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Full text of "Ensayos sobre patornitología"

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INSTITUTO DE GEOLOGÍA - CU 





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UNAM 


20704 

INSTITUTO DE GEOLOGÍA - CU 


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ENSAYOS 


SOBRE 




PATORNITOLOGlA 


FRANCISCO JAVIER BALMASEDA. 


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BIBLIOTECA 


MÉXICO 


OFICINA Tir. DE LA SECKETAKÍA DE FOMENTO 
Gallo de San Andrés núm. !&• 


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COORDINACION DE 
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CAPÍTULO I 

ANGINA MEMBRANOSA DE LA GALLINA. 

Etiología . — Esta es una enfermedad que tiene muchas 
analogías con la difteria humana, y es acaso su origen. 
El célebre Bouchard ha dicho en la Academia de Cien- 
cias de París: « Creo que la difteria viene de las aves 
domésticas.)) 

Es de naturaleza parasitaria, j por consiguiente su- 
mamente contagiosa del ave al hombre y del hombre 
al ave. 

Muchas enfermedades son comunes al racional y á 
las especies de sangre caliente; y las aves, no obstante 
su particular estructura, quedan en la escala patológica 
más cerca de aquel que cualquier mamífero, especial- 
mente cuando se estudian como campo libre y predi- 
lecto de la labor de esos seres asociados, infinetesima- 
les, enemigos temibles del hombre, de los brutos y de 
las plantas. 

Si necesitase comprobar esta verdad, citaría la seme- 
janza del cólera mórbus asiático y el cólera de las ga- 
llinas. El bacUlus del primero fué hallado por el ilustre 
Dr. Cohe en el excremento de los coléricos; el según- 


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do, atenuado en su -virolencia por el génio prodigioso 
de Pasteur. Ercolani piensa que hay íntimas relaciones 
entre los dos cóleras, y que el de las aves precede al 
de los hombres. 

No puede quedar duda acerca del origen microbiano 
de la manifestación crupal de que voy á'hablar, y refí- 
riéndome á la patología humana, recordaré que Lelze- 
rich “observó en los esputos de un diftérico los esporos 
de un hongo, que creyó fuese el zigodesmus fescusy 
Oertel llegó á esta conclusión: “La afección local en la 
laringe y en la faringe está determinada por la presen- 
cia y desarrollo de pequeños organismos; la afección 
general de la difteria es secundaria, producida por la 
difusión de los parásitos en la masa de los humores y 
de las órganos internos.” Nassiloff confirma las aseve- 
raciones de Oertel, y siguiendo el proceso de la enfer- 
^ medad por medio de repetidos experimentos, nota el 
paso de los microcouccus á la circulación de la sangre 
roja y linfática y su fijación en los cartílagos y los hue- 
sos. Eberth sostiene: “que los microorganismos de la 
difteria, no son, como muchos creen, simples acompa- 
ñantes de la enfermedad, sino su causa,” etc., etc., ¿Pa- 
ra qué buscar el apoyo de esos eminentes profesores, 
tratándose de una verdad reconocida en los dominios 
de la ciencia? 

Paréceme incontestable, confirmada, esta teoría que 
otra ocasión he defendido: los microbios permanecen 
en letargo, inmóviles, latentes, durante períodos mas & 
ménos largos, en que están como guardados en el seno 
misterioso de la naturaleza, hasta que elementos ade- 


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cuaclos á su modo de existir le devuelven la actividad 
del protoplasma. El vasto ^espacio ocupado por tales 
elementos es idéntico en sus efectos á los depósitos de 
caldo que preparan los micrólogos, en los que, á cierta 
temperatura, se ven reproducirse los organismos con 
tanta rapidez y en tanta cantidad, que le ¡jarece á uno 
estar presenciando los encantamientos de una hada. 
■La milésima parte de una gota de sangre de una galli- 
na colérica, tomada en la punta de la aguja más fina y 
echada en el caldo, bastará, á las dos horas, para anu- 
lar las cifras de la aritmética. Los números nada repre- 
sentan ante aquella grandiosa multiplicación de cé- 
lulas. 

El gérmen de la angina membranosa de la gallina 
obedece, á mi parecer, á esta ley de enervación y con- 
servación de los séres que habitan en la atmósfera, y 
también, algunas especies, en el agua y en la tierra. La 
teoría contraria conduce al olvidado sistema de las ge- 
neraciones expontáneas de Aristóteles. 

Veamos, ahora cuáles son ésos elementos que sirven 
como los caldos de cultivo de los institutos bacterioló- 
gicos para comunicar á los microorganismos la propie- 
dad de reproducirse por el alargamiento y sucesiva di- 
visión de las células, ó por esporos. Se desarrollan en 
los gallineros desaseados y húmedos donde el excre- 
mento se amontona y el aire se impregna considera- 
blemente de amoniaco y de otros gases mefíticos; en 
los terrenos bajos y pantanosos, ó con ciénegas á bar- 
lovenlo. Guando el agua de beber, en lugar de ser cris- 
talina y renovada una vez al dia en invierno y dos en 


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verano, es impura, á veces escasa y con partículas de 
tierra. Cuando existe la vecindad do cadáveres putre- 
factos, á cuya cremación no se ha procedido ; ó so- 
brevienen pestes de insectos, que ocasionan el despren- 
dimiento de miasmas que llegan á alterar las condicio- 
nes fisiológicas de la atmósfera. Cuando los alimentos 
no son sanos; cuando se encierran las aves en cuartos 
oscuros, húmedos y sin ventilación, de los que pronto 
desaparece el oxígeno, le reemplaza el carbono, y co- 
mienza á incubarse alguna enfermedad, probablemente 
esta angina, pues los órganos respiratorios se hallan en 
contacto inmediato con el aire, del cual reciben todas 
las impresiones. Cuando los rios salen de madre, inun- 
dan los campos y entran las hierbas en podredumbre. 
Cuando se levanta mucho polvo del suelo. Cuando en 
las ciudades no se desinfectan los sumideros y letrinas, 
y se deja amontonada la basura en las calles, ó en lu- 
gares de depósito. Cuando hay en los buques descuido 
en el aseo, y en la setina se forman algas pafasiías], 
que en seguida se establecen en las grietas del madera- 
je, y aun me parece que en los intersticios de los teji- 
dos celular y vascular del leño. Cuando en los puertos 
muy frecuentados, donde se agrupan las naves poi fal- 
ta de espacio, no existe la conveniente policía, y se arro- 
jan de abordo al mar constantemente desperdicios de 
aves y de pescados, sobras de la mesa, fragmentos de ro- 
pa, etc., materias orgánicas sujetas á una breve des- 
composición. Cuando, en fin, hay cambios repentinos 
de temperatura del calor al frió, tiempo apropiado de 
las afecciones catarrales. Al efectuarse estos cambios,. 


si el terreno, el aire y el agua carecen de buenas con- 
diciones higiénicas, no tarda en presentarse este mal 
terrible y amenazador, en forma esporádica, en seguida 
se generaliza, y si no se toman inmediatamente medi- 
das preventivas, sobreviene gran mortandad. 

Síntomas . — Tristeza hasta el abatimiento; fiebre, que 
en los casos graves va aumentando hasta la mayor in- 
tensidad; alas caídas, desgano absoluto, inmovilidad, 
palidez, y la tos que se presenta al segundo dia, prece- 
dida de ronquera. La voz es entonces sibilante. La ca- 
vidad bucal aparece roja, hinchada y con puntos blan- 
quizcos, que se extienden rápidamente á la laringe, 
faringe y tráquea, hasta las últimas ramificaciones de 
los bronquios. 

Diagnóstico y jironústico , — En la forma grave, que es 
la más común, esta enfermedad recorre sus períodos 
con rapidez; el ave va lentamente asfixiándose, y mue- 
re al quinto ó sexto dia entre horribles convulsiones. 
Suele haber, sin embai’go, una reacción favorable: las 
membranas van desprendiéndose y son arrojadas con 
la tos, lo cual puede lograrse algunas veces, si se apli- 
can á tiempo los remedios oportunos. 

En la forma benigna la difnea no es tan penosa, y 
hay más probabilidades de salvación; más aun así, el 
pronostica es fatal, pues á ocasiones se recrudece re- 
pentinamente en relación con el estado atmosférico, y 
quedan tapizados los conductos de la respiración. 

Anatomía . — La manifestación crupal de la difteria en 
el ave, no ofrece otra lesión orgánica apreciable sino la 
extensión de las falsas membranas hasta los pulmones. 


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Remedios curativos . — Inmediatamente que se note 
tristeza en la gallina, si ha habido un caso, debe apli- 
cársele el termómetro por el viducto; 61 marcará 42° 
centígrados, que son los que debe tener en estado nor- 
mal de salud; si marca más, hay fiebre y debe aislárse- 
le en punto seco, ventilado, y lejos de las - sanas, po- 
niéndosele en observación. Se le administrarán tres 
píldoras de quinina, de un grano, de hora en hora, y 
se le dará el alimento ordinario. 

Esto el primer dia, pues no so sabe con certidumbre 
la naturaleza del mal, que aún no se ha localizado. 

= ■ Al segundo dia, por la mañana, de hora en horáj si 
persiste la fiebre, otras tres píldoras de quinina; y si rom- 
pe la tos, es señal evidente de que están formadas las 
membranas. Entonces se lavan éstas varias veces al dia 
con un alcalino (agua de cal, carbonato de soda, clora- 
to de potasa, etc.), y se tocan con un pincel impregnado 
de la solución alcohólica de deutocloruro de mercu- 
rio, en la proporción de uno á dos mil; y en los inter- 
valos, cada tres horas, con la solución concentrada de 
ácido bórico, de tres á cinco por ciento. ' * . . ’ 
Este remedio, en proporciones ' distintas, es el que 
adoptan á veces ilustres médicos modernos respecto al 
ser humano, y lo aconsejo mostrándome consecuente 
con mi creencia de la similitud que existe entre el pa- 
decimiento de aquel y el del ave, originados ambos por 
una misma causa. , 

Si se nota extreñimiento un purgante de aloe. 

El alimento no debe ser de granos, ni de riada sóli- 
do, sino de harina de maíz con leche, o clara de huevo 


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con harina de maíz, y no darlo sin haber lavado ántes 
las membranas hasta donde sea posible, con un al- 
calino. 

No debo perder de vista que hay puntos en los cam- 
pos donde no existen boticas, ni medios de adquirir 
esos medicamentos. En tal desamparo, debe proceder- 
se á tocar las membranas dos veces al dia con nitrato 
de plata, (piedra infernal); y si tampoco lo hay, se toma 
el fruto verde del papayero [ccu'ica papaya\, desme- 
nuza en el rallo, y el jugo lechoso que segrega se unta 
con el pincel, no sin haber lavado la parte repetidas 
veces al dia con vinagre del más fuerte. 

“El jugo de esta fruta disuelve la carne cruda, lacla- 
ra de huevo cocida, el gluten y la fibrina. Si se le echa 
encima á un pedazo de carne, ésta desaparecerá como 
el azúcar en el agua.” (Wurtz, Vanquelin, Bouchard.) 
El papayero es una planta do grandes aplicaciones me- 
dicinales é industriales, que deberla cultivarse en todos 
los sitios y en todos los patios; afortunadamente es pro- 
pia de este clima.* 

En caso"de no haber aloe, se suplirá con el mucíla- 
go de la sávila, \_Aloe espingata, Linneo'] dándose al ave 
enferma una cucharadita de ese mucílago; y advertimos 

* íto dejaré de decir, siguiendo ó, los mismos esclarecidos auto- 
res y en beneficio especialmente do las familias del campo, que las 
semillas de la fruta madura del papayero, puestas al sol y pulveri- 
zadas, so dan á los niños, con leche, por tres dias, en dósis de una 
cucharadita de tomar cafó, y es un excelente vermífugo. Las raíces 
hervidas y endulzadas con azúcar, producen el mismo efecto, y tie- 
ne esta bebida la ventaja de ser muy agradable. 


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álas labradoras que tienen muyá mano para la limpie- 
za una sustancia excelente: la legía que sirve para el la- 
vado de la ropa. 

Cuando se bañen las membranas con un alcalino, ó 
con vinagre, procédase con las debidas precauciones, 
á fin de no contraer el mal. Póngase el ave boca abajo, 
tanto con ese objeto como para que no ruede al inte- 
rior el líquido, ó partícula alguna de las membranas, 
que puede llevar consigo un esporo del hongo ó un pe- 
dazo de su yema protoplásmica, y reproducirse en una 
viscera. 

Piecomiendo con insistencia que no se pretenda des- 
prender las membranas blanquizcas que caracterizan 
esta flegmasía, y que son duras y muy adherentes á la 
mucosa. Guando se logra desprender algunas, la su- 
perflcie de implantación arroja sangre en abundancia, 
aparece el tejido desigual y sembrado de vellosidades, 
y se duplican las penas do la difnea, que son cada vez 
más acerbas, á medida que se acerca la asfixia. Es un 
espectáculo triste ver á estos interesantes y útiles séres 
entregados á tanto dolor, tanta fatiga y tanta angustia. 

