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INSTITUTO DE GEOLOGÍA - CU
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ENSAYOS
SOBRE
PATORNITOLOGlA
FRANCISCO JAVIER BALMASEDA.
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BIBLIOTECA
MÉXICO
OFICINA Tir. DE LA SECKETAKÍA DE FOMENTO
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CAPÍTULO I
ANGINA MEMBRANOSA DE LA GALLINA.
Etiología . — Esta es una enfermedad que tiene muchas
analogías con la difteria humana, y es acaso su origen.
El célebre Bouchard ha dicho en la Academia de Cien-
cias de París: « Creo que la difteria viene de las aves
domésticas.))
Es de naturaleza parasitaria, j por consiguiente su-
mamente contagiosa del ave al hombre y del hombre
al ave.
Muchas enfermedades son comunes al racional y á
las especies de sangre caliente; y las aves, no obstante
su particular estructura, quedan en la escala patológica
más cerca de aquel que cualquier mamífero, especial-
mente cuando se estudian como campo libre y predi-
lecto de la labor de esos seres asociados, infinetesima-
les, enemigos temibles del hombre, de los brutos y de
las plantas.
Si necesitase comprobar esta verdad, citaría la seme-
janza del cólera mórbus asiático y el cólera de las ga-
llinas. El bacUlus del primero fué hallado por el ilustre
Dr. Cohe en el excremento de los coléricos; el según-
4
do, atenuado en su -virolencia por el génio prodigioso
de Pasteur. Ercolani piensa que hay íntimas relaciones
entre los dos cóleras, y que el de las aves precede al
de los hombres.
No puede quedar duda acerca del origen microbiano
de la manifestación crupal de que voy á'hablar, y refí-
riéndome á la patología humana, recordaré que Lelze-
rich “observó en los esputos de un diftérico los esporos
de un hongo, que creyó fuese el zigodesmus fescusy
Oertel llegó á esta conclusión: “La afección local en la
laringe y en la faringe está determinada por la presen-
cia y desarrollo de pequeños organismos; la afección
general de la difteria es secundaria, producida por la
difusión de los parásitos en la masa de los humores y
de las órganos internos.” Nassiloff confirma las aseve-
raciones de Oertel, y siguiendo el proceso de la enfer-
^ medad por medio de repetidos experimentos, nota el
paso de los microcouccus á la circulación de la sangre
roja y linfática y su fijación en los cartílagos y los hue-
sos. Eberth sostiene: “que los microorganismos de la
difteria, no son, como muchos creen, simples acompa-
ñantes de la enfermedad, sino su causa,” etc., etc., ¿Pa-
ra qué buscar el apoyo de esos eminentes profesores,
tratándose de una verdad reconocida en los dominios
de la ciencia?
Paréceme incontestable, confirmada, esta teoría que
otra ocasión he defendido: los microbios permanecen
en letargo, inmóviles, latentes, durante períodos mas &
ménos largos, en que están como guardados en el seno
misterioso de la naturaleza, hasta que elementos ade-
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cuaclos á su modo de existir le devuelven la actividad
del protoplasma. El vasto ^espacio ocupado por tales
elementos es idéntico en sus efectos á los depósitos de
caldo que preparan los micrólogos, en los que, á cierta
temperatura, se ven reproducirse los organismos con
tanta rapidez y en tanta cantidad, que le ¡jarece á uno
estar presenciando los encantamientos de una hada.
■La milésima parte de una gota de sangre de una galli-
na colérica, tomada en la punta de la aguja más fina y
echada en el caldo, bastará, á las dos horas, para anu-
lar las cifras de la aritmética. Los números nada repre-
sentan ante aquella grandiosa multiplicación de cé-
lulas.
El gérmen de la angina membranosa de la gallina
obedece, á mi parecer, á esta ley de enervación y con-
servación de los séres que habitan en la atmósfera, y
también, algunas especies, en el agua y en la tierra. La
teoría contraria conduce al olvidado sistema de las ge-
neraciones expontáneas de Aristóteles.
Veamos, ahora cuáles son ésos elementos que sirven
como los caldos de cultivo de los institutos bacterioló-
gicos para comunicar á los microorganismos la propie-
dad de reproducirse por el alargamiento y sucesiva di-
visión de las células, ó por esporos. Se desarrollan en
los gallineros desaseados y húmedos donde el excre-
mento se amontona y el aire se impregna considera-
blemente de amoniaco y de otros gases mefíticos; en
los terrenos bajos y pantanosos, ó con ciénegas á bar-
lovenlo. Guando el agua de beber, en lugar de ser cris-
talina y renovada una vez al dia en invierno y dos en
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verano, es impura, á veces escasa y con partículas de
tierra. Cuando existe la vecindad do cadáveres putre-
factos, á cuya cremación no se ha procedido ; ó so-
brevienen pestes de insectos, que ocasionan el despren-
dimiento de miasmas que llegan á alterar las condicio-
nes fisiológicas de la atmósfera. Cuando los alimentos
no son sanos; cuando se encierran las aves en cuartos
oscuros, húmedos y sin ventilación, de los que pronto
desaparece el oxígeno, le reemplaza el carbono, y co-
mienza á incubarse alguna enfermedad, probablemente
esta angina, pues los órganos respiratorios se hallan en
contacto inmediato con el aire, del cual reciben todas
las impresiones. Cuando los rios salen de madre, inun-
dan los campos y entran las hierbas en podredumbre.
Cuando se levanta mucho polvo del suelo. Cuando en
las ciudades no se desinfectan los sumideros y letrinas,
y se deja amontonada la basura en las calles, ó en lu-
gares de depósito. Cuando hay en los buques descuido
en el aseo, y en la setina se forman algas pafasiías],
que en seguida se establecen en las grietas del madera-
je, y aun me parece que en los intersticios de los teji-
dos celular y vascular del leño. Cuando en los puertos
muy frecuentados, donde se agrupan las naves poi fal-
ta de espacio, no existe la conveniente policía, y se arro-
jan de abordo al mar constantemente desperdicios de
aves y de pescados, sobras de la mesa, fragmentos de ro-
pa, etc., materias orgánicas sujetas á una breve des-
composición. Cuando, en fin, hay cambios repentinos
de temperatura del calor al frió, tiempo apropiado de
las afecciones catarrales. Al efectuarse estos cambios,.
si el terreno, el aire y el agua carecen de buenas con-
diciones higiénicas, no tarda en presentarse este mal
terrible y amenazador, en forma esporádica, en seguida
se generaliza, y si no se toman inmediatamente medi-
das preventivas, sobreviene gran mortandad.
Síntomas . — Tristeza hasta el abatimiento; fiebre, que
en los casos graves va aumentando hasta la mayor in-
tensidad; alas caídas, desgano absoluto, inmovilidad,
palidez, y la tos que se presenta al segundo dia, prece-
dida de ronquera. La voz es entonces sibilante. La ca-
vidad bucal aparece roja, hinchada y con puntos blan-
quizcos, que se extienden rápidamente á la laringe,
faringe y tráquea, hasta las últimas ramificaciones de
los bronquios.
Diagnóstico y jironústico , — En la forma grave, que es
la más común, esta enfermedad recorre sus períodos
con rapidez; el ave va lentamente asfixiándose, y mue-
re al quinto ó sexto dia entre horribles convulsiones.
Suele haber, sin embai’go, una reacción favorable: las
membranas van desprendiéndose y son arrojadas con
la tos, lo cual puede lograrse algunas veces, si se apli-
can á tiempo los remedios oportunos.
En la forma benigna la difnea no es tan penosa, y
hay más probabilidades de salvación; más aun así, el
pronostica es fatal, pues á ocasiones se recrudece re-
pentinamente en relación con el estado atmosférico, y
quedan tapizados los conductos de la respiración.
Anatomía . — La manifestación crupal de la difteria en
el ave, no ofrece otra lesión orgánica apreciable sino la
extensión de las falsas membranas hasta los pulmones.
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Remedios curativos . — Inmediatamente que se note
tristeza en la gallina, si ha habido un caso, debe apli-
cársele el termómetro por el viducto; 61 marcará 42°
centígrados, que son los que debe tener en estado nor-
mal de salud; si marca más, hay fiebre y debe aislárse-
le en punto seco, ventilado, y lejos de las - sanas, po-
niéndosele en observación. Se le administrarán tres
píldoras de quinina, de un grano, de hora en hora, y
se le dará el alimento ordinario.
Esto el primer dia, pues no so sabe con certidumbre
la naturaleza del mal, que aún no se ha localizado.
= ■ Al segundo dia, por la mañana, de hora en horáj si
persiste la fiebre, otras tres píldoras de quinina; y si rom-
pe la tos, es señal evidente de que están formadas las
membranas. Entonces se lavan éstas varias veces al dia
con un alcalino (agua de cal, carbonato de soda, clora-
to de potasa, etc.), y se tocan con un pincel impregnado
de la solución alcohólica de deutocloruro de mercu-
rio, en la proporción de uno á dos mil; y en los inter-
valos, cada tres horas, con la solución concentrada de
ácido bórico, de tres á cinco por ciento. ' * . . ’
Este remedio, en proporciones ' distintas, es el que
adoptan á veces ilustres médicos modernos respecto al
ser humano, y lo aconsejo mostrándome consecuente
con mi creencia de la similitud que existe entre el pa-
decimiento de aquel y el del ave, originados ambos por
una misma causa. ,
Si se nota extreñimiento un purgante de aloe.
El alimento no debe ser de granos, ni de riada sóli-
do, sino de harina de maíz con leche, o clara de huevo
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con harina de maíz, y no darlo sin haber lavado ántes
las membranas hasta donde sea posible, con un al-
calino.
No debo perder de vista que hay puntos en los cam-
pos donde no existen boticas, ni medios de adquirir
esos medicamentos. En tal desamparo, debe proceder-
se á tocar las membranas dos veces al dia con nitrato
de plata, (piedra infernal); y si tampoco lo hay, se toma
el fruto verde del papayero [ccu'ica papaya\, desme-
nuza en el rallo, y el jugo lechoso que segrega se unta
con el pincel, no sin haber lavado la parte repetidas
veces al dia con vinagre del más fuerte.
“El jugo de esta fruta disuelve la carne cruda, lacla-
ra de huevo cocida, el gluten y la fibrina. Si se le echa
encima á un pedazo de carne, ésta desaparecerá como
el azúcar en el agua.” (Wurtz, Vanquelin, Bouchard.)
El papayero es una planta do grandes aplicaciones me-
dicinales é industriales, que deberla cultivarse en todos
los sitios y en todos los patios; afortunadamente es pro-
pia de este clima.*
En caso"de no haber aloe, se suplirá con el mucíla-
go de la sávila, \_Aloe espingata, Linneo'] dándose al ave
enferma una cucharadita de ese mucílago; y advertimos
* íto dejaré de decir, siguiendo ó, los mismos esclarecidos auto-
res y en beneficio especialmente do las familias del campo, que las
semillas de la fruta madura del papayero, puestas al sol y pulveri-
zadas, so dan á los niños, con leche, por tres dias, en dósis de una
cucharadita de tomar cafó, y es un excelente vermífugo. Las raíces
hervidas y endulzadas con azúcar, producen el mismo efecto, y tie-
ne esta bebida la ventaja de ser muy agradable.
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álas labradoras que tienen muyá mano para la limpie-
za una sustancia excelente: la legía que sirve para el la-
vado de la ropa.
Cuando se bañen las membranas con un alcalino, ó
con vinagre, procédase con las debidas precauciones,
á fin de no contraer el mal. Póngase el ave boca abajo,
tanto con ese objeto como para que no ruede al inte-
rior el líquido, ó partícula alguna de las membranas,
que puede llevar consigo un esporo del hongo ó un pe-
dazo de su yema protoplásmica, y reproducirse en una
viscera.
Piecomiendo con insistencia que no se pretenda des-
prender las membranas blanquizcas que caracterizan
esta flegmasía, y que son duras y muy adherentes á la
mucosa. Guando se logra desprender algunas, la su-
perflcie de implantación arroja sangre en abundancia,
aparece el tejido desigual y sembrado de vellosidades,
y se duplican las penas do la difnea, que son cada vez
más acerbas, á medida que se acerca la asfixia. Es un
espectáculo triste ver á estos interesantes y útiles séres
entregados á tanto dolor, tanta fatiga y tanta angustia.
