor insólito,
al punto que mucho ántes de encontrarse fuera dela tierra
posee raices propias, miéntras que el vástago que proviene
de un trozo de caña sembrado no goza de esos órganos ali-
mentadores sino despues de cierto tiempo de haber brotado.
Ciertamente la preparacion del terreno, su fertilidad, las con-
diciones atmosféricas, la buena +semilla, contribuyen
eficazmente á la formacion de los criollos, pues en tan prós-
peras circunstancias, las potentes y lozanas raíces extraen
de la tierra y ponen á la disposicion de la yema una canti-
dad de alimentos bastante notable. Mas todo eso no bastaria,
si el ojo no fuese robusteciéndose lentamente, de tal modo,
que ántes de ganar en nuevos órganos, dejase á todos los
existentes en el mayor grado de vigor á que pueden llegar.
Dos causas influyen, pues, en la formacion de los criollos:
1.2 Alimentacion abundante y continuada, merced á las
raices de la cepa y álos jugos propios de la caña. — 2.* Lenti-
tud en el desarrollo. Hemos tratado de aislar estas dos causas
y hacerlas obrarseparadamente, para poder así apreciar la
parle que le corresponde á cada una en el efecto, y lo hemos
conseguido de la manera más complela en elacodo de la caña,
verificado en condiciones especiales, que en el lugar opor-
tuno describimos con minuciosidad. Los retoños mantenidos
31
— 482 —
en una lactancia continuada se desarrollan con un vigor en
verdad sorprendente, mas si no se aislan y colocan en muy
buenas condiciones, con facilidad se detienen en su creci-
miento, por efecto de las adversas circunstancias en que se
encuentran. (y. Rétoños aéreos). Además de los hechos ante-
riores, expondrémos más tarde, cuando nos ocupemos de
los retoños de cañas cortadas, algunos fenómenos, que con-
cluirán de poner fuera de toda duda las ideas que venimos
sosteniendo.
La profundidad á que se encuentrala yema, los obstáculos
que se le puedan presentar para aparecer sobre la superficie
de la tierra, las propiedades físicas y composicion química
del terreno, las circunstancias del cultivo y accidentes me-
teológicos ejercen influencia en la formacion y desarrollo de
los criollos.
Algunos criollos que hemos medido nos han presentado
cañutos hasta de veinte y cinco centímetros de largo y veinte
de circunferencia. La vara de los criollos pesa, término
medio, cuatro libras, y este peso seria más considerable si
los hubiéramos pesado en plena madurez. Por falta de luz,
el crioilo no elabora sus jugos poco azucarados, por lo cual
no ofreciendo grandes ventajas, se separan con cuidado y no
se muelen, pues sus líquidos introducirian en el guarapo
cuerpos que entorpecerian la extraccion del azúcar crista-
lizable. Otro fenómeno quecon frecuencia hemos observado
en esos retoños, consiste en la poca fuerza que presenta
la corteza la cual, muy á menudo se raja, y entónces muchas
veces, continuando el desarrollo de la caña, se producen
retoños aéreos.
El segundo particular, estrechamente enlazado con las
ideas que acabamos de exponer, consiste en la necesidad, ó
mejor dicho, la conveniencia de abonar el surco al tiempo
de verificar las siembras, para que de esta manera el retoño
encuentre en su proximidad, durante los primeros tiempos
de su vida, los alimentos necesarios para que resista á las
circunstancias adversas y se aproveche desde luego de todas
— 483 —
las condiciones favorables. En el caso de verificar la siembra
en crudo empleando una mala semilla, el requisito que
recomendamos es mucho más importante que cuando se
procede á la siembra en un terreno bien preparado y usando
semilla de buena naturaleza. Téngase muy presente que un
retoño débil encaña mal, resiste ménos á la seca, sobre él
ejercen la más perniciosa influencia las plantas adventi-
cias, etc.
Acabamos de demostrar por toda suerte de argumentos,
experimentos y observaciones, que el vigor de los retoños
es proporcional á la constitucion de la yema que lo produce
y á la cantidad de alimentos que encuentra en el cañuto para
nutrirse. — De estos hechos vamos á deducir una nueva
prueba, que concluirá por poner en la más clara evidencia
cuán importante es procurar por todos los medios posibles
una continuidad, sin ningun género de interrupcion, en los
distintos períodos de la vida de caña. — Cada internudo
resulta del desarrollo de una yema terminal, y ésta se ali-
menta para crecer á expensas del internudo sobre el cual se
encuentra; miéntras mejor constituida se presente la yema
terminal, miéntras más lozano, completo y rico en sustan-
cias alimentosas sea el internudo encargado de nutrirla,
más vigoroso se presentará el retoño prolongador, y mejor
se desarrollará. — Si á este rotoño, así producido en tan
buenas circunstancias, no le faltan nunca los materiales y
circunstancias para su crecimiento y elaboracion de sus jugos
es claro que todas sus funciones se desempeñarán cumplida-
mente.
En otros términos: siendo el crecimiento de la caña una
serie sucesiva de desarrollo de yemas terminales, en rea-
lidad un encadenamiento de germinaciones, las yemas cre-
cerán tanto mejor cuanto más apropiada y copiosa alimen-
tacion encuentren en los cañutos que las sustentan, los
cuales son sus verdaderas estacas de posicion y estructura
especiales. — Todas las demas circunstancias (agua, aire,
calor) indispensables para el cumplimiento de la germinacion,
— 484 —
deben contribuir en la medida conveniente para que se rea-
lice el desarrollo de la yema, cualquiera que sea su posicion.
— Las consecuencias que se desprenden de este modo de
considerar los fenómenos son en extremo importantes y
explican hechos que de otro modo no se comprenderian.
A esta misma serie de ensayos pertenecen algunos expe-
rimentos que hemos instituido siguiendo el método de
pruebas comparadas, con el objeto de determinar, cortando
las raíces propias del retoño, las del nudo, y disminuyendo
la porcion del cañuto quelos sostiene, la importancia relativa
de esos órganos. Más tarde presentaremos los resultados que
hayamos obtenido despues de variar convenientemente los
ensayos.
Ántes de continuar la relacion de nuestros ensayos,
creemos conveniente exponer y discutir ampliamente las
ideas presentadas por Dutrone, las cuales, aunque erróneas,
fueron deducidas de un hecho bien comprobado por nos-
otros.
Para desenvolver con toda claridad la opinion de Dutrone,
es preciso que con anterioridad expliquemos la significacion,
de algunos términos que emplea para expresar sus juicios.
La caña presenta, tan luego como se examina, un tallo
subterráneo provisto de raices y un tallo aéreo guarnecido
de hojas. — Dutrone divide en dos partes el tallo subterráneo :
la primera se encuentra formada por varios nudos particu-
lares, cuyo número es constantemente de cinco, algunas veces
de seis, y nunca más de siete. La extension de cada nudo es
de una á dos lineas, y posee en su superficie un rango de
pequeños puntos, de donde han de salir las raíces.
El aulor cuyas ideas referimos, denomina radicales esos
nudos, porque los considera únicamente destinados á dar
orígen á raíces, y el conjunto de estos nudos forma la pri-
mera parte del tallo subterráneo, al cual llama primitivo
porque parece destinado tan sólo á servir de cimiento y
centro del primer desárrollo de los nudos que le siguen. —
La segunda parte del tallo subterráneo la nombra secunda-
EN
— 485.—
rio. Veamos cuáles son los caractéres propios para distin-
guir el tallo primitivo del tallo secundario, para lo cual es
necesario examinar la caña en los primeros tiempos de su
desarrollo,ó estudiar los retoños aéreos que se forman cuando
se poda la caña. En estos últimos, por lo comun, los fenó-
menos son más visibles, miéntras que las raíces que se des-
arrollan en el primer caso, cuando germina la caña en la
tierra, impiden que sean tan manifiestas todas sus circuns-
tancias.
_ Despues de separar las hojas radicales, se descubre ordi-
nariamente, debajo de la perteneciente al quinto nudo, el
primer cañuto, que se reconoce por la yema que presenta
sobre uno de sus lados; si no posee ese ojo, debe ser colo-
cado entre los nudos radicales: entónces el nudo siguiente
sostiene la yema que le caracteriza, y dado que tampoco
lo ofreciese, lo que por lo comun no sucede, sería el último
nudo radical.
Explicada bien la significacion de los términos usados por
Dutrone, examinemos los hechos que nos ha suministrado la
observacion de infinidad de cañas.
Es cierto que los fenómenos se notan muy bien en los re-
toños aéreos, mas tambien son evidentes cuando se estudian
cañas que hayan vegetado de tal suerte, que sus yemas se
encuentren al desarrollarse en una direccion opuesta á la
que naturalmente deben seguir; entónces, para brotar, tiene
el retoño que recorrer un gran espacio, y el tallo subterrá-
neo primitivo creceá tal punto, que sus partes se manifies-
tan distintamente.
Hemostenido ocasion deexaminarmillares deretoñosaéreos,
y de su estudio prolijo hemos deducido : 1.? que la yema se
encuentra, por lo comun, en la base del sexto cañuto, y por
consiguiente en el quinto nudo de la caña; algunas veces en
la base del séptimo, raras ocasiones en el octavo, con ménos
frecuencia en el noveno, y solo hemos logrado verla en un
caso en la base del décimo cañuto. Tambien hemos encon-
trado un caso en el cual la yema se hallaba colocada en la
— 486 —
base del quinto sañuto, es decir, en el cuarto nudo de la
caña; pero esto es sumamente raro. En este punto se ve,
pues, que Dutrone se equivocó, quizas por no haber obser-
vado un número suficiente de retoños aéreos (63): — 2.*Que
las raíces, ó mejor dicho, los puntos de donde han de brotar,
se muestran algunas veces al segundo nudo, siempre al
tercero y cuarto.
Discutamos ahora el punto principal. — La yema, nos dice
Dutrone, encontrándose dotada de todos los requisitos esen-
ciales para que se desarrolle el gérmen contenido en ella,
parece que no recibe nada de la caña de donde emana, y su-
poniendo que le suministrase algunos alimentos, éstos ser-
virian, cuando más, para desarrollar el tallo primitivo. Esta
opinion se funda en el hecho de haber brotado algunas yemas,
adheridas tan sólo á pequeñas porciones de la corteza.
Sin recurrir, por ahora, á los experimentos que anterior-
mente hemos expuesto, debemos desde luego rechazar del
todo la opinion de Dutrone, pues ni la estructura orgánica
de la yema de la caña, ni su composicion química, noS ense-
ñan que contenga en sus tejidos las materias indispensa-
bles para dar pábulo á su desarrollo. La idea de querer asi-
milar la yema de la cañaá un verdadero tubérculo ó á una
semilla en la cual se hallen depositadas las sustancias aptas
para responder á todas las necesidades del crecimiento del
gérmen, es, á nuestro modo de ver, átodas luces inadmisible.
En efecto, nuestros experimentos demuestran hasta la
evidencia que la yema de la caña no contiene los elementos
necesarios para que se verifiquen sus evoluciones ; muy léjos
de eso, reclama perentoriamente el auxilio de los cuerpos
contenidos en el cañuto. Nuestro sistema de proceder dismi-
nuyendo por grados las dimensiones del cañuto que sostenia
las yemas, nos ha permitido apreciar la influencia ejercida
sobre el desarrollo de la yema por las materias depositadas
en él. Asi hemos demostrado que : 1.” Las dimensiones y
fuerza del retoño eran proporcionales, en ciertos límites, á
las dimensiones del cañuto. — 2.” El desarrollo anterior de
— 487 —
la yema, es preciso tenerlo en cuenta, pues miéntras más
crecida se halle, ménos necesitará de las materias nutritivas
del cañuto que la sustenta. — 3." La influencia de la semilla
sobre el desarrollo primero de la yema, la formacion de los re-
toños criollos, etc., en fin, todos los hechos expuestos ante-
riormente, prueban la estrecha relacion y dependencia que
existe entre la yema y el cañuto; verdad que el exámen de
la estructura de esos órganos y su composicion química
corroboran por completo.
A no haber sido Dutrone un autor tan digno de aprecio,
quizá no nos hubiéramos detenido en examinar sus ideas ;
mas como goza de una justa reputacion, hemos creido deber
señalar sus errores. Además, esa opinion precipitada, dedu-
cida tan sólo de un hecho mal interpretado, nos prueba una
vez más que tanto en el estudio que venimos haciendo,
como en todos los puntos sujetos al método experimental,
debemos siempre repetir y variar los experimentos, pues
sólo de ese modo es posible apreciartodas las circunstancias
que acompañan la produccion del fenómeno y conocer las
causas que le dieron origen. Aunque la senda por recorrersea
más extensa, al llegar al término tendremos la satisfaccion
de acercarnos á la verdad, y habremos evitado errores, en los
cuales de otro modo habriamos incurrido; en la materia que
nos ocupa es tanto más importante conformarnos á estos
preciosos preceptos, cuanto que los resultados á que llegue-
mos deben servir de base para establecer en gran escala el
cultivo razonado de la caña.
Conviene resumir las consecuencias que se deducen de
estos experimentos, tratando de presentarlas como casos
parliculares de las leyes generales que rigen los fenómenos
vitales en los séres organizados.
La caña contiene depositadas en el cañuto todas las mate-
rias de que ha menester la yema para su desarrollo. Sólo le
es necesario el concurso extraño del agua y del oxígeno.—
Algunas veces puede, sin embargo, poseer toda el agua in-
dispensable para que comience el fenómeno.
— 488 —
Mientras mayor sea la cantidad de materias alimenticias
suministradas por el cañuto á la yema, mejor y más poten-
lemente se dessarrollará esla, organizando por su auge un
frondoso retoño, el cual así bien constituido desempeñará con
amplitud sus funciones.—El retoño es una verdadera trans-
substanciacion de parte de los componentes del cañuto.
El crecimiento en las plantas se realiza á expensas de
productos orgánicos elaborados y asimilados con anteriori-
dad y de nuevo dispuestos, absorbidos y trasformados para
lograr los fines á que se destinen. Unas veces esos cuerpos
son utilizados inmediatamente; en otras ocasiones existen
depositados en distinta forma constituyendo los materiales
de reserva.
La cantidad de cuerpos acopiada y, por decirlo así, alma-
cenada, es siempre bastante considerable en las semillas, bul-
bos, tubérculos, estacas, etc. bien constituidos, para que apro-
vechándola se desarrolle el gérmen con el auxilio del agua
y. del oxígeno del aire.—El vigor de la planta originada será
relativo á la nutricion que haya podido obtener, y sipor na-
turaleza el depósito fuese exiguo, más pronto estará consti-
tuida para desempeñar sus peculiares funciones y alimen-
tarse por el ejercicio de sus propios órganos.
Nadie ignora que la germinacion de todas las semillas se
realiza en esas condiciones. — Lo mismo acontece con las
yemas de los tubérculos, estacas, etc.
Bella y elegante prueba de este hecho es precisamente el
experimento, tan popular en el país, de hacer germinar se-
millas de aguacate. (Persea gratissima, Gartn), colocándolas
sobre pomos de boca ancha llenos de agua. — Hemos visto
matas de aguacate así oblenidas hasta de un metro de
altura, ostentando las más hermosas hojas. — Es evidente
que las malerias nutritivas contenidas en depósito en la yo-
luminosa semilla han bastado, en union del agua y del
oxígeno del aire, para que se cumpliesen todas las reac-
ciones que origina el crecimiento de los órganos, los cuales
luego comenzaron á funcionar con actividad.
AA
— 489 —
Los semilleros de coco tambien demuestran el mismo he-
cho: colocándolos á la sombra, cubriéndolos y regándolos con
frecuencia brotan y la palma puede alcanzar un notable des-
arrollo, sólo aprovechando los cuerpos contenidos en el
depósito.— Algunas semillas llegan únicamente con agua y
aire no sólo á florecer sino hasta fructificar.
Todo tejido orgánico se forma, crece, se perfecciona y se
conserva, siempre á expensas de materias orgánicas con an-
terioridad preparadas y dispuestas luego al efecto, de tal
suerte que su constitucion sea la misma que la del tejido
en cuya estructura entrará.
La yema de la caña, cual otro cualquier gérmen, se nutre
empleando hidratos de carbono, materias azoadas albumí-
nicas (tambien denominadas albuminoideas ó protéicas),
sales minerales, agua y oxígeno.—El incremento que toman
los órganos formados por fuerza tiene que ser proporcional
á la cantidad de materia de que provienen y á las circuns-
tancias que presiden al desarrollo.— Cuando los órganos se
hallen constituidos en la medida oportuna podrán desempe-
ñar sus funciones, es decir, organizar la materia mineral y
hacer servir los productos obtenidos para el aumento de la
planta y preparacion de cuerpos especiales. — Así que el re-
toño ha convertido en sustancia propia, las contenidas en el
cañuto, comienza en él la necesidad absoluta de extraer de la
tierra y del aire los cuerpos indispensables para su incre-
mento y otras funciones.—Aun ántes que este depósito esté
agotado, ya posee el retoño raíces y hojas, que funcionan
creando útiles cuerpos, los cuales unidos á los existentes to-
davía en el cañuto, sirven para alimentar doblemente á la
planta.—Si tan benéfico estado se prolongase durante toda
la vida de la caña, alcanzaria un desarrollo extraordinario.
—Esto es lo que acontece en los criollos: tienen en la caña
madre un depósito continuo de materias alimentosas, y ello
tambien las forman. — Llega un momento en el cual se halla
ei retoño tan potente que puede prescindir, aun cuando
siempre le seria conveniente, del resto de los cuerpos conte-
— 490 —
nidos en el cañuto. — En fin, los cuerpos encerrados en el
cañuto ó en su fraccion pueden ser insuficientes, y entónces
el débil retoño no podrá vivir por falta de alimentos de an-
temano preparados é indispensables para su constitu-
cion.