Profiláxia. — La medicina profiláctica es mil veces 
más importante que la curativa, pues salva á los hom- 
bres y á los irracionales de las pestes, que tantos estra- 
gos hacen: apreciar la higiene es apreciar la vida. Hay 
muchas enfermedades calificadas de incurables, ó casi 
incurables, en cuyo número se halla esta angina, que sí 
pueden curarse; pero es ántes de que existan, milagro 
que hace la profilaxia; así, pues, no será un desatino 
decir: que se deben administrar remedios á las aves 


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sanas ántes que á las enfermas. En efecto, cuando se 
presenta un caso de tan espantoso mal en un patio, lo 
primero á que debe atenderse, después de retirar léjos, 
muy léjos, la atacada, es á echar en el agua de beber 
de las vasijas ácido salicílico en la proporción de un 
gramo para cada dos libras de agua, (el ácido se disuelve 
en agua caliente). Esta agua salicilicada es un pode- 
roso preservativo, no sólo para las aves, para el gana- 
do en toda clase de pestes, y es un específico admira- 
ble para las aftas de los caballos, gallinas, etc., aunque 
sean carbuncosas. También el alumbre en el agua, una 
ó dos veces á la semana, como se practica en Califor- 
nia, preserva á las aves de sus muchos padecimientos 
parasitarios. 

Inutilícese inmediatamente y arrójese en lugar dis- 
tante la vasija donde bebió la enferma; fumigúese el lu- 
gar donde durmió ó estuvo; quémese su nido; y si so- 
breviene su muerte, échesele encima un poco de petróleo 
y désele fuego, á sotavento del gallinero. No se le en- 
tierre, porque los enterramientos de los cuerpos que 
han sido animados, originan, sostienen y propagan las 
epidemias. Tampoco se le deje, como se acostumbra, 
para pasto de aves carnívoras, á estilo de los cemente- 
rios de Siam, porque esas aves son trasportadoras de 
microbios á largas distancias, más que los gusanos 
de los sepulcros de los coléricos, los variolosos, muer- 
mosos, etc.; y por último, todo labrador tenga distintos 
hospitales (un bohío con su patiecito) en lugares retira- 
dos, para las enfermedades contagiosas de sus aves do- 
mésticas, (tifus, antrax, viruela, fiebre carbuncosa, aftas,. 


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moquillo, higadillo, ceguera, pepita, tiña, etc.), y no per- 
mita que los niños vayan á esos hospitales, especial- 
mente al dedicado á la angina membranosa. 

Hay otra enfermedad en las aves, muy parecida á és- 
ta: la esperospormosis, no menos cruel, y además trai- 
dora y sigilosa en sus invasiones al hombre. Los espe- 
rospermos son unos animalitos microscópicos, que 
ponen muchos huevos, los cuales al caer al suelo cada 
uno se divide en cuatro; la lluvia los lleva á los rios, 
donde son absorbidos en el agua por el hombre, el cer- 
do, el ave, etc., y se desarrollan á las 24 horas; ó va- 
gan en el aire, y se introducen por los órganos respira- 
torios, ó los poros de la piel. Se posesionan de la cresta 
y de las barbas de las gallinas, que parecen tiznadas, y 
causan escoriaciones que llegan á ser úlceras malignas; 
pero su principal trabajo morboso es el hígado, donde 
se establecen en colonias, ó la laringe y faringe, en cuyo 
caso presenta la esperospormosis las manifestaciones 
del cx'oup; también produce estomatitis. De paso diré 
que es muy contagiosa, y que al iniciarse en las aves, 
en el exterior, se cura con feliz éxito con benzina mez- 
clada con azufre, y en el interior mezclado azufre ep 
los alimentos. ¡Cuán desgraciado es el que introduce 
en su estómago un hígado con esperospermos, si no se 
le ha pasado por la cocción á una alta temperatura! 
¡Cuánto interesa conocer este parásito para perseguirlo 
apénas se presente en el ave, y cuántos miles de per- 
sonas mueren al año en el mundo de esperospormosis 
y se atribuye á otras causas! ¡Oh! La historia natural, 
con sus grandiosas enseñanzas, es el pedestal de bron- 


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ce de la medicina, y la patología y terapéutica de las 
aves, uno de los rayos más brillantes de los que bañan 
la frente de aquella diosa. Sin embargo, no ha llegado 
á mi conocimiento que esta importantísima sección de 
la ciencia posea un nombre especial, por cuyo motivo, 
al emprender estos estudios, me tomo la libertad de 
llamadla: Patornitología. 


CAPÍTULO II 

EL HIGADILLO. 

Etiología . — El Tugadillo, el terrible higadillo, que casi 
hace imposible la crianza de gallinas en Cuba, es una 
enfermedad violenta, proveniente, á mi parecer, de la 
última manifestación de la muda, debido á la hiperemia 
(aumento de sangre) que trae consigo ese acto fisioló- 
gico, que por causas ocasionales produce una conges- 
tión general. , 

Estas causas ocasionales las dividiré en dos grupos: 
unas dependientes del estado del individuo; otras de 
los agentes que le rodean. Entre las primeras es la 
principal el desarrollo del sistema adiposo ó sea la gor- 
dura, sin la cual rara vez se presenta esta enfermedad, 
lo que queda comprobado por lo poco que la padecen 
las aves silvestres. Ese desarrollo, cuando es excesivo, 
constituye un estado preternatural, obra del hombre, 


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mediante el continuo empleo de alimentos muy nutri- 
tivos, de que los animales silvestres do todas las espe- 
cies carecen en el bosque, así es que en ellos predomi- 
na el sistema muscular’. 

Ocupa un puesto importante entre las causas oca- 
sionales, un estado particular de excitación nervio- 
sa, que puede ser común á aves no gruesas, por lo que 
se observa que cuando el mal reviste carácter epizoóti- 
co, algunas de éstas se veri atacadas, especialmente si 
son el producto de cruzamientos no remotos con i-azas 
exóticas. 

A esta excitación nerviosa conducen: las picaduras 
del ácaro, {Oxides, Letreille), llamado chmchilla en esta 
Isla; la abundancia del piojillo [Bermanissus aviiim]; y 
los vermes. 

En el segundo grupo coloco comS principal origen, 
la frialdad y humedad de la atmósfera, y después, para 
sostener y aumentar la labor morbosa, la presencia de 
miasmas y efluvios de cuerpos animales y vegetales en 
descomposición, que siempre obran como representan- 
tes del dolor y de la muerte. 

Aquellas (la frialdad y humedad de la atmósfera) oca- 
sionan un movimiento de repercusión de la sangre ha- 
cia los órganos parenquimatosos (el cerebro, el hígado, 
el corazón, todas las visceras), explicándose de este mo- 
do las muertes repentinas. 

La función respiratoria de las aves es sumamente 
fuerte: los pulmones se hallan cubiertos de tabiques 
que se cortíunican, conexionados con sacos aéreos en 
la cavidad abdominal (parécense á las bolitas de jabón 


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que forman los niños), y estos sacos están en relación 
con una multitud de tubos capilares que atiaviesan los 
músculos en dirección de la capa plumífera. 

Los más renombrados naturalistas, al hablar de las 
plumas las consideran únicamente como elemento del 
vuelo; más no ha faltado quien dijese: “El aparato res- 
piratorio de las avfes es bastante particular: los pulmo- 
nes no están divididos y dejan pasar el aire á las dife- 
i-entes cavidades del cuerpo y hasta las últimas ramifi- 
caciones de las plumas; por eso se dice que las aves 
poseen doble respiración.” (Ramos Lafuente). 

Al principiar estos estudios he dado cabida á la creen- 
cia de que en efecto exislia esa doble respiración, fun- 
dándome, no sólo en las ramificaciones tubulares, sino 
en el número de válvulas que se ven en lo interior y á 
lo largo del cañón, colocadas allí, al parecer, para dar 
paso al aire. ¿Cuál otro podia ser su objeto? 

Empeñado en exclarecer la verdad, he hallado cons- 
tantemente que están como abandonadas, es decir, de- 
jadas sin uso; mas no por eso disminuye á mis ojos su 
importancia, pues he deducido como una consecuencia 
muy lógica, que sirvieron, por lo menos, al formársela 
pluma para ir deteniendo el oxígeno de la atmósfera, á 
fin de que entrase sólo el necesario á la trasform ación 
de la materia celular en materia córnea. Y esto debe 
ser así, porque en lo creado nada ha sido hecho inútil- 
mente. 

En el pavo común [guanajo]^ que vuela muy poco, 
aparecen casi siempre esas válvulas á un lado del ca- 
ñón, y como completamente desechadas, tendidas unas 


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sobi’e otras, sin correlación con los principios vitales. 

Puede suceder que en las aves de vuelo muy activo, 
como el condor y el águila, funcionen dando entrada, ó 
salida, al aii’e, no he hecho la observación; y. aunque 
así no sea; aunque las válvulas quedasen sin, uso des- 
pués de haber servido de tabiques provisionales en ese 
admirable laboratorio de la naturaleza, siempre se pue- 
de presumir que las plumas contribuyen de algún mo- 
do á la función respiratoria, pues, como he dicho, todo 
el cuerpo de estos animales se halla cubierto de sacos 
aéreos y tubos para esparcir el oxígeno y facilitar el 
vuelo, y no parece posible que se excluyese un elemen- 
to tan principal donde todo ha sido graduado con aqueí 
objeto. 

El aire, al entrar en el cuerpo de un animal cualquie- 
ra, cede parte de su oxígeno al carbono, con el que se 
combina formando el ácido carbónico; y la otra parte 
al hidrógeno, de que resulta el vapor acuoso, A este 
acto de la respiración se le llama por los patólogos, san- 
guiflcacion ó hemaióm, porque convierte la sangre ve- 
nosa en arterial, ó sea oxigenada. El ácido carbónico 
y el vapor de agua son expelidos por todos los anima- 
les, y en el ave que consume tanto oxígeno es naayor 
esta necesidad. > ' ,i 

Lavoisier pensaba que la sanguificacion ó hmatósis, 
en el hombre, se efectuaba en los pulmones únicamen- 
te; más en nuestros dias se sabe que este acto se reali- 
za en toda la economía, en virtud del fenómeno físico 
omiosis, ó sea la doble corriente llamada: endosmosis, 
corriente entrante; exosniasis, corriente de salida. 


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La ley fisiológica que establece estas comentes tiene 
su cumplimiento más complejo en las aves, cuyo siste- 
ma respiratorio parece dominar las demas funciones de 
su organismo. 

El condor de los Andes, por ejemplo, se eleva á más 
de 7,000 plés de altura le es indispensable dar entra- 
da en sus pulmones á una enorme cantidad de aire, 
¿qué tendrá de extraño que este aire al renovarse, se 
escape una parte por las plumas? Un condor en las al- 
tas regiones se halla tan inflado como un globo aereos- 
tático. 

Nótese además que las plumas están conexionadas 
con innumerables fibras musculares, en virtud de las 
cuales las eriza el ave, particularmente cuando experi- 
menta las sensaciones del amor, ó del terror; ellas, las 
plumas, se hallan muy unidas y como constituyendo 
un todo con el cuerpo en que están sembradas. 

Ocupémonos de la muda. 

En Abril y Mayo comienzan los accidentes de la lla- 
mada mudilla. Entra á las gallinas fiebre, se entriste- 
cen, comen poco, y sueltan dos ó cuatro plumas de ca- 
da ala. Les dura este malestar hasta que brota el cañón 
de las plumas nuevas, que vienen en lugar de las que ca- 
yeron. Pasa entónees un período de meses, más ó ménos 
largo, y llega la gran muda, regularmente en Junio ó 
Agosto, la cual se insinúa por unas plumas diminutas 
en el cuello del gallo, que se extienden á veces á los 
omóplatos, y no le salen á las gallinas, las cuales son 
más tardías en la muda. Es curioso: tampoco le salen 
á los gallinigattos, raza de gallos que se confunden por 

Ene«yo3.—2 


18 


sus formas con la hembra de su especie; poro que son 
lúbricos y prolíficos. Si el gallo es de color claro, las 
plumillas son del mismo color, con puntas negras; si es 
de color oscuro, son negras. Los galleros cubanos las 
nombran rjolUlas falsas, porque en Octubre caen y 
las sustituyen otras plumillas permanentes. 

Pasa la muda, según la creencia general, y el ave go- 
za de buena salud; mas no ha pasado, que la labor de 
la naturaleza no ha llegado á su término, aunque ha 
estado ocupada desde Abril de un conjunto de hechos, 
mejor dicho, de una aglomeración de células ó materia 
protoplásmica, para venir á completar su obra en Oc- 
tubre ó Noviembre, en que la pluma queda perfecta- 
mente formada. 

Hé aquí un período crítico y terrible, aquel en que 
se abre el último tabique, la última válvula, y la gota 
de sangre de la base de la pluma entra en la circula- 
ción general. No es una gota, que son miles, tantas co- 
mo plumas corresponden á la muda anual, que acaba 
de realizarse. 

En tales momentos, aumentado considerablemente 
el volúmen de la sangre, el aire frió de la noche, ó de 
la mañana, produce la perfigeracion en toda la super- 
ficie cutánea, se contraen los capilares hácia los órganos 
cavitarios, y se presenta la congestión y por lo común 
la muerte instantánea. Esto tiene lugar en los meses de 
Octubre y Noviembre, que son en este clima, especial- 
mente el último, casi invernales, habiendo un cambio 
notable entre la temperatura del dia y de la noche. 
Verdad es que desde Mayo hay casos de higadillo; pe- 


/ 


19 


ro aislados; esto consiste en que en algunas aves se ve- 
rifica la muda más temprano; en otras más tarde, y así 
no es de un todo raro hallar patios infestados hasta en 
Diciembre y Enero; Ja muda parcial es además una fun- 
ción peimanente; siempre hay plumas con los cañones 
inyectados de sangre y cada vez que so realiza la muda 
de muchas á un tiempo, se corre el mismo peligro, en 
relación con el estado atmosférico. 