Profiláxia. — La medicina profiláctica es mil veces
más importante que la curativa, pues salva á los hom-
bres y á los irracionales de las pestes, que tantos estra-
gos hacen: apreciar la higiene es apreciar la vida. Hay
muchas enfermedades calificadas de incurables, ó casi
incurables, en cuyo número se halla esta angina, que sí
pueden curarse; pero es ántes de que existan, milagro
que hace la profilaxia; así, pues, no será un desatino
decir: que se deben administrar remedios á las aves
11
sanas ántes que á las enfermas. En efecto, cuando se
presenta un caso de tan espantoso mal en un patio, lo
primero á que debe atenderse, después de retirar léjos,
muy léjos, la atacada, es á echar en el agua de beber
de las vasijas ácido salicílico en la proporción de un
gramo para cada dos libras de agua, (el ácido se disuelve
en agua caliente). Esta agua salicilicada es un pode-
roso preservativo, no sólo para las aves, para el gana-
do en toda clase de pestes, y es un específico admira-
ble para las aftas de los caballos, gallinas, etc., aunque
sean carbuncosas. También el alumbre en el agua, una
ó dos veces á la semana, como se practica en Califor-
nia, preserva á las aves de sus muchos padecimientos
parasitarios.
Inutilícese inmediatamente y arrójese en lugar dis-
tante la vasija donde bebió la enferma; fumigúese el lu-
gar donde durmió ó estuvo; quémese su nido; y si so-
breviene su muerte, échesele encima un poco de petróleo
y désele fuego, á sotavento del gallinero. No se le en-
tierre, porque los enterramientos de los cuerpos que
han sido animados, originan, sostienen y propagan las
epidemias. Tampoco se le deje, como se acostumbra,
para pasto de aves carnívoras, á estilo de los cemente-
rios de Siam, porque esas aves son trasportadoras de
microbios á largas distancias, más que los gusanos
de los sepulcros de los coléricos, los variolosos, muer-
mosos, etc.; y por último, todo labrador tenga distintos
hospitales (un bohío con su patiecito) en lugares retira-
dos, para las enfermedades contagiosas de sus aves do-
mésticas, (tifus, antrax, viruela, fiebre carbuncosa, aftas,.
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moquillo, higadillo, ceguera, pepita, tiña, etc.), y no per-
mita que los niños vayan á esos hospitales, especial-
mente al dedicado á la angina membranosa.
Hay otra enfermedad en las aves, muy parecida á és-
ta: la esperospormosis, no menos cruel, y además trai-
dora y sigilosa en sus invasiones al hombre. Los espe-
rospermos son unos animalitos microscópicos, que
ponen muchos huevos, los cuales al caer al suelo cada
uno se divide en cuatro; la lluvia los lleva á los rios,
donde son absorbidos en el agua por el hombre, el cer-
do, el ave, etc., y se desarrollan á las 24 horas; ó va-
gan en el aire, y se introducen por los órganos respira-
torios, ó los poros de la piel. Se posesionan de la cresta
y de las barbas de las gallinas, que parecen tiznadas, y
causan escoriaciones que llegan á ser úlceras malignas;
pero su principal trabajo morboso es el hígado, donde
se establecen en colonias, ó la laringe y faringe, en cuyo
caso presenta la esperospormosis las manifestaciones
del cx'oup; también produce estomatitis. De paso diré
que es muy contagiosa, y que al iniciarse en las aves,
en el exterior, se cura con feliz éxito con benzina mez-
clada con azufre, y en el interior mezclado azufre ep
los alimentos. ¡Cuán desgraciado es el que introduce
en su estómago un hígado con esperospermos, si no se
le ha pasado por la cocción á una alta temperatura!
¡Cuánto interesa conocer este parásito para perseguirlo
apénas se presente en el ave, y cuántos miles de per-
sonas mueren al año en el mundo de esperospormosis
y se atribuye á otras causas! ¡Oh! La historia natural,
con sus grandiosas enseñanzas, es el pedestal de bron-
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ce de la medicina, y la patología y terapéutica de las
aves, uno de los rayos más brillantes de los que bañan
la frente de aquella diosa. Sin embargo, no ha llegado
á mi conocimiento que esta importantísima sección de
la ciencia posea un nombre especial, por cuyo motivo,
al emprender estos estudios, me tomo la libertad de
llamadla: Patornitología.
CAPÍTULO II
EL HIGADILLO.
Etiología . — El Tugadillo, el terrible higadillo, que casi
hace imposible la crianza de gallinas en Cuba, es una
enfermedad violenta, proveniente, á mi parecer, de la
última manifestación de la muda, debido á la hiperemia
(aumento de sangre) que trae consigo ese acto fisioló-
gico, que por causas ocasionales produce una conges-
tión general. ,
Estas causas ocasionales las dividiré en dos grupos:
unas dependientes del estado del individuo; otras de
los agentes que le rodean. Entre las primeras es la
principal el desarrollo del sistema adiposo ó sea la gor-
dura, sin la cual rara vez se presenta esta enfermedad,
lo que queda comprobado por lo poco que la padecen
las aves silvestres. Ese desarrollo, cuando es excesivo,
constituye un estado preternatural, obra del hombre,
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mediante el continuo empleo de alimentos muy nutri-
tivos, de que los animales silvestres do todas las espe-
cies carecen en el bosque, así es que en ellos predomi-
na el sistema muscular’.
Ocupa un puesto importante entre las causas oca-
sionales, un estado particular de excitación nervio-
sa, que puede ser común á aves no gruesas, por lo que
se observa que cuando el mal reviste carácter epizoóti-
co, algunas de éstas se veri atacadas, especialmente si
son el producto de cruzamientos no remotos con i-azas
exóticas.
A esta excitación nerviosa conducen: las picaduras
del ácaro, {Oxides, Letreille), llamado chmchilla en esta
Isla; la abundancia del piojillo [Bermanissus aviiim]; y
los vermes.
En el segundo grupo coloco comS principal origen,
la frialdad y humedad de la atmósfera, y después, para
sostener y aumentar la labor morbosa, la presencia de
miasmas y efluvios de cuerpos animales y vegetales en
descomposición, que siempre obran como representan-
tes del dolor y de la muerte.
Aquellas (la frialdad y humedad de la atmósfera) oca-
sionan un movimiento de repercusión de la sangre ha-
cia los órganos parenquimatosos (el cerebro, el hígado,
el corazón, todas las visceras), explicándose de este mo-
do las muertes repentinas.
La función respiratoria de las aves es sumamente
fuerte: los pulmones se hallan cubiertos de tabiques
que se cortíunican, conexionados con sacos aéreos en
la cavidad abdominal (parécense á las bolitas de jabón
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que forman los niños), y estos sacos están en relación
con una multitud de tubos capilares que atiaviesan los
músculos en dirección de la capa plumífera.
Los más renombrados naturalistas, al hablar de las
plumas las consideran únicamente como elemento del
vuelo; más no ha faltado quien dijese: “El aparato res-
piratorio de las avfes es bastante particular: los pulmo-
nes no están divididos y dejan pasar el aire á las dife-
i-entes cavidades del cuerpo y hasta las últimas ramifi-
caciones de las plumas; por eso se dice que las aves
poseen doble respiración.” (Ramos Lafuente).
Al principiar estos estudios he dado cabida á la creen-
cia de que en efecto exislia esa doble respiración, fun-
dándome, no sólo en las ramificaciones tubulares, sino
en el número de válvulas que se ven en lo interior y á
lo largo del cañón, colocadas allí, al parecer, para dar
paso al aire. ¿Cuál otro podia ser su objeto?
Empeñado en exclarecer la verdad, he hallado cons-
tantemente que están como abandonadas, es decir, de-
jadas sin uso; mas no por eso disminuye á mis ojos su
importancia, pues he deducido como una consecuencia
muy lógica, que sirvieron, por lo menos, al formársela
pluma para ir deteniendo el oxígeno de la atmósfera, á
fin de que entrase sólo el necesario á la trasform ación
de la materia celular en materia córnea. Y esto debe
ser así, porque en lo creado nada ha sido hecho inútil-
mente.
En el pavo común [guanajo]^ que vuela muy poco,
aparecen casi siempre esas válvulas á un lado del ca-
ñón, y como completamente desechadas, tendidas unas
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sobi’e otras, sin correlación con los principios vitales.
Puede suceder que en las aves de vuelo muy activo,
como el condor y el águila, funcionen dando entrada, ó
salida, al aii’e, no he hecho la observación; y. aunque
así no sea; aunque las válvulas quedasen sin, uso des-
pués de haber servido de tabiques provisionales en ese
admirable laboratorio de la naturaleza, siempre se pue-
de presumir que las plumas contribuyen de algún mo-
do á la función respiratoria, pues, como he dicho, todo
el cuerpo de estos animales se halla cubierto de sacos
aéreos y tubos para esparcir el oxígeno y facilitar el
vuelo, y no parece posible que se excluyese un elemen-
to tan principal donde todo ha sido graduado con aqueí
objeto.
El aire, al entrar en el cuerpo de un animal cualquie-
ra, cede parte de su oxígeno al carbono, con el que se
combina formando el ácido carbónico; y la otra parte
al hidrógeno, de que resulta el vapor acuoso, A este
acto de la respiración se le llama por los patólogos, san-
guiflcacion ó hemaióm, porque convierte la sangre ve-
nosa en arterial, ó sea oxigenada. El ácido carbónico
y el vapor de agua son expelidos por todos los anima-
les, y en el ave que consume tanto oxígeno es naayor
esta necesidad. > ' ,i
Lavoisier pensaba que la sanguificacion ó hmatósis,
en el hombre, se efectuaba en los pulmones únicamen-
te; más en nuestros dias se sabe que este acto se reali-
za en toda la economía, en virtud del fenómeno físico
omiosis, ó sea la doble corriente llamada: endosmosis,
corriente entrante; exosniasis, corriente de salida.
17
La ley fisiológica que establece estas comentes tiene
su cumplimiento más complejo en las aves, cuyo siste-
ma respiratorio parece dominar las demas funciones de
su organismo.
El condor de los Andes, por ejemplo, se eleva á más
de 7,000 plés de altura le es indispensable dar entra-
da en sus pulmones á una enorme cantidad de aire,
¿qué tendrá de extraño que este aire al renovarse, se
escape una parte por las plumas? Un condor en las al-
tas regiones se halla tan inflado como un globo aereos-
tático.
Nótese además que las plumas están conexionadas
con innumerables fibras musculares, en virtud de las
cuales las eriza el ave, particularmente cuando experi-
menta las sensaciones del amor, ó del terror; ellas, las
plumas, se hallan muy unidas y como constituyendo
un todo con el cuerpo en que están sembradas.
Ocupémonos de la muda.
En Abril y Mayo comienzan los accidentes de la lla-
mada mudilla. Entra á las gallinas fiebre, se entriste-
cen, comen poco, y sueltan dos ó cuatro plumas de ca-
da ala. Les dura este malestar hasta que brota el cañón
de las plumas nuevas, que vienen en lugar de las que ca-
yeron. Pasa entónees un período de meses, más ó ménos
largo, y llega la gran muda, regularmente en Junio ó
Agosto, la cual se insinúa por unas plumas diminutas
en el cuello del gallo, que se extienden á veces á los
omóplatos, y no le salen á las gallinas, las cuales son
más tardías en la muda. Es curioso: tampoco le salen
á los gallinigattos, raza de gallos que se confunden por
Ene«yo3.—2
18
sus formas con la hembra de su especie; poro que son
lúbricos y prolíficos. Si el gallo es de color claro, las
plumillas son del mismo color, con puntas negras; si es
de color oscuro, son negras. Los galleros cubanos las
nombran rjolUlas falsas, porque en Octubre caen y
las sustituyen otras plumillas permanentes.
Pasa la muda, según la creencia general, y el ave go-
za de buena salud; mas no ha pasado, que la labor de
la naturaleza no ha llegado á su término, aunque ha
estado ocupada desde Abril de un conjunto de hechos,
mejor dicho, de una aglomeración de células ó materia
protoplásmica, para venir á completar su obra en Oc-
tubre ó Noviembre, en que la pluma queda perfecta-
mente formada.
Hé aquí un período crítico y terrible, aquel en que
se abre el último tabique, la última válvula, y la gota
de sangre de la base de la pluma entra en la circula-
ción general. No es una gota, que son miles, tantas co-
mo plumas corresponden á la muda anual, que acaba
de realizarse.
En tales momentos, aumentado considerablemente
el volúmen de la sangre, el aire frió de la noche, ó de
la mañana, produce la perfigeracion en toda la super-
ficie cutánea, se contraen los capilares hácia los órganos
cavitarios, y se presenta la congestión y por lo común
la muerte instantánea. Esto tiene lugar en los meses de
Octubre y Noviembre, que son en este clima, especial-
mente el último, casi invernales, habiendo un cambio
notable entre la temperatura del dia y de la noche.
Verdad es que desde Mayo hay casos de higadillo; pe-
/
19
ro aislados; esto consiste en que en algunas aves se ve-
rifica la muda más temprano; en otras más tarde, y así
no es de un todo raro hallar patios infestados hasta en
Diciembre y Enero; Ja muda parcial es además una fun-
ción peimanente; siempre hay plumas con los cañones
inyectados de sangre y cada vez que so realiza la muda
de muchas á un tiempo, se corre el mismo peligro, en
relación con el estado atmosférico.