Como hemos tratado de demostrar en otra ocasion, existe
identidad completa durante ese período de vida entre las
funciones del vegetal y las del animal: ambos se nutren con
el mismo régimen alimenticio: hidratos de carbono, grasas,
materias azoadas albumínicas, sales minerales, agua y OxÍ-
geno. - Ámbos desprenden ácido carbónico y producen calor.
—Las diferencias consistirán en la especie de materia em-
pleada, su cantidad, los cambios que experimente y los fines
conseguidos con su aprovechamiento.
Conviene advertir que tanto en los vegetales como en los
animales, los hidratos de carbono y las grasas se equivalen
fisiológicamente. — Estos cuerpos pueden ser empleados en
distintas proporciones ó separadamente. — En la planta la
celulosa se constituye tan bien á expensas de cualquier hi-
drato de carbono como de un cuerpo graso. — El sacarósis
en la caña, es trasformado previamente en azúcar interverti-
do, constituyendo en definitivo la celulosa. —Quizás la misma
celulosa existente en el cañuto sea utilizada para reconstituir
despues de un cambio, la celulosa del retoño.
Las materias azoadas albumínicas sirven para formar el
protoplasma, que es el cuerpo vivo de la celula y del cual
emanan todas las fuerzas plásticas. — Digamos de paso, que
para establecer esencialmente la unidad fundamental de
plantas y animales, es necesario considerar el comun orígen”
de todos los séres organizados. — Todos proceden del mismo
y único organismo elemental : el protoplasma (primus funda-
mental lapis).
La clorofila deriva del protoplasma por una sencilla adi-
cion de materia verde.
Las sales minerales, ámáisdeentrardirectamente en la cons-
titucion de los órganos, sirven para crear medios ó circuns-
s
— 491 —
tancias apropiadas al cumplimiento de ciertas reacciones
químicas y fenómenos fisicos.
Luego que la planta se halla constituida se realizan en ella
un nuevo género de funciones simultáneamente con las an-
teriores, que persisten siempre á pesar de no haber sido bien
apreciados su cumplimiento y oficios. — El crecimiento es
en definitivo una continua y renovada germinacion, consi-
derándolo esencialmente como formacion y aumento deteji-
dos merced á materiales anteriormente preparados con el
concurso del agua y del oxígeno del aire. — El ácido carbó-
nico, el agua, compuestos azoados (nitratos y sales amonia-
cales) y sulfatos son entónces descompuestos y los productos
se asocian de un nuevo modo, recorriendo enseguida una série
de trasformaciones, inversa de la escala de reduccion y que
algunos denominan metamórfosis elemental progresiva, es
decir, que producen con compuestos y elementos inorgánicos
combinaciones orgánicas complejas. — Las sales minerales
penetran por las raíces, y tambien ácido carbónico, aire,
agua, nitratos y sales amoniacales. — Ese esel grupo de fun-
ciones clorofilianas ó reductoras, por las cuales se despren-
de oxígeno y se acumula energía latente.
Consideremos sumariamente el protoplasma ó bioplasma,
que es el cimiento comun y fundamental de todos los séres
organizados. Huxley define este cuerpo : base física de la
vida, proponiéndose expresar así que existe una única y co-
mun materia de la cual proceden todos los séres organiza-
dos, y que las infinitas diversidades de estos están reunidas
por una triple unidad de potencia, forma y composicion
sustancial. El protoplasma presenta siempre la misma
composicion química.
En todas las semillas, bulbos, tubérculos, estacas, etc.,
existe siempre la materia albumínica indispensable para
constituir el protoplasma. Cuando la planta desempeñe sus
funciones formará sustancias albumínicas, que serán nue-
vamente aprovechadas para engendrar protoplasma.
En resúmen : la planta es un verdadero zoofito; funciona
ms 492 —
como animal aprovechando cuerpos preparados y asimilados
y desempeña oficios propios al vegetal, que consisten en or-
ganizar la materia mineral. — En el primer concepto las fun-
ciones son de combustion ó de metamórfosis elemental regre-
siva. El vegetal es más independiente que el animal, puesto
que se basta por completo miéntras que éste requiere que
la planta organice previamente la materia mineral. Es ne-
cesario, por tanto, distinguir con el mayor cuidado estas
dos series de funciones: unas, son comunes, en su esencia,
á plantas y animales y otras caracterizan la planta.
Considerando estas dos series de funciones se explica con
facilidad el punto tan discutido del desprendimiento de áci-
do carbónico y de la descomposicion del mismo cuerpo, efec-
tos al parecer opuestos, pero necesarios para el ejercicio de
los actos vitales. Afin de separar y bien apreciar estos dos
fenómenos conviene examinarlos en las partes en que se
realizanócon más intensidad ó aisladamente. — Los efectosde
combustion y desprendimiento de ácido carbónico aparecen
claros y distintos durante la germinacion de las semillas,
desarrollo de las yemas en los tubérculos, estacas, etc., y cn
todos los órganos en aumento. Lo que en la ciencia corriente
se considera como una singularidad de la naturaleza se ex-
plica perfectamente por la nueva doctrina.
Cuando se conocen todos los cuerpos existentes en [as
plantas, es decir, aquellos que definitivamente se hallan en
ellas, los que transitoriamente se encuentran en sus teji dos,
las variaciones que sufren unos y otros en calidad y cantidad,
segun la naturaleza de la planta, su estado de desarrollo,
el clima, las circunstancias del terreno, las condiciones del
cultivo, supuesto caso que sean atendidas por el hombre,
etc, asombra el número, extension y variedad de las reac-
ciones que se realizan en la economía vegetal. -- En todos
los séres organizados la fuerza y la materia obedecen á lae
mismas leyes mecánicas, físicas y químicas. — Lo que ca-
racteriza á los séres vivientes, no es una fuerza misteriosa,
sino las condiciones especiales en que se cumplen las leyes
— 493 —
universales. — En los vegetales esos requisitos son en ex-
tremo delicados y distintos, muchas veces, de aquellos que
por lo comun hacemos concurrir en los laboratorios, y sin
embargo, los resultados son intensos y acaecen con rapidez.
— A la temperatura ambiente, bajo la presion ordinaria y
en el seno de liquidos de variable composicion, se realizan
los fenómenos. Con el concurso de la luz y de la electri-
cidad al traves de las membranas puede haber cambios de
endosmosis (con modificacion molecular ó sin ella): sepa-
raciones físicas y descomposiciones químicas (con ó sin
modificacion molecular), ytan especiales condiciones hacen
comprender la profunda diferencia que puede existir entre
las reacciones naturales y aquellas que nosotros efectuamos
en los laboratorios. — Consistiendo las diferencias en los
requisitos que concurren para que se realicen las leyes uni-
versales que rigen la fuerza y la materia, es evidente que
la ciencia experimental llegará á reproducir las circunstan-
cias naturales y entonces obtendremos iguales efectos ha-
ciendo entrar en conflicto los mismos cuerpos que se
metamorfosean en el vegetal. — Miéntrassemejante progreso
no se logre, porvias diferentes vamos llegando al mismo fin,
y así habremos reproducido todos los principios inmediatos
existentes en los vegetales, aun cuando reunamos requisitos
distintos y empleemos cuerpos diferentes de aquellos que
usa la naturaleza para obtener con más sencillez, elegancia
y rapidez idénticos resultados. — Nuestro gran progreso
ha consistido en haber demostrado experimentalmente la
universalidad de las leyes que rigen la fuerza y la materia
en todos los séres de la creacion.
Estas ideas de fisiología general promoverán investiga-
ciones, las cuales darán ópimos frutos para la práctica agrí-
cola, pues servirán para rectificar errores hoy muy propaga-
dos y de funesto influjo.
El discreto lector extrañará que en este libro hayamos es-
lampado añejas explicaciones fisiológicas en vez de ajustar
el esclarecimiento de los hechos á nuestra nueya doctrina.
— 494 —
Sin embargo, no habiendo aun expuesto ésta con toda la
la extension necesaria, hemos creido conveniente conservar
el antiguo modo de interpretar los fenómenos para perma-
necer al alcance de todos.
H.
El exámen detenido de todas y cada una de las circuns-
tancias que ejercen, separada ó simulláneamente, en mayor
ó menor grado, alguna influencia sobre la germinacion de
la caña, es asunto en extremo importante, pues del conoci-
miento de esos particulares debe deducirse las considera-
ciones que servirán de base para establecer los requisitos
que presiden al desarrollo de las yemas.—No siempre es po-
sible aislar los fenómenos para estudiar así sus peculiares
efectos y fijarles su rango relativo; la mayor parte de las
veces no podemos considerar sino hechos complexos, resul-
tado de muchas variables; mas entónces nos es dado llegar
á nuestro fin por comparaciones juiciosas de aquellos casos
en los cuales domine y se muestre, de todo punto palente,
la accion de determinada causa.
A nuestro entender, considerando aisladamente el fenómeno
del desarrollo de las yemas, prescindiendo de otras cau-
sas que ejercen una accion notable, de las cuales nos ocu-
pamos en el lugar oportuno, debemos colocar en primera
línea las tres circunstancias siguientes:
1.2 El grado de desarrollo que alcanzan las yemas en los
momentos en que se deposita la estaca en la tierra.
2.2 La cantidad de agua que contiene la caña en general, y
en especial el cañuto que sustenta el ojo.
3.2 Las trasformaciones de las materias contenidas en el
cañuto que han de realizarse durante la germinacion.
Teniendo en consideracion estas causas, despues de mul-
— 495 —
tiplicados experimentos, hemos deducido las consecuencias
siguientes:
1. Mientras más desarrollada se encuentra la yema en
igualdad de los demas requisitos, más pronto brotará el re-
toño,-al punto que la caña puede nacer á los tres ó cuatro
dias de hallarse depositada en la tierra.
2. A mayor cantidad de agua en el cañuto corresponde,
en circunstancias semejantes, la mayor rapidez en el espacio
de tiempo que necesitan los órganos de la yema para recor-
rer sus evoluciones.
3." Por fin, si las reacciones químicas que deben reali-
zarse en las materias contenidas en el cañuto, á fin de pre-
pararlas y apropiarlas para la alimentacion de los ojos, han
comenzado á verificarse ó se encuentran en el estado con-
veniente, es inconcuso que en ménos tiempo aparecerá sobre
la superficie el boton ó yema ya crecido.
Fundándonos en estas proposiciones, podemos explicar los
particulares que á continuacion se expresan: 1. Conside-
rando todas las variedades de caña que poseemos, hemos
visto que germinan en igualdad de circunstancias, en un
tiempo relativo á la preponderancia que cada una de esas
causas ejerce. Así, si se atiende al desarrollo natural de las
yemas, estas cañas germinan en el siguiente órden: caña de
la tierra, morada de Batavia, de cinta morada, cristalina,
blanca ó de Otahití y de cinta verde. —Como nos será dado
mostrar más ade!ante, en cada una de esas cañas varían los
fenómenos, no sólo segun la edad general del tallo, sino aun
en el mismo tallo segun el tiempo en que han aparecido los
cañutos, ó en otros términos, segun el lugar relativo de las
yemas. — 2.* Las cañas, á medida que se desarrollan, que
maduran, presentan ojos más llenos, sus escamas ó foliolos
se hallan más crecidos y mejor nutridos; pero al mismo
tiempo van perdiendo el agua: sus jugos, á la vez que se
concentran, se modifican de tal modo, que para volver al
punto y grado conveniente, en cuyo estado pueden servir
de alimento, han menester de experimentar ciertos cambios,
— 496 —
los cuales exigen agua y otras circunslancias especiales, á
más que las ojuelas de las yemas se van desecando y per-
diendo de su vigor vegetativo.—Hay, pues, un grado de des-
arrollo, de madurez, propio y especial para la siembra, el
cual, una vez pasado, es necesario volver á él. —Con el tin
de evitar erróneas interpretaciones, nos conviene advertir
que sólo ciertos y determinados cuerpos vuelven al sér y
estado en que se encontraban; otros, en virtud de las nuevas
modificaciones, se cambian en principios distintos de aque-
llos de que provienen en último resultado.—Este particular
quedará elucido cuando tratemos de los fenómenos químicos
consiguientes á la germinacion.
Para llegar al conocimiento de estos hechos, hemos insti-
tuido los experimentos dividiendo las cañas en pedazos, de
tal manera que cada nudo quedase comprendido entre las
dos mitades de los internudos contiguos. Cada pedacito sos-
tenia un número grabado sobre un trocito de madera, á él
atado por medio de una cuerda. — Las distintas cañas
así divididas fueron sembradas á la misma hora, en la
propia posicion, á la exacta profundidad, etc., en canteros
llenos de bagazo podrido. Como queda indicado, los experi-
mentos fueron ejecutados empleando caña de la tierra, mo-
rada de Batavia, cristalina, cinta morada, cinta verde y de
Otahití ó blanca.—Para no fastidiar inútilmente al lector con
un largo relato, vamos á transcribir sólo las observaciones
relativas á la caña de la tierra. — La caña sembrada tenia
veinte y cinco cañutos: la numeracion la dispusimos par-
tiendo de la yema superior y siguiendo la escala descendente
hasta el último é inferior boton. — El nacimiento de las ye-
mas se verificó sucesivamente á partir del octavo dia, en el
órden siguiente; 1. números 9 y 10. — 2.”, 11, 14 y 15.—3.”,
22.—4.* 12 y 13.—5.%, 6.—6.%, £, 5, 8, 18 y 20.—7.*, 16 y 17.
8.”, 3, 24, 25.—9.*, 23.—10.” 2. — El número 1 se perdió.—
Estos ensayos muestran claramente que las primeras yemas
que brotaron fueron aquellas que, á la vez que alcanzaban
un desarrollo notable, poseian un gran vigor vegetativo y
— 0
disponian en sus cañutos, no sólo de la humedad necesaria,
sino aun de las materias alimenticias en el grado de depu-
racion requerido para nutrir el ojo. — La yema número 3,
ménos desarrollada aunque verificando su crecimiento con
el auxilio de más humedad y aprovechando jugos quizás
más propios para favorecer la germinacion, brotó el mismo
dia que lo verificaron las dos yemas inferiores, más crecidas
pero cuyos cañutos contenian ménos agua y jugos ménos :
adecuados en su estado para el desarrollo del ojo.
Ampliando, extendiendo, variando y aplicando las obser-
vaciones anteriores, hemos deseado inquirir la influencia
que sobre el desarrollo de las yemas pudiese ejercer la edad
de la caña, sus dimensiones, las circunstancias del cultivo,
la naturaleza del terreno, etc.--A este fin hemos practicado
los experimentos que vamos á describir.—El primer experi-
mento consistió en sembrar varias cañas enteras, perfecta-
mente desarrolladas, muy maduras y asoleadas: la nascen-
cia comenzó por las extremidades superiores, cerca del co-
gollo; se interrumpió por la parte media, y sólo se manifestó
de nuevo en la extremidad opuesta ó inferior. Examinando
las yemas medias en distintas cañas, vimos que sólo algu-
nas princiaban á brotar.—Debemos advertir que estas cañas
fueron sembradas en canteros llenos de bagazo podrido, de
suerte que aunque gozaron de una benéfica humedad, esta
no fué excesiva. -- Este experimento muestra cómo en las
tierras muy secas ó sencillamente frescas, si no sobrevienen
lluvias oportunas, los órganos de las yemas medias, ó no
crecen ó verifican su desarrollo con gran lentitud: en estos
casos conviene dividir las cañas en trozos pequeños, sobre
todo si se siembran cañas muy maduras, asoleadas y de
grandes dimensiones.
Para llevar á cabo la segunda série de experimentos, to-
mamos cuatro cañas, las cuales habian vegetado en los mis-
mos requisitos, las dividimos en dos, tres, cinco y ocho pe-
dazos, que fueron colocados en la misma situacion en un
cantero lleno de bagazo podrido. Todas fueron sembradas el
32
— 498 —
mismo dia (18 de Diciembre de 1861), y descubiertas al mis-
mo tiempo (18 de Enero de 1862).
1. La primera caña fué dividida en dos trozos de 29 cen-
tímeros cada uno: nacieron las yemas por el extremo supe-
rior del trozo más tierno, por ambas extremidades del trozo
inferior.
2.* La segunda caña fué dividida en tres trozos; el tercio
superior (85 cént., 13 cañutos) ofrecia hácia la extremidad
superior cinco yemas bien nacidas ; el tercio medio (70 cén-
timos de largo, 9 cañutos) y el inferior (67 cént. de largo y
7 cañutos) ostentaban todos sus yemas en el más brillante
estado de desarrollo.
3.? Esta caña fué dividida en cinco pedazos : todas las ye-
mas nacieron por completo. Los trozos presentaban las di-
mensiones y cañutos siguientes : 1.”, 18 cént., 5 cañutos; 2.”,
19 cént., 5 cañutos; 3.”, 22 cént., 4 cañutos; 4.”, 20 cént.,
2 cañutos; 5.”, 19 cént., 3 cañutos.
4.2 dividida en ocho pedazos, en los cuales se desenvoly1e-
ron por completo todas las yemas. Hé aquí las dimensiones
de las estacas : 1.”, 14 cént., 6 cañutos; 2.”, 12 cént., 3 ca-
ñutos; 3.*, 14 cént., 3 cañutos; 4.”, 16 cént., 3 cañutos; 5.”,
12 cént., 3 cañutos; 6.”, 10 cént., 2 cañutos: 7.”, 9 cént.,
2 cañutos; 8.”, 19 cént. 2 cañutos.
De todo lo expuesto se deduce que para proceder con jui-
cio y acierto al determinar las dimensiones que es conve-
niente tengan las estacas de caña destinadas á las siembras,
es preciso, con arreglo á los datos y nociones que nos sumi-
nistran los anteriores experimentos, considerar»: 1.” La va-
riedad de caña, la edad, las circunstancias en que creció, y
sus dimensiones. — 2.” La naturaleza del terreno, los acci-
dentes meteorológicos, la cantidad de tierra con quese cubre
la estaca, etc. Cuando la caña es tierna, cuando no se ha
despajado, cuando sus jugos no han experimentado las al-
teraciones consiguientes á la defecacion fisiológica; en una
palabra, cuando no está madura, si su tallo, por otra parte,
no ofrece grandes dimensiones, en toda clase de terrenos, es
no A
útil sembrarla sin dividirla en pedazos, aunque quizás se
retarde de este modo algo el nacimiento de algunas yemas.