Es un espectáculo triste y desconsolador ver al rayar 
la aurora, bajo las varas del dormitorio, ó de los árbo- 
les en cuyas ramas se han posado las gallinas, los ca- 
dáveres ya rígidos de aquellas que cayeron por la no- 
che como heridas de un rayo, y que fueron allí en el 
crepúsculo de la tarde anterior alegres y al parecer re- 
bosando en salud. 

Esto viene en apoyo de la teoría que he sentado; se 
trata, de un ataque apoplético, fulminante; y no dejaré 
de decir, que si esta teoría se confirma, el éxito á que 
conduce tiene el mismo interes en la zona tórrida que en 
las templadas y frias, pues la muda presenta iguales fe- 
nómenos en todas partes, diferenciándose sólo en la 
fecha en que se efectúa. Ella es la función fisiológica 
más digna de atención, y desgraciadamente la más des- 
atendida bajo el punto de vista patológico. 

Estoy muy distante de pensar que el higadillo sea 
una consecuencia necesaria de la muda. No es ni re- 
motamente presumible que la sabia naturaleza haya 
ordenado que al cambiar de sitio la gota de sangre de 
la base de la pluma, sobrevenga precisamente una en- 
fermedad mortal; seria un defecto que acusarla falta de 


20 


un orden perfecto y armónico, y también la contradic- 
ción de un designio manifiesto, cual es la prolongación 
y preservación de la vida de las aves, puesto que se las 
provee de medios para resistir los fríos. 

La muda no es una enfermedad, es un acto natural, 
que tiene por objeto renovar el plumaje; pero pone al 
ave en tal estado de excitación, es tal la actividad con 
que circula su sangre, tan terrible la impresión que re- 
cibe en el instante en que se rasga la última válvula 
se aumenta la corriente sanguínea y penetra el frío de ^ 
la atmósfera en aquel cuerpo, que tiene 42° de la escala ‘ 
centígrada (grados que aumenta la fiebre), que aunque 
el corazón lleve sus movimientos á más de 144 latidos 
por minuto, es imposible que pueda corresponder á su 
acción mecánica. Así, pues, la última válvula, esa que 
es una de las laminillas blancas, de consistencia coreá- 
cea, que todos pueden ver en el cañón de una pluma 
cualquiera y en que nadie se ha fijado, es un tabique, 
un tapón que quita la mano poderosa de la naturaleza 
como postrera evolución para completar el nuevo ves- 
tido. Si lo quita cuando el sol difunde el calor y la luz,, 
el fenómeno pasa sin novedad; mas si lo quita cuando 
la noche tiende sus sombras, la atmósfera es húmeda 
y fría, y el ave se halla predispuesta á contraer el mal 
por su extremada grosura, la consecuencia es una muer- 
te rápida, ó un terrible padecimiento. Sucede á la 
gallina, para explicarme mas gráficamente, lo c]ue al 
fuego cuando se le echa agua, se apaga. Para que se co- 
nozca todo lo que significa un calor de 42° centígrados- 
en un cuerpo animado, baste decir que el cerdo, el ca- 


21 


bailo, el buey, no pasan de 38° en estado de salud, y 
el máximum de su estado febril más exacerbado llega 
á esos mismos 42°. 

Se comprende perfectamente que este exceso de ca- 
lor, esta gi’an cantidad de oxígeno, y esta fortísima res- 
piración, son necesarios á estos seres pulmonados y 
alados, que en diferentes variedades de su especie se 
elevan á las regiones donde se forma el rayo; pero de- 
be reconocerse que la absorción y renovación de tanto 
oxígeno y su expulsión gradual necesitan el auxilio de 
las plumas, como parte integrante de tan admirable 
máquina viviente. Sin este mecanismo, sin ese auxilio, 
sucederia al pájaro lo que al hombre cuando por me- 
dios artificiales se eleva á grandes alturas, que dismi- 
nuido el peso de la atmósfera que gravita sobre su 
cuerpo, se abrirían sus poros y fluiría su sangre. No 
es posible la vida sin el oxígeno, ni tampoco cuando es 
excesivo, porque viene la asfixia; mas todo está calcu- 
lado con admirable previsión para la energía del vuelo 
y para desafiar la temperatura y la violencia de las on- 
das aéreas de las capas superiores, á menudo agitadas 
por vientos impetuosos, que corren libres de los obstá- 
culos que en las capas inferiores presentan las sinuosi- 
dades de la superficie de la tierra. 

La gallina, por su modo de ser y por sus costumbres 
sedentarias, no pertenece al númei’o de esos atrevidos 
volátiles; mas su estructura es la misma. 

Creo poder llegar á esta conclusión: el higadillo ad- 
quiere carácter grave y forma epizoótica cuando tiene 
lugar la última manifestación de la muda en el ave pre- 


22 


dispuesta por el desarrollo del sistema adiposo, desde 
que comienza el crepúsculo de la tarde hasta que la au- 
rora disipa el rocío, siempre que haya frialdad y hume- 
dad en la atmósfera; y es más grave esa enfermedad si 
el rocío viene impregnado del alga pálmela pemiasma de 
los terrenos bajos. 

Las gallinas enferman de noche en este clima cálido, 
es decir, de noche comienza á incubarse la enfermedad, 
cuando no hiere como una chispa eléctrica. 

Síntomas y diagnCsiico . — Tristeza profunda, desgano, 
estado febril, alas caídas, dificultad en la respiración, 
cambio de color de la cresta, intermitente, del rojo al 
pálido y del pálido al rojo; después, rojo casi negro; 
aturdimiento hasta quedar el individuo inmóvil, y por 
último, cuando el mal avanza, desprendimiento de las 
plumas (especie de alopecia), con tal exceso, que á ve- 
ces queda el ave casi desnuda, y en los cadáveres apa- 
recen aquellas sin cohesión con los tejidos, indicio claro 
del trastorno efectuado en su entronque al ausentarse 
la vida de todos aquellos músculos que á manera de 
resortes la subordinaban al sistema general del vuelo, 
y probablemente de la respiración. Sin embargo, en 
muchos casos las plumas quedan fuertemente adhe- 
ridas. 

Cuando el ataque no es fulminante é instantánea la 
muerte, el ave cae sin sentido; mas vuelve en sí y que- 
da en una completa postración, insensible á cuanto la 
rodea. Su cabeza se inclina sobre el suelo, sus ojos se 
abren sólo cuando se le toca, su fiebre es intensa, su 
color rojo encendido, y al levantarla apenas expresa su 


) 


23 


sorpresa y su terror con un lastimoso quejido á su ma- 
nera. 

En los casos favorables puede ser curada en dos ó 
ü’es dias; mas sucede á veces que por una consecuen- 
cia de los trastornos orgánicos que trae la congestión, 
se presenta la anemia, y entonces adquiere la enferme- 
dad el carácter propio de esta dolencia, ó de alguna de 
las muchas qué de ella se derivan, y el tratamiento va- 
ria según la naturaleza de la nueva enfermedad en la 
larga lista de los estados morbosos caquéxticos. Tam- 
bién suele venir la hidropesía; pero en lo general no se 
observan tales metástasis: el higadillo sigue su marcha 
rápida, á ménos que se complique con algún otro pa- 
decimiento, y muy pronto, ó muere la enferma, ó re- 
cobra la salud. 

Los galleros cubanos, cuando no sobreviene la muer- 
te en el primer acceso, llaman al estado moi’boso que 
le sigue, higadillo lento. 

El higadillo lento constituye el estado anémico de que 
acabo de hacer referencia. 

Anaiomía patológica. — Hallándome en la villa de San 
Antonio de los Baños, tuve ocasión de conocer y tratar 
al ilustrado joven médico de la Facultad de París, Lie. 
D. Julio Núnez, que allí vive y que es digno de un tea- 
tro más vasto, donde el estímulo ensanche sus ya sóli- 
dos y variados conocimientos. Tiene lo principal, en- 
tusiasmo por la ciencia y espíritu investigador. Acom- 
pañóme á la autopsia de una gallina procedente de un 
patio donde habian muerto de higadillo en aquellos dias 
más de ciento, y ya quedaban pocas. Hé aquí el resul- 


24 


tado: el cuerpo del ave presentaba rigidez cadavérica; 
las plumas estaban completamente secas, sin un solo 
cañón inyectado de sangre, lo que comprobaba haber 
terminado la muda, y se hallaban muy adheridas en 
toda la extensión del tegumento exterior, que tenia un 
tinte subictérico y sin indicio alguno de lesión traumá- 
tica. De los órganos que constituyen el aparato respi- 
ratorio, sólo el pulmón estaba muy congestionado. El 
corazón habia aumentado de volumen; el pericardio 
contenia un ligero derrame seroso. Abiertas las cavi- 
dades de este órgano, encontramos que tanto la aurícula 
como el ventrículo derecho estaban dilatados por un 

voluminoso cuágulo sanguíneo, endurecido y negro, ex- 

> 

tendiéndose á todo el árbol de la pequeña circulación. 
La aurícula izquierda también contenia cuágulos, aun- 
que en ménos cantidad. El ventrículo del mismo lado 
se hallaba vacío y como contraido. Las fibras muscu- 
lares no presentaban nada de particular, ni los vasos 
arteriales. En los órganos del aparato digestivo notamos 
que el exófago tampoco ofrecia particularidad alguna. 
El primer estómago (buche) estaba lleno de granos de 
maíz, de sustancias vegetales y de mucosidades, pre- 
sentando arborizaciones sanguíneas en su pared inter- 
na y una coloración verdosa en su pared externa. El 
tercer estómago (molleja) también contenia sustancias 
alimenticias en gran cantidad, y sus paredes muscula- 
res aparecían con un grosor extraordinario. Los intes- 
tinos llenos de materias fecales, observándose en ellos 
las mismas arborizaciones del buche. El hígado con un 
excesivo aumento de volumen, ocupaba, casi por com- 


pleto, la cavidad ventral, siendo ambos lóbulos de diez 
centímetros de largo por cinco de ancho. Diversos cor- 
tes practicados en la sustancia propia del órgano nos 
dieron á conocer una fuerte congestión, y tuvo salida 
una gran cantidad de sangre fluida y negra, y cilindros 
sanguíneos, provenientes de las pequeñas ramificacio- 
nes de la vena cava. La vesícula biliar se hallaba com- 
pletamente llena de bilis, presentándose toda la cara 
cóncava del lóbulo derecho del hígado impregnada de 
materia colorante de la bilis, coloración verdosa que se 
propagaba á todos los órganos que le rodeaban. El ce- 
rebro estaba ligeramente congestionado, y con un pe- 
queño derrame de serocidad en sus cavidades. 

De lo expuesto deducimos que la muerte de este ani- 
malito fué producida por lo que he llamado congestión 
general, llevada á todos los órganos importantes de la 
vida, particularmente al hígado. 

Pronóstico . — Es fatal, á menos que notándose los pri- 
meros síntomas al iniciarse la enfermedad, se apliquen 
los remedios oportunos, en cuyo caso muchas aves se 
salvan. 

Remedios curativos . — Inmediatamente que se vea la 
gallina entristecida y que el termómetro indique la fie- 
bre, si ésta es muy alta y se percibe un calor excesivo^ 
principalmente debajo de las alas, se le administrarán 
de hora en hora tres píldoras, cada una de un grano, 
compuestas mitad de quinina y mitad de antipirina; has- 
ta seis pueden administrársele. Si la fiebre no es muy 
alta, si no hay ese excesivo calor, las píldoras serán só- 
lo de quinina; mas si se ha observado algún síntoma 


2G 


del higadillo á más de la tristeza (que lo es de todos los 
padecimientos de las aves) ó ha habido siquiera un ca- 
so en el patio, se le administrarán en el acto dos gra- 
nos de calomelano, divididos en seis píldoras, que se 
darán de hora en hora. Si no le hace efecto, se aumen- 
tará del mismo modo el número de píldoras, hasta que 
evacúe, y se le hará tragar agua varias veces. El calo- 
melano le será muy benéfico por su acción directa so- 
• bre la circulación hepática. 

Sin pérdida de tiempo, y sin esperar los efectos del 
calomelano, se le dará una sangría. Cuidaré de instruir 
á los labradores acerca de los diversos lugares en que 
se practica esta operación en las aves; ahora bastará 
decir que la más fácil y eficaz es en las pequeñas rami- 
ficaciones de las arterias de los dedos, para lo que se 
corta de raíz una uña en cada pata. La sangre á veces 
no saldrá, ó saldrá con dificultad si hay un principio 
de éxtasis (pausa) preliminar del trombosis (coagula- 
ción). Entonces se echa agua caliente en una vasija (no 
tan caliente que queme); se toma el ave por las alas y 
se le tiene levantada y con las patas dentro del agua, 
para que con los esfuerzos que hace para buscar punto 
de apoyo se precipite la sangre. Aun sin haber éxtasis 
aconsejo que se le metan las patas en agua caliente, 
porque esta es una enfermedad mortal muy violenta y 
es preciso atacarla con prontitud y energía para dete- 
nerla en sus primeros pasos. 

Si el aturdimiento es mucho y el ave se halla inmó- 
vil, basta meterle las patas en el agua caliente, después 
del purgante y la sangría, y dejarla en reposo, desan- 


grándose, en lugar seco y ventilado, debajo de un cárbol 
si el dia no es húmedo y frió. 