Es un espectáculo triste y desconsolador ver al rayar
la aurora, bajo las varas del dormitorio, ó de los árbo-
les en cuyas ramas se han posado las gallinas, los ca-
dáveres ya rígidos de aquellas que cayeron por la no-
che como heridas de un rayo, y que fueron allí en el
crepúsculo de la tarde anterior alegres y al parecer re-
bosando en salud.
Esto viene en apoyo de la teoría que he sentado; se
trata, de un ataque apoplético, fulminante; y no dejaré
de decir, que si esta teoría se confirma, el éxito á que
conduce tiene el mismo interes en la zona tórrida que en
las templadas y frias, pues la muda presenta iguales fe-
nómenos en todas partes, diferenciándose sólo en la
fecha en que se efectúa. Ella es la función fisiológica
más digna de atención, y desgraciadamente la más des-
atendida bajo el punto de vista patológico.
Estoy muy distante de pensar que el higadillo sea
una consecuencia necesaria de la muda. No es ni re-
motamente presumible que la sabia naturaleza haya
ordenado que al cambiar de sitio la gota de sangre de
la base de la pluma, sobrevenga precisamente una en-
fermedad mortal; seria un defecto que acusarla falta de
20
un orden perfecto y armónico, y también la contradic-
ción de un designio manifiesto, cual es la prolongación
y preservación de la vida de las aves, puesto que se las
provee de medios para resistir los fríos.
La muda no es una enfermedad, es un acto natural,
que tiene por objeto renovar el plumaje; pero pone al
ave en tal estado de excitación, es tal la actividad con
que circula su sangre, tan terrible la impresión que re-
cibe en el instante en que se rasga la última válvula
se aumenta la corriente sanguínea y penetra el frío de ^
la atmósfera en aquel cuerpo, que tiene 42° de la escala ‘
centígrada (grados que aumenta la fiebre), que aunque
el corazón lleve sus movimientos á más de 144 latidos
por minuto, es imposible que pueda corresponder á su
acción mecánica. Así, pues, la última válvula, esa que
es una de las laminillas blancas, de consistencia coreá-
cea, que todos pueden ver en el cañón de una pluma
cualquiera y en que nadie se ha fijado, es un tabique,
un tapón que quita la mano poderosa de la naturaleza
como postrera evolución para completar el nuevo ves-
tido. Si lo quita cuando el sol difunde el calor y la luz,,
el fenómeno pasa sin novedad; mas si lo quita cuando
la noche tiende sus sombras, la atmósfera es húmeda
y fría, y el ave se halla predispuesta á contraer el mal
por su extremada grosura, la consecuencia es una muer-
te rápida, ó un terrible padecimiento. Sucede á la
gallina, para explicarme mas gráficamente, lo c]ue al
fuego cuando se le echa agua, se apaga. Para que se co-
nozca todo lo que significa un calor de 42° centígrados-
en un cuerpo animado, baste decir que el cerdo, el ca-
21
bailo, el buey, no pasan de 38° en estado de salud, y
el máximum de su estado febril más exacerbado llega
á esos mismos 42°.
Se comprende perfectamente que este exceso de ca-
lor, esta gi’an cantidad de oxígeno, y esta fortísima res-
piración, son necesarios á estos seres pulmonados y
alados, que en diferentes variedades de su especie se
elevan á las regiones donde se forma el rayo; pero de-
be reconocerse que la absorción y renovación de tanto
oxígeno y su expulsión gradual necesitan el auxilio de
las plumas, como parte integrante de tan admirable
máquina viviente. Sin este mecanismo, sin ese auxilio,
sucederia al pájaro lo que al hombre cuando por me-
dios artificiales se eleva á grandes alturas, que dismi-
nuido el peso de la atmósfera que gravita sobre su
cuerpo, se abrirían sus poros y fluiría su sangre. No
es posible la vida sin el oxígeno, ni tampoco cuando es
excesivo, porque viene la asfixia; mas todo está calcu-
lado con admirable previsión para la energía del vuelo
y para desafiar la temperatura y la violencia de las on-
das aéreas de las capas superiores, á menudo agitadas
por vientos impetuosos, que corren libres de los obstá-
culos que en las capas inferiores presentan las sinuosi-
dades de la superficie de la tierra.
La gallina, por su modo de ser y por sus costumbres
sedentarias, no pertenece al númei’o de esos atrevidos
volátiles; mas su estructura es la misma.
Creo poder llegar á esta conclusión: el higadillo ad-
quiere carácter grave y forma epizoótica cuando tiene
lugar la última manifestación de la muda en el ave pre-
22
dispuesta por el desarrollo del sistema adiposo, desde
que comienza el crepúsculo de la tarde hasta que la au-
rora disipa el rocío, siempre que haya frialdad y hume-
dad en la atmósfera; y es más grave esa enfermedad si
el rocío viene impregnado del alga pálmela pemiasma de
los terrenos bajos.
Las gallinas enferman de noche en este clima cálido,
es decir, de noche comienza á incubarse la enfermedad,
cuando no hiere como una chispa eléctrica.
Síntomas y diagnCsiico . — Tristeza profunda, desgano,
estado febril, alas caídas, dificultad en la respiración,
cambio de color de la cresta, intermitente, del rojo al
pálido y del pálido al rojo; después, rojo casi negro;
aturdimiento hasta quedar el individuo inmóvil, y por
último, cuando el mal avanza, desprendimiento de las
plumas (especie de alopecia), con tal exceso, que á ve-
ces queda el ave casi desnuda, y en los cadáveres apa-
recen aquellas sin cohesión con los tejidos, indicio claro
del trastorno efectuado en su entronque al ausentarse
la vida de todos aquellos músculos que á manera de
resortes la subordinaban al sistema general del vuelo,
y probablemente de la respiración. Sin embargo, en
muchos casos las plumas quedan fuertemente adhe-
ridas.
Cuando el ataque no es fulminante é instantánea la
muerte, el ave cae sin sentido; mas vuelve en sí y que-
da en una completa postración, insensible á cuanto la
rodea. Su cabeza se inclina sobre el suelo, sus ojos se
abren sólo cuando se le toca, su fiebre es intensa, su
color rojo encendido, y al levantarla apenas expresa su
)
23
sorpresa y su terror con un lastimoso quejido á su ma-
nera.
En los casos favorables puede ser curada en dos ó
ü’es dias; mas sucede á veces que por una consecuen-
cia de los trastornos orgánicos que trae la congestión,
se presenta la anemia, y entonces adquiere la enferme-
dad el carácter propio de esta dolencia, ó de alguna de
las muchas qué de ella se derivan, y el tratamiento va-
ria según la naturaleza de la nueva enfermedad en la
larga lista de los estados morbosos caquéxticos. Tam-
bién suele venir la hidropesía; pero en lo general no se
observan tales metástasis: el higadillo sigue su marcha
rápida, á ménos que se complique con algún otro pa-
decimiento, y muy pronto, ó muere la enferma, ó re-
cobra la salud.
Los galleros cubanos, cuando no sobreviene la muer-
te en el primer acceso, llaman al estado moi’boso que
le sigue, higadillo lento.
El higadillo lento constituye el estado anémico de que
acabo de hacer referencia.
Anaiomía patológica. — Hallándome en la villa de San
Antonio de los Baños, tuve ocasión de conocer y tratar
al ilustrado joven médico de la Facultad de París, Lie.
D. Julio Núnez, que allí vive y que es digno de un tea-
tro más vasto, donde el estímulo ensanche sus ya sóli-
dos y variados conocimientos. Tiene lo principal, en-
tusiasmo por la ciencia y espíritu investigador. Acom-
pañóme á la autopsia de una gallina procedente de un
patio donde habian muerto de higadillo en aquellos dias
más de ciento, y ya quedaban pocas. Hé aquí el resul-
24
tado: el cuerpo del ave presentaba rigidez cadavérica;
las plumas estaban completamente secas, sin un solo
cañón inyectado de sangre, lo que comprobaba haber
terminado la muda, y se hallaban muy adheridas en
toda la extensión del tegumento exterior, que tenia un
tinte subictérico y sin indicio alguno de lesión traumá-
tica. De los órganos que constituyen el aparato respi-
ratorio, sólo el pulmón estaba muy congestionado. El
corazón habia aumentado de volumen; el pericardio
contenia un ligero derrame seroso. Abiertas las cavi-
dades de este órgano, encontramos que tanto la aurícula
como el ventrículo derecho estaban dilatados por un
voluminoso cuágulo sanguíneo, endurecido y negro, ex-
>
tendiéndose á todo el árbol de la pequeña circulación.
La aurícula izquierda también contenia cuágulos, aun-
que en ménos cantidad. El ventrículo del mismo lado
se hallaba vacío y como contraido. Las fibras muscu-
lares no presentaban nada de particular, ni los vasos
arteriales. En los órganos del aparato digestivo notamos
que el exófago tampoco ofrecia particularidad alguna.
El primer estómago (buche) estaba lleno de granos de
maíz, de sustancias vegetales y de mucosidades, pre-
sentando arborizaciones sanguíneas en su pared inter-
na y una coloración verdosa en su pared externa. El
tercer estómago (molleja) también contenia sustancias
alimenticias en gran cantidad, y sus paredes muscula-
res aparecían con un grosor extraordinario. Los intes-
tinos llenos de materias fecales, observándose en ellos
las mismas arborizaciones del buche. El hígado con un
excesivo aumento de volumen, ocupaba, casi por com-
pleto, la cavidad ventral, siendo ambos lóbulos de diez
centímetros de largo por cinco de ancho. Diversos cor-
tes practicados en la sustancia propia del órgano nos
dieron á conocer una fuerte congestión, y tuvo salida
una gran cantidad de sangre fluida y negra, y cilindros
sanguíneos, provenientes de las pequeñas ramificacio-
nes de la vena cava. La vesícula biliar se hallaba com-
pletamente llena de bilis, presentándose toda la cara
cóncava del lóbulo derecho del hígado impregnada de
materia colorante de la bilis, coloración verdosa que se
propagaba á todos los órganos que le rodeaban. El ce-
rebro estaba ligeramente congestionado, y con un pe-
queño derrame de serocidad en sus cavidades.
De lo expuesto deducimos que la muerte de este ani-
malito fué producida por lo que he llamado congestión
general, llevada á todos los órganos importantes de la
vida, particularmente al hígado.
Pronóstico . — Es fatal, á menos que notándose los pri-
meros síntomas al iniciarse la enfermedad, se apliquen
los remedios oportunos, en cuyo caso muchas aves se
salvan.
Remedios curativos . — Inmediatamente que se vea la
gallina entristecida y que el termómetro indique la fie-
bre, si ésta es muy alta y se percibe un calor excesivo^
principalmente debajo de las alas, se le administrarán
de hora en hora tres píldoras, cada una de un grano,
compuestas mitad de quinina y mitad de antipirina; has-
ta seis pueden administrársele. Si la fiebre no es muy
alta, si no hay ese excesivo calor, las píldoras serán só-
lo de quinina; mas si se ha observado algún síntoma
2G
del higadillo á más de la tristeza (que lo es de todos los
padecimientos de las aves) ó ha habido siquiera un ca-
so en el patio, se le administrarán en el acto dos gra-
nos de calomelano, divididos en seis píldoras, que se
darán de hora en hora. Si no le hace efecto, se aumen-
tará del mismo modo el número de píldoras, hasta que
evacúe, y se le hará tragar agua varias veces. El calo-
melano le será muy benéfico por su acción directa so-
• bre la circulación hepática.
Sin pérdida de tiempo, y sin esperar los efectos del
calomelano, se le dará una sangría. Cuidaré de instruir
á los labradores acerca de los diversos lugares en que
se practica esta operación en las aves; ahora bastará
decir que la más fácil y eficaz es en las pequeñas rami-
ficaciones de las arterias de los dedos, para lo que se
corta de raíz una uña en cada pata. La sangre á veces
no saldrá, ó saldrá con dificultad si hay un principio
de éxtasis (pausa) preliminar del trombosis (coagula-
ción). Entonces se echa agua caliente en una vasija (no
tan caliente que queme); se toma el ave por las alas y
se le tiene levantada y con las patas dentro del agua,
para que con los esfuerzos que hace para buscar punto
de apoyo se precipite la sangre. Aun sin haber éxtasis
aconsejo que se le metan las patas en agua caliente,
porque esta es una enfermedad mortal muy violenta y
es preciso atacarla con prontitud y energía para dete-
nerla en sus primeros pasos.
Si el aturdimiento es mucho y el ave se halla inmó-
vil, basta meterle las patas en el agua caliente, después
del purgante y la sangría, y dejarla en reposo, desan-
grándose, en lugar seco y ventilado, debajo de un cárbol
si el dia no es húmedo y frió.
La emisión de sangre debe ser proporcionada á la
edad, tamaño y robustez, pues es claro que á un pollo
pequeño ó á un individuo de la raza de Benthain (qui-
quiriquí) no puede extraérsele tanta como á un gallo
de la raza de Shangai, los cuales suelen tener más de
una vara de altura.