— Si el terreno es fresco, si se desagua bien, se podrá dividirla
en trozos que contengan de 8 á 10 yemas. — Pero cuando la
caña está muy madura, cuando ofrece grandes dimensiones,
es importante dividirla en dos ó más trozos : esto particular-
mente en los terrenos secos ó aun frescos, sobre todo si la
siembra se verifica en circunstancias de no gozar de los
riesgos celestes ó artificiales; más si los terrenos son bajos,
de difícil saneamiento, los trozos, cuando ménos, deben te-
nes un metro de largo, dado el caso de no sembrar cañas
enteras, no muy maduras. — De lo contrario, la excesiva hu-
medad, mucho más activa en los suelos arcillosos, que pe-
netra por las extremidades, modifica los jugos de las cañas,
los vicia y hace impropios á la nutricion de las yemas, las
cuales entónces se alteran ó descomponen por completo; las
cañas se pudren del todo si los trozos son pequeños y si éstos
se cubren con gran cantidad de tierra, miéntras que si ofrecen
mayores dimensiones, sólo es posible que se descompongan
sus extremidades, sus cabezas y las yemas del centro nacerán.
Como la caña, segun la parte del tallo que se examine,
representa con bastante propiedad cañas de distintas edades,
es decir, en diferente grado de desarrollo, es evidente que los
experimentos anteriores hasta cierto punto nos dispensan
de estudiar la germinacion en diversos períodos de creci-
miento. — En efecto, cada cañuto resulta del desarrollo
de un boton terminal; la caña proviene del crecimiento de la
yema: luego, en punto á orígen, existe semejanza absoluta
entre los cañutos que nacen de la tierra y los que se forman
en el aire; sólo se diferencian en que, los órganos de éste
toman incremento en distintas condiciones. Cada caña con-
siderada en sí misma, y con respecto á otras durante la ge-
neracion sucesiva de sus cañutos en fases correspondientes
de desarrollo ofrece cierta semejanza respecto á su composi-
cion química. — Este particular será desenvuelto por com-
pleto en el lugar oportuno.
— 500 —
In.
Cuando se procede al cultivo de cualquiera planta, se debe
estudiar cuidadosamente las tendencias que muestra en el
trascurso de los primeros tiempos de su desarrollo, para
ajustar en la práctica á ellas todas las operaciones, consi-
guiendo así reunir el conjunto de requisitos propicios para
propender al más cumplido ejercicio de las funciones que
realizan durante el período que sirve de fundamento á todos
los actos posteriores de su vida. Si examinamos el desarrollo
de la yema de la caña, veremos que naturalmente seinclina
á dirigirse en cierta direccion. — Cubierta con tierra al des-
arrollarse, conserva esa primera y natural tendencia directa,
más al propio tiempo adquiere otra nueva, cual es la de salir
de la tierra en busca de la almósfera, recorriendo al efecto
la menor distancia posible, y salvando todos los obstáculos
que pueda encontrar en su marcha. — En cualquiera direc-
cion en que se coloque el cañuto de caña, siempre comienza
la yema por crecer siguiendo la línea de su direccion natural,
y si esta no la conduce á la superficie de la tierra, se vuelve
insensiblemente y se encamina hácia ella. por el más corto
trayecto. — De la combinacion de estas dos tendencias de-
pende en gran parte el tiempo que tarde el retoño en apa-
recer sobre la superficie de la tierra. — En igualdad de cir-
cunstancias, miéntras más haya de desviarse de su direccion
normal, más tiempo, tardaría en nacer; siendo entónces,
como hemos demostrado, mayor la dimension del tallo sub-
lerráneo.
El punto de partida, la base indispensable, el fundamento,
pues, para estudiar con juicio cuanto serefiera al particular
que tratamos,consiste en indagar cuál es Ja direccion natu-
ral que sigue el retoño al verificar sus primeras evoluciones
ds
A e O dd ci codi
— 501 —
vegetativas. — La yema de la caña, al desarrollarse con en-
tera libertad, da orígen á un retoño, el cual forma cierto
ángulo con el tallo. — Ese ángulo, que necesariamente debe
tener un valor constante en el estado normal, sufre varia
ciones en virtud de muchas causas; una de ellas es el obs-
táculo que pueda encontrar el retoño en seguir su direccion
inicial, como sucede cuando la hoja adherida al cañuto lo
comprime y hace brotar hácia arriba, deslizándose entónces
entre el cañuto y la hoja; pero aun suponiendo que se des
paje completamente una caña, y que en seguida se la pode,
de modo que origine retoños aéreos, siempre existen otras
causas, pue hacen variar el número de grados del ángulo
La posicion de la yema; en general las yemas superiores
producen retoños que forman ángulos más agudos; la ma-
turacion de la caña, la posicion de las yemas relativamente
al curso del sol, etc., son otras tantas causas que hacen sufrir
variaciones á la direccion del retoño. — Como era curioso
é importante determinar, siquiera aproximadamente, el valor
de ese ángulo, hemos recogido infinidad de observaciones y
practicado variados experimentos, y de todos estos datos
hemos inferido que el ángulo normal tenia un valor com-
prendido entre 29 y 46 grados, sucediendo, como hemos
dicho, en virtud de causas perturbadoras, que fluctúe entre
estos límites ó que los traspase.
Si el retoño forma un ángulo con el tallo de la caña; si,
por otra parte, el órgano que proviene de la yema sigue en
su evolucion el camino más corto para salir á la super-
ficie de la tierra, es inconcuso que la mejor posicion para
sembrar la caña será aquella en que se identifiquen, coin-
cidan y se confundan, el más corto camino para que brote la
yema y la línea que naturalmente señala la direccion del
retoño. Pues bien, si se coloca el cañuto de tal modo, que la
más corta distancia á la superficie sea la que marque el án-
gulo de 35” del retoño con la caña, es evidente que la yema
se desarrollará, no sólo conservando su direccion natural,
sino tambien seguirá en su curso la más corta distancia
— 502 —
para llegar á la superficie de la tierra. Bien entendido que
para que esto se realicees preciso que el cañuto esté coloca-
do de suerte que presente la yema hácia arriba.
Cuando la caña se siembra en cualquiera otra posicion,
siempre el primer movimiento del desarrollo de la yema
conduce el retoño de manera que forme más ó ménos el
ángulo natural; luego que brota, al continuar creciendo, se
encorva, y sigue la más corta distancia para llegar á la
superficie; miéntras mayor sea la desviacion que haya de
sufrir el retoño, más tiempo empleará en aparecer en el
medio atmosférico. Sembrando la caña horizontalmente (un
cañuto que sustente una sola yema) con el ojo hácia arriba,
segun el tiempo que tarde en desarrollarse este órgano,
podrá suceder que el retoño aparezca sin ninguna curva
visible, al punto de mostrarse como si en efecto hubiese
brotado perfectamente vertical, ó bien se evidenciará que al
nacer siguió la propension natural, y entónces forma un
ángulo con la caña. Si en vez de colocar la yema en la an-
terior posicion, se dispone de tal suerte, que quede hácia
abajo, entónces brotará encorvándose, y seguirá la más corta
distancia, segun los obsutculos, para llegar á la superficie.
Cuando se siembra la estaca horizontalmente de tal modo
que sus yemas ocupen las partes laterales, todas siguen su
curso natural, se desvian luego de él se encorvan, se le-
vantan, y brotan sobre la superficie.
En el caso de sembrar la caña verticalmente, de manera
que el ojo y las raíces queden hacia arriba, el retoño se en-
corva poco, casi aparece adherido al cañuto. Por el contrario,
cuando la yema y las raíces se disponen en vuelta encon-
trada, hacia abajo, se encorva y desvia.
Hemos supuesto, para estudiar mejor, los fenómenos más
sencillos: en tal hipótesis, sólo hemos considerado lo que
acontece en una sola yema : si tuviésemos varias enel mismo
trozo, cada una naceria en la direccion propia de su lugar
respectivo.
En resúmen, las circunstancias que ejercen influencia, más
Us: cin có e
o a E. di
— 503 —
ó ménos importante, sobre la germinacion de la caña son:
1. El grado de desarrollo que alcanza la yema en el momento
en que se coloca en tierra. — 2.” La cantidad de agua con-
tenida en el cañuto.— 3.” Elestado particular de los jugos
encerrados en la caña, y su propercion relativa. — 4.* Las
dimensiones de la estaca. — 5.* La posicion en que se coloca
el cañuto, ó mejor dicho, en que queda la yema. — 6.*La
profundidad á que se siembra, y la cantidad con que secubre
la caña. — 7.* La naturaleza del terreno, las mejoras que en él
se hayan verificado, su preparacion, etc. Una de de las cir-
cunstancias de más importancia es la completa homogeneidad
de todas las partes del terreno : cuando todas sus partes no
se hallan íntimamente mezcladas, puede retardarse la apa-
ricion del retoño poralgun obstábulo mecánico; entónces se
encorva de manera que la punta se encuentre aún debajo de
la tierra cuando aparece doblado, formando un verdadero
arco: en este caso, ó concluye por vencer la resistencia
y brotar de repente, ó sus hojas interiores, desarrollán-
dose, atraviesan las que las contienen, y se muestra el
retoño con hojas enredadas, enmarañadas y laceradas. Al-
gunas veces este fenómeno se nota con gran evidencia, aun
en las cañas ya bien dessarrolladas; por una causa cual-
quiera se detiene el libre crecimiento de las hojas interiores,
las cuales á su tiempo salen al traves de las otras formando
nudos tan perfectos, que á primera vista cualquiera creeria
que habian sido dispuestos con intencion de señalar el sitio.
Este fenómeno se manifiesta tambien en los retoños criollos,
y en verdad que se demuestra en todo su esplendor. — 8.*
La sazon, no tan sólo por la humedad contenida en el terreno,
como por la cantidad de agua que se encuentra en la caña.—
9. Las circunstancias atmosféricas durante todo el curso de
la germinacion, siendo muy importante tener en cuenta la
temperatura. — 10.” Elintervalo de tiempo que media entre
el córte de la caña y el momento en que se deposita en la
tierra. — Respecto de este particular hemos comenzado una
serie de ensayos con el objeto de inquirir cuanto tiempo
— 504 —
conserva la caña el poder de germinar, teniendo en consi-
deracion su naturaleza y edad, y los requisitos que caracte-
rizan el medio en que se conserva. — No sólo habiamos
principiado estos experimentos colocando cañas al sol, á la
sombra, en la oscuridad, en lugares poco ventilados, en dis-
tintos medios (arena, aserrin de madera, carbon molido, etc.),
sino aun debajo del mercurio, en'el vacio y en atmósferas
compuestas de distintos gases. — Circunstancias particu-
lares nos han detenido en el curso de estas investigaciones,
las cuales creemos poder pronto volver á emprender. — En-
tónces continuaremos tambien todos nuestros experimentos
acerca de las vias por donde penetra el agua durante la ger-
minacion, la influencia de los distintos rayos de luz, de los
medios gaseosos, los fenómenos químicos que se han reali-
zado en ella, Ja accion modificadora de las materias que
excilan, retardan ó impiden la germinacion, etc.
7
NOTAS”
,
(1) pág. 1. —Véase 7, pág 508.
$
(2) pág. 2. — Cuando se queman por completo los troncos, aun en sus raíces,
la tierra tambien sufre la accion del calor: si el terreno es arcilloso, queda
muchas veces un polvo de ladrillo, de un color rojo bastante aparente. — Los
hoyos así producidos suelen ser muy peligrosos para el que recorra el campo á
caballo.
(3) pág. 3. —La yaba (Andira microcarpa, Gris.) ; el júcaro (Bucida capita-
ta. Vahl.); el quiebra-hacha (Copaifera hymenifolia, Moric,) ; el chicharron
(Chuncoa Chicharronia, Gr.)
(4) pág. 3. — Annales des sciences naturelles, 2.* série. — Botanique, t. I,
pág. 72 (1834).
(5) pág. 3. —Richard, Botanique, pág. 282.
(6) pág. 3. — En las Memorias de Agricultura y Artes, que se publican de
órden de la Real Junta del Comercio de Cataluña, tomo Y (mes de Julio de 1817),
página 35, se insertó un Nuevo modo de abrir peñas y cepas de arbustos y
árboles por medio de la pólvora, publicado en Inglaterra por Mr Jessop.
Dice así :
« Nada tiene de particular ni de novedad el valerse de la pólvora para hacer
saltar las peñas y abrir las cepas muy ñudosas, y resistentes como las del olmo,
las de la encina y otras. — El modo regular de ejecutarlo consiste en formar un
agujero por medio del taladro, llenarlo en parte de pólvora, introducir un peda-
zo de alambre ó de hierro muy delgado, llenar el agujero de leña ó arcilla mez-
elada con pedacitos de piedra menudos, apretándolo todo fuertemente con un
atacador, sacar finalmente el hierro, introduciendo la estopilla en el estrecho
agujero que éste dejó, y luego, pegando fuego á la estopilla para causar la ex-
plosion. z
» Esta operacion, larga y enfadosa, presenta un inconveniente bastante grave;
en efecto, sucede muchas veces que al tiempo de retirar el hierro, el agujero se
cierra, imposibilita la operacion, y se pierde el tiempo, el trabajo y la pólvora ;
y esta práctica no deja de ser arriesgada.
» Mr. Jessop habia oido decir que podia hacerse saltar una roca, si despues
(1), Las erratas que se han deslizado al enumerar las notas quedan corregidas por la
citacion de las páginas á que corresponden. — Así no es posible confundirlas.
x
— 506 —
de haber abierto en ella con el taladro un agujero cilíndrico, y haberlo llenado
en parte de pólvora, se introduce en 'él una caña de paja llena de pólvora muy
fina, acabando de llenar el agujero con un poco de arena.
» Parece á primera vista difícil de persuadirse que esto pueda suceder así, s¡
se atiende á la poca resistencia que la arena puede oponer dejada caer libre-
mente, y que pudiendo ceder con facilidad, no parece probable ni natural que
resulte una vigorosa explosion.
» Pero muy al contrario se observó, habiéndose sujetado la prueba al exper1-
mento que se hizo en las inmediaciones del fuerte Guillermo, que excedió las
esperanzas, habiendo abierto una gran peña de las de mayor dureza.
» Otro experimento ejecutado cerca de Bristol tuvo igual resultado. — Mr. Jes-
sop hizo practicar un agujero de una pulgada y media de diámetro, y de doce
pulgadas de profundidad, para calcular y determinar la cantidad de arena nece-
saria para producir el efecto deseado en una cepa de encina muy fuerte y muy
ñudosa, que tenia un pié y ocho pulgadas de diámetro. — Introdujo en el agujero
una porcion de pólvora, que ocupó la altura de tres pulgadas, colocó luego la
paja llena de pólvora, y luego añadió dentro del agujero una parte de arena, que
llenó el espacio de cuatro pulgadas; se puso fuego, y despues de la explosion
los espectadores quedaron admirados al ver que aquella robusta cepa quedó di-
vidida en seis pedazos, que fueron arrojados con mucha violencia á larga dis-
tancia.
» Mr. Jessop repitió este ensayo sobre otra cepa semejante : puso en el agu-
ero diez pulgadas de pólvora y tres pulgadas de arena, la cepa fué dividida en
dos, y una de estas mitades voló muy alta, y cayó á la distancia de 17 piés.
» El efecto es todavía mayor y más seguro, si en lugar de poner toda la carga
de una vez, no se pone primero sino la mitad, se coloca en seguida la paja, se
tira un poco de arena, luégo la otra mitad de la pólvora, y se acaba de llenar
de arena el agujero; de este modo se tiene más seguridad de que toda la pólvora
se inflame dentro del agujero, y que de consiguieute resulte mejor el efecto. La
razon es evidente, pues que en el método comun de volar los barrenos se pierde
mucha pólvora, que no hace ningun efecto por no haberse acabado de inflamar ;
sucede lo mismo que á un cazador ú á otro que dispara un fusil, el tiro sale,
pero frente del cazador se observa una infinidad de granos de pólvora sin infla-
mar, que no tuvo tiempo de encenderse, por motivo de la velocidad con que salió
el tiro; lo que no es fácil que suceda en los barrenos poniendo la pólvora divi”
dida conforme se acaba de indicar; por esto la explosion no dejará de ser ins-
tantánea, y el efecto de la pólvora será completo y económico. — Esta economía
que resultará del nuevo modo de tirar los barrenos será de mucho interés en las
obras públicas, particularmente en las aberturas de caminos y canales, donde se
gastaba muchísima pólvora, y ahora se podrán hacer semejantes operaciones
con ménos de la mitad del gasto de esta materia inflamable, y con mucha eco-
nomía de tiempo, que tambien es precioso. »
Hasta aquí el artículo inserto en las mencionadas Memorias. La relacion
original de los ensayos de Jessop (W.) que indica el artículo anterior, se encuen-
tra en el Journal of Natural Philosophy, Chemistry and the Arts, by W. Ni-
cholson t. IX (1804), pág. 230-232, Al mismo tiempo conviene consultar Quart.,
Journal of Science, Literature and Arts, t. XXI (1826), pág. 169-170.
Recientemente la dinamita ha sido propuesta para romper árboles y troncos,
A
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— 507 —
pudiéndose así realizar una tumba en corto tiempo y á poco precio. (La dyna-
mite, extraits d'une brochure allemande par Ys. Trauzl par Paul Barbe — Paris»
1870, in 8.*, págs. 61 y 62. La dynamite et la nitroglycerine, por P. Champion.
—Paris, 1872, in 8.*, págs. 182-183 y 212-215. —Mr. A. Brúll (Journal de A gri-
culture pratique, 1870-11, pág. 981) ha dado un interesante artículo acerca del
mismo particular.