La emisión de sangre debe ser proporcionada á la 
edad, tamaño y robustez, pues es claro que á un pollo 
pequeño ó á un individuo de la raza de Benthain (qui- 
quiriquí) no puede extraérsele tanta como á un gallo 
de la raza de Shangai, los cuales suelen tener más de 
una vara de altura. 

Para entenderme mejor con los labradores, diré, que 
debe sacarse una cantidad proporcionada de sangre, 
desde la que cabe en una cucharadita de tomar café 
hasta la que llene tres cucharas de tomar sopa, y aun 
más. 

Si no se contiene la sangre y se aproxima la noche, 
debe aplicársele percloruro de hierro ó cualquier he- 
mostático de los que se verán en el capítulo dedicado 
á las heridas, fracturas y contusiones, entre los que hay 
varios que siempre están á mano en los campos. 

Al segundo dia, si hay fiebre, aunque ésta vaya ce- 
diendo, se administrará la quinina con ó sin antipirina, 
en el óiden indicado; y si la gravedad es cada vez ma- 
yor, creo indispensable otra sangría. 

Debo hacer constar que durante la muda y la mudilla, 
se presentan en las gallináceas, el malestar, el desgano, 
la fiebre y hasta la taita de valentía en los gallos finos, 
que rehúsan el combate singular á que se entregarían 
en cualquier otro tiempo donde quiera que dos de ellos 
se encontrasen. Se hallan sumamente adoloridos, á ve- 
ces casi postrados; pero todo esto es pasajero, y no hay 
que confundir este estado con el espantoso higadillo. 


28 


Los galleros cubanos, en los dias críticos de la muda 
y la Qimdilla, dan por la mañana, como purgante, á sus 
gallos, bolitas de carne fresca de vaca, humedecidas con 
agua para que rueden fácilmente, y por la tarde, harina 
de maíz mezclada con huevo crudo. Preñero como ali- 
mento único plátanos y boniatos [comuhulus hatata~\ 
cocidos y mezclados con dos partes de agua y una de 
leche para las más abatidas, y esas mismas vituallas 
hervidas y algo calientes y alternando, para las del ga- 
llinero. Fundo esta opinión en que en esos momentos 
conviene debilitarlas y el maíz aumenta considerable- 
mente su grosura y enardecimiento, como que contie- 
ne, el de esta Isla, el mejor del mundo, un once por 
ciento de aceite; y lo propio sucede con la carne de va- 
ca fresca, cuando no obra como purgante, por tener en 
su composición química setenta y cinco por ciento de 
fibrina, de que se asimila una parte la sangre del ave. 

En los Estados Unidos muchos criadores administran 
las mismas bolitas de carne fresca de vaca y las con- 
chas de la ostra, quemadas, pulverizadas y mezcladas 
con los alimentos. Esas conchas se hallan' muy cargadas 
de yodo, motivo por que en la antigüedad, según dice 
Plinio, se usaban para curar las escrófulas; también en 
su composición entra el fósforo. 

Digno es el tomate de que lo recomiende como sus- 
tancia refrescante y emoliente. 

Tales son los remedios que me parecen más adecua- 
dos, especialmete las grandes emisiones de sangre; mas 
toda mi confianza se cifra en los preventivos, con los 
que creo poder afirmar, que donde quiera que se prac- 


29 


liquen, desaparecerá por completo esa terrible enfer- 
medad que destruye el bienestar de los labradores, y 
mata la posibilidad del desarrollo de una industria que 
en este clima, similar con el de Egipto, puede llegar á 
ser de las más poderosas, una vez que la actividad in- 
dividual, el espíritu de empresa, los estudios perseve- 
rantes y los ensayos por cuenta del Estado, lleguen á 
la incubación artificial en grande escala y á la cría de 
pollos sin madres naturales. ¿Qué más riqueza para 
Cuba, teniendo, como tiene, la vecindad del mercado 
consumidor de los Estados Unidos, y para la ceba el 
grano de la palma \_Orodoxia régi<£\, que comunica á 
las carnes un sabor especial más exquisito que el de 
las aves de la raza Dorking, de Inglaterra? 

Profilaxia . — A mediados de Marzo de cada año y á 
mediados de Setiembre, se procederá á sangrar todas 
las aves del gallinero, sacándoles una cantidad propor- 
cionada de sangre, según la edad, tamaño y robustez. 

A mediados de Setiembre se acortará la ración de 
maíz, y de toda sustancia muy nutritiva, como el millo, 
el grano de la palma, etc.; y de este modo, establecién- 
dose un sistema de moderada alimentación, no habrá 
la grosura que adquieren contra los intereses de su due- 
ño muchas incubadoras y ponedoras, las cuales son las 
primeras víctimas do la peste. 

En el mes de Mayo de cada año se curarán las lom- 
brices á todas las aves del patio, dándoles á las de re- 
gular tamaño mucílago de sávila en dosis de una cu- 
charadita de tomar café, por la mañana, durante tres 
dias. También son eficaces: las semillas de la fruta ma- 


30 


dura del papayero, las raíces de esle árbol, hervidas; 
el cocimiento de la raíz del granado agrio; las semillas 
de calabaza, etc. 

’ 4 

Cuando se curen las lombrices, cuídese de arrojar el 
estiércol al fuego. Si todos los años, en Mayo, que es 
cuando so reproducen los vermes, se curasen en las ha- 
ciendas todos los animales, y so hiciese esto que acon- 
sejamos, muchas enfermedades no existirían en la hu- 
manidad, ni tampoco en los mismos animales, que 
serian más sanos, prolíñcos y robustos. Es increible el 
número de séres malignos que contienen los excremen- 
tos del ganado, de las aves, y del hombre mismo. Tales 
séres caen en la tierra, donde permanecen vivos largos 
años, y ponen miles de huevecillos, impermeables, re- 
vestidos de una capa dura; se trasladan al agua, están 
en la yierba, ó buscan el cieno, hasta que son absorbi- 
dos por el cerdo, la gallina, etc. 

A los pollitos acabados de nacer se les introducirá en 
el buche un grano de pimienta, como so hace con los 
pavitos. Considero la pimienta para estos casos dotada 
de propiedades alimenticias y antiparasitarias, y creo 
que los pollitos, desde que se hallan en el huevo, ¡rue- 
den tener en su organismo los gérmenes morbíficos que 
á menudo los enferman y matan. Póngase también á 
su alcance arena fina, para que la coman, pues les es 
muy necesaria para la digestión, lo propio que á las ga- 
llinas. 

Merece aplausos la costumbre seguida en Cuba de 
echar entre dias hojas picadas de sávila en el agua de be- 
ber. Los antiguos cubanos hacían frecuente uso de la 


31 


legía, buscando la acción anUhelmíntica de la potasa. 
Mejor que todo es el ácido salicílico (un gramo para dos 
libras de agua); os un preservativo inmejorable. 

Hay otro medio de atacar á los parásitos interiores, 
aun aquellos que han entrado en la circulación sanguí- 
iiea, ó ya se han establecido en alguna viscera: mezclar 
de tiempo en tiempo azufre en los alimentos. * 

El gallinero debe conservarse en perfecto aseo, ser 
seco y 'Ventilado, y recibir aires puros. Donde hay hu- 
medad hay enfermedad. En todos los climas y más en 
los cálidos, ni el hombre, ni el irracional es posible que 
habiten en lugares húmedos sin consecuencias funestas. 
Entre todos los alimentos no hay uno como el aire, de 
cuya buena calidad deba cuidarse con más esmero, y 
las gallinas hacen de él mayor consumo que cualquiera 
de los vertebrados. Buen aire, buena salud. Cuando es 
impuro altera las funciones de la vida, sin haber en esto 
diferezicia entre el hombre, las aves, los cuadrúpedos, 
y todo lo que se mueve y respira, á menos que se tra- 
te, por ejemplo, de los infinitamente pequeños sc/iÍ20)?ii- 
eetos, que nacen de la fermentación de los licores co- 
rrompidos, mejor dicho, son el mismo fermento; para 
éstos la pureza es un elemento corrosivo. 

El aire será impuro en el gallinero: si hay una gallina 
muerta y pestífera, inmediata, colgada de un árbol (se- 
gún inveterada y dañosa costumbre seguida en los cam- 
pos de esta Isla), ó cualquier otro animal en estado de 


* Sigan esta regla los criadores de palomas, pavos y patos, y 
pronto conocerán lo útil que les es. 


32 


putrefacción, que ha debido reducirse á cenizas inme- 
diatamente después de sobrevenir su muerte, antes de 
que comience la exhalación de miasmas mefíticos; si 
el edificio no se barre, por lo menos cada dos dias,, 
etc., etc. 

No se desatienda el agua; que sea cristalina y reno- 
vada una vez al dia en invierno y dos en verano; las 
gallinas beben mucho. 

Cuando se noten piojillos y ácaros, se le dan al edi- 
ficio lechadas de cal viva, lechadas que se forman con 
agua en que se hayan puesto en maceracion pencas de 
maguey \cigave a'meñccma\. 

A los nidos de las incubadoras se les echan palillos 
de tabaco, ó corteza de cedro, y se queman fuera del 
gallinero apénas ha salido la gallina con su manada; 
los nidos de las ponedoras se renuevan periódicamen- 
te; debe haber un gran repuesto. 

Una vez al mes debe darse un baño de aguardiente 
de caña alcanforado á cada gallina, con una esponjita, 
levantando cuidadosamente las plumas para que la piel 
quede empapada. Es increíble el beneficio que reciben 
librándolas de este modo de esos molestos y voraces 
huéspedes; al siguiente dia se trasluce en ellas la ale- 
gría, el bienestar; y estos prolijos cuidados tienen en 
breve una amplia i’ecompensa con la multiplicación de 
la especie y del producto. El bien del animal es siem- 
pre el bien de su dueño. 

Si se tratase de un ave preciosa, cuya vida interese, 
se matan esos parásitos apretándolos entre las uñas de 
ambos pulgares, ó sacándolos con un alfiler; ellos están 


33 


entro la piel y la carne, exactamente como una nigua, 
como que pertenecen al mismo orden de los arácnidos. 
Si son muchos úntese en el punto donde se les vea un- 
güento de mercurio y no quedará ni uno. También es 
eficaz la benzina mezclada con un poco de azufre, y 
tiene la ventaja de ser una sustancia que no ofrece ¡le- 
ligro. 

En el capítulo que dedico a los jaarásitos de las aves 
se enterarán los labradores de lo feo y temibles que son 
estos animales. A la verdad, el que ve un piojillo tan 
diminuto y al parecer inofensivo, no se figura que es 
un monstruo de ocho aletas robustas y largas, sembra- 
das en su extremidad de ásperos vellos, que le sirven 
para asirse y andar, á manera de garras. Da horror ver 
á ac|uel carapacho agrietado, aquellos tres cuernos de 
su cabeza anchos en la base y finamente pulidos en la 
punta, aquel disforme hocico, y aquellos instrumentos 
formidables formados para chupar. El piojillo, y lo mis- 
mo el ácaro, son el origen de muchas enfermedades en 
las gallináceas, provocadas por la anemia, á que condu- 
cen, y son de por sí una peligrosísima enfermedad. Si se 
les deja progresar pronto causan la muerte de las aves 
todas; se ceban particularmente con los pollitos recien 
nacidos, y en el gallinero en que abundan apénas hay 
huevos; de modo que el gasto del aguardiente de caña 
y del alcanfor para los baños es en gran manera repro- 
ductivo, y no puede economizarse sin la ruina de la cría. 

No es bueno dar remedios excitantes para apresurar 
la postura; esto es contrario á lo natural y debe des- 
echarse. 


Eosayoi.— 8 


34 


Cuando una gallina es atacada por el higadillo, lo pri- 
mero de todo es separarla de las demás y tomar todas 
las medidas de policía sanitaria que lie indicado en el an- 
terior capítulo sobre la angina membranosa, y otras que 
indicaré en el siguiente, en que voy á hablar del cólera. 

No soy exclusivista en mis ideas, ni vivo prendado 
de mis propias creencias. Fácil es que mi teoría sobre 
la congestión generalizada en que hago consistir el hi- 
gadillo, no sea exacta y que me halle en el error, como 
lo han estado en todas las edades hasta los grandes ge- 
nios, hasta la humanidad entera, por siglos; pero si es 
exacta, el higadillo no es contagioso. Sin embargo, este 
es un estudio nuevo, y todos los años se presenta esa 
que puede llamarse calamidad pública, de un extremo 
al otro de la Isla de Cuba, siempre como una enferme- 
dad que reviste las formas enzoótica ó epizoótica, y ra- 
ra vez la esporádica; de modo que aunque esto, en mi 
concepto, consiste en la falta de higiene, de remedios 
adecuados y de una acertada administración de los es- 
tablecimientos de cría, la prudencia aconseja aceptar en 
este caso, con las debidas reservas, el principio del con- 
tagio volátil, hasta que se avance más en el camino de 
la verdad. 