Para entenderme mejor con los labradores, diré, que
debe sacarse una cantidad proporcionada de sangre,
desde la que cabe en una cucharadita de tomar café
hasta la que llene tres cucharas de tomar sopa, y aun
más.
Si no se contiene la sangre y se aproxima la noche,
debe aplicársele percloruro de hierro ó cualquier he-
mostático de los que se verán en el capítulo dedicado
á las heridas, fracturas y contusiones, entre los que hay
varios que siempre están á mano en los campos.
Al segundo dia, si hay fiebre, aunque ésta vaya ce-
diendo, se administrará la quinina con ó sin antipirina,
en el óiden indicado; y si la gravedad es cada vez ma-
yor, creo indispensable otra sangría.
Debo hacer constar que durante la muda y la mudilla,
se presentan en las gallináceas, el malestar, el desgano,
la fiebre y hasta la taita de valentía en los gallos finos,
que rehúsan el combate singular á que se entregarían
en cualquier otro tiempo donde quiera que dos de ellos
se encontrasen. Se hallan sumamente adoloridos, á ve-
ces casi postrados; pero todo esto es pasajero, y no hay
que confundir este estado con el espantoso higadillo.
28
Los galleros cubanos, en los dias críticos de la muda
y la Qimdilla, dan por la mañana, como purgante, á sus
gallos, bolitas de carne fresca de vaca, humedecidas con
agua para que rueden fácilmente, y por la tarde, harina
de maíz mezclada con huevo crudo. Preñero como ali-
mento único plátanos y boniatos [comuhulus hatata~\
cocidos y mezclados con dos partes de agua y una de
leche para las más abatidas, y esas mismas vituallas
hervidas y algo calientes y alternando, para las del ga-
llinero. Fundo esta opinión en que en esos momentos
conviene debilitarlas y el maíz aumenta considerable-
mente su grosura y enardecimiento, como que contie-
ne, el de esta Isla, el mejor del mundo, un once por
ciento de aceite; y lo propio sucede con la carne de va-
ca fresca, cuando no obra como purgante, por tener en
su composición química setenta y cinco por ciento de
fibrina, de que se asimila una parte la sangre del ave.
En los Estados Unidos muchos criadores administran
las mismas bolitas de carne fresca de vaca y las con-
chas de la ostra, quemadas, pulverizadas y mezcladas
con los alimentos. Esas conchas se hallan' muy cargadas
de yodo, motivo por que en la antigüedad, según dice
Plinio, se usaban para curar las escrófulas; también en
su composición entra el fósforo.
Digno es el tomate de que lo recomiende como sus-
tancia refrescante y emoliente.
Tales son los remedios que me parecen más adecua-
dos, especialmete las grandes emisiones de sangre; mas
toda mi confianza se cifra en los preventivos, con los
que creo poder afirmar, que donde quiera que se prac-
29
liquen, desaparecerá por completo esa terrible enfer-
medad que destruye el bienestar de los labradores, y
mata la posibilidad del desarrollo de una industria que
en este clima, similar con el de Egipto, puede llegar á
ser de las más poderosas, una vez que la actividad in-
dividual, el espíritu de empresa, los estudios perseve-
rantes y los ensayos por cuenta del Estado, lleguen á
la incubación artificial en grande escala y á la cría de
pollos sin madres naturales. ¿Qué más riqueza para
Cuba, teniendo, como tiene, la vecindad del mercado
consumidor de los Estados Unidos, y para la ceba el
grano de la palma \_Orodoxia régi<£\, que comunica á
las carnes un sabor especial más exquisito que el de
las aves de la raza Dorking, de Inglaterra?
Profilaxia . — A mediados de Marzo de cada año y á
mediados de Setiembre, se procederá á sangrar todas
las aves del gallinero, sacándoles una cantidad propor-
cionada de sangre, según la edad, tamaño y robustez.
A mediados de Setiembre se acortará la ración de
maíz, y de toda sustancia muy nutritiva, como el millo,
el grano de la palma, etc.; y de este modo, establecién-
dose un sistema de moderada alimentación, no habrá
la grosura que adquieren contra los intereses de su due-
ño muchas incubadoras y ponedoras, las cuales son las
primeras víctimas do la peste.
En el mes de Mayo de cada año se curarán las lom-
brices á todas las aves del patio, dándoles á las de re-
gular tamaño mucílago de sávila en dosis de una cu-
charadita de tomar café, por la mañana, durante tres
dias. También son eficaces: las semillas de la fruta ma-
30
dura del papayero, las raíces de esle árbol, hervidas;
el cocimiento de la raíz del granado agrio; las semillas
de calabaza, etc.
’ 4
Cuando se curen las lombrices, cuídese de arrojar el
estiércol al fuego. Si todos los años, en Mayo, que es
cuando so reproducen los vermes, se curasen en las ha-
ciendas todos los animales, y so hiciese esto que acon-
sejamos, muchas enfermedades no existirían en la hu-
manidad, ni tampoco en los mismos animales, que
serian más sanos, prolíñcos y robustos. Es increible el
número de séres malignos que contienen los excremen-
tos del ganado, de las aves, y del hombre mismo. Tales
séres caen en la tierra, donde permanecen vivos largos
años, y ponen miles de huevecillos, impermeables, re-
vestidos de una capa dura; se trasladan al agua, están
en la yierba, ó buscan el cieno, hasta que son absorbi-
dos por el cerdo, la gallina, etc.
A los pollitos acabados de nacer se les introducirá en
el buche un grano de pimienta, como so hace con los
pavitos. Considero la pimienta para estos casos dotada
de propiedades alimenticias y antiparasitarias, y creo
que los pollitos, desde que se hallan en el huevo, ¡rue-
den tener en su organismo los gérmenes morbíficos que
á menudo los enferman y matan. Póngase también á
su alcance arena fina, para que la coman, pues les es
muy necesaria para la digestión, lo propio que á las ga-
llinas.
Merece aplausos la costumbre seguida en Cuba de
echar entre dias hojas picadas de sávila en el agua de be-
ber. Los antiguos cubanos hacían frecuente uso de la
31
legía, buscando la acción anUhelmíntica de la potasa.
Mejor que todo es el ácido salicílico (un gramo para dos
libras de agua); os un preservativo inmejorable.
Hay otro medio de atacar á los parásitos interiores,
aun aquellos que han entrado en la circulación sanguí-
iiea, ó ya se han establecido en alguna viscera: mezclar
de tiempo en tiempo azufre en los alimentos. *
El gallinero debe conservarse en perfecto aseo, ser
seco y 'Ventilado, y recibir aires puros. Donde hay hu-
medad hay enfermedad. En todos los climas y más en
los cálidos, ni el hombre, ni el irracional es posible que
habiten en lugares húmedos sin consecuencias funestas.
Entre todos los alimentos no hay uno como el aire, de
cuya buena calidad deba cuidarse con más esmero, y
las gallinas hacen de él mayor consumo que cualquiera
de los vertebrados. Buen aire, buena salud. Cuando es
impuro altera las funciones de la vida, sin haber en esto
diferezicia entre el hombre, las aves, los cuadrúpedos,
y todo lo que se mueve y respira, á menos que se tra-
te, por ejemplo, de los infinitamente pequeños sc/iÍ20)?ii-
eetos, que nacen de la fermentación de los licores co-
rrompidos, mejor dicho, son el mismo fermento; para
éstos la pureza es un elemento corrosivo.
El aire será impuro en el gallinero: si hay una gallina
muerta y pestífera, inmediata, colgada de un árbol (se-
gún inveterada y dañosa costumbre seguida en los cam-
pos de esta Isla), ó cualquier otro animal en estado de
* Sigan esta regla los criadores de palomas, pavos y patos, y
pronto conocerán lo útil que les es.
32
putrefacción, que ha debido reducirse á cenizas inme-
diatamente después de sobrevenir su muerte, antes de
que comience la exhalación de miasmas mefíticos; si
el edificio no se barre, por lo menos cada dos dias,,
etc., etc.
No se desatienda el agua; que sea cristalina y reno-
vada una vez al dia en invierno y dos en verano; las
gallinas beben mucho.
Cuando se noten piojillos y ácaros, se le dan al edi-
ficio lechadas de cal viva, lechadas que se forman con
agua en que se hayan puesto en maceracion pencas de
maguey \cigave a'meñccma\.
A los nidos de las incubadoras se les echan palillos
de tabaco, ó corteza de cedro, y se queman fuera del
gallinero apénas ha salido la gallina con su manada;
los nidos de las ponedoras se renuevan periódicamen-
te; debe haber un gran repuesto.
Una vez al mes debe darse un baño de aguardiente
de caña alcanforado á cada gallina, con una esponjita,
levantando cuidadosamente las plumas para que la piel
quede empapada. Es increíble el beneficio que reciben
librándolas de este modo de esos molestos y voraces
huéspedes; al siguiente dia se trasluce en ellas la ale-
gría, el bienestar; y estos prolijos cuidados tienen en
breve una amplia i’ecompensa con la multiplicación de
la especie y del producto. El bien del animal es siem-
pre el bien de su dueño.
Si se tratase de un ave preciosa, cuya vida interese,
se matan esos parásitos apretándolos entre las uñas de
ambos pulgares, ó sacándolos con un alfiler; ellos están
33
entro la piel y la carne, exactamente como una nigua,
como que pertenecen al mismo orden de los arácnidos.
Si son muchos úntese en el punto donde se les vea un-
güento de mercurio y no quedará ni uno. También es
eficaz la benzina mezclada con un poco de azufre, y
tiene la ventaja de ser una sustancia que no ofrece ¡le-
ligro.
En el capítulo que dedico a los jaarásitos de las aves
se enterarán los labradores de lo feo y temibles que son
estos animales. A la verdad, el que ve un piojillo tan
diminuto y al parecer inofensivo, no se figura que es
un monstruo de ocho aletas robustas y largas, sembra-
das en su extremidad de ásperos vellos, que le sirven
para asirse y andar, á manera de garras. Da horror ver
á ac|uel carapacho agrietado, aquellos tres cuernos de
su cabeza anchos en la base y finamente pulidos en la
punta, aquel disforme hocico, y aquellos instrumentos
formidables formados para chupar. El piojillo, y lo mis-
mo el ácaro, son el origen de muchas enfermedades en
las gallináceas, provocadas por la anemia, á que condu-
cen, y son de por sí una peligrosísima enfermedad. Si se
les deja progresar pronto causan la muerte de las aves
todas; se ceban particularmente con los pollitos recien
nacidos, y en el gallinero en que abundan apénas hay
huevos; de modo que el gasto del aguardiente de caña
y del alcanfor para los baños es en gran manera repro-
ductivo, y no puede economizarse sin la ruina de la cría.
No es bueno dar remedios excitantes para apresurar
la postura; esto es contrario á lo natural y debe des-
echarse.
Eosayoi.— 8
34
Cuando una gallina es atacada por el higadillo, lo pri-
mero de todo es separarla de las demás y tomar todas
las medidas de policía sanitaria que lie indicado en el an-
terior capítulo sobre la angina membranosa, y otras que
indicaré en el siguiente, en que voy á hablar del cólera.
No soy exclusivista en mis ideas, ni vivo prendado
de mis propias creencias. Fácil es que mi teoría sobre
la congestión generalizada en que hago consistir el hi-
gadillo, no sea exacta y que me halle en el error, como
lo han estado en todas las edades hasta los grandes ge-
nios, hasta la humanidad entera, por siglos; pero si es
exacta, el higadillo no es contagioso. Sin embargo, este
es un estudio nuevo, y todos los años se presenta esa
que puede llamarse calamidad pública, de un extremo
al otro de la Isla de Cuba, siempre como una enferme-
dad que reviste las formas enzoótica ó epizoótica, y ra-
ra vez la esporádica; de modo que aunque esto, en mi
concepto, consiste en la falta de higiene, de remedios
adecuados y de una acertada administración de los es-
tablecimientos de cría, la prudencia aconseja aceptar en
este caso, con las debidas reservas, el principio del con-
tagio volátil, hasta que se avance más en el camino de
la verdad.
Algunos médicos (muy pocos por cierto, pues el pro-
fesorado cubano es una gran gloria de América) que no
están al corriente del progreso científico, niegan la po-
sibilidad del contagio cuando no hay inoculación, como
si el virus volátil no se inoculase por los órganos res-
piratorios, por los intestinos y la piel. Roll dice: «Un
cuerpo cargado de contagio conserva en muchos casos
35
la propiedad de infestar, aunque haya desaparecido to-
do indicio apreciable de vehículo. Para ciertos conta-
gios la propiedad de infestar se conserva mucho tiempo
y goza de una tenacidad considerable, como la viruela,
el carbunco y la rabia. Algunos se conservan aunque
la putrefacción haya destruido su conductor, como la
peste vacuna, y otros resisten la acción de ciertos agen-
tes químicos, como la trasmisión del carbunco (también
del muermo) por las pieles curtidas procedentes de ani-
males que han sido acometidos de esta afección, mien-
tras que otros se destruyen fácilmente por la dese-
cación, acción del aire, la humedad ó la temperatura
elevada. La mucosa respiratoria parece la más favora-
ble para la introducción de los contagios. Los que son
volátiles se ponen en contacto con ella y penetran en
la sangre por las ramificaciones más pequeñas de los
vasos pulmonares.»