El Sr. Brúll ha tenido la bondad de redactarnos una nota en la cual expresa
sus ideas acerca del modo de realizar el trabajo, tratándose de la tumba de
árboles.
El medio más sencillo, dice, seria de abrir con un barrena de 25 milímetros
de calibre, un agujero oblicuo, que partiendo del nivel del suelo, penetrase
hasta el corazon del árbol. — Naturalmente, su dimension seria proporcional al
tamaño del árbol, pudiendo tener desde 50 centímetros hasta 1 metro de pro-
fundidad. Este agujero se llenaria con dinamita hasta el tercio ó la mitad de su
largo, segun la naturaleza y forma del árbol. La carga variaria entre 135 y 400
gramos.
El Sr. de Hamm (Journal de P' Agriculture, t. IV, 1877, y t. I, 1878), se ha
ocupado en estudiar las aplicaciones generales de la dinamita en agricultura y
entre ellas los modos de destruir los troncos de los árboles. — Cita sus experi-
mentos y aquellos que fueron ejecutados por otras personas, y entre estos se
deben consultar los trabajos del capitan de Estado Mayor austriaco Sr. J. Lauer,
que ha descrito de la manera más exacta los procedimientos empleados.
Amplios detalles acerca de las aplicaciones de la dinamita se encontrarán en:
Etudes théoriques et pratiques sur la nitroglycérine et la dynamite par
A. Brúll. Paris, 1875. La technique de sautage par Jules Mahler Vienne et
Paris, 1818. —Los articulos de G. de Hamm han sido reunidos en un folleto
ntitulado : La dynamite en Agriculture, Paris. 1878.
Los que han tenido ocasion de ejecutar una tumba saben cuán penosa es la
operacion y la fuerza que necesita desplegar el hombre. —Si á esto se agrega
el disgusto de las picaduras de mil insectos, que sólo se pueden alejar teniendo
siempre una hoguera que arroje de contínuo humo, se comprenderá lo necesario
que es adoptar un sistema que abrevie el trabajo, economizando la fuerza hu-
mana, y que haga que se aproveche mejor la longitud del árbol, pues con la
operacion actual se pierde un largo trozo. — Ransome, que construye máquinas
para el trabajo de la madera, ha dispuesto una sierra movida por el vapor, la
cual corta en cinco minutos un árbol de un metro de diámetro, pudiendo tum-
bar ocho de esos árboles en el espacio de una hora, atendiendo al tiempo que se
pierde para trasportar el útil de un árbol á otro. —La misma sierra puede dis-
ponerse en seguida para dividir el árbol en trozos.
(7) pág. 14. — Véase Cantidad de semilla, etc., y distancia entre las líneas.
Pág. 11. — Achayotadas y no achachotadas. — Así se denomina la caña blanda,
insípida y jugosa, comparándola con el chayote, fruta de la chayotera (Sechium
edule, Sw.). —Es el chaiotl de los mejicanos. —La curiosa germinacion de esta
planta se halla descrita en Richard (Fanerogamía, t. 1, pág. 297). —La fruta de
la chayotera es la única parte de la planta que se aprovecha en el país ; pero la
raiz tambien puede servir de alimento agradable.
— 508 —
Los indigenas de la Nueva-Caledonia que cultivan la caña para chupar, la
cortan ántes que madure para que esté mas tierna, y esto lo logran mejor
aproximando y reuniendo en un solo haz las distintas cañas de una macolla. De
este modo los tallos son blandos y jugosos. (Essais sur la Nouvelle-Calédonie
par Vieillard et Deplanche.)
Existen algunas variedades de caña, que naturalmente se encuentran en las
mejores condiciones para producir tallos achayotados. La caña negra ó Kari-
Karembú del Indostán se halla en ese caso. — Las hojas al secarse no se des-
prenden y permanecen adheridas constantemente al tallo, cualquiera que sea
su estado de madurez, constituyendo un forro. — De esa manera se mantienen
tiernas. (Legoux de Flaix, t. IL. pág. 416.) — En Bengala los campesinos, que
plantan las cañas muy juntas, y que atan en seguida los tallos de cada línea
con hojas de caña entretejidas, obtienen cañas tiernas, con jugos de dificil de-
fecacion (Wray, pág. 21.)
(7) pág. 19. — Debemos advertir, para evitar interpretaciones erróneas, que
siempre que empleamos la palabra semilla á propósito de la caña, se debe
entender que nos referimos á estacas, pues en el estado actual del cultivo siem-
pre se multiplica la caña por secciones del tallo; aún no se ha conseguido
hacer germinar las semillas propiamente dichas. De este modo de multiplicar la
caña, se deduce que con propiedad siempre se realizan plantaciones, y no
siembras, propiamente dichas, las cuales recuerdan el uso de semillas. Hemos
conservado las impropias calificaciones de siembras, semilla, sementera, germi-
nacion y otras, respetando los términos admitidos en el país. — En la actualidad
en ningun país conocido se reproduce la caña por semillas; éstas son estériles.
—Sin embargo, es indudable que en otro tiempo fueron fértiles, y que han per-
dido esa cualidad por la continuada reproduccion por medio de estacas y otras
circunstancias dependientes del cultivo. —No seria imposible, disponiendo las
cosas ordenadamente, conseguir semillas susceptibles de dar origen á lozanas
plantas. — Este experimento lo comenzamos en otro tiempo, y nos proponíamos,
haciendo variar los requisitos del cultivo, llegar á obtener un resultado satis-
factorio.
(8) pág. 22. —Se denomina caña de planta, aquella que se siega por prime-
ra vez despues de la siembra; soca de planta, la que se corta despues de la
primera siega; soca, la que proviene de los campos de soca-planta ; y resoca,
los plantios que aparecen despues de cortar los cañaverales de soca. — Véase,
Cantidad de semilla necesaria para sembrar una superficie determinada
de terreno, etc.
(9) pág. 43. — Véase Cantidad de semilla, etc.
(10) pág. 43. —El yaiti (Excoecaria lucida, Sw.) el arabo (Erythroxylum
obovatum, Macf.); yaicuage (Hypelate paniculata, Camb.); guairage (Euge-
nia buxifolia, Willd.) ; yamaquey (Belaira mucronata, Rich.) ; manajú (Rhee-
día aristata, Gris.) ; naranjo (Citrus); gia (Casearia alba, Rich.); guara colo-
rada. (Cupania macrophylla, Rich.)
(11) pág. 45. —Para janear, ó bien abre el obrero las piernas, se inclina hácia
o
— 509 —
adelante y tira el: nstrumento hácia atrás, ó bien se adelanta, y de medio lado,
inclinándose un poco, arroja el jan. —Esta última posicion es la más cómoda y
la más usada; los obreros adelantan el pié derecho, dejando el izquierdo á la
distancia que juzguen conveniente se deba abrir el hoyo : allí clavan el jan ;
luégo deslizan hácia adelante el pié izquierdo, y en el lugar en que se encuen-
tra el derecho abren el nuevo hoyo, etc.
(12) pág. 47. — Circunstancias de las cuales nos ocuparemos en nuestros Es-
tudios experimentados acerca de la vegetacion de la caña.
(13) pág. 54. — Véase Estudios progresivos, pág. 303.
(14) pág. 56. —En nuestros Estudios experimentales acerca de la vegeta-
cion de la caña desenvolveremos completamente éste y otros puntos, aduciendo
al efecto gran número de ensayos que con este objeto hemos instituido.
(15) pág. 59. —El arado del país es sencillamente el primitivo arario (araire)
ó dental.
(16) pág. 60. — Véase Estudios progresivos, páginas 23 y siguiente. Del cul-
tivo al vapor nos ocuparemos en los Anales de la Real Sociedad Económica.
(17) pág. 69. — Véase Dimensiones de los surcos. — Aporcadura, Sistema
de cultivo propuesto por Wray, etc.
(18) pág. 711. —Véase Estudios progresivos, pág. 44.
(19) pág. 12. — Príncipes raisonnés d'agriculture. par A. Thaér, t. IV, pá-
gina 229.
(20) pág. 73. —En los catálogos de Howard y de Hornsbyg se ven diseños de
estos arados de doble vertedera. o
(21) pág. 75. —El baron Crud denomina esta operacion aporcadura yunta
(bultage 4 plat). Economie de Pagriculture, par le B. E. V. B. Crud; Paris,
1820, petit in-folio, págs. 245, 254, 256 y 303. —En la pág. 256 expresa los mo-
tivos que le hacen preferir las aporcaduras internas, y da á entender que ha sido
el primer autor que de ellas se ha ocupado. — No discutiremos ese punto; pero
sí podemos asegurar que con respecto al cultivo de la caña, hemos sido los pri-
meros en ocuparnos de establecer las ventajas de semejante práctica, la cual
comenzamos á estudiar ántes de haber conocido la obra de Crud. La aporcadura
interna se usa desde la más remota antigúedad ; pero como otras muchas prác-
ticas, ha pasado inadvertida. Columela se refiere á ella tratando del cultivo de la
vid. —En España existe hasta la palabra especial para expresar la operacion ;
se denomina cubrir ó cerrar (Sem. de Agric. y Artes, t. UI, pág. 57. —Núme-
ro 142, — 12, Abril 1833. — Año 1Y.)
(20 bis) pág. 77. — Varias veces hemos tratado de desenvolver cuanlo se re-
510
ere á la succion de los cuerpos alimenticios por las raíces, presentando el
asunto de la manera más variada. — Todos los aspectos de la cuestion han sido
manifestados. — Para evitar que se puedan juzgar opuestos los hechos que de-
muestran la diversidad de los fenómenos, conviene que fijemos los puntos más
esenciales que al parecer se juzgarian contradictorios. —En efecto, de un modo
general se debe propender á emplear como abonos, cuerpos solubles, los cuales
con más prontitud se difunden regularmente por todas las partículas del terreno ;
pero de la conveniencia de usar con preferencia cuerpos solubles ó aquellos que
fácilmente se disuelvan, no debe deducirse que siempre las plantas hayan me-
nester para la absorcion de una prévia disolucion realizada sin su directa inter-
vencion. — Infinidad de hechos demuestran que tienen el poder de atacar las
materias insolubles, disolviéndolas con sus propios medios.
(20 ter.) pág. 79. —Para limpiar los surcos se podria usar, modificándola, la
trahilla (ravale ou pelle a cheval). — Acerca de esteinstrumento véase Jourdie
Encyclopédie de l'agriculteur, t. XUL, pág. 243). —J. L. Van Allobroet, (Agri-
culture pratique de la Flandre, Paris, 1830, pág. 104). — En Múrcia se em-
plea mucho este útil.
(22) pág. 80. —Los arados de doble vertedera, destinados á abrir los surcos
para las siembras da caña, deberian tener: 1.” Tres cuchillas, que limitasen el
ancho del surco, las cuales fuese posible separar convenientemente. —2.* Dos
vertederas helicoidales, cortas ó provistas con cuchillas, para desmenuzar los
terrones. —3.? Anexo al arado, por detrás, seria útil que se dispusiesen tres
fuertes cuchillas para escarificar el subsuelo. —4.* El surcador tendria un
marcador para señalar el surco. —5.” Se hallaria provisto de un limpiador ó
cepillo de surco (rabol de raies). —6.* Por fin, de un regulador para la profun-
didad de los surcos. Para mayor esclarecimiento véase el artículo Tapadura.
Véase asimismo , Drainage des terres arables, par Barral, t. II; págs. 303 y
siguientes. — Arados de drenage.
(22 bis) pág. 81. — Un arado sembrador para caña ha sido propuesta por Tobías
Marcus. — New-York. — Improvements in cane planters (1857, diciembre).
J. Allison, de Luisiana, ha inventado tambien una máquina para cubrir las
estacas depositadas en el surco.
(23) pág. 85. — Para poner más en claro cuanto atañe y depende de este
particular, hemos instituido una série de experimentos, cuya relacion se encuen-
tra contenida en los Estudios experimentales acerca de la vegetacion de la
caña.
(24) pág. 93. — Gasparin, Cours d'agriculture, t. UI, pág. 469,
(25) pág. 9%. — Encyclopédie de Pagriculteur, tomo IV, pág. 606.
ñ
(26) pág. 99. —Para comprender la influencia de la forma y proporciones de
las vertederas sobre el trabajo que realizan, es útil consultar á Grandvoinet,
Journal d'agriculture pratique, 1862, t. 1, pág. 145, y el artículo Charrue
de la Encyclopédie de lPagriculteur.
— ¿ll —
(27) pág. 100. — En Sologne se usa un arado que alguna semejanza tiene con
el que acabamos de describir. — Véase Encyclopedie de Pagriculteur, t. IV,
página 347.
(28) pág. 101. — Annales agricoles de Roville, por J. C. A. Mathieu de Dom-
basle, t. I, pág. 187; pág. 353; t. V, pág. 388, y t. VII, pág. 417.
(29) pág. 102.— Manuel du planteur de la canne á sucre, par Wray, pá-
ginas 210 y siguientes.
(30) pág. 102. — Culture des plantes ad grains farineux; formant la seconde
partie des préceptes Pagriculture pratique, par J. N. Schwerz; Paris, 1840,
página 240,
(31) pág. 128. — El primero que propuso cultivar la caña en líneas separadas,
haciendo uso del arado para escardar y arrejar los plantíos, fué Cazaud. — Su
obra se intitula: Essaisur Part de cultiver la canne a sucre et d'en extraire le
sucre, par C...<-— Paris, 1781, in 8.* — Anteriormente el mismo autor habia
presentado á la Real Sociedad de Lóndres una interesante Memoria: Nouvelle
maniere de cultiver la canne a sucre. — Transacciones filosóficas, año de 1719,
tomo LXIX, pág. 207. —Esta Memoria fué reproducida por M. F. Lebreton, en su
Traité sur les propriétes et les effets du sucre. — Paris, 1789, petit in 8.*, pá-
gina 24.
Cuando redactamos las anteriores lineas, la obra de Cazaud nos era descono”
cida: citamos sus ideas por lo que acerca de ellas habiamos leido en el libro de
Dutrone, y tambien teniendo á la vista el resúmen inserto en las Transacciones
de Lóndres.
Despues hemos podido procurarnos la publicacion de Cazaud, y habiéndola
estudiado con detenimiento, vamos en breves palabras á presentar de ella un
conciso y exacto compendio.
Comenzaremos por distinguir las prácticas que el autor considera las más
ventajosas, aquellas que deduce de su experiencia propia, y las que indica como
mejores, si así, añade, lo demostrasen posteriores experimentos, pues no las en-
sayó. Con respecto á las primeras, podemos asegurar que todas son erróneas,
consideradas en absoluto, y su refutacion completa se encuentra en el relato del
sistema general de cultivo que hemos expuesto. Acerca de las segundas, aunque
demuestran un progreso, sin embargo, distan mucho de ser perfectas.
Es el autor partidario de las siembras de primavera, y creyendo que la caña,
en verdad, en ninguna circunstancia crece despues de los trece meses, juzga
que se debe cortar siempre al año de sembrada (páginas 41 y 99). — El número
de cañutos de una caña jamás, segun él, es superior á 46 (pág. 199). — Las
cepas se botan fuera, y es mala máxima el calzarlas (pág. 27). — Las siembras
deben verificarse, por tanto, á pequeña profundidad, cuatro ó seis pulgadas
cuando más (pág. 178 y 198). —La distancia ó separacion que debe mediar
entre las fosas debe ser de dos y medio piés en las tierras secas y de tres en los
terrenos de superior calidad (pág. 103 y 178). Aconseja esta distancia para faci-
litar que pronto se cierre el cañaveral, haciendo entónces ménos precisas las
escardas, y evitando la accion del sol sobre el suelo.
— 512 —
Hé aquí la relacion del verdadero sistema de Cazaud : veamos el plan nuevo
que propuso.
Afirma Cazaud que el uso del arado no era del todo desconocido en Martini-
ca, Santo Domingo y Guadalupe; más con respecto á su aplicacion general al
cultivo de la caña, las prácticas que propone no se ejecutaban en ninguna parte ;
por primera vez las señaló, pero no tuvo ocasion de llevarlas á cabo.
Cazaud, á pesar de haber leido, y por decirlo así, haberse inspirado con el
estudio de las obras de Tull y Duhamel (pág. 369), no tuvo una idea bien clara
de todos los beneficios consiguientes á las labores ejecutadas con tino. No es
entónces de extrañar que sostenga que las labores prévias sean inútiles para bo-
nificar el terreno (pág. 359). Para ejecutar las siembras de caña, siguiendo sus
huevas ideas, aconseja que se abra á la distancia de tres y medio piés un doble
surco, que en realidad forma uno sólo, en cuyo fondo se depositarán las estacas
de caña, asi que llegase el momento de verificar la sementera. — Despues acon-
seja que se proceda á desaporcar las plantas, ó hablando quizás con más propie-
dad, á abrir un surco cerca de las hileras de caña, de tal suerte, que la tierra sea
vertida hácia el centro del intervalo que media entre ellas (pág. 363). Cuatro ó
cinco dias despues se trazará un nuevo surco, que volteará la tierra en direccion
de su lugar primitivo.
Aconseja que se arrojen los campos corlados (pág. 364). En resolucion, por
lo que acabamos de manifestar se deduce que Cazaud no hizo más que ver con-
fusamente las siembras en crudo, pero en cuanto al cultivo en lineas propia-
mente dicho, ni áun siquiera sospechó sus ventajas. — Ni podia ser de otra ma-
nera. — Extravagancia inaudita seria exigirle que cuando la agronomía áun no
estaba fundada como ciencia, hubiese podido recibir de ella toda ¡a enseñanza
que hoy nos procura. Cazaud no podia comprender los requisitos generales que
presiden á los cultivos; áun los conocimientos adquiridos no permilian esla-
blecer esa trabazon, esa mancomunidad arreglada, esa unidad armónica, pero
variada, en sus partes. No le era posible conocer que las mejoras agricolas,
todas juntas y cada una de por sí, son necesarias y contribuyen en su tiempo y
grado para el concierto, proporcion, buen órden y policía al resultado final, y
de cada una con respecto al resultado general de todas.