Algunos médicos (muy pocos por cierto, pues el pro- 
fesorado cubano es una gran gloria de América) que no 
están al corriente del progreso científico, niegan la po- 
sibilidad del contagio cuando no hay inoculación, como 
si el virus volátil no se inoculase por los órganos res- 
piratorios, por los intestinos y la piel. Roll dice: «Un 
cuerpo cargado de contagio conserva en muchos casos 


35 


la propiedad de infestar, aunque haya desaparecido to- 
do indicio apreciable de vehículo. Para ciertos conta- 
gios la propiedad de infestar se conserva mucho tiempo 
y goza de una tenacidad considerable, como la viruela, 
el carbunco y la rabia. Algunos se conservan aunque 
la putrefacción haya destruido su conductor, como la 
peste vacuna, y otros resisten la acción de ciertos agen- 
tes químicos, como la trasmisión del carbunco (también 
del muermo) por las pieles curtidas procedentes de ani- 
males que han sido acometidos de esta afección, mien- 
tras que otros se destruyen fácilmente por la dese- 
cación, acción del aire, la humedad ó la temperatura 
elevada. La mucosa respiratoria parece la más favora- 
ble para la introducción de los contagios. Los que son 
volátiles se ponen en contacto con ella y penetran en 
la sangre por las ramificaciones más pequeñas de los 
vasos pulmonares.» 

Una laiga y dolorosa experiencia tiene comprobado 
que el higadillo ataca á las aves gruesas, y sólo después 
de goneializado, á las flacas; por lo que debo repetir 
que los alimentos influyen muy marcadamente en su 
desarrollo, y que la higiene exige un sistema distinto 
del que se ha adoptado en la Isla de Cuba. Repártase 
á las aves maíz en abundancia un dia y otro dia, todo 
el año, lo cual les trae la crasitud, dada la enorme can- 
tidad de aceite que contiene ese grano. 

Estudiemos la Naturaleza si queremos seguir el ca- 
mino del acierto. Ni en los cerdos que se crian libre- 
mente en los montes, ni en los pájaros, ni en ningún 
animal no sujeto á domesticidad, se halla un individuo 


36 


que tenga á expensas ele los músculos grandes capas de 
tejido adiposo. 

En los gallineros cubanos siempre existe un número 
de gallinas correspondiente al grupo de las ponedoras 
é incubadoras, tan extraordinariamente gruesas, que 
parece que están en ceba, y éstas son las que primero 
perecen. 

Es, pues, absolutamente preciso establecer reglas de 
alimentación; variar las sustancias; unos dias plátanos 
cocidos, otros boniatos; otros vcget&les frescos, palmi- 
c/ie, etc. 

En mi obra «El gallinero de los climas cálidos,» he 
dicho que diariamente se les debia dar una pequeña 
ración de maíz; pero de esto á lo que se practica hay 
una inmensa distancia. Una corta porción de este gra- 
no, acompañando principalmente al alimento herbáceo, 
no puede menos de ser saludable; pei’o si se le da con 
exceso es claro que en lugar de la abundancia de hue- 
vos y la consiguiente reproducción, lo que se emprende 
inconscientemente es la ceba. 

Aquellas que estén muy gruesas, mándense sin de- 
mora al mercado, porque á más de hallarse expuestas 
á contraer el higadillo, interrumpen la postura en sus 
períodos naturales; son consumidoras y no productoras. 

Este particular de los alimentos es de tal importan- 
cia, que merece la más seria atención: no deben darse 
con escasez, ni con exceso, porque tan dañosa es al ave 
la estenuacion como la crasitud; téngaseles en un tér- 
mino medio. 

El que siga mis indicaciones, proceda inmediatamen- 


37 


te á sacar del palio toda gallina gruesa, y si desea con- 
servarla por ser de formas bellas, excelente ponedora 
ó buena madre, sujétela á dieta una semana. Cuando 
se quieren aves gruesas se ponen exprofeso en ceba, y 
á los diez y ocho dias llegan al máximum de la crasi- 
tud. Para esto sí que no tiene igual el maíz cubano, al- 
ternando con el grano de la palma, * y darles á comer 
harina de maíz con leche, mezclada en los últimos dias, 
con albahaca, y el primero y octavo carne de vaca fres- 
ca con cebollas picadas. 

En fin, el galllnicullor entendido y prudente es como 
el buen gobernante de un pueblo, que no aparta su mi- 
rada de la higiene, sin la cual la vida del hombre y la 
de estos interesantes seres que tanto contribuyen á su 
bienestar, es una cadena de dolores, dolores que pron- 
to terminan, es verdad, pero es con la muerte prema- 
tura. 

* ¿ Cual es la razón, por qué se desconoco la excelencia dó este 
grano como alimento de las aves y muy especialmente para la coba, 
siendo así que os tan saludable y comunica á las carnes un sabor tan 
exquisito? Deseo ver puestas á la venta aves en euya ceba baya añ- 
ado la palmiobe. 


CAPÍTULO III 

EL CÓLERA DE LAS GALLINAS. 


¿Cuál es la causa generadora del cólera morbus? ¿Es 
la misma que la del cólera de las gallinas? ¿El colerín 
que padecen con frecuencia estas aves en Cuba, y que 
tantos estragos hace, tiene marcadas analogías con el 
cólera de las gallinas, sabiamente estudiado por el emi- 
nente Pasteur? 

Cuestiones son éstas en extremo complexas y de di- 
fícil solución. Es una temeridad por mi parte escribir 
estas líneas en los momentos en que todas las Acade- 
mias cientifleas, y todos los grandes patólogos se preo- 
cupan buscando la génesis y los remedios curativos y 
profilácticos de una enfermedad que siega los pueblos, 
como la hoz las espigas, sin haber hallado hasta ahora 
otra cosa que tinieblas, y siempre tinieblas, i’especto al 
organismo humano, y un talismán precioso respecto á 
las aves, la inoculación. 

¿Viene el cólera morbus de los cadáveres de anima- 
les que arrojan los habitantes de la India en el Ganges, 
como quieren algunos afamados médicos? No, porque 
apénas esos cadáveres caen en el agua son devorados 


39 ■ 

por los cocodrilos. ¿Viene de los dilatados valles que 
aquel rio baña creando el funesto hongo? No, porque 
si así fuei’a, el cólera tendría su cuna y su natural do- 
micilio en el Bajo Egipto, regado por el Nilo, que deja 
todos los años su limo en inmensas extensiones, ó ven- 
dría de las márgenes del Níger, que bajo un sol de fue- 
go no riega al desembocar en el Golfo de Guinea, fértiles 
y risueños valles, como aquellos, sino terrenos cenago- 
sos, pestilentes, donde en cortos períodos mueren tri- 
bus enteras y bajan otras del centro del Africa á soste- 
ner el comercio con los europeos, los cuales, viviendo 
siempre á bordo de sus buques, que convierten en có- 
modas casas con techo y departamentos, ni aun así se 
libran de la enfermedad endémica de esas costas, que 
no es el cólera, sino una fiebre palúdica perniciosa. 

¿Viene de la descomposición del arroz acuático que 
tanto se cultiva en el antiguo imperio del Gran Mogol, 
hoy Imperio Británico de la India, según creyó Tytler 
que lo llamó con este motivo morbus oryccusf No, por- 
que esa gramínea es un producto vegetal propio de los 
climas cálidos, ó de los lugares más cálidos de las zo- 
nas templadas, y si es verdad que al rendirse la cose- 
cha, el tallo, hojas y raíces de la planta entran en po- 
dredumbre y arrojan eñuvios malignos, éstos lo que 
producen es la fiebre intermitente, como lo comprue- 
ban los arrozales acuáticos de Valencia y del Piamonte. 

¿Viene el cólera de las grandes guerras, cuando des- 
pués de las batallas, apénas atienden los vivos á ente- 
rrar los muertos en sepulturas poco profundas, á mon- 
tones, como sucedió frente á los muros de Sebastopo 


i 


40 


en 1854, siendo esta la causa de su aparición esc año, 
en sentir de ilustres patólogos? ¿Viene acaso de la co- 
rrupción de las plantas del fondo del mar, que perecie- 
i’on por el calentamiento de las rocas en que extendían 
sus raíces, al formarse ó pasar corrientes de materia 
ígnea por las entrañas de la tierra, mediante la com- 
bustión de gases, ó al efectuarse la conflagración de 
grandes depósitos de cuerpos carbonizados correspon- 
dientes á la vida vegetal en las primeras edades del 
mundo, ideas que sugieren ciertos volcanes, como el 
terrible Cotopaxl (Ecuador), que mide en su cráter más 
de mil varas de diámetro, arroja sus cenizas á diez y 
seis leguas de distancia, y cuyos rugidos se han oido á 
doscientas leguas, en Honda, población de Colombia? 
¿Tienen esas plantas sus parásitos como la vid la filoxe- 
ra, los cereales los uredos, y el naranjo los coccidos, 
|OS aphididos y los kórmidos? Creo que sí: donde quie- 
ra que hay un soplo de vida están les elementos de la 
muerte. 

¿Viene de las corrientes electro-magnéticas de la tie- 
rra? ¿Viene de cierta alteración que experimentan las 
aguas, y que trasciende á las plantas, con cuyo fruto se 
alimenta el hombre, ó de los movimientos planetarios 
que tanto influyen en la naturaleza de los cuerpos? 

En mí concepto, el cólera no se desarrolla por causa 
específica, como la fiebre amarilla y la malaria; existe 
enervado en el seno de la Naturaleza y puede presen- 
tarse en cualquier punto del globo, favorecido por la 
descomposición de materias orgánicas animales ó vege- 
tales, que son como si dijésemos campos de su natural 


41 


cultivo, por lo que nada interesa tanto á la humanidad 
como es que los pueblos y los Gobiernos presten la ma- 
yor atención al saneamiento de los países. 

Signicndo esta teoría, creo que uno de los principa- 
les elementos de esa enfermedad es la plaga de la lan- 
gosta. Jamas he visto ni en Europa, ni en América, ni 
en Africa, este ortóptero, que se posesiona á veces del 
territorio de una y hasta de varias naciones, sin que le 
acompañase una peste; pero debo decir que he obser- 
vado que ésta es siempre la viruela, su compañera in- 
separable, mas ¿ quién quita que con la viruela venga 
también el cólera morbus, como vienen repetidos casos 
de tifoidea? 

Figúrese el lector incontables legiones de langostas 
de la familia acridmm migratorium^ que revolotean en 
la soledad de los desiertos oscureciendo el sol, semejan- 
tes á una inmensa alfombra de oro suspendida en el aire: 
las hembras, en centenares de leguas, sepultan en la 
tierra una cápsula revestida de una sustancia viscosa 
que la hace impermeable, y que contiene de ochenta á 
cien huevecillos. Es tan laborioso el desove, que la ma- 
dre muere en seguida, como que la cápsula ocupa toda 
su cavidad abdoraidal; el macho no tarda en perecer, 
y entónces se cubre el suelo de cadáveres y queda ade- 
más sembrado de huevos, que todos incuban á los vein- 
tiún dias, siendo esta la manera de reiiroducirse ese 
insecto, que con sus dientes más finos y cortantes que 
los del ratón, todo lo devora: la menuda yerba del pra- 
do, el árbol secular del bosque, el techo pajizo de las 
casas de campo, y hasta el dorado y el vestido de las 


42 


imágenes de los templos, cuando cae en las ciudades 
como una lluvia torrencial. 

Estos hechos pueden pasar en períodos más ó menos 
largos, sin alteración del aire, y esos períodos son aca- 
so, á veces, los que median entre un cólera y otro; pero 
sobrevienen inundaciones, se encharcan las aguas, que 
el sol tropical de la India y de Africa casi pone en ebu- 
llición, y todos aquellos cadáveres, huevos y plantas del 
terreno inundado entran en podredrurabre. 

ci Qué foco mayor se quiere para que aquello sea una 
nueva caja de Pandora, sin contar el hambre pública 
que trae la anemia y los desórdenes gástricos, que son 
causas predisponentes; ni hacer cuenta tampoco de la 
mortandad de miles de animales silvestres herbívoros 
que perecen de inanición ? 

El cólera existe latente, según yo pienso, en la Natu- 
raleza, y una vez desarrollado, nutrido por la corrup- 
ción de las materias orgánicas, es trasportable de un 
polo á otro en todo cuerpo húmedo. No es que venga 
hiriendo y matando como un formidable móstruo ar- 
mado de una espada de fuego, es que cuando existen 
, campos naturales para su propagación, ya sean debidos 
á las plagas de langostas, ya al descuido de los Gobier- 
nos y de los pueblos, que desprecian la higiene, el cóle- 
ra', que podía haberse escondido en el sucio pliegue de 
una camisa y ser llevado á un país donde no impere el 
aseo como la primera condición del bien de las socieda- 
des civilizadas, posee la propiedad de multiplicarse con 
tanta rapidez, que la mente no puede formar idea de la 
maravillosa reproducción de sus células. Podían éstas 


« 


-13 


llenar el espacio, si el campo de su natural cultivo lo lle- 
nase; mas donde el aire es puro, las costumbres morige- 
radas, las leyes sanitarias basadas en el estudio de la hi- 
giene, escrupulosamente cumplidas, y se le aisla en caso 
de ser trasportado, el cólera es impotente; es una fiera 
que se puede encerrar, como lo ha estado en la cuaren- 
tena de Nueva York traído por el «Alesia,» buque italiano, 
el año pasado de 1887, con la particularidad de que al 
mismo tiempo estaba la fiebre amarilla encerrada en 
Tampa. ; Honor grande para el pueblo y el Gobierno 
de los Estados Unidos ! 