Una laiga y dolorosa experiencia tiene comprobado
que el higadillo ataca á las aves gruesas, y sólo después
de goneializado, á las flacas; por lo que debo repetir
que los alimentos influyen muy marcadamente en su
desarrollo, y que la higiene exige un sistema distinto
del que se ha adoptado en la Isla de Cuba. Repártase
á las aves maíz en abundancia un dia y otro dia, todo
el año, lo cual les trae la crasitud, dada la enorme can-
tidad de aceite que contiene ese grano.
Estudiemos la Naturaleza si queremos seguir el ca-
mino del acierto. Ni en los cerdos que se crian libre-
mente en los montes, ni en los pájaros, ni en ningún
animal no sujeto á domesticidad, se halla un individuo
36
que tenga á expensas ele los músculos grandes capas de
tejido adiposo.
En los gallineros cubanos siempre existe un número
de gallinas correspondiente al grupo de las ponedoras
é incubadoras, tan extraordinariamente gruesas, que
parece que están en ceba, y éstas son las que primero
perecen.
Es, pues, absolutamente preciso establecer reglas de
alimentación; variar las sustancias; unos dias plátanos
cocidos, otros boniatos; otros vcget&les frescos, palmi-
c/ie, etc.
En mi obra «El gallinero de los climas cálidos,» he
dicho que diariamente se les debia dar una pequeña
ración de maíz; pero de esto á lo que se practica hay
una inmensa distancia. Una corta porción de este gra-
no, acompañando principalmente al alimento herbáceo,
no puede menos de ser saludable; pei’o si se le da con
exceso es claro que en lugar de la abundancia de hue-
vos y la consiguiente reproducción, lo que se emprende
inconscientemente es la ceba.
Aquellas que estén muy gruesas, mándense sin de-
mora al mercado, porque á más de hallarse expuestas
á contraer el higadillo, interrumpen la postura en sus
períodos naturales; son consumidoras y no productoras.
Este particular de los alimentos es de tal importan-
cia, que merece la más seria atención: no deben darse
con escasez, ni con exceso, porque tan dañosa es al ave
la estenuacion como la crasitud; téngaseles en un tér-
mino medio.
El que siga mis indicaciones, proceda inmediatamen-
37
te á sacar del palio toda gallina gruesa, y si desea con-
servarla por ser de formas bellas, excelente ponedora
ó buena madre, sujétela á dieta una semana. Cuando
se quieren aves gruesas se ponen exprofeso en ceba, y
á los diez y ocho dias llegan al máximum de la crasi-
tud. Para esto sí que no tiene igual el maíz cubano, al-
ternando con el grano de la palma, * y darles á comer
harina de maíz con leche, mezclada en los últimos dias,
con albahaca, y el primero y octavo carne de vaca fres-
ca con cebollas picadas.
En fin, el galllnicullor entendido y prudente es como
el buen gobernante de un pueblo, que no aparta su mi-
rada de la higiene, sin la cual la vida del hombre y la
de estos interesantes seres que tanto contribuyen á su
bienestar, es una cadena de dolores, dolores que pron-
to terminan, es verdad, pero es con la muerte prema-
tura.
* ¿ Cual es la razón, por qué se desconoco la excelencia dó este
grano como alimento de las aves y muy especialmente para la coba,
siendo así que os tan saludable y comunica á las carnes un sabor tan
exquisito? Deseo ver puestas á la venta aves en euya ceba baya añ-
ado la palmiobe.
CAPÍTULO III
EL CÓLERA DE LAS GALLINAS.
¿Cuál es la causa generadora del cólera morbus? ¿Es
la misma que la del cólera de las gallinas? ¿El colerín
que padecen con frecuencia estas aves en Cuba, y que
tantos estragos hace, tiene marcadas analogías con el
cólera de las gallinas, sabiamente estudiado por el emi-
nente Pasteur?
Cuestiones son éstas en extremo complexas y de di-
fícil solución. Es una temeridad por mi parte escribir
estas líneas en los momentos en que todas las Acade-
mias cientifleas, y todos los grandes patólogos se preo-
cupan buscando la génesis y los remedios curativos y
profilácticos de una enfermedad que siega los pueblos,
como la hoz las espigas, sin haber hallado hasta ahora
otra cosa que tinieblas, y siempre tinieblas, i’especto al
organismo humano, y un talismán precioso respecto á
las aves, la inoculación.
¿Viene el cólera morbus de los cadáveres de anima-
les que arrojan los habitantes de la India en el Ganges,
como quieren algunos afamados médicos? No, porque
apénas esos cadáveres caen en el agua son devorados
39 ■
por los cocodrilos. ¿Viene de los dilatados valles que
aquel rio baña creando el funesto hongo? No, porque
si así fuei’a, el cólera tendría su cuna y su natural do-
micilio en el Bajo Egipto, regado por el Nilo, que deja
todos los años su limo en inmensas extensiones, ó ven-
dría de las márgenes del Níger, que bajo un sol de fue-
go no riega al desembocar en el Golfo de Guinea, fértiles
y risueños valles, como aquellos, sino terrenos cenago-
sos, pestilentes, donde en cortos períodos mueren tri-
bus enteras y bajan otras del centro del Africa á soste-
ner el comercio con los europeos, los cuales, viviendo
siempre á bordo de sus buques, que convierten en có-
modas casas con techo y departamentos, ni aun así se
libran de la enfermedad endémica de esas costas, que
no es el cólera, sino una fiebre palúdica perniciosa.
¿Viene de la descomposición del arroz acuático que
tanto se cultiva en el antiguo imperio del Gran Mogol,
hoy Imperio Británico de la India, según creyó Tytler
que lo llamó con este motivo morbus oryccusf No, por-
que esa gramínea es un producto vegetal propio de los
climas cálidos, ó de los lugares más cálidos de las zo-
nas templadas, y si es verdad que al rendirse la cose-
cha, el tallo, hojas y raíces de la planta entran en po-
dredumbre y arrojan eñuvios malignos, éstos lo que
producen es la fiebre intermitente, como lo comprue-
ban los arrozales acuáticos de Valencia y del Piamonte.
¿Viene el cólera de las grandes guerras, cuando des-
pués de las batallas, apénas atienden los vivos á ente-
rrar los muertos en sepulturas poco profundas, á mon-
tones, como sucedió frente á los muros de Sebastopo
i
40
en 1854, siendo esta la causa de su aparición esc año,
en sentir de ilustres patólogos? ¿Viene acaso de la co-
rrupción de las plantas del fondo del mar, que perecie-
i’on por el calentamiento de las rocas en que extendían
sus raíces, al formarse ó pasar corrientes de materia
ígnea por las entrañas de la tierra, mediante la com-
bustión de gases, ó al efectuarse la conflagración de
grandes depósitos de cuerpos carbonizados correspon-
dientes á la vida vegetal en las primeras edades del
mundo, ideas que sugieren ciertos volcanes, como el
terrible Cotopaxl (Ecuador), que mide en su cráter más
de mil varas de diámetro, arroja sus cenizas á diez y
seis leguas de distancia, y cuyos rugidos se han oido á
doscientas leguas, en Honda, población de Colombia?
¿Tienen esas plantas sus parásitos como la vid la filoxe-
ra, los cereales los uredos, y el naranjo los coccidos,
|OS aphididos y los kórmidos? Creo que sí: donde quie-
ra que hay un soplo de vida están les elementos de la
muerte.
¿Viene de las corrientes electro-magnéticas de la tie-
rra? ¿Viene de cierta alteración que experimentan las
aguas, y que trasciende á las plantas, con cuyo fruto se
alimenta el hombre, ó de los movimientos planetarios
que tanto influyen en la naturaleza de los cuerpos?
En mí concepto, el cólera no se desarrolla por causa
específica, como la fiebre amarilla y la malaria; existe
enervado en el seno de la Naturaleza y puede presen-
tarse en cualquier punto del globo, favorecido por la
descomposición de materias orgánicas animales ó vege-
tales, que son como si dijésemos campos de su natural
41
cultivo, por lo que nada interesa tanto á la humanidad
como es que los pueblos y los Gobiernos presten la ma-
yor atención al saneamiento de los países.
Signicndo esta teoría, creo que uno de los principa-
les elementos de esa enfermedad es la plaga de la lan-
gosta. Jamas he visto ni en Europa, ni en América, ni
en Africa, este ortóptero, que se posesiona á veces del
territorio de una y hasta de varias naciones, sin que le
acompañase una peste; pero debo decir que he obser-
vado que ésta es siempre la viruela, su compañera in-
separable, mas ¿ quién quita que con la viruela venga
también el cólera morbus, como vienen repetidos casos
de tifoidea?
Figúrese el lector incontables legiones de langostas
de la familia acridmm migratorium^ que revolotean en
la soledad de los desiertos oscureciendo el sol, semejan-
tes á una inmensa alfombra de oro suspendida en el aire:
las hembras, en centenares de leguas, sepultan en la
tierra una cápsula revestida de una sustancia viscosa
que la hace impermeable, y que contiene de ochenta á
cien huevecillos. Es tan laborioso el desove, que la ma-
dre muere en seguida, como que la cápsula ocupa toda
su cavidad abdoraidal; el macho no tarda en perecer,
y entónces se cubre el suelo de cadáveres y queda ade-
más sembrado de huevos, que todos incuban á los vein-
tiún dias, siendo esta la manera de reiiroducirse ese
insecto, que con sus dientes más finos y cortantes que
los del ratón, todo lo devora: la menuda yerba del pra-
do, el árbol secular del bosque, el techo pajizo de las
casas de campo, y hasta el dorado y el vestido de las
42
imágenes de los templos, cuando cae en las ciudades
como una lluvia torrencial.
Estos hechos pueden pasar en períodos más ó menos
largos, sin alteración del aire, y esos períodos son aca-
so, á veces, los que median entre un cólera y otro; pero
sobrevienen inundaciones, se encharcan las aguas, que
el sol tropical de la India y de Africa casi pone en ebu-
llición, y todos aquellos cadáveres, huevos y plantas del
terreno inundado entran en podredrurabre.
ci Qué foco mayor se quiere para que aquello sea una
nueva caja de Pandora, sin contar el hambre pública
que trae la anemia y los desórdenes gástricos, que son
causas predisponentes; ni hacer cuenta tampoco de la
mortandad de miles de animales silvestres herbívoros
que perecen de inanición ?
El cólera existe latente, según yo pienso, en la Natu-
raleza, y una vez desarrollado, nutrido por la corrup-
ción de las materias orgánicas, es trasportable de un
polo á otro en todo cuerpo húmedo. No es que venga
hiriendo y matando como un formidable móstruo ar-
mado de una espada de fuego, es que cuando existen
, campos naturales para su propagación, ya sean debidos
á las plagas de langostas, ya al descuido de los Gobier-
nos y de los pueblos, que desprecian la higiene, el cóle-
ra', que podía haberse escondido en el sucio pliegue de
una camisa y ser llevado á un país donde no impere el
aseo como la primera condición del bien de las socieda-
des civilizadas, posee la propiedad de multiplicarse con
tanta rapidez, que la mente no puede formar idea de la
maravillosa reproducción de sus células. Podían éstas
«
-13
llenar el espacio, si el campo de su natural cultivo lo lle-
nase; mas donde el aire es puro, las costumbres morige-
radas, las leyes sanitarias basadas en el estudio de la hi-
giene, escrupulosamente cumplidas, y se le aisla en caso
de ser trasportado, el cólera es impotente; es una fiera
que se puede encerrar, como lo ha estado en la cuaren-
tena de Nueva York traído por el «Alesia,» buque italiano,
el año pasado de 1887, con la particularidad de que al
mismo tiempo estaba la fiebre amarilla encerrada en
Tampa. ; Honor grande para el pueblo y el Gobierno
de los Estados Unidos !