(32) pág. 129. —En la isla de Cuba, el primero que aconsejó se usase el arado
para escardar y arrejar los planlíos, practicando al efecto las siembras á la con-
veniente distancia, fué D. Alejandro Dumont, su obra se titula: Guia de inge-
nios, que trata de la caña de azúcar, desde su origen, de su cultivo y de la ma-
nera de elaborar sus jugos, dedicada á las autoridades protectoras de Cuba,
por A. B.C. Dumont, antiguo oficial superior del ejército francés, caballero de
la órden de la Legion de Honor, y autor de los tratados sobre el cultivo del café,
publicados en la Habana en 1823. —Malanzas, imprenta del Gobierno, á cargo
de Campe. Año de 1832 —8.0—95 páginas. Ñ
En el tomo IV (Habana, oficina del Gobierno y Capitanía general, por S. M.,
1837) de las Memorias de la Real Sociedad patriótica de la Habana, en una Me-
moria del Sr. D. Francisco de P. Serrano, sobre Ingenios de fabricar azúcar,
leemos, pág. 313, en una nota á propósito de Dumont : « En estos últimos dias
ha fallecido este anciano respetable, despues de una larga y útil permanencia
en nuestro país. Antiguo oficial de la república francesa, abandonó el territo-
E A ON
— 313 —
rio de la revolucion despues de haberse entronizado el capitan del siglo. Como
hombre de talento distinguido, supo aprovecharse de estas ventajas en el ejer-
cicio de la agricultura, en que se ocupó por algunos años, dirigiendo varias
fincas de una sociedad instalada con este objeto, y hubiera hecho muchos bene-
ficios á nuestra industria agrícola, si la desgracia no le hubiera perseguido,
siendo víctima más de una vez de las innovaciones en que ordinariamente se
pierden los que más se afanan por obtener mejoras y adelantos. — Permitaseme,
pues, este recuerdo sincero en favor de un amigo desgraciado, estas cortas lí-
neas á la memoria de un extranjero que miró esta tierra como á su adoptiva
patria, y por cuyo bien tanto se afanó. — Nunca queda más satisfecho el cora-
zon como cuando tributa digno homenaje á la amistad y al verdadero mérito,
libre de toda sospecha de lisonja ó vil adulacion. » Las ideas de Dumont fueron
no muy recibidas, textualmente dice Serrano (pág. 213) «que se le pusieron
tantos inconvenientes á esta práctica, que no. me atrevo á aconsejarla, aun
cuando mi voto fuese decisivo. » :
(33) pág. 130. — En las ideas generales acerca de las siembras, que se impri-
“mirán en el tomo II de nuestros Estudios progresivos, describiremos de una
manera más exacta el cultivo en lineas, y allí demostraremos cómo los fines
que se deseaban realizar no se consiguieron empleando los primitivos instru-
mentos.
(32 bis) pág. 142. — Acerca de los oficios que desempeñan los silicatos en el
suelo, conviene consultar: Resumé succint des études de Mr. le baron The-
nard sur les sols arables,
(34) pág. 133. — Principes raisonnes d'agriculture, t. IV, pág. 137.
(35) pág. 146. — Para mayor esclarecimiento de los particulares que acaba-
bamos de estudiar, es conveniente consultar las siguientes publicaciones : An-
nales de Pagricuture frangaise, t. XXXI, pág. 367; t. XXXVI, págs. 5, 145,
261; y t. XXXVII, págs. 145 y 104. — Revue Britannique, 1869, t. II, pág. 3.—
Annales de Roville, t. Y, pág. 350. — Etudes d'economie rurale. La Neerlande,
par E. de Lavelaye, pág. 161. — Essai sur Peconomie rurale de la Belgique,
página 208. — Rev. des Deux-Mondes, número del 15 Janvier, 1864, Paris. —
Traité des amendements. Agriculture de 'Ouest de la France, par J. Rieffela,
tomo 1, pág. 312. — Pralique des défrichements, par le marquis de Turbilly
4.* édit. — How to farm profitably; or, the sayings and doings, of Mr. Alder-
man Mechi. — Apuntes acerca de las utilidades de la arcilla quemada, por
Cárlos Poppy (en inglés). — El Cultivador, periódico de agricultura, horticul-
tura, etc. Barcelona, 1848, 1851, t. II, pág. 152, 223 y 282. — En el Bulletin des
éances de la Sociéte d'Agriculture de Paris, se encuentran diversos trabajos
acerca de la arcilla calcinada. — Entre otros los de Levesque (pag. 256), d'Herlin-
court (pág. 40, 62 y 78 del tomo IX, segunda série). — Heuzé se ha ocupado tam-
bien de este asunto. — Virgilio en Las Georgicas menciona el uso de quemar
las tierras.
Por no embarazarnos y detenernos, interrumpiendo y debilitando la exposi-
cion principal, no hemos querido hacer referencia de otras dos prácticas : los
33
— ¿14 —
hormigueros y fornelladas ó6 borrones de los asturianos, y la quema de las
tierras (ecobuage en francés), las cuales algunos puntos de semejanza mues-
tran, comparadas con lo que acabamos de estudiar; áun diremos más: tantas
analogías ofrecen, que muchas veces en su esencia constituyen la misma opera-
cion, á pesar de sus diversos nombres.
Construyen los catalanes los hormigueros principiando por labrar una ó
dos veces el terreno; en seguida disponen á las distancias proporcionadas el
combustible, compuesto de las yerbas del terreno y un poco de leña menuda, ó
más bien de brusca; sobre la pila herbácea ó leñosa van colocando tierra hasta
que se forma un monton de un metro de base, que tenga dos ó tres de eleva-
cion. Juntan la tierra sirviéndose de un rastrillo guarnecido de ocho ú diez
dientes de hierro, los cuales se encuentran inclinados y formando un ángulo
de 40* con el mango. Cuando el monton adquiere las dimensiones necesarias,
se concluye la obra colocando al exterior gruesos pedazos de tierra, y dejando
superiormente una abertura ó boca, por la cual se principia á quemar el hormi-
guero, teniendo dur«nte la combustion el cuidado de cubrir con tierra los agu-
jeros laterales por donde aparezca la llama. Concluida la combustion, se deja.
enfriar ese horno particular, y despues se rompen los materiales que lo consti-
tuyen, los cuales se diseminan por toda la superficie del campo. Por la breye
descripcion que acabamos de presentar de los hormigueros catalanes, se colige
con facilidad que esa operacion, segun las circunstancias, puede ser, en último
resultado, idéntica á la práctica que suministra la arcilla quemada, ó á la que-
ma de las tierras de que vamos á ocuparnos. Los asturianos dan al acto de
formar y servirse de los hormigueros ú borrones el nombre de emborronar.
Quemar la tierra vegetal, es descascarar, pelar, sacar chapas del terreno
reunir esas costas superficiales y quemarlas lentamente. — Como lo ha hecho
notar Dombasle, cuando se quema la tierra vegetal, como que se encuentra pe-
netrada por todas sus partes por las raicecillas de las plantas que sustenta, las
cuales ocupan un volúmen considerable de ella, al quemarlas, esas raíces, ra-
mificadas por toda la masa, reciben la accion del calor, y las comunican á todas
las particulas de la tierra, las que, á su vez, se hallan simultáneamente en con-
tacto con todos los productos de la combustion; de suerte que en ese estado
naciente, sobre todo si se opera sobre un terreno arcilloso, se condensa gran
cantidad de gases.
Teniendo en cuenta todas las circunstancias, en lésis general, la mayo!
parte de los agricultores aconsejan que se verifique la quema de las tierras
cuando los terrenos poseen gran cantidad de materias orgánicas, y que además
sean arcillosos: de ese modo se obtiene la doble y valiosa ventaja de aproye-
char desde luégo productos fertilizantes, los cuales de otra manera no entrarian
en accion sino al cabo de mucho tiempo, y además modificamos las propiedades
físicas del suelo; así los terrenos arcillosos cubiertos de yerbas, las tierras tur-
bosas y pantanosas provistas de un tejido de raíces leñosas son las que con es-
pecialidad deben quemarse. — En los terrenos arenosos por lo comun no es
útil aplicar el procedimiento; más en las tierras calcáreas, si se abonan conve-
nientemente despues de la quema, puede ejecutarse con ventaja.
El material especial destinado para llevar á cabo la quema de las tierras
varía, segun se emplee sólo la fuerza muscular del hombre, ó se auxilie ésta
eon el uso de máquinas tiradas por animales, lo cual es en grado eminente útil.
— 315 —
Para verificar los trabajos por medio de los brazos humanos se recurre al uso
de palas y azadones particulares, y al corta-césped y levanta-césped. Estos dos
últimos instrumentos facilitan notablemente las operaciones. Las máquinas ti-
radas por animales son: 1.” El corta césped, imaginado por Rey de Planazu. —
2. Un arado particular, que entra en accion luégo que el útil anterior ha traza-
do el trabajo.
Sea cualquiera el procedimiento que se emplee para reducir la superficie del
terreno á placas de ciertas dimensiones, una vez obtevidas éstas, se las deja
secar algunos dias, y con ellas se construyen pequeños hornos, teniendo cuidado
de colocar la parte superior de la placa (aquella sobre. la cual se encuentra la
yerba ó las raíces) hácia el interior del horno, pues así se comunica y manliene
mejor la combustion ; por fin, es necesarió conJucir con suma lentitud la opera-
cion. Una vez que se concluye el trabajo, se deja enfriar los montones ú hornos
improvisados, se pulverizan groseramente sus materiales, y con la mayor igual-
dad posible se distribuyen por toda la superficie del terreno. Tanto por este úl-
timo motivo, cuanto porque asi se facilita la construccion de los hornos, con-
viene darles reducidas dimensiones y multiplicar su número.
La quema de las tierras, que Young no litubea en calificar de « método único
y admirable, suficiente para cambiar en un mes el terreno más estéril en otro
donde crezcan lozanas plantas, » debe aplicarse con discernimiento despues de
haber hecho un estudio circunstanciado del terreno, y muchas veces necesario es
tener presente la naturaleza del vegetal que se piensa cultivar con un fin deter-
minado. — A pesar de reconocer todas las ventajas de esta práctica, no podemos
dejar de confesar que el ecobuage no está llamado á constituir un sistema regular
y continuo de cultivo, pues con respecto á la alimentacion vegetal, no suministra
á las plantas, sino en otra forma más apta para ser absorbida de momento, los
principios que contiene el suelo; de tal modo, que al cabo de cierto liempo se
sabrán agotado esos cuerpos sustentadores, y en el aspecto físico ó de los cor-
rectivos, justo es reconocer que llegará un dia en que las propiedades fisicas
se hallen modificadas en el grado conveniente. Resulta, que las quemas de las
tierras deben ponerse en ejecucion en circunstancias determinadas, y que su
empleo nunca debe considerarse eficáz de un modo continuo y permanente, de-
biendo siempre el agricultor prudente recurrir al uso de los abonos más apro-
piados para mejorar del todo los terrenos.
El ecobuage, lo mismo que la arcilla calcinada, aumentando la porosidad de
terreno, contribuye á su aereacion, y por tanto, facilita y determina la forma-
cion de nitratos á expensas de los elementos del aire con el concurso de las
materias alcalinas del suelo; acrece el poder de absorber las sales amoniacales
contenidas en la atmósfera; y por fin, segun algunos agrónomos, gracias á la
accion del óxido de hierro en conflicto con el aire húmedo, se forma una notable
proporcion de amoniaco. — Johnston cree que en esas circunstancias puede for-
marse un kilógramo de amoniaco por cada 10 kilógramos de óxido de hierro.
Apoyándose en este dato, atribuye la diferencia que se nota en las distintas cir-
cunstancias en que se verifica la quema de las tierras y la calcinacion de la ar-
cilla, y á la mayor ó menor cantidad de hierro que puedan contener los terre-
nos. Respecto de los demás beneficios conseguidos por medio de la quema de las
tierras en el caso de ser arcillosas, nada agregaremos á cuanto hemos expuesto
á propósito de la arcilla calcinada,
— 516 —
Si algunos agricultores no fuesen lan exclusivos, si en su mente no impera-
sen ideas lan absolutas, si examinasen bien las materias ánles de practicar las
operaciones, no veriamos expuestos tantos datos contradictorios acerca de los
distintos trabajos agrícolas, observacion que es muy del caso, pues existe la
mayor divergencia acerca de la utilidad de la quema de las tierras en las opi-
niones manifestadas por los diferentes escritores que se han ocupado del asun-
to, los cuales, sin embargo, se apoyan en hechos verdaderos, pero mal inter-
pretados.
(35 bis) pág. 149. — La ciencia analítica y experimental nos enseña, y la
práctica lo confirma, que allí donde falta un elemento nutritivo, cualquiera que
sea su grado cantativo, no es posible desarrollo normal de la planta. — Tan
luégo como se agrega al suelo el cuerpo de que carece, tan pronto como queda
constituido, presentando la armónica y coordinada composicion indispensable
para el crecimiento de las plantas, podrán éstas vivir y elaborar profusamente
las materias que se forman en sus organismos.
La experiencia establece que la ausencia ó disminucion de un principio nu-
tritivo basta para impedir el desarrollo completo de la planta y así mismo mues-
tra que la sustitucion completa de un elemento á otro, por más análogas que
sean sus funciones químicas, no es posible á la luz de los actos vegetativos.
Es un error deducir de experimentos mal interpretados que cierto número de
cuerpos son los únicos indispensables para el cumplimiento de los actos de la
nutricion, y que los otros se encuentran accidentalmente en los tejidos. — Es
cierto que la planta con ellos puede arrastrar una mísera existencia, lo cual
demuestra la influencia” de los que faltan: pero ni la observacion ni ensayos
bien instituidos han demostrado jamás que los vejetales puedan crecer y funcionar
en todo su auge en semejantes condiciones. — Es preciso considerar los requisi-
tos máximos en que la planta vive con opulencia, y no aquellos mínimos en que
lánguidamente aumenta, y cuando se trata de cultivarlas, es indispensable reunir
aquellos y evitar éstos.
Las sales de potasa, de sosa, la cal, los fosfatos, las sales amoniacales, etc.,
como todo abono incompleto usado exclusivamente y sin tino, concluiria por
esterilizar la tierra, y no por eso se han eliminado, al contrario, delas prácticas
juiciosas de la agricultura progresiva.
El drenage, el regadío, las labores, etc., esquilmarian el suelo con rapidez si
no se reconslituyese éste, restituyéndole las pérdidas. — A nadie se le habrá en
ningun tiempo ocurrido la peregrina idea de aconsejar que no se empleasen
esos potentes medios de aumentar la fertilidad del suelo porque no se supiese
hacer coexistir todas las circunstancias ventajosas.
Por fortuna, las sales magnesianas, aunque en pequeña cantidad, han sido in-
conscientemente suministradas á los terrenos, junto con lo cal, la marga, los
estiércoles, ete.
Todas las plantas en mayor ó menor cantidad han menester de magnesia, y
si por completo se excluyese del suelo, la vejetacion seria imposible.
El fosfato de magnesia abunda en las semillas, sobre todo en los cereales. —
El maíz puede llegar á contener hasta 46.3 por 100. —Es de todo punto imposi-
bie conseguir semillas si no existe fosfato de magnesia en el suelo. — La prác-
tica confirma los hechos demostrados por los ensayos de Stohmaun.
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y
Las cenizas de la caña contienen mucha magnesia. Investigacion curiosa seria
determinar qué influencia ejerce en la constitucion de la caña las proporcio-
nes relativas de cal y magnesia contenidas en el terreno.
Además, instructiva y curiosa es la historia de los juicios expresados por
muchos agricultores respecto de los efectos de la magnesia, y los motivos en
que se han fundado para proscribir su uso; juicios, digámoslo libremente,
que provienen de falta de conocimientos generales de la ciencia y de la ausen-
cia de un criterio fijo para discutir los hechos particulares. — Cierto autor ma-
nifestó sus ideas en los siguientes términos : «La cal magnesiana obra de un
modo demasiado activo; agota el suelo si se le suministra en grandes dósis, su=
puesto caso que con simultaneidad no se abonase. — Ha esquilmado fértiles co-
marcas inglesas y americanas. — A ella deben atribuirse la mayor parte de
los reparos que se oponen al uso de la cal. » — Este juicio, más ó ménos mo-
dificado ha sido estampado en casi todas las obras de agricultura, y á nuestro
entender, constituye un argumento contraproducentem, pues precisamente de-
muestra la influencia benéfica de la magnesia.
En efecto; empíricamente demuestran que la magnesia es un poderoso auxi-
liar de la vegetacion, ó dicho con más propiedad, un requisito indispensable
que acrecerá las cosechas, aumentando por consiguiente las cantidades de ma-
terias extraidas de la tierra.
Como quiera que la agricultura perfeccionada aspira á la mayor produccion
manteniendo siempre las condiciones para obtenerla, es indudable que debemos
recurrir al empleo juicioso de los compuestos magnesianos para conseguir
grandes cosechas, siquiera tengamos que disponer todas las demás circunstan-
cias que obran de consuno para originar el fin deseado.
(36) pág. 155. — Véase la obra de Puvis, y tambien Eléments des scienees
physiques appliquées a Pagriculture, par A. F. Pouriau ; Paris, 1862, pág. 431.
— Este autor, fundándose en los hechos demostrados por Puvis, ha propuesto
una fórmula general para determinar la cantidad de marga que se necesite in-
corporar á un terreno dado.
(37) pág. 156. — Véase Gasparin, Cours d'agriculture. — Masure, en el Jour-
nal P'agriculture pratique (febrero, 1862, pág. 213), ha propuesto un mélodo
general para el análisis, tanto físico como químico de las margas. Conviene
además consultar. Mémoires sur les avantages comparés de la marne et de la
chauzx employées en agriculture, por Masure. — Orléans, 1865.