De lo dicho se deduce, conforme á mi modo de ver, 
que la carrera geográfica del cólera morbus se subordi- 
na á la senda que le trazan los vientos, los cuales tras- 
portan las partículas morbíficas que se desprenden de 
los cuerpos vegetales ó animales, ó de los líquidos en 
descomposición, partículas sutiles que se elevan en la 
evaporación solar, más livianas que la molécula del 
y *^na voz en las altas regiones, pueden i’ecorrer 
inmensas distancias entre las agitadas ondas aéreas, ó 
ser llevadas de un punto á otro, adheridas á un cuer- 
po animado ó inanimado. A esta ley estuvieron segu- 
ramente sujetas todas esas grandes epidemias de que 
habla la Historia. La peste negra del siglo XIV (carbun- 
cosa, como la de Oráente del tiempo de Justiniano), y 
el colera morbus de 1833, recorrieron gran parte del 
mundo, y la epidemia que afligió á Aténas en tiempo 
de Pericles y de la guerra del Peloponeso, que se cree 
fue el cólera, refiere Tucíclides que habia recorrido la 
Etiopia, el Egipto y la Persia, y fué trasportado por un 


44 


buquB mercante. Se sació en la ciudad querida de Mi- 
nerva porque le pusieron sitio los lacedemonios; sólo 
tenia expedita la comunicación por el mar Egeo, don- 
de estaba la escuadra, y los haljitantes del Valle del 
Atica se habian encerrado en sus murallas con sus ga- 
nados, que llenaban las calles, las plazas y basta los 
templos, y el aire perdió su pureza. ¡Siempre el aire se 
presenta como el principal factor de las funciones de 
la vida y de las lesiones orgánicas que producen la 
muerte ! 

Estas pestes de los hombres no veo que tengan en 
sus causas generadoras diferencia alguna con la de los 
animales de sangre caliente; y en mi corta inteligencia 
no he podido descubrir en la Naturaleza leyes distintas 
para unos y otros; todos, sobre todo, necesitan para con- 
servar la salud, pureza en la atmósfera y pureza en el 
agua. El carbunco de las aves y del ganado, el tifus 
[cattle placjue de los ingleses; liimder pest de los alema- 
nes] y otras muchas enfermedades, pasan de unas espe- 
cies á otras, siendo la humana no pocas veces, la vícti- 
ma expiatoria de la falta de previsión para buscar en la 
higiene la longevidad y la lejanía de los dolores físicos. 

Las epizootias do los animales son dignas de la más 
seria atención, no sólo en beneficio de la riqueza y del 
bienestar de las sociedades, sino de la misma existen- 
cia de los asociados. 

El germen del cólera morbus se cree que es de natu- 
raleza vegetal. 

El Dr. Gietl, según Halüer y Bonis, fue el primero 
que sostuvo esta opinión. «Aquel (Gietl), por el cultivo 


45 

nhtuvo formas ele 

ele micrococciis en diversos subtratos, j^jcelios se- 

tórula, cadenas leplótricas, cocus 

parando en la punta filamentos rúe j 

mo, una forma de bongo semejante al « ^ 

ejue denominó urocystis cliolcrae a^mbee,» í ^ 

n.e en 186G lo clasificaron como corrcspondmnte al gc^ 

ñero zooglca, del grupo de los sc/a-omzcdos. 

nn indicio claro, casi una prueba, de que e 

origen es vegetal, si es cierto, como se dice, ^ ^ 

cpieMr.Griüstb, de Zoneville (Oblo, Estados Unidos 

de América), inocula el cólera de las ga i ‘ 
gre que unta en el muslo después de una p q 
padura, poniendo ántes la sangre en un pap '■ 

Si es así, á mi parecer sucede forzosamente una ^ ® 
tas dos cosas, ó el virus no penetra en la circu acio 
sanguínea, limitándose al tejido epidérmico, o la acción 
del astro del dia atenúa y basta puede cxlinguu su ac- 
tividad, en cuyo caso no es de naturaleza anima sino 
vegetal, pues las criptógamas Adven de la bume a ^ y 
mueren cuando reciben la luz solar. Es también un in- 
dicio de lo fundado de esta creencia, el haber llegado 
el Dr. Kocb á esta conclusión: «El cólera morbus busca 
la humedad y huye de los lugares secos,» lo cual que- 
dó comprobado en la ciudad de la Habana en 18 . a 

mortandad en los bandos de Jesús María y Sitios e 
Pefialver, que son los más bajos y húmedos, fué horro 
rosa, y relativamente insignificante en el del Ange , que 
es el más alto, bien que en aquellos barrios vivia en ese 
tiempo la gente más pobre y ménos atenta al aseo per- 
sonal y de las habitaciones. 


46 


No dejaré de decir que el uso do las frutas en estado 
de descomposición, produce el desarrollo del cólera. 
Esta era creencia general no conti-overtida en Francia, 
donde me hallaba en 1883, época de la epidemia de 
Marsella que costó tantas vidas y que hubiera invadido 
á Paris sin las sabias medidas del Gobierno de la Re- 
pública. Ese año, el ilustre profesor aleman que he ci- 
tado, demostró la existencia de los micro-organismos 
en los excrementos de los coléricos (lo que ya habia 
hecho Hullier en 1866, y ántes de éste el profesor inglés 
Parker, hallando^corpúsculos y granulaciones. — Bonis.) 
Marsella estaba entregada á los horrores de la peste 
positivamente debido al gran consumo que habia hecho 
el pueblo de albaricoques, que hablan sido derribados 
por las heladas, y que ya tenian esas peluzas (mucedí- 
neas), signo de descomposición orgánica, que pertene- 
cen á la larga serie de los hongos y se presentan en los 
cuerpos húmedos, en las paredes, en las pieles del cal- 
zado, en las piedras, en la corteza de los árboles, etc., 
y que si es cierto que en lo general son inofensivas, es- 
tán en el aire ántes de fijarse, y hasta sirven tal vez de 
alimento á los animales y plantas, pueden degenerar en 
hongos malignos sometidas á la influencia de ciertos 
agentes atmosféricos, ó confundirse el hongo maligno 
con ellas. 

Las cáscaras de las frutas, aseguraba el Dr, Koch, son 
grandes conductoras del contagio, lo mismo que el agua, 
que en tiempo de epidemia debe siempre tomarse des- 
pués’ de hervida. 

¿La causa generadora del cólera morbus, es la ihisma 


47 


dd cólera de las gallinas ? — «La mayor parte de los tra- 
tadistas, dice D. Buenaventura Aragó, consideran con 
razón análoga ambas causas. De las observaciones he- 
chas desde 1817 á 1828 en la India; en 1827 en Rusia 
y Polonia; en 1831 en Austria y Alemania; en 1832 y 
1854 en Italia, Francia y España, resulta en efecto que 
las epizootias de este género en las aves, concuerdan 
con las invasiones del cólera en aquellos países. Digno 
os de que se recuerde el hecho citado por el profesor 
Ercolani, según el cual en 1854, época en que se pre- 
sentó el cólera en Turin, hallándose él veraneando en 
Saluggia, tuvo allí oportunidad de estudiar la epizootia 
en las gallinas, y vaticinó que dentro de poco tiempo el \ 
cólera iba á visitar aquella población. Sus pronósticos, 
por desgracia, no salieron fallidos, pues pasados algu- 
nos dias el terrible azote harria de un modo espantoso 
á Saluggia. Lo que más comprueba si no la identidad, 
por lo ménos la analogía, es que semejantes epizootias 
de las aves domésticas unas veces acompañan, otras 
subsiguen y otras preceden á las invasiones coléricas.» 

Lástima grande que no se hayan hecho observacio- 
nes en Cuba en 1833, 1850, 1866, 1871 y 1873, en que 
esta Isla ha sufrido esa calamidad, que en el primero 
de esos años hizo en sólo la Habana, que tenia ménos 
de la mitad de su actual población, 8,315 víctimas en 
tres meses. 

Esclarecidos autores dudan si el cólera va del hom- 
bre á las aves ó de las aves al hombre. 

El colerín de las gallinas . — ¿Esta enfermedad terrible 
tiene analogías con el cólera de las gallinas? 


48 


Los síntomas son tan parecidos, que opino que el co- 
lerín de estas aves es un pequeño cólera, lo mismo que 
el colerín humano es también un pequeño cólera, co- 
mo dice el célebre profesor Broussais, fundador del sis- 
tema nosológico, quien en 1832 y 1833 asistió innume- 
rables coléricos en París, en el hospital de Val de Grace, 
y escribió un Tratado sobre esa enfermedad. El cole- 
rín de que estoy hablando, á juzgar por sus efectos, en 
nada se diferencia del cólera; le bastan pocos dias para 
concluir con los gallinei’os más poblados. 

Síntomas, diágnOslico y '¡pronóstico del cólera de las ga- 
llinas. — Soñolencia, tristeza, estado febril hasta llegar á 
43J° centígrados, caída de las alas, difnea, encrespa- 
mienlo de las plumas, escalofríos, desgano, sed, calam- 
bre, dificultad para andar, diarrea, salida por la nariz y 
el pico de una sustancia mucosa, detención de los ali- 
mentos en el buche, desfallecimiento, frialdad, lividez 
en la cresta, y por último, la muerte entre horribles 
convulsiones. 

No siempre se presentan los mismos síntomas. 

La diarrea abundante debe considerarse como signo 
característico. Aquella parte blanca que tiene el estiér- 
col (uratos) cuando el ave goza de salud, aparece al co- 
menzar á manifestarse francamente el cólera, como una 
sustancia muy clara, amarilla; después forma un moco 
trasparente, amarillo oscuro, y- al fin, verde oscuro san- 
guinolento. 

La duración de la enfermedad es regularmente de 
diez á quince horas, mas suele prolongarse dos, tres ó 
más dias, y es muy común que el ataque sea fulminan- 


49 


te, seguido de una muerte instantánea, aun en aquellas 
aves que. pareeian más sanas. 

El pronóstico es de la mayor gravedad. 

Anatomía patalCgica . — El notable Dr. Salmón, em- 
pleado del Departamento de Agricultura del Gobierno 
de Washington, en 1880 dio cuenta eñ un luminoso In- 
forme á aquel Gobierno, de sus observaciones sobre la 
epizootia colérica que se habia presentado en las aves, 
y de haber practicado la autopsia del cadáver de una 
írallina que murió de esa enfermedad. «La cresta, dice, 
estaba pálida y sip sangre, no azul ó azul oscuro como 
en el caso de Francia. Las venas superficiales contenían 
poco de ese líquido, del cual tenia manchadas las plu- 
mas alrededor del ano, á las que estaba adherido el ex- 
cremento en gran cantidad. 

Al abrirse el cuerpo llamó la atención el hígado, que 
estaba abultado, flexible, su color verde oscuro, y uni- 
do fuertemente á los órganos que le rodean por falsas 
membranas, con las venas niuy visibles, y circuido de 
una materia trasparente é incolora. En casos excep- 
cionales el hígado tiene una apariencia normal. La ve- 
jiga de la hiel estaba muy dilatada y llena de bilis espe- 
sa, color oscuro, filtrando por sqs paredes la suficiente 
cantidad para manchar los órganos inmediatos. El bu- 

cheiestaba dilatado por los alimentos, sin otra lesión. 

El estómago exteriorme.nte tenia un número de desco- 

Ipraeiones circulares, en las que por secciones, se en 

con I raba n .pequeños coágulos de sangre de las venas. 
No habia lesiones en la .molleja. Los pequeños intesti- 
nos estaban unidos. La membrana mucosa era de un 

Ensayos.—* 


50 


color casi negro, y en otros casos la superficie interior 
servia de asiento á ulceraciones cíe varios tamaños. En 
otras ocasiones se ha hallado un taco fibroso en la mi- 
tad del intestino delgado, que obstruía completamente 
el paso de los alimentos, y era de tres pulgadas de lar- 
go y muy duro. El recto y cloaca presentan general- 
mente líneas oscuras sobre la membrana mucosa, ma- 
nifestándose el primer estado de inflamación que resulta 
cuando la dolencia es crónica. Se engruesan las pare- 
des, principalmente del recto, y vienen la escoriación 
de la membrana y la formación de grandes superficies 
ulcerosas. Algunas veces este espesor y esta ulceración 
se extienden hasta dentro del colon, y so ven en los 
casos crónicos ó semi agudos de la enfermedad, en los 
intestinos gruesos, siendo robustas las paredes de éstos, 
despojadas de la membrana mucosa, y obstruida la ca- 
vidad por un taco de linfa coagulada. 

El mesenterio se halla general mente' recogido, adqui- 
riendo á menudo mayor espesor y opacidad por la in- 
flamación: los uréteres estaban dilatados, con uratos, 
color amarillo: los riñones parecian devorados, y en 
ellos se ven con frecuencia acumulaciones de uratos, 
también amarillos. El bazo del tamaño y apariencia 
normales; otras veces crecido y blando. El pericardio 
en muchos casos dilatado y a veces con notable hipere- 
mia en la superficie del corazón. Los pulmones ofrecen 
á menudo, aunque no por regla general, una acumula- 
ción de sangre, y están rara vez ó nunca hepatizados. 
Las venas llenas de grumo duro contenían poca sangre; 
mas en otras ocasiones la tienen de un todo coagulada. 


51 


Parece que la sangre pierde su propiedad coagulable 
cuando la enfermedad no es rápida. 

En los casos examinados en que el cólera no ha sido 
adquirido por contagio, las glándulas linfáticas cerca del 
cuello estaban mucho más recogidas que en los ocu- 
rridos por inoculación, indicando, como ha dicho Mr. 
Toussaint, que el virus había sido tomado en los ali- 
mentos y absoi'bidq por la boca y la laringe. 

La pulpa encefálica siempre ha estado en su estado 
normal, ó: con alteración poco perceptible. Los múscu- 
los en el sitio de la inoculación se hallan á veces enro- 
jecidos. En contados casos, en el lugar de la inoculación 
el tejido se ha trasformado en una sustancia blanquiz- 
ca, dura, sin forma definida, y desapareciendo dentro 
de la de los músculos; sólo excepcionalmente se separa 
del tejido muscular, y existe como un secuestro clara- 
mente circunscrito.» 