De lo dicho se deduce, conforme á mi modo de ver,
que la carrera geográfica del cólera morbus se subordi-
na á la senda que le trazan los vientos, los cuales tras-
portan las partículas morbíficas que se desprenden de
los cuerpos vegetales ó animales, ó de los líquidos en
descomposición, partículas sutiles que se elevan en la
evaporación solar, más livianas que la molécula del
y *^na voz en las altas regiones, pueden i’ecorrer
inmensas distancias entre las agitadas ondas aéreas, ó
ser llevadas de un punto á otro, adheridas á un cuer-
po animado ó inanimado. A esta ley estuvieron segu-
ramente sujetas todas esas grandes epidemias de que
habla la Historia. La peste negra del siglo XIV (carbun-
cosa, como la de Oráente del tiempo de Justiniano), y
el colera morbus de 1833, recorrieron gran parte del
mundo, y la epidemia que afligió á Aténas en tiempo
de Pericles y de la guerra del Peloponeso, que se cree
fue el cólera, refiere Tucíclides que habia recorrido la
Etiopia, el Egipto y la Persia, y fué trasportado por un
44
buquB mercante. Se sació en la ciudad querida de Mi-
nerva porque le pusieron sitio los lacedemonios; sólo
tenia expedita la comunicación por el mar Egeo, don-
de estaba la escuadra, y los haljitantes del Valle del
Atica se habian encerrado en sus murallas con sus ga-
nados, que llenaban las calles, las plazas y basta los
templos, y el aire perdió su pureza. ¡Siempre el aire se
presenta como el principal factor de las funciones de
la vida y de las lesiones orgánicas que producen la
muerte !
Estas pestes de los hombres no veo que tengan en
sus causas generadoras diferencia alguna con la de los
animales de sangre caliente; y en mi corta inteligencia
no he podido descubrir en la Naturaleza leyes distintas
para unos y otros; todos, sobre todo, necesitan para con-
servar la salud, pureza en la atmósfera y pureza en el
agua. El carbunco de las aves y del ganado, el tifus
[cattle placjue de los ingleses; liimder pest de los alema-
nes] y otras muchas enfermedades, pasan de unas espe-
cies á otras, siendo la humana no pocas veces, la vícti-
ma expiatoria de la falta de previsión para buscar en la
higiene la longevidad y la lejanía de los dolores físicos.
Las epizootias do los animales son dignas de la más
seria atención, no sólo en beneficio de la riqueza y del
bienestar de las sociedades, sino de la misma existen-
cia de los asociados.
El germen del cólera morbus se cree que es de natu-
raleza vegetal.
El Dr. Gietl, según Halüer y Bonis, fue el primero
que sostuvo esta opinión. «Aquel (Gietl), por el cultivo
45
nhtuvo formas ele
ele micrococciis en diversos subtratos, j^jcelios se-
tórula, cadenas leplótricas, cocus
parando en la punta filamentos rúe j
mo, una forma de bongo semejante al « ^
ejue denominó urocystis cliolcrae a^mbee,» í ^
n.e en 186G lo clasificaron como corrcspondmnte al gc^
ñero zooglca, del grupo de los sc/a-omzcdos.
nn indicio claro, casi una prueba, de que e
origen es vegetal, si es cierto, como se dice, ^ ^
cpieMr.Griüstb, de Zoneville (Oblo, Estados Unidos
de América), inocula el cólera de las ga i ‘
gre que unta en el muslo después de una p q
padura, poniendo ántes la sangre en un pap '■
Si es así, á mi parecer sucede forzosamente una ^ ®
tas dos cosas, ó el virus no penetra en la circu acio
sanguínea, limitándose al tejido epidérmico, o la acción
del astro del dia atenúa y basta puede cxlinguu su ac-
tividad, en cuyo caso no es de naturaleza anima sino
vegetal, pues las criptógamas Adven de la bume a ^ y
mueren cuando reciben la luz solar. Es también un in-
dicio de lo fundado de esta creencia, el haber llegado
el Dr. Kocb á esta conclusión: «El cólera morbus busca
la humedad y huye de los lugares secos,» lo cual que-
dó comprobado en la ciudad de la Habana en 18 . a
mortandad en los bandos de Jesús María y Sitios e
Pefialver, que son los más bajos y húmedos, fué horro
rosa, y relativamente insignificante en el del Ange , que
es el más alto, bien que en aquellos barrios vivia en ese
tiempo la gente más pobre y ménos atenta al aseo per-
sonal y de las habitaciones.
46
No dejaré de decir que el uso do las frutas en estado
de descomposición, produce el desarrollo del cólera.
Esta era creencia general no conti-overtida en Francia,
donde me hallaba en 1883, época de la epidemia de
Marsella que costó tantas vidas y que hubiera invadido
á Paris sin las sabias medidas del Gobierno de la Re-
pública. Ese año, el ilustre profesor aleman que he ci-
tado, demostró la existencia de los micro-organismos
en los excrementos de los coléricos (lo que ya habia
hecho Hullier en 1866, y ántes de éste el profesor inglés
Parker, hallando^corpúsculos y granulaciones. — Bonis.)
Marsella estaba entregada á los horrores de la peste
positivamente debido al gran consumo que habia hecho
el pueblo de albaricoques, que hablan sido derribados
por las heladas, y que ya tenian esas peluzas (mucedí-
neas), signo de descomposición orgánica, que pertene-
cen á la larga serie de los hongos y se presentan en los
cuerpos húmedos, en las paredes, en las pieles del cal-
zado, en las piedras, en la corteza de los árboles, etc.,
y que si es cierto que en lo general son inofensivas, es-
tán en el aire ántes de fijarse, y hasta sirven tal vez de
alimento á los animales y plantas, pueden degenerar en
hongos malignos sometidas á la influencia de ciertos
agentes atmosféricos, ó confundirse el hongo maligno
con ellas.
Las cáscaras de las frutas, aseguraba el Dr, Koch, son
grandes conductoras del contagio, lo mismo que el agua,
que en tiempo de epidemia debe siempre tomarse des-
pués’ de hervida.
¿La causa generadora del cólera morbus, es la ihisma
47
dd cólera de las gallinas ? — «La mayor parte de los tra-
tadistas, dice D. Buenaventura Aragó, consideran con
razón análoga ambas causas. De las observaciones he-
chas desde 1817 á 1828 en la India; en 1827 en Rusia
y Polonia; en 1831 en Austria y Alemania; en 1832 y
1854 en Italia, Francia y España, resulta en efecto que
las epizootias de este género en las aves, concuerdan
con las invasiones del cólera en aquellos países. Digno
os de que se recuerde el hecho citado por el profesor
Ercolani, según el cual en 1854, época en que se pre-
sentó el cólera en Turin, hallándose él veraneando en
Saluggia, tuvo allí oportunidad de estudiar la epizootia
en las gallinas, y vaticinó que dentro de poco tiempo el \
cólera iba á visitar aquella población. Sus pronósticos,
por desgracia, no salieron fallidos, pues pasados algu-
nos dias el terrible azote harria de un modo espantoso
á Saluggia. Lo que más comprueba si no la identidad,
por lo ménos la analogía, es que semejantes epizootias
de las aves domésticas unas veces acompañan, otras
subsiguen y otras preceden á las invasiones coléricas.»
Lástima grande que no se hayan hecho observacio-
nes en Cuba en 1833, 1850, 1866, 1871 y 1873, en que
esta Isla ha sufrido esa calamidad, que en el primero
de esos años hizo en sólo la Habana, que tenia ménos
de la mitad de su actual población, 8,315 víctimas en
tres meses.
Esclarecidos autores dudan si el cólera va del hom-
bre á las aves ó de las aves al hombre.
El colerín de las gallinas . — ¿Esta enfermedad terrible
tiene analogías con el cólera de las gallinas?
48
Los síntomas son tan parecidos, que opino que el co-
lerín de estas aves es un pequeño cólera, lo mismo que
el colerín humano es también un pequeño cólera, co-
mo dice el célebre profesor Broussais, fundador del sis-
tema nosológico, quien en 1832 y 1833 asistió innume-
rables coléricos en París, en el hospital de Val de Grace,
y escribió un Tratado sobre esa enfermedad. El cole-
rín de que estoy hablando, á juzgar por sus efectos, en
nada se diferencia del cólera; le bastan pocos dias para
concluir con los gallinei’os más poblados.
Síntomas, diágnOslico y '¡pronóstico del cólera de las ga-
llinas. — Soñolencia, tristeza, estado febril hasta llegar á
43J° centígrados, caída de las alas, difnea, encrespa-
mienlo de las plumas, escalofríos, desgano, sed, calam-
bre, dificultad para andar, diarrea, salida por la nariz y
el pico de una sustancia mucosa, detención de los ali-
mentos en el buche, desfallecimiento, frialdad, lividez
en la cresta, y por último, la muerte entre horribles
convulsiones.
No siempre se presentan los mismos síntomas.
La diarrea abundante debe considerarse como signo
característico. Aquella parte blanca que tiene el estiér-
col (uratos) cuando el ave goza de salud, aparece al co-
menzar á manifestarse francamente el cólera, como una
sustancia muy clara, amarilla; después forma un moco
trasparente, amarillo oscuro, y- al fin, verde oscuro san-
guinolento.
La duración de la enfermedad es regularmente de
diez á quince horas, mas suele prolongarse dos, tres ó
más dias, y es muy común que el ataque sea fulminan-
49
te, seguido de una muerte instantánea, aun en aquellas
aves que. pareeian más sanas.
El pronóstico es de la mayor gravedad.
Anatomía patalCgica . — El notable Dr. Salmón, em-
pleado del Departamento de Agricultura del Gobierno
de Washington, en 1880 dio cuenta eñ un luminoso In-
forme á aquel Gobierno, de sus observaciones sobre la
epizootia colérica que se habia presentado en las aves,
y de haber practicado la autopsia del cadáver de una
írallina que murió de esa enfermedad. «La cresta, dice,
estaba pálida y sip sangre, no azul ó azul oscuro como
en el caso de Francia. Las venas superficiales contenían
poco de ese líquido, del cual tenia manchadas las plu-
mas alrededor del ano, á las que estaba adherido el ex-
cremento en gran cantidad.
Al abrirse el cuerpo llamó la atención el hígado, que
estaba abultado, flexible, su color verde oscuro, y uni-
do fuertemente á los órganos que le rodean por falsas
membranas, con las venas niuy visibles, y circuido de
una materia trasparente é incolora. En casos excep-
cionales el hígado tiene una apariencia normal. La ve-
jiga de la hiel estaba muy dilatada y llena de bilis espe-
sa, color oscuro, filtrando por sqs paredes la suficiente
cantidad para manchar los órganos inmediatos. El bu-
cheiestaba dilatado por los alimentos, sin otra lesión.
El estómago exteriorme.nte tenia un número de desco-
Ipraeiones circulares, en las que por secciones, se en
con I raba n .pequeños coágulos de sangre de las venas.
No habia lesiones en la .molleja. Los pequeños intesti-
nos estaban unidos. La membrana mucosa era de un
Ensayos.—*
50
color casi negro, y en otros casos la superficie interior
servia de asiento á ulceraciones cíe varios tamaños. En
otras ocasiones se ha hallado un taco fibroso en la mi-
tad del intestino delgado, que obstruía completamente
el paso de los alimentos, y era de tres pulgadas de lar-
go y muy duro. El recto y cloaca presentan general-
mente líneas oscuras sobre la membrana mucosa, ma-
nifestándose el primer estado de inflamación que resulta
cuando la dolencia es crónica. Se engruesan las pare-
des, principalmente del recto, y vienen la escoriación
de la membrana y la formación de grandes superficies
ulcerosas. Algunas veces este espesor y esta ulceración
se extienden hasta dentro del colon, y so ven en los
casos crónicos ó semi agudos de la enfermedad, en los
intestinos gruesos, siendo robustas las paredes de éstos,
despojadas de la membrana mucosa, y obstruida la ca-
vidad por un taco de linfa coagulada.
El mesenterio se halla general mente' recogido, adqui-
riendo á menudo mayor espesor y opacidad por la in-
flamación: los uréteres estaban dilatados, con uratos,
color amarillo: los riñones parecian devorados, y en
ellos se ven con frecuencia acumulaciones de uratos,
también amarillos. El bazo del tamaño y apariencia
normales; otras veces crecido y blando. El pericardio
en muchos casos dilatado y a veces con notable hipere-
mia en la superficie del corazón. Los pulmones ofrecen
á menudo, aunque no por regla general, una acumula-
ción de sangre, y están rara vez ó nunca hepatizados.
Las venas llenas de grumo duro contenían poca sangre;
mas en otras ocasiones la tienen de un todo coagulada.
51
Parece que la sangre pierde su propiedad coagulable
cuando la enfermedad no es rápida.
En los casos examinados en que el cólera no ha sido
adquirido por contagio, las glándulas linfáticas cerca del
cuello estaban mucho más recogidas que en los ocu-
rridos por inoculación, indicando, como ha dicho Mr.
Toussaint, que el virus había sido tomado en los ali-
mentos y absoi'bidq por la boca y la laringe.
La pulpa encefálica siempre ha estado en su estado
normal, ó: con alteración poco perceptible. Los múscu-
los en el sitio de la inoculación se hallan á veces enro-
jecidos. En contados casos, en el lugar de la inoculación
el tejido se ha trasformado en una sustancia blanquiz-
ca, dura, sin forma definida, y desapareciendo dentro
de la de los músculos; sólo excepcionalmente se separa
del tejido muscular, y existe como un secuestro clara-
mente circunscrito.»