(38) pág. 159. — Otros correctivos calizos se emplean en agricultura, tales son:
conchas fósiles (falum ó crag. marga ó caliza conchífera), las arenas conchífe-
ras, entre las cuales citaremos la maerl, tambien llamada arena de mar, arena
vermicular, fondo de coral, marga maritima el freaz, trej ó arena de mar, y la
tanga ó ceniza Ó lodo de mar; por fin, diversas conchas de la época actual. —
Acerca del uso del sulfato de cal hemos comenzado algunos experimentos.
(39) pág. 164. — Todas las operaciones mecánicas, físicas y químicas que se
practican en un terreno para disponerlo de la manera más propicia para las
siembras, deben ser estudiadas en el mismo capítulo, en el cual, por tanto, se
de
18 —
incluirán todos los trabajos destinados á mantener la aereacion del suelo, la
frescura, composicion química, etc. —Las labores, correctivos, abonos, dre-
nage, etc., deben ser estudiados ántes de emprender el exámen particular é in-
mediato de las siembras. — Aun más; en el órden lógico y natural de los traba-
bajos debe tratarse de los desagijes por canales descubiertos ó por el drenage
ántes de ocuparse de las labores; así como tambien seria más lógico discutir
cuanto atañe á los abonos y correctivos ántes de examinar esas operaciones, pues
ambos medios fertilizantes pueden usarse ántes de verificar las labores. — Asi,
pues, reconocemos que estas materias debimos haberlas tratado en otro lugar,
más como los abonos pueden repartirse ántes de labrar el terreno, despues de
alzado y áun durante la vegetacion de las plantas, nos ha parecido conveniente
para no interrumpir la narracion, postergar cuanto se refiere á ellos. Con res-
pecto á los desagúes expondremos que siempre se deben ejecular ántes de reali-
zar las siembras: pero por el mismo motivo anterior hemos preferido reservar
su estudio para este lugar. — Y ya que tratamos del órden, debemos hacer
notar aquí que el artículo sobre las siembras en lomas, debió haberse colocado
despues de aquel que trata de la disposicion de las labores. Asimismo la prepa-
racion de los cañaverales demolidos para disponerlos á nuevas siembras se
pudo haber incluido en el artículo general de la preparacion de las tierras;
pero hemos preferido separarlo para conservar el órden lógico de las siembras, y
porque suponemos que vamos á entregarnos por primera vez al cultivo de la
caña ; en ese punto de vista, se procede partiendo de un terreno vírgen, en él se
siembra la caña, y sólo cuando se: demuele el plantío se vuelve á comenzar la
siembra.
(40) pág. 164. — El aprovechamiento completo de las cachazas para extraer
de ellas todos los jugos que las acompañan, está poco adelantado, por lo comun
en el país; seria muy conveniente someter á la accion de potentes prensas esas
cachazas, encerradas en fuertes sacos, que permitiesen la salida de los líquidos,
los cuales se aprovecharian para extraer de ellos azúcar ó fabricar aguardiente.
De este modo sólo se tomaria para la confeccion de los abonos el residuo sólido
que quedase en los sacos.
En estos últimos tiempos se han introducido en el país algunos filtros-pren-
sas, y seria en extremo conveniente que se propagase su uso. — Debemos ad-
vertir que todos los ingenios, áun aquellos que no tengan aparatos de vacio,
pueden utilizar los filtro-prensas, cuyo reducido precio seria amortizado en
corto tiempo. — Por recomendacion nuestra se introdujo el primer filtro. prensa.
(41) pág. 169. — Hemos tratado en el lugar oportuno (V. Estudios progresi-
vos, etc.) de caracterizar cada sistema de cultivo, y despues de semejante dis-
cusion nos proponemos definir cuál es el seguido en la isla de Cuba. Al estudiar
este particular, hemos descubierto que en el país habiamos adoptado un sistema
del todo nuevo, el cual, para ser calificado, demanda que empleemos el término
más conveniente, represen.ando mejor sus circunsiancias; por este motivo le
hemos denominado el sistema monstruoso, pues reune en su conjunto extrava-
gante, requisitos que en su tiempo y lugar fueron muy úliles, los cuales, mez-
clados con una singular confusion, presentan un abigarrado compuesto contra la
naturaleza, como aquellos séres que la imaginacion de los pueblos antiguos se
— 19 —
complacia en crear, caprichosa mezcla de partes de distintos animales, la cual
por fuerza no podia exist:r, pues le faltaba la unidad armónica que preside á las
existencias naturales. — Si por una desgracia dejase de existir este país, y algun
arqueólogo quisiese reconstruir por el raciocinio nuestro sistema general de ex.
plotacion, partiendo de uno de sus elementos, llegaria por el enlace más lógico
de la argumentacion á resultados enteramente opuestos á los que se encuentran
hoy en este suelo. — Vamos á probar que nosotros, ni seguimos el sistema ex-
tensivo, ni ménos aún el intensivo; pero ántes recordemos que cada sistema de
cultivo por completo; en relacion con las circunstancias especiales del agricul-
tor, en armonía con el estado del país, en concordancia con las relaciones que
existan con otras naciones, es bueno relativamente á los requisitos que presiden
á su establecimiento ó adopcion, más cesa de ser provechoso tan luégo como se
rompe ese enlace armónico, y se continúa usando en otras condiciones.
La caña pertenece, como nadie ignora, al grupo de plantas que se conoce con
el nombre de cosechas escardadas, las cuales Fil y demandan perentoria-
mente el uso de la más bien entendida labranza, la más completa bonificacion
del suelo, los más perfectos é idóneos cuidados del cultivo, y como complemento
indispensable, la rotacion de cosechas, la estabulacion de los animales, etc. —
Este cultivo pertenece de la manera más natural al periodo intensivo, siguiendo
la clasificacion alemana, ó á los sistemas andrócticos de Gasparin. — Querer,
pues, cultivar la caña como si fuese planta designada para el sistema extensi-
vo, es sencillamente cometer el más ruinoso anacronismo agricola. — Pero
para hacer resaltar nuestras contradicciones agrícolas vamos á admitir por un
instante que la caña pertenezca en efecto y entre el cuadro de las plantas que
deben cultivarse en el sistema extensivo. — En éste se debe ante todo desear
disminuir los gastos de explotacion, á cuyo efecto se emplea el ménos trabajo
posible, no se usan abonos, etc. Consideremos sólo la cuestion del trabajo. —
En nuestras fincas nos servimos de los brazos más caros que se conocen, y de-
jando por ahora sin discusion si sabemos conservar y dirigir bien esos instru-
mentos de fuerza, contentémonos con apuntar que hemos adoptado para poner-
los en accion precisamente los medios de que se sirven los pueblos, en los cuales
la mano de obra es en alto grado barata. — Casi todas las operaciones del culti-
vo se ejecutan por la accion directa é inmediata del hombre ; las escardas se
realizan con el machete, útil muy á propósito para usarlo en los jardines, ó que
se adopte en China ó en la India, donde existe un exceso de poblacion; más por
completo fuera de lugar en el cultivo en escala mayor, y en un pais donde la
mano de obra siempre seria cara por la falta de habitantes, y mucho más aún
por la condicion social de gran parte de los trabajadores. Simultáneamente con
la fuerza del hombre, empleamos la de los animales ; pero esos séres ¿los cui-
damos? ¿Tratamos de conservarlos ? ¿Sacamos todo el beneficio posible del
juego de sus órganos, y aprovechamos los residuos de sus funciones ? Los ani-
males en nuestras fincas, por lo comun, arrastran la más triste, miserable y
menguada existencia ; perecen, por tanto, á millares todos los años, víctimas
de una alimentacion insuficiente y mal entendida, del mal trato y del excesivo
trabajo; por fin, perdemos por completo los elementos de [ertilidad que podrian
producirnos durante la vida y aún despues de muertos. Los costos de instala-
cion de un ingenio son considerables; la produccion no es grande ni segura; la
amortizacion é intereses de los capitales son dignos de considerarse ; por cuyos
e ES
motivos, y como resultado general de tantos elementos mal coordinados, tan in-
conexos, en muchos casos no hay verdadero producto líquido. Como elemento
general, que se cierne sobre lodos los demás, debemos apuntar el estado econó-
mico del país. Presupuestas estas consideraciones, no es preciso ser profeta para
prever el fin á que irresistiblemente vamos conducidos.
Para conjurar con anticipacion los males que nos amenazan, ó mejor dicho
que ya nos agobian, debemos considerar las cosas en su verdadero punto de
vista, restablecer el órden y la armonía entre todos los elementos de la produc-
cion agrícula, y propender á que se lleven á cabo las reformas económicas, de-
mandadas imperiosamente por nuestras circunstancias ; sólo así podemos sal-
varnos.
Con respecto al cultivo, es necesario, ó adoptar otro, ó al ejecutar el existente,
introducir en él las mejoras oportunas, las cuales repetidas veces hemos indica-
do, y á la vez que se aumente por todos los medios posibles la produccion, es
necesario regularizarla y hacerla estable. — Es cierto que muchos dirán que
para llevar á cabo esas mejoras se necesita un capital que, por lo comun, no
posee ni puede procurarse á módico interés y á largo plazo el agricultor; reco-
nocemos que el crédito agrícola no existe en el país, y que sólo podrá estable”
cerse cuando varien las condiciones económicas; más, por fortuna, lo que falta
que hacer en nuestros ingenios exige relativamente ménos gastos que otras de-
pendencias de la finca ; por otra parle, sin el cultivo perfeccionado es de todo
punto imposible pensar ni un instante en aprovechar las cuantiosas sumas in-
vertidas en el fundo. — Poseemos aparatos completos al vacio, soberbias fábri-
cas, una numerosa dotacion de esclavos, etc., y un campo que creemos nos
puede dar, por lo ménos, ocho mil cajas de azúcar; sobreviene una seca, y no
cosechamos ni la mitad, ¿no es, pues, la mayor y más ruinosa de las incurias no
precaver los desastres consiguientes de las sequías ?
Las ideas que rápidamente acabamos de exponer ponen fuera de duda que
no seguimos el sistema extensivo, el cual no indica, como podria creerse, inter-
prelando erróneamente el verdadero sentido de la palabra, que se explote mal
una gran extension de terreno, cultivando en él plantas que debieran ser
mejor atendidas, sino elegir aquellos vegetales que exijan pocos cuidados, y
cuya explotacion reclama, por consiguiente, cortos adelantos de capital; ele-
mentos relativos al estado social del país ó de la comarca en la cual se encuen-
tre el fundo.
(42) pág. 285. — Las personas que deseen tener una idea más clara de los dis-
tribuidores de abonos pueden consultar distintas obras, en las cuales las expli-
caciones van acompañadas de sus correspondientes láminas, y bajo este punto
de vista les recomendamos The book of farm implements et machines, by Ja.
mes Slight and R. Scott Burn, edited by Henry Stephens; Edimburgh and Lon-
don, 1858.
(43) pág. 220. — En cuanto á las prácticas del riego, las describiremos con
especialidad en nuestro Tratado general de agricultura, obra que redactamos
en este momento.
Sin embargo, como no podemos tener la pretension de exponer con la exten”
sion necesaria este asunto, aconsejamos á las personas que deseen estudiarlo en
todos sus pormenores, que consulten las obras siguientes :
— 521 —- o
Aymard (Maurice). — Irrigations du midi de Espagne. —Études sur les grands
travaux hydrauliques et le régime administratif des arrosages de cette
contrée. — Précédé d'un rapport de M. Lebasteur, in 8.”, avec atlas
de 16 pl., Paris. — Lacroix. — 1864.
Bargné (J. P.) — Irrigations et prairies combinées pour convertir les inonda-
tions en une riche conquéte, in 8.*, avec 6 pl. — 1861.
Barral (J. A.) — Drainage. — Irrigations. — Engrais liquides. — 4 vol. in 12.
— 1856. — 1860. — Paris. —Lib. agricole.
Berbruger (J.) — Les puits artésiens des oasis méridionales de PAlgérie, in 12,
—Paris. — Challamel.
Bertrand (A.) — De P'eau relativement á Péconomie rustique ou traité de Pirri-
gation des prés. — Nouv. édit. avec 7 grav. representant les divers pro-
cédés d'irrigation et augmentée de la description d'une charrue et un ,
compas tres-util, pour la formation des riges. — Paris, — Marchant.
, '
— 1801. — 1 vol. in 8.*
Carena (Hyac.) — Réservoirs artificiels ou maniére de retenir Peau de pluie, et
de s'en servir pour Varrosement des terrains qui manquent d'eaux cou-
rantes. — Turin. — 1811. — 1 vol. 8.*
Cavanilles (D. Antonio Josef). — Observaciones sobre la historia natural
geografía, agricultura, poblacion y frutos del reino de Valencia. — Ma-
drid. — Imprenta leal. — 1795. — 2 vol. in fol., con planos y láminas,
Dunkelberg (W, F.) — De la création des prairies irriguées, trad. de Pallemand
par Ach. Cochard, in8.*, pl. et fig. — Paris. — 1868. — Y. Masson
et fils.
Farnaud. — Mémoire sur Phistoire des canaux d'arrosages et la pratique des
irrigations dans le département des Hautes-Alpes. — Paris. — 1821,
— 1 vol. 8.?. — Huzard.
Grant (C. W.) — Indian irrigation, 1 vol. 8.*
Hervé Mangon. — Études sur les irrigations de la Campine et les travaux ana-
logues de la Sologne et d'autres parties de la France, in 8.”, avec 4
planches. — Paris. — 1850. — Mathias.
— Expériences sur l'emploi des eaux dans les irrigations sous difTerents
> climats. — Gr. in 8.*, avec une pl. — 1863. — Dunod.
— Encyclopédie de Pagriculteur, t. IX.
Heuzé (Gustave). — L'agriculture de Pltalie septentrionale. —Paris. — Hachette.
— 1854. — 1 vol. 8.*
A
Hidalgo Tablada (D. José de). — Manual de riegos, etc. — Madrid. 1851. —
1 vol. 8.*
Jaubert de Passa (Le Baron Fr. Jacq.) — Mémoire sur les cours d'eau et les
canaux d'arrosages des Pyrennées. — Orientales. — Paris. — Madame
Huzard. — 1821. — in 8.* avec 2 pl. gr.
— Voyage en Espagne dans les années 1816. — 19 ou Recherches sur les
arrosages, snr les lois et coutumes qui les régissent, sur les lois doma-
niales ct municipales, considerées comme un puissant moyen de per-
fectionner Vagriculture francaise. — Paris. — Mme, Huzard. 1823. —
2 vol. in 8. avec 6 cartes.
— Canales de riego de Cataluña y reino de Valencia; leyes y costumbres
que los rigen: reglamentos y ordenanzas de sus respectivas acequias,
— Obra escrita en frances por Mr. Jaubert de Passa, traducida al cas-
tellano por el Sr. D. Juan Fiol. — Publicada por la sociedad Económi-
ca de Amigos del país. — Valencia. — 1844. — Por Benito Monfort. —
2 tomos en 8.* — Se debe preferir la traduccion al original.
Keelhoff. — Irrigations des prairies. — Parist — 1865. — 1 vol. in 8.” et atlas.
— A. Goin.
Maitrot. — Irrigations et déssechements. — Paris, in 8.- — Dunod.
Mauny de Mornay. — Pratique et législation des irrigations dans Pltalie supe-
rieure et dans quelques Étals d'Allemagne. — Paris. — Imp. Roy. —
1841, grand. in 8.*
Nadault de Burfon (Benj.) — Cours d'agriculture et d'hydraulique agricole, etc.
— 4 vol. in 8.2 avec fig. et 18 pl. — Paris. — 1853.— 1858. — V. Dla-
mont.
— Hydraulique agricole. — Applications. — Des canaux d'irrigations de
Pltalie septentrionale, etc. — 2 vol, in 8.* avec allas. — 1861. — Paris.
— Dunod.
Pareto (R.) — Irrigations et assainissement des terres. Traité de Pemploi des
eaux en agriculture. — 4 vol. in 18.” et atlas, in fol. de 40 pl. — 1857.
— Roret.
Puvis (M. Ant.) — De Pirrigation des prés en pente sur rigoles horizontales et
des prés en plaine ou marécageux par Vendossement ou division
du sol en planches bombées. — Bourg. Boltier. — 1839, in 8.”
-- De Vemploi des eaux en agriculture. — Bourg. Dufour. — 1849, in-8.*
— Dela métnode d'irrigation des prés des Vosges, in 8.* — 1846,
*
Smith (R. B.) — Italian irrigation. — 2 vol. in 8.* atlas. — London, 1853.
Stephens, — Practica lirrigator, aud Drainer. — 1 vol, in 8.*
ds a
Tatham (W.) — Traité général de Pirrigation, etc.; trad. de Panglais. — Pa-
ris. — Gallaud.— 1805. — 1 vol. 5 pl.
Vallejo (D. José Mariano). — Tratado sobre el movimiento y aplicaciones de las
aguas, etc. — Madrid. — 1833. — 3 vol. in 8.*
Vigau. — Étude sur les irrigations des Pyrenées-Orientales, in 8.? pl. Dunod.
En todos los diccionarios y tratados generales de agricultura existen capitulos
donde se estudia el regadio. — Si á más de las obras esenciales que acabamos
de indicar fuese posible consultar el magistral trabajo de Proby Cantley, acerca
del riego en la India, se tendrán las noticias más completas y suficientes para
dirigir y llevar á buen fin empresa tan importante.
Muy especialmente aconsejamos el estudio del Tratado de aguas y riegos
por D. Andrés Llauwradó. — Madrid, 1878, 1 vol. in 8. A nuestro entender, es
la obra más sucinta y completa que existe.
(43 bis) pág. 257. — En otro lugar hemos estudiado de un modo general
cuanto se refiere al mantillo, y allí describimos los ¿nétodos de fabricarlo, su
composicion química, etc.