Pondré á continuación los diferentes 
remedios que aconsejan varios autores y que creo apli- 
cables al cólera y al colerín, limitándome á decir que 
según los informes que he obtenido, ha dado excelen- 
tes resultados en Cuba en muchos casos de esta última 
enfermedad, pl uso de cocimiento espeso de yerba bue- 
na y toronjil (cuatro ó cinco cucharadas al dia), y que 
soy de parecer que se administre la quinina al ave apé- 
nas se le vea con la fiebre, dándole seis píldoras, de 
media en media hora, de un grano cada una. La qui- 
nina es el mejor antídoto contra esos envenenamientos 
que provienen de organismop vegetales, según opinan 
renombrados profesores, entre ellos Selmi. El arsénico 


52 


le iguala ó excede en propiedades benéficas; pero es un 
medicamento peligroso. 

La sed es un síntoma muy marcado del cólera, y pu- 
diera satisfacerse dando al ave á discreción limonada 
bastante cargada de zumo de limón IcUruni Umonum], 
ó mejor café con limón. 

La sangría debe, á mi parecer, proscribirse: la pos- 
tración de fuerzas que producen, tanto el cólera como 
el colerín, es una contra indicación muy clara de este 
recurso médico quirúrgico. Se me ha asegurado por 
numerosas personas, que todas las gallinas atacadas del 
colerín en la Isla de Cuba que han sido sangradas, han 
perecido infaliblemente. 

El inmortal Pasteur escribió al Country Genüeman, pe- 
riódico norte-americano, que ha encontrado la tintura 
fuerte del eiicalipius glObulus muy eficaz, pues se opone 
á la indigestión, que es uno de los primeros síntomas 
del cólera. Se dan diez gotas con cuatro granos de sal 
y media cucharada de pimienton en una cucharadita 
de agua. 

Mr. Thorne, autor del «Poultry Book,» (libro de las 
aves), dice: 

«Si la coloración amarilla de los uratos, que se ve en 
el estiércol, se presenta antes que otro signo de la epi- 
zootia, puede entonces ser apreciablo el uso de la pre- 
paración homeopática de estricnina, llamada nux v&mi- 
ca (nuez vómica), dándole de cinco áseis glóbulos á las 
aves grandes una vez al dia, y menos á las chicas. Este 
remedio ha dado muy buenos resultados cuando se ha 
usado á tiempo.» 


1 


53 


Pudiera sustituirse con cinco ó seis gotas de la Untu- 
ra de nuez vómica, ó sea de Boume. 

El profesor Papa considera el cólera de las gallinas 
como una disenteria contagiosa, y receta lo siguiente: 

Hípecncunnii. 50 centigramos. 

Agréguense goma en polvo y jarabe de goma para 
hacer cuatro píldoras iguales. 

Administradas estas píldoras en dos horas á las pa- 
cientes, se completa la curación con una pequeña infu- 
sión de menüia (yerba buena) y manzanilla.» 

El Sr. Aragó recomienda un buen régimen alimenti- 
cio y bebidas que contengan sulfato de hierro en la pro- 
porción de uno por ciento, ácido fénico muy diluido é 
infusión de yerba buena y manzanilla. 

En la morada del Sr. Dr. ]>. Francisco Navarro, re- 
lator de la Audiencia de este territorio, habiendo muer- 
to nueve gallinas de raza malaya del colerín,, se salvó 
la única que quedaba porque un doméstico le abrió el 
buche, le vació, las sustancias animales y vegetales que 
cpotenia y estaban en estado de putrefacción, lo lavó 
con agua tibia y le dió puntos. en ambas telas. 

Pudo evitarse el abrir el buche poniendo el ave boca 
abajo y oprimiéndolo ligeramente para vaciarlo. En es- 
tos casos siempre debe introducírsele en seguida algún 
alimento mezclado con cebollas picadas y un grano de 
pimienta molido. Pueden ser también muy útiles cua- 
tro gotas de aguardiente de caña, renovadas dos ó tres 
veces cada dos hoi’as, si se nota un principio de putre- 
facción en los alimentos detenidos, porque esta es §eñal 


5Í 

de no haber energía en los órganos digestivos, que el 
aguardiente reanima, y á la vez excita la circulación 
sanguínea, promoviendo el calor. 

Hay que tener mucho cuidado con los alimentos una 
vez declarada la epizootia ó enzootia en un patio, ó que 
se hayan presentado algunos casos, que sean de fácil 
digestión y no dados con exceso. El Cólera, ya so trate 
del que ataca al hombre ó del que ataca á las aves, 
siempre viene precedido de diari*eas llamadas premo- 
nitorias. . . 

Hemedios prqfiláclióoa. — Deainfectanies . — El eminente 
Pasteur inocula las gallina^ en ‘la punta de las alas, y la 
sustancia salvadora de que se vale es el mismo hasíllus 
colérito, difundido en la sangré, atenuada su virolencia 
por el sistema que ha inventado' y qUe daré á conocer 
á los lectores que no estén al corriente de tan grandio- 
so progreso científico. 

He hablado de las inoculaciones de Mr. Griffislli, y á 
la verdad, no comprendo cónid puéde usar la' sangre 
sin más preparación que ponerla á secar, siendo así que 
diferentes periódicos europeos reciehteménte publica- 
dos, han dado cuenta de que en la Nueva Gales del Sur 
(Australia) se multiplicaron tanto lós conejos, que lle- 
garon á constituir una plaga que hacia imposible la 
agricultura; con este motivo se hicieron ensayos en 
Marsella, y habiéndose regado la yerba de un campo 
con los primeros caldos del cultivo del microbio del có- 
lera de las gallinas, no quedó uno con vida. 

Por otra parte, el sabio Davaine, qüe ha hecho lar- 
gos y profundos estudios sobre la enfermedad del ga- 


55 


nado conocida en Francia por aang de rale (sangre de 
bazo), descubrió la existencia de bacteridias en el orga- 
nismo de los animales que hablan muerto de esa enfer- 
medad, y siguiendo el proceso de su desarrollo sentó 
esta conclusión: «La sangre disecada conserva por es- 
¡oacio de meses su propiedad infecciosa, porque las bac- 
teridias se conservan en ella perfectamente.» 

Siento no haber tenido oportunidad de hacer el ex- 
perimento ántes de decir que pongo en duda la eficacia 
del método que se dice emplea Mr. Griffisth, con el cual 
me parece cosa segura cjue perecerán todas las aves 
inoculadas, y me asiste al mismo tiempo una completa 
confianza en el que ha presentado al mundo el c[uími- 
co filántropo, fundador de la microbiología y gloria de 
la Francia, Mr. Pasteur. 

En efecto, la inoculación pastoriana es el mejor re- 
medio preventivo que se conoce, de un todo igual en 
el ave al virus vacuno en el hombro; y no perderé la 
oportunidad de excitar con palabras de respeto y afec- 
to, al iDenemérito patricio fundador y director del Ins- 
tituto histo-bacteriológico de la Quinta de Toca, Sr. 
Santos Fernández, y á los micrólogos Desvernine, Ta- 
mayo, Finlay, Delgado, Pía, Leiné, Vildósola, San Mar- 
tin, Vázquez, Valdespino, Delfín, Pardillas, Montané y 
Davalo (cuán grato me es tomar nota de sus nombres), 
para que hagan ensayos, á ver si se logra que la inocu- 
lación preserve á las aves domésticas, no sólo del cóle- 
ra, que ésto no necesita comprobación, sino del colerin, 
del colerin, que cuesta á este país periódicamente su- 
mas enormes, y que bajo condiciones atmosféricas pro- 


5G 


pidas püede'ser una de las causas de esas epizootias de 
los cuadrúpedos, que aniquilan la crianza y traen la 
ruinia á los labradores con gran quebranto de la rique- 
za pública.* Además, preservando á los animales se 
preserva á los hombres, pues por desgracia estamos su- 
jetos, ál igttal de aquellos, á íodas las causas morbosas 
que suelen- hallarse en la tierra, el aíre y el agua, coú 
el aditantento en nuestro daño de las pasiones, que agi- 
tan como los vientos las olas del océano de males en 
que todos navegamos. 

Mr. Tliorríe dice: aSi se teme que el cólera invada el 
gallinero', aconsejo el uso del hiposülfito de soda en el 
agua dé beber, á razón de una onza por cada cubój» 

Ya lie recomendado con el mismo objeto el ácido 
salicílico. Se- diluye en agua caliente y se echa eri las 
vasijas en proporción de un gramo para dos fibras de 
agua. 

El agua se purifica ó importa mucho purificarla cuan- 

* Intereso también en este importante asunto al sabio profesor 
Mr. Paul Givier, que hace algún tiempo sé halla en la Habana es- 
tudiando la fiebre amarilla, comisionado al efecto por el Gobierno 
do la Ilepública francesa. 

Mr. Givier lleva muy adelantados sus trabajos y ba descubierto 
en los intestinos do los cadáveres do personas que fallecieron á con- 
secuencia do osa enfermedad, un micro-organismo [.sc/¿iro7)i¿ceto .?], 
que al cultivárselo, dice el profesor Montano, icdeposita oií monos 
do vointicnatro horas y en determinadas eondicióncs, copds espesos 
de un polvo negro. Las paredes del tubo do cultivo so onnegroceri, 
asi como el contorno de las tapas de esmeril, por la excrecencia del 
microbio, y no desaparece la coloración por el lavado con agua aci- 
dulada con ácido nítrico; el ácido clorhídrico puro sí la destruye.» 
Este descubrimiento tendrá resonancia en el mundo oiontítico. ■' 


do hay pestes, arrojándole carbón vegetal encendido,, ó 
apagando en ella un hierro hecho ascuas. De este últi- 
mo modo preparaban’ los antiguos sacerdotes griegos y 
romanos la afamada, agua lustral de las purificaciones. 

Si el gallinero es húmedo es preciso cerrarlo y que 
las aves duerman en los árboles, ó ponerle piso de ma- 
dera, lo que se facilita mucho en esta Isla empleando 
tablas rústicas de palma, y si así se practica el pavimen- 
to se levantará á una cuarta del suelo y no á raiz, para 
cpiá sea más durable y más sano; como que la acción 
dbl aíro destruye ó aminora la humedad. 

En los primeros casos de cólera eri un patio, las aves 
atacadas se deben llevar léjos, muy léjos de las sanas. 
Mr. Thorne opina que debe dárseles muerte y reducir- 
las á eenizás, fundándose en que rara es la qué se sal- 
va y con toda seguridad infícionan á las demas. 

En el acto es indispensable amontonar brusca donde 
estuvieron y darle fuego, retirar las vasijas donde be- 
bieron y recoger cuidadosamente su estiércol y que- 
marlo á barlovento; el estiércol es el principal vehículo 
del contagio. 

Si las atacadás! fuesen v»arias y han estado con la co- 
munidad dentro del gallinero hasfa el dia en que seles 
vio tristes ó les empezó la diarrea deluna sustancia 
amarilla, es preciso raspar los suelos del edificio, reco- 
ger el abono que 'result'aiy arrojarlo en una hoguera; 
darle’ á aquel una lechada ‘de cal viva, cerrarlo y que- 
mar dentro azufre por veinte minutos, en cantidad pro- 
porcionada. Por dos ó tres veces creo prudente esta 
fumigación, así como regar en el suelo cal viva con al- 


58 


gun azufre, y fumigar las plumas do las mismas aves 
también con humo de azufre, pero teniendo gran cui- 
dado para que no sobrevenga la asfixia. Podia formar- 
se un cajón con huecos para que quedase fuera la ca- 
beza de cada ave y se pudiesen fumigar perfectamente 
las plumas: estos seres microbianos tienen una increi- 
ble tenacidad de vida; resisten hasta á los más fuertes 
reactivos químicos. - 

El cólera es una enfermedad muy terrible y conta- 
giosa; toda precaución es poca para el hombre pruden- 
te y entendido que quiera alejar tan gran calamidad de 
sus aves, de las : de sus convecinos, tal vez de las del 
país, tal vez de su familia y de todá la sociedad, pues 
no se debe echar en olvido ni mirarse con .el desden de 
los necios, lo que han escrito eminentes patólogos acer- 
ca de que está en duda si viene tan espantosa enfei’mer- 
dad del ave al ser humano ó viceyersá. ’ i 

Poco se adelantaría, en verdad, fumigando perfecta- 
mente el gallinero, si el campo quédase infestado. Vea- 
mos, pues, la manera más obvia de desinfectarlo. Mr. 
Thorne, á quien he citado varias veces, me proporcio- 
na el medio de presentar á los agricultores cubanos y 
á todos los de la América española, para los cuales tam-r 
bien escribo, el siguiente método, que es 'el más econó- 
mico y fácil. Dice así aquel autor norte-americano: 

«Se diluyen tres libras de ácido sulfúrico en cuarenta 
galones de agua, ó un cuarto de libra de ese ácido' en 
tres galones y medio de agua, y se agita para que quede 
bien combinado. Esta última preparación puede apli- 
carse á pequeñas superficies, con una regadera común. 