Pondré á continuación los diferentes
remedios que aconsejan varios autores y que creo apli-
cables al cólera y al colerín, limitándome á decir que
según los informes que he obtenido, ha dado excelen-
tes resultados en Cuba en muchos casos de esta última
enfermedad, pl uso de cocimiento espeso de yerba bue-
na y toronjil (cuatro ó cinco cucharadas al dia), y que
soy de parecer que se administre la quinina al ave apé-
nas se le vea con la fiebre, dándole seis píldoras, de
media en media hora, de un grano cada una. La qui-
nina es el mejor antídoto contra esos envenenamientos
que provienen de organismop vegetales, según opinan
renombrados profesores, entre ellos Selmi. El arsénico
52
le iguala ó excede en propiedades benéficas; pero es un
medicamento peligroso.
La sed es un síntoma muy marcado del cólera, y pu-
diera satisfacerse dando al ave á discreción limonada
bastante cargada de zumo de limón IcUruni Umonum],
ó mejor café con limón.
La sangría debe, á mi parecer, proscribirse: la pos-
tración de fuerzas que producen, tanto el cólera como
el colerín, es una contra indicación muy clara de este
recurso médico quirúrgico. Se me ha asegurado por
numerosas personas, que todas las gallinas atacadas del
colerín en la Isla de Cuba que han sido sangradas, han
perecido infaliblemente.
El inmortal Pasteur escribió al Country Genüeman, pe-
riódico norte-americano, que ha encontrado la tintura
fuerte del eiicalipius glObulus muy eficaz, pues se opone
á la indigestión, que es uno de los primeros síntomas
del cólera. Se dan diez gotas con cuatro granos de sal
y media cucharada de pimienton en una cucharadita
de agua.
Mr. Thorne, autor del «Poultry Book,» (libro de las
aves), dice:
«Si la coloración amarilla de los uratos, que se ve en
el estiércol, se presenta antes que otro signo de la epi-
zootia, puede entonces ser apreciablo el uso de la pre-
paración homeopática de estricnina, llamada nux v&mi-
ca (nuez vómica), dándole de cinco áseis glóbulos á las
aves grandes una vez al dia, y menos á las chicas. Este
remedio ha dado muy buenos resultados cuando se ha
usado á tiempo.»
1
53
Pudiera sustituirse con cinco ó seis gotas de la Untu-
ra de nuez vómica, ó sea de Boume.
El profesor Papa considera el cólera de las gallinas
como una disenteria contagiosa, y receta lo siguiente:
Hípecncunnii. 50 centigramos.
Agréguense goma en polvo y jarabe de goma para
hacer cuatro píldoras iguales.
Administradas estas píldoras en dos horas á las pa-
cientes, se completa la curación con una pequeña infu-
sión de menüia (yerba buena) y manzanilla.»
El Sr. Aragó recomienda un buen régimen alimenti-
cio y bebidas que contengan sulfato de hierro en la pro-
porción de uno por ciento, ácido fénico muy diluido é
infusión de yerba buena y manzanilla.
En la morada del Sr. Dr. ]>. Francisco Navarro, re-
lator de la Audiencia de este territorio, habiendo muer-
to nueve gallinas de raza malaya del colerín,, se salvó
la única que quedaba porque un doméstico le abrió el
buche, le vació, las sustancias animales y vegetales que
cpotenia y estaban en estado de putrefacción, lo lavó
con agua tibia y le dió puntos. en ambas telas.
Pudo evitarse el abrir el buche poniendo el ave boca
abajo y oprimiéndolo ligeramente para vaciarlo. En es-
tos casos siempre debe introducírsele en seguida algún
alimento mezclado con cebollas picadas y un grano de
pimienta molido. Pueden ser también muy útiles cua-
tro gotas de aguardiente de caña, renovadas dos ó tres
veces cada dos hoi’as, si se nota un principio de putre-
facción en los alimentos detenidos, porque esta es §eñal
5Í
de no haber energía en los órganos digestivos, que el
aguardiente reanima, y á la vez excita la circulación
sanguínea, promoviendo el calor.
Hay que tener mucho cuidado con los alimentos una
vez declarada la epizootia ó enzootia en un patio, ó que
se hayan presentado algunos casos, que sean de fácil
digestión y no dados con exceso. El Cólera, ya so trate
del que ataca al hombre ó del que ataca á las aves,
siempre viene precedido de diari*eas llamadas premo-
nitorias. . .
Hemedios prqfiláclióoa. — Deainfectanies . — El eminente
Pasteur inocula las gallina^ en ‘la punta de las alas, y la
sustancia salvadora de que se vale es el mismo hasíllus
colérito, difundido en la sangré, atenuada su virolencia
por el sistema que ha inventado' y qUe daré á conocer
á los lectores que no estén al corriente de tan grandio-
so progreso científico.
He hablado de las inoculaciones de Mr. Griffislli, y á
la verdad, no comprendo cónid puéde usar la' sangre
sin más preparación que ponerla á secar, siendo así que
diferentes periódicos europeos reciehteménte publica-
dos, han dado cuenta de que en la Nueva Gales del Sur
(Australia) se multiplicaron tanto lós conejos, que lle-
garon á constituir una plaga que hacia imposible la
agricultura; con este motivo se hicieron ensayos en
Marsella, y habiéndose regado la yerba de un campo
con los primeros caldos del cultivo del microbio del có-
lera de las gallinas, no quedó uno con vida.
Por otra parte, el sabio Davaine, qüe ha hecho lar-
gos y profundos estudios sobre la enfermedad del ga-
55
nado conocida en Francia por aang de rale (sangre de
bazo), descubrió la existencia de bacteridias en el orga-
nismo de los animales que hablan muerto de esa enfer-
medad, y siguiendo el proceso de su desarrollo sentó
esta conclusión: «La sangre disecada conserva por es-
¡oacio de meses su propiedad infecciosa, porque las bac-
teridias se conservan en ella perfectamente.»
Siento no haber tenido oportunidad de hacer el ex-
perimento ántes de decir que pongo en duda la eficacia
del método que se dice emplea Mr. Griffisth, con el cual
me parece cosa segura cjue perecerán todas las aves
inoculadas, y me asiste al mismo tiempo una completa
confianza en el que ha presentado al mundo el c[uími-
co filántropo, fundador de la microbiología y gloria de
la Francia, Mr. Pasteur.
En efecto, la inoculación pastoriana es el mejor re-
medio preventivo que se conoce, de un todo igual en
el ave al virus vacuno en el hombro; y no perderé la
oportunidad de excitar con palabras de respeto y afec-
to, al iDenemérito patricio fundador y director del Ins-
tituto histo-bacteriológico de la Quinta de Toca, Sr.
Santos Fernández, y á los micrólogos Desvernine, Ta-
mayo, Finlay, Delgado, Pía, Leiné, Vildósola, San Mar-
tin, Vázquez, Valdespino, Delfín, Pardillas, Montané y
Davalo (cuán grato me es tomar nota de sus nombres),
para que hagan ensayos, á ver si se logra que la inocu-
lación preserve á las aves domésticas, no sólo del cóle-
ra, que ésto no necesita comprobación, sino del colerin,
del colerin, que cuesta á este país periódicamente su-
mas enormes, y que bajo condiciones atmosféricas pro-
5G
pidas püede'ser una de las causas de esas epizootias de
los cuadrúpedos, que aniquilan la crianza y traen la
ruinia á los labradores con gran quebranto de la rique-
za pública.* Además, preservando á los animales se
preserva á los hombres, pues por desgracia estamos su-
jetos, ál igttal de aquellos, á íodas las causas morbosas
que suelen- hallarse en la tierra, el aíre y el agua, coú
el aditantento en nuestro daño de las pasiones, que agi-
tan como los vientos las olas del océano de males en
que todos navegamos.
Mr. Tliorríe dice: aSi se teme que el cólera invada el
gallinero', aconsejo el uso del hiposülfito de soda en el
agua dé beber, á razón de una onza por cada cubój»
Ya lie recomendado con el mismo objeto el ácido
salicílico. Se- diluye en agua caliente y se echa eri las
vasijas en proporción de un gramo para dos fibras de
agua.
El agua se purifica ó importa mucho purificarla cuan-
* Intereso también en este importante asunto al sabio profesor
Mr. Paul Givier, que hace algún tiempo sé halla en la Habana es-
tudiando la fiebre amarilla, comisionado al efecto por el Gobierno
do la Ilepública francesa.
Mr. Givier lleva muy adelantados sus trabajos y ba descubierto
en los intestinos do los cadáveres do personas que fallecieron á con-
secuencia do osa enfermedad, un micro-organismo [.sc/¿iro7)i¿ceto .?],
que al cultivárselo, dice el profesor Montano, icdeposita oií monos
do vointicnatro horas y en determinadas eondicióncs, copds espesos
de un polvo negro. Las paredes del tubo do cultivo so onnegroceri,
asi como el contorno de las tapas de esmeril, por la excrecencia del
microbio, y no desaparece la coloración por el lavado con agua aci-
dulada con ácido nítrico; el ácido clorhídrico puro sí la destruye.»
Este descubrimiento tendrá resonancia en el mundo oiontítico. ■'
do hay pestes, arrojándole carbón vegetal encendido,, ó
apagando en ella un hierro hecho ascuas. De este últi-
mo modo preparaban’ los antiguos sacerdotes griegos y
romanos la afamada, agua lustral de las purificaciones.
Si el gallinero es húmedo es preciso cerrarlo y que
las aves duerman en los árboles, ó ponerle piso de ma-
dera, lo que se facilita mucho en esta Isla empleando
tablas rústicas de palma, y si así se practica el pavimen-
to se levantará á una cuarta del suelo y no á raiz, para
cpiá sea más durable y más sano; como que la acción
dbl aíro destruye ó aminora la humedad.
En los primeros casos de cólera eri un patio, las aves
atacadas se deben llevar léjos, muy léjos de las sanas.
Mr. Thorne opina que debe dárseles muerte y reducir-
las á eenizás, fundándose en que rara es la qué se sal-
va y con toda seguridad infícionan á las demas.
En el acto es indispensable amontonar brusca donde
estuvieron y darle fuego, retirar las vasijas donde be-
bieron y recoger cuidadosamente su estiércol y que-
marlo á barlovento; el estiércol es el principal vehículo
del contagio.
Si las atacadás! fuesen v»arias y han estado con la co-
munidad dentro del gallinero hasfa el dia en que seles
vio tristes ó les empezó la diarrea deluna sustancia
amarilla, es preciso raspar los suelos del edificio, reco-
ger el abono que 'result'aiy arrojarlo en una hoguera;
darle’ á aquel una lechada ‘de cal viva, cerrarlo y que-
mar dentro azufre por veinte minutos, en cantidad pro-
porcionada. Por dos ó tres veces creo prudente esta
fumigación, así como regar en el suelo cal viva con al-
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gun azufre, y fumigar las plumas do las mismas aves
también con humo de azufre, pero teniendo gran cui-
dado para que no sobrevenga la asfixia. Podia formar-
se un cajón con huecos para que quedase fuera la ca-
beza de cada ave y se pudiesen fumigar perfectamente
las plumas: estos seres microbianos tienen una increi-
ble tenacidad de vida; resisten hasta á los más fuertes
reactivos químicos. -
El cólera es una enfermedad muy terrible y conta-
giosa; toda precaución es poca para el hombre pruden-
te y entendido que quiera alejar tan gran calamidad de
sus aves, de las : de sus convecinos, tal vez de las del
país, tal vez de su familia y de todá la sociedad, pues
no se debe echar en olvido ni mirarse con .el desden de
los necios, lo que han escrito eminentes patólogos acer-
ca de que está en duda si viene tan espantosa enfei’mer-
dad del ave al ser humano ó viceyersá. ’ i
Poco se adelantaría, en verdad, fumigando perfecta-
mente el gallinero, si el campo quédase infestado. Vea-
mos, pues, la manera más obvia de desinfectarlo. Mr.
Thorne, á quien he citado varias veces, me proporcio-
na el medio de presentar á los agricultores cubanos y
á todos los de la América española, para los cuales tam-r
bien escribo, el siguiente método, que es 'el más econó-
mico y fácil. Dice así aquel autor norte-americano:
«Se diluyen tres libras de ácido sulfúrico en cuarenta
galones de agua, ó un cuarto de libra de ese ácido' en
tres galones y medio de agua, y se agita para que quede
bien combinado. Esta última preparación puede apli-
carse á pequeñas superficies, con una regadera común.