Hace pocos años se ha estudiado en España la Vega del Guadiana, que consli-
tuye un verdadero yacimiento del más rico mantillo. — En una « Breve Memo-
ria acerca del abono vegetal del Guadiana la Alta» (Madrid 1875) se encuentran
datos importantes acerca de este precioso abono. Los análisis de los distingui-
dos químicos Sres. Lopez Dueñas y La Puerta indican los singulares beneficios
que se obtendrian aprovechando tan preciosa materia, que la naturaleza gene-
rosamente pone á nuestra disposicion sin haber menester prepararla. Si pode-
mos procurarnos la cantidad suficiente, haremos ensayos en el cultivo de la caña.
— Es indudable que obtendremos los mejores resultados, empleándolo solo, ó
mezclado con otras materias fertilizantes.
(44) pág. 238. — Véanse los Anales de la Real Junta de Fomento y de la
Real Sociedad Económica, los Diarios de la Marina del año 1858, en cuyas
páginas hemos tratado cuesliones relativas al desagúe.
(45) pág. 243. — Drainage des terres arables, por J. A. Barral; Paris, 4 vo-
lúmenes. — En esta obra, verdadera enciclopedia del drenage, se encuentra
la materia tratada en todos sus aspectos, y además nos ofrece el trabajo biblto-
gráfico más exacto que se conoce. El drenage na sido llevado á cabo por prime-
ra vez en Cuba por el Sr. D. Francisco Diago : despues lo realizaron los Sres Don
Tomás de Juara y Soler y Conde de Campo-Alegre. Este último lo ha ejecutado
en su ingenio San Lorenzo (jurisdiccion de Jaruco). — Por circunstancias espe-
ciales ha empleado las piedras pequeñas, y así ha conseguido el desagúe com-
pleto de tierras, ántes siempre sumergidas bajo las aguas. — Semejante sistema
de drenage, muy en favor en Escocia, Francia y Alemania, bien realizado produce
excelentes resultados ; en ciertoscasos es el más baralo ; en otroses el único con-
veniente por distintos conceptos, que aquel en el cual se colocan tubos en los ca-
nales abiertos.
(46) pág. 287. — Véanse los Estudios progresivos, págs. 49 y siguientes.
— 524 —
(47) pág. 288. — Se dice que la caña se acaguasa comparándola con el mayor
desprecio al áspero caguaso (Carezx scabrella, Wahl). — Como casi todas las ci-
peráceas es duro, poco jugoso, y los animales no recurren á él sino estrecha-
dos por el hambre y la falta absoluta de otro alimento.
Debemos advertir que el efecto de las yerbas sobre la vegetacion de la caña
depende de la clase de yerba adventicia, de las condiciones metereológicas, y
sobre todo, de las circunstancias del terreno y del cultivo. En los terrenos eminen-
temente feraces y frescos, la caña sufre ménos los efectos nocivos de las yerbas
adventicias, y algunas veces áun concluye por crecer sobre ella y ahogarla,
(48) pág. 296. — Véase la obra de Allen titulada The american farm book or
compend of american agriculture, etc., by R. L. Allen; New-York, C. M.
Sxaton, 1850. — La traduccion de la Memoria de este autor, con el título de Cul-
tivo en los Estados-Unidos de la caña de azúcar, se encuentra inserta en el ex-
celente Prontuario de Agricultura general para el uso de los labradores y
hacendados de la isla de Cuba, por el Sr. D. Antonio Bachiller y Morales.
(49) pág. 298. — Véanse los Estudios progresivos.
(50) pág. 305. — De Candolle, Physiologie vegétale, t. 1, pág. 872, admite en
algunos vegetales la facultad extraordinaria de levantarse sobre la superficie de
la tierra. Hé aquí los términos en que manifiesta los motivos y hechos en los
cuales se apoya para comprobar sus ideas acerca de este particular :
« Muchas palmas, como nadie ignora, ofrecen en cierta época de su desarrollo
vestigios de ese levantamiento; su tallo se encuentra del todo sobre la superficie
de la tierra, y en esa posicion es sostenido por numerosas, potentes y cilindri-
cas raíces, que conslituyen un verdadero pedestal. La obra del Sr. Martius, acerca
de las palmas, presenta varios ejemplos de este hecho. — El pedestal formado
por las raíces es muy corto en la manicaria saccifera (lám. 95), y más aún en
la maximiliana regía (lám. 91); pero puede llegar á tener hasta cinco ú ocho
piés de altura en la elceis malanococea (lám. 35), y sobre todo en la ¿iriarlea
ventricosa (lám., 35). El Sr. Poiteau ha visto en la Guayana francesa una palma
que ha dibujado (Ann. soc. d'horticul., vol. 1V, pág. 4), la cual se levanta bas-
ante sobre la tierra para permitir que por entre esas raíces pudiese pasar de
pié un hombre. — Muchos viajeros aseguran el mismo hecho, el cual áun más
corroborado se encuentra, examinando en los invernáculos de Europa las pal-
mas, pandanus, y en general los endógenos arborescentes. — El Sr. Poiteau
asegura que desde los primeros tiempos de su existencia ciertas palmas comien-
zan ya á levantarse, y que las nuevas raíces que continúan en accion nacen
siempre de la parte interior del tronco. — Este último hecho concuerda, á su
entender, con lo que sabemos de la organizacion de los endógenos, en los cuales
las partes de más reciente formacion se hallan situadas en el interior; pero al
exponer semejante opinion, olvida que el hecho no es general, pues en las or-
quídeas, gramíneas, etc., las nuevas raíces nacen siempre sobre las más anti-
guas. Con más precision y verdad se puede asegurar que tanto en los endóge=
nos como en los exógenos las nuevas raices nacen en los puntos del tallo en que
encuentran aún humedad, y además un depósito de alimento preparado de an-
temano.
di a
|
|
— 523 —
» Si pasamos á examinar la causa del levantamiento de las palmas, podemos
encontrarla en un mecanismo por demás sencillo. Los vegetales endógenos son
todos endorrizos, es decir, que de la parte inferior de su tallo, más ó ménos
truncado, salen raices, por lo comun cilíndricas y duras, las cuales se dirigen
en la lierra siguiendo una direccion vertical ó muy poco divergente. Estas
raíces, en punto á su consistencia, difieren de una á otra especie: en unas son
débiles ó blandas, en otras duras ó leñosas; cuando son blandas, el peso del
árbol las obliga á doblarse en aquellos lugares en que encuentran un terreno
que fácilmente no pueden atravesar; en los casos en que ofrecen alguna dureza
se establece una especie de lucha, cuyo resultado depende del peso del árbol y
de la impermeabilidad del terreno. Cuando el terreno es mullido, ó si el árbol es
pesado, las raices penetran ó se encorvan; pero cuando el terreno es ó compacto
ó muy seco, si el árbol, por otra parte, no es muy pesado, entónces las raices,
no pudiendo penetrar en el suelo, obran sobre el árbol y lo levantan. Poiteau ha
observado, y este hecho comprueba la opinion expresada, que las palmas que
ofrecen con más evidencia este fenómeno poseen raices muy leñosas. La posicion
de eslos vegetales, cuando crecen en vasos, facilita este efecto, pues el fondo
del vaso ofrece un punto de detenimiento á la prolongacion de las raíces. »
Esta explicacion que De Candolle califica de muy sencilla, á nuestro modo de
ver, es en extremo errónea y contraria del todo á la verdadera y natural sencillez
del fenómeno. Por desgracia no podemos hoy presentar más pruebas, para com-
probar nuestra explicacion, que millares de variadas observaciones que hemos
recogido, examinando distintas especies de palmas, cuyos datos, para adquirir
mayor y más concluyente fuerza, han menester de algunos experimentos dis-
puestos al inten:o; pero nuestras ideas áun así presentadas se apoyan en tantas,
tan repetidas y variadas observaciones, que casi podemos considerarlas como
yerdades bien demostradas.
Creemos que las palmas tienen la propiedad de producir, en ciertas y deler-
minadas circunstancias, raices advenlicias, de las cuales las más próximas al
suelo se extienden, se dirigen hácia su seno y penetran en él; otras permanecen
rudimentarias, más ó ménos desarrolladas al rededor del tronco, sin poder
llegar hasta la tierra. Si la explicacion de De Candolle fuese verdadera y del
todo en armonía con los hechos : 1.? Todas las palmas que vegetan en el mismo
terreno, creciendo bajo los mismos requisitos, deberian mostrar el fenómeno. —
2.* Las raices se notarian al rededor de todo el tallo, miéntras que, por lo
comun, comienzan por un lado. — 3.* Deberian nacer esas raices inmediala-
mente al nivel del suelo, cuando con frecuencia se nota que principian á algu-
nos centímetros del suelo. — Las raíces parten de la parte interna del tronco, y
por lo tanto, salen ó brotan al traves de las capas externas, de más antigua for-
macion ; levantan esas capas (tea) al alravesarla. Más tarde, en virtud de las ac-
ciones atmosféricas, esas capas levantadas, que han dado paso á las raices, se
pudren, desaparecen, y entónces sólo se nota la aglomeracion de las raíces ad-
venticias. — Asi, pues, sólo un estudio detenido del orígen de semejantes órga-
nos puede darnos cuenta de su naturaleza. El mejor modo de estudiar el fenó-
meno consiste en examinarlo en su principio, y cuando llega á su apogeo de
desarrollo.
Los restos, ó mejor dicho, la permanencia de la.insercion de la base del pe-
ciolo de las hojas indica que las raices se han formado sobre el tronco aéreo, se
S.
— 5326 —
han producido fuera de la tierra. En las especies de palmas, en las cuales siem-
pre quedan porciones de ese pecíolo, el fenómeno que nos ocupa es muy mar-
cado, pues se ven frecuentemente las raíces salir por debajo de algunos de esos
restos de hojas, miéntras que en las partes más inferiores y en aquellas que se
hallan al mismo nivel no se han formado semejantes órganos. — Más tarde,
cuando se descomponen ó separan los pecíolos, quedan las raices libres, y se
pierden así los comprobantes de su origen, y esto en mayor grado si dichos ór-
ganos se hallan igualmente repartidos al rededor del tronco.
Para que nuestra explicacion se encontrase del todo demostrada, seria necesa-
rio amontonar tierra al pié de una palma, y asistir á la produccion de las raíces
adventicias; este experimento lo estamos verificando, pero desde luégo pode-
mos prever el resultado de él, pues la tierra extraida al abrir una zanja, y
amontonada al pié de una palma, nos ha demostrado lo que deseábamos, — En
conclusion, las palmas no poseen movimiento ascensional alguno; no se elevan
por sí propias sobre la superficie de la tierra, no se levantan ; esas aglomera-
ciones de raíces son formadas en el lugar que ocupan fuera de la tierra; en una
palabra, son raíces adventicias.
Los ejemplos necesarios para comprobar las ideas que acabamos de expre-
sar, los hacemos dibujar en la actualidad, y no sólo presentaremos hechos en
las palmas indigenas, sino tambien en otras exóticas, que nos ofrece la grande y
hermosa coleccion formada por el celo inteligente del Excmo. Sr. Conde de
Fernandina.
(51) pág. 306. —Los datos que pueden deducirse del estudio minucioso de
las cepas desenterradas, las cuales hayan vegetado en distintas circunstancias,
son en alto grado importantes, y pueden esclarecer fenómenos muy dignos de
ser atendidos ; sólo así se puede justipreciar por completo todo lo relativo á la
profundidad de las siembras, á la posicion relativa y respectiva de los tallos,
segun el lugar de donde parten, las dificultades que han experimentado para
brotar, etc. etc. En cuanto al número de hijos que pueden originarse del ereci-
miento de las yemas del tallo subterráneo, es necesario, para determinarlos,
tomar en consideracion la naturaleza del terreno, las condiciones meteorológi-
Cas, la variedad de caña, las circunstancias de las siembras y del cultivo, etc.
Algunas cepas de caña producen de cincuenta á cien hijos.
(52) pág. 308. — Los ensayos anteriores recuerdan los experimentos practica-
dos en el siglo pasado por Miller, conservador del jardin botánico de Cambridge
(Transactiors philophiques, t LVII, pág. 203), con el objeto de averiguar el
renacimiento posible del trigo. El 2 de Junio de 1766 sembró algunos granos de
trigo en el jardin de la Universidad, y el 8 de Agosto escogió las macollas más
vigorosas, que dividió en 18 plantas ; estas fueron sembradas de nuevo. En Se-
¡lembre y Oclubre desenterró las macollas, y dividiéndolas, áun para separar
los hijos, obtuvo 67 tallos, que volvió á poner en la tierra. En los meses de
marzo y abril siguiente ejecutó una nueva operacion de division, y obtuvo 500
hijos. Estos produjeron 21.109 espigas, cuyo peso era de 47 libras y 7 onzas.
Calculado el número total de granos que entraban en una onza, el número total
de granos fué de 576.840, y todo esto de un solo grano de trigo. — Este experi-
mento le hemos repetido con el arroz, y de un modo general es susceptible de
327 —
extenderse á todas las plantas que malean con mayor ó menor facilidad, va-
riando los requisitos que presidan al desarrollo de los vástagos separados de la
cepa comun y trasplantados aisladamente. — El procedimiento de separacion de
los hijos se ha aconsejado para propagar los cereales. — Un sinnúmero de plan-
tas se multiplican por la separacion de los hijos que brotan de sus tallos sub-
terráneos.
(53) pig 315. —La traduccion francesa se intitula: Manuel pratique du
planteur de canne a sucre, exposé complet de la culture de la canne á suert
et de la fabrication du sucre de canne selon les procedes les plus récents et les
plus perfectionnes, par Leonard Wray. esquire. — Paris, Dusacq, 1853. —
El original ingles: The practical sugar planter : a complete aecount of the
culturalion and manufacture of the sugar-canne, according to the latest
and most improved processes, by Leonard Wray, esquise. — London, Smith,
Elder and Co., €5, Cornhill, 1848.
(54) pág. 330. — A propósito del cultivo del café estudiaremos con deteni-
miento cuanto se refiere á la poda.
(55) pág. 331. — Véase la explicacion de este fenómeno en la nota 63,
(56) pág. 333. — Véanse los Estudios experimentales acerca de la vegeta-
cion de la caña.
(57) pág. 356. — El ungúento que en el dia goza de más reputacion se com-
pone:
PEAWDenrda Mu a O
Pezde Borgoña... le 03:28
Cera amarilla. . . . . . 16 100 partes.
EDO ts Tal a ASILE
Cenizas bien tamizadas. . . 14 /
Esta mezcla se emplea bastante en agua caliente para que se presente liquida
y pueda ser extendida sobre el órgano por medio de una brocha.
(58) pág. 371. — Para esforzar áun más las razones expuestas, meditese
cuanto expresamos á propósito de las Causas que determinan la de paupera-
cion de los cañaverales.
(59) pág. 378. — Bien entendido que suponemos que el terreno sea el más pro-
pio para el cultivo de la caña, y que además, si es anegadizo, haya sido desagua-
do por medio de zanjas precisamente abiertas y dirigidas, ó que se haya saneado
interiormente practicando el drenage.
(60) pág. 457. — Hemos dicho que gran número de hacendados habian adop -
tado en sus fincas los instrumentos de labranza perfeccionados, y nos complace-
mos en presentar una nómina de las máquinas que se han importado. — 1.* Ara-
— 528 —
dos de una sola vertedera deslinados á romper ó alzar la tierra ; estos instru-
mentos, por lo comun, nos vienen de los Estados-Unidos, y sólo de algun tiempo
á esta parte han llegado un corto número de las fábricas inglesas de Howard y
Ransome; de Francia es reducido el número de los que se han enviado. —
2. Arados de dos vertederas fijas ó espansibles para surcar. — 3.* Gradas. —
4.2 Con el nombre de cultivadores se han adoptado en muchas fincas: 1.* Los
arados pequeños tirados por una sola bestia, destinados á voltear suelos ligeros,
ó aquellos que han sido preparados con anterioridad. Eslos arados se emplean
para escardar, arrejacar, desaporcar y aporcar. 2.* Los extirpadores propiamente
dichos, que muchos llaman arados de cinco uñas. 3 * Azadas tiradas por caba-
llos. 4.* Por fin, no sabemos que se haya introducido más que un cortísimo nú-
mero de escarificadores. 5.? Arados de sub-suelo. 6. Rodillos, entre los euales
figura tan sólo uno de los célebres rodillos de Croskill. 7. Tapadores de caña.
En nuestro Tratado general de agricultura mostraremos los principios que
presiden á la construccion de todos los instrumentos que forman el material
agricola; allí pondremos de manifiesto la apropiacion de todo lo útil á determi-
nadas circunstancias y suelo; — por ahora sólo deseamos presentar una lista de
cierto número de instrumentos, construidos por los mejores fabricantes, dejan-
do á cada hacendado el cuidado de elegir aquellos que más puedan convenirle.
1.2 Arados de Hovard, Hornsby, Ransome y Sims, Dombasle (construidos en
Nancy, por C. de Mcixmoron de Dombasle), Grignon, Odeurs (Charleroy), De-
nemay, Bonnet, Meugniot (Dijon), Cargemel (B!ainville sur 'Eau), Marchal (La-
neuville aux Bois), Corny (Blainville sur 'Eau), Corbett y Peele (arado pulyeriza-
dor), Andreu Gray, J. Finlayson.
2.* Gradas de Howard, pesadas y ligeras.
3.» Rodillos de Crorsskilly y de Coleman.
4. Arados de sub-suelo de Howard, Honsby y Ransome, Dememay y excavado-
ras de Bazin, Gustavo Hamoir y Delain.
5” Cultivador-estirpador-escarificador de Coleman, Ransome, Howard y Un-
derhill. :
6.2 Escardadera de Garret, Priestg y Woolnongh.
7.” Rastrillos para recoger la paja, aplicables para reunir y extraer el rastro-
jo de los cañaverales, á fin de cultivarlo despues de la siega, amonlonar el ba-
gazo y apilar la yerba de algun campo chapeado, etc. Los mejores rastrillos son
los de Ransome, Howard, Nicholson, y el americano construido en Grignon.