59 


y aquella para superficies mayores con un barril mon- 
tado sobre ruedas y arreglado como un regador de ca- 
lles. Un riego parcial no' es suficiente, es preciso que 
queden saturados con la solución los suelos del galline- 
ro, el terreno del campo donde han estado las gallinas 
enfermas, las raíces de los árboles, todo, todo, hasta la 
más pequeña porción de polvo. El ácido sulfúrico es 
muy barato, no cuesta más de 25 centavos la libra en 
Nueva York, al por menor, y 23or mayor no más de o 
á 6 centavos. Debe tenerse presente que es una sustan- 
cia peligrosa para andar con ella, pues -en estado inso- 
luble destruye la ropa y cauterízala piel. Él modo más 
seguro, por lo tanto, es llevar un barril de cinco galo- 
nes casi lleno de agua, al droguista ó boticario, para 
que eche el ácido, y entonces se trasporta sin peligro 
de ningún género.» 

Cruzel dice, hablando de la desinfección de los luga- 
res donde han permanecido reses acometidas de car- 
bunco, enfermedad representada también por micro- 
bios, lo que sigue: <fLas fumigaciones de cloro, llamadas 
guitonianas, son las más usadas. Hé aquí la fórmula: 

Tómese. ' ' ' ' 


.Sal común onzas 

Peróxido de manganeso 1 » 


Acido sulfúrico del comercio y agua... 2 u 

Se pulveriza la sal, se le mezcla con el peróxido de 
manganeso, se forma una pasta con el agua eñ un re- 
cipiente, se añade ácido sulfúrico, se agita con una va- 
rita de cristal y se coloca el recipiente sobre carbones 


60 


encendidos. El gas no tarda en desprenderse en abun- 
dancia y poner el aire dé la localidad irrespirable, si 
están cerradas todas las comunicaciones y rendijas, y 
si el tanto de mezcla es exacto. Se tomarán las debidas 
precauciones' para que dos animales no se asfixien ó 
cuando menos se les irrite el aparato, respiratorio. Lo 
mejor es sacarlos cuando comience el desprendimiento 
de gas. 

Se obtendrán los mismos. resultados de un modo más 
sencillo, en el mismo aparato, calentanclo una mezcla 
de cuatro á cinco partos, de ácido clorhídrico, con una 
parte de ácido de manganeso.» * 

Para desinfectar los objetos se lavan con cloruro, de 
cal. 

Por último, es un poderoso desinfectante echar sobre 
una plancha metálica candente ácido fénico cristalizado 
y puro;iy lo es también, al declararse la epizootia, ha- 
cer que duerman las gallinas en los árboles, cerrar por 
algunos dias el gallinero y quemar dentro plantas aro- 
máticas: romero, artemisa, colomo, alhucema ó cual- 
quiera de las muchas que posee la rica flora cubana. 

Las grandes verdades tienen, como las flores, suspri- 
maveras; mas hay también para ellas largos inviernos. 
No parece sino que cae la nievo de los tiempos en el 
corazón y el cerebro de los pueblos, que premian con 
la inci’edulidad, la burla, y á veces con la indiferencia 
ó la envidia, lo que debian premiar con la admiración, 
la gratitud y el aplauso. Así Raspail atribuyó á los pa- 

■* El ácido clorhídrico es más barato y ménos peli'gróso quo el sul- 
fúrico. 


61 


rásitos del cuerpo humano una labor constante y des- 
organizadora de las funciones de la vida; se le tuvo por 
un charlatán, no fué creido; sus ¡deas parecieron extra- 
ñas, infundadasj'y por'oonsiguiente carecieron de conse- 
cuencias prcácticas: más detrás de Raspad vino Pasteur, 
que le es superior, sentó las bases de la parasitología; 
el mundo, poseído de asombro, se halló en presencia 
de otro mundo inmenso de sóres infinitamente peque- 
ños, el microscopio fuó' el arma del sabio, y la ciencia 
nueva casi llenó desde su primer vagido los espacios 
dé la medicina. 

■ La obra de Pasteur es algo semejante á la de Colon 
y á la de Jenner. ¡De cuántos beneficios le es deudora 
la humanidad! La rabia ha perdido sus horrores; c'en- 
tenai’es de personas mordidas por perros rabiosos é 
inoculadas por el virus atenuado en el Instituto que la 
Francia republicana ha establecido como un presente á 
los hombres de todas las naciones, han sido devueltas 
al amor de sus familias; ántes de Pasteur jamas se sal- 
vó un hidrófobo de la muerte, y anticipársela podia ser 
un acto de caridad. El carbunco, ser aéreo, volátil, te- 
rrible, que desde los antiguos tiempos de Grecia y Ro- 
ma, al decir de los clásicos, se presentaba en sus divei'- 
sas formas y dejaba loS campos solitarios, sin que se 
oyese el balido de la oveja, ni el labrador tuviese bue- 
yes que uncir al yugo para surcar la tierra, ni el néctar 
de la vaca para sus hijos, y que lo mismo heria al ca- 
ballo que á la paloma, que á cualquier animal, hasta al 
hombre, ha .sido detenido por su propio gérmen despo- 
jado de su virolencia, y el agricultor no tiene ya que 


62 


temer á la fiebre carbuncosa, al carbunco esencial, ni 
al sintomático, que de las manos de estas calamidades 
cayó el arma exterminadora. * El Bombyx mori, ese le- 
pidóptero laborioso, admirable, fabricante de la seda, y 
cuyo cultivo es una industria poderpsa en el Oriente, 
en Francia, etc., estaba amenazado de desaparecer por 
una enfermedad que lo aniquilaba sin esperanza de sal- 
vación, ha sido restituido á la garantía de la vida y la 
salud, y podrá encerrarse en su capullo á tejer sus he- 
bras sin que le ataque el imperceptible microbio, descu- 
bierto y reducido á la impotencia por Pasteur, después 
de cinco años de incesantes y profundas investigacio- 
nes. En fin, la gallina, el ave sagrada de los druidas, y 
en cuyas entrañas por tantos siglos buscáronlos sacer- 
dotes de Júpiter los secretos del porvenir; esa ave que 
acompaña al hombre en todos los climas, que le es la 
más familiar, la más útil y estimada, sufría el cólera; y 
si se engañó la antigüedad cuando los augures interro- 
gaban sus visceras para interpretar la voluntad de los 
dioses, decretar la paz ó la guerra, y decidir la suerte 
de las naciones, no se engañó la ciencia experimental 
buscando, no el secreto de los hechos venideros, que 
carecen de existencia, sino lo existente, lo real, lo po- 
sitivo, el micro-organismo, generador de esa enferme- 
dad, que se ve, que se toca, que se multiplica en nues- 
tra presencia, y que se movia, se agitaba, partía como 
una saeta, como millones de millones de saetas enve- 
nenadas, mataba é inundaba el aire entre las sombras 

He seguido la clasiíicaeion que liizo Cliavert, quien redujo á 
estas tres formas las manifestaciones del carbunco. 


63 

de lo desconocido, sutil, inmúne, invisible y poderoso. 

Hallólo Pasteur, y se colocó en la senda que segura- 
mente conduce á hallar también el medio de combatir 
el bassUhis del cólera humano. 

Peio supongo al lector deseoso de conocer el método 
de atenuación empleado por el primer químico del orbe. 
Lo mejor será, mediante nii notoria incompetencia, que 
deje la palabra al mismo Pastéur, quien en un Congre- 
so científico, en Londres, se expresó de este modo: 

«Tomemos un ave que esté para morir del cólera, é 
introduzcamos la punta de una varilla de vidrio en su 
sangre, con las precauciones usuales, sobre las que no 
necesito aquí insistir. Toquemos entónces con esta pun- 
ía, cargada, un caldo de gallina muy claro que haya si- 
do hecho estéril por una temperatura de 115° centígra- 
dos, y bajo condiciones en que ni el aire de fuera, ni las 
vasijas empleadas, puedan introducir gérmenes exterio- 
res, esos gérmenes que están en el aire y en la superfi- 
cie de todos los’cuerpos. . ' 

«Si se coloca una vasija pequeña en una temperatu- 
ra de 25 á 30°, se verá en corto tiempo que el líquido 
se vuelve turbio y lleno de pequeños microbios de forr. 
ma {aarecida á la figura de un 8; pero tan diminutos' 
que bajo un microscopio fuerte parecerian puntos. Tó- 
mese de esta vasija una gota, tan pequeña como se 
quicia, no más que lo que pueda coger la punta de una 
varilla de vidrio, tan fina como la de una aguja, y tó- 
quese con esa punta á una cantidad fresca do caldo es- 
terilizado de una segunda vasija, y el mismo fenómeno 
se presentara. Prosígase lo mismo con una tercera va- 


C4 

sija, con una cuarta, y así hasta ,un ciento ó hasta,, mil, 
ó invariablemente, dentro de p.ocas horas, el liquido 
preparado se volverá turbio y lleno ide los miamos pe- 
queños organismos. 

«Después de expuesto dos o tres dias a una tempe! a- 
tura como de 30°, desaparece la densidad del líquido y 
se forma un sedimento en el fondo de la vasija. Esto 
significa que ha cesado el desarrollo do los organismos, 
en oti’as palabras: todos los pequeños puntos que pro- 
dujeron el aspecto turbio del líquido, se van al fondo 
de la vasija, y quedan las cosas en este estado por más 
ó menos tiempo, hasta por meses, sin sufrir alteración 
alguna visible ni el líquido, ni el residuo, supuesto que 
hemos tenido cuidado de excluir los gérmenes de la at- 
mósfera. Una pequeña mota de algodón impedirá el 
paso al aire que entre ó salga del depósito por los cam- 
bios de temperatura. 

«Tomemos una de nuestras series de preparaciones, 
la centésima ó la milésima, por ejemplo, y compárese 
su malignidad con la de la sangre de un ave que haya 
muerto del cólera. En otras palabras: inoculemos diez 
aves, verbi gracia, cada una separadamente con una 
gota de sangre infestada, y otras diez con igUál cantidad 
del líquido del depósito, que ha sido agitado previamen- 
te. Extraño es lo que voy á decir: las últimas diez aves 
morirán con tanta rapidez y con los mismos sintonías 
que las primeras, y se encontrará que la sangre de, to- 
das contiene, después de muertas, los mismos diminu- 
tos organismos infestados. ^ . n; 

«Repitamos ahora exactamente nuestras sucesivas 


65 


culturas, con esta sola diferencia, que pasamos de una 
cultura á la que le sigue, esto es, de la centésima á la 
centésima primera, con intervalo de quince dias, ó uno, 
dos ó tres meses. Si ahora comparamos la malignidad 
de las culturas sucesivas, se observará un gran cambio. 
Se verá fácilmente en la inoculación de una serie de 
diez aves, que la virulencia de una cultura difiere de la 
de la sangre, y una de la anterior cuando pasa un in- 
tervalo largo entre la impregnación de una cultura con 
el microbio de la que le precede. 

«De esto podemos reconocer por este método de ob- 
servación, que es posible preparar culturas de varios 
grados de virolencia. Una preparación matará de diez 
aves, ocho; otra cinco de diez; otra una de diez; otra ab- 
solutamente ninguna. Además, puede aún seguirse cul- 
tivando el microbio. 

«Por último, lo que no es ménos extraño: sise toma 
cada una de estas culturas de virulencia atenuada co- 
mo punto de partida en las preparaciones de culturas 
sucesivas, y sin intervalo apreciable en la impregnación, 
todas las series reproducirán la virulencia atenuada de 
aquella que sirvió de punte de partida. Del mismo modo, 
cuando es pequeña la malignidad, no produce efecto.» 

El sistema de Mr. Pastear no puede ser más sencillo 
y fácil de practicar, mas él se dirigió á un Congreso de 
sabios, y como estas líneas serán principalmente leídas 
por los labradores, lo explicaré para mayor claridad, 
que es bueno que traten de comprender lo que tanto 
les interesa, y que después de las faenas del dia se en- 
tretengan por las noches hablando de estas cosas. 

Ensayos.— 5 


66 


Tómese una gota de sangre de un ave que esté al 
morir del cólera, con las debidas precauciones como 
recomienda el esclarecido químico; póngase esa gota. ó 
muchísimo menos, en un vaso de caldo claro de galli- 
na que haya llegado al hervírsele á la temperatura de 
115° centígrados. 

Este vaso es la primera cultura. Do este vaso se to- 
ma una porción do una gota (no importa que sea una 
porción mínima) y se pasa á un segundo vaso de caldo; 
esta es la segunda: hágase lo mismo en un tercer vaso 
y se obtendrá la tercera; así hasta mil ó más. Todos 
los vasos estarán en una temperatura de 25 á 30° cen- 
tígrados. 

Después hay segunda serie de culturas, con interva- 
lo de quince ó más dias, y en esta segunda serie es que 
se efectúa la debilitación de la virulencia. 

No dudo que algunos agricultores ilustrados harán 
ensayos, por lo que no creo de más hacer presente que 
paia hervir el caldo de gallina á una temperatura de 
116° centígrados, seria conveniente hacer uso de la mar- 
mita de Papin ó de una vasija metálica de paredes re- 
sistentes, herméticamente cerrada. 

Si de gota en gota y de vaso en vaso, al llegar á mil 
aun puede el microbio causar la muerte del ave y seguir 
reproduciéndose, no queda duda de que los planetas que 
giran en el espacio sin fin, no son más admirables 
que los seres infinitesimales, grandes en colectividad, 
pequeños individualmente, y miéntras más pequeños, 
más temibles. 




FIN. 


± ID I c E 


Páginas 

Capítulo I. — Angina membranosa do la gallina 3 

Capítulo II. — El higadillo 13 

Capítulo III. — El cólera do las gallinas 38 


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