59
y aquella para superficies mayores con un barril mon-
tado sobre ruedas y arreglado como un regador de ca-
lles. Un riego parcial no' es suficiente, es preciso que
queden saturados con la solución los suelos del galline-
ro, el terreno del campo donde han estado las gallinas
enfermas, las raíces de los árboles, todo, todo, hasta la
más pequeña porción de polvo. El ácido sulfúrico es
muy barato, no cuesta más de 25 centavos la libra en
Nueva York, al por menor, y 23or mayor no más de o
á 6 centavos. Debe tenerse presente que es una sustan-
cia peligrosa para andar con ella, pues -en estado inso-
luble destruye la ropa y cauterízala piel. Él modo más
seguro, por lo tanto, es llevar un barril de cinco galo-
nes casi lleno de agua, al droguista ó boticario, para
que eche el ácido, y entonces se trasporta sin peligro
de ningún género.»
Cruzel dice, hablando de la desinfección de los luga-
res donde han permanecido reses acometidas de car-
bunco, enfermedad representada también por micro-
bios, lo que sigue: <fLas fumigaciones de cloro, llamadas
guitonianas, son las más usadas. Hé aquí la fórmula:
Tómese. ' ' ' '
.Sal común onzas
Peróxido de manganeso 1 »
Acido sulfúrico del comercio y agua... 2 u
Se pulveriza la sal, se le mezcla con el peróxido de
manganeso, se forma una pasta con el agua eñ un re-
cipiente, se añade ácido sulfúrico, se agita con una va-
rita de cristal y se coloca el recipiente sobre carbones
60
encendidos. El gas no tarda en desprenderse en abun-
dancia y poner el aire dé la localidad irrespirable, si
están cerradas todas las comunicaciones y rendijas, y
si el tanto de mezcla es exacto. Se tomarán las debidas
precauciones' para que dos animales no se asfixien ó
cuando menos se les irrite el aparato, respiratorio. Lo
mejor es sacarlos cuando comience el desprendimiento
de gas.
Se obtendrán los mismos. resultados de un modo más
sencillo, en el mismo aparato, calentanclo una mezcla
de cuatro á cinco partos, de ácido clorhídrico, con una
parte de ácido de manganeso.» *
Para desinfectar los objetos se lavan con cloruro, de
cal.
Por último, es un poderoso desinfectante echar sobre
una plancha metálica candente ácido fénico cristalizado
y puro;iy lo es también, al declararse la epizootia, ha-
cer que duerman las gallinas en los árboles, cerrar por
algunos dias el gallinero y quemar dentro plantas aro-
máticas: romero, artemisa, colomo, alhucema ó cual-
quiera de las muchas que posee la rica flora cubana.
Las grandes verdades tienen, como las flores, suspri-
maveras; mas hay también para ellas largos inviernos.
No parece sino que cae la nievo de los tiempos en el
corazón y el cerebro de los pueblos, que premian con
la inci’edulidad, la burla, y á veces con la indiferencia
ó la envidia, lo que debian premiar con la admiración,
la gratitud y el aplauso. Así Raspail atribuyó á los pa-
■* El ácido clorhídrico es más barato y ménos peli'gróso quo el sul-
fúrico.
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rásitos del cuerpo humano una labor constante y des-
organizadora de las funciones de la vida; se le tuvo por
un charlatán, no fué creido; sus ¡deas parecieron extra-
ñas, infundadasj'y por'oonsiguiente carecieron de conse-
cuencias prcácticas: más detrás de Raspad vino Pasteur,
que le es superior, sentó las bases de la parasitología;
el mundo, poseído de asombro, se halló en presencia
de otro mundo inmenso de sóres infinitamente peque-
ños, el microscopio fuó' el arma del sabio, y la ciencia
nueva casi llenó desde su primer vagido los espacios
dé la medicina.
■ La obra de Pasteur es algo semejante á la de Colon
y á la de Jenner. ¡De cuántos beneficios le es deudora
la humanidad! La rabia ha perdido sus horrores; c'en-
tenai’es de personas mordidas por perros rabiosos é
inoculadas por el virus atenuado en el Instituto que la
Francia republicana ha establecido como un presente á
los hombres de todas las naciones, han sido devueltas
al amor de sus familias; ántes de Pasteur jamas se sal-
vó un hidrófobo de la muerte, y anticipársela podia ser
un acto de caridad. El carbunco, ser aéreo, volátil, te-
rrible, que desde los antiguos tiempos de Grecia y Ro-
ma, al decir de los clásicos, se presentaba en sus divei'-
sas formas y dejaba loS campos solitarios, sin que se
oyese el balido de la oveja, ni el labrador tuviese bue-
yes que uncir al yugo para surcar la tierra, ni el néctar
de la vaca para sus hijos, y que lo mismo heria al ca-
ballo que á la paloma, que á cualquier animal, hasta al
hombre, ha .sido detenido por su propio gérmen despo-
jado de su virolencia, y el agricultor no tiene ya que
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temer á la fiebre carbuncosa, al carbunco esencial, ni
al sintomático, que de las manos de estas calamidades
cayó el arma exterminadora. * El Bombyx mori, ese le-
pidóptero laborioso, admirable, fabricante de la seda, y
cuyo cultivo es una industria poderpsa en el Oriente,
en Francia, etc., estaba amenazado de desaparecer por
una enfermedad que lo aniquilaba sin esperanza de sal-
vación, ha sido restituido á la garantía de la vida y la
salud, y podrá encerrarse en su capullo á tejer sus he-
bras sin que le ataque el imperceptible microbio, descu-
bierto y reducido á la impotencia por Pasteur, después
de cinco años de incesantes y profundas investigacio-
nes. En fin, la gallina, el ave sagrada de los druidas, y
en cuyas entrañas por tantos siglos buscáronlos sacer-
dotes de Júpiter los secretos del porvenir; esa ave que
acompaña al hombre en todos los climas, que le es la
más familiar, la más útil y estimada, sufría el cólera; y
si se engañó la antigüedad cuando los augures interro-
gaban sus visceras para interpretar la voluntad de los
dioses, decretar la paz ó la guerra, y decidir la suerte
de las naciones, no se engañó la ciencia experimental
buscando, no el secreto de los hechos venideros, que
carecen de existencia, sino lo existente, lo real, lo po-
sitivo, el micro-organismo, generador de esa enferme-
dad, que se ve, que se toca, que se multiplica en nues-
tra presencia, y que se movia, se agitaba, partía como
una saeta, como millones de millones de saetas enve-
nenadas, mataba é inundaba el aire entre las sombras
He seguido la clasiíicaeion que liizo Cliavert, quien redujo á
estas tres formas las manifestaciones del carbunco.
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de lo desconocido, sutil, inmúne, invisible y poderoso.
Hallólo Pasteur, y se colocó en la senda que segura-
mente conduce á hallar también el medio de combatir
el bassUhis del cólera humano.
Peio supongo al lector deseoso de conocer el método
de atenuación empleado por el primer químico del orbe.
Lo mejor será, mediante nii notoria incompetencia, que
deje la palabra al mismo Pastéur, quien en un Congre-
so científico, en Londres, se expresó de este modo:
«Tomemos un ave que esté para morir del cólera, é
introduzcamos la punta de una varilla de vidrio en su
sangre, con las precauciones usuales, sobre las que no
necesito aquí insistir. Toquemos entónces con esta pun-
ía, cargada, un caldo de gallina muy claro que haya si-
do hecho estéril por una temperatura de 115° centígra-
dos, y bajo condiciones en que ni el aire de fuera, ni las
vasijas empleadas, puedan introducir gérmenes exterio-
res, esos gérmenes que están en el aire y en la superfi-
cie de todos los’cuerpos. . '
«Si se coloca una vasija pequeña en una temperatu-
ra de 25 á 30°, se verá en corto tiempo que el líquido
se vuelve turbio y lleno de pequeños microbios de forr.
ma {aarecida á la figura de un 8; pero tan diminutos'
que bajo un microscopio fuerte parecerian puntos. Tó-
mese de esta vasija una gota, tan pequeña como se
quicia, no más que lo que pueda coger la punta de una
varilla de vidrio, tan fina como la de una aguja, y tó-
quese con esa punta á una cantidad fresca do caldo es-
terilizado de una segunda vasija, y el mismo fenómeno
se presentara. Prosígase lo mismo con una tercera va-
C4
sija, con una cuarta, y así hasta ,un ciento ó hasta,, mil,
ó invariablemente, dentro de p.ocas horas, el liquido
preparado se volverá turbio y lleno ide los miamos pe-
queños organismos.
«Después de expuesto dos o tres dias a una tempe! a-
tura como de 30°, desaparece la densidad del líquido y
se forma un sedimento en el fondo de la vasija. Esto
significa que ha cesado el desarrollo do los organismos,
en oti’as palabras: todos los pequeños puntos que pro-
dujeron el aspecto turbio del líquido, se van al fondo
de la vasija, y quedan las cosas en este estado por más
ó menos tiempo, hasta por meses, sin sufrir alteración
alguna visible ni el líquido, ni el residuo, supuesto que
hemos tenido cuidado de excluir los gérmenes de la at-
mósfera. Una pequeña mota de algodón impedirá el
paso al aire que entre ó salga del depósito por los cam-
bios de temperatura.
«Tomemos una de nuestras series de preparaciones,
la centésima ó la milésima, por ejemplo, y compárese
su malignidad con la de la sangre de un ave que haya
muerto del cólera. En otras palabras: inoculemos diez
aves, verbi gracia, cada una separadamente con una
gota de sangre infestada, y otras diez con igUál cantidad
del líquido del depósito, que ha sido agitado previamen-
te. Extraño es lo que voy á decir: las últimas diez aves
morirán con tanta rapidez y con los mismos sintonías
que las primeras, y se encontrará que la sangre de, to-
das contiene, después de muertas, los mismos diminu-
tos organismos infestados. ^ . n;
«Repitamos ahora exactamente nuestras sucesivas
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culturas, con esta sola diferencia, que pasamos de una
cultura á la que le sigue, esto es, de la centésima á la
centésima primera, con intervalo de quince dias, ó uno,
dos ó tres meses. Si ahora comparamos la malignidad
de las culturas sucesivas, se observará un gran cambio.
Se verá fácilmente en la inoculación de una serie de
diez aves, que la virulencia de una cultura difiere de la
de la sangre, y una de la anterior cuando pasa un in-
tervalo largo entre la impregnación de una cultura con
el microbio de la que le precede.
«De esto podemos reconocer por este método de ob-
servación, que es posible preparar culturas de varios
grados de virolencia. Una preparación matará de diez
aves, ocho; otra cinco de diez; otra una de diez; otra ab-
solutamente ninguna. Además, puede aún seguirse cul-
tivando el microbio.
«Por último, lo que no es ménos extraño: sise toma
cada una de estas culturas de virulencia atenuada co-
mo punto de partida en las preparaciones de culturas
sucesivas, y sin intervalo apreciable en la impregnación,
todas las series reproducirán la virulencia atenuada de
aquella que sirvió de punte de partida. Del mismo modo,
cuando es pequeña la malignidad, no produce efecto.»
El sistema de Mr. Pastear no puede ser más sencillo
y fácil de practicar, mas él se dirigió á un Congreso de
sabios, y como estas líneas serán principalmente leídas
por los labradores, lo explicaré para mayor claridad,
que es bueno que traten de comprender lo que tanto
les interesa, y que después de las faenas del dia se en-
tretengan por las noches hablando de estas cosas.
Ensayos.— 5
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Tómese una gota de sangre de un ave que esté al
morir del cólera, con las debidas precauciones como
recomienda el esclarecido químico; póngase esa gota. ó
muchísimo menos, en un vaso de caldo claro de galli-
na que haya llegado al hervírsele á la temperatura de
115° centígrados.
Este vaso es la primera cultura. Do este vaso se to-
ma una porción do una gota (no importa que sea una
porción mínima) y se pasa á un segundo vaso de caldo;
esta es la segunda: hágase lo mismo en un tercer vaso
y se obtendrá la tercera; así hasta mil ó más. Todos
los vasos estarán en una temperatura de 25 á 30° cen-
tígrados.
Después hay segunda serie de culturas, con interva-
lo de quince ó más dias, y en esta segunda serie es que
se efectúa la debilitación de la virulencia.
No dudo que algunos agricultores ilustrados harán
ensayos, por lo que no creo de más hacer presente que
paia hervir el caldo de gallina á una temperatura de
116° centígrados, seria conveniente hacer uso de la mar-
mita de Papin ó de una vasija metálica de paredes re-
sistentes, herméticamente cerrada.
Si de gota en gota y de vaso en vaso, al llegar á mil
aun puede el microbio causar la muerte del ave y seguir
reproduciéndose, no queda duda de que los planetas que
giran en el espacio sin fin, no son más admirables
que los seres infinitesimales, grandes en colectividad,
pequeños individualmente, y miéntras más pequeños,
más temibles.
FIN.
± ID I c E
Páginas
Capítulo I. — Angina membranosa do la gallina 3
Capítulo II. — El higadillo 13
Capítulo III. — El cólera do las gallinas 38
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