8. Heneadoras de Smith y Ashby, Howard y Nicholson, instrumentos que se
pueden aplicar para extender y revolver el bagazo á fin de que mejor se seque.
9. Desfondadora ó cavadora del baron Pablo Thenard.
10. Cultivo al vapor ; útiles imaginados por Flower, los cuales describimos y
figuramos en los Anales y Memorias de la Real Junta de Fomento y de la
Real Sociedad Económiea. — Por desgracia casi todos nuestros instrumentos
aratorios nos vienen dé los Estados-Unidos, construidos de una manera imper-
fecta bajo todos conceptos. — Así es que con frecuencia se rompen, es necesa-
rio repararlos, etc. ; entorpecimientos que retardan la propagacion de los bue-
nos instrumentos. — En el país se acostumbra dar el nombre de arado ameri-
cano á todos los arados de una vertedera, ó mejor dicho, diferentes del arado
comun. — Esta denominacion es impropia, pues ni los americanos, han sido
los inventores de esos útiles, ni ménos aún son los que más adelantados se.
a ds O ho
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"to
— 529 —.
hallan en su construccion. — Por otra parte, los primeros arados de una verte-
dera que se introdujeron en Cuba no fueren americanos. — En yez de esa ex-
presion viciosa conviene usar el término que indique la especialidad del arado,
y agregar aún el nombre del fabricante.
El Excmo. Sr. D. José María Herrera y Garro, Conde de Fernandina, ha in-
troducido en sus fincas el uso de los buenos instrumentos ingleses. — Los rodi-
llos de Crorsskilly, las gradas y arados de Howard, el cultivador-extirpador-es-
carificador de Coleman, el distribuidor de abonos de Garret, etc., funcionan con
el mejor éxito en esas fincas.
Las labores ejecutadas por medio de instrumentos movidos por el vapor, ó
como generalmente se dice, el cultivo ó labranza al vapor, resuelven el pro-
blema de hacer más económicos los trabajos, de permitir que se ejecuten en
ménos tiempo, y por fin, con una perfeccion tal, que así se pueden conseguir
todos los beneficios que nos proponemos lograr al practicarlos. Debemos llamar
con gran especialidad la atencion acerca de esta última ventaja, la cual por
fuerza provoca un aumento en las cosechas.
Hace tiempo, sobre todo en Inglaterra, se viene trabajando por 'orillar cuan-
tos inconvenientes se habian presentado para introducir ó aplicar el vapor á la
labranza de los campos, y gracias á los esfuerzos perseverantes é inteligentes de
los que se han ocupado del asunto, podemos asegurar que hoy dia es ya proble-
ma completamente resuelto, como lo demuestran multitud de campos que asi
se benefician en Inglaterra, Francia y otros países.
La isla de Cuba, más que ningun otro país del mundo, por la falta de brazos
para su agricultura, está llamada á aprovecharse de semejante invento, y no se
crea que la única ventaja que nos reportará será usarlo en nuestros ingenios
para cultivar la caña; merced á esas máquinas podremos tener prados artificia-
les, cosechar granos, etc., lo cual traerá como consecuencia la mejor alimen-
tacion de los animales, su permanencia en establos, la fabricacion de abonos ;
en una palabra, una revolucion completa en nuestras prácticas agricolas. El
aumento de nuestra produccion nos procurará por fuerza un acrecentamiento en
la riqueza, la cual nos conducirá indefectiblemente á todo género de mejoras.
El público en general comienza á preocuparse sériamente de algun tiempo á
esta parte de cuantos particulares le brindan adelantos agrícolas; así es que
esperaba con impaciencia los resultados prácticos del arado del vapor, introdu-
cido por los señores de Aldama, y hoy, despues de haber visto su ensayo, pode-
mos asegurar del modo más terminante que tambien en Cuba el cultivo al
vapor es un problema resuelto. Tal es el juicio que hemos formado al ver labrar
la tierra en el ingenio La Concepcion, el viernes 24 de Abril de 1863.
El arado movido por el vapor, tal cual ha sido introducido en este país por los
señores Aldama, es susceptible de aplicarse de una manera general á todos los
campos, cualquiera que sea el uso á que se destine; por medio de él se labra la
tierra, se rompe el sub-suelo, se abren zanjas para colocar los tubos del drena-
ge, etc. ; operaciones todas que es preciso, con mayor ó menor urgencia y en de-
terminados límites, hacer sufrir á los terrenos para disponerlos á las siembras.
Asi, con respecto á esos particulares, no nos quedará más que hacer que tratar
de ir modificando las cosas al punto que con ventaja se adapten á los requisitos
bajo los cuales tendrá que obrar el instrumento ; pero el asunto más importante
para nosotros debe consistir en ir discurriendo los medios de generalizar y espe-
34
— 530 —
cializar su uso á todos y á cada uno de nuestros cultivos. Comenzamos hoy por
indicar algunas innovaciones que podrian con gran utilidad introducirse en el.
material del arado al vapor para extender su uso á todas las operaciones del cul-
tivo de la caña.
Consiste la primera en disponer un arado de doble vertedera, propio para
abrir los surcos en los cuales deben depositarse las estacas reproductoras. Gra-
cias á las fuerzas que se emplean, es posible hacer uso de dos arados, de suerte
que al mismo tiempo se abran dos surcos; deberán colocarse de manera que
con facilidad se alejen ó aproximen para trazar surcos á las distancias que se
juzgue conveniente practicar las siembras. Estos arados, para ser completos,
habrian de tener, si no tres, por los ménos dos cuchillas, para cortar lateral_
mente las paredes del surco, y fijar así su ancho con limpieza. Los arados de
doble vertedera es preciso tengan las dimensiones requeridas para abrir los
surcos que se desean con la profundidad y anchura oportunas. Como esas di-
mensiones son susceptibles de cambiar segun las circunstancias, necesario será
que por un regulador se fije de antemano la profundidad, y como las vertederas
pueden ser expansibles, tambien se podra arreglar segun se quiera la anchura
del surco. Por fin, detrás y entre las dos vertederas seria en extremo convenien-
te que se dispusiesen dos ó tres cuchillas para romper, cortar, ó mejor dicho,
escarificar el sub-suelo. Para poder, de un modo general, determinar las pro-
porciones de esos arados de doble vertedera, conviene tener presente que los
surcos destinados á las siembras de caña deben presentar de 50 á 70 centime-
tros de ancho, y una profundidad de 30 á 40 centímetros.
El segundo instrumento que creemos úlil anexar al arado del vapor, consiste
en un extirpador-escarificador que pueda pasar entre las hileras de caña para
efectuar las primeras escardas en los campos recien sembrados, y llevar á cabo
las operaciones de cultivo en los cañaverales cortados. — Es indudable que
cuando la caña se encuentra muy crecida no se puede pensar en cultivarla con
las máquinas movidas por el vapor; mas en los casos de hallarse áun pequeña,
convendrá hacerlo. — Ese cultivador deberá desde luégo ser expansible para
poder pasar entre las hileras de caña, es decir, que pueda variar la superficie
que recorra entre siete cuartas y una vara. — Para ser usado al mismo tiempo
como útil propio para verificar las binazones y escardas, es preciso que á él se
puedan adoptar pequeñas rejas, de tal suerte, que sea un verdadero extirpador,
y tambien cuchillas, que lo trasformen en escarificador.
No pretendemos constituirnos en autoridad respecto á los particulares de que
se ocupa la mecánica agricola ; lo único que nos ha movido á apuntar las ante-
riores indicaciones es hacer que los fabricantes y peritos en la materia dirijan
sus esfuerzos á conseguir que se aplique por completo el cultivo al vapor á los
cuidados que demanda nuestra preciosa gramínea sacarina para crecer y desar-
rollarse con vigor. No basta sembrar la caña; es preciso cuidarla despues de
nacida, y por todos los medios imaginables es indispensable que tratemos de
economizar la mano de obra, perfeccionar las operaciones, y poderlas ejecutar
en un breve espacio de tiempo.
El arado al vapor inventado por Howard ha sido introducido por el Sr. D. José
Melgares, despues de haberlo visto funcionar en la finca de Howard, cerca de
Lóndres. — Como este señor es muy inteligente, activo y constante en sus pro-
pósitos ; como por otra parte contrató hábiles obreros, no dudamos que la má-
m7 EW
— dl —
quina haya dado los mejores resultados. — El arado al vapor de Howard es muy
apreciado en diversos países y ya se han vendido considerable número de ellos.
Debains ha propuesto y ejecutado un sistema sencillo y poco costoso, que permite
emplear cualquiera máquina-locomóvil. — Asi se podrá elegir la más económi”
ca. — Esas locomóviles que consumen de 3 á 4 kilógramos de carbon por caba
llo y por hora, son ruinosas. Hoy existen muchas que sólo gastan, cuando más,
la mitad del combustible. — Los útiles necesarios cuestan doce mil francos, á
los cuales hay que agregar el precio de una ó dos locomóviles de la fuerza de
ocho á diez caballos. — La descripcion de este sistema se encuentra en el Jour-
nal de Pagriculture pratique, 1877, t. II, pág. 844. — Debains hace funcionar
su arado de yapor en sus propiedades á vista de cuantos quieren estudiar ej
asunto.
Otro sistema de cultivar la tierra por la fuerza del vapor ha sido llevado á
cabo con buen éxito por Fisken. La particularidad esencial que caracteriza el
mecanismo, consiste en poder trasmitir á gran distancia la fuerza de un motor
fijo. — De aquí la facultad de aplicar al cultivo cualquiera máquina de vapor
colocada en un lugar indeterminado. Con tan ingenioso sistema se podrá llegar
al cultivo gratuito, hasta cierto punto, utilizando la fuerza del agua y quizás la
del viento inmediatamente ó haciéndolas servir primero á comprimir el aire.
El sistema de Fisken ha funcionado con el aplauso de todos los jueces en los con-
cursos agricolas de Inglaterra y además ha merecido la aprobacion de entendi-
dos agrónomos. (V. Hervé Mangon. — Traité du Genie rural, t. Il, pág. 561.)
(61) pág. 468. Véanse estos mismos Estudios, seccion Il.
(62) pág. 476. Como tendremos ocasion de demostrarlo cuando estudiemos lo
relativo á los retoños que se producen despues de cortar lascañas. Todolo referen-
te á las funciones de las raíces será de nuevo discutido así que hayamos concluido
unos experimentos que hemos comenzado á verificar acerca de las siembras de
cogollo, particular muy importante; pero el asunto no quedará completamente
dilucidado sino en la Memoria relativa al Desarrollo de la materia vegetal, en
la cual los experimentos van sancionados por la comparacion y por la balanza,
último criterio en estas cuestiones.
(63) pág. 486. Existe una relacion muy marcada entre la constitucion de las
hojas y la formacion de las yemas.—En la yema, las hojas coriáceas se hallan re-
plegadas, y sucesivamente, á medida que van apareciendo enlas partes superiores
del tallo, pierden esa constitucion, sus tejidos se modifican, la lámina de la hoja
comienza progresivamente á mostrarse, y el peciolo se produce. — Cuando la
caña agúina ó florece, sucede lo inverso; las hojas ván perdiendo su lámina y el
pecíolo se va alargando, de suerte que así modificadas, recuerdan bastante bien
los folíolos de las yemas. — Por manera que la ausencia de yemas en los pri-
meros y postreros cañutos se puede explicar por la trasformacion de las hojas
— Esto concuerda con una observacion general ; las yemas son ménos comu.
nes en las axilas de las brácteas que en las hojas, y no se producen, ó cuando
ménos permanecen estacionarias, en las axilas de las escamas de otras yemas,
— Esta explicacion es suficiente para darnos cuenta del hecho que nos ocupa, y
al mismo tiempo muestra su enlace y armonía con los fenómenos generales de
la vegetacion.
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ada. ¿RAI eE 4 O A ¿OR a
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INDICE.
Manifestacion en honor del Sr. don Alvaro Reynoso.
INEDIGATORIA.. . .%» + a
PRÓLOGO DELA PRIMERA EDICION, POR EL SR. As DEDE Pd DuLces.
SIEMBRAS
Colocacion del batey. — Dimensiones de las guarda—rayas y ca-
ñaverales; distribucion general de éstos y aquellas con respecto
al centro de la plantación
Ideas generales acerca de las siembras de caña
O A SEMA... IEA
IA AE AA RS RN RE EAS
Epocas más convenientes para verificar las siembras
Siembras á jan, de jan ó con plantador
DANEES COn: 1a azar A, ra
Siembras realizadas en tierras no labradas ó en crudo. . . . .
Siembras verificadas por medio del arado del país. . . . . . .
Siembras perfeccionadas. . ..... .
A
Disposicion de las labores para las siembras. . . . . . .. +. +
Direccion de los surcos. . .
Distancia entre las líneas... .
IO ca 108 SUECOS. 0 oia. PU A
SES: AUN SUECOS- 25 e cria ia a
Distribucion de la semulla.:. < co md e
Cantidad de caña necesaria para sembrar una superficie determi-
nada de terreno. — Dimensiones de la estaca. — Colocacion en
el surco. — Siembras á surco corrido y mateando.. .
Tapadura.
aa a a 0 > a A a a > 972,002
82
96
— 334 —
Pcs.
Siembras llevadas á efecto empleando el cogollo. . . . . . . . 10%
Siembras en lomas. . veneno a a da 119
NIiembras vuercawulaS is. a ea a a o de 123
Denominación impropia del cultivo en líneas. . ........ 128
Vaentos abrigo, elevacion...0. PA EA: to 134
Correctivos y abonos. . . . ..... OLE EA 139
Awmoilla caleimada: jac. an o Co o 139
Uso de la cal como abono y CorrectivO.. . . . . . . ..... 146
MESES a el A O A 146
AS, E E 152
Enron DEZA CORA LAO O GOA, A. AI 158
A EN RR RC 159
Oxvdo-de-hierro: 2 012. IEA A PONG AIDA 160
Fabricacion de compuestos ó mezclas fertilizantes... . . . . + 164
CHUQUETOS:S + «2: <=. nina» se AM 174
Cenizas. — Importancia de los álcalis. . . . . ....... .... 174
Estiércolgois o o ADA IOMA A 187
FOSTatos. odo. 0 o, SO 188
Guano del Perú... ¿DO adn a 0 TIN 190
Guano producido por los murciélag0S, . . + +... +... . «0. 190
ABONOS Verdes. -. «ero... . . .<...s TA 191
Distribucion de los ALONOS-4 ¿UI IA 193
Abonos líquidos. . ... . . “00 AGE A 0 AA A AA 206
Sequías. — Regadío. — Frescura de los terrenos... . . . . 215
La caña es una planta de regadio. . . . .. E 220
Humedad producida por los vapores acuosos condensados á efecto
de la radiacion nOCturna.. +. . . +... «OSAMA 233
Ideas acerca del regadio considerado con respecto á la preparacion
de las tierras. - . . . RIITUGA al 2 ARGOS E DN IA 235
Desagúes. — Saneamiento exterior (zanjas) é interior (drenage). 237
Resúmen de los puntos relativos 4 los abonos propios para el
cultivo dela Caña... << condice 03 1 o EDALA 2Ok UE ¿O TIBRO
CULTIVO... «Pe a cr te a ea 0 INTI OO 270
Refutacion de algunas objeciones presentadas contra el nuevo
sistema de CUÍADOS 72 200 AE EPR AA 270
Causas que determinan la depauperacion de los cañaverales.. . 278
Escardas Ó Chapeos. tooo cias dni e E 287
Alumbrar, descalzar ó desaporcar las CAÑAS... . ......0. 294
— 533 —
Pács.
Rejacas, arrejacaduras Ó binazones.. . . . .... . .. .. 298
Aporcadura. — Varios particulares referentes á la propurriad
á que se practican las siembras. . . .....¿.... 303
Época en la cual conviene verificar la aporcadura. ....... 314
Sistema de cultivo propuesto por WraY.. .......... 315
Deshojar, desfollonar ó enralecer las Cañas. . ........ 32%
ES A E e lA co ore AU 328
Ea de de LaS COMOS: aia a ar a 328
A A A A 349
Retoños óú hijos aéreos. — Ramas de las cañas. — Acodo de las
ES A A CN E 352
OPERACIONES QUE SE DEBEN EJECUTAR DESPUES DE LAS
SIEGAS.
O NP de os abs lajás PSN 360
AA ES A 360
E E E Cela ELSA a e io O E 370
Necesidad de cultivar los cañaverales anualmente para mante-
nerlos por mucho tiempo en buena produccion. ...... 377
Cultivo de los campos de caña despues de las siegas.. . . . 383
PREPARACION DE LOS CAÑAVERALES DEMOLIDOS PARA DIS-
PONERLOS A BUENAS SIEMBRAS. . ........... 388
Florescencia de la caña. — Daños que produce. — Medios de
E A IS DO A a a la 392
Animales dañinos y benéficos. — Ratones. — Majá. . .... 403
Programa para formar un libro de observaciones agrícolas é
OA ATA AAN 404
NECE TON DE AZUCAB.: 00 at a la 411
Fijacion del carbono. — Su procedencia. — Fuerza química de
AAA IO A A A RR 422
CONSIDERACIONES GENERALES ACERCA DEL CULTIVO DE
A O RIE a 425
Conveniencia de establecer unidad y concordancia en las mejo-
ras agrícolas, llevándolas á cabo con simultaneidad y en la
A NO O E, AS 425
Relaciones entre las circunstancias del clima, naturaleza de la
planta y requisitos del CUÍÉDO. . . . ou... oso... 431
Importancia de los estudios científicos acerca del cultivo de la
TARA A RR AR 438
— 536 —
Páss.
Experimentos COMParativos. . . . . . ....... 455
ESTUDIOS EXPERIMENTALES ACERCA DE LA VEGETACIÓN
DEA CANA. WEE Eo O e te o 458
Primera memoria. — Germinacion de la caña.. . . . . .. +. 458
A A 505
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